Africanos en los confines del Imperio : esclavitud, empoderamiento y lucha en la Honduras colonial (1525-1643) [1 ed.] 8400106652, 9788400106652

Los africanos y sus descendientes fueron elementos claves en la construcción y consolidación de las sociedades coloniale

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Spanish Pages 254 Year 2020

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Table of contents :
Índice
Introducción
Siglas
Capítulo I. Africanos en la Audiencia de los Confines
El tráfico de esclavos indígenas como causa del despoblamiento del Istmo
Primeros esclavos africanos en el territorio de Honduras
La Nueva Audiencia: espacio de empoderamiento para los esclavizados
Capítulo II. Plata y esclavizados
El africano: elemento clave en las minas de plata
El milagro del azogue en el nuevo contexto minero hondureño
Tegucigalpa: nuevo espacio de empoderamiento de los afrodescendientes
Capítulo III. Integración y lucha
Hegemonía afrodescendiente en el contrabando
Africanos en los nuevos ciclos mineros
Fiscalidad: otro mecanismo de integración
Capítulo IV. Conflicto y paz
Otros espacios en manos de los afrodescendientes
Piratas y otros enemigos de España: aliados y socios de los habitantes de las rancherías
La génesis de la Mosquitia: un reino zambo en el corazón del Mare Nostrum español
Algunas consideraciones finales
Bibliografía
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Africanos en los confines del Imperio : esclavitud, empoderamiento y lucha en la Honduras colonial (1525-1643) [1 ed.]
 8400106652, 9788400106652

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1. Daniela Marino, Huixquilucan. Ley y justiciaen la modernización del espacio rural mexiquense,1856-1910, 2016. 2. Gleydi Sullón Barreto, Extranjeros integrados. Portugueses en la Lima virreinal, 1570-1680, 2016. 3. María Dolores Elizalde y Carmen Yuste (eds.), Redes imperiales. Intercambios, interacciones y representación política entre Nueva España, las Antillas y Filipinas, siglos xviii y xix, 2018.

TIERRA NUEVA Los africanos y sus descendientes fueron elementos claves en la construcción y consolidación de las sociedades coloniales americanas. En concreto, es poco conocido su aporte a la región centroamericana, designada desde principios del siglo xvi como La Audiencia de los Confines. Esta investigación, centrada en las áreas mineras del corazón del Istmo, es un excelente ejemplo de la vitalidad con la que se fueron integrando los africanos esclavizados llevados a la región desde el mismo momento de la conquista. Para ello, se ha apostado por colocarlos como sujetos de su propia historia a partir del análisis de documentos procedentes de importantes archivos históricos para realizar una investigación que visualiza una realidad muy distinta a las célebres historiografías regionales. Los espacios mineros en las tierras altas centroamericanas son un excelente marco donde poder estudiar las dinámicas de integración de los diferentes grupos que participaron en esta actividad, entre ellos los africanos y sus descendientes. Ello importa sobre todo porque la calidad del metal llamó la atención de la Corona, que invirtió importantes recursos en la zona. Además de los aspectos económicos, esta obra aborda otras realidades de suma importancia, como la recuperación de la demografía y las tensas relaciones y conflictos interétnicos que surgieron entre afrodescendientes y colonos a partir de la integración de los asentamientos cimarrones periféricos. Estos conflictos favorecieron, en gran medida, el empoderamiento de los africanos y de sus descendientes en todos los espacios coloniales. Dos de los momentos más importantes de este proceso fueron: por un lado, la reactivación de la minería y, por otro lado, el incipiente fortalecimiento del contrabando en manos de los afrodescendientes. Muchas de estas rutas tuvieron como puntos estratégicos los poblados asentados más allá de la Línea Segoviana. Tal fue el éxito de esta actividad que, a partir de la segunda mitad del siglo xvii, se consolidaron las alianzas dando origen a la Mosquitia, un reino soberano en el corazón del Imperio español.

AFRICANOS EN LOS CONFINES DEL IMPERIO

ESTUDIOS AMERICANOS. Tierra Nueva

RAFAEL OBANDO ANDRADE

EA - tn 4

CSIC

RAFAEL OBANDO ANDRADE

AFRICANOS EN LOS CONFINES DEL IMPERIO Esclavitud, empoderamiento y lucha en la Honduras colonial (1525-1643)

RAFAEL OBANDO ANDRADE

ESTUDIOS AMERICANOS. Tierra Nueva CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

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Profesor de Antropología Social y Cultural de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla). Es licenciado en Historia por la Universidad de Barcelona y máster en Derechos Humanos, Interculturalidad y Desarrollo por la Universidad Pablo de Olavide. En la misma universidad obtuvo una maestría en Desarrollo Local y Cooperación Multilateral y un doctorado en Historia de América, cum laude y premio extraordinario a la mejor tesis doctoral en 2014. Ha sido becario de investigación en la Universidad de Harvard, además de ser investigador activo en varios grupos de investigación I+D+i y miembro fundador de la Red de Estudios Afrocentroamericanos. Entre sus publicaciones destaca su libro De objeto a sujeto, los esclavos ante la legislación y el poder colonial en Centroamérica 1532-1600 (San Salvador, UCA, 2019), así como diversos artículos académicos, orientados a destacar la participación de los afrodescendientes en diferentes espacios centroamericanos, tanto sociales como económicos. Actualmente, investiga sobre la participación de las mujeres africanas en las Indias a partir de la articulación de la sexualidad, la violencia y la magia como mecanismos de resistencia.

1. Daniela Marino, Huixquilucan. Ley y justiciaen la modernización del espacio rural mexiquense,1856-1910, 2016. 2. Gleydi Sullón Barreto, Extranjeros integrados. Portugueses en la Lima virreinal, 1570-1680, 2016. 3. María Dolores Elizalde y Carmen Yuste (eds.), Redes imperiales. Intercambios, interacciones y representación política entre Nueva España, las Antillas y Filipinas, siglos xviii y xix, 2018.

TIERRA NUEVA Los africanos y sus descendientes fueron elementos claves en la construcción y consolidación de las sociedades coloniales americanas. En concreto, es poco conocido su aporte a la región centroamericana, designada desde principios del siglo xvi como La Audiencia de los Confines. Esta investigación, centrada en las áreas mineras del corazón del Istmo, es un excelente ejemplo de la vitalidad con la que se fueron integrando los africanos esclavizados llevados a la región desde el mismo momento de la conquista. Para ello, se ha apostado por colocarlos como sujetos de su propia historia a partir del análisis de documentos procedentes de importantes archivos históricos para realizar una investigación que visualiza una realidad muy distinta a las célebres historiografías regionales. Los espacios mineros en las tierras altas centroamericanas son un excelente marco donde poder estudiar las dinámicas de integración de los diferentes grupos que participaron en esta actividad, entre ellos los africanos y sus descendientes. Ello importa sobre todo porque la calidad del metal llamó la atención de la Corona, que invirtió importantes recursos en la zona. Además de los aspectos económicos, esta obra aborda otras realidades de suma importancia, como la recuperación de la demografía y las tensas relaciones y conflictos interétnicos que surgieron entre afrodescendientes y colonos a partir de la integración de los asentamientos cimarrones periféricos. Estos conflictos favorecieron, en gran medida, el empoderamiento de los africanos y de sus descendientes en todos los espacios coloniales. Dos de los momentos más importantes de este proceso fueron: por un lado, la reactivación de la minería y, por otro lado, el incipiente fortalecimiento del contrabando en manos de los afrodescendientes. Muchas de estas rutas tuvieron como puntos estratégicos los poblados asentados más allá de la Línea Segoviana. Tal fue el éxito de esta actividad que, a partir de la segunda mitad del siglo xvii, se consolidaron las alianzas dando origen a la Mosquitia, un reino soberano en el corazón del Imperio español.

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AFRICANOS EN LOS CONFINES DEL IMPERIO Esclavitud, empoderamiento y lucha en la Honduras colonial (1525-1643)

RAFAEL OBANDO ANDRADE

ESTUDIOS AMERICANOS. Tierra Nueva CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

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Profesor de Antropología Social y Cultural de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla). Es licenciado en Historia por la Universidad de Barcelona y máster en Derechos Humanos, Interculturalidad y Desarrollo por la Universidad Pablo de Olavide. En la misma universidad obtuvo una maestría en Desarrollo Local y Cooperación Multilateral y un doctorado en Historia de América, cum laude y premio extraordinario a la mejor tesis doctoral en 2014. Ha sido becario de investigación en la Universidad de Harvard, además de ser investigador activo en varios grupos de investigación I+D+i y miembro fundador de la Red de Estudios Afrocentroamericanos. Entre sus publicaciones destaca su libro De objeto a sujeto, los esclavos ante la legislación y el poder colonial en Centroamérica 1532-1600 (San Salvador, UCA, 2019), así como diversos artículos académicos, orientados a destacar la participación de los afrodescendientes en diferentes espacios centroamericanos, tanto sociales como económicos. Actualmente, investiga sobre la participación de las mujeres africanas en las Indias a partir de la articulación de la sexualidad, la violencia y la magia como mecanismos de resistencia.

AFRICANOS EN LOS CONFINES DEL IMPERIO

ESTUDIOS AMERICANOS. Tierra Nueva DIRECTORA

CONSEJO ASESOR

Laura Giraudo, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, CSIC

María Castañeda, Instituto de Investigaciones Antropológicas, Universidad Nacional Autónoma de México José Déniz, Universidad Complutense de Madrid Alejandro de la Fuente, Harvard University Richar Kagan, John Hopkins University Lidia Nacuzzi, Centro de Investigaciones Sociales, CONICET-IDES Fernanda Peixoto, Universidade de São Paulo Claudia Rosas Lauro, Pontificia Universidad Católica del Perú René Salinas Meza, Universidad de Santiago de Chile Juan Suriano, Universidad Nacional de General San Martín (†) Alejandro Tortolero, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa

SECRETARIA Marta Irurozqui, Instituto de Historia, CSIC COMITÉ EDITORIAL Antonio Acosta, Universidad de Sevilla Jesús Bustamante, Instituto de Historia, CSIC Manuel Chust, Universitat Jaume I Dolores González Ripoll, Instituto de Historia, CSIC Manuel Herrero, Universidad Pablo de Olavide Maria Luisa Laviana Cueto, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, CSIC Ascensión Martinez Riaza, Universidad Complutense de Madrid Rosario Sevilla Soler, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, CSIC

AFRICANOS EN LOS CONFINES DEL IMPERIO Esclavitud, empoderamiento y lucha en la Honduras colonial (1525-1643)

Rafael Obando Andrade

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS Madrid, 2020

Reservados todos los derechos por la legislación en materia de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en manera alguna por medio ya sea electrónico, químico, óptico, informático, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial. Las noticias, los asertos y las opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores. La editorial, por su parte, solo se hace responsable del interés científico de sus publicaciones. Catálogo de publicaciones de la Administración General del Estado: https://cpage.mpr.gob.es Editorial CSIC: http://editorial.csic.es (correo: [email protected])

© CSIC © Rafael Obando Andrade © De las ilustraciones: Imagen de cubierta: Dibujo del puerto de Trujillo por Arnoldus Montanus, 1671. En Davidson, William Atlas Histórico de Honduras, Managua, Fundación Uno, 2006, pág. 66.

ISBN: 978-84-00-10665-2 e-ISBN: 978-84-00-10666-9 NIPO: 822-20-136-1 e-NIPO: 833-20-137-7 Depósito Legal: M-18153-2020 Maquetación, impresión y encuadernación: Docecalles Impreso en España. Printed in Spain En esta edición se ha utilizado papel ecológico sometido a un proceso de blanqueado ECF, cuya fibra procede de bosques gestionados de forma sostenible.

Ín di c e

Introducción................................................................................................................................................................................................................................................................ Siglas...........................................................................................................................................................................................................................................................................................

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Capítulo I. Africanos en la Audiencia de los Confines................................................................................................................... 27 El tráfico de esclavos indígenas como causa del despoblamiento del Istmo.............................. 27 Primeros esclavos africanos en el territorio de Honduras........................................................................................... 44 La Nueva Audiencia: espacio de empoderamiento para los esclavizados........................................ 59 Capítulo II. Plata y esclavizados............................................................................................................................................................................................... 77 El africano: elemento clave en las minas de plata....................................................................................................................... 77 El milagro del azogue en el nuevo contexto minero hondureño.................................................................... 94 Tegucigalpa: nuevo espacio de empoderamiento de los afrodescendientes................................. 112 Capítulo III. Integración y lucha............................................................................................................................................................................................. Hegemonía afrodescendiente en el contrabando......................................................................................................................... Africanos en los nuevos ciclos mineros........................................................................................................................................................ Fiscalidad: otro mecanismo de integración...........................................................................................................................................

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Capítulo IV. Conflicto y paz............................................................................................................................................................................................................ 187 Otros espacios en manos de los afrodescendientes................................................................................................................. 187 Piratas y otros enemigos de España: aliados y socios de los habitantes de las rancherías.... 200 La génesis de la Mosquitia: un reino zambo en el corazón del Mare Nostrum español........... 213 Algunas consideraciones finales............................................................................................................................................................................................ 233 Bibliografía..................................................................................................................................................................................................................................................................... 237

En 1519 de Homen-Reinéis Lopo realizó este mapa gracias a la información que recibió de Alfonso Álvarez de Pineda recopilada en sus incursiones esclavistas por la zona junto con otros traficantes como Juan Ponce, Francisco de Garay, Diego Velázquez. Fuente: Davidson, William, Atlas Histórico de Honduras, Managua, Fundación Uno, 2006, p. 30.

A mi bella y amada Stella, que tu sonrisa siga iluminando nuestros caminos

Introducción

Esta obra tiene como principal designio acentuar el importante papel que desempeñaron los africanos y sus descendientes en la construcción y consolidación de la sociedad colonial en la antigua Audiencia de Guatemala, durante el intenso periodo que va desde las primeras expediciones castellanas hasta la caída y posterior abandono del puerto de Trujillo en 1643. Para emprender esta misión hemos indagado en momentos claves donde está documentada la presencia de africanos en los diferentes ciclos de la vida cotidiana de la colonia, dejando unos cuantos para futuros estudios. Un elemento básico en esta investigación ha sido la valoración de una novedosa propuesta, que ha consistido en colocar a los africanos esclavizados y a sus descendientes en América como sujetos de su propia historia. Por ello, a lo largo de la obra hemos hecho hincapié en visibilizar los diferentes procesos de resistencia e integración utilizados por esta población a lo largo del primer siglo de dominio español en la zona. Estos últimos procesos son muchas veces vistos como «problemas» desde el ángulo económico, ya que, para la historiografía tradicional, afectaron los ciclos productivos y llegaron a colapsar, en más de una ocasión, la economía colonial. Esto provocó la creación de una ingente documentación administrativa y jurídica, especialmente a la hora de justificar la baja recaudación de la Hacienda Real. Sin embargo, esas mismas «contrariedades», fueron importantes herramientas que favorecieron en gran medida el empoderamiento de los africanos y de sus descendientes desde su llegada a las Indias, en general, y a la Audiencia de los Confines, en particular. Otra de las cuestiones importantes analizadas en este trabajo de investigación son las diferentes situaciones que favorecieron la continua huida de esclavizados en los espacios mineros y que fomentaron la aparición de tempranos asentamientos o palenques. Estos últimos surgieron tanto en la periferia de los territorios mineros como en áreas más alejadas del control colonial, especialmente en los pequeños valles fluviales de la vertiente atlántica. Algunos de estos asentamientos fueron integrados al sistema colonial durante los diferentes ciclos de auge minero. Otros, sin embargo, se fortalecieron gracias al dinamismo que representaron las actividades de contrabando.

AFRICANOS EN LOS CONFINES DEL IMPERIO

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Por otro lado, dichas actividades de comercio ilegal dieron paso a una particular economía regional, a la que muchos suelen considerar como «informal». No obstante, fue de gran importancia para la supervivencia de las colonias y fue motor de integración social, como bien queda demostrado a lo largo de la presente investigación. No debemos olvidar que todos estos procesos de integración y conquista de espacios sociales llevaron consigo una extrema violencia, un hecho que hace aun más admirable la capacidad de adaptación positiva que tuvieron los africanos frente a la adversa situación de la esclavitud. Antes de continuar, creemos necesario hacer una pequeña aclaración en relación con algunos conceptos utilizados a lo largo de la obra, tales como negro, pieza de indias, zambo, mulato, negros caciques, negros vaqueros, cuarteados o trata negrera, entre otros. Todos ellos responden a los términos y las categorías históricas utilizadas en las fuentes históricas consultadas durante el periodo de estudio para denominar a los africanos subsaharianos, en sus diferentes condiciones jurídicas, frente al poder colonial. Estos y otros conceptos fueron acuñados al calor de la trata de personas esclavizadas, negocio que se fue haciendo cada vez más sofisticado y mortífero para abastecer la demanda del mercado indiano, que utilizó el derecho como basa justificatoria. En ninguno de los estos casos los conceptos se deben considerar como algo peyorativo. Fueron significantes o términos que, como bien recogen las palabras de Enriqueta Vila Vilar: simplemente reflejan modos y fórmulas de una época ya pasada, que actualmente pueden chocar, pero de las que creemos no se debe prescindir.1 Además, no olvidemos que muchos de estos términos históricos son empleados también como categorías analíticas que ayudan al científico social a reconstruir una realidad pasada. Especialmente son importantes cuando la investigación aborda temas jurídicos. Es entonces cuando estos términos históricos revelan toda su fuerza y contenido, como bien lo analiza Achille Mbembe, en La Critica de la Razón negra.2 En estos mismos términos, Zeuske,3 justifica el empleo y la utilidad analítica de estos términos históricos considerandolos como rectores, frente a otros utilizados, como podrían ser «servidumbre» o «trabajos forzados», a que estos conceptos marcaron formas de interrelaciones socioeconómicas que traspasaron las fronteras europeas para instalarse en las mentalidades de cientos de culturas alrededor del mundo. En otros momentos de la investigación, hemos utilizado conceptos de construcción más recientes como africanos, afrodescendientes, esclavizados o incluso esclavos, porque son los que mejor dramatizan, en ciertos contextos analíticos, las realidades que se estudian. Pero no por ello dichos términos están exentos de polémica, tanto dentro como fuera de la academia.

  Vila Vilar, 2014, p. 30.   Mbembe, 2016. 3   Zeuske, 2018. 1 2

INTRODUCCIÓN

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A lo largo de esta investigación vamos a utilizar el término empoderamiento4 para referirnos al proceso mediante el cual un individuo esclavizado o un colectivo de esclavizados, a partir de su situación de desigualdad o subalternidad, logró alcanzar cuotas de poder dentro de las estructuras hegemónicas, en las que, desde un inicio, han sido obligados a participar. Las poblaciones afrodescendientes en Centroamérica experimentaron diferentes procesos y grados de empoderamiento. Adquirieron con ello no solo el estatus de libres, sino que también fueron agentes de sus propios destinos, al punto que lograron cambiar la rígida sociedad colonial desde «adentro», en el caso de los esclavos urbanos, o desde los márgenes, como fue el caso de los cimarrones en los palenques o rancherías. En otras palabras, estos grupos adquirieron progresivamente una mayor confianza, tanto en sus posibilidades de negociación como de enfrentamiento, frente a la sociedad hegemónica que los catalogaba desde un inicio como simples objetos. Los estudios sobre la presencia de africanos en las actividades cotidianas coloniales nos obligan a reflexionar críticamente sobre la visión polarizada que poseemos de la institución de la esclavitud como ausencia total de libertad. Si somos capaces de alejarnos de esa dicotomía, podremos construir una historiografía que nos facilite identificar en la maraña documental colonial la presencia de sujetos de origen africano con diversas condiciones jurídicas que participaban activamente de la vida cotidiana de las Indias. Simultáneamente podremos reflexionar y cuestionar las fórmulas tradicionales por las cuales se ha estado negando la diversidad de las sociedades coloniales centroamericanas, donde no solo la pluralidad cultural indígena fue un factor mayoritario, sino que, además, el aporte cultural y demográfico africano dejó una impronta clave en el carácter local. Todas estas actividades han quedado registradas en la colosal cantidad de documentación contenida en varios archivos históricos, una verdadera «caja de pandora» que no parece tener fin y que conecta pueblos, ciudades y regiones de América, África, Asia y Europa. Siendo imposible abarcar y analizar todos estos registros históricos, hemos decidido centrarnos en un espacio geográfico y social en particular como fue la antigua Audiencia de los Confines (hoy Honduras), con el fin de profundizar en las relaciones interétnicas surgidas a raíz del auge de la minería, tanto de plata como de oro, que se fueron generando durante el primer «largo» siglo de presencia española en la zona. En todo caso, el espacio socioeconómico de la minería no es el único que demanda investigaciones independientes, ya que existen otros que no hubieran podido sobrevivir sin 4   En realidad, el verbo empoderar formó parte del castellano clásico. Fue incorporado en el Diccionario de Covarrubias (1611), el más importante diccionario del Siglo de Oro. En este último, quedó definido, más bien en términos jurídicos, como la acción de «dar en poder o entregar». Su reincorporación al español se ha producido mediante préstamo del inglés, desde el ámbito de los derechos humanos. Nos permite explicar cómo, en distintos momentos de la historia, grupos marginales, mediante tácticas de agenciamiento, han obtenido cuotas de poder, dignidad y bienestar social. Así ocurrió en la Centroamérica colonial, donde la población esclava, mediante tácticas de aculturación (blanqueamiento, movilidad social en la estructura colonial) o enfrentamiento (cimarronaje, contrabando), accedió a mayores espacios de libertad y de capital social y económico.

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AFRICANOS EN LOS CONFINES DEL IMPERIO

la presencia africana a la tragedia vital que caracterizó a los asentamientos españoles en América y que hoy son importantes y modernos centros urbanos. Con gran esfuerzo hemos estructurado esta investigación en cuatro capítulos interconectados entre sí con el fin de que tanto el lector curioso como el investigador puedan encontrar en él una línea clara y coherente de los acontecimientos y procesos analizados. En un primer capítulo se analiza el aporte demográfico de los africanos, puesto que su presencia fue una de las principales bases para el crecimiento vegetativo de la población. Desde este mismo ángulo, se indaga el tráfico de esclavos indígenas como una de las causas del despoblamiento del istmo, al provocar la desestructuración de tribus y cacicazgos, incluso de grandes jefaturas. En el marco de las Leyes Nuevas se dieron las primeras entradas de esclavizados africanos para explotar las que creían eran las tierras más ricas de las Indias. Minas y corrupción constituyeron un primer contexto que facilitó la huida y el posterior empoderamiento de los esclavizados, a quienes desde entonces se les conoció como cimarrones. En el segundo capítulo hemos emprendido un viaje por diferentes espacios productivos coloniales, fondeando en aquellos lugares donde los esclavizados africanos y sus descendientes fueron sujetos vitales para el desarrollo de dichas actividades. Además de los lavaderos de oro, caracterizados por una incipiente violencia y rodeados de una selva tropical agreste, nos encontramos con otras áreas mineras en las que, por su naturaleza, la presencia de esclavizados africanos también fue fundamental. Con el tiempo, los lavaderos de oro fueron sustituidos por la minería de plata, que comenzó a demandar ingentes cantidades de esclavizados. Estos últimos no tardaron en encontrar mecanismos de empoderamiento con el fin de recuperar su condición humana dentro del universo colonial español. Como mencionamos, nos interesan más las dinámicas sociales provocadas por la presencia africana en el istmo que las actividades productivas en sí mismas. Por ello, en un tercer capítulo proponemos algunos de los principales mecanismos mediante los cuales se fueron estructurando las distintas vías de integración social de los esclavizados. Aquí insistiremos en el violento ambiente colonial que empujó a los africanos y a sus descendientes a constituir espacios comunes mediante los cuales pudieron protegerse y generar movilidad social. Habría que mencionar también que una de las propuestas más innovadoras del presente libro consiste en reivindicar la participación hegemónica de estos individuos en las redes de contrabando como un mecanismo más de integración social favorecido por la irregularidad del comercio colonial y la presencia de metales precisos y de piratas. En el cuarto y último capítulo hacemos una trasgresora propuesta sobre cómo se fueron integrando a la colonia algunos de los palenques o rancherías fundados inicialmente por los cimarrones en la periferia del territorio español. Estos pactos de pacificación e integración de los palenques al sistema colonial fueron comunes en todo el Imperio y lo curioso de estos casos es la rapidez con la que sus habitantes olvidaron sus orígenes esclavos y abrazaron la cultura criolla. Sin embargo, no todos los palenques lo hicieron. Muchos de ellos se mantuvieron alejados del proyecto colonial. Celosos de sus espacios, se convirtieron en lugar de refugio de todos aquellos que huían del control español, man-

INTRODUCCIÓN

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teniendo una fuerte simbiosis con los demás habitantes de la región, gracias al trueque y al contrabando. Estas particularidades generaron procesos permanentes de conflicto y paz. Es aquí donde formulamos otra de nuestras indóciles propuestas, esta vez relacionada con la génesis de la Mosquitia, un reino zambo e independiente en el corazón del imperio español. Los estudios sobre la presencia africana en la América Española han fascinado desde hace décadas a grandes investigadores, tanto de habla inglesa, como es el caso de Philip Curtin,5 Henry Kamen,6 Helbert Klein,7 David Eltis,8 Richard Price o Sidney Mintz,9 como francesa, donde debemos destacar a Eugene Genovese,10 a Hubert Dechamps11 o a Pierre Chaunu.12 Sobre este tema, el prolífico Michael Zeuske13 tiene una excelente reflexión en su más reciente obra. Sus trabajos, junto con los de muchos hispanohablantes, como podrían ser Enriqueta Vila Vilar,14 Rolando Mellafe,15 Gonzalo Aguirre Beltrán,16 José Saco,17 Moreno Fraginals,18 José Luciano Franco,19 Alejandro de la Fuente20 o Alonso Cortés,21 entre otros muchos investigadores, se han centrado en el debate sobre la trata, y en gran medida sobre los problemas creados alrededor del número de esclavos que se comercian en América, Frank Proctor22 por ejemplo. A su vez, muchos estudiosos buscan entender los entramados legales que justificaron y fortalecieron la institución de la esclavitud desde el momento en que africanos y africanas pasaron a formar parte del paisaje social indiano.23 Estos y otros trabajos tuvieron como escenario principal los años del auge azucarero (un buen ejemplo de ello es la obra de Herbert Klein),24 quien aborda el fascinante periodo de arribo de grandes contingentes de esclavizados, tanto   Curtin, 1969.   Entre sus muchas obras podemos resaltar: Kamen, 2012, 1995, 1971. 7   Klein, 1986. 8   Nos fue de gran importancia la obra de Eltis, 2000. 9   Mintz y Price, 2012. 10   Genovese, 1971. Su obra es un clásico y es punto de referencia para cualquier persona que se acerque a los estudios afroamericanos. Otra obra que nos interesó fue Stanley y Genovese, 1975. 11   Dechamps Chapeaux, 1978 y Dechamps Chapeaux, 1971. 12   Una obra de referencia es Chaunu, 1983. 13   De gran relevancia en la reciente obra del maestro Zeuske, 2018 14   Las investigaciones de Vila Vilar 2014, 2003, y 1987. Han sido elementales en esta investigación y han influido mucho en el desarrollo de las hipótesis aquí planteadas. 15   Mellafe, 1973, 1964 y 1959. 16   Aguirre Beltrán, 1972. 17   Entre sus muchas investigaciones recomendamos, Saco, 1938. 18   Moreno Fraginals, 1977. 19   Entre sus obras podríamos destacar: Franco, 1975 y Franco, 1985. 20   Las obras del profesor Alejandro De La Fuente han sido de gran importancia para la formulación de nuestro trabajo, Entre ellas destacaríamos: De la Fuente, 2004, 2008. 21   Han sido de gran interés los artículos publicados en el Anuario de Estudios Americanos, Cortés, 1966 y 1989. 22   Proctor, 2010. 23   Obando Andrade, 2019. 24   Klein, 2013. 5 6

AFRICANOS EN LOS CONFINES DEL IMPERIO

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para la América española como para las otras Américas. En la actualidad, Centroamérica carece de este tipo de investigaciones, a pesar de que existe una amplia documentación en relación a la constante entrada de esclavizados, como por ejemplo la ya clásica obra de Rafael Leiva,25 de gran valor investigativo. Además, encontramos referencias a la presencia de africanos desde los siglos xvii hasta el xix en las obras de Marcos Carías26 y en varios trabajos de Mario Martínez.27 Incluso Olga Joya,28 Leticia Oyuela,29 Baltazar Ortiz,30 Felipe Martínez Castillo31 o José Reina32 han realizado trabajos de gran importancia, pero lamentablemente poco conocidos fuera de sus fronteras. Precisamente la carencia de estudios sobre la presencia africana durante las primeras etapas de la conquista y exploración española en la América Central representa una seria limitación para poder entender el papel que jugaron el esclavo negro y sus descendientes en las dinámicas de construcción de la sociedad centroamericana. La mayoría de las investigaciones se acercan al tema desde una metodología descrita por Harvey33 como de «arriba-abajo», es decir, visualizando al europeo primero y al indígena después como las dos «columnas» desde las que se construye el carácter nacional. Con esta forma de hacer historia queda relegada a un papel meramente pasivo la presencia del negro y de sus descendientes en los diferentes momentos y espacios coloniales. Para el caso del resto del territorio de Centroamérica, afortunadamente existen excelentes investigadores que, además de hacer una historia cuantitativa sobre la presencia africana en la región, han incluido estudios cualitativos, en los cuales se da un planteamiento sobre la importancia de la presencia de estos últimos en las dinámicas sociales del antiguo Reino de Guatemala. Rina Cáceres,34 Paul Lovejoy,35 Douglas Trotman36 y Paul Lokken37 han trabajado en diferentes proyectos, donde han visualizado el aporte africano en la sociedad latinoamericana.

  Leiva, 1982.   Carías, 1998. 27   Martínez, 2004, 1997, 1983, 1981, 28   Joya, 1991. 29   Oyuela, 1987, 1989, 1994, 2000. 30   Ortiz, 1935. 31   Martínez, 2004. 32   Reina, 1981. 33   Harvey, 1989. 34   Cáceres ha realizado una serie de trabajos que han abierto una interesante vía de investigación, de la cual este estudio es fruto. 35   Lovejoy, 1983. 36   Lovejoy y Trotman, 2001 y 2002. 37   Lokken, 2000. 25 26

INTRODUCCIÓN

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Gracias a Lara Putnam,38 Tatiana Lobo, Mauricio Meléndez,39 Manuel Monestel,40 Gloria Lara Pinto41 o Federico Lunardi,42 se ha incrementado el interés por conocer el verdadero impacto de la presencia africana en la zona durante el periodo colonial. Lamentablemente, estos trabajos son insuficientes para conocer el verdadero impacto de la presencia africana en la región. Esta carencia se hace más visible cuando nos vamos acercando a los primeros momentos de la Conquista y Colonización y profundiza aún más cuando se tocan temas como los orígenes de los esclavizados, la trata, el cimarronaje, el impacto demográfico o la inclusión social. Una reflexión de gran interés para este trabajo la encontramos en la obra de Mark Anderson y Sarah England,43 o en el trabajo de Reyes Fernández.44 Estos autores han querido destacar los numerosos momentos y las diferentes circunstancias en las que llegaron africanos al istmo, así como señalan los diferentes grados de integración que a lo largo del periodo colonial protagonizaron estos últimos y sus descendientes, una reflexión de gran importancia, ya que hasta este momento no existía conciencia de la necesidad de reconocer estas raíces como pilares de la sociedad centroamericana. Por otro lado, Darío Euraque,45 sin duda alguna uno de los más importantes investigadores hondureños, logró abrir un debate sobre la participación de los africanos en la construcción de la sociedad de este país, dejando en el aire una serie de interrogantes que han sido puntos de apoyo de gran importancia para este trabajo. Rafael Leiva,46 por ejemplo, recoge una de las reflexiones hechas por Darío Euraque, donde argumenta que la presencia demográfica de mulatos y negros hasta el siglo xix fue mucho más sustancial de los que los historiadores han creído previamente, representando más bien hasta un 30 % de la población. Darío Euraque sostiene que hasta principios del siglo xx regiones enteras de Honduras fueron consideradas como «regiones mulatas», fundamentalmente los departamentos de Olancho, Yoro, Atlántida y Colón. Queda por investigar en qué momento esta población comenzó a considerarse a sí misma, y también por actores externos, como mestiza. Precisamente la obra Tráfico de esclavos negros a Honduras, de Rafael Leiva, es un importantísimo trabajo que abrió las puertas para el estudio de otros grupos afrodescendientes que no fueran los garífunas. A pesar de que, en su mayor parte, este libro está dedicado a aspectos generales sobre la esclavitud, deja clara la intención del investigador de visualizar un importante pasado africano en la República de Honduras. Después de Leiva son pocos los trabajos acerca de esta presencia durante el periodo colonial temprano.   Putnam, 2002.   Lobo y Meléndez, 1997. 40   Monestel, 2005. 41   Lara Pinto, 1978. 42   Lunardi, 1946. 43   Anderson y England, 2005. 44   Fernández, 2012. 45   Entre sus numerosos trabajos acerca de la presencia negra en Honduras destaca este artículo, que fue de gran importancia para esta investigación: Euraque, 2011. 46   Leiva, 1987. 38 39

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Habrá que esperar hasta 1992 para que dos importantes investigaciones vuelvan a tocar el tema, aunque de manera muy general. Una sería Presencia africana en Centroamérica, de la investigadora Luz María Martínez,47 y la segunda La población negra en el Istmo Centroamericano, de Francisco Lizcano.48 Años más tarde otros investigadores hondureños incorporaron en sus trabajos referencias generales sobre la población afrodescendiente. Han dejado clara la importancia de este colectivo en los diferentes momentos históricos y espacios económicos que conforman la historia regional de Honduras. Como ejemplo de ello podemos citar a Mario Felipe Martínez Castillo,49 a Medardo Mejía,50 a Leticia Oyuela,51 a Mario Argueta,52 a Luis Pedro Taracena Arriola,53 a Mario Carias,54 así como la compilación de estudios Blacks and Blackness in Central America: Between Race and Place, editada por Lovell Gudmundson en el 2010. Otro trabajo muy interesante es el de Luis Mariñas,55 quien realiza un importante análisis de la demografía hondureña. La novedad de su trabajo, frente al de sus colegas, es que él toma en consideración la importancia de los africanos en el crecimiento y desarrollo de la demografía colonial, frente a la negación y olvido del que siempre han sido víctimas. Como hemos indicado antes, muchos de estos estudios buscaron afirmar el origen foráneo de estas poblaciones afrodescendientes. En casi ninguno de estos trabajos consultados sus autores se han ocupado en descifrar el origen de los primeros pobladores de la región de Taguzgalpa. Se produce, con ello, la equivocada impresión de que fue una región despoblada y aislada de las dinámicas coloniales antes de la fundación del reino de la Mosquitia. Entre los más importantes trabajos que han abordado de una u otra forma el posible origen de las poblaciones de Taguzgalpa se encuentran los de Karl Offen,56 cuyas investigaciones han sido de gran utilidad para el desarrollo de este trabajo. Por su parte, Bárbara Potthast57 confirma en sus trabajos el origen zambo de las poblaciones asentadas en la región, mucho antes de la formación del reino de la Mosquita. Sin embargo, no profundiza en su observación, como tampoco lo hace Linda Newson,58 quien asimismo reconoce el origen zambo de las poblaciones primitivas de Taguzgalpa. Sobre la organización política de estas poblaciones se han ocupado varios autores, como el cita-

  Martínez, 1992. y 2017.   Lizcano, 1996. 49   Martínez, 1982 y 2004. 50   Mejía, 1986, 1983. 51   Oyuela, 2003. 52   Argueta, 1992. 53   Taracena, 1991 y 1997. 54   Carias, 1990. 55   Mariñas, 1963. 56   Entre las obras más relevantes de Offen podemos citar su investigación doctoral: «The miskito Kingdom: Landscape and the Emergence of a Miskitu Identity, Northeastern Nicaragua and Honduras 1600-1800», 1999. Así como también Offen, 2000 y 2005. 57   Potthast, 1988 y 1998. 58   Las investigaciones de Newson, 1981, 1982, 1995, 2007. 47 48

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do Karl Offen, Michael Olien59 o Mary Helms.60 Paradójicamente, todos ellos reconocen en las formas de gobierno misquitas rasgos coloniales españoles, sin entrar en el análisis del origen de estos asentamientos. Por otro lado, Bernard Nietschmann61 nos ayuda a vincular los asentamientos misquitos del siglo xviii con las rancherías establecidas a finales del siglo xvi, para lo cual ha recurrido a fuentes españolas. Sus trabajos se ven complementados con los de Gerhard Sandner,62 quien analiza los cambios en las poblaciones locales y la importancia geopolítica de la región, trabajos que se integran muy bien con el realizado por James Parsons,63 publicado en la revista Annals of the Association of American Geographers. Es larga la lista de historiadores, antropólogos y sociólogos que se han dedicado al estudio de la presencia africana en el litoral caribeño centroamericano, sobre todo desde la óptica de los conflictos anglo-españoles y la participación de los zambos en estos últimos. Un ejemplo de ello es la tesis doctoral de William Sorsby,64 que cuenta con un extenso cuerpo documental, procedente de la Public Record Office de Londres, o el reciente trabajo de Josep Delgado.65 Estudios más recientes han ido desmitificando el origen inglés de la Mosquitia. Sin embargo, son muchos los que se siguen acercando al tema desde esta óptica. Por otro lado, las investigaciones llevadas a cabo en la zona de Panamá han sido de gran importancia para conocer el peso de la población africana durante las primeras décadas de ocupación española. Entre ellas podemos citar a Armando Fortune,66 Luis Diez Castillo,67 Alfredo Castillero68 y los últimos trabajos de Jean-Pierre Tardieu,69 así como los de Lowell Gudmundson y Wolfe Justin,70 donde se plantea la presencia de esclavos africanos desde el inicio de la conquista centroamericana, sin entrar en el debate sobre la participación de estos en la construcción de la sociedad. El estado de la cuestión se ve fortalecido por el interés que ha despertado la presencia centroamericana de los africanos y de sus descendientes en otros investigadores, entre los cuales podemos resaltar a Ayerdis.71 Algunos jóvenes investigadores se han interesado en el tema gracias a la cada vez mayor documentación digitalizada, procedente de importantes archivos. Creemos que lo más interesante de toda esta nueva generación de estudiosos es su forma de interpretar la documentación de archivo. Muchos de ellos se van acercando al tema con una mayor sensibilidad y desde una visión crítica basada en la   Olien, 1984.   Helms, 1986. 61   Un importante estudio medio-ambiental con aportes de cartografía y toponimia es: Nietschmann, 1995. 62   Sandner, 2003. 63   Parsons, 1995. 64   Sorsby, 1969. 65   Delgado, 2016 66   Fortune, 1956. 67   Castillo, 1981. 68   Castillero, 1966. 69   Tardieu, 2009. 70   Gudmundson y Wolfe, 2010. 71   Ayerdis, 2005. 59 60

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aplicación de metodologías interdisciplinarias que enriquecen sus resultados. Pero también investigadores consagrados como Elizeth Payne,72 Leticia Oyuela,73 Darío Euraque, LuisTaracena74 o Jorge Amaya75 están abordando el tema de la presencia africana desde perspectivas diferentes a las utilizadas en sus primeros trabajos. Es por ello que finalmente podemos decir que la historia que vamos a ir reconstruyendo a lo largo de este trabajo será el resultado del planteamiento de una serie de interrogantes que irán convergiendo en aspectos como el económico, el social o el político sobre la presencia africana en espacios productivos tales como la minería, las estancias o las haciendas. Se valorarán otros aspectos de igual importancia como son el peso demográfico de los afrodescendientes, especialmente de los zambos, en la fundación de nuevos asentamientos, así como su importantísimo papel en los acontecimientos políticos de la época, sobre todo con la eminente presencia inglesa en la zona. Las primeras e intensas décadas de la presencia española en el istmo centroamericano76 contaron con un sinfín de personajes que, de forma voluntaria o no, participaron en la consolidación de las colonias en suelo centroamericano. Fueron especialmente claves los nativos provenientes de grupos mesoamericanos, quienes aportaron un soporte logístico a la aventura española. Estos grupos pluriculturales fueron drásticamente desarticulados y pasaron a formar parte de un grupo genérico denominado indios. Con ello se logró someterlos a un sistema de servidumbre que limitó sus derechos e ignoró su diversidad cultural, creyéndose por tanto que todos los habitantes de la extensa América eran iguales. Se forjó con ello una imagen binominal donde los peninsulares eran los héroes y los naturales los vencidos. Esta línea de pensamiento fue retomada por los jóvenes estados centroamericanos a la hora de construir una historia lo más occidentalizada posible. En esta imagen, la herencia española representó el nivel de civilización más 72   Payne es una de las más importantes investigadoras centroamericanas. Gracias a sus trabajos hemos podido conocer el desarrollo de la población negra en Honduras a partir del siglo xviii hasta el xix. 73   Leticia, 2000. 74   Al igual que la investigadora Oyuela, Taracena, en sus numerosas e importantes obras, antes citadas, hace referencia a la presencia africana. Sus trabajos han sido de gran utilidad en el desarrollo de esta investigación. 75   Amaya, 2007. 76   Como bien dice Héctor Pérez, hablar del istmo centroamericano puede crear un debate en cuanto y tanto se han de fijar unas fronteras que han sido móviles desde siglos antes de la ocupación española. El espacio no interesa per se, sino en tanto escenario y condicionante de la vida de los grupos y las sociedades, afirma Pérez, 2000. 16. Para este trabajo nos vamos a ceñir a los territorios que formaron el reino de Guatemala (desde el actual Chiapas hasta Costa Rica). Sin embargo, hemos citado autores que consideran la península de Yucatán, Panamá e incluso las islas del Caribe como partes de este territorio. Cualquiera de estos marcos geográficos se justifican, dependiendo del momento histórico que ellos estan trabajando. Nosotros lo entendemos así. Pero para los convulsos siglos xvi y xvii, nos vamos a ceñir a las divisiones cambiantes y ambiguas dadas por el poder real, siempre con el concepto de Reino de Guatemala muy presente. Justo con estas fronteras móviles, representan uno de los argumentos que estructuran esta obra, al presentar espacios de empoderamiento a los afrodescendientes y a todas aquellas personas que vivían fuera del control colonial.

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elevado posible alcanzado dentro de un espacio pluricultural y multilingüe, mientras que las manifestaciones culturales no criollas fueron mal vistas e incluso perseguidas, especialmente aquellas expresiones sospechosas de tener un origen africano. Esta predilección generalizada de reconstruir el pasado con base en el binomio español-indígena ha obviado, distorsionado y minimizado el aporte social, económico, cultural y demográfico de los africanos y sus descendientes, quienes a lo largo del periodo colonial fueron agentes claves en la fundación y consolidación de muchos de los asentamientos a lo largo y ancho del istmo centroamericano. No olvidemos, asimismo, que los africanos y sus descendientes fueron un componente esencial en el desarrollo económico de la zona durante todo el periodo colonial. Son muchos los investigadores que justifican la presencia africana en América como parte de las dinámicas económicas coloniales. Es posible que fuese así, pero una vez asentados en suelo americano, los africanos no sólo fueron un valor económico, sino que también constituyeron uno de los pilares de la nueva sociedad colonial. Precisamente este complejo proceso, que los transformó de objetos en sujetos, es uno de los procesos históricos más maravillosos y violentos acontecidos en las colonias españolas y, paradójicamente, uno de los menos estudiados en Centroamérica. Esta tendencia a ocultar este aporte en la construcción de las sociedades coloniales es fruto de la tendencia a considerar a los africanos como subordinados dentro de un sistema de dominación que los convertía en objetos, concepto que perduró después de la abolición de la esclavitud, facilitando con ello la creación de un discurso histórico donde todo lo referente a lo afro fue considerado como negativo.77 En el caso de Centroamérica se suele pensar que los afrodescendientes sólo viven en la costa caribeña, invisibilizando de este modo a los que viven en otros espacios geo-culturales. El caso de Honduras y Nicaragua es aún más complejo, al restringir la raíz africana a los pueblos garífunas.78 Este proceso de negación u ocultación del importante papel social, cultural, económico y demográfico que tuvieron los africanos y sus descendientes durante todo el periodo colonial lo podríamos entender desde la necesidad que tuvieron los jóvenes gobiernos centroamericanos en el siglo xix de construir una identidad79 que permitiera consolidar sus territorios y reafirmar su pertenencia mestiza, es decir, española-india. Con esta actitud se fue silenciando la importante herencia africana, fenómeno que ocurrió en casi todas las latitudes americanas.80 Estas políticas de rechazo hacia la diversidad formaron parte de la   Obando, 2019, p. 5.   Son considerados como garífunas o garinagu los descendientes de los africanos, asentados en el Caribe, que se fueron uniendo a otros grupos indígenas, como los lencas, los tlupanes, los perch y los negros ingleses procedentes de las antiguas colonias británicas. Este grupo representa un porcentaje importante de la población (en cifras oficiales el 10 %). Un destacado estudio sobre el tema es la obra de Germán Chávez, 1993. 79   Darío Euraque ha reflexionado sobre el tema en varios trabajos, como por ejemplo en «La creación de la moneda nacional y el enclave bananero en la costa caribeña de Honduras: Euraque, 1996a, pp. 138-150». También el mismo autor hace un interesante análisis sobre este problema en Euraque 1996b. 80   Euraque, 1996b, pp. 8-10. 77 78

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necesidad de forzar una integración total de los territorios atlánticos a principios del siglo xx, con el fin de facilitar el establecimiento de las multinacionales bananeras en la zona. Casualmente, la llegada de grupos de afroantillanos, procedentes de las colonias caribeñas inglesas, ayudó a fomentar el mito de que el negro vino de afuera o, como se suele decir, el negro es el otro. Con ello se cimentó un discurso diferenciador que facilitó el proceso de blanqueamiento para todos aquellos indígenas, zambos y negros criollos81 dispuestos a negar sus identidades y participar en la construcción de los Estados nacionales.82 A partir de la idea de «un Estado una identidad» surgió una extensa propaganda que buscó limitar la presencia africana al litoral caribeño.83 Esto ha provocado que, durante muchos años, las investigaciones sobre la presencia negra en países como Nicaragua y Honduras se hayan centrado en remarcar el origen distintivo de los habitantes del litoral caribeño frente al resto de los ciudadanos. Dicho discurso se centró en tres momentos considerados estratégicos, como lo fueron los primeros asentamientos ingleses en el Caribe,84 la consolidación del reino de la Mosquitia85 o los movimientos migratorios de 1797, que supuestamente dieron como resultado los asentamientos garífunas de la costa caribeña.86 Estos tres momentos históricos son muy utilizados por estudiosos de diferentes disciplinas para abordar la presencia negra en la región.87 Sin embargo, no han profundiza  Por lo general, se utiliza el concepto de negros creoles para designar a los afrodescendientes que viven en la costa caribeña centroamericana, como una manera de diferenciarlos de los misquitos. Normalmente se distinguen por tener una cultura inglesa, que no sólo se refleja en la lengua, sino en otras manifestaciones culturales. Hoy en día la lucha por espacios de poder ha vuelto a reavivar el discurso racista entre los habitantes de la costa caribeña, donde se discriminan unos a otros por sus orígenes. Se vuelven a utilizar rasgos fenotípicos y culturales como elementos diferenciadores, apoyados por una historia nacionalista que niega cualquier presencia africana antes de la arribada de los llamados negros ingleses en 1797. Véase la obra de Traa Valarezo, 2000. También el trabajo de Griffin, 2004. 82   Muchos historiadores suelen tomar el año de 1797, momento de la arribada de los garífunas a la costa caribeña, como elemento diferenciador; es decir, se empieza a considerar a los recién llegados como «negros», frente a los zambos, negros y mulatos del interior, descendientes de los esclavos traídos durante el largo periodo colonial. Esta primera diferenciación nos hizo pensar en el papel que tuvieron estos afrodescendientes en la construcción de la sociedad hondureña y, sobre todo, nos hizo reflexionar sobre el porqué fue necesario considerarlos como blancos. Un buen ejemplo es la obra de Beauçage y Samson, 1967. 83   García resalta las reflexiones hechas por Martínez en «Ladino blanco, garífuna negro: Algunos aspectos del racismo y la identidad en Livingston, Guatemala». En ellas se trasluce el profundo desconocimiento de la presencia negra en otros sectores de la sociedad centroamericana, con el apoyo de la idea de que todos los afrodescendientes proceden del litoral caribeño. García, 2006. 84   Sobre la influencia de los asentamientos ingleses en el Caribe véase Kupperman, 1995, y la interesante obra de Santa Cruz, 2017. 85   Un buen ejemplo es la obra de Andrade, 2002. 86   Santos Centeno García parte de este hecho para justificar la presencia de poblaciones zambas en la zona a partir de la mítica fecha del 12 de abril de 1797. Centeno, 2001. Otro ejemplo más reciente lo encontramos en el trabajo de Ávila, 2009. 87   Una de las obras recientes más importantes sobre este tema es la tesis doctoral de Rosa Mélida Velasquez, «Una interpretación de la esclavitud africana en Honduras, siglos xvi-xviii». Tesis presentada en la Universitat Pompeu Fabra, 2016. 81

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do en conocer el origen de los negros criollos, es decir, los afrodescendientes, sean zambos o mulatos, descendientes de los esclavizados traídos por los españoles desde el siglo xvi. Se reconoce su presencia, pero no se analiza su papel dentro de esa sociedad, y menos aún los mecanismos que utilizaron en procesos de empoderamiento. Estos procesos dieron como resultado la integración de muchos de ellos dentro de la sociedad colonial, teóricamente estratificada y racista. Este vacío nos conduce a preguntarnos por el origen de estas poblaciones, a los primeros años de la conquista, exploración y ocupación del territorio centroamericano. Las minas representaron uno de los espacios más demandantes de mano de obra esclava y fue, desde el siglo xvi, un sitio de resistencia y lucha de los esclavizados que dio como resultado la aparición de importantes asentamientos. Sus pobladores pronto pasaron a ser reconocidos por las autoridades coloniales como súbditos. Si bien es cierto que la reestructuración administrativa en Centroamérica propuesta durante el periodo borbónico ha sido uno de los marcos temporales más utilizados por los investigadores coloniales, nos hemos dado cuenta de que existían importantes evidencias de la presencia africana desde el mismo momento de la ocupación del territorio americano. Es una cuestión que nos ha incentivado a profundizar en el convulso siglo xvi para poder entender cuáles fueron los procesos que impulsaron la integración de los esclavizados, como si de cualquier otro colono se tratase. Hemos tenido que establecer límites temporales, con base en dos hechos históricos de gran importancia para la región. Estas fechas han sido elegidas a partir de un criterio esencial, y es que en ambos momentos la presencia africana está documentada. Como fecha inicial hemos elegido el año de 1515, momento de las primeras razias emprendidas para capturar a los indígenas en la zona. Como cierre hemos elegido el año 1643, momento en el que un brutal ataque inglés provocó el abandono del puerto de Trujillo y, con ello, el colapso del comercio colonial, fortaleciendo con ello otras formas de comercio interregional y la consolidación de la Mosquitia como un reino soberano, que se fue consolidando gracias a estratégicas alianzas que aseguraron el fluir del contrabando. Ambos momentos son elementos claves que señalan el inicio y el cierre de complejos ciclos mineros que marcaron profundamente el carácter de la sociedad española en el Reino de Guatemala. A pesar de que nuestra primera intención consistió en visualizar la presencia africana en todos los espacios coloniales del istmo centroamericano, durante el primer siglo de su existencia nos fascinaron las zonas montañosas del Hinterland Hondureño, con sus valles y ríos, donde se estableció buena parte de la actividad económica colonial, al contener este entramado montañoso los principales yacimientos de plata y lavaderos de oro. Fue precisamente esta actividad minera la que absorbió el mayor número de esclavizados y, paradójicamente, fue en estos violentos espacios donde se dieron las condiciones para la integración y empoderamiento de los africanos esclavizados. A ello debemos sumar el complejo contexto cultural dado por los múltiples grupos amerindios de la región, quienes facilitaron el éxito de los asentamientos españoles. A su vez, la difícil orografía del centro de la provincia, con sus sierras, valles y ríos caudalosos, no frenó la ambición de los españoles, que se centró en controlar los espacios mineros. Así fue como el escabroso sistema compuesto por las montañas de Campamentos, Salto y Moros, junto con la Sierra Madre,

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que encierran una gran cantidad de valles de fértiles tierras, con sus pasos intermontanos, constituyó una especie de frontera natural que marcó los límites de la expansión colonial y definió el territorio bajo control español. A lo anterior, debemos agregar que, más allá de estos límites, se fueron estableciendo comunidades pluriculturales que fueron evolucionando gracias a las redes fluviales y a la permeabilidad de la frontera, situación que permitió comunicar las poblaciones del interior con las redes de contrabando caribeñas.

“Mapa que comprende la mayor parte del Reino de Guatemala”, año 1783. Fuente: Biblioteca Nacional de España. Se ha tomado como referencia en la elaboración de otros mapas, ya que representa con gran detalle las características del territorio en el periodo de estudio, lo que nos ayuda a visualizar mejor el espacio. La elaboración de los mapas base para esta obra han sido diseñados por Ruth Álvarez, de la Universidad de Barcelona, España.

Siglas

CDHN Colección de Documentos para la Historia de Nicaragua BNM Archivo de la Biblioteca Nacional de México ANH Nacional de Honduras NAK National Archives of Kew, Reino Unido AGNM Archivo General de la Nación México

Capítulo I

Africanos en la Audiencia de los Confines

El tráfico de esclavos indígenas como causa del despoblamiento del Istmo La presencia española en América provocó el colapso demográfico de la población indígena del Caribe. La guerra, el choque vírico y el trabajo forzado de los indígenas, instigado por los conquistadores, sumado a la apatía por el colapso de sus cosmovisiones, fueron algunos de los factores que contribuyeron de forma decisiva a la caída de las primeras poblaciones en las grandes islas del Caribe. Muy pronto este proceso se extendió y llegó en pocas décadas a impactar en el istmo centroamericano. El descenso de la población amerindia1 alertó a los conquistadores, deseosos de contar con suficiente mano de obra para alcanzar sus objetivos. El discurso fluctuó entre la teoría sobre el buen tratamiento que debía darse a los indígenas y en la práctica la violencia practicada por todos los colonos. A partir de 1509, los mercados coloniales recibieron cautivos de las islas cercanas, sobre todo lucayos.2 Pronto estas razias llegaron a las costas centroame  El debate sobre el número de habitantes en el Istmo en los momentos del contacto puede seguirse en excelentes trabajos, como por ejemplo el de Karl Sapper, quien fue un gran conocedor de Mesoamérica y experto en México. Su propuesta se basa en una serie de aspectos como el clima, los recursos naturales o los niveles tecnológicos alcanzados por los diferentes grupos, para proponer que la población precolombina en Centroamérica tendría entre cinco millones y seis millones. Sapper, 1897. En la obra de Julian Steward encontramos otra propuesta, más moderada que la anterior. Steward, 1946. Para ambos autores, Centroamérica contaba con unos 736 500 habitantes. Calculan para el área de Honduras, Nicaragua y El Salvador una población aproximada de 392 500 habitantes. Otro importante estudio demográfico llevado a cabo para la zona es el de Rosenblat, 1954. En su gran mayoría, estos estudios se han basado en la documentación de cronistas de la época, quienes estimaron la población total de Centroamérica en poco más de ochocientos mil habitantes. 2   Manuel Giménez Fernández recoge las palabras de Bartolomé de las Casas, uno de los primeros en describir las razias españolas, sobre todo en las islas pobladas por los lucayos, y en denunciar la captura de indígenas para la venta en los mercados isleños. Giménez Fernández, 1960, p. 474. 1

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ricanas, bajo la autorización del gobernador Nicolás de Ovando,3 quien avaló económicamente (en más de una ocasión) estas expediciones. Por otro lado, las capturas fueron denunciadas por los religiosos ante a la Corona, que tardó unos meses en responder a las acusaciones. Entre 1510 y 1511 se impuso una serie de ordenanzas con el fin de regular los impuestos que se debían pagar por cada indígena capturado. Sobre este tema, Manuel Giménez Fernández4 hace la siguiente cita, tomada de una cédula real: Y que concediese igualmente libertad de importación de esclavos indios de las islas Lucayas y de Tierra Firme, se organizasen por la Corona la captura y venta de indios caribes, y se autorizase a los vecinos de ciertas villas costeras para ir a buscarlos en tierras aun no descubiertas, organizar la formación de las armadas y traficar con ellos libremente [...].

La ambigüedad con la que se trató la situación jurídica del indígena dio rienda suelta para que, muy pronto, su captura y venta se convirtiera en un excelente negocio que involucró a muchos españoles avecindados en las Indias. No pasó mucho tiempo para que aparecieran empresas especializadas en rescatar o saltear indígenas, como lo relató Antón de Alaminos, piloto y conquistador, quien participó en más de una ocasión en tales expediciones. La frenética actividad de estas empresas llamó pronto la atención de las autoridades locales, quienes solicitaron al rey mayores y más efectivas medidas de control fiscal. Entre 1515 y 1520, las zonas costeras centroamericanas, en especial la zona de las actuales Belice y Honduras, sufrieron las más violentas razias, procedentes de La Española y Cuba. Para 1526, las islas de la Bahía de Honduras, antaño muy pobladas, quedaron prácticamente abandonadas. Pronto los poblados costeros de Honduras corrieron la misma suerte. Al menos así lo denunció al Consejo de Indias5 el nuevo gobernador de la provincia de Hibueras y Honduras, don Diego de López de Salcedo, quien escribió en ese mismo año de 1526 lo siguiente: A siete u ocho leguas de estas tierras y a diez y a doçe desta villa, estan ciertas yslas pobladas de yndios que llaman guanajos, diçen que muy buenas gentes, los quales dijeron la obediencia a Vuestra Magestad y servido aquí los españoles y aun syrben, que muchos de ellos se han pasado a esta tierra, huyendo de christianos que an venido a estas yslas, los cuales han muerto y llevado la mayor parte de la gente dellas, tanto que según diçen estan asyn despobladas y la una o las dos dellas estan del todo despobladas [...].6

En este mismo informe, don Diego de López solicitó que se anulasen las mercedes concedidas antes de 1524 para el poblamiento de las mencionadas islas. En especial, solicitó que se invalidaran las otorgadas al Adelantado Juan Bono de Crespo, vecino de Cuba, a quien   Mira Caballos, 2000, p. 96.   Giménez Fernández, 1960, p. 156. 5   El Consejo de Indias se estableció en 1511 como parte del Consejo de Castilla, y desde 1524 se consolidó como una entidad aparte que logró en poco tiempo plena autonomía. 6   AGI, Guatemala 39, n 2, r 1, Carta de Diego de Salcedo, gobernador de Honduras 1526. 3 4

AFRICANOS EN LA AUDIENCIA DE LOS CONFINES

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acusó de no haber vivido nunca en estas islas. Don Diego de López insistió en que Crespo mantenía un negocio de trata de esclavos manejado desde La Habana, sin que se hubiera establecido nunca en las islas, como exigía la ley. En realidad, la verdadera intención de don Diego de López era hacerse con las islas para ampliar su área de captura de indígenas, negocio del que participaban don Diego de López y sus socios desde hacía muchos años. Al recién fortalecido Consejo de Indias llegaron quejas procedentes de otros espacios coloniales que denunciaban circunstancias parecidas. La trata indígena estaba afectando a la institución de la encomienda y volvió a abrir el debate, en el seno de la Corona, sobre cuál debería ser la condición jurídica del indígena, orientado a evitar el despoblamiento, que ponía en serio peligro el proceso de colonización. Las muchas y diferentes consultas sobre la trata de indígenas obligaron al Consejo de Indias a establecer una serie de conceptos con el fin de aclarar las poblaciones que se podían someter a la esclavitud y aquellas que quedaban excluidas. Según los tratadistas de la época, se definieron dos tipos de esclavos; por un lado, los denominados esclavos de guerra; por otro, los llamados de rescate.7 Estas dos calificaciones, tan ambiguas, ofrecieron un gigantesco margen de acción a los traficantes de esclavos. Poco tiempo después, el Consejo de Indias ordenó marcar a todos los cautivos en presencia de un funcionario real, quien daba fe de la legalidad de la captura y, a su vez, registraba en los libros de cuentas el pago del quinto real por cada esclavizado marcado. Muy pronto se fueron conociendo más detalles sobre las poblaciones del interior del istmo centroamericano. Por ejemplo, el gobernador de la Audiencia de Santo Domingo don Pedro Moreno8 visitó las áreas periféricas de Trujillo. Se le informó que «tierra adentro» existían áreas densamente habitadas.9 Más adelante, en el mismo documento dice: «La tierra es llana muy buena e de muchos bastimentos dicha tierra, donde es mayz e caçabe gallinas e frejoles, e otras rentas e la tierra es muy buena... [...]. Dato interesante es el hecho de que don Pedro Moreno visitó el paraje donde se asentaba Trujillo. Lo describió como un lugar con buena tierra, donde los numerosos pobladores eran muy belicosos: Han hallado buenos pueblos muy poblados de indios, y están en peligro los españoles, porque no tienen muchas armas y la tierra es buena e llana e aparejada por buenas viviendas e que en ellas hay gente de guerra yndios [...].

Don Pedro Moreno quiso justificar la captura de indígenas en esta zona argumentando que eran indios de guerra. Sin embargo, aquel territorio estaba bajo la jurisdicción de don Diego López de Salcedo,10 quien al conocer las intenciones del gobernador de Santo Domingo, escribió tan sólo un año más tarde que «Los Yndios de esta zona no son   Cortés López, 1989, p. 232.   Cartas del gobernador Pedro Moreno en Mendoza, Cardenas, Pacheco, 1870, p. 471. 9   Archivo General de Indias (de ahora en adelante AGI). AGI Patronato 20, n 3, r 5 Relación de información del viaje del Bachiller Pedro Moreno a las Hibueras 1525. 10   AGI, Guatemala 39, n 1, r 1, Carta de Diego de Salcedo, gobernador de Honduras 1526. 7 8

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tan pulidos y de tantas razón como los mexicas, paresceme, que difieren poco de los de la Española». Con ello buscaba defender su coto de capturas. No pasó mucho tiempo para que el territorio de Hibueras y Honduras11 llamara la atención de los tratantes de esclavos, quienes se acercaron con más frecuencia a sus costas, conectando la zona con las grandes ciudades del Caribe, donde oficiales reales, tales como Pedro Moreno, el capitán Gabriel Rojas, López Salcedo, Vasco de Herrera o Andrés de Cereceda, centraron sus negocios en actividades esclavistas, tomando y vendiendo indígenas encomendados, a pesar de las denuncias de los encomenderos, quienes, impotentes, vieron cómo se los llevaban. Afirma Linda Newson12 que: «La mayoría de indígenas eran esclavizados para su venta en el exterior; sólo unos pocos dejados para el servicio doméstico personal». Más adelante, la misma investigadora afirma que: Para la década de 1530, el puerto de Realejo se convirtió en el más importante para el tráfico de esclavos. Se ha estimado que hasta 1542, entre 200 000 y 500 000 indígenas fueron exportados de Nicaragua; una buena cantidad de ellos vendrían de Honduras [...]

En 1525, don Pedro Moreno13 escribió sobre la captura de indígenas en la provincia de Hibueras por parte de funcionarios reales, como el regidor López de Mendoza y el tesorero y teniente Juan López de Aguirre, a quienes acusó de mantener a la provincia en un estado de continua inestabilidad, debido al enfrentamiento entre ambos por el control de la venta de indígenas. Por otro lado, las razias en la costa dieron a conocer detalles de la geografía local que pronto fueron recogidos en una serie de mapas de gran utilidad para las exploraciones futuras. El negocio de la trata de indígenas arrastró a otros personajes legendarios, como el Adelantado Pedrarias Dávila, gobernador de Castilla de Oro, quien rápidamente entendió la dimensión de los beneficios que podía obtener. Muy pronto organizó razias que lo llevaron a explorar la zona norte de Panamá. Cruzó el territorio de Costa Rica por la costa del Pacífico14 hasta llegar a los territorios de Nicaragua y, poco después, de Honduras, los cuales reclamó como suyos. Otro de los conquistadores que se enriqueció con el tráfico de indígenas fue Hernán Cortés, quien llegó a reclamar el territorio de Honduras como suyo. Sometió a buena parte de la población local a la esclavitud y la herró en el rostro, bajo la justificación de que eran indios rebeldes.15 11   El nombre de Higueras o Hibueras fue en un principio el nombre con el que se conoció a la parte más occidental de la costa caribeña de lo que hoy es Honduras. Generalmente hace referencia al espacio cercano a la Bahía, sin contar las llamadas tierras de frontera, frente al territorio situado al oriente del puerto de Trujillo, llamado Honduras. Para 1575, nos dice William Davidson, se utilizó generalmente el nombre de Honduras para referirse al territorio bajo control español en la zona. En Davidson, 2006, pp. 10-11. 12   Newson, 2007, p. 161. 13   Moreno, 1931, p. 35. 14   Carolyn Hall, Héctor Pérez Brignoli y John Cotter proponen una división territorial basada en dos áreas con influencias distintas. Por un lado, estaría la Alta o Mayor (Higher) con una clara influencia mexicana, y la otra Región, la Intermedia (Intermediate), incluiría aquellas sociedades menos complejas, con influencias culturales sudamericanas. Hall, Pérez Brignoli, Cotter, 2003, p. 36 15   Wilkes, 1985, p. 40.

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División territorial en 1529. Mapa construido a partir de los datos de la obra de Antonio de Herrera cap. XXI. “Mapa que comprende la mayor parte del Reino de Guatemala”, año 1783. Fuente: Biblioteca Nacional de España.

Bajo la misma justificación, el gobernador Andrés de Cereceda16 sometió a esclavitud, en 1537, a muchos indígenas del Valle de Naco,17 bajo la excusa de que eran enemigos de la Corona. El mismo Cereceda trasladó a muchos de estos cautivos hasta los yacimientos de oro del río Guayape, donde tenía sus propios lavaderos de oro. A pesar de las continuas denuncias de religiosos y colonos se continuó capturando indígenas bajo la justificación de que eran enemigos. Algunos también fueron esclavizados por rescate. La polémica vino una vez más cuando desde la Metrópoli se comenzó a cuestionar a los gobernadores conquistadores, quienes veían en el tráfico de esclavos una forma de recuperar la mano de obra indígena perdida en sus territorios. El debate sobre la legalidad de la esclavitud indígena se inclinó hacia la inmoralidad de la misma, en buena medida gracias a los escritos de misioneros como Bartolomé de las Casas, quien visitó el istmo centroamericano, fascinado por las leyendas sobre las riquezas de la región. Pronto comprobó de primera mano la brutalidad con la que eran tratados los indígenas, especialmente aquellos que eran llevados a los lavaderos de oro. La violencia desestructuró buena parte de los cacicazgos con rasgos culturales mesoamericanos, como los jicaques. Como principal consecuencia, se produjo un rápido abandono de amplias zonas de cultivo, que fomentó la escasez y cíclicas oleadas de hambre.18 Como ya hemos dicho, Centroamérica, y en especial la región de la actual Honduras, no logró recuperar la demografía de los años anteriores a la invasión española. La migración provocada por los descubrimientos de minas o la creación de las reducciones igualó las con  AGI, Guatemala: 59 r 1, Informe del gobernador Andrés de Cereceda a la Corona 1530.   AGI, Guatemala 39, n 6, r 2. 18   Véase la obra de Massajoli, 1966, pp. 1037-1164. 16

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centraciones precolombinas.19 Este fenómeno afectó a toda el área del Istmo, especialmente en la vertiente del Pacifico, habitada antaño por comunidades con rasgos mesoamericanos.20 Hacia finales de la década de 1520 el territorio contó con una población aproximada de medio millón de habitantes. Quince años más tarde, en 1535, más de la tercera parte de la población había sido víctima de la trata o había sido mermada por las epidemias, especialmente la viruela. Para 1545, los oficiales de la Audiencia de los Confines comunicaron al Consejo de Indias su preocupación por la sobrevivencia de su jurisdicción después de sufrir varias oleadas de peste. Las más devastadoras consistieron en una combinación de viruela con peste neumónica que provocó una altísima mortandad y la destrucción de muchos pueblos y aldeas. Sobre lo anterior anota Frank Moya Pons21 que: El drenaje de la población india en Nicaragua y Honduras, además de las epidemias y enfermedades importadas por los españoles, produjo también el despoblamiento de la tierra. Ambas regiones combinadas tenían alrededor de 4500 tributarios indios en 1540 […].

En poco más de dos décadas, la trata de indígenas y la actividad minera sumió a la región en una espiral de violencia e inestabilidad que dejó su huella durante todo el periodo colonial. Debido a ello las sociedades nativas sufrieron una acelerada desestructuración, al punto que muchos habitantes huyeron hacia las montañas de la Ceiba, de Tela y de Yoro. Pronto estos espacios montañosos se vieron saturados. Esta situación obligó a los huidos a bajar a las tierras de la vertiente Atlántica, ocupadas por poblaciones tribales de influencia cultural chibcha.22 Este nuevo proceso de colonización, no exento de violencia, dio origen a la formación de asentamientos pluriculturales fuera del control español. Desde mediados del siglo xvi encontramos las primeras referencias a esta área, conocida por los naturales como Taguzgalpa y Tologalpa.23 Los españoles fueron inca  En la obra de Julian Steward, de 1948, se propone una población aproximada de 736 500 habitantes para el territorio de Centroamérica. Deduce para el área de Honduras, Nicaragua y El Salvador una población aproximada de 392 500 habitantes. Otra importante propuesta demográfica interesante es la de Ángel Rosenblat, 1954, pp. 189-192, quien se basó en la información recopilada por los cronistas de la época. Nos propone una población de poco más de 800 000 habitantes para todo el istmo centroamericano. Otra importante referencia sobre la población del territorio de Honduras la hizo William Devenan, 1992, pp. 18-20, quien cifró la población en 75 000 habitantes para toda la provincia. Por último, Linda Newson, 2007, p. 177 opina que no fueron más de 800 000 los habitantes de la región centroamericana para el momento de la llegada de los españoles. 20   Sapper, 1897, p. 39. 21   Moya Pons, 2000, p. 131. 22   Con relación al debate sobre la calificación cultural de las poblaciones precolombinas en Honduras podemos consultar las siguientes obras: Kirchoff, 1943 y Steward, 1949. Ambos trabajos siguen siendo de gran actualidad y son indispensables para cualquier estudio moderno. 23   Se conoce con el nombre de Taguzgalpa y Tologalpa a la región noreste del Istmo, un extenso territorio que va desde el Río Coco hasta la ribera norte del río San Juan y cuyos límites interiores fueron variando a medida que avanzaban las estancias y las haciendas, aunque en muchas ocasiones llegaron muy cerca de los asentamientos de los españoles. 19

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paces de reaccionar en la zona y no lograron someter este espacio, un hecho que facilitó el fortalecimientos de los asentamientos. No fue sino hasta finales del siglo xvi cuando, al calor de la necesidad de ampliar los espacios coloniales, se comenzó a conocer a ese territorio como Tierras de Frontera. Estos procesos de desestructuración y ocupación de nuevos espacios estuvieron recubiertos de una violencia extrema. La respuesta de los locales a la llegada de los refugiados mesoamericanos fue mermando frente a la convicción de que el enemigo común eran los españoles. Por ello, desde muy pronto obstaculizaron el avance español, especialmente en los lavaderos de oro, donde los europeos eran más vulnerables, una forma particular de resistencia que podríamos identificar como una guerra de guerrillas. Los ataques de los llamados indios rebeldes fueron cada vez más violentos y estuvieron mejor planificados. En 1536, esta situación fue comunicada por el gobernador Andrés de Cereceda al Consejo de Indias,24 quien escribió que: Todos los yndios del valle y comarca del Naco, estavan alçados de sus asientos y los mantenían escondidos en los montes a casa de quei sabían ya de nuestra venida, eso porque no hallásemos sostenimiento en la tierra sin que comer y nos volviésemos como han visto hicieron los capitanes y gentes que vinieron en tiempos pasados a esta tierra y asy dexado de sembrar [...].

Pocos años después, en 1540, se calcula que el Caribe continental había sido arrasado casi por completo, situación que favoreció el alza de los precios de los esclavos. En los mercados de Cuba y Santo Domingo se llegó a pagar por un varón cerca de veinte pesos de oro de 450 maravedíes de peso.25 El establecimiento de una nueva Audiencia que controlara el territorio no frenó la captura de indígenas, lo que puso en peligro su consolidación. Por ello fue necesario nombrar en 1544 al Obispo Cristóbal de Pedraza como protector de indios. Poco después, Pedraza26 denunció que casi no quedaban indios en la provincia. Afirmó que, en su mayoría, habían sido capturados y llevados a las plazas de Cuba, La Española, Jamaica y Puerto Rico.27 Además explicó que: En toda esta provincia donde está la dicha ciudad de Trujillo, no hay casi indios ninguno [...]. Los destruyeron todos sacándolos en barcadas de sus pueblos y vendiéndolos a los que a este puerto venían con navíos [...].

Este escenario de violencia amenazó directamente el proyecto de colonización. Era evidente que en el caso de no lograrse estabilizar la zona protegiendo a los indígenas de la trata, no se lograría sacar a flote el proyecto colonizador y evangelizador que legitimaba la ocupación. La incapacidad de asegurar un suministro de mano de obra mediante encomiendas intensificó las solicitudes enviadas desde los cabildos de Comayagua, Gra  AGI, Guatemala 39, nº 6, r 2.   Idem. 26   Pedraza, 1980, pp. 23-24. 27   Sobre la captura de indígenas, véase Bautista Muñoz, 1975, p. 65. 24 25

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cias a Dios y Trujillo al Consejo de Indias para que fuesen enviados esclavizados desde la península. El propósito consistía en cubrir la demanda que había provocado la caída demográfica, producida por los efectos de la colonización española. Si la frenética actividad esclavista puso en el mapa a Centroamérica, fue otra particularidad la que fomentó su rápida y violenta conquista. En 1502, durante su segundo viaje, Cristóbal Colón recorrió buena parte del litoral caribeño centroamericano. No sólo hizo referencias a las poblaciones que avistó, sino que remarcó la abundancia de ornamentos de oro que llevaban los nativos. El Almirante no exploró el interior, por lo que no pudo conocer el origen del metal. No será sino años más tarde y, al calor de la trata esclavista, cuando la presencia de oro en los playones de los ríos atrajo la codicia española y se inició una verdadera penetración del territorio. Las primeras avanzadillas vinieron desde Cuba y Santo Domingo, constituidas por pequeños grupos de aventureros sin ninguna organización. En cambio, las expedic iones de conquista y ocupación oficiales se iniciaron bajo el mando de Gil González Dávila. 28 La noticia de este viaje enfureció a Pedro Arias Dávila,29 quien desde 1523 había reclamado las tierras al norte de Panamá bajo su soberanía, basándose en una capitulación que le concedía el territorio entre el estrecho de Tehuantepec y Panamá. La posibilidad de perder este territorio en manos de Gil hizo que Pedrarias enviara al norte a Fernández Córdoba, quien llevó consigo una importante hueste, entre ellos varios esclavos ladinos.30 Pedrarias Dávila estaba decidido a expulsar a los intrusos, quienes amenazaban su lucrativo negocio de venta de esclavos indígenas. La hueste comandada por Córdoba partió desde Panamá hacia el norte, siguiendo las rutas comerciales precolombinas sobre la costa del Pacífico.31 Desde México, por otro lado, la noticia de los preparativos de la expedición de Gil hizo que el Adelantado Hernán Cortés montara otra expedición, con la idea de reclamar esos territorios. Desde su llegada a México, le obsesionaba el origen del oro azteca.32 Se llegó a especular que estaría hacia el sur, en esas tierras que ahora iban a estar en manos de Gil y sus hombres. La situación descrita provocó que Centroamérica fuese considerada como zona de frontera. Las noticias sobre las disputas de este territorio, donde se creía que existían abundantes minas de oro y otros minerales, llegaron a oídos del Consejo de Indias, cuyos integrantes venían observando cómo los capitanes se iban robusteciendo, situación que amenazaba la soberanía de la Corona sobre las Indias. Simultáneamente, se fueron dando varias pugnas entre los capitanes y los oficiales reales enviados para mediar en 28   Véase la propuesta de Hall, Héctor Pérez Brignoli y John V, Cotter sobre las principales rutas de penetración de las huestes entre 1526 y 1527. Hall, Pérez, Cotter, 2003, p. 141. 29   Pedro Arias Dávila, también Pedro Arias de Ávila o Pedrarias Dávila. 30   Colección de Documentos para la Historia de Nicaragua (de ahora en adelante CDHN), Tomo IX, 565, Viuda de Galo Sáez, Managua Nicaragua, 1954-1956. 31   Sobre la importancia de las rutas comercias del Pacífico y sobre el comercio de la Spondylus, consultar la obra de Gutiérrez Usillos, 2002. 32   Hay varias referencias a las minas de oro al sur de los territorios azteca. Quizá el más antiguo está recogido en el Archivo de la Biblioteca Nacional de México (de ahora en adelante BNM) ms, nº 455, fol. 160V, año 1522.

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dicho conflicto. Frente a la gravedad de la situación, la Corona decidió por Cédula Real, fechada el 2 de octubre de 1528, que Pedrarias Dávila fuese el gobernador de Honduras. Precisamente fueron las leyendas sobre la riqueza de minerales el argumento mediante el cual se justificó e impulsó la cíclica búsqueda de minas de oro en las zonas montañosas. No pasó mucho tiempo para que fuesen apareciendo en el territorio soldados, frailes y otros aventureros. Murdo McLeod33 afirma que estos conquistadores-colonos no estaban dispuestos a perder su tiempo en largas y complejas empresas, como la de poner en marcha una hacienda, sino a internarse en aquellos parajes donde podrían extraer ricos minerales, con la posibilidad, además, de capturar esclavos fácilmente. En relación a esta riqueza minera, que hizo famosa a la región, Rafael Leiva34 comenta: La fertilidad aurífera de Honduras que deslumbró a los descubridores y colonizadores españoles era conocida por los nativos de la Higüeras, que empleaban un proceso de separar el oro de su matriz y usaron el fuego en la reducción de ciertos minerales como el cobre o la plata [...]

Las noticias sobre el oro en las arenas de los grandes ríos y faldas de las montañas provocaron que muchos vecinos de Trujillo y Gracias a Dios se trasladaran a los valles fluviales del interior, con el consiguiente abandono de las ciudades recién fundadas. Este movimiento poblacional, provocado por la minería, también afectó a los asentamientos costeros caribeños, al punto que Alonso de Fernández,35 vecino de Honduras y fiscal de la Audiencia, escribió al Consejo de Indias, recomendando que no sería necesario mantener en esos puertos un gobernador ni un alcalde mayor, pues con un regidor bastaría para administrar la Audiencia. La explotación de las minas repercutió directamente en la capacidad económica de los españoles residentes en Trujillo y situó a la región en las hojas de rutas de los comerciantes. Poco a poco los colonos se fueron estableciendo en las zonas pacificadas, sobre todo en espacios claves para el control de los lavaderos de oro, no lejos de Olancho. La noticia de la presencia de ricas arenas de placeres en la ribera del río Guayape hizo que en 1530 grupos de mineros se internaran en la selva rumbo al oeste. Esto reactivó la lucha por el poder. A pesar del colapso provocado por la trata de indígenas, existieron algunos centros mesoamericanos en funcionamiento, que ofrecían importantes puntos de colonización tierra adentro, como el valle de Naco. Sobre este último, Andrés de Cereceda36 escribió que: El pueblo de Naco será de cuatrocientas o quinientas casas y parece que habían hasta mil y quinientos yndios y otros tanto o más sujetos a ellos y (xxx) de Quimtan es algo menos [...].   McLeod, 1980, pp. 56-80.   Leiva Vivas, 1982, pp. 37. 35   AGCA A, I, 29-1, 40114, Leg. 4660: Informe del fiscal Alonso Fernández al Consejo de Indias en 1554. 36   AGI, Guatemala 39, n 4, r 2, Carta de Andrés de Cereceda, gobernador de Honduras 1535. Hemos indicado con un (xxx) las manchas en el papel, que no permite transcribir el texto. 33 34

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Alrededor del valle de Naco existieron una serie de poblaciones que fueron registradas por los españoles con los nombres de Naco, Qumistán, Zoluta, Alimonga y Zula (esta última, situada en el medio del valle). Zula fue descrita en 1535 por Andrés de Cereceda37 como un caserío compuesto por unos veinticinco bohíos: Eran Vasallos de cacique Qumistán, que desde el primer día sirvieron a los vecinos de esta villa bien de Buena Esperanza. Esta villa asentada en tierra llana, donde hay tres ríos de do (xxx) se sirven y en medio destos y fuera destos hay tierras de labrança y en ellos arboles frutales de diversas maneras, tiene buenas salidas a pie y a cavallo por todas partes, y asentada en un alto llano que señorea gran parte del valle y cerca hay madera para facer casas y yerba para cavallos y lena para quemar en casa y algunas pesquerya en estos ríos, están las vacas a media y una y dos leguas desta villa y estancias de puercos, de la misma manera ay grandes pueblos de yndios serranos, algunos que se han visto catorçe leguas de aquí y en lo visto y no visto ay de hasta 600 casas [...].

