Un nuevo humanismo. El moderno liderazgo 9788416089833


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ÍNDICE
EL FRACASO DE LA HISTORIA MASCULINA RECLAMA EL RENACIMIENTO DEL HUMANISMO
LAS REVOLUCIONES DENTRO DE LA HISTORIA MASCULINA SIEMPRE HAN RECAÍDO EN LA HISTORIA MASCULINA
¿POR QUÉ HUMANISMO EVOLUTIVO?
EL DISTINTIVO FUNDAMENTAL DE LA HUMANIDAD CONSISTE EN SER EVOLUTIVA E HISTÓRICA
CON LA HISTORIA COMIENZA LA DESHUMANIZACIÓN DE LA ESPECIE HUMANA
LA TRAGEDIA ORIGINAL DEL GÉNERO HUMANO
LA HUMANIDAD NACIÓ DISOCIADA EN DOS ESPECIES DIFERENTES
LAS RAÍCES ETNOGRÁFICAS DE LA HUMANIDAD
LOS PUEBLOS AURIÑACIENSES CONSTITUYEN EL PUENTE BIOLÓGICO DE MESTIZAJE ENTRE CIVILIZADOS SAPIENS Y BÁRBAROS NEAR-DENTALES
LA HUMANIDAD MODERNA ES UN ENORME CUERPO MESTIZO
EL HUMANISMO MODERNO DEBE PARTIR DE LA REALIDAD DE QUE SOMOS MESTIZOS Y QUE LO BÁRBARO PREVALECE SOBRE LO CIVILIZADO
HUMANISMO ES HISTORIA UNIVERSAL
ARISTÓTELES CONSAGRA LA HISTORIA MASCULINA Y LA UTOPÍA DEL HOMBRE COMO GOBERNANTE SOLO
SÓCRATES FUNDA EL HUMANISMO
EL IMPERATIVO DEL HUMANISMO: ¡DEFENDER LA VIDA DE LA ESPECIE HUMANA!
SÓLO ME RECONOZCO EN LA VIDA DE LA ESPECIE HUMANA
EL GENIO CREADOR TRAZA LA LÍNEA DIVISORIA ENTRE LOS PRIMATES Y LOS HUMANOS
GRANDEZA Y DECADENCIA DE LA ESPECIE HUMANA
LA UNIDAD DE TODOS LOS SERES DE LA ESPECIE HUMANA
DEL SENO DE LA NATURALEZA BROTAN DOS ESPECIES HUMANAS ENEMIGAS A MUERTE
LA RUTA HACIA EL NUEVO HUMANISMO
UNA SEGUNDA DIMENSIÓN DEL SENTIDO DE LA HISTORIA
EL NUEVO HUMANISMO SÓLO SE ALCANZA CON UN MODERNO LIDERAZGO
EL CONTRASTE DE MENTALIDADES ENTRE EL HOMBRE Y LA MUJER —NO LA SUMA— PARA LLEGAR A LA HISTORIA UNIVERSAL
LA SABIDURÍA DEL GENIO DE NUESTRA ESPECIE NOS SALVARÁ Y CONDUCIRÁ AL NUEVO HUMANISMO
BIBLIOGRAFÍA
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UN NUEVO HUMANISMO El moderno liderazgo

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Mauro Torres

UN NUEVO HUMANISMO El moderno liderazgo

BIBLIOTECA NUEVA

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Cubierta: A. Imbert

Edición digital, 2014

© Mauro Torres © Editorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid Almagro, 38 28010 Madrid www.bibliotecanueva.es [email protected] ISBN: 978-84-16089-83-3

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y sigs., Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los

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citados derechos.

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ÍNDICE

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EL FRACASO DE LA HISTORIA MASCULINA RECLAMA EL RENACIMIENTO DEL HUMANISMO LAS REVOLUCIONES DENTRO DE LA HISTORIA MASCULINA SIEMPRE HAN RECAÍDO EN LA HISTORIA MASCULINA

¿POR QUÉ HUMANISMO EVOLUTIVO? EL DISTINTIVO FUNDAMENTAL DE LA HUMANIDAD CONSISTE EN SER EVOLUTIVA E HISTÓRICA

CON LA HISTORIA COMIENZA LA DESHUMANIZACIÓN DE LA ESPECIE HUMANA LA TRAGEDIA ORIGINAL DEL GÉNERO HUMANO LA HUMANIDAD NACIÓ DISOCIADA EN DOS ESPECIES DIFERENTES LAS RAÍCES ETNOGRÁFICAS DE LA HUMANIDAD LOS PUEBLOS AURIÑACIENSES CONSTITUYEN EL PUENTE BIOLÓGICO DE MESTIZAJE ENTRE CIVILIZADOS SAPIENS Y BÁRBAROS NEAR-DENTALES LA HUMANIDAD MODERNA ES UN ENORME CUERPO MESTIZO EL HUMANISMO MODERNO DEBE PARTIR DE LA REALIDAD DE QUE SOMOS MESTIZOS Y QUE LO BÁRBARO PREVALECE SOBRE LO CIVILIZADO

HUMANISMO ES HISTORIA UNIVERSAL 7

ARISTÓTELES CONSAGRA LA HISTORIA MASCULINA Y LA UTOPÍA DEL HOMBRE COMO GOBERNANTE SOLO

SÓCRATES FUNDA EL HUMANISMO EL IMPERATIVO DEL HUMANISMO: ¡DEFENDER LA VIDA DE LA ESPECIE HUMANA! SÓLO ME RECONOZCO EN LA VIDA DE LA ESPECIE HUMANA EL GENIO CREADOR TRAZA LA LÍNEA DIVISORIA ENTRE LOS PRIMATES Y LOS HUMANOS GRANDEZA Y DECADENCIA DE LA ESPECIE HUMANA LA UNIDAD DE TODOS LOS SERES DE LA ESPECIE HUMANA DEL SENO DE LA NATURALEZA BROTAN DOS ESPECIES HUMANAS ENEMIGAS A MUERTE LA RUTA HACIA EL NUEVO HUMANISMO UNA SEGUNDA DIMENSIÓN DEL SENTIDO DE LA HISTORIA EL NUEVO HUMANISMO SÓLO SE ALCANZA CON UN MODERNO LIDERAZGO EL CONTRASTE DE MENTALIDADES ENTRE EL HOMBRE Y LA MUJER —NO LA SUMA— PARA LLEGAR A LA HISTORIA UNIVERSAL

LA SABIDURÍA DEL GENIO DE NUESTRA ESPECIE NOS SALVARÁ Y CONDUCIRÁ AL NUEVO HUMANISMO

BIBLIOGRAFÍA

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Dedicado a la Especie Humana Toda y a su hábitat el planeta Tierra

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El fracaso de la historia masculina reclama el renacimiento del humanismo No son los éxitos de la Historia Masculina los que culminan en este siglo XXI en un renacer del humanismo, sino su fracaso, el que propone el imperativo categórico de fundar una moderna concepción de la historia como vehículo de salvación a la vez que de engrandecimiento de la Especie Humana, en momentos en que presenciamos el espectáculo universal de destrucción y corrupción de los pueblos y su hábitat el planeta Tierra. El Tsunami histórico, mucho más temible y duradero que los seísmos naturales, azota como una riada de incalculables efectos a nuestra especie sin que sus protagonistas masculinos se inquieten ni detengan su brazo destructor que se agita amenazante como el de un autómata sonámbulo. Jamás la barbarie de la Historia Masculina ha sido tan peligrosa. Tanto más peligrosa cuanto utilizan a porfía los epítetos de democracia y libertad para calificar sus actos de guerra sin que les tiemble la lengua, como si creyeran en la legitimidad de semejantes palabras. Ellos —los protagonistas de la Historia Masculina en todo el mundo— prosiguen adelante con un ímpetu irresistible, como si no pudieran contenerse, herederos como son de una milenaria tradición que los empuja con fuerza mecánica inconsciente. Se blindan de acero con miedo paranoico, valiéndose de una locura tecnológica que les sobra para acabar muchas veces con el planeta y sus moradores, sin que quede libre un sólo rincón de la Tierra, los Cielos y los Océanos, pues la demencia persecutoria los enardece sin 10

darles reposo. Ningún país escapa, pues el delirio es contagioso. Y como siempre ocurre en estos casos, escudriñan al enemigo en lejanos lugares, sin que, por eso mismo, lo descubran en su interior. Lo de siempre. Sumer, Mesopotamia, Sodoma, los Aztecas y los Incas, los Griegos, los Chinos, los Mongoles y los Turcos, los Egipcios y Romanos, descompuestos interiormente, promovieron guerras insensatas que fueron el puntillazo fatal. No vieron al enemigo interior que enfermaba sus cerebros y los condujo a la demencia guerrera. Otro tanto ocurre en nuestros siglos desde hace mucho tiempo, cuando el sabio vidente Emmanuel Kant les decía a los protagonistas de la historia masculina: vuestra historia se halla tejida con hilos de locura y maldad infantil, y, sin embargo, cantáis victoria y os ufanáis de vuestra especie. No lo escucharon; no podían escuchar al profeta que oteaba en lontananza lo que nuestros siglos están viviendo y deplorando. Nosotros vemos una tradición de dislates que se acumulan desde que hace 10.000 años los hombres fueron deslumbrados por la Utopía de que ellos solos eran los llamados a conducir las riendas del carro de la historia, tan ciegos, que, tras infinidad de errores no han aceptado que ellos constituyen un gran fracaso como gobernantes, razón por la cual han llevado a la humanidad y su planeta al borde del holocausto humano y ecológico universal. ¡Esa tradición acumulada de catástrofes que persisten con terca ceguera es la que nos obliga a proclamar el imperativo enfático de un nuevo humanismo: no es la brillante tradición del arte italiano que culminó en el Humanismo Renacentista en el que el «hombre» se colocaba en el centro de todos los anhelos y cuidados, sino el brutal fiasco de la Historia Masculina milenaria la que clama por el renacimiento de un Moderno Humanismo que defienda a la Especie Humana de la inminencia del holocausto de la barbarie universal, y, hasta donde ello sea posible desarrolle el tesoro de sus potencialidades que siguen latentes, pese a todo, esperando la llegada de la Historia Universal hecha por todos, con la sabiduría de todos, el verdadero antídoto de la locura armamentista y compulsiva que urge remediar… Como se advierte al punto, es un hecho negativo el que inspira la urgencia del nacimiento de un moderno humanismo de última hora que coloque en el centro de sus preocupaciones a la Especie Humana Total —a diferencia del Humanismo Renacentista que, con criterio masculino, señalaba al «hombre» como centro—, gravemente amenazada por la Historia Masculina Guerrera y Compulsiva sin que nombremos conscientemente los innumerables flagelos sociales, ya que el ser guerrero de la historia encuentra sus orígenes causales en procesos evolutivos y biológicos que se han potenciado fantásticamente desde la fundación de Jericó, once mil años atrás, hasta Irak en nuestros días, y cada vez continúan potenciándose inconteniblemente, pues el armamentismo una vez echado a andar tiene su propia dinámica, independientemente del querer de los hombres que se convierten en muñecos pasivos de esas armas y las guerras que son su consecuencia inexorable, pues quien acumula armas —¡y qué monstruosas armas!— acaba usándolas. Ellas son las que le quitan el pan de la boca a los pueblos, la salud, la educación, la dignidad y la vida, ya que si le restaran un 1 por 100 a las armas, con ese dinero nos 11

educarían a todos, igual que a los gobernantes para rescatarlos de su enajenación bélica… Las compulsiones, por otra parte, son numerosas pandemias que nos enferman fascinándonos, sin que nos demos cuenta de que están sustituyendo nuestros comportamientos naturales por extrañas conductas jamás previstas por el desarrollo de la especie humana. Siendo también biológicas sus causas, debidas a la peligrosa capacidad del alcohol de alterar o mutar la información genética de los pueblos, la humanidad corre a convertirse en una humanidad compulsiva, como ya lo estamos viendo sin que la ciencia —ocupada en los menesteres bélicos que apremian— tenga el menor entusiasmo para descubrir esta peste colectiva ocasionada por el poder mutagénico débil del alcohol, espíritu químico de nuestras bebidas. Es como si la humanidad estuviera azotada por una peste fatal y no se diera cuenta, debido a que las compulsiones adictivas enferman placenteramente, así nos conduzcan progresivamente al crimen, a la obesidad, al alcoholismo, a la haraganería para el estudio que arruina los talentos y hasta los genios, al tabaquismo, a la drogadicción y la prostitución, al juego y a la piromanía, a la mentira individual y colectiva, a la corrupción que anuncia el colapso de los imperios y las naciones. Se asocian las guerras y las compulsiones: gobernantes guerreros y compulsivos violentos y bárbaros que no tienen el menor empacho en desatar hecatombes sangrientas sin el menor respeto por la condición humana. De ellos deberá defenderse nuestra especie, no con sus armas compulsivas, sino con la omnisciente sabiduría del Genio de la Historia Universal. Destacamos el fenómeno paradójico de que son los países que se precian de ser los más civilizados, los más demócratas y libres —Estados Unidos, Canadá, Europa toda y Australia—, los más bárbaros guerreros, con dos apocalípticas guerras mundiales en el siglo XX, sin contar las guerras de España, Corea, Vietnam y el Golfo Pérsico, y la catastrófica de Irak en lo que va del siglo XXI, y con ánimo de promoverlas en otros focos de alta tensión, mientras que ante esa amenaza los países más pobres anhelan tener sus armas nucleares como si fueran tesoros, así sus pueblos coman «hojas y hierbas», sucumban ante las enfermedades y el analfabetismo… Por otra parte, estos mismos pueblos son los mejores mercados para los narcotraficantes que se nutren con sus euros y sus dólares: ¡Guerras y compulsiones!, he aquí los dos flagelos azotando como la peste negra, sin que estos pueblos tengan la menor defensa, pues no existen los radares para la coca y el alcohol, la pedofilia y el homicidio. No tienen control sobre estos enemigos internos que los corrompen desde dentro… Los destrozos de la Historia Masculina son inauditos. No es más que ver a los seres humanos metamorfoseados en escoria, convertidos en masas carentes de juicio en pos de los caudillos que los conducen como soldadesca a los campos de batalla o como carneros a las urnas electorales donde los engañan. No es más que ver esas oleadas humanas que como langostas hambrientas luchan por traspasar los muros de contención que les oponen las grandes potencias que un día las esquilmaron y ahora les niegan un pan y un techo, un trabajo, una escuela, un hospital porque se mueren de hambre, de 12

enfermedades, de desolación e inhumanidad. No es más que ver a esos niños de los continentes depauperados intoxicándose con aguas sucias que son la causa principal para que millones de ellos mueran porque nadie les tiende un vaso de agua limpia o les procura un inodoro para no defecar en los pozos que luego han de beber como acaba de denunciarlo al mundo el Congreso de Nairobi en Kenia (noviembre de 2006). El agua limpia se está convirtiendo en una curiosidad tan valiosa como el petróleo, y ya están estallando los conflictos bélicos entre los países sedientos. No es más que ver nuestro planeta Tierra, maltratado sin piedad por esas grandes potencias y esas voraces empresas que arrojan bocanadas de CO2 sin importarles un bledo que nuestro planeta se esté recalentando, y sin que escuchen las voces de los ecologistas que gritan en el desierto exhortándolas para que cesen sus desmedidos apetitos de enriquecimiento porque la tierra está precipitándose a un estado de no retorno cuando ya no haya nada que hacer para salvarla. ¡Ciegos! ¿Quién detendrá el brazo de la Historia Masculina?

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Las revoluciones dentro de la historia masculina siempre han recaído en la historia masculina Todos los sistemas políticos que ha ensayado la Historia Masculina agotaron sus posibilidades antes de conseguir contener la avalancha de los acontecimientos que destruyen a la Especie Humana y su hábitat y siempre han sucumbido a los determinismos guerreros y a la corrupción, sin que por un instante se hayan preocupado por conocer esos determinismos, por entender sus orígenes. No. Son víctimas pasivas de estos flagelos y allí se mantienen en el poder, disfrutándolo en mares de sangre y en torrentes de corrupción. Ningún sistema se ha detenido a decir: ¿por qué somos tan profundamente guerreros y por qué tan inclinados al mal? No. Transitan por los campos de batalla con la mayor facilidad por no ser esos gobernantes los que padecen la guerra y tratan de extraerle el mejor provecho al río revuelto. Jefes, faraones, teócratas, caudillos, aristócratas, demócratas, oligarcas, príncipes y reyes, emperadores, todos ciegos, atizando las guerras y las injusticias, acomodándose a ellas lo mejor que pueden, conquistando y defendiendo el poder. Pero jamás interrogándose, ¿por qué somos tan profundamente guerreros y por qué tan corrompidos? Como si la Guerra y la Corrupción fueran parte consubstancial de la naturaleza humana. Se contentan esos gobernantes de cualquier sistema político que sea con mantener a los pueblos en el límite del hambre, de la ignorancia y de la muerte. Realizan obras para ensalzarse a sí mismos; construyen pirámides levantadas sobre cientos de miles de víctimas; obras monumentales para endiosarse o fuertes militares; saquean a los 14

pueblos, los reducen a escoria sin tener el menor conocimiento de la maravilla que es un ser humano en el Cosmos entero, los explotan, los deshumanizan, los esclavizan, los reducen a servidumbre, les impiden que piensen porque las masas son peligrosas cuando se atreven a pensar, y así, desnaturalizados, se sirven de ellos a su antojo. ¡Esta es la Historia Masculina! Siempre fue así. Con caciques, con reyes, con jefes, con déspotas, con emperadores, con presidentes, todos camuflados de divinidades o de demócratas. Diez mil años de Historia Masculina, que es lucha por el poder y el privilegio. La humanidad desconoce que haya existido un sólo sistema de gobierno que se hubiera detenido un instante para interrogarse: ¿cómo fuimos? ¿En qué nos hemos transformado? Simplemente dan por un hecho que esta miserable humanidad siempre ha sido así y, por tanto, nada importa que continúe degradándose si siempre estuvo por debajo de los límites de la dignidad humana. Sólo ellos —esos gobernantes, en su cuarto de hora de poder— sienten que son superiores y que son humanos. Lo demás es masa y escoria inservible apenas útil en los campos de desangre o en los mataderos bélicos como soldadesca o en aquellas farsas electorales, así se llamen aristocracias, dictaduras o democracias. Todos se arropan con el manto de la democracia que se ha tornado en un trapo de mentiras. Y los historiadores oficiales cantan las hazañas de esos príncipes, presidentes, guerreristas o caudillos. La Historia Masculina tiene sus historiadores masculinos encargados de ensalzar los sistemas políticos de turno. Los califican de «Grandes» como a Pericles que precipitó a Grecia en una guerra apocalíptica; Grande a Alejandro, bárbaro, genocida, asesino, borracho que en una de sus orgías incendió y saqueó el templo de Persé-polis; grande al tirano César; grandes a los reyes inquisidores; grandes a los Papas corruptos; Grandes a todos esos gobernantes que en ningún momento han visto más allá de sus apetitos y ambiciones. Las Revoluciones dentro de la Historia Masculina siempre han recaído en la historia Masculina. No ha existido una sola revolución que haya proclamado el valor supremo de la Especie Humana; no ha existido una revolución masculina que haya torcido el curso de los acontecimientos más allá de los intereses políticos y de poder. Allí está la Revolución Francesa que culminó con un Napoleón más Poderoso y despótico que todos los reyes que abatió; allí está la Revolución de 1917 que culminó en un tirano de horror como Stalin que montó su imperio militar e industrial sobre millones de seres humanos. Dentro de la Historia Masculina toda Revolución es Masculina y recae siempre en el imperio de las luchas por el poder para sostenerse en el poder, porque nunca han dado un vuelco a los acontecimientos que contrasten con el pasado y se sostengan por sí mismas. No se conoce una Revolución Universal, que haga Historia Universal, sino siempre Historia Masculina, porque todas se fundan en la guerra que son las armas de la historia que quisieron destruir. Las Revoluciones hechas contra la Historia Masculina, por ser hijas de ésta, acaban en una nueva forma de Historia Masculina, que puede ser tan odiosa como la que quisieron aniquilar. Tienen la esencia masculina de su antítesis, y acaban en antítesis, no en una síntesis superior. No advierten que luchan con la misma 15

sustancia del sistema que combaten, esto es, Revolución Masculina contra Historia Masculina. No serán las armas de la guerra las que cambien las armas de la historia que pretenden transformar. Armas contra armas; guerra contra guerra; hombres contra hombres; unilateralidad contra unilateralidad; ambiciones de poder contra ambiciones de poder; fuerza bruta contra fuerza bruta: esto no puede llevar más que a las armas, al imperio de lo masculino unidimensional, al poder de unos contra el poder de otros, a la fuerza bruta. En síntesis a la reiteración de la Historia Masculina, al círculo vicioso de donde nunca ha salido la Historia Masculina Guerrera y Compulsiva. Y en este círculo vicioso en el que el ser humano no cuenta para nada, está sucumbiendo la especie humana, descendiendo a este fondo de muerte y corrupción cada vez más hondo e irreparable, tal como vemos al mundo en estos comienzos del siglo XXI, colmado por los odios, repleto de las armas de asombroso poder destructivo, sin un Estadista con Genio, sino con gobernantes compulsivos sin sabiduría a los que no les tiembla la mano para firmar torturas, bombardeos y metralla. A la postre, las Revoluciones dentro de la Historia Masculina no fueron una solución, sino un mal semejante al mal que quisieron remediar.

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¿Por qué humanismo evolutivo? Porque nos encontramos ante el compromiso de rescatar a la Especie Humana de la inminente catástrofe a donde la ha conducido la Historia Masculina en sus 10.000 años de progatonismo unidimensional. Porque este no es un humanismo de filósofos, de idólatras de la vieja cultura griega que no tuvo una mirada de conjunto de los valores humanos, que degradó a la mujer a la condición de mamífero, despojada de razón y creatividad históricas, de una Grecia que sucumbió en las fauces de la guerra y que no tuvo sabiduría para escapar a la corrupción; de una Grecia que degradó a los Pueblos y elevó a las élites; de la Grecia de Aristóteles que humilló a la humanidad en favor de una aristocracia parasitaria, de un Aristóteles que no entendió la Especie Humana y la subordinó a unos cuantos individuos, una Grecia de Aristóteles que proclamó y consagró la Utopía de que el hombre era el ser político por excelencia en tanto que la mujer era materia inútil, dejando a la humanidad escindida en hombres que mandan y mujeres que deben obedecer, una Grecia de Aristóteles que no entendió a la Especie Humana como unidad indivisible, ni supo valorar su maravilloso ascenso durante millones de años a lo largo de los cuales se engrandeció hasta convertirse en la joya más preciada de la Naturaleza, una Grecia de Aristóteles que no supo entender que esa maravilla de la Naturaleza había descendido de su alto sitial precisamente por ese hombre endiosado por él, de ese Alejandro bárbaro, genocida, asesino, borracho, incendiario, a quien se calificó de «Grande» por haber llevado la llama de la destrucción a la misma Grecia, a Persia, a la India, a Egipto, en 17

medio de un vértigo licencioso de orgías y alcoholismo. Porque este no es un humanismo de los Erasmo de Rotterdam, pasivos, replegados en el vino y las lenguas muertas, sin inquietarse ante el trágico horizonte de los pueblos sumidos en la sangre vertida por las guerras religiosas. Porque este no es el humanismo de los literatos entregados a inventar cuentos y novelas sin la carne de los pueblos que reclaman sus talentos para hacerle frente a su trágico sino. Porque es la existencia de la Especie humana la que se halla en juego en ese vaivén de una historia masculina que la desconoce y que, por tanto, no supo valorarla, ni menos conducirla. Desde el amanecer de la historia los hombres ciegos fueron envueltos por las guerras y miraron a nuestra especie como dos bandos enfrentados a muerte, y ya no pensaron más que en matarse los unos contra los otros. El capitán civilizado contra el capitán bárbaro. Porque nacimos del seno de la evolución como enemigos irreconciliables. No había tiempo ni serenidad para interrogarse de dónde habían salido esos dos ejércitos enemigos. Se trataba de vencer o morir y nadie se andaba con antropologías ni evolucionismos. Hace 10.000 años, justo en la ciudad de Jericó junto al río Jordán, nadie pensó más que en defenderse y atacar… ¿es que hoy pensamos en algo distinto? ¿Es que hoy nos interrogamos por la Especie humana? ¿Es que hoy no vemos más que enemigos en esta paranoia universal? ¿Es que sabemos algo sobre nuestra Especie? ¿Sabemos acaso que un día fuimos los seres más grandes sobre la Tierra? ¿Sabemos por qué? Desde hace 250 años se nos colocó en el mismo rango de los primates, junto al orangután, y al gorila y al chimpancé. Y en este dogma nos hemos estancado; en él se atrincheran los sabios y hasta el gran Darwin proclama el dogma y lo defiende con su alta autoridad de naturalista genial. Los más recientes científicos, paleontólogos, arqueólogos, genetistas, anatomistas, validos de sus grandes adelantos también lo proclaman. Si abandonan este dogma temen que la Especie Humana se sitúe en las estrellas, por encima de la naturaleza. Y más enfatizan el dogma de la humanidad primate. Porque entienden que si escapamos a ese dogma abandonamos el evolucionismo y nos convertimos en creacionistas, un creacionismo divino y sobrenatural. Sería una herejía salirse del orden de los Primates, sustituyéndolo por otro orden mamífero. Y entonces profundizan el dogma que a manera de barrera de hierro obstaculiza la visión hacia nuevas concepciones. Entonces proclaman a porfía nuestra animalidad simiesca con el temor de que nos salgamos de la Naturaleza y nos sumemos a la polémica Evolucionistas Versus Creacionistas, rememorando las bizantinas contiendas filosóficas medioevales. ¿Perteneces a la Ciudad de Dios o a la Ciudad Terrena? Si te sales del Orden de los Primates, perteneces a la Ciudad de Dios y niegas la realidad terrenal, convirtiéndote en un despreciable creacionista, según el cual Dios creó los cielos, los mares, las tierras, los seres vivos de una vez y para siempre. Los sabios también acuñan sus herejías científicas. Y el miedo a la herejía nos compele a proclamar nuestra identidad simiesca. El miedo a la herejía nos induce a acentuar nuestra animalidad, la animalidad del 18

mono, como si sólo existiera la animalidad del mono. El propio Darwin con su dilatado genio nos insistió en demasía en nuestra inferioridad, impresionado como se hallaba por su visión de los fueguinos, los degenerados hombres de la tierra del Fuego, más que por su concepto evolucionista según el cual procedemos de abajo hacia arriba. Su entusiasmo revolucionario o evolutivo, lo radicalizó y, si bien no éramos ángeles, debíamos ser simios de atar. Son las consecuencias del radicalismo de las cuales no escapó Carlos Darwin, y por excedernos en lo bajo de la condición humana, no supimos apreciar sus grandes dones naturales. No fue el mamífero Tupaya o semejante al Tupaya, la única opción que tuvieron los mamíferos arborícolas. Existió una clara distinción entre los descendientes del mamífero Tupaya, que fueron las 192 especies del Orden Primate, y los descendientes de un mamífero más evolucionado que el Tupaya y al que llamaremos el Mamífero X Protohumano porque, de acuerdo con Boyd y Silk, no existe un candidato preciso conocido para señalar al ancestro de los humanos. De este mamífero avanzado se desprendió el Orden de los Homínidos Primatoides, significando el subfijo oide, parecido al primate en morfología —que fue lo que impresionó a Linneo para colocarnos en el orden de los primates—, en anatomía, en los grupos sanguíneos, en la cantidad de genes que apenas nos diferencian en un 2 por 100, en la visión estereoscópica, pero con radicales diferencias. En nuestro concepto, estas diferencias radicales entre el Primate y el Homínido Primatoide, tuvieron su origen en aquel Mamífero X, que experimentó sendas mutaciones genéticas para la creatividad y la marcha bípeda y la posición erguida: de acuerdo con nuestra tesis demostrada durante muchos años, todo animal que sueña, es animal que crea aún en vigilia; crea el sueño en sí mismo, que siempre es una evidente obra de creación y las mismas neuronas que lo crean son las responsables del ingenio y la creatividad del mamífero —incluidos los primates que son muy listos y recursivos como se ha visto con los macacos rhesus del norte del Japón— durante el día, de allí que fueran los ancestros de la especie humana, creadora por excelencia. Siendo mamífero el ascendiente de los homínidos Primatoides, era soñador, pues a partir de cierto momento de la evolución, quizá hace 100 millones de años comenzó a soñar, y por tanto, a crear. Tesis en la que nos acompaña Darwin, quien sostuvo que el «sueño es el arte involuntario de la poesía» (citando a Jean Paul Richter), y que si todos los mamíferos no menos que las aves sueñan es porque algo tienen de imaginación creadora (El Origen del Hombre, pág. 95). Si pensamos que el mamífero X protohumano era más evolucionado que el mamífero Tupaya, fuente de los Primates, es porque en él se dieron, por lo menos, tres adelantos sustanciales. En primer lugar, por él pasaba la línea filogenética que ascendía de abajo de los peces, cuya especie más desarrollada, los Crosopterigios, tuvieron en la hélice de su ADN los genes para no estancarse y transformarse en los anfibios, cuya especie más desarrollada, los Antracosaurios, que tuvieron genes suficientes para no estancarse y progresar hasta los reptiles, cuya especie más evolucionada, los Terápsidos, tuvieron el élan genético para transformarse en los mamíferos, sorteando así la barrera 19

del estancamiento; la especie más desarrollada de los mamíferos —este Mamífero X— no se estancó y trascendió a los Homínidos primatoides, a los cuales legó sus genes para que no se estancaran, como sí se estancaron los gorilas y chimpancés, y prosiguieron su marcha ascendente durante aproximadamente ocho millones de años hasta nuestros días, cuando no podemos afirmar que ya estemos estancados. En segundo lugar, este Mamífero X, debió experimentar una mutación genética para que sus genes de mamífero se incrementaran y alcanzaran las notables capacidades, no sólo para ser soñadores e ingeniosos, sino que se multiplicaran en una población mayor de genes creadores, fuente de las neuronas soñadoras y creadoras en vigilia, que el Mamífero X legó a sus descendientes, el Orden de los Homínidos Primatoides que, andando el tiempo, se convertirían en la Función Creadora-alucinatoria e inconsciente, con respuestas instantáneas por las necesidades adaptativas de respuesta y ataque en aquellas lejanas eras, razón por la cual estas neuronas creadoras deberían estar enlazadas entre sí —ayer y hoy— por nexos o sinapsis eléctricas, de allí que los sueños, como toda obra de creación, sean alucinatorias, inconscientes e instantáneas. En tercer lugar, el Mamífero X debió sufrir una mutación genética que lo capacitó para que progresivamente se convirtiera en un mamífero bípedo y erguido, mutación que se incrementó con el correr del tiempo y se convirtió en el tercer legado del Mamífero X a los Homínidos Primatoides. Estos tres dones naturales convirtieron al Homínido Primatoide —descendiente del Mamífero X protohumano— en un Orden nuevo, mucho más evolucionado, enteramente distinto a todos los mamíferos, incluyendo a los Primates, con capacidades extranaturales (no sobrenaturales) y extraordinarias que, con el correr de los ocho millones de años, daría origen al ser excepcional que es el humano, si a estas tres ventajas que la selección natural favoreció para colocar a nuestra Especie Humana entre las más aptas de la tierra para adaptarse, sobrevivir, reproducirse, agregamos el hecho de que sería desnuda, sin grandes colmillos, tendría niñez como ninguna otra especie mamífera para desarrollar su prodigioso cerebro, y con una sexualidad reproductora enteramente distinta a todas las demás especies mamíferas… El mismo élan genético (no «élan vital» de Bergson) que la impulsaba ascendentemente, la condujo a superar su condición simplemente biológica y mamífera que pasaron a ocupar un segundo puesto en importancia, para que, gracias al prodigio de su cerebro se convirtiera en una Especie Histórica y Cultural, en el más estricto de los sentidos, lo que la alejó de una manera inconmensurable de los demás mamíferos, incluidos los primates, que carecen del menor gesto de historicidad…

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El distintivo fundamental de la humanidad consiste en ser evolutiva e histórica Sin esta distinción no es posible conocer la esencia de la Humanidad y su recorrido a través del tiempo. Un momento —el evolutivo por selección natural— prolongadísimo, eterno, que se cuenta en eras geológicamente lentas, debido a que en ellas se perfecciona el organismo del Homínido Primatoide imperfecto, desde su desprendimiento de aquel Mamífero X, hace 10 u 8 millones de secuencias temporales que hoy conocemos como años. El movimiento evolutivo se desplaza al paso desesperadamente lento de la tortuga, ya que cada transformación, cada ajuste de un órgano dentro del organismo entero, necesita tiempo, muchísimo tiempo, como decía Darwin. El tiempo es el argumento para sostener el ascenso de las especies… El otro momento es el histórico, de rápido ritmo, porque, a diferencia del primero, ya no se funda en los resortes genéticos que necesitan el favor de los cambios o mutaciones y de las recombinaciones genéticas que se toman eras para acudir a la modificación de los organismos, sino que se vale del paso elástico del cerebro, y si en aquél evocamos la tortuga geológica, éste nos trae a la mente la imagen de la gacela veloz. Al darnos a la luz el Mamífero X protohumano del que apenas conocemos que debía ser mucho mas desarrollado y dotado con grandes riquezas genéticas que el Mamífero Tupaya, pobre en dones biológicos para dar origen sólo a los primates, Orangutanes, Gorilas y Chimpancés, entre ellos, razón por la cual desconocieron el 21

ascenso evolutivo, estancándose para siempre, pues carecían de élan genético que los sacara de la estática eterna, y carecieron de mutaciones genéticas para la marcha bípeda y la posición erguida, patrimonio exclusivo de los homínidos primatoides, tanto como del vuelo creador que les abrió horizontes infinitos a los humanos mucho más que sus cualidades conscientes, verbales y reflexivas; al darnos a la luz, decimos, el Mamífero X, nos legó sus riquezas biológicas, se extinguió y nos dejó sobre la marcha evolutiva, cambiando de formas cada vez más superiores, que los sabios paleontólogos las distinguen como los Australopitecos, que significa «monos del sur, del sur del África» y, como nosotros no aceptamos el calificativo de «monos» sino de Homínidos Primatoides, y como no todos sus fósiles han sido encontrados en el sur del África, sino también en el centro y hasta en el norte, en la República Africana de Chad, preferimos el nombre de Homínidos Primatoides, parecidos a los primates, pero diferenciados profundamente de éstos. Se desconocen los primeros homínidos primatoides de los lejanos tiempos de hace 8 o 10 millones de años. El más antiguo descubierto en Chad es el Australopiteco que se distingue con el nombre de «Toumai» o Sahelantrupus, de una antigüedad de 7 millones de años, hecho que nos mueve a pensar que estas criaturas de aproximadamente un metro de estatura, evolucionaron desde el norte y el centro del África, hacia el este y el sur del continente. Eran bípedos y tenían una marcha erguida; viene luego el Orrorin Tugenensis, encontrado en las montañas de Kenia, con una antigüedad de 6 millones de años, igualmente bípedo; después y con parecida anatomía aparecen el Australopiteco Ramidus, el Africano, el Anamensis, el Australopiteco de Afar, al parecer el más moderno, con unos 4 millones de años de antigüedad, una pequeña mujer, de 20 años de edad, y sus 52 huesos fosilizados revelan que también como los anteriores era bípeda y erguida. Se la conoce con el nombre de Lucy, bautizada así por Donald Johanson, su descubridor. Su cerebro tenía un volumen de 450 cc, el de un simio, dijo Johanson, porque en nuestro sentir sólo miró «el fósil muerto», el cráneo de Lucy, y no atinó a pensar en el «fósil vivo» que ese cráneo llevaba en su interior, que, como ya lo hemos sugerido, era un cerebro altamente creador, porque siendo Lucy un mamífero, y un mamífero homínido, por lo demás, soñaba, y si soñaba, creaba sueños y creaba durante el día con su población de neuronas creativo alucinatorias e inconscientes unidas entre sí por sinapsis eléctricas para las respuestas adaptativas instantáneas, como atrás lo sostuvimos. No es de extrañar, como sí le extrañó al afortunado Johanson, que un ser como Lucy, con ese pequeño cerebro semejante al de un recién nacido moderno, pudiera tener facultades mentales superiores, porque no existe una relación directa entre el tamaño y peso del cerebro con su capacidad creadora: Lord Byron, tenía un cerebro que pesaba 2.250 gramos; Víctor Hugo era dueño de un cerebro con un peso de 2.250 gramos; Walt Whitman, tenía un cerebro que pesaba 1.350 gramos; Anatole France, era portador de un cerebro de 1.000 gramos. Pese a ello, todos eran geniales creadores. No sugerimos que Lucy y los demás australopitecos hablaran, razonaran y reflexionaran conscientemente, no. ¡Creaban! Porque para las necesidades vitales de aquellas edades, era mucho más importante crear, y crear al instante, como en nuestros 22

días el genio crea una intuición al instante para revolucionar la historia, el arte, la ciencia. ¡Antes que el verbo fue la Creatividad! Y, he aquí que cuando culminó el ascenso de los australopitecos con su cerebrito de 450 cc harán unos dos millones de años, se produjo un salto y el fósil craneano midió 800 cc ¡Era el Homo habilis! Algo ocurrió entonces y algo de gran significado en el ascenso humano. Ese volumen cerebral era testigo de que el cerebro del Homo habilis había sufrido un cambio no sólo cuantitativo sino cualitativo. ¡Somos seres cualitativos! Cuantitativamente nos parecemos al chimpancé pues apenas nos separan de su genoma un 2 por 100; cuantitativamente el ratón tiene un 97, 5 por 100 de genes, y ni somos seres como los monos ni seres ratoniles: esa pequeña diferencia genética es cualitativa y con ella nos elevamos sobre todas las especies mamíferas en el cosmos entero, si es que hubiera vida en la infinidad de galaxias muertas. ¿Qué novedad fiable había en el Homo habilis sobre los Australopitecos? Que si éstos tenían neuronas para crear sueños y toscas herramientas de piedra que las producían, no de manera episódica y circunstancial, como hacen los chimpancés con sus ramitas y esponjas para sorber el agua y luego las tiran, los australopitecos tenían sentido de la previsión y las toscas y elementales herramientas que creaban, no eran episódicas sino que las guardaban para su uso en el futuro. Cuánto más el Homo habilis, que ya era dueño de una Función Creadora moderna, la primera función característica moderna, con la cual creaban sus herramientas de piedra con previsión del porvenir, agregándoles a su función práctica un rasgo estético que se iría perfeccionando con el paso de los milenios, porque una herramienta es más útil para el usuario cuanto más bella sea. Una novedad menos fiable y más hipotética podemos extraer de ese cerebro de un volumen de 800 cc, el doble del de los australopitecos. Hemos sostenido que el haz de funciones creativo-alucinatorias, inventivas y descubridoras eran inconscientes, porque lo que contaba en esas edades era la rapidez de las respuestas adaptativas mucho más que el ser conscientes, cuyo soporte eran las neuronas enlazadas entre sí por nexos o sinapsis eléctricas instantáneas, y que constituye el Inconsciente Innato heredado con el que todos nacemos aún en el día de hoy. El legado del Mamífero X a los Australopitecos fue este haz que se ensanchó y evolucionó simultáneamente con todas estas facultades creadoras, conformando la corteza cerebral en su primera etapa. Repetimos: antes que el Verbo fue la Creatividad… La Función Creadora moderna fue el remate de la evolución del haz de funciones creativo-alucinatorias. Cuando creamos, soñamos, intuimos, enloquecemos, alucinamos, porque son eléctricas las sinapsis de este haz primitivo de la corteza cerebral. Si no podemos sostenerlo con certeza, sí es legítimo pensar que el aumento del volumen del cerebro en el Homo habilis, sugiere que en este momento (hace dos millones de años) se produjo la mutación que dio origen a los genes soporte del haz de facultades racionales, verbales, reflexivas, analíticas, conscientes. («En agosto de 2002, un grupo de científicos del Instituto Max Planck de Biología evolutiva de Leipzig anunciaron que habían descubierto un gen Humano del Habla. El gen FOX es distinto en los monos y en los seres humanos. En algún momento de la 23

