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Spanish Pages 581 [582] Year 2018
El libro refleja también la historia acumulada, otorgando especial protagonismo a la revista Pirineos, fundada en 1945; la colección etnográfica Enrique Balcells; y el Herbario Jaca, uno de los más importantes de España. El bloque más extenso está dedicado a la evolución y el desarrollo científico de las principales líneas de investigación del IPE para, a continuación, describir las infraestructuras y los servicios de que dispone, y la creciente proyección internacional. Otro de los bloques recoge las interesantes perspectivas de los distintos directores del IPE acerca de la evolución de la ciencia y la investigación en el CSIC. Finalmente, la última parte hace balance de la historia del IPE y aborda su proyección, la de un instituto que, si bien ha pasado por cambios de denominación, de sede y de estatus administrativo, siempre ha tratado de aportar bases científicas para la gestión y conservación de los ecosistemas y paisajes terrestres.
DEL PIRINEO AL ESTUDIO DE LAS MONTAÑAS DEL MUNDO
Los autores del libro, investigadores del IPE, muestran, a lo largo de sus más de 500 páginas, la evolución del actual instituto, con sedes en Zaragoza y Jaca, desde una modesta Estación de Estudios Pirenaicos, fundada en esta última localidad en 1942. En su historia, el IPE ha pasado de ser un centro auxiliar de investigación sobre el Pirineo y sus tierras aledañas, sin personal científico propio, a un centro de referencia en los estudios sobre ecología de montaña y cambio global con una plantilla integrada por cerca de cien profesionales, de los que casi dos tercios son investigadores y algo más de un tercio personal de apoyo a la investigación, que actualmente publican más de cien artículos anuales en revistas JCR.
75 Aniversario del Instituto Pirenaico de Ecología |
Este libro forma parte de las actividades que, con motivo de su 75 aniversario, está realizando el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE) a lo largo del año comprendido entre octubre de 2017 y el mismo mes de 2018.
Teodoro Lasanta Martínez (Villamediana de Iregua, La Rioja, 1959) es doctor en Geografía por la Universidad de Zaragoza y profesor de investigación de Organismos Públicos de Investigación, con destino en el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE), del CSIC.
75 Aniversario del Instituto Pirenaico de Ecología (CSIC)
DEL PIRINEO AL ESTUDIO DE LAS MONTAÑAS DEL MUNDO Teodoro Lasanta y Yolanda Pueyo (eds.)
Se incorporó al IPE en 1985 para realizar su tesis doctoral sobre la evolución de la agricultura en el Pirineo aragonés durante el siglo xx y, tras una estancia como investigador posdoctoral en la Universidad de Burdeos (Francia), regresó al IPE, donde ha desarrollado toda su actividad profesional. El objetivo de su carrera científica se centra en el estudio de los cambios de paisaje como consecuencia del cambio global, con especial énfasis en el papel de la gestión humana. Es autor de más de 350 publicaciones en Google Académico, entre las que se incluyen 12 libros y cerca de 100 artículos en revistas internacionales. Yolanda Pueyo (Girona, 1976) es doctora en Biología por la Universidad de Zaragoza y, desde 2017, es directora del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE), del CSIC. Realizó su tesis doctoral, Evaluación de los factores ambientales y del uso antrópico como condicionantes de la conservación de la vegetación del sector central de la depresión del Ebro, en el IPE. Tras varias estancias posdoctorales (en los Países Bajos y Zaragoza), se incorporó al IPE como científica titular en 2009, donde continúa en la actualidad. Sus líneas de investigación se centran en el funcionamiento de los ecosistemas pastorales y de zonas semiáridas desde una perspectiva multidisciplinar. A lo largo de su carrera ha participado en 26 proyectos de investigación (regionales, nacionales e internacionales) y ha publicado 53 artículos y capítulos de libros, 37 de ellos en revistas internacionales.
ISBN: 978-84-00-10399-6
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DEL PIRINEO AL ESTUDIO DE LAS MONTAÑAS DEL MUNDO Teodoro Lasanta y Yolanda Pueyo (eds.)
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Reservados todos los derechos por la legislación en materia de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en manera alguna por medio ya sea electrónico, químico, óptico, informático, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial. Las noticias, los asertos y las opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores. La editorial, por su parte, solo se hace responsable del interés científico de sus publicaciones. Publicación incluida en el programa editorial del suprimido Ministerio de Economía, Industria y Competitividad y editada por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades (de acuerdo con la reestructuración ministerial establecida por Real Decreto 355/2018, de 6 de junio).
Catálogo general de publicaciones oficiales: http://publicacionesoficiales.boe.es Editorial CSIC: http://editorial.csic.es (correo: [email protected])
© CSIC © Teodoro Lasanta y Yolanda Pueyo (eds.), y de cada texto, su autor ISBN: 978-84-00-10399-6 e-ISBN: 978-84-00-10400-9 NIPO: 694-18-001-5 e-NIPO: 694-18-002-0 Depósito Legal: M-33250-2018 Edición a cargo de Caja Alta Edición & Comunicación Impreso en España. Printed in Spain En esta edición se ha utilizado papel ecológico sometido a un proceso de blanqueado ECF, cuya fibra procede de bosques gestionados de forma sostenible.
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Índice Autores..................................................................................... 15 Prólogo..................................................................................... 19 Presentación............................................................................. 23 1. EL IPE: SETENTA Y CINCO AÑOS DE VIDA.......... 29 1.1. La historia institucional: el recorrido del IPE hacia la complejidad y la excelencia. José María García-Ruiz..... 31 1.1.1. Cómo empezó todo: la Estación de Estudios Pirenaicos............. 32 1.1.2. El IEP entre 1948 y 1968............................................................. 36 1.1.3. Un cambio decisivo pero insuficiente en el IEP (1968-1984)...... 40 1.1.4. El CPBE (1963-1984)................................................................... 47 1.1.5. La fusión de los dos centros: el IPE.............................................. 62 1.1.6. El cambio de era: la creación de una nueva sede en Zaragoza..... 68 1.1.7. El IPE desde 1991 hasta la actualidad......................................... 73 1.1.8. Conclusiones................................................................................. 88 Agradecimientos..................................................................................... 90 Bibliografía.............................................................................................. 90
2. LA HISTORIA ACUMULADA....................................... 93 2.1. La revista Pirineos (1945-2017). Teodoro Lasanta Martínez............ 95 2.1.1. La misión inicial de Pirineos (1945-1965)...................................... 96 2.1.2. Pirineos: el camino hacia la especialización científica. La dirección de Enrique Balcells Rocamora (1966-1986)............ 98 2.1.3. Del Pirineo a las montañas del mundo. Pirineos. Revista de Ecología de Montaña (1987-2017)..................................... 104 2.1.4. Evaluación general y perspectivas................................................ 114 Agradecimientos..................................................................................... 118 Bibliografía.............................................................................................. 118
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2.2. La colección etnográfica Enrique Balcells. Juan Pablo Martínez Rica.............................................................. 121 2.2.1. Introducción................................................................................. 121 2.2.2. La formación de la colección....................................................... 123 2.2.3. La visión de Enrique Balcells sobre el desarrollo de la colección etnográfica........................................................... 126 2.2.4. Avatares de la colección. Las décadas de abandono.................... 128 2.2.5. La situación de la colección Balcells en la década de 1990......................................................................................... 132 2.2.6. Una ojeada breve al contenido de la colección Balcells............... 136 Bibliografía.............................................................................................. 138
2.3. El Herbario Jaca y los estudios vinculados a sus colecciones. Daniel Gómez, María Begoña García y Gabriel Montserrat ............... 141 2.3.1. Origen del Herbario Jaca............................................................. 141 2.3.2. Primeras prospecciones florísticas en torno al Herbario Jaca...... 144 2.3.3. El gran impulso del Herbario en la década de 1980................... 144 2.3.4. La informatización del Herbario y los estudios de la década de 1990.................................................................... 145 2.3.5. El Herbario en el siglo xxi........................................................... 148 2.3.6. Red de colaboradores y voluntarios: ciencia ciudadana.............. 150 2.3.7. Donaciones, exsiccatas y adquisición de otros herbarios................ 153 2.3.8. Potencialidades y desafíos para el futuro...................................... 153 Anexo 1. Colecciones del Herbario........................................................ 155 Anexo 2. Plantilla del Herbario.............................................................. 156 Bibliografía.............................................................................................. 157
3. LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN..................................... 163 3.1. Los glaciares cuaternarios y actuales: agentes de la evolución del relieve y ejemplos de los grandes cambios climáticos. José María García Ruiz y Juan Ignacio López Moreno...................... 165 Bibliografía.............................................................................................. 173
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Índice
3.2. Cambios globales durante el Cuaternario en ambientes continentales. Blas Valero Garcés, Penélope González Sampériz, Ana Moreno, Graciela Gil Romera, equipo Paleo-IPE........................ 177 3.2.1. Introducción................................................................................. 177 3.2.2. El inicio de los estudios del Cuaternario en el IPE...................... 179 3.2.3. El registro del pasado en los lagos................................................ 181 3.2.4. Palinología y dinámica de la vegetación y el fuego...................... 183 3.2.5. Espeleotemas y registros en cuevas.............................................. 186 3.2.6. Los retos del futuro cambio global: una perspectiva desde el pasado............................................................................. 187 Bibliografía............................................................................................. 188
3.3. Los estudios climatológicos en el IPE. Sergio M. Vicente Serrano.... 193 Bibliografía............................................................................................. 203
3.4. El estudio de la nieve y su importancia ambiental y socioeconómica. Juan Ignacio López Moreno y José María García Ruiz................................................................ 211 Bibliografía............................................................................................. 217
3.5. Los procesos hidromorfológicos para interpretar la dinámica del paisaje. José María García Ruiz y Estela Nadal Romero.................................................................. 221 Bibliografía............................................................................................. 229
3.6. Estudios sobre ecología edáfica en el IPE. Juan José Jiménez Jaén................................................................. 235 3.6.1. La primera etapa (1960-1990): diversidad edáfica y estudios de suelos ...................................................................... 235 3.6.2. La segunda etapa (1990-2018): estudios de suelos, diversidad edáfica y acumulación de carbono............................. 237 Bibliografía............................................................................................. 240
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3.7. Estudios sobre bosques en el IPE en el contexto de la evolución de la ecología forestal. Jesús Julio Camarero Martínez....................................................... 245 3.7.1. La primera etapa (Jaca, 1970-1990): paisajes, ecosistemas y diversidad .............................................................. 245 3.7.2. La segunda etapa (Zaragoza-Jaca, 1990-actualidad): dinámica y cambio global............................................................ 247 Bibliografía............................................................................................. 251
3.8. Estudios sobre ecología funcional de plantas. Sara Palacio Blasco y Gabriel Montserrat......................................... 255 3.8.1. Antecedentes................................................................................ 255 3.8.2. Líneas de investigación................................................................. 256 3.8.3. Apoyo técnico............................................................................... 265 3.8.4. Consideraciones finales................................................................ 266 Bibliografía............................................................................................. 268
3.9. Investigación y estudio de los pastos. Federico Fillat, Ricardo García González, Daniel Gómez, Concepción L. Alados y Yolanda Pueyo............................................................................ 273 3.9.1. Primera etapa: los inicios de la línea de investigación (1954-1966)........................................................ 273 3.9.2. Segunda etapa: desarrollo de las líneas de pastos y de ganadería extensiva en el CPBE (1966-1987)...................... 275 3.9.3. Tercera etapa: formación y consolidación de la línea «Interacción pasto-herbívoro» (1987-2008)................................. 277 3.9.4. Cuarta etapa: pastoreo y conservación de pastos (1994-2017).... 281 Bibliografía............................................................................................. 288
3.10. Estudio e investigación de los mamíferos y otros vertebrados en el IPE. Ricardo García González.............................................. 297 3.10.1. Los inicios (décadas de 1960 y 1970)......................................... 297 3.10.2. Investigación mastozoológica en las décadas de 1980 y 1990......................................................................................... 298
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Índice
3.10.3. Investigación mastozoológica en las décadas de 2000 y 2010........................................................................... 301 3.10.4. Las colecciones de vertebrados del IPE..................................... 303 Bibliografía............................................................................................. 305
3.11. Cambios de gestión y dinámica del paisaje: una síntesis de los estudios realizados en el IPE. Teodoro Lasanta Martínez............................................................. 311 3.11.1. Introducción............................................................................... 311 3.11.2. Despoblación y marginación productiva.................................... 312 3.11.3. Dinámica del paisaje en relación con los cambios de uso del suelo.......................................................................... 315 3.11.4. Estrategias y modelos de gestión sostenible................................ 318 3.11.5. Perspectivas................................................................................ 321 Bibliografía............................................................................................. 322
3.12. La toxicología ambiental en el IPE. La ecología y la toxicología ambiental aplicadas en la conciliación del desarrollo socioeconómico y la conservación de los ecosistemas. Enrique Navarro................................................. 325 3.12.1. Nacimiento, evolución y objetivos de la línea de investigación.... 327 3.12.2. Principales logros científicos....................................................... 328 3.12.3. Perspectivas de futuro................................................................. 333 Bibliografía............................................................................................. 337
3.13. Restauración ecológica. Francisco A. Comín.............................. 339 3.13.1. Antecedentes.............................................................................. 339 3.13.2. Algunos paradigmas de la restauración ecológica..................... 341 3.13.3. Evolución y actualidad............................................................... 343 3.13.4. La aproximación y experiencia en restauración ecológica en el IPE-CSIC.......................................................................... 345 3.13.5. Perspectivas futuras de la restauración ecológica....................... 346 Bibliografía............................................................................................. 347
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4. INFRAESTRUCTURAS Y SERVICIOS....................... 349 4.1. El Boalar de Jaca y el castillo de Santa Cruciella. Federico Fillat y Alberto Gómez....................................................... 351 4.1.1. Antecedentes y características iniciales. Situación actual............ 351 4.1.2. Características generales y experimentos en la finca................... 353 4.1.3. La historia de El Boalar de Jaca................................................... 356 Bibliografía............................................................................................. 362
4.2. La antigua capilla de la Estación de Estudios Pirenaicos. Juan Pablo Martínez Rica................................................................ 365 4.2.1. Introducción................................................................................. 365 4.2.2. Miguel Fisac................................................................................. 365 4.2.3. La capilla de Nuestra Señora de las Nieves................................. 367 4.2.4. Avatares y destino de la capilla de Nuestra Señora de las Nieves.... 370 Bibliografía............................................................................................. 372
4.3. Las infraestructuras de campo del IPE. David Regüés, Jesús Julio Camarero, Patrick S. Fitze, María Begoña García, Ricardo García González, Teodoro Lasanta, Juan Ignacio López Moreno, Ana Moreno, Estela Nadal Romero, Yolanda Pueyo y Blas L. Valero Garcés..................................................................... 373 4.3.1. Infraestructuras portátiles............................................................. 373 4.3.2. Infraestructuras permanentes....................................................... 376 Agradecimientos..................................................................................... 391
4.4. Los laboratorios y el invernadero del IPE. Ana Moreno, Mercedes García, José Azorín, Penélope González Sampériz, Paz Errea y Melchor Maestro............................................................ 393 4.4.1. Introducción................................................................................. 393 4.4.2. Historia de los laboratorios del IPE............................................. 394 4.4.3. La infraestructura analítica actual en el IPE: análisis habituales y funcionamiento de los laboratorios........................................... 399 4.4.4. Los laboratorios del IPE: retos futuros......................................... 406
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Índice
4.5. La Biblioteca del IPE. Sergio Benítez Moriana y Ricardo García González................................................................ 409 4.5.1. Los orígenes (1942-1966).............................................................. 409 4.5.2. Etapa de convivencia del IEP y del CPBE (1966-1984).............. 411 4.5.3. La Biblioteca del IPE hasta el período digital (1984-2009).......... 413 4.5.4. La época de la digitalización y la Biblioteca Virtual (2008-2018)... 414 Bibliografía ............................................................................................ 416
5. PROYECCIÓN INTERNACIONAL.............................. 417 5.1. La proyección internacional del IPE (1942-2018). Luis Villar y Blas L. Valero Garcés................................................. 419 5.1.1. Introducción................................................................................. 419 5.1.2. Etapa fundacional (1942-1952).................................................... 421 5.1.3. Segunda etapa: el Programa Biológico Internacional y el nuevo centro de investigación en Jaca (1953-1968)............... 424 5.1.4. Tercera etapa: confluencia (1968-1983) y fusión (1983) de los dos centros del CSIC en el actual Instituto........................ 425 5.1.5. Cuarta etapa: una nueva sede en Zaragoza y el despegue de la internacionalización (1992-2000)........................................ 428 5.1.6. Quinta etapa: el nuevo milenio y la consolidación de un centro de investigación internacional (2001-2018)............ 429 Bibliografía............................................................................................. 434
6. LA PERSPECTIVA DE LOS DIRECTORES............... 437 6.1. La perspectiva de Enrique Balcells Rocamora. Juan Pablo Martínez Rica............................................................. 439 Bibliografía............................................................................................. 445
6.2. La perspectiva de Juan Puigdefábregas sobre la evolución del IPE. José María García Ruiz.............................. 447 6.3. La perspectiva de José María García Ruiz................................... 455
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6.4. La perspectiva de Antonio Gómez Sal........................................... 469 6.5. La perspectiva de Juan Pablo Martínez Rica................................ 481 6.6. La perspectiva de Francisco A. Comín.......................................... 489 Bibliografía............................................................................................. 497
6.7. La perspectiva de Blas L. Valero Garcés....................................... 499 6.8. La perspectiva de Yolanda Pueyo sobre la dirección del IPE-CSIC........................................................................... 509
7. EL IPE EN EL SIGLO XXI: BALANCE Y PROYECCIÓN......................................... 517 7.1. El IPE en el siglo xxi: balance y proyección. Yolanda Pueyo....... 519 7.1.1. La trayectoria de la plantilla....................................................... 521 7.1.2. La captación de recursos............................................................. 524 7.1.3. La producción científica entre 2000 y 2017................................ 526 7.1.4. Proyección del IPE y perspectivas futuras.................................... 531
ANEXOS................................................................................ 535 Fotografías........................................................................................ 537 Personal del IEP, del CPBE y del IPE. Relación recopilada por Cecilia Gasca Marín, Teodoro Lasanta Martínez y Javier Zabalza Martínez.................................................................... 555 IEP ......................................................................................................... 555 CPBE ..................................................................................................... 556 IPE ......................................................................................................... 558
Tesis doctorales realizadas en el IPE. Información recopilada por Ariadna Cañaveras, Teodoro Lasanta y Luis Villar............................... 565
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Autores Alados, Concepción L., Dra. en Biología, profesora de investigación del CSIC. IPE-CSIC. Avenida Montañana, 1005. Campus de Aula Dei. Apdo. 13034, 50080-Zaragoza. Correo electrónico: [email protected] Azorín Arrúe, José, técnico especialista en I+D+i. IPE-CSIC. Avenida Nuestra Señora de la Victoria, 8. Apdo. 64, 22700-Jaca (Huesca). Correo electrónico: [email protected] Benítez Moriana, Sergio. Bibliotecario. Unidad de Documentación, Instituto Español de Oceanografía, 28002-Madrid. Correo electrónico: Sergio. [email protected] Camarero Martínez, Jesús Julio. Dr. en Biología, investigador científico del CSIC. IPE-CSIC. Avenida Montañana, 1005. Campus de Aula Dei. Apdo. 13034, 50080-Zaragoza. Correo electrónico: [email protected] Comín Sebastián, Francisco A. Dr. en Biología, profesor de investigación del CSIC. IPE-CSIC. Avenida Montañana, 1005. Campus de Aula Dei. Apdo. 13034, 50080-Zaragoza. Correo electrónico: [email protected] Errea Abad, Mari Paz. Lcda. en Geografía, titulada superior del CSIC. IPE-CSIC. Avenida Montañana, 1005. Campus de Aula Dei. Apdo. 13034, 50080-Zaragoza. Correo electrónico: [email protected] Fillat Estaqué, Federico. Dr. en Ingeniería Agrónoma, científico titular del CSIC, jubilado. IPE-CSIC. Avenida Nuestra Señora de la Victoria, 8. Apdo. 64, 22700-Jaca (Huesca). Correo electrónico: [email protected] Fitze, Patrick S. Dr. en Biología, científico titular del CSIC. Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC), Madrid. Correo electrónico: [email protected] García García, Mercedes. Dra. en Biología, titulada superior del CSIC. IPE-CSIC. Avenida Montañana, 1005. Campus de Aula Dei. Apdo. 13034, 50080-Zaragoza. Correo electrónico: [email protected] García González, María Begoña. Dra. en Ciencias, sección Biología, científica titular del CSIC. IPE-CSIC. Avenida Montañana, 1005. Campus de Aula Dei. Apdo. 13034, 50080-Zaragoza. Correo electrónico: [email protected]
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García González, Ricardo. Dr. en Biología, científico titular del CSIC. IPE-CSIC. Avenida Nuestra Señora de la Victoria, 8. Apdo. 64, 22700-Jaca (Huesca). Correo electrónico: [email protected] García Ruiz, José María. Dr. en Geografía, profesor de investigación del CSIC ad honorem. IPE-CSIC. Avenida Montañana, 1005. Campus de Aula Dei. Apdo. 13034, 50080-Zaragoza. Correo electrónico: [email protected] Gil Romera, Graciela. Dra. en Biología, investigadora posdoctoral. IPE-CSIC. Avenida Montañana, 1005. Campus de Aula Dei. Apdo. 13034, 50080-Zaragoza. Correo electrónico: [email protected] Gómez García, Alberto. Lcdo. en Historia. Associació Catalana per a la Recerca en Arqueologia Medieval (Acram). Correo electrónico: [email protected] Gómez García, Daniel. Dr. en Biología, científico titular del CSIC. IPE-CSIC. Avenida Nuestra Señora de la Victoria, 8. Apdo. 64, 22700-Jaca (Huesca). Correo electrónico: [email protected] Gómez Sal, Antonio. Dr. en Biología, catedrático de Ecología. Universidad de Alcalá de Henares. Correo electrónico: antonio.gó[email protected] González Sampériz, Penélope. Dra. en Historia, científica titular del CSIC. IPE-CSIC. Avenida Montañana, 1005. Campus de Aula Dei. Apdo. 13034, 50080-Zaragoza. Correo electrónico: [email protected] Jiménez Jaén, Juan José. Dr. en Ciencias Biológicas, investigador Araid. IPE-CSIC. Avenida Nuestra Señora de la Victoria, 8. Apdo. 64, 22700-Jaca (Huesca). Correo electrónico: [email protected] Lasanta Martínez, Teodoro. Dr. en Geografía, profesor de investigación del CSIC. IPE-CSIC. Avenida Montañana, 1005. Campus de Aula Dei. Apdo. 13034, 50080-Zaragoza. Correo electrónico: [email protected] López Moreno, Juan Ignacio. Dr. en Geografía, investigador científico del CSIC. IPE-CSIC. Avenida Montañana, 1005. Campus de Aula Dei. Apdo. 13034, 50080-Zaragoza. Correo electrónico: [email protected] Maestro Martínez, Melchor. Dr. en Química, científico titular del CSIC, jubilado. IPE-CSIC. Avenida Montañana, 1005. Campus de Aula Dei. Apdo. 13034, 50080-Zaragoza. Correo electrónico: [email protected]
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Martínez Rica, Juan Pablo. Dr. en Biología, investigador científico del CSIC, jubilado. IPE-CSIC. Avenida Montañana, 1005. Campus de Aula Dei. Apdo. 13034, 50080-Zaragoza. Correo electrónico: [email protected] Montserrat Martí, Gabriel. Dr. en Biología, investigador científico del CSIC. IPE-CSIC. Avenida Montañana, 1005. Campus de Aula Dei. Apdo. 13034, 50080-Zaragoza. Correo electrónico: [email protected] Moreno Caballud, Ana. Dra. en Geología, científica titular del CSIC. IPE-CSIC. Avenida Montañana, 1005. Campus de Aula Dei. Apdo. 13034, 50080-Zaragoza. Correo electrónico: [email protected] Nadal Romero, María Estela. Dra. en Geografía, científica titular del CSIC. IPE-CSIC. Avenida Montañana, 1005. Campus de Aula Dei. Apdo. 13034, 50080-Zaragoza. Correo electrónico: [email protected] Navarro Fernández, Enrique. Dr. en Biología, científico titular del CSIC. IPE-CSIC. Avenida Montañana, 1005. Campus de Aula Dei. Apdo. 13034, 50080-Zaragoza. Correo electrónico: [email protected] Palacio Blasco, Sara. Dra. en Biología, investigadora Ramón y Cajal. IPE-CSIC. Avenida Nuestra Señora de la Victoria, 8. Apdo. 64, 22700-Jaca (Huesca). Correo electrónico: [email protected] Pueyo Estaún, Yolanda. Dra. por la Universidad de Zaragoza, científica titular del CSIC. IPE-CSIC. Avenida Montañana, 1005. Campus de Aula Dei. Apdo. 13034, 50080-Zaragoza. Correo electrónico: [email protected] Regüés López, David. Dr. en Geología, científico titular del CSIC. IPE-CSIC. Avenida Montañana, 1005. Campus de Aula Dei. Apdo. 13034, 50080-Zaragoza. Correo electrónico: dregü[email protected] Valero Garcés, Blas L. Dr. en Geología, profesor de investigación del CSIC. IPE-CSIC. Avenida Montañana, 1005. Campus de Aula Dei. Apdo. 13034, 50080-Zaragoza. Correo electrónico: [email protected] Vicente Serrano, Sergio M. Dr. en Geografía, investigador científico del CSIC. IPE-CSIC. Avenida Montañana, 1005. Campus de Aula Dei. Apdo. 13034, 50080-Zaragoza. Correo electrónico: [email protected] Villar Pérez, Luis. Dr. en Biología, investigador científico del CSIC, jubilado. IPE-CSIC. Avenida Nuestra Señora de la Victoria, 8. Apdo. 64, 22700-Jaca (Huesca). Correo electrónico: [email protected]
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es habitual presentar un libro que conmemora el 75 aniversario de la creación de un instituto de investigación en España, en este caso, el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE), decano de los centros del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Aragón. Y ha sido una excelente idea recoger todos esos años de historia en este volumen, que quedará como homenaje y agradecimiento a quienes lo hicieron posible y como testimonio para quienes vienen detrás. o
Cumplir 75 años de vida no es algo baladí, menos aún para un instituto de investigación español. Su existencia muestra también muchos paralelismos con la vida en nuestro país en este lapso temporal. No ha sido una existencia sedentaria ligada a un lugar, sino que se ha desarrollado en diversos lugares, edificios e infraestructuras, aunque unida a dos ciudades, Jaca y Zaragoza. Nacido en octubre de 1942 bajo el nombre de Estación de Estudios Pirenaicos (EEP), hubo de iniciar su andadura en los duros tiempos de la posguerra española y con el telón de fondo de la Segunda Guerra Mundial. Difícil comienzo para una actividad científica en cualquier país y más aún en la España de aquella época. La Estación se integró en el CSIC, también de reciente creación, y nació con una orientación multidisciplinar, que ha mantenido a lo largo del tiempo, ya que su objetivo era —y es— el estudio de la cordillera pirenaica en sus más variados detalles. Durante unos años tuvo su sede en el Grupo Escolar de Jaca, donde comenzó su relación con la ciudad. En 1948, la Estación pasó a llamarse Instituto de Estudios Pirenaicos (IEP) y a ser un centro propio del CSIC, dedicado al estudio de la cordillera pirenaica en los aspectos más diversos (geología, geografía, biología, climatología, etnografía, filología, derecho, prehistoria…). En los años cincuenta, cabe destacar el inicio y desarrollo de los Congresos Internacionales de Estudios Pirenaicos. En 1963, el CSIC creó el Centro Pirenaico de Biología Experimental (CPBE), con una orientación claramente ecológica, también en Jaca. Por aquel entonces se puso en marcha también el Programa Biológico Internacional, promovido por la Unión Internacional de Ciencias Biológicas (IUBS, por sus siglas en inglés), como consecuencia del Año Geofísico Internacional, que constituyó el modelo para los futuros programas internacionales de investigación.
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Siguiendo su estela, se crearon en España varios institutos orientados al estudio de la biosfera y de sus principales aspectos en relación con nuestro país. Era, pues, razonable, que algún centro tuviera como objetivo el estudio de los ecosistemas de montaña y, dada la experiencia del IEP y sus limitaciones tanto en cuanto a personal como respecto a medios materiales y técnicas experimentales, era coherente que su localización fuera próxima a los Pirineos. Tras analizar diversas posibles localizaciones, y tras la petición del Ayuntamiento de Jaca, el CSIC optó por establecer en esta localidad el CPBE. El hecho de tener dos centros de investigación en una ciudad pequeña como Jaca era una rara avis en esos tiempos en nuestro país. La primera tesis doctoral del CPBE, a la que seguirían muchas más a lo largo de los años, se defendió en 1971. Los años ochenta llegaron con cambios en la investigación en el ámbito mundial y en España. La investigación ha de llevarse a cabo con proyectos financiados específicamente y con resultados objetivables. La orientación de la investigación basada en líneas tradicionales con financiación basal, como la del CPBE, o a través de la coordinación de actividades científicas externas, como la del IEP, ya no era sostenible, lo cual obligó a plantearse una nueva estructura, cuya conclusión fue la necesidad de fusionar ambos institutos en uno solo, bajo el nombre de Instituto Pirenaico de Ecología. De este modo, se conjugaba su carácter de instituto de investigación propio del CSIC, la ubicación pirenaica y la orientación medioambiental que el CPBE había tenido desde sus comienzos. Su sede se mantuvo en los viejos locales que habían compartido el IEP y el CPBE en Jaca. En los años noventa, para dotar de mayor visibilidad y relevancia al trabajo que se desarrollaba, se decidió crear una nueva sede en un lugar más accesible, para lo cual se eligió Zaragoza, ciudad en la que ya existían otros cuatro institutos del CSIC. La ubicación de la sede en la capital aragonesa, en el edificio que ahora ocupa, requirió una completa reforma de este, ya que anteriormente se dedicaba a residencia de profesores. Otro de los hitos destacables fue el lanzamiento, en 1945, de la revista Pirineos, cuyo objeto era la publicación de estudios relacionados con la dinámica de ecosistemas de montaña. Su periodicidad es anual en la actualidad y se edita solo en versión digital. En los años sesenta, la Dirección General de Bellas Artes y el CSIC desarrollaron un proyecto de recuperación de material etnográfico, obtenido fundamentalmente de poblaciones pirenaicas en vías de abandono. El trabajo fue encomendado al
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Dr. Enrique Balcells, que recorrió numerosos lugares despoblados o a punto de estarlo, para recoger tal material. Esta labor se desarrolló durante los años 1963 y 1964. En la misma década se creó el Herbario Jaca, cuyas plantas más antiguas incluidas en sus colecciones provienen de los años treinta, aunque el mayor número de especímenes fueron recogidos en las décadas de los setenta y ochenta. En años recientes, ha visto incrementadas sus colecciones con diversas aportaciones y se han incluido en sus bases de datos más de cien mil registros que provienen de la bibliografía y observaciones de campo. Este libro conmemorativo recoge los aspectos históricos y las líneas de investigación del centro, bien desde un análisis bibliográfico, bien desde la evolución de dichas líneas a lo largo del tiempo y sus perspectivas futuras. También incluye un recorrido por sus infraestructuras y servicios, así como la proyección internacional a lo largo de su historia, la visión de los exdirectores del Instituto y la posición del IPE en el siglo xxi. El volumen incorpora, además, varios anexos con fotografías, una recopilación histórica del personal del IPE y la relación de tesis doctorales realizadas en el mismo. En esta visión histórica de la evolución del IPE se pueden ver reflejados los avatares de la investigación científica en nuestro país. Tras los años de crisis económica y las dificultades que, como otros campos, sufrió la investigación científica, el IPE ha recuperado el impulso y mantiene su excelente trabajo con la sinergia de la energía e ilusión de los jóvenes investigadores, la experiencia de los de más edad y su personal técnico y de apoyo. Dejáis atrás 75 años de historia del IPE, pero mirando al futuro queda mucha historia por escribir.
Madrid, septiembre de 2018 Rosa Menéndez Presidenta del CSIC
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octubre de 2017 se inició la celebración del 75 aniversario de la Estación de Estudios Pirenaicos, embrión del actual Instituto Pirenaico de Ecología (IPE), el centro de investigación más antiguo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Aragón. n
La Estación de Estudios Pirenaicos nació en 1942 para estudiar el Pirineo con objetivos ambiciosos y con una clara orientación multidisciplinar. Se constituyó como un elemento logístico y de apoyo para llevar a cabo reuniones, cursos y seminarios itinerantes. En 1945, se nombra director al doctor Luís Solé Sabarís, profesor de Geografía Física de la Universidad de Barcelona, y como vicedirector, a José Manuel Casas Torres, catedrático de Geografía de la Universidad de Zaragoza. Con la aparición en 1945 del primer número de la revista Pirineos, una de las más antiguas del CSIC, se inicia un intercambio de publicaciones con otros centros de investigación nacionales e internacionales, dando comienzo a la formación de su biblioteca. En 1948, cambia su nombre a Instituto de Estudios Pirenaicos (IEP), siendo tan solo un centro limitado a coordinar la investigación llevada a cabo por otras instituciones sobre el Pirineo; también ofrecía servicios de biblioteca, residencia y laboratorio. A finales de 1963, el CSIC creó en Jaca otro instituto de investigación, el Centro Pirenaico de Biología Experimental (CPBE), orientado al estudio de los aspectos biológicos en el Pirineo. Enrique Balcells es nombrado director. Por primera vez, se cuenta con personal investigador propio. En 1966, Balcells es nombrado también director del Instituto con el fin de mejorar la coordinación de estudios entre el IEP y el CPBE. En 1968, llega al CPBE Pedro Montserrat, procedente del Instituto de Edafología y Biología Vegetal del CSIC, que, junto a Balcells y Juan Puigdefábregas, incorporado al CPBE desde sus inicios, crean la estructura de investigación y dan un fuerte impulso a los estudios sobre la cordillera fronteriza. Para ello, cuentan con el apoyo de varios posgraduados de la Universidad de Barcelona, principalmente. Los cambios en la investigación en los años ochenta del pasado siglo afectan a los centros del CSIC en Jaca. Los institutos empiezan a basarse en proyectos financiados específicamente, más que en líneas permanentes de investigación con escasa financiación, como era el caso del CPBE, o en la coordinación de actividades
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científicas externas, como era el del IEP. En 1984, ambos centros se fusionan para constituir el actual IPE, con una orientación claramente dirigida al estudio de la ecología de montaña, dando especial relieve a la gestión humana. Los estudios superan la frontera del Pirineo y se adentran en otras montañas del mundo. En 1990, se produce la creación de la sede del IPE en Zaragoza en el campus de Aula Dei con el objetivo de dar mayor proyección y visibilidad al Instituto, así como con el de incrementar la captación de investigadores. Desde entonces, contar con dos sedes ha favorecido la investigación en un amplio gradiente climático, que incluye desde los ambientes semiáridos del centro de la depresión del Ebro hasta el piso alpino de los Pirineos. Por otro lado, ha contribuido a impulsar la investigación y las relaciones internacionales. La sede de Jaca sigue cumpliendo un papel importante en el desarrollo de algunas líneas de investigación por su proximidad a las áreas de trabajo preferentes. Además, mantiene la biblioteca y el Herbario Jaca. La investigación del IPE ha tratado y trata de ser multidisciplinar y aplicada, contando con especialistas muy diversos que aúnan conocimientos y esfuerzos. Inicialmente, se estudiaba la heterogeneidad de un territorio, haciendo referencia tanto a sus recursos naturales (catalogación, descripción y función) como a su utilización por el hombre, sus procesos de aprovechamiento y las posibilidades de promoción. Con el paso de los años, la investigación se ha hecho más compleja en metodología y ambiciosa en objetivos, pero sigue manteniendo una clara estrategia integradora que trata de servir a la sociedad. Estudiamos el medioambiente desde perspectivas muy diversas y a diferentes escalas temporales y espaciales, en un ámbito tanto regional como internacional. El centro, como único instituto de investigación de Aragón centrado en aspectos medioambientales, tiene gran relevancia regional y ha desarrollado numerosos estudios orientados a la conservación de la naturaleza y a la gestión ambiental en Aragón. No menos importante es su implantación internacional. El IPE participa o ha participado en estudios ambientales en más de cincuenta países, incluyendo bosques tropicales y zonas de clima mediterráneo, alpino y ártico. El Instituto se articula en dos departamentos: el Departamento de Procesos Geoambientales y Cambio Global y el Departamento de Conservación de la Biodiversidad y Restauración de Ecosistemas. El primero se centra en el estudio de los cambios producidos en los sistemas geomorfológicos, hidrológicos y ecológicos, como consecuencia de las fluctuaciones climáticas y las actividades humanas, a diferentes escalas espaciales y temporales. El segundo tiene como objetivo científico describir e interpretar los procesos responsables de la organización de
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la biodiversidad actual y el funcionamiento de los ecosistemas, así como aplicar dicho conocimiento para frenar el deterioro de los sistemas naturales y restaurar sus funciones ecosistémicas. Señalábamos al principio que, en octubre de 2017, iniciamos la celebración del 75 aniversario de la creación del IPE. Durante estos doce meses, estamos llevando a cabo distintas actividades (ciclos de conferencias, salidas al campo, vídeos…) para acercar los resultados de nuestro trabajo a la sociedad con el fin de que los ciudadanos comprendan que la investigación es imprescindible en la mejora de la calidad de vida y en la conquista del progreso y del bienestar económico y social. Entre las actividades, se incluye el libro que presentamos, organizado en siete bloques temáticos, además de esta presentación. En el primer bloque, el lector encontrará cómo el IPE ha ido forjando su historia a lo largo de sus primeros setenta y cinco años de vida. De la modesta Estación de Estudios Pirenaicos, sin personal y sin un espacio físico propio, se ha llegado a un instituto con casi una centena de profesionales. Se ha pasado de coordinar la investigación sobre la cordillera fronteriza a estudiar las montañas del mundo. Se describe también con mucho detalle la compleja historia del IPE, con cambios de nombre, de sede y de estatus administrativo; cambios también de planteamientos y objetivos científicos para incrementar la productividad y alcanzar una elevada proyección nacional e internacional en la investigación sobre las áreas de montaña. El segundo bloque lo hemos titulado «La historia acumulada». Resaltamos en él tres recursos del IPE a los que dedicamos sendos capítulos. El primero nos presenta la revista Pirineos, fundada en 1945, para dar a conocer la cordillera fronteriza en sus vertientes natural y humanista, y para conseguir una buena biblioteca sobre temas de montaña. Los cambios en los objetivos de las revistas científicas transformaron Pirineos en un medio que ha servido y sirve de cauce a algunos de los principales estudios sobre ecología de montaña. El segundo nos habla de la colección etnográfica Enrique Balcells, compuesta por un conjunto de más de mil piezas y enseres de la vida pirenaica, que Balcells reunió a mediados del siglo xx, con escasa financiación pública y mucha propia, con la intención de crear un museo del Pirineo, que espera mejores momentos para ver la luz. El último capítulo del bloque está dedicado al Herbario Jaca, el único del país totalmente informatizado y accesible en línea. Las colecciones que lo integran incluyen 400 000 ejemplares de plantas vasculares, musgos, líquenes y hongos, que constituyen el aval y censo de la diversidad vegetal de Aragón y los Pirineos, además de contener datos relevantes de otras regiones y cordilleras de montaña.
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En el tercer bloque, los científicos del IPE cuentan la evolución y desarrollo científico de las principales líneas de investigación que se cultivan en la actualidad en el centro. Algunas tienen una dilatada historia que se inicia en los años sesenta del pasado siglo; otras se han creado recientemente para dar respuesta a demandas científicas y sociales. El bloque se distribuye en trece capítulos que muestran la enorme diversidad de temas que se trabajan en el Instituto, con el fin de contribuir a la comprensión del funcionamiento y la estructura de los sistemas terrestres y organismos que allí habitan, así como para entender los efectos del cambio global y ayudar a la sociedad a desarrollar políticas de gestión sostenible de nuestro planeta. El cuarto bloque nos muestra las infraestructuras y los servicios del Instituto a través de cinco capítulos. Las páginas del capítulo 1 nos ilustran sobre El Boalar de Jaca y la Torre del Moro. El Boalar es una finca experimental de 71 ha que el CSIC tiene a las afueras de Jaca. Ha servido para diversos estudios sobre ecología forestal, etología del jabalí y producción de pratenses, entre otros. En los últimos años, se mantiene una infraestructura para conocer la respuesta de lagartijas y plantas de montaña frente al cambio climático. En El Boalar se conserva parcialmente el edificio más antiguo del patrimonio del CSIC, la Torre del Moro, un torreón que es el vestigio más visible del monumento y yacimiento arqueológico de un asentamiento medieval. El capítulo 2 se dedica a la capilla del IPE en Jaca, construida por el prestigioso arquitecto Miguel Fisac. En el capítulo 3, se describen los principales equipos e instrumentos que se utilizan en el trabajo de campo; infraestructuras que resultan esenciales para las investigaciones desarrolladas en el Instituto. El capítulo 4 está dedicado a los laboratorios, considerados como una de las piezas claves del IPE, ya que son utilizados por la gran mayoría del personal investigador, por lo que dan servicio a líneas tan diversas como la conservación de la biodiversidad, la paleoclimatología, la erosión, los cambios de paisaje y la restauración de ecosistemas. El capítulo 5 nos habla de la biblioteca, muy ligada inicialmente a los intercambios con otras instituciones académicas de la revista Pirineos y otras publicaciones del Instituto. En la actualidad, constituye un importante fondo para conocer y estudiar las áreas de montaña, especialmente la cadena fronteriza. Es una biblioteca totalmente digitalizada y con una clara vocación de prestar servicio a todos los investigadores que lo soliciten. En el quinto bloque, se muestra cómo el IPE tuvo una proyección internacional prácticamente desde sus inicios. En sus objetivos, se intuía una investigación pluridisciplinar y holística que abarcaba desde los estudios locales (catalogación de recursos, análisis de ecosistemas y paisajes) a una dimensión claramente global e internacional. El hecho de localizar su sede en Jaca no es ajeno a su cercanía con
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Francia, con la que se comunicaba por ferrocarril desde 1928 a través del túnel internacional de Somport, ni a la pretensión de realizar estudios multidisciplinares de las dos vertientes del Pirineo. Inicialmente, dominaron los contactos con los científicos franceses, con los que cada cuatro años se organizaban las diferentes ediciones del Congreso Internacional de Estudios Pirenaicos, que alternativamente se celebraban en una ciudad española o francesa. Desde los años noventa del pasado siglo, despega definitivamente la proyección internacional del IPE: sus investigadores empiezan a liderar proyectos financiados por organismos internacionales, que implican —con frecuencia— la coordinación de socios de varios países; se participa asiduamente en la formación de investigadores extranjeros (en los últimos diez años, más de ochenta investigadores); sus técnicas y objetivos se llevan a cumbres, bosques, desiertos y glaciares distribuidos por los cinco continentes; y se multiplica la publicación de artículos en las revistas de mayor impacto internacional. Si en los años noventa apenas se publicaban media docena de artículos al año en revistas internacionales, en la actualidad se superan las cien publicaciones anuales en revistas indexadas en el Journal Citation Report (JCR). Tal vez por el carácter fronterizo de los Pirineos, la internacionalización de la investigación forma parte esencial de la historia del IPE. En el sexto bloque, los directores del Instituto desde los años sesenta nos cuentan su experiencia en el cargo y aportan su perspectiva acerca de la evolución de la ciencia y la investigación en el CSIC. No ha sido posible contar con el testimonio de los primeros fundadores (Solé Sabarís y Casas Torres), fallecidos hace años. Pero sí incluimos la visión de D. Enrique Balcells, gracias al esfuerzo de Juan Pablo Martínez Rica, una de las personas que le acompañó en su devenir profesional desde las aulas de la Universidad de Barcelona, en los años sesenta, hasta su fallecimiento en Jaca, el 5 de febrero de 2007. A Juan Puigdefábregas le sorprendió (nos sorprendió a todos, lamentablemente) la muerte el 26 de enero de 2018, sin tiempo para dejarnos sus reflexiones. Con ello hemos perdido un testimonio esencial, dado su conocimiento del IPE, el CSIC y la ciencia, su carácter reflexivo y su profundidad de pensamiento. José María García-Ruiz, una de las personas que más horas y discusiones científicas mantuvo con él, nos acerca su pensamiento sobre el Instituto y nos recuerda algunas de las contribuciones que hizo durante los veintitrés años que formó parte de las plantillas del CPBE y del IPE, centros de los que también fue director. El resto de los directores nos han dado su visión del Instituto: unos han respondido a un cuestionario de doce preguntas, mientras que otros han preferido un formato menos formal. En cualquier caso, todos nos acercan la historia que rara vez se cuenta. A través de pensamientos, circunstancias y momentos diferentes nos narran la evolución del IPE desde ángulos diversos.
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En el último bloque, se aporta información sobre la evolución de su plantilla, su financiación y se muestran algunos indicadores de su producción desde que se inició el nuevo milenio. Se presenta la elevada producción de ciencia publicada en las mejores revistas internacionales y una notable captación de recursos financieros en convocatorias competitivas. Al final del capítulo, se habla de las perspectivas próximas a partir de las luces y sombras del Instituto. Muchos argumentos auguran que el IPE se enfrentará con éxito a los retos futuros, asegurando su presencia en ámbitos científicos relacionados con los recursos naturales y concibiendo el territorio como un espacio en el que se establecen múltiples interferencias físicas y humanas, de manera que su dinámica actual no se entiende sin la presencia de sociedades humanas durante milenios. El libro termina con anexos que recogen información sobre el personal del Instituto en sus setenta y cinco años de historia: cargos directivos, plantillas del IEP, CPBE e IPE, y álbum fotográfico. Se incluye un listado de tesis doctorales realizadas. Como editores, es decir, como organizadores de este libro, queremos dejar claro que se trata de una obra colectiva de todo el personal actual y pasado del IPE, porque todos hemos hecho el Instituto. Quizás por ello ha salido un libro en el que, con mucha frecuencia, los hechos y aconteceres tienen el nombre de sus autores. Nos ha salido un libro de personas. Posiblemente, no podría haber sido de otro modo. Las instituciones y la historia las construimos las personas: nos interesa cómo viven las gentes, qué hacemos, cómo nos relacionamos, cómo nos organizamos, cómo salimos adelante. Como coordinadores, debemos asumir que los aspectos positivos de cada capítulo son fruto de la capacidad profesional y la generosidad de su autor, mientras que los fallos que el lector pueda encontrar son responsabilidad de los editores. Queremos agradecer la positiva respuesta de todos los compañeros que han dedicado una pequeña parte de sus conocimientos y su tiempo a hacer posible este libro. En él hemos puesto toda nuestra ilusión. ¡Gracias a todos! Esta obra no habría sido posible sin el esfuerzo y el cariño hacia el IPE de José María García-Ruiz, Juan Pablo Martínez-Rica, Antonio Gómez Sal, Federico Fillat y Luis Villar. Ellos son la historia viva del Instituto y solo ellos nos la podían novelar. También deseamos expresar un recuerdo especial para Juan Montserrat, Manolo Mairal, Miguel Gracia, Enrique Balcells, Sue White, María Pilar Escario, Luis Ortigosa, Pedro Montserrat y Juan Puigdefábregas, que nos dejaron. Zaragoza, 24 de marzo de 2018 Teodoro Lasanta y Yolanda Pueyo
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1.1. LA HISTORIA INSTITUCIONAL: EL RECORRIDO DEL IPE HACIA LA COMPLEJIDAD Y LA EXCELENCIA José María García-Ruiz IPE-CSIC
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IPE es uno de los centros de investigación del CSIC afincados en Aragón. A estas alturas, es un centro altamente cualificado y reconocido por sus actividades tanto en Aragón como en los círculos científicos y ambientalistas de ámbito nacional e internacional. Sin embargo, su historia es casi completamente ignorada, incluso por parte de muchos de sus actuales integrantes, debido a la complejidad de pasos que se han dado desde la modesta Estación de Estudios Pirenaicos, fundada en 1942, hasta el actual Instituto. Ha habido cambios de denominación y de sede, cambios también en cuanto a su estatus administrativo, traslados y una fusión importante en 1984. Cada paso ha tratado de reforzar la progresión hacia una mayor proyección y productividad, y se han sentado las bases para que se organizaran grupos de investigación competitivos y con capacidad para captar recursos a través de proyectos europeos y nacionales. Hoy sabemos cuánto ha costado llegar hasta donde estamos: la implicación de personas muy valiosas, que han generado conocimiento y que han contribuido a crear una imagen propia, con un sello característico del Instituto. Sabemos de sus dificultades, de las dudas, la falta ocasional de recursos y de su ilusión por apostar por la investigación en áreas de montaña, donde el Instituto tiene una gran relevancia internacional. Todos los cambios han hecho posible que nos encontremos con una nueva generación de científicos, alineados en distintos grupos y con diferentes objetivos, que han asegurado el relevo, mientras los más veteranos miramos con cierto orgullo el pasado y con esperanza el futuro. Hay IPE para muchos años, pero esa compleja historia del Instituto está detrás de lo que hoy vemos. Podía haber sido un fracaso por todas las dificultades que ha tenido que afrontar, pero no ha sido así gracias al trabajo de muchos de sus integrantes, de la creciente confianza que se l
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ha generado en el CSIC y gracias también a las nuevas generaciones de científicos que —podemos decirlo sin exageración— se encuentran en la primera línea de la investigación científica sobre áreas de montaña. Un centro de investigación con setenta y cinco años de historia ha tenido que pasar por una gran variedad de momentos y situaciones, desde sobresaltos a períodos de atonía, incluso decadencia, así como por cambios que daban para miradas optimistas. Hoy puede afirmarse con pocas dudas que, pese a las vicisitudes a que ha tenido que enfrentarse, la historia del IPE es una historia de éxito. Si los más veteranos (casi supervivientes) echamos una mirada retrospectiva a varias décadas anteriores, nos sorprenderemos de que hayamos llegado hasta aquí con un elevado número de científicos consolidados, contratados posdoctorales, becarios predoctorales y personal de apoyo, todos vinculados de manera permanente o eventual, con una gran capacidad de producción en las mejores revistas internacionales y con una más que notable captación de recursos financieros para sacar adelante proyectos que están habitualmente en la frontera del conocimiento en ciencias ambientales. Nuevas generaciones, más atrevidas y dinámicas, se han hecho cargo del Instituto rompiendo con el pasado y enfrentándose a retos del futuro que aseguran la presencia del IPE entre los centros con mayor actividad, progresión y proyección del CSIC dentro del ámbito de los recursos naturales. ¿Qué tiene esto que ver con la antigua y muy modesta Estación de Estudios Pirenaicos de hace setenta y cinco años? Aparentemente, muy poco: su pertenencia al CSIC y su vinculación parcial con la ciudad de Jaca, pero, sobre todo, la perspectiva casi visionaria de unos profesores universitarios que veían el Pirineo y, en general, las montañas como complejos e irrepetibles sistemas naturales que debían estudiarse de una manera integrada, convirtiendo las observaciones en conocimiento. ¡Qué duda cabe de que el Instituto ha superado el juicio del tiempo!
1.1.1. Cómo empezó todo: la Estación de Estudios Pirenaicos La investigación científica en el Pirineo español atrajo la atención de notables investigadores desde finales del siglo xix (Balcells y Puigdefábregas, 1974), debido tanto a su carácter de montaña de rasgos alpinos en un entorno latitudinal mediterráneo como a la complejidad de los paisajes construidos por el hombre, a un cierto primitivismo de sus culturas dentro del contexto europeo y a un sinnúmero de cuestiones relacionadas con el arte (la diversidad de estilos en el Románico, las influencias europeas, la arquitectura civil), la filología (existencia de diversas
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lenguas con numerosas variedades locales) o la historia (origen de importantes entidades políticas que progresaron hacia el sur y que forman parte sustancial de la historia de España). Los trabajos de gran calado por parte de Violant y Simorra o Krüger en el campo de la etnografía representaron un atractivo adicional para quienes se adentraban en el entonces difícil trabajo de campo o en el estudio de archivos. Hacia 1940, se conocían ya, por ejemplo, algunos de los rasgos básicos del glaciarismo pirenaico, al menos en sus valles más destacados, a partir de los estudios de Panzer, Penck o Nussbaum. Braum-Blanquet, Henri Gaussen, Font Quer u Oriol de Bolós habían estudiado ya las principales características de la vegetación pirenaica y los geólogos habían dado a conocer la organización de las grandes morfoestructuras, aunque hasta finales de los años sesenta del siglo xx no se adoptaron a fondo las teorías de la tectónica de placas y los consiguientes desplazamientos tectónicos. También había habido numerosos estudios sobre la prehistoria (Bosch Gimpera, Maluquer, Luis Pericot) y la historia (debe citarse especialmente a José María Lacarra) del Pirineo, además del inmenso trabajo geográfico de Max Sorre sobre los Pirineos mediterráneos, que sentaron un precedente valiosísimo para estudios regionales posteriores. A comienzos de los años cuarenta del siglo xx había, pues, un ambiente favorable al impulso y desarrollo de los estudios sobre el Pirineo, parcialmente fomentado por especialistas extranjeros, especialmente franceses y centroeuropeos. Además, en agosto de 1941 se organizó una reunión de estudios geográficos en la Universidad de Verano de Jaca cuyos resultados, en formato libro, se publicaron por el Instituto de Geografía Juan Sebastián Elcano, recién creado por el CSIC en Madrid. Con el apoyo de José María Albareda (Caspe, prov. de Zaragoza, 1902 - Madrid, 1966), secretario general del CSIC desde su fundación en octubre de 1939 hasta su fallecimiento, se creó la Estación de Estudios Pirenaicos por Orden Ministerial de 10 de octubre de 1942. La Estación tenía por objeto servir de base de operaciones para todos aquellos científicos, españoles y extranjeros, interesados en el estudio de las diferentes facetas del Pirineo. No debe olvidarse que Albareda, edafólogo de profesión, era un científico con una perspectiva multidisciplinar (quizás porque la edafología exige múltiples aproximaciones), por lo que contribuyó a aportar una perspectiva global sobre los estudios de la naturaleza y territoriales. Es seguro que un centro como la primitiva Estación de Estudios Pirenaicos no hubiera podido crearse con otro secretario general del CSIC, que, no lo olvidemos, más que el presidente, era entonces el factótum de esa institución. Balcells (1979), al rememorar los primeros años de la Estación de Estudios Pirenaicos, insistió en su carácter de coordinación, contribuyendo a relacionar a científicos españoles entre sí y a estos últimos con otros profesionales franceses y del resto de Europa.
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En consecuencia, no se le atribuía labor científica autónoma, sino que debía servir de apoyo a iniciativas individuales gestadas en otros centros universitarios y de investigación. La Estación debería, i) contar con una residencia para acoger temporalmente a los científicos desplazados a la ciudad de Jaca; ii) impulsar la organización de reuniones y, más adelante, congresos internacionales; y iii) servir de apoyo institucional para la creación de la revista Pirineos que comenzó a publicarse en 1945. La principal consecuencia fue que la Estación de Estudios Pirenaicos careció desde un principio de personal propio, aunque contaba con un Patronato que fue el encargado de dirigir las actividades de la Estación. El Patronato estuvo presidido por José García Siñériz, entonces vicepresidente del CSIC, y con José Pueyo Luesma, ingeniero jefe de la Delegación de Industria de Zaragoza, como vicepresidente. También formaron parte del Patronato los presidentes de las Delegaciones del CSIC en las provincias de Barcelona, Zaragoza y Lérida, los presidentes de las Diputaciones Provinciales de Guipúzcoa, Navarra, Zaragoza, Huesca, Lérida, Barcelona y Gerona, así como un representante del Ministerio del Ejército, los alcaldes de Jaca y de la Seo de Urgel, los profesores Luis Solé Sabarís, catedrático de Geología de la Universidad de Barcelona, y Mariano Tomeo Lacrué, catedrático de Química de la Universidad de Zaragoza. Se designó a Juan Antonio Cremades Royo (que había sido gobernador civil de Lérida y ejercía como abogado en Zaragoza) como secretario del Patronato. Aún se amplió su composición con el presidente de la Federación Española de Centros de Iniciativa y Turismo (Eduardo Cativiela, etnógrafo y fotógrafo zaragozano, buen conocedor de los Pirineos) y el alcalde de Ripoll. Fácil es deducir que con estos mimbres pocos cestos podían producirse. Resulta llamativo que una institución que debía apoyar con la mayor agilidad posible la actividad científica en el Pirineo estuviera más controlada por políticos (ajenos a la investigación científica) que por verdaderos profesionales (dos en total). No podemos imaginarnos lo que fueron esos primeros años y sus correspondientes reuniones, a las que, muy probablemente, acudiría un escaso número de miembros del Patronato, muchas veces representados por subordinados. El Patronato se reunió ocho veces en total en la década de 1940 en diferentes localidades pirenaicas o próximas: Jaca, Ripoll, Huesca, Lérida, la Seo de Urgel y San Sebastián; en una ocasión (1948), la reunión tuvo lugar en Madrid (Balcells, 1973). Es muy probable que el propio Albareda, que era una persona sensata y bien preparada, reconocido internacionalmente como un buen científico, se sintiera incómodo con esta (innecesaria) politización de la actividad científica. Pero eran otros tiempos, y una forma de esquivarlos era contar con los mejores científicos posibles por debajo del Patronato, como así se hizo.
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La Estación inició sus actividades el día 5 de agosto de 1943, con unas jornadas de las que no se han guardado actas, por lo que es imposible imaginar su contenido. Hubo, además, una misa oficiada por el obispo de Jaca en la catedral de esta ciudad. La conferencia inaugural fue dictada por el presidente del Patronato sobre «La cuenca potásica subpirenaica», y la de clausura, a cargo de Martín Almagro, sobre «La población pirenaica anterromana». Se decidió también que Nuestra Señora de las Nieves fuera la patrona de la Estación, cuya festividad se celebra, precisamente, el 5 de agosto. Para entonces, la capilla que había diseñado Fisac como acompañamiento del edificio de la Estación de Estudios Pirenaicos estaba a punto de terminarse y se inauguraría en 1945. Al amparo del Patronato, se crearon distintas secciones como base de lo que serían los estudios respaldados desde la Estación de Estudios Pirenaicos: – Derecho, a cargo de José María de Porcioles Colomer, por entonces director general de Registros y del Notariado y, posteriormente, presidente de la Diputación Provincial de Lérida y alcalde de Barcelona, cargo por el que fue especialmente conocido. – Botánica: Taurino Losa, catedrático de Farmacia de la Universidad de Barcelona, uno de los maestros de Pedro Montserrat Recoder, quien tanta importancia tendría después para el IPE. – Geología: Luis Solé Sabarís, catedrático de la Universidad de Barcelona. – Geografía: Luis García Sáinz, zaragozano de origen y catedrático de Geografía de la Universidad de Valencia, uno de los impulsores de la geografía física en España. – Filología: Antonio Griera, rector del Monasterio de San Cugat del Vallés, Barcelona. – Arte: José Camón Aznar, catedrático de la Universidad de Madrid. – Prehistoria y Arqueología: Martín Almagro, catedrático de la Universidad de Barcelona y director del Museo Arqueológico de Barcelona. – Historia: José María Lacarra, catedrático de la Universidad de Zaragoza. – Folclore: Ricardo del Arco, catedrático del Instituto Nacional de Enseñanza Media de Huesca. – Edafología y Microbiología: Lorenzo Vilas (catedrático de la Universidad de Madrid).
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– Aprovechamientos Químicos: Mariano Tomeo Lacrué, catedrático de la Universidad de Zaragoza, posteriormente teniente de alcalde de la ciudad de Zaragoza, presidente del Ateneo de Zaragoza y de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País y director del Colegio Universitario de Teruel. – Antropología: Santiago Alcobé, catedrático de la Universidad de Barcelona. – Meteorología: Miguel Liso Puente, profesor de la Universidad de Zaragoza y miembro destacado del Servicio Meteorológico Nacional. Así pues, la gran mayoría de los responsables de las diferentes secciones eran personas de gran categoría profesional, en la plenitud de su carrera y todavía con importante proyección, casi todos maestros de generaciones posteriores en su especialidad. Esto contribuyó, sin duda, a dar una imagen muy esperanzadora de lo que debía ser la investigación científica en el Pirineo y la futura trayectoria de la Estación. Esta última se instaló en el Grupo Escolar de Jaca y su residencia podría ser utilizada por personas y grupos interesados en el estudio científico del Pirineo a través de campañas de campo y organización de reuniones.
1.1.2. El IEP entre 1948 y 1968 El 28 de octubre de 1948, la Estación de Estudios Pirenaicos cambió de nombre por el de Instituto de Estudios Pirenaicos, tras acuerdo del Consejo Ejecutivo del CSIC (Balcells, 1973). No conocemos a ciencia cierta las razones por las que se produjo este cambio, aparentemente pequeño, ni las consecuencias inmediatas que tuvo. De entrada, cabe deducir que la denominación como ‘Instituto’ elevó su categoría y aumentó la capacidad de decisión de sus dirigentes, pues la denominación como ‘Estación’ sugería una situación de transitoriedad o de lugar de uso estacional. Se nombró un director (Luis Solé Sabarís), que residía en Barcelona, y un vicedirector (José Manuel Casas Torres), con residencia en Zaragoza, ambos catedráticos, cuyos estudios tenían un gran peso territorial; el primero, procedente de las ciencias naturales y la geología, aunque ejerciendo como profesor de Geografía Física en la Facultad de Ciencias; y el segundo, como profesor de Geografía Humana y uno de los más importantes responsables del desarrollo de la geografía en España durante la segunda mitad del siglo xx (Figura 1). A pesar del cambio de denominación, el IEP siguió sin contar con personal propio y centrándose en dos labores fundamentales, que son las que mejor lo distinguen hasta 1968. Por un lado, la edición de la revista Pirineos, que había iniciado su andadura en 1945, y por otro, la organización de reuniones y, especialmente, la de los Congresos Internacionales de Estudios Pirenaicos.
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Figura 1. Una foto para la historia de la geografía española y del IPE. Se trata de una comida en homenaje a Amando Melón y Ruiz de Gordejuela, catedrático de Geografía de la Universidad de Madrid, con motivo de su jubilación, hacia 1964 o 1965. Amando Melón ocupa el centro de la fila de la derecha de la foto. A su derecha se sientan José Manuel Casas Torres y Luis Solé Sabarís, que fueron vicedirector y director de la Estación de Estudios Pirenaicos y del IEP hasta 1968. Casas Torres, en particular, se encargó de la edición de la revista Pirineos desde el Departamento de Geografía de la Universidad de Zaragoza. En la mesa se reconoce también, en el lado de la izquierda, a Manuel Ferrer Regalés, Ángel Cabo Alonso, Juan Vilá Valentí y Salvador Mensua. A la izquierda de Amando Melón, se sitúan Jesús García Fernández, Alfredo Floristán y Manuel de Terán Álvarez. Al fondo, Antonio López Gómez.
Inicialmente, se asignó al nuevo IEP una ubicación en el Grupo Escolar de Jaca, pero sus instalaciones fueron ocupadas provisionalmente (entre 1945 y 1962) por la Escuela Militar de Montaña. En 1950, el Instituto adquirió un solar de 4000 m cuadrados al sur de la Universidad de Verano. En 1965, ese solar fue permutado con el Ayuntamiento de Jaca por la finca El Boalar, de 73 ha, que se adjudicó al CPBE (nuevo centro de investigación del CSIC, en Jaca desde 1965) para experimentación en distintos aspectos de ciencias naturales (Balcells, 1973). La revista Pirineos ha tenido desde el principio una importancia decisiva para el desarrollo de los estudios sobre el Pirineo en sus diferentes vertientes naturales y humanísticas. Durante muchos años, se publicó primero con periodicidad semestral (hasta 1947) y luego, trimestral y cuatrimestral (con interrupción entre 1974 y 1981); semestral de nuevo, desde 1987, y anual, desde 2000. Con su persistencia contribuyó a crear una gran biblioteca de revistas por intercambio con otras universidades y centros de investigación del mundo. La Biblioteca del IEP se asentó y creció en la sede del Departamento de Geografía de la Universidad de Zaragoza,
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contando con cientos de revistas que fueron un referente para la investigación sobre áreas de montaña. La edición de la revista también estaba en el Departamento de Geografía, gestionada por José Manuel Casas Torres, con una dedicación muy intensa por su parte, compaginando la preparación de los diferentes volúmenes con la edición, a partir de 1954, de la revista Geographica, también a cargo de Casas Torres. Una revisión de los índices de la revista Pirineos demuestra la importancia de esta publicación y de la actividad integradora del IEP con artículos de referencia que han sido la base de muchos otros estudios posteriores, especialmente en los campos de la geografía física, la geología, la historia, la filología y la etnografía. Incluso podría afirmarse que la inmensa calidad de información e interpretación acumuladas en la revista Pirineos no ha sido aprovechada en su totalidad y que la mayor parte de los artículos han caído en un inmerecido olvido ante el avance de otros planteamientos metodológicos que no necesariamente han dado lugar a resultados mucho más trascendentes. No podemos ser exhaustivos en este sentido, pero no debe olvidarse la influencia posterior de algunos trabajos que han sido referentes inexcusables en los estudios sobre el Pirineo, como el de Casas Torres y Fontboté sobre el valle de Tena (número 2, 1945), el de Hernández-Pacheco y Vidal Box sobre la tectónica y la morfología del macizo de Monte Perdido (número 3, 1946), el de Violant y Simorra sobre la trashumancia pirenaica (número 8, 1948), el de Manuel Alvar y Caro Baroja sobre las relaciones entre el euskera y el latín (números 9 y 10, 1948), el de Pierre Deffontaines sobre la geografía humana de la montaña (números 11-12, año 1949), el de Ubieto Arteta sobre la construcción de la Colegiata de Alquézar (números 11-12, 1949), o el de Lacarra sobre el desarrollo urbano de las ciudades navarras en la Edad Media (números 15-16, 1950), por citar solo algunos de los más significativos de entre los primeros números. Algunos de los autores ya eran grandes firmas de reconocido prestigio nacional o lo fueron en las décadas siguientes. Tomemos nota de ellos: Luis Pericot, José María Lacarra, José Manuel Casas Torres, Salvador Llobet, Carlos Corona, Francisco Hernández-Pacheco, Carlos Vidal Box, Manuel Alvar, Noel Llopis Lladó, Martín Almagro, Valentín Maschs Alavedra, Jaime Vicens Vives, Joaquín Maluquer, José María Fontboté, Juan Reglá, Francisco Ynduráin, Julio Caro Baroja, Ramón Margalef, Pierre Deffontaines, Antonio Ubieto Arteta, Ramón Menéndez-Pidal, F. Nussbaum, Maurice Pardé, Jean Sermet, Juan Vilá Valentí, Francisco Español, Francisco Abad Ríos, Pierre Barrère, Antonio García Bellido, Antonio Beltrán, Pedro Montserrat, Enrique Balcells, Ángel Martín Duque, Pierre Tucco-Chala, Luisa María Frutos, Max Daumas, Juan Puigdefábregas o Alfredo Floristán, entre muchos otros que nos han legado un patrimonio científico irrepetible, incluido en una revista que ha servido (y sirve) de cauce a la publicación de estudios de calidad contrastada. Es una herencia que aún no
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hemos sido capaces de valorar en su totalidad y que requiere una llamada de atención para facilitar la contextualización de estudios actuales igualmente valiosos. Pocas revistas en España pueden presentar ese currículo. Además de la revista Pirineos, el IEP publicó hasta 1983 un total de 112 monografías, algunas relativamente breves y otras correspondientes a grandes tesis regionales. El listado de estas monografías es una prueba más del decisivo papel coordinador y de apoyo a la investigación científica del Instituto, así como de la labor de promoción de científicos que poco más tarde alcanzaron una gran proyección. Estas monografías se publicaron, sobre todo, entre 1943 y 1955 (hasta el volumen 103), y el resto, entre 1975 y 1983. No menos importante fue la publicación de seis volúmenes correspondientes a la serie «Fuentes para la historia del Pirineo», entre los que destaca la edición crítica del Fuero de Jaca o las colecciones diplomáticas del monasterio de Obarra y de la catedral de Huesca. Los Congresos Internacionales de Estudios Pirenaicos fueron una iniciativa de enorme interés que tuvo inicialmente un gran atractivo y excelentes resultados. Previamente, en colaboración con universidades francesas próximas al Pirineo, se creó la Unión Internacional de Estudios Pirenaicos, con dos copresidentes, uno francés y otro español. Por parte española la copresidencia correspondió a José María Albareda hasta su fallecimiento en 1966. Posteriormente, pasó a Luis Pericot, que falleció en 1973, dejando el cargo vacante (Balcells, 1973). Ya no hubo más renovación al languidecer la Unión Internacional de Estudios Pirenaicos más por dejadez de la parte francesa que por la de la española, en la que una persona como Enrique Balcells, entonces director del IEP, hubiera, sin duda, asumido la responsabilidad para ejercer una labor entusiasta y eficiente. Con el auspicio de la Unión Internacional de Estudios Pirenaicos se celebró el I Congreso en San Sebastián (1950). Los siguientes se organizaron con una cadencia de cuatro años, alternando entre Francia y España. Así, el II Congreso Internacional de Estudios Pirenaicos se celebró en Luchon-Pau (1954); el III, en Gerona (1958); el IV, en Pau-Lourdes (1962); el V, en Jaca-Pamplona (1966); el VI, en Bagnères de Bigorre (1971); y el VII, en la Seo de Urgel-Andorra (1974). Este último, que estuvo muy bien organizado desde el Instituto por Enrique Balcells, clausuró una etapa que aún se quería proseguir por parte española, pero ya no hubo continuidad. La misma dejadez que defenestró a la Unión Internacional de Estudios Pirenaicos acabó con los congresos internacionales, pues el posible VIII Congreso ya no fue organizado por la correspondiente parte francesa. Es cierto que la ciencia había ido cambiando y que el formato de los Congresos Internacionales de Estudios Pirenaicos se había visto sobrepasado por reuniones más especializadas temáticamente y de carácter menos regional. Ya no tenía
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demasiado sentido que se presentaran ocho o diez comunicaciones sobre, por ejemplo, la historia del Pirineo o la zoología del Pirineo, con una asistencia decreciente en cada una de las secciones. La organización de los congresos dio excelentes frutos con la publicación de las actas a cargo del IEP en el caso de los congresos organizados en localidades españolas. Pero, probablemente, acabaron de manera natural en el momento oportuno, aunque Enrique Balcells todavía animó a partir de 1974 a posibles organizadores franceses, especialmente a Jean Sermet, geógrafo muy unido a España por su tesis doctoral sobre Andalucía y profesor de la Universidad de Toulouse. Pero está claro que no tuvo éxito y nadie más quiso darle continuidad a un proyecto que nació con excelentes intenciones y que dio de sí todo lo que podía durante veinticinco años. Pero los tiempos estaban cambiando a gran velocidad, y en los años setenta del siglo xx se veían ya mal los congresos excesivamente regionales. Por otro lado, la multidisciplinariedad que caracterizaba a los Congresos Internacionales de Estudios Pirenaicos, que se veía como una gran novedad en las décadas de 1940 y 1950, había dejado de tener sentido, dada la creciente necesidad de especialización entre profesores de universidad y científicos.
1.1.3. Un cambio decisivo pero insuficiente en el IEP (1968-1984) Entretanto, en 1968 se produjo un cambio que transformó en gran medida el funcionamiento del IPE. Como veremos en otro apartado, en 1963 se había creado un nuevo centro de investigación en Jaca (el CPBE), también dependiente del CSIC, cuya dirección estaba a cargo de Enrique Balcells Rocamora. En 1966 Enrique Balcells ya se había encargado de la organización del V Congreso Internacional de Estudios Pirenaicos (desarrollado entre Jaca y Pamplona). Tenía, además, un conocimiento profundo acerca del funcionamiento y de los objetivos del IEP no solo por su experiencia pireneísta, sino también por sus excelentes relaciones con su director y con su vicedirector. No podemos afirmar con seguridad si la iniciativa corrió a cargo de Enrique Balcells o si partió de la organización central del CSIC en Madrid, pero lo cierto es que se tomó la decisión de trasladar el Instituto desde Zaragoza a Jaca y nombrar nuevo director en la persona de Enrique Balcells. La decisión estuvo facilitada por el hecho de que el vicedirector del Instituto, José Manuel Casas Torres, había dejado en 1966 la cátedra de Geografía de la Universidad de Zaragoza, pasando a ocupar otra cátedra de Geografía en la Universidad Complutense de Madrid. No olvidemos que Casas Torres había sido hasta 1966 la alma mater del IEP no solo como vicedirector, sino como encargado de sacar adelante la revista Pirineos y de organizar la biblioteca mediante
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el intercambio con multitud de revistas españolas e internacionales, además de publicar las actas de dos de los Congresos Internacionales de Estudios Pirenaicos celebrados hasta entonces en España (San Sebastián y Gerona). También es cierto que, quizás por acumulación excesiva de responsabilidades, en los años sesenta la dedicación de Casas Torres al Instituto se había relajado notablemente, como puede deducirse del hecho de que algunos volúmenes de la revista Pirineos correspondían a dos años y se había perdido la periodicidad con que venían apareciendo hasta entonces. Con la marcha de Casas Torres a Madrid, el Instituto podía darse por acabado porque nadie se hacía cargo de sacar adelante la revista Pirineos o de coordinar otras actividades. La biblioteca seguía en el Departamento de Geografía, pero la revista estaba paralizada, condicionando el intercambio de revistas con otras instituciones. Desde 1966, había dos catedráticos de Geografía en la Universidad de Zaragoza, Salvador Mensua y Antonio Higueras, este último, recién incorporado desde la Universidad de Santiago de Compostela. Salvador Mensua no era persona adecuada para hacerse cargo de la gestión del centro, y mucho menos para sacar adelante la revista Pirineos, por su repulsión hacia cualquier actividad burocrática. Pero sabemos de primera mano que Antonio Higueras anhelaba la dirección del Instituto, aunque desconocemos si hizo alguna gestión en ese sentido, quizás a través de su maestro Casas Torres. Lo cierto es que se tomó la decisión de sacar el IEP del Departamento de Geografía de la Universidad de Zaragoza e instalarlo en Jaca, en el ala norte del Instituto Nacional de Enseñanza Media (avenida Regimiento de Galicia, s/n, Figura 2) y, como se ha comentado, la dirección pasó a Enrique Balcells, que llevaba asentado en Jaca desde 1965, donde dirigía ya, en condiciones muy precarias (ver más adelante), el CPBE.
Figura 2. Edificio del IEP en Jaca, donde también se asentó el CPBE y, finalmente, el IPE tras la fusión de los anteriores.
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El traslado del IEP desde Zaragoza a Jaca fue relativamente traumático. Aunque había una buena relación personal entre Enrique Balcells y Antonio Higueras, sin embargo, el cambio fue (o quizás así se lo pareció a Antonio Higueras) muy brusco: Enrique Balcells se presentó en el Departamento de Geografía (desconocemos la fecha exacta del año 1968) con una camioneta para llevarse los fondos bibliográficos y los archivos administrativos que estaban depositados en el sótano del Departamento. Es un episodio poco claro que dejó en Antonio Higueras un resquemor del que se recuperó con los años. Aunque sea una cuestión anecdótica, sabemos bien que, si había habido alguna tensión con motivo del traslado, la amistad entre Balcells e Higueras se recuperó pronto y mejoró probablemente con los años. Es importante señalarlo porque la relación entre ambos tuvo consecuencias importantes a corto y largo plazo para el IEP y para el futuro IPE. Enrique Balcells (Figura 3) era un hombre que transmitía sus ideas de manera muy compleja, que dedicó su vida a la investigación científica y, en gran medida, a la organización de esa investigación. La llegada del IEP a Jaca no iba a ser para él una cuestión menor, sino que iba a utilizar el Instituto como una pieza importante para desarrollar sus ideas acerca de lo que debía ser la investigación multidisciplinar mediante las interacciones de los dos centros asentados en la ciudad de Jaca. Una vez instalada la biblioteca del centro en el piso inferior de la nueva sede, Enrique Balcells adoptó dos medidas importantes: la recuperación del ritmo de publicación de la revista Pirineos y la definición de líneas de investigación activas en coordinación con el CPBE.
Figura 3. Enrique Balcells Rocamora (1922-2007), director del IEP (entre 1968 y 1983) y del CPBE (entre 1963 y 1983).
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Con la actividad febril que le caracterizaba, Enrique Balcells inició de inmediato la edición de la revista Pirineos, de la que pasó también a ser director. Como hemos señalado, la revista había disminuido mucho su actividad desde 1960 y se podía dar por detenida desde 1965 o 1966. Enrique Balcells se implicó de lleno en su actualización con la publicación de los números 79-80 y 81-82, correspondientes a 1966. Dedicó también mucho tiempo a organizar la biblioteca y mantener el intercambio de revistas, que él consideraba no solo una forma de recibir otras publicaciones de interés, sino también de proyectar internacionalmente la imagen de la revista Pirineos. Además, dotó muy pronto a la biblioteca de personal propio, iniciando una clara ruptura respecto al período anterior en el que el IEP había carecido de posibilidades de contratación. La definición de líneas de investigación para el Instituto fue una opción muy arriesgada, pero Enrique Balcells tenía en la cabeza una determinada actividad para el IEP y la puso en práctica inmediatamente, aunque con éxito desigual. Lo que podría haber sido una gran idea se vio pronto dificultada por la especial integración del Instituto en el CSIC. En aquellos momentos (finales de la década de 1960) el CSIC estaba estructurado en patronatos, en cada uno de los cuales había un número variable de centros que se agrupaban por su mayor o menor afinidad. Así, el Patronato Alonso de Herrera incorporaba a los centros de investigación relacionados con las ciencias de la naturaleza, como fue el caso del CPBE. El Instituto pertenecía al Patronato Diego de Saavedra Fajardo, donde había una serie de centros con escasa afinidad entre sí y variadas situaciones administrativas. No se sabe bien por qué razones allí estaban, además del IEP, el Instituto de Estudios Africanos (de escasa actividad por entonces), el Instituto Histórico de la Marina, la Escuela Española de Historia y Arqueología de Roma, el Colegio Trilingüe de Salamanca (dedicado a lenguas clásicas), la Universidad Hispano-Americana de La Rábida, el Seminario de Historia Moderna de la Universidad de Navarra, el Seminario de Estudios de Arte y Arqueología de la Universidad de Valladolid, el Centro de Etnología Peninsular o el Instituto de Geografía Juan Sebastián Elcano, entre algún otro. Entre todos los institutos, solo había un investigador de plantilla: la geógrafa Julia López Gómez. Dejando a un lado al Instituto de Geografía y al IEP, el resto funcionaba mediante subvenciones para llevar a cabo actividades muy limitadas. Enrique Balcells quiso ir más allá de dirigir un centro subvencionado y quiso que su instituto funcionase como un centro propio, con un presupuesto y personal. Consiguió una plaza de bibliotecaria, pero su intención iba mucho más lejos: convertir el Instituto en un centro con unas líneas de investigación bien definidas y coordinadas entre sí. En un informe de Enrique Balcells (http://digital.csic.es/bitstream/10261/ 120098/1/Balcells_Saavedra_Fajardo.pdf) del 7 de febrero de 1976, sin referencia
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de a quién va dirigido, sobre la organización y funcionamiento del Patronato Saavedra Fajardo, se hace alusión a un plan previo de organización del IEP que él había presentado al CSIC. En este informe, se indica que la futura organización del Instituto debería contar con siete investigadores de plantilla: tres geólogos, dos geógrafos, un etnógrafo y un historiador-archivero especializado en historia del territorio. Para entonces (1976), el plan ya se había puesto en marcha. La idea de Enrique Balcells era que los geólogos estuvieran especializados en Cuaternario y geomorfología, tectónica y sedimentología (ver también Balcells, 1973). Balcells pensaba que la primera de esas especialidades era fundamental para el futuro de la investigación científica en el Pirineo, por lo que se esforzó para conseguir una plaza de colaborador científico (lo que posteriormente pasaría a denominarse ‘científico titular’), que fue ocupada mediante oposición en 1972 por parte de Carlos Martí Bono, vinculado a Enrique Balcells desde su época de estudiante en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Barcelona. Aunque inicialmente Carlos Martí formó parte, como becario, del CPBE, Enrique Balcells lo pasó a partir de 1968 al Instituto, cambio que fue puramente administrativo, pero que pretendía ser el inicio de un futuro crecimiento de este último. Tras la oposición ganada por Carlos Martí, este se hizo cargo, además, de la Secretaría del Instituto. Durante muchos años, hasta la desaparición del IEP, Carlos Martí fue el único científico de plantilla del Instituto centrado en el estudio del glaciarismo pirenaico y, al mismo tiempo, en cuestiones arqueológicas y edafológicas. La segunda línea de investigación estuvo ocupada por Miguel Soler Sempere, que estudió la estructura y la tectónica del Alto Aragón occidental y que, más tarde, desarrolló una actividad privada como geólogo en Petroles d’Aquitaine y, posteriormente, dirigió Minas de Almadén, pero que nunca llegó a incorporarse plenamente al IEP. La tercera corría a cargo de Cayo Puigdefábregas, quien presentó su tesis doctoral La sedimentación en la cuenca de Jaca. No pudo tampoco incorporarse al CSIC y desarrolló su actividad inicial en las universidades de Utrecht y Leiden (Holanda) y, posteriormente, en diversas empresas vinculadas con la prospección petrolera en Noruega. Ambos eran geólogos muy brillantes y su dedicación al Instituto hubiera representado un salto cualitativo de gran importancia para el futuro de la institución. Desde 1971, también se puso en marcha una primera línea de geografía. Esto requiere una pequeña explicación, porque, más adelante, esa y una segunda línea tuvieron importantes repercusiones para el IPE. Para entonces, el CPBE ya funcionaba de manera estable en Jaca y organizaba cursos de campo de los que luego hablaremos. En uno de esos cursos —hacia 1968— participó José Luis Calvo Palacios, entonces estudiante de Geografía en la Universidad de Zaragoza.
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Su experiencia fue, al parecer, extraordinariamente positiva y fue la razón por la que preparó su tesis de licenciatura sobre el valle de Aísa, defendida en septiembre de 1970. Enrique Balcells también quedó convencido de la valía de José Luis Calvo e hizo algún intento por captarlo para el IEP. Aquello no fue posible porque José Luis era un discípulo directo de Antonio Higueras y tenía toda una carrera por delante en el Departamento de Geografía, donde alcanzó la categoría de catedrático. Es interesante destacar que José Luis Calvo organizó en Jaca, como una actividad del Instituto, el Primer Curso de Campo de Geografía Rural, celebrado en Aragüés del Puerto del 1 al 13 de agosto de 1970. Lo cierto es que entre Enrique Balcells y Antonio Higueras se decidió mantener abierta la posibilidad de una línea de investigación geográfica en el IEP. La oportunidad surgió a comienzos de 1971, cuando Antonio Higueras propuso a José María García Ruiz como ese geógrafo que Enrique Balcells necesitaba para ir cubriendo las diferentes líneas que había pergeñado para el Instituto. En enero de 1971 José María, que había participado en el Curso de Campo de Geografía Rural, era aún estudiante de Geografía y fue acogido por Enrique Balcells con la generosidad con que solía. La concesión en septiembre de una beca de investigación permitió abrir una línea de geografía humana con estudio enfocado al Prepirineo del Alto Aragón occidental. La confianza de Enrique Balcells en las personas con las que trabajaba era tal que durante el verano de 1971 animó a una persona aún muy inexperta, como José María García Ruiz, a organizar un nuevo Curso de Campo de Geografía Rural, esta vez en la localidad de Urdués, repitiendo un nuevo curso en 1972, en Santa Cruz de la Serós con la codirección de Luis Silván. Este último, que había participado también en el mismo curso que José Luis Calvo, fue animado por Balcells en 1972 para desarrollar la segunda línea de geografía, pero la rechazó por motivos familiares; luego fue profesor en el Colegio Universitario de Soria y en la Universidad de Zaragoza. En estos dos cursos participaron estudiantes de Geografía de varias universidades españolas, entre ellos, José Creus Novau, estudiante de la Universidad de Navarra, al que, poco antes de finalizar sus estudios universitarios, se le ofreció la posibilidad de desarrollar una línea de investigación en geografía física centrada en la climatología, y así fue como se incorporó un segundo geógrafo al IEP a partir de 1973. Terminadas sus tesis doctorales, los dos geógrafos dejaron el Instituto y se incorporaron al Colegio Universitario de La Rioja y a la Universidad de Navarra. Enrique Balcells se lamentó en diversas ocasiones de la incapacidad del CSIC de absorber al personal formado en Jaca y de que otras instituciones se aprovecharan de ese esfuerzo que él llamaba «de desbroce».
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Las otras dos líneas previstas (etnógrafo e historiador) no prosperaron, a pesar del interés de Enrique Balcells. Su entusiasmo por la etnografía se había manifestado hacía ya tiempo. De hecho, contribuyó de manera decisiva a la puesta en funcionamiento del Museo de Ansó y, con su esfuerzo económico personal, se hizo con una extensa y valiosa colección de objetos de uso popular en el Alto Aragón, que deberían haber formado parte de un Museo Etnográfico del IEP, aunque nunca se llevó a cabo. El desarrollo y mantenimiento de esa colección debía estar a cargo de un etnógrafo. Sin embargo, aunque el nombre de Ángel Gari Lacruz, creador y actual director del Museo de Creencias y Religiosidad Popular del Pirineo Central, localizado en Abizanda, se consideró durante algunos años como una probable incorporación, sin embargo, nunca se llevó a cabo, quizás por falta de medios para la contratación que Ángel Gari merecía. Por último, hacia 1974 se hizo un intento por abrir una línea de historia del Territorio, para lo que se contactó con Ángel Martín Duque, catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Navarra, quien recomendó a una historiadora recién licenciada. Enrique Balcells le sugirió comenzar con el estudio de la pardina de Las Tiesas Altas, en el valle de Aísa, con una larga historia de actividades y con notable influencia en el valle. Sin embargo, esta línea fue un fracaso y ya no se reabrió. Que Enrique Balcells, una persona procedente del campo de las ciencias naturales, pretendiera abrir dos líneas tan humanísticas como la etnografía y la historia puede parecer sorprendente, porque no es nada habitual. Sin embargo, es el reflejo de una mente abierta a un amplio abanico de disciplinas científicas y de su visión global del territorio. El etnógrafo (o quizás sería mejor hablar de etnólogo) se encargaría no solo de organizar y gestionar el posible museo etnográfico que imaginaba Enrique Balcells y para el que había ido recogiendo y comprando un elevado número de piezas, sino también de estudiar el significado de esas piezas y su implicación en las rutinas en que se ha basado el aprovechamiento integral del territorio. La línea historiográfica, por su parte, tenía también un gran sentido para Enrique Balcells: mediante el estudio histórico del territorio podrían interpretarse mejor, en primer lugar, los períodos de construcción y transformación de los paisajes; en segundo lugar, la complejidad de los paisajes actuales, en los que se superponen diferentes etapas; en tercero, las respuestas de la población local frente a factores tales como el crecimiento demográfico, las fluctuaciones climáticas o eventos excepcionales; y, por último, las formas de organización social que permitían la adaptación frente a las incertidumbres del medio. No fue posible y será difícil que pueda replantearse algo así en el IPE o en cualquier otro centro de investigación ecológica en España.
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Lo cierto es que del plan que propuso Enrique Balcells al CSIC para el IEP no salió nada adelante a corto plazo. Hasta 1983, no hubo más ingresos de personal científico de plantilla, de manera que el Instituto languidecía con un director —Enrique Balcells— que, además, era director del CPBE, un científico titular —Carlos Martí Bono— y una bibliotecaria —Cristina Pérez de Larraya—, además de sacar adelante la revista Pirineos y contar con una buena biblioteca basada en los intercambios de revistas con otras instituciones. Pero esto, evidentemente, no era suficiente. También es cierto que, al disponer de mayores recursos presupuestarios, el Instituto pudo contratar en algunos años a otras personas, como Purificación Callizo, Jesús Mairal y Ana Fernández Oliva, si bien todas ellas destinaron gran parte de su dedicación al otro centro de investigación que se había fundado en Jaca.
1.1.4. El CPBE (1963-1984) Los Congresos Internacionales de Estudios Pirenaicos, que ahora parecen desfasados o correspondientes a un período relativamente primitivo de la investigación científica, tuvieron mucha importancia por las relaciones que se establecieron a su sombra. En las décadas de 1950 y 1960, estos congresos eran utilizados por los grandes científicos de la época para presentar sus resultados, conocer lo que otros estaban trabajando y proyectar nuevas reuniones o trabajos en común. En el IV Congreso, celebrado en Pau-Lourdes en 1962, participó José María Albareda (secretario general del CSIC hasta su fallecimiento en 1966, como se ha comentado). Allí se gestó la creación de un nuevo centro de investigación del CSIC enfocado el estudio de los aspectos biológicos de las áreas de montaña, en conexión con el Programa Biológico Internacional y el programa MaB (Man and Biosphere). Hay que decir, en honor a la verdad, que la idea inicial era bastante modesta, pues se contentaba con la construcción de un laboratorio en el parque nacional de Aigües Tortes, coincidiendo con la puesta en marcha del parque nacional de la Cascada de Cauterets (precedente del Parc National des Pyrénées en la vertiente francesa) y la creación de una reserva biológica en la vertiente española. El informe correspondiente se elaboró en octubre de 1962 (desconocemos su autor) y se envió a la Secretaría General del CSIC (Balcells, 1966). Poco después, en enero de 1963, el Ayuntamiento de Jaca tomó la iniciativa, de manera que una comisión municipal, encabezada por el alcalde de la ciudad (entonces Juan Lacasa), se entrevistó en Madrid con el secretario general del CSIC para solicitar la instalación de un centro cultural y científico en Jaca. La propuesta fue muy favorablemente acogida por José María Albareda, quien preparó una comisión de científicos del CSIC y extranjeros para visitar Jaca y estudiar las posibilidades
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de localización de edificios y campos experimentales, «acordándose, en principio, admitir la oferta de cesión de una parte de la finca conocida como El Boalar de Jaca, en el km 7 de la carretera a Puente la Reina, a cambio de solares del CSIC en el recinto urbano» (Balcells, 1966). La Comisión Ejecutiva del CSIC aprobó la creación del CPBE el día 19 septiembre de 1963, inicialmente, con carácter subvencionado, lo cual plantearía problemas financieros y de consolidación de una plantilla. La subvención necesaria para la puesta en marcha del nuevo centro procedió del primer ciclo del Plan de Desarrollo Económico y Social. En su comienzo, el «Centro», como era conocido por la población del Alto Aragón (a veces también como el «Centro de Investigaciones») y, especialmente, por todos los que estuvieron vinculados a él de una u otra forma, estuvo federado al Instituto de Orientación y Asistencia Técnica del Ebro, localizado en Zaragoza y dirigido por Manuel Ocaña. En julio de 1964 fue declarado de utilidad pública por el Ministerio de Educación Nacional. La persona elegida por José María Albareda para sacar adelante el proyecto fue Enrique Balcells Rocamora, entonces un prestigioso investigador científico del CSIC en el Instituto Español de Fisiología y Bioquímica de Barcelona (Martínez Rica y Villar Pérez, 2008). Enrique Balcells era bien conocido por su notable actividad científica y sus numerosos contactos internacionales, además de su intensa dedicación al trabajo. Su paso por numerosos centros de investigación extranjeros (Museo de Historia Natural de Ginebra, Departamento de Anatomía Comparada de la Facultad de Ciencias de la Sorbona, Zoologisches Anstalt de la Universidad de Basilea, además de otras estancias breves en centros de Bélgica, Austria e Italia) hacían de él una persona idónea para poner en marcha un centro de investigación del que se esperaba mucho en el campo de la ecología. Enrique Balcells había dedicado su actividad científica al estudio de la entomología agrícola y la biología marina, y su nombramiento como director del Centro supuso una ruptura en todos los sentidos. Primero, porque le obligó a cambiar sus líneas de trabajo, para pasar más a centrarse en el estudio de los vertebrados y la ecología terrestre en general, además de incorporar la influencia humana para explicar el funcionamiento complejo de los ecosistemas de montaña. En segundo lugar, dedicó una parte muy importante de sus esfuerzos a la puesta en funcionamiento del nuevo centro, al que se dotó de escasa infraestructura y recursos económicos, además de una reducida plantilla, Por último, dedicó también muchos esfuerzos a las muchas comisiones y cargos de los que fue responsabilizándose, como consejero adjunto del CSIC, miembro de la Junta Técnica del Patronato Alonso de Herrera (del que, inicialmente, formó parte el CPBE), secretario del Comité Español para el Programa Biológico Internacional, miembro del Comité Nacional de Biología, vocal del patronato de las Marismas del Guadalquivir, consejero numerario del
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CSIC y vicepresidente del Comité de Organización del Programa MaB, a lo que debe añadirse la ya comentada dirección de otro centro de investigación (el IEP) a partir de 1968 y la impartición durante algunos años de cursos de doctorado en la Universidad de Navarra. Todo ello le obligó a llevar una vida de dedicación exclusiva a la investigación y la gestión científicas, con jornadas de trabajo desde las 9:30 hasta las 22 horas, con un breve descanso a mediodía, todos los días del año, sin que le hayamos conocido períodos vacacionales. Tenía «una formación y una mentalidad enciclopedista, un poco a la manera de los personajes renacentistas, para los que el conocimiento de la propia disciplina siempre se quedaba corto. En este sentido, fue una persona arriesgada, en la frontera entre el éxito y el fracaso, como los grandes científicos, y también incomprendido, porque para comprenderle era necesaria no solo imaginación, también una mentalidad abierta dispuesta a asumir igualmente riesgos» (García-Ruiz, 2006). Los principios del CPBE fueron muy difíciles, tal como se indica en un documento encontrado en la biblioteca y fechado en 1965 (en las referencias, Balcells, 1965a), que con toda probabilidad fue elaborado por el director al presentar la Memoria de Actividades del nuevo centro correspondiente a 1964-1965, y en Balcells (1965b). A esta información de primera mano nos atenemos, al menos parcialmente, a continuación. En su inicio, mientras se decidía la ubicación del Centro, disponía de un pequeño local perteneciente a la Universidad de Barcelona que estaba asignado a Enrique Balcells, desde donde realizaba las gestiones más perentorias para poner en funcionamiento lo que llamaríamos unos servicios mínimos. Al carecer el Centro de local propio, pudo asentarse en Jaca gracias a la cesión por parte del municipio de un chalé en el barrio de Ciudad Jardín, número 8 (Figura 4), que fue laboratorio y residencia desde julio de 1964, que puede considerarse la fecha de establecimiento real del Centro en Jaca, con andadura propia. Este local contó con nueve camas, servicios, biblioteca, laboratorio y cocina. Desde el 1 de abril de 1965, pasó a ser, simplemente, laboratorio y, después de octubre de 1965, fue habilitado como domicilio particular de uno de los científicos adscritos momentáneamente al Centro (Juan Puigdefábregas). Desde mediados de julio de 1965, se habilitó otra casa en el número 19 del barrio de Ciudad Jardín, también cedido por el Ayuntamiento de Jaca como residencia con capacidad para siete investigadores. Por otro lado, se contó también, provisionalmente, con un chalé de reciente construcción al final del paseo de la Cantera, propiedad de Enrique Balcells, en cuyo jardín se albergaron las primeras experimentaciones, aunque cabe deducir que esto formaba más parte del deseo de Enrique Balcells que de la realidad. Además, se mantenían unas instalaciones en la Universidad de Barcelona, en el antiguo despacho del director, acondicionado como laboratorio de fisiología, productividad y alimentación animal. También, y de manera
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muy provisional, se instalaron acuarios y terrarios, laboratorio de vertebrados inferiores y superiores, así como espacio para dibujante, secretaria y biblioteca y la correspondiente distribución de publicaciones, todo ello en un piso de la calle Balmes, número 64, 5.º, 2.ª, de Barcelona, que, aunque no está explicitado en ningún documento, debía pertenecer a la familia de Enrique Balcells.
Figura 4. Chalé ocupado por el CPBE entre 1964 y 1965 en la calle Albareda, número 8, en la urbanización Ciudad Jardín de Jaca. Foto de Enrique Balcells.
Fácil es deducir que el funcionamiento inicial del CPBE estuvo muy relacionado con el deseo del Ayuntamiento de Jaca y la idea del entonces alcalde, Juan Lacasa, de impulsar la ciudad como centro turístico y cultural de calidad. Para la corporación municipal de entonces, la instalación de un centro de investigación dependiente del CSIC servía de complemento de la Universidad de Verano y realzaba el papel de Jaca como centro de prestigio en el Alto Aragón. De ahí la cesión de
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edificios para la instalación inicial del Centro y, más tarde, como residencia de los primeros investigadores. Había cedido también la finca El Boalar, de la que Enrique Balcells esperaba mucho. Pero además del papel decisivo del Ayuntamiento de Jaca, no podemos imaginar cómo hubiera salido adelante el Centro sin el apoyo de los recursos personales del director y su dedicación íntegra a un proyecto que consumió toda su vida. Balcells (1965) resume muy bien la finalidad y las líneas de investigación previstas para el nuevo centro en el primer artículo del primer volumen de las Publicaciones del Centro Pirenaico de Biología Experimental. A este artículo nos referimos especialmente a continuación, puesto que constituye la base sobre la que se sustentan las primeras decisiones y los avances en la creación del nuevo centro. Además, ese trabajo sirve para comprobar hasta qué punto se cumplieron o no las previsiones de Enrique Balcells. De ese artículo se deducen dos finalidades: 1) El estudio de los ecosistemas montanos a partir de la biocenótica de las comunidades faunísticas y florísticas adaptadas a los condicionamientos abióticos de las áreas de montaña. En otras palabras, las investigaciones científicas del Pirineo debían permitir el conocimiento global de las áreas de montaña, las relaciones entre las diferentes comunidades, el efecto de las sociedades humanas sobre fauna y flora y, a su vez, la influencia de estas últimas para explicar los modos de vida y los aprovechamientos humanos del territorio. 2) La contribución a la mejora de la explotación agropecuaria y forestal de los ecosistemas montanos. Enrique Balcells asumió, desde que se hizo cargo del Centro, que el conocimiento de las diferentes características de la montaña debía ser la base para una mejor explotación de las zonas cultivadas y de la ganadería, así como para facilitar su integración. Por lo tanto, entre los problemas que debían estudiarse estaban también incluidos aquellos que afectaban directamente al uso del territorio, como el bosque y su explotación, las plagas forestales, la conservación del suelo, la praticultura, la ganadería lanar (mucho más que el ganado vacuno, necesitado de una organización social menos compleja), los endoparásitos, los cultivos de la montaña media y su relación con los ciclos ganaderos e, incluso, la cría de animales montanos para exponer en jardines zoológicos (Balcells, 1964). De hecho, Villar y Vallés (1995) señalaron que los ecosistemas agropastorales han sido objeto de estudio preferente. Con Juan Puigdefábregas, fue pionero en el estudio ecológico de la ganadería, como lo prueba el excelente trabajo sobre la organización social y la explotación del territorio en el valle de Roncal, donde hizo un pormenorizado balance de todos los aprovechamientos y de las entradas y salidas del sistema
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agroganadero (Puigdefábregas y Balcells, 1979). La lectura actual de ese trabajo lo hace aparecer como una contribución nueva, en condiciones de ser publicada con pocas modificaciones en algunas de las mejores revistas internacionales de geografía o ecología (García-Ruiz, 2006). Siempre hemos tenido la impresión de que la organización inicial del Instituto se debió no solo a una mente privilegiada con capacidad para integrar los numerosos aspectos bióticos y abióticos de las áreas de montaña, así como su relación con la actividad humana, pero a la vez una mente ingenua capaz de creer que aquello era posible a corto plazo y que el CSIC estaría a la altura de las circunstancias para sacar adelante aquel proyecto sin mayores problemas. Con la perspectiva actual, los objetivos del CPBE tenían que haberse definido mejor, de manera que hubiera un proyecto a largo plazo centrado, sobre todo, en la conservación de las zonas de montaña, lo que incluye el estudio ordenado de las comunidades florísticas y faunísticas, de los condicionantes paleoambientales y del clima actual, así como de la omnipresente actividad humana. Al repasar las líneas de investigación previstas (para la mayor parte de las cuales ya había personas identificadas como posibles científicos de plantilla), podemos deducir que hay un exceso de ambición, a la vez que, de optimismo, y que las diferentes líneas de investigación tenían que haber ido madurando lentamente dentro de una línea argumental bien establecida. Así, las líneas que planteó Enrique Balcells fueron las siguientes: edafología geológica, geomorfología, bioedafología, climatología y cartografía de la vegetación, biología de animales montanos, florología y fitosociología, biología de animales domésticos, autoecología vegetal, etología, biocenótica subterránea, fisiología animal y bioquímica, y biocenótica acuática. Además, no se contaría con el apoyo de equipos integrados en el Centro, sino pertenecientes a otras instituciones, en los campos de la sedimentología, la estratigrafía, la paleobiología y la tectónica, la fauna de animales inferiores, la fisiología de vegetales inferiores y las plagas, y la microbiología. Para complicar más las cosas, se pretendía que el CPBE sirviera de «enseñanza continua de cómo los habitantes pueden mejorar y elevar sus duras condiciones de vida y conseguir así la futura conservación y adecuada recuperación de las poblaciones montanas» (Balcells, 1966). Para ello, se organizarían periódicamente conferencias y cursillos dirigidos a los «campesinos autóctonos» sobre cría y explotación animal, problemas forestales, praticultura, conservación del suelo y cultivos de montaña media. Es decir, que, además, el Centro debía desarrollar actividades similares a la antigua Extensión Agraria. Por último, los resultados científicos deberían servir para mejorar la explotación hidroeléctrica del territorio y la repoblación de ambientes degradados, el turismo, la caza y la pesca. Incluso se proponía un asesoramiento jurídico, económico e histórico para pueblos de la comarca y la
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contribución del Centro a la enseñanza en escuelas de capacitación, enseñanza media y universitaria. Todo un compendio de buenos propósitos que estaban lejos de la realidad, pero que reflejan la mentalidad de un hombre bienintencionado, dispuesto a abarcarlo todo para conseguir un centro de excelencia que no solo contribuyera al conocimiento científico de las zonas de montaña, sino también a la mejora de la calidad de vida y de los aprovechamientos por parte de la población local. Que el CPBE saliera adelante fue también posible gracias al respaldo del personal inicial, que fue seleccionado entre jóvenes entusiastas que contaban con una fe ilimitada en el director. En un principio, el centro se fundó solo con el director y un vicedirector, Pedro Montserrat Recoder, quien no se incorporó plenamente hasta 1968, procedente del Instituto de Edafología y Biología Vegetal, radicado en Madrid (más tarde recalificado como Centro de Ciencias Medioambientales). En 1965 se contaba con la colaboración, de acuerdo con un texto de MartínezRica (1965), «de tres doctores en Ciencias, cuatro licenciados en Ciencias Biológicas, dos peritos agrícolas, dos licenciados en Ciencias Geológicas pendientes de tesina, dos estudiantes adheridos en Ciencias Biológicas y otro estudiando 4.º curso de esa misma especialidad, suficientes para cubrir las futuras-inmediatas líneas de trabajo». Todos ellos procedían de facultades y escuelas técnicas de la Universidad de Barcelona, reflejando el hecho de que Enrique Balcells se rodeó, especialmente, de personas de su entera confianza. En cambio, el personal de apoyo a la investigación procedió en su totalidad de la comarca de la Jacetania y, excepcionalmente, de Madrid. Una breve referencia al personal científico inicial es importante porque algunos de ellos han tenido notable relevancia en el desarrollo posterior del Centro, aunque la mayoría se desligó tempranamente del mismo. Los dos geólogos eran Miguel Soler Sampere y Carlos Martí Bono, que, como se ha visto en el apartado 2.3, a partir de 1968 pasaron a depender del IEP. Juan Ramón Vericad Corominas, que colaboraba con Enrique Balcells desde 1962, se especializó en mamíferos y residió en Jaca desde la primavera de 1965, primero, como becario y, luego, como profesor interino en el Instituto de Enseñanza Media de Jaca. Juan Puigdefábregas Tomás, entonces, perito agrícola. Fue persona de toda confianza para Enrique Balcells, quien lo consideraba una persona «madura y reflexiva». Fue su brazo derecho desde el principio del Centro en Jaca, hasta que Enrique Balcells dejó el cargo de director, y vivió toda la problemática del Centro al encargarse de buena parte de la labor administrativa desde su puesto de secretario. Obtuvo pronto plaza de titulado técnico por oposición y se licenció en Biología a comienzos de la década de 1970.
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Juan Pablo Martínez Rica pertenecía al equipo de Enrique Balcells en 1961, cuando aún era estudiante. Desde la fundación del Centro, siguió participando en sus actividades científicas, aunque no se incorporó al Centro en Jaca hasta 1970. Se especializó en Etología y en Herpetología. Joan Manuel Serrat Teresa, perito agrícola, se incorporó en 1965, pero solo permaneció unos meses enfocando su trabajo en el estudio anatómico y biológico del boj. El resto de las personas que Enrique Balcells incluía en el grupo inicial del Centro no llegaron a incorporarse, de hecho, nunca y mantuvieron una laxa y breve relación con las actividades de este. Cabe destacar a Luis Gállego Castejón, quien, siendo aún estudiante, efectuó un descenso trashumante con un rebaño de ganado lanar desde Ansó hasta el centro de la depresión del Ebro. Publicó un artículo al respecto en la revista Publicaciones del Centro Pirenaico de Biología Experimental, donde refleja de forma muy vívida las tradiciones, rutinas y dificultades en torno a la trashumancia. Manuel Doménech, Olegario Escolá y Antonio Vidal Celma nunca estuvieron realmente en la órbita del Centro, aunque habían mantenido estrechas colaboraciones con Enrique Balcells, sobre todo Antonio Vidal, especialista en limnología y casi con toda probabilidad discípulo directo de Ramón Margalef. El personal de apoyo que era necesario para sacar adelante este complejo proyecto era también muy numeroso. La propuesta inicial incluía un administrador, dos auxiliares administrativos, dos ayudantes de laboratorio, cuatro laborantes, bibliotecaria, dibujante y personal de limpieza, además de «dos matrimonios encargados de la finca» experimental (Balcells, 1965). El Centro dispondría de laboratorios, jardín botánico, jardín zoológico para cría y estudios etológicos de animales salvajes en semicautividad, biblioteca, cartoteca, fotogramoteca, fototeca, taller de taxidermia, colección de insectos, herbario, archivo de semillas, estaciones meteorológicas instaladas en lugares críticos del Alto Aragón occidental, equipo de fotografía y cinematografía y maquinaria para el cultivo de las parcelas experimentales. A todo ello se unía la disponibilidad de una gran finca experimental (El Boalar, 73 ha) a solo 7 km de distancia de la ciudad de Jaca, con varios campos llanos para posibles cultivos y un bosque denso en una topografía abrupta típicamente prepirenaica o de montaña media pirenaica, dominado por la presencia masiva de Quercus faginea y abundante Buxus sempervirens en el sotobosque. Interesa resaltar que la finca El Boalar cuenta con una torre construida muy posiblemente en el siglo xiii (la Torre del Moro), que es un torreón de vigilancia, con tres pisos y remate almenado (aunque este último se ha perdido), numerosas saeteras y dos pequeñas ventanas góticas con columnitas parteluz. Es el elemento arquitectónico más antiguo del patrimonio inmobiliario del CSIC (Figura 5).
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Figura 5. La Torre del Moro, en la finca El Boalar, cedida por el Ayuntamiento de Jaca al CSIC. Dibujo de Enrique Balcells.
¿Cómo se implementó todo este ambicioso proyecto? Lo hizo muy lentamente y de manera muy incompleta. El Centro pudo aprovecharse, a partir de 1968, de la antigua residencia del IEP al ser nombrado Enrique Balcells director de este último. Esto representó un gran cambio por la dimensión de los locales del Instituto, que permitían disponer no solo de amplio espacio para la biblioteca y el intercambio de publicaciones, sino también para taller de mantenimiento, laboratorios y
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jardín zoológico, así como para el inicio de un herbario. Enrique Balcells estuvo entregado a labores administrativas, a la preparación de infinidad de informes de todo tipo para diversos organismos —especialmente, la Comisión Ejecutiva del CSIC y el Patronato Alonso de Herrera—, al asesoramiento de los becarios que tenía bajo su responsabilidad como doctorandos, haciéndose cargo y resolviendo, en la medida de lo posible, los problemas de cada día en el Centro, encargándose a la vez de sacar adelante la nueva revista (Publicaciones del Centro Pirenaico de Biología Experimental), de la que se editaron siete volúmenes. La revista murió pocos años después, cuando Enrique Balcells se hizo cargo, además, de la Dirección del IEP y, consiguientemente, también de la revista Pirineos. Si, por añadidura, se tiene en cuenta que Enrique Balcells tenía un importante patrimonio personal que atender, que adquirió dos grandes fincas en el Alto Aragón (Samitier y Esporret) y que llevó a cabo una experiencia personal de gestión y explotación de dos rebaños ganaderos que él pretendía que fueran ejemplares, llegaremos a la conclusión de que era muy difícil centrar la atención de los problemas científicos y administrativos del Centro a corto y largo plazo. A pesar de ello, el Centro fue saliendo adelante porque así lo quisieron no solo Enrique Balcells, sino una serie de personas que creyeron total o parcialmente en el proyecto de creación y desarrollo del Centro y que se entregaron de manera ilimitada para sacarlo adelante. Nos referimos tanto a científicos (Pedro Montserrat y Juan Puigdefábregas, por ejemplo), como a personal de apoyo muy relacionado con el territorio por ser población local (Manuel Mairal y Eugenio De Mingo). Ya hemos comentado que Pedro Montserrat (Figura 6) se incorporó al Centro en 1968 procedente del Instituto de Edafología y Biología Vegetal. Fue un fichaje estrella que contribuyó a realzar las esperanzas puestas en el Centro. Pedro Montserrat era ya entonces un botánico de prestigio y un excelente especialista en praticultura. Su vocación extrema como botánico multiplicó sus salidas al campo, que le permitieron «herborizar» con mucha frecuencia. En Jaca, además, realizó estudios sobre ecología del sistema agropecuario, flora, geobotánica, sostenibilidad y conservación de la naturaleza (Villar, 2017). Era persona caracterizada, como Enrique Balcells, por su «fiebre» por el trabajo, de manera que compatibilizó la publicación de muy numerosos artículos de botánica (que contribuían a prestigiar al Centro en sus momentos iniciales), la dirección de varias tesis doctorales y la construcción de un gran herbario (Herbario Jaca) que es, por el número de sus ejemplares, el segundo de España, con alto reconocimiento internacional por tratarse de «un herbario europeo, especialmente rico en flora pirenaica o de montaña en general» (Villar y Vallés, 1995). Además, Pedro Montserrat fue capaz de transmitir en distintas instancias una filosofía de lo que debe ser la
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conservación y la explotación de las áreas de montaña, teniendo en cuenta no solo su complejidad y sus dificultades ambientales, sino también la adaptación del hombre a esas dificultades y el conocimiento de las rutinas imprescindibles para gestionar adecuadamente el territorio. La peculiar visión integradora de Pedro Montserrat sobre los paisajes de montaña era muy intuitiva y poco experimentada y cuantificada, pero contribuyó de manera decisiva a crear una positiva imagen del Centro y a formar a jóvenes científicos en una determinada forma de percibir las interacciones entre el medio y las explotaciones agroganaderas. No fue un buen gestor porque, como buen científico vocacional, aborrecía la burocracia, pero fue fundamental para impulsar inicialmente el Centro y para entusiasmar a las primeras generaciones que se vincularon a la institución.
Figura 6. Pedro Montserrat (1918-2017), a comienzos de la década de 1950. Se incorporó al CPBE en 1968 y ejerció hasta comienzos de la década de 1980 como vicedirector.
Respecto a Juan Puigdefábregas, se vinculó muy joven a CPBE y tuvo inmediatamente responsabilidades de gestión y organización. Centró inicialmente sus estudios en el ciclo biogeoquímico del bosque de San Juan de la Peña, que durante las
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dos primeras décadas de vida del Centro fue un lugar habitual de experimentación. Más tarde se interesó, sobre todo, por el ciclo del agua (hidrología de laderas en función de la cubierta vegetal) y la erosión del suelo en relación con José María García Ruiz. Tenía una enorme capacidad para interpretar las interacciones que se producen en la naturaleza, aunque le costó empatizar con la gente por la complejidad de su pensamiento lógico y por sus silencios. Fue durante años la mano derecha de Enrique Balcells, lo que para algunos críticos era más un hecho negativo que una ventaja. Aun así, fue elemento clave en el desarrollo del Centro y su posterior traslado a otro centro del CSIC fue una pérdida que muchos no fueron capaces de valorar. El resto del personal científico de la primera época estuvo integrado por Juan Ramón Vericad, que llegó a ser vicedirector, dejando así más tiempo libre a Pedro Montserrat para que lo dedicara a la investigación científica, y por Juan Pablo Martínez Rica. Los dos pasaron a ser colaboradores científicos del CSIC (la denominación que ahora se reserva a los científicos titulares) por oposición en 1973. Su incorporación a la plantilla del Centro fue una noticia extraordinaria porque representó un cambio cualitativo y cuantitativo y abrió esperanzas a un crecimiento continuo y a la estabilización de las líneas de investigación planeadas inicialmente. Es interesante señalar en la Memoria de 1970 la presencia de Jacinto Nadal Puigdefábregas como colaborador científico, si bien desapareció de la lista de personal a partir de 1971. Manuel Mairal y Eugenio de Mingo fueron un importante apoyo para Enrique Balcells. El primero, que procedía de la Guardería de Montes del Ayuntamiento de Jaca, se encargó de múltiples actividades; la principal, actuar como chófer para el traslado del personal científico a los lugares de trabajo de campo; además, llevó la red de estaciones meteorológicas (que en algún momento llegaron a ser cerca de sesenta). Eugenio de Mingo había trabajado en la pardina de Ordaniso, dependiente de la Confederación Hidrográfica del Ebro, y en el centro se encargó de su mantenimiento, en general, y del pequeño jardín zoológico, en particular. Este jardín, que no contaba con buenas instalaciones, era visitado por la población de Jaca y por turistas durante los fines de semana, hasta que se consideró que no aportaba nada positivo a la imagen del Centro. También de la primera época, como personal de apoyo, estaban Miguel Gracia (encargado de la administración del Instituto), Purificación Callizo (como secretaria encargada, sobre todo, de mecanografiar los escritos de Enrique Balcells y de algunos becarios), Ana Fernández Oliva (secretaria de la Dirección, que trabajó inicialmente desde la sede provisional de Barcelona y en 1975 se trasladó a Jaca), María Pilar Escario (como bibliotecaria) y Fernando Rodríguez Jiménez (como taxidermista, aunque empleaba
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más su tiempo en jugosas charlas con los becarios). Muy pronto se incorporaría, además, el personal de laboratorio (Santiago Pérez, Emilio Ubieto, José Azorín, Álvaro Gairín, Ramón Galindo y José Servando Chinchón, si bien este último se trasladó pronto a Barcelona), que ha estado al frente de los laboratorios de análisis fisicoquímicos de suelo, plantas y agua hasta la actualidad. María Luisa Cajal y Antonio Lanaspa fueron apoyo fundamental para Pedro Montserrat. Por su parte, Javier Santamaría trabajó como ayudante de taxidermia hasta mediados de la década de 1970. La mayor parte de este personal de apoyo se incorporó al CPBE entre los años 1969 y 1972, si bien su consolidación como personal de plantilla se produjo de manera escalonada. Hemos citado a todas estas personas porque, cualquiera que fuera su puesto de trabajo y responsabilidad, formaron parte de lo que podemos considerar tiempos heroicos, que luego fueron irrepetibles, con una serie de personas ilusionadas en la creencia de que estaban haciendo algo grande y de que la primera base inicial era solo el embrión de un centro de grandes repercusiones para todo el Alto Aragón. Fueron también heroicos por las limitaciones presupuestarias y por la necesidad de estar continuamente improvisando para resolver los problemas de cada día. Todos aprendieron con la experiencia y todos fueron el punto de partida de lo que hoy es el IPE. Muy poco antes de la incorporación de Juan Ramón Vericad y Juan Pablo Martínez Rica como colaboradores científicos, se produjo una primera oleada de becarios entre 1970 y 1973. Los cursos de campo que venía organizando el Centro desde 1968 empezaron a dar sus frutos y fueron los que nutrieron al Centro de nuevos aspirantes de becarios. El año 1971, el Centro se llenó de gente joven, con el mismo ánimo ilusionado que los que lo habían hecho cinco o seis años antes. Luis Villar (botánica), Rosario Fanlo (vegetación de crestas rocosas, especializándose más tarde sobre pastos) César Pedrocchi (ornitología), Bernardo Alvera (ciclos biogeoquímicos), Antonio Palanca (entomología) y, muy poco más tarde, Federico Fillat (gestión agroganadera) comenzaron a desarrollar líneas que el director del Centro (seguramente con alguna influencia de Juan Puigdefábregas) consideraba necesarias. También se inició una tesis sobre la procesionaria del pino, pero no llegó a término. Hubo bastantes más jóvenes en aquellos años, aunque solo estuvieron unos meses realizando sus prácticas, pero dejaron a corto plazo la idea de que el Centro era un hervidero de actividades, con atractivo para jóvenes aspirantes a desarrollar una carrera científica. Recordamos, en especial, el carácter bohemio y bondadoso de Ramón Elósegui y su empeño malogrado por estudiar los buitres leonados del Alto Aragón.
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Después vino un largo período más tranquilo. Se incorporaron nuevos colaboradores científicos durante las décadas de 1970 (Juan Puigdefábregas y Luis Villar en 1974 y Bernardo Alvera en 1975) y nuevos becarios (Ricardo García González, para el estudio del crecimiento del ganado lanar, y Juan Franch, sobre la descomposición de tocones de árboles), alguno de los cuales desarrolló una larga actividad en el Centro. Pero todo dio la impresión de que se había alcanzado un umbral de crecimiento y de que habría notables dificultades para la concesión de nuevas plazas de plantilla por parte del CSIC. El Centro se estabilizó en gran medida y se echó en falta la llegada de ideas nuevas que revolucionaran e ilusionaran de nuevo a los científicos y al personal de apoyo. Desde nuestra actual perspectiva, podemos concluir que el proyecto inicial de Enrique Balcells se estaba agotando por su falta de definición y de adaptación a los cambios que, de manera continuada, tienen lugar en la ciencia. Por otro lado, hubo mucha improvisación y la ya habitual falta de medios económicos, aunque el propio Enrique Balcells siguió apoyando con sus propios recursos, algo que no siempre se ha valorado adecuadamente. En esos años, la finca de El Boalar siguió cultivándose, aprovechando las parcelas de la parte baja con cultivos forrajeros, no precisamente experimentales. Se trataba de dar la impresión de que las parcelas estaban activas (o no abandonadas). Por otro lado, dentro de la zona forestal se instaló un cercado para el alojamiento de una manada de jabalíes, que sería la base de operaciones para un estudio etológico por parte de Juan Pablo Martínez Rica. Estuvo funcionando varios años hasta que la fuga de varios ejemplares provocó un accidente en la carretera de Jaca a Puente la Reina de Jaca. El viejo edificio del IEP siguió envejeciendo, aunque era suficiente para la mayor parte de las actividades de los dos centros de investigación que lo ocupaban. Aquel edificio estaba formado por un largo pasillo en L, flanqueado por unos armarios de madera donde se guardaba un material muy variado, especialmente, colecciones zoológicas, y por fotografías tomadas por Enrique Balcells sobre diversos aspectos de la vida en la montaña (Figura 7). A ambos lados del pasillo, se abrían las puertas de los despachos. Era un pasillo muy largo, con suelo embaldosado en blanco y negro, mientras los despachos tenían tarima no pulida o, quizás, ya desgastada. Los techos eran muy altos, lo que hacía difícil el calentamiento del edificio. Al entrar se percibía un olor indefinido, no necesariamente desagradable, y al recorrerlo se adivinaba un buen ambiente de trabajo. Allí pasaban los científicos muchas horas, interrumpidas por la llamada a compartir el té hacia las seis de la tarde en la segunda estancia a mano derecha. En la planta baja estaba la biblioteca del centro, el depósito de publicaciones del Instituto, una sala para
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la distribución de la revista Pirineos, una sala para la ubicación del herbario y un taller de carpintería desde el que se accedía al jardín zoológico, compuesto por varias jaulas (las mayores ocupadas por rapaces) y una pequeña caseta de piedra seca con tejado de lajas de arenisca imitando a los típicos refugios del Alto Aragón. Desde la planta baja se accedía también a la capilla propiedad del Instituto. En definitiva, un enorme edificio poco acondicionado a las necesidades crecientes de la investigación científica en Jaca.
Figura 7. El largo pasillo del viejo IEP y del CPBE de Jaca, flanqueado por armarios, archivos y fotografías.
Durante el tiempo en que Enrique Balcells Rocamora fue director del IEP y del CPBE, fue nombrado miembro honorario de la Société Zoologique de France. Después de su jubilación, aún fue nombrado miembro de la Academia Real de Ciencias y Artes de Barcelona, miembro honorario de la Real Sociedad Española de Historia Natural y presidente de honor de la Sociedad Española para la Conservación y el Estudio de los Murciélagos. En 1998, en la localidad de Torla, la ministra de Medio Ambiente del Gobierno de España le entregó un premio especial en reconocimiento de su actividad científica (Villar, 2007).
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1.1.5. La fusión de los dos centros: el IPE A mediados de la década de 1980 (y aún podría decirse que antes), el CPBE y el IEP habían alcanzado su límite máximo. Es cierto que podían haber crecido mediante la concesión de plazas de científico titular, pero los tiempos estaban cambiando con cierta rapidez en el CSIC y se esperaba que también lo hicieran los diferentes centros que de él dependían. Esto no quiere decir que no se hiciera buena ciencia en el Centro. Se hacía mucho trabajo de campo y había un conocimiento bastante preciso del territorio en que se trabajaba con mayor intensidad (el Alto Aragón occidental y el nordeste de Navarra, desde el valle de Roncal hasta el valle del Gállego y el parque nacional de Ordesa y Monte Perdido [PNOMP]). Pero esto empezaba a no ser suficiente, como veremos más adelante. En marzo de 1983 tomó posesión del cargo de presidente del CSIC José Elguero Bertolini, quien permaneció en el mismo poco más de un año. Entre las primeras decisiones del nuevo equipo del CSIC destacó la necesidad de que los dos centros de investigación que había en Jaca (uno con escasísima actividad, excepto por la publicación de la revista Pirineos, y el otro afectado de un cierto languidecimiento en comparación con otros centros del CSIC) se fusionaran en uno solo, replanteándose objetivos y planes de crecimiento a corto plazo. En 1983 había sido nombrado Juan Puigdefábregas (Figura 8) como director del CPBE, sucediendo a Enrique Balcells, quien continuó como director del IEP. Esa situación duró poco tiempo. El día 3 de febrero de 1984 se reunieron las juntas de los dos Institutos y acordaron «a instancias de la Presidencia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas» proponer «a la Junta de Gobierno del Organismo la fusión de ambos Institutos». En el documento de acuerdo se hacía constar que el propósito principal era «aumentar el potencial investigador global de ambos Institutos» y «conseguir una mayor eficiencia en los servicios y en el empleo de los recursos». El nombre propuesto fue el de IPE, sencillo y atractivo, más adecuado a lo que se pretendía por parte del CSIC y del director. Hubo dudas sobre si el nuevo nombre pretendía adaptarse a una moda que podría ser pasajera, pero, finalmente, se aceptó porque engarzaba con determinados intereses de la sociedad. En el documento de fusión, depositado en el IPE, se indican los dos objetivos científicos del nuevo Instituto: i) «Estudiar los sistemas ecológicos de montaña incluyendo las comunidades humanas que en ellos se integran y prestando especial atención a las reacciones de esos sistemas frente a cambios externos, climáticos, geológicos y antropogénicos» y ii) «Promover el conocimiento científico del Pirineo, coordinando actividades con entidades interesadas en su estudio».