Pero lo anterior no significó que los habitantes de estas zonas se sometieran de forma pasiva a las exigencias de los españoles. El rechazo de las demandas de los colonos frustró los proyectos mineros. La continua huida de los indígenas esclavizados fue una sangría para estas empresas, que exigieron a los caciques su implicación, no sólo en la vigilancia de los trabajadores, sino también en la captura y aplicación de castigos a los huidos. A ello debemos sumar otros espacios de violencia, entre otros, los enfrentamientos entre las diferentes fracciones que iniciaron la ocupación del territorio. Para Chamberlain,38 esta conquista fue un proceso extremadamente complejo y violento, y sendos aspectos marcaron las dinámicas sociales y económicas de las instituciones en este primer periodo. Con base en esta complejidad, Chamberlain propone dos etapas: en un primer momento, hubo una lucha entre los diferentes capitanes; en la siguiente etapa, las luchas fueron entre los conquistadores y las autoridades reales. Otra aportación en el estudio de este periodo la hace Marcos Carías,39 quien habla de caudillismo anárquico, para el primer periodo, y de una etapa no menos compleja, a la que llama caudillismo organizado, posteriormente. Pedro de Alvarado tardó dos años en apaciguar la región y consolidar el control hacia el oeste y hacia el sur, quedando todo bajo un orden aparente. Al recibir las noticias sobre la pacificación del territorio, el Consejo de Indias decidió nombrar un gobernador que no tuviera ninguna relación con las partes enfrentadas. Para ello se decidió enviar al Adelantado Francisco Montejo como gobernador de la provincia. Lo primero que hizo fue desautorizar a Pedro Alvarado, mediante la anulación de los repartimientos y encomiendas que había hecho a sus hombres, incluso las encomiendas que dio a sus negros auxiliares.40   Ibidem, folios 12-14.   Chamberlain, 1953, p. 254. 39   Carías, 1990, p. 32. 40   Sobre este tema véase Restall, 2005. 37 38

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Las acciones del nuevo gobernador provocaron más enfrentamientos, que terminaron en un acuerdo firmado en 1536, en el que Francisco de Montejo se retiró a Chiapas y dejó la gobernación de Honduras en manos del cabildo de Guatemala. Dos años más tarde, la situación de violencia y enfrentamiento entre los mineros hizo que la Audiencia de Santo Domingo tomara cartas en el asunto, nombrando a Juan Alonso de Cáceres como nuevo gobernador. Pronto Cáceres logró detener la revuelta y establecer la paz en varias villas, entre ellas Olancho, la principal región aurífera. En estos momentos de expansión y consolidación el papel de los esclavizados africanos que acompañaban a las huestes empieza a ser clave para el éxito de las campañas. Su participación debemos de buscarla en los momentos claves de la ocupación del territorio, cuando huestes exploradoras como las de Hernán Cortés o Pedrarias los utilizaron como soldados. Muchos de estos esclavizados fueron claves en la sobrevivencia de la hueste, gracias a sus conocimientos del medio hostil de la selva tropical. Los africanos, como soldados, cumplieron un papel fundamental en la intimidación utilizada por los capitanes en sus ataques y razias. Pero también representaron unos de los mecanismos de dominación más importantes en la consolidación del territorio conquistado, ya que el africano cumplió con creces todas las expectativas, desempeñándose en funciones como la de peón, soldado, explorador o criado doméstico.41 Encontramos referencias a ellos en otros espacios coloniales. Por ejemplo, Ralph Charles Boxer42 definió a estos esclavos como soldados negros auxiliares, posiblemente porque muchos de ellos habían sido adiestrados en las milicias peninsulares. Además de los esclavos negros que acompañaron a Cristóbal Colón,43 se tiene noticia de su presencia en otras importantes expediciones, como la de Nicuesa,44 o la de Nicolás de Ovando, quien se hizo acompañar de un alto número de esclavos negros ladinos. Un poco más tarde, y en el contexto de la conquista del istmo centroamericano, Cortés, Alvarado, Gil e, incluso, Pedrarias,45 contaron con negros auxiliares entre sus milicias. Otra huella de la presencia africana en estos primeros años la encontramos en el Capítulo V de la Capitulación firmada por Fernando el Católico con Lope de Olano y Diego Nicuesa, a quienes se les permitió llevar cuarenta esclavos ladinos para la conquista de Castilla de Oro. Muchos de ellos fueron premiados con la emancipación y recompensados con encomiendas, como si de cualquier otro soldado se tratase. El empleo de africanos esclavizados como soldados en las expediciones de conquista fue, de hecho, más habitual de lo que pensamos. Otro interesante ejemplo es el papel que tuvieron Benito el Negro y Juan el Negro, quienes participaron en la conquista de la provincia de Pánuco en los Andes y, por ello, recibieron encomiendas. Incluso Juan el Negro   Para conocer más sobre la introducción de esclavos en la América española ver Lucena Samoral, 1996. 42   Boxer, 1991, p. 14. 43   AGI, Indiferente, 418, L, 1, f. 180v-181v, 1505. 44   Acompañando a Nicuesa, llegó a Tierra Firme Nuflo de Olano, esclavo descubridor del Mar del Sur y liberto encomendero en Nicaragua. Podemos encontrar algunas referencias en Aram, 2007, p. 311 y p. 415. También encontramos referencia sobre Nuflo en Tardieu, 2009, p. 43. 45   Aguilar BulgarellI, 1997, p. 83. 41

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era un liberto que decía haber nacido en la Península y que participó como soldado en el asedio y la caída de la gran Tenochtitlán.46 Pedrarias Dávila no dudó en utilizar a sus negros auxiliares para someter a las poblaciones locales, cuestión que fue denunciada por los frailes que solían acompañar las razias. Frente a la noticia de la crueldad con que los negros auxiliares trataron a los indígenas, la regente Juana ordenó en Cedula Real de 152147 que se prohibiese la presencia de africanos en las Entradas.48 Así de claro se lo comunicó la Reina a Dávila, a Cortés y a los demás capitanes, frente a las noticias del uso de los negros auxiliares en las razias, a modo de ‘perros de guerra’ empleados para masacrar a los indígenas. La razón de estas expediciones no era otra más que el saqueo y la captura de indígenas para la trata, incompatibles con las ideas de colonización y evangelización de la Reina y su corte. La presencia de africanos en las huestes constituyó un elemento importante que garantizó el éxito de las campañas en todo el territorio. A respecto, dice Mattew Restall que: Los esclavos adquirían su libertad poco tiempo después de que empezaran a pelear junto con los españoles.49

En estas razias, subraya Roger Bastide,50 los negros esclavos encontraron una vía para canalizar los sentimientos agresivos que experimentaban por su condición de esclavos. Incluso, afirmó: No hubo una región donde no se destacara uno de ellos. Conforme fue adelantando la conquista, creció el protagonismo de los negros, como veremos para el Perú. Acabada ésta pasaron a las milicias que se levantaron por todas las Indias para la defensa contra los ataques de los piratas [...].

Andrés de Cereceda hizo referencia a la presencia de africanos convertidos en colonos, quienes habían recibido la libertad gracias a sus servicios militares en las hueste de Hernán Cortés. Sobre ellos dice Cereceda: «y también los negros libres de Cortes tuvieron indios y tierras a su servicios».51 Otro ejemplo fue el trato que recibió Nuflo de Olano,52 antiguo esclavo de Vasco Núñez de Balboa, quien recibió una importante encomienda en la recién fundada ciudad de León, en la Nueva Segovia. Muchos de los negros soldados que acompañaron a   Gerhard, 1978, pp. 451-452.   AGI, Panamá, 233, L, 1, f. 294, V-295 R. 48   «Las Entradas». Tanto Juan Marchena Fernández como Ramón Romero Cabot las definen como una empresa de conquista en las Indias, tanto si se hace desde una base insular, situada en las Antillas, como desde una base continental previa, producto de una entrada anterior. En uno y otro caso estamos ante el proceso de exploración, dominación y apropiación de las riquezas halladas y el posterior asentamiento, si las condiciones eran propicias. Es un caso similar al que encontramos a lo largo de la Baja Edad Media peninsular en las llamadas entradas en tierras de infieles. Marchena Fernández y Romero Cabot, 1982, p. 22. 49   Restall, 2005, 24. 50   Bastide, 1967, p. 77. 51   AGI, Guatemala 39, n 15, r 2. 52   CDHN, Tomo IX, 565, Viuda de Galo Sáez, Managua Nicaragua, 1954-1956, p. 258. 46 47

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Códice Amoxcalli, «manuscrito del Aperreamiento» siglo xvi. Fuente: Fondo mexicano de la Biblioteca Nacional de Francia, Documento 374.

Francisco Fernández de Córdoba53 se establecieron en esta área y gracias a los indígenas capturados y a la ayuda de capataces africanos iniciaron un fructífero negocio de lavado de oro en las arenas de los ríos nicaragüenses. Por su parte, la hueste comandada por Gil González Ávila contó con veinte negros auxiliares financiados por la Corona, concedidos en la capitulación firmada para la conquista y colonización de la provincia de Honduras.54 El capitán Pedro de Alvarado también llegó al territorio con un importante ejército, reivindicando los derechos de su socio Hernán Cortés. Pedro de Alvarado55 contó con negros auxiliares, como lo hizo notar en su solicitud de méritos y servicios con las siguientes palabras: Población española durante la primera mitad del siglo XVI en las ciudades y villas de la provincia de Honduras* Nombre del asentamiento Año fundación Población inicial Trujillo 1525 40 vecinos Puerto Cavallos 1536 37 aprox. Gracias a Dios 1536 95 Comayagua 1539 35 San Jorge Olancho 1530

1539 16 25 35 35

1542 28 27 29 26 25-30

1544 50 50 60 ¿ 50

1547 50 28 25-30 25-30 28

* Elaboración propia partir de la información de AGCA A.I. 29-11-1513, Leg. 1723 en Solicitud de Mercedes hecha por Alfonso de Funés donde describe algunas de las villas fundadas por Alvarado. 1548.

  Olson, 1991, p. 284   Pérez, 1870, pp. 28-50. 55   Archivo General de Centro América (de ahora en adelante AGCA), Patronato Est 1, Caja 1. 53 54

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Juan Sedeño, negro esclavo auxiliar de Hernán Cortés. Fuente: Fray Diego Durán, Historia de las Indias de la Nueva España e islas de Tierra Firme, cap. LXXIV.

De parte de su majestad y al rogárselo en nombre de todos los moradores de la tierra, que viniese a darles socorro, para que en aquella provincia no se perdiese juntamente con los que allí estaban y el dicho adelantado viendo en la necesidad que estaban... fue en personas con todos los españoles que pudo llevar a pie y de a caballo a los cuales hizo socorrer de caballos armas y negros, cañones, 4 falcones y llevo muchos indios de los amigos [...].

Pedro de Alvarado tuvo ideas muy claras sobre cuáles debían de ser los mejores lugares para establecer las villas. Sus consideraciones principales fueron, por un lado, que el lugar fuese fácilmente defendible; por otro, que existiera una buena conexión con el puerto de Trujillo. Sin embargo, sus indicaciones no fueron oídas; por el contrario, se continuó con la costumbre de fundar villas allí donde hubiese mayor concentración de indígenas. Muchas de las villas fundadas bajo las órdenes de Alvarado, tales como San Gil de Buenavista, Triunfo de la Cruz y Natividad de Nuestra Señora, tuvieron una cortísima vida. Entre 1525 y 1540 se fundaron una serie de ciudades, entre ellas: Otras de las medidas que tomó Pedro de Alvarado en 1536 fue la de trasladar la capital de Trujillo a Gracias a Dios, una decisión que creó gran malestar e inestabilidad y que provocó nuevas revueltas. Alvarado pensó que si establecía la capital en medio del territorio iba a incentivar la consolidación del mismo. Por otro lado, el nuevo emplazamiento estaría más cercano a Santiago de los Caballeros. Sus proyectos, sin embargo, se vieron frustrados cuando el Adelantado Francisco de Montejo apareció en escena. Este último se alió con los enemigos de Alvarado y decidió establecer la capital de la provincia en la recién fundada Santa María de Comayagua, desafiando a Alvarado y a sus hombres.

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Este hecho provocó un nuevo enfrentamiento, que continuó debilitando la consolidación española en el Istmo. El nuevo orden establecido por Francisco Montejo trajo consigo un aumento en la producción de los lavaderos de oro. En 1540 nos encontramos con solicitudes frecuentes para la introducción de esclavos negros. Una de las primeras entradas importantes fue la del empresario Jorge Díaz,56 acompañada de cincuenta piezas de Indias. Según consta en la documentación, las piezas fueron empleadas en las exploraciones asentadas a orillas de los ríos Coco y Patuca. Pero no estuvieron allí por mucho tiempo. Según el mismo Díaz, los esclavos huyeron río abajo. Poco meses después fueron llevadas a las mismas explotaciones ciento sesenta y cuatro piezas más, sin que pagaran alcabala alguna, por tratarse de esclavos para la minería. Es realmente difícil conocer el verdadero número de esclavos africanos que ingresaron en la provincia durante este intenso periodo de conquista. Tan sólo conocemos aquellos que dejaron algunas huellas documentales. Habrá que esperar a la década del cuarenta del siglo xvi para que la región, y en especial Honduras, ingrese en las rutas comerciales negreras.57 Sin embargo, desde muy temprano se hicieron solicitudes para el envío de esclavos africanos, no sólo a las ciudades caribeñas, sino también a Sevilla. Sin duda, uno de los asentamientos que se vio más beneficiado del prematuro envío de esclavos fue Trujillo.58 Desde 1535, esta ciudad contó con un importante número de africanos, tanto libres como esclavizados, quienes ejercían diferentes profesiones. Muchos de ellos eran esclavos ladinos que contaban con profesiones, tales como zapateros, herreros, mineros, comerciantes, maestros carpinteros o albañiles, entre otros oficios, que normalmente eran desempeñados por peninsulares. El alto número de africanos en Trujillo fue denunciado por Pedro Moreno.59 Poco después, lo confirmó Francisco de las Casas.60 Ambos elevaron consultas sobre cuál tendría que ser la cantidad pagada por estos esclavos, en cuestión de los impuestos demandados por sus actividades económicas. Trujillo se convirtió en el puerto de entrada para los aventureros que buscaban oro. Pronto hubo una población flotante, en su mayoría compuesta de mineros y comerciantes, donde tampoco faltó la presencia afro.61 Desde desde que la aparición de oro hondureño en los circuitos comerciales coloniales, el conflicto por controlar la zona se elevó a niveles incotrolables, por ello fue necesa-

  Toda la información sobre la entrada y el reparto de los esclavos traídos por Jorge Díaz procede del documento AGI Indiferente General 421 L 11. Registro de Reales Cédulas. 57   Aguilar Bulgarelli, 1997, p. 84. 58   AGI Patronato 20, n 4 r 1, sobre la fundación de la villa de Trujillo. La ciudad se construyó en 1525, siguiendo los planos de una moderna ciudad con un trazado de damero, dejado por Hernán Cortés en manos del escribano Saavedra. Los planos especificaron los espacios para los edificios públicos, como la casa de fundición, la iglesia y otros espacios, como mercados, plazas, áreas para el matadero o el criadero de animales y huertos. AGI Patronato 20, n 4 r I, Posesión y fundación de la Villa y Puerto de Trujillo. 59   AGI Patronato 20 n 3 r 5 Relación de viaje 1536. 60   AGI Justicia 1035 n 2, Méritos y servicios de Francisco Vásquez y su condena a pagar impuestos, 1540. 61   Fernández Hernández, 1997, pp. 41-62. 56

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rio consultarle directamente al Rey.62 La solución, como hemos visto antes, al conflicto fue la constitución de una nueva audiencia con capitanía en la ciudad de Guatemala. Aprovechando este nuevo orden jurídico, la Corona buscó neutralizar la influencia del cabildo de Gracias a Dios, que había adquirido mucha importancia gracias al control sobre los depósitos de oro. Para mantener esa hegemonía, los locales no dudaron en emplear la violencia para expulsar a los nuevos mineros, boicoteando la presencia de las empresas mineras venidas de Guatemala y de La Española. La violencia facilitó la huida de algunos esclavizados, entre ellos muchos africanos. A pesar de la difícil situación que vivía la provincia, debido al continuo enfrentamiento entre el Cabildo y los nuevos mineros, la provincia no dejó de recibir oleadas de colonos, atraídos por Pedro Moreno.63 Poco después, lo confirmó Francisco de las Casas.64 Ambos elevaron consultas sobre cuál tendría que ser la cantidad pagada por estos esclavos, en cuestión de los impuestos demandados por sus actividades económicas. Trujillo se convirtió en el puerto de entrada para los aventureros que buscaban oro. Pronto hubo una población flotante, en su mayoría compuesta de mineros y comerciantes, donde tampoco faltó la presencia afro.65 Desde el momento en que se pusieron en funcionamiento los lavaderos de oro, el Consejo de Indias recibió mucha presión, tanto por parte de la Audiencia de Nueva España como de la de Santo Domingo,66 que pretendían someter la zona bajo su jurisdicción y controlar con ello la producción de oro. Este fue un interés que creció aún más desde el mismo momento en que los rumores de yacimientos de plata se hacían cada vez más fuertes. Dicha presión llegó a convertirse en un conflicto para la Corona, que no lograba darle una solución definitiva. No fue sino hasta 1539 cuando se decidió incorporar a Honduras en la Capitanía General de Guatemala,67 por la noticia sobre las riquezas

62   Desde el momento de la conquista del territorio centroamericano, este último estuvo ligado al virreinato de la Nueva España, creado por Carlos V en 1534, quien le asignó los territorios de Nueva Galicia, las Californias y la Península de Yucatán y, por corto tiempo después, a Guatemala, que rápidamente fue nombrada Capitanía, dependiente directamente del Consejo de Indias y dividida en seis provincias: Chiapas, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. 63   AGI, Patronato 20 n 3 r 5 Relación de viaje 1536. 64   AGI, Justicia 1035 n 2, Méritos y servicios de Francisco Vásquez y su condena a pagar impuestos, 1540. 65   Fernández Hernández, 1997, pp. 41-62. 66   Desde el momento de la conquista del territorio centroamericano, este último estuvo ligado al virreinato de la Nueva España, creado por Carlos V en 1534, quien le asignó los territorios de Nueva Galicia, las Californias y la Península de Yucatán y, por corto tiempo después, a Guatemala, que rápidamente fue nombrada Capitanía, dependiente directamente del Consejo de Indias y dividida en seis provincias: Chiapas, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. 67   Capitanía General de Guatemala (aspecto militar) es otro de los nombres con los que se suele llamar al Reino de Guatemala (división administrativa). Aunque erróneo, fue muy frecuente debido a que el gobernador de Guatemala era también el capitán general, máximo rango militar con funciones plenas de administración, gobierno y justicia. En 1527, Pedro de Alvarado fue el primer capitán general de Guatemala, aunque no será sino hasta 1611 cuando queden ligados el cargo de capitán general con el de gobernador general del Reino de Guatemala y el de presidente de la Audiencia.

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mineras del territorio, unas leyendas que se fueron extendiendo rápidamente por todo el imperio. El cronista Gonzalo Fernández de Oviedo68 dijo en 1540 que seis de los hombres de Olid, merecedores de créditos, afirmaron: Que tienen por muy rica tierra que no se debe dudar, porque del uno y del otro metal han traído parte, aunque no tanta como quisiera.

La Corona creyó que aquel territorio tan disputado era lo suficientemente rico y extenso como para se constituyera en una unidad política autónoma, con sede en la Ciudad de Gracias a Dios. Rápidamente la idea comenzó a tomar forma, aunque antes se debía de resolver una cuestión de carácter moral, que tenía que ver con el uso de los encomendados como esclavos en los lavaderos. Este fue un hecho denunciado por los religiosos, quienes merodeaban por estos lugares. Desde 1540, los misioneros enviaron una serie de informes en los que denunciaban la situación. Sus quejas fueron oídas por el Consejo de Indias y elevadas a la Corona, quien por medio de una Cédula Real, fechada en 1541, ordenó que: Ninguna persona pueda vender naboríos, ni con hacienda que tenga ni se tenga por esclavos, sy no como libres, ni lo pueda trasladar ni enajenar por titulo alguno particularmente, ni con hazienda e granjerías, so pena de que el que lo vendiese o comprase sabiendo que es naborío pierda la mitad de sus bienes para la Cámara de su Majestad, otrosi que las tales naborías puedan estar con el que quisieren y dexalle de servir cuando quisieren [...].69

También se prescribió que se fundaran nuevas ciudades y que se repartieran tierras y encomiendas entre los hombres que al nuevo gobernador le parecieran honorables de poseerlas. A pesar de la aparente magnitud de la orden dada por la Corona de fundar ciudades, la realidad es que, en la provincia de Honduras, estas ciudades (al menos durante nuestro periodo de estudio), no fueron más que un puñado de villas con construcciones de paja y madera y poca o poquísima sillería. A pesar de las noticias que llegaban del interior, donde se anunciaban ricas zonas mineras, la realidad fue que la falta de mano de obra frustraba los intentos de expansión y provocó que la escasa población peninsular se concentrara en una estrecha franja, dejando buena parte del territorio sin control, especialmente la cadena montañosa sureña, que se extiende hacia el este y llega al norte de la actual Nicaragua. Lugar y año de fundación de algunas de las villas y ciudades españolas más importantes durante las primeras décadas del siglo xvi.

  Carías, 1998, p. 139.   AGI, Guatemala 39, n 11-14, r 5, Cédula Real. Año 1541.

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Primeros esclavos africanos en el territorio de Honduras Al inicio de la década de los cuarenta, la gran mayoría de las encomiendas estaban formadas por mujeres, ya que muchos de los hombres estaban trabajando como naboríes en las minas. El problema radicaba en que muchos mineros y hacendados consideraban a los naboríes como esclavos. Esta situación provocaba una gran cantidad de denuncias frente a las autoridades reales. Sobre todo fueron religiosos, muy presentes en los lavaderos de oro, quienes elevaron sus quejas al Consejo de Indias. Escuchadas por este último, fueron elevadas a la Corona, quien por medio de una Cédula Real, fechada en 1541, ordenó que ninguna persona considerada naboría fuese llevada a la fuerza o se la considerase esclava.70 Además, se ordenó la fundación de villas y ciudades y el reparto de tierras y encomiendas entre los hombres que al nuevo gobernador le parecieran «legítimos»; por otro lado, la Corona cronsideró que aquel territorio tan disputado era lo suficientemente rico y extenso como para crear una Audiencia autónoma, con sede en la Ciudad de Comayagua, y así lo comunicó por medio de cédula real. A pesar de la magnitud de la orden dada por la Corona de fundar ciudades, la realidad es que en la provincia de Honduras estas «ciudades» (al menos durante el periodo de nuestro estudio) no fueron sino un puñado de villas con construcciones de paja y madera y poca o poquísima sillería. Complementariamente, el espacio territorial centroamericano bajo control español fue relativamente pequeño. Se limitó a los altiplanos, ahí donde se encontraban importantes poblaciones indígenas, infraestructuras básicas y campos de cultivo. Con excepción de las pequeñas poblaciones fundadas cerca de los puertos de Caballos y Trujillo, podemos decir que la población española en Centroamérica se concentró en el litoral del Pacífico, siendo considerada la mayor parte del territorio Atlántico como Tierra de Frontera, es decir, próxima a ser conquistada, sobre todo por la presencia de rumores que hablaban de la existencia de ricos yacimientos de oro. Además, era de conocimiento público que la gran mayoría de los trabajadores huidos, encomendados y esclavos, se refugiaban en esa región selvática y de difícil acceso. A la llegada de Alonso de Maldonado como presidente de la Audiencia de los Confines, lo primero que buscó fue debatir con los oidores Diego de Herrera, Juan Rugel y Pedro Ramírez Quiñones el cambio de la sede de Comayagua a Gracias a Dios, que consideraron una mejor villa.71 Una vez establecido, el nuevo presidente fijó su meta en pacificar los lavaderos de oro, solicitando esclavos africanos y repartiendo indígenas, a pesar de que una de sus misiones explícitas, dadas por la Corona, era hacer cumplir las Leyes Nuevas. Maldonado fue consciente de que ejecutar la ordenaza XXX, que prohibía la hereditariedad de las encomiendas, iba a traer más inestabilidad a la zona. Para justificarse ante tal decisión,   AGI, Guatemala 39, n 11-14, r 5, Cédula Real.   Sobre la fundación de la Nueva Audiencia véase AGI, Guatemala 402, L2, ff. 81r-85v. Cartas del Cabildo. 70 71

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Maldonado argumentó que si se aplicase la orden de desposeer a los mineros de sus indígenas esclavos, se les tendría que devolver el quinto real pagado a los oficiales a la hora de que fueron herrados. Felipe II respondió con fuertes amonestaciones, especialmente al enterarse de que algunos de los adelantados habían dado encomiendas a sus hijos y esposas como herencia.72 Los oidores de Herrera, Rogel y Ramírez estaban en desacuerdo con el presidente Maldonado sobre la necesidad de pacificar la zona minera, con el fin de poder poner en marcha lo que se pensaba eran las tierras más ricas de las Indias. Una vez establecida la Audiencia en Gracias a Dios, Maldonado quiso saber lo que estaba sucediendo en los lavaderos de oro. Se sabía que tan sólo dos años atrás se había producido una fuga masiva de esclavos africanos, seguidos por muchos indígenas, que se hicieron fuertes en las riberas de los grandes ríos.73 Según Alonso Funes,74 quien visitó la zona, la revuelta se inició cuando varios esclavos bozales fueron traídos meses atrás por Díaz. Al parecer, fueron unos cincuenta, liderados por un esclavo bozal llamado Basilio Salinas. Según Funes, estos recibieron apoyo de los llamados indios rebeldes. La rebelión se fue extendiendo hacia los territorios de la Nueva Segovia. Tomaron algunas haciendas y obligaron a abandonar amplias zonas de lavado, así como algunas haciendas, quedando el área de Olancho prácticamente abandonada, lo que representó un revés para la colonia. A pesar de todo ello y de los peligros que representó el establecimiento de poblados de esclavizados huidos, la calidad del metal lavado era muy alta, así como la esperanza de poder encontrar lavaderos mejores en las zonas más septentrionales, donde los grandes ríos formaban playones aptos para la mencionada actividad minera. Sin embargo, las continuas tensiones provocadas por las exigencias de los mineros, quienes demandaban mayores cuotas de poder, hicieron ver a la Corona que existía un peligro real de perder el control del territorio a manos de las familias de los adelantados, quienes desde Guatemala y Nombre de Dios seguían controlando las encomiendas y el lavado de oro. En 1545, y con la intención de favorecer una mejor explotación de la zona, el Consejo de Indias decidió, una vez más, financiar una cantidad moderada de esclavos. La noticia fue bien recibida por los mineros locales. Sin embargo, se especificó que esos esclavos fueran empleados en la construcción de infraestructuras y en las mejoras del puerto, cuestión que molestó a los vecinos, quienes pretendían continuar con los lavaderos de oro en Olancho. El auge minero tomó otro rumbo con el descubrimiento aurífero en las cuencas del interior, especialmente de los ríos Coco, Jalán, Tinto y Patuca, así como a lo largo del   AGI, Guatemala 402, l 2, ff. 145v-159r. Reales Cédulas y respuesta dadas por Maldonado, años 1544-1546. 73   AGCA A, I, 24 Leg. 2548 f. 80 v. Méritos y Servicio del capitán Francisco Montejo, f. 69, año 1545. 74   AGCA A, 1 11513 Leg. 1723 Relación de la llegada de Alonso López de Cerrato. Méritos y servicio de Alonso Funes, 1548. 72

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Guayape, en su área más oriental, situación que, por el momento, dejó tranquilos a los rebeldes del Olancho. Pero los ciclos del auge minero fueron cortos, lo que demostró que el rendimiento de la producción minera sólo se podría sostener ampliando los espacios. Las ansias de fácil riqueza no dieron lugar a la realización de grandes inversiones, así que para finales de la década de los cincuenta, los métodos de extracción seguían siendo rudimentarios y de poco rendimiento. Por ello, fue necesario expandirse mediante nuevas expediciones, pero el poco presupuesto y la habilidad guerrera de los indios rebeldes llevó al traste cualquier proyecto de expansión. Por otro lado, las cuadrillas tuvieron que contar con la protección de las milicias privadas, quienes no sólo debían de vigilar a los esclavos, sino que, además, debían repeler los ataques de los indios rebeldes y de las demás cuadrillas, que intentaban apoderarse de los espacios de extracción de sus vecinos. Los rústicos métodos de extracción no difirieron de los utilizados en las grandes islas. Es más, muchas de las cuadrillas que lavaban oro provenían de la Española o Cuba. Gonzalo Fernández de Oviedo75 hizo una breve relación de estos métodos, haciendo continuas referencias al trabajo de los esclavos africanos en los diferentes aspectos del proceso de lavado del metal, una mezcla entre las formas usadas en la Península y los métodos precolombinos empleados en la zona: Y habéis de entender que este oro virgen se halla en los ríos del agua y en las costa de ellos y en el monte y en las quebradas y en las sabanas, como agora lo iré particularizando y distinguiendo cosa de estas por su parte. Estas minas de sabana o halladas en tierra, siempre se han de buscar cerca de algun río o quebrada de agua o alguna laguna o blasa o fuente donde el oro se puede lavar y limpiarlo de la tierra […].

Más adelante, Gonzalo Fernández de Oviedo76 explicó que: Ponen ciertos indios a cavar la tierra en la mina y aquellos llaman escopetar de la tierra cavada, hinchan la bateas de tierra y llevanlas al agua en la cual están asentados los indios e indias lavadoras y vacían aquellas bateas que traxeron en otras mayores, que tienen lo que lavan las manos y los acarreadores vuelven por más tierra en tanto que los lavadores lavan aquella tierra que primero se les truxo […].

La técnica del lavado descrita por Fernández de Oviedo consistía en tomar el agua justa para quitar la tierra y dejar en la batea restos de minerales. Las mujeres indígenas y africanas permanecían con el agua hasta las rodillas e iban lavando la tierra con bateas,77 mientras que los hombres excavaban y cargaban la tierra. Esta labor necesitó, según el cronista, de cierta arte y maña. También Fernández de Oviedo78 hizo referencia a las   León Portilla, 1984, pp. 89-95.   Ibidem, p. 102. 77   Las bateas eran redondas y contaban con dos asas o puntas. 78   León Portilla, 1984, p. 154. 75 76

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cuadrillas. Afirmó que por cada dos lavadores había dos personas que traían la tierra y otros dos que la cavaban. Además, se encontraban esclavos que atendían las haciendas y las estancias donde los mineros dormían y comían. Ellos eran los que cultivaban y cocinaban. Además, aseguró que: Por lo que por cada diez lavadores, debemos de entender que en total son cincuenta, a razón de cinco personas por batea.

La fiebre del oro arrojó a muchos a la aventura. Las cuadrillas se iban formando con individuos de diferentes espacios sociales. Así, tanto naboríos como blancos, africanos libres y zambos trabajaron junto a esclavos africanos e indígenas esclavizados o encomendados por un sueldo diario. Generalmente estaban dirigidos por un hombre de confianza del dueño de la mina. Muchas veces se trató de un africano ladino que vigilaba el trabajo y procuraba el orden en los lavaderos. Estos negros jefes de cuadrillas frecuentemente eran libertos y trabajaban a soldada, es decir, por un jornal. Por otro lado, la fuerte demanda de mano de obra hizo subir los precios de los esclavos, especialmente de los africanos. No pasó mucho tiempo para que los mineros, junto con sus socios, los oficiales reales, extorsionaran a los encomenderos para que alquilaran a sus indígenas, a pesar de que desde hacía pocos años estaba prohibido.79 A partir de 1537 encontramos en los lavaderos del río Guayape entre 35 y 40 grandes cuadrillas con capital guatemalteco, y unas veinte más pequeñas de vecinos de San Pedro. Estas últimas estaban compuestas por unos veinte individuos. Las más grandes llegaron a contar con más de cien. Así lo explicó Cereceda80 en los informes enviados al rey ese mismo año. En el siguiente cuadro se han recopilado algunas de las cantidades de oro quintado entre los años de 1537 a 1565 en San Pedro, enviado posteriormente a Sevilla. Oro quintado en San Pedro,1537 y 1565. Años

Cantidad

Procedencia

Documentos del AGI*

1537

29 000 Pesos de oro

Toda la provincia

Audiencia de Guatemala 1.6

1539

24 000

1540

40 000

Trujillo San Pedro y Gracias a Dios.

1542

45 000

Audiencia de Guatemala Relación de fundiciones Patronato 180-1-74 1539-1542

1538-1544

100 000 pesos de oro

Olancho

Audiencia de Guatemala Relación de fundiciones Patronato 63-22 1560

  Ibidem, p. 114.   AGI, Guatemala 39, f. 5. Año 1537.

79 80

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Años

Cantidad

Procedencia

Documentos del AGI*

1557-1562

35 000

Toda la provincia

Audiencia de Guatemala Relación de fundiciones Patronato 74-02 1564

1563

3 000 Pesos de oro

Probanza de Méritos y Servicios Castellanos 63-30

* Todos los documentos proceden del Archivo General de Indias.

Dos años más tarde, en 1539, volvemos a ver que la falta de mano de obra continuó siendo el mayor problema de la producción minera, frenada por este motivo. Para este año la mitad de los indígenas utilizados en las minas cercanas a Gracias a Dios habían muerto, víctimas de las epidemias, la violencia y la trata. Fue necesario traer indígenas de áreas lejanas, lo que ocasionó nuevas disputas. Según Francisco Montejo,81 quien visitó la zona ese mismo año de 1539, existían entre veinte y veintisiete mil bateas en activo sólo en el valle del río Guayape. Los esclavizados africanos representaban una minoría en relación con la presencia de indígenas en régimen de encomiendas. Los enfrentamientos entre los mineros seguía siendo el mayor problema, lo que provocó el abandono de ricas áreas. Para 1541, la confusión creada fue aprovechada por los esclavos africanos y por otros trabajadores para huir hacia el monte y unirse a los rebeldes, más allá de los límites coloniales. Aun así, continuaban ingresando cantidades irregulares de esclavos. Ya para 1545 se encontraban unos mil quinientos esclavos africanos en los lavaderos del río Guayape, convertida en la zona minera más importante de las Indias. Algunos registros de yacimientos de oro entre 1530-1565. Año

Región

1525/1530

Alrededores de Trujillo y Olancho

Documentos de referencia

AGI, Audiencia de Guatemala 9, informe de López de Salcedo 1530 1531 Los depósitos cercanos a Gracias a Dios AGI, Guatemala Patronato 183-15 1531 1535 Minas de Quimistán cerca de Buena AGI, Guatemala 39 Esperanza 1539 Naco y San Pedro AGI, Guatemala 49 1539 Comayagua primeras minas de Plata AGI Indiferente 1. F6 Montejo 1539 1540-1560 No hay registro de nuevos descubrimientos Elaboración propia a partir de la información de documentos procedentes del Archivo General de Indias.

  AGI, Guatemala 9, Informe de Montejo a la Corona, año de 1539.

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Por este motivo, dictadas en 1542, las Leyes Nuevas,82 mediante una nueva reglamentación de la administración, idearon frenar los abusos de los colonos con el fin de pacificar la zona minera. Se volvió a codificar la institución de la encomienda con el fin de poder liberar parte de la mano de obra necesaria para la minería. También, mediante un nuevo principio de centralización equilibrada y de fragmentación del dominio local, se dividieron los espacios en provincias y, un poco más tarde, en otras unidades, llamadas gobernaciones. También se crearon las categorías de los corregimientos83 y de las Alcaldías Mayores.84 Para el caso de Centroamérica, vemos cómo las diferencias funcionales entre unas y otras se fueron desfigurando. Fue muy complicado saber dónde empezaba una y terminaba la otra. Otros cambios importantes fueron el fin legal de la trata de indígenas y la eliminación del sistema vitalicio de las encomiendas. A su vez, se implantaron las reducciones. Así fue como, gracias a esta nueva regulación, la Corona consiguió frenar en buena parte el poder de los adelantados y de sus familias. Dicho logro se dio gracias al envío de funcionarios, quienes velaron por los intereses reales y de la Corona.85 También las Leyes Nuevas declararon el final del periodo de conquista, inaugurando así un periodo conocido como colonización.86 El cambio de discurso buscó, entre otras cosas, ordenar la presencia española en las Indias. Y Centroamérica no fue la excepción. Sin embargo, la gran mayoría del territorio centroamericano continuó fuera del control español. Por ello, se mantuvo en el imaginario local la idea de la conquista, refiriéndose a estas tierras como «de frontera». No obstante, la vertiente Atlántica se mantuvo prácticamente fuera del control español y de las repúblicas independientes hasta bien entrado el siglo xix. La recién fundada Audiencia de los Confines no logró frenar la violencia generada en los espacios mineros. Los enfrentamientos entre mineros estaban llegando a los centros coloniales recién fundados, sumergiendo a la población en una espiral de inestabilidad y anarquía que continuó propiciando la huida de indígenas y, entre ellos, de muchos africanos esclavizados. 82   Recordemos que la promulgación de las Leyes Nuevas, en cuya redacción trabajó Bartolomé de las Casas, fue uno de los primeros intentos de la Corona de frenar el poder que estaban acumulando los adelantados y sus familias en las Indias. La abolición de la esclavitud indígena y la profunda reforma del sistema de encomiendas causó disturbios en todas las colonias, sobre todo en el Perú. Aunque la encomienda dejó de ser hereditaria y quedó reducida a un sistema de tributos, en la realidad esta institución continuó en Centroamérica por muchos años más. 83   Podríamos definir los corregimientos como unidades administrativas que, dentro de las audiencias, formaban el gobierno de las ciudades y villas. En Recopilación de las Leyes de los Reynos de las Indias, Tomo I, 1791, p. 538. 84   Estas últimas se establecieron en función de las posibilidades de riqueza de un territorio, Ibidem, p. 279. 85   Es importante recordar que, hasta este momento, los diferentes grupos de conquistadores habían buscado la forma de hacerse fuertes en la provincia, lo que dejaba al descubierto la incapacidad de la Corona para poner orden. Debido al retraso peninsular en el envío de funcionarios, las Audiencias de Santo Domingo y de la Nueva España enviaron a sus propios funcionarios, intentando legitimar el derecho a anexionarse el territorio más rico en las Indias. 86   Vega Bolaños, 1954, pp. 333-347.

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Así, las Leyes Nuevas no sólo buscaron regular la presencia española en las Indias, sino que representaron también una profunda reforma jurídica, que afianzó la autoridad real y reestructuró el sistema administrativo, económico y social del naciente imperio español. Entre las numerosas reformas importantes que se emprendieron estuvo la de la esclavitud. Se propuso establecer un sistema administrativo y fiscal para controlar los envíos de esclavos, que fue conocido como licencias. Con ellas la Corona buscó, además, afianzar su monopolio comercial; sin embargo, como todos sabemos, España nunca contó con las infraestructuras básicas para dicho comercio. Las factorías africanas y las naves estaban bajo control portugués. No fue sino hasta finales del siglo xviii cuando España abandonó los asientos y adoptó una política comercial con respecto a la compra y venta de esclavizados, que permitió a los interesados adquirirlos en cualquier otro país y llevarlos a las colonias. Con ello, la Corona daba la importancia debida al comercio de esclavos africanos, reconociendo su importancia para su expansión comercial del Imperio.87 La trata negrera, durante este primer periodo, se basó en tres puntos, que fueron evolucionando hasta convertirse prácticamente en dogmas legitimadores de la institución esclavista.88 Por un lado, el económico, a partir del cual se consideró al africano como la unidad de trabajo más rentable, en espacios como las minas, los ingenios o las plantaciones; por otro lado, el ideológico, ya que con la presencia de esclavos africanos se podría liberar a los indígenas del trabajo; por último, el social, pues el africano se consideró más cercano a los españoles que a los indígenas. Por ello, la Corona buscó rápidamente mecanismos mediante los cuales regular y fomentar la entrada de bozales y así garantizar el mejor desarrollo de las colonias, porque con ello se beneficiaría su Hacienda Real y se consolidaría su presencia en las Indias. Visto lo anterior, la Corona tuvo que responder a las numerosas solicitudes de envío de esclavos enviadas desde las colonias, ya que dentro de la lógica de las nuevas políticas, la única manera legal y moral de obtener esclavos era mediante la compra de africanos. De igual manera, las haciendas y estancias se vieron abocadas a una nueva estructuración. Debido a las Leyes Nuevas y su particular visión de las relaciones entre españoles e indígenas se hizo cada vez más difícil contar con la mano de obra necesaria. Por ello, no nos debería extrañar que a las numerosas solicitudes de esclavos africanos para trabajar en las minas en la nueva Audiencia, se sumaran otras para las explotaciones ganaderas y haciendas cercanas a Olancho, Gracias a Dios o Trujillo. Pero tendrían que pasar algunas décadas para que la región contara con una entrada regular de esclavizados. Mientras tanto, los oficiales reales permitieron la venta de indígenas, incluso de muchos encomendados, provocando el quiebre y abandono de muchas haciendas y rancherías. Paralelamente, las nuevas disposiciones de 1542 transformaron las bases de la economía de las Indias: al regular el acceso a la mano de obra indígena, impusieron al africano como el único apto para ser esclavizado, sin dejar del todo zanjado el problema de la esclavitud indígena. Rápidamente los colonos entendieron que si querían continuar con sus explotaciones, necesitarían adaptarse a las nuevas reglas del juego. Por ello adoptaron rá  Delgado, 2016, pp. 13-42.   Véase la cronología propuesta, Morgan, 2017, pp. 4-10.

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pidamente el discurso de la Corona acerca de la mayor capacidad de los africanos para el trabajo. Desde los cabildos de Comayagua, Olancho y Trujillo se solicitaron esclavos para las minas, para la agricultura y la ganadería, y muchos otros para el servicio doméstico. Con ello, quedó claro que el africano esclavizado sería desde 1542 una pieza elemental para la sobrevivencia y prosperidad de las colonias en las Indias.89 El aluvión de solicitudes recibidas y las noticias sobre los numerosos esclavos africanos concentrados en los lavaderos preocupó al presidente de la Audiencia, Alonso de Maldonado, quien pidió en 1544 a Juan Pérez de Cabrera,90 gobernador de la provincia de Honduras, que presentara un informe sobre la situación. Pero Pérez no estaba en condiciones de atender la solicitud, ya que en ese mismo año fue juzgado por alquilar a sus indígenas encomendados y favorecer la entrada de esclavos bozales de contrabando.91 En su lugar fue nombrado Alonso Pérez de Cerrato, quien acató la orden del presidente. La falta de experiencia del funcionario Cerrato en el trato con los mineros no le facilitó acceder a la zona. Por ello, el Presidente Maldonado decidió enviar al veterano Francisco Montejo para que informara de lo que realmente estaba pasando en la zona de Olancho, donde tan sólo un par de años antes se había producido una gran revuelta de esclavos que colapsó la región. Maldonado temía que en Sevilla se conociera la incapacidad de la Audiencia para someter a los mineros y para controlar a los esclavizados, ya que no se pudo recuperar más que un puñado de ellos. Si la Corona fuera informada de lo sucedido, posiblemente no enviaría los esclavos solicitados. Por ello, el presidente consideró que un informe avalado por un personaje tan respetable como Francisco Montejo podría dar más peso a las solicitudes. El adelantado92 no sólo informó de los desórdenes existentes en los lavaderos de oro. También explicó que muchos de los africanos e indígenas huidos pertenecían a los mineros arruinados y no a los guatemaltecos, tomando partido por estos últimos. Al parecer, la Corona pasó por alto el grave incidente de la revuelta de esclavos para centrarse en esa nueva promesa de riqueza, de la que habló Montejo. Poco sabemos de la actuación de los hombres del adelantado en Olancho, solo que lograron recuperar algunos esclavos, sin detallar la cantidad.93 La pacificación de Montejo y la imposición de las Leyes Nuevas propiciaron un respiro a las zonas mineras. A pesar de los problemas habituales de falta de mano de obra se incrementó el lavado de oro, gracias a la llegada de nuevas cuadrillas, que quintaron su metal en Gracias a Dios. Entre 1542 y 1545, el caos temporal que provocó el cambio jurisdiccional del territorio fue aprovechado por los mineros guatemaltecos para introducir esclavos de manera ilegal en los lavaderos, tanto indígenas como africanos, sobornando a los funcionarios. A lo anterior se debe sumar la presencia de mineros procedentes de las islas de Cuba y La Española.94 Por otro lado, los cabildos de Trujillo y Gracias a Dios se sintieron amenazados por   Peralta, Ribera, 2005, pp. 29-32.   AGCA A, I, 23, 15752, ff. 33-35 Juicio contra Juan Pérez de Cabrera, año de 1547. 91   Ibidem, f. 23, Acusaciones contra Pérez Cabrera, año 1543. 92   AGCA AI Leg. 1898. Solicitud de envío de esclavos a cargo de las arcas reales, firmada el 20 abril 1545. 93   Idem. 94   AGI, Guatemala, 49, n 13-16. 89 90

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la nueva oleada de estos mineros, quienes con sus cuadrillas tomaron posesión de amplias áreas. Frente a ello, la Corona exigió un mayor control de los españoles que pasaban a Tierra Firme y, en especial, de los esclavos africanos que pasaban a Honduras desde las Islas.95 A falta de información neutral, el Consejo de Indias decidió enviar al veedor Francisco Barrientos96 para que informara de lo que estaba sucediendo en los lavaderos. No fue imparcial y se inclinó por los mineros locales, asegurando que eran necesarias unas tres mil piezas de indias para ser repartidas exclusivamente entre los vecinos de San Pedro de Olancho, con el fin de poder competir contra los forasteros. Según confirmó Francisco Barrientos,97 la pacificación había sido posible gracias a que muchos de los africanos huidos en 1543 estaban lavando oro en las arenas de los ríos Guayape y Choluteca, ampliando con ello la zona minera. Según el veedor, muchos de los esclavos habían sido introducidos desde Guatemala, Soconusco y Nicaragua y no contaban con marca real, por lo que sospechaba que por ninguno de ellos se habían pagado alcabalas. En el mismo documento el veedor recomendó enviar al cabildo de Trujillo doscientas piezas de Indias, que serían repartidas entre los mineros locales. No fueron las únicas solicitudes: otros cabildos, como Gracias a Dios, aprovecharon la presencia de Barrientos para solicitar piezas de Indias financiadas por la Corona.98 Todas las solicitudes abaladas por Barrientos fueron estudiadas con cuidado por el Consejo de Indias, quien también consideró el informe de Francisco de Montejo y de Antonio Funes. En estas últimas, además de hacer referencia a la potencialidad de la zona, se remarcó la dificultad de controlar el territorio y el ambiente de violencia, que favoreció la huida de los esclavos. Después de mucho deliberar, se ordenó a la Casa de Contratación que estudiara enviar cantidades modestas de esclavos a la zona. El establecimiento de la nueva audiencia fue una excelente propaganda que provocó la llegada de cuadrillas de mineros, muchas de ellas pertenecientes a guatemaltecos. Entre ellas, numerosas contaron con negros ladinos para administrarlas. No pasó mucho tiempo para que comenzaran a desarrollar estancias y haciendas, que alcanzaron su apogeo a finales del siglo xvi. Los esclavos africanos99 también cumplieron importantes funciones en el sistema de comunicaciones, ya fuese como arrieros de mulas en las rutas terrestres o como marineros de naves oficiales y privadas. Más adelante, hacia comienzos del siglo xvii, la Marina Real alquiló alrededor de novecientos esclavos africanos para toda clase de tareas, menos la de remeros, reservada para criminales condenados a galeras. Los esclavos africanos tuvieron su mayor cometido en las ciudades, desarrollando una gran   AGI, Indiferente, 421, l 13 f. 411v 414r, año 1543.   Archivo Nacional de Honduras (de ahora en adelante ANH). ANH Paquete 3, Leg. 554, informe de la visita del veedor Francisco Barrientos. Escribió al Consejo de Indias sobre el hallazgo de minas de oro y la necesidad de obtener esclavos negros para su explotación, así como de la pacificación de la población del Valle de Naco. Propuso por vez primera que se financiaran esos esclavos con el dinero de la Hacienda Real. Fechada en noviembre de 1548. 97   ANH Paquete 3, Leg. 562, Visita del veedor Francisco Barrientos a la zona minera de Choluteca y Olancho 1555. 98   AGI, Guatemala, 402 t. 2 f. 249r–251r. Leg. 453 Solicitud de Gracias a Dios, año de 1552. 99   Klein, 2008, p. 30. 95 96

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variedad de labores, muchas de ellas especializadas y en campos tan variados como la extracción de metales, obrajes o la construcción de obras importantes. Esclavos, cualificados o no, trabajaron codo a codo con blancos, africanos libres mulatos, zambos, indígenas y, poco después, con esclavizados asiáticos. Con el descubrimiento y la explotación de los yacimientos de plata podremos ver el proceso de empoderamiento de los primeros esclavos africanos llevados a la provincia. Este complejo proceso se dio en diferentes espacios, no muy diferente de lo que estaba pasando en otros territorios coloniales. Es este caso, la carencia de mano de obra nativa, la dificultad orográfica y la inestabilidad política crearon un ambiente especial donde los afrodescendientes lograron espacios de poder muy particulares, no sólo en el mundo minero, sino también en otras esferas, como la hacienda, el transporte y otros espacios económicos coloniales, cuestión que abordaremos más adelante. La Corona, informada sobre los graves disturbios en la Audiencia de los Confines, decidió nombrar en mayo de 1543 al licenciado Alonso de Maldonado como gobernador con el fin de someter la zona bajo su control. Las reformas llevadas a cabo por Maldonado afectaron directamente a los beneficios de los protegidos de Alvarado, quienes elevaron sus quejas al Consejo de Indias. El nuevo gobierno apostó por las reducciones como opción frente a las encomiendas ilegales, concentrando a la población indígena en áreas cercanas a las villas españolas, donde podían ser protegida. Maldonado aumentó el número de corregidores y demarcó sus límites jurisdiccionales. Todo ello afectó directamente la rentabilidad de los lavaderos de oro. Especialmente fue conflictiva la distribución de la mano de obra indígena y africana, lo que provocó disturbios y favoreció la creación de nuevos brotes de violencia, especialmente por parte de los encomenderos nombrados por Alvarado, quienes formaron una élite. Esta última permitió que Alonso de Maldonado hiciera una nueva organización de las reducciones, como exigían las Ordenanzas de Barcelona. Alonso de Maldonado buscó disponer de villas más grandes, concentrando a los habitantes dispersos en grandes caseríos. Pero esta nueva distribución provocó la ira de los viejos encomenderos, quienes no la aceptaron, ya que iban a perder a sus encomendados. La situación volvió a facilitar la huida de muchos indígenas y de algunos esclavos africanos. Maldonado también limitó la posesión de territorios y obstaculizó la acumulación de poder y riqueza en manos de los adelantados y de sus familias. Con ello logró evitar cualquier intento de linaje por parte de los primeros conquistadores, quienes reclamaban en sus solicitudes de Méritos y Servicios un trato especial que les permitiera ennoblecer a sus descendientes. Esto generó un delicado juego entre los diferentes actores: por un lado, los cabildos, que representaban la autoridad local, formados por los descendientes de los adelantados; por otro lado, las élites guatemaltecas interesadas en la explotación minera; y por último, los nuevos funcionarios reales, enviados por la Corona con la misión de poner orden e impartir justicia. Para ello, la Corona le ordenó al gobernador Maldonado100 lo siguiente:   Ibidem, pp. 333-347.

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Otro si mandamos que se ponga vna audiencia real en los confines de guatimala en que aya quatro idores letrados y el vno dellos sea virrey presidente como por nos fuere ordenado y al presente mandamos que presida el licenciado Maldonado […].

Otra importante medida fue la de trasladar a la villa de Santa María de la Nueva Valladolid de Comayagua todos los órganos de gobierno. El 13 de septiembre de 1543, el Consejo de Indias escribió aquellas provisiones que tendrían jurisdicción en las provincias de Honduras, Nicaragua, Soconusco y Costa Rica.101 Además, cada una de ellas debía contar con un gobernador y dividirse en Alcaldías Mayores o Corregimientos.102 El motivo de establecer una nueva Audiencia en este pequeño territorio estaba más que justificada, ya que se consideraba que aquel territorio era el más rico de Las Indias. El 16 de marzo de 1544, el licenciado Diego de Herrera, Pedro Ramírez de Quiñones y Juan Rogel formaron un primer gabinete, que tuvo funciones ejecutivas, legislativas y judiciales y que prometió actuar desde la más estricta ley dictada desde los Órganos Reales. De hecho, se les concedió plena libertad para actuar según el derecho consuetudinario,103 tasar los tributos indígenas y vigilar el cumplimientos de las leyes, además de registrar los derechos de posesión de las tierras, las minas y la recolección de tributos indígenas. Bajo la jurisdicción de la nueva Audiencia quedaron las siguientes gobernaciones: al norte, la gobernación de Chiapas y Guatemala, con las ciudades de Santiago de Guatemala, San Salvador, San Miguel, Gracias a Dios, Comayagua, San Pedro, San Jorge de Olancho, Trujillo y Nueva Salamanca y, al sur, las gobernaciones de Nicaragua, con las ciudades de León, Granada y Nueva Segovia. Los diferentes informes enviados a Sevilla sobre el orden establecido en la zona y la buena disposición de los vecinos para trabajar en las minas dieron como resultado que el Consejo de Indias acordara enviar una cantidad de esclavos específica para rentabilizar aquellas tierras, aunque la Casa de Contratación tardó en poner en marcha el envío, debido a la dependencia que esta última tenía de los tratantes portugueses. Por ello, una vez sorteadas las dificultades financieras, se decidió enviar trescientas piezas de Indias anuales, avaladas por la Hacienda Real. También se decidió que esos esclavos fuesen entregados exclusivamente a los vecinos de la provincia de Honduras, aunque la gran mayoría de firmantes de las solicitudes fueran vecinos de Santiago de los Caballeros. La Corona entendió que debía apoyar a los vecinos de Honduras, con el fin de frenar la hegemonía guatemalteca en la zona. El principal argumento fue que los vecinos de Trujillo y Gracias a Dios siempre fueron fieles al quintado del oro en Gracias a Dios, frente a los guatemaltecos, que llevaban su oro a Santiago de los Caballeros.

  Pineda, 1845.   También aparecen referidos como municipalidades o ayuntamientos en varios documentos. 103   Derecho consuetudinario, también llamado Usos o Costumbres. Es una importante fuente del Derecho. Son normas jurídicas que se desprenden de hechos que se han producido repetidamente en el tiempo en un territorio concreto. Tiene fuerza vinculante y se recurre a él cuando no existe ley (o norma jurídica escrita) aplicable a un hecho. Conceptualmente es un término opuesto al de Derecho escrito. 101 102

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Para poder llevar a cabo el correcto envío y repartimiento de esclavos, el Consejo de Indias decidió en 1546 que fuese el Obispo Cristóbal de Pedraza,104 recién nombrado protector de indios,105 el encargado de toda la operación, desde la contratación hasta el repartimiento. En particular, lo hizo responsable de la correcta distribución de los esclavos entre los vecinos de Trujillo y Gracias a Dios. Ese mismo año el obispo se trasladó a Lisboa, donde contactó con los hermanos Alonso y Diego de Torres, con quienes cerró un Asiento de Negros.106 Entre las condiciones impuestas por el Consejo de Indias estuvo que, al menos, una cuarta parte de la cargazón fuesen mujeres y que todos los esclavos deberían llegar sanos y sin lesiones. También se acordó el precio de cincuenta y cinco pesos de oro107 por pieza puesta en el Puerto de Trujillo, y que los tratantes no pagarían impuestos. Sin embargo, los vecinos tuvieron una alcabala de cuatro pesos por pieza. Por su parte, el obispo solicitó que todos debían tener una altura mínima de siete palmos de alto (1.5 m) y edades comprendidas entre los quince y los treinta años, sin defecto ni tachas: buenas piezas de Indias.108 A lo largo de la segunda mitad del siglo xvi se fue estructurando una clasificación de los esclavos africanos mediante la idea de unidad de trabajo. Dicha clasificación estuvo regida por una serie de conceptos que encarecían las piezas. Fue de gran importancia el aspecto físico, el origen o la fama de trabajadores o de violentos que tuvieran sus pueblos de origen. Al respecto comenta Armando Fortune: 109 El régimen de la esclavitud unió a los pueblos negros bajo una sola denominación «pieza de Indias», negro de la costa o simplemente prieto. La única distinción exigida era el vigor y la salud con vistas a un mejor rendimiento y sólo ese criterio señalaba alguna diferencia entre negro de Mina, un negro Congo o de Angola […].

En el contrato de los hermanos De Torres quedó especificado que los esclavos debían ser llevados primero a Sevilla, donde serían registrados y marcados en la espalda.110 Una vez confirmado que cumplían con las características especificadas, debían de ser llevados al puerto de Trujillo, sin escalas en ningún otro puerto indiano. Un dato interesante especificado en el asiento111 es el hecho de que les recuerda a los tratantes que su tripulación   Todo lo referente al asiento firmado por Pedraza está en el documento AGI, Guatemala 402 t. 2 f. 249r -251r. 105   Sobre la figura jurídica del protector de Indios, véase Lohmann Villena, 2001, p. 54. 106   Con el nombre de Asiento aparece reflejado en el documento el tipo de contrato firmado por Pedraza, a pesar de que muchos historiadores aseguran que el concepto de Asiento no se utilizó sino hasta 1595. 107   Cada peso tendría un valor de cuatrocientos cincuenta maravedíes. Sobre el valor de las monedas para nuestro período se puede consultar Romano, 2004, pp. 345-348. 108   Los cargamentos se registran en Piezas de Indias. De acuerdo con la historiadora Cristina Navarrete, el concepto se refería a un esclavo que, además de una medida de siete cuartas de altura, fuese sano y sin defectos, Navarrete, 2005, p. 50. 109   Fortune, 1956, p. 63. 110   AGI, Guatemala, 402 t. 2 ff. 249r-251r., año de 1541. 111   Ibidem, f. 5 al f. 16. 104

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Propuesta del territorio bajo dominio real de la Audiencia de los Confines en 1545, tomado como referencia las encomiendas, áreas precolombinas mesoamericanas y algunos de los territorios mineros fuera de las zonas de conflicto.

sólo podría ser española o portuguesa. En este último caso, bajo ningún concepto podía bajar a tierra al llegar a las Indias, ni comerciar con esclavos ni con nada, bajo la amenaza de perder el oro o plata que comerciaran: Real Cédula a los gobernadores y justicias de las Indias para que llegados a algún puerto los 3 navíos en que van los 300 esclavos negros que Alonso y Diego de Torres llevan a Las Hibueras y Cabo de Honduras, les faciliten los bastimentos necesarios, pero siendo portuguesa la tripulación, no les permitan bajar a Tierra […].

Los esclavos debían ser llevados en tres navíos, que sólo tenían permiso para desembarcar en Honduras; no podían atracar en otro lugar, al menos que solicitaran auxilio. Por ello, se les extendió un documento que, en caso de necesidad extrema, les autorizaba llegar a cualquier puerto indiano, quedando informados por medio de cédula real los puertos mencionados para que, dado el caso, auxiliasen a los tres barcos de los hermanos De Torres.112 El Consejo de Indias113 ordenó que se colocara toda la documentación en un arca de tres llaves. Además, agregaba que:   AGI, Guatemala, 402 t. 2, 251v- 252r.   Ibidem, f. 251.

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Con las otras escrituras para que no podáis pasar de una vez los dichos trescientos esclavos de que por ella vamos damos licencia

Los hermanos De Torres no sólo hicieron la entrega a tiempo, sino que también lo realizaron según los cánones exigidos por el obispo. Conocemos la distribución de casi todos los esclavizados llevados, así como la venta de una segunda partida, que llegó pocos años más tarde. A raíz de lo sucedido años atrás en los lavaderos, el Consejo de Indias pidió al obispo que se asegurase que los nuevos esclavos no causaran problemas. Además, especificó una serie de normas para lograr que todos ellos fuesen colocados entre los vecinos de la provincia y fuesen exclusivamente utilizados en la extracción de minerales, en especial de oro, dejando claro que se debía regresar a los indígenas a sus reducciones y emplearlos en las labores agrícolas.114 Los hermanos De Torres conocían la mala fama con la que contaban los mineros en las Indias y lo difícil que resultaría cobrar ese dinero. Se lo hicieron saber al obispo Pedraza, quien desde Lisboa consultó al Consejo de Indias sobre el asunto, que fue resuelto rápidamente. La Corona confirmó en cédula real a Diego y Alonso de Torres115 que la Casa de la Contratación se haría cargo del pago de los esclavos que no fuesen cancelados en quince días: Que los vecinos os ayan de pagar por cada uno de los dichos esclavos çinquenta y cinco pesos de oro y de valor de quatroçientos y cinquenta maravedís cada peso, pagados a la persona que toviere vuestro poder desde el día que se hizieree la entrega dellos en quince días no les pagare que con testimonio dello lo pagaron los nuestros oficiales que resyden en la çibdad de Sevilla dentro de un año en dos pagas de seys en seys meses, segond se contiene en el asyento que dicho Liçenciado Pedraça tomo con vos sobrello [...].

Este es uno de los asientos más investigados por la historiografía hondureña; de hecho, hemos encontrado varias referencias sobre el papel del obispo Cristóbal de Pedraza, quien es considerado un personaje relevante en la historia local. En realidad, Pedraza fue un actor influyente en la recién fundada colonia y su rol como jefe de la Iglesia en aquellos primeros momentos ha inspirado a muchos investigadores, sobre todo por su papel de defensor de los indígenas, que le acercó a Bartolomé de las Casas. No debemos olvidar que, además del asiento portugués, se estaban dando entradas de esclavos de forma irregular, y que este tráfico era facilitado por los corruptos funcionarios del puerto; por tierra también llegaron esclavos, sobre todo desde Guatemala y desde la Nueva Segovia, donde la extracción de oro se había convertido en una empresa extremadamente peligrosa, al existir muchos indios alzados que ayudaban a los negros a huir. Así lo comentó el licenciado Juan Núñez,116 funcionario de la Hacienda Real. El licenciado Núñez dijo no saber el origen de estos esclavos y si debía o no cobrar algún tipo de alcabala por ellos.   Estas y otras especificaciones las encontramos en el documento que describe el Asiento: AGI, Guatemala, 402. 115   AGI, Guatemala, 402, l. 2, f. 4. 116   AGCA A, I 23, Leg. 1512 f. 268, Informe de las cuentas de pago de impuestos de la Caja Real de Comayagua, fechado el 18 de julio de 1560. 114

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Provincias, Alcaldías Mayores y Corregimientos que Integraron la Audiencia de los Confines. 1542. Provincias

Alcaldías Mayores

Corregimientos

Nicaragua Costa Rica Soconusco Chiapas Guatemala

San Salvador Ciudad Real Tegucigalpa Sonsonate Verapaz Suchiltepequez Nicoya Amatique Minas de San Andrés de Zaragoza

Totonicapán Quezaltenango Atitlán Tecpanatitlán Escuintla Guazacapán Chiquimula Acasaguastlán Realejo Matagalpa Monimbo Chontales Quesalguaque Tencoa Ujarraz Quepo Pacapa Chirripo

* Fuente: Información general sobre la Audiencia de los Confines, AGI, Guatemala 401.

A pesar de las claras intenciones de pacificar el territorio con el fin de fortalecer la minería, continuó el ambiente de inestabilidad y violencia. Muchos de los colonos prefirieron buscar fortuna en otros territorios, especialmente en la Nueva España y el Perú. Esta situación estaba provocando una peligrosa despoblación, que sólo pudo ser frenada con las rápidas promesas reales de ayudas y mercedes. Sin embargo, los pobladores se seguía marchando, cuestión que retrasó los planes de expansión hacia el este y dejó para el futuro la ocupación de los extensos valles que formaban los ríos de la vertiente Atlántica, espacios que, muy pronto, fueron ocupados por muchos de los huidos, quienes tuvieron que enfrentarse a los locales, causando así más episodios de violencia. Estas nuevas comunidades pluriculturales fueron capaces de interactuar tanto con sus homólogos como con los denominados indios rebeldes, apoyándoles en más de una ocasión en sus ataques a los asentamientos coloniales. Las primeras menciones sobre estos asentamientos las encontramos en los últimos informes presentados por Alfonso de Maldonado. A raíz de su visita a la Audiencia de los Confines en 1548, anotó que la producción minera era difícil, ya que existían muchos conflictos entre los mineros y esto favorecía la huida de los esclavos.117 Con el fin de evitar el éxodo de los colonos, se prometió fundar nuevas villas, allá donde era segura la mano de obra indígena. Se continuó con las encomiendas, razón   AGCA, A, I, 29 Exp. 2, f 274. Informe sobre la Audiencia, Maldonado 1548.

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por la cual se tendió a utilizar los asentamientos precolombinos, más que aventurarse a fundar nuevas ciudades, un hecho que creó graves disputas entre los religiosos y los funcionarios reales. A todo ello, la difícil orografía del territorio no dejó mucho espacio para la construcción de vías o caminos. Por ello fue de vital importancia controlar las antiguas rutas precolombinas. La nueva división territorial no gustó a todos. Desde un inicio, fueron muchas las voces que solicitaron el traslado de la Audiencia a Santiago de Guatemala, que contaba con un respetable números de peninsulares, una mejor infraestructura y una relativa capacidad militar. Por otro lado, para 1548, muchos de los adelantados habían fallecido, lo que dio a la Corona una excelente oportunidad para imponer su hegemonía sobre los territorios. El mejor sistema consistió en contar con un cuerpo de oficiales leales a sus intereses. Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que los funcionarios se fuesen corrompiendo, aliándose con los locales para su propio beneficio. Para 1549, casi todos los funcionarios reales participan abiertamente en los lavaderos de oro. La Corona, por su parte, escuchó los argumentos presentados por los vecinos de Santiago de los Caballeros de Guatemala, y no tardó mucho tiempo en enviar dos Cédulas Reales, una emitida el 25 de octubre de 1548 y otra el 16 de mayo de 1549. En ambas ordenó el traslado definitivo de la Audiencia de los Confines a Santiago de los Caballeros. Con ello, los mineros se sintieron más libres de explotar la zona al margen de la ley, incluso traficaron con esclavos africanos provenientes de Panamá, Veracruz y Guatemala.

La Nueva Audiencia: espacio de empoderamiento para los esclavizados El traslado de la sede de la Audiencia de los Confines a Santiago de los Caballeros no fue un proceso sencillo, puesto que desencadenó una lucha de poder por el control de las áreas mineras, protagonizada por las élites guatemaltecas, los funcionarios reales y los vecinos de Comayagua, San Pedro y Gracias a Dios.118 Los guatemaltecos se consideraban ellos mismos como una élite, descendientes de los primeros adelantados y, por ello, con mayores privilegios que el resto. Con este argumento, exigieron explotar las mejores arenas auríferas y obtener mayor mano de obra, procedente de las recién instaladas reducciones. Además, la presencia de cuadrillas de lavadores, asentadas en el territorio de forma irregular, fomentó el enfrentamiento, formando un nuevo bloque de mineros, que normalmente no pagaba impuestos.119 Fueron especialmente violentos los mineros guatemaltecos, quienes también contaban con mayores recursos y con mayor cantidad de mano de obra africana, ya fuese esclava o libre. Los guatemaltecos establecieran una hegemonía en la zona, arruinando a los mineros locales, quienes se vieron evocados a una economía de subsistencia basada en el contrabando, un fenómeno que, a su vez, se vio fortalecido por el escaso control fiscal ejercido por los funcionarios reales. La situa  Entendemos por Vecinos aquellos españoles mayores de edad que contaban con propiedades.   Véase Gómez, 2012.

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ción en los lavaderos de oro facilitó que los asentamientos de indios y esclavos huidos se fueran consolidando, gracias en buena parte al difícil contexto geográfico, las altas montañas y las densas selvas de la zona. Fueron muy populares las leyendas que hablaban de la riqueza de los ríos; sin embargo, la hacienda real no terminaba de enviar cantidades de oro importantes a Sevilla. Tan sólo un año después del traslado definitivo de la sede de la Audiencia de los Confines, ahora oficialmente la Audiencia de Guatemala, la Corona decidió otorgarle en 1550 la jurisdicción del enorme territorio de Yucatán, coto particular de los Montejo. Con ello, la élite guatemalteca amplió su campo de acción, especialmente en el traslado de mano de obra hacia sus intereses mineros. A pesar de las quejas de los religiosos, también se les anexó el territorio de Soconusco, donde pasaron a controlar el eje portuario de Acajutlá-Escalante-El Realejo. Pasados diez años, en 1560 se realizó un nuevo ordenamiento del territorio de la Audiencia de Guatemala. Posiblemente una de las razones que provocó dicha división fue el hecho de que ese pequeño y abrupto territorio era muy difícil de controlar, por lo que se planteó la creación de cuatro gobernaciones. Periódicamente, se establecieron las gobernaciones de Honduras y Soconusco en 1561 y las de Costa Rica y Nicaragua en 1565. Sin embargo, el nuevo ordenamiento disgustó a los locales, quienes volvieron a protagonizar disputas. El Consejo de Indias se vio obligado a proponer diferentes opciones. Por ejemplo, entre 1563 y 1568 el territorio fue repartido entre el Virreinato de Nueva España y la repuesta Audiencia de Panamá, pero no funcionó. La difícil comunicación, unida a la resistencia de los lugareños a anexarse dichas audiencias, hicieron inviable el proyecto. Otras propuestas fueron estudiadas, hasta que en 1570, Felipe II decidió restablecer la Audiencia de Guatemala, centrando todo los poderes en Santiago de los Caballeros. Durante este confuso periodo de inestabilidad política, 1548-1569, la Hacienda Real colapsó, no así los lavaderos de oro, que continuaron sus actividades dentro de un cierto anarquismo, al no existir una presencia real que los fiscalizara. La voracidad de los mineros provocó una gran mortandad y, una vez más, el colapso de la economía indígena, con la consecuente caída de los tributos. A pesar de las prohibiciones contenidas en las Leyes Nuevas de 1542, se continuó esclavizando indígenas, repartiendo encomiendas y trasladando poblados enteros a las minas. Una vez más, fueron muchos los trabajadores que lograron huir y que pudieron refugiarse en las altas montañas o en las selvas. Esta constante huida de los naturales hizo que, en las reducciones, convivieran sujetos de diferentes etnias, muchas veces enemigas entre sí. Esta situación de convivencia forzada llevó al fracaso a muchas reducciones, que no fueron otra cosa más que campos de reclutamiento de mano de obra casi esclava para los lavaderos de oro. La región continuó siendo un punto de referencia en el Caribe. No en vano, los puertos centroamericanos siguieron apareciendo en las rutas comerciales, a pesar del poco mineral que se quintaba y de los escasos o nulos tributos indígenas. Los puertos caribeños de Trujillo y Cavallos recibían embarcaciones de forma continua y los de Acajutlá y el Realejo ocasionalmente, demostrando con ello un fluir del comercio informal fomentado por la demanda y el alto grado de corrupción de los funcionarios reales.

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La Corona siguió apostando por la región, incluso después de que se descubrieran otras ricas zonas mineras. Con el fin de encontrar una solución a los conflictos, se nombró a don Francisco Briseño gobernador de la nueva audiencia, cargo que ocupó desde 1565 hasta 1570. Durante este periodo, los guatemaltecos continuaron llevando su oro a quintar a Santiago de los Caballeros y ya no a Gracias a Dios, aprovechando la confusión jurisdiccional para ejercer una tremenda violencia en la zona. Como consecuencia, muchos mineros locales abandonaron sus explotaciones. En 1565, Briseño120 presionó a los mineros guatemaltecos para que quintaran el oro en la casa de fundición de Gracias a Dios. La presión ejercida sobre los mineros para quintar el oro in situ provocó una drástica caída en la recaudación guatemalteca. Si en 1564 se quintaron 60 000 pesos de oro; en los dos años siguientes sólo se alcanzaron los 8 000 pesos de oro.121 El desacato a dicha orden produjo una violenta pugna entre los locales y los guatemaltecos, que causó más estragos en las minas. El enfrentamiento facilitó la fuga de muchos esclavos bozales y de muchos de los indígenas procedentes de las reducciones. Sin trabajadores fue imposible continuar con los lavaderos. El resultado fue que, poco a poco, se fueron abandonando los lavaderos de oro de Olancho. La partida de los empresarios guatemaltecos dejó claro que, sin ellos, la industria del lavado de placeres pasaba a ser una mera actividad artesanal más. Esto no significó que los guatemaltecos dejaran de interesarse en la zona: sencillamente diversificaron sus inversiones y utilizaron sus recursos para ello. Justo cuando parecía que la marcha de los mineros dejaría a la región en un melancólico abandono, la aparición de ricos filamentos de plata dio un respiro a la asfixiada economía. Las vetas no se encontraban lejos de los centros coloniales, como Comayagua y Gracias a Dios, lo que facilitaría la obtención de mano de obra pero complicaría la autonomía de las empresas. Las muestras enviadas a Sevilla entusiasmaron al Consejo de Indias, que no tardó en ofrecer financiamiento a los mineros, no sólo azogue, sino también esclavos bozales. Así fue como Honduras empieza a ser un importante punto en las rutas de ventas de esclavos hasta bien entrado el siglo xvii. La calidad del metal enviado a Sevilla y la nueva división jurisdiccional del territorio abrió un nuevo panorama para la región centroamericana. La supuesta paz, lograda a partir del abandono de los lavaderos de oro, facilitó un periodo de mayor producción, hecho que se vio reflejado en un aumento en los ingresos de la hacienda real. Esta frágil paz dio paso a un periodo de bienestar que favoreció el desarrollo de las villas españolas, cuyos cabildos estuvieron de acuerdo con la necesidad de unir fuerzas para la construcción de elementos básicos de infraestructura, especialmente caminos, y mejoras en los puertos, que ayudaran a afianzar el dominio sobre el territorio. La puesta en marcha de la nueva economía proporcionó la llegada de nuevos colonos procedentes de la Península y de otras zonas de las Indias, muchos de ellos con experiencia en profesiones variadas necesarias para el avance de la economía local. Pero los conflictos no 120   AGCA A, 1, 29 Exp. 4587 fol. 56-125, informe de Briseño sobre la expulsión de las cuadrillas guatemaltecas y el abandono de las minas, fechado el 4 agosto de 1565. 121   Ibidem, f. 63.

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tardaron en aparecer. Los descendientes de los primeros colonos reclamaron más cuotas de poder frente a los recién llegados. Por ello estuvieron en desacuerdo con las nuevas disposiciones, a pesar de que muchos de ellos continuaban beneficiándose de la ilegal encomienda, que sobrevivió en el Istmo hasta principios de la década de 1570. Una vez más se les concedía un gran poder a la hora de distribuir la mano de obra necesaria para la nueva empresa. Los oficiales reales entendieron que no podrían cumplir con la orden de suprimir las encomiendas, ya que la falta de mano de obra podría colapsar la economía y crear nuevos conflictos en la zona. Por ello, no pusieron objeción al trabajo indígena en las minas, que se venía practicando en régimen de repartimiento. Tampoco se opusieron a la venta de indígenas, una acción común en la zona que fue hartamente denunciada por los religiosos. Tanto la esclavitud indígena como las largas jornadas de trabajo fueron vistas como males menores en comparación con los beneficios que la minería iba a aportar a la zona. Tampoco se dio importancia al desplazamiento de los reducidos, a pesar de ser conscientes los mineros de que también estaba explícitamente prohibido por la Corona. Aun así, y al calor de las promesas de riquezas fáciles, se desencadenaron nuevos conflictos entre los locales y los guatemaltecos, quienes con más recursos exigieron las mejores vetas, acción que perjudicó a los primeros, creando nuevas hostilidades en la zona. Fue entonces cuando las solicitudes para el envío de esclavos africanos tomaron aún más fuerza. La mayoría de las solicitudes se basaron en el más que comentado argumento de que aquellas eran las tierras más ricas de las Indias, un argumento que, desde 1531, era utilizado por los vecinos de Honduras para solicitar todo tipo de mercedes.122 Estas solicitudes llegaron en un momento de coyuntura, donde la buena marcha de la trata aseguró el abastecimiento de esclavizados traídos desde África. La participación implícita de la Corona lusa ayudó enormemente al establecimiento, en poco tiempo, de rutas mercantiles exclusivamente para esclavos. En un principio, la mayor parte de los africanos procedían de Senegambia, una extensa región situada entre los ríos Senegal y Níger, pero tras la fundación de Luanda por los portugueses hacia 1570, se empezó a comercializar con personas venidas del Congo y Angola. El tema del origen de los esclavizados ha sido siempre un asunto que ha levantado pasiones: se discute si el origen de los esclavos dado en las Indias en el momento de su venta corresponde a su verdadero lugar de origen o al de la factoría donde fue comprado. Por ejemplo, en la documentación generada por el asiento de los hermanos De Torres, no hemos encontrado alusión al origen de los esclavos ni la ruta seguida por los tratantes. Seguramente estos fueron comprados en un lugar donde una alta concentración de esclavos les permitiera seleccionar la calidad estipulada en el contrato. Es muy probable que los hermanos De Torres fuesen con sus tres barcos a la costa de Guinea, negociando en las factorías lusas establecidas desde 1515 en la desembocadura del río Congo, desde

  AGI, Indiferente, 1092, n. 30-9, año 1531.

122

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las cuales se mantenían buenas relaciones con el reino del Congo, sobre todo después de que su rey, Manicongo Nzinga Nkuvu, se convirtiera al cristianismo adoptando el nombre de Alfonso. Durante su reinado llegaron al Congo muchos misioneros, comerciantes y maestros. No tuvo que pasar mucho tiempo para que algunos de esos misioneros, establecidos allí, denunciaran los procedimientos en los que eran capturadas y vendidas las personas.123 Incluso, el sucesor de Nkuvu, Manicongo Nzinga Mbemba, escribió varias cartas al papa y al rey de Portugal para denunciar los graves daños que estaba causando la trata de esclavos. Pero no tuvo la respuesta deseada. A su muerte en 1543, la trata de esclavos era ya un negocio muy lucrativo que recibió el apoyo del rey Pedro, sucesor de Nzinga Mbemba.124 Por su parte, la Corona española, que continuamente buscó formas más eficaces para el control fiscal de aduanas, puertos y registros o visitas de barcos,125 en lo relacionado a la trata centró su atención fiscal en el simple cobro de las licencias. La Hacienda Real nunca pensó en crear una financiación específica o una flota naval propia con la cual controlar la trata. Al parecer, tuvo claro desde estos primeros años que sus intereses estaban más cerca de una política monopolista de carácter fiscal que invertir en la infraestructura necesaria para el negocio negrero. Para coordinar el cobro fiscal derivado de la trata, la Corona estableció la Junta Privativa, un organismo dentro del Consejo de Indias, formado por un presidente y algunos pocos funcionarios, todos del mismo Consejo. Así, el comercio «negrero indiano» se inició bajo control alemán, pero en la práctica lo ejecutaron los portugueses, quienes contaban con los contactos y las factorías y con una experimentada flota de navíos, logrando ser, en definitiva, los dueños del tráfico de esclavos.126 Pero el sistema de licencias encareció el precio de los esclavos, puesto que, en la práctica, el agraciado con una partida no los importaba directamente, sino que revendía las licencias a otros comerciantes, que a su vez se las revendían a otros, y así hasta llegar a los portugueses, quienes detentaban el negocio. De este modo, cada licencia, estimada en tres ducados, resultaba en realidad en ocho; llegando a costar hasta treinta ducados. El costo se elevó a ochenta, sin contar con los recargos de alimentación, seguro, navegación e impuestos reales.127 Desde prácticamente 1527 se concedieron licencias para introducir esclavos domésticos, que raras veces sobrepasaban las cuatro piezas.128 Entre 1535 y 1550 se dieron muchas licencias para introducir esclavos en el servicio particular, al punto que, para mediados del siglo xvi, existían en la provincia unos mil quinientos introducidos de forma legal.129

  Duarte, 1993, pp. 63-75.   En relación con las formas de comerciar de los portugueses en suelo africano, véase Sparks, 2014, pp. 20-40. 125   Peralta y Ribera, 2005, p. 103. 126   Ibidem, p. 23. 127   Mellafe, 1964, pp. 31-32. 128   Sanz, 1986, p. 531. 129   Carías, 1990, p. 318. 123 124

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Compradores de Esclavos en la Audiencia de los Confines A beneficio de

fecha

Cargo en Hibueras y Cabo de Honduras

Documento de referencia

Felipe de Orduña

1527

Tesorero real

AGI, Panamá, 234, L.3, F.321V

Diego García de Celis

1537

Tesorero

AGI, Guatemala, 402, L.1, F.195V

Alonso de Valdés

1537

Veedor

AGI, Guatemala, 402, L.1, F.196V-197

Juan de Lerma

1538

Factor

AGI, Guatemala,402,L.1,F.223-223V

Juan de Plasencia

1541

Contador

AGI, Guatemala,402,L.2,F.18-18V

Alonso deTorres

1541

Vecino pagará 4 pesos por esclavo

AGI, Guatemala,402,L.2,F.15V-16

Diego de Torres

1541

Vecino pagará 4 pesos por esclavo

AGI, Guatemala,402,L.2,F.15V-16

Pedraza

1544

Libre de derechos

AGI, Guatemala,402,L.2, f356v

Elaboración propia a partir de documentos del Archivo General de Indias.

Existieron varios tipos de licencias con cláusulas que especificaban las características de los esclavos transportados a América. Un buen ejemplo fue el firmado por los hermanos De Torres,130 denominado asiento de provisión. Es decir, sólo se repartirían esclavos a aquellos vecinos con minas, siguiendo el mismo modelo que el que firmaron en 1538 los alemanes Enrique Cignes y Jerónimo Sayller. Además, se les permitió llevar cincuenta esclavos más, con el fin de completar las piezas.131 Es realmente difícil concretar cifras sobre las licencias132 autorizadas en estos primeros años, máxime porque muchas aparecen registradas varias veces y otras no figuran más que en su otorgamiento, sin que sepamos nada de su ejecución.   Estantes era como se conocían a las personas que estaban en un lugar sin ser reconocidos como vecinos. En este caso, los hermanos De Torres eran moradores o estantes de Lisboa y como tal firmaron los Asientos con Pedraza. 131   AGI, Guatemala 402 t. 2, f. 250. 132   El estudio de estos contratos ha centrado los esfuerzos de grandes historiadores como Enriqueta Vila Vilar, de 1977 y reeditada en 2013, Lorenzo Sanz, de 1986, o García Fuentes, de 1982. Asimismo, el debate que se establece sobre las características de las licencias también atrajo a otros historiadores, como J.A. Saco, de 1955, quien consideró que no existió una diferencia entre licencia y asientos. En realidad, nosotros nos sentimos más cercanos a la propuesta del historiador Schelle, de 1906, quien hace una interesante diferenciación entre licencia y asiento. Para él, la confusión radica en que tuvieron una ambigüedad jurídica que hace que se confundan los términos. Define la licencia como una concesión generosa a título personal de parte del Monarca, sin tener el agraciado obligación de usarla. En cambio, explica Schelle, con el asiento sí queda obligado, al existir un contrato que constriñe y compromete a ambas partes. Ambos contratos constituyeron importantes fuentes de ingresos para la Corona, ya que establecían un precio por cada cabeza de esclavo enviado a las Indias. En 1513 se tenía que pagar dos ducados; en la década de los cuarenta, por su parte, la cantidad se elevó a siete ducados por pieza. El valor fue aumentando a medida que la demanda desbordaba el mercado. Otra valoración interesante es la propuesta por Leiva de 1982, quien nos dice que debemos entender el asiento como una cosa convenida 130

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Entre 1520 y 1539 se otorgaron 11 241 licencias Entre 1540 y 1549 se registraron 15 345 licencias entre 1550 y 1589 43 958 licencias.133 Las licencias fueron cambiando su naturaleza durante todo el periodo, hasta su suspensión en 1595.134 A principios del siglo xvi, se les llama asientos de provisión. Tenían como fin abastecer de esclavos para una finalidad específica, por lo general para minería, y debían de ser llevados a un lugar acordado. Los tratantes rápidamente configuraron una serie de conceptos, mediante los cuales calificar a los esclavos para su mejor venta. Así, a un esclavo «negro» castellano parlante, conocedor de las prácticas católicas y de la cultura castellana se le llamó negro ladino.135 Normalmente eran negros que procedían de Sevilla o Lisboa, pero algunos fueron traídos desde otras ciudades de la Península. Estos esclavos solían pasar a las Indias durante el siglo xvi como esclavos domésticos y alcanzaban altos precios. Su conocimiento de la cultura y lengua castellana les favoreció, motivo por el cual se les daba un trato especial, muy por encima de los indígenas. Pronto muchos de ellos serían utilizados por sus amos como administradores de sus intereses, lo que les facilitó el acceso a la manumisión. Al contrario de los negros bozales, estos esclavos ladinos se sentían hasta cierto punto «cómodos» con su situación de esclavos. Posiblemente este hecho se deba a que fue para ellos más fácil ir escalando peldaños sociales gracias a su cercanía con los españoles. Del otro extremo estaban los negros bozales, como eran llamados los recién llegados. En el momento en que esos esclavos aprendían la lengua castellana y se iban integrando, se les vendía entonces como negros de nación, es decir, ya no eran bozales, y aunque no podían ser considerados como ladinos, sí conocían la lengua y la cultura castellana. Esto hacía que su valor en el mercado subiese. Simultáneamente, la diversidad de africanos en las Indias generó la necesidad de crear una nomenclatura específica para ellos, especialmente cuando el mestizaje fue una realidad y fue necesario clasificar a los individuos que componían el mosaico social colonial.136 Pronto en las villas hondureñas, así como en los demás puertos indianos, se utilizaron estos conceptos para clasificar a los habitantes y, sobre todo, a los esclavos que iban llegado. Además de los conceptos anteriores, también fue motivo de valoración la supuesta edad del esclavo, que era calculada tomando en cuenta características físicas como los dientes. De aquí fueron apareciendo conceptos que resultaron claves a la hora de valorar a los individuos de una cargazón, tales como la edad, el estado físico, la dentadura, la estatura, etc.

y sentada, es decir un contrato entre un particular o una compañía y la Corona para transportar esclavos negros a las Indias. 133   García Fuente, 1982, p. 5 y p. 47. 134   De Ayala, 1927, pp. 372-380. 135   Ambos conceptos, bozal y ladino, los encontramos muy bien definidos en la obra de Konetzke, 1972, p. 66. 136   Véase la obra de Alberro y Gonzalbo, 2013.