evolución del hombre el gen mutó y capacitó a nuestros antepasados para mover la boca y la laringe de una manera más matizada. Los científicos estiman que el gen mutado apareció probablemente hace unos cien mil años». Citado por Detlev Gante, «Vida, Naturaleza y ciencia», pág. 555. Nuestra hipótesis sostiene que esa mutación apareció en el Homo habilis, hace 2 millones de años, porque necesitaba mucho tiempo para evolucionar y culminar en las postrimerías del paleolítico superior. No hablamos de la conciencia, porque en nuestro concepto no existe la conciencia como sustantitivo, sino que es un predicado natural de todo el conjunto de las funciones racionales. Los investigadores desesperan al no poder encontrar la Conciencia entre los 100 mil millones de neuronas. No la van a encontrar y continuarán diciendo que la «conciencia es un misterio indescifrable». Lo que son conscientes son las facultades comprendidas dentro de este haz que conforma la segunda etapa de la formación de la corteza cerebral: razono conscientemente, percibo conscientemente, memorizo conscientemente, analizo conscientemente. Del mismo modo que no existe la Inconsciencia como sustantivo autónomo, sino que «lo» inconsciente es predicado de todas las funciones comprendidas dentro del haz de las funciones creadoras: creo inconscientemente, intuyo inconscientemente, deliro y alucino inconscientemente, descubro inconscientemente, sueño inconscientemente. Es ilegítimo decir mi Conciencia o mi Inconsciencia, como si fueran sustantivos autónomos. Si es cierto que la mutación genética para el haz de funciones racionales, verbales, analíticas y reflexivas conscientes apareció en el cerebro del Homo habilis, no suponemos que entonces automáticamente comenzara a razonar, a hacer juicios y análisis como los hacemos modernamente, o que el Homo habilis ya hablara. La mutación genética se expande a lo largo de las generaciones al lento ritmo de la tortuga geológica, y si la mutación genética se dio, apenas comenzaríamos a balbucear entonces, a elaborar opacos razonamientos y oscuras reflexiones. Todo muy lentamente, demasiado Ientamente, para que los órganos de la fonación y las áreas cerebrales del lenguaje y el conocimiento se fueran configurando, trasmitiendo hereditariamente al azar, favorecidas por la selección natural que, del mismo modo que «premió» a los más creadores y «castigó» a los menos listos e ingeniosos, ahora premiaba a los que mejor se desenvolvieran lingüística y racionalmente porque estas son funciones adaptativas y los más aptos serían los que mejor articularan los esbozos de palabras y de razonamiento. Todo a compaz. Porque al mismo tiempo que se desarrollaban y perfeccionaban las facultades conscientes, todo el organismo se perfeccionaba, incluyendo el ojo que tanto desconcertó al gran Darwin. En todo caso, el impulso ya estaba dado con la primitiva mutación genética para que se desarrollara el haz entero de las funciones conscientes que evolucionaron al tiempo todas ellas, porque cuando las encontremos se hallarán en un mismo nivel de desarrollo. Si bien es hipotética la fecha en que se dio la mutación genética con la cual se inició el desarrollo del haz de las facultades mentales racionales y verbales conscientes, sí estamos seguros de que su culminación se hizo a finales del período Paleolítico superior, entre los 15 mil y los 10 mil años a.C., en los pueblos Magdalenienses sapiens, 24

ya que en sus primorosas obras de arte —La Magdeleine, Lascaux, en Francia, y la de Altamira en España fechadas en el año 12.000 a.C.—, se advierte con toda claridad que, al lado de su fuerza artística, comandada por el hemisferio cerebral derecho, las capacidades analíticas, el cálculo de las proporciones y la composición consciente de estas obras, demuestran que eran seres que tenían plenamente desarrolladas sus facultades conscientes al lado de las facultades inconscientes creativo-alucinatorias… El cerebro quedaba así desarrollado plenamente en sus dos hemisferios. Como en estas obras es dominante la expresión artística, el hemisferio derecho o hemisferio prehistórico era aún el que comandaba el comportamiento, pero hacia el año 10.000, con seguridad el hemisferio cerebral izquierdo, asiento de las facultades reflexivas, racionales y verbales conscientes, ya estaba modernamente desarrollado y se convirtió en el hemisferio histórico dominante sobre el hemisferio derecho que pasó a la retaguardia del comportamiento. He aquí el cerebro moderno al culminar su evolución durante 8 millones de años de perfeccionamiento, ya que la selección natural favorecía los mejores comportamientos para la aptitud, la supervivencia, la adaptación al medio ambiente y la reproducción fértil con descendencia igualmente fértil que expandiera en las generaciones futuras esos comportamientos provechosos para la conducta de los pueblos e individuos; aquellos que tuvieran comportamientos desventajosos —como los guerreristas y los compulsivos— habrían sido aniquilados por el ambiente o selección natural por ser nocivos para la adaptación y la supervivencia. Si el cerebro es el órgano del comportamiento, de la acción, del trabajo, de la relaciones sociales, de los descubrimientos, del progreso para abandonar la existencia parasitaria de las eras paleolíticas en las que estos pueblos vivían de la caza y la recolección de frutos y raíces sustituyéndola por una economía productiva, descubriendo la agricultura, la domesticación de animales, la construcción de caminos, aldeas y ciudades; si el cerebro, pues, es el órgano de todos estos comportamientos y muchos más, es porque el cerebro de la humanidad dota a los pueblos para el quehacer histórico: si la historia existe es gracias al cerebro con sus dos haces de funciones mentales, el haz de facultades mentales creadoras-alucinatorias, inconscientes, con sus neuronas comunicadas entre sí por nexos o sinapsis eléctricas instantáneas en sus respuestas, y el haz de facultades racionales, reflexivas, analíticas, sintéticas, verbales, visuoespaciales, todas conscientes, localizadas en el hemisferio izquierdo y parte del derecho, y cuyas neuronas se comunican entre si por sinapsis químicas, debido a que en los tiempos modernos ya no son necesarias las respuestas adaptativas instantáneas, sino que las sinapsis químicas son más lentas, secuenciales, conscientes, pausadas. En este momento —hace 12.000 años—, con la culminación del cerebro moderno, nos encontramos en el amanecer de la historia de rápidos movimientos conducidos por el cerebro, ya no por los genes, que genera la cultura, la civilización y el progreso pacífico, que se va desarrollando de generación en generación hasta nuestros días, con pueblos modernos, civilizados, sedentarios y pacíficos… Atrás quedó el eterno proceso evolutivo de nuestra especie, de lentísimos 25

movimientos, mientras nuestros genes con su paso de tortuga geológica perfeccionaban nuestro organismo, pasábamos de la talla de un metro de estatura y de un cerebrito de 450 cc de volumen a un grandioso cerebro de 1.400 cc. Ahora el movimiento se halla comandado por el cerebro dominantemente, sin que ello signifique que el proceso evolutivo con sus genes haya dejado de existir, pues pertenecemos a una especie que tiene genes para fluir, y si fluyó durante 8 o 10 millones de años desde que nos desprendimos de aquel Mamífero X protohumano es posible que continúe fluyendo hacia el futuro, en nuestro concepto hacia el Homo Creator, superior al Homo-racionalcreador de nuestros días, Siendo creadora fundamentalmente la humanidad del porvenir, la mujer no tendrá que hacer ninguna modificación en su canal pélvico, porque, como ya lo sostuvimos, no existe una relación directa entre creatividad y tamaño del cerebro y la humanidad futura será más creadora que hoy con un cráneo semejante al nuestro. ¡El hemisferio derecho creador prehistórico, será también, si la Historia Masculina y las compulsiones no destruyen nuestra especie, el hemisferio del futuro, con mucha mayor creatividad, ya que el hemisferio izquierdo ha dado todo de sí! Desde el año 9. 000 a.C., con la fundación de la ciudad de Jericó, parte la flecha del tiempo histórico…

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Con la historia comienza la deshumanización de la especie humana El prodigioso ascenso de la especie Humana durante la eternidad de los 10 u ocho millones de años, nadie lo conoció en su espléndida culminación, porque cuando abrieron los ojos al resplandor de la historia, los hombres se hallaban matándose unos contra otros, en un espectáculo absolutamente nuevo, desconocido enteramente en las eras evolutivas. Un Aquiles en los tiempos en que la especie estaba perfeccionándose con los mejores comportamientos, los más adaptativos para sobrevivir y multiplicarse, habría sido visto como una monstruosidad, y la selección natural lo habría aniquilado por la amenaza que representaba para la vida de la especie. Los documentos que nos sirven de guía para esta afirmación, son las herramientas creadas para el trabajo, tocadas con un sentimiento estético para hacer más agradable y productiva su labor. En la primera edad de oro prehistórica que fue el Arte Prehistórico de la Era Glaciar, no encontramos indicios de guerras y todo lo domina en sus maravillosas creaciones el amor a la naturaleza, a los animales y su fecundidad, a la mujer y al hombre. Las Venus paleolíticas creadas por el hombre eran estatuillas en las que se expresaba la profunda admiración por la mujer —¡Fuerza de la Especie!—, por ser la poseedora del misterio de la vida, razón por la cual ponían el énfasis en sus nalgas voluminosas, en sus genitales externos y en sus fecundos senos, sin importar mayormente la cabeza, porque en las eras evolutivas nuestra especie fue mamífera por excelencia, ya que todo dependía de la reproducción para que sobrevivieran las 27

poblaciones en unos tiempos en que por la aspereza de la existencia y la infinidad de peligros la esperanza de vida sólo alcanzaba los 20 o 25 años. Un hijo era una bendición, bendición que provenía exclusivamente de la Mujer, pues ellos no tenían por qué saber que existía una relación directa entre el acto sexual y la preñez. Si en estos tiempos evolutivos la condición mamífera, era lo esencial, en los tiempos históricos, lo mamífero cede su preeminencia a la preeminencia del cerebro, debido a esa asombrosa virtud de nuestra especie que fue la única entre todas las especies mamíferas, que cuando hubo culminado el proceso evolutivo, dejó en un segundo lugar lo mamífero y se convirtió en una especie histórica: lo genital y mamífero quedó en un segundo lugar para que el cerebro ocupara el primer puesto como protagonista de la historia, tanto en los hombres como en las mujeres. Si la Humanidad alcanzó el rango histórico se debió a su cerebro, y el cerebro de la Humanidad, no es el de la mujer o el del hombre, es el cerebro de los dos para que con sus atributos mentales, poderosos ambos, pero de esencias diferentes, encaren la complejidad humana, desplazándose en el tiempo y el espacio con sus múltiples dimensiones, El cerebro de la mujer sólo vería un aspecto de la historia humana, y sería una visión incompleta y parcial; otro tanto le ocurriría al cerebro del hombre. Aislados los dos cerebros se quedarían cortos en el conocimiento y conducción de las mil aristas de la condición humana. ¡Ninguna señal, ningún signo de guerras en las eras evolutivas; la especie no habría sobrevivido si a las enormes dificultades para alcanzar una edad de 20 o 25 años, contra la cual conspiraban la falta de higiene, las enfermedades, los fríos glaciares o los calores infernales, el hambre, los depredadores acechando en la oscuridad, si a todo esto, se hubieran agregado las guerras, pues la selección natural no habría tolerado a los guerreros ni a los malvados, suficientes dolores tenían que soportar con las inclemencias inhóspitas de esos tiempos. Muchas veces nuestra especie debió bordear el colapso, sin armas biológicas (cuernos, colmillos, garras, cascos) para defenderse. En nuestro concepto, lo único que explica por qué sobrevivimos en las eras evolutivas fue la gran creatividad de nuestro cerebro, que nos permitía ser ágiles y recursivos, ingeniosos y sagaces… Mas, al llegar la historia, estalló la guerra y aparecieron las compulsiones al mal, y la especie comenzó a deshumanizarse.

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La tragedia original del género humano Todo habría salido perfecto del seno creador de la Naturaleza, si la culminación de la evolución de nuestra especie en la era del Paleolítico superior hubiera estado representada por los pueblos Magdalenienses sapiens que llegaron del África a Europa hacia el año 15.000 a.C. con su arte prodigioso responsable de la Edad de Oro de la Era Glaciar. Unos cinco mil anos fueron suficientes para que abandonara sus costumbres nómadas y se dedicara a la construcción de la civilización con asentamientos sedentarios y una agricultura y ganadería que con su cerebro moderno, guiado por el hemisferio cerebral izquierdo, dejaba atrás el paleolítico parasitario y entraba de lleno en la Historia moderna, el segundo tramo de la vida de nuestra especie, que dejó en un puesto secundario la condición mamífera y se abrió al campo de la cultura histórica de rápidos movimientos que contrastan con los lentísimos pasos de los tiempos evolutivos: Evolución de perfeccionamiento biológico y comportamental, e historia de progreso cultural: estos son los dos momentos característicos de la humanidad que ninguna otra especie viva pudo alcanzar, pues todos los mamíferos, incluidos los primates, se quedaron estancados en esta condición, sin genes ni cerebro para dar el salto a la condición histórica: ¡si no será nuestra especie superior a todas cuantas creó la naturaleza y cuyo desarrollo explica y describe con sabiduría la teoría de la evolución por selección natural de Darwin! Naturaleza creadora de formas nuevas con sus leyes físico-químicas y su dinámica interior, desde la célula procariota hasta la humanidad, y teoría explicativa de su desarrollo por medio de la ciencia darwiniana: así entendemos 29

nosotros el despliegue de la vida a lo largo del tiempo. Sin embargo, la Naturaleza «se equivocó» en este punto al crear otras dos formas humanas, además de los Magdalenienses sapiens y sus descendientes. A esta grave equivocación de la Naturaleza la denominamos La Tragedia Original del Género humano... Porque todo habría sido progreso, paz y armonía con los pueblos Magdalenienses sapiens, geniales pueblos que se entregaron por su misma naturaleza y talento a construir la civilización. Y la civilización se habría ensanchado con el correr de los días, generación tras generación, y este planeta Tierra sería una Arcadia feliz, rica, justa, de altos rendimientos mentales, creadora, comandada por la sana razón y el intelecto, con una alta sociabilidad pacífica, unida en todo el mundo, sin mezquinas diferencias nacionales ni jerarquías clasistas, florecerían las artes y las ciencias, la educación, sin hambrunas ni desigualdades, con industria y comercio pero sin la locura de la riqueza que hace infelices a los ricos y pobres a los pobres, con salud y una elevada calidad de vida. ¡Y, sobre todo, no habría guerras ni confrontaciones entre pueblos pues todos tendríamos el mismo rango evolutivo, ya que los Magdalenienses sapiens habían alcanzado todos un alto nivel de desarrollo así en el terreno biológico como en el psicológico! Pero no. ¡Somos creaciones de la Naturaleza! Una Inteligencia Divina no habría cometido el yerro enorme de disociarnos en tres pueblos de diferente nivel evolutivo. Aunque los sabios Antropólogos, Paleontólogos, Genetistas, sostienen con fuerza dogmática que el planeta está habitado por un solo pueblo, el civilizado sapiens sapiens. Que este pueblo privilegiado vino del África y sustituyó o aniquiló a todos los pueblos de inferior rango evolutivo y se quedó él solo con el planeta entero, poblando Eurasia, África, Australia, América. Que su mejor tecnología desalojó a los pueblos atrasados o los pasó por las armas aniquilándolos, sin tolerar a más pueblos que a los sapiens sapiens. ¿Será posible?… O los sapiens sapiens no eran tan sabios o eran unos malvados, guerreros, imperialistas, genocidas, pues extirparon de la faz de la Tierra a todos los pueblos que no fueran de su estirpe. El ADN mitocondrial les da todas las garantías a estos sabios para afirmar el dominio exclusivo de los civilizados sapiens sapiens, sedentarios y pacíficos. ¡El ojo de ese ADN mitocondrial está ciego, pues no tiene capacidad para ver a los pueblos que no son civilizados sapiens sapiens! O es el ADN mitocondrial el que no ve, o son los sabios los que tienen limitada la vista para no descubrir más allá de los sapiens sapiens otros pueblos enteramente vivos que se agitan en el escenario del Paleolítico superior y hasta conviven y se cruzan entre sí. ¿Será este mundo obra de pueblos civilizados, sabios, sedentarios y pacíficos? ¿Habrá alguien que lo sostenga en su sano juicio, alguien que no sólo mire el ADN mitocondrial, que no tiene ojos para ver, alguien en sus cabales? Porque la aseveración de estos sabios, aseveración tajante y seria, es la de que no existe duda alguna de que fueron esos pueblos civilizados y sabios y pacíficos y sedentarios los que se adueñaron de todos los continentes, no sin antes limpiarlos de otros pueblos —¡racismo feroz!— 30

que no fueran de su clase y condición. Por tanto, no aceptan que la Naturaleza se equivocó flagrantemente. Tres pueblos divisamos nosotros. Dos de ellos en los extremos, porque la Humanidad nació dividida en dos especies igualmente humanas, ¡Flagrante yerro! Una Humanidad constituida por dos especies humanas, colocadas en dos extremos opuestos, es decir, en dos rangos evolutivos enteramente diferentes, tanto que nunca se mezclaron entre sí, ni hubo flujo genético entre ellas, carácter claro de que eran especies distintas, al no poder reproducirse entre sí. En un extremo los Magdalenienses sapiens, llegados a Europa procedentes del África hace 15.000 años a.C. Después de evolucionar cinco mil años en suelo Europeo, completaron el desarrollo de su cerebro, y fueron dueños de un cerebro moderno, con un poderoso hemisferio izquierdo y un sabio hemisferio derecho. Listos para lanzarse a construir la civilización de manera irresistible porque tenían todas las condiciones mentales y capacidad para la vida sedentaria factor indispensable del civilizado. En el otro extremo y a gran distancia evolutiva, se encuentran los pueblos Neandertales, nativos de Europa o venidos también del África desde hacía unos 200 mil años. Sabemos que estos pueblos no habían alcanzado un cerebro moderno, como el de los civilizados sapiens, sino que continuaron con su hemisferio cerebral derecho dominante, prehistórico, pues mientras aquéllos abandonaron la vida parasitaria y se consagraron a cultivar la agricultura y a convertirse en ganaderos y constructores de ciudades y caminos, en grupos sociales complejos que hablaban de corrido, los Neandertales siguieron viviendo como en las eras paleolíticas como parásitos, recolectores de frutas y cazadores de animales salvajes, viviendo una existencia de nómadas, en las estepas, las montañas y los desiertos, pues su cerebro arcaico no les daba para más. Se erigieron así dos Sistemas de Vida enteramente opuestos: el de los sedentarios con asentamientos fijos, agricultura y ganadería, y una organización social estructurada en costumbres pacíficas, y el de los Neandertales, sin asentamientos porque preferían la vida nómada en estepas y desiertos o mantañas, que no querían saber de domesticación de animales pues los querían salvajes como ellos, ni de agricultura con sus pequeñas parcelas, pues ellos querían seguir parasitando la naturaleza, recogiendo raíces y frutos de los montes. En el medio de estos dos extremos, se encuentran los pueblos Auriñacienses, llegados a Europa en el año 40.000, probablemente procedentes del África. Estos pueblos tienen una característica singular en nuestro modo de ver, porque participan de los caracteres de cada uno de los pueblos extremos. Los Auriñacienses son pueblos modernos próximos a los Magdalenienses sapiens y fueron los primeros creadores de obras señaladamente artísticas, como la Venus de Willendorf, hallada en la baja Austria. Sin embargo, los Auriñacienses son modernos pero tempranos, primitivos y nómadas, con un cráneo con similitudes con el cerebro de los Neandertales en volumen y en protuberancias occipitales pronunciadas. Es más, las herramientas de Saint Césaire en Francia fueron tenidas por mucho tiempo como obras de los Auriñacienses por su factura 31

a medio camino entre las musterienses clásicas de los Neandertales y las del Paleolítico superior, bautizadas como utensilios Chatelperronienses. Pero hoy está claro que no son Auriñacienses sino Neandertales, igual que el esqueleto que es más evolucionado si lo comparamos con los clásicos esqueletos neandertales. Por último, nosotros tenemos la convicción de que hubo flujo genético entre Neandertales y Auriñacienses y que esta hibridación entre Neandertales y Auriñacienses dio nacimiento a los pueblos bárbaros, dada su frecuente convivencia en Europa y Asia, de donde, hibridados o separados fueron los pobladores de América en su segunda y más moderna oleada de inmigrantes. En estas condiciones los Auriñacienses —modernos pero primitivos—, en su debido momento histórico, establecerían el enlace entre los Civilizados Sedentarios sapiens, y los Bárbaros Neandertales Nómadas, arcaicos. Estos tres pueblos, Civilizados sedentarios sapiens, Bárbaros Neandertales Nómadas, y Auriñacienses a mitad de camino entre los dos, constituyen las más profundas raíces de la Humanidad Moderna. Estas raíces nos comunican a todos los 6.500 millones de habitantes del planeta nuestra savia vital.

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La humanidad nació disociada en dos especies diferentes Dijimos que La Tragedia Original de la Humanidad consistió en que la Especie humana al culminar en el Paleolítico superior, en sus postrimerías, nació profundamente dividida, no en dos pueblos, sino en dos especies de rangos biológicos y evolutivos profundamente contrapuestos, aunque los dos eran miembros legítimos de la Humanidad. Una Humanidad disociada en dos especies extrañas la una con la otra siendo como eran de estratos biológicos distintos: los Neandertales del Paleolítico medio y los magdalenienses sapiens del Paleolítico superior, lo que supone una distancia genética enorme, tanta que no podían hibridarse o mezclarse entre sí, como si fueran dos especies humanas incompatibles biológicamente, pues una especie se caracteriza porque no puede mezclarse con otra que no sea de su mismo rango evolutivo. Y esto era lo que ocurría entre Neandertales y Magdalenienses: no hubo, no podía haber mezclas ni reproducción entre estas dos especies, eso si, ambas humanas. Este es un hecho de alta significación en la constitución de la estructura biológica y evolutiva de la humanidad moderna, en nuestro concepto. El que la Humanidad haya nacido disociada en dos especies tan antitéticas, aun que las dos humanas, es algo que no puede pasarse por alto, ya que en esta disociación se apoyan las bases del género humano moderno, tan antitético, tan dividido, tan repleto de contraposiciones guerreras. Lo cierto es que cada extremo construyó su propio Sistema de Vida, de tal manera, que resultó, no sólo antitético, sino enemigo del opuesto. Dos pueblos con sistemas de vida contrapuestos: ¡era la guerra, la tragedia original de la humanidad! 33

Fatal suceso porque nos condenó a ser guerreros para siempre, ya que aquí se encuentran los resortes últimos del ser guerrero de la humanidad. Si queremos encontrar las raíces de nuestra naturaleza disociada —que no pudo ser la naturaleza unitaria de haber sido los descendientes exclusivos de los civilizados Magdalenienses— debemos bajar a los cimientos de las ruinas de la ciudad de Jericó donde se encuentran las murallas poderosas de piedra que protegían a Jericó de un enemigo temible que en verdaderas riadas se estrellaba contra estos muros, señal patética de esa disociación en pueblos enemigos y que dejaron atónitos a los arqueólogos que las descubrieron en el año de 1958. Es el primer documento forjado en piedra que nos habla de que las guerras entre bárbaros y civilizados habían comenzado con un acontecimiento totalmente nuevo en nuestro desarrollo, ya no en tiempos evolutivos, sino en las eras históricas, aunque la disociación había hecho su aparición en el Paleolítico superior cuando aún nuestra especie cursaba su momento evolutivo: ¡Esto es lo gravísimo! Que las diferencias entre los dos pueblos no se fundaran en razones culturales, territoriales, económicas, políticas o religiosas, que son conflictos solubles y, en cierto sentido, superficiales. Lo verdaderamente grave es que esas diferencias entre los dos pueblos eran de naturaleza biológica, genética y evolutiva, enraizadas en la constitución de esos pueblos, los unos del Paleolítico medio, como hemos dicho, y los otros del Paleolítico superior, a una enorme distancia unos de otros, con organismos distintos y cerebros de opuesta estructura, ya que mientras el cerebro de los Neandertales pertenecía a la prehistoria, el cerebro de los Magdalenienses sapiens pertenencia a las épocas históricas. En los primeros predominaba el hemisferio cerebral derecho, violento, depredador, hiperemotivo, nómada, pobre racional y creativamente. En los Magdalenienses imperaba el cerebro total, con un hemisferio izquierdo racional, altamente reflexivo, plenamente verbal, analítico, sedentario y consciente, y un hemisferio cerebral derecho soberbiamente creador, sabio, de altas perspectivas civilizadoras. Agua y aceite. Eran pueblos incompatibles que se repelían mutuamente. ¡Era la confrontación a muerte, la contraposición sin posible síntesis! Por esto guerrearon incesantemente, sin término posible. Lucha a muerte biológica y cultural. Los Neandertales mezclados con los Auriñacienses conformaron las etnias bárbaras. Los Magdalenienses y sus descendientes más sedentarios se agruparon en asentamientos estables, construyeron ciudades como Jericó, Catal Hüyuk, que era otro fuerte militar que sobrevivió mil años protegido en esta ciudad refugio, al cabo de los cuales, se dividieron en nuestra opinión, en dos ramales étnicos: los que de Anatolia, en el sur de Turquía, descendieron por el río Eufrates y fundaron la gran civilización de Sumer, allí donde comienza la historia, según el sabio Samuel Noah Kramer, descubridora de la escritura, la rueda, el carro tirado por caballos, y una moderna economía productiva con su agricultura y ganadería —¡y su cerveza!—; el segundo ramal étnico originado también en los catalhüyükeses, viró al occidente, llegó a Chipre, y saltando de isla en isla pasó a Creta, donde fundó la cultura Minoica, invadida después por los bárbaros aqueos e hibridada con éstos pasó a la Grecia continental. 34

Los pueblos bárbaros —que no registran los antropólogos fundados en el ADN mitocondrial—, y que, en nuestro concepto se formaron con los últimos Homo erectus, los Neandertales y los Auriñacienses, se desplazaron hacia el norte de Eurasia, siguiendo a los animales de caza que huían de los deshielos. Los más orientales, o hsiung-nu, se situaron en la taiga siberiana; en la estepa central del Asia, se ubicaron los Indoeuropeos; y en el extremo occidental, en los países escandinavos, se asentaron los francos, los germanos y los vikingos. Los Neandertales del Oriente Medio asiático siguieron dos direcciones: la del sur que llegó hasta Vietnam y Java, y reunidos con los últimos Homo erectus, se dirigieron al norte siguiendo las islas numerosas que desde Indonesia, Malasia, Filipinas, llegaban hasta el Japón —ya que por las glaciaciones el agua quedó secuestrada por los hielos del norte y bajó el nivel del Océano Pacífico sobresaliendo muchas islas a la superficie que aprovecharon los erectus-Neandertales para proseguir hacia el norte, siguiendo por los collares de islas que desde el norte del Japón llegaban a la península de Kamchaka y las Aleutianas numerosas que llegaban hasta Alaska. De aquí partieron hacia el sur, bordeando las costas de Canadá y Estados Unidos, entraron a México y alcanzaron Panamá, donde se dividieron en dos corrientes étnicas: la que bordeó la costa pacífica de lo que hoy es Colombia, hasta llegar a la Argentina, y la que se dirigió al oriente de América Latina pasando por Venezuela y llegó hasta el Brasil. Estos eran pueblos muy primitivos que usaban herramientas de piedra toscas y ninguna trabajada bifacialmente. Estos pueblos Erectus y Neardentales que habrían partido de Indonesia y Malasia en el año 40.000, estarían llegando en el año 20.000 al sureste y al suroeste de América del Sur. Constituirían la base étnica más primitiva o indígena del continente sur, ya que no penetraron en América del Norte. La segunda rama de los Neandertales que partieron del oriente medio asiático tomó la dirección noreste del Asia, llegó a Uzbekistán, penetró en Mongolia y se dirigió al norte, al refugio de M’Alta, al norte del lago Baikal, donde se unieron con los Auriñacienses procedentes de Europa, ya que en M’Alta se han encontrado Venus Auriñacienses de una antigüedad de 28.000 años, y herramientas musterienses pertenecientes a los Neandertales. En nuestro concepto, estos dos pueblos —hibridados o no— prosiguieron hacia el noreste siberiano hasta llegar al Estrecho de Bering que se hallaba seco, y pasaron a la América del Norte. No incluimos a los Magdalenienses en esta oleada de inmigrantes, porque sus huellas son muy tardías (13.000 años) y no participaron en la marcha hacia América. Auriñacienses y Neandertales prosiguieron hacia el sur de América del Norte y devastaron toda la fauna mayor o megafauna — hecho atribuible a los Neandertales que eran grandes cazadores y carnívoros—, suceso trágico para la economía de las Américas que se quedaron sin animales mayores, lo que obstaculizó definitivamente al desarrollo de la ganadería y la agricultura. Mil años más tarde, encontramos a estos pueblos nómadas neandertales en la Tierra del Fuego, en las cuevas de Fell y Pailli-Aike, donde se han rescatado dos esqueletos con cráneos dolicocéfalos y dientes en forma de pala, característicos de los Neandertales. No es posible comprender la inmigración a las américas sin contar con la presencia de los 35

Neandertales. Las grandes cabezotas Olmecas en México, los rituales de sangre para sus dioses sanguinarios creados a imagen y semejanza de los Neandertales, el despotismo de los jefes y su imperialismo tanto en el norte como en el sur, son prueba de que los Neandertales participaron en la inmigración a América como la base étnica dominante, en tanto que una pequeña élite responsable de las grandes obras en México y el Imperio Incaico, son, para nuestro modo de ver, propias de los Auriñacienses.

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Las raíces etnográficas de la humanidad Como puede observarse, son dos las grandes raíces etnográficas de la Humanidad, no una como sostienen los antropólogos y genetistas fundados en el ADN mitocondrial. Esta última concepción ha llevado a un equívoco de grandes proporciones en la comprensión de la naturaleza humana, fundamento del Humanismo Evolutivo Moderno. Porque han sembrado la convicción de que todos los pobladores del planeta en el día de hoy somos Hombres Civilizados Sapiens Sapiens, derivados de los Magdalenienses o los Cromañones en su totalidad sin que siquiera se haya aclarado la procedencia de estos últimos o Cromañones, ya que los Magdalenienses sí están firmemente ubicados como Homo sapiens sapiens que llegaron del África o del Oriente Medio a Europa en el año 15 a 20 mil. Sin embargo, la procedencia de los Cromañones es incierta: para unos proceden de los Skhul y Qafzef del Monte Carmelo y Nazaret, razón por la cual se les ha dado el nombre de protocromañones… Nosotros somos de la opinión de que fueron producto de la mezcla en Europa entre los Neandertales avanzados y los Auriñacienses, y que la aparición de los Cromañones en el año 30.000 en Europa, coincide con la desaparición en este continente de los Neandertales y Auriñacienses, absorbidos los dos en una población de Cromañones, y que, probablemente fueron los creadores de las herramientas Chatelperronienses, atribuidas primero a los Auriñacienses y posteriormente a los Neandertales. Si; fueron dos las corrientes de los pueblos que se colocaron en las raíces de la humanidad moderna, claramente identificadas etnográfica, arqueológica, e 37

históricamente. Los civilizados sapiens, descendientes de los Magdalenienses sapiens nómadas que llegaron a Europa entre los años 20 a 15 mil, creadores en las postrimerías del Paleolítico superior de las Cavernas Museos de La Magdeleine, Lascaux y Altamira y de primorosas herramientas y Venus paleolíticas que llegaron en Asia hasta el refugio de Krasni-Iar al sur del lago Baikal en el año 13 mil, perteneciendo las tres primeras al año 12.000 a.C. Ya sostuvimos que estos pueblos Magdalenienses, que eran sapiens pero nómadas aún, porque eran cazadores y recolectores de raíces, evolucionaron hasta el año 10.000 cuando los encontramos dueños de un moderno cerebro, con un hemisferio izquierdo dominante racional y verbal consciente, característico del cerebro moderno hasta nuestros días, si no hubieran ocurrido sucesos que impidieron este feliz desenlace… Eran los descendientes de los Magdalenienses ya completamente modernizados a quienes denominamos pueblos civilizados sapiens sapiens. Con ese cerebro moderno — un hemisferio izquierdo dominante para las actividades y relaciones cotidianas y un hemisferio derecho a la retaguardia, creativo-alucinatorio inconsciente para todas las formas de creatividad incluidas las del genio y las del soñador— se lanzó irresistiblemente a construir la civilización, la agricultura, la ganadería, los asentamientos sedentarios, las relaciones sociales, la cultura, la ingeniería, la arquitectura, la economía, la religión: de dominantemente mamíferos en las eras evolutivas se habían convertido en pueblos dominantemente históricos. Fundaron Jericó en el año 9.000 a.C., Catal Hüyük en Anatolia en el año 7.000, y hacia el año 5.000 estaban fundando en el sur la Civilización Sumeria, y en el Occidente la Civilización de la Creta Minoica… No es igualmente seguro que hacia el año 40.000 hubieran avanzado los pueblos Sapiens hasta Australia. Dijimos que los pueblos bárbaros —mezcla de Ergastererectus, Neandertales y Auriñacienses—, por sus necesidades de caza y recolección, buscaron la taiga siberiana euroasiática, con los hsiung-nu al oriente y los francos, los germanos y vikingos al extremo occidental, en tanto que los indoeuropeos encontraron su hábitat en las estepas del Asia Central. Dos grandes etnias, pues, de distinto rango evolutivo. Allí están en sus respectivos nichos ecológicos: Sumer y Creta Minoica, las auténticamente civilizadas, y, posteriormente, Grecia, producto de la mezcla entre los civilizados cretenses y los bárbaros aqueos, constituyendo, por una parte, el Polo de Pueblos Civilizados… El otro Polo de los pueblos bárbaros, se encuentra en la taiga siberiana euroasiática, Asia Central, y los desiertos del sur en Arabia. ¿Por qué no los ven los antropólogos y genetistas con su ADN mitocondrial, limitándose a los pueblos civilizados sapiens sapiens que, según ellos, habrían destruido, por una u otra razón, a los pueblos de inferior nivel evolutivo, y se habrían adueñado del planeta Tierra entero? ¿Cómo ignorar a los bárbaros, a los hsiung-nu, de los que se desprendieron los hunos, los escitas, los mongoles y los turcos otomanos? ¿Cómo ignorar a los indoeuropeos o arios asentados en las estepas del Asia Central? ¿Cómo ignorar al conjunto de pueblos semitas de los desiertos arábigos que tan importante papel 38

histórico van a desempeñar igual que los demás? ¡Inexplicable! ¿Entonces, debemos concluir que la antropología humana está constituida por pueblos civilizados sapiens sapiens solamente? ¡Feliz Humanidad! Progresista, Racional, Creadora, Genial, Pacífica, justa, Igualitaria, Culta, Científica, Artística, tolerantemente Religiosa, sin jerarquías enemigas, Digna, Feliz Arcadia, en una palabra, una Humanidad Histórica por excelencia marchando hacia un porvenir superior, sin hambrunas, ni crímenes, ni guerras… ¡Sería la consagración del más ideal humanismo! ¡El mejor de los mundos posibles, de acuerdo con el decir del hiperoptimista Leibniz! ¡Y nos damos el lujo de proclamarnos «pueblos civilizados»; de hablar del «choque de civilizaciones»; de escribir libros con títulos que nos unifican a todos en el mundo y nos definen como «Homo sapiens»…!