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El instituto resultante se organizó en dos Unidades Estructurales de Investigación: Geobotánica y Ecología animal y humana, si bien se abría entonces la puerta a que se creasen dos nuevas unidades de geografía física y ecología humana si lo permitía la dotación de personal.
Figura 8. Juan Puigdefábregas Tomás (1940-2018) fue director del IPE entre 1983 y 1988. Siendo director del CPBE, impulsó la fusión con el IEP en 1984 para dar lugar al IPE.
Juan Puigdefábregas estuvo muy de acuerdo con la fusión de los dos centros, aunque desconocemos cuál fue la reacción de Enrique Balcells, que pasaría a ocupar a partir de entonces el cargo de vicedirector con funciones muy limitadas, cada vez más centrado en aspectos de gestión y conservación del PNOMP. El cambio de Enrique Balcells por Juan Puigdefábregas pretendía dar una nueva imagen del Centro ante las autoridades del CSIC y aumentar la fluidez en el intercambio de información entre la ejecutiva del CSIC y la Dirección del Centro. Poco después, llegó un nuevo cambio en la presidencia del CSIC que, visto con una mayor perspectiva temporal, tuvo importantes consecuencias para la evolución del CSIC e, indirectamente, para la del nuevo IPE.
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El 17 de mayo de 1984 fue nombrado presidente del CSIC Enrique Trillas Ruiz, catedrático de Matemáticas de la Universidad de Barcelona. Se hizo cargo del organismo hasta octubre de 1988 y llegó con ideas renovadoras, con la intención de mejorar la imagen y el funcionamiento del CSIC, rompiendo con la atonía que caracterizaba a la entonces vieja institución. Enrique Trillas se rodeó de un equipo muy dinámico en el que destacaba Enrique Tortosa, encargado de las relaciones con los institutos del CSIC. Este equipo se planteó la necesidad de revitalizar el CSIC y su imagen interior y exterior, en buena parte, mediante la producción científica en revistas internacionales, al modo en que se venía haciendo en otras instituciones del mundo. También procuró un rejuvenecimiento en la dirección de los centros, tratando de que la dinamización estuviera impulsada desde dentro. Por aquella época, el Centro perdió a uno de sus científicos más emblemáticos, Juan Ramón Vericad, quien se trasladó a la Estación Experimental de Zonas Áridas (EEZA) de Almería donde ejerció como director (más adelante lo sería del Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Salamanca y sería gestor del Proyecto Antártico). Las consecuencias de este cambio y de la actitud dinamizadora del equipo directivo del CSIC fueron inmediatas. En primer lugar, se aprobó un gran proyecto de investigación (el llamado Proyecto Montaña), muy bien dotado económicamente y planteado con una finalidad integradora, de manera que participase la mayor parte del personal científico del IPE, así como de otros centros españoles. La consecuencia fue un aumento de la producción científica a corto plazo y, sobre todo, la incorporación de un elevado número de doctorandos en una oleada de mayor envergadura incluso que la ocurrida entre 1970 y 1973. Durante unos años (aproximadamente, entre 1985 y 1990), el Instituto fue un hervidero de gente joven, aunque no dieron la impresión de integrarse plenamente con la actividad científica de la generación anterior. La favorable coyuntura se aprovechó también para poner en marcha la cuenca experimental de Izas, en el alto valle del Gállego, uno de los pocos ejemplos de cuenca de alta montaña en el mundo, preparada para controlar el funcionamiento hidrológico y geomorfológico de un ambiente de alta montaña condicionado por la elevada innivación y la presencia general de pastos subalpinos. Esta cuenca experimental pudo haber sido algo grande para el IPE, pero funcionó de manera mediocre, en parte, por las dificultades del medio y por una falta de visión estratégica a largo plazo. En ella se hicieron dos tesis doctorales: una a cargo de un becario del Instituto, dirigido por Juan Puigdefábregas, y otra, por un doctorando inglés, dirigido por Sue M. White; pero la idea inicial de Juan Puigdefábregas se diluyó muy pronto y la cuenca careció de un auténtico proyecto científico.
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Por último, la confianza del CSIC en el nuevo centro y en su director se puso de manifiesto en un hecho muy importante: la concesión de dos plazas de colaborador científico en 1985, que fueron ocupadas por Fernando Palacios (dos años después, trasladado al Museo Nacional de Ciencias Naturales [MNCN]) y por Federico Fillat, y otras tres en la convocatoria de 1986. Estas últimas fueron ocupadas por Ricardo García González, José Creus Novau y José María García Ruiz, que tomaron posesión en febrero de 1987. Federico Fillat y Ricardo García se habían incorporado como doctorandos al CPBE en la década de 1970 y habían mantenido su vinculación con el Centro a través de diversos proyectos y contratos. Los dos segundos eran profesores titulares de universidad, procedentes de la Universidad de Navarra y del Colegio Universitario de La Rioja-Universidad de Zaragoza, y habían realizado su tesis doctoral en el IEP. También, dada su creciente complejidad, se incorporó una gerente, Palmira Abella, que contribuyó a agilizar el funcionamiento administrativo del Instituto, y un titulado superior, encargado del herbario, en la persona de Daniel Gómez García. Con ello quedó claro que el equipo directivo del CSIC creía en las posibilidades del Instituto y que confiaba plenamente en que Juan Puigdefábregas sería capaz de dar un impulso a sus actividades. La organización en 1986 de una reunión sobre «Geoecology on Mountain Ecosystems» de la Unión Internacional de Geografía (en la que participaron Jack D. Ives y Bruno Messerli, dos de los más relevantes científicos dedicados al estudio de las áreas de montaña) supuso un impulso momentáneo que, además, se tradujo en la preparación de un volumen especial de la revista Mountain Research and Development, dedicado íntegramente a artículos producidos por personal del IPE. Por supuesto, las dos bibliotecas se fusionaron también en una sola y dejó de publicarse la revista Publicaciones del Centro Pirenaico de Biología Experimental, de manera que solo sobrevivió la revista Pirineos, de la que siguió siendo director Enrique Balcells hasta 1986, coincidiendo con su jubilación. A partir de 1987 la dirección de la revista recayó en José María García Ruiz hasta 1994 y, más tarde, en Juan Pablo Martínez Rica (1995-2006), Carlos Martí Bono (2009-2018) y Teodoro Lasanta Martínez (2009-2018). En 1985, se jubiló Pedro Montserrat, a quien se le hizo un homenaje multitudinario en 1988 por parte de los científicos más próximos a él. Luego siguió trabajando, como si nada hubiera cambiado, hasta poco antes de su fallecimiento en febrero de 2017, cuando ya contaba con 97 años (Figura 9). En 1987, tuvo lugar la jubilación de Enrique Balcells al cumplir 65 años. No se le hizo el homenaje que merecía, a pesar de varios intentos por parte del siguiente director del Instituto. No obstante, continuó en el IPE escribiendo aún varios artículos y libros y colaborando muy activamente con el Patronato del PNOMP. Falleció en febrero de 2007 (Figura 10).
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Figura 9. Pedro Montserrat subiendo por la ladera que lleva a Peña Oroel, en junio de 2012. Su admirable energía y dedicación a la ciencia le permitieron seguir en activo hasta muy poco antes de su fallecimiento, en febrero de 2017. Foto de José Vicente Ferrández.
Figura 10. Enrique Balcells Rocamora, junto a la ermita de Santa Ana, en el llano de Diazas (municipio de Torla), a la entrada del PNOMP, disfrutando con sus explicaciones a un grupo de naturalistas. Foto de fecha indeterminada, con seguridad, de la última década del siglo xx.
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En uno de los claustros celebrados en 1987, Juan Puigdefábregas transmitió la necesidad de introducir cambios importantes en el funcionamiento y productividad del IPE. Su argumentación se basó, especialmente, en el hecho de que el CSIC había depositado una gran confianza en el Instituto tras la fusión de los dos centros de investigación del CSIC en Jaca y tras el cambio de dirección. El hecho de que el nuevo director fuera más joven que el anterior, más flexible en sus posturas y con una perspectiva mucho más dinámica sobre la investigación en áreas de montaña había producido un cambio sustancial en las relaciones que pudiera haber entre la nueva Dirección y la Comisión Ejecutiva del CSIC. De ahí el Proyecto Montaña, con su importante apoyo financiero, la posibilidad de contratos y becas y la incorporación de cuatro nuevos colaboradores científicos. No había precedentes de algo similar en los centros de investigación ubicados en Jaca. Ni siquiera durante los primeros años de existencia del CPBE había habido esa complicidad entre el Instituto y el CSIC. De hecho, los últimos años de dirección de Enrique Balcells representaron un notable declive. Con independencia de nuestra positiva valoración del esfuerzo realizado por Enrique Balcells para impulsar los dos centros del CSIC en Jaca, debemos reconocer que su momento había pasado claramente. Aunque fuera una persona respetada y valorada en la Ejecutiva del CSIC, no había sintonía, y Enrique Balcells daba muestras de agotamiento para renovar la ilusión de los científicos o para incorporar a un elevado número de jóvenes becarios. Era evidente que los tiempos estaban cambiando, y la Ejecutiva del CSIC era consciente de que era imprescindible un recambio, que se encontró en Juan Puigdefábregas. La llegada de nuevos equipos dirigentes al CSIC contribuyó a renovar la confianza en el Instituto. Pero el CSIC quería resultados y estos no llegaban en la dirección que esperaba. No quiere esto decir que no se estuviera produciendo mucho. No se estaba produciendo de acuerdo con las nuevas exigencias que se plantearon los nuevos equipos del CSIC. Esto es un poco sorprendente, porque el Instituto causaba una buena impresión a los científicos españoles y extranjeros que lo visitaban: una investigación diversificada, con excelentes planteamientos y un conocimiento profundo del territorio y de sus principales problemas de gestión y conservación. Pero era necesario que las memorias anuales del Instituto plasmaran esa actividad como algo que estaba en primera línea. No hubo, aparentemente, reacción a este respecto y varios de los científicos del Instituto creyeron lícitamente que estaban bien encaminados en su actividad científica y que no necesitaban cambiar: que lo importante era conocer el territorio, estudiarlo profundamente y contribuir en la medida de lo posible a orientar a las administraciones locales y regionales para mejorar la gestión de los recursos. Eso fue, probablemente, un error, porque contribuyó
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a retrasar la posible modernización o actualización del Instituto. Por otro lado, el crecimiento (al menos aparente) de la investigación en torno a Juan Puigdefábregas dio lugar a crecientes tensiones que se ponían de manifiesto en los claustros. No fue, seguramente, la mejor estrategia.
1.1.6. El cambio de era: la creación de una nueva sede en Zaragoza Hacia finales de 1987, Juan Puigdefábregas solicitó su cese como director del IPE por razones que no estaban directamente relacionadas con el funcionamiento del Instituto. Para el equipo directivo del CSIC, presidido por Enrique Trillas, esto era un problema, dada la confianza que había depositado en Juan Puigdefábregas. Enrique Tortosa, vicepresidente del CSIC, puso como condición para seguir confiando en el Instituto que el propio Juan Puigdefábregas propusiera a un posible sustituto que estuviera en condiciones de presentarse con garantías a la consiguiente elección a director. La persona propuesta fue José María García Ruiz (Figura 11) que, aunque incorporado solo un año antes como científico de plantilla, mantenía una estrecha relación con las actividades científicas de Juan Puigdefábregas y conocía bien el funcionamiento del Instituto, al haber realizado su tesis doctoral en el IEP entre 1971 y 1974, y por haber mantenido posteriormente una estrecha relación científica con personal del instituto. No hubo otro candidato, y el nuevo director tomó posesión del cargo en enero de 1988. La vicedirección recayó en José Creus Novau. Juan Puigdefábregas continuó en el IPE hasta finales de 1988, momento en que se le concedió traslado a la EEZA, tal como había solicitado. Allí desarrolló una larga y muy positiva carrera científica. No fue una dirección tranquila. De hecho, ninguna dirección que pretenda lo mejor para la institución que representa puede ser tranquila. Dirigir es tomar decisiones, no siempre las más amables. No fueron fáciles ni claustros ni juntas de Instituto y, con frecuencia, salieron a relucir los problemas acumulados por la convivencia de muchos años en un centro pequeño de una ciudad pequeña. Aun así, el CSIC apoyó al Instituto con nuevas convocatorias de plazas de colaborador científico en 1988 y 1989: en febrero de 1989 tomó posesión de su plaza Gabriel Montserrat Martí, especializado en botánica y ecofisiología vegetal, y, en marzo de 1990, Teodoro Lasanta Martínez, que trabajaba en geografía rural y cambios de uso del suelo. Además, se consiguió una plaza de informática, ocupada por Enrique Asensio. Igualmente, hubo nuevas incorporaciones en el área de Administración (Piedad Urbieta y María José Mayayo). Por otro lado, Luis Villar Pérez y José María García Ruiz pasaron en enero de 1990 al nivel de investigador
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científico, lo que significaba un salto cualitativo importante para el Instituto. En 1989 se instalaron varias parcelas para el estudio de la estructura vegetal de las principales comunidades de pastos subalpinos en los valles de Aísa y Aragüés; algunas de ellas han seguido funcionando hasta 2012.
Figura 11. José María García Ruiz, director del IPE entre 1988 y 1990. Durante su dirección, se produjo la creación de una nueva sede del Instituto en el campus de Aula Dei, Zaragoza.
Desde 1983, el Instituto no había parado de crecer. Incluso se puso en marcha el proyecto de un nuevo edificio en Jaca a través del Departamento de Patrimonio del CSIC. Un nuevo edificio era ya imprescindible, dado el crecimiento que había experimentado el Instituto, incluida la llegada de un elevado número de doctorandos, pero también por las necesidades de laboratorios y el pequeño espacio residual para la biblioteca. Por otro lado, la imagen de un centro de investigación que pretendía dar una impresión de dinamismo y modernidad no podía seguir estando representada por un edificio envejecido y escasamente funcional. Desde la etapa de Enrique Trillas en la presidencia del CSIC, se había producido un cambio que tendría en adelante mucha transcendencia. Los antiguos patronatos que integraban a los centros por sus especialidades se eliminaron y fueron sustituidos por las comisiones de área. En concreto, el IPE, que había pertenecido
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hasta entonces al Patronato Alonso de Herrera, pasó a formar parte de la Comisión de Área de Recursos Naturales, junto a otros centros emblemáticos del CSIC, como el MNCN, el Jardín Botánico o la Estación Biológica de Doñana, inicialmente, unos dieciocho centros de investigación, a los que se fueron sumando centros mixtos del CSIC con distintas universidades. La Comisión de Recursos Naturales estaba presidida en aquel momento por Fernando Hiraldo, profesor de investigación de la Estación Biológica de Doñana, que actuaba como coordinador de área. La Comisión de Área, formada por un reducido número de científicos del CSIC nombrados directamente por el presidente (a propuesta del coordinador de área), tenía como misión resolver todas las cuestiones que le plantease el presidente o vicepresidentes del CSIC, proponer el destino (por centros de investigación) de las plazas de colaborador científico y distribuir buena parte de los recursos disponibles. Fernando Hiraldo reunía con frecuencia a los directores de los centros de investigación de su área (una costumbre que se perdió posteriormente) para informarles de la política científica del CSIC y de lo que el equipo directivo de este último esperaba de los centros. Algo en lo que insistió repetidamente en estas reuniones era en la necesidad de cambiar la política de publicaciones de los centros y de procurar la financiación de la actividad investigadora a través de los Planes Nacionales de Investigación. Sobre la política de publicaciones, es bien conocido que el equipo de Enrique Trillas quiso extender a casi todo el CSIC (excepto a los centros de humanidades) la publicación en revistas internacionales, es decir, las incluidas en el Journal Citation Reports de la Web of Science, llamadas coloquialmente revistas SCI. En adelante, estas revistas iban a ser el principal referente para evaluar a los centros del CSIC, a los grupos de investigación, a los investigadores a efectos de promoción interna y a los posibles candidatos a colaborador científico del CSIC mediante oposición. Ese sería, a corto plazo, el principal criterio para decidir la financiación de los grupos de investigación a través del Plan Nacional de Investigación. Esta nueva política de evaluación se consideró imprescindible para mejorar la calidad de la producción científica de la institución y de la ciencia española en general (puesto que estos criterios se extendieron cada vez con mayor firmeza a las universidades). Desde la Dirección del Instituto se informó de esta nueva situación en Claustro y Junta de Instituto. El personal científico se dio por enterado, pero no hubo una reacción inmediata para tratar de ajustar los estudios que se venían haciendo a una estrategia que permitiera un mayor impacto internacional. El equipo de Enrique Trillas no duró mucho. Contaba con un equipo que se interesó mucho por conocer el funcionamiento y las limitaciones de los diferentes centros y procuró hacer una política de proximidad en la que los directores de centros del
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CSIC se encontraban cómodos. Había críticas hacia la baja productividad de determinados centros, pero, a la vez, había una cierta comprensión y ganas de apoyarlos. En octubre de 1988 fue nombrado presidente del CSIC Emilio Muñoz Ruiz, quien contó con un equipo muy obsesionado en hacer cada vez más relevante la producción del CSIC partiendo de los criterios claramente establecidos durante la etapa de Enrique Trillas. En este nuevo contexto tenía que aprobarse el edificio del IPE en Jaca, del que existía ya un proyecto firme que debía ser informado por la Comisión de Área y por la Comisión Ejecutiva del CSIC. Cuando el director del Instituto acudió a entrevistarse con el coordinador del Área de Recursos Naturales para informarse de la situación administrativa del edificio, el coordinador salía de una reunión con uno de los vicepresidentes del CSIC, en la cual se había hablado del Instituto y del edificio. Fernando Hiraldo fue muy claro, como solía ser en su función de coordinador: «No habrá edificio nuevo y además el Instituto se traslada a Zaragoza, concretamente al campus de Aula Dei». Su argumentación era que el nuevo edificio era una inversión muy costosa para el CSIC, que la producción del IPE era muy baja (en términos de artículos internacionales) y que no había perspectivas de cambio en un futuro más o menos inmediato. Para Hiraldo la única solución era un cambio radical en la organización y ubicación del Instituto, partiendo de la necesidad de incrementar las relaciones de proximidad con otros centros del CSIC y con una Universidad de la entidad de la de Zaragoza. Fernando Hiraldo se comprometió a visitar el Instituto para dar explicaciones en un plazo muy breve a todo el personal, solicitando que hasta entonces no se hicieran más comentarios. En una nueva entrevista con Fernando Hiraldo, esta vez en Sevilla, el director planteó la necesidad de que la creación de una nueva sede en Zaragoza fuera una oportunidad abierta para el personal científico y de apoyo y no obligatoria, de manera que el desplazamiento a Zaragoza fuera voluntario. Los argumentos aportados fueron suficientes para que se aceptase esa propuesta, lo cual limitaba mucho el problema. Por otro lado, la noticia se extendió inmediatamente, dando lugar a rumores y noticias falsas que en nada contribuyeron a la reflexión. Cuando se produjo la visita de Fernando Hiraldo, las posiciones ya estaban tomadas y, en algún caso, enconadas. No fue un buen momento para el IPE, y lo que pudo ser una oportunidad para demostrar la voluntad de cambio se convirtió en una reacción cuyos argumentos no coincidían con los criterios de evaluación del CSIC. El director del Instituto presentó su dimisión en la primavera de 1990, debido a que consideró que no tenía ya nada que aportar al proceso y que había perdido la confianza de una parte importante del Claustro. La dimisión no fue aceptada de manera inmediata, aunque Fernando Hiraldo se comprometió a proponer un nuevo director en el plazo más breve posible a la Comisión Ejecutiva del CSIC.
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En la primavera de 1990, por acuerdo de la Comisión del Área de Recursos Naturales del CSIC, se llevó a cabo una evaluación de los grupos de investigación del IPE y, sobre todo, de sus propuestas a corto y medio plazo. La Comisión Evaluadora, presidida por Fernando Hiraldo, estuvo, además, compuesta por Juan Puigdefábregas (como antiguo director del Instituto), Javier Machín (director de la EEAD) y José Luis Rubio Delgado (jefe del Departamento de Desertificación del Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos del CSIC), aunque, que sepamos, no se hizo público el correspondiente informe. En julio de 1990 se publicó el cese de José María García Ruiz como director del Instituto y el nombramiento del nuevo director, Antonio Gómez Sal (Figura 12), así como la creación de una nueva sede del Instituto en el campus de Aula Dei, en Zaragoza, donde ya se asentaban la EEAD, los centros de investigación agronómica del Gobierno de Aragón y el Instituto Agronómico Mediterráneo de Zaragoza, dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores del Gobierno de España. La Dirección y la Administración estarían también en la sede de Zaragoza. Comenzaba una nueva etapa. Es interesante señalar que Antonio Gómez Sal procedía de otro Instituto del CSIC, concretamente, el Instituto de Ganadería de Montaña, ubicado en León, y que no era una persona totalmente ajena al IPE. A comienzos de la década de 1980 había elaborado su tesis doctoral sobre gestión ganadera y conservación de pastos en la provincia de Teruel con la codirección de Pedro Montserrat.
Figura 12. Antonio Gómez Sal, director del IPE entre agosto de 1990 y diciembre de 1993.
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1.1.7. El IPE desde 1991 hasta la actualidad Después del verano de 1990, el CSIC ya había dado instrucciones para que se acondicionase la antigua residencia de investigadores en el campus de Aula Dei como nuevo edificio del IPE en Zaragoza (Figura 13). La residencia había sido inicialmente la casa principal de una finca particular desamortizada por Mendizábal, cuyo propietario construyó el edificio con aires coloniales (Tomás Castellano, su propietario original, fue ministro de Ultramar), rodeado por un arboretum (anónimo, 2005). Posteriormente, cuando la finca pasó al CSIC en la década de 1940, el edificio funcionó como residencia de investigadores. Estaba bien conservado y, de hecho, la mitad oriental de la planta baja estaba ocupada por la Delegación del CSIC en Aragón, aunque era evidente que eran necesarias algunas reformas para reorganizar el área de despachos. En enero de 1991 podía ocuparse provisionalmente sin grandes problemas, teniendo en cuenta que no iba a haber una fuerte presión de personal. La primera en instalarse fue Trinidad Bernal Barranco, que se incorporó al Instituto como administrativa, pasando años más tarde a gerente. Muy poco después, se trasladaron desde Jaca, y por este orden, José María García Ruiz, Teodoro Lasanta Martínez, Juan Pablo Martínez Rica, Gabriel Montserrat Martí y Carlos Martí Bono; es decir, un investigador científico y cuatro colaboradores científicos. Muy pronto lo hicieron también Piedad Urbieta, como administrativa, María Carmen Pérez Rontomé, en laboratorios, y José Manuel García Plaza, como responsable de informática. Se creó una nueva plaza de administrativa en la persona de María Jesús Ramiro. Igualmente, se desplazaron algunos becarios desde la sede de Jaca. El nuevo director, Antonio Gómez Sal, se incorporó a lo largo del mes de enero y vino acompañado de cuatro de sus becarios predoctorales. Se constituyó así el núcleo inicial de la sede del Instituto en Zaragoza. En la sede de Jaca permanecieron Luis Villar Pérez, Federico Fillat Estaqué, César Pedrocchi, Ricardo García González, Bernardo Alvera y José Creus Novau, como científicos, así como todo el personal de laboratorios, herbario y biblioteca, y María José Mayayo, como administrativa, que se había incorporado recientemente. También siguieron vinculados al Instituto Enrique Balcells y Pedro Montserrat, ambos ya jubilados, pero con la misma voluntad de mantener su producción científica. En 1991, se creó la Estación Experimental Valle de Aísa, en la divisoria entre los valles de Aísa y Borau, para la medición de la escorrentía y la producción de sedimento en diferentes usos del suelo; estuvo en funcionamiento hasta el año 2011. En 1992, se instalaron dos parcelas de exclusión en Ripalés (PNOMP) para el control de la evolución de la vegetación en ausencia de pastoreo; han funcionado hasta el año 2012. En el mismo parque, en el puerto de Góriz, se controlaron veinticinco parcelas experimentales entre 1992 y 1993 (con repetición en 2008) para la determinación de la capacidad productiva de los pastos de verano.
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Figura 13. Edificio de la sede de Zaragoza en el campus de Aula Dei, que el IPE ocupó a partir de enero de 1991. Su propietario inicial, Tomás Castellano, fue ministro de Ultramar, y lo construyó con aires coloniales, rodeado por un arboretum que todavía se conserva en buen estado.
La labor de dirección de Antonio Gómez Sal no fue sencilla. La existencia de dos sedes era una novedad que exigía nuevos planteamientos y un gran esfuerzo logístico para conseguir mejorar tanto la funcionalidad como la productividad del Instituto. Organizó frecuentes reuniones individuales en cada sede y, además, reuniones globales, a la vez que contribuía a establecer relaciones más estrechas con los restantes centros del campus. Consiguió algún contrato de envergadura con la Diputación General de Aragón, lo que permitió la incorporación temporal de otros jóvenes científicos que acabarían haciendo la tesis doctoral en el Instituto. También se impartieron cursos sobre educación y gestión medioambiental en Zaragoza y comenzó a notarse un incremento en la publicación de artículos en revistas internacionales. Sin embargo, no fue fácil la relación entre las dos sedes porque la creación de la sede de Zaragoza no fue bien comprendida y abrió heridas que no cerraron fácilmente. El nuevo director tuvo que mantener, asimismo, muchas relaciones con diferentes departamentos de la sede central del CSIC por cuestiones administrativas y presupuestarias. La rehabilitación de la antigua residencia de investigadores planteó notables problemas, dado que obligó al personal del Instituto a desplazarse a una parte del edificio de la EEAD durante varios meses. Es cierto que el entonces director de la Estación, Javier Machín Gayarre, hizo todo
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lo posible para que científicos y administrativos de la sede de Zaragoza estuvieran en las mejores condiciones posibles y se crearon relaciones que han permanecido en el tiempo. Una vez rehabilitado, el nuevo edificio quedó en magníficas condiciones de trabajo, con laboratorio, despachos de suficiente tamaño, espacio para administración e, incluso, para la biblioteca que se estaba montando con la adquisición de revistas y libros, aunque dependiendo organizativamente de la biblioteca principal del Instituto que se mantenía en Jaca. Era suficiente, de momento, para las necesidades del personal de la sede de Zaragoza, pero pronto quedaría muy pequeño, debido a la incorporación de nuevos científicos. Esa era la mejor de las noticias posibles. Así, se recibió en 1993 la solicitud de traslado de Concepción López Alados, colaboradora científica procedente de la EEZA de Almería, que contaba con un excelente curriculum científico y de gestión. Su llegada (se incorporó en marzo de 1995) fue, por supuesto, muy positiva por su dinamismo y por su elevada capacidad de producción. A este crecimiento se unía una muy notable asistencia a congresos internacionales e impartición de cursos. Es importante también señalar que el 16 de mayo de 1991 Enrique Balcells fue investido como doctor honoris causa por la Universidad de Zaragoza. La propuesta procedió del Departamento de Geografía y el discurso de elogio corrió a cargo de José Luis Calvo Palacios, reconociendo así la valiosa aportación de Enrique Balcells desde el punto de vista de la organización del territorio y la función ecológica de las culturas rurales, en especial, sus estudios sobre la trashumancia y la ganadería en general (García-Ruiz, 1990). Además, en 1995, el Ayuntamiento de Jaca le dedicó una calle y le concedió el Sueldo Jaqués en 2000, máxima distinción que da la ciudad. En 1997, la ministra de Medio Ambiente reconoció, con un premio, la labor realizada a favor del PNOMP, lo mismo que haría el Gobierno de Aragón en 2006 (Martí Bono, 2007). A mediados de 1993, Antonio Gómez Sal obtuvo por oposición la cátedra de Ecología de la Universidad de Alcalá de Henares. Quiso, no obstante, continuar como director del IPE, compatibilizando ambos cargos. La presidencia del CSIC, en manos entonces de José María Mato, no aceptó la solicitud de Antonio Gómez Sal ni tampoco la consideraron positiva algunos de los científicos del Instituto, al pensar que era prioritaria una dedicación plena a las labores de gestión y promoción de este, precisamente en un momento en el que estaba creciendo notablemente. Cesó como director el 31 de diciembre de 1993. La marcha de Antonio Gómez Sal a la Universidad de Alcalá de Henares dejó al IPE sin director. El problema se resolvió mediante el nombramiento de Jesús Gascón (Figura 14) como director entre enero y mayo de 1994. Jesús Gascón era entonces el delegado del CSIC en Aragón y tenía una estrecha vinculación con el
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Instituto, dado que la Delegación ocupaba el ala oriental de la sede del Instituto en el campus de Aula Dei. Su actividad como director se centró en llevar a cabo una gestión eficaz de los asuntos habituales de la institución y, además, en preparar la convocatoria de elecciones a director en el plazo más breve posible. Hubo elecciones y un nuevo director, Juan Pablo Martínez Rica, quien tomó posesión del cargo en mayo de 1994.
Figura 14. Jesús Gascón, director del IPE entre enero y mayo de 1994, mientras ejercía como delegado del CSIC en Aragón.
Juan Pablo Martínez Rica (Figura 15) había sido discípulo de Enrique Balcells y pertenecía a la primera hornada de becarios que se vincularon al CPBE desde sus inicios, aunque no se incorporó al Centro en Jaca hasta 1968. Sus líneas preferentes de investigación eran la herpetología y la etología. Fue presidente de la Sociedad Herpetológica Española y contribuyó decisivamente a la elaboración del Atlas de anfibios y reptiles de España. Antes de 1994 no había tenido ninguna aspiración a ocupar cargos dentro del Instituto, y debe constatarse que se presentó a las elecciones forzado por las circunstancias y, en parte, influido por otros científicos del Instituto. Su dirección fue, en general, tranquila, contribuyendo notablemente a mejorar las relaciones entre las sedes de Zaragoza y Jaca, y su actuación puede considerarse positiva. El Instituto experimentó un crecimiento constante
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y, durante su dirección, se dio el salto definitivo a una creciente producción científica internacional. Fue un período brillante para el Instituto gracias a la consecución de un elevado número de proyectos, entre ellos, varios internacionales financiados por la Comisión Europea. También es preciso señalar la creciente presencia de miembros del IPE en los patronatos de las diferentes figuras de conservación de la naturaleza en Aragón, donde han actuado (y continúan haciéndolo) como asesores científicos. Juan Pablo Martínez Rica permaneció como director hasta diciembre de 2004, siendo, por detrás de Enrique Balcells, el director que permaneció más tiempo en ese puesto, sin contar la etapa del IEP en la que Luis Solé Sabarís y José Manuel Casas Torres permanecieron como director y vicedirector, respectivamente, durante cerca de veinticinco años. Contó con el apoyo de Luis Villar Pérez como vicedirector para la sede del Instituto en Jaca.
Figura 15. Juan Pablo Martínez Rica, director del IPE entre mayo de 1994 y enero de 2005.
Durante la dirección de Juan Pablo Martínez Rica, hubo cuatro principales acontecimientos: la construcción de un edificio nuevo como complemento del edificio original del IPE en Zaragoza, la continuación del crecimiento en cuanto a personal científico de plantilla y de apoyo, la aprobación de un nuevo edificio para la sede de Jaca y la celebración del 60 aniversario del Instituto.
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La incorporación de nuevos becarios y de personal de plantilla, especialmente desde finales de la década de 1990, hizo que el edificio de Zaragoza quedase pequeño, en parte también por la necesidad de contar con nuevos laboratorios. Aunque la Delegación del CSIC en Aragón se desplazó a un nuevo edificio a finales de la década de 1990 dejando libre el ala este, pronto quedó muy pequeño con la llegada de nuevos becarios y contratados, cuya función fue crecientemente importante a medida que se conseguían proyectos europeos y del Plan Nacional. Eso obligó a solicitar la construcción de un nuevo edificio, que se inauguró en octubre de 2004. Se localiza a un centenar de metros al sur del anterior, tiene forma de cubo, con dos plantas, es de pequeñas dimensiones y cuenta con capacidad para cinco despachos, sala de reuniones y dos laboratorios. La plantilla creció de forma notable. Así, en julio de 1994 llegó Melchor Maestro, colaborador científico procedente del Instituto de Economía y Producción Ganadera del Ebro, que el CSIC había decidido cerrar. Melchor Maestro tenía una buena experiencia en trabajo de campo y laboratorio y contribuyó notablemente a la organización de los laboratorios y a los trabajos del grupo que estaba creando Gabriel Montserrat. Blas Valero llegó procedente de la Universidad de Minnesota, primero, como investigador contratado en 1995 y, más tarde, como científico titular interino en diciembre de 1999 y como científico titular en septiembre de 2000. Artemi Cerdà Bolinches estuvo en el Instituto como científico titular interino entre julio de 2001 y mayo de 2002, hasta que ganó una plaza de profesor titular y, más tarde, una cátedra en la Universidad de Valencia. Daniel Gómez García pasó a científico titular por promoción interna en enero de 2002. David Regüés Muñoz se incorporó como científico titular en noviembre de 2002. Begoña García González tomó posesión como científica titular en junio de 2003. De igual forma, en abril de 2002, José María García Ruiz pasó a profesor de investigación, Concepción López Alados, a investigadora científica, y Teodoro Lasanta Martínez pasó a investigador científico en julio de 2006. Se creó también una plaza de apoyo sobre sistemas de información geográfica (SIG), que fue ocupada por María Paz Errea en 1998, y llegó María Luisa Dehesa, como titulada superior para trabajos de laboratorio y campo. Mediante oposición, Francisco Comín Sebastián obtuvo una plaza de profesor de investigación, incorporándose en julio de 2002 al Instituto desde la Facultad de Biología de la Universidad de Barcelona, donde era profesor titular de universidad. Otro salto cualitativo importante fue la llegada a lo largo de 1994 de Sue White. Tras entrar en contacto con personal del Instituto en la XVIII General Assembly of the European Geophysical Society, celebrada en Wiesbaden en mayo de 1993, solicitó a la Comisión Europea un contrato Marie Curie para trabajar en los siguientes tres años en el Instituto. Su solicitud
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fue aprobada y se integró muy eficazmente en el grupo de Geomorfología y Erosión del Suelo a partir de mayo de 1994. Con nuevo personal joven, se monitorizaron cuatro nuevas cuencas experimentales, hasta completar, junto con la de Izas, una variada red de áreas de experimentación que incluyen desde el ambiente subalpino hasta el bosque denso poco perturbado, pasando por áreas de campos abandonados, cárcavas intensamente erosionadas y bosque de repoblación. La necesidad de un nuevo edificio en Jaca fue otra de las reclamaciones de Juan Pablo Martínez Rica ante el CSIC. Es cierto que no había necesidad imperiosa de espacio, dado que la sede del Instituto en Jaca tenía un crecimiento más pausado, pero no cumplía ya con las expectativas de lo que debería ser un edificio moderno adaptado a las funciones de investigación científica. Por otro lado, desde el Ayuntamiento de Jaca y la Delegación de Educación se hacía constante presión para que el Instituto saliera del edificio que venía ocupando desde la década de 1960. Eso se debía al hecho de que el IPE ocupaba el ala nororiental del edificio, mientras el ala suroccidental estaba ocupada por el Instituto de Enseñanza Media, que necesitaba de nuevos espacios. Finalmente, tras numerosas gestiones se aprobó la construcción de un nuevo edificio, que se ubicaría en un solar que cedió el Ayuntamiento de Jaca a cambio de que el ala ocupada por el Instituto quedase liberada para su uso docente. Desde entonces hasta que finalmente el edificio fue terminado e inaugurado, aún pasaron varios años. Poco antes de que finalizase el período de Juan Pablo Martínez Rica como director, se cumplió el 60 aniversario de la creación de la Estación de Estudios Pirenaicos (1942) y, por extensión, el del IPE. El aniversario se celebró en octubre de 2004 en el campus de Aula Dei (en el salón de actos del Instituto Agronómico Mediterráneo), presidido por el entonces presidente del CSIC, Emilio LoraTamayo, en el primer período de su mandato. Se contó con una conferencia de Fernando Di Castri, presidente del Instituto Mundial de la Ciencia, sobre la evolución histórica de las investigaciones ecológicas desde 1950 (anónimo, 2005). Es importante también señalar que, durante su período como director del Instituto, Juan Pablo Martínez Rica ingresó como académico de número de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físico-Químicas y Naturales de Zaragoza, con fecha 24 de octubre de 2002. Muy poco antes, el 9 de mayo de 2002, Luis Villar Pérez había ingresado en la misma institución como académico correspondiente. En enero de 2005, Juan Pablo Martínez Rica fue sustituido en la Dirección del Instituto por Francisco Comín Sebastián (Figura 16). Durante su mandato siguió creciendo la plantilla de científicos con la incorporación de Sergio Vicente Serrano en junio de 2006, Penélope González Sampériz en junio de 2007 y
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Enrique Navarro en julio de 2008. Además, Blas Valero Garcés y Gabriel Montserrat Martí pasaron por promoción interna a investigadores científicos en diciembre de 2006 y febrero de 2008, respectivamente. Por otro lado, la creación de los contratos Araid por parte del Gobierno de Aragón permitió la llegada de dos nuevos científicos con contratos renovables en función de la productividad científica: Jesús Julio Camarero y Juan José Jiménez Jaén. También se consolidó una línea ascendente en la incorporación de personal de apoyo. Estaba claro que el IPE había ido consolidando varias líneas de investigación en las que aparecía como uno de los centros españoles de investigación más productivos. De hecho, desde mediados de la década de 1990 el crecimiento en el número de publicaciones era espectacular, pudiendo compararse desde comienzos del siglo xxi al de los centros más reconocidos del área de Recursos Naturales, donde se contaba con un innegable prestigio. Durante el período de dirección de Francisco Comín, se produjo la baja de Juan Pablo Martínez Rica por jubilación.
Figura 16. Francisco Comín Sebastián, director del IPE entre enero de 2005 y mayo de 2009.
Poco después de asumir el cargo, Francisco Comín hubo de enfrentarse al reto de una evaluación de centros del CSIC por parte de diferentes comisiones internacionales. Fue un momento en que el CSIC, bajo la presidencia de Carlos Martínez Alonso, decidió evaluar la productividad y la proyección de los diferentes grupos o departamentos. El IPE fue evaluado en dos comisiones: una de biología y ecología, que se celebró en el edificio del Instituto en Zaragoza en septiembre de 2005, y otra de ciencias de la tierra, que tuvo lugar en Sevilla en octubre de 2005. En ambos casos, las evaluaciones fueron muy positivas y sirvieron para situar al Instituto en una posición privilegiada dentro del Área de Recursos Naturales.
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Durante la dirección de Francisco Comín, se inició la construcción del nuevo edificio del Instituto en Jaca. En Zaragoza se acometió la construcción de un invernadero para ensayos con plantas y de un almacén donde guardar equipamiento de campo y laboratorio y muestras en espera de análisis. Se consolidaron también las áreas de experimentación en ambientes semiáridos de la depresión del Ebro (El Planerón, de Belchite, y Jubierre, en Los Monegros). Fue un período de trabajo intenso por parte del director, con logros importantes. Uno de ellos, la concesión del Premio Félix de Azara por la Diputación Provincial de Huesca al IPE. El premio fue entregado por el presidente de la Diputación, Antonio Cosculluela, al director del Instituto en un acto que tuvo lugar en febrero de 2006 (Figura 17). Debe destacarse también la visita que hizo a la sede de Jaca el día 27 de marzo de 2006 la entonces ministra de Educación y Ciencia, María Jesús San Segundo, acompañada por el presidente del Gobierno de Aragón, Marcelino Iglesias, y del presidente del CSIC, Rafael Rodrigo (Figura 18).
Figura 17. Entrega del Premio Félix de Azara 2005 al IPE. En la foto, Antonio Cosculluela, presidente de la Diputación de Huesca, y Francisco Comín Sebastián, director del Instituto. El acto de entrega tuvo lugar en febrero de 2006.
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Figura 18. Visita de la ministra de Educación y Ciencia, María Jesús San Segundo, a la sede de Jaca del IPE el día 27 de marzo de 2006. En la foto, acompañada por Marcelino Iglesias, presidente del Gobierno de Aragón, y Francisco Comín Sebastián, director del centro.
En mayo de 2009, tomó posesión un nuevo director, Blas Valero Garcés (Figura 19), quien completó un proceso de expansión y consolidación que confirmó la muy positiva evolución del IPE y la elevada formación de algunos de sus mejores becarios pre y posdoctorales. A pesar de la crisis económica, que desde 2008 afectó muy directamente a las inversiones del Gobierno de España en investigación científica, el Instituto consiguió la incorporación de cinco nuevos científicos titulares en su plantilla: Yolanda Pueyo, en septiembre de 2009; Juan Ignacio López Moreno, en febrero de 2010; Ana Moreno Caballud, en mayo de 2014; Jesús Julio Camarero, en junio de 2014; y Estela Nadal Romero, esta última por oposición ganada en mayo de 2017 y en espera de tomar posesión. Por si fuera poco, Teodoro Lasanta Martínez y Concepción López Alados pasaron a profesores de Investigación en marzo de 2011. Durante unos años, entre 2011 y 2016, permaneció en la sede de Jaca Patrick Fitze como contratado Araid, incorporándose en 2016 al MNCN; construyó una estación experimental para el estudio de reptiles en las
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parcelas llanas de El Boalar, donde siguen funcionando mediante un convenio con el museo. Es importante tener en cuenta que con la crisis económica iniciada en 2008 se redujo muchísimo el número de plazas de científicos convocadas anualmente por el CSIC, de manera que las plazas ya no se proponían para institutos concretos, sino para temas amplios; el ganador de la oposición podía elegir entre diferentes institutos. En cuatro casos, las plazas vinieron al IPE, probablemente uno de los centros del CSIC con mayor incremento de plazas, a pesar de las dificultades económicas. También se cuenta con una contratada Ramón y Cajal en la persona de Sara Palacio Blasco, y tres contratados Juan de la Cierva (Ahmed El Kenawy, Belinda Gallardo, Elena Granda Fernández). Sin embargo, el período de dirección de Blas Valero coincidió con un elevado número de bajas por jubilación: José Creus Novau, César Pedrocchi Renault, Carlos Martí Bono, Federico Fillat Estaqué, Bernardo Alvera, Luis Villar Pérez, Melchor Maestro y José María García Ruiz, aunque este último ha seguido ligado al Instituto como investigador ad honorem. Está claro que toda una generación de científicos dejaba paso a otra mucho más joven, con una gran proyección.
Figura 19. Blas L. Valero Garcés, director del IPE entre mayo de 2009 y junio de 2017.
El nuevo edificio del IPE de Jaca fue inaugurado el día 23 de mayo de 2012 (Figuras 20 y 21). La construcción, iniciada con el director anterior, fue un proceso lento y costoso que implicó un notable esfuerzo por parte del equipo directivo, especialmente, de Francisco Comín y Blas Valero, como directores, y del vicedirector de la sede de Jaca, Daniel Gómez García. Hubo numerosos problemas relacionados con deficiencias en el proceso de construcción, lo que obligó a retrasar la ocupación definitiva y el traslado de la biblioteca, laboratorios y despachos del
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personal científico y administrativo. La inauguración contó con la presencia de la presidenta del Gobierno de Aragón, Luisa Fernanda Rudi, la secretaria de Estado de Investigación, Carmen Vela, y el presidente del CSIC, Emilio LoraTamayo. Además de un positivo discurso del director, Eduardo Martínez de Pisón, catedrático emérito de Geografía Física de la Universidad Autónoma de Madrid, impartió una conferencia sobre el significado social y ambiental de las montañas del mundo (Figuras 22 y 23). Pedro Montserrat (Figura 24) se encargó, por expreso deseo de la presidenta del Gobierno de Aragón, de descubrir la placa que hace referencia al acto de inauguración.
Figura 20. Panorámica del nuevo edificio de la sede del IPE de Jaca. Fue inaugurado el 23 de mayo de 2012.
Figura 21. Sala de trabajo en el nuevo edificio del IPE de Jaca. Pedro Montserrat trabajando con pliegos del Herbario Jaca.
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Figura 22. Mesa presidencial del acto inaugural del nuevo edificio del IPE de Jaca el día 23 de mayo de 2012. De izquierda a derecha: Víctor Orera, delegado del CSIC en Aragón; Gustavo Alcalde, delegado del Gobierno de España en Aragón; Carmen Vela, secretaria de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación; Luisa Fernanda Rudi, presidenta del Gobierno de Aragón; Emilio Lora-Tamayo, presidente del CSIC; Víctor Barrio, alcalde de Jaca, y Blas Valero Garcés, director del Instituto.
Figura 23. Durante la inauguración del nuevo edificio del IPE de Jaca, el profesor Eduardo Martínez de Pisón, catedrático emérito de Geografía Física de la Universidad Autónoma de Madrid, impartió una conferencia sobre lo que representan las montañas del mundo en el conjunto del planeta. En la foto, está siendo presentado por Blas Valero Garcés, director del Instituto.
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Figura 24. Pedro Montserrat y Pilarín Torrents durante el acto de inauguración del nuevo edificio del Instituto de Jaca, el 23 de mayo de 2012. Con 92 años, Montserrat fue protagonista de la inauguración al ser quien descubrió la placa alusiva al acto.
La finalización del edificio, la actividad científica de Blas Valero Garcés y las obligaciones burocráticas inherentes al cargo (cada vez mayores, lamentablemente) hicieron de este período un momento febril, con numerosas novedades y avances incuestionables. Fruto de los numerosos viajes a América del Sur (especialmente a Perú y a Chile), se creó el Laboratorio Internacional en Cambio Global (LINCG) formado por un consorcio de investigación entre España, Chile y Brasil, con participación destacada del IPE. El Instituto también organizó importantes congresos internacionales, como el I Congreso Mundial de Restauración Ecológica, en 2005, y el de Past Global Changes (PAGES), entre el 9 y el 13 de mayo de 2017. Además, Francisco Comín recibió el Premio John Rieger de la International Society for Ecological Restoration (SER).
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En junio de 2017, tomó posesión del cargo como nueva directora Yolanda Pueyo Estaún (Figura 25), primera mujer que ocupa la Dirección del Instituto, perteneciente a la generación más reciente de científicos del Instituto. No ha habido grandes cambios en la positiva tendencia productiva, habiéndose incorporado Juan Ignacio López Moreno como nuevo investigador científico mediante el procedimiento de promoción interna. También ha pasado a investigador científico Jesús Julio Camarero, aunque a comienzos de 2018 aún está pendiente de tomar posesión. Recientemente, en diciembre de 2017, Vicenzo Penteriani, procedente de la Estación Biológica de Doñana, en situación de comisión de servicio en la Unidad Mixta de Investigación en Biodiversidad, ubicada en Asturias, ha obtenido el traslado al IPE como científico titular. En febrero de 2018, el Instituto ha contado con otra incorporación por el traslado de Begoña Álvarez Farizo desde el Instituto de Políticas y Bienes Públicos, integrado en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales.
Figura 25. Yolanda Pueyo Estaún, directora del IPE desde junio de 2017.
El evento más destacado del todavía breve período de dirección de Yolanda Pueyo ha sido la celebración del 75 aniversario (1942-2017) del IPE el día 26 de octubre de 2017. La conmemoración tuvo lugar en el salón de actos del Instituto Agronómico Mediterráneo de Zaragoza, dentro del campus de Aula Dei, y estuvo presidida por el entonces presidente del CSIC, Emilio Lora-Tamayo. Además del discurso
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por parte de la directora, Blas Valero impartió una conferencia que repasó la historia de esta institución. El aniversario se cerrará en la sede de Jaca en octubre de 2018. Atrás quedan las decenas de cursos de todo tipo que se han impartido desde el IPE (ver listado parcial en Villar y Vallés, 1995), los miles de artículos y libros, los trabajos publicados en algunas de las mejores revistas internacionales, la formación de personal científico que ya se distribuye por toda España y otros países del mundo, y las personas que una vez fueron piezas claves de este proyecto y que son parte del pasado, aunque estén presentes en la herencia que se transmite de generación en generación. No debe olvidarse, por último, que el personal de apoyo no ha dejado de crecer en número de manera notable desde 1994: además de los nombrados a lo largo del texto, debe citarse a Ángel Armero, Jesús Abad, Jesús Revilla, Elena Royo Mora, José Ignacio Rueda, Javier D’Angelo, Adela Lamana, Mariola Cervera Aparicio, Cecilia Gasca Marín, Antonio Vallejo Domínguez, Marcelo López López, Miguel Ángel Torralba Acín, María Carmen Sancho Molina, Elena Lahoz Sevil, Antonio Palma Ordóñez, Alberto Barcos Fernández, Mercedes García García, Silvia Gutiérrez Eisman, Pedro Bravo, Pedro Sánchez Navarrete y Raquel Herrera Valladolid. Algunos ya se han jubilado o desplazado a otras instituciones. Todos ellos forman o han formado parte del proyecto científico y han contribuido, directa o indirectamente, a mejorar la eficiencia del IPE y a mantener muy elevada su productividad. Dentro de no muchos años, también ellos formarán parte de la historia de esta institución.
1.1.8. Conclusiones Que una institución científica cumpla setenta y cinco años es un excelente momento para hacer un balance, especialmente después de la brillante progresión del IPE en los últimos veinticinco años. Es cierto que sus inicios fueron muy modestos, como Estación de Estudios Pirenaicos en 1942, sin recursos ni personal, solo como una institución que sirvió para acoger las iniciativas de profesores españoles y extranjeros interesados por el Pirineo. En 1948 pasó a IEP, como un avance que reconocía mayor capacidad administrativa. Fueron muchos los estudios que se llevaron a cabo en los campos de la geología, la geografía, la biología, la historia, el arte y la etnografía, permitiendo avanzar en el conocimiento ambiental y cultural de una región emblemática de montaña como el Pirineo. Algunos trabajos, muchos de ellos publicados en la revista Pirineos, son considerados como hitos científicos de obligada referencia todavía en la actualidad, como muchas de sus monografías. Por diversas circunstancias, la década de 1960 representó un
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1. El IPE: setenta y cinco años de vida
punto de decadencia que se superó en parte con el traslado del Instituto a Jaca en 1968, donde coincidió en el mismo edificio y con el mismo director que el CPBE. Este último se había creado en Jaca en 1963 por iniciativa del entonces secretario general del CSIC y cuya dirección asumió Enrique Balcells. Tras su creación, el Centro no recibió todo el apoyo que esperaba desde el CSIC. En 1984 los dos centros de investigación del CSIC se fusionaron en uno solo bajo la denominación de IPE, que contó con la dirección de Juan Puigdefábregas. Hubo una importante inyección de personal y confianza en la primera etapa, pero problemas ligados a la forma de entender la difusión de la investigación científica hicieron que el CSIC se decidiera por crear una nueva sede del Instituto en Zaragoza. Desde entonces, el Instituto no ha parado de crecer, convirtiéndose en uno de los centros de referencia en investigación sobre recursos naturales. Con una producción extraordinaria en las mejores revistas internacionales, el Instituto ha pasado a ser también un referente internacional en el campo de la erosión del suelo y la hidrología ambiental, el estudio de los paleoambientes cuaternarios, la biodiversidad y la restauración ecológica. A pesar del elevado número de jubilaciones recientes, el Instituto ha seguido manteniendo el mismo nivel de alta productividad y captación de recursos gracias a una nueva generación de científicos que cumplen con los estándares propios de los mejores investigadores del mundo. Hoy, el IPE cuenta con cuatro profesores de investigación, tres investigadores científicos, doce científicos titulares, un contratado Araid, un investigador ad honorem, una contratada Ramón y Cajal y tres contratados Juan de la Cierva, además de un elevado número, siempre variable, de becarios predoctorales y contratados posdoctorales financiados con cargo a proyectos. No debe olvidarse que el personal científico cuenta con el apoyo de una eficiente administración, equipo informático, mantenimiento y personal de biblioteca y laboratorios. No es un centro de investigación muy grande, pero quienes desde Luis Solé Sabarís y José Manuel Casas Torres, en 1942, hasta sus actuales componentes, pasando por dos personas excepcionales, como Enrique Balcells y Pedro Montserrat, han trabajado en él, a veces con recursos muy escasos, han hecho todo lo posible por convertirlo en algo grande.
* En el momento en que dábamos por finalizado este escrito nos llegó la triste noticia del fallecimiento de Juan Puigdefábregas Tomás, vinculado al CPBE y al IPE entre 1963 y 1988. Fue persona clave en la evolución de este último por su capacidad organizativa y por su contribución a explicar los ecosistemas montanos de manera global (ver García-Ruiz, 2018).
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Agradecimientos Buena parte de la información de detalle que se incluye en este capítulo ha sido proporcionada por Trinidad Bernal Barranco, Teodoro Lasanta Martínez, Ariadna Cañaveras, María José Mayayo, Juan Pablo Martínez Rica y Luis Villar Pérez. Hacia ellos, mi agradecimiento.
Bibliografía Balcells, E., 1964. «Objetivos y labor del Centro Pirenaico de Biología Experimental». Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural, 62: 361-365. — 1965a. «Memoria bianual 1964-1965». Publicaciones del Centro Pirenaico de Biología Experimental, 1 (4): 1-25. — 1965b. «Finalidad y líneas de investigación del Centro Pirenaico de Biología Experimental». Publicaciones del Centro Pirenaico de Biología Experimental, 1 (1): 1-23. — 1966. «Presentación del Centro Pirenaico de Biología Experimental». Pirineos, 79-80: 97-112. — 1973. «Orientación actual del Instituto de Estudios Pirenaicos». Pirineos, 110: 55-94. — 1979. «Labor directiva e investigación geológica durante los cinco primeros lustros del Instituto de Estudios Pirenaicos». Acta Geològica Hispànica, 14: 32-38. — y J. Puigdefábregas, 1974. «Historia del estudio científico del Pirineo». Arbor, 88: 105-116. García-Ruiz, J. M.ª, 1990. «El Doctor Enrique Balcells Rocamora, Doctor Honoris Causa por la Universidad de Zaragoza». Pirineos, 136: 61-66. — 2006. «El Profesor Enrique Balcells Rocamora». Cuadernos de Investigación Geográfica, 32: 161-166. — 2018. «Juan Puigdefábregas Tomás (1940-2018), el ecólogo total». Pirineos 173, im006. Martí Bono, C. E., 2007. «Recuerdo de Pirineos a Enrique Balcells Rocamora». Pirineos, 162: 3-11. Martínez-Rica, J. P., 2005. «Efemérides: sesenta años de estudios en los Pirineos». Pirineos 160: 161-176.
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1. El IPE: setenta y cinco años de vida
— y L. Villar Pérez, 2008. «Notas necrológicas. Enrique Balcells Rocamora». Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural, Actas, 105: 39-56. Puigdefábregas, J. y E. Balcells, 1970. «Relaciones entre organización social y explotación del territorio en el valle del Roncal». Pirineos, 98: 53-89. Villar, L., 2007. «Le Professeur Enrique Balcells». Pyrénées, 230: 187-189. — 2017. «Prof. Pedro Montserrat Recoder (Mataró, Barcelona 1918-Jaca, Huesca 2017), insigne botánico y ecólogo terrestre». Pirineos, 172. im003. — y J. Vallés, 1995. «Cincuenta años de estudios pirenaicos (1942-1992). Producción científica del Instituto de Estudios Pirenaicos (1942-1984), el Centro Pirenaico de Biología Experimental (1963-1984) y el Instituto Pirenaico de Ecología (1984-)». Historia Natural’93. Instituto de Estudios Altoaragoneses, pp. 255-274, Huesca.
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2.1. LA REVISTA PIRINEOS (1945-2017) Teodoro Lasanta Martínez IPE-CSIC
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irineos es una de las treinta y siete revistas que el CSIC mantiene en 2018, incluyéndose entre las diez de Ciencia y Tecnología. El primer número de Pirineos se publicó en 1945, por lo que es una de las revistas más veteranas del CSIC y de la Ciencia española. En aquel momento, el nombre de la revista era Pirineos. Publicación de la Estación de Estudios Pirenaicos. En 1948 (números 9-10), la revista pasó a denominarse Pirineos. Revista del Instituto de Estudios Pirenaicos. Desde 1987 (número 129), el título de la revista es Pirineos. Revista de Ecología de Montaña. Hasta 2017, se han publicado 172 números que recogen artículos elaborados por 925 autores. Los artículos publicados en Pirineos o sus resúmenes están indexados en Geo-Abstracts, Scopus, Thomson ISI-Journal Search Soils and Fertilizers, Bibliographie Géographique Internationale y Dialnet. Entre 1945 y 2013, se publicó en papel, con periodicidad semestral durante los períodos 1945-1947 y 1987-1999, cuatrimestral o trimestral entre 1948 y 1986, y anual a partir de 2000. Desde 2014, se publica exclusivamente en formato electrónico en las versiones PDF, HTML y XML. La distribución de artículos se realiza en abierto y de forma gratuita, bajo los términos de una licencia de uso y distribución Creative Commons Attribution (CC-by) España 3.0 hasta 2017, y desde 2018, por 4.0 International (CC BY 4.0). En ese capítulo se repasa la evolución de la revista Pirineos, diferenciando tres etapas en sus planteamientos, objetivos y gestión. Al final del mismo, se incluyen los principales hitos en su historia y se plantean algunas alternativas para su mantenimiento.
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2.1.1. La misión inicial de Pirineos (1945-1965) En la reunión del Patronato de la Estación de Estudios Pirenaicos celebrada en Ripoll (Gerona, agosto de 1944), se aprobó la publicación de una revista que diera a conocer los trabajos realizados en la Estación y recogiera las manifestaciones científicas y culturales de las comarcas pirenaicas. Esta no debía incluir estudios profundos, que tendrían que enviarse a las revistas especializadas ya existentes, sino «dirigirse al gran público que vive sus afanes de cultura en las comarcas pirenaicas para llevarle la conciencia de sus problemas, hacerle sentir las inquietudes que los mismos suscitan a los hombres de ciencia y comunicarle la manera cómo estos los enfocan y vislumbran sus soluciones» (Pirineos, 1, p. 6). Para ello, Pirineos debía constar de cuatro secciones. La primera, dedicada a la publicación de trabajos científicos de interés general relacionados con el Pirineo. La segunda, orientada a recoger la actualidad cultural más relevante de la zona pirenaica, especialmente la relacionada con el CSIC. La tercera, encaminada a resumir los trabajos publicados por la Estación en otras publicaciones del CSIC. La cuarta, a recoger la bibliografía más importante relacionada con el Pirineo. Con ello se trataba de que «la Estación de Estudios Pirenaicos llene la misión para la cual fue creada. Sus diversas Secciones llevarán a cabo estudios e investigaciones; nosotros haremos llegar sus resultados a las zonas estudiadas, demostrándoles que hay quien se preocupa de sus cosas y procura dar soluciones a sus problemas» (Pirineos, 1, pág. 7). Pirineos sigue esta orientación hasta mediados de los años sesenta. En la primera parte de cada número, se recogen los artículos científicos, seguidos de la sección de «Notas y Comunicaciones», que, por lo general, constituyen trabajos más breves. Esta sección se inició en el número 8 (año 1948) y desapareció en los números 35-38 (año 1955). Entre ambas secciones, cada uno de los cuatro números publicados cada año incluye entre dos y seis trabajos. Hasta 1949 (números 11-12), no se incluye el nombre de las personas encargadas de la revista. A partir de esos números y hasta 1966 figuran los miembros de la Dirección del IEP, que, posiblemente, actuaban como un Consejo de Redacción de Pirineos. Estuvo compuesto por las siguientes personas: presidente: José García Siñériz; director: Luis Solé Sabarís; vicedirector: José Manuel Casas Torres; y secretario: José Antonio Cremades Royo. La edición de Pirineos estuvo en esta fase en el Departamento de Geografía de la Universidad de Zaragoza, que era gestionada por Casas Torres. La Tabla 1 muestra que entre 1945 y 1965 se publicaron 161 trabajos de investigación, casi todos ellos sobre los Pirineos o sobre su entorno más inmediato, con apenas artículos sobre otras montañas europeas. El abanico de disciplinas
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científicas es muy amplio, incluyendo todas las cultivadas por los profesionales de las universidades de ambas vertientes de la cadena, por lo que podemos afirmar que Pirineos era en aquellos momentos una revista multidisciplinar. La historia, incluyendo prehistoria e historia del arte, fue la disciplina más representada con el 43,5 % de los artículos. A continuación, aparecen la geografía (15,5 %), la filología (11,8 %) y la geología (11,8 %). Los artículos están firmados por personas muy renombradas: J. Caro Baroja, M. Almagro, A. Beltrán, J. M.ª Fontboté, S. Alcobé, S. Llobet, F. Hernández-Pacheco, N. Llopis-Lladó, V. Masachs Alavedra, M. Alvar, M. Sancho Izquierdo, A. Floristán, J. Vicens Vives, J. Maluquer de Motes, J. Regla, R. Violant y Simorra, J. M.ª Lacarra, L. Pericot, C. Corona, J. M. Casas Torres, R. Margalef, P. Deffontaines, A. Ubieto, R. Menéndez-Pidal, F. Español, E. Levi, J. Sermet, J. Vilá Valentí, M. Riu, P. Barrère, A. Beltrán, P. Montserrat, M. Crusafont, L. Solé Sabarís, V. Fairen Guillén o G. Viers, entre otros muchos.
Tabla 1. Evolución del número de artículos publicados en Pirineos por disciplinas científicas (1945-2017).
Disciplina
Período 1945-1965
Período 1966-1986
Período 1987-2017
Derecho
5
4
9
Total
Filología
19
5
24
Historia del Arte
10
2
12
Historia
44
10
1
55
Prehistoria
15
9
Antropología/Etnografía
6
13
1
20
Geografía
25
34
73
132
Climatología/Hidrología
3
5
26
34
3
13
16
Ecología
2
8
62
72
Botánica
3
39
37
79
Edafología
24
Zoología
10
92
41
143
Geología
19
44
8
71
2
2
4
270
264
695
Otras Total
161
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En esta primera etapa, el español era el idioma dominante (110 artículos, 68,3 %), seguido por el francés (49 artículos, 30,4 %) y el catalán (2 artículos, 1,2 %). Los primeros trabajos en francés se publican en el número 13-14 (año 1949), siendo sus autores F. Nussbaum («Sur les traces des glaciers quaternaires dans la región de l’Aragon». Pirineos, 13-14: 497-518) y M. Parde («Le régime des cours d’eau ibériques». Pirineos, 13-14: 575-655). Con anterioridad se habían traducido algunos artículos del francés al español; así, O. de Bolós había traducido el trabajo de G. Dubois (1946) «El análisis polínico y su aplicación al estudio de la colonización forestal de las montañas de Europa occidental». Pirineos, 3: 85-118. También se había traducido el artículo de R. Plande (1947) «La nieve y los glaciares en el Pirineo». Pirineos, 5: 167-182. A partir de 1949, es habitual que aparezcan trabajos en francés, lo que revela la apertura de la revista hacia el exterior desde sus inicios. Como se ha señalado anteriormente, Pirineos no solo tenía la misión de publicar los trabajos referentes al Pirineo y darlos a conocer a la sociedad, sino también hacer más accesible la bibliografía a los investigadores. Por ello, desde el inicio hay una sección de bibliografía. A partir del número 6 (año 1947) se incorporan las secciones «Nuevas publicaciones» y «Crítica de libros». La crítica de libros pasa a llamarse «Recensiones» en el número 9-10 (año 1948). A partir del número 15-16 (año 1950), se añade una sección titulada «Instituto de Estudios Pirenaicos. Publicaciones».
2.1.2. Pirineos: el camino hacia la especialización científica. La dirección de Enrique Balcells Rocamora (1966-1986) Enrique Balcells Rocamora asumió la dirección del IEP en 1968, llevándose la revista Pirineos a Jaca (Huesca), donde dirigía el CPBE desde 1964, ambos pertenecientes al CSIC. Sin embargo, dado que la revista iba con retraso en su edición, tuvo que iniciar su actividad como director de la misma desde 1966. Se encuentra con una revista que ha perdido buena parte de su fuerza inicial, como lo demuestra el hecho de que entre 1955 y 1965 solo se hubieran publicado 42 artículos frente a los 119 de la década inicial (1945-1954), y que los cuatro números de cada año se agrupen en un solo número desde 1955. Con la llegada de Balcells, se recupera de forma progresiva parte de la misión inicial de Pirineos, al reincorporar las secciones de «Notas y comunicaciones» y «Reseñas», a las que suma secciones sobre cursos y congresos (de interés para los estudios de montaña o sobre el Pirineo) y otras revistas de interés para el estudio de los Pirineos publicadas
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por el CSIC, sección que se incluye desde el número 95 (año 1970). Además, trata de potenciar el apartado de artículos científicos, ya que considera que es la primera misión de una revista científica. En 1966 (n.os 81-82) aparece por primera vez la filiación de autores. En el número 95, se incluyen en las contracubiertas unas normas de publicación, tituladas Normas sobre entrega y admisión de trabajos para publicar en la revista Pirineos. Sobre reseñas y resúmenes bibliográficos. Con la publicación de Pirineos por el IEP, Balcells trató de cubrir tres objetivos: conseguir una buena biblioteca en temas de montaña mediante el intercambio de Pirineos con otras revistas, divulgar los logros científicos conseguidos por los investigadores del IEP y del CPBE, y tener un medio de «formación» en la publicación de artículos científicos para los jóvenes investigadores de sus centros de investigación. Disponer de una revista propia suponía, en aquellos años, tener acceso a una abundante bibliografía, fruto del intercambio físico con las revistas de otras instituciones científicas. Durante decenios, y antes de que surgiera Internet, ese fue el proceso más barato y ágil para conseguir bibliografía y tener una buena biblioteca. En los años sesenta y setenta del pasado siglo, se invirtió mucha energía en intercambiar Pirineos y los libros incluidos en la colección Monografías del IEP, con otras instituciones científicas y académicas que editaban publicaciones periódicas o libros. En 1968 Pirineos se intercambiaba con 120 revistas españolas y 205 extranjeras (Balcells, 1973). A mediados de los años ochenta, se consiguió tener 2294 títulos de revistas (no todas colecciones completas) en la biblioteca del IEP-CPBE, de acuerdo con la información existente en el archivo de Pirineos; la mayor parte de ellas, conseguidas por intercambio, algunas, por donación, y muy pocas (alrededor de treinta), por suscripción. La línea editorial y los contenidos de esas revistas eran muy diversos, abarcando prácticamente todos los campos del saber. El número de revistas de intercambio se fue reduciendo posteriormente, debido a expurgos realizados en los que se anulaba el intercambio con las revistas más alejadas de los temas de montaña trabajados en los institutos del CSIC de Jaca, por cese de algunas revistas y por irregularidades en los intercambios. A finales de los años ochenta, se intercambiaban 847 revistas, que quedaron reducidas a 444 en 2010. Con la publicación en línea de Pirineos y su distribución en abierto (año 2014), cesaron los intercambios. La Figura 1 muestra la distribución espacial de las 847 revistas intercambiadas con Pirineos a finales de los años ochenta. Había intercambios en los cinco continentes. Lógicamente, la mayor concentración se producía en España (349 revistas, el 41,2 %), siendo también elevado el número de revistas obtenidas en los países europeos próximos: Francia (87; 10,3 %), Italia (63; 7,4 %), Alemania (35; 4,1 %), Reino Unido (26; 3,1 %) y Portugal (23; 2,7 %). En América, EE. UU. (38 revistas; 4,5 %)
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era el principal destino de Pirineos, si bien otros países mantenían un buen flujo de intercambios: Brasil (20; 2,4 %), Argentina (12; 1,4 %), Colombia (12; 1,4 %), Canadá (9; 1,1 %), Chile (5; 0,6 %) y Venezuela (4; 0,5 %). En el resto de los continentes, la presencia de Pirineos era mucho más testimonial.
Figura 1. Distribución espacial de los intercambios de Pirineos con otras revistas científicas a finales de los años ochenta.
N.º de revistas con intercambio
0
1
2
6
26 101 350
El segundo objetivo que debía cumplir Pirineos en esta segunda etapa era ser el vehículo de expresión y divulgación de los avances científicos obtenidos en el IEP y CPBE, publicando artículos realizados por sus investigadores y resultados que derivaban de tesis doctorales, tesinas o trabajos de personas que se iniciaban en la investigación. Hay que tener en cuenta que el IEP y el CPBE contaron por primera vez con personal investigador fijo y becarios en formación pocos años después de llegar Balcells a la Dirección de la Revista (ver García-Ruiz en este libro). Hasta entonces, el Instituto había funcionado sin personal propio, limitándose sus tareas al apoyo a la investigación científica en el Pirineo, proporcionando a los científicos una base logística mínima en la que residir y trabajar temporalmente cerca del área objeto de estudio, coordinando trabajos de investigación sobre el Pirineo, y publicando muchos de los resultados obtenidos en tales trabajos (Martínez Rica, 2005). Contar con una revista propia permitió a los jóvenes investigadores aprender de cerca el proceso de génesis y elaboración de un artículo, además de ampliar su curriculum vitae y competir con ciertas garantías con otros investigadores. De esta manera, la revista Pirineos cumplía un tercer objetivo: formar y ayudar en las publicaciones a los jóvenes investigadores propios.
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Sin embargo, ello no significó que Pirineos se convirtiera en una revista endogámica. La Tabla 2 muestra que entre 1945 y 2017 publicaron sus trabajos 925 autores, de los que solo 93 (10 %) formaron o forman parte de la plantilla del IPE, centro surgido de la fusión del IEP y CPBE.
Tabla 2. Evolución del número de autores que han publicado en Pirineos (1945-2017). Período
Total autores
Plantilla del IPE
% del IPE
1945-1965
104
1966-1974
112
13
11,6
1981-1990
187
19
10,2
1991-2000
177
12
6,8
2001-2010
173
16
9,2
2011-2017
172
33
19,2
Total
925
93
10
La dirección de E. Balcells, y el hecho de contar los centros del CSIC de Jaca con personal investigador propio, especialmente el CPBE,1 favoreció que Pirineos publicase cada vez más trabajos relacionados con la naturaleza y menos con las humanidades. La Figura 2 incluye los artículos publicados en Pirineos por temática. Los hemos agrupado en temas, unas veces, muy amplios (fauna, geología, flora y vegetación, geomorfología y relieve…), porque una clasificación más concreta hubiera alargado demasiado el listado de temas, perdiendo la perspectiva de conjunto. En otras ocasiones hemos preferido temas muy concretos (palinología, nivología, glaciarismo…) para reflejar que los trabajos de esta temática han estado presentes a lo largo de la historia de la revista. En total, se han publicado ochocientos catorce trabajos:2 fauna, con ciento setenta y nueve trabajos (22 %) es la disciplina más representada, seguida por ciencias humanas y sociales (cien trabajos; 12,3 %), flora y vegetación (ochenta y nueve trabajos; 10,9 %), y gestión y desarrollo en montaña (ochenta y siete trabajos; 10,7 %). 1
l CPBE contó con su propia revista (Publicaciones del Centro Pirenaico de Biología Experimental), pero tuvo una vida más efímera, E cumpliendo un papel secundario respecto a Pirineos.
2
sta cifra no coincide con la de la Tabla 1 porque algunos trabajos los hemos incluido en dos temáticas, al hacer referencia E a ambas.
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Otros temas tienen menos representación, pero llama la atención su continuidad temporal, como, por ejemplo, nivología (seis trabajos; 0,7 %), palinología (siete trabajos; 0,9 %), glaciarismo (veintidós trabajos; 2,7 %) o pastos y ganadería (treinta y cuatro trabajos; 4,2 %). A lo largo del tiempo, han evolucionado los temas que Pirineos ha recogido, de acuerdo con las líneas de investigación de moda en cada momento, con la plantilla de científicos del IPE, y con la orientación que el director o el Consejo de Redacción ha querido para la revista. En el período 1945-1965, dominan los trabajos de ciencias humanas y sociales (42,9 %), gestión y desarrollo en montaña (8,9 %), población y cultura pirenaica (8,3 %), Pirineo, cordillera frontera (8,3 %), fauna (8,3 %) y geología (7,1 %). En la etapa 1966-1986, coincidiendo con la dirección de Balcells, fauna ocupa el primer lugar (33 %); flora y vegetación (13 %) y geología (10,7 %) aparecen bien representadas, mientras pierden presencia ciencias humanas y sociales (10,4 %) y Pirineo, cordillera frontera (1,85 %). En la tercera etapa (1987-2017), hay un mayor equilibrio temático de trabajos relacionados con la naturaleza, si bien fauna (20,2 % de los trabajos) aparece en primera posición, gracias, en gran parte, a los artículos sobre ungulados (9,3 %), seguida por flora y vegetación (14,1 % de los trabajos). Se constata, por otro lado, la escasa representación de las disciplinas dominantes en la primera etapa, salvo gestión y desarrollo en montaña (12,2 %), erosión y exportación de sedimentos (11,2 %), paisaje (10,9 %), ecología y ordenación forestal (7,4 %), climatología e hidrología (8,8 %), y pastos y ganadería (5,9 %) adquieren un peso especial en esta etapa.
Figura 2. Artículos publicados por Pirineos (1945-2017) distribuidos por temas. 200
N.º de artículos
Período 1945-2017
150
100
50
0 1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
Tipo Continúa
102
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2. La historia acumulada
Continuación
Figura 2. Artículos publicados por Pirineos (1945-2017) distribuidos por temas. 100
N.º de artículos
Período 1945-1965
80 60 40 20
1. CC. humanas y sociales 2. Población y cultura pirenaica 3. Pirineo, cordillera frontera
0 1
2
3
4
5
6
7
8
4. Gestión y desarrollo en montaña
9 10 11 12 13 14 15 16
5. Pastos y ganadería
Tipo 100
N.º de artículos
Período 1966-1986
80 60 40 20
6. Paisaje 7. Climatología e hidrología 8. Nivología 9. Erosión y exportación de sedimentos 10. Glaciarismo 11. Geomorfología y relieve
0 1
2
3
4
5
6
7
8
9 10 11 12 13 14 15 16
12. Geología
Tipo 100
N.º de artículos
Período 1987-2017
80 60 40
13. Ecología y ordenación forestal 14. F lora y vegetación 15. Palinología 16. Fauna
20 0 1
2
3
4
5
6
7
8
9 10 11 12 13 14 15 16
Tipo
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2.1.3. Del Pirineo a las montañas del mundo. Pirineos. Revista de Ecología de Montaña (1987-2017) A mediados de los años ochenta se vio la necesidad de actualizar Pirineos en contenidos y presentación para adaptar la revista a las exigencias que se empezaban a intuir. Se pensó que la irrupción de sistemas de evaluación de la calidad de la investigación para la selección de proyectos de investigación y la promoción personal potenciaría a unas revistas —las incluidas en Web Of Science (WOS) y Scopus— en detrimento del resto de las revistas, que quedarían casi totalmente excluidas de la publicación de los mejores artículos. Por otro lado, se constató que los objetivos de Pirineos de la fase anterior estaban superados: los investigadores del IPE habían alcanzado cierta madurez y los jóvenes ya no mejoraban sustancialmente su curriculum vitae publicando en la revista de su instituto. A todo ello, se sumó más tarde la irrupción de Internet, permitiendo el acceso inmediato y actualizado a un número muy superior de publicaciones que el que provee el intercambio de revistas. A estas cuestiones generales, que serían aplicables en aquellos años a la práctica totalidad de las revistas españolas, había que sumar las propias de Pirineos: limitación para conseguir originales (en el período 1965-1974 se publicaron ciento sesenta y dos artículos, mientras que, en la década posterior, setenta y cinco), lo que obligaba a concentrar los cuatro números de un año en un solo volumen o a que Pirineos no se publicase entre 1975 y 1980. Balcells era consciente de algunas de las limitaciones de la revista; por ello, en un informe sobre Pirineos a la dirección del IPE (Balcells, 1985, p.1), manifestaba: «son múltiples los aspectos que justifican la reforma de la revista Pirineos. Sin duda ha sido muy criticada desde su fundación, presentándose como una mejor idea que realización. Desde luego uno de los vituperios más sonado, no solo había hecho referencia a su irregularidad, sino más bien al carácter monográfico que presentaban algunos de sus muchos números. En definitiva, todo ello ha sido más bien debido a la endémica desproporción entre propósitos y medios para realizarlos». A ello había que añadir el enorme trabajo que debía realizar Balcells, que sumaba a la dirección de Pirineos, la de los dos Institutos del CSIC en Jaca, más otros cargos del CSIC en Madrid y en el programa MaB de la Unesco (Martínez Rica y Villar Pérez, 2008). Balcells, durante su dirección de Pirineos, hacía prácticamente todas las tareas que habitualmente hace el Consejo de Redacción de una revista. Es cierto que cada número constaba de un director, un secretario y un Consejo Técnico Asesor, formado por antiguos y destacados miembros de su fase fundadora. Sin embargo, «dicha situación era formal de todas, todas. De hecho, la revista
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2. La historia acumulada
la llevaba Balcells en todos sus aspectos y, si bien le suponía mucho tiempo, ese se compensaba globalmente pues nadie lo perdía en labor cooperativa, salvo cuando se trataba de traducciones al inglés. Tal situación suponía toma de decisiones rápidas y por tanto eficacia en la gestión administrativa con escasas preocupaciones (Balcells, 1985, p. 7). En otro párrafo señala: La complejidad de las situaciones, la atención a las más fundamentales, me obligó a simplificar dentro de la complicación. Quizás no es ahora el momento de justificarme, pero mi capacidad era limitada y la realidad general otra. En 1968, dos años después del fallecimiento de Albareda: estaba en Jaca casi solo, Pirineos estaba parado en 1965; las actas del Congreso de 1966 estaban todas por publicar; se había llevado una política de compromisos que hallé ya tomados, de usar Pirineos para la publicación de monografías. No había gente capaz de aportar estudios para publicar en Pirineos, que además fueran cortos y no mamotréticos. Nuestro Centro empezaba y era necesario atender el major subject de las monografías doctorales. Esa experiencia puede ser útil para saber «lo que no se debe hacer», pero también es verdad que hoy nos hallamos con problemas próximos o similares, haber trabajado mucho para contener vías de agua y, a la postre con 8 monografías para publicar, que se están sobando en cola y no permiten el progreso de nuestros investigadores, sin duda bloqueado (Balcells, 1985, pp. 21-22).
En 1987, coge la dirección de la revista José María García Ruiz con la idea de transformar Pirineos en una publicación periódica de referencia internacional en los estudios de montaña. Ello requería, además de mejorar la presentación, cambios profundos en la línea editorial que pasaban por: i) centrar los contenidos de la revista, ii) una mayor selección de trabajos, y iii) internacionalización de la revista. Pirineos se planteó como una revista que debía dar a conocer los trabajos realizados sobre los Pirineos y que, a la vez, recogiera las manifestaciones científicas y culturales de los pueblos pirenaicos. De ahí que, inicialmente, fuera una revista generalista que publicaba todo tipo de trabajos con la sola condición de que versasen sobre el Pirineo. Más tarde, la revista fue especializándose en temas relacionados con la naturaleza, manteniendo la condición de que se tratase de trabajos sobre el Pirineo. A partir de 1987, se pretende centrar su línea editorial en la ecología de montaña, saltando, pues, del Pirineo a las montañas del mundo. Para ello, al título de la revista se añadió el subtítulo Revista de Ecología de Montaña (n.º 129; año 1987), que ha mantenido hasta la actualidad. En las normas de publicación, se incluye un párrafo con la nueva línea editorial que todavía se mantiene: … la revista Pirineos publica trabajos relacionados con la dinámica de los ecosistemas de montaña, es decir, con los procesos y las relaciones que se establecen entre los seres vivos y entre estos últimos y el medio ambiente, en un espacio tan peculiar como el de las regiones más elevadas del planeta. Trata, por lo tanto, de contribuir a explicar el
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funcionamiento global de las regiones de montaña y la organización espacial de recursos y procesos, con una perspectiva integradora en la que el hombre ejerce también un papel destacado. La revista acepta trabajos originales con datos científicos nuevos e importantes para el conjunto de la Ecología de Montaña, especialmente aquellos que aportan información sobre los flujos existentes entre subsistemas, la influencia del hombre en la transformación del medio ambiente montano, las relaciones tróficas entre los seres vivos y el funcionamiento de los diferentes aspectos que constituyen la base de los ecosistemas de montaña.
Tres cuestiones resaltan en el nuevo objetivo editorial: el estudio ecológico de las montañas del mundo, la importancia de la dinámica y el cambio en los ecosistemas y paisajes, y el papel destacado del hombre en dicha dinámica. Estas cuestiones se reflejan, a partir de 1987, en la mayor proliferación de artículos de temáticas poco representadas hasta ese momento, como paisaje, erosión y exportación de sedimentos, climatología e hidrología, gestión y desarrollo en montaña o ecología y ordenación forestal (Figura 2). En esta fase, se estableció un sistema más riguroso de selección de artículos a partir de la evaluación por pares y de la constitución de un Consejo de Redacción formado por investigadores del IPE y otras instituciones académicas y de investigación (Tabla 3), y un Consejo de Edición o Científico, formado por investigadores de prestigio internacional (Tabla 4), renovados ambos periódicamente. La Tabla 4 también muestra la distribución por nacionalidades del Consejo Científico en los últimos 32 años: España, 26 miembros; Francia, 8; Suiza: 4; Italia, Reino Unido, EE. UU. y Chile: 3; Argentina y Polonia: 2; Rusia, Nepal, URSS, Holanda, Austria, Nueva Zelanda, Suecia, Venezuela, Bélgica y Canadá, 1.
Tabla 3. Consejos de Redacción de Pirineos. Revista de Ecología de Montaña (1987-2018). Cargo
Nombre
Filiación
Período
Director
José María García Ruiz
IPE-CSIC
1987-1994
Secretario
Vocales
Teodoro Lasanta Martínez
IPE-CSIC
1987-1994
Antonio Gómez Sal
IPE-CSIC
1991-1994
Carlos Martí Bono
IPE-CSIC
1987-1994
Juan Pablo Martínez Rica
IPE-CSIC
1987-1994
Juan Puigdefábregas
EEZA (CSIC)
1987-1994
Luis Villar Pérez
IPE-CSIC
1987-1994 Continúa
106
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2. La historia acumulada
Continuación
Tabla 3. Consejos de Redacción de Pirineos. Revista de Ecología de Montaña (1987-2018). Cargo
Nombre
Filiación
Período
Director
Juan Pablo Martínez Rica
IPE-CSIC
1995-2006
Secretario
Luis Villar Pérez
IPE-CSIC
1995-2006
María T. Echeverría
Universidad de Zaragoza
2001-2006
Ricardo García González
IPE-CSIC
1996-2006
José María García Ruiz
IPE-CSIC
1995-1995
Teodoro Lasanta Martínez
IPE-CSIC
1995-2006
Xavier Limona
Universidad de Barcelona
2001-2006
Javier Lucientes
Universidad de Zaragoza
2001-2006
Carlos Martí Bono
IPE-CSIC
1995-1995
Juan Puigdefábregas
EEZA (CSIC)
1995-1995
Vocales
2001-2006 César Pedrocchi
IPE-CSIC
1996-2006
Cargo
Nombre
Filiación
Período
Director
Carlos Martí Bono
IPE-CSIC
2007-2008
Secretario
Sergio Vicente Serrano
IPE-CSIC
2007-2008
José M.ª Cuadrat Prats
Universidad de Zaragoza
2007-2008
Daniel Gómez García
IPE-CSIC
2007-2008
Penélope González Sampériz
IPE-CSIC
2007-2008
Jesús J. Camarero Martínez
IPE-CSIC
2007-2008
Juan M. Vilaplana Fernández
Universidad de Barcelona
2007-2008
Nombre
Filiación
Período
Vocales
Cargo Director Secretario
Teodoro Lasanta Martínez
IPE-CSIC
2009-2018
Sergio Vicente Serrano
IPE-CSIC
2009-2014
Yolanda Pueyo Estaún
IPE-CSIC
2015-2018 Continúa
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75 Aniversario del IPE. Del Pirineo al estudio de las montañas del mundo
Continuación
Tabla 3. Consejos de Redacción de Pirineos. Revista de Ecología de Montaña (1987-2018). Cargo
Vocales
Nombre
Filiación
Período
Artemio Cerdà Bolinches
Universidad de Valencia
2015-2018
Francisco Lloret
Universidad Autónoma de Barcelona
2009-2018
Jesús J. Camarero Martínez
IPE-CSIC
2009-2018
José M.ª Cuadrat Prats
Universidad de Zaragoza
2009-2018
Adrián Escudero
Universidad Rey Juan Carlos
2009-2018
Daniel Gómez García
IPE-CSIC
2009-2018
Penélope González Sampériz
IPE-CSIC
2009-2018
J. Ignacio López Moreno
IPE-CSIC
2015-2018
Ana Moreno Caballud
IPE-CSIC
2015-2018
Estela Nadal Romero
Universidad de Zaragoza
2015-2018
Enrique Navarro Rodríguez
IPE-CSIC
2009-2018
Yolanda Pueyo Estaún
IPE-CSIC
2009-2014
Carlos Sancho Marcén
Universidad de Zaragoza
2009-2018
Juan M. Vilaplana Fernández
Universidad de Barcelona
2009-2014
Sergio Vicente Serrano
IPE-CSIC
2015-2018
Tabla 4. Consejos Asesores de Pirineos. Revista de Ecología de Montaña (1987-2018). Nombre
Filiación
Período
País
E. Balcells
IPE-CSIC
1987-2006
España
Y. Bandenkov
Institut Geografii Akademya Nauk, Moskow
1996-2006
Rusia
P. Barrère
Université de Bordeaux III
1987-1995
Francia
S. K. Basnyet
Icimod, Katmandú
1996-2006
Nepal
A. Baudière
Université Paul Sabatier, Toulouse
1987-1995
Francia Continúa
108
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2. La historia acumulada
Continuación
Tabla 4. Consejos Asesores de Pirineos. Revista de Ecología de Montaña (1987-2018). Nombre
Filiación
Período
País
V. Bolshakov
Academy of Sciences of the USSR
1987-2006
URSS
A. Breimeyer
Instytut Geografii Przestrzenneho Zagospodarowania
1996-2006
Polonia
A. Cernusca
Institut für Botanik, Universität Innsbruck
1996-2013
Austria
C. Chemini
Centro di Ecologia Alpina
1996-2006
Italia
C. Dendaletche
Université de Pau
1987-2006
Francia
F. Díaz Pineda
Universidad Autónoma de Madrid
1991-2013
España
G. A. Dunbar
Tussock Grasslands and Mountain Lands Institute, Canterbury
1987-1995
Nueva Zelanda
E. R. Fuentes
Universidad Católica de Santiago
1987-1995
Chile
A. Gómez Sal
Universidad de Alcalá de Henares
1996-2006
España
K. Grossenbacher
Naturisturische Museum Bernastrasse, Berna
1987-2013
Suiza
L. Hamilton
IUCM-Mountain Programme. Hinesbourg
1996-2006
EE. UU.
J. D. Ives
International Mountain Society, Boulder, Colorado
1987-2006
EE. UU.
G. Jalut
Université Paul Sabatier, Toulouse
1987-1995
Francia
A. Kotarba
Institute of Polish Geography. Academy of Sciences. Krakow
1987-1995
Polonia
P. Küpfer
Université de Neuchâtel
1987-1995
Suiza
J. J. Lazare
Centre d’Écologie Montagnarde. Gabas
1987-2006
Francia
F. López Bermúdez
Universidad de Murcia
1987-1995
España
B. Messerli
Universität-Bern
1987-2013
Suiza
U. Molau
Botanical Institute, Göteborg Universitat
1996-2013
Suecia
M. Monasterio
Universidad de los Andes. Mérida
1987-2013
Venezuela
P. Montserrat
Instituto Pirenaico de Ecología
1987-2013
España
J. Ortega Valcárcel
Universidad de Cantabria. Santander
1987-1995
España
S. Pignati
Universitá di Roma «La Sapienza»
1987-1995
Italia
V. Quintanilla
Universidad de Santiago de Chile
1996-2006
Chile
J. O. Rabassa
Centro Austral de Investigaciones Científicas. Ushuaia
1987-2013
Argentina
E. H. Rapoport
Universidad Nacional de Comahue
1987-1995
Argentina
B. Romero
Universidad de Chile. Santiago de Chile
1991-2013
Chile Continúa
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75 Aniversario del IPE. Del Pirineo al estudio de las montañas del mundo
Continuación
Tabla 4. Consejos Asesores de Pirineos. Revista de Ecología de Montaña (1987-2018). Nombre
Filiación
Período
País
H. Saint-Girons
Université Pierre et Marie Curie. Paris
1987-1995
Francia
O. Slaymaker
University of British Columbia. Vancouver
1987-2006
Canadá
J. Terradas
Universidad Autónoma de Barcelona
1987-2013
España
J. R. Vericad
Estación Experimental de Zonas Áridas (CSIC)
1987-1995
España
J. Vigo y Bonada
Universidad Central de Barcelona
1987-2006
España
J. M. Vilaplana
Universidad Central de Barcelona
1987-2006
España
La internacionalización de Pirineos aconsejaba aceptar artículos en inglés. Hasta 1986, solo se había publicado un trabajo en inglés, dominando los publicados en español y francés. A partir de 1987, se mantuvieron ambos idiomas, se incorporó el inglés y la presentación de resúmenes en los tres idiomas. La Figura 3 muestra el dominio de los trabajos en español en los tres períodos, si bien en los dos primeros el francés está muy bien representado (30,4 % en el período 1945-1965; 41,9 % en el período 1966-1986), pero pierde fuerza en el tercer período (5,2 %) a la vez que el inglés tiene mucha más presencia (26,4 %).
Figura 3. Idioma de publicación de los artículos de Pirineos (1945-2017). 160 140
N.º de artículos
120 100 80
Español
60
Francés Inglés
40 20 0 1945-1965
1966-1986
1987-2017
Períodos
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2. La historia acumulada
Otra muestra de la internacionalización de Pirineos a partir de 1987 puede observarse en la Figura 4. En el período 1945-1965, publicaban, sobre todo, españoles (69,6 % de los autores) y franceses (28 %), a los que se unían dos alemanes y un italiano. En el período 1966-1986, se mantiene la misma tónica, con un ligero reforzamiento de los españoles (77,1 %) a costa de los franceses (17,8 %); los alemanes aportaban el 3,8 %; el Reino Unido, el 0,85 %, y Chile, el 0,4 % (un autor). A partir de 1987, se incrementa el número de autores de muy diversas nacionalidades (treinta y uno en total), destacando la participación de autores de países europeos (veinte países) y de Iberoamérica (cinco países). Además, se ha contado con la presencia de diez autores de Israel, cinco de Mongolia, dos de Pakistán, cuatro de EE. UU. y uno de Canadá. Los españoles siguen siendo dominantes (73,8 %), seguidos por los de los países mediterráneos (9,3 %). Figura 4. Procedencia de los autores que han publicado en Pirineos (1945-2017). 500
N.º de artículos
400
300
España Europa
200
América Asia
100
0 1945-1965
1966-1986
1987-2017
Períodos
La Figura 5 muestra que, inicialmente, la mayoría de los artículos los firmaba un solo autor (94,4 %) y el resto, dos autores (5,6 %). La coautoría de artículos se ha ido incrementando progresivamente, de forma que, a partir de 1987, los artículos de autor único representan solo el 29,9 %, mientras que los de tres o más autores aportan el 44,6 %, siguiendo la misma tendencia que las revistas de mayor prestigio internacional. Estas exigen cada vez artículos más ambiciosos en objetivos y complejos en métodos, lo que requiere la participación de diversos especialistas.
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Figura 5. Número de autores en los artículos publicados por Pirineos (1945-2017). 250
N.º de artículos
200
150
1 2
100
3 4o+
50
0 1945-1965
1966-1986
1987-2017
Períodos
Durante los primeros años de la tercera etapa, se realizó un importante esfuerzo en impulsar Pirineos, tratando de editar una revista de referencia en la ecología de montaña. Sin embargo, el paso del tiempo le ha hecho perder visibilidad nacional e internacional a medida que se imponían como revistas de mayor impacto científico las aceptadas por el Institute for Science Information (ISI). Dado que esta base de datos se utiliza como el principal criterio para la obtención de proyectos de investigación, plazas (y otros recursos) en el CSIC y la Universidad, promoción de los investigadores y contratos «Juan de la Cierva» y «Ramón y Cajal», se entiende que los investigadores deriven sus trabajos hacia las revistas incluidas en ISI web of Knowledge, quedando un tanto marginadas las revistas no ISI. Estas últimas se mantienen a duras penas, acuciadas por la falta de originales y viéndose en la necesidad de publicar con bastante frecuencia artículos que, por su temática, área de estudio o presentación, encontrarían difícil acomodo en ISI web of Knowledge. Como señalan Olcina Cantos y Román (2004), cubrir cada número con contribuciones de calidad es para muchas revistas una tarea difícil. Aún con todo, Pirineos mantiene cierto prestigio, en gran parte debido a su longevidad en la divulgación de la investigación en montaña —publicó artículos a lo largo de casi setenta y cinco años— y por cumplir los requisitos estándar de presentación y edición de una revista científica «de calidad». Todo ello le ha permitido estar en varios listados de revistas que miden su índice de impacto, destacando SJR (Scimago Journal Rank), que toma como fuente Scopus (la base de
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2. La historia acumulada
datos de Elsevier). Una muestra de su buena acogida por la comunidad científica puede deducirse de la Figura 6. En ella se incluyen los principales países que se descargaron documentos de Pirineos desde 2008. Hay que tener en cuenta que solo estaban disponibles online 242 artículos (el 34 % de los publicados por Pirineos), los correspondientes a los 36 números publicados entre 1990 y 2017. El total de descargas normalizadas fue de 498 115, que provienen fundamentalmente de motores de indización de contenidos (GYM): Google, Microsoft y Yahoo. Se trata de una cifra considerable de descargas, si tenemos en cuenta el bajo número de artículos descargables y que la mayoría de ellos están publicados en español. El inglés permite llegar a un número mucho mayor de lectores, mientras que lo publicado en español «no existe» para los científicos no pertenecientes al mundo hispanoamericano. EE.UU. aparece a la cabeza en descargas (261 599 documentos), seguido por China (59 939), España (33 102), América Latina (32 411) y Alemania (17 002). La barra de otros países en también muy alargada, con 68 816 descargas, que se distribuyen en 141 países.
Figura 6. Principales áreas geográficas que descargan artículos de Pirineos entre 2008 y 2017. 59 939
China España
33 102
América Latina
32 411 261 599
EE. UU. 10 466
Federación Rusa
6316
Francia
17 002
Alemania India
1622
Reino Unido
3434
Ucrania
3408 68 816
Otros 0
50
100
150
200
250
N.º de descargas (en miles)
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75 Aniversario del IPE. Del Pirineo al estudio de las montañas del mundo
La Figura 7 muestra las descargas de los artículos publicados desde 1990 en cada número de la revista. Hay que tener en cuenta que no todos los números llevan los mismos años colgados, lo que explica el escaso valor del número de 2017. Sin contabilizar este número, solo dos han registrado menos de 10 000 descargas, mientras que diez números (el 27,8 % de los descargables) superan las 20 000 descargas. Figura 7. Descargas de los números de Pirineos publicados entre 1990 y 2017. 40 000
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0 1990 1992 1994 1996 1998 2000 2002 2004 2006 2008 2010 2012 2014 2016 2018
2.1.4. Evaluación general y perspectivas Pirineos, a lo largo de sus 72 años de vida, ha cumplido diferentes misiones. En su primera etapa (1945-1965), contribuyó a divulgar las investigaciones sobre los Pirineos y a plantear los principales temas de gestión y conservación de la cadena fronteriza. En su segunda etapa (1966-1986), trató de difundir las investigaciones realizadas por el IEP y CPBE y facilitar la publicación de investigadores noveles; fue, además, un vehículo esencial para intercambiar revistas con otras instituciones académicas y de investigación y dotar a los centros del CSIC de Jaca de una excelente biblioteca sobre la montaña. En la tercera etapa (1987-2017), se impulsaron los trabajos sobre ecología de montaña, persiguiendo la internacionalización de la revista a partir de la mejora en la calidad en contenidos y presentación, y con su difusión en formato electrónico y libre acceso (Tabla 5).
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2. La historia acumulada
Tabla 5. Principales hitos en la historia de Pirineos (1945-2018). Año
Hito
1945
Sale el primer número de Pirineos, con el título Pirineos: Publicación de la Estación de Estudios Pirenaicos. Se edita en Zaragoza y Jaca. En la presentación de la revista se señala que «ha de tener un carácter de mayor divulgación sin perder el tono elevado que toda obra que salga del CSIC ha de tener». Con este objetivo se mantuvo hasta 1966. La periodicidad es trimestral.
1945
En el número 2, cambia el subtítulo: Revista de la Estación de Estudios Pirenaicos.
1948
En los números 9-10, cambia el subtítulo: Revista del Instituto de Estudios Pirenaicos.
1949
En los números 11-12 aparece lo que podríamos considerar el primer Consejo de Redacción, constituido por las siguientes personas: presidente: José García Siñériz; director: Luis Solé Sabarís; vicedirector: José Manuel Casas Torres, y secretario: José Antonio Cremades Royo.
1949
Los números 11-12 incluyen los primeros artículos en francés, idioma que será muy frecuente en las siguientes décadas.
1966
Como ya se ha indicado antes, Balcells pasó a ser director de Pirineos en 1968, aunque tuvo que hacerse cargo de los años en que Pirineos no funcionó (años 1966 y 1967; números 79-80). Trata de potenciar la sección científica de la revista. Aparece el primer índice de contenidos de los números.
1966
Los números 81-82 constituyen el primer monográfico, dedicado a la geología de los Pirineos. En los años sucesivos, serán habituales los monográficos. Por primera vez aparece la filiación de los autores.
1970
En las contracubiertas del número 95, aparecen desarrolladas las primeras normas de publicación de Pirineos.
1975-1980
1987
1996-2006 2000 2007-2008
Pirineos deja de publicarse temporalmente. En el número 129, coge la dirección de la revista José M.ª García Ruiz. Cambia el subtítulo: Revista de Ecología de Montaña. La cadena fronteriza deja de ser el área exclusiva de estudio para ser las montañas del mundo. Se incorpora a la gestión de la revista un Consejo de Redacción y un Consejo Científico. La periodicidad de la revista se reduce a dos números al año. Se admiten trabajos en inglés, francés y español. Se modifica la presentación estética de Pirineos. Juan Pablo Martínez Rica es director de Pirineos. Se mantiene la misma línea editorial. Se publica un solo número al año, periodicidad que se mantendrá hasta 2018. Carlos E. Martí Bono es director de Pirineos. Se mantiene la misma línea editorial. Editorial CSIC supervisa la edición de Pirineos, hecho que se mantendrá hasta 2018. Cambia la estética de la cubierta y contracubierta. Continúa
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Continuación
Tabla 5. Principales hitos en la historia de Pirineos (1945-2018). Año 2008 2009-2018
Hito Pirineos se publica en papel y en versión electrónica. Teodoro Lasanta Martínez es director de Pirineos. Se mantiene la misma línea editorial.
2010
Se incorpora el DOI3 a los artículos.
2013
El número 168 es el último en papel. La Sociedad Cooperativa de Artes Gráficas Librería General (Zaragoza) imprime por última vez Pirineos; lo había hecho desde el primer número.
2014
Pirineos se publica exclusivamente en versión electrónica en los formatos PDF, HTML y XML. La distribución pasa a ser en abierto y gratuita. Cambia el formato y la presentación de los artículos. Del formato 172 × 4 a una columna se pasa al formato DIN-A4 a dos columnas. La maquetación la realiza DiScript Preimpresión, S. L. (Madrid).
Su evolución ha supuesto pasar de ser una revista con un perfil generalista, que publicaba trabajos sobre los Pirineos, a optar por la especialización temática (ecología) y una orientación hacia un ámbito espacial muy concreto: la montaña. En el camino ha realizado un gran esfuerzo para mejorar los criterios de calidad editorial y para publicar sus contenidos (parte en inglés desde 1987) en la red de forma gratuita, con el fin de facilitar el acceso a los lectores potenciales (Tabla 5). Sin embargo, su impacto y su visibilidad son bastante modestos en relación con las revistas incluidas en Journal Citation Reports de la Web of Science (WOS), lo que redunda negativamente en el número y calidad de originales recibidos. Publicar en las revistas más prestigiosas es un requiso de primer orden para las evaluaciones de la actividad investigadora y obtención de proyectos, así como un criterio decisivo en la carrera profesional. Por ello, la comunidad científica tiende a publicar en revistas internacionales indexadas, especialmente en las bien clasificadas en los índices de impacto (Q1 o Q2), es decir, en las clasificadas por encima del percentil 50 en un campo determinado, por lo que las revistas peor clasificadas suelen surtirse de artículos de calidad científica inferior, en ocasiones de los rechazados por otras revistas más exigentes. Todo ello plantea un panorama
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DOI, sigla de Digital Object Identifier, identificador de objeto digital.
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de continuidad muy negativo para las revistas no incluidas en ISI Web of Knowledge, e incluso para las incluidas pero clasificadas en Q3 o Q4 (por debajo del percentil 50 en el listado). Las preguntas que surgen son las siguientes: ¿Hasta qué punto merece la pena mantener Pirineos, revista no incluida en WOS, teniendo en cuenta el tiempo que hay que dedicar a tareas de gestión editorial (casi siempre, por investigadores entusiastas que restan energía a otras tareas de investigación) y que el propio Sistema Nacional de evaluación concede muy poco valor a ese tipo de revistas? ¿Sería conveniente trabajar para incorporar Pirineos a WOS? Hay que tener en cuenta la incertidumbre de dicha empresa y, sobre todo, la enorme carga de trabajo (edición de mayor número de artículos/año y uso casi exclusivo del inglés) que supondría conseguirlo y, posteriormente, mantener la revista. Por otro lado, hay que considerar que tener una revista en WOS aportaría escaso valor añadido al IPE. Tampoco el esfuerzo realizado sería recompensado (ni reconocido, quizás) por el CSIC ni por el Sistema Nacional de Evaluación, que evalúa positivamente lo que un investigador publica en WOS, pero escasamente, su contribución a la existencia de tales revistas. Hay que añadir, además, no solo la desventaja y el sobreesfuerzo que supone publicar una revista en inglés, sino también que la mayor parte de las principales revistas internacionales son editadas por importantes empresas comerciales (Elsevier, Taylor and Francis, Kluwer Academic Publishers…), que cuentan con elevados presupuestos y una gestión profesional. Por el contrario, Pirineos (como la mayor parte de las revistas españolas) sale a la luz gracias al esfuerzo desinteresado de algunos investigadores que dedican parte de su tiempo a tareas editoriales restándoselo a otras tareas de investigación más valoradas. ¿Debería reestructurarse Pirineos? y, si es así, ¿cuál debería ser la nueva línea editorial?, ¿hacia qué público debería dirigirse?, ¿qué misión debería cumplir? ¿Pirineos debe cerrarse? Si en la actualidad no tiene una misión clara, en la medida en que ha perdido —en gran parte— sus objetivos previos (divulgar la investigación sobre el Pirineo, atraer revistas a la biblioteca, iniciar a los jóvenes investigadores en la publicación de artículos científicos…), parece aconsejable que sí debería cerrarse. Sin embargo, hay varios argumentos en contra de esta drástica medida, entre los que cabe destacar los siguientes: es un patrimonio del IPE y del CSIC que no debería perderse; es una revista que sale regularmente y que no tiene problemas para abastecerse de originales; cada año, sus artículos son descargados por varias decenas de miles de usuarios; para no pocos investigadores,
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Pirineos es una vía excelente para dar difusión a sus trabajos; sigue siendo un cauce adecuado para publicar buenos estudios sobre las montañas y es un buen medio para proyectar la imagen del IPE en el mundo científico. Que una revista científica se acerque a los setenta y cinco años de vida es un hecho insólito y un privilegio reservado a muy pocas revistas en nuestro país y en el mundo. Pirineos debería seguir cumpliendo años, pero para ello es necesario reflexionar sobre su situación presente y perspectivas futuras, en el contexto actual de la ciencia y de la política científica, en un tiempo en el que los criterios bibliométricos y los controles formales adquieren un gran peso en la valoración de la investigación, de las revistas como órganos científicos de difusión y de los propios autores. Es urgente plantear estrategias para su continuidad y fortalecimiento en una nueva etapa que exige la adaptación a los nuevos contextos internacionales de difusión de la ciencia y la versatilidad necesaria para sobreponerse a las políticas científicas españolas y a los sistemas de evaluación. Sea cual sea el camino que siga, la revista Pirineos permanecerá en la historia del IPE y de las publicaciones científicas españolas.
Agradecimientos Las figuras incluidas en este capítulo han sido realizadas por Javi Zabalza.
Bibliografía Balcells, E., 1973. «Orientación actual del Instituto de Estudios Pirenaicos». Pirineos, 110: 55-94. — 1985. Sobre la nueva orientación de «Pirineos». Informe escrito a mano enviado a la dirección del IPE en agosto de 1985. Archivo de Pirineos. Biblioteca del Instituto Pirenaico de Ecología. 22 pp., Jaca. Gutiérrez Puebla, J., 2013. «Los medios de difusión de la investigación». La investigación geográfica en España (1990-2012). (T. Lasanta Martínez y J. Martín Vide, coordinadores). Asociación de Geógrafos Españoles, IPE-CSIC, Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CSIC): 205-220, Madrid. Martínez Rica, J. P., 2005. «Discurso del director del Instituto Pirenaico de Ecología, D. Juan Pablo Martínez Rica. Efemérides: 60 años de estudios en los Pirineos». Pirineos, 160: 165-176.
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— y L. Villar-Pérez, 2008. «Notas necrológicas. Enrique Balcells Rocamora (Barcelona 1922- Jaca 2007)». Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural. Actas, 105: 39-56. Olcina Cantos, J. y A. Román, 2004. «Las revistas españolas de Geografía: cambios y adaptación a los criterios editoriales de calidad». En García Ramón, M. D.: La geografía española ante los retos de la sociedad actual: aportación española al XXX Congreso de la Unión Geográfica Internacional. Madrid. Real Sociedad Geográfica. Pirineos, 1, 1945. «Presentación». Pirineos, 1: 5-7.
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2.2. LA COLECCIÓN ETNOGRÁFICA ENRIQUE BALCELLS Juan Pablo Martínez Rica IPE-CSIC
2.2.1. Introducción Tres cuartos de siglo constituyen un período de tiempo lo bastante largo para permitir cambios históricos importantes, en especial, en los últimos siglos de rápido desarrollo histórico. En este tiempo cambian sustancialmente las técnicas y las culturas, las ideas y los valores de la sociedad, y lo hacen tanto a escala nacional como a escala mundial. Especialmente sensible a estos cambios es el área de la investigación científica, pues en un lapso de setenta y cinco años se modifican profundamente los conocimientos, intereses y objetivos de la ciencia. En el caso de muchos centros de investigación es frecuente que cambien, asimismo, durante un lapso tan largo las propias estructuras y el funcionamiento. Es lo que ha ocurrido, por ejemplo, en el IPE, que fue anteriormente el CPBE, el IEP y la Estación de Estudios Pirenaicos. Es bajo la forma de esta última como comenzó el Instituto sus andanzas en 1942. La Estación de Estudios Pirenaicos era inicialmente un centro auxiliar de investigación de la región pirenaica, sin plantilla científica propia, que facilitaba el acceso de investigadores externos a la zona de trabajo. No tenía un campo de investigación delimitado, sino que se ocupaba de la región pirenaica en su conjunto, con un enfoque multidisciplinar, que podría asimilarse más o menos a lo que entonces era la geografía. Facilitaba, por lo tanto, la investigación geográfica, pero también la botánica, zoológica, geológica, histórica, etnográfica, lingüística, económica, etc., en la zona. Concretamente, la investigación sobre etnografía estaba prevista de manera explícita desde la misma fundación de la Estación, ya que se contemplaba
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en un principio la creación en sus locales de un Museo Etnográfico del Pirineo que gestionaría el propio centro. Desde luego, durante el período de vida de la Estación —hasta 1948, cuando se convirtió en el IEP— diversos trabajos sobre etnografía y folclore pirenaicos fueron publicados en la revista de la Estación: Pirineos En cambio, la creación del Museo del Pirineo nunca pudo materializarse y, con el tiempo, llegó a desaparecer. El local que se le había destinado fue absorbido por el vecino Instituto de Enseñanza Media Domingo Miral y destinado a salón de actos, quedando solo como testimonio un rótulo inciso en piedra con la inscripción «Museo del Pirineo» y situado en la pared exterior del edificio. Aunque la idea de ese museo naciera con la creación de la Estación de Estudios Pirenaicos, de hecho, fue muy anterior. Antes de la Guerra Civil, diversas instituciones —entre ellas, la Academia de Ciencias de Zaragoza— la habían propuesto, junto con otras actividades culturales o divulgativas centradas en la ciudad de Jaca. El impulso para estas propuestas provino, como es de suponer, de la creación de la Universidad de Verano de Jaca, dependiente de la de Zaragoza, y que comenzó sus trabajos en 1927. La Guerra Civil española interrumpió dichos trabajos y permitió tras su final el resurgir de la idea del Museo Pirenaico, que, como acaba de decirse, no pudo convertirse en realidad. Pero no murió por completo y, en los distintos Congresos Internacionales de Estudios Pirenaicos que fueron sucediéndose desde 1950, distintos investigadores retomaron la propuesta. Ya en el primero de esos congresos, celebrado en San Sebastián, dos de los ponentes, Luis Pericot y Ramón Violant, hablaron sobre este tema, pero no se dio ningún paso definido con este fin. A poco de fundarse el CPBE en Jaca, en 1963, resurgió el proyecto de museo etnográfico. Conscientes de la rápida desaparición de instrumentos y enseres propios de la vida rural pirenaica, con el vaciado demográfico de los pueblos de montaña, el secretario general del CSIC, José María Albareda, y el director general de Bellas Artes, Gratiniano Nieto, decidieron encomendar, en 1964, la recolección de piezas etnográficas procedentes de pueblos abandonados a Enrique Balcells, entonces recién nombrado director del Centro. Del examen de la correspondencia de Balcells y de la información verbal suministrada por este al autor de estas líneas, se desprende que el encargo a Balcells lo hizo, precisamente, Gratiniano Nieto. Según Balcells, la Dirección General de Bellas Artes aceptó suministrar los fondos para comprar las piezas que exhibir. Balcells comenzó su trabajo comprando las piezas con su propio dinero y, con el tiempo, llegó a recuperar una parte pequeña de los fondos invertidos. El hecho es que llegó a reunir una colección de más de mil piezas, que en su mayoría no le fueron pagadas. Además, tampoco se le proporcionó un local adecuado para
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exhibirlas, como se le había prometido. Con todo ello, y con la creación en 1979 de un museo con importante componente etnográfico en Sabiñánigo —el Museo Orensanz y de Artes del Serrablo—, el proyecto de museo vinculado al CSIC quedó de nuevo en agua de borrajas. En todo caso, estos fueron los comienzos de los que luego se llamaría colección Balcells, para cuyo crecimiento se recabó información y asesoramiento de distintos especialistas, muchos de los cuales ya habían publicado trabajos etnográficos en la revista Pirineos: Julio Caro Baroja, Juan Vilá Valentí, Joaquín Carreras Artau, Ramón Violant i Simorra, etc. Y en este punto deberían terminar estas líneas, pues el desarrollo, contenido y significado de dicha colección han sido glosados excelente y completamente por José Antonio Ocaña y sus colaboradores —entre ellos, el Prof. Mariano Laguna—, quien aporta interesantes datos en la introducción del libro— en la magnífica monografía que publicó el CSIC en 2011. Así pues, las páginas que siguen deberán limitarse a informaciones extraídas de la citada obra (que no se conforma con describir la historia y contenidos de la colección etnográfica, sino que hace también un relato acabado de la historia del propio Instituto y de los edificios que lo han albergado), complementadas con algunas otras procedentes del personal del citado Instituto y de mi propia experiencia como agente ocasional en los avatares de la colección.
2.2.2. La formación de la colección Durante la década de 1960 del pasado siglo, alcanzó su máximo la tasa de despoblación del ámbito rural en toda España y, por supuesto, también en el Pirineo aragonés. Muchos núcleos pequeños fueron abandonados y otros, no tan pequeños, experimentaron un acusado descenso demográfico. Anticuarios o coleccionistas privados aprovecharon la situación para hacerse con algunos enseres propios de la vida rural que habían quedado abandonados en los pueblos, a veces incluso antes de que el pueblo quedase totalmente vacío. Ante el peligro evidente de pérdida de un patrimonio cultural difícil de sustituir, en varias capitales se pusieron en marcha proyectos de recuperación de tales elementos o de formación de colecciones o museos etnográficos. Una de estas iniciativas fue la mencionada en el párrafo anterior, promovida por la Dirección General de Bellas Artes y la Secretaría del CSIC, y encomendada al entonces director del CPBE, Enrique Balcells Rocamora. Este no tenía formación como etnólogo, pero siempre había concedido gran importancia (al igual que el entonces vicedirector del centro, Pedro Montserrat) al papel del hombre en el funcionamiento de los ecosistemas de montaña, un punto de vista claramente adecuado para un centro de investigación ecológica como el que dirigía.
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Así pues, ya durante el año 1964, y, sobre todo, desde 1965, Balcells se dedicó a acopiar material etnográfico, principalmente, enseres vinculados a la vida rural, pero nunca de forma ilegal o clandestina. Los objetos procedían a veces de donaciones efectuadas por sus propietarios, que conocían el interés de Balcells, o bien eran adquiridos mediante pago. Aunque no es posible documentar todas las adquisiciones y los pagos, se puede aceptar que antes de 1966 se habían pagado 70 000 pts. por 311 piezas y, a finales de ese año, se adquirieron otras 358 piezas por valor de 94 000 pts. (Ocaña, 2011). Este trabajo de búsqueda y adquisición era lo bastante absorbente como para dificultar a Balcells el simultanearlo con su labor básica de investigación y de dirección del CPBE, pero logró llevarlo a cabo gracias a la colaboración, a menudo desinteresada, de distintas personas del citado Centro, del vecino Instituto de Enseñanza Media Domingo Miral o de vecinos de Jaca. No es posible aquí dar la lista completa de donantes y colaboradores, por lo extensa y porque en muchos casos no quedó constancia del acto. Una lista parcial se incluye en el libro de Ocaña, en la que, naturalmente, no figuran los donantes anónimos. Como se ha dicho, desde 1950 se venían celebrando cada cuatro años los Congresos Internacionales de Estudios Pirenaicos. En el primero de ellos, desarrollado en San Sebastián, se acordó la periodicidad cuatrienal y también que la celebración tuviese lugar alternativamente en Francia y en España. Así, los congresos con número impar tuvieron lugar en España, país que albergó, por lo tanto, también los congresos tercero, quinto y séptimo. El V Congreso Internacional de Estudios Pirenaicos tuvo lugar en las ciudades de Jaca y Pamplona durante el año 1966, y fue ocasión para presentar ante la comunidad científica internacional no solo los centros de investigación de Jaca, que además asumieron la organización del evento, sino también la naciente colección etnográfica, que todavía carecía de nombre y que estaba destinada a ocupar el aún inexistente Museo del Pirineo. Como no existía un local adecuado para exhibirla, se recurrió a la sala más grande que existía en el edificio del IEP. Esa ubicación provisional ya había sido sugerida por José María Albareda, el secretario general del CSIC, pero desechada por la Dirección General de Bellas Artes. Su director, Gratiniano Nieto, se entusiasmó en cambio con una oferta que hizo el Ayuntamiento de Jaca de ceder para el museo un edificio emblemático de la ciudad, la Torre de la Cárcel, o del Reloj. Pero esta iniciativa se malogró también por distintas razones, y la exposición debió hacerse en los locales de la planta baja del IEP. Se acondicionaron rápidamente tres espacios: dos salas con ventanas a la fachada del edificio en el ala izquierda de este y un vestíbulo-corredor situado entre dichas salas y el jardín exterior de la parte trasera. En el vestíbulo, se colocaron grandes muebles domésticos, como bancos, arcones más o menos decorados y «cadieras»,
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una clase de asientos de madera que se usaban cerca del fuego y que contaban con elementos abatibles que permitían su uso como mesa de comedor. El corredor se separó del resto del edificio mediante la construcción de un tabique, en cuyo vano se instalaron una puerta de madera con cuarterones y una ventana, recuperadas de un pueblo de Navarra, y también parte de la colección etnográfica. En las dos salas que daban a la fachada del edificio, se colocó el grueso de los objetos acopiados hasta entonces, dispuestos de manera que se pudiera circular entre ellos y todos fueran accesibles. No había, claro está, vitrinas ni instalaciones museísticas. En la exposición, se mostró una parte de los objetos ya recogidos, algo más de 650 (Ocaña, 2011). Este autor toma de Balcells (1966) una breve relación de ellos, que, para la primera sala, incluye «reposteros, mantas de Biescas de cáñamo y lana, alfombras del mismo estilo, pero de elaboración reciente en el taller de Javierre de Ara (Sobrarbe) y varios bancos de chimenea, arcones decorados, típicos del Prepirineo y la Canal de Berdún, así como algunos recipientes para líquidos. En una de las salas (sin duda la misma que acaba de referirse) se enseñaron varios objetos de uso doméstico, un conjunto de trajes ansotanos, roncaleses, alforjas de Biescas y miniaturas ansotanas, completada con algunas fotografías sobre costumbres festivas de la comarca y paisajes de la Jaca antigua y románica y escenas de la vida rústica. La última sala, que también ofrecía algunos ejemplos fotográficos, contenía material referido a los oficios y actividades rústicas, como el pastoreo, vaquería, agricultura, cacería, artesanía, hilatura y tejidos, guarnicionería, farmacopea, etc.». El libro de Ocaña también toma de Balcells algunas fotografías interesantes de la exposición.
Figura 1. Algunas fotografías de la exposición etnográfica de 1966, tomadas en este caso del libro de Ocaña, quien las tomó de los originales, entonces accesibles.
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2.2.3. La visión de Enrique Balcells sobre el desarrollo de la colección etnográfica Las ideas que tenía Balcells sobre el desarrollo, mantenimiento y uso de la colección etnográfica fueron plasmadas en un escrito que elaboró en 1965 y que envió a la Dirección General de Bellas Artes. Dicho escrito fue resumido en otro de 1989 que recoge Ocaña en su libro y cuyos puntos principales, concretamente, un conjunto de gestiones ya realizadas y de objetivos que conseguir, se relacionan a continuación. Ni que decir tiene que tales objetivos dependían del primero de ellos: la existencia del Museo del Pirineo y su dotación con personal especializado, siempre pedidos y nunca conseguidos por Balcells. Las gestiones efectuadas se detallaban del siguiente modo: en 1964, se envió un informe de primeras gestiones, se recabó cooperación por parte del profesorado del vecino instituto de enseñanza media, se buscaron sugerencias técnicas y fuentes informativas sobre la labor que desarrollar y se llevaron a cabo otras gestiones, en especial las encaminadas a encontrar un lugar donde albergar la colección. Las fuentes informativas y las sugerencias técnicas se recibieron durante 1964 y 1965 de los profesores Juan Vilá, Santiago Alcobé, Augusto Panyella, Julio Caro Baroja, Ramón Violant, Díaz de Oporto, Carreras Artau y, también, del Monasterio de Ripoll y del Museo de Lourdes. El año 1965 fue un año clave para la formación de la colección. Balcells señala las frecuentes oportunidades de adquisición de material durante ese año a causa de la despoblación rural, pero también el riesgo de pérdida de dichas oportunidades a causa de que anticuarios, coleccionistas o simples traperos con mayor movilidad podían adelantarse en la compra, y también debido a la lentitud y complejidad de los necesarios trámites administrativos. Indica varios ejemplos de objetos de gran interés que no pudieron adquirirse por estos motivos. Continúa Balcells detallando las gestiones llevadas a cabo en la propia ciudad de Jaca con ayuda de los profesores del instituto de enseñanza media y de distintos comerciantes locales, en especial, de Miguel Azor y Generoso Lacasa, para pasar después a ocuparse de los objetivos y actividades que podrían encomendarse al futuro museo, el primero de los cuales es la relación con una prevista red de museos locales pirenaicos. Estos museos podrían exponer colecciones de materiales que ya poseyeran los municipios en vitrinas o estrados adecuados y deberían atender a los aspectos de limpieza y conservación, así como al incremento posible de las colecciones. El Museo Pirenaico podría ayudar en aspectos técnicos a los museos locales, que formarían una especie de federación coordinada, con entradas
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comunes para visitar toda la red, cuyo funcionamiento serviría, además, para incrementar el interés por las tradiciones populares y facilitaría la localización de objetos ignorados. Por otra parte, los museos podrían incrementar sus ingresos con la venta de recuerdos auténticos de menor interés, no merecedores de conservación y exhibición. El ejemplo del Museo de Ansó, que luego se comenta, o los de Hecho o Aragüés del Puerto, son ilustrativos a este respecto. Entre las actividades que Balcells propone para el futuro Museo del Pirineo, se cuenta la complementación de los elementos materiales expuestos con otros elementos virtuales e interactivos, como danzas, canciones, entrevistas sobre costumbres tradicionales, modismos y giros del habla, música de instrumentos locales, vídeos y películas sobre fiestas rurales, etc. También se contemplaba la exposición rotatoria de los fondos catalogados y no expuestos, con la información complementaria requerida, la elaboración de dioramas con miniaturas que representaran escenas de la vida rural y la elaboración de guías sonoras para la visita al museo, con explicación de los objetos expuestos y de su uso. Los avances tecnológicos de los medios de registro y difusión de la imagen y el sonido, acontecidos durante las décadas siguientes al escrito de Balcells, han llevado, de hecho, a la proliferación de programas y películas televisivas sobre costumbres populares del Pirineo, al margen de su exhibición en museos. El Museo debía orientarse también al trabajo científico, razón por la cual sería esencial el contar con personal de formación académica adecuada. De este modo, se podrían estudiar los fondos y atender a su constante incremento. Estos fondos podrían incluir colecciones de material etnográfico en depósito que posibilitasen investigaciones ulteriores, archivos fotográficos sobre arquitectura, fauna silvestre o doméstica, paisajes típicos, escenas de la vida rural, fotografías de grabados, documentos antiguos, incluso material en préstamo procedente de colecciones particulares o museos franceses o no pirenaicos. Un aspecto importante de estos fondos podría ser la preparación de exhibiciones comparativas en las que se ilustrasen las labores y oficios tradicionales en contraste con sus contrapartidas actuales. Por ejemplo, podrían presentarse las labores agrícolas no mecanizadas junto con las mecanizadas, o las escuelas rurales del siglo xix con las que quedan ahora, en el siglo xxi. El resto del informe de Balcells se dedica a los proyectos inmediatos, aquellos que pensaba podían realizarse durante los años en que se redactó la primera versión de él (1965 y 1966). En ellos nombra a las personas que podrían añadirse a las que ya colaboraban en el proyecto y relaciona las actividades inmediatas que desarrollar. Por desgracia, buena parte de estas actividades —y no digamos los objetivos a largo plazo, que se han comentado en los párrafos anteriores— no pudieron llevarse a cabo.