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Valoración de los Esclavos. Defecto tacha o vicio Pelos blancos Si falta un dedo Defectos en los pies Defecto en el cuerpo Escorbuto Con flemas Llagas en las manos Manchas o marcas Poca masa muscular Heridas leves Defectos en ojos Quemaduras Tiña Torpezas Torpeza en las manos Viejo

Valor de la Tachas 1/3 1/6 1/6 1/6 2/8 1/6 1/6 ¾ ¼ ¼ ¼ 2/8 2/4 2/6 2/6 2/4

Fuentes: algunos de estos conceptos han sido citados por el obispo Pedraza en la documentación antes citada. Otros de dichos valores proceden de la obra de Palacios Preciado Jorge, La Trata de Negros por Cartagena de Indias, UPTC, Tunja, 1973.

También fue de suma importancia cualquier problema de salud o defecto físico que presentaran los esclavos bozales.137 Valores basados por edad Nombre

Edad

Mulequillo Muleque Mulecón Mantungo

Menos de 6 años Entre 6 y 11 años Bozal entre 12 y 15 años Anciano de más de 40 años

Elaborado a partir de varias fuentes documentales del Archivo General de Indias.

Estos y otros valores fueron utilizados por los hermanos De Torres para calificar a los esclavos que llevaron al puerto de Trujillo. La carga fue recibida por el mismo obispo Pedraza, quien desde Lisboa había dejado muy claro que debían ser buenas piezas de Indias. La pieza de Indias fue ante todo un concepto fiscal y una unidad de trabajo que tenía como fin medir la capacidad de trabajo de los esclavos, basándose en características físicas que auguraban cuánto podrían trabajar estos individuos. Esta forma de tasación esclavista se comenzó a utilizar muy rápido en todos los espacios comerciales españoles 137   Hemos tomado algunos de los conceptos citados por el obispo Pedraza, recogidos en la documentación antes citada, y hemos encontrado algunos de esos valores recogidos en la obra de Jorge Palacios Preciado, 1973.

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y portugueses. Pero no siempre los esclavos traídos presentaban los atributos para ser calificados como piezas de Indias; en estos casos, del valor ideal de siete palmos se les comenzaba a descontar una parte del palmo, según el defecto que presentaran, ya fuese por salud o por algún defecto físico. Paralelamente, en los circuitos comerciales participaban todos los miembros de la sociedad hondureña, sobre todo los funcionarios, que contaban con un salario con el cual comprar, para luego especular con las mercancías. Pero también se dio un trueque de abarrotes entre los marchantes y los lugareños. Es el caso de López de Mendoza, quien comerció con bastimentos procedentes de Cuba, pagándolos con indígenas.138 También el alguacil Juan de Torquemada139 participó, junto con Alonso Rodríguez, en el comercio y distribución de productos desde y hacia Sevilla. Igualmente es conocido el comercio del capitán Ganoa,140 quien contaba con una red de trata de esclavos indígenas traídos desde Nicaragua que intercambiaba por géneros traídos de España. Entre sus principales socios estaban Juan Cabrera, alcalde de Trujillo, y Diego Díaz de Herrera,141 regidor de Trujillo. En 1532, Diego Nieto y Francisco Montejo142 también formaron empresas comerciales. La buena marcha de las minas y la fama del mineral hondureño puso al puerto de Caballos en las rutas de los barcos esclavistas que circulaban por el Caribe. Junto al mineral, llegaron al puerto de Caballos otros productos, que fueron colocados en el comercio interregional, especialmente los provenientes de San Pedro Sula y el valle de Naco. Estos últimos fueron colocados en las plazas de Veracruz, Panamá, Granada, Santo Domingo y Cuba. De aquí la importancia de mantener las rutas marítimas seguras y los caminos en buen estado, sobre todo porque el buen tráfico de las mercancías abarataba los precios, haciéndolos más competitivos. Fue la creación de la Audiencia de Guatemala lo que terminó de consolidar al Puerto de Caballos como el principal puerto, al estar relativamente cerca de la capital Gracias a Dios, donde convivían el mayor número de españoles, entre ellos los funcionarios reales, principales consumidores de las mercaderías traídas desde la Península. El flujo de oro proveniente de los lavaderos mantuvo durante mucho tiempo el interés de los comerciantes, asegurando con ello un mejor abastecimiento. La Corona, mediante un complejo sistema comercial basado en el monopolio, buscó desde un inicio controlar ese comercio y el abastecimiento de sus colonias en las Indias. Como principal medida eligió el puerto de Sevilla como el único autorizado para enviar embarcaciones hacia las Indias. La Corona   AGI Patronato 20, f. n. 3, fr5 Relación del viaje de Pedro Moreno a Higuera, año 1535.   Ibidem, f. 5. 140   Son muchos los documentos que abordan este tráfico. Por ejemplo AGI, Patronato 20 n. 3, r. 5 Nombramiento del gobernador de Hibueras: Diego López de Salcedo 1526, AGI, Audiencia de Guatemala 39, r. 1 n. 2. Auto del gobernador de Honduras Diego López de Salcedo, para que no saquen más indios, año 1539. 141   AGI, Guatemala 39, n. 3, r.1. 142   AGI, Guatemala 39, n. 2, r. 1, Autos de gobierno. 138 139

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Obtenía ganancias fiscales mientras que los comerciantes españoles registrados obtenían ganancias como expedidores, no como dueños, de los cargamentos y, a veces, como fletadores.143

Este enorme ejercicio de orden y control solo fue posible gracias a la constitución de un organismo que se encargara de todos los temas comerciales. Así, en 1503 se estableció la Casa de Contratación, con varias funciones. Además en lo concerniente al comercio entre las colonias indianas y España, fue también una escuela de navegación y un tribunal para juzgar crímenes en alta mar. Para ponerla en marcha fue necesario un enjambre de funcionarios reales, buena parte de ellos destinados a controlar las mercaderías enviadas a las colonias y a registrar las entrantes. No pasaría mucho tiempo para que se instalaran en Sevilla comerciantes provenientes de diferentes partes del reino, incluso representantes de casas comerciales de reinos enemigos. Muy pronto las noticias sobre las riquezas procedentes de las Indias provocaron la codicia de otras potencias europeas, que no dudaron en atacar en alta mar a las embarcaciones españolas, tanto las que iban como las que regresaban. Es así como se decidió establecer un sistema de protección mediante la organización de convoyes, que saldrían dos veces al año.144 Los barcos, después de una escala en La Habana, pasaban a Veracruz,145 donde se descargaban las mercancías y se registraban, para luego ser embarcadas una vez más en barcos tipo carracas o bateles con cabotaje hacia los puertos secundarios, como lo eran Cavallos y Trujillo. Este engorroso sistema, junto al fluido de minerales, produjo una gran inflación en los precios de las mercancías durante todo el siglo xvi, que hizo impagables aquellos productos considerados básicos para el mantenimiento del estatus de colonizador, como el vino, la harina o el aceite de oliva. Desde la primera fase de la conquista y a lo largo de todo el siglo xvi, la hegemonía de Puerto Cavallos estuvo avalada por las élites guatemaltecas, que hicieron hasta lo imposible para evitar el traslado de la actividad portuaria hacia Trujillo. Incluso, uno de los primeros presidentes de la Audiencia de los Confines, Andrés de Cereceda,146 escribió a la Corona para pedir que se invirtiera en el puerto de Puerto Cavallos, alegando que el tráfico por ese puerto era muy intenso, al concentrar todas las mercancías provenientes del interior, pidiendo que se atendieran las solicitudes para la construcción de caminos. El puerto de Cavallos representó una alternativa mejor para el comercio hacia Panamá, frente a las dificultades que presentaron las rutas terrestres. A pesar de la importancia geoestratégica del espacio de circulación económica-comercial entre las diferentes villas españolas centroamericanas y Sevilla, este puerto nunca llegó a contar con una infraestructura defensiva que mantuviera a raya a los enemigos de España.

  Stanley y Stein, 1970, p. 50.   Idem. 145   Véase la obra de Encinas, 1945, pp. 127-130. 146   AGI Audiencia De Guatemala 39, R 2 N4 Carta de Cereceda, año 1536. 143 144

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Por otro lado, el puerto de Trujillo tuvo sus defensores, como lo fue Martin de Villarubia,147 comerciante de Granada. En 1543 solicitó en carta al presidente de la Audiencia de los Confines que se atendieran las necesidades de los puertos del Caribe, en especial Trujillo, puesto que era de vital importancia para el comercio interregional la buena funcionalidad y seguridad de los puertos del Caribe. Sin embargo, toda la atención se centraba en Puerto de Cavallos. Para 1545 el sistema de flotas establecido por la Corona dos años antes cumplió su cometido al detener buena parte de las actividades piratas. Gracias a ello, llegó a la provincia como mínimo un barco anual. La Nao de Honduras transportaba todo tipo de mercancías a Puerto Cavallos, con destino a la región central del Istmo. Según los registros aduaneros, la nave transportaba una gran variedad de mercancías, tales como vinos, telas, hierros, jarcias, lozas, etc, intercambiados por oro, plata y cacao,148 así como por otros productos de la tierra, como lo fueron zarzaparrilla,149 cañafístula,150 bálsamo,151 brea,152 alquitrán,153 cueros y algo de añil,154 manteniéndose a la vez un comercio interregional intermitente con picos importantes. De aquí la preocupación por mantener las rutas terrestres transitables desde y hacia las principales villas. La regularidad con la que se enviaron minerales a Sevilla se vio premiada con la derogación del pago de algunos impuestos a partir de 1546.155 Este periodo de paz, iniciado gracias a la buena marcha del comercio, favoreció el florecimiento efímero de ciudades como San Pedro Sula, que llegó a convertirse en una de las villas más importantes de la provincia. La ciudad fue punto de partida para la mayoría de las razias esclavistas hacia el interior y fue un importante centro de compra y venta de esclavos, especialmente para los lavaderos de oro. Desde que en 1537 Alonso de Maldonado organizó un par de expediciones desde San Pedro hacia el suroeste, siguiendo las noticias de hallazgo de oro en las arenas del río Ulúa y del río Guayape, la ciudad se convirtió en la sede de las primeras empresas mineras y en principal mercado de avituallamiento para los mineros y exploradores. Sin embargo, la ciudad no presentaba las condiciones ideales. Herrera156 dijo sobre ella que:

  AGI Justicia 1032, N2, año 1543.   El cacao centroamericano gozó de gran prestigio. Salía desde Realejo hacia Perú y Panamá. Fue más apreciado en la Nueva España, donde llegaba gracias a las pequeñas embarcaciones de los comerciantes de Izalco. 149   Nombre científico Smilax aspera. 150   Nombre científico Cassia fistula. 151   Nombre científico Myroxylon pereirae. 152   La brea hondureña contó con una gran demanda para calafatear los barcos y fabricar toneles y otros recipientes, convirtiéndose en un producto estrella desde 1540 hasta finales del siglo xviii. 153   El alquitrán fue otro de los productos utilizados para calafatear los barcos, que alcanzó un precio de dos pesos por quintal, llegando a los treinta en el puerto de Lima. 154   Rubio, 1973, pp. 89-93. 155   Carlos V, en cédula real, derogó los impuestos sobre las mercancías traídas desde el Higueras y Cabo Honduras, AGI, Guatemala, 402, L2, 22, fechado en septiembre de 1541. 156   Citado en Carías, 1998, p. 281. 147 148

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La ciudad de San Pedro es malsana y calurosa; solía ser mejor comercio de las mercaderías y paso a las provincias comarcanas.

En el mundo minero de «placeres», es decir de lavaderos de oro, participaron muchos y muy variados personajes. Algunos de ellos incluso jamás llegaron a visitar la región donde se situaba su negocio de lavado, como fue el caso de algunos ricos colonos, quienes financiaron desde Santiago de los Caballeros las explotaciones y dividieron las ganancias entre los accionistas. También existieron inversores en Comayagua. Como ejemplo podemos citar al gobernador Andrés de Cereceda, socio de Francisco Parra.157 Ambos contaban con una explotación que, en 1541, pagó cien pesos de oro como quinto real. Otro ejemplo documentado es el de Pedro de Ortiz, uno de los hombres de Alvarado, quien explotó por razón de más de veinte años unas minas de oro con ayuda de una potente cuadrilla de esclavos africanos traída desde Guatemala. Su socio principal fue el escribano público Pedro Rodríguez de Escobar,158 conocido conquistador de Olancho. Algunos colonos también lograron establecer ricas haciendas y transportar sus excedentes hacia los mercados locales, incluso iniciar un efímero negocio de exportación de zarzaparrilla, añil y cacao. Pero la comercialización de productos agrícolas, como muchas otras empresas comerciales emprendidas por los vecinos a lo largo del siglo xvi, se vio abocada al fracaso al no ser el coste del producto final competitivo en los mercados de las grandes capitales indianas. A pesar de ello, el territorio bajo control español estuvo muy delimitado, debido a la fuerte resistencia de los indios insurrectos, quienes rechazaron cualquier avance colonizador de los intrusos. Fueron necesarios casi dos años para tomar la zona y una guerra que desgastó el prestigio de Francisco Montejo e hizo brillar a su capitán Alonso Cáceres.159 En 1538 existían unas dieciséis encomiendas dedicadas a lavar oro en las quebradas y riachuelos localizados entre el río Guayape y el río Ulúa. Francisco Montejo anotó en su visita a la región que la mayoría de los lavaderos pertenecían a mineros locales y, en casi todas ellas, existían capataces negros, así como mano de obra esclava indígena y negra.160 La marcha de Francisco Montejo en 1539 y la llegada de Pedro de Alvarado trajo consigo una serie de cambios que provocó conflictos entre los intereses de los locales y los guatemaltecos. El nombramiento del Obispo Cristóbal Pedraza como defensor de indios en 1545161marcó otro momento importante para el desarrollo de la ciudad, ya que este último se decidió a imponer las Leyes Nuevas y frenar los ilegales repartimientos de indígenas, base de la economía de minas. La Corona ordenó al obispo que velara por los indígenas para que no fuesen tratados como esclavos. Había sido informada por los   AGI, Justicia 1032 sobre los bienes de Andrés de Cereceda, año 1541.   AGI, Patronato 72 r. 6-9 Méritos y Servicios, año 1572. 159   Maldonado había recibido por orden de la reina la jurisdicción del territorio comprendido entre el río Coplico, en el actual Tabasco, y el río Ulúa, en la actual Honduras. 160   AGCA A, I, 24 Leg. 2548 f. 58v, Méritos y Servicio del capitán Francisco Montejo, año 1542. 161   Chamberlain, 1967, pp. 124-133. 157 158

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misioneros del hecho de que los indígenas no podían cultivar sus tierras y, por ello, no podían pagar sus respectivos tributos. Fue precisamente el nuevo orden colonial lo que envió al traste el efímero bienestar alcanzado. Aún fue peor el traslado de la sede de la Audiencia hacia Santiago de los Caballeros. Este hecho sacó de las rutas comerciales a San Pedro, sobre todo de las interregionales, que comenzaron a utilizar la villa de Gracias a Dios como puerto de montaña. Pedraza recibió una fuerte oposición de los mineros, entre ellos Antonio Funes,162 quien le advirtió que eliminar el repartimiento provocaría el fin de la débil economía del lugar. Pidió al obispo que se asegurara de repartir a los esclavos africanos prometidos entre los locales y no a los guatemaltecos. La situación se agravó cuando el obispo Pedraza buscó aliados dentro del cabildo de Comayagua y San Pedro Sula para hacer cumplir las Leyes Nuevas y liberar a los numerosos esclavos indígenas y a otros tantos que eran tratados como tales. La insistencia del obispo provocó nuevos disturbios, que volvieron a revivir los años de violencia en la región, acaecidos bajo el yugo de los capitanes. Situación parecida ocurrió con los misioneros franciscanos, quienes informaron a sus superiores y estos últimos al Consejo de Indias sobre la negativa de los mineros de liberar a los indígenas sometidos a la encomienda y, sobre todo, a aquellos que eran injustamente considerados como esclavos. El Consejo de Indias consultó a Francisco Montejo, quien a pesar de estar viviendo en Yucatán, seguía siendo un punto importante de referencia para la Corona. Este último confirmó los abusos en la zona, recomendando aplicar cuanto antes el nuevo código legal en la zona y traer esclavos africanos para proporcionar mano de obra. El obispo Pedraza, bajo la atenta mirada de los dominicos, se vio obligado a tomar medidas drásticas contra los mineros. Lo primero que hizo fue prohibir el uso de indígenas como tamemes.163 A su vez, el Cabildo obligó a los arrieros a comprar mulas, cuestión que favoreció a las estancias de sus socios en la zona. La imposición motivó nuevas movilizaciones. Para calmar los aires, Pedraza se comprometió a construir caminos más anchos, para que pudieran circular las mulas sin peligro de despeñarse o de perderse en lo espeso de la selva. Pronto, el obispo entendió que no debió haber interferido en la producción minera, ya que si marchaba mal ponía en peligro la consolidación de la colonia. Además, cualquier tributo entregado en especias perdía todo valor, al no tener un mercado de consumo donde colocarlo. Como afirma Chamberlain:164 « la minería era lo único que ponía en funcionamiento el comercio local». Fue el gobernador Alonso López de Cerrato quien en medio de la polémica sobre la distribución de la mano de obra, recibió en Puerto Cavallos las primeras ciento setenta piezas, pactadas con los hermanos De Torres. Sin embargo, fueron el factor Antonio Cravelo y el escribano de minas Gerónimo de San Martín quienes se encargaron de la distribución de las mismas.   AGCA A, I, 29 11513, Leg. 1723, Probanza de Méritos y servicios de Alonso Funes vecino de la ciudad de Comayagua, año de 1548. 163   Tameme (Tlamama) es una voz de origen náhuatl que significa cargador. Fue utilizada en Honduras y México para llamar a los indígenas que transportaban todo tipo de mercancías a sus espaldas. 164   Chamberlain, 1967, p. 130. 162

AFRICANOS EN LOS CONFINES DEL IMPERIO

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Encomenderos-mineros en Gracias a Dios entre 1543-1553. Nombre

Piezas declaradas

Encomiendas Pueblos

Tamemes

Pueblos encomendados

Hernando Dalmao

18

6

100

Teomaques, Mayanlepa, Lepoachini, Congos, Malan, Care.

Diego García Celis

25

2

100

Opoa, Mabotena.

Hernán Sánchez Alvarado

32

3

100

Lepaera, Guanquenconte, Vocoyuco.

Gaspar Suárez

37

3

80

Mitad de Cerquen, Yacirquemitad Tecomat, Tepet.

José López de García

19

2

75

Cazaclica, Prerocotelaga.

Pedro Orellana

42

2

100

Zambizambique Colx.

Fernando Dalmao

6

6

50

Porcina, Yamala, Congela, Seloharaez, Catepet, Voxolca.

Alonso Ruiz

28

3

Alonso Rodríguez Picado

62

2

68

Alamani, Berechecuit.

Francisco Ojo

12

2

100

Layagua, Gualmonca.

Cristóbal Romo

30

2

80

Ladepuca, Lautique.

Francisco Pérez Gallego

58

1

70

Comomunerencha

Rodrigo de Anaya

47

1

63

Cara

Alonso Polo

29

1

46

Eguaenpe

No consta Chaltepec, Suchipetet, Bioncigo.

Fuente: Archivo General de Centro América A.I.23. Relación de repartimiento de pueblos e indios negros en los pueblos de Gracias a Dios.

La gran mayoría de estos esclavos fueron empleados en los lavaderos de oro, que estaban situados en las afueras de las ciudades de Gracias a Dios y en los alrededores de Trujillo. Al parecer ninguno de ellos fue comprado por mineros afincados en Olancho. La razón estriba en que la mayoría de las empresas mineras establecidas en el río Guayape contaban con capital guatemalteco, con sus propias cuadrillas de indios y de esclavos africanos. Para los vecinos de Gracias a Dios, este corto periodo de tiempo como sede de la Audiencia les permitió alcanzar un relativo desarrollo, gracias a la presencia del funcionariado real y a una extracción estable en los lavaderos de oro, especialmente hacia el Occidente, hechos que impulsaron otras actividades ligadas a la minería, como eran la agricultura y la ganadería. Por otro lado, se contó con mano de obra indígena suficiente como para abastecer el trabajo en las minas y en las haciendas, gracias al nuevo ordenamiento y a las reducciones establecidas desde 1543. Un año después de la entrada de la venta de los esclavos africanos traídos por los De Torres, la producción de oro aumentó considerablemente. En 1545 se fundieron en la Caxa de Gracias a Dios cantidades importantes de oro. Por ejemplo, los mineros de San Pedro quintaron 37 688 pesos, pagando por ello un diezmo de 3720 pesos.

AFRICANOS EN LA AUDIENCIA DE LOS CONFINES

73

Poco después, en otro estado de cuentas, enviado por Gonzalo de San Martin,165 se anotaron otras cantidades de oro fundido, procedentes de Olancho y del río Guayepe. El mismo Gonzalo de San Martin confirmó que no se realizó pago alguno por los esclavos llegados en los últimos barcos. Indicó que no había suficiente oro en la Caixa, por lo que pidió a los tratantes cancelarlos en Sevilla: A Vª Mg estará informada del asiento que mando a tomar con Alonso y Diego de Torres estantes en el reyno de Portugal para traer a esta gobernación trescientas piezas de negros para los rrepartimientos por los Vºs y conforme del asiento que alla tomado con ellos y que aquí se poder pagarles para conforme a la capitulación Vª Mg se los mandase a pagar en Sevilla y como a Vª Mg emos informado antes de agora por estar los pueblos de españoles hundidos uno dentro a quarenta leguas del puerto y están los Vº súbditos muy alcanzados no podía cobrar atpo para se poder Cumplir con ellos de los mismos negros por que de necesidades se avia yr cobrando en las fundiciones que hicieren e no podía ni pudo ser todo apto q se pidieron cumplir con ellos sin queja la paga de los —*— de vender los mismos negros de Vª Mg fuera muy Dicho vido y vienso que a si mismo lo fuera muchos más de que de la hacienda de Vª Mg le pagara en Sevilla conforme a las capitulaciones nos parece era mucho mejor pagárseles aca a unque fuese de la hacienda de Vª Mg de los mismos oidores han pagado todo y el arca de las tres llaves se saco para cumplir de lo que se les servia de todos los negros cinco mil pesos de oro. Y en la cobrança de ellos entendemos y entenderemos con toda la diligencia posible y en esta finaciacion (xxx) y en la de Santiago se acabara de cobrar todo o donde fuera al xica donde agora se los necesite y Vª Mg sea servido de que os vaya fio ansi por que la necesidad de los vecinos ha hecho que en muchos (xxx) suyo y (xxx) de Vª Mg no pudiera aver cobro pues Vª Mg alla lo oyera de mandar a pagar de rreal Hazienda con forme a la capitulacion excusava mucho mayor somos ansi por la necesidad que Vª Mg alla tiene como por el rriesgo de mar y corsarios que en ello avía y como aendo esto último los factores de los mismo Alonso y Diego de Torres pocuravan con todas diligencia órdenes a estimar como aca no se les pagavan poz lo cobran alla […].

Por su parte, Gonzalo de San Martín afirmó que eran necesarios más esclavos financiados para poder extraer mayores cantidades de oro, basándose en las ricas arenas del río Guayape. El principal obstáculo de la minería de placeres fue la ausencia de una mejor tecnología que permitiera ahondar en la explotación y, por otro lado, la constante necesidad de mano de obra. Todo ello provocó que no se llegaran a rentabilizar los yacimientos como se esperaba. La solución aplicada fue la continua búsqueda de depósitos en la cuenca de los ríos, pero esto era peligroso y no se contaba con una milicia que garantizara la seguridad de los mineros. Especialmente fue duro para los vecinos de San Pedro y Gracias a Dios, quienes se veían en desventaja, frente a la mayor capacidad de los mineros guatemaltecos. Los locales se veían empujados a buscar zonas más allá de la frontera, después de que los despojaran de sus yacimientos, lo que mantuvo la inestabilidad de la región. 165   AGI, Guatemala 49, n. 26-29, Informe enviado por Gonzalo San Martin a la Casa de la Contratación y al rey, 1543.

AFRICANOS EN LOS CONFINES DEL IMPERIO

74

Cabe pensar que el bienestar alcanzado por Gracias a Dios no sobrevivió al traslado de la sede de la Audiencia de los Confines hacia Santiago de Guatemala. En 1549, el presidente Alonso de Cerrato hizo cumplir la orden Real de trasladar al gobierno colonial166 y con él se marchó una buena parte de los colonos, que temieron verse afectados por las intrigas y la corrupción de los que se quedaban. Pero el traslado de la sede no resolvió los problemas jurisdiccionales ni los conflictos entre los viejos conquistadores, aunque dio un respiro a la agónica economía. Ejemplo de ello fue que algunas de las familias comerciantes de Santiago de los Caballeros mantuvieron importantes vínculos con Gracias a Dios. Conservaron sus casas como forma de asegurarse el reparto de tierras. El mantener residencia en Gracias a Dios les facilitó trasladar esclavos y recursos desde Santiago, además de legitimar su derecho a poseer minas y ser considerados a la hora del reparto de tierras. Durante su efímero periodo como sede del gobierno colonial, Gracias a Dios recibió algunas visitas de importantes personajes, como la de Bartolomé de las Casas en 1545,167 quien pretendió reunirse con el obispo de Guatemala Marroquí y con el obispo de Honduras Cristóbal Pedraza para la consagración del obispo de Nicaragua Valdieso, gran defensor de los indígenas. La presencia de las Casas respondió también a la imposición de las Leyes Nuevas y al interés de la Iglesia de afirmar su presencia en la nueva zona minera. Las Casas sabía que Gracias a Dios contaba con gran cantidad de encomiendas y hasta un número de treinta y cinco encomenderos registrados, de los cuales catorce fueron miembros de la hueste de Alvarado. Muchos de ellos compraron esclavos negros de la cargazón traída por los hermanos De Torres, ya que se habían inscrito como mineros locales, uno de los requisitos elementales establecidos por el Consejo de Indias para poder acceder a los esclavos financiados por la Corona. Esto nos demuestra la gran actividad minera de la zona. En el siguiente cuadro hemos reunido algunos de los principales mineros de Gracias a Dios, con sus respectivas encomiendas y el número de piezas de esclavos comprados para el trabajo en las minas, procedentes de diferentes cargazones, y en especial los esclavizados que trajeron los hermanos De Torres. Reparto de las primeras 180 piezas de Indias llegadas al Puerto de Trujillo en 1542. Nombre Gonzalo de Alvarado Juan Antón Padre Avela Juan Basco

Piezas

Pago

Vecino de

Doc. de referencia

3 3 2 4

165 pesos No consta 110 pesos No consta

Gracias a Dios San Pedro San Pedro San Pedro

AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Justicia 1032, N1 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5

  Carías, 1998, p. 253.   Existe una amplia bibliografía sobre la visita de Bartolomé de las Casas a Honduras, un hecho considerado por muchos historiadores como un símbolo de las promesas de riqueza que ofrecía la provincia. También fueron muchos los cronistas contemporáneos que recogieron esta visita en sus obras, como por ejemplo León Portilla, 1984. También Antonio Remesal hace varias referencias a la visita del obispo en su obra, Remesal, 1964. 166 167

AFRICANOS EN LA AUDIENCIA DE LOS CONFINES

Nombre Juan de Bayona y Diego Hdez J. Bonilla Francisco Coba Gonzalo de Cartagena Fernando Dalmao Miguel Diez Andrés de Dono Francisco Fajardo Antonio Fernando Cristóbal Gallego Francisco Pérez Gallego Alonso García Don Gaspar Suarez Juan Gil/Fco. Del Puerto Juan Giménez Griego Juan Francisco Hernández Xtóbal Infante/ Juan Antón Alonso Ladrillero Juan de Lerma Antonio López Manuel Mansilla Martin Boriana Francisco Martin Juan Martín Francisco Mejía Francisco Merlo Francisco de Ojo Pedro de Orellana Alonso Ortiz Pedro Ortiz María Viuda de Oviedo Juan Pérez Alonso Picado / Luis Puerto Alonso Polo Francisco del Puerto Juan de Ribera Diego de Roa Baltasar Rodríguez

75

Piezas

Pago

Vecino de

Doc. de referencia

3 1 2 2 5 2 2 2 1 2 3 3 1 3 1 1 1 3 1 3 5 1 3 2 1 2 2 2 2 4 1 1 1 3 3 3 2 3 3

Deuda No consta No consta 110 pesos Deuda 110 pesos 110 pesos 110 pesos 55 pesos Deuda 165 pesos 165 pesos Deuda Deuda 55 pesos 55 pesos 55 pesos 165 pesos No consta 165 pesos 275 pesos No consta 165 pesos deuda 55 pesos 110 pesos No consta Deuda 110 pesos Deuda 55 pesos 55 pesos Deuda 165 pesos No Consta Deuda 110 pesos 165 pesos No Consta

San Pedro Gracias a Dios Gracias a Dios Gracias a Dios Gracias a Dios Gracias a Dios Gracias a Dios Gracias a Dios Trujillo Puerto Cavallo Gracias a Dios Gracias a Dios Trujillo Trujillo Trujillo Gracias a Dios Gracias a Dios Trujillo Trujillo Puerto Cavallos Gracias a Dios Gracias a Dios Gracias a Dios Trujillo Gracias a Dios Gracias a Dios Trujillo Gracias a Dios Gracias a Dios Trujillo Trujillo Trujillo Gracias a Dios Trujillo Trujillo Trujillo Trujillo Trujillo Trujillo

AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Guatemala 39, n. 12A, r. 5 AGI, Justicia, 1035 n. 2 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Justicia 1032 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI Justicia 1032 Justicia 1032 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Justicia n. 1032 n. 2 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Justicia n. 1032 n. 2 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Justicia n. 1032 n. 3 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Justicia 1032 n. 1 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Justicia 1035 n. 2 AGI, Guatemala 39, n.12 r. 5 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Justicia 1032 n. 1 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Justicia 1035 n. 2 AGI, Justicia 1035 n. 5 AGI, Guatemala 39, n. 12 r5 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5

AFRICANOS EN LOS CONFINES DEL IMPERIO

76

Nombre Xtóbal Romo/Juan del Valle Alonso Ruiz Gerónimo de San Martin Hernán Sánchez de Alvarado Alonso de Valdés Juan del Valle Esclavos Reales

Piezas

Pago

Vecino de

Doc. de referencia

3 2 3 3 3 3 65

165 pesos 110 pesos No consta 165 pesos No consta Deuda 3 575 pesos

Trujillo Trujillo Puerto Cavallos Gracias a Dios Puerto Cavallos Trujillo

AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI, Guatemala 39, n. 12, r. 5 AGI Justicia 1035 n. 7 AGI Justicia 1038 n

Fuente principal: elaboración propia a partir de las documentación conservada en AGI

Capítulo II

Plata y esclavizados

El africano: elemento clave en las minas de plata Igualmente, la nueva Casa de la Fundición en Gracias a Dios, fundada al calor de la buena marcha de los lavaderos de oro, creó presión sobre las cuadrillas, que llevaban sus minerales a quintar a Guatemala, Nicaragua y Sonsonate. Para ello, los oficiales fieles a las nuevas políticas reales idearon formas para controlar la cantidad de oro lavado. Como primera medida sometieron a las cuadrillas a una inspección para conocer el promedio de oro que lavaba cada una, aunque no lograron controlar la huida del mineral. Los mineros locales continuaron llevando su oro a San Pedro y ya no a Gracias a Dios. Esto provocó terribles conflictos jurisdiccionales entre ambas casas de fundición. Frente a estos nuevos conflictos, el nuevo tesorero Diego García de Celis1 escribió a la Casa de Contratación: Porque en esta ciudad de Gracias a Dios es toda la fuerza y cabecera de la tierra y donde ha de residir el gobierno y obispo y oficiales reales y esta en medio de toda tierra —sic— y si aquí no se hiçiese la fundiçion se ira todos a San Pedro y quedaría esta ciudad en gran peligro y los vecinos gastarían en la villa de sanpedro, lo que aquyi no harán por haber más bastimentos y los oficiales reales, no quieren más que estar en dicha ciudad atendiendo sus minas y haciendas […].

Las medidas tomadas por el cabildo para controlar la corrupción no dieron buenos resultados. Muy al contrario, provocaron una serie de enfrentamientos entre las diferentes fracciones, añadiendo inestabilidad a la zona. Una cantidad mayor de oro se continuó desviando hacia Guatemala, sin que Pedraza pudiera frenarlo. La llegada frecuente de barcos procedentes de Veracruz y de la Habana con esclavos africanos y mercaderías suntuosas destinadas a Santiago confirmaba la fuga del mineral. Muchos de esos escla  AGI, Guatemala 49 N 20 Carta de Diego García de Celis, tesorero, año 1547.

1

AFRICANOS EN LOS CONFINES DEL IMPERIO

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vos eran almacenados en San Pedro junto con otras mercancías para ser trasladados a Santiago, pero como denunció Francisco Montejo,2 muchos de ellos eran llevados clandestinamente a los lavaderos. Con respecto a esto último, Alonso Funes3 comentó en una carta enviada al Consejo de Indias sobre el caos provocado por los continuos enfrentamientos entre los mineros. Además, confirmó que había muchos esclavos negros huidos. A la llegada del licenciado Alonso López de Cerrato, el nuevo presidente de la Audiencia de los Confines, en 1548, después de haber ejercido este mismo puesto en Santo Domingo, el territorio bajo control español no había aumentado mucho desde la fundación de la audiencia, lo que demostraba que a pesar de los esfuerzos no se había logrado avanzar en la ocupación del territorio. La provincia permaneció casi sin explorar y se encontraba mal comunicada. Como lo explicó el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo4 en el Libro XXXI de su Historia General y natural de las Indias, el presidente, a su llegada a Gracias a Dios: […] estuvo descontento del sitio y de la tierra, pareciéndole que estaba muy a trasmano para la mayor parte de los negociantes que eran de Yucatán, Cozumel, Tabasco y la provincia de Chiapas y desando acercárseles más, trató de pasar la Audiencia a la ciudad de Santiago de los Caballeros, cabeza de la Provincia de Guatemala, Dándole razones que le parecían congruentes para esta mudanza […].

También López de Cerrato describió una región sumida en el caos, sin infraestructura y tremendamente corrupta. Pero a pesar de ello, se seguía sacando oro y algunas haciendas y estancias producían excedentes, que mantuvieron la actividad comercial en los puertos de Cavallos y Trujillo, así como en el Mar del Sur. López de Cerrato fue un político más eficaz que sus predecesores. Su primera misión fue continuar con el cumplimiento de las Nuevas Leyes, lo que le causó enemistad con los vecinos. Se encargó él mismo de vigilar que ninguna mina, estancia o hacienda contara con esclavos indígenas y que, si los hubieran, fuesen liberados. Estas medidas, junto con la marcha de la sede de la Audiencia a Santiago, dio una estocada de muerte a la minería de placeres y sobre todo hizo que reinara el caos en la región. En 1548, el nuevo presidente de la audiencia, Alonso López de Cerrato,5 junto con otros vecinos, como Miguel Casanos y Andrés de Maldonado, realizaron un viaje de exploración por el río Coco. En la solicitud de méritos y servicios, Casanos6 anotó: «llegando piedras de oro y algo de plata que los yndios y negros traian y cambiaban en las plazas y vilas» ... En el mismo documento, Casano afirmó que llevaron un puñado de esclavos africanos reales bajo el mando de Alonso López de Cerrato. Los esclavos aprovecharon para huir.   AGCA A, I, 24 Leg. 2548 f. 56v Méritos y Servicio del capitán Francisco Montejo, año de 1545   AGCA A, 1 11513 Leg. 1726 Méritos y servicio de Alonso Funes, año de 1548. 4   Carías, 1998, p. 252. 5   AGCA, A, I, 29 Exp. 2 f. 296 Informe sobre la Audiencia, Andrés de Maldonado, año de 1548. 6   AGCA, A, I 29-1, L 40, Exp. 100 Probanza de Miguel Casanos vecinos de Honduras, año de 1548. 2 3

PLATA Y ESCLAVIZADOS

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En 1550, tan sólo dos años de la llegada de López de Cerrato, y gracias a su insistencia, la sede de la Audiencia se trasladó a Santiago de los Caballeros.7 En sus dos años en Gracias a Dios, Cerrato logró construir algunos caminos rudimentarios con el fin de facilitar la salida de ganado y otros productos de las haciendas hacia los principales mercados de las villas. Si por un lado liberó a los indígenas del trabajo forzado en las minas, López de Cerrato mantuvo las ilegales encomiendas, especialmente aquellas ligadas a las haciendas y estancias. Gracias a ello, se había alcanzado una cierta especialización en productos para la exportación, como fueron la cañafístula, la zarzaparrilla, el cacao y el trigo, así como productos derivados de la ganadería, como quesos, carne o cueros. Progresivamente estas estancias se fueron expandiendo hacia el suroeste, invadiendo las escasas tierras de cultivo indígenas que aún se mantenían a las afueras de las villas, apropiándose de áreas calificadas como tierras comunales. La Corona, advertida de estas actividades, exigió a los funcionarios que restituyeran las tierras a los indígenas y castigasen a los encomenderos que ejercieran la violencia contra los naturales.8.8 En 15569 los dominicos enviaron sus quejas al Consejo de Indias: a la inoperancia legal, tantas veces comentada, se unía el vacío dejado a la muerte de Pedraza del puesto de defensor de Indios. Los dominicos solicitaron que se condenara la falta de acatamiento a las Nuevas Ordenanzas y se llamara al orden a los funcionarios reales de San Pedro y Gracias a Dios, que seguían dando indígenas en repartimiento. El grave conflicto lo describió fray Jerónimo de Corella10 en 1560 de la siguiente forma: Es la tierra muy buena y fértil y por la mayor parte sana en el valle Comayagua y en Gracias a Dios y sus términos, se da el trigo, ganado y otras frutas de España, también como en la tierra que mejor se puede dar en todas las iglesias, aunque de todo esto ay my poco por ser los moradores gente alzada Ay muchas minas de oro y plata […].

Más adelante, en el mismo documento, Corella dijo que: Esta tierra es tan pobre, que si V.M. no lo rremedia antes de mucho tiempo vendría a èrdicion casi toda ella. Yo me he desvelado mucho en mirar y ver el remedio que podría ser que con dos merçedes que VM hiziere los moradores de estas tierras tendrán rremedio […].

Fray Jerónimo de Corella propuso en esa misma carta que sería una buena solución a la pobreza construir ingenios de azúcar; para ello, la Corona debería prestar unos cuatro mil pesos de oro, que serían devueltos en unos cuatro años. Propuso que fueran instalados en Comayagua, San Pedro y Trujillo, pero no contempló Olancho, por encontrarse esta región levantada. Para poner en marcha esos ingenios, Corella11 solicitó que se enviaran mil esclavos negros.   Ibidem, p. 253.   Konetzke, 1946, pp. 215-238. 9   Cédula real que condenaba el uso de los indígenas reducidos como encomendados, año 1556. 10   AGI, Guatemala, 8. Jerónimo de Corella, año 1560. 11   Idem. 7 8

AFRICANOS EN LOS CONFINES DEL IMPERIO

80

Si su Magestad fuese servido de mandar que se diezen y mil negros y repartiesen entre los vecinos y moradores desta provincia mil negros, y que se diezen al precio que valdrían puestos en Puerto Cavallos pagada toda las costa y se rrepartiesen con forma a la dispoçision y orden que diseses la persona o personas que VM fuese servido a señalar y aguardase la paga por cuatro años […].

La noble propuesta del religioso quedó sin respuesta. Básicamente porque la Corona ya tenía otros intereses en Perú y Nueva España, desde donde llegaban noticias de fabulosos yacimientos de plata. Para entonces, la Corona centró su atención en otros espacios coloniales que ofrecieron mayores beneficios con menos inversiones, aunque nunca olvidó las riquezas prometidas en Honduras. La minería continuó de forma local, una actividad muy productiva reflejada en la continua llegada de barcos al litoral caribeño, y en la obligatoria escala que hacían los barcos en los puertos de Acajutlá y El Realejo en las rutas Callao-Acapulco. La progresiva liberación de la mano de obra esclava indígena entre 1555 y 1565 trajo como consecuencia el abandono de importantes áreas mineras. Con el fin de escapar del control colonial, algunos mineros que contaban con esclavizados indígenas se adentraron en la selva en busca de espacios donde seguir lavando oro. Muchos de ellos recurrieron al contrabando para avituallarse. Esta acción provocó una caída importante en los mercados locales y en el pago de impuestos. Sin embargo, las estancias y haciendas continuaron produciendo para abastecer a este nuevo mercado, dejando de enviar sus productos a los puertos. Con ello se inició un proceso de ruralización y de autoabastecimiento, un fenómeno que ha sido muchas veces confundido con un colapso económico, al registrarse un bajón en la recolección de impuestos, además de un descenso en la llegada de barcos y del flujo de mercancías, que afectó a los puertos caribeños de la provincia, no así al contrabando, que empezó a tener un peso estratégico en la zona, lo que demuestra que se dejó de lavar oro oficialmente, aunque la actividad perduró por varios años más, encontrando un mejor precio en las rutas alternativas dadas por los piratas y el resto de los grupos fuera del control colonial. Gracias a ello, algunas haciendas, sobre todo aquellas ubicadas en el valle de Sula,12 lograron expandirse al ritmo de la demanda de este nuevo comercio. Incluso se llegaron a diversificar los productos; por ejemplo, los sampedranos introdujeron el cultivo del añil. Una vez más, el problema vino de la falta de mano de obra, lo que provocó que no se llegara a rentabilizar todo el potencial de las añilerías. Tuvieron que pasar algunos años hasta que, al calor de las minas de plata de Comayagua, se inició un nuevo periodo de auge, cuando las flotas en conserva de Armada13 llegaban regularmente en busca de la plata y de otros productos transportados desde lejanas regiones, como Soconusco o Nicaragua. Las haciendas de San Pedro y Gracias a   AGCA, A, I, 26 L 487 Exp. 256, F2, Informe de López Velasco a las autoridades de Santiago de Guatemala 1575. 13   Con el concepto de flotas en conserva de la Armada, la Corona definió el sistema de protección que los navíos debían llevar de ahora en adelante. Véase Recopilación de las Leyes de los Reynos de las Indias, libro VIIII, título XXXVI, p. 444. 12

PLATA Y ESCLAVIZADOS

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Parte del camino que comunicaba las zonas mineras del interior con el Puerto de Trujillo. Grabado hecho por William Vincent Wells. Alude una de las primeras rutas intermontanas de la provincia.14

Dios lograron abastecer de alimentos y animales de carga a las caravanas que se internaban hacia las áreas mineras. Existieron dos rutas precolombinas, que conectaban las altas montañas con la costa del Caribe, una de quince leguas y la otra de nueve leguas, ambas por cerros escarpados. En ninguna de las dos existieron lugares seguros para el descanso de los tamemes y mulas; además, eran sólo transitables durante la época seca. No muy diferente fue el camino que conducía hacia Comayagua, un peligroso ramal de unas veintiocho leguas con largos tramos transitables para mulas y tamemes. Olancho fue otro de los territorios, al este de la provincia, que tuvo fama de contar con ricas arenas. El problema era que los regueros y los ríos estaban rodeados de selva y se encontraban mejor conectados con el Caribe que con la región colonial del interior. Esto facilitó la salida del oro sin quintar, lo que la convirtió en una zona doblemente atractiva. Un buen ejemplo fue el caso del minero y explorador Sánchez de Badajoz,15 quien en 1540 contó con una capitulación para explorar Costa Rica, en concreto el valle de Duy, famoso por sus arenas de oro. Sin embargo, prefirió encaminarse a Olancho. Para ello, compró en León cien esclavos africanos con un coste total de siete mil pesos. Dos años después, las perennes disputas entre las diferentes fracciones, unidas a la difícil orografía, facilitaron que muchos esclavos huyeran, como había pasado en San Pedro Sula y en Gracias a Dios, que encontraba refugio en las zonas selváticas del Atlántica.   Wells, 1960.   CDHN Tomo IX, 235-245.

14 15

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La concentración de cuadrillas provocó entre 1543 y 1545 una serie de revueltas en la zona, que llevó a la quiebra a muchas empresas. Durante ese periodo se encontraban en la región unos mil esclavos africanos.16 Los alzados lograron expulsar a los españoles de la villa de San Jorge de Olancho, atrincherándose en ella durante mucho tiempo. Fue el capitán Rodrigo de Anaya quien logró recuperar la villa y restablecer algunos de los lavaderos. Por otro lado, el abandono de buena parte de la región por parte de las empresas mineras, entre 1555 y 1565, fomentó el empoderamiento de los negros huidos, quienes se hicieron fuertes en la zona y que controlaban las rutas fluviales y los caminos que comunicaban Comayagua con León y la región de Olancho con La Nueva Segovia. La incapacidad española para actuar militarmente en la región permitió a los rebeldes establecerse en áreas abiertas, como fueron las riberas de los ríos Jalan Telica o Patuca y en algunos valles con buena tierra para el cultivo. En pocos años, esas rancherías producían excedentes, comprados por los mineros, que incluso fueron llevados en canoas a las villas españolas, donde eran intercambiados por otros productos. Por ello el gobernador interino de Guatemala, Francisco Briceño describió la zona en 1568 como una región de zambos, mulatos y negros libres, que provenían de Gracias a Dios, San Pedro y Choluteca. Todos estos procesos, vistos por muchos como fracaso del sistema colonial, fue en realidad el despertar de una de las características más importantes del Istmo: el contrabando. El comercio informal, unido a la corrupción y a la dificultad de los caminos, facilitó esta actividad e hizo del territorio un espacio particular, donde convergían mercaderías venidas de Oriente por el Pacífico y de Occidente por el Caribe. La necesidad de controlar el territorio llevó a Felipe II a realizar una serie de divisiones sin éxito. La incapacidad de contener el escamoteo del oro mantuvo en vilo al Consejo de Indias, quien nunca dio con la clave para frenar dicha sangría. Por ello, en 1568 y después de un largo debate, Felipe II ordenó restablecer la Audiencia en Guatemala, después de un breve periodo en el que estuvo vigente en Panamá, siendo oficialmente refundada el 3 de marzo de 1570 bajo las órdenes de Antonio González, quien nombró a Diego de Herrera en 1573 como gobernador de Honduras. El nuevo gobernador llegó ese mismo año a Gracias a Dios con la Ordenanza General promulgada por Felipe II, bajo el brazo. Se encontró con una provincia contradictoria; las leyendas de riquezas, junto con la presencia de piratas y mercaderías de todos los rincones del mundo, contrastaba con la pobreza y el escaso desarrollo de la región. Herrera calculó que aquello se debía a la mala administración, lo que posiblemente facilitó la huida de esclavos y la consecuente quiebra de los mineros. Frente a la presión de los empobrecidos vecinos, quienes exigieron recuperar a sus esclavos huidos y ocupar las tierras de Frontera, el gobernador Diego de Herrera montó una expedición a modo de razia para ingresar en las tierras bajas del litoral caribeño en busca de los cimarrones y, de paso, capturar indios rebeldes para esclavizarlos. Pero fue denunciado por los misioneros por no cumplir con las Ordenanzas que él mismo había llevado a la provincia, donde quedaba estrictamente prohibida la conquista militar como vía de penetración de un territorio. De todas formas, 16   Según Murdocleod, fueron unos mil quinientos esclavos los que había en la zona en las fechas de las revueltas, McLeod, 1980, p. 313.

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Diego de Herrera, junto con un puñado de hombres, se internaron en la selva, aunque La Taguzgalpa fue más fuerte que ellos, regresando fracasados y arruinados. A la noticia de las actividades llevadas a cabo por el gobernador, el Consejo de Indias le pidió explicaciones al gobernador sobre sus expediciones. Herrera17 respondió dando cuenta de la gran pobreza de la zona y de la presencia de poblados más allá de la línea de frontera. Además, argumentó que el Puerto Cavallos estaba casi despoblado, ya que los vecinos se habían marchado hacia Comayagua, a unas quince leguas hacia el interior, debido a que la mayoría de sus esclavos y trabajadores habían huido. El gobernador omitió comentar que dicha migración se debió al descubrimiento de ricas vetas de plata en las altas montañas. Un año más tarde de la fracasada razia de Herrera, la provincia tan sólo contaba con setecientos tributarios, es decir, unos tres mil habitantes, muchos de ellos clasificados como libres y zambos.18 Bajo la presión del cabildo de Comayagua y al calor de la nueva minería, el gobernador probó suerte y solicitó al Consejo de Indias el envío de seiscientos negros,19 financiados por la Corona, con el fin único de labrar las minas, ya que la falta de mano de obra era un obstáculo insalvable para los vecinos. El Consejo de Indias tardó en responder, dudosa entre conceder un nuevo crédito a los vecinos o financiar razias para recuperar a los esclavos huidos. De momento, decidieron no financiar más esclavizados africanos.

Descripción: Grabado del río Guayape realizado por William Vincent Wells, donde se puede apreciar el impresionante cauce del río. El autor pretendió también remarcar el enorme valle que atraviesa a su paso por el territorio de los zambos de Cantacamas en el siglo xix.20

  AGI, Guatemala, 10, Carta del gobernador de Honduras a su Majestad, Comayagua, marzo de

17

1574.

  Silvio, 1992, p. 249.   AGI, Guatemala, 10, R 1, n.º 5, Carta del gobernador de Honduras a su Majestad, Comayagua, marzo de 1574. 20   Todas las imágenes de la obra de Wells están disponibles en: http://fotosantiguashonduras.blogspot.com/2009/04/viajeros-del-siglo-xix-williams-vincent.html. Wells, 1960. 18 19

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El abandono de la minería de placeres no fue provocado por el agotamiento de las arenas, sino más bien por la mala gestión que se hizo de las minas y de los recursos reales. No pasó mucho tiempo para que las cuadrillas de mineros comenzaran a buscar otros destinos. Desde 1560 se fueron marchando hacia el Perú y la Nueva España. Así, tan sólo veinte años después los yacimientos bajo control español del río Guayape iniciaron su abandono, sumidos en esta situación por la continua falta de mano de obra, los conflictos y la falta de infraestructura, que hizo poco rentable el mantenimiento de cuadrillas y la actividad minera en general. El abandono fue tal que, según López de Velasco,21 en 1565 tan sólo había 50 esclavos africanos en el río Guayape que trabajaban en los lavaderos de oro. No será sino hasta 1569, a la luz de los nuevos descubrimientos de minas, esta vez de plata, cuando Gracias a Dios vuelva a reactivarse como puerto intermedio entre las nuevas zonas mineras y la ciudad de Santiago de los Caballeros. Es entonces cuando Comayagua toma un papel relevante en la vida colonial, y con ella alcanza un importante porcentaje de población afrodescendiente, resultado de la fusión de los africanos con los amerindios y los españoles. Las virtudes de Comayagua fueron comunicadas por el capitán don Alonso de Cáceres a Francisco de Montejo en 1539, describiéndolo como un excelente lugar para establecer un asentamiento, al contar con indígenas, un clima sano y tierras aptas para el cultivo. Fue el mismo Francisco Montejo quien fundó Santa María de la Nueva Valladolid de Comayagua, convirtiéndose en un punto de referencia gracias a su situación geográfica, prácticamente en el centro de la provincia, por lo que llegó a ser paso obligatorio para mercancías y viajeros en tránsito hacia cualquier lugar al sur del istmo centroamericano. A pesar de ello, la ciudad no estuvo exenta de la pérdida de tributarios: la región sufrió una crónica falta de mano de obra, a la que se sumó la salida de muchos colonos hacia otras áreas de las Indias recién conquistadas. Además, en la década de 157022 se propagó una serie de epidemias, probablemente una mezcla de viruela y tabardillo, que en conjunto asolaron la provincia, dejando aún más despoblado el Valle. El comercio encontró en el río Choluteca un camino más seguro para el transporte, frente al coste y al peligro que representaba la ruta terrestre hacia el Golfo de Fonseca. Esta nueva ruta ayudó en gran medida a que se fueran estableciendo lazos comerciales entre Comayagua y Choluteca. Estas alianzas se mantuvieron en el tiempo y fueron de gran importancia cuando, a inicios de la década de los ochenta, la Alcaldía de Real de Minas de Tegucigalpa tuvo un papel dominante en la zona, dejando prácticamente fuera de cualquier beneficio a los vecinos de Comayagua, como veremos más adelante. En medio de este proceso de «abandono» y de crisis económica, la región de Comayagua, con tierras de buena calidad y un clima sano, despertó a un nuevo ciclo minero, teniendo como espacio geográfico la región central del país. La noticia de la alta calidad de la plata provocó, como antaño, un efecto de llamada que atrajo a inversores y mineros 21   AGCA, A, I 26, L 487, Exp. 256, F2. Informe de López Velasco a las autoridades de Santiago de Guatemala, año 1575. 22   Pinto Soria, 1993, pp. 74-75.

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independientes de todas partes, activando nuevamente la economía e intensificando la vida social de Comayagua. Sin embargo, una vez más, la falta de mano de obra se convirtió en un obstáculo para el buen funcionamiento de las minas. El nuevo auge minero facilitó que los habitantes de las rancherías de Yoro, La Paz, La Venta y San Antonio, entre otras, fuesen aceptados como trabajadores libres. Sin duda alguna, este proceso de integración fue posible gracias a los misioneros, quienes lograron ganarse la confianza de los habitantes de las rancherías, para después intervenir en el reparto de mano de obra para las minas. La noticia del descubrimiento de plata volvió a poner a Honduras en las rutas comerciales y negreras. En esta nueva etapa, el primer barco en llegar al puerto de Trujillo con un importante números de esclavos lo hizo en 1577. Fue la primera gran entrada de esclavizados después de la organizada por los hermanos De Torres. Esto no significa que no hubieran llegado otros antes, sin descartar el contrabando, actividad que estaba tomando mucha fuerza gracias a las rutas de penetración controladas por los habitantes de las rancherías asentadas en los territorios de Frontera. El barco negrero que llegó al Puerto Cavallos en 1577 traía un asiento a nombre de un tal Toribio,23 que procedía de Sevilla. Según el registro enviado por el contador Martín y el Tesorero Bustillos a la Audiencia de Guatemala, en el barco venían ciento dos piezas de indias de gran calidad. Todas las piezas fueron destinadas a las zonas mineras de Comayagua, vendiéndose a 70,2 tostones por pieza.24 Al parecer, no fue el único barco en traer esclavizados bozales a Honduras durante este periodo. En las cuentas del tesorero Bustillos hemos encontrado otras anotaciones relacionadas con el pago de almorifazgo25 en los puertos de Trujillo y Caballos para los años de 1577 y 1578. Relación de impuestos por esclavos pagados en los años 1577-1578* Puerto

N.º de piezas Precio

Pº Caballos

101,8 piezas

70.2

Pº Trujillo

95,7 piezas

68,7

Pº Trujillo

30,9 piezas

59,5

Cantidad 5% de Origen pagada por la Almorifazgo** Cargazón 7150 tostones 357 tostones y Cargazón de la Nao 5 reales San Miguel 6580 tostones 329 tostones Asignados a Diego Gutiérrez 1840 tostones 92 tostones Provenientes de Veracruz

Año

1577 1577 1578

* Sobre Almorifazgo, consultar Gelpi Baiz, Elsa, El siglo en Blanco. ** El derecho de Almorifazgo fue del 5 % a partir de 1566, y reafirmado en 1572. Por cédula real de Felipe II, los negreros tenían que pagarla en Sevilla, de lo contrario debían de abonar el 10 %, es decir, el doble en los puertos americanos. En el caso de los puertos hondureños, hemos comprobado que se seguía pagando sólo el 5 %, desobedeciendo la orden real («acátese pero no se cumpla»).

  En el documento no se especifica el número de piezas introducidas, pero sí la cantidad pagada, el 5 % a razón por impuestos de almorifazgo, que fue de 375, 5 tostones. 24   AGI Contaduría 989. La información sobre la arribada de estos esclavos quedó registrada en las cuentas que fueron enviadas a Sevilla como parte de los informes de los contadores. 25   Para saber más sobre el Almorifazgo es preciso consultar Elsa Gelpi Baiz, 2000, p. 134. 23

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Los nuevos territorios indianos y sus riquezas hicieron que fuese necesaria la revisión de la vieja legislación de Castilla, contenida en las denominadas Regalías de Minas,26 conformada por un órgano legal pronunciado por Alfonso VII en las cortes de Nájera.27 Alfonso X vuelve a confirmar el principio Regalista en la 2da Partida, título XXV Ley V, afirmando que «Sunt de regalibus principi», es decir, las minas pertenecen al Señorío Real.28 Con esta promulgación quedaban sujetos los derechos de los monarcas castellanos a las minas de plata, oro y sal, así como a los pozos de agua, debiéndose obtener un permiso expreso real para la labranza de las mismas. Con base en lo anterior, Carlos V había concedido una serie de privilegios a los nobles, a las órdenes militares y a la Iglesia para explotar yacimientos en la península. La política de Mercedes de Minas fue duramente criticada por los juristas de la época, quienes le recordaron al emperador que, desde 1387, la Corona castellana tenía el derecho sobre el 66% con base en las mineras liberadas.29 En realidad, este impuesto había hecho inviable la explotación y, como afirma Navarro,30 el alto tributo real desinfló el interés de cualquier minero, haciendo que muchas zonas mineras estuvieran abandonadas, un tema que Carlos V no acabó de abordar. Hubo que esperar a Felipe II para terminar de definirlo. La reforma jurídica de explotación minera en cuestión tuvo que esperar la llegada de Felipe II para volver a ser tema de debate. Los múltiples problemas fiscales que se estaban dando en las colonias hizo que el rey buscara acabar con tantos años de escasa rentabilidad en la península y evitar así que estas antiguas leyes se aplicaran en las Indias. En marzo de 1563, Felipe II promulgó una Pragmática de Ordenanzas que se ha de guardar en el descubrimiento, labor y beneficio de las minas, tanto en las de oro, como de plata y otros metales. Dichas reglas serían aplicables a todos los rincones del Imperio. Se anunció que quedaban derogadas todas las leyes anteriores, salvo la titularidad dominical de la Corona. Las Nuevas Ordenanzas de Minas reprodujeron con sumo cuidado el régimen de Vipasca,31 como ejemplo, desde el punto de vista jurídico y técnico. 26   Desde que España inició la ocupación de los territorios americanos, la mayoría de sus colonos buscó enriquecerse a partir de la rápida obtención de minerales preciosos que, según creyeron, abundaban en las Indias. Las leyendas sobre la existencia de fabulosos tesoros provocaron el embarque de muchos de ellos en peligrosas expediciones en búsqueda de la fuente de esas riquezas. Los peninsulares eran expertos mineros. La presencia de minas antes de la ocupación romana está más que documentada; por ello, sabemos que la experiencia castellana en el mundo de la minería estaba más que probada, al punto que fue uno de los temas mejor resueltos en la legislación bajomedieval, que tomó como base el Derecho romano. 27   En estas cortes, reunidas en 1128, se establecieron las Salinas y las Minas como propiedad del rey y nadie podía explotarlas sin una autorización. 28   López, 1555, p. 50. 29   Novísima Recopilación, 1805, Leg. 1, Tomo IV. 30   Navarro Quirós, 1986, pp. 384-385. 31   Los «Bronces de Vipasca» representan una de las más importantes fuentes del derecho en la Península Ibérica. De origen romano, se enmarcaron dentro de la Lex Data. En particular, Felipe II se afanó por reproducir las leyes contenidas en el denominado Vipasca II, donde quedaba recogido el régimen jurídico de las concesiones mineras y la normativa de carácter técnico que se aplicó a las Indias.

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Bajo este nuevo cuerpo jurídico, la Corona quiso reafirmar su derecho de regalías sobre la producción minera. Las leyendas de ríos de plata y oro en las entrañas de América inquietaron a la Corte, que reivindicaba sus derechos sobre estas supuestas riquezas. Como medida extraordinaria, y para sacar a la minería peninsular de su letargo, se fijó en la quinta parte del mineral extraído como el derecho de regalía en las Indias, dejando para las explotaciones de la península la décima parte.32 Cuando la Corona recibió la noticia sobre las ricas minas de plata encontradas en la montañas de la provincia de Honduras decidió implantar desde un inicio un nuevo código minero, facilitando con ello que cualquier persona, sin importar su condición jurídica, pudiera acceder a una veta, cuestión que, como veremos más adelante, favoreció la incorporación de gente venida de otras áreas, incluso de la Audiencia. Así, no pocos extranjeros pudieron inscribir minas a su nombre.33 Por otro lado, cabe decir que muchas de ellas no se llegaron a explotar profundamente, debido a la falta de tecnología; sin embargo, la recolección de plata de forma superficial y la posterior fundición en pequeños hornos artesanales facilitó a muchos afrodescendientes, tanto libres como huidos, que pudieran participar e integrarse con mayor facilidad a la sociedad minera de Comayagua y más tarde de Tegucigalpa. Todo ello estuvo apoyado por las Nuevas Ordenanzas dictadas por Felipe II,34 que gracias a su ambigüedad, en relación con quién podría inscribir una mina, facilitó que muchos vecinos pobres pudieran registrar vetas: A nuestros súbditos y naturaleza y á otras cualesquier personas, aunque sean extranjeros de estos nuestros Reynos, que beneficien y descubrieren qualesquier mina de plata descubiertas y por descubrir [...].

Las ordenanzas fueron acompañadas de la obtención de un derecho de explotación transmisible e enajenable a título particular, de modo que pudieran venderlo o arrendarlo. La parte de beneficio que recibía la Corona, ya lo hemos comentado en varias ocasiones, quedaba fijada en 5,5 % para la plata y el oro, el conocido como quinto real. En realidad, creemos que los juristas no tuvieron en cuenta las diferentes interpretaciones que se le iban a dar a estas leyes en los diferentes espacios coloniales. Como veremos, estas leyes favorecieron a muchos afrodescendientes libres y huidos, ya que podían inscribir una veta ante los oficiales locales. También algunos blancos pobres o fugitivos por deudas lograron regularizar su situación al convertirse en propietarios. La buena nueva minera fue recibida como si de un milagro se tratase. Por ello, se favoreció que todo el mundo, sin importar su condición social o jurídica, pudiese inscribir una mina e incluso tierras de laboreo, tras el justo pago de los impuestos. Incluso las autoridades permitieron que muchos explotaran pequeñas vetas sin registro alguno, con el fin de que los mineros pudieran cancelar los impuestos. De esta forma se garantizaba   Pérez, 1998, p. 100.   Pérez Ramos, 1970, p. 381. 34   Idem. 32 33

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que serían fieles a la Corona y no sucumbieran al contrabando. Así, la aplicación de estas nuevas normas mineras fue un aliciente para los mineros hondureños: la producción de oro que se había desarrollado a lo largo de la primera mitad del siglo xvi había carecido de un cuerpo jurídico que la regulase. Esta falta de un código minero provocó abusos y condenó a la industria al fracaso. Sin embargo, la buena puesta en marcha de las ordenanzas mineras, junto con la experiencia y la alta calidad del mineral, facilitó una vez más la inserción del territorio de Honduras en el espacio económico del Caribe español. Entretanto, fue precisamente el nuevo registro de las minas, contextualizado con las ordenanzas, uno de los primeros conflictos graves que provocó la minería de plata. La noticia atrajo algunos inversores y mineros, quienes invadieron la región. La fiebre minera había hecho que muchos se apoderaran de terrenos antes baldíos o tierras de los indígenas y las hicieran suyas, especulando después con ellas.35 Frente a estos nuevos conflictos, don Antonio González, nuevo gobernador de Guatemala, ordenó a López de Olano36 que hiciera un informe de la situación en 1572. Lo primero que hizo Olano fue solicitar una milicia, con el fin de intimidar a los vecinos, a lo que González se negó. Por ello, Olano escribió al Consejo de Indias, donde justificó la necesidad de un cuerpo militar en la zona, alegando que las montañas y los ríos eran tan ricos que podían ser capaces de proporcionar el metal suficiente como para hacer de aquellas tierras las más prósperas de la Audiencia y de las Indias. Para reafirmar su alegato, Olano recordó al Consejo de Indias que se habían enviado, a pesar de la falta de mano de obra y de mejores formas de lavar el metal, cantidades regulares de oro. Al parecer, la milicia solicitada no sólo iba a frenar los enfrentamientos entre los diferentes bandos, sino que ayudaría a frenar a los indios rebeldes y a capturar a los esclavos huidos, que eran un elemento de desestabilización más en la zona minera. Una vez más, la promesa de fáciles riquezas fue el argumento utilizado por los vecinos para solicitar a la Corona una mayor inversión. Un ejemplo es el comentario que hizo al respecto Vásquez Espinosa37 sobre el descubrimiento de vetas de plata en las montañas centrales: Se descubrió otro riquissimo serro, que le pusieron por nombre San Joan, el qual tiene de subida, desde el pie hasta la cumbre dos leguas lleno de minerales, y betas de plata de toda ley; desde dos onzas hasta seis. Por quintal de beneficio muy dócil, y fácil de labrar, y sacar,y mostrando tanta riqueza en la superficie de la tierra, da esperanzas de que se hallara riquessa siguiendo las betas al centro, y tronco de sus ramas [...].

Dentro de este contexto de auge minero se dio la noticia del descubrimiento del Cerro de San Lorenzo de Guasucarán,38 ubicado a unos treinta kilómetros al sur de la villa 35   ANH Paquete 1, Legajo 45 Fraudes y quejas presentadas por los indígenas y varios pardos de ser engañados en el descubrimiento de minas. 36   AGI Patronato 72 R8-9, todo lo referente a López de Olano lo encontramos en su solicitud de Méritos y Servicio, firmada en el año 1572. 37   Vásquez de Espinoza, 1948, pp. 227-228. 38   Ubicación geográfica: Latitud 13, 8719 —1352’18, 840 N — y Longitud 87, 3711 —8722’15, 960 W–.

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de Comayagua. El cerro tiene una formación geológica terciaria volcánica, con filones de minerales de origen hidrotermal, a unos mil metros sobre el nivel del mar. La zona cuenta con varios ríos caudalosos, capaces de brindar energía hidráulica, además de bosques que garantizan madera para los hornos de beneficio. Aunque desde mediados del siglo xvi la presencia de plata en la región era conocida, no se registró ninguna actividad minera anterior a Guasucarán. Sin embargo, es de notar que algunos mineros improvisados, conocidos como güiriseres,39 comerciaban desde hacia algunos años con terrones de plata nativa40 extraída de los cerros cercanos e intercambiaban sus hallazgos por víveres de primera necesidad. Estas explotaciones informarles en las inmediaciones del cerro no contaron con un registro oficial de la propiedad, lo que obstaculizó la posibilidad de formalizar la posesión de la mina frente al poder colonial. Probablemente estos mineros no contaron con medios para poder pagar los gastos que implicaba el registro de una explotación minera. La noticia oficial del descubrimiento de mineral de plata vino a marcar el final de la crisis minera, provocada por el abandono de los lavaderos de oro, e inició un nuevo ciclo de prosperidad. Una vez más, la Corona volvió a apostar por la provincia, financiando esclavos bozales y azogue. Desde finales de la década de los sesenta del siglo xvi, la plata nativa era utilizada como moneda de cambio. En su mayoría era transportada por los habitantes de las rancherías de La Venta, Ojojona, y San Antonio de Comayagua,41 todas ellas cercanas al cerro. Francisco Vázquez,42 un oficial de la Hacienda Real, denunció esta práctica. Según el escueto comentario de Vázquez, este último afirmó que buena parte del mineral sacado se intercambiaba en las plazas de las villas de Comayagua, San Pedro e, incluso, en las de Nueva Segovia y Gracias a Dios, donde, siempre según Vázquez,43 fue usual ver a afrodescendientes comerciar con polvo de oro y terrones de plata. Las palabras de este oficial nos confirman que hubo un débil pero constante fluir de metales por los mercados locales, que mantuvo activa la economía regional. Así, el anuncio del descubrimiento de minas de plata fue una novedad, aunque no una sorpresa, para las autoridades reales y los vecinos, que solo necesitaban de inversionistas para explotar los recursos mineros, siendo 1569 un excelente momento para buscar socios entre las élites guatemaltecas.   Güiriseres es el nombre que reciben los mineros que lavan o sacan plata de manera rudimentaria en suelo hondureño. Aunque el origen de la palabra viene a ser más tardío, se ha identificado a los pobladores de las rancherías como tales. Un ejemplo de ello está en la obra de Gage cuando dice que existían caseríos de gambuseros, la mayor parte de ellos mulatos libres que vivían en chozas, dedicados al lavado de oro en las márgenes del río Vaca, y muchos negros, que se dedicaban al pequeño comercio. En Gage, 1947, p. 197 y p. 595. 40   Por lo general, los trozos de plata eran recogidos de la superficie del terreno. Todavía no sabemos si algunos de estos improvisados mineros contaron con herramientas tipo almádanas para romper las rocas. La plata mezclada con otros minerales extraída en Guasucarán fue conocida como plata nativa y presentaba una mezcla con una serie de minerales, como podían ser oro, cobre, arsénico o hierro, entre otros. Sobre las características de la plata nativa se puede consultar a Fourcroy, 1807, p. 276. 41   AGCA A3, 39 Fio 5497, Leg. 526, 527, informe el cobró de los oficiales de Comayagua, año 1574. 42   AGCA A, 1, 25, L 4575, Exp. 39528, Tomo II, Carta del Cabildo de Comayagua a Guatemala, sobre la presencia de cimarrones en las estancias cercanas a San Antonio, año de 1568. 43   Idem. 39

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Las minas del Cerro de San Lorenzo de Guasucarán44 inauguraron el primer ciclo de la minería de plata en la región. También iniciaron una etapa de gran importancia en el imaginario de la provincia. Pronto las noticias llegaron a Guatemala y, poco después, al Consejo de Indias, quien recibió un extenso informe, donde se hicieron constantes peticiones de esclavizados bozales.45 Fue don Diego de Manzanares, uno de los más antiguos encomenderos, quien registró los principales yacimientos de plata del Cerro de San Lorenzo,46y quien afirmó que dicho cerro estaba dentro de sus tierras. La intención principal de Manzanares era encontrar socios capitalistas en Guatemala. Para ello, hizo una larga descripción de las cualidades de las minas encontradas, donde anotó, por ejemplo, aspectos tales como que la veta era de tres varas de ancho.47 Con ello quedaba claro que invertir en el Cerro sería una magnífica oportunidad de enriquecimiento. La inscripción formal de la veta de San Lorenzo de Guasucarán48 realizada por don Diego de Manzanares fue firmada el 3 de octubre de 1569. Junto con la carta donde se informaba sobre el descubrimiento, Manzanares envió una muestra del mineral a Santiago de los Caballeros y otra muestra a Sevilla, con el fin de atraer inversores con el capital suficiente para poner en marcha la infraestructura necesaria para el buen beneficio del mineral. Las muestras enviadas a Guatemala dieron una pureza de ley de entre doce y treinta marcos de plata49 por quintal; con tal promesa de rendimiento, no faltó quien se interesara en invertir en Guasucarán. Al tiempo que Manzanares buscó inversores, también tuvo que asegurarse la exclusividad de las minas: no fue suficiente con declarar que la vetas se encontraban dentro de sus terrenos, sino que, como marcaba la ley de minas,50 debía poblarla, es decir establecer una población cercana. Para ello, en persona tenía que movilizar a sus indígenas encomendados hacia el Cerro. Por este motivo, Manzanares tendría que vivir cerca de la explotación. Otro de los requisitos era aún más difícil. Ss trataba de poner la mina en funcionamiento en un tiempo máximo de tres meses, lo que implicaba que tendrían que tener excavados tres estados.51 44   En la cultura popular hondureña existe una serie de leyendas sobre el hallazgo de minas. Bien sean los lavaderos de oro o los yacimientos descubiertos en el siglo xx, todos ellos tienen un importante papel en el folclore nacional, donde se hace apología de la supuesta riqueza mineral de sus montañas y de sus ríos, como el Cerro de San Lorenzo. 45   AGI, Guatemala Leg. 49, El gobernador de Honduras informa sobre el descubrimiento de las minas del cerro de Guasucarán, año de 1570. 46   AGCA AI 23, Leg. 1534 f. 624, En la carta enviada al presidente Villalobos, Manzanares hace una referencia sobre los negros que andaban huidos en sus tierras, año 1572. 47   AGI, Guatemala, 128. 48   AGI, Patronato, 78B, nº 2, R, 9: Probanza de Alonso Verdugo Montalvo y de Diego de Manzanares, Honduras-Guatemala, año de 1587. 49   AGI, Patronato, 182, R, 57, año de 1581. 50   AGI, Guatemala, 10, R, 7, N, 75, año de 1580. 51   Unidad de medida castellana tomada de la estatura regular del hombre y reservada para evaluar alturas y profundidades, unos 7 pies (1 pie es 27, 9 cm). Los tres estados representaban un socavón entre 5 y 6 m.

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El año de 1569 también marcó el surgimiento de nuevas formas de explotación minera, a las que podríamos calificar como industrializadas. No olvidemos que los funcionarios de las Indias compartían una meta común con todos los demás vecinos: avanzar social y económicamente. Para lograrlo, se establecían alianzas entre ellos, perjudicando directamente los intereses de la Corona, a la que ellos representaban.52 Por otro lado, para asegurar el buen funcionamiento de la minería fue necesario una mayor implicación de las autoridades reales, sobre todo de la Casa de la Contratación, pues tenían que garantizar el suministro de esclavos, azogue, sal y plomo, entre otros productos básicos. Manzanares logró conseguir un socio capitalista, don Juan Bustillos, funcionario real en Santiago de Guatemala, quien se trasladó a Comayagua en calidad de tesorero real en 1570, año en que se fundó lo que se conoce como la primera compañía minera53 de Comayagua. Desde entonces, vemos que las alianzas entre encomenderos y oficiales reales fueron usuales en la región, sobre todo en los primeros años de producción minera. En realidad, los funcionarios reales eran de los pocos que contaban con el capital y con las influencias suficientes como para invertir en una empresa minera. La compañía, formada por el tesorero Bustillos y el encomendero Manzanares, comenzó su extracción a partir del uso de hornos de carbón para la separación del metal. Aún no se contaba con la infraestructura necesaria para poner en marcha la técnica del amalgamiento, que gozaba de gran éxito en la Nueva España.54 Sin azogue, un año después sólo se habían refinado unos cincuenta y cinco marcos de plata; posiblemente, la culpa la tuviese la dureza de la broza. La frustración fue aún mayor al reconocerse la alta ley de la plata extraída y la generosidad de la veta. Uno de los mayores inconvenientes que tuvo la extracción de plata en la región fue la constante necesidad de inversión para la mejora de espacios y la aplicación de técnicas.55 A ello debemos sumar la necesidad de trabajadores especializados para cada uno de los diferentes pasos, muy especialmente para el trabajo de la excavación y extracción de los terrones en la mina. Aunque pueda parecer una tarea sencilla, frente al lavado de oro, la extracción de plata requería más que esclavos bozales. Las minas también representaron una buena oportunidad para poner en práctica algunas técnicas de procesamiento del metal. Especialmente se pusieron en práctica los hornos y cajones, pero su rendimiento no fue el esperado. Posiblemente la compleja geografía del entorno complicó en gran medida estas operaciones, no así en otros espacios mineros indianos como la Nueva España, donde se aplicaron con gran éxito. Otros mé-

  Pietschmann, 1998, pp. 43-45.   Durante el periodo colonial, el registro de las minas fue muy ambiguo e involucraba a muchos personajes, como al Denunciante de la Tierra, que en este caso fue Manzanares; otro sería el socio industrial, conocido como comandita y, por último, tenemos al financiador del proyecto. Por ello durante el primer periodo colonial se conoce a estas alianzas como compañías de minas. 54   Ramos Pérez, 1979, pp. 48-50. 55   Una excelente explicación sobre el largo proceso de extracción de la plata a partir del uso de azogue lo hace Canudas Sandoval, 2005, p. 200. 52 53

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todos como el de Barba, o el de Cazo,56 bien conocido por los mineros indianos, tampoco fueron rentables en la provincia, no al menos durante el siglo xvi. Pronto el reconocimiento de la calidad en las muestras enviadas a Sevilla proporcionó el mejor argumento al gobernador Villalobos para solicitar el envío de seiscientos esclavos.57 Dentro de este contexto se inició un nuevo periodo minero en la provincia, teniendo como principal problema la ocupación ilegal de tierras e inscripciones de minas, por lo que Villalobos se vio obligado a tomar una serie de medidas para controlar la inscripción de la propiedad, siguiendo las normas estipuladas por la Corona y haciendo uso del derecho consuetudinario;58 sin embargo, esto no pudo evitar el fraude y el abuso de los empresarios guatemaltecos, quienes se hicieron con las mejores vetas, dejando fuera, una vez más, a los lugareños. No pasó mucho tiempo para que otros espacios económicos, como las haciendas y los obrajes, florecieran gracias a las oportunidades de negocio que ofrecía San Lorenzo. Las pequeñas haciendas se vieron desbordadas frente a la demanda de productos básicos. Esto encareció los alimentos, provocando una vez más el hambre y las revueltas entre los indígenas, que volvieron a ser el centro de codicia de los nuevos mineros. La situación se agravó más cuando en 1573 don Diego de Herrera, gobernador de San Pedro, trasladó la Caxa de fundición a Comayagua, provocando nuevas protestas y conflictos entre ambos cabildos. Al conocer las noticias sobre los disturbios, el Consejo de Indias tuvo una reacción tibia. Sus intereses estaban centrados en controlar otros espacios mineros indianos. Esto no significó que no le interesara «meter en cintura» a la provincia, sobre todo ahora que era oficial la alta calidad del mineral de Guasucarán. Por ello, solicitó al gobernador de Guatemala más informes sobre las características del mineral. El gobernador Villalobos59 escribió a la Casa de la Contratación lo siguiente: La riqueza es tan grande que si entran muchos millones de esclavos a labrar en ellas muchos millones de años hay metal para todos.

