Análisis del discurso en el español contemporáneo 9788498956580, 8498956587

Este libro ha sido preparado por un grupo de profesores universitarios bajo la dirección de los doctores Ángel Cervera R

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Spanish Pages 209 [212] Year 2019

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Índice
Prólogo
Ángel Cervera Rodríguez: Indicadores pramático-argumentativos en el ensayo contemporáneo
Felipe González Alcázar: Del estilo en el discurso literario
Rosario González Pérez: Las fórmulas a lo que voy, a lo que iba, a lo que vamos como procedimientos discursivos de recuperación informativa
Luis Alberto Hernando Cuadrado: El discurso oratorio en una preceptiva literaria del siglo XX
Alberto Hernando García-Cervigón: El discurso periodístico de información económica
Luis Martínez-Falero: Cognición y discurso poético
M.ª Azucena Penas Ibáñez: Discurso intergeneracional de género y clase social en el español de El Salvador
Alicia Puigvert Ocal: Recursos léxico-argumentativos en distintos tipos de discurso en la política española del segundo decenio del siglo XXI
Sara Robles Ávila: Estrategias publicitarias en la configuración discursiva de las páginas web de Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España
José Torres Álvarez: La manipulación informativa en los medios de comunicación escrita
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Análisis del discurso en el español contemporáneo
 9788498956580, 8498956587

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ANÁLISIS DEL DISCURSO EN EL ESPAÑOL CONTEMPORÁNEO

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ÁNGEL CERVERA RODRÍGUEZ ALBERTO HERNANDO GARCÍA-CERVIGÓN (eds.)

ANÁLISIS DEL DISCURSO EN EL ESPAÑOL CONTEMPORÁNEO

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Visor Lingüística/23

© Los autores © Visor Libros, S. L. Isaac Peral, 18 - 28015 Madrid ISBN: 978-84-9895-658-0 Depósito Legal: M-27152-2019 Impreso en España

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ÍNDICE

Prólogo ................................................................................ Ángel Cervera Rodríguez: Indicadores pramático-argumentativos en el ensayo contemporáneo ................................. Felipe González Alcázar: Del estilo en el discurso literario ..... Rosario González Pérez: Las fórmulas a lo que voy, a lo que iba, a lo que vamos como procedimientos discursivos de recuperación informativa.................................................. Luis Alberto Hernando Cuadrado: El discurso oratorio en una preceptiva literaria del siglo XX ................................. Alberto Hernando García-Cervigón: El discurso periodístico de información económica ........................................ Luis Martínez-Falero: Cognición y discurso poético ............... M.ª Azucena Penas Ibáñez: Discurso intergeneracional de género y clase social en el español de El Salvador.............. Alicia Puigvert Ocal: Recursos léxico-argumentativos en distintos tipos de discurso en la política española del segundo decenio del siglo XXI ....................................................... Sara Robles Ávila: Estrategias publicitarias en la configuración discursiva de las páginas web de Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España............................................. José Torres Álvarez: La manipulación informativa en los medios de comunicación escrita .......................................

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Natura materia doctrinae est: haec fingit, illa fingitur. Nihil ars sine materia: materiae etiam sine arte pretium est. Ars summa, materia optima melior. Quintiliano

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PRÓLOGO El libro Análisis del discurso en el español contemporáneo es el resultado de la actividad propuesta en el proyecto de investigación del mismo título (Referencia: 910404), realizado con la participación de varios profesores de reconocido prestigio, especialistas en el tema, que ejercen su labor docente e investigadora en diversas Universidades —Complutense de Madrid, Autónoma de Madrid, Rey Juan Carlos y de Málaga—, así como en la Generalitat de Catalunya, bajo la dirección de los doctores Ángel Cervera Rodríguez y Alberto Hernando García-Cervigón, editores asimismo de la publicación, quienes me han encomendado la redacción de este prólogo, con la ayuda concedida al grupo de investigación UCM 930507 por Resolución del Rector de la Universidad Complutense de Madrid de fecha 4 de diciembre de 2018, teniendo en cuenta —como allí se indica— las disponibilidades presupuestarias del Vicerrectorado de Investigación, Política Científica y Doctorado de esta Universidad. Ángel Cervera Rodríguez, en «Indicadores pragmático-argumentativos en el ensayo contemporáneo», sostiene que el ensayo, que ha sido definido de diferentes puntos de vista —desde los que lo interpretan como un género didáctico y doctrinal hasta los que lo conciben como un género misceláneo e incluso un antegénero, y quienes extienden su concepto a determinados escritos en prosa, como los artículos de opinión, los tratados o los informes— sin que se haya llegado a una solución definitiva, constituye un tipo de discurso escrito en prosa integrador y abierto que sirve de punto de encuentro de escritores de la más diversa procedencia, desde poetas, dramaturgos y narradores hasta docentes, académicos, humanistas, investigadores y científicos, pasando por filósofos y periodistas. En el ensayo se conjugan la visión particular del escritor sobre el tema tratado y el com-

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ponente pragmático-argumentativo proyectado al lector para hacerle partícipe de su pensamiento mediante la utilización de procedimientos lingüístico-pragmáticos, de términos conceptuales que eviten la contradicción, de formas personales y tiempos verbales que mantengan la relación interlocutiva entre locutor-escritor y alocutor-lector, y de indicadores de carácter cognitivo-discursivo con fines argumentales. De todo ello se desprende que el ensayo, en sentido estricto, es fundamentalmente discurso argumentativo. Felipe González Alcázar, en «Del estilo en el discurso literario», advierte que la vertiente discursiva de la literatura es tan antigua como su relación con la retórica, ya que ambas, en cuanto saberes, se encontraban ligadas a las reglas para la producción de discursos y a la oralidad. La evolución de la literatura, tal como la conocemos en los últimos dos siglos, ha enfatizado la escritura e impulsado la lectura silente e interior, dando prioridad al componente textual. Por su parte, la pragmática literaria se ha mostrado particularmente activa en la recomposición del estatuto de la literatura, provocando con ello una consideración muy diferente de principios como la literaturidad, la especificidad literaria o las características del mensaje literario, y ha llegado a disolver los límites de la textualidad entre lo literario y lo no literario. No menos complejo ni perdurable en el tiempo es el concepto de estilo, nacido también en el ámbito retórico, pronto trasladado al poético, sobredimensionado en los estudios estilísticos pero concurrente en cualquier metodología crítica. El hecho de centrar la reflexión sobre la literatura como discurso ha contribuido a replantearse en qué puede basarse una idea pragmática del estilo y dónde puede situarse dentro de la comunicación y el análisis literarios. En este artículo se tratan algunas de las consecuencias del enfoque pragmático y discursivo de la literatura sobre el polivalente concepto de estilo. Rosario González Pérez, en «Las fórmulas a lo que voy, a lo que iba, a lo que vamos como procedimientos discursivos de recuperación informativa», se centra en el análisis de los valores discursivos de estas tres fórmulas oracionales en el español contemporáneo. A partir de ejemplos extraídos de bases de datos en línea (CREA y CORPES XXI), se propone como objetivo determinar la naturaleza lingüística y los empleos de estas expresiones, que para Catalina Fuentes Rodríguez son conectores continuativos (Diccionario de conectores y operadores del español. Madrid: Arco Libros, 2009, s. v. a lo que iba/voy) y para otros autores fórmulas discursivas (Luis Santos Río. Diccionario

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de partículas. Salamanca: Luso-Española de Ediciones, 2003, s. v. a lo que vamos). Observa que tales secuencias desarrollan el significado procedimental de dar por finalizada una digresión y marcar el punto en que se retoma el hilo informativo («donde todo era alborozo y armonía, al menos aparentemente, siempre había también líos entre cuñadas, que es lo normal. Pero a lo que iba. Mi recuerdo infantil es el despertarme por la noche para beber agua o hacer pipí» [CORPES XXI, Marina Castaño. «A vueltas con los ronquidos». La Razón. A tu salud, 19/11/2003]), lo que no impide que, al cerrar un bloque discursivo y abrir otro, puedan tener también otros empleos contextuales, entre ellos el de servir para favorecer el cambio de tema, como en «Estos también murieron de muerte natural. Si usted quiere acabar con la injusticia social y con la corrupción […], es natural que lo maten a culatazos. Pero a lo que voy es a lo siguiente: usted, que trabaja con números y estadísticas, quizás sabe también cuál es la superficie, en conjunto, de los glóbulos rojos de un hombre... ¿lo sabe usted?» (CREA, Fernando del Paso. Palinuro de México. México: Joaquín Mortiz, 1976). Luis Alberto Hernando Cuadrado, en «El discurso oratorio en una preceptiva literaria del siglo XX», estudia la teoría del P. Amalio de San Luis Gonzaga, carmelita descalzo dotado de una fina sensibilidad para captar los matices estilísticos de la lengua, sobre el discurso oratorio en su Literatura preceptiva, que fue reeditada cinco veces entre 1920 y 1952, y tuvo una magnífica acogida en los centros religiosos como texto de retórica. Para ello, se centra, en primer lugar, en el concepto de oratoria, así como en la caracterización y constitución interna del discurso oratorio y sus partes, sin perder de vista el contexto general de la investigación en este campo, dentro de cuyo marco tiene en cuenta las aportaciones de autores tan relevantes como Aristóteles, Cicerón y Quintiliano (en el mundo clásico), José Coll y Vehí (en el siglo XIX), Luis Penagos y Rafael Lapesa (en el siglo XX) y Mario Artesero García (en el siglo XXI). Posteriormente, en consonancia con la condición de religioso del autor y la consiguiente idiosincrasia de la obra, analiza un discurso perteneciente a la oratoria sagrada, el subgénero que más se presta a la literaturización, la oración fúnebre pronunciada en la catedral de Toledo el 15 de julio de 1968 por el entonces canónigo magistral, el Dr. D. Filiberto Díez Pardo, en las honras del prelado de la archidiócesis, con el fin de poder constatar el grado de aplicación de los aspectos doctrinales a un caso concreto de la realidad.

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Alberto Hernando García-Cervigón, en «El discurso periodístico de información económica», una vez trazada en la introducción la evolución de este tipo de información desde los Price-Currents de los siglos XVI y XVII hasta la actualidad, se centra en la codificación del mensaje, y en la descripción y análisis del discurso, basándose en textos representativos de los diarios de información económica Cinco Días, Expansión y El Economista, y de la sección de Economía de los periódicos generalistas El Mundo, El País y La Razón. Al ser esta una de las áreas de la especialización periodística con mayor incidencia en la sociedad actual, en la que el dato, comparado por lo común con el homólogo del período anterior, es lo fundamental de la noticia, comprueba cómo el redactor procura ofrecer al lector una información lo más rigurosa y exacta posible, y transmitirla por los cauces expresivos propios del registro periodístico. Por otro lado, al proceder al estudio de los recursos lingüísticos empleados en el discurso, con vistas a la obtención de unos resultados fidedignos, se basa en textos pertenecientes a las cuatro áreas de especialización (macroeconómica [IM], bursátil [IB], empresarial [IE] y de finanzas privadas [IFP]) que se suelen distinguir en este campo, en las que se aprecian sensibles diferencias, tanto en lo que se refiere a las estructuras sintácticas como a los elementos constitutivos del léxico. Luis Martínez-Falero, en «Cognición y discurso poético», presenta una síntesis de los avances experimentados en los últimos veinticinco años en el terreno de la Poética cognitiva y en la llamada Ciencia cognitiva de la literatura en lo referente a los estudios sobre poesía. Para ello, no solo cuenta con los avances logrados por las Neurociencias, sino que además toma en consideración cuestiones procedentes de otras ciencias, como la Antropología cultural o la Lingüística. Esta nueva perspectiva transdisciplinar se ha convertido en un nuevo eje teórico y crítico en torno al cual se ha ido articulando una nueva teoría sobre la creatividad y la construcción del texto poético, con una recuperación de las bases lingüísticas procedentes del generativismo y sus extensiones hacia una pragmática de la comunicación literaria, para lo cual los textos lingüísticos y de poética generativa de Teun A. van Dijk han cobrado nueva relevancia, tanto en lo concerniente a los patrones fonológicos en cuanto fundamento de la estructura profunda del poema como a los mecanismos cognitivos y lingüísticos para la construcción de la metáfora. A ello se suman las aportaciones de la Psicología cognitiva en el contexto de una Neuroestética, no exenta de algunos de los mecanismos anteriormente menciona-

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dos —antropológicos y lingüísticos— para determinar, también en el contexto de una pragmática de la comunicación literaria, los mecanismos culturales, lingüísticos y mentales que determinan la capacidad de inferir los sentidos del texto. Por ello, este trabajo se centra, finalmente, en aquellos textos en los que la imagen poética lleva hasta el extremo las posibilidades del lenguaje como texto más alejado de un uso funcional de naturaleza exclusivamente comunicativa. M.ª Azucena Penas Ibáñez, en «Discurso intergeneracional de género y clase social en el español de El Salvador», trata la variedad lingüística en muestras orales del español de América a través de encuestas realizadas por tres sicólogos clínicos, Michael Gorkin, Marta Pineda y Gloria Leal, entre septiembre de 1996 y diciembre de 1997. Se seleccionan los relatos de la familia Núñez, de clase social alta, formada por la abuela (la niña Cecilia), la hija (Mónica) y la nieta (Paulina), con el fin de destacar las distintas versiones que ofrecen en torno al área de la familia, que es de las cuatro tratadas (familia, educación, trabajo y guerra) la más amplia, a la que se dedica mayor extensión en las entrevistas. También se atiende al factor de denuncia que convierte el habla más o menos reivindicativa de las mujeres encuestadas en un discurso de género. Se observa, por un lado, cómo las distintas versiones del discurso intergeneracional evidencian cambios notables en la focalización de los temas de interés entre abuela-hija y entre hija-nieta, pero no así entre abuela-nieta. Por otro lado, se constata que los cambios sociológicos en las tres generaciones son muy superficiales, meramente coyunturales, pero no estructurales que supongan un verdadero cambio generacional en lo que a discurso de género se refiere. Alicia Puigvert Ocal, en «Recursos léxico-argumentativos en distintos tipos de discurso en la política española del segundo decenio del siglo XXI», explica que el discurso político suele estar formado por una serie de isotopías o acoplamientos sémicos que otorgan homogeneidad significativa al texto. Teniendo en cuenta que, en gran medida, la realidad política es una realidad verbalizada por una serie de personas con unos fines específicos, las características de las diversas isotopías que van creando están determinadas por las informaciones que las unidades lingüísticas han de transmitir a raíz del desarrollo de la vida política y social del momento. De otro lado, el incesante aluvión de discursos con el que los políticos de distintas ideologías nos invaden actualmente hace cada vez más difícil al receptor de dichos mensajes poder aplicar las decodificaciones de pensamiento crítico

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necesarias para entender las intenciones sesgadas, parciales o tendenciosas que pudieran llegarle. Resulta fundamental establecer los valores axiológicos específicos que las unidades léxicas comportan a partir de la premisa de que en las razones profundas del simbolismo del léxico político es más importante la connotación que la denotación. En el trabajo se analizan las diferentes estrategias léxicas de las que se sirve el político actual según el tipo de discurso para construir en la mente de los interlocutores una reconceptualización de la realidad y las soluciones políticas que quiere comunicar. Sara Robles Ávila, en «Estrategias publicitarias en la configuración discursiva de las páginas web de Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España», analiza un tipo de discurso propio del ámbito de especialidad del turismo: el de las páginas web de inicio de las quince Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España. El cibergénero de estos portales hibrida una amplia diversidad de tipos textuales que confluyen en la intención pragmática de crear una imagen óptima del destino para el potencial viajero a través de un discurso de city-marketing que supera lo informativo y se adentra en el espacio de lo promocional y más auténticamente publicitario. Enfoca esta investigación a dos estrategias comerciales que resultan de especial interés en estos textos: la selección de argumentos singulares o grupales que resulten eficaces para la creación de la marca-ciudad; y la identificación de un metadiscurso interpersonal promocional persuasivo construido gracias al empleo de diversos recursos lingüísticos prototípicos del género publicitario de estas webs de los sitios patrimoniales. A pesar de la limitación del componente verbal en estas webs, dominadas por la imagen, lleva a cabo un análisis de los elementos lingüísticos en el espacio de la macroestructura para analizar su funcionalidad y sus valores discursivos y, a continuación, acceder a la microestructura y a la extracción del vocabulario que contienen las quince páginas web y así determinar las claves del metadiscurso persuasivo y ponderativo que se imponen en estos textos turísticos. José Torres Álvarez, en «La manipulación informativa en los medios de comunicación escrita», se encuentra con que, a pesar de que los medios de comunicación deben proponerse como objetivo fundamental la transmisión imparcial de los hechos relevantes para la sociedad observando las recomendaciones contenidas en los correspondientes Libros de estilo, el análisis lingüístico-discursivo de la prensa española en línea revela la existencia de una cierta parcialidad en la transmisión de la información, aspecto que en última instancia

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influye en la manera de interiorizarla el público. A la vista de ello, para demostrar la influencia ejercida por los medios de comunicación sobre los ciudadanos, describe algunas de las estrategias de manipulación que se descubren tras la noticia ofrecida el 19 de diciembre de 2018 en las versiones digitales de El País y El Mundo sobre la confesión del presunto asesino de Laura Luelmo que le sirven para demostrar cómo los comentarios de los lectores evidencian que no solo han sido informados, sino también influenciados por las Redacciones de ambos periódicos. Luis Alberto Hernando Cuadrado Catedrático de Lengua Española en la Universidad Complutense de Madrid

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INDICADORES PRAGMÁTICOARGUMENTATIVOS EN EL ENSAYO CONTEMPORÁNEO Ángel Cervera Rodríguez Universidad Complutense de Madrid

1. INTRODUCCIÓN El ensayo es un género discursivo basado en la reflexión y el análisis, de gran arraigo tradicional entre pensadores, periodistas y escritores en general, que tiene una gran vitalidad en la época actual. No tiene una extensión definida, aunque puede asemejarse a la de un artículo periodístico, a un capítulo o a un libro. El DRAE (2014) lo define como «escrito en prosa en el cual un autor desarrolla ideas sobre un tema determinado con carácter y estilo personales». Más concretamente, puede definirse como una exposición escrita (o disertación oral), caracterizada por su variedad de temas, por carecer de verificación explícita, por el enfoque objetivo-subjetivo y el cuidado esmerado de la expresión lingüística. Se suelen distinguir dos tipos de ensayo: el especulativo, en el que dominan las formas verbales hipotéticas, y el doctrinal, en el que están presentes las formas verbales obligativas. De todos modos, en este trabajo nos proponemos resaltar la importancia de la argumentación en el discurso ensayístico contemporáneo. El método empleado es el analítico, cuyo objetivo consiste en identificar y explicar la presencia del componente argumentativo, combinado con la visión particular del ensayista sobre la realidad para atraer al lector mediante mecanismos lingüísticos y procedimientos

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pragmático-discursivos y retóricos, en once ensayos seleccionados de autores1 representativos de la época contemporánea, de los que se extraen los ejemplos2. En todas estas obras se observa una planificación lógica del tema, un enfoque subjetivo-objetivo y un desarrollo expositivo-argumentativo con una proyección interactiva al dirigirse el ensayista, sujeto de la enunciación, a un lector a quien trata de persuadir. 2. TRAYECTORIA DEL ENSAYO COMO GÉNERO DISCURSIVO El ensayo, aunque no tuviera esta denominación, se remonta a la antigüedad en obras como los Diálogos de Platón, las Epístolas de Plinio, Los tratados morales de Séneca, las Disputationes de Cicerón o los Soliloquios de Marco Aurelio, sin que tuvieran pretensiones de constituir una obra literaria, una doctrina filosófica o una ciencia. Durante la Edad Media se escribió prosa doctrinal y didáctica, como El libro de las Consolaciones de la vida humana, de Pedro de Luna, y prosa filológica, como El arte de trovar, Enrique de Villena, entre otros. Estas clases de obras pueden ser calificadas como ensayos o discursos, términos coincidentes, al tratarse de formas de escritura ligadas al discurrir o fluir del pensamiento y de las ideas. En línea con la tradición, probablemente el nombre de discurso sería el que mejor se ajustase a la designación de este tipo de textos. Sin embargo, no triunfó el de discurso ni el de diálogo sino el de essai/s (ensayo/s) en el s. XVI con Montaigne (1522-1592), asociado al punto de vista, tal como lo expresa en el Libro III al dirigirse al lector «Ainsi lecteur, je suis moi-même la matière de mon livre», lo que le lleva a resaltar la visión personal del mundo. A partir de Montaigne el ensayo adquiere el carácter de género discursivo atractivo para una amplia mayoría de escritores y pensadores. A pesar de todo, algunos pensadores eligieron la

Para selección de ensayos se han tenido en cuenta la relevancia de los ensayistas, el interés de los ensayos y la amplia variedad de temas relacionados con las artes, la literatura, la historia, la biografía, la lengua, la poesía, la sociedad, la ciencia, la educación, la existencia, la libertad, etc. 2 Los ejemplos se citan entre comillas dobles y, al final, entre paréntesis se indica el apellido del autor de la obra, el año y, si es necesario, la página correspondiente. 1

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palabra discurso para el título de sus obras, como el Discurso del método, de Descartes; Discursos sobre el origen de la desigualdad, de Rousseau; o Discurso sobre el estilo, de Buffon. Otros intentaron otorgar, con escaso éxito, nuevos nombres, como el de glosa, empleado por E. D’Ors, como una forma de paráfrasis, o el de Meditaciones que, para Ortega y Gasset (1970: 24), «son simplemente unos ensayos». De cualquier forma, el ensayo se desarrolló a lo largo de los siglos XVI y XVII con Francis Bacon siguiendo los pasos de estilo de Montaigne aunque proporcionando una mayor dosis de objetividad. Así se llega a fines del XVIII donde el ensayo se convierte en el discurso más utilizado para debatir y difundir las ideas. En el siglo XIX con el Romanticismo se acepta el ensayo por resaltar los aspectos ligados a la subjetividad y la libertad imaginativa y expresiva, como muestran los artículos de Larra, que constituyen la base del periodismo moderno. A lo largo de los siglos XX y XXI el ensayo se ha convertido en uno de los géneros más cultivados por humanistas, académicos, científicos, filósofos, periodistas, poetas, narradores y dramaturgos —Unamuno, Ortega y Gasset, Marañón, Ramón y Cajal, Bergamín, María Zambrano, Madariaga, P. Salinas, J. Guillén, G. Díaz-Plaja, J. Goytisolo, E. Lorenzo, J. L. Pinillos, Carmen Martín Gaite, José M. López Piñero, J. M.ª R. Delgado, F. Savater, E. Lledó, J.A. Marina, A. Colinas, B. Russell, Th. Adorno, Roland Barthes, K. Popper, Adam Schaff, G. Durrell, L. Carroll, U. Eco, Gzeslaw Milosz, Elias Canetti, Jorge L. Borges, Octavio Paz, Mario Vargas Llosa, entre otros—, a la vez que ha tenido y sigue teniendo una enorme repercusión entre los lectores. En líneas generales, puede decirse que todos tratan de satisfacer sus inquietudes a través del ensayo conjugando «arte y ciencia», lo que ha llevado a definir el ensayo también como «el arte de las ideas». No obstante, ha habido también detractores al considerar el ensayo como un género carente de método, a pesar de que sigue gozando de reconocimiento y de atracción entre escritores y lectores por la amplitud temática, la libertad imaginativa y reflexiva, la fluidez expresiva y el estilo natural y dinámico. 3. EL ENSAYO, GÉNERO ABIERTO Y DISCURSO INTEGRADOR El ensayo responde a un género abierto a temas, enfoques, opiniones, valoraciones y apoyos argumentativos. Puede, a su vez, enten-

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derse como una actitud vital a través de la cual se reconoce la manera de ser del ensayista. Por esta razón, Besa (2014. 107-108) considera el ensayo como un «modo» o actitud creadora más que como un «género», aunque a continuación añade que es «un género con identidad propia». Pero, además, el ensayo es un discurso integrador en cuanto a que participa de temas de las más diversas materias o disciplinas y utiliza formas de expresión, metodologías y procedimientos del resto de géneros de los que extrae algo de cada uno de ellos. El ensayo es el género discursivo adecuado para la reflexión y la actividad intelectual sin la exigencia de búsqueda y demostración de la verdad, puesto que, como dice Ortega y Gasset (1970: 24), «el ensayo es la ciencia menos la prueba explícita». A diferencia de los géneros literarios —poesía o novela— basados en la creatividad y originalidad, el escritor recurre al ensayo inducido por el interés de dar a conocer a un lector heterogéneo las ideas y opiniones que tiene sobre un determinado tema. Así, Vélez (1998) explica que el ensayo es un diálogo abierto con toda la cultura, caracterizado por el estilo y el dominio de ideas. De este modo, el ensayo se convierte en el procedimiento de observación y análisis de la realidad vista desde diferentes ángulos, donde conviven, a juicio de Millán (2001), lo conceptual y lo artístico, además de que se alimenta del contenido de una amplia diversidad de materias o disciplinas. En este sentido, el ensayo es un género abierto de reflexión que cultivan pensadores y escritores de cualesquier otros géneros tanto literarios —poesía, teatro y narrativa— como periodísticos, humanísticos, académicos y científicos. El ensayista generalmente expresa lo que piensa o manifiesta su parecer acerca del tema de que se trate. Por ello, el ensayo es un género cuyo objetivo es adoptar una posición personal y una actitud crítica sobre la realidad ante verdades aparentemente absolutas, como «Estoy harto de protestar del abuso de los extranjeros que nos visitan hacen de lo pintoresco nuestro» (Unamuno, 1976: 52). En cualquier caso, en el ensayo se buscan formas nuevas para observar y analizar la realidad, por lo que puede considerarse un género híbrido difícil de definir en el que concurren el concepto, el rasgo informativo, el pensamiento filosófico, el aspecto didáctico, el componente científico y un conjunto de procedimientos de creación artístico-literaria. Esto le lleva a decir a Vélez (2000: 11) que existen casi tantas definiciones de ensayo como ensayistas. De cualquier forma, habría que incluirlo dentro de los géneros literarios de carácter didáctico, como señala Lapesa (1972: 183-186), al añadir a los géne-

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ros (lírica, dramática y novela) la didáctica y la crítica, donde incluye la exposición científica (monografías, artículos de tema restringido y tratado) y el diálogo doctrinal (reemplazado modernamente por el ensayo), consistente en una conversación en que uno exponía una tesis a la que los demás presentan objeciones, que fue utilizado por Platón y Cicerón entre otros y en el Renacimiento adquirió relevancia esta forma discursiva, como se muestra en el Diálogo de la lengua, de J. de Valdés. A juicio de García Berrio y Huerta (1999: 218), el ensayo trata de materia doctrinal y no ficcional, aunque ha habido épocas en que la frontera entre lo didáctico y lo ficcional se han diluido. Esto mismo viene a decir Besa (2014: 103), al indicar que «el ensayo se encuentra de nuevo relegado a los márgenes de la literatura en los que permanece la prosa no ficcional», semejante al discurso con finalidad informativa. Por eso diferencia, siguiendo a Genette (2003), la literatura de ficción con dominio del carácter imaginario de los objetos y la de dicción, en que prevalece la literariedad condicional, característica de la prosa no ficcional. Así puede decirse que constitutivamente el ensayo no pertenece a la literatura de ficción (no ficcional), pero, a veces, puede adquirir valor estético, como al decir: «El poeta siente en su plenitud etimológica el vocablo “poesía”» (Guillén, 1972: 189), para señalar metafóricamente la sublimidad de la creación poética. Por su parte, Besa (2014: 106) recoge la controversia que ha generado entre los analistas el concepto de ensayo que, para unos, su escasa delimitación conceptual les lleva a considerarlo como género «mestizo», «mixto», «género débil», un «antegénero» o anterior a los otros géneros e incluso un «no género», y, para otros, es un «género fuerte» o «cuarto género», distinto de los otros géneros, que obliga a reconfigurar el campo literario. Así se puede hablar del carácter polivalente del género ensayo en cuanto a que en el ensayo se produce una integración que supone la aplicación del rigor de la ciencia a las opiniones y, a su vez, la espontaneidad y la fluidez expresivas a la ciencia. A este respecto, Besa (2014: 109) afirma que el ensayo es un discurso científico en el que influye la actitud estética y subjetiva y, al revés, es un discurso artístico con conceptualizaciones científicas, lo que lleva a hacer un juego de palabras: «demasiado científico para el arte y demasiado artístico para la ciencia», como se ve en «Como todo ciudadano celoso del bien público, el científico debe hallarse en situación de satisfacer la plenitud de sus irrefrenables institutos sociales» (Ramón y Cajal, 2000: 114). Probablemente esto ha llevado a Aullón

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de Haro (1992: 103-104) a considerar el ensayo como un discurso reflexivo, representado mediante el género científico por su carácter técnico-formal, el ensayístico por sus componentes ideológico-literarios y el artístico-literario por sus rasgos fundamentalmente estéticos. 4.  RELACIÓN ENTRE EL ENSAYO Y DISCURSOS AFINES El ensayo es un género discursivo o bien un escrito en prosa de breve extensión que ofrece una visión personal del tema tratado. No se trata, como señala Rodríguez Ávila (2007: 149), de presentar en el ensayo el tema en sí mismo, sino de mostrar cómo se mira, es decir, qué punto de vista se adopta ante un asunto. Además, en el ensayo el escritor pretende estimular y promover al lector a cuestionarse la realidad mediante preguntas de búsqueda de información: «¿Qué función tienen las hormonas? ¿Cómo influyen en la educación y el medio» (Delgado, 1994: 47), a las que hay que responder afirmativa o negativamente: «¿A qué seguir? Todos nuestros lectores recordarán tipos y variedades interesantes» (Ramón y Cajal, 2000: 92), pero también retóricas: ¿Cómo designar los años tan revueltos y tan fecundos entre las dos guerras mundiales? (Guillén, 1972: 1949), o de apoyo discursivo: «¿Qué necesidad tiene el lector de una labor intermediaria si sus coordenadas sociales y culturales son las mismas que las del novelista? La pregunta es pertinente y conviene que, aun dentro del lapso de tiempo que permite este ensayo, nos esforcemos, aunque sea brevemente, en contestarla» (Goytisolo, 1978: 85). Ahora bien, a diferencia del discurso científico -tratado, informe y tesis doctoral- y el artículo especializado, que analizan los temas con un método sistemático, terminología específica y tratamiento especializado, el ensayo muestra la visión personal y subjetivista del escritor sobre la realidad. En otro orden, existen similitudes entre el ensayo y el artículo de opinión por la visión subjetiva presente en ambos. Por esta razón, algunos consideran que el artículo periodístico es un subgénero del ensayo caracterizado por la temática actual y su breve extensión. La diferencia estriba fundamentalmente en que el artículo de opinión se vincula a lo periodístico circunscrito a la actualidad, mientras que el ensayístico presenta un carácter más trascendente. Por lo demás, el artículo periodístico se asocia con «opinión» en cuanto a que refleja la interpretación o mirada que el autor desliza por la información sobre la que escribe. El DRAE (2014) define el artículo en la 4.ª acepción

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como «cada uno de los escritos de mayor extensión que se insertan en los periódicos u otras publicaciones análogas». A pesar de todo, Santamaría (2002) entiende que el género de opinión habitualmente publicado en los periódicos es un ensayo caracterizado como trabajo doctrinal, al que sitúa en la misma parcela del comentario firmado. Por eso la línea divisoria entre un género y otro no está clara, puesto que hay artículos basados en temas actuales que han adquirido gran notoriedad y relevancia, al igual que artículos de ensayo que han tenido poco recorrido. El artículo periodístico y el de ensayo están tan próximos que muchos artículos publicados en periódicos y/o revistas se han convertido en libros de ensayo, pero no constituyen un tecnolecto ni pertenecen al discurso especializado. 5. CARACTERIZACIÓN LINGÜÍSTICO-PRAGMÁTICA DEL ENSAYO El ensayo no está dotado de una estructura fija, aunque toma como base el marco expositivo al mostrar hechos siguiendo una organización lógico-deductiva y un esquema argumentativo-explicativo, al tiempo que se establece una relación dialógica entre escritor-lector para acercar posiciones sobre el contraste de ideas y la defensa de la cuestión planteada. Ahora bien, no suelen tratarse los temas con exhaustividad, aunque muestran cierto carácter científico al vincularse a referentes externos que son los que proporcionan verosimilitud y credibilidad: «Hablo desde el Centro de Estudios Históricos y quiero aprovechar este instante y lugar en que me hallo para manifestar mi entusiasmo y mi fe en la historia» (Ortega y Gasset, 1975: 81). Así en estos textos se reflejan no solo experiencias personales, sino también convenciones sociales: «La capacidad de aprender está hecha de muchas preguntas y de algunas respuestas» (Sabater, 1998: 50) o «La cultura no es algo para consumir, sino para asumir» (Sabater, 1998: 106), por lo que, según Calsamiglia (1997: 16), a este tipo de textos hay que «recontextualizarlos» para mostrar el tema a un amplio número representativo de lectores. Por lo demás, el ensayo comparte muchos rasgos de diferentes lenguajes, como el humanístico, el periodístico, el filosófico, el científico y el literario. Tiene, además, una finalidad claramente reflexiva, interactiva y didáctica. Aun así, lo peculiar del ensayo, de acuerdo con Montaigne, señala Vélez (2000: 13), reside en el punto de vista, sin olvidar que el escritor muestra

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hechos y plantea alguna cuestión utilizando argumentos convincentes para atraer al lector. 5.1.  Componentes lingüístico-pragmáticos en el ensayo El ensayo es un tipo de discurso en el que el ensayista (locutor) da a conocer sus opiniones sobre un determinado tema desde una perspectiva personal con indicadores de 1.ª persona en singular: «Al margen de la actividad teatral, me encontré con un artículo editorial que decía: “Por qué los literatos no escriben para el cine” […], porque el cine no es literatura» (Unamuno, 1976: 29); de 1.ª persona plural verbal: «Hablemos de teatro. Del teatro de la vida y de la vida del teatro» (Unamuno, 1976: 34) o pronominal «[…] el perseverante estudio de una cuestión nos lleva casi siempre a perfeccionar los métodos de investigación» (Ramón y Cajal, 2000: 85), con sentido sociativo en ambos casos, pero también puede adquirir en otros casos valor de apoyo discursivo: «Antes dijimos que la enseñanza nos revela por principio nuestra filiación simbólica con otros semejantes sin los que nuestra humanidad no llega a realizarse plenamente» (Sabater, 1998: 44). A veces, se recurre a la 2.ª persona, pero sobre todo al indicador nominal «lector»: «Cuando el lector emprende la crítica o reseña de una obra puede adoptar una doble actitud» (Goytisolo, 1978: 85) o «Pero de esto, si el lector tiene paciencia para seguirnos, continuaremos» (Pinillos, 1973: 25) y a la 3.ª de manera inespecífica en oraciones enunciativas: «La crítica política supone, en efecto, la realidad de un marco constitucional democrático, por exiguo que sea» (Goytisolo, 1978: 31) o de formas de construcción pronominal concertada: «La culminación de la filosofía griega se encuentra en Aristóteles «(Marías, 1973: 55) o impersonal: «Entre los procedimientos de estudio se escogerán de preferencia los más recientes» (Ramón y Cajal, 2000: 84) y la no pronominal: «En general, cabe afirmar que los métodos representan felices aplicaciones a un dominio científico de verdades pertenecientes a otra disciplina del saber» (Ramón y Cajal, 2000: 85). Todas estas formulaciones se dirigen a los lectores (alocutores) con quienes trata de interactuar el ensayista para persuadirlo y convencerlo con argumentos consistentes y válidos. Esta tendencia a las construcciones impersonales, sin sujeto explicito, a juicio de Alcaide (2001: 302), pertenece al mismo universo del discurso ensayístico. Puede decirse que lo propio del ensayo no está en lo que

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se dice, el contenido temático, sino más bien en el punto de vista, el tono, el enfoque, el estilo y el componente pragmático-discursivo-argumentativo con que se proyecta. En este sentido, el ensayista trata de orientar al lector recurriendo a unidades fraseológicas formalizadas como reflejo de la intertextualidad: «el hombre no ve las cosas tales y como son en sí mismas, sino tales y como son para él. Decía un viejo sofista griego, Protágoras de Abdera, que el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son y de las que no son» (Pinillos, 1973: 97) y otras generadas en el proceso de reflexión, análisis y crítica, como «La forja de la nueva verdad exige casi siempre severas abstenciones y renuncias» (Ramón y Cajal, 2000: 54), sobre todo mediante estructuras atributivas: «La vida es quehacer […]», «La vida es un gerundio y no un participio» (Ortega y Gasset, 1975: 47). El ensayo, género discursivo-argumentativo, suele estar constituido por rasgos artísticos a través de un lenguaje expresivo y literario. A su vez, lo literario se manifiesta a través de la expresión lingüística, en tanto que el contenido refleja lo temático, lo conceptual y lo ideológico. Asimismo, la literariedad del ensayo se manifiesta en la parte formal y en la configuración sintáctica del discurso, lo que lleva a decir a Millán (2001) que el valor literario se logra en la construcción gramatical de las frases y en la coherencia lingüística de los enunciados. En este sentido, el componente léxico-semántico suele ser formal, culto y variado, utilizado con sentido denotativo sobre el tema tratado en relación con la cultura, la historia, la sociedad, la economía, la literatura, el arte, etc. No obstante, uno de los recursos léxicos más abundantes del ensayo es el de la palabra derivada y abstracta por influencia del pensamiento filosófico: «Y es que la enseñanza siempre implica una cierta forma de coacción, de pugna entre voluntades» (Sabater, 1998: 90), el léxico temático con mayor o menor grado de especialización: de tipo científico: «El axón de la neurona termina en una sinapsis, que es el punto de contacto con las dendritas o con el soma de las neuronas siguientes» (Delgado, 1994: 115); humanístico-psicológico: «el sistema nervioso emergió como una indiferenciada unidad celular que reunía en sí confusamente las funciones de irritabilidad, contractilidad y conductibilidad» (Pinillos, 1973: 67); humanístico-filosófico: «La historia es un sistema —el sistema de las experiencias humanas, que forman una cadena inexorable y única» (Ortega y Gasset, 1975: 65) o «Escribir es defender la soledad en que se está; es una acción que sólo [sic] brota desde un aislamiento efectivo, pero desde un aislamiento comunicable» (Zam-

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brano, 1934); o bien literario: «El poeta huye del frío y se consagra a las grandes lecturas» (Guillén, 1972: 139). A estos componentes se une el léxico valorativo (o ponderativo) mediante la utilización de adjetivos con sentido connotativo; el empleo de sustantivos incisivos e impactantes o llamativos; el uso de adverbios y locuciones adverbiales que permiten expresar variabilidad modal: certeza inequívoca, duda, explicación, suposición, probabilidad, posibilidad, etc.; el recurso a la metaforización, al cambio significativo; la tendencia a la agrupación nominal, a la expresión sinonímica, al proceso antonímico, a la recurrencia léxico-gramatical: y el uso de perífrasis o de construcciones analíticas y de estructuras formadas por V + N, N + Adj; N + N y N + Sprep. Es, además, una constante en el ensayo el recurso a la utilización de los verbos dicendi, de dicción, pensamiento, sentimiento, modales (poder, deber) y performativos (prometer, decidir, cumplir), utilizados para exponer, explicar, considerar y atraer al lector. Son, en todo caso, procedimientos que contribuyen a reflejar la orientación intencional del articulista hacia el lector-intérprete. 5.2.  Indicadores pragmáticos en el ensayo En el análisis pragmático-discursivo hay que contar con todos los elementos que intervienen en la producción de los enunciados que constituyen la unidad discursiva. Así el ensayo, como unidad discursiva, precisa, a juicio de Briz (1998: 64-66), de tres componentes: el de la enunciación, referido a las acciones e informaciones de los actos de habla; el de la argumentación, donde convergen el sentido, la intencionalidad y la orientación ideológica de los enunciados; y el de la interacción, que permite la relación interlocutiva entre locutor-alocutor: «El hombre se pregunta: ¡qué es esta única cosa que me queda, mi vivir, mi desilusionado vivir? ¿Cómo ha llegado a no ser sino esto? Y la respuesta es el descubrimiento de la trayectoria humana, de la serie dialéctica de sus experiencias» (Ortega y Gasset, 1975: 74). Por ello, en el ensayo no solo se valoran las ideas y se opina sobre ellas, sino que se informa, se expone, se explican los hechos y se argumenta para orientar al lector a la interpretación del tema. Asimismo, las estructuras sintácticas y las figuras retóricas —metáforas, hipérboles, eufemismos— sirven para restar o dar énfasis a los significados ideológicos, puesto que, como dice Van Dijk (2005: 22), tanto las intenciones como las interpretaciones forman parte de la comunica-

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ción ideológica, puesto que son modelos mentales subjetivos de los participantes. Puede así decirse que hay una correspondencia entre nociones lingüísticas y cognitivas, dado que en el discurso aflora el proceso cognitivo-ideológico del hablante a través de las condiciones de producción social, los elementos de representación enunciativa y las estrategias argumentativas a las que recurre. Otro de los aspectos pragmático-discursivos fundamentales se centra en el reconocimiento de la distribución de la información a través de la tematización, ligada a lo enunciativo, conocido y constatable, y la rematización o anteposición del foco o bien el que la información nueva aparece desplazada a la izquierda del enunciado. Como sujeto de la enunciación, el ensayista sostiene una posición subjetiva acerca del tema tratado a través de indicadores señalados y otros mostrados mediante la ordenación focalizadora de expresiones que reflejan el pensamiento y la visión ideológica del autor: «Idea es aquí signo de realidad en estado de sentimiento» (Guillén, 1972: 187). Además, se hace eco de las voces de los enunciadores mediante el discurso reproducido, directo: «Como decía agudamente Gracián en su Oráculo manual: “Todo se les va a algunos en comenzar y nada acaban”» (Ramón y Cajal, 2000: 97) e indirecto y referido: «Sin embargo, el desarrollo de la bioquímica parece ir dando la razón a Oparin, para el cual, como es sabido, la vida habría tenido que surgir de la evolución de la materia y con el tiempo acabará por ser sintetizable artificialmente» (Pinillos, 1973: 16), que, como señala Maldonado (1991: 20), «reproducir supone siempre referir, pero no al contrario». Dentro del discurso ensayístico las citas tienen un doble cometido: por un lado, refuerzan el pensamiento del locutor y, por otro, dan muestras de su erudición. Así puede decirse que en el discurso ensayístico se reproducen diferentes funciones por la posición subjetiva del ensayista ante la realidad representada mediante la función reflexivo-comunicativa, la representativa-informativa, la metalingüística en la explicación y conceptualización, la apelativa y metadiscursiva, referidas a la forma en que el ensayista da a conocer los hechos y/o proyecta su pensamiento para interactuar con el lector-alocutor, sobre todo en los de tipo doctrinal; la expresiva en los de carácter subjetivo; y la estética en los de tipo literario. Por ello, es frecuente el empleo de la deixis personal, social y discursiva para dar validez y autenticidad a la experiencia y orientar ideológicamente el pensamiento sobre aspectos sociales, culturales, religiosos, políticos, éticos, etc.

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La subjetividad en el ensayo se refleja también mediante indicadores espacio-temporales, modalizadores3 de la enunciación, la deixis, la recurrencia léxico-semántica y gramatical y los conectores discursivos, que permiten unir las ideas temáticas y establecer correspondencias, comparaciones, contrastes o aclaraciones. En el ensayo, al igual que en otro tipo de discurso, está presente la intertextualidad4 mediante citas, referencias, definiciones, teorías, asociaciones, etc.: «Independientemente de esta línea intelectual, hay otra, que va de Kierkegaard a Bergson, pasando por Nietzsche, y pone en el centro del interés el tema de la vida, como el propio Dilthey» (Marías, 1973: 21). Por lo demás, los enunciados que integran los artículos ensayísticos responden claramente a actos de habla5, en términos de Austin (1982) y Searle (1994), donde se refleja no solo lo locutivo y lo ilocutivo, sino también el efecto perlocutivo. El articulista siempre trata de influir y de persuadir al lector a través de los elementos lingüísticos que están al servicio de la proyección pragmático-discursiva en la que se contemplan los componentes ideológicos, los conocimientos, las intenciones, creencias y opiniones. 5.3.  Aspectos estructurales y estilísticos del ensayo El ensayo se caracteriza por el uso expresivo de la lengua representado a través de rasgos subjetivos en el desarrollo expositivo de los temas. Ahora bien, como dice Millán (2001), «en el ensayo el lenguaje subjetivo refleja una actitud orientada hacia las formas de pensamiento analítico». De todos modos, el ensayo responde a una estructura expositivo-argumentativa de carácter lógico-deductivo o inductivo con diferentes variantes, como la repetición de la misma tesis con argumentos que la complementan, la presentación de varias tesis con argumentaciones paralelas o el planteamiento de una tesis 3 La modalización permite reflejar la actitud del locutor y la posición de los enunciadores ante el tema. 4 Para De Beaugrande y Dressler (1997: 45), la intertextualidad es un concepto que establece la relación entre textos en los que se reflejan conocimientos compartidos procedentes de la interacción comunicativa con otros textos. 5 Por acto de habla se entiende la unidad básica de la comunicación lingüística con finalidad pragmática, al realizar una acción en forma de orden, petición, aserción, promesa, juramento, compromiso, etc.

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cuyos argumentos llevan a otra tesis en la conclusión. Por lo demás, el ensayo constituye una macroestructura6 formada por superestructuras y microestructuras representadas en el conjunto de enunciados que lo integran. A su vez, el propósito del ensayo es argumentar, puesto que trata de influir e incidir en el lector para generar controversia, debate o una reacción en forma de respuesta, por lo que puede decirse que cumple, a juicio de Rodríguez Ávila (2007: 153), una función social ideológica, que puede presentarse de modo más convencional: «La capacidad de vivir en el conflicto de forma civilizada pero no dócil es una señal de salud mental y social, no de agresividad destructiva» (Sabater, 1998: 110) o de carácter más marcado ideológicamente: «Podemos hablar en verdad de idiomas ocupados como hablamos de países ocupados, y la actitud del creador en el primer caso debe ser la de patriota; en el segundo, de resistencia y rebeldía» (Goytisolo, 1978: 27). Así el ensayista trata de argumentar su pensamiento con un razonamiento lógico y convincente dentro de un marco expositivo claro. Para lograr captar la atención y el interés del lector, el ensayista ha de saber presentar las ideas con claridad y recurrir a opiniones dadas por enunciadores que avalen el pensamiento expresado con coherencia y convicción por medio de un lenguaje atractivo y fluido. Por ello, el ensayo debe huir y prescindir de la expresión grandilocuente y afectada para pasar a la naturalidad, sencillez y fluidez expresiva. Esto contribuye a hacer del ensayo un género discursivo natural en el que entran de lleno los contenidos temáticos humanísticos y en el que se desarrolla la fluidez de un lenguaje interactivo en línea con la idea expresada por Vélez (1998) de que «el buen ensayo posee las mismas virtudes y magias que vuelven placentero el arte de la conversación». Por su parte, Millán (1990) sitúa el ensayo en el plano de la expresión, caracterizado por el uso de la prosa, y el del contenido por la articulación en torno a la imagen conceptual con propensión a la monosemia en una línea filosófica o científica. El ensayo, pues, se caracteriza no solo por la heterogeneidad temática, sino por la expresividad y la fluidez de estilo. A veces, se combina el léxico con expresiones de

6 La macroestructura de un texto constituye la estructura semántica del contenido global del texto, es decir, es el contenido semántico global que representa el sentido de un texto. Y la superestructura representa la estructura textual formal, es decir, es la forma como se organiza la información en el texto.

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carácter connotativo y expresivo para dotar al texto de valor literario a través de la comparación, la analogía, la exclamación, la antítesis, la interrogación retórica, la ironía, el paralelismo, la anáfora, la adjetivación, etc. 6. LA ARGUMENTACIÓN DENTRO DEL MARCO EXPOSITIVO DEL ENSAYO El ensayo lleva inherente el componente argumentativo mediante razones, pruebas y argumentos. Para Pérez Abril (2002), la argumentación del ensayo se presenta mediante una afirmación, una opinión, una teoría, etc., apoyada en razones de diversa forma: definiciones, citas, referencias, ejemplos, comparaciones, etc. Según esto, el ensayista expresa opiniones y justifica sus ideas por medio de procedimientos argumentativos basados en datos y garantías, que justifican el paso de los datos a la conclusión mediante la muestra de conocimientos contrastados, referencias, razonamientos lógicos y argumentos7. Para ello, el ensayista recurre a indicadores explicativos y argumentativos de tipo lógico-causativo, de hechos comprobables, de ejemplos, de referencias y citas de autoridad. 6.1.  El ensayo como discurso argumentativo El ensayo responde a un discurso argumentativo al estar ligada la posición del locutor a la propuesta de la tesis, de las opiniones y de los argumentos esgrimidos para defenderla y proyectarla de modo convincente al lector. Por ello, Van Dijk (2003: 68-69) insiste en que la elección de unos determinados enunciados, y no de otros, responde a motivaciones ideológicas del locutor. Más aún, al referirse Van Dijk (2005: 9-36) a los artículos de opinión, reconoce que los argumentos incluidos en ellos suelen estar impregnados de ideología, por lo que, a veces, producen efectos chocantes, puesto que en unos casos llevan

7 Los términos «razonamiento» y «argumento» no son sinónimos. Se diferencian pragmáticamente por su influencia, de manera que se opina o se razona para uno mismo; sin embargo, se argumenta para convencer a los demás. Por ello, no todos los razonamientos son argumentativos.