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2.2.4. Avatares de la colección. Las décadas de abandono La exposición etnográfica de 1966 se mantuvo una vez finalizado el congreso y animó las esperanzas de que se retomasen los planes para la creación del Museo Pirenaico. De hecho, se adquirieron nuevos objetos que, de momento, se fueron acumulando en las salas en las que se mantenía la muestra. Es más, en los años siguientes surgieron iniciativas del mismo tipo en otras localidades de la comarca. Balcells había mantenido siempre la idea de que el museo de Jaca sirviera de núcleo coordinador para un conjunto de pequeños museos locales que conservaran elementos tradicionales en los principales pueblos de la zona, apoyados por los respectivos Ayuntamientos y Parroquias, y asesorados por el personal técnico del centro de Jaca. Al menos uno de estos museos locales conseguiría establecerse en la localidad de Ansó, gracias a la iniciativa de Balcells y a la colaboración del párroco de la iglesia de S. Pedro de Ansó, Dámaso Lapetra. En una sala adjunta a la iglesia, y merced a un generoso donativo de 300 000 pts. por parte de Balcells, pudo reunirse allí un conjunto de piezas tales como aperos de labranza, conjuntos de cerámica, vitrinas con trajes locales, calderos, chimeneas de campana, etc. En la segunda planta, se agruparon elementos proporcionados por la Parroquia, principalmente, objetos de culto, libros y piezas de arte sacro. Este museo se inauguró en 1971, y la colaboración de Balcells le granjeó el nombramiento de hijo predilecto de la villa de Ansó. En los años subsiguientes, el nuevo material adquirido hubo de depositarse junto al expuesto en la sala de exhibición, con un deterioro progresivo de su visibilidad y conservación. Era forzoso, por lo tanto, reemprender la búsqueda de un albergue definitivo para la colección y, a tal fin, se multiplicaron los intentos de Balcells y su equipo. El Ayuntamiento de Jaca, consciente de la importancia de mantener la colección en la ciudad, volvió a proponer, como ya había hecho en 1965, la llamada Torre de la Cárcel para albergue de las piezas, pero a finales de la década esta opción, que había despertado inicialmente el entusiasmo de la Dirección General de Bellas Artes, no pudo concretarse. Ello se debió, en parte, a la falta del apoyo con que hasta el momento había contado Balcells. En efecto, la muerte de José María Albareda, el secretario general del CSIC, en 1966 y la sustitución de Gratiniano Nieto como director general de Bellas Artes en 1968 dieron paso a nuevos interlocutores que estaban menos entusiasmados con el desarrollo del proyecto museístico. En concreto, el sucesor de Nieto encontró la Torre de la Cárcel
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sumamente inadecuada como ubicación del museo etnográfico. A este problema se sumó la sustitución del ministro de Educación, Manuel Lora Tamayo, y su equipo por otro gabinete que pretendía una reorientación de la enseñanza y de la investigación en España. La primera consecuencia de este cambio fue una paulatina falta de apoyo y financiación oficiales, que se redujeron, especialmente, en los temas relacionados con la etnografía, los museos y las disciplinas humanísticas en general. El tema del museo de Jaca quedó en suspenso durante varios años. En 1968, Balcells fue nombrado, además, director del IEP, sin dejar la Dirección del CPBE. Pareció que esta situación iba a permitir retomar las iniciativas para la puesta en marcha del museo, y así lo vio el director, para quien la reorganización consiguiente del Instituto permitiría la incorporación de personal especializado que se hiciera cargo de la colección etnográfica. Pero tal personal no se proveyó, el apoyo institucional siguió faltando y el desánimo hizo presa en las personas que trabajaban en el proyecto. Está claro que, a Balcells, pese a sus esfuerzos y a los de sus colaboradores, el trabajo le desbordaba y no podía dedicar mucho tiempo a los temas etnográficos que, además, eran ajenos a su formación académica y a su trabajo principal de investigación biológica y de gestión de diversas organizaciones científicas. Mientras tanto, la colección continuaba en las salas donde se exhibió en 1966, todavía incrementada por donaciones que ahora llegaban a un ritmo mucho más débil, ya no expuesta, sino, simplemente, amontonada y acumulando polvo, telarañas y carcoma, pues las condiciones no permitían su limpieza y mantenimiento. También a un ritmo débil, pero perceptible, fueron evolucionando los dos institutos del CSIC en Jaca, que comenzaron a incorporar personal investigador formado por Balcells, así como personal auxiliar, y también comenzó a crecer el volumen de la biblioteca, las colecciones biológicas y el herbario del centro. Ello exigió la ampliación progresiva de las instalaciones, laboratorios, despachos, servicios, etc., lo que llevó a la ocupación del espacio en el que se hallaba la colección. Como no existía otro espacio disponible, la colección tuvo que trasladarse a la capilla de Fisac, la que hubo de compartir con parte de la biblioteca. Con ello, la colección etnográfica pasó a encontrarse en una situación mucho peor y el ritmo de su deterioro aumentó notablemente. La década que va de 1980 a 1990 fue, sin duda, la peor para la colección etnográfica. Trasladada ya a la capilla mencionada, estuvo expuesta a condiciones lamentables de almacenamiento. Durante la década anterior —de 1970 a 1980—, por lo menos Balcells se movía y seguía presionando para la obtención de locales y personal para el museo, y durante la década siguiente, la de 1990, otros lo
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hicieron en su lugar y con su ayuda. Pero en la década de 1980, el desánimo había hecho presa en todos los interesados y se dieron pocos pasos encaminados a remediar estos problemas. En esta década, tuvieron lugar cambios muy importantes en la orientación del CSIC y en los centros de Jaca dependientes de él. Ya se ha aludido anteriormente a la reorientación de la política científica, que se acercó, a partir de entonces, a la de otros países europeos, con una relativa marginación de las disciplinas humanísticas y del «coleccionismo» de los museos. A partir de 1986, cuando España se incorporó a la Comunidad Económica Europea, las presiones para homologar los distintos sistemas de investigación en nuestro continente se acentuaron y los proyectos de Balcells y sus colaboradores quedaron en el aire. Otro cambio importante fue la disminución del ritmo en el proceso de despoblamiento de los núcleos rurales pirenaicos, sea porque ya quedaban menos pueblos para abandonar, sea porque las personas que buscaban mejores perspectivas en las ciudades ya se habían marchado; desde luego, el abandono de pueblos continuó y continúa hasta hoy, pero a un paso más moderado. Un segundo cambio, específico este de los centros del CSIC en Jaca, se produjo en 1983 y 1984. Los dos centros, IEP y CPBE, se fusionaron en uno solo: el IPE. Balcells abandonó la dirección de ambos centros y pasó a ser vicedirector del nuevo. Uno de sus primeros colaboradores, Juan Puigdefábregas, se hizo cargo de la dirección del nuevo instituto. Puigdefábregas, por supuesto, era mucho más joven que Balcells y estaba mejor adaptado a los nuevos rumbos que tomaba la investigación en el CSIC. De hecho, era un científico muy respetado que destacaba en el ámbito de la investigación sobre ecología vegetal y general. No podía —ni, probablemente, quería— ocuparse de un asunto que parecía en aquellos momentos irrecuperable y no dedicó tanto esfuerzo como su predecesor para relanzar las iniciativas a favor del Museo del Pirineo. En cambio, Balcells había quedado descargado de mucho trabajo y tenía la posibilidad de reemprender la batalla. Volvió, pues, a recabar del CSIC, del Ayuntamiento de Jaca y, también, de la Diputación General de Aragón la provisión de locales y de personal para poner en marcha dicho museo. Estos esfuerzos resultaron nuevamente infructuosos. Un local apropiado era difícil de conseguir, y la vieja propuesta de utilizar la Torre de la Cárcel ya no era factible, pues esta había sido ocupada ahora por otra organización: la Comunidad de Trabajo de los Pirineos. Se discutió la posibilidad de usar el antiguo hospital, de origen medieval y ahora casi abandonado, pero sin éxito. Esta propuesta se retomaría más tarde, en la década de 1990, ya en el período del autor como
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director del Instituto. Pero el problema del local, aunque importante, no había sido nunca el principal obstáculo para el desarrollo del museo. Al fin y al cabo, distintas entidades y, en especial, el Ayuntamiento de Jaca, habían ido proponiendo distintos locales para exhibir la colección. Pero el mayor obstáculo había sido siempre la provisión de personal, en especial, de personal con formación superior en etnografía, que nadie parecía dispuesto a sostener. Balcells había considerado siempre, y con razón, este punto como irrenunciable y, en consecuencia, nunca se pudo lograr que el proyecto de museo arrancara. En la Navidad de 1986, pocos meses antes de que Enrique Balcells alcanzara la edad de jubilación y dejase su cargo de vicedirector del Instituto, un accidente llevó a empeorar todavía más la situación de la colección etnográfica: un cortocircuito, nada sorprendente en una instalación eléctrica que solo había sido renovada parcialmente en las últimas décadas, provocó un pequeño incendio en un secadero para los pliegos nuevos del herbario. Aunque los daños no fueron muy grandes, y afectaron, sobre todo, al material vegetal que aún no había sido incorporado al herbario, el incendio puso de relieve el riesgo que corrían el inmueble y su contenido. Una de las primeras provisiones para reducir este riesgo fue identificar los puntos más peligrosos, y el principal de ellos resultó ser el pequeño sótano, donde se hallaba la caldera de la calefacción. Allí se encontraban también, por falta de espacio en otro lugar, unas estanterías que albergaban parte de la colección herpetológica, con grandes frascos que contenían anfibios y reptiles conservados en alcohol. Una gran cantidad de líquido combustible cerca de una caldera en funcionamiento constituía un riesgo evidente, y por ello hubo que trasladar dichas estanterías también a la capilla, en detrimento de la colección etnográfica, que se amontonó más aún y se hizo menos accesible. En contraste con la situación de este patrimonio en Jaca, la idea de un museo etnográfico similar tuvo éxito fuera de esta ciudad, en la vecina localidad de Sabiñánigo, donde, en 1979, se inauguró el Museo de Artes Populares del Serrablo, hoy Museo Orensanz y de Artes del Serrablo. Con una concepción distinta a la del proyectado Museo de Jaca, con una dependencia más flexible y próxima (un Patronato integrado por el Ayuntamiento de Sabiñánigo, la Asociación de Amigos del Serrablo y el escultor Ángel Orensanz), y con un fuerte recurso al voluntariado ejercido por asociaciones sin ánimo de lucro, este museo pudo despegar sin involucrar a grandes organismos nacionales, como el CSIC o la Dirección General de Bellas Artes. Muchos vecinos colaboraron en el aporte de material relacionado con las actividades tradicionales de los pueblos del Serrablo. El museo alberga, entre otras cosas, objetos de cerámica, aperos de labranza y objetos usados en las bodas, en el pastoreo, en los hornos de pan, juguetes, elementos de arquitectura
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popular, etc. Y también desarrolla actividades informativas y pedagógicas, como conferencias, exposiciones temporales, premios a trabajos artísticos, visitas guiadas, etc. En definitiva: una vía que no se exploró en el proyecto de Jaca, en el que siempre primó la vertiente científica y académica.
2.2.5. La situación de la colección Balcells en la década de 1990 Como se ha indicado, Balcells se jubiló en 1987, aunque continuó acudiendo al Instituto y trabajando en él. El mismo año, el director del IPE, Juan Puigdefábregas, se trasladó a otro instituto del CSIC en Almería, pasando a dirigir el Instituto de Jaca José María García Ruiz, otro investigador. Con apoyo de este, Balcells logró que se llevase a cabo el primer trabajo positivo a favor de la colección desde la exposición de 1966, un trabajo que, sin duda, hubiera debido realizarse mucho antes, durante la propia adquisición de los objetos. Quizás estimulados por el éxito del museo de Sabiñánigo, Balcells y sus colaboradores recurrieron también al auxilio de organizaciones sin ánimo de lucro. En Jaca existe una de ellas, la Asociación Sancho Ramírez, dedicada al conocimiento y conservación del patrimonio cultural de la zona. Con el apoyo económico de esta asociación y del Ayuntamiento de Jaca, se pudo contratar a una persona que emprendiese la catalogación de los objetos almacenados, Isabel Arias Sánchez, quien empleó dos largos años en la tarea. Dados el amontonamiento caótico de los objetos en un recinto abarrotado y el estado deteriorado de una buena parte de ellos, no es de extrañar que el proceso llevase tanto tiempo, ya que, además, se vio complicado por la especial situación administrativa que vivió el IPE a principios de la década de 1990. Los esfuerzos del CSIC por modernizar y rentabilizar la investigación científica en el organismo llevaron a un intento de concentración de los recursos, manteniendo los gastos y aprovechando los recursos comunes a varios centros. Se favorecieron, pues, los centros situados en grandes ciudades a costa de los centros periféricos, muchos de los cuales fueron suprimidos o languidecieron hasta desaparecer. Un instituto de investigación científica en Jaca era un blanco perfecto para estos planes, pero logró superar la prueba y sobrevivir, eso sí, con importantes transformaciones. Una de ellas fue la creación de una segunda sede del Instituto en Zaragoza, en la cual se localizaría la Dirección y la Gestión Administrativa. También implicó un nuevo cambio de director, y pasó a serlo, por primera vez, un
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ecólogo no formado en el Instituto, el primero que no fue alumno de Balcells: Antonio Gómez Sal. Este se instaló en Zaragoza y el personal del instituto se repartió entre ambas sedes. El período de cambio y adaptación, y el hecho de que la colección se hallase después de 1991 lejos de la dirección del IPE, en Zaragoza, fueron nuevas dificultades añadidas para la gestión de este patrimonio y hasta para su supervivencia. Por otra parte, la sede de Jaca debió enfrentarse a nuevas presiones para su traslado a otro punto de la ciudad. En efecto: el vecino instituto de enseñanza media crecía en alumnado y necesitaba nuevos espacios, y el Ayuntamiento de Jaca, intentando apoyar a este instituto y al centro del CSIC, intervino proponiendo distintas soluciones. Como el asunto de la propiedad del inmueble era bastante complejo y se trataba de una cuestión importante de infraestructura, aquí intervino por fin el CSIC, que lo había hecho ya en tiempos de la dirección de Juan Puigdefábregas, pero las gestiones, que continuaron durante la década de 1990 y todavía después del año 2000, no dieron fruto hasta mucho más tarde. Estas gestiones, en especial las que afectaban a la colección etnográfica, se realizaron en su mayor parte en tiempos de los dos directores siguientes, uno de ellos, el autor de este artículo. El año 1994, el director del IPE, Antonio Gómez Sal, pasó a ocupar la cátedra de Ecología en la Universidad de Alcalá de Henares. Le sucedió en el cargo el firmante de este texto, Juan Pablo Martínez Rica. Ya que en otro artículo de este volumen se tratará su período al frente del Instituto, no se aludirá aquí a este tema salvo para aquellos aspectos relacionados directamente con la colección etnográfica, que se comentan a continuación. En aquellas fechas, la colección había sufrido un deterioro considerable. Los objetos de madera estaban casi totalmente afectados por la carcoma; los de cuero, por los derméstidos y otros insectos; los de lana, por las polillas; los metálicos, corroídos por el óxido; y el conjunto, fuertemente afectado por mohos y otros hongos. Lo peor era que no se podía efectuar ningún tratamiento para sanear el material porque la mayor parte de este era poco accesible. Eso sin contar un coste económico para el que se carecía de recursos. Nuevamente, el Ayuntamiento de Jaca ofreció el antiguo hospital de la ciudad, en gran parte abandonado, para alojar la colección, y se visitó el inmueble, cuyo interior estaba en estado ruinoso. Los informes respectivos se enviaron a las autoridades del CSIC en Madrid, y alguna de ellas se desplazó a Jaca para examinar estos locales y otros alternativos, que había ofrecido también el Ayuntamiento. Pero las reformas indispensables de todos ellos implicaban un gasto que el CSIC no estaba dispuesto a asumir.
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Fueron años de gestiones penosas en Jaca, en Zaragoza (ante la Diputación General de Aragón) y en Madrid, y, en su mayor parte, infructuosas. Ya no se pedía un museo, ni siquiera que se pudiese exhibir parcialmente la colección. Se solicitaba, simplemente, que se evitase la pérdida irremisible de todos los objetos, que conformaban un patrimonio cultural que no se podía arrojar simplemente a la basura. Si finalmente se consiguió este objetivo mínimo, se debió a la coincidencia ocasional en la empresa de algunas personas que percibieron correctamente el riesgo y le dieron la importancia que merecía. Entre esas personas, cabe destacar, evidentemente, a Antonio Ocaña, quien ya desde finales de la década de 1980 había visitado de vez en cuando el IPE y examinado en la medida de lo posible la colección y la documentación accesibles. Técnico asesor sobre el patrimonio en los Servicios Centrales del CSIC en Madrid y conocedor de la normativa legal sobre temas patrimoniales, contribuyó decisivamente al conocimiento de la situación por parte de las autoridades del organismo. Las razones de Ocaña a favor de la colección etnográfica se plasmaron finalmente por escrito en una obra que, si bien publicada muy tarde, constituye, junto con el catálogo, la mejor iniciativa para la conservación y cuidado de dicha colección. El catálogo, disponible en formas impresa y digital desde 1993, permitiría por lo menos conocer lo que se ha perdido de entonces acá. El librito de Ocaña —que, por cierto, incluye una importante selección del catálogo antedicho— solo estuvo disponible desde 2011, pero su contenido esencial ya obraba en poder de las autoridades del CSIC desde finales de la década de1990. Su título, extenso y descriptivo, se recoge en la bibliografía y se resume, aquí como La colección etnográfica Balcells. Por cierto, fue el propio Ocaña quien, junto con el autor de estas líneas, comenzó a usar el nombre de ‘Balcells’ para bautizar a la mencionada colección, nombre que ha sido después generalmente aceptado. Sea por las dotes persuasivas de Ocaña, sea por un cambio de sensibilidad en las autoridades del CSIC, el tema de la colección Balcells se contempló de otra manera con el cambio de presidencia en ese organismo. A partir de 1996, fue presidente del CSIC César Nombela Cano, microbiólogo, pero muy abierto hacia las disciplinas artísticas, históricas y humanísticas en general. Tuvo la deferencia de efectuar una visita a la sede del IPE en Jaca y de constatar por sí mismo el lastimoso estado de esa colección. Además, demostró también su sensibilidad en relación con los temas de patrimonio cultural, llegando a proponer restauraciones de algunos elementos arquitectónicos, que nunca se habían contemplado por lo onerosas y difíciles que eran. El hecho es que, a partir de esa visita, se aceptó por parte del CSIC el establecimiento de un convenio con la Diputación General
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de Aragón para que esta se hiciese cargo del material etnográfico manteniéndolo en depósito, aunque el CSIC conservaría su propiedad. Desde la toma de esta decisión hasta que quedó plasmada en un convenio entre instituciones y se firmó el correspondiente documento, tuvieron que pasar, sin embargo, varios años, durante los cuales no faltaron los escollos e, incluso, los retrocesos. Finalmente, el convenio entró en vigor, pero hubo que esperar todavía mucho tiempo, hasta el año 2001, para que, realmente, los bienes fueran trasladados a Zaragoza y la DGA los depositara en sus dependencias, concretamente, en una nave situada en el polígono de Malpica, donde, al menos, podían colocarse con espacio suficiente para individualizarlos, y tratarse adecuadamente para frenar su deterioro y eliminar los organismos que los estaban destruyendo. El autor de estas líneas participó en el traslado y pudo constatar con alivio que, por lo menos, se había resuelto el problema de la conservación de la colección. En este proceso participaron muchas personas, pero es necesario destacar, además de las ya mencionadas, al menos a dos de ellas, que colaboraron activamente en él y lo apoyaron de forma decidida. Fue la primera Juan Bartolomé Sanjoaquín, quien era por entonces Coordinador Institucional del CSIC en Aragón y que viajó repetidas veces a Jaca con el que suscribe para apoyar muchas de las gestiones necesarias; y la segunda fue José Ramón Urquijo Goitia, entonces vicepresidente de Organización y Relaciones Institucionales del CSIC —cargo que ha vuelto a ocupar cuando se escriben estas líneas— y en quien el presidente del organismo delegó para llevar a cabo las gestiones mencionadas. Posteriormente, ya en 2006, cuando al director del IPE lo había sucedido en el cargo Francisco Comín Sebastián —otro investigador externo, procedente de la Universidad de Barcelona y desvinculado, por lo tanto, de Enrique Balcells—, una selección de las piezas de la colección etnográfica fue acogida en el Museo Etnográfico de Zaragoza y restaurada convenientemente para ello. La colaboración de Víctor Orera y Mariano Laguna, nuevos coordinadores institucionales del CSIC en Aragón, fue esencial en este traslado. No mucho después de la última fecha indicada, el director del IPE, junto con el autor de este artículo, visitamos una vez más a Enrique Balcells. Por entonces, ya apenas acudía al Instituto y su salud había empeorado bastante. En aquella ocasión, se encontraba bien y animado, y aunque lamentó que su proyecto de Museo del Pirineo no hubiese podido convertirse en realidad, se alegró de que, al menos, se hubiese frenado la pérdida de la colección. No volvimos a verle con vida, pues había transcurrido poco más de un mes desde nuestra visita cuando falleció como consecuencia de una insuficiencia respiratoria.
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2.2.6. Una ojeada breve al contenido de la colección Balcells Se acaban de comentar sumariamente los avatares de la colección Balcells desde una perspectiva histórica. Aunque se han citado específicamente algunos de los objetos concretos que la componen, no estará de más describirla de una forma un poco más amplia, aunque sea, con todo, muy abreviada. De hecho, se van a describir brevemente unos pocos de los objetos incluidos en la selección, ya resumida, que Antonio Ocaña presenta en su libro, allí, con una pequeña fotografía del objeto, que, por razones evidentes, no se presenta aquí. Los números que se indican para cada objeto son los asignados en el inventario del IPE, no los utilizados por el CSIC. A) Alfarería y cerámica N.º 34: puchero de arcilla cocida para cocina y adobo, 32,5 cm de altura y 32 cm de diámetro máximo. Base plana, cuerpo globular, cuello corto y cilíndrico. Presenta dos asas verticales. Acabado vidriado que contienen plomo. Decorado con tiras de barro adosadas y figuras de árbol. N.º 62: cantimplora de arcilla cocida, de cuerpo redondeado, achatado en las caras anterior y posterior, con dos asas de macarrón de barro en la parte superior del cuerpo. Cuello casi cilíndrico, de perfil ondulado, con el borde de la abertura curvado hacia fuera. Decoración simple. 30 cm de alto, 22 de ancho y 6 de diámetro de boca. N.os 82 y 83: conjunto de palangana y jarra de lavabo, ambos de arcilla cocida recubierta de porcelana pintada en azul cobalto sobre fondo blanco, con escenas de la vida campestre. La palangana es circular, de 32,5 cm de diámetro, y la jarra tiene un asa fina, con su arco superior levantado, y una boca extendida en pico hacia delante, muy decorada. Mide 22,5 cm de altura. N.º 164: tramo de chimenea de arcilla cocida, de forma cilíndrica y vidriado tanto en el exterior como en el interior, se estrecha en un anillo terminal para alojar su extremo en el tramo siguiente, mientras que en el extremo opuesto tiene un tope por el interior para retener el extremo del tramo precedente. Así se puede formar un tubo de chimenea tal largo como se requiera para la estufa. Cada tramo mide 37,5 cm de largo y 19,2 de diámetro máximo.
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N.º 170: cuenco de arcilla cocida de tamaño mediano, de forma hemisférica prolongada hacia arriba, con 58 cm de alto y 59 de diámetro de boca. Lleva un grueso reborde en torno a esta en el que se implantan tres asas. Usado para el trabajo de cocina. B) Material de farmacia rural N.º 228: frasco de farmacia de vidrio, de color verde botella y forma cilíndrica, con un estrechamiento en la parte superior que forma el cuello, también cilíndrico. Mide 20 cm de alto y 12 de anchura máxima. N.º 240: retorta para destilación de vidrio soplado, de color verdoso, con cuerpo subesférico y pico alargado, estrechado en su base y adelgazado hacia la punta. Cuerpo de 24 cm de diámetro, pico de 38 cm de largo. Usado en destilación de infusiones. N.º 245: pipeta condensadora de vidrio verde soplado, para destilación. El vapor destilado se condensa en una campana y gotea por un tubo largo y estrecho. La campana tiene unos 32 cm de diámetro. N.º 248: almirez de farmacia de piedra labrada y pulida, con base plana, cuerpo troncocónico y borde superior plano. 43 cm de alto y 33 cm de diámetro de boca. Lleva una mano de hierro para triturar de 60 cm de largo y 3,5 cm de diámetro. C) Objetos para cocina y horno N.º 256: apartadero para horno, de piedra pulida. De planta aproximadamente rectangular, tiene un saliente en uno de sus lados en el que, probablemente, se insertaba el mango para moverlo dentro del horno. En el lado opuesto, tiene dos escotaditas semicirculares en las que se alojaban los pucheros que había que empujar dentro del horno. N.º 260: molino de sal, formado por dos piedras labradas y pulidas, unidas por un vástago central. La piedra superior, más pequeña, tiene un mango para hacerla girar y un agujero por el que se echa la sal gruesa que debe molerse. Diámetro: 34 cm. N.º 271: Olla de colgar, de hierro fundido, de 22 cm de alto (sin tapa) y de 30 cm de diámetro máximo, panzuda, con la parte superior cilíndrica y dos asas laterales, en las cuales se articula un asa grande semicircular para colgar el conjunto. La tapa, del mismo material, lleva también un asa.
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N.º 283: plancha de bronce con mango de madera, de base triangular, con los bordes laterales curvados. En el interior tiene una rejilla sobre la que se colocaban las brasas que mantenían caliente el hierro de la base. Una rejilla posterior para permitir la entrada de aire. 23,5 cm de alto por 22 de largo. D) Otros N.º 391: cepo para lobos, de hierro. Base circular en la que se articulan las dos mandíbulas, con una plancha giratoria y un mango en forma de pinza que sirve para armar la trampa. El mango se une a una cadena terminada en tres ganchos. La base y el mango miden 59 cm de longitud. N.º 430: hoz de hierro con mango cilíndrico de madera. La lámina, en forma de media luna estrecha y abierta. Mide 57 cm de largo. N.º 435: arado de orejas, de hierro y madera, con alas doradas de hierro en el dental. Reja de 74 cm. N.º 437: marcador de ganado, de hierro y madera, con un mango de hierro terminado, por un lado, en asidero de madera y, por el otro, en una horquilla de hierro que sostiene la letra, también de hierro, con la que se marcaban las ovejas. 41,5 cm de largo. N.º 463: bacía de barbero, de estaño, con base plana y borde extendido. Tiene en el borde un agujero y una escotadura para alojar el cuello del cliente. 38,5 cm de diámetro máximo. N.º 528: molde de madera para fabricación de queso. Cilíndrico, con mango provisto de agujero. Fondo interior circular decorado con esvásticas talladas, posee agujeros por los que se escurría el suero. 22 cm de largo y 12 de diámetro de boca. N.º 550: recipiente de cuerno, usado por los pastores para llevar aceite. Consiste en la vaina córnea de un cuerno de buey, tapada por su extremo ancho con una tapadera metálica circular, y sellada y reforzada en la punta con pez. Capacidad de 0,87 litros.
Bibliografía Arias, I., 1990. Memoria del inventario de la Colección Balcells. Informe para el CSIC, Jaca. Balcells, E., 1968. «Inauguración de la exposición etnográfica pirenaica». Pirineos, 87-90: 39-40.
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Martínez Rica, J. P., 2005. «Discurso del Director del Instituto Pirenaico de Ecología: Sesenta años de estudios de los Pirineos». Pirineos, 160: 161-176. — y L. Villar, 2008. «Notas necrológicas: E. Balcells». Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural, 105: 39-56. Ocaña, J. A., 2001. El patrimonio histórico-cultural del CSIC. Ed. CSIC, Madrid. — 2011. La formación de la Colección Etnográfica Balcells en torno a la génesis del Instituto Pirenaico de Ecología de Jaca, su Capilla y el añorado Museo del Pirineo. Un ejemplo de etnoecología del CSIC. Ed. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Delegación del CSIC en Aragón y Ayuntamiento de Jaca. 141 pp. Serra, J. y E. Balcells, 1998. Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido: La vida y el hombre. Ed. Ambit, Barcelona. Vallés, J. y L. Villar, 1992. «Cincuenta años de estudios pirenaicos, (1942-1992)». Historia Natural’93. Ed. Instituto de Estudios Altoaragoneses e Instituto Pirenaico de Ecología, Huesca y Jaca.
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2.3. EL HERBARIO JACA Y LOS ESTUDIOS VINCULADOS A SUS COLECCIONES* Daniel Gómez, María Begoña García y Gabriel Montserrat IPE-CSIC
2.3.1. Origen del Herbario Jaca El Herbario Jaca (abreviado como «Herbario» en el texto) tiene sus orígenes1 a mediados de la década de 1960 y fueron su embrión los 9000 ejemplares o «números de herbario» («NH» en el texto)2 que Pedro Montserrat había recolectado en distintas partes de la península ibérica.3 Junto a sus propias recolecciones (5195 NH), estaban las realizadas en compañía de su director de tesis doctoral, Mariano T. Losa (1345 NH), N. Y. Sandwith4 (1878 NH), Fernando González Bernáldez, Francisco García Novo (148 NH), M. Capdevila (526 NH) y, de pocos ejemplares, con el Hermano Jerónimo, R. Margalef y J. Casellas. Adjudicamos ahora un valor especial a estas muestras por su carácter «histórico» y, sobre todo, por el valor 1 * Aunque
hemos pretendido reflejar los episodios y estudios más relevantes, las limitaciones de espacio y de la propia memoria dificultan mencionar expresamente a todos los que de una u otra manera han colaborado con el Herbario. Pedimos, pues, disculpas anticipadas a quienes se sientan olvidados en esta reseña. Por las mismas limitaciones, las citas bibliográficas se han reducido a las tesis doctorales y a una publicación representativa de los estudios reseñados.
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o se puede concretar una fecha de fundación del Herbario Jaca, puesto que las plantas mencionadas fueron trasladadas N a Jaca desde Madrid en distintas fechas y sin una voluntad anticipada de constituir un «herbario institucional». Fue posteriormente, ya en la década de 1970, cuando el herbario fue inscrito como JACA en el Index herbariorum (Thiers, 2017), siguiendo el uso de adoptar unas siglas referenciadas a la localidad donde se ubican las colecciones.
2
Ejemplar de una planta o conjunto de ejemplares recolectados en un mismo lugar y misma fecha, que se identifican en el Herbario y en las menciones bibliográficas con un código propio.
3
ontserrat había recolectado otros tantos ejemplares que quedaron depositados en los herbarios de la Facultad de M Farmacia de Barcelona, el Institut Botanic de la misma ciudad y en el Instituto del CSIC de Edafología, Ecología y Fisiología vegetal (actualmente, de Ciencias Medioambientales) en Madrid.
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öel Y. Sandwith fue conservador de Herbarios en Kew Gardens, donde conoció a Pedro Montserrat, con quien realizaría N varias expediciones botánicas en los años cincuenta en distintos enclaves pirenaicos.
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testimonial conferido por el tiempo que nos permite ahora constatar la continuidad de esas plantas y, por tanto, la estabilidad ambiental allá donde se recolectaron hace más de medio siglo, o bien su desaparición, lo que invita a indagar en las causas. Hasta bien entrados los años ochenta del pasado siglo, los herbarios se utilizaban para el estudio de la taxonomía y para refrendar la presencia de plantas en la elaboración de «catálogos florísticos». Las penurias económicas de la todavía cercana posguerra limitaban los desplazamientos y la disponibilidad de materiales básicos para la colección. Por otra parte, la «ecología» era incipiente en nuestro país a mediados del siglo pasado y no comenzó a despuntar hasta los años sesenta de la mano de R. Margalef. En esas circunstancias, el principal objeto de las expediciones botánicas era el acopio del mayor número de plantas, mientras se concedía poco valor a la descripción del entorno donde se efectuaba la recolección (tanto en la precisión geográfica como en las características del ambiente). Por estas razones, los ejemplares de casi todos los herbarios, hasta fechas recientes, se documentaron con una escueta etiqueta que apenas incluía la localidad o provincia, la fecha y el nombre del recolector. Sin embargo, P. Montserrat — a pesar de que su mentor M. T. Losa le instaba a «no perder el tiempo»— constató desde el inicio de sus recolecciones el interés de detallar el ambiente donde se encontraba la planta y su localización precisa (mediante la lectura de coordenadas en los mapas militares). Dicha información, recogida en etiquetas y libretas de campo (Figura 1), se conserva en su totalidad en el Herbario.
Figura 1. Libreta de campo de Pedro Montserrat correspondiente a 1950, con listados de plantas de su ascensión al monte Curavacas (Palencia), y cuaderno de herbario de 1956.
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Desde 1960 se registró la entrada anual de ejemplares en las «Libretas de Herbario» (Figura 1) que, años después, facilitarían la informatización. Además, los nombres de las nuevas localidades de cada planta que aportaban las muestras de campo se anotaban con caracteres minúsculos en un «Libro Mayor» que conservamos y fue el origen de los primeros mapas de distribución (Figura 2). La información sobre localidad y hábitat que acompaña a cada ejemplar, y que falta o es muy escueta en muchos otros herbarios, constituye una fuente de investigación en el estudio de la dinámica vegetal de tanto valor como los propios ejemplares. En cuanto a la escasez de medios que se ha mencionado, baste decir que las hojas de papel de periódico sirvieron durante muchos años como «camisas» de los pliegos de herbario, y cualquier pedazo de papel libre de escritura se transformó en etiquetas que todavía se conservan en los viejos ejemplares. Respecto a la preservación de la colección, los compuestos de mercurio utilizados tradicionalmente en otras colecciones (por ejemplo, en el Museo de Ciencias Naturales y en el Jardín Botánico de Madrid) comenzaban a ser mirados con recelo por su potencial cancerígeno y se suplieron en Jaca por generosas dosis de alcanfor («naftalina») cuyo olor penetrante impregnaba las estancias del Instituto y la propia ropa de quienes allí trabajaban. El clima frío y seco del entorno ayudó a la conservación de los ejemplares en condiciones óptimas.
Figura 2. Libro Mayor del Herbario en el que, a modo de mapa «virtual» y hasta finales de los años ochenta, con el inicio de la informatización del Herbario, se anotaban las localidades conocidas de las plantas representadas en los pliegos de la colección.
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2.3.2. Primeras prospecciones florísticas en torno al Herbario Jaca Antes de fijar en 1968 su residencia en Jaca —que sería definitiva—, Pedro Montserrat ya había realizado en los años cuarenta y cincuenta distintas campañas de prospección en Ordesa (Losa y Montserrat, 1947), Andorra (Losa y Montserrat, 1950), Guara, Peña Montañesa (Sandwith y Montserrat, 1966) y Turbón (Montserrat, 1953), además de abundantes excursiones en los montes del entorno jaqués, sobre todo, en San Juan de la Peña y en el monte Oroel (Montserrat, 1971a y b). A final de la década de 1970, P. Montserrat y L. Villar inician una intensa exploración de los Pirineos occidentales (Montserrat, 1973 y 1974) que se prolongaría durante toda la década siguiente. En esos años, el estudio taxonómico de los materiales del género Poa dio lugar a la primera tesis dirigida por Montserrat (Hernández Cardona, 1977). En la década de 1970, y fruto de las prospecciones señaladas y de distintos intercambios que se comentan más adelante, se numeraron 75 000 NH (Tabla 6), sobre todo de los Pirineos, pero también de otras regiones peninsulares y de los Alpes.
2.3.3. El gran impulso del Herbario en la década de 1980 A comienzos de esa década, ya completada la exploración del Pirineo occidental con la tesis de Luis Villar (1980 y 1982) y de Rosario Fanlo (1980), se emprendió —también como estudios de tesis doctoral— la del Pirineo central y Prepirineo en la sierra de Guara (Montserrat Martí, J. M.ª, 1986), Cotiella y sierra de Chía (Montserrat Martí, G., 1986), Peña Montañesa, Añisclo y valle de la Fueva (Gómez, 1986) más los pastos supraforestales de Ordesa-Viñamala (Arbella, 1988). Además, en el marco de sendos proyectos, se estudiaron las cuencas de Sariñena y Gallocanta (Montserrat y Gómez, 1983). Resaltamos este último estudio (inédito en gran parte, pero cuyos originales se conservan en nuestro instituto) por su entonces innovador carácter multidisciplinar, desarrollado por investigadores de distintos centros de investigación. El ingeniero de montes Emilio Pérez Bujarrabal promovió dicho estudio para apoyar la reserva de caza de la Laguna que, bajo su iniciativa, se acababa de declarar, no sin muchos detractores. Sirvió ese trabajo, de forma pionera en Aragón, como aval de conservación de uno de los enclaves más destacados de la región en cuanto a su patrimonio natural.
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Tabla 6. Número de pliegos de Herbario recolectados en cada década. No se incluyen los procedentes de donaciones. Antes de 1960
1960-1969
1970-1979
1980-1989
1990-1999
2000-2009
2010-2017
7100
30 548
75 263
85 251
49 594
23 267
5036
En 1997 y 1998, G. Montserrat encabezó una intensa prospección del Prepirineo oriental de Huesca, hasta entonces apenas explorado y que durante la siguiente década completaría J. V. Ferrández (2005). Por esos años, se elaboró también una cartografía de los pastos supraforestales (Remón y Montserrat, 1988), se redactó el volumen de la Enciclopedia aragonesa correspondiente a la «Flora y vegetación» (Montserrat et al., 1988), se abordaron dos tesis de flora en la cuenca del Bidasoa y Urumea (Catalán, 1988) y en el sistema Ibérico (Ferrer Plou, 1993) y se participó en un detallado estudio de la flora, la vegetación y la cartografía vegetal del País Vasco (Aseguinolaza 1985), que pasó a ser la región peninsular mejor prospectada y con cartografía de su vegetación más detallada. Además, en el marco de algunos proyectos de pastos en el Pirineo central (en Ordesa y en el valle de Gistaín), que se detallan en otro capítulo, se realizaron abundantes herborizaciones. Ricardo García González (1982) completó a partir de material fresco y del Herbario una colección de muestras microscópicas de epidermis vegetales que le permitió estudiar la alimentación de distintos herbívoros. Estos trabajos mostraron la utilidad del Herbario más allá de la que las colecciones alentaban en la investigación botánica tradicional. En estos años se impulsaron y acrecentaron relaciones con distintas entidades botánicas institucionales y privadas de distintos países de Europa, principalmente Francia y las nacionales de Barcelona, Madrid y el País Vasco (Herbarios VIT de P. Uribe-Echebarría y J. Alejandre y Navarra (PAMP; UPNA —J. Peralta— y el de M. Lorda), cuyos responsables acudían con frecuencia a consultar métodos y resolver dudas para el desarrollo de sus entonces incipientes colecciones.
2.3.4. La informatización del Herbario y los estudios de la década de 1990 En 1987, al incorporarse a la plantilla un conservador de colecciones, se inició la informatización de los ejemplares con el fin de agilizar su gestión, abrirla al resto de los investigadores del Instituto y, posteriormente, facilitar su acceso universal.
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Hay que reseñar las dudas que se plantearon antes de iniciar dicho proceso porque la introducción de datos iba a requerir más de diez años y su utilidad apenas se vislumbraba entonces e, incluso, se desechó en otros herbarios hasta fechas recientes. Una vez completada la tarea con un desarrollo de software propio (Figura 3; Villar et al., 1993), el herbario fue, en el inicio del nuevo siglo, el primero de Europa en «estar informatizado».
Figura 3. Diagrama de la asociación de datos (pliegos y bibliografía) de la primera aplicación informática Herbar 2.0, que se desarrolló en Jaca, y con la que se acometió, en 1987, la informatización del Herbario.
A comienzos de la década de 1990, el CPBE, que unos años atrás se había reestructurado y pasado a denominar IPE, enfocó su investigación hacia la estructura y función de los ecosistemas y a los procesos geomorfológicos y climáticos. Desde el Herbario se trató también de ajustar el rumbo y se planteó la necesidad de ampliar la «servidumbre clásica» a la taxonomía y la florística. Al recordar el inicio de esta nueva etapa, no es obvio anotar que el estudio de las estructuras, funciones y procesos ecológicos depende del conocimiento del entorno físico, el suelo y la flora y fauna. En este marco, los estudios básicos de las dos primeras décadas del centro, reseñados en otros capítulos y que dieron origen a las colecciones, fueron esenciales para conocer la biodiversidad de distintos
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territorios, y todavía hoy suponen un consistente apoyo para las nuevas líneas de investigación. En la que cabría considerar «nueva época del IPE», el Herbario ayudó en varias tesis doctorales que abordaron estudios de ecofisiología vegetal (Gil Pelegrín, 1993), biología reproductiva y ecología de plantas endémicas que, posteriormente, se continuaría con la demografía vegetal (M. B. García-González, 1993; Guzmán Otano, 2002), interacción pasto-herbívoro (Aldezábal, 1997), estructura y función del banco de semillas (Reiné Viñuales, 1998) y estructura y producción de pastos (Remón, 1998). Además, se volvió a prospectar el monte Turbón (Ninot et al., 1993), se inició el estudio de la flora alpina (Ferrández y Sesé, 1996), se catalogó la flora medicinal del Pirineo aragonés (Villar et al., 1992) y se realizó el inventario, la cartografía y se registró el estado de conservación de los hayedos prepirenaicos cuya persistencia se intuía ya comprometida por el cambio climático (Villar et al., 1990 y 1999). En el año 1986, el Jardín Botánico de Madrid promovió el «anhelado por tantas veces pospuesto» proyecto —todavía inconcluso— Flora ibérica (Castroviejo et al., 1986-2015) para compendiar las plantas del territorio peninsular e islas Baleares en el que P. Montserrat y L. Villar participaron desde su inicio y el Herbario es «colección básica». Paralelamente a la informatización del Herbario y utilizando ya las facilidades de edición digital de mapas, vio la luz el Atlas del Pirineo de Aragón (Villar et al., 1997-2001) con descripciones, mapas de distribución e ilustraciones de todas sus plantas dibujadas por M. Saule que constituyó un sólido cimiento para los estudios de vegetación y conservación. En 1991, G. Montserrat inició un herbario fenomorfológico que permitía el estudio de la vegetación desde una nueva perspectiva a partir del análisis de diagramas fenomorfológicos, de fenofases y de morfogénesis vegetativa y reproductiva. En esta tarea han colaborado con gran dedicación S. Palacio, P. Castro, P. Sánchez y J. A. Sesé. El desarrollo de esta nueva línea de estudio botánico ha dado lugar a distintas publicaciones y ha servido de apoyo a las tesis doctorales de P. Castro (1996) y S. Palacio (2006). En 1992, P. Catalán seleccionó semillas que se utilizaron por primera vez en el Herbario para obtener plántulas, extraer su ADN y llevar a cabo su primer estudio molecular (Catalán et al., 1995) Desde entonces, dicha investigadora se ha servido de muestras para el trazado de filogenia en distintos géneros de gramíneas. El análisis molecular se ha convertido en una de las principales herramientas de la taxonomía y, en la actualidad, es motivo principal de las solicitudes de material de herbario.
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2.3.5. El Herbario en el siglo xxi En los primeros años del nuevo siglo, retomando la exploración ya muy lejana de Losa y Montserrat (1947) se completó el estudio florístico y de vegetación del P.N. de Ordesa y Monte Perdido desde una perspectiva entonces novedosa: «aportar bases científicas para el uso sostenible» (Benito, 2005). Por esas fechas S. Pyke (2002) publicó la flora del término municipal de Zaragoza iniciada siglo y medio antes por Echeandía (1861) y se exploró también el Macizo del Moncayo, enclave relevante en la biodiversidad regional que, con más de 28 000 citas florísticas, pasó a ser el «espacio natural protegido» mejor conocido del país en cuanto a su cubierta vegetal, compilada en unas claves de identificación y en varios itinerarios botánicos (Uribe-Echebarría, 2002; Uribe-Echebarría y Zorrakin, 2004). A los datos de estas prospecciones se añadieron los de la flora de Teruel provenientes de los trabajos de Gonzalo Mateo (1992) y la tesis doctoral de López Udías (2000). Para gestionar esta información ya ingente, la base de datos del Herbario, que hasta entonces solo contenía los pliegos de herbario (codificados con el identificador Jaca), fue ampliada con registros bibliográficos (BIBL), observaciones de campo (VISU) y ejemplares recolectados en Aragón, pero almacenados en otros herbarios (HERB) (Figura 4). Figura 4. Registros de flora vascular adquiridas por décadas en la base de datos del Herbario Jaca a partir de pliegos de Herbario, observaciones de campo (de visu) y citas bibliográficas (Biblio). Entrada de citas florísticas en el Herbario Jaca (por décadas) 160 000 140 000 120 000
Total
100 000
Pliegos
80 000
Visus
60 000
Biblio
40 000 20 000 0 1950-1959 1960-1969 1970-1979 1980-1989 1990-1999 2000-2009 2010-2017
En 2002 se inició, mediante el envío de citas florísticas de toda la península ibérica, la colaboración con el recién fundado nodo nacional del GBIF (Global Biodiversity Information Facility; www.gbif.es), plataforma mundial para el libre acceso de datos de biodiversidad.
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En 2005 disponíamos ya de 450 000 citas florísticas de Aragón y se promovió desde el Herbario, mediante un convenio con el Gobierno de Aragón alentado por Julio Guiral y Jesús Insausti y con la colaboración de las Universidades de Zaragoza, Lérida y Valencia, el inventario de la flora vascular del conjunto del territorio. La edición digital del atlas (http://floragon.ipe.csic.es/index.php) culminó una tarea emprendida siglo y medio antes (Loscos, 1876-1877) y supuso que Aragón fuera la primera región europea en ofrecer un acceso público «en línea» de su diversidad florística que alcanza casi un tercio de la europea. Mediante nuevas colaboraciones con el Departamento de Medioambiente del Gobierno de Aragón a través de Javier Puente, se añadieron en los años siguientes los briófitos (http://floragon.ipe.csic.es/indexbriofitos.php) que habían catalogado entre 1998 y 2003 P. Heras y M. Infante (Infante y Heras, 2003). Este último catálogo describe la taxonomía, biología y distribución de los 691 taxones de musgos y hepáticas de Aragón, basados en 7620 muestras de herbario. También a escala regional y con el mismo patrocinio, en 2016 se añadió el atlas de hongos de Aragón (http://floragon.ipe.csic.es/florahongos/). Una colección de 1183 muestras de hongos recolectados en el P. N. de Ordesa que son testigos del correspondiente catálogo fúngico (Pancorbo et al., 2016) están depositadas actualmente en el Herbario. Está en fase avanzada de edición en el mismo atlas el catálogo regional de líquenes (Etayo, 2010) basado en una colección de referencia cedida por el autor y que completa la liquenoteca del Herbario (1619 ejemplares) iniciada con muestras recolectadas por X. Llimona de la Universidad de Barcelona. Con un objetivo similar al del Atlas de Aragón, en 2011 se planteó abordar el conjunto de la flora de los Pirineos que requería su actualización desde la magna, aunque inevitablemente anticuada, obra de Bubani (1897-1901). Desde la aparición de la Flora pyrenaea de dicho autor, la cordillera fronteriza había sido objeto de muchas prospecciones y estudios localizados en distintas partes del territorio plasmados en un sinfín de recolecciones, publicaciones y citas bibliográficas, desperdigadas en libros, revistas y opúsculos con variadas nomenclaturas cuya interpretación resultaba abstrusa e inaccesible más allá del ámbito botánico. Bajo el amparo financiero de un proyecto Poctefa —Comunidad de Trabajo de los Pirineos (CTP) y Observatorio Pirenaico de Cambio Climático (OPCC)—, un equipo de treinta y seis investigadores de las universidades y centros botánicos de toda la cadena montañosa elaboramos, entre 2011 y 2014, el Atlas de la flora vascular de los Pirineos que se editó en formato digital (www.florapyrenaea.es). Dicho atlas reunió dos millones de citas florísticas de toda la cordillera y editó fichas biológicas, mapas de distribución e imágenes de las más de cuatro mil especies de los Pirineos (Gómez et al., 2017a), el segundo centro de diversidad florística de Europa tras los Alpes.
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La catalogación de la flora pirenaica ha permitido delimitar las plantas de mayor interés de conservación (Gómez et al., 2017b; Tejero et al., 2017) y afrontar una «lista roja» para el conjunto de la cordillera superando los sesgos de las barreras administrativas que encorsetan las ahora legalmente vigentes. Con las bases de datos del Herbario, se ha colaborado en el estudio a escala continental de la vulnerabilidad de la flora de montaña (Engler et al., 2011) y participamos en distintas redes de seguimiento relacionadas con los efectos del cambio global, como el proyecto GLORIA (Pauli et al., 2012) o la red Ilter. Más recientemente, la caracterización de la flora alpina (Gómez et al., 2003; 2017c) —que parece sufrir una alta vulnerabilidad al cambio climático—, junto a los registros almacenados de prospecciones «históricas» en cumbres pirenaicas, se han integrado en un análisis que desvela un acelerado aumento de especies en las cumbres alpinas europeas (Steinbauerg et al., 2018). La recolección de plantas para su almacenamiento ha quedado reducida en los últimos años a la de ejemplares excepcionales por su rareza, localización o morfología (Tabla 6) y la nueva documentación de citas se apoya ahora más en fotografías y fichas digitales con datos poblacionales y geolocalización muy precisa. La fototeca del Herbario cuenta con más de doce mil fotografías que reúnen muchos caracteres diagnósticos y que se persigue completar para toda la flora. También los intercambios y préstamos de ejemplares de herbario se han sustituido, en gran parte, por imágenes, y ahora las muestras se envían o procesan in situ para la extracción de material genético destinado a la reconstrucción de vías de migración y filogenias. Pero hay que señalar que las imágenes todavía no pueden sustituir a los ejemplares cuando hay que extraer material genético o compuestos químicos, diseccionar tejidos u observar caracteres minúsculos o recónditos. Por tanto, los ejemplares físicos resultan aún imprescindibles para esos requerimientos y siguen constituyendo los únicos testigos revisables de la presencia de una planta en una determinada fecha y lugar.
2.3.6. Red de colaboradores y voluntarios: ciencia ciudadana La lista de colaboradores del Herbario desde sus inicios es muy amplia e incluye a estudiantes en períodos de prácticas y personas con contratos temporales que han participado en la preparación de material y entrada de datos. Cabe destacar a quienes, movidos solo por su afición e interés científico, han aportado numerosos ejemplares, citas florísticas, dibujos y material fotográfico. Su ayuda desinteresada ha sido esencial en la catalogación de la diversidad vegetal y es ahora imprescindible
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para continuar la exploración florística. Sus nombres quedan en sus aportaciones (pliegos, fotos, etc.) y no pueden ser detallados en este texto, aunque es obligado mencionar, por su colaboración sobresaliente, a J. V. Ferrández, J. A. Sesé, M. Bernal, S. Pyke, J. Pelayo, J. M. Pisco, J. Carela, E. Picornell, A. Campo y los miembros de la sección de botánica de la Asociación Naturalista de Aragón (Ansar). Además de prospecciones, desde los años noventa el IPE también viene realizando estudios sobre la dinámica de plantas, muchas de ellas amenazadas. En 2010, diseñamos, a petición de Gobierno de Aragón, un sistema para el seguimiento de la diversidad de plantas en la Red Natura 2000, lanzando la idea de incorporar tanto a los Agentes de Protección de la Naturaleza (APN) como a voluntarios en una red a la que llamamos Monito. Este proyecto piloto se fue desarrollando con sucesivos proyectos de investigación y, especialmente, un proyecto europeo LIFE+ concedido en 2013 y coordinado por el Departamento de Medioambiente del Gobierno de Aragón: Resecom (Red de seguimiento para especies de flora y hábitats de interés comunitario en Aragón http://www.liferesecom.com). Su principal objetivo es el de organizar un sistema de seguimiento a largo plazo de las plantas y hábitats de interés comunitario (Anexos I, II, IV y V de la Directiva Hábitats), basado en métodos científicos que ofrezcan información objetiva sobre la abundancia y tendencia de las especies tanto a nivel local como de distribución general. Un objetivo que se enmarca dentro de los indicadores propuestos tras la Convención de Biodiversidad Biológica para frenar la pérdida de biodiversidad.
Figura 5. Voluntarios del proyecto Resecom reunidos en Riglos en 2017.
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El programa Adopta una Planta constituye una de las acciones colaborativas más novedosas dentro de la red de seguimiento. Ha reclutado más de 130 voluntarios (Figura 5) hasta la fecha (muchos de ellos sin conocimientos previos de botánica), personas con perfiles muy variados que se han comprometido a caracterizar y monitorizar la dinámica de poblaciones de plantas de interés durante al menos diez años. Ofrecen su tiempo para visitarlas una vez al año y enviarnos datos recogidos según un estricto protocolo que es acordado con ellos en campo (ver detalles en García et al., en prensa). Y cada otoño nos reunimos en una jornada campera para ver juntos los resultados del año y dar un paseo por algún espacio protegido poco conocido. Su generoso trabajo, unido al que realizan los APN en sus respectivas demarcaciones, nos está ofreciendo una visión en tiempo real de la situación actual, así como las tendencias y fluctuaciones de una gran diversidad de plantas amenazadas, raras, endémicas, en límite de distribución, sensibles al cambio climático o indicadoras de hábitats específicos y muy ricos o escasos. Son más de 220 los puntos de seguimiento actualmente activos, dispersos entre las estepas del valle del Ebro, las cumbres pirenaicas y la montaña ibérica mediterránea (Figura 6). Este «observatorio de la biodiversidad» constituye una iniciativa única, centrada en obtener información de una de las «Variables esenciales de la biodiversidad» (Pereira et al., 2013), y demuestra el fundamental e imprescindible papel de la sociedad en los sistemas de monitorización de la biodiversidad (Chandler et al., 2017). Hemos de mencionar en agradecimiento a P. Errea, I. Pardo, P. Tejero, J. L. Silva, M. Pizarro, personal de Gobierno de Aragón, y a más de doscientos voluntarios y APN que mantienen la ilusión en este proyecto colaborativo.
Figura 6. Mapa de Aragón con los enclaves (puntos) donde se lleva a cabo un seguimiento de plantas y hábitats en el proyecto Resecom.
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2.3.7. Donaciones, exsiccatas y adquisición de otros herbarios Desde sus inicios, P. Montserrat y L. Villar mantuvieron estrechas relaciones con muchos botánicos profesionales y aficionados, entre los que hay que reseñar a Jean Vivant, Jean Jacques Lazàre, Guy Dussassois, Marcel Saule, Francesc Cernoch y, en España, Asunción García González, José Vicente Ferrández, Juan Manuel Pisco, Samuel Pyke, Nuria Mercadal, José Luis Martín Barrio y Javier Carela. Fruto de esos contactos son sus relevantes donaciones junto a las más humildes de otros muchos colaboradores. Los intercambios periódicos con otras colecciones («exsiccatas») han aportado durante más de dos décadas plantas de todo el continente (principalmente, a través de la Societé d’Échange des plantes vasculaires de l’Europe et du Bassin méditerranéen), del conjunto peninsular (exsiccata Flora Ibérica y de la Asociación de Herbarios Ibéricos y Macaronésicos, AHIM, esta última, todavía activa). Además, se han recibido los herbarios depositados en Aula Dei con recolecciones históricas de Capell y Font Quer, el herbario del militarbotánico de la Alta Saboya P. Chevassus (7606 ejemplares) y los de la sierra de Albarracín y de Herrera-Cucalón, correspondientes, respectivamente, a las tesis realizadas por I. Barrera (1985) en la Universidad Complutense de Madrid y por Javier Ferrer en la Universidad de Zaragoza (donado en 2017). En conjunto, estas aportaciones pueden cifrarse en alrededor de 30 000 NH.
2.3.8. Potencialidades y desafíos para el futuro Como se ha detallado a lo largo del capítulo, durante su más de medio siglo de existencia, el Herbario Jaca ha servido de apoyo a numerosos estudios de taxonomía, flora y vegetación. Estos últimos han permitido, posteriormente, analizar la diversidad florística de algunas de las regiones más ricas de Europa. Las colecciones y datos del herbario han ayudado al desarrollo de nuevas líneas de investigación del IPE y han abierto la colaboración con otras instituciones científicas mediante proyectos nacionales e internacionales de distinta índole. Junto a los estudios de taxonomía, ahora bajo el prisma de la biología molecular, hay que destacar el apoyo de las distintas colecciones a la investigación en ecología de montaña y en el análisis de la vegetación a partir de la fenomorfología y dinámica y vulnerabilidad de las poblaciones de plantas. Los herbarios constituyen censos permanentes y, en nuestro caso, bien documentados de la distribución espacial y temporal de plantas y, por tanto, continúan siendo imprescindibles en el análisis de la diversidad vegetal y en la adopción de
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criterios y medidas para su conservación. Los ejemplares de sus colecciones, junto a la información de sus etiquetas y las bases de datos con registros de distintas fuentes, todavía guardan mucha información relevante para la taxonomía, la fitogeografía, la interpretación de la vegetación y su dinámica frente al cambio global y para estudios aplicados en praticultura, mejora genética y fitoquímica (Greve et al., 2016; Nualart et al., 2017). Entre los desafíos que deberá afrontar el Herbario, hay que citar, en primer lugar, la conservación básica de las colecciones. Es bien conocida la elevada vulnerabilidad de los ejemplares frente a los cambios de humedad y temperatura ambiental y el ataque de hongos e insectos que pueden suponer daños irreversibles tras el abandono en un breve plazo. Por otra parte, los cambios incesantes en la taxonomía y la nomenclatura, en parte derivados de los estudios moleculares, obligan a una constante actualización de las bases de datos y reordenación de la colección para mantener la facilidad, actualidad y universalidad de acceso. Una dotación de personal fijo para estas tareas resulta imprescindible para asegurar la vigencia de la información y la preservación de los ejemplares. Para justificar la utilidad del Herbario, es necesario reivindicar su valor histórico y patrimonial y difundir las utilidades mencionadas, sobre todo en el ámbito científico que, en parte, considera ya obsoletas las colecciones científicas.
Figura 7. Los compactos del Herbario en el edificio antiguo (izquierda) y los del nuevo edificio donde se ubican las colecciones desde 2012.
El Herbario Jaca, como la mayor parte de las colecciones del CSIC, ha contado con un escaso apoyo institucional en su mantenimiento, dotación de personal e, incluso, en el aprecio de su potencial científico, y no cabe pensar en un cambio
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de tendencia a corto plazo. En estas circunstancias, los valores museísticos, divulgativos y pedagógicos de las colecciones abren la posibilidad de establecer lazos con empresas privadas o con administraciones locales y regionales que quizás puedan apoyar institucionalmente y contribuir a su futuro mantenimiento.
Anexo 1. Colecciones del Herbario La colección principal del Herbario de flora vascular (Figura 7) incluye a fecha de hoy 330 000 NH y más de 70 000 duplicados y donaciones pendientes todavía de numerar. La base de datos tiene 681 000 registros que incluyen citas de flora procedentes de los pliegos, más 172 000 registros bibliográficos y 187 000 citas de campo (Figura 4). Al detallar las cifras del Herbario, es obligado reseñar las recolecciones en las que participó P. Montserrat, que rondan los 150 000 pliegos, y cuya recolección y preparación posterior podría traducirse en unos treinta años de trabajo exclusivo (Gómez, 2007). Además de la colección principal, el Herbario Jaca consta actualmente de las siguientes colecciones (http://herbario.ipe.csic.es/es/colecciones.php): – Herbario de consulta: consta de tres mil ejemplares —uno de cada taxón— seleccionados por la calidad y representación de sus principales órganos y caracteres diagnósticos. Facilita las consultas específicas que no requieren el acceso a la colección principal y está disponible para su consulta pública y préstamo para exposiciones. – Herbario de plantas de alto interés de conservación: reúne ejemplares, en fundas de plástico, de plantas endémicas y raras en el territorio que tienen un alto interés de conservación. – Herbario de árboles y arbustos: elaborado por J. A. Sesé, junto a una guía de clasificación para ayudar en el aprendizaje de esas plantas a los estudiantes de ciencia y técnica forestal. – Herbario de plantas medicinales: con 350 ejemplares, en fundas de plástico, del Pirineo aragonés. – Herbario fenomorfológico: incluye, actualmente, unas ciento cincuenta colecciones (Figura 8) de más de cien especies leñosas del territorio aragonés comprendido entre el Pirineo y el río Ebro. Contiene colecciones de plantas recolectadas periódicamente (frecuencia de muestreo entre quincenal y mensual) durante,
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al menos, un año. Sirve para estudiar los cambios de morfología y fenología producidos a lo largo del año en la localidad de estudio. Cada colección incluye numerosas ramas con los distintos órganos aéreos de la planta. – Brioteca: colección de los musgos recolectados en los años setenta por Casas, de la Universidad Autónoma de Barcelona, y muestras posteriores. – Liquenoteca: colección de 1619 muestras de líquenes recolectados por Xavier Llimona, de la Universidad de Barcelona, más una colección de referencia de los taxones de Aragón donada en 2015 por Javier Etayo. – Micoteca o colección de hongos: incluye 1183 muestras del PNOMP. – Espermoteca: consta de muestras de semillas de unas 1500 especies (Figura 8). Incluye una colección de aquenios de la familia Asteraceae con dibujos cedidos de José Luis Martín Barrio.
Figura 8. Muestras de la espermoteca (izquierda) y del herbario fenomorfológico (derecha).
Anexo 2. Plantilla del Herbario Desde 1969, asistían a los investigadores P. Montserrat y L. Villar dos auxiliares de investigación —Antonio Lanaspa (Figura 9), que trabajó en el Herbario entre 1969 y 2005, y María Luisa Cajal, entre 1970 y 2009— que realizaban apoyo de campo y preparación, ordenación y etiquetado de plantas con los precarios medios de la época. Sin su trabajo, el Herbario difícilmente hubiera crecido al ritmo que lo hizo durante décadas ni la información de listados y etiquetas habría
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sido tan prolija y ordenada. En 1987, se incorporó D. Gómez como conservador de colecciones. En 1995, Álvaro Gairín (Figura 9), trabajador del IPE desde 1977, se trasladó al Herbario y, hasta su jubilación en 2016, mantuvo las bases de datos. Felipe Martínez trabajó en la conservación de colecciones entre 2004 y 2006. Natividad Valle Bracero montó miles de pliegos en su estancia entre 2010 y 2014. Por último, Luis Calderón se incorporó como personal auxiliar contratado en 2016. Junto al personal de plantilla, colaboraron activamente en la informatización José Antonio Sesé, José Luis Benito y numerosos estudiantes en período de prácticas y otras personas contratadas temporalmente. A todos ellos dedicamos este texto.
Figura 9. Antonio Lanaspa (de pie), Álvaro Gairín (centro) y José Antonio Sesé, en 2003, introduciendo datos de los pliegos para la informatización del Herbario.
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3. Líneas de investigación
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3.1. LOS GLACIARES CUATERNARIOS Y ACTUALES: AGENTES DE LA EVOLUCIÓN DEL RELIEVE Y EJEMPLOS DE LOS GRANDES CAMBIOS CLIMÁTICOS José María García Ruiz y Juan Ignacio López Moreno IPE-CSIC
L
estudios sobre el glaciarismo cuaternario cuentan con una larga tradición en el Pirineo, debido a que gran parte de sus formas de relieve están relacionadas con la acción morfogenética de grandes lenguas de hielo, en algunos casos, con más de 30 km de longitud y más de 400 m de espesor. Algunos de los primeros grandes geomorfólogos europeos visitaron el Pirineo ya a finales del siglo xix y comienzos del xx, como muestran los trabajos de Penck (1883) y de Panzer (1926). El primero visitó los valles del Aragón, del Gállego y del Ara y se planteó cuántos períodos glaciares estaban representados en los depósitos morrénicos del Pirineo; el segundo reconoció dos estadios glaciares en la cubeta terminal del glaciar del Aragón, atribuyéndolos al Riss y al Würm en función del enlace entre las morrenas principales y las terrazas de 60 y 20 m. Los trabajos de ambos geomorfólogos sentaron las bases de estudios posteriores, que, durante décadas, se centraron en reconocer la extensión alcanzada por los glaciares pirenaicos más importantes y discutir si los depósitos morrénicos correspondían a una o varias fases glaciares. El IPE y su precedente, el IEP, han contribuido decisivamente a responder a estas cuestiones y a plantear nuevas preguntas relacionadas con las fechas en que ocurrieron tanto la máxima expansión de los glaciares como todo el proceso de deglaciación. Hoy los rasgos principales del glaciarismo pirenaico son relativamente bien conocidos, aunque son necesarias nuevas aportaciones cronológicas para establecer mejores correlaciones entre valles y con las secuencias establecidas para el resto de Europa. os
El IEP favoreció pronto el estudio de los glaciares en el Pirineo. Como ya se ha comentado en otra sección de este libro, el Instituto careció de personal propio hasta 1972 y su labor consistió en favorecer la labor investigadora de científicos
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españoles y extranjeros, contribuyendo con ayudas económicas para viajes y estancias. Además, la publicación de la revista Pirineos fue un acicate para muchos investigadores al ser conscientes de que su trabajo se publicaría en una revista que tenía mucho prestigio. Así pudieron desarrollarse los estudios de Llopis Lladó (1947) sobre el valle del Aragón, asignando un código a cada una de las morrenas de la cubeta; de Fontboté (1948), en la Ribera de Biescas, incluyendo la cubeta terminal del glaciar del Gállego, y de Nussbaum (1949), sobre los glaciares de la cuenca del Aragón, con referencia a sus afluentes más importantes. Para entonces se aceptaba de manera general la hipótesis poliglaciarista de Panzer, que distinguía, al menos, dos fases glaciares en la cubeta terminal del valle del Aragón (llamada «cubeta de Villanúa»). Según Panzer (1926), la morrena más externa enlaza con la terraza fluvial de 60 m, mientras que otra gran morrena enlaza con la terraza de 20 m. Esto sería razón suficiente para deducir que allí están representadas, al menos, dos glaciaciones (Figura 1).
Figura 1. Las principales morrenas de la cubeta terminal de Villanúa y la terraza fluvial de 60 m, en el valle del río Aragón. Estas morrenas fueron la base de discusión de las tesis mono y poliglaciaristas desde comienzos del siglo xx. La datación de estos depósitos ha demostrado que reflejan la ocurrencia de tres ciclos glaciares.
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3. Líneas de investigación
Desde el inicio de la década de 1950, el geógrafo francés Pierre Barrère fue un referente para la geografía española, al centrarse durante varios años en el estudio de los glaciares cuaternarios pirenaicos, entre el valle de Ansó y el valle del río Ara, especialmente en los valles del Aragón y del Gállego. Frente a las tesis poliglaciaristas de Panzer, Barrère (1963) llegó a la conclusión de que en las morrenas de la cubeta terminal del valle del Aragón (al menos seis arcos frontales) solo está representada una fase glaciar. Según este autor, representante de la tesis monoglaciarista, la morrena más externa del Aragón no enlaza realmente con la terraza de 60 m, sino que se empotró contra ella al avanzar el glaciar hasta alcanzar su máxima extensión. Para Barrère todas las morrenas de la Cubeta de Villanúa son avances y estabilizaciones de la misma fase glaciar. Barrère, además, se apoyaba en el hecho de que en el vecino valle del Gállego la terraza de 60 m no está relacionada con las morrenas de la cubeta glaciar terminal de ese valle. Barrère hizo, además, otras grandes contribuciones al estudio del glaciarismo pirenaico, siempre con el apoyo del IEP, en la ribera de Biescas (Barrère, 1966) y, en general, en los macizos calcáreos de la alta montaña pirenaica (Barrère, 1952). Además, publicó una excelente cartografía geomorfológica del Alto Aragón Occidental a escala 1:50 000 que fue un referente importante para reactivar los estudios sobre el glaciarismo pirenaico (Barrère, 1977). Para entonces, el IEP, afincado en Jaca bajo la dirección de Enrique Balcells, ya había dejado de tener un papel de coordinación y de apoyo a científicos para pasar a tener actividad propia. Este fue un hecho decisivo, pues permitió la contratación de personal e, incluso, la incorporación de personal científico de plantilla. Carlos Martí Bono había llegado a Jaca para trabajar en el CPBE, otro centro de investigación del CSIC dirigido también por Enrique Balcells. Se le encomendó el estudio del Cuaternario reciente y de la formación de suelos, si bien se centró muy pronto en el glaciarismo pirenaico. Suyos son algunos trabajos de referencia del inicio de la década de 1970. Para entonces, ya se había incorporado al Instituto como colaborador científico, dado que Enrique Balcells pretendía que ese Instituto centrase las actividades relacionadas con la geología y la geografía. El estudio de los sedimentos morrénicos de valle del Aragón permitió demostrar que, incluso si la morrena más externa no enlazaba con la terraza de 60 m, sin embargo, esta última estaba relacionada con el avance de un glaciar, al ser depósito claramente fluvioglaciar. También desarrolló estudios en el valle de Hecho y en el del Gállego, además de descubrir una serie de depósitos que han sido la clave para la interpretación del glaciarismo en el Pirineo, como demostró en su tesis doctoral (Martí Bono, 1996). Durante la década de 1980, se reforzó el estudio de los glaciares cuaternarios pirenaicos con las aportaciones de geógrafos desde la Universidad Autónoma de Madrid,
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especialmente, Eduardo Martínez de Pisón, Enrique Serrano y Pedro Nicolás. También, desde la Universidad de Barcelona, hubo importantes aportaciones sobre los glaciares cuaternarios de los ríos Noguera Ribagorzana y Ésera (Joan Manuel Vilaplana y Jaume Bordonau). Por otro lado, la creación del IPE (formado por la fusión en 1984 del IEP y del CPBE) reforzó la creación de nuevas plazas y representó la llegada de José M.ª García Ruiz en 1987. Aunque este último tuvo como línea principal el estudio de la erosión del suelo y la hidrología ambiental, formó equipo con Carlos Martí para intensificar los trabajos sobre glaciarismo. Fruto de esa colaboración fue el primer trabajo que trató de fijar la extensión de los glaciares cuaternarios en el PNOMP (Martí Bono y García Ruiz, 1993), que sería origen de un libro posterior sobre el relieve del parque nacional, incluyendo una cartografía geomorfológica a escala 1:25 000 y abundantes referencias al glaciarismo (García Ruiz y Martí Bono, 2001). Paralelamente, se habían publicado dos mapas geomorfológicos de las hojas del mapa topográfico nacional (MTN) de Sallent (García Ruiz, 1990) y Benasque (García Ruiz et al., 1992) con abundante representación de formas y depósitos glaciares. Además, Martí Bono y García Ruiz (1994) editaron un libro sobre el estado de los estudios sobre glaciarismo en el Pirineo. El estudio morfométrico de los circos glaciares en el Alto Aragón occidental permitió comprobar la gran influencia de la litología (seguida de la exposición y la altitud) para explicar la forma y las dimensiones de los circos (García Ruiz et al., 2000). Es el momento en que se inicia la publicación de los principales resultados en las mejores revistas internacionales. El inicio del siglo xxi representó un gran cambio en la perspectiva con que se abordaron los estudios sobre los glaciares cuaternarios pirenaicos. Un precedente importante fue la tesis doctoral de Juan Montserrat (1992), quien estudió el depósito glaciolacustre del ibón de Tramacastilla, en el alto valle del Gállego. Entre otros descubrimientos paleoambientales mediante el análisis polínico de los sedimentos, Montserrat dató la base de la sedimentación en casi 30 000 años lo que sugería que el glaciar había desaparecido mucho antes del Último Máximo Global (entre hace 21 000 y 18 000 años). Esto indicaba que había una notable asincronía entre el momento de máxima extensión de los glaciares pirenaicos y el ice-sheet de Escandinavia y otras montañas europeas. A partir de ahí, todos los esfuerzos se han centrado en datar depósitos morrénicos o superficies pulidas que contribuyeran a situar en un contexto temporal las distintas fases glaciares. Por otro lado, la configuración en el Instituto de un grupo de investigación centrado en el estudio de paleoambientes mediante diferentes proxis permitió incorporar la información obtenida en sedimentos lacustres. Así, el estudio de la turbera del Portalet confirmó que en la cabecera del río Gállego la deglaciación había ocurrido
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al menos hace 30 000 años (González Sampériz et al., 2006). La utilización de diferentes técnicas de datación ha representado un gran salto en el conocimiento de las etapas del glaciarismo. Además de la datación mediante carbono-14 (incluido AMS), la opticoluminiscencia estimulada (OSL, por sus siglas en inglés) amplió la perspectiva de las glaciaciones en la cubeta de Villanúa, valle del Aragón, de tal manera que pudieron identificarse hasta tres ciclos glaciares, datados en 263 ka1, 171 ka y 68 ka (García Ruiz et al., 2013). Estudios similares se han llevado a cabo en el gran depósito glaciolacustre de Linás de Broto, donde la morrena que cierra el antiguo lago se dató en unos cincuenta mil años (Sancho et al., 2018, Figura 2).
Figura 2. El estudio del depósito glaciolacustre de Linás de Broto, en el valle de Sorrosal, afluente del río Ara, ha permitido analizar los procesos de relleno en un lago de obturación lateral, formado entre cincuenta mil y cuarenta mil años antes del presente. El lago estuvo represado por una morrena lateral del glaciar del Ara, que se dató en algo más de cincuenta mil años y que ha confirmado la asincronía existente entre el momento en que los glaciares pirenaicos alcanzan su máxima extensión y el momento en que se registra el Último Máximo Global.
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ka: kilo años, es decir, milenios.
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Y deslizamientos registrados en la cabecera del valle del Gállego también han podido datarse mediante OSL, confirmando la temprana deglaciación de este sector del Pirineo (Guerrero et al., enviado). Posteriormente, se obtuvieron dataciones de superficies de exposición mediante 10Be y 36Cl, en estudios centrados en la cuenca superior del Gállego (particularmente en los valles de los ríos Aguas Limpias y Caldarés). Estos trabajos han permitido seguir el proceso de deglaciación después del Último Máximo Global e identificar las diferentes etapas y su posición en el contexto pirenaico, con una marcada y rápida fusión tras el máximo, una expansión glaciar durante el Dryas Antiguo (Figura 3), formación de glaciares rocosos al final de este período, fusión durante el Bolling/Allerod y corto pero intenso período frío durante el Dryas Reciente, lo que permitió la formación de pequeños glaciares de circo (Palacios et al., 2015; 2017). En el macizo de Monte Perdido, se pudo datar una morrena correspondiente al llamado ‘neoglaciar’ y una gran avalancha rocosa (García Ruiz et al., 2014).
Figura 3. El registro de diferentes etapas de reavance y estancamiento de los glaciares en el Pirineo después del Último Máximo Global ha sido constatado por distintas dataciones y por el contexto morfotopográfico de muy diferentes depósitos morrénicos. En la foto, morrenas atribuibles al Dryas Antiguo entre el circo de Bernera y el valle de los Sarrios, en el alto valle de Aragüés.
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Una línea reciente de investigación en el IPE es el estudio de la evolución más reciente de los glaciares desde el final de la Pequeña Edad del Hielo hasta la actualidad, y la monitorización a escala anual de algunos de los glaciares del Pirineo. Así, López Moreno (2000) presentó la evolución reciente de los glaciares del alto Gállego, estimando mediante métodos indirectos la evolución de la línea de equilibrio glaciar (ELA, por sus siglas en inglés) e infiriendo un incremento térmico para este sector de 0,8 °C desde mediados del siglo xx. En un trabajo posterior, López Moreno et al., (2006) pudieron cuantificar mediante métodos estadísticos el papel de distintos factores topográficos (altitud, pendiente, radiación solar, exposición a frentes húmedos, etc.) para explicar la ubicación y la evolución de los glaciares en el macizo de la Maladeta. Así, se pudo confirmar que la exposición a la radiación solar es un factor progresivamente más importante para explicar la presencia de los restos glaciares actuales. Más recientemente, métodos de teledetección están siendo utilizados para hacer un seguimiento de alta resolución de los glaciares. Así, se han empleado imágenes de satélite para obtener un inventario en 2016 de la superficie glaciada en el Pirineo, que suma 242,1 ha en diecinueve glaciares (Rico et al., 2017); y se están utilizando técnicas de láser terrestre (TLS, por sus siglas en inglés) para medir los cambios anuales en la elevación de la superficie de hielo y la acumulación de nieve en el glaciar de Monte Perdido (López Moreno et al., 2016). Se ha iniciado también el estudio de la estructura interna del glaciar de Monte Perdido mediante sondeos de hielo, con el fin de obtener fechas de formación de las capas de hielo más profundas (Figuras 4 y 5).
Figuras 4 y 5. (Izquierda) sondeo en el glaciar de Monte Perdido con el fin de obtener una muestra de hielo para estudiar su evolución. (Derecha) parte de la muestra de hielo obtenida durante el sondeo en el glaciar de Monte perdido. Las características del hielo a lo largo de todo el sondeo deberán servir para datar distintos eventos de acumulación y fusión de hielo en el glaciar y, quizás, para fechar el momento en que se formó.
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En los últimos años, se ha comenzado a trabajar sobre la evolución glaciar y la importancia hidrológica de los glaciares en los Andes de Colombia y de Perú (López Moreno et al., 2014; 2017). Esta región constituye un área de gran interés tanto por las importantes tasas de calentamiento observadas en las últimas décadas (Vicente Serrano et al., 2018) como por la importancia que allí poseen los glaciares para la disponibilidad de recursos hídricos, así como para explicar la ocurrencia de riesgos naturales que afectan de forma muy directa a la población local (Figura 6).
Figura 6. Laguna Llaca y frente del glaciar del mismo nombre, en rápido retroceso (Cordillera Blanca, parque nacional Huascarán, Perú). Se observa la gran cascada de seracs cerca de su zona terminal. Este glaciar, como la mayoría de la Diagonal Árida sudamericana, muestra un fuerte retroceso en las últimas décadas, amenazando al régimen y al volumen de los recursos hídricos, imprescindibles para la población humana en las tierras medias y bajas.
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3. Líneas de investigación
Personal del Instituto ha participado, además, en la elaboración de síntesis para toda la península ibérica sobre el Dryas Antiguo (Palacios et al., 2016), el Dryas Reciente (García Ruiz et al., 2016) y la Pequeña Edad del Hielo (Oliva et al., 2018). Una síntesis sobre las formas del relieve y su evolución en el Alto Aragón occidental, incluyendo una visión global del glaciarismo pirenaico, puede también encontrarse García Ruiz et al., (2011). En definitiva, los trabajos sobre glaciarismo efectuados desde el IPE han sido fundamentales para i) explicar la máxima extensión alcanzada por los glaciares; ii) detectar la ocurrencia de una asincronía entre el Último Máximo Global y el momento en que se dio la mayor extensión de los glaciares pirenaicos; iii) identificar la extensión ocupada por los glaciares pirenaicos en distintas fases de la deglaciación; y iv) analizar en detalle la evolución reciente de algunos de los glaciares pirenaicos más significativos.
Bibliografía Barrère, P., 1952. «Evolution mécanique et nivation sur les versants calcaires de la haute montagne pyrénéenne». Pirineos, 24: 201-213. — 1963. «La période glaciaire dans l’Ouest des Pyrénées centrales francoespagnoles». Bulletin de la Société Géologique de France, 7 (5): 516-526. — 1966. «La morphologie quaternaire de la région de Biescas et de Sabiñánigo (Haut Aragon)». Bulletin de l’Association Française pour l’Étude du Quaternaire, 2: 83-93. — 1971. Le relief des Pyrénées centrales franco-espagnoles. Doce mapas a escala 1:50 000, Institut de Géographie de l’Université de Bordeaux. Fontboté, J. M.ª, 1948. «La ribera de Biescas». Pirineos, 7: 39-88. García Ruiz, J. M.ª, 1990. Mapa geomorfológico. Sallent. Geoforma Ediciones, 29 pp. + un mapa a escala 1:50 000, Logroño. — y C. Martí Bono, 2001. Mapa geomorfológico del parque nacional de Ordesa y Monte Perdido. Organismo Autónomo de Parques Nacionales, 105 pp., Madrid. — et al., 1993. Mapa geomorfológico. Benasque. Geoforma Ediciones, 39 pp. + un mapa a escala 1:50 000, Logroño. — et al., 2000. «Morphometry of glacial cirques in the Central Spanish Pyrenees». Geografiska Annaler, 82A (4): 433-442.
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— et al., 2011. El relieve del Alto Aragón Occidental. Cartografía y síntesis geomorfológica. Publicaciones del Consejo de Protección de la Naturaleza de Aragón, 91 pp., Zaragoza. — et al., 2013. «Glacial and fluvial deposits in the Aragón Valley, central-western Pyrenees: Chronology of the Pyrenean Late Pleistocene glaciers». Geografiska Annaler, Series A, Physical Geography, 95: 15-32. — et al., 2014. «Holocene and ‘Little Ice Age’ glacial activity in the Marboré Cirque, Monte Perdido massif, Central Spanish Pyrenees». The Holocene, 24 (11): 1439-1452. — et al., 2016. «Mountain glacier evolution in the Iberian Peninsula during the Younger Dryas». Quaternary Science Reviews, 138: 16-30. González Sampériz, P. et al., 2006. «Climate variability in the Spanish Pyrenees during the last 30,000 yr. revealed by the El Portalet sequence». Quaternary Research, 66: 38-52. Guerrero, J. et al., Enviado. «Landslide-dam paleolakes in the central Pyrenees, Upper Gállego River Valley, NE Spain: Timing and relationship with deglaciation». Landslides. Llopis Lladó, N., 1947. «El relieve del Alto Aragón». Pirineos, 5: 81-166. López Moreno, J. I., 2000. Los glaciares del alto valle del Gállego (Pirineo central) desde la Pequeña Edad del Hielo. Implicaciones en la evolución de la temperatura. Geoforma Ediciones, 77 pp., Logroño. — et al., 2006. «Change of topographic control on the extent of cirque glaciers since the Little Ice Age». Geophysical Reearch Letters, 33: L24505. — et al., 2014. «Recent glacier retreat and climate trends in cordillera Huaytapallana, Peru», Global and Planetary Change, 112: 1-12. — et al., 2016. «Thinning of the Monte Perdido Glacier in the Spanish Pyrenees since 1981». The Cryosphere, 10: 681-694, https://doi.org/10.5194/tc-10-6812016 Martí Bono, C., 1996. El glaciarismo cuaternario en el Alto Aragón occidental. Tesis doctoral, Facultad de Geología, Universidad de Barcelona, 254 pp. — y J. M.ª García Ruiz, 1993. «La extensión del glaciarismo cuaternario en el parque nacional de Ordesa y Monte Perdido». Geographicalia, 30: 271-282. — y J. M.ª García Ruiz (eds.), 1994. El glaciarismo surpirenaico: nuevas aportaciones. Geoforma Ediciones, 142 pp., Logroño.
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3. Líneas de investigación
Montserrat, J., 1992. Evolución glaciar y postglaciar del clima y la vegetación en la vertiente sur del Pirineo. Estudio palinológico. Instituto Pirenaico de Ecología, 147 pp., Zaragoza. Nussbaum, F., 1949. «Sur les traces des glaciers quaternaires dans la région de l’Aragon». Pirineos, 13-14: 497-518. Oliva, M. et al., 2018. «The Little Ice Age in the Iberian mountains». Earth-Science Reviews, 177: 175-208. Palacios, D. et al., 2015. «Late Pleistocene deglaciation in the upper Gállego Valley, central Pyrenees». Quaternary Research, 83: 397-414. — et al., 2016. «Evidence of glacial activity during the Oldest Dryas in the mountains of Spain». In P. D. Hughes, J. C. Woodward (eds.), Quaternary glaciation in the Mediterranean mountains. Geological Society, London, Special Publications 433. — et al., 2017. «Deglaciation in the central Pyrenees during the PleistocemeHolocene transition: Timing and geomorphological significance». Quaternary Science Reviews, 162: 111-127. Panzer, W., 1926. «Talentwicklung ans Eiszeitklima im nordostlichen Spanien». Abhandlungen der Seckenbergischen Naturforschenden Gesellschaft, 33: 1-155, Penck, A., 1883. Die Eiszeit in der Pyrenaen. Mitt. Ver. Erdk. (Traducido al francés como La période glaciaire dans les Pyrénées). Bulletin de la Société d’Histoire Naturelle de Toulouse, 19: 105-200. Rico, I. et al., 2017. «Current glacier area in the Pyrenees: an updated assessment 2016». Pirineos, 172: e029. DOI: http://dx.doi.org/10.3989/ Pirineos.2017.172004 Sancho, C. et al., 2018. «Glaciolacustrine deposits in an ice-dammed tributary valley in the south-central Pyrenees: new evidence for late Pleistocene climate». Sedimentary Geology, 366: 47-66.
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3.2. CAMBIOS GLOBALES DURANTE EL CUATERNARIO EN AMBIENTES CONTINENTALES Blas Valero Garcés, Penélope González Sampériz, Ana Moreno, Graciela Gil Romera, equipo Paleo-IPE IPE-CSIC
3.2.1. Introducción Esta línea de investigación tiene como objetivo principal la reconstrucción de la variabilidad climática y ambiental (paleohidrológica, vegetación, paisajes, incendios, procesos superficiales de erosión y transporte, así como ciclos biogeoquímicos), del Cuaternario (últimos 2,6 millones de años) a diferentes escalas de tiempo y, principalmente, en contextos geográficos de montaña. Una de las prioridades de esta línea investigadora es la caracterización de las fluctuaciones climáticas y ambientales que ocurren de un modo rápido y las consecuencias que tienen en los ecosistemas terrestres, en particular, en la evolución de la vegetación y los procesos geomorfológicos, hidrológicos y algunos ciclos biogeoquímicos. Para ello, se utilizan archivos terrestres —lacustres, aluviales, orgánicos, arqueológicos y depósitos de hielo y espeleotémicos en cuevas (Figura 1)— de los que se extraen indicadores geológicos (sedimentología, mineralogía, geoquímica elemental e isotópica), biológicos (polen, partículas de carbón, diatomeas, ostrácodos y quironómidos) y otros parámetros físicos (susceptibilidad magnética, color, luminosidad, granulometría). En esta línea, se han introducido recientemente técnicas no destructivas de análisis en continuo, como el escáner de fluorescencia de rayos X (XRF). Esta aproximación metodológica es conocida como multindicador y es el único modo de llegar a reconstruir paleoambientes de forma robusta. Por ello, requiere de la interacción de varias líneas de investigación.
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Figura 1. Variedad de potenciales archivos sedimentarios (terrestres y marinos) susceptibles de registrar cambios climáticos y ambientales del pasado. En el IPE se trabaja únicamente con registros continentales (esencialmente, sedimentos lacustres y espeleotemas, así como depósitos glaciales y sondeos de hielo más recientemente).
El intervalo temporal de trabajo abarca varios ciclos glaciales del Pleistoceno, con especial énfasis en el último ciclo glacial, desde el anterior interglaciar (Eemiense, hace unos 130 000 años) hasta la actualidad. Las regiones geográficas de mayor interés son la península ibérica, los trópicos de las Américas (México y Perú), el Altiplano Andino, las regiones templadas de Chile y Argentina, la Isla de Pascua y el sur y el este de África. Algunos de los objetivos del equipo de investigación son: i) calibrar las relaciones entre paleoindicadores sedimentológicos, geoquímicos y biológicos para una mejor comprensión del registro fósil; ii) mejorar el conocimiento de los cambios ambientales rápidos en la península ibérica durante el último ciclo glacial, iii) reconstruir la variabilidad hidrológica y de la cubierta vegetal durante el período interglaciar Eemiense y el interglaciar actual (Holoceno) para comparar la velocidad de los cambios y la respuesta de los ecosistemas, iv) determinar las relaciones entre clima y fuego en áreas mediterráneas considerando específicamente la
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resiliencia vegetal frente a las perturbaciones; v) explorar los posibles mecanismos responsables de la variabilidad climática a diferentes escalas temporales (orbital, milenaria, centenaria, de decenios, anual), vi) caracterizar posibles relaciones entre transiciones ecológicas y cambios culturales durante el Pleistoceno Superior y Holoceno. El equipo explora la dinámica de la variabilidad climática en el pasado y analiza las relaciones existentes entre cambios climáticos y sociedades humanas, así como el impacto que ambos forzamientos han tenido en los ecosistemas durante períodos prehistóricos, protohistóricos e, incluso, históricos (romano, medieval, moderno). Nuestra investigación en áreas que incluyen hábitats y ecosistemas vulnerables permite evaluar el impacto de las actividades humanas (ganadería, agricultura, minería, explotación maderera, turismo, etc.) y sus sinergias con el clima, y proporcionar las bases científicas para políticas de conservación y gestión de espacios naturales protegidos.
3.2.2. El inicio de los estudios del Cuaternario en el IPE La dimensión temporal de los cambios en las montañas estaba ya presente en el decreto de creación de la Estación de Estudios Pirenaicos (10 de octubre de 1942) con su orientación multidisciplinar (geología, geografía, biología, climatología, etnografía, filología, derecho, prehistoria…) para el estudio de la cordillera, su conexión con el territorio y la visión holística de los paisajes y los ecosistemas. Desde el punto de vista de la Arqueología, desde los comienzos se incluyó en la misión del centro las relaciones entre los cambios ambientales y climáticos en las poblaciones de la prehistoria y desde la geografía y la etnografía, el impacto de los cambios en el uso del suelo reciente en el territorio. Dado el origen del paisaje pirenaico, la geomorfología glacial fue pronto una línea de investigación fundamental. En la década de 1970, Carlos Martí Bono inicia los estudios de los depósitos glaciales del Alto Aragón, que se completarán con abundantes trabajos sobre geomorfología glacial de José María García Ruiz, y culminarán con su tesis en 1996 (Martí Bono, 1996), con cartografías de detalle y la demostración de la existencia de restos de varias glaciaciones en los Pirineos de Aragón. A escalas temporales más cortas, los trabajos de José Creus desde la década de 1970 crean una línea en dendrocronología que reconstruye la variabilidad climática durante los últimos siglos. En la década de 1980, se inician los trabajos en
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palinología en secuencias lacustres por Joan Montserrat. En el IPE se desarrolla la primera plataforma flotante de España (Figura 2) y un sondeador de tipo Livingstone con el que se recuperan sondeos en varios lagos pirenaicos. El estudio palinológico de Joan Montserrat, cristalizado en su tesis de 1991, consolida esta línea de trabajo en dinámica de la vegetación durante el Cuaternario, mostrando los cambios en el bosque a distintas altitudes asociados a la variabilidad climática de la deglaciación y el Holoceno y con el gran impacto en el paisaje durante la deforestación medieval (Montserrat, 1992). La muerte de Joan Montserrat en 1992 cercenó esta línea de investigación.
Figura 2. Primera plataforma flotante del IPE.
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3.2.3. El registro del pasado en los lagos En agosto de 1995, Blas Valero Garcés, tras su estancia posdoctoral en el Limnological Research Center (LRC) en la Universidad de Minnesota, vuelve como becario de reincorporación en un proyecto conjunto liderado por José M.ª García Ruiz (IPE-CSIC) y Ana Navas (EEAD-CSIC). Aunque oficialmente en la EEAD, y centrado en su trabajo en erosión de cuencas y aterramiento de embalses, continúa con su línea de investigación en cambios climáticos y ambientales basados en indicadores sedimentológicos y geoquímicos en registros lacustres (Figura 3) y relanza la paleolimnología en el IPE.
Figura 3. Imágenes relacionadas con sondeos lacustres (fotos superior e inferior), plataformas flotantes utilizadas por el grupo en diferentes lagos (izquierda a derecha y de arriba abajo): plataforma con sondeador de gravedad del LRC en el lago Arreo (Vitoria), transporte en helicóptero de la plataforma Uwitec del IPE hasta el ibón de Marboré (Huesca), plataforma Uwitec del IPE en la laguna de El Tejo (Cuenca), plataforma flotante del LRC en el Lago Grande de Estaña (Huesca) y en la laguna de Zoñar (Córdoba), y sistema de almacenamiento de sondeos en cámara fría del IPE.
La vieja plataforma de sondeos del IPE se vuelve a utilizar, se adquieren nuevos sondeadores, se utilizan nuevas técnicas y se expande el área de trabajo más allá de los Pirineos (Valero Garcés et al., 2000). Pronto se incluirán también los estudios de polen de la mano de la tesis de Penélope González Sampériz, consolidando definitivamente en el IPE esta línea de reconstrucción de los ambientes del pasado, aunando la paleoecología y la limnogeología (González Sampériz et al., 2005, 2006).
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Durante esta fase inicial, sin laboratorios propios, sin apenas personal y con escasos medios técnicos, la conexión con el LRC y el LacCore de la Universidad de Minnesota nos permite utilizar sus instalaciones y sondeadores (Figura 3), adaptar sus protocolos de trabajo y expandirnos en otras áreas de la península ibérica y de las Américas (Valero Garcés et al., 2005). La integración de Ana Moreno como investigadora posdoctoral aporta también la visión y metodologías de los registros marinos. Un salto cualitativo se da en el año 2004, cuando se realiza conjuntamente con la Universidad de Minnesota una campaña en la que se recuperan más de 200 m de sondeos en ocho lagos de la península ibérica (Figura 3) que fueron la base de varias tesis posteriores. Además, las incorporaciones sucesivas de Mayte Rico y Belén Oliva, ambas como investigadoras posdoctorales, permitieron ampliar las líneas de trabajo con una perspectiva más geomorfológica y con análisis de las propiedades magnéticas de los sedimentos (ejs.: Oliva Urcia et al., 2018; Rico Herrero et al., 2013). El IPE se convierte en referente en España en los estudios de cambios ambientales y climáticos durante el Cuaternario basados en registros lacustres aplicando una estrategia de análisis multidisciplinar, hasta entonces poco utilizada en los centros de investigación españoles. Se reconstruye la variabilidad hidrológica y de procesos superficiales asociada a los cambios climáticos de la deglaciación y el Holoceno, se identifica la huella de la Anomalía Climática Medieval (siglos xi al xiv) y la Pequeña Edad de Hielo (siglos xiv a finales del xix) y se comprueba el impacto de los cambios climáticos abruptos en el territorio pirenaico y el resto de la península ibérica durante los interglaciares previos, la deglaciación y el Holoceno (González Sampériz et al., 2005, 2003; Valero Garcés et al., 2006, 1998). En 2006, el grupo adquirirá una nueva plataforma y equipo de sondeos Uwitec, única en España y disponible para su uso por parte de toda la comunidad científica (Figura 3). Durante la siguiente década, además de las secuencias ibéricas (González Sampériz et al., 2010; Moreno et al., 2012; Valero Garcés et al., 2014; Valero Garcés y Moreno, 2011), se trabajará desde el Altiplano chileno y argentino (Moreno et al., 2007; Valero Garcés et al., 2003), las zonas mediterráneas de Chile (Carrevedo et al., 2015), y se tomarán sondeos en la Isla de Pascua (Sáez et al., 2009) y las islas Azores. Utilizando estos registros, se han realizado siete tesis doctorales en los últimos diez años (ejemplos de trabajos de algunos doctorandos en Barreiro Lostres et al., 2014; Corella et al., 2016; Frugone Álvarez et al., 2017; Jambrina Enríquez et al., 2014; Martín Puertas et al., 2008; Morellón et al., 2009; Pérez Sanz et al., 2013). La participación en algunos de los primeros proyectos internacionales de sondeos largos —Great Salt Lake y Titicaca (Balch et al., 2005)—,
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ha propiciado la presencia del IPE en dos proyectos recientes del International Continental Scientific Drilling (ICDP) en el lago Junín (Perú) y la cuenca de Chalco (México), donde se han recuperado secuencias de hasta 700 000 y 200 000 años respectivamente. Más recientemente, el grupo trabaja en procesos actuales (hidrológicos, limnológicos, flujos de sedimentos y ciclos biogeoquímicos) para su calibración con los indicadores de cambios en el pasado (Barreiro Lostres et al., 2015; Jambrina Enríquez et al, 2017).
3.2.4. Palinología y dinámica de la vegetación y el fuego El afianzamiento de la investigación en palinología en el IPE (Figura 4) vino, como se ha comentado anteriormente, de la mano de Penélope González Sampériz y la colaboración establecida con Blas Valero Garcés y José M.ª García Ruiz durante su tesis doctoral a finales de los noventa, de manera que, además del trabajo inicial previsto en yacimientos arqueológicos, se empezó a trabajar en depósitos lacustres del sector central del valle del Ebro (como la Salada de Mediana), así como en paleolagos y depósitos de ladera del Pirineo central (Las Devotas, Linás de Broto, Arguisal, Formigal, Tramacastilla, etc.). Entre los registros estudiados, destaca el de la turbera del Portalet, ya que supuso un hito en la investigación paleoambiental porque demostró, por primera vez en una secuencia continental, el impacto que los cambios climáticos abruptos del pasado habían tenido en la vegetación de alta montaña de manera sincrónica e inmediata (González Sampériz et al., 2006). Además, confirmó con un modelo cronológico muy robusto, la existencia de una deglaciación temprana incluso en cotas altas del Pirineo, contribuyendo significativamente, junto a nuevos estudios sobre glaciarismo de carácter geomorfológico e incluyendo numerosas dataciones de diferente metodología (luminiscencia y cosmogénicos, además de las habituales radiocarbónicas), al cierre de décadas de controversia en la literatura científica sobre la diacronía del Último Máximo Glacial en las montañas del sur de Europa. Por otra parte, secuencias singulares, como la de El Cañizar de Villarquemado —el registro más largo y continuo del interior continental del NE de la península ibérica existente hasta el momento, ya que cubre los últimos 130 000 años de historia— han sido y seguirán siendo objeto de numerosos trabajos, incluidas dos tesis doctorales hasta el momento, dada la particularidad e interés de su secuencia palinológica (ej.: Aranbarri et al., 2014).
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Del mismo modo, otras dos tesis doctorales sobre palinología en cotas altas del Pirineo han venido a corroborar el impacto de cambios climáticos rápidos en la vegetación en zonas de ecotono, las variaciones existentes entre áreas de influencia Atlántica y Mediterránea en la expansión, composición y evolución de las masas forestales durante el Pleistoceno final y el Holoceno, así como la intensificación del impacto que las actividades humanas han tenido en altitud a partir de, esencialmente, la época medieval (Leunda et al., 2017; Pérez Sanz et al., 2013). Paralelamente, la colaboración mantenida de manera continuada con el grupo de Primeros Pobladores del valle del Ebro de la Universidad de Zaragoza, dirigido por Pilar Utrilla Miranda, ha permitido, entre otros trabajos, demostrar la influencia que los cambios climáticos y de vegetación ocurridos durante el comienzo del Holoceno han podido tener en sociedades humanas (grupos de cazadoresrecolectores), así como la adaptación y resiliencia de estas dependiendo del área geográfica en la que estuvieran habitualmente (diferencias entre, por ejemplo, el Bajo Aragón y el Prepirineo o el NO del Ebro) (González Sampériz et al., 2009).
Figura 4. Imágenes relacionadas con la investigación en palinología. De izquierda a derecha y de arriba abajo: grano de polen de pino, trampa tipo Tauber utilizada como captador de lluvia polínica, laboratorio de paleoindicadores biológicos del IPE, microscopio con puente de comparación, muestreo en campo, polen de aliso (superior) y ontina (inferior), yacimiento arqueológico (abrigo), inventario florístico, corte estratigráfico con muestreo palinológico, paleoletrinas (acumulaciones biogénicas fósiles) y grano de polen de encina.
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Además, desde el año 2010 se ha ampliado el trabajo tradicional en secuencias palinológicas incluyendo estudios sobre monitorización de lluvia polínica, aún en curso y siendo la base de una nueva tesis doctoral, con el objetivo de mejorar las interpretaciones y llegar a cartografiar diacrónicamente el paisaje vegetal reconstruido a partir del polen (Figura 4). Tanto este nuevo enfoque como la reconstrucción de la dinámica y frecuencia de incendios en escalas temporales largas, ha sido posible gracias a la incorporación a la línea de palinología como investigadora posdoctoral de Graciela Gil Romera, lo que ha supuesto una diversificación del enfoque paleoecológico del grupo, más centrado en la ecología cuantitativa, confiriéndole un mayor impacto en el alcance de las respuestas que las paleociencias pueden alcanzar (Gil Romera et al., 2010). En concreto, el estudio del fuego se lleva a cabo a partir de macro y microrrestos de carbones sedimentados en los registros lacustres (Figura 5). Los paleoincendios se habían analizado en otros lugares de la península ibérica, pero nunca antes se habían cuantificado parámetros sobre su régimen, como la frecuencia o la intensidad. El trabajo sobre la paleoecología del fuego llevado a cabo en el grupo durante los últimos años ha permitido conocer que en algunas zonas del Pirineo central (El Portalet, situado a 1870 m s. n. m.), la intensidad y frecuencia del fuego está en estrecha relación con la biomasa y la estructura del combustible, además de con veranos más cálidos (Gil Romera et al., 2014a). La incorporación de Graciela Gil Romera ha permitido aumentar el alcance geográfico del grupo dado que parte de su investigación se centra en la ecología de las perturbaciones en escalas milenarias en África oriental y meridional. Tanto en Etiopía como en Namibia, el grupo ha sido pionero en el uso de letrinas fósiles de damán como registros paleoambientales (Gil Romera et al., 2011; 2014b). Acumulaciones biogénicas de este estilo, pero originadas por ganado ovicaprino, también han sido estudiadas por el grupo en la sierra de Guara (Huesca). Figura 5. Imágenes relacionadas con el estudio del fuego. De arriba abajo y de izquierda a derecha: incendio de matorral en la sabana del valle del río Omo (Etiopía), macrocarbones aislados de sedimento lacustre (ca. 200 micras) y partícula de microcarbón observada en el microscopio (ca. cien micras).
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3.2.5. Espeleotemas y registros en cuevas La línea de trabajo con espeleotemas como archivos (Figura 6) para reconstruir la variabilidad climática del pasado nace en el IPE a raíz de una estancia posdoctoral de Ana Moreno en Mineápolis, EE. UU., en colaboración con el grupo del profesor Larry Edwards entre 2006 y 2008.
Figura 6. Muestreos en cavidades con espeleotemas y depósitos de hielo. De izquierda a derecha y de arriba abajo: muestreando el goteo en la cueva de Goikoetxe (Vizcaya); depósito de hielo en la cavidad A294 (Cotiella, Huesca); recolectores de goteo en la cueva del Oso (Tella, Huesca); descargando datos de parámetros ambientales en la cueva de Seso (Boltaña, Huesca); preparando la monitorización de la cueva de El Recuenco (Ejulve, Teruel).
A su vuelta en 2008 al IPE con un contrato Ramón y Cajal, Ana Moreno comienza a desarrollar esta línea de investigación, primero, con proyectos de alcance regional que permiten el estudio inicial de cuevas turísticas, como las Grutas de Cristal en Molinos (Teruel), pero también Esjamundo, en Villanúa (Huesca), u Ortigosa de Cameros (La Rioja). El trabajo con espeleotemas como archivos para reconstruir el clima del pasado en el IPE se centra, esencialmente, en el estudio de cambios climáticos rápidos tanto durante el Holoceno (Moreno et al., 2017) como en períodos anteriores, especialmente del último ciclo glaciar (Moreno et al., 2010). El estudio integral de la cueva de Seso (Boltaña, Huesca) y la tesis doctoral de Miguel Bartolomé (2016) supusieron un punto de inflexión en esta línea de investigación, pues representaba el primer trabajo completo de una cavidad —desde el
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estudio de su espeleogénesis (Bartolomé et al., 2015b), la monitorización de parámetros ambientales y la reconstrucción paleoclimática a partir de sus espeleotemas— en el que se combinaban técnicas geomorfológicas, sedimentológicas y geoquímicas. Uno de los logros de esta tesis doctoral es el estudio en profundidad de un período de la última deglaciación: el conocido como Dryas Reciente, que ocurrió hace 12 900 años (Bartolomé et al., 2015a). Este trabajo en el Pirineo se inicia en el marco de un proyecto del Organismo Autónomo de Parques Nacionales (OAPN) en Ordesa, lo que permitirá iniciar el estudio de otras cavidades en la zona y poner en marcha una red de estaciones de recogida de lluvia para análisis isotópico que ayuda a calibrar los datos geoquímicos obtenidos en los espeleotemas (Moreno et al., 2014). Además del trabajo en el Pirineo, se sigue trabajando en el sistema Ibérico, con el estudio destacado de la cueva de Ejulve, donde se ha llevado a cabo un seguimiento instrumental durante tres años y se han reconstruido los cambios climáticos rápidos tanto del Holoceno como de la Terminación III (hace 270 000 años. Pérez Mejías et al., 2017). Esta línea de investigación ha requerido siempre de mucho apoyo analítico en otras universidades o centros de investigación nacionales y extranjeros, dado que en el IPE solo se realiza el muestreo de espeleotemas y, en pocos meses, se empezarán a analizar isotópicamente las aguas de goteos y de lluvia. Por esto, siempre se ha contado con muchas colaboraciones, entre las que destacan el trabajo realizado y los proyectos conjuntos con, principalmente, Isabel Cacho, de la Universidad de Barcelona, y Heather Stoll, de la Universidad de Oviedo, ahora en Zúrich. Actualmente, el último paso que se ha dado en esta temática ha sido iniciar el trabajo en depósitos de hielo que se encuentran en cuevas de altitud en el Pirineo (Sancho et al., 2018). Este interesante tema ha llevado a realizar sistemáticamente muestreos de nieve y hielo estacional en varias cavidades a la vez, en las que se han muestreado los perfiles de los depósitos encontrados, y está su análisis isotópico en marcha. El reto es ahora integrar resultados de diversas cavidades del noreste peninsular, tanto de espeleotemas como de depósitos de hielo, para poder indagar en períodos de nuestro pasado, como la Pequeña Edad del Hielo o la Anomalía Climática Medieval.
3.2.6. Los retos del futuro cambio global: una perspectiva desde el pasado Desde los primeros estudios pioneros en los ibones de los Pirineos y en las saladas de la depresión del Ebro hasta su participación en grandes proyectos internacionales en las Américas, África y Europa, el grupo ha consolidado una línea de trabajo
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pluridisciplinar para el estudio de la variabilidad climática y ambiental durante el Cuaternario, las teleconexiones entre continentes y hemisferios y los impactos en el desarrollo de nuestra especie y nuestras comunidades. La organización por el grupo en mayo de 2017 del V Open Science Meeting y el III Young Scientist Meeting de la organización Past Global Changes (PAGES), que agrupa a más de cinco mil científicos de todo el mundo que estudian el cambio climático y global durante el Cuaternario, supuso el reconocimiento de la presencia internacional de la investigación del grupo. La perspectiva temporal que aporta esta línea de investigación es fundamental para entender los cambios recientes asociados al calentamiento global y a la «gran aceleración» durante el Antropoceno (Dubois et al., 2017). El futuro de la línea está en poder reconstruir de manera más precisa —y cuantitativa— la dinámica de los paisajes y procesos superficiales geomorfológicos y biogeoquímicos en toda su amplitud espacial y temporal (González Sampériz et al., 2017). Para afrontar los retos del cambio global, el grupo quiere profundizar en una estrategia que incluya la monitorización de los sistemas geoecológicos, el aumento de la resolución temporal de los registros y una mejor comprensión de cómo los indicadores seleccionados reflejan los cambios en los ambientes. Esta visión desde el pasado nos parece esencial para poder actuar ante un cambio climático y un impacto antropogénico que están determinando el futuro de nuestro territorio y nuestra sociedad.
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3.3. LOS ESTUDIOS CLIMATOLÓGICOS EN EL IPE Sergio M. Vicente Serrano IPE-CSIC
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primeros estudios de climatología desarrollados en el IPE debieron esperar unas décadas desde su constitución. En 1966, Juan Puigdefábregas publica en Pirineos un avance para un estudio climatológico del Alto Aragón a partir de la utilización de los registros de 36 estaciones meteorológicas. En él se muestra un registro medio de precipitaciones y temperaturas, la frecuencia de heladas y un estudio de la relación entre la elevación y los valores medios de temperaturas y precipitaciones (Puigdefábregas, 1966). os
En las décadas de 1970 y 1980, también se desarrollan algunos estudios de climatología, la mayor parte de ellos, de carácter local y regional, centrados, fundamentalmente, en la descripción del clima del Pirineo y enfocados a conocer en qué medida el relieve tiene un papel en la explicación de la variabilidad climática pirenaica (Puigdefábregas, 1980) y en la conexión con los procesos ecológicos en la región (Montserrat, 1971; Puigdefábregas, 1982). Se estudian las inversiones térmicas en la depresión interior altoaragonesa y los flujos de viento asociados (Puigdefábregas, 1970). También se asiste a la publicación de trabajos descriptivos sobre las precipitaciones del Pirineo (Creus, 1987), la duración de los períodos secos (Puigdefábregas et al., 1983) o las características climáticas regionales de territorios pirenaicos (Creus, 1978). Se trata de estudios con una vertiente espacial, donde aparecen cartografías sobre la distribución de varios parámetros de las precipitaciones en la región, y se desarrollan estadísticas simples para caracterizar las diferencias espaciales dentro del clima. También se busca la conexión entre la variabilidad altitudinal del clima y las actividades humanas (Creus y Balcells, 1986). El estudio de climatología
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regional más completo realizado durante esos años fue la tesis doctoral de José Creus, defendida en 1977 y publicada en 1983 (Creus, 1983), con el título de El clima del Alto Aragón occidental, y donde se hizo un amplio estudio descriptivo de las condiciones climáticas medias de la región, la conexión de la variabilidad climática con las condiciones atmosféricas a escala sinóptica, además de la propuesta de una clasificación climática de la región. En la década de 1980, aparecen los primeros estudios relacionados con la reconstrucción climática en períodos preinstrumentales mediante la utilización de dendrocronologías obtenidas a partir de series de anillos de los árboles. Creus y Puigdefábregas (1976) publican el primer trabajo sobre dendroclimatología realizado en España mediante la utilización de anillos de once árboles de Pinus uncinata, y llegan a la reconstrucción de condiciones favorables y desfavorables para el crecimiento de los árboles en los últimos doscientos cincuenta años (Figura 1). Esta línea de investigación presentó un cierto recorrido en el IPE durante las décadas de 1980, 1990 y 2000.
Figura 1. Evolución del crecimiento del Pinus uncinata en el Pirineo central.
Durante la década de 1990 e inicios de la de 2000 hubo una línea continuada de trabajos en climatología, desarrollada por José Creus, y centrada, sobre todo, en los estudios de reconstrucción climática, basada en dendrocronologías, pero también otros estudios de climatología regional y de descripción de las condiciones climáticas del territorio, como el estudio de la irregularidad pluviométrica y la aridez en el valle del Ebro fruto del relieve circundante (Creus y Ferraz, 2000), las sequías climáticas (Creus, 2001) o estudios de carácter más dinámico, como el estudio de la tendencia de la precipitación en Zaragoza desde 1865 y
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1984 mediante el uso de series instrumentales (Pérez Grijalbo y Creus, 1994). También hay que mencionar la publicación de trabajos de carácter teórico sobre dendrología y dendroclimatología (Creus, 1980, 2000). Los análisis realizados a partir de diferentes fuentes dendrocronológicas, obtenidas de árboles viejos en varios bosques de España, buscaron ir más allá de la obtención de períodos generales más o menos favorables para el crecimiento arbóreo, y se trató de dar valores cuantitativos en la reconstrucción anual de precipitaciones y temperaturas de un período de más de cinco siglos. Por ejemplo, Creus et al., (1996) analizaron la evolución de la temperatura y la precipitación en el sector central de la depresión del Ebro mediante la utilización de un observatorio en Pallaruelo de Monegros. Se publicaron otros estudios dendrocronológicos en el sector central del valle del Ebro (Creus y Saz Sánchez, 1998), pero también se publicaron reconstrucciones en otras regiones españolas, como el Pirineo oriental (Creus y Saz Sánchez, 2001), La Rioja (Saz Sánchez y Creus, 2001), Cantabria (Saz Sánchez y Creus, 2004) o, incluso, a escala nacional (Fernández Cancio et al., 2000). Todos estos estudios vieron la luz en actas de congresos, capítulos de libro nacionales y revistas regionales o nacionales, por lo que la repercusión científica de carácter internacional resultó baja, a pesar de que en los años en los que se publicaron estos trabajos ya se comenzaban a desarrollar los primeros trabajos realizados en el IPE que serían publicados en revistas científicas internacionales, incluidas en el Journal Citation Report (’informe de citas en revistas’, JCR, por sus siglas en inglés). Los primeros artículos publicados en revistas científicas internacionales que versaban sobre temas de climatología aparecieron a principios de la década de 2000. Se centraban en el análisis de precipitaciones extremas y su motivación era tratar de comprender los fenómenos que eran los principales generadores de episodios morfogenéticos e hidrológicos extremos, como el que ocurrió en 1996 con el desastre del camping de Biescas. Aunque ya se habían realizado intentos en la década de 1970 para el establecimiento de la probabilidad de ocurrencia de eventos de precipitación extrema en el Pirineo mediante el uso de series diarias y el ajuste de los máximos anuales a una distribución de Gumbel (Creus y Puigdefágregas, 1978; Figura 2), el primer trabajo internacional sobre la temática lo publicaron García Ruiz et al., (2000), que analizaron los eventos históricos de precipitación extrema registrados en un período de veinticuatro horas a lo largo de diferentes estaciones meteorológicas del Pirineo para concluir con el carácter espacialmente aleatorio y de difícil predicción de dichos eventos, sobre todo, en el caso de los eventos de mayor intensidad (> 200 mm/día).
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Figura 2. Intensidad máxima de las precipitaciones en función de la estación del año.
Este interés por los eventos de precipitación extrema continuó desarrollándose con la mejora de las metodologías de predicción. Se llevaron a cabo estudios para mejorar la estimación de dichos eventos extremos desde una perspectiva estocástica y de la incertidumbre existente en las estimaciones (Beguería, 2005), la extensión de metodologías probabilísticas al estudio de las rachas de días sin precipitación (Vicente Serrano y Beguería, 2003) y también el desarrollo de métodos para la cartografía de la probabilidad de ocurrencia de precipitaciones extremas (Beguería y Vicente Serrano, 2006). Dicha línea de investigación continuó con la aplicación de estas metodologías en el desarrollo de cartografías de riesgo de precipitaciones extremas, que cubren todo el Pirineo español y el valle del Ebro (Beguería et al., 2009; Figura 3), y, más allá de la estimación de intensidades de precipitación máxima, también aportan información sobre la duración y magnitud máxima de los eventos de lluvia.
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3. Líneas de investigación
Figura 3. Mapas de cuartiles que corresponde a un período de retorno de treinta años en el caso de la intensidad máxima, duración de los eventos y magnitud total.
Desde principios de la década de 2000, la climatología se convierte en una de las principales líneas de investigación del IPE, con una muy amplia producción científica de carácter internacional, que cubre temas muy variados y escalas espaciales que van desde las locales a estudios de carácter global. En primer lugar, hay que destacar los estudios sobre variabilidad temporal y tendencias recientes del clima. Los primeros trabajos en esta línea se incluyen dentro de estudios que afectaban a campos científicos más amplios, pero enfocados, principalmente, al Pirineo, con la finalidad de entender cómo la variabilidad temporal de precipitaciones y temperaturas afectaba a la evolución de los caudales (Beguería et al., 2003; López Moreno et al., 2011a), la gestión de los embalses pirenaicos (López Moreno et al., 2002; 2004), o cómo las sequías climáticas se traducen en un comportamiento hidrológico complejo en función del sistema hidrológico analizado (Vicente Serrano y López Moreno, 2005). Se trataba, pues, de una línea de investigación independiente de los anteriores estudios y que surgía con fuerza, ya centrada en una difusión exclusivamente internacional. Los estudios sobre clima en el Pirineo desarrollados en el IPE comenzaron, pues, a ser conocidos y citados internacionalmente.
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A partir de mediados de la década de 2000, los estudios de climatología se consolidan, fruto de la incorporación de personal especializado en climatología, que desarrolla una línea propia desde una amplia perspectiva, tanto en temáticas o escalas, como en regiones geográficas analizadas. Desde entonces, la línea de trabajo ha presentado una gran continuidad, con la incorporación de diferente personal de plantilla, así como predoctoral en formación y posdoctoral, y con numerosas colaboraciones de primer nivel nacional e internacional. Las temáticas abordadas desde entonces han sido muy diversas. Hay que mencionar, en primer lugar, los estudios sobre la variabilidad climática y las tendencias en el Pirineo, que incluyen tanto precipitaciones (Vicente Serrano et al., 2007) como proyecciones futuras mediante toda una línea de validación de modelos de cambio climático en la región, que destacan la gran incertidumbre inherente a la proyección de precipitaciones mediante escenarios futuros en una región tan compleja como el Pirineo (López Moreno et al., 2008, 2011b; López Moreno y Beniston, 2009; Figura 4).
Figura 4. Cambios predichos en la frecuencia de eventos de precipitación por encima de 50 mm.
En el grupo de Hidrología Ambiental del IPE, una de las líneas de investigación climática que más ha estado representada ha sido el estudio de los cambios en diferentes elementos del clima a partir del desarrollo de bases de datos
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instrumentales homogéneas, para lo que se han desarrollado metodologías (p. ej., Vicente Serrano et al., 2010). Se han llevado a cabo estudios sobre las tendencias de lluvias en Aragón (Cuadrat et al., 2007), sequías desde 1950 en el centro del valle del Ebro (Vicente Serrano y Cuadrat, 2007), precipitaciones diarias a partir de diferentes índices (López Moreno et al., 2010), además de una completa valoración sobre la variabilidad espaciotemporal y las tendencias térmicas en el valle del Ebro (El Kenawy et al., 2013a y b). Igualmente, el IPE ha sido pionero en el estudio de las tendencias de variables meteorológicas poco estudiadas anteriormente, cubriendo el conjunto de la España peninsular, incluyendo la humedad relativa (Vicente Serrano et al., 2014a; Figura 5), la velocidad del viento (Azorín Molina et al., 2014) y la demanda de agua por parte de la atmósfera (Vicente Serrano et al., 2014b), además de estudios pioneros sobre las tendencias recientes en el clima de las islas Canarias que consideraban la precipitación, la velocidad del viento o las diferentes variables que controlan los componentes aerodinámico y radiativo de la demanda de agua por parte de la atmósfera (Vicente Serrano et al., 2016; Sánchez Benítez et al., 2017).
Figura 5. Tendencias en la humedad relativa y específica en España (1961-2012).
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Otra de las líneas de investigación clave en los últimos años ha sido el estudio de la dinámica atmosférica y los mecanismos físicos que explican la variabilidad climática a diferentes escalas. Este aspecto se ha estudiado en distintas regiones y escalas espaciales. Vicente Serrano y López Moreno (2006) mostraron en un gradiente espacial, desde el Pirineo hasta el Mediterráneo, la enorme complejidad en cuanto a la variabilidad temporal de las condiciones de sequía invernales, que queda determinada por la influencia de diferentes mecanismos de circulación, que van de la escala sinóptica a los patrones generales de circulación de la región del Atlántico Norte. En este tipo de estudios, la oscilación del Atlántico Norte (NAO, por sus siglas en inglés), el principal modo de variabilidad atmosférica en el hemisferio norte, ha tenido un papel principal. En el año 2010 se publicó un libro, fruto de una conferencia internacional organizada por el IPE, sobre los impactos de la oscilación del Atlántico Norte en la región mediterránea (Vicente Serrano y Trigo, 2010), con aportaciones internacionales sobre esta temática en diferentes sectores económicos y sistemas naturales. En el IPE se ha estudiado la conexión de la NAO con la variabilidad de los recursos hídricos en España, y se ha comprobado cómo sus efectos se propagan desde las precipitaciones a los caudales de los ríos y reservas en embalses (López Moreno et al., 2007; Morán Tejeda et al., 2011; Lorenzo Lacruz et al., 2011). Junto a ello, se comprobó que la NAO es determinante para explicar las sequías que afectan a diferentes escalas temporales al continente europeo (López Moreno y Vicente Serrano, 2008), el impacto en las condiciones climáticas generales (López Moreno et al., 2011c) y la ocurrencia de eventos de precipitación extrema (Vicente Serrano et al., 2009; 2011). Además, el efecto de la NAO se ha reconocido considerando escalas seculares, ya que, por ejemplo, se han podido identificar sus efectos sobre la ocurrencia de sequías en el valle del Ebro desde el siglo xvi (Vicente Serrano y Cuadrat, 2007b). Una aportación novedosa al estudio de la NAO fue demostrar que el carácter no estable en los efectos de la NAO sobre las precipitaciones a escala europea se debe, fundamentalmente, al carácter no estacionario de la posición de los centros de acción asociados a la NAO: la baja de Islandia y el anticiclón de las Azores, aspecto identificado mediante series instrumentales, reconstrucciones paleoclimáticas durante el siglo xix y modelos de circulación general (Vicente Serrano y López Moreno, 2008a; Figura 6).
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3. Líneas de investigación
Figura 6. Cambios interdecadales en la configuración de la NAO (izquierda) e impacto de la NAO sobre las precipitaciones (derecha). 1920 (30,8 %)
1960 (27,3 %)
1930 (27,1 %)
1970 (28,0 %)
1940 (26,7 %)
1980 (26,5 %)
1950 (28,9 %)
1985 (25,2 %)
Además, los modelos futuros muestran una mayor estabilidad de la NAO sobre las precipitaciones europeas (Vicente Serrano y López Moreno, 2008b). Más recientemente, se ha podido comprobar cómo otros patrones de circulación atmosférica, como el Westerly Index (WI), permiten complementar la influencia de la NAO al explicar la ocurrencia de sequías en el conjunto del continente europeo (Vicente Serrano et al., 2016b). Pero los estudios sobre circulación atmosférica no se han centrado exclusivamente en los principales patrones de circulación de la región euroatlántica, ya que también se han desarrollado estudios globales como el que condujo a identificar la influencia de los eventos de El Niño, oscilación del Pacífico Sur, sobre la ocurrencia de sequías climáticas a diferentes escalas temporales en todo el mundo (Vicente Serrano et al., 2011b). El estudio de las sequías ha sido uno de los temas de trabajo principales dentro del grupo de investigación en la última década. Dichas sequías se han abordado desde puntos de vista muy diferentes. En primer lugar, se han publicado estudios encaminados a conocer el comportamiento espaciotemporal de las sequías en
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España (Vicente Serrano, 2006), pero la principal aportación ha sido el desarrollo de herramientas e indicadores para una mejor cuantificación y seguimiento de las sequías climáticas. En el año 2010, se publicó un índice de sequía: el Standardized Precipitation Evapotranspiration Index (SPEI), que permite identificar diferentes tipos de sequías e incluir el papel de la demanda de agua por parte de la atmósfera (Vicente Serrano et al., 2010b; Figura 7). Se trata de un indicador actualmente muy utilizado internacionalmente y cuya publicación constituyó un hito en cuanto a impacto científico de los estudios del IPE, pues se ha citado en más de mil publicaciones científicas, siendo el trabajo publicado en el área de ciencias de la tierra en España más citado de la historia. Sobre este indicador, se han desarrollado bases de datos (Vicente Serrano et al., 2010c) y aplicaciones para determinar posibles tendencias en la gravedad de las sequías asociadas a los procesos de calentamiento global (Vicente Serrano et al., 2014c).