Para poder poner en marcha una correcta explotación del cerro, Villalobos solicitó al Consejo de Indias involucrarse directamente en la extracción, financiando el envío continuo de azogue y de esclavos. Además, pidió por primera vez la reducción de los impuestos, proponiendo que fuera un diezmo en lugar de un quinto, una práctica común para las minas en la península. En un principio, la Corona no reaccionó, pero frente a la insistencia de las autoridades provinciales, decidió invertir, financiando los trescientos   Ibidem, p. 356.   AGI, Patronato, 182, r, 43, Relación de la renta que su Majestad tiene en las provincias de Guatemala y Honduras y Nicaragua entre los años 1571-1574. 58   Se entiende este último como el derecho de uso y costumbres a partir de experiencias locales; se recurre a él cuando no existe una ley o norma jurídica que regule un hecho, en este caso el registro de la propiedad. 59   AGI, Guatemala, 10, r, 1, nº 2, Carta del gobernador de Honduras a su Majestad, Comayagua, año 1571. 56 57

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primeros esclavos.60 Además, envió el azogue y algunos técnicos para enseñarles a utilizarlo. También rebajó el pago de impuestos sobre los metales preciosos a una décima parte, en lugar del quinto establecido, medida que se mantuvo durante décadas. El mineral encontrado en Guasucarán presentó una alta calidad, pero también una gran dureza en su broza, factor que lo hacía difícil de trabajar, sobre todo en esos primeros años, en los que la técnica del azogue no se había del todo implantado en la provincia. Hasta este momento la técnica más utilizada por los mineros locales fue la del plomo fundente, proceso efectivo para separar el mineral de las impurezas, especialmente en terrones de alta calidad. Sin embargo, la dureza de la broza hacía que este método fuese poco rentable, especialmente por el uso de hornos y grandes cantidades de madera como combustible para fundir el mineral. Sin embargo, la plata refinada resultante tras este método fue escasa. Fue entonces cuando los empresarios, con Manzanares a la cabeza, decidieron construir la infraestructura necesaria para la aplicación de la técnica de la amalgama con el azogue que había arribado a los puertos de Cavallos y Trujillo. Casualmente, existía una serie de pequeñas explotaciones mineras cercanas a Guasucarán donde antiguos esclavos y zambos venían recolectando mineral de plomo de forma de la superficie.61 Esto generó un buen presagio para la futura empresa minera, ya que el plomo fue un ingrediente básico en el proceso de amalgama con azogue.62 Una vez hecha la inversión y puestas en marcha las instalaciones, la irregularidad en el arribo de los barcos con el azogue fue el mayor problema para el buen funcionamiento de los recién fundados beneficios. La incertidumbre en el abastecimiento de las materias primas, mercurio, plomo y sal, así como de otros adherentes, encarecieron más la producción. Poco más tarde se pusieron en valor los yacimientos de plomo en el mismo cerro de Guasucarán y otros en Guatemala. El abastecimiento de sal se resolvió con la construcción de salineras en el golfo de Fonseca,63 quedando el azogue a merced de la arribada de barcos.64 Simultáneamente a la construcción de los beneficios, fueron necesarios otros espacios básicos para el proceso de amalgamación, como eran los trapiches. La broza tenía que ser triturada previamente para luego ser procesada en un patio. El trapiche más simple que se podía construir era el llamado De Piedra, que representaba una inversión de unos siete mil quinientos pesos. Los que contaban con fuerza animal rondaban unos dieciséis mil pesos, y los hidráulicos unos treinta mil.65 Mientras se resolvía el tema de los trapiches, se construyeron grandes hornos. Por suerte, la región contaba con extensos bosques que proporcionaban madera.   Ibidem, nº 5.   Idem. 62   Idem. 63   AGI, Guatemala, 10, r, 8, nº 10, Informe sobre algunas minas de plomo y sal de la provincia de Guatemala, Comayagua, 1574. 64   Para conocer algo más sobre el azogue en Nueva España y, por consiguiente, en Centroamérica se puede consultar la obra de Bakewell, 1976, pp. 237-230. 65   Este fue el precio pagado por la construcción de un trapiche sencillo en Nueva España y en Potosí, que costaba 7840 pesos. Podemos suponer que el precio de construcción en Honduras no estaba muy lejos de estas cantidades. Sobre los precios hemos consultado la obra de Bakewell, 1977, pp. 70-72. 60 61

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Trapiche rudimentario dibujado por William Vincent Wells en su viaje por la provincia en el siglo xix. El sistema de triturado de la broza en las minas descrito por Wells no difiere mucho del utilizado durante nuestro periodo de estudio.66

El milagro del azogue en el nuevo contexto minero hondureño La presencia del azogue en la América colonial representó una revolución en el procesamiento de los metales. El mercurio y sus cualidades se convirtieron en un elemento clave para la economía colonial, todo ello agravado por su difícil transporte y su alta toxicidad. La técnica de la amalgama es tan compleja que es difícil creer que haya asomado así de buenas a primeras en las minas peninsulares a mediados del siglo xvi.67 Desde 1562 ya existían más de ciento veinticinco minas en la Nueva España que aplicaban intensamente el azogue en sus explotaciones. El éxito fue tal que no tardó en extenderse por todo el Imperio, en una época de comunicaciones lentísimas y de intercambios tecnológicos casi nulo.68 Ya para 1570 encontramos patios o beneficios en Comayagua que trabajaban con azogue, lo que nos muestra lo integrada que estaba la provincia en las dinámicas económicas y comerciales del Imperio.69 La aplicación de esta técnica volvió   Wells, 1960.   Bagalló, 1955, pp. 107-114. 68   Lang, 1978, pp. 40-44. 69   Sobre el impacto provocado por la aplicación de la técnica de la amalgama en suelo americano, podemos consultar los trabajos de Villena, 1949, Meseguer Pardo, 1954, sin olvidarnos de ­Humboldt, 1836. Todos ellos hacen un profundo análisis de la minería americana. 66 67

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a ilusionar a los mineros, aunque no todos contaron con la posibilidad de contar con un beneficio propio, lo que los obligó a procesar su mineral en los patios de los guatemaltecos y provocó nuevos disturbios por los abusivos precios que estos cobraban. Las vetas encontradas en el cerro de Guasucarán ofrecieron una gran cantidad de ricos filamentos. Muchos de ellos, aunque quedaron registrados, no se explotaron durante este primer periodo de auge minero. Periódicamente se iban explorando nuevas áreas y descubriendo yacimientos que prometían grandes riquezas, sobre todo en los cerros aledaños de Lejamaní y Ajuterique. Incluso se siguió hablando de arenas auríferas bien entrado el siglo xvii. Poco a poco, las minas de la Cordillera del Merendón se convirtieron en referencia para los mineros y forasteros llegados tras la noticia de Guasucarán. No pasó mucho tiempo para que otros espacios mineros, como Tabanco y Opoteca, fuesen también noticia. Pero tampoco fueron explotados a lo largo de este primer ciclo de auge minero. La fama de las minas de San Lorenzo, y en general del cerro de Guasucarán, hizo que el Consejo de Indias favoreciera al cabildo de Comayagua con una serie de ventajas fiscales. Estas medidas volvieron a favorecer a los grandes mineros, como Manzanares y sus socios, en contra de los mineros locales. Las duras vetas del Cerro pronto comenzaron a dar sus frutos gracias a la presencia de un experimentado minero: Antonio Enríquez,70 quien conocía muy bien el proceso de amalgamiento, gracias a su experiencia en las minas de Oaxaca. Enríquez contó con un grupo de experimentados esclavos africanos, quienes sabían dirigir un beneficio de estos niveles.71 Además, conocía otras técnicas de separación del metal, ya que él fue dueño de una mítica mina guatemalteca llamada La Enriqueña, famosa por la calidad de su plata desde mediados del siglo xvi. Gracias al apoyo de la Corona, que cumplió con el envío de esclavos y azogue,72 pronto el Cerro de San Lorenzo produjo a buen ritmo y, paralelamente, la Hacienda Real comenzó a cobrar el diezmo73 por la plata sacada a una media de 100 marcos por cada 40 arrobas (460 kg aproximadamente) de azogue empleado. Es decir, se estaban refinando unos 2,7 kg de plata por cada uno de azogue. Esto significó que, en realidad, se estaba sacando buen provecho de San Lorenzo, si lo comparamos con la relación azogue-plata de otras zonas coloniales.74 A simple vista podríamos decir que el rendimiento no era el óptimo para una explotación regular, pero debemos de contextualizarlo dentro del marco político y geográfico de la provincia, a lo que hay que sumar otros factores, como la dureza de la broza o las dificultades de transporte desde y hasta los puertos, sin olvidar la   Antonio Enríquez fue dueño de una de las minas más importantes de oro, llamada La Enriqueña, en Guatemala. 71   AGCA, 3, 26 L 2457, Contrato de Enríquez para la administración y control del azogue, año de 1575. 72   No conocemos el número de esclavos enviados por la Corona para esta fecha. Sabemos de ellos por el informe enviado por Villalobos, donde confirma: han llegado el azogue y los esclavos envidados. en AGCA, 3, 27 L 2487, año 1575. 73   Recordemos que, por cédula real, se le había concedido a los vecinos de la Audiencia de Guatemala el pago del diezmo, es decir, de la décima parte, en lugar del quinto, que significaba la vigésima parte, como medida para la estimulación de la producción. La concesión fue renovada periódicamente, llegando incluso al periodo de las reformas borbónicas. 74   Noejovich, 2000, pp. 161-199. 70

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irregularidad de la llegada del azogue. Todo ello se daba en un ambiente de inestabilidad política producida por la corrupción de los funcionarios y la violencia e inseguridad de los caminos, protagonizada por los cimarrones y los llamados indios. La buena marcha de la minería permitió que terrones de plata fuesen usados como moneda de cambio en las calles. Paralelamente, muchos guatemaltecos no quintaron su mineral en la provincia, sino que lo llevaron a Santiago de los Caballeros, donde prometieron quintarla. Posiblemente la mayor parte de la plata se quedaba en el camino, especialmente en un momento en el que las redes de contrabando se habían hecho más eficaces al calor de la nueva minería. La minería no sólo benefició a los vecinos de Comayagua. Muy pronto otros espacios coloniales, antaño periféricos, se fueron integrando, gracias a la fuerte demanda de productos básicos para esta industria. Entre los más importantes estuvo la sal. En un principio se extrajeron depósitos conocidos desde épocas precolombinas, pero que no lograban abastecer la demanda, por lo que pronto fue necesario traerla desde las salineras del golfo de Fonseca, lo que abrió nuevas rutas comerciales, beneficiando con ello la salida de los excedentes hacia el hinterland. Pero no sólo eso. Pronto la demanda hizo que poblaciones alejadas de las minas abrieran obrajes especializados para la minería, estableciendo con ello una nueva fuente de ingresos y fomentando el mercado interregional. El mayor problema continuó siendo el azogue que procedía de la metrópolis, lo que significó que el abastecimiento para este rincón del Imperio estuviese aún más limitado, por las incertidumbres propias de la navegación y de los vaivenes políticos en los se veían inmersos los dominios españoles, que colapsaron en más de una ocasión la llegada de barcos a los puertos. A pesar de la irregularidad del arribo de azogue, la producción de plata se mantuvo constante. Aumentó hacia el final de la década de los setenta. El relativo éxito de la primera empresa había animado a otros guatemaltecos a buscar fortuna. Pronto se descubrieron nuevos yacimientos en los cercanos cerros de San Marcos, Santa Lucía, Apasapo y Tegucigalpa.75 La nuevas empresas necesitaron de los conocimientos sobre el terreno de los cimarrones y zambos de las rancherías de las Ventas y Ojojona, quienes se habían hecho expertos en localizar vetas. Además, ellos conocían el terreno mejor que nadie. Gracias a ello se convirtieron en elementos claves para el funcionamiento de la minería. La necesidad de pactar con los habitantes de ambas rancherías dio como resultado que, en 1575, la veta de Agalteca76 fuese una de las más rentables de la zona. Tan sólo unos meses después fue descubierta la Veta Gorda de Nuestra Señora de la O,77 que fue registrada por el empresario guatemalteco Melchor Funéz en 1576. La integración de ambas rancherías hizo posible que se iniciara la explotación de Apazopo tan sólo un año después. Estos rápidos avances en la explotación minera provocaron una revolución que envolvió a toda la Audiencia, e inició un efecto de llamada que atrajo nuevamente a mineros, con sus respectivas cuadrillas, desde las islas del Caribe y desde otros rincones   Oyuela, 1989, p. 21.   Reina Valenzuela, 1981, p. 16. 77   AGI, Guatemala, 43 nº 73 Relación de las minas encontradas en el Valladolid de Comayagua, año de 1576. 75 76

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del Imperio, como había sucedido en el periodo del lavado de oro. El descubrimiento de estas vetas hizo crecer la demanda de infraestructuras necesarias para el procesamiento del metal, pero en realidad sólo los vecinos de San Lorenzo contaron con los molinos y los patios necesarios para el amalgamiento. Los demás mineros debieron alquilar estos espacios o refinar su plata a partir de otros métodos más rudimentarios, como eran los hornos. Los altos precios alcanzados por el uso de los molinos provocaron nuevamente disputas entre los mineros, quienes exigían poder utilizar los trapiches y los patios.78 Por otro lado, buena parte de los oficiales reales estaban involucrados en el negocio minero, creándose lo que podríamos llamar dos bandos, uno que favorecía a los mineros de Guatemala y otro que apoyaba a los locales. El enfrentamiento entre ambos bandos debilitó la producción, afectada además por la difícil orografía y la falta de vías de comunicación, factor que facilitó que las caravanas menos protegidas fuesen víctimas de asaltos por parte de bandoleros, cimarrones y otros mineros. La corrupción de los oficiales reales, heredada de la época del lavado de oro, constituyó todo un problema para los nuevos mineros, ya que, para mantener sus minas abiertas, debían pagar continuamente sobornos con el fin de obtener avituallamiento e indios en repartimiento. En el caso de que no pagasen, podrían sufrir las tediosas inspecciones de los jueces de minas, quienes solían ser muy estrictos en sus visitas, sobre todo a la hora de aplicar las ordenanzas. Los jueces de minas tenían la potestad de cerrar una explotación, sin tener que dar muchas explicaciones. Por ello muchas vetas registradas por pequeños mineros fueron decomisadas por los oficiales y jueces para ser concedidas a sus socios, provocando disturbios y quejas que llegaron a los oídos de la Casa de la Contratación en Sevilla. Esta última tardó mucho en reaccionar, posiblemente debido a que tenía otros asuntos apremiantes, ya que estaban llegando cantidades importantes de mineral a Sevilla procedentes de la provincia. El continuo boicot de los funcionarios reales a favor de sus socios obligó a los mineros locales a buscar trabajadores y avituallamiento entre los cimarrones y zambos de las rancherías cercanas. No eran los únicos. Los guatemaltecos, ofreciendo mejores salarios, también buscaron trabajadores entre las rancherías. Poco a poco la presión ejercida por los diferentes grupos de mineros hizo que la sensación de inestabilidad y conflicto perdurase, sobre todo cuando los oficiales y sus socios continuaron controlando el reparto de azogue, esclavos y otros elementos claves, como la sal, el plomo o las tiras de cuero, utilizadas a modo de clavazón en las galerías. De manera análoga a la mano de obra, el azogue fue durante todo el periodo un bien escaso y caro.79 Además de necesitar de una compleja infraestructura y de técnicos especialistas para su correcta utilización, fue un importante medio de control, utilizado por la Corona para saber cuánta plata debería quintar el minero basándose en el azogue entregado. Otro de los puntos de control fiscal fueron los trapiches, ya que la gran mayoría de mineros necesitó de ellos para moler su broza. Por ello, se convirtieron en espacios de conflicto y corrupción. Los pequeños mineros prefirieron refinar el mineral a partir   AGCA, Exp. 51, 265 Leg. 5920 reclamaciones de los mineros para el uso de los trapiches.   Lang, 1978, pp. 58-62.

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de métodos tradicionales, utilizando rudimentarios hornos de fundición de tipo precolombino que ponían a funcionar gracias a la abundancia de leña y carbón vegetal, motivo por el cual el mineral resultante era de menor calidad que el producido en los beneficios. La fiebre de la plata alcanzó a todos los estratos de la sociedad colonial. Muchos de ellos habían sido esclavos y gracias a esta nueva actividad encontraron vías para integrarse. No pocos se hicieron al monte en busca de terrones con los cuales comerciar, e incluso provocaban incendios para limpiar el suelo. Así fue como hubo una gran cantidad de trozos de plata, utilizados como moneda de cambio, que circulaban en plazas y mercados. Pronto fue popularmente conocida como plata nativa80 la obtenida mediante procesos rudimentarios, como el uso de hornos caseros. Estos terrones contenían generalmente aleaciones naturales con óxidos de hierro y de magnesio, incluso oro o antimonio, entre otros elementos. La provincia se vio colapsada por una gran multitud de mineros improvisados, quienes con sus terrones de plata encarecieron los productos básicos. A pesar de contar con ricas vetas, muchos vecinos no pudieron hacer frente a la inversión necesaria para la construcción de aquellas infraestructuras necesarias que permitieran acceder a las vetas subterráneas, donde el mineral se encuentra en estado de transición de sulfuros simples de plata (Ag2S). A cierta profundidad, estos yacimientos ofrecen una mayor rentabilidad, al presentar una variada mineralización de sulfosales de plata, pero a la vez ofrecen una resistencia mayor al proceso de amalgamiento con el mercurio. A estos minerales se les conoce como metales fríos81 o, popularmente, como mulatos o negritos, y suelen presentar una alta ley en su zona media, es decir, antes de entrar en contacto con la masa de instrucción terciaria. La operación básica en la extracción del mineral implicaba, además de la mano de obra necesaria para seleccionar el mineral, a otros personajes, como eran los jefes de cuadrillas y los guardias que vigilaban a los trabajadores y esclavos, quienes también podían ejercer de ejército privado. Generalmente estos guardias fueron contratados entre la gente de las rancherías, ya que los mineros confiaban más en los zambos, africanos y otros vecinos de las rancherías que en los indígenas reducidos. También, debido a su experiencia, estos individuos era buenos guerreros y conocían muy bien su entorno. Al parecer, nadie se preocupó por conocer la condición jurídica de estos individuos, que fueron contratados como si de personas libres se tratasen. Así lo explicó el gobernador Valverde,82 quien visitó el Cerro de San Lorenzo en junio de 1579: «son muchos los negros que vigilan y producen en las minas, mas no son esclavos sino libres». La presencia de Valverde en la región levantó protestas de los mineros locales, quienes temían que el presidente favoreciera a sus paisanos guatemaltecos. Por otro lado, la visita de la delegación dirigida por Valverde fue aprovechada por los religiosos para denunciar los abusos cometidos contra los indígenas reducidos bajo su custodia.   Sobre las características de la plata nativa se puede consultar a Fourcroy, 1807, p. 276.   García de Llanos 1985, pp. 61-75. 82   AGCA A, I, 25 L 4575 Exp. 39528 Tomo II, donde se denuncian los malos usos de los indígenas en las minas de San Lorenzo 1580. 80 81

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Un año después de la visita de Valverde, los franciscanos elaboraron un informe sobre los abusos cometidos por los mineros, en especial por don Melchor Funéz, quien mantenía trabajadores indígenas en sus minas en régimen de esclavitud. Dentro de los argumentos presentados por los religiosos hay una breve pero interesante relación sobre las formas de trabajo en las minas.83 Gracias a este relato conocemos algo más sobre el día a día de una explotación minera: Son muchos los yndios cristianos que esperan a la boca del socavón las rocas de mineral que deben cargar a espaladas y son otro tantos los que dentro la sacan y son llevados por negros sin temor a dios ni a las leyes. Más adelante dice: son esos mulatos y zambos los que ven a los yndios partir las rocas con grandes masos, son los ojos de los amos y muchos dicen ser libres y vecinos [...].

Entrada o socavón de una mina de plata en Guasucarán, dibujada por William Vincent Wells en su viaje por la región.84

En el interior de las galerías, los esclavos —negros bozales y algunos indígenas considerados como esclavos y otros repartidos— realizaban la saca, que consiste en extraer el mineral de las paredes de las galerías, para lo cual utilizaban barretas y picas. Una vez fuera, en la boca de la mina, las cuadrillas de indígenas separaban el mineral, usando grandes martillos, siempre bajo la vigilancia de los capataces, quienes gracias a su experiencia podían distinguir entre lo que se denominaba mineral útil y mineral estéril.

  AGCA A, I, 25 L 4575, 39530, Tomo II.   Wells, 1960.

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Una vez seleccionado, el mineral era llevado al trapiche por tamemes proporcionados por el cabildo y vigilados generalmente por zambos.85 En el cerro de Guasucarán existieron dos grandes trapiches, donde se llevaba el mineral. Uno quedaba en las estribaciones de San Lorenzo y el otro en las orillas del río La Mona.86 En el trapiche se realizaban dos operaciones básicas. Una era la trituración del mineral en granos desiguales; con ello se podían descartar los trozos sin plata. El otro proceso era la molienda, tal vez el paso más importante, ya que una molienda muy fina facilitaba el proceso de amalgama. Una vez más, la presencia de los africanos y de los zambos fue una pieza fundamental en este proceso, dado que, además de sus conocimientos, vigilaban a los indígenas con mucha violencia. Así lo describieron los franciscanos en muchos de sus escritos, que se enviaban a Sevilla. Siguiendo las anteriores descripciones, realizadas por Valverde sobre el beneficio de patio, y basándonos en la descripción que hicieron los monjes en sus denuncias sobre el maltrato a los indígenas, hemos reconstruido en lo posible las formas de trabajo en los beneficios del patio de San Lorenzo. Una vez molida la broza, esta última se mezclaba con la sal. El fin era enriquecer en cierto grado el mineral, es decir, clorurando los óxidos y sales haloideas de plata que se encuentran generalmente en los cloruros.87 Una vez aplicada la sal, se agregaba el mercurio, que actuaba por partida doble: por un lado, como reactivo químico; y, por otro, como agente de amalgama. En otras palabras, el mercurio ataca al cloruro de plata formado gracias a la sal, separando la plata y formando con la sal un cloruro mercurioso (Hg2Cl2). La plata se amalgama con el mercurio no alterado por la sal. La amalgamación es, por lo tanto, una aleación, es decir, implica una reacción química muy lenta, al tratarse de una reacción endotérmica. Para acelerarla era necesario agitar la masa volteándola con palas y para ello se utilizaron esclavizados africanos. Paralelamente, el proceso conocido como de beneficio era llevado a cabo en unos cajones de madera de forma rectangular, de media vara de alto y elevado del suelo. Dentro se ponía el mineral, mezclándolo con 8 o 10 % de su peso en sal;88 luego se agregaba agua, con el fin de formar una pasta que era amasada por esclavos africanos con sus pies. En este proceso, que solía provocar graves quemaduras, estaba prohibido por ley utilizar indígenas. Este paso era conocido como vueltas89 y se repetía varias veces. Después se iba agregando poco a poco la mitad del mercurio, dejando el resto para después. Dependiendo del clima, el proceso podía ser más rápido o más lento, llegando   Sobre el trabajo cotidiano en las minas de plata existen muchos trabajos, sobre todo para las grandes zonas mineras de Potosí y Nueva España. Pensamos que la descripción que mejor se ajusta al contexto hondureño a finales del siglo xvi es la de de Iglesias Villarelle, 2003, pp. 89-124, donde describe el procedimiento llamado amalgamación mexicana o beneficio de patio. Otro interesante trabajo es el de Bargalló, 1995, pp. 179-190 y a Lang, 1978, pp. 47-50. 86   AGCA A, I, 25 L 4575 39530, Tomo II, Leg. 4583. 87   Para conocer más sobre el proceso de refinamiento de la plata en América se pueden consultar las observaciones sobre la amalgamación en la obra de Gaston Arduz, 1985. 88   Toda la información sobre el proceso de amalgamación procede la obra de Gaston Arduz Eguía, a menos que se especifique lo contrario. 89   Bargalló, 19551, p. 65. 85

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a tardar varios días, hasta que apareciera el lis de plata.90 Era necesaria la vigilancia de los técnicos para evitar el desperdicio del azogue y controlar las reacciones del inestable mercurio.91 Por lo general se mantenían varios cajones en estado diferente de amalgama, combinando su contenido con el fin de compensar la calidad del metal. A esta parte del proceso se la conoce como casamientos, que implicaba mezclar un cajón en un proceso avanzado con uno atrasado, o bien uno con mercurio aplomado con otro tocado. Estas técnicas ahorraban tiempo y azogue. Una vez completada la amalgamación, se lavaba el mineral, dejando solamente lo que se conoce como la pella,92 es decir, una masa de mercurio y plata. El proceso del lavado consistía en introducir la pella en unas tinas de agua, con el fin de provocar la separación por gravitación: la pella se depositaba en el fondo, liberando ligeras partículas de otros minerales, conocidos como las lamas, expulsados por el agua rebalsada. Una vez hecho esto, se envolvía la pella en una lona y se golpeaba hasta separar la plata, que luego era colocada en moldes. Buena parte del mercurio era recuperado y vuelto a utilizar. La escasez de azogue hizo que durante todo el proceso se vigilara el uso del mismo, con el fin de recuperar la mayor cantidad posible para volverse a utilizar. El reciclaje fue una manera de poder mantener la rentabilidad de las explotaciones. La falta de azogue hizo que se fueran buscando métodos en los que se utilizara menos mercurio y en los que éste se pudiera recuperar. El método más utilizado en Comayagua fue someter a fundición la pella, método mucho más sencillo que el beneficio, aunque necesitaba de grandes cantidades de combustible y de una infraestructura más sencilla. Se sometía la piña al fuego; el mercurio, mucho más volátil que la plata, se separaba rápidamente a 356ºcentígrados. El gran inconveniente fue que era necesario hacerlo en un lugar cerrado, con el fin de recuperar parte del mercurio, aunque al evaporarse emanaba gases muy tóxicos, de aquí la forma tan peculiar de los hornos de fundición de la época.93 Nuevamente las denuncias sobre el trabajo indígena llegaron de la mano de los frailes, quienes advirtieron del peligro de los gases provocados durante el proceso, que provocaba muertes entre los trabajadores. El periodo que va desde desde 1576 hasta 1585 marcó otro importante momento en la producción minera de Comayagua. La puesta en marcha de los trapiches y de los patios de beneficios había sido posible gracias a la arribada periódica de esclavizados procedentes de Sevilla y Veracruz a los puertos de Trujillo y Cavallos. Las naos llegaban una o 90   Aparición de limadura de plata en la superficie de la masa, que daba a entender que el proceso de amalgamación había iniciado y era el momento de agregar el resto del mercurio, hasta que apareciera la lis de plata, que indicaba que toda la plata había sido liberada. 91   El mercurio podía sufrir una serie de reacciones con los otros metales presentes, que alteraría la calidad de la plata; se podía aplomar o tacar y el beneficiador debía estar atento a estas reacciones. 92   En alguna documentación consultada se llama piña al amasijo de plata con otros minerales, resultado de la primera parte de la amalgamación. En Bargalló, 1955, p. 215. 93   Hemos tomado como referentes los métodos de procesamiento utilizados en la Nueva España. Sabemos que, por cercanía geográfica, en el cerro de San Lorenzo se aplicaron las técnicas experimentadas en Nueva España, Bakewell, 1971, pp. 89-102.

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dos veces al año, frecuencia nada despreciable si tomamos en cuenta las dificultades que representó el continuo acecho de los piratas en la zona. Gracias a la llegada de importantes cantidades de plata procedente de Honduras, el Consejo de Indias tomó especial interés en conocer los detalles sobre la provincia, pidiendo al gobernador Contreras que le mantuviera informado sobre todos los acontecimientos que pasaran en la provincia, en especial sobre la presencia de ingleses en la costa. Además, pidió explicaciones sobre las numerosas denuncias sobre corrupción y abusos de los oficiales reales destinados en la provincia. En otro apartado de la mencionada consulta, se pidieron explicaciones sobre el trabajo indígena y la mala distribución del azogue. El Consejo de Indias estaba al corriente de los problemas de fraude y corrupción que existían en los puertos y villas indianas, pero también fue consciente de lo difícil que sería controlar estos espacios. Además, el soborno a los funcionarios reales era un elemento clave para el funcionamiento del comercio. Como afirma McLeod:94 «El fraude como medio para evadir el control del sistema imperial fue el principal elemento que reforzó la actividad regional y se convirtió en una práctica de cultura local». Así, el soborno fue visto como un «intercambio de favores» en un contexto particular que ayudó a que las transacciones mercantiles fueran más eficientes.95 Pero el problema en la provincia no era el alto grado de corrupción de los funcionarios, sino el favoritismo hacia unos mineros frente a otros, provocando nuevamente disputas que dieron como resultado un colapso productivo en algunas de las minas de Guasucarán. El Consejo de Indias, al ser informado, decidió tomar medidas y solicitó un informe sobre la situación a las autoridades de Santiago y, de modo especial, les recordó a los funcionarios el deber de hacer cumplir las ordenanzas enviadas en las Cédulas Reales. Poco tiempo después fue enviado un largo informe, donde se describió el estado de las minas y se procuró hacer cumplir las normas, particularmente no permitir que los indígenas trabajaran en las galerías de las minas, afirmando que: las ordenanzas se acatan pero no se cumplen. El nuevo envío de caudales hacia Sevilla convenció a la Corona de que las cosas marchaban mejor; aun así, las quejas sobre la corrupción seguían llegando a esta ciudad. En cédula real se ordenó al nuevo gobernador de la Audiencia, Alonso Hortiz de Argueta,96 que nombrase jueces de minas para que controlasen todos los aspectos relacionados con la minería: la mano de obra, los procesos de producción y, desde luego, las cantidades de plata producidas. Ordenó también que se residenciara al gobernador Herrera, quien fue acusado de favorecer a los guatemaltecos, al permitirles contratar esclavos huidos como si de libres se trataran y de no entender las demandas de los legítimos dueños de esos esclavos. La primera acción del nuevo gobernador Ortiz de Argueta fue la de controlar el fraude fiscal. Para ello, en primer lugar, visitó la zona minera junto con algunos de sus escla  McLeod, 1980, p. 350.   Belshaw, 1972, p. 63. 96   En muchos documentos lo encontramos como Elgueta. 94 95

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vos97 con la intención de determinar la calidad y cantidad de mineral extraído. Para ello se basó en la vieja fórmula de «azogue repartido igual a plata producida». Primeramente informó al Consejo de Indias sobre las irregularidades en las cuentas de los tesoreros.98 En poco tiempo el Consejo de Indias respondió a Argueta solicitándole más información sobre el azogue introducido y consultándole si había nombrado a los jueces de minas. La cuestión sobre la elección de los jueces fue algo complicada, ya que el candidato tenía que ser experto en el tema y ser vecino de Comayagua. El único aspirante para el puesto fue el guatemalteco Enríquez, socio de Manzanares, lo que provocó nuevas protestas de los lugareños. A pesar de ello, en 1576 Enríquez fue nombrado para el puesto junto a otro guatemalteco: García de Padilla.99 Los nuevos jueces de minas favorecieron a sus socios a la hora de repartir azogue y esclavos africanos, que iban arribando a los puertos. Ambos jueces facilitaron que buena parte de la plata sin quintar fuera llevada a Santiago, lo que ocasionó brotes de violencia y la huida de muchos esclavos y trabajadores indígenas.100 Una vez pacificada la zona, los mineros solicitaron a Argueta101 la formación de una milicia para capturar a los esclavos huidos. Pero de momento no hubo recursos para constituir la cuadrilla, lo que facilitó que otros esclavos huyeran, poniendo en peligro la producción minera. Las quejas de los mineros locales contra Argueta y sus jueces provocaron su caída en 1577 y el nombramiento de Alonso Contreras como nuevo gobernador de la provincia.102 Ese mismo año, este último logró organizar las cuentas de la Hacienda, enviando por primera vez, después de muchos años, un estado de la situación económica de la provincia. Durante el tiempo que estuvo en la gobernación de la provincia envió informes continuos a la Corona. La bonanza de las minas, alcanzada gracias a la mejor gestión de Contreras, se vio materializada gracias a las cantidades cobradas sobre el metal quintado, enviadas a Sevilla entre 1577 y 1588.103 A la vez, el cabildo de Comayagua pudo por primera vez pagar sus deudas y enviar el sobrante a Sevilla. Remesas enviadas a Sevilla por el tesorero Gaspar López 1577-1580. Minerales enviados

Equivalentes en otras monedas*

25 000 pesos de buen oro 70 917,3 tostones de cuatro reales 1 plancha de plata de 2 330 ms.

30 000 ducados de Castilla 221 432 pesos y 7 tomines y 4 gramos 195 marcos y 4 onzas y 7 octavos

97   ANH Paquete 1, Legajo 68: Argueta contó con unos doce esclavos negros, expertos en la minería de plata. 98   AGI, Guatemala 43, f. 87 Carta del gobernador Argueta a las autoridades del Consejo de Indias Comayagua 1577. 99   Leyva 1991, p. 60. 100   AGI, Guatemala 43, nº 89 Información sobre los conflictos armados entre los mineros de Comayagua, acontecidos entre 1576-1578. Guatemala, fechado el 7 de julio de 1579. 101   AGCA A, I 5355 Leg. 25, El gobernador González solicita la formación de un cuerpo de rancheros para capturar cimarrones de las minas de Comayagua, Comayagua, año 1576. 102   AGI Contratación 5788, f. 89, 90v. Nombramiento de Alonso Conteras de Guevara 1576. 103   Datos tomados del registro de caudales enviados por Contreras, AGI, Guatemala, 45 N50-80, año 1577.

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Minerales enviados 2 planchas de plata 2 330 ms. 2 planchas de plata de 2 330 ms. 2 planchas de plata de 2 180 ms. 2 planchas de plata 2 370 ms. 2 planchas de plata de 2 300 ms. 2 planchas de plata de 2 290 ms. 2 planchas de plata de 2 300 ms. 115 070 marcos de plata corriente 11 1 barra de oro 1 barra de oro 1 plancha de plata de 2 170 ms. 438 434 tostones de 4 reales Año

Cantidad en pesos de oro

1573

20 000

1574

30 000

1575 1576

10 000 25 000

1577 1578 1579

No especifica cantidad 10 000 15 000

Equivalentes en otras monedas* 73 marcos y 4 onzas y 7 octavos 75 marcos y 4 octavos 51 marcos y 4 onzas y 4 octavos 54 marcos y 1 onza 4 octavos 33 marcos y 3 octavos 28 marcos, 1 onza y 2 octavos 23 marcos, 2 onzas y 2 octavos 195 000 marcos Oro de ley de 16 quintales y 2 pesos Oro de ley de 21 quintales 41 marcos y 2 onzas 13247 p de Castilla y 3 gr de oro de minas A razón de: Tributos minas de Honduras y Nicaragua Recaudación de toda la Audiencia de Guatemala Negocios tocantes a Vª Mg Minas de Honduras, quedando en la Caxa 1.900 y tantos pesos Envío de Gaspar López Pago diezmo minas de Honduras Pago diezmo minas de Honduras

Documento del AGI Guatemala 45 N 44 Guatemala 45 N 45 Guatemala 45 N 36 Guatemala 45 N 68 Guatemala 45 N 40 Guatemala 45 N 118 Guatemala 45 N 125

*Todos los datos para elaborar este cuadro proceden de AGI, Guatemala 45 N 40, tesorero Gaspar López 1577.

Contreras realizó una competente administración que favoreció a los mineros locales. Logró cierto control del abastecimiento de azogue y de la distribución de los esclavos bozales llegados al puerto de Trujillo. La estabilidad lograda por Contreras favoreció una mayor afluencia de barcos a los puertos del Caribe hondureño, aunque no todos bajo bandera española. Las planchas de plata y los demás minerales enviados fueron el resultado de la lucha por poner fin a la huida de caudales sin quintar hacia Guatemala y hacia la Nueva Segovia. En su informe, Contreras104 escribió: «todas las cuales pertenecen a su Magestad 25 mil serán llevados en la nao de San Juan de que es maestre Manuel Monte Bernardo y 12 mil ducados en la Nao de Vicente Ganello». Los esfuerzos de Contreras por fiscalizar la producción minera se enfocaron, primeramente, en el control del repartimiento del azogue entre los grandes mineros guatemaltecos y, en menor medida, en la molienda del mineral en los trapiches.105 Con esta disposición favoreció de alguna forma   Idem.   Recordemos que, desde hacía algunos años, la Corona favorecía a los mineros de la Audiencia de Guatemala con el pago del diezmo, en lugar del quinto: AGI, Guatemala, 298. 104 105

PLATA Y ESCLAVIZADOS

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a los mineros locales, que solían utilizar hornos para el proceso del mineral. El resultado fue la entrada regular de impuestos, socorrida con una prórroga concedida por el rey para el pago del décimo real en lugar del quinto. Sin embargo, estas medidas de control no lograron acabar con los enfrentamientos entre los mineros y la peculiar fuga de la plata hacia otros espacios coloniales. Contreras también fiscalizó los tributos indígenas mediante una serie de pactos con los líderes de los cabildos con el fin de obtener los suficientes alimentos para paliar la crisis alimentaria que afectaba la zona. El contador Andrés Rodríguez Falcón envió en 1578106 un extenso registro de los tributos de cuatro importantes pueblos reducidos en la zona de Guasucarán, entre ellos la ranchería de Orica, considerada hasta entonces como un palenque de negros huidos. En dicho registro hay varios africanos que tributaron como libres. Tributo indígena registrado por el contador Andrés Rodríguez Falcón en 1577. I

Total

Artículos

Valor Unidad

Xeto

Cozozu

Xaman

134 pesos

136 PM +4 Tomines +11 gr

172 pesos 2 Tomines 1 gramo

40 mantas 89 fanegas, maíz sementera 80 gallinas de Castilla 2 fanegas de frijoles de Aquí 148 mantas 44 fanegas de maíz sementera 23 fanegas de maíz segunda 60 gallinas de Castilla 20 de la Tierra 3 fanegas de frijoles y 3 Aquí 12 petates 70 mantas 23 fanegas de maíz sementera 66 fanegas de maíz sementera 120 gallinas de Castilla 3 fanegas de frijoles y 3 Aquí 12 petates

Total en tostones*

6 tostones 6 reales

600R 240 T 534 R 213 T

1 real 24 tostones

80 R 30 T 120 R 48 T

6 Tostones 6 reales

2220 R 888 T 264 R 105,6 T

6 reales

138 R 55,0 T

1 real 2 reales 4 tostones/F

60R 24,0 T 40 R 16, T 150 R 60, T

6 tostones 6 tostones 10 reales

180 R 72 T 1050 R 420 T 230 R 92 T

6 reales

396 R 990 R

1 real 8 tostones

120 R 48 T 120 R 48,8 T

6 tostones

180 R 72 T

  AGI Contaduría 545-2 Cuentas presentadas a la Casa de la Contratación, año de 1578.

106

AFRICANOS EN LOS CONFINES DEL IMPERIO

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I

Total

Artículos

Valor Unidad

Orica

16 P M, 6 Tomines 8 mantas 10 fanegas de maíz sementera 85 tostones negros libres **

Total en tostones*

6 tostones 3 reales

120 R 48 T 30 R 12 T

1 tostón

85 R

R = reales T= tostones * Tostón: equivalente a 2,5 reales —8,57 g de plata. ** Los negros libres varones debían pagar 1 tostón anual, las mujeres 0,5 tostones. Datos procedentes de AGI Contaduría 545-2, cuentas presentadas a la Casa de la Contratación 1578.

El pacto que había logrado Conteras con los curas y los jefes de las reducciones y rancherías cercanas se vio alterado por la presión de los mineros por el repartimiento de mano de obra. Una vez más, las violentas formas de reclutamiento de indígenas para llevarlos a las zonas mineras provocaron oleadas de hambre, al abandonarse las áreas de cultivo, y fomentaron la huida en masa de muchos otros hacia las Tierras de Frontera. En 1578 los pueblos de Xaman y Cozozu habían sido prácticamente desmantelados y sus moradores fueron trasladados hacia las minas del cerro de Santa Lucía. Muchos huyeron y se establecieron en los márgenes del río Guayambre, dando origen a una ranchería conocida como Danlí.107 Los religiosos no tardaron en informar a Sevilla de lo que sucedía. El Consejo de Indias, preocupado por proteger la estabilidad en la zona, recordó a Contreras una Cédula Real, enviada en 1571, donde se especificaba a todos los cabildos de la provincia que los gobernadores no tenían autorización para el reparto de indígenas y que la encomienda estaba prohibida.108 Entrada la década de los ochenta, la producción minera se vio colapsada: a la falta de trabajadores estables se sumó el alto coste del azogue, la cada vez más agresiva presencia de piratas y las permanentes dificultades de transporte y bandoleros en los caminos, todo dentro de un contexto de extrema violencia y corrupción que provocó el abandono de áreas con importantes yacimientos en el Cerro de San Lorenzo. Meses antes de la noticia del hallazgo de yacimientos en las cercanías del valle de Tegucigalpa, algunos de los más importantes mineros dueños de las explotaciones de Apasapo, San Marcos y Agalteca109 enviaron un documento de solicitud de ayuda al presidente de la Audiencia expresándole la necesidad de más azogue y esclavos bozales. Entre estos importantes vecinos estaban Alvarado de Paz, Juan Moreno, Carlos Salcedo y Juan de Sancho,110 quienes al no recibir ninguna respuesta, decidieron enviar otra so107   AGCA A, I 3138 Leg. 49, 5 Sobre el origen de los cimarrones de Xaman y Cozozu que trabajaban en el Cerro de Santa Lucía Guatemala, año de 1579. 108   AGCA AI, 23 4575 f. 316. 109   Reina Valenzuela, 1981, p. 16. 110   Encontramos referencias sobre esta solicitud en los testamentos recopilados en AGCA AI, 1, 15 Legajo 164 testamentos, entre los años 1587-1590.

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licitud,111 incluyendo esta vez el conocimiento de yacimientos en las estribaciones de los cerros cercanos: Quince leguas de la dicha ciudad de Valladolid, la buelta de Leste, estan unas minas en el cerro llamado Santa Lucía; son de Findizion y de Beneficio de azogue tiene muy buena ley de plata dan muchas bezes en socavones de muy rico metal de fundición; son betas de buen beneficio; es de calidad aquel cerro que toda la tierra del tiene por quintales dos y tres onças de plata [...].

Ante la sospecha de que se trataba de una estrategia para conseguir más esclavos y azogues financiados por la Hacienda Real, el presidente de la Audiencia de Guatemala, el licenciado García Valverde, decidió organizar una expedición para visitar la zona con el fin de verificar la información. Al poco tiempo, el equipo formado por Baltasar de Mendoza, Luis González, Gonzalo Rodríguez y López Pachón112 informó al presidente que a poca distancia de la ciudad de Valladolid existían varias minas de oro, cobre y plata de gran calidad, que como pudieron comprobar: «funden sin ayuda de liga». Más adelante, los visitadores anotaron: Y con buena ley de plata porque tiene entre 4 y 5 onzas por quintal de tierra, estas minas, dice el ensayador, están despobladas de españoles, pero hay varias rancherías y de indios y gentes libres[...].

Los visitantes, convencidos de que aquellas minas merecían la atención de las autoridades reales, informaron al presidente García Valverde,113 quien reenvió el mismo informe a Sevilla. No muy seguros del efecto causado en la Casa de Contratación, don Luis González, miembro del grupo que visitó las minas, escribió por su parte a la Corte explicándole al rey los beneficios que su hacienda recibiría si auxiliaba a los mineros de Comayagua en la explotación de las mencionadas minas. González114 escribió: De las minas que se han descubierto en Honduras hay nueva cierta sobre la riqueza que prometen como particularmente esta audiencia da cuenta a su Mjª, los mineros y descubridores son tan pobres muchos de ellos que no pueden labrar y sería de mucha importancia para utilizar de la Hª Rª Vª MJª socorro de estas tierras que VªMjª envíe cantidad de negros hasta 500 porque demás de que se vendieran bien ayudarían al aumento de la HªRª [...].

Tanto el presidente García Valverde como sus hombres sabían que para convencer a la Corona de invertir en aquella nueva etapa minera debían demostrar la potenciali  Relación de las Minas de Honduras, en Documentos de la Academia de la Historia de Madrid, p. 59.   AGI audiencia de Guatemala, Leg. 402, Tomo III. 113   AGI, Guatemala, 39, R, 9, nº 42, Relación y descripción enviada a su Majestad y a su Real Consejo de Indias del nuevo descubrimiento de minas que de un año a esta parte se han descubierto junto y dos leguas del pueblo de Tegucigalpa doce leguas de Comayagua de la Provincia de Honduras, Santiago de Guatemala, fechado el 30 de marzo de 1580. 114   AGI, Guatemala, 45, n, 68, cartas de Luis Gutiérrez a su Majestad año 1580. 111

112

AFRICANOS EN LOS CONFINES DEL IMPERIO

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dad que el territorio ofrecía. Recordemos que las minas de Guasucarán bajo el control del cabildo de Comayagua no gozaban de muy buena fama después de los gravísimos problemas de corrupción, que habían hecho perder mucho dinero a la Hacienda Real. Por ello, la nueva etapa minera debía estar enmarcada en una mejor y más transparente administración. Ante todo, el gobernador buscó convencer a la Casa de la Contratación de la necesidad de invertir en azogue y esclavos, a la vez que prometió pacificar la región. Paralelamente a todo ello, Contreras fue consciente de que necesitaba garantizar la mano de obra necesaria y expandir el territorio bajo control colonial, todo ello sin contar con una milicia importante que le ayudase a tan fin. Por ello, no dudó en iniciar un diálogo con los jefes de las rancherías periféricas, con el fin de integrarlos en la nueva etapa. Las rancherías periféricas a las zonas mineras no eran extrañas a los colonos. Desde el despegue de la minería de plata en Comayagua, muchos de los individuos que vivían en ellas se habían integrado, ya fuese como trabajadores o como comerciantes. El comercio de estos últimos se basaba en el intercambio de productos básicos a cambio de plata nativa. La actividad económica que venían desarrollando estas comunidades era bien conocida por los funcionarios en Guatemala, por lo que fue fácil para el licenciado García Valverde reconocerles una especial autonomía. Esto marcó un momento importante en la historia de la región y fue un punto de referencia, recurrido en otros momentos e incluso en otros espacios coloniales como Panamá, donde la incapacidad militar española, unida a la habilidad de los cimarrones, obligó a la Corona a aceptar sus reivindicaciones, tales como la libertad y la posesión de tierras. La situación que encontró García de Valverde en su visita a la zona fue de conflicto general, de auténtica guerra. Como él mismo explicó, existía un descontento social generalizado que afectó a todos los espacios económicos, al entorpecer la producción y el comercio y al favorecer con ello el contrabando. La Corona respondió a todas las observaciones de Valverde115 en el siguiente tono: Por que somos informados que otras personas aunque tengan titulo los Repartimientos que seles andado son excesiva cantidad. mandamos que las audiencias cada qual en su jurisdicción se informe y bien desto y con toda Brevedad y les Reduzcan los tales repartimientos a las personas dichas a una onesta y moderada cantidad y los demas pongan luego en nuestra Corona Real sin embargo de qualquier apelación osuplocacion que por las tales personas sea interpuesta y de lo que assi hizieren las dichas audiencias. nos envíen relacion con brevedad para que sepamos como se cumple nuestro mandato [...].

Ese mismo año de 1578, Valverde puso en marcha las órdenes, sometiendo a un juicio ejemplar al contador Pedro Velez, acusado de permitir el contrabando y aceptar que negros y zambos comerciaran en Comayagua.116 Con ello, Valverde intentó someter a la región a su control, pero un suceso importante acaecido en los mismos días le hizo   AGI, Guatemala, 10, R, 7, n.º 75: Carta del Presidente de la Audiencia de Guatemala a su Majestad, Santiago de Guatemala, 30 de marzo de 1580. 116   AGCA A, I, 15 26248, Leg. 2871, Juicio contra el contador de cuentas reales Pedro Vélez, año 1583. 115

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cambiar de estrategia. Se trató del descubrimiento de nuevas vetas de plata en el cerro de Santa Lucía y en otra zona no muy lejana, conocida como Tegucigalpa.117 El siguiente problema a resolver por Valverde fue la jurisdicción de aquellos nuevos territorios. Temió que la integración de estos nuevos espacios mineros a Comayagua empoderara a los vecinos locales, afectando a los inversionistas guatemaltecos, con quienes mantenía asuntos que iban más allá de los simples negocios. La reacción de García Valverde118 fue la de escribir al rey para explicarle la situación y, sobre todo, advertirle que la anexión de estas nuevas minas a Comayagua implicaría que tanto el gobernador de la provincia Contreras como el contador Bustillos continuaran fortaleciéndose en la zona. Propuso como una posible solución crear una nueva alcaldía de minas en la zona. Con ello, Valverde buscó frenar la creciente influencia que estaba teniendo Comayagua en la región del Istmo en general. El contundente informe presentado por García Valverde convenció a la Corona de la necesidad de fraccionar la jurisdicción de la zona minera. También aceptó la propuesta de Guatemala de colocar como gobernador a Juan de la Cueva,119 antiguo alguacil de la Audiencia y hombre de confianza de García de Valverde. Al mismo tiempo, la Corona dio luz verde a la propuesta de dotar a la nueva alcaldía de la jurisdicción de autoridad sobre 41 pueblos, 19 procedentes de Comayagua y los demás oriundos de Choluteca, incluyendo entre ellos las rancherías de Apozopo y Orica.120 En 1578 se le otorgaron poderes administrativos y judiciales a Juan de la Cueva en temas tocantes al laboreo y registro de las nuevas minas. A partir de este momento, se conoció como Real de Minas de San Miguel de Tegucigalpa a este nuevo espacio jurisdiccional. Esta nueva promesa de riqueza inició un movimiento de migración hacia la zona minera, atrayendo a muchos de los vecinos de Trujillo, San Pedro y Gracias a Dios. No pasó mucho tiempo para que los franciscanos, primero, y los mercedarios después, establecieran en Tegucigalpa importantes centros misioneros, que compitieron con los dominicos en la evangelización de la región. Es gracias a la presencia de estos religiosos que rápidamente se fundaron cofradías de negros y mulatos, de gran trayectoria durante todo el periodo colonial.121 En los albores de la fundación de la Alcaldía Mayor de Minas de Tegucigalpa, el territorio de la provincia de Honduras bajo control español no había aumentado más que 117   AGI, Guatemala, 39, R, 9, Nº 42: Relación y descripción que Alonso Contreras de Guevara gobernador de la provincia de Honduras envía a su Majestad y a su Real Consejo de Indias del nuevo descubrimiento de minas que de un año a esta parte se han descubierto junto y dos leguas del pueblo de Tegucigalpa doce leguas de Comayagua de la Provincia de Honduras, Santiago de Guatemala, 30 de marzo de 1580. 118   AGI, Guatemala, 10, R, 7, n.º 75: Carta del Presidente de la Audiencia de Guatemala a su Majestad, Santiago de Guatemala, 30 de marzo de 1580. 119   Reina Valenzuela, 1981, p. 22. 120   Reina Valenzuela, 1981, pp. 29-32. 121   El libro de Nicole Von Germeten sobre cofradías es una excelente guía para entender el desarrollo de las hermandades y cofradías en suelo americano. Von Germeten, 2006.a y la obra de Castañeda y Velázquez, 2012.

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algunos cuantos kilómetros, posiblemente gracias a la implementación de la agricultura y a la expansión de estancias ganaderas, como respuesta a la demanda de productos para abastecer las explotaciones mineras establecidas en Comayagua. Aun no se podía contar con los territorios de las rancherías, ya que sus habitantes eran volubles y exigían ante todo el control de sus tierras. Hasta la fecha no existe una carta fundacional que nos afirme las fechas de la creación del Real de minas de San Miguel de Tegucigalpa, cuestión que hace pensar que la ciudad no fue el resultado del clásico proceso de creación colonial español, enmarcado en gloriosas campañas militares contra los naturales. Esto ha originado una serie de leyendas en el contexto de la creación de las identidades propiciadas por los Estados-nación. En importantes trabajos como el de Felipe Martínez Castillo,122 Linda Newson o José Reina,123 hemos encontrado diferentes propuestas sobre el tema. Uno de los más antiguos relatos sobre el origen de la ciudad tiene como base la solicitud de méritos y servicios de don Lope de Cáceres.124 En ella se explica cómo se internó en la tierras altas, más allá del cerro Sapusuca,125 buscando el origen de los terrones de plata que traían los zambos a su hacienda: Nos fuimos hacia la cañada del gran río buscando un paso menos difícil después de muchas dificultades llegamos al cerro conocido como Sapusuca, que tenían gran cantidad de ranchos y negros, estos estaban bien armados y que estaban a lo largo del gran río en el valle formado ahí [...].

Según el historiador José Reina Valenzuela,126 esas poblaciones encontradas por el encomendero fueron amigables y facilitaron con su actitud la ocupación del valle, al punto que «los españoles olvidaron formalizar la fundación.» De esta forma, José Reina Valenzuela justifica la ausencia de un acta fundacional como correspondería, en principio, a una importante ciudad colonial. Otro de los historiadores que han intentado explicar el origen de la alcaldía fue Vallejo,127 quien propone que la ciudad se fundó en 1579, un año más tarde de la fecha propuesta por José Reina Valenzuela. Afirma, además, que las primeras familias se establecieron en 1580. Este debate sobre la fecha exacta de la fundación de Tegucigalpa parece que tiene una gran importancia para los historiadores locales, quienes, como hemos dicho antes, buscan señalar a Tegucigalpa como una villa española, eliminando cualquier interrogante sobre un posible origen cimarrón de la ciudad.   Martínez Castillo, 2004.   Reina Valenzuela, 1981, p. 56. 124   AGI, Guatemala Leg. 43. El documento es algo confuso en la descripción. Hemos entendido que al hablar de caseríos a orillas del gran río se refería al río Choluteca. Posiblemente los caseríos se establecieron entre el cerro El Picacho y el cerro Moncada, al presentar las mejores condiciones para su ocupación y quedar más protegidos en época de crecida de los ríos. 125   Hoy conocido como cerro El Picacho. 126   Reina Valenzuela, 1981, p. 20. 127   Vallejo, 1905. 122 123

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La pregunta sobre quiénes eran los habitantes de la región nos hace pensar que el valle de Tegucigalpa no tuvo que ser diferente a otras áreas periféricas de Comayagua. Con esto pretendemos justificar la probabilidad de que los pobladores de los asentamientos a orillas del río Grande128 fuesen esclavos huidos de las haciendas y de las explotaciones mineras cercanas al Cerro de Guasucarán y de la zona de Olancho. No en balde, la huida fue uno de los mecanismos de resistencia más utilizados por los esclavos africanos e indios sometidos al trabajo forzado. Así lo define Vila Vilar129 cuando dice: «una situación de opresión genera necesariamente, una contestación que en ambos casos se presenta como una huida de pequeños grupos a lugares abruptos no lejos de las ciudades». La posibilidad de que los primeros habitantes del valle fuesen cimarrones eliminaría toda opción de dotar a la ciudad de un origen español; sin embargo, en ninguna de las investigaciones consultadas, como las de Felipe Martínez Castillo,130 Linda L. Newson131 o José Reina Valenzuela132 se ha hecho una reflexión sobre el tema. Otra de las propuestas sobre una posible fundación de origen español se plantea en el trabajo de la profesora Oyuela. Ella afirma que en 1580 el minero Gaspar de Santinponce llevó al fraile Pedro Jiménez hasta un paraje sobre un abrupto picacho, donde bautizaron una mina con el nombre de Santa Lucía. Un dato curioso es que, al contrario de lo que dicen otros historiadores, ella afirma que para esta fecha ya existían en la región unas diecisiete minas activas.133 Probablemente esas minas activas mencionadas por Oyuela eran pequeñas minas explotadas por mineros, a los que podríamos identificar como cimarrones y zambos. Serían estos mismos individuos los que llevaron los terrones de plata a comerciar a las plazas de Comayagua y a Gracia a Dios, y muy posiblemente fueron los mismos que controlaron el tráfico del río Grande. El reconocimiento de la importancia de estas poblaciones lo vemos confirmado en dos decisivas medidas que tomaron las autoridades reales desde Guatemala y Comayagua. Por un lado, el gobernador Contreras envió a un teniente (cuyo nombre no conocemos) para que pactara con los líderes de las rancherías establecidas a lo largo del Río Guayape. Por su parte, el espacio geográfico de la nueva Alcaldía Mayor de Tegucigalpa llegó a alcanzar a lo largo de su existencia una extensión de aproximadamente 2100 km2, superficie que no varió sustancialmente durante el periodo colonial; en realidad, nunca sobrepasó los límites establecidos en su fundación. Algunas propuestas recientes han trazado unos límites del espacio territorial y jurisdiccional de la alcaldía más acordes con la documentación, al incluir territorios ocupados por las rancherías cercanas a las zonas mineras. Taracera134 afirma que:   Al río Choluteca se le llama Río Grande en muchas fuentes.   Vila Vilar, 1987, p. 78. 130   Martínez Castillo, 2004. 131   Newson, 2007. 132   Reina Valenzuela, 1981, p. 56. 133   Oyuela, 2000, p. 56. 134   Taracena Arriola, 1991, p. 30. 128 129

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Grosso modo podemos decir que los linderos se definían por la ruta que sigue el curso del río Guasaule, continuaban por la línea de la Cordillera de Dipilto, o montañas de Jalapa que dividen la frontera con Nicaragua, bordean por el norte la ribera del río Guayape, y descendían a lo largo de los montes de Comayagua hasta encontrar con el río Goascorán, para terminar en su desembocadura en el Golfo de Fonseca, incluyendo las islas que se encuentran en su ámbito [...].

Esta delimitación geográfica le concedió control sobre dos ecosistemas distintos: uno sería la región Pacífica, con el golfo de Fonseca135 como principal espacio de interacción; el otro, las ricas tierras de cultivo que se encuentran en las llanuras aluviales del piedemonte de la cordillera de Dipilto y la cordillera de Comayagua, con abundante agua, gracias a ríos como el Choluteca, el Guascorán, el Guayambre y el Nacaome, que presentaban tramos navegables, facilitando con ello la comunicación del territorio con la costa caribeña en épocas de crecidas. Por otra parte, el clima favoreció la formación de grandes masas de bosques en las estribaciones de las cordilleras. El subsuelo presenta una rica concentración de minerales, que ha sido siempre tema de referencia en la historiografía local, como hemos venido apuntando. Hacia el norte, y haciendo frontera con Olancho, vamos a encontrar las rancherías136 de Ojojona, Aguanqueterique, Orica y Cantacamas,137 que fueron incorporadas a la Alcaldía, siguiendo un proceso de pactos con los líderes de esas poblaciones, con el fin de controlar, asegurar y pacificar los caminos hacia el Caribe y hacia Nueva Segovia.

Tegucigalpa: nuevo espacio de empoderamiento de los afrodescendientes Cuando a mediados de 1579 Juan de la Cueva tomó posesión como primer alcalde de Tegucigalpa, quedaron bajo su jurisdicción las minas de Guasucarán y Algateca, las rancherías de Ula, Nacaome, Apasapo y Jojona, los pueblos de Tatumbla, Lugarén, Curarén, Reitoca, Lepaterique, Támara, Liquetimaya, Tapale, Guarabuquí, Urica, Guaymaca, Pasaquina, Caperique, Aguanqueterique, Ticla y Lauterique y la villa de Choluteca. Por   El dominio de esta zona fue crucial para la historia: con ella, la alcaldía se aseguraba el abastecimiento de sal y controlaba las rutas comerciales hacia el Salvador y Nicaragua, iniciando así una relación con el Pacífico que duraría todo el periodo colonial, dando la espalda, desde un inicio, al litoral caribeño. 136   El primer censo que se llevó a cabo a raíz de las reformas borbónicas dio como resultado que había en Cantacamas unos mil quinientos mulatos (nombre con el que se definían a los afrodescendientes en general) frente a cincuenta y dos españoles, según Ortiz de Letona, 1935, pp. 29-39. 137   En muchos de los trabajos consultados hemos encontrado que se le llama Cantarranas a la ranchería de Cantacamas, sobre todo en los mapas y documentos ingleses del siglo xvii y xviii, como por ejemplo Morse Sidney, 1842, p. 45. Años mas tarde, James Wyld anotó en su obra Cantarranas en lugar de Cantacamas. Wyld, 1852. El mapa de Wyld se encuentra en la National Archives of Kew U.K. (de ahora en adelante, NAK) NAK925/1241. 135

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otro lado, se integraron a esta última jurisdicción Orica y Agalteca, dos de las más importantes rancherías de la zona. La fundación de la alcaldía hizo que el cabildo de Comayagua perdiera buena parte de su jurisdicción, asunto que causó un verdadero colapso en la economía regional. A pesar de las demandas de los vecinos de Comayagua, el proyecto de la nueva alcaldía tomó forma rápidamente. Al inicio, mientras se construían algunas viviendas y edificios, De la Cueva se estableció en Comayagua, donde entabló negocios con el gobernador Contreras y sus socios mineros, alianzas que no gustaron a los guatemaltecos, quienes temerosos de perder la oportunidad de explotar los nuevos yacimientos, se apresuraron a denunciar al nuevo gobernador. Once meses después De la Cueva fue depuesto de su cargo. Se le acusó de corrupción y de favorecer la concesión de minas a sus socios de Comayagua. Además, se le imputó el traslado semanal de indígenas, provenientes de otras jurisdicciones, con el fin de poblar las minas de sus socios.138 La Corona no estaba dispuesta a perder el ingreso del diezmo real de las minas hondureñas, por lo que ordenó que se residenciara a De la Cueva,139 quedando librados del proceso el gobernador de la provincia Contreras y el tesorero real Bustillos, viejos funcionarios corruptos que poseían sólidas redes de clientelismos en la provincia y en la Audiencia. Las acusaciones de corrupción han de entenderse dentro del contexto de lucha entre las diferentes facciones que veían en la nueva Alcaldía la oportunidad de enriquecerse, sobre todo entre los partidarios de Contreras, gobernador de la provincia de Honduras, y el presidente de la Audiencia, Valverde. Dentro de esas luchas de poder, fueron las alianzas con los llamados caciques negros de las rancherías periféricas un elemento clave para acceder a la mano de obra necesaria para las minas. Una vez establecida la alcaldía en 1580, el Consejo de Indias solicitó periódicamente informes sobre la situación en las minas; al parecer, no estaba dispuesto a perder el control de aquel prometedor territorio. Los informes enviados por Juan de la Cueva un año atrás fueron favorables. Al parecer, se estaba produciendo una cantidad de plata razonable, lo que hizo que el Consejo enviase desde Sevilla cantidades regulares de azogue, esclavos y otros productos para el buen funcionamiento de las minas; incluso se otorgó una prórroga mediante cédula real para el pago del diezmo, en lugar del quinto real. Por si fuese poco, mediante Cédula Real fechada en 1580, la Corona ordenó al gobernador Contreras Guevara que con el dinero resultante de los impuestos locales se construyeran almacenes con un valor de seis mil pesos para la pólvora y el azogue, que irían destinados a la nueva alcaldía. Además, se le pidió al maestro Diego López un informe sobre el territorio. Al parecer, López realizó un detallado estudio de los recursos naturales de la zona, haciendo alusión a la fuerte presencia negra en los caminos y riberas de los ríos.140 Igualmente, López comentó que las vetas de Tegucigalpa contenían un mineral menos duro que el de Comayagua, lo que facilitaría su extracción y procesamiento.   AGCA, A, 3, 9 f5331 Leg. 504, Juan de la Cueva, Argumentos de su defensa 1580.   AGI, Guatemala, 78, nº 37, Provisión Real para tomar residencia a Juan de la Cueva y a sus tenientes y oficiales. 140   Martínez Castillo, 1983, p. 134. 138 139

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La escasa colaboración De la Cueva y su alianza con Contreras le costó el puesto. Fue enviado a Guatemala, donde fue culpado, entre otros, por los delitos de cobrar comisiones y de anexionar territorios de otras jurisdicciones a Tegucigalpa. De la Cueva141 argumentó que, como gobernador, tenía entre sus funciones la racionalización y división interna de su jurisdicción y de sus habitantes. El 31 de octubre de 1580, la Corona, por medio de Cédula Real142enviada a Guatemala, ordenó que se nombrara a Juan Cisneros de Reynoso, sobrino del presidente Valverde, como nuevo gobernador de la Alcaldía de Tegucigalpa, lo que garantizó la influencia de Valverde en la zona, para decepción de los lugareños. El nuevo gobernador, Cisneros de Reynoso,143 llegó a Tegucigalpa en 1581. Entre sus primeras impresiones anotó que residían allí muchos negros y mulatos libres. La presencia de Reynosa en Tegucigalpa marcó el final de la hegemonía de Contreras y sus socios: el enfrentamiento entre ambos dio como resultado la destitución de Conteras de su cargo, quien fue enviado a Guatemala, donde se tuvo que enfrentar a un duro proceso de residencia. La presencia de Reynosa, junto a la buena marcha de las minas, hizo que se enviaran cantidades importantes de metal a Sevilla. También debemos remarcar que algunas de las medidas contra el fraude tomadas en la gobernación, como era el evitar la fuga de plata hacia Guatemala, favoreció este proceso. A mediados de 1583, los nuevos tesoreros reales de la alcaldía, don Gaspar Rosales y don Alonso Vides, enviaron en la nao «Polo Porta» la cantidad de 297 456 pesos y 5 tomines con 7 granos de oro, correspondientes al pago del diezmo y los almorifazgos de la alcaldía entre 1582 y 1583.144 En 1582, gracias a las buenas noticias provenientes de Tegucigalpa, la Corona decidió por medio del Consejo de Indias financiar la entrada de doscientos esclavos,145 que fueron distribuidos exclusivamente entre los mineros de la nueva alcaldía. Fueron colocados entre los mineros vecinos, aunque nuevamente se entregó esclavos a los guatemaltecos, incumpliendo con ello el acuerdo firmado con la Casa de la Contratación, organismo que financió la cargazón. De ello fueron culpados Rosales y Vides. En su lugar fue nombrado don Diego Ramírez,146 quien a finales de 1583 intentó poner orden en las cuentas y envió un nuevo informe, donde especificó los caudales recogidos y los salarios pagados durante ese año: 141   AGI, Guatemala, 56. Denuncia hecha por el anterior gobernador Contreras y sus socios. Testimonio de la contradicción que el gobernador de Honduras hizo al nuevo oficio de alcalde mayor de minas que el Presidente de Guatemala instituyó en aquella provincia fechado en Guatemala, 24 de septiembre de 1579. 142   Esta cédula real ha sido transcripta completamente en la obra de Reina Valenzuela, 1981, pp. 28-30. 143   AGCA, A, I 23, Leg. 1513, f. 625: Informe presentado por el nuevo gobernador sobre la situación de la Caxa Real, año 1581. 144   AGI Contaduría de Guatemala, N 69, Carta de Alonso de Vides, tesorero y Gaspar de Rosales, contador. 145   AGI Audiencia de Guatemala, Leg. 10, Valverde informa de la llegada de esclavos y azogue al puerto de Trujillo, año de 1583. 146   AGI, Guatemala, 45, N75, fechado el 25 de marzo de 1583.

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Se envía al Rey en 3 pequeños navíos procedentes de Canarias y cargadas de vino... este año ningún barco de la flota a este puerto... enviamos en ellos los dineros con la orden de que en la Habana, donde debe de juntarse con la Flota, se traslade a un barco mayor [...].

En dicha ocasión fue enviada la cantidad de 56 177 tostones y 2 reales. Poco después, en mayo de 1585, fueron enviados 5294 pesos y 35 gramos como pagos del diezmo real de la fundición Real de la ciudad de Valladolid de Comayagua, como especificó Ramírez.147 La buena marcha de las minas se dio gracias a la disposición de mano de obra, no exenta de polémica, sobre todo desde que Reynosa siguió apostando por la contratación de esclavos huidos y zambos. La presión de los lugareños le hizo elevar una consulta al rey sobre el tema. En 1584, el mismo Felipe II,148 mediante Cédula Real, dio la orden de establecer nuevos asentamientos: «con los indios y negros que vivían dispersos en montañas, ríos y valles de las nuevas minas». Una vez más, fue necesario pactar con los líderes de las comunidades y movilizar la población, con el fin de establecer tres reducciones a orillas del río, llamadas Comayagüela, Río Hondo y Suyapa. Estas pasaron a ser consideradas, a pesar de su alto porcentaje de población afroindígena, como reducciones de indios bajo el cuidado de los franciscanos. Con ello se buscó acabar con el constante problema de la mano de obra. La solución no gustó a todos, ya que, una vez más, se favorecieron los intereses de los guatemaltecos sobre los locales. Por ello, los mineros hondureños pidieron al Consejo de Indias que interviniera, para alcanzar una solución al eterno problema de los favoritismos que amenazaban con colapsar la producción minera. A pesar de creer la Corona que había acabado con la corrupción en la Audiencia, vemos que durante toda la década de los ochenta hubo demandas de abusos cometidos por funcionarios. Fueron especialmente recurrentes las demandas por el mal reparto de azogue e indígenas. De aquí la importancia de las alianzas con los caciques en las reducciones. En 1586 había noventa negros libres149 que actuaban como caciques, que controlaban buena parte de las nuevas reducciones y de las rancherías periféricas asentadas a orillas del río Guayape. Las rancherías se fueron consolidando en este contexto, sobre todo aquellas que controlaban espacios territoriales claves, como lo eran las rutas fluviales y los pasos de montaña. Muy pronto los hombres de Reynosa supieron que la producción nunca alcanzaría ni por asomo las cantidades especuladas, pero los vecinos de la nueva alcaldía fueron conscientes de que la producción de metales no era la única fuente de prosperidad que ofrecía el nuevo auge minero. Una serie de necesidades nuevas surgieron alrededor de la minería, que fueron resueltas gracias a la presencia de haciendas y estancias que se fueron especializando a lo largo del periodo. Por otro lado, desde aproximadamente 1585, la escasa dureza de la plata de Tegucigalpa hizo posible que muchos se dedicaran a   AGI, Guatemala, 49, N62.   AGCA, Legajo 43, Cartas e informes de los Oficiales Reales de Valladolid de Comayagua, entre los años 1580-1586. 149   AGI, Guatemala Leg. 10, Valverde informa de la presión de los mineros de Comayagua, año 1586. 147 148

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procesar pequeñas cantidades de plata en rudimentarios hornos. Pronto fue común ver en las plazas de la alcaldía circular una gran cantidad de plata, utilizada como moneda de cambio. La facilidad para encontrar terrones de plata aglutinó en los cerros y ríos a personajes de diferentes procedencias y condiciones jurídicas, mientras los poderosos mineros y comerciantes guatemaltecos formaron un bloque sólido que frenó cualquier intento de desarrollo de los locales, especialmente en la distribución del azogue, elemento clave en la nueva etapa minera. La presencia de nuevos funcionarios rompió la hegemonía de los mineros guatemaltecos en la zona. Además de tener que quintar toda la plata en Comayagua, se les controló la cantidad de azogues que recibían. Por ello, en 1588 Francisco Romero,150 contador real de la Audiencia, en nombre de los intereses guatemaltecos en las minas, solicitó a la Casa de la Contratación el envío de esclavos exclusivos para ellos, recordándoles que: «años atrás fueron pagados y que se necesitan al menos 500 negros más. En el mismo documento desglosa las cuentas del año 1588. Le recuerda a su Majestad que los mineros de Guatemala enviaron el año anterior 107 800 pesos correspondientes al diezmo pagado por los mineros locales. Simultáneamente, las políticas para el cobro de tributos dieron un giro importante al exigirles a los indígenas pagar estos últimos con productos como maíz, frijoles, quesos, pequeñas cantidades de trigo, gallinas de Castilla y gallinas de las Indias,151 huevos o panes, junto a sebo, carne de res y cerdo. Todos estos productos fueron comercializados en las plazas de las villas a beneficio de la Hacienda Real. La caída de la minería, o mejor deberíamos decir del pago del quinto real por parte de los mineros, no afectó en gran medida a estos centros productivos, que rápidamente se adaptaron al reto que el contrabando les ofrecía. Podemos ver que se ha dado un importante aumento en la producción en momentos en los que los beneficios y los hornos de fundición se encontraban en pleno rendimiento. La escasa presencia pirata dio una tregua al comercio y la flota metropolitana arribaba con azogue y otros productos. Desde Sevilla se enviaron ciento once esclavos, quienes llegaron al Puerto de Trujillo en 1590 y fueron llevados a Tegucigalpa, a pesar de las protestas de los mineros de Comayagua, que pretendían recibir parte del azogue y de los esclavos. En 1591, Juan de Ybarra152 informó que desde el Puerto de Caballos se había enviado la cantidad de 76 676 pesos de minas, correspondiente a la Hacienda Real, ocasión que aprovechó para pedir una prolongación del privilegio del pago del diezmo. Las remesas llegadas a Sevilla crearon la suficiente confianza como para que la Casa de la Contratación volviera a financiar el envío de esclavos. En 1595, Francisco Romero153 informó que el tratante Fernando de Porras cobró los derechos por la venta de los esclavos transportados en una nao desde Veracruz (lamentablemente no especifica la cantidad de esclavos traídos). Por otro lado, informó de la entrada de cien esclavos sin licencia y   AGI Audiencia de Guatemala, 56 N21 Informe del Contador a la Casa de Contratación, año de 1588.   La gallina de las Indias es el pavo bronceado (Meleagris gallopavo), originario de América Central. 152   AGI, Audiencia de Guatemala, 49 N43, Informe de Juan de Ybarra, año de 1591. 153   Ibidem, N 49. 150

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sin marca real, que fueron decomisados en el puerto y distribuidos en las minas del cerro de San Lorenzo. En el mismo documento se informó sobre el envío de 432000 maravedíes, que valían 187000 tostones de cuatro reales en sus cajones, clavados, encolados y liados hacia Sevilla en la embarcación llamada La Coloma, capitana de la Armada y bajo el mando de don Tomás de Cardona. El movimiento portuario en ambas costas del Istmo nos confirma el buen ritmo de las explotaciones mineras, que se vieron beneficiadas con la regularidad de la arribada de la nao de Honduras y de otras embarcaciones, procedentes de los puertos vecinos, que se acercaron a comerciar a Caballos y Trujillo. Las continuas solicitudes para el envío de esclavos y la falta de documentación sobre la entrada de estos últimos contrasta con el gran número de esclavos que, según las fuentes, estaban trabajando en la zona minera de Guasucarán, primero, y de Tegucigalpa, después. Para 1590 había ciento ochenta y dos esclavos africanos trabajando en los cuatro beneficios de Guasucarán.154 La respuesta a esta contradicción la podríamos encontrar en el contrabando y en la entrada irregular de esclavos desde otras provincias, como Nicaragua y Guatemala, especialmente cuando se descubrió otra serie de vetas de gran calidad, no muy lejos de las famosas minas de San Juan, Ojojona y Santa Lucía. Estas nuevas vetas se vieron favorecidas por la entrada irregular de esclavos, un problema que nunca pudo resolver la Casa de la Contratación. 155 La demanda de esclavos para la minería desbordó la capacidad del Imperio, lo que facilitó que se buscaran otros mecanismos para abastecer el mercado. Una vez más, en 1599156 la Corona otorgó al portugués Pedro Gómez Reinel una licencia para pasar doscientas piezas cada año, destinadas a los mineros de Honduras. Según Leiva y Diemecke,157 en 1601 se otorgó otra licencia a Juan Rodríguez Coutiño, para que pasara la misma cantidad de esclavos a Trujillo, destinados a la Alcaldía Real de Tegucigalpa. Por otro lado, el Consejo de Indias dedicó muchos esfuerzos a intentar cubrir todos los aspectos, tanto jurídicos como morales, necesarios para legitimar su monopolio mercantil, fortalecido por las políticas intervencionistas y las numerosas regulaciones internas a las que fueron sometidas las economías coloniales durante todo el siglo xvi.158 Podemos entonces decir que, en realidad, el monopolio comercial colonial fue más una doctrina que un sistema económico. Uno de esos aspectos fue el comercio de esclavos. Para Robin Blackburn,159 la creación de las licencias para la trata de esclavos facilitó en gran medida su introducción a   Taracena Arriola, 1991, p. 48.   Existieron tres instituciones fundadas ex novo para encargarse de todo lo referente a las Indias, todas ellas con domicilio en Sevilla: la Casa de la Contratación de 1503, el Consejo de Indias de 1524 y el Consulado y Lonja de Indias de 1543. Fue la Casa de la Contratación el organismo que administró todo lo referente al comercio con las Indias. 156   AGI, Guatemala, 44 159. 157   Calderon Diemecke, 1973, p. 25. Leiva Vivas 1982, p. 125. 158   Bernal, 2007, p. 155. 159   Blackburn, 1998, p. 12. 154 155

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los enclaves coloniales, sobre todo después de 1518. El éxito fue tal que se dejó de buscar el oro africano,160 que había llevado a los portugueses a explorar las costas africanas, para entrar en el lucrativo negocio de la esclavitud. En palabras del historiador J. L. Cortés:161 […] la trata negrera había financiado los primeros viajes atlánticos convirtiéndose, de esta forma, en sucedáneo y sustitutivo del oro que frecuentemente iban buscando los navegantes lusos.

El comercio con las Indias se convirtió en un elemento clave para la economía de la Península. La Corona entendió desde un principio la importancia de regular todos los aspectos comerciales, con el fin de asegurarse la continua entrada de caudales, siendo la trata, sin lugar a dudas, un lucrativo negocio y, por ello, se debía legislar para asegurar el control sobre el mismo. No olvidemos, en este sentido, que la esclavitud de los africanos llegó a América totalmente resuelta hasta en sus más pequeños detalles jurídicos. Se puso especial énfasis en el tema fiscal como elemento de control. Según Scelle Giorges:162 «cuando los españoles arriban al Nuevo Mundo, la esclavitud era una institución vigente en las monarquías europeas». En el caso ibérico, tanto Portugal como España mantenían en sus respectivos territorios a negros esclavos en diversas ocupaciones, tanto en el campo como en las grandes ciudades. A pesar del empeño de las instituciones imperiales por abordar todos los aspectos jurídicos, morales y fiscales de la trata, olvidaron que no existían en el reino naves capaces de transportar a los esclavos, ni existían comerciantes con los contactos necesarios en las costas africanas. Según Germán Peralta,163 la atrasada infraestructura naviera-comercial española no le permitió controlar la práctica de la magnitud de dicho proyecto, teniendo que permitir a los extranjeros ser los beneficiarios de parte del negocio. La entrada de esclavos de forma ilegal durante nuestro periodo de estudio fue una actividad constante, pero debido a su naturaleza no dejó ningún tipo de documentación, aunque sí varias quejas y denuncias, que quedaron registradas en la maraña documental de la época. No podemos saber la cantidad de esclavos introducidos, ni la regularidad con la que se producía la arribada de barcos a los puertos; sin embargo, hemos encontrado algunos documentos que hacen mención a la presencia de barcos con cargazones de esclavos ilegales, que habían solicitado permiso para fondear, por encontrarse con la necesidad de reparar algún desperfecto o de reponer agua y alimentos. El contrabando de esclavos fue constante durante todo el periodo colonial. Por ello, ha sido tema de estudio por parte de investigadores de muy diferentes escuelas como, por ejemplo, Mannix y Cowley,164 quienes hacen un análisis para los periodos de auge azucarero. La descripción que hace Reyes Fernández Durán165 sobre el metedor,   Comellas, 2001, p. 93.   Cortés López, 1989, p. 52. 162   Scelle, 1906, p. 122. 163   Peralta Ribera, 2005 p. 9. 164   Cowley y Mannix, 1962. 165   Fernández Durán, 2012, p. 68. 160 161

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personaje clave en el contrabando de esclavos, nos hace ver hasta qué punto estuvo institucionalizada la introducción de esclavos ilegales en la Panamá colonial del siglo xvi. Otros importantes trabajos, considerados como clásicos por su excelente calidad, son los realizados por Enriqueta Vila Vilar,166 donde hace un primer análisis del fenómeno del contrabando de esclavos. Por otro lado, existen otros importantes autores que reflejan en sus obras la preocupación por la falta de estudios sobre el tema. Entre ellos se encuentran los de Julián Ruiz Ribera,167 Fernando Serrano Mangas o 168 Jorge Palacios,169 sin olvidar la interesante obra de Browser170 para el contexto del Perú colonial. Como hemos dicho antes, la documentación contenida en los archivos consultados no nos permite conocer ni el número de esclavos ni su procedencia. A lo mejor, si se rastrean esas embarcaciones en archivos portugueses y las comparamos con los barcos que arribaron en La Habana, Veracruz o Santo Domingo, podríamos completar esta información. De momento vamos a hacer una propuesta a partir de documentos significativos que nos confirman la presencia de negros procedentes del contrabando en las minas de Honduras. Al igual que los esclavos legales, formaron parte activa de la sociedad colonial al ir conquistando nichos que, como venimos visualizando en este trabajo, estaban en teoría destinados a los blancos y a los criollos. El contrabando de esclavos no solo fue realizado por traficantes piratas o corsarios, sino que, en su gran mayoría, provenía de los barcos portugueses, que arribaron a las costas de las Indias con licencia para vender su cargazón, aunque llevaban además un buen número de piezas extras. Estas piezas eran colocadas en el mercado a un precio mejor que aquellas que contaban con la marca real, convirtiéndose en un fructífero negocio, del que participaron las autoridades aduaneras. La Casa de la Contratación, como hemos comentado antes, buscó en todo momento controlar la calidad de las cargazones que se llevaban a sus puertos de las Indias. Para lograrlo, había establecido una rígida legislación que no dejó ningún cabo suelto, y que incluso obligó a los portugueses, en estos primeros años, a registrar la cargazón en Sevilla antes de partir hacia las Indias. Una vez registrado el número de piezas, los tratantes recibían el visto bueno para viajar hacia uno de los puertos autorizados en las Indias. Recordemos que los esclavos llevados por los hermanos De Torres contaron con un riguroso contrato, que dejaba especificado todos los detalles de la licencia, incluso el número de esclavos que podían llevar para completar la cargazón, en el caso de que alguno de ellos muriese. La región minera hondureña aceptó de buen agrado la llegada de esclavos africanos de contrabando. Desde el periodo del lavado de oro se había producido una entrada descontrolada de cuadrillas de negros que procedían de distintos lugares, sobre todo de las Antillas Mayores y de Guatemala, Nicaragua e, incluso, de Panamá. La presencia de   Vila Vilar, 1977. Y su reedición en 2014.   Ruiz Ribera, 2007. 168   Serrano Mangas, 1994. 169   Palacios Preciado, 1973. 170   Bowser, 1977. 166 167

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estos grupos representó un grave problema que afectó a los mineros locales. Estas cuadrillas fueron introducidas por los puertos de Trujillo y De Caballos, sin ningún tipo de documentación que acreditase su derecho a pasar a Tierra Firme. Es más, muchos de los dueños de estas cuadrillas no contaron con la documentación de compra de esos esclavos, un hecho que vemos reflejado en algunos documentos, donde los mineros locales, que se veían en desventaja, exigían que se controlara el origen de los esclavos. La noticia de nuevas vetas llegó también a oídos de los traficantes, quienes se apresuraron a llevar sus esclavos a los puertos hondureños, donde la necesidad de mano de obra facilitaría la venta. Una de las ventajas que presentó Honduras frente a las otras zonas demandantes de esclavos ilegales fue que los esclavos se pagaban con mineral, frente al pago con productos de las plantaciones de los hacendados. El aislamiento geográfico de los puertos de Honduras también facilitó la arribada de estos barcos bajo la necesidad de hacer alguna reparación o algún avituallamiento. Esto les permitía la posibilidad de trapichear con cualquier mercadería disponible y, cómo no, esclavos. Esta práctica fue conocida como malas entradas.171 Se daban con regularidad, sobre todo cuando se publicó la buena marcha de la minería en Tegucigalpa. Una vez adquiridos los esclavos, ya fuese por la «mala entrada» o provenientes del contrabando, el amo tenía la oportunidad de legalizar la propiedad mediante la composición,172 que consistía en el pago de una cierta suma, generalmente 33, 3 pesos por pieza de Indias. En términos generales, el contrabando fue algo positivo, ya que no sólo hizo más competitivos los precios, sino que atenuaba la escasez y, además, agilizaba el comercio, ya que daba salida a los productos de la tierra hacia mercados no españoles. Esto fue el resultado de las políticas mercantiles españolas, excluyentes y cerradas.173 No todas las mercancías que arribaban al puerto de Trujillo y Caballos estaban destinadas a la minería hondureña. Estos puertos fueron la puerta de entrada caribeña de la Audiencia de Guatemala. Por lo tanto, recibieron no sólo mercancías, sino también pasajeros provenientes de la Metrópolis y de otras zonas coloniales. Esta es una cuestión muy importante que debemos tener en cuenta, ya que la entrada de géneros al puerto (entre ellos esclavos), respondía a las necesidades de toda la Audiencia, en especial de las ricas zonas agrícolas, como Soconusco o Guatemala, con su importante producción de añil, azúcar, cueros o cacao. A la demanda de esclavos para la minería hondureña debemos sumarle las solicitudes hechas por los mineros de la rica región de la Nueva Segovia. A 171   Se suele llamar malas entradas a los barcos que sin autorización anclaban en los puertos indianos y que solían justificar su arribada debido a problemas técnicos o de avituallamiento. Durante el periodo que estaban en puerto descargaban y subían mercancías con el beneplácito de las autoridades reales. Los esclavos representaron una de las mercancías mejor valoradas. 172   La referencia sobre esta práctica procede de la Venezuela colonial, contemporánea con nuestro periodo de estudio. Nos atrevemos a proponer que tal sistema se utilizó en Honduras, aunque no hemos encontrado ninguna referencia. Para el caso venezolano podemos consultar a Pollak-Eltz, 2000, 521-52. 173   Serrano Mangas, 1994, p. 67.

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ello, debemos añadir los esclavos comprados para otros espacios como las haciendas o las ganaderías que, como hemos venido indicando, gozaron de un rápido crecimiento a la sombra de la minería. Un importante ejemplo de estas arribadas lo encontramos en la correspondencia enviada por el tesorero real de la provincia Bustanillos en 1584, donde entre otras cosas denunció que, desde hacía años, barcos portugueses e ingleses estaban trayendo esclavos sin marcar con la ayuda de algunos agentes del puerto. Al preguntarles sobre el origen de estos negros, los agentes respondieron que se trataban de piezas que no se habían podido colocar en los mercados de Veracruz y que eran llevados a otros puertos cercanos donde se sabía que alcanzarían un alto precio. Bustanillos no especifica ni la cantidad ni el origen, pero sí que aquellas arribadas de barcos eran frecuentes. Muchos de esos esclavos eran desembarcados en Trujillo para luego ser llevados a los mercados de León en Nicaragua o a las plantaciones de añil en el actual El Salvador, sin descartar que algunos de ellos fuesen empleados en las minas y lavaderos de oro. El tipo de embarcación que solía llegar a los puertos de Honduras era de mediano tamaño, en particular bateles o carracas; generalmente se trataba de embarcaciones que hacían el trayecto desde Veracruz o desde Granada. Pero también llegaban otros interesados en la plata, procedentes de Cuba o Santo Domingo y, cada vez más, en el cuero y el añil. Algunos de estos barcos carecían de permiso para atracar en Trujillo. Sin embargo, se acercaban al puerto para solicitar ayuda. Según Bustanillos, algunos de ellos declararon no poder continuar hacia su destino, ofreciendo su carga a un buen precio. La Casa de la Contratación estudió el informe del tesorero, respondiendo por medio de Cédula Real firmada el 17 de mayo de 1585.174 En ella ordenó a los agentes del puerto de Trujillo y Puerto Cavallos que debían proceder judicialmente contra los maestres de los navíos que arribaran a los puertos sin las licencias y sin los registros otorgados por la Casa de la Contratación. Pocos meses después, la Casa de la Contratación fue informada de la llegada de un barco portugués cargado con muchos esclavos que solicitó auxilio en el puerto de Trujillo. Fue el cabildo de Comayagua175 quien firmó la acusación. Al parecer, ellos esperaban que esos esclavos fueran repartidos entre los mineros de Guasucarán, aunque, según dijeron, todos fueron llevados a Tegucigalpa: Porque emos sido informados de las arribada de negros de guinea y que han sido llevados a las minas pagándose por ello gran cantidad de plata sin quintar y puestos en las minas de Tegucigalpa sin escuchar las peticiones de Comayagua, mandamos que se marquen y se page por esos negros las alcabalas y otros impuestos para el bien de la hacienda [...].

En 1587, el Ayuntamiento de Comayagua acusó a Juan Núñez,176 alcalde mayor de Minas, por haber mercadeado con esclavos provenientes de una carraca portuguesa y pidió que se le destituyera del cargo por vicioso y corrupto. Juan Núñez fue residenciado   AGCA A, 3, 6 Exp. 53, 902 Leg. 6060A I-24.   AGCA A, 3, 6 Exp. 53, 902 Leg. 6062-64. 176   AGCA AI 23 Leg. 1513 f. 666. 174 175

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y relevado de su cargo, pero no se hace referencia a esos supuestos negros comprados a los portugueses en la documentación generada en su juicio de residencia, llevado a cabo en Guatemala un par de años después. A medida que se iban endureciendo los controles en los puertos, se fueron fortaleciendo otras rutas a través del territorio de frontera. Estas nuevas rutas no sólo abastecieron la zona de manera regular, sino que además facilitaron el transporte de mercaderías y minerales hacia el Caribe, donde eran rápidamente vendidas, frente a las rutas oficiales, en las que el pago de impuestos (sumado a la burocracia y al inestable fluir de barcos) encarecía los productos, que corrían el peligro de languidecer en la larga espera. Los mineros de Nicaragua tenían los mismos problemas con respecto a la mano de obra que sus vecinos los hondureños, con el agravante de que necesitaban asegurar las rutas terrestres hacia el puerto de Trujillo para poder sacar y traer sus productos. De aquí que las rutas desde esta zona minera hacia el puerto de Trujillo, atravesando el territorio de Olancho, se convirtieran en unas de las zonas más peligrosas, por el alto número de bandoleros. Esta fama la protegió de cualquier control colonial, siendo desde 1590 una magnífica ruta de salida y entrada de contrabando, donde la plata y los esclavos africanos fueron dos de los productos estrella. La problemática sobre la entrada de esclavos de forma ilegal, para este periodo, la debemos de contextualizar en el complejo sistema de licencias y asientos implantado por la Corona para controlar la trata esclavista, aunque las entradas ilegales de esclavos representaron, en palabras de la investigadora Vila Vilar,177 el más importante comercio en las Indias. El sistema fue lento y la entrada de esclavos africanos no logró cubrir la demanda, sobre todo para los puertos secundarios, como fue el caso de los centroamericanos. La misma autora, Vila Vilar,178 en otra de sus obras, afirma que la vitalidad del contrabando de esclavos en esta primera fase se debió a que el sistema de licencias, primero, y de Asientos, después, nunca fue respetado por nadie, es decir, ni por la Corona, ni por los asentistas ni por los oficiales reales, siendo cada vez más frecuente encubrir los fraudes de toda índole en auxilio de la trata ilegal. De aquí que Pietschmann179 haga la siguiente observación: La Corona se hacía partícipe de los procedimientos fraudulentos y toleró que sus propios procedimientos aumentaran la necesidad de trasgresión de sus propias normas que ella había impuesto a través de su propia legislación [...].