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a fortalecer el pensamiento de determinados lectores y, en otros, a discrepar abiertamente. No obstante, cabe decir que normalmente el locutor adopta una posición personal y una postura ética tanto en el planteamiento de la tesis o idea defendida, como en la información de los hechos, la explicación y los argumentos utilizados para defenderla con credibilidad y convicción a través de ejemplos, analogía, datos, pruebas, etc. De este modo, el componente argumentativo se manifiesta generalmente a través de marcas axiológicas para establecer juicios valorativos: «[…] entiendo la sensatez como la forma adecuada de reconciliar magisterio y autoridad» Sabater, 1998: 110) o «Desgraciadamente, el examen sereno de nuestro pasado científico ha estado sometido a la misma deformación que toda la vida española a partir de los comienzos del s. XIX» (Marañón, 1968: 45). Así las ideas que se defienden dependen de la experiencia, de los conocimientos, de las competencias y de los valores con los que cuenta el locutor «Pura casualidad fue, según es notorio, el descubrimiento de los rayos X, hecho por el profesor Roentgen» (Ramón y Cajal, 2000: 87). En esta línea, Arenas Cruz (1997: 27-30) incluye el ensayo dentro del «género argumentativo», considerado como una clase de textos que ha contribuido históricamente a la reflexión y a la crítica de la cultura, junto al discurso, monografía, tratado, epístola, diálogo, prólogo, misceláneas o paremias, aunque presentan diferentes grados de literariedad. 6.2.  Estrategias discursivas en el ensayo El ensayo es un tipo de discurso en prosa en el que se proyecta el aspecto conceptual y el contenido ideológico del tema recurriendo a la lógica argumental. Es, por ello, frecuente la utilización de estrategias discursivas como la conceptualización: «La ciencia es solo una manifestación entre muchas de la capacidad humana para reaccionar intelectualmente ante lo real» (Ortega y Gasset, 1975: 80); las definiciones: «Aprendizaje es el mecanismo de adquisición de conocimientos. Memoria es el proceso que almacena y expresa lo que hemos aprendido» (Delgado, 1994: 133) o «La razón histórica es, pues, ratio, logos, riguroso concepto» (Ortega y Gasset, 1975: 75); la asociación léxico-semántica: «Progresar es acumular ser, tesaurizar realidad» (Ortega y Gasset, 1975: 63) o «En España para persuadir es menester antes seducir» (Ortega y Gasset, 1975: 80); la relación causa-efecto: «Según las comunidades van evolucionando culturalmente, los cono-

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cimientos se van haciendo más abstractos y complejos, por lo que es difícil o imposible que cualquier miembro del grupo los posea de modo suficiente para enseñarlos» (Sabater, 1998: 43); la ejemplificación: «Como ya quedó demostrado, la socialización familiar tendía a la perpetuación del prejuicio y a la esclerosis en la aceptación obligada de modelos vitales» (Sabater, 1998: 73); la analogía: «Todos los seres vivos obedecen a leyes biológicas que influyen sobre sus funciones y que son análogas en diversas especies animales» (Delgado, 1994: 223); las referencias socioculturales, científicas, históricas o literarias: «Preciso es confesar que los grandes enigmas del Universo, citados por Dubois-Reymond, son actualmente inabordables» (Ramón y Cajal, 2000: 25); las citas: «A juicio de Taylor, de esa mentalidad animista el hombre pasó al politeísmo y de ese al monoteísmo» (Pinillos, 1973: 38); la reformulación o explicación: «Ser libre quiere decir carecer de identidad constitutiva, no estar adscrito a un ser determinado, poder ser otro del que se era» (Ortega y Gasset, 1975: 49); y la descripción: «Al escribir se retienen las palabras, se hacen propias, sujetas a ritmo, selladas por el dominio humano de quien así las maneja» (Zambrano, 1934). A todo ello se añaden otras estrategias que permiten mostrar los hechos o presentar las pruebas, los datos y la experiencia testimonial. 6.3.  Procedimientos pragmático-discursivos en el ensayo Existe una estrecha relación de coherencia lingüístico-pragmática entre el título y el desarrollo del artículo de ensayo correspondiente a la macroestructura semántico-temática. Al leer un ensayo nos fijamos no solo en el título, sino en el contenido temático y el conjunto de significados adicionales derivados del proceso inferencial. Además, como sucede en cualquier producto discursivo, en el ensayo está presente la intertextualidad que, como dice Bajtin (2002: 282), se proyectan varios puntos de vista sobre el tema desarrollado. Por ello, hay que tener presente la idea de que cualquier texto es polifónico, de acuerdo con el pensamiento de Ducrot (1984: 205), en cuanto a que en él suelen resonar muchas voces de interlocutores que actúan de enunciadores en el texto, cuyas voces interactúan con diferentes puntos de vista cuando les da entrada el locutor en el discurso. A través del discurso ajeno, en palabras de Nadal (2009: 17), se deja traslucir, de manera explícita e implícita, la presencia de una enunciación ajena a la propia. Precisamente, el uso de las variedades del discurso ajeno

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responde a estrategias persuasivas que contribuyen a la orientación pragmática discursiva con la indicación de fuentes informativas o los verbos de lengua. Por lo demás, la argumentación es una secuencia y práctica discursiva orientada en el ensayo hacia el receptor (función apelativa) con el propósito de lograr una interpretación acorde con su pensamiento. Ahora bien, la orientación puede ser positiva, si se utilizan pruebas o argumentos que respalden nuestra propuesta, o negativa, cuando se refuta o se recurre a argumentos dirigidos a rechazar los contrarios a la tesis propuesta. Esto ha hecho que Anscombre y Ducrot (1994: 18-27) diferencien dentro del discurso el acto de argumentar, que se realiza a partir de la propuesta y demostración, y el valor argumentativo, referido a los enunciados que en el discurso conducen a una conclusión mediante operadores y conectores discursivo-argumentativos. En cualquier caso, en el discurso ensayístico se busca la interacción entre locutor y alocutor mediante elementos lingüísticos, procedimientos discursivos y recursos retóricos para expresar un mensaje con una determinada significación e intención pragmática dentro de un contexto determinado. Por esta razón, Ducrot y Shaeffer (1998: 124) consideran que la lengua siempre proporciona una aprehensión enunciativa del mundo y una representación de la realidad, como consecuencia de las relaciones intersubjetivas producidas dentro del discurso. Para ello, el locutor dispone de registros idiomáticos, considerados como modalidades expresivas que permiten adaptar el discurso a cada situación comunicativa. Dentro del plan argumental característico, el ensayo contemporáneo está determinado por la reflexión, el análisis y la crítica: «Se ha expuesto muchas veces el contraste existente entre la figura moral del sabio y la del héroe. Por supuesto, vivimos en un país que ha sacrificado demasiado en el altar a sus héroes (guerreros, políticos o religiosos), y desamparado cuando no perseguido a sus pensadores originales» (Ramón y Cajal, 2000: 60); el recurso a ejemplos y comparaciones; de correspondencias; de relaciones descriptivas; de fórmulas para introducir citas; de selección y combinación de conectores, organizadores, operadores (de tema, fuente o voz, espacio-temporal y punto de vista) y modalizadores del discurso para lograr el sentido verosímil y coherente de los textos, todo ello unido a la base de conocimientos avalados por las referencias e indicadores de carácter cognitivo-discursivo con fines argumentales. De este modo, según el criterio que se aplique en el ensayo, pueden aparecer argumentos pertinentes relacionados con la persuasión

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o fuerza argumentativa (argumentos débiles o sólidos), la función (de apoyo a la tesis o de refutación), el contenido (los tópicos, lo útil, lo ético, lo tradicional, lo moderno, la calidad, etc.) y la finalidad (argumentos lógico-racionales). Eso sí, el uso de la argumentación afectiva está vinculado al texto literario, mientras que el lógico está unido al texto científico. Ahora bien, al referirse al procedimiento de las citas en el ensayo, Vélez (1998) entiende que Montaigne «no citaba a autores en calidad de autoridades, sino como simples testimonios humanos». No obstante, las citas en el ensayo no solo tienen el cometido de consolidar una idea, sino también el de ilustrar un punto de vista. En cualquier caso, la cita, aunque no se utilice con un criterio científico preciso, es un procedimiento que avala el pensamiento, aunque en el ensayo no requiere el rigor de la fuente que el que se exige en un trabajo científico. 7. CONCLUSIONES El ensayo es un género discursivo que ha tenido una constante vitalidad a lo largo de la historia hasta adquirir contemporáneamente entidad propia, como punto de encuentro de pensadores, filósofos, periodistas, científicos, humanistas, poetas, dramaturgos, narradores, etc. Así se ha extendido y acuñado de manera específica el nombre de «escritor ensayista». No obstante, el ensayo se ha definido de muchas formas sin que se haya hallado una definición plenamente aceptada. Algunos teóricos lo califican de «género didáctico y doctrinal» dentro de los géneros literarios; otros, en cambio, lo consideran un «género misceláneo» e incluso un «antegénero» diferenciado de la poesía, épica y dramática; y hay quienes aplican el nombre de «ensayo» a escritos en prosa sin serlo. En cualquier caso, se trata de un tipo de discurso escrito en prosa integrador y abierto que sirve de punto de encuentro de escritores de la más diversa procedencia, desde poetas, dramaturgos y narradores —pasando por filósofos y periodistas— hasta docentes, académicos, humanistas, investigadores y científicos. En el ensayo se conjugan la visión particular del escritor sobre el tema tratado y el componente pragmático-argumentativo proyectado al lector para hacerle partícipe de su pensamiento mediante la utilización de procedimientos lingüístico-pragmáticos y de términos conceptuales que eviten la contradicción, de formas personales y tiempos verbales que permitan mantener

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la relación interlocutiva entre locutor-escritor y alocutor-lector. Todo ello nos lleva a afirmar que el ensayo en sentido escrito es fundamentalmente «discurso argumentativo» que sirve para dar cuenta de la cultura, ciencia, pensamiento, historia, arte, literatura, filosofía, sociedad, economía, información, etc. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ALCAIDE LARA, Esperanza (2001). «La impersonalidad en los medios de comunicación». En Elena Méndez et al. (eds.). Indagaciones sobre la lengua. Estudios de filología y lingüística españolas en memoria de Emilio Alarcos, pp. 289-322. Sevilla: Universidad de Sevilla. ANGULO MARCIAL, Noel (2013). «El ensayo: algunos elementos para la reflexión». Innovación Educativa, 61, pp. 107-121. ANSCOMBRE, J. Claude y Oswald DUCROT (1994). La argumentación en la lengua. Madrid: Gredos. ARENAS CRUZ, M.ª Elena (1997). «Bases teóricas para la definición del ensayo como clase de textos del género argumentativo». En Hacia una teoría general del ensayo. Construcción del texto ensayístico, pp. 17-47. Cuenca: Universidad Castilla-La Mancha. AULLÓN DE HARO, Pedro (1992). Teoría del ensayo como categoría polémica y programática en el marco de un sistema global de géneros. Madrid: Verbum. AUSTIN, John L. (1982). Cómo hacer cosas con palabras. Buenos Aires: Paidós. BAJTÍN, Mijaíl (2002). Estética de la creación verbal. Buenos Aires: Siglo XXI. BEAUGRANDE, Robert-Alain de y Wolfgang U. DRESSLER (1997). Introducción a la lingüística del texto. Barcelona: Ariel. BRIZ, Antonio (1998). El español coloquial en la conversación. Barcelona: Ariel. BESA CAMPRUBÍ, Carles (2014). «El ensayo en la teoría de los géneros». Castilla. Estudios de Literatura, 5, pp. 101-123. CALSAMIGLIA, Helen (1997). «Divulgar: itinerarios discursivos del saber. Una necesidad, un problema, un hecho». Quark, 7, pp. 9-18. CERVERA RODRÍGUEZ, Ángel (2013). «Marcas lingüísticas de orientación argumentativa en actos de habla del español». En Lingüística, retórica y teoría de la literatura, pp. 57-70. Madrid: Arco Libros. DELGADO, José M. R. (1994). Mi cerebro y yo. Cómo descubrir y utilizar los secretos de la mente. Madrid: Temas de hoy. DUCROT, Oswald (1984). Decir y no decir. Barcelona: Anagrama. DUCROT, Oswald y Jean M. SHAEFFER (eds.) (1998). «Componentes de la descripción lingüística». En Nuevo diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje. Madrid: Arrecife.

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DEL ESTILO EN EL DISCURSO LITERARIO Felipe González Alcázar Universidad Complutense de Madrid 1. INTRODUCCIÓN En un reciente artículo, y deseosos de plantear una exposición suficientemente profunda y ecléctica, Herrmann, van Dalen-Oskam y Schöch (2015: 44) proponen esta «nueva» definición de una de las categorías más polivalentes del análisis literario: «Style is a property of texts by an ensemble of formal features which can be observed quantitatively or qualitatively». A despecho de múltiples intentos por armonizar tal contenido, semeja el estilo a la Literatura Comparada pues no hay manual que se precie que no demore la explicación sobre sus principios y métodos a la exposición detallada de varias posibles definiciones, de decursos históricos —en tradiciones nacionales—, y la subsiguiente prevención sobre su debilidad epistemológica y los límites operativos. Bien es cierto que todo ello forma parte de la reevaluación contemporánea de los Estudios Literarios, sangrando por la herida de la Estilística, cuyos avatares han arrastrado a la categoría de estilo en sucesivas subidas y bajadas. Sea como fuere, el estudio del estilo sugiere por un lado, una grave inestabilidad en la definición1, y por otro, el reconocimiento de un acuerdo posible de No haría falta detenerse a leer con profundidad lo que escribía ya en 1974 Spillner (1979: 20-32) al respecto de la difícil/precaria definición de estilo. Ofreciendo él mismo hasta 11 distintas concepciones, en la nota al pie 4 recogía las cifras que ofrecen Guiraud-Kuenz (34 definiciones diferentes) y Sanders (28 definiciones). Incluso en las categorías es difícil encontrar acuerdo: Enkvist (1974: 27 y ss.) resumió 1

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mínimos, ya que los autores del artículo obran en función de la actualidad de tres tradiciones, alemana, francesa y holandesa, sobre las que proyecta su sombra la anglosajona. De la importancia y la centralidad que el estilo posee da cuenta la mareante cuantificación de los trabajos bajo ese marbete, históricamente considerados, junto con la recurrencia usual en muchos análisis y comentarios sobre el aspecto formal de los textos literarios englobado bajo el nombre de estilo: texto, autor, época o género. No obstante, lo más llamativo del artículo citado no es la constatación de un fracaso anunciado, dada la adaptibilidad absoluta del término estilo, sino su decidida apuesta por definir un fenómeno común a todo tipo de textos, ya que sería ocioso volver a plantear el viejo debate, supuestamente superado, de la distinción entre textos literarios y no literarios. Quiere decirse: si hay una definición moderna de estilo debe de agrupar fenómenos comunes a la textualidad2 —o manifestaciones discursivas— y ser capaz de adaptarse a todo tipo de comunicación en cuyo estudio sea necesaria una colaboración entre lingüística y literatura bajo condiciones descriptivas y no prescriptivas o didácticas. Ni la norma lingüística, ni las literarias, pues siempre parece haber alguna o varias en cuestión, han de soportar el anclaje de unos límites imposibles a la comunicación humana. No cabe duda de que bajo esta idea de omnitextualidad subyace un concepto pragmático del discurso3 y de la literatura4.

antes en 8 las múltiples definiciones que encontró, apoyándose en Middleton Murry, que le presumía objeto de toda la estética literaria y la teoría crítica. 2 (Herrmann, van Dalen-Oskam, Schöch, 2015: 44): «By ‘text’ we mean complete texts or fragments of texts; single such texts or collections of them [...]; and finally, literary or non-literary texts». En la última palabra hay colgada una llamada al pie que aclara: «Textuality is determined by prototypical features such as cohesion, coherence, and situational factors». 3 No citaré en la bibliografía final los manuales de consulta más extendidos en nuestro ámbito sobre la pragmática o el análisis pragmático del discurso, algunos de ellos con numerosísimas ediciones en cuyo registro no me detendré por ser ampliamente divulgados. Únicamente, a pesar de la parcialidad y heterogeneidad del listado, me refiero a aquellos que en estos momentos tengo más a mano para apoyar, revisar o puntualizar mis afirmaciones al respecto. Anoto desordenadamente: G. Brown y G. Yule, Análisis del discurso; H. Casalmiglia y A. Tusón, Las cosas del decir. Manual de análisis del discurso; M.ª V. Escandell, Introducción a la pragmática; M.ª T. Julio y R. Muñoz (comps.), Textos clásicos de pragmática; S. C. Levinson, Pragmática; R. Núñez y E. del Teso, Semántica y pragmática del texto común; J. Verschueren, Para entender la pragmática... 4 Repito sobre esto lo escrito en la nota inmediatamente anterior. No obstante, hace tiempo que se sigue señalando, en nuestro ámbito español, la oportuna

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2.  BREVE EXCURSO HISTÓRICO Esta se embarcó en los años sesenta en un doble camino: el primero, de renovación de los estudios literarios junto a los lingüísticos, por tanto, interactuando y padeciendo similares desarrollos e influencias; y el segundo, de supuesta independización del ceñidor estético, solo para desembocar en el proceloso mar de la interdisciplinariedad, del todo y la nada, esto es, del camino seguro hacia a la insignificancia. Los métodos formales, en un principio, suponían un colchón de seguridad, basado en la madurez de la lingüística semiótica y estructural, junto con la recuperación de una tradición técnica de raigambre poética y retórica, perdida entre los vestigios de un romanticismo traicionado, de estético en estilizado. Sería inoperante ahora ir deteniéndonos en estas fluctuaciones, tediosas y a veces repetitivas, de hallazgos que se agotan y de valencias que se restituyen, y viceversa. Así ha ocurrido con el concepto de estilo, casi tan viejo como la literatura misma, y, como esta, tan múltiple, polivalente y radicalmente histórico5. Pero sí sería algo inexcusable no presentar, siquiera de manera sucinta, este estado de la cuestión al que acabo de aludir y que será responsable último de la inagotable necesidad de replantearse una definición actual de estilo. No cabe duda de que cuando algo permanece en estado de uso durante mucho tiempo suceden dos cosas: se mantiene útil mientras se adapta. Tanto si por estilo entendemos un modo de individuación, una cierta manipulación, o una institución social en forma de posibles elecciones de existencia previa y consensuada, la noción posee hoy la misma validez que ha tenido siempre. Cualquier otro de los caracteres que lo componen ha ido ganando con el tiempo la misma sensación de perpetuación de unas peculiaridades: usos determina-

compilación de José Antonio Mayoral (1987), que recogió y difundió, con suma habilidad e inteligente estructuración, artículos fundamentales sobre pragmática literaria de Ohmann, van Dijk, Lázaro Carreter, Posner o Schmidt. 5 Para una historia del concepto de estilo, de nuevo y en consonancia con las notas 3 y 4, remito a Vázquez Medel (1987) y Paz Gago (1993), sin deseo de acotar la inmensidad bibliográfica. Una historia de las ideas sobre el estilo suele encontrarse en numerosos trabajos de y sobre Estilística, por razones obvias y no tan obvias, pues ya he indicado en un principio la necesidad de situar la amplitud categórica en un discurrir histórico que plasme las varias etapas del concepto de estilo para justificar la dificultad de centrarse en un solo fenómeno o rasgo. Véase, por ejemplo, en Hickey (1987: passim).

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dos que definen una época o momento histórico, rasgos individuales o colectivos, posibilidad de imitación, de permanencia, de trasgresión... Toda definición de diccionarios literarios presenta este proceso de incremento acumulado y comenzará resaltando las múltiples formas de presentación del estilo a lo largo del tiempo o de una cultura determinada. No obstante, nos estaríamos engañando si dijéramos que en literatura, o en la cultura en general, hay principios e ideas que se agotan superándose. Por ejemplo, el principio estético de novedad en la Vanguardia histórica (González Alcázar, 2019: 182-184) contribuyó en gran medida al descrédito final del estilo en su concepción discursivo-retórica pero quienes lo dieron por agotado no fueron capaces de sospechar que la concepción pragmática de la literatura volvería a poner de manifiesto, bajo tintes cognitivos —o solamente psicológicos— y sociológicos, el papel de los estilos predeterminados en los discursos6, así como los estudios culturales volverían a parcelar temáticamente las obras literarias en clasificaciones orientadas a las formas expositivas de ciertos discursos (feministas, poscoloniales...). Si la llamada poética mimética, con un concepto de literatura todavía dependiente de su origen oral, y no morfológico ni ficcional, adopta la teoría de los estilos desde la Retórica como una técnica necesaria del escritor, la teoría literaria romántica o de la imaginación, en que aún hoy permanecemos, transfiere el tratado elocutivo hacia la realización artística integral de la obra literaria, como lo expresó Hegel7, —señal manifiesta de la radical individualidad e imposible clasificación de la obra del genio— plasmada en la totalización ordenada de la Gestalt8. No obstante, los fenómenos concretos que contribuían a esta particularización eran, sin embargo, los mismos catálogos de figuras

6 Entendido como tipos discursivos en muchos estudios pragmáticos del discurso así como en infinidad de tratados específicos sobre cómo escribir, herederos, sin duda de los ejercicios retóricos grecolatinos así como de artes notariales y epistolares, de los que el ámbito anglosajón está abarrotado hasta el agotamiento, desde todos los ámbitos, como la divulgación cognitiva de Steven Pinker (2016), The sense of style: the thinking person’s guide to writing in the 21st Century, recientemente traducido (2019). 7 Véase el análisis detenido que hago de ese fenómeno en González Alcázar (2005: 183-216). 8 No olvidemos, sin embargo, que el antecedente fue Goethe en su análisis de la naturaleza. Sobre qué implicaciones tiene esta teoría hacia el concepto moderno de forma véase Jordi Pons (2015). El camino hacia la forma. Goethe, Webern, Balthasar. Barcelona: Acantilado.

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e idénticas categorías formales y simbólicas. La ilusión renovadora de una obra, un individuo y un estilo9, fue explotada hasta la saciedad por diversas escuelas estilísticas. Los impulsos para un cambio en la crítica literaria junto con el agotamiento de las distintas estilísticas10, a pesar de su centralidad en el conocimiento de la literatura pues o bien se entendía ese tipo de estudio como el más usual o bien la idea de estilo se encontraba en todo estudio literario de manera natural, movilizaron distintos recursos pero gran parte de ellos coincidieron en el replanteamiento del concepto de estilo. Si Paz Gago (1993: 199) concluía hace veinticinco años que «el ciclo de método estilístico está definitivamente cerrado»11, los años sesenta vieron el comienzo de este aparente final12 cuando se plantearon la validez del concepto de estilo en el famoso Congreso de Indiana de 1958, cuyas actas de intervenciones fueron editadas por Sebeok en 196013. La popularísima inter-

9 O una obra y un estilo nacionales, por tanto, contingentes en su historicidad. En todo caso, lo más característico sigue siendo la individuación, común incluso al Formalismo de Eichenbaum para quien lo diferente del arte consiste en el uso particular que se hace de los elementos que contiene una obra. 10 Explicarlo con detalle es detenerse a exponer la deriva de los estudios literarios en diversos países: el agotamiento de la hermenéutica alemana, la esclerotización del análisis de textos francés, el peso de la escuela filológica en España... Más aún si se conoce con precisión la transformación a que las diversas estilísticas dedicaron su revitalización constante: estructural, generativa, funcional, semiótica, pragmática, textual, afectiva... Y siguen dedicando un gran esfuerzo aún: empírica, computacional... 11 Eso sí, habiendo dejado constancia de su «fecundidad y sus aportaciones [...] incuestionables». Más valor tiene, si cabe, el reconocimiento de que su aportación a la enésima renovación de la Estilística, el análisis semioestilístico, también era insatisfactorio. En su opinión, permítaseme la prolepsis narrativa, la Pragmática literaria había integrado los fundamentos de dicho método, cerrando así un ciclo que el propio Paz Gago (1993: 10) ya había adelantado: «[...] la Pragmática de la Literatura ofrece respuestas muy satisfactorias a los problemas de desvío formal y los efectos estéticos que éste implica en la recepción». 12 Tan aparente que, poco después, en 1998, el profesor García Berrio publicaba Forma interior: La Creación poética de Claudio Rodríguez. Málaga: Ayuntamiento de Málaga, donde presentaba una «Estilística de la forma interior» para atender con generosidad el concepto humboldtiano, que había sido poco desarrollado frente a la «forma exterior», sobre todo en la escuela española. 13 Style in Language. New York: M.I.T. Press. Me permito recordar que en España solo se publicaron las intervenciones de los lingüistas. Como explica el propio editor en el prólogo a esta edición (1974: 12): «los lingüistas, [...], pusieron el énfasis en

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vención de Jakobson, «La lingüística y la poética» (Sebeok [ed.], 1974: 123-173), estaba destinada a dar esa palada inicial al enterramiento de las estilísticas que dejaba entrever, arriba, Paz Gago como situación radicalmente diferente en el estudio de la Literatura. Nuestra sociedad carece de paciencia para observar los lentos ocasos, así que en 1986, otro congreso, ahora en Glasgow14, se preguntaba qué había ocurrido después de la propuesta por la literaturidad —bien es verdad que nacida cuarenta años antes— y la función poética jakobsoniana. Devenía impertinente por constatar cómo la instauración de las diferentes ramas de la Lingüística, desde la generativo-transformacional hasta las textuales, en los estudios sobre el lenguaje poético, junto con el arrollador ímpetu del primer post-estructuralismo, habían transformado totalmente el estudio de la literatura bajo parámetros pragmáticos: «Concretamente, ya no es posible seguir enfrentándose a las cuestiones relativas al lenguaje y a la literatura sin tener en cuenta el contexto social y político en que operan todas las formas del discurso». Fabb y Durant, los introductores (1987: 13), dan cuenta, por su incomparecencia, de la casi total desaparición del término estilo en las intervenciones, excepto en el caso del pragmatista Leech (1987: 85-96) y de su propia y conjunta comunicación (idem: 235-236), en que se refieren a cambios en la Estilística en virtud de fenómenos comunicativos. El haz de problemas suscitados se arrastraban, ya se ha dicho, desde los primeros sesenta y eran consecuencia de la nueva dimensionalidad del estudio lingüístico en relación con el literario: el hecho de que toda lengua literaria, antes que otra cosa, es lengua y por tanto a la lingüística compete el análisis primario del material poético». Puede leerse el famoso artículo-reseña de 1961 de Michael Rifaterre (1976) en la versión aumentada de sus Ensayos de estilística estructural. Barcelona: Seix Barral, pp. 137-164. 14 No es razonable negar la pujanza del mundo anglosajón desde mediados del siglo XIX, y de los Estados Unidos en particular desde la Segunda Guerra Mundial, pero tampoco centremos en sus propios métodos de conocimiento la totalidad de la Teoría de la Literatura, que se vería gravemente empequeñecida sin otras aportaciones europeas, por no ser más concreto. Esos congresos internacionales, —añadamos para nuestro ámbito de estudio el simposio celebrado en la John Hopkins en 1966 (más equilibrado con la numerosas presencia de especialistas franceses y publicado en español (1972) bajo el mismo título de Los lenguajes críticos y las ciencias del hombre. Controversia estructuralista. Barcelona: Barral, por Macksey y Donato [1970]—, tuvieron lugar en un espacio de tensiones universitarias y de competencias y programas de estudio muy singulares. El encuentro de Glasgow fue publicado en inglés [1987] y en español (1989) como el mismo congreso, La Lingüística de la escritura.

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poéticas generativas, gramáticas textuales y pragmáticas del discurso. En definitiva, la crisis por crecimiento de la teoría de la literatura nació en el seno de los estudios formales15. 3.  ESTILO Y DISCURSO EN EL ÁMBITO PRAGMÁTICO Los lingüistas, de repente, habían mirado hacia sus lados y habían vuelto a encontrar un caudal inagotable en los priorizados niveles de estudio en la literatura y, en virtud de la epistemología semiótica, de todo fenómeno comunicativo, ya fuera o no artístico. La dimensión comunicativa de la literatura, la indiferenciación entre lenguajes literarios y no literarios, el desbordamiento del nivel oracional hacia la dimensión textual-discursiva y metalingüística —en el caso de la lírica—, la vacilación de la crítica valorativa que permitía limitar ambas esferas con gran precisión, o el retorno a unas —aunque novedosas— formas de oralidad..., nada de ello podía explicarse sin el empuje del recubrimiento pragmático del análisis literario16. El hecho de explicar la literatura como otro discurso más, a pesar de no tratarse de un fenómeno unánime17, desbordaba los límites de la crítica tradicional e impedía que esta rigiese el control del metalenguaje y las categorías que pudieran encontrarse en el texto; sobre todo del estilo, y de este asociado al valor estético a través de la condición «desviada» de la expresión estándar.

Me permito recordar que el acercamiento de los estudios lingüísticos y literarios era ya una antigualla que provenía del Formalismo ruso y de la Estilística de Bally, aunque no había eclosionado en toda su intensidad. Remito a Albaladejo y Chico Rico (1994: 175-293) para una profunda comprensión y la descripción de estas metodologías, que superan el espacio y los límites mi artículo. 16 No quiero significar que sea única la «responsabilidad», sino compartida con la hermenéutica, la filosofía del lenguaje, las sociologías diversas... 17 Puede leerse desde esta premisa, incluso hoy, el artículo de García Berrio (1979) en 1616 en que, sin negar la validez de las ideas de los lingüistas generativistas, textuales y pragmatistas, al enriquecer con su ejercicio la teoría de la literatura, provocando una comprensión más profunda de la misma con ello, se argumenta concienzudamente a favor de la «evidencia de un discurso literario o poético como una realización especial y distinta del acto comunicativo usual» (128-129). Si se confronta con la recensión inmediatamente anterior de Ignacio Bosque sobre poética generativa (115-124), que concluye de manera negativa al no poder aceptar los fenómenos estilísticos, se observa sutilmente cómo esa colaboración se basa, en el fondo, en una perspectiva de intereses y medios diferente. 15

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Dicha atención a la dimensión comunicativa de la literatura solo era una consecuencia más, si bien prioritaria, de la convicción de que no existía un lenguaje literario sino actos de habla o usos literarios que dependían de situaciones comunicativas concretas, ya fuesen géneros18 o estrategias ficcionales, aumentada por la sombra que ejercía la pragmática continental, ofreciéndose como «bisagra que une diversas disciplinas», en palabras de Graciela Reyes (en Verschueren, 2002: 12), en el estudio de actos y acontecimientos de habla, actos conversacionales y tipos de textos-discursos. No obstante, pese a la aparente transferencia entre los últimos19 —quizás pensando en el origen oral de los géneros discursivos retóricos y poéticos—, en sus propiedades y naturaleza, el peso de las gramáticas textuales ordena una jerarquía diferente presumiendo que el texto organiza y jerarquiza los discursos, espacio en que se encontraría el estilo20. A manera de paradoja, el auge por replantearse el estatuto del estilo, noción, no se olvide, preteórica, como señala muy acertadamente Compagnon (2015: 197)21, llevaba a reconsiderar la base de

La primacía inevitable corresponde a Bajtín y a su artículo de 1929 titulado en español «El problema de los géneros discursivos» (1982: 248-293), donde se defendía que no existen combinaciones libres de formas en el lenguaje, sino que hay unos géneros del discurso que predeterminan la actividad del hablante. La literatura formula unos géneros complejos sobre otros primarios, o previos, dotados de cierta estabilidad: los sermones, las arengas militares... De ahí a la modalización primaria y secundaria de Lotman. 19 Albaladejo suele apelar a van Dijk para defender que ambos conceptos son intercambiables, con matices. Por ejemplo, en la nota al pie 1 de «La lingüística del texto y el análisis interdiscursivo en literatura comparada», recogido en (2009). Estudios sobre el texto. Frankfurt am Main: Peter Lang, pp. 89-113, escribe: «Utilizo “texto” y “discurso” como sinónimos. “Discurso” tiene unas implicaciones pragmáticas, de proyección en la dinámica comunicativa, de las que no carece “texto”, que en ningún caso es una construcción lingüística estática». 20 Por ejemplo, en Garrido Medina (1997: 214 y 227). Sin embargo, si atendemos a las propiedades textuales en paridad con la dicotomía expresada por Benveniste entre enunciado como producto de la enunciación y esta como uso individual de la lengua, el discurso correspondería al proceso mediante el cual se genera un texto, y este es el resultado de esa construcción (Cervera, 2013: 109). No obstante, no sería del todo libre, como en el caso antes referido de Bajtín, si atendemos a las tipologías textuales, que corresponderían a funciones del lenguaje (idem: 154 y ss.). 21 Contra esta afirmación, común con otros como Ruwet, escribe Rastier (2012: 206): «Si convenimos en el interés heurístico de esta pregunta, deviene inútil declarar preteórica la noción de estilo escudándose en una cientificidad declamatoria. Esta 18

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excepcionalidad, sustento del estudio formal de la literatura. La pragmática entiende que la eficacia del lenguaje consiste en su uso, que implica situaciones comunicativas concretas como parte, a su vez, de dicho estudio del uso del lenguaje, según marcó generosamente Levinson. Tal premisa rebaja injustamente el esquema de la comunicación literaria22 y los logros del estructuralismo semiótico, sobre todo por el empeño en que se cumplan el principio de cooperación y las máximas de Grice, de ahí la seriedad con que Ohmann trató de reconvertir los actos de habla literarios por su intencionalidad mimética23. Lejos de afrontar que se hubiera llegado a un callejón sin salida24, la opción pragmática fue ganando adeptos, tratando de explicar la comunicación literaria replanteándose el estatuto del emisor (intencionalidad, responsabilidad, juego, su transmutación en una especie de narratario implícito...), del receptor (considerado como tipos de lector o espectador, cuyo papel es crucial según conozca o no las reglas25), el mensaje (ya me he referido al binomio texto-discurso y sus tipologías textuales, la materialidad y convenciones del texto...), y el contexto y cotexto (su fijación o su construcción progresiva26, carácter empícuestión tiene el mérito de plantear sistemáticamente dos problemas que la lingüística debe enfrentar: el de las normas idiolectales y el de los caracteres estéticos de un texto». Desde luego, para la retórica grecolatina es una noción perfectamente técnica. 22 Remito a las conclusiones de Mounin sobre la noción de estilística estructural de Rifaterre y su comentario de «Les chats», contra el de Jakobson y Lévi-Strauss, concluyendo que la información de un poema no puede ser solo lingüística, que hay mucho más, y «esto es lo que obliga a funcionar siempre en los límites del código, a dar la impresión de estar casi siempre tratando de violar el código» (1984: 78-79). 23 Que los actos de habla literarios operaban de manera diferente ya lo entrevió Roman Ingarden considerándolos «cuasijuicios» y reconociendo su capacidad como principios estructuradores., si bien este antecedente no suple la oportunidad y el interés de los estudios de Ohmann (1987a y 1987b). 24 Pueden observarse en Crespo Matellán (1984: 95-115) los pasos dados por el generativismo para impulsar una poética generativa, infructuosa, desde el concepto de desvío de estructuras superficiales y profundas, en Thorne o en Samuel Levin («he danced his did», de cummings) o en el propio Chomsky, hacia la competencia literaria (Bierwisch, van Dijk, Culler, Aguiar e Silva) o la formación de una gramática literaria, en busca de regularidades (van Dijk), allegado a la misma condición pragmática de una teoría de la actuación literaria (de nuevo van Dijk) nunca lograda del todo. 25 Así explica Pratt la no participación del lector pero también su no pasividad (1977), y después el grado de inferencia ideológica sobre el mismo (1986). 26 El magnífico estudio de Arturo Casas (en Villanueva, ed., 1994: 229-308) repasa cada uno de estos elementos y se detiene (idem: 235) en la negativa de muchos

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rico27, las teorías ficcionales28...), o todo junto a la vez29. Quiérase o no, de nuevo todas las fuerzas centrífugas no pueden dejar de sancionar en la literatura un sistema dinámico, quizás al modo semiótico de Corti (1976) en un primer momento, definido mediante un proceso comunicativo entre emisión y recepción sobre el que Pozuelo Yvancos (1989: 79 y ss.) destaca cuatro rasgos que interrelacionan diversos acercamiento formales: desautomatización por tematización de todos los componentes del mensaje, carácter diferido, fictivización y transducción. Mientras tanto, el estilo había ido, como siempre, sobreviviendo, a veces impulsado por las diferentes estilísticas30, espoleadas a reactivarse por la nueva dimensión del objeto literario, o solamente como recurso hiperónimo de numerosas otras operaciones menores de tipo analítico sobre la literatura asociadas a fenómenos formal-lingüísticos. Compagnon (215: 197-232) nos va relatando panorámicamente31

pragmatistas a reconocer que la literatura crearía su propio contexto, lo que se desprendería del principio de relevancia de Sperber y Wilson, y en este caso concreto, de la aplicación a textos poéticos de Pilkington. Debo añadir, entre nosotros, a Victoria Escandell. 27 Era inevitable la filtración del estudio pragmático de la literatura sobre fundamentos sociológicos, del circuito de la edición a las fuerzas de acción institucional, o el camino que nos llevaría o, mejor, nos permitiría conectar a Schmidt con Bourdieu. 28 Excuso detenerme a enfatizar la importancia tan crucial que ha tenido la pragmática para desarrollar una teoría de la ficción que ha terminado por ofrecerse, junto con ciertas propiedades del discurso lírico (densidad, enunciación...), en el espacio más evidente de sustentación de la definición moderna de literatura, a la vez suficientemente esencialista como abierto a la conjunción con otros discursos. Remito a la misma bibliografía de la nota anterior, o a cualquier exposición detallada del modelo pragmático de la ficción, como Acción, relato, discurso. Estructura de la ficción narrativa, de García Landa (1998). Salamanca: Universidad de Salamanca. 29 No hace falta que me detenga en el tan divulgado artículo de Lázaro Carreter «La literatura como fenómeno comunicativo», de 1980. 30 Cualquier repaso a la abundante bibliografía y a los autores que trataron sobre el estilo desde los años sesenta, que aquí han sido escasa aunque selectivamente convocados (Sebeok, Enkvist, Fowler, Ullmann, Uitti, Rifaterre, Leech, Turner...), junto con los representantes de las grandes estilísticas alemanas, españolas o francesas, dan cuenta de la seriedad y profundidad de estas respuestas. Además, la colaboración entre literatura y lingüística fue propiciada y alentada por la Estilística moderna, y acogida por esta con gran generosidad desde el comienzo del siglo XX. 31 No doy a entender que sea un ensayo superficial ni epidérmico, simplemente subrayo el modo inteligente que tuvo de acercarse a unos puntos de fricción donde

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cómo el estilo se ha rehabilitado, incluso bajo otros nombres y se atisba escondido en debates en los que aparentemente no había sido invitado, como la famosa «muerte del autor» o la referencialidad del significado: [...] el autor, la referencia, el lector, el estilo sobreviven en la opinión y salen a la superficie en cuanto los censores relajan su vigilancia, un poco como esos microbios que se habían creído erradicar de una vez por todas y que vuelven a recordarnos esos tiempos pasados. No se elimina el estilo con un fiat. [...] han rehabilitado sucesivamente un aspecto u otro del estilo a medida que los lingüistas lo demolían y se apropiaban de sus despojos, de manera que el estilo, podemos constatar en consecuencia, nunca ha estado en peligro de muerte (2015: 198).

Podemos concluir, con el mismo, que el estilo ha sobrevivido a —aunque también, gracias a— la lingüística pero ha perdido matices e intensidad por el camino. Perdura como un fenómeno del habla literaria (Todorov, 1970), a pesar de no encontrar acomodo en el vocabulario especializado: conjunto de rasgos que identifican una obra o un autor, variación sobre un contenido más o menos estable y elección entre varias escrituras. Los famosos argumentos de Bennison Gray (1974), inteligentes como suelen ser, operan más sobre la necesidad de ir a la contra del momento mostrando precisamente la riqueza de significaciones que podía alcanzar el estilo y aún más sobre la dificultad de actuar desde la lingüística hacia la literatura con un metalenguaje insuficiente para afrontar su diversidad. Era congruente, pues, que los estudiosos del lenguaje no prescindieran del concepto de estilo en muchos de sus trabajos porque les permitía usar/abusar de su flexibilidad para poderlo incorporar a diversos niveles de análisis y abrochar así algunos dualismos aparentemente insolubles, como fondo y forma32, o clasificar estilos en poder observar los desarrollos de la teoría de la literatura desde los años sesenta hasta fines del siglo XX. En el caso del estilo, selecciona las cuestiones planteadas por Barthes (individuación frente a tipologías retóricas), Rifaterre (excepcionalidad, desvío o emphasis) y Goodman (sinonimia y elección), para encauzar sobre ellas su propuesta razonable. 32 Villanueva, en su exposición sobre la pragmática aquí citada (1994: 165-185) aduce algunas de las dualidades que aportó la filosofía del lenguaje sobre sentido y referente, junto a múltiples paralelismos ya en el ámbito crítico-lingüístico, como

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tanto diferentes posibilidades de comunicar, que pueden seguirse, modificarse, desaparecer o renovarse. No tanto por la capacidad de construir distintos discursos para poder, a su vez, describirlos, que sería en el fondo el mismo criterio de individuación por selección sintáctica o semántica sino al hecho de poder decir lo mismo de maneras distintas, acomodándose a una situación comunicativa o a un uso individual: Para describir los mismos sucesos pueden también utilizarse variaciones en la pronunciación, en la escritura, en los elementos visuales o en los gestos que acompañan al discurso, el orden de las palabras, en el orden de las oraciones: todas estas variaciones funcionales forman parte del estilo. En síntesis, es habitualmente una variación dependiente del contexto del nivel de expresión del discurso. Los significados son los mismos: de lo contrario no hablaríamos de una variante estilística del discurso, sino de un discurso diferente (Van Dijk, 2008: 35).

Tal como estructura o sistema, por ejemplo, se han ido convirtiendo en un cajón de sastre en que cabe casi todo, por falta de rigor o por confusión, este fenómeno ya había ocurrido con el estilo, dependiente además de un ignorado factor de significado diferente en lenguas y tradiciones. Esta flexibilidad conceptual —una metáfora en opinión de Spillner (1979)— es largamente aprovechada por unos mientras otros la desdeñan33. Pero este recurso por parte de los lingüistas hubo de conseguirse apelando a una cierta desnivelación hacia factores conversacionales, descripciones lingüísticas y de elec-

signification / significance de Rifaterre, que deben de entenderse como un ámbito de estructuración dinámica sobre la comunicación y su referente. 33 No es inusual descubrir en el ámbito de los últimos cuarenta años de la teoría y de la crítica literaria el rechazo a referirse al estilo como una categoría visible o semejante a otras en el análisis literario. O bien se camufla como síndrome de una estilística algo trasnochada (Segre habla de «inagotable caza de indicios» en sus Principios de análisis del texto literario), no se cita como elemento de indagación (por ejemplo en Ceserani, Eagleton, Attridge...) o aparece cosido a la gramática (Brioschi y Di Girolamo). A diferencia de la época anterior, caso de Wellek y Warren o de Kayser, y claro está, de Ermatinger, donde Nadler (401-425) se esfuerza por explicitar las fuerzas formadoras de los estilos. Entiendo que los ejemplos son incontables pero la tendencia se observan en un simple vistazo.

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ción, como en los manuales de enseñanza de lengua34. Y no en todos los casos ha persistido el fino análisis que delimitase los campos de actuación en virtud de sus modos y fines de estudio. El paradigma ordenado a pesar de la impregnación, y hoy emborronado más que disuelto, puede plasmarse en Weinrich: La lingüística del texto pregunta por la función sintáctica del artículo determinado e indeterminado en la lengua alemana, es decir en todo texto alemán real o posible. [...] La estilística, que naturalmente es concebible asimismo sólo como estilística del texto, observa el especial uso de un determinado texto, observa el especial uso de los artículos de un determinado texto, se pregunta pues de qué manera exactamente dirige ese autor en ese texto la atención de su lector. [...] el crítico del estilo puede mostrar cómo un autor utiliza al máximo con maestría todo el margen de movimientos que permite la categoría sintáctica (1981: 215).

Partiendo de dos premisas, el estilo es una cualidad inherente a todo tipo de textos (Leech en Van Dijk [ed.], 1999: 30) y lo define el contexto (Hickey, 1993: 578), lugar donde coinciden pragmática y estilística, hemos de concluir que no hay un estilo, como razonaba la Estilística para sus adentros pensando en una norma literaria, sino estilos, donde caben todas las variaciones posibles35, exentas a priori de ningún valor estético, solo descritas por su significado y pertinencia en un discurso. Así pues, la turbadora circularidad conceptual de gran parte de las categorías literarias, cuyo conocimiento solo puede provenir del reconocimiento descriptivo de su modelización previa, las estabiliza y sistematiza en tipologías muy apropiadas para la educa-

34 De ahí mi anterior comentario sobre el papel que siguen teniendo hoy los manuales de estilo en el mundo anglosajón. Véase el análisis que hace Hickey (1987: 87-107) de distintos manuales y trabajos sobre el estilo en inglés, por ejemplo, Cristal y Davy (1969), Spencer y Gregory (1964, aquí 1974) o Halliday, McIntosh y Stevens (1964). 35 Volvemos al principio, textos literarios y no literarios, pues para el análisis pragmático: «Todos los rasgos potenciales de los estilos literarios, hasta los más chocantes, son rasgos potenciales del lenguaje y del discurso natural» (Reyes, 1984: 32). Sea dicho que, apelando a Coseriu pero quizás pensando en Julia Kristeva, Graciela Reyes entiende que existe un lenguaje poético y que este es una actualización de todas las posibilidades del lenguaje.

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ción, de ahí la utilidad de recurrir a los estilos en el sistema docente36. Pudiera decirse que el predominio pragmático de la enseñanza de lenguas no puede prescindir del estilo como catálogo ordenado de las concreciones más complejas o más simples del habla. Y que ese predominio procede arrastrando tras de sí jerárquicamente a los componentes sintácticos y semánticos de la tripleta de secciones semióticas de Morris, esto es, convertida la pragmática en el eje sobre el que operan sintaxis y semántica. No obstante se yerra demasiado al transferir a la literatura con automatismo las propiedades del discurso como sustitutas del texto37. Ciertamente, el texto se organiza por valores diferentes de los gramaticales, con normas y no con reglas gramaticales, y aquellas lo hacen como prácticas sociales, en cuyo contexto los receptores deben de buscar las claves interpretativas (Vivero, 2001: 19-21). Pero la insistencia en estos factores no consuma la total discursivización del texto literario: podemos recordar las correcciones a las máximas de Grice sobre su teoría de la conversación en función de la ambigüedad literaria o de la comunicación no presente (lectura) o desjerarquizada (recitado), o también la negatividad en la manipulación estilística de los elementos implícitos en un discurso38. Para la lingüística semiótica y pragmática el discurso literario puede partirse, reducirse o crecer en función del fenómeno que interese, del lugar donde situar el análisis, pero el estilo literario afecta, ineludiblemente a un nivel superior incluso al texto-discurso: afecta a la obra, sea esto libro, poema, serie, selección o antología, o incluso colección de textos de un autor, época o género. Un problema de límites, de dónde empieza y acaba cada experiencia u objeto. Los recursos de la pragmática para sostener el concepto de estilo sin contar con la aportación de la crítica literaria son, en todo caso, dimensionales, pasan por la extensión del concepto a todos los niveles de análisis, o la recupera-

Basten los ejemplos traídos a la bibliografía de Fernández Monterde (2000) o de Ubach Medina (2005). 37 Consecuencia del dinamismo del discurso. Repárese que parte de la explicación de Coseriu (2007: 261 y ss.), por ejemplo, contra la prueba de la conmutación asumida por van Dijk bajo criterios estadísticos, y por Bousoño por influencia de la estilísticas de las desviaciones, no tienen en cuenta que «En poesía no existen “desviaciones”: en la poesía todo se dice exactamente como debe ser dicho», quien sustituye, en cualquier caso, es el receptor al interpretar (o el crítico, añadiríamos nosotros). 38 El primer ejemplo nos lleva a Sperber y Wilson (1998); el segundo, claro es, a Ducrot (1982), que lo califica como «artimaña del locutor». 36

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ción del primigenio estatuto de oralidad de la poética a costa de la superinflación retórica, incluso ambas a la vez: Debe subrayarse que el estilo es una propiedad de cualquier discurso retórico, que marca inherentemente todos los niveles. [...] El estilo, como las estructuras retóricas, no define un nivel, sino más bien una dimensión de análisis. Tenemos «estilo» en cada nivel: en la morfofonología, en la sintaxis, en el léxico, en la semántica, y aun en la pragmática, aunque tradicionalmente se refiere a aspectos específicos de las estructuras de superficie y de léxico (Van Dijk, 1980: 131).

No obstante, Van Dijk (1980: 131-132) continúa su exposición estableciendo una particularidad o especificidad para el estudio del estilo literario, capaz de condensarse evanescentemente a modo de perfiles estilísticos que se recuestan sobre «indicaciones» que pueden ser «vagas, ambiguas, imperceptibles, y sólo funcionarán a base de una representación semántica dada»39. La unidad quedaría preservada precisamente porque las variaciones se mantienen constantes en un nivel subyacente o porque se definen por alguna «norma, costumbre o conversión extratextual»40. Habría desaparecido el nivel estilístico, asociado una textualidad añeja compuesta a través de pensamientos41, según las retóricas, acomodados además a unas propiedades o virtutes elocutionis, y tampoco quedaría mucho en pie en la integración estructural de

De nuevo el análisis de macro y micro estructuras como eje de nivelación pragmático de las estructuras profundas y superficiales en el nivel supraoracional. En Van Dijk (1984: 195-238). 40 Esta idea ha desembocado en la pragmática a través de la poética generativa, sobre todo la ampliación y relaciones entre estructuras textuales de superficie y estructuras textuales profundas. Esa fue la gran aportación del primer Ohmann (1964) a una gramática del estilo explicada por reglas transformacionales, que pronto se convirtió en una nueva estilística. Pueden leerse los comentarios críticos a esta reaparición de lo intuitivo como procedimiento heurístico y las trabas que la singularidad de la literatura imponen a un simple trasvase de metodologías en Herrero Blanco (1986: 309 y ss.). 41 González Alcázar (2013: 107-121). No cabe duda de que la Neorretórica, en tanto método también formal hubo se suministrar argumentos sustanciales para la reactualización del concepto de estilo, desde los criterios de individuación del discurso frente a las tipologías hasta la selección condicionada. Sin embargo, la dimensión transfrástica del discurso (Lozano, Peña-Marín y Abril, 1982: 36 y ss.) proponía nuevas dimensionalidades que el discurso retórico tradicional no podía contener; por lo pronto, recuérdese que el texto, frente al discurso, no se recuerda. 39

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Hjelmslev, para quien el nivel del estilo, dominado por el uso particular que hace el escritor de los recursos lingüísticos, se identificaría con la forma de la expresión42. Un estilo en cada nivel deviene compatible con la capacidad del texto para mostrar o señalar más de lo que expresa a simple vista; dentro de la discursivización de la literatura todo ha de quedar subordinado a la necesidad de clasificar las relaciones entre los productos culturales y los seres humanos y el mundo, donde los factores de credibilidad se imponen jerárquicamente sobre el desafío enigmático del escritor o sobre la expresión irónica misma, catalogadas como un conflicto de situaciones comunicativas. 4. CONCLUSIONES Apenas se ha acariciado levemente la superficie y el mero planteamiento del estilo desde la concepción discursiva de la literatura ha desafiado a la pragmática a confrontar qué recursos posee por sí misma para sostenerlo, aparte de constatar su utilidad en la descripción de diferentes registros o la selección gramatical para recrear los índices de subjetividad de un texto. Pero si el estilo es una marca estructural, que sirve para consolidar particiones o superposiciones de niveles, quiere decirse a fin de conferir unidad a un discurso literario, esto sucede sencillamente porque no puede asumir la vertiente estética del lenguaje como una propiedad más que se crea o recrea en una situación comunicativa concreta, sino que se nos impone adherida o formando parte intrínseca de una obra literaria. El uso parásito o decolorado del lenguaje, falto de seriedad o plenitud, según Austin, soslayaba esta actitud radical de la literatura en tanto que las relaciones comunicativas que establecen las obras literarias no son así en absoluto, habiendo de aseverar: «We do not require literary works to be informative.» (Pratt, 1977: 148). Y sin embargo hay referencialidad, hay distintos tipos de contextos y de relaciones con el contexto, pero resulta inasequible a la prueba de la verdad, que no ha de confundirse con los efectos producidos por el fenómeno del Realismo o del estilo realista43.

42 Sobre las relaciones entre «forma» y «estilo» y su utilidad didáctica remito a Azpiazu Torres (2013). 43 No he abordado la vertiente pragmática de la teoría de la ficción. Me estoy refiriendo ahora al planteamiento general de los actos de habla en los textos dramáticos

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La posición de partida de Herrmann, van Dalen-Oskam y Schöch (2015) sobre el estilo se halla integrada en un modo pragmático de estudiar la literatura, inspirado por convenciones y saturado de finalidades, también pragmáticas. Ello ha tenido muchas consecuencias para la literatura: la más extrema ha determinado su propuesta como uno más de los discursos de la cultura donde es fácilmente aprovechable una categoría tan útil como abarcadora. La persistencia del concepto de estilo está basada, sin embargo, en la aceptación de su utilidad y en la conjunción de las significaciones que trae consigo y que no consiguen hacernos olvidar que en la literatura persisten una serie de seguridades o convenciones no pragmáticas, sino esenciales, determinantes o específicas. No es preciso, en último momento, que el estudio de la literatura como discurso recurra al estilo para concluir que lo literario, en su vertiente comunicativa, adolece de rasgos y usos diferentes al estándar. Se ha considerado razonable, en casi todos los enfoques formales, evitar ese principio y muy a menudo sucede que, ateniéndonos a cada planteamiento, nos quedamos sin recursos para explicar la aparente boutade de Ortega en su artículo sobre el centenario de Góngora: «Eternamente, la poesía ha consistido en dar gato por liebre». REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ALBALADEJO MAYORDOMO, Tomás (1982). «Pragmática y sintaxis pragmática del diálogo literario. Sobre un texto dramático del Duque de Rivas». Anales de Literatura Española, I, pp, 225-248. ALBALADEJO MAYORDOMO, Tomás y Francisco CHICO RICO (1994). «La teoría de la crítica lingüística y formal». En Pedro Aullón de Haro (ed.). Teoría de la crítica literaria, pp. 175-293. Madrid: Trotta. AZPIAZU TORRES, Susana (2013). «El estilo de lengua. Antecedentes y fundamentos metodológicos». Dicenda. Cuadernos de Filología Hispánica, 31, pp. 27-55. BAJTÍN, Mijaíl (1982). Estética de la creación verbal. México: Siglo XXI. CERVERA RODRÍGUEZ, Ángel (2013). Los enunciados del español en el discurso oral y escrito. Madrid: Ediciones del Orto. COMPAGNON, Antoine (2015). El demonio de la literatura. Literatura y sentido común. Barcelona: Acantilado, [1998].

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LAS FÓRMULAS A LO QUE VOY, A LO QUE IBA, A LO QUE VAMOS COMO PROCEDIMIENTOS DISCURSIVOS DE RECUPERACIÓN INFORMATIVA Rosario González Pérez Universidad Autónoma de Madrid

1. INTRODUCCIÓN Este trabajo se centra en el análisis de los valores discursivos de las fórmulas oracionales a lo que voy, a lo que vamos, a lo que iba, a lo que íbamos en español contemporáneo y otras formas relacionadas (voy a lo que voy, vamos a lo que vamos, a eso voy, a eso vamos), que sirven para recuperar información de la que el hablante se ha desviado, para reconducir el hilo del discurso o para favorecer una cambio temático o incluso una mayor precisión en el desarrollo de un tema1. A partir de ejemplos extraídos de bases de datos en línea (CREA y CORPES 1 Seco, Andrés y Ramos (2004: 440, s. v. estar) recogen también la fórmula oracional a lo que estamos, de registro coloquial. Por razones de espacio, no vamos a ocuparnos de ella en este trabajo, aunque conectada evidentemente con los casos mencionados, como indica la explicación que ofrecen los autores anteriores: «Se usa para pedir al hablante que evite digresiones y vuelva al tema que interesa». Tampoco analizaremos, por la misma razón, la fórmula oracional (ir) al grano, que Seco, Andrés y Ramos (2008: 504, s. v. grano) describen del siguiente modo: «Se usa para pedir al interlocutor que diga lo que interesa, sin perderse en detalles o circunloquios».

