Akal Historia Del Mundo Antiguo 16

  • 0 0 0
  • Like this paper and download? You can publish your own PDF file online for free in a few minutes! Sign Up
File loading please wait...
Citation preview

HISTORIA del/v^v n d O

A ntîgvo

16

REC EL MITO GRIEGO Y SUS INTERPRETACIONES

HISTORIA

■^MVNDO

A ntïgvo ORIENTE 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.

8. 9. 10. 11.

12. 13.

A. Caballos-J. M. Serrano, Sumer y A kkad. J. Urruela, Egipto: Epoca Tinita e Im perio Antiguo. C. G. Wagner, Babilonia. J . Urruelaj Egipto durante el Im perio Medio. P. Sáez, Los hititas. F. Presedo, Egipto durante el Im perio N uevo. J. Alvar, Los Pueblos d el Mar y otros m ovimientos de pueblos a fin es d el I I milenio. C. G. Wagner, Asiría y su imperio. C. G. Wagner, Los fenicios. J. M. Blázquez, Los hebreos. F. Presedo, Egipto: Tercer Pe­ ríodo Interm edio y Epoca Saita. F. Presedo, J . M. Serrano, La religión egipcia. J. Alvar, Los persas.

GRECIA 14. 15. 16. 17. 18.

19. 20. 21.

22. 23. 24.

J. C. Bermejo, El mundo del Egeo en el I I milenio. A. Lozano, L a E dad Oscura. J . C. Bermejo, El mito griego y sus interpretaciones. A. Lozano, L a colonización griega. J. J . Sayas, Las ciudades de J o nia y el Peloponeso en el perío­ do arcaico. R. López Melero, El estado es­ partano hasta la época clásica. R. López Melero, L a fo rm a ­ ción de la dem ocracia atenien­ se , I. El estado aristocrático. R. López Melero, L a fo rm a ­ ción de la dem ocracia atenien­ se, II. D e Solón a Clístenes. D. Plácido, Cultura y religión en la Grecia arcaica. M. Picazo, Griegos y persas en el Egeo. D. Plácido, L a Pente conte da.

Esta historia, obra de un equipo de cuarenta profesores de va­ rias universidades españolas, pretende ofrecer el último estado de las investigaciones y, a la vez, ser accesible a lectores de di­ versos niveles culturales. Una cuidada selección de textos de au­ tores antiguos, mapas, ilustraciones, cuadros cronológicos y orientaciones bibliográficas hacen que cada libro se presente con un doble valor, de modo que puede funcionar como un capítulo del conjunto más amplio en el que está inserto o bien como una monografía. Cada texto ha sido redactado por el especialista del tema, lo que asegura la calidad científica del proyecto. 25.

J. Fernández Nieto, L a guerra del Peloponeso. 26. J. Fernández Nieto, Grecia en la prim era m itad del s. IV. 27. D. Plácido, L a civilización griega en la época clásica. 28. J. Fernández Nieto, V. Alon­ so, Las condidones de las polis en el s. IV y su reflejo en los pensadores griegos. 29. J . Fernández Nieto, El mun­ do griego y Filipo de Mace­ donia. 30. M. A. Rabanal, A lejandro Magno y sus sucesores. 31. A. Lozano, Las monarquías helenísticas. I : El Egipto de los Lágidas. 32. A. Lozano, Las monarquías helenísticas. I I : Los Seleúcidas. 33. A. Lozano, Asia Menor h e­ lenística. 34. M. A. Rabanal, Las m onar­ quías helenísticas. I I I : Grecia y Macedonia. 35. A. Piñero, L a civilizadón h e­ lenística.

ROMA 36. 37. 38. 39. 40. 41.

42.

43.

J. Martínez-Pinna, El pueblo etrusco. J. Martínez-Pinna, L a Roma primitiva. S. Montero, J. Martínez-Pin­ na, E l dualismo patricio-ple­ beyo. S. Montero, J . Martínez-Pinna, L a conquista de Italia y la igualdad de los órdenes. G. Fatás, El período de las pri­ meras guerras púnicas. F. Marco, L a expansión de Rom a p or el Mediterráneo. De fines de la segunda guerra Pú­ nica a los Gracos. J . F. Rodríguez Neila, Los Gracos y el com ienzo de las guerras aviles. M.a L. Sánchez León, Revuel­ tas de esclavos en la crisis de la República.

44.

45. 46. 47. 48. 49. 50. 51. 52.

53.

54.

55.

56. 57. 58. 59.

60. 61. 62.

63. 64.

65.

C. González Román, La R e­ pública Tardía: cesarianos y pompeyanos. J. M. Roldán, Institudones p o ­ líticas de la República romana. S. Montero, L a religión rom a­ na antigua. J . Mangas, Augusto. J . Mangas, F. J. Lomas, Los Julio-C laudios y la crisis del 68. F. J . Lomas, Los Flavios. G. Chic, L a dinastía de los Antoninos. U. Espinosa, Los Severos. J . Fernández Ubiña, El Im pe­ rio Rom ano bajo la anarquía militar. J . Muñiz Coello, Las finanzas públicas del estado romano du­ rante el Alto Imperio. J . M. Blázquez, Agricultura y m inería rom anas durante el Alto Imperio. J . M. Blázquez, Artesanado y comercio durante el Alto Im ­ perio. J. Mangas-R. Cid, El paganis­ mo durante el Alto Im peño. J. M. Santero, F. Gaseó, El cristianismo primitivo. G. Bravo, Diocleciano y las re­ form as administrativas del Im ­ perio. F. Bajo, Constantino y sus su­ cesores. L a conversión d el Im ­ perio. R . Sanz, El paganismo tardío y Juliano el Apóstata. R. Teja, L a época de los Va­ lentiniano s y de Teodosio. D. Pérez Sánchez, Evoludón del Im perio Rom ano de Orien­ te hasta Justiniano. G. Bravo, El colonato bajoim perial. G. Bravo, Revueltas internas y penetraciones bárbaras en el Imperio. A. Giménez de Garnica, L a desintegración del Im perio Ro­ mano de O cddente.

eS m · HISTORIA ^MVNDO

Αιτπανο

rV inI vrl Inl fλ\

Director de la obra: J u lio M a n g a s M a n ja rré s (C a te d rá tic o de H istoria A n tig u a de la U n ive rsid a d C o m p lu te n s e de M a drid)

Diseño y maqueta: P edro A rjo n a

«N o e stá p e rm itid a la re p ro d u c c ió n total o pa rcial de este libro, ni su tra ta m ie n to in fo rm á tic o , ni la tra n s m is ió n de n in g u n a fo rm a o por c u a lq u ie r m e dio, ya s ea ele ctró n ico , m e cá n ico , por fo to c o p ia , por re g istro u otro s m é to d o s, sin el p e rm is o previo y por es c rito de los titu la re s del C o pyright.»

©

E d ic io n e s A kal, S. A., 1988

Los B e rro c a le s del J a ra m a A pdo . 400 - T o rre jó n de A rd o z M a drid - E spañ a T e ls.: 656 56 11 - 656 49 11 D e p ó s ito le g a l: M. 32 .881 -1 9 8 8 IS B N : 8 4 -7 6 0 0 -2 7 4 - 2 (O b ra c o m p le ta ) IS B N : 8 4 - 7 6 0 0 - 2 7 2 - 6 (T o m o i6 ) Im p re s o en G R E F O L , S. A. o P ol. II - La F u e n s a n ta M ó s to le s (M a d rid ) P in te d in S p a in

EL MITO GRIEGO Y SUS INTERPRETACIONES José Carlos Bermejo Barrera

Indice

I. El Mito como problema: de la alegoría al sistem a.......................................

7

1. El m ito com o e rro r y com o e n ig m a ................................................................ 2. E n tre el cristianism o y la tradición clásica: La exégesis m itológica en la E u ro p a m edieval ym o d e r n a ....................... 2.1. El m undo m e d ie v a l..................................................................................... 2.2. El m ito y el N uevo M u n d o ....................................................................... 2.3. M itología e Ilustración ..............................................................................

7 14 14 16 19

II. El Mito como objeto: la mitología en la Europa del siglo

..............

23

1. La m itología del rom anticism o: F riedrich C reuzer .................................. 2. La m itología historizada: Karl O ttfried M üller ......................................... 3. E l m ito com o fen ó m en o cultural: Jo h an n Jacob B achofen y G eo rg es G r o t e ..................................................... 4. La escuela histórico-filológica a le m a n a ......................................................... 5. La m itología com parada: M ax M ü lle r ............................................................ 6. G riegos y salvajes: la escuela de C am bridge ................................................

23 25 26 29 35 37

III. El Mito como sistema:mitología

.............................................

39

1. Psicoanálisis del m i t o ........................................................................................... 2. H istoria de la religión y fenom enología de lasr e lig io n e s ......................... 3. B ajo la égida del «A nnée Sociologique», la sociología de las religiones francesas ................................................................................................................... 4. La m itología estru ctu ral ....................................................................................

39 45 48 54

Conclusión .....................................................................................................................

59

Bibliografía.....................................................................................................................

61

del siglo X

X

X IX

El mito griego y sus interpretaciones

I. El mito como problema: de la alegoría al sistema

C uando un au to r p re te n d e estu d iar el papel del m ito d en tro del ám bito de la historia griega se ve obligado a en fre n ­ tarse con una gran serie de d ificulta­ des que derivan tan to de la n a tu raleza de las fuentes de las que disponem os p ara su estudio com o de las p ropias nociones y perjuicios p resen tes en la m entalid ad del h isto riad o r. Y es q ue, en este caso, ocu rre que el m ito suele ser considerado com o la p u ra n eg a­ ción de la historia, de la filosofía o de cualquiera de las ram as del saber. So­ lem os co nsiderar com o m ítica o leg en ­ daria a una n arración histórica que ca­ rezca de verosim ilitud y p ensam os que la filosofía, el pen sam ien to racional y su co rrelato , la ciencia, sólo co m en za­ ron a hacerse posibles cu ando la m e n ­ te hum an a se vio liberada de las tin ie ­ blas de la superstición, la m agia y el m ito. Pero todos estos tópicos, e n o r­ m em ente difundidos, han com enzado a ser puestos en duda desde hace al­ gún tiem po p o r p arte de h isto riad o res, antropólo g o s y estudiosos del m ito y el pensam ien to m ítico en g en eral, por lo que se im pondrá com enzar n uestra ta re a m ediante el estudio histórico de las diferen tes in terp retacio n es que se han ido elab o ran d o en to rn o al m ito. V am os a llevar a cabo a co n tin u a ­ ción un recorrido a lo largo de las sen ­ das por las que fue d iscurriendo la exégesis del m ito desde la pro p ia A n ­

tigüedad Clásica hasta el m o m ento ac­ tual. A través de él po d rem o s o b se r­ var con nitidez cóm o se p u ed en perfi­ lar claram ente dos fases. E n la p rim e­ ra de ellas se p re te n d ió , sim plem ente, desvelar el secreto del m ito, tratan d o de lograr el descubrim iento de una clave que perm itiese c o m p ren d er el enigm a de unas narracio n es, los m itos, que estarían caracterizadas por su fal­ sedad y su falta de sentido. M ientras que en un segundo m o m en to lo que se tra ta rá de llevar a cabo es el análisis científico del p ro b lem a histórico que p lan tea el estudio del pensam iento m ítico.

1. El mito com o error y com o enigm a Fue en la pro p ia A n tigüedad griega cuando com enzó a desarrollarse la la­ b o r de explicación del m ito concebido com o un e rro r y un enigm a. E n tre los p rim eros filósofos ya podem os o b se r­ var cóm o Jenófanes de C olofón, que p u d o h ab er vivido en tre el 570 y el 475 a. J. C ., ap ro x im ad am en te, llevará a cabo una dura crítica de los m itos tal y com o aparecen plasm ados en los poem as hom éricos y de la cualidad que define a los dioses del O lim po h e­ lénico, su antropom orfism o. Para Je-

Akat Historia del Mundo Antiguo

8

n ó fa n es era to ta lm e n te inacep tab le que los dioses no siguiesen en su con­ ducta las pau tas de m oralidad exigi­ bles de los seres h um anos, p o r lo que cond en ará a los ad ú ltero s, m entirosos y ladrones h ab itan tes del O lim po h o ­ m érico, p o r una p arte. Y , en segundo lugar, tam poco po d ría acep tarse en m odo alguno — en opinión del filóso­ fo— que los seres divinos to m asen fo r­ m a hum an a, pues, de ser ello así, las form as de los m ism os v ariarían con cada cultu ra, con lo que d esap arecería el atrib u to principal de la divinidad, que consiste en su su p erio rid ad in te ­ lectual con respecto a los h o m b res y en su carácter inm utable. Jenófanes de Colofón: fragm entos (tra­ ducción: G. S. Kirk y J. Raven: Los filóso­ fos presocráticos, Cam bridge, 1966 (Ma­ drid, 1969).

Frg. 11 : «Homero y Hesíodo han atri­ buido a los dioses cuantas cosas consti­ tuyen vergüenza y reproche entre los hombres, el robo, el adulterio y el enga­ ño mutuo».

Frg. 16: «Los Etíopes dicen que sus dioses son chatos y negros y los tracios que tienen los ojos azules y el pelo rubio». Frg. 15: «Si los bueyes, los caballos o los leones tuvieran manos y fueran ca ­ paces de pintar con ellas y de hacer fi­ guras como los hombres, los caballos d i­ bujarían las imágenes de los dioses se­ mejantes a las de los caballos y los bue­ yes semejantes a las de los bueyes y ha­ rían sus cuerpos tal como cada uno tiene el suyo».

Frg. 23: «(Existe) un solo dios, el ma­ yor entre los dioses y los hombres, no se­ mejante a los mortales ni en su cuerpo ni en su pensamiento». Frg. 24: «Todo él ve. él piensa y todo él oye».

V em os, pues, cóm o una de las prim eras críticas del m ito tra e consigo su conden a, basada en criterios de ca­ rácter m oral y religioso.. El m ito es condenab le p orque oculta la esencia del v erd ad ero dios y p o rq u e p ro p o r­ ciona a los seres hum anos falsos p a ra ­

digm as por su conducta m oral. Con ella se estableció uno de los principios que a lo largo de toda la A n tig ü ed ad C lásica y la E d ad M edia cristiana im ­ p ed irían el estudio del m ito, pero ese in ten to de explicación no constituirá un hecho aislado, sino que irá acom ­ p añ a d o de algunos otros que conside­ ra rá n el m ism o pro b lem a desde p ers­ pectivas diferentes. Y a a finales del p ropio siglo VI a. J. C ., o tro a u to r jonio, H cc ateo de M ileto, nos dirá: «A sí habla H ecateo de M ileto. E scribo estas historias tal y com o m e p arecen verosím iles. P orque las historias de los griegos, tal y com o se m e aparecen an te los ojos, son m úl­ tiples e irrisorias» (Frg. I = F G r H ist. 1 FI [Jacoby]). E l m ito no será pues condenable desde el p u n to de vista m oral ni en la defensa de la v er­ d a d e ra religión, sino desde un punto de vista qu e po d ríam o s considerar algo así com o racional. H ec ate o no acep ta los m itos, o por lo m enos algu­ nos de ellos, p o rq u e no los considera v e r o s ím ile s , p o r q u e no c re e que n a rre n hechos plausibles, p o rque los considera en cierto m odo com o el p ro ­ ducto de la m era fantasía. El m ito es rechazado pues en nom bre de lo que m ás tard e llegará a ser la historia — no en vano, H eca teo , uno de los logógrcifo s jo n io s, es considerado com o el p ri­ m ero de los h istoriadores— , con lo que ten d rem o s establecido el segundo de los paradigm as que la A ntigüedad utilizará en su crítica del m ito. P ero tanto Jen ó fan es com o H c ca ­ teo , y con ellos los dem ás filósofos presocráticos y los restan tes h isto ria­ d o res, no llegarán a llevar a cabo una crítica radical del m ito. H eráclito , por e jem p lo , pro p o n e la condena y la ex­ pulsión de los poem as de H o m ero y H esío d o , p o r considerarlos llenos de m en tiras, pero seguirá hablando de Z eu s, H ades, D ioniso y las E rinnias. Y P arm énides, aunque afirm a que lo único divino sería el Ser, nos narra cóm o fue ra p ta d o por las hijas de H e­ lios, el dios del Sol, las H eliades, que

El mito griego y sus interpretaciones

tras un vuelo en carro , lo in tro d u jero n en el reino del Ser, o lo que es lo m is­ m o, en el m undo de la v erdad. E n tre los histo riad o res pod rem o s o b servar cóm o H eró d o to se p reo cu p ará p o r la recopilación de m itos de tod as las cul­ turas que conoce, sin atrev erse a co n ­ siderarlos com o radicalm ente falsos, y T ucídides, el gran racionalista, no será capaz de prescindir al com ienzo de su obra de la m ítica figura del rey M inos para explicar la existencia de la más antigua de las talasocracias. Será n e­

cesario esp erar hasta Platón p a ra p o ­ d er enco n trarn o s con una crítica de las tradiciones m itológicas que ab arq u e todas y cada una de sus dim ensiones. El m ito p o seerá una en o rm e im ­ p o rtancia en el p ro y ecto filosófico de P lató n , y en él actu ará a dos niveles, acom pañ an d o a las dos form as fu n d a ­ m entales del pen sam ien to . E fectiva­ m en te, p o r una p a rte , p o d rem o s o b ­ servar cóm o P lató n lleva a cabo una crítica to talm en te radical del m ito y el pen sar m ítico, p o r considerarlos com o

9

una inversión de la m archa que, des­ de el m undo de las apariencias hasta el de las ideas, ha de seguir el p e n sa ­ m iento justo. Y , por o tro lado, nos e n ­ con trarem os con que el propio filóso­ fo inventa m itos y nos p ro p o n e su uso com o instrum entos p a ra la difusión de las m ás profundas doctrinas filosó­ ficas. La crítica platónica del m ito fo r­ m a p arte del proceso en el que este au ­ to r llegó a la condena de la poesía y el arte, y por ello su com prensión re-

R o b o de b u e y e s p o r los D io s c u ro s M e to p a de un ed ificio de S ición (5 8 0 -5 4 0 a.C .)

q u erirá que considerem os a todos es­ tos problem as com o un conjunto. Para P lató n , com o p a ra los griegos en ge­ n eral, h ablar del m ito es h ab lar de H o ­ m ero. Los poem as hom éricos, y la p oesía épica en g eneral, fueron en el m undo griego antiguo la expresión de todo un sistem a de com unicación y de pensam iento.

10

Akal Historia del Mundo Antiguo

La poesía épica estuvo en G recia indisolublemente unida a las formas de expresión y de comunicación de ca­ rácter oral. Com puesta y recitada por aedos y rapsodas, transm itida de boca en boca y en el ámbito de las familias de estos recitadores profesionales, la poesía constituirá una auténtica enci­ clopedia en la que todo el m undo po­ día encontrar ejem plos de todas las ra­ mas del saber. H om ero nos ofrece nu­ merosas descripciones de los diferen­ tes aspectos del m undo físico, tanto en sus vertientes geográfica como astro­ nómica, zoológica, etc., y en sus poe­ mas modernos podem os hallar gran cantidad de ejem plos y paradigm as de conducta m oral, en lo que se refiere al tratam iento de los huéspedes, a la fidelidad conyugal, al com pañerism o entre guerreros, a las relaciones de amistad, p aternidad..., ningún aspec­ to del mundo o de la vida había que­ dado lejos de alguna de las reflexio­ nes de ese hipotético poeta ciego. Si todo estaba en H om ero, era ló­ gico que los rapsodas, como ese Ion, al que Platón critica en uno de sus diá­ logos, se considerasen como los depo­ sitarios de todas las ram as de un saber que debía de constituir la base de la edu­ cación de todos los helenos, como los auténticos educadores del pueblo grie­ go. Y ello no podía dejar de chocar con los propósitos pedagógicos y políti­ cos del proyecto filosófico platónico. Dionisos y las M énades Pintura sobre un ánfora (m ediados del siglo VII a.C.) Biblioteca Nacional, París

Platón: Ion, traducción de la edición de E. Lledó Iñigo: Platón: Diálogos I, Madrid, 1982. «Pero, de hecho, oh Ion, si dices la verdad cuando afirmas que es por una técnica y una ciencia por lo que eres ca­ paz de ensalzar a Homero, eres injusto, sin embargo; porque, asegurando que sabes muchas y bellas cosas sobre Ho­ mero y diciendo que me las vas a mos­ trar, te burlas de mí y estás muy lejos de mostrármelas, y ni me quieres indicar cuáles son los temas sobre los que tú es­ tás versado, a pesar de que te lo ruego insistentemente, sino que, como Proteo, tomas todas las formas y vas de arriba abajo, hasta que, por último habiéndote­ me escapado, te me apareces como ge­ neral, por no mostrarme lo versado que estás en la ciencia de Homero. Si, como acabo de decir, eres experto en Homero, y, habiéndom e prom etido enseñarme esta técnica, te burlas de mí, entonces cometes una injusticia; pero si, por el con­ trario, no eres experto, sino que, debido a una predisposición divina y poseído por Homero, dices, sin saberlas realmente, muchas y bellas cosas sobre este poeta — como yo he afirmado de ti— , entonces no es culpa tuya. Elige, pues, por quién quieres ser tenido, por un hombre injusto o por un hombre divino.»

P latón llevará a cabo una conde­ na de H om ero y la poesía p o r dos ti­ pos de razones. E n prim er lugar, p o r­ que la poesía es patrim onio del p u e­ blo. La recitan los rapsodas, pero tam ­ bién es conocida, en form a de n a rra ­ ciones míticas, por las m adres, n odri­ zas y abuelas, que la inculcan a los niños en su más tierna infancia, im prim ien­ do en sus almas una im pronta que p e r­ durará a lo largo de toda su vida. La mitología es, pues, incontrolable, se transm ite como un m urm ullo a lo lar­ go de toda la ciudad y, sem brando te ­ m ores e inculcando esperanzas, actúa como móvil de la conducta de los ciu­ dadanos. No será pues posible cons­ truir una ciudad basada en la justicia, tal y como Platón propone en las L e ­ yes y la República si el filósofo o filó­ sofos gobernantes no pueden co n tro ­ lar los m itos, si no son capaces de for-

11

El mito griego y sus Interpretaciones

ja r unos nuevos m itos que p u ed an sus­ titu ir a los de H o m ero . P ero es que el m ito, adem ás de ser un peligro político y m oral p o te n ­ cial, es nocivo p o rq u e — y ello es lo m ás im p o rta n te — constituye un tipo de conocim iento erró n eo e incluso p erverso . E s sabido que p a ra P lató n el conocim iento es un proceso en el cual los hom bres deb en ir reco rd an d o las ideas puras m ed ian te un largo p ro ce­ so de abstracción y ascesis q ue les p e r­ m ita irlas liberando progresivam ente de sus apariencias sensibles. C onocer es cam inar de la apariencia hacia la v erdad de la idea. P or ello, si, com o o cu rre en los casos del sofista, el artis­ ta y el poeta, nos dedicam os a crear un m undo de apariencias, m ed ian te la fic­ ción poética, pictórica o retó rica, no sólo nos desviam os del cam ino de la v e rd a d , sino q u e lo estarem o s re ­ corriend o en un sentido inverso. Las ficciones m íticas, las rep resen tacio n es figuradas y los dicursos verosím iles, p e ro falsos, serán , pues, repren sib les, y d eb erán ser sustituidos p o r unos m i­ tos enraizados en la filosofía, p o r un arte que exprese los conceptos y por una dialéctica que sea una m ayeútica, es decir, un arte de d a r a luz la verdad. P latón justificará, p u es, la c re a ­ ción de los m itos, pero esa creación ha de ser o b ra de los filósofos, que ela ­ bo rarán esas n arraciones com o alego­ rías que p erm itan explicar a la m u lti­ tud unas v erdades filosóficas q ue, por su pro fu n d a n atu raleza, el p ueblo es incapaz de co m p ren d er. A p a rtir de a h o ra hab rá que distinguir en tre m itos falsos, p o rtad o res del e rro r y, por lo ta n to , condenables, y auténticos o v e r­ d aderos m itos, que serán los que han de crear los filósofos. B asán d o n o s en esta distinción, p odríam os vernos ob li­ gados a p en sar que en P lató n no hay una crítica radical del m ito; sin e m b a r­ go, ello sería erróneo. Nuestro filósofo será quien establezca definitivam ente un abism o en tre los dos térm inos, m ythos y logos, que en un principio en griego significaban lo m ism o, relato ,

discurso, concepto. D espués de P la­ tó n , el m ito, reducido a m era n a rra ­ ción, d e ja rá de estar enraizado en la v erdad — si es auténtico m ito— o dis­ fru ta rá del pálido reflejo de la m ism a q ue el logos p u ede trasvasarle a través de la alegoría. El siglo IV verá en G recia el d e­ sarrollo sistem ático de libros y del com ercio del m ism o. T ra s P lató n , el m u n d o griego co m e n za rá a ser — al m enos en sus estrato s cultos— un mundo de lectores. El desarrollo de la filosofía, que paradójicam ente en ese filósofo sé lleva a cabo en la form a oral de diálogo, irá indisolublem ente unido al de las escuelas filosóficas y al del libro. H o m ero y la poesía serán p o r ello condenados, adem ás de por todo lo dicho an te rio rm en te, p o r p er­ ten e c e r al ám bito de la o ralid ad , que coincidirá con el de la cultura p o p ular y en el q ue se considera com o im posi­ ble el florecim iento del conocim iento filosófico. El m ito hom érico q u ed ará, p u es, de ahora en ad elan te p erfecta­ m en te d elim itado d e n tro del p en sa­ m iento antiguo. A p a rtir de ah o ra p o ­ d rem os em pezar a h ab lar ya de m ito­ logía, p o rq u e el concepto se halla p re ­ sen te, p o r vez p rim era, en el p e n sa ­ m iento griego, y p o rq u e todos los ele­ m entos de la consideración clásica del m ito se h allarán ya p resentes en este m om ento. R ecapitulem os. H abíam os visto cóm o las prim eras críticas del m ito lo co n sideraban fu n d am en talm en te co­ m o un e rro r, ya fuese en el sentido m oral y religioso, com o en el caso de Jen ó fan es, o en el sentido racional, com o en H ecateo . P latón asum irá esos aspectos del m ito, en tan to que esta­ blece q ue, efectivam ente, es falso filo­ sóficam ente y que p u ed e conducir al extravío de la acción m oral y la p e r­ versión de la auténtica religión. Pero d ará a su crítica una m ayor p ro fu n d i­ dad al añ adir a la condena de esos erro res la condena de todo un sistem a de p en sam iento, el m ítico, hasta en ­ tonces no concebido todavía de ese