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Los pueblos auriñacienses constituyen el puente biológico de mestizaje entre civilizados y bárbaros Sabemos que esos dos polos étnicos —el civilizado sapiens y el bárbaro nómada— no estuvieron estáticos, uno frente al otro. Lo sabemos arqueológica e históricamente, con caracteres irrefutables. Son verdades graníticas levantadas con la piedra de las murallas que rodeaban Jericó en el año 9.000 que atestiguan que eran dos los pueblos que chocaban entre sí, como lo hace suponer toda confrontación guerrera. Los civilizados sedentarios se defendían con sus murallas de cinco metros de altura, una torre vigía y un foso externo profundo de tres metros de anchura de las avalanchas de los bárbaros nómadas venidas de lejanas tierras. No vamos a decir que eran los civilizados sedentarios sapiens los que chocaban entre sí, cuando eran pacíficos por definición y naturaleza. Ellos sembraban sus tierras en el oasis junto al río Jordán y las defendían de los bárbaros que no sólo querían su botín de granos y mujeres, sino que odiaban su sistema de vida, con sus pequeñas parcelas, sus rebaños domésticos, sus casas y aldeas. Porque eran dos los sistemas enfrentados; enfrentados a muerte. Agua y aceite, repetimos. Se repelían mutuamente, porque eran dos especies diferentes de una misma humanidad. Sus rangos evolutivos se contraponían, siendo que los civilizados se hallaban en la cumbre de la evolución, en tanto que los bárbaros procedían de abajo del Paleolítico medio e inferior, matizados un tanto por los Auriñacienses que eran modernos pero con notorias señales de que no habían ascendido al mismo nivel de los sapiens sapiens. 40

Este es un fenómeno asombroso de la naturaleza humana, que se halla disociada en dos especies, sin que se aíslen cortantemente, pues las une un hilo biológico sutil que, en nuestro sentir, lo constituyen los pueblos auriñacienses, que con su extremo superior tocaba con los civilizados sapiens sedentarios, y con su extremo inferior se unía con los bárbaros a los que posiblemente ellos estaban integrados. ¡La Humanidad dividida en dos especies que no pierden su carácter humano! Este es un hecho asombroso sin cuyo conocimiento desconoceríamos la esencia de la naturaleza humana… El Humanismo sería una palabra vana si no tuviéramos en cuenta este fatal suceso. Porque sin su conocimiento hablaríamos como los viejos humanistas que tenían un sentido ideal del ser humano con ilusiones insostenibles sobre su capacidad de perfeccionamiento indefinido, Este es el mito que han manejado a porfía desde Petrarca, Boccaccio, Erasmo, Pico de la Mirándola, que construían sus ideales de superación humana a partir de sí mismos o de sus elevados deseos de grandeza, sin tener noticia sobre nuestra naturaleza real. Ignoraban la evolución de millones de años de la Especie Humana; ignoraban que al culminar en el Paleolítico superior esa especie se dividió en dos naturalezas antagónicas, del todo antitéticas por su constitución biológica, su estrato evolutivo (los avanzados pertenecientes al Paleolítico superior y los inferiores al Paleolítico medio), sus genes, sus cerebros (moderno el de los civilizados sedentarios; arcaico el de los bárbaros nómadas), Por ello estos humanistas hablaban del «Hombre», como una entidad abstracta y general y unívoca. Pensaban en el hombre hecho de una sola pieza; de una misma contextura, de una homogénea naturaleza, de un cerebro compacto y unitario. Hablaban de un hombre simple, sin las complejidades del ser que se hallaba atrincherado tras un muro de piedra para que el «otro hombre» no lo aniquilara. ¡Dos naturalezas humanas enfrentadas en lucha a muerte, odiándose con sus sistemas de vida contrapuestos! Dos especies humanas, puesto que no podían cruzarse entre sí, ni procrear una descendencia humana unitaria, de la misma especie, así las dos fueran humanas, pero con rangos opuestos. ¡Sin este contraste étnico sería imposible pensar en un humanismo real y nos veríamos en el caso de idealizar «al Hombre», pensando que es uno y unitario, despojándolo de su antítesis inferior, el bárbaro, para que quede apenas el civilizado sapiens sedentario, que es lo que han hecho los antropólogos, imaginándose que los pueblos sapiens derrotaron a los inferiores, aniquilándolos y reinando ellos solos sobre el planeta Tierra. Nadie duda de que somos civilizados sedentarios sapiens, empezando por los antropólogos encariñados con su ADN mitocondrial que sólo tiene ojos para ver a los civilizados y está ciego ante los bárbaros que son mucho más numerosos que aquéllos. Han caído en señalar un Humanismo contradictorio, enteramente paradójico, ya que proclaman que son civilizados sapiens sapiens, en tanto que se ven rodeados por las guerras y las miserias, la indignidad de los seres humanos, el atraso flagrante del sentido de humanidad, el desarrollo inconmensurable de la ciencia y de la técnica para favorecer las guerras que tan a la ligera promueven o para inventar armas con las cuales defienden 41

a los poderosos de los miles de miles de millones de maltratados y despojados: ¿acaso es que no ven esas avalanchas humanas de hambrientos miserables que llaman a las puertas de los países opulentos que se alistan a construir muros de contención para defenderse de esos subhombres que nada tienen de civilizados, ni de sapiens? Niegan o «derrotan» a los inferiores, que como langostas arriban a las playas de los «civilizados sapiens democráticos» de Europa, de los Estados Unidos, desde continentes esquilmados, absorbida su savia humana, desde el África, desde el Asia, desde América Latina, en tanto que los civilizados demócratas como Canadá, Francia, Estados Unidos, Japón, Australia, Inglaterra, so pretexto de llevarles la libertad —en un gesto de cinismo bárbaro— se empeñan en quitarles el último botín de riqueza que les queda, su petróleo. ¿Quién es aquí el bárbaro? ¿Habrá alguien en el mundo que se atreva a sostener que somos civilizados sapiens sapiens, a la vista de este espectáculo de horror que amenaza con destruir lo que queda de nuestra Especie Humana y su planeta Tierra —el único planeta vivo entre miles de millones de galaxias eternamente muertas—, sin que importen los clamores de unos cuantos idealistas que reunidos hoy en Nairobi (Kenia Noviembre de 2006), ni siquiera consiguieron aprobar el tratado ridículo de Kyoto que aspira a que los civilizados de las grandes potencias (desde Estados Unidos a China) firmen un convenio para disminuir un 5 por 100 de la contaminación de la atmósfera que, con las bocanadas de CO2 que cada momento exhalan las qrandes empresas, en poco tiempo se llegará a un nivel irreversible de recalentamiento del planeta: ¡«no hay un liderazgo»! que se haga oír, clamó impotente el Secretario de las Naciones Unidas. Ni lo habrá. ¿Serán civilizados sapiens sapiens estos pueblos que así destruyen a la naturaleza humana y a la naturaleza natural? ¡Oh paradoja! Como lo veremos más adelante, lo que prueban todos estos hechos es que en la constitución de la humanidad y en la población del planeta predominó el factor bárbaro sobre el civilizado, que los pueblos bárbaros nómadas fueron mucho más numerosos que los pueblos civilizados, sedentarios y pacíficos. No mucho más tarde que las confrontaciones de Jericó entre civilizados y bárbaros que, de acuerdo con los arqueólogos que en el año de 1958 descubrieron atónitos las poderosas murallas de Jericó, los enemigos de quienes se defendían los civilizados debían ser muy poderosos para que les opusieran semejantes muros de contención, no mucho más tarde del año 9.000, decimos, fueron descubiertos al parecer unas modernas herramientas de trabajo, las más desarrolladas del paleolítico pensaron los arqueólogos. Más examinándolas con detenimiento, descubrieron que no eran tales herramientas para el trabajo, sino puñales afilados y puntas de lanza para la guerra de los bandos enemigos. Microlitos geométricos, fue el nombre que se les dio a estas armas peligrosas de última «tecnología», que como ocurre en nuestros días, y como ha ocurrido siempre, se regaron por todo el mundo, Asia, el Próximo oriente y Europa… Y tampoco mucho más tarde, se encontraron en el este de España y el Norte del África pinturas con escenas que ya no eran las pacíficas del Arte Rupestre de la Era glacial consagradas a celebrar a la 42

naturaleza y a mostrar representaciones de caza, sino cuadros que por primera vez mostraban sangrientas batallas entre civilizados y bárbaros. Esta continuidad de las guerras permite sostener que las confrontaciones entre los dos pueblos de diferente sistema y naturaleza continuaron desarrollándose sin pausa alguna. Muchísimo más tarde, ya en nuestra era, los historiadores narran el asombro que producía la figura y el atuendo de los hunos, que parecían «animales con dos patas», lo que da a entender que aún físicamente —no sólo en su constitución y morfología y en su sistema de vida— los bárbaros eran diferentes a los civilizados por el hecho de pertenecer a dos niveles evolutivos, y que estas diferencias se prolongaban hasta muy adelantada la historia. La continuidad de las guerras tiene un hito particular hacia el año 7.000, cuando los pueblos civilizados construyeron la ciudad de Catal Hüyük, en la región sur del Asia Menor, en lo que hoy es Turquía, conocida con el nombre de Anatolia. Esta ciudad no fue levantada de acuerdo con normas arquitectónicas, como nos lo narra el arqueólogo James Mellaart, sino siguiendo directrices militares, de tal suerte que sus habitantes vivían dentro de un fuerte con gruesos muros exteriores y sin puertas para evitar que el poderoso enemigo penetrara en la ciudad, y sus moradores debían entrar por… el techo de las casas, valiéndose de escalerillas portátiles. Si sería temible el enemigo bárbaro que acechaba, Gracias a todas estas medidas de seguridad, el pueblo civilizado logró sobrevivir cerca de mil años, hasta que se disgregó en las dos corrientes étnicas que hemos señalado, la que iba hacia el sur siguiendo la cuenca del río Eufrates para fundar la civilización de Sumer, la más civilizada Sapiens en nuestro concepto, y la corriente que se dirigió al occidente del Asia Menor, hasta asentarse en la isla de Creta. Esto es apenas lo que puede registrarse en cuanto a los pueblos civilizados, rodeados en Sumer por los bárbaros indoeuropeos que tenían su nicho ecológico en las estepas del Asia Central, y por el abanico de pueblos semitas que vivían en el sur, en los desiertos arábigos, los Acadios, los Fenicios, los Hititas, los Caldeos, los Asirios, entre ellos. Los civilizados situados en la isla de Creta, se hallaban rodeados por los Bárbaros Aqueos y Dorios. Como se puede apreciar, son muchos los bárbaros en comparación con los civilizados, ya que del extremo oriente de Siberia se habían apoderado los pueblos bárbaros hsiung-nu que amenazaban a los pueblos más o menos civilizados de China y la India, y que, darían origen a los bárbaros Escitas, a los Hunos, a los Mongoles, y a los Turcos. Todos estos pueblos bárbaros eran como un inmenso mar que amenazaba tragarse los dos islotes civilizados, los Sumerios y los Cretenses. ¡La superioridad numérica de todos estos bárbaros era con mucho mayor que los civilizados! Hecho que se halla en consonancia con lo que hemos visto a lo largo de los milenios de la historia pretérita, y a lo que vemos hoy…, en que la barbarie suplanta con mucho a la civilización, razón por la cual lo adecuado es hablar del «CHOQUE DE BARBARIES», no, como sostiene Samuel Huntington, «El Choque de Civilizaciones»,… Terrorismo contra terrorismo; terrorismo de Estado contra terrorismo popular… Y un solo perdedor: ¡La Especie Humana y su hábitat el planeta Tierra! El 43

Humanismo de hoy cambia por completo de sentido: si los humanistas utópicos ponían su interés en colocar al «hombre» en el centro de sus preocupaciones, el Humanismo realista clama para que la Especie Humana, ese tesoro de la Evolución y de la Historia, se coloque en el centro de los cuidados y escape con vida y dignidad de todos los terrorismos y barbaries.

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La humanidad moderna es un enorme cuerpo mestizo Tras la pujanza y la creatividad de la Civilización Sumeria —descubrió la escritura cuneiforme, inventó la rueda fundamental para el progreso, hazaña que jamás lograrían los americanos, utilizó el carro con ruedas tirado por caballos, aplicó la escritura para llevar las cuentas de sus granos y ganados, y como eran poetas inspirados, emplearon su bello y misterioso lenguaje en los himnos y poemas como el de la Creación, el de Gilgamesh, que tuvieron una enorme influencia en el oriente medio, prestándole a los escritores de la Biblia el tema del Diluvio Universal, y a Homero la relación entre Aquiles y Patroclo, calcada de la que sostuvieron Gilgamesh y Enkidú, quien descendió tres días a los infiernos como lo haría Jesús en el Nuevo Testamento; tras estas hazañas históricas, decimos, el Pueblo Sumerio se corrompió, verbo lejano que no falta en la milenaria Historia Masculina… Los sumerios se corrompieron porque le rendían culto cotidiano a la cerveza, se multiplicaron las «casas de la cerveza» en sus cuatro ciudades Estado, Ur, Uruk, Lagash, Níppur, de modo que hasta los mismos dioses se alcoholizaron. Y como hoy sabemos que el alcohol es una peligrosa sustancia química mutagénica, que altera la información genética, cambiando o mutando un gen en la célula sexual (óvulo o espermatozoide), este gen mutado se trasmite hereditariamente al azar a la descendencia y modifica el área orbito frontal del hemisferio cerebral derecho, que se convierte en Centro Compulsivo potenciado con varias compulsiones, que con tremenda fuerza mental obligan a quien las padece a realizar extraños comportamientos que, si bien hoy son archiconocidos, en esos 45

primeros tiempos de la historia eran nuevos y desconocidos: el alcoholismo, la prostitución, el crimen, la vagancia para el estudio, la glotonería, la corrupción, la estafa, la violación, el incesto… Estas compulsiones se extendieron a la población y aumentaron en número. Justamente de la Ciudad Estado de Ur, partió Abraham en dirección norte oeste llevando como equipaje varías compulsiones, pues el mismo Abraham estaba casado incestuosamente con su media hermana Sara, y su sobrino Lot, era también alcohólico e incestuoso que vivió sexualmente con sus dos hijas y tuvieron descendencia como la de los pueblos Moabitas. Pues bien, Sodoma y Gomorra se corrompieron por el alcohol mutagénico y las compulsiones de él derivadas. La leyenda sostiene que Sodoma fue incendiada por la cólera divina. La «maldición» de los pueblos sumerios consistió en que una vez corrompidos, la multitud de pueblos bárbaros que los rodeaban y codiciaban, cayeron sobre ellos, y Sumer se convirtió en el foco de guerras centenarias en las que pasó de unas manos bárbaras a otras manos bárbaras, ya fueran los semitas que remontaron de los desiertos del sur como los Acadios, ya fueran los bárbaros Indoeuropeos o Arios que bajando por los montes Caucásicos cayeron en el oriente sobre la India y sobre Sumer en el occidente. Oleadas de guerras se sucedieron a partir del año 3.000 a.C.; cuando cayó herido y prisionero el Rey Ibi-Sin que acaudillaba a los sumerios, un estremecimiento sacudió a toda Mesopotamia, y muchos años más tarde el nombre de Ibi-Sin se convirtió en sinónimo de ¡Desgracia!, porque, todos estos pueblos presintieron que con la caída de la Civilización Sumeria se hundía ese bastión de la historia civilizada y llegaba la noche de la barbarie guerrera, como en realidad así aconteció: ¡Desgracia! El segundo foco auténtico de civilización, derivado por la vía occidental de los pueblos civilizados de Catal Hüyük, en nuestro concepto, fue la Civilización de la Creta Minoica que alcanzó un gran esplendor. Fue invadida por los Dorios, un pueblo de comerciantes nómadas, y hacia el año 1.500 cayeron sobre toda Grecia incluida Creta los bárbaros Aqueos, un ramal europeo de los bárbaros Indoeuropeos que formaron la «civilización» micénica, muy entre comillas, porque de esa mezcla surgió un pueblo expansionista —que no es una característica de los civilizados, ya que Sumer no lo fue —, siendo Troya uno de tantos botines de estos Aquiles armados de pies a cabeza. La Creta Minoica se disolvió en la Grecia Micénica semibárbara: ¡Desgracia! Quedaban en el Oriente Asiático los semibárbaros Chinos e Indios. Sobre estos pueblos cayeron los hsiung-nu y mucho más tarde los Mongoles bárbaros nómadas: por tercera vez, ¡Desgracia! Los pueblos Indoeuropeos llevaron su barbarie por toda la cuenca del Mediterráneo, tanto como los Fenicios que fundaron Cartago. Los pueblos bárbaros Hunos, descendientes de los hsiungnu se expandieron hacia el occidente, penetrando en Europa por el oriente hasta amenazar a Roma y fueron vencidos por el general romano Aesio en el año 451 de nuestra era. Los Visigodos comandados por Alarico, asolaron a Roma en el año 410 de nuestra era. Del extremo occidental de la taiga escandinava, descendieron los bárbaros germanos que empujaron a los galos hacia el occidente de Europa. Los Vikingos asolaron a la Gran Bretaña y en el 46

año 1000 los encontramos en América del Norte… Hacia el siglo XIII se inició la expansión de los Mongoles al mando de Gengis-Kan, por Europa al occidente y por China al oriente… Enseguida los bárbaros de Tamerlán cayeron sobre la India… En el año 632 se inició la expansión árabe con un 80 por 100 de su población nómada y dominó durante 200 años la cuenca del Mar Mediterráneo. Los Otomanos se introdujeron en Europa en el siglo XIV y en el siglo XX los vemos apoyando a los alemanes en la Primera Guerra Mundial, hasta que en 1924 fundaron, ya derrotados, a Turquía… En el siglo XV, Españoles y Portugueses se expanden por África y América del Sur… Los ingleses, Holandeses y Franceses caen sobre América del Norte; los ingleses se hacen dueños de la India y de Australia, y en el siglo XIX los países occidentales de Europa se apoderan del África y como si fuera un enorme pastel, cada uno toma la tajada más grande que puede y, no quedando satisfechos en el reparto del continente negro, a finales de este siglo empieza la carrera armamentista que culminó en la Primera Guerra Mundial. Como puede observarse, entre ¡Desgracia y Desgracia!, a partir del año 3.000 a.C., hasta el siglo XXI de nuestra era, el planeta se convierte en una inmensa retorta en la que se hace la química de la humanidad moderna. Porque desde entonces acá —si bien las guerras que se iniciaron en Jericó en el año 9.000 fueron a muerte entre civilizados y bárbaros que, como dos especies humanas que eran, hacían un contraste irreconciliable —, ocurrió un fenómeno completamente nuevo que amasó de manera enteramente diferente a la Humanidad del porvenir: los pueblos bárbaros y civilizados empezaron a no repelerse a muerte, sino que, después de guerrear, intercambiaban genes y culturas entre sí, en nuestro concepto debido a que, como dijimos atrás, los Auriñacienses — modernos pero primitivos— mezclados con los Neandertales con sus enlaces primitivos, para formar el cuerpo de los bárbaros, permitieron establecer el puente biológico con los civilizados por medio de sus enlaces modernos, y esto favoreció la hibridación entre los bárbaros y los civilizados sapiens, en Sumer, en la Creta Minoica, en la China y la India, en Roma y Australia, y en todos los lugares donde se pusieron en contacto bárbaros con civilizados. A este fenómeno se lo llamó eufemísticamente «Las Grandes Migraciones de los Pueblos», esto es, a esas guerras que acababan en intercambio de naturalezas biológicas y culturales, de acuerdo con las cuales, los bárbaros se civilizaban un tanto y los civilizados se barbarizaban otro tanto, los civilizados se convertían en guerreros abandonando su natural pacífico, y los bárbaros simpatizaban con la cultura de los civilizados y recibían de éstos algunos genes, pero por el hecho de que unos y otros pertenecían a estratos evolutivos y biológicos antagónicos —del Paleolítico medio los bárbaros y del Paleolítico superior los civilizados— esas aproximaciones evolutivas y biológicas, ni siquiera las culturales, no llegarían a homogeneizarse en un cuerpo étnico unitario indiferenciado, y continuaría la disociación aunque atenuada un tanto, continuarían existiendo los dos estratos evolutivos con aristas menos repelentes, continuaría el agua y el aceite étnicos mezclados, quedando como consecuencia una Humanidad Mestiza Universal, particularmente en lo que hace a su cerebro que es el 47

órgano del comportamiento. Ya no habría Civilizados Sedentarios Sapiens Puros, ni Bárbaros Nómadas Puros en todo el Orbe, excepto bolsones de pueblos marginales salidos de la corriente principal de la humanidad Histórica. Un cuerpo mestizo enorme se amasó con la biología y la cultura de todos los pueblos: Sumerios - Semitas - Indoeuropeos; Cretenses Griegos-Dorios - Aqueos; Chinos - hsiung-nu - Mongoles; Indios - hsiung-nu -Turcos-Macedónicos; Romanos Visigodos - Vándalos - Germanos, - Ostrogodos; Europeos - Galos - Germanos Vándalos - Visigodos - Ostrogodos; Ingleses - Romanos - Germanos - Vikingos; Americanos del Sur Neandertales - Auriñacienses - Españoles - Portugueses; Americanos del Norte - Neandertales - Auriñacienses - Ingleses - Holandeses - Suecos Franceses - Españoles; Africanos - Europeos; Australianos-Ingleses: una inmensa retorta a grandes rasgos donde se hizo y continúa forjándose el Gran Cuerpo Mestizo de la Humanidad… Desde hace 5.000 años hasta nuestros días, desaparecieron los Civilizados puros y los Bárbaros puros. Si afirmamos que somos Civilizados, nos equivocamos, de la misma manera que nos equivocamos cuando sostenemos que somos bárbaros puros: hasta el mismo Adolfo Hitler, un bárbaro extremo, tenía una inconfundible vena civilizada que no pudo desarrollar por su pereza compulsiva. ¿Cómo llega a nuestro cerebro —que es lo que cuenta— lo civilizado y lo bárbaro? ¡Por medio de la herencia mendeliana al azar! A unos pueblos e individuos nos llegan por azar y mala suerte una mayor cuantía de genes bárbaros y una menor cuantía de genes civilizados; a unos pueblos e individuos nos llegan por azar y buena suerte una mayor cuantía de genes civilizados y una menor cuantía de genes bárbaros. Si no existen los bárbaros puros ni los civilizados puros, todos participamos de lo bárbaro y lo civilizado; estamos seguros que en esta distribución al azar de los genes, es en todos, pueblos e individuos, mayor la cantidad de genes bárbaros que entran en la constitución de nuestro cerebro, por una razón evidente: todos estamos dispuestos a ir a la guerra, así nuestras apariencias nos señalen como civilizados, y hasta como civilizados puros. Frotadle la epidermis civilizada a un europeo, y salta el bárbaro guerrero inmediatamente. Allí están los pueblos más reputados como civilizados y demócratas en el mundo, Canadá, Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, Austria, todos los europeos, Australia: ¡hundidos en la guerra hasta los codos, so pretexto de defender la Democracia… pero allí están; en el siglo XIX fueron los europeos y los Norteamericanos los más expansionistas; ni qué decir del siglo XX, los Europeos y Norteamericanos todos comprometidos en dos apocalípticas guerras mundiales como nunca se vieron en la Historia Masculina Guerrera, sin que olvidemos las guerras mundíales en un más reducido ámbito, como la Española de 1936, la de Corea de 1951, la de Vietnam, la del Golfo Pérsico… No es más que rascar su epidermis civilizada para que salte el bárbaro que llevan los pueblos más afamados de civilizados y civilizadores. Son oleadas de paz y oleadas de guerras en todo el universo: hoy pacíficos, mañana bárbaros, pueblos o individuos. Hoy vemos a los japoneses haciendo derroche de pacifistas; ayer apenas, los 48

vimos desplegando su atroz barbarie por toda la cuenca del Océano Pacífico… ¡Somos así todos! Mas el balance es que lo bárbaro prevalece sobre lo civilizado; prevaleció siempre. No sabemos de dónde se sacan los Antropólogos y genetistas la argucia de que el planeta está habitado totalmente por los pueblos civilizados sapiens sapiens… Y cuando no estamos en las horribles guerras frías —las que tánto le horripilaban al sabio Emmanuel Kant—, armándonos hasta los dientes, nos encontramos con las guerras en llamas, abusando de la ciencia y la tecnología para fabricar las bombas nucleares que las acumulan como si fueran tesoros, y todos, chicos y grandes, se afanan a porfía por conseguir sus armas de destrucción masiva, completamente enloquecidos, movidos sin duda por el nómada bárbaro que prevalece sobre el civilizado pacífico, sin que ellos se den cuenta, tal como les sucede a los criminales, movidos como autómatas por los determinismos compulsivos que los empujan… ¡Felices!, tanto los guerreristas genocidas y genomacidas, como les homicidas: fríos, cínicos, sonrientes ¿Acaso no los véis alardeando de pacifistas, demócratas, antiterroristas? No cabe duda, el bárbaro suplantó siempre al civilizado que desde los albores de la historia estuvo en minoría. Y debemos tener muy presente que la mentalidad bárbara es más arcaica, mucho más antigua que la civilizada, lo que explica que sea más poderosa y devastadora. Además, la mentalidad civilizada fue pacífica en su naturaleza, en tanto que la nómada bárbara fue siempre destructiva; lo civilizado es a la vida como lo bárbaro es la muerte, y el espectáculo que hemos visto a todo lo largo de la Historia Masculina y que hoy estamos viendo con mucho más horror, no hace más que confirmar esta ecuación en la que lo civilizado defiende la vida y lo bárbaro la aniquila; Y lo que hoy presenciamos es un espectáculo universal de barbarie, sin que las Grandes Potencias, que son las más peligrosas, se den cuenta de ello, porque son autómatas de la barbarie que los posee: ¡Repetimos que la gran perdedora es la Especie Humana y su nicho ecológico, el planeta Tierra!

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El humanismo moderno debe partir de la realidad de que somos mestizos y que lo bárbaro prevalece sobre lo civilizado Esta es la Humanidad real, tal como salió del seno creador de la Naturaleza y tal como se entiende a la luz de la sabiduría evolutiva de Darwin… La Naturaleza con sus leyes misteriosas cuyos designios aún ignoramos creó esas tres formas humanas —los Civilizados Sapiens, los Neandertales Nómadas y los Auriñacienses que hacen de puente de unión entre ellos— y la sabia teoría de la evolución por selección natural nos explica su desarrollo a través del tiempo hasta culminar en dos especies humanas que acaban uniéndose por la intermediación de una tercera especie que enlaza con sus dos extremos a los pueblos superiores y a los inferiores hasta convertirlos en un sólo cuerpo étnico mestizo, disociado en uno progresista y pacífico, destructor y guerrero el otro… Si se hubiera conservado la primitiva división antitética, en la que las dos formas humanas se repelían a muerte sin posibilidad de síntesis, es seguro que la Humanidad estaría constituida por dos bandos enemigos, de naturalezas biológicas diferentes, con sistemas de vida antagónicos, en guerras eternas de nunca acabar, convirtiendo al planeta en un vasto campo de batalla. Mal que bien, el mestizaje fue una síntesis imperfecta, aunque superior a la antítesis original de dos especies hermanas pero enemigas, ya que así brotamos del seno de la naturaleza. Que hubiera una posibilidad de enlace entre esas dos especies y que 50

pudieran intercambiar genes y culturas, así no fuera de una manera tan profunda que nos uniera en un cuerpo homogéneo en el que se borraran las diferencias, ya era una aproximación entre las dos, porque todos, pueblos e individuos pasábamos a ser unidades en las que no es permanente lo bárbaro, sino que se alterna con lo civilizado, y mientras aquél destruye y hace la guerra, éste construye y da paso a la paz; existe una tregua en las luchas y de esta tregua depende la subsistencia de la Especie Humana; esta tregua es lo que favorece la selección natural debido a que gracias a ella, sobrevivimos, encajamos con nuestro ambiente y nos reproducimos para dejar una descendencia que no es absolutamente bárbara, lo que habría sido la fatalidad desde hace milenios, pues, ya lo hemos visto, lo bárbaro supedita y oprime a lo civilizado. Es preferible conformarnos con este mal menor, que hacernos ilusiones de que somos seres civilizados sapiens sapiens, constructores, pacíficos, que perseguimos el bien y odiamos el mal, que amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos, que somos equitativos y justos, que nos comportamos dignamente, que no somos ni fanáticos ni guerreristas, que somos humanitarios y humanistas, en fin. De ilusiones hemos vivido, particularmente los humanistas, que han desconocido la naturaleza humana. Sin embargo, únicamente podemos aproximarnos a un parcial humanismo si conocemos nuestra naturaleza, si partimos del ser mestizo que llevamos en nuestro cerebro, ese ser tornadizo que tan pronto quiere la paz como la guerra, tan pronto la felicidad como la tragedia, la Democracia redentora como la Democracia mentirosa y demagógica. Los Humanistas del Renacimiento y del Siglo de las Luces se forjaron ilusiones sobre la perfectibilidad ininterrumpida de «los hombres». Unos porque vieron retóricamente al ser humano, como perfectible en las letras y las artes; otros porque entendieron ese progreso indefinido en el conocimiento y el progreso de la técnica que acabó siendo el progreso de las armas para la guerra, no el progreso de las ciencias para el progreso de la naturaleza humana, y menos para la salvación de la Especie Humana y su planeta. ¿De qué nos sirve acumular riquezas, conocimientos, tecnologías y ciencias, si ellos se desvían para alimentar el dominio del bárbaro guerrero, en tanto que la humanidad continúa en el atraso material y espiritual, biológico y cultural, amenazada por sus cuatro costados? El Humanismo desembocó así en un ilusionismo vano y abstracto, porque nada sabía de la sustancia con que está hecho el corazón y el cerebro de los seres humanos. O porque vieron que humanismo quería decir felicidad para unos pocos, enriquecimiento de las minorías y hambre y enfermedad e indignidad para los más. Y en este sentido sí que han logrado cristalizar este Humanismo de las minorías y las élites, poderosas, jerarquizadas, opulentas, excluyentes, con poder político y económico para afianzarse con la Historia Masculina que hacen y han hecho en 10.000 años. Cada vez más satisfechas con unos pueblos convertidos en masas de corderos sin capacidad de autodeterminación porque se les niega el conocimiento, ya que es peligroso que las masas piensen. Ni siquiera estos humanistas que creen en el progreso indefinido del conocimiento han logrado el humanismo, porque humanismo quiere decir dignidad, 51

poder, distinción, cultura, libertad, justicia, en el rango elevado que nos otorgó la Especie Humana que no se anda con desigualdades mezquinas, que no condena a unos a convertirse en ricos ni condena a otros a convertirse en pobres, a unos en capitanes y a otros en soldadesca, porque este humanismo de los pocos ni siquiera hace felices a esos pocos, pues deben llevar la carga de sus cosas y de sus capitales. Todo esto es un humanismo mal entendido, que no satisface ni eleva a nadie, y que nos nivela por lo bajo, con los ricos pobres y los pobres pobres. Quienes han entendido que humanismo consiste en tener poder y riqueza se han equivocado siempre, y nunca se han realizado como miembros de la Especie Humana, la más privilegiada en el Cosmos entero. Ser miembro de nuestra especie significa la satisfacción de desarrollar los privilegios potenciales que todos tenemos, con un organismo sano, una capacidad creadora inconmensurable, una racionalidad que prevalezca sobre lo irracional, una libertad libre de determinismos inconscientes, una satisfacción que no comprometa la satisfacción de los demás, y, por encima de todo, Humanismo es sentimiento de pertenencia a una especie mamífera que tuvo la fuerza y la grandeza de convertirse en una especie histórica, como nunca se vio ni se verá jamás, para autodeterminarse a sí misma, para construir una cultura que la haga digna de su procedencia especial, una cultura con sus múltiples y variadas dimensiones que den plenitud al ser humano en la totalidad de sus potencialidades y necesidades, una cultura que tenga como meta consciente convertirse en el instrumento que complete el ascenso de nuestra Especie más allá de donde la dejaron la Naturaleza creadora y la selección de los mejores comportamientos, mucho más allá, pues, somos en ese grado potencialidades que buscan su realización en el acto, posibilidades mentales encerradas en el cerebro de infinitos alcances, en efectividades que nos completen en seres supranaturales e históricos. La capacidad de nuestra esencia que nos permitió dar el salto desde lo meramente biológico y mamífero a lo histórico y cultural, no debe entenderse simplemente como sociedades con poder para desarrollar la economía, la ciencia, la técnica, la religión, las artes y el lenguaje, la salud y la educación, la paz y el progreso. Ser histórico en su acepción precisa consiste en ser dueños de un órgano excepcional en el universo que prolonga nuestro ser biológico y nuestro ser mamífero, y si éstos nos llevaron a alturas tan asombrosas como las de ser la especie que no se detiene en su marcha ascendente como se detuvieron todos los seres mamíferos incluyendo a los primates, dentro de cuyo orden se nos ha querido colocar, desvirtuando nuestra naturaleza mamífera excepcional, como el ser la especie más creadora entre todos los seres vivos, la especie racional y verbal, reflexiva y consciente sin parangón alguno en el vasto universo, la especie bípeda y erguida, la especie desnuda y sin colmillos, la especie única que tiene una prolongada niñez para que esas potencialidades crezcan, la especie cuyas características reproductoras son excepcionales, la potencialidad histórica, decimos, tiene unos alcances que van mucho más lejos de una cultura entendida simplemente como desarrollo de bienes materiales, de ciencias y técnicas que sólo han servido para enriquecer la guerra: la naturaleza y la evolución nos convirtieron en protagonistas históricos, o nos equiparon con un cerebro maravilloso en 52

potencialidades mentales, de inconmensurable fuerza, no para que nos salgamos de la naturaleza y de la evolución, sino para que dentro de estas condiciones naturales multipliquemos exponencialmente nuestro ser histórico que, si bien nació de la evolución de la naturaleza, le exijamos que, valiéndonos de esas cosas materiales, de esa cultura, de la economía y de la técnica, de la religión y la educación, de la salud y el bienestar, del conocimiento y la sabiduría, lleve a los seres humanos a un alto sitial, del mismo modo que el ser mamífero nos encumbró a las alturas del ser humano, y tengamos todos una perfección mental y espiritual dignas de esta Especie Humana extraordinaria en el Cosmos entero, porque no en vano somos los únicos seres históricos en el universo, y la historia como órgano de engrandecimiento —¡aún desconocida en sus alcances!—, si bien la aplicamos y desarrollamos, puede llevar a la Humanidad a unos horizontes fáusticos insospechados, engrandeciendo nuestra creatividad. El verdadero humanismo sólo se realizará si entendemos a los seres humanos como dueños de una sabiduría histórica, que puede conducirnos hasta donde nunca nadie lo imaginó, es decir, hasta hacernos dignos de la vida en su desconocida acepción, creada hace 4.000 millones de años por la misteriosa Naturaleza, perfeccionada por la mano omnipresente de la selección natural que nos legó con los mejores comportamientos. ¡Ahora, tiene la palabra la Selección Histórica, que prolonga y supera la selección natural y social! No andamos tras el superhombre, un ser fantástico, ahistórico, que pasa por encima del ser humano natural y nace de la imaginación delirante de Nietzsche. Nuestro objetivo va directo al ser de la Especie Humana, enteramente histórica y natural… Hasta nuestros días la fuerza de la historia se malgasta en objetivos que hace mucho tiempo debieron resolverse si se tuviera una alta valoración del ser humano, como disminuir la pobreza a límites compatibles con la vida, a que los niños no mueran por millones al tener que beber aguas sucias, al no poder alimentarse o curarse de enfermedades curables, y, además, se pierden por millones los cerebros cuyos talentos ignoran. Estos objetivos tan elementales no tienen por qué existir si hubiera una sombra de humanidad y de humanismo.

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HUMANISMO ES HISTORIA UNIVERSAL

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Aristóteles consagra la historia masculina y la utopía del hombre como gobernante solo Esta es la hora en que, como hace 500 años, en pleno albor del Renacimiento Italiano, aún nos encontramos forcejeando con las nefastas consecuencias que en el terreno de la historia y en la concepción de la Naturaleza Humana nos legó la autoridad de Aristóteles. ¡Dos mil cuatrocientos años luchando para sacudirnos el lastre aristotélico! En nuestro sentir, poco importan sus discutibles avances en la metafísica, en la física, la lógica, la astronomía y la naturaleza viva, si advertimos que su hipertrofiada autoridad en el conocimiento le hizo el grave daño a la humanidad al consagrar el enorme error de dividir a la Especie Humana —mestiza de bárbaro y civilizado— en hombres todopoderosos en lo espiritual, lo político y científico, y mujeres rebajadas a la condición de simple materia que apenas cumplía la mísera función reproductiva de un animal que «presta el espacio» para que germine en él la superior esperma masculina dadora de espiritualidad a los hijos varones («La reproducción de los animales»). Fue Aristóteles quien acuñó la idea de que la mujer «era un hombre mutilado», idea tan penetrante en la tradición, que hoy está viva en el psicoanálisis cuando afirma que la mujer sufre por «envidia del pene»… Fue Aristóteles quien consagró la Utopía histórica que tanto daño le ha causado a la Humanidad de que el Hombre es el ser político por excelencia, en tanto que la mujer y los esclavos carecen de todo valor histórico-político; fue Aristóteles quien engendró la voz «Hombre», para designar a nuestra especie, voz que ni siquiera los renacentistas y los filósofos ilustrados del siglo XVIII se atrevieron a 55

tocar y continuaron hablando del «hombre del Renacimiento» y del «hombre de la Ilustración». ¿Acaso hoy tenemos otra voz para hablar de la Humanidad? No importa que los gramáticos nos expliquen que la palabra «hombre» supone a la mujer, escondida detrás del hombre… Es cierto que todos los griegos hablaban del «hombre» como el ente superior, muy por encima de mujeres, esclavos y extranjeros; es cierto que Aristófanes ridiculizó a la mujer haciendo reír a toda la Hélade con la sátira de que lo único que la mujer podía hacer cuando se metía en los asuntos públicos —cuando le mostraba a los hombres que ellos no sabían hacer otra cosa que la guerra, esa terrible Guerra del Peloponeso, o que en las asambleas sus decretos «eran decretos de borrachos»—, eran huelgas sexuales de mamíferos. Sin embargo, nadie en Grecia, ni siquiera Platón tuvo la fuerza y la penetración en el pensamiento como Aristóteles para convertirse en el árbitro moral y filosófico durante más de dos milenios de historia —que aún no concluyen— para decidir qué era cierto y qué no lo era, quién era superior y quién no lo era. La palabra de Aristóteles penetró las conciencias de gobernantes, pensadores, moralistas, teólogos, religiosos, y hasta las gentes del común fueron permeadas por esa autoridad del Estagirita, pues aun hoy son muchos, con pequeñas excepciones aparte, los que sonríen como los lectores de Aristófanes cuando alguien tiene la osadía de sostener que la mujer posee un cerebro tan bien dotado para la historia y la política como el hombre. Aristóteles consagró filosóficamente lo que hacía miles de años venía existiendo: La Historia Masculina; esto es, la historia deshumanizada, porque ha marchado con media humanidad al excluir de ella a la mujer. He aquí la profunda razón de por qué La Historia Masculina se convirtió inexorablemente en Historia Masculina Guerrera. ¡No ha existido, ni existe, ¿ni existirá?, otra. ¡Y fue el mismo Aristóteles quien formó y animó a un bárbaro compulsivo como Alejandro, genocida, homicida, quien borracho incendió el palacio de Persépolis y llevó la llama de la guerra por Asia hasta la India y Egipto, y a quien, se calificó de Alejandro «El Grande». Pero el más grave legado de Aristóteles, cuyos desastres se sienten hoy como un sino fatal, fue el haber consagrado filosóficamente la división histórica de la humanidad que permitió la Desastrosa Utopía del hombre como protagonista único del acontecer humano a lo largo de los tiempos. La historiografía no ha sido consciente del fatal suceso; ni siquiera conoce el concepto de «historia masculina guerrera» que hemos debido acuñar nosotros, siendo así, que desde los orígenes, sólo conocemos las historias masculinas; ni hoy siquiera, cuando los hombres se agitan en un frenesí guerrero en todo el planeta, se habla de historia masculina guerrera. Si queremos construir la Humanidad y pacificar las mentalidades, debemos, antes que nada, como premisa de toda creación humana, zafarnos de la pesadumbre de la autoridad de Aristóteles, que ha sido una barrera de hierro para atajar el impulso ascendente de la Humanidad en estos milenios. Él puede haber contribuido poderosamente a las ciencias, aunque de una manera polémica, pero lo que podemos sacar en limpio de sus enseñanzas, es nada, si tenemos en cuenta que al dividirnos, se ha convertido en verdadera rémora para el desarrollo del 56

Humanismo en un sentido verdaderamente creador. Si en este campo Aristóteles hubiera sido tan grande, ¿por qué no se dio cuenta de que la humanidad se hallaba disociada en sus dos polos de fuerza constitutivos?; ¿por qué, al contrario, ahondó la disociación y la llevó a extremos tales que equiparó por su falta de valor a la mujer con el esclavo, incurriendo así en dos graves muestras de inhumanidad, pues esclavos y mujeres tienen la misma dignidad que los «hombres libres» a quienes tanto idealizó, y de éstos sólo un puñado de aristócratas. Si en el terreno de la historia hubiera sido tan grande Aristóteles, ¿por qué no se dio cuenta que fue la Historia Masculina Guerrera la que asoló a la Grecia en esa conflagración del Peloponeso y que la dejó expuesta a la rapiña de los bárbaros macedónicos (Filipo y su hijo Alejandro), y una vez agostada por éstos la dejó expuesta al zarpazo imperialista de Roma? No se dio cuenta en su sabiduría, porque, como ya sostuvimos, Aristóteles impulsó la barbarie de Alejandro… Si hubiera sido tan grande en las cuestiones humanas ¿por qué su vuelo filosófico, en lugar de ocuparse de la metafísica, la ética y los astros, no advirtió que la historia era guerrera, conducida por el brazo de los hombres como Filipo y Alejandro, a quienes conoció íntimamente en sus debilidades, y no concluyó que esos hombres eran un peligro para la humanidad? Es que a Aristóteles, tanto como a Alejandro, los han juzgado los historiadores masculinos guerreros, razón por la cual al primero lo tildan de Genio y al segundo de «Grande». No es posible llegar a un moderno concepto de humanidad, sin partir del hecho de que somos mestizos de bárbaro y civilizado —Aristóteles incluido a esas alturas de la historia—, y sin ajustar cuentas con la Autoridad de Aristóteles que continúa forzándonos a pensar como él pensaba; sin saberlo, somos hoy muchos los discípulos de Aristóteles… tan encarnado se halla en nuestras conciencias desde la profundidad de los Tiempos.