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XXI), nuestro objetivo consiste en determinar la naturaleza lingüística y los empleos de estas expresiones, cuyo significado prototípico, como hemos señalado más arriba, es de tipo procedimental, activando la instrucción de dar por finalizada una digresión y marcando el punto en que se retoma el hilo informativo: «donde todo era alborozo y armonía, al menos aparentemente, siempre había también líos entre cuñadas, que es lo normal. Pero a lo que iba. Mi recuerdo infantil es el despertarme por la noche para beber agua o hacer pipí» (CORPES XXI, Marina Castaño. «A vueltas con los ronquidos». La Razón. A tu salud, 19/11/2003). Sin embargo, al cerrar un bloque discursivo y abrir otro, pueden tener, además, otros empleos contextuales que se superponen al significado central, como el de servir para favorecer el cambio de tema: «Estos también murieron de muerte natural. Si usted quiere acabar con la injusticia social y con la corrupción […], es natural que lo maten a culatazos. Pero a lo que voy es a lo siguiente: usted, que trabaja con números y estadísticas, quizás sabe también cuál es la superficie, en conjunto, de los glóbulos rojos de un hombre... ¿lo sabe usted?» (CREA, Fernando del Paso. Palinuro de México, 1976), o el de añadir precisión y exactitud al desarrollo temático: «—No me interrumpa, por favor. Sé lo que va a decir. Que hay gente y cosas que no se corrompen. A eso voy. A que de un modo casi loco, la integridad y la inocencia permanecen. Un hilo de luz en las tinieblas de la especie» (CORPES XXI, Vlady Kociancich. Amores sicilianos. Buenos Aires: Seix Barral, 2011). 2.  MARCO TEÓRICO El análisis de a lo que voy, a lo que vamos, a lo que iba, a lo que íbamos, se encuadra dentro de los estudios del análisis del discurso. Pero también puede inscribirse dentro de la Lingüística del texto, pues tiene una evidente relación con los mecanismos al servicio de la organización informativa y con los elementos cohesivos de las distintas partes de un texto. Las fórmulas estudiadas cumplen una función pragmática que interpretativamente las hace muy dependientes del contexto, por lo que, como veremos más adelante, activan implicaturas (+> ‘me he apartado del hilo del discurso y ahora voy a retomarlo’ / +> ‘lo que introduce la fórmula utilizada es lo relevante informativamente’) que son las responsables de los distintos sentidos contextuales que adoptan estas unidades. Así, la pertinencia óptima, en el sentido

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en que la entienden Wilson y Sperber (2004), puede variar en distintas condiciones pragmáticas. Esta es la razón de que haya autores que interpreten alguna de estas fórmulas oracionales como un marcador de digresión y no como un elemento que retoma la información central de un discurso, justo lo contario de la digresión2. Estas fórmulas oracionales entroncan con los mecanismos de repetición (Bustos Gisbert, 1996: 67-78), que permiten la recuperación informativa asegurando el equilibrio entre la información nueva y la conocida, evitando así la ambigüedad y controlando la redundancia excesiva. De este modo, las fórmulas que vamos a estudiar favorecen el mantenimiento del flujo discursivo y constituyen también un procedimiento de reparación discursiva, pues preservan la macroestructura del texto (Van Dijk, [1978] 1992: 54-57) volviendo a hacer visible el hilo semántico común, que corría peligro de perderse o deteriorarse por alargarse el emisor en informaciones que se apartan del centro discursivo. Así, podemos comprobar esto en el siguiente ejemplo: «La Haya y Madurodam (Holanda en miniatura). La excursión, sobre los 35 euros, es un poco larga y se ve casi todo desde el autobús. Comimos en Delft bastante bien. El restaurante se llamaba Willem van Oranje o Guillermo de Orange (príncipe que se unió a la rebelión contra los Españoles). A lo que vamos: no dejéis de probar los pancakes holandeses, crepes con todo tipo de condimentos. También probé la sopa de guisantes o Erwtensoep, famosa en estos lares y uno los platos más antiguos de la cocina Holandesa. Me gustó muchísimo» (CORPES XXI, Fran Soler. «Qué ver y hacer en Amsterdam». My guía de viajes , 2008-07-07). No es casual que en estas fórmulas exista una proforma (lo o eso) que remite anafóricamente a un momento enunciativo anterior, explícito, como en el ejemplo que acabamos de ver, o no, pues en muchos casos estas expresiones también se emplean para ir avanzando en el discurso con la seguridad de mantener el tópico o tema cen2 A este respecto, hay que mencionar la tesis doctoral de Massouo Bale (2010) sobre los marcadores de digresión en español actual, en la que, junto a marcadores y fórmulas de digresión como por cierto, a propósito, a todo esto, todo hay que decirlo, dicho sea de paso, dicho sea entre paréntesis o entre paréntesis, se incluyen también a lo que iba o al grano, que se encuentran en evidente relación con los anteriores pero que, desde nuestro punto de vista y como muestran los ejemplos de nuestro corpus, no cumplen la misma función en la organización informativa del discurso.

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tral; por eso a veces se utilizan a modo de aviso para no desviarse del núcleo informativo (aunque aún no se haya producido de forma efectiva dicho desvío) e introducir información remática que se considera de interés. Esto ocurre cuando las fórmulas que venimos tratando se utilizan con entonación aislada, tras pausa fuerte, iniciando entonces otro enunciado u otro bloque textual: «Lo estuvimos buscando por todas partes y no aparecía, hasta del cuartelillo salieron de batida, todavía llevo pegados en el alma los gritos de su padre, cómo gritaba el pobrecito, nunca le vi cosa igual, ni el día que vinieron a por él, ya me entiende, perdone que le hable de eso. A lo que iba, que era usted todo un carácter, y lo sigue siendo, yo creo que los hombres deben ser así, tienen que mandar en su casa y hacerse respetar» (CORPES XXI, J. A. Bueno Álvarez. El último viaje de Eliseo Guzmán. Madrid: Alfaguara, 2001). En el ejemplo anterior, el emisor siente que puede estar introduciendo información que le aleja de lo que realmente quiere presentar como el contenido más relevante de su enunciado; por eso cierra el bloque textual con un signo de puntuación fuerte, el punto y seguido, e inicia el enunciado siguiente con a lo que iba, que no solo repara un discurso que no está exactamente roto (en el ejemplo anterior, como sucede en la oralidad espontánea, se introducen temas en un orden impreciso, imitando el dinamismo discursivo de la conversación espontánea), sino que señala lo que realmente importa informativamente desde el punto de vista de quien construye el texto: que la persona a la que se está refiriendo era «todo un carácter, y lo sigue siendo». Por eso a lo que iba y las demás expresiones de este tipo tienen, además del valor de retomar lo dicho anteriormente, otro valor discursivo, el de foco3, pues señalan como lo más relevante la información que introducen. Aunque se sitúen entre pausas, realzan expresivamente la información contenida en el fragmento inmediatamente posterior: «Bueno, a lo que iba. El libro, muy recomendable» (CORPES XXI, Pedro Jorge Romero. «Diccionario de las Artes (ii)» 3 En este trabajo entendemos la noción de foco en el sentido en que lo hace Academia en la Nueva gramática de la lengua española (a partir de ahora NGLE), como el «segmento que se resalta o se pone de relieve en el interior de un mensaje» (2009, II: 2985) y que no puede elidirse ni ser átono. Teniendo esto en cuenta, a lo que voy, a lo que vamos, a lo que iba, a lo que íbamos, a eso voy, a eso vamos, estarían en relación por su función informativa con elementos como hasta o incluso, a los que Gutiérrez Ordóñez se refiere como «focalizadores presuposicionales» y «que tienen como misión destacar la relevancia de determinados funtivos de la secuencia» (1997: 39).

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, 2002-11-26). Así, reconducen el discurso para que no se aparte del centro informativo pero focalizando la intención en lo que se considera más importante. Y es precisamente esta función de foco la que habilita a estas fórmulas para introducir informaciones que se han demorado por alguna razón, por ejemplo, como en el caso que sigue, porque resultaban incómodas: «El cuchillo del pan es romo. (Silencio.) Si alguna vez se dignasen a preparar el desayuno lo sabrían. Sabés que no lo digo por vos, Pupú. (Silencio.) Quiero decir que por eso tuve que serruchar. (Silencio.) A lo que iba es que no pude comprar los limones. Las milanesas las vamos a tener que comer con mayonesa o mostaza. Si no querés, Silvi, no las comés. Pero al mercado no puedo volver» (CORPES XXI, Javier Dualte, Rafael Spregelburd y Alejandro Tantanian. La escala humana. Buenos Aires: Ediciones Teatro Vivo, 2001). Los ejemplos anteriores indican que un marco teórico apropiado para la interpretación de las fórmulas estudiadas es el de la teoría de la relevancia, pues el contexto se manifiesta determinante para la interpretación. La aproximación pragmático-discursiva a estas estructuras las muestra como un reflejo explícito de la conciencia metadiscursiva de los hablantes, por la que poseemos conocimientos intuitivos sobre cómo formular los enunciados; por eso percibimos que un discurso se ha apartado del centro informativo y ponemos en marcha mecanismos que contribuyen a su organización. Por ello también en buena parte, la conciencia metadiscursiva es responsable de las elecciones lingüísticas que los hablantes realizan cuando elaboran los enunciados que componen su discurso (Portolés, 2004: 31-46; Verschueren, [1999] 2002: 114-124). 3. LA CARACTERIZACIÓN DISCURSIVA DE LAS UNIDADES ESTUDIADAS Las fórmulas a lo que voy, a lo que vamos, a lo que iba, a lo que íbamos, a eso voy, a eso vamos han recibido distinto tratamiento en la bibliografía sobre los elementos de conexión. Fuentes Rodríguez (2009: 27, s. v. a lo que iba/voy) considera a lo que iba y su variante a lo que voy como un conector ordenador discursivo continuativo que «sirve para recuperar el hilo discursivo o tema principal tras una digresión o interrupción», aunque señala que «también puede usarse para un cambio de tema». Como hemos mostrado en ejemplos anteriores,

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también esta autora indica que la expresión puede situarse tonalmente entre pausas, constituir enunciado propio y combinarse con otros elementos como y, pero o bueno. En el plano informativo, «muestra claramente cuál es el tema principal o la información privilegiada en el discurso» (Fuentes Rodríguez, 2009: 27, s. v. a lo que iba/voy). Por su parte, Santos Río (2003) señala rasgos propios de la oralidad en estas expresiones. Cuando describe a lo que iba se refiere a la fórmula como «expresión autorreactiva […] mediante la cual el hablante señala que da por finalizada la digresión que estaba relatando y vuelve a tomar el hilo de la descripción momentáneamente abandonada» (Santos Río, 2003: 413, s. v. a lo que iba). De un modo similar se refiere a la variante a lo que vamos: «Fórmula discursiva para salir de una digresión y retomar el hilo del discurso. Sintomáticamente, puede aparecer tras el conector adversativo, aquí pragmático, pero» (Santos Río, 2003: 638, s. v. a lo que vamos). Sin embargo, este autor encuentra un valor diferente en el empleo de a eso iba/a eso voy, a los que considera expresión reactiva mediante la cual el hablante replica al interlocutor, que acaba de hacer una puntualización, a menudo en contexto adversativo restrictivo, indicándole que, precisamente, ese punto o detalle era el que él mismo intentaba aducir o ya estaba aduciendo. —[…] Pero hará falta dinero, digo yo. —A eso iba. Tenemos ya dos empresas que financiarían todo el aspecto técnico […]» (Santos Río, 2003: 413, s. v. a eso iba).

En relación con la organización discursiva, la reparación del discurso y los actos de habla directivos, el autor menciona también al grano (pero vamos al grano, pero vayamos al grano, vamos al grano, vayamos al grano): «Loc. adv. yusiva coloquial que se utiliza, interrumpiendo al que está exponiendo algo, para indicarle que no se vaya por las ramas y exponga de una vez lo que es sustancial» (Santos Río, 2003: 400, s. v. al grano). Tanto a eso voy/a eso vamos, como las distintas variantes de ir al grano expresan un matiz de réplica que convoca cierta crítica a la forma de organización discursiva del interlocutor, reclamando de él una reconducción del discurso, por lo que su ámbito natural es la conversación o el diálogo, frente a las fórmulas a lo que voy, a lo que vamos, a lo que iba, a lo que íbamos, que pueden aparecer además en textos monologales. Por su parte, Seco, Andrés y Ramos (2004: 553, s. v. ir) incluyen a lo que iba y su variante a lo que íbamos en su diccionario fraseoló-

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gico documentado. Para ellos es fórmula oracional que «Se usa para reconducir la conversación tras una digresión», aportando ejemplos de Luis Landero: «Bueno, pues a lo que iba. El amante, el tal Gil, estaba metido en política» y de Castillo-Puche: «Pues a lo que íbamos, que todavía queda mecha…». También de Savater, en este caso, con el verbo ir en presente: «A lo que voy: cuanto favorece la organización de los hombres … me parece en principio políticamente interesante». Para estos lexicógrafos, las fórmulas oracionales se diferencian de las locuciones porque constituyen enunciados que «no están integrados dentro de una oración funcionando en ella como palabras (nombre, verbo, etc.), sino que funcionan como oraciones por sí mismas» (Seco, Andrés, Ramos, 2004: xvii), aunque esto no indica que siempre posean autonomía oracional, sino que muchas veces, las fórmulas oracionales idiomáticas, que poseen un alto grado de fijación formal en sus componentes y han desarrollado un sentido especial que lleva a estos autores a considerarlas dentro del inventario de unidades fraseológicas del español actual, carecen de autonomía sintáctica, usándose siempre insertas en otra construcción o con determinado tipo de expansión4. Esto no sucede en el caso que nos ocupa, pues a lo que voy, a lo que vamos, a lo que iba, a lo que íbamos, a eso voy, a eso vamos, no necesitan combinarse con determinados elementos para aparecer en un discurso. De hecho, como hemos apuntado más arriba, pueden construirse como un enunciado independiente: «Marlon, hijo, a lo que voy, me tienes en un suspiro» (CREA, El Mundo, 20/04/1995, Carmen Rigalt. «Ese hombre llamado coloso», España). Pero es cierto que muchas veces las expresiones que estudiamos se integran en otra construcción sintáctica: «A lo que voy es que el Sr. Rodríguez de lo único que se preocupa es de mejorar la situación económica de sus afiliados y de que no los agravien» (CREA, El País, 04/10/2001, «Funcionarios públicos», Uruguay). Esto indica que la idiomaticidad de estas estructuras no se ha consumado plenamente, como lo prueba el hecho de que exista la posibilidad de moción verbal de número (a lo que voy/a lo que vamos) o, aunque de forma muy limitada, también la posibilidad de alternancia temporal (a lo que voy/a lo que iba). Estamos, por tanto de acuerdo con Seco, Andrés y Ramos (2004: xvii)

4 «Y hay ocasiones en que la fórmula no puede usarse como autónoma: que no vea yo, fórmula de prohibición enfática, reclama a continuación un complemento: Que no vea yo a nadie mirando la pizarra» (Seco, Andrés y Ramos, 2004: xvii).

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cuando señalan que «En estas fórmulas, a diferencia de las locuciones verbales, es característico su escaso margen de variación morfológica». Tal vez sea esta semicomposicionalidad, en que el verbo ir recuerda su significado recto de movimiento dirigido hacia un punto, en este caso, hacia la parte del discurso que permite mantener el hilo semántico común, lo que ha hecho que el DLE no incluya entre sus subentradas las combinaciones a lo que voy, a lo que vamos, a lo que iba, a lo que íbamos, aunque sí aparece a eso voy, a eso vamos, combinación que se define como «exprs. U. por aquel a quien recuerdan algo de que debía hablar en la conversación o discurso, y de lo que parecía haberse olvidado o distraído» (DLE, s.v. ir)5. Por tanto, también para la Academia la fórmula anterior tiene como finalidad informativa la organización del texto recuperando información precedente o mencionando lo central en el discurso. Taranilla (2008: 825-826), en su estudio sobre el origen y evolución de a lo que iba, sostiene que este tipo de fórmulas podrían considerarse «señales de organización textual». Siguiendo a Hyland y Tse (2004), la autora incluye a lo que iba dentro de lo que denomina «marcadores de marco», aquellos cuya función principal consiste en «secuenciar, etiquetar, predecir y cambiar de tema, con el propósito de lograr un discurso claro» (Taranilla, 2008: 826). Taranilla pone en relación a lo que iba, fórmula que analiza desde la perspectiva histórica, con la digresión o alejamiento del núcleo informativo de un discurso, y con los marcadores digresivos. Los marcadores de digresión se mencionan en la mayoría de las clasificaciones sobre unidades procedimentales. Portolés sitúa los marcadores digresivos dentro de los estructuradores de la información, marcadores que se caracterizan porque «permiten regular la organización informativa de los discursos, esto es, la creación de tópicos y comentarios» (Portolés, 1998: 137; Portolés y Martín Zorraquino, 1999: 4081). La NGLE los incluye dentro de los conectores discursivos adverbiales, entre cuya nómina cita a propósito, a todo esto, dicho sea de paso, entre paréntesis o por cierto, este último descrito también desde el punto de vista histórico (Iglesias Recuero, 2015). Llamas Saíz, Martínez Pasamar y Tabernero

5 Moliner sí incluye entre las subentradas del DUE (2016, s. v. ir) tanto a eso voy/vamos: «Expresión con que alguien muestra la intención de hablar de una cosa que otro le insinúa suponiendo que la ha olvidado», como a lo que iba/íbamos: «inf. Volviendo al asunto principal que se está tratando».

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Sala (2012: 140) los consideran también estructuradores o jerarquizadores de la información. Sin embargo, en estas clasificaciones no suele reservarse un espacio para las fórmulas que permiten rehacer el discurso, retomando la información central, temática o remática, tal vez porque el grado de fijación de este tipo de fórmulas al servicio de la recuperación y la precisión informativa es menor. De hecho, a lo que voy, a lo que vamos, a lo que iba, a lo que íbamos, a eso voy, a eso vamos, no se describen en el Diccionario de partículas discursivas del español (), a pesar de que se incluyen en él otras combinaciones que tienen una grado variable de idiomaticidad, como la verdad(es que)6. Para Taranilla, a lo que iba cumple la función informativa de «regresión», en espejo con la de digresión; de este modo, «la regresión es una estrategia de ordenación informativa del texto mediante la cual el hablante recupera el tema central del discurso después de una digresión. Dicho de otro modo, una regresión consiste en la imbricación de un segmento informativo con otro que tuvo lugar anteriormente» (Taranilla, 2008: 828). Por eso esta autora considera a lo que iba un marcador de regresión. Estamos de acuerdo en general con esta caracterización, si bien precisando que a lo que iba no siempre conecta exactamente un segmento de un enunciado con otro anterior. Pensamos que la aparición de esta fórmula reconduce o repara, pero no siempre une un segmento de enunciado con otro, porque hay ocasiones en que el segmento anterior no se ha proferido; cuando esto sucede, a lo que iba reorienta el discurso (también lo hacen sus variantes y otras fórmulas relacionadas), introduciendo lo que se debería haber dicho, lo que se esperaba que se dijera o lo que permite mantener el tópico del discurso. Por eso creemos que a lo que

6 La NGLE menciona brevemente las combinaciones a lo que voy, a lo que vamos, a lo que iba, a lo que íbamos al hablar de las oraciones relativas sin antecedente expreso. Las presenta como una excepción al hecho de que las relativas libres anticipatorias no sean preposicionales (NGLE, 2009: 3338, t. II, § 44.7o). Es evidente que estas relativas libres están encabezadas por preposición. Para la Academia, la explicación parece residir en la lexicalización de estas estructuras, cuya finalidad es recuperar la información de la que se había apartado el hablante, por tanto, inciden en la organización del discurso. «Se usa esta fórmula [a lo que voy/iba] para indicar que el hablante retoma el hilo principal de su argumentación tras un excurso. Precede siempre a la oración que expresa el contenido que el hablante presenta como sustancial» (NGLE, 2009: 3338, t. II, § 44.7o).

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iba y sus variantes cumple con la función procedimental de la regresión entendida de una manera amplia, sin depender de la forma del enunciado, y con la posibilidad de un señalamiento también a enunciados implícitos, no expresos, incluso no emitidos verbalmente, a los que puede recordar con una función muy próxima a la de eco o cita7. Esto puede verse en el siguiente ejemplo: «Respiro hondo, razono conmigo misma. Por no hablar de su exiguo tiraje, su periodicidad incierta y su distribución errática, Cadáveres exquisitos ni siquiera es propiamente una revista literaria. Se define como contracultural; por mí, como si se llamara espiritista o papirofléxica: mientras paguen... A lo que iba: la probabilidad de que él la lea es remota. Pero entonces, ¿por qué se ha fijado en mi nombre?» (CORPES XXI, Laura Freixas. «La entrevista». Cuentos a los cuarenta. Barcelona: Ediciones Destino, 2001). En el caso anterior, a lo que iba no recupera información explícita de la que el emisor se ha desviado, sino que sitúa la información que introduce en un marco anterior que supone una serie de conocimientos compartidos: que las revistas literarias que más se leen son las que tienen más tirada, que las personas que escriben en esas revistas tienen más visibilidad y, por tanto, más oportunidades laborales. La fórmula cumple con la función de regresión en el sentido de que permite recuperar una información que no está totalmente explícita en el segmento precedente pero que permite inferir los conocimientos necesarios para interpretar la información que se señala como central en el discurso: «A lo que iba: la probabilidad de que él la lea es remota. Pero entonces, ¿por qué se ha fijado en mi nombre?». Sí es cierto que, en numerosas ocasiones, a lo que iba y sus variantes se comportan como marcadores de regresión prototípicos, señalando el movimiento informativo que «consiste en el alejamiento y retorno temático» (Taranilla, 2008: 828), enlazando así segmentos de enunciados que explícitamente revelan el abandono del tema central o que constituyen informaciones innecesarias que lastran la fluidez semántica del discurso. Podemos ver esto en el ejemplo que sigue, necesariamente largo, en que quien habla tiende a introducir informaciones que se alejan del propósito discursivo en el primer segmento informativo, lo que obliga posteriormente, en un segundo segmento, a un intento de reconducción temática utilizando a lo que voy: «Un día, antes de Taranilla (2008:833-834) señala esta relación entre estructuras regresivas y polifonía. 7

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conocerte, por cierto, volvíamos de pasar el domingo en Chinchón. A mí no me gusta salir los domingos, ya lo sabes, pero aquel domingo, que hacía muy buen tiempo fuimos a Chinchón. Resultó de lo más deprimente, porque Chinchón estaba lleno de familias. Familias enteras comiendo en Chinchón, todos los restaurantes llenos de familias con niños horribles, familias con madres políticas bigotudas en un rincón de la mesa, familias de esas que visten todas con chándales, con pantalones de jugar al baloncesto, familias de madre con casquete teñido de rubio y padres con mariconera y cámara de vídeo, familias espeluznantes. A lo que voy, de vuelta de Chinchón, después de soportar semejante espectáculo, que yo me acuerdo que me hice una herida en el labio, bueno pues de vuelta de Chinchón ya entrando en Madrid, vimos un sitio junto a la carretera, con un aspecto siniestro que se llamaba “Sexy Night”, y Carlos se empeñó en parar. Total, que entramos» (CREA, Manuel Hidalgo. Azucena, que juega al tenis. Madrid: Mondadori, 1988). Los ejemplos que hemos ido viendo a lo largo del trabajo muestran que a lo que voy, a lo que vamos, a lo que iba, a lo que íbamos, a eso voy, a eso vamos, han lexicalizado valores que habilitan estas fórmulas para contribuir a la organización informativa con el mantenimiento del hilo del discurso, pero ese mantenimiento puede hacerse de manera que se privilegie la recuperación de información explícita o implícita en un segmento anterior8 o centrando la atención informativa en el nuevo segmento introducido, de modo que se favorezca el avance o el cambio temático. Como unidades procedimentales, a lo que voy, a lo que vamos, a lo que iba, a lo que íbamos, a eso voy, a eso vamos, se comportan como marcadores discursivos periféricos: carecen de fijación absoluta, ya que sus componentes admiten una variación morfológica muy limitada (del singular al plural en la persona verbal o del presente al imperfecto de indicativo), por tanto, conservan cierta composicionalidad y fluctúan entre la función conectiva (unión de dos bloques o segmentos informativos) y la de marcador muy próximo a un operador discursivo (incidencia sobre el bloque al que presentan con valor de señalamiento focal respecto a la información más relevante para el mantenimiento del tema central).

8 En este sentido recordemos que Taranilla (2008: 828) denomina a a lo que iba «marcador de regresión» y que Fuentes Rodríguez (2009: 27), considera a lo que iba/ voy como un conector ordenador continuativo.

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4. A LO QUE VOY/A LO QUE VAMOS, A LO QUE IBA/A LO QUE ÍBAMOS, A ESO VOY/A ESO VAMOS: VALORES DE LENGUA Y VALORES DISCURSIVOS Como sucede en muchos casos, el valor discursivo de una unidad léxica coexiste con valores de lengua9. Por ello, para caracterizar convenientemente las fórmulas analizadas hay que distinguir entre sus valores de lengua y sus valores discursivos, explicando la relación entre ellos y el paso de unos a otros. 4.1.  Valores de lengua Atendiendo a los valores de lengua, estrictamente composicionales, las fórmulas a lo que voy, a lo que vamos, a lo que iba, a lo que íbamos, a eso voy, a eso vamos tienen en común lo siguiente. i) son estructuras preposicionales orientadas por el argumento local o direccional que necesita el verbo ir, por tanto, se comportan como estructuras secundarias y dependientes de otros elementos desde el punto de vista de la predicación, ii) contienen una proforma (lo, eso) con valor referencial anafórico o catafórico pero siempre deíctico, iii) el núcleo verbal es un verbo de movimiento: ir. Por lo que respecta a a lo que voy, a lo que vamos, a lo que iba, a lo que íbamos, la proforma constituye una parte del relativo compuesto lo que, y la estructura sintáctica es relativa, lo que no sucede con las fórmulas a eso voy, a eso vamos, que tienen también usos de lengua no procedimentales en ejemplos como los que siguen: «A eso voy a Inglaterra. Pronto doblaremos la producción de azúcar» (CORPES XXI, Antonio Benítez Rojo. Mujer en traje de batalla. Madrid: Alfaguara, 2001), en que voy es el núcleo verbal de la predicación, con el significado recto ‘desplazarse de un punto a otro’, y a eso un complemento con valor final; o «Ese es nuestro compromiso como organización política con Colombia

Un ejemplo de esto es el del adjetivo claro, con múltiples significados y sentidos codificados como puede comprobarse con la consulta de cualquier diccionario general (‘que tiene mucha luz’, ‘transparente y limpio’, ‘evidente, que no deja lugar a dudas’, etc.), pero también con significado procedimental como marcador conversacional de acuerdo, equivalente a ‘sí’ en contextos dialógicos o como marcador admirativo, que indica sorpresa, también en contextos dialogales. 9

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y a eso vamos al Congreso» (CORPES XXI, «Colombia en el nuevo siglo». El Tiempo. Bogotá: , 2002-02-28), también con a eso con valor final. En las estructuras relativas los valores de lengua son frecuentes cuando el verbo ir forma parte de la perífrasis de futuro ir a10: «y atiende a lo que voy a decirte» (CREA, Eduardo Chamorro. La cruz de Santiago. Barcelona: Planeta, 1992) / «el lector atento ya se habrá adelantado a lo que vamos a decir» (CREA, Maturana R., Humberto; Varela G., El árbol del conocimiento. Universidad de Santiago de Chile, 1987) / «y fue él quien le abrió las puertas a lo que iba a ser su profesión» (CREA, Vistazo, 18/09/1997, Ecuador) / «No pasaba las páginas, o sea que estaba atenta a lo que decíamos, o mejor, a lo que íbamos a decir» (CORPES XXI, Carlos Pujol. Dos historias romanas. Barcelona: Ediciones Destino, 2008). Pero también se dan valores no procedimentales en oraciones copulativas enfáticas de relativo (perífrasis de relativo) que destacan, precisamente, el foco informativo: «No teníamos idea si nos íbamos a quedar un tiempo; eso era muy probable, porque a lo que íbamos era a cargar ganado» (CORPES XXI, Fernando Silva Espinosa. La foto de familia. Managua: Asociación Noruega de Escritores, Centro Nicaragüense de Escritores, 2005). Y en varios casos, dudosos entre los valores de lengua y los discursivos, la preposición a tiene, como sucedía con a eso voy y a eso vamos, un valor final: «¿Qué diría ese Manuel sagrado, que todo lo ve como en recuerdos?: Me acompañaban los lácteos, diría, y no dijeron mucho; sin embargo, yo sabía a lo que íbamos» (CORPES XXI, Mauricio Orellana Suárez. Ciudad de Alado. San José: Uruk Editores, 2009). 4.2.  Valores discursivos La fijación de los valores discursivos de a lo que voy, a lo que vamos, a lo que iba, a lo que íbamos, a eso voy, a eso vamos y sus usos en el español contemporáneo deben ponerse en relación con el origen de las construcciones. Taranilla (2008) explica la gramaticalización de a lo que iba como marcador de regresión como un caso en que conflu-

10 De los 27 casos en 26 documentos que arroja el CREA para la consulta de a lo que voy, 8 tienen valores de lengua no procedimentales; de estos 8 ejemplos, 6 corresponden a la perífrasis ir a + infinitivo.

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yen dos mecanismos muy frecuentes en el surgimiento y fijación de las unidades procedimentales: la metaforización, que suele aparecer en verbos de movimiento, como sucede con ir (Company, 2004) y la supresión de algún elemento existente en la estructura que da origen a la construcción actual. El uso abstracto de ir o cualquier otro verbo de movimiento es habitual en la lengua corriente, de modo que se superpone un dominio cognitivo a otro con el fin de hacer expresable y comprensible un concepto (dar un rodeo ‘no hablar directamente’, transitar por las páginas de un libro, entrar en materia ‘empezar a tratar algo’). Y en cuanto a la supresión de un elemento en la estructura originaria, Taranilla sostiene, a partir del rastreo hecho en el CORDE, que a lo que iba podría proceder de estructuras regresivas como volviendo a lo que iba diciendo, de modo que «La formación de la pieza regresiva a lo que iba se desarrolla en los tres pasos siguientes: (1) Volviendo a lo que iba diciendo, (2) volviendo a lo que iba, y (3) a lo que iba» (Taranilla, 2008: 830). Esta hipótesis resulta plausible, pues existen ocurrencias en el CORDE, aunque escasas, del paso 2. Desde nuestro punto de vista, habría que considerar que en la lexicalización de a lo que iba pudo influir también la frecuencia con que la relativa a lo que iba se empleaba desde el siglo XVI para expresar la finalidad o el propósito de una acción, con metaforización en muchos casos del verbo ir. Estos contextos, que siguen dándose en la actualidad como hemos visto al hablar de los valores de lengua, se encuentran en el límite de los valores de lengua, con cierta metaforización del verbo de movimiento: «Y con esto se partió Pedro Mártir para Venecia, donde como llegó hiço saber quién hera, y a lo que iba, dándoles cartas que llevaba de los Reyes Católicos» (CORDE, Alonso de Santa Cruz. Crónica de los Reyes Católicos, 1491-1516). En el ejemplo anterior a lo que iba puede interpretarse como verbo de movimiento o con el sentido añadido de ‘lo que quería, lo que pretendía Pedro Mártir al ir a Venecia’, por tanto, a lo que iba es una estructura claramente intencional en estos entornos. De los 75 casos en 64 documentos que arroja el CORDE para a lo que iba hasta el siglo XIX, en que aparece ya fijado el uso de la fórmula como marcador de regresión: «Pero, en cambio (y es a lo que iba), Usía tiene una cara de muy buen ver» (CORDE, Pedro Antonio de Alarcón, El sombrero de tres picos, 1874), al menos una veintena tiene este valor intencional en que el verbo ir añade al significado de movimiento el sentido de la finalidad del desplazamiento: «Ella se pensó —dijo Brianda— que vos estábades con mi padre y os las entró a dar [las cartas]; encontró conmigo, y yo

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sabiendo della a lo que iba, se las tomé con un poco de curiosidad y recelo» (CORDE, Alonso de Castillo Solórzano. La garduña de Sevilla, 1642). En efecto, la relativa a lo que iba tiene claramente lexicalizado el valor de marcador de regresión en el XIX. Más tardíamente, a principios del siglo XX, y con un menor número de ocurrencias11 se registra el valor procedimental de a lo que voy en el CORDE: «—Sí, señor, según... Hay aquí en el teatro una niña muy estúpida que no sé si se habrá fijado usted en ella, una que llaman la Cortadita, que es hija de un señor feísimo que le llaman don Mucio, ese que dicen que hace guapo a Roel y que le da un susto al miedo... Pues, a lo que voy, esa niña no le puede ver a usted ni en los carteles» (CORDE, Alberto Insúa. El negro que tenía el alma blanca: Cuba, 1922). Muchos menos ejemplos arroja el CORDE para estas mismas estructuras en plural, 15 casos en 15 documentos para a lo que íbamos12, que está fijado con valor procedimental desde finales del XIX, en el siguiente ejemplo con valor de foco: «Pues a lo que íbamos, Almudena —dijo la señá Benina, quitándose el pañuelo para volver a ponérselo, como persona desasosegada y nerviosa que quiere ventilarse la cabeza—. Tengo un grave compromiso, y tú, nada más que tú, puedes sacarme de él.» (CORDE, Benito Pérez Galdós. Misericordia, 1897). Lo mismo sucede con a lo que vamos, con 20 ocurrencias en 15 documentos, pero solo con valor procedimental a partir del siglo XX y con preferencia por la estructura con el verbo ir duplicado, lo que confiere a la expresión una evidente carga enfática: «Pero a un toro hay que hacerle lo que pida su carácter, y unos piden una cosa y otros otra, sin darte tiempo a pensar lo que tienes que hacer. El torero también tiene que tener instinto, como el toro. Pero vamos a lo que vamos. El torero torea pa preparar el toro pa la muerte y tiene que conocer cuándo ha llegao el momento, y esto muchos toros lo dicen muy claramente» (CORDE, Antonio Díaz Cañabate. Paseíllo por el planeta de los toros,

11 De los 32 casos en 32 documentos, hay 6 casos claros de a lo que voy como marcador de regresión. 12 En el XVI hay un ejemplo que representa el paso 1 de Taranilla (2008) en la evolución hacia el valor procedimental regresivo de a lo que iba: «Volviendo, pues, a lo que íbamos diciendo: Cristo, que es el Amante y el Amado, y el alma que es amada y amante, se truecan y se tienen el uno al otro» (CORDE, Fray Pedro Malón de Chaide. La conversión de la Magdalena, 1588).

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1970). Y en cuanto a las fórmulas a eso voy / a eso vamos13, los datos del CORDE indican la preferencia por el uso en singular; ya desde el XVII se rastrea la fórmula con valor focal, que marca la información relevante, en contextos ciertamente ambiguos entre el valor de lengua y el discursivo: «¿Luego es muerta? LENA: Poco menos. INOCENCIO: Vengamos, pues, al modo. LENA: A eso voy. La cuitadita, informada de algunas personas espirituales que (por su virtud) la han dicho ser yo la que debría ha hecho confianza de mis tocas, rogándome que lleve o envíe a la señora Marcia una carta en la cual se la descubre y cuenta, B por B y C por C, el caso, pidiéndola consejo y socorro en su tribulación» (CORDE, Diego Alfonso Velásquez de Velasco. El celoso, 1602). Probablemente la forma en plural se crea a partir del singular, pues el CORDE solo arroja ejemplos del plural desde finales del siglo XVIII (1 caso) y, de los 19 casos que incluye, casi todos (18) tienen el valor discursivo de marcar la información relevante para no apartarse del hilo discursivo: «Él trabaja, ¿eh? Pues a eso vamos, que lo otro..., patarata» (CORDE, Emilia Pardo Bazán. La tribuna, 1883). En el español contemporáneo los valores discursivos de a lo que voy, a lo que vamos, a lo que iba, a lo que íbamos y las fórmulas a eso voy, a eso vamos giran en torno a dos polos. i) marcador de regresión y ii) marcador periférico de foco. En ambos casos, sirven para estructurar la información contenida en el discurso, asegurando el mantenimiento del hilo semántico, con la vuelta al tema central (i) o poniendo de relieve la información más importante, de modo que se preserve la macroestructura textual (ii). Con estos dos valores, las estructuras analizadas han fijado una construcción en la que comparten los siguientes elementos: la preposición a, con valor final y no local; la metaforización del verbo ir y un elemento pronominal que remite anafóricamente a lo dicho o pensado (marcador de regresión) o que focaliza la atención sobre el segmento que permite mantener el hilo semántico del discurso (marcador focal). La lexicalización de estas fórmulas de recuperación informativa o del mantenimiento de la macroestructura se advierte en la capacidad que tienen para aparecer de forma autónoma, sin integrarse en una construcción mayor, lo que la Academia (v. nota 6) señala como un caso excepcional para a lo que iba, a lo que voy o a lo que vamos: «A lo que voy: la labor de un profesor de univerHay 67 ocurrencias en 55 documentos para a eso voy frente a 19 en 19 documentos de a eso vamos. 13

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sidad es, en gran parte, y en origen, intelectual» (CORPES XXI, Juan Julián Merelo. «Huelga y profesores de universidad». Atalaya: desde la tela de araña , 2002-06-21) / «—A lo que iba. El empresario cambia a menudo de recorrido, aunque tampoco tiene mucho donde escoger» (CORPES XXI, Fernando Aramburu. Patria. Barcelona: Tusquets, 2016) / «Contreras. —Que no, que aquí no tenemos que coger ningún niño. Aquí, ¿qué es lo que importa...?, la Constitución, ¿no? A lo que vamos. Pues la cogemos, que además sabemos dónde está ahí bien preparada, con sus tapas rojas y todo» (CORPES XXI, José Luis Alonso de Santos. Los conserjes de San Felipe Neri. Madrid: Cátedra, 2012). Y también se advierte en la capacidad para combinarse con otros conectores o elementos que inciden en la contraexpectaiva que supone apartarse de la macroestructura textual (pero, pero bueno: «Pero a lo que íbamos, retoma el hilo Aguilar», CORPES XXI, Laura Restrepo. Delirio. Madrid: Alfaguara, 2004 / «Pero bueno, a lo que voy es que palabras sacan palabras», CORPES XXI, Luis Estribí M. «Fichas y fachas». El Siglo. Panamá: , 2001-07-27) o que sirven para hacer avanzar el discurso centrándolo en lo realmente importante (en fin, bueno: «Yo sólo quiero que lo vean para adquirir consciencia de ello... En fin..., a lo que iba..., que yo, en cuanto tomo consciencia de estar actuando», CORPES XXI, Agatha Christie. La Ratonera. El Entrego: Oris Teatro, 2001-05-03 / «Bueno, a lo que iba. El libro, muy recomendable», CORPES XXI, Pedro Jorge Romero. Diccionario de las Artes (ii): , 2002-11-26). En cuanto al registro, estas fórmulas de recuperación y mantenimiento de la información se emplean en el español contemporáneo en contextos de baja formalidad; ello puede ser la causa de la poca profundidad histórica de estos usos discursivos (se rastrean en los corpus analizados a partir del XIX). Aparecen preferentemente en textos dialogados o en textos monologales de marcado acento conversacional, textos que favorecen la disgregación temática y la aparición imprevista de informaciones que pueden apartarse del propósito discursivo central. Por eso los marcadores de regresión constituyen estrategias de reparación discursiva. Así, pueden utilizarse tanto en singular como en plural, sin necesidad de un auténtico plural, sino como fórmula que tiene en cuenta al interlocutor en el desarrollo del discurso14.

Los datos que arroja el CORPES XXI a este respecto indican una preferencia por los usos en singular. 14

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5. CONCLUSIONES Como hemos visto en el desarrollo del trabajo, las fórmulas a lo que voy, a lo que vamos, a lo que iba, a lo que íbamos, a eso voy, a eso vamos, pueden considerarse unidades con valor procedimental en español contemporáneo. Junto con otros elementos que no hemos tratado en esta ocasión (ir al grano, vamos a lo que vamos/voy a lo que voy, a lo que estamos), constituyen un tipo de marcador que se especializa en la recuperación informativa y en el mantenimiento de la macroestructura textual. Por eso pertenecen a la clase general de los organizadores, estructuradores o jerarquizadores de la información. Dentro de ella, están en estrecha relación con los marcadores de digresión, que sirven para señalar el alejamiento informativo. La vuelta al hilo central del discurso lleva aparejada una estructura formal en que el verbo de movimiento ir es el centro semántico de la expresión y el centro deíctico lo constituyen los pronombres que permiten enlazar con la información anterior, dicha o inferida. Este trabajo ha de considerarse una primera aproximación a este tipo de elementos. Habría que acometer un estudio más profundo de esta subclase de marcadores para analizar las propiedades formales y pragmáticas de cada uno de ellos; así podríamos explorar la relación existente entre los procedimientos lexicalizados en español para realizar operaciones discursivas de digresión, por un lado, y recuperación informativa, por otro. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS BUSTOS GISBERT, José M. (1996). La construcción de textos en español. Salamanca: Ediciones de la Universidad de Salamanca. COMPANY COMPANY, Concepción (2004). «¿Gramaticalización o desgramaticalización? Reanálisis y subjetivización de verbos como marcadores discursivos en la historia del español», RFE, LXXXIV, 1, pp. 29-66. CORDE = CORDE: Real Academia Española: Banco de datos (CORDE) [en línea]. Corpus diacrónico del español. [consulta: 3 de junio de 20119]. CORPES XXI = Real Academia Española: Corpus del español del siglo XXI, [consulta: 25 de mayo 2019]. CREA = Real Academia Española: Corpus de Referencia del Español Actual (CREA), [consulta: 24 de mayo de 2019]. DIJK, Teun van ([1978] 1992). La ciencia del texto. Barcelona: Ediciones Paidós.

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EL DISCURSO ORATORIO EN UNA PRECEPTIVA LITERARIA DEL SIGLO XX Luis Alberto Hernando Cuadrado Universidad Complutense de Madrid

1. INTRODUCCIÓN El propósito del presente trabajo es el estudio, debidamente contextualizado, del tratamiento dado al discurso oratorio por el P. Amalio de San Luis Gonzaga, carmelita descalzo —llamado en la vida civil Julián Echeverría Barrena—, teólogo, humanista, y escritor fino y atinado, en su Literatura preceptiva1, obra que estuvo en vigor durante buena parte del siglo XX y gozó de una excelente acogida en los centros religiosos como texto de retórica. Con ese fin, nos centraremos, en primer lugar, en el concepto de oratoria; a continuación, examinaremos los elementos constituyentes, constantes y variables, del discurso oratorio y sus partes; y, por último, analizaremos un discurso La Literatura preceptiva de Amalio de San Luis Gonzaga, que conoció cinco ediciones —aparecidas, respectivamente, en 1920 (Bilbao, Imprenta y Encuadernación Ambos Mundos, 290 páginas), 1922 (Vitoria, Imprenta Moderna, 296 páginas), 1930 (Vitoria, Imprenta Moderna, 296 páginas), 1944 (San Sebastián, Gráficas Fides, 366 páginas) y 1952 (Vitoria, Ediciones El Carmen, 366 páginas)—, se encuentra presidida por la siguiente cita de la Epistula ad Pisones, o De Arte Poetica, de Horacio: «Natura fieret laudabile carmen, an arte, / Quaesitum est: ego nec studium sine divite vena / Nec rude quid prosit video ingenium: alterius sic / Altera poscit opem res, et conjurat amice» (1952: 5). 1

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oratorio concreto para comprobar cómo se reflejan en él los aspectos doctrinales tomados en consideración. La oratoria (< lat. oratoria —< orare < os, oris—), en sentido estricto, es definida por Amalio de San Luis Gonzaga como «el arte de persuadir, esto es, de convencer y mover por medio de la palabra hablada» (1952: 291). José Coll y Vehí, a mediados del siglo XIX, la había presentado como el «arte de emplear el pensamiento y la palabra para la consecucion de un fin determinado, que generalmente es la aplicacion de la verdad (general ó concreta) á un caso particular, la realizacion de lo útil y de lo bueno» (1856: 321). Después de Amalio de San Luis Gonzaga, también en el siglo XX, Luis Penagos la concibe, en sentido estricto, como «el arte de persuadir por medio de la palabra» (1964: 13), y, en sentido lato, como «el arte de exponer o imponer ideas» (1964: 13). Rafael Lapesa señala que es «el arte de convencer o conmover por medio de la palabra hablada» (1970: 200). En el siglo XXI, la Real Academia Española, en la segunda acepción del término, la considera como «el arte de hablar con elocuencia» (2014: s. v.) (< lat. eloquentia < e + loqui)2, y, en la tercera, como el «género literario que se concreta en distintas formas, como el discurso, la disertación, la conferencia, el sermón, etc.» (2014: s. v.), a las que se suele añadir, entre otras, el panegírico. De acuerdo con su definición de oratoria, Amalio de San Luis Gonzaga explica que, aunque los términos oratoria y elocuencia posean etimológicamente idéntico significado, el uso ha hecho que se interprete que aquella es arte, mientras que esta es el don natural de comunicar con facilidad y viveza nuestras ideas y sentimientos a los demás, de donde se desprende que la oratoria es el modo artístico de esa misma expresión, cultivado y perfeccionado por el estudio (1952: 291). Asimismo, aclara que persuadir no es lo mismo que convencer porque el primero de estos términos hace referencia a determinar a la La voz elocuencia, en el Diccionario académico, en su primera acepción, se aplica a la «facultad de hablar o escribir de modo eficaz para deleitar, conmover o persuadir» (2014: s. v.), y, en la segunda, a la «eficacia para persuadir o conmover que tienen las palabras, los gestos o ademanes y cualquier otra acción o cosa capaz de dar a entender algo con viveza» (2014: s. v.). En el siglo XIX, José Coll y Vehí había distinguido la elocuencia y la oratoria basándose en que la primera es «un don de la naturaleza, que se perfecciona y desenvuelve por medio del arte» (1856: 320), mientras que la segunda es el «arte de emplear el pensamiento y la palabra para la consecucion de un fin determinado» (1856: 321). 2

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voluntad a obrar en un determinado sentido y el segundo a obligar al entendimiento a abrazar una verdad por medio de razones o pruebas, por lo que el acto de persuadir abarca los de convencer y mover3. La oratoria, dado que su fin práctico —determinar a los oyentes a obrar en un determinado sentido— deja en segundo término al literario, no pertenece a las bellas artes. Sin embargo, puede considerarse como arte bella por servirse de la belleza como medio para conseguir su fin, en cuyo cometido debe conformarse con reglas artísticas. De ello se infiere que «la oratoria no es mera exposición de la verdad, como la didáctica, ni simple expresión de la belleza, como la poesía; pero se sirve de una y otra para conseguir su fin, predominando lo didáctico en el fondo y lo estético en la forma» (ASLG4, 1952: 293). En este sentido, los elementos que forman parte de la composición oratoria son tres, la exposición y demostración de la verdad, las imágenes y los afectos, el primero de los cuales constituye «el elemento científico» (ASLG, 1952: 293) y los otros dos «el poético» (ASLG, 1952: 293). En opinión de José Coll y Vehí, lo que mas caracteriza la oratoria, y la distingue esencialmente de la poesía, es la subordinacion del pensamiento y de la palabra á un fin práctico, útil, y por lo tanto extraño al arte (la formacion de una ley, su aplicacion, la reforma de las costumbres, etc.). Mas aunque no sea su fin directo la expresion de lo bello; aunque, rigurosamente hablando, no pertenezca á las bellas artes; como, por otra parte, admite en la forma (plan, estilo) cierta libertad que no tolera la obra puramente científica; como para conseguir un fin determinado echa mano de todos los recursos de la imaginacion y de la sensibilidad; no cabe poner en duda que tiene grandes puntos de contacto con la poesía, y que merece un lugar muy preferente en los tratados de bellas artes en general, y especialmente en los de literatura (1856: 321).

3 Llegado a este punto, Amalio de San Luis Gonzaga advierte que, en sentido amplio, también suele definirse la oratoria como «el arte de hablar del modo más conveniente al fin para el que se habla» (1952: 292), definición en la que se encuentran comprendidos todos los géneros literarios, «ya se dirijan a instruir, deleitar o persuadir» (1952: 292). 4 A partir de aquí, en la citación bibliográfica entre paréntesis, cuando no haya sido mencionado expresamente en el párrafo Amalio de San Luis Gonzaga, emplearemos esta forma abreviada en lugar de la desarrollada para referirnos a él.

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2.  EL DISCURSO ORATORIO En el discurso oratorio, señala Amalio de San Luis Gonzaga, como José Coll y Vehí, que pueden entrar las siete partes distinguidas tradicionalmente por los retóricos, exordio, proposición, división, narración, confirmación, refutación y peroración, y, como ellos, sostiene que de ellas solo son esenciales la proposición —al menos, implícitamente— y la confirmación5, y que su distribución en el discurso por el orden en el que han sido enumeradas no es invariable. Luis Penagos reconoce directamente cuatro partes, exordio, proposición, confirmación y peroración, y advierte que «no es ésta la única estructura del discurso y que la prudencia le aconsejará al orador en cada caso el empleo que ha de hacer de ella y las modificaciones que ha de introducir» (1964: 14). Rafael Lapesa, tras enumerar y describir las siete partes tenidas en cuenta en la retórica antigua, manifiesta que es frecuente que «aparezcan reducidas a cuatro, exordio, proposición, confirmación y epílogo; pero el exordio y el epílogo pueden omitirse» (1970: 203). Mario Artesero García, partiendo de la base de que en la actualidad cualquier tipo de obra literaria o guion de cine consta de tres partes, planteamiento, trama y desenlace, propone una estructuración paralela del discurso oratorio en introducción, desarrollo y conclusión (2017: 29-30). El exordio, la primera parte del discurso, caracterizada por Cicerón en De inventione como «oratio animum auditoris idonee comparans ad reliquam dictionem: quod eveniet, si eum benivolum, attentum, docilem confecerit» (1998: 96)6, tiene por objeto, según Amalio de

Aristóteles ya había observado que, en efecto, las dos partes esenciales del discurso oratorio son la proposición y confirmación, y que solo pueden añadirse a estas el exordio y la peroración, dado que la refutación está comprendida en la confirmación (2007: 319-320). Cicerón, en Rhetorica ad Herennium, habla de todas las partes del discurso oratorio menos de la proposición, a la que considera comprendida en el exordio: «Inventio in sex partes orationis consumitur: in exordium, narrationem, divisionem, confirmationem, confutationem, conclusionem» (1998: 8). Quintiliano admite las siete partes y añade la digresión (egressio seu excursio) (1822: cap. III). 6 Los tres adjetivos empleados por Cicerón son utilizados también por Quintiliano en la caracterización del exordio: «Causa principii nulla est alia, quam ut auditorem, quo sit nobis in caeteris partibus accommodatior, praeparemus: id fieri tribus maxime rebus, inter auctores plurimos constat, si benevolum, attentum, docilem fecerimus» (1822: 12). 5

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San Luis Gonzaga, «disponer favorablemente el ánimo de los oyentes» (1952: 303-304)7. Según José Coll y Vehí, es «el preámbulo ó introduccion del discurso: su objeto es preparar el ánimo de los oyentes para que nos oigan con atencion y benevolencia» (1856: 363). Luis Penagos señala que «tiene por fin preparar el ánimo de los oyentes ganándose su benevolencia y su atención» (1964: 13). Rafael Lapesa anota que en el exordio, que constituye la introducción del discurso, «el orador se presenta al público y solicita su atención» (1970: 202). La Real Academia Española lo interpreta como «principio, introducción, preámbulo de una obra literaria, especialmente la primera parte del discurso oratorio, cuyo objetivo es atraer la atención y preparar el ánimo de los oyentes» (2014: s. v.). El exordio, de esta manera, suele ser proporcionado al discurso, propio, sencillo, interesante y modesto (ASLG, 1952: 306). Los preceptistas antiguos distinguieron cuatro clases de exordios, sencillo, solemne, de insinuación, y vehemente o exabrupto8, en el último de los cuales, que constituye un caso especial, el orador entra sin preparación en el asunto, abandonándose desde el principio al arrebato de la pasión, como se puede constatar en el de la primera Catilinaria de Cicerón, su modelo clásico más representativo: Quo usque tandem abutere, Catilina, patientia nostra? Quam diu etiam furor iste tuus nos eludet? Quem ad finem sese effrenata iactabit audacia? Nihilne te nocturnum praesidium Palati, nihil urbis vigiliae, nihil timor populi, nihil consursus bonorum omnium, nihil hic munitissimus habendi senatus locus, nihil horum ora vultusque moverunt? Patere tua consilia non sentis, constrictam iam horum omnium scientia teneri coniurationem tuam non vides? Quid proxima, quid superiore nocte egeris, ubi fueris, quos convocaveris, quid consili ceperis quem

7 En aquellos casos en los que el orador está seguro de la buena disposición de los oyentes, el exordio no es necesario. En este sentido, José Coll y Vehí había advertido que «los antiguos lo emplearon muchas veces sin necesidad y solo por via de ornato. A esta circunstancia y al valor excesivo que los retóricos le han atribuido, son debidos quizás los defectos en que con tanta frecuencia incurren los que se imponen la obligacion de encabezar sus discursos con un exordio en forma» (1856: 363-364). 8 Amalio de San Luis Gonzaga confiesa que acepta esta clasificación del exordio por ser la que «ha prevalecido en las aulas» (1952: 304), aunque no le parece muy filosófica, cosa que lo sería más dividirlo «por el grado de elevación, en sencillo o templado, y sublime o solemne; y por el modo como lleva el asunto, en directo o indirecto o de insinuación» (1952: 304).