12

m odo, y de todo un m undo y un sis­ tem a de com unicación: el m undo de la o ralid ad , de los rapsodas y los aedos, el m undo de H o m ero . Y al o p o n er a ese m undo un nuevo reino de la v er­ d ad que se plasm a en la escritu ra filo­ sófica y el libro, que m ora en la escu e­ la de los filósofos y que se aleja del pueblo. P ero es que adem ás P lató n , al considerar el m ito com o alegoría, abre la vía de lo que será una nueva consi­ deración del m ito d u ran te la época clásica y helenística, y a lo largo de la historia del Im perio R o m an o . V eam os en qué consistió. Casi ningún filósofo de la A n ti­ güedad se atrevió a prescindir to ta l­ m ente del m ito tradicional, tal y com o estab a expresado fu n d am en talm en te por H o m e ro , del m ism o m odo que, por esa m ism a razón, fuese cual fuese la opinión de los filósofos, la m ayoría de ellos nunca d ejaro n de reco m en d ar la participación en los actos de culto de la religión de la ciudad, fu n d a m e n ­ ta lm e n te en los sacrificios. ¿C óm o conciliar, p ues, esta p o stu ra con los argum entos an terio rm en te expuestos? E v identem en te a través de la alegoría. D el m ism o m odo que el filósofo p u e ­ de inven tar m itos para ex p o n er su doctrina, tam bién cabe la posibilidad de consid erar que los antiguos po etas hubiesen expuesto una p ro fu n d a re ­ flexión filosófica en form a poética, por ser ésta la única que podían com ­ p ren d e r sus con tem p o rán eo s. Es posi­ ble, pues, que todos los p oem as h o ­ m éricos no hubiesen sido m ás que un haz de alegorías que ocultase p ro fu n ­ dos conocim ientos de todo tip o , y por ello, y de ser esto así, tal y com o em ­ pezó a considerarse la labor filosófica, sería un poco la inversa de la p ro p u e s­ ta por Platón: no el tra m a r alegorías para ex p o n er las verdades profu n d as, sino el buscar las verdades profundas ba­ jo el m anto de las alegorías. El m étodo alegórico será utiliza­ do por todos los escritores helenísticos y rom an o s, ya sean geógrafos o histo-

Akal Historia del Mundo Antiguo

Porfirio: De Styge, apud Estobeo: Ecl. phys. II, págs. 14, 10 (Wachsm): «El pensamiento del poeta no es, en contra de lo que pudiera parecer, fácil de entender. Si todos los antiguos expresa­ ron en forma enigm ática lo que se refiere a los dioses y los daimones, Homero veló todavía de un modo más profundo que los demás su pensamiento en estas ma­ terias. No habla directam ente, sino que utiliza lo que cuenta para presentar la doctrina profunda. De todos aquellos que intentaron descifrar las alegorías homéri­ cas es el pitagórico Cronio el que parece haberlo hecho de la forma más válida; sin em bargo en muchos casos tam bién re­ curre a otros autores para hacerlos con­ co rd a r con las d o ctrin a s propuestas, cuando no puede adaptar los pasajes de Homero, y más que adaptar sus tesis a los relatos del poeta, trata de aproximar al poeta a la dirección de su propio pensamiento.»

ria d o re s, m ed ian te m ito en tres tipos a) b) c)

filósofos o n atu ralistas, y él será posible co n v ertir al m anifestación sim bólica de de verdades:

H istóricas. N aturales. M orales.

E stas tres vías serán seguidas por d iferen tes au tores. E n la p rim era de ellas cabe destacar la figura de E u h e ­ m ero de M esenia, a u to r de u na n ove­ la en la que p rete n d ía d em o strar la existencia de una re m o ta isla en la que una antiquísim a inscripción relatab a los hechos de los antiguos dioses: C ro ­ nos y Z eus com o acontecim ientos his­ tóricos rem otos. Los dioses, pues, no serían m ás que antiguos ho m b res, a los q ue sus descendientes rendirían culto p o r h ab e r sido sus antiguos re ­ yes, o por haber beneficiado a la H u ­ m an id ad con los descubrim ientos que h ic ie ro n posible la vida civilizada, com o la agricultura, las leyes, etc. P ara los au tores de esta ten d en cia, el m ito será, pues, una especie de histo­ ria ex puesta en form a alegórica.

El mito griego y sus interpretaciones

La segunda dirección tratará de buscar en las luchas de los diferentes personajes mitológicos la expresión del conflicto entre distintas fuerzas fí­ sicas. Seres im petuosos como los cen­ tauros serán la expresión simbólica de los torrentes y su violencia física, y los dioses serán expresión de los ele­ m entos prim ordiales. Eustacio: Ad. Horn. Odis., 1503, 7 y ss.: «Algunos transforman (esta narra­ ción sobre) Proteo en una alegoría de la materia primitiva, alegoría erudita, claro está, pero que apenas concuerda con la materia en cuestión. Dicen que Proteo es la materia primitiva, receptora de formas, que no es, en acto, ninguna de esas for­ mas, sino que es todas ellas en potencia. Evidentemente, son los elementos los que simbolizan el fuego (¿el león?), el agua, el dragón que ama la tierra, y el árbol con copa que hiende el aire. Y no sólo los ele­ mentos, sino también los animales, y to­ das las otras cosas que están en el mundo.»

D em éter y P erséfone (Eleusis, siglo V a.C .)

13

Y, por últim o, la tercera vía con­ sistirá en buscar en las aventuras de los personajes m itológicos como Ulises una expresión de la lucha del hom ­ bre con todos los vicios que corrom ­ pen a la H um anidad, o en los com ba­ tes de H eracles el enfrentam iento del hom bre virtuoso con los placeres del m undo m aterial. Estos tres m odos de exégesis ale­ górica, independientem ente o de un m odo com binado, pasarán a constituir la clave para descifrar los errores del m ito, que ahora pasarán a ser consi­ derados sim plem ente como enigmas a resolver. Los autores paganos aplica­ rán estos m étodos por convicción pro­ pia y porque fueron conscientes de la necesidad que había de defender los cultos de la ciudad griega o el estado rom ano, puesto que servían como ele­ m entos de cohesión social y política. La exégesis del m ito iba, pues, acom­ pañada durante la A ntigüedad Clási­ ca de un profundo respeto a la tradi­ ción y del m antenim iento de las for­ mas del culto. Pero a esta situación vendría a añadir un elem ento más la difusión de una nueva religión: el cris­ tianismo.

14

2. Entre el cristianismo y la tradición clásica. La exégesis mitológica en la Europa medieval y m oderna 2 .1 . El m u n d o m ed iev al L a difusión del cristianism o no su p u ­ so, en un principio, el en fren tam ien to de los creyentes con la tradición lite­ ra ria clásica. E n el M undo A n tig u o la educación se b asaba fu n d a m e n ta lm e n ­ te en el conocim iento de la lite ra tu ra , y m ás co n cretam en te de H o m e ro , en el caso griego, y V irgilio, en el m u n ­ do ro m an o . A n tes de sab er leer, un n iñ o g rieg o ya h a b ría te n id o que a p re n d e r de m em oria o ralm en te los poem as hom éricos y, por lo ta n to , el conocim iento de la m itología co n sti­ tuía una p arte fundam ental de la e d u ­ cación. E ra im posible el cultivo de cualquier género literario sin p o seer un conocim iento de los p erso n ajes m i­ tológicos y de las escenas de la m ito ­ logía que p ro p o rcio n ab an ejem p lo s de situaciones de todo tipo: am orosas, heroicas, políticas o forenses que n e­ cesariam en te debían citarse. A p artir de la E poca H elenística com enzarán a ap arecer un nuevo tipo de libros en el que se resu m en y se sis­ tem atizan las historias y genealogías divinas y heroicas para facilitar su apren d izaje, e incluso h ab rá au to res q u e, com o el latino H iginio, elab o ren catálogos de «los que se hicieron in­ m o rtales, siendo m ortales», «los que m ata ro n a sus hijas», «las q u e se sui­ cidaron», «los que se com ieron a sus hijos en un b an q u ete» , con el fin de d ar ya listas de nom bres para cuando fuese preciso citar uno a la h o ra de p o ­ n er un ejem plo de un h o m b re pío, un p ad re indigno o una m u jer cobarde. Si la m itología era una p a rte de la educación, y los cristianos, a p a rtir de san P ablo, decidieron asim ilar la

Aka! Historia del Mundo Antiguo

paideia griega, y hacer com patible su religión con la enseñanza de los, para ellos, m ejores de los filósofos p ag a­ nos, estaba claro que no po d rían re ­ chazar de plano todas las historias co n tad as p o r H o m ero . E l cam ino era m uy fácil, los propios paganos ya se lo h ab ían ab ierto; los m itos no eran más q u e alegorías de verdades físicas, m o­ rales o históricas. P odían ser acep ta ­ dos, p ero lo que no debía hacerse es tom arlo s al pie de la le tra , del mismo m odo que no se debían practicar los cultos a esos supuestos dioses, negán­ d ose, sobre to d o , a ofrecerles sacri­ ficios. H ay, pues, u na gran co ntinuidad, p ero tam bién se ha in tro d u cid o un c o rte, en tan to que los dioses tradicio­ nales ya no son el sostén de la ciudad, y en ta n to que la ausencia del culto re ­ duce su realidad a la de una ficción que progresivam ente se irá red u cien ­ do a los lím ites de la im aginación de los eru d itos. Pero esa ficción, a pesar de to d o , seguirá siendo m uy im p o rta n ­ te, y un ejem plo de ello lo ten drem os en uno de los m om entos en los que el conflicto en tre el paganism o y el cris­ tianism o alcanzó una intensidad muy n otable: el reinado del e m p e rad o r J u ­ liano, en el que éste decidió prohibir que los cristianos enseñasen a H o m e ­ ro en las escuelas, es decir, que en se­ ñasen , p o rque no creían en la existen­ cia de lo que estaban en señando. Los cristianos p ro testa ro n contra la m ed id a, ya que su consecuencia se­ ría la de reducir el cristianism o a una religión de b árb aro s iletrados. Juliano tenía p a rte de razón; quizá fuese n e­ cesario im poner la coh eren cia, pero los cristianos tam poco estab an desasis­ tidos de ella, ya que ni ellos ni los paganos creían que todo lo que e n ­ señaban tuviese que ser literalm ente cierto. M itología y cultura clásica no fue­ ron, pues, en un principio m ás que las dos caras de una m ism a m o n ed a, pero la caída del Im perio R o m an o y la d e ­ cadencia de la tradición clásica tra e ­

15

El mito griego y sus interpretaciones

rían como consecuencia un cambio en la consideración de los dioses paganos que iría a configurar una parte del tra ­ tam iento altom edieval del problem a. Los dioses de los gentiles volverían a ser tom ados en serio. Será san A gustín quien en su Ciudad de Dios equipare a los dioses del paganismo con los dem onios del cristianismo o con las almas de los di­ funtos y quien considere a las religio­ nes paganas como una caída desde una verdadera religión prim igenia en una serie de falsas form as de creencia y culto que deben ser abolidas a partir de la llegada de Cristo. Los dioses de la A ntigüedad no deberán ser tom a­ dos como alegorías, sino como m ani­ festaciones indudables del poder del dem onio. Volverán a poseer de nue­ vo una existencia plena, pero una exis­ tencia que nos debe llevar a ver tras ellos la auténtica realidad de los de­ monios. El A rtem isión de Efeso M ediados del siglo VI a.C. (Según reconstrucción de Krischen)

La Ciudad de Dios: II, 10 «Dicen nuestros adversarios en su defensa que todo lo dicho contra sus dis­ ses son falsedades e invenciones. Pues bien, esto agrava aún más su perversidad desde el punto de vista de una auténtica piedad. Y con respecto a la malicia de los demonios, ¿hay algo más redomado, algo más astuto para hacer caer en la trampa? Si se lanza una calumnia contra un jefe de Estado honrado y capaz, ¿no es tanto más despreciable cuánto más alejado de la verdad y contrario a su conducta? ¿Qué tormento sería proporcionado cuan­ do es a un dios a quien se hace tan abo­ minable y tan alta injuria? Pero los espíritus malignos, que para ellos son dioses, permiten a los hombres atribuirles fechorías, incluso no cometi­ das por ellos, mas a condición de que sus almas se dejen envolver por estas creen­ cias como por una red, y así arrastrarlos consigo al suplicio que les está destina­ do. O también puede que algunos hom­ bres hayan cometido estos crímenes y se gocen en ser tenidos por dioses, ellos que se regodean en los humanos errores, y con esta intención se proponen a sí mis­ mos como dignos de culto, con mil ardi­ des dañinos y engañosos. Puede también que tales vilezas no hayan sido cometi­ das por hombre alguno, pero de buen grado estos espíritus taimados aceptan el que se inventen cosas semejantes de las deidades. Así se cometerán tales atroci­ dades y torpezas, azuzadas por el ejem­ plo de una autoridad tan competente como ésta, bajada del mismo empíreo.»

La postura de san Agustín su­ pondrá el rechazo de la tradición clá­ sica y anim ará el desprecio hacia la mi­ tología y su estudio en los comienzos de la E dad M edia. Pero la identifica­ ción entre cultura y mitología será tal que los diversos renacim ientos de esa época llevarán a la par el impulso de los conocimientos, ahora ya m eram en­ te eruditos de los dioses paganos, que com enzarán a ser adm itidos bajo una pátina de moralización, que no hará más que continuar con la interpreta­ ción alegórica clásica. Los dioses de la A ntigüedad se­ rán considerados como representación

16

de hom bres o hechos de a n ta ñ o , com o señala san Isidro, y su historia m íti­ ca será hecha concordar con la h isto ­ ria de la A ntigüedad y con la versión bíblica del pasado. D el m ism o m o d o , los m itos clásicos serán reducidos ta m ­ bién a fenóm enos físicos, ya sea de n a ­ tu ra le z a a stro ló g ic a o m e ra m e n te terre n al, y el desarrollo del conoci­ m iento astrológico im pulsará la in te r­ pretación sim bólica de esos dioses, a los que se atribuye una relación con los tem p eram en to s, los hum o res y los dem ás elem entos que in terv ien en en la configuración de los horóscopos. La misma continuidad se m a n te n ­ drá en la tradición moral, q u e, al igual que en la A ntigüedad p ag an a, tra ta rá de o b ten e r ejem plos de virtud en los personajes m íticos, y en una nueva tradición, la enciclopédica, que sin te­ tiza las tres anterio res y q ue tien d e cada vez m ás a co nsiderar la m ito lo ­ gía pagana com o la expresión de una sabiduría filosófica muy p ro fu n d a , su­ p erio r incluso a la cristiana. Para esta últim a tradición el cris­ tianism o debe ascender hacia la bú s­ queda de verdades teológicas, com o el m isterio de la trin id ad , ocultas b ajo el m anto de los m itos paganos, y la bús­ queda de esas v erdades llevará, ya en el R enacim iento y en el caso, por ejem plo, del n eoplatonism o flo re n ti­ no, a p ro p o n er una revitalización del cristianism o gracias a la profundización en los aspectos espirituales más elevados de la tradición pagana. El florecim iento de los estudios clá­ sicos en la época renacen tista será uno de los factores que im pulsen el e stu ­ dio de la m itología. Pero el conoci­ m iento de la mism a co n tin u ará p o se ­ yendo todavía ciertos p untos en co­ mún con la utilización m edieval de los m itos, puesto que las figuras y los p e r­ sonajes de la tradición m ítica serán utilizados com o em blem as en el arte. C ada personaje p asará así a co n v ertir­ se en un sím bolo m ás o m enos e ste ­ re o tip a d o d o ta d o de un con ten id o fijo. Estam os en el mismo caso que en

Akal Historia del Mundo Antiguo

la E d ad M edia, el m ito continúa fun­ cionando com o alegoría. La diferencia consistirá en que en estos m om entos se po seerá un conocim iento m ucho m ás m inucioso de los m itos clásicos, gracias, no, y en co n tra de lo que p u ­ d iera p arecer, al contacto directo de las fuentes clásicas, sino a la profundización, com o ocurre en el caso de B occacio y sus «G enealogías de los dioses paganos», en los propios textos enciclopédicos m edievales.

2.2. El m ito y el N u ev o M u n d o D os serán los hech o s que tra e rá n com o consecuencia el desarrollo de nuevos p lan team ien to s en to rn o al es­ tu d io de la historia y el h o m b re, y, en consecuencia, en lo que se refiere al e s tu d io del m ito , a p a rtir del si­ glo XVI, a saber: el d esp e rtar de las conciencias «nacionales» y el d escubri­ m ien to de A m érica y el contacto con el indio am ericano. La aparición de las grandes m o­ narq u ías eu ropeas tra jo com o conse­ cuencia la im plantación de las lenguas nacionales, que p asaron a ser conside­ radas com o un in stru m en to de go b ier­ no indispensable por p a rte de los m o­ narcas. H abrá que fijar su uso e im ­ p o n erlo , com o en el caso de F rancis­ co I en Francia, p ero tam bién habrá que p reg u n tarse por su origen, c o n ­ fro n tan d o la única tradición escrita acerca de este pro b lem a, la tradición bíblica. La Biblia, en efecto, nos p ro ­ porciona una explicación de la d iver­ sidad de los lenguajes m ediante la leyen­ da de la T o rre de B abel. La leyenda será acep tada y no p la n te a rá , en p rin ­ cipio, m ayor problem a. D o n d e surgi­ rá el in terro g an te será en to rn o al p ro ­ blem a de la d eterm inación de la len ­ gua prim ordial. Es decir, se tra ta de sab er qué lengua h ab rían hablado los hom b res antes de la destrucción de esa T o rre por parte de Dios. La solución m ás fácil consistía en co n sid erar al h eb reo , p o r ser la lengua m ás antig ua, d e n tro de la tradición jú-

D iosa Hera (O lim pia, 62 0-58 0 a.C .)

deo-cristiana, como la lengua prim o r­ dial. Pero se esbozaron todavía otras m uchas soluciones. A sí, p o r ejem plo, se podía inten tar sustituirlo por otra lengua de carácter prim igenio, com o, por ejem plo, el galo, en el caso de Francia. O , m ezclando la Biblia con la tradición clásica, buscar en el egipcio y en la cultura jeroglífica las huellas de ese lenguaje original. El m undo egipcio poseerá una gran transcendencia en el m undo eu ­ ropeo culto del siglo x v i gracias al descubrim iento del Corpus Hermeticum, conjunto de textos griegos y la­ tinos de los prim eros siglos de nuestra era que recogen las revelaciones del dios H erm es Trism egisto («tres veces grande»), síntesis del H erm es griego

con el egipcio T hoth. Siguiendo a esos textos se consideraba la revelación de este dios como más antigua que H o­ m ero, y, por lo tan to , com o la rep re­ sentación de la más antigua sabiduría hum ana. G recia y E gipto, envueltos en el aura mistérica propia de la tra ­ dición religiosa gnóstica, en la que se in sc rib e n e sto s te x to s, ap arecerán com o la m anifestación de las más pri­ mitivas etapas de la historia hum ana, m ezclados, adem ás, con la propia tra ­ dición bíblica, por supuesto. La tradi­ ción herm ética, vinculada al desarro­ llo del neoplatonism o florentino — lo que es lógico si tenem os en cuenta que ya en la A ntigüedad neoplatonism o y gnosticismo estuvieron estrecham ente vinculados— se plasm ará en el pensa-

18

m ien to de autores com o G io rd an o B ru n o y se llegará a constituir u n a de las corrien tes filosóficas m ás im p o r­ tan tes del siglo XVI, en el que los m i­ tos re in te rp re tad o s a través de ese com plejo conglom erado de alegorías filosóficas continuarán d esem p eñ an d o un papel m uy im p o rtan te. P ero los finales del siglo XVI ve­ rían el desarrollo de una revolución fi­ lológica cuando se dem o stró que el Corpus H erm eticum no e ra el texto m ás antiguo de la tradición literaria griega, sino que ese lugar le c o rres­ pondía a H om ero . A l o cu p ar este p o e ­ ta el lugar de H erm es T rism egisto se desvaneció el sueño de la h erm an d ad greco-egipcia y el sutil ju eg o de e n la ­ ces en tre E g ipto-G recia y la B iblia. La antigüedad más rem o ta q u e d a b a en cierto m odo secularizada con H o m e ­ ro , y en ella m ás tard e c e n tra rá su atención G iam batista Vico. Siendo ello así volverían a q u e ­ dar com o candidatos a la lengua origi­ n aria, o bien el heb reo y la tradición bíblica tom ada en su sentido literal, o bien las lenguas nacionales, que en úl­ tim o térm in o , com o en el caso del galo, q u ed arían en cierto m odo eq u i­ paradas a las lenguas de los salvajes. E n este últim o caso asistirem os a la aparición de un cam bio que poseerá una enorm e im portancia, p u e sto que el encuen tro con el salvaje su p o n d rá la introducción del pro b lem a de la di­ versidad de las culturas. U no de los efectos del d escu b ri­ m iento de A m érica fue que obligó a los europeos a plan tearse una serie de problem as en to rn o al p ro b lem a del origen del hom bre y a la evolución de las sociedades. D e acu erd o con la tra ­ dición cristiana, todos los hom b res te ­ nían que descender de A d án y Eva y h aberse dispersado por la tierra a p a r­ tir de la destrucción de la T o rre de B a­ bel. Y de acuerdo con esa m ism a tra ­ dición, C risto habría venido al m undo a salvar a toda la H um anidad. Si los «indios desnudos» eran h om bres, cosa de la que se d udó, ¿cóm o habían lle­

AkaI Historia del Mundo Antiguo

gado a A m érica? ¿Q ué apóstol tendría que h a b e r estado encargado de ev an ­ gelizarlos? ¿Por qué perm an ecían en el salvajism o? N a tu ra lm en te , las respuestas a estas preguntas fueron en o rm em en te variadas. Se negó la hum an id ad a los salvajes, se los alabó com o m odelo de virtudes y se los consideró com o p o r­ ta d o re s de todos los vicios, y los te ó ­ logos no cesaron de especular. P ero se teorizase lo que se teo rizase, los «in­ dios desnudos» estab an ahí y el co n ­ tacto con sus culturas hará cu ajar, ya no a nivel teológico, sino a nivel ge­ n eral, dos posturas. La p rim era de ellas fue de rechazo de las culturas p ri­ m itivas. Los indios eran antropólogos, com o dirá H ans von S tan d en , a u to r de un «best seller» del siglo XVI, en el que este m ercenario alem án n a rra su estancia en tre una supuesta tribu de can íb ales, y m o ralm en te perversos. D ebían ser convertidos a la v erd ad era fe, ed u cados, corregidos y disciplina­ dos. Su cultura era idólatra y sus m i­ tos u na m uestra de la perversión m o ­ ral y del sinsentido. E stam o s, pues, de nuevo ante el m ito com o error y des­ viación, y ante el m ito com o huella de salvajism o o barbarie. P ero ah o ra ese m ito ya no será, com o en G recia, una p a rte de nuestra pro p ia cu ltu ra, sino una de las características de las cu ltu ­ ras de los o tro s, de los dem ás. T enem os ah ora ya fijada una de las p o stu ras d o m in an tes de la cultura eu ro p e a frente al m ito. Sus ca racterís­ ticas serán: a) el considerarlo com o algo ex tra ñ o , ajen o a la pro p ia, y, por lo ta n to , v erd ad era cultura; b) el co n ­ siderarlo com o un e rro r a nivel de co­ nocim iento: el m ito es una falsa cien­ cia o una filosofía eq uivocada, y c) el to m arlo com o una fuente de p e rv e r­ sión m oral. D el siglo x v i al siglo XX to d a una serie de in terp retacio n es del m ito se basarán en este paradigm a. Pero ju n to a él tam bién se irá d e sa rro ­ llando, com o es lógico, o tro de signo to talm en te o puesto. U na cultura se au to afirm a en un

El mito griego y sus interpretaciones

perío d o de expansión, com o lo será el siglo XVI, y un a u to r, si se halla con­ form e m oral, política y v italm ente con su m undo tiende igualm ente a afir­ m arse a sí m ism o y a v alo rar a su e n ­ to rn o . P ero si lo que ocu rre es lo con­ tra rio , entonces se buscarán fu era de los am bientes culturales propios los m odelos de sociedad y p en sam ien to a seguir. D e este m odo, ya en el propio siglo XVI algunos au to res com o B e r­ n ardino S ahagún, B arto lo m é de las C asas y Jean de L ery, com enzaron a c o n trap o n e r la am bición de los con­ quistado res y el desin terés por los bie­ nes m ateriales de los indios, la m aldad de la sociedad e u ro p ea y la inocencia de los salvajes, y de este m odo co m en ­ zarán a contem p lar a los salvajes p o ­ sitivam ente, y a indicar q ue en sus cul­ tu ras y en sus m itos hay una verdad que es posible acep tar p o rq u e puede ser válida para la vida y p o rq u e no se halla to talm en te disociada de las v er­ dades cristianas. Ni que decir tiene que esta o rientación será m in o ritaria, ta n to a nivel teórico com o en sus apli­ caciones prácticas, ya que en ese siglo se produ cirá el etnocidio y la sum isión del indio am ericano. U n a vez fijadas estas dos p o stu ­ ras en el siglo XVI co n tin u arán en vi­ gor d u ran te el próxim o siglo, en el cual el hecho m ás destacable consisti­ rá en el florecim iento del n eo p lato n is­ m o renacen tista a través de la o b ra del p ad re jesu íta A tanasio K ircher, que volverá a p o n er en vigor en el m undo católico la in terp retació n alegórica de los m itos del Corpus H erm eticum , des­ de ahora abando n ad o s y considerados com o de interés secundario en la E u ­ ropa p ro te sta n te . P ero esta situación irá a sufrir un p rofundo cam bio en el siglo XVIII.