Fue así como el descontrol en la entrada de azogue y la consolidación del contrabando llevaron a la quiebra a la Hacienda Real, que durante la última década había mantenido un buen ritmo de recolecta de impuestos. Tampoco ayudó que el azogue que llegaba a los puertos se desvaneciera, para luego aparecer en el mercado negro triplicado su precio. Sin la antigua formula de «tanto azogue tanta plata producida», los tesoreros no pudieron calcular la cantidad de mineral que se estaba procesando. Esto hizo que las recaudaciones por el diezmo real se redujeran a lo simbólico. Por otro lado, los vecinos   Vila Vilar, 1973, p. 573.   Vila Vilar, 1976, p. 181. 179   Pietschmann, 1998, p. 46. 177 178

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de San Pedro y Gracias a Dios, agrumados por la falta de inversión, se dedicaron también al contrabando, sin importar realmente el origen de la mercadería ni la nacionalidad de los negociantes. Esto no fue un fenómeno aislado, ya que desde un inicio vemos que el contrabando estuvo presente en las colonias indianas, sobre todo cuando la producción de metales atrajo a los ingleses y holandeses a los puertos. La presencia de estos arribos fue conocido por los oficiales reales, que enviaron varios informes al Consejo de Indias, como por ejemplo el tesorero López Quintanillos.180 En el mismo documento, López Quintanillos181 aseguró que otros desembarcaban a pocas leguas de Trujillo, en los deltas de los ríos, como son el Aguán, el Sico, el Tinto, el Patuca o el Coco. En definitiva, una de las mercancías más buscadas por los lugareños fueron los esclavos africanos, muy demandados durante los ciclos productivos mineros. Como alega Vila Vilar:182 «Eran, sin duda, los asentistas por sus factores, quienes tenían más oportunidades de eludir los impuestos e introducir más esclavos de los permitidos». Muy posiblemente esto sucedió en todos los puertos secundarios, como lo fueron Trujillo en el Caribe o El Realejo en el Pacífico. En este sentido, y por las mismas fechas, la Audiencia de Guatemala fue informada de las arribadas de barcos ingleses con esclavizados a los puertos hondureños, pero también fueron conscientes de que no contaban con las herramientas para combatirles, sobre todo al saberse que todos o casi todos los habitantes de la provincia participaban de una u otra manera del contrabando, y muy especialmente los funcionarios reales,183 quienes eran de los pocos que contaban con caudales e influencias para invertir en estas arriesgadas empresas. En este contexto, el contrabando184 se fue fortaleciendo al amparo de las autoridades indianas. Contaba con la complicidad de los colonos, quienes lograban artículos (como por ejemplo, esclavos) a precios más competitivos. Este fenómeno se dio en todos los espacios coloniales, pero en especial en las colonias consideradas como marginales, llamadas así al no encontrarse en primera línea de las rutas comerciales, como fue el caso de la provincia de Honduras. Pero el contrabando no sólo favoreció a la industria de la minería, sino que fue un importante motor para la buena marcha de la productividad local, que se diversificó gracias a la demanda. Las pequeñas haciendas y estancias fueron capaces de producir excedentes que se lograban colocar en los mercados informales, gracias a la demanda de los contrabandistas. Las estribaciones de las montañas del macizo central se fueron llenando de pequeñas poblaciones con obrajes y cultivos especializados, que interactuaban entre ellas. Gracias a la primitiva red de caminos precolombinos lograron mantenerse en contacto entre ellas y con el resto del mundo colonial. Entre los montes más poblados estuvieron el Quemazones, 180   AGCA, A, I 23 Leg.. 95 Carta de López Quintanillos a los oidores del Consejo de Indias, solicitando una armada para expulsar a los ingleses. Pide que se envíen barcos a comerciar al puerto de Trujillo, fechada el 7 de octubre de 1590. 181   Ibidem, Leg. 144. 182   Vila Vilar, 2014, 160. 183   Stanley y Stein, 1970, pp. 53-60. 184   Laurent, 2003, p. 140.

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el Aguacate, San Juan, Robledal, La Crucita, el Cerrito y El Machero.185 Este último, debido a la desforestación, dejó al descubierto ricas vetas de plata. Sin embargo, curiosamente, en casi ninguno de estos sitios se llegaron a consolidar poblaciones, puesto que al calor de la demanda se abandonaban y se volvían a poblar una y otra vez a lo largo de todo el periodo colonial. Es por ello que estas poblaciones informales —llamadas por algunos investigadores chácaras,186 caseríos, bohíos o rancherías— fueron elementos claves en el proceso de ocupación del espacio colonial y ayudaron a la integración de muchos individuos huidos. Muchas de estas pequeñas unidades agropecuarias, documentadas en algunos registros de tierras, pertenecían a antiguos esclavos africanos. A pesar de ello, formaron un cinturón de vital importancia para la sobrevivencia de la minería en los cerros aledaños a Comayagua y Tegucigalpa. Algo más lejos de las montañas, la demanda de alimentos y de artículos de cuero y cuerda impulsó la especialización de algunas haciendas en diferentes cultivos, como caña de azúcar, tabaco, trigo, verduras, algodón o añil,187 además del tradicional cultivo del maíz, chiles, calabazas o frijoles, entre otros. Aunque muchas de ellas fueron volátiles poblados temporales, la tierra ya había sido ocupada y, por lo tanto, existían referencias a esas rancherías en varios documentos, ya fuese por demandas o por censo. Lo cierto es que todas estas pequeñas explotaciones se volvieron muy rentables allende del mundo minero, lo que les permitió crearse y reinventarse una y otra vez. Más allá de lo local, sin duda alguna, la presencia de contrabandistas en las aguas centroamericanas, y en especial en la costa de Honduras, demostró que la minería nunca estuvo del todo abandonada, aunque las cuentas reales así nos lo confirmen. La regularidad y naturalidad de las arribadas de barcos en la costa, especialmente ingleses y holandeses, fue una muestra del fracaso del sistema monopolista imperial, defendido hasta la obsesión por la Casa de la Contratación y otros órganos imperiales. La Corona actuó convencida de que el monopolio era la mejor forma de proteger a sus colonias y defender ese territorio de las ambiciones de las demás potencias europeas, sin reparar en la torpeza de la burocracia que lo ceñía. Las colonias indianas y, en especial, aquellas que estaban en «los confines» demandaban un comercio más asiduo, más dinámico y sin tantas trabas burocráticas. Estas últimas encarecían los productos y los hacían menos competitivos. Por este motivo, debemos entender que el contrabando fue una parte fundamental del sistema comercial indiano, una opción que nació como respuesta al sistema monopolista español, excluyente, rígido y cerrado.188 Desde 1595 encontramos documentación que nos permite ver esa doble cara de las autoridades coloniales; por un lado, las continuas relaciones sobre la baja recaudación fiscal, consecuencia de la poca actividad comercial; por otro lado, el constante arribo de barcos y decomisos de productos ilegales en los puertos, tanto en Trujillo como en El Realejo, un fenómeno que se dio en otras ciudades del Istmo, como Granada, León o Sonsonate.   Taracena Arriola, 1991, p. 98.   Ibidem, p. 81. 187   Aunque no será sino hasta finales del siglo xvii cuando se llegue a producir tinte de añil en grandes cantidades, sobre todo en la región de Nacaome y Aguanqueterique. 188   Serrano Mangas, 1994, pp. 67-68. 185 186

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Otro de los aspectos que favoreció el contrabando consistió en las potentes redes comerciales en manos de los guatemaltecos, quienes contaban con importantes socios entre los funcionarios. Estos últimos intervinieron en la mayor parte de las actividades comerciales que se daban de forma legal en los puertos; además, eran los dueños de los almacenes y de las tiendas en las ciudades y obligaban a los vecinos a comprarles sus mercaderías a precios abusivos. Pero no sólo intervinieron en el comercio, sino que, además, su poder alcanzó a los pequeños tenderos y vendedores ambulantes, quienes eran obligados a comprarles a ellos. Pronto la alcaldía se convirtió en un centro de referencia para las poblaciones dispersas. En la zona opuesta a la plaza Mayor de la actual Tegucigalpa, existía un mercado189 donde se reunían personajes de diferentes condiciones para intercambiar sus productos y hacer labores propias del comercio: así nació el mercado Los Dolores. Pronto aparecieron pequeños negocios de abarrotes de primera necesidad que solían estar en las casas de habitación del dueño dentro de las poblaciones mineras y de las reducciones. Solían estar regentados por africanos mulatos y zambos. Estas pequeñas tiendas gozaron de buena salud, gracias a que aceptaban trozos de minerales, rechazados en otros comercios, procedentes del rebusque.190 Pronto se convirtieron en puntos de referencia, puesto que aceptaban pequeñas cantidades de mercurio reciclado, preferidos frente a la devaluada moneda circulante o los terrones de difícil procesamiento. Ya desde 1580 vemos que tanto el comercio ambulante como el contrabando se convirtieron en dos de las actividades que absorbían la mayor cantidad de la plata nativa de las rancherías y campamentos mineros, dejando para los comerciantes guatemaltecos menos ganancias que las deseadas. Por ello, los funcionarios reales exigieron a sus socios mano dura contra los vendedores ambulantes, quienes finalmente eran los verdaderos agentes del contrabando. Muy rápidamente los vendedores ambulantes llegaron a convertirse en piezas fundamentales, no sólo por canalizar la mayor parte de la plata de los pequeños mineros, sino también porque con sus actividades comerciales iban estableciendo rutas de reparto. Estos buhoneros,191 además de llevar sus mercaderías, también difundían noticias y otras informaciones. De esta manera, poco a poco se fueron integrando poblados y caseríos aislados. También los buhoneros traían noticias sobre lo que estaba pasando más allá de las fronteras coloniales, especialmente sobre las rancherías y sus actividades, a lo que debemos de sumar la información sobre nuevas minas, haciendas o asentamientos y otras actividades de gran interés para la colonia. Pese a la aversión que sentían los dueños de los almacenes, no pocos de los buhoneros contaron con una línea de crédito en las tiendas de las villas, avalada por su capacidad de intercambiar sus géneros por plata nativa. Normalmente estos almacenes estaban en manos de algún importante vecino guatemalteco. Sólo ellos contaban con el monopolio de las mercaderías provenientes de la metrópolis, siendo sus principales clientes mineros de toda índole: blancos, indios, negros, zambos, mestizos y mulatos. Todos ellos se   Martínez Castillo, 2005, p. 264.   El «rebusque» se refiere a la recolección de trozos de plata entre los restos de las tierras removidas por la actividad minera. También se recogía mercurio. 191   Buhoneros es un término utilizado aun hoy en día para definir a los comerciantes ambulantes, generalmente informales. También se ha usado para describir a los africanos y zambos, quienes entre otros actores de la época colonial, solían visitar los pueblos y rancherías con mercancías y noticias. 189 190

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acercaban con sus terrones de plata, pagando las mercaderías a precios exorbitantes. La abundancia de la plata sin quintar hizo atractiva la zona, a pesar del contrabando; por ello, muchos comerciantes desviaron las mercaderías de lujo, como aceite, harina o vino -destinadas en un inicio a Santiago de los Caballeros-, a las plazas de la nueva alcaldía, donde a pesar del contrabando, alcanzarían el doble, sino el triple, del precio estipulado. La presencia de buhoneros en las villas y ciudades de la Audiencia de Guatemala está documentada desde mediados del siglo xvi. A estos se les suele calificar como zambos y negros libres, que recorrían sin ningún temor los caminos entre las villas. En 1580, la detención de dos buhoneros afrodescendientes, llamados Pedro González y Francisco Aguiñe,192 representó un punto de partida en la lucha contra las redes de contrabando. Según el proceso, fueron acusados de ser los cabecillas de una extensa red de contrabando, que traían las mercancías desde el Caribe, gracias a sus socios en Taguzgalpa. Entre los artículos que fueron decomisados se encontraban telas, lonas, hierros, tabaco, losas y un buen puñado de plata nativa. Las continuas referencias sobre la participación de afrodescendientes como comerciantes ambulantes nos revela una población muy activa y en pleno proceso de integración que ha provocado cierta invisibilidad en la historia colonial hondureña, especialmente durante el caos provocado por el auge minero, cuando la constante necesidad de mano de obra se unió a las numerosas oportunidades para comerciar. En este campo destacaron los afrodescendientes por encima de los indígenas. Posiblemente esto se debió a que los afrodescendientes contaban con un confuso cuerpo legal que los clasificó como sujetos de derecho. Por el contrario, los indígenas fueron sometidos a un estatus jurídico más rígido, resuelto por los juristas peninsulares desde prácticamente el inicio de la ocupación de Tierra Firme. Otra de las referencias sobre buhoneros negros procede del tesorero Quintanillos,193 quien en 1593 hizo referencia a la presencia de vendedores ambulantes, calificándolos de cimarrones, que traficaban con productos de contrabando perjudiciales para la Hacienda Real. Según Quintanillas, se trataba de vecinos de las zonas fuera del control español. Afirmaba que contaba con socios dentro de las reducciones, especialmente con los llamados caciques negros. Por otro lado, fueron de gran importancia los improvisados mercadillos ambulantes que recorrían las zonas mineras.194 En estas plazas, los mineros podían adquirir todo lo necesario para su sobrevivencia. Entre esas mercaderías fue usual ver textiles y otros productos, procedentes del intercambio con piratas y corsarios.195 La demanda de productos y la abundancia de mineral también alentó a muchos improvisados vendedores, especialmente en las plazas y mercados, donde actuaban como cajoneros o regatones, quienes montaban espontáneos mercadillos, vendiendo todo tipo de mercaderías. 196 Según el tesorero Quintanillos,197 las mercaderías en las plazas fueron muy variadas y de distintas procedencias, aunque no hace ninguna referencia a sus precios. Sabemos   ANH Paquete 1578 Leg. 56, Decomiso de mercaderías en el río Guayape, año 1580.   ANH Paquete 1584 Leg. 56-1592, Quejas del tesorero Quitanillas por la baja recaudación de la Hacienda Real 1592. 194   West anotó que en las áreas mineras fueron tradicionales los mercadillos semanales en los días de descanso, 1974, p. 135. 195   ANH Paquete 1578, Leg. 56, mercaderías en el río Guayape, año de 1580. 196   Thomas Gage en su visita a principios del siglo xvii. Gage, 1947, pp. 73-76. 197   ANH Paquete 1584, Leg. 58, año 1592. 192 193

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que en las zonas mineras hubo inflación, debido al exceso de minerales, a lo que hay que agregar la más que citada orografía de estos lugares, que hizo difícil cualquier transporte, encareciendo aun más cualquier producto. A pesar de ello, la presencia de contrabando en los espacios mineros influyó solo ligeramente en los costes finales del beneficio de la plata.198 Recordemos que aparte del azogue, el resto de las materias primas necesarias, como la sal, el plomo, el carbón y la madera para los hornos de fundición eran extraídos en las zonas cercanas por empresas privadas, aunque bajo la vigilancia de la Hacienda Real. Incluso los molinos estuvieron bajo este régimen de vigilancia, lo que los hacía excelentes filtros para controlar la producción de las grandes y medianas explotaciones minerales. Así, la presencia de pequeños comerciantes no levantó ninguna sospecha a la Hacienda Real, obstinada en perseguir el contrabando de azogue y la evasión del quinto real. La presencia de los buhoneros afrodescendientes no pasó desapercibida para el tesorero Quintanilla, quien terminó por aceptar su presencia en los espacios comerciales de Tegucigalpa y en otras plazas importantes de la provincia. Incluso eran bien recibidos en los espacios mineros. Las visitas de los buhoneros mantuvieron a las villas españolas conectadas con las poblaciones periféricas. Además, representaron un excelente espacio de integración para los afrodescendientes, sin ser su origen jurídico un problema.199 La gran demanda de todo tipo de artículos en las áreas mineras hizo que muy pronto aparecieran grupos de contrabandistas bien organizados, capaces (como escribió Quintanilla)200 de transportar grandes cantidades de mercaderías, como vino, telas, tabacos o hierros, desde la desembocadura del río Aguan hasta Yoro. Desde ahí eran llevadas a las plazas de Tegucigalpa. El río Aguán, con sus más de 240 km de largo, fue un elemento de conexión entre la zona minera y los territorios cimarrones de Yoro y Tocoa, sin olvidar las rancherías de Olanchito.201 Estas rutas, de las que nos habló Quintanillos, fue el resultado de la organización de las poblaciones más allá de la línea de frontera. Pocos años después, los franciscanos confirmaron las sospechas de Quintanillos, asegurando que existían poblaciones a lo largo del río Aguan especializadas en el rápido transporte de mercaderías. Desde entonces se comenzó a considerar esas tierras como habitadas y bien organizadas, un aspecto que el gobierno colonial nunca quiso aceptar. Su obsesión por descuidar esa realidad facilitó en gran medida la gestación de importantes alianzas, que dieron como resultado el reino de la Mosquitia a mediados del siglo xvii. Fue a partir de la década de los noventa del siglo xvi cuando las autoridades reales entendieron la importancia de controlar los asentamientos situados más al este, aquellos que limitaban con las llanuras del Atlántico. Pronto fueron conocidas como Marca Segoviana, y estarían llamadas a cumplir un papel de barrera para frenar el contrabando. A cambio se les daría la libertad, derechos sobre tierras y la exención del pago de impuestos 198   Los altos costes de la producción minera en Honduras estuvieron determinados por la complejidad técnica que el contexto geográfico imponía, además de la disponibilidad de contar con grandes cantidades de materiales básicos, como la sal, carbón o plomo, sin olvidar la inestabilidad provocada por la falta de mano de obra y la arribada y distribución de azogue y pólvora, ambos monopolizados por la Corona, todo ello inmerso en una coyuntura internacional que afectó directamente las comunicaciones y el comercio con la metrópolis. 199   Sobre este tema véase Aguirre 1993, p. 20. 200   ANH Paquete 1578 Leg. 56. Informe de Quintanilla sobre el decomiso de mercaderías en el río Guayape, año 1580. 201   ANH Cajón 854 Legajo 54, Cartas de los franciscanos, año 1585.

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a todos sus vecinos, entre otras ventajas difíciles de rechazar por estas comunidades, que desde la aparición de la Alcaldía de Tegucigalpa estaban participando abiertamente en las dinámicas coloniales. Estas poblaciones fronterizas fueron la punta de lanza de los misioneros franciscanos, quienes supieron ganarse la confianza de los pobladores de las rancherías del interior a partir del comercio, logrando que los españoles llegaran a conocer los caminos y las rutas fluviales, que conectaban a los diferentes asentamientos del interior y a estos últimos con las principales ensenadas de la costa del Caribe. Una vez más, la poca o escasa capacidad militar colonial, unida al hecho de que casi todos los habitantes de la provincia participaban del contrabando, podría ser una de las razones por las cuales nunca se llevó a cabo ninguna campaña significativa para desmantelar dichas redes. Cada vez más, la relativa pasividad del gobierno colonial frente al contrabando facilitó que los habitantes de las dispersas rancherías se fueran asentando junto a las rutas, aglutinándose en nuevos grupos, especialmente en los valles fluviales, un proceso facilitado, una vez más, por las nulas intervenciones militares, que hizo que sus habitantes se fueran integrando en el sistema colonial gracias a la actividad del comercio. Fue a lo largo de los años noventa del siglo xvi, cuando abiertamente Yoro (puerto del río Aguán) y Olanchito, dos rancherías descritas por los franciscanos como negras, pasaron a formar parte de la denominada Marca Segoviana. La ruta del río Aguán estuvo bajo el control de los zambos-payas, quienes gracias a sus rápidas canoas eran capaces de transportar las mercaderías desde Yoro hasta Tocoa en la desembocadura del río.

Canoas dibujadas por el viajero William Vincent Wells en el siglo xix. Según el viajero, las canoas payas eran las más rápidas y contaban con mayor capacidad de carga. Mantuvieron el mismo diseño durante muchas generaciones.202

  Wells, 1960.

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A lo largo del periodo colonial, muchos de los ríos que desembocan en la vertiente atlántica fueron navegables. Entre ellos destacan el río Tinto, con casi 215 km de longitud; el Patuca, con 500 km; y el Coco, con más de 700 km Los tres se convirtieron en extraordinarias vías de transporte fluvial. Otras vías interesantes fueron los ríos Grande de Matagalpa, con 450 km; el Punta Gorda, con 115 km; el Prinzapolka, con 245 km; y el San Juan, con 200 km, entre otros. Entre 1550 y 1640 fueron los ríos Cocó, Úlua, Prizapolka y el Grande de Matagalpa los más utilizados por los afrodescendientes para contrabandear y trasladarse. La actividad comercial fue muy intensa, sobre todo después de 1600, cuando los ingleses arribaban al litoral con una tranquilidad pasmosa.203 Gracias a las alianzas entre los zambos-payas y los buhoneros, procedentes de las rancherías en Olancho y Yoro, se logró establecer un sistema de comunicaciones con la suficiente tenacidad como para facilitar el tránsito de mercaderías y personas desde y hacia la colonia. Rápidamente la alcaldía se convirtió en obligado punto de paso para las caravanas que iban o venían de los puertos caribeños desde lugares tan remotos lugares como Granada, León Cartago o Soconusco. Como auxilio a los viajeros existió una serie de posadas a lo largo del territorio y puntos de descanso para las recuas y los tamemes. El tráfico de estas caravanas también atrajo a los bandoleros, que provocaban el terror en la zona. Paradójicamente, las mercaderías asaltadas eran vendidas pocos días después en las plazas vecinas. A pesar de conocerse su origen, dice Quintanillos,204 todos compraban. La complicidad entre los hosteleros y los bandoleros fue denunciada en más de una ocasión, especialmente por el teniente Francisco Fernández.205 Esta fructífera complicidad también fue denunciada en varias ocasiones al Consejo de Indias, quien respondió con una serie de disposiciones206 que prohibían a los posaderos dar albergue a negros o mulatos y a «cualquier extraño, sobre todos aquellos que llevaran mercancías sin el comprobante de haber pagado las alcabalas». El mismo teniente Francisco Fernández acusó a los cajoneros y a los regatones de las plazas de Tegucigalpa, que traían mercancías robadas a los viajeros. La alianza entre los bandoleros y los contrabandistas no ha quedado reflejada en ninguno de los documentos consultados, pero cabe pensar que existieron contactos entre ellos. Además de la ruta del río Aguán y de los caminos que acordonaban la Alcaldía de Tegucigalpa, existieron otras dos rutas terrestres, bien conocidas por las autoridades, pero que nunca fueron sometidas al control español. Ambas fueron muy utilizadas por los contrabandistas y, ya en el siglo xvii, los zambos mosquitos las utilizaban para invadir el territorio, en busca especialmente de indígenas para el mercado esclavista en Jamaica. Por un lado, tendríamos la vereda, que iba desde el puerto fluvial en la ranchería de Yoro, a través de la sierra de Silca, hasta la ranchería de Cedros y de ahí a Tegucigalpa.   Davidson, 2002, p. 44.   ANH Paquete 1578 Leg. 56. Informe de Quintanilla sobre el decomiso de mercaderías en el río Guayape, año de 1580. 205   Encontramos varias referencias a este tema en del ANH Cajón 554 Legajo 63, Francisco Fernández 1586. 206   Ibidem, Leg. 89. 203 204

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La otra ruta fue aún más utilizaba y conectaba ambas zonas a través de los caminos de la hacienda de Lazacualpa, administrada desde finales del siglo xvi por zambos vaqueros.207 El contexto fiscal también afectó a otras áreas lejos de la minería. También llegó aquí el contrabando, gracias a otras rutas fluviales, que introducían mercancías destinadas a las zonas mineras en la Nueva Segovia, Granada e, incluso, León. Todas estas rutas pasaban por el Valle de Jamastrán, en el territorio de los cimarrones de Danlí, para continuar por los territorios de frontera hasta llegar a las villas de la Nueva Segovia. En esos casos las mercancías salían desde las rancherías de Culmí, Cantacamas, Manto e incluso Cedros. Años más tarde, vemos que el problema continúa. A principios del siglo xviii, Luis Diez Navarro,208 encargado de hacer un informe sobre el estado de la provincia, aseguró que: Son sus moradores los mayores contrabandistas de todo el reino, no hay en toda jurisdicción plaza fuerte o presidio que los defienda.

Rutas fluviales de contrabando durante el siglo xvi, utilizando fundamentalmente las vías fluviales de la vertiente Atlántica.209

  Sariego, 1978, p. 35.   ANH Paquete 5641 Leg. 129 y 136, cartas de Luis Diez Navarro, 1710. 209   Elaboración propia a partir de las información recopilada en AGCA A, I, 24 Leg. 2548 f. 58v Méritos y Servicio del Capitán Francisco Montejo, 1542. Reino de Guatemala, del año 1783. Procedente de la Biblioteca Nacional de España. 207 208

Capítulo III

Integración y lucha

Hegemonía afrodescendiente en el contrabando Gracias al fluir de las mercaderías y, especialmente, de la plata del hinterland, a principios del siglo xvii la costa centroamericana del Atlántico se convirtió en un escenario clave para las economías de las potencias europeas, protagonizado por empresas de carácter privado que contaban con el auspicio y la protección de sus respectivas monarquías. La meta de todas ellas era encontrar nuevas rutas y mercados donde poder comerciar sus excedentes a cambio de metales preciosos. La fuerza con la que estos nuevos actores se presentaron en el escenario atlántico provocó un nuevo orden mundial, caracterizado por la formación de novedosos espacios económicos y rutas comerciales, orden geopolítico que dejó en evidencia la poca capacidad que tenía el Imperio español a la hora de mantener la hegemonía en las colonias. España intentó desde un inicio, a través de una tupida legislación, monopolizar el comercio en sus territorios de ultramar.1 Sin embargo, su atrasada infraestructura naviera-comercial no le permitió concretar, en la práctica, tal proyecto. Pronto España se convirtió en una mera intermediaria entre sus colonias y la venta de los productos provenientes de todas partes de Europa. Su puerto principal, Sevilla, se había convertido, durante el siglo xvii, en una ciudad cosmopolita donde fue frecuente encontrar individuos de diferentes culturas y productos de todos los rincones del planeta. En medio de este competitivo mundo comercial, fueron los portugueses, como parte del Imperio español, quienes lograron monopolizar el comercio de esclavos africanos, gracias a sus contactos en África ecuatorial. Como parte de las medidas tomadas para frenar la huida de metales indianos hacia las arcas de los enemigos de España, la Corona inició un férreo control, con el cual buscó un mercado para los productos metropolitanos y recibir, por ello, la mayor cantidad de   Peralta Ribera, 2005, pp. 9-10.

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metales preciosos: primero fue oro y, muy pronto, plata. Para ello, la Casa de la Contratación estableció, por Orden Real, una serie de medidas con el fin de controlar todos los aspectos relacionados con el comercio: nombró funcionarios en los principales puertos y utilizó la impresionante Armada Real para la protección de los navíos comerciales. Sin embargo, todas estas medidas se tomaron sin tener en cuenta la realidad indiana, lo que provocó un nuevo conflicto entre los intereses de los colonos y las imposiciones creadas para proteger los bienes de la Corona. Lo que era considerado legal para los funcionarios metropolitanos no tuvo que ser necesariamente viable para los colonos de las Indias. En consecuencia, se inició entre ambas partes un pulso de poder que, a la larga, causaría más confusión y caos, favoreciendo con ello el contrabando. La burocracia porteña entorpeció buena parte de las actividades mineras en la región, especialmente la entrada de esclavos. Una vez más, hay una gran contradicción entre el pago de tributos y la actividad portuaria.2 Los altos aranceles y la engorrosa burocracia justificó que tanto barcos españoles como extranjeros prefirieran fondear entre la bahía de Trujillo y el Cabo Camarón, donde ciento veinte kilómetros de playa facilitaban el intercambio de mercaderías. Desde prácticamente finales del siglo xvi, especialmente las ensenadas en el territorio de frontera, próximas a la desembocadura de los grandes ríos de Aguan, Tinto y Patuca, fueron frecuentadas por embarcaciones, lo que provocó el establecimiento de poblados en la zona. También las condiciones de la desembocadura del río Tinto permitió el ingreso de embarcaciones de medio tamaño por un magnífico canal de quinientos metros de longitud, de suficiente profundidad, hasta las lagunas de Criba y de Ibans, donde tranquilamente eran descargadas las mercancías y trasladadas en canoas hacia los mercados del interior y las zonas mineras. La presencia asidua de embarcaciones piratas y corsarias en la zona alertó a la Corona, que decidió centralizar todas las actividades comerciales destinadas al Istmo en el puerto de Veracruz. Esto significó que todas las mercaderías debían pasar por ahí antes de ser enviadas a los puertos secundarios, como era el caso de Puerto Cavallos y Trujillo, únicos fondeaderos de la Audiencia de Guatemala en aguas caribeñas. Esto protegió a las embarcaciones comerciales pero encareció las mercancías, que además llegaban cada vez con menos frecuencia, cuestión que fortaleció y justificó el contrabando, transformado en la mejor opción para conseguir aquellos productos provenientes de la metrópolis a precios más competitivos. Estas prácticas comerciales, bien conocidas por las autoridades coloniales, se convirtieron en un elemento clave para la economía local. Sin embargo, fueron en contra de la misma esencia del Imperio, quien por su parte no pudo, en la práctica, ofrecer los suficientes medios militares para detener el contrabando y, por otro lado, garantizar la seguridad en la región a las embarcaciones comerciales españolas. Esta coyuntura fue aprovechada por los guatemaltecos, quienes proponían la fundación de un puerto en una zona más segura, específicamente en la bahía de Amatique, que conecta con el lago Izabal.   Pérez Herrero, 1992, pp. 185-187.

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La necesidad de mantener un puerto seguro en aguas caribeñas alentó a los guatemaltecos a fundar en 1605 el puerto de Santo Tomás de Castilla, de más fácil defensa y con mejores rutas terrestres hacia Santiago de los Caballeros. Esta nueva situación provocó el inicio de un lento proceso de abandono de los puertos hondureños, en especial de Puerto Cavallos, que había sido hasta entonces la puerta marítima de los guatemaltecos. El otro puerto, Trujillo, sobrevivió algunos años más, hasta caer destruido por los ingleses en 1643. El nuevo puerto concentró todas las actividades legales portuarias, encareciendo los productos que iban hacia Honduras. La imposición del nuevo puerto justificó la arribada de barcos no españoles en Trujillo y dio una apariencia de normalidad al contrabando. Por otro lado, las malas comunicaciones con Santo Tomás desviaron muchos productos hacia las rutas comerciales del Pacífico, una salida más segura para sus excedentes y minerales. No olvidemos que este último océano tampoco estuvo libre de piratas. Sin embargo, las rutas comerciales mantuvieron un constante flujo de embarcaciones hasta la llegada de las independencias. 3 Cabría pensar que la situación geoestratégica del Istmo y su cercanía con los puertos de Panamá fuese un motivo suficiente como para que la Corona considerara el territorio fundamental para sus políticas imperiales. Sin embargo, el siglo xvii se inició con una macilenta desidia de la Audiencia de los Confines, ya rebautizada como de Guatemala. Frente a las quejas de los vecinos, la Corona tampoco invirtió en las necesarias defensas de los puertos, posiblemente desalentada por los bajos recaudos fiscales. Esto facilitó la presencia de bandoleros y el establecimiento de campamentos de piratas en la región, siendo los más famosos los de las islas de Roatán, Río Tinto, Belice o Bluefields, entre otros. Muy por encima de este panorama de inestabilidad, acentuado desde inicios del siglo xvii, la actividad minera en la cordillera Central nunca se detuvo: siempre hubo una mínima producción, la suficiente como para atraer hasta las costas caribeñas a un importante número de embarcaciones, interesadas en otros minerales que abundaban en la zona, como plomo, zinc hierro o cobre, muchos de ellos descubiertos al calor de la minería de plata. Tal vez las minas de Cedros4 fueron el caso más importante, ya que a lo largo de su vida no produjeron plata sino plomo, que fue muy bien colocado en los circuitos comerciales inter-indianos. Por otro lado, existieron pequeñas explotaciones mineras en manos de comunidades afrodescendientes, que fueron abandonadas y vueltas a poner en marcha a lo largo de todo el periodo colonial e, incluso, bien entrado el periodo republicano. Esta situación de falta de medios para emprender una mayor explotación en las pequeñas y medianas minas provocó que muchas de ellas pasaran a manos de empresas más grandes que, como vimos en el caso de Manzanares, acapararon la producción y empobrecieron a la población local. 3   La reintegración a los espacios económicos y comerciales coloniales de la Audiencia de Guatemala y, en especial, de la provincia de Honduras, no se produjo hasta bien entrado el siglo xviii, gracias a la producción en grandes cantidades de añil y a la inauguración de una nueva aventura minera. También favoreció mucho el cambio de actitud de la Corona con respecto al comercio interregional, tantas veces prohibido en décadas pasadas. 4   Taracena Arriola, 1998, p. 107.

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Por encima de la supuesta pobreza de la economía local, que apremió a las arcas reales en la región, la sociedad hondureña mostró un gran dinamismo, basado en una economía informal que, como tal, no dejó dividendos en las cajas reales, pero sí en las suntuosas casas de las ciudades. Este hecho nos hace pensar que la región vivió un largo periodo de crisis fiscal, reflejado en el poco desarrollo de las infraestructuras, consecuencia de la escasa recaudación de impuestos. Posiblemente fuese así, pero por otro lado, las denuncias por la alta actividad portuaria en ambos mares nos hace replantear ese supuesto aislamiento y hacernos ver el dinamismo económico de la región, basado en un comercio informal que facilitaba a muchos vecinos amasar grandes fortunas, siendo las lujosas mansiones guatemaltecas, nicaragüenses, salvadoreñas y hondureñas del siglo xvii y xviii un excelente reflejo de ello. Gracias a estas otras economías, la provincia pudo sortear largos periodos de inestabilidad comercial, a la espera de un golpe de suerte que la volviera a colocar en los circuitos mineros coloniales. Mientras esto sucedía, muchos improvisados mineros recogían terrones de plata y otros minerales, procesándolos mediante el uso de molinos y hornos rudimentarios. El resultado fue que la plata y otros minerales y mercaderías continuaban circulando libres de gravámenes reales, lo que representó un gran alivio para los vecinos que participaban en estos negocios. Es posible que la necesidad de buscar nuevas alternativas económicas hiciera que la integración racial, en el contexto de esta economía informal, fuese más fluida y posiblemente menos traumática, tanto para los indígenas como para los africanos y zambos, quienes dentro del sistema colonial español contaron con espacios jurídicos muy limitados. No obstante, estas relaciones no dejaron de ser violentas y la lucha por adquirir los espacios sociales fueron constantes a lo largo, e incluso después, del periodo colonial. Entretanto, el contrabando impulsó la aparición de pequeños talleres de obrajes que abastecieron los mercados, siendo famosos los productos de cueros elaborados por los zambos de la ranchería de Lepanterique.5 También desde las rancherías llegaban otros productos, como velas, tabaco liado, jabones, mantas, ajos, verduras, frutas, cacao, dulces y productos lácteos6 (estos últimos generalmente provenían de otra importante población de mayoría zamba, llamada Aguanqueterique). Existió una modesta industria de petates, telas y lonas que provenían de la ranchería de Ojojona, con una importante presencia africana. Todas estas rancherías habían sido incorporadas a la Alcaldía de Tegucigalpa al calor de la expansión minera, entre 1580 y 1590. Las importancia de las elites negras y zambas durante este periodo radicó en la distribución de las mercaderías para este comercio informal. Ellas eran las que solían llevar todo tipo de géneros a las plazas de las villas y poblados, por lo que fueron popularmente conocidos como buhoneros.7 El carácter excepcional de la presencia de un gran colectivo de afrodescendientes   Durón, 1927, pp. 133-137.   AGI, Contaduría, 545 2, pago de tributos de la provincia de Honduras 1585-1598. 7   Sabemos poco sobre estos personajes, que recorrieron los caminos cargados con todo tipo de mercaderías, visitando tanto las villas como las reducciones y las rancherías. Por lo general, fueron negros o mulatos: no hemos encontrado ninguna referencia sobre blancos que ejercieran esta actividad. 5 6

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en los diferentes espacios coloniales, especialmente de zambos, fue uno de los elementos que caracterizó a la región, favoreciendo el florecimiento de una sociedad pluriétnica que comenzó a gestarse en los primeros momentos del contacto y que auspició en gran medida al empoderamiento de los antiguos esclavos, al hacerlos partícipes de las actividades sociales y económicas en múltiples espacios, como si de otro vecino más se tratase. Un buen ejemplo de esta integración fue el caso de la ranchería de los Encuentros, que controló un territorio estratégico, tanto geográfico como económico. Esta ranchería, con una mayoría de población zamba-paya, fue un dinámico centro de contrabando de plata nativa, que gracias a su situación geográfica controlaba el paso de las mercaderías desde y hacia el Caribe. Su ubicación exacta no la conocemos. Posiblemente su territorio estaba entre los entre los ríos Jalan y Guayape, conectándolos vía fluvial con las rancherías de Danlí, Cantacamas, Manto y Culmí. El siglo xvii se inició con una nueva expansión de las haciendas, proceso que se prolongó hasta 1610, especialmente por las estancias, debido a la buena fama del ganado mular, el cuero y el sebo.8 La necesidad de tierras de pastoreo afectó directamente a muchas propiedades colectivas indígenas y amenazó con invadir los territorios de los cimarrones, ahora convertidos en vecinos, gracias a las políticas de integración de la Alcaldía de Tegucigalpa. La agresividad ganadera creó nuevos conflictos, incluso con los indígenas de las reducciones, una complicada situación que duró más de cien años y que se vino a resolver con la llegada de las reformas borbónicas, mediante las cuales se logró poner límites a los abusos de los ganaderos en la región. Todas estas actividades ayudaron a mantener activos los diferentes canales de comercio y comunicación entre las villas y entre estas últimas con las demás ciudades de la Audiencia, incluso con lejanos puertos como el de Acapulco, Panamá o Lima, donde fueron colocados muchos de los excedentes, sin olvidar la enorme importancia que tuvieron durante todo el periodo colonial las relaciones comerciales entre las poblaciones de frontera y las villas españolas. Al respecto, Juan Arancibia9 corrobora lo mencionado previamente al decir que: El comercio, por su lado, sufría las restricciones impuestas por la actividad propiamente productiva y por el monopolio de los comerciantes guatemaltecos habiendo encontrado una válvula de escape en la comercialización de las mercancías introducidas a través del contrabando [...].

Las verdaderas guerras que tuvo que enfrentar el Imperio español durante los largos siglos de su hegemonía no fueron sólo militares, sino ante todo, comerciales. Cada vez más las potencias europeas se hicieron presentes con sus barcos en las costas indianas. Los intrusos comprobaron rápidamente que la Corona sólo controlaba algunos puntos, considerados estratégicos, quedando la inmensidad del territorio a merced 8   Entendemos como ganado mayor el referente a las vacas, los caballos y las mulas, y menor, al dedicado a las ovejas, las cabras y los cerdos. 9   Arancibia, 1988, 22.

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del contrabando, cuestión que facilitó el establecimiento de campamentos en las islas inútiles10 del Caribe y pronto en Tierra Firme. El contrabando en suelo indiano tuvo la particularidad de mantener los precios en una estabilidad algo inusual, para el contexto en que se desarrollaba.11 El contrabando ofreció mejores precios que los pagados en los mercados oficiales y dio continuidad a la salida de la plata nativa y de otros metales, a la vez que garantizó en la medida de lo posible la obtención de productos básicos y otros de lujo. El mayor atractivo que tuvo la plata indiana fue precisamente el doble papel que desempeñó: por un lado, cumplía una función de moneda corriente; por otro, funcionó como cotizada mercancía, convirtiéndose en una mercadería multifacética. Este hecho provocó una continua pugna entre las autoridades reales y los comerciantes por apropiarse de la mayor cantidad posible de este metal, situación que no cambió durante los periodos de auge minero. Su presencia fue fundamental para mantener vivo el comercio informal, que fue de vital importancia para el Istmo. La región, muy lejos de sufrir un colapso económico, debido a los factores anteriores, logró desarrollar originales estrategias económicas, que involucraron a buena parte de la población. Si el litoral Caribe facilitó el contrabando, el Pacífico absorbió todo los productos que llegaban a los puertos de Acajutla y el Realejo, entre ellos modestas cantidades de plata, manteniendo así un inusual sistema particular, poco conocido, que no estaría en comunión con los datos registrados en las cuentas de la hacienda real, institución que continuó utilizando el azogue como barómetro para controlar la producción minera. Uno de los productos estrella del contrabando fue el azogue, lo que permitió el uso de los patios de manera ilegal, así como facilitó la consolidación de redes de contrabando especializadas en ello. Al parecer, el ambiente de crisis sólo estaba en las cuentas reales. La diversificación de las empresas, así como la aparición de productos específicos para el comercio, nos da la visión de una dinámica región dinámica que buscó por todos los medios no perder la ventaja de su privilegiada ubicación geográfica para poder comerciar, pese a que la violencia continuó siendo un elemento característico. Un buen ejemplo de ello fue el constante apremio de los guatemaltecos hacia los locales. El boicot guatemalteco comenzó con la negación de estos a proporcionar créditos de largo plazo a los comerciantes hondureños, alegando que la plata era un negocio arriesgado y, por lo tanto, peligrosamente inestable.12 Sin embargo, como todos sabemos, el crédito a largo plazo nunca fue una buena opción en las colonias españolas de las Indias. Por 10   Según nos dice Bartolomé de las Casas, así eran conocidas como islas inútiles las pequeñas islas del Caribe que carecían de poblaciones estables y oro. Por ello, era legal capturar a sus habitantes y esclavizarlos. Véase Brevísima relación de la destrucción de las Indias, de Ignacio Pérez Fernández, 2000, p. 655. 11   Para el tema se puede consultar las obras de Chaverri Mora, 1998 y Martínez Castillo, 1975. 12   Newson, 2007, pp. 231-233.

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ello, aquellos lugareños que contaron con recursos decidieron invertir en otros negocios, dejando la minería a los guatemaltecos y algunos afrocescendientes que se habían especializado en el rebusque y en la recolecta de terrones de plata. Estos útimos muchas veces eran contratados como técnicos mineros, conocidos desde entonces como «güiriseres». Pero más allá de los filones de plata, el suelo hondureño fue generoso para cualquier tipo de cultivo. La roza de los bosques, provocada con el fin de buscar mineral de plata a ras de suelo, junto a la tala de árboles para los hornos, había abierto grandes brechas en el bosque, creando extensos pastizales, donde abundó el ganado cimarrón. La caza de este ganado para salazón de sus carnes y el curtido de los cueros fue uno de los productos estrella en el comercio y en el contrabando desarrollado en la provincia, generando ingresos nada despreciables para los vecinos. Un caso de gran importancia dentro de estas nuevas formas de producción fue la cría y exportación de acémilas para los mercados panameños. Las rutas comerciales, conocidas como Caminos de mulas, fueron contadas excepciones, antiguos caminos precolombinos que conectaron las zonas mesoamericanas con las áreas macro-chibchas, de oeste a este, y de norte sur, hasta Panamá, bordeando el Pacífico. La presencia de los africanos y de los zambos en la cría y arreo de mulas fue continua desde el inicio de la dicha actividad. Los muleros fueron generalmente esclavos que contaron con una gran capacidad de movilidad. Posiblemente los pactos individuales a los que llegaron con sus amos evitara que no huyeran durante el camino. Un hecho que facilitó dicho comercio fue la construcción de una calzada desde Tegucigalpa a Granada, ordenada en 1601 por rey Felipe III. El fin principal fue el de facilitar el transporte terrestre de mercancías frente a la continua presencia de piratas y corsarios. Para ello fue necesario contar con importantes cantidades de mulas, lo que representó un importante beneficio a los dueños de las estancias de Choluteca y del norte de la Nueva Granada. En 1624, Panamá necesitó de unas mil seiscientas mulas para el traslado de las mercancías por el Camino Real. Las mulas alcanzaron altos precios en las plazas panameñas. Las estancias en Honduras dedicaron grandes extensiones de tierras a la crianza de acémilas, surgiendo un buen negocio, el de alquilar potreros en régimen de potreraje.13 El precio de los animales en las plazas públicas estuvo regulado, pero no evitó que se especulara con ellos. Por este motivo, las autoridades reales debían intervenir, para evitar que el suministro de mulas fuese absorbido por alguna de las fracciones que se disputaban el control del negocio. En 1625 una acémila llegaba a alcanzar el valor de sesenta pesos para uso de carga, pero si era una mula de silla su valor llegaba a alcanzar doscientos cincuenta pesos.14

  El potreraje se refiere al pago periódico estipulado por la alimentación del ganado en un potrero

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ajeno.

  ANH Caja 526, f. 587. Pago de Mulas a cargo de Francisco Ferrera, 1625.

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Rutas de arreo de mulas hacia Panamá. Se muestran las zonas de crianza de ácemilas y la ruta precolombina pacífica como la más transitada. Se han indicado las rutas opcionales hacia Cartago-Chiriquí a través de las montañas y la ruta Cartago-Suerre-Portobelo.

Las primeras rutas hacia Panamá cruzaban las altas montañas que dividen las actuales repúblicas de Costa Rica y Panamá, lo que significó un alto precio en vidas, no sólo de animales, sino de personas; sin embargo, las ganancias eran tales que justificaban las pérdidas. El paso obligado de las mulas por la lejana provincia de Costa Rica la puso en las rutas de comercio. Rápidamente se instalaron varios puestos de servicios orientados a los muleros. Es más, las ganancias permitieron al gobernador de Costa Rica, Vázquez de Coronado, ampliar y reparar el camino gracias al cobro de impuestos, a partir de permisos de tránsito de unos dos reales para cada mula. Para 1650 el impuesto subió a dos pesos por animal, con el fin de recabar más fondos para la defensa de la Audiencia contra los piratas. Existen referencias a otras posibles rutas de muleros. Por ejemplo, la de Fernández León,15 quien propone un itinerario muy interesante desde Choluteca hasta Panamá. Según el historiador, las mulas salían desde Choluteca, rumbo a Somoto, en el actual El Salvador; desde allí pasaban a León, en la provincia de Nicaragua, para continuar hacia el   Fernández León, 1881.

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sur, siguiendo la ruta costera, hasta llegar a la Alcaldía de Guanacaste, en la actual Costa Rica, donde solían parar en Bagaces. Tras unos días de descanso, los trenes muleros, dirigidos por esclavos negros vaqueros, tomaban la ruta por la costa oriental, hasta llegar a la población de Esparza, utilizando varias zonas de potreraje. Una vez respuestas las mulas eran embarcadas desde Caldera hacia Panamá, aunque la continua presencia pirata y la escasez de embarcaciones atrasaban mucho el traslado y encarecían los gastos. La ruta hacia Panamá estaba llena de peligros, sobre todo de bandoleros, en especial cimarrones africanos. Las caravanas quedaban a merced de jefecillos, a los que se debían pagar peajes para no ser atacados. A las quejas por la falta de protección de las caravanas se unían los peligros de hacer el recorrido por mar. Al alto precio del transporte marítimo había que sumarle la corrupción de los aduaneros y agentes del puerto de Caldera, en la provincia de Costa Rica, último punto del camino antes de embarcar. El presidente Valverde ordenó la construcción de un largo y difícil camino que pasaría por la provincia de Cartago y atravesaría el cerro del Aguacate. Con ello se evitaba el paso por los territorios de los indios rebeldes borucas. Por este motivo, la ordenanza enviada por el Consejo de Indias obligó a todas las poblaciones a que auxiliaran a los arrieros y a las bestias. El estrés y las largas jornadas acababan con la vida de las mulas, por lo que debían de ser reemplazadas continuamente. Esto fue posible gracias a las recuas que arribaban desde Honduras, un comercio que no se vio afectado por los ciclos mineros y que representó un negocio muy rentable hasta 1820.16 La venta de mulas y de sus arreos hasta Panamá generó grandes beneficios, a pesar de lo costosa que nos puede parecer la empresa de transportar animales hasta el Istmo. Las ganancias obtenidas por los vecinos del camino de mulas en Costa Rica llegaron a plantear en 1606 la posibilidad de anexarse a Panamá, ya que les resultaba más rentable esa unión que el continuo pago de impuestos a la lejana Guatemala.17 A partir de la segunda mitad del siglo xvii, el comercio de ganado proveniente de la provincia de Honduras fue un negocio más que rentable que enriqueció a muchos vecinos hondureños y a las poblaciones por donde circulaban las recuas. Aunque sólo hemos encontrado datos aislados sobre la presencia de afrodescendientes entre los vaqueros, sabemos que muchos de ellos fueron capataces y jefes de cuadrillas, gracias al estatus de hombre de confianza con el que contaban. La seguridad de que los esclavos vaqueros no escaparan junto con los animales o el dinero es un tema que nos hace reflexionar sobre las relaciones entre amos y esclavos y las complejas relaciones esclavistas establecidas en un contexto tan particular como la cría y venta de acémilas en la Centroamérica colonial.18 El desarrollo de las estancias no sólo tuvo un fin económico, sino que también fue un importante mecanismo de expansión territorial, donde el conocimiento sobre la cría de ganado de los esclavizados africanos fue clave para el éxito de las mencionadas empresas. Por otro lado, la naturaleza del trabajo vaquero les brindó cierta libertad.   Castillero Calvo, 1978, pp. 370-420.   Fernández León, 1888, p. 147. 18   Scott, 1994, pp. 136-201. 16 17

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Los niveles de dependencia y control debemos de contextualizarlos dentro del sistema productivo en el que se vio inmerso el esclavo. En la minería, por ejemplo, los esclavos estuvieron sometidos a un fuerte control, no teniendo tiempo para sí mismos. Caso contrario les ocurría a los africanos empleados en las ganaderías, haciendas u obrajes, donde muchas veces ejercieron sus labores sin tanto control del capataz o del amo. Las estancias fueron espacios semi-independientes, donde muchos esclavos lograron cultivar y contaban con la posibilidad de disponer de algo de tiempo. Su esfuerzo, en este sentido, les permitió el desarrollo de otros talentos y capacidades.19 Si los afrodescendientes fueron elementos claves en el desarrollo de las actividades económicas de la provincia, también lo fueron en las actividades sociales y culturales de la zona, especialmente cuando el caos minero absorbió a cientos de esclavos huidos, convirtiéndolos en libre, lo que les facilitó el establecimiento de hermandades y cofradías.20 Ambas formas de asociación fueron los dos mecanismos de integración más populares en las Indias, cuyo origen se remonta a la Edad Media. Tanto las hermandades como las cofradías estaban generalmente formadas por individuos del mismo estrato social, asociados con el fin de realizar algunas obras de piedad.21 Todas ellas tuvieron un origen religioso común, por lo que la presencia de la Iglesia fue fundamental para el reconocimiento social de la cofradía. Una vez instaladas en las colonias, estas instituciones cumplieron sus funciones sociales de control y de ayuda mutua. A las cofradías de blancos pronto se unieron las de indígenas, promovidas por los misioneros, y no pasaría mucho tiempo para que aparecieran las llamadas cofradías de negros o morenos. Las cofradías de morenos tuvieron como función integrar dentro de las estructuras sociales españolas a los africanos libres y a los esclavos que contasen con el consentimiento de sus amos. La Iglesia se convirtió, de esta manera, en el espacio social común de los grupos sociales antagónicos: amos, esclavos negros libres, cuarteados22 e incluso huidos. Siguiendo los modelos estudiados en otras ciudades coloniales, podemos suponer que las cofradías de morenos hondureñas estuvieron formadas por africanos tanto libres como cuarteados, además de esclavizados, zambos y mulatos, siguiendo un estricto orden jerárquico, donde los negros caciques, los capataces y los jefes de cuadrillas ocuparon puestos de responsabilidad dentro de las cofradías.23 Las cofradías se convirtieron en una herramienta más de integración que creó un sentimiento de pertenencia junto con la formación de las milicias a mediados del siglo xvii, y abrieron el camino a procesos de asimilación que facilitaron el blanqueamiento de la mayor parte de la población zamba.24   Klein, 2008, p. 109.   Para conocer más sobre las cofradías de negros consultar Moreno Navarro, 1997. 21   NGOU-MVE, 2008, p. 25. 22   Los negros cuarteados eran aquellos que habían pagado parte de su precio a su amo, dentro del sistema de auto compra que les permitía ser libres después de cancelar a su amo el precio pagado. 23   Véase Von Germeten, 2006, y Castañeda y Velázquez, 2012. 24   Klein, 2008, p. 149. 19 20

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La idea de una cofradía formada por esclavos negros no es originaria de América. Desde finales del siglo xv existían en la Andalucía pluricultural estas organizaciones, popularmente conocidas como de los negros o negritos o morenos o mulatos.25 La creación de cofradías exclusivas para afrodescendientes gozó de gran éxito en las Indias, siendo la misma Iglesia, en su afán por evangelizar a los afrodescendientes, su mayor promotora. También los congregaciones fomentaron la creación de estas asociaciones, donde los mismos monjes participaban en su organización y administración, logrando con ello vincular las cofradías a sus conventos. Por ejemplo, en 1572, nos dice Torquemada26 que en la ciudad de México existía una importante cofradía de negros compuesta por más de dos mil miembros. También tenemos noticia de la importancia de estas cofradías en el resto de la Nueva España, gracias a la nutrida documentación generada por el pago de tributos y de otras cuestiones27 relacionadas con estas organizaciones. Ese mismo año de 1572, la Corona, en Cédula Real,28 envió una serie de recomendaciones para someter a las cofradías negras, por el temor de que estas últimas llegaran a controlar el repartimiento de la mano de obra, dada la gran influencia que fueron tomando. El éxito que obtuvieron las cofradías de negros en las Indias volvió a ser tema de preocupación para las autoridades reales, quienes en 1602 decidieron, mediante una serie de ordenanzas,29 que debía estar presente un religioso o un miembro del cabildo en cada reunión que tuvieran. En caso contrario, sería considerada ilegal y corría el peligro de ser inhabilitada. Al parecer, las indicaciones del Consejo de Indias no fueron del todo respetadas. Por ello, se tuvo que volver a legislar en mayo de 1610,30 recomendando eliminar las cofradías de negros: Para bien y quietud de la republica, ordena y manda que de aqui no se hagan las dichas juntas, bayles, danças, juegos de sortixas, ni otros entreteminientos y uelgas por los dixos los negros y morenos libres ni esclavos en las dixas las plaças de la Nueva España y Guatemala, ni en otras partes públicas ni secreteas [...].

Esta preocupación de la Corona por controlar las actividades de los cofrades afrodescendientes nos hace pensar en la importancia que iban tomando estas asociaciones en las villas y ciudades de las Indias, no sólo en las capitales de los virreinatos, sino en casi   Véase la obra de Sánchez Herrero, 1999, p. 23.   Torquemada, 1977, p. 40. 27   Por ejemplo tenemos AGI, México 19 Exp. 74, f. 12, Cofradías de mulatos en México, año de 1589. 28   AGI, México doc. 19, Exp. 74, f. 12-15, Cédula Real para la Audiencia de Guatemala, La Puebla de los Ángeles y la Nueva España, se recomienda vigilar y controlar las cofradías de morenos, año 1572. 29   La información sobre las doctrinas de los mercedarios se ha obtenido del documento: AGCA A, I, 23 1514 22 1590-1600 y en la obra de Samayoa Guevara, 1985, p. 40. 30   Archivo General de la Nación México (de ahora en adelante AGNH) Ordenanza, vol. III, f. 77, año de 1610. 25 26

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todos los espacios donde existía una importante presencia negra, como fue el caso de la Alcaldía Mayor de Minas de Tegucigalpa. Existen muchas y distintas lecturas sobre el proceso de fundación de las cofradías de negros en las Indias. Dejan ver que este tipo de asociaciones fueron un espacio de integración de personajes de distinto origen, haciendo de la cofradía una institución netamente urbana. Uno de los trabajos más interesantes y completos acerca de este tema es el realizado por el profesor Javier Laviña31 sobre las cofradías del Caribe. Para el Perú virreinal las cofradías de negros han sido estudiadas por Celestino y Meyer,32 quienes abrieron con sus investigaciones un interesante debate sobre el libre albedrío que tendrían los indígenas y los negros al pertenecer a una cofradía. Ambos autores aseguran que muchos religiosos obligaron a los indígenas a pertenecer a una cofradía. Esta situación de presión fue otro mecanismo de control colonial sobre estos últimos. En el caso de las primeras cofradías de negros en Tegucigalpa creemos que no sucedió así, puesto que la membresía a una cofradía fue una buena oportunidad para el ascenso social y una manera más de blanquearse. Las cofradías de morenos cumplieron un importante papel en la visualización de los derechos de los afrodescendientes dentro de las dinámicas coloniales.33 En la Tegucigalpa minera la presencia de la Cofradía de Morenos de la Merced fue un bastión importante en la lucha por la libertad y por la mejora de sus condiciones de vida. Las cofradías y hermandades tuvieron particularidades que las hacía diferenciarse entre ellas, especialmente a la hora de celebrar sus fiestas mayores. Sin embargo, tuvieron otras muchas normas, impuestas desde la misma iglesia, quien por un lado fue muy flexible y por otro lado era obstinada a la hora de respetar los cánones traídos de la península. Las cofradías hondureñas estuvieron regidas por el derecho eclesiástico contenido en el denominado Libros de Reglas, que constituyó una fuente jurídica y organizativa con fuertes raíces medievales, en pleno proceso de cambio, con base en las modificaciones planteadas en el Concilio de Trento, que modificó especialmente los temas de la fiscalización.34 Esta particularidad dejó grandes vacíos legales y una interpretación libre de muchas de estas normas ancestrales, muy en especial en el universo colonial español de las Indias y, en particular, en el mundo minero hondureño. A pesar de las particularidades de las cofradías de negros en las Indias, podemos definir tres objetivos principales comunes para todas ellas, sin importar el estatus social de sus miembros. Por un lado, tenemos la ayuda mutua y la protección para los más necesitados de su comunidad, tales como préstamos y ayuda a viudas y huérfanos, entre otras actividades económicas. Por su carácter religioso, se organizaban celebraciones ba-

  Laviña, Orobitg, 2008, p. 165.   Celestino y Meyers, 1981, p. 8. Su trabajo abarca diferentes aspectos generales de las cofradías, presentes en las Indias durante los siglos xvi y xvii. 33   Sobre la presencia de las cofradías en Perú se debe consultar Tardieu, 1997; otra obra importante es Bowser, 1978. 34   Gutiérrez, 2000, pp. 70-73. 31 32

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rrocas (misas, rosarios y festividades) donde quedó reflejada la capacidad económica de sus miembros. En cambio, cuando los miembros pertenecían a los sectores populares, se dejaba ver una serie de manifestaciones precolombinas y de tinte africano, como podría ser la presencia de bailarines y tambores en honor a su santo/a protector/a, resultado de los procesos de aculturación y asimilación que sufría la sociedad colonial. Por ello, debemos ver la fundación de las cofradías35 como un ejemplo de la aceptación de la condición humana de los esclavos, admitiendo así sus capacidades intelectuales.36 Por su parte, las autoridades coloniales consideraron necesaria la creación de las cofradías como una forma de aculturación, aunque con cierto recelo, ya que fueron conscientes del peligro que representaban las reuniones de esclavos. Es más, muchas de las reivindicaciones que acabaron en revueltas posiblemente se gestaron al calor de una cofradía.37 Lo que sí podemos decir es que las cofradías fueron espacios donde se realizaron ceremonias sincréticas, cuestión que articuló el proceso de aculturación y sobre todo de integración de estos grupos.38 Por su parte, las cofradías se convirtieron también en espacios donde los esclavizados bozales aprendieron las bases de la religión católica, a la vez que funcionaron como espacios de encuentros y de aprendizaje de las costumbres de su nuevo contexto. También se esperó de las cofradías que hicieran a los esclavizados más dóciles, con el fin de que aceptaran con resignación cristiana su sometimiento a la esclavitud. Sin embargo, las bondades pregonadas por la doctrina católica y la obligación de todos los fieles de seguirlas se convirtieron en una herramienta discursiva clave que inspiró la lucha contra el sistema dominante, haciendo que muchas cofradías funcionaran como espacios de resistencia, lejos de los primarios deseos de sus amos y de la misma Iglesia. En general, los cofrades de mayor edad solían cumplir un papel clave para los esclavizados bozales, quienes encontraban consejos para sus luchas personales, incluso asesoría legal en los casos en que habían emprendido juicios contra sus amos, todo ello enmarcado en un complejo proceso de aculturación, definido por Manuel Moreno Fraginals con las siguientes palabras:39 Desde sus inicios se trató de sociedades nuevas donde africanos y europeos van llegando simultáneamente: los primeros en condición de pueblos sojuzgados en una guerra de rapiña capitalista y los segundos en condiciones de grupo explotador. No hay pues una sociedad preexistente, a la europea, que se impregna de aportaciones africanas. Por lo tanto es falso como método la simple búsqueda de africanismos para sospesar cuantitativamente cuantos se insertaron en los moldes establecidos [...].

A partir de 1590 los mercedarios, ya establecidos en la nueva alcaldía, recorrieron varias rancherías, intentando establecer centros doctrinales y compitiendo con 35   Sobre este tema existen muchos estudios; para otros espacios coloniales como Nuevo México, véase Van Germeten, 2006, 215.b 36   Scott, 1994, pp. 136-201, 37   Genovese, 1979, p. 14. 38   Kein, 2008, p. 149. 39   Moreno Fraginals, 1985, p. 31.

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los franciscanos, quienes venían desarrollando una misión evangelizadora con sede en Comayagua, desde hacia algunas décadas. No tuvo que pasar mucho tiempo para que ambas congregaciones plantearan fundar conventos. Los mercedarios, al igual que otros religiosos, se esforzaron por ser los primeros en establecer cofradías en Tegucigalpa, considerada la nueva meca minera. El fin primero de las mencionadas hermandades bajo control religioso fue la de someter a la mayor cantidad de gente a las distintas actividades religiosas. Además, como hemos señalado antes, las cofradías fueron un eficaz método de aculturación y pacificación; por ello, las autoridades no las consideraron peligrosas. Al abrigo de los mercedarios, las cofradías, como institución, se hicieron muy populares, sobre todo al representar un mecanismo de empoderamiento de los sectores populares. Sus funciones, mediante la ideología de la ayuda mutua, permitieron sufragar algunas deudas de la comunidad, así como contribuir a los gastos de celebraciones religiosas o a la construcción de ermitas en las rancherías. Otra de las funciones de las cofradías de morenos, al igual que en el caso de las formadas por indígenas o criollos, fue ejercer como consultorios jurídicos muy particulares. En ellos asesoraban y ayudaban a sus cofrades y hermanos en temas espinosos no exentos de carga moral y religiosa, especialmente, en casos de abusos sexuales o de incumplimiento del deber de adoctrinar, sin dejar de tener importancia los casos, no pocos, de incumplimiento de la promesa de emancipación, acuerdo o promesa de libertad realizada tanto en vida como por voluntad del fallecido en los testamentos. La Cofradía de Morenos de la Merced fue la primera de la Alcaldía Mayor de Minas de Tegucigalpa. Entre sus más destacados miembros se encontraban los caciques negros de Comayagüela. Además de ellos, existieron miembros con diferentes estatus jurídicos, tales como africanos libres, esclavizados domésticos y algunos miembros de las rancherías y de las haciendas cercanas. Al calor de la buena marcha de la minería, junto a la reactivación de los mercados, muchos de los habitantes de las rancherías cercanas, tales como Orica, Cantacamas y Danlí, se fueron integrando en la Cofradía de Morenos de la Merced. Incluso existieron miembros en las lejanas Nueva Granada y Soconusco.40 También disponemos de registros de personas que decían provenir de Ojojona y Nacaome,41 dos rancherías con presencia franciscana. La Cofradía de Morenos de la Merced estuvo siempre bajo la dirección de un fraile mercedario, quien junto con los escasos curas disponibles en la alcaldía promovieron este tipo de asociación frente al poder colonial, con el fin de ejercer un mejor control sobre la población dispersa y, de paso, participar en las ganacias de la minería. Por otro lado, la membrecía a una cofradía funcionó como un mecanismo de integración en la sociedad colonial, gracias a las numerosas actividades realizadas. No cabe duda de que también se desempeñaron como un elemento de asimilación, a la vez que fueron espacios de ayuda y protección ante la violencia de los espacios coloniales, en especial hacia las mujeres, tanto indígenas como afrodescendientes. 40   La información sobre los miembros de las cofradías y sus orígenes están recopilados en ANH Cajón 102, f. 158-201, Informes de los mercedarios en la provincia, entre 1580 y 1610. 41   Ibidem, f. 241.

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Las particularidades del mundo minero afectaron en buena medida la estabilidad de las mencionadas cofradías en la provincia. En los momentos de mayor auge minero, los cofrades eran más libres de celebrar sus festividades, frente a la dudosa ortodoxia practicada durante los periodos de crisis. Existieron, en todo caso, miembros procedentes de otros espacios económicos, tales como la ganadería, los obrajes o las haciendas, sin despreciar el contrabando. Las cofradías como tales fueron en esencia urbanas y mineras. Por ello representaron un espacio de poder para sus miembros y, en especial, para sus hermanos mayores, quienes ejercieron una gran influencia en la sociedad colonial. Para mediados del siglo xvii, la Cofradía de los Morenos de la Merced contó con capellanías en los valles de Naco, Olancho y Comayagua, además de otros recursos económicos, que la convirtieron en un importante punto de referencia. Esta realidad no solo se dio en los espacios mineros. Vemos que en casi todas las Indias encontramos cofradías de morenos ocupando un importante espacio social, a la vez que funcionaron como verdaderos espacios de resistencia. Pero las capacidades de cada cofradía no quedaban limitadas por el color de sus componentes, sino más bien por su capacidad económica, dentro del contexto donde se establecieron. Es aquí donde encontramos la enorme influencia que las cofradías de morenos va a tener en Centroamérica, sobre todo cuando a mediados del siglo xvii muchos afrodescendientes logran ocupar cargos importantes en las milicias. Ambas instituciones, cofradías y milicias, se convirtieron en avanzadillas para el blanqueamiento y la integración de la mayoría de los afrodescendientes que formaban parte activa de la Audiencia de Guatemala y, en especial, de la Alcaldía de Tegucigalpa. La lucha entre las diferentes ordenes religiosas por controlar mayores espacios las llevó a realizar un pacto, a partir del que se delimitaron sus espacios de acción, una negociación iniciada en 1600 y que se mantuvo durante el resto del periodo colonial. Baltasar Ortiz de Letona confirmó dichos límites en un informe firmado en 1743.42 Poco más tarde, en 1605, los mercedarios presentaron una larga memoria jurada a sus superiores de Guatemala que contenía importante información sobre sus programas de evangelización en la provincia de Honduras. Gracias a este informe hemos podido conocer la presencia de afrodescendientes, especialmente zambos, en otros espacios, alejados de las áreas de producción minera de Tegucigalpa, tales como los valles del Río Hondo o Amarateca. Ya en 1597, los mercedarios43 escribieron que habían encontrado muchos negros huidos y algunos de sus hijos negros en el valle de Yeguare, afirmando que todos eran buenos cristianos. Por otro lado, los mercedarios confirmaron que en las reducciones de Comayagüela, Támara y el Poblado de San Antonio, en las afueras de Comayagua, la mayoría de sus habitantes eran afrodescendientes, al igual que ocurrió con el caserío del Salvador y las

  Ibidem, f. 10.   AGI, México 19 Exp. 74, fol. 12 informe de las cofradías de Honduras y Nueva España 1599.

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poblaciones asentadas en las cercanías de las minas de Santa Lucía, que pasaron en el siglo xvii a formar parte de la jurisdicción de la antigua ranchería de Orica.44 Otros importantes asentamientos con presencia africana fueron los de Colón y Guazaule y las rancherías cercanas a los minerales de Corpus y San Martin, donde medio siglo más adelante se fundó un convento mercedario. En la segunda mitad del siglo xvii, San Martín recibió el título de Real Villa; para entonces, la antigua ranchería contó con un nutrido grupo de frailes, además de un cura con el título de juez eclesiástico. Algunos pueblos con mayor presencia afrodescendientes 1580-1630.45 Pueblos

Sede

Carcamo y Cirilapa Macholoa Sichitepeque Ujuera Xalapa Ahuamqueterique Cayngala Curaren Reditoca Lepaeca Porta Talua Yambalaguira Orica Cantacamas Danlí Ojojona y Nacaome Comayagüela y Río Hondo

Tencoa

N.º de Indígenas

Miembros «Morenos»

1500

286

Comayagua

980

251

Gracias a Dios

800

163

2500

428

Tegucigalpa

AGI. Mexico 19 Exp 74, fol. 12, informe de las cofradías de Honduras y Nueva España 1599 y ANHH Cajón 102, fol.158-201 Informes de los mercedarios en la provincia 1580-1610.

El espacio minero centroamericano fue un particular universo lleno de contradicciones, ilusiones y violentas realidades que de manera caprichosa jugó con los habitantes de la región, condescendiendo para que el tono de piel no fuese un obstáculo en la ansiada integración. El vaivén de la producción minera, con sus largos periodos de crisis y espontáneos momentos de auge fue un marco perfecto para que muchos afrodescendientes, considerados cimarrones, pasaran a ser miembros de la comunidad. Estos fueron muy valorados y buscados por los empresarios mineros, especialmente aquellos

44   Los misioneros mercedarios no especifican si la cantidad se refiere a afrodescendientes, es decir, a negros, zambos o mulatos, ya que muchos se consideraban indios, o si se refieren al creciente número de negros, lo que los situaba en una situación social superior a los otros afrodescendientes. ANH Cajón 102 fol. 158-201 Informes de los mercedarios en la provincia entre los años de 1580 y 1610. 45   Infromación recopilada en AGI. México 19, Exp. 74, fol 12, informe de las cofradías de Honduras y Nueva España 1599 y ANHH Cajón 102 fol. 158-201 Informes de los mercedarios en la provincia 1580-1610.

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que provenían de comunidades africanas conocedoras del arte de fundir metales,46 particularmente de los pueblos de la zona del golfo de Guinea, donde la larga relación que tenían con el mundo musulmán les había facilitado ese conocimiento. Recordemos que la metalurgia del hierro y del cobre parece haberse formado a partir de una difusión de técnicas norteafricanas, con una fuerte tradición fenicia, muy cercana a las utilizadas en la Península,47 por lo que el trabajo en los lavaderos de oro y en los socavones después, no les fue tan ajeno a muchos de los esclavizados, convirtiéndose este conocimiento en una gran ventaja frente a los indígenas. Dichas habilidades fueron bien consideradas y les facilitó obtener mejores puestos de trabajo. La eficiencia de los africanos como capataces de minas fue muy valorada por los empresarios, que no dudaron en tratarlos con especial cuidado, frente a los demás esclavizados, tanto indígenas como africanos. La presencia de estos esclavizados con conocimientos mineros fue una garantía para el éxito de las empresas, especialmente cuando la fiebre del lavado de oro los convirtió en hombres de confianza de sus amos, alcanzando precios de hasta 300 pesos en los mercados mineros. Los mineros llegaron a justificar la violencia sobre los indígenas diciendo que estos eran perezosos. Por su parte, los africanos fueron considerandos como buenos trabajadores, llegando incluso a presentar mayores habilidades para resistir el inhóspito contexto de la selva donde se lavaba el oro, frente a la displicencia vital de los indígenas. Otra de las capacidades demostradas por los esclavos africanos fue la de integrar los diferentes métodos de lavado de oro: peninsular, amerindio y el suyo propio, lo que les volvió elementos claves en la extracción del metal. Un buen ejemplo de ello fueron los hornos Tocochimbo,48 un sistema precolombino adaptado por los españoles y especialmente mejorado por los africanos, los que les valió el puesto de jefes de hornos frente a los indígenas, sus verdaderos creadores. Pero no todos los africanos que pasaron a Tierra Firme fueron esclavos mineros: según afirma Mellafe,49 la crisis de los yacimientos caribeños produjo un fenómeno temprano de mano de obra asalariada, donde los diferentes grupos étnicos van a ir perdiendo aquellos rasgos culturales que los diferenciaba, volviéndose parte de una masa indiferenciada de trabajadores asalariados. El autor señala que: El elemento negro esclavo y libre, junto con una elevada proporción de mestizos negros, fue una parte sustancial de este nuevo grupo social de trabajadores.

Lo anterior nos puede ayudar a entender el papel tan importante que tuvieron los africanos en el buen funcionamiento de las minas, especialmente después de 1580, cuando la minería de plata exigió trabajadores más competentes que los utilizados en los lava46   El Manual de José Leta ofrece evidencias arqueológicas de un posible asentamiento cimarrón en la región sudoriental de la isla de Santo Domingo. A su vez, hace referencia a procesos de metalurgia en los palenques. En Arron, 1986, pp. 33-93. 47   Bonde e Izard, 1996, p. 18. 48   Oyuela, 2000, p. 27. 49   Mellafe, 1973, p. 97.

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deros. Muchos de estos cimarrones de las rancherías contaron con alguna experiencia en la fundición de la plata por medio de hornos y sabían buscar vetas; además, no faltaron aquellos que sabían hacer socavones y construir galerías, sin necesidad de clavazones. Todos ellos consiguieron un puesto en las empresas mineras como trabajadores libres sin importar el tono de su piel ni su condición jurídica. La escasez de buenos capataces y mano de obra cualificada hizo posiblemente que se pasara por alto la condición jurídica del individuo, dando por hecho que todos los cimarrones eran personas libres, aunque existían denuncias por esclavos huidos en todos los cabildos de la provincia. Los capataces afrodescendientes fueron claves en los procesos de amalgamación y fundición del mineral, especialmente en la dirección de los patios. Por la naturaleza peligrosa del proceso, durante el que emanan gases tóxicos, se había prohibido contratar a indígenas, por lo que dichas cuadrillas estaban enteramente formadas por esclavizados bozales y personas libres. Fundamentalmente fueron muy valorizados aquellos africanos que podían comunicarse con los bozales mediante alguna lengua africana. No pocos de ellos fueron hombres de confianza que se encargaban de la administración de la mina o de la hacienda, en ausencia del dueño. Al parecer los mineros prefirieron contar con capataces zambos o negros, más que con españoles o indígenas. En este contexto, los güiriseres (generalmente africanos y zambos que se habían dedicado a la búsqueda), recolectan y procesan de la plata. Además de ellos, muchos eran líderes de sus comunidades, lo que facilitaba el acceso a la tan deseada mano de obra. Podríamos definirlos como ingenieros de minas. Su presencia fue elemental para el buen funcionamiento de estas últimas y el posterior procesamiento de los minerales. Los güiriseres fueron muy solicitados para supervisar las infraestructuras necesarias en las minas, tales como excavaciones, perforaciones de pozos y construcción del sistema de desagües o de galerías subterráneas, además de lidiar con los contingentes de trabajadores, tanto en la boca de la mina como en los patios de los beneficios, incluso en los molinos. Los güiriseres conocían las características del suelo hondureño, lo que los convirtió en elementos básicos en cualquier explotación formal que se iniciara. La presencia de antiguos cimarrones está bien documentada entre ellos. Sobre todo fueron muy denunciados por no contar con una condición jurídica clara. Desde la fundación de Tegucigalpa, las empresas mineras guatemaltecas fueron conscientes de la importancia de contratar a güiriseres, motivo por el cual fueron a buscarlos en las rancherías cercanas de Danlí, El Paraíso y Cedros. Así quedó registrado en la solicitud de Merced de Alonso Contreras, enviada a Sevilla en 1584.50 Estos mineros improvisados fueron ante todo indispensables a la hora de localizar las vetas, gracias a que muchos de ellos se dedicaban a recorrer los montes en busca de mineral a ras de suelo, lo que les proporcionó un buen conocimiento del terreno. Por otro lado, la presencia de gran cantidad de esclavizados bozales les confirió un nuevo estatus, uno que podríamos comparar con los esclavizados ladinos llegados con los primeros españoles. 50   AGCA A, I, 29, 40205, Leg. 4676-78, Informe de merecimientos y servicios de Alonso Contreras, gobernador de Honduras, año 1584.

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El auge minero también facilitó que muchos cimarrones se instalaran en las rancherías cercanas a las minas o directamente solicitaran trabajo como asalariados. Esto fue posible debido a la poca o nula importancia que los empresarios guatemaltecos y nicaragüenses dieron a su condición jurídica. Esta situación favoreció enormemente los procesos de construcción de nuevos asentamientos y fueron, sin duda alguna, espacios pluriculturales, de convivencia, no exentos de violencia y conflictos.51 Un buen ejemplo de ello fueron los asentamientos que a lo largo de los años ochenta del siglo xvi se fueron construyendo en la zona de Comayagua, una serie de estancias para el beneficio de la plata, con patios y esclavos especializados en su funcionamiento. Dichas estancias se encontraban en plena producción cuando se estableció la nueva alcaldía, por lo que podemos decir que posiblemente en estos patios se procesó la primera plata que se obtuvo en Tegucigalpa. La buena marcha de los patios exigió mejoras en los difíciles caminos que comunicaban estos beneficios con la villa de Comayagua y con algunas de las haciendas periféricas, donde se elaboraban una serie de productos básicos para la alimentación de las cuadrillas. Sin embargo, una vez más el cabildo no contaba con los medios para reparar o crear infraestructuras, encareciendo el producto final.

Propuesta de las principales zonas mineras tanto en el territorio bajo control español, como de la zona de frontera bajo influencia afrodescendientes y las zonas de conflicto.

  Este tema ha sido trabajado por Pilar Gozalbo para el caso de Nueva España. Gonzalbo, 1998.

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Gracias a los molinos, la minería de la nueva alcaldía pudo salvar las primeras etapas, consolidándose rápidamente. También la alcaldía disfrutó de otras ventajas que le ayudaron en esta primera etapa, como fueron la buena marcha de la Nao de Honduras y la relativa seguridad de los caminos, gracias a los pactos con los habitantes de las rancherías, quienes dejaron de asaltar los caminos para integrarse en la actividad minera. La Casa de la Contratación recibió estas buenas noticias, y en respuesta envió una serie de indicaciones para el buen funcionamiento de las minas.52 En 1588 se ordenó: Que la plata que se ensaye se haga con mineral de tomín y medio y mezclado para ensayar plata de once dineros y cuatro gramos, cinco tomines de plata.

La idea era que se acuñaran monedas en la alcaldía. En el mismo documento, se dice: Que las capellán donde se han de hacer los ensayes, se hagan con los moldes que oportunamente se enviaran desde España y las cenizas con que se han de hacer dichas capellas sean de cuerno de carnero y de ciervo y de huesos de pie de puerco y otros huesos muy quemados y molidos… esta ceniza seria mesclada con agua caliente, echando en ella un poco de jabón y bórax [...].

Más adelante, en el mismo documento se explica cómo han de ser los hornillos: En que se han de refinar los ensayes sean de hierro y redondo se han de embarrar por fuera y por dentro para evitar que el fuego gaste el hierro, teniendo dicho hornillo media vara de alto y una cuarta de hueco y el medio por dentro parrillas donde ha de estar la mufla la cual debe de tener sus agujeros a la redonda [...].

Aunque algunos beneficios del periodo de Comayagua no lograron sobrevivir a la crisis que provocó el cierre de muchas de las vetas de Guasucarán, otras sí lo lograron gracias a su mejor situación geográfica. Así continuaron procesando mineral, proveniente de varias minas medianas y, desde luego, de Tegucigalpa. El mineral sacado del cerro de Santa Lucía resultó ser más generoso y manejable que el de Guasucarán, por lo que el nivel de rendimiento del azogue aplicado en su procesamiento fue mucho más alto. Uno de los beneficios que logró adaptarse a la nueva situación minera fue el de la hacienda de Alonso Verdugo Montalbo,53 a un cuarto de legua de Guasucarán. Este ingenio contaba con un molino de agua con dos cabezas para el beneficio de metales, además de una cuadrilla compuesta de sesenta esclavos africanos, quienes molían broza con grandes almádanas54 de sesenta libras. En total, la hacienda contaba con unos doscientos cincuenta y siete esclavos negros que trabajaban exclusivamente en el beneficio de los minerales.   Toda la cita es de: AGCA A, I, 317 Exp. 26909 Leg. 1651, f. 25-28. Cedúla Real de 1588.   ANH Paquete 1, Legajo 55, El descubrimiento de minas, 1590. 54   El almádana es un gran martillo que cuenta con una cabeza de hierro especial para moler piedras, utilizado sobre todo por negros expertos. 52 53

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Africanos en los nuevos ciclos mineros Al principio de la década de los noventa, el panorama minero parecía aumentar con importantes despuntes de producción, reflejados en la recaudación del décimo real.55 Como buen ejemplo de ello, tenemos las cuentas presentadas en el año 1594, cuando se llegaron a recaudar a través del diezmo de la plata procesada en Tegucigalpa unos quinientos mil pesos, que fueron enviados a Sevilla para el asombro del viejo Felipe II. Sin embargo, dos años más tarde, el obispo de Comayagua, fray Gaspar de Andrada,56 remitió al rey un informe donde aseguró que no se habían podido acuñar más monedas porque los moldes y otros instrumentos habían sido robados. Sin una explicación más, el obispo pasó a comentar la buena marcha de las minas de Tegucigalpa con las siguientes palabras: En las minas de Tegucigalpa ay un beneficio que tiene valor de salarios y capellanías y obvenciones quinientos pesos de Minas, sírvele el bachiller Jorge Fernández de Velasco, natural de Olmedo, fue proveído en él presentación de VªMgt [...].

Más adelante, el obispo escribió:

Mazo de Almádana dibujado por William Vicents Wells en 1857 y que en la actualidad se siguen utilizando.57

En las minas de Guasucarán en el partido de Xoxona ay un benefficio que vale quatrocientos pesos de Minas de salario y obvenciones sirvienlo dos clérigos el uno se llama Bachiller Hernando López y el otro se llama Gil González de Vallencillo [...].