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nostrum ignorare arbitraris? O tempora, o mores! Senatus haec intellegit, consul videt; hic tamen vivit. Vivit? Immo vero etiam in senatum venit, fit publici consili particeps, notat et designat oculis ad caedem unum quemque nostrum. Nos autem fortes viri satis facere rei publicae videmur, si istius furorem ac tela vitemus. Ad mortem te, Catilina, duci iussu consulis iam pridem oportebat, in te conferri pestem istam quam tu in nos omnes iam diu machinaris (2013: 100 y 102).

La proposición es definida por Amalio de San Luis Gonzaga como «la enunciación del asunto del discurso» (1952: 307). José Coll y Vehí la había presentado más detalladamente como «la enunciacion clara, sucinta, sencilla, precisa y completa del asunto de que se va á tratar» (1856: 366). Según Luis Penagos, atendiendo a la etimología del término, «es aquello que el orador se propone demostrar o probar» (1964: 13). Rafael Lapesa apunta que en ella «el orador anuncia el tema de que va a tratar» (1970: 203). La Real Academia Española la concibe como la «parte del discurso, en que se anuncia o expone aquello de que se quiere convencer y persuadir a los oyentes» (2014: s. v.). De acuerdo con tales opiniones, esta parte del discurso, por regla general, es breve y precisa, clara, interesante y fecunda (ASLG, 1952: 307). La división, caracterizada por estos autores, respectivamente, como «la enumeración formal de los distintos puntos del discurso» (ASLG, 1952: 307), «la enunciacion formal de los varios puntos que el asunto comprende, y de los cuales trata el orador separadamente y siguiendo el mismo órden con que los enunció» (Coll y Vehí, 1856: 367), «las partes o cuestiones principales que el tema contiene» (Lapesa, 1970: 203), «la distribución ordenada de los varios puntos que puede abrazar la proposición del discurso oratorio» (Real Academia Española, 2014: s. v.), presenta como notas características, además de las que se descubren en la proposición, la distinción, integridad, orden y sobriedad (ASLG, 1952: 308). José Coll y Vehí observa que, estructural y estilísticamente, la proposicion, la division y las subdivisiones son como el esqueleto del discurso. En todos los discursos existen, y existen en toda obra metódicamente ordenada; la diferencia está en que se ocultan mas ó menos, segun convenga que se descubra ó no la parte debida á la reflexion. Por consiguiente, la division, lo mismo que la proposicion, mas bien que parte del discurso, es la delineacion del todo. // Las divisiones y subdivisiones deben reunir las mismas cualidades que la proposicion; deben ser claras, breves, sencillas, precisas y completas

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ó íntegras. Deben además ser unas, refiriéndose á un solo objeto, y considerándolo además bajo un solo punto de vista; deben ser distintas, ó en otros términos, ningun miembro de la division debe estar comprendido en otro. Conviene además que entre los distintos miembros se observe la gradacion conveniente, y que sea tan natural, que parezca que el asunto se divide por sí mismo, y no que se quiebra violentamente: dividere, non frangere (1856: 367-368).

La narración, en opinión de Amalio de San Luis Gonzaga, «la parte del discurso en la que se refieren los hechos sobre los que versa el mismo» (1952: 309), que debe estar adornada por cualidades como la verdad —que no impide presentar los hechos por el lado más favorable a la causa defendida—, unidad, y brevedad y precisión, apenas es empleada modernamente más que en los discursos forenses, utilizándose a menudo en su lugar la exposición, la «parte del discurso que precede a la confirmación y en la cual se expone el estado de la cuestión, explicando los términos y el verdadero sentido de la misma» (1952: 309). La Real Academia Española, consciente de la situación, define la narración como «una de las partes en que suele considerarse dividido el discurso, en la que se refieren los hechos que constituyen la base de la argumentación» (2014: s. v.). José Coll y Vehí explica que la narración, en general, es «toda relacion de hechos verdaderos ó fabulosos; pero concretándonos á la narracion oratoria, podemos definirla: “Aquella parte del discurso en que se refieren los hechos necesarios para la inteligencia de la causa y la consecucion del fin que se propone el orador”» (1856: 369), a lo que añade que no es esencial en todos los discursos, porque no siempre hay necesidad de referir hechos. En el panegírico y en los discursos forenses es donde tiene mas cabida; sin embargo, en el foro mismo se omite muchas veces en las llamadas cuestiones de derecho. Pero en los casos en que la cuestion versa sobre algun hecho controvertido, como generalmente sucede en las causas criminales, puede asegurarse que es tan importante como la confirmacion misma, porque en ella se contienen los gérmenes de las pruebas. Omnis orationis reliquae fons est narratio (Cic., De orat., II, 81)9 (1856: 369-370).

Esta cita del diálogo De oratore de Cicerón introducida por José Coll y Vehí se enmarca dentro del siguiente contexto del texto original: «Ac, si quando erit 9

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La confirmación, consistente en «la parte del discurso en que se prueba la verdad enunciada en la proposición» (ASLG, 1952: 309), «la parte del discurso en que se prueba la verdad de la proposicion» (Coll y Vehí, 1856: 371), «aquella parte del discurso en la que se exponen las razones o motivos para persuadir a los oyentes y se excitan los sentimientos» (Penagos, 1964: 14), la parte del discurso en la que «se demuestra la teoría sustentada, alegando las pruebas necesarias» (Lapesa, 1970: 2003), «la parte del discurso, en que se aducen pruebas para demostrar la proposición» (Real Academia Española, 2014: s. v.), es la parte más importante del discurso oratorio. Amalio de San Luis Gonzaga, con el precedente de José Coll y Vehí, que había advertido que «la confirmacion no solamente es la parte principal del discurso; es en cierto modo el discurso mismo» (1856: 371), concluye que esta «es la parte principal del discurso, o mejor dicho, la que constituye el discurso» (1952: 310), ya que a ella «se refieren las otras partes: el exordio la prepara, la proposición la anuncia, el epílogo la termina. Con la confirmación puede darse un discurso perfecto, y sin ella no se le puede concebir, aunque existan todas las otras» (1952: 310). En esta parte, en efecto, es donde el orador persigue directamente el fin del discurso, la persuasión, tratando de convencer al auditorio por medio de las pruebas, y, supuesta esta convicción, mover sus voluntades por los afectos o pasiones10. Al ordenar las pruebas, no es recomendable colocarlas en progresión ascendente, comenzando por las más fuertes y finalizando por las más débiles, ya que, como advierte José Coll y Vehí, debe atenderse á sus grados de fuerza, en punto á lo cual opina Quintiliano que solamente es dado establecerse un precepto: Ne a potentis-

narrandum, ne illa, quae suspicionem et crimen efficient, contraque nos erunt, acriter persequamur, et quidquid poterit, detrahamus; ne illud, quod Crassus, si quando fiat, perfidia, non stultitia fieri putat, ut caussae noceamus, accidat: nam ad summam totius caussae pertinet, caute an contra demonstrata res sit, quod omnis orationis reliquae fons est narratio» (1746: 282).

José Coll y Vehí considera que «en los discursos en que el orador no debe probar nada, aconseja, persuade; y en este caso, las razones que da, las costumbres y las pasiones pueden considerarse como medios indirectos de prueba, como verdaderas pruebas oratorias. Los discursos en que el orador se propone simplemente agradar, ya dijimos que pierden el carácter oratorio, invadiendo mas ó menos los dominios de las composiciones poéticas» (1856: 371). 10

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simis ad levissima decrescat oratio (V, 12)11. // Sin infringirse esta regla, puede darse á las pruebas dos colocaciones distintas: ó se pasará de las mas débiles á las mas fuertes, observando la progresion rigorosa que exigen muchos retóricos, semper angeatur et crescat oratio; ó se adoptará el órden que aconseja Ciceron, y que Quintiliano llama homérico, por ser el mismo en que Nestor coloca sus tropas, que consiste en empezar por alguna prueba de importancia para apoderarse desde el principio del ánimo del auditorio, reservando las mas poderosas para el fin, é intercalando entre unas y otras las menos convincentes. En ningun caso, ni aun en el que citan Blair y Hermosilla, de cuando la causa es dudosa, nos parece acertado presentar al frente de todas la prueba principal (1856: 372).

La refutación es presentada por Amalio de San Luis Gonzaga como «el complemento de la confirmación y tiene por objeto destruir las objeciones que podrían presentarse en contra de lo que se ha defendido en la confirmación» (1952: 312). José Coll y Vehí comenta que, en determinadas cuestiones, «para producir un pleno convencimiento no basta alegar todas las razones que corroboran el punto elegido, sino que es preciso desvirtuar ó destruir las razones contrarias, disipando las dificultades que pudieran suscitarse; de ahí la necesidad de la refutacion, parte del discurso íntimamente enlazada con la confirmacion, y que puede considerarse como el complemento de esta» (1856: 371). Rafael Lapesa confirma que con ella «se invalidan los argumentos que se pudieran oponer» (1970: 203). La Real Academia Española la considera «comprendida en la confirmación y cuyo objetivo es rebatir los argumentos aducidos o que pueden aducirse en contra de lo que se defiende o se quiere reprobar» (2014: s. v.). La refutación, dado que en los discursos oratorios no siempre se presentan objeciones que resolver, no es esencial en todos. Aunque, por regla general, se coloca después de la confirmación —cuando el auditorio está prevenido en contra de lo que va a decir el orador—, hay casos

El contexto en el que se halla la cita de Quintiliano es este fragmente del texto original que reza: «Quaesitum etiam, potentissima argumenta primone ponenda sint loco, ut occupent animos? an summo, ut inde dimittant? an partita primo summoque, ut Homerica dispositione in medio sint infirma? an a minimis crescant? Quae, prout ratio causae cujusque postulabit, ordinabuntur, uno, ut ego censeo, excepto, ne a potentissimis ad levissima decrescat oratio» (1822: 313-314). 11

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en los que procede alterar este orden, anteponiendo la refutación a la confirmación o intercalándola entre las pruebas —si las objeciones se hacen, no contra la proposición en general, sino contra alguna de las pruebas aducidas—12. José Coll y Vehí aclara que para refutar los argumentos es preciso demostrar que están apoyados en falsos principios, ó que de principios verdaderos se han deducido consecuencias falsas ó exageradas, ó que se ha dado por cierto lo dudoso, por confesado lo que se disputa, ó por propio de la causa lo que poca ó ninguna relacion tiene con ella. Son excelentes medios de refutacion el hacer resaltar las contradicciones en que hubiese incurrido el contrario, deducir de sus principios consecuencias favorables á nuestra causa, redargüirle con sus propias razones, lo que se llama convertir ó retorcer el argumento (retorquere argumentum) (1856: 373).

La peroración, la última parte del discurso oratorio, según Amalio de San Luis Gonzaga, «tiene por objeto acabar de persuadir los ánimos de los oyentes, ya recapitulando las pruebas más importantes y presentándolas como en un golpe de vista, ya dirigiéndose a la voluntad por medio de los afectos» (1952: 314-315)13. José Coll y Vehí matiza que su objeto «es reforzar las impresiones causadas, presentar la causa bajo el punto de vista mas favorable, ya recapitulando las principales razones, ya moviendo los afectos. La parte en que se recapitula, recibe el nombre especial de epílogo (enumeratio), y el de peroracion, tomado en sentido estricto, se aplica principalmente á la otra parle en que se concitan ó inflaman las pasiones» (1856: 375). Luis Penagos destaca el hecho de que en ella «el orador con mayor vehemencia pretende alcanzar el triunfo definitivo sobre la voluntad de los oyentes» (1964:

12 Cicerón, que había reparado en la estrecha relación existente entre la confirmación y la refutación, explica en el diálogo De oratore tal extremo como sigue: «Sequitur, ut caussa ponatur, in quo videndum est, quid in controversiam veniat. Tum suggerenda sunt firmamenta caussae conjuncte, et infirmandis contrariis, et tuis confirmandis: Namque una in caussis ratio quaedam est ejus orationis, quae ad probandam argumerdationem valet. Ea autem et confirmationem et reprehensionem quaerit; sed quia neque reprehendi quae contra dicuntur, possunt, nisi tua confirmes, neque haec confirmari, nisi illa reprehendas, idcirco haec et natura, et utilitate, et tractatione conjuncta sunt» (1746: 282-283). 13 A juicio de Amalio de San Luis Gonzaga, en el primer caso, nos hallamos ante el epílogo, y, en el segundo, ante la peroración propiamente dicha (1952: 315).

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14). Rafael Lapesa distingue directamente entre epílogo y peroración, basándose en que el epílogo es «un resumen o conclusión» (1970: 203), mientras que la peroración «remata patéticamente el discurso para acentuar la emoción de los oyentes» (1970: 203). La Real Academia Española recoge las dos acepciones del término peroración, relativas, respectivamente, a la «última parte del discurso, en que se hace la enumeración de las pruebas y se trata de mover con más eficacia que antes el ánimo del auditorio» (2014: s. v.) y a la «parte exclusivamente patética de la peroración» (2014: s. v.). La peroración, para lograr su cometido, debe ser concisa, breve y enérgica, y contener algún rasgo nuevo e interesante que realce lo expuesto en el discurso y aumente la emoción. Teniendo en cuenta que el interés de toda obra literaria ha de ir en aumento, y que las últimas impresiones deben dejar el ánimo completamente satisfecho, José Coll y Vehí advierte que en la peroracion es donde empleará el orador «los tesoros de la elocuencia». La peroracion no es una repeticion breve y fria de lo que se ha dicho: si no realzase el asunto, si no le presentase de un modo mas interesante, tanto valdria omitirla. // Omnia autem concludenda plerumque rebus augendis, vel inflammando judice, vel mitigando, omniaque quum superioribus orationis locis, tum maxime extremo, ad mentes judicum quam maxime permovendas, et ad utilitalem nostram vocandas, conferenda sunt (Cic., De orat., II, 81)14 (1856: 375-376).

3.  ANÁLISIS DE UN DISCURSO ORATORIO La oratoria, en sentido estricto, como hace notar Amalio de San Luis Gonzaga, siguiendo a José Coll y Vehí, en la línea marcada por Cicerón, es una15, a pesar de lo cual cabe clasificarla, de acuerdo con Esta cita de Cicerón (1746: 283) está situada en el texto original del diálogo De oratore a continuación del fragmento de la anterior del mismo autor en este trabajo. 15 La oratoria, según José Coll y Vehí, «no consta de géneros; mas, como el discurso oratorio se aplica á tan diversos asuntos, y cambia su carácter segun las circunstancias del auditorio, las de tiempo, localidad, etc., de aquí los diversos géneros de oratoria ó de elocuencia, que no son mas que la recta aplicacion de las reglas generales á determinados casos particulares» (1856: 383). Cicerón, en De oratore, había explicado, en este sentido, que «una est enim, quod et ego hesterna die dixi, et aliquot locis antemeridiano sermone significavit Antonius, eloquentia, quascumque 14

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los preceptistas, «según los distintos asuntos sobre los que puede versar» (1952: 315), en cuatro especies, académica, forense, política y sagrada. La académica, cuyo fin es «instruir deleitando» (1952: 216), es la que más se ajusta a los moldes clásicos; la forense, destinada a «ilustrar la conciencia de los jueces y moverles a sentenciar en determinado sentido sobre la acusa que se ventila» (1952: 317), es la que menos participa del elemento artístico; la política, centrada en los «asuntos de interés público» (1952: 319), se caracteriza por la energía del raciocinio y el lenguaje apasionado; y la sagrada, debido a «la sublimidad y excepcional interés de los asuntos de que trata» (1952: 321), ostenta un cierto carácter literario16. Para nuestro análisis de un discurso oratorio concreto, concorde con la teoría de Amalio de San Luis Gonzaga, con las lógicas variantes reconocidas como lícitas en la retórica desde antiguo, hemos elegido

in oras disputationis regionesve delata est: nam sive de coeli natura loquitur, sive de terrae; sive de divina vi, sive de humana; sive ex inferiore loco, sive ex aequo, sive ex superiore; sive ut impellat homines, sive ut doceat, sive ut deterreat, sive ut concitet, sive ut reflectat, sive ut incendat, sive ut leniat; sive ad paucos, sive ad multos; sive inter alienos, sive cum suis, sive secum, rivis est deducta oratio, non fontibus; et quocumque ingreditur, eodem est instructu ornatuque comitata» (1746: 313-314), a lo que, más adelante, añade: «Natura nulla est (ut mihi videtur), quae non habeat in suo genere res complures dissimiles inter se, quae tamen consimili laude dignentur» (1746: 314-315). 16 Amalio de San Luis Gonzaga menciona algunos de los oradores antiguos más representativos de los géneros indicados. La oratoria académica está representada principalmente por Isócrates (en Grecia), y Séneca, Quintiliano y Plinio el Joven (en Roma), así como por los discursos pronunciados en las distintas academias, universidades y centros culturales de reconocido prestigio (en España); entre los oradores forenses más célebres se encuentran Demóstenes (en Grecia), Cicerón (en Roma), y Meléndez Valdés, Floridablanca y Lacierva (en España); de los oradores políticos cabe citar a Pericles (en Grecia), Julio César y Cicerón (en Roma), y Martínez de la Rosa, Donoso Cortés y Vázquez de Mella (en España); en la oratoria sagrada han destacado, entre otros, san Gregorio Nacianceno (en la Iglesia griega), san Agustín (en la Iglesia latina), y san Juan de Ávila, fray Luis de Granada y fray Luis de León (en España) (1952: 315-326). A continuación de la oratoria política, sin haberla citado en la enumeración, incluye la militar, que «comprende las arengas o alocuciones dirigidas por los generales a los soldados» (1952: 320), de las que los historiadores griegos y latinos, y nuestros clásicos que los imitaron, ofrecen excelentes modelos. Por otro lado, dado el carácter especial de la oratoria sagrada, distingue en ella distintas subespecies, como la plática doctrinal, la homilía, el panegírico, la oración fúnebre, el sermón dogmático, la conferencia y el sermón moral, que son las principales y las que «presentan un carácter literario más definido» (1952: 320-326).

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la oración fúnebre, pronunciada en la catedral de Toledo, el 15 de julio de 1968, en las honras del cardenal Enrique Plá y Deniel17, por el entonces canónigo magistral, el Dr. D. Filiberto Díez Pardo, uno de los oradores religiosos más brillantes de la época, hombre de figura erguida y serenidad de espíritu, viva sensibilidad, inteligencia clara y penetrante, imaginación fecunda, memoria tenaz y pronta, carácter afable y comunicativo, facilidad de expresión, pronunciación clara y elegante, voz de timbre agradable y potente, y dignidad en la acción (ASLG, 1952: 298-299, y 321-322). La oración fúnebre, elogio, con motivo de su fallecimiento, del egregio prelado que rigió los destinos de la archidiócesis de Toledo durante casi tres décadas del siglo XX, envuelta formalmente por un bello estilo literario, consta de las cuatro partes, exordio, proposición, confirmación y peroración, a las que, desde antiguo, se han reducido con frecuencia las siete distinguidas tradicionalmente. Son las cuatro que, según se ha podido comprobar, mencionan expresamente dos preceptistas literarios en los años inmediatamente anteriores y posteriores a su composición y pronunciación, Luis Penagos —que solo reconoce estas cuatro— y Rafael Lapesa —quien admite que a ellas se pueden reducir las siete—18. En el exordio, el canónigo magistral, teniendo en cuenta el contexto y la situación que le rodea, con el fin de crear un ambiente propicio entre la multitud asistente, habla, en el estilo solemne que le caracterizaba, del sentido trascendente que tiene para el cristiano la liturgia de difuntos, citando a san Pablo, el Concilio Vaticano II19 y la Sagrada Escritura: 17 Enrique Plá y Deniel (Barcelona, 1876-Toledo, 1968), doctor en Teología, Derecho Canónico y Filosofía, recibió la ordenación de presbítero en Roma (1900) y, posteriormente, fue canónigo de la catedral de Barcelona (1912-1918), obispo de Ávila (1918-1935) y Salamanca (1935-1941), arzobispo de Toledo (1941-1968), y cardenal (1946-1968). 18 La obra de Rafael Lapesa, que citamos en este trabajo por la reimpresión de 1970 de la edición de 1964 (Salamanca, Anaya, 207 páginas), había visto la luz por primera vez en 1947 (Barcelona, Rauter, 179 páginas). 19 Finalizado el Concilio Vaticano II (el 8 de diciembre de 1965), con el que se había pretendido lograr el aggiornamento —o puesta al día— de la Iglesia, revisando tanto el fondo como la forma de todas sus actividades, la oratoria sagrada fue tomando un nuevo rumbo hacia una mayor sencillez, por lo que en las catedrales, en las grandes solemnidades, en lugar de tomar la palabra el canónigo magistral y pronunciar un discurso en tono elevado, pasaría a dirigirse a los fieles el prelado de la diócesis adaptándose a las nuevas tendencias.

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La Liturgia de Difuntos, seguida con religiosa atención, resulta siempre impresionante. Impresionante y aleccionadora. Es que nos encara, valientemente, con lo que San Pablo llama en la epístola a que acabamos de dar lectura, el MISTERIO de la muerte y el Concilio Vaticano II el enigma máximo de la vida humana. Sufre el hombre con el dolor y la disolución del cuerpo, pero el máximo tormento es el temor por la desaparición para siempre. Con instinto certero, se resiste a aceptar la perspectiva de una ruina total y del adiós definitivo a la vida. Y todos los esfuerzos de la ciencia y técnica modernas y aun la prórroga de la longevidad que hoy proporciona la biología no pueden calmar las ansias entrañables de inmortalidad que surgen ineludiblemente del corazón humano. Sólo la Iglesia, aleccionada por la divina revelación, ha desvelado el misterio. La clave está en Cristo, que con su muerte destruyó nuestra muerte y con su resurrección restauró nuestra vida. Sólo Cristo ha podido gritar ante un cadáver de cuatro días: Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá eternamente. Porque yo soy el de antes y el de siempre. Fui muerto y mira que estoy vivo por los siglos de los siglos… (1968: 1).

En la proposición, D. Filiberto Díez Pardo anuncia, con claridad y precisión, en perfecta sintonía con las palabras del exordio, la razón profunda de la celebración de la asamblea eucarística en el recinto catedralicio, con el fin de despertar la atención del oyente, que ha acudido a la convocatoria del obispo auxiliar al acto religioso en sufragio por eterno descanso del alma del cardenal para ofrecer por él sus oraciones, y dar testimonio público del reconocimiento a su ejemplar labor pastoral y de gratitud por su entrega abnegada: Convocados por el Excmo. Sr. Obispo, Vicario Capitular, y a impulsos de nuestra devoción filial, nos reunimos esta noche, bajo las bóvedas de la Catedral Primada, para ofrecer a Dios, ante todo, el cuerpo y sangre de su Hijo y Señor nuestro Jesucristo, en sufragio por el alma del que fue nuestro venerable y venerado Señor Cardenal, a fin de que esta sangre divina lo purifique de la escoria y del barro que pudo habérsele pegado en los largos y no llanos caminos de su vida. Y a la vez, para ofrendarle el testimonio público de nuestras oraciones, de nuestra piedad y de nuestro reconocimiento a sus desvelos pastorales.

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Nobleza obliga, decimos acá. Gratitud obliga también. Y familia obliga más. Y en la Iglesia, familia de Dios, el Obispo es Padre y Pastor de nuestras almas. Y eso fue para nosotros y para todos los españoles, por su condición de Primado, el Cardenal difunto… (1968: 2).

El orador religioso, tras una pausa natural y elocuente, pasa a la confirmación, el corazón del discurso, donde, con un dominio extraordinario de los recursos expresivos del lenguaje20, describe la trayectoria y elogia la silueta espiritual del personaje fallecido, cuya existencia aparece bien delimitada por cinco nombres, «a cual más sonoro y altivo» (1968: 3), Barcelona, su cuna y primer amor; Roma, forja de su personalidad eclesial; Ávila, su primera sede episcopal; Salamanca, su más alta cátedra magistral; y Toledo, su sede primada y su tumba. Entre las cualidades y virtudes poseídas en vida por D. Enrique Plá y Deniel, el ilustre canónigo magistral destaca el amor a la verdad, la justicia, el sentido social, la firmeza de carácter y, por encima de todas, el amor a la Iglesia: No resulta hacedero el trazar, en unos pocos rasgos esenciales, la silueta espiritual de su recia y monolítica personalidad. Pero pienso que cuantos le trataron de cerca habrán de reconocer en él un conjunto, armónicamente entramado, de virtudes y cualidades no brillantes pero recias bajo el signo supremo de su amor a la Iglesia. Destacaré yo algunas: 1. Un amor, que era culto, a la verdad: a la verdad de las cosas, de la palabra, de la mente, de la ley, del derecho, de las situaciones… Le repugnaban, instintivamente, la mentira, la doblez y aun las medias tintas. Le podía, en cambio, la verdad cruda, redonda y entera. Le gustaban las cosas y los asuntos claros… De este amor temperamental a la verdad derivaba su espíritu de justicia. 2. La justicia, como virtud general, le impulsaba a dar a cada uno lo suyo, a Dios lo que es de Dios, al César lo que es del César… 20 El enfoque teórico-metodológico de la sintaxis oracional en la época de la preceptiva literaria de Amalio de San Luis Gonzaga y de la oración fúnebre que nos ocupa ha sido estudiado por Luis Alberto Hernando Cuadrado (2012). Por otro lado, Jesús Sánchez Lobato y Alberto Hernando García-Cervigón (2017), y José Antonio Mayoral (1994), dan una explicación razonada y contextualizada del mecanismo de la gramática y los resortes de la retórica, respectivamente, que puede ser muy útil para comprender en profundidad cuanto afirmamos.

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según la fórmula eterna de Jesucristo. No olvidemos que la justicia así definida es deber y exigencia fundamental de la Ética no ya cristiana, sino de la Ética a secas. Pero la plenitud de la justicia será siempre la caridad que da no sólo lo del otro, sino de lo propio y ello con amor. A sabiendas, dejó escrito el Sr. Cardenal, y así os lo diríamos en el lecho de la muerte, ni hemos torcido la vara de la justicia, ni hemos obrado por recomendación, ni hemos tenido aceptación de personas. Podemos, sí, haber errado como hombre, ya que, como nos enseña el apóstol Santiago, todos tropezamos muchas veces… Perdonad, pues, en esta hora de despedida, nuestros defectos. 3. Fruto del espíritu de justicia era aquel su fuerte sentido social, constante, valiente, heroico, pero equilibrado, sin concesiones ni a la demagogia fácil ni a las diferentes formas del vasallaje con que se encubre no pocas veces la injusticia. No era el Cardenal de los que se amilanan ante las injusticias sociales que claman al cielo, no; ni solía servirse de metáforas o medias tintas para desvirtuar la verdad. Él llamaba a las cosas y a las situaciones por su nombre propio (1968: 5-6).

El Dr. Filiberto Díez Pardo subraya después la firmeza de carácter y altura de miras del cardenal, que siempre fue fiel a sus más íntimas convicciones, de donde derivaba su sencillez en todo, hasta tal punto que, a pesar de proceder de una familia catalana acomodada, muere pobre, sin dinero apenas para sufragarse el funeral, y, llevando el discurso al punto más alto de su clímax, exalta la nota de su espiritualidad episcopal que, como se ha apuntado anteriormente, era la que mejor le definía, su amor a la Iglesia, recurriendo a la figura de la anáfora, mediante la cual repite al comienzo de los párrafos dedicados a tal menester Amar a la Iglesia es…, e intercalando alguna que otra cita para corroborar sus palabras: Pero la nota dominante de su espiritualidad episcopal fue, sin duda, el amor a la Iglesia. Lo señalaba el Santo Padre Pablo VI en el telegrama de pésame dirigido al Sr. Obispo y Cabildo Primado: Sirvió y amó generosamente a la Iglesia. Amar a la Iglesia es entregarse en cuerpo y alma a su servicio. El Concilio Vaticano II ha recurrido muchas veces a la categoría de «servicio» para ilustrar el sentido carismático de la autoridad eclesial. Servicio en una doble dirección intraeclesial y extraeclesial: al pueblo de Dios y a la humanidad entera. Porque la Iglesia no es una realidad histórica terminada de hacer como Casa de Dios; hay que ir

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reconstruyéndola cada día y a cada hora, aportando cada uno de sus hijos un sillar con el que contribuir a su edificación. Y ahí están las pastorales del Cardenal sobre la Acción Católica… Amar a la Iglesia es amar al Papa, que la recapitula y fundamenta. Y ahí están sus tres escritos pastorales acerca del Vicario de Cristo; el último, con el que se despide de sus hijos toledanos, fechado en 10 de junio pasado. En él nos dice cosas tan bellas y emotivas como esta: El Papa es el pastor universal, con responsabilidad compartida, en cierta manera, con los demás pastores. El Papa es actualmente el punto de referencia de todos los hombres de buena voluntad… El Papa es el que, a la hora del reparto del quehacer apostólico en la Iglesia, ha cargado con la cruz más pesada. Su pluma paralizóse escribiendo el nombre del Papa, que es escribir el nombre de la Iglesia. Amar a la Iglesia es defenderla contra los que subvierten sus dogmas, su moral o su magisterio, ya sea desde las filas de su progresismo alocado y sin fronteras, como desde las torres de su inmovilismo petrificado y mortificante. Y ahí están sus grandes Cartas Pastorales sobre La realeza de Cristo y los errores del laicismo y aquella otra que tanto dio que hablar acerca de Los delitos del pensamiento y los falsos ídolos. Amar a la Iglesia es servirla, como ella debe y quiere ser servida, plegando nuestros criterios a los suyos, según la fórmula acuñada por San Ignacio y como enseña el propio Cardenal en su exhortación pastoral sobre la Necesidad de sentir con la Iglesia… (1968: 6-7).

Por fin, en la peroración, el canónigo magistral de la catedral de Toledo, tras una nueva pausa, desacelera el ritmo del discurso oratorio, resumiéndolo «como en un golpe de vista» (ASLG, 1952: 315), y, a la vez, lo remata con algunos detalles, con los que lo justifica, basándose en expresiones en latín que figuran en los textos de las lápidas sepulcrales de los cardenales Payá —donde se alude a la naturaleza humana del difunto, motivo por el cual necesita de las oraciones de los fieles— y Gomá —en la que se invoca a la Virgen del Sagrario para que interceda por él, y termina deseándole el descanso eterno: Tal fue, a grandes rasgos, la figura egregia de nuestro amadísimo padre y pastor, por el que hoy ofrecemos a Dios el sacrificio del cuerpo y sangre de Jesucristo en asamblea eucarística: Cardenal de la Iglesia Romana Arzobispo de Toledo Primado de España…

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HOMO TAMEN, como reza la lápida sepulcral del Cardenal Payá. Pero, al fin, hombre. Sí, hombre. Y como hombre, pecador y, por lo mismo, necesitado de las oraciones de la Iglesia en favor de su alma. Llegue, pues, hasta el tribunal del justo y misericordioso Juez, nuestra plegaria, a través del corazón de la Virgen del Sagrario, invocándola con el Cardenal Gomá, de imperecedera memoria: Monstra te esse Matrem, Nec averte peccatores, Sine quibus numquam fores Tanto digna Filio21. REQUIEM AETERNAM DONA EI, DOMINE, ET LUX PERPETUA LUCEAT EI. Fiat, Fiat (1968: 7-8).

4. CONCLUSIONES En la Literatura preceptiva de Amalio de San Luis Gonzaga, una de las obras de preceptiva literaria más representativas del siglo XX, que fue reeditada en cinco ocasiones entre 1920 y 1952, la oratoria, en la que se advierte un claro predominio de lo didáctico en el fondo y lo estético en la forma, es definida como el arte de persuadir, esto es, de convencer y mover por medio de la palabra hablada, y el discurso oratorio, dividido en las siete partes distinguidas tradicionalmente por los retóricos, exordio, proposición, división, narración, confirmación, refutación y peroración, de las cuales las esenciales son la proposición y la confirmación. La oratoria, en sentido estricto, como advierte Cicerón, es una, pese a lo cual suele ser clasificada por los preceptistas, de acuerdo con los distintos asuntos sobre los que puede versar, en cuatro especies, académica, forense, política y sagrada, y esta última, a su vez, dado 21 En la monografía de Anastasio Granados sobre el cardenal Gomá, igual que en la lápida de bronce que cubre la sepultura de dicho purpurado en la capilla de la Virgen del Sagrario de la catedral primada, esta estrofa reza así: «Monstra te esse Matrem; / Nec averte peccatores / Sine quibus nunquam fores / Tanti Mater Filii» (1969: 272). Por otro lado, la que comienza con las mismas palabras en el himno Ave Maris Stella presenta esta configuración lingüística: «Monstra te esse Matrem, / Sumat per te preces / Qui pro nobis natus / Tulit esse tuus» (Henry, 1907).

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su carácter especial, debido a la sublimidad y excepcional interés de los asuntos de que trata, comprende varias subespecies, como la plática doctrinal, la homilía, el panegírico, la oración fúnebre, el sermón dogmático, la conferencia y el sermón moral, las cuales, además de ser las principales, presentan un carácter literario más definido. La oración fúnebre sometida a análisis, pronunciada en la catedral de Toledo el 15 de julio de 1968 en las honras del cardenal Enrique Plá y Deniel, el insigne prelado que había permanecido en esa ciudad al frente de la archidiócesis durante casi tres décadas, por el canónigo magistral, D. Filiberto Díez Pardo, uno de los oradores religiosos más destacados de la época, revestida formalmente de un bello estilo literario, consta de las cuatro partes, exordio, proposición, confirmación y peroración, a las que con frecuencia habían sido reducidas las siete distinguidas desde la antigüedad clásica y las únicas mencionadas y tratadas por Luis Penagos sin dejar de reconocer que esta estructuración puede experimentar modificaciones. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS AMALIO DE SAN LUIS GONZAGA (1952). Preceptiva literaria, 5.ª ed. Vitoria: Ediciones El Carmen. ARISTÓTELES (2007). El arte de la Retórica. Traducción, introducción y notas de E. Ignacio Granero, 2.ª ed. Buenos Aires: Eudeba. ARTESERO GARCÍA, Mario (2017). El don de la palabra. Madrid: Editorial Tébar Flores. CICERO, Marcus Tullius (1954). Rhetorica ad Herennium. Translated by Harry Caplan. Cambridge, Massachussets: Harvard University Press. CICERÓN, Marco Tulio (1746). M. Tullii Ciceronis ad Q. fratrem dialogi tres De oratore. Ex MSS. emendavit, Notisque illustravit Zacharias Pearce; Editio tertia, Notis et Emendationibus multo auctior. Londini: Ex Officina Jacobi et Richardi Tonson et Johannis Watts. CICERÓN, Marco Tulio (2013). Catilinarias. Edición bilingüe de Antonio Ramírez de Verger. Madrid: Cátedra. CICERONE, Marco Tullio (1998). De inventione. Introduzione, traduzione e note a cura di Maria Greco. Lecce: Mario Congedo Editore. COLL Y VEHÍ, José (1856). Elementos de Literatura. Madrid: Imprenta y Estereotipia de M. Rivadeneyra. DÍEZ PARDO, Filiberto (1968). Oración fúnebre en las honras del Cardenal Arzobispo de Toledo y Primado de España D. Enrique Plá y Deniel. Toledo: Imprenta de la Editorial Católica Toledana. GRANADOS, Anastasio (1969). El Cardenal Gomá, Madrid: Espasa-Calpe.

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HENRY, Hugh (1907). «Ave Maris Stella». The Catholic Encyclopedia, 2. New York: Robert Appleton Company . HERNANDO CUADRADO, Luis Alberto (2012). «La subordinación oracional en una gramática española del siglo XX construida sobre el modelo de la latina y griega». Dicenda. Cuadernos de Filología Hispánica, 30, pp. 151-177. LAPESA, Rafael (1970). Introducción a los estudios literarios. Salamanca: Anaya. MAYORAL, José Antonio (1994). Figuras retóricas. Madrid: Síntesis. PENAGOS, Luis (1964). Oratoria sagrada hoy. Santander: «Sal Terrae». QUINTILIANUS, Marcus Fabius (1822). De institutione oratoria: ad codices parisinos recensitus cum integris commentariis Georgii Ludovici Spalding, quibus novas lectiones et notas adjecit Joannes Josephus Dussault, II. Parisiis: Colligebat Nicolaus Eligius Lemaire. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (2014). Diccionario de la lengua española, 23.ª ed. Madrid: Espasa Calpe. SÁNCHEZ LOBATO, Jesús y Alberto HERNANDO GARCÍA-CERVIGÓN (2017). Contribución al estudio de dos proyectos de gramática académica del siglo XX. Madrid: Visor Libros.

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1. INTRODUCCIÓN El periodismo económico es una de las áreas de la especialización periodística con mayor incidencia en la sociedad. La base de la información económica es la transformación de los datos en información, la cual, una vez analizada, interpretada y entendida, se convierte en conocimiento. La economía se convierte así en el motor de la información económica, del mismo modo que la información económica se transforma en la potencia de la economía, ya que sin una difusión eficazmente orientada sus logros posiblemente hubieran sido diferentes. El precedente de este tipo de información se remonta a las hojas sueltas denominadas Price-Currents que se repartían en los siglos XVI y XVII en las ciudades portuarias del Reino Unido y los Países Bajos para informar sobre los precios de determinadas mercancías y las tarifas portuarias. El Precio Corriente más antiguo, con los precios a mano, fue editado en Ámsterdam en 1585, y el primero completamente impreso, datado en esta misma ciudad en 1609, contiene la relación de más de doscientos productos a cuyo nombre acompañan el precio, origen y lugar de venta. De cualquier manera, como advierte Jesús Timoteo Álvarez, «es absolutamente seguro que estas relaciones o listas de productos circularon, hechas a mano, desde mucho antes, con abundante profusión entre los comerciantes europeos» (1991: 45).

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Durante el siglo XVIII aparecen en Europa diversas publicaciones especializadas en temas económicos, como Daily Courant (1702), Le Journal Economique (1751) o El Correo Mercantil de España y sus Indias (1792), que, según explica Henry Higgs, «constituyeron la fuente más rica para la historia de la vida económica contemporánea y el crecimiento de las ideas modernas» (1944: 97). El siglo XIX contempla el desarrollo definitivo de la información económica con la aparición de los diarios The Times (1785), The Economist (1843), Finantial Times (1888) y The Wall Street Journal (1889), así como de agencias de noticias, entre las que cabe citar Havas (1835), Reuters (1850) o Dow Jones (1882). En el siglo XX, la prensa económica irrumpe no solo como un gran negocio, sino también como el cuarto poder. En España, el Plan de Estabilización de 1959 «da el pistoletazo de salida a la información económica moderna» (Del Río, 2008: 23), que a partir de entonces comenzó a despegar y volvió a cobrar un nuevo impulso después de la transición, con el desarrollo económico experimentado y la apertura a Europa. La prensa económica española de los siglos XX y XXI, con el precedente de la revista El Economista, fundada en el XIX (1886)1, cuenta con publicaciones como Actualidad Económica (1958), Cinco Días (1878), Expansión (1986), La Gaceta (1989)2 o El Economista (2006)3, así como con la sección de Economía incluida en los diarios ABC, El Mundo, El País, El Periódico de Catalunya, La Razón, La Vanguardia, La Voz de Galicia y otros. La información económica en la actualidad no es ajena a la globalización del mercado y la comunicación. Los nuevos medios de comunicación, interconectados, interactivos y universales, del siglo XXI adquieren una mayor fuerza al multiplicar el número de consumidores, al mismo tiempo que impulsan un desarrollo de la economía paralelo al auge de las telecomunicaciones y la tecnología4. La La revista El Economista, titulada en sus comienzos El Economista Español, se editó desde 1886 hasta 1937. 2 La Gaceta es el título abreviado de La Gaceta de los Negocios, por el que fue conocido este periódico hasta 2009. 3 El actual diario El Economista, del mismo título con el que —una vez abreviado— se denominó a la revista El Economista Español, data de 2006, como se ha anotado en el texto. 4 En este contexto, como señala M.ª Azucena Peñas Ibáñez, «cualquier texto es el fragmento que se ignora quizá del hipertexto en movimiento que lo envuelve, 1

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circulación de una excesiva información en los medios convencionales y en las redes de comunicación de internet puede traer como consecuencia una extralimitación en el papel de los medios, que no debe ser otro que el de mantener el equilibrio entre su poder y el de sus propietarios para seguir siendo los mensajeros de la información y no la información misma. 2.  CODIFICACIÓN DEL MENSAJE 2.1. El tratamiento de la información económica se encuentra incluido en el marco general del registro periodístico5. En este sentido, el profesional, en el proceso de comunicación con el público suele proponerse como uno de sus objetivos prioritarios mantener el interés del lector u oyente hasta el final. Por ello, procura que cada párrafo posea su propia autonomía con respecto a los demás. De esta manera, la redacción de cada párrafo, tanto si se observan las reglas de la pirámide invertida como si no se sigue este modelo —sobre todo en el formato digital—, facilita la labor de prescindir de algún fragmento en el texto escrito si no cabe o en el medio audiovisual si no se dispone del tiempo necesario para leer la noticia completa6. En el discurso periodístico de economía, como apunta Rosa del Río, el dato «es el rey» (2008: 32), la actualidad, la esencia de la noticia, la noticia misma. La valoración objetiva del dato depende lo conecta a otros textos y sirve de mediador o de medio para una comunicación recíproca, interactiva, ininterrumpida» (2018: 42). 5 Luis Alberto Hernando Cuadrado sostiene que el discurso periodístico «se plasma normalmente en un modo de expresión condicionada por el tema desarrollado y el efecto que se busca en el receptor. Cada uno de los estilos periodísticos (el informativo, el de solicitación de opinión y el ameno) se perfila ante el investigador como un conjunto peculiar de rasgos de ideación y expresión propios de un género o como una suma de medios de expresión regulados de un modo unitario por las facultades personales» (2000: 13). 6 La teoría de la pirámide invertida en la actualidad, según hace notar Álex Grijelmo, en cierto modo, «ha quedado anticuada» (2014: 31), lo cual no quiere decir que haya que prescindir siempre de ella, ya que implica ordenar los datos en función del interés que puedan crear en el receptor y continúa siendo empleada por las agencias de prensa para facilitar a los medios informativos el manejo del material que proporcionan (Hernando García-Cervigón, 2017: 109).

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del contexto en el que se encuentra enmarcado, sobre todo de su comparación con el dato homólogo del período anterior, ya que, en caso contrario, la información, al no mostrar la evolución de los resultados, no sería completa7. Así, en la siguiente noticia se informa de que el impuesto de circulación recaudó el año pasado 513 millones de euros, lo que supone un 31,6% más que en el año anterior, y se añade que es el mayor desde que hay registros, debido a diversas causas: El impuesto de matriculación, que se paga al comprar un coche, recaudó el año pasado más de 513 millones de euros, un 31,6% más que el año anterior, según los datos publicados este martes por la Agencia Tributaria. Se trata del mayor aumento desde que hay registros. La caída en las ventas de vehículos diésel en detrimento de la gasolina, la moda de los todoterrenos urbanos (SUV), con más cilindrada, y el nuevo protocolo para medir las emisiones, explican el incremento histórico. // El sector del automóvil está inmerso en una auténtica revolución. El estallido del dieselgate —el caso que evidenció en septiembre de 2015 el fraude de los datos de emisiones— aceleró la transformación tecnológica y los cambios sociales (El País, 23/01/2019).

7 Dentro de este contexto, los números, como se indica en el Libro de estilo de El País, «se escriben con todas sus letras sólo las cifras del cero al nueve» (2014:137); para los millones, «no se emplearán los seis ceros correspondientes, sino la palabra ‘millón’» (2014: 137); y las cifras porcentuales, «en guarismos, seguidos, sin separación, del correspondiente signo matemático (%), lo mismo en el texto que en los titulares (‘el 9,5% de los votantes’)» (2014: 141). Por su parte, la Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, tras haber reconocido que, como en los textos científicos y técnicos, por las mismas razones de concisión y claridad, «en carteles, etiquetas, titulares periodísticos y textos publicitarios es también general el empleo de cifras» (2005: s. v. números; 2010: 683; 2012: 187), establece que en aquellos textos «en los que se trata de ofrecer información de la manera más concisa posible, como en carteles, titulares periodísticos y textos publicitarios, es normal y válido presentar las expresiones numéricas escritas en cifras» (2018: 144); y sobre los porcentajes señala que estos «se pueden escribir en palabras o cifras. Si se escriben en cifras, suelen ir acompañados del símbolo % — que, como símbolo pospuesto, se escribirá separado por un espacio—, pero no es incorrecto que se combinen con la expresión por ciento: el 2 % o, menos normal, el 2 por ciento. Si se escriben en palabras, debe usarse necesariamente la expresión en palabras: el dos por ciento, no el dos %» (2018: 147).

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El periodista, en consonancia con lo anterior, se ve en la necesidad de ofrecer una información lo más rigurosa y exacta posible8, y transmitirla por los cauces expresivos propios del registro periodístico, lo que se comprueba en la siguiente noticia sobre el precio de la vivienda de segunda mano, que, de acuerdo con los datos proporcionados por Fotocasa, supone cerca del 90% de las transacciones residenciales en nuestro país, incrementado el año pasado en un 7,8%, la mayor subida en 13 años, con una evolución sensiblemente dispar en Madrid —con una fuerte escalada a partir de mediados de 2017 e incrementos récord en 2018— y Barcelona —con fuertes repuntes desde 2016 y una considerable ralentización en 2018—: El precio de la vivienda de segunda mano —que representa cerca del 90% de las transacciones residenciales en España— se incrementó el año pasado un 7,8%, según los datos publicados ayer por Fotocasa. Se trata de la mayor subida registrada por el portal inmobiliario en 13 años, pero la evolución sufrida en Madrid y Barcelona, dos de las ciudades con el mercado residencial más caliente, fue muy dispar. En la capital catalana, 2018 fue un año de importante ralentización en los precios, tras fuertes repuntes ininterrumpidos desde mediados de 2016. Por su parte, la ciudad madrileña, donde los precios no iniciaron la fuerte escalada hasta mediados de 2017, registraron el año pasado incrementos récord (Cinco Días, 24/01/2019).

El mensaje capta mejor el interés del lector cuando está redactado en un estilo claro, conciso, correcto, preciso, fluido y fácilmente comprensible (Warren, 1979: 69; El País, 2014: 39), y no pierde fuerza expresiva si el periodista se muestra objetivo en la codificación de la información, absteniéndose de hacer evaluaciones personales o apreciaciones mediatizadas por las fuentes. A tales principios, como se comprueba en el fragmento que reproducimos a continuación, responde la noticia «Los hoteles adelantan la promoción en Reino Unido por miedo al “Brexit”»:

8 El manejo de un material no contrastado, manipulado o erróneo por el periodista causaría un perjuicio considerable a las instituciones económicas o financieras de las que informa, dado que estas dependen en gran medida de la confianza de sus inversores, clientes o accionistas (Del Río, 2008: 34).

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Hosbec, la principal patronal hotelera de la Comunidad Valenciana con sede en Benidorm, reforzará y adelantará este año al mes de marzo la campaña de promoción que habitualmente impulsa para captar clientes británicos en temporada baja. Normalmente los empresarios desarrollaban estas acciones en septiembre, octubre y noviembre, con un ojo puesto en la campaña de invierno. El motivo es que entre junio y agosto no suele haber problema para vender el producto de sol y playa español en Reino Unido (la marca Benidorm, la más reconocible en el país anglosajón, funciona sola), pero la coyuntura que se vive en Reino Unido requiere, según fuentes empresariales, «una planificación especial» (El Mundo, 25/01/2019)9.

2.2. Al componer la noticia, el redactor avezado, como en la crónica, incluye solo los hechos relevantes y, a diferencia del reportaje, evita los aspectos accesorios. El titular suele estar compuesto por el título, el elemento esencial, cuyo objetivo es captar desde el primer momento la atención del lector, el cual, en ocasiones, va acompañado del antetítulo, que lo complementa y destaca alguna idea relevante no contenida en él, o el epígrafe, que funciona como antetítulo y enmarca temática o geográficamente el texto, y, sobre todo, el subtítulo, que explica o desarrolla alguna idea fundamental del texto. Una de las noticias publicadas el 25/01/2019 en la sección de Economía de La Razón, enmarcada en la portada del diario dentro del epígrafe «Transporte por carretera», lleva por título «Facua denuncia a Cabify porque “vulnera la legislación española de defensa de los consumidores”», y por subtítulo «Considera que las condiciones contractuales de la filial española de Cabify ponen a los usuarios en una situación de “absoluta indefensión”», donde se reflejan algunos de los aspectos apuntados.

9 El responsable cualificado de la sección económica de la prensa generalista se esfuerza por ofrecer unos textos comprensibles, ya que, como apunta Francisco Esteve Ramírez, en este medio «se impone la utilización de un lenguaje mucho más asequible a un público menos conocedor de la terminología específica del mundo económico y financiero» (2004: 267). En contra del buen estilo periodístico, en opinión de Gonzalo Martín Vivaldi, atentan elementos como «la oscuridad de pensamiento y de expresión; la verborrea poco significante; la inexactitud y la vaguedad en la expresión; la imprecisión en la estructura de la frase; lo artificioso y rebuscado en la elección de la palabra y construcción de la frase; la afectación; la vulgaridad; la innecesaria amplitud; la monotonía; la torpeza expresiva; el tono gris o incoloro; la arritmia; la cacofonía y la incorrección gramatical» (1987: 37-38).

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En el lead —o entradilla— se repiten «radiográficamente» (Del Río, 2008: 62) los aspectos noticiosos destacados en el título —sobre los que se vuelve nuevamente, de manera más amplia y exhaustiva, en el cuerpo del texto—. Como advierte Álex Grijelmo, la entradilla «debe exponer los hechos principales de inmediato; es decir, ha de contener el titular (si el titular está bien elegido). Y al incluir el relato escueto de los hechos más relevantes, el periodista los refleja sin inmiscuirse en ellos, sin aportar interpretaciones o enfoques personales (igual que en el resto del texto)» (2014: 35), lo que se comprueba en el primer párrafo de la noticia mencionada, que actúa como tal y nos sirve de modelo: «Facua-Consumidores en Acción ha presentado hoy sendas denuncias contra Cabify en Madrid y en otras cuatro comunidades autónomas donde opera, porque considera que la empresa vulnera la legislación española de defensa de los consumidores y la que regula a las agencias de viajes»10. Una vez elaborados el titular y el lead, el periodista procede a redactar el cuerpo del texto, desarrollando los aspectos noticiosos recogidos en el lead, en el orden de importancia en el que se han reflejado en él, y, al mismo tiempo, se van añadiendo todos los datos de que se disponga, complementándose su información a continuación, en el caso de que se trate de cifras, con los porcentajes de aumento o disminución que suponen con respecto a los del período anterior, como se ha apuntado. En definitiva, «el cuerpo explica detalladamente los flashes de noticias expuestos en el lead, desarrollando, comparando y profundizando en la información de cada uno» (Del Río, 2008: 62). Por otro lado, resulta fácil observar cómo, a menudo, el redactor incluye en el primer párrafo del cuerpo «elementos de documenta-

10 Como apunta José Luis Martínez Albertos, «la fórmula de las 5 W’s permite alcanzar un alto grado de eficacia operativa en la elaboración de este texto narrativo quintaesenciado al máximo que es el lead del sumario» (2007: 292-293). El lead o entrada, según la explicación ofrecida por Luis Alberto Hernando Cuadrado, «es el párrafo inicial, normalmente impreso en negrita o en cursiva, y tiene como finalidad dar a conocer al lector lo sustancial de la noticia, siguiendo la fórmula de las ‘seis W’: Who? ‘¿quién?’, What? ‘¿qué?’, When? ‘¿cuándo?’, Where? ‘¿dónde?’, Why? ‘¿por qué?’, How? ‘¿cómo?’, correspondientes al autor, hecho, tiempo, lugar, causa y modo, respectivamente» (2000: 17), y, en nota, añade: «Estos seis elementos no son necesarios en toda noticia. Puede faltar alguno de ellos o amalgamarse dos o más en uno solo. Por ejemplo, How? tiende a incluirse en What? o en Why? Los más importantes son Who? y Why?» (2000: 17).