2.3. M itología e Ilustración El desarrollo del racionalismo d u ra n ­ te el siglo XVIII estará preñado de consecuencias en lo que al tra ta m ien ­ to de los mitos se refiere, puesto que

19

el m ito, que seguirá siendo co n sid era­ do com o el m odelo de to d a irracio n a­ lidad, no podía d e ja r de p la n tear se­ rios p roblem as a los «filósofos». La Ilustración llevará a cabo a to ­ dos los niveles una crítica radical de todos los elem entos irracionales que im piden el progreso de la sociedad y el desarrollo del espíritu h u m an o , por co nsiderar que la liberación del indi­ viduo va a la p ar a lo largo de la H is­ to ria con el increm ento del conoci­ m iento racional o científico. N atu ral­ m en te, el m ito tenía que e n tra r d en ­ tro de esa crítica, p uesto q u e, conti­ n u an d o con una de las tradiciones es­ tablecidas en el siglo XVI, pero que hallaba sus raíces en la pro p ia A n ti­ güedad Clásica, el m ism o e ra conside­ rad o com o un falso saber o una falsa ciencia. Los ilustrados tra ta rá n de separar el m ito de la religión. C onsiderarán com o aceptable ú nicam ente la religión filosófica o religión racional, en el caso de K ant, o n atu ral, en el caso de D avid H u m e, y criticarán las su persti­ ciones po pulares com o productos de la su perchería sacerdotal. Los clérigos serían , en opinión de V oltaire, que en este caso tam bién recogerá una tra d i­ ción clásica, hábiles u rdidores de m en ­ tiras que ten d rán com o finalidad el so­ m etim iento del pueblo a un estado de sum isión política e ignorancia filosófi­ ca. La religión e statu taria, basada en el cum plim iento de norm as y precep ­ tos y sostenida p o r un clero, pasará a ser considerada com o sim ilar a la ido­ latría y al fetichism o.

20

Inmanuel Kant: La religión dentro de los límites de la mera razón, 1793 (traduc­ ción: F. M. Marzoa, Madrid, 1969): «Quien pone por delante la obser­ vancia de leyes estatutarias, que necesi­ tan de una revelación, com o necesaria para la Religión, y no sólo como medio para la intención moral... ése transform a el servicio de Dios en un mero fetichismo. En esta distinción consiste la verdadera Ilustración, de este modo el servicio de Dios se hace un servicio libre, por lo tan­ to, moral.» (Pág. 175.) «El clericalismo, es, pues, la consti­ tución de una iglesia en cuanto en ella rige un servicio de fetiches, lo cual se en­ cuentra en todas partes donde la base y lo esencial no lo constituyen principios de la moralidad, sino mandam ientos estatu­ tarios, reglas de fe y observancias.» (Pág. 176.) «El clericalism o sería, pues, en g e ­ neral el dominio usurpado de la espiritua­ lidad sobre los ánimos mediante el hecho de que ella se diese la consideración de estar en la posesión exclusiva de los me­ dios de gracia.» (Pág. 194.)

Inmanuel Kant: Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime, 1764 (Traducción, Madrid, 1946): «Los negros de Africa carecen por naturaleza de una sensibilidad que se eleve por encima de lo insignificante. El señor Hume desafía a que se le presente un ejemplo de que un negro haya mos­ trado talento, y afirma que entre los cien­ tos de millares de negros transportados a tierras extrañas, y aunque muchos de ellos hayan obtenido la libertad, no se ha encontrado uno solo que haya im aginado algo grande en el arte, en la ciencia o en cualquier otra cualidad honorable, mien­ tras entre los blancos se presenta fre­ cuentem ente el caso de los que. por sus condiciones superiores se levantan de un estado humilde y conquistan una reputa­ ción vigorosa.» (Pág. 79.) «Los negros son mu>y vanidosos, pero a su manera, y tan habladores que es preciso separarlos a golpes.» (Página 79).

AkaI Historia del Mundo Antiguo

A sí pues, d e n tro de la filosofía ilu strad a, el m ito y el salvaje q u e d a­ rán confinados en un ám bito que es preciso su p erar m ed ian te la ed u ca­ ción, p uesto que constituye ú n icam en­ te un estadio m eram en te negativo en la h isto ria h u m a n a . L os ilustrados eq u ip a ra ro n , en cierto m odo, a los sal­ vajes y sus m itos con el dom inio de las religiones cristianas, co n tra las que lu­ ch aro n , y p o r ello el m áxim o d e sa rro ­ llo de su filosofía, en tan to que lleva­ ba consigo una fu erte crítica de las tra ­ diciones religiosas y del p o d e r del cle­ ro , tuvo que elim inar al m ito com o o b ­ je to digno de consideración. Es sabido que el p rotestantism o favoreció m ás que el catolicism o el d e­ sarrollo de la filosofía ilustrada. Será precisam ente por este m otivo p o r lo que cu rio sam ente sean dos au to res ca­ tólicos, el p adre jesu íta J. Laffitau y G iam b atista Vico, quienes d u ran te el siglo XVIII d esarrollen una nueva con­ sideración del m ito. Vio este siglo cóm o se in crem en ­ tab a el conocim iento antropológico de las poblaciones am ericanas, e incluso africanas, com o ha señalado M ichéle D u ch et. U n buen co n o cedor de los in ­ dios de N o rteam érica, el p ad re L affi­ ta u , abrirá una nueva vía de investiga­ ción al co m parar las costum bres de los salvajes am ericanos con las de los p ri­ m eros tiem pos, tal y com o eran co n o ­ cidas por la Biblia y, sobre to d o , por la tradición clásica griega. La com p a­ ración del N uevo M undo y la A n tig ü e ­ dad Clásica ya se había venido d e ­ sarro llan d o en los siglos p reced en tes, cu an d o , p o r ejem p lo , algunos cronis­ tas p reten d iero n descubrir en el actual Brasil las A m azonas de la m itología, y cuando un con q u istad o r b au tizará a un conocido río p recisam ente con ese n o m b re, p ero de una form a m e ra m e n ­ te episódica. L affitau llevará a cabo una com paración sistem ática y d e d u ­ cirá a p artir de ella la existencia de un proceso evolutivo en la especie h u m a­ na — co n cordando en ello con los filó­ sofos ilustrados— en el que el salva­

21

El mito griego y sus interpretaciones

jism o ad q u iere un sentido — al c o n tra ­ rio de lo que o curre en la Ilustración— com o una fase necesaria del d e sa rro ­ llo de la historia hum ana. E l m ito es, pues, rescatad o de las tinieblas de la irracionalidad y el erro r y ad q u iere un valor p ro p io com o una form a de conocim iento necesaria en una d eterm in ad a etap a de la historia de la H um an id ad en la o b ra de Laffitau . G . Vico d esarro llará p a ra le la ­ m ente u na consideración del m ito en este m ism o sentido, y p o r ello, al igual que ocurrió con la o bra de L affitau, no conocerá el éxito en su p ro p io si­ glo, sino en una época po sterio r.

ciencia d iferente que dé cuenta de la evolución social — o jurídica— y espi­ ritual de la hum anidad. Siguiendo esa vía, llega a la conclusión de que el p e n ­ sam iento m ítico no es el pro d u cto del engaño de los dem onios o los m alos espíritus, ni la consecuencia del erro r y la m en tira, sino el p ro d u cto de una cualidad hum ana: la im aginación, que posee una n aturaleza específica y que p o r ello difiere de la razón. Las verdades del m ito no deben ser, pues, reducidas a contenidos me-

Es a u to r Vico de la m as original y p rofu n d a concepción del m ito de todo el siglo XVIII. E n su opinión, en la más primitiva fase de la historia de la H u m anid ad los hom bres habrían d e ­ sarrollad o una sabiduría poética. El m ito, pu es, contiene principios a u té n ­ ticam en te racionales, y debe ser e stu ­ diado con un m étodo to talm en te n u e ­ vo, con una Ciencia N ueva que este a u to r nos ofrece en su obra de este título. Profundizando en la separación en tre el reino de la n atu raleza, regido p o r leyes físicas y que deb e ser e stu ­ diado de m odo racional, y a ser posi­ ble m atem ático , y el m undo del h o m ­ bre, Vico pro p o n e el desarro llo de una

ram en te racionales, p o rq u e la im agi­ nación posee su propia lengua y su v erdad específica, que nos p erm ite co­ nocer toda una serie de ideas de ca­ rá c te r m etafísico y religioso. P ero es que el m ito constituye, adem ás, una fuente prim ordial para el estudio de las prim eras etapas de la historia h um an a, para el estudio de la época teológica. Vico asienta el estu ­ dio del m ito en el de las instituciones de las épocas remotas y en el análisis de los acontecim ientos históricos, y al o b ra r de este m odo reivindica el e stu ­ dio de los orígenes de la historia h u ­ m ana, p artien d o de unas fuentes his­ tóricas específicas — fu n d am e n talm e n ­ te H om ero— d iferentes a la Biblia,

C e n ta u ro m a q u ia (5 7 0 -5 6 0 a.C .) P intura sob re el «V aso Franço is»

Akat Historia del Mundo Antiguo

22

por lo que se e n fren tará con la tra d i­ ción católica, y con un m éto d o p ro p io , en el que se p one en d uda la o m n ip o ­ tencia de la razó n , p o r lo que se e n ­ fre n ta rá igualm ente a los ilustrados. La valoración del m ito com o una fo rm a de c o n o c im ie n to en c ie rto m odo su perior a la razó n , al co n sid e­ rar que la im aginación po ética es ca­ paz de alcanzar la com prensión de una serie de verdades tnuy p ro fu n d as que la razón no es capaz de e n te n d e r, si­ túa a Vico com o un p red eceso r del ro ­ m anticism o, y p o r ello será en la p ri­ m era m itad del siglo X I X cu an d o su ob ra com ience a ser v alo rad a, ta n to en el te rre n o e s tr ic ta m e n te h is tó ric o

com o en lo que a su consideración del m ito com o m uestra de una antigua y profu n d a sabiduría se refiere. C on el rom anticism o se inicia el siglo X I X , y con él se ab rirá una nueva eta p a en el estudio del m ito, que esta ­ rá caracterizada porque en ella será con­ siderado, en primer lugar, como un ob­ jeto de estudio histórico, tratando de de­ jar a un lado, aunque ello no siempre se consiga, los prejuicios m orales y reli­ giosos que habían acompañado a su es­ tudio. Y, por otra parte, porque a partir de este siglo el análisis del mito comen­ zará a ser inseparable de la clasifica­ ción y estudio cronológico y filológico de las fuentes escritas y arqueológicas.

El ja b a lí de L alldo n (5 8 0 -5 4 0 a.C .) M e to p a de un e d ific io de S ición

Ei

mito griego y sus interpretaciones

23

II. El mito como objeto: la mitología en la Europa del siglo XIX

1. La mitología del romanticismo: Friedrich Creuzer La obra de este autor: S y m b o lik und M ythologie der alten Vôlker, besonders der G riechen (1810-1812) puede ser considerada como el prim er intento de lograr un tratam iento sistemático del mito y el pensam iento mítico que se va. a llevar a cabo a lo largo del siglo XIX. C reu zer com binará hipótesis his­ tóricas con teorías acerca del funcio­ n am iento del pensam iento h u m an o , y de este m odo esbozará un esquem a de la historia universal prim itiva que p o ­ dríam os sin tetizar del m odo siguiente. D esde los prim eros tiem pos, el m u n ­ do se dividió en tre los p ueblos de agri­ cultores y los pueblos gan ad ero s. La fusión y el en fren tam ien to de am bos constituirá la tram a y la esencia de la historia de las religiones, en la que d e ­ sem peñ arán un papel fu n d am en tal los traspasos de dioses e ideas religiosas de una cultura a o tra , llevados a cabo m ediante la actividad evangelizadora de los prim itivos sacerdotes. Parece claro que esta concepción del desarrollo de las religiones supone un en fren tam ien to con la co n sid era­ ción que del papel del clero se venía haciendo en la historiografía y la filo­

sofía ilustradas. Ello fue así, y la in­ troducción de ese cam bio radical se hizo posible, gracias a las creencias re ­ ligiosas propias de C reuzer: era c ató ­ lico, y trajo com o consecuencia que su obra gozase de aceptación en países de m ayor tradición católica, com o F ra n ­ cia y q ue, tras el desarrollo del ro m a n ­ tic ism o , p a sa se a se r co n sid e ra d a com o una m uestra de clericalism o y m isticism o. P ero, a p esar de to d o , hay en la o b ra de C reuzer consideraciones de un enorm e valor en lo que a la n a tu ­ raleza del m ito se refiere, co n tin u an ­ do, en p a rte , la línea establecida por Vico. Según n uéstro au to r, la hu m an i­ dad h ab ría utilizado prim itivam ente el lenguaje sim bólico, sobre todo m e­ d iante el uso de represen tacio n es figu­ rad as, p o rque sólo ellas p erm iten cap ­ tar lo más profundo de los sentim ien­ tos hum anos. E ra ese lenguaje muy sim ple y se d esarrollaba com o una es­ pecie de revelación. Im pulsados p o r el tem o r y su propia conciencia, los h o m ­ bres com enzaron a d esarro llar la te o ­ ría de que era posible la com unicación del hom bre con la divinidad, que irá d esarro llando una casta de hom bres privilegiados, los sacerdotes. Los sacerdotes fueron poniendo nom bres a las fuerzas de la naturaleza y desarrollando la enseñanza de las más p rofundas verdades filosóficas en

AkaI Historia del Mundo Antiguo

C e n ta u ro s y el lap ita C e n e o (O lim p ia , sig lo VII a.C .)

form a de ejem plos sensibles, ya sea m ediante las artes plásticas o las figu­ ras del lenguaje. Y a la p a r fuero n d e ­ sarrollando una d o ctrina m o ral, que contribuiría de un m odo decisivo a la im plantación de la vida civilizada. El clero se vio obligado a utilizar las im á­ genes y las m etáforas y a im pulsar el desarrollo de una visión anim ista del m undo porque el pueblo era incapaz de com prender los razo n am ien to s y las dem ostraciones teológicas, q ue, por otra p arte, los propios sacerd o tes tam poco d esarrollaban in d e p e n d ie n ­ tem ente. El sacerdote em b au cad o r, tan del gusto de los ilustrados, se ve su stitu i­ do por el buen clérigo, que recoge la tradición del filósofo platónico c re a ­ dor de m itos. E stos prim itivos sacer­ dotes no serían otros que los b ra h m a ­ nes de la India, que irían d ifundiendo su m ensaje desde su país hasta el oc­ cidente del M editerráneo’, lo que ex­ plicaría, según C reu zer, la u nidad de todas las religiones antiguas con la re ­

ligión hindú y la derivación de todas aquéllas a p artir de ésta. La prim itiva religión se servía del sím b o lo com o m edio para exp resar lo infinito a través de lo finito y com o e n ­ carnación y personificación de la idea m ism a. El sím bolo era sim ple, preci­ so, expresivo y actuaba de una form a d irecta in stan tán ea, y por ello existía ya antes que la alegoría, que tam bién sirve p ara ex presar una idea m ediante o tra , pero de form a m ecánica, y del m ito. El m ito trab a ja con las palabras, com o los sím bolos con la m ateria plás­ tica, y se construye com o el resultado de un proceso de acum ulación y sín te­ sis de sím bolos. Sólo el desarrollo del m ito perm ite que el sím bolo desplie­ gue todas sus posibilidades, lo que lo­ gra m ed iante el m an ejo de hechos his­ tóricos, fenóm enos físicos, hechos lin­ güísticos mal in terp reta d o s y de los sím b o lo s p ro p ia m e n te dichos. M e­ dian te el m anejo de estos elem entos, el m ito puede ad q u irir dos form as: la

El mito griego y sus interpretaciones

de m ito histórico y la del m ito de ca­ rá cter cosm ológico, m oral o teológico. E stas som eras indicaciones p u e ­ den d a r u na idea de la riqueza de la concepción creuzeriana del m ito, que fue la de ab arcar en un único sistem a las diferentes explicaciones que hasta ento n ces se habían venido elab o ran d o en to rn o al origen del m ito, com o las que p re te n d ía n derivar el m ito de los acontecim ientos históricos, del uso de etim ologías incorrectas, sobre el que ya había llam ado la atención V ico, o de los fenóm enos de la n atu raleza. T o ­ das estas teorías volverán a ren acer en el siglo XIX, pero en él se recu rrirá — sobre to d o en A lem ania— en muy escasa m edida a la o b ra de C reu zer p o rq u e caerá ráp id am en te en el d es­ créd ito , adem ás de p o r las razones ideológicas antes m encionadas, p o r varios m otivos. E n p rim er lugar, por los e rro re s in h eren tes a algunas de sus hipótesis, com o la de la predicación de los brah m an es y la difusión universal de la religión hindú, y en segundo lu ­ gar, po rq u e no llevó a cabo un tra ta ­ m iento estricto de las fu en tes, ya que no las consideró cro nológicam ente, sino que tendía a utilizar claram ente versiones d iferentes del m ism o m ito y a consid erar sincrónicam ente m a te ria ­ les de épocas d iferentes. C o n tra él se lev an tará, en consecuencia, una fu er­ te reacción historicista y filológica, que conseguirá im poner su im p ro n ta a la investigación alem ana del m ito a lo largo de todo el pasado siglo.

2. La mitología historizada: Karl Ottfried Müller K. O. M üller, co n tem p o rán eo y rival de C reu zer, publicará en el año 1825 sus Prolegom ena z u einer Wissenschaftlichen M ythologie d e n tro de un m arco más am plio en el que se había p ro p u esto investigar los diferen tes ci­ clos míticos corresp o n d ien tes a cada una de las grandes estirpes griegas.

25

E studia este a u to r cada m ito por sí m ism o, tratan d o de enm arcarlo en su contexto histórico, y asignándole, p o r lo ta n to , un espacio y un tiem po d eterm inados. La preocupación m eto ­ dológica de M üller e ra , en principio, c o rrecta, ya que él m ism o, com o otros h isto riad ores de su época, se p reo cu ­ p ab a p o r establecer un conocim iento h istó rico so b re bases «científicas», gracias al cuidadoso m an ejo y al tra ­ tam ien to crítico de los docum entos. E ra , pues, lógico clasificar los testim o­ nios p o r épocas, distinguir los indirec­ tos de los directos y los falsos de los verdaderos. P ero todo ello no debería de constituir m ás que la p rim era fase de los estudios históricos, y, en conse­ cuencia, el paso prelim inar p a ra el es­ tudio de los mitos C onfunde M üller, sin em bargo, el m étodo con el o b jeto , y p o r ello, adem ás de introducir un m éto d o his­ tórico riguroso en el análisis de los m i­ to s, p re te n d ió re d u c ir los p ro p io s m itos a m eros acontecim ientos históri­ cos, y fu n d am en talm en te a reflejos o recuerdos históricos de antiguos h e ­ chos de arm as y de antiguas m igracio­ nes. A sí, com o fruto de sus análisis, deducirá que cada uno de los pueblos griegos, com o, p o r ejem p lo , los d o ­ rios, poseyó una m itología pro p ia, con sus dioses — en este caso, A polo— , sus héroes — H eracles— , y sus ciclos m íticos, com o el del re to rn o de los H eráclidas en los que celeb rab an el re ­ cuerdo de su invasión del continente griego. A l contrario que C re u ze r, M üller no elab o ró una teoría acerca del m i­ to, no explicó por qué un pueblo tiene la necesidad de sim bolizar su pasado a través de las figuras de sus héroes y p o r qué no lo rec u erd a sim plem ente de un m odo histórico. T am poco expli­ ca cóm o d eterm inados dioses se aso­ cian a un pueblo en concreto ni las re ­ laciones existentes en tre el m ito y el resto de las form as de pensam iento. P ero , a pesar de ello, sus libros tuvie­ ron enorm e éxito. Su ob ra constituye

26

el p reced en te, y así será con sid erad a, de los trabajos de la escuela históricofilológica alem ana, de la que luego h a ­ blarem os. Y en la época de su p u b li­ cación se la consideró com o la su p e­ ración de las ensoñaciones rom ánticas de C reuzer y com o la p ied ra fu n d acio ­ nal de la auténtica ciencia de la m i­ tología. Tras M üller pasará a ser conside­ rado com o un hecho indudable el que un m ito tiene que m an te n e r alguna re ­ lación con la realidad histórica co n cre­ ta y que, p o r lo tan to , su estudio no puede ser llevado a cabo in d e p e n d ie n ­ tem ente del de el resto de la historia. P ero, partiendo de esa base com ún, com enzarán a desarrollarse a p a rtir de ese m om ento una serie de p o stu ras d i­ vergentes, que se irán inclinando más o m enos, o bien hacia la consideración del m ito como acontecim iento — o re ­ flejo de un acontecim iento histórico— o bien a su tratam ien to com o testim o ­ nio de un estadio histórico, social o cultural concreto. La prim era línea de investigación seguirá fielm ente los p a ­ sos de M üller, m ientras que la segun­ da de ella introducirá m ayores in n o ­ vaciones, sobre todo en las obras de J. J. Bachofen y G. G ro te , que exa­ m inarem os a continuación.

3. El mito com o fenóm eno cultural: Jo hann Jaco b Bachofen y Georges Grote J. J. B achofen nació en el año 1815 y llegará al estudio de la m itología a p a r­ tir de la profundización en la historia del derecho rom ano, publicando entre 1861 y 1870 tres obras: Das M utterrecht, Das Lykischen V olk y D ie Sage von Tanaquil, en las que desarro llará toda una nueva teoría acerca del m ito. Bachofen era discípulo de Savigny, quien, a su vez, había introduci­ do en el estudio de la historia del d e­ recho la noción de Geist — E spíritu—

Akat Historia del Mundo Antiguo

hegeliana. P ara este au to r, com o para ese filósofo, la com prensión de cual­ q u ier hecho cultural o espiritual ú ni­ cam en te podría lograrse si e n m arca­ m os ese hecho en el contexto que le dio lugar, es decir, en el seno de cada u na de las fases del desarrollo del E spíritu. P artien d o de esa base, B achofen llegará a la conclusión de que no es posible estudiar el m ito aisladam ente, sino que es necesario incluirlo en el con tex to histórico que le es propio. P ero ese contexto histórico ya no será el de una m igración o un hecho de a r­ m as, sino un sistem a ideológico que será p ro p io de cada E ra y de cada cul­ tu ra. E l m ito no nos tran sm itirá, pues, recu erd o s de acontecim ientos, sino es­ quem as de la existencia de contactos cu lturales e n tre los d iferentes pueblos. A sí, de la co rrespondencia de ideas y form as m íticas en tre países lejanos, p od rem o s deducir la existencia de co­ nexiones culturales, que a su vez, se­ rían, en algunos casos, inexplicables sin la existencia de m igraciones en tre pueblos. B achofen ataca la historicidad del m ito, si tom am os el térm ino histórico en su sentido m ás red u cid o , p ero lo d ota de un significado m ás p ro fu n d o , en ta n to que considera que no sólo es histórico lo que pudo h a b e r o currido, sino tam bién lo que pudo h a b e r sido p en sad o , y en tan to q u e, com o él m is­ m o dirá: «la v en ta ja principal de nu es­ tro m éto d o consiste en la posibilidad, que el m ism o a b re , de llegar a una construcción de la historia desde un p u n to de vista interior». Pero es que, adem ás, los m itos se caracterizan por poseer una gran ca­ pacidad de supervivencia, puesto que no sólo se p u ed en tran sm itir de una cultu ra a o tra, sino que en cada cu ltu ­ ra p u ed en sobrevivir a su vez m itos que conservan un nivel cultural a n te ­ rior en un estadio larvado, o incluso re p rim id o . E ste sería el caso, por e jem p lo , de todos aquellos m itos grie­ gos que conservan el recu erd o de las

27

El mito griego y sus interpretaciones

norm as y principios fem eninos que correspondían al antiguo orden m a­ triarcal, y que perduran en el m undo clásico, ya sea en form a de m ero re­ cuerdo o como representación d ra­ m ática de la sucesión de un orden his­ tórico por otro, como ocurriría en el caso del m atricidio de O restes, que no sería más que un m odo de represen­ ta r sim bólicam ente el tránsito de la fase m atriarcal a la patriarcal. Bachofen, en tanto que buen hegeliano, deduce de la sucesión de di-

los hom bres y tom ar una de estas pos­ turas. O bien crear una sociedad de m ujeres, en las que éstas detentasen el poder y participasen en la guerra; se trata de las sociedades amazónicas. O bien instaurar el m atrim onio y las leyes gracias a un sistema de derecho materno, basado en los lazos de san­ gre, en el predom inio de los valores de la m aternidad, la afectividad y la religiosidad. El m undo del derecho m aterno es el m undo de los valores simbólicos de

A sam blea divina (530-525 a.C.) Tesoro de los Sifnios, Delfos

versas fases de la vida del espíritu la sucesión co rresp o n d ien te de varias épocas históricas, que se articularían del m odo siguiente. En un principio, la hum anidad habría vivido en una fase de hetairism o, en la que los hom bres dom inaban por la fuerza a las m ujeres, y en la que, por no existir ni el m atrim onio ni las leyes, reinaría una com pleta an ar­ quía sexual. La opresión que en esa época se vieron obligadas a sufrir las m ujeres las llevaría a rebelarse contra

la N oche, la Luna, el agua, la tierra, los m uertos y el luto y la m ateria; es el m undo del sentim iento y la religio­ sidad, pero tam bién es un m undo cruel, sobre todo debido al implacable funcionam iento de la venganza de san­ gre. Y será por este motivo por el que tendrá que ser sustituido por el m un­ do del Sol, el día, la vida, el Espíritu y la luz, que es tam bién el m undo de la ley, la justicia y el E stado, y que ha­ llará su prim era culminación en el de­ recho rom ano patriarcal.