La producción minera en el cerro de Santa Lucía estaba en sus mejores momentos. El problema era que los vecinos de Comayagua boicoteaban todos los intentos de establecer beneficios cercanos a Tegucigalpa. Una vez más las rencillas entre los guatemaltecos   Recordemos que, por Real Cédula, el Rey concedía el pago a los vecinos de Honduras la décima parte y no la quinta, con el fin de ayudarles a continuar con sus empresas mineras, Reina Valenzuela, 1981, p. 16. 56   AGCA A, I, 23, 1513 734, quejas del obispo Andrada a su Majestad, año 1596. 57   Wells, 1960. 55

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instalados en Tegucigalpa y los hondureños de Comayagua provocaron un colapso en la producción. El conflicto básico radicó en que los viejos beneficios que se encontraban alrededor de Comayagua adsorbían casi todo el azogue que llegaba a la provincia, gracias a las antiguas redes clientelares. Estas últimas exigían que la plata fuese procesada en sus beneficios, negándose a compartir el azogue o revenderlo. Los mineros de Santa Lucía se vieron obligados a procesar la plata en estos beneficios, que se encontraban algo lejos de las minas, por lo que necesitaron contratar grupos de tamemes para el traslado del mineral. Estos cargadores, denunció el obispo de Comayagua, estaban controlados por negros y zambos socios de Núñez, quienes fijaban las cuotas y solían, además, ofrecer protección en los cortos pero peligrosos caminos que conectaban las zonas mineras con los patios.58 El gobernador, Juan Núñez,59 fue denunciado y se vio obligado a viajar a Guatemala para rendir cuentas sobre las acusaciones que pesaban sobre él. En su declaración explicó los problemas existentes en la distribución del azogue, alegando que no eran culpa suya. En realidad, el control de la mano de obra de las reducciones fue una de las condiciones impuestas por los jefes de las rancherías para reducirse, por lo que Juan Núñez no tuvo ninguna vinculación, muy a su pesar, con el buen negocio del repartimiento de mano de obra, en manos exclusivamente de los caciques negros. Los caciques de las reducciones controlaron el negocio del transporte mediante tamemes, hecho que fue denunciado por los curas, quienes perdieron el control de la distribución de la mano de obra de las reducciones que estaban bajo su jurisdicción.60 Las disputas entre los diferentes bandos afectaron directamente la producción de la plata y, con ello, a la Hacienda Real, que continuaba utilizando la distribución legal del azogue como barómetro para calcular la cantidad de plata procesada, frente a la gran cantidad de voces que denunciaban un gran contrabando de azogue. La Corona ordenó que se enviaran inspectores a todos los patios y, en especial, a los grandes beneficios, con el fin de controlar la producción del metal. Así fue descubierta una gran cantidad de esclavos huidos que trabajaban como libres. Un caso conocido fue el del hacendado don Antonio de Agreda, quien contó con uno de los más importantes beneficios en la ruta hacia Tegucigalpa. Tenía un molino de mulas para el beneficio de metales, una cuadrilla de veinte y nueve negros con almádanas de cuarenta y cinco libras y un número no especificado de esclavos africanos, dedicados al tratamiento de las tortas y del reciclado del azogue. Don Antonio de Agreda fue acusado de emplear negros huidos de las rancherías y de pactar con ellos mejores precios para sus socios en el transporte de la broza.61   El obispo de Comayagua informó al Consejo de Indias sobre la delicada situación de los patios, que causaba daños en la producción, con graves consecuencias en la Hacienda Real. AGCA A, I, 23, 1513 738, quejas del obispo Andrada a su Majestad, año 1596. 59   Sobre los pactos de Juan Núñez con los caciques negros de las nuevas reducciones de Comayagua y Tegucigalpa y todo lo referente a las acusaciones contra Núñez está disponible el siguiente documento: AGCA A, I Leg. 1513, f. 666-700. 60   Ibidem, f. 834. 61   Ibidem, f. 962. 58

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No muy lejos de Tegucigalpa encontramos otro importante beneficio, propiedad de don Juan Moreno, quien se vio inmerso en más de un juicio al tener entre sus trabajadores a varios negros fugados de las minas de Santa Lucía. Juan Moreno fue denunciado por los legítimos dueños de los esclavos, pero la influencia de la familia Moreno le ayudó a librarse de la acusación, manteniendo a sus trabajadores ya oficialmente como libres.62 En el juicio emprendido contra Moreno se indicó que su beneficio era capaz de procesar entre cien y ciento treinta quintales de metal cada día, gracias a que contaba con unos ciento veinticuatro esclavos africanos dedicados exclusivamente a esta actividad, más otro número similar de trabajadores libres, expertos en las diferentes etapas del proceso de la plata. También existió una serie de primitivos beneficios que sobrevivían gracias al contrabando del azogue y que contaban con hornos para procesar la plata de rebusque. Incluso, según Juan Núñez, en estos lugares se contrabandeaba azogue y se compraba la plata nativa que los güiriseres y otros mineros autónomos les traían, estando algunos de ellos en las rancherías de Danlí, Orica y Yoro. Estos patios no podrían funcionar sin la complicidad de los molinos, como lo explicó Juan Núñez,63 especialmente los cercanos a la Alcaldía de Tegucigalpa. Tanto los molinos como los primitivos patios se convirtieron en importantes puntos de referencia para la vida social y económica de la provincia. Además, funcionaron como centros de concentración de la población, siendo algunos de ellos efímeros campamentos, mientras que otros dieron origen a muchas de las poblaciones actuales. Pero a pesar de la mencionada aglomeración, el conjunto de las pequeñas y medianas explotaciones se veía obligada a contratar mano de obra libre. A ello debemos sumar lo difícil de contar con un abastecimiento de azogue, que solía llegar por dos vías. Una sería por medio del contrabando y la otra proveniente del rebusque, es decir, del azogue reciclado o robado de los grandes patios. Todo ello provocó un alza en los costos de producción.64 La situación de inestabilidad perduró durante todo el siglo xvii, llegando a existir periodos de nula producción oficial, mientras que durante esos mismos periodos la presencia pirata fue más intensa. No será sino hasta mediados del siglo xviii cuando un nuevo despunte de las minas, esta vez bajo las nuevas políticas borbónicas, se volverá a invertir en azogue y esclavos. Para entonces se consideró una mina media aquella que contara con al menos mil trabajadores,65 de los cuales uno de cada tres sería libre, es decir, perteneciente a estos sectores populares, que ya habían dejado de ser negros, zambos, mulatos y mestizos para convertirse en pardos. Pero el discurso sobre las riquezas mineras de los ríos y montañas de la provincia permaneció en el imaginario de la metrópolis y de los colonos. No obstante, vemos que se recurrió a esta riqueza en momentos distintos durante el largo periodo colonial, espe  AGCA A, I, 168 09 f. 39: Juicio contra Juan Moreno por la compra de terrones de plata, por la evasión del pago del diezmo y por tener negros huidos en su beneficio, año de 1595. 63   Idem. 64   Newson, 1982, p. 185 y 203. 65   Ibidem, p. 201. 62

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cialmente cuando fue necesario buscar capitales para la activación de las minas. Incluso esas mismas ideas vuelven a tomar fuerza cuando la joven república de Honduras necesitó inversionistas extranjeros para su desarrollo. Un buen ejemplo de ello lo podemos encontrar en el comentario realizado por el viajero inglés Williams Vicent Wells,66 quien recorrió la provincia entre 1857-1860, ya convertida en estado-nación: Esta región (Tegucigalpa) es muy raro que las minas de plata se agoten, el trabajo en ellas se suspende por largos periodos por razones políticas o por otras; pero las betas cuando se vuelven a explotar rinden en proporción a la energía y a los medios pecuniarios del dueño [...].

En las observaciones de William Vincent Wells podemos identificar algunos de los aspectos claves para entender las dificultades que enfrentó la producción minera y que constituyeron el contexto donde los afrodescendientes se fueron empoderando. Por un lado, tendríamos que los devenires políticos y la corrupción, tanto a nivel local como regional, colapsaron el reparto de la mano de obra, del azogue y del acceso a las infraestructuras necesarias para el procesamiento de la broza. Y, por otro lado, la falta de una milicia que pusiera orden en la zona facilitó los abusos de los grandes mineros y dificultó la captura de los cimarrones. A ello debemos sumar que nunca se llegó a concluir ninguna de las obras de infraestructuras necesarias para el buen funcionamiento de la provincia. Esto último fue un grave problema, ya que encareció cualquier producto que se diese en la región. Ambas cuestiones, lo político y lo económico, fueron para muchos investigadores las responsables del poco desarrollo alcanzado por la provincia durante todo su periodo colonial. Los particulares procesos de integración ocurridos durante el primer ciclo colonial contaron con muchos y variados personajes, que lejos de pertenecer a uno de los tres tradicionales grupos (español, indígena o negro), fueron sujetos movidos por los intereses particulares de sus clanes. Esto dificulta el análisis de los mismos, pero por otro lado, nos da la oportunidad de conocer la verdadera pluriculturalidad de la América colonial. La inversión y la reinvención de una identidad no solo se produjo dentro de los límites territoriales coloniales, sino que también trascendió a otros espacios no ocupados por los españoles, como fue el caso de la Mosquitia. La región demostró desde un inicio su carácter indomable, con su difícil orografía y sus ricas minas. Por ello, desde la segunda mitad del siglo xvi, la importación de esclavizados africanos fue la única solución propuesta por las autoridades para subyugar el territorio y extraer todas sus riquezas. La rápida integración de los africanos en la región fue un balón de oxígeno para la demografía local,67 que se había visto trastornada en diferentes momentos. Si en un primer momento la captura de varones indígenas para los mercados esclavistas del Caribe,   Wells, 1960, p. 387.   A pesar de las grandes lagunas existentes en los estudios demográficos regionales, hemos podido abarcar el tema gracias a trabajos como los de Steward de 1946, Rosenblat de 1954 (pp. 189-192) o Sapper de 1928 (p. 39). Todos ellos han propuesto cifras para los años anteriores a la presencia española y para los primeros años de la colonización, anotando como causantes del descenso de la población aspectos tan importantes como las epidemias y la trata y huida de poblaciones enteras hacia las tierras fuera del control español. 66 67

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Panamá y Perú, unido al choque biológico, desestructuró buena parte de las sociedades, en un segundo momento, casi de inmediato, la violencia y los abusos de los españoles terminaron por desmantelarlas. A ello, la continua fuga hacia tierras fuera del control español generó otro proceso de ocupación (no menos violento) que creó más inestabilidad y conflicto, todo ello enmarcado en una lucha parricida por controlar la explotación minera. El resultado fue una sociedad regida por la violencia, donde los africanos esclavizados ocuparon un papel intermedio entre los españoles y los indígenas, cuestión que les facilitó el empoderamiento, convirtiéndose, en muchos casos, en otros tiranos que abusaron de los indígenas. Para finales del siglo xvii, la provincia de Honduras contó con un alto número de zambos, hijos de africanos e indígenas, quienes se fueron integrando rápidamente al sistema colonial. Sobre este tema, Christopher Lutz68 dice que: Una de las razones del alto mestizaje en las provincias del sur y este es el hecho de que más de dos terceras partes de los esclavos, eran hombres que buscaron compañera entre los indígenas y las castas [...].

Este contexto de despoblación y constante falta de mano de obra facilitó la integración de la población procedente de las rancherías periféricas dentro de los diferentes espacios coloniales. Cabe señalar que este fenómeno no fue exclusivo de Honduras. En otros espacios mineros, tales como Chile,69 Nueva España70 o el Perú71 es posible encontrar casos similares. La diferencia radica en que en todos ellos abundó la mano de obra. Además, el contexto geográfico y una mejor administración facilitó el desarrollo de la industria minera. Por otro lado, estos espacios representaron importantes focos de migración peninsular, teniendo casi de forma constante un alto número de españoles dispuesto a trabajar en las minas o en las milicias. No olvidemos la infraestructura, que facilitó el traslado de mercaderías y la constancia naval en sus puertos. A partir de 1580, muchos africanos cimarrones y zambos fueron censados como indígenas, lo que nos dificulta realizar un cálculo de su número en la región. A esto debemos sumar la entrada de esclavos, que no siempre se realizó a través de los puertos oficiales. Muchos africanos fueron llevados a Guatemala desde Yucatán para luego ir por tierra a las zonas mineras hondureñas, logrando así evitar los registros y el pago de impuestos. Las cantidades de esclavos registrados y el número de ellos que trabajaba en las minas no concuerdan. Clérigos y funcionarios denunciaron que muchos de los esclavos en las minas no tenían ninguna marca real, y que muchos otros eran tratados como libres, a pesar de saberse quién era su amo, como hemos mencionado antes. Curtin72   Christopher Lutz, 1982, p. 2.   Existe una amplia bibliografía sobre estos temas para el Chile colonial; un buen ejemplo es Cathereen, 2001. 70   Muchos investigadores se han preocupado por analizar estos procesos de movilidad en México, como por ejemplo Nataslie Z, 1987. 71   Un excelente trabajo sobre este tema es Aguirre, 1993. 72   Curtin, 1969, p. 41. 68 69

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propone que durante el periodo colonial (1520-1820) fueron introducidos en el reino de Guatemala unos 21 000 esclavos, tanto legales como ilegales. Justamente desde mediados del siglo xvi hasta la década de los cuarenta del siglo xvii fue el periodo donde hubo mayor movimiento de barcos negreros en la región. Estas particularidades fueron las que facilitaron en gran medida la integración de los africanos y sus descendientes en la sociedad colonial hondureña, al punto que los hizo desaparecer, como tales, resurgiendo como pardos siglos mas tarde. La escasa población española dispuesta a vivir en un lugar tan violento e inhóspito como eran los lavaderos de oro y las minas de plata provocó que la gran mayoría de ellos fueran hombres. Por otro lado, si bien trabajaban mujeres africanas en las minas, especialmente se encontraron estas últimas en los lavaderos de oro, aunque una vez iniciado el periodo de extracción de la plata, son muy pocas las que llegaron a la provincia, al menos las que quedaron registradas para tal fin. Por lo contrario, fueron llevadas muchas de ellas a las ciudades con el fin de trabajar en servicios domésticos. También en las ciudades la mayoría de españoles eran varones que contaban con propiedades o minas, pero que residían en los centros urbanos. Desde ahí manejaban sus explotaciones sin exponerse a la violencia de la zona minera. Esto era posible gracias a sus hombres de confianza, que eran generalmente esclavos africanos. Un aspecto interesante en relación con la identidad es que dentro de estos espacios mineros la definición de lo que era un español se volvió ambigua y cada vez menos precisa. Así, el blanqueamiento fue un proceso que comenzó en Centroamérica, dice Inga Clendinnen,73 a principios del siglo xvi. Para Gudmundson74 y Lutz,75 este fenómeno implicó el paso, en términos de fenotipo y situación económica, de gente de ascendencia mixta a los niveles más bajos del grupo español. Se trató de un fenómeno que se dio en los diferentes territorios coloniales americanos, con sus particularidades de espacio y tiempo. Así nos lo hace ver J. F. King,76 quien dice que muchos afrodescendientes en las colonias españolas lograron blanquearse, aludiendo a su mezcla con el español, dentro del sistema de calificación racial, que se iba haciendo cada vez más complejo.77 Muchos mulatos solían quedar inscritos como   Clendinnen, 1987, pp. 17-18.   Gudmundson, 1978, pp. 309-329. 75   Lutz, 1982, p. 25. 76   Kings, 1951, p. 36. 77   La terminología para referirse a las diversas posibilidades de mezcla racial es muy abundante: la de español + india produce mestizos; la de mestizo + español, castizos; la de castizo + español, español; la de español + negro, mulato; la de español + mulato, morisco; la de español + morisco, albino; la de albino + español, torna atrás; la de indio + torna atrás, lobo; la de lobo + india, zambayo; la de zambayo + indio, cambujo; la de cambujo + mulato, barcino; 73 74

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españoles. Algunos otros consiguieron, a través de dispensas,78 obtener la calidad jurídica de blanco. Sobre este tema escribió al Emperador un preocupado Luis de Velasco, virrey de la Nueva España79: Los españoles que pasan a aquellas partes y están en ellas mucho tiempo con la mutación del cielo y del temperamento de las regiones, aún no dejan de recibir alguna diferencia en la color y calidad de sus personas; pero los que nacen dellos, que se llaman criollos y en todo son tenidos y habidos por españoles, conocidamente salen ya diferenciados en la color y tamaño, porque todos son grandes y la color algo baja declinando a la disposición de la tierra; de donde se toma argumento que en muchos años aunque los españoles no se hubiesen mezclado con los naturales, volverían a ser como son ellos; y no solamente en las calidades corporales se mudan, pero en las del ánimo suelen seguir las del cuerpo y mudando él se alteran también [...].

Por otro lado, las particularidades del mundo minero hondureño, con su eterno problema de mano de obra,80 desfiguró los límites entre los grupos étnicos, haciéndolos cada vez más borrosos, facilitando con ello que cualquiera pudiera ascender socialmente por el simple hecho de contar con dinero, no importa su origen; de hecho, el proveniente del contrabando no fue nunca mal visto. Muy pronto vemos que, en la provincia y al calor de la minería, se fueron diluyendo las calificaciones raciales impuestas en otros espacios coloniales, englobándolos en la categoría de ladinos o pardos. Posiblemente el origen de tan singular situación la tenemos que buscar en la necesidad de pactar con las rancherías. Muchas de estas poblaciones contaron con el potencial como para boicotear cualquier proyecto. Además, su población fue contratada como mano de obra. Dentro de los acuerdos pactados estuvo el reconocimiento de un estatus jurídico específico para todos los habitantes de estas comunidades, incluso para los esclavos huidos, denominándose con

la de barcino + mulato, coyote; la de coyote + indio chamizo; la de chamizo + mestizo, coyote mestizo; la de coyote + mestizo, allí te estás; la de lobo + chino, jíbaro; la de cabujo + indio, zambayo; la de zambayo + lobo, calpamulato; la de calpamulato + cambuja, tente en el aire; la de tente en el aire + mulato, no te entiendo; la de no te entiendo + indio, torna atrás, etc. También se pueden consultar estas ramificaciones en Mellafe, 1959, p. 362 y en Gutiérrez Contreras, 1982, p. 35. 78   Una de ellas fue «gracias al Sacar». En relación a ello, nos dice George Reid que consistió en un conjunto de procedimientos Legales por el que los grupos no blancos podían ser «perdonados» de estatus racial «impuro» solicitando o comprando de la Corona los privolegios de blancura. Reid, 2007, 87. 79   López de Velasco, 1971, pp. 19-20. 80   Oyuela, 2000, p. 87.

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los términos de ladino o pardo,81 un término que se fue generalizando durante el siglo xvii, aludiendo a una gran mayoría de población de ascendencia mixta,82 que incluiría a criollos, negros, zambos, mulatos, mestizos y blancos pobres. El nuevo estatus social dado a los afrodescendientes de las rancherías les colocó por encima de los esclavos africanos. Esto creó otro estatus social, puesto que muchos de ellos fueron censados como indígenas y en no pocas ocasiones como blancos.83 Este proceso de integración es, posiblemente, el causante de que no se haya considerado la presencia africana en la zona como un elemento clave en la recuperación demográfica en el Istmo, a pesar de que las fuentes documentales hacen constantes referencias al alto número de africanos en la zona.84 En 1571 la población censada total de la Audiencia era de unos 28 500 habitantes.85 Este cálculo se basó en el análisis de la lista de tributarios firmada por Juan López de Velasco, funcionario de la Hacienda Real, quien anotó que existía un alto número de zambos y mulatos que fueron contabilizados como indios. En el siguiente cuadro hemos recopilado las cifras contenidas en las conclusiones del autor Luis Mariñas. Población Estimada en La Provincia De Honduras 1571. Villa

Vecinos españoles

Población estimada

Pueblos indios

100

2 600

56

Gracias a Dios

50

3 000

61

San Pedro

50

700

30

Trujillo

10

9 000

30

S. Jorge Olancho

40

10 000

30

Comayagua

Choluteca Total

35

3 000

12

285

28 300

219

Fuente: datos tomados de la obra de Luis Mariñas Otero; Honduras. Cultura Hispánica. Madrid, España, 1963, 13.

  González Esponda, 2002, p. 175.   Martínez Peláez, 1970, p. 562. 83   Como ejemplo de la importancia numérica de los afrodescendientes en Honduras, podemos citar el informe presentado por el gobernador Ramón de Anguiano, fechado a principios del siglo xix y recogido en la obra de Olga Joya. En dicho informe el gobernador anota que contaba con unos 128 863 habitantes: un 4, 3 % eran negros y un 61, 8 % ladinos. Anotó en el mismo que, para sus ojos, todos ellos eran negros, y que la mayoría de «blancos» no merecían esa calificación. 84   En su obra, Pinto Soria hace varias referencias a la no presencia de negros entre los pobladores de las villas de la Capitanía General de Guatemala desde el siglo xvii hasta el xix. Sin embargo, se contradice al afirmar que la mayor parte de la población era descendiente de negros e indios. Pinto Soria, 1980, pp. 65-70. El tema sobre la presencia negra ha sido abordado por investigadoras como Linda Newson 2007 o Bárbara Potthast, 1988. Ambas afirman que la mayor población afrodescendiente se concentraba en Taguzgalpa, donde la mezcla de negros y nativos condujo al surgimiento de los zambos-mosquitos. 85   Mariñas Otero, 1963, p. 13. 81 82

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El debate sobre la continua necesidad de mano de obra para las actividades mineras, una vez más, abrió las puertas para este proceso de integración, especialmente cuando las autoridades guatemaltecas boicotearon el acceso a la mano de obra para los mineros locales. También recomendaron a la Casa de la Contratación que no les enviaran más esclavos, ya que, como afirmó Juan López de Velasco,86 existía suficiente mano de obra en la provincia y «habían muchos negros en ella». Según Velasco, el problema era que se hacía una mala distribución de la mano de obra y, sobre todo, no había control sobre los esclavos introducidos. Por ello, recomendaron que estos últimos fuesen enviados a sus explotaciones, que eran más rentables y estaban mejor organizadas. Para principios de 1590, el Valle de Comayagua contó con una buena cantidad de población mestiza y zamba. Esta última era libre y, como tal, habría que pagarla un jornal, aumentando con ello los gastos, cosa que no pasaría si la mano de obra que se utilizara fuese sólo indígena, partiéndose del hecho, claro está, de que procedieran de las reducciones. El parón sufrido en los socavones de las minas de Comayagua lo debemos de entender desde el conflicto entre los grupos mineros y no desde el agotamiento de las minas. La situación de inestabilidad hizo que muchos colonos marcharan hacia otros espacios coloniales recién conquistados, donde la promesa de fáciles riquezas había generado un nuevo proceso de ocupación, protagonizado, entre otros, por muchos artesanos y pequeños comerciantes. Estos espacios abandonados representaron un magnífico marco para que muchos afrodescendientes pudieran ocupar esos nichos sociales, reservados, desde la presunción peninsular, a los españoles y criollos. Así vemos a muchos afrodescendientes dueños de obrajes y de pequeñas y medianas haciendas o estancias. Incluso, muchos de ellos controlaron espacios políticos, llegando a ser considerados como caciques. Este fue el caso de las reducciones a orillas del río Grande, en la Alcaldía de Tegucigalpa, todo ello a pesar de que, como en cualquier otro espacio de las Indias, los afrodescendientes se encontraron sometidos, al menos desde la teoría, a una compleja alineación, regida a partir de su condición jurídica, un hecho que siempre preocupó a la Corona, al punto de legislar constantemente sobre el tema.87 La presencia de individuos de ascendencia africana en casi todos los espacios sociales planteó graves problemas jurídicos, administrativos y fiscales en el territorio de las Indias. Esto obligó a establecer una sistema que ayudara a clasificar a estos individuos mediante el origen de sus padres. La Corona ideó un complicado sistema para poder 86   AGCA, A, I, 26 L 487, Exp. 256, F2 Informe de López Velasco a las autoridades de Santiago de Guatemala año 1575. 87   Existen varios estudios sobre estos procesos de integración realizados para otros espacios coloniales, como por ejemplo el Perú, como es el caso de Aguirre, 1993 o México, con Castañón González, 2002. Algunos trabajos interesantes que han tratado el tema de las complejas relaciones entre los africanos y los demás actores sociales coloniales son: Zavala, 1944, Rodríguez Guerra, 1969 o Price, 1981. En todos ellos se analiza la compleja situación vivida por los africanos en las Indias, que les obligó a conocer todas las posibilidades que el mismo sistema les brindaba, con el único fin de convertir todos los ambiguos conceptos legales en instrumento de coerción mediante los cuales mejorar su situación de vida.

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calificar a los individuos resultantes de la miscegenación, de la barraganía y de las otras mil formas de unión. El fin era determinar cuál era la situación jurídica y social de cada individuo, basándose en valores como el tono de la piel y el origen de sus padres.88 El alto grado de mestizaje en la provincia fue otro elemento que ayudó a la sobrevivencia de las colonias. Especialmente fueron numerosos los zambos, producto de la unión de las indígenas con los africanos, por lo que estos eran considerados libres, al heredar la condición jurídica de la madre. En contraposición, el bajo número de mulatos, hijos generalmente de la unión entre españoles y africanas, tuvieron el hándicap de recibir la condición de esclavos, por lo que se convirtieron en un valor económico importante. A ello, debemos de sumar los africanos, ya fuesen libres, cuarteados, esclavizados o huidos, que como hemos venido comentando, fueron personajes claves en las dinámicas económicas y sociales de la provincia. A esta población debemos sumar los habitantes de las rancherías y de los poblados periféricos: indígenas, africanos, zambos y blancos pobres. Estos últimos eran unos actores más, entre otros, en las actividades económicas, no sólo como mano de obra en las minas, sino que, además, muchos de ellos fueron contratados para realizar los transportes del mineral hacia el beneficio y para el avituallamiento para las cuadrillas, entre otros trabajos que ya hemos mencionado. El mestizaje no se inició en Comayagua o Tegucigalpa, pero sí fueron los espacios de empoderamiento de estos grupos, tan heterogéneos. Para hablar de sus orígenes habría que remontarse a los primeros momentos de la ocupación española, que fue un elemento más en el proceso de mestizaje iniciado décadas antes con el intercambio entre las diferentes sociedades precolombinas. Al mismo tiempo, hemos detectado cómo muchos de los zambos comerciantes que habitaban en las zonas periféricas fueron considerados blancos. Así lo afirmó don Pedro Orellana,89 alcalde mayor regidor de Ayuntamiento de la ciudad de Gracias a Dios. Es así como los llamados caciques negros tuvieron un importante papel en los repartimientos de mano de obra, al ser ellos jefes de las reducciones. Aunque tenían rasgos físicos africanos, estos caciques, conscientes de ello, se sintieron indios. El tema de su color de piel fue resaltado en no pocos casos, donde se buscó desprestigiarlos durante pleitos judiciales. Por ejemplo, es el caso de la denuncia impuesta en 1586 en Guatemala por Fernando Romano, un minero guatemalteco recién llegado a la zona de Tegucigalpa, quien, indignado por los chantajes que tenía que pagar para obtener mano de obra indígena, escribió a la Audiencia solicitando que se le prohibiera a los negros repartir indios.90 La influencia de estos caciques negros en las áreas mineras quedó reflejado en las prohibiciones dadas por la Corona para que no se permitiera a negros, mulatos y zambos vivir en las reducciones. Es más: se les prohibió ocupar cualquier puesto de responsabilidad polí  Algunos de los autores que han trabajado este tema son: Sweet y Gary, 1981, también Ochoa Serrano, 2002. 89   AGCA A I, 2 Leg. 110 fol 1337, año de 1580. 90   AGCA A, 3 12 Leg. 527 Exp. 5524. Fernando Romano pide a la audiencia que se prohíba el repartimiento de Indios. 88

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tica dentro de los cabildos.91Al parecer estos caciques negros se definieron como indígenas, al ser su madre indígena. Por lo tanto, podían potencialmente vivir en las reducciones. La implantación de las reducciones como unidades de poblamiento fue un excelente espacio de empoderamiento para muchos africanos huidos y sus descendientes, especialmente en el contexto de la producción minera, donde la constante falta de mano de obra facilitó el proceso de integración. Muchas de las reducciones establecidas a finales del siglo xvi fueron en realidad rancherías de huidos, que fueron desplazadas a los arrabales de las villas de Tegucigalpa y Comayagua. Los nuevos asentamientos no siempre siguieron el modelo de planificación urbanístico de damero, tan utilizado por los españoles para la administración y división del territorio. Al contrario de esto, las reducciones hondureñas se establecieron de forma desordenada, generando conflictos por las tierras de cultivo. Hubo que esperar la llegada de las reformas borbónicas92 para castellanizar estos asentamientos mediante la incorporación de una serie de medidas, entre ellas la milicia, las nuevas unidades administrativas e incluso el cambio de nombre y del santo patrón. Las reducciones en Centroamérica normalmente fueron establecidas alrededor de las ciudades principales, que cumplieron la función de cabecera, tanto a nivel político como eclesiástico, lo cual brindó la oportunidad para un mayor control de la población para los intereses castellanos. En el caso de Tegucigalpa, los primeros pueblos en ser trasladados fueron aquellos considerados como culturizados, es decir, que tenían ya un avanzado estado de castellanización (como ejemplo, podemos citar a los indígenas que vivían en los alrededores de Comayagua y Gracias a Dios). Estos se convirtieron en una élite que sometió a los demás indígenas reducidos, procedentes de grupos étnicos menos fuertes, como los Maya, los Chortís o los Lenca, iniciando con ello un violento proceso de aculturación y conflicto dentro de los nuevos asentamientos. No olvidemos que estos procesos de aculturación fueron un importante punto de partida para el estudio de las transformaciones de la identidad de estas poblaciones;93 es un momento de fricción donde debió confluir una serie de elementos, como la lengua, el origen, las costumbres o el género. Las diferentes generaciones que vivieron el impacto de las reducciones participaron en la construcción de esa nueva identidad, que incorporó elementos tanto españoles como indígenas y, cómo no, también africanos. Para lograr que los habitantes de los caseríos y las rancherías aceptaran trasladarse desde sus lugares hasta las reducciones fue necesario pactar con los líderes, una élite caciquil compuesta casi siempre por africanos huidos o zambos. Para convencerlos, De la Cueva les ofreció una serie de ventajas para sus líderes, como el privilegio de no pagar   Existe una gran cantidad de Cédulas Reales, en las que se les recuerda a los Presidentes de las Audiencias y a los Gobernadores que no se permita a negros vivir en las reducciones, por ejemplo: AGCA A, 1 23 Leg. 4575, fol, 433, v del 25 de noviembre de 1578. Dos años más tarde se les vuelve a recordar la prohibición en AGCA A, 1 23 Leg. 1513, p. 594, fechado el 23 de setiembre de 1580. AGCA AI, 23 L 4575, f. 433, V 3, con fecha de febrero de 1587. 92   Entendemos por castellanizar la imposición de la lengua y la cultura castellana. Negro y Marzal, 2005, p. 149. 93   Lovejoy, 1999, p. 126. 91

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impuestos94 y el reconocimiento de tierras a título personal, además del reconocimiento de una cierta autonomía, al permitirles establecer su propia organización. Los pactos realizados con los líderes de las rancherías aseguraron a los socios de De la Cueva el control del repartimiento de la mano de obra, pero estos abusos generaron tensiones entre los mineros, que exigían contar con indígenas para sus explotaciones. Los locales, mediante el cabildo, impusieron a la fuerza a sus propios vecinos en los puestos claves administrativos de las nuevas reducciones, tales como regidores, alguaciles o jueces. Paralelamente, los religiosos de las diferentes congregaciones presentes en la provincia reclamaron su derecho a la administración de las reducciones, acordado en las Ordenanzas Reales. Las intenciones del presidente Valverde y del alguacil mayor De la Cueva95 fueron procurar que la nueva unidad política de la Alcaldía Mayor de Minas de Tegucigalpa fuese productiva y que se lograra frenar la enorme influencia que tenían en la zona minera de Comayagua el gobernador Contreras y el tesorero Bustillos. Por otro lado, el alguacil De la Cueva fue intransigente con el empleo de indígenas en labores de alto riesgo prohibidas por la Corona, obligando a los mineros a contratar africanos libres o a utilizar esclavos. De la Cueva organizó poblados con indígenas provenientes de las ilegales encomiendas (en manos de los guatemaltecos) que seguían funcionando en la provincia. Sin embargo, el problema de la mano de obra se agravó con las medidas de De la Cueva; por otra parte, tampoco existían los suficientes trabajadores libres o esclavos para satisfacer la demanda local. Sólo quedaban entre los diecinueve pueblos asignados a Tegucigalpa una media de mil seiscientos cuarenta y siete tributarios, así que De la Cueva comenzó a establecer reducciones96 con indígenas traídos de otras zonas, fuera de su jurisdicción, especialmente de Comayagua. El Consejo de Indias dio el visto bueno a la distribución de la población que proponía el presidente Valverde a través de sus numerosas cartas, pero fue realmente el gobernador Contreras quien llevó a cabo la coordinación del establecimiento de las reducciones, así como la distribución de los pueblos concedidos a la nueva alcaldía, entre los que había muchos caseríos y rancherías, que territorialmente pertenecían a Choluteca o a Comayagua. Este asunto provocó nuevos disturbios, haciendo aún más difícil el proceso de reunificar en un solo espacio a los caciques, quienes habían pactado con los representantes de sus cabildos una serie de ventajas, que Contreras no estaba dispuesto   En Cédula Real de 1588 se confirmó la exoneración del pago de impuestos para una serie de rancherías de la periferia de la zona minera. Entre ellas están Ojojona, Danlí, Los Encuentros, Naco, San Antonio, Cedros, Cantacamas y Manto, AGCA, A, 16, 2 Leg. 512. 95   Recordemos que por Orden Real, Valverde había establecido la creación de la nueva alcaldía con el fin de evitar que el Cabildo de Comayagua se hiciera con el control de la nueva zona minera. Véase Reina Valenzuela 1981, p. 22. 96   Las Reducciones o Pueblos de Indios en suelo hondureño no fueron otra cosa más que una manera de someter a las poblaciones indígenas que se mantenían dispersas por la región. Consistían en reunir a la población en aldeas de tamaño regular con una organización interna básicamente castellana, bajo la administración de algunas órdenes religiosas, con el fin de facilitar la evangelización y, con ello, la integración de la población al sistema. 94

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a respetar. Fue Comayagüela la primera gran reducción de indios al otro lado del río, frente a Tegucigalpa.97 Jurisdicción de la Alcaldía de Tegucigalpa en 1583.98 Minas

Pueblo

Villas

Ranchería

Territorio

Guasucarán Apasapo Lepaterique Ula Joxona.

Pasaquina Joxona Tatumbla Lugarén Cuareni

Choluteca

Ula Tapali Urica Apasapo Aguanqueterique Agualteca

Agualteca Támara Ticla Locterique Comayagüela Islas del Golfo

Fuente: AGCA A.I 23, Leg. 1513, ff. 624-630, pago de tributos, informe de división territorial, 01/11/1583.

Las tensiones sobre la administración de las reducciones se redujeron al incorporarse la institución del cabildo, que tuvo una gran aprobación entre las élites de las rancherías. No sólo la aceptaron sino que la comprendieron en toda su complejidad; sin embargo, la implantación del cabildo no facilitó la sumisión de un modo inmediato, sino que fue siempre necesario el pacto con los caciques, sobre todo a la hora de distribuir la mano de obra.99 Así, en este proceso de aculturación propio de las reducciones, se tomó como modelo la vida castellana, adoptando como lengua franca el castellano y cambiando una serie de conductas en el vestir o en los hábitos alimentarios, incluso en las formas de trabajo, en especial en la agricultura.100 Dos fueron las dificultades principales que debieron enfrentar los españoles a la hora de reducir a las poblaciones de las rancherías: convencerlos para trasladarse y, todavía más difícil, persuadirlos para que permanecieran en los nuevos asentamientos. Además del trauma que implicó el cambio de estilo de vida y el abandono de sus tierras, costumbres y organización política, los negros, zambos e indios de las rancherías tuvieron que convivir con miembros de diferentes grupos lingüísticos, incluso con enemigos tradicionales. Para terminar de complicar las cosas, la distribución del poder fue un problema de difícil solución. La Corona, en Cédula Real, había ordenado101 que debiera existir un

97   Los investigadores Hall, Cotter y Pérez dan una interesante propuesta de reducción para Guatemala. Muy posiblemente también fue puesto en marcha en Honduras. Se basó en poblaciones ya establecidas, normalmente en caseríos, donde se realizó un trazado tipo cuadriculado con los siguiente elementos: casa, prisión, cabildo, espacio para las cofradías, iglesia, huertas y cultivos comunitarios. Hall, Pérez, Cotter, 2003,(p. 113) 98   AGCA A.I 23, Leg. 1513, f. 624-630 pago de tributos informe de división territorial, 1 de noviembre de 1583. 99   Esta particular situación de pacto entre las poblaciones sometidas y las elites coloniales se repitió en otros espacios coloniales y ha sido motivo de estudio por parte de investigadores como José Franco 1981(p 43), Chávez Carvajal 1993 (pp. 102-114) o Lucena Salmoral 2005 (p. 191). En todos estos trabajos se analizan las particularidades que hicieron estos pactos imprescindibles para conseguir la paz necesaria. 100   Lockhart, 2003, p. 547. 101   AGCA A, I 23, Leg. 1513, f. 624-630, año 1583.

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gobierno local de acuerdo al modelo español, pero cada grupo continuaba obedeciendo a sus líderes y seguía con fidelidad guardando sus costumbres. En el mismo documento, el Consejo de Indias anotó que debería traerse a los indios y negros desde los pequeños pueblos distantes y hacer con ellos reducciones grandes. Tanto el alguacil De la Cueva102 como el gobernador, Ponce de León103 coincidieron en las razones sobre las dificultades en hacer realidad las disposiciones de la implantación de las reducciones, debido especialmente a la incapacidad militar de someter y mantener a una población en las condiciones de reducción. A pesar de ello, para 1590 la alcaldía contó con un cinturón de reducciones muy particulares, al convivir en ellas individuos de todas las condiciones jurídicas,104 que a la sombra de las explotaciones mineras encontraron insólitas formas de integración, especialmente aquellos de origen africano, quienes gracias a este particular contexto iniciaron procesos de blanqueamiento que los convirtió en mujeres y hombres libres, al menos desde la práctica del derecho. Esta situación hizo que fuese cada vez más difícil contar con mano de obra para las minas y que las negociaciones con los poderosos caciques fuesen largas y complejas. El poder de estos nuevos actores puso en jaque la vida en las minas e incluso puso al borde de la ruina a muchos mineros, quienes volvieron a enviar solicitudes para que la Casa de la Contratación financiara el envío de esclavos africanos. Mediante una Cédula Real105 se ordenó financiar el azogue a los mineros de la provincia de Honduras que «tienen otras deudas y dificultades, siendo estas preferidas para cancelar». Por otro lado, indicó: «que la plata que se sacare con azogue en la minas de Honduras sea preferida la real hacienda para el pago de cualquier deuda que tuvieren los mineros». Sin embargo, una vez más la intervención de los guatemaltecos hizo que el azogue enviado llegara a sus patios. Las denuncias por corrupción también llegaron a Sevilla. En 1590 los mineros se quejaron de los trapicheos entre los caciques de las rancherías (ahora consideradas reducciones) y el Alguacil De la Cueva, que estaba creando enfrentamientos entre los mineros. Por ello fue destituido del puesto, nombrándose a don Rodrigo de Fuentes como alcalde mayor de las Minas de la Provincia,106 con clara jurisdicción sobre el Cerro de Nuestra Señora de la O, el Cerro de San Marcos, la Veta Gorda del Cerro de Guasucarán y el Mineral de Tegucigalpa, Agalteca y Apacapa. Sin embargo, aquellos territorios estaban subyugados a líderes afrodescendientes. La Corona recibió una gran cantidad de denuncias sobre los abusos cometidos por los mineros y los encomenderos,107 pero tardó en dar una respuesta y cuando lo hizo recomendó que no se permitiera la presencia de negros en las reducciones y ordenó que no 102   AGCA A, I, 29-5, Leg. 40205, f. 414-420, Cartas del obispo de Honduras informando sobre las reducciones, año 1584. 103   AGI, Guatemala 49, r13, 72 Cartas del gobernador Ponce de León, año 1585. 104   Recordemos cómo estas rancherías no solo fueron un refugio para negros e indígenas huidos de las minas cercanas, sino que atrajeron a blancos pobres, muchos procedentes de otras provincias, sobre todo de Nueva Segovia y Soconusco. En numerosos casos huían de deudas contraídas, incluso de la ley. 105   Cédula Real AGCA A, I, 23 Leg. 1513, f. 713, Cédula Real, año 1590. 106   AGCA A, I 39-5 Leg. 1751, F7v, año 1590. 107   Reina Valenzuela, 1981, p. 51.

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se utilizaran indígenas en las tareas que representaran peligro, como podría ser el trabajo en las galerías y en algunos procesos del amalgamiento, así como en el procesamiento de añil. En las poblaciones de las afueras de Tegucigalpa encontramos africanos que se desempeñaron en puestos políticos de cierta envergadura, concretamente al otro lado del río, en las nuevas reducciones, conocidas como Comayagüela, a raíz del nombramiento de Juan Pedro, negro de nación,108 líder de una de las comunidades Chortís trasladadas a las inmediaciones de la villa para servir en las minas. La cuestión fue que Juan Pedro, una vez aceptado el puesto, decidió negociar por su cuenta y colocar a sus subalternos al mejor postor, dejando a los mineros locales sin provisiones y sin mano de obra. Además, colocó a muchos de los suyos en la vigilancia del trabajo.109 Juan Pedro110 no fue el único negro de nación dentro de los cabildos, según denunció Fernando Romano, enemigo de las políticas de Ponce de León y de los abusos del nuevo gobernador. Entre 1590 y 1592 existían varios caciques negros, según carta del gobernador don Pedro de Barrosos, quien solicitó que fuesen sustituidos por indígenas y no por zambos. Nuevamente la presencia de caciques afrodescendientes provocó más de una disputa, sobre todo cuando los mineros afectados por la distribución de la mano de obra iniciaron una serie de protestas, que desencadenaron violentos disturbios internos, enfrentando a los caciques entre sí, contra el cabildo y contra los mineros. El resultado fue el éxodo de los perdedores y la formación de rancherías en áreas fuera del alcance del poder colonial, aunque tampoco muy lejos. El rechazo de los indígenas al traslado y, sobre todo, a las políticas de repartimiento para el trabajo en las minas provocó que se produjeran huidas en pequeños grupos, erosionando rápidamente los sistemas organizativos de las reducciones, así como el productivo.111 Para acabar de complicar la situación, existieron otros aspectos que hicieron difícil consolidar las reducciones en suelo hondureño. Por un lado, estuvo la fuerte presión ejercida por los religiosos, quienes estaban obsesionados por erradicar aquellas prácticas que consideraban paganas; por otro lado, ejercieron además una tremenda presión para que los reducidos adoptaran la doctrina católica, todo esto unido a la imposición de los modelos castellanos de estructuración familiar, en un ambiente de excesivo trabajo minero y maltrato. Los misioneros pedían a las autoridades reales que castigasen a los negros que abusaran de los indios.112 Estos últimos, de carácter continuo, provocaron que los indígenas se rebelaran e iniciaran una serie de motines, en especial cuando escasearon los productos básicos, debido a las políticas tributarias y a los altos precios alcanzados en los mercados por el aumento de la demanda minera de avituallamientos. Se produjeron robos de ganado y granos en las haciendas cercanas, provocando que sus dueños arre108   Todo lo referente a este caso lo encontramos en AGCA A, 1, 29 L, 1 Exp. 345: Informe a la presidencia de la Audiencia sobre la formación del Cabildo de Comayagüela Contreras, año de 1582. 109   Reina Valenzuela, 1981, p. 365. 110   AGCA A, 3, 12 Exp. 5524 Leg. 527. Año 1590. 111   Taracena Arriola, 1991 p. 157. 112   AGCA, A, I, 23 Leg. 1513 f676, Carta a los Oidores para que actúen en contra de los negros que tratan como esclavos a los indios.

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metieran contra las reducciones cercanas y creando un ambiente de violencia que afectó directamente a la producción minera, ya que huyeron muchos de sus pobladores hacia Taguzgalpa. Esta situación de hambre y violencia fue, según Linda Newson,113 el verdadero motor del descenso de la población tributaria de la provincia a finales del siglo xvi. Las escasas cantidades tributadas inducen a pensar a muchos investigadores que Honduras fue una provincia despoblada, al no lograr mantener bajo censo a un número estable de tributarios, como sí sucedió en Guatemala y en Chiapas. La inestabilidad de algunas reducciones fortaleció a rancherías como Ojojona, Cantacamas, Orica y Danlí, compuestas por una gran mayoría de afrodescendientes.114 El Consejo de Indias ordenó que se debía pactar y controlar a esos negros reducidos.115 En 1587, en otra cédula real,116 el Consejo de Indias llamó la atención de los oidores por no actuar contra los negros que abusaban y maltrataban a los indígenas, tratándolos como esclavos. Esto respondía a las quejas de algunos religiosos sobre la manera en que los negros administraban la mano de obra en las estancias. Este mismo año, en otra cédula real, fechada el 25 de noviembre de 1578,117 se recordó la prohibición de que los negros viviesen en pueblos de indígenas, agregando además que no se permitiera vivir allí ni a mulatos ni a mestizos. En relación al trabajo de los indígenas en los beneficios de la plata, la Corona había establecido una serie de nuevas regulaciones, que volvían a poner freno a los mineros. Las nuevas leyes, emanadas desde Sevilla,118 establecían varias limitaciones en el uso de la mano de obra indígena en todas aquellas actividades que, al parecer de las autoridades, fuesen peligrosas. Esto representó un nuevo obstáculo para el desarrollo de la minería, en un espacio tan enredado como el centroamericano. La minería de plata fue mucho más complicada y peligrosa que el lavado de oro, sobre todo lo referente a las galerías subterráneas, donde quedó prohibido el empleo de indígenas, ordenándose que se utilizaran solo negros esclavos o libres para la construcción y excavación de los túneles, dejando la posibilidad de utilizar indios en los trabajos al aire libre.119 Este obstáculo minero fue, sin embargo, una buena excusa para que muchos zambos y cimarrones fuesen contratados, especialmente en la construcción y mantenimiento de los socavones y túneles, entre otras actividades. Una vez más, los mineros se enfrentaron a la cuestión del suministro de esclavos. La demanda para la extracción de plata sobrepasó los disponibles tanto en la provincia como fuera de ella. Los mineros compraron esclavos en las plazas de Yucatán, Guatemala, León, Granada o Nueva Segovia, pero no fueron suficientes, llegando a traer esclavizados desde Panamá y Veracruz.

  Newson, 1985, pp. 35-37.   Informe sobre la presencia de negros en estas reducciones AGCA A, I, 23 Leg. 1513, f. 579, año 1587. 115   AGCA A, 35 Leg. 67, Exp. 1291. 116   AGCA A, I, 23 Leg. 1513, f. 676, año 1580. 117   AGCA A, I, 23 Leg. 4575, f. 433 v, año 1587. 118   AGCAA, 1 23 Leg. 1513, pág., 594, Cédula Real del 15 de mayo de 1581. 119   Idem. 113

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La frustración provocada por las disposiciones reales de prohibir la utilización de indígenas reducidos en las actividades mineras hizo que, desde 1580, el cabildo de Comayagua fuese a buscar trabajadores más allá de sus límites jurisdiccionales, incluso aceptó comprar esclavos de dudosa procedencia,120 sin lograr con ello cubrir la demanda. Los visitadores reales se esforzaron por hacer cumplir las prohibiciones de no utilizar indígenas en las galerías, pozos y en cualquier otro espacio considerado como peligroso. Sin embargo, no fueron imparciales y solo aplicaron dichos controles en las explotaciones del bando contrario, con lo que provocaron más conflictos y violencia en la región. A pesar de ser consciente de las necesidades de mano de obra, la Casa de la Contratación no fue capaz de responder a la demanda de esclavos. Por ello, el Cabildo de Comayagua tuvo que aceptar la contratación de trabajadores procedentes de las poblaciones periféricas. Para ello fue necesario entrar en contacto con los líderes de las rancherías que había a lo largo de los ríos Guayambre, Aguán, Jalón, Tinto y Guayabe,121 dedicados en su mayoría al rebusque de plata y otras actividades de trapicheo. Las necesidades de la industria minera favorecieron una vez más la integración de espacios fuera del control colonial y la pacificación de áreas y caminos. Además, estos pactos facilitaron la integración de populosas rancherías como Juticalpa, Cantacamas, La Paz, Chaparral en Guasucarán, San Carlos en Nacaome, Quemazones en Yuscarán, Manto y Danlí.122 Otros pueblos importantes fueron San Francisco, Jutiquile, Manisaca Dorilos, San Nicolás, La Concepción y El Plomo, todos ellos con una fuerte presencia africana, que no pasó desapercibida para los emisarios del obispo de Honduras, quienes tuvieron la misión de acercar estas comunidades por medio de la evangelización. No pasó mucho tiempo para que estas poblaciones formaran parte del territorio bajo jurisdicción de Comayagua, cuestión que fortaleció en gran medida la buena marcha minera. Por otro lado, fueron respetados los pactos firmados por el gobernador Contreras y su socio el tesorero Bustillos, al punto de que las comunidades se integraron al mundo colonial, llegando a desaparecer prácticamente sus orígenes gracias a las reformas borbónicas, puestas en marcha a mediados del siglo xviii. Otras observaciones hechas acerca de la importancia de los afrodescendientes en las explotaciones mineras fueron anotadas en el informe sobre el estado de las minas del Cerro de Santa Lucía, que desde hacía algunos años los moradores de las poblaciones cercanas venían explotando de forma superficial. Los habitantes de las rancherías solían recorrer estos montes en busca de depósitos superficiales de plata y la técnica más usual era provocar un incendio para despejar el terreno de maleza. Estos fuegos incontrolados representaron un gran peligro para las haciendas y estancias cercanas, quienes solicitaron reducirlos en varias ocasiones. Los del Cabildo de Comayagua y San Antonio elevaron sus quejas al presidente de la Audiencia. Al peligro que representaba la quema del bosque realizada por los improvisados mineros, las autoridades reales volvieron a enviar al juez

  Leiva Viva, 1982, p. 26.   Aguilar, 2009, p. 20. 122   AGCA, A, I 29, 5 40205 Leg. 4676, Alonso de Contreras Informe de Méritos y Servicios, año 1584. 120 121

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de minas Olano123 a la zona, quien resaltó que el conocimiento que poseían estos negros y zambos mineros del territorio les convertía en elementos claves, en piezas indispensables para la nueva industria minera. Muy pronto los habitantes de las rancherías fueron intermediarios para el avituallamiento minero, comprando y transportando mercancías desde los caseríos cercanos y facilitando que muchos caseríos se fuesen integrando, a la vez que se ampliaba la red de caminos desde y hacia las zonas mineras. Estos prematuros procesos de integración no fueron exclusivos de la Audiencia de los Confines. Sin embargo, sí lo fue la singular presencia de africanos y zambos en el control de la distribución de la mano de obra y de otros aspectos claves, un hecho que levantó protestas entre los miembros de las élites locales, puesto que los caciques negros preferían negociar con los mineros guatemaltecos. Así lo reflejó Olano,124 al escribir que: Los negros controlan muchos y diversos espacios como el transporte, las cuadrillas y los obrajes que no dejan a español en ellos.

En otros espacios coloniales como Perú, las élites promovieron campañas de desacreditación para evitar que los esclavos liberados y sus descendientes se fuesen empoderando. La más conocida fue probablemente la publicada por Poma de Ayala, quien no tuvo reparo en atribuir a los africanos todo tipo de vicios y males posibles. La presencia negra también intimidó a las autoridades reales de otros espacios coloniales, que pidieron al Consejo de Indias herramientas para controlar a la creciente población afrodescendiente. Como ejemplo de la intención de la Corona de controlar a este sector de la población, se ordenó en dos cédulas reales la prohibición del uso de las armas y de montar a los esclavos, una del 19 de diciembre de 1568 y otra del 10 de diciembre de 1573. El hecho de que algunos negros y zambos pudieran portar armas en un mundo tan violento como el minero aterró a los españoles. Por ello, las palabras cargadas de despecho de Poma de Ayala125 corrieron como pólvora entre la población española, sobre todo su particular visión del carácter y la vida de los africanos: Y los dichos negros son gente recia; no ay que fiar y son esclabos; quieren una uenir y murir y son borrachos, jugadores, ladrones, salteadores. Y a si no se puede dar armas si no fuere de algun senor grande o jues o becitador o cacique principal deste rreyno; pueda traer arma y alauarla y sea alaurdero de su senor amo [...].

Los argumentos que se esgrimían para la discriminación social del negro y sus descendientes estaban basados en una supuesta deficiencia ética, que les predisponía a una conducta moral inadecuada, cuestión que se empeña en destacar Poma de Ayala, y que se vio secundada por otros autores, quienes opinaban incluso con más acritud del afrodescendiente, tratándole siempre de forma negativa y descalificando su conducta.   Ibidem, f. 52.   AGCA A, I, 23 L7567 Exp. 264 f. 35, Carta del visitador de minas, año 1579. 125   Adorno y Boserup, 2003, p. 664. 123 124

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Posiblemente la necesidad de este discurso se debió a esta condición jurídica tan especial con la que contaron los afrodescendientes en suelo indiano. Honduras no fue una excepción, al menos desde el discurso oficial. Sin embargo, los afrodescendientes tanto mulatos como zambos, contaron con el respecto y temor de sus vecinos indígenas. Son muchas las referencias que encontramos en los documentos de la época sobre la presencia negra en la provincia durante este primer siglo. Sin embargo, gracias a su rápida integración, nos es casi imposible saber el número de negros y zambos que vivieron en ella. No obstante, gracias al pago de impuestos por parte de algunos negros avecindados en Cantacamas, Orica, Comayagüela y Ojojona, hemos podido elaborar un cuadro que nos proporciona algunas pistas sobre la importancia socioeconómica que tuvieron en los diferentes espacios coloniales. Debemos aclarar que en estos registros de pago de impuestos, sólo quedan reflejados los negros considerados libres: muchos de ellos eran comerciantes y dueños de estancias, minas y haciendas, lo que los convertía en otros miembros más de la comunidad.

Fiscalidad: otro mecanismo de integración Los primeros africanos horros que pagaron impuestos en 1577 fueron un selecto grupo avecindado en las principales villas de la provincia. El hecho de estar censados implicaba que eran miembros activos de la sociedad; posiblemente se trató de comerciantes o de profesionales de diferentes sectores que les interesaba estar dentro del sistema. La cuestión del pago de tributos implicó, de esta manera, la visualización del individuo dentro del sistema colonial. El juez Olano126 envió a la Corona la siguiente relación sobre el pago de impuestos por parte de los africanos libres menores de cuarenta y cinco años, vecinos de Gracias a Dios, Comayagua y Trujillo. Pago de impuestos por negros libres en el año 1577, a razón de 1,27 tostones locales. Año

Cantidad en Tostones

N.º negros libres

Ciudad

1577 1577 1577

59 176 257

75 106 202

Gracias a Dios San Pedro Comayagua

Fuente: AGCA A. I. 23 L7567, Exp. 264 f. 27. Carta del visitador de minas 1578.

Las diferentes consultas hechas al Consejo de Indias acerca de cómo controlar la presencia negra entre los indígenas127 fueron resueltas con una serie de ordenanzas que buscaban separar a los indígenas del resto de la población y, en especial, de los afrodescendientes. Un ejemplo es la emitida en 1587, donde se recordó prohibir la   AGI Contaduría 989-B, Informe sobre el cobro de tributos a los negros libres de la provincia según se ordenó en pasadas Cédulas Reales, Comayagua 1577. 127   AGCA A, I 23 Leg. 4575 f. 433v: Cédula Real prohibiendo que en Pueblo de Indígenas vivan negros, mulatos y mestizos, firmada el 3 de febrero de 1587. 126

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presencia de afrodescendientes entre los indígenas que vivían en las minas cercanas a Guasucarán, al considerar que los negros abusaban de los indígenas, orden que se volvió a confirmar en 1588. Felipe II128 mandó que se procediera con firmeza y dureza contra los negros que comerciaban y trataban como esclavos a los indios que estaban bajo su mando en las reducciones. Las medidas ordenadas con tanta energía por el Rey y su Consejo de Indias no dieron mayores resultados: los conflictos entre los mineros y entre estos contra los funcionarios reales, aliados de los negros caciques, continuaron colapsando la producción minera y favorecieron el contrabando. Los habitantes de Cantacamas y Ojojoma fueron excelentes contrabandistas. Entre ellos destacó el Negro Alonso García, quien llevaba un importante negocio de tamemes desde y hacia las minas. García era bien conocido entre los mineros, incluso llegó a participar como testigo en varios juicios por distintos temas, como por ejemplo, en el caso de Leonor Delgado, del que hablamos anteriormente. En el mismo documento se presentó como: Alonso García que asegura ser libre.129 Alonso García vuelve a compadecer en otro juicio en 1587. Esta vez fue llamado para atestiguar contra su socio, el recién nombrado alcalde mayor de Minas de Honduras, don Juan Núñez.130 Los negocios de Núñez con los negros y zambos contrabandistas levantaron las protestas de los vecinos. El ayuntamiento de Valladolid de Comayagua presentó un informe, donde acusaba a Juan Núñez de haber sido «mercader y por sus amistades con los negros había sido expulsado de la orden de la justicia por vicioso y descuidado de su conciencia» Una vez más, en 1595 se presentó una serie de conflictos entre los mineros y los caciques de las reducciones, quienes exigían mejores sueldos para sus indígenas. Simultáneamente, la Audiencia de Guatemala recibió órdenes estrictas desde Sevilla para que se controlara la influencia de los negros y zambos en los contratos para las labores de las minas,131 sobre todo en temas de transporte y de avituallamiento de los mineros. La tensión aumentó cuando los negros y zambos buscaron aliados entre los frailes. Los mercedarios escribieron primero al presidente de la Audiencia, Mallen, denunciando que muchos mineros intentaban tratarlos como esclavos. Mallen no respondió, así que en 1596 fray Gaspar de Andrade132 envió otro informe al Consejo de Indias:

  AGCA A, I 23 Leg. 1513, f. 676.   AGCA AI, 56 Exp. 45359, Leg. 5359. Alonso García comparece en el juicio de Leonor Delgado año de 1587. 130   AGCA AI 23 Leg. 1513 fol 666, Informe para los oidores y el presidente de la Audiencia sobre el juicio llevado a cabo contra Juan Núñez, año de 1587. 131   AGCA A, I 23 Exp. 4544 f. 415 Se ordena que cualquier puesto se saque en pregón público excluyendo a los negros, mestizos y mulatos, firmada el 5 octubre de 1584. 132   ANH Paquete 8, Legajo 238. Carta enviada al presidente de la Audiencia Pedro Mallen de Rueda, año de 1596. 128 129

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Ante mi don Francisco de Guerra, y el cacique Pedro Roca an denunciando que son mal tratados y de no recibir los pagos acordados por ello piden justicia ante mi y ante Dios que se haga justicia [...].

Los caciques y, en especial, los africanos libres se volvieron a quejar de ser tratados como esclavos, pues eran obligados a trabajar, por lo que no les quedaba tiempo para cultivar y, por consiguiente, había gran escasez de alimentos, que provocaba hambre y el abandono total o parcial de áreas productivas. Los mineros exigieron al cabildo de Tegucigalpa buscar la manera de capturar a los negros huidos que habían aprovechado los disturbios para huir. Según denunciaron los mineros, los negros se habían convertidos en bandoleros.133 La implantación de la nueva alcaldía en el espacio jurisdiccional de la Intendencia de Comayagua incitó el surgimiento de una serie de conflictos legales que concluyeron con la pérdida de la autonomía jurisdiccional de buena parte de este territorio en los años siguientes al nombramiento. Este hecho debilitó la hegemonía de Comayagua, al punto que provocó un colapso en la economía regional, sobre todo cuando los nuevos mineros de Tegucigalpa, necesitados de mano de obra cualificada, aceptaron como capataces a indígenas y negros huidos de las explotaciones de Guasucarán y San Lorenzo, pagándoles un salario, como si de hombres libres se tratasen. Un buen ejemplo sobre este tema es la denuncia que hizo don Diego Juárez,134 minero acusado de contratar a negros huidos de Guasucarán, quien en su defensa dijo: Son esos indios y negros que vienen y trabajan en mi mina y viven con sus sementeras en la orilla del río Grande como libres y no como esclavos.

La incapacidad de los funcionarios de obligar a los mineros a devolver a los negros a sus legítimos dueños provocó que se volvieran a enfrentar los bandos, con graves daños a la producción minera. El Cabildo de Comayagua se vio indefenso frente a la prepotencia del Cabildo de Tegucigalpa, que negaba la presencia de negros huidos en las minas. Por ello, fue necesaria la intervención de Valverde, presidente de la Audiencia. Otro ejemplo de la presión ejercida por los africanos y sus descendientes fue la lucha por obtener pequeños puestos públicos, conocidos como receptores. A simple vista, parecen de poca importancia, pero en la práctica eran vitales para el buen funcionamiento del reparto de la mano de obra, así como de la distribución de alimentos, obrajes y transporte de mercancías. En 1584, una orden real135 prohibió a los negros y mulatos acceder a dichos puestos de receptores. La orden dejaba clara la manera en que estos puestos debían de ser concedidos: «En pregón se debía de anunciar en las plazas públicas, y su elección debía de hacerse entre los vecinos reconocidos como “españoles”». Como solía ocurrir en las   AGCA A, I, 23 Leg. 1514, f. 37. Juicio por robo de ganado y azogue llevado en contra del minero Diego Juárez, año 1582. 134   Idem. 135   AGCA A, I 23 Leg. 4575, f. 415. 133

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Indias, esto se acató, pero no se cumplió, motivo por el cual la gran mayoría de receptores fueron negros caciques de los poblados cercanos.136 Los mineros de Comayagua siguieron acusando a los negros de abusar de los indígenas, pero en realidad lo que buscaron fue neutralizar su influencia. Esto no era nuevo. Ya desde el inicio de la alcaldía existió este conflicto. El gobernador Contreras137 lo simplificó en la siguiente frase: Son muchos los negros entre los indio de estas provincias que no podemos sacar ningun indio sin antes hablar con los negros.

De aquí que los mineros locales y empresarios guatemaltecos no quisieran indios reducidos, y abiertamente se disputaran los pocos indios de las encomiendas en las haciendas y estancias. Según señala Luis Pedro Taracena,138 esto se debió principalmente a dos motivos: Daban preferencia al trabajo indígena pues, a su juicio, reducían los costos y eran considerados menos levantiscos que los mulatos, por otro lado, aquel minero que lograra acaparar el mayor número de indios podía reducir relativamente el rubro de salarios; por ejemplo un barretero de repartimiento ganaba dos reales, mientras por la misma labor los trabajadores libres obtenían cuatro reales[...].

Uno de los acuerdos más polémicos fue el pago con terrones con plata a los trabajadores libres de los beneficios, conocidos como rebusque. También eran muchos los que recogían terrones entre la brozas de los beneficios, estableciendo con ello un mercado paralelo que acrecentaba los precios. Tampoco faltaron los que se especializaron en recolectar pequeñas cantidades de azogue y otros minerales, presentes en los residuos. Floyd139 observó que esta y otras prácticas eran recurrentes en todos los periodos mineros hondureños. Así, los mulatos y los africanos libres eran los que más se beneficiaban del rebusque, al utilizarse la plata resultante como moneda en los mercados, frente a la moneda colonial, siempre defectuosa y de dudoso valor. Pronto la plata procedente del rebusque cumplió un importante papel, al contribuir al mantenimiento de redes locales de comercio, que fueron de vital importancia durante casi todo el periodo colonial. De este modo el rebusque reforzó la cultura del fraude, ya que mucha de la plata que circulaba localmente como quintada no lo era. Esto tuvo que ver con la incapacidad de la autoridades reales de controlar los mercados y otros espacios, que blanqueaban la plata de contrabando. En 1595, los franciscanos denunciaron que mucha de la plata de rebusque estaba en manos de los jueces de milpa en las haciendas del valle de Siria. Pidieron, en este sentido, que se les expulsara de estas comunidades.   AGCA A, I 23 254 Leg. 40:1 Carta de los oficiales reales al gobernador de Honduras.   AGCA A, I 1005 Leg. 1511 Informe del gobernador Conteras a su Majestad, año de1583. 138   Taracena Arriola, 1991, p. 194. 139   Troy, 1989, pp. 212-213. 136 137

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Por otro lado, la influencia de los jueces de milpas en las comunidades indígenas fue de gran importancia, al tener ellos la potestad de distribuir la mano de obra, así como de controlar las exenciones. La presencia de afrodescendientes en estos puestos la podemos entender a partir de dos aspectos importantes. Primero, el salario era muy bajo, por lo que pocos españoles querían desempeñarlos, y segundo, los jueces de milpas eran considerados funcionarios menores. Ambos aspectos desalentaban a los ambiciosos españoles para ocuparlos. Además, el candidato debía conocer la comunidad donde iba a ejercer sin ser indígena, ya que debía instalarse en la reducción y esta situación le obligaba a tener buenas relaciones con el cacique y con los representantes de la Iglesia. Un caso muy interesante fue la denuncia presentada por los franciscanos contra el juez de milpa Juan, negro de nación, quien obligó a los indígenas de Orica a comprar mercancías traídas de forma ilegal a la ranchería. Además de ello, el juez de milpa Juan no permitió a los franciscanos evangelizar libremente a los trabajadores de las haciendas cercanas a Tegucigalpa, con el pretexto de que estos perdían horas de trabajo si lo hicieran, llegando a amenazar a los misioneros.140 Los religiosos explicaron que para poder evangelizar a los trabajadores de las haciendas, tenían que pactar primero con dichos jueces, necesitando incluso pagar chantajes para poder entrar a las haciendas. Una vez más, tenían que pactar con los negros capataces si querían continuar sus labores en las minas. No será sino hasta 1619 cuando, mediante cédula real, se ordenó a la Audiencia suprimir a los jueces de milpas. Sin embargo, esta ley se acató pero no se cumplió, motivo por el cual los jueces de milpas estuvieron activos durante mucho más tiempo. También la contratación de africanos como capataces en las haciendas de añil causó varias demandas por parte de los religiosos, un asunto que nunca quedó resuelto, al menos hasta la llegada de las reformas borbónicas. En otros espacios productivos, los afrodescendientes lograron una mayor integración, gracias a las particularidades de los cultivos. Un caso ejemplar fue la hacienda de cacao. El cuido de los árboles y la recolecta puntual de la fruta, dos veces al año, dejó mucho tiempo libre a los esclavos. Por otro lado, el aislamiento de las haciendas cacaoteras facilitó que muchos de los esclavizados participaran en el contrabando, especialmente del grano, muy buscado por los piratas. Al parecer de muchos religiosos, que iban a las haciendas y estancias con el fin de evangelizar a los trabajadores, los esclavos africanos que ejercieron de capataces contaron con el apoyo de sus amos y abusaban de los indígenas sin recibir ningún castigo por ello. Anota Miguel Agia141 que: Por faltas insignificantes se castigan a los indios duramente lo que por delitos atroces no se ejecuta con los esclavos y los negros.

Las quejas sobre las mencionadas actividades fueron escuchadas por la Corona,142 quien ordenó lo siguiente:   Idem.   AGIA, 1946, p. 851. 142   AGCA A, I 23, Leg. 1514, f. 77, firmado el 22 de diciembre de 1605. 140 141

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La audiencia debe de proceder contra los negros y mulatos y mestizos que se dedican al rescate de cacao en las haciendas de la provincia de Honduras.

Las relaciones entre las poblaciones españolas y las cimarronas, sin embargo, eran aun más intensas de lo que se refleja en los documentos. La simbiosis establecida entre ambas comunidades fue la que marcó el desarrollo en el tiempo, y no las disposiciones reales. Si, por un lado, fue de gran importancia en la minería la expansión de las haciendas y, en especial, de las estancias, por otro lado se produjo la ocupación de los espacios de frontera y con ello el forzoso contacto con los territorios bajo control de los cimarrones de las rancherías. Los intercambios de servicios y productos se dieron de una manera natural; los habitantes de las rancherías comercializaban con productos de la selva, como miel, maderas, hierbas curativas, carne de caza y pescado en salazón, además de algunas cantidades de plata nativa y oro lavado. Por su parte, los habitantes de las haciendas ofrecían lácteos, huevos, pollos, carne de cerdos y reses, además de obrajes, como telas y algunas herramientas de hierro y armas. Por otro lado, en época de recolecta, los habitantes de las rancherías eran contratados como temporeros. Todo esto lo explicó el hacendado González de Benancio143 en el juicio por haber contratado a toda una cuadrilla de negros huidos de la mina de Santa Lucía. En su defensa dijo que estos últimos se presentaron como zambos de Cantacamas y que afirmaron estar empadronados y, en consecuencia, pagaban tributos. Al parecer, los capataces zambos solían confiar más en otros afrodescendientes que en los naboríes para ejercer pequeños puestos de responsabilidad; esto ayudó a fortalecerles como elite, ocupando una posición entre los indígenas y los españoles. La presencia de negros huidos en las haciendas fue bien conocida por las autoridades de la Audiencia, incluso algunas de estas denuncias llegaron a oídos de la Corona. La mayor parte de las demandas provenían de los mineros, quienes solicitaban que les fueran devueltos los esclavos, aunque en su mayoría no recibieron ninguna respuesta. Para los siglos xvii y xviii las demandas para la devolución de esclavos fueron muy comunes y, curiosamente, recibieron las mismas respuestas dadas a finales del siglo xvi: ninguna. Nuevamente la falta de una milicia local especializada a modo de cuadrillas y la incapacidad de penetrar en los territorios, especialmente a la Taguzgalpa, hizo imposible atender las denuncias de los dueños de los esclavos. A ello deberíamos sumar la incapacidad de los dueños de las minas de vigilar a sus esclavos, lo que facilitó la huida de muchos negros bozales. Posiblemente esto hizo que en los mercados indianos los esclavos de confianza se convirtieran en un elemento clave para el funcionamiento de las haciendas, estancias y obrajes. Para finales del siglo xvi, estos esclavos llegaron a alcanzar precios astronómicos. En 1589 dos esclavos africanos mineros fueron valorados en 332 pesos cada uno; esto otorgó a dichos individuos un trato diferente sobre los demás esclavos. Entre 1606 y 1610 hemos localizado varios documentos sobre la venta de esclavos ladinos traídos desde Guatemala y que, según su carta de venta, eran negros de confianza. Se llegó a pagar por ellos sumas realmente importantes, si las comparamos con las pagadas en otras regiones coloniales, sin olvidar el contexto económico y social de la provincia.   AGCA AI, 24 Leg. 1582, f. 634: Documentos del Contador Francisco Romero, año 1595.

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En 1606, un esclavo ladino, de los llamados de confianza, alcanzó el valor entre 150 y 200 pesos. Dos años más tarde, un negro capataz que conocía la cría de ganado costaba 415 pesos. Para 1610 se pagó por uno esclavo conocedor del trabajo en las minas hasta 450 pesos.144 La cada vez mayor presencia africana a lo largo del periodo colonial, fue clave en la evolución y consolidación del mismo, al punto que nos costaría imaginar cómo hubiese sido posible su desenvolvimiento sin su participación. En realidad el binomio indio-español, largamente celebrado por muchos conservadores latinoamericanos, se vio superado por la polaridad negro-indio, especialmente a partir de la primera mitad del siglo xvii. Lo anterior queda conformado con las anotaciones del viajero inglés Thomás Gage,145 quien a principios del siglo xvii visitó la provincia en su recorrido por Centroamérica. Nos interesan sus comentarios sobre el gran número de zambos, negros y mulatos que vivían integrados en la sociedad. Entre divertido y moralizante, comentó146 que los españoles de México, Perú y Panamá «make the blackamoor —Who are many rich and gallant— the chief of their lust…. is a mixed nature, of spaniards and blackmoors [...].» Esta y otras observaciones hechas por Gage remarcan el alto número de afrodescendientes que se encontraban perfectamente integrados. Las características del contexto minero, unido al difícil control del territorio y a la baja demografía indígena, propició que un nuevo grupo social, compuesto por descendientes de africanos e amerindios,147 se fuesen integrando gracias al vacío legal que caracterizó a las mezclas. El debate sobre si los mulatos y los zambos debían pagar tributos llegó a la provincia de Honduras, conflicto de cierta forma ya resuelto por el Consejo de Indias, quien había ordenado el 18 de mayo de 1572148 que los hijos de negro (libres o esclavos) con indígena debían ser empadronados y tasados para el pago de tributos. Esta ordenanza, enviada a todas las ciudades de las Indias, dejaba fuera a los africanos libres, los zambos y los moriscos.149 El gobernador de Honduras volvió a consultar al rey sobre este tema, explicitándole que en las tierras de la provincia existían muchísimos negros, zambos y moriscos libres. El Consejo decretó unas medidas específicas para la región; en cédula real,150 fechada el 27 de abril de 1574, ordenó que: A vuestra consulta sobre esos tantos negros en vuestras jurisdicciones y minas que no se sabe su condición y son muchos y en todas partes lo que hace de ellos vecinos ordena144   Datos tomados del trabajo realizado en el archivo Nacional de Comayagua por García Peláez, 1943, p. 27. 145   Thomas GAGE, 1947, pp. 73-76. 146   La traducción es mía: «—hacen de moros— ¿Quiénes son muchos ricos y galantes— amos de sus lujurias, Explica sin más que los mulatos Eran una naturaleza mixta, de los españoles y negros». La cita está recogida en la obra de Pastor, 1994, pp. 327. 147   Existe un interesante debate sobre este tema centrado en otras zonas de América, por ejemplo para México Herman, 2003. 148   En 1572 una cédula real daba respuesta a las consultas sobre el pago de impuestos por parte de los negros AGCA A, 1 23 Leg. 1512, f. 416. 149   Real Cédula al presidente de Guadalajara para que no se use la voz morisco con los hijos de español y mulata, citado. Konetzke, 1962, pp. 81-82. 150   AGCA A, I, 23 Leg. 1512, fol 447, 27 de abril de 1574.

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mos que todos los negros y negras, que habiendo sido esclavos y compraron su libertad o no tenga dueños paguen de tributo un marco de plata al año [...].

La ordenanza facilitó que muchos afrodescendientes, quienes contaban con una condición jurídica algo ambigua, fuesen considerados como residentes, gracias al pago de tributos. Esto les confirió en la práctica una posición social por encima de los naturales, al no tener que rendir cuentas de sus actividades. Cantidad de impuestos pagados por los africanos libres entre 1595-1598 (1,27 tostones, por persona).151 Año

Poblado

Cantidad

1595 1596 1597 1598

Cantacamas Orica Comayagüela Ojojona

420 tostones 523 tostones 604 tostones 385 tostones

Negros libres 105. 130.7 151 96.2

Fuente: AGCA pago de impuestos recogidos en los documentos AGCA A,I, 23 Leg, 1819, f. 1475, 1598.

El hecho de que muchos esclavos lograran ser considerados como libres nos les libró de la violencia sistemática del mundo colonial, que los continuaba considerando inferiores. A pesar de que los cimarrones regresaran a la vida colonial como libres, esto último tampoco les preservó de las denuncias de sus antiguos amos, ni tampoco de ser víctimas de las estratificada sociedad en la que se vieron inmersos. Fue muy común que muchos de ellos fuesen acusados de deudas acumuladas por parte de los dueños de las haciendas. En muchos de los casos se refieren a deudas acumuladas por adelanto de sueldos. El endeudamiento fue uno de los mecanismos utilizados por los hacendados y mineros para retener a los afrodescendientes que se acercaban a las haciendas y minas a pedir trabajo. El procedimiento consistió en dar por adelantado parte del pago del jornal; así, los pequeños mineros quedaban endeudados. Muchas veces esos adelantos fueron utilizados para pagar viejas deudas. No fueron pocos los casos en que, una vez cobrado el adelanto, huían de la hacienda, instalándose en otra cercana, cuestión que provocó disputas entre los hacendados. También fue frecuente que grupos de individuos procedentes de otras zonas mineras, especialmente de Nueva Segovia, llegaran a Tegucigalpa, donde eran contratados como trabajadores libres, a pesar de las protestas de las autoridades nicaragüenses, quienes los reclamaban por ser esclavos o por tener deudas en sus jurisdicciones.152 De esta manera llegaron muchos huidos a las minas y haciendas cercanas a Tegucigalpa. Lejos de ser capturados y devueltos a sus dueños, se les contrató como mano de obra libre, avecinándose en las reducciones, como si de indios naboríos se tratase.153 Esto molestó a los religiosos,   AGCA pago de impuestos recogidos en los documentos AGCA A, I, 23 Leg. 1819, f. 1475, 1598.   AGCA A, I 23 f. 175: Demandas por los esclavos huidos, Nueva Segovia, año 1596. 153   AGCA A, I 23 Leg. 4588 folios 110-125: Sobre las riñas entre Tegucigalpa y Nueva Segovia por la contratación de esclavos huidos y de peones buscados por deuda. 151 152

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quienes temían perder el control sobre la población y, sobre todo, que la presencia de esos negros libres afectara su participación en el repartimiento de la mano de obra. Los franciscanos solicitaron al presidente de la Audiencia que tomara cartas en el asunto, pero este último no respondió. Nuevamente los franciscanos escribieron al Consejo de Indias denunciando los abusos de los cimarrones recién llegados. Las quejas fueron escuchadas por la Corte. Poco tiempo después de enviarse las consultas a Sevilla, mediante cédula real,154 se destinó a los gobernadores de la provincia un largo discurso sobre la mala influencia que los africanos esclavos, especialmente ladinos, ejercían con su presencia en las reducciones y sobre la necesidad de que no fuese ninguno de ellos o un zambo capataz de obrajes, hacienda o minas: Que es la peor —compañía— que a los indios se les puede dar pues donde trabajan juntos, el peso del trabajo cae y carga sobre los miserables indios, sin remedio, y los dueños gustan dello; porque quieren que se mueran antes diez indios que un negro, que les costó dinero [...].

En otra cédula real fechada en 1587,155 el Consejo de Indias, por Orden Real, dispuso que no se permitiera a ningún negro vivir en las reducciones, pero la orden, una vez más, se acató pero no se cumplió. Años más tarde, y en consecutivas ordenanzas, se recordó la obligación de las autoridades locales de controlar la presencia negra en las reducciones. La medida del pago abrió una conmutación general al permitir que, mediante el simple pago del impuesto, los negros huidos fueran censados como libres. Muchos de los negros y zambos tributarios no tenían más justificante sobre su estado jurídico que su propia palabra. Por otro lado, esta medida reguló a muchos de los negros huidos asentados en las villas de la Choluteca, San Miguel, Olancho, Danlí, Yoro, Sosonuco, Cantacamas o El Salvador, donde la producción del añil, los obrajes, la ganadería y las explotaciones agrícolas habían adsorbido a buena parte de la población de las rancherías cercanas. Sobre esto informó el alcalde mayor de San Miguel y Choluteca, Pedro Girón de Alvarado, en 1591.156 La recaudación del impuesto a los negros representó un importante ingreso de dinero en moneda para la maltrecha Hacienda Real. El gravamen fue más efectivo que el tradicional tributo pagado en especias por los indígenas de las reducciones y villas, donde solían vivir muchos de estos negros.157 Los mineros, tanto de Honduras como de Nueva Segovia, se vieron directamente afectados con esta ordenanza, al ver cómo las denuncias presentadas para recuperar sus esclavos huidos fueron desoídas en favor del cobro de

  AGCA AI, 25 Leg. 1253, f. 36, año 1586.   AGCA AI, 23 Leg. 433v: Cédula Real, firmada el 25 noviembre de 1587. 156   AGCA A, I 39-5 Leg. 1751, f19: Cartas del alcalde mayor de San Miguel, San Salvador y villas de la Choluteca don Pedro Girón de Alvarado, fechadas entre 1591 y 1593. 157   Sánchez Albornoz, 2002, p. 185. 154 155

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los mencionados impuestos. Las protestas sobre esta medida las recogió Bernal Pérez158 en su solicitud de méritos y servicios. En ella alegaba haber perdido un gran capital por los negros que había comprado y que huyeron de sus lavaderos de oro en San Jorge de Olancho. Tanto las estancias como las haciendas se constituyeron en uno de los factores básicos en el proceso de conquista del territorio, al convertirse sus límites en la nueva frontera entre lo no ocupado, es decir, lo rural, y los territorios fuera del control colonial. Esta particularidad hizo que las haciendas y las estancias se convirtieran en espacio de movilidad social, donde los esclavos huidos encontraron refugio a cambio de su trabajo. La posibilidad de que los consideraran libres los dueños de las haciendas fue un mecanismo mediante el cual podían regular su situación jurídica frente a la sociedad colonial que los acogía. A partir de 1590 podríamos hablar de la provincia de Honduras como de un territorio multiétnico, con una importante población africana, muy presente en los diferentes espacios coloniales. Este es un mundo que no estuvo exento de violentos conflictos, sobre todo a medida que se iban integrando individuos procedentes de diferentes culturas, configurando un cuadro social complejo, donde pronto se comenzaron a utilizar conceptos que buscaban calificar a la población resultante del mestizaje. Pobrablemente fue en el reino de Guatemala, con su particular riqueza cultural, unida a la rica aportación africana, donde se desarrolló la mayor fusión de la más temprana fusión de las razas.159 Con las calificaciones por mestizaje a partir del porcentaje de sangre española se pretendió establecer el grado de derechos que poseía cada individuo. Así, por ejemplo, nombres como negro ladino, bozal, cuarteado o libre eran una forma de conocer la situación jurídica de los individuos con sangre africana. Lo mismo sucedía con los indígenas y otro tanto con los hijos nacidos de españoles e indígenas. Esta necesidad de clasificar impregnó a la temprana sociedad minera hondureña, donde el espacio geográfico, las sociedades originarias, la economía minera o la pequeña presencia española en la provincia fueron aspectos que crearon el contexto necesario para que muchos de los afrodescendientes se integraran a la sociedad mediante el trabajo en las minas y el comercio, sin olvidar el trabajo en las haciendas, las estancias o los beneficios, entre muchos otros espacios. Esto dio lugar a una de las características que marcó la diferencia con otras sociedades coloniales españolas en el Istmo, como fue el caso de Panamá y de las plantaciones de azúcar en Guatemala. En Honduras, desde muy temprano, el mestizaje no fue mal visto; es más, parece ser que desde un inicio la presencia de africanos sin una situación jurídica clara fue más que aceptado. Posiblemente aquí podemos aplicar la afirmación de Richard Konetzke160 cuando dice que la mezcla ofrecía ventajas para todos y la segregación no beneficiaba a nadie.   AGCA A, I, 295, 40219, Leg. 4677: Merecimientos y servicios de Bernal Pérez vecino de San Jorge de Olancho, año 1592. 159   Véase la propuesta para Centroamérica de John Guillin, 1962, p. 96. 160   Konetzke, 1958, p. 517. En relación con la producción de azúcar, véase Walvin, 2017, pp. 37-50. 158

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Los africanos, gracias al mestizaje con indias, consiguieron que sus hijos fuesen libres bajo las categorías de zambos, cuarterones161 o coyotes.162 Los sujetos resultantes del mestizaje no tuvieron grandes dificultades de integrarse en el mundo colonial centroamericano, si lo comparamos con otros espacios coloniales. Esa peculiaridad hizo de los territorios mineros en las provincias de Honduras y Nicaragua un espacio de fácil integración. Incluso a los mulatos nacidos de africanas y españoles les fueron considerados sus derechos sin dar mucha importancia al color de la piel. Posiblemente esto se debió a una cuestión práctica, sobre todo después de 1591, cuando por orden real163 todos los negros libres (o supuestamente libres) debían pagar cuatro reales al año por concepto de impuestos: Que los negros libres residentes en la provincia sujetas a la Audiencia de Guatemala paguen cuatro reales al año, o sean el servicio del tostón, impuesto destinado a sostener la Armada de Barlovento [...].

Las leyes indianas también instituyeron un complejo sistema mediante el cual un mulato, zambo o mestizo podía, por medio del pago de una cantidad de dinero, ser considerado blanco. Estas leyes fueron muy recurridas, incluso por africanos de primera generación, quienes mediante sobornos lograban iniciar el proceso de su manumisión, a pesar de la negativa del amo. Con ello, muchos africanos bozales lograron «escabullirse» de la esclavitud, al definirse como zambos. Esto fue posible gracias al ambiente anárquico y violento vivido en las minas. Especialmente, estos individuos lograban empoderarse al encontrar algún filón. Además, su condición de zambos los excusaba del pago de tributos al no estar sujetos a ninguna regularización que así lo indicase, al menos hasta la llegada de las reformas borbónicas. Este mestizaje precoz enriqueció la provincia, mortalmente castigada durante el proceso de conquista. Con las primeras explotaciones mineras de Tegucigalpa, la cuestión de imponer un sistema de clasificación vuelve a ser tema en la provincia. Para este periodo de estudio no existió el uso del concepto de castas como lo conoceremos en el siglo xviii. Sin embargo, sí vemos un intento, al menos desde la teoría, de regular a las personas procedentes del mestizaje.164 El cabildo vio que era necesario regular quién era blanco y quién no. Lejos de tomar como parámetro único el tono de la piel, se consideraron otros aspectos tales como el ejercicio de una profesión, la participación en el comercio, si el individuo era miembro o no de alguna cofradía, donde vivía y cómo vestía e, incluso, si el afrodescendiente en cuestión poseía en propiedad un caballo.