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ción o prospectiva, que se adelanten en interés a otros noticiosos» (Grijelmo, 2014: 51), y en el último «intenta atisbar las consecuencias» (Grijelmo, 2014: 52) de la noticia principal. El texto del cuerpo de la noticia seleccionado como ejemplo presenta la siguiente estructura informativa: Según Facua, las condiciones contractuales de la filial española de Cabify (Maxi Mobility Spain) ponen a los usuarios en una situación de «absoluta indefensión» en caso de irregularidades en los servicios contratados, como retraso de los transportistas, cargos superiores a los ofertados o daños por accidentes. La asociación asegura que Cabify ha corregido esta semana algunas de las «irregularidades» que le han comunicado pero mantienen «las de mayor envergadura», por lo que les han denunciado en Andalucía, Cataluña, Comunidad de Madrid, Comunidad Valenciana y Galicia. Asimismo, Facua ha interpuesto otra denuncia ante la Dirección General de Turismo de la Comunidad de Madrid, donde Maxi Mobility Spain tiene su sede social. Cabify, que tiene vehículos en La Coruña, Alicante, Barcelona, Madrid, Málaga, Sevilla y Valencia, advierte en sus «condiciones generales de uso» que opera en España como «agencia de viajes» al estar registrada como tal, explica la asociación. En el apartado 8 de sus condiciones contractuales, dedicado al «régimen de garantías y de responsabilidad», la empresa afirma que «la prestación final del servicio de transporte quedará a discreción del tercero transportista» y que «el usuario renuncia y exonera a Cabify de cualesquiera obligaciones, reclamaciones o daños surgidos como consecuencia de la relación con el tercero transportista». Facua considera que con estas prácticas, la multinacional vulnera en España tanto la normativa de consumo como la que regula las obligaciones de las agencias de viajes. «Cabify pretende aparentar que es un mero intermediario, obviando sus obligaciones como agencia de viajes y como si no hiciese otra cosa que poner en contacto a un usuario con una empresa para que contrate sus servicios», critica la asociación. Sin embargo, lo cierto es que cuando se solicita un transporte a través de la aplicación de Cabify, toda la contratación y pago se lleva a cabo de forma

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directa con esta empresa, sin que ni siquiera se informe de cuál es la titular de la licencia de Vehículos de Turismo con Conductor (VTC) para la que trabaja el profesional que llevará a cabo el servicio, subraya la Facua. Resulta obvio, advierte la asociación, que sin la plataforma de contratación de Cabify, los consumidores no podrían o tendrían muchas dificultades para contratar de forma directa con las personas con licencias de VTC que prestan sus servicios a través de Maxi Mobility Spain SL11.

3.  DESCRIPCIÓN Y ANÁLISIS DEL DISCURSO 3.1. Para estudiar los resortes utilizados en el discurso y obtener unos resultados fidedignos, nos basamos en textos pertenecientes a las cuatro áreas de especialización (macroeconómica [IM], bursátil [IB], empresarial [IE] y de finanzas privadas [IFP]) que suelen distinguirse en el periodismo de información económica. De acuerdo con este propósito, examinamos en primer lugar la noticia titulada «Bruselas rebaja una décima su previsión de crecimiento para España al 2,1% en 2019», redactada por M. G. Mayo y publicada en el diario Expansión el 07/02/2019, que responde al tipo de la información macroeconómica (IM), cuyo cometido consiste en cubrir las informaciones sobre la actividad económica del Estado y del resto de las economías mundiales. El título, que presenta la estructura de una oración simple, con el verbo en presente de indicativo (rebaja)12, se encuentra precedido del antetítulo «Recorte de 6 décimas para la zona euro», que adopta la forma de una frase nominal por carecer de verbo. En ambos casos se advierte la presencia de números, correspondientes a un porcentaje en el título (al 2,1%), o a un numeral cardinal en el antetítulo (6 décimas), y un léxico concorde

En el Libro de estilo de El País se pone de relieve la idea de que «el principal objetivo al escribir una información es mantener el interés del lector hasta el final. Para ello hay que unir con suavidad, mediante las partículas apropiadas, las ideas afines» (2014: 49), práctica que se sigue en el texto de la noticia propuesta. 12 El presente de indicativo, dado que puede ser usado también para el pasado o el futuro (Alarcos Llorach, 1994: 155-157; Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, 2009: 1715-1720, y 2011: 147), «parece creado expresamente para los periodistas» (Grijelmo, 2014: 169). Así pues, los verbos de los titulares «se deben escribir preferentemente en el tiempo presente» (El País, 2014: 75). 11

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con el tema en el título (rebaja, una décima, previsión de crecimiento) y en el antetítulo: recorte, 6 décimas, zona euro. Una parte representativa de esta noticia, incluida dentro del intertítulo «Fuerte recorte en la zona euro», formulado como frase nominal, donde se advierte la elipsis de un verbo predicativo, fácilmente identificable, como se ha producido, y con idénticas piezas léxicas que las contenidas en el antetítulo, encabezada por el adjetivo valorativo fuerte antepuesto al sustantivo recorte, es el fragmento Para el conjunto de la zona euro, la Comisión Europea augura un aumento del PIB del 1,3% este año y del 1,6% el próximo, por debajo del 1,9% y del 1,7% previsto en otoño, respectivamente. En 2018, creció un 2,1%. Sobre los precios, Bruselas calcula que el IPC será del 1,4% en la zona euro y del 1,5% en 2020. En cuanto al conjunto de la Unión Europea, el incremento esperado del PIB por Bruselas es del 1,5% para este año y del 1,7% para el que viene, frente al 1,9% y 1,8% que auguraba hace unos meses para sendos ejercicios. Para las principales economías de la región (Alemania y Francia), Bruselas, que ha efectuado una gran rebaja, espera una moderación del crecimiento. Así, considera que el PIB alemán aumentará un 1,1% este año y un 1,7% el que viene (en 2018 lo hizo un 2,1%) y el francés, un 1,3% y un 1,7%, respectivamente. Su estimación del PIB alemán de 2019 ha sufrido un recorte de siete décimas y el francés, de tres. Por su parte, la previsión para Italia arroja un recorte de un punto porcentual y ahora Bruselas calcula un ligero aumento del PIB, muy cercano al estancamiento, del 0,2% durante 2019, frente al 1,2% augurado hace tres meses. Para Pierre Moscovici, comisario de Asuntos Económicos y Financieros, Fiscalidad y Aduanas, «esta ralentización será más pronunciada que lo previsto el otoño pasado, especialmente en la zona del euro, debido a la incertidumbre que rodea al comercio internacional y a factores nacionales en nuestras mayores economías. Los fundamentos de la economía europea permanecen sólidos y sigue habiendo buenas noticias, sobre todo en materia de empleo».

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Valdis Dombrovskis, vicepresidente responsable del Euro y el Diálogo Social, destaca que «en algunos países de la zona del euro está volviendo la preocupación por el vínculo entre bancos y emisores soberanos y la sostenibilidad de la deuda. La perspectiva de un Brexit perturbador genera aun más incertidumbre».

Para poder cumplir su cometido, el periodista, en el cuerpo de la noticia, se sirve, en primer lugar, de construcciones sintácticas como la subordinación oracional adjetiva de relativo explicativa («Bruselas, que ha efectuado una gran rebaja, espera una moderación del crecimiento»), la aposición explicativa («Pierre Moscovici, comisario de Asuntos Económicos y Financieros, Fiscalidad y Aduanas») o el uso del paréntesis para aislar una información incidental: «Así, considera que el PIB alemán aumentará un 1,1% este año y un 1,7% el que viene (en 2018 lo hizo un 2,1%) y el francés, un 1,3% y un 1,7%, respectivamente». Dignas de mención son asimismo las transiciones al comienzo de párrafo («Por su parte, la previsión para Italia arroja un recorte de un punto porcentual y ahora Bruselas calcula un ligero aumento del PIB, muy cercano al estancamiento, del 0,2% durante 2019, frente al 1,2% augurado hace tres meses»), alguna de las cuales ejerce una misión topicalizadora: «En cuanto al conjunto de la Unión Europea, el incremento esperado del PIB por Bruselas es del 1,5% para este año y del 1,7% para el que viene, frente al 1,9% y 1,8% que auguraba hace unos meses para sendos ejercicios». Resulta llamativa, aunque en la actualidad se registra también en otros tipos de textos periodísticos, la subordinación oracional sustantiva en la función de complemento directo, dependiente de un verbo dicendi, encabezada por la conjunción que —introductora del estilo indirecto—, seguida de la cita textual de la persona considerada autoridad en el tema entrecomillada —fenómeno propio del estilo directo—: «Valdis Dombrovskis, vicepresidente responsable del Euro y el Diálogo Social, destaca que “en algunos países de la zona del euro está volviendo la preocupación por el vínculo entre bancos y emisores soberanos y la sostenibilidad de la deuda. La perspectiva de un Brexit perturbador genera aún más incertidumbre”». El nivel léxico-semántico se caracteriza por la presencia en los diversos párrafos de elementos específicos del registro, especialmente voces, expresiones, números y siglas, para designar con precisión las realidades representadas: «Para el conjunto de la zona euro, la Comisión Europea augura un aumento del PIB del 1,3% este año y del

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1,6% el próximo, por debajo del 1,9% y del 1,7% previsto en otoño, respectivamente. En 2018, creció un 2,1%. Sobre los precios, Bruselas calcula que el IPC será del 1,4% en la zona euro y del 1,5% en 2020». 3.2. Un modelo de información bursátil (IB), en la que se ofrecen datos sobre la bolsa de valores nacional o internacional, los tipos de cambio, el mercado de futuros, los fondos de inversión o los cambios de divisas, es la noticia que lleva por título «Ibex en directo: el miedo a la guerra comercial prorroga las ventas», subtitulada «Bajadas en las Bolsas europeas y los futuros de EE UU», publicada en el diario Cinco Días el 08/02/2019. El título consta de dos partes, una frase nominal («Ibex en directo») y la explicación correspondiente, precedida de dos puntos, formulada bajo la forma de una oración simple («el miedo a la guerra comercial prorroga las ventas»); y en el subtítulo, que presenta la estructura de una frase nominal («Bajadas en las Bolsas europeas y los futuros de EE UU»), se detecta la elipsis del verbo predicativo se han producido. En el léxico, se registran elementos frecuentes en esta clase de discurso, tanto en el título (miedo, guerra comercial, prorroga, ventas y, sobre todo, el acrónimo Ibex [< Iberian + Index]) como en el subtítulo (Bajadas en las Bolsas, futuros): El pesimismo económico, en paralelo, se extiende entre las autoridades mundiales. Además de la UE, los bancos centrales de Australia y Reino Unido han revisado a la baja sus previsiones de crecimiento, y el de India ha recortado tipos de interés. Así, la deuda a largo plazo cotiza con tipos a la baja: el del bono alemán está en el 0,115%, la mitad que al que arrancó 2019, y el estadounidense en el 2,646%. «Si analizamos los distintos factores uno por uno, comprobaremos que no hay nada nuevo y que la negativa reacción de las bolsas tiene un elevado componente técnico, con los principales índices siendo incapaces de superar las importantes resistencias a las que se han enfrentado en las últimas sesiones. Si bien, el escenario económico y político no está para tirar cohetes, tampoco lo estaba hace unas semanas cuando las Bolsas subían con fuerza», sostienen en Link Securities. En cuanto a las divisas, la caída del euro en la sesión de ayer, habitual en jornadas de Bolsas a la baja, se frena hoy y la divisa sigue cambiándose a 1,134 dólares. El yen repunta con timidez ante el dólar

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(109,69, +0,1%) y la libra sigue estable, esperando acontecimientos en el culebrón del Brexit. El precio del petróleo baja un 0,5% a 61,3 dólares el Brent, completando el panorama de un mercado donde prima, al menos de momento, la aversión al riesgo.

En este fragmento del cuerpo de la noticia, desde el punto de vista sintáctico, se observa cómo el profesional del medio ha cuidado sobre todo el dato técnico y ha preferido formular el mensaje sobre la base de la oración simple («El pesimismo económico, en paralelo, se extiende entre las autoridades mundiales»), la coordinación oracional copulativa («la caída del euro en la sesión de ayer, habitual en jornadas de Bolsas a la baja, se frena hoy y la divisa sigue cambiándose a 1,134 dólares») o la yuxtaposición: «la deuda a largo plazo cotiza con tipos a la baja: el del bono alemán está en el 0,115%, la mitad que al que arrancó 2019, y el estadounidense en el 2,646%». Pero, como el redactor domina su oficio, ha cuidado las transiciones («En cuanto a las divisas, la caída del euro en la sesión de ayer, habitual en jornadas de Bolsas a la baja, se frena hoy y la divisa sigue cambiándose a 1,134 dólares») y recurrido, para reproducir literalmente las palabras del referente de autoridad en el tema, a la subordinación sustantiva en la función de complemento directo, en estilo directo, con el verbo dicendi pospuesto: «“Si analizamos los distintos factores uno por uno, comprobaremos que no hay nada nuevo y que la negativa reacción de las bolsas tiene un elevado componente técnico, con los principales índices siendo incapaces de superar las importantes resistencias a las que se han enfrentado en las últimas sesiones. Si bien, el escenario económico y político no está para tirar cohetes, tampoco lo estaba hace unas semanas cuando las Bolsas subían con fuerza”, sostienen [los expertos] en Link Securities». El nivel léxico-semántico se halla integrado por elementos específicos del registro, sobre todo voces, expresiones y números, así como el acrónimo Brexit (< Britain + exit) o alguna expresión del código oral, según puede comprobarse en el párrafo «En cuanto a las divisas, la caída del euro en la sesión de ayer, habitual en jornadas de Bolsas a la baja, se frena hoy y la divisa sigue cambiándose a 1,134 dólares. El yen repunta con timidez ante el dólar (109,69, +0,1%) y la libra sigue estable, esperando acontecimientos en el culebrón del Brexit. El precio del petróleo baja un 0,5% a 61,3 dólares el Brent, completando el panorama de un mercado donde prima, al menos de momento, la aversión al riesgo».

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3.3. A la información empresarial (IE), que se ocupa de las empresas privadas, responde la noticia que tiene como título «Mercadona y Lidl ganan cuota a todos los demás distribuidores», subtitulada «El consumo cae un 1,1% y Dia es la que más pierde», redactada por Javier Romera y publicada en el diario El Economista el 12/02/2019. La estructura del título es la de una oración simple («Mercadona y Lidl ganan cuota a todos los demás distribuidores»), mientras que el subtítulo adopta la de una oración compuesta coordinada copulativa con una subordinada de relativo sustantivada incorporada en la segunda: «El consumo cae un 1,1% y Dia es la que más pierde». El léxico específico de esta clase de información es parte integrante no solo del título (Mercadona, Lidl, ganan cuota, distribuidores), sino también del subtítulo (consumo, cae un 1,1%, Dia, pierde): Mercadona y Lidl son las dos únicas grandes empresas de distribución que han conseguido ganar cuota de mercado en el último año. Según los datos de Kantar Worldpanel, la cadena de supermercados valencia aumentó su participación en valor en 0,8 puntos porcentuales hasta alcanzar un 24,9% del total, consolidando de este modo su liderazgo. Por su parte, Lidl, que ocupa la quinta posición del ranking, ganó 0,5 puntos, hasta el 4,8%. Todas las demás compañías, salvo los supermercados de carácter regional, ceden terreno. Carrefour mantiene la segunda posición, pero pierde 0,3 puntos, hasta el 8,4%; Dia, que atraviesa una grave crisis financiera y que se ha visto obligada a acometer una agresiva bajada de precios, cede por su parte 0,7 puntos —es la que más cuota se deja entre las grandes— y cae hasta el 7,5%, manteniéndose pese a todo en la tercera posición. Eroski pierde 0,2 puntos y el Grupo Auchan, propietario de Alcampo, 0,1 puntos. El sector del gran consumo retrocedió en conjunto el año pasado un 1,1% lastrado por un freno poblacional y por un mayor consumo del hogar. Es una de las principales conclusiones del informe Balance de la Distribución y Gran Consumo 2018 presentado hoy por la consultora. Florencio García, director del sector de Distribución en la Península Ibérica, ha señalado, no obstante, que debido al encarecimiento de los precios, el sector ha crecido un 0,7% en valor.

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«Los hogares españoles siguen pendientes del precio, pero están dispuestos a pagar más por aquellos productos que les proporcionen un valor diferencial», ha señalado García.

En el desarrollo del titular de la noticia, desde la perspectiva sintáctica, se registran casos de la aposición explicativa («Florencio García, director del sector de Distribución en la Península Ibérica»), la subordinación oracional adjetiva de relativo explicativa («Lidl, que ocupa la quinta posición del ranking, ganó 0,5 puntos, hasta el 4,8%»), la inclusión de algún inciso entre rayas («Dia, que atraviesa una grave crisis financiera y que se ha visto obligada a acometer una agresiva bajada de precios, cede por su parte 0,7 puntos —es la que más cuota se deja entre las grandes— y cae hasta el 7,5%») o la coordinación oracional adversativa («Carrefour mantiene la segunda posición, pero pierde 0,3 puntos»), construcciones que contribuyen a la comprensión del mensaje por el receptor. Por otro lado, resulta peculiar el uso del participio pasivo con complemento agente: «Es una de las principales conclusiones del informe  Balance de la Distribución y Gran Consumo 2018  presentado hoy por la consultora». La subordinación oracional sustantiva en función de complemento directo, en estilo directo, reproduciendo textualmente las palabras de la persona considerada autoridad en el tema, con el verbo dicendi pospuesto también está representada en el texto: «“Los hogares españoles siguen pendientes del precio, pero están dispuestos a pagar más por aquellos productos que les proporcionen un valor diferencial”, ha señalado García». El adjetivo, como consecuencia de la confluencia de diversos factores gramaticales, significativos y pragmáticos forma parte de las combinaciones sustantivo + adjetivo («0,8 puntos porcentuales»), adjetivo + sustantivo + complemento preposicional («una agresiva bajada de precios»), o sustantivo + complemento preposicional + adjetivo («la cadena de supermercados valenciana»), adjetivo + sustantivo + adjetivo: «una grave crisis financiera». El nivel léxico-semántico contiene abundantes elementos específicos del registro, voces, expresiones y números, así como alguno que otro del código oral, como se advierte en este párrafo que hemos seleccionado: «Todas las demás compañías, salvo los supermercados de carácter regional, ceden terreno. Carrefour mantiene la segunda posición, pero pierde 0,3 puntos, hasta el 8,4%; Dia, que atraviesa una grave crisis financiera y que se ha visto obligada a acometer una agresiva bajada de precios, cede por su parte 0,7 puntos —es la que más cuota se deja entre las grandes— y cae hasta el 7,5%, manteniéndose pese a todo en

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la tercera posición. Eroski pierde 0,2 puntos y el Grupo Auchan, propietario de Alcampo, 0,1 puntos». 3.4. La noticia titulada «¿Das el perfil para ser buen inversor? Esto es lo mínimo que necesitas», subtitulada «No todo el mundo puede destinar dinero a invertir, pero tampoco está reservado solo a unos pocos elegidos», redactada por Gabriele Ferluga y publicada en El País el 15/02/2019, incluida dentro del tema del «Ahorro» —que actúa como antetítulo—, pertenece a la información sobre finanzas privadas (IFP), que se ocupan de los factores que afectan a la economía directa de los lectores. El título, para captar mejor la atención del destinatario, consta de dos partes breves, construidas con subordinación oracional, respectivamente, circunstancial de finalidad («¿Das el perfil para ser buen inversor?») y adjetiva de relativo especificativa («Esto es lo mínimo que necesitas»); la primera, formulada en modalidad interrogativa, y la segunda, en la que se da la respuesta a la primera, introducida por un pronombre demostrativo neutro, que contribuye a mantener su cohesión mediante el procedimiento de la sustitución. En el subtítulo se distinguen dos bloques, integrados por sendas oraciones en coordinación adversativa («No todo el mundo puede destinar dinero a invertir, pero tampoco está reservado solo a unos pocos elegidos»), con subordinación circunstancial de finalidad en la primera de ellas (a invertir). Los términos peculiares del sector de las finanzas privadas son ahorro, en el antetítulo; inversor, en el título; y dinero e invertir, en el subtítulo. Al revés de lo que establecen muchas grandes empresas de gestión de activos o la banca privada tradicional, «el patrimonio que posee no es un criterio», contesta Enrique Borrajeros, socio de Abante, otra asesoría financiera. En sus palabras, pese a que los costes de las prestaciones hacen difícil que se dé servicio por cantidades irrisorias, «cualquier persona que tenga algo ahorrado, por ejemplo 5.000 euros, puede ponerlo perfectamente, y de manera muy eficiente, en vehículos de inversión». «La gente piensa que la planificación financiera está reservada a los que tienen pasta, y es falso», redunda. Tener un objetivo vital claro que justifique la inversión es mucho más importante. «Es esencial que te preguntes en qué momento te encuentras y qué urgencia tienes de exigir a tu entidad que no tenga tu dinero en una cuenta corriente o en un fondo de inversión garan-

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tizado, sino en productos que son acordes con tu objetivo, sin olvidar el nivel de riesgo que estás dispuesto a asumir», afirma este experto. Idealmente, quien sin duda debería empezar a reflexionar sobre ello sería una persona de entre 35 y 45 años, que lleva ya unos años trabajando y que se preocupa por las necesidades que tendrá en el futuro. La compra de una casa, la educación de sus hijos, su propia formación a lo largo de la vida laboral, o complementar la pensión pública una vez se jubile son algunos de los posibles objetivos que cita Borrajeros.

En el cuerpo del fragmento de texto seleccionado, la periodista, con la intención de ser bien entendida por el lector, recurre a la utilización de una doble aposición explicativa —encadenada la segunda a la primera— («Enrique Borrajeros, socio de Abante, otra asesoría financiera») y a la subordinación adjetiva de relativo, tanto especificativa («Tener un objetivo vital claro que justifique la inversión es mucho más importante») como explicativa —en coordinación copulativa—: «Idealmente, quien sin duda debería empezar a reflexionar sobre ello sería una persona de entre 35 y 45 años, que lleva ya unos años trabajando y que se preocupa por las necesidades que tendrá en el futuro». Por otro lado, la redactora, con idéntica intención, recurre a la cita textual de las palabras proferidas por la persona a la que toma como autoridad en el tema, bajo dos modalidades, consistente la primera en mencionar directamente sus palabras en la función de complemento directo, en estilo directo, y situar a continuación el verbo dicendi del que depende el fragmento citado («“La gente piensa que la planificación financiera está reservada a los que tienen pasta, y es falso”, redunda»), y la segunda en incluir un doble modificador oracional (Alarcos Llorach, 1994: 299), un sintagma nominal de opinión —iudicantis—, y una estructura oracional de subordinación concesiva, seguidos de la oración principal, en la que se citan, entre comillas, las palabras de la persona en cuestión: «En sus palabras, pese a que los costes de las prestaciones hacen difícil que se dé servicio por cantidades irrisorias, “cualquier persona que tenga algo ahorrado, por ejemplo 5.000 euros, puede ponerlo perfectamente, y de manera muy eficiente, en vehículos de inversión”». En el sector léxico-semántico se encuentran abundantes elementos específicos, voces, expresiones y números, e igualmente alguno del código oral, como se observa en este fragmento: «Al revés de lo que establecen muchas grandes empresas de gestión de activos o la banca

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privada tradicional, «el patrimonio que posee no es un criterio», contesta Enrique Borrajeros, socio de Abante, otra asesoría financiera. En sus palabras, pese a que los costes de las prestaciones hacen difícil que se dé servicio por cantidades irrisorias, “cualquier persona que tenga algo ahorrado, por ejemplo 5.000 euros, puede ponerlo perfectamente, y de manera muy eficiente, en vehículos de inversión”. “La gente piensa que la planificación financiera está reservada a los que tienen pasta, y es falso”, redunda». 4. CONCLUSIONES En el discurso periodístico de información económica, una de las áreas de la especialización periodística con mayor incidencia en la sociedad actual —que cuenta con publicaciones específicas, como Actualidad Económica, Cinco Días, Expansión, La Gaceta o El Economista, así como con la sección de Economía incluida en los diarios ABC, El Mundo, El País, El Periódico de Catalunya, La Razón, La Vanguardia, La Voz de Galicia y otros—, dado que la esencia de la noticia es el dato, cuya valoración objetiva depende de su comparación con el homólogo del período anterior, el periodista experimentado procura ofrecer una información lo más rigurosa y exacta posible, con un estilo claro, conciso, correcto, preciso, fluido y fácilmente comprensible por el lector, incluyendo, como en la crónica, solo los hechos relevantes y evitando, a diferencia del reportaje, los aspectos accesorios. El título de las noticias, desde la perspectiva sintáctica, responde a la estructura unitaria de la oración simple (IM, IE), o bien consta de dos partes, desglosadas, respectivamente, en frase nominal y oración simple (IB), o subordinación oracional circunstancial de finalidad en modalidad interrogativa y subordinación oracional adjetiva de relativo especificativa en modalidad enunciativa afirmativa (IFP); el subtítulo se encuentra construido sobre la base de la frase nominal (IB), la coordinación oracional copulativa —con subordinación oracional adjetiva de relativo sustantivada en el interior de la segunda oración— (IE) o la coordinación oracional adversativa —con subordinación oracional circunstancial en la primera oración— (IFP); el antetítulo adopta la forma de una frase nominal (IM) o es monorrémico (IFP). En léxico de los componentes del titular se usan voces (IM, IB, IE, IFP), expresiones (IM, IB, IE), números (IM) y un acrónimo (IB).

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En el cuerpo, dentro del campo de la sintaxis, se recurre a la subordinación oracional adjetiva de relativo, explicativa (IM, IE, IFP) o especificativa (IFP); la aposición explicativa, simple (IM, IE) o doble —encadenada la segunda a la primera— (IFP); el inciso, entre paréntesis (IM) o rayas (IE); las transiciones (IM, IB); la cita de las palabras de alguna persona considerada autoridad en el tema, en estilo directo seguido del verbo dicendi regente (IM, IB, IE, IFP), o —tras dos modificadores oracionales, un sintagma nominal de opinión y una oración subordinada concesiva— en la oración principal (IFP); la oración simple (IB); la coordinación oracional, copulativa (IB) o adversativa (IE); la yuxtaposición oracional (IB); el participio pasivo construido con complemento agente (IE); o la colocación del adjetivo (IE). En el terreno del léxico se registran voces (IM, IB, IE, IFP), expresiones (IM, IB, IE, IFP), números (IM, IB, IE, IFP), siglas (IM) y algún acrónimo (IB) del correspondiente sector económico, así como elementos sueltos del código oral (IB, IE, IFP). REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ALARCOS LLORACH, Emilio (1994). Gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Calpe. ÁLVAREZ, Jesús Timoteo (1991). Del viejo orden informativo: introducción a la historia de la comunicación, la información y la propaganda en Occidente, desde sus orígenes hasta 1880. Madrid: Actas. ESTEVE RAMÍREZ, Francisco (2004). «Información económica». En Javier Fernández del Moral (coord.). Periodismo especializado, pp. 263284. Barcelona: Ariel. GRIJELMO, Álex (2014). El estilo del periodista, 18.ª ed. Madrid: Taurus. HERNANDO CUADRADO, Luis Alberto (2000). El discurso periodístico. Madrid: Verbum. HERNANDO GARCÍA-CERVIGÓN, Alberto (2017). «La configuración lingüística del discurso en la noticia científica». En Luis Alberto Hernando Cuadrado y Jesús Sánchez Lobato (eds.). La configuración lingüístico-discursiva en el periodismo científico, pp. 107-135. Madrid: Iberoamericana; Frankfurt am Main: Vervuert. HIGGS, Henry (1944). Los fisiócratas. México: Fondo de Cultura Económica. MARTÍN VIVALDI, Gonzalo (1987). Géneros periodísticos, 4.ª ed. Madrid: Paraninfo. MARTÍNEZ ALBERTOS, José Luis (2007). Curso general de redacción periodística, 5.ª ed. Madrid: Paraninfo. PAÍS, EL (2014). Libro de estilo, 22.ª ed. Madrid: Aguilar.

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PENAS IBÁÑEZ, M.ª Azucena (2018). El cibertexto y el ciberlenguaje. Madrid: Síntesis. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (2018). Libro de estilo de la lengua española. Barcelona: Espasa Libros. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA y ASOCIACIÓN DE ACADEMIAS DE LA LENGUA ESPAÑOLA (2005). Diccionario panhispánico de dudas. Madrid: Santillana Ediciones Generales. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA y ASOCIACIÓN DE ACADEMIAS DE LA LENGUA ESPAÑOLA (2009). Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa Libros. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA y ASOCIACIÓN DE ACADEMIAS DE LA LENGUA ESPAÑOLA (2010). Ortografía de la lengua española. Madrid: Espasa Libros. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA y ASOCIACIÓN DE ACADEMIAS DE LA LENGUA ESPAÑOLA (2011). Nueva gramática básica de la lengua española. Barcelona: Espasa Libros. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA y ASOCIACIÓN DE ACADEMIAS DE LA LENGUA ESPAÑOLA (2012). Ortografía básica de la lengua española. Barcelona: Espasa Libros. RÍO, Rosa del (2008). Periodismo económico y financiero. Madrid: Síntesis. WARREN, Carl N. (1979). Géneros periodísticos informativos, 2.ª ed. Barcelona: ATE.

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COGNICIÓN Y DISCURSO POÉTICO Luis Martínez-Falero Universidad Complutense de Madrid

1. NEUROCIENCIA Y LITERATURA: EL CAMBIO DE PARADIGMA EN LOS ESTUDIOS LITERARIOS Desde hace al menos tres décadas, los estudios de Neurociencia se han aplicado a diferentes disciplinas (psicología, antropología, lingüística, teoría de la literatura, filosofía, estética…) con un progresivo éxito en cuanto a su formulación teórica y su práctica se refiere. No obstante, ha sido aproximadamente en el presente siglo cuando estos estudios aplicados han obtenido sus mejores resultados científicos hasta constituirse en un cambio de paradigma que se ha venido denominando «el giro cognitivo» (Stockwell, 2009: 25-27). Este giro metodológico ha sido denominado en ocasiones como una «perspectiva», como afirmó —por ejemplo— Ángel Luis Luján Atienza, al hablar de los principios cognitivos aplicados al texto poético: «No se trata de una ciencia ni de una teoría, sino más bien de una perspectiva que viene a cumplir de una manera realista el deseo de interdisciplinariedad tan en boga en la investigación actual» (2006: 12). No obstante, tanto la poética cognitiva como la ciencia cognitiva de la literatura han supuesto ese cambio radical en los planteamientos críticos, considerando no ya una interdisciplinariedad como tal, que en el siglo XX se había asumido en los estudios semióticos, sino un paso decisivo para la transdisciplinariedad de los estudios literarios, al unir los resultados de sendas ciencias experimentales (la psicología

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y la neurología) como instrumento para las ciencias humanas, en las que se inscriben tanto la teoría como la crítica de la literatura. Ello supone la ruptura del paradigma positivista y, en ese contexto, del sistema de Wilhelm Dilthey basado en la separación entre explicación (obtenida mediante el análisis, incluida la experimentación) y la compresión (de naturaleza hermenéutica). Lo que aquí se propone es algo distinto, al aunar una base antropológica (es decir, las estructuras culturales de base compartidas por el autor y los miembros que componen una comunidad social determinada, partiendo de una tradición, lo que constituye una metaestructura cultural) sobre la que hay que considerar unas estructuras lingüísticas determinadas (las estructuras de cada lengua particular y de su subsistema literario) que moldean la creatividad individual en forma de objeto estético, hasta desembocar en la compresión del mensaje enunciado (en este caso, a través de la variedad discursiva poética) de acuerdo con los modos particulares en que cada cultura ha establecido unos parámetros determinados que se corresponden con estructuras mentales determinadas. Este último aspecto supone la diferente asunción de la tradición por parte de los individuos, así como la diferente interpretación del objeto estético de acuerdo con la cultura a la que pertenece el intérprete. En lo que se refiere a los creadores, se trataría en realidad de la forma en que cada cultura estructura el cerebro de los individuos educados en ella y el modo en que algunos de esos individuos pueden modificar esas estructuras culturales dadas, en virtud de la discontinuidad en la recepción y asimilación de su tradición, de un aparato simbólico compartido (Sperber, 1988: 15). Desde un punto de vista estrictamente cognitivo, Vilayanur S. Ramachandran estableció las diez leyes universales para el arte, en cuanto al funcionamiento del cerebro en esa transformación de la tradición en unos nuevos productos de naturaleza estética. Para este neurocientífico, el arte sigue las siguientes leyes como procedimientos creativos que resultan fácilmente reconocibles, ya que cada uno de ellos supone el fundamento de la transformación de lo tradicional: 1) hipérbole; 2) agrupación; 3) contraste; 4) aislamiento; 5) resolución del problema de percepción; 6) simetría; 7) aversión a las coincidencias y punto de vista genérico; 8) repetición, ritmo y orden; 9) equilibrio; y 10) metáfora (Ramachandran, 2008: 51). Es precisamente la metáfora uno de los principales objetos de estudio tanto de la lingüística cognitiva como de la poética cognitiva. Incluso podríamos rastrear los orígenes de este tipo de estudio

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en la poética generativa (pueden consultarse a este respecto: Thomas y Delas, 1989: 131-152; y, sobre todo, Van Dijk, 1972: 240-272), nacida al comienzo de la década de los 70’ y algunos de cuyos resultados han cobrado nueva vigencia en el contexto de la poética cognitiva. La metáfora lingüística, sin embargo, mantiene una importante diferencia con la metáfora poética: la primera, junto con la metonimia, es un procedimiento connatural al ser humano para establecer por analogía o contigüidad una correlación de experiencias en la memoria (carácter modular de la mente, de acuerdo con Jerry Fodor [1986: 21-46]) y para designar lingüísticamente la realidad, según señalan, entre otros muchos, George Lakoff o Gilles Fauconnier (Lakoff, 1987: 77-90; Fauconnier, 1994; Lakoff y Johnson, 2001); la segunda, sin embargo, posee un carácter expresivo y estético como ingrediente esencial en el ornato del discurso, sirviendo como primer peldaño creativo hacia la construcción de la imagen poética, relacionada también con la personificación y la metonimia (Lakoff y Turner, 1989: 57-139). En ambos casos (metáfora lingüística / metáfora poética) nos encontramos ante un procedimiento de analogía, pero sus mecanismos y su finalidad resultan distintos, si bien la segunda toma su modelo de la primera, al tratarse de un mecanismo lingüístico que surge al tiempo que el lenguaje humano. Sin embargo, existe una interrelación, al menos de planteamiento y de complementariedad teórica entre las distintas ciencias alineadas en torno al eje cognitivo, que desemboca en la poética como ciencia encargada del estudio de la literatura, pues, como afirma Peter Stockwell: La poética cognitiva se basa en la ciencia cognitiva, particularmente en la lingüística cognitiva y en la psicología cognitiva, aunque también se han realizado algunos trabajos en neurociencia y en medicina sobre la percepción y la sensación. En consecuencia, el enfoque se basa en los mismos tres principios clave de la ciencia cognitiva: la noción de que el significado está encarnado y que la mente y el cuerpo interactúan ininterrumpidamente; la noción de que la categorización es una característica de los efectos prototípicos, de modo que las categorías son provisionales, dependientes de la situación y también están basadas socioculturalmente en la encarnación; y la noción de que el lenguaje y sus manifestaciones en la lectura y la interpretación es un rasgo natural, evolucionado y universal en los seres humanos, y que se mantiene en sucesión con otras experiencias perceptivas y táctiles del entorno (Stockwell, 2007: 137).

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Esta unión de poética y psicología, en el ámbito lingüístico-cognitivo, con la metáfora como centro de estudio, nos ofrece el concepto de blend (un espacio de integración, «mezcla», «en el que el material conceptual seleccionado […] se combina para dar lugar a una nueva estructura» [Croft y Cruse, 2008: 271]), formulado por Gilles Fauconnier y Mark Turner (2002: 39-50). Este espacio de integración conceptual, trasladado al terreno de la poesía, no solo es útil para explicar la generación (dicho sea con toda su carga de la lingüística transformacional) de metáforas, sino también para la generación de imágenes poéticas. Llegados a este punto, quisiera deslindar aquí claramente la ‘metáfora’ de la ‘imagen’, ya que en los estudios tanto de lingüística aplicada a la poesía como en los trabajos de poética cognitiva se confunden o, en muchas ocasiones, se centran solo en la metáfora, dejando al margen la imagen. Podríamos establecer con ‘metáfora’ e ‘imagen’ una escala que también comprendería el ‘símil’ como primer elemento de esta gradación, donde la integración conceptual, en la construcción de las secuencias que componen el poema, alcanza un progresivo grado de apertura en el sentido del texto. Así, esta gradación aparecería ejemplificada del siguiente modo: símil («Una vez más desciende la tristeza / como reptante sierpe a ras de suelo…», José Ángel Valente, «Hic locus», Fragmentos de un libro futuro, 2000); metáfora («Todo es nuevo quizá para nosotros. / El sol claroluciente, el sol de puesta, / muere; el que sale es más brillante y alto / cada vez, es distinto, es otra nueva / forma de luz, de creación sentida. / Así cada mañana es la primera. / para que la vivamos tú y yo solos, / nada es igual ni se repite. Aquella / curva, de almendros florecidos suave, / ¿tenía flor ayer? El ave aquella / ¿no vuela acaso en más abiertos círculos?...» (Claudio Rodríguez, «Sigue marzo», Don de la ebriedad, 1953), donde la primavera actúa como metáfora del sentimiento amoroso, por un procedimiento de analogía; e imagen, «Sábana negra en la misericordia: / tu lengua en un idioma ensangrentado…» (Antonio Gamoneda, Libro del frío, 1992), a través de la que se manifiesta una nueva realidad como manifestación de una cuestión profundamente humana, tan inefable, que es necesario emplear un lenguaje otro, un lenguaje más allá del lenguaje, una forma que pueda crear una referencia más allá de lo nombrable. Como indica Jean Burgos, la imagen, gracias a esta nueva realidad que es capaz de conceder, nos da así la posibilidad de ver otra cosa; pero también nos da, quizá ello se ha indicado con menos frecuencia, la posibilidad de ver de otro modo. En efecto, y por esta desviación que impone constantemente,

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rechaza inmediatamente todo reconocimiento y exige una disponibilidad, una apertura a la novedad, que el poeta y su lector también comparten (Burgos, 1982: 10).

Esta apertura de sentidos caracteriza el lenguaje poético frente al uso funcional del lenguaje, lo que determina la dualidad función comunicativa / función poética, pero también la búsqueda de la restricción de sentidos posibles (uso funcional) frente a la pretensión de polisemia (uso poético) como modalidades comunicativas determinadas por su mayor o menor grado de expresividad, de producir un efecto sentimental. Así, afirma Antonio García Berrio: Con todo, evidentemente, […] el rasgo específicamente literario o poético del plurisentido eleva a la máxima tensión posible la línea de cohesión unitaria entre lengua «estándar» y lengua poética. La explicación se debe a que quizás aquí, más que en ningún otro rasgo, la polaridad directriz se ofrece radicalmente opuesta. La lengua «estándar» en su modalidad de comunicación lógica tiende al unisenso, mientras que la poesía tiende a la polisemia (García Berrio, 1979: 135).

Ello nos conduce tanto al formalismo ruso y su concepto de ‘desautomatización’, como a la pragmática de la comunicación literaria, lo que, según Roland Posner (1987:133-134), supone la diferencia entre poesía y literatura (narrativa y drama), ya que en la poesía las palabras no refieren a las cosas1 (lo que sí sucede en las obras narrativas o en las teatrales), si bien el rasgo esencial sería el sometimiento (en mayor o menor grado) a unos códigos estéticos vigentes, que —añadimos nosotros— incluyen la tradición de una cultura, cuya desautomatización y autorreferencialidad (tal vez como reflejo final de la autonomía del arte) tiene como consecuencia la no repetición de un texto a otro. Esta desautomatización y autorreferencialidad suponen, finalmente, una manifestación de la originalidad como característica inherente de la creatividad poética.

Recuérdese que, en la tradición literaria francesa, por ejemplo, existe el récit poétique o novela de tipo simbólico (como en Jean Cocteau o Alain Fournier), del mismo modo que varias obras teatrales de Maurice Maeterlink, August Strindberg o Samuel Beckett se denominan ‘teatro poético’ por su carácter simbólico. Este empleo de un lenguaje eminentemente simbólico y la práctica ausencia de acción serían el rasgo fundamental para concederles ese carácter «poético». 1

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2.  BASES DE LA CREATIVIDAD POÉTICA Nuestras ideas actuales sobre la creatividad proceden del Romanticismo, cuando la subjetividad y la originalidad se convirtieron en valores per se para determinar la calidad de las obras de arte. Hasta finales del siglo XVIII lo esencial de la obra era la destreza técnica mostrada en su elaboración: ese era el componente desautomatizador más importante. Tras la ruptura con el paradigma clásico y clasicista, el ingenio, entendido como habilidad técnica, y el genio, como propuesta individual de ruptura respecto de la tradición, se decantaron hacia el segundo de ellos, en lo referente al valor del objeto estético (Tatarkiewicz, 1997: 286-296). Desde el punto de vista de la ciencia cognitiva, la creatividad se situaría como una intersección entre la originalidad y la adecuación de ese hallazgo en el contexto al que mejor se ajusta, de acuerdo con la definición estándar de creatividad aportada por Mark A. Runco y Garret J. Jaeger (2012: 92). Como señala Anna Abraham: Para que una idea sea considerada creativa debe ser original o novedosa. La originalidad es lo que hace que una idea sea única o inusual en comparación con otras ideas que emergen en un momento dado [...]. // Si bien la originalidad es el factor central para determinar el grado de creatividad asociado con una idea, no es el único factor necesario. Un segundo componente en cuestión es el de la adecuación, relevancia o ajuste [...]. // Con esto, tenemos los dos elementos centrales de la creatividad [...], a saber, que una idea creativa es aquella que se considera original y apropiada dentro de un contexto particular (Abraham, 2018, 30-31).

Ahora bien, esta creatividad, que poseería una gradación respecto de su objeto de aplicación y con relación a la tradición (pensemos, en el ámbito poético, en Mallarmé y la ruptura materializada por «Un coup de dés jamais n’abolira le hazard» frente a otros poemas cuya originalidad pudiera percibirse en su momento2), se materializaría Este poema, el único acabado de los cuatro que constituían el proyecto de Igitur, supuso la culminación del Simbolismo y la apertura hacia las vanguardias, pues fue publicado por primera vez en 1897 en la revista Cosmopolis, aunque no se percibió su importancia hasta la reedición en la Nouvelle Revue Française en 1914, ya en pleno nacimiento y desarrollo de los movimientos de vanguardia europeos. 2

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en unas condiciones naturales (que determinarían la posibilidad de crear) y una habilidad técnica, necesaria para la construcción del texto de manera adecuada. En realidad, estamos hablando de la ditocomía ingenium - ars establecida por Horacio en su Epístola a los Pisones (versos 295-346). Partiendo de esas condiciones innatas y, tras asumir esas estructuras antropológicas compartidas, el creador, a través de su memoria (que pone en liza la imaginación, al recrear experiencias) utiliza como material literario su experiencia del mundo, tanto su experiencia vital como sus percepciones o sus lecturas previas. Ello nos conduce, por una parte, hacia una «lectura implícita» a través de la cual el lector deduce, de manera no consciente, una posibilidad de significado que produce en él un determinado sentimiento, pero también deduce las convenciones de cada género y los actantes que conforman los textos, en una actividad consciente e inconsciente, lo que configura una «memoria textual», de acuerdo con lo expuesto por Daniel Dubuisson: Gracias a su memoria textual, progresivamente enriquecida, gracias a la función textual, que no cesa de trabajar este patrimonio inmaterial, gracias también a su competencia de «lector» de textos, el individuo se construye una cosmografía, es decir, el universo en el que se inscribe su ser, su nombre y sus actividades (1996, 36).

De este modo, la memoria articula tanto las imágenes mentales (fuente de la creatividad, como los recursos técnicos para desarrollar el texto. Pero estas imágenes, si hablamos de creatividad literaria, han de transformase en secuencias lingüísticas. Para esta actividad de transformación de la imagen mental en imagen verbal, el cerebro humano interconecta diversas áreas durante el proceso de creación, tal como demostró experimentalmente (en lo referente a poemas) Siyuan Liu y su equipo: la generación de un poema se caracterizaría por «un patrón disociado», produciendo un aumento de actividad en el córtex prefontal, que se extendería desde el polo frontal al área dorsolateral de la corteza prefrontal, activándose también el surco intraparietal y la precuña, así como el surco temporal y otras áreas relacionadas con el lenguaje, con una conexión con la amígdala (área cerebral asociada a los sentimientos), entre otras áreas cerebrales que intervienen en el proceso creador (Liu et al., 2015). Esta actividad corresponde, según varios estudios, a una situación cerebral de estrés, que provoca la producción de una serie de sustancias bioquímicas (oxitocina, endorfi-

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nas, etc.) que sirven como neurotransmisores (entre otros: Paulus et al., 2010. Rolls, 2011). Toda esta interacción entre diferentes áreas cerebrales establece la relación entre imagen mental e imagen verbal, que desemboca en un mensaje (Paivio, 1971: 39-117), que, en el caso que nos ocupa, consistiría en un objeto estético de naturaleza lingüística. Estructura cultural (antropológica)

Tradición / institución literaria

Mundo exterior

Textos Percepción individual Imágenes (Experiencia del mundo)

Memoria textual

Memoria

Competencia textual

Formalización

Conceptos lingüísticos

Simbolización

TEXTO

Esta habilidad técnica (ars), a la que me refería más arriba, procede de ese conocimiento no consciente de las convenciones formales, genéricas, temáticas, etc., que configuran una determinada tradición literaria (como parte de la tradición cultural). Proceden, por tanto, de esa «memoria textual» de la que hablaba Daniel Dubuisson. Junto a ella, la ejercitación se convierte en un elemento fundamental para

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que el contenido semántico abstracto alcance el carácter de objeto estético de naturaleza literaria. La ejercitación viene ya formulada por la tradición clásica, pero esta ejercitación es también necesaria para la creación literaria (considerada como fenómeno pancrónico). A través de la ejercitación, el escritor (sea en prosa o en verso) aprende a construir textos en el género literario elegido, unida al ingenio o creatividad. Ambos planos, como se ve, resultan (ya desde la preceptiva clásica) necesarios para que el texto posea carácter de objeto estético. Una vez que el autor adquiere esa «competencia creativa», le asigna una forma a un contenido semántico abstracto. Si la deducción de las formas se ha producido de manera no consciente, en tanto que el escritor es primero lector, esta asignación de las formas a unos contenidos abstractos se efectuará también de manera no consciente, es decir, a través de un conocimiento intuitivo que la memoria textual y la ejercitación han puesto a punto. De este modo, una intuición concebida como manifestación de una serie de habilidades ejercitadas se convierte en la explicitación de un ars que actúa ante una situación de nueva experiencia, lo que se corresponde con la inteligencia inconsciente formulada por Gerd Gigerenzer (2007: 48-59). De este modo, la creatividad (entendida como la intersección entre la originalidad y la adecuación) como manifestación de unas condiciones innatas y otras adquiridas se manifiesta en forma de texto, en objeto de naturaleza estética y lingüística. 3. LA CONSTRUCCIÓN TEXTUAL DEL POEMA: ASPECTOS PSICOLÓGICOS Y LINGÜÍSTICOS Para afrontar las cuestiones referentes al plano formal del texto poético, me quiero centrar en dos componentes esenciales y diferenciadores de la poesía respecto de los textos en prosa: la construcción de la imagen y el ritmo. En ambos casos nos encontramos con una serie de patrones (fónicos, sintácticos y semánticos), que orientan la expresión hacia una significación determinada. Para ello voy a emplear tanto instrumentos cognitivos como lingüísticos (estos esenciales), procedentes de la poética generativa y de la pragmática. En primer lugar, debemos considerar que es la imagen la que expresa y orienta la forma poética, de tal modo que los actantes de los diferentes niveles lingüísticos que componen el texto resultan solidarios entre sí, ya que es la imagen la que provoca su elección (a través

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de la inteligencia inconsciente) por parte del poeta, quien orienta su expresión hacia el contenido semántico que se desea transmitir. Este ritmo del pensamiento alcanza no solo a lo fonológico, sino a la iteración de actantes morfológicos, sintácticos y léxicos, abarcando incluso las metáforas o las imágenes poéticas (Utrera Torremocha, 2010: 145146), como motor y reflejo de esa iteración manifestada en el poema, hasta definir la redundancia de los actantes, que, en forma de acumulación isotópica, remiten a una misma significación, configurando un texto como expresión sentimental, como forma lingüística de aquello que no se puede expresar de otro modo.

Plano fónico

Analogía

Relación entre actantes

Plano sintáctico

Antítesis



Plano semántico

Contigüidad

Ritmo semántico

Esta relación queda fijada, por una parte, a partir de los actantes fonológicos, que Benjamin Hrushovski estableció en la siguiente clasificación: Tipo I, correspondiente a la onomatopeya, como patrón mimético del sonido; Tipo II, patrones expresivos del sonido, es decir, como aquella sucesión de sonidos (lingüísticos) que buscan una reacción emotiva en el receptor; y Tipo III, patrones focalizadores del sonido, donde una palabra repetida ocupa el centro significativo del texto y se convierte en el eje en torno al cual se orientan las demás (Hrushovski, 1980: 45-55). Asimismo, esta atracción fónica conlleva determinados fenómenos compositivos tanto en el plano sintáctico como en el semántico, hasta constituir un ritmo semántico producido por el calco en la significación orientada de cada uno de los niveles que componen el texto poético. De ello se deduce que las reglas compositivas vienen determinadas por la sucesión de imágenes que arrastran consigo cada uno de los actantes textuales, hasta desembocar en una (cierta) regularidad que, por su recurrencia, determina la cohesión textual y ‒por su orientación- la coherencia respecto del contenido semántico, lo que nosotros indicamos a partir de una dialéctica basada en relaciones de analogía y/o antítesis y/o contigüidad, entre imágenes y entre estructuras. Esta no estandarización de la construcción del texto poético, a partir del nivel semántico (Gridina y Ustinova, 2016), supone, por otra parte, la ruptura de las reglas de construcción semántica en la formación de la imagen poética.

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Frente al uso cotidiano (funcional) del lenguaje, la construcción de la imagen poética implica la transgresión de determinadas reglas, principalmente las de subcategorización, sea por la violación de una categoría léxica, o por la vulneración de un rasgo de subcategorización estricta (que establece el sistema de relaciones y el orden entre los elementos en la frase) o por la ruptura de las reglas de subcategorización seleccional (por la que se forman secuencias a partir de los rasgos compatibles de los términos que las componen); generalmente combinándose estas transgresiones de las reglas de subcategorización (Van Dijk, 1972: 251-255; Crespo Matellán, 1984: 97-98). Esta desviación de las reglas semánticas orienta el texto no solo hacia un determinado contenido semántico, abierto, pero limitado en su interpretación semiótica, sino que provoca una reacción sentimental en el receptor (Begemann, 1994). En lo referente al ritmo, es decir, para esas estructuras métricas (y rítmicas) generadas, el poeta puede emplear estructuras que formarían parte de la herencia cultural que asume el autor3. Es lo que ReubenTsur denomina «fósiles cognitivos», que consisten en «la transmisión social repetida [que] puede hacer todo lo que le atribuye el enfoque «cultura-engendra-cultura»», y que serviría de guía al poeta en tanto que podría seguir las huellas de su tradición cultural (Tsur, 2017b: 1-2). Podemos representar este paso desde las imágenes mentales hasta la forma del poema del siguiente modo:

3 Como señala Vítor Manuel de Aguiar e Silva, «los sistemas de reglas métricas tienen que ser producto de adquisición sociocultural […], porque son, en su origen y desarrollo, fenómenos socioculturales, condicionados y estructurados históricamente» (1980: 94).