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Sócrates funda el humanismo Al contrario, Sócrates abrió de par en par y por primera vez las puertas del humanismo, al convertirse en el auténtico descubridor de la ignorancia, que es la que impide el acceso al conocimiento de la naturaleza humana, sin el cual es imposible entender qué es un ser humano, cuál su origen, cuáles sus capacidades y necesidades. Sócrates sintió profundamente su «misión» que consistía en «conocerse a sí mismo», él que sabía sinceramente que no se conocía, así el oráculo de Delfos lo hubiera proclamado como el más sabio de los mortales, y experimentó el deber de demostrar que tampoco los demás se conocían a sí mismos y los asaeteaba con sus agudos interrogatorios —él, hijo de una partera que había aprendido el arte de la «mayéutica», ese arte laborioso de presionar los cerebros de los hombres para que dieran a luz la verdad— y que fueran conscientes de que todos eran víctimas de la ignorancia, pero, a la vez, que todos, hasta los más humildes —pues a diferencia de Aristóteles no excluía ni a las mujeres, ni a los esclavos, ni a los extranjeros— podían extraer de sí mismos conocimientos y sabiduría que llevaban latentes sin que hasta entonces lo supieran. No era, pues, una labor negativa la de Sócrates, un afán de poner en solfa a sus conciudadanos, ridiculizándolos de que nada sabían. Ni él Sócrates, ni ningún otro escapaban a la ignorancia, pero todos estaban en plena capacidad para penetrar con un pequeño esfuerzo en el recinto de la sabiduría, una sabiduría que no era propiedad de unos pocos elegidos que se la habían apropiado para provecho suyo y no de la humanidad. 58

Y fueron estos pocos quienes lo condujeron al martirio, porque no se sentían cómodos con las críticas de Sócrates, a ellos que habían corrompido y aniquilado con sus guerras la democracia en Atenas, y recelaban por lo demás que Sócrates se hubiera convertido en el Maestro de la juventud —¡y del género humano!, decimos desde nuestra perspectiva—, porque si los pueblos piensan se vuelven peligrosos, criticarían y derrumbarían a ese puñado de déspotas democráticos, a quienes Sócrates señalaba —el Sócrates ateniense y al Sócrates Universal— como el verdadero peligro para la comunidad, ese puñado de políticos que precipitaron a Grecia en el abismo de la Guerra del Peloponeso. Por esto Sócrates, y más tarde su discípulo Platón, se negaron a intervenir en la política —la de entonces y la de hoy— «porque hacer parte del poder, los obligaría a sacrificar sus principios». Esta fue la segunda lección que Sócrates le dejó al mundo porque la política y los políticos, también de ayer y de nuestros días, han sido un factor más y primordial de destrucción, y división de los pueblos y de deshumanización de nuestra especie. Y Sócrates se quedó solo con sus interrogatorios demostrándonos que nada sabíamos ni sabemos de la naturaleza humana, pero que con un ligero esfuerzo podemos extraer de nuestro cerebro esos conocimientos latentes que a nadie le son negados. Si bien Sócrates desconoció el concepto de Especie Humana, tal como hoy la entendemos, tenía el sentimiento de que la humanidad éramos todos, mujeres, hombres, esclavos, extranjeros, el mismo sentimiento que hoy tenemos de nuestra especie que no establece jerarquías ni distinciones tal como salimos del seno de la naturaleza y la evolución y que todos —si vencemos la ignorancia— somos dueños del derecho a engrandecernos tanto como ese esfuerzo nos lo permita: el saber que nada sabemos socrático, es el comienzo del saber que todo podemos saberlo para derrotar la ignorancia y conocer la insospechada grandeza latente y sin explorar ni explotar que todos tenemos. ¡Esta originaria lección de Sócrates es el comienzo del Nuevo Humanismo! Quedó allí, como formulación apenas, pero evidente, inconfundible, sin equívocos. Su evangelio lo condujo al martirio filosófico, como la «Buena Nueva» de Jesús lo llevó al martirio religioso: al primero por predicar el conocimiento, al segundo por enseñarnos el amor: ¡Conócete a ti mismo!, ¡Amaos los unos a los otros! … Hasta hoy, permanecen como dos Grandes Utopías…: Las condiciones históricas han impedido que pasen de la posibilidad a la efectividad, de la potencialidad al acto. Es el imperativo del Nuevo Humanismo encontrar los caminos para que dejen de ser utopías y fluyan con la fuerza interior que tienen hacia la Especie Humana, como la tienen las utopías de los Maestros de todas las religiones y de todas las filosofías que continúan orando, reflexionando y creando para que la humanidad renazca con sus infinitos dones —biológicos, materiales y espirituales— con que nació del seno de la naturaleza, que hoy corren vertiginosamente hacia el desastre porque los hombres con su UTOPÍA milenaria, impulsada por Aristóteles, de que sólo el hombre tiene talento para conocer y gobernar a los pueblos, ha colapsado irremediablemente. Utopía tanto más peligrosa cuanto más desconocida ha sido a pesar de su evidencia. Esta es la Utopía, origen de la Historia Masculina Guerrera y compulsiva, que le ha cerrado los caminos para que se realicen 59

esas enormes potencialidades de nuestra especie humana. Como esta Utopía es inconsciente —ningún historiador la ha denunciado—, no la vemos ni tenemos conocimiento de ella, porque hemos vivido sumergidos en sus entrañas, sin la menor posibilidad de que la Humanidad se libere de ella. El imperativo socrático de conocernos lleva implícito el mandamiento de desenmascarar esa Utopía Masculina, que nació en los albores de la historia y continúa hasta su ocaso, razón por la cual no la vemos como una Utopía sino como una realidad que siempre ha existido, y no la cuestionamos porque hace parte de nuestro ser histórico, está encarnada en nuestra existencia, por eso cuando mencionamos la historia masculina es como si estuviéramos nombrando la historia propiamente dicha, la real, la que es, la que siempre ha existido y debe existir siempre. No tenemos problemas en este caso: nacimos con la historia masculina y continuamos dentro de la historia masculina, ¿para qué inquietarse? Ni siquiera existe el concepto de «Historia Masculina»; la historiografía no lo contempla, hasta parece un pleonasmo decir historia masculina, como si fuera una redundancia, una inútil repetición del mismo concepto: ¿Historia Masculina?, ¡claro que es historia masculina!, es historia, simplemente, ya se sabe que es masculina, no existe otra, no es posible que exista otra. No se nos ocurre pensar que existen otras historias aparte de la masculina. Cuando pensamos en la historia, se supone que es la historia masculina, pues no hay otra, ¿cómo podría ser que existiera otra historia que no fuera la masculina?… Y así discurre la Humanidad con este lastre de la Historia Masculina sin que se asome a su entendimiento que es el efecto de una Utopía, esa falsa creencia de que sólo el hombre tiene capacidad para convertirse en un ente histórico; que sólo el hombre tiene cerebro, puesto que el cerebro es el órgano del comportamiento histórico.

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El imperativo del humanismo: ¡defender la vida de la especie humana! El imperativo socrático de conocernos a nosotros mismos para vencer nuestra común ignorancia y poder acceder a un rango verdaderamente humano —¡fundamento de todo humanismo!—, siendo un compromiso demasiado ímprobo como el mismo Sócrates lo confesó, se quedó vibrando en la atmósfera como un ideal o aspiración apenas, y hoy es el día en que nos hallamos muy lejos de cumplirlo porque carecemos de las herramientas científicas que nos equipen para tamaño cometido, pues si conocer el cerebro con sus facultades mentales es la condición indispensable para cumplir el mandato del oráculo de Delfos, la ciencia se encuentra batallando con esta víscera que se coloca en la última frontera del conocimiento de nuestro organismo. ¿Cómo podía conocerse Sócrates si nada sabía del cerebro, y cómo nos conoceremos nosotros, si desde el año en que fue asesinado este mártir del humanismo por querer liberarnos de la ignorancia (399 a.C.) han transcurrido 2.406 años y continuamos sin saber cómo es y cómo funciona el órgano del comportamiento y de la naturaleza humana? Vanos han sido todos los esfuerzos emprendidos hasta hoy por responder al imperativo del hijo de la comadrona y padre de la mayéutica: Desde San Agustín (354430) de nuestra era con sus «Confesiones», hasta Sigmund Freud (1856-1939) con su «Autoanálisis», pasando por Michel de Montaigne, Rousseau, Goethe, Baudelaire, Dostoievski; vanos esfuerzos porque todos han sido confesiones, más o menos sinceras, pero jamás conocimientos de sí mismos como quería Sócrates y como la ciencia 61

moderna exige. A todos —mujeres y hombres— nos concierne el imperativo del griego. Sin dejar de ser modestos, no podemos escudarnos tras el «Yo se que nada se». Es imposible fundar un moderno humanismo —y es urgente fundarlo porque la deshumanización a la que ha llegado nuestra especie, armada, corrompida y hambrienta, lo demanda a gritos —, permaneciendo en la ancestral «ignorancia» sobre la naturaleza humana que continúa ordenándonos: ¡¡Conócete!! Y conocerse significa conocer a la humanidad de la cual somos algo más que una fracción, porque ella nos rodea y somos su entraña cada uno. Si por azar somos de una raza, clase o nación, lo «humano» nos alcanza, allí dónde nos encontremos y nos recuerda nuestra pertenencia a una sola especie que nos reúne en un gran cuerpo homogéneo del cual recibimos nuestra savia, igual en todos. Si por azar tienes fortuna o eres desafortunado, feliz o desgraciado, culto o simple, americano o euroasiático, del África o de la Oceanía, lo «humano» es la memoria que nos advierte que esas diferencias son fortuitas e insignificantes para nuestra especie que es una e indivisible… Si por azar eres mi amigo o enemigo, mi prójimo o mi extraño, mi hermano religioso o no religioso; mi coopartidario o mi rival, lo humano nos hermana y aproxima por lazos poderosos metidos en el mismo núcleo invisible de nuestras células… Si nuestro planeta Tierra, más allá de sus continentes, islas, océanos y mares, es una gigantesca unidad —Pangea se llama— cuánto más no lo seremos nosotros que tenemos una misma sangre, una carne semejante y unos idénticos genes… ¡Me conozco y reconozco dentro de ese enorme cuerpo de la Especie Humana con sus 6.500 millones de hombres y mujeres! Este es mi más inmediato conocimiento que tengo de mí mismo. Si el oráculo de Delfos me interroga: ¿quién eres? No vacilo en responder: «soy como todos; soy algo más que una partícula de esa Panhumanidad, constituida por miles de millones de algo más que unas simples partículas, una Panhumanidad que es algo más que la suma de sus partes, porque ella es la depositaría de una grandeza que admiran las galaxias muertas; grandeza que es Vida, Naturaleza y Evolución e Historia… Esa Panhumanidad me comunica su grandeza como se la comunica a los seis mil quinientos millones de coespecíficos. ¡Sin reparos ni distinciones nos lo da todo, aunque por azar unos son más felices que otros, unos más poderosos que otros, unos más sabios que otros! ¡Somos hijos del azar! Unos más libres que otros, por azar. Mas, necesariamente, somos grandes todos por nuestra elevada procedencia. Esa grandeza me obliga a conservarla, en mí y en la especie humana: ¡no podemos destruirnos sin destruir algo de la especie humana! Esto soy en mi autoconocimiento: ¡un defensor de la vida de la Especie!

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Sólo me reconozco en la vida de la especie humana Entonces me disuelvo en la vida de la especie humana; soy uno con todos, desconozco las fronteras entre los seres humanos; y al fusionarme en el conjunto me enriquezco porque participo del bien universal de la humanidad; dejo de ser Pedro o Pablo, que me aíslan y empobrecen, y recupero mis orígenes, las fuentes lejanas que me dieron el ser, ya olvidadas en el tráfago de las guerras y las compulsiones que degeneran y corrompen, que la Historia Masculina acrecentó en diez mil años de recorrido insensato. La Especie Humana al evolucionar con paciencia de tortuga geológica nos dejó en un elevado sitial en el que lo simplemente mamífero de nuestra condición abrió las puertas para que nos desarrolláramos como seres históricos, muy superiores a cuanto había visto el Cosmos en cuatro mil millones de años del reinado de la vida sobre la Tierra. ¡Aquí nos reconocemos! Este es el rango inequívoco e irrenunciable de la Humanidad. Ninguna especie viva se había elevado a una altura semejante. Y, algo tan grande, lo hemos olvidado. Ni la menor reminiscencia nos queda de aquellos orígenes. A fuerza de que los sabios nos recuerden con su implacable lógica que somos «primos hermanos» de los simios, hemos carecido de las fuerzas para erguirnos espiritualmente, ya que anatómicamente somos los únicos seres que alcanzaron la posición erguida, con unas manos libres ejecutoras de las órdenes racionales y creadoras de nuestro cerebro, único en el vasto universo… ¡Olvidado todo esto! Porque los talentos que se hicieron cargo de las riendas de la historia, eran incompletos y parciales, ilegítimos, pues 63

desconocían que la historia universal debía ser una obra colectiva, de todos y para todos. ¡Con medio talento, nada podíamos esperar de la historia, más que desastres. Se desconoció irremediablemente el sentido superior del Humanismo y nuestra especie quedó en manos deshumanizadas. Esto que vemos en el siglo XXI de nuestra era, se halla muy lejos de las metas naturales de la humanidad. El camino se torció y los hechos nos han conducido a este piélago de horrores y miserias, de guerrerismo como preocupación prioritaria, de violencia de todos contra todos, locuras y maldades en lugar de historia, como sostuvo el sabio Emmanuel Kant, horrorizado ante semejante jaleo de acontecimientos fraguados por la mano unilateral y sin sabiduría de los hombres… ¿Dónde se halla el ser humano original?, se preguntaría con amargura el sabio Sócrates… ¿Dónde está el ideal del amor de los unos con los otros?, se preguntaría con dolor el mártir del Gólgota; ¿dónde?, dirían los grandes pensadores y adalides de las religiones que han pretendido en vano enderezar el camino torcido de nuestra historia… ¿Es que esa grandeza original existió alguna vez o es un mito más de acalorados optimistas? O esto que nos rodea con su alarido, es «el mejor de los mundos posibles» como sostuvo el filósofo Leibniz movido por una loca euforia? Si de algo debe estar seguro el ser humano es que esa grandeza fue una auténtica y asombrosa realidad, inconfundible desde los mismos orígenes hace 10 u 8 millones de años, como atrás lo demostramos, cuando nuestra especie se desprendió de un mamífero superior, muy bien equipado con mutaciones genéticas recibidas en su evolución ascendente, ya para servirse del élan genético y no estancarse como los primates; ya para transformarse en el mayor creador entre todos los mamíferos; ya para convertirse en bípedo y alcanzar la posición erguida como nunca jamás ninguna otra especie lo lograría; ya para ser desnudo y despojado de colmillos; ya para tener potencialidades y convertirse en un ser parlante y racional, para superar su andadura evolutiva y genética cambiándola por la ágil marcha histórico-cerebral y cultural, historicidad que jamás conocerán los primates; ya para tener el privilegio de gozar de una prolongada infancia para llevar al acto esas potencialidades mentales; ya, en fin, para disponer de unas peculiaridades reproductivas que ninguna otra especie tiene: ¡Todo excepcional en este Homínido Primatoide desprendido de aquel Mamífero Protohumano X, muy distinto evolutivamente hablando del Tupaya o Mamífero Protoprimate, porque a diferencia de éste, llevaba en su ADN las mutaciones potenciales, a corto y a largo plazo, de lo típicamente humano!… Este mamífero-protohumano, más evolucionado que el tupaya, matriz de los primates, podríamos señalarlo en el Tarsius, mamífero dotado con un sistema placentario hemocorial similar al humano, pero nos abstenemos de concretarlo para darle cabida a otro mamífero superior portador de esas potencialidades y mutaciones genéticas. La revista Science (1.º de junio de 2007) publica un artículo de los paleontólogos ingleses de la Universidad de Liverpool (Inglaterra), en el cual señalan que los ancestros de los humanos caminaban erguidos sobre los árboles, lo que supone una adaptación para recorrer las ramas perifericas donde se encuentran los mejores frutos; piensan que al bipedalismo contribuyó un cambio climático registrado entre 5 y 24 millones de años en el que disminuyó la frondosidad de los árboles, y que, entonces 64

bajaron al suelo de los bosques donde mantuvieron el bipedalismo (citado por el diario El Tiempo, 2 de junio de 2007). No podemos estar de acuerdo con estos sabios porque para nada se refieren a la mutación genética que condicionó la marcha bípeda y la posición erguida que les trasmitió hereditariamente el Mamífero Protohumano X, no el mamífero Protoprimate Tupaya fuente de los primates. Estos paleontólogos afirman «que es cada vez mas difícil decir qué es humano y qué es simio»; ellos no ven que hubo dos opciones entre los mamíferos que treparon a los árboles con frutos (angiospermas) hace aproximadamente 65 millones de años: Los Tupayas que dieron origen a los primates, y un Mamífero Protohumano X, mucho más evolucionado que el tupaya, y que había sido favorecido con sendas mutaciones para la creatividad y la marcha bípeda erguida y dio nacimiento a los homínidos primatoides, en los que el subfijo «oide» quiere decir «parecido al primate», pero diferenciado profundamente de éste, tánto que los homínidos formamos un nuevo órden mamífero, dotado con esas mutaciones genéticas para ser creadores, bípedos y para no estancarnos, características que permitieron al Homínido Primatiode convertirse en un ser humano… Nosotros, además, sostenemos que nuestro homínido, al nacer, como el niño moderno, con la disposición congénita para la marcha bípeda, «gateó» como el niño de hoy y luego se irguió sobre sus pies —el bebé moderno recapitula en su ontogenia la filogenia de nuestra especie—; esto es lo que se ha descubierto en los últimos fósiles encontrados: el Orrorin Tugenencis, en el 2001, en las montañas de Kenia, y el Sahelantropus o toumai en la República Africana de Chad, en el 2002: que los dos, el primero con una antigüedad de 6 millones de años y el segundo 7 millones de años de antigüedad. Pues bien, en nuestro concepto los homínidos primatoides a diferencia de los primates que eran arborícolas absolutos, fueron arborícolas relativos, y se desplazaban erguidos tanto en el suelo de los bosques como en los árboles, en lo que estamos de acuerdo con los paleontólogos ingleses, con la importantes salvedades anotadas. Esta aclaración tiene su importancia, porque atañe a la naturaleza humana, sin cuyo conocimiento no es posible El Nuevo Humanismo, porque caeríamos en el error de hablar del «Hombre» de manera abstracta.

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El genio creador traza la línea divisoria entre los primates y los humanos En la primera edición de su Sistema de la Naturaleza (1735) Carlos Linneo situó a la especie humana como mamíferos del orden de los primates, basado en la morfología solamente y diciendo que «no era capaz de descubrir la diferencia existente entre el hombre y el orangután»… Mas en la duodécima edición (1758) —afirma Daniel J. Boorstin— Linneo señaló, con una ironía rara en él: «Es extraordinario que el mono más estúpido difiera tan poco del hombre más sabio; todavía está por aparecer el estudioso de la naturaleza que sea capaz de trazar la línea que los separa» (Los Descubridores, 2000, pág. 448. La cursiva es nuestra). Destacamos esta frase de Linneo escrita en la última edición de su Sistema de la Naturaleza, porque, en nuestro concepto, el célebre naturalista sueco vaciló al sostener la clasificación de la especie humana en el Orden de los Primates y al hombre como descendiente del mono, como había dudado si las especies habían sido creadas desde los orígenes aceptando la teoría fijista en su sistema: A medida que sus discípulos recogían millares de «especies» con más ejemplos de hibridación, Linneo comenzó a plantearse la posibilidad de que quizá no todas las especies hubieran sido creadas en el principio. Quizá podrían aparecer posteriormente especies nuevas producto de la combinación de las especies primordiales de un género con las especies de otro género (Boorstin, págs. 431).

Es el Genio Creador el que traza la línea de separación neta entre los primates y los 66

humanos, colocados, como lo hemos visto, en el Orden de los Homínidos Primatoides, parecidos a los primates (gorilas y chimpancés) en su morfología, anatomía, genoma, caracteres sanguíneos y visión, pero separados de ellos por una zanja profunda de diferenciación, gracias a las potencialidades que hemos señalado más atrás, que los coloca como seres cualitativos —a diferencia de los primates que son seres cuantitativos — y los sitúa en la línea de ascenso filogenética de los vertebrados, desde los peces Crosopterigios, los anfibios Antracosaurios, los reptiles Terápsidos, hasta los Homínidos Primatoides, ubicados en un Orden Mamífero específico. El Genio Creador nos puede orientar como llevados de la mano hasta nuestros orígenes, siguiendo un camino inverso a la ruta de ascenso de nuestra especie, siempre que no nos detengamos en el genio individual, porque jamás un genio particular se explica por sí mismo, sino que nos obliga a ir más allá de él, un más allá que no son los padres ni el árbol genealógico, ya que el genio creador no se hereda según lo hemos estudiado nosotros, a diferencia de lo que afirmó Ernst Kretzschmer sosteniendo que el genio siempre era hereditario. No. Que lo diga Sócrates, ¿qué podía heredar de una humilde comadrona y de un padre sin relevancia alguna?; que lo diga Dante Alighieri, ¿qué podía heredar él, hijo de un tendero prestamista?; que lo diga Leonardo Da Vinci, ¿qué podía heredar él, hijo de una campesina y de un notario?; que lo diga el gran Newton, ¿qué podía heredar de unos padres campesinos que ni firmar sabían?; que lo diga Rembrandt, ¿qué podía heredar él, hijo de molineros?; que lo diga el sabio filósofo Emmanuel Kant, ¿qué podía heredar de un padre talabartero y de una madre beata?; que lo digan el legendario Giotto, pastor de ovejas, y el filósofo Fichte pastor de gansos; que lo diga Verdi, hijo de tendero y Haydn, hijo de carretero; que lo diga Rousseau, hijo de relojero y maestro de danza; detrás del gran Mozart, apenas se destacó Don Leopoldo, su padre, pues más allá lo antecedían generaciones de artesanos; Beethoven fue hijo de un padre alcohólico brutal; Einstein era hijo de comerciantes y sólo un tío suyo sabía geometría, ¿que podían heredar todos ellos? ¡No! El Genio Creador no se hereda. Entonces, para comprenderlo debemos mirar más lejos y más hondo, y lo que vemos con claridad es un torrente de creatividad que recorre de extremo a extremo el cuerpo de nuestra especie humana. Antes que el Genio individual, aparece el Genio Creador de la especie. No es posible, por tanto, referirnos al Genio Creador sin tener a la vista el Genio Creador de la Especie Humana. Lo que es igual a sostener que sin Especie Humana Creadora no habría Genio Creador, no existirían los Einstein, los Beethoven, los Mozart, los Kant, los Newton, los Dante, los Leonardo Da Vinci, los Sócrates, ni todos los genios anónimos prehistóricos e históricos… Es lícito entonces concluir que los genios modernos son una prolongación de los genios prehistóricos que se remontan hasta los 8 o 10 millones de años cuando nuestra especie se desprendió de aquel Mamífero Protohumano dotado con mutaciones genéticas para la creatividad superior, mutaciones que no tenía el Tupaya, Mamífero Protoprimate, estanque de las 192 especies de primates, porque se hallaba evolutivamente detrás de 67

nuestro antecesor. ¡Esta es la razón inequívoca de por qué los primates son creadores frustrados de herramientas y jamás crearon utensilios de piedra con previsión de futuro, sino ramitas y esponjas de ocasión que tiraban luego! Al contrario, los Australopitecos, descendientes del mamífero protohumano, fueron reales creadores tanto de comportamientos ingeniosos como de herramientas, así fueran toscas, pero dieron nacimiento, a partir de la nada, a la tecnología mundial, y, como lo hemos visto, se estableció una continuidad entre estos primitivos creadores de herramientas, llegaron al Homo habilis y ascendieron sin pausa durante millones de años hasta esa maravillosa Edad de Oro Prehistórica que fue el Arte Rupestre de la Era Glacial, obra de genios indiscutibles como todos los estudiosos lo reconocen. Del gorila y el chimpancé no partió ninguna línea de continuidad hasta llegar a un Genio Creador. Se estancaron biológica y genéticamente, tanto como se estancaron en su embrionaria creatividad… De ellos es inimaginable que surgiera un Sócrates, un Dante, un Newton, un Kant, un Rousseau. Constituyen una línea enteramente distinguible de la línea que condujo hasta la figura de la esbelta mujer de la Caverna de la Magdeleine, que evoca a Goya perfectamente; de la genial Caverna de Lascaux, singular obra maestra; y de la Caverna de Altamira que fue calificada como La Capilla Sixtina del Arte Prehistórico. Esta distinción neta entre el punto muerto de la creatividad del Gorila y el Chimpancé, y el punto que avanza en línea ascendente de la creatividad siempre enriquecida de los Australopitecos, hasta el Homo habilis, al Homo sapiens, al Hombre mestizo, al Sócrates, al Einstein, al Picasso, la Maria Curie, descarta todo parentesco entre los Primates y los Homínidos Primatoides. No existe ningún parentesco entre los dos órdenes; apenas similitudes cuantitativas debido probablemente a que si los Primates fueron mamíferos arborícolas absolutos descendientes del Tupaya, el Homínido Primatoide fue arborícola relativo, ya que tenía una marcha bípeda para deambular entre los árboles y la estepa del oriente africano. Pero esas similitudes cuantitativas, entre los Primates y los Primatoides Humanos, no tienen comparación con las diferencias cualitativas de la especie humana. El Genio Creador brota de tarde en tarde a lo largo de la evolución y de la historia por azar. Las conexiones y neurocircuitos que van apareciendo durante la formación del cerebro desde el período fetal hasta los 20 o más años de todas las personas, algunos surgen por órdenes genéticas y la herencia de los antecesores, otros son «epigenéticos», esto es, no sometidos a los determinismos genéticos ni a la herencia. Estos últimos son los neurocircuitos que todos los seres humanos tenemos gracias a las conexiones de los 100 mil millones de neuronas que tiene el cerebro (un 1011) para generar un número fantástico de neurocircuitos (un 1014) algunos de los cuales no responden a la causalidad de las órdenes genéticas y son aleatorios, hechos al azar, y que todos tenemos y definen nuestro particular modo de ser, diferente a todos. Ahora bien: en el Genio Creador, por el azar de estas interconexiones existen cualitativa y cuantitativamente neurocircuitos que constituyen el fundamento de su creatividad genial: 68

Donde haya crecimiento y división celulares —afirma el Profesor Norteamericano Doctor Richard Lewontin— podemos esperar que el ruido del desarrollo (es decir, el azar) aporte sus efectos… Producto de ese ruido del desarrollo es que al nacer pueden presentarse diferencias entre individuos que no sean consecuencia de variación genética. Así, por ejemplo, bien puede ser que yo carezca de las conexiones neurales que hacen de Yehudi Menuhin un virtuoso violinista, y que haya de conformarme con mis mediocres aficiones musicales. Más aún, quizá esas diferencias ya existían cuando nacimos del seno materno, pero puede que no sean consecuencia de nuestros genotipos. Posiblemente las interconexiones que se establecen durante el desarrollo entre los miles de millones de neuronas del cerebro no se hallen especificadas de forma precisa por el genotipo, ni siquiera en un ambiente fijo. El ruido del desarrollo (o el azar) tiene que representar algún papel en el crecimiento del cerebro, tal vez un papel de primer rango (La Diversidad Humana, pág. 26).

Somos todos, hijos de la necesidad y del azar, mas en el genio creador el azar es de suma importancia, razón por la cual los genios no se prodigan. Como los neurocircuitos que distinguen al genio son adquiridos, y lo adquirido no se trasmite hereditariamente, el genio no es heredable: ni se recibe, ni se trasmite a la descendencia. Culturalmente, en cambio, todos somos descendientes de los genios a todo lo largo de los tiempos. De allí que el genio creador, más que un lujo, es una necesidad de la especie humana, porque son ellos los gestores de los grandes acontecimientos históricos, científicos, artísticos, culturales. Desde los orígenes de los tiempos hasta nuestros días existen los Genios Creadores, aunque, por desventura, las guerras y las compulsiones (particularmente la vagancia para el estudio), tanto como las desigualdades sociales y económicas, son las responsables de que muchos genios potenciales no puedan realizarse. Ahora bien; ya hemos afirmado que los genios creadores son incomprensibles sin el Genio de nuestra especie, esa corriente que recorre con sus neuronas creadoras todo el cuerpo de la humanidad. Esta corriente creadora no se agota en los genios. Vimos atrás que todos los seres humanos —hijos todos de la especie humana— somos creadores, aunque no en el rango de los individuos geniales, ¿En dónde y cuándo aparece la creatividad en todos los seres humanos que somos común y corrientes? ¡En los sueños! «El sueño es el arte involuntario (inconsciente) de la poesía», sostuvo Charles Darwin, recogiendo una célebre frase del poeta Jean Paul Richter. Sostenemos, por nuestra parte, que todo sueño es una creación y que animal que sueña, es animal que crea, aún en vigilia. Los mamíferos —y las aves— comenzaron a soñar hace más de cien millones de años, cuando tuvieron suficiente astucia y recursividad gracias a una mutación genética que se tradujo en neuronas creadoras que, al tiempo que engendraban los sueños, eran ingeniosas y recursivas: un mamífero soñador, es ingenioso y recursivo, dotado con ingenio para sobrevivir y adaptarse al ambiente, por ello es que los mamíferos y las aves homeotermos y soñadores sobrevivieron a las catástrofes ecológicas, debido a que sus cerebros tenían recursos valiosísimos para sortear los mil escollos que les planteaba el ambiente. Los dinosaurios sucumbieron porque carecieron de un cerebro soñador, pobre en recursos para adaptarse a los cambiantes nichos ecológicos. Un cerebro creador es una bendición para los seres soñadores, porque dispone de respuestas rápidas para sobrevivir, a diferencia de los recursos genéticos que tardan muchísimo en aparecer. 69

Los seres humanos, como todos los mamíferos, somos soñadores, mas gracias a la mutación con genes creadores que sufrió (o gozó) nuestro antecesor El Mamífero X Protohumano, y seguramente a las alternativas y avatares de la herencia, los Australopitecus (Homínidos Primatoides) nos convertimos en grandes creadores, como hemos visto, tanto, que a todo lo largo de la prehistoria, el hemisferio cerebral derecho o creador, se convirtió en el hemisferio dominante hasta que culminó en la Edad de Oro de la Creatividad en las postrimerías del Paleolítico superior, hecho que no pudieron conseguir los demás mamíferos soñadores, gorilas y chimpancés incluidos. Lógicamente, esta capacidad creadora que tenemos todos los seres humanos, nos emparenta con los genios, al mismo tiempo, que nos diferencia de ellos. Pero nos emparenta, de modo que los genios no son una élite excluyente del resto de los seres humanos. La creatividad nos define y define la esencia del Humanismo. «Ser humano significa ser creativo», ha dicho el Profesor Mihaly Csiksentmihaly, en su libro «Creatividad», pág. 360. Todos los seres humanos, genios o no, soñamos y, a la vez que creamos el sueño mientras dormimos en estado de sueño profundo —o Sueño Paradójico—, con las mismas neuronas creadoras de la corteza cerebral, somos ingeniosos y recursivos, intuitivos y hasta con chispazos creativos durante el día. Infinidad de sueños con infinidad de significados. Pero lo importante, no son los significados que puedan tener los sueños, sino las funciones mentales que los crean en ese estado de sueño profundo, cuando la razón y la lógica duermen. Si el Genio tiene la inaudita capacidad de trabajar con todo su cerebro, esto es, con sus dos hemisferios, el derecho y el izquierdo, nosotros los seres del común funcionamos con medio cerebro: durante el día nos valemos de las facultades mentales de nuestro hemisferio cerebral izquierdo y algunas del hemisferio derecho; en las noches, cuando dormimos profundamente y las funciones racionales del hemisferio izquierdo descansan, se ponen en movimiento las funciones creadoras del hemisferio derecho, y en un instante, porque las neuronas creadoras se hallan comunicadas entre sí por nexos o sinapsis eléctricas, crean el sueño, esa obrita minúscula, que puede ser comedia o drama. Siempre, en todos los seres humanos, los sueños son creaciones, agradables o desagradables. Y, al contrario, si en todos, universalmente, los sueños son obritas de creación, los significados son diferentes, tantos significados como sueños hay, pero sólo una forma de creación, lo que significa que la creatividad es la esencia de los sueños: Freud erró al escribir «La Interpretación de los Sueños», que es antiquísima; debió escribir «La creación de los Sueños», que es una ciencia novísima. Una mujer tiene una especial admiración intelectual por un amigo. Esta es la realidad. Veamos cómo expresa esta admiración con su hemisferio derecho soñador: Esta mujer sueña que se halla jugando a los naipes con su amigo. De pronto, ella mira las cartas que tiene el señor y siente una gran maravilla al darse cuenta que, en lugar de los estampados comunes de todas las cartas de jugar, tienen cuadros hermosos del pintor Velázquez… La mujer nada tiene de poeta y durante el día no habría sido capaz de engendrar 70

con su lógica fría del hemisferio izquierdo semejante maravilla de sueño; ella fue totalmente pasiva mientras soñaba y no tuvo ningún propósito voluntario para crear el sueño; simplemente le salió cuando se hallaba profunda; necesitaba estar profunda, con las facultades de su hemisferio izquierdo dormidas, descansando de todo el trabajo que ellas desempeñan en vigilia, para que las facultades creadoras del hemisferio derecho se pusieran —en un estado de inspiración nocturna— a tejer la trama de su sueño; todo fue inconscientemente —jamás conscientemente—, alucinatoriamente, porque si las neuronas creadoras están comunicadas entre sí por sinapsis eléctricas, se entiende que la persona que sueña vea lo que crea, por eso hablamos de las Funciones CreativoAlucinatorias del Hemisferio Cerebral Derecho. Las Funciones Racionales, Lógicas y Verbales no tienen la capacidad de alucinar, a menos que la persona se halle «loca». Observemos y maravillémonos cómo cada hemisferio cerebral tiene asignadas por la evolución determinadas tareas mentales, Durante el día, el hemisferio izquierdo razona, reflexiona, analiza, «hablamos con el hemisferio cerebral izquierdo», eso dijo Paul Broca en 1865. Durante la noche, y cuando nos encontramos en ese estado de sueño profundo o sueño paradójico, creamos alucinatoria e inconscientemente… Evolutivamente, el Hemisferio Derecho Creador, fue el hemisferio dominante, el hemisferio prehistórico, porque era mucho más importante por necesidades adaptativas, crear que razonar: el Verbo, la Palabra, fue posterior a la creatividad… En las edades históricas, desde hace 10.000 a.C., el Hemisferio Izquierdo Racional y Consciente —hemisferio histórico— se convirtió en el hemisferio dominante, porque en los tiempos actuales es muchísimo más importante, razonar, reflexionar, calcular, hablar conscientemente que crear… Sólo el Genio tiene la especial virtud de funcionar durante el día con la totalidad del cerebro: intuye inconscientemente y a velocidades fantásticas, alucinando muchas veces, porque estas son características de las neuronas creadoras, y luego que sale de su arrebato de inspiración, entra su hemisferio izquierdo, secuencial y pausado, a razonar lo que intuyó, a universalizarlo en palabras, números, leyes, fórmulas matemáticas… Esta es la gran diferencia entre el soñador y el genio: que el soñador crea dormido y no puede reflexionar sobre su sueño porque la razón duerme; el soñador no puede universalizar su sueño, porque es una creación que sólo habla de sí mismo. Al contrario, el genio tiene despierto el entendimiento para darle sentido general a su creación, invención o descubrimiento. Einstein en un rapto intuitivo crea la fórmula E = MC2, y ya vuelto en sí después de su instantáneo momento inconsciente de inspiración, reflexiona que la materia tiene una energía enorme (E), tanta como multiplicar la M (masa) por la velocidad de la luz al cuadrado (C2) fórmula tan universal que todos los físicos concluyeron que ese era el secreto para fabricar la bomba atómica. ¿Qué sería de la Humanidad si no existiera la creatividad? No existiría el ingenio para sortear las dificultades que nos plantea la vida; no habría existido la primera herramienta elemental de piedra descubierta por el primer genio australopiteco hace millones de años, ni existiría la catedral gótica; no habría existido el dominio del fuego por el ancestral Prometeo paleolítico; ni la Venus de Willendorf hace 30.000 años para celebrar a la Mujer como fuente de la vida y protagonista de la especie humana; ni la 71

Capilla Sixtina Prehistórica de Altamira; ni la Caverna-Museo de Lascaux, ni la Ilíada, ni los dramas de Esquilo, de Sófocles y Shakespeare; no existiría la teoría heliocéntrica, ni la teoría de la gravedad; ni la Monalisa, ni el David; ni la música de Bach, de Mozart y Beethoven; no existiría la Teoría de la Relatividad, ni la Física Cuántica, ni la teoría de la radiación del átomo, ni el postulado de la incertidumbre, ni las hélices del ADN; ¡no existiría la Utopía de una Humanidad sin guerras, miserias, ni compulsiones…! En fin, si hoy nos interrogara Sócrates: responderíamos sin dubitar que somos unos seres inmensamente valiosos, y que esa grandeza nos la comunica la más creadora de las especies, dotada con un prodigioso cerebro impulsado por galaxias de neuronas creativoalucinatorias e inconscientes, que constituyen el auténtico inconsciente innato y heredable y galaxias de neuronas racionales y verbales conscientes, formando las dos una polaridad dinámica de infinitas posibilidades, que se alternan, ya en el día por medio de la inspiración del genio, ya en la noche por medio de los sueños, dinámica dialéctica que nos dota de posibilidades infinitas para erigir activamente el Nuevo Humanismo con energías para llevar esas potencialidades al acto, tanto que, unidos todos, podríamos realizar lo que hoy parece imposible: ¡salvar a esta superdotada especie humana y su hábitat el planeta Tierra, hoy amenazadas de muerte por la Historia Masculina Guerrera que hace 12.000 años inició su labor corrosiva de la manera más inconsciente, porque ignora que somos guerreros natos y nada hace por remediarlo; ignora que el Alcohol es una sustancia química mutagénica generadora de las grandes compulsiones de toda índole que están desviando, sin que se den cuenta de ello, los comportamientos naturales adquiridos en millones de años de evolución y selección de las mejores conductas por comportamientos compulsivos, y, aunque no lo ignore, lo ve, que se movilizan esas avalanchas de mendigos llamando a las potencias enriquecidas que les cierran las puertas y levantan muros de contención, físicos o jurídicos, para contenerlos antes de que traspasen sus fronteras, ¿quién diría que esos seres pertenecen a la Especie más Grande que existe en el Cosmos entero, que tienen los mismos cerebros privilegiados con creatividad y razón que los habitantes y gobernantes de esas grandes potencias, y cuando por milagro son recibidos, los ocupan en trabajos miserables? Ignoran que esas grandes potencias han perdido su carácter civilizado, porque ellos —los Europeos y los Norteamericanos y Asiáticos— son los más bárbaros que empuñan primero las armas aún inventándose pretextos porque en ellos es irresistible el ansia de la guerra a la cual le dedican los mejores adelantos de la ciencia, los mayores presupuestos, los mejores y más jóvenes hombres para matar y ser exterminados. Ignoran que el concepto de «Civilización» hace muchos miles de años que desapareció, reemplazado por el concepto universal de «Mestizos», y, sin embargo, continúan llamándose civilizados y demócratas. Ignoran estas grandes potencias que gobiernan al mundo que están minados internamente por el alcohol mutagénico que destapó la Caja de Pandora del mal, y que por esa razón, en esas superpotencias de todos los continentes se hallan agobiados por todas las compulsiones, por el alcoholismo, la drogadicción, el crimen, las mafias transnacionales, la obesidad, el juego, el incesto, el robo, la vagancia y la violencia, la prostitución transnacional, la pedofilia que hace 72

pensar cuando vemos esa atracción erótica por los niños que la especie humana hubiera enloquecido; la erotización compulsiva de la juventud y tantas más… Paradójicamente, lejos de ser las más favorecidas porque son las más ricas las grandes potencias —o si se quiere las Grandes Democracias Civilizadas—, son las más amenazadas por la decadencia, porque, como los grandes imperios del pasado, las guerras y la corrupción son una realidad inequívoca que predice su ruina; esto para no hablar de los países y continentes misérrimos. Todos nos hallamos peligrosamente amenazados, lo que no es un secreto para nadie. Ahora bien, todos somos miembros legítimos de la Especie humana, y el Nuevo Humanismo no hace diferencia alguna entre poderosos e impotentes, pues lo que se ve es que unos y otros hemos descendido a comportamientos bajos y feos, que no osarían la lombriz de tierra ni el erizo, que no son pedofílicos ni alcohólicos… El concepto de Especie Humana, entendido en su verdadero significado, nos reúne a todos, porque más allá del poder y las riquezas, todos tenemos una sangre igual, un cerebro semejante, un genoma idéntico, una creatividad y una racionalidad tan semejantes que nos apretujan en un sólo haz para luchar todos contra la adversidad galopante. AXIOMA: si, por diferentes razones, todos los pueblos del mundo andan mal o muy mal —no es una herejía o exageración decir que los norteamericanos se encuentran potencialmente tan mal como los africanos, y que los europeos se encuentran tan mal como los asiáticos—, entonces, o se salva la especie toda o no se salva nadie. Reflexionadlo un instante, en todos los continentes del planeta existen tantas amenazas para sus pueblos, que no es posible decir que alguno se encuentra perfectamente desarrollado, no porque los lastres de una u otra índole son tan pesados y peligrosos, que nadie puede cantar victoria: ¿qué será más peligroso, por ejemplo, el SIDA y las infinitas miserias que minan a los africanos, o las compulsiones (alcoholismo, obesidad, drogadicción, las mafias, el narcotráfico, el terrorismo, la corrupción, la delincuencia, el juego, la prostitución, la pedofilia, la vagancia para el estudio, la mitomanía, la promiscuidad, la violencia, el incesto, etc.), y el guerrerismo que minan por dentro y por fuera a los Estados Unidos, todo esto dicho con el respeto que se merecen todos los pueblos, especialmente si esos pueblos sufren de algún mal incurable, pues no se ven medidas terapéuticas apropiadas para ninguno de esos numerosos males que, al contrario, tienden a agravarse en todo el orbe. Al revés de lo que repetía Catón, el Censor Romano, «Delenda est Carthago» (Hay que destruir a Cartago), no debemos cansarnos de repetir: ¡HAY QUE SALVAR A LA ESPECIE HUMANA TODA…! Ella es lo más extraordinario y lo único que tiene el universo con sus desiertos cósmicos.