161   Recordemos que cuarterones eran aquellos hijos de zambos con blancos, definidos como blanco + tercerón. 162   Coyotes: hijos de mestizos y tercerones. 163   AGCA A, I, 23 Leg. 1513, f. 719: Cédula Real para que los negros libres paguen impuestos. 164   Sobre el mestizaje y las castas véase: Vinson III, 2018, 48. Aunque para un periodo posterior, una obra importante para el tema de las castas y el mestizaje es Velázquez, 2013.

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Son muchos los autores que consideran el mestizaje como un elemento bajo el control español, una herramienta para someter a la población. Así lo ve Rodolfo Pastor,165 quien afirmó que: El criollo fomentó la mezcla de las razas, que eliminaba un peligro, una tensión social. Para él, al mezclar al negro matizaba la paleta; era una forma de diluir el color y el miedo; se blanquea para neutralizar [...].

Pero en realidad este fenómeno del mestizaje se dio fuera del control español, quién no se dio cuenta de ello hasta muchos años después, cuando el número de mestizos era tal que fue necesario regular sus derechos. Fue entonces cuando se tuvo conciencia de cuán negra era la población hondureña. Es gracias a este proceso de aculturación166 que los afrodescendientes lograron una exitosa integración, hecho que dará paso a un proceso de blanqueamiento, que se verá fortalecido al iniciarse la explotación de minas de plata en las últimas décadas del siglo xvi. Recordemos que desde inicios de la década de 1530, los vecinos de Trujillo habían solicitado a la Corona el envío de esclavos africanos para los lavaderos de oro, situación algo insólita si recordamos que la provincia era víctima de la trata indígena y que dicha actividad no cesaría hasta bien entrada la década de los setenta del siglo xvi. Por otro lado, encontramos que la Corona concedió los esclavos solicitados y, es más, benefició a los vecinos con una serie de garantías fiscales para facilitarles la compra de dichas piezas de indias. Este fenómeno fue en aumento de forma paralela al crecimiento de la población, enmarcado en los ciclos de producción minera que, como sabemos, hicieron llegar oleadas de colonos procedentes de diferentes lugares. Sobre todo, los ciclos mineros abiertos durante los siglos xvii y xviii fueron de una tremenda tensión social, ya que los diferentes sectores que componían la sociedad debieron defender su estatus frente a los recién llegados, quienes traían discursos de segregación nacidos en otras regiones del imperio. En 1650, la negritud en la población hondureña era más que reconocida: según Martínez,167 Tegucigalpa poseía para entonces, al lado de las setenta y seis familias españolas criollas, más de mil mulatos y pardos en tan buena posición económica que decidieron construir una iglesia de gran calidad artística y arquitectónica bajo la advocación de la virgen de los Dolores. En décadas anteriores, especialmente entre 1585 y 1595, Tegucigalpa vio crecer su población, gracias a las políticas de reducciones que se fueron instalando al otro lado del río Grande. Muchos de estos antiguos esclavos fueron empleados en los diferentes espacios productivos necesarios para el procesamiento del mineral y la fabricación de   Pastor, 1994, p. 288.   Tomamos el concepto de transculturación propuesto por Fernando Ortiz, quien nos dice que: La transculturación expresa con mayor precisión las diferentes fases del proceso de la transición desde una cultura a otra, a causa de esto no consiste meramente en la adquisición de otra cultura, que es lo que implica realmente la palabra inglesa accturation, sino que este proceso comprende también la perdida de una cultura previa, la cual sería definida como deculturación. Ortiz, 1947, pp. 102-104. (traducción mía). 167   Martínez Castillo, 2005, p. 84. 165 166

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obrajes para el mercado local. La presencia de nuevos asentamientos aseguró la mano de obra necesaria y pronto aparecieron otros espacios productivos relacionados con el proceso de amalgamiento, tales como molinos y patios de beneficios, aunque también fueron apareciendo pequeños hornos de fundición y trapiches. Entretanto, fueron aumentando las sementeras y los huertos, que aseguraron el abastecimiento a los nuevos vecinos. El efecto llamada que provocó la fundación de la nueva alcaldía atrajo a un sinfín de trabajadores de la periferia, pero también de otras regiones e, incluso, fuera de los límites de la Audiencia. Rápidamente estos nuevos vecinos fueron aceptados como trabajadores en las minas, en las haciendas y en las estancias, sin necesidad de demostrar su condición jurídica. Unos años más tarde la alcaldía contaba con unos sesenta y tres españoles, entre vecinos y funcionarios reales. Para finales de la década de 1590, muchos africanos, antiguos esclavos domésticos, habían logrado comprar su libertad o estaban establecidos en la villa ejerciendo varias profesiones libres, como zapateros, carpinteros o albañiles.168 Dentro de este contexto de fiebre minera vemos cómo personas consideradas negras llegaron a inscribir propiedades, solicitando azogue y, cómo no, esclavos.169 La villa de Tegucigalpa se estableció en medio de una serie de caseríos habitados por fugitivos de las minerías cercanas. Así lo aclaró el fraile Francisco Vázquez,170 quien comenzó a predicar entre los habitantes de esas rancherías en la montaña de la Tigra y a orillas del río Grande, además de otras en el río Chiquito y del río Del Oro.171 Así, en la parte alta de la actual ciudad, en el cerro llamado La Leona, existió una ranchería conocida como La Leonera,172 comunicada con otro asentamiento, llamado El Abrevadero, que estaba en la parte baja junto al río. Otra de las rancherías que se van a ir integrando en la ciudad fue la conocida como La Fuente, que en el siglo xviii pasó a llamarse La Joya. Rápidamente se estableció un barrio de negros junto al caserío llamado Del Bosque.173 Como lo explica Martínez Castillo:174 Y con un gran número de esclavos negros que trabajaban en las minas; estos esclavos al tiempo que iban recibiendo su libertad se agruparon en un barrio de mulatos y pardos alrededor de la ermita de los Dolores [...].

  AGCA A, I 23 Pago de impuestos de los negros zapateros y albañiles de Tegucigalpa, año de 1590.   Es frecuente encontrar referencias al hecho de que muchos afrodescendientes son dueños de pequeñas y medianas vetas. Véanse los siguientes documentos AGCA A, I, 23 Leg. 1514, f. 37 1603, A, I 23 Leg. 1541 f. 77, año 1605. 170   Vázquez de Espinosa, 1938, cap. II, p. 523. 171   Martínez, quien anotó que: «Esta ciudad nació al azar: una casa al pie de la montaña, otra a la orilla del río Grande, otra en la orilla de río del Oro —Chiquito— [...]. Martínez Castillo, 1992, p. 98. 172   Ibidem, p. 99. 173   Martínez Argüello, 1978, p. 145. 174   Martínez Castillo, 2004, p. 99. 168 169

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Todos ellos terminaron por conectarse gracias a un camino conocido como la Cuesta del Río.175 La presencia de la congregación franciscana ayudó enormemente a la consolidación de la villa y facilitó la integración de los habitantes de las rancherías a la Nueva Alcaldía. En este proceso de incorporación se va a dar uno de los momentos claves en el blanqueamiento de buena parte de la población de ascendencia africana asentada en las rancherías, que pasa a ser calificada como ladina. Esta particularidad respondió a dos realidades que caracterizaron a la provincia durante todo el periodo colonial: por un lado, la permanente necesidad de mano de obra para las diferentes actividades económicas y, en especial, la minera; y, por otro lado, la necesidad de incorporar nuevos territorios a partir de la integración de las rancherías y de las poblaciones informales asentadas en los espacios periféricos. Para la Alcaldía de Tegucigalpa no representó mayor problema que los fugitivos se fuesen integrando en las diferentes dinámicas sociales, siendo las cofradías una de ellas. Esta particularidad de los habitantes de la alcaldía contrasta con los problemas que estaba teniendo el cabildo de la ciudad de Santiago, donde la falta de espacios en los que pudieran asentarse los mestizos fue un inconveniente, al no estar legislada la manera en que debían de fundarse y gobernarse estos asentamientos. 176 Sin embargo, en la provincia de Honduras la cuestión quedó resuelta al integrar a los habitantes no españoles como ladinos. Esto lo podemos entender desde la recreación que cada Cabildo hacía de las leyes emanadas de la Corona, donde la costumbre, nos dice Haggenmacher,177 operaba de forma paralela, sobrepasando en muchos aspectos a la fuente originaria del derecho. La aceptación de los cimarrones como ladinos fue, hacia mediados del siglo xvii, una costumbre que rápidamente se entendió como una ley integrada al ámbito del jurista local. Recordemos que la práctica del derecho indiano nunca representó un orden cerrado a la interpretación local y al ejercicio de las costumbres. A ello tenemos que sumarle otros aspectos, tales como la presencia de elementos consuetudinarios,178 la vida social regulada por los distintos grupos de poder, los intereses económicos y la capacidad de pacto que poseían los grupo subalternos, en este caso, los mestizos, los africanos y sus descendientes, especialmente en los momentos de auge minero, cuando quedaban inscritas muchas pequeñas vetas, amparadas en las Nuevas Ordenanzas dictadas por Felipe II,179 que fueron muy claras a la hora de beneficiar la inscripción de las minas en suelo indiano: A nuestros súbditos y naturaleza y a otras cualesquier personas, aunque sean extranjeros de estos nuestros Reynos, que beneficien y descubrieren qualesquier mina de plata descubiertas y por descubrir [...]. 175   Martínez Peláez comentó que no hubo que esperar mucho para que los franciscanos construyesen en 1586 un convento consagrado a la Virgen de la Mercedes. Martínez Peláez, 1970, p. 87. 176   Ibidem, p. 368. 177   Haggenmacher, 1990, p. 39. 178   Tau Anzoátegui, 2005, p. 92. 179   Sánchez Gómez, 1989, p. 381.

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Con base en esto podemos decir que la condición jurídica del demandante no representó un obstáculo para que esclavizados huidos se presentaran a inscribir vetas. La ordenanza iba acompañada de la obtención de un derecho de explotación transmisible a título particular, de modo que pudieran venderlas, arrendarlas o realizar cualquier otro tipo de transacción. La parte de beneficio que recibía la Corona quedaba fijada en el 5,5 % para la plata y el oro. En realidad, los juristas peninsulares no tuvieron en cuenta las diferentes interpretaciones que se le iban a dar a estas leyes en los espacios coloniales. Estas leyes favorecieron a muchas personas de la periferia a la hora de integrarse, al poder inscribir una veta a su nombre ante los oficiales locales. También algunos blancos pobres o fugitivos por deudas procedentes de otras villas lograron regularizar su situación al convertirse en propietarios. La puesta en práctica de esta y otras legislaciones mineras por parte de los funcionarios nunca fue fiel a los mandatos establecidos. Las ordenanzas eran interpretadas en favor de los intereses de los mineros y no de la Hacienda Real. A pesar del déficit de la producción minera, al menos desde los números de la hacienda, algunos mineros locales lograron enriquecerse, a pesar de la hegemonía guatemalteca en la zona. Los lugareños lograron afirmar dos grupos, a los que podemos definir como grupos mineros. Por un lado, estaban los mineros españoles, con grandes o medianas explotaciones en Guasucarán, Santa Lucía. Estos solían contar con los mejores repartimientos de indígenas, al tener como socios a varios de los oficiales reales. Además, estas élites contaron con azogue, ya que tenían bajo su poder algunos beneficios y patios e, incluso, molinos y trapiches. El otro grupo lo componía una amalgama de personajes dedicados a todo tipo de trabajo minero, quienes eran conocidos como güiriseres. Estos obtenían especialmente el metal del rebusque, que procesaban en hornos rudimentarios. Las relaciones entre ambos grupos siempre fueron difíciles, en especial cuando los lugareños y los guatemaltecos se sintieron con el derecho de exigir a las autoridades que acosaran a los güiriseres, alegando que estos debían trabajar en las minas y no explotar por su cuenta los montes. Los güiriseres fueron acusados de evasión de impuestos, al no declarar la plata que recogían, pero dicha demanda no tuvo ninguna repercusión por la incapacidad militar de actuar de la autoridad real. A lo mucho, lograron obtener algunas escaramuzas, sobre todo cuando la acusación se razonaba desde el tráfico o robo de azogue. Por otro lado, los güiriseres fueron continuamente acusados de ser esclavos huidos. Los mineros de las zonas de Nueva Segovia, Comayagua y Tegucigalpa reclamaron en muchas ocasiones que se les devolvieran los esclavos, pero una vez más las autoridades no hicieron nada, al tener que respetar los pacto hechos. Fueron los guatemaltecos los que más denunciaron a los cabildos de Comayagua y Tegucigalpa, por no tomar medidas para devolver a los esclavos huidos. Incluso se llegó a denunciar que los cabildos permitían que esos esclavos huidos pudieran ser contratados como libres. Un caso ejemplar en el que se describe esta situación es la demanda que interpuso don Gabriel Mejía, propie-

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tario de una explotación minera en las cercanías del cerro de Santa Lucía. A Mejía180se le habían escapado unos esclavos y se enteró que estaban trabajando en una extracción de plata por su cuenta en las cercanías del Cerro y vendiendo plata nativa en la plaza de Comayagua: Pido a vuestros mercedes me auxilien en traer a mis esclavos a la mía explotación ya que desde hace meses escaparon y viven no lejos de mi mina [...].

De nada valió la denuncia de Mejía, ya que, al parecer, no hubo respuesta de parte del recién nombrado alcalde Juan Núñez. Tan sólo unos meses más tarde, el juez de milpas181 de El Salvador capturó a un esclavo, quien dijo ser esclavo de Mejía y que tanto él como otros diez esclavos se fueron a sacar plata por su cuenta. Los güiriseres fueron expertos mineros, conocedores de las artes de la reducción de la plata mediante el fuego. Además, sabían manejar las técnicas del azogue.182 La mayor parte trabajó solo y raras veces en grupos. En general, explotaban minas sin títulos en lugares secretos, al no contar con la posibilidad legal y económica de inscribirlas. Será a partir del siglo xvii cuando vamos a encontrar un mayor número de registros de pequeñas explotaciones de güiriseres, siendo en su mayoría calificados como pardos y mulatos.183 En realidad, los grandes mineros veían a los güiriseres como una amenaza y un mal ejemplo para los demás esclavos. Por ello, los acusaron de mil y un delitos y los persiguieron a título personal, como si de delincuentes se tratara. Durante las primeras décadas del siglo xvi, algunos antiguos esclavos registraron minas abandonadas como suyas, cuestión que causó conflictos entre los mineros. Por ejemplo, tenemos el caso de Juan, negro mulato que declaró ser dueño de la Santa Ana, a dos millas de la villa de Tegucigalpa, quien solicitó azogue e indios reducidos.184 Frente al aumento de güiriseres que solicitaban un título de propiedad, los grandes mineros pidieron a las autoridades que no se les permitiera registrar minas a los africanos libres. Con ello creemos que se intentaba frenar el ascenso social de los antiguos esclavos y de sus descendientes. Cabe decir que el registro de minas o de una propiedad convertía a su propietario en tributario y esto le otorgaba una serie de derechos, convirtiéndolo en vecino, acelerando con ello el proceso de integración. A medida que iba aumentando el registro de pequeñas minas por parte de los güiriseres, los propietarios de minas mayores iniciaron una campaña para evitarlo. Les acusaron de arruinar las minas y declararon que, por ello, no se les debería permitir ser propietarios.   Todos los datos sobre el caso de los esclavos huidos de Gabriel García están en: AGCA AI, 56 45-244 5355 Autos de Negros de Gabriel Mejía, año 1587. 181   Se conoce como juez de milpa a los funcionarios que se encargaban de recoger y administrar los impuestos provenientes de las milpas (terreno donde se cultivaba el maíz). Toda la información referente a los jueces de milpas procede del ANH Cajón 854 Legajo, 54 Cartas de los franciscanos, año de 1585. 182   Wilhelm, 2000, p. 159. 183   ANH Paquete 5 Legajos 50-66, algunos registros de minas entre los años de 1600-1620. 184   ANH Paquete 5 Leg. 17-17v Juan negro mulato pide azogue para su mina, año 1590. 180

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En la obra de West185 encontramos el siguiente comentario, que hace referencia a uno de los argumentos que los grandes mineros presentaron en contra del registro de minas por parte de los africanos y sus descendientes: Uno de los recursos favoritos utilizados por algunos de los güiriseres más pobres era el de entrar a una mina abandonada y remover las columnas de minerales dejadas con el objeto de sostener los techos un hábito que en definitiva impedía cualquier explotación futura de la mina [...].

Por otro lado, no debemos olvidar que el registro de estas minas significaba una importante entrada de dinero para la Hacienda Real, al cobrarse el décimo real sobre la producción total. Otra de las ventajas que representaba la inscripción de estas explotaciones fue que la plata nativa no se filtraba hacia el Caribe. Por ello, las autoridades reales facilitaron en todo lo posible la inscripción de minas y tierras de laboreo a todos los individuos, incluso a los de dudosa condición jurídica. Esto provocó continuas protestas entre los grandes mineros, quienes querían controlar la producción. Las autoridades, en general, y el Cabildo de Tegucigalpa, en particular, siguieron permitiendo que los güiriseres continuaran comerciando con la plata en las plazas. En el fondo, esta práctica fue buena para la maltrecha economía local. Por ello, las autoridades accedieron a que muchos güiriseres continuaran con la explotación de pequeñas vetas sin ningún registro.

  West, 1974, p. 163.

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Capítulo IV

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Otros espacios en manos de los afrodescendientes Además de las minas, existieron otros espacios en Tegucigalpa donde los afrodescendientes encontraron limitados espacios para integrarse, espacios económicos y sociales que fueron espacios de conflicto y que generaron la necesidad de establecer pactos con ellos. Un buen ejemplo de estos espacios fueron las haciendas, sobre todo cuando comenzaron a especializarse en cultivos como el añil, el trigo o el cacao, entre otros. La mayoría de los hacendados se hacían acompañar de africanos esclavos bien armados en las visitas a sus propiedades. Lo sabemos gracias a las diferentes solicitudes presentadas al gobernador de Tegucigalpa para que se permitiera a sus esclavos africanos portar armas.1 Este fue el caso de don Luis de Gámez, vecino de Guatemala y dueño de una hacienda al suroeste de Tegucigalpa, y de don Diego de Guzmán, también vecino de Santiago, cuyas haciendas colindaban con los territorios de la ranchería de Orica. Uno de los primeros documentos que hacen alusión a la necesidad de traer ganado vacuno a la provincia fue una solicitud de 1526 del gobernador de Honduras, don Diego López de Salcedo, donde pedía a las autoridades de Cuba que se le admitiera el envío de ganado vacuno desde las Islas, especialmente desde Jamaica, donde, según el gobernador, el Adelantado Francisco Garay2 poseía ganado en abundancia. Según el parecer del gobernador López de Salcedo, era tanto que ese ganado: Ya no tenía ni valor ni provecho con lo que repartía el ganado entre los vecinos españoles al fiado durante algún tiempo.

Su solicitud fue admitida y durante algunos años fueron llegando embarcaciones con cabezas de ganado vacuno a Puerto Cavallos, con la especificación de que debían ser llevadas   AGCA AI, 23 Leg. 1513, f. 727, año 1592.   AGI, Guatemala 39 n. 1, r. 1, Carta del gobernador Diego López de Salcedo, año 1526.

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a los valles de Naco y Yoro. Gracias a la rápida reproducción del ganado, fue apareciendo una gran cantidad de pequeñas estancias ganaderas, administradas por esclavos africanos, algunos de ellos incluso bozales, que salpicaron el paisaje de la provincia. La cría de ganado involucró a muchos personajes, que comercializaron las bestias tanto para carne y sebo como para cueros.3 Para los hacendados de las zonas periféricas de Tegucigalpa, las opciones fueron diferentes, al encontrar en los espacios mineros un buen mercado para sus productos. El alto precio de los productos básicos hizo que los hacendados lograran capitalizarse, al punto que se aventuraron con una tímida producción de añil, tabaco, cacao o trigo. Recordemos que desde hacía algunas décadas se había producido una emigración de españoles hacia el campo, fenómeno que se puede calificar como una oportunidad de enriquecerse a través del cultivo de sus tierras, produciendo alimentos necesarios para el abastecimiento. Así, muchos vecinos de Gracias a Dios, Choluteca o San Pedro Sula se retiraron hacia sus haciendas. Como afirma Linda Newson:4 Con el desarrollo agrícola muchos colonos dejaron los pueblos para residir en sus haciendas.

Para poder atender sus negocios en las villas, sin dejar abandonadas sus haciendas, los propietarios nombraron a los esclavos africanos de confianza como capataces y muchos de ellos llegaron a manejar grandes extensiones de cultivos y de ganadería. Gracias a estos últimos, los hacendados pudieron expandir sus cultivos más allá de sus límites, fomentando los ranchos mixtos, es decir, agrícolas y ganaderos. La presencia de esclavos ladinos fue fundamental para el funcionamiento de las haciendas, al convertirse en hombres de confianza de los amos. Los vecinos dueños de estas haciendas exigieron que se les repartieran indígenas para los trabajos, como se hacía para los mineros, cuestión que causó nuevos conflictos. La diversidad cultural de los trabajadores de las minas y las haciendas fue la protagonista de un importante proceso de transculturación entre los afrodescendientes, clasificados por su tono de piel, y estos con los indígenas naboríes o reducidos, todo ello bajo la imposición cultural dominante de los amos. Tanto las haciendas como las estancias jugaron un importante papel en el proceso de consolidación del espacio colonial, facilitando, en gran medida, la incorporación de la población dispersa por el territorio. Será a finales del siglo xvi cuando la ocupación de tierras sin título se convierta en una práctica común en todo el territorio colonial español, gracias a la política de la Corona de legalizar la ocupación masiva de tierras mediante la composición.5 Con ello se buscó institucionalizar el proceso de ocupación desordenada de la tierra, lo que dio estabilidad a los propietarios de tierras de explotaciones agrícolas, frente a la decaden  Oyuela, 1994, p. 53.   Newson, 2007, p. 237. 5   La composición fue un proceso mediante el cual la Corona buscó regular la propiedad y, con ello, el pago de impuestos, siempre tan necesarios para la Hacienda Real. 3 4

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cia de la agricultura indígena, y con ello de los tributos indígenas, que eran hasta estos momentos, junto con los pequeños productores españoles, los medios por los cuales se abastecían las ciudades coloniales hondureñas. Solo más tarde, los españoles asentados en la provincia se interesaron en la obtención de concesiones de tierra, mediante mercedes, en lugares alejados de las ciudades, para destinarlos a todo tipo de explotaciones, en especial la ganadería.6 La provincia de Honduras tuvo dos áreas de gran desarrollo ganadero y agrícola durante todo el periodo colonial: por un lado, estaba Gracias a Dios y su fuerte vinculación con Guatemala y, por otro, estuvo Olancho, que abastecía en buena parte la demanda de la nueva Alcaldía de Tegucigalpa, sobre todo con productos básicos para la alimentación de las cuadrillas mineras. De igual manera, esta extensa región de Olancho contó con un importante comercio con la Nueva Segovia y las poblaciones de la costa del Caribe, llegando a desarrollar algunos obrajes relacionados directamente con la minería. Al sur de la nueva alcaldía, en la zona conocida como Choluteca, la cría de mulas fue otro negocio sólido. Eran estancias que se expandieron hacia el noreste, llegando hasta Gracias a Dios. Ambas regiones proveían a las caravanas y a las empresas mineras de animales para la tracción de carga, de carne, de cuero y de cebo. A finales del siglo xvi, estos espacios productivos necesitaron expandirse hacia los territorios sin conquistar, entrando en conflicto con las poblaciones existentes en ellos. Como se ha venido observando a lo largo de este trabajo, la minería suscitó una serie de actividades económicas secundarias, que fueron generando más riqueza que las propias explotaciones mineras. De hecho, desde mediados de la década de 1590, la sociedad de la provincia de Honduras experimentó una fructífera ruralización basada en la cría de recuas y en las explotaciones agrícolas. El ganado vacuno, traído desde Jamaica, se había multiplicado hasta ocupar las llanuras de Olancho y las tierras al sur de la provincia, formando grandes manadas de ganado cimarrón, favorecidas por el descenso de la población indígena, que había dejado libres grandes extensiones de tierras. Pronto, además de criar el ganado para abastecer a los mercados, se inició una cría de animales de carga, fundamentales para el transporte de mercancías para la industria minera, sobre todo después de que las leyes prohibieran el uso y abuso de los tamemes bajo vigilancia de africanos y poco después de zambos. Según el investigador Marcos Carías,7 a finales del siglo xvi, la zona oeste de la provincia de Honduras, junto con Sonsonate, contaba con un alto número de estancias, que podrían alcanzar unas cien mil cabezas anuales. A principios del siglo xvii, la matanza indiscriminada de animales y la mala administración hicieron peligrar la cría de ganado, al no tenerse control sobre las bestias sacrificadas; por ello, los gobiernos locales establecieron una serie de medidas para evitar que se mataran hembras, incluso en los momentos de hambruna. A la matanza sin control para obtener cuero y cebo, se sumaron otras causas naturales, tales como las sequías y las   Góngora, 1998, p. 43.   Carías Zapata, 1990, pp. 9-12.

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enfermedades que asolaron la zona. Esto facilitó el contrabando de cuero procedente de la Mosquitia, muy especialmente entre 1620-1640. Para la década de 1540, la Audiencia de Guatemala tuvo noticias de importantes estancias de ganado en manos de los viejos encomenderos, como fue el caso de las estancias de Andrés de Cereceda,8 quien declaró tener ganado en diferentes lugares claves del Valle de Naco. Sus estancias eran conocidas con los nombres de Quespalapa, Trescalapa o Tapalapa, todas ellas administradas por esclavos negros criollos traídos de Guatemala. Su éxito fue tal que para 1541, un año antes de la muerte de Andrés de Cereceda, mantenían un fructífero negocio junto al tesorero real Diego García de Celís. Transportaban ganado desde el Valle de Naco y lo vendían en pie, es decir, vivo, en los mercados de Santiago de los Caballeros. El ganado fue llevado por un grupo numeroso de esclavos africanos, conocidos como los negros de Cereceda.9 Entre 1540 y 1550 existió una gran cantidad de estancias en pleno rendimiento, como la del adelantado Francisco Vázquez,10 quien gracias a un puñado de esclavos vaqueros logró llevar a León y a Granada grandes hatos de ganado (vacas, mulas, caballos, yeguas y potros). La confusión vino cuando las autoridades exigieron a los esclavos vaqueros explicar a quién pertenecía el ganado: Llevan los dichos diez negros criollos a muchas cabezas de yeguas y caballos hacia la plaça de Leon y Granada y dicen que su amo es Francisco Vázquez y otros más.

Al parecer, Vázquez se había convertido en un prestamista y cobraba sus deudas con animales, que luego solía enviar con sus esclavos a otros mercados centroamericanos; así tuvo que aclararlo frente a las autoridades reales cuando le fue decomisado un gran número de cabezas de ganado guiadas por esclavos. En su defensa, Vázquez11 aclaró: Los vecinos no me pueden pagar las deudas en dineros ni esclavos, porque no los avia, si las cobra en vestias caballares a precios moderados y convenibles y mas cara que las ovieron los otros mercaderes que estaban en la dicha cibdad que cobraran sus deudas [...]

Sabemos por el mismo documento que la bondad de Vázquez fue relativa, ya que lograba vender el ganado a altos precios en las plazas de León y Granada: una yegua alcanzó el precio de cuarenta y un peso de oro. En esos mismos años, varios funcionarios reales se apresuraron a comprar y a inscribir una serie de propiedades destinadas a estancias, requiriendo tierras de realengo12 para utilizarlas como pastos para sus animales. Entre las solicitudes más importantes estaba la del escribano real Gerónimo de San Martin, el escribano de minas Cristóbal de la Torre 8   AGI Justicia 1032, N 1: Juicio por la herencia del gobernador Cereceda entre Gerónimo de Salinas y Bernardo de Cambranes, año 1542. 9   Ibidem, f. 23. 10   AGI Justicia 1035, N2. Juicio contra Francisco Vázquez conquistador de Honduras, año 1542. 11   Ibidem, f. 63. 12   Dicho de un terreno propiedad de la Corona.

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y el escribano de Puerto Trujillo Alonso Carrasco, quienes demandaron milicias para proteger su estancia en Ylanga.13 También existieron otras solicitudes, como las de Juan García, Bernaldino Maça, Diego de Cazorla y Pedro Benítez, dueños de algunos almacenes en Trujillo, todos ellos vecinos de San Pedro Sula y del puerto de Trujillo, que habían demandado la merced de tierras para expandir su ganado. Más adelante, el mismo documento nos revela a tres mulatos libres que solicitaron caballerías para sus hatos: Juan Castellano Peñalosa, el maestre Domingo Herrero de Trujillo y Francisco Martin, carpintero.14 Tan sólo cinco años más tarde tenemos noticia de grandes hatos de ganado cimarrón en las estribaciones de Olancho, Gracias a Dios, Comayagua y Tegucigalpa. En 1571 Gaspar de Cuellar15 contó con una próspera hacienda en las afueras del pueblo de Tamala, a unas diez leguas de Trujillo. Allí se producían cueros y se secaba carne, manufacturados por zambos e indios reducidos, quienes eran vigilados por una cuadrilla de esclavos africanos ladinos traídos desde Sevilla. Cuellar solicitó que se permitiera a sus esclavos portar armas para la defensa de sus tierras. Además de esta frase tan reveladora, el encomendero no especificó más sobre sus empleados. Sabemos que los esclavos africanos ladinos cumplieron un importante papel a la hora de enseñar a los indígenas el cuidado y crianza del ganado vacuno, porcino, mular y caballar. Además, existieron muchos españoles pobres que se encargaban de herrar y curar a los animales. Otra estancia importante donde conocemos la presencia de negros capataces fue La Chapagua, propiedad de Bernaldo de Cambranes, escribano público, que estaba situada a las afueras de San Pedro, a unas veinte leguas, colindando con el territorio de las rancherías de Yoro. Otras estancias importantes donde se documentó la presencia de esclavos capataces fueron Xalegua, cerca de Trujillo, propiedad de Juan Rihuerca,16 quien contó con africanos libres como vaqueros. La estancia Telica de Bartolomé de Alba, en las afueras de Trujillo, abasteció de mulas al puerto, que eran llevadas por africanos y sus descendientes venidos de Orica y Olancho. Por último, la propiedad llamada Ylica, de Antonio Torres, había logrado expandirse gracias a las políticas de composición, conformando uno de los grandes latifundios de la provincia. Una de las claves de su éxito fue su cercanía a las rutas encaminadas hacia el puerto de Trujillo, lo que le permitió colocar buena parte de sus productos a precios más competitivos,17 levantando envidias y denuncias entre los demás hacendados. Además, la estancia de Ylica fue famosa por contar con un alto número de ganado caballar y mular, con el que comerciaba e, incluso, exportaba a otras provincias, como Guatemala y Nicaragua.   AHNH Caja 8, Solicitud de Méritos y Servicios de Gaspar de Cuellar, año de 1572.   Ibidem, f. 58. 15   Ibidem, f. 62. 16   AHNN Caja 25, Solicitud de Méritos y Servicios de Juan Rihuerca, año de 1594. 17   AHNN Caja 25 Documento 362. Juicio contra Antonio de Torres por usurero 1596. 13 14

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Por otra parte, las promesas de riqueza de la provincia sedujo a pequeños grupos pertenecientes a las elites coloniales de otras provincias, quienes no dudaron en registrarse como vecinos en Comayagua. Entre ellos destacan don Alonso de Esguanza, don Agustín Espinoza o la empresaria minera doña Leonor de Alvarado.18 Otros ilustres mineros, provenientes de Comayagua y Santiago de los Caballeros, fueron Diego Juárez, Carlos Ferrufino, Luis de Achiaga, Francisco Cartaño, entre otros.19 La nueva actividad económica de Comayagua atrajo también la atención de la Iglesia, que hizo acto de presencia con los dominicos y los franciscanos. Incluso el mismo Bartolomé de la Casas, obispo de Chiapas, visitó Comayagua. Su presencia fue de vital importancia para convencer a la Casa de la Contratación de financiar esclavos africanos para paliar la falta de mano de obra. De las Casas escribió: Que en lugar de los indios que había de tener las dichas comunidades, sustente S.A. en cada una veinte negros, u otros esclavos en las minas…, y será muy mayor servicio para S.A. y ganancia, porque se cogerá mucho más oro que se cogerá teniendo doblados indios de los que había de tener en ellas [...].

La Comayagua precolombina contó con una serie de poblaciones bien asentadas con un alto nivel de desarrollo y excelentes redes comerciales que los españoles supieron utilizar, sobre todo cuando se descubrieron lavaderos de oro en las cercanías del valle. No pasó mucho tiempo para que el impacto de la Conquista desestructurase la mayoría de las comunidades asentadas en la región. Como datos orientativos, diremos que si en 1549 existían en Comayagua alrededor de cuatro mil tributarios, divididos en cincuenta pueblos, para 1569, en las vísperas del descubrimiento de las vetas de plata, la población había descendido en un 60 %. A lo largo del periodo transcurrido, desde el agotamiento de los yacimientos de placeres hasta el descubrimiento de plata, se fueron estableciendo varios poblados en los alrededores de Comayagua, caseríos y pequeñas unidades agrícolas en conexión con la villa, donde solían vender sus productos. Un buen ejemplo de ello fue la Villa de San Antonio del Valle, cuya fundación data de 1537, junto al río Humuya; en su trazado vemos que la intención de los españoles fue hacer de aquel poblado un centro colonial importante, aunque la escasez de materiales de construcción provocó que se buscara un lugar con canteras cercanas. El asentamiento fue abandonado por los españoles. La magnífica situación del valle atrajo a muchos indios y cimarrones que lavaban oro en la zona, como lo denunció Juan Rodríguez en 1546. Poco a poco se fueron instalando ahí algunos esclavos africanos de los lavaderos de oro, procedentes del río Grande. La situación geográfica del enclave fue perfecta, ya que contaba con agua y buenas tierras. San Antonio creció gracias a los esclavos huidos y   Reina Valenzuela, 1981, p. 35.   Otros importantes mineros fueron Diego Hernández, Cristóbal Rodríguez Bravo, Francisco Venegas, Alonso Rodríguez Bravo, Hernando Núñez, Luis de Rueda, Hernando Calero, Alonso Martin, Antonio Grandes, Fernando Laseaga, Manuel Caballero, Martín Soto, Fernando Romano y Juan Bardales. 18 19

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zambos, que rápidamente comercializaron con el mineral recolectado y con productos básicos cultivados en las afueras del pueblo. Durante la década de 1560 muchos africanos y sus descendientes, los zambos, continuaron lavando oro en los ríos de la zona tales como el Humuya, el Patuca Guayape y el Grande. Gracias a ellos la provincia mantuvo una cierta producción de polvo de oro, suficiente para mantener las rutas comerciales, aunque de forma más que marginal. Sabemos también que circuló algo de plata como moneda en las plazas de los pueblos, pero eran «terrones» con poco valor que se utilizaban entre los cimarrones e indios como moneda de cambio. Muchos de estos improvisados mineros, que no slo fueron africanos, sino también indígenas y blancos pobres, conocían la presencia de vetas de plata en las montañas aledañas, según lo afirmó Juan Jiménez en su probanza de 1555. Dijo que ninguno de estos mineros aspiró a explotarlas, ya que para ello era necesario realizar una importante inversión, frente a la facilidad que presentaba el lavado de oro o la recolecta superficial de terrones: «nadie se ocupa más por la plata»…. El Cabildo de Comayagua aceptó el asentamiento de San Antonio con resignación. En 1555 nos dice Jiménez que fueron considerados los pobladores de estos caseríos como «mano de obra libre», es decir, cualquiera que quisiera trabajar en las minas sería bienvenido y recibiría un salario, sin importar su condición jurídica. Este fenómeno de absorción de las rancherías por parte de las villas españolas fue común en la Centroamérica colonial y, más aún, en las zonas mineras donde la población zamba fue cada vez mayor. Fueron de gran importancia las rancherías ubicadas en las faldas de las montañas, en lo que se llegará a conocer como la Marca Segoviana, un puñado de poblaciones que usaban el río Coco como vía de comunicación entre ellas y el Caribe. Sarmiento sostiene que la Corona trató de formar «barreras» con estas poblaciones, sobre todo al inicio del siglo xvii, cuando la presencia zamba-mosquita comenzó a ser una amenaza, debido a su alianza entre estas comunidades y los comerciantes ingleses. La noticia sobre las minas de plata convirtió a la pequeña villa de Comayagua en un hervidero de gente, comerciantes, buhoneros, traficantes y mineros, que dieron a la humilde villa «un aire de ciudad». La demanda de productos para el avituallamiento también favoreció a las lánguidas haciendas y estancias, que iniciaron un periodo de abundancia, a la luz del comercio de sebo, cueros, carnes, animales de carga y alimentos. Estos espacios también necesitaron mano de obra y, a pesar de que muchas de ellas aún mantenían indígenas en encomienda, esto último no fue suficiente para hacer crecer las haciendas y las estancias de acuerdo con la demanda. En 1570, Comayagua contaba con un buen número de esclavos africanos trabajando en las minas y en el servicio doméstico. Pero también hubo otro importante grupo de afrodescendientes, cuya condición jurídica se desconocía. Sus trabajos fueron de vital importancia para la economía local, sobre todo en la elaboración de productos para la industria minera. Muchos de estos negros y zambos eran expertos ganaderos, carniceros o curtidores, al parecer. Se lamentó Bustillos que: «nadie se preocupó por conocer de dónde vienen y si son libres o huidos». Así lo reflejó en una carta dirigida al Consejo de Indias

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el mismo Bustillos.20 Pero la cuestión era mucho más complicada, ya que en el contrato de los cimarrones estaban involucrados tantos funcionarios reales como miembros de la Iglesia. Ambos contaban con importantes explotaciones mineras y agrícolas, una cuestión que estaba en contra de las ordenanzas reales.21 Así, en 1586 Fernando Romano22 presentó en nombre de un grupo de afectados una solicitud a la Corona para que prohibiera intervenir en los asuntos mineros a los oficiales reales y, sobre todo, a la Iglesia. Romano atacó directamente al grupo de Ponce de León, quien se había hecho fuerte desde su llegada en 1583. Se le acusaba de tener como socios a los caciques negros, que le favorecían en la distribución de la mano de obra, y que otros africanos le proporcionaban alimentos más baratos. Esta denuncia le costó el puesto a Juan Núñez, nuevo gobernador de Tegucigalpa, quien además fue acusado de «vicioso y descuidado» y de haber sido mercader en Comayagua, manteniendo negocios con los cimarrones. La Corona ordenó una investigación para comprobar la gravedad de los cargos.23 En especial, la especulación se volvió un problema grave cuando los socios capitalistas, es decir, la Iglesia y los funcionarios reales, apoyados por Juan Núñez, decidieron cobrar los préstamos a los pequeños y medianos mineros. Lo primero que embargaron fueron los esclavos y las herramientas, provocando nuevos disturbios, que necesitaron de la intervención de la Audiencia para apaciguar. En 1590, Pedro Girón de Alvarado24 llegó a la provincia con la cédula real, dirigida a todos los Cabildos, donde se les ordenó prohibir que ningún prestamista pudiera cobrar sus deudas mediante el embargo de herramientas o esclavos «y otras cosas necesarias para el explore y proveimiento de las minas».25 A partir de 1590, y hasta 1610, vamos a encontramos con una extensa documentación,26 procedente de la Casa de la Contratación de Sevilla, con instrucciones precisas sobre cómo debían de registrarse las cuentas en la Alcaldía de Tegucigalpa. En 159727 se le ordenó a los oficiales reales hacer las cuentas anualmente y un desglose de los gastos. Otra medida contra la corrupción, tomada en 1598, fue la de centrar la recaudación de las bulas, porque, al parecer, la Iglesia se quejaba del poco dinero que entraba en sus arcas.28 La integración de estos numerosos africanos y zambos no evitó que a lo largo de toda la década 1580 se fueran formando otros asentamientos al suroeste y sureste del cerro de San Lorenzo, nuevamente con indígenas huidos, muchos de ellos provenientes 20   AGCA A, I 23 Leg. 1513 f. 624, Informe de Bustillos sobre la reclamación de esclavos huidos 30 de enero 1582. 21   Ibidem, Leg. 856. 22   AGCA A, 3, 12 Exp. 5524, Leg. 527. 23   AGCA A, I Leg. 1513, f. 666-700: Todo lo referente sobre las acusaciones contra Juan Núñez. 24   AGCA AI 39-5 Leg. 1751 f. 9. 25   AGCA Cédula Real 12 de setiembre 1590 A, I, 23 Leg. 1, 1513 f. 714. 26   Buena parte de estos documentos se encuentran recopilados en AGI Contaduría Leg. 989, un extenso documento con las cuentas de la provincia de Honduras desde 1578 hasta 1620. 27   AGCA AI 23168 1513 Leg. 716. 28   AGCA AI 23-168 1513, 734: El gobernador de Honduras controle la recaudación de las Bulas, 1593.

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de los poblados reducidos por las políticas de González, y con no pocos esclavos bozales, un efecto cíclico que se produjo en todos los momentos de auge minero colonial, y muy intensamente durante el primer siglo de su existencia. Una vez entendida la necesidad de integrar las rancherías periféricas, a lo largo de la década de 1580 se fueron estableciendo conexiones con las poblaciones asentadas a lo largo de la ribera del río Grande, no muy lejos de los cerros mineros de Santa Lucía y San Juan. La integración puso fin a un periodo de violencia y facilitó que las haciendas vecinas del río Grande pudieran expandirse sin ser atacadas por los cimarrones. No pasaría mucho tiempo para que a esta zona se la conociera con el nombre de Culmí. Entre los asentamientos integrados destacan Yorito, Río Negro, Río Largo, Mata Maíz, Culuco, La Unión, Pueblo Viejo, El Cerro, El Zapote y Papayo, todos ellos con una fuerte presencia africana, y el Pech, un elemento clave que la convirtió en el primer eslabón de la Marca Segoviana, es decir, de línea de frontera. La región fue descrita por fray José Correa,29 quien fue el primero en comprender la importancia de pactar con estas comunidades e integrarlas al sistema colonial: Hacia unas dies leguas de viaje en la parte donde el río hace un remanso hay una serie de casas con sementeras y muchos negros hijos de yndias que hablan nahuatl que lavan oro y recogen terrones de plata la que comercian con los otros negros por el río en pequeñas canoas, son todos paganos y tienen como jefes a otros negros son muchos y bien organisados a la manera de los de aquí me dicen que hay otros caseríos río adentro que se hacen llamar Yocon y Mamisaca pero son violentos y no gustan de los cristianos, son en su mayor parte negros con marcas y de nacion venidos de las minas y ellas huidas de las encomiendas y ellos los yndios son de diferentes pueblos muchos ya sin nombre [...].

Pero hubo que esperar casi diez años para que, una vez obtenidos buenos resultados con los habitantes de Cantacamas, Orica y Ojojona, los franciscanos misioneros se aventuraran a visitar las rancherías de la ribera del río Grande. Según los frailes, dichas rancherías estaban bien comunicadas con las de Yocón y la de Mamisaca30 por el río Grande y una serie de caminos que eran transitados en épocas de crecida del río. Las sementeras contenían maíz, frijoles, chile y tenían algunas cabras, gallinas de India y otras tantas de Castilla.31 Según supieron en Yocón, contaban con algunas vacas y con un buen número de cabras y producían quesos y cueros, que intercambiaban con las demás poblaciones, incluso con las de la costa.32 Los caminos controlados por los zambos de Culmí cruzaban los cerros de Quemazones y Del Aguacate, llegando incluso a conectarse con la famosa ranchería del Cruce, que desde inicios de la explotación de Comayagua se había incorporado al sistema colonial, 29   ANHH Paquete 254 Leg. 59: informe presentado por fray José Correa al obispo de Comayagua, sobre su supuesta visita a tierras de indios y rancherías del río Grande 1583. 30   Lamentablemente no conocemos la ubicación geográfica de estas rancherías, que calculamos estaban establecidas entre los ríos Guayape y Patuca en Taguzgalpa. 31   ANHH Cajón 125 Legajo, 3264. 32   Ibidem, Leg. 3356.

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jugando un importante papel, gracias a su ubicación en el cruce de las rutas que comunicaban Olancho con el Valle de Naco, con las villas de Comayagua y con la Alcaldía de Tegucigalpa. En 1595, varios de los pobladores de Culmí se trasladaron a vivir a Comayagüela33 como parte de los pactos firmados. La llegada de estos pobladores a la nueva Alcaldía de Tegucigalpa concuerda con las políticas de la alcaldía de integrar la máxima cantidad de mano de obra libre, frente al fracaso que representó someter a los indígenas reducidos a las largas jornadas de las minas. En el mismo documento, antes citado, se define a los recién llegados como negros libres de carga. Con ello, el gobernador aseguró que podían ser contratados para cualquier trabajo, sobre todo, para aquellos considerados peligrosos y sobre los que la legislación prohibía la utilización de indígenas para realizarlos. Por ello, los negros libres de Culmí serían una magnífica solución al problema de los trabajadores para las galerías, los socavones y los pozos. Por su parte, los esclavizados que habían encontrado refugio en Culmí serían considerados libres, pudiendo ejercer una serie de profesiones, como sastres, panaderos o comerciantes, que desde otra situación jurídica les hubiera sido imposible. En 1605 aparece el territorio de la Ranchería de Culmí como parte del sistema tributario de la alcaldía, así como Yocón y Mamasaca. Los tres pueblos fueron, desde entonces, tributarios con una densidad de población más o menos estable. El pago de los impuestos de estos pueblos está registrado en las cuentas de la Hacienda Real34 enviadas a Sevilla y recogido en el siguiente cuadro: Pago de impuestos de algunas de las rancherías integradas al sistema colonial Pueblo

Culmí

Yocón

Mamasaca

Pago de impuestos por pueblo 120 negros 63 fanegas de maíz sementera 102 fanegas de maíz sementera 37 mulas 6 fanegas de frijoles y 4 Aquí 21 quesos 268 negros libres 67 fanegas de maíz sementera 205 tostones negros libres 10 fanegas de maíz sementera 36 gallinas de Indias quesos (No hay cantidad) 42 cueros 27 cabras

Valor en pesos 185 tostones 10 reales 6 reales 1 real 8 tostones 6 tostones 450 tostones 12 reales 600 tostones 3 reales 8 tostones 9 reales 26 tostones 53 tostones

Fuente: AGI Contaduría 545-2 Leg. 42, 1605.

33   ANHH Paquete 254, Leg. 457: Carta del gobernador a los funcionarios reales anunciando la llegada de nuevos habitantes a las reducciones de Comayagüela 1595. 34   AGI Contaduría 545-2 Leg. 42 1605.

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A medida que se fue consolidando Culmí como una comunidad próspera, en otros espacios coloniales las malas políticas estaban provocando una desabastecimiento de los productos básicos, especialmente en las reducciones, donde el abuso de la mano de obra dejó los campos sin cultivar, incentivando en más de una ocasión revueltas por el alto costo de los productos básicos alcanzados en las plazas. Esta situación se produjo debido a la especulación que provocaban en el mercado las grandes cantidades de plata que circulaban como moneda de cambio. Lejos de entender el problema, las políticas reales habían impuesto a los indígenas tributarios la obligación de que debían pagar sus tributos en especies exportables, no permitiendo que se abonaran con los tradicionales productos, como el maíz o los frijoles. Esta nueva situación de hambre y represión volvió a provocar que pequeños grupos huyeran, abandonando las reducciones y los campos de cultivos y volviéndose a formar nuevas rancherías, no lejos de la línea de la nueva frontera formada por las poblaciones de Culmí. Entretanto, el alto precio de los productos relacionados con la minería estaba llevando a la ruina a los mineros locales, sobre todo a los pequeños y medianos, que se veían afectados por la corrupción de los funcionarios. La imposibilidad de acceder a repartos de mano de obra y de pagar los precios de transporte y molienda del mineral provocó la quiebra y el abandono de muchas pequeñas explotaciones. Las vetas abandonadas fueron tomadas rápidamente por los güiriseres, que continuaron con la explotación, a pesar de las denuncias de sus arruinados dueños.35 En este contexto muchos negros libres y zambos de Culmí dueños de sementeras encontraron un espacio para comerciar con sus productos, logrando especular con alimentos tan elementales como el maíz. Guatemala ordenó a los oficiales reales que controlaran los precios y la distribución de los alimentos y, si fuese necesario, expulsaran a los usureros. Además de controlar parte de la distribución de alimentos, los zambos y negros de la ranchería de Culmí contaron con importantes contactos en las poblaciones establecidas más allá de la línea de frontera. Estas poblaciones controlaron buena parte de los ríos que bañan el territorio, entre ellos el río Tinto, con casi 215 km de longitud, el Patuca, con 500 km y el Coco, con más de 700 km Los tres se convirtieron en extraordinarias vías de transporte fluvial, al internarse en el territorio. Otras vías interesantes fueron los ríos Grande de Matagalpa, con 450 km, el Punta Gorda, con 115 km, el Prinzapolka, con 245 km y el San Juan, con 200 km, todo ellos excelentes vías de contrabando. El funcionamiento del intercambio de mercaderías con estas poblaciones se basó en la buena organización de las redes de clientelismo que se establecieron. Fueron tan importantes las rancherías en la costa como las más pequeñas que controlaban los pasos de montaña, más allá del último tramo navegable. El papel que desempeñó la reciprocidad en estas alianzas volitivas se manifestó años más tarde, cuando se organizaron razias en contra de los intereses españoles, sobre todo a partir de 1610, momento en el que las comunidades zambas del interior de la Taguzgalpa se habían fortalecido lo suficiente como 35   AGCA A, I 29-540220, Leg. 4677. Carta de Hernando Marure que fue llevado a juicio por deudas. 1600.

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para poder lanzar ataques a las poblaciones cercanas. Fueron frecuentes las denuncias por lo inseguras que se habían vuelto las rutas terrestres desde Nueva Segovia hacia Olancho. Por lo general no causaban grandes daños y solían robarse mercaderías fáciles de transportar y de colocar a los piratas, por lo que sus «andanzas» no provocaron un colapso en el comercio colonial, pero sí golpeó lo suficiente como para hacer inseguros los caminos y alimentar una leyenda sobre la agresividad de los zambos, una fama que los acompañó durante todo el periodo colonial. El creciente contrabando con las colonias españolas cambió las realidades políticas y económicas de las demás potencias europeas, quienes entendieron rápidamente que el asalto a las flotas representaba una empresa muy arriesgada que implicaba una mayor inversión y comprometía las relaciones diplomáticas. Por ello, de manera extraoficial las monarquías europeas estimularon a sus corsarios y piratas para que desarrollaran sus «propios comercios», aprovechando la infraestructura española en las Indias y los pactos con las poblaciones cercanas a los puertos. Este sistema no sólo era menos arriesgado, sino también más rentable. Esta forma de comercio, llamada «de condominio», fue posible gracias al buen recibimiento que tenían las mercaderías europeas en las colonias españolas. Así, el contrabando beneficiaba a muchos, frente al comercio legal entorpecido por la burocracia y los altos impuestos. El contrabando no sólo solucionaba el problema de la escasez, sino que también abarataba los precios para los comerciantes y para los consumidores. Al parecer, todos ganaban con la presencia de estos comerciantes no españoles en las costas, excepto, claro está, la Hacienda Real, quien se veía perjudicada directamente. Este hecho no frenó a las autoridades portuarias y a los demás funcionarios reales, quienes apoyaron las actividades ilícitas de los ingleses de muchas maneras distintas, sobre todo haciendo «la vista gorda» con la arribada de buques ingleses y facilitando la venta de esos productos en las plazas y mercados de las villas del interior de la Audiencia. Pero no siempre esta presencia fue pacífica. A medida que era conocida la incapacidad española para defender las flotas comerciales, crecía la confianza de los piratas y corsarios. De forma paralela, sus aliados, distribuidos a lo largo de la costa del Istmo, habían iniciado un proceso de alianza que llegaba a conectar las poblaciones del hinterland con la costa. La información sobre el envío de plata y otros bienes fue conocido por los habitantes de las rancherías, que rápidamente negociaban esta información con los piratas. Precisamente la presencia cada vez más común de embarcaciones no españolas en las deshabitadas costas caribeñas centroamericanas contrasta con la imagen de crisis y pobreza con la que se suele describir al Istmo. Las ensenadas y los deltas de los ríos proporcionaron excelentes espacios de intercambio entre los habitantes de la Taguzgalpa y los piratas y corsos. Lo anterior lo debemos de entender como una señal de la buena marcha de las comunicaciones entre el Hinterland y los habitantes más allá de la frontera. El intercambio de productos fuera del control español fue sin duda alguna un elemento aglutinador y la principal vía de integración, conflicto y paz con la que contó la zona. Por muy marginal que nos imaginemos que fueron dichas actividades, la presencia de barcos con patentes de corso en aguas caribeñas centroamericanas tuvo hondas repercusiones para los inte-

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reses españoles en las Indias, sobre todo entre las décadas de los veinte y los cuarenta del siglo xvii, momento en que los ingleses estaban resueltos a establecer colonias en el Caribe, como parte de las políticas económicas que habían llevado a la ocupación de algunas pequeñas islas, como la de Saint Kitts en 1624. La presencia inglesa no sólo rompió la supuesta hegemonía española en las Indias, sino que además dio inicio a dos procesos de cambio en la zona: por un lado, la aparición del contrabando impulsado por la piratería y el pillaje, y por otro un renovado interés por la extracción y los cultivos de productos tropicales, tales como el añil y las maderas nobles. Esto produjo que, para la década de los cincuenta del siglo xvii, el panorama político centroamericano fuese un complejo escenario con actores tan inimaginables para los españoles como lo fueron los grupos afroindígenas, quienes contaron con poderosos aliados dentro y fuera de la colonia, tales como los franceses, los holandeses o los ingleses, pero también actores locales como los zambos de las rancherías limítrofes, llamadas de frontera. La economía de la región, lejos de abandonarse en un letargo de melancolía, buscó siempre productos, mercados y fórmulas para permanecer en las rutas del Imperio; sin embargo, los costes finales de los productos no podían competir con los producidos en otros espacios coloniales. La situación fue descrita por los funcionarios reales como realmente desesperante; a las dificultades del transporte de las mercaderías procedentes de las zonas de extracción y producción en las altas montañas hasta los puertos, se unía la falta de una armada capaz de persuadir a los asaltantes y a sus aliados de las rancherías. Fueron constantes los ataques a las embarcaciones que partían de Trujillo y Santo Tomás, a los que habría que sumar los sufridos por los comerciantes en el río San Juan. Por ello, en 1639 los productores de añil de la provincia de Honduras y Nueva Segovia recomendaron no recargar las naves, para que fuesen más veloces y pudieran huir de los piratas.36 Esta recomendación se hizo después de la captura, ese mismo año, de un importante cargamento de tinta de añil en el golfo de Honduras por parte de barcos enemigos. Los corsos, en especial los ingleses, se hicieron fuertes gracias a la inestimable ayuda de los pobladores de la Taguzgalpa. Desde principios del siglo xvii encontramos evidencias de su participación en casi todos las incursiones piratas entre 1600-1643. Por otro lado, la más que habitual presencia pirata en la costa Pacífica centroamericana fue el resultado del desarrollo del comercio iniciado por los vecinos de Nicaragua, Sonsonate y la costa guatemalteca, que tuvo como destino el comercio con las flotas en ruta a Acapulco y Panamá. Por otro lado, los pactos con algunas poblaciones cimarronas habían facilitado el transporte de mercaderías, originando un importante intercambio interregional, donde además de los productos básicos se exportaba con relativo éxito añil, resina, cacao, cueros, tabaco y no poca cantidad de minerales procedentes de la Nueva Segovia. El dinamismo de este comercio estuvo muy motivado por las élites de Nicaragua, Sonsonate y, en parte, por las de Guatemala. Sin embargo, una vez más, la poca capacidad de defensa de los puertos convirtieron a los almacenes y barcos en presas fáciles para los rápidos barcos piratas, quienes contaron con información detallada de sus aliados en tierra.   AGCA A, I-60-45, 328 5363.

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Participación zamba y negra en ataques contra intereses españoles entre 1600-1643.37 Año

Piratas-Corsarios

Lugar del ataque

Fuente documental

1600

Alianza entre Parker Williams, Diego el Mulato y corsarios holandeses Piratas holandeses Sin especificar Sin especificar

Puerto Cortés

Gámez J.D. 1939, p. 56.

Puerto Caballos Santos Tomas de Castilla Barcos en la desembocadura del San Juan Embarcaciones cerca del río Úlua, Roatán Trujillo Toma de Roatan y Guanaja Trujillo Roatán Costa de Taguzgalpa Cabo Gracias a Dios

Payne Elizeth 2005, p. 66 Hall y Pérez. 2003, p. 135 AGCA A1.5363.45325

1603 1607 1632 1638 1639 1642 1642 1643 1644

El francés Gareabu y sus hombres Nathaniel Bulter Ingleses Ingleses Ingleses Morgan

AGCA A1. 4386 3546 Payne Elizeth 2005, p. 66 Gámez J 1939. p. 56 Gámez J 1939. p. 56 Gámez J 1939. p. 56 Gámez J 1939. p. 56

Fuente: AGCA A, I-60, 45, folio 327 y 5363.

Piratas y otros enemigos de España: aliados y socios de los habitantes de las rancherías La presencia pirata en el Istmo la podemos enmarcar en varios periodos distintos, separados por largas etapas de calma, en las que los asaltantes se concentraron en otras áreas de la América española. La posibilidad de un buen botín y la falta de medios efectivos de defensa atrajeron a los enemigos de España. Una primera etapa correspondió a los largos periodos de guerra con Francia. En 1520 los temibles piratas franceses merodeaban las costas centroamericanas,38 llegando incluso a apoderarse de embarcaciones españolas. Paralelamente, existían embarcaciones de diferentes reinos europeos, por ejemplo los holandeses, quienes se fueron haciendo fuertes, al punto que lanzaron dos ataques entre 1556 y 1607 a los puertos de Honduras, llegando a capturar la plata almacenada allí. Los ingleses, que desde 1585 aterrorizaron a los habitantes de Trujillo, realizaron muchas visitas. No todas tuvieron como fin el pillaje. Barcos ingleses se acercaron a menudo al puerto en busca de comercio o solían adentrarse en los deltas de los ríos Patuca, Aguan o Sico. Dos eran los productos aceptados por los piratas ingleses como moneda de pago, la plata y el añil. Rechazaban la moneda acuñada, que solía tener menor valor que el nominal, debido al desgaste y la baja calidad de la acuñación.39 En realidad, para la población la presencia de piratas no era un problema, sino una buena solución. Sin embargo, para   AGCA A, I-60, 45, folios 327 y 5363.   Hall, Pérez, Cotter, 2003, p. 135. 39   Pérez Herrero, 1988, pp. 120-130. 37 38

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la Hacienda Real sí lo era y mucho, en especial cuando era capturado algún barco comercial. Entonces, las pérdidas no sólo afectaban a la hacienda, sino también a los grandes comerciantes y, por ello, era necesario buscar culpables. Los enemigos de España apoyaron de buen grado las acciones de sus compatriotas corsarios y piratas en aguas caribeñas. Solo era necesaria una excusa para iniciar una empresa en aguas de dominio español. Todos estos trastornos en el comercio atlántico provocaron cambios profundos, y uno de estos cambios fue la presencia de embarcaciones enemigas en aguas del Mar del Sur. Desde principios del siglo xvii, la diferencia entre la flota Atlántica y la del Pacífico fue evidente: la del Atlántico tenía mayor número de embarcaciones y capacidad de desplazamiento. Pero esa realidad fue cambiando a medida que la presencia extranjera en el Caribe se fue consolidando. A partir de la segunda mitad del siglo, el tamaño de ambas flotas fue equiparándose, y con los años la flota del Pacífico fue ganando ventaja. En el siguiente cuadro hemos recopilado parte de la información sobre la visita de algunos de los corsarios a los puertos del Mar del Sur de la Alcaldía de Guatemala, entre 1575 y 1615. Presencia Corsaria en la Costa Pacífica centroamericana entre 1575 y 1615.40 Fecha

Corsario

Tipo de incursión

Resultado de la intervención

1575-77

piratas

1578-79

Drake

1587

corsario Cavendish

cruzan el Istmo se hacen presentes en Panamá logra capturar varios barcos entre Panamá y Acapulco se hace presente en las costas del Mar del Sur, en la Audiencia de Guatemala

1593-94

Hawkins

Apresan dos barcos pero la flota española logra recuperarlos Toman seis naves con grandes riquezas Aterroriza la costa Sonsonate y el Realejo, los piratas comprobaron la incapacidad de los vecinos de su defensa. Capturado en aguas de Chile

1599 1600 1614-15

aterroriza la costa pacífica de Guatemala Mahu y Cordes aterrorizan el Pacífico Cen- Solo atacan algunos puertos de troamericano Chile sin llegar a Lima. Noort y Lint corsarios atacan Panamá y el Realejo Toman cinco naves que comerciaban en rutas de cabotaje L´Hermitage Atacan Panamá y Acapulco, La flota española hunde alguno de el Realejo y San Miguel. los barcos del corsario

Los primeros piratas holandeses que cruzaron por el Cabo de Hornos se apoyaron, en un principio, en los mapas ingleses. Los primeros viajes de célebres piratas, como Oliver van Noort o Jacob Mahu, fueron de gran importancia porque recopilaron suficiente 40   AGI, Guatemala 13, r, 3 n. 33 informe del conde de la Gomera a la Corona del 14 de noviembre de 1611, y en AGCA A, I, 20, Leg. 536, f. 296v-302.

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información de gran utilidad para las futuras compañías holandesas, tanto la Oriental como la de las Indias Occidentales. En realidad, la actividad holandesa se centró en el Atlántico, dejando espacio a los ingleses, quienes rápidamente se hicieron con el control de la piratería, basada en las patentes de corso. Los corsarios ingleses atacaron los puertos en el Mar del Sur centroamericano, a diferencia de los holandeses, que contaron con importantes aliados entre las poblaciones costeras. Por ejemplo, los cimarrones del palenque de San Miguel y de algunos palenques del Golfo de Fonseca y los cimarrones de San Diego de la Gomera41 se habían fortalecido gracias a específicos pactos con los españoles, unos pactos que no dudaron en romper cuando la presencia de piratas en la costa les garantizaron mejores ganancias. Un factor que jugó a su favor fue la escasa capacidad militar española para hacer cumplir dichos pactos. A finales del siglo xviii, en el marco de las reformas borbónicas, estas poblaciones se convirtieron en importantes aliados para los españoles, frenando cualquier intento inglés de desembarco en el Pacífico Norte de Centroamérica. Las pequeñas ciudades centroamericanas se vieron directamente perjudicadas y, en 1632, en Carta al Rey, el gobernador de Nueva Segovia pidió la intervención real para la creación de las defensas necesarias frente a la continua presencia de barcos piratas en sus costas.42 En 1638 los barcos con patente de corso saquearon e incendiaron el puerto de Trujillo. Al parecer, los corsarios recibieron importante información y ayuda desde la ciudad, por lo que ese mismo año se decide abrir un complicado proceso para encontrar a los traidores.43 El surgimiento de las poderosas armadas corsarias, que pronto tomó un carácter multinacional, coincidió con el declive del poder imperial español, en un contexto europeo de grandes cambios políticos, que legitimó el establecimiento de colonias no españolas en América. El panorama en 1640 para el joven rey Felipe IV fue desolador. Se enfrentaba al final de la larga paz firmada con Inglaterra, rota por los intereses del rey Carlos V. Por su parte, la frágil tregua con los holandeses, conocida como la «Tregua de los doce años», llegaba a su fin. Estos últimos iniciaron una serie de campañas en contra de los intereses españoles. Como si fuera poco, Portugal y Cataluña iniciaron levantamientos como parte de sus procesos de independencia. Pero estos no fueron los únicos procesos de autonomía iniciados en el Imperio. En el mismo corazón del Caribe se estaba gestando otro Estado, que controló buena parte del litoral caribeño y logró mutarse para adaptarse a los cambios políticos y económicos de la cuenca caribeña. El espacio soberano misquito no varió tras más de tres siglos de existencia. Salvo en algunos momentos puntuales, su frontera occidental se hizo más o menos permeable. Esto se debió a que el reino de España nunca reconoció oficialmente la Mosquitia y continuó llamándola Tierras de frontera, utilizando el nombre de Taguzgalpa hasta finales del periodo colonial.   AGI, Guatemala 13, n33, r 3, informe del conde de la Gomera a la Corona del 14 de noviembre de 1611, y en AGCA A, I, 20, Leg. 536 f. 296v-302, Negros de Haciendas 1630. 42   AGCA A, I- 45, 325-5363. 43   Idem. 41

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Así, la región más allá de las montañas centrales centroamericanas se volvió Tierra de Frontera, ocupada por enemigos del orden colonial, un espacio de resistencia habitado por muchos y diferentes grupos, afectados en diferente grado por la invasión española. Esta gigantesca región vendría a corresponder con la vertiente Atlántica de las actuales Honduras y Nicaragua. Es un territorio compuesto por una serie de cadenas montañosas y valles intermontanos cubiertos por espesas selvas de maderas nobles. Cuenta, además, con una gran cantidad de ríos ricos en arenas auríferas, algunos de ellos navegables por pequeñas canoas en largos trechos que facilitaron el transporte de personas y mercancías a través del territorio. Los suelos, de mediada fertilidad, son de origen volcánico, y presentan un nivel alto de acidez que no los hace aptos para las grandes plantaciones, a excepción de las orillas de los grandes ríos. La formación de estos suelos se ha fechado en la era terciaria, con una corteza de la época mesozoica, característica importante que hace fácil encontrar concentraciones de minerales en la superficie de sus montañas y en las riberas de los ríos. A lo largo del primer cuarto del siglo xvii, la difusa línea de frontera se mantenía con constantes amenazas para los vecinos, que intentaban expandir sus haciendas y estancias, sobre todo al noreste y centro de la región minera. Pero la presencia de rancherías bien organizadas mantenía a raya dicha expansión, creando nuevos y violentos conflictos. La fuerza de estas poblaciones mantuvo a raya la expansión colonial, estableciendo con ello la génesis de la frontera con el reino de la Mosquitia. El territorio interior nunca estuvo deshabitado, ya que en ella convivieron poblaciones englobadas dentro de clasificaciones no exentas de polémicas. Podríamos catalogar a estas poblaciones como no-mesoamericanos,44 proponiendo como frontera oeste los ríos Lempa y Ulúa. Utilizando los mismos límites geográficos descritos antes, encontramos propuestas que las denominan como Intermediate.45 Aquí quedarían incluidas aquellas sociedades menos complejas con influencias culturales sudamericanas.46 En no pocos trabajos se clasifican a los pobladores precolombinos de Taguzgalpa como tribales,47 con rasgos materiales macro-chibchas, con sociedades menos complejas. Algunas incluso seguían siendo nómadas o seminómadas, constituyendo en su mayoría sociedades guerreras como los Jicaques. Así hablamos de una región occidental, donde la mayor parte de la población estaría organizada en jefaturas y que inevitablemente colapsó con la presencia de individuos provenientes de los señoríos y cacicazgos. Sobre el origen del nombre no contamos con muchas pistas. La más importante nos la da José Sarmiento en su obra Historia de Olancho 1524-1877,48 donde asegura que fue el obispo Pedraza uno de los primeros en dar a conocer el territorio con el nombre de 44   Véase las obras de Steward JH, Handbook of South American Indians, 1946 y Claude Baudez y Stone Doris, Central America, Barries and Jenkins, 1970. 45   Hall, Pérez, Cotter, 2003, p. 36. 46   Otra interesante clasificación de la población la hacen Carolyn Hall, Héctor, Pérez Brignoli y John V. Cotter. 47   Véase Kirchoff, 1943, p. 107 y Newson, 2007 p. 45. 48   José Sarmiento, 2006, 208-306.

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Taguzgalpa, en 1544, en el informe recibido en la Corona, donde se traducía Taguzgalpa como «tierra de oro». Algunos investigadores se han acercado al estudio de Taguzgalpa como parte de sus estudios sobre el reino de la Mosquitia. Entre ellos podemos citar al equipo de Robert Carmack.49 No son pocos los que suelen hablar de la Mosquitia como un territorio intermedio entre dos grandes imperios, el español y el inglés.50 En realidad, la presencia inglesa fue coyuntural y estuvo condicionada por la posibilidad de comerciar gracias a la presencia de productos venidos del hinterland. La región fue un enorme territorio de resistencia frente al despotismo español que contó desde un inicio con un carácter propio que se vio fortalecido con las alianzas firmadas con los ingleses, una vez convertido en Reino. En realidad, el potencial de este territorio fue su dominio total sobre miles de kilómetros de litoral y ríos navegables, convirtiéndose en una excelente plataforma para el contrabando, gracias a las embarcaciones que se acercaban a sus playas, facilitado por dos características importantes: una sería la geográfica y la otra la incapacidad española de someter y mantener bajo control estos territorios. El debate sobre las dimensiones de este gran territorio ha sido motivo de discordia, sobre todo entre las opiniones de los investigadores anglosajones y los hispanos. Por ejemplo, podemos citar a William Davidson, quien afirma que ya a mediados del siglo xvi, la Taguzgalpa, la antigua Hibueras, no contaba con unas fronteras determinadas, sino que correspondía a un enorme espacio, donde vivían «negros e indios huidos» junto con indios no cristianizados.51 Aunque a este territorio se le puede considerar dentro de la influencia Chibcha, no deberíamos olvidar que los actores involucrados en este territorio fueron cambiando a la misma velocidad que se asentaron los españoles en las tierras altas. Estas poblaciones no tardaron en entender la necesidad de unirse, manteniendo sus características y sus autonomías. Fueron múltiples las naciones formadas, desaparecidas y vueltas a crear durante los largos años anteriores a la Mosquitia. Entre estos grupos podríamos destacar a los Misquitos, los Payas, los Kukras, los Woolwas, los Panamacas y los Ramas, entre otros influyentes grupos. A los desplazados hay que sumar el alto número de esclavos africanos y de no pocos españoles que huían del rígido sistema colonial. Es así como podríamos hablar de un territorio Borderland52 que mantuvo un importantísimo rol en las actividades económicas y políticas del Caribe colonial. Desde luego que esta visión de territorio límite no fue compartida por los habitantes de Taguzgalpa, para quienes aquel territorio ni era marginal ni era fronterizo. Muy por el contrario, las bregadas actividades de los diferentes grupos, no exentas de violencia, generaron relaciones aun más complejas y dinámicas que las acontecidas en el mundo colonial.   Carmack, Gasco, Gossen, 1996, p. 85.   Véase Rogers Nicolas, 2002, pp. 135-150. 51   Davidson William, 2002, 91. 52   Adelman Jeremy, 1999. 49 50

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El continuo fluir de desplazados, sobre todo en los periodos de auge minero, provocó la aparición de nuevos asentamientos en la zona, un hecho no carente de conflicto, al tenerse que disputar el control de los estrechos espacios cultivables de las riberas de los ríos. Este crisol de gentes creó un espacio cultural muy diferente al castellano. Sin embargo, mantuvieron una importante conexión, gracias al intercambio de productos como plata, añil, cueros y otros más básicos. Esto mantuvo un trasiego constante de gentes y bultos durante todo el periodo colonial, y muy especialmente en los momentos de apogeo minero, donde la demanda y la abundancia de plata disparó la demanda. Fue justo es esos momentos de auge cuando la cada vez mayor injerencia de los habitantes de las rancherías en el comercio colonial provocó disturbios, sobre todo, cuando se producía algún robo de ganado o se le daban refugio a trabajadores huidos, ya fuesen africanos o indígenas. En un intento por incorporar a estos caseríos, el gobernador Contreras firmó esporádicos pactos con varias de estas poblaciones entre 1575 y 1585. La razón por la cual no se redujeron mediante las armas, como se hacía en otros espacios coloniales, respondió a dos aspectos básicos; por un lado, la dificultad del territorio y, por otro lado, la más que deficiente capacidad militar española en la zona. Por ello, la única manera de poder mantener un arreglo que no afectara a la minería era establecer pactos con los líderes de estas poblaciones. Las más que descritas particularidades de la provincia facilitaron que se fueran incorporando a ella muchos de estos poblados, tales como Pelaníz, San Antonio de los Achiotes, Guayabillas, El Corpus, Barajana o Gasaule, que llegaron a ser claves para el fortalecimiento de una línea de frontera. Otras importantes poblaciones, no por su demografía, sino por su situación geoestratégica, fueron Acoyapa, Lóvago, Juigalpa, Camoapa, Boaco, Muy Muy, Matagalpa, Jinotega, Danlí, Juiticalpa, Catacamas y Sonaguera, llegando muchas de ellas a delimitar el territorio bajo control español, a la vez que fortalecieron la unidad territorial del futuro reino de la Mosquitia. Para 1590, ese nuevo confín fue conocido como la Marca Segoviana, una deleznable frontera que separó aquellos territorios de la Taguzgalpa, salvajes y lleno de riquezas, de las «civilizadas» zonas coloniales del interior del territorio. Son muchas y muy variadas las propuestas sobre la demarcación de la Marca Segoviana.53 En todas ellas hay un denominador común y es el de calificar los asentamientos que formaron esta frontera como pueblos de «montaña», reconociendo en ellos una gran diversidad de habitantes. La presencia en las planicies del Atlántico de refugiados y otros grupos huidos del orden colonial, iniciada desde el primer momento del contacto, había dado origen a la formación de nuevas identidades que contaron con un enemigo en común: España. La Frontera Segoviana o pueblos de montaña fueron considerados como poblaciones españolas a finales de la primera mitad del siglo xvii, cuando la Mosquitia, como reino soberano, se convirtió en otro enemigo más de los intereses españoles en la zona. La mayoría de las poblaciones antes citadas contaron con alcaldes africanos y zambos que guardaron en muchos de los casos formas de gobierno indígenas, con algunos rasgos españoles, como lo describe Mary Helms, para quien estas poblaciones repre  Entre ellos Karl Offen, Germán Romero y los investigadores Hall, Pérez y Cotton.

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Propuesta de la Marca Segoviana dividiendo el territorio en dos espacios socioculturales distintos. También se indican las principales rancherías y sus áreas de influencia.

sentaron una organización sociocultural que denominó colonial tribe,54 con una fuerte influencia peninsular. Para otros autores, como Bárbara Potthast, estas poblaciones fueron intermediarias entre ambos mundos, llegándolos a denominar Commerce Indians.55 Las referencia a estas poblaciones en la documentación española es algo confusa y se debe de leer con cuidado. Sin embargo, desde mediados del siglo xvii encontramos referencias claras a estos poblados de montaña en documentos ingleses, franceses y holandeses. En ellos se les define como commerce indians. Estos asentamientos solían controlar la orillas de los ríos, en especial la ribera del río Grande y las faldas de las cordilleras de Dipildo y Comayagua. Algunos de ellos fueron establecidos durante la época del lavado de oro, y otros durante las primeras explota  Helms, Mary W, 1986, p. 126.   Commerce indians lo podemos traducir como intermediarios. Barbara Potthast, 1988.

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ciones de plata. No obstante, la formación de rancherías fue constante durante todo el periodo colonial, siguiendo el ritmo de los ciclos mineros, tanto en épocas de auge como de crisis. La diversidad de actividades que ejercieron estos individuos ayudó al fortalecimiento de la sociedad, entre otras cosas, el curtido de cueros, sebos, salazones y la recolecta de productos del bosque, como miel, hierbas medicinales o madera, productos que tenían buena demanda en las villas españolas, manteniendo así un activo comercio. Esta cadena de poblaciones, lejos de hacer honor a su condición de periferia, presentaron una gran dinamismo, especialmente después del siglo xvii. Cuando al contrabando de mercancías se le unió un constante movimiento de personas hacia y desde las colonias españolas, con ellos corrían, además de plata y otros valores, noticias de interés para los enemigos de España, como podrían ser los próximos envíos de mercancías como añil o plata. También los ingleses conocieron por este medio la capacidad militar de la colonia frente a un posible ataque a los puertos. La inestabilidad del poder colonial, con sus vaivenes y sus conflictivas épocas mineras, fue el pretexto perfecto para que estas poblaciones fronterizas nunca llegaran a cumplir su papel de filtro. Algunas veces permitieron que los habitantes de la Taguzgalpa asaltaran haciendas y minas del interior, mientras que en otros momentos les cerraron el paso. Esta difícil situación hizo aún más inseguro el trasiego de mercaderías hacia el Caribe, por lo que muy pronto buena parte de las dinámicas comerciales legales se establecieron en los puertos del Pacífico, con destinos como Acapulco o Panamá, sin descartar El Callao. En realidad, la Mar del Sur ofreció una serie de ventajas, como un mejor clima, una mayor concentración de población organizada y una red de caminos precolombinos, posiblemente nacidos por el comercio de las Espondylus,56 que conectaba áreas tan distantes como el golfo de Fonseca y la península de Nicoya, en la actual Costa Rica, llegando más allá de Panamá. A medida que se fueron fortaleciendo las comunidades de frontera, por las antiguas rutas precolombinas circulaba una gran variedad de mercancías: terrones de plata, pepitas de oro, cacao, jarcia, brea y cuero, así como mulas, entre otros productos. Sin embargo, el hecho de que se impulsaran rutas en el litoral pacífico no significó que se abandonara el comercio hacia el Caribe. No debemos olvidar que los puertos del Caribe eran el torno hacia la Metrópolis y hacia las importantes ciudades isleñas, como Santo Domingo, San Juan o La Habana. Pronto la misteriosa Taguzgalpa fue tomando mayor relevancia en los proyectos coloniales, a medida que se fueron fortaleciendo las poblaciones periféricas. Las haciendas se expandieron y la minería de plata necesitaba de mano de obra, madera y suministros. A pesar de las leyendas de riquezas contenidas en las tierras de la Taguzgalpa, hubo que esperar algún tiempo para que una serie de expediciones se adentrara en el territorio. El fracaso de todas ellas no hizo más que alimentar las leyendas de arenas de placeres y fieros guerreros en sus entrañas. Una de las primeras exploraciones fue precisamente montada con el fin de capturar a los esclavos y trabajadores huidos que habitaban en las orillas de los ríos. Una de estas expediciones estuvo organizada por el gobernador Alonso Contreras Guevara, quien envió a Cristóbal Callejo a conquistar el territorio con una pe56   Spondylus es un moluscos de la familia Spondyliade, cuya concha que fue de gran valor para las culturas prehispánicas.

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queña armada. La odisea de Callejo quedó recogida en la solicitud de Méritos y Servicios firmada por su viuda Elvira de Carvajal en 1572.57 Años más tarde, en 1578, Contreras escribió lo siguiente en relación con el fracaso de la expedición: La tierra que llaman Taguzgalpa es comarcana a esta Provincia de Honduras y cae en la demarcación de ella, cincuenta leguas de Trujillo, por la costa llega hasta el desaguadero de Nicaragua, es tierra de buen temple y apacible, buena para poblar y han visto oro en ella y los naturales de ella son pocos, pero gente pulida y con ropa doméstica y con todo esto se han perdido en ella han ido y han sido sus capitanes que en diversas veces han entrado en ella, dicen que de hambre, amotinándose en cuadrillas dos soldados, se salían de ellas, como tenían la guardia de cerca y por el camino los indios los mataban como a gente sin orden [...].

En muchas ocasiones a lo largo del periodo colonial, el territorio de la Taguzgalpa fue nombrado como Hibueras. También se suele hablar de la Tologalpa58 y de la Taguzgalpa como de un mismo espacio, o de Higueras,59 provocando confusión a la hora de interpretar los datos. Sin embargo, en un aspecto concuerdan todos los historiadores y es que se trató de un espacio político-geográfico donde los españoles nunca lograron establecer colonias, sólo algunas alianzas en momentos puntuales. Mayor importancia tuvo su cara costera, donde desembocaban grandes ríos. Podríamos proponer como límite norte el río Tinto y como su frontera sur la ribera norte del río San Juan. Hacía el oeste su frontera fue confusa, voluble y permeable, una característica que mantuvo desde el inicio de la época colonial y a lo largo de los más de trescientos años de existencia del reino de la Mosquitia. Las noticias sobre la existencia de oro en sus ríos y de ricos valles bien poblados fueron argumentos definitivos para que la leyenda sobre el lugar se prolongara durante décadas. Muchos fueron los interesados por conquistar la zona, especialmente porque existía un vacío legal y práctico en relación con la jurisdicción del mismo, a pesar de que, en 1547, la Corona60 había decidido que todas las tierras al norte del desaguadero de Nicaragua pertenecieran a Honduras y no a la Nueva Segovia. Advirtió: Que no se permitiese a un capitán que había salido de la Segovia poblar ni conquistar la provincia de Taguzgalpa contra lo ordenado en las nuevas leyes, que en orden a las conquistas de las Indias se habían hecho[...].