Figura 7. Valores de SPEI durante la grave sequía que afectó a Rusia en el verano de 2010.
En los últimos años, se ha afianzado una línea de investigación sobre aspectos climáticos en Sudamérica, fruto del desarrollo de bases de datos en diferentes países del continente. Todos los trabajos desarrollados en esta línea se han publicado en revistas internacionales. Se ha estudiado la variabilidad temporal de las sequías en Bolivia (Vicente Serrano et al., 2015); se han desarrollado cartografías de alta resolución espacial de precipitación, evapotranspiración de referencia y balance
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3. Líneas de investigación
hídrico en Bolivia (Vicente Serrano et al., 2016b); se han estudiado los cambios térmicos en el Altiplano de Bolivia y Perú (López Moreno et al., 2016), las tendencias pluviométricas y térmicas y su conexión con el fenómeno de El Niño en Ecuador (Morán Tejeda et al., 2016), el efecto del relieve andino a la hora de determinar el complejo impacto de la oscilación del Pacífico Sur en la ocurrencia de sequías en Ecuador (Vicente Serrano et al., 2017), la evolución de temperaturas y el papel del relieve en Perú (Vicente Serrano et al., 2018a) o las tendencias recientes en la demanda de agua por parte de la atmósfera en Uruguay, utilizando tanques de evaporación y modelos de base física (Vicente Serrano et al., 2018b). Para finalizar, hay que señalar algunas de las líneas de investigación nuevas abiertas y que difieren de las anteriormente descritas. Entre ellas, se incluye la instalación de estaciones meteorológicas en varias zonas de alta montaña de España, además de una densa red de sensores termométricos localizados a diferentes cotas para determinar gradientes térmicos altitudinales con gran detalle. También se trabaja en aspectos relacionados con la aplicación operativa de la información climática, haciendo que la investigación generada permita el desarrollo de servicios climáticos útiles para diferentes aplicaciones. También hay que destacar el desarrollo de bases de datos y sistemas de seguimiento de sequías a diferentes escalas espaciales con una amplia visibilidad internacional.
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3. Líneas de investigación
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3. Líneas de investigación
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— et al., 2014b. «Reference evapotranspiration variability and trends in Spain, 1961-2011». Global and Planetary Change, 121: 26-40. — et al., 2014c. «Evidence of increasing drought severity caused by temperature rise in southern Europe». Environmental Research Letters, 9, 044001. DOI:10.1088/ 17489326/9/4/044001 — et al., 2015. «Spatio-temporal variability of droughts in Bolivia»: 1955-2012. International Journal of Climatology, 35: 3024-3040. — et al., 2016a. «Recent changes and drivers of the atmospheric evaporative demand in the Canary Islands». Hydrology and Earth System Science, 20: 3393-3410. — et al., 2016b. «Average monthly and annual climate maps for Bolivia». Journal of Maps, 12: 295-310. — et al., 2016c. «The Westerly index as complementary indicator of the North Atlantic Oscillation in explaining drought variability across Europe». Climate Dynamics, 47, 845-863. — et al., 2017. «The complex influence of ENSO on droughts in Ecuador». Climate Dynamics, 48: 405-427. — et al., 2018a. «Recent changes in monthly surface air temperature over Peru», 19642014. International Journal of Climatology, 38: 283-306. — et al., 2018b. «A comparison of temporal variability of observed and model-based evaporation over Uruguay (1973-2014)». International Journal of Climatology, 38: 337-350.
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3.4. EL ESTUDIO DE LA NIEVE Y SU IMPORTANCIA AMBIENTAL Y SOCIOECONÓMICA Juan Ignacio López Moreno y José María García Ruiz IPE-CSIC
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presencia de nieve durante períodos prolongados de invierno y primavera es característica de la mayoría de los sistemas montañosos de latitudes medias y altas. Así, un manto de nieve casi continuo cubre el Pirineo por encima de los 1500 m entre los meses de diciembre y abril, siendo su presencia mucho más prolongada a altitudes más elevadas. a
En estos espacios, la nieve controla casi todos los procesos ecológicos, geológicos e hidrológicos. Además, existen riesgos naturales asociados a la nieve, fundamentalmente avalanchas y avenidas fluviales ligadas a lluvia sobre nieve que afectan a las actividades e infraestructuras que se den en zonas de montaña. En las últimas décadas el turismo de invierno, fundamentalmente vinculado a la práctica del esquí, ha cobrado una gran importancia en la economía de muchos valles, estando esta actividad íntimamente vinculada a la variabilidad espacial y temporal del manto de nieve. Por todo ello, desde hace ya varias décadas el IPE ha sido consciente de su importancia e interés (Figura 1), llevando a cabo estudios sobre cómo se comportan los turistas frente a diferentes condiciones climáticas y meteorológicas, una cuestión fundamental para el desarrollo sostenible de muchas áreas de montaña. Sin embargo, el estudio de la nieve resulta complejo, por el propio ambiente en el que se desarrolla, y también complicado de monitorizar, haciendo que la información sobre la distribución del manto de nieve y su espesor sea muy limitada, lo que ha dificultado al Instituto la implementación de una línea de investigación centrada en este elemento.
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Figura 1. La nieve es un elemento clave para explicar el funcionamiento ecológico de la alta montaña pirenaica, pues condiciona muchos aspectos geomorfológicos e hidrológicos, además de determinar la variabilidad interanual del período vegetativo y numerosos aspectos fenológicos de detalle debido a su distribución espacial.
Puigdefábregas (1969) ya indicaba la necesidad de profundizar en el estudio de la nieve, en su diseño de un estudio climatológico para el Alto Aragón; pero no es hasta los años ochenta cuando se realizan estudios que hacen referencia explícita al manto de nieve. García Ruiz et al., (1980) demostraron que las cuencas que disponen de una mayor superficie innivada experimentan una menor frecuencia de avenidas. El estudio de Creus (1983) sobre el clima estableció los tipos de tiempo que determinaban la frecuencia de años más o menos nivosos en distintos sectores del Pirineo. García Ruiz et al., (1985) publicaron el libro titulado Los recursos hídricos superficiales del Alto Aragón, en el que, por primera vez, se realizó una estimación del volumen medio de nieve acumulado en cada una de las cuencas por encima de la isoterma de los 0 °C. Posteriormente, García Ruiz et al., (1986) cuantificaron el papel hidrológico de la nieve en las cuencas aforadas del Alto Aragón, determinando las diferencias en cuanto a fechas de comienzo y final del período de fusión nival, así como su impacto en la forma de los hidrogramas anuales.
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También en 1986, el Instituto instaló la Estación Experimental de Izas (ver otro capítulo de este libro), lo que supuso un indudable revulsivo para el estudio de la dinámica del manto de nieve y su influencia hidrológica en el piso subalpino pirenaico. La instalación de sensores meteorológicos a 2000 m s. n. m., así como la medición de los caudales y su carga de sedimento en una pequeña cuenca de drenaje (33 ha), y el levantamiento de un pequeño edificio para pernoctar, permitieron la realización de estudios mucho más detallados (Figura 2).
Figura 2. Instrumentos para la medición de variables meteorológicas en la cuenca de Izas, donde se viene haciendo un seguimiento de la innivación y sus consecuencias hidromorfológicas desde 1986. La presencia de nieve en esta cuenca se prolonga desde mediados de noviembre hasta el mes de junio, y su seguimiento permite comprobar las fluctuaciones diarias del manto nival y la gran influencia de la topografía en la acumulación de nieve.
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Gracias a esta infraestructura, entre finales de la década de 1980 y principios de la de 1990 se realizaron dos tesis doctorales que supusieron un avance muy importante en el conocimiento del balance de energía y de los procesos que gobiernan la distribución del manto de nieve en la cuenca de Izas. La primera de ellas, titulada Estudio y parametrización del intercambio de energía entre la atmósfera y el manto de nieve durante el período de fusión: cuenca experimental de Izas, Pirineos centrales» (Díez Moñux, 1991), supuso el inicio de la monitorización a alta resolución temporal de numerosas variables meteorológicas que permitieron discernir el peso que tenían distintas componentes del balance de energía (flujos radiativos y turbulentos) en la fusión del manto de nieve, identificando la radiación neta como el mayor aporte de energía para la fusión (un 69 %). En diciembre de 2000, Stephen P. Anderton defendió su tesis doctoral titulada An analysis of spatial variability in snow processes in a high mountain catchment. En el marco de su trabajo, se aplicaron métodos estadísticos, entonces muy novedosos, para conocer la distribución del manto de nieve a escala de detalle y cómo esta afecta a los procesos de fusión (Anderton et al., 2002), y discernir qué variables topográficas influyen más en dicha distribución (Anderton et al., 2004). Desde comienzos de la década de 1990, también se analizó la estacionalidad en el transporte de sedimentos en la cuenca de Izas, pudiéndose identificar el período de fusión nival como uno de los más importantes, junto al otoño, en la movilización de sedimentos (Alvera y García Ruiz, 2000), lo que fue una línea de trabajo que se revisitó años después (Lana Renault et al., 2011), y se confirmó la importancia del período de fusión de nieve en la generación de escorrentía y transporte de sedimento. Así, durante los dos o dos meses y medio de fusión, tan solo se registra un 10-13 % de la precipitación anual, pero se genera un 50 % del caudal, un 60 % del sedimento en suspensión y entre un 40-50 % del sedimento en solución anual. En cambio, se demostró que el transporte de carga de fondo carece de importancia durante la fusión nival (Martínez Castroviejo et al., 1991). Durante los primeros años del siglo xx, la publicación del libro Los recursos hídricos superficiales del Pirineo aragonés y su evolución reciente (García Ruiz et al., 2001) y la tesis doctoral de Ignacio López Moreno (2006), titulada Cambio ambiental y gestión de los embalses en el Pirineo español, representaron un impulso importante al estudio del efecto hidrológico de la nieve, su impacto en la gestión de los embalses y los cambios temporales del clima y el manto de nieve en las décadas anteriores. Sirviendo como base ambos trabajos, se derivaron estudios más concretos que se publicaron en revistas internacionales y que permitieron cuantificar el peso de la nieve en los caudales del Pirineo central respecto a la precipitación líquida (López Moreno y García Ruiz, 2004; Sanmiguel et al., 2017), detectar un
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descenso de la acumulación de nieve en el Pirineo durante el período 1950-2000 (López Moreno, 2005), y que dicho descenso se debía al incremento térmico y a la variabilidad decadal de patrones de circulación atmosférica (López Moreno y Vicente Serrano, 2006; Buisán et al., 2015). Al mismo tiempo, se aplicaron diversas técnicas estadísticas para la generación de las primeras cartografías de nieve en el Pirineo central (López Moreno y Nogués Bravo, 2005 y 2006). Todos estos estudios evidenciaron el interés de crear una línea de investigación centrada en la nieve, que se estructuró en las siguientes áreas temáticas: i) variabilidad espacial de la nieve a distintas escalas temporales; ii) el efecto de las masas forestales sobre la evolución del manto de nieve; iii) la importancia de la nieve en la hidrología y la gestión de los recursos hídricos; y iv) la respuesta del manto de nieve a la variabilidad y el cambio climático. La puesta en marcha de estas sublíneas de trabajo han requerido, además de utilizar información disponible de nieve procedente de otras instituciones públicas (AEMET, Ministerio de Medio Ambiente, Confederación Hidrográfica del Ebro, etc.), realizar numerosas campañas de muestreo manuales en distintas zonas de estudio (Figuras 3 y 4) y testar diferentes instrumentos y estrategias de muestreo para optimizar el esfuerzo en la recogida de datos en el campo y ser capaces de capturar información de la variabilidad del manto de nieve desde la escala regional a la micro variabilidad (p. ej., López Moreno et al., 2010, 2011 y 2013). Desde 2011, se utiliza un lidar terrestre, o láser escáner terrestre, para obtener información del manto de nieve a escalas pequeñas y medias (entre un metro cuadrado y un kilómetro cuadrado) a altísima resolución espacial (tamaño de celdas entre uno y 25 cm, Revuelto et al., 2014), siendo uno de los primeros grupos internacionales en utilizar esta tecnología y analizar la distribución del manto de nieve con un detalle que pocos años atrás era difícil de imaginar (Revuelto et al., 2015; López Moreno, 2017). También resultó novedoso en el ámbito nacional la combinación de modelos de cambio climático con modelos de balance de energía del manto de nieve. Dicha combinación ha permitido saber cuál puede ser la respuesta del manto de nieve en el Pirineo a distintos escenarios de cambio climático tanto a escala local como de cordillera (López Moreno et al., 2008 y 2009, respectivamente), habiéndose trabajado desde entonces para saber cómo el cambio climático puede afectar de forma distinta en distancias muy pequeñas debido a gradientes altitudinales y contrastes topográficos (López Moreno et al., 2013b) y hasta qué punto la respuesta del manto de nieve al calentamiento térmico es comparable a la de otras montañas del ámbito mediterráneo (López Moreno et al., 2017).
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Figura 3. Apertura de una trinchera en el manto de nieve en un punto próximo al Balneario de Panticosa. La foto permite observar el gran espesor de la nieve y la presencia de niveles diferentes, lo que permite analizar la estructura de la nieve y su evolución a lo largo del invierno.
Figura 4. A lo largo del invierno se realizan varios transectos con el fin de observar la variabilidad espacial del espesor del manto de nieve y su relación con la topografía y con los vientos dominantes.
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3. Líneas de investigación
Una última línea de trabajo reciente en relación con la nieve, y de importantes implicaciones económicas para la región, es analizar cómo la variabilidad del clima y del manto de nieve puede afectar a la práctica del esquí (Gilaberte et al., 2017) y a la producción de nieve artificial (López Moreno et al., 2018) en el Pirineo.
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3. Líneas de investigación
— et al., 2013b. «Response of snow processes to climate change: spatial variability in a small basin in the Spanish Pyrenees». Hydrological Processes, 27 (18): 2637-2650. — et al., 2017a. «Different sensitivities of snowpack to warming in Mediterranean climate mountain areas». Environmental Research Letters, 12: 074006. — et al., 2017b. «Using very long-range terrestrial laser scanner to analyze the temporal consistency of the snowpack distribution in a high mountain environment». Journal of Mountain Science, 14 (5): 823-842. — et al., 2018. «Air and wet bulb temperature lapse rates and their impact on snowmaking in a Pyrenean ski resort». Theoretical and Applied Climatology. — et al.,2011. «Variability of snow depth at the plot scale: implications for mean depth estimation and sampling strategies». The Cryosphere, 5: 617-629. Martínez Castroviejo, R. et al., 1991. «Coarse sediment transport in an experimental high mountain catchment of Central Pyrenees». Zeitschrift für Geomorphologie Suppl. Bd, 83: 105-114. Puigdefábregas, J., 1969. «Avance para un estudio climatológico del Alto Aragón». Pirineos, 79-80: 115-140. Revuelto, J. et al., 2014. «Mapping the annual evolution of snow depth in a small catchment in the Pyrenees using the long-range terrestrial laser scanning». Journal of Maps, 10(3): 379-393. DOI:10.1080/17445647.2013.869268 Sanmiguel, A. et al., 2017. «Uncertain effect of snow on mountain river regimes: an example from the Pyrenees». Frontiers of Earth Sciences 11(3): 515-530.
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3.5. LOS PROCESOS HIDROMORFOLÓGICOS PARA INTERPRETAR LA DINÁMICA DEL PAISAJE José María García Ruiz y Estela Nadal Romero IPE-CSIC
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estudios sobre procesos geomorfológicos e hidrológicos actuales y subactuales se iniciaron a finales de la década de 1970 en los centros de investigación científica ubicados en Jaca cuando aún no se habían fusionado para dar lugar al IPE. Los trabajos de campo y las publicaciones derivadas a cargo de Juan Puigdefábregas y José María García Ruiz se basaron inicialmente en el estudio de la erosión en áreas afectadas por repoblaciones forestales. Interesaba en aquel momento explicar la variabilidad en el crecimiento de las repoblaciones en función de la heterogeneidad del territorio, así como analizar las consecuencias erosivas de cada una de las técnicas de repoblación empleadas (García Ruiz et al., 1990; García Ruiz y Ortigosa, 1992), estudio que se perfeccionó con una tesis doctoral sobre las repoblaciones forestales en La Rioja (Ortigosa Izquierdo, 1991). A continuación, se inició un estudio más general sobre los procesos geomorfológicos dominantes en el sector del flysch eoceno surpirenaico, entre el valle de Ansó y el del Gállego, incluyendo un análisis estadístico que permitió analizar la organización espacial de los diferentes procesos (García Ruiz y Puigdefábregas, 1982). La cartografía incluida en ese trabajo sirvió de base para desarrollar entonces y más adelante estudios sobre los tipos de deslizamientos dominantes en el sector del flysch (Figura 1) y sobre sus principales características (Puigdefábregas y García Ruiz, 1984; Lorente et al., 2002, 2003; Bathurst et al., 2007; García Ruiz et al., 2010a, 2017a). Además, Puigdefábregas inició estudios sobre la dinámica de vertientes, el transporte de sedimento y la erosión en la divisoria entre los valles de Aísa y Aragón, zona de Las Blancas (por ej., Alvera y Puigdefábregas, 1985). De esta última experiencia surgió la necesidad de estudiar en detalle los procesos hidromorfológicos de alta montaña, íntimamente relacionados con la acumulación y, sobre todo, os
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con la fusión nival. De ahí la iniciativa de Puigdefábregas de monitorizar una pequeña cuenca de alta montaña en el alto valle del Gállego (cuenca de Izas), donde desde 1986 se han venido controlando los rasgos meteorológicos (incluyendo la precipitación en forma de nieve), el caudal, el transporte de sedimento en suspensión y de los solutos, así como la carga gruesa (por ej., Díez et al., 1988; Martínez Castroviejo et al., 1991; Alvera y García Ruiz, 2000; Lana Renault et al., 2011; Revuelto et al., 2018).
Figura 1. Cabecera de deslizamiento superficial en ladera de Las Blancas, en el valle de Aísa. Estos deslizamientos son una consecuencia de la deforestación del piso subalpino en momentos que pueden remontarse hasta el Neolítico.
Desde entonces, una de las principales líneas de investigación del IPE ha sido el estudio de las consecuencias hidrológicas y geomorfológicas de las actividades humanas. Con el precedente de una tesis doctoral sobre las características del espacio agrario en el Pirineo (Lasanta Martínez, 1989), en 1988 se inició el estudio de procesos geomorfológicos e hidrológicos en campos abandonados, mediante el empleo de pequeñas parcelas experimentales. Se seleccionaron antiguos campos de cultivo que habían sido abandonados en diferentes momentos del siglo xx y se comprobó la importancia de la edad de abandono para explicar tanto la
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colonización vegetal como el estado erosivo de los suelos (Ruiz Flaño et al., 1992; Ruiz Flaño, 1993). Se llegó a la conclusión de que los campos de abandono más antiguos habían experimentado frecuentes incendios para facilitar el pastoreo y que esa recurrencia era la principal causa de la degradación de muchos campos abandonados (aumento de pedregosidad, aparición de incisiones). En 1991, se construyó la Estación Experimental Valle de Aísa, en la divisoria entre los valles de Aísa y Borau. Se monitorizaron nueve parcelas experimentales que simulaban otros tantos usos del suelo con el fin de analizar el efecto de tales usos en la generación de escorrentía y en la producción de sedimento (Figura 2). La estación estuvo activa hasta el año 2011 y dio lugar a numerosas publicaciones que contribuyeron a explicar la evolución reciente de diferentes ambientes de montaña y sus consecuencias hidromorfológicas (por ej., García Ruiz et al., 1995; Lasanta et al., 2006, 2017; Nadal Romero et al., 2013, 2014). Estudios similares, pero con una menor duración experimental, se abordaron en el ambiente semiárido de la depresión del Ebro, donde se concluyó que la escasez de nutrientes en campos de cultivo abandonados fue un factor más importante que las limitaciones en la disponibilidad de agua para explicar las características de la colonización vegetal (Lasanta et al., 2000).
Figura 2. La Estación Experimental Valle de Aísa funcionó durante veinte años y proporcionó información sobre la producción de agua y sedimento en diferentes cubiertas y usos del suelo. En la foto, parcela de matorral que se quemó para comprobar los efectos hidromorfológicos de los incendios en la capacidad de infiltración, la escorrentía y la erosión.
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A partir de 1994, se buscó una mayor complejidad en los estudios hidromorfológicos al cambiar de la escala de parcelas experimentales a la de pequeñas cuencas. Se seleccionaron tres cuencas próximas a Jaca (Arnás, Araguás y San Salvador), cada una de ellas con una cubierta vegetal diferente y una muy distinta historia de los usos del suelo: campos de cultivo abandonados y en fase muy avanzada de recolonización vegetal, cárcavas intensamente erosionadas y bosque denso, respectivamente. En los últimos años, dentro de la cuenca de Araguás se ha monitorizado una subcuenca (repoblación) ocupada por un bosque que fue plantado en la década de 1960 tras el abandono de las actividades agrícolas (Figura 3). Como se indica en otro apartado de este libro, las cuencas están instrumentadas para aportar información sobre precipitación, temperatura, caudal, carga de fondo en el caso de Arnás, sedimento en suspensión, solutos y fluctuaciones de la capa freática. Durante años, se ha medido también la interceptación de la lluvia por parte de la cubierta forestal y del matorral (en San Salvador) y la temperatura y la humedad del regolito a diferentes profundidades y exposiciones (en Araguás). Las cuencas han dado lugar a varias tesis doctorales (Lana Renault, 2011; Nadal Romero, 2011; Serrano Muela, 2012) y algunos artículos de relieve, gracias al refuerzo que supuso la incorporación de David Regüés al Instituto desde noviembre de 2002 (por ej., Lana Renault et al., 2007; Serrano Muela et al., 2008; García Ruiz et al., 2008, 2010b; Nadal Romero y Regüés, 2010; Nadal Romero et al., 2012; Lana Renault et al., 2018). Las principales conclusiones de estos estudios se centran en la importancia de la cubierta vegetal para determinar la cantidad de agua y sedimento que es exportada de cada cuenca, así como el sedimento dominante. Como se indica en el prólogo al libro de Lana Renault (2011), se ha confirmado que en los territorios intensamente intervenidos por el hombre «el funcionamiento hidrológico, la intensidad de la erosión y la organización espacial de los procesos erosivos están relacionados con la forma en que el hombre ha transformado la cubierta vegetal, ha pastoreado y ha ocupado las laderas con campos de cultivo. La recolonización vegetal de los antiguos campos está además introduciendo notables cambios en el funcionamiento hidromorfológico de la montaña media: una mayor interceptación y un mayor consumo de agua tienden a reducir el coeficiente de escorrentía y a limitar la respuesta hidrológica. También eso se nota en la producción de sedimento; además hay una creciente desconexión entre laderas y cauces».
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Figura 3. Las cuencas experimentales del IPE en la montaña media, cuya monitorización ha sido clave para interpretar el funcionamiento hidrológico y geomorfológico de ambientes afectados por distintos grados de actividades humanas.
El estudio de procesos hidrológicos condujo al análisis detallado de eventos extremos, comenzando por la avenida de noviembre de 1982 (Martí Bono y Puigdefábregas, 1983). Especial atención recibió la gran avenida del camping de Biescas en agosto de 1996 (White et al., 1997), para la que se estimó el pico de caudal en diferentes puntos del cauce y el transporte de material sólido tras el derrumbe de casi cuarenta presas de retención de sedimento. La gran crecida de octubre de 2012 fue estudiada globalmente en la cuenca del río Aragón (Serrano Muela et al., 2015) y a escala de pequeñas cuencas (Lana Renault et al., 2014); en este último caso, con el fin de comprobar la respuesta hidrológica de diferentes cubiertas vegetales frente a lluvias excepcionales. En todos los casos, los estudios relacionados con eventos extremos tuvieron por objeto analizar la respuesta frente a la lluvia y los efectos geomorfológicos en laderas y cauces (Figura 4). A una escala temporal más amplia, se estudiaron los efectos de grandes avenidas durante la Edad Media, responsables del enterramiento del monasterio de San Adrián de Sasave (Martí et al., 1997).
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Figura 4. Desde el inicio de la década de 1980, se han estudiado en el IPE las características hidrológicas de las avenidas más importantes que han ocurrido en el Pirineo, así como sus efectos erosivos en el cauce y el transporte de sedimento. Cauce del río Ésera y afección a carretera, junio de 2014.
Del estudio hidromorfológico de cuencas experimentales, fue relativamente sencillo pasar al análisis hidrológico y geomorfológico de grandes cuencas. El IPE ya tenía precedentes con el estudio de los regímenes fluviales del Pirineo central (García Ruiz et al., 1985, 2001; Beguería et al., 2003). Pero el cambio más claro de escala vino con los trabajos de Beguería Portugués (2005) y López Moreno (2006). El primero se enfrentó a la identificación de las fuentes de sedimento en la cuenca del río Aragón utilizando teledetección y SIG y el segundo enfocó su trabajo a la gestión de embalses en el Pirineo, teniendo en cuenta las fluctuaciones y tendencias especialmente negativas de los caudales en las últimas décadas (Figura 5). Valoraciones más globales estudiaron la erosión del suelo y su relación con los tipos de usos y cubiertas vegetales en España (García Ruiz y López Bermúdez, 2009; García Ruiz, 2010), los recursos hídricos en la región mediterránea en relación con el cambio global (García Ruiz et al., 2011), la erosión en la región mediterránea y sus retos inmediatos (García Ruiz et al., 2013), la identificación de los factores que explican la variabilidad de las tasas de erosión en el mundo (García Ruiz et al., 2015) y las cuestiones clásicas y emergentes en el estudio de la erosión del suelo (García Ruiz et al., 2017b).
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3. Líneas de investigación
Figura 5. El embalse de Yesa en septiembre, al final de la estación de riego. Los embalses se han estudiado por su efecto sobre el régimen fluvial y porque detectan muy bien el cambio ambiental relacionado con la anticipación del período de fusión nival y con el descenso gradual de los recursos hídricos.
Por último, el estudio de la generación de escorrentía y sedimento en las laderas condujo de forma natural al estudio de los cauces, cuya actividad y morfología está directamente relacionada con la forma en que el agua circula por las laderas y su capacidad para arrancar y transportar sedimento. Esta es una línea de trabajo que se inició relativamente pronto, debido a la fascinación por los ríos trenzados, muy torrenciales y cambiantes del sector del flysch (Figura 6). Así surgieron trabajos que reflejan los efectos de las presas de retención de sedimento sobre las características y dinámica de los cauces (García Ruiz y Puigdefábregas, 1985; García Ruiz et al., 2010c), los ajustes de la forma y dinámica de los cauces a los cambios de uso del suelo (Beguería et al., 2006), los efectos de la reforestación en la morfometría de cauces y en el tamaño del sedimento (Gómez Villar et al., 2014; Sanjuán et al., 2016) y la dinámica de conos aluviales en relación con las características de las cuencas y con los cambios de cubierta vegetal, tanto en el Pirineo como en el sistema Ibérico (Gómez Villar, 1996; Gómez Villar y García Ruiz, 2000; Gómez Villar et al., 2006).
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Figura 6. El río Aurín, cerca de su desembocadura en el río Gállego. Como todos los ríos trenzados del sector del flysch, muestra varios canales que se entrecruzan y cambian de posición después de cada avenida en una llanura aluvial dominada por el sedimento grueso, que es indicador de la alta torrencialidad del río y de la gran capacidad de producción de sedimento en las laderas.
En resumen, los estudios sobre procesos hidrogeomorfológicos llevados a cabo en el IPE han sido pioneros en España en el reconocimiento de la conectividad entre laderas y cauces y en el papel de la vegetación para explicar la respuesta hidrológica frente a eventos lluviosos de diferente entidad. Los estudios realizados a diferentes escalas espaciales han sido también determinantes para interpretar la declinante evolución de los recursos hídricos como consecuencia de la expansión de la vegetación en las últimas décadas. En este sentido, se trata de una línea de investigación muy dinámica que ha puesto el foco en algunos de los problemas ambientales más importantes para la gestión de los recursos naturales.
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3. Líneas de investigación
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3. Líneas de investigación
— J. Álvarez Martínez y J. M.ª García Ruiz, 2006. «Factors influencing the presence or absence of tributary-junction fans in the Iberian Range, Spain». Geomorphology, 81: 252-264. — et al., 2014. «Sediment organization and adjustment in a torrential reach of the Upper Ijuez River, Central Spanish Pyrenees». Cuadernos de Investigación Geográfica, 40 (1): 191-214. Lana Renault, N., 2011. El efecto de los cambios de cubierta vegetal en la respuesta hidrológica y sedimentológica de áreas de montaña: la cuenca experimental de Arnás, Pirineo central. Publicaciones del Consejo de Protección de la Naturaleza de Aragón, 189 pp., Zaragoza. — B. Alvera y J. M.ª García Ruiz, 2011. «Runoff and sediment transport during the snowmelt period in a Mediterranean high mountain catchment». Arctic, Antarctic, and Alpine Research, 43 (2): 213-222. — et al., 2007. «Temporal variability in the relationships between precipitation, discharge and suspended sediment concentration in a Mediterranean mountain catchment». Nordic Hydrology, 38 (2): 139-150. — et al., 2014. «Comparative analysis of the response of various land covers to an exceptional rainfall event in the Central Spanish Pyrenees, October 2012». Earth Surface Processes and Landforms, 39: 581-592. — et al., 2018. «Catchment based hydrology under post farmland abandonment scenarios». Cuadernos de Investigación Geográfica 44. DOI: /10.18172/cig.3475 Lasanta Martínez, T., 1989. Evolución reciente de la agricultura de montaña: el Pirineo aragonés. Geoforma Ediciones, 220 pp., Logroño. — S. Beguería y J. M.ª García Ruiz, 2006. «Geomorphic and hydrological effects of traditional shifting agriculture in a Mediterranean mountain, Central Spanish Pyrenees». Mountain Research and Development, 26 (2): 146-152. — E. Nadal Romero y M. P. Errea, 2017. «The footprint of marginal agriculture in the Mediterranean mountain landscape: An analysis of the Central Spanish Pyrenees». Science of the Total Environment, 599-600: 1823-1836. — et al., 2000. «Runoff and sediment yield in a semi-arid environment: The effect of land management after farmland abandonment». Catena, 38: 265-278. López Moreno, J. I., 2006. Cambio ambiental y gestión de los embalses en el Pirineo Central español. Publicaciones del Consejo de Protección de la Naturaleza de Aragón, 208 pp., Zaragoza.
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3. Líneas de investigación
Revuelto, J. et al., 2017. «Meteorological and snow distribution data in the Izas Experimental Catchment (Spanish Pyrenees) from 2011 to 2017». Earth System Science Data, 9 (2): 993-1005. Ruiz Flaño, P., 1993. Procesos de erosión en campos abandonados del Pirineo. Geoforma Ediciones, 191 pp., Logroño. — J. M.ª García Ruiz y L. Ortigosa, 1992. «Geomorphological evolution of abandoned fields. A case study in the Central Pyrenees». Catena, 19: 301-308. Sanjuán, Y. et al., 2016. «Linking land cover changes in the subalpine and montane belts to a torrential river». Land Degradation & Development, 27: 179-189. Serrano Muela, M. P., 2012. Influencia de la cubierta vegetal y las propiedades del suelo en la respuesta hidrológica: generación de escorrentía en una cuenca forestal de la montaña media pirenaica. Tesis doctoral, Universidad de Zaragoza, 317 pp. — et al., 2008. «Forests and their hydrological effects in Mediterranean mountains». Mountain Research and Development, 28 (3): 279-285. — et al., 2015. «An exceptional rainfall event in the central western Pyrenees: spatial patterns in discharge and impact». Land Degradation & Development, 26. 249-262. White, S. et al., 1997. «The 1996 Biescas campsite disaster in the Central Spanish Pyrenees, and its temporal and spatial context». Hydrological Processes, 11: 1797-1812.
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3.6. ESTUDIOS SOBRE ECOLOGÍA EDÁFICA EN EL IPE Juan José Jiménez Jaén* IPE-CSIC
3.6.1. La primera etapa (1960-1990): diversidad edáfica y estudios de suelos La investigación sobre suelos es muy amplia, abarcando desde su clasificación hasta su papel como recurso productivo o su consideración como factor ecológico. En este capítulo se sintetiza la investigación sobre ecología edáfica en el IPE. En el suelo habitan millares de especies de organismos de muy diverso tamaño y función. E. Balcells ya hablaba en los años sesenta del siglo pasado de la necesidad y el interés en incorporar una línea de trabajo y un investigador fijo en bioedafología, si bien en ese momento no era posible abordar, a no ser que hubiera un apoyo por parte del Programa Biológico Internacional. El suelo, su caracterización, origen y evolución es un factor fundamental para el estudio de las biocenosis y los procesos asociados (Balcells, 1966). De los estudios preliminares realizados sobre la biodiversidad edáfica merece la pena reseñar los trabajos que se publicaron en las actas del V Congreso Internacional de Estudios Pirenaicos celebrado en Jaca sobre nematodos en las turberas pirenaicas (Gadea, 1966) y sobre colémbolos en el Prepirineo oscense, en la finca experimental El Boalar perteneciente al IPE, en el entorno de San Juan de la Peña
1 * Contratado
Araid en el IPE desde 2008.
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(Selga, 1966). Igualmente, se dieron a conocer las características generales de coleópteros cavernícolas en la vertiente española de la cordillera pirenaica (Español, 1966). Más adelante, conviene mencionar que, en este mismo entorno, los investigadores César Pedrocchi Renault y Bernardo Alvera comenzaron estudios sobre la composición de las comunidades de invertebrados edáficos y a los que la revista Pirineos dedicó los números 124 y 126, a diversos grupos de artrópodos, pseudoescorpiones y opiliones (n.º 124) y araneidos (n.º 126), como resultado de las comunicaciones presentadas al X Congreso Internacional de Aracnología en Jaca y que estaban basadas en las identificaciones que muchos especialistas hicieron de la entomofauna recolectada por César Pedrocchi. Anteriormente, se facilitó a investigadores ingleses la realización de un estudio faunístico-ecológico sobre arácnidos en la zona (Duffey, 1983). También se realizaron estudios sobre procesos ecológicos, como la descomposición de hojarasca (acículas) en el pinar de Pynus sylvestris L. de San Juan de la Peña (Alvera, 1973, 1980, 1981) y de los tocones del mismo árbol (Franch, 1986) debido, principalmente, a la acción de los artrópodos y otros invertebrados, como se mostró en la tesis doctoral bajo la dirección de Enrique Balcells (Franch, 1985). Dentro de este estudio del proceso de descomposición de tocones de P. sylvestris, se encontraron nuevas citas para especies de hormigas (Espadaler y Franch, 1977). La verdadera descomposición es efectuada por bacterias y hongos, principalmente, y, años después, se publicó en la revista Pirineos un estudio sobre la descomposición de la celulosa a lo largo de un gradiente altitudinal de los valles de Aísa y Borau del Pirineo aragonés (Remón y Alvera, 1987). Otros grupos de fauna estudiados fue el de los lepidópteros, y cuyos resultados fueron recogidos en una monografía (Palanca, 1987) que se elaboró en el CPBE entre 1968 y 1976, dentro del proyecto titulado Estudio multidisciplinario de los recursos del Alto Aragón occidental, presentado como contribución española al Programa Internacional del Hombre y la Biosfera (MaB), el programa intergubernamenta1 convocado por la Unesco. Previamente, el mismo autor había publicado resultados en dos volúmenes de la revista Pirineos (Palanca, 1972a, b). En la actualidad, se está procediendo a recuperar los ejemplares mejor conservados de las colecciones de invertebrados, mayoritariamente, insectos (Figura 1).
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Figura 1. Estado de la colección de invertebrados existente desde los años sesenta del siglo pasado, que fueron recogidas en el IEP y en el CPBE hasta su conversión al IPE.
3.6.2. La segunda etapa (1990-2018): estudios de suelos, diversidad edáfica y acumulación de carbono En un trabajo publicado en la revista Pirineos, Broll (1998) alertaba de los pocos datos existentes de organismos del suelo y de los procesos ecológicos edáficos en diferentes zonas de montaña de la Europa meridional en comparación con otras latitudes, si bien algunos intentos ya se habían realizado, como se ha indicado en la sección anterior. Cabe señalar, por ejemplo, el estudio cuantitativo de los artrópodos epigeos, en especial de los ortópteros, su composición faunística en los pastos de montaña del Pirineo (Isern Vallverdú et al., 1987) o el estudio sobre el papel de los invertebrados en la descomposición de boñigas de vacas en el puerto de Aísa (Franch et al., 1990). En esta segunda etapa, otros estudios —en los que participaron investigadores del IPE entre los que se encontraba Juan Pablo Martínez Rica (Martínez Rica et al., 1991) junto con otros investigadores extranjeros (Borghi et al., 1990)— versaron sobre el papel desempeñado en la bioturbación en el suelo por pequeños mamíferos excavadores, principalmente, roedores del género Pitymys, en los Pirineos occidentales—. En él mostraron que la cantidad de tierra removida por los
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roedores subterráneos en las zonas epiforestales que colonizan llegaba a ser de 6 T por hectárea y año y que la tasa de transporte horizontal del sedimento era comparable a la producida por agentes geoclimáticos. Otro animal con un gran efecto bioturbador es el jabalí (Sus scrofa L.), del que se analizaron diferentes aspectos en la biodiversidad y dinámica de procesos edáficos (Bueno y Jiménez, 2014). Si bien hemos visto con anterioridad que el IPE realizó desde sus inicios estudios sobre la bioturbación, recientemente se ha estudiado también el papel de algunos invertebrados, como los oligoquetos, en la estructura del suelo mediante la formación de poros y agregados, algunos de los cuales quedan depositados sobre la superficie del suelo (Figura 2). Estos agregados del suelo, que llamaremos «biogénicos», y que son producidos por diferentes especies de invertebrados, pueden distinguirse en la matriz del suelo mediante el análisis de las señales de NIRS («near infrared spectroscopy», en inglés, o «espectroscopia de reflectancia en el infrarrojo cercano»). Estas señales son específicas, diferentes del suelo circundante; por tanto, se puede identificar la especie que produjo dicha estructura en campo; se detectan, así, áreas de influencia de la actividad de estos organismos en la matriz del suelo.
Figura 2. En algunas áreas de Aragón, desde el valle del Ebro hasta las cimas montañosas, se encuentra una gran abundancia de estructuras biogénicas producidas por las poblaciones de oligoquetos que habitan estos suelos. En la fotografía, estructuras granulares producidas por una especie endémica del género Prosellodrilus, P. psammophilus, en las zonas semiáridas, y P. pyrenaicus, en zonas del Prepirineo (Jiménez, sin publicar).
En la revista Pirineos se publicaron resultados de estudios realizados sobre propiedades y características de los suelos de Huesca por parte de investigadores vinculados al Instituto de Edafología del CSIC (Guitián Ojea et al., 1973). Otros estudios trataron sobre la respuesta del suelo al abandono de los sistemas de producción en zonas de montaña. Pardini et al., (1991), con participación de investigadores del
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IPE-CSIC, mostraron en campos abandonados del valle de Aísa, en el Pirineo central, que la estabilidad de los agregados del suelo presentaba evidencias de un comportamiento aceptable gracias al papel agregante de la materia orgánica. El estado de degradación del suelo encontrado en estas áreas se debía, principalmente, a un uso incorrecto tras el abandono de los cultivos, algo ya revelado por algunos investigadores del IPE, como Teodoro Lasanta y José María García Ruiz en otro trabajo publicado el mismo año (Ruiz Flaño et al., 1991). Aunque, sin duda, fue a partir de la participación de Federico Fillat en el proyecto europeo Ecomont, como parte de la iniciativa de investigación en ecosistemas terrestres (TERI) en la que se demostró que los cambios en los sistemas de uso en ambientes de montaña tienen un gran impacto en propiedades físicas y químicas del suelo que afectaban a los ciclos biogeoquímicos (Cernusca et al., 1996). Como parte de este proyecto europeo, se realizó un análisis detallado de la fertilidad, de las características y del manejo de los suelos en pastos de Fragen —Pirineo central de Huesca— (Badía y Dalmau, 1999). Con los años, se mostraron otros estudios en otras zonas de montaña del Pirineo en los que el primer paso era describir las características principales de los suelos y en los que participó Melchor Maestro (Alcubilla et al., 2009). Más recientemente, nuevos trabajos sobre el abandono de los cultivos han evaluado los efectos del abandono de las tierras de cultivo y de las prácticas de sucesión secundaria y reforestación en las propiedades del suelo en zonas de montaña (Nadal Romero et al., 2016a, b). Estos estudios demostraron que la reforestación no acelera la recuperación de las propiedades del suelo, incluyendo la acumulación de carbono. Por tanto, la pregunta que se pretende responder es ¿qué tipo de gestión forestal y paisajística es la más adecuada después del abandono de las tierras de cultivo para la recuperación del suelo y el control de la erosión? Por extraño que resulte, aún quedan sitios en el Pirineo de los que desconocemos las propiedades del suelo básicas, cuanto menos sus dinámicas. Los cambios de los sistemas de uso de la tierra afectan a tasas de descomposición del suelo y almacenamiento de carbono. En 2008, el IPE inicia estudios en el PNOMP, sobre la dinámica del nitrógeno, la acumulación de carbono y la caracterización de la biota edáfica que habitan estos suelos, como actividades vinculadas al proyecto europeo GLORIA (Global Observation Research Initiative in Alpine Environments), en el que participaba Luis Villar. Se analizaron el pH, la dinámica de nutrientes (principalmente, el nitrógeno en el suelo) y las concentraciones de carbono, nitrógeno y fósforo con relación a la vegetación presente en estas áreas. También se realizaron análisis para cuantificar la edad del carbono fijado en estos suelos mediante datación por radiocarbono. Existe un rango de edad de este carbono fijado que va desde 830 hasta 16 000 años a. C. en las cimas más bajas
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y más altas, respectivamente (Jiménez y Villar 2017). Dada la gran variabilidad observada en estos suelos, es recomendable no extrapolar resultados a otras áreas de montaña debido a la especificidad de los sitios. También el IPE desarrolla, en la actualidad, trabajos de caracterización de la biodiversidad de microorganismos (bacterias y hongos) mediante el uso de biomarcadores a partir del perfil lipídico o técnicas moleculares que permiten discriminar los diferentes grupos de bacterias y hongos, en colaboración con otros centros del CSIC. Estos trabajos versan sobre la respuesta de la comunidad bacteriana en pastos alpinos a la influencia de factores de cambio global, como la deposición atmosférica del nitrógeno y el incremento de la temperatura. En definitiva: en los trabajos sobre ecología edáfica desde el IPE, si bien hubo intentos pioneros desde sus inicios, no ha habido históricamente una continuidad. Es esperable que continúen en los próximos años, en especial, aquellos relacionados con la actividad de los organismos del suelo en el funcionamiento de los ecosistemas. Como ejemplo, baste mencionar que el que suscribe este capítulo dirige la Acción COST ES1406 (Soil fauna: key to soil organic matter dynamics and modelling, KEYSOM), dedicada a revelar el papel que los organismos del suelo tienen en la dinámica de la materia orgánica y que ya ha dado como resultado algunas publicaciones procedentes de la colaboración entre investigadores europeos (Filser et al., 2016; Lavelle et al., 2016).
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3. Líneas de investigación
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3.7. ESTUDIOS SOBRE BOSQUES EN EL IPE EN EL CONTEXTO DE LA EVOLUCIÓN DE LA ECOLOGÍA FORESTAL Jesús Julio Camarero Martínez IPE-CSIC
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n este capítulo se recopila información sobre los trabajos de investigación relacionados de alguna manera con la ecología forestal en los que intervinieron miembros del IPE. Se intenta usar esta visión histórica para mostrar la evolución de las principales líneas de la ecología forestal en España.
3.7.1. La primera etapa (Jaca, 1970-1990): paisajes, ecosistemas y diversidad En los años 2017-2018, el IPE celebra en sus dos sedes actuales (Jaca y Zaragoza) su 75 aniversario desde su creación en el año 1942. El IPE se ha convertido en un centro de referencia en investigación multidisciplinar relacionada con la ecología y el cambio global, especialmente, en ecosistemas de montaña, e integrando disciplinas de las ciencias naturales (botánica, zoología, ecología, geología, climatología, hidrología, edafología, química ambiental) y sociales (geografía, historia). En cuanto a sus principales investigaciones, se pueden destacar múltiples líneas tanto sobre flora y clima actuales como reconstrucciones del clima y los ambientes pasados, así como aspectos aplicados a la conservación y restauración de ecosistemas. Estas investigaciones buscan ser trasferidas a la gestión medioambiental desde la región donde el IPE está arraigado (Aragón) a escalas nacionales e internacionales, casi siempre con un foco en los ecosistemas de montaña. El 26 de enero de 2018, falleció Juan Puigdefábregas, quien había dirigido el IPE entre 1983 y 1988. Sus trabajos realizados en el pinar de San Juan de la Peña (Huesca) resultaron pioneros en temas actuales como la productividad
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forestal o el ciclo de nutrientes con relación a cambios en ciclos biogeoquímicos (Puigdefábregas, 1973, 1981). En dichos estudios, participó también Bernardo Alvera, cuyos trabajos contribuyeron claramente a caracterizar la dinámica de nutrientes, lo que es fundamental para diseñar una explotación sostenible del bosque y así preservar una cantidad suficiente de nutrientes que retornen al suelo (Alvera, 1973, 1981; Puigdefábregas y Alvera, 1977). Los estudios del pinar de San Juan de la Peña también consideraron una visión holística de la biodiversidad, incluyendo estudios sobre la diversidad de aves (Pedrocchi Renault, 1973). Esta vocación para inventariar de manera exhaustiva distintos aspectos de la biodiversidad en relación con el funcionamiento de los ecosistemas de montaña, perfectamente encarnada por la escuela botánica que el profesor Pedro Montserrat fundó en el IPE, se plasmó en distintos estudios de bosques pirenaicos en lo que se recalcaba la importancia de integrar una concepción del paisaje humanizado y utilizado secularmente en la gestión actual y futura del monte (Puigdefábregas y Montserrat, 1975; Monserrat y Villar, 2007). Con relación a los aspectos botánicos y de biodiversidad, se realizaron análisis muy detallados (inventarios forestales y de flora, análisis de suelos y cartografía precisa) de los hayedos prepirenaicos del Alto Aragón, liderados por Luis Villar y Daniel Gómez (Villar et al., 1991). En estos estudios se puso de manifiesto el alto valor de estos hayedos que ejemplifican perfectamente los bosques compuestos por poblaciones de árboles en su límite geográfico y climático de distribución y que se suponen especialmente sensibles al cambio climático. Aragón y España contienen ejemplos únicos en Europa de dichos «bosques límite» para distintas especies, como el pino negro (Pinus uncinata) o el abeto (Abies alba). También desde el IPE, el profesor Montserrat caracterizó las peculiaridades climáticas a escala local de los abetares altoaragoneses (Montserrat, 1986), un aspecto ahora considerado fundamental para entender la variabilidad en la respuesta de los bosques a las condiciones climáticas regionales y globales (ver, p. ej., Camarero et al., 2011). En esta etapa, los trabajos aplicados con relación a distintos métodos de gestión forestal también representaron intentos más o menos acertados de descripción y cuantificación de los cambios de estructura o biodiversidad en respuesta al manejo del bosque. A escala espacial detallada (rodal), se describieron los cambios en la estructura, la regeneración y la diversidad del sotobosque tras aclareos realizados en abetales (Álvarez y Puigdefábregas, 1986). Por otro lado, se cuantificaron los efectos sobre el paisaje —con una visión integradora que hoy podría incluirse en disciplinas como la ecohidrología— de las repoblaciones forestales, una de las
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actuaciones que más han cambiado el medio rural y la hidrología de las montañas españolas durante el siglo xx (Ortigosa et al., 1990). Aún hoy no sabemos cómo esas actuaciones masivas afectarán a las respuestas de los bosques españoles y de sus cuencas al cambio global ni cómo se distribuirán el «agua verde» y el «agua azul» bajo distintos escenarios de cambio climático (aumento de temperaturas y de fenómenos climáticos extremos, mayor aridez) y de usos del suelo (abandono de tierras agrícolas marginales, más megaincendios, agricultura intensiva y basada en monocultivos en las zonas más productivas o de mayor rendimiento económico, etc.). Aprovechando los primeros inventarios forestales detallados, varios miembros del IPE hicieron algunas de las primeras caracterizaciones de bosques maduros del Pirineo central y occidental, como el hayedo de Ordesa (Antor y García, 1994) o el hayedo-abetal de Aztaparreta (Gil et al., 1989). Estos trabajos establecen algunas de las primeras referencias cuantitativas útiles para alcanzar una definición de los bosques maduros, uno de los temas conceptualmente menos precisos de la ecología forestal. En relación con el interés por los árboles viejos y bosques maduros, el IPE constituyó uno de los pilares fundaciones de la dendrocronología en España, junto al Departamento de Ecología de la Universidad de Barcelona, gracias al impulso del profesor Puigdefábregas y a los estudios pioneros de José Creus. En los años setenta y ochenta del siglo pasado, el estudio de los anillos de crecimiento se utilizó para realizar reconstrucciones dendroclimáticas (Creus y Puigdefábregas, 1976, 1982; Ruiz Flaño, 1989). La búsqueda de árboles longevos para reconstruir el clima permitió a Creus (1998) descubrir los pinos vivos más viejos de la península en la sierra de Cazorla, unos ejemplares monumentales de pino laricio (Pinus nigra subsp. salzmannii) que alcanzaban los 1063 años de edad.
3.7.2. La segunda etapa (Zaragoza-Jaca, 1990-actualidad): dinámica y cambio global La fecunda escuela botánica del IPE, liderada por el profesor Montserrat, evolucionó y convergió hacia el desarrollo de una línea de fenomorfología y ecología funcional creada por Gabriel Montserrat Martí en Zaragoza (ver su capítulo en este libro). En dicha línea, se realizaron varias tesis y diversos trabajos de investigación en colaboración con Melchor Maestro, Carmen Pérez Rontomé y J. Julio
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Camarero que aportaron, respectivamente, sus conocimientos sobre el uso de nutrientes por las plantas y el crecimiento secundario y la formación de madera en plantas leñosas. Con relación a la ecología forestal, se pueden destacar aportaciones fundamentales e innovadoras sobre rasgos funcionales, fenología, crecimientos primario y secundario, fructificación, uso de nutrientes (N, P, K) y almacenamiento de carbohidratos en especies claves de los bosques españoles, sobre todo de los géneros Quercus y Pinus (Castro Díez et al., 1997; Villar Salvador et al., 1997; Milla et al., 2005; Montserrat Martí et al., 2009; Palacio et al., 2008, 2012; Alla et al., 2012). Paralelamente, Eustaquio Gil Pelegrín, formado en el IPE durante su doctorado, desarrolló una exitosa línea de Ecofisiología en el CITA de Aragón (ver, p. ej., Gil Pelegrín et al., 2017). La comparación entre la fenología y los distintos crecimientos de las plantas leñosas, primario y secundario, estimuló la colaboración a principios de los años noventa entre los equipos de Montserrat Martí y Emilia Gutiérrez (Universidad de Barcelona). En esa década, comenzó su tesis doctoral el autor de este capítulo en el Departamento de Ecología de dicha universidad y bajo la dirección de Gutiérrez, atraído por las lecturas del profesor Ramón Margalef y partiendo de un interés claro por los bosques y los ecosistemas terrestres. Desde el inicio de su tesis, se facilitó la colaboración con miembros del IPE, lo que permitió desarrollar trabajos pioneros de xilogénesis entre ambos grupos (Camarero et al., 1998). Estos primeros trabajos sirvieron para potenciar el desarrollo de la dendroecología, siendo el IPE un pilar fundamental de ese desarrollo actual en España y Europa. En el año 2007, el que escribe se incorporó al IPE como contratado Araid y, años después (2014), como científico titular. Su incorporación facilitó el desarrollo de la Dendroecología en el IPE y el CSIC. Por ejemplo, se pudo reconstruir el crecimiento y el funcionamiento de los bosques subalpinos de pino negro (Pinus uncinata) ibéricos durante los últimos cinco siglos en relación con distintos componentes del cambio global, como el aumento de temperaturas o de la concentración atmosférica de CO₂ (Galván et al., 2012, 2014; Camarero et al., 2015b; Granda et al., 2017). Se identificaron los papeles jugados por el cambio del uso y el clima en el crecimiento y la regeneración de robles mediterráneos (Kouba et al., 2012). Se establecieron las pautas en la resiliencia del crecimiento en respuesta a la sequía de distintas especies de árboles o tipos de bosques a escalas regionales (Pasho et al., 2011), nacionales (Gazol et al., 2017b) y globales (Gazol et al., 2017a). Se usó el crecimiento radial como una herramienta o señal de alerta temprana para predecir la probabilidad de muerte de un árbol en función de la severidad o intensidad de una sequía (Camarero et al., 2015c; Marqués et al., 2016) o también con relación a distintos estreses bióticos, como muérdago, procesionaria del
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pino u hongos patógenos (Sangüesa Barreda et al., 2015). Algunos de estos temas estimularon la colaboración entre climatólogos (Sergio Vicente Serrano) y ecólogos (Concepción L. Alados y María Begoña García) dentro del IPE. Finalmente, se introdujo la dendrocronología tropical en España gracias a la financiación de un proyecto por la Fundación BBVA que permitió estudiar especies de árboles en bosques secos tropicales de Colombia, Ecuador y Bolivia (Mendivelso et al., 2013). El potencial de esta última línea es claramente exponencial, dada la relevancia de los bosques tropicales para la conservación de la biodiversidad vegetal global. Su interés conservacionista y estratégico es también evidente, dada la alarmante tasa de deforestación y talas ilegales de ciertas especies madereras valiosas que están sufriendo muchos países con bosques tropicales, algunos de ellos pertenecientes a organizaciones iberoamericanas. Quisiera concluir este capítulo con uno de los temas de ecología que más han fascinado a los ecólogos de montaña con relación al bosque. Los ecotonos o zonas de transición entre comunidades distintas siempre han atraído la atención de los ecólogos (Margalef, 1974), especialmente si marcan límites notables entre tipos distintos de vegetación, como bosques y pastos. El límite altitudinal del bosque (Figura 1) es una de estas fronteras ecológicas más conspicuas en las montañas y quizás esto explique que haya sido un tema transversal y recurrente de estudio en el IPE, abarcando escalas espaciotemporales muy amplias desde distintas perspectivas: paleoecológica (Montserrat Martí, 1992), ecofisiológica (Gil Pelegrín, 1993) y ecológica (Camarero 1999; Camarero y Gutiérrez 2004; Camarero et al., 2015a). Quizás estos estudios ejemplifiquen la evolución experimentada por la ecología en las últimas décadas, pues abordan las cuestiones relacionadas con el límite del bosque desde perspectivas paleoecológicas (palinología, antracología) o ecofisiológicas (intercambio de gases, fotoinhibición, protección frente a daños por abrasión, etc.) hasta otras basadas en la descripción de patrones (inventarios) para inferir procesos de dinámica reciente y determinar así cómo pueden afectar a la diversidad de la flora alpina (Pardo et al., 2013; Camarero et al., 2017). En cualquier caso, temas de estudio como la formación o la dinámica del límite superior del bosque ilustran la multidisciplinariedad y la vocación con las que siempre se han enfrentado las cuestiones de ecología forestal desde el IPE, sin olvidar la divulgación y la transferencia del conocimiento a la sociedad (Figura 2). Aspectos locales o regionales que pueden investigarse en montañas como los Pirineos permiten abarcar ámbitos globales que resulten más relevantes para entender los cambios de la biosfera y, particularmente, de los bosques durante el Antropoceno.
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Figura 1. Cambios observados en la estructura y el aspecto del límite superior del bosque de la sierra de las Cutas (Huesca) durante el siglo xx. A la derecha, se muestran los cambios entre 1994 y 2009 de un pino negro (Pinus uncinata) que forma el límite superior del árbol (Camarero, 1999; Camarero y Gutiérrez, 2004).
Figura 2. La investigación forestal debe conducir a la divulgación para que la sociedad reconozca, valore y disfrute bosques y árboles. El cartel a y la imagen acompañante b ilustran la exposición «Arboreo», coordinada por Miguel Ortega y en la que se muestran piezas de madera que ilustran adaptaciones de los árboles frente a distintos tipos de estrés y perturbaciones. En c, aparece una rodaja de un pino laricio viejo procedente de la sierra de Cazorla (Jaén), actualmente expuesta en el IPE. La rodaja tiene un diámetro medio de 95 cm y fue amablemente cedida por Pedro A. Tíscar (Centro de Capacitación y Experimentación Forestal, Cazorla, Jaén). Imágenes a y b, de M. Ortega; y c, de J. J. Camarero. a
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3.8. ESTUDIOS SOBRE ECOLOGÍA FUNCIONAL DE PLANTAS Sara Palacio Blasco y Gabriel Montserrat IPE-CSIC
3.8.1. Antecedentes El grupo de investigación de ecología funcional de plantas del IPE (GEFP) tiene su origen en el equipo de investigación de flora, vegetación y pastos que lideró el profesor Pedro Montserrat Recoder desde finales de la década de 1960 hasta su jubilación en 1985. En los primeros años de la década de 1980, este grupo de investigación trabajaba intensivamente para completar el conocimiento de la flora y la vegetación del Pirineo. Se estaba finalizando la prospección de algunos territorios que todavía restaban casi inexplorados, a la vez que se completaba el Herbario Jaca. El equipo científico estaba compuesto por Pedro Montserrat, Federico Fillat Estaqué, Luis Villar Pérez, José Daniel Gómez García y Gabriel Montserrat Martí, y el equipo técnico, por María Luisa Cajal y Antonio Lanaspa. Una vez alcanzados los principales retos de exploración florística, y tras la finalización de las tesis doctorales de F. Fillat, J. D. Gómez y G. Montserrat, el director del IPE en 1987, Juan Puigdefábregas Tomás, planteó al único doctor del equipo que carecía de posición laboral fija, G. Montserrat, la necesidad de que la siguiente plaza para potenciar el grupo de investigación fuera de ecología vegetal. Consideraba, muy razonablemente, que un instituto de ecología debía abordar dicha línea. Ambos acordaron que los primeros objetivos del grupo de ecología vegetal serían el análisis de algunas ideas del profesor Montserrat importantes para la gestión de la naturaleza de las montañas desde la perspectiva de la ecología vegetal y, además, la colaboración con otros grupos de investigación del IPE. Concretamente, se debería estudiar la función ecológica de las principales especies de plantas
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leñosas y herbáceas en los paisajes humanizados de montaña. En 1988, el nuevo director del IPE, José María García Ruiz, materializó la idea de J. Puigdefábregas obteniendo una plaza de colaborador científico en el área de ecología vegetal, que G. Montserrat ganó a finales del mismo año. García Ruiz y G. Montserrat concretaron entonces los objetivos generales del futuro grupo de investigación. Serían el establecimiento de los fundamentos de una clasificación ecológica de las plantas que fuera útil para traducir a términos ecológicos la ingente información botánica acumulada por el grupo del profesor Montserrat. Se acordó también establecer una colaboración con el grupo de García Ruiz para el estudio de las estrategias ecológicas de las plantas de los terrenos erosionados y, además, que el grupo se ubicara en la nueva sede del IPE en Zaragoza. Como primer paso para lograr los objetivos planteados, G. Montserrat realizó un período de formación en The Unit of Comparative Plant Ecology (Universidad de Sheffield) que dirigía el profesor John P. Grime y que en 1990 era, muy posiblemente, el mejor grupo de investigación del mundo en estrategias ecológicas de las plantas. Durante su estancia en Sheffield inició una fructífera relación científica con John G. Hodgson que se sigue manteniendo en la actualidad. En aquellos años, los ecólogos de ambientes mediterráneos suponían que las estrategias de crecimiento estacional de las plantas tenían gran importancia funcional al estar el período de crecimiento vegetativo limitado por dos importantes períodos de estrés climático: el invierno y el verano. Para profundizar en esta cuestión, G. Montserrat asistió a un curso de formación en Fenomorfología que impartió el creador de la disciplina, el profesor Gideon Orshan, de la Hebrew University de Jerusalem, en verano de 1990. En aquel curso, se estableció una estrecha relación científica entre ambos investigadores que se mantuvo hasta el fallecimiento del profesor Orshan en 2000.
3.8.2. Líneas de investigación Tras el período de formación en disciplinas básicas para lograr los objetivos propuestos, Montserrat organizó un reducido equipo de investigación que inicialmente estaba integrado por Pilar Castro Díez, Eustaquio Gil Pelegrín y él mismo. La financiación necesaria se obtuvo de un proyecto de investigación del Plan Nacional de Investigación y Desarrollo titulado Respuestas fisiológicas, anatómicas y morfológicas de las especies leñosas del encinar en un gradiente atlántico-mediterráneo, que se concedió en noviembre de 1991. El objetivo de este proyecto era explorar cómo debían establecerse los fundamentos de una clasificación ecológica de las especies leñosas.
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3. Líneas de investigación
Ya desde la constitución del GEFP, esta línea se complementaba con otra dedicada al estudio de las estrategias ecológicas de las plantas en relación con los procesos de erosión y sedimentación del suelo. Con el tiempo, a estas dos líneas de investigación iniciales se sumaron dos nuevas líneas: el estudio comparado de la fenomorfología, del crecimiento y la nutrición de dos especies de Quercus mediterráneos con distinto hábito foliar y la comprensión de los mecanismos adaptativos que permiten la vida de las plantas en los suelos de yeso. Seguidamente, se citan las líneas de investigación del grupo siguiendo el orden cronológico de su origen.
3.8.2.1. Estrategias ecológicas de las plantas en relación con los procesos de erosión y sedimentación del suelo En 1991, cuando se fundó el GEFP, G. Montserrat ya participaba en dos proyectos de investigación liderados por José María García Ruiz sobre erosión de los suelos inducida por el abandono de la actividad agrícola y ganadera. Tratábamos de comprender las estrategias ecológicas de las plantas en relación con los procesos geomorfológicos de erosión y sedimentación. Se realizó un inventario muy amplio y detallado de la vegetación de zonas afectadas por diferentes grados de erosión del suelo entre los yesos miocenos de la depresión media del Ebro y el flysch eoceno del Prepirineo. Este material sirvió de base para la realización de la tesis doctoral de Joaquín Guerrero Campo (Guerrero Campo, 1998). Entre los resultados de este trabajo, se pudo demostrar que las especies más resistentes a la erosión son capaces de generar tallos a partir de las raíces, y las más resistentes a la sedimentación son capaces de producir raíces a partir de los tallos (Guerrero Campo et al., 2008). Esta línea de investigación no tuvo continuidad por la imposibilidad de obtener recursos para contratación. Muy a nuestro pesar, tuvimos que cerrarla a final del siglo xx.
3.8.2.2. Clasificación ecológica de las plantas leñosas Se trataba de establecer los fundamentos de la clasificación ecológica de las especies leñosas. El primer objetivo que nos planteamos fue explorar hasta qué punto podían variar los diferentes atributos que se utilizan habitualmente en la caracterización funcional de las especies vegetales cuando están sometidas a una fuerte tensión ambiental. Analizamos esta variación en un grupo de ocho especies leñosas mediterráneas de encinar a lo largo de un intenso gradiente mediterráneo-atlántico (Figura 1). Pudimos demostrar que todos los caracteres analizados
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(xilemáticos, morfología foliar y composición química de las hojas) variaban ampliamente en las poblaciones de cada especie leñosa a lo largo del gradiente climático (Castro Díez, 1996; Castro Díez et al., 1997 y 1998; Villar et al., 1997). Este resultado limitaba notablemente las posibilidades de asignar un valor medio representativo a cada atributo y exigía que se establecieran protocolos muy estrictos de selección de las localidades de muestreo para las bases de datos de caracteres funcionales. También se puso de manifiesto la importancia funcional de la superposición temporal de los esfuerzos de crecimiento en las plantas leñosas estudiadas (Castro y Montserrat, 1998; Montserrat y Pérez Rontomé, 2002).
Figura 1. Inflorescencia de boj (Buxus sempervirens) próxima a iniciar la apertura de las flores masculinas. Encinar de Arascués, 8 de marzo de 2016.
Paralelamente, exploramos la utilidad de algunos caracteres del xilema en los estudios de ecología funcional. Era un tema altamente novedoso en aquel momento. En las clasificaciones funcionales que realizamos mediante técnicas de ordenación multivariante, la adición de nuevos caracteres de gran importancia funcional (como son los ligados a la conductividad hidráulica del xilema) permitía diferenciar con más precisión grupos de plantas que se asociaban mejor a formas de crecimiento que a tipos funcionales (Villar Salvador, 2000).
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3. Líneas de investigación
En la primavera de 1993, en colaboración con John G. Hodgson, iniciamos un ciclo internacional de cursos formativos sobre las estrategias ecológicas de plantas de diversos ambientes. Entre 1993 y 1996 realizamos cuatro cursos que fueron pioneros de este tema en España (Figura 2). A partir de esta colaboración, planificamos un proyecto de investigación de más larga duración. Se trataba de desarrollar un método de clasificación ecológica de las plantas de fácil aplicación. Este ambicioso proyecto todavía continúa y ha producido numerosos resultados (Díaz et al., 2004; Hodgson et al., 2005a; 2005b; 2010; 2011; 2017).
Figura 2. Último curso de estrategias funcionales de plantas impartido por J. Hodgson y G. Montserrat, septiembre de 1996. J. Hodgson, en el interior del triángulo; de izquierda a derecha, se reconocen Jorge Puga, Joaquín Guerrero, Melchor Maestro, Matilde Cabrera, Samuel Pyke y Carmen Pérez.
En 2001, abordamos el estudio funcional de los caméfitos leñosos mediterráneos con el análisis de diversos aspectos importantes de esas especies: organogénesis, fenomorfología, variaciones estacionales de la concentración de macronutrientes y carbohidratos no estructurales, estacionalidad del crecimiento de las raíces, etc. (Palacio, 2006; Palacio y Montserrat, 2005, 2007; Palacio et al., 2006, 2007a). Los resultados facilitaron extraordinariamente el estudio funcional del complejo grupo de los caméfitos leñosos, en el que anteriormente apenas sabíamos distinguir unas pocas formas de crecimiento.
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En 2009, revisamos el objetivo general de establecer los fundamentos de la clasificación ecológica de las especies vegetales y analizamos los principales avances realizados hasta ese momento. Nuestros resultados sugerían que las características asociadas al crecimiento de las plantas debían ser importantes para establecer sus estrategias ecológicas. En realidad, al ser las plantas organismos sésiles que solo pueden acceder a los recursos mediante el crecimiento, no debería extrañar que los caracteres del crecimiento fueran determinantes de las estrategias ecológicas de las plantas. Sin embargo, los tipos funcionales que se utilizan actualmente en ecología vegetal se suelen fundamentar, sobre todo, en el uso de los recursos y no se consideran los patrones de crecimiento primario. La información disponible sobre las características de este crecimiento (organogéneis, crecimiento primario de la copa y la raíz, características de la yema de renuevo, patrones estacionales de estos atributos, etc.) era muy escasa, lo que dificultaba el progreso en esta línea de investigación. Para superar esta limitación, en los últimos años estamos dedicando mucho esfuerzo a estudiar los patrones de organogénesis vegetativa, reproductiva y de superposición de esfuerzos de crecimiento en la copa, así como el efecto de las características morfofuncionales y de las yemas sobre los patrones de crecimiento de un amplio grupo de especies de referencia, que resumen los principales tipos morfofuncionales que reconocemos en las plantas leñosas de Aragón (Figura 3). Según nuestra hipótesis, el avance en el conocimiento de los patrones de crecimiento primario de las especies leñosas permitirá progresar en los fundamentos de su clasificación ecológica.
Figura 3. Rama de Salix atrocinerea que está comenzando a abrir las yemas reproductivas. Paseo del Juncaral, Villanúa (Huesca), 17 de febrero de 2014.
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3. Líneas de investigación
3.8.2.3. Fenomorfología, variación estacional de concentración de nutrientes y carbohidratos y crecimiento primario y secundario en especies leñosas mediterráneas La incorporación de Melchor Maestro Martínez al GEFP en noviembre de 1993 nos permitió integrar los análisis de nutrientes en nuestros estudios fenomorfológicos y de características funcionales. Procedía del Instituto de Economía y Producciones Ganaderas del Ebro, un instituto mixto del CSIC y la Universidad de Zaragoza, dirigido por el profesor Manuel Ocaña García y que el CSIC había cerrado en 1987. Como especialista en bromatología de pastos y con una amplia experiencia en esta materia, su incorporación permitió abordar con más precisión los análisis de los nutrientes minerales de las especies leñosas, así como su variación estacional. Tras su incorporación, se realizaron dos proyectos de investigación sobre la variación estacional de los macronutrientes en las hojas y ramas de once especies de plantas leñosas mediterráneas (Figura 1). A final del siglo xx, el GEFP contaba con mucha información funcional, fenomorfológica y de la variación estacional de nutrientes de esas especies, que permitió la realización de una tesis doctoral sobre la importancia de los nutrientes y su variación estacional en las estrategias fenológicas, desarrollada por Rubén Milla. Estos estudios permitieron profundizar en la dinámica de acumulación y reciclado de los nutrientes en los diferentes órganos de la copa a lo largo del año y pusieron de manifiesto que el contenido de nutrientes de las ramas depende más del crecimiento estacional que de las concentraciones en los órganos individuales (Milla 2005; Milla et al., 2004, 2005a, 2005b). También encontramos que existe una relación directa entre la actividad del crecimiento primario y el contenido de agua a máxima hidratación de los tejidos de los órganos en crecimiento (Palacio et al., 2008). Este resultado ha permitido desarrollar un nuevo método para cuantificar el crecimiento primario de las copas de las plantas que, recientemente, ha sido testado de forma experimental en Quercus pyrenaica (Guada et al., 2018). En 2006, la colaboración con Jesús J. Camarero permitió incorporar los análisis de crecimiento secundario al proyecto (Montserrat et al., 2009; Palacio et al., 2018). Esta colaboración se materializó, en parte, en la tesis doctoral de Arben Alla, en la que se comparaban distintos aspectos del desarrollo de las yemas, el crecimiento y la nutrición de Q. ilex subsp. ballota y Q. faginea. Entre los resultados obtenidos, cabe destacar el hallazgo de que las yemas de las dos especies alcanzan su mayor tasa de crecimiento entre julio y agosto, justo cuando el crecimiento de los demás órganos de la planta está más limitado. El pequeño tamaño de las yemas y su cubierta protectora de escamas favorecen el crecimiento en los momentos más estresantes del
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año por sequedad y calor (Alla, 2012; Alla et al., 2013). El estudio de la estructura, la composición y el desarrollo de las yemas de renuevo de las especies leñosas ha constituido un tema de interés en las líneas del GEFP desde su inicio (Figura 3) y hoy constituye uno de los principales campos de investigación del grupo.
3.8.2.4. Estudio funcional de los mecanismos adaptativos de las plantas a los suelos de yeso Los suelos de yeso están presentes en los cinco continentes, particularmente en las regiones áridas y semiáridas del planeta, donde constituyen un sustrato altamente limitante para la vida vegetal. Paradójicamente, a pesar de su dureza, los suelos de yeso atesoran una gran diversidad, con abundantes especies endémicas y raras. Desde hace más de dos décadas, el GEFP investiga los sistemas de yesos, analizando diversos aspectos de la vegetación y de la adaptación de las plantas a estos sustratos tan restrictivos (Figura 4).
Figura 4. Comunidad de Heliantemum squamatum (en flor) en una colina de yeso cerca de Villamayor (Zaragoza), 9 de junio de 2016.
A principios de los años noventa, analizamos, a escala de paisaje, los atributos funcionales de las comunidades vegetales de los aljezares (Hodgson et al., 1994), así como el efecto de la textura del suelo y los flujos de agua y nutrientes sobre la distribución de la vegetación (Guerrero Campo et al., 1999a; 1999b). Durante la primera década del siglo xxi, nos centramos en explorar la ecología funcional
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de ciertas especies exclusivas (gipsófitos) y no exclusivas (gipsovagos) de los aljezares (Palacio, 2006), etapa que concluyó con el análisis nutricional de un amplio grupo de especies de los yesos en colaboración con el equipo del profesor Adrián Escudero (Universidad Rey Juan Carlos, Madrid). Este estudio reveló la existencia de diversas estrategias ecológicas dentro de los gipsófitos (Palacio et al., 2007b) que abarcaban desde la especialización a la vida en el yeso (gipsófitos de amplia distribución), hasta la tolerancia al estrés sin especialización alguna, como búsqueda de refugio (gipsovagos y gipsófitos de área reducida). En los últimos años, el GEFP se ha centrado en analizar los mecanismos ecológicos y ecofisiológicos que hacen posible la vida de las plantas en el yeso. Gracias al uso de diversas metodologías (desarrolladas en colaboración con varios equipos nacionales e internacionales), hemos empezado a entender los mecanismos que permiten a las plantas de los yesos acumular altas concentraciones de nutrientes, a pesar de crecer en un medio muy pobre, hacer frente a la presencia de concentraciones de calcio y sulfato tóxicas para el funcionamiento celular y mantener una elevada actividad fenológica en momentos de sequía a pesar de disponer, en muchas ocasiones, de raíces someras. Gracias al marcaje con isótopos estables, sabemos que algunos gipsófitos son doblemente eficientes en el uso de los nutrientes, optimizando tanto la absorción como el reciclaje (Palacio et al., 2014c). La colaboración con Jean Robertson y Matt Aitkenhead, del James Hutton Institute (Aberdeen, Reino Unido), hizo posible la aplicación de técnicas espectroscópicas para el análisis de la composición química de las hojas de un amplio elenco de especies de los yesos del N de España y se pudo identificar la capacidad de formar cristales de yeso y oxalato cálcico como un posible rasgo característico de los gipsófitos (Palacio et al., 2014a). Recientemente, algunos de estos cristales se han podido observar y analizar con técnicas de microscopia SEM acoplada a difractometría de rayos X, gracias a la colaboración con Juan Marín (EEAD-CSIC), y se ha constatado la presencia de yeso y oxalato, amén de otros numerosos oligoelementos (Palacio et al., en preparación). Finalmente, la colaboración con el equipo de Juan Pedro Ferrio (Universitat de Lleida), nos permitió discriminar las principales fuentes de agua usadas por especies leñosas de los yesos (Palacio et al., 2017), identificando el agua de cristalización del yeso como una nueva fuente de agua para la vida (Palacio et al., 2014b). Recientemente, hemos dado un paso más allá en la búsqueda de mecanismos para entender la vida vegetal en el yeso incorporando una escala global en nuestras investigaciones, así como el eje temporal de la evolución. Para ello, hemos iniciado la colaboración con expertos en filogenia y evolución de plantas de yeso (Michael Moore, Oberlin College, EE. UU.; Hilda Flores y Helga Ochoterena, UNAM, México) y hemos puesto en marcha una red de expertos en ecología de plantas de
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yeso (Gypnet), recientemente consolidada con la concesión del proyecto europeo H2020 MSCA-RISE Gypworld, en el que investigadores de dieciocho instituciones y once países distintos (España, EE. UU., Turquía, México, Chile, Argentina, Australia, Italia, Portugal, Chipre e Irán) abordarán diversos aspectos relacionados con la vida vegetal en el yeso de manera global. Esperamos que la red llegue a aglutinar a los principales grupos de investigación relacionados con la ecología de los ecosistemas de yeso del mundo. Por otro lado, creemos fundamental profundizar en las implicaciones ecológicas y ecofisiológicas de algunos de los mecanismos identificados en la gipsofilia. En concreto, para comprender el significado de la acumulación de nutrientes de los gipsófitos, hemos iniciado la tesis doctoral de Andreu Cera Rull, recientemente incorporado al GEFP, quien tratará, además, de entender qué papel juegan los microorganismos edáficos en la nutrición de las plantas de los yesos (Figura 5). Por último, nos proponemos analizar los mecanismos que hacen posible la utilización del agua de cristalización del yeso por parte de las plantas. Para avanzar en esta línea, hemos comenzado una colaboración con Juan Manuel García Ruíz y Fermín Otárola, expertos en cristalografía del yeso, del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra (CSIC, Granada), que nos permitirá evaluar el efecto de las raíces de las plantas sobre las distintas fases del mineral de yeso. Estos nuevos estudios nos deben permitir avanzar en este campo apasionante y apenas explorado.
Figura 5. Muestreando en los yesos de Villamayor. 28 de noviembre de 2017. De izquierda a derecha: Ebru Özdeniz, Sara Palacio, Andreu Cera Rull, Gabriel Montserrat Martí y Beste Özbey.
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3. Líneas de investigación
3.8.3. Apoyo técnico En los veintiséis años que han transcurrido desde la fundación del GEFP, han sido muchos los estudiantes y técnicos que han realizado estancias de formación o de trabajo con nosotros. Su aportación ha sido fundamental para el desarrollo de los proyectos de investigación. En el campo del apoyo técnico del personal del CSIC hay que resaltar la labor llevada a cabo por Carmen Pérez Rontomé (1992-2002), Elena Lahoz Sevil (desde 2005 hasta el presente) y María Pérez Serrano (2017 hasta el presente), sin cuyo esfuerzo y dedicación no se hubieran logrado muchos de los resultados obtenidos (Figura 6). Su participación en el grupo no se ha limitado a realizar diligentemente los distintos análisis que se requerían para cada proyecto, sino que han colaborado en trabajos de campo, cursos y en otras muchas tareas del quehacer cotidiano del grupo. Pero lo más importante, es que han logrado generar un ambiente de trabajo tan agradable que cualquier tarea en el laboratorio resulta ser una actividad placentera, más que una tediosa obligación.
Figura 6. Los distintos responsables del trabajo de laboratorio del grupo. Mayo de 2015. De izquierda a derecha: Carmen Pérez Rontomé, Melchor Maestro, Elena Lahoz y Victoria Lafuente.
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3.8.4. Consideraciones finales A lo largo de estos años hemos mantenido una estrecha relación de amistad y de trabajo con los investigadores que han pasado por el GEFP (Figuras 7 y 8) y también con los grupos de investigación derivados del grupo original de investigación sobre flora, vegetación y pastos que dirigía el profesor Montserrat en el IPE de Jaca (Figura 9). Hemos tenido siempre presente el objetivo inicial del grupo de investigación de encontrar herramientas que facilitaran la exploración ecológica de los paisajes vegetales, siguiendo algunas de las ideas más importantes del profesor Montserrat. Se han realizado importantes avances en la comprensión de los procesos que gobiernan el desarrollo, el crecimiento y la actividad de las plantas, pero debemos reconocer que aún nos queda mucho trecho por recorrer. Esperamos que los próximos años nos permitan dar un empuje notable a estas líneas de investigación que son tan importantes para el uso óptimo del territorio.
Figura 7. Integrantes del GEFP en 1995. De izquierda a derecha: Gabriel Montserrat Martí, Melchor Maestro, Carmen Pérez Rontomé, Pedro Villar Salvador y Joaquín Guerrero Campo.
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3. Líneas de investigación
Figura 8. Reunión con motivo de la jubilación de Melchor en septiembre de 2015. De izquierda a derecha: Sara Palacio, Gabriel Montserrat Martí, Joaquín Guerrero Campo, Rubén Milla, Melchor Maestro, Carmen Pérez Rontomé, Pedro Villar Salvador y Pilar Castro Díez.
Figura 9. En el Moncayo, 23 de octubre de 2014. De izquierda a derecha: Gabriel Montserrat, Daniel Gómez, Ismael González Coello, Sara Palacio, Celia Manrique y Benito Gomara.
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3. Líneas de investigación
Hodgson, J. G. et al., 1994. «A comparison of the functional characteristics of plants from sedimenting and eroded areas with particular reference to the gypsum hills of the Ebro Depression». En Geomorfología en España, J. Arnáez, J. M.ª García Ruiz y A. Gómez Villar (eds.). Sociedad Española de Geomorfología, pp. 239-251, Logroño. — et al., 2005a. «How much will it cost to save grassland diversity?». Biological Conservation, 122: 263-273. — et al., 2005b. «A functional method for classifying European grasslands for use in joint ecological and economic studies». Basic and Applied Ecology, 6: 119-131 — et al., 2010. «Stomatal vs. genome size in angiosperms: the stomatic tail wagging the genomic dog?» Annals of Botany, 105: 573-584. — et al., 2011. «Is leaf dry matter content a better predictor of soil fertility than specific leaf area?» Annals of Botany, 108: 1337-1345. — et al., 2017. «Trade-offs between seed and leaf size (seed-phytomer-leaf theory): Functional glue linking regenerative with life history strategies and taxonomy with ecology?» Annals of Botany, 120: 633-652. Milla, R. 2005. Fenología y variaciones estacionales de nutrientes en las ramas de once fanerófitos mediterráneos. Tesis doctoral. Universidad de Zaragoza, 171 pp. — M. Maestro Martínez y G. Montserrat Martí, 2004. «Seasonal branch nutrient dynamics in two Mediterranean woody shrubs with contrasted phenology». Annals of Botany, 93: 671-680. — et al., 2005a. «Relationships between phenology and the remobilization of nitrogen, phosphorous and potassium in branches of eight Mediterranean evergreens». New Phytologist, 168: 167-178. — et al., 2005b. «Does the gradualness of leaf shedding govern nutrient resorption from senescing leaves in Mediterranean woody plants?» Plant and Soil, 278: 303-313. Montserrat Martí, G. y C. Pérez Rontomé, 2002. «Fruit growth dynamics and their effects on the phenological pattern of native Pistacia populations in NE Spain». Flora, 197: 161-174. — et al., 2009. «Summer-drought constrains the phenology and growth of two co-existing Mediterranean oaks with contrasting leaf habit». Trees, 23: 787-799.
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Palacio Blasco, S., 2006. Fenomorfología y variaciones estacionales de nitrógeno y carbohidratos de seis especies de caméfitos leñosos mediterráneos. Una aproximación funcional. Tesis doctoral. Universidad de Barcelona, 203 pp. — y G. Montserrat Martí, 2005. «Bud morphology and shoot growth dynamics in two species of Mediterranean sub-shrubs co-existing in gypsum outcrops». Annals of Botany, 95: 949-958. — y G. Montserrat Martí, 2007. «Above and belowground phenology of six Mediterranean sub-shrubs growing along an altitude gradient in NE Spain». Journal of Arid Environments, 68: 522-533. — P. Millard y G. Montserrat Martí, 2006. «Aboveground biomass allocation patterns within Mediterranean sub-shrubs: a quantitative analysis of seasonal dimorphism». Flora, 201: 612-622. — G. Montserrat Martí y J. P. Ferrio, 2017. «Water use segregation among plants with contrasting root depth and distribution along gypsum hills». Journal of Vegetation Science, 28: 1107-1117. — et al., 2007a. «Seasonal dynamics of non-structural carbohydrates in two species of Mediterranean sub-shrubs with different leaf phenology». Environmental and Experimental Botany, 59: 34-42. — et al., 2007b. «Plants living on gypsum: beyond the specialist model». Annals of Botany, 99: 333-343. — et al., 2008. «Seasonal variability of dry matter content and its relationship to shoot growth and non-structural carbohydrates». New Phytologist, 180: 133-142. — et al., 2014a. «Gypsophile chemistry unveiled: Fourier transform infrared (FTIR) spectroscopy provides new insight into plant adaptations to gypsum soils». Plos One, 9:e107285. — et al., 2014b. «The crystallization water of gypsum rocks is a relevant water source for plants». Nature Communications. 5: 4660. — et al., 2014c. «Differential N cycling in semi-arid sub-shrubs with contrasting leaf habit». Plos One, 9:e93184. — et al., 2018. «Are storage and tree growth related? Seasonal nutrient and carbohydrate dynamics in evergreen and deciduous Mediterranean oaks». Trees (en prensa).
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Villar Salvador, P., 2000. Estrategias ecológicas y funcionales del xilema en plantas leñosas mediterráneas. Tesis doctoral. Universidad de Valencia. 228 pp. — et al., 1997. «Stem xylem features in three Quercus (Fagaceae) species along a climatic gradient in NE Spain». Trees, 12: 90-96.
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3.9. INVESTIGACIÓN Y ESTUDIO DE LOS PASTOS Federico Fillat, Ricardo García González, Daniel Gómez, Concepción L. Alados y Yolanda Pueyo IPE-CSIC
E
l término «pastos», sensu lato, engloba ecosistemas y elementos estructurales de
muy diversa composición. La Sociedad Española de Pastos considera que «pasto» es cualquier recurso vegetal que sirve de alimento al ganado, bien en pastoreo o como forraje. Esa definición engloba diferentes formaciones vegetales según su funcionalidad y condiciones ecológicas: pastos de puerto, prados de siega, pastos húmedos y xerófilos, pastos leñosos y herbáceos, etc. (Ferrer, 2016). Todos, excepto los pastos alpinos o los estrictamente higrófilos, son comunidades «secundarias» trasformadas por el hombre, que muestran, en general, alta diversidad estructural y complejas interacciones ecológicas. Los pastos han constituido la base de la economía tradicional de numerosas sociedades rurales de montaña y han generado un rico patrimonio cultural. En todos los aspectos y comunidades mencionadas, han trabajado los investigadores del IPE. En este capítulo tratamos de exponer un breve bosquejo de esta actividad, dividida, por comodidad, en diversas etapas temporales. Las fechas y períodos son convencionales, ya que, a menudo, existe una estrecha imbricación entre ellos.
3.9.1. Primera etapa: los inicios de la línea de investigación (1954-1966) Existen pocas dudas de que el fundador e inspirador de la línea de pastos en el IPE fue Pedro Montserrat. Tras obtener la plaza de investigador del CSIC en el Instituto de Biología Aplicada de Barcelona en 1953, se traslada al año siguiente
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a Inglaterra, donde, además de los estudios de palinología y florística, contacta con W. Davies, reconocida autoridad en el estudio de los prados. Ese mismo año, José María Albareda (fundador y Secretario General del CSIC) le encarga iniciar la línea ‘ecología del sistema agropecuario’, «dada la necesidad que tenía España de incrementar la producción forrajero-pratense». En 1956, Montserrat publica dos trabajos pioneros y muy influyentes en el estudio de los pastos y prados: Los pastizales aragoneses (Figura 1) y otro sobre la mejora de los prados de la Seu d’Urgell (Montserrat 1956a y 1956b) en los que sienta las bases de la praticultura española y aporta ideas para la ampliación de una cooperativa quesera en la zona. Entre 1955 y 1960, Montserrat trabaja para el Patrimonio Forestal del Estado con parcelas experimentales por toda España en las que ensayó el cultivo de distintas especies pratenses de alto valor forrajero que hasta entonces se importaban de países con ambientes muy diferentes. Por esos años, aportó —por primera vez en el país— su «visión ecológica» en la ordenación de pastos para la comunidad ganadera de AnsóFago (Pirineo occidental), que desarrolló con el ingeniero de montes F. Barrientos. En 1960, funda, junto a Gaspar González y Manuel Ocaña, entre otros, la Sociedad Española para el Estudio de los Pastos (SEEP) que, a través de la revista Pastos y la celebración anual de sus Reuniones Científicas, ha constituido un referente para investigadores e interesados en la materia.
Figura 1. Portada de la monografía sobre los pastos aragoneses de P. Montserrat (1956), trabajo que marcó el inicio de la línea de investigación de praticultura y esquemas de interacciones ecológicas en varias comunidades pascícolas extraídos de varias publicaciones de los años setenta.
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3. Líneas de investigación
En 1963, se crea en Jaca el CPBE, que, con una orientación más ecológica, complementaría las actividades del IEP. En 1966, ambas instituciones se ubican en un mismo edificio bajo la única dirección de Balcells. En 1967, Montserrat se traslada a vivir a Jaca como vicedirector del CPBE y responsable de las líneas de botánica y praticultura.
3.9.2. Segunda etapa: desarrollo de las líneas de pastos y de ganadería extensiva en el CPBE (1966- 1987) Tras fundarse el CPBE, se edita el volumen I de sus publicaciones (1963-1966). Allí se incluyen dos trabajos esenciales: Ecología del pasto, uno de los trabajos seminales de Montserrat, y Finalidad y líneas de investigación del CPBE, de Balcells, en donde se establecen las directrices y las líneas de investigación futura del nuevo centro. Entre ellas, proponía Balcells (1966) el estudio de los ecosistemas montanos y describía la explotación agropecuaria y la praticultura como uno de los puntos en los que debía fijarse el Centro. Ya, entre las líneas de trabajo necesarias, citaba «el intercambio de elementos y desniveles energéticos de las comunidades pratenses en vistas a la nutrición animal y la adaptación de los herbívoros». La fundación del Centro fue presentada por el CSIC como una aportación española al Programa Biológico Internacional de Unesco-MaB, pionero y ambicioso programa que, además de describir y conocer los biomas y principales ecosistemas terrestres, se esforzó en medir su productividad como una aportación de la ecología a las comunidades humanas en desarrollo. Entre 1971 y 1982, se llevaron a cabo tres proyectos de este programa y la coordinación de un cuarto junto con la Universidad de Salamanca (Villar y Vallés, 1995). Dos de ellos estaban relacionados con la ecología de los sistemas pastorales: Estudio integrado de los ecosistemas pirenaicos de grandes herbívoros y Estudio integrado y multidisciplinario de la dehesa salmantina, que ponen de relieve la importancia concedida desde entonces a los agroecosistemas. En 1977, Juan Puigdefábregas promueve la siembra de pratenses en El Boalar de Jaca, finca experimental propiedad del CSIC desde 1951, gestionada por el CPBE (y, posteriormente, por el IPE). En las parcelas de cultivo se controlaron las características productivas de diversas especies y variedades de pratenses en colaboración con la Jefatura Agronómica de Huesca. Durante esta etapa de inicio y desarrollo, tanto de la línea de pastos como del CPBE, tienen lugar profundas transformaciones en el mundo rural, fruto de la industrialización y el éxodo a las ciudades. Varios investigadores, liderados por
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Balcells y Montserrat, describen los sistemas agropecuarios tradicionales en trance de desaparecer, así como las características ecológicas y florísticas de las comunidades pratenses que se abandonan. Balcells, Puigdefábregas y otros colaboradores desarrollan estudios sobre el régimen de explotación ovina trashumante en el Alto Aragón, la ordenación del valle de Roncal, la montaña como reserva y muchos otros relacionados con los modos de vida y recursos bióticos en los valles pirenaicos (véase la relación de publicaciones en Martínez Rica y Villar, 2008). De Montserrat y colaboradores, cabe destacar los trabajos sobre pastos orófitos del Pirineo occidental, la vejez del pasto, la estructura y función de los agrobiosistemas, el césped y su dinamismo y, en especial, la estructura y estabilidad del ecosistema; este último, como conferencia impartida en 1974 en la Universidad de Sevilla. La relación completa de sus publicaciones está reseñada en https:// pedromontserrat.wordpress.com/. Dentro de los estudios sobre la transformación agraria en las áreas de montaña y sus consecuencias sobre el paisaje, cabe destacar los trabajos de José María García Ruiz y Teodoro Lasanta (tesis doctoral en 1988), que tuvieron continuidad con una de las cuatro líneas fundamentales actuales del IPE: la hidrología ambiental e interacciones, clima y actividad humana. En la década de 1970, se inician también las tesis doctorales de Ricardo García González y Federico Fillat, que respondían a la formación de investigadores en las líneas básicas establecidas inicialmente en el organigrama del CPBE (Balcells, 1966): la explotación agropecuaria y la praticultura. Estas tesis, finalizadas en 1980 y 1981, versaban, respectivamente, sobre el crecimiento y desarrollo de los ovinos del valle de Ansó y la ganadería extensiva en tres valles pirenaicos. Ambos temas se consolidaron como líneas de investigación en 1987 con la creación de sendas plazas de investigación de mamíferos ungulados y prados. Los tres primeros contratos de investigación que se obtuvieron en aquella época en el IPE fueron para el estudio de la pradería de San Juan de Plan (Pirineo central; Figura 2), financiado en el marco del Convenio de Colaboración Hispano-Norteamericano entre 1981 y 1984. Se planteaba, por primera vez, el estudio de la unidad paisajística que sustentaba la economía tradicional ganadera de San Juan de Plan, integrando la estructura florística, el funcionamiento ecológico y los sistemas de explotación. El método seguido complementaba la entonces incipiente teledetección con las medidas de campo in situ con los todavía rudimentarios equipamientos (apenas el altímetro, el termómetro y la cámara fotográfica). El estudio se está repitiendo en la actualidad para evaluar los cambios acontecidos a escala de comunidad, paisaje y estructura socioeconómica (Borruel et al., 2017).
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Figura 2. Pradería del término de San Juan de Plan (Pirineo central). El paisaje en mosaico refleja la diversidad generada por una gestión del territorio integrada y sostenible.
En la segunda mitad de la década de 1980, el Área de Recursos Naturales del CSIC experimenta un cambio importante en su política científica, promoviendo y financiando programas de investigación propios. Sobre J. Puigdefábregas (entonces director del IPE), recae la coordinación de uno de los cuatro proyectos del CSIC sobre pastos y ganadería: el Programa Movilizador de Montaña (1985-1987), a su vez formado por varios subproyectos: «Pastos de alta montaña», «Análisis de la estructura agroecológica de los sistemas ganaderos de montaña y previsión de su evolución», y «Tipificación y cartografía de los ambientes supraforestales del Pirineo aragonés» (Villar y Vallés, 1995). Una gran parte de los proyectos se desarrollaron en el puerto de Aísa y en el valle de Tena, donde se realizaron estudios de conducta animal y uso del espacio por los grandes herbívoros en pastoreo (García González et al., 1990). Durante este período, se desarrolló también la técnica microhistológica para la determinación de la dieta de los herbívoros en libertad o en pastoreo extensivo (García González et al., 1986). Se ensayaron, por primera vez en el IPE, las técnicas de cartografía digital para el estudio de la selección de hábitats y comunidades por parte de los grandes herbívoros (García González et al., 1991), que luego se aplicarían a otras unidades pastorales.
3.9.3. Tercera etapa: formación y consolidación de la línea «Interacción pasto-herbívoro» (1987-2008) En 1987, el CSIC decide dar mayor protagonismo a los grupos de investigación, exhortando a centros e institutos a organizarse en torno a dichas unidades
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funcionales. Por orden de la Presidencia, se crean los Environmental Research Groups, que quedaron reflejados en una monografía editada por el propio Consejo (1990). En el IPE se crea, entre otros, el grupo Plant-herbivore Interaction, integrando las líneas de F. Fillat (Grassland ecology) y R. García González (Ungulate ecology), al que, posteriormente, se uniría Daniel Gómez (apoyos en florística y ecología de comunidades pascícolas). En 1988, se organiza en Jaca la 28.ª Reunión Científica de la SEEP, en la que el Instituto demostró su potencialidad para abordar el estudio de los pastos en la cadena pirenaica. La década de 1990 supone para el grupo de investigación la consolidación y expansión de la línea de estudios agropastorales mediante las técnicas ya desarrolladas y la implementación de otras nuevas (p. ej., SIG, índices de valoración ecopastoral). Se realizan varias tesis doctorales (C. Chocarro, 1990; M. L. Goded, 1995; A. Aldezábal, 1997; J. L. Remón, 1998) y se consiguen varios proyectos de investigación europeos y nacionales, entre otros, los siguientes: – Integralp-Step Project (DG XII, ref. n.º PL-900101). A multi-national multidisciplinary cooperative project on alpine forest and mixed grass/woodlands ecosystems. Con especial incidencia en el estudio de los pastos supraforestales en varias regiones alpinas europeas incluyendo las pirenaicas. – EU Camar Project (n.º 8001-CT90-002). Primer proyecto de la UE en el que participamos con socios franceses, comparando nuestros estudios de la pradería de Fragen con otras zonas del Pirineo francés (Fillat et al., 1999). – Ecomont. Land-Use Changes in European Mountain Ecosystems (Fillat y Gómez, 1999). Se compara la pradería de Fragen con áreas de prados de Austria, Italia, Suiza y Escocia. Cabe destacar el contrato de investigación realizado con el Icona (Parques Nacionales) en 1990-1992 para el estudio de la Utilización ganadera de los pastos supraforestales en el parque nacional de Ordesa y Monte Perdido (PNOMP). Aplicando los métodos para el estudio del comportamiento y distribución del ganado ya implementados, se realizó una exhaustiva prospección con la participación de numeroso personal para averiguar las estrategias de uso espacial de las unidades pastorales (Aldezábal et al., 1992). Se realizó un mapa de pastos del parque nacional y se sentaron las bases para mediciones precisas de la producción vegetal en puertos de montaña y para la determinación de la carga ganadera óptima. Además, se establecieron parcelas de exclusión de herbívoros (Figura 3) para evaluar el efecto del pastoreo en la vegetación, cuyos estudios han continuado hasta la actualidad (Gómez y García González, 2011; Pardo et al., 2015).
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Figura 3. En primer término, cercado de exclusión de ungulados en una comunidad de Nardion strictae en el PNOMP. Por detrás, ladera sur de Sierra Custodia, con una comunidad densa (tono más claro) de Festuca paniculata (en transformación, actualmente, mediante pastoreo intenso). Al fondo, cabecera del cañón de Añisclo.
En estos años, se inició también el estudio de algunas biopertubaciones en los pastos subalpinos tras constatar que su efecto en la dinámica vegetal era, en algunas comunidades vegetales, tanto o más trascendente que el propio pastoreo, pisoteo y estercolado. Dichos estudios se centraron en el efecto de micromamíferos (Gómez et al., 1995, 1999) y, posteriormente, en las hozaduras de jabalí (García González et al., 2003; Bueno et al., 2010). Por encargo del Gobierno de Aragón, se realizó un estudio sobre los pastos y la utilización ganadera del parque nacional del Moncayo (Gómez et al., 2006) y se iniciaron varios proyectos de investigación de la Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología (CICYT n.º ref. AMB970990; CICYT n.º ref. REN2002-03827/GLO; MAM-OAPN 2484/2002 n.º ref. 059/2002; INIA: RTA2005-00160-C02-02), cuyo objetivo principal fue
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el desarrollo de un índice de valoración ecopastoral (VEP) como método para la evaluación de pastos y unidades pastorales (puertos) desde una doble perspectiva ecológica y productiva (Figura 4, Gómez García et al., 2002a). Esto supuso un gran esfuerzo de descripción fitoecológica de las comunidades pascícolas (Gómez García et al., 2002b), de su valoración productiva y nutritiva y de su uso por los herbívoros (García González et al., 2002; Marinas et al., 2003). Todo ello con una componente digital y cartográfica, de tal forma que permitía su uso como capa temática para estudios con SIG (Bueno et al., 2010), además de constituir una herramienta muy útil para los gestores del territorio que querían determinar su valor de conservación y su potencialidad ganadera (García González et al., 2007).
Figura 4. Mapas de las zonas supraforestales del PNOMP en las que se señala un gradiente del valor de conservación (izquierda) y de la potencialidad ganadera (derecha) determinados mediante el índice ecopastoral.
En esta etapa, entre 1999 y 2012, se impartieron varios cursos internacionales de ecología patrocinados por la UE: Comett, TMR, Teri, Sócrates y Erasmus. Los cursos combinaban la explicación in situ de los ecosistemas del NE peninsular (transición valle del Ebro-Pirineos), con discusiones en aula de las alternativas de uso sostenible en áreas rurales europeas. Participaron más de cuatrocientos alumnos de diez universidades europeas (Badia et al., 2014).
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Entre 2005 y 2008, tratamos de plasmar los conocimientos y las experiencias adquiridas en una monografía que condensase los estudios realizados. Con tal fin se editó desde el CSIC el libro Pastos del Pirineo (Fillat et al., 2008), orientado a la alta divulgación y destinado especialmente a estudiantes universitarios, que recibió un premio Félix de Azara a la edición, otorgado por de la Diputación de Huesca.
3.9.4. Cuarta etapa: pastoreo y conservación de pastos (1994-2017) La formación del paisaje mediterráneo en la península ibérica se debe, fundamentalmente, al uso tradicional agrícola y ganadero de estas regiones donde el ganado ha estado pastando durante siglos. El pastoreo es uno de los elementos claves en la configuración del paisaje mediterráneo y en el funcionamiento de los ecosistemas en regiones montañosas. En el año 1994, con la incorporación de Concepción L. Alados al IPE, se desarrolla una nueva línea de investigación sobre el papel del pastoreo en la conservación de pastos en sentido amplio (mediterráneos, semiáridos y de montaña; Figura 5). Mientras que tradicionalmente se pensaba que el pastoreo era una de las causas principales de la desertificación y degradación de la vegetación, a finales de la década de 1980 comienza a vislumbrarse el papel positivo del pastoreo en la conservación de pastos, aunque esos estudios tan solo lo sustentan para zonas húmedas y no para zonas áridas (Milchunas et al., 1988, 1993). Sin embargo, con la ayuda de nuevas herramientas de detección de estrés ambiental, ha sido posible detectar de una forma temprana cambios en el estado de conservación de los pastos y de las especies que los componen antes de que fuera demasiado tarde para su recuperación. Esto permitió evaluar con mayor precisión el efecto del pastoreo en la conservación de los pastos y las especies que los conforman. En los años 1997 y 1998, con el apoyo de dos proyectos financiados por la OTAN y en colaboración con el Western Fisheries Research Center, Biological Resources Division (US Geological Survey, Seattle), se llevaron a cabo diferentes estudios usando varias medidas centradas en la detección de inestabilidad en el desarrollo de las especies vegetales, tales como asimetría de escala, error en las relaciones alométricas entre partes del cuerpo y dimensión fractal de estructuras con geometría fractal o de procesos fractales para detectar el nivel de estrés de las especies sometidas a pastoreo (Alados et al., 1998, 1999, 2002; Escós et al., 2000). Esto nos permitió detectar que tanto el exceso de pastoreo como su defecto tenían consecuencias negativas en la conservación de los pastos. Dentro de esta línea, se desarrollaron varios proyectos
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CICYT (AMB93-0777-C02-01, 1993-1996; AMB1998-1017, 1998-2002) que tenían por objeto evaluar el efecto de la presión ganadera en la conservación de las zonas esteparias y determinar las estrategias de supervivencia de las especies en respuesta a las condiciones de estrés, identificando estrategias adaptativas al estrés por pastoreo y aridez.
Figura 5. Conservación y estudio de los pastos en un gradiente climático.
En el año 1998 como resultado de los estudios anteriores se presentó un proyecto a la Comisión Europea (DRASME ERBIC18-CT98-0392, 1998-2002, Desertification Risk Assessment in Silvopastoral Mediterranean Ecosystems: Bases towards a sustainable management of natural resources). DRASME tenía por objeto evaluar a lo largo de un gradiente climático desde zonas semiáridas a ambientes subalpinos cómo influía el pastoreo en la conservación de los pastos y evaluar el impacto de la ganadería en la integridad de la comunidad vegetal y predecir los cambios en la misma según la presión ganadera. Se compararon pastos de Turquía, Marruecos, Grecia y España sometidos a diferentes intensidades de pastoreo. Se usaron tanto herramientas tradicionales, tales como cambios en la diversidad y coberturas
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de vegetación, como herramientas novedosas en aquellos momentos, tales como el uso de la geometría fractal para detectar el estado de conservación de las comunidades y organismos que los conforman. Los resultados obtenidos en el nos permitieron demostrar la eficacia de la geometría fractal en la detección temprana de estrés en sistemas complejos como son los sistemas pastorales y los organismos que los integran (Alados et al., 1994, 2003, 2004a; Escós et al., 1997). La distribución fractal de la vegetación nos llevó al estudio de patrones de autoorganización espacial resultantes de procesos de retroalimentación positiva (facilitación) y negativa (competencia) que actúan en diferentes escalas espaciales y temporales, modulados por las estrategias de dispersión y establecimiento de las especies bajo diferentes condiciones ambientales (Alados et al., 2005; 2006; 2010; 2013; 2017; Kéfi et al., 2007; Pueyo et al., 2008; Wainwright et al., 2011). La repercusión de estos estudios ha sido muy amplia, siendo hoy en día una línea que ha dado lugar a numerosas colaboraciones aún en activo con Max Rietkerk, de la Universidad de Utrecht (proyecto VIDI-864.03.006; 2004-2008, Spatial self-organization and catastrophic shifts in ecosystems y 2011-2014 Interspecific facilitation and critical transitions in arid ecosystems NWO - Netherlands Organisation for Scientific Research); Ali El-Keblawy, de la Universidad de Sharja (Emiratos Árabes, V. C. R. G./R. 1263/20172017-2019. Proyecto Role of nebkhas and nurse plants facilitation on plant and soil community attributes: toward combating desertification and restoration of degraded habitats of the arid deserts in the UAE); y Sonia Kéfi, de la Universidad de Montpellier. Paralelamente, y desde el año 2000, con la incorporación de Yolanda Pueyo al IPE, se inició el estudio del efecto del pastoreo en la conservación de los pastos sobre suelos de yesos (Pueyo, 2006, tesis doctoral). Esta línea de investigación, que continúa hasta la actualidad, se centra en entender el funcionamiento de los ecosistemas sobre yesos: de qué modo factores ambientales, como la topografía y la aridez, afectan e interaccionan con el uso pastoral y con la fragmentación del paisaje para determinar la dinámica y el estado de conservación de las comunidades vegetales (Pueyo et al., 2007a; 2007b; 2008). También se evalúa el papel de los gipsófitos en el funcionamiento de la comunidad vegetal a través de las interacciones bióticas que establecen con otras especies menos adaptadas a los yesos, así como su papel acelerando la restauración de comunidades gipsícolas degradadas, con experimentos en canteras y vertederos de yesos (Foronda, A., tesis en marcha). En esta misma línea, se ha desarrollado recientemente el proyecto CGL2012-37508 Importancia de la alelopatía respecto a otras interacciones bióticas entre plantas en la estructura y dinámica de las comunidades vegetales de zonas semiáridas (Arroyo, A. I., 2017, tesis doctoral; Arroyo et al., 2015; 2016; 2018).
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Por otro lado, la investigación de los mecanismos tras la estructura espacial de las comunidades vegetales y su dinámica ha conducido hacia la ecohidrología. Se han incorporado modelos ecohidrológicos mecanísticos a la investigación en colaboración con Max Rietkerk y Sonia Kéfi, en los que la dinámica de la vegetación y el agua en los ecosistemas semiáridos se modeliza de forma espacialmente explícita y permite simular la respuesta de los ecosistemas a diferentes condiciones climáticas y de uso pastoral (Pueyo et al., 2008; 2010). También en la línea de la ecohidrología se ha realizado experimentación en campo que ha apoyado las predicciones teóricas y nutrido los modelos, en colaboración con el investigador de EEAD-CSIC David Moret (Pueyo et al., 2013, 2016; Moret Fernández et al., 2017) y se han aplicado las predicciones teóricas a técnicas de restauración ecológica (Pueyo et al., 2009). Siguiendo con la línea del estudio de los mecanismos que subyacen bajo la organización espacial de la vegetación y que les confiere mayor resiliencia a la perturbación, se estudiaron la formación de redes de interacción y su respuesta ante diferentes presiones de pastoreo (Saiz y Alados 2012; 2014) dentro de la tesis doctoral de Hugo Saiz (2014).
Figura 6. Cambios ocurridos en los pastos densos de los puertos de montaña del PNOMP y su zona periférica entre 1980 y 2000 por encima de los 1500 m.
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3. Líneas de investigación
La conservación de los pastos viene influida por la interacción entre los componentes ecológicos, físicos y sociales que integran los sistemas pastorales. Así, cambios en los usos del suelo, que se dan en respuesta a cambios en la dinámica económica y social del entorno, como cambios en las condiciones ambientales en que se desarrollan los ecosistemas debidos al calentamiento climático, no pueden ser ignorados cuando estudiamos la relación entre el pastoreo y la vegetación. Desde el IPE se han desarrollado modelos de distribución espacial de especies vegetales en ecosistemas que van desde los semiáridos a los alpinos (Alados et al., 2004b; Pueyo y Alados 2007; Kouba et al., 2012; Gartzia et al., 2014). Estos estudios se han abordado desde diferentes proyectos (CICYT REN2002-04668/GLO, 2002-2005; CGL2005-01131/BOS, 2005-2008; MMA 002/2007, 2007-2010) y nos han permitido entender, con respecto al paisaje, los factores ambientales y antrópicos que influían en la conservación de las comunidades vegetales. También nos permitieron detectar los procesos que favorecen la matorralización de los pastos subalpinos y el desarrollo de comunidades como los espartales en ambientes áridos y semiáridos, que generaban una simplificación del paisaje y una pérdida de valor de los recursos naturales asociados. Los estudios del paisaje nos han llevado a la colaboración con Keith Weber, de la Universidad de Idaho, en el proyecto —auspiciado por la NASA Internacional Grant Award, 2007-2009— Comparing effects of management practices on rangeland health with geospatial technologies (Weber et al., 2009). Se han defendido dos tesis doctorales centradas, principalmente, en la ecología del paisaje: Yacine Kouba (2014) y Maite Gartzia (2016). La integración de los componentes ecológicos, sociales y económicos bajo diferentes condiciones socioeconómicas y ambientales se ha abordado en colaboración con los países del arco mediterráneo en diferentes proyectos de investigación (MEDCOSTLAND-NET 2002-2005, Mediterranean co-ordination and dissemination of land conservation management to combat land degradation for the sustainable use of natural resources in the Mediterranean coastland zone), acciones bilaterales con Grecia (2000-2001, Grazing stress indicators in Mediterranean shrubland communities) o acciones bilaterales con el Centre National pour la Recherche Scientifique et Technique (CNRST) de Marruecos (2003, Estudio del estrés causado por el pastoreo del ganado caprino sobre los árboles de arganier; 2007MA0042, 20082009, Comparative studies of change in landscape pattern and vegetation succession in response to grazing and climate change in the Middle Atlas of Morocco and Central Pyrenees; LEDDRA, ENV.2009.2.1.3.2, 20010-2014, Land and Ecosystem Degradation and Desertification: Assessing the Fit of Responses). Estos estudios han permitido una aproximación integral de los procesos y mecanismos que subyacen en la dinámica de los sistemas complejos (Alados
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et al., 2014; Gartzia et al., 2016a; Wilson et al., 2017). En línea con estos estudios, el IPE está colaborando con diferentes organizaciones agrarias dentro del marco de los Programas de Desarrollo Rural del Gobierno de Aragón, en colaboración con la UE, donde se aborda la problemática del sector ganadero, se elaboran estudios y se diseñan herramientas dirigidas a las mejoras en la conservación de los sistemas pastorales. Por ejemplo, dentro de estas iniciativas se han establecido, en colaboración con los ganaderos, diversas acciones dirigidas a la recuperación de pastos subalpinos amenazados por procesos de matorralización (PDR 2016-2019, Proyecto de cooperación para el seguimiento y control de zonas de pastos en la reserva de la biosfera Ordesa Viñamala). Se han publicado diferentes estudios en los últimos años (Komac et al., 2013; Saiz et al., 2017; Nuche et al., 2018). La interacción entre el proceso de abandono de tierras y el cambio climático a largo plazo son determinantes para entender la dinámica de los sistemas pastorales y, en particular, los ecosistemas asociados al límite del bosque; sobre todo, los pastos alpinos y subalpinos, ya que son muy susceptibles a estos procesos. El avance del límite superior del bosque está aumentando en la mayoría de los sistemas montañosos de Europa. La intensidad y la velocidad del avance de la línea de árboles depende de numerosos factores físicos, biológicos y humanos, pero desconocemos la importancia relativa de los diferentes factores que determinan el cambio. El IPE ha participado en un estudio de cooperación (SENSFOR FW77 COST Action ES1203, 2012-2016, Enhancing the resilience capacity of SENSitive mountain FORest ecosystems under environmental change) con la participación de quince países de la UE (Dinca et al., 2017). Desde el año 2005, en que se iniciaron las tesis doctorales de Benjamin Komac (2010), Guillermo Bueno (2011), Paloma Nuche (2016) y Maite Gartzia (2016), se ha dedicado especial atención al estudio de los pastos subalpinos amenazados por el cambio global (de uso y climático) que ha llevado a la matorralización de extensas áreas del Pirineo. Hemos dedicado nuestros esfuerzos al estudio de los pastos sobre sustratos calcáreos colonizados por Echinospartum horridum, erizón, y Buxus sempervirens, boj (Komac, 2010; Komac et al., 2011; Nuche y Alados, 2017), y al papel del jabalí en la dinámica de los pastos alpinos y subalpinos (Bueno et al., 2010; 2011). El análisis de la interacción pasto-arbusto a lo largo de un gradiente climático reveló la importancia de las relaciones de facilitación y competencia entre el erizón (Echinospartum horridum) y el boj (Buxus sempervirens) y cómo esta relación se vio afectada por el clima. Durante los estadios tempranos de desarrollo del boj, este se ve favorecido bajo la copa de erizón a lo largo del gradiente altitudinal. Cuando el boj se hace adulto, ejerce un efecto negativo sobre el erizón en el que se desarrolló, al desplazarlo.
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3. Líneas de investigación
Figura 7. Expansión de Echinospartum horridum en el PNOMP desde el año 1981.
A partir de imágenes de satélite y análisis espectral, hemos desarrollando una metodología para evaluar la dinámica de los pastos. Con dicha metodología, hemos podido detectar los cambios que están ocurriendo en las características fisionómicas y fisiológicas de los pastizales. Estos cambios han sido relacionados con los factores antropogénicos y biofísicos que han afectado en las últimas décadas a la zona de estudio. Se ha visto cómo los pastos cercanos a comunidades leñosas son matorralizados con alta probabilidad: las zonas que mantienen altas cargas ganaderas se relacionan con la degradación y pérdida de biomasa y verdor de los pastos y el cambio climático puede estar afectando, sobre todo, a las zonas altas y poco accesibles de las montañas, donde se detecta un incremento de la biomasa y verdor. El incremento de la biomasa y verdor en los pastos densos se ha asociado al descenso del pastoreo (sobre todo, por parte de ganado ovino) en zonas de pendientes y menos accesibles, y, en algunos casos, se ha relacionado con su embastecimiento (Gartzia et al., 2016a; 2016b). Actualmente, se está desarrollando el proyecto PROPAST (CGL2016-80783-R, Papel de las interacciones planta-suelo en el mantenimiento de la productividad y la diversidad
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de ecosistemas pastorales), en el que se investiga la interrelación entre diferentes componentes de los suelos de los pastos (fertilidad edáfica, abundancia y actividad microbiana, propiedades hidrofísicas, banco de semillas) con la productividad y diversidad del pasto a lo largo de un gradiente ambiental amplio (desde los pastos semiáridos del centro de la depresión del Ebro a los pastos subalpinos del Pirineo).
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3. Líneas de investigación
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3. Líneas de investigación
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3. Líneas de investigación
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3. Líneas de investigación
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3.10. ESTUDIO E INVESTIGACIÓN DE LOS MAMÍFEROS Y OTROS VERTEBRADOS EN EL IPE Ricardo García González IPE-CSIC
3.10.1. Los inicios (décadas de 1960 y 1970) Puede decirse que las líneas de mamíferos y otros vertebrados no se iniciaron en el IPE hasta la creación y puesta en funcionamiento del CPBE en 1963-1966, ya que el IEP tenía un carácter multidisciplinar que abarcaba diversas disciplinas (tanto de ciencias como de humanidades) en torno al estudio de la cadena pirenaica. Además, el Instituto careció de personal propio hasta 1972. En el primer volumen de las Publicaciones del Centro Pirenaico de Biología Experimental, su director, Enrique Balcells, describe las líneas de investigación por las que debería regirse el nuevo centro y su justificación (Balcells, 1966). A pesar de que el organigrama de dichas líneas tenía ya una innovadora visión ecológica, sin duda influida por los antecedentes del Instituto de Biología Aplicada en la década anterior, con figuras como Montserrat, Margalef o el propio Balcells y las ideas entonces florecientes de Duvigneaux, Odum y otros influyentes ecólogos, la organización de las líneas adolecía todavía de una fuerte influencia academicista, en el que se seguía a menudo un esquema taxonómico.*1Así, por ejemplo, el CPBE se organizaba en tres departamentos: Zoología, Botánica y Productividad Vegetal, y las líneas incipientes, en aquel entonces a cargo de becarios que desarrollaban sus tesis, se organizaban en torno a grandes grupos taxonómicos, con el objetivo de ir completando el perseguido «inventario de recursos» del Pirineo occidental. Así, se iniciaron las tesis de Juan * 1
a persistencia de dicho esquema académico-taxónomico hasta prácticamente la actualidad se ha visto favorecida por el L código de la Unesco de 1973 —por el cual todavía se rigen muchas convocatorias de plazas y proyectos— que ha simplificado disciplinas tan complejas como la ecología, en donde todavía persiste la división entre ecología animal y vegetal. Federación Española de Caza.
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Ramón Vericad (mamíferos), César Pedrocchi (aves) y Antonio Palanca (lepidópteros). Los herpetos (anfibios y reptiles) estaban a cargo de Juan Pablo Martínez Rica, cuya tesis sobre los gecónidos ibéricos tenía un marco espacial más amplio. Sin embargo, realizó también numerosos estudios sobre herpetofauna pirenaica, entre los que cabe destacar los atlas de distribución de anfibios y reptiles y las novedosas investigaciones sobre Euproctus asper y Lacerta monticola (Martínez Rica, 1977; 1983). En cuanto a los estudios de los mamíferos propiamente dichos, cabe mencionar los precedentes del mismo Balcells sobre la gineta y sobre los murciélagos (Balcells, 1956, 1963), que había iniciado ya en la Universidad de Barcelona con apoyo de grupos espeleológicos. Dichos estudios continuaron en Jaca (Carol et al., 1983) y culminaron con la dirección de la tesis doctoral de J. Serra Cobo (1989) sobre la biología y ecología del murciélago de herradura. Juan Ramón Vericad leyó su tesis doctoral sobre los mamíferos del Pirineo en 1971, la primera realizada en el CPBE, y se incluiría en el volumen 4 de sus Publicaciones. Poco después, conseguiría la plaza de colaborador científico en el Centro, en la línea de Vertebrados, entre cuyos trabajos cabe destacar los que hizo sobre roedores (Vericad, 1971), aunque también realizó estudios sobre los carnívoros (Hensbergen, 1983) y sobre el desarrollo del jabalí (Vericad, 1981).
3.10.2. Investigación mastozoológica en las décadas de 1980 y 1990 El CPBE se había creado como una aportación del CSIC al programa Unesco-MaB del International Biological Program (Martínez Rica, 2005) y, probablemente, influido por sus planteamientos, Balcells organiza las líneas de investigación con una orientación cada vez más ecológica. Así, por ejemplo, se iniciaron tesis en los diferentes elementos de los ciclos ecológicos: productores primarios (a cargo del departamento de Productividad y la línea de praticultura), consumidores (primarios y secundarios), descomponedores, etc. A Ricardo García González se le encargó en 1975 la línea de grandes herbívoros (como principales consumidores primarios en los ecosistemas pirenaicos humanizados). A Juan Franch (becario también del CPBE en aquella época), se le asignó la línea de Detritívoros y los otros investigadores del Departamento de Zoología se reubicaron según un esquema más ecológico a partir de sus respectivas especialidades y trabajos. En 1984 se crea el IPE, por fusión del IEP y el CPBE, y, poco después (1987), se consolida la línea de grandes herbívoros (que incluye tanto los domésticos como los salvajes), con una plaza de colaborador científico en Mamíferos Ungulados en
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el IPE. Vericad había dejado el Centro en 1982 para integrarse en labores más relacionadas con la gestión científica. Al mismo tiempo, se crea en el IPE el grupo de investigación de Interacción Pasto-Herbívoro, cuando el CSIC, por primera vez, decidió organizar (o al menos inventariar) la investigación, a partir de la creación de grupos de investigación (CSIC, 1990). Durante la década de 1980, inicié estudios sobre especies de mamíferos típicamente de alta montaña, como el sarrio (Rupicapra p. pyrenaica) y la marmota (Marmota marmota), escasamente conocidas científicamente en los Pirineos (Figura 1). Para el sarrio desarrollé trabajos relacionados, sobre todo, con la ecología trófica —previamente, había puesto a punto la técnica microhistológica para la determinación de la dieta de herbívoros en libertad (García González, 1984)— que se complementaron con estudios sobre estructura poblacional y distribución espacial (Hidalgo y García González, 1989; García González et al., 1989), morfología y caracterización taxonómica (Fernández López y García González, 1986) y comportamiento (Brun y García González, 1989). Dichos estudios sobre el sarrio se prolongaron durante las décadas siguientes hasta la actualidad, por mencionar algunos de los más destacados: García González et al., (1992), García González y Cuartas (1996), García González y Barandalla (2002) y Jimeno Brabo et al., (2013). En colaboración con Juan Herrero, de la Universidad de Zaragoza, realizamos varios trabajos para el Gobierno de Aragón relacionados con la gestión y la caza del sarrio (Herrero et al., 1999; Herrero et al., 2000), así como una monografía que sintetizaba los conocimientos de la especie en toda la cadena pirenaica (Herrero et al., 2004, reeditado en 2012).
Figura 1. Imágenes típicas de sarrio y marmota cedidas especialmente por Víctor Ara para la edición de la Enciclopedia Virtual de los Vertebrados Españoles (http://www.vertebradosibericos.org/mamiferos/ruppyr.html).
