Una vida presente. Memorias
 9788483930038

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UNA VIDA PRESENTE MEMORIAS

VOCES / ENSAYO

COLECCIÓN VOCES / ENSAYO

Viñeta de contracubierta e interiores: El Alción (Alcedo atthis o Martín pescador), aparecida en la cubierta de la primera edición de Ataraxíay Alcionismo, Instituto Ibys, Madrid, 1957, edición no venal.

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Nuestro fondo editorial en www.paginasdeespuma.com Primera edición: febrero de 2008 Segunda edición: Tercera edición:

junio de 2008 diciembre de 2017

ISBN: 978-84-8393-003-8 Depósito legal: M-31877-2008 © Herederos de Julián Marías, 2008

O De esta portada, maqueta y edición, Editorial Páginas de Espuma, S. L., 2017

c/Madera 3, 1* izq. 28004 Madrid Tel.: 915227251

E-mail: [email protected]

Impresión: Cofás Impreso en España. Printed in Spain.

JULIÁN MARÍAS

UNA VIDA PRESENTE MEMORIAS

Edicion revisada

PÁGINAS DE ESPUMA

MEMORIAS I (1914-1951)

E

INTRODUCCIÓN

Hoy, 14 de julio de 1988, poco después de cumplir los setenta y cuatro años, me decido a volverme sobre mi vida e intentar contarla y expresarla; es decir, revivirla. Poco después de la publicación de mi libro Antropología metafísica en 1970, me hicieron una entrevista para un periódico de Estados Unidos. Al preguntarme el perio-

dista cuáles podrían ser mis obras en adelante, le dije que en ese libro había explorado lo que llamo la estructura empírica de la vida humana, y que después, el paso filosófico siguiente, debería ser la consideración de la vida concreta, real o imaginaria —en todo caso, imaginada—: las memorias, la biografia o la novela. Han pasado muchos años desde entonces; en ellos han ido apareciendo algunos libros que han sido desarrollos, cada vez más próximos a la concreción, de esa antropología; su contenido biográfico se ha ido intensificando, no por voluntad mía, sino por exigencias estrictamente intelectuales. Paralelamente, ha continuado mi vida real, que ha experimentado en ese tiempo transformaciones decisivas. Se ha ido depositando en mi, capa tras capa, una densa experiencia de

la vida, de la cual bosquejé una teoría ya en 1960. Cada vez he ido sintiendo más la necesidad de comprender y formular el contenido de esa vida que ya va siendo larga. He recordado muchas veces lo que Ortega dijo acerca del deber de comunicar la sabiduría sobre la vida concreta, la ciencia vital por excelencia; es poco generoso, decía, no devolver esa vida a la vida. «Quisiéramos, agradecidos, devolver a la vida lo que ella nos ha dado, o le hemos arrancado, devolverlo después de meditarlo y aquilatarlo». Pero hay algo más: antes que expresarlo y comunicarlo hay que poseerlo; claro que en algún sentido se posee ya: eso es lo que somos;

pero hay que tomar posesión de lo que se posee; y el hombre no puede

UNA VIDA PRESENTE.

MEMORIAS

hacerlo más que diciéndolo: por eso es el viviente que habla, que tiene logos, razón pero ante todo palabra; el hombre es diciendo, diciéndose;

por eso todas las formas radicales de la vida humana son locuaces —el silencio no es mudez, sino la suspensión o interiorización de la palabra; por supuesto el amor, pero también la relación con Dios, que tiene que ser también amor: la oración, cuyo sentido suele estar

tan olvidado. Escribir unas memorias es increíblemente difícil. En primer lugar, ¿cuándo empezar? Siempre parece demasiado pronto. Pero si se aplaza demasiado, llega la muerte y se frustra el deseo. Ortega, que tan clara conciencia tenía de su necesidad, no las escribió, y es difícil consolarse de ello. Puede ocurrir, y es quizá todavía más triste, que el deterioro de la vejez impida escribir las memorias: es decir, que la vida se vaya escapando, que se la vaya perdiendo, que llegue un momento en que no se la posee ya. Tiene que haber ciertos motivos biográficos que marquen un punto de la vida en que se siente la necesidad y la posibilidad a la vez de no dejarla perder, de recogerla y tomarla en la mano, tal vez de ofrecerla. Quiero decir de intentar hacer todo eso, porque la empresa es de tal complejidad y dificultad, que el desaliento invade antes de empezar. El mundo está lleno de autobiografías y memorias, muchas de ellas ilustres. Y, sin embargo, si se es sincero lo probable es que produzcan algún malestar. No me refiero a las que constituyen un ejercicio de narcisismo, destinadas a mostrar lo importante que es o ha sido el autor, cuántas cosas ha hecho y sabido, a cuántas personas importantes ha conocido. Las hay, sin duda más interesantes,

que vienen a ser «confesiones» —a veces desde el título: San Agustin, Rousseau-, pero suelen ser tendenciosas, apologias o lo contrario, determinadas por una perspectiva a la cual se va plegando la

exposición de la vida, con lo cual es difícil que se la deje fluir en su espontaneidad. La vida, por otra parte, tiene multitud de dimensiones; por ser real tiene una especie de «infinitud» que consiste en su inagotabilidad: siendo finita, por supuesto, es siempre algo más. Y tiene diversos planos, desde lo más externo hasta lo más íntimo. ¿Dónde situarse, dónde quedarse? Al hablar de uno mismo, hay que hablar de otras personas, y es dudosa la licitud de ello; pero es necesario. Estoy persuadido de que en multitud de biografías no aparecen, ni siquiera en

los indices, nombres de personas que han sido decisivas en la vida

C

JULIÁN MARÍAS del biografiado, que el biógrafo desconoce; no es este el caso cuando alguien habla de su propia vida; pero los problemas son múltiples y

de difícil solución. Y en cuanto a la memoria, es evidente que es selectiva, que se nutre de olvido, y este es mayor o menor, y siempre cualitativo, es decir, que impone ya una configuración determinada. ¿Qué se recuerda, qué parece digno de recordarse, es decir, «