El documento se refiere al capitán Diego Gutiérrez, quien había organizado varias razias sin éxito. La nota deja claro que la provincia de Nicaragua nunca tuvo jurisdicción sobre su costa atlántica, y es probablemente la razón por la que nunca se estableció un puerto en el Caribe, volviéndose literalmente sus habitantes hacia la costa Pacífica.   AGI, Guatemala 113 N24 Informe sobre la Pacificación de la Taguzgalpa, 1572. Véase mapa IV.2.   Nombre indígena con el que era conocida la vertiente Atlántica nicaragüense. Véase mapa IV.2. 59   Sobre el uso de Higueras, Hibueras y Honduras véase Davidson William, 2006, pp. 10-11. Véase mapa I.1. 60   Durón Rómulo, 1838, p. 23. 57 58

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El fracaso de las expediciones militares no desalentó a los misioneros, quienes desde hacía algunas décadas venían haciendo pequeñas entradas al territorio. Muy al contrario, el papel de los misioneros se asumió como si de exploradores se tratasen, en especial cuando lograban llegar más allá de las rancherías de frontera. Un dato curioso es que, a pesar de la inestabilidad minera y de las condiciones climáticas, la provincia de Honduras siempre contó con un nutrido número de religiosos. La nueva alcaldía, por ejemplo, incorporó misioneros franciscanos y mercedarios que no temieron explorar un territorio tan peligroso como lo era Taguzgalpa. Poco después de fundada la alcaldía, los franciscanos61 habían iniciado una campaña de evangelización en las rancherías próximas y poco a poco se fueron internando en el territorio de frontera, sin llegar más allá del río Tinto. En las riberas de otro de otro importante río, el Patuca, existió una serie de rancherías, conocidas como «Los Encuentros», localidad que estuvo poblada mayoritariamente por indios payas, quienes fueron definidos por los franciscanos como zambos.62 También los franciscanos hacen mención a otros poblados, como los Sumos, los Ramas, los Teribes o los Moscos, todos ellos con una fuerte presencia africana, atributo que les caracterizó desde finales del siglo xvi. Serán otros franciscanos, con fray Esteban Verdelete a la cabeza, quienes organizaron las primeras expediciones, valiéndose de sus alianzas con los habitantes de frontera. Verdelete logró recorrer buena parte del territorio, internándose por el sur y llegando meses después a Comayagua. Felipe II conoció dicha expedición. Sobre todo le interesó la noticia de la existencia de oro y ordenó que se organizara otra lo antes posible, sin especificar cómo financiarla. Aunque no se contó con el visto bueno fue suficiente para que los colonos, deseosos de contar con mano de obra, financiaran la expedición. Una y otra vez Verdelete intentó ingresar en la zona, pero fue rechazado. Frente a dicho problema, se decidió enviar a un cuerpo de soldados con el misionero. En 1608 la presencia de hombres armados en los territorios provocó la ira de los habitantes de las afueras de Olancho, acabando con la vida del fraile y de casi todos sus acompañantes. En 1609 se llevó a cabo otra expedición bajo el mando de Fray Francisco Vázquez. A dicha comitiva se unieron varios clérigos, como Juan de Vaide, cura de Olancho, y el vicario Marcuellos. Gracias a los habitantes de la Marca Segoviana lograron penetrar la región, recorriendo parte del territorio. Sobre todo fue bien recibido por los grupos que Francisco Vázquez calificó como indios negros, posiblemente por utilizar algunas palabras en náhuatl. Al parecer otros grupos, como los Taguacas, no vieron con buenos ojos la presencia de los exploradores, quienes junto a los lencas y los Xicaques habían formado una alianza contra los españoles y que consideraron la presencia franciscana como una violación al pacto recientemente acordado con los habitantes de la Marca Segoviana.63 Gracias a los informes presentados al presidente Alonso por los franciscanos en 1610, hoy podemos conocer algunos detalles de estas alianzas.64 Lamentablemente, estos docu  Vázquez de Espinosa, 1944, cap. II, p. 263.   ANHH Cajón Paquete 23, Legajo 1648: franciscanos en el Guayape 1609-1619. 63   Buchard Ethel, en su obra «Evangelizar a los Indios gentiles de la Frontera de Honduras: Una ardua tarea siglo xvii-xix», 1987, concluye su trabajo afirmando que los proyectos misioneros fueron efímeros y, que a pesar de los intereses de la Iglesia y del gobierno local, no se logró establecer una población española más allá de la Frontera Segoviana. 64   ANHH Cajón 125, Legajo 3258. 61 62

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mentos no aportan mucha información sobre la manera en que se establecieron dichas alianzas. Sabemos, por ejemplo, que los zambos sumos65 habían cerrado alianzas comerciales y pactos de paz con otros grandes pueblos, como los Taoajkas y los Wampú, ambos del interior. Por otro lado, los sumos comerciaban con los poderosos zambos payas.66 Su territorio se extendió desde el río Patuca hasta la ribera sur del río Ulúa. Fueron ellos los que protagonizaron junto a los ingleses varias incursiones a Trujillo.67 Entre la población paya hubo desde finales del siglo xvi un alto número de africanos, al parecer procedentes de las explotaciones mineras de Olancho y de las estribaciones de Santa Lucía. Los payas fueron uno de los pueblos con mayor presencia africana. Otro de los grupos importantes con sede en la costa fueron los ramas. Asentados en la laguna de las Perlas, controlaron una amplia zona, que iba desde la ribera sur del río Grande hasta la ribera noreste del río San Juan. Los rama fueron expertos navegantes y en su mayoría eran zambos, llegando a controlar el comercio fluvial en los ríos y el cabotaje hacia Panamá.68 No será sino hasta 1616 cuando el andaluz Cristóbal Martínez logró entrar en contacto con los Pech, aliados de los zambos mosquitos; gracias a ellos pudieron conocer algo más sobre los habitantes de la zona. En 1618, Martínez regresó a la zona, acompañado por veinte soldados y el capitán Padilla. Tras el primer tropiezo en los arrecifes, zarpó una nueva expedición en 1619. Esta última volvió a ingresar al territorio, pero antes de llegar al territorio Pech, Martínez fue capturado por los guaba, quedando muy sorprendido al descubrir que la mayor parte de la población era «negra y zamba». Anotó Martínez que a pesar de ser una población fuera del control español, existía una fuerte influencia de las costumbres castellanas y, sobre todo, muchos de estos zambos eran considerados como españoles. Gracias a ello, pudo interactuar con los zambos-guaba, llegando incluso a bautizar a muchos de ellos. Esto no significó que se pudieran reducir a sus habitantes. Muy al contrario, fueron pocas las ocasiones en las que los habitantes de la Taguzgalpa permitieron la entrada de españoles en sus dominios. Como consecuencia, las tierras del Atlántico permanecieron fuera del control español, aunque gracias a los pactos y la participación de algunas poblaciones fronterizas se lograron establecer estancias ganaderas en la periferia del dicho territorio, sin llegarse a controlar del todo la franja de selva que separaba los territorios. La formación de varios centros de poder dentro de Taguzgalpa ayudó a fortalecer y dar importancia a todos los miembros de la comunidad, que a partir de 1700 originó un sentimiento de identidad «zambo-mosquita». Desde entonces, ambos conceptos se hicieron inseparables del contexto colonial más amplio que los sustentaba.69 Por su parte, los zambos misquitos también formaron alianzas con los grupos anteriormente mencionados. Su espacio de control estuvo muy ligado al litoral y fueron el   Ibidem, Leg. 3259 Definidos como zambos y negros por los franciscanos.   Los payas han sido estudiados por el antropólogo Conzemius Eduard, «Los indios payas», Journal de la Société des Américanistes de Paris, Francia, 1927, 1928. 67   Eduard Conzemius, 1932, p. 106. 68   ANHH Cajón 125, Legajo 3200-3210: Informe de los franciscanos. 69   Véase Karl Offen, 2008, 1-36. 65 66

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más fiel aliado de los ingleses. Su área de influencia iba desde el río Wawa hasta la orilla sureste del río Wangki, manteniendo buenas relaciones con los zambos Taoajkas. Los misquitos también controlaron los afluentes del río Patuca, llegando incluso a establecer poblados cerca de la Frontera Segoviana en el siglo xviii. Aunque no conocemos las formas de gobierno en estos primeros asentamientos, posiblemente fueron formas de organización amerindias con un fuerte componente africano,70 donde no faltaron algunas referencias a las formas políticas coloniales. En esta primera fase de construcción del estado mosquito es muy factible que las formas de gobierno utilizadas estuvieran más cercanas a una jefatura que a una monarquía. 71 Por eso, cuando hablamos de Taguzgalpa o Tierras de Frontera, estamos hablando de un espacio plurinacional, permeable y dinámico que mantuvo una importante actividad económica basada en el contrabando y el tráfico de personas. La presencia africana en la formación de las sociedades de este territorio fue un elemento clave para su desarrollo. Podríamos decir que fue un elemento aglutinador frente de la diversidad de los grupos indígenas, muchos de ellos enemistados entre sí. En todo caso, fueron los ingleses72 los que a partir del reconocimiento del rey Jeremías I en 1687, le dieron reconocimiento a nivel internacional a la Mosquitia. En realidad, el reino estaba constituido como tal desde hacia varias décadas, por lo que las alianzas firmadas con los ingleses fueron de gran importancia, ya que le colocaron en los mapas y en la boca del resto del mundo.73 También el reconocimiento inglés vino a fortalecer un importante comercio entre estas tierras y las bases temporales que tenían los piratas y corsarios en las isla de la Providencia, de Roatán y de Guanaja,74 sin olvidar la importancia de Jamaica, tomada por los ingleses en mayo de 1655, en el marco de la guerra anglo-española, incitada por las políticas de Oliver Cromwell en contra de las políticas de exclusividad españolas en las Indias. La alianza de los habitantes de la Taguzgalpa fue un elemento clave en el éxito de las políticas expansionistas inglesas y representó un duro golpe al corazón mismo del imperio español, el Caribe. Aunque muchas veces contradictorias, las descripciones sobre las poblaciones de la Mosquitia han alimentado muchas leyendas, que confunden y crean apasionados debates. Un rasgo común en estos relatos es la fuerte presencia africana entre sus habitantes.   Karl Offen, 2002, pp. 319-372.   Michael Olien, 1984, pp. 718-737. 72   Floyd Troy, 1697, p. 265. 73   No vamos a entrar en el debate sobre el origen del estado de la Mosquitia, tema además excelentemente trabajado desde las escuelas norteamericanas e inglesa. Algunos de estos autores han sido citados anteriormente, como es el caso de Karl Offen, quien tiene varios importantes trabajos, como por ejemplo: «British Logwood extraction from the Mosquitia», o «Race an Place in colonial Mosquitia 1600-1787» y «Ecología Cultural Miskita en los años 1650-1850». También son de gran importancia los trabajos de: Nicholas Rogers. Caribbean borderland. Christopher Hill, Society and Puritanism in pre-revolutionary England. Por el lado de la escuela inglesa podríamos citar a: John Thomton: The birth of an Atlantic world: Caribbean Slavery in the Atlantic, Troy Floyd: La Mosquitia: Un conflicto de imperios. A los investigadores Carmack, Gasco, Gossen: The Legacy of Mesoamerica, o a Philip A Dennis: The Miskitu of Awastara. 74   William Funnel, 2005, p. 17. 70 71

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Propuesta de los territorios bajo control de los diferentes grupos zambos desde principios del siglo XVII y sus principales rancherías. Mapa elaborado a partir de la información recopilada en diferentes documentos históricos y especialmente de la tesis doctoral presentada por doña Eugenia Ibarra Rojas presentada en el marco del programa de estudios de posgrado en Historia de la Universidad de Costa Rica, en agosto del año 2006.

Uno de los relatos más interesantes y completos lo encontramos en la historiografía inglesa de la mano del corsario M.W.,75 quien publicó sus vivencias en la Mosquitia, en la que vivió desde 1643 hasta 1670. Asegura que los habitantes de la Mosquitia provenían

75   El nombre del autor no se conoce. Ha firmado su obra como M.W. Su obra fue publicada muchos años después de su muerte, ya que se le consideró como pirata primero y como corsario después. 1732, p. 289.

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del naufragio de varios barcos, pero en especial de un barco negrero procedente de Guinea en 1636. Por otro lado, M.W. realizó continuas referencias a los rasgos africanos de la población, tanto del interior como de la costa.76 Las referencias a naufragios y míticos éxodos de las islas inglesas en la historiografía caribeña, a la hora de justificar la presencia de población afrodescendiente, es muy frecuente. Se justifica así la presencia negra a partir de leyendas de naufragios de barcos negreros.77 También se suele afirmar que la presencia de africanos en la Mosquitia se debe al desalojo de la isla de la Providencia en 1643.78 Este es un hecho muy utilizado para justificar la presencia africana en la Mosquitia. En realidad, los pocos ingleses provenientes de la isla de la Providencia no llevaron ninguno de sus esclavos a la Mosquitia. Según el informe presentado por el capitán de la armada de Barlovento, Francisco Pimienta,79 todos los esclavos africanos que estaban en la isla fueron llevados a Panamá y vendidos en los mercados de Portobelo, entre otros bienes. El capitán tuvo que enfrentar un intenso juicio por vender a los esclavos aprisionados, a lo que él respondió que debía pagar a sus hombres, así como los altos costes de la expedición. El enfrentamiento anglo-español, iniciado en 1655, provocó una disminución del poder español en la zona. Si los ingleses lograron establecer colonias estratégicas en el Caribe, esto fue gracias a los aliados que iba encontrando a lo largo y ancho del Caribe, siendo desde un inicio los mosquitos sus más importantes colaboradores. Este nuevo panorama político produjo importantes cambios en el Caribe a mediados del siglo xvii, tocando aspectos como el socio-demográfico y, desde luego, el económico. Las claras intenciones comerciales de los ingleses deja fuera de toda credibilidad la romántica idea de un proyecto colonizador que hubiese implicado una gran inversión de su parte, más interesados en pactos comerciales que en gobernar una tierra tan difícil de controlar como era la Mosquitia. Los acuerdos comerciales y de colaboración entre las empresas inglesas y los reyes misquitos son un excelente ejemplo de la capacidad de autonomía del reino, una identidad forjada desde el interior del territorio hacia la costa y no viceversa, como muchas veces se ha argumentado.

La génesis de la Mosquitia: un reino zambo en el corazón del Mare Nostrum español A lo largo de la segunda mitad del siglo xvii se fueron instalando varias casas comerciales inglesas en los pueblos costeros y en algunos enclaves fluviales, con el fin de conseguir

  M.W. 1732, p. 405.   Véase Germán Romero, 1995, p. 41. 78   La expulsión de los ingleses por parte de la Armada de Barlovento es muy bien conocida, al considerarse un gran éxito en contra de su presencia en aguas españolas. No obstante, no significó más que el afianzamiento inglés en la zona AGCA A, I-60 45, 326-5363 Panamá. 79   AGI PANAMA 35N, 52 f. 2. 76 77

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exclusividad y mejores precios.80 Esto no significó una presencia militar o de estructuras inglesas de gobierno en la zona, aunque no podemos obviar su influencia en la identidad Misquita, como por ejemplo el uso del inglés como lengua franca y comercial. La Mosquitia fue para los ingleses un territorio que no contó con ningún tipo de estímulo de riqueza como para embarcarse en una empresa tan onerosa como lo era una ocupación, manteniendo con ellos una excelente relación, hasta que con la firma del tratado de Utrecht-Rastatt consiguieron comerciar directamente con los principales puertos indianos, afectando con ello la alianza con los misquitos. Esto no significó el fin de la Mosquitia. Lejos de perder fuerza, la monarquía logró diversificar su comercio y establecer nuevas alianzas y redes de clientelismo, resurgiendo renovada, sin perder la amistad y el respeto de la corona inglesa. Hay muchos entresijos en la historia de la Taguzgalpa, que desde mediados del siglo xvii pasó a ser un elemento clave en las dinámicas caribeñas. Uno de los puntos más complicados es su densidad demográfica. Los noticias con las que contamos son muy escasas y, sobre todo, confusas, por lo que debemos analizarlos con mucho cuidado. En general, encontramos información sobre las poblaciones de dos espacios distintos; uno, el de las poblaciones del interior; el otro espacio sería el de las rancherías de la costa. Uno de los más valiosos relatos lo hizo franciscano Antonio Vázquez de Espinosa,81 quien visitó la región interior en 1609. El viajero anotó algunas pistas, con las que podemos ver la gran cantidad de caseríos y rancherías que existían entre la ceja de selva y la costa. Vázquez de Espinosa82 escribió en su informe que había muchos africanos: «son los negros más que los pelos que tienen los venados». A mediados del siglo xvii la Taguzgalpa vio incrementada su población.83 La región creció gracias al importante flujo de población desde las colonias y las islas caribeñas. Incluso los habitantes de la Taguzgalpa mantuvieron desde los primeros años del siglo xvii importantes redes comerciales con poblaciones lejanas, como los Bribrís, los Cabécares, los Darasques o los Cunas.84 Por otro lado, vivieron varios europeos en la zona, gracias al hecho de que las alianzas con los ingleses sobrevivieron a las pretendidas con holandeses y franceses. Los ingleses siempre respetaron la soberanía de estas poblaciones y reconocieron la soberanía del rey mosquito,85 situación que no ocurrió así con los españoles, con los que no se lograron más que tímidos periodos de paz, rotos por las incursiones mosquitas a las poblaciones de la colonia y el descaro con que entraban mercancías de contrabando desde la Taguzgalpa a las plazas y mercados de los territorios españoles. El debate sobre la demografía de la zona tomará fuerza a partir del siglo xviii, sobre todo cuando empiezan a aparecer otros relatos de viajeros ingleses, como por ejemplo el

80   Romero Germán: Las sociedades del Atlántico de Nicaragua en los siglos xvii y xviii, Colección Cultural Banco de Nicaragua, Managua, 1995, pp. 59-63. 81   Para conocer sobre la orden misionera en Taguzgalpa se puede consultar Flores Andino, 1992. 82   Vázquez de Espinosa, 1944, pp. 79-80. 83   PRO CO 137/65, 1768. 84   Robert W. Path, 1998, p. 76. 85   Véase John Thomton, 2000, pp. 55-73.

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de Robert Hudgson,86 quien afirmó que en 1757 los negros y zambos de la zona no pasaban de once mil, sin contar a los indígenas y blancos, una recuperación asombrosa, nos dice el autor, después de la epidemia de viruela que asoló la zona en 1727.87 Otra propuesta dice que para el año de 1766 había unos diez mil zambos y unos cuatro mil quinientos negros en los poblados establecidos entre la costa y las faldas de las montañas.88 Otros investigadores proponen que en 1670 existían unos mil setecientos zambos y negros en la zona, llegando a dos mil en 1700 y a unos siete mil en 1760.89 Como vemos, resulta realmente arriesgado proponer cifras demográficas para todo el reino de la Mosquitia, ya que no contamos con fuentes primarias que nos ayuden a constituir una cifra aproximada. Por ello estamos más que de acuerdo con el profesor Héctor Pérez cuando afirma que: Nada puede decirse en cifras sobre las zonas que escaparon al control español.90

La Corona permitió la formación de un reino dentro de sus dominios, en un enclave estratégico como lo fue la costa caribeña, donde además peligraban los intereses económicos de su hacienda, al hacer frontera con áreas mineras. La respuesta fue quizá, una vez más, la incapacidad de reacción militar que tuvo España en el Istmo, un territorio clave para los intereses de la Corona. A principios del siglo xvii, existían solo dos fortificaciones en todo el litoral caribeño; una fue Trujillo, con su eterno problema de falta de infraestructura militar; la otra se encontraba en la desembocadura del río San Juan, donde unas torres mal pertrechadas vigilaban la entrada y la salida de las embarcaciones procedentes de Granada. Habrá que esperar hasta las reformas borbónicas y la necesidad de defenderse de los Misquitos para que se decidiera construir la Fortaleza de Omoa, pero ya era muy tarde. El reino de la Mosquitia era ya un actor más en el teatro del Caribe.91 86   Hudgson Robert, «Primera Versión sobre la situación de esta parte de América llamada la Costa de los Mosquitos, 1757», en revista WANI N7, enero-junio, CIDCA-UCA, Managua, Nicaragua, 1990, 77-78. 87   Barbara Potthast 1988, pp. 52-67. 88   José Dolores Gámez, 1889, p. 111. 89   Karl Offen, 1999, p. 35. 90   Héctor Pérez, 1997, p. 28. 91   La necesidad de construir defensas a lo largo del litoral Caribeño fue un tema siempre presente en las reivindicaciones de los vecinos de las Indias, sobre todo cuando se ponía en marcha un nuevo ciclo de explotación minera, o cuando las incursiones misquitas se acercaban a los centros coloniales. Fueron múltiples las solicitudes presentadas al rey para que interviniera en la defensa y protección de puntos clave de la costa Atlántica. Los informes enviados no sólo hablaban de lo vulnerable que era la costa caribeña, sino que mostraban la gran preocupación por los frecuentes avistamientos de piratas en el Mar del Sur. La presencia de ingleses en los puertos del Pacífico preocupó sobremanera a las autoridades y comerciantes guatemaltecos, que habían establecido un comercio muy fructífero desde ese litoral hacia Panamá y Nueva España. Muchos autores han querido resaltar la diferencia entre ambos, aludiendo que los barcos en el Mar del Sur no eran simples piratas, sino que eran corsarios con buques mejor armados y, como dicen Stewart Stokes y Claudio Cabello, (1996, pp. 37-40), contaban con la bendición de su rey para atacar a sus enemigos, reteniendo como forma de pago el motín obtenido, previo pago de un porcentaje al monarca que los auspiciaba. Así, estos corsarios poseían un estatus legal, cuestión que los diferenciaba de sus colegas los piratas.

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Desde el saqueo holandés a Trujillo en 1560, los vecinos entendieron que necesitarían construir algún tipo de defensa para el puerto. Las continuas solicitudes de guarniciones y armamento nunca fueron atendidos ni por la Corona ni por el Consejo de Indias. La discusión se hizo más fuerte cuando en 1574 Francis Drake asaltó la ciudad de Panamá, demostrando al mundo la incapacidad española de defender sus puertos. Desde entonces es frecuente encontrar en la documentación de la época mil y una solicitudes para el envío de una armada y la formación de milicias para las defensas de los puertos. El ataque a Panamá fue otro punto de fricción que dejaba en evidencia la fragilidad española en las Indias. La desconsolada imagen que ofrecían los puertos de la provincia en 1583 fue descrita por don Diego López, gobernador de la provincia de Honduras, quien por primera vez propone un plan más o menos viable para fortificar al Puerto de Trujillo,92 incluyendo en su petitoria que le sean enviados un buen número de esclavos bozales para la construcción y protección de la futura fortaleza. Por otro lado, propone el envío de dos piezas de artillería con pertrechos para la defensa de la plaza de Trujillo, aunque una vez más la Corona no contestó a la solicitud. En una serie de documentos fechados a partir de 1592, el licenciado Navarro, en nombre del Cabildo de Trujillo, emitió una serie de recomendaciones para hacer posible las fortificaciones necesarias. Por ejemplo, se recomendó la creación de un presidio para la defensa de los corsarios que acosaban la zona y se pidió que se cumplieran los envíos de los esclavos bozales acordados. Por otro lado, el Cabildo informó que, en observancia de la cédula real, se estaban destinando mil pesos de oro para las obras de defensa del puerto, aunque no era suficiente presupuesto, por lo que se pidió más dinero, recomendando que saliera de las alcabalas cobradas en el mismo puerto: […] que en esta ciudad aya presidio ordinario de treinta soldados un condestable y dos com (xxx) senos cuya paga se retire en la Real Caxa de aquella provincia…

Más adelante añadió […] que se envie a la misma ciudad quantidad de negros que comprarían con V.O Hazienda y comodidad en los pagos de la carga.

Finalmente, pidieron: Que se manden cumplir con efecto la voluntad de su MG a hecho a la ciudad por su Real Cedula y sobre con esta desitud y ponerla Real corona 1UpsO de renta en indios para la fortificación de la ciudad y hasya ahora no se ha situado mas de los 500= que luego se cumpla y hasta tanto no se haga encomienda alguna y las q se hisieren sea ninguna al Cabildo [...].

  AGI, Guatemala, 44A, n 34. Año 1592

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Más adelante, en el mismo documento, el licenciado Navarro93 pidió que se pagaran los sueldos de los escasos soldados que estaban en el puerto a partir de los fondos de la Real Caxa, obtenidos del cobro del almorifazgo: […] y que luego enbien de Sevilla alcabuzez polvora y municion en la quantidad necesaria…

La situación se volvió intolerable cuando en 1594 los ingleses, viejos visitantes de los puertos hondureños, lanzaron un ataque junto a corsarios franceses, zambos misquitos y Pechs contra el puerto Cavallos, quemando la villa. La crónica de lo sucedido quedó registrada en la solicitud de Méritos y Servicios del capitán Sandé,94 quien se encontraba en la zona por casualidad y pudo organizar la defensa con ayuda de algunos vecinos, entre ellos varios mulatos y negros libres, logrando frenar a los piratas: Reunió unos pocos españoles, unos cuantos vaqueros y arrieros del lugar y un cuerpo de indios flecheros de Ulúa y habiendo puesto una emboscada a los corsarios, fueron sorprendidos y les quietaron como cuarenta mulas y caballos que se habían robado [...].

Desde entonces, el abandono del puerto de Cavallos por parte de los escasos vecinos enfadó a los comerciantes guatemaltecos, quienes desde hacía varias décadas mantenían un pulso con las autoridades hondureñas por el control del comercio marítimo. Cuando el puerto Cavallos quedó reducido a cenizas por los piratas, Trujillo se volvió de vital importancia para Guatemala. Por ello, desde un principio Guatemala intentó buscar los recursos para fortificarlo. En carta fechada el 21 de marzo de 1596, el capitán Sandé95 pidió al Consejo de Indias que se concedieran mercedes a los vecinos que vinieran a reconstruir San Juan de Puerto Cavallos, y solicitó que se premiara a aquellos que habían participado en la defensa del puerto el año anterior. Las quejas por el desamparo del Puerto de Cavallos llegaron a Sevilla. Las delaciones más fuertes fueron las acusaciones guatemaltecas contra los hondureños de no cumplir con su obligación de defender la plaza. Esto provocó nuevos disturbios que colapsaron el comercio. La acusación se hizo más fuerte cuando los comerciantes guatemaltecos aseguraron que los hondureños aceptaban las mercaderías robadas por los zambos de las Taguzgalpa. Estas graves acusaciones hicieron que se consultara al gobernador de la provincia sobre lo sucedido. Meses después, don Rodrigo Ponce de León, gobernador de Honduras, respondió al rey, recordándole la necesidad de fortificar la plaza de Trujillo de la siguiente manera:   Toda la información procede del documento AGI, Guatemala, f. 23 y 33 44A, n 34 — 1-3.   José Milla, 1882, p. 206 y 265. 95   AGI, Guatemala 1, n. 1. El doctor Sande, presidente de la Audiencia de Guatemala, da cuenta a su Majestad, 21 de marzo de 1596. 93 94

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Que se fortifique el Puerto que es un lugar de una casa que sirve de almacén de mercaderías de las flotas y galeones, que es de cantería y techada de paja, se conforme con la dirección de un ingeniero una casa fuerte capaz de hacer defensa, en la que se puede colocar cuatro piezas de artillería de bronce, y algunos negros porque el puerto de Trujillo es muy interesante y seguro almacén [...].

Desde la pérdida de las flotas españolas en aguas del Atlántico inglés, la presencia pirata se había vuelto cada vez más agresiva. A su vez, las autoridades se quejaron de la consolidación de las rancherías en los deltas de los ríos Tinto y Cabo Gracias Dios. No obstante, el Consejo de Indias seguía sin ver con claridad la necesidad de fortificar Puerto Cavallos, ya que su mayor urgencia eran las defensas de otros puertos con mayor movimiento, como lo eran Cartagena, Portobelo y los puertos de Acapulco y Lima, en el Mar del Sur. La respuesta del Consejo desalentó a los vecinos de Guatemala y, en especial, a los mineros del interior. Una vez más, los comerciantes se veían incapaces de defender sus embarcaciones; esta situación hizo del contrabando la única vía «segura» de colocar y adquirir las mercaderías a un mejor precio y libre de alcabalas y peligros. Finalmente, en cédula real, se informó a las autoridades de la Audiencia de Guatemala que el Consejo de Indias96 decidió que no era necesario, de momento, invertir en la construcción de defensas para el puerto de Trujillo, argumentando de la siguiente manera: La fortificación que se hiziesse en este sitio o en otra parte de toda esta baya sería de muy poco efecto por ser la dicha incapaz para podersse guardar con artillería por estar abierta como esta dicho….tampoco combiene que se fortifique la entrada de la boca de la caldera, de la parte de tierra firme, porque de la otra banda no tiene dispossición ni sitio para ello, así que fortificar la boca de la caldera no será de ningún efecto y es que un enemigo podría hechar jente en tierra en la playa con mucha facilidad y allegarse con artillería y batir las naos que estuviesen surtas y en ellas hazer el daño que quisiese assí que todas las fortificaciones y reparos que se hubiessen en esta baiya serían de ningún efecto por las causas que tengo referido [...].

La posibilidad de fortificar Trujillo vino de la mano de otro proyecto más ambicioso, que consistía en buscar una ruta alternativa para el paso trans-ístmico del comercio con el virreinato del Perú, como solución a los frecuentes ataques piratas a los puertos panameños. Entre 1588 y 1603 se inició un afanoso estudio que pretendió encontrar una vía terrestre que uniera los dos mares, partiendo del puerto de Cavallos en el Atlántico hasta la bahía de Fonseca en el Pacífico. Se estableció una comisión, con el estratega militar Pedro Menéndez de Áviles y el ingeniero militar Bautista Antonelli a la cabeza. Ambos habían llegado a las Indias con la misión de construir una serie de fortalezas en los puertos de La Habana, San Juan, Cartagena y Portobelo. No se contempló la posibilidad de fortificar Trujillo, ya que el Consejo de Indias creyó que con patrullas armadas se podría erradicar el contrabando y los ataques a las embarcaciones. Por ello, en un principio descartó invertir en fortificaciones en el litoral.   AGCA 230, L, 6, f. 326: Relación de la defensa de Trujillo Rodrigo Ponce de León 1605.

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A cambio, recomendó a las autoridades del puerto que buscaran entre los habitantes de la costa aliados para detener a los piratas. En 1642, meses antes del ataque inglés que provocó el abandono del Puerto Trujillo, las autoridades locales de Honduras, encabezadas por el gobernador Tamayo, en un esfuerzo por acabar con la amenaza pirata, propusieron al Consejo de Indias una ruta alternativa para conectar el Atlántico con el Pacífico vía terrestre. Este ambicioso proyecto asumió como elemento clave el uso de los ríos Aguán, Guayape y Choluteca como vías de penetración fluvial, obviando indicar los tramos navegables de los mencionados ríos, que estaban bajo control de poblaciones no españolas. También se contó con las rancherías a orillas de los ríos Ulúa, Aguanqueterique, Aramecina y Guascorán como puertos claves. Un dato curioso es que se propuso como puerto final caribeño el deteriorado puerto Cavallos y no Trujillo, cuestión que nos hace pensar que fueron guatemaltecos los que promovieron este proyecto y no los hondureños. Por otro lado, la situación para el desprotegido Puerto Cavallos fue cada vez más grave. Así lo podemos interpretar en las numerosas cartas enviadas por las autoridades del lugar, por ejemplo, por Juan Jiménez Ferrer,97 escribano público de la villa de San Juan de Puerto Cavallos, quien en 1600 envió un informe sobre la necesidad de mantener una cuadrilla para la defensa del puerto. En el mismo año, el nuevo gobernador de Honduras recibió una Orden Real, donde se le recordó que debía reclutar una milicia entre los vecinos de Comayagua para la defensa del puerto, sobre todo cuando hubiera presencia de barcos, o como se le indica: «hasta que se hagan a la bela»…98 En realidad, eran muy pocos los vecinos dispuestos a marchar hacia el lejano puerto. Solo algunos mulatos y zambos se presentaron como voluntarios. En el mismo documento, el nuevo gobernador hizo un informe sobre el alto grado de corrupción que había en la provincia y, sobre todo, denunció las alianzas de los vecinos y funcionarios con los zambos cimarrones de las rancherías y con los piratas, lo que hizo difícil la defensa de las embarcaciones y de los caminos. Por ello demandó su traslado: Donde no aya hombres tan mal intencionados que quieran perturbar esto y que por delitos que estos tienen ellos merecen ser castigados…99

El deterioro de Puerto Cavallos simbolizó una gran pérdida para los guatemaltecos, quienes habían luchado por mantenerlo activo, a pesar de la fuerza e importancia que había ido tomado Trujillo. La incapacidad militar de la Audiencia hizo que se planteara la creación de unas milicias, como respuesta a la poca capacidad de los vecinos de cumplir con su obligación de defender los puertos y plazas. Por primera vez, bajo la dirección del gobernador Rodrigo Ponce de León,100 se creó una milicia, compuesta por mulatos y   AGI, Guatemala 80, n. 2.   AGI, Guatemala 39, r. 13, f. 72. 99   Idem. 100   Ibidem, f. 350. 97 98

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zambos procedentes de las poblaciones cercanas a Trujillo. Este simple gesto simbolizó su regularización y la de sus poblaciones, que se habían mantenido fuera del sistema colonial. El abandono progresivo de Puerto Cavallos también significó la hegemonía de Trujillo como puerto principal de la Audiencia, cuestión que los guatemaltecos no estaban en disposición de admitir, así que ese mismo año de 1603, dentro de las dinámicas coloniales impulsadas por los comerciantes de Guatemala, se decidió buscar un puerto cuya defensa no implicase una gran inversión y que estuviera algo más cerca de Santiago de los Caballeros, la capital. El lugar elegido fue la Laguna de Amatique, una región poco pantanosa y deshabitada. Ahí se trasladaron unas cuadrillas de esclavos africanos procedentes de Guatemala, quienes no sólo construyeron una serie de bodegas y ranchos, sino que además fueron empleados para el mantenimiento, almacenaje y protección de las mercancías depositadas ahí en espera de algún barco que las llevara a sus puertos de destino. El éxito de las bodegas en el lago de Amatique fue tal que impulsó en tan sólo dos años la fundación de un puerto a la salida de la bahía. El puerto de Santo Tomás de Castilla representó la supremacía de las élites comerciales guatemaltecas sobre las hondureñas por el control del comercio, tanto regional como interregional, sobre todo con Sevilla. Por su parte, algunos vecinos de Honduras lo consideraron una agresión, ya que la fundación del nuevo puerto afectaría directamente al desarrollo de los proyectos de fortificación del puerto de Trujillo, por lo que buscaron la manera de boicotear el éxito conquistado, aludiendo que tener esclavos africanos armados era más que peligroso. El Puerto de Santo Tomás comenzó a recibir los barcos provenientes de Sevilla. En tan sólo unos años se convirtió en el principal puerto del Atlántico, gracias al hecho de que su situación geográfica permitía un mejor refugio para los barcos. Además, se construyeron caminos más seguros y anchos para el tránsito de animales de carga con menos ríos que franquear, así como una serie de poblaciones «amigas» que daban refugio a las caravanas de mulas. Una vez más, sin embargo, no se invirtió en las defensas necesarias. En 1606 unos corsarios holandeses atacaron el puerto de Santo Tomás, que tan sólo contaba con algunas piezas de artillerías en la cima de una colina, que no garantizaron su defensa. Este fue el último ataque de los holandeses a un puerto de la Audiencia, ya que después de 1609, con la firma de la Tregua con los Países Bajos, los holandeses se acercaron a Trujillo y a Santo Tomás como «aliados». Por otro lado, la presencia de piratas en la ruta Veracruz-Santo Tomas era menor, por lo que se decidió no fortalecer el nuevo puerto. Sin embargo, la presencia inglesa se estaba consolidando y señal de ello fue la toma de varias islas caribeñas. Volviendo al puerto de Trujillo, según se informó, para junio de 1622 sólo se habían logrado construir algunas pequeñas defensas de Trujillo. La carencia de medios económicos fue el principal problema, a lo que hay que sumar la falta de una cantera cercana, que hizo difícil la construcción con mampostería, por lo que la solución fue la utilización de adobes para las murallas. Ese mismo año, el nuevo gobernador de Trujillo, don Juan de Miranda, escribió al nuevo rey, Felipe IV, para solicitarle un aumento del «sitiado». El fin era poder construir las murallas de protección con piedra, ya que los fuertes aguaceros destruían los adobes. Para mayores males, la miseria de los vecinos era tal que no podían colaborar con tal empresa. El cambio del comercio hacia el puerto de Santo Tomás también se llevó la poca plata extraída de las minas de Tegucigalpa, ya que por orden del

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presidente, la plata iba a ser enviada a Nueva España desde Santo Tomás.101 Por ello, el gobernador solicitó subir el sitiado a dos mil ducados anuales. Además, solicitó una «partida» de esclavos bozales y una guarnición de veinticinco o treinta soldados, y al menos dos culebrinas, una de 42 y otra de 44 cm de diámetro.102 Pero la Hacienda Real, con su eterno problema de falta de efectivo, no apoyó la solicitud de los vecinos de Trujillo. Años más tarde, a la llegada del nuevo capitán don Francisco Martínez al puerto de Trujillo, se planteó por primera vez firmar un pacto con las poblaciones de Taguzgalpa para detener las alianzas de estas últimas con los ingleses, aunque el proyecto no prosperó. A inicios de 1630, el capitán Martínez describió la triste imagen de Trujillo, explicando que era un fuerte sin terminar construido en medio del corral de las casas del cabildo y rogando a su Majestad que enviara una guarnición de cincuenta hombres castellanos y un sargento. Las piezas de artillería enviadas desde Sevilla años antes habían permanecido en casa de los vecinos, según informó Martínez, hasta que los piratas se las llevaron en una de sus tantas visitas al puerto.103 La noticia del robo de los cañones fue visto en Guatemala como un mal presagio, y el Consejo de Indias solicitó a las provincias que informaran sobre cualquier obra de defensa que se fuera a construir, quedando todo proyecto de las nuevas construcciones atrapado en un laberinto burocrático. La situación se fue agravando a medida que las poblaciones de Taguzgalpa se iban aliando y fortaleciendo entre ellas gracias a la incapacidad de las autoridades locales de reducirles. Sus alianzas habían dado paso a un periodo de paz interna que favoreció el contrabando y un mejor control sobre el territorio. En 1625, el conde de la Gomera, presidente de la Audiencia de Guatemala,104 visitó al Cabildo de Santiago con el fin de leer a sus integrantes la carta que enviaría al rey con el fin de que conociera la poca efectividad que tenía la «Armadilla» en la defensa de las embarcaciones comerciales que salían desde Trujillo: Por otra emos suplicado a Vª MT que las naos que de la fuerzas guardà de la Havana salgan por el mes de mayo de cada año a Recibir las Naos que salen de Trujillo que van cargadas para esos Reynos con mucha suma de productos de la tierra con que se savia el peligro y Riesgo evidente de corsarios que llevan hasta La Havana por lo que nosotros suplicamos a Vª Merced lo propio guardemos Vª MT concedernos esto de mayor Reynos y señoríos, en Guata mayo 22 1625 [...].

En 1629, un importante grupo de puritanos ingleses decidió fundar una compañía bajo el liderazgo de Robert Rich, segundo conde de Wirwick, La Providece Island Company105. La nueva compañía contaba con un importante componente religioso y buscaba establecer en aguas centroamericanas bases de abastecimiento para su flota, pretendien  AGI, Guatemala 39, n. 80-1, r. 13.   Servicio Histórico Militar de Madrid (de ahora en adelante SHMM,) Doc, 7088, ff 2-4 y f8. 103   Ibidem, f. 8. 104   AGI, Guatemala 42, n. 25-2, Carta del Cabildo secular de Santiago de Guatemala, solicitando protección para las naves que salen cargadas del Puerto de Trujillo ante el peligro de los corsarios. 105   Williamson James, 1967, p. 213. 101 102

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do ocupar algunas de las llamadas islas inútiles, aprovechando la debilidad militar española y su importante alianza con los holandeses. La nueva compañía recibió de manos del rey Carlos V una serie de patentes de corso. La posibilidad de capturar la Flota de Indias presentaba una posible solución a los graves problemas de financiamiento que tenía la Corona. Además, España era el enemiga, sobre todo desde que falló el intento de firmar una alianza con Felipe IV, acto que se hubiese consumado con la boda del príncipe Carlos y la infanta María Ana, de no haber sido por la negativa de ella al enlace, lo que hirió de muerte el orgullo del pequeño príncipe inglés.

Mapa de la zona del Caribe continental indicando las rutas comerciales entre Trujillo - Portobelo y Granada Portobelo. Localización de las Islas de la Providencia.

Desde 1630, el territorio de Taguzgalpa se consideró perdido, y no existió ningún proyecto para conquistarlo, ni siquiera cuando poblaciones como Orica o Cantacamas formaron parte del sistema colonial y controlaban buena parte de la frontera. En realidad, ambas poblaciones, a pesar de ser consideradas como poblaciones «amigas», estuvieron en más de una ocasión de parte de los misquitos. Paralelamente a la decadencia militar española, los ingleses fundaron pequeños asentamientos en el Caribe. Esto representó una verdadera agresión a la hegemonía española. La ocupación de la pequeña isla de la Providencia frente a las costas nicaragüenses, en 1631, fue la plataforma de lanzadera para la sucesiva ocupación de espacios en el litoral, como fueron los casos de Cabo Gracias a Dios y la penetración en la Mosquitia. En 1639, la Providece Island Company contrató a William Jackson,106 un experimentado capitán con reputación de pirata, a quién dio una patente de corso y una importante dotación de naves y hombres que marcharon hacia la isla Providencia, que se había   Kupperman Karen, 1995, p. 288.

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convertido en un importante punto de apoyo logístico para las operaciones corsarias inglesas. Desde aquí se coordinaba el establecimiento de las nuevas colonias en el espacio caribeño. La proximidad de la base inglesa a la ruta comercial de cabotaje entre Trujillo y Portobelo provocó el terror entre las autoridades coloniales, que se acentuó al ser informadas estas últimas de que los ingleses estaban ocupando las islas de Roatán y La Guanaja107 en el golfo de Honduras. William Jackson no decepcionó a la Compañía y en enero de 1641 asaltó el puerto de Trujillo, logrando un importante botín de unas 8000 libras del preciado tinte de añil centroamericano, cerca de 2000 piezas de plata de a ocho, además de diferentes piezas de oro y otros valiosos productos saqueados a los vecinos. Jackson regresó a la isla de la Providencia y desde ahí partió a Londres, donde en agosto de ese mismo año logró venderlo todo a buen precio. Una anécdota cuenta que al llegar Jackson al puerto de Londres lo esperaban varios acreedores, entre ellos un famoso mercader llamado Thomas Frére, quien le reclamó el pago de una cuantiosa deuda. Gracias al testimonio del conde Warwick, quien aseguró que Jackson era su criado y, por ello, que las mercaderías eran suyas, libró al capitán de la cárcel. El enfadado Frére fue encarcelado por desacato a la autoridad el tiempo suficiente como para que Jackson vendiera el botín y se marchara de Londres.108 La reacción española a los abusos ingleses no se hizo esperar, y en octubre de 1641 don Antonio de Lara, consejero de guerra de su Majestad, ordenó a los presidentes de las Audiencias poner atención a los asentamientos ingleses. Muy especialmente le recomendó al gobernador de Guatemala que desalojara lo más pronto posible a los ingleses de las islas de la Bahía, ya que había sido informado de que se habían establecido en las islas y que contaban con importantes aliados y zonas cultivadas, además de que en las islas conseguían reparar sus embarcaciones, gracias a las resinas y fibras silvestres que les proporcionaban sus habitantes.109 Por su lado, el virrey de la Nueva España dio la orden a la Armadilla de Barlovento, capitaneada por Francisco Díaz Pimienta, para que desalojase la isla de La Association, la futura isla Tortuga. La flota, amarrada cerca de Campeche, salió hacia Santo Domingo para cumplir luego su misión, pero los piratas tuvieron el suficiente tiempo para huir. Frustrado por no poder acabar con los piratas, el capitán Díaz Pimienta tuvo que acatar la orden de permanecer en Santo Domingo y no salir a buscar a los piratas. Una vez ahí, y sintiéndose impotente, por la facilidad que tenían los ingleses de burlar a los españoles, decidió desobedecer las órdenes y acometió contra la isla Providencia, que a pesar de la fama de inexpugnable logró reducir. En su informe, el capitán hizo mención de los numerosos y variados cultivos que había en la isla, así como de la numerosa cantidad de animales domésticos; en especial, anotó que había miles de cerdos. Una vez sometida la isla, Pimienta canceló la orden de ejecución que pesaba sobre los ingleses capturados; los dejó marchar y se dispersaron por las islas de Tobago, San Cristóbal y Roatán. Incluso algunos de ellos se instalaron a lo largo de la costa de la Mosquitia, en Tierra Firme, y no pocos optaron por volver a Londres.   AGCA A, I, 60, Leg. 126: Don Francisco de Moncada informa haber visto piratas en las costas de Roatan. 108   Kupperman Karen, 1995, p. 316. 109   Jaime Incer y Marcela Sevilla, 2002, p. 86. 107

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Los numerosos esclavos africanos llevados a la isla por los ingleses para el cultivo de la caña y del tabaco fueron transportados como botín de guerra y llevados a los mercados de Panamá, donde alcanzaron un precio de 13 025 pesos de a ocho.110 El capitán Pimienta, con el fin de evitar que los ingleses regresaran, decidió dejar en la isla una pequeña guarnición, de unos 150 hombres, entre artilleros y soldados de infantería, al mando de don Jerónimo de Ojeda. En Real Cédula, el rey reconoció el trabajo de Pimienta, concediéndole el título de Caballero de la Orden de Santiago y ordenando a la Audiencia de Panamá pagar los gastos de la expedición. El éxodo de los habitantes de la isla de Providencia, ahora llamada Santa Catalina, paradójicamente se convirtió en un elemento clave en el fortalecimiento de la presencia inglesa en el Caribe, ya que obligó a los ingleses a dispersarse y entrar en contacto con otras sociedades antiespañolas, como fue el caso de los zambos-misquitos. El duro golpe que representó la pérdida de la isla Providencia pronto fue vengado desde las islas Bermudas. Una renovada flota, al mando de William Jackson, bajo la bandera de la Providence Island Company y con nuevos aliados, provenientes de las islas de la Bahía y Tierra Firme, puso rumbo al lago de Maracaibo, donde arribó en la víspera de la Navidad de 1642.111 Contó con once naves de diferente tipo y una tripulación formada por unos mil hombres de distintas nacionalidades.112 El capitán Jackson no encontró gran resistencia al llegar a Maracaibo, ya que la mayor parte de sus vecinos huyeron hacia las montañas; además, la ciudad no contaba con sistemas defensivos ni con un cuerpo de guardia capaz de rechazarles. Los ingleses estuvieron hasta el mes de febrero, torturando y capturando durante ese tiempo a varios vecinos con el fin de cobrar rescate por ellos. Cuando no hubo nada más que obtener, los ingleses se marcharon, poniendo rumbo al puerto de la ciudad de Gibraltar, que estaba en reconstrucción por haber sido asaltada el año anterior, y luego a la Guaira, donde se vieron intimidados por las defensas del puerto. De regreso a las Bermudas, llegaron a sus oídos rumores de que en el Puerto de Trujillo existía gran cantidad de plata a la espera de una nao española que la llevara a Sevilla. A finales de julio de 1643, William Jackson decidió regresar a Trujillo, puerto que no conocía, contando en esta ocasión con el apoyo de muchos zambos misquitos como socios de la empresa. El ataque a Trujillo, según los testigos, no fue un ejercicio más de piratería, como sí lo fue Maracaibo meses atrás. En esta ocasión, según los declarantes, los ingleses tenían otros planes, que de ser alcanzados hubieran supuesto un golpe mortal a la Corona española. Los detalles del ataque los conocemos gracias al extenso documento producido por los testimonios de los prisioneros y vecinos de Trujillo, por ejemplo, gracias al informe presentado por don Melchor Alonso Tamay, donde se señaló, una vez más, la importancia de la necesidad de fortificar el puerto y el peligro que representaba para todo el Reino de Guatemala la consolidación de la Mosquitia como identidad política y, lo que era aun peor, su asociación con los ingleses.   AGI, Panama 35, n. 52 f. 2, Informe del capitán Pimienta de la toma de Santa Catalina.   Kupperman Karen, 1995, p. 313. 112   AGI, Guatemala n. 40-76, 44 a. 110 111

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A lo anterior, debemos añadir que, a pesar de los esfuerzos por integrar en el sistema colonial a las poblaciones de las montañas, muchas de ellas continuaban siendo ambiguas, apoyando muchas veces las incursiones misquitas y, en otras ocasiones, evitando su ingreso a suelo español. Esta situación provocó la quiebra de muchas haciendas colindantes y el abandono de áreas de cultivo, especialmente en la zona de Trujillo. El peligro misquito, junto con una nueva crisis minera, había provocado un éxodo de vecinos y una rápida decadencia del puerto, que lo convirtió en una villa con poco más de veintiocho españoles y un puñado de mulatos y negros libres.113 Las casas, construidas con paredes de tapia y techos de paja, al igual que la iglesia y el convento de San Francisco, sufrían las inclemencias del clima, sin recursos para su mantenimiento. Mientras tanto, el escaso excedente de la producción, así como los obrajes y los minerales producidos en la provincia, encontraron en la ranchería de Río Tinto, a pocos kilómetros de Trujillo, un mejor mercado que el ofrecido por los españoles. La ruta hacia el Rio Tinto, o Blackriver como se llegará a conocer, fue un tortuoso camino sin más peligros que los característicos de la selva, mientras que las rutas coloniales estuvieron plagadas de ellos, lo que encareció las mercaderías, convirtiéndolas en no competitivas. Por otro lado, la frenética actividad comercial de Blackriver contrastaba con la indolente actividad del puerto de Trujillo, que volvía a la vida cuando arribaba alguna flota mercante, aunque esto sucedía cada vez con menor frecuencia. El desarrollo de la ranchería de Blackriver como punto de comercio fue parte de las políticas de paz puestas en marcha con el fin de frenar la influencia inglesa en la zona. Si el Río Tinto pertenecía a esa «frontera» para las autoridades coloniales, Blackriver era para los misquitos uno de sus principales enclaves, ya que controlaba la penetración al territorio desde las vías fluviales del río Tinto y sus conexiones con los ríos Plátano, Patuca y Aguan. A su vez, controlaba la laguna de Guaymoreto y las conexiones con las islas de la Bahía, en especial el comercio de resina para la reparación de los barcos. Dentro de este complejo contexto debemos entender las consecuencias del desmedido ataque zambo-misquito-inglés al puerto de Trujillo, un mortal golpe al sistema colonial y un hecho que consolidó al reino de la Mosquitia y especialmente a la ranchería del río Tinto. La primera declaración recogida fue la de don Juan Antonio de la Barrera.114 En ella, según el declarante, en la madrugada del 20 de julio se vieron en el cielo de la vigía de la Punta Castilla unas centellas que volaban por los aires, a las que los vigías no dieron importancia alguna, al pensar que se trataría de alguna ceremonia indígena o del fuego con el que sus compañeros solían espantar a unas sabandijas llamadas cocuyos, hasta que las primeras luces del amanecer dejaron ver la silueta de una armada compuesta de once bajeles y cinco lanchas, que ya habían tomado posición en la bahía y se disponían a desembarcar en la playa. El caos se apoderó de la ciudad, corriendo algunos vecinos a refugiarse en la iglesia de San Francisco, mientras otros se dirigieron hacia la protección de la selva cercana. Según el declarante, se trataba de cerca de mil doscientos hombres, muchos de ellos veteranos del pa  Ibidem, f. 16.   AGI, Guatemala 44, 1-539, Declaración detallada de la toma de Trujillo.

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sado asalto a Maracaibo.115 Los enemigos tomaron rápidamente la ciudad. Persiguieron a la gente por los montes, llegando hasta el convento de San Francisco y entrando a la iglesia de la Piedad, para poco después tomar poco después rumbo a los barrios de Triana y Barranca. Según varios testigos, la armada enemiga estaba capitaneada por un barco de quinientas toneladas y unos veintiocho cañones de hierro, seguido de otra embarcación grande, la Almiranta, de unas trescientas toneladas de peso y unas veintiocho piezas de hierro, otras cuatro naos (de doscientos toneladas de peso con veinte cañones) y otras diez de diferentes tipos, entre pataches,116 lanchas y pinazas.117 Algunas se quedaron en la bahía y otras llegaron hasta el puerto. Muy rápidamente, unos ochocientos hombres tomaron la playa. Trescientos de ellos marcharon hacia el convento de San Francisco y cien quedaron en el camino del valle. Otros cien más entraron por la barranca de Juliana de León y otros trescientos entraron sin dificultad por las maltrechas murallas. Allí encontraron a la mayoría de vecinos, entre ellos el gobernador y cuarenta y un hombres mal armados, quienes componían la fuerza militar de la ciudad. El sargento mayor Gaspar Soltier Argujo intentó frenar al enemigo con un puñado de hombres; colocó a ocho hombres en la cortina de San Felipe, cuatro en la puerta de la ciudad, cuatro en el camino del Río Grande y otros cuatro más en el camino del matadero, logrando con ellos retener al enemigo el tiempo justo como para que pudieran escapar el gobernador, los vecinos y el resto de la fuerza al asedio, marchando hacia el monte y llegando a las estancias del capitán Hernando Larco. Aquí intentaron hacerse fuertes, aunque el enemigo los seguía tan de cerca que apenas lograron escapar unos cuantos, entre ellos el gobernador.118 Poco después del mediodía, Juan Antonio de la Barrera, el declarante, dijo que se introdujo en la ciudad en busca de comida. Al encontrarse con los enemigos se escondió en un limonar, donde pasó la noche. A la mañana siguiente lo encontraron los ingleses. Para que no le mataran se hizo el cojo, alegando que un negro esclavo lo había abandonado. Allí fue tomado como prisionero y llevado a la capitana, donde fue interrogado acerca del paradero del gobernador y el lugar donde escondían la plata. Supo entonces el declarante que la verdadera intención de los ingleses era apoderarse de la plaza, para que una vez fortificada sirviera de base a una intervención muy ambiciosa: tomar la ciudad de Guatemala. Según entendió Juan Antonio,119 los ingleses contaban con un gran número de aliados zambos-misquitos y muchos otros hombres, repartidos entre las islas que ellos controlaban. Dijo haber entendido:

  Jackson había asaltado Maracaibo en la Navidad de 1642.   Pataches, embarcación de poco calado con dos palos, muy ligera, una mezcla entre bergantín y goleta, muy utilizada por los españoles en la vigilancia de los puertos. 117   Es una embarcación con remos o velas muy rápida, utilizada en el tráfico de cabotaje. Fue muy empleada por los ingleses desde el siglo xvi, ya que es muy maniobrable y puede huir en caso necesario. 118   Varios testigos declaran que fueron entre seiscientos y ochocientos los hombres que desembarcaron, quedando otros tantos en el resguardo de los barcos, entre ellos muchos zambos de río Tinto. 119   AGI, Guatemala 44 f. 4. 115 116

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Para entrarle a la ciudad de Goatemala pues «tenían cantidad de gente en san Xtóbal pues desian tenia (de la) isla cantidad de diez y ocho mil hombres y en la barvada mas de diez mil sin mucha otra cantidad de gente que tienen otras muchas yslas que tienen pobladas [...]».

Pero parecía que los oidores de la Audiencia no estaban lo suficientemente impresionados por lo que decía el declarante. En consecuencia, éste añadió que los ingleses iban a traer cal y piedra para fortificar el puerto y poder lanzar a «quinientos o mil hombres»120 a tomar Olancho y otros pocos a tomar Comayagua. Cierto o no lo dicho por el declarante, la presencia inglesa en las islas del Golfo, cada vez mayor en las costas caribeñas, preocupaban muchísimo a las autoridades centroamericanas, que eran conscientes del alto costo que implicaría tener una red de fortificaciones, su mantenimiento y el avituallamiento para los soldados. Fue aún más inquietante la declaración de Juan Soldado, apodado Cabeza de Vaca, que fue atrapado y retenido como prisionero durante casi veinte seis días en la isla de Roatán. A la pregunta sobre las intenciones de los enemigos, Juan respondió que había escuchado que tenían la intención de venir en marzo porque contaban con información de que Guatemala estaba desprotegida y era muy rica. No podemos saber si en realidad los ingleses tenían verdadera información sobre la logística de Guatemala. Lo que sí podemos decir es que contaban con aliados que conocían las rutas de acceso al interior de la provincia, muchos de ellos cimarrones que habían trabajado como porteadores y esclavos personales, además de los numerosos nativos, simpatizantes de los ingleses. Según la declaración de otro compañero de Cabeza de Vaca, varios indios y negros que vivían en la costa habían ayudado a los ingleses en más de una ocasión. Además, supo el declarante que tenían la intención de traer mujeres a Trujillo. Aseguró el declarante haber visto que el enemigo contaba con planos e información de las distancias en leguas, las poblaciones, los ríos121 y los caminos que hay desde Guatemala hasta Trujillo y desde Guatemala hasta San Pedro Sula: […] Oyó decir que ellos no caben ya en Inglaterra y se les fuerza a buscar donde huir y que ese era su propósito huir a Trujillo[…]

Continuando con su declaración, Juan Soldado aseguró que seiscientos hombres, poco más o menos, salían todos los días a recorrer los montes en busca del gobernador y de paso a secuestrar a todos los que podían con el fin de pedir rescate. Bajo juramento, el capitán Francisco Sánchez de Riera declaró que estuvo en compañía del gobernador, el sargento mayor, el hijo de éste y el alférez mayor de Olancho, cuando huyeron por los montes; además, dijo que el gobernador deseaba enviar aviso al presidente de San Pedro Sula. Declaró también haber oído que el enemigo había ofrecido una recompensa de mil ducados por la entrega del gobernador. Estando en la estancia del capitán Hernando Larco, llegó la noticia de que el enemigo había subido por el río   Ibidem, f. 18.   AGI, Guatemala, 44A, n., ff. 40 y 23.

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Grande y les cercó, aunque de nuevo el gobernador escapó con el sargento mayor, el hijo de éste y un mulato esclavo. Su prioridad era dar aviso al presidente de Olancho para que reuniera una fuerza y bajara a Trujillo con gente e indios flecheros. El gobernador capitán general de Guatemala quería saber más sobre lo sucedido en Trujillo, por lo que envió en septiembre de ese mismo año al sargento mayor Gaspar Solier de Argujo para solicitar más declaraciones sobre el asunto al alcalde ordinario de Trujillo, Andrés Zúñiga Calderón, que estaba en Comayagua. Primero se llamó a declarar a Roque de Vargas, vecino de esta ciudad, quien dijo que el veinte de julio amanecieron en las aguas de la bahía diecisiete velas, entre grandes y chicas, con unos mil ochocientos hombres, añadiendo que rápidamente los ingleses tomaron la ciudad, desde el convento de San Francisco hasta el camino del Valle. Al ser capturado, los capitanes le preguntaron por la gente armada que había en Guatemala. Además, entendió que en San Cristóbal los ingleses tenían unos dos mil hombres, bastimentos, armas y municiones.122 El 30 de septiembre, Andrés de Martín Zúñiga, vecino y alcalde de Trujillo, prestó declaración en la ciudad de Comayagua. Una copia fue enviada a Guatemala. Además de confirmar la fecha del ataque y aproximarse al número de ingleses dado por otros declarantes, dijo haber aconsejado al gobernador huir al monte. En vista de que los enemigos habían tomado la ciudad, huyeron juntos hacia el monte con un grupo de vecinos, llegando hasta la estancia de doña Isabel de Ortiz, madre del vicario. Estando allí descansando, fueron apresados, amarrados y llevados al pueblo por una patrulla de ingleses. Por su parte, el gobernador logró escapar. La señora Ortiz le aseguró a este declarante que ella había visto los talegos llenos de plata labrada que el contador le había dejado al gobernador y que, según ella, servían para pagar a los soldados.123 Una vez en el pueblo, Andrés de Martín Zúñiga fue llevado a la Capitana para ser interrogado por el capitán enemigo,124 quien les dijo que estaban informados de que el gobernador y el contador real estaban esperando las naos de Castilla. Quería saber dónde estaba escondida la plata que el contador había traído para despachar, pero el declarante dijo no saber nada. Solo sabía que el contador había regresado a Comayagua, y que el gobernador estaba por el monte. Los ingleses tenían poca paciencia. Ya habían torturado hasta la muerte a varios prisioneros, pero no habían logrado sacar ninguna información sobre la supuesta plata del gobernador. En todo caso, no se les ocurrió preguntarle a la anciana Isabel Ortiz sobre dicho tesoro. Al considerarla un estorbo la dejaron en tierra, ya que al barco sólo subieron a las mujeres jóvenes, a las españolas, a las negras, a las mulatas y a algunas indias.125 El capitán volvió a preguntar sobre Guatemala126 y el testigo respondió que no sabía nada, tan solo que estaba a unas ochocientas leguas de camino. Se le preguntó a Juan Anto  AGI, Guatemala, 44a, n. 40, ff. 39-41.   Ibidem, f. 9. 124   Ibidem, f. 67. 125   AGI, Guatemala, 44a, n, 40, f. 2. 126   Idem. 122 123

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nio si había escuchado el nombre del capitán enemigo. Dijo no acordarse, pero afirmó que fue él mismo quien había tomado la tinta en el desaguadero del lago de Nicaragua, según comunicó uno de los irlandeses. Otros le confirmaron que no se trataba del gobernador de la isla de Santa Catalina, a quien echó el general Pimienta, porque de haberlo sido lo hubieran reconocido los vecinos, por haber estado en Trujillo tan sólo cuatro años atrás. Dijo que estos ingleses venían de las islas de las Bermudas y muchos de ellos desde Inglaterra. Muchos de los declarantes afirmaron escuchar los planes que tenía el enemigo de tomar la ciudad de Cartagena. Aunque la idea suene un poco descabellada, lo cierto es que, según Antonio de la Barrera,127 algunos de los irlandeses prisioneros en la Capitana habían visto la armada lista para zarpar en la bahía del Tajo, en Lisboa. Así lo contó: Que entendio que en Lisboa había una Armada de do-cientas velas grandes y pequeñas de tres naciones ingleses, holandeses y franceses y que estaba a espera. Sin declararse la determinación mas de que por Mayor se entendía era para tomar Cartagena y Santo Domingo y replicándoles este declarante Que Cartagena era muy fuete le digo que querían Echar dos mil hombres por el ríó grande de la magdalena a la Barranza para impedirles el socorro del nuevo Reino[...]

Según justificaron los ingleses, la toma de Cartagena respondía al agravio hecho a un conde portugués embajador en dicha ciudad que había sido encarcelado injustamente. Así lo contó el capitán Jhoan Francisco Pérez: 128 Como un conde de Portugal sea Había ido de Cartagena donde estaba preso En compañía de Diego el Mulato a Portugal Y traer una armada para coger Cartagena Y esto lo dijo a los dichos ingleses y portugueses [...].

Para asombro del escribano se presentaron dos testigos muy particulares. Se trataba de dos irlandeses que habían aprovechado el caos del desembarco en Trujillo para huir. Habían sido capturados meses antes cuando pescaban tortugas en aguas cercanas a Montserrat. Como católicos juraron y volvieron a confirmar las intenciones de los ingleses de ir a Guatemala, aunque, según anota el escribano, si bien los testigos no hablaban correctamente el castellano lo hacían lo suficientemente bien como para poder entender lo que decían. Juan y Diego ratificaron que los ingleses contaban con muchos hombres, hasta veinte mil en las islas que controlaban.129 Según el capitán enemigo, le sería más fácil a él reclutar un ejército que al rey de España, ya que no tendría que pagar salarios ni avituallamiento a los soldados, pues la posibilidad del simple pillaje en la rica ciudad de Guatemala era suficiente reclamo para ellos. Según las declaraciones de los irlandeses, en la isla de San Cristóbal y las Barbudas los ingleses tenían navíos y gente como para reunir a ocho mil hombres.130 Afirmaban   Ibidem, f. 10.   Ibidem, f. 12. 129   Ibidem, f. 71. 130   Ibidem, f. 72. 127 128

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que los ingleses pensaban en dejar dos mil al cuidado de los barcos y marchar con el resto a tomar Guatemala. Las declaraciones de los que fueron prisioneros coinciden en el número de hombres y en las intenciones del enemigo. Los testigos confirman el origen inglés del capitán y de la plurinacionalidad de los marineros. Sobre todo hacen hincapié en los irlandeses católicos y en los portugueses, que describen como agresivos y ambiciosos. La salida de los ingleses de Trujillo no ha sido claramente recogida en los testimonios de los prisioneros. Parece ser que una vez abandonado el puerto por los vecinos, los ingleses se fueron poco a poco retirando, al no encontrar ni la plata ni los demás productos, que suponían estaban a la espera de la embarcación española que los llevaría a Portobelo. Un testigo131 contó la siguiente anécdota: Lo primero salió deste puerto el general desta armada Con su capitana y almiranta y otros quatro bajels Puerta afuera en seguimiento de dos velas que se avian visto sobre la punta de Castilla en veinte y nueve. Del dicho mes de julio pasado [...].

Los ingleses salieron en persecución de una pataque comercial que venía de Veracruz. Rápidamente, el capitán Williams Jackson salió a capturarle con una parte de su flota, pero como hemos sabido por otro declarante, la embarcación española logró escapar de los ingleses gracias a una fuerte tormenta tropical que hizo que la perdieran de vista. A la mañana siguiente, los ingleses, llevándose consigo a unos treinta rehenes, entre españoles, mujeres, mulatos, negros y algunos indios, todos ellos capturados en el monte, fueron en busca de la pataque, dejando en tierra a más de cuatrocientos hombres y al resto de la armada bajo el mando de un sargento mayor. En otro testimonio132 se recoge el hecho de la siguiente manera: Después de nueve días que el dicho enemigo estuvo en el puerto de Trujillo biendo benirun pataque asomo por la punta de Castilla rreconociendo la harmada tiro la punta para affuera y le salieron sigviendo quatro enbarcaciones que son las que vinieron a el golfo y con un temporal que les dio de un suerte y oscuridad de un grande aguacero perdieron de vista las dichas naos o patache y se volvieron al puerto y otro día siguiente entendiendoser las naos que benían de España se apresto la capitana del enemigo con otras tres naos y dos fragatas y una pisana y se binieron para Amatique quedando Lo rrestante de la harmada en Truxillo [...]

La mencionada embarcación logró llegar al Puerto de Santo Tomas de Castilla, donde permaneció unos pocos días, antes de ser atrapada por los ingleses, quienes la andaban rastreando. Esto lo conocemos gracias a lo declarado por el capitán Joan de Berasa, gobernador del Puerto de Santo Tomás de Castilla. Dijo el capitán que, encontrándose junto con otros vecinos en las bodegas, recibieron noticias de que unas velas venían hacia el puerto, optando todos por refugiarse en la fragata, que estaba anclada en la Ensenada de Frailes a unas cuatro leguas de las mencionadas bodegas.   Ibidem, ff. 2 y 3.   Ibidem, ff. 10 y 11.

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Los ingleses, tras vaciar las bodegas, partieron en busca de la fragata, donde según el declarante se encontraban a bordo unas trece personas. Con dos lanchas y unos cuarenta individuos, los enemigos se hicieron con la embarcación. Llegaron a poco más de dos horas otras dos lanchas y una pataque con ciento ochenta hombres a bordo, entre los que se encontraban el capitán de la Hermandad William Jackson. Siguiendo la declaración del gobernador del puerto, los enemigos se llevaron una fragata hacia la punta de Babadique, donde estaba anclada la Capitana, descrita por los testigos como de quinientas toneladas. Junto a ella habían dos fragatas y unas cuantas pisanas. Todas zarparon hacia Roatán. A la mañana siguiente, el capitán recibió la visita de una lancha procedente de Trujillo. Fue informado que los hombres estaban regresando de Trujillo. Alegó que «había mucha enfermedad.»133 Parece ser que la ocupación inglesa de Trujillo acabó siendo un simple acto de pillaje pirata, y que la idea de tomar Guatemala sólo fue una manera de llamar la atención de las autoridades y de sembrar el terror entre los prisioneros. Muchos historiadores han querido ver en el asalto a Trujillo una especie de venganza por la pérdida de la isla de la Providencia. Lo que sí podemos afirmar es que para España fue la demostración del poderío y la capacidad del enemigo. A pesar de que la Corona plantó cara a los ingleses, estos se hacían cada vez más fuertes, llegando a convertirse en otro actor más en el espacio colonial centroamericano. El hecho que confirmó la presencia inglesa en la zona fue la toma de Jamaica en 1655. Desde entonces, las pequeñas colonias inglesas en Tierra Firme y en las islas contaron con todo lo necesario, desde protección y abastecimientos, hasta lo más importante, un mercado para la salida de sus productos. Para los centroamericanos, el abandono del puerto de Trujillo134 fue un duro golpe económico, a pesar de que la Audiencia de Guatemala, bajo la dirección del marqués de Lorenzanas, y después de conocer lo sucedido, aprobase en junta de guerra crear una compañía con unos cien hombres, que estarían atrincherados en el Golfo Dulce, para asistir, entre los meses de abril o mayo hasta septiembre «que es cuando esta costa es navegable», a las flotas comerciales que hacían la ruta hacia Veracruz y Portovelo. La propuesta fue aceptada por todos los miembros, decidiendo que un nuevo impuesto serviría para pagar los gastos, liberando así del costo a la más que arruinada Caja Real.135 Se acordó proporcionar unos 30 arcabuces, 20 chuzos nuevos y unas 20 lanchas al capitán don Diego de Colindríes. A pesar de la voluntad de la Audiencia de Guatemala, fue imposible cumplir con lo prometido, más aún desde que la Corona iniciara un melancólico abandono de la región, condenándola a un periodo de precariedad. A esto hay que añadir una serie de desgracias protagonizadas por plagas, epidemias, hambre y escasez de alimentos.136 Las actividades de pillaje de los ingleses continuaron, a pesar de que se les expulsara de la isla de Roatán. Ya sus asentamientos en el Istmo eran una realidad. Colonias como   Ibidem, ff. 73 y 74.   Elizet Payne, 2007, p. 85. 135   AGI, Guatemala 44ª, n, 40, f. 80. 136   Véase Héctor Pérez, 2000. 133 134

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Río Tinto o Gracias a Dios eran conocidas por los españoles, quienes no realizaron grandes esfuerzos por eliminarlas. Por otro lado, las comunidades zambas en la Mosquitia, aprovechando la escasa intervención de las autoridades españolas, habían iniciado un crecimiento importante, fortaleciéndose a todos los niveles. Su economía, basada en el trueque de productos silvestres, la pesca y el contrabando con las comunidades del interior y del mar, era fluida y necesaria para abastecer de productos básicos a las numerosas comunidades. La explotación de maderas nobles fue otra de las actividades económicas rentables para los ingleses establecidos en la costa. La situación mejoró con la toma de Jamaica. Desde este momento, los productos de los asentamientos encontraron un mercado y una vía directa hacia Londres.

Constitución del reino de la Mosquitia, con las diferentes zonas bajo control de los diferentes grupos zambos; entre ellos están: A: Grupos Zambo -Jicaque - Tawahca; B: Zambo -Paya; C: Zambo -Misquitos; D: Zambo -Panamahca; E: Grupos de lengua náhuatl; F: Zona bajo control de rancherías zambo Parrasta y poblaciones Matagalpa; G: Zambos Ulua; H: Pueblos Cucra; I: Zambo -Rama. Mapa elaborado a partir de la propuesta de la Dra. Ibarra contenida en su tesis y de la información de los documentos de ANHH, Caja Nº 125, Legajo 3200-3210: Informe de los franciscanos en su viaje por las Tierras de Frontera.

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El estudio de la presencia africana en Centroamérica es un intenso y maravilloso ejercicio de investigación documental que lleva al investigador a descubrir otra forma de entender el pasado colonial y, especialmente, le ayuda a concebir los orígenes de la rica diversidad cultural presente en un espacio tan pequeño como es el istmo centroamericano. Basta con revisar algún documento para que el rastro africano surja como elemento clave en los diferentes espacios coloniales. Por ello, no podemos negar su importancia. A pesar de los numerosos esfuerzos por diluir su aportación, su profunda huella se hunde más allá de 1797. La ausencia negra en la historia colonial hondureña también responde a la lectura, a veces errónea, de las relaciones entre los diferentes grupos «étnicos» existentes que interactuaron en los distintos espacios sociales y productivos. Al igual que en épocas sucesivas, la debilidad demográfica europea en la región durante el siglo xvi naturalizó el mestizaje, haciendo de los afrodescendientes la base de la recuperación demográfica de una región tan castigada con las miserias del «contacto». Un elemento clave en la consolidación de los asentamientos castellanos fue la presencia de africanos como parte de las mesnadas o como esclavos domésticos. Además, fue un elemento clave para la recuperación demográfica de la zona. Sin ellos, la arriesgada empresa de conquista hubiera sido casi imposible. La figura de estos esclavos, conocidos como «negros auxiliares o conquistadores», representó uno de los mecanismos de dominación más importantes utilizados por los españoles en suelo centroamericano.1 Dichas funciones hicieron que los esclavizados africanos ocuparan un lugar intermedio entre los conquistadores y los indígenas, abriendo con ello espacios de integración muy particulares dentro del agresivo mundo colonial. La gran capacidad de adaptación y reacción que tuvieron estos individuos los hizo aprovechar las coyunturas que se presentaron en el mundo colonial y, de manera especial, en el minero, un espacio descrito por muchas fuentes como violento y confuso. Es más que probable que estos procesos de inclusión, tan anticipados, sean otra de las causas de las escasas referencias a los africanos en la historia colonial. Por otra parte, la asignación del esclavo africano como elemento clave en los nuevos modelos de producción importados desde Europa hacia América ha empañado el importante papel desarrollado por ellos como actores principales del devenir histórico en la zona centroamericana. Fue en ese universo colonial donde algunos esclavizados africanos y negros ladinos lograron integrarse en los diferentes resquicios que la nueva sociedad les brindó, sin olvidar que muchos otros prefirieron huir, estableciendo poblados que tuvieron un papel clave en el singular mundo colonial.   Véase Restall, 2005.

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Estos procesos de integración y lucha, acontecidos durante el primer siglo de ocupación española, ayudaron en buena parte a visibilizarles. En realidad, no solo estuvieron presentes como mercadería, sino también como agentes de su propio destino. Si los lavaderos de oro representaron un mundo hostil para los africanos esclavizados, la nueva etapa minera abrió un universo de posibilidades. La presencia de técnicas avanzadas y de numerosos esclavos, financiados por la corona, demuestran una clara apuesta de la Corona por aquel incógnito lugar bautizado como Los Confines. La puesta en marcha de las áreas mineras de Guasucarán y de San Lorenzo dio un rumbo inesperado a la situación de cientos de cimarrones, quienes hasta el momento vivían fuera del sistema. Fue en este espacio donde los africanos y sus descendientes lograron ocupar espacios claves en los procesos de producción, muy por encima de los indígenas y mestizos. Así fue la integración de los asentamientos de cimarrones, que normalizaron así sus situaciones jurídicas. Nuevamente fueron los mismos problemas de antaño los que colapsaron la producción minera: corrupción, favoritismos y enfrentamientos entre los diferentes grupos mineros, que abrió una brecha entre ellos y llevó a la quiebra a ricas áreas mineras. Como era de prever, los afrodescendientes continuaron con su proceso de integración, a pesar de la crisis minera. Lo lograron gracias a la diversificación de sus trabajos y a su capacidad de negociación y comercio. A principios del siglo xvi, bajo el paraguas colonial, existía una gran cantidad de comunidades, abiertamente pluriculturales, unidas entre ellas por medio de pactos, no exentos de violencia, que iban mutando según los intereses de sus cambiantes jefes. Otro tanto ocurrió de manera similar en otros espacios, como la vertiente pacifica, donde comunidades precolombinas abiertas a las influencias se fueron africanizando, en un proceso cíclico que fue ganando intensidad, a medida que la influencia de los afrodescendientes se iba extendiendo en los espacios políticos y económicos. Menos perjudicados por el vaivén de la minería, los habitantes de la Taguzgalpa vivieron su propio proceso de colonización. Las poblaciones existentes tuvieron que compartir recursos y espacios con los huidos del orden colonial, entre ellos los africanos, quienes traían consigo un complejo y rico bagaje cultural y lingüístico que hizo mella en los procesos de integración vividos en el Atlántico, donde la gran mayoría de la población consistía en mujeres y niños. Esta coyuntura fue aprovechada por los cimarrones para liderar las comunidades. Lo mismo hicieron aquellos que establecieron rancherías en la periferia y los que se quedaron en las reducciones. El resultado fue un fuerte mestizaje, caracterizado por el componente afro, que se ganó el gentilicio de zambos. Los difíciles equilibrios y las débiles alianzas, siempre expuestas a episodios de traición, fueron delimitando áreas de influencia y con ello la territorialidad y la identidad. Una vez conseguido el reconocimiento de las autoridades reales mediante pactos, muchas de estas comunidades zambas, establecidas en lo que se denominó la «línea de frontera», se posicionaron en el negocio del contrabando y funcionaron como puertos bisagra. Esta situación estratégica les dio un gran poder basado en la capacidad de decidir si dejaban pasar o no el contrabando desde y hacia el Caribe.

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El acomodo de estas poblaciones en el negocio del contrabando abrió un abanico de posibilidades a los habitantes de las llanuras atlánticas. El contrabando se volvió el motor de la economía de los zambos y de los españoles de las tierras altas. Con todo, no será sino hasta entrado el siglo xvii cuando los colonos intenten explorar y controlar el territorio de la Taguzgalpa, aunque en vano. Las poblaciones, antañas rancherías, habían evolucionado hasta crear identidades afines pero diferentes entre sí. Se llegaron a conformar doce comunidades. Con el denominador zambo en común se habían hecho fuertes en la zona. A favor de estas comunidades zambo-misquitas, una atribulada España no lograba levantar cabeza en términos militares, mientras que sus enemigos iban penetrando con cierta holgura en sus dominios, llegando a establecer pactos comerciales con grupos rebeldes en las islas y poco tiempo después en tierra firme. Estos cambios agrietaron la hegemonía de España en el Istmo. Las reglas del juego cambiaron en favor de una presencia pluricultural jamás reconocida por España, quien prefirió mirar hacia otro lado, mientras se gestaba en su vientre un reino afro amerindio, con aliados tan peligrosos como lo eran los ingleses, los franceses y los holandeses. Por si fuese poco, la coyuntura económica colonial tampoco favoreció a los ahogados mineros. Si por un lado la ausencia de suministros era una constante, las escasas veces que arribaban barcos peninsulares traían mercancías a precios impagables. La falta de infraestructuras y la inseguridad de los caminos encarecían cualquier producto y no lo hacían competitivo, frente al mismo producto venido de otros espacios coloniales. La solución, una vez más, fue recurrir al contrabando, tanto para vender como para adquirir cualquier mercadería. El abandono momentáneo de la producción minera, reflejada en las cuentas reales, no fue más que una señal de que la plata producida había encontrado otras vías. Para 1640 las redes de contrabando zambas estaban a pleno rendimiento, con una fuerte jerarquía, encabezada por los zambos-misquitos de la costa. La alianza de los diferentes grupos dio como resultado la creación de un reino financiado gracias al contrabando y a las incursiones en las tierras coloniales. Además, contó con importantes socios, aliados y súbditos, más allá de las tierras de la Taguzgalpa. La fragmentación del Istmo en dos reinos claramente definidos nunca fue reconocida por España, pero sí por otras monarquías, que se apresuraron a presentar respetos a los monarcas zambos e, incluso, a establecer embajadas y fundar casas comerciales. La Mosquitia, impelida por el contrabando y sus alianzas, fue un verdadero dolor de cabeza para las colonias españolas. Los zambos misquitos no sólo fueron hábiles contrabandistas, sino también ágiles marineros y fieros guerreros. Sus canoas llegaron a navegar desde Campeche hasta Cartagena de Indias y mantuvieron un intenso comercio con Jamaica y otras islas fuera del control español. Al margen de la discusión sobre si fue o no la provincia de Honduras víctima de su propia riqueza minera, o si su supuesto atraso se debió a un sistemático abandono por parte de la administración real, lo cierto es que la provincia estuvo siempre presente en los planes de la Corona. A lo largo del siglo xvi se invirtió dinero público para financiar esclavos y azogue, incluso se redujeron los impuestos a un diezmo. Sin embargo, los problemas internos y la corrupción colapsaron cualquier posible desarrollo, dejando a

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la provincia en un macilento abandono. Por otro lado, el dinamismo de las poblaciones afrodescendientes dio vida a otros espacios productivos, manteniendo el pulso de la colonia, a la vez que eran protagonistas de otro proceso, iniciado desde el mismo momento de la llegada de los españoles: la génesis de la Mosquitia. A todo ello podemos añadir que, desde un inicio, los zambos y los africanos ocuparon un lugar clave en los mencionados procesos, manejando con mucha destreza las coaliciones, primero entre ellos y poco después con los comerciantes ingleses, quienes vieron a los habitantes de la Taguzgalpa como aliados valiosos y nunca como súbditos británicos. Este hecho quedó reflejado en la imposición de sus intereses frente a los británicos. De esta manera, nació una relación simbiótica que perduró durante siglos. El acercamiento a los orígenes de la Mosquitia abre un importante campo de investigación que puede ayudar en gran medida a entender mejor el contexto histórico centroamericano. Por otro lado, debemos comenzar a considerar este reino como un actor más del Istmo. La incorporación del estudio de la Mosquitia en los estudios coloniales ayudaría en gran medida a eliminar una serie de prejuicios en contra de los habitantes de litoral caribeño y, por otro lado, arrojaría luz a muchos e importantes episodios de la historia colonial local.

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1. Daniela Marino, Huixquilucan. Ley y justiciaen la modernización del espacio rural mexiquense,1856-1910, 2016. 2. Gleydi Sullón Barreto, Extranjeros integrados. Portugueses en la Lima virreinal, 1570-1680, 2016. 3. María Dolores Elizalde y Carmen Yuste (eds.), Redes imperiales. Intercambios, interacciones y representación política entre Nueva España, las Antillas y Filipinas, siglos xviii y xix, 2018.

TIERRA NUEVA Los africanos y sus descendientes fueron elementos claves en la construcción y consolidación de las sociedades coloniales americanas. En concreto, es poco conocido su aporte a la región centroamericana, designada desde principios del siglo xvi como La Audiencia de los Confines. Esta investigación, centrada en las áreas mineras del corazón del Istmo, es un excelente ejemplo de la vitalidad con la que se fueron integrando los africanos esclavizados llevados a la región desde el mismo momento de la conquista. Para ello, se ha apostado por colocarlos como sujetos de su propia historia a partir del análisis de documentos procedentes de importantes archivos históricos para realizar una investigación que visualiza una realidad muy distinta a las célebres historiografías regionales. Los espacios mineros en las tierras altas centroamericanas son un excelente marco donde poder estudiar las dinámicas de integración de los diferentes grupos que participaron en esta actividad, entre ellos los africanos y sus descendientes. Ello importa sobre todo porque la calidad del metal llamó la atención de la Corona, que invirtió importantes recursos en la zona. Además de los aspectos económicos, esta obra aborda otras realidades de suma importancia, como la recuperación de la demografía y las tensas relaciones y conflictos interétnicos que surgieron entre afrodescendientes y colonos a partir de la integración de los asentamientos cimarrones periféricos. Estos conflictos favorecieron, en gran medida, el empoderamiento de los africanos y de sus descendientes en todos los espacios coloniales. Dos de los momentos más importantes de este proceso fueron: por un lado, la reactivación de la minería y, por otro lado, el incipiente fortalecimiento del contrabando en manos de los afrodescendientes. Muchas de estas rutas tuvieron como puntos estratégicos los poblados asentados más allá de la Línea Segoviana. Tal fue el éxito de esta actividad que, a partir de la segunda mitad del siglo xvii, se consolidaron las alianzas dando origen a la Mosquitia, un reino soberano en el corazón del Imperio español.

AFRICANOS EN LOS CONFINES DEL IMPERIO

ESTUDIOS AMERICANOS. Tierra Nueva

RAFAEL OBANDO ANDRADE

EA - tn 4

CSIC

RAFAEL OBANDO ANDRADE

AFRICANOS EN LOS CONFINES DEL IMPERIO Esclavitud, empoderamiento y lucha en la Honduras colonial (1525-1643)

RAFAEL OBANDO ANDRADE

ESTUDIOS AMERICANOS. Tierra Nueva CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

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Profesor de Antropología Social y Cultural de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla). Es licenciado en Historia por la Universidad de Barcelona y máster en Derechos Humanos, Interculturalidad y Desarrollo por la Universidad Pablo de Olavide. En la misma universidad obtuvo una maestría en Desarrollo Local y Cooperación Multilateral y un doctorado en Historia de América, cum laude y premio extraordinario a la mejor tesis doctoral en 2014. Ha sido becario de investigación en la Universidad de Harvard, además de ser investigador activo en varios grupos de investigación I+D+i y miembro fundador de la Red de Estudios Afrocentroamericanos. Entre sus publicaciones destaca su libro De objeto a sujeto, los esclavos ante la legislación y el poder colonial en Centroamérica 1532-1600 (San Salvador, UCA, 2019), así como diversos artículos académicos, orientados a destacar la participación de los afrodescendientes en diferentes espacios centroamericanos, tanto sociales como económicos. Actualmente, investiga sobre la participación de las mujeres africanas en las Indias a partir de la articulación de la sexualidad, la violencia y la magia como mecanismos de resistencia.

1. Daniela Marino, Huixquilucan. Ley y justiciaen la modernización del espacio rural mexiquense,1856-1910, 2016. 2. Gleydi Sullón Barreto, Extranjeros integrados. Portugueses en la Lima virreinal, 1570-1680, 2016. 3. María Dolores Elizalde y Carmen Yuste (eds.), Redes imperiales. Intercambios, interacciones y representación política entre Nueva España, las Antillas y Filipinas, siglos xviii y xix, 2018.

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RAFAEL OBANDO ANDRADE

ESTUDIOS AMERICANOS. Tierra Nueva CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

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Profesor de Antropología Social y Cultural de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla). Es licenciado en Historia por la Universidad de Barcelona y máster en Derechos Humanos, Interculturalidad y Desarrollo por la Universidad Pablo de Olavide. En la misma universidad obtuvo una maestría en Desarrollo Local y Cooperación Multilateral y un doctorado en Historia de América, cum laude y premio extraordinario a la mejor tesis doctoral en 2014. Ha sido becario de investigación en la Universidad de Harvard, además de ser investigador activo en varios grupos de investigación I+D+i y miembro fundador de la Red de Estudios Afrocentroamericanos. Entre sus publicaciones destaca su libro De objeto a sujeto, los esclavos ante la legislación y el poder colonial en Centroamérica 1532-1600 (San Salvador, UCA, 2019), así como diversos artículos académicos, orientados a destacar la participación de los afrodescendientes en diferentes espacios centroamericanos, tanto sociales como económicos. Actualmente, investiga sobre la participación de las mujeres africanas en las Indias a partir de la articulación de la sexualidad, la violencia y la magia como mecanismos de resistencia.