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Grandeza y decadencia de la especie humana ¡Qué obra maestra es el hombre! ¡Cuán noble por su razón! ¡Cuán infinito en facultades! En su forma y movimiento, ¡Cuán expresivo y maravilloso! En sus acciones ¡qué parecido a un ángel! En su inteligencia, ¡qué semejante a un Dios! !La maravilla del mundo! !El arquetipo de los seres! Y, sin embargo, ¿qué es para mí esa quintaesencia del polvo? HAMLET

Shakespeare —«infinito en facultades»— nunca lo dijo directamente, pero en este epígrafe lo pone en boca de Hamlet: debió sentir que en él tocaba su cumbre la Especie Humana, y, al mismo tiempo, tenía en la madre de Hamlet y en su tío, asesino fratricida e incestuoso, los más abyectos testigos de la decadencia de los seres humanos convertidos en la «quintaesencia del polvo». Grandeza que también dejó estampada Alexander Pope cuando dijo: «La Naturaleza y sus leyes permanecían ocultas en la oscuridad de la noche. Dijo Dios: “Hágase Newton, ¡y todo fue luz!”» 74

Estos no son delirios de grandezas —como sí lo fueron los de Nietzsche con su megalomanía del Superhombre—, sino asombrosas percepciones de las alturas a las que llegan los hijos de la Especie Humana, no sólo contando los grandes Genios Creadores, sino el vasto Genio de la Especie que nos dota a todos, universalmente, con la llama de la creatividad que expresamos todas las noches en nuestros sueños, esas singulares obritas, comedias o pesadillas, que son la evidente prueba de que en nuestro cerebro pulsa el genio de nuestra especie que durante el día se traduce en ingenio y en chispazos intuitivos que no niegan el parentesco que tenemos los 6.500 millones de seres humanos que hoy constituyen el cuerpo todo de nuestra especie, con esas cumbres del entendimiento, «arquetipos de los seres», para que la Humanidad no se jerarquice naturalmente —a diferencia de las jerarquías históricas, con Jefes, Faraones, Monarcas, Reyes, Príncipes, Emperadores, Aristócratas, Oligarcas— en una «Élite» de escogidos y unas «Masas» despojadas de todo genio para intervenir en las grandes cuestiones de la historia … El parentesco creativo de las «masas» con los Genios creadores, nos capacitan a todos los miembros de la especie, no a unos pocos, para el liderazgo histórico. He aquí una obrita de creación que podría ser de cualquiera de los miembros de la especie humana y que es posible multiplicar infinitamente, pues todos, mientras dormimos tejemos 5 veces en cada noche parecidas obritas de creación, tengan o no significado: Un hombre cualquiera ha cerrado la puerta para evitar que un gato entre en su jardín. Esto es todo cuanto aparece en su realidad racional y consciente. Lo recuerda y fue un acto voluntario y propositivo. Nada más. Sabemos ya que una de las características de todo sueño es tomar un trozo de la realidad, interna o exterior, y metamorfosearla con sus estructuras mentales inconscientes y creadoras en obritas oníricas que el soñador ignora cómo se tramaron, igual que Shakespeare, por ejemplo, toma de una fábula antigua los elementos para crear ínconscientemente las pasiones de Hamlet, o del mismo modo como Franz Kafka toma las impresiones subjetivas que le llegan de su padre —un simple comerciante en lanas— para formar inconscientemente (no el inconsciente «reprimido», no, sino el inconsciente innato heredado, alucinatorio y creador) sus magistrales sueños literarios que son El Proceso, El Castillo y La Metamorfosis… Veámoslo: El hombre bien despierto y bien consciente le cierra la puerta al gato para que no estropeé su jardín; nada más. He aquí la metamorfosis onírica inconsciente: Mientras el hombre duerme profundamente en ese estado conocido como sueño paradójico, ve un gato que juega con una araña en la parte alta de la fachada de su casa que es regularmente plana. Él mira la escena desde fuera de la casa. Súbitamente, un metro de medir es arrojado desde la alta ventana, situada arriba en la fachada de la casa; el metro cae hacia la calle exterior por uno de sus extremos, pero sin alcanzar el suelo, pues la altura de la fachada de la casa es mayor que su longitud. Entonces, ¡oh maravilla!, la araña desciende por el metro y lo alarga con su hilo lo suficiente como para que el metro llegue hasta el suelo. Acto seguido, el gato desciende por él, no sin dubitar un momento antes de iniciar el descenso … Al mismo tiempo, unas niñas arrojan tres hermosos gatos de finísima piel que también descienden a la carrera por el metro alargado con el hilo de la araña y se pierden graciosamente en la distancia …

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Todo el sueño es insólito. Nada parecido ha pasado por la mente del soñador. El conjunto de los elementos y la configuración graciosamente hermosa de la secuencia surgieron al calor de la creación alucinatoria e inconsciente con la rapidez del rayo, ya que las neuronas creadoras se hallan unidas entre sí por sinapsis eléctricas, como lo hemos propuesto, y que explican la rapidez y la fuerza de estas creaciones oníricas, tanto como las diurnas del genio cuando intuye, lo mismo que la capacidad para que el soñador «vea» con los ojos herméticos, pues se halla profundamente dormido, la escena que se desarrolla en la fachada externa de su casa. Si el Genio Creador intuye y crea en estado de «inspiración diurna», el soñador crea en estado de «inspiración onírica». El espectáculo que contempla desde la calle adquiere los caracteres de una obrita teatral. Hay gracia en el juego de la araña con el gato e ingenio en el desarrollo de la trama que culmina con el descenso de los gatos por el metro alargado con hilo de araña, y desaparecen graciosamente, haciendo mutis por el frente exterior de la casa. El soñador no tiene idea de dónde apareció semejante obrita. De su razón consciente, no fue de ninguna manera. Así no trabaja el hemisferio racional izquierdo, cuyos productos son voluntarios y conscientes. Él no se propuso semejante cosa, y, aunque se la hubiera propuesto, su fría lógica es incapaz de semejantes prodigios. El hemisferio izquierdo no alucina, ni crea alucinatoriamente y de modo inconsciente con esa fuerza y velocidad fulgurante que tiene el sueño. Su Yo consciente trabaja de otro modo y procesa los estímulos conscientes en conceptos claros y distintos: le cierro la puerta al gato para que no dañe mi jardín, eso es todo lo que razonó voluntaria y conscientemente. Nada más. Otra cosa es lo que hace el hemisferio cerebral derecho con su Yo inconsciente, que sin consultar al durmiente dispone, cuando las funciones reflexivas y lógicas descansan en profundo sueño, pues no podrían trabajar las 24 horas del día sin tomarse un reposo —aunque existen célebres neurólogos que creen que las neuronas no descansan, y que durante el día hacen un trabajo y por la noche otro como el de emitir los sueños—, dispone, decimos, inconsultamente ponerse a tejer la trama de los sueños. Esta maravilla es la que hacía exclamar a Balzac: ¿«Por qué los hombres no han meditado suficientemente en los sueños que revelan una doble existencia»? Respondemos que no lo han hecho porque han perdido mucho tiempo «interpretándolos», buscando el significado de los sueños, desde el Poema de Gilgamesh hasta nuestros días, ¡5000 años!, buscando unos significados que son infinitos, tantos como sueños hay, por eso se han quedado con la escoria de los sueños no con el tesoro de las fuerzas creadoras inconscientes y alucinatorias que componen la trama de todos los sueños de los hijos de la especie humana, genios o personas del común, como el del sueño que estamos analizando. Esto revela una «doble existencia» en el decir de Balzac, y, en el nuestro, revela el sueño y todo acto de creación, que el cerebro de todos los seres humanos contiene dos universos mentales, dos haces de funciones psicológicas, las racionales, reflexivas y verbales conscientes del hemisferio izquierdo y parte del derecho y las facultades 76

creadoras, descubridoras, inventoras, intuitivas, alucinatorias e inconscientes del hemisferio derecho insólito, de una profundidad creadora insondable, insospechada, no registrada en sus tests por el Profesor Roger Sperry, que devaluó así el maravilloso poder del hemisferio derecho, lo empobreció y mutiló hasta dejarlo con unas cuantas facultades que, según él, «tienen una segunda forma de conciencia». ¡No! Los soñadores y los genios son la vía regia para comprender la insondable riqueza del hemisferio cerebral derecho y, si dentro de miles de años la Historia Masculina Guerrera y Compulsiva no ha destruido a la Especie Humana y su hábitat el planeta Tierra, estamos convencidos de que evolucionará ascendentemente a otra forma de Homo, la humanidad, el Hombre Creador (el Homo creator), y será este asombroso hemisferio derecho, que fue en las edades evolutivas del paleolítico el hemisferio prehistórico creador dominante, como hemos visto, el que se convertirá en el futuro nuevamente en el Hemisferio Creador Dominante sobre el Hemisferio Izquierdo Racional y Verbal Consciente que ya, por sí mismo, dio todo de sí, pero que, al lado del hemisferio derecho dominante supercreador, se elevará a mayores rendimientos racionales, y si hoy, sólo funcionamos durante el día con el hemisferio izquierdo —excepto los genios que trabajan con los dos hemisferios—, en ese estado homínido futuro, la Humanidad toda funcionará diurnamente con los dos hemisferios — acercándose todos a la genialidad … Recordemos que en el Paleolítico Superior la Especie Humana toda, universalmente, debido al estado de desarrollo del cerebro, en el que sus dos hemisferios cerebrales se hallaban anatómica y funcionalmente en una posición muy parecida a la que hoy se encuentran en el momento de la inspiración del genio, creó la Edad de Oro Prehistórica, durante 20.000 años, entre el año 30 mil, cuando los Auriñacienses realizaron su primera obra maestra, la Venus de Willendorff, y el 10 mil aproximadamente, cuando crearon la Venus de la Magdeleine, la Caverna de Lascaux y la de Altamira; se extendió por todo el mundo de la época, desde el Océano Atlántico, en las riberas de Francia y España, y el fondo de Siberia, a 5.000 kilómetros más allá de Moscú en los confines con Mongolia y la China, en el lago Baikal, aproximándose a las riberas del Océano Pacifico … Fue este un movimiento universal de la Especie Humana en las postrimerías del Paleolítico superior, que nos mueve a sostener que en un nuevo estadio de ascenso de la Especie Humana, pero mucho más desarrollado que en el Paleolítico Superior, porque el hemisferio cerebral izquierdo está hoy inmensamente más evolucionado que en aquellas eras, y en ese futuro, el cerebro iluminado por la creatividad del hemisferio derecho dominantemente creador, tendrá mayores rendimientos en todo el planeta Tierra. No serán tan raros como hoy los Shakespeare y los Newton, que sólo aparecen cada cien años; esto, repetimos, siempre que la Historia Universal sustituya a la Historia Masculina guerrera y compulsiva. De otra manera, la Especie Humana y su hábitat serán un montón de escoria. Lo que no quiere decir que debemos esperar que llegue ese futuro —nada utópico 77

— para que la Humanidad despliegue sus potencialidades desperdiciadas hoy, porque nos hallamos muy lejos de haber dado todo lo que podemos. ¡Este es el Humanismo que sostuvo Sócrates y que sostenemos nosotros! El genial griego cuando interrogaba a los atenienses, así fuera a los esclavos, sabía que todos llevaban una sabiduría latente, que apenas hacía falta la «partera» que sacara a la luz esa sabiduría despilfarrada o mantenida en estado fetal, porque no existían las condiciones históricas para que viera la luz… Hoy decimos que en realidad existen en todos los miembros de la especie facultades mentales infinitas sin explorar ni explotar, debido a que las condiciones históricas han sido tan negativas y desfavorables que no han tenido la oportunidad de salir a la luz con su fuerza portentosa. Apenas unos pocos sabios que se consagran a las ciencias —y multitud de literatos que se entregan a la ficción—, y el resultado de esas ciencias es o aprovechado por los Estados Guerreristas —que son todos—, o desviado hacia el Cosmos Exterior, enteramente muerto, mientras se descuida y menosprecia ese Cosmos Interior que en cada ser humano espera su oportunidad… Es más lo que saben los científicos de las desérticas estrellas, mucho más, que lo que conocen sobre las fecundas riquezas de nuestro cerebro vivo. Es la gran crisis de las ciencias de hoy, que han tomado una ruta centrífuga, hacia los fríos espacios o a construir las brutales armas, en vez del camino centrípeto, hacia dentro del ser humano, poblado de misterios y tesoros. ¡Qué les importa un amarillo asiático, un negro africano, un indio latinoamericano, un compulsivo norteamericano, o un esclavo europeo que vive al día, en medio de su «civilización», ganándose el euro para poder comprar cosas, o enriqueciéndose, que es el peor negocio que hacen los miserables seres humanos! Lo único que tienen para mostrar son los mercados materialistas de unas cuantas potencias. Globalizando la riqueza en unas pocas manos, en tanto los seres humanos, aún los que viven dentro de esas pocas potencias, han dejado de ser el centro de atención de esas Democracias Bárbaras, empantanadas en guerras absurdas en el día de hoy, y armándose hasta los dientes para sus guerras del futuro: el 4 de diciembre del 2006, el Primer Ministro de Gran Bretaña, le ha dado la «esperanzadora» noticia al mundo de que destinará 50 mil millones de dólares para equipar con fuego nuclear a sus submarinos en previsión de las guerras futuras. El resto de los países hacen otro tanto o mucho más; en esta locura armamentista, hasta países miserables no se quedan atrás, empeñados en conseguir sus emponzoñadas armas nucleares quitándoles de la boca el pan a sus pueblos, y, en vez de hacer el oficio de parteras como Sócrates, para sacar a la luz la sabiduría, les extraen toda la violencia posible en sus campos de entrenamiento militar: Nadie puede cerrar los ojos para poner en duda que todos se preparan para guerrear en el futuro, si ya no lo están haciendo, en tanto no se divisa un sólo gesto colectivo para despojarnos del bárbaro que llevamos dentro y que a toda costa quiere expresarse en más belicosidad. En mayo de 2007, Rusia lanzó un misil con ojivas potencialmente nucleares con un alcance de 8.000 kilómetros que dio exactamente en el blanco preciso… esto para advertir a los Estados Unidos que están tendiendo una red nuclear alrededor del planeta. La naturaleza al dotarnos como la especie viva más creadora de la Tierra, no pensó 78

que un día nacería María Curie quien con genio y trabajo descubrió que la radiación sólo puede provenir del átomo y que ese descubrimiento se aprovecharía —no para que diéramos a la luz nuestra sabiduría latente— por los hombres constitucionalmente amantes de la guerra para fabricar fascinados la bomba nuclear: «Gracias a Dios por habernos dado la bomba atómica», dijo después de Hiroshima un conocido historiador de una democracia civilizada; la naturaleza al crear a Marie Curie no pensó en que su descubrimiento del polonio radiactivo que desprende las letales partículas alfa, sería aprovechado por la moderna tecnología para fabricar un veneno de última generación (octubre del 2006). ¡Qué sabiduría para destruir! Esto no lo planearon la misteriosa naturaleza y la sabia teoría de la evolución de Darwin. ¡Al paso que marcha esta Historia Masculina, la selección natural de Darwin favorecerá a los mejor dotados con estas armas infernales y ellos serán los más aptos para dominar a nuestro planeta Tierra! Cuando en el año de 1945, al terminar nada menos que la Segunda Guerra Mundial, muchos cayeron en el engaño de exclamar: ¡Gracias que Hitler no hubiera descubierto la bomba atómica, él nos habría esclavizado a todos!… Hoy, existen potencialmente, muchos Estados Hitlerianos no sólo con capacidad para esclavizarnos sino para reducirnos a cenizas, Porque esos Estados Nucleares se hallan gobernados por élites bárbaras, así luzcan como civilizadas, hecho nada extraño, porque hemos investigado al ser humano muy atentamente, y hemos hallado que todos somos mestizos con una Cuarta Mentalidad en la que domina ya el bárbaro, ya el civilizado; que unos por el azar de la herencia somos dominantemente bárbaros, y en parte menor, civilizados; otros somos dominantemente civilizados, por las mismas leyes de la herencia, y en parte bárbaros. Y hemos hallado que el bárbaro es dominante desde los lejanos albores de la Historia Moderna o Historia Masculina —¡no ha existido otra!—, razón por la cual estamos alegremente dispuestos a empuñar las armas por cualquier razón o sinrazón, con motivos reales o con motivos fantásticos, Por eso la Historia Masculina ha vivido entre oleadas de civilización y oleadas de guerras. Allí están los historiadores libres —no los historiadores de la Historia Masculina que ni siquiera conocen el concepto de «historia masculina»— para contarlo y señalarlo con las fechas correspondientes. ¿Se ha reflexionado sobre este hecho nada apocalíptico? Hasta los niños saben que éste es un mundo de guerreros, en acto o en potencia; guerreros posibles o guerreros efectivos. ¡Ignoran que son mestizos de bárbaro y civilizado, tanto que hablan de sí mismos como «nosotros los demócratas civilizados»! Y, ¿qué decir de un bárbaro compulsivo?: bárbaro es el amante de las guerras; compulsivo es aquel que tiene un cerebro alterado que empuja a quien lo tiene — alcohólico, violento, delincuente, criminal, incendiario, malvado, vengativo, saturado por el odio— a realizar comportamientos destructivos, a pequeña escala, contra sus prójimos; pero a gran escala, cuando son gobernantes o jefes militares, el comportamiento que les nace es matar, torturar, incendiar, bombardear, ¡ignoran, ellos y sus pueblos, que son bárbaros compulsivos! ¿Qué recurso tiene la Especie Humana para defenderse de ellos? 79

El Nuevo Humanismo, no será como lo querían los «humanistas renacentistas»: aprender lenguas clásicas, imitar a los griegos, saber oratoria y gramática, constituir élites cultas e intrascendentes, clamar ¡Paz, Paz!, elogiar la civilización y las buenas maneras o escribir novelas y cuentos de ficción que abundan y saturan los mercados del libro, pero que no entran con realidades en los grandes debates que reclaman hoy la defensa de la Especie… El Nuevo Humanismo es muy otra cosa. Pero no será la Revolución Clásica, que si se hace dentro de la Historia Masculina, recae, ella también en Historia Masculina, y apenas se registra un cambio de manos de los fusiles, a ver quién tiene más poder, si el arcaico o el nuevo sistema opresor. Allí también están los historiadores libres —no los historiadores de las revoluciones masculinas— que lo cuentan. Un monarca más tiránico que Napoleón, no lo tuvieron los reyes capetos y borbones juntos; un déspota como Stalin sólo se parangona con Adolfo Hitler, por lo menos en barbarie compulsiva, aunque Hitler le aventaja por su delirio antisemita… Todos los despóticos Romanov en 300 años no tuvieron la crueldad de Jose Stalin. Pero no debemos juzgar a Stalin y Hitler como fenómenos que se explican por sí mismos: son la apoteosis de la Historia Masculina. Ellos aprovecharon «el estado de masa sugestionable y sumisa» de los alemanes y los rusos para arrastrarlos con su oratoria megalomaníaca —en el caso de Hitler—, o con el terrorismo de Estado, en el caso de Stalin, y como dos Tsunamis históricos, muchos más temibles y duraderos que los tsunamis naturales, arrastraron a sus pueblos a la complicidad criminosa y al suicidio colectivo.

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La unidad de todos los seres de la especie humana El Nuevo Humanismo no es un Sistema Filosófico, ni un Credo Religioso, ni un Humanismo Abstracto de las élites cultas apartadas de la realidad, ni un Movimiento Ideológico, ni un Partido Político. Aspira a recoger un anhelo universal, no bien delimitado en el sentimiento de todos los seres humanos, aún en aquellos que se vean aludidos como los guerreristas y los compulsivos. Es que todos estamos aludidos, al ser mestizos de bárbaros —civilizados y compulsivos. ¡Esto es lo gravísimo! Si existiera una Nación o pueblo que estuvieran libres de barbarie y compulsiones, ya sería un resplandor de esperanza. Todo es que nos quiten la epidermis civilizada, muy delgada, para que aparezca el guerrerista o el compulsivo, siendo individuales las excepciones, no colectivas. Nosotros pulsamos ese sentimiento profundo de amor a la Especie Humana en todos los seres de la tierra, por lo general un sentimiento sin conceptos todavía, y no nos cabe duda que ello se debe a ese fondo civilizado de nuestra mentalidad que a nadie le es negado, puesto que siendo mestizos, nuestro cerebro alberga esas dos capas de comportamientos, ya la bárbara arcaica, ya la civilizada reciente. Hasta el mismo Hitler tenía en su cerebro una dimensión civilizada, tras su poderosa dimensión bárbara, que él no pudo expresar —en el arte, en la arquitectura— dada su enorme haraganería compulsiva para el estudio. Como lo hemos demostrado (HITLER, a la nueva luz de la clásica y moderna psicología, 2005), fue prematura y profunda esta vocación de Hitler para el arte lo que 81

supone que había sido heredada; si la vagancia para el estudio no se lo hubiera impedido, Hitler habría sido un buen artista, y la suerte de Europa habría sido otra, pues este hombre con una formación académica, habría atemperado el bárbaro que había heredado de su línea paterna. Ese sentimiento de que hablamos que es común a todos los seres humanos hunde sus raíces en la vida misma. Hemos desarrollado ampliamente (¡EL GENIO! 2006) la tesis sobre los vínculos creadores que atan al Genio Creador y a todos los miembros de la Humanidad, a la corriente creadora que, desde sus orígenes hace 8 a 10 millones de años, circula por el cuerpo de nuestra especie. La Especie Humana tiene un genio creador que nos vincula a todos; existe un parentesco entre el Genio Creador y las personas comunes, que son creadoras también, sin excepción alguna. El Genio Creador no se halla solo, arriba en el Olimpo de las elites, sino que estrecha lazos de unión irrompibles a través de la creatividad universal… Pues bien, de la misma manera y con mayor fuerza, todos los habitantes del planeta nos hallamos íntimamente unidos por la vida que nos da esa misma especie, que es una, unitaria y única en toda la Tierra. Es artificial la división en pueblos, razas y naciones. En todos los seres humanos palpita el mismo sentimiento profundo de participar en una fraternidad irrompible con todos los seres humanos de la tierra. Este panvitalismo de la Humanidad alude a la unidad de todos los seres humanos, y nos vincula en todos los continentes por encima de diferencias de países o de razas o de credos religiosos o de partidismos políticos o filosóficos. La voz «humano» trasciende todas las líneas divisorias, porque en el hondón de esa voz palpita la vida que recibimos de la misma especie. Si los darwinianos ortodoxos dicen que somos «primos» de los gorilas y chimpancés, porque existen semejanzas entre los Primates, dentro de los cuales se encuentran los gorilas y chimpancés, y los Homínidos Primatoides (el sufijo «oide» alude a «parecido a»), resaltan al instante hondas diferencias entre ellos y nosotros, como atrás lo señalamos, que no permiten hablar de primos hermanos entre los chimpancés y los humanos. Pero entre los humanos sí existe una hermandad biológica y cultural, evolutiva e histórica, genética y cerebral… ¡Cuán pocas son las diferencias de estos caracteres profundos entre los americanos y los asiáticos, entre los europeos, los australianos y los africanos. Que cuenten las secuencias-nucleótidas del genoma humano; que cuenten los grupos sanguíneos; que cuenten los 100 mil millones de neuronas que todos llevamos en nuestra corteza cerebral; que examinen los sentimientos universales, no decimos que cuenten el dinero porque esto es absolutamente secundario en lo que toca con la vida universal, y verán qué cerca nos hallamos los unos con los otros; podemos reproducirnos entre todos, como no podemos reproducirnos con los gorilas y Chimpancés, porque nos repelemos como especies enteramente diferentes; podemos gozar de una simpatía colectiva universal; ni siquiera las lenguas diferentes que hablamos son barreras para que nos unamos. ¡Todo nos une en lo profundo! La Naturaleza Creadora y la Evolución Darwiniana nos reunieron en una misma especie, así en los albores de la historia, hace 10. 000 años, nos hubiéramos dividido en 82

dos pueblos de rango evolutivo diferente y enemigo, origen nefasto de las guerras de todos los tiempos, pero a partir del año 3.000 a.C. comenzó a formarse el enorme cuerpo mestizo de la humanidad, que es al que pertenecemos todos, siendo mestizos de nómadas y sedentarios, de bárbaros y civilizados. Esta honda unidad indivisible es la que nos inspira ese sentimiento universal de humanidad. Somos todos los 6.500 millones de habitantes del planeta miembros legítimos de una misma especie que evolucionó durante 8 millones de años y luego dio el salto prodigioso a la historicidad y la cultura. Ninguna otra especie puede contar este prodigio de desdoblarse desde su constitución dominantemente biológica y mamífera a una constitución histórica y cultural, quedando lo mamífero en un lugar secundario y el cerebro con la historia y la cultura en un puesto de primer orden. Desde su ángulo particular, cada pueblo ama y defiende su especie. Mas resulta que somos todos, desde los muchos ángulos particulares, los que amamos y defendemos la vida de nuestra especie. No es más que asomarse por encima de las barreras nacionales para encontrarnos con el resto de nuestros hermanos coespecíficos. La Historia Masculina nos ha dado la impresión de que somos diferentes, distintos, competidores y hasta enemigos; pero estas son diferencias históricas, no de naturaleza; lo profundo continua intacto aunque no delimitado como las fronteras que nos separan artificialmente. El Humanismo, no digamos que borrará esas fronteras, pero las hará menos excluyentes, ya que la «mercancía» que se intercambiará entre los pueblos no serán cosas materiales sino los sentimientos de simpatía como miembros de una misma especie; no intercambiaremos ideologías, credos, sistemas políticos: solo un gesto de hermandad, recordándonos una memoria ancestral, olvidada quizá, pero presta a emerger a la superficie, pues siempre ha estado allí, a flor de entendimiento, como si fuera un lenguaje universal que nos habla a todos del imperativo de unirnos para salvar a nuestra especie de la amenaza que se cierne sobre ella por la insensatez de los conductores de la Historia, más por ignorancia que por una maldad deliberada. Los hombres son manipulados por determinismos ciegos —el bárbaro y el compulsivo que llevamos todos— a destruir y corromper la vida, la única que existe en los desiertos cósmicos. No nos hemos valorado y no hemos valorado la excepcional grandeza de la especie humana y de su planeta Tierra. Ignoramos que la Humanidad es la Conciencia del Universo, pues no se encontrará un cerebro igual por más que los astrónomos lo busquen entre las galaxias, gastando enormidades de dinero que podrían servir para conocer el Cosmos Interior de la Especie Humana. Estamos conscientes de que somos La Conciencia Universal del Cosmos. Sólo este conocimiento nos movería a conservar la joya inapreciable que nos confió la Misteriosa Naturaleza y la Sabia Evolución. Esto es lo que nos dicta el conocimiento, después que los astrofísicos han rebuscado millones de años luz en los espacios infinitos, sin encontrar un grano de vida —¡Ya no digamos nuestro prodigioso cerebro forjado lentísimamente por la fuerza misteriosa de la Naturaleza Creadora y explicado su desarrollo a través del tiempo eterno 83

de 10 millones de años por la Evolución darviniana!—, que la humanidad, no un Superhombre megalomaníaco, es la Razón Consciente y la fuerza viva del Universo, y que debemos valernos de ellas para cumplir nuestro deber humanista de conservar este prodigio excepcional —la Especie humana y su planeta Tierra—, porque si no lo hacemos, si continuamos armándonos con esas monstruosas bombas nucleares, y corrompiéndonos con las Grandes compulsiones, será la nada en el Universo. Nadie nos enseña este conocimiento obvio de que por ser la única especie viva que ascendió más allá de lo mamífero para transformarse en una Especie histórica, tenemos una misión indeclinable de engrandecernos, sacar a la luz todo cuanto llevamos en nuestro entendimiento, las insospechadas facultades mentales de nuestro Hemisferio Cerebral Izquierdo y la profunda sabiduría creadora del Hemisferio derecho, completamente desconocido por los sabios, tanto como la interacción dialéctica entre ellas que elevan exponencialmente la sabiduría, no para dentro de futuros remotos, sino para hoy, pero lo ignoramos y nos distraemos en pequeñas cosas, o nos entregamos a darle pábulo al bárbaro y al compulsivo. ¿Por qué no aparece un Estadista Genial que nos lo diga? Que les diga a esas grandes potencias que su misión no se encuentra en la ridícula tarea de destruirse las unas a las otras, que esto es una «locura infantil», como lo dijo expresamente el gran sabio Emmanuel Kant; que detengan su brazo armado y sus ansias bélicas, que eso es primitivo; que reflexionen un poco y que se enorgullezcan del prodigio de sus cerebros no de la potencia destructiva de sus diabólicas armas; que ellos serían grandes —¡no poderosos!—; que ellos podrían convertirse en la Razón Consciente del Universo y elevar a las alturas a todos sus coespecíficos, que no por atrasados, son menos grandes; que es muchísimo más elevado y creador tener una Especie Humana Viva y Creadora que un planeta convertido como Sodoma en un puñado de cenizas. Que venga el Estadista Genial —que no ha de ser un hombre con la utopía de saberlo todo, sino un hombre con talento integrado a una mujer con talento—y enderece el rumbo de la historia, o que la saque del abismo en que se encuentra; que nos convenza a todos, universalmente, que esto tiene un valor tan alto que jamás lo hemos soñado siquiera; que tomemos un poco de distancia y nos coloquemos en un montículo imaginario para que podamos ver el ajetreo insensato —otra vez, infantil, en el decir de Kant— en el que el mundo se debate, hoy en un foco de guerra, hoy en un foco de corrupción, mañana en otros, sin darnos sosiego, y nadie se detiene a decirnos: ¿pero qué es esto en que nos debatimos?, ¿somos unos ciegos?, ¿somos unos dementes?, ¿somos unos débiles mentales?, ¿dónde está la grandeza y la sabiduría con que nos dotó la Naturaleza? Recordad lo que dijo el historiador Edward Gibbon: «las guerras y la corrupción llevaron el desastre y la ruina al Imperio Romano», y ahora no está en juego sólo un imperio, sino la Especie Humana Toda: esto nos dirían los Estadistas con visión universal. ¡Que vengan pronto! La Humanidad finita hoy, tiene cómo llegar al infinito, si se desembaraza de sus miserias y pequeñeces; podrá primero conquistar el Cosmos Interior, forjando una 84

especie con vitalidad para que nuestros organismos gocen la alegría de la salud, y para que nuestro cerebro se expanda con sus dos haces de facultades mentales, el Racional, Verbal y Consciente, y el Creador, Descubridor, Inventor, Intuitivo e Inconsciente, sin olvidar que estos haces racionales y creadores se traban en una unidad dialéctica de profunda dinámica, que nos enriquecerá hasta donde no lo hemos sospechado. ¡Para esto la Naturaleza y la Evolución engendraron nuestros organismos y nuestros cerebros que son la cumbre de lo orgánico! ¡Que desde los bancos del colegio nos lo enseñen, porque nos han rebajado demasiado! Darwin en su afán de sostener su genial descubrimiento de la evolución por selección natural de las especies, se precipitó al colocar a nuestra especie en la línea evolutiva de las especies primates, de quienes nos convertimos en sus «primos», y no vio la grandeza que encerraban nuestros organismos bípedos y erguidos, evolucionando hacia lo alto por medio de su élan genético, ni destacó el asombroso salto que dimos desde lo simplemente mamífero a lo histórico condicionado por un cerebro inaudito en potencialidades —justamente como el cerebro que el mismo Darwin llevaba sobre sus hombros y que lo hizo rendir con geniales descubrimientos e intuiciones fulgurantes—; este hombre ejemplar como un hito de la especie humana fue retenido por el misterio de la evolución de las especies, sin detenerse a profundizar el misterio del genio, y del ser humano creador y de la especie humana creadora, aunque nosotros no olvidamos que él fue el único gran científico que «apoyó a posteriori» nuestra tesis de que los sueños son obritas de la imaginación creadora y que animal que sueña es animal que crea en vigilia. Que se nos enseñe desde niños a conocer la maravilla de nuestro organismo que viene a ser la base sobre la cual se levanta el cerebro, esa víscera sorprendente del entendimiento; se nos antoja, no sin razón, que todos los órganos de nuestro cuerpo viven para soportar la grandeza del cerebro, órgano de la historia, como los genitales son los órganos de la reproducción mamífera que, como dijimos atrás, se hizo a un lado, sin desaparecer desde luego, para que diera todo de sí esa flor neurológica universal. Para enorgullecernos, ¡sí para enorgullecernos sin modestia alguna de ser la cima de la Naturaleza viva! Porque eso es lo que necesitamos, conciencia de la riqueza mental que tenemos todos, tanto el genio creador, como el carbonero o la griseta de la calle, pues biológicamente somos iguales todos, que si el Genio Creador se convirtió en una maravilla humana, y el carbonero en un mendigo, y la prostituta en una pobre mujer, ello se debe no a nuestra naturaleza, que no se anda con jerarquías, sino a la historia mal dirigida que sube a unos pocos y rebaja a la inmensa mayoría en condición de masa despreciable… Orgullo del bueno para que sepamos qué somos y podernos exigir a fondo, hasta exprimir la sabiduría de los 100 mil millones de neuronas que llevamos todos, ¡todos!, en nuestra corteza cerebral con potencialidades infinitas… La Naturaleza nos creó así dotados, no para la inactividad y el ocio, no para replegarnos en nuestra condición mamífera —¡sin tetas no hay felicidad dicen los apóstoles del atraso!—, sino para luchar hasta extraerle muchísimas reflexiones, 85

muchísimas razones, muchísimas creaciones, intuiciones y descubrimientos a nuestro cerebro… Ya sostuvimos que si la Historia Masculina no acaba con la especie nuestra, ascenderemos con el tiempo a una forma superior de Homo, el Homo Creator (¡la Humanidad Creadora!), en el cual será dominante el hemisferio derecho hondamente sabio, y que para ello no será preciso que el canal pélvico de la mujer crezca en tamaño, porque no existe una relación directa entre la capacidad creadora y el tamaño o peso del cerebro: si Víctor Hugo tenía un cerebro que pesaba 2.250 gramos, el cerebro de Anatole France pesaba sólo 1.000, y los dos eran genios admirables. Si no reaccionamos contra la devaluación, teórica y real, pronto nuestro cerebro será sustituido por el cerebro de silicio, el ordenador; aunque el cerebro mecánico sustituya nuestro hemisferio cerebral izquierdo, jamás podrá igualar las infinitas facultades del hemisferio derecho… Entonces sí, cuando hayamos conquistado y desarrollado nuestro Cosmos Interior, cuando nuestra Especie Humana alcance las alturas para las cuales nació destinada —por la Divinidad o, la Misteriosa Naturaleza y sus leyes, o, en fin, por la Evolución por selección natural que, más que creadora, es explicativa de la manera como siguieron su ruta ascendente las especies, con la nuestra en la cúspide—, entonces sí, que venga la expansión hacia el Cosmos Exterior, del cual nuestra especie es su Conciencia y su Razón, puesto que es la única que tiene la capacidad universal para conocer y comprender sus leyes. El Cosmos Interior, desarrollado a fondo, envolverá conscientemente al Cosmos Exterior, cuando no existan las guerras, la maldad compulsiva, las miserias y esas enormes desigualdades culturales, económicas y sociales, que claman al universo Todo… ¿Utopía? Efectivamente una Utopía colosal. ¡Tanto nos hemos rebajado, que abogar en favor de los derechos legítimos de la Especie Humana, suena como una Utopía que mueve a la sonrisa! Pero nosotros que estamos acostumbrados a convivir con una Utopía Milenaria, como es la Historia Masculina Guerrera, ¿estamos preparados para hablar con legitimidad de Utopía, cuando se quiere corregir esa vieja utopía de que el hombre solo, con su parcial sabiduría es el llamado a conocer y dirigir a los pueblos? Es que somos inconscientes de que vivimos en medio de una flagrante Utopía con el hombre como eje de la historia; somos perfectamente inconscientes de que vivimos dentro de la «Historia Masculina», cuyo concepto hemos debido acuñar pues la historiografía lo desconoce porque piensan los historiadores, como defensores que son de la historia masculina, que la historia que nos rige es la Historia Universal, la única historia posible y la mejor… De allí que nos suene utópico otra manera de conducir a la humanidad, porque todos los sistemas políticos han fracasado rotundamente, ni las Monarquías, ni las Jefaturas, ni los Imperios, ni las Aristocracias, ni las Oligarquías, ni las Democracias, ni faraones, ni reyes, ni jefes, ni aristócratas, oligarcas o presidentes han logrado enderezar el rumbo de los pueblos; los Sistemas y los Gobernantes han ganado siempre y los pueblos también han perdido siempre. La decadencia en que se halla la Humanidad tiene mucho que ver con este colapso de los sistemas políticos. 86