28

Bachofen liberó, pues, al m ito de las cadenas del acontecim iento, sin d e­ ja r por ello de situarlo en su contexto histórico, pero de sus análisis dedujo grandes hipótesis histórico-sociológicas que, aunque en un principio no re­ cibieron gran atención p o r parte de los historiadores y los filólogos, pasarían a convertirse en un im portante foco de atención cuando pasasen a ser asum i­ das por Engels y el m aterialism o his­ tórico, y cuando com enzasen a coinci­ dir con algunas otras hipótesis an tro ­ pológicas. Pero adem ás in trodujo una nueva dimensión en el análisis del m ito: la asociación del m ito con los cam bios histórico-culturales, que sí que pasará a ser asum ida com o un logro m etodológico por la m ayor parte de los historiadores y m itólogos poste­ riores. Georges G rote llegaría al estudio del m ito, siguiendo un cam bio muy di­ ferente al de B achofen, ya que sus consideraciones acerca del m ito no se desarrollarán en ninguna m onografía específica, sino en la prim era parte de su History o f Greece, que es unánim e­ m ente considerada en la actualidad com o la prim era historia griega cons­ tru id a con criterio s m etodológicos aceptables en la actualidad. G. G rote concentra el estudio del m ito en la etapa m ás prim itiva de la historia griega, en el p eríodo anterior a la prim era fecha segura, es decir, an­ tes de la inauguración de los Juegos Olímpicos. A hora bien, el que así p ro ­ ceda no quiere decir que condene al m ito al ostracismo ni que lo aleje de los m árgenes que delim itan la histori­ cidad, sino que por el con trario presu­ pone el reconocim iento de un tipo de historicidad, que se corresponde con un tipo de sociedad, diferente. El co n o cim ien to del m ito es, pues, indispensable para la com pren­ sión de la Historia, no sólo de esa eta­ pa concreta de la historia griega, sino para todos los períodos que abarca, y por ello el mito griego d eb e ser valo­ rado, al igual que la filosofía, la polí­

Akat Historia del Mundo Antiguo

tica o la elocuencia griegas, puesto que m uchos de ellos dan luz y vida a fenóm enos políticos m uy concretos. Pero, ¿cóm o lograr la inteligibili­ dad de esa rem ota etap a histórica a p a­ ren tem en te desconectada del resto de la historia griega? La respuesta es con­ tundente: m ediante la com paración etnográfica. La m entalidad de las p o ­ blaciones prim itivas co n tem p o rán eas, com o las de la India, que a h o ra co­ m enzaban a estudiar los ingleses, ser­ virá para aclarar la época legendaria griega. D ebem os tra ta r de co m p ren ­ der, p o r lo tan to , los m itos desde el posible punto de vista de sus prim iti­ vos auditores, buscándole su propia lógica y su propia filosofía, y no tra ta r de reducirlos a una alegoría ni a una m anifestación de ningún supuesto sa­ b er oculto. Georges Grote: Histoire de la Grèce. De­ puis les temps les plus reculés ju s q u ’à la génération contemporaine d ’A lexandre le Grand, I, Paris, 1864: «El estado de espíritu que domina en nuestros días entre las poblaciones indí­ genas del Indostán presenta vivas seme­ janzas que ayudan al lector moderno a comprender y apreciar la época griega legendaria.» (pág. XVI.) «el himnógrafo canta, y sus audito­ res aceptan con buena fe una historia del pasado, pero de un modo imaginario, concebido como una explicación que los introduce en el tiempo presente, por una parte, y por otra, como un medio de ala­ bar a dios.» Lo que canta el poeta, en­ tonces «no es ni historia ni alegoría: son simples mitos o simples leyendas» (págs. 51 y 56). «Estos rnitos o historias difundidas por el país, producto espontáneo y el más antiguo del espíritu griego, constituían a la vez todo el fondo intelectual de la épo­ ca a la que pertenecieron... Ellos son la raíz común de todas las diferentes rami­ ficaciones divergentes que se destacarán posteriormente en la actividad intelectual griega. Contienen, por decirlo así. el pre­ facio y el germen de la historia, y la filo­ sofía positiva, de la teología dogm ática y de la novela propiamente dicha, ramas que a continuación seguiremos indepen­ dientemente en su desarrollo.» (pág. 65.)

29

El mito griego y sus interpretaciones

U n m ito sólo puede ser explica­ do m edian te otros m itos. Es to ta lm e n ­ te erró n e o , según G ro te , el estu d iar un m ito, aislándolo de los dem ás; d e ­ bem os estu d iar los m itos com o un con­ ju n to y o b servar las relaciones que m an tien en los d iferentes p erso n ajes ÿ los distintos m itos en tre sí, p o rq u e ésta constituye la única posibilidad de aproxim arn o s a la disposición m ental de aquellos a quienes les estab an d es­ tinados y quienes los co n sideraban dignos de fe. M ediante este p ro ced i­ m ien to , el m ito nos ofrecerá un esb o ­ zo de una eta p a histórica que de o tro m odo no p odría ser conocida, nos p ro ­ porciona los cuadros de vida y co stu m ­ bres de la m ás antigua h istoria griega desde dos p untos de vista co m p lem en ­ tarios. E n prim er lugar, com o reflejo fiel de u n a situación objetiva. Los p e r­ sonajes y los acontecim ientos co n cre­ tos indicados en los poem as no son reales, p ero p recisam ente p o r esas cir­ cunstancias, q ue, dirá G ro te , «invali­ d an a sus au to res com o histo riad o res» , ellos m ism os «serán m uy apreciables com o in térp retes inconscientes de su so cied ad co n te m p o rá n e a» . E l m ito sólo es un reflejo inconsciente de la realidad ob jetiv a, p ero p o r el c o n tra ­ rio es un testim onio directo y cons­ ciente de la realidad subjetiv a, en ta n ­ to que p o r ser el equivalente del p e n ­ sam iento filosófico, teológico y cientí­ fico de esos m om entos, nos ofrece el pan o ram a de toda una etap a del p e n ­ sam iento hum ano. El tra ta m ie n to g rotiano del m ito posee caracteres en com ún con el de B achofen, en tan to que am bos consi­ d eran al m ito com o un fenóm eno cul­ tural y com o una m u estra y un reflejo de una etap a concreta de la historia de la hum anidad. La diferencia en tre am ­ bos yace en que la in terp retació n de B achofen posee una am plitud m ucho m ayor que la de G ro te , en tan to que tra ta de deducir del estudio del m ito, y más co n cretam en te del m ito griego, to d a una tipología de la evolución de las sociedades hum anas, m ientras que

el h isto riador inglés se lim ita a en m ar­ car el estudio del m ito griego en el ám ­ bito específico de la H istoria helénica. C om ún a am bos fue tam bién su desti­ no, ya que de los p lan team ien to s de G ro te ta rd a rá casi m edio siglo en flo­ recer una escuela específicam ente an ­ g lo s a jo n a d e d ic a d a al estu d io del m ito, q u ed an d o , por lo ta n to , su la­ b o r, com o la del a u to r alem án, sin con tin u ad ores inm ediatos.

4. La escuela histórico-filológica alem ana E s un hecho bien conocido que el enorm e im pulso que la nación alem a­ na dio al estudio de las «Ciencias de la A n tig ü e d ad » a lo largo del si­ glo XIX, en el que la· educación clási­ ca llegó a constituir en ese país el au ­ téntico sustento de to d a la educación secundaria, convirtió a la filología g er­ m ánica en el guía y el m odelo de cual­ quier alternativa que p reten d iese cen­ trarse en el estudio de la A n tigüedad, siguiendo un criterio científico. Los lo­ gros de la filología alem ana pasaron a convertirse en los logros de la filolo­ gía sin m ás, p ero con ello tam bién sus hipótesis, sus presu p u esto s, e incluso sus prejuicios — políticos, m orales e ideológicos— p asaron a form ar parte de lo que podríam os den o m in ar una ideología del clasicismo. La visión germ ánica del m ito y la religión griegos se fue d esarrollando a p artir de la asim ilación de una serie de ideas e hipótesis de d iferentes autores q ue, m ás o m enos refren d ad as p o r el análisis de los textos y los m o n u m en ­ tos, com enzaron a ser consideradas com o hechos p rácticam ente in co n tro ­ vertibles. Ya habíam os indicado con an terio rid ad cóm o la obra de K. O. M üller había alcanzado un gran éxito e n tre sus contem p o rán eo s y en la pos­ terid ad . Por ese m otivo sus p resu p u es­ tos p asaron a convertirse en hechos u nán im em ente adm itidos p o r esta es­

Akal Historia del Mundo Antiguo

do de un hecho histórico, o bien nos transm iten una fase histórico-cultural pasad a, o bien recogen algunos de los aspectos de un culto, es decir, en últi­ mo térm ino de la relación e n tre el h o m b re y lo invisible y sup erio r a él. D e todo lo a n terio r se d ed u ce, en segundo lugar, que el m ito griego deb e ser estudiado p o r sí m ism o, sin recu rrir a la com paración etnográfica. N ad a o casi nada hay de com ún en ­ tre los griegos y los salvajes, y p o r ello carece de sentido el p re te n d e r ilum i­ n ar la cultura griega, incluso en las m ás prim itivas fases de su desarrollo, m ed ian te la com paración con los sal­ vajes. Los griegos siem pre fu ero n dife­ re n te s, están m uy próxim os a noso­ tro s, p o rq u e su cultura es la m adre de la cultura occidental, y p o r ese m o ti­ vo el m ito griego siem pre estuvo p ro ­ visto de un cierto co m p o n en te de ra ­ cionalidad que lo hace perfectam en te asim ilable por n u estra p a rte , e incluso asum ible a nivel religioso individual. El tratam ie n to de estos elem en-

E s fin g e (S iglo VI a.C .) T e so ro de N axos, D elfos

cuela. Es decir, que la prim era de sus características será la siguiente. Si pretendem os llevar a cabo un estudio científico del mito d eberem os recurrir a la filosofía. Es im posible concluir nada acerca del significado de una leyenda si no conocem os su cro­ nología, los autores que la fueron tra ­ tando sucesivam ente y las regiones que le dieron origen y por las que se difundió. U na vez realizada esta labor podrem os captar ya, prácticam en te, el significado de un mito," puesto que este tipo de narraciones de carácter re­ ligioso, o bien actúan com o el re c u e r­

tos irá adquiriendo d iferen tes form as según los distintos au to res, q u e, a su vez, p o d rán estar m ás o m enos ab ier­ tos a la recepción de influencias de o tra s escuelas. Sería im posible, en este breve espacio, ex p o n er las obras de todos ellos, p o r lo que a c o n tin u a ­ ción nos cen trarem o s en las figuras m ás im portantes. E n prim er lugar cabe d estacar la im portancia de H erm an n U sen e r, un gran filósofo que será, ad em ás, el cre a d o r de toda una teoría acerca de la evolución de la religión. E n su libro G otternam en. Versuch einer Lehre der

31

El mito griego y sus interpretaciones

religioschen B egriffsbildung construyó U se n er, com binando los datos del foklore alem án de su tiem po con sus es­ p e cu lac io n es h istó rico -etim o ló g icas, u na teo ría sobre el desarrollo de los conceptos religiosos que se p o d ría sin­ tetizar del m odo siguiente. E n un principio, los hom b res no c re a ro n a u té n tic a s fig u ras div in as, sino que sus p rim eros dioses re p re se n ­ ta b a n , o bien fenóm enos m o m e n tá ­ neos, com o el ray o , que im p resio n a­ ban su im aginación, o bien fenóm enos específicos, relacionado con las n ece­ sidades vitales m ás inm ediatas. S urgi­ rían así los A ugenblicksgotter, o d io ­ ses in stan tán eo s, q ue únicam en te se m anifestarían sú b itam en te a través de esos fenóm enos, y los Sôndergôtter, o dioses específicos, encargados de una función m uy co n creta, y de los que las m ejo res m uestras nos las p ro p o rcio n a el prim itivo p an teó n ro m an o , con fi­ guras com o Sterculius, el dios del es­ tiércol, L ev ana, la diosa del acto de le­ v an tar al niño del suelo, acto m e d ia n ­ te el cual el p ad re lo reconoce com o hijo legítim o, etc. P osterio rm en te, estos dioses irían adquirien d o todos los caracteres de las personificaciones divinas clásicas, y, p o r últim o, irían siendo integ rad o s en un p an teó n y se les im p u tarían lazos genealógicos que los relacio n arían e n ­ tre sí, surgiendo de este m odo la so­ ciedad de los dioses. L a teo ría de U sen er, que posee ciertos paralelos con o tras teo rías an ­ tropológicas de finales del siglo XIX, com o la teo ría anim ista, no en co n tró sus bases en el estudio de hechos his­ tóricos concretos y conv en ien tem en te catalogados de acuerdo con un crite­ rio cronológico, sino en la coherencia de una serie de hipótesis, m ás o m e­ nos acertad as, acerca de la evolución del pensam ien to hu m an o en sus más prim itivas fases, y será p o r ello p o r lo q u e, por una p a rte , el p ro p io d e sa rro ­ llo de la investigación etnográfica, y, p o r o tra p a rte , los prejuicios cro n o ló ­ gicos de la m ayor p a rte de los filólo­

gos, la co n d en arán a un olvido total en m odo alguno justificado, ya que en la o b ra de H . U sen er hay una gran cantidad de aportaciones valiosas. L a fig u ra m ás p ro m in e n te de to d a la escuela histórico-filológica ale­ m ana es, sin duda alguna, U lrich von W ilam ow itz-M oellendorf, que cultivó p rácticam en te todos y cada uno de los cam pos que definen la antigua cultura griega y que en la fase final de su vida decidió e n fren tarse tam bién al m ito. P o r supuesto, W ilam ow itz acepta los tres p resupuestos básicos que defi­ nen a esta escuela, al igual que ta m ­ bién los había acep tad o U sen er. P ero en am bos casos nos en frentam os a un m ism o p ro blem a, que cada uno de es­ tos au to res trató de resolver de una form a diferente. A ceptem os que hay que estu d iar los textos que nos tran s­ m iten los m itos, es ev idente, y que d e­ b em o s o rdenarlos cronológicam ente tam b ién lo es. P ero, ¿cuál es la fecha m ás antigua de un m ito? ¿L a del p ri­ m er texto? A ceptarlo sería absurdo. E n prim er lugar, p o rq u e b u ena parte de la literatu ra griega se ha perdido, y, p o r o tra p a rte , p o rq u e , aun dentro de la literatu ra que se conserva, la transm isión de un m ito p u ed e estar so­ m etida a un gran m argen de arb itra ­ riedad. H o m ero , p o r ejem p lo , o H e ­ síodo, pu eden m encionar a un perso ­ n aje sin n arra r su m ito, p o rq u e, sim ­ p lem en te, sus oyentes ya lo conocían, o incluso podrían no m encionar ni si­ q uiera su n om bre y el m ito ser igual­ m en te conocido, p u diendo el auditor ten erlo p resen te en su m ente al oír al­ gún o tro relacionado con él. H ay, pues, lím ites que el m étodo histórico-filológico no p u ed e superar. U no de ellos lo constituye el p ro b le ­ m a de las más antiguas fases de un m ito y o tro el de su significado p ro ­ fundo, que n o rm alm en te nunca v en­ d rá dado en un texto, ya que todos los m itos griegos se nos han transm itido bajo una form a literaria. P o r este m o­ tivo, una m ism a historia p o d rá ten er tratam ien to s d iferentes según los au-

32

to res, puesto que el tra ta m ie n to trá g i­ co de un m ito req u ie re , p o r ejem p lo , el m anejo de una serie de recursos que estarán ausentes de un p o em a épico o de un m anual de m itología eru d ito , en el que lo único que interesa es el m ero re lato de las historias. U sen er fracasó, com o hem os vis­ to , al ir m ás allá de los textos, p o rq u e se vio obligado a e la b o ra r unas h ip ó ­ tesis dem asiado am biciosas. P a ra no caer en el m ism o precipicio, W ilam owitz establecerá unos principios m uy diferentes. P a rte , en p rim er lugar, de que «los dioses están ahí. A c e p ta r que los griegos los reconocían com o un h e ­ cho es la p rim era condición p a ra p o ­ d er co m p ren d er sus creencias y sus cultos». Es decir, los dioses no deb en ser discutidos, no debem os cre a r h ip ó ­ tesis que los expliquen, sino d escrib ir­ los, tal y com o los griegos los veían, p o rq u e un elem ento clave de la reli­ gión griega, com o de todas las religio­ nes, es la fe. N o en vano su libro se ti­ tuló D er G laube der H ellenen (L a fe de los griegos). U na vez adm itido el discutible su ­ p uesto, ya que eso no es un hecho d e ­ m ostrable en m odo alguno, de que los griegos eran un p o q u ito lu teran o s, com o lo era W ilam ow itz, y que cons­ truyeron su religión sobre la noción de fe, veam os el resto de la concepción que este a u to r se hizo del m ito. El m ito es, según W ilam ow itz, com o un en te que existe en un d e te r­ m inado m om ento d en tro de una cul­ tura. Y cada cultura p o see algo así com o un cupo lim itado de ellos, que es susceptible de p o d er ser asim ilado, total o p arcialm en te, p o r o tras cu ltu ­ ras diferentes con las que p u ed a e n ­ tra r en contacto. El m ito cum ple fun­ ciones religiosas, p ero tam bién socia­ les y políticas, y su estu d io posee un gran interés histórico p o rq u e los m i­ tos, tal y com o h abía establecido B a­ chofen, al que estos au to res seguirían en m uchos p u n to s, se tran sm ite de una época histórica a otras etap as sucesi­ vas, conserva el recuerdo de estadios

Akat Historia del Mundo Antiguo

culturales prim itivos y nos transm ite la su cesió n de un o rd en cultural por o tro . Podrem os distinguir, p o r lo ta n ­ to , en el p an teó n helénico m itos pregriegos, griegos prim itivos, m itos to ­ m ados del O rie n te, etc ., y la historia de la religión griega transcurrirá prác­ ticam ente a la par de la pro p ia histo­ ria helénica. E l plan team ien to de W ilam ow itz es m uy in teresan te, m ás que p o r su co­ heren cia, ya que en últim o térm in o no hay u na teoría que lo su sten te, por su capacidad de integración, puesto que p erm itirá incluir en un esquem a evo­ lutivo co h eren te las diferentes etapas del desarrollo de la religión griega so­ bre el trasfondo de unas figuras m íti­ cas que m ás o m enos h ab rían p erm a­ necido, al m enos en su esencia, cons­ tantes. La pobreza teórica de W ilam o­ w itz hace que en su o b ra la descrip­ ción sea m ucho m ejo r que el análisis y que su tra ta m ien to de la religión sea m ucho m ejor que el del m ito. Y es que el pensam iento m ítico, en su opinión, no sería m ás que un m odo irracional de p en sar, siendo cada m ito com o un áto m o de ese pen sam ien to , y com o tal a b so lu tam ente invisible. Lo único v e r­ d a d e ra m en te in te re san te que el mito p o d rá ofrecernos será o bien la expe­ riencia religiosa que lo acom paña o sim plem ente su tratam ie n to literario. D er G laube der H ellenen fue un libro im p o rtan te, y com o tal p ronto sería im itado p o r otros autores com o O tto K ern, y sobre todo M artin Persson N ilsson, quien, sin duda alguna, p u ed e ser considerado com o el m ejor co n o ced o r del m ito y la religión grie­ gos de nuestro siglo. O. K ern, en su D ie Religion der Griechen, tam bién establece la existen­ cia de diferentes estrato s d e n tro del ám bito de los cultos y m itos griegos, de los que el más prim itivo sería aquel com puesto por los cultos a los á rb o ­ les, las p iedras, las fuentes y otros ele­ m entos de la n atu raleza, y p o r una se­ rie de ritos com o el sacrificio hum ano, así com o por figuras m íticas con for-

33

El mito griego y sus interpretaciones

m as m ixtas en tre dioses y sem ianim ales. Sobre este e stra to , que co rres­ po n d ería a la P reh isto ria, se alzarán los sucesivos niveles de la religión griega (p re h e le n o -h e le n o prim itivoh e le n o -o rie n ta liz a n te ) descritos p o r W ilam ow itz. K ern in tro d u cirá, sin em b arg o , una im p o rtan te diferencia de m atiz con respecto a W ilam ow itz, que co n ­ siste en lo siguiente. Según este a u to r, no hab ría nada de irracional en el p e n ­ sam ien to g rieg o , ni siquiera en el m ito, p u d ien d o explicarse los ele m e n ­ tos irracionales o m o nstruosos de esta m itología siem pre com o p ro d u cto s de in flu e n c ia s e x tra ñ a s , n o rm a lm e n te orientales. P o r el co n trario , ad m itirá K ern que sí que hay elem entos de irra ­ cionalidad en el m ito y en el espíritu

griego, y que, p o r eje m p lo , uno de ellos lo constituiría la creencia y la es­ p eran za de la in m o rtalid ad , que para W ilam ow itz sería m uy ta rd ía, y a la que K ern considera ya com o de origen p reh elén ico, así com o com ponentes de carácter m istérico, siendo esos cul­ tos la m anifestación religiosa de un pueblo oprim ido que no p o día m an i­ festarse con libertad. E stam os, pues, an te el m ism o es­ q u em a, aunque utilizado de una for­ ma m ás elástica, y libre del supuesto básico que en W ilam ow itz constituye la noción de fe. Y con él volverem os a en co n trarn o s en la m o n um ental p ro ­ ducción historiográfica de N ilsson. Las aportaciones de ese a u to r a las prim itivas etap as de la historia griega fueron de una im portancia fun­

F ig u ra s c e n tra le s del fro n tó n e s te del te m p lo de Z eus, O lim p ia (4 6 8 -4 5 6 a.C .)

34

dam ental, ya que su estudio de la re ­ ligión m inoica, basado en las fuentes arqueológicas, y del o rden m icénico de la m itología griega, deducido a p a r­ tir del análisis de las leyendas h ero i­ cas, sentarán las bases para el tra ta ­ m iento de la religión griega a lo largo de la E dad del B ronce. N o o b stan te, continuará utilizando el esquem a estatigráfico de carácter m ás hipotético cuando considera una serie de cultos com o originarios de un estrato cultu­ ra l neolítico que so b rev iv iría, p o r ejem plo, a lo largo de to d a la historia griega, a través de los cultos populares, com o los de las piedras, árboles y fuentes, y en sus libros, incluyendo su m onum ental Geschichte der griechischen Religion, continuará consideran­ do como de fundam ental im portancia la clasificación de los dioses p o r p e ­ ríodos. Nilsson atacará los supuestos historicistas de K. O. M üller, m uy p re ­ sentes en W ilam owitz, y desvinculará el estudio de los m itos del de las m i­ graciones y uniones de tribus, negán­ dose adem ás a deducir hechos históri­ cos a partir de los m itos, pero siguien­ do la tradición de la escuela co n tin u a­ rá considerando a los m itos de un m odo aislado, creyendo que las gen ea­ logías y la sistem atización m itológicas son el producto de la erudición tardía. Sin em bargo, den tro de esa continui­ dad, sabrá introducir una innovación de gran interés, a saber; el tra ta m ie n ­ to sociológico, cuando, p o r ejem p lo , establece que la m onarquía divina tuvo que hallar su origen en una so­ ciedad gobernada por reyes, com o la micénica, o cuando estudia en uno de sus libros la instrum entalización y el m anejo político de los m itos y los oráculos a lo largo de la historia grie­ ga· La obra de Nilsson supone la cul­ minación de los trab ajo s de la escuela filológico-histórica alem ana, tan to p o r su am plitu d com o por ser la más actual de todas las de sus autores — su autor m oriría hace unos veinte

Akal Historia del Mundo Antiguo

años— . En ella es excelente el tra ta ­ m iento de los problem as histórico-religiosos, pero, al igual que en las de sus predecesores en la escuela, se ha­ lla lastrada por un defecto básico: no exponen ningún m étodo que nos p e r­ m ita analizar el m ito griego. O tros autores habían intentado en los m ediados del pasado siglo en ­ co n trar ese m étodo m ediante la com ­ binación de la lingüística y la historia. V eam os, pues, sus m étodos.