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La marmota alpina se había extinguido en los Pirineos durante el último período glacial, pero durante los años 1948 a 1976, varias entidades francesas realizaron numerosas introducciones en la vertiente norte del Pirineo occidental con ejemplares traídos de los Alpes. Rápidamente pasaron a la vertiente sur y se extendieron ampliamente por todo el Pirineo, ocupando todos los hábitats favorables de los pisos alpino y subalpino. Aparecía, así, un nuevo mamífero de tamaño relativamente grande y, por tanto, presa potencial para las exiguas poblaciones de grandes depredadores. Se trataba de una ocasión excelente para investigar el proceso de colonización y las modificaciones que podría introducir en los ecosistemas de los pastos supraforestales. Con la colaboración de Juan Herrero y otros investigadores, realizamos diversos estudios para describir el proceso mencionado y otros aspectos de la ecología de la nueva especie, por lo general, con poco apoyo por parte de la administración autonómica. Sin embargo, sí tuvimos ocasión de participar en varios proyectos europeos en colaboración con la European Marmot Network (Herrero et al., 1998). Sobre esta especie, cabe destacar los trabajos sobre distribución espacial (García González et al., 1985; Herrero et al., 1992), ecología trófica (Garín et al., 2008), conducta (Luque Larena et al., 2006) y estrategias de colonización (Herrero et al., 1994; Barrio et al., 2013). A finales de los ochenta y principios de los noventa, inicié una colaboración con Concepción L. Alados por medio del proyecto de la DCGYT Mecanismos de regulación de densidad de población de la cabra montés (Capra pyrenaica), que se desarrollaba, principalmente, en el parque natural de la sierra de Cazorla. Este espacio constituía un lugar idóneo para estudiar la ecología de los ungulados, dada su alta densidad y visibilidad. Allí dirigí la tesis de Paloma Cuartas, que leyó en la Universidad de Oviedo en 1992 y dio lugar a varias publicaciones (Cuartas y García González, 1992; García González y Cuartas, 1992). La colaboración con Alados continuó con otros proyectos en los Pirineos relacionados con la cabra montés y el estudio de los pastos (ver capítulo correspondiente a los pastos). A finales de los años ochenta, el bucardo, variedad pirenaica de la cabra montés ibérica (Capra p. pyrenaica), se encontraba al borde de la extinción. Los responsables de Medio Ambiente de las administraciones central y autonómica pusieron en marcha un plan de recuperación de la subespecie durante la década de 1990 para el que se destinaron fondos procedentes de un proyecto LIFE europeo y otras fuentes. Por medio de un contrato con el Icona, pusimos en marcha un costoso estudio sobre el censo, estado de la población y posibles causas de rarefacción del bucardo (García González, 1991), a la vez que otros equipos se ocupaban de la recuperación de la especie en cautividad. El bucardo desapareció
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en el año 2000 (García González y Herrero, 1999), pero los estudios emprendidos sirvieron para conocer algo de su biología y extraer importantes conclusiones para los programas de conservación de especies amenazadas (García González y Margalida, 2014). Entre los estudios sobre mamíferos y otros vertebrados, cabe mencionar también los trabajos de comportamiento dirigidos por Martínez Rica (que, además, ocupaba la plaza de Etología), sobre el jabalí y el sarrio (Martínez Rica et al., 1976; Brun y Martínez Rica, 1983). Pero quizás los más destacables fueron la dirección de las tesis de Carlos Borghi y M.ª Estela Giannoni sobre el género Microtus, que aportaron importantes hallazgos sobre la taxonomía y ecología de estos roedores de alta montaña poco conocidos (Giannoni et al., 1993; Borghi et al., 1994). En 1997, se leen dos tesis en la Universidad del País Vasco sobre ungulados realizadas bajo mi dirección: una, sobre la ecología del ciervo en una reserva de caza del Pirineo (Garín et al., 2000), y otra, sobre las interacciones tróficas de los grandes herbívoros en el parque nacional de Ordesa (Aldezábal, 2001). Se iniciaron también interesantes estudios sobre las tetraónidas y otras aves alpinas. Así, por ejemplo, los estudios sobre alimentación realizados mediante la técnica microhistológica (García González et al., 1987; Novoa et al., 1999) y la tesis doctoral de Ramón Antor, leída en 1992 y dirigida por César Pedrocchi (Antor, 1995). Mención especial cabe asignar al descubrimiento de una nueva especie de anfibio (Rana pyrenacia), realizado por Jordi Serra Cobo con la colaboración de Martínez Rica (Serra Cobo, 1993; Serra Cobo et al., 2000).
3.10.3. Investigación mastozoológica en las décadas de 2000 y 2010 A principios de la década de 2000, el Organismo Autónomo de Parques Nacionales nos encarga la realización del Inventario y criterios de gestión de los mamíferos del parque nacional de Ordesa y Monte Perdido, para el que se firmó el correspondiente contrato de investigación. Con la ayuda de especialistas en los diferentes órdenes de mamíferos, se realizó una exhaustiva prospección del parque que arrojó interesantes resultados, como es el descubrimiento de una nueva especie de murciélago para los Pirineos y la península ibérica (Garín et al., 2003) y una sectorización del parque (Figura 2) según un índice de valoración ecológica de especies desarrollado ad hoc (García González et al., 2005).
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Figura 2. Zonificación del PNOMP según el valor ecológico de las especies de mamíferos (García González, 2005).
También, a principios de los 2000, se desarrollan intensamente estudios sobre la biología del jabalí, que se habían iniciado ya en la década precedente, llevados a cabo por Juan Herrero, que realizó su tesis doctoral sobre la biología y ecología de esta especie bajo mi dirección (Herrero, 2003). Durante esta década y la siguiente, fueron numerosos los trabajos realizados sobre el jabalí, orientados, principalmente, a los aspectos de gestión poblacional y a los daños ocasionados a los cultivos (Herrero et al., 2006). Como se ha mencionado, durante este período se continúan los estudios sobre el sarrio y la marmota, centrados, especialmente, en revisiones de los conocimientos adquiridos y en detección de la influencia de los factores ambientales sobre la morfología. Además, se continúa también con la investigación sobre la ecología trófica de las tetraónidas alpinas. Para ello, se firma un contrato de investigación con el Office National de Chasse en 2003-2006 que dio lugar a varios trabajos publicados recientemente (García González et al, 2016a; 2016b). La desaparición del bucardo en 2000 dejó sin respuesta numerosas preguntas que se habían planteado en los estudios referidos anteriormente. Algunas de ellas tenían que ver con su caracterización taxonómica y, especialmente, con su
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filogeografía (García González, 1911). Para aportar algo de luz sobre estos aspectos, iniciamos, en colaboración con el grupo de Paleontología Aragosaurus, de la Universidad de Zaragoza, una serie de prospecciones en el Pirineo occidental en búsqueda de fósiles de esta subespecie (Figura 3), cuyo estudio está aportando interesantes resultados para discernir el origen y la diversificación de las cabras monteses en la península ibérica (García González, 2012; Sauqué et al., 2017).
Figura 3. Reconstrucción de un bucardo de siete mil años de antigüedad (izquierda) y un bucardo moderno (derecha). José Antonio Peñas. http://www.agenciasinc.es.
Para una más amplia información sobre la investigación realizada en este y otros aspectos de esta línea, puede consultarse la web http://digital.csic.es/cris/rp/rp02041.
3.10.4. Las colecciones de vertebrados del IPE Las colecciones zoológicas del IPE son la consecuencia de las tesis doctorales, realizadas durante los años sesenta y setenta mencionadas al inicio de este capítulo, cuya finalidad principal fue inventariar y catalogar parte de los recursos faunísticos de los Pirineos central y occidental. De esta forma, se conformaron varias colecciones que incluían las especies pirenaicas de mamíferos, aves, anfibios y reptiles, así como algunos grupos de invertebrados, como los lepidópteros.
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Dichas colecciones, que originalmente respondían a unas necesidades muy concretas, quedaron depositadas en las dependencias del Instituto. Fueron objeto de una revisión completa, por primera vez, en 2005, que corrió a cargo de Sergio Couto, pero, actualmente, requerirían una nueva revisión, selección y mantenimiento de los materiales, que se está realizando en este momento (2017 y 2018). En la actualidad, la colección está formada por unos dos mil ejemplares de mamíferos y mil trescientas aves. El material consiste, normalmente, en esqueleto y piel, para mamíferos y aves. Durante el año 2017, se ha llevado a cabo el traslado al MNCN (CSIC) de una parte importante de esta colección, consistente en unos cuatro mil ejemplares de anfibios y reptiles. Estos especímenes estaban conservados en frascos con alcohol de 70º y la gran mayoría de ellos eran de procedencia pirenaica. Debido a la falta de personal y recursos humanos para atender adecuadamente esta colección de herpetos, se procedió a su traslado al Museo de Madrid. Una de las colecciones mejor conservadas es la de mamíferos ungulados, que cuenta con unos setecientos ejemplares. Desde el año 2010, se han adquirido nuevos materiales, especialmente, del extinto bucardo (Capra p. pyrenaica), cedidos por el Gobierno de Aragón (Figura 4), además de los restos fósiles hallados en las prospecciones mencionadas.
Figura 4. Colección de cráneos de Capra p. pirenaica cedidos por el PNOMP para las colecciones de vertebrados del IPE.
Con estas incorporaciones, junto con el material ya existente, el IPE dispone en estos momentos de la mejor colección de restos actuales y fósiles de esta subespecie extinta, la cual se considera clave para la comprensión de la filogenia de las cabras salvajes del suroeste europeo.
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3. Líneas de investigación
Bibliografía Aldezábal, A., 2001. El sistema de pastoral del PNOMP, 317 pp. Publicaciones del Consejo de Protección de la Naturaleza de Aragón, Zaragoza. Antor, R. J., 1995. «The importance of arthropod fallout for the foraging of high-alpine birds». Journal of Avian Biology, 26: 81-85. Balcells, E., 1956. «Datos para el estudio de la gineta». Publicaciones del Instituto de Biología Aplicada, 23: 83-122. — 1963. «Datos españoles de Plecotus y Eptesicus». Miscelánea Zoológica, 1: 147-162. — 1966. «Finalidad y líneas de investigación del Centro Pirenaico de Biología Experimental». Publicaciones del Centro Pirenaico de Biología Experimental, 1: 1-23. Barrio, I. C. et al., 2013. «The successful introduction of the alpine marmot Marmota marmota in the Pyrenees, Iberian Peninsula, Western Europe». Mammal Review, 43: 142-155. Borghi, C. E., S. M. Giannoni y J. P. Martínez Rica, 1994. «Habitat segregation of three sympatric fossorial rodents in the Spanish Pyrenees». Zeitschrift für Säugetierkunde, 59: 52-57. Brun, J. M. y R. García González, 1989. «Differential behavioral patterns of Pyrenean Chamois during rut». In C. I. C. (eds.): Symposium Chamois, Ljubljana 1988. pp. 109-125. París. — y J. P. Martínez Rica, 1983. «Datos sobre conducta del sarrio, Rupicapra rupicapra (L.) Artiodactila, Bovidae, en el Pirineo Aragonés». Pirineos, 119: 29-53. Carol, A., F. J. Samarra y E. Balcells, 1983. Revisión faunística de los murciélagos del Pirineo oriental y Cataluña. Monografías del IEP, n.º 112, 106 pp. IEP, Jaca. CSIC, 1990. Environmental Research Groups at the Spanish Council for Scientific Research. 177 pp. CSIC, Madrid. Cuartas, P. y R. García González, 1992. «Quercus ilex browse utilization by wild and domestic ungulates in Cazorla Sierra». Vegetatio, 99-100: 317-330. Fernández López, J. M. y R. García González, 1986. «Craniometrie comparée entre le chamois pyrénéen et le cantabrique». Mammalia, 50: 87-97.
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García González, R., 1984. «L’emploi des épidermis végétaux dans la determination du régime alimentaire de l’isard dans les Pyrénées occidentales». Documents d’Écologie Pyrénéenne, 3-4: 307-313. — 2005. «Los mamíferos del parque nacional de Ordesa y Monte Perdido». Naturaleza Aragonesa, 14: 37-45. — 2011. «Elementos para una filogeografía de la cabra montés ibérica (Capra pyrenaica Schinz, 1838)». Pirineos 166: 87-122. — 2012. «New Holocene Capra pyrenaica (Mammalia, Artiodactyla, Bovidae) skulls from the southern Pyrenees». C. R. Palevol, 11: 241-249. — e I. Barandalla, 2002. «Sexual dimorphism of Pyrenean chamois (Rupicapra p. pyrenaica) based on skull morphometry». Pirineos, 157: 25-37. — y P. Cuartas, 1992. «Food habits of Capra pyrenaica, Cervus elaphus and Dama dama in the Cazorla Sierra (Spain)». Mammalia, 56: 195-202. — y P. Cuartas, 1996. «Trophic utilization of a montane/subalpine forest by chamois (Rupicapra pyrenaica) in the Central Pyrenees». Forest Ecology and Management, 88: 15-23. — y J. Herrero, 1999. «El bucardo de los Pirineos: historia de una extinción». Galemys, 11: 17-26. — y R. Hidalgo, 1989. «Census and summer-autumn distribution of Pyrenean chamois in “Los Valles” National Hunting Reserve (Spain)». In C. I. C. (eds.): Symposium Chamois, Ljubljana 1988., pp. 225-241. París. — y A. Margalida, 2014. «The Arguments against Cloning the Pyrenean Wild Goat». Conservation Biology, 28: 1445-1446. — P. Boudarel y C. Dendaletche, 1987. «Premiers donnés sur l’alimentation hivernale du lagopède alpin (Lagopus mutus) dans le massif d’Ossau (Pyrénées Atlantiques)». Acta Biológica Montana, 7: 35-50. — et al., 1985. «Primeras notas sobre la distribución de la marmota (M. marmota L., 1748) en la Península Ibérica». Pirineos, 35: 113-115. — et al., 1991. Inventario de la población española de bucardo. Informe inédito. CSIC-ICONA, Jaca-Madrid.
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3. Líneas de investigación
— et al., 1992. «Census, population structure and habitat use of a chamois population in Ordesa N. P. living in sympatry with the Pyrenean wild goat». In F. Spitz et al., (eds.): Ongulés/Ungulates 91, pp. 321-325. SFEPM-IRGM, Paris-Toulouse. — et al., 2016a. «Factors Affecting Diet variation in the Pyrenean Rock Ptarmigan (Lagopus muta pyrenaica): Conservation Implications». Plos One, 11: e0148614. — et al., 2016b. «Influence of Snowmelt Timing on the Diet Quality of Pyrenean Rock Ptarmigan (Lagopus muta pyrenaica): Implications for Reproductive Success». Plos One, 11: https://doi.org/10.1371/journal.pone.0148632 Garín, I., 2000. El ciervo (Cervus elaphus) en la reserva de caza de la Garcipollera (Huesca). 140 pp. Consejo de Protección de la Naturaleza en Aragón. Publ. n.º 22, Zaragoza. — et al., 2003. «Presence of Plecotus macrobullaris (Chiroptera: Vespertilionidae) in the Pyrenees». Acta Chiropterologica, 5: 243-250. — et al., 2008. «Diet selection by alpine marmot in the Basque Pyrenees». Revue d’Écologie (Terre Vie), 63: 85-92. Giannoni, S. M., C. E. Borghi y J. P. Martínez Rica, 1993. «Comparing the borrowing behaviour of the Iberian mole-voles: Microtus (Terricola) lusitanicus, M. (T.) pyrenaicus and M. duodecimcostatus». Mammalia, 57: 483-490. Hensbergen, Hubertus J. van, 1983. Ecological separation between four species of carnivore in the Western Pyrenees, Spain. Tesis doctoral. Cambridge University. Herrero, J., 2003. Adaptación funcional del jabalí Sus scrofa L. a un ecosistema forestal y a un sistema agrario intensivo en Aragón. 159 pp. Publicaciones del Consejo de Protección de la Naturaleza de Aragón, Zaragoza. — R. García González y A. García Serrano, 1994. «Altitudinal distribution of Alpine marmot (Marmota marmota) in the Pyrenees». Arctic and Alpine Research, 26: 328-331. — R. García González y A. García Serrano, 1998. European Marmot Network: Ecology and Management of Marmot Biodiversity in Eurasia. Final Project Report. Unpublished report. EU-INTAS Program. Ref. n.º 94-1428, Jaca. — et al., 1992. «The Alpine marmot (Marmota marmota L.) in the Spanish Pyrenees». Zeitschrift für Säugetierkunde 57: 211-215.
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— et al., 1999. «El sarrio (Rupicapra pyrenaica pyrenaica) en la reserva de caza de Benasque». Naturaleza Aragonesa, 4: 44-49. — et al., 2000. Plan de gestión del sarrio en la reserva de caza de Viñamala. Informe inédito. 138 pp. Gobierno de Aragón, Zaragoza. — et al., (eds.), 2004. El sarrio: biología, patología y gestión. 263 pp. Publicaciones del Consejo de Protección de la Naturaleza de Aragón, n.º 46, Zaragoza. — et al., 2006. «Diet of wild boar Sus scrofa L. and crop damage in an intensive agroecosystem». European Journal of Wildlife Research, 52: 245-250. Hidalgo, R. y R. García González, 1989. «Seasonal variation of the group size and composition in Pyrenean chamois». Fifth Int. Theriological Congress, Roma. pp. 819-820. Jimeno Brabo, P., R. García González y J. Herrero, 2013. «An exploratory approach to determine factors shaping pyrenean chamois horn size». II Rupicapra Symposium. Bellver de Cerdanya (Lleida). 24-25 de octubre de 2013; pp. 83-84. Luque Larena, J. J., E. M. Monreal Salgado y R. García González, 2006. «Llamadas de alarma de la marmota alpina». En M. Soler et al., (eds.): Fauna en acción. Guía para observar el comportamiento animal en España, pp. 116-119. Lynx Edicions, Bellaterra, Barcelona. Martínez Rica, J. P. 1977. «Observaciones ecológicas sobre Lacerta monticola bonnali Lantz en el Pirineo español». Publicaciones del Centro Pirenaico de Biología Experimental, 8: 103-122. — 1983. Atlas herpetológico del Pirineo. Munibe, 35: 51-80. — 2005. «Efemérides: Sesenta años de estudios en los Pirineos. Discurso del director del Instituto Pirenaico de Ecología». Pirineos, 160: 161-176. — D. Sanuy y J. Cervantes, 1976. «Notas sobre el comportamiento del jabalí». Miscelánea Zoológica, 3: 243-250. Novoa, C., R. García González y A. Aldezábal, 1999. «Le régime alimentaire automnal de la perdrix gris (Perdix perdix hispaniensis) dans les Pyrénées Orientales». Revue d’Écologie (Terre et Vie), 54: 149-166. Sauqué, V. et al., 2017. «Los Batanes: A trap for the Pyrenean wild goat during the Late Pleistocene (Spain)». Quaternary International (en prensa).
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3. Líneas de investigación
Serra Cobo, J., 1989. Estudi de la biologia i ecologia de Miniopterus schreibersi (en el sector mediterrani nord-occidental). Tesis doctoral. Universidad de Barcelona. — 1993. «Descripción de una nueva especie europea de rana parda (Amphibia, Anura)». Alytes-International Journal of Batrachology, 11: 1-15. — T. Marquès Bonet y J. P. Martínez Rica, 2000. «Ecological segregation between Rana pyrenaica and Rana temporaria, and differential predation of Euproctus asper on their tadpoles». Netherlands Journal of Zoology, 50: 66-73. Vericad, J. R., 1971. «Suncus etruscus y Microtus cabrerae en el Pirineo oscense». Pirineos, 101: 31-33. — 1981. «Estimación de la edad fetal y períodos de concepción y parto del jabalí (Sus scrofa L.) en los Pirineos occidentales». XV Congreso Internacional de Fauna Cinegética y Silvestre, Trujillo (Cáceres). pp. 811-820. Estación Biológica de Doñana.
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3.11. CAMBIOS DE GESTIÓN Y DINÁMICA DEL PAISAJE: UNA SÍNTESIS DE LOS ESTUDIOS REALIZADOS EN EL IPE Teodoro Lasanta Martínez IPE-CSIC
3.11.1. Introducción En la montaña confluyen varias circunstancias que le aportan gran interés para llevar a cabo estudios de gestión y cambios de paisaje: el escalonamiento altitudinal de usos del suelo, con destacadas fluctuaciones espaciotemporales e implicaciones en el paisaje y los servicios ecosistémicos; su gran heterogeneidad ambiental, que exige modelos complejos de gestión y organización social; la fragilidad de sus ecosistemas y paisajes, muy expuestos a cambios bruscos introducidos por el hombre y proclives a desencadenar procesos rápidos de pérdida de capital y patrimonio. Por otra parte, las áreas de montaña son muy vulnerables desde un punto de vista socioeconómico, ya que su organización social tiende a desmoronarse por impactos externos, especialmente, si son bruscos, al tener enormes dificultades para generar sistemas competitivos y de rápido reciclado. No hay que olvidar, por último, que cualquier cambio en la montaña afecta a las áreas próximas, que son receptoras de los recursos que la montaña exporta (agua, suelo, madera, ganadería extensiva…), además de beneficiarse de sus paisajes y de su patrimonio natural y cultural. En este contexto, y en el marco de un centro de investigación dedicado al estudio de la naturaleza y dinámica de los ecosistemas, se entiende que el estudio de las interrelaciones hombre-medio haya estado presente desde los inicios del IPE. Balcells (1964, 1964-1966 y 1973) incluye la ecología humana (que para él era una síntesis entre la geografía, la historia y la etnografía) como una de las líneas de investigación prioritarias para el IEP y CPBE, antecedentes del IPE.
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Los estudios se han encaminado a analizar, por un lado, las causas que explican los principales cambios de gestión del territorio desde finales del siglo xix. Entre ellas se incluyen la despoblación, la desestructuración demográfica, la desorganización social, la dinámica de los mercados, las políticas públicas o el papel de los medios técnicos disponibles en cada momento. Otros estudios tratan de analizar los efectos de los cambios de gestión en los usos del suelo, el paisaje, la conservación de los recursos y los sistemas de organización y aprovechamiento del territorio. En definitiva: se pretende integrar el factor humano como impulsor de cambios y receptor de sus efectos. Todo ello con el fin de aportar información y estrategias para contribuir al desarrollo sostenible de las áreas de montaña. El Pirineo central y el sistema Ibérico noroccidental son las áreas de estudio preferentes, si bien, ocasionalmente, se ha trabajado en otras montañas. Se trata de territorios muy adecuados para conocer las causas y efectos de la gestión humana, ya que en espacios relativamente reducidos se producen gradientes contrastados de intensificación-extensificación-abandono de recursos, por lo que es posible extraer resultados aplicables a la gestión del territorio. Lógicamente, a lo largo del tiempo las líneas de investigación han ido cambiando, no solo en función de las personas que las han cultivado, sino también en función de los objetivos perseguidos, los planteamientos teóricos y las herramientas disponibles en cada momento. No obstante, haciendo un importante esfuerzo de síntesis, las esquematizamos en las tres siguientes: – Despoblación y marginación productiva. – Dinámica del paisaje en relación con los cambios de uso del suelo. – Estrategias y modelos de gestión sostenible.
3.11.2. Despoblación y marginación productiva En los años sesenta del pasado siglo, cuando se crea el CPBE y se traslada el IEP a Jaca, el Pirineo, al igual que el resto de las montañas españolas, asistía a un proceso de emigración de la población y desestructuración demográfica, al abandono de tierras agrícolas y a la disminución muy acusada de los censos ganaderos. Tras siglos de extensa e intensa ocupación del espacio, se abandonan de forma masiva las laderas agrícolas y muchos pastos supraforestales, con consecuencias muy negativas para la conservación de los recursos: pastos, suelos, agua, paisaje y patrimonio cultural.
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Los primeros trabajos tratan de conocer la problemática del área estudiada (en aquellos momentos, el Alto Aragón occidental y el Pirineo navarro oriental, fundamentalmente) y el potencial de sus recursos, con el fin de aportar estrategias para su promoción social y económica. Hay que tener en cuenta, en este sentido, que los territorios de montaña presentan equilibrios frágiles entre recursos, población y sistemas de gestión. Algunos cambios provocan modificaciones de gran magnitud en el funcionamiento del sistema socioeconómico y conducen a una degradación de su capacidad productiva. Es lo que podemos llamar un equilibrio metaestable, que, una vez roto, difícilmente regresa al punto de partida. En este contexto, Puigdefábregas y Balcells (1966 y 1970) estudiaron la trashumancia en el Alto Aragón y la situación socioeconómica del valle de Roncal, respectivamente. Por su parte, Calvo Palacios (1970 y 1971) analizó los cambios en la gestión del territorio en los valles de Aísa y Aragüés, mientras que García Ruiz y colaboradores (1971) lo hicieron en el pequeño valle de Urdués, incluido en el municipio de Hecho. Los cambios demográficos y de gestión registrados a lo largo del siglo xx eran tan profundos en el Pirineo que, en torno a esta cuestión, se realizaron tres tesis doctorales. La tesis de José María García Ruiz, leída en 1975 y publicada en 1976 (García Ruiz, 1976), es un estudio regional sobre el Prepirineo del Alto Aragón occidental; analiza las transformaciones experimentadas por una montaña media sometida a una importante crisis económica y social, como consecuencia de la desintegración de la sociedad tradicional. La emigración ocasionó el abandono de campos y la pérdida de renta, un círculo vicioso del que era difícil salir por la falta de mano de obra y población joven capaz de dinamizar el sistema socioeconómico. Por ello, las iniciativas de aprovechamiento llegaron del exterior (vacuno extensivo y repoblaciones forestales), contribuyendo a crear una organización del espacio muy distinta a la tradicional, incapaz de aportar soluciones para salir del proceso avanzado de degradación en el que se encontraba el Prepirineo a mediados del siglo pasado. Federico Fillat (1980) estudió los cambios en el sistema ganadero en los valles de Ansó, Hecho y Benasque. Con su trabajo, trata de aportar pautas de gestión a los ganaderos y a la Administración para enlazar el pasado con el futuro sin ensayar rupturas irrecuperables por su impacto ambiental. Analiza el paso del sistema trashumante a la nueva ganadería extensiva. Tal transformación implicó el cambio de razas ganaderas hacia cruces menos rústicos y más productivos, así como de especies (disminución del ovino-caprino e incremento del vacuno (ver también García Ruiz y Balcells, 1978). Señala que la complementariedad tradicional, gracias a la trashumancia, entre montaña y llano ha sido sustituida por otra en que
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la montaña se encarga de la cría y el llano del engorde. Insiste en que, para mantener la ganadería pirenaica, es necesario impulsar prácticas cooperativas en los alrededores del pueblo, a semejanza de lo que ya ocurre en los puertos, y mejorar la comercialización de los productos. La tercera tesis la realizó Teodoro Lasanta Martínez (leída en 1988 y publicada en 1989). En ella se explica la importancia del espacio agrícola en la economía y organización tradicional de los valles pirenaicos. Pone de relieve su compleja adaptación, mediante diferentes modelos de campos y usos del suelo, a la diversidad ambiental. Estudia también la evolución reciente de la agricultura, tras el desmembramiento de la sociedad tradicional y la imperiosa necesidad de producir para un mercado competitivo y muy dinámico. El resultado final es la desorganización espacial en el uso del territorio: frente a la utilización intensiva de los espacios más fértiles, se observa la marginación y abandono de las laderas (Lasanta, 1988), donde tiene lugar un proceso de revegetación con claras implicaciones en el paisaje, la conservación del suelo y el desarrollo sostenible (Figura 1).
Figura 1. Ladera de campos abandonados en Aísa (Pirineo aragonés). Esta ladera se cultivó con cereales hasta los años sesenta del siglo xx; algunos campos, incluso, se cultivaban a mediados de los setenta. En la actualidad, solo se mantiene un prado, mientras que el resto de los campos se han abandonado y están sometidos a procesos de sucesión vegetal. Algunas parcelas muestran zonas con erosión del suelo.
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En Cameros (sistema Ibérico, La Rioja) también se ha estudiado las características y la distribución del espacio agrario, el proceso de abandono agrícola y las implicaciones que ello tiene en el paisaje, la erosión del suelo y el desarrollo de la ganadería extensiva (Lasanta y Arnáez, 2009; Lasanta, 2014).
3.11.3. Dinámica del paisaje en relación con los cambios de uso del suelo El estudio del paisaje ha subyacido siempre en los trabajos realizados en el IPE-CSIC. El paisaje refleja, mejor que cualquier otro elemento, la interacción entre el medio físico y la actuación humana, pasada y reciente, lo que la dota de un fuerte dinamismo. En las últimas décadas, el paisaje ha adquirido una enorme importancia socioeconómica y ambiental, al valorar más la sociedad su calidad, tanto para actividades económicas como para el disfrute de la naturaleza o su conservación. Por otro lado, el uso de herramientas como los SIG y la teledetección ha añadido valor a los estudios del paisaje. No hay que olvidar que el paisaje, casi por definición, requiere trabajar en superficies más amplias que otros temas, necesitados tan solo de información puntual (escala de parcela, ecosistema…), y que el paisaje es el resultado de la superposición de factores ambientales y humanos que confluyen en un lugar, lo que exige combinar varias capas de información, algo que permiten los SIG. El estudio de la dinámica del paisaje (estabilidad, estructura, funcionalidad…) se ha abordado en relación con los cambios de uso del suelo y el papel ejercido por las actividades humanas. García Ruiz y Lasanta Martínez (1990) analizaron en el Pirineo los cambios de uso del suelo durante el siglo xx en relación con factores ambientales, la dinámica de la población y el desmoronamiento de la organización social. Ponen de relieve la pérdida de presión ganadera en los pastos supraforestales y laderas medias, el abandono agrícola en las laderas bajas y la sustitución de los cereales por prados de siega en los fondos de valle. Una de las cuestiones que más se ha estudiado del paisaje agrícola del Pirineo es la distribución espacial de distintos tipos de campos: llanos, en pendiente, bancales y articas o campos itinerantes (Figura 2). Lasanta et al., (2017a) comprueban que el espacio agrícola ocupó una extensa superficie, pese a las limitaciones físicas, extendiéndose por laderas marginales con escasas aptitudes agrícolas, lo que originó un paisaje complejo de tipos de campos. A escala de valle, la pendiente y la distancia a los pueblos fueron las variables más determinantes en
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la localización de los diferentes tipos de campos. A escala regional, se observa el predominio de los campos en pendiente y articas en los valles occidentales, mientras que los bancales dominan en los orientales. La distancia a los pueblos y la intensidad de la precipitación son los factores que mejor explican la distribución de los tipos de campos en el Pirineo. Por otro lado, se ha comprobado que la evolución del paisaje está muy controlada, tras el abandono agrícola, por el tipo de campo. Lasanta et al., (2017b) ponen de relieve que el proceso de sucesión vegetal es mucho más lento en las articas que en el resto de modelos. En los campos cultivados en el pasado mediante el sistema de artigueo, el paisaje permanece durante muchas décadas dominado por manchas aisladas de matorral (Figura 3). Muchos de los trabajos de Montserrat muestran la integración entre ganadería, paisaje diversificado, producción, conservación y estética para atraer al turismo que interesa a la montaña «el más integrado y bien dosificado, repartido a lo largo del año para crear grandes oportunidades organizativas» (Montserrat, 2009; p. 121). Vicente Serrano (2001) estudió cómo el abandono agrícola y la menor presión ganadera han conformado el paisaje actual del valle de Borau, caracterizado por la sustitución de rasgos culturales por otros más naturales, fruto del proceso de revegetación al que se asiste desde mediados del siglo xx. Lasanta et al., (2005) muestran que tras el abandono se incrementa la diversidad del paisaje al convivir teselas del anterior paisaje cultural con otras derivadas de la sucesión vegetal. Sin embargo, pasadas unas décadas, el paisaje pierde su estructura en mosaico y se hace muy homogéneo, y en él dominan grandes manchas de matorral y bosque que borran los rasgos del paisaje humanizado. Lasanta y Vicente Serrano (2007) estudiaron los cambios de cubierta vegetal en el Pirineo aragonés entre 1957 y 2007, y observaron el avance de matorrales y bosques de sucesión. El proceso ha sido más intenso en las laderas bajas y medias, como consecuencia del abandono agrícola y la baja presión ganadera. Los avances más modestos tuvieron lugar en el espacio cultivado y pastos alpinos. Señalan que los factores socioeconómicos (abandono agrícola, relajación de la presión ganadera y repoblaciones forestales) ejercieron más influencia que las condiciones naturales, destacando entre estas la exposición. Tras siglos de ocupación intensa del territorio, desde mediados del siglo xx asistimos a lo que podemos denominar deconstrucción del paisaje, lo que representa la pérdida de un patrimonio cultural que, analizado en profundidad, nos podría enseñar la manera óptima de gestionar el territorio.
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Figura 2. Modelos de campos en el Pirineo aragonés. A) Campos llanos en el fondo del río Ésera. B) Bancales llanos con murete de piedra en Panticosa. C) Bancales llanos con talud de hierba en Bestué. D) Bancales con rellano inclinado y murete de piedra en Fragen (valle de Broto). E) Bancales con rellano inclinado y talud de hierba en Bestué. F) Campos en pendiente en Borau. G) Articas o campos de cultivo esporádico en Aísa.
Figura 3. Ladera cultivada mediante el sistema de artigueo. Izquierda: tomada en octubre de 1996. Derecha: tomada en marzo de 2017. Se observa que el proceso de sucesión vegetal apenas ha avanzado en los veintiún años que han transcurrido entre ambas fotos.
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Figura 4. Benasque. El núcleo urbano ha crecido desde los años setenta a costa de ocupar prados en su entorno y en la carretera de acceso.
3.11.4. Estrategias y modelos de gestión sostenible Desde los años sesenta del siglo xx las investigaciones del IPE tratan de crear modelos de desarrollo sostenibles, además de contribuir a elevar el nivel de vida de la población local (Balcells, 1964). En esta línea, Puigdefábregas y Balcells (1970) llevaron a cabo un balance económico y energético de entradas y salidas en el valle de Roncal (Pirineo navarro) durante los denominados sistemas ‘tradicional’ y ‘reciente’. Concluyen que la introducción de la acción externa en las economías de montaña implica la disminución de la mano de obra y la necesidad de que los trabajadores de la montaña tengan un nivel de ingresos similar a los del llano, lo que condujo al abandono de la mayor parte del territorio y a la intensificación de las áreas más fértiles y mejor comunicadas, por ser capaces de ofrecer productos competitivos en el mercado (ver también Lasanta, 2002). Las relaciones entre la organización social de la montaña, la explotación del territorio y la influencia externa son plenamente desarrolladas en Anglada et al., (1980). Los autores llegan a la conclusión de que la complejidad y heterogeneidad del medioambiente
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montano exige una explotación diversificada, adaptada a la potencialidad de cada enclave del territorio. En este sentido, Puigdefábregas y Fillat (1986) muestran la intensa relación en el pasado entre características ambientales locales, distribución espacial de los cultivos y aprovechamiento del territorio por diferentes especies ganaderas, un equilibrio que se rompió con la irrupción brusca de la cultura externa en la montaña a mediados del siglo xx. La marginación y abandono de las laderas ha llevado a procesos de revegetación con importantes implicaciones paisajísticas, como se ha señalado más arriba. Por el contrario, los fondos de valle y las áreas más accesibles se cultivan ahora con prados, sustituyendo a los cereales que dominaban el espacio agrícola hasta los años sesenta. Los cereales se orientaban a la alimentación de la población local, mientras que desde los años setenta los prados alimentan durante la estación fría al ganado, una vez que el sistema trashumante perdió su papel tradicional (García Ruiz y Lasanta, 1990). La evolución reciente del sistema de gestión del Pirineo ha supuesto, pues, una utilización diferencial del territorio, con intensificación de los mejores enclaves, tanto agrícolas como ganaderos, y extensificación del resto del espacio. Ello supone una dependencia excesiva de una pequeña parte del territorio y el despilfarro del resto de los recursos disponibles (Lasanta, 1989). De hecho, la superficie y productividad de los prados explica en las últimas décadas la carga ganadera de cada valle pirenaico y, en definitiva, el aprovechamiento que se hace del resto del territorio. García Ruiz y Lasanta (1993) comprobaron que el número de cabezas de ganado se ajusta a las posibilidades de producción de alimento para el invierno y, por lo tanto, se relaciona estrechamente con la superficie de prados. Si la superficie de los prados se reduce, disminuye el censo ganadero o se hace necesario comprar forraje en el exterior, reduciendo la competitividad de las explotaciones hasta hacerlas económicamente inviables. Además, hay que tener en cuenta que en los fondos de valle y entorno de los núcleos de población se establece la competencia por el uso del suelo entre las actividades turísticas y agroganaderas, que se resuelve siempre a favor de las primeras, capaces de pagar un precio más elevado por el suelo. Los municipios con estaciones de esquí y mejor comunicados con ellas soportan una elevada presión turística, con fuerte incremento de plazas de alojamiento y urbanización de prados próximos a los pueblos (Figura 4). Ello resta espacio a la pradería, lo que acarrea la disminución de la cabaña ganadera y el desaprovechamiento de pastos en antiguos campos de cultivo y pastos subalpinos (García Ruiz y Lasanta, 1993; Laguna y Lasanta, 2003). La construcción de embalses también compite con el sector primario por los mejores espacios. Los embalses ocupan los fondos de valle, es decir los espacios más fértiles utilizados para la agricultura (García Ruiz, 1977;
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Balcells, 1983; Nicolau Ibarra y Lasanta Martínez, 1988). Se establece, pues, una competencia por el uso de los mejores espacios: los fondos de valle y las áreas próximas a los pueblos, es decir, el espacio cultivado. El papel de la Administración y las políticas públicas en el desarrollo de la montaña ha sido abordado desde diferentes perspectivas. En el Pirineo aragonés, se ha analizado el papel de las políticas de desarrollo rural, comprobándose que han tenido un papel reducido en mantener a la población en el territorio y en la economía de los valles. No obstante, se constata el incremento de la cabaña ganadera como consecuencia de las subvenciones de la PAC1 (Laguna Marín-Yaseli, 2006; 2007). En el sistema Ibérico noroccidental, se han estudiado los efectos del plan de desbroces puesto en marcha por el Gobierno de La Rioja en 1986, con el fin de regenerar pastos, apoyar a la ganadería extensiva y disminuir los incendios (Figura 5). Los resultados muestran la reducción del número de incendios y de la superficie quemada, el incremento de la heterogeneidad del paisaje y los beneficios para la ganadería extensiva: incremento de los censos y del tamaño de las explotaciones (Lasanta Martínez et al., 2013a).
Figura 5. Ladera desbrozada en Ezcaray (La Rioja). Desde 1986, el Gobierno de La Rioja desbroza matorrales para reducir el número de incendios y regenerar pastos, combinando, pues, fines productivos y medioambientales. En la foto se observa que, entre las zonas desbrozadas, se mantienen manchas de matorrales como protección y alimento de la fauna. Se trata, además, de evitar la erosión del suelo.
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Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente: Política Agrícola Común.
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Junto a la ganadería extensiva, el desarrollo turístico parece la otra alternativa de desarrollo en la montaña mediterránea. Se ha estudiado el papel que ejercen las estaciones de esquí en la demografía, el empleo, la ganadería y en la integración-competencia con las actividades primarias. En el Pirineo, se ha comprobado que el turismo de invierno tiene efectos positivos sobre la población (censo, estructura y empleo), mientras que compite con la ganadería por el uso de los mejores espacios y la mano de obra, lo que limita el desarrollo ganadero y conduce a la degradación de pastos por infrapastoreo (Lasanta, 2010; Lasanta et al., 2013b). Por el contrario, la estación de esquí de Valdezcaray (sistema Ibérico, La Rioja) influye positivamente tanto en la demografía como en el sector primario, quizás por ser una estación de menor tamaño que las pirenaicas y haberse involucrado la población local en su instalación y desarrollo (Lasanta et al., 2014).
3.11.5. Perspectivas Los objetivos de investigación en los próximos años continuarán una tendencia bastante lineal con los expuestos más arriba. Se pueden sintetizar en dos grandes líneas con varios temas de interés: a) Establecer modelos de gestión para el desarrollo rural. Se pretende ofrecer una perspectiva funcional y sostenible de la gestión del territorio en espacios tan heterogéneos y frágiles como la montaña. Para ello, se deberán implementar modelos orientados al aprovechamiento equilibrado de los recursos en el tiempo y en el espacio. Dentro de este campo, se dedicará especial atención al papel de las políticas públicas en el desarrollo rural, al impacto de las actividades turísticas en áreas de montaña, a las consecuencias socioeconómicas de los cambios poblacionales en el medio rural y a los conflictos de usos del suelo en espacios muy intensificados. b) Analizar los efectos de los cambios de uso del suelo y de cubierta vegetal en áreas marginadas. El objetivo principal de esta línea es aportar información sobre la forma de gestionar áreas marginadas. ¿Sabemos bastante acerca de cómo evolucionan grandes extensiones de tierras abandonadas, qué implicaciones socioeconómicas, ambientales y paisajísticas tiene la marginación productiva, cómo influyen los sistemas de gestión y cómo se pueden reincorporar los espacios marginados al sistema productivo? Es necesario buscar estrategias de aprovechamiento de estas áreas marginadas con el fin de disponer de pautas de gestión en áreas muy frágiles, especialmente, cuando se someten a procesos rápidos de intensificación-extensificación, porque buena parte del territorio nacional experimenta dicho proceso, y es predecible que muchas regiones del mundo se van a ver inmersas en la misma dinámica a medio plazo.
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En cualquier caso, se continuará incluyendo los paisajes, al hombre y sus sistemas de gestión en la dinámica ambiental. La consideración del hombre como agente transformador de los ecosistemas y paisajes, y como receptor de los flujos derivados es imprescindible para generar modelos sostenibles de desarrollo.
Bibliografía Anglada, S. et al., 1980. La vida rural en la montaña española. (Orientaciones para su promoción). Instituto de Estudios Pirenaicos, 107: 133 pp., Jaca. Balcells, E., 1964. «Objetivos y labor del Centro Pirenaico de Biología Experimental». Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural (Biología), 62: 361-365. — 1964-1966. «Finalidad y líneas de investigación del Centro Pirenaico de Biología Experimental». Publicaciones del Centro Pirenaico de Biología Experimental, 1. — 1973. «Orientación actual del Instituto de Estudios Pirenaicos». Pirineos, 110: 55-94. — 1983. «Evolución socioeconómica reciente de tres comunidades comarcales pirenaicas y destino actual de las superficies más productivas de su demarcación». Cuadernos de Investigación Geográfica, 9 (1-2): 41-82. Calvo Palacios, J. L., 1970. «Aísa, un valle pirenaico». Pirineos, 97: 29-63. — 1971. «Aragüés del Puerto, un valle pirenaico». Pirineos, 101: 35-72. Fillat, F., 1980. De la trashumancia a las nuevas formas de ganadería extensiva. Estudio de los valles de Ansó, Hecho y Benasque. Tesis doctoral. Universidad Politécnica de Madrid: 572 pp., Madrid. García Ruiz, J. M.ª, 1976. Modos de vida y niveles de renta en el Prepirineo del Alto Aragón occidental. Monografías del Instituto de Estudios Pirenaicos, 106: 272 pp., Jaca. — 1977. «Grandes embalses y desorganización del espacio. El ejemplo del Alto Aragón». Cuadernos de Investigación (Geografía e Historia), 3(1-2): 3-16. — y Balcells, E., 1978. «Tendencias actuales en la ganadería del Alto Aragón». Estudios Geográficos, 153: 519-538. — y colaboradores, 1971. «El valle de Urdués. Un estudio de Geografía Rural». Pirineos, 102: 53-91.
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3.12. LA TOXICOLOGÍA AMBIENTAL EN EL IPE. LA ECOLOGÍA Y LA TOXICOLOGÍA AMBIENTAL APLICADAS EN LA CONCILIACIÓN DEL DESARROLLO SOCIOECONÓMICO Y LA CONSERVACIÓN DE LOS ECOSISTEMAS Enrique Navarro IPE-CSIC
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uizás el mejor modo de entender qué es la toxicología ambiental (o ecotoxicología) sea preguntarse acerca de lo que la sociedad demanda de esta ciencia; una buena respuesta podría ser «aquellos conocimientos que permiten conciliar el desarrollo social y tecnológico con la conservación del medioambiente en el ámbito del uso de compuestos químicos».
La necesidad histórica de la ecotoxicología La ciencia a finales de los cuarenta se preocupaba tan solo de testar la eficacia de los productos utilizados en agricultura. Unas décadas después, y ante el deterioro sufrido por los ríos, lagos y embalses receptores de los vertidos agrícolas, en los EE. UU. se pusieron las bases para la estandarización y desarrollo de una nueva ciencia, síntesis, en parte, de muchas otras. Sin duda, en este proceso tuvo bastante que ver la creación de la EPA (US Environmental Protection Agency). En paralelo, se fueron desarrollando una serie de leyes y normativas cuyo fin primario era el de proteger a los humanos de sus propios residuos, aunque, finalmente, acabarían por proteger el medioambiente, considerando al hombre como parte integrante de él. Al final de la Segunda Guerra Mundial, comenzó un cambio entre el paradigma de la dilución (la dilución era siempre la solución ante cualquier problema de contaminación) y el paradigma del bumerán (todo lo que liberes en la naturaleza acabará por serte devuelto y te dañará de uno u otro modo). Un hecho que hizo despertar la conciencia mundial fue el episodio de contaminación de la bahía de Minamata.
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Esta bahía, situada en el sur de las islas de Japón, es el lugar donde la empresa química Chisso vertió durante años compuestos orgánicos de mercurio, contaminando la cadena trófica, en la cumbre de la cual estaban los pescadores de la bahía. La compañía se instaló en la bahía en 1907 con la aceptación de los pueblos costeros, que la veían como un símbolo de progreso y de futuro laboral. A partir de 1925, los vertidos comenzaron a eliminar la pesca de la bahía. Los pescadores que se quejaban fueron compensados económicamente, siendo esta operación respaldada por el gobierno. La Chisso estimó esta medida más barata que modificar los procesos de fabricación y síntesis para limpiar los residuos que se vertían a la bahía. A partir de 1932, comenzaron a arrojar grandes cantidades de compuestos de mercurio. La enfermedad de Minamata comenzó a manifestarse a principios de los cincuenta y, en 1956, fue oficialmente detectado un brote de enfermedad que afectaba al sistema nervioso. En el año 1959, unos estudios de la universidad de Kumamoto determinaron que el causante de la enfermedad era el mercurio orgánico. Unos años antes, los síntomas eran evidentes en los gatos de la región que comenzaron a dar muestras de desórdenes de comportamiento, pasando de ser mascotas a animales irascibles, violentos, nerviosos y de comportamiento impredecible. En la actualidad, la justicia japonesa todavía está resolviendo las indemnizaciones de algunos de los más de tres mil afectados que sobreviven, con malformaciones diversas y afecciones nerviosas. El coste hasta la fecha ha sido de doscientos treinta y ocho mil millones de yenes (mil ochocientos treinta y cuatro millones de euros). Es evidente que, por un coste mucho menor, se hubieran podido estudiar y prevenir los riesgos para la salud humana y del ecosistema, así como transformar los procesos industriales; pero claro: era otra época. Hasta hace pocos años, la percepción de las empresas y gobiernos era la de utilizar soluciones end of pipe, o sea, «resolver los problemas» una vez hechos. Los hechos han demostrado que esta política acarrea, además de mayores riesgos reales y costes mayores, una mala imagen tanto a las compañías implicadas como a los Gobiernos responsables. Así que, cada vez más, se trabaja en tecnologías preventivas. Dentro de este marco social, económico y legal es donde la toxicología ambiental juega un papel clave. La situación de la toxicología ambiental en los procesos productivos Anualmente, la industria química fabrica cuatrocientos millones de toneladas de productos químicos en forma de setenta mil compuestos diferentes. De sobre el 75 % de ellos no se tienen datos precisos de su toxicidad (EEA-UNEP, 2000).
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Muchos de ellos, por su finalidad o por accidente, acaban liberándose en el medioambiente. Esta liberación se lleva a cabo en forma de emisiones gaseosas, vertidos líquidos y acumulación de residuos sólidos. Cualquiera de estas formas acaba contaminando el medioambiente y tiene un efecto sobre los organismos que puede alcanzar el nivel de ecosistema. La ecotoxicología es una ciencia que, a partir de la toxicología, intenta conocer los efectos de los productos cuando son liberados en los ecosistemas, como, por ejemplo, en los ríos. Ámbitos de la toxicología ambiental El estudio del impacto de los tóxicos sobre la estructura y la función de los sistemas ecológicos, abarca desde el nivel molecular al de organismo, desde este al de comunidad y desde esta al de ecosistema. La amplitud de campos que abarca la ecotoxicología requiere una aproximación pluridisciplinar que puede llegar a combinar conocimientos de áreas como la ecología, la biología molecular, la química analítica, la química orgánica, la bioestadística, las matemáticas y el modelado, la biología evolutiva, la microbiología, la genética y la evaluación de riesgos. Lo que queda claro al observar todas las disciplinas es la diferencia en sus escalas temporales y espaciales, consideración importantísima a la hora de comenzar nuestra aproximación a cualquier problema relacionado con un estudio ecotoxicológico.
3.12.1. Nacimiento, evolución y objetivos de la línea de investigación Esta línea se desarrolla en el IPE a partir de 2009, con la incorporación de E. Navarro al grupo de restauración ecológica, perteneciente al Departamento de Biodiversidad y Restauración. Este grupo realiza investigaciones para la recuperación funcional y estructural de los ecosistemas, con especial interés en la integración de aspectos científico-técnicos, económicos y sociales. Mediante análisis estadísticos y multicriterio, se integran diferentes indicadores estructurales y funcionales, que van desde la presencia de contaminantes en organismos hasta el uso recreacional del paisaje, pasando por indicadores de eutrofización, erosión, contaminación, composición y producción de comunidades vegetales y el uso productivo de los recursos naturales. El objetivo final es el desarrollo de estrategias y herramientas para la restauración y el uso sostenible de los ecosistemas, incluyendo las comunidades humanas, y la puesta en valor de los servicios de los ecosistemas.
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El objetivo principal de los trabajos de toxicología ambiental ha sido la evaluación del impacto que las actividades humanas —generalmente englobadas bajo el denominador de ‘cambio global’— tienen sobre los ecosistemas acuáticos y terrestres. Concretamente, desarrollar nuevas aproximaciones para valorar el efecto de contaminantes y estresores sobre organismos acuáticos y terrestres a diferentes escalas organizativas, desde cultivos celulares hasta el nivel de ecosistema. Los resultados de estos trabajos persiguen, en primer lugar, identificar los vectores responsables de los impactos sobre la estructura y funcionamiento de los sistemas biológicos; en segundo, cuantificar dichos impactos —establecer relaciones causaefecto de modo cuantitativo—; y, por último, proponer medidas y herramientas de gestión para mitigar el impacto humano, y restaurar y mantener el buen funcionamiento de los ecosistemas que dan soporte al desarrollo de nuestra sociedad.
3.12.2. Principales logros científicos Desde octubre de 2008, en el IPE (Zaragoza), se han desarrollado varias líneas de trabajo en el ámbito de la ecología y toxicología ambiental, combinando diferentes escalas biológicas y diferentes vectores del cambio global, que se recogen a continuación.
3.12.2.1. Estudios de toxicología ambiental para evaluar y mitigar el impacto de las actividades humanas Se ha evaluado el impacto de la radiación ultravioleta (RUV) en ríos y la modulación de factores ambientales sobre la toxicidad de contaminantes, como el mercurio (Val et al., 2016); se ha estudiado el impacto de escorrentía de campos de cultivo sobre la fisiología de las comunidades edáficas (Arroita et al., 2013); el impacto de los usos agrícolas, a lo largo de un año, sobre los cursos acuáticos cercanos (Lorente et al., 2015); se desarrollan nuevos métodos para evaluar la toxicidad en suelos y organismos terrestres de compuestos farmacéuticos y residuos industriales peligrosos, como los metales (Muñiz et al., 2014; Pino et al., 2016). Para todo ello, se ha desarrollado un sistema de canales artificiales (Figura 1), donde se experimenta con comunidades fluviales (algas, hongos y bacterias) que crecen previamente en sustratos artificiales (Figura 2), colocados en los ríos que se van a estudiar. También se combinan estos estudios de comunidades naturales con otros realizados in vitro (Figura 3).
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En esta línea de trabajo, se está colaborando con el Gobierno de Aragón para realizar pruebas piloto en la descontaminación de suelos con residuos industriales, utilizando diferentes técnicas: oxidación in situ, biorremediación, filtros verdes, biorreactores, bioaumentación y suelos técnicos. Recientemente, se ha publicado un trabajo donde se demuestra que las lombrices (Figura 4) pueden ser aliadas a la hora de descontaminar suelos, ya que su actividad como ingenieros del suelo, contribuye a la movilización de compuestos tóxicos derivados de la fabricación del lindano acumulados en suelos (Muñiz et al., 2017).
Figura 1. Canales artificiales para experimentación con comunidades acuáticas fluviales en condiciones controladas de luz (incluyendo, p. ej., RUV), temperatura, caudal y calidad del agua.
Figura 2. Soportes de metacrilato, con piezas de vidrio (portaobjetos de microscopia) donde crecen las comunidades bentónicas de los ríos estudiados. Estos se situaron en el río Arba, cerca de Ejea de los Caballeros (Zaragoza), para estudiar el impacto de las aguas de escorrentía de campos agrícolas (que contienen restos de agroquímicos), sobre los ríos receptores.
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Figura 3. Cultivos de algas unicelulares en el IPE, expuestos a diferentes concentraciones de tóxicos para la realización de unos test de dosis-respuesta.
Figura 4. Lombriz realizando su trabajo como ingeniero del suelo en muestras de suelos contaminadas con residuos, procedentes del vertedero de Bailín, en Sabiñánigo (Huesca). A la izquierda se observan sus deyecciones; son, precisamente, las actividades de excavación y la actividad digestiva de estos organismos lo que favorece la movilización de compuestos tóxicos, facilitando el lavado de los suelos contaminados.
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3.12.2.2. Desarrollo de nuevos métodos para evaluar la toxicidad ambiental de nanomateriales incorporados en productos de consumo Se continúa ampliando los métodos desarrollados en Suiza (Navarro et al., 2007), a otros nanomateriales (Navarro et al., 2015), incluyendo superficies de uso en medicina (Pugliara et al., 2016), con el objetivo de mejorar sus propiedades y reducir al tiempo sus posibles impactos. También se investiga —en colaboración con el Instituto de Nanociencia de Aragón— cómo identificar nanopartículas en matrices naturales, una vez se liberen en el medioambiente.
3.12.2.3. Estudios ecológicos para modelar el impacto humano en los ecosistemas acuáticos Se están realizando estudios para modelizar la aparición de larvas de mejillón cebra en el embalse de Ribarroja y prevenir su aparición y la colonización en las infraestructuras de regadío. Se han realizado estudios para utilizar las zonas de ribera como espacios donde potenciar uno de los servicios ecosistémicos más importantes de un río: la capacidad de autodepuración y mejora de la calidad del agua (Antigüedad et al., 2016; Comín et al., 2016). También se ha abierto una nueva y prometedora línea basada en la explotación de bases de datos y el uso del metabolismo fluvial como herramienta para desentrañar el impacto de diferentes vectores del cambio global (Val et al., 2016). En esta línea se está participando en un proyecto Interreg (Aguamod) que desarrollará herramientas a escala de cuenca, para la gestión de caudales durante las épocas de estiaje, que se basarán en los usos y beneficios económicos del agua. Se acaba de comenzar, además, con la dirección de una red temática (www.ibepecor.csic.es) para la gestión de la calidad ecológica de los ríos de todo el continente sudamericano.
3.12.2.4. El uso de las plantas urbanas para la biomonitorización de la polución atmosférica Se ha desarrollado un método basado en el análisis del contenido en metales de la hoja de adelfa, combinado con el análisis de isotopos, que permite realizar mapas detallados de la inmisión de contaminantes en áreas urbanas (Vázquez et al., 2016; Martín et al., 2017). En estos momentos, se está asesorando y participando en un proyecto de ciencia ciudadana para el uso de plantas como biomonitores en terrazas y balcones de toda la ciudad de Zaragoza (http://vigilantesdelcierzo.ibercivis.es).
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3.12.2.5. Biotecnología algal para el tratamiento de aguas contaminadas En colaboración con la Universidad de Málaga, se estudia la optimización de cultivos algales en biorreactores (Ihnken et al., 2014; Jerez et al., 2014; Malpartida et al., 2014), para su uso en la depuración de aguas contaminadas con purines y compuestos orgánicos o como sumideros de emisiones industriales de CO₂. En todas las líneas se han logrado resultados de calidad: cuarenta y seis artículos en revistas peer-reviewed (3145 citas acumuladas; índice h1: 20); sesenta y tres congresos como ponente, coordinador de sesiones o conferenciante invitado; dos tesis doctorales; se lideran dos proyectos de investigación activos, y se participa y colabora en otros cuatro. Desde 2008, se han captado setecientos tres mil euros y se han efectuado consultorías por catorce mil euros. Se mantienen colaboraciones estables con centros —Instituto Nacional de Agua (INA), Instituto de Ciencia de Materiales de Aragón (ICMA)…— y universidades nacionales (Universidad de Zaragoza, Universitat de Girona, Universitat de Barcelona…) e internacionales —Instituto Suizo de Investigación del Agua (EAWAG)—. Navarro aparece regularmente en medios de comunicación (televisión, radio y prensa), participando en numerosas actividades divulgativas. Participa en docencia universitaria, donde acumula más de mil horas de docencia y más de setecientas en formación para la enseñanza. Actualmente, imparte clases en programas de Máster y de Grado, siendo además coordinador de módulos como el de Ecotoxicología en la Universidad Rey Juan Carlos. También ha participado en tareas de gestión docente, como en la creación, evaluación ANECA (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación) y gestión de contenidos del Máster de Nanotecnología Ambiental de la Universidad de Zaragoza. En estos últimos años, Navarro es o ha sido asesor, consultor y evaluador de diversos organismos europeos y nacionales (European Food Safety Authority; Agence Nationale de la Recherche, Francia; US Environmental Protection Agency, EE. UU.; Natural Environment Research Council, Reino Unido…); es o ha sido miembro de órganos consultivos públicos, como el Consejo de Protección de la Naturaleza de Aragón, del Comité Agenda 21 de la Ciudad de Zaragoza, o diferentes patronatos de espacios y áreas protegidos. Es el creador y coordinador del Grupo de Trabajo de Toxicología y Ecotoxicología de Nanomateriales de la 1
l índice de Hirsch, o índice h, «es un sistema propuesto por Jorge Hirsch, de la Universidad de California, para E la medición de la calidad profesional de físicos y de otros científicos, en función de la cantidad de citas que han recibido sus artículos científicos. Un científico o investigador tiene índice h si ha publicado h trabajos con al menos h citas cada uno». https://es.wikipedia.org/wiki/%C3%8Dndice_h
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Red Española Nanospain (www.nanospain.org) y, también, de la Red Temática de Ecotoxicología del CSIC (www.ecotox.csic.es). Desde hace un año, ocupa también una plaza en el Consejo Europeo de la Society for Environmental Toxicology and Chemistry (www.setac.org). En resumen: en estos últimos años se ha generado conocimiento científico de calidad, se ha realizado su transferencia —aplicándolo en solucionar problemas ambientales o en mejorar procesos productivos— y todo esto se ha divulgado a la población en general y a los colectivos especializados (vía docencia universitaria y vía participación en órganos consultivos públicos).
3.12.3. Perspectivas de futuro El crecimiento económico y demográfico actual, sin precedentes en la historia, que acaba de inaugurar una nueva era, el Antropoceno, ha sobrepasado los avances y la capacidad tecnológica para frenar la degradación ambiental resultante. Se espera que hacia 2050 la población mundial pase de siete mil millones de personas a más de nueve mil millones, lo que provocará una enorme presión sobre los recursos naturales (agua, energía, materias primas…) y la liberación de cantidades enormes de todo tipo de contaminantes. En este contexto, las líneas futuras de investigación de Navarro se enfocarán a reforzar los vínculos entre la toxicología ambiental y la gestión de los recursos naturales, colaborando en la sostenibilidad y mantenimiento de los ecosistemas.
Figura 5. Escalas de trabajo de la línea. En la gráfica de la izquierda se presentan las escalas temporales y espaciales de diferentes fenómenos de toxicología ambiental. Sobre estas dimensiones se sitúan (como estrellas) los principales trabajos de investigación realizados hasta la fecha. Al transferirlos a las escalas relevantes en la fisiología y estructura de sistemas biológicos (gráfica de la derecha), se aprecia cómo, a lo largo del desarrollo profesional, se ha logrado abarcar la mayor parte de las escalas espaciales, salvo las mayores. Ese es, precisamente, el objetivo para los próximos años. La flecha en punteado rojo señala la dirección de la investigación futura.
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Para ello, mediante la utilización de la inteligencia de datos (big data, en inglés), se aplicará el conocimiento desarrollado a escalas temporales, espaciales y biológicas inferiores, en el desarrollo de herramientas y aproximaciones experimentales que permitan trabajar a las mayores escalas (Figura 5). Esto se materializará en el desarrollo de conocimiento y herramientas para evaluar el impacto de procesos y productos de consumo sobre los procesos en el ecosistema —utilizando para ello los servicios ecosistémicos—, y en la aplicación de dicho conocimiento en la reducción y mitigación del impacto, tanto a posteriori como a priori, con la integración del concepto «safe by design» (que podemos traducir como «diseño con seguridad inherente») en el ciclo de vida de cualquier producto o proceso.
3.12.3.1. Evaluación del impacto de procesos y productos de consumo sobre los procesos en el ecosistema Todos los procesos biológicos actúan a lo largo de escalas espaciales y temporales, que, aunque parezcan desconectadas, están, de hecho, íntimamente entrelazadas. Los efectos a escala molecular tienen repercusiones en el ecosistema; inversamente, los cambios a gran escala pueden llegar a afectar la secuencia misma de los genes a medida que se produce la evolución en respuesta a los cambios ambientales. En este contexto, el futuro trabajo se encaminaría hacia las siguientes líneas de trabajo: – Estudios ecológicos para modelar el impacto humano en los ecosistemas acuáticos. A través de la explotación de bases de datos y del cálculo del metabolismo fluvial, se está desentrañando el impacto que diferentes vectores del cambio global tiene sobre el funcionamiento y la estructura de los ecosistemas de las cuencas fluviales. Se espera poder transferir estas herramientas a los gestores (Confederaciones) para, por ejemplo, poder mejorar el cálculo de los caudales ecológicos, de modo que no se vean afectados servicios ecosistémicos (como la producción de agua de calidad, la autodepuración debida a la digestión de materia orgánica…) y que, incluso, puedan potenciarse en determinados tramos fluviales. Para ello, y en colaboración con los organismos de cuenca responsables, estamos desarrollando una herramienta capaz de integrar (a diferentes escalas temporales y espaciales) las necesidades y los usos de agua en las cuencas mediterráneas y de generar diferentes escenarios, considerando, incluso, el impacto que el cambio climático tendrá sobre la disponibilidad y necesidad de agua. Con un punto de vista diferente, durante los próximos cuatro años,
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y gracias a la Red Iberoamericana para la Formulación y Aplicación de Protocolos de Evaluación del Estado Ecológico, Manejo y Restauración de Ríos (Ibepecor, www.ibepecor.csic.es), se creará una base de datos sobre la calidad ambiental y los impactos humanos sobre los principales ríos sudamericanos. De la explotación de esta información, se derivarán manuales de gestión y recuperación del estado ecológico para los diferentes países. – El uso de las plantas urbanas para la biomonitorización de la polución atmosférica. Recientemente, se han publicado un par de trabajos en revistas de prestigio, demostrando la viabilidad del uso de las adelfas (Figura 6) como biomonitores para la realización de mapas detallados de inmisión de metales en zonas urbanas (Vázquez et al., 2016; Martín et al., 2018). Se ha comenzado en estos momentos, en la ciudad de Zaragoza, para los metales y según el Pm².5; pretendemos exportar este tipo de iniciativas a otras ciudades y solicitar financiación para incorporar otros compuestos emergentes, como los hidrocarburos aromáticos policíclicos (PAH, por sus siglas en inglés). Los resultados se utilizarán para generar mapas de exposición a los contaminantes en las ciudades que se incorporen en los futuros planes de gestión de la calidad del aire.
Figura 6. Recolección de hojas de adelfa en la ciudad de Zaragoza. Estas hojas serán luego analizadas para conocer el contenido de metales. Esos datos se utilizarán para la realización de mapas detallados de inmisión, de modo que se pueda conocer dónde y cómo se deposita la contaminación emitida al aire por vehículos y chimeneas en las ciudades.
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3.12.3.2. Reducción y mitigación del impacto humano, tanto a posteriori como a priori La EPA estipula que «la evaluación del riesgo ecológico es un proceso de evaluación y organización sistemática de los datos, la información, los supuestos, y las incertidumbres para ayudar a entender y predecir la relación entre los factores de estrés y los efectos ecológicos de una manera útil para la toma de decisiones ambientales». En este contexto, se aconseja, asimismo, que las evaluaciones sobre los riesgos de los impactos humanos, son más eficaces cuando se dirigen a la toma de decisiones, necesidades y objetivos de los gestores ambientales. Si bien una meta puede ser restaurar el equilibrio de la naturaleza o devolver el sistema a un estado prístino, dado nuestro entendimiento actual de los sistemas ecológicos, ninguna de estas metas es plenamente alcanzable. Sin embargo, sí es posible restaurar y gestionar los recursos naturales de modo sostenible, especialmente, utilizando herramientas e información generada a partir de estudios de las escalas temporales y espaciales adecuadas. En este contexto, el futuro trabajo se encaminaría hacia las siguientes líneas de estudio: – Estudios de toxicología ambiental para evaluar y mitigar el impacto de las actividades humanas. En colaboración con el Gobierno de Aragón, se están realizando pruebas piloto para la descontaminación de suelos con residuos industriales utilizando diferentes técnicas: oxidación in situ —con nanomateriales—, biorremediación, filtros verdes, bio-reactores algales, bioaumentación y suelos técnicos. – Desarrollo de nuevos métodos para evaluar la toxicidad ambiental de nanomateriales incorporados en productos de consumo. Se está colaborando tanto con grupos de I+D+i como con empresas, para implementar el concepto «safe by design». Se acaba de presentar una Innovative Training Network Marie Curie, titulada Highly Trained Researchers from Advanced Domain - Metal Based Innovative Functional Nanocomposites to fulfil the (Safe-by-Design Concept). Además, se están desarrollando métodos nuevos para valorar la toxicidad ambiental de nanomateriales en fase de diseño y desarrollo para biomedicina, para otros ya incorporados en productos de consumo (como envases) y en nuevos métodos para identificar nanopartículas en matrices naturales, una vez se liberen en el medioambiente. – Biotecnología algal y de plantas acuáticas para el tratamiento de aguas contaminadas.
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Se estudia en estos momentos la optimización del crecimiento y fisiología de diferentes especies algales y de macrófitos, en cultivadores modulares, que puedan combinarse con tratamientos del agua específicos para la reducción de determinados compuestos tóxicos (principalmente, orgánicos). Se usarían en la depuración de aguas contaminadas o de escorrentía de zonas agrícolas, purines, lixiviados de vertederos industriales, o como sumideros de emisiones industriales de CO₂.
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3.13. RESTAURACIÓN ECOLÓGICA Francisco A. Comín IPE-CSIC
3.13.1. Antecedentes La restauración ecológica (RE) trata de mejorar el funcionamiento y el estado de ecosistemas que han sido degradados, dañados o destruidos. Además de los fundamentos científicos de los ecosistemas, que proporciona la ecología de la restauración (ER) (Figura 1), la RE debe integrar, para su desarrollo conceptual y sistemático y para su puesta en práctica, aspectos sociales y económicos, que son inherentes a la planificación de usos y a la intervención en el territorio (Figura 2, Comín, 2002). La investigación y la práctica de la RE surgieron del interés por mejorar el conocimiento sobre cómo recuperar el estado de ecosistemas alterados y de la preocupación por la degradación de los ecosistemas y del planeta en su conjunto. Es decir, se anclan en el interés por la conservación y manejo de los recursos naturales, y requieren para su estudio y práctica la integración de numerosas disciplinas científicas y tecnológicas, de los campos de las humanidades, ciencias sociales, jurídicas y económicas, además de las experimentales. La ER está inicialmente implícita en la misma ecología y, particularmente, en los fundamentos de la sucesión secundaria de los ecosistemas que han sido perturbados (Margalef, 1974). Hace unos cuarenta años, un grupo de personas, en California, aprovechando la iniciativa de John Rieger, empezaron a hacer reuniones sobre métodos y prácticas de recuperación de ecosistemas degradados o dañados. De ahí surgió el germen de la SER que ha aglutinado e impulsado el desarrollo de la RE durante las últimas tres décadas y que incluye profesionales, investigadores
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y entidades provenientes de todas las disciplinas citadas. La mención explícita a la SER se debe a que es un caso relevante de impulso de una disciplina científica y técnica por una asociación de personas con distinta formación que convergieron aportando sus perspectivas y experiencias, y que dan lugar al desarrollo teórico y práctico de la RE. En Europa, la ER se despertó con el trabajo pionero de A. D. Bradshaw, que mostró la recuperación de la comunidad vegetal y del suelo en zonas mineras, y se impulsó por el capítulo europeo de la SER. Todo esto no excluye la existencia previa de iniciativas, trabajos pioneros y experiencias por todo el mundo, más o menos consistentes y enmarcados en ER y en RE. De hecho, hoy en día, la RE y la ER se han desarrollado tanto en teoría como en la práctica por todo el mundo, y existen numerosas personas y grupos de investigación, profesionales autónomos, empresas y entidades a ellas dedicados. Buena prueba de ello son los numerosos trabajos realizados por grupos de investigación y por profesionales y empresas en Australia y en Iberoamérica, en donde también existen sendas sociedades afiliadas a la SER. También en África existen inquietud e iniciativas, hasta el punto de que la próxima Conferencia Mundial de Restauración Ecológica tendrá lugar en 2019 en Sudáfrica. Y en el continente asiático todo transcurre, como en otras áreas científicas y tecnológicas, con la heterogeneidad, dimensiones y capacidades propias de cada región y país. Hasta hace poco, la práctica de la RE iba más deprisa que la investigación en ER. Hoy en día, puede decirse que ambas son paralelas. Y bien decirse, porque muchas prácticas y experiencias de RE se hacen sin fundamentos en la ER y, lo que es peor, sin la debida integración de los aspectos sociales, económicos y científico-técnicos para que tengan un grado notable de éxito. Parece que la razón para esto es que, al ser la ER una disciplina «blanda», no exacta en sus postulados, al igual que la ecología, no se imponen unos criterios altos de control y comprobación de las acciones de RE (Wortley et al., 2013). De hecho, algunas de las prácticas profesionales de RE no están reguladas por criterios oficiales o profesionales bien establecidos o rigurosos. Por ejemplo, en general, las acciones de restauración de zonas mineras. Otro ejemplo son las numerosas acciones populares de plantación de árboles fomentadas y patrocinadas por entidades privadas y públicas, que en escasa proporción son seguidas por un programa de comprobación del éxito de la plantación, y menos con la reposición de marras, salvo las planificadas y realizadas profesionalmente.
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3. Líneas de investigación
Figura 1. La restauración ecológica se fundamenta en la ecología de la restauración. Restauración Ecología de la restauración ecológica
Figura 2. La restauración ecológica requiere la integración de aspectos científico-técnicos, sociales y económicos, tanto para su desarrollo teórico como en la práctica.
Sociales
Científico-técnicos Restauración ecológica
Económicos
3.13.2. Algunos paradigmas de la restauración ecológica La inicial y entusiasta perspectiva de la RE como recuperación del ecosistema degradado hasta las características originales (Figura 3), fue pronto transformada al reconocerse en la propia ecología que «un ecosistema no pasa dos veces por las mismas características» (Margalef, comunicación personal) o, lo que es lo mismo, que no se pueden recuperar exactamente las mismas características originales de un ecosistema que ha sido dañado o degradado. Y no tanto porque haya numerosas
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características que no se pueden comprobar, sino porque las condiciones ambientales y las constantes fluctuaciones de los ecosistemas hacen que no se repita exactamente igual la combinación de características estructurales y funcionales de un ecosistema a lo largo del tiempo (Figura 4).
Figura 3. Esquema de la trayectoria de las características funcionales y estructurales de un ecosistema degradado al que se le aplica restauración ecológica y otras acciones con esta relacionadas (modificado de Bradshaw, 2002). Funciones del ecosistema (producción, reciclado de nutrientes)
Reemplazamiento "Reclamación"
Restauración
Ecosistema original
Rehabilitación Sucesión primaria (procesos naturales) Ecosistema degradado Estructura del ecosistema (especies, complejidad)
ión c Recupera
o aps
Col
Variables estado del ecosistema
Figura 4. Trayectorias oscilantes que pueden seguir las características de un ecosistema según las condiciones ambientales que le afecten, entre las cuales pueden contarse las resultantes de acciones de restauración (modificado de Suding et al., 2004).
Condiciones ambientales
En los últimos años, con las facilidades informáticas para obtener y manejar información, se han publicado numerosos trabajos del tipo metaanálisis que confirman la imposibilidad de recuperar todas las características originales de los ecosistemas (Moreno Mateos et al., 2010; Meli et al., 2017).
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3. Líneas de investigación
La utilización de un ecosistema de referencia para planificar y ejecutar la RE de un ecosistema y la misma aproximación con una finalidad investigadora para testar hipótesis y comprobar indicadores de restauración ha guiado el desarrollo de un conjunto consistente de conocimientos que, sistematizados, han llegado a constituir la teoría de la ER (Van Andel y Aronson, 2006; Howell et al., 2012). Que no ha alcanzado su cota y densidad más alta, lo indica el hecho de que estos libros, que tratan de sistematizar los conocimientos sobre RE, mezclan las teorías, las experiencias, las escalas de integración y los tipos de ecosistemas, e, incluso, consejos técnicos, más o menos ordenados, sobre la realización de proyectos de restauración. Todos tienen el mérito de tratar de revisar el desarrollo histórico de la ER, sistematizar los fundamentos de la RE y aportar experiencias de restauración con casos prácticos. Los numerosos libros, manuales y documentos publicados sobre la restauración de distintos tipos de ecosistemas (González del Tánago y García de Jalón, 1995; Harris et al., 1996; Bainbridge, 2007; Ley et al., 2007; Comín, 2015) también indican, por una parte, el gran desarrollo alcanzado sobre la restauración de las especificidades para distintos tipos de ecosistemas y, por otra, la dificultad de sistematizar con detalle patrones orientativos para planificar y ejecutar la RE en distintos tipos de ecosistemas. En cualquier caso, estas publicaciones y los numerosísimos artículos publicados en revistas científicas evidencian que la ER progresa por el ensamblaje de conocimientos a diferentes niveles de integración —población, comunidad, ecosistema―, acudiendo constantemente a los niveles inferiores (individual, órgano, tejido, celular, molecular) para entender procesos y respuestas frente a condiciones ambientales, y con la necesidad de integrar escalas espaciales y temporales superiores (territorio o paisaje, cuenca hidrográfica, regional, continental, global) para dar sentido a la RE en un mundo globalizado que es necesario contemplar para entender las causas y aportar soluciones de restauración a los ecosistemas degradados (Comín, 2010).
3.13.3. Evolución y actualidad En este contexto de globalización, adoptar un sistema de referencia como guía de la restauración de un ecosistema es útil, tanto para avanzar en la ER como en la práctica de la RE. Especialmente, si el objeto de estudio o de restauración es un ecosistema relativamente limitado en el espacio y fácilmente comprensible en su funcionamiento y estructura. Se ha tendido a estudiar más aspectos estructurales
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que funcionales. Posiblemente, porque las características estructurales son más fáciles y menos costosas de estudiar que las funcionales, que requieren más frecuencia de observación y medición y más aparataje. Sabemos de la ecología que, en los ecosistemas sometidos a intensas fluctuaciones, la estructura cambiará de forma notable a lo largo del tiempo. Y que, en ecosistemas regulados por condiciones ambientales bastante constantes, la estructura variará relativamente poco con el tiempo. En los primeros, restaurar funciones reguladoras del sistema marcará la pauta para las variaciones de su estructura. En los segundos, hacer hincapié en recuperar su estructura tendrá más éxito. No obstante, si el origen de la degradación es la alteración de un factor regulador externo al ecosistema, lo cual es muy frecuente, la RE del ecosistema degradado debe ir dirigida a corregir las causas, el factor externo alterado, que, al incidir en el ecosistema, se convierte en una función reguladora del sistema. Hoy día, no hay ecosistema que no esté alterado y, en muchos casos, disponer de un (eco)sistema de referencia puede ser difícil. Por otra parte, la práctica de la RE no ha seguido en muchas ocasiones una referencia; se ha dirigido más por la voluntad e intuición que por una base científico-técnica consistente. Afortunadamente, el aumento exponencial del conocimiento en ER y de experiencias de proyectos de restauración está cambiando esta realidad de las primeras décadas de desarrollo de la RE. Actualmente, se ha constatado la necesidad de utilizar indicadores de un rango amplio de niveles de integración del ecosistema para evaluar el grado de éxito de la restauración. De hecho, como el objetivo de la restauración ecológica es restaurar ecosistemas, bastaría tener indicadores a este nivel de integración (por ejemplo, complejidad y diversidad de la red trófica, relación de la producción secundaria con la primaria; metabolismo) para comprobar el progreso de la restauración. Igualmente, para la comprobación de la trayectoria de la restauración —otro de los aspectos esenciales de la RE—, resulta indispensable disponer de indicadores. También es cierto que los componentes estructurales esenciales —con frecuencia se refieren estos a los componentes biológicos— deben estar presentes en los ecosistemas restaurados, como sugieren los documentos de la SER (SER Primer, 2004; McDonald et al., 2016). Pero ha de ocurrir en el contexto funcional del ecosistema, recuperando y manteniendo los procesos ecológicos del ecosistema en relación con los factores reguladores externos. Pero la intensa relación funcional que tienen distintos ecosistemas en el territorio y la constatación de que las escalas espaciales a la que actúan las causas de degradación de los ecosistemas pueden ser múltiples plantean la cuestión de cómo planificar y ejecutar la restauración de territorios con un mosaico de ecosistemas,
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entre los que se cuentan los explotados o usados por la sociedad humana con fines extractivos o productivos. Además de la dificultad de disponer de un sistema de referencia para estos territorios hechos de un mosaico de ecosistemas enlazados funcionalmente (por ejemplo, una cuenca hidrográfica), existe la necesidad de integrar la restauración de ecosistemas naturales y el uso de los ecosistemas que proporcionan alimentos y materias primas a la sociedad humana. La propuesta de plantear una restauración por objetivos en este tipo de situaciones, que puede extenderse a todo tipo de ecosistemas o de territorios, parece razonable a tal fin. Comín et al., (2018) propusieron con este objetivo un método de restauración ecológica de cuencas hidrográficas basado en la evaluación de servicios de los ecosistemas. Esta aproximación de la RE de territorios incluye la participación de grupos de interés del territorio y relacionados con el mismo (administradores, usuarios) en la valoración de la importancia relativa de los objetivos de restauración, y, considerando la integración de servicios de abastecimiento y de regulación y culturales que puede proveer un territorio, llega a ofrecer una metodología para obtener el óptimo de provisión de servicios del conjunto del territorio al priorizar los sitios a restaurar.
3.13.4. La aproximación y experiencia en restauración ecológica en el IPE-CSIC En el IPE-CSIC se inició la línea de investigación en restauración ecológica desde 2002 con la investigación, fomentada por el Plan Nacional de Investigación de los Ministerios del Gobierno de España y el Gobierno de Aragón, de la ecología de la llanura de inundación del Ebro medio y la ejecución de algunas acciones de restauración de galachos en esta zona (Comín et al., 2005; Moreno Mateos et al., 2007; Cabezas et al., 2009; Gallardo et al., 2012). Por medio del proyecto Life Recogesal de la Comunidad Europea, se restauraron prados salinos y balsas temporales en las orillas de la laguna de Gallocanta. Y se asesoró a la empresa Endesa S. A. en la restauración de sus últimas tres grandes minas de carbón a cielo abierto en la provincia de Teruel. También, con el Proyecto Life Creamagua, se restauraron humedales y riberas en la cuenca del Flumen en colaboración con la Comarca de los Monegros, la Confederación Hidrográfica del Ebro y varias empresas. Con la perspectiva de aplicar la restauración a territorios, lo cual incluye optimizar de forma integrada los usos de provisión de alimentos y materias primas y los servicios de soporte, regulación y culturales que prestan los ecosistemas naturales, se ha aplicado la planificación de la RE a zonas rurales (Trabucchi et al., 2014;
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Felipe Lucía et al., 2015). Como corolario de la restauración de ecosistemas, se han aplicado los conocimientos sobre restauración de humedales a la proyección y construcción de estaciones depuradoras de las aguas residuales de pequeñas poblaciones basadas en humedales construidos, en colaboración con empresas privadas, y a la mejora de la calidad del agua excedente de riego en zonas agrarias. Las quince tesis doctorales realizadas con el apoyo de estos proyectos y contratos incluyen la restauración de manglares y lagunas en México. La mayoría de estos doctores forman parte de la diáspora de científicos que han emigrado. Solo algunos de ellos han retornado y aplican profesionalmente sus conocimientos en centros de investigación o formación superior y media, y en empresas en España.
3.13.5. Perspectivas futuras de la restauración ecológica La restauración ecológica progresará mejorando la definición de técnicas de recuperación hidrogeomorfológica y de las comunidades biológicas, integrando enfoques parciales de acciones de restauración, como los de la ingeniería ecológica y la bioingeniería, que son importantes para resolver problemas de recuperación de partes de un ecosistema o a un nivel de integración inferior al de ecosistema. Pero debe aceptar la recuperación de un rango variable de procesos funcionales (flujos de agua a través del ecosistema y su relación con la variación de las características físicas, químicas y biológicas, relación producción primariaconsumidores, reciclado de la materia orgánica) más que la consecución de objetivos fijos de restauración definidos por un (eco)sistema de referencia. De esta manera, la investigación en RE progresará aprendiendo de los fracasos o resultados no muy exitosos y de los resultados exitosos. En este sentido, en la medida en que la ER pueda basarse en experimentos o estudios a grandes escalas espaciales y largas escalas temporales, aportará más a la RE. Esta última puede dar un gran paso integrando aspectos económicos y sociales, junto con los ecológicos. La evaluación económica de la restauración, de los recursos naturales y de los servicios de los ecosistemas es sustancial para dar un paso adelante en la planificación, ejecución y apreciación de proyectos de restauración. Al igual que la apreciación y participación social, incorporadas como técnicas y aproximaciones científicas a la teoría y práctica de la restauración ecológica (Antunes et al., 2009; Comín et al., 2018). La RE, como la propia ecología, necesita e integra otros campos del saber. Los resultados de la investigación en RE
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forman parte de la ecología traslacional (Enquist et al., 2017), son de aplicación inmediata a la toma de decisiones sobre cómo, cuándo y dónde ejecutar, y qué beneficios reporta la RE de ecosistemas.
Bibliografía Antunes P. et al., 2009. «Participation and evaluation for sustainable river basin governance». Ecological Economics, 68: 931-939. Baindrige, D. A., 2007. A guide for desert and dryland restoration. Island Press, Washington. Bradshaw, A. D., 2002. «Introduction and philosophy». In M. R. Perrow y A. D. Davy (eds.): Handbook of Ecological Restoration. Cambridge University Press: pp. 3-9, Cambridge. Cabezas, A. et al., 2009. «Hydrologic and landscape changes in the Middle Ebro River (NE Spain): implications for restoration and management». Hydrology and Earth System Science, 13: 273-284. Comín, F. A., 2002. «Restauración ecológica: teoría versus práctica». Ecosistemas, 11 (1): 1-4. — 2010. Ecological Restoration: A Global Challenge. Cambridge University Press. — 2015. Manual de restauración de humedales en cuencas agrícolas. Comarca de los Monegros, Sariñena. — et al., 2005. «Wetland restoration: Integrating scientific-technical, economic and social perspectives». Ecological Restoration, 23: 182-186. — et al., 2018. «Prioritizing sites for ecological restoration based on ecosystem services». Journal of Applied Ecology, DOI: 10.1111/1365-2664.13061 Enquist, C. A. F. et al., 2017. «Foundations of tanslational ecology». Frontiers in Ecology and the Environment, 15 (10): 541-550. Felipe Lucía M. et al., 2015. «Ecosystem services flows: why stakeholders’ power relationships matter». Plos One, 10 (7): e0132232. DOI:10.1371/journal Gallardo, B. et al., 2012. «Effectiveness of a newly created oxbow lake to mitigate habitat loss and increase biodiversity in a regulated floodplain». Restoration Ecology, 20: 387-394.
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González del Tánago, M. y D. García de Jalón, 1995. Restauración de ríos y riberas. ETSIM-Fundación Conde de Salazar, Madrid. Harris, J. A., P. Birch y J. Palmer, 1996. Land restoration and reclamation. Longman, Harlow. Howell, E. A., J. A. Harrington y S. B. Glass, 2012. Introduction to Restoration Ecology. Island Press, Washington. Ley, C., J. B. Gállego y C. Vidal, 2007. Manual de restauración de dunas costeras. Ministerio de Medio Ambiente, Madrid. McDonald, T. et al., 2016. «International standards for the practice of ecological restoration, including principles and key concepts». SER. http://www.ser.org/ Margalef, R., 1974. Ecología. Ed. Omega, Barcelona. Meli, P. et al., 2017. «A global review of past land use, climate, and active vs. passive restoration effects on forest recovery». Plos One, DOI: 10.1371/journal.pone. 0171368 Moreno Mateos, D. et al., 2007. «Creating wetlands for the improvement of water quality and landscape restoration in semiarid zones degraded by intensive agricultural use». Ecological Engineering, 30: 103-111. — et al., 2010. «Structural and functional loss in restored wetland ecosystems». PLoS Biology 10 Issue: 1 e1001247 (Jan. 24) DOI: 10.1371/journal.pbio.1001247 SER Primer (SER Science & Policy Working Group), 2004. The SER International Primer on Ecological Restoration. www.ser.org & Tucson: Society for Ecological Restoration International. Suding, K. N., K. L. Gross y G. R. Houseman, 2004. «Alternative states and positive feedbacks in restoration ecology». Trends in Ecology & Evolution, 19: 46-53. Trabucchi, M. et al., 2014. «Mapping ecosystem services and processes for their management and targeting restoration at watershed scale». Environmental Management, 53: 1132-1145. Van Andel, J. y J. Aronson, 2006. Restoration Ecology. Blackwell Publ., Malden. Wortley, L., J. M. Hero y M. L. Howes, 2013. «Evaluating Ecological Restoration Success: A Review of the Literature». Restoration Ecology, 21: 537-543.
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4. Infraestructuras y servicios
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4.1. EL BOALAR DE JACA Y EL CASTILLO DE SANTA CRUCIELLA Federico Fillat y Alberto Gómez IPE-CSIC y Associació Catalana per a la Recerca en Arqueologia Medieval (ACRAM)
4.1.1. Antecedentes y características iniciales. Situación actual En la recepción del antiguo edificio del CPBE, en la Av. Regimiento Galicia, s/n, de Jaca, se exhibía una fotografía aérea del Vuelo Americano Serie B, de 1956-1957, sobre la que figuraba el límite de la finca El Boalar, perteneciente al CSIC (Figura 1). Respecto al origen de la propiedad, explicaba Balcells (1983) que se trataba de un antiguo bien de propios que, tras expropiarse, se cambió al Ayuntamiento de Jaca por un solar urbano que había comprado el Ministerio para el IEP del CSIC en 1951, para destinarlo a Jardín Botánico. Se ubicaba dicho solar entre la Universidad de Verano de Zaragoza (límite N) y el Grupo Escolar San Juan de La Peña (límite S); por el O limitaba con la calle Fernando el Católico y por el E, con el ala del instituto de bachillerato. Su extensión aproximada era de 4000 m². En 1963, se calculó para este gran solar un valor de un millón de pesetas y, tras dos años de acuerdos múltiples entre varios protagonistas, se firmó, el 22 de setiembre de 1965, una escritura de propiedad a nombre del CSIC. En el informe de 1983, lo describía así Balcells (Figura 2): 73 Has. de dicho Boalar, 4 Has. de cultivos bajos junto al río, resto quejigal y pinar en la vertiente oriental del río Atarés, junto al Aragón. Restos de castillo antiguo, dote de una condesa de Aragón. Km 6’5 de la carretera Jaca-Puente La Reina, a ambos lados, hasta la ribera del Aragón. Se adjuntan planos y otra documentación fotográfica; alguna ya publicada.
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Existe desde 1963, presentado al primer «plan de desarrollo», un anteproyecto de muy necesarias construcciones (por valor de catorce millones de pesetas) que hoy quizás debería variarse algo y no solo en precio debido a especiales circunstancias revisadas bajo próximo epígrafe. Dichas obras se hubieran quizás podido resolver con cargo al primer plan, pero se yuguló tal posibilidad debido al retraso del expediente de adquisición (2 años) y al parón de créditos posterior. En primer lugar, se ha realizado la instalación de la conducción eléctrica a cargo de la División de Ciencias en 1969. Después de cuatro años de trámites, la Comisaría de Aguas ha autorizado la captura para riego de los campos y suministros a las instalaciones. Terminado ya, más riego por aspersión en 1971.
Figura 1. Límites de la finca El Boalar de Jaca sobre foto aérea de 1956-1957.
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4. Infraestructuras y servicios
Figura 2. Distribución de la vegetación natural y los cultivos (Balcells, 1966).
4.1.2. Características generales y experimentos en la finca Es una propiedad del CSIC, situada en el término municipal de Jaca (Huesca), a 6 km al SO de la ciudad (Figura 3). Tiene una extensión total de 71 ha, de las que 64 son de bosque y 7, de labor. Como área experimental, se vienen realizando estudios de flora desde los años 1960 hasta la actualidad (ver los trabajos de P. Montserrat, L. Villar, G. Montserrat, D. Gómez, J. A. Sesé y páginas web) y, junto con la zona próxima de San Juan de La Peña, se estudió intensivamente en varias tesis doctorales y en proyectos de los años 1970-1980 (C. Pedrocchi, J. Puigdefábregas, B. Alvera; ver los estudios de J. P. Martínez Rica y J. R. Vericad).
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Figura 3. Situación de El Boalar de Jaca (contorno negro). Mapa topográfico 1:25 000 del IGN. 1
Figura 4. Delimitación de la finca El Boalar sobre la ortofoto PNOA2 2015 del IGN.
La finca está situada en un quejigal que va creciendo junto a un pinar joven en el que no abundan los ejemplares viejos. Tiene 418 especies vegetales y, entre las 49 de arbustos, hay 10 especies de rosas y, también, 18 de orquídeas (datos del Herbario Jaca recopilados por A. Gairín). Anidan o cazan en el conjunto del territorio rapaces diurnas y nocturnas, lo frecuentan dos especies de palomas, arrendajos, picos carpinteros, córvidos, pinzones y herrerillos (Pedrocchi, 1981). 1
IGN.
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PNOA.
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4. Infraestructuras y servicios
Las parcelas agrícolas se explotaron como «suertes» para la producción de pasto y forraje, y se repartieron entre vecinos del municipio (se distinguían aún en la foto de 1945: Figura 5); gran parte del quejigal era zona de pastoreo comunal de animales de labor, particularmente, bueyes.
Figura 5. Identificación de las suertes en las fotografías aéreas de 1945 del IGN (http://fototeca.cnig.es/).
En colaboración con la Delegación Provincial de Agricultura de Huesca, se controlaron las características productivas de diversas especies y variedades de plantas pratenses (J. Puigdefábregas. Figura 6), y se diseñó también un cercado para estudiar el comportamiento en manada de jabalíes en semilibertad (J. P. Martínez Rica; ver localizaciones en fotos de 1977). Actualmente, el área experimental vallada de la zona NO de la finca (ver localización en foto 2012) sirve para el estudio intensivo de las respuestas de lagartijas y plantas de montaña frente al cambio climático (ver estudios de P. Fitze; San José et al., 2016; Romero Díaz et al., 2017). Figura 6. Parcelas de especies pratenses y cercado de jabalíes.
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Como figuras de protección, se puede reseñar que discurren por la finca la Cañada Real, el Camino de Santiago y la GR 65.3, y lo hacen por un trazado en el que coinciden los tres tipos de vías; salen desde la ciudad de Jaca (Figura 3 e idearagon. aragon.es/visor/), por la margen derecha de la carretera en dirección a Puente La Reina, y cruzan a la margen izquierda justo en la zona de la finca en la que la parcela más al sur del cultivo actual linda con el bosque. También hay un trazado circular de BTT que, saliendo de la ciudad de Jaca en dirección a la carretera de Oroel, sigue después por una pista a la derecha de la carretera nacional que lleva a los ciclistas hasta un collado próximo a la parte más alta de la finca. Desde allí, pueden descender por el bosque hasta llegar a la torre del Moro y enlazar con el antiguo camino de la torre, para finalizar en las concurridas tres vías pedestres antes explicadas, y por las que vuelven a Jaca. En conjunto, fue declarado, por el Gobierno de Aragón, paisaje protegido y lugar de interés comunitario (por su proximidad con el bosque de San Juan de La Peña con el que forma una unidad de protección). Es también monumento de interés histórico (precisamente, por la existencia de la torre del Moro), y hay un coto deportivo de caza (consultar datos en la web de SITAR-Aragón3).
Figura 7. Cercado de estudios intensivo sobre el cambio climático en animales y plantas.
4.1.3. La historia de El Boalar de Jaca La finca de El Boalar, propiedad del CSIC, es parte de la partida llamada Monte de El Boalar, situada al este del barranco de Atarés, en su confluencia con el río Aragón. La otra parte, de titularidad municipal, se sitúa al oeste del barranco. En su conjunto, este término constituyó el antiguo territorio de un castillo feudal y su aldea anexa (castrum), que compartieron el nombre de Santa Crucella o Santa Cruciella. 3
SITAR, Sistema de Información Territorial de Aragón.
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4. Infraestructuras y servicios
El torreón medieval que hoy se conserva (torre del Moro o torre de El Boalar) solo es el vestigio más visible del monumento y un yacimiento arqueológico legado por este asentamiento medieval. Su ubicación estratégica fue fundamental en la Alta Edad Media, pues protegía la entrada al valle de Atarés frente a las recurrentes coyunturas bélicas. Además, la cercanía a la bimilenaria ciudad de Jaca también determinó el devenir histórico de este terrero. Su situación en la confluencia del barranco de Atarés con el río Aragón la hace, en su parte más septentrional, partícipe de la vega de este, localizándose así en este extremo de la canal de Berdún que, antiguamente, se denominó canal de Jaca. De hecho, este amplio corredor, que discurre con dirección E-O (depresión media intrapirenaica), siempre fue una vía primordial para la llegada e instalación de los diferentes pueblos y culturas que se han sucedido a lo largo de la historia. Y, también, de sus ejércitos y sus guerras. En efecto, los numerosos hallazgos de materiales líticos en las cuevas y abrigos del valle de Atarés nos remiten a su ocupación en épocas prehistóricas. También son patentes los hallazgos de monedas y cerámicas ibéricas, que señalan un poblamiento prerromano que ya debía de ser relativamente denso, como en toda la zona que rodeaba el oppidum de Iacca (Jaca), naciente centro protourbano que capitalizaba la región. La conquista romana y el dilatado proceso de romanización fue especialmente intenso en la misma depresión media (Gómez, 2007, 78-122), irradiado desde ciertos núcleos como la ciudad de Iacca, cuyo mercado canalizaba hasta Caesaraugusta, Tarraco y Roma las demandadas producciones agroganaderas, silvicultoras y extractivas de los valles de su segmento pirenaico. De hecho, aquellas monumentales ciudades romanas se erigieron con mármoles del Pirineo; sus astilleros necesitaban el maderamen de sus selvas; sus arcas se nutrían del oro y de la plata de sus ríos y minas, y sus productos básicos eran muy apreciados en la capital del Imperio (metales, quesos, jamones, salazones, lana, pieles, caballos, mulas, corcho, resina, alquitrán, pez, etc.). Pero fue en la Alta Edad Media cuando El Boalar adquirió su relevancia estratégica. En los siglos viii-x, los valles pirenaicos alojaban muchas comunidades vecinales que, ajenas a todo Estado, y desprotegidas, asumían su autodefensa frente a las periódicas campañas de saqueo (razias anuales en tiempo de cosecha) y campañas de castigo (guerras preventivas de desgaste y desmoralización) andalusíes en los desfiladeros, estrechos y foces de acceso. Los ejércitos hispanomusulmanes solían atravesar este corredor de la canal del Aragón a su ida o venida de Pamplona, por lo que es muy probable que ya hubiera en este lugar una rudimentaria atalaya o torre lignaria de vigilancia. Hacia el año 868, los condes de Aragón rebasaron los constreñidos límites de su solar primigenio en el valle de Hecho, y consta el valle
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de Atarés como uno de los primeros ámbitos sometidos a su expansionismo y a su modelo político estatal. A partir del año 920, la anexión del condado aragonés al reino de Pamplona significó la mejora y adecuación de sus rudimentarias defensas, como se documenta en el castillo de Atarés, desde donde un conde delegado del rey navarro organizaba la defensa de este territorio (Gómez, 2007). Los recurrentes ataques musulmanes, que arrasaron la comarca entre los años 920 y 999, justificarían la temprana presencia de una fortificación subsidiaria como la de Santa Cruciella para vigilar la entrada al valle. En plena etapa feudal (siglos xi-xiii), alejado ya el peligro andalusí y siguiendo las pautas generalizadas en la época, todo el territorio fue parcelado en distritos castrales (castrum, feudo) que los miembros de la aristocracia guerrera gobernaban desde los castillos que fiscalizaban el territorio asignado, primero, como delegados del rey (tenentes, seniores) y, pronto, como tenencias privatizadas por sus linajes (señores feudales). A falta de una clarificadora excavación arqueológica, los datos ofrecidos por los documentos de la época y por los restos visibles apuntan a que en el siglo xii o xiii, quizás disgregado del castrum de Atarés, se fundó el castrum de Santa Crucella. Su pequeño territorio lo integraría la totalidad de la actual partida del monte Boalar, que estaba centralizado por la localidad del mismo nombre que, como era habitual en el modelo feudal, contaría con tres recintos fortificados concéntricos: el ámbito palaciego (torreón), el castillo propiamente dicho (en torno al anterior) y el pueblo o aldea subyugada (junto al castillo y con su propio amurallamiento o cercado). Entre las rentas y monopolios feudales que disfrutaba su señor, los textos citan un molino harinero. Y también hubo un ligadero de Santa Cruciella para hacer navatas en el río Aragón con las maderas que bajaban de la sierra de San Juan de la Peña atravesando el valle de Atarés, arrastradas por bueyes (Pallaruelo, 2003). Todo ello deja intuir posibles peajes cobrados al tránsito de las maderas y de los ganados que usaban la cabañera de San Juan de la Peña, que cruza este término castral. Cabe señalar que los bosques de esta sierra nutrieron durante muchos siglos las obras de los palacios y puentes de la región y de su capital, así como las de los astilleros de la costa catalana y las de las siempre necesitadas flotas comerciales y de guerra, además de cubrir la demanda local de madera. También se documenta a los arrendatarios del molino asumiendo, a la par, las funciones de guardas del monte de leña de Santa Cruciella, es decir, la vigilancia del vedado señorial. En esta etapa se erigió el castillo y la torre superviviente, aunque la mayoría de los autores la han datado en los siglos xiv-xvi apoyándose en la presencia de elementos góticos y sin percatarse de que fueron añadidos en reformas posteriores. Huellas del castillo, encaramado a un espolón rocoso que domina el acceso al valle,
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las encontramos en un foso artificial tallado en la roca y que lo defiende por su lado más vulnerable, donde asciende la ladera, en una cisterna excavada en la misma peña y en diversos muros que afloran del suelo, enterrados por sus propios derrumbes. La torre tiene planta cuadrada (6,7 × 7,7 m); ha perdido su cubierta y forjados, pero conserva lo fundamental, con sus cuatro plantas y su coronación rehecha y con improntas de un cadalso corrido. De sus esquinas partía la muralla que cercaba el castillo y el poblado anexo. El antiguo pueblo de Santa Cruciella, citado desde el año 1025, estaba habitado por vasallos sometidos a las cargas, servicios y maltratos señoriales. Ellos eran los artífices de la roturación de cultivos y pastos, de la apertura de acequias y, en definitiva, de ejecutar la modificación y estructuración del paisaje, iniciada muchos milenios atrás y ahora acelerada por el crecimiento económico de la época y por el estímulo de los feudales, ávidos por multiplicar sus rentas. Después, sufriría la despoblación provocada por la crisis bajomedieval (siglos xiv-xv) en toda la región (peste, guerras, hambrunas, deserción y huida de vasallos). El castillo aún participaría en las múltiples guerras entre los reinos de Aragón y Navarra, que devastaron la canal y sus pueblos en los siglos xii-xv. Y todavía estaba operativo en el siglo xvi, cuando sirvió de base de operaciones para las cruentas guerras nobiliarias que arrasaban la comarca. Su señorío pasó por diversas manos, como los Jiménez de Escagüés, en los siglos xiv-xv; Martín de Pomar, a mediados del siglo xv, y los Ciprés y una rama de los poderosos Lasala de Jaca, en el siglo xvi. Pero descartamos a los famosos Sanz de Latrás, señores de Atarés, que algunos autores supusieron señores y constructores de la torre, antes de la definitiva identificación de este lugar (Ona, 2004; 2010) con el topónimo de Santa Cruciella aparecido en los textos medievales. Figura 8. Reconstrucción ideal (J. B. Topete) del torreón residencial del castillo de Santa Cruciella, con los elementos que suelen acompañarlos: puerta elevada, multiplicadas aspilleras y coronación con cadalso defensivo corrido.
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Durante la Edad Moderna, sobrevivió entre aquellas ruinas la pardina de Santa Cruciella que, como solía suceder, reaprovecharía algunas de las mejores construcciones del pueblo abandonado. Incluyendo su iglesia, que todavía se cita como rectoría en el siglo xvi (Durán, 1962, p. 86), y dejando el resto a su ruina. Y también perpetuaría la explotación de sus mejores tierras y de sus bosques y pastos. Pero, en los siglos xvi-xvii, la propiedad de su antiguo territorio había sido cuarteada entre varios propietarios de Jaca: una noble y hacendada familia local (los Castillo), el cabildo de la catedral y el Ayuntamiento. María del Castillo, hija del notario jaqués Juan del Castillo, pudo ser la última señora de Santa Cruciella. Hacia 1610, legó su patrimonio para crear una institución de caridad en Jaca que sirvió para financiar numerosos proyectos. Quizás fuera entonces cuando parte de esta pardina pasó al Municipio. En 1645, se inventaría en la capilla de la torre de la cárcel de Jaca, de propiedad municipal, una talla de la virgen traída de Santa Cruciella (Buesa, 1987, p. 40). Y aparece en inventarios de las pardinas de la Catedral de 1795 y 1808, aunque no en otros de los siglos xvi y xvii.
Figura 9. Panorámica con la torre de El Boalar o del castillo de Santa Cruciella, en el centro, dominando el acceso al valle de Atarés y la canal de Berdún, que asoma a la derecha de la imagen.
Fue en esta fase cuando la partida adquirió su nombre de El Boalar. De hecho, anteriormente la ciudad de Jaca empleaba como tradicional boyeral otras partidas más cercanas, situadas en el monte Oroel. Gracias al legado testamentario de María del Castillo y a la iniciativa de la Sociedad Económica de Amigos del País, en 1783, se estableció una obra pía en la parte baja del monte Boalar, situada junto al río Aragón, cediéndola a la ciudad para que, repartiéndola en suertes, el vecindario pudiese establecerse en prados naturales y artificiales para la cría de ganados. El objetivo era aminorar la onerosa importación de vacas, mulas y caballos desde Francia, promoviendo de esta forma la «prosperidad de la agricultura» (Costa, 1912), tal como soñaron aquellos ilustrados, amantes de la Jacetania.
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Ya en el siglo xix, la ciudad de Jaca adquirió todas las partes, reunificándolas e integrando el conjunto del monte de El Boalar en su término municipal. Y la pradería acabó reconvertida en huerta. Según el Catastro de 1863, el terreno llamado Suertes de El Boalar contaba con 164 fanegas de huerta y 73 de tierra de secano (unas 17 ha), constando que eran 176 las suertes o parcelas repartidas entre otras tantas familias. En el resto del término, el abandono y el paso del tiempo hizo que los milenios de intensísima explotación y modificación antrópica del paisaje fueran poco a poco borrados por la Naturaleza, que colonizaba de nuevo los antiguos cultivos, pastos y montes deforestados hasta su cima, como ha sucedido en tantas áreas despobladas del Pirineo. Así, la espesa masa boscosa que cubre la mayor parte de esta partida oculta, hoy, las innumerables huellas de lo que la Arqueología del Paisaje reconoce como el milenario proceso de humanización, que en estos valles no dejó ni un rincón sin desbrozar, colonizar y explotar. En el año 1942, con motivo de la fundación de la Estación de Estudios Pirenaicos, precedente del actual IPE, la ciudad de Jaca cedió al CSIC la mitad occidental de la partida del monte Boalar, que se emplea como finca experimental. Además, en 1971, se instaló en otra parte de este el Centro de Capacitación Agraria, actual Instituto de Formación Agroambiental. Mientras, el robusto torreón medieval sobrevive buenamente a la ruina silenciosa, avistando ahora los apresurados ejércitos de coches que discurren por la carretera nacional con intenciones más pacíficas, pero no menos ansiosas. Y el yacimiento que lo rodea, oculto bajo la densa vegetación, duerme custodiando su valioso archivo arqueológico… hasta la llegada de mejores tiempos para la investigación histórica.
Figura 10. Vista interior de la torre, con sus gruesos muros llenos de aspilleras y las improntas y retranqueos de sus desaparecidos forjados de madera.
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4.2. LA ANTIGUA CAPILLA DE LA ESTACIÓN DE ESTUDIOS PIRENAICOS Juan Pablo Martínez Rica IPE-CSIC
4.2.1. Introducción Si alguien se extraña de que este capítulo figure en un libro dedicado a conmemorar los setenta y cinco años del IPE, un centro dedicado claramente a la investigación científica, debe saber que existen motivos para ello. En primer lugar, la capilla en cuestión es un elemento que formó parte de la EEP desde su origen, pues en el propio decreto de creación de la Estación, de 1942, se indica explícitamente que estará bajo la advocación de Nuestra Señora de las Nieves; la capilla formó parte también, desde su construcción en 1944, del patrimonio artístico y cultural del CSIC y del de la ciudad de Jaca; en tercer lugar, es una construcción importante por su relevancia artística, que no es desdeñable, a pesar del deterioro que los años, la intemperie y los avatares de su existencia le han hecho padecer; y en cuarto lugar, la celebridad y valía de su autor, Miguel Fisac, un arquitecto de primera línea, le han otorgado una relevancia adicional. No está de más, por lo tanto, dedicar unas páginas, en este volumen conmemorativo, a comentar la historia de esta construcción y de su contenido y funciones.
4.2.2. Miguel Fisac El autor del proyecto, del edificio y hasta de ciertos elementos decorativos fue Miguel Fisac Serna, un precoz arquitecto y artista español nacido en Daimiel en 1913, a quien algunos han calificado (olvidando, entre otros, a Antonio Gaudí) como el mejor arquitecto español del siglo xx. En correspondencia con su
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personalidad, la vida de este artista es fascinante, ya que no solo se dedicó a la arquitectura, sino también al urbanismo, la pintura (tiene telas nada desdeñables), el ensayo y la música. Este polifacetismo artístico se refleja concretamente en la capilla de Nuestra Señora de las Nieves, ya que algunas de las tallas de madera y otros elementos decorativos de ella son obra del propio Fisac. Fisac comenzó sus estudios de arquitectura en 1934, pero su carrera se vio interrumpida por la Guerra Civil y no pudo terminarla hasta 1942, obteniendo, además, el Premio Extraordinario en su promoción. Pero ya en 1939, aún estudiante, desarrolló sus primeros trabajos. Es difícil conocer el número total de obras que llevó a cabo, siendo raros los listados que superan las cincuenta y cinco obras que recoge la voz ‘Fisac’ en Urbipedia (https://www.urbipedia.org). El listado más completo que he podido encontrar se debe a Rojo Tejerina (2011), e incluye cuatrocientas treinta y nueve obras, que, desde luego, no son todas las suyas. Así, junto a obras bien conocidas, como la iglesia de Nuestra Señora del Pilar en Canfranc-Estación, por poner un ejemplo altoaragonés, existen otras cinco construcciones a él debidas en la misma localidad y mucho menos conocidas. La propia capilla de Nuestra Señora de las Nieves, de que se ocupa este artículo, cronológicamente la novena en el listado de Rojo Tejerina, no es la única obra que realizó en el edificio que ocupó hasta hace poco el IPE en Jaca, pues fue también Fisac quien diseñó los espacios interiores del edificio y añadió a este el salón que se destinaba a Museo del Pirineo y que acabó siendo el salón de actos del IEM Domingo Miral. La vinculación de Miguel Fisac con el CSIC fue muy temprana, sobre todo, a causa de su estrecha relación con José María Albareda, secretario general de dicho Consejo y creador de la EEP. Esta relación se debió a su pertenencia común, por aquel entonces, al Opus Dei, organización que Fisac abandonó en 1955. De hecho, fue Albareda quien le encargó su primera obra completa, la iglesia del Espíritu Santo, en el campus del CSIC en Madrid, iglesia que diseñó en 1942 a partir de la reconversión del Auditorio de la Residencia de Estudiantes. Y su vinculación con el Pirineo aragonés se acentuó a causa de su matrimonio con Ana María Badell, natural de Canfranc, matrimonio que tuvo lugar dos años después de que abandonase la organización religiosa antes mencionada. No es este el lugar idóneo para presentar una biografía más completa de Miguel Fisac, para lo cual es mejor consultar las ya existentes, en especial el trabajo de Rojo Tejerina. El libro de José Antonio Ocaña, que describe detalladamente la capilla del IPE y que seguiremos estrechamente en este artículo, incluye algunos apuntes biográficos breves, en especial en los temas relacionados con dicha capilla
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y con los locales de la EEP. Ocaña, quien mantuvo, según consta en ese libro, siete entrevistas con Miguel Fisac, no tuvo acceso a los proyectos originales de las obras de Jaca, que se conservan en la Fundación Fisac, de Madrid (para la reforma y ampliación en el Grupo Escolar de Jaca, que incluye la adición del edificio del museo y la capilla, memoria, pliego de condiciones, presupuesto y tres planos a escala 1:100, con fecha de 1943, además de diez planos de detalles de la capilla fechados en 1944 y 1945). El propio Miguel Fisac detalla los trabajos desarrollados en Jaca en un artículo que publicó en la revista Pirineos (Fisac, 1945). Una parte de este artículo se dedica a la capilla de Nuestra Señora de las Nieves, pero esto se comentará en el apartado siguiente. Retomando ahora la vida de Fisac después de esta construcción, hay que señalar que, a partir de la siguiente década, comenzó su etapa creativa más brillante y fecunda, con soluciones audaces e innovadoras, algunas de las cuales patentó, para sus edificios, muchos de ellos de carácter religioso. Sus construcciones posteriores se basaban a menudo en elementos modulares de hormigón pretensado o postensado, moldeadas en forma de arcos de gran resistencia estructural. Estas obras eran a veces polémicas, pero no siempre por razones derivadas de la construcción. Es verdad que, a menudo, Fisac era muy crítico en sus opiniones sobre la arquitectura española y pudo granjearse la animadversión de otros arquitectos, pero sus creaciones arquitectónicas le valieron numerosas medallas y premios en España y en el extranjero, y se localizan hoy en puntos de todos los continentes, desde Chile a Manila, aunque la mayoría se sitúan en España. Fisac continuó su vida creativa hasta una edad muy avanzada, entregando su último trabajo importante en el año 2000. Todavía en 2003 recibió un galardón más para su dilatada carrera: el Premio Nacional de Arquitectura, precisamente el día de su nonagésimo cumpleaños. Tres años después murió y fue llorado en todo el país.
4.2.3. La capilla de Nuestra Señora de las Nieves El artículo de Fisac antes citado describe la capilla de Nuestra Señora de las Nieves como un edificio de planta rectangular construido en el cuerpo norte del grupo escolar, que ocupa las dos alturas del mismo, y dedicada a la advocación mariana que se ha indicado. El edificio es simple, de una sola nave, de interior y exterior básicamente ortogonales, salvo el ábside cóncavo y los huecos abocinados de las ventanas que dan al norte, en el interior, y una simple espadaña en lo
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alto de la fachada frontal, rematada por un pequeño frontón triangular y una cruz de hierro, y ahuecada en un vano con un arco de medio punto en el que se aloja la campana. La fachada se recubrió de enlucido para permitir la pintura de frescos en ella. Estos frescos, que luego comentaremos, han desaparecido por su larga exposición a la intemperie.
Figura 1. La capilla de Nuestra Señora de las Nieves, debida a Miguel Fisac, en Jaca. Fachada principal, orientada al oeste, de manera que el ábside apunta al este.
En el interior, la capilla tiene otra puerta opuesta a la principal, que permite la comunicación con el resto del edificio. Las medidas interiores son de 14 × 18 m. Tiene dos hileras de ventanas, con cuatro cada una en los lados norte y sur. El altar se sitúa en el ábside y, sobre este, sostenida por una ménsula fijada a la pared, está la imagen de la Virgen de las Nieves, obra del escultor Juan Adsuara. Tras de la imagen, pintados en la pared de la semibóveda que aloja esta imagen, hay dos ángeles, pintados por Teresa Sánchez Gavito, que sostienen un manto estrellado con el que parecen cubrir a la Virgen. En el lado occidental de la capilla, sobre la puerta de entrada de los fieles, se halla un coro de madera con escalera del mismo material situada a la derecha la puerta. Contiene, entre otras cosas, un órgano aportado por Enrique Balcells tiempo después de la terminación del edificio. El artesonado del techo consiste en vigas sin riostra, sostenidas por las paredes y por la viga maestra del parteaguas. Son de sección cuadrada, de madera de pino albar de la comarca, barnizadas para su protección de la carcoma y bellamente decoradas con motivos vegetales y de la naturaleza, tallados en la madera por el propio Miguel Fisac y sobrepintados
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después por él mismo. Esta decoración, en palabras del arquitecto, pretendía significar que la Estación de la que la capilla forma parte se dedicaba a estudios de la naturaleza y le daba al edificio un toque personal que lo aliviaba de la sencillez y linealidad de una construcción tan modesta. Una descripción más completa, incompatible con la extensión de este artículo, puede encontrarse, como ya se ha dicho, en el libro de Ocaña, donde también se puede encontrar una valoración artística de la obra y una interpretación muy interesante de su encuadre en la arquitectura española de aquellos años. Además, el libro presenta diversas ilustraciones de la capilla, entre ellas, dos correspondientes, respectivamente, a los años siguientes a su construcción y a su aspecto reciente. En estas fotografías, la segunda de las cuales es similar a la que ilustra este artículo, puede apreciarse el deterioro que los años y, en especial, la intemperie han causado en los frescos de la fachada de la iglesia, que casi han desaparecido, mientras que se veían perfectamente en la fotografía antigua, tomada de una tarjeta postal de la época. Los frescos en cuestión son los únicos elementos decorativos externos de la capilla. Se deben, como se ha indicado, a Teresa Sánchez Gavito, una alumna de Juan Adsuara, el autor de la imagen mariana que preside el altar. La pintora, que tenía entonces veintiséis años y había terminado ya sus estudios de pintura mural en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, fue llamada por Fisac para pintar los frescos de la fachada principal. Representaban estos frescos (y escribo en pasado, porque ahora apenas se distinguen) un nacimiento, con la parte principal ocupando casi toda la parte a la izquierda de la puerta (lado sur): un gran árbol bajo cuyo follaje se cobijaban la Virgen y el Niño, mientras que a la derecha de la puerta había un grupo de pastores, un varón, tres mujeres y un niño, vestidos con trajes típicos de la comarca, que acudían a adorar al recién nacido. Hoy, aunque los colores han desaparecido, persisten las líneas de corte en el enlucido que delimitaban algunas áreas de color. Otro elemento decorativo de importancia en el interior de la capilla es la imagen de Nuestra Señora de las Nieves, debida a Adsuara y que ya se ha mencionado. Adsuara era en aquella época un escultor reconocido en España, catedrático de la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y con varios premios nacionales en su haber. Por entonces colaboraba también con Fisac en la iglesia del Espíritu Santo y en otros edificios del campus de Serrano, en Madrid. Se le debe, en particular, el notable mosaico del edificio central del CSIC, que representa a Atenea, la diosa de la sabiduría, alanceando al león de la ignorancia. En la escultura de la Virgen de las Nieves para la capilla de Jaca, este escultor produjo una notable talla en madera de tamaño algo inferior al natural (1,56 × 0,51 m), de aspecto realista,
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con una lograda policromía que recuerda el estilo de las esculturas de san Isidoro (por cierto, patrono del CSIC) y san Alberto Magno, que creaba por entonces para la mencionada iglesia del Espíritu Santo. La imagen representa a la Virgen María sosteniendo al Niño Jesús en su brazo izquierdo y mirando a un punto indefinido, probablemente, a la humanidad, mientras Jesús mira el rostro de su madre. Esta sumaria descripción de la capilla se completa con el altar de piedra de una sola pieza y exento, el sagrario de bronce y los candelabros, además de los bancos y el ya mencionado coro. Una descripción más completa y contextualizada con el arte de aquel tiempo se encuentra en el trabajo ya citado de Fisac y sobre todo en el libro de Ocaña, cuya lectura se recomienda y donde se hallará además una bibliografía extensa sobre estos temas.
4.2.4. Avatares y destino de la capilla de Nuestra Señora de las Nieves Se aportan aquí algunos recuerdos personales que puntúan situaciones relevantes de la historia de la capilla. En el verano de 1963, siendo yo todavía un estudiante de biología en Barcelona, acompañé al profesor Enrique Balcells en mi primera visita al IEP de Jaca. Por entonces, la mayoría de las estancias de la planta baja del edificio estaban desocupadas; en la planta alta se conservaban dormitorios sencillos, pero equipados, que yo mismo llegué a utilizar, y la capilla se usaba de vez en cuando, aunque no mantenía un culto regular. Durante los años 1968 y 1969, el profesor Balcells, por entonces director del CPBE, que se ubicaba en el mismo edificio, efectuó una importante donación para la capilla, consistente en los que él llamó «tres conjuntos de arte sacro que pertenecían a mi familia, y que yo doné al CSIC […] cuidando también de sufragar su traslado, su puesta a punto y sus reformas» (Balcells, 1987). Probablemente, este material procedía de la madre de Balcells, Asunción Rocamora, emparentada con los condes de Torroella de Montgrí. Los tres conjuntos están integrados por un arcón y un armario que contenían vestiduras litúrgicas, vasos sagrados y objetos de culto, un banco de altar bellamente decorado con pinturas de María Teresa Alcobé y una lámpara colgante de catorce brazos. Posteriormente, Balcells aportó un notable órgano, de 3,74 × 2,87 m de fachada, que había sido construido en Barcelona en 1946 y trasladado a Jaca en 1971 desde la casa de los padres de Balcells en la Ciudad Condal. La capilla, que se había usado ya ocasionalmente para alguna boda, recuperó e incrementó este uso gracias
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a las posibilidades musicales que el órgano permitía. El instrumento fue también empleado por José Luis González Uriol, catedrático de órgano en el Conservatorio Superior de Zaragoza, durante sus estancias en Jaca. Este profesor dio también algunos conciertos para la población de Jaca usando el órgano en cuestión, lo que diversificó aún más los servicios que la capilla del IEP proporcionaba. Estos servicios fueron disminuyendo durante la década siguiente, mientras el personal de los centros de investigación y el espacio requerido por ellos aumentaba sin cesar. La capilla fue desacralizada y empezó a utilizarse como almacén, primero, para la creciente biblioteca, luego, para la colección etnográfica y, finalmente, para parte de las colecciones zoológicas, hasta llenarse por completo, permaneciendo durante muchos años en esta situación lastimosa. A comienzos del presente siglo, siendo yo por entonces director del IPE, y abrumado por el estado de la capilla y de la colección etnográfica que albergaba, concebí un proyecto ambicioso que permitiría la salvación de estos y otros elementos patrimoniales del CSIC en Jaca. Se trataba de involucrar a las autoridades del organismo, a la Dirección General de Bellas Artes y al Gobierno de Aragón en el estudio, restauración y valorización de dichos elementos. No sería un proyecto como los que estábamos acostumbrados a desarrollar para la investigación científica, sino, más bien, un proyecto político-cultural que, sin duda, nos desbordaba. Por ello, pensé que solamente la incorporación a él de nombres de primera línea podría sostenerlo y decidí no discutirlo, de momento, más que con tales personas. Pensé, por supuesto, en Miguel Fisac como líder del proyecto, a pesar de que sabía que tenía casi noventa años y que su actividad era reducida, y con tal fin concerté con él una entrevista para la que me desplacé a su casa de Hortaleza, en Madrid. Fue una entrevista de varias horas, tan larga como agradable, pues Fisac me recibió con extremada amabilidad, pero en ella murió el no nacido proyecto, sin haberse comunicado a más personas que al famoso arquitecto. Él lamentó, desde luego, el estado en que se hallaba la capilla de Jaca y manifestó el cariño que conservaba hacia esta sencilla obra de los inicios de su brillante carrera, pero no quiso involucrarse en ningún proyecto ni en actividad alguna alegando incapacidad física. De hecho, me dijo, ya no vivía para este mundo y pocas cosas de él suscitaban su interés. Mi consulta principal, sobre otros artistas de renombre que pudieran estar interesados en participar en un proyecto de este tipo, no tuvo respuesta clara, y, de hecho, me comunicó que Teresa Sánchez Gavito, la autora de los murales de la fachada de la capilla, había muerto recientemente, ya octogenaria. Por lo demás, pude disfrutar de un largo examen de la obra de Fisac, recogida en centenares de fotografías de los álbumes que el arquitecto conservaba y que me fue comentando.
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Unos años después, comenzó a vaciarse la capilla cuando la Diputación General de Aragón acordó con el CSIC recibir en depósito la colección Balcells, como se detalla en otro de los capítulos de este libro. Poco antes de la muerte de Fisac, en 2006, yo dejé la dirección del IPE y, tres años más tarde, llegado a la edad de jubilación, abandoné también el Instituto. Las líneas que siguen, por lo tanto, ya no tienen el carácter de rememoración personal que tienen las precedentes. Después de mi marcha, y con el director que me sucedió en el Instituto, Francisco Comín, se logró uno de los objetivos perseguidos durante tantos años: la construcción de un edificio de nueva planta que fuese adecuado para el IPE. El Ayuntamiento de Jaca cedió un terreno amplio en Llano de la Victoria a cambio de recuperar el que ocupaba antes el centro, y el CSIC financió la nueva construcción. La larga y accidentada historia de esta construcción finalizó cuando se pudieron trasladar al nuevo edificio los muebles y contenidos del viejo, lo que ocurrió en 2013. Sin embargo, buena parte de los animales conservados en tarros de alcohol y de las estanterías con revistas y libros permanecen todavía en la capilla a finales de 2017. El CSIC cedió la propiedad de esta capilla al Ayuntamiento de Jaca, estando en la actualidad en proceso de materializarse dicha cesión.
Bibliografía Balcells, E., 1992. «Carta al vicesecretario general de Obras y Patrimonio del CSIC». En Ocaña, J. A., 2011: La Formación de la Colección Etnográfica Balcells. CSIC, Madrid y Zaragoza. Fisac, M., 1945. «Habilitación de nuestros locales». Pirineos, 2:129-131. Rojo, J. J., 2013. Miguel Fisac, arquitecto. Vida y obra. Trabajo fin de máster, ETS de Arquitectura, Universidad de Valladolid.
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4.3. LAS INFRAESTRUCTURAS DE CAMPO DEL IPE David Regüés, Jesús Julio Camarero, Patrick S. Fitze, María Begoña García, Ricardo García González, Teodoro Lasanta, Juan Ignacio López Moreno, Ana Moreno, Estela Nadal Romero, Yolanda Pueyo y Blas L. Valero Garcés IPE-CSIC
E
l trabajo de campo constituye uno de los aspectos fundamentales de las investigaciones desarrolladas en el IPE. En este sentido, es muy amplia la cantidad y variedad de estudios y, en consecuencia, de equipos e instrumentos que se utilizan en el IPE. Se pueden distinguir dos tipos de infraestructuras: portátiles y permanentes. Evidentemente, el tipo de instalaciones e instrumentos requeridos en cada caso es distinto, por ello su descripción se presenta en dos apartados.