Buscan a porfía un nuevo sistema político; buscan desesperados un Estadista con genio que les indique el camino, pero siempre es un Sistema o un Estadista masculinos: ¡no salimos de la utopía porque se halla demasiado metida en la entraña de los gobernantes y gobernados. Y, como sostuvimos atrás, cuando realizan una revolución dentro de la Historia Masculina guerrera, recaen, una y otra vez en la Historia Masculina, como si fuera un Karma o un destino que castigara a los hombres… El hombre es una «caña» frágil decía Pascal; pero una caña «pensante». A eso nos ha reducido la Historia Masculina, a una frágil caña que, en la inmensa mayoría, ni siquiera piensa… Mas nosotros hemos asistido al desarrollo del gigantesco árbol de la Humanidad, millón tras millón de años, ascendiendo sin pausa desde que, como Primatoide Homínido, se desprendió de un lejano Mamífero Protohumano, muy evolucionado con mutaciones genéticas que capacitaban a su descendencia para mostrarse enteramente diferentes a los Primates, fluyendo soberano en el tiempo, sin estancarse en puntos muertos como el del gorila y el chimpancé, irguiéndose en su marcha bípeda como ningún otro mamífero pudo, y creando, creando, con ese pequeño cerebro de Australopiteco, hasta convertirse en el Genio Creador con un cerebro grande, con fuerza creadora para fundar la Primera Edad de Oro prehistórica, al mismo tiempo que culminaba en un respetable ser reflexivo y parlante, como jamás existió ni existirá, y desdoblándose de un ser dominantemente biológico hasta alcanzar las insólitas alturas de la historicidad… Este parto de la Naturaleza no era una frágil «caña» cuando se irguió con toda su fuerza y sus potencialidades en el Paleolítico Superior, sino un estupendo roble, consciente, lógico, racional, parlante, que forja silogismos y raciocinios, organiza una alta civilización pues no quería continuar siendo un parásito de la naturaleza, tiene sus Genios Creadores que descubren la agricultura y la ganadería, la arquitectura y la ingeniería, transforma la naturaleza y funda una desconocida en la Tierra… Esta no es una simple caña pensante, Blas Pascal. Usted que fue un niño prodigio y genial como pocos los ha habido… Usted que fue una «caña por su frágil organismo» que no le permitió vivir hasta los cuarenta años, tuvo uno de los cerebros más prodigiosos para las matemáticas y los elevados pensamientos. El gigantesco roble se convirtió en una débil caña. La Especie Humana que hizo un peregrinaje de 8 a 10 millones de años para desarrollar todas las riquezas biológicas y espirituales, con que había nacido del seno mamífero protohumano, la vemos hoy disminuida, sin poder aprovechar sus talentos, porque todo se consagra a sobrevivir a duras penas, a escapar de las llamas de las guerras, a comprometerse en alguna forma de corrupción compulsiva, a prostituirse, a drogarse, a delinquir de mil maneras, a enrolarse en las mafias que le dan la vuelta al mundo con su mercancía para venderla en los mercados del sexo —pues lo mamífero le ha tomado la delantera a lo histórico—, a alcoholizarse desde la niñez, a medrar en las mil formas del mal… ¡Esta caña a la que nos hemos reducido, no tiene ni gusto ni tiempo para pensar! Si este Moderno Humanismo tiene la capacidad para despertar un Renacimiento de los pueblos, lo cual no sería extraño, porque el Renacimiento Italiano de los siglos 87

catorce, quince y dieciséis, se hizo como reacción a la Edad Media que había pospuesto La Ciudad del Hombre en favor de La Ciudad de Dios, que fue la obra de San Agustín, en nuestro siglo veintiuno está completamente justificado un reaccionar ante la Edad Obscura que estamos viviendo, con un Nuevo Renacimiento, ya que el ser humano ha dejado de ser el centro de los cuidados en favor de la Tecnología, las Máquinas, los Mercados, las Guerras, el Armamentismo y la Corrupción Compulsiva… Si este Renacimiento del Siglo XXl, decimos, es oportuno, deberá nacer en él no «el hombre» como se dijo en el siglo XV con criterio masculino aristotélico parcial, sino la Especie Humana como un todo y centro de todos los esfuerzos para salvarla de la catástrofe de la Historia Masculina y devolverle su prístina grandeza… No es el problema de nuestros días convertir «al hombre como medida de todas las cosas» como pretendía el griego Protágoras; no se trata de llegar al «homomensura», que no encerraba sino a un grupo privilegiado de hombres, despreciando a las mujeres, los esclavos y los extranjeros, lo cual sólo conducía a un humanismo parcial que, como tal, condujo a una gran mentira. No. El concepto moderno de humanismo va mucho más allá del individuo y envuelve a la Especie Humana entera, sin que nadie quede excluido por fuera. El Nuevo Humanismo, o defiende y engrandece a la Especie Humana con sus 6.500 millones de miembros legítimos, o no es humanismo. Nadie puede quedar excluido. Uno solo que falte ya le quita validez al sentido universal que el humanismo moderno debe tener. Las Grandes Potencias pretenden hacerle frente a la deshumanización en que se encuentran millones de seres humanos —aunque nosotros somos del parecer que es toda la humanidad la que se encuentra deshumanizada, sean los poderosos o los impotentes, sean los cultos o los analfabetos, sean los ricos o los pobres—, «disminuyendo» las desigualdades económicas, como si este fuera la totalidad del problema, por eso ni piensan ni tiene sentido para ellos hablar de elevar la dignidad de esos miles de millones, porque todos la hemos perdido y lo único que queda es la «globalización de los mercados» y la exclusión a la periferia del ser humano. Pensando así, ni remotamente van a poder arreglar los problemas económicos de los miserables que abruman al planeta; pensando así, ni los favorecidos económicamente van a salir de la deshumanización en que se encuentran sin darse por enterados. Repetimos: o recuperamos todos el alto valor potencial con que la Especie Humana nos dio al culminar su proceso de formación evolutiva, o todos proseguimos la marcha por el tobogán de la deshumanización… El dinero y el poder son factores más de deshumanización, tanto como lo son la miseria y la impotencia. «Los hombres con poder se vuelven malos» dijo Sócrates. El Nuevo Humanismo no debe aspirar a una «homomensura» (El hombre como medida de todas las cosas); aspira a la «Humanidadmensura» (la humanidad como medida de todas las cosas). La primera se disolvió en la demagogia de los sofistas griegos y a nada condujo, más que a ceder los privilegios al hombre, a un puñado de hombres. Este seudohumanismo de los sofistas griegos culminó en la división entre una 88

élite de humanos y una masa deshumanizada… El único criterio dominante y perdurable es este: ¡El sólo hecho de pertenecer a la Especie humana en su sentido original, nos condiciona para ser cobijados, admirados, como legítimos miembros humanistas, a diferencia del concepto clásico de que sólo eran humanistas los que sabían griego y latín, conocían a Homero y a Virgilio, una pequeña élite, razón por la cual no tuvo ninguna trascendencia práctica a los pueblos del mundo! No. Ahora el sentido común, simplemente, y el ser miembros de la Especie Humana, son títulos suficientes para ostentar el calificativo de humanistas en el más alto grado. Ser miembro de la Especie Humana en si mismo es un atributo que jamás ha ostentado ser vivo alguno. ¿Qué más se quiere? Ser el fruto de la culminación de ocho millones de años de evolución, con todo lo que ello supone, en dones concretos de la Naturaleza —capacidad para fluir a lo largo de las edades sin estancarse ni un solo momento y continuar fluyendo posiblemente hacia niveles más creadores, tener una marcha bípeda y una elegante posición erguida, tener un cerebro creador que nos emparenta legítimamente con el Genio Creador, tener el élan genético para ascender desde una posición dominantemente biológica y mamífera a la condición de seres históricos—, son distinciones que ningún otro ser vivo ha tenido ni tendrá en el universo, y que no son privativos de una minoría sino que legítimamente las ostentamos todos, los Africanos, los Americanos del Sur y del Norte, los Australianos, los Euroasiáticos, los seres humanos de los Polos Norte y Sur, los isleños de todos los rincones de mares y océanos, el poderoso y el impotente, el afortunado y el sin fortuna, el sabio y el simple, la distinguida matrona del hogar y la prostituta, el que goza de libertad y el que paga prisión por un delito. ¡Todos somos igualmente grandes por el solo privilegio de tener sentido común y de pertenecer a la Especie más asombrosamente grande que brotó por algún azar en la Tierra, privilegio que ningún otro planeta tuvo en los desiertos siderales! No nos hemos sabido valorar y por eso no hemos hecho valer esos envidiables dones. La Historia Masculina no ha tenido en cuenta, porque lo ignora, quiénes son los seres humanos, razón por la cual los ha arrastrado hasta esta condición miserable en que se encuentran, malviviendo como simples mamíferos sin que tengan la menor noción de que son seres históricos únicos… El Nuevo Humanismo le devuelve a las mujeres y a los hombres la importancia que tienen, les recuerda su procedencia, les demuestra que pertenecen al Orden vivo excepcional, incomparable con los demás órdenes vivos de la Tierra, les hace sentir el orgullo perdido a lo largo de miles de años de una historia manejada por hombres sin sabiduría que no saben lo que tienen entre manos y nos han conducido a este desastre que vive la Humanidad en el siglo XXI de nuestra era, camino de degradarse aún más, con comportamientos que los rebajan a la condición de brutos, a la indignidad, al crimen, al alcoholismo, a la drogadicción, a la corrupción galopante, a las mafias transnacionales, a las guerras eternas que destruyen la juventud con los mejores genes, al estado de mamíferos maleducados y malcomidos, al egoísmo y la pérdida de los más nobles sentimientos de simpatía colectiva. 89

¡Esta no es la humanidad que crearon la misteriosa naturaleza y la evolución por selección de los mejores comportamientos en millones de años de luchas y forcejeos valiéndose, eso si, de sus infinitas potencialidades! La historia que debió ser el palenque de los grandes acontecimientos para engrandecer a nuestra especie se convirtió en un campo de iniquidades y desastres… ¡No! Esta historia que nos entregan los hombres con su utopía de ser los mejores conductores de los humanos no es la que les confió la naturaleza con la orden de proseguir el ascenso que había cumplido la evolución dominantemente biológica y genética. ¿Para qué entonces el Momento Histórico que era una continuidad del evolutivo pero que se valía de superiores instrumentos para el progreso como eran el cerebro y la cultura? El Humanismo Integral es Uno, indivisible, sin partidos políticos, sin castas discriminatorias, no es de derecha ni de izquierda, ni de centro ni de los polos: ¡Es total! Y la historia nos la entrega segmentada, desgarrada en sectas y en partidos. La Humanidad ha perdido su Unidad que es lo que la califica como una colectividad respetable y poderosa, no para guerrear, sino para completar su desarrollo, pues tiene inmensas potencialidades que nos hallamos muy lejos de comprender, razón por la cual nos hemos depauperado y devaluado sin haber cobrado los atributos que son propios de nuestra naturaleza. ¡El Nuevo Humanismo reclama esos valores que tenemos todos los humanos para que los conozcamos y ensanchemos! El Humanismo Moderno está por encima de los partidos; es una revolución pero del Sentimiento, de la Razón y la Creatividad, que buscan su fuerza perdida. No es una revolución clásica, porque hecha dentro de la Historia Masculina, y no existe probabilidad de hacerla fuera de ella, recae en la Historia Masculina, como reiteradamente lo prueba la historia. El Nuevo Humanismo proclama al ser humano universal, no limitado por el espacio y el tiempo. Ya en el Paleolítico Superior presenciamos una demostración de la Universalidad espacial y temporal de nuestra Especie. Vimos cómo se elevó a la genialidad creadora en esa Edad de Oro del Arte Rupestre de la Era Glacial, extendiéndose por todo el mundo conocido y envolviendo a todos los miembros de la especie, mostrándose en todas partes, desde las riberas del Océano Atlántico en Francia y España, al Occidente, hasta los confines con la China y la Mongolia, en el Lago Baikal, aproximándose a las riberas del Océano Pacífico; desde el norte de Europa hasta el norte del África, a lo largo de las extensas regiones de los tres continentes y durante 20.000 años, 200 siglos sembrando su ideal que era el profundo amor a la vida, celebrando a la mujer como vientre creador de esa vida y celebrando aún a los animales enseñando su fecundidad, todo ello valiéndose de su genio insuperado de artistas. Fue un movimiento universal, decimos, sin fracturas en su unidad. Sin regresar a él, porque mucho hemos cambiado en estos 10.000 años que nos separan, sí son una demostración de que la Especie Humana es una e indivisible en su vitalidad, que lucha por su existencia, reuniendo a todos los pueblos existentes en aquellas eras —entre los 90

40 y los 10 mil años a.C.—, Los Auriñacienses, Los Neandertales, los Magdalenienses, cada uno con su estilo inconfundible, pero sin guerrearse ni rebajarse: ¡Qué grandeza y qué ejemplo nos dan ahora que tánto necesitamos de la unidad y la grandeza! Este es el sentido profundo del Nuevo Humanismo Integral al que aspiramos, sin que opinemos que para ello sea necesario borrar las fronteras geográficas o culturales de los pueblos del mundo, porque lo esencial es ese sentimiento universal que proclama la defensa de la Especie Humana, su vitalidad, ante la amenaza que se cierne sobre ella… Al sentimiento histórico universal que desde el fondo reclama la unidad para salvar y engrandecer a la Especie Humana, debe agregarse ese profundo sentimiento también universal de la Religión —¡de todas las religiones!—, que une a los pueblos de manera tan entrañable y con tanta fuerza. El sentimiento religioso, en nuestro concepto, es tan antiguo como la Especie Humana y es sólo un atributo humano, pues, mientras por un lado, los pueblos experimentaron el imperativo de adaptarse naturalmente a las condiciones del ambiente y emplearon su capacidad creadora y de trabajo para inventar las herramientas, algo, más allá, debía de hacerles falta, pues la existencia era dura y sembrada de misterios que los recursos prácticos no les podían satisfacer, y entonces tuvieron un gesto de adaptación Sobrenatural. Que no se reñía sino que se completaba y complementaba con la adaptación natural y estas dos direcciones, la natural y la sobrenatural, continuaron hermanadas para hacerle frente a los infinitos escollos que esta especie nueva y excepcional tenía ante sí para sobrevivir. Eran tan extremadamente duras las experiencias que sufría nuestra especie en ascenso, que siendo muy diferente a las demás especies, no la concebimos sin la sensibilidad religiosa, un vago anhelo de un más allá, menos áspero y peligroso. Unidad natural y unidad sobrenatural, alimentarían la convivencia de nuestros ancestrales coespecíficos, prolongándose unidos a lo largo de los millones de años de lentísimo ascenso incierto, el mismo que el Humanismo Moderno requiere como punto de apoyo para sobrevivir hoy delante de una Historia Masculina Colapsada en todos los países del globo. Es muy posible que el ser humano común, con fe de carbonero, tenga por esta vez la razón sobre los seres extraordinarios, ceñidos a las causas y los efectos. Lo cierto es que necesitamos la unidad y la unión en aras de la defensa de la humanidad: Islamistas, Hebreos, Cristianos, Budistas, Jainistas, Confucionistas, sabios y los humanos con fe de carbonero, necesitamos unirnos en un haz de sentimientos en esta hora suprema de la Humanidad que corre el riesgo de ser aniquilada —porque empobrecida está hace milenios— por la historia que hacen los hombres con su unidimensional manera de sentir y de pensar, que dan prelación a la destrucción sobre la supervivencia. Esa Historia Masculina ciega que se arma peligrosamente porque desconoce sus compromisos, debería recordar las inmortales palabras de Sófocles: «Muchas son las maravillas del mundo; pero ninguna es tan maravillosa como la Humanidad» Hoy nos es posible precisar por qué la Humanidad es una «maravilla», aunque Sófocles la intuía en sí mismo, en el genio de su Siglo de Oro, en los siglos que lo 91

precedieron hasta llegar a Homero, y en el tiempo que le siguió hasta llegar a Pericles, no sin que fuera testigo de la insensatez de la Historia Masculina que desató la terrible guerra del Peloponeso… Desde las alturas cayó la Grecia con su genio hasta precipitarse en el abatimiento del gran pueblo. Si para ellos y para los romanos el concepto latino de humanitas residía en la ratio, la razón, que medía la superioridad del hombre sobre las restantes criaturas, nosotros vemos que la Humanidad se eleva muy por encima de todos los demás seres vivos, tanto por la razón como por la creatividad, por el Genio creador de la Especie Humana que es el que nutre de grandeza a todos los seres humanos sin excepción… Sin embargo, a pesar de serlo ellos mismos, griegos y romanos, pensaban que los bárbaros eran los extranjeros, los que no hablaban su lengua y pertenecían a culturas inferiores. Nosotros, al contrario, contamos con el conocimiento para ver al bárbaro incrustado en nuestra naturaleza mestiza, hecha de civilizado y de bárbaro, alternándose de acuerdo con las circunstancias históricas, con oleadas de civilización o de barbarie, tendiendo a predominar lo bárbaro guerrero sobre lo civilizado sedentario y constructor pacífico. Nosotros no nos hacemos ilusiones como los griegos y los romanos, que cuando menos lo esperaban se corrompieron y cayeron sobre los griegos los bárbaros de Alejandro de Macedonia, y sobre los romanos los Visigodos, los Hunos y los Vándalos que intercambiaron genes y culturas ya con los griegos, ya con los romanos y se transformaron todos en mestizos sin apelación alguna. Aunque nosotros, en este siglo XXI, en la apoteosis de la barbarie, embarcados en las guerras por todas partes, deshumanizados sin equívocos, tenemos el cinismo —que no tuvieron los griegos en la Guerra del Peloponeso— de llamarnos civilizados y demócratas, y cuando invadimos a otros pueblos decimos descaradamente que les estamos llevando la libertad, y, encima, aseguramos que los pueblos invadidos por europeos, norteamericanos y australianos, son los terroristas y nosotros los pacíficos defensores de la Democracia… El cinismo compulsivo de las Grandes Potencias guerreras lo entendemos porque acaban de salir del siglo XX, el más bárbaro de la historia, con varias guerras mundiales seguidas del espantoso armamentismo, señal evidente de que se preparan para nuevas guerras de proporciones cósmicas, y la corrupción galopante con toda clase de compulsiones, algunas de las cuales, como la pedofilia, que es pasión erótica por los niños, a quienes violan y asesinan luego, aseguran que la Especie humana ha enloquecido. ¿Dónde se halla el Genio de la Especie Humana? Todo el genio desplegado para construir, y basta un instante para que las máquinas lo destruyan; millones de años de evolución con selección de los mejores comportamientos, los más sanos y naturales, y en contados siglos hemos desviado esos comportamientos naturales y los hemos transformado en comportamientos compulsivos. Y olvidamos que estos dos factores, las guerras y las compulsiones corruptoras, son la señal histórica de la decadencia y ruina de los imperios y civilizaciones.

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Del seno de la naturaleza brotan dos especies humanas enemigas a muerte Ya lo sabemos. La tragedia original de la humanidad no fue voluntaria de los hombres. Fue un «error» de la Naturaleza al crear la Especie Humana. Todo había marchado con sabiduría evolutiva durante los primeros 8 millones de años de desarrollo. Habíamos sido los descendientes venturosos de un Mamífero X Protohumano, diferente al Mamífero Tupaya del cual se desprendieron los Primates, orangutanes, gorilas y chimpancés incluidos entre las 192 especies de este Orden primate, que fueron arborícolas absolutos en el continente africano. Nosotros, equipados con altos dones que nos diferenciaron desde los orígenes de los primates, tuvimos genes en las hélices del ADN para no estancarnos como los gorilas y los chimpancés, y ascendimos en la escala zoológica, escalón tras escalón. Primatoide Homínido o Australopiteco tras Australopiteco a lo largo de la eternidad de 6 millones de años, coincidiendo con la aparición del Australopiteco de Afar… Heredamos la marcha bípeda y la posición erguida como ningún otro ser vivo la tuvo y todo nuestro cuerpo y organismo se diferenciaron a fondo del gorila y el chimpancé… Heredamos de aquel Mamífero X Protohumano, que seguramente era portador de varias mutaciones genéticas, la fuerza creadora que convirtió a nuestra especie humana en una especie creadora con un genio especial de la cual se desprendieron y desprenden no solo los Genios Creadores de todos los tiempos, sino también todos los seres humanos que se emparentan con el genio por tener todos 93

capacidad creadora; jamás la naturaleza había engendrado una especie creadora como la humana, que continúa siendo creadora y que continuará siéndolo a lo largo de los tiempos, de tal modo, que si la Historia Masculina no la destruye, continuará evolucionando hacia una especie superior de Homo, probablemente el Homo Creator, con el hemisferio cerebral derecho como el dominante sobre el hemisferio izquierdo… Nos despojamos de los colmillos y fuimos desnudos a diferencia de todos los demás mamíferos y tuvimos una forma completamente humana de reproducción sexual distinta a todos los demás. Después de llegar al Australopiteco de Afar, habiendo recorrido seis millones de años, hace 2 millones de años, nuestra especie dio un salto hacia adelante y el cerebro creció desde los 450 cc de volumen craneal a los 800 cc dando nacimiento a una nueva escala homínida, el Homo habilis que, con ese gran cerebro, que doblaba el volumen de los Australopitecos, se transformó evolutivamente en el origen del Homo moderno, albergando ya una Función Creadora en el hemisferio derecho, la primera Función Mental realmente moderna, y, al mismo tiempo, se produjo una mutación genética para dar nacimiento a todo el haz de Facultades Racionales, Reflexivas, y Verbales conscientes que comenzaron a desarrollarse al mismo tiempo. En este Homo habilis el cerebro quedaba potencialmente completo, con el haz de funciones creadoras, alucinatorias e inconscientes, descubridoras, inventivas e intuitivas, y el germen del haz de facultades Racionales, Verbales y conscientes, analíticas y lógicas, lateralizadas en el hemisferio izquierdo, lo mismo que las funciones conscientes mucho mas antiguas para la orientación en el tiempo y en el espacio, para las grandes síntesis, para la totalización, ubicadas en el hemisferio derecho aunque conscientes. Todas las grandes facultades mentales germinando en el cerebro de este Homo habilis, hace 2 millones de años… El ascenso continuó, siempre en África. Vino el Homo Ergaster-Erectus hace más de un millón de años, aquel prometeo paleolítico que se apoderó del fuego… Sin embargo, hace unos 200 mil años, vino el gran tropiezo de la evolución de nuestra especie, porque este Homo Erectus, en lugar de continuar evolucionado ascendentemente en una sola dirección, hacia el Homo Sapiens Arcaico, se dividió, y, además de aquel, dio nacimiento al Neandertal. Este fue el gravísimo error de la Naturaleza y de la evolución. El Homo Erectus habría podido continuar desarrollándose ascendentemente hasta transformarse en el Homo Sapiens y el mundo hoy sería una Arcadia feliz, pues todos seríamos Homo sapiens sapiens, progresistas, grandes racionalistas y verbales conscientes, creadores geniales, pacíficos constructores de la civilización auténtica. Los Antropólogos y Genetistas, por cierto, creen a pie juntillas en esta ilusión, y sostienen basándose en el ADN mitocondrial que el planeta entero está poblado en su integridad por los Homo Sapiens Sapiens y que somos civilizados sapiens sapiens. Para ellos solo existe una especie humana, la sapiens, porque la otra especie que apareció habría sido destruida por la sapiens civilizada… ¡No! El estudio de la evolución, de la paleontología, la arqueología, la etnología y 94

la historia, nos aseguran la existencia de dos pueblos. Los Erectus dieron lugar no a una sino a dos especies humanas: los Homo sapiens sapiens y los Auriñacienses, por una parte, como pueblos modernos, aunque estos últimos tenían expresiones modernas y expresiones arcaicas, lo cual en nuestro sentir tiene una enorme importancia. Por otra parte aparecieron los Neandertales que fueron destruidos por los Antropólogos y Genetistas basados en el ADN mitocondrial, hace 30.000 años, cuando pierden sus rastros, por lo menos en Europa, aunque en Gibraltar los encontraron con 23.000 años de antigüedad sólamente. Desgraciadamente el error de la Naturaleza es innegable; en el Paleolítico Superior, conviven dos pueblos y un tercero que, siendo moderno, tiene manifestaciones arcaicas, los Auriñacienses. Los dos pueblos extremos, nacidos del Erectus-Ergaster en África, son los Homo Sapiens Sapiens y los Neandertales; estos últimos vivían en Europa desde el Paleolítico Medio, lo mismo que en el Norte de África y en una extensa área del Asia; los homo sapiens sapiens, llegaron al occidente europeo hacia los 20 o 15 mil años a.C., procedentes del próximo oriente asiático o directamente desde el África. En nuestro concepto estos dos pueblos —Neandertales y Homo sapiens— constituyeron dos subespecies de la especie humana. Podríamos decir que eran dos especies, ambas humanas, tanto que no se mezclaron entre si, como especies diferentes que eran, cuyo carácter esencial es que existen barreras genéticas entre ellas impidiendo el flujo genético… Pero pudieron convivir pacíficamente entre si durante las postrimerías del paleolítico superior, en tanto que con los Auriñacienses que habían llegado al occidente europeo en el año 40 mil, también convivieron estrechamente y se mezclaron entre sí, pues no existían barreras genéticas que lo impidieran. La razón de esto se encuentra en que, como ya lo dijimos, los Auriñacienses, si bien eran pueblos modernos, tenían características primitivas, como su gran caja craneana parecida a la de los Neandertales, y las grandes protuberancias en el hueso occipital, señal de primitivismo. Singulares pueblos estos Auriñacienses, que, por un lado, por decirlo así, se aproximaban a los Neandertales en lo que tenían de primitivos, y a los Homo sapiens, por otro lado, se aproximaban en lo que tenían de modernos. Cuando llegó el fin del paleolítico superior, y el comienzo del Neolítico o, mejor, el alba de la Historia Moderna que venía a ser la continuidad de la trayectoria evolutiva, los Homo sapiens nómadas evolucionaron y completaron la modernización de su cerebro, ya que, por lo menos, habían sido nómadas, cazadores, recolectores y geniales artistas, conocidos como Magdalenienses, nombre epónimo que se los dio la caverna de la Magdeleine donde dejaron algunas de sus obras maestras… Los Homo sapiens nómadas o Magdalenienses, pueblos de avanzada evolutiva, lograron desarrollar el Cerebro Moderno —siempre en nuestro concepto, pues hemos seguido muy atentamente sus pasos, tanto como la evolución del cerebro, hecho fundamental para el conocimiento del futuro comportamiento humano—, hacia el año 10 mil a.C. Aquí, con estos pueblos Magdalenienses completamente evolucionados, se inicia la 95

historia y se produce un giro novedosísimo en el comportamiento humano que conduce a la construcción de la civilización, a la cual se consagraron irresistiblemente los descendientes de los Magdalenienses, porque tenían con qué cerebralmente hablando. A partir de entonces, quedó establecida la ley de que los pueblos modernos, civilizados o mestizos, nos comportaríamos valiéndonos de nuestro hemisferio cerebral izquierdo, en tanto que el hemisferio derecho creador, pasó a la retaguardia del comportamiento y se expresaría en las noches mientras dormimos y soñamos en esas obritas de creación (excepto en el Genio Creador que rompe la ley, y funciona durante el día con todo el cerebro y sus dos hemisferios, el inconsciente y el consciente). Los Magdalenienses desarrollados dejaron de ser nómadas y parásitos de la naturaleza. Con ese cerebro moderno sufrieron transformaciones profundas: descubrieron una economía productiva, con la implantación de la agricultura, hecho importantísimo, que, con la ganadería y la domesticación de animales, la construcción de casas y ciudades, caminos y carreteras, ingresaban a la vida moderna de una manera inequívoca, cosa que no habían podido hacer mientras fueron nómadas y con un cerebro aun arcaico con dominancia del hemisferio derecho o creador. Después de este salto, los Homo sapiens Magdalenienses se metamorfosearon rotundamente: a tal cerebro, tal comportamiento. Estos hechos y el nuevo Sistema de Vida que fundaron, ensanchó las diferencias con los Neandertales ya hibridados en parte con los Auriñacienses para constituir la etnia de los pueblos bárbaros. ¡Dos especies humanas con sistemas de vida enemigos, porque los Neandertales no tuvieron la feliz evolución hacia un cerebro moderno, y continuaron siendo nómadas, parásitos de la naturaleza, y odiaron a muerte a los pueblos civilizados, pues siguieron siendo cazadores y recolectores de frutos y raíces, odiando las casas a las que tenían miedo por su estrechez —odio y miedo que se prolongará durante miles de años—, viviendo en las estepas y los desiertos, ya que su hemisferio dominante continuó siendo el arcaico hemisferio derecho o prehistórico, con su violencia, nomadismo, acérrimos enemigos de la civilización, de la agricultura, de la ganadería y de las ciudades. Cuando las pueblos homo sapiens culminaron su desarrollo con un cerebro moderno fundador de la civilización —Jericó, junto al río Jordán, es el resultado de este enorme progreso, y se fundó en el año 9.000 a.C.— el contraste con los Neandertales hibridados con los Auriñacienses se ahondó y se convirtió en lucha a muerte. ¡Esta es la Gran Tragedia de la Humanidad. Del seno de la naturaleza brotaron dos pueblos, dos especies humanas enemigas a muerte! Dos hermanas, por así decirlo, una superdotada y retrasada y violenta la otra… La división de la Humanidad en pueblos contrapuestos fue la primera división histórica, miles de años antes de que surgieran las divisiones de clases, algo enteramente distinto a lo que afirmaba Carlos Marx, que sólo remontó hasta los griegos, y careció de los conocimientos para remontarse al Paleolítico superior, que habría cambiado radicalmente sus ideas. Como tiene todo sentido y toda lógica, esta división de la Humanidad en pueblos 96

de distinto rango evolutivo —los Neandertales pertenecían al Paleolítico Medio y los Civilizados sapiens al paleolítico Superior—, generada en los tiempos correspondientes a la evolución de nuestra especie, pero sus consecuencias sólo se hicieron evidentes en los tiempos históricos, tuvo fatales consecuencias, que se convirtieron en el origen de los padecimientos que vivimos hoy y que marcan la decadencia de nuestra especie, con la excepción de la aparición del Alcohol como sustancia química mutagénica débil y todo el Sistema de las Compulsiones Adictivas que fue posterior. Aquí se encuentra, en primer lugar la fuente del ser guerrero de la Humanidad. El conocido tratadista de la Guerra, John Keegan, se esfuerza por encontrar esos orígenes y sólo remonta hasta la civilización de Sumer en los años 3 a 4 mil a.C., coincidiendo con el nacimiento de la escritura. No conoce los descubrimientos de los arqueólogos en el año de 1958 que desenterraron las murallas que rodeaban Jericó, hace 9.000 años a.C.; desconoce los microlitos geométricos posteriores a Jericó que eran cuchillos y puntas de lanza para matar; desconoce las pinturas rupestres del norte de África y España que muestran los feroces enfrentamientos entre civilizados y bárbaros; desconoce, en fin, las tumbas de Téviec situadas en el suroeste de Francia, donde aparece el primer Aquiles coronado por su fiereza. Existe una irrompible continuidad de hechos que van señalando que la guerra iniciada en Jericó, ya no se detendría más, desde el año 9 mil a. C., hasta el 2007, en Irak, Afganistán, Líbano, Palestina e Israel, además de muchas otras guerras larvadas que ya se anuncian. Es de observar que en Sumer, en el año 3.000 a.C., la guerra sufrió un giro trascendental. Hasta ese momento, civilizados y bárbaros venían guerreando a muerte unos contra otros; pero a partir del año 3.000, la civilización de Sumer, alcoholizada y corrupta, fue atacada por los bárbaros que la rodeaban por todas partes. Ya hemos sostenido que civilizados sapiens y Neandertales no se mezclaron, no podían hibridarse por pertenecer a dos especies humanas sin posibilidad de flujo genético entre ellas. Mas en este año 3.000, los Neandertales mezclados con los Auriñacienses que, como ya dijimos eran pueblos modernos con caracteres primitivos, habían dado ocasión para que se formaran los pueblos bárbaros. Ahora bien; estos bárbaros con estructuras genéticas pertenecientes al paleolítico Medio y al Paleolítico Superior (con el aporte moderno de los Auriñacienses), sí estaban en condiciones genéticas para mezclarse con los pueblos Civilizados Sumerios, en nuestro concepto los pueblos más auténticamente civilizados entre todos los que emigraron al Asia y a Europa. El giro novedoso importantísimo que se produjo en este momento de la historia consistió en que la guerra entre Homo sapiens civilizados y bárbaros, ya no fue a muerte, sino que estos pueblos después de guerrear, se mezclaban entre si y compartían Genes y Culturas. Recordemos que los bárbaros tienen genes Auriñacienses y que esto les permite hibridarse con los superdotados de rango superior, sumerios sapiens sapiens. Desde el año 3.000 a.C. el proceso de hibridación entre civilizados y bárbaros continuó ininterrumpidamente hasta nuestros días, como lo hemos visto, y continuará en el futuro sin pausa, consolidando y universalizando el ser humano mestizo que todos somos. Ya 97

no es posible hablar de civilizados puros ni de civilizaciones; como no es posible hablar de bárbaros puros ni de barbarie etnológica. Cambió nuestro cerebro, porque es imposible que pueblos tan diferentes se homogeneizaran genéticamente entre sí; llevamos todos el civilizado y llevamos todos el bárbaro, integrados en nuestro cerebro, compuesto por unas estructuras arcaicas, violentas, nómadas y guerreras, y otras estructuras recientes, pacíficas, sedentarias. Para unos, por el azar de la herencia, nos llegan en mayor número los genes bárbaros, que, hay que destacarlo, son más numerosos, ya que los bárbaros eran muchísimo más extendidos que los civilizados a diferencia de los antropólogos que sostienen que sólo los civilizados pueblan la tierra entera: feliz humanidad si ello fuera cierto. Por esto nuestra dote de genes bárbaros siempre es mayor, individual o colectivamente entre los pueblos… Para otros, por el mismo azar de la herencia nos llegan más los genes civilizados. Pero seamos unos u otros, también, en el primer caso nos llegan genes civilizados, y nos convertimos en mestizos dominantemente bárbaros; y en el segundo, nos llegan genes bárbaros en menor cuantía, y nos convertimos en mestizos dominantemente civilizados. Se estructuró así, la Cuarta Mentalidad del ser humano, de acuerdo con nuestra clasificación de las mentalidades: Primera Mentalidad o mentalidad normal; Segunda Mentalidad o mentalidad patológica; Tercera Mentalidad o mentalidad compulsiva; Cuarta Mentalidad o mentalidad mestiza. Hechos que dan razón de por qué los seres humanos somos tan proclives a las guerras a las que nos lanzamos con gran facilidad y en veces con alegría. Corrientemente, y de acuerdo con las circunstancias histórico-sociales, si son tiempos de paz, los dominantemente civilizados serán harto pacíficos y los dominantemente bárbaros serán proclives, individual o colectivamente, inclinados a la guerra, porque existen individuos y pueblos que propenden al pacifismo, y pueblos o individuos inclinados al guerrerismo… Pero todos, unos con mayor facilidad que otros, somos propensos a hacer la guerra o a apoyar a los guerreristas. No es más que nos den una oportunidad, por la patria, por el partido, por las ideologías, por las creencias religiosas, por la propiedad económica, para que gustosos —unos más que otros, decimos— empuñemos las armas y vayamos cantando a los campos de batalla. ¡El ser mestizo condiciona el ser guerrero de la humanidad!, pues aun los dominantemente civilizados llevan incrustado el bárbaro en sus entrañas; ya no hablemos del dominantemente bárbaro que se halla listo para guerrear. Retengamos, sin embargo, que todos, aún los de constitución más bárbara —aún los Stalin y los Hitler—, llevamos estructuras civilizadas que podríamos aprovechar para debilitar al bárbaro y reforzar al civilizado. En todo caso, fatal resultó aquella falla de la evolución de nuestra especie, al dividir a los pueblos en dos rangos evolutivos enemigos: ¡de allá bebemos nuestra savia de guerreros; esa es la fuente; ese el origen, y si no lo conocemos, el Nuevo Humanismo carecería de esperanzas! Ya lo dijimos: para evitar caer en la Utopía de los humanistas que hablan del «hombre» a secas y de que debe convertirse en el centro de las inquietudes, es preciso 98

partir de la Especie y el Individuo reales, tal como la evolución y la historia los forjaron. Jamás llegaremos al Moderno Humanismo con consignas y buenos propósitos. Es más fácil soñar que realizar, ciertamente, pero el compromiso de salvar de las guerras a la Especie Humana es demasiado difícil, si es que, a la postre, puede realizarse. Fatal división de la Especie Humana en dos especies o subespecies de distinto rango evolutivo y genético. Porque si nuestra naturaleza fue guerrera, tendríamos que ser guerreros, como en realidad lo somos. Allí se encuentran las causas. No tuvieron mucho tiempo para desplegar sus dones civilizados los Homo sapiens descendientes de los Magdalenienses; alcanzaron a descubrir la agricultura y la ganadería en el año 10.000 a.C., y fundaron Jericó en el oasis cerca al río Jordán, en el año 9.000 a.C., pero rápidamente se les vinieron encima las riadas de los bárbaros que odiaban su sistema de vida. Entonces, construyeron las murallas para defender a la ciudad, y el hecho de que esas murallas fueran inexpugnables da la indicación de que los bárbaros eran muchos y muy poderosos. ¡Era la guerra original! Entonces, los civilizados abandonaron su natural pacifico y empuñaron las armas; otro tanto hicieron los bárbaros, guerreros por naturaleza. A partir de ese momento, hacer la guerra era hacer la historia. Quedaba así fundada la Historia Moderna como historia masculina, en el bando bárbaro y en el civilizado. Una nueva fatalidad. Los hombres se hicieron con el mando de la historia, una élite de capitanes y una masa de soldados, en los dos campos. Desde esos tiempos la Historia de la humanidad se jerarquizó. En la cima unos pocos y la masa en la base. Pero todos, capitanes y soldadesca, cambiaron de identidad, formada en los campos de batalla. Fatal porque la mujer que había sido la compañera del hombre en las eras evolutivas, no participó en las faenas militares; ella no tenía con qué, ni hormonas, ni esqueleto, ni músculos, ni gusto por el movimiento y la pelea, ni ambiciones de poder, como sí los tenia el hombre. En plena historia naciente apenas, la Humanidad se dividía profundamente. Una tragedia más, cuyos odiosos efectos perduran hasta nuestros días, y son causa de grandes desequilibrios. Porque la mujer también cambió de identidad, forjada en el seno del hogar. En tanto que el hombre se crecía, la mujer bajaba la mirada delante de él, ella que había vivido en pie de igualdad en las eras paleolíticas. Ella que había sido la protagonista de la Especie Humana con su «secreto» para fecundar la vida; celebrada por el hombre, desde el año 30.000 a.C., con la Venus de Willendorf, creada por los pueblos Auriñacienses, hasta la Venus de la Magdeleine, creada por los Magdalenienses, en el año 12.000. Ahora pasó a ser la subordinada del soldado, ya en el campo civilizado, ya en el bárbaro. Tan a fondo fue su subordinación que se creó en la mujer un profundo sentimiento de inferioridad con respecto al hombre y con respecto a sí misma. Fenómeno que hoy perdura intacto. Substraída de la historia la mujer, se produjo un desequilibrio en los manejos de la historia. El hombre, sobrevalorado por su fuerza, se creyó el llamado y el escogido para 99

conducir la vida de los pueblos. Hecho que fue favorecido por la ausencia de la mujer del quehacer histórico. Fue entonces cuando nació la odiosa Utopía del hombre como único ser histórico, como gobernante, como político, como patriarca familiar. Con cada nuevo título atribuido al hombre, descendía en un escalón la autoridad de la mujer, que de protagonista de la Especie, y hasta como diosa, descendió al nivel servil y apocado que hoy tiene; las excepciones que muestran a la mujer como protagonista de la historia —y sólo de la historia, porque los cargos de ejecutiva no son históricos—, o son herederas de los tronos, o cómplices del hombre en su Historia Masculina, como lo estamos presenciando hoy con Condoleezza Rice, secretaria de Estado de George W. Bush, que tendrá que responder ante el porvenir por ser cómplice de la invasión y destrucción del pueblo Irakí. 0tras,como Margaret Tatcher, sin darse cuenta, han hecho historia masculina guerrera… Ya vimos atrás cómo Aristóteles en el siglo IV a.C., consagró la Utopía del hombre como gobernante y jefe político y militar —Alejandro como el arquetipo del hombre poderoso y destructor—, y la autoridad de Aristóteles se prolonga hasta nuestros días. Autoridad con la cual Aristóteles rebajó hasta los suelos a la mujer, quien para él era un hombre mutilado, sentencia que recogió Sigmund Freud en su psicoanálisis machista y mamífero, señalando a la mujer como un ser muerto de envidia por ese pene del cual la habían mutilado… ¡División histórica entre hombres que mandan y son violentos, y mujeres que obedecen, y que creen que si no encuentran un hombre que las acompañe, no son nada; de suerte que la misma mujer ha colaborado con su propia autodevaluación. Nos referimos a la mujer universal, no a un movimiento femenino beligerante y violento, que defiende sus derechos yéndose al polo opuesto de la violencia masculina. Por tercera vez, ¡Fatal división aquella entre pueblos civilizados y bárbaros! Porque la humanidad se jerarquizó en una élite que manda despóticamente, y la inmensa mayoría de los hombres y mujeres masificados y sin juicio para defenderse de esa pequeña minoría, fueren Jefaturas, fueren Faraones, fueren Monarcas, Reyes, Emperadores, Aristócratas, Oligarcas, Dictadores, Presidentes con atuendo democrático. Este ha sido uno de los fenómenos más graves de la Historia Masculina: que los pueblos no han podido ejercer su razón y su Creatividad porque así, reducidos a masas permanentes, carecen de oportunidad para participar en las cuestiones publicas, y tan apocados se encuentran y tan endiosados tienen a sus Jefes de turno, que creen que ellos carecen de razón y creatividad, pues toda la concentran esos Faraones, Presidentes y Emperadores o Dictadores. Allí tenemos a una Humanidad enteramente apocada y servil, como efecto de aquella Utopía de que solo unos pocos hombres son los llamados a gobernar y dirigir. Las democracias jamás han existido, porque se ha creído que con el derecho a votar en las elecciones ya lo tienen todo. Ya asistimos a la negativa de Sócrates y Platón a participar en la política democrática por temor a perder sus principios y corromperse ellos también. ¡Una Democracia Masculina es una mentira demagógica, siempre lo ha sido! 100