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Imagen mental

Lenguaje

Macroestructura [Plano semántico] [Contenido abstracto]

Transformación en secuencias léxicas



[Institución literaria]



[Síntaxis textual]

Superestructura

Narrativa

Lírica

Drama

Formas

Formas

Formas

Lírico Poema en verso Poema en prosa Narrativo y/o descriptivo Discursivo y/o reflexivo

Poema rimado [+rima +metro]

Verso blanco [+metro]

Verso blanco

Caligrama

[Disposición formal] [Disposición gráfica]

Esas secuencias léxicas, procedentes de esa expresión orientada y cuya característica principal es su ritmo semántico, se materializan en forma de una superestructura determinada (que podemos denominar «superestructura lírica», en conexión a la forma natural en la que se inscribe y —en esta ocasión— con un empleo de la imagen) y que, en su estructura de superficie se manifestarían o en forma de poema rimado y con metro (por ejemplo, los sonetos de Miguel Hernández o de Federico García Lorca); o en forma de verso blanco (como en el caso de los sonetos de Neruda); o como verso libre (con unos patrones

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rítmicos muy marcados, como los empleados por Vicente Aleixandre en La destrucción o el amor, 1935; o por Blanca Andreu a lo largo de su producción poética), sea con una tendencia hacia el silencio (por ejemplo, Edmond Jabès en La mémoire et la main, 1987; o Ada Salas, en Limbo y otros poemas, 2013), abriendo aún más la posibilidad de significación, con el valor expresivo del espacio en blanco con carácter simbólico o para enfatizar las palabras; o a través del poema en prosa, donde ese ritmo semántico se mantiene a través de una continuidad de paralelismos fonológicos (principalmente aliteraciones), sintácticos y semánticos (por ejemplo, Alejandra Pizarnik en la Extracción de la piedra de la locura, 1968; o José Ángel Valente, en No amanece el cantor, 1992); o con estructura de caligrama, cuya forma correspondiente sea el verso libre (por ejemplo, los de Apollinaire4) o el poema en prosa, con la particularidad formal —en cualquier caso— de que la estructura gráfica expone el contenido o por analogía o por contigüidad, como en el libro Tótem – Espantapájaros (2016), de Amalia Iglesias Serna. Esta expresión orientada, manifestada en cualquiera de las formas anteriormente expuestas, pretende trasladar al lector, en lo que podemos llamar —con Antonio García Berrio (1994: 83)— su ‘centro sémico’, denotativo, es decir, aquella macroestructura que todos interpretaríamos a través de la forma, quedando la ‘periferia connotativa’ del texto sometida a la capacidad de inferencia del lector mediante su experiencia personal o al conocimiento del código estético que se ha empleado, por ejemplo. Se establece, de este modo, un correlato entre la expresión orientada del autor y lo percibido por el receptor (de manera pasiva, pero significativa), quien establecería las correlaciones necesarias entre los distintos actantes textuales y su significación. El valor emotivo de determinadas palabras, determinados sonidos (Aryani et al., 2018) y determinadas construcciones que derivan en un complejo de imágenes, poseen un valor sentimental o emocional para los hablantes de una lengua dada, máxime al tratarse de un texto donde estos elementos aparecen en una

Cuando en 1930 la editorial Gallimard publicó una edición de los Calligrammes de Guillaume Apollinaire ilustrados con litografías de Giorgio de Chirico, el poeta francés «deconstruyó» varios de sus caligramas en forma de poema en verso libre, por lo que habría que considerar esta forma (junto con el poema en prosa) como posibilidad de transformación gráfica de/en un caligrama. 4

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evidente saturación semántica de carácter redundante. Ello se debe en buena medida a la actividad de las neuronas-espejo, que nos llevan a actuar por empatía o por imitación ante determinados estímulos (entre otros: Damasio, 2010: 118; Tsur, 2017a: 298-299). 4. CONCLUSIONES Se cierra así el recorrido que hemos realizado a lo largo de estas páginas, desde las cuestiones metodológicas del estudio transdisciplinar de la literatura a la creación, la reformulación y justificación de la doctrina clásica, la construcción textual del poema o su recepción. Se ha tratado, por tanto, de un esquema semiótico en el que he podido abordar algunas cuestiones importantes: de la creatividad literaria a una gradación de los modos de analogía; de los aspectos lingüísticos que permiten la construcción de la imagen y del poema a una tipología de las formas, entendidas como modalidades de estructuras de superficie respecto de una misma superestructura. Seguramente sería necesario mucho más espacio para poder desarrollar y justificar estas cuestiones satisfactoriamente. Del mismo modo que Aristóteles aseguraba que el mejor artesano es el que realiza la mejor pieza con el material del que dispone, he intentado en estas líneas desarrollar los fundamentos de la teoría cognitiva (poética cognitiva, ciencia cognitiva de la literatura) de la mejor manera posible en la menor extensión de espacio. Espero que el objetivo se haya alcanzado, al menos, con el suficiente rigor académico. La tradición clásica y la epistemología moderna no son sino las dos caras de una misma moneda: el conocimiento. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ABRAHAM, Anna (2018). The Neuroscience of Creativity. Cambridge: Cambridge University Press. AGUIAR E SILVA, Vítor Manuel de (1980). Competencia lingüística y competencia literaria. Madrid: Gredos. ARYANI, Arash et al. (2018). «The Sound of Words Evokes Affective Brain Responses». Brain Science, 8, 94, pp. 1-10. BEGEMANN, Petra (1994). «Readers’ Strategies in Comprehension Poetic Discourse». En Janos S. Petöfi y Terry Olivi (eds.). Approaches in Poetry. Some Aspects of Textuality, Intertextuality and Intermediality, pp. 1-31. Berlin-New York: Walter de Gruyter.

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DISCURSO INTERGENERACIONAL DE GÉNERO Y CLASE SOCIAL EN EL ESPAÑOL DE EL SALVADOR M.ª Azucena Penas Ibáñez Universidad Autónoma de Madrid

1. INTRODUCCIÓN En Three Mothers, Three Daughters. Palestinian Women´s Stories (1996), cuyo antecedente es Days of Honey, Days of Onion: The Story of a Palestinian Family in Israel (1993), y From Grandmother to Granddaughter. Salvadoran Women´s Stories (2000), de la que hay traducción española De abuela a nieta. Historias de mujeres salvadoreñas (2006), se observa un gran parecido entre El Salvador y Palestina, en cuanto país y sociedad, pues se descubre en ambos que el dominio masculino no era solo un patrón cultural que permeaba todo el tejido social, sino que también era blanco de serios desafíos por un número creciente de mujeres1. Por otra parte, al igual que en Palestina2, en El Salvador había sucedido un levantamiento de

1 La Intifada en Palestina y la guerra civil en El Salvador han alentado grupos femeninos que pueden jugar el papel de ser la vanguardia de cambios que se irán extendiendo en el futuro. A Dream compels Us (Carter et al., 1989), es una compilación de relatos orales breves de mujeres salvadoreñas activistas, que proporciona una perspectiva interesante de cómo los grupos de mujeres proliferaron durante la guerra. 2 Para Daniel Osowicki (2012: 53) la Intifada fue una revolución popular. Uno de los cuatro factores que le permiten hablar de la Intifada como hecho revolucionario

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gran alcance: una guerra civil desde 1980 hasta 1992, que afectó en ambos casos los roles y las percepciones de las mujeres ante la sociedad. A la par de las semejanzas apuntadas, se constata una diferencia de relieve: el enorme significado de la clase social. En Palestina, la causa común de la lucha contra Israel empaña las diferencias sociales; pero en El Salvador, estas diferencias son agudas y evidentes. Se puede decir que estas comparaciones y contrastes entre sociedades han sido el germen de lo que se viene denominando ya un nuevo género, el de historias de vida. Centrándonos en el caso latinoamericano de El Salvador, las muestras provienen de las entrevistas a una abuela, a una madre y a una nieta de tres familias salvadoreñas: la familia Núñez, de la clase alta, la familia Rivas, de la clase media y la familia García, de la clase baja. Cada mujer ha contado oralmente la historia de su vida, entremezclada con recuerdos de la niñez, de la vida matrimonial y de la crianza de los hijos. Las historias reflejan los cambios en las oportunidades educativas y ocupacionales para las mujeres y en las relaciones entre hombres y mujeres. A la pregunta simple y directa de si un hombre puede entrevistar a una mujer con igual éxito que una mujer, M. Gorkin se siente inclinado a decir que no puede conseguirlo3. En primer lugar, como S. Gluck y D. Patai (1991) sugieren, las entrevistadoras femeninas generalmente se toman el cuidado de construir una atmósfera de relación personal [rapport] con sus sujetos; en cambio, los entrevistadores varones, al preocuparse demasiado en obtener resultados, tienden a ir a la caza de información y, en consecuencia, a descuidar el elemento vital de la relación personal. El segundo factor es el de que las mujeres son conscientes de que otra mujer comprenderá y apreciará todo lo relacionado con sus vidas mucho mejor que un

es que «Los primeros en levantarse fueron aquellos que ‘no contaban’, trabajadores, mujeres y jóvenes». Yari Sharif (1990: 18) lo expresa muy claramente: «En esta atmósfera de rebelión, los trabajadores temporales de los huertos se impusieron a sus dueños. Los alumnos obligaban a sus maestros a acudir con ellos a las manifestaciones. Las mujeres dejaban los hornos sin pedir permiso a sus maridos. Las convenciones sociales tradicionales se hicieron pedazos; el viejo sistema de estratificación social fue violentado. La masa de ‘los que no cuentan para nada’ se convirtió de repente, en la fuerza dominante que llevaba la voz cantante» (en D. Osowicki, ibidem: 53-54). 3 En este sentido, los dialectólogos, como muy bien observa P. García Mouton (2003), son conocedores de la conveniencia de utilizar mujeres como informantes.

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hombre, quienquiera que sea, porque este casi seguramente estará menos interesado en sus experiencias. Al provenir las muestras de encuestas que adoptan un enfoque generacional por familias, cabe interrogarse por la naturaleza de las tradiciones orales y los problemas inherentes a este tipo de formato, en particular si hay diferencias de género y nacionalidad. Ciertamente, la propia textura de las muestras escritas —tal como nos lo recuerdan quienes practican la historia oral— anticipa ya una audiencia potencial, los lectores, a quienes se dirigen estos relatos4; por lo tanto, unos lectores concretos que condicionan una versión, no la versión, de cada una de las vidas de las mujeres encuestadas. Con respecto a las cuestiones éticas que surgen al recoger y transcribir estos relatos orales, D. Patai (1991) afirma que el encuestador estadounidense se encuentra en una posición de poder y privilegio frente al sujeto tercer mundista y que, por lo tanto, tiene en perspectiva más ganancias en términos «económicos» y de «prestigio» que el entrevistado. Por lo tanto, no se puede evitar un cierto grado de explotación en esta relación, que degrada el nivel ético de la entrevista. Sin negar el argumento de D. Patai, consideramos que la entrevista es válida en sí y también acarrea beneficios al entrevistado, en este caso, entrevistadas. El historiador P. R. Thompson (1988: 150-165) señala, a este respecto, los efectos sicológicos saludables que el sujeto recibe al participar en un proyecto de historia oral, y destaca dos, fundamentalmente, cuando el sujeto se somete al proceso de recoger su vida. En primer lugar, el acto de recordar, si bien puede ser doloroso, tiene un efecto catártico para muchos de los entrevistados. En segundo lugar, el proceso de relatar el pasado a un escucha atento es una experiencia plena de sentido y enriquecedora para quienes quizá nunca hayan vivido tal experiencia. 2.  GÉNERO: ORALIDAD INTERGENERACIONAL Vamos a trabajar con los datos de primera mano que nos ofrece la investigación de campo a través de las encuestas realizadas por M. Gorkin, M. Pineda y G. Leal entre septiembre de 1996 y junio de 1998. Cabe seleccionar en este trabajo por motivos de espacio algu-

Para una buena exposición de esta perspectiva, véase J. Clifford & G. E. Marcus (eds.) (1986). 4

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nos relatos intergeneracionales de la familia Núñez (entre septiembre de 1996 y diciembre de 1997), de clase social alta, y destacar las distintas versiones que en ocasiones ofrecen los relatos en torno al área de la familia, que es de las cuatro5 tratadas, sin duda, la más amplia, a la que se dedica más extensión en las entrevistas. Como dice Mónica, una de las entrevistadas: Del resto, (la niña Cecilia, madre de Mónica) ha olvidado uno que otro detalle, al menos en comparación a cómo recuerdo yo las cosas. Es natural. Cada cual recuerda las cosas a su manera, cada uno tiene su propia perspectiva ¿no? Me imagino que cuando hablen con mi hija Paulina, ella tendrá una visión distinta de la mía sobre las cosas. No, no me lo imagino, estoy segura. Ya verán.

También atenderemos al factor de denuncia que convierte el habla más o menos reivindicativa de las mujeres encuestadas en un discurso de género (Penas Ibáñez, 2009b: 296). Dejamos para una investigación ulterior y más compleja las otras tres áreas: educación, trabajo y guerra, así como las otras dos familias: Rivas, de clase social media, y García, de clase social baja (abril 1997-abril 1998 y octubre 1997-junio 1998). 3. FAMILIA NÚÑEZ6: PRIMERA GENERACIÓN DE LA ABUELA (LA NIÑA CECILIA); SEGUNDA GENERACIÓN DE LA HIJA (MÓNICA); Y TERCERA GENERACIÓN DE LA NIETA (PAULINA). RELATOS EN TORNO AL ÁREA DE LA FAMILIA A diferencia de su madre, la niña Cecilia, que parecía estar intrigada por el aspecto literario de la entrevista, Mónica tenía una necesidad personal, hasta catártica, de ventilar muchas de sus experiencias. En el caso de Paulina su actitud fue muy proactiva y espontánea,

Las cuatro áreas son: familia, educación, trabajo y guerra. La cita de D. Lessing (ibidem: 169): «Si tuviera un hijo, te quedarías, pues te hubieras identificado con él, al menos por una temporada. Pero, como tengo una niña, te irás porque nos verás como dos mujeres, como dos enemigos» define la experiencia personal de esta familia, ya que, por ser mujeres, no fueron (bien)aceptadas por sus padres, ni tampoco por sus familias paternas. 5 6

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expresando sus quejas en el área familiar y sus opiniones en las otras áreas: educativa, laboral y bélica. La casa y propiedad de la 1.ª generación es patriarcal. Al casarse la niña Cecilia se va a vivir a la finca de sus suegros. Todos vivían en esa casa enorme con corredores y muchos cuartos. En la 2.ª generación la casa se separa de la finca. Mónica vive temporalmente con sus suegros mientras construían su propia casa a la par de la de ellos. Posteriormente se trasladan a la colonia B en El Salvador. En la 3.ª generación no se dice nada al respecto ya que cuando se realiza la entrevista Paulina tiene 16 años7 y vive con sus padres. Los nombres de los suegros de la niña Cecilia, Erlinda y Julio, se conocen a través de la entrevista con Mónica, quien, curiosamente, dice que «Ella (la niña Cecilia) dejó por fuera la familia de mi papá. No es que sea machista, de verdad». Veladamente se nos hace saber la relación más o menos tensa que pudieran tener. Por otra parte, también se infiere el juicio negativo que Mónica hace de su padre Alberto cuando dice: «Me siento más cerca de mi mamá, la admiro y la adoro, más que a mi papá». Mónica es quien da sutiles detalles sobre los orígenes familiares de sus abuelos paternos, que pueden dar pie a una interpretación más o menos reivindicativa por su parte: «Erlinda, la mamá de mi papá, su familia es la del dinero. Sus antepasados venían de España y consiguieron una enorme propiedad aquí», en contraposición con la familia de Julio, que no tenía tanto dinero. Sin embargo, el que manejaba los negocios era su abuelo Julio8, quien «Era médico, un hombre alto y bien parecido, un patriarca. Le llevaba varios años a mi abuela y era él quien mandaba9. […]. Era el verdadero jefe de la familia». Si Alberto era de buena familia, Francisco, el marido de Mónica, era de mejor posición, ya que «la mamá10 de Francisco venía de la familia L… Sí, una de las «catorce familias». El comentario que sigue evidencia una

7 Mónica tiene en el momento de la entrevista 47 años y la niña Cecilia 74, aunque a través de Mónica nos enteramos de que su madre por coquetería se había quitado años al decir que tenía 67 años. 8 Su padre, don Pedro, era abogado y juez, uno de los hombres que firmaron la Constitución de 1885. Su mujer Miri (Miriam) era una judía sefardita. Mónica en la entrevista inmediatamente apostilla que se había convertido en España en una católica devota y que a los 15 años se casó por ser guapísima. 9 Mónica en otro momento dice que era «como un rey ante su corte». 10 Se observa una constante en las dos primeras generaciones, ya que tanto en la niña Cecilia como en Mónica la rama materna es la pudiente económicamente, pero la paterna es la que manda socialmente.

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queja por discriminación: «Su familia nunca aceptó al papá de Francisco, aunque era un hombre ejemplar, y tenía sus propios medios. Hasta ahora, Francisco resiente que la familia L. haya rechazado a su papá», no exenta de cierta frivolidad e hipocresía, cuando añade: «Pero lo divertido es que mi hija se siente orgullosa de decir que está emparentada con esa familia. A veces firma añadiendo ese apellido. A Francisco no le gusta, pero ¿qué se puede hacer?», dado que permite inferir un cierto beneplácito por parte de Mónica. La niña Cecilia manifiesta que, de ocho hijos, ella era la niña, en el puesto quinto, de entre siete varones; por lo que fue consentida de todos, de su madre, de su padre, de sus abuelos. Con los varones eran más estrictos. «Su mamá la trataba como a una princesa», ejerciendo una separación de sexos ya que, de pequeña, jugaba con sus primas11, porque no la dejaban jugar con sus hermanos varones. Cuando tuvo a sus dos hijos, Felipe y Mónica, comprobó que el preferido de la familia (de su padre, de sus abuelos paternos, incluso de la sirvienta Virginia) era Felipe. Su reacción fue a nivel personal, individual, no teniendo favorito. «Los adoro a los dos. Me siento mal por Mónica». En el caso de Mónica, esta reconoce que todo el mundo adoraba a Felipe, lo consentía. «Quizá porque era el mayor o porque era varón. Aquí prefieren a los varones». Ella no se sentía para nada bien. «Si le daban un juguete nuevo y a mí no me daban nada, [la niña Cecilia] venía y me decía en voz baja: “No te aflijás, te voy a dejar jugar con él”. A él le daban todo». Felipe se ponía tan contento y ella tenía una sensación terrible. No obstante, se muestra comprensiva con su hermano pues reconoce que este no podía rechazar lo que le daban. Lo que es una señal de madurez por su parte. Mónica coincide en la versión que da su madre de querer por igual a los dos hijos cuando relata que «se volcaba en atenciones conmigo para que no sintiera las preferencias por mi hermano. Ella, creo que, de verdad, no tenía preferencias. Era la única. Nos quería por igual». Confiesa que, si su madre no hubiera llevado bien las cosas, probablemente hubiera crecido amargada y resentida. Y ahora que era madre se daba cuenta de lo sabia que fue. Por consiguiente, hay una empatía entre ambas a dos niveles jerárquicos, como madres en primer lugar y como madre-hija en segundo lugar.

Especialmente jugaba a muñecas con su prima Verónica, de la que se resalta que era muy guapa. 11

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La relación entre los dos hermanos era buena. De hecho, contaba con el apoyo de Felipe, mucho más que con el de su padre Alberto, que siempre la controlaba. Al morir Felipe en un accidente de coche, para Mónica se destruyó la familia. Este trágico suceso es visto desde dos ópticas distintas: para la niña Cecilia supuso llorar todo el camino, estar fuera de control. «Alberto, en cambio, estaba sereno, ni una lágrima. Y así se mantuvo. Cuando vimos el cuerpo de Felipe, cuando lo velamos, cuando enterramos a nuestro hijo, Alberto no se descompuso. Me dio su apoyo. Porque, verán, yo me hundí». Sin embargo, Mónica ofrece una visión más real, no tan idealizada como la de su madre, ya que, afirmando que su mamá no paró de llorar y que su papá tuvo que apoyarla, hace un sutil comentario: «Era sorprendente. Mantuvo el control de la situación a lo largo de todo el asunto, cuidando a los demás, asegurándose de que estuvieran bien. Pero nos dábamos cuenta, entonces y después, que se veía demasiado equilibrado». Con ello viene a decir que no esperaba tal reacción de su padre puesto que la opinión que tiene de él es que es un inmaduro12, un niño grande. Ya la abuela materna, Felicia, lo consideraba, así por lo que no quería que su mamá [la niña Cecilia] se casara con él13. Tanto Felicia como la niña Cecilia tuvieron que hacerse cargo de las respectivas haciendas y regentarlas14. Ahora bien, en el caso de la abuela Felicia no se debió a la inmadurez del marido, sino a que quedó viuda15. Lo cuenta así su hija la niña Cecilia: «al quedarse viuda no pensó casarse de nuevo. Debía quedarse sola. Era su destino y lo aceptó con dignidad». Más adelante, menciona el hecho de que su madre logró recuperarse de tal tragedia, en cambio, su padre nunca. Apela a que el llanto es bueno en

Los roles del matrimonio se han intercambiado, ya que como comenta la niña Cecilia: «[los partidos] los tengo que ver sola, porque a mi esposo no le gusta mucho el fútbol. Lo que él ve conmigo son las telenovelas». En cambio, Paulina más adelante al ser entrevistada habla de las aficiones de sus abuelos paternos, Alfonso y Emilia, con un rol tradicional: pilotar aviones y ver telenovelas, respectivamente. 13 La niña Cecilia no dice nada de la oposición de su madre. Antes bien, considera que con 21 años fue libre al tomar la decisión de casarse con Alberto: «No era normal que una joven del medio del que yo venía hablara así, ni a los padres, ni a los hermanos mayores. Se esperaba que una muchacha fuera tímida, sumisa». 14 Mónica deja entrever que no fue por necesidad, ya que «sospecho que le gusta llevar la mayor parte de la responsabilidad de la finca sobre sus hombros». 15 Sin embargo, no regentó sola la casa y la hacienda, sino con la ayuda de los hijos mayores. 12

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estos casos: «Creo que es mejor llorar como mi mamá que caer en una depresión silenciosa como mi papá, de la cual aún no termina de salir. Mi mamá ha vuelto a ser ella misma. Mi papá, no. Su vida se vino abajo con la muerte de Felipe». Con ello deja ver la fortaleza16 de su madre y la debilidad de su padre ante la adversidad. Paulina también alaba la actitud con que encaró su abuela la niña Cecilia la muerte de su hijo Felipe por un accidente de automóvil: «Pero ella es admirable. Vivir todo eso y ser tan calmada ahora, una persona tan agradable. Ella es de verdad especial». La niña Cecilia no trabajaba cuando se echó de novio a Alberto, a diferencia de su hija Mónica que ejercía en la aerolínea TACA cuando entabló relaciones con Francisco, su futuro marido, aunque deja el trabajo al año de casarse. La niña Cecilia adopta una actitud romántica ya que supo desde que empezó a hablar con Alberto que ese era el hombre de su vida. Después supo que para Alberto también había sido amor a primera vista. Confiesa en la entrevista que «debía ser cuidadosa y pretender17 que no estaba interesada», un tópico femenino muy tradicional. En el caso de Mónica, no hay romanticismo sino un encuentro laboral en el aeropuerto. Francisco le pide que le lleve al taller de coches donde le estaban arreglando el suyo. Ella accede18. No le da al hecho mayor importancia, cuando en la entrevista dice: «De todas maneras, lo dejé en el taller. “Gracias, muchas gracias”, me dijo y creí que hasta allí había llegado todo». A diferencia de la niña Cecilia con su primer y único amor, Mónica declara que «en ese entonces ya tenía novio, y él también tenía una novia. Pero me imaginé que no había nada malo y le dije que sí». En la tercera generación, Paulina habla de novios cuando, en realidad, no lo son, incluso ella misma lo reconoce: «Yo, quizá he tenido uno o dos novios en el pasado. Pero nada serio. Mis papás los conocieron y no dijeron nada. Estaba bien, porque no sabían que había algo entre nosotros». La misma Paulina revela lo que entiende por serio: «Sexo, sí, a eso me refiero. […] Todas mis amigas piensan igual. No estamos interesadas en tener relaciones sexuales, es decir, antes del matrimonio. Aquí no es como en Estados Unidos. […]». Paulina toma partido y lo censura:

Fortaleza que también Mónica hace suya. Muy posiblemente haya un calco semántico del inglés (to) pretend como ‘fingir’. 18 La niña Cecilia no sabe conducir. Su hija Mónica lleva en coche a Francisco al taller. 16 17

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Una prima —prima lejana— [que vive en San Francisco] es de mi edad y tiene una gran libertad. Hace lo que le da la gana. Va a los bares hasta las dos de la mañana, se va a acampar con un grupo de muchachas y muchachos. […]. En verdad, pienso que es demasiada libertad, demasiado liberal.

Por consiguiente, se establece una oposición implícita de valores socio-éticos entre la sociedad norteamericana y la salvadoreña, focalizada explícitamente en el de las relaciones prematrimoniales, valor que comparten las tres generaciones: abuela-madre-nieta. Un comentario de Paulina sobre las relaciones entre los jóvenes hace ver que hay un machismo no solo en los hombres sino también en las mujeres: Y no nos engañemos, este un país machista. […]. Por ejemplo, si uno está en la Zona Rosa y una muchacha se está acariciando con un muchacho o lo está besando —es decir, besos de pasión—, al ratito todo el mundo anda hablando de eso. Ella se hace de mala fama. Y los cheros que comienzan a salir con ella, aunque nada pase, le dicen a sus amigos que la pudieron manosear. No quieren que nadie piense que no pudieron con ella. Así son los hombres, ¿no? Y las mujeres también comienzan a contar chismes. Nos decimos que tal y tal es una zorra, si está saliendo con un chero y se deja manosear, o si sabemos que se acostó con él. Se sabe que algunas de las cheras más grandes de la Escuela Británica se acuestan con muchachos, pero ninguna de mis amigas anda en eso.

En esta cita se ve claramente el rol masculino («no quieren que nadie piense que no pudieron con ella») y femenino («nos decimos que tal y tal es una zorra») ante la misma actitud machista. Con respecto al término chero, si consultamos el Diccionario de americanismos de la RAE, observamos que la acepción19 que le corresponde es: «II. (Del fr. cher, querido). 1. m. y f. Ho, ES. Amigo íntimo, compañero inseparable. pop + cult Æ espon». Tanto la niña Cecilia como Mónica llegaron vírgenes al matrimonio. Las dos se casaron de blanco, la primera a los 24 años y la segunda a los 25. El banquete nupcial consistió en una comida en la 1.ª generación, y en una cena en la 2.ª genera-

19 En México el significado de chero como adjetivo es «Referido a persona, huraña y falta de delicadeza por no estar acostumbrada al trato con la gente», ya que el étimo del que procede es una abrev. de ranchero; y como sustantivo es «Prisión, cárcel».

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ción. Ambas confiesan que sus madres no les habían dicho nada de lo que iba a pasar en la primera noche de bodas. Se enteraron por amigas íntimas. Mónica considera que la madre es la que tiene que informar a la hija, pero lo dice con una afirmación atenuante20 modalizada: «Creo que cuando Paulina se case la voy a preparar. Creo que así debe ser». Los progresos de Mónica son muy leves ya que adopta el rol tradicional de la mujer pasiva cuando dice: «Pero, de todas formas, esta amiga me había hablado como si fuera mi madre y hasta le había dicho a Francisco, en broma, “La vas a tratar bien, ¿oíste? ¡No vayás a ser tan bruto21!”». Además, refuerza ese rol pasivo sufriendo en silencio (Méndez Guerrero 2015 y 2017) sin contárselo al marido, que, curiosamente, como a su padre, también lo trata de niño: Nos fuimos de luna de miel y me dio, bueno, esa incomodidad22 que sienten algunas mujeres en su luna de miel. Nadie me había hablado de eso. ¡Qué dolor! No le dije nada a Francisco, no quería echarle a perder su alegría. […] Lo vimos todo y Francisco estaba contento como un niño, filmándolo todo. […] Siempre tiene entusiasmo de verdad. Casi como un niño.

Paulina tampoco ofrece progreso alguno respecto a su madre y abuela: «Este es un país latino y uno tiene que cuidar su reputación. Lo mejor es llegar virgen al matrimonio». De nuevo, se desliza otro comentario machista, tanto en mujer como en hombre, ya que al preguntarle Paulina a su madre Mónica sobre su virginidad, esta, incómoda, le contesta en un primer momento y para verificar su respuesta, en un segundo momento, le remite también a su padre Alberto: Me imaginé que era virgen, pero pensé que era mejor preguntarle. «Sí», me dijo, «era virgen». Solo eso. Se podía ver que no quería hablar del asunto. Solo dijo: «Andá a preguntarle a tu papá, si querés saber». Y fui a preguntarle a mi papá y me respondió: «Sí, por supuesto que era virgen».

Las afirmaciones atenuantes modalizadas son uno de los rasgos lingüísticos de la gramática femenina (López García y Morant, 2005). 21 Los adjetivos apreciativos son uno de los rasgos lingüísticos de la gramática femenina (García Mouton, 2003). 22 Es una expresión correspondiente al eufemismo del decoro o decencia. 20

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Aunque Paulina confiesa que no puede hablar de sexo con sus padres, la queja va dirigida a su madre, ya que es de la que espera una mayor complicidad en estos temas: «No puedo hablar de sexo con ninguno de los dos. Mi mamá realmente se pone incómoda. No quiere hablar de nada que tenga que ver con el sexo». Sigue un rol muy tradicional, al considerar el sexo un tema de mujeres, es decir, un tema para tratarlo entre mujeres. Otra queja está presente en la entrevista a Paulina, la de que su madre no le informó de los cambios en la pubertad, la venida de la regla, la reproducción, etc.: Recuerdo cuando me vino la regla. ¡Dios mío, qué horrible! No sabía nada. Esperen, sabía algo. Sabía que algo iba a pasar. Fue cuando tenía 11 años más o menos. Recuerdo haberle dicho a mi mamá: «Mami, mi cuerpo está comenzando a cambiar, estoy empezando a desarrollar». Ella me dijo: «¡Ajá! No te preocupés. Es normal». Y luego me dijo que pronto, en meses o años, iba a tener la «regla». Y también: «Tu cuerpo se limpia de esa manera». Nada más. Nada sobre la reproducción ni nada sobre esas cosas. Y luego, cuando me sucedió un día, yo estaba en el baño y comencé a gritar. Ella entró corriendo y solo se quedó parada riéndose. Tenía tanto miedo, pero ella no me explicó nada. «Tu cuerpo se está limpiando», era todo lo que repetía.

por lo que tuvo que recurrir, de nuevo, a una amiga para informarse, como les había pasado a su madre y su abuela con lo de la primera noche de bodas: «Solo más tarde, cuando se lo conté a una amiga, ella me explicó todo lo que tenía que ver con la reproducción y todo eso». Únicamente en el caso de Paulina hubo una información curricular por parte de la escuela: Y, más o menos, un año después, al final del sexto grado o al principio del séptimo, ya no me acuerdo bien, me lo explicaron en la escuela. El ciclo menstrual, cómo se conciben los bebés, el proceso de nacimiento, todo. Y ahora, en mi clase de biología, estamos aprendiendo más sobre la masturbación, cómo tienen relaciones los homosexuales, de todo. Todos los detalles.

Por los comentarios de Paulina, se deja ver que la liberación sexual en ella es meramente superficial, ya que se siente ante los temas sexuales tan incómoda como su madre Mónica: «Lo que quiero decir es que me interesa saber de esas cosas, pero a veces los detalles me dan un

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poco de vergüenza. […] ¡Dios mío! ¡Es una clase sobre perversiones o qué! No sé, quizá soy demasiado tímida sobre esas cosas. Quizá porque nunca podría hablar de esas cosas en la casa, me da pena hablar de eso ahora, no sé». Más adelante confiesa abiertamente: «La verdad es que el sexo es algo con lo que no me siento a gusto». Paulina muestra hipocresía cuando dice que lo que a los 16 o 17 años no puede hacer, sí lo haría a los cincuenta, no importándole los principios morales sino las normas sociales: […] Y se imaginan si mi mamá se da cuenta de que me he acostado con alguien. ¡Dios mío, se volvería loca y armaría un escándalo! ¡Me daría la regañada del año! Solo, quizá, si llego a los 50 y no me he casado, tal vez piense: «¡Bueno! ¿Para qué decirle nada?». Pero a los 16 ó 17, no, definitivamente se volvería loca. Y ese sería mi fin.

Paulina considera moderna a su abuela23 y conservadora a su madre, porque puede hablar de sexo, novios, amor con ella, sin vergüenza alguna. Sin embargo, la abuela también se muestra conservadora: «Digamos que mi mamá no quiere que salga en carro con unos amigos, le pregunto a Abe y ella dice: «Bueno, ¿por qué no salís con ellos, pero llevá una amiga o dos?». Por otra parte, juzga calmada a su abuela y ajolotada24 a su madre. La propia Paulina reconoce que es ajolotada como su madre. La niña Cecilia tuvo a sus dos hijos en el hospital de El Salvador. Su hija Mónica, por recomendación de su ginecólogo, tuvo a Paulina en un hospital de Miami habiendo tomado previamente las lecciones de Lamaze en El Salvador, es decir, un curso de preparación al parto. En la crianza de los hijos la niña Cecilia tuvo la ayuda de Virginia. Con claras resonancias coloniales, dice que fue «uno de los regalos que recibí para mi boda […]. Mi mamá me la dio después de casarme». Añade que Virginia era una buena mujer, «una india, pero muy inteligente y leal». Este último comentario da pie a inferir el concepto discriminatorio que tenía la clase alta salvadoreña de los indios, el ser poco inteligentes y nada leales. De nuevo, se sucede otro comentario jugoso que deja ver las diferencias tan acusadas entre clases sociales

A la que se dirige cariñosamente con el hipocorístico Abe. Según el Diccionario de americanismos de la RAE, en El Salvador, el adjetivo ajolotado en su segunda acepción significa: «Referido a persona, inquieta, nerviosa». 23 24

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y la actitud paternalista adoptada: «Ahora, cada mes, el día cuatro para ser exactos, le mando su cheque, su pensión. Se lo merece. Trabajó como una esclava25 en los casi 50 años que estuvo con nosotros. […] Dios la bendiga. Era como de la familia». Se observa que la pensión de la trabajadora, casi esclava, no es un derecho por ley, sino un reconocimiento que le otorga la señora de la casa, su empleadora, casi dueña. Se aparenta un trato de familia, cuando no es así, ya que más adelante se dice el motivo por el que fue despedida: «cuando sus piernas le comenzaron a fallar, le dije que debía regresar a su casa, en Armenia, a descansar». Es una forma suave de despedir a una persona que ya no sirve. En el caso de Mónica ya no hay paternalismo, sino una relación laboral: «no puedo manejar esta casa sin una muchacha o dos», donde se mantiene la diferencia de clases: «no quiero extraños en esta casa. Uno nunca sabe lo que puede pasar. Nos pueden robar o peor. Por eso la despedí». Mónica corrobora el cariño que su madre sentía por Virginia y el trato de familia que se le daba: «Virginia era como una segunda madre para nosotros. Se puede decir que era nuestra madre estricta, porque mi mamá siempre tuvo la mano suave. […] vivía dedicada a nosotros y en especial a mi mamá. Ella y mi mamá, de verdad, se querían y se siguen queriendo», así como el mando que tenía sobre ella: «Fue hasta este año que mi mamá la jubiló». El fervor religioso y la creencia en lo sobrenatural están presentes en las mujeres de las dos primeras generaciones. En la niña Cecilia se focaliza en ella y en su suegro Julio. En lo que se refiere a ella, cuenta que sintió una premonición cuando sucedió el accidente mortal de su hijo Felipe en 1973. Mónica después se encarga de aclarar en qué consistió la premonición: «En el camino —mi mamá me contó después—, pasaron por un lugar donde olía a ciprés. Ese olor está asociado con la muerte, porque la gente usa ramas de ciprés en los funerales». En cuanto a Julio, Mónica informa de un milagro cuando el abuelo a los 20 años, se había ido a cazar26 a la montaña: «se extravió y al verse cercado por la muerte se encomendó a San Antonio […]. Se le apareció un hombre bajito y calvo. Le pidió ayuda y el hombrecito le dijo: «¡seguro, sígueme!». Así que en gratitud por este milagro levantó

25 Las expresiones eufemísticas son uno de los rasgos lingüísticos de la gramática femenina (Penas Ibáñez, 2009a). 26 Una práctica propia de la clase alta. A los 7 años su hijo Felipe lo acompañaba a cazar patos y venados.

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un altar a San Antonio en la finca». La fe religiosa está presente, sobre todo, en la niña Cecilia cuando se refugia en ella tras la muerte de su hijo Felipe: «Me he dado cuenta de que es la voluntad de Dios y debemos aceptar su voluntad, por muy dolorosa que nos resulte. Eso es lo que creo. Y estoy convencida que es lo que me regresó a la vida. Mi fe en Nuestro Señor y en Nuestra Santa Madre». También como su axis mundi para enfrentar la muerte: «Hace tres años, Alberto y yo por fin fuimos a Tierra Santa. Eso era algo que sentía que debía hacer antes de morir. Esta cercanía a Dios me ha hecho perder el miedo a la muerte. Tengo un grupo de lectura de la Biblia. Todos los domingos voy a misa de ocho, comulgo y me confieso. En la noche, en mis rezos, encomiendo mi alma a Dios». La versión de Paulina corrobora la de su abuela la niña Cecilia: «Quizá lo que la ayudó —de verdad, eso creo— es su fe tan grande en Dios. Abe27 es muy religiosa. Es parte de un grupo de señoras que siempre están haciendo cosas para la Iglesia. Reza el rosario todos los días, creo que tres veces. […] Creo que es lo que le da fuerza y le ha ayudado a sobrevivir los momentos difíciles de su vida». De nuevo, Paulina establece una oposición entre su abuela, por un lado, y ella y su madre, por otro. Antes hizo referencia a que la niña Cecilia era calmada mientras que ella y su madre eran ajolotadas. Ahora, menciona que la niña Cecilia es muy devota mientras que ella y su madre son católicas practicantes, pero no devotas, frente a su padre que no practica: «Es más religiosa que mi mamá o que yo. Quiero decir, mi mamá y yo vamos a misa todos los domingos. Mi papá, no. Él se queda en la casa. Pero nosotras vamos, somos católicas practicantes y creyentes. Abe, sin embargo, es la más devota de todas». Con ello se hace un retrato sociológico muy tradicional y tópico: el hombre no es practicante/las mujeres sí lo son. Entre las mujeres, la 1.ª generación es la más creyente. Nuevamente, Paulina establece otra oposición entre las mujeres, pero ahora, si la abuela y la madre creen ciegamente en la voluntad de Dios, la 3.ª generación, la de la nieta, lo hace desde la razón: Abe y mi mamá creen que las cosas pasan porque es la voluntad de Dios. Sin embargo, he pensado mucho sobre esto y no puedo ver las cosas así. Me siento culpable de criticar, pero tengo estas dudas. […]. Creo

El uso de hipocorísticos y diminutivos es un rasgo lingüístico de la gramática femenina (López García y Morant, 2005). 27

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que uno puede lograr cosas teniendo fe en Dios, sí, pero también en nosotros mismos, y en nuestro potencial. Si uno está en una mala situación, enfermo o pobre, uno no tiene que resignarse. […]. Tengo una gran fe en Dios, pero creo que me toca a mí hacerme mi camino, no puedo conformarme con lo que me venga.

Paulina asegura que ni la iglesia católica ni el sacerdote al que le habló de este tema, ni su abuela ni su madre están de acuerdo con ella, quien se basa en libros de metafísica. Por lo que respecta a Mónica, cree que el haber tenido una hija, después de cuatro años de casada, fue una bendición del cielo propiciada por la Madre Teresa con quien coincidieron en el salón VIP de la aerolínea en que viajaban a Miami, con escala en Guatemala: «No volví a pensar en el asunto, hasta que seis meses más tarde, una noche, comencé a sentir náuseas. Estaba embarazada. Y nuestros amigos comenzaron a decirnos: “¿la Madre Teresa! Fue ella. ¡Ella lo hizo!”». En la entrevista con Paulina, se aportan más detalles: «Les preguntó si tenían hijos y ellos dijeron que no. Entonces, la Madre Teresa les dijo algo así como: “No pueden seguir así, tienen que pensar en tener hijos. Los hijos son una maravilla”». Desde la perspectiva de Paulina, la 3.ª generación, el no tener hijos no se debía a que Mónica no se quedara embarazada, sino a que no querían tener hijos para disfrutar libremente de la vida: «Según me contó mi mamá, vivían todavía como en luna de miel, viajando por todo el mundo, por Estados Unidos y Europa, y todo eso. De haber tenido un bebé, las cosas habrían cambiado. Hubieran tenido que cuidarlo. Se imaginan, hubiera resultado pesado para ellos. Pero después de conocer a la Madre Teresa, se animaron». Paulina recuerda ser testigo presencial de que en un viaje que hizo la Madre Teresa a El Salvador, su madre la obligó a asistir: «mi madre insistía en que fuéramos al aeropuerto y nos mezcláramos con toda la «mara» que iba a darle la bienvenida. Yo no quería ir. […]. Pero, para variar28, me llevó a la fuerza». Se observa la típica actitud de una adolescente ante su madre. En esta línea, también recuerda que, muy a su pesar, le entregó un ramo de rosas amarillas como bienvenida: «“¿Sería posible —nos preguntó— que su niña saliera a darle las rosas amarillas a la Madre Teresa cuando llegue?”. Y mi mamá,

El sentido irónico de la expresión informa de la actitud impositiva de Mónica desde la perspectiva de su hija adolescente Paulina. 28

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bueno, estaba entusiasmada con eso. Y yo, pensando, “No, de ninguna manera. Yo no quiero estar en esto”». La entrevista a Paulina arroja algunos datos que hacen suponer que Mónica exagerara fantaseando sobre lo sucedido con la Madre Teresa, ya que se arroga un protagonismo excesivo, dado el tiempo transcurrido: «Me sacaron al frente y cuando la Madre Teresa bajó las escaleras, le di las flores y ella me dio un beso. Después le dijo a mi mamá —yo no me acuerdo, pero ella me contó—, “¿Y esta es la niña por la que recé?”. Mi mamá no lo podía creer. Después de tantos años, la Madre Teresa se acordaba. “Cuídela”, le dijo, “porque es un regalo de Dios”». Como Paulina no está segura apela a la autoridad de su madre: «O algo así le dijo. Pregúntenle. Ella les va a enseñar las fotos, si es que no lo ha hecho ya». Se comprueba que la prueba testimonial no es de carácter verbal, perfectamente manipulable, sino visual (las fotos). Veladamente Paulina acusa a su padre de egoísta al no querer tener hijos y de solo tener una hija, ya que explícitamente dice, reproduciendo lo que le ha contado su madre: «Mi papá no quería tener más hijos. No tenía paciencia con los tiernos y su lloradera». «Pasaba despierta toda la noche, llorando. Dormí de día y lloré de noche durante 3 meses. Mi papá tenía miedo que le saliera otro así». Como se ve, la causa de no querer más hijos es muy endeble, meramente coyuntural a los cólicos de los lactantes. Paulina no está de acuerdo con el comportamiento de sus padres y se queja con la boca pequeña, invocando la «razón» del aburrimiento: «Lástima que mis papás no hayan tenido otro hijo. Soy hija única. Es aburrido. Yo nunca voy a hacer eso. Voy a tener más de un niño, de eso estoy convencida. Hubiera preferido una hermana». La niña Cecilia, su abuela, sabe de su soledad y le dice hablando de su hijo fallecido: «Felipe te hubiera entendido, tenía tu mismo carácter. Se hubieran llevado bien. Y hubieras tenido primos». Aunque rompe la predilección familiar por el varón de generaciones anteriores, la preferencia por una hermana no parece deberse a motivos de una consciente reivindicación feminista, sino de un inconsciente egoísmo, como antes el de su padre, ya que dice en la entrevista: «Porque — póngase a pensar— si ella, mi hermana, fuera mayor, habría pasado primero por todo lo de la adolescencia, por todo lo que estoy pasando ahora con mis papás. Ya se habrían acostumbrado a tener un adolescente. La vida sería más fácil para mí —creo—, si hubieran aprendido con alguien antes». Tanto la niña Cecilia como su hija Mónica consideran que en la elección de sus maridos han sido independientes. En el caso de

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la nieta Paulina, como es una adolescente de 16 años, su comportamiento independiente se plasma en el posicionamiento directo, sin interdicción lingüística, ante la muerte de sus abuelos paternos, Alfonso y Emilia. Cuando tenía unos 6 años, su padre Francisco le comunicó a la niña: «Mirá, Paulinita, tu abuelo Alfonso ya no va a estar aquí por, verás, se fue a otro lugar, donde va a estar mejor, donde están sus papás y allí va a estar bien contento, y…». Tras oírlo le interrumpió para decirle: «Papá, ¿me estás diciendo que mi abuelito se murió?». En la muerte de su abuela, 3 o 4 años más tarde, resolvió por sí misma una situación difícil: «Había estado en el hospital una semana, en cuidados intensivos. Me dijeron que no la podía ver, porque era prohibido que los menores de 12 años entraran allí. Por eso, me inventé el cuento de que tenía que irme corriendo al baño y me metí en su cuarto». Solo en la 3.ª generación, Paulina se queja abiertamente de su falta de libertad, de que sus padres son excesivamente vigilantes. Para ello apela al grupo identitario, a la pandilla, invoca el principio de responsabilidad y critica el efecto infantilizante que acarrea tanta sobreprotección: «Todos mis amigos reciben mesadas. Mil colones o más al mes. Se compran cosas, pero también ahorran dinero. Eso es lo que yo haría. Me gustaría tener una cuenta en un banco. Le enseña a uno cómo manejar el dinero. […]. Me da vergüenza. Cada vez que salgo, aunque sea al Burger King o la Pizza Hut29, mi mamá tiene que pagar». Insiste en el férreo e incomprensible control que ejerce especialmente su madre y plantea el tema de la droga, que no se menciona en las dos generaciones anteriores: «¡Siento que no soy libre de elegir amigos a mi gusto! Ella los tiene que aprobar. Y saben, no es que salga con un montón de alcohólicos y drogadictos. Mis amigos son sanos. Son como yo, no andan en esas ondas». La disputa se concibe en términos de conflicto generacional que precisa de un sicólogo: «Por un tiempo, hace unos dos años, las cosas entre nosotros estaban tan mal que fui a ver a un psicólogo. Dos, en verdad. […]. Mi generación no es como su generación. Ella no quería escuchar. Yo estaba dispuesta a cambiar mi actitud, a dejar de gritar y de armar berrinches». Aunque se habla de los padres, estos actúan de fondo, ya que la figura es ella, la madre. Del relato se deduce que la actitud de Paulina es la típica de una

29 Cadenas americanas como elementos de marca, de estatus, al igual que el té que tomaba la niña Cecilia con sus amigas frente al café, a pesar de que esta saga familiar es propietaria de grandes cafetales.

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adolescente: gritar y armar berrinches; no así de un adulto: razonar, argumentar, convencer. Se observa una progresión en el terreno educativo en las tres generaciones: la niña Cecilia estuvo ocho años (desde los 10 hasta los 17) en un internado en El Salvador, fuera de su familia, en Santa Tecla. Concretamente, en el Colegio Santa Inés, dirigido por monjas francesas, solo para niñas de clase alta. Mónica fue enviada a un internado de México al cumplir 13 años, ya que: «Allá había una mejor escuela y quería que recibiera una buena educación. Sentía también que era muy pegada a mis faldas. Y eso no era bueno, tenía que salir y volverse independiente». Sin embargo, la independencia buscada para Mónica entra en contradicción con lo que la niña Cecilia dice seguidamente: «La ve ahora y está bien, una maravillosa esposa, madre y persona», al anteponer ser esposa-madre a ser persona. Paulina desea ir a la Universidad, según la entrevista hecha a la niña Cecilia: «Espero vivir suficiente para ver a Paulina salir adelante. Una educación universitaria, eso es lo que quiere. «¡Magnífico!», digo yo. Las mujeres deben tener tanta educación como puedan (¿un poder intelectual o económico?). Y solo hasta después deben casarse. Me gustaría ver eso y ser bisabuela», pero queda la duda de si solo por tener el título y trabajar de soltera, o también para ejercer la carrera universitaria tras casarse, ya que con su madre Mónica sucedió que después de un año de la boda dejó de trabajar. 4. CONCLUSIONES El género historia de vidas es idóneo para investigar en el discurso intergeneracional de género y clase social, ya que se basa en muestras orales obtenidas de entrevistas en vivo realizadas, no por lingüistas sino por sicólogos que buscan la inmediatez emocional de los informantes. De ahí que no estén mediatizadas por el pre-juicio de lo que se espera escuchar de antemano. Se observa, por un lado, cómo las distintas versiones del discurso intergeneracional evidencian cambios notables en la focalización de los temas de interés entre abuela-hija, entre hija-nieta, pero no así entre abuela-nieta. Por otro lado, se constata que los cambios sociológicos en las tres generaciones son muy superficiales, meramente coyunturales, pero no estructurales que supongan un verdadero cambio generacional en lo que a discurso de género se refiere, ya que se dejan ver actitudes machistas tanto en hombres como en mujeres.

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Con respecto a la caracterización lingüística, los relatos responden a los rasgos propios de la gramática femenina en cuanto a uso abundante de hipocorísticos y diminutivos, expresiones eufemísticas, adjetivos apreciativos y afirmaciones atenuantes modalizadas que inhiben actos de habla directos. El lenguaje presenta marcas diatópicas, con términos propios i. del español de Centroamérica Ho, ES, Ni; CR, como niña en la acepción ‘obsol. Mujer de clase social alta de cualquier edad’; ii. del español de Honduras y El Salvador como chero en la acepción de ‘Amigo íntimo, compañero inseparable’; y iii. del español de El Salvador como ajolotado en la acepción de ‘Referido a persona, inquieta, nerviosa’ o como mara en la acepción de ‘Grupo de amigos jóvenes’. Finalmente, se aprecian rasgos de oralidad dialógica externa a lo largo de todas las entrevistas como, por ejemplo, la interpelación al encuestador: «cada uno tiene su propia perspectiva ¿no?»; «No es que sea machista, de verdad»; «Me dio su apoyo. Porque, verán, yo me hundí»; «Y se imaginan si mi mamá se da cuenta de que me he acostado con alguien. ¡Dios mío, se volvería loca y armaría un escándalo!»; «¡Siento que no soy libre de elegir amigos a mi gusto! Ella los tiene que aprobar. Y saben, no es que salga con un montón de alcohólicos y drogadictos. Mis amigos son sanos». Un párrafo paradigmático de la estructura dialógica externa que subyace a la entrevista —y que marcamos entre corchetes30 y cursiva— es el siguiente: «[ ¿Se refiere al sexo?] Sexo, sí, a eso me refiero. Quiero decir, ninguna de nosotras anda en eso. Todas mis amigas piensan igual. No estamos interesadas en tener relaciones sexuales, es decir, antes del matrimonio. Aquí no es como en Estados Unidos. [¿Sabe cómo es en Estados Unidos?] Sí, sé cómo es en Estados Unidos». Esta dialogicidad externa propia de la entrevista se ve acompañada de una dialogicidad interna propia del relato de las entrevistadas en estilo directo como, por ejemplo, en: «Recuerdo haberle dicho a mi mamá: «Mami, mi cuerpo está comenzando a cambiar, estoy empezando a desarrollar». Ella me dijo: «¡Ajá! No te preocupés. Es normal». Y luego me dijo que pronto, en meses o años, iba a tener la «regla». Y también: «Tu cuerpo se limpia de esa manera»; o en Cuando tenía unos

30 Dadas las respuestas de la entrevistada: Sexo, sí, a eso me refiero; Sí, sé cómo es en Estados Unidos, se presuponen las preguntas del entrevistador o entrevistadora: [¿Se refiere al sexo?]; [¿Sabe cómo es en Estados Unidos?].