4.3.1. Infraestructuras portátiles Esta categoría incluye dispositivos e instrumentos que permiten obtener muestras, datos y mediciones en momentos concretos, precisando necesariamente la presencia de uno o varios operadores. La variedad de equipos utilizados es bastante amplia; en este apartado únicamente se describen los más destacados por su complejidad e importancia para la investigación o por ser novedosos. 1. Plataforma de sondeo Sistema Uwitec (plataforma y pistón), para recuperación de sondeos. Se trata de una plataforma flotante y un equipo de sondeo que puede ser usado en lagos hasta 100 m de profundidad y en sitios de difícil acceso (ejs.: lago de Marboré en el PNOMP, a 2500 m s. n. m., en 2010 y 2011; laguna del Tejo, en Cuenca), y en lagos de otros continentes (ejs.: Isla de Pascua, en 2006; Azores, en 2011 y 2017). La información obtenida a partir de los testigos de sedimento es fundamental en estudios de tipo paleoclimático y paleoambiental.
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Los sondeadores utilizados son de distintos tipos, dependiendo de las características del sondeo que se vaya a realizar: – Sondeador de gravedad tipo Uwitec para tomar sondeos cortos. – Sondeadores Livingstone (uno de 5 cm de diámetro y otro, modificado, de 8 cm). – Sistema de sondeo tipo Streif, con un sistema de percusión eléctrico. – Sistema de sondeo tipo Merk, con martillo de percusión, para muestreos de suelo y en lagos secos. – Un sondeador de congelación (freeze-corer), que permite recuperar sedimentos varvados y laminados sin alterarlos.
Figura 1. Imágenes de la plataforma de sondeo.
Asimismo, el IPE dispone de embarcaciones neumáticas plegables y semirrígidas, con motor, e instrumentos para tomar muestras de agua y sedimentos y medir propiedades físicas y químicas del agua en campo. Otro dispositivo que permite el estudio de la estructura y características de los sedimentos acumulados en el fondo de lagos es el perfilador sísmico digital Edgetech, con pulso de frecuencia
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modulada, que se arrastra desde una embarcación. Con este perfilador se puede obtener una imagen bidimensional del sedimento acumulado en el fondo del lago, similar a una sección transversal bajo la embarcación, profundizando decenas de metros. Se trata de un equipo fácil de transportar, lo que permite su uso en lugares de difícil acceso. Se utiliza montado sobre una zódiac con motor eléctrico, y con ayuda de un GPSMAP® 188/188C (GARMIN), para controlar la navegación durante la realización de los perfiles sísmicos. 2. Simulador de lluvia Este instrumento permite simular precipitaciones en condiciones controladas (intensidad y volumen de precipitación, duración y energía cinética de la lluvia). La experimentación mediante estos equipos facilita el estudio de procesos hidrológicos superficiales relacionados con la precipitación (infiltración, escorrentía y erosión) en distintos tipos de suelos y de cubierta vegetal. También se ha utilizado para analizar la dinámica temporal de los procesos superficiales en cárcavas (desarrollo y sellado de costras, erosión del regolito, formación de regueros).
Figura 2. Ensayos de simulación de lluvia.
3. Láser escáner terrestre (RIEGL LPM 321) Se trata de un sensor basado en tecnología lidar (Light Detection and Ranging) que mide la velocidad de vuelo de señales láser emitidas por el sensor y devueltas a él después de reflejarse en una superficie incidente. Dicha información, una vez
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georreferenciada, permite obtener topografías de alta resolución de elementos de la naturaleza con un alcance máximo de 6000 m. La aplicación de este equipo en el IPE ha sido, hasta el momento, para la monitorización del manto de nieve y los glaciares, estimación de crecimiento de masas forestales y cambios morfológicos en cárcavas y laderas expuestas a procesos de erosión intensos.
Figura 3. Láser escáner terrestre.
4. Dron EBEE+ Se trata de un dron de ala fija con una autonomía de vuelo aproximada de una hora y un radio de distancia de hasta 11 km. Está equipado de una cámara de fotos S. O. D. A. de 20 megapíxeles y un sensor de 1 cm, optimizada para trabajos de fotogrametría de alta resolución. Se puede utilizar también con una cámara multiespectral (SEQUOIA) cuyo uso permite derivar diversos índices de actividad vegetal y reflectancia de diversas superficies.
4.3.2. Infraestructuras permanentes En este caso, se consideran los equipos instalados de forma permanente, con el objetivo de registrar información de manera automática y continuada. Por tanto, son instalaciones que no requieren la presencia de ningún operador durante su funcionamiento, pues están equipadas con sistemas para el registro de datos, o dataloggers, y también con dispositivos de alimentación eléctrica. La mayoría de estas
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infraestructuras permanentes se mantienen operativas, aunque algunas estuvieron en funcionamiento durante un período de tiempo determinado y luego fueron desmanteladas. Se presenta una descripción breve, considerando el orden cronológico desde que se inicia la instalación, completa o en parte, de alguna de estas infraestructuras. 1. Cuencas experimentales Permiten realizar estudios hidrológicos y del transporte de sedimento en áreas de montaña. Esto requiere la monitorización de la cuenca con una estación de aforo, equipada con sondas para la estimación del caudal y el sedimento en suspensión y sistemas de muestreo automático. En este caso, el IPE gestiona un conjunto de cuencas experimentales en el Pirineo aragonés, siendo uno de los más completos y complejos de Europa. Las cuencas son representativas de los usos del suelo y tipos de cubierta vegetal más característicos de la zona. Estas infraestructuras han sido fundamentales para el desarrollo de proyectos de investigación, tesis doctorales y la publicación de un importante número de artículos en revistas científicas especializadas. La descripción de estas cuencas experimentales, siguiendo el orden cronológico de su monitorización, es la siguiente: Cuenca experimental de Izas: se encuentra en la cabecera del río Gállego en un sector denominado puerto de Escarra. Con una superficie de 33 ha y una altitud entre 2056 y 2310 m s. n. m., presenta un paisaje típico de pastos subalpinos. El substrato está formado por pizarras del Paleozoico. La primera monitorización se remonta al año 1986, con la instalación de lisímetros y un pequeño refugio. A partir de 1988 se instala un canal de aforo y una torre meteorológica, esta última remplazada por otra nueva en el año 2011. En la actualidad, en la cuenca se están midiendo variables hidrológicas (caudal, conductividad eléctrica y temperatura del agua), meteorológicas (temperatura del aire y del suelo, precipitación, humedad relativa, velocidad y dirección del viento, radiación solar incidente y reflejada) y nivológica (espesor de nieve y su equivalente en agua). Además, se dispone de una cámara de fotos automática que adquiere tres fotografías diarias de la cuenca. Al instrumental instalado, hay que añadir las frecuentes campañas de campo que allí se realizan para obtener mediciones distribuidas del manto de nieve (manuales y mediante lidar terrestre) y muestreos de agua de caudales y distintas fuentes para conocer la temperatura, conductividad y contenido en isotopos estables (oxígeno y deuterio) en la cuenca experimental. Recientemente, se está estudiando la vegetación en la cuenca en relación con la variabilidad climática y del manto de nieve.
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Figura 4. Cuenca de Izas: paisaje desde la parte más alta (arriba) y más baja (abajo), en ambos casos se muestra el característico contraste estacional.
Figura 5. Estación de aforo y estación meteorológica en la cuenca de Izas.
Cuenca experimental de Arnás: se encuentra en el sector de cabecera del río Lubierre, tributario del río Aragón, en el sector medio-alto del valle de Borau. La cuenca ocupa una superficie de 284 ha, entre los 910 y 1340 m s. n. m. El substrato rocoso está formado por facies turbidíticas sedimentarias del flysch pirenaico del Eoceno. Se encuentra en un ambiente afectado por el abandono de cultivos, algo habitual en la zona desde la década de 1950. Desde el abandono y hasta la actualidad, la cuenca está en fase de recolonización vegetal espontánea mediante vegetación
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arbustiva (Genista scorpius, Echinospartum horridum, Juniperus comunis, Rosa gr. canina y Buxus sempervirens) y arbórea (Pinus sylvestris y Quercus faginea) autóctonas de esta zona. La monitorización de esta cuenca se inicia en 1995 con la instalación de un canal de aforo que dispone de una trampa de medio metro cúbico para recoger y retener la carga de fondo. La estación de aforo está equipada con sondas para el registro del nivel de agua (presión y ultrasonidos), un turbidímetro y un equipo para la toma automática de muestras (ISCO 3700). Asimismo, cuenta con una estación meteorológica. Además, la cuenca está equipada desde el año 2003 con una red de piezómetros instalados a distintas altitudes y situaciones topográficas, que en principio fueron siete, pero en la actualidad se mantienen solamente cuatro. Entre los años 2003 y 2005, se realizó un estudio para evaluar el transporte por carga de fondo a partir de la obtención de perfiles topográficos en la zona anterior a la trampa de sedimento. Figura 6. Cuenca de Arnás: paisaje desde la divisoria superior. Las imágenes de la izquierda (año 2005) y derecha (año 2017) ilustran la heterogeneidad del paisaje y la expansión significativa de la cubierta forestal, especialmente destacada en la vertiente sur (ladera izquierda de ambas fotos).
Figura 7. Cuenca de Arnás: canal de aforo, estación meteorológica y detalle de un piezómetro.
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Figura 8. Cuenca de Arnás: imágenes asociadas a la estimación de la carga de fondo mediante perfilometría.
Cuenca experimental de San Salvador: se sitúa en la cabecera del río Estarrún, que es tributario del río Aragón, en la zona media del valle de Aísa. La superficie es de 92 ha y se encuentra entre los 875 y 1300 m s. n. m. El substrato está formado por facies turbidíticas del flysch pirenaico del Eoceno. La totalidad de la cuenca se encuentra ocupada por un bosque natural, aunque de distintas características en la vertiente norte (Fagus sylvatica y Pinus sylvestris), donde presenta mayor densidad y frondosidad, y en la vertiente sur (Querqus faginea), donde el bosque es bastante más disperso. La cuenca está monitorizada mediante un canal de aforo (año 1998) equipado con sondas de presión y ultrasonidos para el registro del nivel de agua y un equipo de muestreo automático (ISCO 3700), una estación meteorológica y dos piezómetros situados en la parte baja de las laderas sur (año 2005) y norte (año 2006). Por otro lado, entre los años 2006 y 2007 se estudió el efecto de la interceptación o partición de la lluvia por la cubierta arbórea, a partir de tres parcelas equipadas con veinticuatro pluviómetros totalizadores y uno automático de balancín, bajo las tres especies arbóreas presentes en la cuenca.
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Figura 9. Cuenca de San Salvador: paisaje desde la parte inferior. El bosque parece homogéneo, pero hay diferencias entre la vegetación de las vertientes norte (pinar y hayedo, derecha) y sur (quejigal, izquierda).
Figura 10. Cuenca de San Salvador: canal de aforo, estación meteorológica y detalle de un piezómetro.
Figura 11. Cuenca de San Salvador: parcelas para el estudio de la interceptación bajo Pinus sylvestris (izquierda), Fagus sylvatica (centro) y Quercus faginea (derecha).
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Cuenca experimental de Araguás: está situada cerca de la confluencia del río Lubierre con el río Aragón, en el margen norte de la depresión interior altoaragonesa (canal de Berdún). La superficie es de 45 ha y se encuentra entre los 780 y 1108 m s. n. m. En este caso, la cuenca experimental presenta dos sectores claramente diferenciados. La mitad inferior está dominada por un sistema de cárcavas (11,5 ha), en la zona más baja, y por un paisaje de pastos con matorral sobre campos abandonados (20 ha), que ocupa la zona media. Ambos paisajes se desarrollan sobre un substrato de rocas margosas sedimentarias del Eoceno, denominado ‘margas de Larrés’. Mientras la parte superior de la cuenca presenta un bosque de repoblación (13,5 ha), sobre un substrato formado por facies turbidíticas sedimentarias del flysch pirenaico del Eoceno. La cuenca se monitorizó en el año 2004 con un canal de aforo en el punto más bajo que está equipado con sondas para el registro del nivel de agua (presión y ultrasonidos), la turbidez y un dispositivo de muestreo automático (ISCO 3700). Por otro lado, entre los años 2003 y 2007 se mantuvieron dos parcelas monitorizadas para estudiar los procesos de meteorización física en el regolito superficial. Cuenca experimental de Araguás Repoblación: esta cuenca experimental está integrada en la cuenca de Araguás, constituyendo el sector más alto, tal y como se describe en el apartado anterior. La cuenca representa el característico bosque de repoblación (Pinus nigra y Pinus sylvestris) plantado a finales de la década de 1960. Este tipo de repoblaciones se realizaron habitualmente sobre antiguos campos del cultivo en laderas completamente modificadas con bancales. La extensión que ocupa es de 1,5 ha, entre los 910 y 1105 m s. n. m. La monitorización de la cuenca se inicia en el año 2007, con la instalación de una sonda de nivel en el lecho torrencial, que proporcionó una estimación aproximada del caudal. En el año 2013, se instaló un canal de aforo, aportando registros de mayor precisión para el cálculo del caudal. En el año 2014, se instalaron cinco piezómetros en distintas situaciones topográficas y de vegetación. Figura 12. Cuenca de Araguás: cárcavas, en la zona inferior (izquierda), y prados y bosque de repoblación, en la parte media y alta (derecha).
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Figura 13. Cuenca de Araguás: imágenes del canal de aforo.
Figura 14. Cuenca de Araguás Repoblación: paisaje de la cuenca visto desde la parte inferior.
Figura 15. Cuenca de Araguás Repoblación: monitorización para el registro del caudal, nivel sobre el lecho (años 2007 a 2013) y canal de aforo (desde el año 2013). A la derecha, piezómetro bajo Pinus nigra.
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2. Exclusiones ganaderas Las variaciones del clima y los cambios de uso pastoral (disminución de censos ganaderos, sustitución de especies), producen cambios drásticos en la estructura y función de los pastos alpinos en los Pirineos. Para estudiar y monitorizar dichos cambios, se han establecido cercados de exclusión para impedir el pastoreo de los grandes herbívoros (ganado, principalmente) en su interior. El objetivo es evaluar los cambios a largo plazo que se producen en los pastos por efecto del cese del pastoreo. Son parcelas cercadas de 12 × 12 m, en las que periódicamente se realizan controles de la vegetación, en su interior y fuera de ellas. En 1992, se establecieron dos parcelas en la zona de Ripalés (Cuello Arenas, PNOMP) a 2000 m s. n. m. Dos veces al año se realizan muestreos mediante el método de «point quadrat» (cuatrocientos contactos cada 10 cm sobre transectos lineales de 20 m dentro y 20 m fuera de los cercados), con registros de diversos parámetros estructurales (abundancia de especies, estado fenológico, altura del pasto, utilización por herbívoros…). Estas parcelas cuentan con una estación automática de registros meteorológicos (temperaturas, precipitación, viento, radiación, espesor de nieve) y, periódicamente, se realizan muestreos de suelo.
Figura 16. Exclusiones ganaderas de Ripalés, PNOMP (años 1992-2018) en dos tipos de pastos (Bromion erecti, a la izquierda, y Nartion strictae, a la derecha).
Con el objetivo de aumentar el gradiente altitudinal en la monitorización, otras dos exclusiones se instalaron a finales de 2012 en Caldaruelo (1700 m) y Nerín (1300 m) sobre comunidades de Mesobromion con erizón y Arrhenaterion-Bromion, respectivamente. En estas parcelas se realizaron muestreos similares a los anteriores durante los años 2013 y 2016. En todas las exclusiones se han instalado además microrregistradores (iButtons) para capturar en detalle la humedad y temperatura que experimentan las comunidades vegetales.
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Figura 17. Exclusión ganadera de Caldaruelo (izquierda) y Nerín (derecha).
Por otro lado, la cuenca del valle de Aísa se monitorizó en el año 2007 para la adquisición de datos climáticos, mediante sensores de temperatura (Hobo) insertados en el suelo y una estación meteorológica automática en el pueblo de Esposa (en funcionamiento en la actualidad). Tanto la estación automática de Ripalés como la de Esposa, sirven de referentes climáticos a treinta y dos parcelas fijas de muestreo (veinticinco en Ordesa y siete en el valle de Aísa) instrumentalizadas con microrregistradores climáticos (iButtons y Hobos), pero sin infraestructuras, destinadas al control de la evolución de los pastos pirenaicos en condiciones normales de pastoreo. El método de muestreo es análogo al anterior, pero los transectos son mucho mayores (entre 200 y 400 m). Los controles se iniciaron en 1989-1993 y se repitieron en 2011-2013.
Figura 18. Sensor de temperatura (Hobo) y estación meteorológica del valle de Aísa (Esposa, año 2007).
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Figura 19. Parcelas de muestreo en el PNOMP y establecimiento del transecto en una de ellas en el puerto de Aísa.
3. La estación experimental del valle de Aísa Este dispositivo experimental se mantuvo operativo entre el año 1991 y 2012. En una ladera, se instalaron nueve parcelas cerradas de 30 m² equipadas con colectores Guerlach, conectados a un sistema de balancín que permitió conocer la escorrentía procedente de cada parcela y tomar muestras para estimar la erosión. Cada parcela presentaba una situación distinta de cubierta vegetal y uso del suelo. La información obtenida permitió analizar comparativamente las diferencias en escorrentía y erosión en los distintos tipos de cubierta vegetal y usos del suelo seleccionados. Las parcelas reproducían los siguientes usos y cubiertas del suelo: – Testigo (matorral denso de Genista scorpius y Rosa sp.). – Pasto natural o Prado. – Parcela quemada en 1991 (Quemada A). – Parcela quemada en 1993 y 2001 (Quemada B). Originalmente, matorral denso (igual que la parcela Testigo). – Cereal con abono químico. – Artica abandonada en 1995 (anteriormente cultivada por el sistema de artigueo o agricultura itinerante). – Artica (parcela cultivada mediante el sistema de artigueo). Se desbrozó el matorral (Genista scorpius y Rosa sp.), se quemó junto con césped de forma muy lenta y se esparcieron las cenizas como sistema de fertilización.
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– Parcela abandonada (cultivada hasta 1992 con cereal y fertilizada con abono químico). – Barbecho (parcela labrada, pero no cultivada). Esta parcela alterna cada año con la de cereal fertilizado con abono químico.
Figura 20. Estación Experimental Valle de Aísa.
Figura 21. Estación Experimental Valle de Aísa: distribución estadística de la escorrentía y la erosión.
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4. Sistema experimental de dinámica de poblaciones Esta infraestructura se instaló en el año 2006 y se mantiene operativa en la actualidad. Consiste en dieciséis parcelas situadas en la finca de El Boalar, en las proximidades de Jaca, en las que se realiza un seguimiento del efecto de los cambios de las condiciones ambientales sobre los ecosistemas naturales. En este caso, el estudio se ha centrado en la lagartija de turbera (Zootoca vivipara) y en tres especies de plantas (Onobrychis viciifolia, Papaver rhoeas, y Festuca arundinacea). El planteamiento experimental incluye la manipulación y el control de distintos parámetros climáticos, la densodependencia, interacciones entre especies, interacciones intraespecíficas e interacciones tróficas, con la finalidad de valorar cómo afectan a las citadas poblaciones.
Figura 22. Vistas del sistema experimental de dinámica de poblaciones. Detalles de la vegetación y la fauna estudiados en las parcelas.
5. Dendrómetros de troncos y raíces Este dispositivo se ha instalado en dos áreas distintas: en primer lugar (años 2007 a 2015), en Agüero (Prepirineo, Huesca), y en segundo lugar (desde el año 2017), en Peñaflor (Zaragoza), sobre raíces y troncos, respectivamente. Los dendrómetros son sensores que registran la evolución del perímetro del tronco o de las raíces principales de árboles. En Agüero se monitorizaron dos especies que coexisten del bosque mediterráneo, el quejigo (Quercus faginea) y la encina (Quercus ilex). Las parcelas de Peñaflor (de Pinus halepensis) se están monitorizando en la actualidad. Esta monitorización incluye, además, la instalación de estaciones meteorológicas completas. La información proporcionada por este tipo de estudios es de gran valor para analizar la respuesta de los árboles a fluctuaciones climáticas y ambientales.
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Figura 23. Imágenes de los dendrómetros de raíces en el área de estudio de Agüero.
6. La investigación en cuevas Una de las líneas de investigación del IPE —la reconstrucción de los climas del pasado a través de los registros de espeleotemas de cuevas— requiere una intensa monitorización de las cavidades para comprender el funcionamiento de esos sistemas hoy en día y desentrañar los procesos que han conducido a almacenar la información ambiental en las estalagmitas. Para ello, desde el año 2008, se instalaron diferentes infraestructuras de monitorización en cuevas del Pirineo y del sistema Ibérico.
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Dichas infraestructuras permiten medir, por un lado, las variables ambientales en el interior de las cavidades (temperatura, concentración de CO₂, humedad relativa) y, por otro lado, las características del goteo y de los carbonatos precipitados en la actualidad. La recolección del goteo, así como las medidas de sus tasas, se suele hacer en varios puntos de muestreo en cada cueva (entre ocho y diez estaciones) para abarcar todas las diferentes situaciones. El agua de goteo se puede recoger de modo automático con un automuestreador programado para cambiar de botella cada 24 o 48 h. Igualmente, el carbonato que precipita en unos vidrios instalados bajo goteos activos es preparado para su análisis isotópico y composicional en elementos traza. Este tipo de instalaciones sencillas permanece en las cavidades de estudio durante al menos tres años para registrar tanto la variabilidad estacional como la interanual.
Figura 24. Monitorización de cuevas: recolector de goteo (A), automuestreador (B) y recogida de carbonatos en vidrios (C).
7. Las estaciones experimentales del valle del Ebro central El grupo de Conservación de Ecosistemas Naturales ha monitorizado dos áreas de estudio en el sector central del valle del Ebro (Aragón). Ambas están equipadas con estaciones meteorológicas completas (temperatura, anemómetro, veleta, humedad del aire y radiación), además del registro de la precipitación y sensores de humedad del suelo. Las estaciones están localizadas en la reserva ornitológica del Planerón de Belchite (Belchite, Zaragoza), administrada por SEO/BirdLife, y en Jubierre (Castejón de Monegros, Huesca). Se instalaron en 2010 y 2014, respectivamente, en dos localidades de gran interés ecológico del sector central del valle del Ebro, donde se da un clima semiárido continental y donde se han llevado a cabo y se llevan en la actualidad diferentes proyectos de investigación centrados en entender el funcionamiento de los ecosistemas de la zona.
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Figura 25. Estaciones experimentales de Belchite (izquierda) y Castejón de Monegros (derecha).
Agradecimientos Es preciso explicar que este capítulo está firmado por una pequeña parte de las personas que han intervenido en la implementación y gestión de las infraestructuras descritas. Por este motivo, resulta indispensable agradecer a todas las personas que han contribuido de alguna manera al desarrollo y a la gestión de las infraestructuras de campo del IPE, pues su trabajo y empeño han sido fundamentales, de manera que merecen un reconocimiento especial. En todo caso, la redacción de este capítulo ha sido posible gracias a la información y el material gráfico suministrado amablemente por algunos de los científicos responsables de las infraestructuras descritas, que en orden de aparición en el capítulo son los siguientes: plataforma de sondeo: Blas Valero Garcés; simulador de lluvia: David Regüés Muñoz; láser escáner y dron: Juan Ignacio López Moreno; cuencas experimentales: Juan Ignacio López Moreno, David Regüés Muñoz y Estela Nadal Romero; exclusiones ganaderas: Begoña García González y Ricardo García González; Estación Experimental Valle de Aísa: Teodoro Lasanta Martínez; sistema experimental de dinámicas de poblaciones: Patrick S. Fitze; dendrómetros de troncos y raíces: Jesús Julio Camarero Martínez; investigación en cuevas: Ana Moreno Caballud; y estaciones experimentales del valle del Ebro central: Yolanda Pueyo Estaún.
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4.4. LOS LABORATORIOS Y EL INVERNADERO DEL IPE Ana Moreno, Mercedes García, José Azorín, Penélope González Sampériz, Paz Errea y Melchor Maestro IPE-CSIC
4.4.1. Introducción El IPE dispone de tres laboratorios en Zaragoza y cinco en Jaca sobre análisis fisicoquímicos de material vegetal, aguas, suelos y sedimentos, con equipos que se van ampliando y actualizando anualmente para atender las necesidades de los diferentes grupos de investigación. Además, dispone de un Servicio de Electrónica y de otro de SIG. Los laboratorios son considerados una de las piezas claves del Instituto y se utilizan por la gran mayoría del personal investigador, por lo que dan servicio a líneas tan diversas como la conservación de la biodiversidad, la paleoclimatología, la erosión o la restauración de ecosistemas. A pesar de ello, la especialización a la que la ciencia está sometida hoy en día impide que podamos tener unos laboratorios que cubran todo lo que los investigadores del IPE necesitamos, así que muchos servicios se han de externalizar y debemos hacer uso de otros laboratorios, tanto nacionales como extranjeros. Sin embargo, gracias al trabajo conjunto con el personal técnico de apoyo a la investigación podemos poner en marcha nuevos protocolos y nuevas técnicas que vienen marcadas por el avance de las líneas de investigación del Instituto. Como aspecto más negativo en el funcionamiento actual de los laboratorios del IPE, es reseñable la falta de personal a la que nos enfrentamos, especialmente en la sede de Jaca donde las últimas jubilaciones no se han cubierto con nuevos técnicos. De todos modos, los laboratorios del IPE se encuentran en uno de sus mejores momentos en cuanto a equipamiento y organización, lo que representa un apoyo inestimable a la investigación que se realiza en el centro.
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En este capítulo se resume la historia de los laboratorios y del invernadero para, posteriormente, mostrar cuál es la situación actual en cuanto a equipamiento y funcionamiento. Se finaliza con un breve comentario sobre las perspectivas futuras de este servicio.
4.4.2. Historia de los laboratorios del IPE 4.4.2.1. Los inicios: la importancia de los laboratorios durante las primeras décadas del IPE en Jaca (1950-1980) En sus orígenes, el CPBE fue dotado con un Laboratorio de Taxidermia, a cargo del cual estaba el taxidermista Fernando Rodríguez, con la colaboración de Javier Santamaría y Eugenio de Mingo, que, a su vez, se encargaba de la gestión del pequeño zoológico de especies autóctonas, instalado en el jardín del centro, así como del mantenimiento del edificio. Cuando Fernando Rodríguez abandona la institución a principios de los setenta, se queda a cargo de este servicio Javier Santamaría, el cual permanece hasta el verano de 1974; tras la marcha de este, el Laboratorio de Taxidermia desaparece del centro. También se contaba entonces con un Servicio de Climatología, dirigido por Juan Puigdefábregas y José Creus, que gestionaba una red de unas sesenta estaciones climatológicas, dependientes del Instituto Meteorológico de la cuenca del Ebro y repartidas por el Pirineo y Prepirineo aragoneses, estando adscritos al mismo como personal de apoyo: Manuel Mairal, que, a su vez, era el conductor del Instituto, Ramón Galindo, Manuel Lasaosa, que deja el Instituto en 1974, José Azorín y, también, durante unos años, Miguel Gracia. Este servicio se mantiene hasta el año 2005. No será hasta finales de los años setenta cuando, impulsado por los investigadores Juan Puigdefábregas, Bernardo Alvera y Carlos Martí, se dota al Instituto de un pequeño Laboratorio de Análisis Fisicoquímicos en el que prestaron sus servicios como técnicos: José Servando Chinchón, que deja el centro para trasladarse al Instituto de Ciencias de la Tierra, Jaume Almera, de Barcelona, a mediados de los setenta, Ramón Galindo, Santiago Pérez y Emilio Ubieto. En sus comienzos, este servicio contaba con un rudimentario aparato para la determinación de nitrógeno por el método Kjeldahl, además de un sencillo espectrofotómetro ultravioleta-visible, que permitía la analítica de las especies
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moleculares más relevantes para los trabajos llevados a cabo en esa época por el Instituto. También, en cuanto a parámetros físicos del suelo, era muy demandada la determinación y distribución del tamaño de partículas en suelos, contenido en carbonatos, materia orgánica, etc. A principios de los ochenta, se dota a este servicio de un espectrofotómetro de absorción atómica, lo que facilitará la determinación de cationes metálicos. Este laboratorio seguirá creciendo en cuanto a equipamiento y desarrollo de técnicas analíticas: determinación de fibras, digestibilidad enzimática, espectrofotometría de emisión atómica mediante plasma acoplado inductivamente, espectrofotometría infrarroja, etc. A pesar del mencionado incremento en técnicas y equipos, el personal técnico ha ido siempre en tendencia contraria. Así, en la actualidad, en la sede de Jaca solamente dos personas fijas trabajan en él: José Azorín, incorporado a mediados de los ochenta, y Silvia Gutiérrez desde el año 2010.
4.4.2.2. Los laboratorios de la sede de Zaragoza (1991-2000): creando infraestructuras para una nueva ecología Al poco tiempo de crearse la nueva sede del IPE en Zaragoza, se decide que, en el piso superior del edificio que se habilita, debe haber un espacio para preparación de muestras y otro mayor para laboratorio. La instalación comienza en el año 1993, poniendo el mobiliario y los aparatos imprescindibles (estufas, mufla, vitrina de gases, nevera, congelador), además del material fungible básico. Para conseguir la organización y puesta en marcha de estos espacios, resultó esencial la labor de Melchor Maestro. Posteriormente, este nuevo laboratorio fue equipándose con los aparatos que se consideraban más necesarios para la realización de las tesis doctorales que se estaban desarrollando entonces en el IPE y que implicaban mucho trabajo analítico. Todos ellos fueron liderados por el investigador Gabriel Montserrat. El viernes 11 de febrero de 1994, se obtiene el primer resultado de análisis de N por el método Kjeldahl. Se trata de una muestra de hojas de Quercus rotundifolia, y la concentración es de 1,36 %. En octubre de 2001, se hacen los primeros análisis con el nuevo equipo Vario Max que, por el método Dumas, permitía el análisis de C. Así, se pueden analizar muchas más muestras; además, es un método no contaminante y que no produce desechos. Se instaló un medidor de
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áreas foliares, un microtomo de congelación, un pH-metro, un conductímetro y un espectrofotómetro Unicam 8625. En marzo de 1995, se monta un fotómetro de llama, un extractor de grasas, un analizador de fibras y, algo más tarde (2003), se instala el liofilizador Telstar Cryodos-80. En estos primeros años, hay que agradecer de forma muy especial la labor desarrollada por Carmen Pérez Rontomé, quien, en mayo de 2003, se trasladó a la Estación Experimental de Aula Dei (EEAD-CSIC). Los doctorandos Pilar Castro, Joaquín Guerrero, Pedro Villar, Rubén Milla y Sara Palacio, junto con María Luisa Dehesa y Adela Lamana, pasaron muchas horas en el laboratorio y pusieron a punto nuevas técnicas de análisis de material vegetal que hoy continúan realizándose en el IPE. Además, al disponer de vitrina de gases en una zona del laboratorio que se podía aislar de contaminaciones, en 1997 se realizan temporalmente los primeros análisis de polen por la entonces doctoranda Penélope González Sampériz. En 1999, con la incorporación de María Paz Errea como personal de apoyo a la investigación, se pone en marcha en el Instituto el Servicio de Sistemas de Información Geográfica (SIG), que ayuda desde entonces a los investigadores en todos los aspectos cartográficos de su investigación.
4.4.2.3. Nuevo edificio en la sede de Zaragoza (2003-2018): nuevos análisis al amparo de las nuevas líneas de investigación En el año 2003, se inaugura un nuevo edificio en la sede del IPE de Zaragoza, que cuenta con espacio para cinco despachos, una sala polivalente y dos laboratorios. Es en ese momento cuando se plantea qué tipo de organización necesitamos, qué infraestructuras y de qué pequeños equipos podemos dotar a los nuevos laboratorios. Dado que el Laboratorio por excelencia del IPE estaba principalmente dedicado a material vegetal y, algo menos, a analítica de suelos, se decide equipar uno de los nuevos espacios como Laboratorio de Aguas y el otro como Laboratorio de Sedimentos para cubrir las necesidades de dos líneas de investigación novedosas en el Instituto en ese período: la reconstrucción paleoclimática a partir de sondeos lacustres, liderada por el investigador Blas Valero-Garcés, y la restauración de ecosistemas acuáticos, a cargo del investigador Francisco Comín (Figura 1).
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Figura 1. Imágenes de los laboratorios de la sede del IPE en Zaragoza. De izquierda a derecha: Laboratorio de Material Vegetal, Laboratorio de Aguas, Laboratorio de Sedimentos, Sala de Microscopia y cámara frigorífica.
En el laboratorio dedicado a sedimentos, se individualizará cuatro años más tarde un pequeño espacio para la preparación de muestras de polen que requieren un aislamiento mayor para evitar contaminaciones. Completan el espacio una sala para microscopia, donde se instalan lupas y microscopios de diversa índole, y una pequeña cámara frigorífica para guardar sondeos lacustres y otras muestras que necesitan almacenamiento en frío. El avance en cuanto al equipamiento y al espacio que suponen los nuevos laboratorios de Zaragoza fue muy importante en ese período, y los científicos del IPE tuvimos sensación de prosperidad por unos años. Es en esta etapa, aunque en diferentes años y con distinto tipo de contratación, cuando se incorpora a la sede del IPE en Zaragoza nuevo personal asociado a los laboratorios: Mercedes García, Elena Lahoz, Beatriz Bueno, Silvia Presa, Alberto Barcos, Carmen Sancho, Aída Adsuar, Victoria Lafuente y Elena Royo. Todos ellos, junto a doctorandos como Mario Morellón, Pablo Corella y Ana Pérez (de la línea de paleoclima) o Álvaro Cabezas, Eduardo González, Belinda Gallardo y María González Sanchís (de la línea de restauración de ecosistemas), contribuyen a esta nueva organización y a poner en marcha técnicas y protocolos que son ahora realizables gracias al desarrollo de los laboratorios en el centro. El aumento de personal y de equipamiento en los nuevos espacios lleva a la creación en 2010 de una Comisión de Laboratorios para coordinar todo el trabajo y asignar funciones al personal adscrito en cada laboratorio. La investigadora
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Penélope González Sampériz es la responsable en ese período y, junto con Melchor Maestro, Mercedes García, Juanjo Jiménez, Sara Palacio y José Azorín, dedican mucho tiempo y esfuerzo para conseguir que el trabajo asociado a los laboratorios del IPE sea eficaz, eficiente y agradable para investigadores y personal técnico de apoyo a la investigación. Se redactan informes, se discute sobre los laboratorios en Claustro y en Junta del Instituto, se asigna un presupuesto anual y se plantean nuevas demandas para que los laboratorios continúen creciendo. Los laboratorios se convierten en una pieza clave de la investigación en el centro.
4.4.2.4. Nuevo edificio para la sede en Jaca (2012-2018): grandes espacios para los nuevos tiempos A partir del año 2012, en que se inaugura un nuevo edificio para la sede del IPE en Jaca, la Comisión de Laboratorios comienza a pensar, diseñar y estructurar los espacios destinados a laboratorios. Así, se organiza el espacio en cinco laboratorios diferentes en función del tipo de análisis que se pueden realizar. Por ejemplo, se diseña un laboratorio dedicado a análisis químicos (principalmente, de aguas), donde se instala el espectrofotómetro de emisión con plasma de acoplamiento inductivo (ICP-OES, por sus siglas en inglés), equipo que manejaba Santiago Pérez. Otro espacio se habilita para las técnicas granulométricas: en concreto, se ubica un equipo para análisis del tamaño de partículas por difracción láser (que maneja Ramón Galindo hasta su jubilación). Un tercer espacio, donde trabajan José Azorín y Emilio Ubieto (este último, jubilado en 2017), se constituye como laboratorio de suelos y se dedica a la digestión con microondas para análisis de metales, biomasa microbiana, fibras vegetales y digestibilidad, entre otras técnicas. Además, en el sótano se dedica un espacio para almacenaje, una pequeña sala para diversos equipos de microscopia, una gran habitación como cámara frigorífica para sondeos (aumentando así el espacio para repositorio que existía en Zaragoza) y otra habitación para estufas y muflas. Las condiciones de los espacios son ideales en el nuevo centro, y será, sin duda, la falta de personal, el talón de Aquiles de los laboratorios de Jaca. Así, hay que resaltar que, en la actualidad, se cuenta solamente con dos personas adscritas a los laboratorios: Silvia Gutiérrez y José Azorín, que realizan las tareas antes repartidas entre cuatro ayudantes. Mientras tanto, en Zaragoza, se construye un voluminoso almacén que no solo dará cabida a muestras de todo tipo, sino que contará también con un espacio para cámara frigorífica. Además del almacén, en el año 2010 se levanta un gran invernadero en la sede de Zaragoza donde se empiezan a realizar cultivos de
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plantas por diferentes investigadores del Departamento de Conservación de la Biodiversidad y Restauración de Ecosistemas. Un ejemplo de esas investigaciones se realizó en el grupo de Begoña García, y consistió en el cultivo de semillas de distintos países de Europa de la especie de amplia distribución Plantago coronopus. El trabajo en el invernadero sirvió para generar plántulas a partir de distintas procedencias, que fueron analizadas genéticamente o trasplantadas después a Galicia y Andalucía, pudiendo comprobar así que, a pesar de su amplitud de nicho, esta especie mantiene una importante componente de adaptación local.
4.4.3. La infraestructura analítica actual en el IPE: análisis habituales y funcionamiento de los laboratorios 4.4.3.1. Laboratorios de la sede de Jaca 1. Laboratorios analíticos La sede del IPE de Jaca cuenta en la actualidad con cinco laboratorios de análisis químicos y dos técnicos fijos asignados a este servicio. En el laboratorio n.º 1 está instalado un espectrofotómetro de emisión atómica mediante plasma acoplado inductivamente (ICP-OES), utilizado para la determinación y cuantificación de especies atómicas, con una gran resolución, cuya capacidad de detección para la mayoría de los elementos analizados se sitúa en menos de una parte por millón; dos espectrofotómetros UV-V, que permiten la determinación y cuantificación de especies moleculares, también con una capacidad de detección por debajo de una parte por millón; y un espectrofotómetro infrarrojo cercano, que permite la elucidación estructural de moléculas orgánicas mediante el análisis de sus espectros en esta franja. Este laboratorio, cuenta, además, con tres vitrinas extractoras, una de ellas de flujo laminar, una línea de aire comprimido, otra, de vacío, y cinco, de diferentes gases. En el laboratorio n.º 2 se encuentra el sistema de microondas, donde se solubilizan las muestras que deben pasar por el ICP. También está dotado con cinco líneas de diferentes gases, una de vacío y otra de aire comprimido, así como dos vitrinas extractoras preparadas para trabajar con ácido fluorhídrico. El laboratorio n.º 3 está dedicado a la microscopia, y cuenta con una vitrina de extracción de gases.
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En el laboratorio n.º 4, hay instalado un analizador de tamaño de partículas por difracción láser y, al igual que los otros laboratorios, está dotado con una vitrina extractora de gases y con una línea de vacío. El laboratorio n.º 5 es un laboratorio de pretratamiento de muestras antes de ser procesadas en los otros: aquí se ubican los diferentes molinos, así como el aparato cortador de sondeos. Las técnicas analíticas llevadas a cabo en estos laboratorios responden a las necesidades del personal investigador del Instituto y se podrían resumir en tres grandes bloques: análisis de suelos, análisis de aguas y análisis de material vegetal. En el bloque de análisis de suelos, las técnicas más demandadas son aquellas conducentes a evaluar el grado de fertilidad. Así se analizan las especies de nitrógeno nítrico y amoniacal, fósforo asimilable contenido y estado de la materia orgánica. Otros parámetros demandados son, por ejemplo, la distribución del tamaño de partículas, biomasa microbiana o diferentes cationes metálicos. En cuanto a la analítica de aguas, además de dureza, conductividad y pH, también se miden las especies moleculares de nitrógeno y fósforo, silicio y determinados cationes metálicos. En el material vegetal, por ejemplo, se han llevado a cabo estudios para la evaluación de la calidad forrajera mediante analítica de fibras y digestibilidad enzimática, sílice, compuestos fenólicos, algunos alcaloides, etc. Asimismo, el contenido en cationes metálicos se evalúa mediante la utilización del ICP. Por último, en los laboratorios de la sede de Jaca se cuenta con un sistema de escáner lineal para obtener, de un modo automatizado, imágenes fotográficas de alta calidad y resolución de sondeos sedimentarios y de espeleotemas. Es el Geoscan IV Linescan Imaging, que, además, lleva acoplado un medidor de susceptibilidad magnética. 2. Laboratorio de Electrónica Es un laboratorio de apoyo a la investigación dedicado al mantenimiento instrumental, la reparación de equipos e instrumentación electrónica, su reciclado, así como el diseño y desarrollo de prototipos electrónicos. Su responsable, Jesús Revilla, trabaja en el asesoramiento en temas electrónicos, el diseño, instalación, mantenimiento y programación de las estaciones meteorológicas, así como en la implementación de protocolos de medida remota y programas informáticos. Entre ellos, destacan los programas de control para monitorización y descarga de registradores de datos e iButtons y los programas de control de turbidímetros y perfilómetros de campo.
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Figura 2. Laboratorios de la sede del IPE en Jaca. Imágenes de izquierda a derecha: ICP‑OES, analizador de tamaño de partículas, Geotek Line Scan Camera y repositorio de sondeos lacustres.
3. Laboratorio de Biología y Animalario Las instalaciones del IPE, en su sede de Jaca, albergan una sala-animalario dedicada al mantenimiento en condiciones controladas de individuos del género Lacerta, entre los que se encuentran ejemplares de lagartija de turbera del Pirineo (Lacerta vivípara), entre otros. Con una capacidad para alojar a trescientas sesenta lagartijas, está dotada de las infraestructuras necesarias para regular las condiciones ambientales y ajustar la luz, temperatura y humedad, en función de los requerimientos experimentales. Los equipos instalados permiten la toma de datos mediante espectrofotometría, fotografía estandarizada, registro de comportamientos, toma de sangre y tejidos, y congelación de muestras a −80 °C para su posterior análisis químico.
4.4.3.2. Laboratorios de la sede de Zaragoza 1. Laboratorio de Material Vegetal y Análisis Químico Entre las tareas que se llevan a cabo en este laboratorio, destacan las mediciones morfológicas relacionadas con la ecología funcional de las plantas, la realización de cortes histológicos para definir la anatomía de la madera, la medida de la anchura de los anillos de crecimiento, la cuantificación de flores, frutos y semillas, así
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como la medida de áreas foliares, con ayuda de microscopia o análisis de imagen, en caso necesario. Se cuenta con equipamiento y protocolos específicos para la aplicación de distintas técnicas analíticas de determinación o cuantificación de materia seca, materia orgánica, textura, cenizas, N, C, S, P, Na, K, Ca, Mg, Mn, Cu, Fe, fibras, azúcares solubles y almidón, grasas y digestibilidad de forrajes. 2. Laboratorio de Análisis de Aguas Cuenta con la instrumentación e infraestructura necesaria para la realización de análisis fisicoquímicos en muestras líquidas, normalmente, aguas naturales, y, dependiendo de la técnica, en extractos de material vegetal o suelos, para la determinación de macronutrientes, micronutrientes y metales, análisis enfocado a estudiar los ciclos biogeoquímicos, la contaminación difusa en los medios acuáticos y la ecotoxicología ambiental. Entre las técnicas que se desarrollan, destaca el análisis de iones mediante cromatografía iónica, el análisis de carbono orgánico total y nitrógeno total mediante combustión catalítica y la determinación de gases de efecto invernadero mediante cromatografía de gases. Se dispone también de lupas, microscopios (invertido, epifluorescencia, etc.) y lectores de placas para la determinación y cuantificación de las poblaciones de macroinvertebrados, fitoplancton, zooplancton y bacterias. 3. Laboratorio de Suelos, Sondeos, Espeleotemas y de Análisis Palinológico En esta unidad se realizan los análisis necesarios para la caracterización de suelos de todo tipo, además del estudio de la biomasa microbiana, dando soporte y complementando los ensayos realizados en los laboratorios de Jaca. En este laboratorio se dispone del equipamiento necesario (Elementar VarioMAX CN), para determinar el contenido de C y N en muestras sólidas, que se utilizan para explicar el ciclo de nitrógeno y del carbono y el flujo de energía, indicativos de la acumulación, la distribución y el retorno de nutrientes en los ecosistemas. Se cuenta con otro analizador elemental para la determinación de C y S (Leco SC 144 DR), necesaria para el estudio de sedimentos lacustres, y con la infraestructura necesaria para la preparación de muestras complejas (polen, diatomeas, espeleotemas, etc.). Este equipamiento se complementa con gran variedad de instrumentos de campo para el análisis sísmico y batimétrico de cuencas lacustres —plataforma Uwitec de sondeos lacustres, diversos sondeadores (Livingstone, Uwitec, gravedad, de congelación…), muestreadores de aguas, etc.— y administra el repositorio de sondeos. Cuenta, además, con un amplio equipamiento de microscopia propio que incluye el único microscopio con puente de comparación existente en el CSIC.
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4. Servicio de Sistemas de Información Geográfica (SIG) El IPE dispone de un Laboratorio de Sistemas de Información Geográfica o Tecnología de la Información. Cuenta con personal técnico de apoyo, un titulado superior especializado, con ayuda de personal contratado a proyectos, e infraestructura informática: ordenadores de sobremesa para tratamiento de imágenes y bases de datos de gran tamaño, dispositivo de impresión de gran formato (plóter A0), escáner A3 en color, GPS diferencial y software de GIS y tratamiento de imágenes de teledetección. Se están incorporando nuevas técnicas, como la fotogrametría y la obtención de imágenes digitales de gran resolución mediante dron. Desde los inicios del IPE, numerosos estudios incluyen información cartográfica sobre litología, relieve, cubiertas de vegetación y usos del suelo, pastos, etc., basados en interpretación de fotogramas aéreos. Entre los años 1995 y 1998, la necesidad de realizar proyectos para otros organismos y empresas privadas (IGME, Redesa, DGA) permitió incorporar la información geográfica en formato digital y el análisis espacial a proyectos de impacto ambiental, al análisis de riesgos y a la ordenación del territorio. Con el desarrollo de la informática y la aparición de nuevos programas informáticos, donde además de la representación cartográfica en formato digital se incorporan bases de datos numéricas y herramientas de análisis espacial, se implantó en el IPE durante esos años una infraestructura GIS muy especializada (formación de personal en cursos de manejo programas SIG en Madrid, infraestructura de hardware con tres estaciones de trabajo HP‑UX, plóter A0 y software GIS) que sirvió de soporte a tesis doctorales, proyectos de investigación y numerosos artículos, que han contribuido a proporcionar relevancia a la producción científica del Instituto. La utilización de SIG se incorporó rápidamente a las líneas de investigación del centro como una metodología muy útil en investigación: obtención de información de campo georreferenciada (GPS), análisis de erosión del suelo mediante imágenes de satélite, tratamiento de series temporales de datos de estaciones climáticas para elaboración de mapas de distribución de variables climáticas, aplicación de modelos hidrológicos espacialmente distribuidos, estudio de la evolución de usos del suelo desde mediados del s. xx, georreferenciación del Herbario Jaca y elaboración de cartografías de distribución de especies y su consulta en Internet.
4.4.3.3. Organización actual Hoy en día, la Comisión de Laboratorios, con la investigadora Ana Moreno como responsable, sigue cumpliendo su cometido intentando organizar el trabajo y buen funcionamiento de los distintos laboratorios del IPE, así como aclarar y
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prever la distribución de tareas y dedicación del personal de apoyo a la investigación a los distintos investigadores. Para ello, la comisión realiza reuniones periódicas y funciona como órgano consultivo, cuya tarea es proponer diferentes medidas para llevar a cabo la mencionada organización de tareas y ayudantes. Estas propuestas son siempre discutidas y aprobadas en el Claustro Científico, y deben ser públicas, para que todo el personal del IPE pueda atenerse a ellas posibilitando el buen funcionamiento de nuestro Instituto. Un ejemplo reciente ha sido la puesta en marcha de las tarifas de análisis en los laboratorios (información en nuestra web http://www.ipe.csic.es/web/ipe-instituto-pirenaicode-ecologia/laboratorios), que está permitiendo una mejor organización y eficacia a la hora de facturar los gastos analíticos entre los investigadores del IPE, además de atender mejor las demandas externas. Gracias al trabajo de estos últimos años, se cuenta con protocolos actualizados de las técnicas que se realizan en el Instituto, se trabaja con una nueva lista de correo de todo el personal asociado a los laboratorios y se ha puesto en marcha una correcta estructura informática para almacenamiento (y copias de seguridad) de los resultados producidos en los laboratorios. Algunos de los equipos más importantes o de mayor uso con los que contamos en el IPE se muestran en las fotos de las Figuras 3 y 4. La Tabla 1 los recoge con más detalle.
Figura 3. Algunos equipos de los laboratorios del IPE: microscopio de puente de comparación, análisis foliar, dendrocronología y muestreo de espeleotemas.
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Figura 4. Algunos equipos de los laboratorios del IPE: cromatografía iónica; equipo para medir el pH, la conductividad eléctrica (CE) y para la valoración automática de carbonatos y bicarbonatos en muestras liquidas; liofilizador; analizador de C y N, y analizador de C y S.
Tabla 1. Listado de equipos disponibles actualmente en el IPE-CSIC. Equipo
Marca/Modelo
Sonda multiparamétrica
Exo 1
Liofilizador
Cryodos-80
Incubadores refrigerados
Memmert
Espectrómetro infrarrojo cercano
Analytical S. D.-Qualityspec
Espectrómetro de emisión ICP-OES
Thermo iCAP 6300
Digestor por microondas
Berghof MWS-3
Cromatógrafo iónico
Metrohm-761
Cromatógrafo de gases
Agilent 7820 GC System
Analizador C/N
Elementar-Vario MAX
Analizador C/S
Leco SC-144DR
Analizador C/N
Analitick Jena Multi N/C 3100
Analizador tamaño de partículas
Mastersizer2000
Extractores de grasas
Ankom-XT10I y Soxtec
Analizador de fibra
Ankom-220
Fermentador para digestibilidad
Ankom-Daisy II
Medidor áreas foliares
Skye-SI700, SI724
Microtomo de rotación
Leica MR-2255
Microscopio de comparación
Leica FS4000
Microscopio invertido
Nikon Eclipse TE 2000 S
Cortador de sondeos
Geotek Line Scan Camera
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4.4.4. Los laboratorios del IPE: retos futuros El avance de la investigación en diversos campos de la ecología requiere la realización de análisis cada vez más complejos y específicos que, en general, dependen de laboratorios con instalaciones de mayor envergadura, coste y complejidad que las que habitualmente realizamos en el IPE (Tabla 2). Los protocolos de análisis que se llevan a cabo en nuestro Instituto resultan insuficientes para la mayoría de las líneas de investigación, y casi la totalidad del personal investigador tiene que recurrir a laboratorios externos para analizar sus muestras. La adquisición de nuevos equipos ocurre muy lentamente, lastrada por la escasez de convocatorias para comprar nueva infraestructura y la falta de presupuesto para uso común en los centros del CSIC. Aun así, a lo largo del próximo año se podrá incorporar el análisis isotópico de muestras líquidas a nuestro listado de técnicas disponibles, gracias a la adquisición de un espectrómetro láser de marca Picarro, modelo L2130i. Este equipo de última generación resultará de gran utilidad en el Instituto para análisis en dendroecología, hidrología y paleoclimatología, tres de las principales líneas de investigación del centro relacionadas con el uso de laboratorios. Pasos como este nos ayudan a «ver la luz al final del túnel» y a seguir apostando por los laboratorios del centro.
Tabla 2. Análisis que se realizan actualmente en los laboratorios del IPE. Material vegetal Molturación con tamices Cenizas Nitrógeno (proteína bruta) Carbono Azufre Fibra (Weee, Van Soest) Azúcares solubles y almidón Extracto etéreo Digestibilidad de forrajes Fósforo Elementos totales Clorofilas Taninos Espectros NIRS Áreas foliares Cortes histológicos y tinciones
Aguas Conductividad eléctrica Oxígeno disuelto Sólidos en suspensión/disueltos Sólidos disueltos Materia orgánica Carbonatos y bicarbonatos Sulfatos Fluoruros Cloruros Bromuros Nitrato, nitritos y amonio Nitrógeno y carbono total Fosfatos y fósforo total Sodio, potasio Calcio, magnesio Clorofilas
Dendrocronología
Ensayos de ecotoxicidad
Metales
Metales
Suelos y sedimentos Conductividad Carbonatos/caliza activa Color Munsell Materia orgánica Sales solubles Amonio y nitratos N/C/S Fósforo asimilable Potasio asimilable Elementos totales Textura Espectros NIRS Indicadores biológicos Biomasa microbiana Análisis palinológicos Preparación de frotis Escaneado de imagen. Suscep. magnética Metales
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Uno de los pilares principales de nuestros laboratorios, si no el que más, ha sido y es el personal técnico del que disponemos. Aunque con importantes problemas por la falta de nuevas plazas, el personal técnico de apoyo a la investigación ha estado siempre muy dispuesto y colaborador en la realización de las tareas asignadas, aunque, lamentablemente, no siempre han podido contar con tiempo disponible para seguir formándose o para poder implementar nuevos protocolos. La falta de carrera profesional para el personal técnico en el CSIC es, sin duda, uno de los grandes problemas de nuestra Institución. Por otro lado, como aspecto positivo, se ha puesto en marcha recientemente un plan de organización de los Servicios de Laboratorios a escala de todo el CSIC que, en el IPE, está resultando muy positivo por la implantación de un sistema nuevo de tarifas para la facturación en los Laboratorios. Necesitamos crear estructuras ágiles y cómodas, con reducida burocracia, tanto para el personal de laboratorios como para el investigador, para que el trabajo en nuestros laboratorios sea eficaz y competitivo a escala nacional e internacional. Así, comprendiendo además que existe una necesidad de especialización analítica y de constante renovación de equipos en los laboratorios de nuestro Instituto, conseguiremos avanzar en la implementación de un servicio útil a la comunidad investigadora.
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4.5. LA BIBLIOTECA DEL IPE Sergio Benítez Moriana y Ricardo García González Unidad de Documentación, Instituto Español de Oceanografía e IPE CSIC
4.5.1. Los orígenes (1942-1966) La historia de la Biblioteca del IPE está muy ligada a los azares que ha sufrido este instituto del CSIC, el más antiguo de Aragón. En 1942, nace en Jaca (Huesca), por Orden de 10 de octubre de ese año, la Estación de Estudios Pirenaicos, con una clara orientación multidisciplinar, para abordar temas sobre geología, geografía, biología, climatología, etnografía, filología, derecho, prehistoria, etc., dentro del ámbito de estudio de la cordillera fronteriza. En 1948, su nombre cambia a Instituto de Estudios Pirenaicos (IEP), que más bien era, como ya señaló el exdirector del IPE Martínez Rica (2005), «un centro de investigación limitado a coordinar la investigación del Pirineo de otras instituciones» y ofrecía servicios como biblioteca, residencia o laboratorio. Las especiales circunstancias del IEP, que carecía de personal fijo y seguía teniendo la Dirección en Barcelona y la Vicedirección en Zaragoza, hacían difícil la gestión de las instalaciones, lo que hizo que se trasladara la incipiente biblioteca a Zaragoza, donde se editaba, imprimía, distribuía e intercambiaba la revista Pirineos, cuyo primer número apareció en 1945. Con sus cuatro y, más tarde, tres números por año, pasó a ser la actividad más peculiar del IEP (Balcells, 1983). Su carácter misceláneo, integrando los estudios que se generaban entonces en torno a los Pirineos, constituyó un referente para el conocimiento de la cadena. Además, mediante el intercambio con publicaciones de otros centros de investigación, se pudo iniciar la formación de una biblioteca especializada. La labor de canje en ese período fue notable, y llegó a alcanzarse en 1968 el equivalente a ciento veinte revistas españolas y doscientas cinco, extranjeras, fondo que, unido a la
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adquisición de textos por suscripciones, suponía un ingreso aproximado de mil volúmenes todos los años (Balcells, 1973). Entre 1945 y 1965, el Instituto publicó setenta y ocho números de Pirineos, equivalentes a veintiún volúmenes de dicha revista. Además, el IEP publicó en ese período ciento tres volúmenes de monografías y siete gruesos volúmenes de la serie Fuentes para la Historia del Pirineo en colaboración con la Escuela de Estudios Medievales (Balcells, 1973). Una de las labores editoriales que supuso un mayor esfuerzo en esa época fue la publicación de las actas de varios de los Congresos Internacionales de Estudios Pirenaicos (véase el capítulo 7. Proyección internacional del IPE), algunos de ellos publicados como volúmenes de la revista Pirineos. En concreto, del primer congreso, celebrado en San Sebastián (1950), se publicaron siete volúmenes; del tercero (Girona, 1958), seis; del quinto (JacaPamplona, 1966), cinco; y del sexto (Bagnères de Bigorre, 1971) y del séptimo (Seu d’Urgell, 1974), doce (Balcells, 1983; Figura 1).
Figura 1. Algunas de las monografías publicadas por el IEP y el IPE a lo largo de su historia.
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4. Infraestructuras y servicios
4.5.2. Etapa de convivencia del IEP y del CPBE (1966-1984) Gracias al impulso de Enrique Balcells, investigador del Instituto de Biología Aplicada (CSIC-Universidad de Barcelona), en 1963 el CSIC creó en Jaca otro instituto de investigación, el CPBE, con una orientación más definida para el estudio del funcionamiento de los ecosistemas de montaña en el ámbito pirenaico. El hecho de que Balcells, en 1966, se hiciera cargo a la vez de la dirección del IEP y del CPBE posibilitó la vuelta de la Biblioteca a Jaca desde Zaragoza, ciudad donde había seguido creciendo. Además de atender al préstamo bibliotecario y dar soporte bibliográfico a los investigadores, la Biblioteca del IEP continuó desde Jaca con su doble misión inicial: proseguir con la labor editorial y con el intercambio de Pirineos (Balcells, 1973). En cuanto a labor editorial, a las publicaciones mencionadas anteriormente hay que añadir la edición de las Publicaciones del Centro Pirenaico de Biología Experimental, que recogían una parte de la producción científica generada en el nuevo centro. Entre 1964 y 1982, se publicaron trece volúmenes, algunos de ellos en forma de monografías, aunque la mayoría estaban constituidos por artículos independientes. Entre las monografías, cabe destacar la primera tesis doctoral realizada en el CPBE, Estudio faunístico y biológico de los mamíferos del Pirineo, de Juan Ramón Vericad; la tesis doctoral de Juan Pablo Martínez Rica, Contribución a la Biología de los gecónidos ibéricos (Rept., Sauria), y la segunda parte de la tesis de Luís Villar, Catálogo florístico del Pirineo occidental español. Cabe señalar que el primer volumen de estas Publicaciones contiene el artículo de Balcells «Finalidad y líneas del CPBE» en el que sentó las bases y el organigrama de las líneas de investigación de lo que debería ser la nueva institución: un centro de investigación de ecología de las montañas (y del Pirineo, en particular), que constituiría el embrión del futuro IPE. El volumen 3, dedicado al parque nacional de Aigües Tortes y a los valles de Boí y Espot, no llegó a publicarse, aunque se imprimieron los mapas geológico y de vegetación, que se conservan en la Biblioteca del Instituto. En cambio, vio la luz una publicación no seriada auspiciada por el CPBE: el Guión para trabajos prácticos: zoología-cordados (1968), que tuvo una gran aceptación como apoyo a los trabajos de prácticas de zoología en las facultades de Biología, en aquel tiempo, con docencia predominantemente teórica (Villar y Vallés, 1995). Pirineos continuó con su publicación periódica habitual, aunque con un ritmo menor y con una interrupción entre 1973 y 1981, probablemente causada por la dedicación a la nueva publicación del CPBE mencionada y a la sobrecarga
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de trabajo del director de todas las publicaciones del IEP y CPBE (Balcells) y responsable de muchas otras ocupaciones de gestión investigadora; según sus propias palabras, «intermitencias por causas financieras y de atención oportuna» (Balcells, 1983). La serie de monografías también sufrió un importante descenso del ritmo de publicación a partir de 1960, publicándose tan solo nueve monografías entre ese año y 1983. Entre ellas cabe mencionar La sedimentación molásica de la cuenca de Jaca, de Cayo Puigdefábregas; La vida rural en la montaña española, de varios autores (Anglada y colaboradores), y dos tesis realizadas en el IEP: Modos de vida y niveles de renta en el Pirineo del Alto Aragón occidental, de José María García Ruiz, y El clima del Alto Aragón occidental, de José Creus. Ambos doctores se convirtieron ulteriormente en investigadores de plantilla del IPE (puede consultarse un listado de las monografías del IEP hasta 1983 en Balcells, 1983. Durante 1987 y 1992, se publicaron otras seis monografías, iniciándose de nuevo la numeración desde el número 1. Tres de ellas se dedicaron también a tesis desarrolladas en el CPBE: Fauna ornítica del Alto Aragón occidental, de César Pedrocchi; Aspectos faunísticos y ecológicos de lepidópteros altoaragoneses, de Antonio Palanca, y Evolución glaciar y postglaciar del clima y la vegetación en la vertiente sur del Pirineo, de Joan‑María Montserrat. Esta última, publicada póstumamente en 1982, ha sido y continúa siendo una obra referente de la palinología pirenaica.
Figura 2. Antigua sede de la Biblioteca del IEP y del IPE.
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4. Infraestructuras y servicios
Inicialmente, la Biblioteca del IEP (Figura 2) estuvo a cargo de Mercedes Abad, ayudada temporalmente por Conchita Fernández. Posteriormente, se encargó Cristina Pérez de Larraya, puesto en el que continúo hasta su jubilación en 2012. Al cargo de la incipiente Biblioteca del CPBE estaba Pilar Escario, ayudada en las labores de intercambio y depósito por Miguel Cervantes Gracia. En 1984, ambos centros se fusionaron para constituir el actual IPE, con lo que se produjo también la fusión de las dos bibliotecas, ocupándose de ella Pilar Escario, como bibliotecaria oficial, y Cristina Pérez de Larraya, como ayudante. En la última época, que hemos dado en llamar «la era digital», se hace cargo de la Biblioteca Sergio Benítez, durante cinco años (2011-2016), y los dos últimos años (2016-2018) está a su cuidado Raquel Herrera.
4.5.3. La Biblioteca del IPE hasta el período digital (1984-2009) Con el objetivo de dar mayor proyección y visibilidad al Instituto, pocos años después de la constitución del IPE tuvo lugar en 1990 la creación de una nueva sede en Zaragoza en el campus de Aula Dei. Esto hizo que dicha sede fuera configurando su propio fondo bibliotecario, aunque oficialmente el servicio de Biblioteca siguiera estando en Jaca. Después, se unificarían de nuevo los fondos bajo la dirección de Blas Valero (2008-2017). La Tabla 1 muestra algunos datos de la actividad y el volumen de los fondos de la Biblioteca del IPE, justo antes (año 2011) de producirse el traslado a la nueva sede y del expurgo consiguiente. Tabla 1. Volumen de fondos y actividad en la Biblioteca del IPE.
Libros (monografías) nuevos Revistas (títulos) ingresadas (vivas) Revistas ingresadas (número ejemplares)
2004
2006
2008
2009
71
124
112
183 (56Z + 127J)
600 ≈
520
497
480 (33Z)
1650 (donación, 487)
1000 ≈
1000 ≈
1000 ≈
62
112
228
347
Peticiones artículos solicitadas Peticiones artículos recibidas (externas)
518
261
Total monografías
9467
Total títulos revistas
2261
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4.5.4. La época de la digitalización y la Biblioteca Virtual (2008-2018) En 2011 la Biblioteca se trasladó desde el antiguo edificio de la Avenida Regimiento Galicia a la nueva sede situada en Llano de la Victoria. El traslado de las colecciones se inició el 23 de mayo de 2011 y se concluyó en septiembre del mismo año, con una fuerte implicación de la Unidad de Recursos de Información Científica para la Investigación (Urici) y una apuesta decidida de impulso de la Biblioteca por parte de la Dirección, en una colaboración que se inició en octubre de 2009. El objetivo era crear una biblioteca de referencia en temas de ecología de montaña, con servicios de soporte a la investigación y acceso a un amplio conjunto de recursos de información científica en un nuevo espacio que permitiese la unificación de la colección bibliográfica, trasladando el fondo de monografías existentes en la sede de Zaragoza, catalogado y regularizado su préstamo por los bibliotecarios de la EEAD. Se hizo también un proceso de revisión de la colección, excluyendo duplicados y fondos que no se adecuaban a las líneas de investigación (expurgo). El fondo de revistas se reordenó por orden alfabético de título (Benítez, 2014a). El nuevo y luminoso espacio se ubica en uno de los tres módulos de servicios del edificio (Biblioteca, Herbario y Laboratorio), y cuenta con un espacio de 323 m². Un pasillo con la colección de monografías de libre acceso (obras de referencia y de carácter más generalista, monografías actuales) lleva al despacho del personal bibliotecario y a una escalera que baja a la sala de lectura, que cuenta con diez puestos, y que también da acceso a la Hemeroteca, donde se han dispuesto los últimos años de algunas de las revistas vivas y colecciones completas de Pirineos y otras publicaciones históricas del centro. Ambos espacios tienen acceso al depósito de revistas y libros, con compactos que albergan la mayoría de la colección (Figura 3).
Figura 3. Aspecto de las instalaciones de la Biblioteca del IPE en el nuevo edificio de la avenida Nuestra Señora de la Victoria (Jaca).
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4. Infraestructuras y servicios
El fondo bibliográfico contiene títulos de temas ligados, preferentemente, a ecología, biología, zoología, botánica y ciencias naturales en general, incluida la geología. También posee colecciones de climatología, hidrología, geografía, etnografía e historia, dada la multidisciplinariedad que, dentro de su ámbito, caracteriza al Instituto. Aunque los objetivos científicos del IPE tienen ya una proyección internacional, con el estudio e investigación de distintos tipos de ecosistemas, la Biblioteca, por esta misma historia y origen relatados, posee importantes fondos relacionados con la ecología de montaña y de los Pirineos en particular. Después del proceso de revisión mencionado, el fondo bibliográfico estaba compuesto por 8082 monografías y 1441 títulos de revistas en papel, sometidos a un nuevo proceso de revisión en la actualidad tras el reciente traslado del fondo de revistas que aún permanecía en Zaragoza. En 2013, aún se mantenían vivas unas doscientas cincuenta revistas, pero al suprimirse la edición impresa de Pirineos, cesó completamente el intercambio con las revistas de otras instituciones. Además, el IPE cuenta (al igual que el resto de los centros e institutos), con la importante colección de recursos electrónicos del CSIC (http://www.csic.es/ bibliotecas). La particularidad de la Biblioteca del IPE es la de prestar el servicio a un centro de investigación con dos sedes que distan entre ellas unos 150 km, lo que hace más importante si cabe el uso de medios telemáticos. Se ha aprovechado el traslado a la nueva sede para modernizar los servicios y promover una mayor integración en la Red de Bibliotecas CSIC. Una serie de servicios que, por razón de cercanía, se prestaban por la Biblioteca de Aula Dei, en Zaragoza, han sido retomados por la Biblioteca de Jaca. Se siguen manteniendo los tradicionales servicios de préstamo, préstamo interbibliotecario, canje de publicaciones y referencia y reprografía, y se ha colaborado en la organización de exposiciones y visitas guiadas al centro. Las estadísticas facilitadas por la Red de Bibliotecas del CSIC para 2017 registraban un total de 634 acciones de préstamo, 9339 monografías (de las cuales, nuevas, 136) y un total de 1461 títulos de revistas, de las cuales, vivas, 98 (http://bibliotecas.csic.es/estadisticas). Se ha asumido por parte de la Biblioteca el depósito de la producción científica en el repositorio institucional Digital.CSIC (https://digital.csic.es/). Desde la Biblioteca se ha concienciado a los investigadores de su importancia, con un resultado muy fructífero. También se ha producido la adhesión al Servicio de Último Recurso de Acceso al Documento (Surad) para facilitar la gestión económica del préstamo interbibliotecario, servicio muy demandado en un ámbito tan multidisciplinar que necesita acceso a un número muy considerable de títulos.
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Entre 2014 y 2016, se afrontó el trabajo de catalogación del Archivo del IPE, enmarcado dentro del Plan de Actuación de Archivos del CSIC, con los fondos documentales traídos de la antigua sede, principalmente, de la época en que Balcells dirigía los dos institutos (IEP y el CPBE) antes de la fusión, que constituyen un importante fondo para conocer y estudiar la historia científica del Pirineo (Benítez, 2014b). Se puede consultar actualmente: http://aleph.csic.es/ ARCHIVOS. Una vez asentados los nuevos servicios, quedan por delante futuros proyectos que se irán afrontando progresivamente y dentro de las limitaciones que una biblioteca unipersonal permite.
Bibliografía Balcells, E., 1966. «Finalidad y líneas de investigación del CPBE». Publicaciones del Centro Pirenaico de Biología Experimental, 1: 1-23. — 1973. «Orientación actual del Instituto de Estudios Pirenaicos». Pirineos, 110: 55-94. — 1983. Instituto de Estudios Pirenaicos (1942-1982). Cuarenta años al servicio de la ciencia y la cultura pirenaica. 38 pp. IEP-CSIC, Jaca. Benítez Moriana, S., 2014a. La biblioteca del Instituto Pirenaico de Ecología. https:// digital.csic.es/handle/10261/92543. Fecha de acceso: 27/02/18. — 2014b. El archivo del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE). https://digital.csic.es/ handle/10261/106846. Fecha de acceso: 27/02/18. Martínez Rica, J. P., 2005. «Efemérides: sesenta años de estudios en los Pirineos. Discurso del director del Instituto Pirenaico de Ecología». Pirineos 160: 161-176. Villar, L. y J. Vallés, 1995. «Cincuenta años de estudios pirenaicos (1942-1992). Producción científica del IEP (1942-1984), el CPBE (1963-1984) y el IPE (1984)». En L. Villar (eds.): Historia Natural’93, pp. 255-274. IEA-IPE, Huesca y Jaca.
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5.1. LA PROYECCIÓN INTERNACIONAL DEL IPE (1942-2018) Luis Villar y Blas L. Valero Garcés IPE-CSIC
5.1.1. Introducción Cuando el 10 de octubre de 1942, el CSIC creó la Estación de Estudios Pirenaicos, tras reconocer el interés científico de nuestra cordillera, su pretensión era sistematizar, coordinar y activar los estudios en torno a ella con un enfoque multidisciplinar. Pero, a decir verdad, las circunstancias no invitaban a su proyección internacional. En efecto: al poco de terminar la Guerra Civil (1936-1939), España pasaba por un período de estrechez, estaba bastante aislada y, al otro lado de la frontera, la Segunda Gran Guerra (1939-1945)1 alcanzaba su punto álgido. La correspondiente Orden Ministerial2 precisaba que la Estación tendría su sede en Jaca,3 cuna del Reino de Aragón y ciudad fronteriza, donde la Universidad de Zaragoza venía organizando cursos de verano para extranjeros desde 1927 y, además, gozaba de comunicación por ferrocarril con Francia desde 1928 a través del cercano túnel internacional del Somport. Allí se celebrarían las jornadas constitutivas en agosto de 1943, que irían seguidas de una excursión al valle occidental 1
Aunque el Gobierno de Franco se había declarado neutral en un principio, sus simpatías con los ejércitos del Eje le llevaron a considerarse «no beligerante» en junio de 1940, y solo después de la batalla de Stalingrado, cuando los aliados mejoraban su situación, en octubre de 1943 volvería a la estricta neutralidad (Martínez de Baños, 2015). El control fronterizo se intensificó en 1942, cuando el ejército alemán ya había ocupado toda Francia, y desde noviembre llegaría a controlar parcialmente la estación ferroviaria internacional de Canfranc (Huesca) hasta agosto de 1945.
2
Firmada por el aragonés José Ibáñez Martín, ministro de Educación Nacional y, a su vez, presidente del CSIC.
3
ituada en el Camino de Santiago y sede episcopal. Tenía cerca el monasterio de San Juan de la Peña, declarado sitio natural S de interés nacional en 1920, y el parque nacional de Ordesa, declarado en 1918 y el único de los Pirineos por aquel entonces. Los Cursos de Verano de la Universidad de Zaragoza, interrumpidos por la Guerra Civil, se reanudaron en 1941.
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de Hecho y terminarían en Huesca, capital de la provincia.4 En todo caso, contra el ambiente reinante, en el acto de clausura, Luis Ortiz, director general de Enseñanza Media, en representación del ministro de Educación, decía: «La nueva Institución no solo será un avance positivo en la investigación del Pirineo, en la revalorización de sus riquezas naturales y en el examen de su pasado histórico, sino también una puerta abierta al exterior de la Patria». El principal promotor de la Estación y de esa apertura que subrayamos fue José María Albareda,5 secretario general del CSIC, catedrático en la Universidad de Madrid y especialista en suelos. Había ampliado estudios en Suiza, Alemania e Inglaterra, conocía bien el carácter montañoso de nuestro país y a su amplia perspectiva unía su «pasión pireneísta».6 Sea como fuere, la Estación publicaría enseguida estudios sobre Andorra y otros territorios fronterizos, al cabo de cinco años sería elevada a Instituto de Estudios Pirenaicos (IEP) y, desde 1949-1950, una de sus actividades principales sería la organización de congresos científicos internacionales y pluridisciplinares. Los investigadores, a través del CSIC y las Universidades de Barcelona, Zaragoza, Toulouse, Burdeos, etc., establecerían lazos con sus colegas extranjeros interesados en el conocimiento de los Pirineos y pronto compararían sus resultados con otras cordilleras circundantes de Europa. Superada la posguerra, en los años sesenta, nuestro país se abría al turismo, se industrializaba y, al mecanizarse la agricultura, vivía un éxodo rural hacia las ciudades sin precedentes. Cuando en 1963 surgió el Programa Biológico Internacional, el CSIC contribuyó creando otro centro especializado en recursos naturales: el CPBE. El propio Albareda encargó la dirección a E. Balcells, y la vicedirección recayó en P. Montserrat, ambos naturalistas del CSIC, que venían participando en múltiples actividades pirenaicas e internacionales. Otra vez la ciudad de Jaca acogió al nuevo centro, el cual, en 1966, ocuparía los locales de la antigua Estación. Las dos instituciones confluirían hacia líneas de investigación ecológica, en especial, participando durante los años setenta en el programa MaB, de la Unesco. 4
ra el primer centro de investigación que el CSIC creaba en Aragón. El año 1944, empezaría su andadura la Estación E de Biología Experimental de la Cogullada, antecedente de la de Aula Dei (EEAD-CSIC). La Institución Fernando el Católico nació en 1943, auspiciada por la Diputación de Zaragoza y adscrita al CSIC. El Instituto de Estudios Oscenses, hoy Instituto de Estudios Altoaragoneses (IEA), promovido por la Diputación de Huesca, no se fundaría hasta 1949.
5
Nacido en Caspe (Zaragoza), doctor en Farmacia y en Ciencias, antes de obtener su cátedra universitaria en 1940, había sido profesor de Agricultura en el Instituto de Huesca y siempre mostró predilección por la Estación, ya que, según sus seguidores, «valoraba el carácter integrador de unas ciencias con otras» y se interesaba por la influencia antrópica en los ecosistemas.
6
Como antecedente, mencionemos la I Reunión de Estudios Geográficos, coorganizada en 1941 por el CSIC y la Universidad de Verano de Jaca. Albareda habló sobre «Suelos de montaña» y Solé Sabarís —de la Universidad de Barcelona—, de geología. A la clausura asistió el ministro Ibáñez Martín.
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Consolidada la inclusión del hombre en los ecosistemas y reconocido el impacto de sus actividades, gracias a los citados programas mundiales, una sociedad hasta entonces productivista fue aceptando la conservación de la naturaleza; así, en 1983 se refundieron ambos centros en el IPE. Por aquel entonces, no pocos proyectos de investigación en los que participaba su personal ya eran internacionales y, prestando especial atención a la ecología de montaña, irían adquiriendo una perspectiva europea e intercontinental.
* Aunque uno de nosotros (LV) vinculado a la institución desde 1968, basaremos los comentarios que siguen en las memorias anuales de los mencionados centros, así como en los detallados resúmenes sobre sus líneas de investigación, actividades o resultados, publicados cuando se cumplían veinticinco, cuarenta, cincuenta y sesenta años de su fundación (Balcells, 1964, 1966a, 1966b, 1973, 1979, 1983; Martínez Rica, 2005; Villar y Vallès, 1995). En las cinco décadas que nos ocupan (1942-1990), distinguiremos varias etapas significativas y, de ese modo, subrayaremos la evolución de un ámbito regional hacia otro con mayor proyección internacional.
5.1.2. Etapa fundacional (1942-1952) Aparte de editar las actas y ponencias de las reuniones, los apoyos recibidos o las subvenciones contempladas iban animando a los distintos estudiosos. Así, la proyección de la Estación empezaría por publicar numerosas monografías, más de sesenta en aquellos años. Veían la luz en Zaragoza o en Barcelona y algunas ya estaban escritas por notables autores extranjeros en sus propias lenguas (J. Braun Blanquet, 1948: La végétation alpine des Pyrénées Orientales, Barcelona; W. D. Elcock, 1950: The evolution of -ll in the aragonese dialect, Zaragoza) y trataban de territorios tan fronterizos como el Principado de Andorra (S. Llobet,1947: El medio y la vida en Andorra, Barcelona) o la Cerdaña (R. Margalef, 1948: Flora, fauna y comunidades bióticas de las aguas dulces del Pirineo de la Cerdaña, Zaragoza). Como era de esperar, hasta entonces, buena parte de los estudios publicados se referían a sectores o porciones concretas de los Pirineos, pero pronto empezaron a verse otros que se ocupaban de ambas vertientes; por ejemplo, el titulado La structure géologique des Pyrénées basques, de P. Lamare (Zaragoza, 1950). Otros, de geomorfólogos, como Birot o Taillefer; historiadores, como Wolff y Vicens o
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Millàs‑Vallicrosa; lingüistas, como Lafon, o antropólogos como H. V. Vallois. Con esos antecedentes, el propio Solé Sabarís (1952a) ya describiría la cordillera como unidad, a la par que otros autores intentarían comparar nuestra cordillera con la de los Alpes (J. Braun Blanquet, 1950: La végétation de l’étage alpin des Pyrénées Orientales comparée à celle des Alpes, Zaragoza), con los montes cantábricos (Losa, 1955, basado en estudios previos patrocinados por la Estación) o con los sistemas Béticos (Solé, 1952b). Ya en 1945, la Estación fundó la revista Pirineos, entonces con periodicidad semestral.7 Con un enfoque misceláneo, no solo difundiría textos y documentos cartográficos inéditos, sino que atraería nuevos autores de todo el ámbito. Reflejaba, asimismo, las investigaciones de las secciones o subgrupos temáticos de la Estación, anunciaba congresos nacionales e internacionales, etc. Y, por supuesto, publicaba algún artículo en francés, como más tarde lo haría en otras lenguas. Asimismo, daba cuenta de actividades culturales y científicas o difundía reseñas bibliográficas. Conocida por sus monografías y su revista, iniciada su biblioteca por el intercambio de esta última, en 1948 la Estación fue reconocida como centro propio del CSIC, y cambió su nombre por el de Instituto de Estudios Pirenaicos, el cual, acertadamente, quedaría englobado en el Patronato Saavedra Fajardo, de centros de investigación que enfocaban parte de su actividad hacia las relaciones con el extranjero. Por añadidura, desde los primeros años se venían patrocinando reuniones o cursillos de formación e iniciación a la investigación en distintos puntos de la cordillera, los cuales solían ir acompañados de visitas o trabajos de campo. Así ocurrió, por ejemplo, con la Semana Internacional de Estudios Ligures (Puigcerdà, Ripoll, Barcelona, Gerona y Ampurias (cf. noticia en Pirineos 7: 299-300, 1948). Apenas acabó la guerra europea, ya empezaron a participar en ellos profesores o alumnos extranjeros. Ese fue el caso de la Primera Reunión sobre Toponimia Pirenaica (Jaca, agosto de 1949), a la que asistirían conocidos lingüistas, como el citado inglés Elcock (Londres) o el francés J. Séguy (Toulouse). Además, en ocasiones daban lugar a nuevos estudios en otros ámbitos: la Sección de Geología acordaría en San Sebastián (1950) reunirse al año siguiente para un estudio concreto en el Pirineo francés (cf. nota de Llopis y Fontboté en Pirineos 27: 91-118, 1953). También los cursos de Geología en Sabadell (1953), seguidos más tarde en temas de Paleontología, tendrían carácter internacional (cf. Crusafont,
7
Véase el capítulo dedicado a la biblioteca. Hoy continúa en formato digital, n.º 172 (2017): http://pirineos.revistas.csic.es/.
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en Pirineos 31-32: 273‑276 (1954).8 En ese contexto de coordinación multidisciplinar, promoción o difusión de conocimientos, más formación de jóvenes especialistas, el Instituto pasó a la acción exterior y convocó el I Congreso Internacional de Pireneístas, celebrado con éxito en San Sebastián, en septiembre de 1950. Se inscribieron en ese evento figuras científicas relevantes, como H. Gaussen, J. Braun Blanquet o P. Chouard (Francia), más M. T. Losa, P. Font Quer, R. Margalef, O. de Bolòs y P. Montserrat, de Barcelona, etc.9 Refrendando el carácter internacional de la cordillera objeto de estudio, allí se acordó crear la Unión Internacional de Estudios Pirenaicos, con dos copresidentes: el francés H. Gaussen, catedrático de la Universidad de Toulouse, y el citado J. M.ª Albareda, quien con su presencia seguía respaldando el apoyo del propio CSIC, en su condición de secretario general. Había otros cargos de uno y otro lado de la frontera y, además, de modo similar a lo ocurrido en el propio centro matriz español, dicha organización se estructuró en las seis secciones siguientes (Balcells, 1983: IV): 1. Geología y Geofísica. 2. Meteorología y Climatología, Mineralogía y Edafología, Botánica y Zoología. 3. Antropología, Prehistoria y Etnología. 4. Geografía y Cartografía. 5. Historia, Arte y Derecho. 6. Filología y Lingüística. Cabe observar que, si bien se añadía la Zoología, ya no figuraban las Ciencias Aplicadas o Técnicas y aún no había aflorado la Ecología. Estos acuerdos fueron trascendentes, ya que abrieron nuevas perspectivas y el Instituto, al publicar las actas multilingües, no solo incrementaba el conocimiento, sino que centraba el interés por la cordillera ístmica. A partir de ese momento, su orientación exterior le sería consustancial. Rompiendo barreras políticas e, incluso, sociales, con su quehacer científico los investigadores demostraban que los Pirineos nos unían a Francia y a otros países. 8
Con el tiempo, los cursillos seguirían en varias etapas o especialidades; en ocasiones, asistían a ellos alumnos extranjeros e, incluso, algunos tendrían carácter internacional, como el de Geografía de la Montaña (Jaca, sept. 1981, cf. García Ruiz en Pirineos 114: 111-113 (1981), coorganizado por el Instituto en relación con la Universidad de Pau (Francia).
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l número de personas inscritas —de Francia y España, más Italia, Suiza, Inglaterra o Alemania—, se elevó a E ciento cincuenta y dos. Los sesenta y seis trabajos presentados se publicaron en siete volúmenes. Véase Pirineos 17-18: 551-600 (1950).
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5.1.3. Segunda etapa: el Programa Biológico Internacional y el nuevo centro de investigación en Jaca (1953-1968) Conseguido el apoyo de otras instituciones, la citada Unión fue capaz de celebrar, en este segundo período, cuatro congresos itinerantes más: LuchonPau, 1954; Gerona, 1958; Lourdes, 1962 y Jaca-Pamplona, 1966. En cada uno de ellos participaban unas doscientas personas, las cuales solían presentar más de un centenar de comunicaciones, y, sobre esa base, se publicarían en torno a seis volúmenes temáticos por cada reunión, en francés o en español. Conviene señalar que el número de participantes aumentó y no solo provenían de Europa, sino de otros ámbitos. La plurilingüe revista Pirineos alcanzaría el número 90 en 1968 y se intercambiaba con más de doscientos centros o publicaciones foráneos. Por ese procedimiento, la biblioteca del Instituto rozaría los veinte mil volúmenes, de tal modo que Balcells (1973: 61) consideraría este fondo patrimonial como «un buen índice» de la difusión internacional de la institución.10 Ahora bien, superada la posguerra europea, a principios de los años sesenta, la Unión Internacional de Ciencias Biológicas (IUBS, por sus siglas en inglés) lanzó el Programa Biológico Internacional y, como parte de la aportación española, en 1963, el CSIC fundó otro novedoso centro de investigación especializado en recursos naturales: el CPBE,11 que se incluiría en el Patronato Alonso de Herrera, formado por centros de Ciencias Naturales y Agrarias, a su vez, en la llamada ‘División de Ciencias’. Aunque abrió inicialmente una pequeña dependencia en Barcelona, ciudad donde trabajaba E. Balcells, su primer director, pronto se instalaría definitivamente en Jaca (1964-1965), bien apoyado por la ciudad. Y a partir de 1966, los locales del antiguo IEP, renovados para acoger el V Congreso, servirían de base al centro de Biología.
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a biblioteca se albergaba en la Facultad de Letras de Zaragoza, al cuidado del profesor Casas Torres, vicedirector, dado L que allí disponía de personal para mantener esos servicios de edición e intercambio.
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n España escaseaban los biólogos. En la década de 1950, solo dos universidades públicas —Barcelona y Madrid— E abrieron secciones de Ciencias Biológicas y a ellas se sumaría en Pamplona la Universidad de Navarra, ya en el ámbito pirenaico.
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5.1.4. Tercera etapa: confluencia (1968-1983) y fusión (1983) de los dos centros del CSIC en el actual Instituto Los planteamientos multidisciplinares y la experiencia internacional que atesoraba el IEP fueron compartidos desde el principio por el CPBE. No solo Balcells12 — zoólogo y biogeógrafo—, sino también P. Montserrat13 —su vicedirector botánico especializado en pastos—, se habían formado en el extranjero, conocían otras cordilleras, venían participando activamente en los congresos de la Unión, habían publicado en Pirineos, etc. Con su fuerte personalidad, visión amplia e integradora, ambos ecólogos no solo crearían escuela en Jaca, sino que, durante varias décadas, proyectarían al exterior las actividades de los dos institutos que nos ocupan. En 1968, el CSIC nombró también a Enrique Balcells director del Instituto, doble responsabilidad en la que demostraría su gran capacidad de trabajo y organización. Ya se encargaba de las Publicaciones del Centro Pirenaico de Biología Experimental, pero trasladó la biblioteca del Instituto a Jaca e impulsó la veterana revista Pirineos, de modo que, en 1982, de las trescientas sesenta publicaciones que se recibían de buena parte del mundo, doscientas cuarenta procedían del extranjero. Tras el Programa Biológico y la Conferencia de la Unesco sobre Utilización Racional de los Recursos (París, 1968), en 1970 se inició el programa MaB, con un enfoque netamente ecológico, y tanto el IEP como el CPBE lo vivieron de cerca,14 dado que por esa vía les llegaría de 1971 a 1982 la financiación de cuatro proyectos «integrados». El desarrollo de esta iniciativa llevaría a declarar en 1977, entre otras, la reserva de la biosfera Ordesa-Viñamala, de 51 000 ha, uno de los espacios protegidos más extensos de la cordillera (Balcells, 1985).15 Los Congresos Internacionales de Estudios Pirenaicos siguieron (el VI, en Bagnères de Bigorre (1971),16 y el VII, en Seo de Urgel-Andorra, 1974); el número de investigadores extranjeros era creciente, dado que, además, del ámbito bilateral 12
arcelona 1922 - Jaca 2007. A su labor nacional e internacional, añadió su mecenazgo, que resultaría decisivo para B sostener los dos centros en esos años. Véanse el volumen monográfico dedicado a su obra, editado por Pedrocchi (1992), y el resumen biográfico en Martínez Rica y Villar (2007).
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Mataró 1918 - Jaca 2017. Véase el volumen de homenaje en Villar (1987) y nota in memoriam en Villar (2017).
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alcells fue vicepresidente de su comité español y, además, como consultor del propio programa, participó en varias B misiones científicas en Francia, en Marruecos (1982), en Costa de Marfil (1984), etc.
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El 18 de septiembre de 2017, se celebraron actos para recordar esos cuarenta años en Biescas y Torla (Huesca).
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Uno de los firmantes (LV) presentó sus primeras comunicaciones en esos foros, donde conoció a científicos relevantes, como Baudière (Perpiñán), Chouard (París), Rey, Dupias y Gaussen (Toulouse), Nègre (Marsella), etc., a quienes encontraría más tarde en otras reuniones y proyectos. Así se abrieron y mantuvieron relaciones internacionales en todo el período que tratamos.
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llegaban de Europa central y países mediterráneos del sur e, incluso, de los EE. UU. El último de los dos citados fue el más populoso —pasó de cuatrocientos participantes—. Su organización por secciones era compleja y el Instituto tuvo que hacer un esfuerzo especial para ir publicando las actas en ¡doce volúmenes! Y según puede comprobarse, en algunas de las secciones (Geología, Meteorología, Botánica, Zoología, Geografía…), la participación de los becarios o investigadores de los centros de Jaca era cada vez mayor. Pero los copresidentes de la Unión eran mayores y sus cargos ya no se renovaron.17 Si bien podemos decir que esa magnífica serie de siete congresos murió de éxito, su impronta se tradujo en la convocatoria de otros nuevos, de disciplinas más concretas, lustro tras lustro, tanto en Francia como en España. Citemos, por ejemplo, los siguientes: I Coloquio Europeo de Anélidos del Suelo (Jaca, 1975); Colloque franco-espagnol d’Herpétologie (Jaca, 1981); Colloque International Écologie et Biogéographie des milieux montagnards et de haute altitude (Gabas, Ossau, Francia, 1982) organizado por J. J. Lazare; Colloque Montagnes d’Europe et d’Himalaya Occidental (Pau 1984) organizado por Dendaletche; Geoecology on Mountain Ecosystems (Int. Geographical Union Symposium, Jaca, 1986), X Congreso Internacional de Aracnología (Jaca, 1986) o el Colloque International de Botanique Pyrénéo-cantabrique (Jaca, 1989). En todo caso, el atractivo ecológico de la cordillera también se amplió a escala continental y, al filo de los años setenta, ya fue normal la estancia en Jaca de investigadores extranjeros, como Leclercq, entomólogo belga; Cerdà, biólogo procedente de Bolivia; Vanden Berghen (mastozoólogo neerlandés); Clergue (Toulouse) y Bolshakov (Ekaterimburgo), ambos herpetólogos, etc. Por ello, se incrementarían los estudios conjuntos, publicados en las revistas propias o en otras internacionales. Además, desde 1971, tanto los becarios del IEP como del CPBE Jaca iban terminando tesis doctorales sobre las materias citadas y sobre ecología. Y al acercarse los ochenta, ya hacían estancias pre o posdoctorales en el extranjero (Burdeos, Marsella, París, Périgueux, Toulouse, Zúrich, Leeds, Durham, etc.) y solían participar en proyectos internacionales cuya temática sobrepasaba los ámbitos nacional o pirenaico.18
17
aussen (1891-1981) era octogenario, y ninguno de sus sucesores, a quienes les correspondía seguir, lo hicieron. También G Pericot, sucesor de Albareda a la muerte de este en 1966, fallecería en 1978. Mientras tanto, Balcells tuvo desde 1973 responsabilidades importantes en Madrid (asumió la vicepresidencia del citado Patronato Alonso de Herrera, entre otras).
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lgunos jóvenes doctores, nacionales o extranjeros, pasaron a ocupar puestos en las universidades y otros centros de A investigación, y bastantes de ellos seguían participando en proyectos del Instituto, participaban en sus cursos o enviaban a ellos a sus alumnos y seguidores.
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Por fortuna, el número de investigadores de plantilla iba aumentando, y cuando España dispuso de más medios económicos, la investigación pasó a ser programada, con objetivos, recursos y plazos bien definidos. Entonces, los dos centros de Jaca, que venían confluyendo durante quince años, fueron refundidos por el CSIC en 1983, dando lugar al IPE. Es cierto que su apellido seguía expresando sus raíces, pero los nuevos directores, J. Puigdefábregas (de 1983 a 1987)19 y J. M.ª García Ruiz (de 1987 a 1990), etc., reforzarían la ecología de montaña como objetivo, sin restricción a ningún ámbito geográfico.20 Esta reestructuración contribuiría a la consolidación del Instituto: el conocimiento y la conservación de las especies y los espacios más singulares, los impactos del hombre en áreas montañosas, las bases científicas para la gestión correcta de los recursos naturales serían temas prioritarios, sin perder ni el carácter multidisciplinar ni la perspectiva internacional. En efecto: entre 1971 y 1990 los centros que nos ocupan habían generado cuarenta tesis doctorales dedicadas, principalmente, a ecología, geografía, zoología o botánica, y el número siguió creciendo (Villar y Vallès 1993). Y aunque escasas, algunas se leían o publicaban —total o parcialmente— en el extranjero, su ámbito era supranacional, recibían premios del exterior o sus autores venían de otros países. Otro tanto ocurrió con los proyectos de investigación, cada vez más planteados por equipos mixtos y financiados por instancias internacionales. Aparte de los mencionados proyectos MaB (1971-1982), anotaremos Flora iberica, desde 1983 hasta la actualidad, Subantartics. Los geosistemas de la Tierra del Fuego (1986-1988), los proyectos LUCDEME (Lucha contra la desertificación en el Mediterráneo, 1987-1992),21 etc. Por otra parte, las colecciones de muestras para estudio y la valiosa información acumulada metódicamente en torno a ellas crecieron sin cesar, tanto como el sinfín de datos climáticos recogidos. Ya se había iniciado el intercambio de muestras con instituciones extranjeras de toda Europa, desde Leningrado y Helsinki hasta Sevilla, pero a mediados de los ochenta, su informatización proporcionó una proyección amplia. Su mayor exponente es el Herbario Jaca, bien conocido a escala ibérica y europea, fundado por P. Montserrat en los años sesenta, al que se dedica capítulo aparte. Baste decir que ha servido de base para la colaboración en proyectos internacionales tan ambiciosos como el Atlas Florae Europaeae, de 1972 a 2010 (Jalas y Suominen, 1972-2010), etc. 19
Fallecido el 26 de enero de 2018. Véase nota in memoriam de García Ruiz (2018).
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l primero, ecólogo, y el segundo, geógrafo, ambos formados en la institución, atraerían nuevos becarios y a E las dos unidades de investigación previas (Geobotánica y Ecología Animal) se sumaría una tercera de Geomorfología.
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El refuerzo de las líneas y equipos de investigación relacionadas con el clima y las ciencias de la Tierra llevaría al filo de los noventa a varios investigadores del Instituto a la base antártica española en la isla Livingston. Recíprocamente, dos becarios de Mendoza (Argentina), C. Borghi y S. Giannoni, vendrían a Jaca a preparar sus tesis doctorales, leídas en Madrid en 1992.
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Prueba fehaciente del caché internacional del Instituto fue comprobar cómo, a través de sus relaciones o reuniones internacionales, de sus publicaciones y resultados, ya desde 1950 en adelante y, en especial, desde 1970 a 1990, muchas personas o sociedades científicas foráneas, para conocer científicamente los Pirineos, buscaban el apoyo de nuestra institución o eran guiadas por sus investigadores. Entre otras, mencionemos la visita de la British Ecological Society, coordinada por E. Duffey (Cambridge) y el Prof. Balcells en el año 1975; los profesores y alumnos de la Universidad de Lieja (Bélgica), en 1979; las tres sesiones extraordinarias de la Sociedad Botánica de Francia en la cordillera (1972, 1979 y 1980), guiadas por el Prof. Montserrat y colaboradores. También los botánicos de Jaca, a petición de los organizadores, guiamos una excursión pirenaica complementaria del XIV Congreso Internacional de Botánica, celebrado en Berlín (Montserrat y Villar, 1986). Cabe destacar, para terminar, que en 1988 y 1990, como una ventana abierta a los países anglófonos, se publicaron varios artículos firmados por miembros del Instituto en los volúmenes 6 (1) y 10 (3) de la prestigiosa revista Mountain Research and Development. Véanse, por ejemplo, Chocarro et al., 1990; García Ruiz et al., 1990; Martínez y Montserrat, 1990, etc. En las páginas que siguen, se verá que, durante los años noventa y dos mil, la publicación en revistas internacionales se incrementó en paralelo con el crecimiento del IPE, con la participación en no pocos proyectos europeos e, incluso, en algunos de ámbito mundial.
5.1.5. Cuarta etapa: una nueva sede en Zaragoza y el despegue de la internacionalización (1992-2000) Los cambios políticos, sociales y económicos en la década de 1990 trajeron aires de modernización a la ciencia española que tuvieron una gran influencia en la capacidad de internacionalización del IPE. El Instituto crea una nueva sede en Zaragoza en 1992 en la antigua residencia de profesores del campus de Aula Dei. En la sede de Jaca, se mantiene la biblioteca y el Herbario Jaca. Los años noventa suponen el despegue de la actividad del Instituto, la consolidación de sus líneas de investigación y su definitiva internacionalización. Antonio Gómez Sal (1990-1994) es el primer director con dos sedes. Desde la sede de Zaragoza, las colaboraciones con la EEAD, con el Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria del Gobierno de Aragón y con el Instituto de Estudios Mediterráneos se intensifican. Los proyectos con financiación nacional también empiezan a tener una mayor
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componente internacional tanto en cuanto a temática o implicaciones globales de la investigación como a la participación de investigadores extranjeros. Un cambio fundamental se da cuando los investigadores del IPE empiezan a liderar proyectos financiados por la Comisión Europea y coordinar a socios de varios países: Vamphire y Warmice, dirigidos por José María García Ruiz, investigan la gestión de recursos hídricos y la dinámica de los flujos de sedimentos y su modelización en un contexto de cambio ambiental y desde el punto de vista de la sostenibilidad. Y en Agripmont y Ecomont (cuyo investigador principal fue Federico Fillat) se describen los efectos ecológicos en áreas de montaña de las actividades agrícolas y los cambios en los usos del suelo. Integralp (i. p., Ricardo García) analiza la evolución reciente de los bosques y praderas alpinas. Se participa en varios proyectos financiados por organismos internacionales para fomentar la cooperación con países del Este en temas de educación ambiental (i. p., J. P. Martínez Rica) y el manejo de la marmota (i. p., Ricardo García), y en estudios medioambientales desarrollados en la Antártida (i. p., Bernardo Alvera), el sur de África (i. p., J. P. Martínez Rica), los Andes y China (i. p., Blas Valero Garcés). A la par que este esfuerzo por liderar y participar en proyectos internacionales y por colaborar con investigadores de otros países, paulatinamente, el personal del IPE es capaz de publicar más y mejor en revistas internacionales. A principios de la década, no superaban la media docena los artículos publicados cada año en revistas internacionales; a finales de la década, el número casi se ha triplicado y alcanza los dieciséis en el año 2000, con una mayor presencia en la literatura especializada en inglés.
5.1.6. Quinta etapa: el nuevo milenio y la consolidación de un centro de investigación internacional (2001-2018) El nuevo milenio trajo la consolidación de paradigmas internacionales de la ecología en los que el IPE participó plenamente: la biología de la conservación, la ecología de la restauración, el cambio global. Juan Pablo Martínez Rica (1994-2005) fue el director durante la transición de un milenio a otro. El Instituto siguió siendo un centro periférico en lo geográfico y fronterizo en lo temático, con dos sedes y un claustro que incluirá científicos especializados en procesos bióticos y abióticos en los ecosistemas y paisajes abarcando técnicas muy variadas, con escalas desde la monitorización diaria hasta los ciclos glaciares-interglaciares del Cuaternario y con una creciente proyección y colaboración internacional. En la primera década del siglo xxi, el IPE mantuvo una trayectoria ascendente en
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la captación de recursos, la productividad científica y la relevancia regional, nacional e internacional, cabalgando en la ola de un período en el que la ciencia en España era una prioridad. Se modernizaron las infraestructuras de campo, con cuencas para estudiar el comportamiento hidromorfológico de distintos usos y cubiertas del suelo, parcelas experimentales para analizar el papel de la ganadería en la biodiversidad y la evolución de ecosistemas y paisajes. Nuevos proyectos europeos permitieron participar en el diseño de políticas para la conservación de los recursos naturales en áreas mediterráneas costeras (Medcoastlant-Net, i. p., Concepción L. Alados), en el establecimiento de redes de monitorización a largo plazo de ecosistemas (Alter-Net, Blas Valero Garcés), en el análisis de los riesgos asociados a los deslizamientos en áreas de montaña (Damocles, i. p., José María García Ruiz) y la desertificación en los ecosistemas mediterráneos silvopastoriles (Drasme, i. p., Concepción L. Alados). En el siglo xxi no hay dudas del aumento global de las temperaturas en el planeta y de la influencia de las actividades de nuestra especie en el calentamiento global. El IPE participó desde su establecimiento en iniciativas mundiales para cuantificar los cambios de los ecosistemas en las altas cumbres de las montañas ocasionados por el calentamiento global, dentro del programa GLORIA (i. p., Luis Villar). Por otra parte, las evidencias de la intensidad y alcance global del impacto de las actividades humanas han permitido definir un nuevo paradigma científico: la humanidad se ha convertido en un agente de cambio en el planeta capaz de alterar ciclos geoquímicos globales, el clima, la distribución de hábitats y especies. El proceso es el cambio global y el nuevo período: el Antropoceno. En este contexto, la estrategia holística de investigación del IPE y sus colecciones de muestras y de datos tomados en campo durante décadas demostrarán ser esenciales para entender los impactos del cambio global en los ecosistemas terrestres y los paisajes, y facilitarán que el Instituto participe como socio en iniciativas internacionales. La financiación europea permitió la colaboración con instituciones norteamericanas en el proyecto Iberabrupt (i. p., Ana Moreno) diseñado para entender los cambios climáticos abruptos durante el Holoceno (los últimos 11 700 años de la historia del planeta). En el proyecto Striver (i. p., José María García Ruiz) se estudió la dinámica cambiante de las cuencas fluviales en Europa y Asia en las últimas décadas y sus relaciones con los cambios en los usos del suelo y con la variabilidad climática. Y en África, el IPE lideró el proyecto Maposda (i. p., Juan Pablo Martínez Rica) para facilitar el desarrollo sostenible en comunidades del sur de África. Durante el período de dirección de Francisco Comín (2005-2008) el acuerdo entre el CSIC y el Ayuntamiento de Jaca llevó finalmente a la construcción de
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un nuevo edificio para la sede de Jaca. Los trabajos del nuevo edificio se inician en 2006, pero en 2008 la crisis económica mundial, con sus peculiares características hispanas, redujo la financiación para terminar el edificio y dotarlo de equipamiento. Finalmente, siendo director Blas Valero Garcés, el 23 de mayo de 2012 se inauguró la nueva sede de Jaca con espacio para laboratorios, una nueva casa para el Herbario Jaca y las colecciones del Instituto y una nueva biblioteca. Siguieron años complicados en los que la resistencia y resiliencia del «ecosistema IPE» se pusieron a prueba: dificultades económicas para mantener las infraestructuras del Instituto y los laboratorios; mermadas posibilidades de promoción para el personal técnico, administrativo y científico, escasa contratación y reducidas esperanzas para los posdoctorados de un futuro profesional estable. El impulso de los jóvenes investigadores que se unieron al centro antes de la crisis, la experiencia de los más veteranos y, tal vez la resiliencia y el voluntarismo propios de la actividad científica nos han permitido mantener la capacidad de internacionalización del IPE durante la crisis. Se participó en nuevos instrumentos de financiación, como redes europeas tipo Cost o Era-Net para estudiar la dinámica de los suelos (i. p., Juan José Jiménez) o los cambios climáticos en el pasado (i. p., Ana Moreno), la resiliencia de los bosques (i. p., Concepción L. Alados), la dinámica de los nanomateriales en los cursos fluviales (i. p., Enrique Navarro), la monitorización de la nieve (i. p., Juan Ignacio López Moreno), la evolución del límite el bosque (Treeclimb, Eranet, i. p., Jesús Julio Camarero), la distribución de especies invasoras (i. p., Belinda Gallardo) y grandes redes internacionales que investigan la dinámica de la vegetación en suelos de yeso (Gypworld, i. p., Sara Palacio). Varias iniciativas de desarrollo regional europeo han sido lideradas desde el IPE dentro de los programas Interreg, como el Sudoe para el suroeste europeo (Attenagua, i. p., Francisco Comín; Aguamod, i. p., Enrique Navarro) y Poctefa para el territorio pirenaico (proyectos OPCC2, Replim, Canopee, Climpy, Florapyr y Pyragua en los que participan buen número de investigadores del IPE). La Comisión Europea ha financiado el estudio del impacto del cambio climático en la calidad y cantidad de las aguas continentales (ACQWA, i. p., José María García Ruiz) y la degradación de los ecosistemas debida a la desertificación (Leddra, i. p., Concepción L. Alados) y la adaptación de los sistemas de observación GEOSS (i. p., Sergio Vicente-Serrano). El Instituto lidera proyectos del horizonte H2020 para el análisis de los servicios climáticos (Era4CS, i. p., Sergio Vicente-Serrano) y la predicción de sequías y avenidas (Imdroflood, i. p., Sergio Vicente-Serrano) y dentro del programa LIFE analiza la evolución de las cuencas hidrológicas mediterráneas en diversos escenarios de cambio climático (Medacc, i. p., Sergio Vicente-Serrano) y crea redes de seguimiento de especies de flora y hábitats (Resecom, i. p., Begoña García). Científicos del IPE participan
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desde su creación en 2008 en la iniciativa del Laboratorio Internacional de Cambio Global del CSIC y la Pontificia Católica Universidad de Chile (Ana Moreno, Blas Valero Garcés). Por primera vez, también formamos parte de proyectos financiados por el Internacional Continental Drilling Programme (i. p., Blas Valero Garcés). Numerosas iniciativas bilaterales con organismos europeos y americanos y multilaterales (OTAN, i. p., David Regüés Drought.net, i.p. Yolanda Pueyo y Concepción L. Alados) han permitido a los investigadores del Instituto extender la red de colaboraciones a todos los continentes. Desde comienzos del nuevo milenio, la investigación realizada en el centro se ha publicado mayoritariamente en revistas internacionales y, de manera creciente, en el primer cuartil de las distintas especialidades. Las coautorías con investigadores extranjeros han crecido significativamente y el IPE ha superado las cien publicaciones anuales en revistas indexadas en el SCI (Science Citation Index, por sus siglas en inglés). En los últimos diez años, más de ochenta investigadores internacionales han pasado por el Instituto. Programas como los de la Junta de Ampliación de Estudios (JAE), la AECI, la Fundación Fulbright de EE. UU., Erasmus, financiaciones nacionales de Francia, México, Chile, Irán y fondos de proyectos nacionales y europeos han permitido este intercambio de ideas. Nuevos doctores se han formado en el IPE y han vuelto a sus países de origen en Europa, en África, en las Américas. Otros muchos han pasado un tiempo con nosotros para aprender técnicas o para compartirlas con nosotros.
* El Instituto es un centro de investigación internacional. Desde su fundación como Estación de Estudios Pirenaicos hemos documentado los cambios que ocurren en ecosistemas y paisajes como consecuencia de la variabilidad climática y de las actividades humanas dentro y fuera del ámbito español. Durante estos setenta y cinco años de historia, la investigación del IPE ha entendido la necesidad de la colaboración internacional y de la dimensión global de los problemas que resolver. Hemos trabajado en el cambio global antes de que se hubiera definido este proceso planetario. Varias generaciones de científicos, técnicos, administrativos y personal de servicios han participado de esta aventura científica internacional a lo largo de setenta y cinco años, siempre con la idea de realizar una ciencia asentada en el
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territorio pirenaico, pero que lo transciende. En la fundación de la Estación de Estudios Pirenaicos estaba el germen de un centro pluridisciplinar, holístico, que miraba al territorio, tanto a los ecosistemas y paisajes (catalogación, descripción y función) como a los recursos utilizables por el ser humano, sus procesos de aprovechamiento y posibilidades de promoción, pero con una clara dimensión global e internacional. Los investigadores del IPE han llevado sus técnicas a las cumbres más altas, los desiertos más inhóspitos, los bosques más densos en todas las latitudes, los glaciares y los fondos de los lagos y las cuevas en todos los continentes (Figura 1). Se ha participado activamente en los esfuerzos internacionales para crear repositorios de ciencia, como colecciones de muestras y bases de datos abiertos a la comunidad científica y la ciudadanía. Tal vez por el carácter fronterizo de los Pirineos, el internacionalismo ha sido seña de identidad del IPE. A finales de la segunda década del siglo xxi, los nuevos planes de actuación y la dirección de Yolanda Pueyo Estaún mantienen esa internacionalización como parte fundamental de la estrategia científica del IPE (Figura 2).
Figura 1. La investigación del IPE en el mundo.
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Figura 2. El IPE en el mundo.
Bibliografía Balcells, E., 1964. «Objetivos y labor del CPBE». Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural. (Biología, 62: 361-365). — 1966a. «Finalidad y líneas de investigación del CPBE». Publicaciones del Centro Pirenaico de Biología Experimental, 1(1). — 1966b. «Presentación del Centro Pirenaico de Biología Experimental». Pirineos, 79‑80: 97-111. — 1973. «Orientación actual del Instituto de Estudios Pirenaicos». Pirineos, 110: 55-94. — 1979. «Labor directiva e investigación geológica durante los cinco primeros lustros del Instituto de Estudios Pirenaicos». Acta Geológica Hispánica, 14: 32-38. — 1983. Instituto de Estudios Pirenaicos (1942-1982). Cuarenta años al servicio de la ciencia y la cultura pirenaica. 38 pp. IEP-CSIC, Jaca.
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5. Proyección internacional
— 1985. Ordesa-Viñamala. Monografía n.º 37 del Instituto Nacional para la Conservación de la Naturaleza, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, 127 pp., Madrid. Benítez Moriana, S., 2014a. La biblioteca del Instituto Pirenaico de Ecología. https:// digital.csic.es/handle/10261/92543. Fecha de acceso: 27/02/18. — 2014b. El archivo del Instituto Pirenaico de Ecología. https://digital.csic.es/handle/ 10261/106846. Fecha de acceso: 27/02/18. Chocarro, C. et al., 1990. «Historical Evolution of Natural Resource Use in the Central Pyrenees of Spain». Mountain Research and Development, 10 (3): 257-265. García Ruiz, J. M.ª 2018. «In memoriam Juan Puigdefàbregas Tomàs (1940-2018), el ecólogo total». Pirineos, 173: im006. — et al., 1990. «Geomorphic processes above timberline in the Spanish Pyrenees». Mountain Research and Development, 10 (3): 201-214. Jalas, J. y J. Suominen, 1972-2010. Atlas Florae Europaeae. Vols. I a XV. Helsinki. Losa, M. T., 1955. «Resumen de un estudio comparativo entre las floras de los Pirineos franco-españoles y los montes cántabro-leoneses». Anales Instituto Botánico Cavanilles, 13: 233-267. Martínez de Baños, F., 2015. Canfranc en la encrucijada. Delsan Ed., Zaragoza. Martínez Rica, J. P., 2005. «Efemérides: sesenta años de estudios en los Pirineos». Pirineos, 160: 161-176. — y P. Montserrat, 1990. «Biogeographic features of the Pyrenean range». Mountain Research and Development, 10 (3): 235-240. — y M. P. Pardo, 1990. (1) «First data on erosion caused by small burrowing mammals in Central Pyrenees (Spain)». Russian Journal of Ecology: 27-36. — y L. Villar, 2008. «Enrique Balcells Rocamora (Barcelona 1922-Jaca 2007). Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural. Actas, 105: 40-56. Montserrat, P. y L. Villar, 1986. «The vegetation and endemic flora of Spanish Pyrenees». XIV Int. Botanical Congress, Berlín. Pedrocchi, C., 1992. «La obra científica del Dr. Balcells» (pp. 9-14); «Relación de Publicaciones del Dr. Enrique Balcells» (pp. 15-37), etc. Lucas Mallada, 4, 160 pp. + gráficos.
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6.1. LA PERSPECTIVA DE ENRIQUE BALCELLS ROCAMORA Juan Pablo Martínez Rica IPE-CSIC
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primeros directores de la Estación de Estudios Pirenaicos y luego del IEP fueron los profesores Luis Solé Sabarís y José Manuel Casas Torres. Aunque su biografía es de dominio público y el autor de estas líneas fue alumno de uno de ellos, no puede pretender la capacidad de escribir sobre la visión que ninguno de los dos tenía sobre la investigación que realizar en el centro que dirigieron, aunque, en el caso de Solé Sabarís, su obra emblemática, Los Pirineos (1951), permite obtener atisbos fiables de sus ideas geográficas y geológicas. os
La situación para el siguiente director, Enrique Balcells, es diferente. Balcells fue director de los sucesivos centros de investigación en Jaca desde 1963 a 1983 y continuó trabajando en el IPE hasta el año 2006. Quizás, en este caso, esté justificado que presente la visión investigadora de un exdirector una persona que no sea el interesado. Si bien aquí el autor tampoco puede pretender un conocimiento completo de esta visión, está situado en mejores condiciones para comentarla: fue también alumno de Balcells, trabajó con él desde 1962 hasta su ingreso como investigador en el CPBE, le acompañó en numerosos trabajos de campo, tanto en los Pirineos como en otros terrenos, conoce por experiencia propia las circunstancias en que se desenvuelve la labor de un director del IPE, pues también lo fue, y, sobre todo, se encargó de revisar, ordenar y almacenar su copiosa correspondencia tras su fallecimiento. Enrique Balcells procedía de una acomodada familia barcelonesa y habría sido encaminado por esta al mundo de la empresa, pero decidió resistir a la presión familiar y seguir su vocación, el estudio de las ciencias naturales, en cuya carrera se licenció en la Universidad de Barcelona el año 1943. Esta circunstancia
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proporciona ya una clave de su visión científica posterior: era una persona con ideas claras y firmes, capaz de perseguir su realización a pesar de los obstáculos que pudiese encontrar, y esto tendría una gran importancia en la trayectoria inicial del futuro IPE. La influencia de alguno de los profesores de Balcells en la elección de su especialidad, fundamentalmente, la de Santiago Alcobé, antropólogo y médico, y, sobre todo, la de García del Cid, catedrático de zoología y también médico, fue determinante. Es precisamente García del Cid quien le orientó hacia el estudio zoológico de los artrópodos. En la primera de las cartas que integran su correspondencia científica, escrita en 1946, ya expresa su interés por algunos grupos de artrópodos. Al final, en 1950, defendió en la Universidad de Madrid su tesis doctoral, precisamente sobre una especie de artrópodo. Esta es otra circunstancia que marcaría su trayectoria científica posterior: Balcells comenzó su carrera como zoólogo y esta formación se reflejaría siempre en sus investigaciones. Así, pues, Balcells encaminaría sus pasos hacia la zoología, pero no a una zoología puramente descriptiva y taxonómica, al uso entonces en España, sino a una disciplina más ampliada, con una vertiente ecológica y biogeográfica, y ya no limitada a los artrópodos, sino que se extendía hacia los vertebrados. El título de su tesis doctoral (Balcells, 1950) revela ya esta orientación más amplia, camino de los enfoques multidisciplinarios que tan útiles le serían en el futuro, cuando tratase de poner en marcha un centro de investigación en ecología. El interés por los vertebrados le llevaría también a opositar para una cátedra de esta especialidad, cátedra que no consiguió, pero cuya preparación formaría el fundamento de las líneas de investigación que desarrollaría en el futuro. Otra base de la visión científica de Balcells fue su proximidad al CSIC. Su relación con Francisco García del Cid, quien fundó en 1943 uno de los centros de este organismo, el Instituto de Biología Aplicada, le llevó pronto a integrarse en él y a publicar algunos de sus primeros trabajos en la correspondiente revista. También le llevó a trabajar en la Universidad de Barcelona y a aprovechar en ella un espacio mínimo, dependiente del citado Instituto, en el que comenzó a investigar sobre distintos grupos de vertebrados ibéricos. En esa Universidad nos encontramos en 1961, primero, como profesor y alumno en sus clases de biología, luego, como participantes en las investigaciones mencionadas y, finalmente, como organizador y asistente a los cursos de botánica y zoología que se habían iniciado ya en Jaca. De manera que, en 1963, cuando se creó el CPBE, Balcells tenía todas las opciones para ser nombrado director: conocía la zona, era zoólogo, pero con vocación
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generalista y con una cierta vertiente ecológica, tenía relación directa con Santiago Alcobé, que era entonces delegado del CSIC en Cataluña, y había reunido en su minúsculo recinto de la Universidad a un conjunto de estudiantes de biología con los que podría empezar el desarrollo del Centro. Y en ese año, a poco de su nombramiento, nos personamos en Jaca algunos de esos estudiantes para acompañarle en una puesta en marcha tan incierta como esperanzada. En aquel momento, Balcells era un zoólogo generalista, vinculado al CSIC y con la experiencia de su trabajo previo en el Instituto de Biología Aplicada. Parte de esa experiencia se refleja en el propio nombre del nuevo centro, una adaptación del que tenía el que él conocía de Barcelona. Pero al hacerse cargo de la dirección del CPBE, Balcells se vio obligado a explicitar y desarrollar su visión científica y a especificar las líneas de investigación que su centro debía seguir. Esto lo hizo sobre la marcha, en parte, por elaboración de sus propias ideas, en parte, a partir de diálogos con las autoridades del CSIC o con los especialistas de ambos lados de la cadena pirenaica, que se reunían cada cuatro años en distintas ciudades de la zona. Durante los primeros años del Centro, se fueron gestando y concretando las ideas de Balcells acerca de él. En el Congreso de Estudios Pirenaicos de Pau-Lourdes de 1962, el diálogo entre la delegación española, los representantes del CSIC y la Universidad de Barcelona dio lugar a la propuesta de creación de centros y estaciones de investigación de la naturaleza pirenaica, propuesta que en los meses posteriores se fue concretando con la intervención del Ayuntamiento de Jaca y la localización del proyectado centro en esa ciudad. Dado que en aquellos momentos se desarrollaba el exitoso Programa Biológico Internacional, el CSIC hizo suya la propuesta y presentó la creación de distintos centros de investigación ecológica en nuestro país, entre ellos el CPBE, como la contribución del organismo al mencionado programa. Esto significó que, de manera oficial, se aceptaba la dedicación de dicho centro al estudio de la ecología de montaña, dejando a Balcells la tarea de establecer la forma de esta dedicación. Las ideas de Balcells al respecto, ya elaboradas a poco de la fundación del CPBE, fueron expuestas en una corta comunicación presentada en 1964 en el congreso de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias que tuvo lugar ese año en Bilbao. Más tarde, fueron recogidas en el primer número de la revista Publicaciones del Centro Pirenaico de Biología Experimental, en un trabajo que lleva fecha de 1966, aunque se publicó en 1967 (Balcells, 1966). En ese trabajo se proponían las líneas de investigación que el centro debería desarrollar y las fases en las que se dividiría ese desarrollo.
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Para Balcells, el objetivo principal de su instituto era el estudio de los ecosistemas pirenaicos, concretamente, la biocenótica de los Pirineos. El uso implícito del término ‘biocenosis’ en lugar del más adecuado ‘ecosistemas’ parece marginar el estudio de los componentes abióticos del medio natural, pero, probablemente, Balcells lo prefería, porque, a su entender, implicaba directamente al componente humano y, con este, la agricultura, la ganadería, la sociología e, incluso, la historia de los pueblos pirenaicos. Para desarrollar este estudio, había que comenzar por una fase inicial, prospectiva, en la que se catalogaran y describiesen los distintos ecosistemas pirenaicos, a la que seguirían una fase posterior de análisis y una tercera de experimentación. Naturalmente, este esquema simplificado tuvo que perfilarse y modificarse a la hora de ponerlo en práctica. No se podía abordar la descripción ex novo de los ecosistemas, como si no existiera ya una aceptable base de conocimientos sobre ellos. En concreto, la delimitación de las biocenosis no podía ignorar las propuestas de la fitosociología, tan potenciada en el lado francés de la cordillera pirenaica. Tampoco se debía estructurar las tres fases como totalmente sucesivas, pues el análisis y la experimentación se solapan con la observación y, a menudo, son requisitos previos para ella. Por ejemplo, el éxito del Programa Biológico Internacional, un gran esfuerzo centrado en el estudio del funcionamiento de los grandes biomas terrestres, aconsejó pronto acometer el estudio de los flujos de nutrientes y energía en comunidades forestales, y, merced a la visión científica de Pedro Montserrat, vicedirector del centro, se inició también el estudio ecológico de los pastos de montaña. Balcells propuso también un conjunto de líneas de investigación que configurarían la trayectoria definitiva del CPBE, y que debían desarrollarse según las fases antedichas y con las limitaciones impuestas por una plantilla de personal investigador entonces casi inexistente, pero que debería crecer en un futuro supuestamente próximo. Tales líneas eran dieciséis, de las cuales diez se ubicarían en el centro y las restantes correrían a cargo de equipos foráneos en conexión con este. Las diez líneas residentes eran estas: 1. Bioedafología. 2. Climatología y cartografía de la vegetación. 3. Biología de animales montaraces. 4. Florología y fitosociología. 5. Biología de animales domésticos. 6. Autoecología vegetal.