La cuarta fatalidad con que se inicia la decadencia y ruina de la Especie Humana, no depende de la Originaria División de la Humanidad en dos subespecies enemigas y de la guerra, sino del «afán de novedades» de los seres humanos. Con el descubrimiento de la agricultura por parte de los civilizados y el cultivo de la cebada y la vid, aprendieron a fermentar los jugos vegetales y a fabricar la cerveza y el vino. Otro tanto ocurrió con los bárbaros que aprendieron a fabricar las bebidas alcohólicas partiendo de la leche de las yeguas. ¡Hacía su aparición el imperio alcohol que ya no dejaría de someternos a servidumbre! No sabemos nada sobre Jericó, pero en la ciudad de Catal Hüyük fundada en el año 7.000 a.C., «la cerveza y el vino circulaban corrientemente en esta ciudad» nos dice James Mellaart, el arqueólogo que la descubrió. No existen documentos escritos porque aún no se había descubierto la escritura. Mas en la Gran Civilización Sumeria, la más pura que conocemos, descendientes lejanos de aquellos Magdalenienses sapiens sapiens, que descubrieron la escritura hacia el año 4.000 a.C., las narraciones hablan abiertamente que el alcohol había llegado a sus costumbres bajo la forma de cerveza. Las «casas de la cerveza» abundaban en sus cuatro Ciudades-Estado (Ur, Uruk, Lagaasch, Nippur) y el consumo de cerveza era cotidiano al lado de los granos. Rastreando esos documentos encontramos un hecho singular, que «coexistiendo» con el consumo colectivo de la cerveza (algo similar a lo que ocurre hoy en Los Estados Unidos), empezaron a aparecer unos comportamientos totalmente nuevos y extraños, que hacían radical contraste con los comportamientos naturales que la Especie Humana había desarrollado en su cerebro a lo largo de la evolución por selección de las mejores conductas para sobrevivir y adaptarse al medio, y fue gracias a estas conductas valiosísimas que nuestra especie pudo salir adelante en medio de las más difíciles circunstancias. Nueva y extraña era la prostitución para estos pueblos; nueva la vagancia para el estudio y el trabajo, nuevo el crimen; nuevo el alcoholismo; nuevo el adulterio; nueva la violación; nueva la obesidad; nuevo el incesto. Tan nuevos, que con estos comportamientos en las eras evolutivas, la Especie Humana, no habría sobrevivido. En estas eras no se conocieron ni las guerras ni esta clase de comportamientos que nosotros denominamos «COMPULSIONES», cuya raíz latina «COMPULSIO» significa una potente fuerza mental que obliga a la persona a que realice comportamientos patológicos, como estos que estamos describiendo. Ni guerras ni compulsiones aparecieron en las edades en las que nuestra especie se afanaba por sobrevivir; los documentos arqueológicos no revelan la existencia de las guerras ni de las compulsiones en aquellos tiempos… Un Aquiles armado o un borracho, habrían sido vistos como una monstruosidad para la sana evolución de la especie; habrían sido aniquilados por la selección natural como desventajas para el ascenso evolutivo. Las guerras y las compulsiones hicieron su aparición en las épocas históricas. En la civilización sumeria nos llamó la atención eso que llamamos «la coexistencia» del 101

acendrado alcoholismo de los sumerios —hasta los dioses se alcoholizaron— con esos comportamientos que, andando el tiempo, fueron aumentando progresiva y colectivamente. Existe una escena, por ejemplo, en la que un padre, seducido por los atractivos de su hija, dice a su servidor: ¡Dale Cerveza!, y pronto, padre e hija se entregan borrachos al amor… Es a esto a lo que llamamos coexistencia del alcohol con estos actos no naturales durante los primitivos tiempos. A la civilización sumeria le ocurrió algo que será común a todas las civilizaciones e imperios del futuro: se alcoholizó y se corrompió con tantas compulsiones. Ya no vimos una simple «coexistencia» entre alcoholismo y compulsiones, sino una clara relación de Causa-Efectos entre ellos… Es que el alcohol —como lo hemos descubierto en muchas familias y árboles genealógicos—, siendo una sustancia química (Etanol), tiene una insospechada capacidad para alterar la información genética en la célula germinal (óvulo o espermatozoide); genera una mutación o cambio en un gen del ADN que se trasmite hereditariamente al azar a la descendencia y altera estructuras concretas de la corteza cerebral que tenemos bien localizadas, y desde esas estructuras alteradas por la proteína anormal con función anómala, sustituye las estructuras normales y naturales y se convierte en centro compulsivo desde donde parten los poderosos estímulos que no hacen más que exigir y desear a quien tiene el padecimiento que realice uno u otro de estos comportamientos compulsivos, raros en la conducta humana, que forman todo Un Gran Sistema de Compulsiones Adictivas, que con el paso de los siglos hasta nuestros días se han convertido en el peor flagelo del comportamiento humano. La Humanidad corre a convertirse en una humanidad compulsiva, desviando sus comportamientos adaptativos y naturales hacia comportamientos desadaptados y compulsivos. De esto no se sabe nada y los científicos desconocen el fenómeno palmariamente. En conclusión: ¡El Alcohol es una sustancia química Mutagénica Débil! Algo completamente ignorado por la comunidad científica internacional y causa de los más graves efectos sobre la conducta con sus 40 compulsiones aproximadamente que socavan el piso de todas las naciones del mundo, algunas más que otras, pero ninguna escapa al flagelo… Decimos que la capacidad del alcohol para alterar la información genética en la célula germinal es «Débil» y no potente, lo cual tiene un importante significado. Si fuera potente la mutación o alteración del gen —y de un solo gen— hace mucho tiempo que se habría descubierto, como ocurrió con la Talidomida que sí era mutagénica potente en las mujeres embarazadas y tenían hijos deformes, con alteraciones teratológicas. Se suspendió la talidomida y los partos monstruosos desaparecieron… No ocurre esto mismo con el alcohol que, por desgracia para la humanidad, sólo altera un par de bases nitrogenadas de la cadena del gen, sólo produce una mutación puntual, equivalente a la modificación de un aminoácido de la cadena polipeptídica de la proteína correspondiente a ese gen particular. Desgraciada y paradójicamente, la mutación es débil, y resulta muy difícil descubrirla en los laboratorios, siendo que, además, sus efectos sólo afectan la conducta de quien padece la o las compulsiones, y 102

así, nadie se pregunta por la causa de un jugador, un delincuente, un borracho, un vago, un incendiario, un obeso, etc. Únicamente estudiando los árboles genealógicos, muchísimos árboles genealógicos, podrá descubrirse ese poder mutagénico débil del alcohol en la descendencia, que todos los días es más y más compulsiva. Tanto que podemos concluir enfáticamente: ¡Las Guerras y las Compulsiones son los dos flagelos mayores de la Humanidad! El módulo se repite insistentemente: La Gran Civilización de Sumer se corrompió con esta multitud de compulsiones generadas por el alcohol; fue envuelta por las guerras que promovieron contra ella los bárbaros que la rodeaban, y vino su ruina y decadencia. Otro tanto y por las mismas causas le ocurrió a los hebreos, que Sodoma se corrompió y fue incendiada por el fuego de las guerras; los griegos se corrompieron y la Guerra del Peloponeso acabó con su civilización; el imperio azteca se corrompió y fue abatido por la guerra que les llevó Hernán Cortés; Roma se corrompió y las guerras con los bárbaros acabaron con su imperio; La Unión Soviética se corrompió con el alcohol y las compulsiones de él derivadas y sucumbió con la guerra fría que les impusieron los países capitalistas; los Estados Unidos se hallan en el periodo preliminar con su corrupción motivada por el culto a la cerveza (origen de tantas compulsiones, como el alcoholismo, la drogadicción, la obesidad, el crimen, la vagancia, el juego, la prostitución, el tabaquismo, el incesto, la promiscuidad, etc.) y con sus múltiples guerras, que los tienen minados por dentro, y esto los llevará ineluctablemente a la decadencia y la descomposición. Así todos los pueblos de Europa, Asia, África, América, Oceanía. Ninguno se salva al impacto del poder mutagénico débil del alcohol y del Sistema de las Compulsiones Adictivas de él derivadas, unidas al guerrerismo mundial… Así llega la Humanidad a nuestros tiempos, completamente deshumanizada. Los fatales acontecimientos que hemos nombrado, iniciados en los mismos orígenes de la historia moderna (la división evolutiva de nuestra especie en dos etnias radicalmente contrapuestas, por la razón de que eran dos especies de la misma especie humana; su inmediata consecuencia que se expresó en la detención de la germinal civilización y el estallido de las guerras; la jerarquización de las sociedades entre una élite minúscula de capitanes y una enorme masa sin capacidad de ejercer sus talentos; la división histórica entre hombres que mandan y gobiernan y mujeres apocadas que se sustraen de los quehaceres históricos; la erección de la funesta Utopía de que el hombre solo es el único con capacidad para dirigir a los pueblos y a la familia y el consecuente desequilibrio en el manejo de las cosas públicas y familiares. Todo esto unido a la aparición del Imperio del Alcohol con su poder Mutagénico débil para engendrar esos extraños comportamientos compulsivos, causas todas de la corrupción de los individuos y los pueblos, se convirtieron en los dos grandes flagelos — Guerras y Compulsiones— que explican, por una parte, la decadencia de las civilizaciones que hace miles de años dejaron de serlo porque todos los pueblos y los individuos nos convertimos en Mestizos de Bárbaro y Civilizado, resorte potente de las oleadas de paz y oleadas de guerras en todos los países del mundo, y, por otra parte, que 103

Esta Historia Masculina Guerrera con el hombre como protagonista, ha fracasado rotundamente en el manejo de los asuntos públicos, de suerte que imperan en todo el mundo unas cuantas superpotencias militares, sembradas ellas mismas de compulsiones, cuyos gobernantes compulsivos en cualquier momento desatan guerras absurdas y criminales, y pueden llegar a usar su querida bomba nuclear, sin que les importe la vida de la Especie y del Planeta, en tanto que la inmensa mayoría de los pueblos vive en condiciones que pisotean la dignidad humana —que otrora fue grande—, avergüenzan el sentimiento de ser humanos, como le ocurrió al Gran Darwin cuando contempló a los fueguinos, habitantes de la Tierra del Fuego, razón por la cual se avivó en él la convicción de que los humanos éramos una especie del mismo rango de gorilas y chimpancés; cuando hoy contemplamos las avalanchas humanas pidiendo un techo, un pan y un trabajo, nos dan la impresión de ver «fueguinos» por todas partes, y nuestro orgullo se siente lastimado al ver a nuestros coespecíficos —que nada tienen que ver con los gorilas y chimpancés—, que un día pertenecieron a la especie humana más grandiosa —muy lejos de los fueguinos y los primates—, que hayan contemplado las galaxias que por miríadas resplandecen en los eriales cósmicos.

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La ruta hacia el nuevo humanismo Ya lo señalamos atrás, partimos hacia un nuevo humanismo, por parecidas razones a las que tuvieron los Humanistas del Renacimiento Italiano: éstos reaccionaban contra una Edad Obscura de la Edad Media, en la cual la Especie Humana se encontraba aherrojada dentro de una concepción de la vida que cerraba las puertas al progreso en aras de un más allá; una Edad Media en la que la Ciudad de Dios no permitía la expansión de la Ciudad Terrena, cuando el pensamiento, la cultura, la dignidad terrena, el orgullo humano se encontraban asfixiados y sin salida para desplegar su creatividad, su entendimiento, sus sentimientos en este mundo. El ser humano en esos tiempos se veía aplastado, como si el cielo se hubiera desplomado sobre él… Como en los lejanos días de Sócrates, dos nuevos mártires se elevaron para reclamar el aire de la libertad que les hacía falta a los seres humanos. Uno fue Pico della Mirandola (1463-1494), quien pronunció su célebre discurso sobre La Dignidad del hombre, cuyo sólo título ya nos indica por qué luchaba este gran humanista, envenenado, por eso mismo, en plena juventud. El mismo Burckhart ha dicho que ese discurso constituye «uno de los legados más preciosos de la cultura Renacentista». Dice Pico poniendo sus palabras en boca del Creador de Adán: Todos los demás seres han recibido de mi mano una naturaleza precisamente determinada que conservarán, puesto que está sometida a leyes rigurosas que de antemano he establecido. Tú en cambio eres el único a quien no atan trabas; se pues tú mismo el que te las pongas por la voluntad que te concedo. Te he colocado en el centro del mundo para que desde aquí puedas contemplar y ver mejor

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todo cuanto está a tu alrededor. Te he creado como criatura que no es exclusivamente ni celeste ni terrestre, ni mortal ni inmortal, a fin de que tú mismo te puedas forjar y superar libremente, y puedas asumir cualquiera de las formas que elijas. Puedes degenerar hasta convertirte en animal, como puedes regenerarte hasta llegar a lo divino… Los animales nacen trayendo del cuerpo de la madre todo cuanto deben tener; los sumos espíritus desde el principio o desde muy poco tiempo después son lo que serán por toda la eternidad. En cambio al hombre, en el momento de crearlo, le ha conferido su padre la semilla y el germen de toda vida. Cualquiera de las semillas que el hombre cultiva germinará y producirá fruto. Si se trata de un brote vegetal, se convertirá en planta; si sigue la sensualidad, será una bestia; si sigue a la inteligencia, será hijo de Dios y Ángel… Tú sólo llevas en ti el germen de una vida múltiple y multiforme (citado por Ernst Cassirer en Individuo y Cosmos en la Filosofía del Renacimiento, pág. 115. Además, por Jacob Burckhardt, La Cultura del Renacimiento en Italia, pág. 276).

El otro mártir del Renacimiento de la Humanidad, fue Giordano Bruno (15481600), quien se opuso a la autoridad de Aristóteles y debió arder en la hoguera como hereje. Es que Giordano Bruno lucha por mantener la Voluntad Interior contra las fuerzas que se hallan lejos de la existencia humana; Bruno se dirige directamente al autoconocimiento y a la autodeterminación, como si fuera un Sócrates renacentista: Las constelaciones del zodíaco, que el hombre recogido en la superstición y en las falsas creencias tiene como soberanos supremos de su destino, deben ser derribadas y sustituidas por otros poderes. Hay que fundar una nueva filosofía moral que represente simplemente su objeto según la luz interior, la cual tiene su asiento en la atalaya o en el timón del alma. Este principio de la conciencia o de la autoconscien-cia, reemplaza a las inconscientes fuerzas cósmicas y demoníacas… Ante todo ordenemos ese cielo que se encuentra intelectualmente en nosotros mismos y luego aquel otro visible que se presenta en forma corporal ante nuestra vista. Quitemos del cielo de nuestro espíritu la Osa de la deformidad, la Flecha de la envidia, el Caballo de la liviandad, el Can de la maledicencia, la Perra de la adulación, desterremos el Hércules de la violencia, a la Lira de la conspiración…, al Cefeo de la dureza del corazón. Cuando hayamos purificado así nuestra morada y de este modo hayamos creado nuevamente nuestro cielo, campearán nuevas constelaciones, influjos y fuerzas, nuevos destinos, pues todo depende de este mundo superior… ¡Oh felices de nosotros, verdaderamente bienaventurados, si cultivamos nuestro espíritu y nuestro pensamiento de un modo recto!… Purifiquemos nuestro impulso interior: así no será difícil que partiendo de la nueva forma del mundo interior logremos reformar el sensible y exterior… Sólo por el sentimiento heroico que en él se enciende se desarrolla el hombre, y sólo por ese sentimiento llega al estado de madurez que lo hace digno de la naturaleza y capaz de intuir su infinitud y su inconmensurabilidad (citado Por Ernst Cassirer, Individuo y Cosmos en la Filosofía del Renacimiento, págs. 158-159).

Hoy, para nuestros tiempos, la atmósfera se ha oscurecido mucho más —aquí no caben los pesimismos—, y si aquellos elevados sentimientos en busca de la dignidad y la autodeterminación de los seres humanos, de Pico de la Mirándola y de Giordano Bruno, no tuvieron alcances en la realidad y ni la libre autodeterminación se consiguió pues las innumerables guerras y sojuzgamientos de la Reforma de Lutero y la Contrarreforma Católica, ahogaron todo grito de libertad, ahora nos las vemos con problemas de tal envergadura, que es la Humanidad que corre peligro, amenazada militarmente por poderes infinitamente destructivos en manos de una Historia Masculina enteramente ciega, cínica, más que ciega, y con unos poderes de corrupción en manos de mafias que campean a sus anchas como los jinetes del Apocalipsis encaramados sobre los más extraños comportamientos que la Edad Media estuvo lejos de conocer. La humanidad hoy, se halla minada por la dinamita de los guerreristas y los 106

compulsivos que se han multiplicado exponencialmente desde que los vimos nacer en la civilización de Sumer, hace 5000 años. Hasta las mismas religiones se ven salpicadas con los más fieros fundamentalismos —allí está ardiendo el Oriente Medio— y las más siniestras compulsiones: allí está el Papa Católico suplicando a sus sacerdotes que se detengan en su desenfrenada pedofilia que le ha restado credibilidad a la fe. Tambalean todas las Instituciones Jurídicas y Morales, Políticas y Espirituales… Entonces el compromiso de fundar Un Nuevo Humanismo aparece, a primera vista, enteramente Utópico. Por eso vienen oportunamente las siguientes reflexiones del Profesor Samuel Huntington, en su libro El choque de las Civilizaciones, título que nosotros, ya lo hemos dicho, vemos irreal, ya que las civilizaciones desaparecieron hace 5000 años, razón por la cual preferiríamos que llevara el nombre de El choque de las barbaries. Después de pasar revista a la criminalidad desatada en todo el orbe y de ver triunfantes a las mafias bárbaras, dice así, Huntington: A escala mundial, parecía que en muchos aspectos, la civilización estaba cediendo ante la barbarie, lo cual generaba la imagen de un fenómeno sin precedentes, el de Una Edad Oscura Universal que podía caer sobre la humanidad, (El choque de Civilizaciones, 1997, pág. 385).

De esta Edad Oscura partimos hoy, del triunfo de la barbarie sobre la civilización, con un potencial de explosión enorme, en los dos campos más álgidos. Ya transcribimos la determinación del Ministro de Gran Bretaña de invertir cifras astronómicas para armarse con submarinos nucleares para las futuras guerras que ya se divisan en el horizonte; y ya sostuvimos también, para citar el segundo flagelo de la humanidad entre los muchos que existen, que los comportamientos compulsivos que están afectando tanto a niños, como adolescentes y adultos, progresan a ritmos fantásticos. Como correlato del guerrerismo de la «democracia civilizada» de la Gran Bretaña, veamos lo que ocurre con las compulsiones en otra de las «Grandes Democracias Civilizadas», como son los Estados Unidos. He aquí unas cifras estadísticas que sólo incluyen a los jóvenes entre los 10 y los 17 años, cifras que tienen toda la credibilidad pues fueron obtenidas en ese país: ¡En el año 2010, la violencia para el robo (en jóvenes de 10 a 17 años) habrá aumentado un 58 por 100; en violaciones sexuales, en un 66 por 100; en asaltos a mano armada, habrán aumentado en un 128 por 100; y en homicidios, aumentarán un 142 por 100 (National Center for Juvenile Justice). Citado en el libro El Laberinto de la Violencia. Coordinado por José Sanmartín, Ariel, 2004, pág. 251). Y en la propia Gran Bretaña se acaba de descubrir (junio de 2007) toda una vasta red de pedófilos compulsivos que abarca 35 países, dentro de la cual se hallan las «Potencias democráticas», cuya sede central de comando está… en el mismísimo corazón de Londres! ¡Cifras que indican que la Edad Obscura para el año 2010, se ensombrecerá mucho más! Queremos significar con estas cifras referentes a la Gran Bretaña y a los Estados Unidos, extensivas a todas las grandes potencias y, en general, a todos los países del orbe, que el guerrerismo cósmico, como pudiéramos llamarlo por sus enormes alcances 107

destructivos, siendo nucleares las armas que almacenan, y el Alcohol Mutagénico con las Grandes Compulsiones de él derivadas, que también son de un alcance universal, aunque tienen procedencias diferentes como hemos visto, acaban aliándose para descargar sus efectos sobre la Especie Humana, y que ninguno de estos países es consciente del fenómeno. Allí está el Presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, que es un enfermo compulsivo, sin que en si mismo el hecho merezca ser inculpatorio, porque él heredó sus compulsiones de sus antepasados sin que fuera responsable personalmente del Gen mutado que recibió; sin embargo, él tiene en sus manos el timón de una gran potencia, y puede declarar la guerra —como ya lo hizo— impulsado más por su enfermedad compulsiva que por razones reales o motivos militares que justifiquen el hecho… Compulsivamente declaró la guerra, es decir, para él fue irresistible lanzarse a esa aventura, como es irresistible todo impulso compulsivo, cuya raíz latina Compulsio significa eso, una fuerza mental irresistible, incontrolable, que pide la satisfacción inaplazable de ese deseo, y no hubo poder humano, ni la Autoridad de la ONU, ni el consejo de otros países, que fuera suficiente para contenerlo. Simplemente él racionalizó su impulso compulsivo, diciendo que el Presidente de Irak —otro compulsivo— tenía «armas de destrucción masiva», y en ese falso informe tuvo el motivo para satisfacer el inaplazable impulso. Impulso en que existe homicidio, violencia, mitomanía y venganza, amén del cinismo para argumentarlo cuando le probaron que allá no había tales armas, con el inexcusable pretexto de que llevaba a ese pueblo la Libertad y la Democracia para curar su terrorismo… Queremos significar que no sólo Bush, sino cualquier otro, de cualquier otro país puede empuñar compulsivamente las armas —¡y qué armas!— para descargar sus ansias compulsivas. Tan asombroso como esto es que Bush tuvo aliados para sostener su insensato gesto compulsivo. Lo bárbaro de la acción es enteramente comprensible por lo dicho de que todos somos mestizos de civilizado y de bárbaro, y que, en cualquier momento, lo bárbaro se impone —como se impuso en Bush— y el genocidio y las torturas hicieron su nefasta presencia. Porque, si bien las compulsiones explican la violencia, el homicidio, el odio, la venganza y la cínica mitomanía, la mentalidad bárbara es la responsable de los actos genocidas, de las masacres, de los bombardeos de aniquilamiento, de la destrucción de ciudades y culturas, de las matanzas y la violencia de la soldadesca que es utilizada con esos fines aviesos. Una cosa es Compulsión, otra Barbarie… En Adolfo Hitler lo vimos claramente: todos sus crímenes, su odio, su venganza, sus homicidios, sus noches de los cuchillos largos, sus días de Vidrios rotos, sus torturas, su terror y violencia, su mentira, su frialdad, todo esto era compulsivo —dejando aparte su delirio antisemita que fue de otra naturaleza mental—; a ello se sumó su descomunal mentalidad bárbara que heredó de los Schicklgruber, ancestros de su padre (Adolfo Hitler era en verdad Adolfo Schicklgruber) y que desarrolló desde la niñez y la puso en práctica con un entusiasmo aparentemente incomprensible en la Primera Guerra mundial, prolongándola en la Segunda Guerra Mundial —adviértase de paso que la 108

Historia Masculina da para hablar de Guerras Mundiales, nada menos— con esa vocación de mestizo bárbaro que sólo lo empujaba a hacer la guerra, con tal audacia irracional y tal fuerza de convicción, que también tuvo aliados a los que este cabo en la Primera Guerra, con atuendo postizo de General en Jefe del mayor ejército del mundo, condujo al absurdo militar, pese a que deslumbrara al principio de la hecatombe con algunos éxitos momentáneos destinados a transformarse en ruinas… ¡Se alían la Compulsión y la Barbarie. Esta es la asoladora verdad! Por esta razón es que nosotros unimos estas dos fuerzas de distinto origen genético, porque vemos cómo se asocian para mayor daño. Como el fenómeno no ha sido investigado, y como las compulsiones llegan hasta el solio de los presidentes o de los generales, tanto como la mentalidad bárbara, nadie se asombra ante el hecho indiscutible de que el bárbaro y el compulsivo se tornen en aliados, en una misma persona o entre compulsivos y bárbaros. Para mayor abundamiento, la gravedad del fenómeno requiere que se ejemplifique una vez más, para que se entienda que la diabólica alianza no es sólo de nuestros tiempos, sin negar que se ha intensificado. Todos a lo largo de 2.300 años hablamos de Alejandro «El Grande». La historiografía masculina así lo ha consagrado sin que nadie proteste. Veamos cómo en él la fatídica alianza entre el Bárbaro y el Compulsivo se hacían realidad. Era hijo del bárbaro macedónico Filipo, hombre extraordinariamente guerrero y alcohólico compulsivo, que no se detenía ante el delito; la madre era otra mujer sumamente violenta… Alejandro, hijo único, asumió el mando de comandante de los macedonios hacia el año 335 a.C. Su barbarie macedónica nata fue estimulada por una esmerada educación en el ejercicio de las armas, pero Bertrand Russell no cree que hubiera escuchado a su molesto mentor filosófico Aristóteles, el Estagirita. A los 18 años, en vida de su padre, ya era un atrevido guerrero. Cuando Filipo fue asesinado asumió el poder y desde entonces no pensó más que en guerrear, sometiendo en veloces campañas a los griegos primero y a los bárbaros del norte de Macedonia después, Sin pausa alguna, el bárbaro con sed de guerra y genocidio, se lanzó a las campañas contra Persia, seguido por resonantes victorias, y llevó la llama arrasadora de la guerra hasta las riberas del río Indo. Toda esta destrucción la celebran los historiadores de la Historia Masculina de manera atronadora. Cientos de miles de muertos y desolación por todas partes. Era tal su barbarie que no le importaba lanzarse a las batallas encabezando él mismo sus tropas, razón por la cual fue varias veces herido. A esto lo denominan intrepidez genial… Pero Alejandro tenía otra mentalidad, aparte de esta desenfrenada mentalidad de bárbaro: era alcohólico compulsivo, enfermedad que había heredado de su padre Filipo. Sabemos que, por lo general, una compulsión alcohólica no viene sola, y Alejandro era asesino, incendiario, mujeriego, amigo de las orgías. Como asesino atravesó con su espada al hijo de su tutor; como incendiario, estando borracho le metió fuego al palacio de Persépolis una maravilla antigua; como mujeriego, se excedió en orgías, con toda clase de excesos alcohólicos, sexuales y gastronómicos. En una de ellas, sintió fiebre y la fiebre lo mató… 109

Véase nuevamente cómo la barbarie y las compulsiones, la mentalidad dominantemente bárbara y la mentalidad compulsiva se alían estrechamente y se hacen temibles… Hoy, esta alianza se ha hecho frecuentísima; de ella puede venir la destrucción de la Especie Humana. Si nos limitamos a estos dos flagelos de la Humanidad, no piense nuestro lector que creemos que ellos son los únicos que padece el Género Humano de hoy. Son infinidad. Pero destacamos éstos por su peligrosidad al asociarse. La barbarie crece exponencialmente en el mundo; las compulsiones adictivas se multiplican con cada día que pasa y con cada nuevo alcohólico que se engendra, dado que las tasas de consumo son inmensas en todo el mundo, entre los países chicos y entre los grandes. Y el alcoholismo trasciende a otras compulsiones; no se detiene en sí mismo, ni en los descendientes similarmente alcohólicos que la herencia al azar produce. Si este fuera el caso, no habría motivos de mayor preocupación. Lo hemos comprobado en centenares de árboles genealógicos que los descendientes de los alcohólicos pueden no ser similares, sino disimilares o desemejantes —cosa rara que en otros trabajos hemos descrito in extenso— y entonces los pueblos son invadidos por los más extraños comportamientos compulsivos… Recordemos que el alcohol es una sustancia mutagénica, y mutagénica débil, que sólo afecta el comportamiento y la conducta, sin que produzca monstruosidades físicas pero sí monstruosidades criminosas, o sádicas, o masoquistas, o sexuales, obesas, traficantes de cosas o de carne infantil o de mujeres, conductas todas demasiado extrañas que sólo padece el Género Humano, y no los animales. Que si un día fuimos superiores a todas las especies vivas, hoy nos hemos rebajado insólitamente, increíblemente, y cuando estas conductas tan raras se fusionan con el bárbaro que todos llevamos en nuestro cerebro, viene el desastre; con el aumento demográfico de la población y el consumo del alcohol en cualquiera de sus múltiples formas, esos raros modos de ser pueblan universalmente la tierra, y nos hallamos bien lejos de conocer este hecho de la desviación compulsiva de los comportamientos naturales y normales. ¡Esta es la razón de por qué ponemos el acento en estos dos flagelos que azotan y llevan a la decadencia a todos los pueblos a lo largo de la historia: la barbarie y las compulsiones! Mas no dejamos de ver los infinitos padecimientos que soporta nuestra especie, que la hacen irreconocible a lo que fue en su ascenso evolutivo durante ocho o diez millones de años, con selección de los mejores comportamientos, ésos que hoy trocamos por los extraños comportamientos compulsivos.