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6 años, su padre Francisco le comunicó a la niña: «Mirá, Paulinita, tu abuelo Alfonso ya no va a estar aquí por, verás, se fue a otro lugar, donde va a estar mejor, donde están sus papás y allí va a estar bien contento, y…». Tras oírlo le interrumpió para decirle: «Papá, ¿me estás diciendo que mi abuelito se murió?». REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ASOCIACIÓN DE ACADEMIAS DE LA LENGUA ESPAÑOLA (2010). Diccionario de americanismos. Madrid: Santillana. Disponible en . CARTER, Brenda & Grace PALEY (eds.) (1989). A Dream Compels Us: Voices of Salvadoran Women. Boston, Mass.: South End Press. CLIFFORD, James & George E. MARCUS (eds.) (1986). Writing Culture: The Poetics and Politics of Ethnography. Berkeley: University of California Press. GARCÍA MOUTON, Pilar (2003). Así hablan las mujeres. Curiosidades y tópicos del uso femenino del lenguaje. Madrid: La Esfera de los Libros. GLUCK, Sherna Berger & Daphne PATAI (eds.) (1991). Women’s Words: The Feminist Practice of Oral History. New York: Routledge. GORKIN, Michael (1993). Days of Honey, Days of Onion: The Story of a Palestinian Family in Israel. Berkeley: University of California Press. GORKIN, Michael & Rafiqa OTHMAN (1996). Three Mothers, Three Daughters. Palestinian Women´s Stories. Berkeley: University of California Press. GORKIN, Michael, Marta PINEDA & Gloria LEAL (2000). From Grandmother to Granddaughter. Salvadoran Women´s Stories. Berkeley and Los Angeles: University of California Press. Traducción española: De abuela a nieta. Historias de mujeres salvadoreñas. El Salvador: UCA Editores, 2006. LAKOFF, Robin T. (1972). Language and Woman’s Place. Michigan: University of Michigan, Center for Advance Study in the Behavioral Sciences. LESSING, Doris (2007). El cuaderno dorado. Madrid: Santillana. LÓPEZ GARCÍA, Ángel y Ricardo MORANT (2005). Gramática femenina. Madrid: Cátedra. MÉNDEZ GUERRERO, Beatriz (2015). «El uso estratégico del silencio en conversaciones de mujeres: ¿reafirmación o transgresión del feminolecto?». En Silvia Izquierdo Zaragoza, Sara Henter y Rebeca Muñoz Valero (eds.). Estudios de pragmática y traducción, pp. 230-250. Murcia: EDITUM. MÉNDEZ GUERRERO, Beatriz (2017). «Silencio, género e identidad: actitudes de los jóvenes españoles ante los actos silenciosos en la conversación». Revista de Filología Universidad de La Laguna, 35, pp. 207-229.

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OSOWICKI CYMBLER, Daniel (2012): «Harakhat al Mukwama al Islamiya». La Primera Intifada y la formación del Movimiento de Resistencia Islámico HAMAS. Disertación previa a la obtención del título de licenciado en ciencias históricas. Quito: Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Facultad de Ciencias Humanas. Escuela de Historia. Disponible en . PATAI, Daphne (1991). «U.S. Academics and Third World Women: Is Ethical Research Possible?». En Sherna Berger Gluck & Daphne Patai (eds.). Women’s Words: The Feminist Practice of Oral History, pp. 137153. New York: Routledge. PENAS IBÁÑEZ, M.ª Azucena (2009a). «Semántica del discurso: la variable género. Una investigación sobre el sexismo semántico». Lingüística en la red, VI, pp. 1-37. PENAS IBÁÑEZ, M.ª Azucena (2009b). «El arte de decir en femenino». En Carmen Cecilia Piñero Gil y Eulalia Piñero Gil (eds.). Arte y mujer. Visiones de cambio y desarrollo social, pp. 277-302. Madrid: Editorial horas y Horas, Colección Cuadernos inacabados, n.º 58. THOMPSON, Paul R. (1988). The Voice of the Past: Oral History. Oxford: Oxford University Press. YARI, Sharif (1990). The Intifada. Jerusalem: Schoken.

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RECURSOS LÉXICOARGUMENTATIVOS EN DISTINTOS TIPOS DE DISCURSO EN LA POLÍTICA ESPAÑOLA DEL SEGUNDO DECENIO DEL SIGLO XXI Alicia Puigvert Ocal Universidad Complutense de Madrid

1. INTRODUCCIÓN El discurso es la expresión formal de un acto comunicativo1, que se presenta bajo manifestaciones diversas. Si tenemos en cuenta, siguiendo la visión de Charadeau (1995), que discurso y acción son dos componentes del intercambio social, todo hecho del lenguaje, por ser un hecho de comunicación, ofrece una dimensión externa relacionada con los atributos sociales y psicológicos de los actores involucrados en el proceso. La identidad e intencionalidad de los hablantes está ligada a la experiencia de ir encadenando los hechos y los acontecimientos del mundo. De otro lado, también existe la dimensión interna donde se encuentran los atributos propios del lenguaje. Es a

Contribuye a profundizar en el lenguaje político la teoría de los actos comunicativos que plantean Searle y Soler (2004), desarrollada a partir de los trabajos de Austin (1962), Habermas (1987) o Searle (1969), y aporta un nuevo enfoque poniendo en relación el análisis de la lingüística y la comunicación con la estructura social. 1

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través de las realizaciones lingüísticas como el hablante construye una identidad discursiva con la intención de influir en los demás. Teniendo en cuenta que el campo político es concebido como puramente ideológico (van Dijk, 2005), las prácticas políticas, las decisiones de política y, en consecuencia, los discursos que allí se inscriben también lo son, Bourdieu llega a la conclusión de que «El trabajo político se reduce, en lo esencial, a un trabajo sobre las palabras, porque las palabras contribuyen a construir el mundo social» (1981: 7). Para este autor el campo político es un sistema de distancias entre polos ideológicos opuestos, de modo que los discursos dentro del campo pueden ser interpretados como un juego de oposiciones y distinciones. De ahí se desprende que las luchas dialécticas tengan por objetivo cambiar las relaciones de fuerzas que dan estructura a dicho campo2. Toda lucha dialéctica que se precie debe estar sustentada en una argumentación, que aporte razones para defender una opinión o  un punto de vista. Cuando argumentamos pretendemos generalmente que otro se convenza, si es que aún no lo está, del punto de vista que defendemos. Para ello, todo acto de habla3 ha de basarse en unas estrategias verbales que han de adecuarse a la intención comunicativa sin olvidar el lugar, el momento, la mentalidad, la disposición anímica y las expectativas de los oyentes. Vemos pues que la argumentación, como tarea compleja que es, exige dominar mecanismos lógicos y psicológicos, pero también aspectos estrictamente comunicativos y dependientes del contexto, de manera que den lugar a un conjunto semántico y lingüístico capaz de persuadir al destinatario de la credibilidad de aquello que se le pretende transmitir. De entre los distintos componentes del acto de habla tal y como los enumera Haverkate (1983: 640), los que afectan más directamente a la argumentación política son los subactos ilocutivos o de intencionalidad y, dentro de los denominados proposicionales, los predicativos, en tanto en cuanto exigen una selección entre lexemas en consonancia con el acto comunicativo discursivo en sí. En palabras de Lázaro Carreter,

2 Bernard Lamizet (2002: 121) explica cómo el discurso político posibilita, justifica y transforma la acción política. 3 Henk Haverkate (1983) sostiene la tesis de que el estudio de las estrategias verbales requiere necesariamente del análisis componencial del acto de habla.

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el lenguaje político es además un compendio por un lado del modo de emplearse los signos lingüísticos en la política y los significados que tienen según las distintas ideologías, y por otro es un conjunto de procedimientos propios de los políticos, es decir, el empleo del lenguaje en los discursos o textos políticos, atendiendo tanto a su finalidad como a su función (1987: 36).

No cabe duda de que el éxito de que un político logre los objetivos que persigue, radica, en gran medida, en saber «manejar» el lenguaje, es decir, en saber hacer una elección correcta de las palabras y de las estrategias comunicativas; en otras palabras, dominar no tanto el lenguaje político como el uso político del lenguaje. En el plano semántico es una especie de juego con las ideas y con las relaciones entre los signos que las expresan. A veces el lenguaje político emplea términos ambiguos o que pasan a serlo por las connotaciones que se infieren de los contextos en que se insertan. Actualmente hay otra cuestión que debe tomarse en cuenta en relación con la determinación de lo que es un discurso político: la función de los medios de comunicación. Es evidente que no podemos analizar de la misma manera los discursos políticos que aparecen en diferentes medios y circunstancias. Comoquiera que hoy en día el discurso político suele ser filtrado por los medios de comunicación, hemos pretendido analizar un discurso lo más puro posible. Para ello se han elegido las grabaciones halladas en internet de algunos de los debates políticos de las elecciones del año 2015 y de las recién celebradas en mayo del 20194. Nuestro objetivo ha sido sacar a la luz las diferentes estrategias léxicas de las que se sirve el político actual, según el tipo de discurso, para construir en la mente de los interlocutores una reconceptualización de la realidad. 2. EL DEBATE ELECTORAL El debate electoral es un discurso estratégico caracterizado por tener lugar en una situación de comunicación política en la que los

4 Las grabaciones analizadas se detallan antes del apartado de la bibliografía. Se trata de debates sobre elecciones al parlamento nacional, al europeo, a comunidades autónomas y a ayuntamientos.

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candidatos se dirigen al electorado con el fin de obtener su adhesión expresada en votos. Para ello se sirven de dos técnicas retóricas fundamentales: la persuasión y la polémica. El que un discurso realice una función persuasiva óptima depende del grado de adecuación de los argumentos a la cuestión que se expone, de los destinatarios a los que va dirigido y de la situación de comunicación en que se produce. De ahí que sea posible encontrar léxico coloquial junto a otro intencionadamente polisémico y que ambos alternen con expresiones más propias del lenguaje formal. Si en todos los discursos es importante la palabra, la elección del vocabulario empleado en un debate electoral es el verdadero eje de las batallas dialécticas. Como bien decía Pierre Bourdieu (1981), en ese sistema de luchas que es el campo político, el lenguaje es el lugar donde estas se materializan. Son luchas por imponer una ideología5 y por desacreditar al adversario. Para lograrlo, una de las maneras es apropiarse de los significantes de los términos y darles el valor y uso que convenga a los objetivos que se persiguen. Esto sería lo apropiado para un debate sobre el estado de la nación6. No hay que olvidar, no obstante, que las palabras del léxico político caen en desuso en poco tiempo porque dejan de ser habituales sus correspondientes representaciones mentales en cuanto se produce un cambio político o un cambio de cierta relevancia en las circunstancias sociales. Como dice Fernández Lagunilla, los términos políticos representan un vínculo con la realidad exterior, «un ámbito idóneo para conocer las sociedades humanas y los cambios experimentados por estas a lo largo del tiempo, es decir, su historia» (1999: 9). El debate parlamentario sobre el estado de la nación del año 2015, que hemos analizado, a pesar de su materialidad oral, está más distanciado de la oralidad que los debates electorales, dado que en buena medida han sido previamente confeccionados por escrito; son, por consiguiente, menos

5 Es muy fundamental la relación del léxico con la ideología como conjunto de principios o estructuras conceptuales de una percepción específica de la vida política que cimientan la unidad de un grupo, ya que «el léxico es la zona de contacto con la estructura conceptual y la representación del mundo del individuo como ser social» (Fernández Lagunilla, 1999: 10). 6 Sobre las recurrencias en el léxico de los debates del estado de la nación de Aznar a Zapatero, que conducen a las temáticas específicas del discurso, véase Stéphane Patin (2016).

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espontáneos7. La presencia de la televisión en el Parlamento ofrece al orador una situación comunicativa peculiar pues existe un destinatario complejo: por un lado los parlamentarios, para quienes debería guardar unos formulismos de respeto y, por otro, todos los espectadores, a los que también desea llegar y convencer con sus argumentos. Esto debería implicar la selección de un lenguaje político específico, no excesivamente oscuro para mantener la atención de toda la audiencia. Pero de los principios de vulgarización y simplificación lingüísticas, más propio de los debates electorales, se ha ido contagiando también el debate del estado de la nación. La retransmisión en directo de los debates, el deseo de su difusión propagandística a través de las redes sociales obliga a agilizar la dinámica discursiva y a reducir el sentido y la complejidad de los mensajes. Téngase en cuenta que hay equipos de parlamentarios de los diferentes partidos encargados de retuitear los momentos más reseñables de los discursos, es decir, aquellos que ofrecen argumentos que impacten al público llano, con el fin de enardecer a los adeptos de cada partido. 3. EL ENCUADRE LÉXICO Habida cuenta de que las unidades básicas del pensamiento político son los conceptos políticos (Freeden, 2013) y que estos están abiertos a la posibilidad de ser redefinidos, un mismo concepto puede recubrir, como ya hemos visto, valores significativos diferentes dependiendo del contexto político en que es insertado8. De aquí se deduce que en los discursos políticos nadie emplea los términos de forma neutral con el sentido que ofrece el diccionario sino en términos de valores que dan sentido al discurso de una ideología determinada. De la misma manera, no es difícil encontrar en los debates políticos Sobre la distinción entre oralidad y escritura, véase J. J. de Bustos, 1995: 13 y W. Oesterreicher, 1996. 8 Esto permite la posibilidad de que existan conceptos que en apariencia poseen una definición unívoca, sin ser así y otros que estratégicamente parecen carecer de sentidos polémicos, pero sobre los cuales existen muchas disputas. Además podrían existir conceptos potencialmente vacíos de significado, denominados conceptos flotantes y otros conceptos con múltiples significados (esencialmente polémicos), pero fijados en significados parciales,»despolemizados». Vid. (Laclau y Mouffe, 2004) en relación con conceptos empleados en la política de Méjico. 7

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mecanismos denominados por la semántica cognitiva mecanismos de encuadre, en los cuales el político, a través del uso de una palabra o expresión, trata de focalizar la atención del destinatario en determinados aspectos de una situación, para atenuar o impedir inferencias que, en caso de activarse, podrían disminuir el interés por el objetivo buscado. Este sería, por ejemplo, el caso de la utilización de eufemismos, disfemismos, etc.9, Gallardo Paúls (2014), al centrarse en el estudio del lenguaje paradójico, habla del encuadre de carácter léxico como una de las distintas estrategias que orientan cognitivamente la interpretación del mensaje político. Enumera cinco estrategias lingüísticas de encuadre: el encuadre léxico, el encuadre intencional, el encuadre predicativo, el encuadre estructural y el encuadre dialógico. De entre todas, la que aquí nos interesa, la estrategia de encuadre léxico, busca activar marcos de interpretación concretos. El posterior proceso de relexicalización o desemantización está al servicio de la vaguedad, de la ambigüedad, de la polisemia o de la ambivalencia, para posibilitar la inferencia de significados diversos, incluso contrarios, de un mismo enunciado. 4. LA POPULARIZACIÓN DEL LENGUAJE POLÍTICO Para explicar cómo se ha popularizado el lenguaje político basta con fijarse en que, desde el inicio de la política parlamentaria hasta nuestros días, viene dándose una relación inversa entre la complejidad del lenguaje político y el volumen de la audiencia. El lenguaje político alambicado, reflexivo y propio de personas formadas, fue reduciendo su calidad en favor de unos términos y construcciones más comprensibles, que no exigían una reflexión profunda. Surge así la necesidad de crear un nuevo lenguaje en el que es más importante acertar con la palabra adecuada que conocer su significado. Una vez desaparecida la antigua prensa política de élite y de partido, serían los medios de comunicación los que se harían con el control 9 También la metáfora desempeña aquí un papel esencial pues, a la vez que desplaza el significado de la realidad, puede situar al oyente en marcos cognitivos de interpretación culturales determinados. Sytnyk (2014), por su parte, ha analizado el eufemismo desde la perspectiva de la Teoría de la Relevancia y del Análisis Crítico del Discurso prestando atención al modo en que determinadas unidades léxicas del discurso político pueden influir en la mente de los destinatarios al apuntar hacia representaciones de la realidad que se encuentran al servicio de los intereses del emisor.

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de la producción de información, también de la política. La presencia de los medios audiovisuales de comunicación supuso todo un reto en el ámbito político, pues tuvo que adaptarse al nuevo lenguaje de la imagen. En buena medida podría afirmarse que, en la actualidad, la realidad que nos rodea, no es otra que la que nos revelan los medios. Brevedad, agilidad, espectacularidad, entretenimiento son normas dictadas por ellos que deben ser seguidas por la política. Sus mensajes, sus debates ahora deberían ofrecer entretenimiento. De ahí que los marcos o redes de significados políticos que tiene el hablante común de hoy en día, surjan en gran medida, de forma casi impuesta, por la visión de la realidad de un actor político frente a otro. Se trata de la construcción de lo que llamaríamos una hegemonía discursiva, en términos de Gramsci10, que está más condicionada por los medios de comunicación que por los propios políticos. Para comprobarlo podríamos preguntarnos: ¿Cuántos medios de comunicación distintos, incluidas redes sociales, empleamos para informarnos y recabar opiniones políticas? ¿A qué otros autores leemos para lograr las claves que contribuyan a un mejor entendimiento de la realidad política?11 Hoy en día amplias capas de la población conocen datos sobre la información política de su país gracias a que ésta puede adquirirse a través de distintos estilos y formatos. Se ha logrado así la popularización de la política y, con ella, la del lenguaje político. Los políticos tienen que dirigirse a más votantes y esto no lleva a una mejor comunicación sino a una mayor simplicidad. Es ahora cuando atraer al votante y tener más éxito que los demás en la manipulación de las emociones de la audiencia alcanza más importancia que nunca para lograr el objetivo. Un comportamiento provocador u hostil y una expresión ingeniosa, mezcla de humor e ironía, contribuyen a sorprender al receptor por su resultado novedoso. Todo esto ha conducido a que el discurso político se construya y reelabore permanentemente acudiendo al conflicto, entendido como fricción entre los distintos actores políticos que intentan imponer un concepto o dar un significado nuevo a uno ya existente. En el discurso político de los debates electorales televisados lo primero que se observa es que los representantes de los partidos polí-

10 La teoría de la hegemonía, elaborada por Gramsci (1972) y reformulada por Ernesto Laclau y Chantal Mouffe (2004), constituye un punto clave para pensar la política. 11 Para profundizar sobre esta cuestión, véase Sánchez Medero (2013).

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ticos no tienen en su ánimo convencer al contrincante político sino consolidar al electorado propio y, sobre todo, persuadir al auditorio en general y principalmente a los indecisos e, incluso, si fuera posible, a los partidarios del contrario de las bondades de sus propuestas. Si utilizáramos las palabras de A. Dorna (1993: 119), diríamos que «los televidentes son blancos definidos». Podríamos preguntarnos: ¿qué estrategias utiliza para ello? La respuesta es clara y contundente: el discurso político como espectáculo. Efectivamente, los asesores políticos expertos en comunicación y táctica política confieren mayor importancia a la escenografía que al propio discurso en sí. Las expresiones empleadas han de ser concisas y la palabra, certera, ya que es únicamente un elemento más dentro de la situación contractual dramatizada que se trata de crear. El recurso empleado parte de unos principios básicos: hablar y no escuchar, buscar el aplauso y hacer visibles a los contrincantes solo para anularlos. En el nuevo discurso político prima la apariencia sobre la esencia, la imagen sobre la idea y la forma sobre el contenido. Por otro lado, las fórmulas retóricas que se emplean están destinadas a producir impacto, a convencer a la audiencia acallando el discurso del rival y así vencerlo.12 El estudio de Patrick Charaudeau (2009: 270-272), abunda en la idea de entender el populismo como una técnica discursiva dentro del lenguaje político, y afirma que el populismo y sus estrategias discursivas son en principio las de todo discurso político, pero se caracterizan por un exceso de argumentación continuada de reclamaciones populares. El líder populista debe ser un «maestro de la palabra» por su manejo de un lenguaje y de una retórica que forman parte de lo que denomina la dramaturgia política. En los debates políticos analizados se observa al político con un comportamiento en ocasiones provocador y agresivo y, en otras, insinuador e ingenioso, con mezcla de humor e ironía para sorprender a los destinatarios. Las expresiones que tiende a utilizar son concisas, certeras y suelen estar circunscritas por él a un encuadre, marco o red de significados predeterminado por las consignas recibidas de sus asesores políticos. De ahí que en los enfrentamientos en los debates electorales cada representante o candidato tenga bien aprendido el comportamiento, los gestos y acciones que ha de llevar a cabo de

Javier de Santiago Guervós (2008) indaga sobre la selección léxica de la persuasión y sobre la manipulación del significado. 12

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acuerdo con el papel que ha de representar en la situación dramatizada del debate. Pongamos como ejemplo el debate de los cuatro candidatos a las elecciones generales13, no resulta difícil determinar las directrices recibidas: los ataques directos, réplicas, esquemas, papeles y hasta libros de un candidato, que dieron pie al «espectáculo», la actitud más solemne y menos agresiva de otros dos y, finalmente, el comportamiento conciliador, tranquilo y desconcertante del candidato más combativo. 5. LOS JUEGOS LÉXICOS EN LOS DEBATES POLÍTICOS El discurso político tiene su manifestación principal en el debate político del cual el debate electoral es un subgénero caracterizado por la participación de unos candidatos y uno o más moderadores. El propio nombre debate se relaciona directamente con el concepto de polémica o lucha fundamentada en la interacción oral (Tannen y Barté-Kraan, 1999). La presencia del moderador obliga a no transgredir las reglas evitar producir una mala imagen en los espectadores; de ahí que las manifestaciones descorteses se atenúen de vez en cuando con ironías más o menos veladas o con ocurrencias que contribuyen a suavizar el tono del debate. Son tres los objetivos que generalmente se persiguen: asociar al adversario con hechos o actos negativos, invadir su espacio y sobre todo y ante todo, menoscabar su credibilidad. Para hacer realidad lo que se propone, el político habrá de seleccionar el léxico y emplear las estrategias discursivas más adecuadas. El concepto de marco aquí empleado atiende a los aspectos específicamente semánticos identificables a partir procesos de relexicalización o desemantización, entre los que se encuentran los eufemismos y disfemismos; también procesos de redesignación en los cuales los actores políticos buscarán dotar de un contenido nuevo a un concepto a través de connotaciones, usos equívocos o ambiguos, activación de relaciones léxicas propias de las metáforas), etc. (Olza, 2008). La relexicalización consiste en cambiar de significado a una palabra o combinación sintagmática introduciéndola en otro marco de referencia para cargarla de connotaciones nuevas que en el fondo esconden un concepto diferente. Estos términos se convierten así 13

Vid. Fuentes de los debates analizados.

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en ambiguos. Un ejemplo es denominar sostenibilidad financiera a la “subida de impuestos”. Dentro de los procesos de relexicalización estarían los disfemismos explícitos e implícitos. Disfemismos explícitos o actos de habla descorteses directos: «Es usted muy maleducado, no sea tan impertinente»; «Usted no deja de mentir, es un fake» ‘embustero’. En este contexto fake funciona como elemento intensificador ampliando el sentido de mentir de la primera frase. Se trata de un empleo metafórico del anglicismo fake, el cual designa, en el ámbito de Internet, un archivo o un servidor que no parecen falsos aun siéndolo. En otras ocasiones la intensificación puede aparecer expresada en forma de pregunta retórica: «¿Ya ha acabado usted de mentir?»; «Es un trilero» ‘estafador callejero’, en sentido metafórico irónico se aplica a quien se burla de los otros con engaños. Disfemismos implícitos que expresan descortesía desencadenando implicaturas o actos de habla indirectos: «Derechita cobarde», es un claro juego con los espacios políticos. La expresión, con un diminutivo despreciativo, ya fue empleada en su día contra Aznar y ahora, con ironía y fino humor, se aplica a quienes no se atreven a actuar como corresponde a su supuesta ideología de derechas; «No se ponga piel de cordero ¿usted va a indultar a los presos de la Manada? ¿A esos criminales infectos?», alude a la expresión: Ser un lobo con piel de cordero, que se emplea para designar a las personas que, debajo de una apariencia inocente, ocultan malas intenciones. Es otra manera de llamar falso al interlocutor. En la Biblia (Mateo , 7: 15-16) encontramos ya el origen de la metáfora cuando advierte: «Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero que por dentro son lobos rapaces»; un nuevo ejemplo de disfemismo implícito es «Ya está bien de llamar mentirosos a los demás», expresión coloquial en la que se colige que el mentiroso es aquel que está insultando; «Le he traído un libro que no se ha leído, su tesis doctoral», nuevo juego dialéctico irónico que connota la presunción de que el autor de dicha tesis no es el interlocutor; «Sánchez es como una matrioska, como una muñeca rusa, dentro tiene a Podemos a JxCat y a Bildu», trata de dar a entender que votar a ese candidato es llevarse el lote completo; «Su Gobierno es como el aloe vera, cuando más le investigan, más propiedades salen», expresión que juega irónicamente con la polisemia del plural propiedades: ‘inmuebles’ y ‘cualidades’. Entre los fenómenos más evidentes de encuadre léxico está casta, término que estratégicamente no era polémico pero que, debido a su reiterado empleo en los últimos años en diferentes ámbitos, especialmente políticos, resulta cada vez más ambiguo. Si buscamos casta en

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el Diccionario de la Lengua Española, nos aparecerán las definiciones siguientes: DRAE 1. f. Ascendencia o linaje. U. también referido a los irracionales. 2. f. En la India, grupo social al que se pertenece por nacimiento, y que, dentro de una etnia, se diferencia por su rango e impone la endogamia.3. f. En algunas sociedades, grupo que forma una clase especial y tiende a permanecer separado de los demás por su raza, religión, etc. 4. f. Especie o calidad de algo. Si miramos en un diccionario más especializado como el Diccionario del español jurídico, también de la RAE, encontraremos algunas diferencias: 1. Gral. Cada uno de los grupos o estamentos sociales, impermeables entre sí, en que resulta dividida una población de tal modo que la pertenencia a una u otra casta es determinante del haz de derechos y deberes de cada individuo. 2. Hist. Cada una de las categorías en que se agrupa a las personas de raza mixta. El término casta, inserto ya, como hemos visto, en el acervo lingüístico del español, fue retomado por Podemos en su irrupción en la política y encuadrado en su propia ideología política. Ella les llevaba a denominar «partidos de la casta», a los que estaban entonces en el poder por tacharlos de oligárquicos. Posteriormente otros políticos, quizás no tan imbuidos por la ideología originaria, lo han ido aplicando también a los poderes económicos y financieros. Así, el término casta, independizado del sustantivo al que modificaba, ha extendido su uso siendo encuadrado por las clases populares como sinónimo de ‘chusma’ ‘personas indeseables’, con especial referencia a personas adineradas o a aquellas que detentan algún poder. Vemos los desplazamientos semánticos que puede llegar a sufrir un término al perder algunas de sus connotaciones y adquirir otras, debido a las nuevas combinaciones con los distintos referentes a los que se aplica. Otra muestra de cambio de encuadre mediante un proceso de generalización semántica es la aplicación de la expresión «a ver si lográis la cuadratura del círculo» en los debates políticos. Para entender los cambios hay que recordar que la cuadratura del círculo era el problema clásico de geometría más famoso en la época de los griegos. Su origen se encuentra en un documento transcrito por el escriba egipcio Ahmes en el papiro denominado de Rhind que data del año 1650 a. C., pero la formulación del problema geométrico, que conocemos actualmente, se la debemos a los geómetras griegos. Consistía en intentar obtener un cuadrado de área igual al de un círculo dado. Hoy en día, la expresión la cuadratura del círculo ha pasado al lenguaje coloquial generalizando su sentido y siendo empleado como sinónimo de algo que resulta imposi-

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ble de realizar. En los debates políticos se utiliza para mostrar situaciones delicadas ante diatribas políticas. En ocasiones los cambios se producen por préstamos metafóricos de otras lenguas. No es nada anómalo, dado que la metáfora conceptual la aplican todas las culturas a la hora de concebir una clase fija de cosas en términos de otra. Ese es el caso de las denominadas puertas giratorias, concepto ya bien fijado y definido en el marco político. Pero como puerta giratoria se designa generalmente un tipo de puerta que permite un uso simultáneo tanto para entrar como para salir de un edificio al poder rotar sobre su propio eje. Su inventor, el ingeniero Theophilus Van Kannel, la creó, según dicen14, para evitar la acción de cortesía de abrir la puerta a la dama. Si bien la puerta giratoria hacía innecesaria aquella norma social, paradójicamente creó otra, la de entrar el hombre el primero para evitar a la mujer hacer el esfuerzo de empujarla. Fue en el ámbito anglosajón donde surgió la metáfora política de las puertas giratorias, al asociar su mecanismo con aquel otro por el cual se producía una incursión o circulación sin obstáculos de dirigentes públicos en el ámbito privado, y viceversa. Esta expresión, con su sentido metafórico, ha sido utilizada como arma arrojadiza en diversos debates políticos para expresar el peligro de corrupción que estas prácticas podrían suponer. Algo tan simple como una frase pronunciada por un dibujo animado de un mayordomo en un anuncio de un limpiador doméstico15, puede alcanzar a veces tal difusión, que halle su encuadre en el mundo de la política. Ese es el caso de «aún tenéis que pasar la prueba del algodón», expresión coloquial pronunciada en los debates electorales para referirse a ‘demostrar tajante y rotundamente la talla política de un partido’; expresado de otra manera por otros debatientes como «no sé si darás la talla». En el lenguaje político de los últimos tiempos existe la tendencia a magnificar, a exagerar las expresiones: «usted es el colmo de la humillación», «usted es un peligro para España», donde existe una doble focalización, en primer lugar sobre el interlocutor, al que se apela directamente y, después, sobre los sustantivos, resaltando su fuerza expresiva»; hiperbólica es también la expresión «record mundial de la fuga de empresas». No faltan juegos de doble sentido: «el salvavidas

14 Según figura en la página de la Fundación James Dyson https://www. jamesdysonfoundation.com/resources/design-icons.html. 15 Concretamente, Tenn.

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naranja», donde se combina la imagen de los salvavidas color naranja que se echan al mar para salvar a los migrantes, con la referencia al color que caracteriza a un partido político que aparece como salvador; se trata nuevamente de la búsqueda de connotaciones expresivas que contribuyan a mostrar la agudeza de ingenio del candidato y hagan un guiño a la audiencia; «no se pongan morados» , en este caso se juega con el color de otro partido político y se aprovecha su asociación con una expresión de todos conocida para conferirle un sentido peyorativo y burlar así al adversario; la expresión «juntos somos imparables», enmarcada en un debate sobre el paro y haciendo una pequeña pausa entonativa tras la sílaba del prefijo im-, asocia dos ideas que, unidas, resultan claramente beneficiosas para cualquier ciudadano: ‘no se les puede parar en la lucha contra el paro’. No quiero terminar esta breve panorámica sin destacar la presencia en el lenguaje político de combinaciones sintagmáticas propias de ese marco, caracterizadas por su sentido unitario: «Los proetarras de Bildu, aquellos que quieren la solución eslovena», construcción que aparece inserta en contextos políticos de independencia y se refiere a que algunos partidos eslovenos se unieron temporalmente en coalición para copar el Parlamento y enfrentarse a las candidaturas oficiales; una vez lograda la independencia, dicha coalición se fracturó; «pacto a la valenciana» hace referencia a un pacto concreto, el del PSPV y Compromís para alcanzar el gobierno valenciano. Hoy en día, por extensión semántica, designa un pacto entre dos o más partidos que cuenta adicionalmente con el apoyo externo de un tercero; «papeletas trampa», los partidos que así la denominan, lo hacen por considerar que existe una trampa en el sistema de circunscripción única. 6. CONCLUSIONES El discurso político de los debates electorales analizados, según se ha podido comprobar, ofrece un claro predominio de actitudes agresivas para vencer al contrario más que con razonamientos, con argumentos ad hominem16. Por otro lado, se advierte que la connotación es el eje fun-

16 Se trata de una de las falacias más famosas que se utilizan en las discusiones cuando una de las partes en lugar de rebatir con argumentos bien razonados lo que le dicen, lo que hace es ofender al contrincante (Amossy, 2014).

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damental del simbolismo léxico del discurso político y que el juego con los procesos de articulación semántica y encuadre exige entrenamiento estratégico. Se han podido señalar algunos aspectos de las isotopías semánticas, si bien estas son más patentes en discurso más largos como los del estado de la nación, dado que la propia dinámica de tales discursos y sus ligeros rasgos de escrituridad, permiten una argumentación más meditada, un mayor entramado lógico. Para analizar el discurso implícito que deriva directamente del explícito, hay que atender a aspectos no verbales, tales como la prosodia o los gestos e intentar profundizar en la ideología política del interviniente y fijarse en las condiciones contextuales de la enunciación para inferir aquello que está implícito (Alonso, 1998). Como hemos visto, las palabras empleadas en el lenguaje político tienen un significado relativo. La ambigüedad buscada es inherente al empleo de muchos de los términos políticos. La dificultad consiste en reconocer los conceptos y las realidades que encubre. FUENTES DE LOS DEBATES ANALIZADOS17 Elecciones generales 2019: «El debate de las políticas influyentes». El Confidencial. . Debate parlamentario sobre el estado de la nación 24/04/2015: Mariano Rajoy. . Debate parlamentario sobre el estado de la nación 24/04/2015: Pedro Sánchez. . Debate parlamentario sobre el estado de la nación 24/04/2015: otros políticos. . Elecciones generales 2019. Debate a seis, TVE 16/04/2019. . Elecciones generales 2019. Debate de los 4 candidatos de las principales fuerzas políticas, TVE 23/04/2019. . Debate de los candidatos a la Comunidad de Madrid, Telemadrid, 19/05/2019. . Debate de los candidatos a la alcaldía de Madri, Telemadrid, 22/05/2019. .

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Consultadas en junio de 2019.

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ESTRATEGIAS PUBLICITARIAS EN LA CONFIGURACIÓN DISCURSIVA DE LAS PÁGINAS WEB DE CIUDADES PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD DE ESPAÑA Sara Robles Ávila Universidad de Málaga

1. INTRODUCCIÓN El máximo exponente en nuestro país del que podemos llamar «turismo cultural del patrimonio» lo representan las quince1 Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España (CPHE) reconocidas por la UNESCO. Como escaparates exhibidores estas ciudades hacen uso de la comunicación online y más concretamente de las páginas webs institucionales emitidas por sus ayuntamientos y concejalías de turismo para darse a conocer y ofrecerse al turista2 2.03, 1 Alcalá de Henares, Ávila, Baeza, Cáceres, Córdoba, Cuenca, Ibiza/Eivissa, Mérida, Salamanca, San Cristóbal de la Laguna, Santiago de Compostela, Segovia, Tarragona, Toledo y Úbeda. Todas ellas aparecen unidas bajo un sello corporativo común, el Grupo de Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España (), un clúster de gestión de turismo cultural integrado por los ayuntamientos de todas estas ciudades. 2 En este trabajo utilizaremos turista, viajero o visitante indistintamente para refererirnos a los destinatarios de estas páginas web. 3 Este nuevo turista es el que controla la información seleccionándola, navegando por los espacios de interés particulares; y es también quien crea opinión al interactuar en las redes sociales y en los foros propios de muchas de estas webs turísticas.

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que de una manera rápida y accesible satisface sus deseos de información sobre el destino, explorando rutas que van de lo macro —en la página principal del portal— a los espacios micro, dedicados a parcelas particulares de la ciudad a las que se accede tras el clic. Este nuevo cibergénero (Shepherd y Watters, 1998: 3) o macrogénero (Calvi, 2010: 24) de la página web se inscribe en lo que Maingueneau (2009: 138) denomina «tipo discursivo turístico», que determina su peculiar construcción y su funcionalidad, y que se configura como un género fronterizo (Calvi, 2010: 20) al albergar toda una hibridación de tipos textuales propios del sector —guías temáticas, con secciones sobre arte, historia, fiestas, actividades, etc.; guías prácticas sobre qué hacer, qué visitar, dónde alojarse o comer; foros de viajeros, blogs, etc.—; un gran contenedor de datos (Soro, 2014: 138) cuidadosamente seleccionados y organizados por áreas que conforman un retrato sugerente de la ciudad con el que cubrir las expectativas del usuario4. La variedad de textos que encierra la página web es proporcional a la diversificación de géneros textuales: descriptivos en las guías y en las localizaciones; narrativos en la sección dedicada a la historia de la ciudad; argumentativos implícitamente en todos ellos, como veremos a continuación, ya que la propia selección de los datos para componer las descripciones y las narraciones, así como la expresión lingüística de los contenidos que ofrecen vienen determinadas por el deseo de persuadir al interlocutor —objetivo clave de este producto comunicativo del ámbito turístico (Suau Jiménez, 2011 y 2012)—, mostrándole la mejor faceta del destino y convenciéndolo para la visita porque, como puso de manifiesto Grodach (2009: 193), el propósito de las páginas web de las ciudades no es mostrar información de manera pasiva, sino tratar de mediatizar la visión sobre ellas5. Por tanto, bajo una apariencia informativa, estas webs propias de las CPHE difunden la imagen-marca singular de cada munici-

4 Jay D. Bolter y Richard Grusin (2000) introducen el concepto de remediación para entender la forma como los medios cooperan entre sí, se transforman y se redefinen. El de la página web absorbe textos de distinta naturaleza, con sus modalidades expresivas propias, que coexisten de forma absolutamente interdependiente. 5 Grodach (2009) realizó un estudio de más de sesenta páginas web de ciudades de los EE.UU. y concluyó que en todas ellas, detrás de su aparente objetividad, se escondía un afán manipulador en la imagen que ofrecían de estos lugares.

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pio6 para la promoción y el aumento de su actividad turista, lo que, como destacó Calvi (2006: 52), las acerca a la función de los folletos. Son, en suma, textos performativos que animan a la acción y dirigen intencionalmente al receptor en un sentido concreto, de modo que destaca su función publicitaria y promocional, que crea un discurso de city-marketing apoyado por el carácter multimodal —de formatos variados: audiovisual, sonido, texto—, hipertextual —organizado en niveles macro y micro—, el fácil e instantáneo acceso, y su potencial interactividad emisor-destinatario o entre los propios receptores (Robles Ávila, en prensa). Este trabajo está centrado en el análisis de los portales presentadores de inicio —o frontpages—, de las quince CPHE7. Estos son el primer contacto —y el primer impacto— del potencial visitante con la comunicación que se trasmite sobre la ciudad, por lo que su configuración, la información que se ofrezca y la idea que se presente va a resultar de capital importancia en la configuración de la imagen-marca de la ciudad, para despertar el interés del visitante e impulsar el acceso a los micrositios particulares. La página web de inicio es una puerta de entrada a las ciudades, que se expande a través de unos enlaces que constituyen los umbrales textuales y que permiten imbricar materiales interdependientes gracias a la conexión de lo externo con lo central de la página y al establecimiento de múltiples senderos por los que transitar, y que conforman una amalgama de información susceptible de ser desentrañada por el lector según sus intereses. A pesar de que el componente verbal de este tipo de producto comunicativo es, por lo general, muy limitado y el foco se orienta a la imagen8, detectamos que los elementos lingüísticos que se emplean portan una fuerte carga persuasiva que invita a la visita de las CPHE y que, en un primer acercamiento, parece que se vehicula a nivel macrotextual asociado a la modalidad discursiva de este macrogénero; y a nivel microtextual mediante el empleo de elementos léxicos particulares; estas dos dimen6 Aunque la finalidad sea común a todas ellas, la web de cada una de las CPHE muestra una fisonomía diferenciada, muy probablemente debido a su deseo de mostrar singularidad y una imagen-marca propia. 7 Nuestro corpus de estudio fue obtenido en febrero de 2019. Como hemos podido comprobar, estas páginas institucionales gozan de una gran estabilidad ya que en el momento de esta revisión, julio de 2019, se mantienen sin cambios significativos. 8 Sobre el análisis de las imágenes proyectadas en la creación de cada marcaciudad puede leerse Robles Ávila, en prensa.

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siones se concretan en dos estrategias fundamentales: 1. La selección de argumentos eficaces que conforman una marca común: la de CPHE; pero que, a la vez, en la tupida y homogénea red de ciudades, se detectan argumentos que singularizan y diferencian cada destino; 2. La utilización de un metadiscurso interpersonal promocional con el que se persuade al interlocutor mediante el empleo de diversos recursos lingüísticos que parecen conformar una base más o menos estandarizada en todas las ciudades, y que pueden considerarse prototípicos del género publicitario de los portales de las quince CPHE. En este trabajo trataremos de comprobar la validez de esta hipótesis de partida y su concreción en las webs particulares. 2. FORMA Y FUNCIÓN DEL COMPONENTE LINGÜÍSTICO: LA ESTRATEGIA PUBLICITARIA Nuestro corpus de estudio lo constituyen los elementos verbales que se emplean en las páginas web de inicio de las quince CPHE, según ya avanzamos anteriormente. Para el análisis hemos procedido en dos sentidos y en dos fases: Primero: estudio de los elementos lingüísticos en el espacio de la web, en el contexto de la macroestructura; así hemos podido analizarlos atendiendo a su funcionalidad en el conjunto de la página: la posición que ocupan, el lugar donde se sitúan, el papel que desempeña cada sección, la modalidad discursiva dominante, etc. Segundo: extracción de todo el vocabulario de estas webs de inicio para poder operar con las palabras individualmente de forma tanto cualitativa como cuantitativa. Además, a partir de la observación de las voces particulares y de sus valores semántico-pragmáticos, analizaremos las claves del metadiscurso persuasivo de estos textos turísticos. El análisis llevado a cabo en la primera fase nos ha permitido constatar que la página web de CPHE organiza los elementos lingüísticos en distintos niveles de expresión que conforman una jerarquía que hemos consignado en cinco grados (Robles Ávila, en prensa): 1. Las etiquetas, generalmente en las pestañas o sobreimpresionadas en los bloques de contenidos; son la llave de paso a micrositios a partir de la página de inicio —generalmente estas etiquetas está formadas por unidades léxicas simples (hoteles, alojamientos, enlaces, agenda…) o sintagmas nominales (visitas guiadas, un paseo por la historia…); menos frecuentes son las construcciones oracionales (organiza tu visita, cómo llegar, descarga horario…)—; 2. Las entradillas, vinculadas a las etiquetas, se colocan tras ellas, en la misma pestaña, y sirven para precisar, aclarar o explicitar su

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contenido —Patrimonio mundial (etiqueta). Declarada por la UNESCO en 1993 (entradilla), Mérida. Qué ver (etiqueta). Monumentos, museos y otros lugares de interés (entradilla), Mérida—; 3. Los titulares inauguran secciones o micrositios; son textos breves de fuerte carga apelativa, muy próximos al eslogan —Vive el arte y la leyenda a través de los museos. Leer más. Disfruta de la gastronomía y los restaurantes, Ibiza—; 4. Los eslóganes son aforismos de carácter estratégico identificativos del destino y de naturaleza perdurable y memorable —Toledo, patrimonio de los sentidos o Cuenca, aún más cerca—; y 5. Los textos presentadores se extienden en la expresión verbal ofreciendo una información más profusa sobre el destino; no obstante, son muy poco frecuentes en los portales de inicio; de hecho solo se emplean en tres de las quince páginas web —Baeza, Ibiza y San Cristóbal de La Laguna—. El componente verbal en las webs de CPHE cumple dos funciones (Robles Ávila, en prensa): 1. Denominativa, de identificación de la ciudad o de sus tributos y de anclaje de la imagen icónica. Esta función se aprecia fundamentalmente en las etiquetas —museos, catedral, naturaleza, vídeos, plano turístico, guía práctica, reserva hoteles, Córdoba en imágenes, por ejemplo— que, valiéndose de fórmulas muy breves formadas por una o dos palabras y, por tanto, haciendo uso del principio de economía lingüística, sintetizan el contenido que albergan; 2. Explicativa y expresiva, cuando presenta la ciudad de manera objetiva —informativa, como en los siguientes casos: una ciudad rodeada de sol y playa, ciudad patrimonio de la humanidad, Puede interesarte, Festival de teatro. En los meses de julio y agosto (Mérida)—; o persuasiva — estrategia publicitaria, como en los eslóganes y titulares: Úbeda, ¡vive la experiencia, visítanos!, Toledo te espera, Descubra la deliciosa gastronomía emeritense (Mérida)—. No obstante, a resultas de los datos que nos ofrece nuestro corpus, el macrogénero de la página web destaca por su finalidad más promocional que informativa, apoyada por el empleo de modalidades argumentativas propias del discurso publicitario tradicional, como veremos a continuación. 2.1. Las modalidades textuales del cibergénero página web: la argumentación persuasiva El cibergénero de la página web, por sus características particulares, la disposición de sus elementos y su fisonomía o el empleo de determinados recursos, permite identificarlo como propio de la

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comunidad discursiva del turismo. Porque, como señalan Chapuis, Herrero y Gomes-Franco (2016: 72), no hay discurso sin género y es el género el que dirige la correcta interpretación del mensaje9; el de las webs se identifica no solo por su especial formato, sino también por su finalidad comunicativa, fundamentalmente promocional y publicitaria del destino, a pesar de que en apariencia el objetivo es informativo, como apuntamos más arriba. El escaparate de exhibición pública que suponen las páginas web para los sitios patrimoniales se muestra limitado y complejo para el emisor que, por una parte, debe seleccionar con meticulosidad la información que exhibir —ya sea mediante texto o imagen— y la forma como expresarla; y, por otra, al anunciar un producto —la ciudad— muy común y bastante homogéneo en términos generales, tendrá que buscar la forma de singularizarlo y de crear una marca que lo diferencie, lo haga reconocible, memorable y despierte el interés del visitante10. Para lograr este primer impacto comunicativo el recurso más extendido es la selección de una o varias imágenes centrales de las ciudades —elementos emblemáticos, lugares destacados, etc. de gran belleza y riqueza histórica o artística— que se suceden con una evidente función fática, además de poética mediante la cual captar la atención del lector11 y que producen un discurso argumentativo en sí mismo, como veremos a continuación. Al tratarse de un modelo discursivo de carácter interpersonal con un claro objetivo transaccional, en las páginas web de las CPHE la modalidad discursiva prototípica es la argumentación, expresada a través de textos breves —en los titulares y eslóganes— y de palabras que presentan un «orientación argumentativa» (Ducrot, 1984) —en etiquetas, entradillas y titulares, como adjetivos calificativos, sustantivos sugerentes, verbos que invitan al placer y al disfrute de la visita12, etc.—. De facto, la información no «contaminada» de carga

Bajtín (1979) ya definió el concepto de género teniendo en cuenta precisamente las funciones y condiciones lingüísticas que permitían identificarlo y discriminarlo respecto de otros. 10 Friedmann (2003: 10) habla de que los sitios que no desarrollen estrategias de comercialización eficaces sufrirán un seguro estancamiento económico. 11 Estas webs despliegan toda una serie de narrativas visuales en las que la silueta de la urbe se crea mediante un imaginario de paisajes idealizados y de insinuaciones de disfrute (Robles Ávila, en prensa). 12 Estas clases de palabras forman parte del metadiscurso persuasivo de las páginas web y serán analizadas en profundidad en la sección siguiente (2.2.). 9

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argumentativa es muy escasa y solo se puede localizar en las secciones de contacto, en los planos y rutas de acceso, en las referencias a horarios de lugares de interés; ya que las guías que se ofrecen (turísticas, de restaurantes, etc.), las agendas y las rutas que se proponen, en su propia selección, ya muestran un sesgo intencionado en favor de una información que resulta más plausible para el destinatario y para la configuración de la propia marca de ciudad. El argumento que aúna a las quince CPHE es el que tiene que ver con su riqueza histórico-artística y cultural13. Este argumento se expresa a través de imágenes representativas —argumentación por la imagen al más puro estilo publicitario (Robles Ávila, 2007: 106107)—, que crean una serie de semánticas visuales apelativas basadas en el avance de experiencias de disfrute que se convierten en estrategias comerciales eficaces; y con etiquetas, entradillas y titulares que nombran —o refiere de manera más extendida desde el punto de vista lingüístico— destacados monumentos, museos, espacios y conjuntos patrimoniales, muy variados, ricos, de gran interés; o que aluden a su historia y que, como sucede con la selección de imágenes, el mero acto de la elección de determinados elementos léxicos encierra una evidente intención persuasiva y argumentativa sobre el destino. Sin embargo, y contrariamente a lo que podría parecer, no todas las CPHE emplean el reconocimiento de la UNESCO como principal reclamo publicitario. Aunque todas ellas incorporan el logotipo identificativo de Ciudades Patrimonio de la Humanidad en lugares más o menos destacados de sus webs —considerado argumento de autoridad14 o de prestigio por cualquier turista cultural—, solo unas pocas hacen una mención explícita a este reconocimiento: Baeza e Ibiza aluden a su condición de CPHE en los textos presentadores de las respectivas webs de inicio; Cáceres, Cuenca y La Laguna refieren su reconocimiento en etiquetas sobreimpresionadas en las imágenes frontales; en Segovia y Tarragona es un apunte más dentro de una serie amplia de imágenes frontales que se suceden; en Toledo se juega 13 Coincidimos con Chapuis, Herrero y Gomes-Franco (2016: 84) cuando advierten que la argumentación basada en la temática cultural dignifica a los agentes implicados en la comunicación (emisor/receptor). 14 Bugnot (2005) realiza un trabajo interesante sobre la argumentación en folletos turísticos y establece una tipología de estrategias en muchos casos coincidentes con las que aquí se proponen para el macrogénero página web. En concreto cataloga este argumento que nosotros llamamos de autoridad como «argumento de prestigio».

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con el eslogan Patrimonio de los sentidos, sobreimpresionado en su imagen principal, eslogan que se expande más abajo en Patrimonio de la Humanidad… y de los sentidos. En las pestañas incorporan esta referencia Córdoba (en pestaña superior) y Mérida (en pestaña inferior); Alcalá hace mención a este atributo en la mitad de la página web; en la barra lateral lo sitúa en Úbeda; por el contrario, en las páginas de Santiago, Salamanca y Ávila no se hace referencia a este mérito. Pero, al margen de este, existen otros argumentos frecuentemente empleados en las webs de inicio de las CPHE; muchos de ellos son compartidos por varias ciudades. Así resulta ser un lugar común el argumento a la versatilidad, expresada en sus múltiples potencialidades, en las variadas facetas y en la diversidad de recursos que ofrece la ciudad: ciudad de negocios, de rodajes (Alcalá, por ejemplo), ciudad gastronómica (prácticamente todas ellas aluden a su riqueza culinaria), ciudad de compras (Santiago o Ibiza), ciudad de diversión, con eventos destacados (Festival de Teatro de Mérida, por ejemplo; y fiestas de interés especial, como la Semana Santa, en Mérida o en Santiago; las fiestas compostelanas y los fuegos del apóstol; los carnavales de Tarragona); ciudad universitaria (Salamanca); para todos los públicos (niños, familias, adultos, parejas, profesionales, turistas de idiomas, personas con dificultades funcionales para las que se diseñan rutas accesibles, etc.); y para perfiles de visitantes con intereses muy variados y que se suele expresar mediante etiquetas inauguradas por el topónimo (Ávila judía, Ávila románica, Ávila Isabelina…); un público que, además de buscar un objetivo propiamente cultural, puede combinar su estancia con el turismo «de sol y playa», en destinos costeros (Tarragona, Ibiza, La Laguna), o el de naturaleza, en destinos de interior (Salamanca ofrece su parque fluvial; La Laguna emplea el atractivo de «los espacios verdes»; o Santiago, que habla de «ciudad verde»). Igualmente, ciertas ciudades fundan sus argumentos en su glorioso pasado histórico, como sucede en Mérida (Emerita lvdica. La experiencia de vivir de nuevo en Augusta Emerita) y muy especialmente en Tarragona (La ciudad de la historia. En Tarragona la historia sale de las piedras, de los libros y cobra vida. Patrimonio mundial. Más de 2000 años de historia a vuestros pies…). También el peso de la historia se convierte en el argumento dominante en la configuración de la imagen de Toledo (Toledo, tres culturas). Estas tres ciudades ofrecen una representación prísmica, con muchas versiones y opciones preparadas para satisfacer perfiles de turistas muy variados.