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7. Etología. 8. Biocenótica subterránea. 9. Fisiología animal y bioquímica. 10. Biocenótica acuática. Y las restantes: 11. Geoedafología. 12. Sedimentología, paleobiología, estratigrafía, etc. 13. Geomorfología. 14. Fauna de animales inferiores. 15. Flora de vegetales inferiores y plagas. 16. Microbiología. Este esquema, aparte de la terminología que hoy parece haber perdido actualidad, tiene una estructura irregular, con amplias ramas reducidas a una sola línea y con líneas independientes dedicadas a una parcela relativamente estrecha del campo de estudio. Fruto de las circunstancias del momento, refleja, en parte, las posibilidades que se podían esperar de la incipiente plantilla de estudiantes e investigadores que se empezaba a reunir en Jaca y, en parte, las circunstancias personales de Balcells ―muy interesado en la bioespeleología a causa de su experiencia con los quirópteros ibéricos y con sus moscas parásitas― y de su relación con importantes bioespeleólogos españoles y extranjeros. A lo largo de su dilatado período como director del CPBE, y luego también del IEP, Balcells pudo desarrollar solo parcialmente su esquema. Los primeros doctores que formaron parte de la plantilla del CPBE fueron él mismo, Pedro Montserrat y Jacinto Nadal, quien pasó muy pronto a ocupar la Cátedra de Vertebrados de la Universidad de Barcelona, es decir, dos zoólogos y un botánico, si bien los tres con una visión ecológica de su campo. Las primeras tesis doctorales que se elaboraron en el centro fueron realizadas también por zoólogos y botánicos. Luego se habría de incorporar el estudio de los factores abióticos, especialmente, la geología, la sedimentología, climatología y geomorfología, y también el de la geografía humana. Muchas líneas, sin embargo, no pudieron desarrollarse, bien por falta de tiempo para incorporar el personal idóneo o por insuficiente cooperación por parte del personal ya disponible. Entre las líneas que apenas
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se iniciaron, se cuentan la biología de animales domésticos, la etología, los estudios faunísticos y florísticos de organismos inferiores y la microbiología. Tras veinte años como director en uno o en otro de los centros de Jaca, Enrique Balcells dejó la dirección de ambos institutos a su sucesor, Juan Puigdefábregas, uno de sus primeros colaboradores. Esta transición coincidió con una reestructuración de la política científica en el país, con la consiguiente remodelación de la investigación en el CSIC. Se impuso la investigación por proyectos revisados y financiados en función de la importancia percibida por sus evaluadores y, en consecuencia, dejaron de ser operativos los criterios de un director de instituto a la hora de planificar la investigación de su centro. La visión científica del director hubo de cambiarse por una visión que maximizara, dentro de su campo de estudio, la probabilidad de que los proyectos de investigación resultasen aprobados y, por ende, hubo de someterse a las prioridades de investigación mantenidas por los evaluadores de los proyectos. La mayor parte de los centros del CSIC fueron afectados por esta reestructuración, y algunos muy fuertemente. Varios de ellos desaparecieron, especialmente en el Área de Recursos Naturales. El CPBE y el IEP se fusionaron para dar lugar al IPE y, naturalmente, el centro resultante debió reestructurar también en profundidad sus líneas de investigación, un proceso que comenzó con su creación en 1983 y no terminó hasta bien entrado el siglo xxi. El papel de los directores en los institutos del CSIC cambió de manera radical desde entonces. Ya no habría directores que planificaran las líneas de investigación de su centro y configurasen su estructura. Por de pronto, ya no habría directores designados por las autoridades del CSIC directamente, sino que serían elegidos por el personal del Instituto y la elección sería sancionada (normalmente) por dichas autoridades. La situación de Balcells no se volvería a repetir. Pero los directores siguieron manteniendo un contacto más o menos frecuente con las mencionadas autoridades y recibiendo las recomendaciones pertinentes acerca del trabajo en el instituto respectivo, de modo que podían transmitir a sus investigadores la visión científica recibida y, a menudo, consensuada de sus superiores. Los directores que sucedieron a Balcells explican su propia visión científica en otras páginas de este libro, por lo que huelga aquí cualquier comentario. Sí hay que destacar, sin embargo, que a los primeros sucesores de Balcells (Juan Puigdefábregas Tomás y José María García Ruiz) les correspondió la difícil labor de adaptar el IPE a las nuevas estructuras organizativas y a las nuevas directrices científicas. Tras ellos, los demás directores tuvimos un papel mucho menos relevante, poco mejor que el de unos funcionarios cualificados.
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6. La perspectiva de los directores
Bibliografía Balcells, E., 1950. Estudio morfológico, biológico y ecológico de Haltica lythri, ssp. ampelophaga Guerin-Meneville (Col. Chrysomelidae). Facultad de Ciencias, Universidad Complutense (distintas partes de la tesis se publicaron después, en 1953 y en 1954 en la revista Publicaciones del Instituto de Biología Aplicada). — 1966. «Finalidad y líneas de investigación del Centro Pirenaico de Biología Experimental». Publicaciones del Centro Pirenaico de Biología Experimental, vol. 1:1-23, Jaca.
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6.2. LA PERSPECTIVA DE JUAN PUIGDEFÁBREGAS SOBRE LA EVOLUCIÓN DEL IPE José María García Ruiz IPE-CSIC
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os editores de este libro me han pedido que escriba una breve nota acerca de la perspectiva de Juan Puigdefábregas sobre la evolución experimentada por el IPE. Lo hacen sabiendo mi estrecha relación con él desde 1971 hasta su reciente fallecimiento, el 26 de enero de 2018, y, especialmente, mientras permaneció en el IPE, es decir, hasta el otoño de 1988. Acepté la propuesta porque los editores quieren aportar la visión del mayor número posible de directores con el fin de disponer de una amplia perspectiva histórica desde diferentes puntos de vista. Hay, no obstante, cierto riesgo en este reto: desde su marcha a la EEZA, en Almería, he tenido mucho contacto con él, pero pocas veces hemos hablado del IPE. Su paso por este último fue una etapa muy importante en su vida por muchas razones, pero con su marcha cerró esa etapa y se centró en los nuevos retos que le imponía su presencia en Almería. Por esa razón, algunas de las ideas que aquí se incluyen pudieran no estar bien enfocadas. Ha pasado mucho tiempo desde que Juan y el firmante de esta nota hablábamos sobre el Instituto, su organización y sus problemas, y eso hace que se difuminen algunos conceptos. Eran tiempos especiales, como todo aquello que contemplamos con mucha perspectiva temporal; unas veces los idealizamos y otras, simplemente, los alteramos inconscientemente en función de los mitos que nosotros mismos creamos sobre los acontecimientos que hemos vivido. Trataré, sin embargo, de ser lo más objetivo posible y de atenerme a lo que fue la relación de Juan Puigdefábregas con el IPE.
En 1963, el CSIC creó en Jaca el CPBE, que estuvo dirigido hasta 1983 por Enrique Balcells Rocamora. Inicialmente, el nuevo centro contó con instalaciones
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y equipamientos muy precarios y también con muy poco personal. Acompañaron a Balcells en esa aventura algunos jóvenes posgraduados de Barcelona, que se fueron incorporando como becarios de manera gradual. Juan Puigdefábregas se instaló en Jaca con su familia a partir de 1965, en una casa del barrio de Ciudad Jardín. Llegó con la titulación de perito agrícola, probablemente para responsabilizarse de la gestión de la finca de El Boalar, con varias parcelas en pleno cultivo, y también para llevar a cabo labores de investigación científica en campos diversos. Fue, llamémoslo así, la persona de confianza de Enrique Balcells, de manera que muy pronto pasó a la consideración de secretario del CPBE, encargado de tareas de organización. Por ser persona de confianza, participó en todas las decisiones del director y contribuyó a que el CPBE saliera adelante, a pesar de las muchas dificultades a que se enfrentó. Consiguió relativamente pronto plaza como titulado técnico del CSIC, pero paralelamente se dedicó a estudiar la carrera de Biología en la Universidad de Navarra, que concluyó a comienzos de los años setenta. Durante los primeros años, publicó varios artículos que aún hoy siguen teniendo la frescura original, aunque ya se sabe que, en ciencia, más que en ningún otro campo de actividad, todo es efímero. Esos trabajos seguían dos líneas claramente diferenciadas: la climatología y la comprensión de los sistemas agroganaderos pirenaicos, en este caso, en colaboración con Enrique Balcells. Desde 1970-1971 inició su tesis doctoral sobre aspectos de la ecología de los bosques de coníferas del Alto Aragón, muy centrada espacialmente en el pinar de San Juan de la Peña. En 1974, pasó a ser colaborador científico del CSIC, que era el nombre que recibían los actuales científicos titulares. En 1983, fue nombrado director del CPBE y, poco después, cuando este centro se fusionó con el IEP, director del IPE, puesto en el que permaneció hasta febrero de 1988, cuando alcanzó la posición de investigador científico. Poco antes, había solicitado su cese como director a la Presidencia del CSIC y el consiguiente traslado a la EEZA de Almería, donde también fue director entre septiembre de 1990 y febrero de 1994. En mayo de 2010, se jubiló y pasó a la situación de investigador ad honorem. Falleció en Pamplona, en enero de 2018, cuando aún seguía ilusionado con nuevos proyectos de envergadura, como la preparación de un libro sobre la evolución de la humanidad desde una perspectiva ecológica. En total, Juan Puigdefábregas permaneció veintitrés años entre el CPBE y el IPE, siempre ocupando cargos de responsabilidad y, por lo tanto, metido de lleno en los entresijos de la organización administrativa y de la investigación científica. Buena parte de lo que era el Instituto en 1988 era fruto de la reflexión de Juan Puigdefábregas y de sus conversaciones con Enrique Balcells. Es cierto que este último tenía una personalidad muy fuerte que impuso una determinada forma
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de entender lo que debería ser la investigación en el CPBE. Pero la confianza que Enrique Balcells tenía depositada en Juan Puigdefábregas dejó margen para que se dejase sentir su huella. Por supuesto, Juan estuvo muy preocupado por el tipo de ciencia que se hacía en el Instituto y entablaba largas conversaciones con los doctorandos. Quería evitar que algunas tesis se convirtieran en largas listas (a veces necesarias, no obstante) de especies y, por el contrario, esperaba de ellos una implicación más directa en el estudio de la funcionalidad de los ecosistemas. En esta primera etapa, hasta 1983, a Juan Puigdefábregas deben atribuirse los siguientes logros: 1. La creación de una densa red de estaciones meteorológicas en el Alto Aragón occidental desde 1966, como base para cualquier estudio en ecología. 2. La creación de una línea de investigación en climatología desde 1969, de la que, más adelante, se hizo cargo José Creus Novau. Más tarde, Juan Puigdefábregas favoreció con este último el desarrollo de una línea de trabajo en dendroclimatología. 3. La apertura de una línea sobre ecología forestal, que fue el eje de su tesis doctoral. Paralelamente, contribuyó al establecimiento de una línea sobre procesos biogeoquímicos en áreas de bosque, con la colaboración con Bernardo Alvera. 4. El estudio de los regímenes fluviales pirenaicos, en colaboración con José Creus y José M.ª García Ruiz. 5. El desarrollo de trabajos destinados a analizar la heterogeneidad espacial de procesos ecológicos y geomorfológicos, sobre todo el crecimiento espacialmente diversificado de las repoblaciones forestales y de los procesos erosivos, en colaboración con José M.ª García Ruiz.
Parte de estas líneas de trabajo no habían entrado a formar parte de los objetivos iniciales del CPBE y pudieron desarrollarse gracias a la notable autonomía de que disfrutaba Juan Puigdefábregas. Leyendo los escritos que Enrique Balcells había publicado en la década de 1960 sobre los objetivos y las líneas de investigación del Centro, siempre he tenido la impresión de que en algunos aspectos era un adelantado a su tiempo, a la vez que planteaba cosas imposibles que pronto se vieron superadas. Cuando dejó la dirección del CPBE en 1983, su proyecto científico se había visto desbordado por las circunstancias. Los nuevos tiempos en el CSIC, con un nuevo equipo directivo a partir de 1985, muy interesado en renovar los diferentes centros y en impulsar la internacionalización de los resultados, no encajaba bien con la visión más regional de Enrique Balcells y con una forma muy personalista de dirigir al CPBE. Hizo un trabajo encomiable en los años sesenta partiendo de situaciones muy difíciles y poniendo no solo todo
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su tiempo a disposición del CPBE, sino también sus recursos. Sin embargo, a pesar de su dedicación a tiempo completo, incluyendo vacaciones, sábados y festivos, las muchas comisiones en que participaba dentro del CSIC y los numerosos informes que tuvo que hacer sobre el desarrollo de la investigación ambiental en el CSIC no le permitieron centrarse en lo que para él era más importante: el diseño de la investigación en el CPBE, la selección de personal y el cuidado intensivo de los doctorandos. Por otro lado, no tenía facilidad para adaptarse a la nueva situación en que se desenvolvía el CSIC y por eso puede decirse que, desde unos años antes, su tiempo había pasado. El Centro necesitaba un nuevo impulso y la responsabilidad del cambio recayó en Juan Puigdefábregas, persona que, por la profundidad de su conversación y su claridad de ideas, se ganó muy pronto la confianza del equipo directivo del CSIC, encabezado desde 1985 por Enrique Trillas. Desde 1983, cuando asumió la dirección del CPBE, Juan Puigdefábregas no perdió contacto con la realidad del trabajo de campo. Cierto es que consumió muchísimo tiempo en viajes a Madrid, en la preparación de proyectos de investigación y en entrevistas con miembros del Gobierno de Aragón con el fin de mejorar la financiación del Centro mediante proyectos y contratos. Desde 1985, cuando el CPBE y el IEP se unieron para dar lugar al IPE, consiguió notables éxitos, como, por ejemplo, el proyecto Montaña, dentro del Plan Movilizador del CSIC, que aportó muchos recursos al Instituto y supuso un revulsivo general para reactivar la investigación y la publicación de resultados. También fue el marco que permitió la llegada de nuevos doctorandos, lo que supuso una notable ruptura respecto a la tendencia de los últimos años del período anterior. Con ello se consiguió reforzar algunas líneas y abrir otras de gran interés para el Instituto. Aportó nuevas ideas e intentó integrar a diferentes investigadores para estimular la colaboración entre ellos y multiplicar el volumen y la calidad de los resultados. Durante un tiempo, se vio que el Instituto había cambiado a mejor. El hecho de que hubiera nuevos doctorandos reactivó el trabajo de muchos de los investigadores de plantilla. Así, hubo incorporación de nuevos zoólogos, especialistas en pastos, en nieve, en estudios sobre las escombreras mineras y en procesos de alta montaña. Se celebró en 1986 un congreso internacional sobre geoecología de montaña, organizado por la Comisión de Alta Montaña de la Unión Geográfica Internacional, que fue la base para la preparación de un número monográfico de la revista Mountain Research and Development, dedicado íntegramente a artículos elaborados por personal del Instituto. Más directamente, a pesar del tiempo dedicado a las labores de dirección, fue capaz de sacar tiempo para organizar las siguientes tareas:
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1. La creación de una línea pionera sobre la erosión del suelo en áreas de montaña, en colaboración con José M.ª García Ruiz. Esta línea fue fruto de numerosas salidas al campo y discusión sobre el terreno acerca de los factores que explican la variabilidad espaciotemporal de la erosión del suelo y su influencia para justificar muchos procesos ecológicos. Eso permitió profundizar en la hidrología ambiental y en la geomorfología del piso subalpino. En torno a esta temática, se elaboró la tesis doctoral de Gabriel del Barrio. 2. El inicio de una línea de investigación sobre la función hidrológica y ecológica de la nieve, en colaboración con Bernardo Alvera. Juan Puigdefábregas tuvo la genial idea de poner en marcha una cuenca experimental de alta montaña (Izas, en el alto valle del Gállego), una de las pocas existentes en el mundo, con el fin de estudiar procesos hidrológicos y geomorfológicos en el piso subalpino y, particularmente, las consecuencias de la acumulación y la fusión nivales, la respuesta del caudal a las precipitaciones y la variabilidad temporal del transporte de sedimento. La cuenca ha permitido la elaboración de dos tesis doctorales y varios artículos y se mantiene activa en la actualidad gracias a la instalación de nuevos equipamientos por parte de Juan Ignacio López Moreno. 3. De forma más modesta, contribuyó a iniciar el estudio de los cauces fluviales torrenciales, como respuesta a la dinámica geomorfológica e hidrológica de cuencas, en colaboración con José M.ª García Ruiz, llevando a cabo estudios que también fueron pioneros en su tiempo. Fácil es deducir que era incansable. Con una capacidad excepcional para integrar factores bióticos y abióticos, estuvo siempre en la frontera de la ciencia, innovando con sus ideas complejas y tratando de ilusionar a jóvenes y veteranos. Desde finales de la década de 1970, imaginó un centro de investigación dotado de gente innovadora y libre para pensar las interacciones entre los seres vivos, el clima, los suelos y los procesos hidrológicos y geomorfológicos, teniendo en cuenta la función decisiva de las actividades humanas y de la forma en que el hombre se organiza en el territorio, así como de las herencias del pasado en el paisaje y su dinámica. Quizás pedía demasiado. Atendiendo a la encuesta que se nos ha planteado a los que hemos sido directores del IPE, puedo responder, además, a algunas cuestiones. Durante su etapa como director, Juan Puigdefábregas veía con notable hastío lo que era la gestión administrativa y su creciente burocracia, un proceso que no ha parado de crecer en el CSIC. Es cierto que contó con la gran ayuda de Palmira Abella, y eso le simplificó mucho las cosas. Pero su idea sobre la burocratización del CSIC fue siendo progresivamente más negativa. Estaba bastante
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de acuerdo, en cambio, con la evaluación de la producción científica mediante procedimientos más o menos regulados, es decir, valorando especialmente los trabajos publicados en revistas internacionales. Así lo demostró desde 1986 y, en esa línea, animó insistentemente a las personas que trabajaron después con él en la EEZA. También estaba de acuerdo con que la financiación de los grupos tuviera en cuenta su productividad internacional, aunque en esto aún iba más lejos. Incluso llegó a decir abiertamente (y hubiera querido proponer al CSIC) que el sueldo de los científicos debía depender en buena parte de esa productividad, harto como estaba de comprobar que el CSIC trataba de igual manera a quienes más trabajan y a los que aportan bien poco. En los tiempos en que Juan Puigdefábregas fue director, mejoró mucho la financiación del Instituto. Se abrieron convocatorias de proyectos nacionales y regionales, y el Instituto mejoró notablemente su imagen ante el Gobierno de Aragón, lo que facilitó la firma de importantes contratos de investigación con objetivos relativamente aplicados. Por primera vez, el Instituto contó con recursos suficientes para mejorar los laboratorios y contratar a personal. Quizás este fue el acontecimiento más importante que ocurrió durante su dirección: el cambio de régimen financiero y las posibilidades de contratar posgraduados con cargo a proyectos. No consiguió, en cambio, mejorar mucho la producción científica del Instituto ni tampoco una mayor integración del personal en un compromiso de envergadura por hacer «despegar» (como comentaba que a él le decían en Madrid) definitivamente al Instituto. ¿Le faltó tiempo? No puedo asegurarlo. Sé que el tiempo que dedicó a la dirección del IPE fue, como nos sucede a muchos, un período agridulce. Aprendió mucho y le sirvió de experiencia para acometer con cierta distancia su período directivo en la EEZA. No se fue satisfecho del Instituto. Esperaba más del enorme esfuerzo que hizo desde que asumió la dirección, pero o bien no supo conectar con los científicos de plantilla (y no pocos doctorandos), o la ciencia es menos lógica de lo que debería ser, es decir, basada, fundamentalmente, en la razón. Se esforzó por organizar la ciencia de la forma más adecuada, para que los científicos se sintieran cómodos, y así siguió actuando cuando se marchó a la EEZA, donde dejó un sólido equipo especializado en el estudio de la erosión y la hidrología de zonas semiáridas con una perspectiva ecológica y, por eso mismo, integradora. También contribuyó, desde diferentes responsabilidades, a mejorar el equipamiento y las interacciones entre grupos dentro del CSIC, y siempre se le ha tenido por un gran organizador, desprendido y generoso hasta el extremo de dedicar más tiempo a mejorar las condiciones en que se desarrollaba la actividad científica de los demás que a sí mismo.
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No hace mucho (en octubre de 2014) tuve ocasión de oír en directo una de sus últimas conferencias con motivo de una reunión científica en la Universidad de La Rioja. Habló sobre la manera en que percibíamos la investigación a finales de la década de 1970 y casi toda la de 1980. Lo hizo con nostalgia porque él siempre pensó que fueron sus mejores momentos: las salidas al campo, las largas discusiones sobre el terreno, las propuestas metodológicas, el disfrute de interpretar, siquiera aproximadamente, los grandes paisajes que se abrían ante nuestros ojos… Éramos libres, decía, sin cortapisas burocráticas, libres para pensar y para decidir hacia dónde debíamos avanzar, libres al sentir que formábamos parte de un proyecto global en el que podíamos organizarnos de la manera más eficiente posible. Necesitábamos pocas cosas: una libreta, un vehículo, algún equipamiento de laboratorio, conocimientos de estadística, una buena perspectiva para hacer una interpretación global y unos lugares escogidos para tomar medidas y plantear hipótesis. Repito: éramos libres. Alguna vez, en muy pocas ocasiones, a lo largo de conversaciones intrascendentes, hablamos de la evolución del IPE. Le llamó la atención, aunque no tanto como para sorprenderle, el espectacular crecimiento del Instituto después de su marcha a Almería. Había crecido en personal y en producción científica, y se admiraba de los cambios producidos, de los que en parte se sentía orgulloso y (no se atrevía a decirlo) corresponsable. No hay duda de que su forma de pensar, de abordar los problemas y de enfrentarse a las dificultades quedó en el Instituto como una huella que nos ha acompañado hasta hoy y que ha contribuido al prestigio actual del IPE.
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6.3. LA PERSPECTIVA DE JOSÉ MARÍA GARCÍA RUIZ Director del IPE entre febrero de 1988 y agosto de 1990, cuando el Instituto contaba con una plantilla de doce científicos, todos hombres, además de dos recientes jubilados que seguían trabajando con normalidad.
Síntesis del CV Doctor en Geografía, profesor titular de Universidad hasta febrero de 1987, director del Colegio Universitario de La Rioja entre 1982 y 1984, presidente de la Sociedad Española de Geomorfología entre 1994 y 1996 y profesor de Investigación del CSIC, actualmente en situación de ad honorem, El objetivo de su carrera científica ha sido el estudio de los cambios que tienen lugar en la naturaleza como consecuencia del impacto de las actividades humanas a diferentes escalas espaciales y temporales, sobre todo, la erosión hídrica e hidrología ambiental en relación con los cambios de uso del suelo y de la cubierta vegetal tras el abandono de las tierras de cultivo y de los pastos. También, los estudios de geomorfología fluvial (como consecuencia de cambios en la producción de agua y del sedimento en las laderas) y de evolución del paisaje. Una última línea se centra en el estudio de la geomorfología del Cuaternario reciente (fundamentalmente, la deglaciación en el Pirineo y en el sistema Ibérico). Cuenta con más de cuatrocientas publicaciones científicas; de ellas, treinta y ocho libros, y más de cien artículos en revistas internacionales. Índice h: 51 en Google Académico y 38 en la Web of Knowledge en febrero de 2018. Preguntas 1. ¿Qué recuerdos tienes de los primeros tiempos en que te incorporaste al IPE y del período previo a asumir la dirección del centro?
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Antes de ser elegido director del IPE, mi relación con este centro tiene dos períodos claramente diferenciados. Me incorporé en julio de 1971 como becario del PFPI para hacer mi tesis doctoral y, en septiembre de 1974, una vez finalizada la tesis y concluido el período de beca, me incorporé al Colegio Universitario de La Rioja como profesor titular interino. Después, pasé a profesor titular de plantilla y regresé al Instituto en 1987. Naturalmente, son dos momentos muy diferentes. Siempre me digo, siendo un poco retórico, que mi patria es mi infancia o que está donde me he sentido más libre. Cuando pienso en el período 1971-1974 (cosa que hago con mucha frecuencia), regreso a mi infancia científica, al momento en que me estoy formando, en el que todo es nuevo y lo miro con los ojos asombrados de un niño que descubre el mundo cada día. Fui afortunado al entrar en el entonces IEP y contactar con personas generosas, como los doctores Balcells y Montserrat. A ellos les debo no lo que pude aprender en aquel período, sino, sobre todo, una determinada forma de reflexionar y de afrontar los problemas científicos. No tendría espacio aquí para explicar lo que representaron para mí. También tuve ocasión de verme entre gente especialmente altruista y buena en el mejor sentido de esa palabra. Y una persona muy reflexiva que influyó mucho en mí fue Juan Puigdefábregas; más adelante, nos hicimos grandes amigos, con proyectos e ilusiones comunes. Abrimos líneas de investigación que fueron una novedad en España. En aquel primer período, creí ser libre; trabajé mucho, pero me sentí un gestor de mi propio trabajo. A base de escuchar y de leer, organicé mi trabajo para llevar a buen puerto la tesis y, seguramente, ya no me he sentido tan libre en mi vida. El segundo período fue muy diferente. Llegué en febrero de 1987, con 38 años, cuando un científico se aproxima, teóricamente, a su mejor momento. Entonces venía de un centro universitario bastante dinámico, muy joven y con mucha actividad cultural. Algunos de los profesores del Colegio Universitario de La Rioja acabaron siendo grandes profesionales, y más de uno alcanzó un elevado nivel de prestigio como referente político. Pero lo que me gustaba era dedicarme en exclusiva a la investigación científica, y cuando se me ofreció regresar al IPE, no tuve ninguna duda. Sin embargo, muy pronto, pocas semanas después de incorporarme, me pareció una institución prematuramente envejecida, con plomo en las alas. Quizás era el contraste con la Universidad, pero vi que faltaba dinamismo, capacidad de respuesta frente a retos científicos que dieran un nuevo impulso al Instituto. Es probable que el problema era que aún estábamos en un período de transición entre la etapa de Enrique Balcells, como director, y la de Juan Puigdefábregas. No me gustó la etapa final del período directivo de
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Enrique Balcells, sin iniciativas, representando la lenta agonía (demasiado lenta) de un período que ya estaba acabado desde hacía tiempo y que, probablemente, había transmitido una importante inercia a los inicios de la etapa directiva de Juan Puigdefábregas. Por una cosa u otra, me sentí un poco desplazado. Por otra parte, Juan Puigdefábregas estaba metido a fondo con todo lo que representaba el ser director del Instituto, y nuestros proyectos científicos comunes no pudieron desarrollarse a la velocidad y con la intensidad que requerían. Sinceramente, hubo momentos en que me arrepentí de haber regresado al IPE, pero tuve que asumirlo con optimismo porque, en el fondo, todos nos equivocamos muchas veces. Había mucha gente joven, pero no descubro nada si digo que no siempre había habido una buena selección de personal y, quizás, tampoco estaban suficientemente atendidos en sus necesidades de orientación científica. Había bastante caos, la verdad. Y ya sabemos que el caos forma parte de una buena ciencia, pero en este caso las cosas no iban por ahí. 2. ¿Cuáles eran la visión y la misión del IPE cuando ejercías la dirección? ¿Crees que ha cambiado con respecto a la actual? Creo que tanto la visión como la misión eran todavía bastante modestas y seguían en parte vinculadas a los objetivos que había fijado Enrique Balcells cuando definió los objetivos del CPBE entre 1963 y 1965. Inicialmente, la visión de los científicos del IPE era, sobre todo, conocer la flora y la fauna del Pirineo y la forma en que la población humana pirenaica podía aprovechar mejor los recursos sin dañar a los sistemas naturales: de ahí el interés por conocer los sistemas tradicionales de producción. La misión del Instituto era estudiar «la biocenótica de las comunidades vivientes» en el Pirineo, según palabras de Balcells, incluyendo en una fase inicial la catalogación de los recursos para pasar, posteriormente, a analizar las interacciones entre los seres vivos y la función de la sociedad humana en los ecosistemas montanos. Cuando desempeñé el cargo de director, algunas cosas ya habían empezado a cambiar y, de hecho, los jóvenes que habían entrado durante el período directivo de Juan Puigdefábregas se planteaban objetivos más ambiciosos y con una perspectiva más dinámica, intentando interpretar la funcionalidad de los ecosistemas y la estructura del paisaje de una manera mucho más integrada. Con la creación de una nueva sede en Zaragoza, tanto la visión como la misión se ampliaron sustancialmente, de manera que el Instituto se manifestó como un centro de referencia en investigación multidisciplinar en áreas de montaña (no solo en el Pirineo) a diferentes escalas espaciales y temporales y, además, incorporó los estudios en ambientes semiáridos que permitieran interpretar gradientes climáticos y ecológicos.
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3. ¿Cómo era la gestión administrativa de la ciencia cuando estabas en la dirección y cómo ha cambiado? ¿Y la gestión administrativa y de personal del Centro? ¿Podrías ofrecernos una valoración de la burocratización? La gestión empezó a complicarse ligeramente a partir de 1990 y después ha ido en aumento. Hace veinticinco o treinta años la gestión se llevaba de manera relativamente normal. Había papeleo, como es lógico, pero teníamos la sensación de que había una confianza mutua entre el CSIC y sus administrados. Era muy fácil reservar hoteles, justificar los viajes, incluso pagar por adelantado algún libro que comprábamos en los stands de un congreso internacional. Aunque entonces nos quejábamos ya de la burocracia, no sabíamos lo que se nos venía encima. No entendemos por qué los sucesivos equipos directivos del CSIC (o los ministerios que lo gobiernan) han entrado en una especie de iluminación soviética en la que cada paso es más difícil que el anterior. Si hay científicos que todavía disfrutan de su trabajo es porque han sabido rodearse de un escudo que les protege de la nefasta influencia de burócratas cuya principal función es justificarse a sí mismos. Afortunadamente, el Instituto ha contado siempre con personal administrativo de categoría que ha sabido limitar algunos de los efectos más nefastos de esa burocracia. Yo tuve un gran apoyo en Palmira Abella y en las personas que trabajaban con ella cuando fui director del IPE; y ahora, la gestión en la sede de Zaragoza con Trini, María Jesús, Mariola, Cecilia (y antes también con Piedad) es impagable, como supongo que también sucede en la sede de Jaca. Alguien tendría que hacer ver a quienes imponen normas cada vez más ridículas que la burocracia restringe la libertad para hacer ciencia en el más amplio sentido de la palabra y que afecta especialmente a quienes más interés ponen en trabajar de manera intensa. En el CSIC los incompetentes no tienen muchas preocupaciones. No me importa confesar que la creciente y amenazante burocratización fue una de las razones (no la más importante, desde luego) que me animaron a jubilarme a los 65 años y seguir trabajando fuera de un marco asfixiante que cada vez me era más ajeno y menos gratificante. 4. ¿Cómo se medía y evaluaba entonces la calidad de la ciencia? ¿Es diferente en la actualidad? Danos tu valoración. Este es un aspecto que ha ido cambiado mucho desde finales de la década de 1980. Aunque algunos aspectos son discutibles, creo que hemos ido a mejor. La ciencia debe valorarse según unos criterios de calidad que, es evidente, son muy difíciles de medir, pero nos podemos aproximar al óptimo si tenemos en cuenta el lugar donde se publica nuestra producción científica. Está claro que no es lo mismo
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publicar en una revista local que en alguna de las revistas más prestigiosas del mundo. El CSIC fue pionero en España a la hora de reaccionar frente a la demanda de una mayor calidad de la ciencia, imponiendo como criterio de valoración el que gran parte de nuestra producción se publicase en revistas internacionales. La mayor parte de los centros de investigación reaccionaron positivamente, aunque con esfuerzo, a esa demanda, y eso ha hecho que el CSIC sea una de las instituciones científicas más valoradas en el mundo. En el IPE, la respuesta fue más lenta, pero finalmente se impuso en una gran mayoría de sus miembros. Eso hace que hoy estemos en uno de los centros más prestigiosos del Área de Recursos Naturales del CSIC, que muchos de sus científicos estén en los primeros lugares entre los científicos españoles y del mundo por su impacto y que la imagen internacional del Instituto nos permita estar sin complejos al más alto nivel en numerosos foros. Mi valoración es, por lo tanto, positiva, aunque, como he respondido al inicio, algunas cosas son discutibles. La presión es enorme y conduce a una obsesión por el número de artículos publicados en las mejores revistas que al final hace que los científicos se preocupen más por asegurarse la aceptación de un trabajo que por la originalidad del mismo. Hace tiempo que (al menos en las líneas en que más he trabajado) observo un cierto estancamiento en las ideas y en los argumentos. De todas formas, esto es mucho mejor que ver cómo algunos «profesionales» de universidades españolas todavía reclaman que la valoración de la ciencia tenga en cuenta los artículos publicados en revistas locales, basándose en el falso argumento, ya desmontado por Ramón y Cajal hace cien años, de que no importa dónde se publica un trabajo, sino la calidad del mismo. No son conscientes de que ninguna persona inteligente publicaría un artículo excelente en una revista sin el más mínimo prestigio. Afortunadamente, esta discusión no tiene ya lugar en el IPE y la mayor parte de su producción científica sigue los cauces aceptados internacionalmente. 5. ¿Cómo se organizaba la investigación en términos de financiación y de captación de personal? Cuando llegué al IPE en 1987, estaba cambiando todo. No solo los sistemas de valoración de nuestra actividad científica, como he comentado anteriormente, también la financiación de la ciencia. Antes de 1985 los centros de investigación contaban con recursos miserables y no existían convocatorias de proyectos dentro de lo que después fue el Plan Nacional de I+D. El Instituto tenía entonces un presupuesto muy bajo y lo que pudiera hacer falta lo aportaba Enrique Balcells de su propio patrimonio. Sé que ayudó así a mucha gente, aunque no siempre se le ha reconocido. En 1985 se abrió una amplia convocatoria para la presentación de proyectos de financiación, lo que obligó a los científicos
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a hacer un esfuerzo por plantearse un problema, unos objetivos, unos métodos y un plan de trabajo. Ese esfuerzo fue positivo desde muchos puntos de vista y permitió ampliar el horizonte de financiación. También las Comunidades Autónomas iniciaron después de 1985 un programa de financiación de proyectos y de concesión de becas predoctorales que fue un éxito. Con el tiempo, esas convocatorias se fueron perfeccionando y resultaron más positivas para quienes habían dado previamente un giro internacional a su actividad científica. Por otra parte, algunos científicos venían consiguiendo contratos del Gobierno de Aragón para estudiar determinados aspectos hidrológicos, faunísticos y florísticos. Respecto a la captación de personal, tengo muchas dudas al respecto. Es muy difícil hacer una buena selección de las personas que inician su actividad mediante una beca-contrato. El riesgo de error es mayúsculo. No basta con que tenga un buen expediente académico (aunque esto sea importante); hace falta que el joven científico tenga inquietudes e iniciativa, y estas tienen que venir incorporadas de casa. Yo he acertado en varias ocasiones y he errado en otras. He acertado bastante cuando conocía al aspirante a becario de mis tiempos de profesor de Universidad o cuando me ha venido recomendado desde la Universidad. Los procedimientos actuales, que se basan en la selección a partir de una convocatoria abierta —sin más criterio las más de las veces que el expediente académico— se prestan al engaño y permiten el acceso a la investigación a personas que desconocen en qué consiste la investigación científica o que ven en ella una solución a corto plazo. 6. ¿Cómo se hacía ciencia y cómo se hace ahora? ¿Cómo ha cambiado en términos de ciencia básica y aplicada, local o global y su relación con la sociedad? ¿Se mantienen las mismas perspectivas y focos de actuación en la actualidad? La ciencia es siempre la misma, lo que cambian son los recursos y procedimientos para alcanzar resultados fiables basados en la razón y no en las creencias. Hace treinta años, en el Instituto se hacía una ciencia espléndida, enfocada a interpretar diferentes aspectos dinámicos de los recursos naturales. Es cierto que algunos científicos del IPE se centraban más en hacer inventario de esos recursos, pero eso era ciencia básica, imprescindible para avanzar. La prueba de la calidad de la ciencia de entonces es que fuimos capaces, en la mayoría de los casos, de adaptarnos a las exigencias de competitividad e internacionalidad que nos planteó el CSIC, y lo hicimos a corto plazo. En la actualidad, hay mayor presión para conseguir que los investigadores hagan más ciencia aplicada, de manera que se vean a corto plazo los resultados de las inversiones que se hacen a través del Plan Nacional de I+D. Pero en el fondo se ha seguido haciendo ciencia básica, que es lo que mejor sabemos hacer. Lo que más ha cambiado es la temática de los
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proyectos de investigación, más dirigida a responder a grandes preguntas o a estudiar problemas que afectan a una parte importante de la sociedad o al conjunto de la humanidad, pero su aplicabilidad a corto plazo es dudosa. No creo que debamos obsesionarnos por ello ni que tengamos que competir con los técnicos que son capaces de «hacer» cosas que se ven a corto plazo. Nuestra función es diferente y, muy probablemente, complementaria. Espero que, como siempre, sea el conocimiento lo que salve a la humanidad de los desastres que se intuyen. Déjame que haga una reflexión a escala más personal y que cuente un poco lo que ha sido mi experiencia en este sentido. Cuando empecé en 1971 como becario predoctoral, me centré en un tema que era muy poco aplicado y más bien regional. No creo que nada de lo que escribí en mi tesis sirviera de base para tomar decisiones aplicadas que contribuyeran a resolver problemas relacionados con la calidad de vida de la gente. Más tarde, amplié los horizontes científicos y fui consciente de que lo que había que afrontar eran grandes problemas (la erosión del suelo, los efectos de los cambios de la cubierta vegetal sobre los recursos hídricos, la dinámica de cauces fluviales en relación con cambios en las vertientes). Fue un período mucho más apasionante en el que conseguí también ilusionar a un grupo de jóvenes científicos. No creí con ello que fuera a resolver problemas de la gente, pero sí que ayudaba a otros a entender graves problemas ambientales y, quizás, a tomar decisiones. Ahora, en el final de mi carrera científica, lo que me preocupa es responder a preguntas que me he hecho siempre, con independencia de si tienen aplicación inmediata o no (más bien no, para ser sinceros). Pero ahora siento que formo parte de esa obra de arte que es la interpretación de la naturaleza, algo que solo puede conseguirse con libertad de acción, sin grandes condicionamientos. 7. ¿Qué impacto crees que tenía en la sociedad el conocimiento que se generaba en el IPE cuando estabas al frente de la dirección? ¿Qué se hacía para divulgarlo y cómo de efectivas y eficaces crees que eran las acciones e iniciativas que se llevaban a cabo entonces? ¿Qué imagen tenían del IPE el Gobierno de Aragón y nuestra comunidad en general (incluyendo la Universidad de Zaragoza), el CSIC (dentro y fuera del Área de Recursos Naturales), el resto de las universidades y de los organismos públicos de investigación (OPI) españoles? ¿Y en el extranjero? No tengo la impresión, aunque puedo equivocarme porque el paso del tiempo juega en nuestra contra, de que el Instituto tuviera un gran impacto en la sociedad. Había, claro está, relaciones con el Gobierno de Aragón, pero no tengo la impresión de que nos considerasen un referente. En todo caso, lo seríamos a escala local o regional, es decir, en el Alto Aragón occidental. Algunos ecologistas también estaban ocasionalmente interesados en lo que hacíamos, sobre todo si algunas de nuestras ideas coincidían con sus intenciones políticas. Recuerdo que
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en mi etapa como director tuvimos un papel relativamente importante en el estudio de alternativas (valles de Hecho y de Canfranc) al trazado del gaseoducto que debía conectar a Francia y España a través del Pirineo. Se elaboró un informe en 1990, pero fue casi anecdótico. En 1989, elaboramos un amplio informe sobre los efectos previsibles de los Juegos Olímpicos de Invierno (Jaca 98) sobre el medio ambiente y la organización del espacio. Posteriormente, se hicieron otros trabajos de mayor envergadura sobre el trazado de la línea transpirenaica de alta tensión, en tiempos en que era director Juan Pablo Martínez Rica, y también recuerdo el plan de ordenación de los recursos naturales en los valles orientales del Pirineo de Huesca. Siempre había algún encargo de este tipo. Es verdad que por nuestra parte tampoco hacíamos grandes esfuerzos por transmitir nuestros resultados, seguramente porque pensábamos que eran poco aplicables o porque no sabíamos cómo interesar a la sociedad en tales resultados. Muchas veces los encargos que nos llegaban de ministerios o del Gobierno de Aragón representaban un problema que nos alejaba de nuestros intereses científicos, aunque era una forma de captar recursos financieros muy importantes. Por otra parte, no tengo opinión formada acerca de lo que representábamos para la Universidad de Zaragoza. Sobre nuestra imagen en el extranjero, era muy positiva en algunos ambientes (creo que así puede afirmarse de la botánica y la ecología vegetal), pero mucho menos en otros, aparte de que hubiera buenas relaciones con otros colegas extranjeros. Pero creo que decir que el Instituto era un centro prestigioso internacionalmente sería una exageración. Lo empezó a ser después y, especialmente, en los últimos diez años. También nuestro peso en la sociedad aragonesa ha cambiado mucho y muy positivamente, y no tengo dudas de que eso se debe no solo al trabajo de los científicos, sino al esfuerzo de los directores recientes. 8. ¿Cómo era la vida social interna del centro y cómo ha cambiado? Es lógico que hayan cambiado mucho las relaciones internas. Éramos un centro pequeño donde nos conocíamos desde hace años. Cuando me incorporé al Instituto en 1971, estaba casi todo por hacer, y eso crea un marco de solidaridad y convivencia que ya no se ha vuelto a vivir, aunque los medios eran escasos y no había una buena tradición de lo que era la formación de jóvenes doctorandos. Por otro lado, empezaba a percibirse entre los jóvenes un cierto adanismo que les despegaba de lo que había sido la historia del IPE. Cuando regresé en 1987 todo era ya muy diferente. Durante un tiempo se mantuvo «la hora del té», en la que todos nos reuníamos por la mañana para hacer un descanso en el trabajo y hablar de cualquier cosa. Era una buena iniciativa que había sido propuesta hacía muchos años por Enrique Balcells. Esa hora del té se interrumpió al poco tiempo
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y creo que no fue una buena idea. De todas formas, a nadie se nos escapaba que había problemas en las relaciones entre científicos, problemas absurdos y que no tenían que ver con la ciencia. Pero quizás es una evolución normal. No debemos pensar que una institución científica deba ser necesariamente buenista y que llevarse bien sea una primera obligación. Además, no podemos evitar que, de vez en cuando, se cuele en una institución una persona amargada o instalada en un rencor que se remonta a la noche de los tiempos. Ahora la vida social en el Instituto es, eso creo, de perfil bajo. Quiero decir que la gente se lleva aparentemente bien, pero se debe, sobre todo, a que no hay razones para lo contrario, aparte de algunos enconos personales, que desconozco si los hay. El funcionamiento global de la ciencia y del CSIC, en particular, favorece el que los grupos y las personas funcionen como compartimentos estancos. La necesidad de publicar mucho o de construir un currículo de excelencia, que son requisitos para la estabilización de los científicos posdoctorales para acceder a una plaza de plantilla o para el progreso hacia escalas superiores del staff científico, hace que cada grupito vaya un poco por libre. Hay muchos apoyos y conexiones, pero limitados a la dinámica interna de esos grupos; ocasionalmente se trabaja con otros, pero eso puede implicar dispersión. Por otro lado, la actual política de convocatoria de plazas consistente en que cada plaza de científico titular se oferta a varios institutos, hace que no existan enfrentamientos dentro del propio Instituto. Eso ha tenido dos importantes consecuencias para el IPE: en primer lugar, han desaparecido (o se han mitigado) las posibles tensiones internas por ver hacia qué departamento va una u otra plaza. Y, en segundo lugar, ha permitido comprobar que el Instituto es uno de los centros de investigación más competitivos de España al haber conseguido por oposición abierta más plazas que la mayoría de los centros. 9. ¿Qué intentaste hacer o te hubiera gustado conseguir en o para el IPE mientras estabas en la dirección y no pudo ser? Estuve en la dirección durante dos años y medio y tengo una memoria muy selectiva. Es una etapa que tengo casi olvidada, excepto un par de aspectos más destacados. Asumir la dirección al año de reincorporarme al Instituto fue un giro inesperado en mi vida y creo que apenas pude plantearme objetivos a largo plazo, salvo los tópicos: conseguir más plazas, mejorar la financiación y cosas así. La mayor parte del tiempo de un director se dedica a resolver problemas inmediatos, muy ligados a la burocracia o a cuestiones que plantea individualmente el personal y que muchas veces no están a tu alcance (un cambio de nivel, un complemento salarial). Para mí, el objetivo más importante fue impulsar la actividad
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del Instituto y mejorar su imagen ante el CSIC, donde, por unas u otras razones, estaba bastante deteriorada, quizás injustamente. Fue algo que se ha conseguido a largo plazo. A corto plazo, me hubiera gustado que los científicos (incluyendo los predoctorales) hubieran asumido la necesidad inmediata de cambiar de política de publicaciones. Me costó más de un disgusto comprobar que la reacción en algunos casos fue muy lenta, con muchísima inercia e, incluso, con posiciones contumaces. 10. ¿Qué acontecimiento o logro destacarías como lo más importante que le ocurrió al IPE mientras ejercías la dirección? El acontecimiento más importante mientras fui director del IPE fue la creación de una nueva sede en Zaragoza, en el campus de Aula Dei, cerca de otros centros de investigación, uno de ellos, la EEAD, con la que luego hubo bastantes relaciones científicas. El equipo directivo del CSIC consideró que una forma de impulsar la productividad en el Instituto sería el establecimiento de una nueva sede, próxima a otros centros de investigación y a la Universidad de Zaragoza, evitando así un cierto aislamiento. Además, se suponía que esto abriría la puerta a nuevas incorporaciones que servirían de acicate, como así fue. El logro más destacado fue conseguir que no hubiera un traslado general del Instituto a Zaragoza, sino que afectase solo a aquellas personas que estuvieran convencidas de que la nueva sede de Zaragoza iba a ser un hito favorable en la historia del Instituto. Entonces y ahora, siempre he entendido que esta decisión no gustase a todo el mundo y que hubiera una oposición. Creo que alguna reacción fue desmedida y se desaprovecharon oportunidades para demostrar al CSIC que el IPE quería estar en primera línea y que la sede de Jaca no se enrocaba en una posición inamovible. El tiempo ha demostrado de manera muy evidente que la nueva sede de Zaragoza se convirtió en un gran éxito y que aseguró no solo la supervivencia de todo el Instituto, especialmente la sede de Jaca, sino que ha contribuido a situarlo entre los mejores centros de investigación del Área de Recursos Naturales. Como miembro de la Comisión de Área durante casi doce años estoy también en condiciones de asegurar que el nuevo edificio de Jaca se consiguió gracias a la elevada producción científica de calidad que se vio dinamizada desde la nueva sede en Zaragoza con el apoyo de algunos científicos de Jaca. Otro logro muy importante fue la consecución de dos plazas de colaborador científico, una de informático y varias para administración. También se consiguió poner algo de orden en algunos aspectos organizativos del Instituto, pues la situación que heredé no era la que me hubiera gustado, debido a las circunstancias en que se produjo el traspaso de la dirección. Había situaciones inaceptables que
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pudieron resolverse a corto plazo, y creo que el Instituto «se normalizó», de manera que se aclaró quién debía y no debía estar ocupando un espacio. Creo que la mayor parte del personal del Instituto entendió esas medidas. 11. Con la perspectiva de haber pasado por la Dirección y de haber participado en la evolución del IPE, ¿cómo valoras la evolución que ha tenido? ¿Cuáles son sus aspectos más positivos y negativos? La perspectiva histórica nos engaña frecuentemente, pero creo que hay pocas dudas acerca de la evolución muy positiva que el Instituto ha tenido en los últimos treinta años. Si lo que nos ha exigido el CSIC ha sido la captación de recursos financieros (por medio de proyectos y contratos) y el incremento constante de la producción científica en las mejores revistas internacionales, caben pocas dudas acerca del éxito alcanzado. En la década de 1990 hubo incorporaciones que —luego se ha visto— fueron determinantes para el Instituto, y a partir de ahí se consiguió captar personal predoctoral de mucho nivel, quizás como nunca lo ha habido en el Instituto, aunque no siempre ese personal ha podido engrosar las filas del personal de plantilla. Pero eso no deja de ser normal en cualquier instituto científico del mundo. A pesar de la jubilación reciente de ocho científicos, la incorporación de otros nuevos ha permitido superar todas las expectativas y el nivel de producción se ha seguido incrementando. Por otro lado, bien sea por la labor de los directores que me sucedieron o porque el paso del tiempo puede llegar a ser una buena medicina, las relaciones entre las dos sedes se han normalizado y todos vemos como algo positivo el que haya dos sedes para una institución que ha sabido aprovecharse de lo que comúnmente se denominan ‘economías de situación’, incluyendo el gradiente casi excepcional que existe entre el centro de la depresión del Ebro y las cumbres pirenaicas. Otro ejemplo de éxito es la expansión de las actividades del Instituto a otras montañas de España y del mundo, desde los Andes al Himalaya, o desde el Ártico a las Rocosas. Estamos presentes en muchos lugares del mundo y el IPE ha excedido con creces los ámbitos relativamente modestos en que se desarrollaba su actividad científica unas décadas atrás, superando con mucho los objetivos más ambiciosos que pudiera haberse planteado Enrique Balcells en el momento de la fundación del CPBE y, estoy seguro, superando lo que Juan Puigdefábregas hubiera considerado como óptimo en el momento en que tomó posesión como director del IPE en 1983. ¿Qué hay de negativo en esta evolución? Las exigencias productivistas del CSIC han contribuido a crear (en todo el CSIC, no solo en nuestro Instituto) nuevas generaciones de científicos obsesionados con publicar el mayor número posible de artículos al año, a ser posible, en las mejores revistas. Esto puede acabar
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convirtiéndose en un problema que amargue la vida profesional de algunos si no ven cumplidos sus objetivos, además de que favorece un cierto aislamiento y limita su colaboración en actividades necesarias para todo el Instituto. Creo que es muy importante entender que debemos producir más y mejor para compensar la confianza que la sociedad ha depositado en nosotros, pero que aún es más importante vivir y disfrutar de otras prioridades personales que, si se alcanzan, nos ayudan a mejorar nuestra productividad. La actividad científica debe seguir siendo un arte y eso nos debe ayudar a disfrutar más y mejor de lo que hacemos. 12. ¿Podrías ofrecernos tu valoración personal de lo que significó para ti estar en la dirección del centro y trabajar en el IPE? La vida es un regalo envenenado. Puede salir bien o puede salir muy mal. Yo me considero una persona afortunada desde muchos puntos de vista. Digo que soy afortunado porque la suerte o la conjunción de casualidades desempeñan un papel importantísimo en nuestro éxito o fracaso. Ningún científico puede creer que lo que ha conseguido se debe exclusivamente a su trabajo o a su valía. Yo tuve suerte cuando se me ofreció la oportunidad de trabajar en el entonces IEP para hacer la tesis doctoral entre 1971 y 1974. Conocí a personas extraordinarias, altruistas, siempre pensando en cómo ayudar a los jóvenes, con recursos muy limitados, y aprendí muchas cosas positivas, aunque viví algunas que no lo eran tanto. Recuerdo, sobre todo, los paseos con Enrique Balcells por el largo pasillo del Instituto, lanzándome una avalancha de ideas, parte de las cuales me eran difíciles de comprender o de enlazar entre sí debido a la complejidad en la organización de su lenguaje; pero sin duda dejaron un poso de valor incalculable para mí. Recuerdo también cuando Pedro Montserrat salía a mi encuentro desde su despacho y me leía (¡a la vez que me explicaba!) el contenido de su último artículo, lleno de intuiciones que me abrían la mente a nuevas perspectivas, que me sugerían ideas. Hoy eso sería imposible por diversas razones. ¡Qué afortunado me he sentido por contar con su confianza! También con la de Juan Puigdefábregas, con quien maduré desde un punto de vista científico, discutiendo lo que veíamos en el campo, midiendo cosas, proyectando nuevos trabajos. Todos ellos fueron maestros de una generosidad impagable. Después, a partir de 1987 y, particularmente, desde la década de 1990, tuve la oportunidad de contribuir al desarrollo de un grupo de trabajo que hoy es un referente internacional en el estudio de los cambios climáticos, hidrológicos y geomorfológicos, y ayudar a que se consolidase una línea tan importante para el Instituto como los estudios paleoambientales. Teodoro Lasanta, Carlos Martí y Blas Valero fueron la base sobre la que fue creándose un grupo al que después se
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añadieron Penélope González, Ana Moreno, Sergio Vicente, Juan Ignacio López Moreno, David Regüés, Santiago Beguería (ahora en la EEAD) y Estela Nadal Romero. También hay un catedrático y varios profesores titulares repartidos por varias universidades españolas. Ha sido todo un privilegio para mí. Yo, que quise ser geógrafo desde muy niño, llegué, gracias al IPE, más lejos de lo que hubiera imaginado un profesor de Investigación del CSIC instalado en el escepticismo, pero siempre apasionado por lo que he hecho, muchas veces nadando contra corriente, al margen de lo que ha sido el desarrollo de la geografía española. Es evidente que he tenido suerte. También la tuve cuando fui elegido director del IPE. Sé que esto puede parecer sorprendente, dadas las dificultades por las que pasé en su momento. Pero ya se sabe que de los momentos difíciles se aprenden muchas más cosas y se sacan más conclusiones que de los momentos fáciles. Mi paso por la Dirección del Instituto me permitió disponer de una perspectiva privilegiada de lo que debe ser la investigación científica en un centro como el nuestro, me ayudó a conocer grandezas y miserias, tuve la fortuna de asistir a reuniones de directores donde me di cuenta de la necesidad de introducir cambios profundos y de comprender hacia dónde se encaminaba la política de producción científica en el CSIC (e inmediatamente después en las universidades españolas). Fue un período enriquecedor que me ayudó a fundamentar mi determinación por conseguir que, en cualquiera de los campos de mi vida, tratase de aportar una proyección positiva a las relaciones personales y al trabajo de los demás.
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6.4. LA PERSPECTIVA DE ANTONIO GÓMEZ SAL Director del IPE en el período 1990-1993. En aquellos años, la plantilla investigadora del IPE-CSIC era de trece personas, a las que habría que añadir el apoyo constante de Balcells y Montserrat, que, aunque jubilados, seguían vinculados al Instituto realizando una importante labor de investigación y asesoramiento.
Síntesis del CV Catedrático de Ecología en la Universidad de Alcalá desde 1994. Colaborador científico (1986-1989) e investigador científico del CSIC (1990-1994), ha sido director del IPE (1990-1993). Presidente de la Asociación Española de Ecología Terrestre (1991‑1995), ha sido miembro del Comité Científico de la Federación Europea de Ecología (EEF), secretario para España del Scientific Committee on Problems of the Environment (SCOPE), International Council for Science (ICSU) 1990-1994, vicerrector de Campus y Calidad Ambiental de la Universidad de Alcalá (2002-2006) y delegado del rector (2006-2012). Desde 2016, es presidente de la Asociación Española de Ecología de Paisaje (IALE-España). Es vicepresidente de la Fundación Fernando González Bernáldez para los Espacios Naturales. Los objetivos de su actividad investigadora están relacionados con la ecología de comunidades, de sistemas agrarios y del paisaje, así como la evaluación de la sostenibilidad y el desarrollo. Cuenta con más de doscientas publicaciones en revistas científicas, libros y libros colectivos. Cuenta con cinco tramos de investigación reconocidos. Ha dirigido diecisiete tesis doctorales. Fue el responsable de la creación en la Universidad de Alcalá del Observatorio de la Sostenibilidad en España y presidente de su Comité Científico durante los años de vigencia del Observatorio de la Sostenibilidad en España (OSE) de 2004 a 2013.
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Profesor honorífico de la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA) y profesor honorifico invitado 2013 de la Universidad de La Habana. Desde 1998, ha sido director académico de varios másteres sobre Desarrollo Local (dos ediciones) y Planificación Ambiental (dos ediciones) en Centroamérica (Nicaragua, El Salvador). Actualmente, coordina el Programa Interuniversitario sobre Desarrollo Local Sostenible en Centroamérica, que trata de favorecer la proyección de las universidades en sus territorios para el desarrollo local. Antecedentes Me incorporé a la Dirección del IPE, procedente de un Instituto del CSIC radicado en León (la Estación Agrícola Experimental) donde desde el año 1985 era investigador (‘colaborador científico’, se llamaba la plaza, en la actualidad denominada ‘científico titular’). Mi relación con el Consejo se inicia en 1977, año en el que obtuve una beca predoctoral para realizar la tesis doctoral en el Instituto de Edafología y Biología Vegetal (en la actualidad, el edificio de la calle Serrano, 115, departamento de Madrid, es el Instituto de Ciencias Agrarias). En esta etapa de formación, fue cuando conocí al profesor Pedro Montserrat (Figura 1), quien había trabajado en el edificio de Serrano, 115, y colaboraba aún con el equipo en el que yo me integré (Salvador Oliver, Jesús Pastor). En varias ocasiones viajé a Jaca para recibir el apoyo y el consejo del profesor Montserrat. Tengo que decir que, durante el último curso de la carrera, los alumnos de la vigésima promoción de Biología de la UCM, en 1976, habíamos realizado una visita a Jaca donde recibimos una atención excelente por parte de Enrique Balcells, amigo del profesor Arsenio Fraile, que organizó la actividad. La información e impresión que recibimos fue muy positiva en aquellos años tan previos sobre el Instituto de Jaca. Quizás la relación anterior con el IPE durante mi etapa de formación en el CSIC de Madrid, mi labor investigadora en un campo intermedio entre las ciencias agrarias (pastos, sistemas de producción) y la ecología (recursos naturales, agroecosistemas) y el hecho de que durante dicho período en Madrid conociese a personas que, posteriormente, ocuparían cargos directivos en el Consejo —en concreto, a Fernando Hiraldo, que era uno de los muy escasos investigadores que entonces constituían la plantilla del Museo de Ciencias Naturales—, pudo influir en que pensaran en mí como candidato para dirigir el IPE en una situación en la que era preciso tomar decisiones que marcarían el rumbo del Instituto. Cuando obtuve la plaza de científico titular del CSIC en León (colaborador científico), en 1985, ya había impartido clases de Ecología como profesor contratado («encargado de curso» era la plaza) con responsabilidad total sobre la asignatura en
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las universidades Complutense (desde 1979) y, simultáneamente, en la de Alcalá (desde 1981). No existía Departamento de Ecología y yo fui el primer profesor con un contrato específico para esta materia en ambas universidades. Mi actividad académica ya se situaba entre la universidad y el CSIC. Gracias a aquella intensa experiencia docente, en los últimos años fui adjunto interino en la UCM, obtuve posteriormente la autorización (venia docendi) para poder concurrir a catedrático de universidad desde una plaza de investigador científico del CSIC, sin pasar por puestos intermedios (adjunto, agregado) en la universidad. En 1990, existía una preocupación por el futuro del IPE que yo ignoraba totalmente desde mi privilegiada y confortable situación en el CSIC de León; era este, la Estación Agrícola Experimental, un instituto de investigación con un número reducido de investigadores (en torno a diez en aquellos tiempos), con bastante apoyo de personal técnico, cercanía a la montaña y muy en contacto con temas prácticos sobre producción animal. Un lugar ideal para trabajar y desconectar de la sobrecarga docente, después de mi responsabilidad desde muy joven en las universidades madrileñas. Entonces, la docencia de la Ecología ejercida por profesores con contrato específico o plaza en propiedad estaba aún implantándose en la mayor parte de las universidades que contaban con estudios de Biología: fue la última materia en incorporarse como área de conocimiento obligatoria en la licenciatura. De aquellos años, muy productivos, en la Estación Agrícola Experimental de León proceden cuatro de las tesis doctorales que he dirigido. Recibí una llamada de Fernando Hiraldo (coordinador de la Comisión de Área de Recursos Naturales del CSIC) citándome en Sevilla, para comentar y solicitar mi acuerdo sobre una decisión que ya prácticamente se había adoptado. Era necesario encontrar un candidato para la dirección del IPE, ajeno a la plantilla de dicho Instituto, aunque familiarizado con su actividad y objetivos. Mi percepción del IPE, el ambiente que conocía de la sede de Jaca, era ya entonces de admiración. Quizás me había impresionado, desde mi primera visita a Jaca como estudiante, su especial atmósfera científica, volcada en las ciencias de la naturaleza, con el añadido cultural y antropológico para entender el paisaje humanizado. Valoraba de forma muy positiva la actitud de sus investigadores, en general reflexiva, hablar pausado, una buena relación personal, la proyección de su actividad en el territorio; las colecciones de fauna en cajas a lo largo del pasillo y el importante herbario. Un espacio y un estilo marcado por la figura de su fundador, Enrique Balcells, y mantenido por investigadores tan relevantes —cito los que yo más conocía entonces— como Juan Puigdefábregas, Federico Fillat, Luis Villar y, destacando, el profesor Pedro Montserrat.
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Bastante tiempo después de haber aceptado supe que entre las personas que fueron convocadas para tratar sobre el futuro del IPE y que acordaron mi candidatura, se encontraban Fernando González Bernárdez, Ramón Margalef y Francisco Díaz Pineda. Fue este último, Paco Díaz Pineda, el que me lo comentó. Un grupo de científicos que apreciaban la forma de trabajar del IPE (Fernando había coincidido en el CSIC de Madrid con Pedro Montserrat y en tono distendido, de complicidad, se refería a él como «el jefe»: «Voy a Jaca a cargar las pilas, a ver al jefe» me comentó alguna vez) y, los dos primeros, conocían el Instituto y habían seguido su actividad prácticamente desde su fundación por parte de Enrique Balcells. Lógicamente, saber que mi candidatura había contado con tan importante respaldo fue un motivo más de responsabilidad y confianza. El futuro del IPE preocupaba seriamente a los aún escasos científicos del área de Ecología en España. Mi incorporación al Instituto Desde León, viajé varias veces a Jaca antes de planificar el traslado definitivo a Aragón. Conocía las sierras de Teruel por haber realizado allí mi tesis doctoral y también el Pirineo central por mis viajes de consulta y asesoramiento, principalmente con Pedro Montserrat sobre flora y con Federico Fillat sobre sistemas agrarios. En este período previo al traslado al IPE, fue cuando conocí a quien sustituí como director: José María García Ruiz. En largas conversaciones con unos y otros, en especial, al principio, con José María —siempre en un tono amable, en general, considerado hacia las decisiones de los compañeros, pero haciéndome partícipe de una fuerte tensión por la situación que se estaba viviendo— fui recibiendo los datos y tomando conciencia del malestar presente desde hacía tiempo en el Instituto. Buena parte de los investigadores lo estaban pasando muy mal; algunos, comprometidos con el centro desde sus inicios, se encontraban en la tesitura de optar entre permanecer en Jaca o trasladarse a Zaragoza (era esta la opción que se manejaba entonces en la dirección de Madrid), intentando conjugar su compromiso con la sede inicial del IPE y los intereses familiares y de perspectiva profesional que, según entendían entonces, apuntaban hacia la segunda opción. Para otros, la posible desaparición del Instituto ubicado en la montaña suponía el derrumbe de una idea —un centro de investigación comprometido con el territorio, muy relacionado con la sociedad y el desarrollo del Pirineo central— por la que habían apostado decididamente como opción de vida. La dirección del CSIC de Madrid era, como he indicado, favorable al traslado. Se había descartado ya entonces la construcción de un nuevo centro en Llano de la Victoria para el cual, creo recordar, que ya se contaba desde años atrás con un proyecto bastante elaborado. Por otra parte, la tendencia dominante entonces, y
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que se mantiene en la actualidad, era concentrar institutos y centros en campus de investigación (científico‑técnicos), con objeto de compartir recursos, tanto de equipamiento como de formación, docencia o proyección social. El campus de Aula Dei reunía las condiciones idóneas para ello. Institutos y servicios del CSIC, de la Diputación General de Aragón y del CIHEAM (Centre International de Hautes Études Agronomiques Méditerranéennes, por sus siglas en francés, Instituto Agronómico Mediterráneo de Zaragoza, IAMZ) compartían el espacio, parcelas e instalaciones experimentales, comedores y residencia, configurando un modelo de campus con proyección internacional muy notable. Yo lo conocía por haber participado en cursos y actividades del IAMZ (y a su director, Miguel Vals), visitas de trabajo a la EEAD (recuerdo la primera visita durante la época de mi tesis doctoral al profesor Miguel Hicka por su experiencia con leguminosas). Se contaba, además, en Aula Dei con un edificio histórico que tuvo uso como residencia, muy deteriorado, pero sólido, con posibilidades de ser reformado en poco tiempo, adaptando la primera planta para despachos. Muy pronto, su capacidad sería insuficiente, pero en aquel momento era idóneo para ubicar a algunos investigadores. Mi misión como director, nombrado con un encargo específico, era entonces decidir en un plazo breve qué hacer respecto al traslado. Me dijeron que cualquiera de las opciones posibles sería aceptada, que yo resolviese; me sentía entonces como director con bastante capacidad de decisión, delegada por los responsables del CSIC, y creo que así era percibido por los investigadores del IPE, a pesar de que me esforzaba en mantener el tono y las formas, un ambiente de consulta y participación, para ganar su confianza. Me sorprendía cómo incluso Enrique Balcells, con su autoridad y experiencia, me trataba con gran deferencia como director, siendo yo entonces poco dado a las relaciones excesivamente formales. Me sentí bien acogido, con apoyo, al menos aparente, pero estoy convencido de que era sincero por parte de todos los investigadores y del personal de administración y servicios, y pude contar con su ayuda. Luis Villar, al cabo de un tiempo, actuó como subdirector para la sede de Jaca; Juan Pablo Martínez Rica, en la práctica y por su experiencia, desempeñaba una función similar en la sede de Aula Dei. Mi impresión era que el traslado de parte del personal investigador al campus de Aula Dei era ya algo irreversible —los que habían decidido trasladarse lo tenían absolutamente claro y contaban con el apoyo de la dirección del CSIC en Madrid—, se trataba por tanto de decidir si el traslado iba a ser con el IPE o sin él. También, en cualquier caso, había que tratar sobre el destino de la antigua sede de Jaca que era ya insuficiente y compartía espacio en el edificio del Instituto de Enseñanza Media a la entrada de la ciudad.
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Dos sedes No tardé mucho en decidir. Con alguna reticencia por parte de los que, en Madrid, sin conocer de cerca el problema, consideraban aún la posibilidad de un traslado completo, la decisión de que el Instituto contase con dos sedes fue aceptada. Seguramente, también influyó el hecho de que instalar en un plazo razonable toda la infraestructura del IPE en Zaragoza hubiese sido inasumible. El equipo de Dirección del CSIC —entonces Elías Fereres era su presidente, agrónomo de formación y quizás por ello más sensible a la importancia de un campus agrario como Aula Dei— fue finalmente receptivo al argumento de que una parte del Instituto debía permanecer en Jaca. No solo como una «estación de campo», sino como una sede con la dotación necesaria en condiciones equivalentes a la de Aula Dei, en relación directa con los ecosistemas de montaña, investigando su originalidad, manteniendo su implicación con el desarrollo del territorio. Se trataba de un tipo de Instituto con orientación territorial, geográfica y de ecología regional en el que tenían cabida enfoques de ecología humana (actualmente, hablaríamos de socioecosistemas), necesaria para entender los modelos originales e históricos de aprovechamiento de los recursos naturales y agrarios. Una persona clave por su papel en aquella etapa, los primeros pasos del IPE en Zaragoza, fue Jesús Gascón, delegado del CSIC en Aragón. Jesús actuó eficazmente para la gestión de las obras en el edificio, en cuya planta baja se encontraba también la Delegación del CSIC, y llevó a cabo buena parte de los trámites administrativos. La gestión del Instituto en esta etapa de obras y reformas rápidas siguió un esquema sencillo: Dirección, en Zaragoza, y Gerencia, en Jaca, con el apoyo posterior de un subdirector. Consideré oportuno nombrar a Palmira Abella como gerente. Su conocimiento de la sede de Jaca y del personal del Instituto, su dedicación, actitud positiva, capacidad para ejecutar decisiones y la confianza que inspiraba en la mayor parte de los investigadores (mantenía muy buena relación con Enrique Balcells) me parecieron condiciones idóneas. En la antigua sede de Jaca emprendimos algunas obras pequeñas. Recuerdo como anécdota —que nos da idea de la inercia existente y ausencia de actuaciones o inversiones mínimas en aquellos años, seguramente motivada por la sensación de que estaba cerca la construcción de un nuevo edificio— que incluso fue necesario realizar la separación de los baños, que hasta entonces eran comunes, una situación bastante incómoda para la mayor parte del personal. Se realizó una tarea importante de reorganización de espacios al quedar disponibles por el traslado de una parte del personal a Zaragoza, con importantes dosis de pintura y limpieza. Se organizaron los almacenes de colecciones, que entonces ocupaban los pasillos, y creo recordar que también una obra importante en el herbario.
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En Zaragoza, conté con el apoyo administrativo de Trinidad Bernal, que se trasladó desde el Instituto de Carboquímica (CISC) en esas fechas coincidiendo con la puesta en marcha de la nueva sede. Fue, asimismo, una persona importante en esta etapa del IPE en Zaragoza. Las decisiones se tomaban en las Juntas de Instituto, y no recuerdo situaciones especialmente conflictivas. Mi impresión es que una vez que la decisión de las dos sedes fue adoptada, el personal del IPE, tanto investigador como de administración y servicios, decidió mirar de forma constructiva al futuro y dejar atrás la etapa de división y recelos motivada por la incertidumbre sobre su ubicación definitiva. Visión y misión del IPE En los primeros años de la década de 1990, el IPE era un instituto de tamaño relativamente reducido. La sede de Jaca seguía manteniendo su fuerte vinculación con el territorio próximo, el Pirineo central, así como muy buena relación con centros de la vertiente norte (Tarbes, Pau), tanto por el tipo de trabajos como por el propio interés de los investigadores, que asumían un protagonismo como actores locales, con los que se cuenta para casi todo lo relacionado con la gestión de los recursos y los ecosistemas del Pirineo. Estudios de impacto ambiental, de planificación y gestión fueron frecuentes. El IPE era también la referencia para organizar y acoger visitas nacionales e internacionales relacionadas con la naturaleza y la cultura del Pirineo. Lugar de estudio, de consultas en el herbario, la biblioteca, las colecciones en general. Recuerdo la implicación de algunos científicos del IPE en los debates que generó la candidatura de Jaca para organizar los Juegos Olímpicos de Invierno. Opinión negativa desde la perspectiva académica que, por haber sido publicada en prensa, dio lugar a una llamada de atención por parte de la presidencia del CSIC, que tuve el encargo de trasmitir a sus protagonistas. Esta función complementaria, como servicio, ocupaba una parte importante de la actividad de buena parte de los investigadores, aunque, en general, no interfería con su dedicación y rendimiento científico. Se resolvía permaneciendo más tiempo en el Instituto. En una ciudad pequeña, el ahorro de tiempo en transporte, así como la cercanía a los problemas, favorecen la disponibilidad del personal casi en exclusiva, vocacional, para el desarrollo y la aplicación de la ciencia. En general, la permanencia en el Instituto era hasta muy avanzada la tarde y entre los últimos en retirarse a diario estaban los investigadores más veteranos. Fueron años en los que intentamos organizar y canalizar estas actividades complementarias (asesoría, proyectos, divulgación, formación ambiental, cursos) a través de un centro complementario del Instituto que, contando con un personal
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específico, sirviese de apoyo a la labor del IPE en la sede de Jaca, pero sin detraer tiempo de las tareas de investigación. La idea surgió durante las conversaciones que, frecuentemente, mantenía con Federico Fillat, y fue acogida y aprobada como proyecto del Instituto. El nombre que manejábamos para este centro complementario fue el CIDEP (respondía más o menos a Centro de Interpretación, Divulgación y Educación del Pirineo). El concepto sonaba entonces nuevo y avanzado, una ayuda a interpretar y entender el entorno; suponía para el Instituto una estrategia para conseguir la construcción de un nuevo edificio (más o menos como la actual sede en Llano de la Victoria) con la doble función de investigación y de servicios. Ofrecía también al personal que se había formado en Jaca, investigadores jóvenes que, en la práctica, mantenían esa doble función de investigación y proyección social, una posibilidad de trabajo que ayudase a consolidar la sede. Para el proyecto de CIDEP contábamos con el apoyo muy decidido del alcalde de Jaca, entonces Armando Abadía, y del Gobierno de Aragón. Se firmaron algunos documentos de compromiso de ambas instituciones sobre la idea. Faltaba la presidencia del CSIC, que al principio fue receptiva, pero finalmente, estando aún muy reciente la división en dos sedes del Instituto, no se consideró de interés invertir en dicha infraestructura, que reforzaría la sede de Jaca. Tendrían que pasar años para la construcción del nuevo edificio, que, de alguna manera, retomó el proyecto. El interés del CIDEP consistía en que proponía una gestión independiente de las funciones que venían siendo habituales en el IPE, aunque no reconocidas, relacionadas con la proyección del Instituto en su entorno social. El CIDEP estaría apoyado y organizado por el IPE, pero con personal específico dependiente de las administraciones local y autonómica. Hubiese permitido una mayor eficacia para avanzar en investigación sobre propuestas de desarrollo y de sostenibilidad de los usos humanos en las zonas de montaña. Respecto a la sede de Zaragoza, el perfil de los trabajos de investigación no recogía necesariamente una vinculación directa con la montaña. Los investigadores desarrollaron sus líneas en el marco de los planes nacionales, proyectos europeos, etc., si bien, en general, buscando la colaboración con el personal de los otros institutos del campus. Fueron los años en los que la actividad investigadora comenzó a ser evaluada mediante el reconocimiento de sexenios y su orientación, enmarcada en los planes nacionales que establecían prioridades. El apoyo y el reconocimiento del IPE en Aragón Las relaciones del IPE con la Diputación General de Aragón en los primeros años noventa fueron muy buenas. Como director en la etapa del Instituto que se iniciaba con una nueva sede en Zaragoza, me sentí bien acogido y escuchado por
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las instituciones autonómicas de apoyo a la investigación. Establecí una excelente relación con quien entonces estaba al frente de la política científica en la DGA, José María Savirón Cidón, presidente del Consejo Asesor de Investigación del Gobierno de Aragón, catedrático en la Facultad de Físicas de la UZ. José María Savirón supo entender la necesidad de personal joven en las nuevas circunstancias y propició una política de contratos que permitió incorporar ocho técnicos científicos en formación, creo que con una acción específica dirigida al IPE. Más tarde, también algunos doctores recientes del IPE pudieron beneficiarse de las becas posdoctorales en el extranjero convocadas por la DGA. Recuerdo de forma muy positiva la colaboración con el Instituto Agronómico Mediterráneo (CIHEAM) con su director, que siempre nos apoyó, y Maite Aguinaco, como interlocutora más directa, con los directores de la EEAD (CSIC) y, en general, todos los institutos, incluyendo los de la DGA, instalados en el campus. Con la Universidad de Zaragoza hubo una buena colaboración, aunque sin llegar a la participación en docencia (posgrado) o proyectos de formación comunes. El profesor Savirón propició algunos encuentros con catedráticos de los departamentos más próximos a la actividad del IPE. También la relación con la Dirección General de Conservación de la Naturaleza en Aragón fue muy positiva (recuerdo la relación, entre otros, con Pablo Munilla), con algunos proyectos que ayudaron a consolidar la actividad del IPE en Zaragoza. Una etapa de formación y gestión Mi labor como director del IPE, durante cuatro años, termina cuando obtengo la Cátedra de Ecología en la Universidad de Alcalá. Tomé posesión en 1994. En mi opinión, el principal logro de esta etapa fue la aceptación y puesta en marcha del modelo de dos sedes. Se mantenía así la ubicación estratégica en el Pirineo central, con un instituto de investigación vinculado al territorio y la problemática específica de los recursos naturales en áreas de montaña y, por otra parte, se aprovechaba la opción del campus de Aula Dei como espacio de interacción con otros institutos y entidades. Entre los asuntos pendientes, quedaba la construcción de un nuevo edificio para el Instituto en Jaca que incluyese también un centro de interpretación y divulgación sobre el Pirineo. Como vivencia personal, mi etapa como director del IPE me permitió ganar experiencia en gestión durante un período clave para el IPE y guardo de ella un excelente recuerdo. Posiblemente se benefició de ello el rápido crecimiento y la calidad investigadora que más tarde fuimos logrando para el área de Ecología en la Universidad de Alcalá.
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Tengo que mencionar la instalación de mi familia en Zaragoza, con tres hijos, dos de ellos muy pequeños, en un mes de enero a mitad del curso escolar, los viajes frecuentes a Jaca, uno o dos días por semana, en los primeros años, aún por la antigua carretera estrecha de Monrepós. Todo ello exigía un esfuerzo personal y familiar que, considero, mereció la pena. Conmigo se trasladaron también, al poco tiempo, desde el Instituto del CSIC de León al IPE algunos de mis colaboradores, que realizaban su tesis doctoral: Miguel Ángel Rodríguez Fernández y Miguel Ángel Muñoz Yanguas, gracias a un apoyo específico del CSIC. Posteriormente, también, Salvador Rebollo y Javier Álvarez Martínez. Algunos de ellos, junto con nuevas incorporaciones de científicos que realizaron parte de su formación en el IPE, me acompañaron también, más tarde, en la creación del grupo de Ecología de la Universidad de Alcalá; entre otros, José Manuel Nicolau, Pilar Castro, Pedro Villar, Emilio Rodríguez Merino y, con una dedicación parcial, Juan Escós y Juan Herrero. De los años en los que fui director eché en falta el no haber podido colaborar de forma más estrecha con investigadores del IPE. En parte fue debido a que las líneas de investigación con las que podía haber interaccionado con mayor facilidad estaban instaladas en mayor medida en Jaca que en Zaragoza, en parte por la exigencia del cargo como director en una etapa compleja; asimismo, por la dedicación que lleva la instalación con mi familia en una ciudad nueva y por el hecho de que los proyectos de investigación que dirigía entonces manejaban datos de la cordillera Cantábrica, León, no del Pirineo. Mi impresión es que los cuatro años en los que permanecí como director, muy exigentes en dedicación orientada a la gestión y la propia naturaleza del cargo con su dedicación, fue un tiempo insuficiente para poder plantear o participar en proyectos de investigación centrados en el Pirineo o en otros territorios de Aragón. Recuerdo como anécdota que Jaume Terradas —él fue el primer presidente de la Asociación Española de Ecología Terrestre (AEET), yo, el primer secretario, y después le sustituí como presidente— me comentó en una ocasión, al poco de ser nombrado director del IPE, «Antonio, olvídate, no vas a tener tiempo para investigar». Siendo consciente de la advertencia, hice lo posible para que no ocurriese, contando con la ayuda importante de los equipos y colaboradores que fui formando. La plaza de catedrático de Ecología en Alcalá se cruzó en el camino: era una perspectiva interesante y entonces pensaba que no debía dejarla pasar. Suponía una nueva conexión con la docencia universitaria, que considero importante como complemento de la investigación, siempre que se mantenga en una dosis adecuada. En mi opinión, el modelo ideal sería el de institutos de investigación más conectados con la docencia, especialmente de posgrado (centros mixtos),
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incluso con plantillas compartidas. En Alcalá encontré la posibilidad de contribuir desde su inicio a la creación de un grupo de investigación, volver a conectar con el equipo de Madrid (UCM) constituyendo, en unión con la UAM, un departamento interuniversitario. Por otra parte, soy natural de Alcalá de Henares, lo que añadía un nuevo aliciente; me era casi imposible renunciar a dicha opción.
Figura 1. Antonio Gómez Sal (izquierda) y Pedro Montserrat Recoder (derecha).
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6.5. LA PERSPECTIVA DE JUAN PABLO MARTÍNEZ RICA Director del IPE desde mayo de 1994 hasta enero de 2005, en la sede de Zaragoza. La plantilla investigadora constaba entonces de catorce hombres entre ambas sedes. Al final del período, constaba de dieciocho investigadores, dieciséis varones y dos mujeres. En total, trabajaban en el IPE unas cuarenta personas al comienzo y unas sesenta al final del período.
Síntesis del CV Juan Pablo Martínez Rica se licenció en Ciencias Naturales en Barcelona, en 1965, y se doctoró allí en 1973. Se vinculó pronto al CPBE en Jaca a través de la persona de su primer director, Enrique Balcells, primero, como estudiante adherido, luego, como becario, científico titular e investigador científico. Participó en la gestión del Instituto como jefe de unidad o de departamento, como vicedirector y como director. Trabajó en tres líneas de investigación sucesivas: anfibios y reptiles de montaña, estudio de las distribuciones corológicas de las especies y papel de los animales montanos en los procesos erosivos, además de aportar algunas contribuciones en el campo de la etología, líneas que se integran todas ellas en el campo de la ecología de montaña y, por lo tanto, en los objetivos del IPE. Entre 1994 y 2006 dirigió la revista Pirineos. Se jubiló el año 2008. Preguntas 1. ¿Qué recuerdos tienes de los primeros tiempos en que te incorporaste al IPE y del período previo a asumir la dirección del centro? Mis primeros contactos con la investigación ecológica en Jaca se remontan a 1963, cuando cursaba los estudios de Biología en Barcelona, y asistí a algunos cursos de ecología impartidos en el Pirineo aragonés por Enrique Balcells y Joaquín Templado. Entonces no existía ni el IPE (que tardaría aún veinte años en nacer) ni el CPBE, que se crearía ese mismo año. Los contactos con este último centro
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se intensificaron durante los años siguientes, en que terminé la licenciatura, publiqué mis primeros trabajos, trabajé como becario y finalicé mi tesis doctoral, todo ello interrumpido por un largo servicio militar. Me establecí finalmente en Jaca en 1970. Mis recuerdos de la investigación en el período anterior a 1983 ofrecen sombras y luces. La investigación estaba entonces mucho menos organizada que ahora y la financiación era paupérrima, siendo a veces —y fue el caso en Jaca— sostenida por algún mecenazgo extraoficial. Al comienzo de este período y, en parte, a causa de esta pobre financiación, no existían becas de formación en el extranjero, lo que mantenía a la ciencia española un tanto desconectada de las investigaciones punteras. Esto se veía compensado, al menos en el campo de la ecología, por la presencia en nuestro país de ecólogos de valía excepcional, fuertemente relacionados con el personal investigador de los centros de Jaca. La situación tenía también algunas ventajas, siendo la principal de ellas la libertad del investigador para desarrollar su trabajo. No existían grandes proyectos nacionales en el CSIC que no se canalizasen a través de un investigador, generalmente, el director del instituto correspondiente. Era él quien definía las líneas a seguir y quien orientaba y supervisaba el trabajo de los demás investigadores, pero estos no se sentían tan constreñidos, como en tiempos recientes, a causa de los menores niveles de burocracia y de competitividad. De hecho, el ambiente de trabajo era más relajado y humano, a lo que ayudaba también el escaso personal y el predominio del trabajo de campo sobre el de laboratorio. 2. ¿Cuáles eran la visión y la misión del IPE cuando ejercías la dirección? ¿Crees que ha cambiado con respecto a la actual? La misión del IPE era entonces la que tuvo desde su inicio en 1983, aunque su visión se había adaptado a las circunstancias del momento. Por supuesto, hubo cambios en mi período, como los hubo en toda su trayectoria. En primer lugar, fueron importantísimos los cambios derivados del avance general de la ciencia y la tecnología. Cambiaron la calidad y accesibilidad de las imágenes de satélite y de los sistemas GPS. La red Internet se hizo amplia, ubicua y fácilmente accesible gracias a la telefonía móvil. En otro terreno, la secuenciación de genomas en 1994 estaba en mantillas y, de hecho, no se había secuenciado todavía el genoma de ningún organismo. Por lo tanto, no se había iniciado aún la revolución que ha trastocado la taxonomía animal y vegetal, así como las ciencias dependientes de ella. Pero los cambios habían afectado también al ámbito gestor: al comienzo de mi dirección, el CSIC era un organismo autónomo dependiente del Ministerio de Educación y Ciencia, y hoy es una agencia estatal dependiente del Ministerio de
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Economía e Innovación. Estos cambios se corresponden con los del propio IPE, que fue modificando su estructura, adquirió un edificio de nueva planta en Jaca y fue añadiendo otros en Zaragoza y, sobre todo, llegó a alcanzar niveles de referencia internacionales. Muchos de estos y otros cambios se dieron en los años anteriores y posteriores al fin del milenio, coincidiendo con mi período de dirección, pero otros son posteriores, y los limitados al IPE son, desde luego, consecuencia de iniciativas preparadas por los directores previos. 3. ¿Cómo era la gestión administrativa de la ciencia cuando estabas en la dirección y cómo ha cambiado? ¿Y la gestión administrativa y de personal del centro? ¿Podrías ofrecernos una valoración de la burocratización? El tema de la burocracia, como es evidente, es vivido de modo particularmente intenso por un director. Los sistemas burocráticos son como poblaciones naturales no reguladas que tienden a crecer de manera indefinida y a apropiarse de los recursos que pretenden gestionar. En el IPE, como en el CSIC, y, de hecho, en el conjunto de la Administración española, el trabajo burocrático no ha hecho más que crecer desde sus comienzos. La multiplicación de las administraciones autonómicas y europeas durante la década de 1980 ha aumentado los problemas de gestión, aunque también las fuentes de financiación. En el IPE la administración era ya compleja al comienzo de mi período de dirección, mucho más que antes, cuando corría totalmente a cargo del director y del secretario del centro —normalmente, un científico—, pero sin los planes estratégicos y sin las auditorías externas del gasto, mucho más sencilla que lo es hoy. En 1994, la Administración estaba a cargo de una gerente, Palmira Abella, con ayuda de cuatro personas, dos en Zaragoza y dos en Jaca. El traslado de la gerente a otro instituto del CSIC desencadenó una crisis de larga duración que no se pudo solventar hasta que la gerente actual, Trinidad Bernal, pudo ocupar su plaza un año más tarde. La insuficiencia de la infraestructura informática y la comunicación poco ágil entre las dos sedes mantuvieron los problemas hasta finales de los noventa, pero finalmente todo se solucionó. 4. ¿Cómo se medía y evaluaba entonces la calidad de la ciencia? ¿Es diferente en la actualidad? Danos tu valoración. Fundamentalmente, la calidad de la investigación se medía de manera similar a la actual. Eso no quiere decir que las cosas no hayan cambiado desde entonces, pero se trata de cambios menores. Los investigadores se evaluaban, básicamente, por el número de sus publicaciones indexadas, pero durante mi período de dirección se fueron imponiendo los distintos índices de impacto de las revistas científicas. El índice de Hirsch no se empleó apenas hasta después de este período. En la evaluación
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interna del propio CSIC los investigadores se evaluaban, como ahora, mediante la asignación de quinquenios y sexenios, que, a su vez, se otorgaban según la producción científica, por lo que esta última era siempre el criterio definitivo. Al no haber planes estratégicos, no existían objetivos de cumplimiento, por lo que los institutos presentaban anualmente su producción y se evaluaban conforme a esta. Apenas había mecanismos de evaluación para el personal no científico. 5. ¿Cómo se organizaba la investigación en términos de financiación y de captación de personal? La financiación de la actividad científica era similar a la actual, aunque las fuentes de financiación eran menos variadas: existían los distintos programas del Plan Nacional, las fuentes europeas y autonómicas, algunos organismos autónomos, como Parques Nacionales, y, en ocasiones, contratos con empresas particulares. La cofinanciación se fue imponiendo a lo largo de mi período de dirección. La ejecución y el gasto se controlaban por parte de las entidades financiadoras, pero no se llegaba al extremo paralizante de las actuales auditorías externas. La captación de personal era, básicamente, como ahora, pues nos nutríamos, sobre todo, de los becarios pre y posdoctorales y de las plazas concedidas al Instituto. 6. ¿Cómo se hacía ciencia y cómo se hace ahora? ¿Cómo ha cambiado en términos de ciencia básica y aplicada, local o global y su relación con la sociedad? ¿Se mantienen las mismas perspectivas y focos de actuación en la actualidad? Han pasado trece años desde que dejé la dirección del IPE, un tiempo quizás insuficiente para constatar cambios importantes en el modo de hacer ciencia. En este tiempo se han mantenido las tendencias que ya existían durante mi período de dirección y antes del mismo, un cierto decrecimiento de los puntos de vista holísticos, básicos en la investigación ecológica, en favor de investigaciones centradas en puntos específicos. El primer enfoque se mantiene todavía en los investigadores «de la vieja guardia», que todavía viven, pero la mayor parte del cuerpo investigador opta por una especialización creciente. En cuanto a la relación entre ciencia básica y aplicada, a mi modo de ver, sigue aumentando la importancia de la segunda en detrimento de la primera y la de las investigaciones de aplicación global en detrimento de las locales. Sobre la relación entre ciencia y sociedad, creo que no es óptima, ni siquiera correcta, pero esto siempre ha sido así y no es fácil cambiarlo. En particular, creo que el generalizado acceso a Internet desde cualquier teléfono móvil y la existencia de las redes sociales, al tiempo que han facilitado enormemente la difusión de los conocimientos científicos en la sociedad, han propiciado un resultado paradójico: el alejamiento de la mayor parte de esta respecto al mundo científico y el sorprendente crecimiento de las pseudociencias.
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7. ¿Qué impacto crees que tenía en la sociedad el conocimiento que se generaba en el IPE cuando estabas al frente de la dirección? ¿Qué se hacía para divulgarlo y cómo de efectivas y eficaces crees que eran las acciones e iniciativas que se llevaban a cabo entonces? ¿Qué imagen tenían del IPE el Gobierno de Aragón y nuestra comunidad en general (incluyendo la Universidad de Zaragoza), el CSIC (dentro y fuera del Área de Recursos Naturales), el resto de las universidades y los OPI españoles? ¿Y en el extranjero? En mis tiempos de director, como ahora, la actividad científica alcanza un cierto impacto en la sociedad por vía de las publicaciones científicas y por vía de la divulgación científica. Un instituto de investigación en ecología cuenta, además, con otras dos vías de influencia, el asesoramiento a empresas, por medio de informes de impacto ambiental, y el suministro de datos a entidades públicas o privadas dedicadas a la protección medioambiental. Todas estas vías se utilizaron profusamente durante mi período de dirección, si bien cabe decir que la de la divulgación científica creció sustancialmente durante dicho período y mucho más después. La presencia del IPE en el Consejo de Protección de la Naturaleza de Aragón proporcionó un medio, que todavía se mantiene, de llevar a los políticos y, por ende, a la sociedad aragonesa opiniones bien fundamentadas sobre distintos problemas ambientales. Y en el terreno de la asesoría a empresas, cabe destacar la participación decisiva del IPE en temas de enorme repercusión social, como el trazado de la línea eléctrica Aragón-Cazaril o el pretendido trasvase del Ebro. La imagen del IPE en Aragón era muy buena para aquellos que lo conocían. En el CSIC y, especialmente, en el Área de Recursos Naturales, no era tan buena, pero fue mejorando a lo largo del período a partir de los momentos críticos que atravesó el Instituto a comienzos de los años noventa. En el extranjero y, especialmente, en Sudamérica, el prestigio del IPE era excelente. Tras mi dirección, continuó la mejora en todos los ámbitos hasta la excelente imagen actual. 8. ¿Cómo era la vida social interna del centro y cómo ha cambiado? La vida social interna del IPE fue satisfactoria durante mi período de dirección. Por supuesto, hubo tensiones y algunos episodios muy dolorosos, debidos a enfrentamientos internos ocasionales, a la creciente presión competitiva o, incluso, a ataques procedentes del exterior, pero de mis contactos con otros institutos o facultades universitarias saqué una impresión muy positiva en cuanto a la vida social que llevábamos. A menudo se me transmitía desde fuera la visión que otros tenían de nuestro Instituto como un ámbito donde se trabajaba a gusto y donde las rencillas y enfrentamientos eran mucho más escasos que en otros centros, y, de hecho, esta circunstancia estuvo detrás de algunas de las incorporaciones de personal que tuvieron lugar durante mi dirección. El desdoblamiento del IPE en dos sedes
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constituyó una de las fuentes de problemas en la convivencia, al menos durante unos años, en que la sede de Jaca pudo sentirse marginada porque la tecnología de entonces no permitía la instalación de infraestructuras adecuadas, pero cuando se pudo disponer de esta tecnología los problemas se acallaron. Otros problemas derivados de las relaciones externas fueron a veces muy complicados y conllevaron una actividad mediadora nada grata para el director, pero debo insistir en que la convivencia era, en general, positiva e incluso agradable, menos que antes de mi dirección y más que después de esta, debido, simplemente, al incremento de personal, lo que implica un aumento permanente de la competencia por los recursos. 9. ¿Qué intentaste hacer o te hubiera gustado conseguir en o para el IPE mientras estabas en la dirección y no pudo ser? Siempre soñé con incorporar a la plantilla del IPE algún científico destacado de talla internacional. Lo intenté en varias ocasiones y en una de ellas estuve cerca de lograrlo, pero finalmente no pudo ser. 10. ¿Qué acontecimiento o logro destacarías como lo más importante que le ocurrió al IPE mientras ejercías la dirección? Hubo varios acontecimientos de importancia, aunque para un observador externo puedan no parecerlo. La construcción de un segundo edificio anexo en la sede de Zaragoza fue importante, pero, para mí, el principal fue el paso del IPE a una categoría superior dentro de la estructura del CSIC (pasó de la categoría C a la categoría B), sucedido al final de mi período de dirección. Claro está que esto fue consecuencia directa de la mejora experimentada en todos los niveles, mejora iniciada y mantenida por directores anteriores. 11. Con la perspectiva de haber pasado por la dirección y de haber participado en la evolución del IPE, ¿cómo valoras la evolución que ha tenido? ¿Cuáles son sus aspectos más positivos y negativos? Mi valoración de la evolución del IPE obedece más a mi larga historia dentro de él que a la perspectiva que pudo darme mi experiencia como director. Está claro que cualquier instituto que cumple, a través de distintas transformaciones, los setenta y cinco años de vida manifiesta una fuerza interna y una capacidad de adaptación que explican su supervivencia. Esta condición no es exclusiva del IPE y se da también en otros centros del CSIC, pero, en nuestro caso, es particularmente manifiesta, porque nuestro Instituto ha experimentado varias veces a lo largo de su historia crisis más o menos graves —alguna de ellas decisiva—, y gracias a la capacidad
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y a la determinación de su personal —especialmente de sus directores— ha conseguido no solo mantenerse con vida, sino también crecer. Para mí, este es el aspecto más positivo de su evolución. Los posibles aspectos negativos dependen más de las circunstancias históricas y demográficas de su entorno que del propio Instituto y han representado más bien un desafío que un obstáculo absoluto. 12. ¿Podrías ofrecernos tu valoración personal de lo que significó para ti estar en la dirección del centro y trabajar en el IPE? Solo contesto a la segunda parte de la pregunta, sobre mi valoración del hecho de haber trabajado en el IPE, pues la primera tiene una respuesta demasiado difícil. Yo empecé a trabajar, sin haber terminado todavía la licenciatura, en uno de los centros antecesores del IPE, el CPBE, y he desarrollado aquí toda mi vida investigadora. Jubilado ya hace tiempo, me sigo considerando miembro del IPE, donde sigo teniendo mi casa, mis amigos y mi referencia en la investigación ecológica, aunque tenga que contentarme con visitas ocasionales. No es que la valoración de mi experiencia sea simplemente positiva, es que es única. No tengo término de comparación ni hubiera querido tenerlo. Debo aclarar que durante mi carrera tuve en seis ocasiones la oportunidad de pasar a otro instituto del CSIC, a la universidad o a otros centros en el extranjero, y siempre la rechacé.
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6.6. LA PERSPECTIVA DE FRANCISCO A. COMÍN
Síntesis del CV Natural de Teruel, se doctoró (1981) en Biología-Ecología en la Universidad de Barcelona bajo la dirección del Prof. Ramón Margalef. Realizó estancias posdoctorales en el Marine Biological Laboratory-Boston University Marine Program, Woods Hole, EE. UU., y Dundee University, Reino Unido. Profesor de Ecología de la Universidad de Barcelona (1983-2002), profesor invitado de cursos de formación superior en CINVESTAV-IPN, Unidad Mérida, México (1986-2001), Universidad de Parma (1987‑1989) y La Sapienza, Roma, Italia (2013). Profesor de Máster de la Universidad de Barcelona (2009-2013) y de la Universidad del País Vasco (2007-2018). Es profesor de Investigación del CSIC en el IPE desde 2002. Ha desarrollado sus líneas de investigación sobre ecología y restauración de humedales —desde costeros (lagunas costeras, marismas, manglares) a de interior (llanuras fluviales, lagos endorreicos) y aplicaciones de los humedales para redactar proyectos y construir estaciones depuradoras de aguas residuales en pequeñas poblaciones—; también sobre limnología y aves acuáticas, sobre la evaluación de los servicios de los ecosistemas como herramienta para la planificación y restauración a escala de cuenca hidrográfica y sobre el desarrollo rural basado en la integración de usos extractivos del territorio y la conservación de espacios naturales. Introducción Escribir unas páginas sobre el centro de investigación científica en el que uno trabaja y del que fue director durante unos años tiene algo de crónica y de reflexión,
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no privados de sentimentalismo. La memoria humana es, voluntaria o involuntariamente, selectiva y, con el paso del tiempo, se pierde información y perspectiva (Bower, 2008). Y no solo respecto a datos y eventos concretos. También sobre la importancia y la urgencia relativa de las cosas y los sucesos por los que uno pasa. El ejercicio de memoria colectiva que se solicita para escribir este capítulo no puede ser tal, porque lo escribe uno solo de los protagonistas tratando de recordar circunstancias pretéritas y lo hace unidireccionalmente sobre el papel, lo cual contrasta con la multiplicidad de personalidades, perspectivas y circunstancias que ocurren cotidianamente de forma simultánea en un centro de investigación. Así, se entenderá que el simple relato del estado y del funcionamiento del IPE durante el período 2005-2008, durante el cual fui su director, adolecerá de desequilibrios, grandes huecos, y hasta puede que errores. Y que los aspectos más reflexivos se deben considerar subjetivos, por lo que se puede estar más o menos de acuerdo con ellos. Disculparse por todo ello y por adelantado es obligado. Antes Para alguien que provenía de la Universidad, donde la mezcla de la docencia intensiva y la investigación era lo usual, y el debate y la discusión, aunque solo sea por el roce constante con generaciones más jóvenes, era la costumbre, el aterrizaje en el CSIC sorprende. El contraste de estructuras funcionales y comportamientos personales fue grande y evidente, y llevó cierto tiempo acostumbrarse. Para ello, el mensaje que me regaló un experimentado investigador del mismo organismo, modificado a propósito («Vista larga, paso corto y no hacerse mala leche»), podría ser útil. Confieso, no obstante, que personalmente no me gusta este supuesto lema. Haber nacido y crecido en Teruel en tiempos de una dictadura, sobre todo intelectual, y haber recibido la influencia ilustrada de profesores como J. A. Labordeta, E. Fernández Clemente, E. Valdivia y J. Sanchís Sinisterra, entre otros, en el IEM Ibáñez Martín de los sesenta (hoy día IES Vega del Turia), tenía consecuencias a poco que uno aportase de propio. Una de ellas, ser crítico ante todo. O, como dice Martín (2011) «Quizás vivir no sea, después de todo, más que una continua lucha contra la alienación de lo cotidiano». Si, además, te encuentras a gusto con el modo de conocer racionalista, sin dejar olvidada una cierta vena creativa, la confusión está creada. Por suerte, el encuentro con la Biología (por ejemplo, una lección magistral sobre la anatomía de los decápodos), además de la influencia astral del paso de las cuatro estaciones, las escapadas al río y la comprensión de la familia, hicieron el resto para determinar la vocación por las ciencias de la
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naturaleza. La suerte, o el destino, de recibir la influencia de Margalef y su concepción divertida de la biosfera (Margalef, 1980) en la Universidad de Barcelona hicieron el resto para elevar el carácter crítico a lo más preciado: confirmar la vocación por el estudio de los ecosistemas y la crítica constructiva de todo conocimiento establecido. Todo esto para justificar, precisamente, lo que no se encontró a la llegada al CSIC. La escasa discusión y crítica de planteamientos, científicos y administrativos y la nula racionalidad en la distribución de los recursos, científicos y administrativos. El CSIC era una superestructura desconocida por la mayoría de sus propios miembros, tanto en su funcionamiento como en criterios para la toma de decisiones. Y todo esto se trasladaba a sus centros e institutos. Podía haber más o menos disposición personal a facilitar las cosas de trámite ordinario. De hecho, el trato personal en la central del organismo a un visitador de provincias, aunque fuera director de uno de sus institutos de investigación, fue siempre amable, cordial, excelente, aunque muy poco eficiente y muy incierto en cuanto a la resolución de asuntos de interés para el funcionamiento del Instituto. La impresión más común y frecuente fue que los recursos se repartían según la presión ejercida y sin criterios que contemplaran de forma comparativa la situación con otros centros o global en todo el organismo. Al menos, no se explicaban. En el IPE había una tendencia alcista en la producción científica motivada por la experiencia de los investigadores y el entusiasmo de jóvenes becarios y contratados. La casi ausencia de discusiones colectivas formales, salvo en charlas o conferencias sobre algunos temas de investigación, era habitual. Y la organización sobre la disponibilidad y distribución de recursos reflejaba, en cierta medida, los mecanismos de las estructuras superiores, comisión de área y organismo. Las ganas y la capacidad vocacional se sobreponían a todo. A propósito de esto, mi primer recuerdo de algo relacionado con el IPE es de principio de los años setenta. Durante unas prácticas de Zoología en el laboratorio de la facultad, en la plaza de la Universidad de Barcelona, pasaron por allí unos mozarrones que decían que investigaban en las montañas del Pirineo, guiados por un hombretón de tez morena y ojos grandes que iba captando gente joven con ganas de trabajar en la montaña, en un centro de investigación que había en Jaca. Y, de vez en cuando, Margalef invitaba a dar una charla a un personaje de habla rápida, con multitud de ideas que te hacía entender cómo combinar la explotación de la montaña con la conservación de la naturaleza en un ciclo integrado de materia y de energía intelectual anclada en los usos tradicionales de los recursos. En mi mente ya estaba instalada una preferencia por los ecosistemas acuáticos.
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Quién sabe si las escapadas a las riberas y los baños en el Turia habían marcado una vocación reforzada al oír hablar a Margalef en las clases de Limnología. De lo que no cabe duda es del excelente ambiente de camaradería en la Universidad y de solidaridad en la sociedad civil que se vivía durante aquellos años en Barcelona y Cataluña. No exento de discusión acalorada y motivada, de sobresaltos continuos por la presencia y virulencia de las «fuerzas del orden» en la vida universitaria. Eran los años setenta. Inmigrantes de diferente procedencia se juntaban en Cataluña, tierra de acogida donde armoniosamente crecían familias y la libertad se imponía con respeto por las ideas de los otros. El desarrollismo a ultranza se imponía y el cambio de régimen, no sin sacrificios, trajo algo de racionalidad o, al menos, la posibilidad de protestar y una mayor preocupación por la conservación de la naturaleza. Al cabo de los años —de tres décadas—, recalar en el IPE-CSIC fue como una liberación histórica, una emigración inversa y una renovación intelectual por el excelente ambiente de trabajo que existía en un centro relativamente pequeño, pero muy activo. Y con un bagaje acrecentado sobre los medios naturales y los procesos que los regulan, incluidos los usos por parte de la sociedad humana. El IPE gozaba de una excelente reputación en su contexto social, en especial en la zona pirenaica. Y en el CSIC corrían tiempos de cierta abundancia respecto a la provisión de recursos humanos y materiales. En este contexto, la aportación personal a la producción científica del IPE consistió en llevar hasta el sentido más aplicado posible la investigación sobre la restauración de ecosistemas acuáticos, especialmente humedales (en esta línea, hasta la colaboración con diversas entidades en el dimensionamiento y diseño de humedales para la mejora de la calidad del agua excedente de riego y la depuración de aguas residuales de poblaciones pequeñas), y el desarrollo de métodos innovando con la incorporación de la evaluación de los servicios de los ecosistemas a la planificación de la restauración a escala de cuenca hidrográfica (Comín et al., 2018). El IPE llegó a contar antes de 2005 con quince investigadores de plantilla, seis ayudantes de investigación y diez personas de administración y servicios, además de un número variable entre cinco y quince contratados y becarios de proyectos. Cerca de cincuenta personas con una heterogénea distribución: más investigadores en Zaragoza que en Jaca y viceversa para los ayudantes y técnicos. El equipamiento del IPE se reforzó mucho por parte del CSIC con nuevos laboratorios en un edificio nuevo en Zaragoza. Sobre el acabado de este edificio no nos extenderemos porque fue el caballo de batalla durante años hasta que se descubrieron enormes deficiencias que medio se subsanaron asumiendo los costes entre todos.
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Durante En 2005, la motivación principal para acceder a la dirección del IPE fue mejorar la información y la comunicación entre la dirección y el personal del IPE y entre todos. Coincidió con la moda de realizar planes estratégicos, lo que ayudó a realizar numerosas reuniones para el autoanálisis y discusiones de propuestas. Hicimos dos planes estratégicos, con un gran esfuerzo para plasmar las ideas resultantes de las discusiones en un documento. Al inicio de la elaboración del primer plan, teníamos una doble incertidumbre. Por una parte, no teníamos claro para qué iban a servir y cómo sería considerado porque no lo habían explicado. Y, por otra, no estábamos seguros de si lo que escribíamos sobre el análisis y los compromisos tenía suficiente concreción y si nos beneficiaría o perjudicaría. En cualquier caso, se hicieron los planes estratégicos y resultaron ejercicios colectivos muy positivos, porque se pensaron y expresaron las debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades del Instituto, que ya estaban implícitas y eran conocidas, pero que siempre es bueno analizar y tratar de compensar. Para realizar los planes estratégicos, los mensajes desde la presidencia del CSIC sobre la importancia de desarrollar una investigación integrada y colaborativa en los centros de investigación, incluyendo las tareas de asistencia y las administrativas en ello, quedaban muy bien en la teoría. En la práctica fue imposible, porque los centros del CSIC, el mismo CSIC no funciona ni está estructurado como un organismo de investigación con un objetivo científico concreto. El CSIC ni planifica ni financia investigación. Es un organismo ejecutor que funciona por la suma de las actividades de sus investigadores, sin orientación ni directrices sobre las líneas de investigación ni sobre la actividad de los investigadores ni de los centros (Martínez et al., 2010). En estos tampoco puede existir una orientación porque la actividad de los investigadores es independiente y autónoma. Se llama ‘libertad de cátedra’ en las universidades; sería ‘libertad de investigación’ en un organismo de investigación. Así, la tarea del director no puede consistir en orientar o dirigir la investigación del centro, ni siquiera de coordinarla, porque los investigadores definen y realizan sus propias investigaciones abasteciéndose de los proyectos que consiguen por sus propios méritos. De hecho, la propuesta de preparar y realizar un proyecto en común con un conjunto amplio de investigadores del IPE nunca ha tenido éxito. Todo lo más, la realización de algún proyecto en el que se implicaron un grupo de ellos. Y no es por falta de posibilidades o de condiciones. Porque en el IPE se encontraron investigadores con diversa formación (biólogos, geólogos, ingenieros de montes,
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agrónomos, químicos…), un excelente conocimiento del medio natural y un bagaje extraordinario de la necesaria integración de los usos humanos y la conservación de la naturaleza para el desarrollo socioecológico. Como organismo de la Administración General, el CSIC experimentaba los vaivenes políticos y económicos. La bonanza económica de principios de siglo se notó también en el CSIC y se aprovechó la oportunidad para concretar el compromiso de construir un edificio propio del IPE en Jaca. Con esto se consolidaba uno de los grandes y mayores valores del IPE: su implantación en Jaca, en los Pirineos. Con ello ganaba el IPE, el CSIC y la ciencia. Como en otros países, los centros de investigación cercanos a los lugares de estudio tienen un excelente valor y eficiencia. Con las facilidades de comunicación y de obtención de información científica que hay en el siglo xxi, un centro en el medio rural puede también contribuir a aportar equilibrio al territorio. Conseguir la decisión de construir un edificio nuevo del IPE, propio del CSIC, en Jaca, proyectarlo y ejecutar la construcción no fueron tareas fáciles. La trayectoria científica del IPE, su sólida implantación en Jaca y en los Pirineos, y el interés de la sociedad jaquesa con su Ayuntamiento —que cedió los terrenos— por la mejora del IPE resultaron de gran valor, se supone. Se puede resumir diciendo que nada se hizo ni salió a gusto de los futuros usuarios y que el procedimiento, aun siguiendo los pasos administrativos, o quizás por eso, no estuvo exento de episodios surrealistas. Las visitas del director y de los vicedirectores del IPE a la Jefatura de Obras en Madrid para discutir algunos aspectos con el arquitecto seleccionado para proyectar el edificio se repitieron varias veces, resultando cada vez más impresionantes. El resultado fue un edificio con gran espacio para la investigación científica que habría que completar en muchos aspectos y llenar de contenido material. Con el cambio de siglo, el IPE contemplaba el territorio y su estudio con una perspectiva muy amplia. La lista de países y tipos de ecosistemas en los que investigadores del IPE realizaban trabajos era amplia. Sin dejar de tener máximo interés en el estudio de montañas, y, especialmente de los Pirineos, el estudio de la complejidad territorial y de los procesos a través de ecosistemas se amplió al gradiente Pirineos-valle del Ebro-sistema Ibérico, que es una excelente área de estudio y permanente área experimental para la mayoría de los asuntos de interés relevante en ecología. Durante el período 2005-2008, el IPE creció, al aire de la bonanza económica general, hasta casi unas cincuenta personas de plantilla, casi la mitad de ellos, investigadores, que, mayoritariamente, se asentaron en Zaragoza. Creció también de manera notable el número de ayudantes y técnicos y el personal de administración
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en Zaragoza, después de unos años de dificultades en la administración por la suma de circunstancias personales, que se asumieron por el resto de personal. El juego de provisión de plazas de ayudantes o técnicos y de administración, y de cambio de niveles entre ellos tiene algo de magia que se escapa de la racionalidad investigadora y se confía a la tarea de gestión de personal general del organismo. Tener que gestionar una relación de puestos de trabajo amplísima y variada con numerosos demandantes de modificaciones y nuevas adjudicaciones debe de resultar dificilísimo y frustrante por no poder satisfacer a todos. En el IPE, como en tantos otros centros de investigación, gran parte de la tarea se realizaba gracias a los becarios y contratados que durante este período proliferaron gracias a las repetidas convocatorias de becarios y a los contratos para trabajos encargados que se obtuvieron. De hecho, el presupuesto del Instituto, que por entonces se empezó a conocer y manejar por todo el centro, aumentó notablemente, a la par que los proyectos y contratos de investigación. Sin embargo, como ya se destacaba en los planes estratégicos, el envejecimiento de gran parte del personal del IPE traería como consecuencia una pérdida notable de personal en los próximos años. Algo que era consustancial a la dinámica del personal investigador de todo el país y que llevaría en los siguientes años a un declive demográfico muy notable por la falta de renovación suficiente. No creo que haya una motivación especial para ser director de un centro de investigación del CSIC. Se supone que el director de un centro de investigación del CSIC —de acuerdo con el Estatuto del Organismo (Real Decreto 1945/2000, de 1 de diciembre)— debía hacer muchas cosas: ejercer la representación del Instituto; dirigir, coordinar supervisar servicios y actividades; coordinar la ejecución del programa científico, velar por la ejecución de los proyectos, para que las instalaciones sean las adecuadas, y por su correcto uso; otorgar y proponer recompensas y ejercer la potestad disciplinaria; distribuir recursos; celebrar contratos…). En la práctica, poco de todo eso se puede concretar y, como se suele decir, un director de centro hace más de «ama de llaves» que dirige investigación, y no puede ir más allá como investigador. Después Los planes estratégicos no resultaron en nada más. De hecho, en sus nuevas versiones han pasado a ser una lista de realizaciones y otra de compromisos. El CSIC ha intentado ser un organismo autónomo sin conseguirlo y sigue siendo un organismo dependiente de la Administración General del Estado. Sus centros
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de investigación dependen de su Administración Central para casi todo. Como le decía a un investigador que iba a incorporarse al IPE, «Para cualquier trámite, nuestra Administración te pedirá los documentos con una semana o diez días de antelación y, para que dé respuesta a tus peticiones o trámites, necesitarás de unas semanas a meses». Tiene sus ventajas: una vez confirmada la concesión de un proyecto o contrato de investigación, el CSIC va adelantando el pago de gastos. Y la infraestructura de que se dispone es importante. Pero no tiene una estructura de facilitación ni de acompañamiento de la investigación. El investigador o la investigadora se lo hace todo: tiene las ideas (a veces el CSIC recibe el compromiso de investigar sobre asuntos de carácter estatal y los investigadores son llamados a aportar sus capacidades), propone los proyectos e iniciativas, busca los financiadores, realiza los proyectos y ya está. Las personas cambian, y casi todo sigue igual en la organización del CSIC y en el IPE. Solo la difusión de resultados y la divulgación de actividades han mejorado ligeramente, con gran aporte y dedicación de investigadores voluntarios y otro tipo de personal ad hoc o temporal. Es anecdótico, por ejemplo, que se perciba una cierta rivalidad entre el servicio de difusión de noticias del CSIC-Madrid y el mismo servicio a escala de Comunidad Autónoma. Si el principio de subsidiariedad se aplicara, no habría ningún problema. Pero la complementariedad o solapamiento, según se vea, ha llegado a ser frecuente. Sigue la incertidumbre sobre las posibilidades de disponer de una plantilla razonada. Y en el IPE sobrevivimos, menguando. Entre 2009 y 2018, el número de investigadores ha experimentado un balance neto negativo, se han reducido en una tercera parte (de veinticuatro a dieciocho). Y la previsión es que, solo por cuestión de edad, siga esta tendencia. Lo mismo ocurre con ayudantes y técnicos. Se mantienen los otros grupos de personal (Administración) y aumentan el personal de servicios con personal laboral o por traslado de otras administraciones. Y como, grosso modo, el número de becarios y contratados ha disminuido y la actividad ha aumentado en número y calidad, parece que con menos se hace más. En fin, similares características a la sociedad española en general: más precariedad y esfuerzo notable de las personas por mantener la actividad (Calderón de Anta, 2018), lo cual contrasta con los repetidos reconocimientos de la ciencia como sostén y promotora del desarrollo socioeconómico de un país. Todo esto resume cómo se hacía ciencia, incluyendo la parte administrativa, en el IPE hace unos años y cómo sigue haciéndose bien entrado el siglo xxi: con gran esfuerzo personal, incluyendo, supongo, a los gestores del CSIC de los distintos niveles, que tienen que administrar la escasez y la incertidumbre.
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Este sistema tiene de positivo que las personalidades se refuerzan y la vida social se hace llevadera porque no se obliga a más. Cualquiera que haya viajado y estado en centros de otros países, se encontrará con todo tipo de sistemas y costumbres, mejores o peores, según se vea. Y, respecto al eje temporal, con la consabida «guadianización» de la ciencia española, alternando períodos de abundancia y escasez cíclicamente (López Ocón, 2003). El IPE no creo que haya cambiado sustancialmente su visión ni su misión. Sigue haciendo ciencia de calidad y en conexión con el entorno social en el que se enmarca, ahora globalizado, como es el signo de los tiempos. Personalmente, ahora con cierta perspectiva, pienso que el período que estuve en la dirección del centro fue el menos agradable de mi carrera científica: muy exigente en cuanto a tiempo y a tareas ajenas a la investigación científica y con relativamente pocas posibilidades de actuar o intervenir en la lista de supuestas funciones que debe ejercer un director de centro o instituto del CSIC. Pero, también personalmente, para uno que conserva cierto espíritu aventurero, todo tiempo es o puede ser positivo y constructivo si se hace con buena intención y voluntad. O, parafraseando los versos de La Ronda de Boltaña sobre Teruel: existes porque resistes (Domínguez, 2007). Todo lo dicho no debe entenderse como una crítica negativa a la experiencia y al sistema, tampoco a las personas ni a las instituciones. Esta forma de expresar la realidad, al menos la realidad desde el punto de vista crítico al que nos referíamos al principio, suele no entenderse y tomarse a mal, incluso con cierto resentimiento. Nada más lejos de la intención de este recordatorio a vuela pluma. Siguiendo con el mismo carácter crítico de la juventud, todo sea por mejorar.
Bibliografía Bower G. H., 2008. «The Evolution of a Cognitive Psychologist: A Journey from Simple Behaviors to Complex Mental Act». Annual Review of Psychology, 59: 1-27. DOI: 10.1146/annurev.psych.59.103006.093722 Calderón de Anta, I., 2018. «CSIC o cuando la ciencia es sinónimo de precariedad: el 47 % de sus trabajadores cobra un sueldo público con un contrato temporal». Digital Sueldos Públicos (@ines_calderon, 27 febrero 2018). http://www.sueldospublicos.com/texto-diario/mostrar/1017538 Comín F. A. et al., 2018. «Prioritizing sites for ecological restoration based on ecosystem services». Journal of Applied Ecology. DOI: 10.1111/1365-2664.13061).
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Domínguez, M., 2007. «Teruel». Salud País L. P. de La Ronda de Boltaña. (http:// www.rondadors.com). López Ocón, L., 2003. Breve historia de la ciencia española. Alianza Editorial, El libro de bolsillo-Ciencias, 480 pp. Margalef, R., 1980. La biosfera entre la termodinámica y el juego. Omega, Barcelona. Martín, F., 2011. «El teatro y la radio como creación para los alumnos del IES Ibáñez Martín, de Teruel, en la década de los sesenta». En G. Vicente y Guerrero (eds.): Historia de la Enseñanza Media en Aragón. Institución Fernando el Católico, Colección Actas, 693-708 pp., Zaragoza. Martínez C., L. Cruz Castro y L. Sanz Menéndez, 2010. Convergencia y diversidad en los centros de I+D. Instituto de Políticas y Bienes Públicos (IPP), CCHS-CSIC, Documento de Trabajo, n.º 9.
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6.7. LA PERSPECTIVA DE BLAS L. VALERO GARCÉS Director del IPE desde el 1 de junio de 2009 hasta el 5 de junio de 2017. A finales de 2009, el IPE contaba con más de cien trabajadores y veintidós investigadores. En 2017, la plantilla era ligeramente inferior al centenar y tenía diecisiete investigadores a tiempo completo.
Síntesis del CV Nací en 1963 en Portalrubio (Teruel, España) y me doctoré en Ciencias Geológicas en 1991 por la Universidad de Zaragoza con una tesis sobre los sistemas lacustres del final de la era Primaria en los Pirineos aragonés y navarro. Pasé cuatro años en EE. UU. como becario Fulbright (1991-1993) y Research Fellow (1993-1995) en el Limnological Research Center, Universidad de Minnesota, donde me especialicé en Limnogeología. Me incorporé al CSIC en el IPE en 1995 como Becario posdoctoral (1995-1998) y, después, como investigador contratado (1998-2000). Desde el año 2000, soy investigador de plantilla en IPE-CSIC (investigador científico en 2006 y profesor de Investigación desde 2010). Mi investigación se centra en la reconstrucción de cambios globales en el pasado (climáticos, ambientales, antrópicos) y la dinámica de los ciclos biogeoquímicos a partir de registros continentales, principalmente lagos, a una escala desde décadas a milenios. Trabajo con indicadores sedimentológicos y geoquímicos, pero integrando también biológicos. Mi investigación me ha llevado a América del Sur (Chile, Argentina, Perú), el Pacífico (Isla de Pascua), América del Norte (EE. UU. y México) y España. He dirigido siete tesis doctorales y he participado en más de veinte proyectos internacionales y treinta de financiación nacional o regional, y en numerosas expediciones limnogeológicas. Entre mis responsabilidades internacionales, he sido miembro del Science Advisory Group (SAG) en el período 2009‑2013 y del Executive Committee (EC), del International Continental Scientific Drilling Program, desde 2017, y miembro del Scientific Steering Committee de la organización PAGES (Past Global Changes) desde 2014. Soy autor de más de cien publicaciones internacionales. Estoy casado con Loren Hoppe y tengo una hija nacida en 1994.
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Preguntas 1. ¿Qué recuerdos tienes de los primeros tiempos en que te incorporaste al IPE y del período previo a asumir la dirección del centro? Me incorporé al IPE en 1995 tras una estancia posdoctoral de cuatro años en EE. UU. Volví a España con un contrato posdoctoral en un proyecto europeo liderado por José María García Ruiz para trabajar en aterramiento de embalses. Durante varios años, mi despacho y mi laboratorio estaban en la EEAD, donde colaboraba estrechamente con Ana Navas, y mi relación con el IPE se circunscribía a la sede de Zaragoza. Conocía el trabajo que se hacía en el IPE en paleoecología por la tesis de Joan Montserrat, que le había llegado a Herb Wright con el que yo colaboraba en EE. UU. Pero yo era un geólogo con formación «clásica», que solo en mi estancia posdoctoral había empezado a investigar en temas relacionados con el Cuaternario, la paleoecología y los procesos superficiales actuales. El IPE era un centro pequeño, con una escasa infraestructura de laboratorios que no cubría las necesidades de mi investigación y, en algunos momentos, sí que sentía aquello de ¿qué hace un geólogo como tú en un sitio como este? Pero el ambiente en mi grupo de trabajo era de gran calidad humana y con una gran efervescencia científica, de innovación e internacionalización. La sede de Zaragoza hacía poco que se había inaugurado y todavía se respiraba un aire de novedad y de aventura científica que se correspondía bien con mi proyecto de posible reincorporación en España. Recuerdo, sobre todo, la cálida bienvenida personal y profesional de José María García Ruiz y Ana Navas que desde el principio me alentaron a continuar con mi línea de investigación en paleo, a pesar de las dificultades logísticas. Desde 1995, hasta que asumí la dirección en 2009, el IPE, siguiendo la creciente inversión en ciencia del país, aumentó en personal y proyección científica, en proyectos de investigación, número de becarios y contratados, equipamiento técnico, infraestructuras y edificios. Mi línea de investigación se consolidó, crecimos en personal científico y tuvimos más espacio de oficinas, un laboratorio, equipamiento de campo y mayor proyección nacional e internacional. En 2008, antes de asumir la dirección éramos un centro en expansión en el Área de Recursos Naturales del CSIC y con reconocimiento en el campo de la ecología terrestre y el cambio global. 2. ¿Cuáles eran la visión y la misión del IPE cuando ejercías la dirección? ¿Crees que ha cambiado con respecto a la actual? El Plan Estratégico del IPE que se elaboró y aprobó en 2007 establecía que la misión del IPE era entender el funcionamiento de los ecosistemas terrestres y cómo su dinámica está regulada por los cambios climáticos, ambientales y humanos.