Figuras ce n trale s del fro n tó n es te del te m p lo de Zeus, O lim pia (4 68-4 56 a.C .)

E! mito griego y sus interpretaciones

5. La mitología com parada: Max Müller U n o de los logros científicos del si­ glo XIX fue el d escubrim iento de la lingüística in d o e u ro p e a . E l estudio com parad o de la gram ática de div er­ sas lenguas, com o el griego y el latín , el alem án y el sánscrito perm itió des­ cubrir la posibilidad de la existencia de una lengua prim itiva que sería la progenitora de todas las lenguas clásicas, eu ro p eas y de la lengua sagrada de la India. D e la existencia de la lengua se d ed u jo la de un p u eb lo , y de la de éste incluso la de una raza y u na cultura co­ m unes, q ue habría dado origen a las m ás desarrolladas culturas de la h u ­ m anidad. El im pacto causado p o r el descu­ b rim ien to coincidió con el desarrollo de una m oda orientalizante de la cultu­ ra e u ro p e a , y sobre todo de la cul­ tu ra alem ana, que llevó a grandes a u ­ tores com o H egel y S cho p en h au er a ex presar su adm iración p o r los logros de la sabiduría hindú y a alab ar la p ro ­ fundidad de sus filosofías. Y la co n ­ junción de am bos factores daría un fu erte im pulso a la investigación de la cultura de la India Clásica y al estudio co m parad o de su lengua y las lenguas europeas. Suele o currir cuando se produce un gran logro científico que sus d es­ cubridores sean presas de u na especie de em briaguez que les obliga a exage­ rar la im portancia de su descu b rim ien ­ to y a atribuirle unas dim ensiones m a­ yores de las que en realidad posee. Y éste fue el caso de uno de los indoeuropeístas del pasado siglo, M ax M ü­ ller, que creyó ver en el estudio com ­ parad o de la gram ática una nueva ciencia que perm itiría prescindir en a d e la n te de la h is to ria , e incluso de la observación de la realidad cir­ cundante. E n efecto, confundió M. M üller, en prim er lugar, su o b je to de estudio con su propio m éto d o , y p o r ello p re ­

35

tendió reducir el fenóm eno que le in ­ teresab a estudiar, el m ito, a un fen ó ­ m eno m eram en te lingüístico. La m ito ­ logía surgiría, en su opinión, com o pro d u cto de una en ferm ed ad del len ­ guaje. Los hom bres crearían u na serie de vocablos, p ero serían incapaces de explicar su sentido etim ológico y p o r ello co nvertían a los vocablos en abs­ tracciones, term in an d o p o r ofrecerles culto. E l m éto d o a seguir para el estu ­ dio del m ito d e b erá ser, pues, el m é ­ todo gram atical, y el sentido de un m ito se nos desvela cuando establece­ m os la etim ología científica de un vo­ cablo. P or este m otivo debem os estu ­ diar a cada m ito aislad am en te, por sí m ism o y tra ta r de ver cuál es el p ro ­ blem a que plan tea la confusión lin­ güística que lo creó. U n a vez desveladas las confusio­ nes y establecidas las etim ologías, el m itólogo llega a un resu ltad o que, aunque pueda p arece m o s so rp ren d en ­ te, fue considerado com o un gran des­ cubrim iento en la segunda m itad del pasado siglo. A saber: los m itos tra tan exclusivam ente de fenóm enos físicos y, fu n d am en talm en te, de hechos de carácter m eteorológico com o las a u ­ roras y los crepúsculos, las lluvias, to r­ m en tas, sequías, etc. E l interés del prim itivo in d o eu ro p eo p o r este tipo de fen ó m en o s se explicaría fácilm ente p o r el estado de tem o r e indigencia en el que vivía el h o m bre prim itivo ante una n atu raleza que lo d om inaba y a la que él m ism o rev erenciaba, al no ser capaz de controlarla. Es curioso com p ro b ar cóm o otra de las exégesis alegóricas de la A n ti­ güedad Clásica renació en la E u ro p a del siglo XIX. Los griegos in te rp re ta ­ ro n los m itos com o traducción de acontecim ientos históricos, y lo mismo hará K. O . M üller a com ienzos del p a ­ sado siglo; tam bién los consideraron com o rep resentación de fenóm enos fí­ sicos: m etereológicos o astrales y será M. M üller quien, con un enorm e éxi­ to, consiga resucitar la teoría. A h o ra

Par de esfing es de bronce (S iglo VI a.C.) M useo de O lim pia

bien, aunque es indudable que hay una gran coincidencia en el resultado, sin em bargo sería erróneo com parar de plano los resultados de la exégesis alegórica con los obtenidos por estos dos autores, ya que los m étodos utili­ zados fueron muy diferentes, puesto que no es lo mismo la especulación alegórica sobre los dioses com o fenó­ m enos físicos que la lingüística in­ doeuropea. Pero, a pesar de ello, es interesante resaltar la existencia de esta concordancia porque pone de m a­ nifiesto que, aunque se utilicen m éto ­ dos científicos, siem pre se m anejan tam bién hipótesis, presupuestos no científicos, que son los que m uchas ve­ ces orientan el sentido de la propia investigación. Los presupuestos de M. M üller, o de otro destacado m iem bro de su es­ cuela, A ngelo de G u b e rn a tis, son pues muy antiguos y ellos fueron los que le otorgaron el éxito en su tiem ­ po. Las doctrinas de M üller fueron

aceptadas por el público erudito — E u ­ ropa se llenó de cátedras de m itología, que serían de una efím era duración— y por el público en general, que gus­ taba de conocer un m étodo que le p e r­ m itía desvelar los secretos de las más prim itivas etapas de su historia y de ver retratado al prim itivo luchando contra los elem entos y aterrorizado ante el espectáculo de la naturaleza. Pero el éxito es efím ero por su propia naturaleza y a finales del pasado siglo la m oda indoeuropeísta com enzaría a dar paso a otra nueva corriente que vendría a sustituirla y que estaba im­ pulsada p or el desarrollo de la an­ tropología. Pero no se trataba m eram ente de una cuestión de modas. El m étodo com paratista había caído en exagera­ ciones notorias. Sus argum entos gra­ m aticales eran en m uchos casos vanas especulaciones y las etim ologías se es­ tablecían por docenas para un mismo personaje. Y es que adem ás se esta­

El mito griego y sus interpretaciones

blecía un co n traste, cada vez m ás agu­ do, en tre la teo ría que re tra ta b a a los hom bres prim itivos a p a rtir de la lin­ güística y su conocim iento tal y com o iba siendo elab o rad o a p a rtir de las descripciones que m isioneros y colo­ nos hacían de los salvajes c o n te m p o ­ ráneos. E stalló entonces la disputa e n ­ tre la antro p o lo g ía y la lingüística. A n ­ drew L ang, un conocido antro p ó lo g o llegó, d en tro de la polém ica, a aplicar el m éto d o de M üller al estudio de la figura de N apoleón y a d em o strar, con ap are n te coherencia, que ese p e rso n a ­ je no h abía existido y q ue no era más que la encarnación de un m ito solar. E incluso la p ropia figura de M ax M ü ­ ller sería in terp retab le com o un fen ó ­ m eno m etereológico, ex trem an d o el uso de su m étodo. E l com paratism o com enzó a caer en el descrédito y la an tro p o lo g ía co n ­ seguía co n quistarle el te rre n o , y ello no iba a d e ja r de te n e r consecuencias en el estudio del m ito griego.

6. Griegos y salvajes: la escuela de Cam bridge F ren te al desen fren ad o com paratism o lingüístico y contra la ten d en cia de la filología alem ana que se negaba a co m p arar a los griegos y sus m itos con los de ningún o tro p u eb lo , com enzó a desarrollarse d en tro del m undo anglo­ sajón toda una co rrien te de estudios que tra ta b a de lograr la inteligibilidad del m ito helénico, p artien d o de los co­ nocim ientos que sum inistraba la e t­ nografía. Los m ás destacados m iem bros de esta escuela d esarro llaro n su lab o r en la U niversidad de C am bridge en los últim os años del siglo XIX y los p rim e­ ros del XX, por lo que el estudio de sus teorías nos p erm itirá, com o en el caso de la escuela histórico-filológica alem ana, enlanzar las investigaciones m itológicas de los siglos pasad o y p re ­ sente. El rasgo más d efinitorio de la es­

37

cuela de C am bridge lo constituye su teo ría del m ito y el ritual. Su m ás exi­ m io re p re s e n ta n te fue u n a m u jer: Jan e H ellen H arriso n , quien en la p ri­ m era fase de su o bra estab lecerá las bases de este m étodo. Para J. H . H arriso n , el m ito es un fenóm eno secundario en el cam po de la religión p o rq u e no es m ás que una explicación del prim itivo ritual. E l rito es a n te rio r al m ito y es el que le confiere su sentido. «Los dioses prim i­ tivos no son, sino proyecciones, o si se p re fie re , personificaciones del rito. Surgen de él.» E l ritual prim itivo, a su vez, se c en trab a en to rn o a las p re o ­ cupaciones básicas de los salvajes, que consistían en su necesidad de conse­ guir los alim entos, agravada p o r los escasos m edios de los que disponían los hom bres para c o n tro la r la n a tu ra ­ leza. Seguim os, pues, ante el m ito del salvaje indigente. T o d a la religión prim itiva, tal y com o la ex p ondrá Jam es G eorges F ra­ zer en su m onum ental o b ra The G ol­ den B ough (La Ram a D orada), no se­ ría más que un co n ju n to de rituales m ágicos de carácter agrario, que po­ seerían com o finalidad el m anteni­ m iento de la fecundidad de la tierra, las m ujeres y el ganado m ediante unos m edios so b ren atu rales que vendrían a suplir la ausencia de un auténtico co­ nocim iento científico y técnico. J. G. F razer creó un nuevo m é­ todo de análisis: el com paratism o e t­ nográfico. E n su opinión, el sentido de un ritual, y, en consecuencia, de un m ito, p uede en ten d erse únicam ente si lo com param os con otros sim ilares to ­ m ados de otras culturas, ya sean de la A ntig ü ed ad Clásica o de los pueblos prim itivos actuales. E n su o b ra, los hechos griegos y rom anos se codean con los africanos, am ericanos y a u stra ­ lianos p ara darnos de nuevo una ver­ sión del salvaje indigente y del mito com o erro r y falsa ciencia — según F razer, la m agia sería sustituida histó­ ricam ente por la religión, y ésta, a su vez, por la ciencia— .

38

Aka! Historia del Mundo Antiguo

Las obras de este autor causaron un gran impacto y J. H. H arrison las aplicó al estudio de los rituales grie­ gos en su prim er libro: Prolegomena to the study o f Greek Religion, en el que los protagonistas de la historia son los demonios de la fecundidad que n a­ cen y m ueren cada año. En esta mis­ ma línea trabajarían G ilbert M urray y Francis M cDonald Cornford, pero to ­ dos estos autores se caracterizan por no perm anecer estancados en estos métodos. J. H. H arrison sustituirá a Frazer por Durkheim en su libro The­ mis. A Study o f the social origins o f Greek Religion, publicado en 1912 y en el que considerará el fenóm eno re ­ ligioso como un fenóm eno social que tiene como finalidad el m antener la coherencia del grupo; e incluso por Bergson y Freud, en su último libro: Epilegomena to the study o f G reek R e­ ligion, publicado en el año 1921. Sien­ do seguidos sus pasos, sobre todo, por Cornford, que estudiará el origen de la filosofía griega a partir de la reli­ gión de acuerdo con estos m étodos, y por Gilbert M urray, que aplicará el método al estudio de los orígenes del teatro griego y al análisis del desarro­ llo de la épica. Los miembros de la escuela de Frontón (530-525 a.C.) Tesoro de los Sifnios, Delfos

Cam bridge hubieron de enfrentarse con los más conservadores defensores de la ideología del clasicismo tanto en A lem ania como en su propia patria, como ocurre en el caso de H . J. Rose, autor de un conocido m anual de mi­ tología griega. E se enfrentam iento tuvo un carácter m eram ente ideológi­ co, ya que lo que se discutía no eran los m étodos, puesto que R ose, autor de un libro titulado Primitive Culture in Greece, usa indiscrim inadam ente conceptos etnográficos como los de tabú, tótem, mana, etc., sino los con­ ceptos; para Rose y los defensores del clasicismo, la com paración con los sal­ vajes debe reducirse a las etapas pre­ históricas de la cultura griega, pero en m odo alguno puede llevarse a cabo en el caso de la religión griega clásica, m ientras que los miem bros de la es­ cuela de C am bridge am pliarían la com paración hasta esas épocas. D ada la naturaleza ideológica del debate, en la actualidad puede consi­ derarse un poco superado, ya que to­ dos los autores adm iten, en mayor o m enor grado, la validez del m étodo comparativista. H ay incluso continui­ dad en algunos casos contem porá­ neos, puesto que autores como J. Fontenrose y W. B urkett siguen pensan­ do que el mito deriva claram ente del ritual, pero ya estam os en pleno si­ glo XX y, por ello, será conveniente abrir un gran apartado.

El

mito griego y sus interpretaciones

39

III. El mito como sistema: la mitología del siglo XX

Casi nunca tiene sentido en la H istoria el sep a ra r radicalm ente los acon teci­ m ientos p o r siglos, p o rq u e el paso de un centen io a o tro no es m ás que una convención del calendario. P o r esa ra ­ zón resu lta im posible co m p ren d er el d esarro llo de los estudios m itológicos en el p re se n te siglo si no se tiene en cu en ta la situación de las escuelas del p asado cen ten io , puesto que m uchos de sus a u to re s, com o W ilam ow itz, K ern , N ilsson, H arriso n , M urray y C ornford vivieron a caballo en tre am ­ bos siglos, y p o rq u e los m étodos y la actividad de las m ism as co n tin u aro n sin cam bio alguno en am bas épocas. P o r esta razón será necesario te n e r com o válidas las consideraciones so­ bre la escuela histórico-filológica ale­ m ana y la escuela de C am bridge para el m o m e n to p re se n te , p uesto que, com o ya indicam os, algunos de sus m ejo res rep resen tan tes sólo in te rru m ­ pieron su actividad m uy re c ie n te m en ­ te, y ya que sus discípulos co n tin u aro n tra b a ja n d o todavía con las m ism as orientaciones. Nos centrarem o s a co ntinuación, en consecuencia, en aquellas c o rrie n ­ tes historiográficas que n acieron ya en el propio siglo XX, tra ta n d o sucesiva­ m ente el psicoanálisis, la h istoria y fe­ nom enología religiosas y los análisis sociológicos y estru ctu rales del m ito griego.

1. Psicoanálisis del mito T o d a persona que posea un conoci­ m iento superficial de la te o ría psicoanalítica tiende a identificar au to m áti­ cam en te el saber creado por F reud con la hipótesis del com plejo de Edipo , de m odo que uno de los m ás pres­ tigiosos nom bres de los protagonistas del d ram a y el m ito griego se ve tran s­ form ado desde hace casi un siglo en un térm ino clave de una teoría psi­ cológica. Sigm und F reu d no elab o ró una teo ría específica acerca del m ito grie­ go, pero la doctrina psicoanalítica ge­ neral y su aplicación al estudio de los pueblos prim itivos tuvo que d ar una considerable im portancia al m ito y a los problem as que p lan tea su defini­ ción y su estudio, p o r lo que las con­ sideraciones del psicoanálisis tuvieron una especial transcendencia en el trata­ m iento que historiadores y an tro p ó lo ­ gos debían d ar el m ito. U no de los m ayores de la teoría psicoanalítica consiste en h a b er descu­ b ierto que el pen sam ien to hum ano sólo funciona a veces de un m odo pu­ ram en te racional, m ientras que en sus aspectos prim arios se halla regido por unos m ecanism os de funcionam iento basados fund am en talm en te en el m a­ nejo del sím bolo. El pen sam ien to ra-

40

cional es aquél m ed ian te el cual el h o m bre analiza la realidad social y n a ­ tural que lo envuelve y sirve com o un m ecanism o de adaptació n del indivi­ duo al m edio h um ano y n a tu ra l en el que se desenvuelve. P ero p a ra que esa adaptació n psicológica p u ed a llevarse a cabo de un m odo arm ónico, el in d i­ viduo debe p o d er realizar en un m odo satisfactorio los im pulsos de su libido, que se p resen tan com o deseos o ins­ tin to s, y que son los que sum inistran la energía psíquica q ue posibilita el d e ­ sarrollo del pen sam ien to racional. F reu d distingue en el individuo diferentes instancias psíquicas, que en la p rim era p a rte de su o b ra se artic u ­ lan a través de la relación e n tre el in ­ consciente y la conciencia, y que en su ob ra m ás m ad u ra ad q u ieren u n a es­ tru ctu ra trip a rtita según el esquem a: id, ego, super-ego. E l id o ello vend ría a ser sim ilar al inconsciente; es la fuente del deseo de to d o tip o y posee su propia lógica. El super-ego re p re ­ sentaría algo así com o la conciencia social del individuo, la idea que la p e r­ sona se hace de los principios y los d e ­ beres que el grupo al que p e rten ece le im pone. Y el ego o la conciencia indi­ vidual p ro p iam en te dicha constituye la instancia que sintetiza los in tereses del id y el super-ego d en tro de un d e sa rro ­ llo psicológico arm ónico. El p ensam iento hu m an o funciona a un nivel racional, siguiendo las n o r­ m as que gustam os de co n sid erar lógi­ cas, y a nivel sim bólico, cuan d o en él predom in an los criterios del ello. La lógica del inconsciente se basa en dos prin cip io s q ue po d ríam o s sintetizar del m odo siguiente. C onocem os los m ensajes del id cu ando no p odem os realizar uno de n uestros deseos bási­ cos y cuan d o , en consecuencia, nos v e­ mos obligados a eje rc e r una represión del m ism o. E n to n ces, ese deseo se nos presen ta ante nuestra conciencia de form a indirecta, ya sea £n un sueño, en un acto fallido, en una re p re se n ta ­ ción artística, o en una alucinación, si­ g u ien d o dos p rin cip io s, a los que

AkaI Historia del Mundo Antiguo

F reu d denom inó: condensación y des­ plazam iento. D e acuerdo con el p ri­ m ero de ellos, el m ensaje nunca se nos ap arecerá de una form a directa, sino b ajo una serie de m áscaras que tien ­ d e n a o c u lta rlo , m ez clá n d o lo con otros. Y según el segundo de ellos, el deseo ap arecerá desplazado, cam bián­ dose o b jeto s, perso n as, o siguiendo o tras reglas com o la inversión, tra n s­ form ación, etc. E sto s m ecanism os dan cuenta, pues: 1.° de la existencia de un m odo de p en sar com ún a todos los seres h u ­ m anos, que es d iferen te del p ensar ra ­ cional; 2.° de la vinculación de ese m odo de pensar con un a realidad que lo su sten ta, el d eseo, que es d iferente del pro p io p en sam iento; 3.° de la p o ­ sibilidad de la existencia de un conflic­ to e n tre las dos form as de p e n sam ien ­ to h um ano. E s ev idente, si ten em o s en cu en ­ ta lo an terio r, que la teo ría de F reud te n ía q ue tra e r im p o rtan tes conse­ cuencias en la concepción del m ito. E stá claro que, com o resultado de la lab o r .de análisis, había una serie de sem ejanzas que se iban revelando p ro ­ gresivam ente ante los ojos de psicoa­ nalistas y estudiosos de la conducta hum an a. Los sueños y las alucinacio­ nes poseen caracteres en com ún con el m ito; utilizan los m ism os tipos de sím ­ bo lo s que parecen co m p o rtarse en ellos de m odo sem ejan te. Y tam bién parecía evidente que surgían p aralelis­ m os al considerar la co nducta de los niños, los neuróticos y algunos ritu a ­ les prim itivos. T uvo, pues, que p la n ­ tearse en seguida el problem a de la re­ lación en tre estos d iferen tes tipos de conductas y form as de p en sar, y a él vend ría a dársele dos posibles solu­ ciones. La prim era de ellas, aplicada por el pro p io F reud en Totem y Tabú, b á­ sicam en te, y en la g en eralidad de su o b ra , consistió en aplicar en este caso la ley de H aeckel, que establece que toda ontogénesis re p ro d u ce la filogé­ nesis; es decir, que las d iferentes eta-

El mito griego y sus interpretaciones

41

pas del desarrollo del individuo rep ro ­ ducen las fases sucesivas del desarro­ llo de la especie. El niño y el neuróti­ co serían así como el primitivo, y el salvaje sería como un niño y un neu­ rótico en algunos aspectos de su con­ ducta. El com plejo de Edipo se fra­ guaría en un dram a familiar prim or­ dial que sellaría el paso del prim ate al hom bre, y toda enferm edad m ental supondría una vuelta a la infancia y a los orígenes de la especie.

ganza del mismo sobre sus enemigos. Para R anke, el tem a mítico funciona­ ría exactam ente igual en todas las cul­ turas y poseería una única clave para su estudio. O tro autor, en este caso psicoa­ nalista y antropólogo, que aplicaría esta solución será G eza R oheim ,

Lateral de un frontón (580-540 a.C.) Tem plo de A tenea, Atenas

Esta solución fue aplicada, ade­ más de por Freud, por O tto R anke en su famoso libro: E l mito del nacimien­ to del héroe, en el que lleva a cabo un análisis com parativo de este tem a mí­ tico explicándolo a través de los m e­ canismos clásicos del funcionam iento del com plejo de Edipo. A saber, odio del padre hacia el hijo como rival, ex­ posición a la m uerte del niño, rescate milagroso, formación del héroe y ven-

quien centrará sus estudios en la de­ m ostración de la universalidad del complejo de Edipo, cuya existencia había puesto en duda Malinowski en aquellas culturas en las que la organi­ zación social matrilineal anulaba las prerrogativas autoritarias del padre. Según Roheim , el com plejo sería uni­ versal, estando incluso más acentuado en las culturas de este tipo, y conti­ nuaría siendo la clave de la vida psí­

42

quica y, por lo tan to , uno de los tem as más presentes en el m ito. Siguiendo la o rtodoxia freu d ian a, pero introduciendo tam b ién im p o rta n ­ tes innovaciones m etodológicas, d e ­ sarrollará G eorges D evereux una n u e ­ va m etodología psicoanalítica q ue te n ­ drá im portantes aplicaciones al m u n ­ do griego, llevadas a cab o , adem ás, por este mismo au to r en sus libros como: Dreams in G reek Tragedy, Tra­ gédie et poesie grecques. E tudes etnopsychanalitiques, F em m e et M ythe, o Baubo, la vulva m ítica, por lo que deberá ser m erecedora de una esp e­ cial atención. El m étodo de D ev ereu x se basa en dar una segunda resp u esta a la p re ­ gunta que habíam os form ulado recien ­ tem ente. En su opinión, el desarrollo del individuo y el de la especie no tie ­ nen que seguir el m ismo cam ino, y por ello no puede aplicarse sin m ás el a n á ­ lisis psíquico al estudio de un m ito, puesto que los sueños de un individuo, por ejem plo, adquieren sentido sólo a través de su vida y la rep resió n de sus deseos, y la problem ática individual, que se refleja en el sueño o la aluci­ nación, es to talm ente d iferen te de la que aparece en el m ito, que posee una naturaleza claram ente social. Individuo y sociedad no son dos realidades aisladas, sino los dos polos de un mismo proceso, y p o r ello, au n ­ que no conviene confundirlos, ta m p o ­ co es correcto el sep ararlo s de un modo tajante. P uede, pues, h ab er te ­ mas míticos que aparezcan en sueños, pero el tratam iento de los m ism os será diferente, puesto que el sueño refleja la historia de un individuo y en él los tem as son creados de acuerdo con su proceso de realización sim bólica indi­ vidual, y el m ito, por el c o n tra rio , es­ tudia problemas sociales y m an eja el simbolismo colectivo. La relación entre el individuo y el grupo varía en cada cu ltu ra, los m eca­ nismos de adaptación psicológica tam ­ bién, y, en consecuencia, los sueños, los transtornos psíquicos y los símbolos