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El recurso al argumento de autoridad está presente en ciudades que han sido cuna de personajes históricos célebres. Es el caso de la referencia a Cervantes en Alcalá —con su logo Inspiración cervantina— o a Santa Teresa de Jesús en Ávila —con el reclamo de la imagen de la Santa en la página principal—. En otros casos se pone el foco de argumentación en una potente oferta cultural, como sucede en Cáceres o en Segovia, entre otras ciudades, cuyas páginas ponen un énfasis mayor en dar a conocer su programa de eventos a través de una agenda. Más restrictivos de ciertas ciudades son argumentos como el de disponer de precios asequibles —en Ávila o Segovia, con sus visitas guiadas a precios reducidos—; su fácil acceso y su proximidad —es el caso de Cuenca (Cuenca, aún más cerca), una ciudad no demasiado bien comunicada en otros tiempos que usa este argumento ahora para romper con una imagen desfasada—; Úbeda ofrece aventura, una experiencia diferenciada —¡Vive la experiencia!—, el argumento basado en la exclusividad del destino, como en Toledo (Toledo imprescindible) y en la emotividad (Toledo, patrimonio de los sentidos). También se emplea como argumento la empatía con la población autóctona: un rasgo destacado de ciertas ciudades es su hospitalidad (Noches de Ramadán en Córdoba; o La laguna, ciudad del mundo), lugares de encuentro, de convivencia entre turistas y la población local, lo que despierta un sentimiento de comunidad, de hermanamiento (Plaza Mayor. El punto de encuentro. Salamanca). 2.2.  El metadiscurso persuasivo de las páginas web de CPHE En la comunicación turística emisor y receptor se reconocen con unas funciones y unos objetivos bien definidos, dependiendo del género que dé expresión a los mensajes dentro del tupido entramado de sus tipos textuales —guías, folletos, catálogos, blogs, etc.— (Calvi, 2010: 25). Por ello, es evidente que en la configuración del metadiscurso turístico de promoción, como es el caso de las páginas webs institucionales, resulta esencial la dimensión interpersonal15, que tiene en

15 En la línea de Suau Jiménez (2011 y 2012), consideramos que el patrón metadiscursivo propuesto por Hyland y Tse (2004) para el análisis de los textos académicos resulta idóneo para aplicarlo a las lenguas de especialidad porque

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cuenta la relación entre emisor-empresa/institución y receptor-cliente/ turista, y los aspectos evaluativos que imprime el emisor en el mensaje; una dimensión esta mucho más relevante que la textual (Suau Jiménez, 2011: 3) y que se manifiesta en el empleo de determinados rasgos caracterizadores que, sin poseer valor informativo, presentan funciones discursivas a través de marcas lingüísticas con las que se evidencia el ethos del hablante —la institución en el caso de las CPHE—, su identidad discursiva, y se establece su relación con el potencial viajero. Así, en el lenguaje del turismo el metadiscurso empleado por el hablante determina y controla la actuación del receptor, ya que se diseña con la intención de influir en él porque, como apunta Fairclough (1992: 22), «el hablante/escritor está situado por encima y fuera de su propio discurso y está en una posición de controlarlo y manipularlo». Un análisis cuantitativo16 de los elementos léxicos que aparecen en las páginas web de inicio de las quince CPHE que conforman nuestro corpus nos arroja una cifra total de 1261 tokens y 439 types, lo que evidencia de entrada una variedad notable de formas léxicas y, como consecuencia, una leve recurrencia de lemas. Excluyendo elementos de enlace, artículos y preposiciones, la categoria mayoritaria la conforman los sustantivos que se refieren a los elementos patrimoniales y a los atributos de la ciudad; por orden de frecuencia se encuentran precisamente ciudad (19 ocurrencias), patrimonio (13), historia (11), humanidad (7), museos (7), monumentos (6) y turismo (6); todos ellos constituyen un conjunto léxico caracterizado por su función denominativa, descriptiva de la realidad que representan, que asegura la fácil localización de potenciales tópicos de interés del internauta. También la alusión directa a los topónimos es un lugar común de estas webs de inicio; una tendencia más recurrente en las webs de Ávila (19 apariciones), Alcalá (10), Santiago (7) y Segovia (7); ello se puede deber a la estrategia publicitaria clásica del bombardeo mediante repetición para fijar el nombre del destino. delimita los rasgos propios diferenciadores respecto de otros tipos de discurso. Este patrón establece dos variantes: una textual, que sirve para imbricar las partes del discurso (conjunciones, etc.), y otra interpersonal, que atiende a elementos como los mitigadores, los realzadores, los marcadores de actitud, los marcadores de compromiso y la automención. 16 Para llevar a cabo el análisis cuantitativo hemos utilizado el programa AntConc (3.4.4.), que nos ha permitido extraer listas de palabras, con sus índices de frecuencia, realizar búsquedas, observar tendencias, obtener concordancias, etc.

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En la comunicación promocional de las webs no se encuentra léxico terminológico17, más propio de la comunicación entre profesionales; y es muy escaso el empleo de léxico de especialidad de las diversas áreas de conocimiento que confluyen en el lenguaje del turismo. En cambio, hay una presencia notable de elementos que imprimen a los mensajes unos valores perlocutivos, expresivos y valorativos que los conectan con el interlocutor. Como se ha señalado, la página web tiene un carácter predominantemente promocional del destino, por lo que la función persuasiva, de forma más o menos explícita, es la dominante, muy por encima de la aparentemente informativa. De esto se deduce que, a pesar de lo limitado del componente verbal, en el metadiscurso turístico perlocutivo de las webs de inicio de las CPHE abundan los elementos realzadores (Suau Jiménez, 2011), marcas lingüísticas de carácter fático y apelativo que vehiculan la ponderación y el realce de determinadas características del destino. Estas marcas constituyen lo que denominamos la argumentación persuasiva de naturaleza ponderativa (Robles Ávila, 2007: 82), prototípica del discurso publicitario, que está basada no solamente en la mera selección de argumentos atractivos para atraer al destinatario sino en la utilización de elementos lingüísticos y extralingüísticos, muchas veces retóricos, para la ponderación18. La expresión metadiscursiva de realce se materializa en el empleo de verbos de carácter ponderativo, valorativo; y en menor medida de cuantificadores y de ciertos adjetivos elativos.

Al ser el lenguaje del turismo un lenguaje de especialidad propio del sector, pero nutrido y arropado por otros lenguajes especiales de diversas y muy variadas áreas —arte, historia, gastronomía, etc.— (Calvi, 2006), se establecen intercambios tanto entre profesionales, como entre especialistas del sector y el público lego, lo que da como resultado usos diferenciados de la lengua. Mientras que la comunicación entre profesionales se caracteriza por el empleo de lo que llama Calvi (2006) un núcleo duro terminológico, los intercambios profesional-turista promueven un lenguaje no especializado, divulgativo, simplificador de conceptos de la especialidad. No obstante, coincidimos con Balboni (2000: 12) cuando considera más conveniente hablar de un continuo de grados de especialización que varía dependiendo de los conocimientos de los interlocutores. Unos interlocutores que, por cierto, dominan cada vez más los términos de especialidad, ese núcleo duro, por su continua exposición a ellos (anglicismos generalmente, como booking, check-in, businessclass, etc.). 18 Vista la alta frecuencia de uso y la relevancia que adquieren, la incorporación de elementos elativos y ponderativos (verbos, adjetivos y sustantivos) dentro de la categoría realzadores en los textos turísticos viene a modificar el patrón metadiscursivo interpersonal de Hyland y Tse (2004) ya mencionado. 17

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Por lo que se refiere a la selección verbal, las webs de CPHE ofrecen un predominio de verbos prototípicos del discurso de la promoción turística y que se deben considerar señas de identidad del metadiscurso interpersonal. A su potente carga semántica se añade la tendencia al empleo del modo imperativo, que en este tipo de lenguaje de especialidad desarrolla un valor pragmático de invitación a la acción, concretamente al goce de la experiencia turística; son los imperativos publicitarios de las últimas décadas (Robles Ávila, 2010: 138-140), que se construyen sobre bases léxicas sugerentes que incitan a la participación y al disfrute del destinatario (venir, disfrutar, soñar, divertirse, etc.). Estas formas apelativas irrumpen en titulares y eslóganes, siendo el más recurrente vive (7) seguido por conoce (8), descubre (6), disfruta (3): Descubre la historia a través de los edificios más emblemáticos. Así es Compostela o Vive la historia. En cambio, se emplean infinitivos en etiquetas y entradillas: leer es el más frecuente, con 10 apariciones, que lleva a hacer clic para acceder al nivel micro del espacio particular que anuncian: Información práctica… ¡Que no se te escape nada! Leer más, o Vive el arte y la leyenda a través de los museos. Leer más. Además de los mencionados, estas webs emplean un conjunto diversificado de verbos con un índice de ocurrencia limitado, pero que resultan muy sugerentes por ser portadores de una importante carga perlocutiva; así se localizan verbos de sentimientos asociados a las experiencias que vivirá el turista en las CPHE, como apasionarse, emocionarse o enamorarse: Semana Santa en Santiago. Apasiónate por la ciudad; Emociónate con el acueducto de Segovia; o #Mérida enamora. Por su valor semántico existe, igualmente, un predominio de verbos de percepción intelectual, como corresponde a una actividad donde los sentidos adquieren una absoluta relevancia (Pérez Vázquez, 2011: 295) y donde se establece una conexión entre un experimentador —que es quien realiza el proceso mental y que suele corresponder con el interlocutor, el turista potencial— y un fenómeno experimentado19 —que tiene que ver, en nuestro caso, con la ciudad patrimonial—. Los verbos de percepción intelectual corresponden

19 Halliday (1985) estableció esta estructura de dos participantes (experimentador y fenómeno experimentado) en los verbos de procesos mentales, que resulta muy adecuada para explicar la selección verbal en el lenguaje turístico de promoción, como también puso de manifiesto Pérez Vázquez (2011).

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a las diferentes fases de la actividad turística: a la etapa previa a la experiencia se refiere imaginar (Imagine Ávila), con todas las connotaciones que despliega por su fuerte carga expresiva, al crear unas expectativas en el viajero a partir de los estímulos visuales y verbales que le ofrece la web; a esta fase pre-visita pertenece también conocer, que suele acompañar de forma extensiva a las CPHE (Cáceres, Patrimonio de la Humanidad. Ven a conocerla) o a algún elemento que se quiere resaltar (Conoce la tradición de la comida castellana y la cocina de vanguardia de nuestra ciudad). Saber es otro verbo de percepción intelectual empleado en las etiquetas qué saber, que despliegan un amplio abanico de posibilidades de prácticas turísticas y de ocio. Lo mismo sucede con el verbo de percepción física ver, con una presencia significativa en muchas CPHE formando parte de la etiqueta qué ver en las webs de Ávila, Ibiza o Mérida. Aunque los verbos de percepción intelectual descubrir20, explorar y encontrar corresponden a la etapa propiamente del viaje; en las webs institucionales de CPHE se presentan con valores apelativos, como parte de la estrategia sugerente que promueve la visita, que reta al interlocutor a llevar a cabo la experiencia turística mediante la creación de un estímulo previo a la llegada: Descubre la historia a través de la arquitectura (Ibiza) o Descubre la deliciosa gastronomía emeritense. Como no podría ser de otra manera, vinculados a la promoción turística de estos destinos, abundan los verbos de movimiento, que se pueden clasificar en dos grupos: los que se refieren a la etapa previa al viaje y que conectan con ese sentimiento de invitación que subyace en la publicidad turística: venir y llegar apuntan al destino de la CPHE que se anuncia: Alcalá de Henares, una ciudad de cine, ven a conocerla…; o la etiqueta recurrente cómo llegar. Visitar también correspondería a esta fase y suele aparecer acompañando al topónimo: Visita Ávila, Visita Alcalá, etc. El deseo de planificación del turista del s. XXI se ve correspondido con el empleo de verbos que denotan acciones previas al desplazamiento y que suponen un ahorro de tiempo o de dinero: organiza tu visita, comprar (entradas, bonos, etc.), reservar, etc.; con ellos se genera un sentimiento de tranquilidad, de control y de seguridad que tiene

Calvi (2006: 44) reconoce en el significado contextual de descubrir uno de los factores que promueven la experiencia de viajar. 20

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su máximo exponente en el imperativo déjate guiar: Dónde comer y comprar, las ferias y los eventos, la cocina del lugar… déjate guiar (Santiago de Compostela). En cambio, ya en la ciudad, durante la realización de la actividad turística, se utilizan recorrer y pasear, verbos que contienen semas que denotan acciones pausadas, que rompen con el estrés de la vida diaria y que permiten al turista integrarse en el destino para conocerlo bien, de manera sosegada. Por otra parte, el turismo de las CPHE pone el foco en su oferta hotelera, de restauración y en su actividad comercial, de ahí que abunden los verbos de acción como dormir, comer o comprar, frecuentemente empleados en etiquetas o entradillas: Dónde comer. Descubra la deliciosa gastronomía emeritense. En este sentimiento de actividad durante la visita a la ciudad turística se incardina el verbo hacer que, ubicado en una etiqueta, encierra toda una versatilidad de opciones de disfrute: qué hacer, empleado en Ávila y Mérida, por ejemplo. Lógicamente, en este espacio los verbos de estado son bastante escasos y solo se refieren a descripciones puntuales de determinados elementos o actividades de las ciudades: Museo Art Nouveau Art Déco. Un museo que es un poema (Salamanca); Una ciudad que es Patrimonio de la Humanidad (Ibiza). Por lo que respecta a otras categorías gramaticales, dada la limitación del componente verbal en estas web de inicio, y a diferencia de lo que ocurre en otros géneros turísticos de carácter publicitario, los adjetivos elativos, ponderativos, que suelen resultar clave en el discurso promocional por la función de realce del objeto comercial (Robles Ávila, 2004: 18-24), tienen una escasa representación21. En nuestro corpus el más recurrente es el cuantificador de totalidad todo y sus variantes, con 5 apariciones, (Dónde dormir. Todos los sitios donde poder alojarse en la ciudad, Mérida); le sigue el superlativo relativo mejor-es, con solo 3, (La mejor guía con horarios, Alcalá), y el adjetivo de dimensión gran/grande (La historia, las rutas y los consejos para sumarse a la gran aventura del s. XXI. Peregrinar a Compostela, Santiago).

A diferencia de lo que sucede en páginas de segundo o tercer nivel que se despliegan a partir de la de inicio y como han puesto de manifiesto Mapelli (2008) y Suau Jiménez (2011). En las secciones que muestran un mayor desarrollo textual aumenta significativamente el número de adjetivos calificativos realzadores que son elementos clave en la configuración del metadiscurso de los textos turísticos en general. 21

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En cambio, por el carácter sintético y preciso del elemento verbal abundan los adjetivos relacionales (Nueva gramática de la lengua española, 2009: 914), que establecen un vínculo entre el sustantivo al que acompañan y la base nominal de la que se deriva el adjetivo; en las páginas web de inicio estos vienen a apoyar el carácter informativo de los mensajes (Pierini, 2009: 98; Calvi, 2016: 119-120), porque precisan el valor del sustantivo y lo describen. En nuestro corpus el relacional más recurrente es turístico (con 8 apariciones), al que le siguen panorámico, universitario, gastronómico, idiomático, profesional, histórico; también aparecen ciertos toponímicos como castellano y compostelano. Algunos adjetivos más incardinados en el lenguaje de la publicidad por el carácter elativo que desarrollan en el uso pragmático son imprescindible (Toledo imprescindible), delicioso (Descubra la deliciosa gastronomía emeritense), práctico (Compostela, capital de Galicia. Información práctica), diferente (Conoce los diferentes lugares donde alojarte, Alcalá) y accesible (Ávila accesible). En cuanto a los posesivos, en este metadiscurso hay una tendencia a la automención a través del empleo del posesivo nuestro —y sus variantes de género y número— (8 apariciones) (Suau Jiménez, 2011: 12); con este recurso se promueve la empatía con el interlocutor al aportar al mensaje una carga solidaria y generosa basada en la voluntad de compartir lo propio o, como señalan Chapuis, Herrero y Gomes-Franco (2016: 86), un «pacto simbólico» entre locutor-mediador y su destinatario: Disfruta de nuestra gastronomía, Cáceres; Conoce la tradición de la comida castellana y la cocina de vanguardia de nuestra ciudad, Alcalá). Nuestro es el posesivo característico de los mensajes publicitarios que presentan un producto propio de una determinada empresa que generosamente comparte con el consumidor (Robles Ávila, 2004: 30), en este caso, el visitante. No obstante, se presentan oscilaciones e inconsistencias en el uso de posesivos22, ya que junto a nuestro se emplea su; incluso en una misma página web, en contextos muy próximos: Vive nuestra costa // Vive sus fiestas, La Laguna. El posesivo de tercera persona alude a la ciudad o a alguno de sus atributos, alejando del discurso a los agen-

22 Incluso se detectan casos de anacolutos referidos al destinatario, al que unas veces se alude con la fórmula de tratamiento de respeto, usted; y otras, con el tuteo; como en Mérida: Dónde comer. Descubra la deliciosa gastronomía emeritense // App guía de Mérida. Disfruta Mérida de una manera distinta con esta guía.

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tes para volver la mirada al objetivo turístico: Ciudad universitaria. El ambiente en sus calles, Salamanca. 3. CONCLUSIONES Como hemos tratado de evidenciar a lo largo de este trabajo, los portales principales de las webs de las quince CPHE destacan por su carácter fundamentalmente publicitario, sustentado en el empleo de dos estrategias perlocutivas que, como ya intuíamos en un primer acercamiento, resultan esenciales: la selección de argumentos eficaces que animan a la visita despertando el interés por el destino; y la utilización de un metadiscurso interpersonal promocional. El estudio pormenorizado del corpus, conformado por las páginas web de estas ciudades patrimoniales, permite constatar que, como mensajes publicitarios que son, el recurso a la argumentación resulta clave a pesar de lo limitado del componente lingüístico, de ahí que el argumento basado en la selección de imágenes sugerentes de los destinos se convierte en un lugar común gracias al empleo de toda una serie de semánticas visuales con las que se vehicula la riqueza histórico-artística y cultural. El argumento basado en el reconocimiento de la UNESCO es también muy empleado en las quince ciudades; así como su versatilidad en oferta de ocio y cultura, recursos, etc.; o poseer un glorioso pasado y ser la cuna de ilustres personajes. También se argumenta destacando la empatía de sus habitantes. En un eje más prosaico se sitúa el argumento publicitario del bajo coste, muy preciado en cualquier producto comercial independientemente del sector. Por lo que respecta al metadiscurso interpersonal de estos textos eminentemente promocionales, se ha constatado la intencionalidad persuasiva basada en la selección léxica mediante el empleo de realzadores, especialmente un conjunto de verbos que invitan a la acción turística, al disfrute; verbos muchos de ellos también de percepción intelectual relacionados con las distintas fases de la experiencia turística. Y, junto a los verbos, entre los elementos realzadores de este metadiscurso destacan sobremanera los adjetivos elativos, ponderativos que, a pesar de lo limitado de la expresión verbal, ofrecen la pincelada más auténticamente comercial de estos discursos. Finalmente, la automención en estas webs se vehicula a través del empleo de un nosotros, la ciudad a través de sus ciudadanos, que hablan y que se ofrecen al potencial turista 2.0. Un destinatario que,

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gracias a las estrategias publicitarias que se despliegan en estos productos digitales, quedará impactado y dispuesto a llevar a cabo la experiencia cultural que, en primera instancia, se le abre tras el clic. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS BAJTIN, Mijaíl (1979 [1952-1953]). Estética de la creación verbal. México: Siglo XXI. BOLBONI, Paolo E. (2000). Le microlingues cientifico-professionali. Natura einsegnamento. Torino: UTET Libreria. BOLTER, Jay David y Richard GRUSIN (2000). Remediation. Understanding new media. Cambridge: The Mitt Press. CALVI, M.ª Vittoria (2006). Lengua y comunicación en el español del turismo. Madrid: Arco Libros. CALVI, M.ª Vittoria (2010). «Los géneros discursivos en la lengua del turismo: una propuesta de clasificación». Ibérica, 19, pp. 9-31. CHAPUIS, Laurence, Rocío HERRERO y Flávia GÓMES-FRANCO (2016). «Art-gumentación en un discurso turístico virtual. Madrid en la página web de Turespaña: Spain.info». Cuadernos de Turismo, 37, pp. 69-91. FAIRCLOUGH, Norman (2003). Analysing Research. Discourse: Textual Analysis for Social. London: Routledge. FRIEDMANN, Reinhard (2003). «Marketing estratégico y participativo de ciudades». En Marketing en desarrollo urbano, Primera Reunión de la Red de Marketing y Desarrollo Urbano. ITESCA. GRODACH, Carl (2009). «Urban Branding, an analysis of city homepage imagery». Journal of Architectural and Planning Research, 3. Obtenido el 25 de mayo de 2019 desde . HALLIDAY, Michael (1985). An Introduction to Functional Grammar. London: Edward Arnold. HYLAND, Kenneth y Polly TSE (2004). «Metadiscourse in Academic Writting: A Reappraisal». Applied Linguistics, 25, 2, pp. 156-177. MAINGUENEAU, Dominique (2009). Aborder la linguistique. París: Éditions du Seuil. MAPELLI, Giovanna (2008). «Las marcas de metadiscurso interpersonal de la sección ‘turismo’ de los sitios web de los ayuntamientos». En M.ª Vittoria Calvi, Giovanna Mapelli y Javier Santos López (eds.). Lingue, culture, economia: comunicazione e pratichediscorsive, pp. 173-190. Milano: FrancoAngeli. PÉREZ VÁZQUEZ, M.ª Enriqueta (2011). «Verbos de percepción sensible e intelectual en las guías y en la publicidad turística». En M.ª Vittoria Calvi y Giovanna Mapelli (eds.). La lengua del turismo: géneros discursivos y terminología, pp. 295-313. Bern: Peter Lang.

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LA MANIPULACIÓN INFORMATIVA EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN ESCRITA José Torres Álvarez Universidad Complutense de Madrid Generalitat de Catalunya

1. INTRODUCCIÓN Desde una perspectiva discursiva, la noticia puede definirse como «un hecho verdadero, inédito o actual, de interés general, que se comunica a un público que pueda considerarse masivo, una vez que ha sido recogido, interpretado y valorado por los sujetos promotores que controlan el medio utilizado para la difusión» (Martínez Albertos, 1974: 88) o como aquel género periodístico «que da cuenta de un modo sucinto por completo de un hecho actual o actualizado, digno de ser conocido y divulgado, y de innegable repercusión humana» (Martín Vivaldi, 1998: 39). De acuerdo con la macroestructura discursiva más utilizada en la noticia escrita, los hechos noticiosos se presentan mediante un esquema predeterminado en forma de pirámide invertida que orienta el razonamiento del lector al informarse de los mismos. Así, en primer lugar, se presenta el título, un resumen de lo que se quiere transmitir para atraer la atención del lector y que, en no pocas ocasiones, lo condiciona para que siga leyendo. En segundo lugar, se encuentra la entradilla (o primer párrafo), donde se presentan de forma breve los datos más relevantes de la información dando respuesta a todas o a algunas de las seis preguntas clave que rodean todas las acciones (qué, quién, cuándo, dónde, cómo y por qué). Finalmente, el lector se sumerge en el cuerpo de la noticia,

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lugar que presenta de forma detallada la información y que suele intercalarse con elementos gráficos cuya función es reforzar el contenido del mensaje. Ahora bien, resulta innegable que el periodismo es una ciencia que se encuentra en constante evolución. De acuerdo con Burgueño (2010: 42), existen tres etapas evolutivas en el periodismo contemporáneo que condicionan tanto la transmisión de la información como la interacción del lector con la misma. En la primera etapa (conocida como «periodismo 1.0») los medios exponen los contenidos informativos sobre un soporte cuya calidad, según Calsamiglia y Tusón (2012: 86-89), se valora en función del soporte empleado en la transmisión, del formato de publicación, de los elementos tipográficos y, por último, de los elementos icónicos. Aquí, el lector adquiere una función pasiva del acto comunicativo, limitándose a leer la información que se le transmite. Ante la popularización de Internet como herramienta de información, este periodismo progresa, se digitaliza y da lugar a una segunda etapa en la que surge el llamado «periodismo 2.0». Dentro de esta nueva modalidad, la noticia adquiere un valor intertextual al incluir dentro del mensaje enlaces a otros textos o contenidos multimedia. En cuanto a la función del lector, conviene destacar que en esta etapa adquiere un breve protagonismo en la interacción, ya que el comunicador le permite interactuar con la noticia a través de hipervínculos que remiten a una serie de datos textuales o de elementos multimedia previamente seleccionados. Finalmente, en una tercera etapa este periodismo se complementa mediante el denominado «periodismo 3.0» o «periodismo participativo», una modalidad que permite, entre otras cuestiones, la interacción del lector con el medio que divulga la noticia a través de comentarios virtuales. Si vinculamos esta tercera etapa con la estructura discursiva de la noticia, podemos concluir que las intervenciones de los lectores deberían versar sobre los datos referidos a las seis preguntas esenciales (qué, quién, cuándo, dónde, cómo y por qué) que encuentran respuesta a través de las distintas partes del acto informativo. Sin embargo, al observar este tipo de interacción en el corpus de estudio se advierte que, en no pocas ocasiones, los comentarios trascienden al fin informativo que persigue el redactor. Surge entonces la cuestión de si, desde el punto de vista informativo, la noticia es un acto comunicativo imparcial o si, por el contrario, los recursos lingüístico-pragmáticos y discursivos utilizados por la Redacción del medio influyen sobre la interpretación que realizan los lectores de la noticia; asunto que abordamos a lo largo de este capítulo.

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2.  CORPUS Y MÉTODO DE ESTUDIO La Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación (AMIC) es una agrupación de compañías relacionadas con el ámbito comunicativo que tiene como objetivo proporcionar una visión completa acerca del consumo de medios en España a través de la medición rigurosa sobre la audiencia de los medios de comunicación y publicitarios. Entre las muchas sociedades que integran esta asociación se encuentran los medios líderes en la edición de la prensa generalista española, como Ediciones El País, Unidad Editorial, La Vanguardia Ediciones, La Voz de Galicia, Diario ABC y El Periódico de Catalunya. De acuerdo con los últimos datos públicos disponibles recogidos por esta asociación, que comprenden el periodo temporal que media entre diciembre de 2018 y enero de 2019 (1.ª ola) y que se recogen en la siguiente figura1, las cuatro publicaciones diarias que mayor número de lectores tienen se agrupan en publicaciones deportivas (diario Marca y diario As) y en publicaciones de la prensa generalista (El País y El Mundo):

Figura 1. Número de lectores diarios

La selección de El País [P] y El Mundo [EM]2 como corpus de estudio obedece a las siguientes cuestiones. La primera, ambos son medios de comunicación social de sello editorial claramente contrario y que ocupan las dos primeras posiciones en cuanto a número de lectores de medios rotativos no especializados. La segunda, que el 19 de diciembre de 2018 ofrecieron la última información disponible de una noticia mediática: la confesión de Bernardo Montoya como presunto asesino de Laura Luelmo, una profesora zamorana que acudió al Instituto Vázquez Díaz de Nerva (Huelva) para cubrir una plaza

1 Los datos de la figura han sido obtenidos de http://reporting.aimc.es/index. html#/main/diarios (última consulta: 16/04/19). 2 A partir de este momento al citar estas publicaciones se utilizarán estas abreviaturas indicando en los ejemplos la fecha de publicación del texto.

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como maestra interina3. Y la tercera, que en sus respectivas versiones digitales las dos publicaciones permitieron la interacción de la ciudadanía con la noticia a través de comentarios virtuales. Desde un punto de vista lógico-causal, esta permisividad permitiría establecer una relación biunívoca entre la posición que ocupan ambos medios, su número de lectores y la proporción de comentarios de la ciudadanía relacionados con la noticia generadora de la interacción virtual. Sin embargo, el análisis del corpus muestra que el número de comentarios a la noticia de P (2469 comentarios) es muy superior a la de EM (599 comentarios). Por este motivo, y para establecer un criterio analítico homogéneo, establecemos como punto de partida el número de comentarios mejor valorados del diario de referencia P, esto es 38 actos de habla virtuales iniciadores o «de inicio», es decir, «intervenciones que intentan provocar o simplemente provocan habla posterior (preguntas, juicios, invitaciones, reproches, peticiones, etcétera)», según la explicación ofrecida por Briz (1998: 53). Excluimos, por tanto, los comentarios reactivos, esto es, aquellos que sirven de réplica a otro anterior porque o bien no existe relación entre el comentario marco y el comentario subordinado porque se trata otro tema o bien porque está formado por insultos dirigidos hacia el emisor del comentario principal. Una vez que se han acotado los comentarios de P, seguimos el mismo criterio para seleccionar los 38 comentarios iniciadores de conversación del diario EM. Las opiniones expresadas por los ciudadanos en estos dos diarios son un total de 76 intervenciones que hemos distribuido en seis bloques principales: (I) la prevención, donde se incluyen todos aquellos comentarios en los que los ciudadanos relacionan la muerte de Laura Luelmo con la falta de prevención por parte de los cuerpos policiales y de los vecinos de la localidad donde ha sido asesinada; (II) la estigmatización de la etnia gitana, sección en la que se integran los comentarios de la ciudadanía que vinculan el hecho delictivo con la procedencia racial de Bernardo Montoya; (III) crítica al sistema político y judicial, bloque compuesto por todas aquellas interven-

Las noticias pueden encontrarse, respectivamente, en los siguientes enlaces: https://elpais.com/sociedad/2018/12/19/actualidad/1545211340_143429. h t m l ( ú l t i m a c o n s u l t a : 1 6 / 0 4 / 2 0 1 9 ) y h t t p s : / / w w w. e l m u n d o . e s / andalucia/2018/12/19/5c1a04c521efa0ec2a8b4575.html (última consulta: 16/04/2019). 3

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ciones que culpabilizan al sistema político y judicial de lo sucedido; (IV) propuestas de otras acciones correctivas, que contiene aquellos comentarios que proponen otras penas no contempladas en el ordenamiento jurídico español; y (V) crítica a los medios de comunicación, bloque al que se vinculan aquellas intervenciones que reprochan a los medios de comunicación de masas la falta de rigor informativo al exponer la noticia. Finalmente, realizamos un análisis lingüístico-discursivo del enfoque que tanto los redactores de P como los de EM han aplicado a sus respectivas noticia para determinar cómo la parcialidad a la que se refieren los Libros de estilo de ambos medios queda en entredicho debido a tres estrategias manipulativas (la omisión de la estructura prototípica de la noticia, las estructuras sintagmáticas del texto y el léxico utilizado) que tienen una gran influencia en la interiorización discursiva que llevan a cabo los ciudadanos; hecho que provoca que se procese la información de forma inferencial enfocándola hacia los cinco bloques presentados más arriba. 3.  L  OS LIBROS DE ESTILO DE EL PAÍS Y DE EL MUNDO Y LA PARCIALIDAD INFORMATIVA Una de las funciones más importantes que tienen los medios de comunicación de masas es la de transmitir una información relevante que se contextualiza dentro de unas determinadas coordenadas histórico-sociales y geográficas. Entendido de este modo, los medios de comunicación social parten del modelo comunicativo de Jakobson (1960: 532) al confluir en sus escritos los seis elementos básicos de la comunicación (emisor, receptor, mensaje, contexto, canal y código). Ahora bien, la definición que acabamos de exponer conduce, por sí misma, a una visión simplista del sector de la comunicación y la información, ya que todo acto comunicativo presenta un propósito persuasivo, aspecto complementario a la función principal (informar), que permite explicar la proliferación de la bibliografía relacionada tanto con la parcialidad del discurso en dichos medios (Van Dijk 1991, 1996; Fairclough, 1995a, 1995b, 1995c; Cea y Vallés, 2000; Jarque, 2005, Santander, 2007; Mogaburo, 2012; Álvarez, 2017; Guzmán, 2017) como con las implicaciones judiciales que se derivan de la estigmatización que puede producirse a raíz de dicha imparcialidad (Prat, 2013; Gavara, Capodiferro y De Miguel, 2015).

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En cuanto a las informaciones transmitidas por los medios de comunicación, afirma Hernando Cuadrado (2002: 262) que estos deben sustentar sus informaciones sobre «un periodismo fiable, sano, de calidad, capaz de llevar al lector tan cerca de la verdad como sea posible», pero acepta que, en ocasiones, la información que se ofrece «es deformante y las informaciones son inexactas, incompletas, indebidamente orientadas, desproporcionadas o falsas» incurriendo el medio en una «manipulación deliberada de los hechos». Por este motivo surgen los Libros o manuales de estilo de cada medio de comunicación, publicaciones que sirven de guía para estandarizar y unificar los criterios informativos, estilísticos y discursivos que deben reflejar sus textos. A continuación, exponemos las características prescriptivas más destacadas de los Libros de estilo de P y de EM. 3.1.  El País El País es, por el momento, el diario de referencia en cuanto a medios de comunicación escrita se refiere. El que fuera su director hace algunos años, Jesús Ceberio, afirmó en el prólogo a la decimosexta edición del Libro de estilo (El País, 2002: 7) que, junto a la Dirección, la Redacción del periódico tenía por bandera garantizar «una información independiente, veraz, no sometida a ninguna presión externa». Más adelante, este medio (2002: 21) se define como «un periódico independiente, nacional, de información general», que diariamente se esfuerza por presentar una «información veraz, lo más completa posible, interesante, actual y de alta calidad, […] que ayude al lector a entender la realidad y a formarse su propio criterio». 3.2.  El Mundo El que fuera durante largo tiempo director de este diario, Pedro J. Ramírez, subrayó que la colaboración de «Francisco Umbral y otros grandes escritores hacen constante aportaciones innovadoras al idioma, la gramática y hasta la ortografía» (De la Serna, 1996: 14), y estableció que EM es el diario de referencia para más de un millón de ciudadanos. Más adelante, la Redacción de este medio

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subraya expresamente que la función de sus periodistas es «narrar o, mejor aún, mostrar, en vez de explicar» (1996: 19-22), convirtiéndose el periodista en un simple «intermediario entre la información y el lector» para permitir la introducción del lector en la información […] [mediante] anécdotas, citas de fuentes competentes, ejemplos». Asimismo, en las páginas finales del Código deontológico (1996: 109) este medio prohíbe expresamente «expresiones despectivas sobre etnias, religiones o grupos determinados […] por ejemplo, la mención de detenidos ‘gitanos’ o ‘marroquíes’ en sucesos en los que el origen de los implicados es […] irrelevante», aspecto que permite tener muy presente la distinción discursiva «entre crudeza y truculencia—en particular en la información gráfica—» (1996: 110). 4. LA MANIPULACIÓN INFORMATIVA EN EL PAÍS Y EL MUNDO Teniendo en cuenta los aspectos descritos en el apartado anterior, la manipulación informativa no debería estar presente en ninguno de los medios de comunicación social analizados. Sin embargo, tras el análisis del corpus se observa que la Redacción de ambos medios vincula la estructura narratológica de la noticia, la disposición sintáctica de la información y el léxico utilizado en sus noticias con la teoría pragmática de la cortesía, según la cual, cualquier intervención comunicativa supone la observación de una serie de principios con el fin de salvaguardar la imagen pública de todos los interactuantes sin que ello menoscabe el éxito de la interacción. La tesis de dos de los autores más importantes, Brown y Levinson (1987: 61-63), es que todas las personas poseen una imagen pública que desea mantenerse durante todo el acto comunicativo. Esta imagen presenta dos polos: el negativo, que proporciona cierta libertad al individuo para actuar de manera autónoma (Haverkate, 1994: 19), sin verse importunado por las acciones de los demás; y el positivo, que consiste en el deseo del individuo por ser apreciado por los demás miembros de la sociedad. Y es la potenciación o destrucción de este último polo el elemento que subyace en la manipulación deliberada de las diferentes partes de la noticia, en la utilización de ciertas estructuras gramaticales y en el léxico empleado al narrar la confesión del presunto asesino de Laura Luelmo.

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4.1.  La manipulación informativa a través de los títulos Los títulos4 presentan cuál es el contenido que el lector va a encontrar desarrollado a lo largo de la noticia. Tienen, como sostienen Calsamiglia y Tusón (2012: 98), «una función catafórica, de adelantar el contenido del texto, o de señuelo, para atraer la atención del lector». Veámoslo: 1) Laura Luelmo sufrió una agresión sexual, según la autopsia (P, 19/12/2018). 2) Bernardo Montoya confiesa el asesinato de Laura Luelmo (EM, 19/12/2018). Los ejemplos anteriores se corresponden con los títulos con los que P (1) y EM (2) encabezan la noticia, emitida el 19/12/2018, que trata de la confesión del presunto asesino de Laura Luelmo. Ambos presentan diferencias discursivas que tienen una gran repercusión en la interiorización informativa que realizan los lectores, ya que se intenta potenciar la imagen pública positiva de la víctima para que los lectores se solidaricen inconscientemente con ella y destruir la que la sociedad pueda tener del supuesto asesino confeso para que lo criminalicen. Para ello, en (1) se recurre a un título distribuido en una estructura oracional enunciativa afirmativa donde se destacan dos grupos nominales, uno identificativo (el de la víctima, «Laura Luelmo»), y otro expositivo del acto sufrido por ella («una agresión sexual»). Para unirlos se emplea la forma verbal «sufrió», aludiendo así al dolor que, por tratarse de un acto sexual no consentido, debió experimentar la víctima (sujeto de la oración). Finalmente, la oración se cierra con una secuencia discursiva que atribuye la veracidad de lo dicho a una fuente externa con un alto valor probatorio, tanto social como judicial («la autopsia»). Por su parte, en (2) se presenta una oración simple de carácter afirmativo en la que lo primero que se muestra a los lectores es un grupo nominal identificativo que vincula el acto oracional (la confesión del asesinato) con el supuesto

4 Empleamos el término «título» y no el término «titular» porque estamos haciendo referencia al texto que encabeza la noticia y que sitúa antes de la entrada y no al conjunto formado por el título y los demás elementos que complementan la exposición del tema y que se presentan antes de la noticia, como el antetítulo.

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asesino («Bernardo Montoya»). Tras identificar al actor se recurre a la estilística verbal para indicar qué tipo de acto ha realizado. Para ello, se utiliza la forma del presente de indicativo del verbo confesar («confiesa»), que añade inmediatez a la acción realizada y expresa que la verdad de la misma no se cuestiona; se activan los conocimientos semánticos de los lectores al emplear un grupo nominal de carácter negativo que describe el hecho realizado («el asesinato») y se recurre a un grupo preposicional que presenta a la víctima de la acción («de Laura Luelmo»). 4.2.  La manipulación informativa a través de la entradilla La entradilla es un breve texto donde se resume lo más importancia de la noticia. Como muestra el siguiente ejemplo, el P es el único de los medios de comunicación analizados que recurre a una entradilla, formada por veinte palabras distribuidas en una oración subordinada en la que se identifica claramente al actor de los hechos («Bernardo Montoya») y donde se incluyen tres proposiciones que especifican, de manera exacta, qué acciones asume haber realizado el sujeto («golpeó la cabeza de la joven contra el vehículo», «le ató las manos» e «intentó violarla»). Como se observa, la disposición de la información y la selección del léxico, sobre todo de los verbos de acción («golpeó», «ató» e «intentó» «violarla») sugieren ya una intencionalidad negativa que el lector interioriza de forma no consciente. Asimismo, los pronombres átonos que acompañan a estas formas verbales («le ató», «violarla») vinculan toda esta información con el referente humano al que se referiría el grupo preposicional que cerraba el título («Laura Luelmo»), sin nombrarlo explícitamente. De ahí que, nuevamente, la Redacción vuelva a conducir al lector hacia la potenciación de la imagen pública positiva de Laura Luelmo y la destrucción del mismo polo de la imagen del asesino confeso: 3) Bernardo Montoya declara que golpeó la cabeza de la joven contra el vehículo, le ató las manos e intentó violarla (P, 19/12/2018). En cambio, la estrategia manipulativa de la Redacción de EM consiste en alterar la macroestructura prototípica de la noticia al omitir la entradilla, hecho que provoca un silencio discursivo que fuerza

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al lector a recurrir al cuerpo de la noticia si desea ampliar la información presentada en el título. 4.3.  La manipulación informativa en el cuerpo de la noticia Las estrategias de manipulación discursiva en el cuerpo de la noticia se agrupan en dos bloques generales: el primero, la configuración narrativa, esto es, la insistencia o la exposición breve de cierta información relevante que permite establecer qué importancia discursiva dan las Redacciones de ambos medios a cada uno de los subtemas que se desarrollan a lo largo del texto de la noticia; y el segundo, las estructuras sintácticas y el léxico empleado en dicho texto. En lo concerniente al primer aspecto, tanto el rotativo P como el diario EM proporcionan información del interrogatorio y la declaración de Bernardo Montoya (párrafos 1-3 [P] y párrafos 1-7 [EM]), de la reconstrucción de los hechos delictivos (párrafo 4 [P] y párrafos 1-7 [EM]), de las actuaciones forenses realizadas en este caso (párrafos 5 y 7 [P] y párrafos 8-10 [EM]), de la vinculación de la víctima con este (párrafo 6 [P] y párrafos 12 y 19 [EM]), del hecho de que la víctima solicitó ayuda a su novio tras percatarse de que Bernardo Montoya la intimidaba (párrafo 6 [P] y párrafo 12 [EM]), y de la biografía de la víctima (párrafo 5 [P] y párrafo 11 [EM]). Sin embargo, solo EM ofrece información exhaustiva sobre el historial delictivo del presunto asesino (párrafos 15-18), sobre el estado en el que se encontró el cadáver de Laura Luelmo (párrafo 13) y sobre las actuaciones judiciales concretas relacionadas con un delito de asesinato y un supuesto delito de agresión sexual perpetrados por Bernardo Montoya (párrafo 17). Esta desigualdad informativa se vincula con la segunda estrategia de manipulación que acabamos de plantear, ya que una mayor selección de la información provoca, como ocurre en los siguientes ejemplos, que la modalización sea proporcional a la informatividad del texto. Así se observa en: 4) Hasta altas horas de la madrugada mantuvo versiones imposibles para eludir su responsabilidad en el crimen (P, 19/12/2018). 5) Un interrogatorio de más de tres horas de duración, repleto de contradicciones y mentiras en presencia de su abogado (EM, 19/12/2018).

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Los ejemplos anteriores constituyen actos de habla modalizados. Sin embargo, en el primer ejemplo la valoración de los redactores queda atenuada tras el grupo nominal «versiones imposibles», una expresión con un valor informativo mucho más neutro que su correlativo del segundo ejemplo («repleto de contradicciones y mentiras»). Al utilizar el grupo nominal «versiones imposibles», el diario P sostiene que las versiones existen pero que no pueden producirse en la realidad. En cambio, la expresión utilizada a modo de metáfora por EM contribuye a guiar a los lectores hacia el valor semántico del participio ‘repleto’ (rellenado o colmado) cuando se aplica a un objeto, planteando que la versión ofrecida por Montoya, si bien puede producirse en la realidad, contiene tantas «contradicciones y mentiras» (como su capacidad permitiría, si la declaración fuera un objeto tangible) que no puede sostenerse. En la influencia sobre la percepción que los ciudadanos tienen de Bernardo Montoya ambos medios recurren, entre otras construcciones que remiten a la edad, a la utilización de la palabra «joven», usada como adjetivo antepuesto («la joven profesora» [EM, 19/12/2018]), hecho que añade un matiz claramente subjetivo al grupo nominal, o empleada como adjetivo sustantivado («el cuerpo de la joven» (P, 19/12/2018), que refuerza el carácter semántico del adjetivo (no interesa tanto mostrar que es una chica, sino que es una chica joven), para asegurar el mantenimiento de la víctima en la mente de los lectores y para incidir en la diferencia de edad que media entre esta y su asesino confeso. Pese a que los dos medios de comunicación utilizan esta estrategia discursiva, se observa una mayor preferencia en EM, donde se documenta un total de 5 veces, frente a las 2 del diario P. Finalmente, tanto en el P como en EM se recurre a las denominadas ‘cortesía solidaria’ y ‘cortesía deferente’ (Verschueren, 2002: 120) para influir, de nuevo, en las asociaciones negativas que los lectores vuelcan sobre el supuesto asesino confeso y, en consecuencia, sobre el polo positivo de su imagen pública. La diferencia entre ambas radica en el grado de cercanía que se establece entre los interlocutores del discurso. Así, si solo se utiliza el nombre de pila, seguido o no del apellido, se estará empleando la cortesía ‘solidaria’, que desde un punto de vista discursivo implica un refuerzo de los lazos de camaradería y se reduce la distancia social, pues al utilizar este tipo de fórmulas lingüísticas el emisor considera que el sujeto referido es alguien socialmente cercano a él. Por el contrario, si se recurre únicamente al apellido, la cortesía será ‘deferente’, al marcar un mayor distanciamiento entre el emisor y el sujeto al que alude:

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6) Montoya reconoció que intentó violar a la profesora de 26 años [P, 19/12/2018]. 7) Bernardo le ató las manos y le metió en su maletero del coche [EM, 9/12/2018]. 8) Bernardo Montoya aseguró a los investigadores que él… [EM, 19/12/2018]. Como muestra el ejemplo (6), frente a los grupos nominales formados por el nombre de pila y el apellido del sujeto, estructura utilizada una única vez en el cuerpo de la noticia de P, los que utilizan únicamente el apellido del supuesto autor confeso se repiten hasta en cinco ocasiones; motivo por el que puede concluirse que, como se expone en las siguientes páginas, los lectores de este medio de comunicación interiorizan el apellido Montoya y lo generalizan estigmatizando racialmente a todos los que lo posean. En cambio, frente a dos ocasiones en las que se recurre solo al apellido Montoya, el uso de su nombre de pila (7) o de su nombre de pila y su apellido (8) se documenta en seis ocasiones en EM, cumpliendo así con la prohibición de su código deontológico de estigmatizar por cuestiones étnicas. 5. CONSECUENCIAS DE LA MANIPULACIÓN INFORMATIVA El hecho de que los medios de comunicación analizados presenten información modalizada provoca que los ciudadanos, normalmente informados a través de varios canales, no solo interioricen la información comunicada, sino que también infieran informaciones que no se recogen explícitamente o de forma pormenorizada en la noticia. De ello da cuenta la siguiente figura:

Figura 2. Conclusiones realizadas por los ciudadanos en sus intervenciones digitales (Elaboración propia).

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Como se observa, los cinco aspectos contenidos en la figura (inacción por parte de los agentes policiales, estigmatización de la etnia gitana, crítica a la política y al sistema judicial, propuesta de otras cuestiones sociales para prevenir los asesinatos o la crítica a los medios de comunicación por valerse de la muerte de una persona para transmitir un hecho noticioso) no son consecuencia directa de la exposición de la noticia, sino de las injerencias que las Redacciones de ambos medios han ido realizando al relatar los hechos. El relato de la confesión de Bernardo Montoya que se hace a través de la noticia provoca que los ciudadanos lo reconozcan como actor material del asesinato de Laura Luelmo y, en consecuencia, lo consideren el responsable directo. Sin embargo, los lectores de ambos periódicos, a través de sus comentarios, añaden dos responsables más que la noticia solo describe brevemente (el poder político y judicial y los miembros de la sociedad que no auxiliaron a Laura Luelmo), si bien es cierto que los lectores de EM son los que más convencidos están de este hecho. De ello dan cuenta comentarios como «Bueno, pues nada, de nuevo se eleva la temperatura para no legislar en caliente, o continuar con la prisión permanente revisable» (EM, 19/12/2018) o «Dentro de unos meses volverá a suceder lo mismo y otra vez bla, bla bla... Démosle una oportunidad [sic] a VOX» (EM, 19/12/2018). Por su parte, los lectores P son los que más críticos se muestran con los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y con la sociedad en general, como sugieren las expresiones («[…] Con los antecedentes que tiene ¿Porqué [sic.] la policía no le interrogó y registró a él, a su casa y a su coche inmediatamente?» [P, 19/12/2018] o «El responsable en esta [sic] caso son aquellos que dicen que hay que reinsertar a esta gente» [P, 19/12/2018]). Como consecuencia de los problemas de legislación existentes, y aunque en ambas publicaciones los usuarios se pronuncian sobre ello («La cadena perpetua aplicada a un asesino como este SÍ habría evitado la muerte de Laura» [P, 19/12/2018]), son los lectores de EM los que proponen acciones correctivas más duras para ayudar a prevenir este tipo de actuaciones, como sugieren las siguientes expresiones: «Nada de «cadenas perpetuas revisables» ni leches: TRABAJOS FORZADOS... nada frena mas [sic] a esta gentuza que madrugar y trabajar» (EM, 19/12/2018) o «Si hubiera cumplido cadena perpetua por el primer asesinato, no hubiera cometido el segundo, queridos buenistas de la izquierda...» (EM, 19/12/2018).

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La recurrencia de la cortesía solidaria por parte de P al identificar a Bernardo Montoya únicamente a través del apellido provoca que los lectores de este medio estigmaticen negativamente a toda la etnia gitana al identificar este apellido con este grupo social, ya sea de forma directa («Quizá no abren la boca porque es de la etnia gitana... por cierto, sería interesante saber que % de presos son de esta etnia» [P, 19/12/2018]) o indirecta («Se puede estigmatizar todo un sexo, pero no una etnia. Cosas del régimen» [P, 19/12/2018]). Por su parte, el hecho de que EM siga las indicaciones de su Libro de estilo referentes a la alusión étnica conlleva una mayor aceptación social del sujeto referido debido a que el uso del nombre de pila reduce la carga estigmatizada que puede contener, para algunos lectores, el hecho de utilizar solo el apellido. Finalmente, son más los lectores de P los que, curiosamente, critican a este medio por su falta de objetividad en la exposición de la noticia. Y lo hacen, nuevamente, mediante una acusación directa y concreta («En otros medios se pone en duda la declaración del asesino y se destacan sus contradicciones» [P, 19/12/2018]) o mediante una apreciación general que, evidentemente, incluye al propio periódico («¿Porqué [sic] nadie informa de si se registró la casa del asesino nada más saberse la desaparición de la asesinada? Era un sospechoso obvio» [P, 19/12/2018]). 6. CONCLUSIONES Los comentarios que acompañan a las noticias presentadas por P y por EM evidencian que existe parcialidad en la prensa española, aunque, en numerosas ocasiones, esta se exprese de manera muy sutil y sea interiorizada de forma inconsciente por parte de los ciudadanos que recurren a estos medios de comunicación social para informarse de los hechos acaecidos en la realidad que les rodea. Esto demuestra que los medios de comunicación cuentan con grandes comunicadores, capaces de incumplir las directrices de los Libros de estilo, connotando la información, sin que este hecho resulte evidente. De acuerdo con el análisis lingüístico-discursivo realizado, se ha podido comprobar que, aunque el género «noticia» pretenda informar sobre unos hechos relevantes y de actualidad para los ciudadanos, la manipulación a la que los Redactores someten tanto al lector como a la información que le transmiten genera una nueva información (com-

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plementaria a la que se muestra directamente en la noticia) que los lectores desarrollan a través de los comentarios virtuales; hecho que da cuenta de la importante participación que adquieren los ciudadanos en el llamado «periodismo 3.0». Es evidente que existen numerosas estrategias de manipulación en la prensa escrita. Sin embargo, al exponer la confesión de Bernardo Montoya, tanto P como EM recurren a la macroestructura informativa que rige la noticia, a la presentación connotada de estructuras oracionales y no oracionales y, por último, a la utilización de léxico con un alto contenido inferencial para interferir en la interiorización que los lectores realizan al leer la noticia. El análisis de los comentarios estudiados ha permitido evidenciar dos cuestiones. La primera, la dificultad que existe al seleccionar la línea argumental de las intervenciones, ya que muchas de ellas realizaban menciones escuetas a elementos de otros bloques. La segunda, que las tres estrategias que acabamos de describir suponen una evidente desviación de las reglas establecidas en los Libros de estilo, pues las Redacciones de ambos medios no exponen la información para que los ciudadanos establezcan sus propias conclusiones, sino que los guían para que dichas conclusiones se alineen con una visión concreta acerca de la víctima, del sujeto y del acto cometido; hecho que provoca que los lectores busquen culpables más allá del propio actor material del crimen para valorar qué ha fallado socialmente y evitar que un hecho de estas características se repita nuevamente. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS AMIC (2019). Resumen general de resultados. Madrid: AMIC. Asociación para la investigación de medios de comunicación. Versión en línea: (última consulta: 16/04/2019). ÁLVAREZ GARCÍA, Ana (2017). «Violencia de género y manipulación mediática: el caso de Juana Rivas». En Manuel Cabrera y Juan Antonio López (eds.). IX Congreso Virtual sobre Historia de las Mujeres, pp. 39-48. Jaén: Archivo Histórico Diocesano de Jaén. BRIZ GÓMEZ, Antonio (1998). El español coloquial en la conversación. Esbozo de pragmagramática. Barcelona: Ariel. BROWN, Penelope y Stephen C. LEVINSON (1987). Politeness: some universals in language usage. Cambridge: Cambridge University Press. BURGUEÑO, José Manuel (2010). Cuestión de confianza. La credibilidad, el último reducto del periodismo del siglo XXI. Barcelona: Ediciones UOC.

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