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Y su visión era convertirse en centro de referencia en el Área de Recursos Naturales en temas de ecología terrestre y cambio global y aumentar su impacto en la definición de políticas de gestión sostenible de recursos en nuestro entorno. Esta visión y misión se había elaborado en una fase de crecimiento y hubo que adaptarla a unas políticas de austeridad que disminuyeron los recursos humanos y económicos del IPE. Además, la realidad es tozuda y nos ha demostrado la dificultad de crear sinergias positivas entre los distintos especialistas y líneas de investigación del IPE para resolver problemas medioambientales en el territorio cercano o a escala global. En el fondo, durante este período no ha cambiado nuestra propuesta holística como instituto de ciencias ecológicas, ni nuestra apuesta por trabajar en todas las escalas temporales y espaciales, ni el deseo de tener repercusión social, pero la consecución de estos objetivos ideales se ha mostrado elusiva. La misión del IPE también se ha visto afectada por los cambios en la gestión de ciencia en las últimas décadas: la obtención de recursos determina cuáles son las líneas de investigación que se desarrollan; los trabajos colaborativos o exploratorios están penalizados en un contexto ultracompetitivo; no hemos acabado de encontrar las estrategias de investigación como centro para responder a los retos del calentamiento global y de la gran aceleración a escala global y del territorio cercano. El rumbo y la misión se han mantenido durante la crisis, pero la visión se ha hecho un tanto cortoplacista y miope. 3. ¿Cómo era la gestión administrativa de la ciencia cuando estabas en la dirección y cómo ha cambiado? ¿Y la gestión administrativa y de personal del Centro? ¿Podrías ofrecernos una valoración de la burocratización? Desde mi incorporación al IPE hasta mi etapa como director, los instrumentos para el desarrollo de la actividad científica cambiaron y se hicieron más complejos al incluir nuevas fuentes de financiación (europeas, internacionales, privadas), mayor regulación de todas las actividades económicas y un aumento del número de investigadores, laboratorios y recursos obtenidos. Esto no fue parejo a un incremento de recursos humanos y financieros dedicados a la gestión. El cambio más significativo vino, sin embargo, a raíz de las directrices europeas que han seguido la tendencia global a la burocratización de la gestión de la ciencia, al considerarla como cualquier otra actividad económica. Y en España su impacto se incrementó dentro de las políticas de los gobiernos desde 2008 que, para afrontar la crisis económica, la deplorable gestión financiera y la corrupción, implementaron medias de gestión pensadas para otros ámbitos de la administración y que, a mi juicio, no están diseñadas para las peculiaridades de las actividades científicas. El crecimiento de la plantilla ha conllevado igualmente una mayor complejidad en la gestión del
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personal del centro. Las dificultades de promoción del personal de administración, servicios y ayudantes de investigación ha sido una lacra que ha lastrado la modernización del centro. Todo esto es un reflejo de la administración de la ciencia en España, que es anticuada, lenta, excesivamente jerarquizada, poco eficaz; últimamente, parece más diseñada para justificar la propia existencia de la administración que el beneficio final del administrado o la calidad del producto, en este caso «buena ciencia». En el período previo a mi etapa como director, se vivió una etapa de descentralización de algunas tareas desde la organización central a los institutos, pero esta tendencia se ha revertido en la última década. La excesiva burocratización de la ciencia, la auditoria previa y la microgestión van contra el espíritu de descubrimiento, aventura y riesgo que ha de caracterizar la investigación y la veo como uno de los grandes peligros para la ciencia del siglo xxi. 4. ¿Cómo se medía y evaluaba entonces la calidad de la ciencia? ¿Es diferente en la actualidad? Danos tu valoración. En los últimos diez años, no ha cambiado mucho la evaluación de la actividad científica. Desde mi incorporación al CSIC los parámetros han sido similares. El uso de indicadores bibliométricos que se inició en España en la década de 1990 estaba justificado para poder tener criterios objetivos de impacto de la actividad científica y del retorno de las inversiones y poder tener instrumentos para llevar adelante políticas científicas. Sin embargo, a lo largo de los años ha ido degenerando su uso y ha dejado de ser un instrumento más de medida, un proxy o indicador, como decimos los que trabajamos en la reconstrucción del pasado, al proxy por excelencia. La actividad científica ha empezado a valorarse cada vez más como otra actividad económica, de manera que los «gastos» no se consideran inversión, y el retorno económico ha de ser inmediato. El éxito de una línea de investigación, de un investigador en concreto, de un centro se mide cada vez más por la captación de dinero, que se usa también como un índice de su repercusión en la sociedad. Esta manera de medir la ciencia conlleva un incremento de la competitividad en detrimento de la cooperación y del intercambio de ideas, que son el mejor abono para la actividad intelectual. 5. ¿Cómo se organizaba la investigación en términos de financiación y de captación de personal? Desde la década de 1990, la investigación se ha organizado en proyectos de investigación financiados por diversas agencias. Esto supone que no existen fondos estructurales ni encomiendas específicas desde las Administraciones para un centro como el IPE y, por lo tanto, la financiación, contratación de personal, etc., depende del éxito de las líneas de investigación individuales. La captación de nuevos
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investigadores y técnicos sigue las mismas pautas y criterios que para el resto de la Administración del Estado. Los centros pequeños o medianos y con líneas de investigación que no tienen aplicaciones técnicas inmediatas, como es el caso del IPE, tienen menor capacidad de captación de fondos y de personal mediante contratos externos, lo que limita su capacidad de maniobra e innovación, asumir riesgos en nuevas apuestas de investigación y las posibilidades de crecimiento. La compra de infraestructura y el mantenimiento de los equipos recae, fundamentalmente, en los proyectos de investigación financiados. Las universidades llevan años con servicios científico-técnicos centralizados y el CSIC está empezando ahora a tener un listado de servicios y laboratorios. Además, sigue sin existir una carrera bien definida dentro del CSIC para técnicos, administradores y gestores, con posibilidades de promoción, lo que lastra la ciencia tanto o más que la falta de investigadores. La desaparición de los programas JAE (Junta para la Ampliación de Estudios), que supusieron una inyección de recursos humanos a los centros del CSIC ha venido a complicar aún más el desarrollo de la ciencia en el CSIC. 6. ¿Cómo se hacía ciencia y cómo se hace ahora? ¿Cómo ha cambiado en términos de ciencia básica y aplicada, local o global y su relación con la sociedad? ¿Se mantienen las mismas perspectivas y focos de actuación en la actualidad? Desde mi ingreso en el IPE, las características de la ciencia que se realiza dentro de mi grupo de investigación no han cambiado y han buscado la internacionalización, la publicación en revistas de impacto, la captación de talento, independientemente de su origen y su consolidación como referente nacional e internacional. Nuestra ciencia tiene un mayor componente analítico, que precisa de técnicas caras, y la cantidad de datos que se manejan ha crecido exponencialmente. Esto ha tenido el riesgo de pensar que el tratamiento de datos o el desarrollo de técnicas analíticas son ciencia, en lugar de la búsqueda metodológica de respuestas a preguntas. A veces hemos abandonado las grandes preguntas por las grandes técnicas. En el IPE, tal vez por su historia, también han existido tendencias a una ciencia centrada en lo local y que no consideraba primordial la necesidad de tener un impacto medible internacionalmente. Pero la evolución de la ciencia en el mundo ha impuesto la necesidad a los investigadores de aumentar su impacto bibliométrico y capacidad de captación de proyectos para asegurar la continuidad de sus grupos y líneas de investigación. El foco del IPE se ha ampliado, de manera que numerosos investigadores incorporados en la última década trabajan en problemas globales y en ámbitos geográficos muy diversos, pero no se ha abandonado, sin embargo, el trabajo en el territorio pirenaico. La discusión entre ciencia básica y aplicada está más presente ahora en el IPE, probablemente
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como reflejo del impacto de la concepción economicista de la ciencia, pero que no distingue entre buena y mala ciencia, sino solo en la aplicabilidad inmediata de esta. La complejidad y variedad de las técnicas y la naturaleza global de las preguntas han exigido una estrategia de mayor colaboración con otros centros e investigadores, tanto a escala nacional como internacional. En el caso de mi línea de investigación en reconstrucción de los paisajes, el clima y los ambientes del pasado, con los años la hemos conseguido asentar definitivamente aportando el componente de procesos geológicos y la escala temporal amplia a los estudios del IPE. 7. ¿Qué impacto crees que tenía en la sociedad el conocimiento que se generaba en el IPE cuando estabas al frente de la dirección? ¿Qué se hacía para divulgarlo y cómo de efectivas y eficaces crees que eran las acciones e iniciativas que se llevaban a cabo entonces? ¿Qué imagen tenían del IPE el Gobierno de Aragón y nuestra comunidad en general (incluyendo la Universidad de Zaragoza), el CSIC (dentro y fuera del Área de Recursos Naturales), el resto de las universidades y los OPI españoles? ¿Y en el extranjero? Somos el único centro que investiga ecología y cambio global y la ciudadanía nos conoce cada vez más. Pero falta mucho por hacer para difundir la ciencia que se hace en el IPE y su importancia para la toma de decisiones sociales. El IPE de Jaca siempre ha sido un centro de investigación abierto a la ciudad y la comarca. Visitantes al Herbario, ciudadanos con preguntas sobre la flora y la fauna o el clima de la ciudad fueron una constante en el antiguo edificio y también en la nueva sede. En Zaragoza, la localización en un campus alejado de la ciudad ha dificultado esta interacción a corta distancia. Sin embargo, en ambas sedes se han implementado programas de visitas de colegios y participación en jornadas de puertas abiertas. La divulgación de la marca IPE ha sido una tarea pendiente por muchos años debido a la ausencia de profesionales que ayudaran a los investigadores a transferir ese conocimiento. El IPE siempre ha sido un centro bien valorado en la Administración de la Comunidad Autónoma y con una intensa participación en patronatos, comités científicos de espacios naturales protegidos, etc. La inclusión del PNOMP dentro de la red LTER (Long Term Ecological Research, por sus siglas en inglés) en 2010 con el patrocinio de la DGA y el IPE supuso el reconocimiento a esta tarea de transferencia entre científicos y gestores realizada en el PNOMP durante décadas. En Aragón, el peso del CSIC siempre ha estado difuminado con respecto a la Universidad de Zaragoza. Sin embargo, en los últimos años, creo que la visibilidad en Aragón de los centros del CSIC y, en particular, del IPE ha aumentado exponencialmente.
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Entre la ciudadanía, el IPE es poco conocido y esa es una gran asignatura pendiente del centro. En la última década se ha dotado de medios personales y económicos a una pequeña comisión de divulgación que está dando a conocer la marca IPE. 8. ¿Cómo era la vida social interna del centro y cómo ha cambiado? Antes de ser director, yo solo conocí en profundidad la vida social interna de la sede de Zaragoza. Al ser una sede nueva y pequeña, las relaciones personales fueron siempre intensas: la mayoría comíamos juntos a la misma hora en el comedor de la residencia; se organizaban numerosas actividades sociales paralelas: asados en la casa de labor de la EEAD, comidas de Navidad, celebraciones varias. Tal vez por las salidas al campo y por nuestra localización en un campus fuera de la ciudad y en una ciudad pequeña, el Instituto era un centro con una intensa vida social interna. Además, somos el único centro del CSIC con dos sedes tan alejadas y esto siempre ha supuesto un reto logístico, también a la hora de la vida social. Durante años se ha celebrado San Isidoro y se han realizado jornadas de campo y asambleas anuales que han ayudado a mejorar la cohesión del personal del IPE a ambos lados del puerto de Monrepós. El crecimiento de la plantilla, nuevos hábitos sociales y, tal vez, una concepción más competitiva de la ciencia han reducido estas dinámicas. 9. ¿Qué intentaste hacer o te hubiera gustado conseguir en o para el IPE mientras estabas en la dirección y no pudo ser? Una de mis intenciones era conseguir que el IPE tuviera una estructura interna moderna, ágil y eficaz en la que la información se pudiera distribuir y recibir rápidamente y todo el personal se sintiera partícipe de la misión del Instituto y pudiera desarrollar su carrera profesional. Que fuéramos la mejor versión posible de nosotros mismos. Lo intenté poniendo en marcha la Asamblea Anual y dotándola de contenido, revitalizando comisiones de trabajo participativas, teniendo una política transparente con máxima información sobre la gestión del IPE, el gasto de los presupuestos comunes, reorganizando los laboratorios y el trabajo de campo, con protocolos de uso de los medios e instalaciones del IPE. Otra actividad con este objetivo fue impulsar proyectos científicos que pudieran integrar al mayor número posible de investigadores y líneas del IPE. El trabajo en los Pirineos y en convocatorias tipo POCTEFA (Programa INTERREG V-A España-Francia-Andorra acabó integrando a todas las líneas del IPE, pero no en un proyecto común. No estoy seguro de haber conseguido que esta visión del IPE como centro común haya calado definitivamente en todos nosotros.
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10. ¿Qué acontecimiento o logro destacarías como lo más importante que le ocurrió al IPE mientras ejercías la dirección? Sobrevivir a la crisis. Fui director durante los años en que la crisis económica y política fue más intensa: financiación congelada, escasas plazas de personal técnico, administrativo y científico, dificultades para mantener los laboratorios y, por supuesto, al personal contratado. Pasamos del pico en personal (más de ciento veinte personas) a menos de noventa. A pesar de eso, el IPE se consolidó en la última década como centro de ecología terrestre y cambio global en el CSIC, captó nuevo talento y aumentó su repercusión en la sociedad. Y, a pesar de las dificultades económicas, fuimos capaces de poner en marcha el edificio de Jaca y dotarlo de contenido. 11. Con la perspectiva de haber pasado por la dirección y de haber participado en la evolución del IPE, ¿cómo valoras la evolución que ha tenido? ¿Cuáles son sus aspectos más positivos y negativos? Con la perspectiva de los años, veo varios momentos decisivos en la historia del IPE. Uno de ellos fue la valiente decisión de trasladarse a Zaragoza; otro la de entrar definitivamente —con todos los fallos del sistema— en la nueva senda de la ciencia en España en los años noventa: internacionalización, publicación en revistas de impacto, liderazgo de proyectos internacionales. Otro, tal vez, ha sido el mostrar resiliencia durante la crisis y reinventarnos dando el relevo a las nuevas generaciones. Durante su historia, el Instituto ha mantenido una dualidad entre lo local y lo global y una visión pluridisciplinar de la ecología terrestre, incluyendo los aspectos abióticos y humanos y trabajando en cambio global antes de que tuviera siquiera este nombre. Con dificultades y con menos sinergias entre líneas de investigación de las que serían deseables, lo que, probablemente, nos ha hecho perder oportunidades. Esta evolución positiva se ha dado a pesar de nuestras dificultades para gestionar grandes proyectos internacionales; la ausencia de laboratorios específicos con equipamientos que nos permitan competir con otros centros nacionales e internacionales; la ausencia de posibilidades de promoción del personal administrativo y de apoyo, la falta de más personal técnico cualificado y de regeneración de la plantilla… Demasiadas veces, el sistema ha funcionado basado en el voluntarismo coyuntural de sus componentes y no en la eficacia de la propia estructura científica-técnica-administrativa. Hemos mejorado, pero aún tenemos que ser capaces de divulgar más y mejor lo que hacemos en la sociedad e ir más allá del
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entorno más cercano. Y a pesar del reconocimiento social y político del IPE, nos falta una mayor capacidad de impacto en las decisiones de la Administración sobre espacios protegidos, recursos económicos, planificación de una económica sostenible y un mayor liderazgo en proyectos de desarrollo. El IPE ha de ser no solo científicamente, sino también socialmente necesario. 12. ¿Podrías ofrecernos tu valoración personal de lo que significó para ti estar en la dirección del centro y trabajar en el IPE? Llevaba en el IPE casi catorce años cuando asumí las tareas de dirección. Había sido representante en la Junta del Instituto y jefe de departamento, pero ser director me permitió conocer con más detalle el funcionamiento interno de la administración de los recursos y del personal del IPE y las dificultades para llevar adelante su misión y visión. Fue también una oportunidad para intentar entender cómo trabaja el CSIC, el mayor centro de investigación de España, cómo se toman las decisiones, cuáles son sus deficiencias intrínsecas y estructurales, y para comprobar cómo el voluntarismo es el que acaba resolviendo problemas enquistados en la gestión de la ciencia. Me tocó la dirección en una época de crisis, con reducidos presupuestos, veladas amenazas de desaparición del organismo y una recentralización de la toma de decisiones. Pronto me di cuenta de las dificultades de ejercer el trabajo de dirección sin los instrumentos ni recursos adecuados y con una doble filiación: al centro que te vota y a la presidencia del CSIC que te nombra. Las tareas de dirección de un centro público de investigación en España son, esencialmente, de correa de transmisión entre ambas esferas y de lubricante para que no se produzcan innecesarios problemas. No hay mucho margen para encauzar políticas científicas, ni capacidad para cambiar las políticas de promoción del personal del organismo, ni se tienen instrumentos para premiar a los que más y mejor trabajan en cada centro, fuera del reparto de una productividad extraordinaria nimia. He echado en falta una clara definición de los contenidos reales de la figura del director y también los recursos necesarios para poder llevar adelante las tareas encomendadas que, en un centro pequeño-mediano, abarcan todos los ámbitos de trabajo. A esta doble alma como director, se une la exigencia de continuar con una labor investigadora intensa: proyectos, artículos, tesis… La multitarea elevada a la enésima potencia. ¡Sin hablar de conciliación familiar y personal! Pero creo que todos los investigadores hemos de participar en tareas de gestión de la ciencia, no solo en las relacionadas con nuestra propia actividad en el campo o en los laboratorios. Ser director me ha permitido conocer mejor las condiciones y el marco administrativo, económico y legal del trabajo científico en España.
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También conocer mejor las realidades personales y profesionales de los otros trabajadores del IPE fuera de la escala científica. Ese baño de realidad, una vez superada la frustración que genera, creo que me va a ayudar a mejorar mi trabajo como científico, dándome una dosis adecuada de optimismo responsable.
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6.8. LA PERSPECTIVA DE YOLANDA PUEYO SOBRE LA DIRECCIÓN DEL IPE-CSIC Directora del IPE (CSIC) desde el 6 de junio de 2017.
Síntesis del CV Nací en Girona el 3 de septiembre de 1976. Crecí en Huesca y me licencié en Biología, en la especialidad Organismos y Sistemas, por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1999. Realicé mi tesis doctoral en el IPE (CSIC, Zaragoza) bajo la dirección de Concepción L. Alados, obteniendo el título de doctor en la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Zaragoza en 2006. Mi tesis doctoral, Evaluación de los factores ambientales y del uso antrópico como condicionantes de la conservación de la vegetación del sector central de la depresión del Ebro, supuso el inicio de mi especialización en ecología de sistemas pastorales semiáridos. Mi etapa posdoctoral transcurrió entre Utrecht (los Países Bajos, 2006-2008) y la Universidad de Zaragoza (2008-2009). A finales de 2009, me incorporé al IPE-CSIC como científica titular. Mis principales líneas de investigación son el funcionamiento de los ecosistemas pastorales desde una perspectiva multidisciplinar combinando experimentación en el campo con modelización ecohidrológica; las comunidades vegetales gipsófilas, especialmente con relación a su manejo y conservación en paisajes antropizados; y las interacciones planta-planta en el funcionamiento de los ecosistemas semiáridos. Preguntas 1. ¿Qué recuerdos tienes de los primeros tiempos en que te incorporaste al IPE y del período previo a asumir la dirección del centro? Me incorporé al IPE en el verano de 1999, primero con un contrato de cinco meses, en Jaca, como ayudante de investigación, y, posteriormente, para realizar la tesis
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con Concepción L. Alados en el marco de un proyecto europeo sobre desertificación en ecosistemas mediterráneos (DRASME, por sus siglas en inglés). Mi incorporación al IPE tuvo lugar en una época de crecimiento en cuanto a personal en formación. Muchos otros becarios comenzaron la tesis en los años anteriores o posteriores a mí, resultando en un ambiente muy estimulante, de gran compañerismo y colaboración. Aun así, la plantilla del IPE era bastante menor de lo que es ahora. El período previo a asumir la dirección del centro —digamos principios de 2017— se caracteriza por un mayor número de personal, tanto de plantilla como temporal, tanto científico, como técnico y administrativo. Y esto a pesar de la crisis que ha sufrido el CSIC y el país entero, que frenó la tendencia expansiva del Instituto. 2. ¿Cuáles eran la visión y la misión del IPE antes de ejercer la dirección?; ¿crees que ha cambiado con respecto a la actual? La misión del IPE en la actualidad es «contribuir a la comprensión del funcionamiento y la estructura de los sistemas terrestres y los organismos que allí habitan». La investigación en el IPE está muy enfocada a entender los cambios que ocurren en estos sistemas como consecuencia del cambio global, que incluye tanto la variabilidad climática como las actividades humanas y sus interacciones. La finalidad última es proporcionar a la sociedad unas bases científicas sólidas que contribuyan a la conservación, gestión y restauración de ecosistemas, recursos naturales y paisajes. Creo que los objetivos del IPE han sido, en esencia, los mismos desde su origen, aunque se hayan acuñado nuevos términos, como el ‘cambio global’ o el ‘cambio climático’; el clima, la actividad humana y su efecto sobre los ecosistemas han estado siempre presentes en los estudios de los investigadores del IPE. Quizás haya cambiado la perspectiva de los estudios, cada vez más globales y no solo pirenaicos, en línea con los cambios en la ciencia y la sociedad entera. 3. ¿Cómo era la gestión administrativa de la ciencia antes de ejercer la dirección y cómo ha cambiado? ¿Y la gestión administrativa y de personal del Centro? ¿Podrías ofrecernos una valoración de la burocratización? La gestión administrativa del centro, actualmente, es de una gran complejidad. La plantilla administrativa es claramente insuficiente, algo que compensan con su gran profesionalidad y dedicación. Muchos trámites se realizan online, lo que le da una cierta agilidad al trámite, pero el número de trámites y procedimientos, justificaciones, auditorías y gestiones de todo tipo no parece parar de crecer. Desde el CSIC central nos proporcionan guías y procedimientos para todos ellos y nos asesoran en caso necesario. Sin embargo, cada uno de los más de ciento treinta centros
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que pertenecen al CSIC tienen sus particularidades, lo que hace muy difícil aplicar normas comunes a todos. Por todo ello, el personal y tiempo necesario para la gestión del centro es elevado, y va en detrimento de acometer otros asuntos que se quedan relegados por la necesidad de resolver asuntos administrativos y de gestión con plazos fijos. Podría decirse que se está tendiendo a una excesiva burocratización de la investigación, no solo en las tareas de dirección, sino a todos los niveles. Los investigadores también dedican una gran cantidad de tiempo a asuntos burocráticos que les restan fuerzas y tiempo para la investigación. 4. ¿Cómo se medía y evaluaba antes la calidad de la ciencia? ¿Es diferente en la actualidad? Danos tu valoración. En general, los indicadores de calidad científica que se tienen en cuenta en la evaluación de investigadores, grupos y centros de investigación son similares y han ido evolucionando con el tiempo, haciéndose cada vez más cuantitativos y enfocados al impacto internacional de los resultados, e, incluso, a la internacionalización en cuanto a colaboraciones y captación de recursos. Así pues, en la actualidad se tiende a una evaluación cuantitativa de la calidad científica que combina cantidad e impacto de la producción científica (índice h, número de citas, artículos en revistas del primer cuartil de su categoría, etc.). También existe una evaluación interna del CSIC de los grupos de investigación, periódica cada cuatro años, centrada en evaluar la productividad científica y la capacidad de captación de recursos. En cuanto al Instituto, existen unos objetivos anuales de producción y captación de recursos que, en caso de cumplirse, repercuten económicamente en los trabajadores del centro a través de la PCO (productividad por cumplimento de objetivos). En el IPE, esta tendencia en la evaluación de la ciencia puede apreciarse claramente en los resultados anuales recogidos en las memorias del centro. Su evolución a lo largo de la historia del Instituto es un reflejo de la evolución de los indicadores de productividad que se valoran en las distintas evaluaciones. Sin embargo, en el IPE percibimos como una amenaza las políticas científicas actuales basadas en productividad a corto plazo, que requieren una alta especialización y no son compatibles con estudios más ambiciosos y a largo plazo. 5. ¿Cómo se organizaba la investigación en términos de financiación y de captación de personal? En el IPE, en la actualidad, la principal fuente de captación de recursos para los investigadores es a través de convocatorias competitivas. La financiación proviene, mayoritariamente, de convocatorias nacionales, tanto para proyectos (proyectos del Plan Nacional) como para personal (antiguas FPI, FPU, Programa Juan de
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la Cierva, Programa Ramón y Cajal). Las convocatorias de proyectos europeos también son una fuente de financiación frecuente e importante. Las hay de ciencia básica, pero hay una tendencia a convocatorias más aplicadas y orientadas a la transferencia de conocimiento (como los proyectos Interreg o LIFE). También existen convocatorias específicas para la formación de redes que fomentan la colaboración entre grupos de investigación dentro de una temática, incluso hay convocatorias de este tipo intramurales del CSIC. A escala regional, hay convocatorias interesantes, como la financiación a grupos de investigación reconocidos del Gobierno de Aragón, la convocatoria de contratos Araid para consolidar investigadores en centros de investigación de Aragón de forma indefinida, la de personal técnico de apoyo, la de mantenimiento y reparación de equipos, etc. La crisis económica que ha sufrido el país y, en concreto, la ciencia española, ha supuesto la disminución drástica e, incluso, la desaparición temporal de algunas de estas convocatorias. Los centros de investigación, incluido el IPE, han visto cómo se hacía más difícil obtener financiación para desarrollar los proyectos de investigación y cómo la plantilla, sobre todo la de técnicos contratados con cargo a proyectos e investigadores pre y posdoctorales, se reducía enormemente. Por otro lado, la participación empresarial en la investigación del Área de Recursos Naturales es escasa. Sirvan como ejemplo los datos del IPE de 2017: se han obtenido 1,19 millones de euros para investigación y contratación de personal, de los que solo el 8 % proviene de contratos con empresas. Creo que los investigadores y los centros de investigación de recursos naturales podríamos hacer un esfuerzo adicional para transferir e implicar al tejido empresarial en la investigación. Algunas convocatorias de proyectos que han ido surgiendo, tanto europeas como nacionales y regionales, van en ese sentido. El IPE tiene un gran potencial para colaborar más aún de lo que lo hace con los gobiernos regionales, los gestores y actores de espacios naturales y del territorio para su conservación, manejo y, en caso necesario, restauración. Sería deseable que se dotara a los centros de recursos económicos y de personal específico para tal fin. Finalmente, cabe resaltar por su impacto en la captación de recursos la tendencia de las convocatorias competitivas a incorporar la necesidad de cofinanciar, con recursos propios de los institutos o los investigadores, un porcentaje de la financiación concedida. En la práctica, esto supone una constricción al número de solicitudes que se presentan a una determinada convocatoria para los institutos y los grupos de investigación que representa una amenaza para el crecimiento de los centros.
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6. ¿Cómo se hacía ciencia y cómo se hace ahora? ¿Cómo ha cambiado en términos de ciencia básica y aplicada, local o global y su relación con la sociedad? ¿Se mantienen las mismas perspectivas y focos de actuación en la actualidad? Desde mi punto de vista, la ciencia tiende a hacerse cada vez más global y aplicada. Se fomentan las redes de colaboración y, en concreto, en recursos naturales, los estudios globales que aborden problemas a gran escala de relevancia social, como pueden ser el cambio climático y, más en general, el cambio global. También se tiende a promover cada vez más la trasferencia de la ciencia a los gestores del territorio y demás sectores interesados, mediante convocatorias orientadas a problemas específicos o con participación colaborativa de los distintos colectivos. Por otro lado, se hace cada vez más evidente la necesidad de hacer un esfuerzo de divulgación de los resultados de nuestra investigación a la sociedad. Sin embargo, los medios necesarios (en tiempo, personal o convocatorias específicas) no suelen estar disponibles y tampoco se valoran especialmente estas actividades en la práctica. Por todo ello, fortalecer y revalorizar la divulgación científica es una de las asignaturas pendientes hoy en día. 7. ¿Qué impacto crees que tenía en la sociedad el conocimiento que se generaba en el IPE antes de estar al frente de la dirección? ¿Qué se hacía para divulgarlo y cómo de efectivas y eficaces crees que eran las acciones e iniciativas que se llevaban a cabo entonces? ¿Qué imagen tenían del IPE el Gobierno de Aragón y nuestra comunidad en general (incluyendo la Universidad de Zaragoza), el CSIC (dentro y fuera del Área de Recursos Naturales), el resto de las universidades y los OPI españoles? ¿Y en el extranjero? El IPE hoy en día es un centro bien considerado a nivel nacional e internacional, gracias al esfuerzo de la plantilla, entre la que se encuentran algunos de los investigadores más citados de sus respectivas áreas de conocimiento. Dentro del CSIC, y más en concreto, dentro del Área de Recursos Naturales, formada por veinte centros, el IPE ocupa una posición intermedia en cuanto a producción científica y captación de recursos. Por otro lado, el IPE combina esta excelencia científica con el arraigo regional que siempre lo ha caracterizado. Los investigadores del IPE participamos en redes internacionales y en estudios a escala global, pero sin olvidarnos de la implicación en los problemas locales. El medio natural aragonés y su problemática ocupan una parte importante de nuestra dedicación, y nos esforzamos por estar presentes en patronatos de espacios naturales, realizar asistencias técnicas y asesorar allí donde se nos solicita. Respecto a nuestra labor divulgativa, y a pesar del esfuerzo
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que realizamos, probablemente nos queda mucho por hacer. En este sentido, necesitamos más medios (personal especializado) y reconocimiento de las tareas de divulgación. 8. ¿Cómo era la vida social interna del centro y cómo ha cambiado? La vida social del centro es apacible. No hay conflictos graves y, al contrario, predomina la actitud amable y el compañerismo. Quizás podría haber más interacción entre el personal y algo más de dinamismo en las actividades sociales, más allá del personal en formación (colectivo muy unido dentro y fuera del IPE). En este sentido, el IPE está muy marcado por la existencia de dos sedes, en Jaca y Zaragoza, que dificulta a veces una mejor comunicación. Hemos adoptado un sistema de videoconferencia entre las dos sedes que resulta cómodo y conveniente, pero que tiene sus limitaciones y nunca puede sustituir a una conversación o reunión presencial. 9. ¿Qué intentas aportar en tu etapa en la dirección? Espero poder contribuir al buen funcionamiento del centro, facilitando que el personal pueda desarrollar su trabajo de forma eficaz y en las mejores condiciones. También espero poder ayudar en lo que me sea posible al crecimiento del centro, captando y manteniendo al personal y favoreciendo la captación de recursos. En este sentido, cobra especial relevancia reforzar la sede de Jaca con personal. También centro parte del esfuerzo en reforzar la imagen del Instituto fuera de nuestro centro, que nos conozcan otras instituciones y la sociedad en general. 10. ¿Qué acontecimiento o logro destacarías como lo más importante que le ha ocurrido al IPE en tu etapa de dirección? Sin lugar a dudas, el acontecimiento más importante es la celebración del 75 aniversario de la fundación de la Estación de Estudios Pirenaicos (fundado en Jaca en 1942), que tras la fusión en 1984 con el CPBE (fundado en Jaca en 1963) pasaría a constituir el actual IPE. La celebración se está desarrollando de octubre de 2017 a octubre de 2018, con actos tanto en Zaragoza como en Jaca, y con la implicación de todo el personal del Instituto, en activo y pasado, además de la Presidencia del CSIC, del Gobierno de Aragón y de España, y de las alcaldías de Jaca y Zaragoza. Entre las actividades programadas, destaca el esfuerzo divulgativo que estamos haciendo para trasladar a la sociedad, con ciclos de conferencias, excursiones, notas de prensa y este libro, la investigación que realizamos en el IPE.
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Por otro lado, el acontecimiento que me gustaría presenciar durante la etapa de dirección es el final de la crisis económica que hemos vivido estos últimos años y la consiguiente recuperación económica del país que permita incrementar la tan necesaria inversión en I+D y medioambiente. 11. Con la perspectiva de estar en la dirección y de haber participado en la evolución del IPE, ¿cómo valoras la evolución que ha tenido? ¿Cuáles son sus aspectos más positivos y negativos? Veo el futuro del IPE con optimismo. El IPE tiene unos cimientos sólidos basados en la gran labor investigadora que ha realizado su personal durante setenta y cinco años de actividad, y que nos han conducido a representar hoy un centro especializado en ecología de montaña con líneas de investigación complementarias, consolidadas y relevantes socialmente. Creo que el Instituto ha sabido adaptarse en cada período a lo que la sociedad del momento le requería, y desde aquí se intuye una proyección futura igual de sólida. El centro no deja de crecer y consolidarse, incluso a pesar de la crisis que frenó, pero no invirtió su tendencia al alza en los últimos años. La plantilla del IPE es su principal activo: motivada, trabajadora y valiente para enfrentarse a nuevos desafíos. Las jubilaciones que están teniendo lugar y tendrán en los próximos años representan una gran pérdida humana para el IPE, y sigue ahí el reto, año tras año, de conseguir nuevas incorporaciones. Candidatos hay, ya que el IPE es un centro atractivo que interesa a potenciales aspirantes, pero la consolidación es difícil. 12. ¿Podrías ofrecernos tu valoración personal de lo que significa para ti estar en la dirección del centro y trabajar en el IPE? La dirección representa para mí una gran responsabilidad. Me esfuerzo todos los días por ser digna merecedora de la confianza de mis compañeros y pongo todo mi empeño en ser objetiva en las decisiones, velando por el interés del Instituto por encima de lo demás. A la vez, estoy orgullosa de representar al IPE en los actos que así lo requieren, puesto que creo que es un eslabón valioso entre la sociedad y el mundo científico. El tiempo que llevo en la dirección me ha servido para comprobar el buen concepto que se tiene del IPE y su personal allá donde acudimos. Y, por otro lado, y a pesar de la gran carga de trabajo que supone, personalmente me está enriqueciendo mucho. Me permite conocer el funcionamiento de la ciencia en general y del IPE en particular desde otra perspectiva más amplia, así como afrontar nuevos retos personales. En conjunto, mi trayectoria profesional ha estado muy ligada el IPE, y siempre ha sido un entorno muy estimulante para trabajar. He crecido como persona y
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como investigadora desde que en 1999 trabajara por primera vez en el IPE, pero la sensación de entusiasmo por lo que hago y de sentirme a gusto en el centro sigue intacta. Me siento agradecida por poder formar parte de la comunidad del IPE, esperemos que por muchos años más.
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7.1. EL IPE EN EL SIGLO XXI: BALANCE Y PROYECCIÓN Yolanda Pueyo IPE-CSIC
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n los capítulos precedentes, se ha contado con mucho detalle la historia institucional del IPE, desde sus modestos orígenes como estación de apoyo a la investigación sobre el Pirineo hasta ser un centro de referencia en los estudios sobre ecología de montaña. La trayectoria del IPE en sus setenta y cinco años de historia se podría calificar como de expansiva, sin dejar de crecer y ampliar áreas de estudio y líneas de investigación hasta la actualidad. La fusión del IEP (con orientación a los estudios humanísticos y geográficos pirenaicos) con el CPBE (creado para impulsar estudios biológicos del Pirineo) en 1984 es muy significativa del carácter multidisciplinar que tendría el IPE desde sus orígenes como tal. Con esta fusión se incorporarían a un mismo instituto líneas de investigación enfocadas a la etnografía, la socioeconomía, la biología y la ecología pirenaicas. En este rico contexto multidisciplinar, y de la mano de grandes investigadores que impulsaron las diferentes líneas (los profesores Enrique Balcells, Pedro Montserrat y Juan Puigdefábregas como algunos de los primeros, entre muchos otros que vendrían después), empezaron a consolidarse líneas de investigación que hoy todavía se desarrollan en el Instituto: la botánica pirenaica, el aprovechamiento pastoral de la cordillera o la integración del hombre en la naturaleza pirenaica.
Poco a poco, la plantilla de investigadores fue creciendo y, con ellos, las líneas de investigación se consolidaron y ampliaron. A lo largo de su historia, el IPE ha pasado gradualmente de la investigación local que lo identificaba en sus orígenes, centrada en estudios multidisciplinares de ámbito pirenaico, a la investigación de temas ambientales de relevancia global, que lo caracteriza hoy en día.
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Esta transformación se ha realizado incorporando nuevos investigadores y líneas de investigación complementarias a las tradicionales, pero sin abandonar estas últimas ni el arraigo regional que siempre ha caracterizado al Instituto. Todo ello, paralelamente a la modernización de la ciencia en nuestro país, con la aparición en los años ochenta de los proyectos de investigación y la internacionalización creciente de la investigación. El IPE y su personal han ido adaptándose a los cambios acaecidos en la ciencia, saliendo siempre fortalecido. Otro hito expansivo del IPE fue la creación de una segunda sede en Zaragoza en 1990. Con ello se pretendía favorecer la captación de investigadores y darle más visibilidad a la institución, objetivos que se cumplieron ampliamente. Ambas sedes son complementarias y necesarias hoy en día, y suponen una de las peculiaridades y señas de identidad del Instituto. El CSIC dio en 2012 un necesario impulso a la sede de Jaca, con la inauguración de un nuevo edificio. Entre las dos sedes, Jaca y Zaragoza, el IPE abarca un amplio espectro ambiental que le sirve a sus investigadores como laboratorio natural para sus estudios y que es una de sus características más distintivas. En conjunto, el IPE ha llegado a ser, con el esfuerzo de una plantilla activa y motivada, un reputado centro de referencia en España en estudios de montaña y cambio global, el único del CSIC con líneas de investigación integradoras de esos tipos de estudios en ecosistemas y paisajes (ecología, hidrología, impacto humano, restauración, clima…) y a distintas escalas temporales y espaciales. Puede afirmase que la principal fortaleza del IPE son sus grupos de investigación y científicos, relevantes a nivel nacional e internacional en la ecología de montaña y el cambio global, y con una amplia red de colaboraciones internacionales. Además, el IPE, a lo largo de sus setenta y cinco años de historia, ha hecho acopio de unas excelentes bases de datos y colecciones, entre las que destaca el magnífico herbario, que suponen otra de sus fortalezas. Hasta ahora, hemos contado la historia del Instituto dando relevancia a sus protagonistas, verdaderos actores de dicha historia. Se han descrito las infraestructuras y los servicios de apoyo a la investigación; hemos conocido cómo interpretan los directores del IPE la evolución de la investigación dentro y fuera de la institución. Hemos dedicado el bloque cuatro a las líneas de investigación que se cultivan en la actualidad en el IPE. En este bloque, se ha descrito sintéticamente su evolución para adaptarse a las metodologías y exigencias científicas de cada momento. De todas las líneas, hemos expuesto los principales resultados e hitos alcanzados. Hemos tenido oportunidad de comprobar que se ha pasado de una investigación muy intuitiva, sobre las interacciones en la naturaleza y entre esta y la
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gestión humana, a otra mucho más analítica, experimental y cuantitativa. Parece lógico que, llegado este momento, aportemos algunos datos para apoyar la información descriptiva transmitida en los bloques precedentes. En este capítulo, se hace un análisis cuantitativo de la trayectoria del IPE, de su plantilla, su capacidad de financiación y sus actividades científicas desde el año 2000 en la mayoría de los indicadores, aunque se ha intentado retroceder más en el tiempo con algunas variables de las que se disponía de la información (en concreto, en plantilla investigadora). Con este análisis, se puede entender la situación actual del IPE desde una perspectiva más amplia, lo que permite extraer algunas conclusiones y reflexiones sobre las perspectivas futuras del centro.
7.1.1. La trayectoria de la plantilla La plantilla investigadora es el núcleo de un centro de investigación, el elemento del que depende mayoritariamente la productividad científica, la diversidad de líneas y la capacidad de captación de recursos del Instituto. La plantilla investigadora del IPE ha pasado de tener dos investigadores en 1968 a los veintidós actuales, y se alcanzó el máximo (veinticinco investigadores) en 2011. Por tanto, la tendencia es a incrementarse de forma más o menos constante durante los últimos cincuenta años (Figura 1). Se observan, no obstante, algunos momentos de crecimiento más rápido seguido de otros períodos de estancamiento, que se alternan con una periodicidad de entre diez y quince años. También se puede observar cómo desde 2011, cuando se alcanzó el máximo número de investigadores de plantilla, esta ha disminuido. Este descenso es consecuencia de dos hechos: por un lado, las numerosas jubilaciones de personal de los últimos años y, por otro lado, la escasa incorporación de nuevo personal como consecuencia de la exigua oferta de empleo público a que la crisis económica de la última década ha conducido. En 2018 se observa una cierta recuperación en el número de investigadores de plantilla, que podría indicar un nuevo cambio de ciclo, de nuevo hacia el crecimiento. La plantilla general del IPE se sitúa actualmente (2018) en noventa y una personas, lejos de las ciento veintiocho personas que se alcanzaron en 2012 (Figura 2). Desde ese año, que supuso un hito en el número de personas trabajando en el IPE, la plantilla ha disminuido en todas las categorías. Especialmente drástica ha sido la pérdida de investigadores predoctorales y personal contratado, que han disminuido a la mitad (Tabla 1).
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Figura 1. Evolución de la plantilla investigadora del IPE entre 1968 y 2018. CT, científicos titulares e investigadores Araid; IC, investigadores científicos; PI, profesores de investigación, incluido uno ad honorem. Entre 1968 y 1984, la plantilla hace referencia al CPBE, ya que el IEP no tenía plantilla propia. 2018 2017 2016 2015 2014 2013 2012 2011 2010 2009 2008 2007 2006 2005 2004 2003 2002 2001 2000 1999 1998 1997 1996 1995 1994 1993 1992 1991 1990 1989 1988 1987 1986 1985 1984 1983 1982 1981 1980 1979 1978 1977 1976 1975 1974 1973 1972 1971 1970 1969 1968
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Figura 2. Evolución del personal total del IPE entre 2000 y 2017. 140 120 100 80 60 40 20 0 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018
De las noventa y una personas que trabajan en el IPE, dieciocho se localizan en la sede de Jaca (incluyendo a tres investigadores de plantilla y a una investigadora Ramón y Cajal) y el resto en la sede de Zaragoza. Este desequilibrio entre el personal de Jaca y el de Zaragoza es un punto débil del Instituto, ya que supone un riesgo de paralización de la actividad en la sede de Jaca si el personal disminuye más, lo que empobrecería enormemente al Instituto. Tabla 1. Evolución del personal del IPE por categorías entre 2000 y 2018. PI, profesores de investigación, incluido uno ad honorem; IC, investigadores científicos; CT, científicos titulares. Año
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2003
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2004
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Contratos Apoyo
Ad. y Total serv.
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Continuación
Tabla 1. Evolución del personal del IPE por categorías entre 2000 y 2018. PI, profesores de investigación, incluido uno ad honorem; IC, investigadores científicos; CT, científicos titulares. Año
PI
IC
CT
Otros inv.
Posdoc.
Predoc
2007
2
3
14
0
4
13
21
14
9
80
2008
2
3
15
0
4
11
20
12
16
83
2009
2
3
16
0
4
19
20
13
16
93
2010
3
4
12
2
8
25
18
16
15
103
2011
5
2
14
4
7
36
22
21
15
126
2012
5
2
13
3
7
33
28
22
15
128
2013
5
2
13
3
7
22
29
21
14
116
2014
5
2
13
3
7
24
28
18
14
114
2015
5
3
13
3
8
19
15
16
14
96
2016
4
3
10
3
7
15
16
24
14
96
2017
4
2
11
2
6
19
21
25
10
100
2018
4
4
12
2
6
15
15
22
11
91
Contratos Apoyo
Ad. y Total serv.
7.1.2. La captación de recursos Actualmente (datos de 2017), la captación de recursos en convocatorias competitivas se sitúa por encima del millón de euros (1,18 millones de euros; Figura 3), lo que supone unos sesenta y seis mil euros de captación por investigador y año. La obtención de recursos tiene una naturaleza cíclica, con años de mayor éxito que otros, pero en líneas generales puede decirse que ha aumentado en la última década (Figura 3), algo muy meritorio, dada la situación de crisis económica que ha vivido el país, en general, y la ciencia y el CSIC, en particular, durante este período. Por tanto, puede decirse que los investigadores del IPE dedican un esfuerzo creciente a la obtención de recursos o tienen un éxito también creciente en las convocatorias competitivas. En 2017, el descenso respecto a 2016 se debe a que la convocatoria del Plan Nacional (financiación basal clave para el IPE) todavía no se había resuelto definitivamente al acabar el año, por lo que se contabilizará en 2018.
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7. El IPE en el siglo xxi: balance y proyección
Figura 3. Financiación total obtenida por investigadores del IPE entre 2005 y 2017, considerando convocatorias competitivas tanto de proyectos como de personal. No se dispone de datos fiables para el período anterior. € 1 600 000 1 400 000 1 200 000 1 000 000 800 000 600 000 400 000 200 000 0 2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
2012
2013
2014
2015
2016
2017
La fuente de financiación más importante y constante para el IPE son los proyectos del Plan Nacional, así como los proyectos de la Unión Europea del H2020 (Tabla 2). Con regularidad, también se consiguen proyectos de otras fuentes de financiación, como la convocatoria de Parques Nacionales y fundaciones (Iberdrola, Fundación Biodiversidad, Fundación BBVA). Además, el Gobierno de Aragón aporta anualmente una financiación basal a los grupos de investigación reconocidos. En los últimos años, el IPE ha aumentado su participación en convocatorias europeas orientadas a la transferencia, como la convocatoria INTERREG-POCTEFA. Por otro lado, también se obtiene anualmente una dotación sustancial en convocatorias destinadas a financiar personal, tanto posdoctoral (programas Juan de la Cierva o Ramón y Cajal) como predoctoral (programa de contratos predoctorales asociado a los proyectos del Plan Nacional y a la convocatoria FPU; Tabla 2). Hay que hacer constar que la necesidad de cofinanciar con fondos propios estos contratos es un factor que está limitando el número de solicitudes desde el Instituto. A estas dotaciones económicas, se suman, cada vez con más frecuencia, contratos con empresas e instituciones. Este tipo de ingresos supuso en 2017 más de cien mil euros, con un incremento considerable respecto a los años anteriores (diez mil euros en 2016; sesenta y cinco mil euros en 2015; sesenta y un mil euros en 2014 y cincuenta mil euros en 2013).
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75 Aniversario del IPE. Del Pirineo al estudio de las montañas del mundo
Tabla 2. Financiación obtenida en convocatorias competitivas de proyectos y personal desglosada por entidad financiadora entre 2013 y 2017. RYC, posdoctorales del programa Ramón y Cajal; FPI, contratos predoctorales asociados a proyectos del Plan Nacional; FPU, contratos predoctorales de formación de personal universitario, y JDC, posdoctorales del programa Juan de la Cierva. Ente financiador
2013
2015
2016
Plan Nacional
576 810€
579 590€
503 360€
Parques nacionales
90 800 €
96 375 €
2014
Iberdrola
2017
20 000 €
Fundación Biodiversidad
29 554 €
Fundación BBVA
131 278 €
Comisión Europea
673 998 €
96 625 € 331 176 €
POCTEFA
454 498 €
415 837 €
Gobierno de Aragón
87 089 €
CSIC
89 900 €
54 217 €
48 301 €
13 000 €
17 625 €
38 223 €
93 429 € 31 100 €
RYC
208 600 €
FPI
265 200 €
264 750 €
FPU
17 768 €
176 500 €
JDC
259 200 €
Ayudas estancia
4200 €
José Castillejo
9713 €
Salvador de Madariaga
11 042 €
Form. Gobierno Aragón
20 242 €
Acción especial Red Exc.
20 000 €
Intramural
20 000 € 1 518 598 €
878 227 €
8182 € 44 164 € 84 000 €
918 106 €
1 385 221 €
1 186 177 €
7.1.3. La producción científica entre 2000 y 2017 7.1.3.1. Artículos y libros El principal indicador de productividad científica hoy en día en la ciencia española son los artículos publicados en revistas del Journal Citation Report (JCR). Entre 2000 y 2017, los investigadores del IPE han publicado mil doscientos sesenta y tres artículos en revistas del JCR, llegando a publicar ciento cuarenta y nueve artículos JCR en 2017, en una progresión año a año claramente ascendente.
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7. El IPE en el siglo xxi: balance y proyección
Se ha incrementado la producción de artículos en revistas de los cuatro cuartiles, pero el mayor incremento se ha dado en revistas del Q1, lo que indica que no solo se ha incrementado la cantidad, sino también la calidad y el impacto de la producción científica (Figura 4). En 2017, se publicaron noventa y siete artículos en revistas del Q1, que representan el 65 % de la producción científica en artículos en revistas del JCR.
Figura 4. Número de artículos publicados en revistas del JCR, distribuidos por cuartil, entre 2000 y 2017. 160 140
Q4
120 100
Q3
80
Q2
60
Q1
40 20 0 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017
Los artículos en revistas no incluidas en el JCR se mantienen más o menos constantes, y sin presentar una tendencia clara (Figura 5). En la serie analizada, destaca el año 2003, año en que se publicaron cuarenta y un artículos en revistas no incluidas en JCR. A partir de 2004, los artículos en revistas no incluidas en el JCR han ido suponiendo un porcentaje de la producción científica del Instituto cada vez menor. Figura 5. Número de artículos publicados en revistas no incluidas en el JCR entre 2000 y 2017. 45 40 35 30 25 20 15 10 5 0 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017
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75 Aniversario del IPE. Del Pirineo al estudio de las montañas del mundo
La producción de libros completos oscila entre dos y cinco al año en el período entre 2000 y 2017 (Figura 6), y se alcanzó la máxima en los años 2005 y 2006, con cinco libros cada año. Es llamativo que en 2012 y en los últimos dos años (2016 y 2017) no se haya publicado ningún libro en el IPE. A pesar de la variabilidad anual, la tendencia parece encaminada a una menor productividad científica basada en libros completos.
Figura 6. Número de libros completos publicados por los investigadores del IPE anualmente entre 2000 y 2017. 6 5 4 3 2 1 0 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017
El número de capítulos de libro por año oscila considerablemente —entre diez y cincuenta— y no presenta una tendencia clara a lo largo del tiempo (Figura 7). Sin embargo, destaca la escasa producción científica en los últimos tres años. Es pronto todavía para saber si es algo coyuntural o se trata del inicio de una tendencia descendente de publicación de capítulos de libro por los investigadores del IPE.
Figura 7. Número de capítulos de libro publicados por los investigadores del IPE anualmente entre 2000 y 2017. 60 50 40 30 20 10 0 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017
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7. El IPE en el siglo xxi: balance y proyección
7.1.3.2. Tesis doctorales Entre 2000 y 2017, se han producido en el IPE setenta y tres tesis doctorales. El promedio es de cuatro tesis al año. Con el paso de los años, se van leyendo más tesis, aunque existe mucha variabilidad entre años (Figura 8). Las catorce tesis defendidas en 2016 suponen un hito fuera de lo habitual en el período analizado, que se debe a un cambio de normativa que condujo a la extinción del plan antiguo de doctorado, lo que aceleró la finalización de varias tesis en marcha. En los anexos de este libro, se incluye un listado de tesis doctorales elaboradas en el IPE, donde se contabilizan ciento cuarenta y cuatro hasta 2017, lo que pone de manifiesto que en los últimos diecisiete años se han leído el 50 % del total.
Figura 8. Número de tesis doctorales producidas en el IPE anualmente entre 2000 y 2017. 16 14 12 10 8 6 4 2 0 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017
7.1.3.3. Participación en congresos Desde el año 2000, el personal del IPE ha participado en mil seiscientas veintisiete reuniones científicas, ya sean congresos, coloquios o simposios. Estos datos incluyen tanto conferencias invitadas, como comunicaciones orales y pósteres. El número de actividades de este tipo va en aumento con el paso de los años, y alcanza en los últimos entre cien y ciento cincuenta participaciones por año (Figura 9). Por otro lado, el IPE ha organizado varios eventos científicos de primer orden en los últimos años, como la 4th European Conference of Ecological Restoration (2005, SER), organizada por Francisco I. Comín y el 5th Past Global Changes Meeting (2017), organizado por el grupo de paleoambientes cuaternarios.
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75 Aniversario del IPE. Del Pirineo al estudio de las montañas del mundo
Figura 9. Número de participaciones en reuniones científicas de los investigadores del IPE anualmente entre 2000 y 2017. 160 140 120 100 80 60 40 20 0 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017
7.1.3.4. Divulgación Existe un aumento muy acusado del esfuerzo invertido en divulgación científica por parte del personal del Instituto con el paso del tiempo. En los últimos dos años, el esfuerzo divulgativo se ha materializado en alrededor de ciento cincuenta actividades por año, entre eventos y materiales producidos (Figura 10). Consciente el equipo directivo anterior de la importancia de la divulgación para el IPE, se creó una Comisión de Divulgación, constituida por personal científico y técnico. Los esfuerzos realizados en dicha comisión se han traducido en el elevado número de actividades divulgativas de los últimos años.
Figura 10. Número de actividades divulgativas anuales, incluyendo tanto eventos como producción de material divulgativo entre 2000 y 2017. 180 160 140 120 100 80 60 40 20 0 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017
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7. El IPE en el siglo xxi: balance y proyección
7.1.4. Proyección del IPE y perspectivas futuras Teniendo en cuenta la tendencia de la plantilla de personal desde el año 2000, puede concluirse que el IPE se ha fortalecido y crecido hasta 2011 o 2012, cuando la plantilla alcanzó sus máximos efectivos. Entonces se produjo un cambio de tendencia materializado en un estancamiento o, incluso, retroceso, en función del tipo de personal. Es especialmente preocupante el descenso de investigadores de plantilla, consecuencia de las nulas tasas de reposición existentes en los centros de investigación en los últimos años. Probablemente, la tendencia en el IPE sea una muestra de lo que ha ocurrido en el resto de los centros de investigación del país, sujetos a las mismas políticas de austeridad. Hoy en día, y teniendo en cuenta que el IPE tiene dos sedes diferentes, puede hablarse de una plantilla investigadora reducida que se percibe como un factor de riesgo para el buen funcionamiento del Instituto, especialmente en la sede de Jaca, con solo cuatro investigadores de forma permanente. Por otro lado, el descenso más drástico de los últimos cinco años se ha dado en dos colectivos: contratados predoctorales y contratados, que son integrantes muy importantes de los proyectos de investigación. El número de investigadores posdoctorales se ha mantenido más o menos constante en los últimos años, siendo claramente insuficiente. El descenso o estancamiento en estos colectivos es consecuencia directa de la crisis económica y de la escasa inversión del Gobierno en investigación durante los últimos años, con recortes importantes en convocatorias de personal y proyectos de investigación. Estos colectivos son piezas claves en los grupos de investigación, que tendrían un potencial mucho mayor si se dotaran de un mayor número de personal en formación y fuera contratado específicamente para el proyecto. Respecto al personal de apoyo, administración y servicios que actualmente está compuesto por treinta y tres personas (veintidós de apoyo y once de administración y servicios), también en el día a día se percibe como claramente insuficiente. Muchos servicios (gestión de proyectos, gestión de personal, herbario, biblioteca, apoyo en campo e, incluso, algunos laboratorios) son unipersonales, con la amenaza que ello implica para el buen funcionamiento del Instituto ante cualquier contratiempo. De nuevo la existencia de las dos sedes, que tanta riqueza y valor confiere al IPE, supone una dificultad que agrava la escasez de personal que coordine los servicios y laboratorios. Otros servicios deseables para el buen funcionamiento del Instituto, como son la comunicación y la divulgación, carecen de dotación y salen adelante con la voluntad de otro tipo de personal que dedica parte de sus esfuerzos a estas tareas.
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Ante este panorama, la principal amenaza del IPE hoy en día es el envejecimiento y la falta de reposición de la plantilla con las próximas jubilaciones del personal técnico, administrativo y científico, que puede hacer peligrar la existencia de una masa crítica suficiente. Esta amenaza se suma a la proveniente de la escasa posibilidad de consolidación que la financiación actual de la ciencia española ofrece a los jóvenes investigadores. Respecto al personal técnico y administrativo, este hecho podría llegar a materializarse en la desaparición de servicios (laboratorios, divulgación, herbario y otras colecciones, biblioteca…) por la escasez de medios y personal. Sobre todo, resulta necesario potenciar la sede de Jaca, consolidando allí investigadores y plantilla en general, convirtiéndola en sede de repositorios del CSIC de colecciones de cambio global (herbario, colecciones zoológicas y litoteca) y haciéndola receptora de actividad científica relevante para la comunidad (por ejemplo, ante problemas ambientales, como los residuos de lindano o de espacios naturales). A pesar de los recortes en la plantilla, la productividad científica, la captación de recursos y las actividades formativas y de divulgación presentan una clara tendencia ascendente desde el año 2000. Esta tendencia está en sintonía hasta 2012 con el aumento de personal investigador y, en general, de la plantilla del IPE. Sin embargo, la disminución de la plantilla entre 2012 y 2017 no ha afectado a la tendencia al alza en actividad científica, formativa y divulgativa. De esta divergencia en tendencia se deduce que el personal hace un esfuerzo creciente en la captación de recursos y en materializar en resultados cuantificables el trabajo investigador realizado. Y ello a pesar de la creciente y excesiva burocratización de la actividad científica, que hace desviar mucho esfuerzo a actividades poco productivas. Resulta muy meritorio que en el contexto reciente de crisis económica que se ha vivido en el país y, en concreto, en la ciencia española, se hayan mantenido niveles de financiación tan satisfactorios, fruto del esfuerzo constante del personal investigador y de la calidad de las propuestas presentadas. Y ello a pesar de la pérdida de algunas fuentes de financiación, debido a la irregularidad en determinadas convocatorias y a los cambios en las políticas de financiación. En concreto, para el crecimiento del Instituto, ha supuesto (y supone) un grave inconveniente la tendencia a exigir cofinanciación por parte de los institutos para acceder a convocatorias competitivas que le permitan crecer en personal, recursos y equipamiento. Un centro de tamaño pequeño-mediano como el IPE tiene una escasa capacidad de maniobra con los fondos susceptibles de cofinanciar estas convocatorias, que se traduce en una desventaja en la captación de recursos en convocatorias competitivas.
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7. El IPE en el siglo xxi: balance y proyección
Por otro lado, la financiación proveniente de contratos con empresas ha experimentado un aumento recientemente, hasta alcanzar en 2017 el 8 % de la financiación obtenida. A pesar de la tendencia al alza, esta cifra muestra la escasa conexión de la investigación que se realiza en el IPE con actividades empresariales e industriales, lo que se traduce en una escasa capacidad de captación de recursos a través de contratos con empresas. El IPE tiene ante sí el reto de aumentar el impacto de su investigación en la sociedad invirtiendo un mayor esfuerzo en investigación aplicada y en transferencia de los resultados de sus estudios a la ciudadanía. Por ejemplo, a través de la participación en los Planes de Desarrollo Regional y en el aumento de la interacción con los Gobiernos regionales, con empresas del sector agroalimentario y medioambiental y con otros actores del territorio. Resulta interesante observar la evolución de los distintos elementos que componen la productividad científica. Con el paso de los años, se tiende a valorar más la productividad, tanto de los investigadores, como de los grupos y los centros a partir de ciertos indicadores, como es el caso de los artículos en revistas del JCR y, más recientemente, los artículos en revistas del Q1. Esta tendencia en la evaluación tiene una consecuencia directa en el esfuerzo que los investigadores invierten en cada actividad, y ello se ve reflejado en la distinta evolución que sufren los diferentes elementos productivos: artículos JCR y, en concreto, Q1 claramente ascendente, paralelamente al estancamiento o disminución de otro tipo de artículos, libros y capítulos de libro. La publicación en las mejores revistas internacionales confiere una gran visibilidad e impacto internacional a la investigación que se realiza en el IPE. Sin embargo, existe el riesgo de que esta tendencia en la forma de hacer ciencia se materialice en una excesiva especialización. La investigación básica de calidad en recursos naturales requiere muchas veces de estudios multidisciplinares a largo plazo, pero existe el riesgo de desconexión creciente entre las líneas de investigación, motivadas por las políticas científicas basadas en la productividad a corto plazo. Una de las principales oportunidades que los grupos de investigación del Instituto tienen ante sí es, dada la complementariedad de sus líneas de investigación, la colaboración más estrecha entre ellos, que les permitiría alcanzar objetivos científicos más ambiciosos y generales. En resumen, sumando las tendencias en plantilla, productividad científica y captación de recursos, puede decirse que el principal reto del IPE, a corto y medio plazo, es revertir la dinámica reciente de pérdida de personal y mantener la tendencia en productividad científica y captación de recursos. Todo ello para continuar siendo un centro de referencia en estudios de los recursos naturales y avanzar hacia la excelencia en el conocimiento científico, haciendo compatible la gestión y conservación sostenible de recursos, ecosistemas y paisajes.
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Anexos
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FOTOGRAFÍAS
Figura 1. Enrique Balcells impartiendo un cursillo en El Bozo, valle de Aísa, Huesca (agosto de 1967).
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75 Aniversario del IPE. Del Pirineo al estudio de las montañas del mundo
Figura 2. Realizando un perfil de suelo en el flysch del valle de Urdués, Huesca (verano de 1982). De pie, y de izquierda a derecha: Juan Puigdefábregas, José Arnáez, Teodoro Lasanta y Juan Montserrat. Agachados: José Miguel Melchor y Luis Ortigosa.
Figura 3. Reunión del Grupo de Restauración Ecológica en Huesca (enero de 2002). De pie, y de izquierda a derecha: Luis Villar, Juan José Jiménez, Juan Cervantes, Francesco, Mattia Trabucchi, Paco Comín, Enrique Navarro, Mercedes García, María González y Alberto Barcos. Agachados: David Moreno y Álvaro Cabezas.
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Anexos
Figura 4. Excursión del Departamento de Procesos Geoambientales y Cambio Global (IPE-CSIC) a Salinas de Jaca, Huesca (marzo de 2005). De izquierda a derecha: Penélope González Sampériz, Celia Martín Puertas, Carlos Martí, Noemí Lana-Renault, Nacho López Moreno, José María García Ruiz, Pili Serrano, Teodoro Lasanta, Jérôme Latron, Mario Morellón y Blas Valero.
Figura 5. Salida de campo a los Mallos de Riglos, Huesca (mayo de 2005). De pie, y de izquierda a derecha: Fernando Biarge, Bernardo Alvera, David Regüés, Mario Morellón y Estela Nadal Romero. Agachados: José María García Ruiz y Pili Serrano Muela.
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75 Aniversario del IPE. Del Pirineo al estudio de las montañas del mundo
Figura 6. Despedida de Juan Pablo Martínez Rica (agosto de 2007).
Figura 7. En Innsbruck, Austria (abril de 2008). De izquierda a derecha: Daniel Gómez, Federico Fillat, Ricardo García-González y David Badía.
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Anexos
Figura 8. Reunión del Grupo Consolidado de la DGA Geomorfología y Cambio Global, alto de Santa Cecilia, Cuenca del Jiloca, Teruel (año 2008).
Figura 9. Celebración de San Isidoro en el valle de Aísa, Huesca (año 2009). De izquierda a derecha: María José Mayayo, Piedad Urbieta, Álvaro Gairín, Cecilia Gasca, Santiago Pérez, Daniel Gómez, Ana Constante, Trini Bernal, Antonio Vallejo, María Luisa Dehesa, Blas Valero, Inma L. Alados y Federico Fillat.
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75 Aniversario del IPE. Del Pirineo al estudio de las montañas del mundo
Figura 10. Muestreo dendrocronológico de pino negro en el parque nacional de Aigües Tortes, Lleida (septiembre de 2009). Arben Q. Alla (izquierda), Diego Galán (centro) y Gabriel Sangüesa Barreda (derecha).
Figura 11. Jubilación de María Pilar Escario y Antonio Lanaspa, en el Parador de Oroel, Jaca. Junto a ellos, Paco Comín (izquierda).
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Anexos
Figura 12. Muestreando en Ordesa (septiembre de 2010). De izquierda a derecha: Samuel Pironon, Jesús Villellas, María Pazos, Iker Pardo y Begoña García.
Figura 13. XXVI Jornadas de Campo de Geografía Física en el Pirineo aragonés, organizadas por el Grupo de Investigación Hidrología Ambiental e Interacciones Clima-Actividad Humana del IPE-CSIC (junio de 2011).
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75 Aniversario del IPE. Del Pirineo al estudio de las montañas del mundo
Figura 14. Inauguración de la nueva sede del IPE en Jaca (mayo de 2012). De izquierda a derecha: Pedro Montserrat, Juan Puigdefábregas, José María García Ruiz y Juan Pablo Martínez Rica.
Figura 15. Campaña de extracción de sondeos lacustres en ibón de Urdiceto, Huesca (verano de 2012). De izquierda a derecha: Belén Oliva, Eduardo García-Prieto, Blas Valero Garcés, Raquel López, Paul Tarrats y Fernando Barreiro.
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Anexos
Figura 16. Campaña de muestreo de espeleotemas en la cueva de la Galiana, Soria (verano de 2012). De izquierda a derecha: Ana Moreno, Carlos Sancho, Rubén Gallego, Miguel Bartolomé, Cinta Osácar y Belén Oliva.
Figura 17. Homenaje al profesor Pedro Montserrat (julio de 2007), con la Gentiana montserratii en sus manos.
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Figura 18. Jornadas Iperinas (diciembre de 2012).
Figura 19. Excursión en el marco de la Red Cost Sensfor. Mirador de Punta Cuta, Ordesa, Huesca (septiembre de 2013).
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Anexos
Figura 20. Campaña de extracción de sondeos en paleolago de Conquezuela, Soria (mayo de 2014). De izquierda a derecha: Eduardo García-Prieto, Blas Valero Garcés, Penélope González Sampériz, Josu Aranbarri, Elena Royo, Javier Jaimez y María Leunda.
Figura 21. Excursión a Ordesa con motivo del congreso final. Acción Cost-Intimate Group, organizada por el Grupo PaleoIPE (junio de 2014).
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Figura 22. Editores de revistas científicas en la sierra de la Demanda (La Rioja) en una Jornada sobre Geoecología, Cambio Ambiental y Paisaje (octubre de 2014). De izquierda a derecha: Juan Ignacio López Moreno, Pura Ruiz Flaño, José María García Ruiz, José Arnaéz Vadillo, Teodoro Lasanta Martínez, Artemi Cerdà, Estela Nadal Romero, Noemí Lana-Renault y David Regüés.
Figura 23. Jubilación de José María García Ruiz en la sede del IPE en Zaragoza (septiembre de 2015).
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Anexos
Figura 24. Reunión del Grupo de Conservación de Ecosistemas en la sede del IPE de Zaragoza (diciembre de 2015). De izquierda a derecha: Ángel de Frutos, Federico Fillat, Saifi Merdas, Yolanda Pueyo, Yago Beguería Pueyo, Antonio I. Arroyo, Inma L. Alados, Ana Foronda, Mari Luz Giner, Maite Gartzia y Paloma Nuche.
Figura 25. Foto del Grupo Paleoambientes Cuaternarios y Cambio Global en el arboreto del IPE-CSIC, Zaragoza (abril 2016). De izquierda a derecha: Ana Moreno, Miguel Bartolomé, Penélope González Sampériz, Fernando Barreiro, Raquel López, Miguel Sevilla, Blas Valero Garcés, Graciela Gil Romera, Carlos Pérez, María Leunda y Elena Royo.
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Figura 26. Asamblea del IPE en Riglos, Huesca (junio de 2017).
Figura 27. Foto del Grupo Hidrología Ambiental e Interacciones Clima-Actividad Humana en el arboreto del IPE-CSIC, Zaragoza (noviembre de 2017). De izquierda a derecha: Marina Peña, Natalia Martín, Fergus Reig, Paco Navarro, Esteban Alonso, Makki Khorchani, Estela Nadal Romero, Teodoro Lasanta, Sergio M. Vicente Serrano, Nacho López Moreno, Javi Zabalza y Fernando Domínguez.
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Anexos
Figura 28. Semana de la Ciencia 2017 en la Delegación del CSIC en Aragón (noviembre de 2017). De izquierda a derecha: Antonio I. Arroyo, Ariadna Cañaveras, Miguel Castillo, Jorge Sobrino y Daniel Sanz.
Figura 29. Iniciativa 11 de Febrero, promovida por el CSIC buscando la visibilidad de la mujer en los Centros, IPE-Jaca (enero, 2018).
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Figura 30. Iniciativa 11 de Febrero, promovida por el CSIC buscando la visibilidad de la mujer en los Centros, IPE-Zaragoza (febrero de 2018).
Figura 31. Grupo de Restauración Ecológica en el arboreto del IPE-CSIC (marzo de 2018). De izquierda a derecha: Enrique Navarro, Clara Castellano, Paco Comín, Begoña Álvarez Farizo y Miguel Sevilla.
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Anexos
Figura 32. Asamblea del IPE en San Juan de la Peña, Huesca (noviembre de 2013).
Figura 33. Federico Fillat, Gabriel Montserrat y Daniel Gómez cerca de Bolea, Huesca (abril de 2013).
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Figura 34. Limpieza del arboreto del IPE-CSIC (2009).
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PERSONAL DEL IEP, DEL CPBE Y DEL IPE Relación recopilada por Cecilia Gasca Marín, Teodoro Lasanta Martínez y Javier Zabalza Martínez
IEP Cargos directivos 1942-1944 Sin Dirección 1945-1967 Dirección
Luis Solé Sabarís
Vicedirección
José Manuel Casas Torres 1968
Dirección
Enrique Balcells Rocamora 1969-1971
Dirección
Enrique Balcells Rocamora
Secretaría
Manuel Ávila de Tejada 1972-1983
Dirección
Enrique Balcells Rocamora
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Personal ID
1.er apellido
2.º apellido
Nombre
1
Abad
2
Balcells
Rocamora
Enrique
3
Callizo
Zapater
Purificación
4
Castán
Malo
Vicente
5
Creus
Novau
José
6
Fernández
Oliva
Ana
7
García
Ruiz
José M.ª
8
Gari
Lacruz
Ángel
9
Mairal
Buisán
Jesús
10
Martí
Bono
Carlos E.
11
Pérez
de Larraya
Cristina
12
Puigdefábregas
Tomás
Cayo
13
Saganta
Laborda
Rosa
14
Silván
Sada
Luis
15
Solé
Sedó
Jaime
16
Soler
Sempere
Miguel
17
Ubieto
Laín
Emilio
María Isabel
CPBE Cargos directivos 1964-1978 Dirección
Enrique Balcells Rocamora
Vicedirección
Pedro Monserrat Recoder 1979-1982
Dirección
Enrique Balcells Rocamora
Vicedirección
Juan Ramón Vericad Corominas
Secretaría
Juan Puigdefábregas Tomás 1983
Dirección
Juan Puigdefábregas Tomás
Vicedirección
Enrique Balcells Rocamora
Secretaría
Bernardo Alvera
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Anexos
Personal ID 1 2 3 4 5 6 7
22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32
1.er apellido Abad Albás Álvarez Álvarez Alvera Arbella Asensio Aznárez Azorín Balcells Cajal Cajal Callizo Castán Cervantes Chinchón Cirer Creus de Mingo de Mingo Doménech Escario Escolá Fanlo Faus Piedrafita Fernández Fernández Ferrer Fillat Font Franch
2.º apellido Martínez Rufas Asensio García García-Quirós León Beltrán Callavé Arrué Rocamora Orós Ramón Zapater Malo Vallejos Yepes Costa Novau García Ruiz Gavaldá Lardiés
33 34 35 36 37 38 39 40 41
Galindo Gallego García García Gairín Goizueta Gómez González Gracia
8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21
ID 42 43 44 45 46 47 48
Batlle
Nombre Mercedes Alejandro Isabel Miguel A. Bernardo Miguel P. Enrique María Isabel José Enrique María Luisa María Luisa Purificación Vicente Juan José S. M. Antonia José Marcelino Eugenio Manuel María Pilar Olegario Rosario Félix Fermín Ana Concepción Francisco Federico Concepción Juan
Ferrer Castejón Casas González Rabal Iraburu García Lorenzo Arruebo
Ramón Luis Miguel Ricardo Álvaro Juan Agustín José Daniel Delfín Miguel C.
Domínguez Perxa Bartolomé Oliva Riera Lerín Estaqué
63 64 65 66 67 68 69 70 71 72 73
1.er apellido Gracia Hernanz Jiménez Lanaspa Lasaosa Mairal Martí Martínez Medir Miranda Montserrat Montserrat Nadal Navazo Nombela Palanca Pardo Pedrocchi Peraita Pérez Pérez Pou Puigdefábregas Puigdefábregas Rodríguez Saganta Sancho Santamaría Santamaría Sanuy Serrat Simón
Nombre Joaquín Plaza Antonio J. Marco Juan Villanúa Antonio Sierra Manuel Rey Manuel Bono Carlos E. Rica Juan Pablo Huerta Luis Pérez Pablo Martí Gabriel Recoder Pedro Puigdefábregas Jacinto López Víctor Fernández José María Soler Antonio Ara María Pilar Renault César Uriain Agustín de Larraya Cristina Esteban Santiago Joaquín Tomás Cayo Tomás Juan Jiménez Fernando Laborda Rosa M.ª Crespo María José Blanco Antonio Laín Javier Castells Delfín Teresa Joan Manuel Benito José Carlos
74 75 76 77 78 79 80 81 82
Soler Ubieto Valdovinos Van Vea Vericad Vidal Villar Vives
Sempere Laín Landaburu Hensbergen Sánchez Corominas Calma Pérez Balmaña
49 50 51 52 53 54 55 56 57 58 59 60 61 62
2.º apellido
Miguel Emilio M. Rosario Hubertus J. Antonio Juan Ramón Antonio Luis M. Victoria
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IPE Cargos directivos 1984-julio 1988 Dirección
Juan Puigdefábregas Tomás
Vicedirección
Enrique Balcells Rocamora
Secretaría
Bernardo Alvera García-Quirós Julio 1988-1990
Dirección
José María García Ruiz
Vicedirección
José Creus Novau
Secretaría Julio 1990-1993 Dirección
Antonio Gómez Sal
Vicedirección
Juan Pablo Martínez Rica
Secretaría
Luis Villar Pérez Enero-mayo 1994
Dirección
Jesús Gascón Junio 1994-2004
Dirección Vicedirección
Juan Pablo Martínez Rica Luis Villar Pérez 2005-mayo 2009
Dirección
Francisco A. Comín Sebastián
Vicedirección
Daniel Gómez García
Vicedirección
Carlos E. Martí Bono Mayo 2009-2011
Dirección
Blas L. Valero Garcés
Vicedirección
Concepción López Alados
Vicedirección
Daniel Gómez García 2011-junio 2017
Dirección
Blas L. Valero Garcés
Vicedirección
María Begoña García González
Vicedirección
Daniel Gómez García
Dirección
Yolanda Pueyo Estaún
Vicedirección
Juan José Jiménez Jaén
Vicedirección
Teodoro Lasanta Martínez
Junio 2017-
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Anexos
Personal ID 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19
1.er apellido Abadías Abella Adsuar Agudo Aguirre Aidel Alatorre Albertos Albuixech Alla Almansa Alonso Álvarez Álvarez Alvera Amella Antor Aouichaoui Arambarri
20 Araujo 21 Arbella 22 Armero 23 Arnedo 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40
Arriba Arroyo Artal Asensio Aznar Azorín Azorín Balcells Baldowin Barcos Barrantes Barreiro Bartolomé Bas Beguería Ben Ali Benedé
2.º apellido Sierra Ferriz Vaquero
Nombre Luis Darío Palmira Aída Javier De Juana Javier Zouber Cejudo Luis Carlos Bofarull Belén Martí Jorge José Arben Purificación González Esteban Martínez Javier Farizo Begoña García-Quirós Bernardo Ferrer Adolfo Castellarnau Ramón Ghalia Erkiaga Josu Félix Duarte Arnaldo León Miguel Guijarro Ángel Alejandro De Viladrosa Lidia De Martínez Antonio I. Valencia Gonzalo Beltrán Primitivo E. Millán Raúl Arrúe José Molina César Rocamora Enrique Chinestra M.ª Ángeles Fernández Alberto Díaz Olivia Lostres Fernando Ucar Miguel Jordi Portugués Santiago Hammadi Luis Abel
ID 1.er apellido
2.º apellido
41 42 43 44 45 46 47 48 49 50 51 52 53 54 55 56 57 58 59 60 61 62 63 64 65
Moriana Alonso
Benítez Benito Benito Beorliegui Bernal Bernués Blas Bordonaba Borghi Bouzebboudja Bravo Braza Breedveld Broca Broto Bueno Bueno Cabezas Cabezudo Cajal Calderón Callizo Calvo Calvo Camarero
66 Campo 67 68 69 70 71 72 73 74 75 76 77 78 79 80
Cañaveras Capistros Carbajo Carranza Castellano Castillo Castro Cendejas Cera Cerda Cervantes Cervera Chaparro Charte
Nombre
Sergio José Luis Inmaculada Martín Barranco Trinidad M.ª Pilar Ignacio Juste Ana Pilar Carlos Rida Domínguez Pedro A. Simón Rita Rosana Merel C. Vela Alfonso María Teresa González C. Guillermo Márquez Beatriz Beaumont Álvaro Baltasar Oros M.ª Luisa Gracia Luis Zapater Purita Ana María María José Martínez Jesús Julio Arantzazu Borau Eva Vidosa Ariadna Bitrián Carmela Martínez David Cilleruelo Fabian Navarro Clara M.ª Miguel García Díez Pilar Sánchez Pastor Dolores Rull Andreu Bolinches Artemio Vallejo Juan Aparicio Mariola Mendivelso Hooz Angela Gascón Raquel Continúa
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75 Aniversario del IPE. Del Pirineo al estudio de las montañas del mundo
Continuación
Personal ID 81 82 83
1.er apellido Chocarro Ciancarelli Coba
2.º apellido Gómez Raccuini Pérez
84 Collados 85 86 87 88 89 90 91
Comín Connellan Constante Cook Cordero Corella Corria
Sebastián Barraclough Orrios
Aznar Ainslie
92 Cortés
Paya
93 94 95 96
González Laiglesia Novau Arnas
Couto Crespo Creus D’Angelo
97 Darwiche
Criado
98 99 100 101 102 103
Fernández Solana Gutiérrez Escribano Sempere
De Arriba De La Riva De Pablo Dehesa Del Barrio Del Horno
104 Desimoni
Figueiras
105 106 107 108 109 110 111 112 113 114 115 116
Moñús Ruiz Castro
Díez Domingo Domínguez Domínguez Donnellan Durán Ebrahimi El Kenawy Errea Escario Escós Español Fazlollah 117 Aghamaleki
El Sayed Abad Lardiés Quílez Latorre
Nombre Cristina Cecilia Paz Daniel Bruno Francisco A. Alicia Ana Michael Pedro Juan Pablo Robin Paloma del Pilar Sergio Lorena José Javier Nadia Teresa Lidia Juan Beatriz M. Luisa Gabriel Lourdes César Esteban Juan Carlos Darío Fernando F. Javier Alicia Inmaculada Payam Ahmed M. H. M.ª Paz M. Pilar Juan Manuel Cecilia Alí
ID 1.er apellido
2.º apellido
Nombre
118 119 120 121 122 123 124 125 126 127 128 129 130 131 132 133 134 135 136
Lucía Arberas Giménez Carrasquer
M. Rosario Olatz Mary Edith Elena Jesús Federico Patrick S. David Saúl Ana María Ernesto Matías Ángel de Patricia Álvaro Ramón Belinda Juan Diego Francisco M. Concepción M.ª Natalia María Pilar M. Mercedes M.ª Begoña Ricardo José Manuel José María H. Jesús Ángel Eduardo Ignacio Maite M. Cecilia Antonio Estela Eustaquio Graciela M. Irene M.ª Luz M Luisa
Felipe Fernández Fernández Ferrer Ferrer Fillat Fitze Flores Fontaneda Foronda Franco Frugone Frutos Fustero Gairín Galindo Gallardo Galván Galve
Estaqué
Ríos Vázquez Álvarez Tena Abad Rabal Ferrer Armas Candela Agudo
137 Galve
Gimeno
138 139 140 141 142 143 144 145 146 147 148 149 150 151 152 153 154 155 156
Mejías
Gañán García García García García García García García García-Prieto Garín Gartzia Gasca Gazol Giannoni Gil Gil Gimeno Giner Goded
García González González Plaza Ruiz Arnay Fonce Atorrasagasti Arregi Marín Burgos Pelegrín Romera Miguel Neira
Continúa
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Anexos
Continuación
Personal ID 157 158 159 160 161 162 163 164 165
1.er apellido Gómez Gómez Gómez Gómez Gómez Gómez González González González
166 González 167 168 169 170 171 172 173 174 175 176 177 178 179 180 181 182 183 184 185 186 187 188 189 190 191 192 193 194 195 196
Goñi Gorgocena Gracia Granda Guerrero Guerrero Guillaume Gutiérrez Guzmán Haroldo Hermet Hernández Hernanz Herrera Herrero Hidalgo Horreo Íñiguez Ipas Iradiel Isern Izaquerri Jambrina Jarne Jarne Jiménez Jlassi Joorabian Kaptanoglu Khorchani
2.º apellido García Sal García García García Villar Sampériz Sanchís Sargas FernándezNieto Martínez Arruebo Fernández Campo Iturbe Eisman Otano Laya Matías Plaza Valladolid Navarro Escandón Remón
Vallverdú Fuentes Enríquez Bretones Jaén Shooshtari
Nombre Guillermo Antonio Alberto Domingo José Daniel Amelia Penélope M.ª Carmen Eduardo Constanza Daniel Yolanda Miguel C. Elena Joaquín Jesús Papuga Silvia David Diego Enrico Yolanda Antonio Raquel Juan Rafael José Luis B. Esther Montserrat Javier Josefa David Margarita María José Miguel Juan José Wala Sharif Ayse Makki
ID 1.er apellido 197 198 199 200 201 202 203 204 205 206 207 208 209 210 211 212 213 214 215 216 217 218 219 220 221 222 223 224 225 226 227 228 229 230 231 232 233 234 235 236
Komac Kouba Lafuente Laguna Lahoz Lamana Lana-Renault Lanaspa Lasanta Lasheras Latrón Leunda López López López López López López Lorente Lorenzo Lorenzo Luengo Maestro Mairal Mairal Mañero March Marinas Martí Martí Martín Martín Martín Martínez Martínez Martínez Martínez Martínez Martínez Martínez
2.º apellido
Rosales Marín-Yaseli Sevil Ballarín Monreal Villanúa Martínez Álvarez Esnaola Moreno Vicente Cantero Alados López Grima Lacruz Martínez Buisán Rey Marín Salas Murillo Dalmau Bono Hernández Queller
Corredor Rica Capetillo Fernández García González
Nombre Benjamin Yacine Victoria María Elena Adela Noemí Antonio Teodoro Laura Jérôme María Juan Ignacio Manuel Raquel Concepción V. Marcelo Trinidad Adrián Ángel Isabel Jorge Isabel Melchor Jesús Manolo Óscar Martí Ana Clara Carlos Natalia Emilia Ana María Gema Sergio Juan Pablo Gonzalo Jesús Felipe José María Continúa
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75 Aniversario del IPE. Del Pirineo al estudio de las montañas del mundo
Continuación
Personal ID 237 238 239 240 241 242 243 244 245 246 247 248 249 250 251 252 253 254 255 256 257 258 259 260 261 262
1.er apellido Martínez Martínez Masip Masó Matute Mayayo Mendoza Miguel Milla Mingo Miranda Molinillo Montserrat Montserrat Montserrat Morán Morellón Moreno Moreno Moreno Mozuelos Munarriz Munuera Muñiz Muñoz Muñoz
2.º apellido Resano Castroviejo Ferrerons Marín Bueno Chinchilla Gutiérrez Ruiz Mojica Martí Martí Recoder Tejeda Marteles Caballud Mateos Martínez Sainz
Cabrera Rodrigo Trigo
263 Muñoz
Yanguas
264 Nadal 265 Nadal
Romero Tersa
266 Navarro
López
267 268 269 270 271 272 273 274 275
Navarro Navarro Navarro Navazo Nicolau Nogués Nogués Nuche Oliva
Rodríguez Serrano López Ibarra Bravo Gálvez Urcia
Nombre Rafael R. Ricardo Adriá Guillem Luisa María M. José Brunilde Leticia Rubén Eugenio De Beatriz T. Marcelo Gabriel Juan Pedro Enrique Mario Ana David Sonia Ana María Mercedes Thais Selene Ramiro Pablo Miguel Ángel Estela Jordi Jesús Manuel Teresa Enrique Paco Víctor José Manuel David Julia Paloma Belén
ID 1.er apellido
2.º apellido
Nombre
276 277 278 279 280 281 282 283 284
Lasierra Alsina Izquierdo Blasco Ducar
Gallardo Mejías Domingo Esteban Rontomé de Beresaluce Cardiel Monge Sanz
M.ª Victoria María Inés Luis María Sara Vicente Fernando Antonio J. Iker Pilar José Fernando Edmond María César Vicenzo Marina Carlos Silvia Santiago Carmen Luis Carlos Estela Silvia Ana
Gil
M. Cristina
Serrano
María M Del Rocío Samuel Manuel Silvia Yolanda M. Jesús Juan M. Jesús Salvador Marcos David Fergus Ana
Olona Opere Ortigosa Palacio Palacios Palacios Palma Pardo Pardo
285 Pardo 286 287 288 289 290 291 292 293 294 295 296 297 298 299 300 301 302 303 304 305 306 307 308 309 310 311 312 313
Pasho Pazos Pedrocchi Pentariani Peña Pérez Pérez Pérez Pérez Pérez Pérez Pérez Pérez Pérez de Larraya Pérez Pinal Pironon Pizarro Presa Pueyo Pueyo Puigdefábregas Ramiro Rebollo Regueira Regüés Reig Reiné
Ordoñez Guerreño Ara Ara Pata Renault
Gavilán Castro Estaún García Tomás Buen de la Torre Muñoz Gracia Viñuales
Continúa
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Anexos
Continuación
Personal ID 314 315 316 317 318
1.er apellido Reiné Remón Revilla Revuelto Rey
2.º apellido Viñuales Aldave de Lucas Benedí
Nombre Ramón J. José Luis Jesús Jesús Antonio
319 Rico
Herrero
320 321 322 323 324 325 326 327 328 329 330 331 332 333 334 335 336 337 338 339 340 341 342 343 344
Lozano Gómez Rosell
María Teresa Ibai I. Paloma José Ramón
Rodríguez Rodríguez Román Romanos Rosas Royo Royo Rubio Rubio Rueda Ruiz Saiz Salas Salgado Salimi Sami Sanjuan Sánchez Sánchez Sánchez Sánchez Sánchez Sánchez 345 Miranda
Fernández Merino Teruel Pueyo Salazar Moya Obregón Guerrero Fernández Pascual Flaño Bustamante Remón Romero Kouchi Zaki Juan José Lorenzo Navarrete Salguero Abad Benítez
M. Ángel Emilio Roberto Héctor Verónica M. Elena Oriol Esther Virginia José Ignacio Pura Hugo Patricia Sandra Jamileh Mohamed Yasmina Arturo Pedro Raúl Jesús Antonio
Moreno
Angela
346 347 348 349
Molina Barreda Vallelado
M. Carmen Gabriel Alba Jorge
Rico Roales Roca
Sancho Sangüesa Sanmiguel Santa Fe
350 Santa María
Bernal
351 Santacruz
Novella
M.ª Asunción Luis Vicente
ID 1.er apellido 352 353 354 355 356 357 358 359 360 361 362 363 364 365 366
Santamaría Sanz Sanz Sanz Sanz Sanz Saz Seeger Serra Serra Serrano Serrano Sesé Sevilla Sferi
367 Silva 368 369 370 371 372 373 374 375 376 377 378 379 380 381 382 383 384 385
Silva Sobrino Sobrón Sola Sorando Taboada Tapia Tarrats Tejero Telesca Torralba Trabucchi Ubieto Unquera Urbieta Urieta Val Valero
2.º apellido Sanz Sanz Trullén Trullén Sánchez Maluquer Cobo Muela Barrios Callejo Hernández de Santaolalla Aguilera Oter García Gil Izquierdo Palomares Martín Sada Ibarra Acín Laín Escobedo Bats Lardiés Pulido Garcés
386 Valle
Bracero
387 Vallejo 388 Vega 389 Vela
Domínguez Rodríguez Miranda
Nombre Iván M. Ángeles José Luis Daniel Víctor Guillermo Miguel A. Karl Manuel Xavier Jordi María Pilar Liliana José Antonio Miguel Emma José Luis Crisanto Jorge Ignacio Pilar Ricardo Ángela Jesús Pol Pablo Luciano Miguel Ángel Mattia Emilio Jesús Piedad María Jonatan Blas Lorenzo M. Auxiliadora Antonio María Isabel Joaquín José Continúa
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Continuación
Personal ID 1.er apellido 2.º apellido
Nombre
390 Vicente
Serrano
391 392 393 394 395 396 397 398 399 400
Salvador Pérez
Sergio Martín Pedro Luis Ana Jesús María Paz Susan Mary Javier Javier Aidel Teresa
Villar Villar Villarroya Villellas Vizner White Yera Zabalza Zouber Zubiaurre
Ariño Clemente Posa Martínez Eizaguirre
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TESIS DOCTORALES REALIZADAS EN EL IPE Información recopilada por Ariadna Cañaveras, Teodoro Lasanta y Luis Villar
1971 Soler Sampere, Miguel. Étude géologique du Haut Aragon occidental. Facultad de Ciencias Geológicas de la Universidad de Barcelona. Director: Oriol Riba Arderiu. Vericad Corominas, Juan Ramón. Estudio faunístico y biológico de los mamíferos montaraces del Pirineo. Facultad de Biología. Universidad de Barcelona. Director: Enrique Balcells Rocamora.
1973 Martínez Rica, Juan Pablo. Contribución al estudio de los reptiles ibéricos: gecónidos. Universidad de Barcelona. Director: Enrique Balcells Rocamora.
1975 García Ruiz, José María. Modos de vida y niveles de renta en el Prepirineo del Alto Aragón occidental. Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza. Director: Antonio Higueras Arnal. Puigdefàbregas Tomás, Cayo. La sedimentación molásica en la cuenca de Jaca. Facultad de Ciencias Geológicas de la Universidad de Barcelona. Director: Oriol Riva Arderiu.
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1977 Creus Novau, José. El clima del Alto Aragón occidental. Universidad de Navarra. Directores: Alfredo Floristán Samanes y Enrique Balcells Rocamora. Hernández Cardona, Ángel María. Estudio monográfico de los géneros Poa y Bellardiochloa en la Península Ibérica e Islas Baleares. Facultad de Biología. Universidad de Barcelona. Director: Pedro Montserrat Recoder. Palanca Soler, Antonio. Aspectos faunísticos y ecológicos de lepidópteros altoaragoneses. Universidad de Barcelona. Director: Enrique Balcells Rocamora. Pedrocchi Renault, César. Biocenología ornítica en bosques submediterráneo-montanos de Pinus sylvestris en San Juan de la Peña y sus relaciones con la avifauna del Alto Aragón occidental. Universidad de Barcelona. Director: Enrique Balcells Rocamora.
1978 Báscones Carretero, Juan Carlos. Relaciones suelo-vegetación en la Navarra húmeda del noroeste. Estudio florístico-ecológico. Universidad de Navarra. Directores: Pedro Montserrat Recoder y Jaime Íñiguez. Villar Pérez, Luis. La vegetación del Pirineo occidental. Estudio florístico y geobotánicoecológico. Facultad de Biología. Universidad de Barcelona. Director: Pedro Montserrat Recoder.
1980 Fanlo Domínguez, María del Rosario. Estudio fitotopográfico de las crestas del Prepirineo oscense. Facultad de Ciencias Biológicas. Universidad Complutense de Madrid. Director: Pedro Montserrat Recoder y S. Rivas Martínez. García González, Ricardo. Estudio del crecimiento postnatal en corderos de raza rasa aragonesa, ecotipo ansotano. Facultad de Biología. Universidad de Barcelona. Director: Enrique Balcells Rocamora.
1981 Álvarez Asensio, María Isabel. Estructura y producción primaria neta epigea de un hayedo asturiano. Facultad de Ciencias-Sección de Biológicas. Universidad de Oviedo. Directores: Juan Puigdefábregas Tomás y Miguel Morey Andreu.
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Fillat Estaqué, Federico. De la trashumancia a las nuevas formas de ganadería extensiva. Estudio de los valles de Ansó, Hecho y Benasque. Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos. Universidad Politécnica de Madrid. Director: Pedro Montserrat Recoder. García Casas, Miguel. Contribución al conocimiento biométrico y ecológico de Mus musculus spretus (Lataste, 1883) de los naranjales de Sagunto (V). Facultad de Ciencias Biológicas. Universidad de Valencia. Director: Juan Ramón Vericad Corominas. Puigdefábregas Tomás, Juan. El pinar altoaragonés de Pinus sylvestris: estructura y producción primaria neta. Universidad de Navarra. Director: Fernando González Bernáldez.
1982 Vives, María Victoria. Contribución al Estudio de la Herpetofauna del NE de la Península Ibérica. Facultad de Biología. Universidad de Barcelona. Director: Juan Pablo Martínez Rica.
1983 Van Hensbergen, Hubertus J. Ecological separation between four species of carnivores in the Western Pyrenees, Spain. Universidad de Cambridge. Director: Juan Ramón Vericad Corominas.
1984 Montserrat Martí, José María. Flora y vegetación de la sierra de Guara (Prepirineo aragonés, Huesca). Facultad de Biología. Universidad de Barcelona. Director: Pedro Montserrat Recoder.
1986 Ferrer Plou, Javier. Estudio florístico y aspectos geobotánicos de las sierras de Herrera, Cucalón y Fonfría. Facultad de Ciencias Biológicas Universidad de Valencia. Director: Pedro Montserrat Recoder.
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Gómez García, José Daniel. Flora y vegetación de Peña Montañesa, la sierra Ferrera y valle de la Fueva (Alto Sobrarbe, Huesca). Facultad de Biología. Universidad de Barcelona. Director Pedro Montserrat Recoder. Montserrat Martí, Gabriel. Flora y vegetación del macizo de Cotiella y la sierra de Chía (Pirineo aragonés). Facultad de Biología. Universidad de Barcelona. Director: Pedro Montserrat Recoder.
1987 Bea Sánchez, Antonio. Contribución al conocimiento del género Vipera (Reptilia, Viperidae): La microornamentación del Aberhaütchen. Facultad de Biología. Universidad de Barcelona. Director: Juan Pablo Martínez Rica. Cirer, María Antonia. Revisión taxonómica de las subespecies del lacértido Podarcis pityusensis Boscá, 1883. Facultad de Biología. Universidad de Barcelona. Director: Juan Pablo Martínez Rica.
1988 Arbella León, Miguel. Formaciones pascícolas supraforestales en la reserva de la biosfera de Ordesa-Viñamala. Facultad de Ciencias Biológicas. Universidad Complutense de Madrid. Director: Emilio Fernández Galiano. Catalán Rodríguez, Pilar. Geobotánica de las cuencas del Bidasoa-Urumea. Estudio ecológico de los suelos y la vegetación de la cuenca de Artikutza (Navarra). Universidad del País Vasco. Director: Pedro Montserrar Recoder. Lasanta Martínez, Teodoro. Evolución reciente del espacio agrario en el Pirineo aragonés. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Zaragoza. Director: Enrique Balcells Rocamora. Muñoz Trigo, Pablo. Prevención y defensa contra aludes. Aplicación práctica al Pirineo aragonés. Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Montes. Universidad Politécnica de Madrid. Director: Juan Mintegui.
1989 Martínez Castilla, Aurora. Autoecología del lagarto ocelado (Lacerta lepida). Universidad Autónoma de Madrid. Director: Juan Pablo Martínez Rica.
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Anexos
Serra Cobo, Jordi. Estudi de la biologia i ecologia de Miniopterus schreibersi (en el sector mediterrani nord-occidental). Facultad de Biología. Universidad de Barcelona. Director: Enrique Balcells Rocamora.
1990 Alvera García-Quirós, Bernardo. Ciclos de elementos minerales en dos pinares pirenaicos. Facultad de Ciencias Biológicas. Universidad Complutense de Madrid. Director: Enrique Balcells Rocamora. Chocarro Gómez, Cristina. Estudios ecológicos sobre los prados de siega del Pirineo central español: composición florística, producción y calidad. Facultad de Ciencias. Universidad de Navarra. Director: Luis Villar Pérez. Ortigosa Izquierdo, Luis M. Impacto de las repoblaciones forestales en la dinámica ambiental de laderas y cauces. Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Zaragoza. Director: José María García Ruiz. Roca Rosell, José Ramón. Poblamiento de las fuentes de los Pirineos centrales, faunística y ecología. Universidad de Barcelona. Directores: Eugenio Ortiz de Vega y M. Alonso García de Amilibia. Sanuy Castells, Delfín. Anàlisi estadistica del desplaçament en cinc espècies d’anurs ibèrics. Universidad Autónoma de Barcelona. Director: Juan Pablo Martínez Rica.
1991 Díez Moñux, Juan Carlos. Estudio y parametrización del intercambio de energía entre la atmósfera y el manto nival durante el período de fusión: cuenca experimental de Izas. Pirineos centrales. Facultad de Ciencias. Universidad de Zaragoza. Director: Juan Puigdefábregas Tomás y Domingo González. Montserrat Martí, Juan. Evolución glaciar y postglaciar del clima y la vegetación en la vertiente sur del Pirineo. Estudio palinológico. Facultad de Geología. Universidad de Barcelona. Director: Joan Manuel Vilaplana y Guy Jalut.
1992 Antor Castellarnau, Ramón. Ecología de las comunidades de paseriformes alpinas del Pirineo. Facultad de Biología. Universidad de Barcelona. Director: César Pedrocchi Renault.
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Barrio Escribano, Gabriel del. Respuesta topográfica del paisaje en alta montaña. Pirineos Centrales. Universidad Autónoma de Madrid. Director: Juan Puigdefábregas Tomás. Borghi, Carlos E. Los micromamíferos subterráneos del Pirineo aragonés (subgénero Pitymys): impacto sobre la vegetación y papel bioerosivo. Universidad Autónoma de Madrid. Director: Juan Pablo Martínez Rica. Cuartas Álvarez, Paloma. Herbivorismo de grandes mamíferos en un ecosistema de montaña mediterránea. Universidad de Oviedo. Director: Ricardo García González. Horta Cortada, Natividad. Análisis comparativo de la capacidad de aprendizaje en el género Triturus (Amphibia, Caudata). Facultad de Biología. Universidad de Barcelona. Director: Juan Pablo Martínez Rica. Isern Vallverdú, Josefa. Ecología de los ortópteros en pastos del Pirineo occidental. Universidad Autónoma de Barcelona. Director: César Pedrocchi Renault. Nicolau Ibarra, José Manuel. Evolución geomorfológica de taludes de escombreras en ambiente mediterráneo continental (Teruel). Universidad Autónoma de Madrid. Director: Juan Puigdefábregas Tomás. Rodríguez Fernández, Miguel Ángel. Estructura aérea y subterránea de pastos de montaña según el tipo de aprovechamiento. Universidad Complutense de Madrid. Director: Antonio Gómez Sal. Ruiz Flaño, Purificación. Evolución geomorfológica de campos abandonados: el ejemplo del valle de Aisa, Pirineo aragonés. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Zaragoza. Director: José María García Ruiz.
1993 Broca Vela, Alfonso. Caracterización química y físico-química de suelos de pastos del Pirineo aragonés (valle de Benasque). Facultad de Veterinaria. Universidad de Zaragoza. Director: Adolfo Amella Ferrer. García González, Begoña. Biología reproductiva y ecología de plantas endémicas de los Pirineos: Petrocoptis spp., Pinguicula longifolia Ramond ex DC y Borderea pirenaica Miégeville. Universidad de Navarra. Director: Luis Villar Pérez. Gil Pelegrín, Eustaquio. Estudios ecofisiológicos sobre Pinus uncinata Mill., en el límite superior de la especie. Universidad Autónoma de Madrid. Director: Luis Villar Pérez.
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Anexos
Hamrouri, Samir. Tecnificación estructural, técnica y economía y nivel de intensificación de las explotaciones ovinas del valle medio del Ebro en el marco y dinámica de las agriculturas desarrolladas. Facultad de Veterinaria. Universidad de Zaragoza. Director: Melchor Maestro Martínez.
1994 Beorlegui Zozaya, Martín. Evolución climática del NO peninsular español durante las últimas centurias a partir de series dendrocronológicas. Universidad de Navarra. Director: José Creus Novau Maris Giannoni, Stella. Ecología comparada de dos especies de roedores subterráneos: Microtus (Terricola) duodecimcostatus y M. (T.) pyrenaicus. Universidad Autónoma de Madrid. Director: Juan Pablo Martínez Rica.
1995 Álvarez Martínez, Javier. Dinámica sucesional tras el abandono y recuperación del matorral mediante pastoreo controlado. Experiencia en un sector de la montaña de León. Universidad de Lérida. Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agraria. Director: Antonio Gómez Sal. Asensio Beltrán, Primitivo Enrique. Modelización de las relaciones interactivas entre vegetación y transporte de sedimentos. Universidad Politécnica de Valencia. Directores: Juan Puigdefábregas Tomás y Juan Gisbert. Goded, María Luisa. Estructura de la vegetación en comunidades pratenses pirenaicas sometidas a diferente gestión. Interpretación ecológica (funcional y causal). Universidad de Navarra. Directores: Federico Fillat Estaqué y Cristina Chocarro Gómez. Gómez Villar, Amelia. Dinámica geomorfológica y conos aluviales en cuencas torrenciales de montaña. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Zaragoza. Director: José María García Ruiz. Rubio Fernández, Virginia. Dinámica fluvial del río Ara (Pirineo aragonés). Universidad Autónoma de Madrid. Directores: José María García Ruiz y José Antonio González.
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1996 Castro Díez, Pilar. Variaciones estructurales y funcionales de los fanerófitos dominantes en las comunidades de encinar a lo largo de un gradiente climático atlántico-mediterráneo. Facultad de Biología. Universidad de León. Director: Gabriel Montserrat Martí. Martí Bono, Carlos. El glaciarismo Cuaternario en el Alto Aragón occidental. Facultad de Geología, Universidad de Barcelona. Director: Oriol Riba. Rebollo de la Torre, Salvador. Análisis de la estrategia de pastoreo de pequeños rumiantes domésticos considerando distintas escalas espaciales. Facultad de Biología. Universidad de León. Director: Antonio Gómez Sal.
1997 Aldezábal Roteta, Arantxa. Análisis de la interacción vegetación-grandes herbívoros en las comunidades supraforestales del parque nacional de Ordesa y Monte Perdido (Pirineo central, Aragón). Facultad de Ciencias. Universidad del País Vasco. Director: Ricardo García González. Garín Atorrasagasti, Ignacio. Ecología del ciervo (Cervus elaphus) en la reserva de caza de la Garcipollera (Huesca). Facultad de Ciencias. Universidad del País Vasco. Director: Ricardo García González. López Mariño, Ana María. Estudio del banco de semillas del suelo en prados y pastos del valle de Valdeón (Picos de Europa): influencia del manejo tradicional y comparación entre dos métodos indirectos de germinación bajo ambiente controlado. Facultad de Biología, Universidad de León. Director: Federico Fillat Estaqué.
1998 Guerrero Campo, Joaquín. Patrones de la vegetación y atributos morfo-funcionales de las plantas de los terrenos erosionados del valle del Ebro y del Prepirineo. Facultad de Biología. Universidad de Barcelona. Director: Gabriel Montserrat Martí. Reiné Viñales, Ramón J. El banco de semillas del suelo en comunidades pratenses de montaña, con distintos regímenes de gestión agrícola. Escola Técnica Superior d’Enginyeria Agrària, Universidad de Lérida. Director: Federico Fillat Estaqué.
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Remón Aldave, José Luis. Estructura y producción de pastos en el alto Pirineo occidental. Facultad de Ciencias, Universidad de Navarra. Director: Juan Puigdefábregas Tomás.
2000 Villar Salvador, Pedro. Estrategias ecológicas y funcionales del xilema en plantas leñosas mediterráneas. Facultad de Ciencias Biológicas. Universidad de Valencia. Directores: Gabriel Montserrat Martí y Melchor Maestro Martínez.
2001 González Sampériz, Penélope. Análisis palinológico aplicado a la reconstrucción paleoclimática en medios mediterráneos y eurosiberianos. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Zaragoza. Directora: María Pilar Utrilla Miranda.
2002 Guzmán Otano, David. Biología reproductiva y demografía de Thalictrum macrocarpum Gren. (Ranunculaceae). Universidad Autónoma de Madrid. Directores: Luis Villar Pérez y Begoña García González. Herrero Cortés, Juan. Adaptación funcional del jabalí (Sus scrofa L.) a un ecosistema forestal y a un ecosistema agrario intensivo en Aragón. Facultad de Biología. Universidad Complutense de Madrid. Director: Ricardo García González. Saz Sánchez, Miguel Ángel. Análisis de la evolución del clima en la mitad septentrional de España desde el s. xv a partir de series dendroclimáticas. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Zaragoza. Directores: José Creus Novau y José María Cuadrat Prats.
2003 Beguería Portugués, Santiago. Identificación y características de las fuentes de sedimento en áreas de montaña: erosión y transferencia de sedimento en la cuenca alta del río Aragón. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Zaragoza. Director: José María García Ruiz.
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Sinclair, C. Assessing plant trait variability as a potential indicator of dryland salinity in Australian agro-ecosystem. La Trobe University (Victoria, Australia). Directora: Concepción López Alados.
2004 Aranda Cirerol, Nancy. Eutrofización de las aguas costeras del norte de Yucatán, México. Estado, causas y consecuencias. Facultad de Biología. Universidad de Barcelona. Directores: Francisco A. Comín y Jorge A. Herrera. Laguna Marín-Yaseli, María. Variabilidad espacial de los efectos de las políticas de desarrollo rural y de protección ambiental en la gestión del territorio del Pirineo aragonés. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Zaragoza. Director: Teodoro Lasanta Martínez. Nogués Bravo, David. Factores de control de los patrones de diversidad en Navarra, en un contexto global. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Zaragoza. Director: Juan Pablo Martínez Rica.
2005 Benito Alonso, José Luis. Flora y vegetación del parque nacional de Ordesa y Monte Perdido. Bases para su gestión sostenible. Facultad de Biología. Universidad de Barcelona. Director: Luis Villar Pérez. López Moreno, Juan Ignacio. Disponibilidad de recursos hídricos y gestión de los embalses en el Pirineo Central español: interacciones entre variabilidad espaciotemporal de los recursos y el uso del agua bajo condiciones de cambio ambiental. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Zaragoza. Director: José María García Ruiz. Milla Gutiérrez, Rubén. Fenología y variaciones estacionales de nutrientes en las ramas de once fanerófitos mediterráneos. Facultad de Veterinaria. Universidad de Zaragoza. Directores: Gabriel Montserrat Martí, Melchor Maestro Martínez y Pilar Castro Díez.
2006 Palacio Blasco, Sara. Fenomorfología y variaciones estacionales de nitrógeno y carbohidratos en seis especies de caméfitos leñosos mediterráneos. Una aproximación funcional. Universidad de Barcelona. Director: Gabriel Montserrat Martí.
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Pueyo Estaún, Yolanda. Evaluación de factores ambientales y de uso antrópico como condicionantes de la conservación de la vegetación del sector central de la depresión del Ebro. Facultad de Veterinaria. Universidad de Zaragoza. Directora: Concepción López Alados.
2008 Cabezas Beaumont, Álvaro. Influencia del régimen de alteración fluvial sobre la estructura y la acumulación de materia orgánica en las llanuras de inundación del tramo medio del Ebro. Facultad de Biología. Universidad de León. Director: Francisco A. Comín Sebastián. Lana-Renault, Noemí. Respuesta hidrológica y sedimentológica en una cuenca de montaña media afectada por cambios de cubierta vegetal: la cuenca experimental de Arnás, Pirineo central. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Zaragoza. Directores: José María García Ruiz y David Regüés Muñoz. Martín Puertas, Celia. El registro paleoclimático y paleoambiental de la laguna de Zoñar (Córdoba). Facultad de Ciencias del Mar. Universidad de Cádiz. Director: Blas Valero Garcés. Moreno Mateos, David. Utilización multipropósito y restauración de humedales en cuencas mediterráneas semiáridas degradadas por el uso agrícola extensivo. Universidad de Alcalá de Henares. Directores: Francisco A. Comín Sebastián y César Pedrocchi Renault. Nadal Romero, Estela. Las áreas de cárcavas (badlands) como fuente de sedimento en cuencas de montaña: procesos de meteorización, erosión y transporte en margas del Pirineo central. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Zaragoza. Directores: David Regüés Muñoz y Carlos Martí Bono. Rosas Salazar, Verónica. Evaluación multiescala de la restauración del hueco final de Corta Alloza, Teruel. Universidad de Alcalá de Henares. Director: Francisco A. Comín Sebastián.
2009 Gallardo Armas, Belinda. Aquatic community patterns across environmental gradients in a Mediterranean River and its application to ecosystem restoration. Universidad de Gerona. Director: Francisco A. Comín Sebastián.
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Morellón Marteles, Mario. Paleohidrología y cambios climáticos abruptos en la Península Ibérica desde el último máximo glacial: el registro lacustre de Estaña (Huesca). Facultad de Ciencias Geológicas, Universidad de Zaragoza. Director: Blas Valero Garcés. Noguera, Diana. Interactions entre Terra Preta et vers de terre: analyse de leurs effets sur la croissance et la physiologie des plantes. Université Pierre et Marie Curie (Paris, Francia). Director: Juan José Jiménez Jaén.
2010 Aguirre de Juana, Javier. Sostenibilidad en explotaciones agropecuarias de montaña. Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos. Universidad Politécnica de Madrid. Director: Federico Fillat Estaqué. Alatorre Cejudo, Luis Carlos. Erosión del suelo y fuentes de sedimento en la cuenca del río Ésera (Pirineo central). Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Zaragoza. Directores: Santiago Beguería Portugués y José María García Ruiz. Albuixech Martí, Jorge J. Análisis funcional del crecimiento vegetativo y la reproducción en robles mediterráneos. Universidad Zaragoza. Directores: Jesús Julio Camarero Martínez y Gabriel Montserrat Martí. González Sargas, Eduardo. Contribution to the ecology of the Middle Ebro Riparian Woodlands: Implications for management. Universidad de Alcalá de Henares. Director: Francisco A. Comín Sebastián. Komac, Benjamin. Patterns and processes dominating vegetation transitions trigger in the Ordesa National Park. Laboratoire d’Écologie Alpine, Université de Savoie (Francia). Directora: Concepción López Alados. Rodríguez, Francisco. Biogeografía y ecología de la regeneración de un relicto terciario: Laurus nobilis. Universidad de Sevilla. Directores: Juan Arroyo, Begoña García González y Pedro Jordano.
2011 Bueno González, Guillermo. Las perturbaciones de jabalí en los pastos alpinos del Pirineo central: una aproximación multiescalar. Universidad de Zaragoza. Directores: Daniel Gómez García y Concepción López Alados.
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Anexos
Corella Aznar, Juan Pablo. Climate vs. human impact since Mid-Holocene in Northern Spain: The high resolution records of lakes Arreo and Montcortès. Universidad de Zaragoza. Director: Blas Valero Garcés. Morán Tejeda, Enrique. Variabilidad espacio-temporal de los recursos hídricos superficiales en la cuenca del Duero y su relación con los cambios ambientales. Universidad de Salamanca. Directores: Juan Ignacio López Moreno y Antonio Ceballos.
2012 Alla, Arben Q. Relationships between primary and secondary growth in two Mediterranean Quercus species. Universidad de Lérida. Directores: Jesús Julio Camarero Martínez y Gabriel Montserrat Martí. El Kenawy Ahmed. Spatio-temporal variability of surface air temperature in northeastern Spain. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Zaragoza. Director: Sergio M. Vicente Serrano. Frigola Ferrer, Jaime. Control climático sobre los aportes terrígenos a la cuenca AlgeroBalear durante los últimos cincuenta mil años. Universidad de Barcelona. Directores: M. Miquel Canals (UB) y Ana Moreno Caballud. González Sanchís, María Carmen. Flooding dynamics and nutrient retention in the middle Ebro floodplain: Experimental assessment and numerical modeling. Universidad Politécnica de Valencia. Director: Francisco A. Comín Sebastián. Lorenzo Lacruz, Jorge. Las sequías hidrológicas en la Península Ibérica: análisis y caracterización espacio temporal, influencias climáticas y el efecto de la gestión hidrológica en un contexto de cambio global. Universidad de Zaragoza. Directores: Sergio M. Vicente Serrano y José Carlos González Hidalgo. San José García, Luis Martín. Carotenoid-based coloration and mate choice in the common lizards (Lacerta vivipara). Universidad Autónoma de Madrid. Director: Patrick S. Fitze. Serrano Muela, María Pilar. Influencia de la cubierta vegetal y las propiedades del suelo en la respuesta hidrológica: en una cuenca forestal de la montaña media pirenaica. Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Zaragoza. Director: David Regüés Muñoz. Trabucchi, Mattia. La evaluación de los servicios de los ecosistemas como herramienta para planificar la restauración ecológica de cuencas hidrográficas. Universidad de Zaragoza. Director: Francisco A. Comín Sebastián.
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2013 Chinchilla, L. Miguel. Physicochemical and macroinvertebrate community trends in manmade ponds in reclaimed opencast coal mines. Universidad de Alcalá de Henares. Director: Francisco A. Comín Sebastián. González Jimena, Virginia. Stress response in the common lizard Lacerta vivipara Jaquin 1787. Universidad Autónoma de Madrid. Director: Patrick S. Fitze. Pasho, Edmond. Respuesta del crecimiento radial de los árboles a la sequía y variabilidad climática analizada a diferentes escalas. Universidad de Zaragoza. Directores: Sergio M. Vicente Serrano y Jesús Julio Camarero Martínez. Villellas Ariño, Jesús. Demografía comparada de poblaciones centrales y periféricas en especies de corta vida. Adaptación local y respuestas frente a cambios globales. Facultad de Biología. Universidad de Barcelona. Directora: Begoña García González.
2014 Galván Candela, Diego. Long-term growth and functioning of high-elevation Pinus uncinata forests and trees inferred through dendroecology. Facultad de Biología. Universidad de Barcelona. Directores: Jesús Julio Camarero y E. Gutiérrez Merino. Kouba, Yacine. Distribución espacial, dinámica espacio-temporal, regeneración y diversidad en las comunidades de Quercus faginea del Pirineo Central aragonés. Universidad de Zaragoza. Directora: Concepción López Alados. Pérez Sanz, Ana. Holocene climate, vegetation and human impact in the Western Mediterranean inferred from Pyrenean lake records and climate models. Facultad de Ciencias Geológicas, Universidad de Zaragoza. Directores: Penélope González-Sampériz y Blas Valero Garcés. Saiz Bustamante, Hugo. Redes de asociación planta-planta: organización de las especies y la comunidad vegetal, y adaptación del sistema a factores de estrés en ecosistemas semiáridos. Universidad de Zaragoza. Directoras: Concepción López Alados y Yolanda Pueyo Estaún. Tejero Ibarra, Pablo. Análisis de la variabilidad genética en poblaciones de Silene acaulis y Arabis alpina: recorrido de alta montaña con parada en el Pirineo. Universidad Complutense de Madrid. Directores: Julia Rueda Muñoz y Rasmus Ejrnaes.
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Anexos
2015 Cathelijne Breedveld, Merel. A matter of time!: Time dependent mating decisions in the common lizard, Zootoca vivipara. Universidad Autónoma de Madrid. Director: Patrick S. Fitze. Felipe Lucia, María Rosario. Análisis de las interacciones ecológicas y sociales que intervienen en el flujo de servicios de los ecosistemas. Propuestas para la gestión de la llanura de inundación del río Piedra. Universidad Pablo de Olavide (Sevilla). Director: Francisco A. Comín Sebastián. García-Prieto Fronce, Eduardo. Dinámica paleoambiental durante los últimos 135 000 años en el Alto Jiloca: el registro lacustre de El Cañizar (Teruel). Facultad de Ciencias. Universidad de Zaragoza. Directoras: Penélope González-Sampériz y Graciela Gil Romera. Jambrina Enríquez, Margarita. El registro del lago de Sanabria: variabilidad climática y ambiental en el NO de la Península Ibérica durante los últimos 26 000 años. Universidad de Salamanca. Director: Blas Valero Garcés. Lafuente Rosales, M.ª Victoria. Aplicación de las técnicas de espectroscopia Vis-NIR y de imágenes de retrodifusión de luz láser a la evaluación del estado de madurez del melocotón, manzana y cereza. Universidad de Zaragoza. Director: Jesús Val Falcón. Revuelto Benedí, Jesús. Aplicación de láser escáner terrestre para el análisis de la distribución espacial del manto de nieve en ambientes subalpino y forestal del Pirineo. Universidad de Vigo. Director: Juan Ignacio López Moreno.
2016 Aranbarri Erkiaga, Josu. Impacto de la variabilidad climática rápida en el paisaje vegetal del NE peninsular durante el Holoceno a partir de datos palinológicos. Universidad del País Vasco. Directores: Penélope González-Sampériz, J. Rodríguez-Lázaro y D. Magri. Barreiro Lostres, Fernando. Evolución de los sistemas kársticos lacustres de la Serranía de Cuenca durante el Holoceno tardío. Modelos de depósito e implicaciones climáticas y ambientales. Universidad de Zaragoza. Director: Blas Valero Garcés. Bartolomé Úcar, Miguel. La cueva del Caserío de Seso (Pirineo central, Huesca). Espeleogénesis, dinámica actual y reconstrucción paleoambiental de los últimos 13 000 años. Universidad de Zaragoza. Directora: Ana Moreno Caballud.
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Chaparro Mendivelso, Hooz Ángela. Impacts of climate and drought on tree radial growth in Neotropical dry forests. Scaling up from short to long longtime-scales. Facultad de Biología. Universidad de Barcelona. Director: Jesús Julio Camarero Martínez. Darwiche Criado, Nadia. Evaluación espacio-temporal de la calidad del agua en una cuenca agrícola mediterránea y propuesta de mejora mediante la restauración de humedales. Universidad de Zaragoza. Director: Francisco A. Comín Sebastián. Enríquez Alonso, Aarón. Evaluación de modelos climáticos: el comportamiento de la variable nubosidad. Universidad de Gerona. Directores: Arturo Sánchez Lorenzo y J. Calbó. Español Latorre, Cecilia. Biodiversidad y funcionalidad de ecosistemas acuáticos naturales y restaurados de la llanura de inundación del tramo medio del río Ebro. Universidad San Jorge, Zaragoza. Director: Francisco A. Comín Sebastián. Frugone Álvarez, Matías. Reconstruction of Holocene Climate and Environmental Variability in Central Chile based on Lacustrine Sedimentary Sequences: El Maule and Vichuquén Lake Record. Universidad de Zaragoza. Director: Blas Valero Garcés. Gartzia Arregi, Maite. Evaluación de cambios en los pastos del Pirineo central y su relación con los componentes agropastorales. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Zaragoza. Directores: Concepción López Alados y Fernando Pérez Cabello. Muñiz Cabrera, Selene. Ecotoxicología del cambio global: impacto de la radiación ultravioleta, los metales pesados y los contaminantes orgánicos sobre las comunidades biológicas. Universidad de Zaragoza. Director: Enrique Navarro Rodríguez. Nuche Gálvez, Paloma. Efecto de las condiciones ambientales en la dinámica sucesional y en la estructura de la vegetación de montaña mediterránea. Universidad Autónoma de Madrid. Directora: Concepción López Alados. Pardo Guereño, Iker. Distribution and dynamics of multiple components of plant diversity in a high mountain area: the Ordesa-Monte Perdido National Park. Facultad de Biología. Universidad de Barcelona. Directora: Begoña García González. Pironon, Samuel. An integrative assessment of a major biogeographical paradigm: the “centre-periphery” hypothesis. Universidad Rey Juan Carlos, Madrid. Directora: Begoña García González. Sangüesa Barreda, Gabriel. Papel de los factores bióticos y sus interacciones con las sequías en eventos de decaimiento del bosque. Universidad de Zaragoza. Director: Jesús Julio Camarero Martínez.
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2017 Anadón Rosell, Alba. High mountain dwarf shrubs under climate change. Facultad de Biología. Universidad de Barcelona. Directores: Josep Maria Ninot, S. Nogués y Sara Palacio Blasco. Arroyo, Antonio I. Importancia de la alelopatía en la estructura y dinámica de la vegetación en ecosistemas semiáridos. El caso de Artemisia herba-alba Asso en el sector central de la depresión del Ebro. Universidad de Granada. Directoras: Yolanda Pueyo Estaún y Concepción López Alados. Buisán, Samuel. Precipitación invernal, sistemas de medida, variabilidad climática y climatología sinóptica asociada. Aplicaciones a los Pirineos, al valle del Ebro y al norte de la Península Ibérica. Universidad de Zaragoza. Director: Juan Ignacio LópezMoreno. Domínguez Haydar, Yamileth. Efecto de hormigas, termitas y lombrices sobre el restablecimiento de funciones ecológicas en tierras rehabilitadas de una mina de carbón a cielo abierto. La Guajira, Colombia. Universidad de Alcalá de Henares. Director: Juan José Jiménez Jaén. Teutli Hernández, Claudia. Una aproximación a la integración de escalas ecológicas para la restauración de ecosistemas de manglar. Facultad de Biología. Universidad de Barcelona. Director: Francisco A. Comín Sebastián. Val Pulido, Jonathan. Análisis de los impactos del cambio global sobre el metabolismo y la ecotoxicidad de las comunidades fluviales de la cuenca del río Ebro. Universidad San Jorge, Zaragoza. Directores: D. Chinarro Vadillo, Enrique Navarro Rodríguez y María Rosa Pino Otín.
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El libro refleja también la historia acumulada, otorgando especial protagonismo a la revista Pirineos, fundada en 1945; la colección etnográfica Enrique Balcells; y el Herbario Jaca, uno de los más importantes de España. El bloque más extenso está dedicado a la evolución y el desarrollo científico de las principales líneas de investigación del IPE para, a continuación, describir las infraestructuras y los servicios de que dispone, y la creciente proyección internacional. Otro de los bloques recoge las interesantes perspectivas de los distintos directores del IPE acerca de la evolución de la ciencia y la investigación en el CSIC. Finalmente, la última parte hace balance de la historia del IPE y aborda su proyección, la de un instituto que, si bien ha pasado por cambios de denominación, de sede y de estatus administrativo, siempre ha tratado de aportar bases científicas para la gestión y conservación de los ecosistemas y paisajes terrestres.
DEL PIRINEO AL ESTUDIO DE LAS MONTAÑAS DEL MUNDO
Los autores del libro, investigadores del IPE, muestran, a lo largo de sus más de 500 páginas, la evolución del actual instituto, con sedes en Zaragoza y Jaca, desde una modesta Estación de Estudios Pirenaicos, fundada en esta última localidad en 1942. En su historia, el IPE ha pasado de ser un centro auxiliar de investigación sobre el Pirineo y sus tierras aledañas, sin personal científico propio, a un centro de referencia en los estudios sobre ecología de montaña y cambio global con una plantilla integrada por cerca de cien profesionales, de los que casi dos tercios son investigadores y algo más de un tercio personal de apoyo a la investigación, que actualmente publican más de cien artículos anuales en revistas JCR.
75 Aniversario del Instituto Pirenaico de Ecología |
Este libro forma parte de las actividades que, con motivo de su 75 aniversario, está realizando el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE) a lo largo del año comprendido entre octubre de 2017 y el mismo mes de 2018.
Teodoro Lasanta Martínez (Villamediana de Iregua, La Rioja, 1959) es doctor en Geografía por la Universidad de Zaragoza y profesor de investigación de Organismos Públicos de Investigación, con destino en el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE), del CSIC.
75 Aniversario del Instituto Pirenaico de Ecología (CSIC)
DEL PIRINEO AL ESTUDIO DE LAS MONTAÑAS DEL MUNDO Teodoro Lasanta y Yolanda Pueyo (eds.)
Se incorporó al IPE en 1985 para realizar su tesis doctoral sobre la evolución de la agricultura en el Pirineo aragonés durante el siglo xx y, tras una estancia como investigador posdoctoral en la Universidad de Burdeos (Francia), regresó al IPE, donde ha desarrollado toda su actividad profesional. El objetivo de su carrera científica se centra en el estudio de los cambios de paisaje como consecuencia del cambio global, con especial énfasis en el papel de la gestión humana. Es autor de más de 350 publicaciones en Google Académico, entre las que se incluyen 12 libros y cerca de 100 artículos en revistas internacionales. Yolanda Pueyo (Girona, 1976) es doctora en Biología por la Universidad de Zaragoza y, desde 2017, es directora del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE), del CSIC. Realizó su tesis doctoral, Evaluación de los factores ambientales y del uso antrópico como condicionantes de la conservación de la vegetación del sector central de la depresión del Ebro, en el IPE. Tras varias estancias posdoctorales (en los Países Bajos y Zaragoza), se incorporó al IPE como científica titular en 2009, donde continúa en la actualidad. Sus líneas de investigación se centran en el funcionamiento de los ecosistemas pastorales y de zonas semiáridas desde una perspectiva multidisciplinar. A lo largo de su carrera ha participado en 26 proyectos de investigación (regionales, nacionales e internacionales) y ha publicado 53 artículos y capítulos de libros, 37 de ellos en revistas internacionales.
ISBN: 978-84-00-10399-6
CSIC
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CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS
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