Akal Historia del Mundo Antiguo

fu n c io n a rán de form a d iferente en cada cultura. N o será posible, p o r lo ta n to , disponer de un m étodo univer­ sal que nos perm ita conocer el sim bo­ lism o hu m ano, sino que cada cultura o cada sociedad p o seerá unos sím bo­ los p ropios que m a n e ja rá en sus m itos y que cada p ersona utilizará de' un m odo personal en sus sueños. P ara p o ­ d er llevar a cabo entonces el análisis de un p aciente no eu ro p e o , cosa que F re u d en un principio no se había p la n te a d o , en tre o tras cosas porque todos sus pacientes eran m iem bros de esta cu ltura, será necesario conocer la estru ctu ra fam iliar pro p ia de su cultu­ ra y los sím bolos y m odos de pensar d o m in an tes en ella; sólo así el psicoa­ nálisis, auxiliado p o r la antropología o la historia, podrá poseer una aplica­ ción terap éu tica en este caso en con­ creto. E s evidente que no p odrem os psicoanalizar a ningún a u to r griego a n ti­ guo, p ero el m étodo de D ev ereu x p o ­ see un gran in terés, com o ha dem o s­ tra d o su au to r a través de libros com o los citados, po rq u e nos perm ite anali­ zar fen ó m enos, com o el uso literario de los sueños, que resultan difícilm en­ te accesibles si no poseen conocim ien­ tos psicoanalíticos, y po rq u e pone de m anifiesto cóm o el conocim iento de aspectos sim bólicos de la cultura grie­ ga es de una fu n d am en tal im portancia p ara la com prensión de m itos en los que p u ed en ap arecer tem as tales com o la castración, el incesto, etc ., e inclu­ so a veces para lograr el en ten d im ien ­ to de tem as de historia política y so­ cial, com o la relación de los lacedem onios e ilotas, en el caso de la historia de E sp a rta, que analizó en uno de sus trab ajo s. U na segunda co rriente d en tro de la práctica y la teo ría psicoanalítica es la cread a por C arl G ustaw Ju ng, quien poco a poco com enzó a distanciarse de su m aestro F reud debido a que en su o b ra iba fraguando una concepción de la vida psíquica que chocaba en algunos de sus pu n to s fu ndam enta-

El mito griego y sus interpretaciones

les con la del cread o r del psicoanálisis. C. G. Jung p o see, en p rim er lu­ gar, una concepción del inconsciente m uy d iferen te a la de F re u d , en tan to que p a ra él esa instancia psíquica se caracteriza p o r su universalidad. Es decir, que el inconsciente y sus sím bo­ los no deb en concebirse de un m odo individual, sino a nivel de especie; el inconsciente es colectivo y sus sím bo­ los y m ecanism os son com unes a toda la hum an id ad . P o r esa razón los sím ­ bolos alquím icos, p o r ejem p lo , p u e­ den ser utilizados en la terap ia com o in stru m en to de análisis de un indivi­ duo con creto , ya q ue individuo y es­ pecie volverían a fu ncionar en su opi­ nión no de un m odo p aralelo , sino idéntico. A n u la, p u es, este a u to r los lím ites en tre sociedad e individuo y pasa a co nsiderar com o un co n ju n to el fenóm en o de los sueños, las o bras de arte , las experiencias religiosas y los m itos, e incluso p a rte de las creacio­ nes científicas. Jung adm ite que el m ito posee un valor cognoscitivo, no se tra ta sólo ya, com o en F reu d y R an k , de que sirva com o expresión de un conflicto — in­ dividual o colectivo— , y p o r ello lo com para en ocasiones con la ciencia, b o rran d o de este m odo tam bién las b arreras en tre el p en sam ien to racional y el sim bólico. E ste aspecto de la te o ­ ría jungian a posee un gran in terés en cuanto que sirve de m uestra de un h e ­ cho que p asará a ser fu n d am en tal en las consideraciones actuales del m ito. Para Jung y p ara el psicoanálisis, el m ito y el p ensam iento sim bólico han dejad o de constituir un problem a. E l m ito ya no es considerado com o un e rro r ni com o un enigm a, sino, sim ­ p lem en te, com o una de las d im ensio­ nes propias del pen sam ien to hum ano. N adie puede ser racionalista m ientras duerm e. N o hay ningún h om bre que sólo piense racionalm ente; todos com ­ binam os los dos tipos de p en sam ien ­ to, en diferentes proporcio n es y de m odos diversos. No se tra ta , p o r lo ta n to , de desvelar un m isterio cuando

43

nos ponem os a estudiar el m ito, sino de aceptarlo tal y com o es y de tra ta r de co m p render su lógica. D ebem os acep tar el m ito — o el sím bolo— com o p a rte de nuestra n atu raleza, con el fin de p o d e r controlarlo. R ep rim ir su p re ­ sencia es lo m ism o que rep rim ir un d e­ seo, no es m ás que obligarlo a que se m anifieste de una form a indirecta y to rtu o sa. A h o ra bien, si la aceptación del m ito es com ún a todas las tendencias psicoanalíticas, hay, sin em b arg o , en ellas diferencias en cuanto a su con­ cepción, y una de las m ás agudas es la q u e en e ste s e n tid o e sta b le c ie ro n F reu d y Jung. P ara el prim ero de ellos, el deseo es la clave de la vida psíquica, y, por lo ta n to , del sueño, el sím bolo y el m ito. El m ito, en nuestro caso, fu n d am en ta su existencia fuera de sí m ism o, satisface una necesidad vital del individuo y la sociedad, en tan to que ofrece una solución para la realización o rep resió n del d eseo, au n ­ que m ás bien lo segundo que lo p ri­ m ero. D ebem os acep tarlo , sí, pero pa ra superarlo y acceder a la form a su­ p erio r de pen sam ien to , que es la ra ­ cional. F reu d es, pues, un racionalis­ ta, pero un racionalista que reconoce que el pensam iento se basa en últim o térm ino en la vida psíquica e instinti­ va, y, p or lo ta n to , en la m ateria. P or el con trario , Jung acepta ple­ n am en te el valor del m ito, p ero no considera que deba ser superado nada m ás que en algunos casos, com o — a nivel individual— , cuando el sueño es una m anifestación de un trasto rn o psí­ quico. La po stu ra de este au to r es en cierto m odo an tirracionalista, e inclu­ so un poco m ística en algunos aspec­ tos, cuando considera, p o r ejem plo, q u e las relig io n es actuales pueden con trib u ir a favorecer el equilibrio psí­ quico. Y se esfuerza, en g eneral, por negar la vinculación estrecha entre sím bolo o m ito e instinto o deseo, y, p o r lo ta n to , en q u itar la base m ate­ rial al p ensam iento. Es difícil, a veces, escoger entre

44

el racionalismo de F reud, que pu ed e dar la im presión de que añorase que los hom bres, al estar p lenam ente sa­ nos, algún día dejasen de soñar, y el misticismo de Jung, que, aunque cae en exageraciones religiosas notorias, reconoce que hay una p arte de nues­ tra vida psíquica que nunca llegarem os a poder extirpar. Quizá en este caso habría que tom ar los caracteres m e­ nos extrem os de cada doctrina, pero lo que sí parece claro es que el fu n d a­ m ento del símbolo y del m ito debe buscarse más allá del propio p en sa­ m iento, ya sea en el sueño, en las p ro ­ pias pulsiones de la vida del individuo, ya sea, en el mito, en las contradiccio­ nes o problem as que se le p lantean a cada sociedad. Pero deberem os ten er en cuenta que, por otra p arte, la acep­ tación de este presupuesto no debe lle­ varnos a la negación del valor cognos­ citivo del mito o del sueño. El sueño es una forma de conocernos a noso­

Aka! Historia del Mundo Antiguo

R e p re s e n ta c ió n d e d io se s (4 4 7 -4 3 2 a.C .) Friso de l P arte nón

tros m ism os y el m ito un m éto d o que algunas sociedades han utilizado para analizarse a sí m ism as y al m undo. El m étodo de Jung fue aplicado a la m itología griega por un lado por a u to re s com o P aul D iel y Jo sep h C am pbell, que lo que hicieron fue más que nada tra ta r de conseguir que la m itología griega expresase los princi­ pios de la psicología ju n g ian a, pero que no llevaron a cabo análisis con cre­ tos de los m itos y los textos griegos, Y, p o r o tra p a rte , por el p ropio Ju n g , en colaboración con el m itólogo K arl K erenyi, en obras com o su Introducción a la esencia de la m itología, y por ese segundo au to r a través de una amplia serie de m onografías — reseñadas en nu estra bibliografía— en las que tra tó de m ostrar cóm o dioses com o H erm es, D ioniso o D e m e te r y C oré,

i I ' j

|

El mito griego y sus interpretaciones

o h éro es com o P ro m eteo aparecen com o arq u etip o s de d iferen tes aspec­ tos de la vida psíquica. A sí, p o r e je m ­ plo, D ionisos será el arq u etip o de la vida indestructible, A te n e a de la vir­ ginidad, etc. E n la últim a p arte de su vida, K. K erenyi com enzaría a distanciarse del m éto d o psicoanalítico y a aproxi­ m arse a los de carácter histórico-religioso, que pasarem os a ex p o n er a continuación.

2. Historia de la religión y fenom enología de las religiones E l estudio histórico de las religiones, a través del análisis de los ritos, cul­ tos, figuras divinas y construcciones teológicas fue llevado a cabo a lo lar­ go de la historia p o r gran cantidad de au tores provinientes de los cam pos de la historia, la an tro p o lo g ía, e incluso la filosofía y la teología. Las p ro c e d e n ­ cias eran diversas y los m éto d o s, en consecuencia, tam bién. P o r ello, a co­ m ienzos del p resen te siglo, una serie de au to res, com o R. O tto y G . van d er L eeuw , p rovinientes del cam po de la teología p ro te sta n te , tra ta ro n de fu n ­ dar una nueva ciencia histórica de las religiones, que deb ería fundarse de acuerdo con los criterios siguientes. E n prim er lugar, el estudio de las religiones req u iere que se reconozca la especificidad del fenóm eno religioso com o p arte esencial del alm a h um ana. Es necesario conocer la esencia del h o m o religiosus y describir sus ac tu a ­ ciones y sus m odos de p en sar y sentir. Lo religioso se define a h o ra , siguien­ do las o rientaciones filosóficas del vi­ talism o o la fenom enología, com o una vivencia m uy concreta que posee una naturaleza innegable que el fenom enólogo de las religiones y el h isto ria­ dor de las m ism as no deb en p o n e r en duda, sino que deben acep tar para

45

p o d e r así, ú nicam ente de este m odo, profu n d izar en ella. A sí, para O tto , lo religioso se d e ­ finirá com o un m ysterium trem en­ dum , com o la sensación de tem o r y d e p e n d e n c ia a b so lu tas del h om bre an te un ser al que considera com o to ­ talm en te superior a él, y cuya d e p e n ­ dencia del m ism o le p ro p o rcio n a ta n ­ to una seguridad vital com o el fu n d a­ m ento y el sentido de su existencia. G . van de L eeuw seguirá las lí­ neas básicas de R . O tto en el sentido de que seguirá considerando las viven­ cias religiosas com o com prensibles, p ero no analizables; p e ro , al contrario que éste, describirá una am plia gam a de las m ism as sin reducirlas a un p rin ­ cipio u n itario tan claro com o las ideas de p o d er y de m isterio, que co n stitu ­ yen la esencia de lo sagrado en la obra de R. O tto. La aplicación del m éto d o fenom enológico puede realizarse de form a sincrónica o histórica, y en el segundo de estos casos nos en co n trarem o s con la H istoria de las R eligiones tal y com o la concibe M ircea E liade, para quien el fenóm eno religioso sólo p u e ­ de ser com prensible h istóricam ente, puesto que las diferentes hierofanías, las distintas m anifestaciones de lo sa­ grado, varían de acuerdo con las é p o ­ cas y con las culturas, y únicam ente re ­ sultan com prensibles si las incluim os en los contextos históricos que les son propios. E liade se ab re, pues, de un m odo m ucho más am plio a la diversi­ dad y m atiza m ucho m ás la variedad de las experiencias religiosas, a las que clasifica por géneros: hierofanías ce ­ lestes, acuáticas, etc ., y p o r épocas. P ero tanto en su o bra com o en la de los a u to re s an terio res, el concepto fundam ental sigue siendo el de vi­ vencia. La vivencia, en la fenom enología de H usserl, o en las filosofías vitalistas, com o la de H. B ergson, J. O rtega y G asset, o en el existencialism o, se caracteriza por no p o d e r ser analiza­ da, estudiada de un m odo p u ram ente

46

racional, sino que p ara alcanzar su in ­ teligibilidad es necesario com p ren d er­ la, revivirla. El h isto riad o r de las reli­ giones d e b e rá , pues, p o se e r la capaci­ dad de vivenciar las ex periencias de los hom b res del pasad o , te n d rá que sen tir lo divino com o los au stralian o s, los sum erios y los griegos, si p re te n d e co m p ren d erlo . P ero , ¿cóm o será ello posible? Según los fenom enólogos, gracias a la intuición, que es una de las a p ti­ tudes p ropias del alm a h u m an a. Sin em b arg o , algunos o tro s au to res nie­ gan que esa form a de p en sar hum an a exista y, por lo ta n to , d u d an de q ue se p u ed a revivir en la tran q u ilid ad de una biblioteca las vivencias de un cazador paleolítico o de un g u errero griego en plena batalla sólo con la ayuda de unos textos. Y es q u e, au n q u e es in ­ dudable que nuestras vivencias son d i­ feren tes por su n atu raleza a nuestros pensam ientos abstracto s, sin e m b a r­ go no está claro que haya un m étodo que nos perm ita vivenciar lo que no podem o s vivir. P o r ese m otivo su p o ­ n er que podem os c o m p ren d er a un sum erio en sus experiencias religiosas es co n struir sólo una hipótesis a v e n tu ra ­ da. P ara lograr este p ro p ó sito necesi­ tarem o s, en p rim er lugar, d isp o n er de experiencias vitales sim ilares a las su­ yas y ex trap o lar las unas a las otras. P ero el h isto riad o r y el fenom enólogo de las religiones no siguen este cam i­ no, sino que p arten del su p u esto de que la vivencia religiosa es a u té n tic a ­ m ente universal y obligan, p o r decirlo así, al sum erio a sentirla, p ro ced ien d o luego a enm arcar en ella todos a q u e ­ llos fenóm enos que pu ed en m a n te n e r algún tipo de sem ejan za con lo que constituyen las experiencias religiosas del hom bre eu ro p eo c o n tem p o rán eo . Pero es que, ad em ás, se da el caso de que tam poco podem os an ali­ zar ninguna vivencia si no poseem os un conocim iento de la m ism a, p o r lo que la preten sió n de co n stru ir una his­ toria de la religión b asada en el e stu ­ dio de las vivencias m ás que en el a n á ­

Akal Historia del Mundo Antiguo

lisis de las instituciones, los cultos y las rep resen taciones religiosas es conside­ rad o en la actualidad com o en gran p a rte falto de base. Se han hecho escasas aplicaciones de la fenom enología religiosa al e stu ­ dio de la religión y el m ito griego, p ero en tre ellas es de d estacar el in ten to de W . O tto , un a u to r que deriva de la es­ cuela histórico-filológica alem ana. P artien d o de la idea de W ilam owitz, según la cual debem os p a rtir de que los «dioses están ahí» y de que, p o r lo ta n to , ten d rem o s que a ce p ta r­ los com o una p a rte de la realid ad , es­ tab lecerá W . O tto una teoría según la cual la religión griega nos m u estra una m anifestación co ncreta de lo divino que posee validez universal y que p u e ­ de ser p len am en te asum ida p o r el h o m b re eu ro p eo c o n tem p o rá n eo , p o r­ q u e, en realidad, la profundización en el estudio de los dioses de G recia no es m ás que la profundización en el es­ tudio de la vida aním ica. E l conoci­ m ien to de las divinidades nos da acce­ so a un nivel ontológico privilegiado, que es el propio del m ito, y nos abre la vía para el conocim iento de una cla­ se de verdades que ú nicam ente nos se­ rán accesibles m ediante este m étodo. La postura de W. O tto debe e n ­ cuad rarse en la concepción global de su escuela de origen, p o rq u e en gran p a rte surge com o una reacción contra los presu puestos de la m ism a. Para di­ cha escuela, un dios q u ed ab a «expli­ cado» cuando se lo podía catalogar h istó ricam ente. Es decir, que el saber que un dios o diosa es prehelénico ya nos d a, en cierto m odo, la clave para co m p ren d er su n atu raleza. P o r el con­ tra rio , este a u to r p re te n d e rá so sten er, y con razón, que el origen no explica la función, y que, p o r lo ta n to , sólo lo­ grarem o s conocer a un dios, valga la red u n d an cia, conociéndolo. T odo ello es evidente; lo que no lo es tan to es que m ediante la intuición podam os c a p ta r la esencia de los dioses de G re ­ cia y, en consecuencia, la de nosotros m ism os.

47

El mito griego y sus interpretaciones

La H istoria de las religiones, que, por supuesto, lleva consigo el estudio de los mitos, no se estudia únicam en­ te partiendo de métodos fenomenológicos, sino también utilizando criterios de carácter histórico-cultural, como ocurre en el caso de la escuela de Roma, que inició su actividad en to r­ no a la gran figura de Raffaele Petazzoni. Para ese autor: «la religión, his­ tóricam ente considerada, es una for­ ma de la civilización, y por ello es in­ comprensible si no se la inserta en el cuadro general de la civilización a la

R. Pettazzoni, y sus discípulos más destacados, como D arío Sabatucci y Angelo Brelich, dedicaron parte de su labor al estudio de la religión griega, centrándose Sabatucci en los cultos mistéricos y Brelich en el análi­ sis de los héroes y los rituales de ini­ ciación. En estos trabajos, el propósi­ to de estos autores consiste en la des­ cripción de la morfología de los dife­ rentes fenómenos, como, por ejem ­ plo, los mitos y cultos heroicos. En muchos casos se considera imprescin­ dible en su m étodo la utilización de la com paración histórico-religiosa, ya

que pertenece y se la contempla en sus lazos orgánicos con esas otras formas que son la poesía, el arte, el mito, la filosofía y la estructura económica, so­ cial y política». No hay, por lo tanto, un m étodo específico para el estudio del fenómeno religioso que sea dife­ rente del m étodo histórico general. No deberem os tratar de vivenciar las experiencias religiosas de los hombres del pasado, sino que nuestro propósi­ to ha de ser el de analizar los fenóm e­ nos religiosos, en sus niveles rituales, míticos o teológicos, poniéndolos en relación con sus contextos culturales, de los que forman una parte fun­ damental.

Frontón oriental del Partenón (447-432 a.C.)

que es ella la que nos perm ite estable­ cer los rasgos morfológicos de las grandes religiones m ediante el paran­ gón entre las mismas y las culturas que las generan. Aunque el m étodo difiere del fenomenológico, posee, sin embargo, un punto en común con él, y es que en ambos se reconoce la existencia y la especificidad del fenómeno religio­ so. Es decir, que, según estos autores, es posible la existencia de una ciencia histórica de las religiones que sea in­ dependiente de la historia propiam en­

48

te dicha. Y ello sería así p o rq u e la his­ to ria de las religiones posee un o b je to de estudio específico: la religión h istó ­ ricam en te consid erad a, y un m éto d o propio: el m éto d o co m parativo. L os logros concretos en el cam po de la religión griega alcanzados p o r es­ tos au to res son evid entes, p ero sus tra ­ bajos se hallan a veces lastrad o s p o r la p reocu p ació n co m p aratista y p o r la necesidad de d estacar rasgos genéricos de los sistem as religiosos, com o, p o r e jem p lo , el politeísm o en el estu d io de u na religión en con creto , lo q ue p u e ­ de conducir a b o rra r, en o casiones, al­ gunos rasgos específicos a favor de los m ás genéricos.

3. Bajo la égida del «Année Sociologique», la sociología de las religiones francesas Ya desde los com ienzos de la filosofía positivista, nos en co n tram o s con que su cread o r, A ugusto C o m te, p re te n ­ dió fund ar una nueva ciencia que p e r­ m itiese el estudio del h o m b re en sus dim ensiones colectivas y a la que b a u ­ tizaría con el n om bre de sociología. La nueva ciencia com tiana estuvo en un principio so b recarg ad a, sin em b arg o , de supuestos filosóficos y solam en te será a fines del pasado siglo cu an d o la so cio lo g ía a p a re z ca fu n d a d a com o ciencia em pírica, gracias a la lab o r de E m ile D u rk h eim , fu n d ad o r de la re ­ vista: «A nnée Sociologique», en to rn o a la que se agrup arán los m ejo res es­ tudiosos del fenó m en o religioso en las postrim erías del pasad o siglo y los co­ m ienzos del n uestro. P arte D u rk h eim en su m éto d o de q ue los hechos sociales deb en ser es­ tudiados com o cosas, igual que los h e ­ chos de cualquier o tra ciencia y con los m ism os m éto d o s, co n secu en tem en te. La aplicación de su m éto d o al estudio de las religiones la llevaría a cabo en su libro: Las fo rm a s elem entales de la vida religiosa, en la que tra tó de a n a ­

Akal Historia del Mundo Antiguo

lizar la función social de la religión, p artien d o del análisis de lo que en su m om en to se consideró com o la reli­ gión m ás prim itiva de todas las co n o ­ cidas: la religión australiana. T ras este estu d io llega D u rk h eim a la conclu­ sión de que la función de la religión consiste en garantizar la cohesión del grupo social y de que es ese grupo el que m o d ela y condiciona el funciona­ m iento del pen sam ien to y sus catego­ rías, y , en consecuencia, los sen ti­ m ientos y las vivencias. Emile Durkheim: Las formas elem enta­ les de la vida religiosa. El sistema totémico en A ustralia, 1912 (Akal, M adrid, 1982): «el dios del clan, el principio totémico, no puede ser otra cosa que el clan mismo. Pero hlpostaslado y representado en la Imaginación bajo las especies sen­ sibles del vegetal o el animal que sirven de totem.» «el dios no es más que la expresión figurada de la sociedad.» «La unidad de los primeros sistemas lógicos no hace más que reproducir la unidad de la sociedad...» «es de la sociedad de donde los he­ mos tom ado para proyectarlos en nues­ tra representación del mundo. La socie­ dad es quien ha facilitado el cañamazo sobre el que ha trabajado el pensam ien­ to lógico.» «los primeros poderes de los que tuvo noción el espíritu humano son los que las diversas sociedades instituyeron al organizarse. Con su imagen fueron concebidos los poderes del mundo fí­ sico.» «las técnicas y las más diversas prácticas, tanto las que aseguran el fun­ cionamiento de la vida moral (derecho, moral, artes), com o las que sirven para la vida material (ciencias de la naturaleza, técnicas industriales), han derivado, d i­ recta o indirectamente, de la religión.» «el ritmo de la vida religiosa no hace más que expresar el ritmo de la vida so­ cial, del que deriva.» «si la religión ha engendrado todo lo que es esencial para la sociedad es por­ que la idea de la sociedad es el alma de la religión.»

El mito griego y sus interpretaciones

Los estudios acerca de la religion de D u rk h eim , desarro llad o s p o r su discípulo, y sobrino, M arcel M auss su­ pusieron la introducción de un p la n ­ team ien to nuevo y ex tra o rd in a riam e n ­ te rico del fen ó m en o religioso. E se fe­ n ó m eno dejó de ser estu d iad o com o tal, p a ra p asar a estar incluido en la noción de hecho social total, en la que no se distinguen niveles ontológicos: lo religioso, lo público y lo privado, e tc ., sino que se tra ta de analizar unos hechos nuevos, q u e, com o to d o s los hechos científicos, serían creación del m éto d o que los estudia. P artien d o de ese m éto d o y esa es­ cuela desarro llarán su o b ra u n a serie de au to res que p o seerán p ara nosotros el m áxim o in terés, el p rim ero de los cuales sería Lucien Lévy-B ruhl. E s a u to r Lévy-B ruhl de una te o ­ ría sobre el pen sam ien to m ítico que p reten d ió d ar cuen ta del m ism o, a n a ­ lizando lo que sería su lógica específi­ ca; lógica que definiría lo que ese au ­ to r llam ó la m en talid ad arcaica y prelógica. E n esa m en talid ad no se utili­ zarían las categorías básicas de la ló­ gica occidental, o racional, com o las de causa, espacio, tiem p o , sustancia, etc. E l prim itivo cree, p o r ejem p lo , que un cuerpo p u ed e e jercer in flu en ­ cia sobre o tro situado a gran distancia de él, o sobre varios a la vez, a c tu a n ­ do sobre una de sus antiguas p artes. P or ejem p lo , se pu ed e h acer en ferm ar a alguien, d añ an d o sus ex crem entos, pelos, uñas o desechos co rporales. E n ese m ism o caso no p ro ced ería a p la n ­ tearse el estudio de las causas ni te n ­ dría co rrectam en te definida la noción de o b je to . El prim itivo pensaría de acuerdo con la ley de la participación, razonaría utilizando la analogía y la noción de contagio, etc. El p ropósito de L évy-B ruhl con­ sistió en estu d iar el pen sam ien to m íti­ co según su p ropia lógica, p ero erró en la consecución de su p ro p ó sito , com o reconocería al final de su vida, po rq u e su consideración del prim itivo com o un ser irracional contribuyó a

49

ex altar, com o él m ism o señaló, la su­ p erio rid ad ideológica del colono eu ­ ropeo de la prim era m itad del siglo XIX, y, p o rq u e, p o r o tra p a rte , hoy se p u e ­ de dem o strar que tam poco los eu ­ ropeos piensan racionalm ente en todos los casos. Es racional, p o r supuesto, la ciencia e u ro p ea, p ero no sus religio­ nes ni sus ideologías o prejuicios polí­ ticos. Y en la vida cotidiana los hom ­ bres y m ujeres eu ro p eo s piensan y ac­ tú an , com o los salvajes, guiados p o r la em otividad y los sentim ientos en la m a y o r p a r te d e los casos. N o es correcto , p u es, co m p arar la ciencia eu ro p ea con la m agia erótica au stra ­ liana ni a E instein con un cam pesino an alfab eto , p o rq u e se tra ta de realid a­ des h etero g én eas. Si com param os la especulación filosófica eu ro p ea con una cosm ogonía griega o australiana, p o r e jem p lo , verem os que las d iferen ­ cias no son tan abism ales, com o tam ­ poco lo son en tre un p o eta griego y un filósofo, com o ya habíam os indicado. Y si com param os la em otividad «pri­ m itiva» con la «europea», igualm ente nos en co ntraríam os con que las sem e­ janzas serán algo m ás que m eras anéc­ dotas. La o b ra de L évy-B ruhl tuvo una gran im portancia a nivel an tropológi­ co e histórico — de ella deriva la «his­ to ria de las m entalidades» inaugurada p o r L ucien F evbre— , p ero no encon­ tró una aplicación sistem ática al estu­ dio del m ito griego. La cultura griega sí que será estu d iad a, sin em bargo, p o r un a u to r que tam bién se entroncó d irectam ente con el A n n ée Sociologi­ q u e, Louis G ern et. Inició sus trab ajo s G ern e t con su tesis de d o ctorado acerca del d esarro ­ llo del p en sam iento jurídico y m oral en G recia, en la que sigue claram ente la s o r ie n ta c io n e s d e D u rk h e im y M auss acerca de la consideración de las categorías lógicas com o categorías sociales. G e rn e t, que sufrirá el o stra ­ cismo de los helenistas de su país, se especializó en el cam po del derecho griego, al que dedicó la m ayor parte

50

Akal Historia del Mundo Antiguo

de sus trab ajo s, p ero tam bién llevó a cabo estudios sobre la religión griega, expuestos en su libro: E l genio griego en la religión y en num erosos artícu ­ los, p o stu m am en te recopilados p o r Jean P ierre V ern an t en su A n tro p o lo ­ gía de la Grecia A ntigua. E n todos es­ tos trab ajo s su gran esfuerzo se cen tra en lograr la com presión sociológica de la religión y el m ito griegos, siguiendo las orientaciones de esta escuela, lo que supuso la introducción de un n u e ­ vo enfoque en el cam po de la m ito lo ­ gía clásica y la ap ertu ra de unas n u e ­ vas vías que serán d esarrolladas po s­ teriorm en te p o r la llam ada escuela estructuralista francesa.

concepción del m ito desde la teoría del m ito y el ritual fu e rtem e n te m a r­ cada por la influencia de F razer hasta una concepción totalm en te original. F ren te a M. M uller, D um ézil ini­ ciará el estudio de la m itología indo­ europea, y consecuentem ente de la mi­ tología griega, sobre todo en sus últi­ m os libros, partien d o no del vocabu­ lario, el lenguaje y la etim ología, sino de las propias n arraciones m íticas. En

U lises hu ye del C íc lo p e bajo un c a rn e ro M u seo de D elfos

Tam bién a caballo en tre la socio­ logía de D urkheim -M auss y el p o ste­ rior estructuralism o francés se e n cu en ­ tra un autor eno rm em en te original que abrirá un cam po de estudio que había quedado arrasado p o r los exce­ sos de la m itología co m parada del p a­ sado siglo: el de la m itología indo­ europea. G. Dum ézil ha venido d e sa rro ­ llando su actividad d u ran te casi se te n ­ ta años, en los que ha ido v ariando su

su o p in ión, el estudio de los relatos m íticos debe llevarse a cabo de un m o d o sistem ático, no considerando cada m ito aislad am en te, sino com o parte de un sistema ideológico, en el que todos los m itos se articulan a tra ­ vés de un juego de interacciones m u­ tuas. El fin del análisis m itológico ha de consistir en descifrar la lógica de los relato s, que es in d ep en d ien te de la g ram ática de los idiom as en los que es-

El mito griego y sus interpretaciones

tan escritos. No hay ninguna vincula­ ción pro fu n d a en tre m ito y len g u aje, y por ello la etim ología ú nicam ente pued e ofrecer al estudioso del m ito in­ d o eu ro p eo un auxilio secundario. P ero es que adem ás de en el m é­ todo de estudio existe tam bién una p ro fu n d a diferencia en tre D um ézil y M ax M üller en cuanto a lo que am bos consideran que es la función del m ito. P ara D um ézil, el m ito no expresa las p reocup acio n es del ho m b re prim itivo ante los fenóm enos de la N atu raleza, sino la ideología de la que se sustenta un a sociedad, con sus valores e id ea­ les, p ero tam bién con las tensiones que la constituyen. El m ito p lan tea, pues, conflictos, pero con la intención de resolverlos de un m odo d e te rm in a ­ do a través del cual se m anifiestan las reglas sociales y las prácticas trad icio ­ nales que susten tan esa sociedad en concreto. U tiliza, pues, D um ézil m odelos sociológicos y antropológicos y trata de describir al m ito com o elem ento básico de la organización social, de acuerdo con los principios de toda la tradición sociológica francesa, y de este m odo llega a deducir la ex isten ­ cia de una ideología in d o eu ro p ea que, en un principio, creyó que debía te n e r correspondencia con un o rd en social sim ilar, y que en la actualidad tiende a circunscribir al propio cam po del pensam ien to . V eam os, pues, un esbozo de sus conclusiones y planteem os cuál es la situación del m ito griego en el ám bito de las mism as. El prim er resultado n otable lo­ grado po r D um ézil consiste en dem o s­ tra r cóm o las concepciones míticas pu eden estudiarse a p artir de textos de naturaleza h etero g én ea. Los cuentos, las narraciones m íticas y legendarias, las epopeyas, los relatos históricos, las novelas, los H im nos y los com entarios litúrgicos sirven com o m edios p ara ex­ presión de una única ideología en di­ ferentes épocas y en tre los diversos pueblos indoeu ro p eo s. En la India,

51

por ejem plo, los H im nos y co m enta­ rios litúrgicos expresan la ideología trip a rtita , pero tam bién lo hace la e p o ­ peya, en las que las funciones divinas ap arecen re p re sen ta d as p o r un con­ ju n to de héroes funcionalm ente h o ­ m ólogos a los dioses; m ientras que en R o m a, p o r el co n trario , serán los tex­ tos históricos de los hechos y gestas de los prim eros reyes de la ciudad los que nos m u estren la expresión de la m is­ m a ideología trip artita. E n algunos casos, com o en el ro ­ m ano, es posible que la pérd id a de un tipo de relatos m íticos p ro p iam e n te di­ chos lleve a la transposición de los es­ quem as m íticos al cam po histórico, al igual que ocurre en D inam arca con la figura de Saxo G ram ático , que escri­ be una novela acerca de los reyes de su país, cuyos p ro tagonistas no son más que los dioses del paganism o ger­ m ano historizados. P ero en otros ca­ sos ni siquiera se produce una tra n sp o ­ sición, sino que lo que ocurre es que un m ism o m odo de pen sar se expresa de form as diferentes en textos de dis­ tin ta natu raleza. El m odo de pensar no cam bia la estru ctu ra del p ensa­ m iento, y así, por ejem plo, son llam a­ tivas las concordancias e n tre el p e n ­ sam ien to ro m a n o y el h in d ú , aun cuando en el prim ero se piense h istó­ rica, nacional, práctica, relativa, em ­ pírica, política y ju ríd ic am en te , y en el segundo fabulosa, cósmica, filosófica, absoluta, dogm ática, m oral y m ísti­ cam ente. Tras las diferentes narraciones y bajo los distintos géneros subyace una única form a de p ensar que se caracte­ riza p o rq ue posee unos rasgos p e rm a ­ n en tes, a los que D um ézil se niega a d en o m in ar com o estru ctu ra, puesto que en su opinión hab ría m uy pocas cosas en com ún entre su m étodo y el e stru ctu ral, aunque los estructuralistas, y el propio Lévi-Strauss, siem pre gustaron en reivindicarlo com o uno de los suyos. La «estructura» de la ideología in d o eu ro p ea estaría caracterizada por

52

poseer una articulación trifuncional — ver texto— y se correspondería, por lo menos en el pensam iento dum eziliano hasta llegar a los años seten ta, por ser homologa con la estru ctu ra so­ cial. Es decir, que en las sociedades in ­ doeuropeas primitivas h ab rían existi­ do tres clases funcionales: sacerdotes, guerreros y productores, que g e n e ra ­ rían una ideología m ítica que justifica­ se sus privilegios y explicase sus fu n ­ ciones. Sin em bargo, esta idea, p len a­ m ente acorde con la tradición socioló­ gica francesa del «A nnée Sociologi­ que», será abandonada por D um ézil en estos últimos años, en los que se e s­ forzará por señalar que la trifuncionalidad es sólo un m odo de pen sar, y que no es posible deducir la existencia de ningún orden social concreto a p artir del análisis de los m itos, puesto q u e, aunque el mito se co rresponde con la estructura social, sin em bargo las re ­ glas de correspondencia son tan com ­ plejas — no sólo hay reflejos, sino dis­ torsiones, inversiones, etc.— que d ar el salto de uno de estos reinos al o tro sería lo mismo que lanzarse al vacío.

Akal Historia del Mundo Antiguo

Georges Dumézil: El destino del guerre­ ro, México, 1971: «El país que ya no tenga leyendas — dice el poeta— está condenado a mo­ rir de frío. Es harto posible. Pero el pue­ blo que no tuviese mitos, estaría ya muer­ to. La función de la clase particular de le­ yendas que son los mitos es, en efecto, expresar dram áticamente la ideología de que vive la sociedad, mantener ante su conciencia no solamente los valores que reconoce y los ideales que persigue de generación en generación, sino ante todo su ser y estructura mismos, los elemen­ tos, los vínculos, las tensiones que la constituyen, justificar, en fin, las reglas y las prácticas tradicionales, sin las cuales todo lo suyo se dispersaría.»

Georges Dumézil: Los dioses de los in­ doeuropeos, Barcelona, 1970: Las tres funciones «Estas funciones son: 1. La adm inis­ tración, a la vez misteriosa y regular, del mundo; 2. el juego del vigor físico, de la fuerza, principalm ente guerrera; 3. la fe­ cu n d ida d , con muchas condiciones y consecuencias, tales como la prosperi­ dad, la salud, la voluptuosidad, la longe­ vidad, la tranquilidad, la "gran ca n tid a d ” . Los poetas sagrados ponen ya en relación estas funciones con otras tríadas, prefe­ rentemente con la división topográfica del mundo en cielo (quizá más bien “envoltu­ ra" del mundo), atmósfera, tierra...»

Georges Dumézil: Mythe et Epopée, I, Paris, 1968 Los griegos «Los griegos... presentan, por el contrario, en su civilización y en su reli­ gión menos supervivencias y más limita­ das que las de la mayor parte de sus pue­ blos hermanos... Tributo del milagro grie­ go, lo he dicho muchas veces: en este rin­ cón del mundo la inteligencia crítica y creadora comenzó a actuar muy pronto, llegando a transformar incluso lo que conservaban... En resumen, Grecia ha elegido como siempre la mejor parte, a las reflexiones acostum bradas y las relaciones preesta­ blecidas que le proponía el legado de sus antepasados del Norte, ha preferido los riesgos y las suertes de la crítica y la o b ­ servación; ella ha mirado al hombre, al mundo y la sociedad con ojos nuevos »

El mito griego y sus interpretaciones

Las tres funciones de la ideología in d o eu ro p ea no deb en en te n d e rse de un m odo m ecánico, es decir, que no se tra ta de que los dioses y los héroes estén clasificados en tres co m p arti­ m entos estancos, sino que su funcio­ n am ien to es m ucho m ás com plejo. En p rim er lugar, las tres funciones se han hecho p a ra ayudarse y c o m p lem en tar­ se: un dios de la I lo es p o r p e rte n e ­ cer a ella y tam bién p o r no p o seer los caracteres de la II y de la III, que son to talm e n te contrad icto rio s con los de la suya propia. O lo es que lo m ism o, un dios que gobierne el m u n d o , pero que sea un g u errero violento, no p u e ­ de ser un dios in d o eu ro p eo . Las fu n ­ ciones se com p lem en tan , p ero sus ca­ racteres son excluyentes y están es­ tru ctu rad o s de un m odo específico y m uy com plejo. Las relaciones en tre las m ism as son o b jeto de u na gran cantidad de m itos, y de estudios co n ­ tem p o rán eo s que tra ta n de explicar­ los, y po r ello es ridículo, com o se ha hecho m uchas veces, acusar a D u m é ­ zil de crear un esquem a sim plista y m ecánico. Las funciones no p u ed en ser con­ cebidas com o espacios. N o se tra ta de que cada dios esté en una función, sino de que actúe de acuerd o con los m odos de acción de esa función. Los dioses no son agrícolas p o rq u e m a n ­ tengan, p o r ejem p lo , relación con la agricultura. T om em os el caso del M a r­ te rom ano. M uchos au to res vieron en él a un antiguo dios agrario reco n v er­ tido en dios bélico p o rq u e M arte se re ­ laciona con los cam pos cultivados. Sin em bargo , com o ha d em o strad o D u ­ m ézil, nada hay que perm ita sosten er sem ejan te hipótesis. M arte se relacio ­ na con los cam pos p o rq u e p ro teg e a los frutos cultivados de las agresiones del ex terio r, al igual que los p rotege el guerrero hum ano del robo y la ra ­ piña. El m odo de actuación de M arte es el bélico; es p o r lo ta n to , un dios de la segunda función, y, adem ás, con todos los caracteres de ella, en tan to que es ex trem ad am en te violento y e n ­

53

tra en conflicto con los dioses de la so­ beranía y la fecundidad p o r ese m oti­ vo. N ada hay, pues, de una antigua di­ vinidad agraria p o rq u e , com o señalá­ bam os, es el m odo y no el sector so­ b re el que actúa el que sirve para d e­ finir la función a la que pued e p e rte ­ n ecer un dios. La aplicación del m éto d o y los es­ quem as dum ezilianos al estudio del m ito griego siem pre, p lan teó un gran n úm ero de problem as, p o rq u e la es­ tru ctu ra global del O lim po no parecía coincidir en m odo alguno con ellos. Se crearo n varios tipos de explicaciones ante el hecho. El pro p io D um ézil se vio obligado a recu rrir a lo que su p o ­ ne, en cierto m odo, la negación de to ­ das las explicaciones racionales, a la teo ría del m ilagro, au n q u e sea en su m odalidad de «m ilagro griego». Pero com o eso p arece m uy poco satisfacto­ rio, otros au tores tra ta ro n de ver en las peculiaridades de la historia grie­ ga, y, en co ncreto, en la supuesta im ­ p ortancia que los elem entos p reh e lé­ nicos h ab rían tenido en el proceso de form ación de esa cu ltu ra, la clave de la desaparición del legado in d o e u ro ­ p eo en la religión griega. T am poco esta últim a propuesta era satisfactoria, p o rq u e, de ser cier­ ta, h abría que preg u n tarse cóm o se h abía co nservado, sin em bargo, tan bien la estru ctu ra in d o eu ro p ea de la lengua griega. Por esa razón se co­ m enzaron a buscar supervivencias de la tripartición funcional de G recia, y se en co n traro n , au nque los resultados sean , com o es lógico, más satisfacto­ rios en unos casos que en otros. E n la actualidad puede afirm arse que hay casos en los que los elem en­ tos de la ideología trifuncional a p a re ­ cen en el m ito griego: com o en la fi­ gura del dios A res, en los m itos de fundación de la ciudad beocia de T e­ bas, etc. P ero siem pre será necesario p ro ced er con ex trem a precaución y tra ta r de com probar que el caso ex­ puesto cum pla los requisitos que an­ terio rm en te exigíam os. Es decir, que

54

no se trate de que aparezcan ju n to s dioses soberanos, g u erreros y p ro d u c­ tores, sino que constituyan una triada auténtica, que sus m odos de acción cum plan las características de los in­ doeuropeos com unes en todos y cada uno de los casos. E l descubrim iento de la trip a rti­ ción griega, al igual que el estudio de la tripartición de la ep o peya m edieval eu ro p e a , avanza co n sid erab lem en te, pero cada vez se cae m ás en los ex­ cesos pro d u cto de las abusivas g e n e ra ­ lizaciones y se procede con poco rigor a la h ora de o b servar las reglas del m é ­ todo. Por estas razones será conve­ n ien te, adem ás de actu ar con p re c a u ­ ción, plan tearse cóm o es posible que una estru ctu ra global sobreviva ú n ica­ m ente en casos p articulares. N a tu ra l­ m ente, la cuestión parece ser e x tre m a ­ dam ente p arad ó jica, p e ro , a p esar de ello, no se h an buscado resp u estas p le­ nam ente satisfactorias. La única dis­ ponible hasta el m om en to afirm a que sólo en esos casos se co nservarían las antiguas tradiciones debido al carácter m ás con servador de algunas regiones, com o B eocia, a que en ellas, com o en este caso, hubo m ás de continuidad en tre la época m icénica y las p o ste rio ­ res, o a sim ples casualidades del p ro ­ ceso arb itrario de transm isión y co n ­ servación de textos y tradiciones h e lé ­ nicas. La explicación pu ed e ser satis­ factoria, en buena p a rte , y por ello d e ­ jarem o s aquí el estudio del m éto d o dum eziliano, para ad e n tra rn o s ya en el estructural.

Akal Historia del Mundo Antiguo

4. La mitología estructural Es evidente, en el cam po de la a n tro ­ pología, que el estructuralism o y el m éto d o de análisis que p ro p o n e se h a ­ llan íntim am ente relacionados con la figura de C. L évi-Strauss, quien ha ido desarrollando su o bra y su m étodo a través del estudio de las estru ctu ras de parentesco y cen trán d o se en buena p a rte en el estudio del m ito y del p e n ­ sam iento mítico. E n lo que al m ito se refiere, p o ­ dríam os en cu ad rar la concepción que L évi-Strauss se hace del m ism o del m odo siguiente. E n prim er lugar, hay que d estacar q u e, en su opinión, el m ito no es más que una form a de co­ nocim iento que perm ite clasificar los datos em píricos de acuerdo con las re ­ glas de una lógica específica, cuyo fun­ cionam iento viene d eterm in ad o tan to por los m edios de com unicación de que una sociedad dispone com o por la pro p ia estru ctu ra que esa sociedad posee. N o se le puede exigir a una socie­ dad sin escritura que alm acene tan ta inform ación, y del m ism o m o d o , que una sociedad que disponga de sistem as de registro gráfico. Los m odos de m e­ m oria serán diferentes y, p o r lo ta n to , la estru ctura del conocim iento ta m ­ bién. El m ito es, pues, igual de racio­ nal que el p ensam iento científico, no es ni inferior ni superior a él, sim ple­ m ente es distinto, aunque am bos cum ­ plen la m ism a función. U nicam ente se diferenciarían en tan to que el m ito tra ­ baja básicam ente al nivel del incons­ ciente, en tanto que se halla vincula­ do d irectam ente con la realidad social, m ientras que es un requisito de las ciencias la posesión — que no siem pre se logra— de grado de autoconciencia del proceso cognoscitivo en el que se trab aja. El m ito nunca debe ser estudiado aisladam ente. Es absurdo clasificar los m itos: divinos y hero ico s... p o rque lo que interesa estu d iar es un sistema de

55

El mito griego y sus interpretaciones

pensam ien to que a través de sus diver­ sos niveles de fu ncionam iento p erm i­ te co m pren d er y profu n d izar en el co­ nocim iento del m u n d o, la sociedad y el h o m b re, a los pueblos que así lo utilizan. La diferencia en tre el m ito y la ciencia, las dos form as de p en sam ien ­ to especulativo que la hum an id ad p o ­ see, consiste en que el m ito actúa com o un bricolage, m ientras que la ciencia utiliza siem pre las m aterias p ri­ m as. E l m ito tom a elem entos del m u n ­ do anim al, vegetal, astronóm ico, h u ­ m an o , etc., y los in teg ra en unas es­ tru ctu ras significativas en las que van form an d o un sistem a de códigos. Cada código posee su pro p ia lógica, pero tam bién ha de enlazarse con los dem ás q ue com ponen el sistem a, p a ra p o d er constituir así una estru ctu ra significa­ tiva unitaria. La aparición de p lan tas, an im a­ les, fenóm enos m etereológicos y fen ó ­ m enos n atu rales de todo tipo q u e d a ­ ría así explicada no p orque los m itos expresen una preocupación del h o m ­ bre prim itivo ante la n atu raleza, sino p o r la p ro p ia n a tu ra le z a del m ito com o bricolage. El p en sam ien to m íti­ co tom a todos estos elem entos y, p a r­ tiendo de la observación de sus p ro ­ p iedades, les atribuye una significa­ ción que se entrelaza con la de o tros fenóm enos sociales, psicológicos y de todo tipo y en tra en una doble tram a de significaciones, al e n tre te je r las que están estru ctu rad as en su p ro p io có d i­ go con las que in terrelacio n an a los d i­ ferentes códigos en tre sí. El análisis del m ito com o conoci­ m iento y com o sistem a clasificatorio p erm ite a L évi-Strauss a b o rd a r sus di­ m ensiones com o filosofía de la n a tu ­ raleza, tal y com o era co nsiderado por la in terp retació n alegórica antigua y m edieval y por la m itología n atu ralis­ ta del pasado siglo, su p eran d o a la vez la consideración del m ito com o m uestra del erro r o de una m entalidad irracional o prelógica. P ero el tra ta ­ m iento que del m ism o ha hecho este

U lise s c e g a n d o a P o lifem o P intura s o b re un á n fo ra (S iglo VII a.C .) M u seo A rq u e o ló g ic o , E leusis

56

autor tam bién le p erm ite resolver el viejo problem a p lan tead o p o r M ax M üller del m ito com o lenguaje. Para Lévi-Strauss, el m ito se es­ tructura com o un sistem a lingüístico y se com pone de unos elem en to s signi­ ficativos m ínim os que reciben el n o m ­ bre de mitemas. Esos m item as se a rti­ culan form ando estru ctu ras significati­ vas de carácter m atricial, es decir, cu­ yos elem entos se distribuyen en una red de colum nas verticales y h o rizo n ­ tales que constituyen la trab azó n del m ito. Y son, a la vez, los m item as los que, adem ás de fo rm ar la estru ctu ra de cada m ito, p erm iten que los dife­ rentes m itos se relacionen en tre sí, al entrelazarse en los diversos códigos. El pensam iento de ese a u to r su­ pone una síntesis, en cierto m o d o , de m uchas de las concepciones an terio res acerca del m ito, ya que en él se hallan presentes elem entos de la concepción psicoanalítica: el m ito com o p ro d u cto del inconsciente y com o justificación ideológica, y, p o r lo ta n to , com o c re a ­ ción colectiva, pero que cum ple una función similar al sueño en tan to que sirve com o expresión de una tensión interna. Junto a ellos ten em o s los ele ­ m entos clave de la concepción socio­ lógica francesa: el m ito com o re p re ­ sentación del pro p io g rupo social y la relación entre categorías lógicas y ca ­ tegorías sociales, así com o la co nside­ ración del m ito com o sistem a lingüís­ tico y como reflexión sobre la n a tu ­ raleza. Pero esa síntesis no su pone, por supuesto, la m era asunción, sin más, de todas las teo rías an terio res, sino la consideración de aspectos p re ­ sentes en ellas, pero que ah o ra a d q u i­ rirán una configuración e n te ra m e n te original. La im portancia del p lan te a m ie n ­ to lévi-straussiano ha sido enorm e en todos los cam pos de la antrop o lo g ía y tam poco podía d e ja r de influir en la consideración del m ito griego. Así ocurrió, y en el m om ento actual se vie­ nen desarrollando en F rancia y otros países, toda una am plia serie de estu ­

Akal Historia del Mundo Antiguo

dios en los que se ha puesto de m ani­ fiesto la fecundidad del m éto d o , cuan­ do se lo aplica al estudio de los m itos clásicos. D estacarem os únicam ente a con­ tinuación las obras de tres au to re s que p odríam os considerar com o los m ás destacados rep re se n tan tes de esta es­ cuela: J. P. V ern an t, M. D etien n e y P. V idal-N aquet. Jean P ierre V ern an t es a u to r de un artículo, que hizo época, sobre el m ito hesiódico de las razas, en el que consiguió dem o strar cóm o bajo la ap a ­ riencia diacrónica — histórica— de la n arración hesiódica se escondía una exposición sincrónica de la estru ctu ra trip a rtita in d o eu ro p ea. Su análisis p e r­ m itía enlazar el m ito griego con la m i­ tología in d o eu ro p ea, p ero no sólo eso, sino tam bién p o n er de m anifiesto cóm o en el estudio de un m ito d eb e­ m os tra ta r de distinguir una serie de elem en to s, cuya m utua interrelación constituye su estru ctu ra. La obra de V ern a n t es e n o rm e ­ m ente rica en consideraciones acerca del desarrollo del pen sam ien to griego y de las relaciones existentes e n tre la aparición de la polis y el supuesto su r­ gir de la razón o la filosofía, p ero no p o drem os e n tra r ahora en la conside­ ración de estos aspectos. P o r el con­ trario , sí que nos in teresará destacar la im portancia de sus estudios sobre la relación entre m ito y trag ed ia, com o su análisis de la figura de E d ip o , o e n ­ tre m ito y sociedad, con su estudio del m ito de P ro m eteo , por las razones siguientes: E n prim er lugar, po rq u e pone de m anifiesto cóm o el análisis estructural del m ito griego es im posible de llevar a cabo si no partim os p rev iam en te del estudio de la narració n , del texto que lo recoge, ya que en su estructura com o relato yace un p rim er e stra to de significaciones, com o ocu rre en la narración hesiódica del m ito de P ro ­ m eteo. Es preciso un análisis estru ctu ­ ral del vocabulario, en este caso del sacrificio, y un estudio de los cam-

57

El mito griego y sus interpretaciones

pos sem ánticos del m ism o — com o el cam po de conceptos com o la metis (as­ tucia, en g añ o , habilidad e inteligencia técnica)— , p ara p o d er co m p ren d er en to d a su profu n d id ad el m ito griego. Y , p o r o tra p a rte , p o rq u e d e ­ m u estra, com o o curre en el caso del sacrificio, que el estudio del m ito es inconcebible sin el análisis m inucioso de las instituciones sociales, com o el m atrim o n io , al que dedica un estudio, o religiosas, com o todos los aspectos del ritual sacrificial. J. P. V ern an t inscribe su obra

cangrejo y la sepia, en cosm ogonías com o la A lem án y en m itos «heroicos» com o el de la carrera de A ntíloco en la Iliada, ha sido llevada a cabo co njun­ tam ente con M arcel D etien n e. D e este a u to r h ab rá que destacar el interés ex trao rd in ario de su libro L o s Jardines de A d o n is, que constitu­ ye la m ejo r m uestra de la aplicación del m étodo estructural al estudio del m ito griego. E n él p u e d en verse en fu ncionam iento los códigos botánico, zoológico, astronóm ico, ritu al, socio­ lógico del m ito griego en el juego de

d e n tro del proyecto de una psicología h istórica, cuya finalidad consistiría en o b serv ar cóm o ías categorías lógicas, psicológicas y sociales no son un p ro ­ ducto in alterab le de la n atu raleza h u ­ m an a, sino el resu ltad o del propio proceso de evolución histórica, en el cual se van constituyendo a la p ar con las transform aciones de la sociedad hu m ana. P arte de la o b ra de V ern an t, com o sus estudios sobre la metis, en los que se pu ed e observ ar cóm o esa categoría básica del pen sam ien to grie­ go — hasta ahora no estu d iad a— a p a ­ rece en m itos com o los de la foca, el

D isp u ta de A te n e a co n P o se id ó n po r el d o m in io del A tic a (4 4 7 .4 3 2 a.C .) Frontó n o ccid e n ta l del P artenón

sus interrelaciones m utuas. P ero su in­ terés no radica sólo en ello, sino en q u e, com o señala el p ropio D etien n e, en él se p u ede o b servar cóm o las ca­ tegorías básicas de ese análisis nos las p ro p orciona ya el p ropio pensam iento g rieg o , ya que las pro p ied ad es de plantas, anim ales, e tc ., ap arecen ya en m arcadas en las clasificaciones bo­ tánicas, zoológicas y de to d o tipo de la «ciencia griega», m ostrán d o n o s una

58

estructura que no es otra que la del propio mito. La mitología de los arom as que analiza D étienne en este libro se e n ­ raiza en un problem a social claro: la oposición esposa/concubina, p resente en la sociedad griega del siglo IV, en el que se introduce el culto de A d o ­ nis, y fruto de la situación de indefini­ ción jurídica que es característica del m atrim onio griego, con lo que la vin­ culación entre mito y sociedad vuelve a estar patente. Pero es que esa vin­ culación alcanza incluso en ese caso un nivel mucho más profundo cuando, a p artir del análisis del papel de los a ro ­ m as en el sacrificio, podem os estab le­ cer la relación existente entre las pos­ turas ante el sacrificio, las diferentes sectas pitagóricas y órficas y la defini­ ción de la cultura, la alim entación y el estatus de la m ujer en relación con la institución base del ritual griego: el sa­ crificio sangriento del tipo thysía (en el que el animal dom éstico sacrifica­ do, norm alm ente un buey, es consu­ m ido, en parte, por los participantes en el ritual, y en parte quem ado con arom as para consumo de los dioses). El estudio del mito aparece en D etienne como una parte del estudio de la sociedad y la historia y sirve para entrelazar el análisis de las insti­ tuciones como el sacrificio, el m atri­ m onio, las sectas religiosas con el del pensam iento — mítico o filosófico, en el caso del pitagorismo— y el de la propia historia griega. Las vinculaciones del m ito con otro tipo de instituciones, com o son las de carácter iniciático, se halla p re ­ sente en la obra de Pierre Vidal-Naquet, que en conjunto podríam os ca­ racterizar como más vinculada a los problem as históricos propiam ente di­ chos. Este autor llevará a cabo, por ejem plo, un estudio de la evolución del espacio en el pensam iento político griego desde la época arcaica hasta Platón, enlazando con' el estudio de las utopías helénicas. O tam bién a n a ­ lizará la representación de la m ujer,

Akal Historia del Mundo Antiguo

el esclavo, el g u errero y el joven en el pensam iento m ítico, siguiendo el m é­ todo estructural, p ero dándole un ca­ riz propio que consiste, com o ya indi­ cábam os, en destacar la im portancia de los elem entos sociales fren te a los p u ram en te intelectuales, que están m ás presentes en las obras de V er­ n ant y D etienne. N o o b stan te, de esa diligencia de m atiz tam p o c o p u e d e deducirse la existencia de una concepción básica­ m en te distinta (V idal-N aquet es coau­ to r de libros sobre la relación en tre m ito y tragedia con V ernant), sino que sólo se tra ta de destacar m ás un m atiz fren te a los dem ás. U n a preocupación específica de V idal-N aquet es su gusto p o r los te ­ mas historiográficos, tan to d en tro de la historiografía antigua com o de la e u ro p ea m od ern a y co n tem p o rán ea, y tan to en lo que se refiere a tem as his­ tóricos — com o la dem ocracia a ten ie n ­ se— com o a tem as m íticos, com o el m ito de E dipo. E sa preocupación la com para tam bién M. D e tie n n e, quien en su libro sobre la génesis del con­ cepto de m itología se plantea el estu ­ dio de la aparición del m ism o, tanto d en tro de la propia an tigüedad h elén i­ ca, en la que el concepto será acuña­ do de un m odo definitivo por Platón, com o h abíam os visto, com o en la E u ­ ropa del siglo XIX. E n este últim o estudio llega D e ­ tienne a la conclusión de que quizá el concepto de m ito com ience a d esvane­ cerse. Se ha criticado su conclusión en lo que se refiere al estudio de P latón, en el que el concepto de m ythos p a re ­ ce estar p erfectam en te definido, pero quizá sea válida para el m undo co n ­ tem p o rán eo , en el que algunos a u to ­ res com ienzan a tra ta r de en cu ad rar al m ito en co n juntos m ás am plios, com o el del sim bolism o o el pensam iento sim bólico, y en el que las b a rreras que se alzaban en tre el m ito com o e rro r y com o enigm a y la razón com o m orada de la verdad parecen irse d e rru m b a n ­ do progresivam ente.

59

El mito griego y sus interpretaciones

Conclusión

¿C óm o se p uede estu d iar el m ito grie­ go en la actualidad? ¿Q u é deb e hacer la perso n a in teresad a en su estudio p ara iniciarse en él? A lo largo de la historia ha habido diferen tes concep­ ciones y diversos m éto d o s p a ra el es­ tudio del m ito. E n la actualidad con­ viven todavía la teo ría psicoanalítica, la ritualística, ju n to con la estru ctu ralista y la de la escuela histórico-filológica alem an a, ju n to con o tras apro x i­ m aciones, com o la de G . S. K irk y W. B u rk ett. E n realid ad , G. S. K irk no a p o r­ ta una nueva concepción del m ito ni un nuevo m étodo p ara su estu d io , sino que se lim ita a criticar lo que él co n ­ sidera los defectos del m éto d o estru c­ tu ral y a d estacar la im portancia de la distinción en tre g éneros, com o m ito, cuento y leyenda. Pero no ha llevado a cabo trab ajo s im p o rtan tes en los que ponga de m anifiesto la riqueza de sus planteam ien to s. E ste sí es, por el co n trario , el caso de W. B u rk e rt, a u to r de un im ­ p o rta n te tra b a jo sobre el sacrificio y de otros libros en los que renueva la teoría del m ito y el ritu al, p ero im pri­ m iéndole un nuevo vigor, gracias a la consideración del ritual com o un len ­ guaje específico y a la vinculación del estudio de los gestos anim ales y la ciencia de la etología. Sin em b arg o , con estas aportacio n es, a p esar de su gran interés, no consigue crear una

A u rig a de D elfo s (4 8 0 -4 5 0 a.C .)

60

Akal Historia del Mundo Antiguo

teoría ni un m étodo dotad o s del sufi­ ciente grado de rigor y riqueza. ¿D ónde escoger, pues? E stá claro que hay m uchos m éto d o s, p ero ello no debe conducirnos a una p o stu ra pirronista en la que todo vale porque no p o ­ demos hallar una verdad absoluta. A pesar de la diversidad de las doctrinas está claro que se realizan ciertos p ro ­ gresos y que hay cosas que se pu ed en considerar com o conocim ientos a d q u i­ ridos, tan to en los resu ltad o s de las in ­ vestigaciones com o en los m étodos de las mismas. M uchas veces las d ife re n ­ cias entre escuelas son m eras d iferen ­ cias de m atices, y esos m atices suelen estar condicionados p o r las p osturas ideológicas y los gustos personales. Los gustos y los prejuicios no los p o ­ dem os c o n tro la r, p u es van u n id o s a nuestra propia n atu raleza, y p o r ello será conveniente, a la hora de estu­ diar el m ito griego, tra ta r de ver en los m étodo s m ás lo q ue los u n e q u e lo que los sep ara, sin p re te n d e r p o r

ello unificar posturas h eterogéneas. El estudio del m ito griego debe, pues, iniciarse p artien d o de tres tipos de supuestos y de tres clases de obras. E n prim er lugar ten d rem o s que ten er en cu en ta que siem pre será necesario p artir de las fu entes, p o r lo que la lec­ tu ra de los clásicos ha de fo rm ar una p arte fundam ental de la labor del m i­ tólogo. E n segundo lugar será necesa­ rio sab er aprovechar el acopio del tra ­ bajo realizado p o r nuestros p re d e c e ­ sores, p o r lo que debem os consultar los m anuales y léxicos de m itología y las m onografías sobre los diferentes m itos y personajes. Y, p o r últim o, siem pre ten drem os que p artir de algu­ na teo ría acerca del h om bre y su fo r­ m a de p ensar, acerca de la sociedad y acerca del m undo, por lo que el estu ­ dio del m ito ha de fo rm ar p a rte siem ­ p re del estudio de la historia y de todo ese h etero g én eo co n ju n to de saberes que m uchos gustan llam ar las ciencias hum anas y sociales.

C e n ta u ro d e b ro n ce M e d ia d o s del siglo VI a.C . (M useo M e tro p o lita n o , N ew Y ork)

61

El mito griego y sus interpretaciones

B ibliografía

I. El mito com o problem a: de la alegoría al sistem a

Jan de Vries: Perspectives in the History o f Religions, Berkeley, 1977 (U trech, 1961).

1

Frances A. Yates: Giordano Bruno y la Tradición hermética, A riel, Barcelona, 1983 (Londres, 1964). El arte de la Memoria, Taurus, Ma­ drid, 1974 (Londres, 1966).

Marcel Detienne: La invención de la m ito­ logía, Península, Barcelona, 1985 (París, 1982). Paul Veyne: Les Grecs ont-ils cru à leurs mythes?, Paris, 1983. Félix Buffière: Les Mythes d ’Homére et lu pensée grecque, Paris, 1957. Erich A. Havelock: Preface to Plato, Masachussets, 1963. The Literary Revolution in Greece and its Cultural Consequences, P rincenton, 1982. Jean Pépin: Mythe et alégorie, París, 1964. 2 Jean Seznec: Los Dioses de la Antigüedad en la Edad Media y el Renacimiento, T au­ rus, M adrid, 1983 (Paris, 1980). Claude-Gilbert Dubois: M ythe et langege au seizième siècle, Paris, 1970. Edgar Wind: Los Misterios Paganos del Renacim iento, B arrai, B arcelona, 1972 (Londres, 1968). Dora y Erwin Panofsky: La Caja de Pan­ dora. Aspectos cambiantes de un sím bolo mítico, Barrai, Barcelona, 1975 (1956). Burton Feldman y Robert D. Richardson: T h e R is e o f M o d e rn M y th o lo g y , 1680-1860, Indiana, 1972.

Karl Kerényi: Die Eroffnung des Zugangs zum Mythos. Ein Lesebuch, D arm stadt, 1976. Otto Gruppe: Geschichte der klassischen Mythologie und Religions-Geschichte wcihrend des Mittelalters im A bendland und wahrend der Neuzeit, Leipzig, 1921. Carlos Alonso del Real: Realidad y Leyen­ da de las Am azonas, Espasa Calpe, Ma­ drid, 1968. Michéle Duchet: Antropología e historia en el siglo de las luces, Siglo X X I , Madrid, 1975 (París, 1971).

II. El mito co m o objeto: la mitología en la E uropa del siglo XIX i Friedrich Creuzer: Religions de l’Antiquité. Considérées principalement dans leurs form es symboliques et mythologiques, T o­ mos I y II, Paris, 1825 (traducción J. D. Guigniaut) (1810-1812).

62

Akal Historia del Mundo Antiguo

2 K. Ottfried Müller: Prolegomena zu einer wissenchaftlichen Mythologie, 1825.

5 Max Müller: Mitología comparada, 1856 (trad. Teorem a, Barcelona, 1982).

Arnaldo Momigliano: «K. O. M üller’s P ro­ le g o m en a zu e in e r w isse n ch a ftlich e n Mythologie and the Meaning of Myth». VII Contributo, Rom a, 1984.

Angelo de Gubernatis: Zoological M ytho­ logy. The Legends o f Anim als, I y II, L on­ don, 1872.

3 J. J. Bachofen: Das Mutterrecht. Eine Untersuchung über die Gynaikokratie der al­ ten Welt nach ihrer religiosen und rechtlichen Natur. Basel, 1897. Véase la traduc­ ción e introducción a esta obra por M ar Llinares García en Ediciones A kal, M a­ drid, 1986. Eva Cantarella: II potere fem m inile. Storia e Teoría, Milano, 1977, antología de las principales obras de Bachofen con com en­ tarios e introducción. Georges Grote: Histoire de la Grèce. D e­ puis les temps les plus reculés ju sq u ’à la gé­ nération contem poraine d ’A lexandre le Grand, París, I, 1864. 4 Hermann Usener: Gôtternamen. Versuch ei ner Lehre der religioschen Begriffsbildung, Frankfurt, 1948 (1895). AA. VV.: Aspetti di Hermann Usener filologo délia Religione, Pisa, 1982. Ulrich von Wilamowitz-Moellendorf: Der Glaube der Hellenen, 1 y II, S tuttgart, 1959 (1931). Otto Kern: Die Religion der Griechen, l-lll, Berlín, 1963 (1938). Martin P. Nilsson: Griechische Feste von religiôser Dedeutung m it ausscliluss der A ttischen, Leipzig, 1906 (M ilano, 1975). The Minoan Mycenaean Religion and its survival in Greek Religion, L und, 1927 (reed. 1968). The M ycenaean O rigin o f G reek Mythology, Berkeley, 1929. H om er and M ycenae, 1933 (New York, 1968). La religion Populaire dans la Grèce Antique, Paris, 1955. Historia de la Religion Griega (O x­ ford, 1925), Buenos A ires, 1961. Historia de la religiosidad griega (Estocolmo, 1946), G redos, M adrid, 1970. Geschichte der griechischen Religion, I y II, Munich, 1955 (2.a cd.).

Robert Brown: Semitic influence in Helle­ nic M ythology with special reference to the recent mythological works o f the Rt. H on Prof. F. Max M üller and Mr. Andrew Lang, 1898 (New Y ersey, 1966). 6 Jane Hellen Harrison: A ncient A rt and R i­ tual, O xford, 1951 (reed). Prolegomena to the study o f Greek Re­ ligion, Cam bridge, 1903 (reprint 2.a éd., 1927, New Y ork, 1960). Themis. A Study o f the social origins o f Greek Religion, Cam bridge, 1912. Epilegomena to the study o f Greek R e­ ligion, Cambridge, 1921. Joseph Fontenrose: The Ritual Theory o f M yth, Berkeley, 1971. Herbert Jenkins Rose: Primitive Culture in Greece, London, 1925. Francis McDonald Corntord: From Reli­ gion to philosophy. A study in the Western O rigins o f W estern Speculation, 1912 (trad.: De la religion a la filosofía, Ariel, B arcelona, 1984). Gilbert Murray: The Rise o f Greek Epic, O xford, 1934. Five Stages o f Greek Religion, 1912 (New York, 1955).

III. El mito com o sistem a: la mitología del siglo XX 1. Psicoanálisis del mito Sigmund Freud: La interpretación de los sueños, 1900, en O B R A S, I, Barcelona, 1981 (1922). Psicopatología de la vida cotidiana, 1901, en O B R A S, I. El chiste y su relación con lo incons­ ciente, 1905. Totem y tabú, 1912-3, en O B R A S, II. Una neurosis demoníaca del siglo xv n , 1922, en O B R A S, III. Moisés y la religión monoteísta: tres ensayos, 1939, en O BR A S III.

63

El mito griego y sus interpretaciones

Geza Roheim: Psicoanálisis y antropología, Buenos A ires, 1968 (New Y ork, 1950). Otto Rank: El mito del nacimiento del hé­ roe, Buenos A ires, 1961. Georges Devereux: Dreams in Greek Tra­ gedy. A n Ethno-psycho-analytical Study, Oxford, 1976. Tragédie et poésie grecques. Etudes ethnopsychanalitiques, Paris, 1975. Femme et Mythe, Paris, 1982. Baubo. La vulva mítica, Icaria, 1985 (París, 1984). «La psychanalyse et l’histoire. Une application à l’histoire de Sparte». A n n a ­ les ESC, 1965. C. G. Jung: Símbolos de transformación, Buenos Aires (4.a éd.), Barcelona, 1981. El secreto de la flo r de Oro, B arcelo­ na, 1982 (1931). Psicología y religion, B arcelona, 1981. Joseph Campbell: El héroe de las m il ca­ ras. Psicoanálisis del mito, México, 1959 (New Y ork, 1949). Paul Diel: El Sim bolismo en la mitología griega, L abor, Barcelona, 1976 (París, 1966).

y del mito, Buenos A ires, 1981 (D arm s­ tadt, 1971). Dionysos. Le m ythe et le culte, Paris, 1969 (Frankfurt, 1933). R. Pettazzoni: La Religion dans la Grèce A n tiq u e . Des origines a A lexandre le Grand, Paris, 1953. L ’onniscienza di Dio, Torino, 1955. Dario Sabbatucci: Saggio sul misticismo greco, Rom a, 1979. Angelo Brelich: Gli eroi greci. Un proble­ ma storico-religioso, Rom a, 1958. Guerre, agoni e culti ne lia Grecia ar­ caica, Bonn, 1961. Storia delle religioni:perché? Nápoles, 1979. Paides e Parthenoi, Rom a, 1969. 3 Emile Durkheim: Las form as elementales de la vida religiosa, M adrid, 1982 (1912). Marcel Mauss: Obras /-///, Barcelona, 1970 (París, 1970). Sociologie et anthropologie, París, 1950.

C. G. Jung, Ch. Kerényi: Introduction a l’essence de la mythologie, París, 1951.

Lucien Lévy-Bruhl: La mitología prim iti­ va, Barcelona, 1978 (París, 1935). El alma primitiva, B arcelona, 1974 (París, 1927).

Karl Kerényi: La religión antigua, M adrid, 1972 (Düsseldorf/Koln, 1952).

J. Cazeneuve: La mentalidad arcaica, Bue­ nos Aires, 1967.

C. Kerényi: Dionysos. Archetypal Image o f Indestructible Life, London, 1976. Prometeus. Archetypal Image o f H u­ man Existence, London, 1962.

L. Gernet, A. Boulanger: El genio griego en la religión, México, 1960 (París, 1936).

2 Rudolf Otto: Lo santo. Lo racional y lo irracional en la idea de Dios, M adrid, 1980. G. Van der Leeuw: Fenomenología de la religión, Mexico, 1964 (Tubinga, 1956). Mircea Eliade: Iniciaciones místicas, M a­ drid, 1975 (New York, 1958). Tratado de Historia de las religiones, I y II, M adrid, 1974 (Paris, 1974). El m ito del eterno retorno, Buenos A i­ res, 1968 (París, 1945). Walter F. Otto: Los dioses de Grecia. La imagen de lo divino a la luz del espíritu griego, Buenos A ires, 1973 (Frankfurt, 1961). Teofanía, Buenos Aires, 1968 (Hamburgo, 1956). Las Musas. El origen divino del canto

Louis Gernet: Anthropologie de la Grèce antique, París, 1968. L e s g re c s sa n s m ir a c le . T extes 1903-1960, París, 1983. Georges Dumézil: D ada la enorm e exten­ sión de su obra, rem ito a los libros si­ guientes: J. C. Riviere: Georges D um ézil à la décou­ verte des Indo-Européens, Paris, 1979; C. Scott Littleton, The new com parative Mythology, Berkeley, 1966, que contienen una bibliografía com pleta de Dumézil has­ ta las respectivas fechas de publicación. A continuación citaré las traducciones caste­ llanas de sus obras y sus libros más re­ cientes: Del mito a la novela, México, 1973. Los dioses de los indoeuropeos, B ar­ celona, 1970. El destino del guerrero, México, 1971.

64 Los dioses de los germanos, México, 1973. Les dieux souverains des Indo-E uro­ péens, París, 1977. Rom ans de Scythie et d ’alentour, P a­ ris, 1978. M ariages In d o -E u ro p é e n s, P aris, 1979. A pollon sonore, Paris, 1982. La Courtisane et les seigneurs colorés, Paris, 1983. L ’oubli de l’hom m e et l’honneur des dieux, Paris, 1985. «... L e m oyne noir en gris dedans Varennes». Sotie nostradamique suivie d ’un divertissement sur les dernières paroles de Socrates, Paris, 1984. 4 C. Lévi-Strauss: E l pensamiento salvaje, México, 1964 (París, 1962). El totemismo en la actualidad, M éxi­ co, 1965 (París, 1962). Mitológicas. I. L o crudo y lo cocido. II. De la miel a las cenizas. III. El origen de las maneras de mesa. IV. E l hom bre d e s n u d o , M é x ic o , 1968-1980 (P a rís , 1964-1971). La potière jalouse, París, 1985. Marcel Detienne: Los Jardines de Adonis. La mitología griega de los aromas, A kal, M adrid, 1982 (París, 1972). Los maestros de la verdad en la Gre­ cia Antigua, Taurus, M adrid, 1983 (París, 1967). Dionysos mis à mort, París, 1977. Marcel Detienne (ed): II mito. Guida storica e critica, Bari, 1976. Marcel Detienne y Jean P. Vernant: La cui­ sine du sacrifice en pays grec, Paris, 1979. Les ruses de l ’intelligence. La métis des grecs, Paris, 1974. Jean Pierre Vernant: M ito y pensamiento en la Grecia Antigua, A riel, B arcelona, 1973 (París, 1965). Mito y sociedad en la Grecia Antigua, Siglo XXI, M adrid, 1982 (París, 1974). Los orígenes del pensamiento griego, Buenos A ires, 1973 (París, 1962). Religions, histoires, raisons, París, 1979. La m ort dans les yeux, Paris, 1985. Jean Pierre Vernant y.Pierre Vidal-Naquet: M ythe et tragédie en Grèce Ancienne, Paris, 1973.

Akal Historia del Mundo Antiguo

M ythe et tragédie Deux, Paris, 1986. Pierre Vidal-Naquet: L e Chasseur noir. Formes de pensée et form es de société dans le m onde grec, Paris, 1981. Laurence Kahn: Hermès passe ou les am ­ biguïtés de la comunication, Paris, 1978. Walter Burkert: Structure and History in Greek M ythology and Ritual, Berkeley, 1979. Greek Religion, O xford, 1985 (Stutt­ gart, 1977). G. S. Kirk: Mito. Significado y funciones en las diversas culturas, B arcelona, 1971 (Cam bridge, 1970). The Nature o f Greek M yth, Hardm ondsworth, 1974.

Conclusión Como libro de consulta básico puede utilizarse: H. J. Rose: Mitología Griega, L abor, B ar­ celona, 1970 (O xford, 1927), o bien: Robert Graves: Los M itos Griegos, A lian­ za E ditorial, M adrid, 1985 (Hardm ondsw orth, 1974). El m ejor diccionario publicado en cas­ tellano es: Pierre Grimai: Diccionario de la Mitología Griega y Romana, L abor, Barcelona, 1965 (con reediciones posteriores). Y como léxicos exhaustivos han de consultarse: W. H. Roscher: L exikon der griechischen und rômischen Mythologie, Tomos I a V III, Leipzig, 1884-1893 (reedición G eorg Olms V erlag, H ildesheim . New York, 1978). Lexicon iconographicum Mythologiae classicae, I-II, publicado hasta el vocablo A tenea, Zurich-M unich, Artem is-V erlag, 1984. Es tam bién de interés, por el valor de algunos de sus artículos, pero no por su ca­ rácter exhaustivo, ya que es muy irregular: Yves Bonnefoi: Dicctionaire des M ytholo­ gies, I y II, Paris, Flam m arion, 1981.