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Una segunda dimensión del sentido de la historia Consagrado como está, es preciso conservar el sentido clásico que a la historia le concedió Heródoto, principalmente para que «no llegue a desvanecerse con el tiempo la memoria de los hechos públicos de los hombres» (Fritz Wagner, La Ciencia de la Historia, pág. 22). Para nosotros se impone con necesidad un segundo sentido, indispensable para conocer la trayectoria humana. Si tal como lo venimos sosteniendo, la Historia es una continuación inconfundible e innegable del lentísimo curso evolutivo de la Especie Humana, debe estar ensamblada dentro de este proceso evolutivo y establecer un enlace entre los dos procesos que se articulen participando el flujo histórico de las características del flujo evolutivo. Si existe continuidad entre los dos momentos, es porque entre ellos se producen interrelaciones que, de algún modo, los emparentan. Sería inaceptable decir que el torrente evolutivo de la Especie Humana después de su recorrido de ocho millones de años desemboca sin más en el río de la historia, como si fuera un suceso puramente mecánico en el cual lo histórico prolongue el flujo evolutivo y allí todo termina. Los fenómenos que culminan en el Paleolítico superior, entre los 40 y los 10 mil años, se prolongan y afectan el proceso histórico que comienza y le imprimen características y direcciones gracias a las cuales la historia toma el rumbo peculiar que le es propio. Si no fuera por este enlace del movimiento histórico con el movimiento 111

evolutivo, la historia no tendría las características que le son inherentes. Evolución e Historia son dos momentos de un solo acontecimiento, cual es la formación de la humanidad. Ésta es inconcebible sin ellos o con uno solo de ellos. Hasta hace poco los historiadores se referían a la historia como un flujo de sucesos que se explicaba por sí mismo. Recordemos nada más al moderno historiador Arnold Toynbee (1889-1975): él se consagra a estudiar los tiempos históricos; «los tiempos primitivos», es decir, todo el proceso evolutivo que en su época él desconocía, «se los dejo a los antropólogos», privándose así de un gran momento de la historia universal, y de este modo se quedó sin comprender muchos fenómenos, y debió improvisar, torciendo el rumbo de su extensa investigación, razón de más para que su obra perdiera mucho de su valor. Nosotros no comprendemos la Historia desvinculada del tiempo evolutivo de la especie humana. Esta innovación le es indispensable a la historiografía, porque la Historia prolonga la sustancia y los hechos que se desarrollan en el transcurso evolutivo: Podría existir la evolución de la especie humana sin la historia, como ocurre en todas las especies mamíferas, incluyendo los primates. Pero no es posible olvidar la virtud de nuestra especie Homínida Primatoide, que tuvo el don genético para desdoblarse, pasando de lo dominantemente biológico a lo dominantemente histórico, virtud que nos distingue como seres vivos, además de muchas de las que hemos venido nombrando como exclusivas de nuestra especie. En un momento dado del tiempo evolutivo con cambios y mutaciones genéticas, la Especie Humana culminó su desarrollo principalmente biológico y, en lugar de estancarse allí, como harían las demás especies vivas de mamíferos, dio el salto irrepetible en la naturaleza e inconcebible, e inició otro momento de desarrollo, ya no conducida por los cambios genéticos sino por su cerebro moderno hecho y derecho. Si no fuera por el prodigio excepcional y único de nuestro cerebro, no seríamos seres históricos creadores de cultura con su propia dinámica y sus propias leyes una vez que brotaron de las facultades del cerebro. ¡El cerebro humano es el órgano generador de la Historia! La infinidad de hechos y acontecimientos que produce el cerebro humano, constituyen la trama de la Historia en la acepción que nosotros le damos; la narración de esos hechos y acontecimientos realizados por los seres humanos, para que no se desvanezcan de la memoria, constituyen la Historia en el sentido clásico que le dieron Heródoto y los historiadores que lo siguieron. José Ortega y Gasset desvinculó los dos momentos, la naturaleza y la historia, particularmente el cerebro y la historia, cuando dijo: «El hombre no tiene naturaleza, sino que tiene historia» (Historia como Sistema, 1975, pág. 61). Nosotros, todo lo contrario, afirmamos que puesto que el ser humano tiene naturaleza, tiene cerebro, hace la historia. ¿Por qué el resto de los seres vivos, y los mamíferos en particular, no tienen historia? ¡Porque carecen de ese órgano maravilloso, que ningún otro ser tiene en el vasto universo! Aquí reside una de las particularidades de la Humanidad, que trascendió desde lo 112

simplemente mamífero y biológico a los comportamientos culturales y simbólicos agrupados en un extenso haz que constituye la esencia de la historia. Todos los demás se estancaron en la condición mamífera y de allí no dieron el salto a la grandeza humana, centrada en la historia que hace y crea. Claro que por la manera lamentable como condujo la Historia Masculina a la Humanidad, la inmensa mayoría de los seres humanos nos hemos quedado en la condición mamífera, sin aprovechar nuestro cerebro. Uno de los escollos de la mujer para convertirse en una persona histórica es que, por la fuerza de su instinto de reproducción, se ha estancado en el estado mamífero. En ella no se produjo el salto hacia lo histórico porque su instinto de maternidad no disminuyó al concluir el proceso evolutivo e iniciarse el proceso histórico. ¡Otro error de la naturaleza! La mujer vive la paradoja de que estando en los tiempos históricos —teniendo un cerebro tan poderoso como el del hombre— continúa prisionera de su instinto de maternidad; este instinto es tan potente en ella en los tiempos históricos como lo fue en las eras evolutivas en las que reproducirse era lo más importante para la supervivencia y multiplicación de la especie. Con el paso del proceso evolutivo al proceso histórico el instinto debió disminuir en intensidad y exigencia. La mujer vive en lo moderno comprometida con un instinto y una psicología arcaicos. Paradoja que la historia —no la naturaleza— deberá resolver… Pero los hombres tampoco estamos libres de la condición dominantemente Mamífera. Como lo ignoramos, como no sabemos que el cerebro es el motor de la historia, no hacemos uso de él, más que la minoría que nos dirige. Esta es otra de las razones que explican por qué mujeres y hombres nos hemos adocenado en masas o en corderos mamíferos manipulables por las élites que sí han tenido oportunidad de usar sus cerebros, ¡aunque muy limitadamente! El hecho de que una novela-película titulada Sin tetas no hay paraíso haya tenido tanta resonancia y acogida internacional es una prueba fehaciente de que nos hemos quedado todos en la condición simplemente mamífera. Otra película que dijera Sin cerebro no hay sabiduría nos dejaría fríos; no sería «taquillera». La Historia Masculina nos ha enseñado que es «peligroso» que las masas piensen —es otra de las tesis de Ortega y Gasset en su ensayo La Rebelión de las Masas—, porque si piensan pueden darse cuenta de que son tan capaces para hacer historia como las élites; para éstas es conveniente que permanezcamos en el estado de mamíferos y no asumamos nuestra condición humana que es la que nos distingue entre todos los mamíferos, porque ser humano, quiere decir ser histórico. Como todos los animales sin historia, ocurre que nos reproducimos y consagramos todo nuestro trabajo a fabricar el nido y a alimentar las crías de por vida. Ni de lejos pensamos que somos mucho más que esto, por eso el planeta está lleno hasta reventar de gente que nace diariamente por miles, lo que contrasta con nuestra pobreza en comportamientos históricos, en comportamientos culturales. Apretujados como sardinas en latas, no vemos que somos mucho más que eso, y la condición histórica la dejamos para que unos pocos se hagan cargo de ella y con ella nos manejen. Una de las tareas del Nuevo Humanismo consistirá en darnos a entender que 113

somos mucho más que seres mamíferos: que nuestra más alta virtud es la de aprovechar el don de tener un cerebro asombrosamente rico, para hacer con él lo que queramos, ciencia, arte, técnica, economía, religión, espiritualidad, educación, medicina, riqueza, artesanía, comercio, industria, exploración de los océanos y mares, disminución del bárbaro que existe en nosotros sobre la base de que también tenemos un fondo civilizado, apagar las llamas de las guerras, desarmar nuestros espíritus de la fascinación por la violencia, crear empleando el genio de la Especie y el Genio Creador de todos, eliminar la pobreza y las desigualdades sociales y culturales que tanto rebajan a la inmensa mayoría de los humanos; erradicar las compulsiones, fuente de la maldad humana, generadas por el Poder Mutagénico Débil del Alcohol, pues la humanidad sería otra sin el alcohol. ¡Toda esta trama de acontecimientos constituyen la historia y nacen de la utilización de todas las infinitas potencialidades de nuestro cerebro, único en el cosmos entero! Siempre que aprovechemos la circunstancia de que somos mucho más que seres mamíferos. Ya no vivimos en las eras de la reproducción sino de la cultura, para no poblar la Tierra con esa masa de menesterosos a los que no podemos ni educar, ni darles techo, ni comida, y que viven la condición de las bestias, mas siendo dueños de sentimientos humanos, lloran porque viven como bestias, ¡esta es la enorme tragedia!: que nuestros coespecíficos hayan descendido tanto de la alta posición a la que estaban destinados, por lo mismo que son seres históricos. Sobrados motivos tienen los darwinianos ortodoxos para vernos como «primos hermanos» de los gorilas y los orangutanes. Decimos mal cuando afirmamos que hemos caído del alto sitial; es que no hemos ascendido a él como estaba previsto legítimamente por la naturaleza. En esto la responsabilidad no recae sobre la naturaleza sino sobre la Historia Masculina Guerrera que por estar distraída en sus guerras y disputas por el poder y la riqueza para unos pocos, no ha sabido valorar el inmenso destino al que estamos programados por nuestro cerebro; y la cultura que es capaz de crear, una vez generada, tiene su propia dinámica y sus propias leyes, más allá del cerebro, que nos impiden mantenernos en un organicismo estrecho, porque la cultura cuando forma la trama de la historia, llega mucho más lejos del talento, de la razón y la creatividad, toma sus propias direcciones ajustada a sus leyes: las facultades todas del cerebro se emplean a fondo para darles vida propia, y con esa vida, todo producto de la historia sigue sus precisos derroteros, casi sin recordar que en sus orígenes fueron engendrados por el entendimiento humano que es uno de los atributos del cerebro. ¡En este nuevo sentido, la Historia significa creación! Esta es la nueva tesis. De la misma manera que el Proceso Evolutivo de la Especie Humana en su transcurso de ocho o diez millones de años, se distinguió por su capacidad de crear incesantemente formas nuevas, estructuras nuevas, órganos novedosos, comportamientos que la selección natural depuraba para que sólo los más aptos pudieran adaptarse y sobrevivir, organismos que se sucedieron en el tiempo a lo largo de las eras, y del primitivo Homínido Primatoide pasó al Australopiteco «Toumai» o sahelantropus en la república africana de Chad, de aquí al Orrorin Tugenensis, luego al Australopiteco 114

Ramidus, al Africano, al Anamensis, a Lucy o Australopiteco de Afar, todos diferentes, completando los primeros seis millones de evolución mamífera y genética, con gérmenes de toscas herramientas, y luego prosiguió dando un salto la evolución ascendente hasta el Homo habilis, punto de inflexión de la condición humana, porque el cerebro aumentó de volumen y las capacidades creadoras constituyeron una nueva estructura, La Función creadora, situada en el hemisferio cerebral derecho, hace 2 millones de años, al mismo tiempo que se dio la mutación genética que originó todo el haz de funciones verbales, reflexivas y conscientes que progresaron al mismo tiempo en el hemisferio izquierdo, y algunas como la visuoespacial, la sintética y la totalizante, todas conscientes lateralizadas en parte del hemisferio derecho. Fueron creaciones extraordinarias que formaron la corteza cerebral con esos dos haces de facultades, las más primitivas y creadoras inconscientes y las más recientes verbales y racionales conscientes; con todo este equipo de funciones y facultades prosiguió su marcha nuestro organismo, hasta crear nuevas formas biológicas como el Homo Erectus, el Homo sapiens arcaico y el Hombre de Neandertal hasta culminar todo este eterno proceso en el Paleolítico superior, en el que los pueblos más avanzados lograron la formación del cerebro en los Magdalenienses, como hemos visto, y posteriormente el fatal yerro de la Naturaleza y la Evolución creadoras, cuando nos dividimos en dos especies enemigas cuyo enfrentamiento dio origen a las tragedias modernas. Lo que la Naturaleza y la Evolución nos habían dado con mano generosa, nos lo quitaron con la otra, porque, como hemos dicho, la humanidad no supo aprovechar los grandes privilegios que había conquistado con todas estas creaciones en millones de años, y no supo dar el salto desde lo mamífero dominante hasta lo humano e histórico en todos sus alcances. Pues bien, del mismo modo que el proceso evolutivo de nuestra especie fue creador de tantas formas biológicas y comportamientos mentales, la Historia, su sucesora, también es altamente creadora, ya no biológica sino cultural. La Historia de la humanidad es un torrente de creaciones, tanto más fecundo cuanto los seres humanos que la dirigen sean más capaces, inteligentes y creadores. La novedad se impone por todas partes de época en época. Todos los humanos, mujeres y hombres, ¡todos!, tenemos capacidad creadora, ya que somos seres históricos, y lo somos, porque tenemos naturaleza, es decir contamos hombres y mujeres con un cerebro lleno de facultades para engendrar lo inesperado. La Humanidad es creadora por excelencia. Y la Humanidad somos las mujeres y los hombres. No las mujeres solas, no los hombres solos. ¡Todos! Las creaciones biológicas de la Naturaleza y la Evolución fueron continuadas por las creaciones culturales de la Historia. He aquí el ensamble perfecto entre los dos procesos; ninguno de los cuales es comprensible sin el otro. Luego la Historia tiene un sentido más hondo que el de recordar: es fundamentalmente creadora y son todos los seres humanos los llamados a comprometerse en el quehacer histórico. No los hombres solos; no las mujeres solas. Todos con los talentos que les otorga la Naturaleza y la 115

Evolución. Una es la Humanidad y una la Historia que hace. A diferencia de Ortega y Gasset, fue Goethe quien mostró que el hombre es tanto naturaleza como historia. Se mueve en ambos dominios, y sus expresiones deben ser entendidas en su interdependencia. No son pocos los pensadores que han visto en la novedad y la creación la esencia de la historia: Así, Wilhelm von Humboldt, expresaba su entusiasmo por la novedad en la historía: «Puede, repentinamente, resultar lo nuevo y desconocido. Esta es propiamente la parte bella de la historia, que provoca entusiasmo, porque está regida por la fuerza creadora del carácter humano» (Fritz Wagner, La ciencia de la historia, pág. 181). En correspondencia con la idea de la historia creadora de Humboldt, Theodor Mommsen sostenía que «El historiador posiblemente pertenece más al campo del arte que al de la ciencia» (Fritz Wagner, pág. 206). El renacimiento en la naturaleza es repetición; en tanto que el de la historia es novedad y creación: La resurrección en la naturaleza es repetición de una y la misma cosa; es la aburrida historia siempre sujeta al mismo ciclo. Bajo el sol no hay nada nuevo. Pero con el sol de la historia, la cosa varía. Su curso y movimiento no es una repetición de sí misma. El cambiante aspecto en que el espíritu se ofrece, con sus creaciones siempre distintas, es esencialmente un progreso, insistía Georg Friedrich Hegel (Fritz Wagner, pág. 212).

Otro tanto ocurre en Leopold von Ranke, «en quien conviven el filósofo, el pesador y el artista», afirmaba Fritz Wagner en su libro La ciencia de la Historia. «En la historia, se nos revelan fuerzas espirituales, creadoras, engendradoras de la vida»… La historia universal es un movimiento interminable, que siempre produce nuevas creaciones… Nuevas creaciones aparecen bajo su influjo», decía Ranke con verdad profunda… Los Estados, insistía, son también fruto de un genio creador, no de hombres aislados, ni tampoco de una sola generación, como tampoco lo es el idioma, sino de una colectividad y muchas generaciones; por muy grande que sea la influencia ejercida por hombres relevantes, ellos son la expresión del carácter nacional… (Fritz, Wagner, pág. 229).

Y siguiendo este sentido creador de la historia, Johann Droysen se expresaba con no menos altura: Vemos un constante llegar a ser de nuevas formaciones… Cada formación nueva no es sólo distinta de la anterior, sino que procede de las anteriores y está condicionada por ellas, de manera que presupone las anteriores y las contiene idealmente, llevándolas adelante y señalando, ya en esta continuación, la nueva formación que le seguirá (Fritz, Wagner, pág. 252).

Jacob Burckhardt, tenía el convencimiento de que hablar de historia era hablar de creación y, como tal, semejante a la poesía que es una permanente creatividad. Refiere la historia al hombre como portador y creador de cultura:

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Lo estético, lo ético, lo político y lo religioso, se reúnen en la historia como cultura… La historia es y sigue siendo para mí poesía en su más alta medida; no es que la considere acaso en forma romántico-fantástica, lo que no serviría para nada, sino que la veo como un proceso maravilloso de encubrimientos y descubrimientos nuevos, eternamente nuevos (Fritz, Wagner, pág. 320). La vida histórica crea, enfatiza Wilhelm Dilthey. Se halla constantemente ocupada en la producción de bienes y valores, y todos los conceptos referentes a estos términos no son más que reflejos de semejante actividad (Fritz, Wagner, pág. 360).

He aquí las dos dimensiones del sentido de la historia: la historia clásica de Heródoto como recuento de los hechos importantes del suceder humano, para que la memoria los tenga presentes, y esos hechos importantes, novedosos, que son creaciones del cerebro humano de los pueblos. Si el proceso evolutivo de millones de años es creación de nuevas formas biológicas; si la naturaleza es creadora de realidades siempre nuevas que la teoría de la evolución por selección natural describe en su desarrollo, como si fuera el gran historiador de lo que la naturaleza engendra, y, en veces, aunque no siempre, la evolución concebida por Darwin es ella también creadora, en ese lentísimo ascenso de la especie humana, que requiere millones de años para desplegarse al paso de la tortuga geológica, el historiador de la Historia Humana, nos recuerda con sensibilidad de artista, las novedades que van apareciendo gracias a la fuerza creadora de la naturaleza. Son dos las dimensiones, siendo las formas vivas —aunque mentales— generadas por las poderosas fuerzas que residen en la entraña de la humanidad que las recibió de la fuerza de la evolución de nuestra especie, como son las facultades racionales, el lenguaje, la reflexión y el cálculo, el análisis y la síntesis, la abstracción y la percepción clara, todas conscientes, y las Facultades creadoras, descubridoras e intuitivas, todas inconscientes, entrelazadas las conscientes con las inconscientes en una totalidad que busca la unidad o el antagonismo, ya que todas proceden de la corteza cerebral como unidad, formas vivas que se expresan en el descubrimiento de la agricultura, la ganadería y la domesticación de animales; en el descubrimiento de la ingeniería y la arquitectura, con las aldeas y ciudades y caminos que van surgiendo de ellas; el descubrimiento de las relaciones sociales cada vez con estructuras más complejas; en la creación de las herramientas, de la rueda, de la vela, de la polea; en la invención de la escritura y su expresión en la vida práctica de los pueblos, tanto como en sus himnos, su poesía, su épica; el hallazgo de los métodos científicos y filosóficos; la creación del Estado, de la política y la religión; y… desgraciadamente de las armas para las guerras que acaban con las anteriores creaciones en un instante, todas estas creaciones de formas vivas, constituyen, en nuestro concepto, el fondo más precioso de la Historia, que se prolonga hacia el porvenir en nuevas formas que se derrumban siempre por la mano destructora de las guerras, por eso, la dimensión descriptiva de la historia, ésa que nos recuerda hechos y fechas temporales, se encarga, como fatídico karma, de señalar el ritmo inequívoco de las más hermosas creaciones seguidas de las más crueles destrucciones de la Historia Masculina —¡una creación fatal!—, en retorno eterno. Guerras y destrucciones que sólo genera el proceso histórico de más de 10 mil años, jamás el proceso evolutivo de 10 117

millones de años de ininterrumpido ascenso. ¡He aquí la Historia viva siempre creadora, y la Historia de Heródoto y de todos los historiadores narrándonos lo que va naciendo y lo que va muriendo en el curso de la Historia Masculina, que es Creación y Destrucción; Poesía, Guerra y Maldad; Vida y Muerte! Muy lejos de ser un karma o un destino misterioso, este ineluctable ritmo de ascenso y descenso de la historia, de vida y muerte, de imperios que suben y son destruidos, de civilizaciones que se truecan en barbaries, de euforia y duelo —como en las enfermedades maníaco-depresivas—, existen causas para que todo ello sea comprensible en la inherencia de la historia de la humanidad. Causas originales que describimos atrás, con la división de la especie en pueblos de distinto rango y diferentes sistemas enemigos de vida, con las guerras consiguientes, con la erección de una Historia Masculina y el desplazamiento de la mujer, y con la conversión de todos los pueblos del orbe en mestizos con inclinaciones bárbaras o civilizadas, que ya buscan la guerra, ya la paz: ¡otro ritmo ineluctable de la Humanidad! ¿Existirá una salida que rompa el ineluctable ritmo? La misma historia que crea la vida, el progreso, la cultura, crea las armas para la muerte; engendra las sociedades pacíficas y civilizadas y engendra los ejércitos guerreristas y bárbaros. Civilizaciones que suben y resplandecen, y bárbaros compulsivos que las reducen a cenizas. ¡He aquí el ritmo fatal en que ha vivido la humanidad!, no por causa de un destino misterioso sino como efecto de una historia masculina que no supo valorar la Especie nuestra —lo único grande en el universo— y la conduce ineluctablemente a la catástrofe, si Un Nuevo Humanismo no desmonta, pieza por pieza, el mecanismo de esa Historia Masculina, y funda la Historia Universal, creadora por esencia, pues será hecha por todos y para todos. ¡Esta sería la máxima creación de la Historia en su acepción profunda! Si la historia, además de memorable, tiene un élan creador, debe darle fuerza a la humanidad para que realice su necesaria, su más alta creación, que es la Historia Universal Auténtica, hecha por los talentos de hombres y mujeres, para que nos redima de la Utópica Historia Masculina, fatal creación de la naturaleza de las cosas.

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El nuevo humanismo sólo se alcanza con un moderno liderazgo Si el concepto de Historia en su acepción profunda significa progreso y creatividad de los pueblos, al excluir el talento de la mujer se priva a ésta de poner en marcha sus facultades intelectuales más característicamente humanas, y a la Historia misma se la empobrece tan gravemente, como nunca se previó jamás. No es esta una lamentación sentimental-romántica por tratarse de la mujer particularmente. No; el problema es de fondo y tiene un calado inesperado. Si fuera el hombre el excluido de la Historia, y la mujer la conductora, lo lamentaríamos con el mismo acento. No es esta una controversia feminista ni mamífera como hasta ahora se la ha planteado; no pensamos en una lucha de sexos, ni siquiera en una discriminación del sexo femenino. Como nuestro lector puede recordarlo, venimos prosiguiendo a lo largo de estas páginas la formación de la humanidad tal como hoy la conocemos. Hemos encontrado que después de millones de años de evolución lentísima, culminó este proceso que se había iniciado hace 10 u 8 millones de años en una era que tiene una importancia que no ha sido puesta de manifiesto con el énfasis que se merece, porque en ella se produjo la transición fundamental entre dos edades, la que viene de abajo, de los orígenes del nacimiento de la Especie Humana, razón por la cual se la denomina como la edad evolutiva o historia evolutiva de nuestra especie porque los cambios se realizan por medio de transformaciones biológicas y genéticas en interacción con el ambiente, un ambiente cada vez más enriquecido con los productos de la 119

creatividad y el trabajo humano; esta edad tan lenta y tan prolongada, culmina cuando los seres humanos estamos plenamente formados, en nuestra estatura, en nuestro organismo y en nuestro cerebro, en una palabra, cuando llegamos a tener el porte que hoy tenemos; este hecho se produjo en ese decisivo período conocido como el Paleolítico Superior, que ya conocemos suficientemente, pero no importa repetirlo, dada su trascendental importancia y porque es un conocimiento que nadie debe ignorar, si quiere conocerse a sí mismo; se prolongó 30 mil años, el Paleolítico Superior, entre los años 40 mil a.C. y los 10.000… En estos años repletos de acontecimientos, concluyeron en una apoteosis artística las facultades creadoras del hemisferio cerebral derecho que fue el dominante o prehistórico a todo lo largo del Paleolítico, al mismo tiempo que culminaron las facultades racionales, verbales y conscientes del hemisferio cerebral izquierdo, solamente en los pueblos más avanzados que existieron en esa época, los Magdalenienses sapiens nómadas (no en los Auriñacienses ni en los Neandertales); este hemisferio izquierdo se convirtió en el hemisferio dominante sobre el derecho, en un relevo lleno de significación. He aquí la transición importantísima del Paleolítico Superior: que los pueblos de avanzada que venían siendo dominados por su hemisferio creador derecho —de allí las grandes manifestaciones artísticas— pasaron a ser dominados por su hemisferio izquierdo, racional, verbal, reflexivo, analítico, lógico, sintético, totalizante, visuoespacial, todas facultades conscientes, de allí que, en vez de ser artistas, se convirtieron en los pueblos fundadores de la civilización, haciendo historia profunda, no la de Heródoto, sino la que crea el progreso, y descubre la economía productiva y la vida moderna con organizaciones sociales complejas y fundación de ciudades, porque, en vez de nómadas que habían sido hasta el Paleolítico superior se transformaron en sedentarios. Había nacido el cerebro moderno en los pueblos de avanzada. ¡Acontecimiento sin igual en los anales de la formación humana. Si no hubiera tenido lugar este sensacional acontecimiento, la Especie Humana se habría quedado estancada en su condición mamífera. Con él, en cambio, con la aparición del cerebro moderno, la Especie Humana pudo dar el gran salto desde lo simplemente biológico y mamífero a lo humano, propiamente dicho, esto es a lo histórico… Ningún otro mamífero ni ser vivo en la Tierra ni en el Cosmos entero, consiguió semejante prodigio. Somos los humanos los únicos seres históricos en el vasto universo. Pudimos remontar —gracias a nuestro cerebro— desde lo biológico dominado por lentísimos cambios genéticos, hasta lo cultural dominado por las facultades cerebrales. En este momento, es preciso que hagamos una conclusión decisiva: la Especie Humana se transformó en Humanidad Histórica, gracias a su cerebro, y, desde luego, a las facultades mentales que de él brotan, al entendimiento, a la inteligencia y al talento. ¡El cerebro de la Humanidad! ¡No el cerebro del hombre; no el cerebro de la mujer! ¡El cerebro de todos, mujeres y hombres, nos convirtió en seres históricos! 120

Recordemos igualmente, que no deben separarse los dos procesos —el evolutivo y el histórico—, porque, como lo vimos, uno es la continuación del otro; la Historia es incomprensible sin entender el proceso evolutivo. La Historia en el sentido clásico de Heródoto debe tenerlo muy en cuenta. ¡Hoy un historiador de la humanidad, no puede serlo si no es un evolucionista! Así queda fundada esta nueva acepción del historiador moderno como conocedor de la historia evolutiva y conocedor también de la historia moderna o Historia Masculina. Deseamos reforzar nuestra tesis de que el cerebro es el órgano del comportamiento histórico, con una sagaz observación del célebre Paleoantropólogo alemán Hermann Müller-Karpe en su libro Historia de la Edad de Piedra, quien, aunque no hable directamente del cerebro como lo hacemos nosotros, sí se refiere a la Conciencia y la Psique como los gestores primeros del Neolítico, es decir, el período que parte del año 10 mil a.C., y que corresponde con más propiedad al comienzo de la Historia Moderna, tal como nosotros preferimos nombrarlo. La psique y la conciencia son expresiones auténticas del cerebro humano, de suerte que cuando el Profesor Müller-Karpe habla de estas funciones, damos por supuesto que está refiriéndose al cerebro, lo mismo que cuando se refiere a la agricultura y la ganadería y el trabajo, damos por entendido que está hablando de la creación y el progreso históricos ya que los tiempos prehistóricos se caracterizaron por el parasitismo de la naturaleza, con la recolección de frutos y raíces y la caza de animales salvajes: Desde que comenzó el estudio del Neolítico, el cultivo de las plantas, y sobre todo el de los cereales, está considerado como una de las innovaciones esenciales de esta época y que encarnan el profundo contraste con el Paleolítico que la precedió. Dada la estrecha vinculación de este fenómeno histórico-económico con las otras innovaciones sociales y culturales en general propias del Neolítico, el problema de cómo se llegó al cultivo de las plantas (y a la domesticación de los animales, relacionada con él tanto desde el punto de vista histórico cultural como cronológico), de qué causas actuaron aquí de manera decisiva, y cómo este proceso se desarrolló en la práctica, reviste extraordinaria importancia para el juicio histórico del Neolítico en su conjunto. A este respecto no puede caber la menor duda de que las formas de vida culturales y sociales del Neolítico no se pueden explicar sencillamente como fenómenos derivados de aquellas novedades económicas, sino que estas últimas, por su parte, son elementos constitutivos de la compleja estructura histórica de esta época y expresiones de la misma en cuanto tales. Esta consideración pone en su verdadera luz la importancia de los factores naturales y de sus cambios (clima, caracteres del medio geográfico, presencia de las plantas silvestres apropiadas) para la génesis de formas económicas basadas en el cultivo de las plantas. Por valiosa que sea la comprensión, lo más completa posible, de estas condiciones externas, tampoco se puede desconocer que esa comprensión no es suficiente para explicar plenamente el proceso como tal, dado que éste no fue una consecuencia necesaria de aquellas condiciones y de aquellos cambios externos… La verdadera causa habremos de buscarla, más bien, en la particular constitución psíquica, de un grupo de hombres, o, tal vez mejor, en un cambio de tal constitución psíquica. Sin este último, las condiciones externas no hubieran logrado repercutir con tanta capacidad de transformación sobre el desarrollo cultural y económico… Podremos, pues, comprender este cambio de constitución psíquica como un desarrollo de la conciencia de los grupos de población responsables de este proceso histórico (Hermann Müller-Karpe, Historia de la Edad de Piedra, 1974, págs. 86-87. La cursiva es nuestra).

Cuando el respetable profesor alemán —que para 1974 no estaba en condiciones de 121

conocer la evolución del cerebro tal como ahora la entendemos, pero sí da una idea clara del fenómeno— habla del «cambio de la constitución psíquica como un desarrollo de la conciencia de los grupos de población», equivale a decir, que el paso del Paleolítico con su economía parasitaria al Neolítico histórico, con una economía productiva consistente en la agricultura y la domesticación de animales junto con su repercusión en otras innovaciones sociales y culturales en la compleja estructura histórica de esta época —el comienzo de la historia propiamente dicha en su sentido creador—, está diciendo algo semejante a lo que ya hemos planteado: Que hubo un cambio importantísimo en la estructura del cerebro en los pueblos de avanzada, de acuerdo con el cual, las facultades conscientes del hemisferio cerebral izquierdo (la reflexión, la lógica, la razón, el lenguaje), sustituyeron a las arcaicas facultades creadoras del hemisferio derecho que, sin ser eliminado, pasó a la retaguardia del comportamiento histórico. Quiere decir el Profesor Müller-Karpe, que había culminado la evolución del Cerebro Moderno, y que, gracias a este fenómeno, los pueblos pudieron hacer estas «innovaciones esenciales» en la economía, y que ésta no se explicaría sin esos cambios en la constitución psíquica de las poblaciones — Explicación exacta en nuestro concepto, que no habría sido del gusto de Carlos Marx—, pero que una vez realizados tales cambios económicos y sus repercusiones sociales y culturales, éstos, a su vez, repercutirían en los cambios de la psicología de los pueblos… ¡El Cerebro de la Humanidad como gestor de la creación y el progreso históricos! Repetimos: el cerebro de toda la humanidad, no del hombre solo ni de la mujer sola. El cerebro de todos. Tan cierta es tal afirmación, que la agricultura, la ganadería y la religión eran atributos o trabajos que ejercía la mujer, no sólo el hombre. Eran trabajos compartidos, como en el paleolítico, aunque con grandes diferencias, ya que en este último la «economía», como hemos dicho, era parasitaria de simple recolección para las mujeres y de caza para los hombres, en cambio ahora, hablamos de una agricultura moderna. James Mellaart, el célebre descubridor y desenterrador de la importante ciudad de Catal Hüyük, en el año de 1961, publicó en 1963 su libro CATAL HÜYÜK, A Neolithic Town in Anatolia, en el cual recoge sus conclusiones derivadas de sus minuciosas excavaciones, dice de manera taxativa: Quizá los primeros asentamientos agrícolas se iniciaron en Anatolia y en Palestina en el año 8.300 a.C… Enormes progresos se hicieron en Catal Hüyük durante el séptimo milenio y no menos de cuarenta plantas alimenticias se cultivaron por entonces… Brevajes como la cerveza y el vino eran ampliamente conocidos. La posición de la mujer era muy importante en una sociedad agrícola en la cual el culto a la fertilidad se hacía mediante una diosa que era la principal deidad (págs. 222-223-224-225).

Debemos tener en cuenta que, tanto Jericó como Catal Hüyük eran ciudades fundadas por los pueblos civilizados Homo sapiens sapiens, ya que los bárbaros, mezcla de Auriñacienses y Neandertales, continuaron con su economía arcaica y parasitaria, como recolectores y cazadores, ya que su cerebro no pudo desarrollarse como el de los civilizados fundadores de la economía moderna y, por tanto, de la historia, y se quedó en 122

el nivel prehistórico con el hemisferio cerebral derecho como dominante. Pronto, todo esto cambiaría radicalmente, como hemos señalado, porque las riadas bárbaras cayeron sobre estos pueblos civilizados. ¡Era la Guerra Original! Los hombres, tanto los civilizados como los bárbaros, empuñaron las armas, nació la Historia Masculina Guerrera, la mujer perdió todas sus preeminencias en la economía, la sociedad y la cultura, se hizo a un lado de semejante historia y se recluyó en el nicho doméstico del hogar…

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El contraste de mentalidades entre el hombre y la mujer —no la suma— para llegar a la historia universal Justo en este momento histórico —en los mismos albores de la Historia Moderna, que ya deberemos calificar como Historia Masculina Guerrera—, entre las fundaciones de Jericó (9.000 años a.C.) y de Catal Hüyük, en Anatolia, en lo que hoy es el sur de Turquía (7.000 años a.C.), se inició también la deshumanización de la humanidad; una deshumanización sin intermitencia alguna, sino al contrario, se prolonga hasta nuestros días, desde luego, con una inmensa intensidad, tanto porque la guerra pasó de la flecha y el microlito geométrico a las armas nucleares, cuanto porque la mujer continúa ausente de la gestión histórica creadora, pues las excepciones no hacen ley, y en muchísimos casos participa, sin ser consciente de ello, en la Historia Masculina, más bien como cómplice del hombre, sin hacer uso de su genio especial. Si, como hemos insistido, el cerebro de la humanidad es el motor de la historia, lo natural y lógico es que hombres y mujeres fueran los protagonistas del acto creador del progreso que es el que da nacimiento a las múltiples formas que constituyen la trama de la historia. Cuando decimos que es el cerebro de la Humanidad el que hace la historia, lo sostenemos con la seriedad de las leyes naturales. Si no se cumplen estos imperativos, viene la sanción, no de los seres humanos sino de la naturaleza, de la vida de los pueblos. La naturaleza humana habla en serio. Y, una de las acepciones más aceptadas de «naturaleza humana», es, sin duda, el cerebro. Este concepto señala que si no se cumplió con la ley de la naturaleza humana, la historia creadora desde sus propias 124

fuentes, sufrió un desequilibrio en sus mismas bases, que son sus protagonistas. Hecho que a las claras se ve. La Historia Creadora inició sus primeros pinitos con medio cerebro, como el niño que comenzara a caminar con un solo pie. Cojearía. Carecería de equilibrio. Así, la Historia, que al comenzar su marcha hace 9.000 años a.C., perdió el equilibrio al apoyarse sobre medio cerebro, ya que un cerebro completo es el que forman los dos, el hombre y la mujer; no porque sean dos, cuantitativamente hablando; no. Es que solamente los dos, en tratándose del quehacer histórico, constituyen un cerebro, ya que, siendo distintos el cerebro de la mujer y el cerebro del hombre, se necesitan mutuamente para completarse en sus facultades. Decimos «diferentes» precisamente, no superior el uno sobre el otro. ¡Esta es la naturaleza humana! Una integración de diferencias; un contraste de mentalidades no una suma, de ningún modo. La evolución de nuestra especie se habría equivocado rotundamente al habernos dotado con cerebros homogéneos, pues así, seríamos una montonera de iguales, y debe tenerse en cuenta que la humanidad es grande en el universo, es la conciencia del universo y su razón. Habría sido una creación inútil al habernos dotado a mujeres y hombres con cerebros iguales. En Unidad es como valemos, por lo menos en la creación histórica; unidos sí, pero en los asuntos mamíferos. Un hombre es la media naranja que se acopla a la otra media naranja que es la mujer para formar un solo cuerpo reproductor. Pero recordemos que en este momento nos hallamos en un nivel más alto que el mamífero, ya que el mamífero, todos los seres mamíferos de la tierra, incluidos nosotros, sólo existimos para cumplir con el acto de la reproducción, función en la cual nos parecemos a todos los mamíferos, aunque la sexualidad humana tiene características que son privativas de ella y no las comparte con los demás, ni siquiera con los primates, gorilas y chimpancés. Nos apareamos cara a cara y somos desnudos, ya que los genitales de la mujer ocupan una posición anterior, lejos del ano, que se orientan hacia delante; la mujer, a diferencia del chimpancé, llega al estado de fertilidad sin que se de cuenta de ello pues no tiene esas demostraciones vulvares aparatosas, etc. Pero, en fin, somos mamíferos y esto no nos garantiza que seamos seres históricos. La hazaña de la evolución de la Especie Humana —que no comparte con ningún otro ser vivo del planeta y, con seguridad, de todos los planetas— es que, como atrás lo vimos, fuimos mucho más allá de la condición mamífera y nos transformamos en poblaciones históricas, ¡gracias a ese cerebro diferente en mujeres y hombres, de tal suerte, que dos, son uno! Revelaría desconocimiento de la naturaleza humana si sostuviéramos que la Mentalidad del Hombre como conjunto, es igual a la Mentalidad de la Mujer como conjunto… Comenzando porque la mentalidad de la mujer, además de las facultades superiores de la corteza cerebral y las emociones y sentimientos del Sistema Límbico, comprende el Instinto Materno y la Psicología Instintiva entrañables, que matizan y le dan un carácter específico a las primeras, corticales y límbicas… La Mentalidad como conjunto, ya en el hombre, ya en la mujer, es el resultado de la acción de todas las facultades cerebrales, y si las dos mentalidades no son iguales, quiere 125

decir que los dos haces de funciones mentales que hemos visto desarrollarse a lo largo de los millones de años, difieren en el hombre y en la mujer… El haz de facultades del entendimiento creador, alucinatorio, inventor, descubridor, intuitivo, todas inconscientes —que forman el verdadero inconsciente innato que heredamos todos—, que constituyó el primer momento de la evolución de la corteza cerebral con neuronas creadoras, es distinto en la mujer y en el hombre; el haz de facultades del entendimiento que comprende la razón, la inteligencia, el sentido de la realidad, el juicio, el lenguaje, tanto como las emociones y sentimientos todas conscientes y hereditarias igualmente, que se inició tardíamente, a la altura del Homo habilis y culminó hace apenas 10.000 a.C., matizadas en la mujer, como dijimos, por su instinto materno y su psicología instintiva, se diferencian en ésta como en el hombre… Dos Mentalidades diferenciadas, no superior la una sobre la otra. El hombre tiene un sentir que no corresponde al sentir de la mujer; ésta es dueña de unas emociones que no concuerdan ni en fuerza ni en tiempo con las del hombre; el hombre tiene unas pasiones que difieren de las pasiones femeninas; razonan cada uno a su manera; reflexionan cada uno con su estilo; el lenguaje en la mujer tiene unas características que no tienen las del hombre; la lógica es fría en ambos, pero distinta; la actividad creadora-alucinatoria e inconsciente no muestra la misma forma ni intensidad en los dos: recordemos que Marie Curie era más tesonera en su creatividad y más paciente que Pierre; la capacidad de síntesis, de totalización, de converger a la unidad, no coinciden en ellos; el juicio difiere; el entendimiento y la inteligencia son disímiles. Así que, en tratándose del progreso y la creación históricas, nos las vemos con dos mentalidades, dos psicologías, dos sentimientos, dos maneras de percibir y procesar la realidad de los pueblos y de su conducción en el tiempo. Mas ya sostuvimos que las dos mentalidades no se suman en la comprensión de la creatividad histórica y en la captación de su verdad… Por esta evidencia, diferimos profundamente con José Ortega Y Gasset, quien en su ensayo El Tema de Nuestro Tiempo, publicado en el año de 1923, sostenía: La verdad integral sólo se obtiene articulando lo que el prójimo ve con lo que yo veo y así sucesivamente. Cada individuo es un punto de vista esencial: yuxtaponiendo las visiones de todos se lograría tejer la verdad omnímoda y absoluta (Obras escogidas, pág. 788).

¡Esto es suma, ni más ni menos, que, si pretende ser la verdad absoluta, tendría que sumar infinitamente todos los puntos de vista de la humanidad entera, lo cual es imposible. Dos mentalidades diferentes, que son la de la mujer y la del hombre, no pueden sumarse. Sería demasiado pobre el resultado de su función, una simple operación aritmética, un conocimiento del hombre más otro conocimiento de la mujer; un sentir más otro sentir; un intuir más otro intuir, lo que siempre sumaría dos. Mas, si el conocimiento del hombre es diferente, así sea en matices, al conocimiento de la mujer, si sus sensibilidades difieren, si intuyen cada uno en su estilo, entonces deberemos contrastar esos conocimientos, sentimientos e intuiciones. Y 126

contrastar es oponer en lugar de sumar; es confrontar esas operaciones mentales con el objeto de discernir en qué coinciden y en qué difieren y en qué se aproximan; cuál destaca aspectos que la otra visión no destacó; en qué se apartan, en qué coinciden; cuál llega más al fondo, cuál se queda en la superficie; cuál se sale de lo corriente y descubre lo nuevo de un fenómeno; cuál es más rápido, cuál más lento; cuál crea, cuál repite; cuál destaca más facetas de un problema, cual lo simplifica. Todo esto y más para contrastar, no para comparar o calificar. Al confrontar estas operaciones mentales que se despliegan para conocer, sentir e intuir, advertimos la riqueza de dimensiones que los dos, la mujer y el hombre, destacan en el sucederse de los acontecimientos de los pueblos, ya que estamos delante de conocimientos históricos, que es el punto donde confluyen las mentalidades de los hombres y las mujeres. Imposible sumarlos; imposible aislarlos para escoger cuál es mejor y cual peor, porque no estamos comparando, disputando a ver quién comprende más y quién es más lerdo. No. Estamos integrando mentalidades, y, al hacerlo, nos damos cuenta de la riqueza que encierran esas dos visiones que conducen a una totalidad, totalidad que es imposible desarticular en partes, para decir: aquí tiene razón la mujer, aquí el hombre… No. Son dos focos de luz proyectados sobre un mismo objeto, uno de los cuales pone de relieve aspectos y propiedades que el otro no ve, pero que sí destaca otras propiedades, que no se suman, sino que se integran de manera inseparable para darnos la visión total de ese objeto, un conocimiento estereoscópico de él, con sus relieves y profundidades, no algo plano y sin dimensiones… No la suma, pues, sino la integración de las mentalidades entre los dos, el hombre y la mujer, para conocer, para crear, para analizar, para sentir y para vivir, es lo que ocurriría al tomar el Cerebro de la Humanidad, no el cerebro aislado de la mujer o el hombre. Que es lo que ha sucedido en estos 10 mil años de Historia masculina. Que sólo se tuvo en cuenta —sin que nadie fuera consciente— el cerebro del hombre para gobernar, para dirigir, para hacer historia. Paso en falso que engendró la Utopía del hombre solo, la Utopía del hombre con medio cerebro, la Utopía del hombre con su visión parcial, la Utopía de la Historia Masculina que no sólo fracasó, sino que, necesariamente debía fracasar, porque la historia en su sentido creador es demasiado compleja, de mil caras y dimensiones, que el hombre se hallaba lejos de abarcar con su entendimiento estrecho. Dentro de la Historia Masculina, por eso, todos los sistemas sociales e históricos han fracasado, no tanto por los sistemas de gobierno cuanto por su liderazgo unidimensional. Ni un solo Genio, ni un solo Estadista Genial ha germinado en la Historia Masculina, fecunda en errores y dislates, ni las mismas revoluciones hechas dentro de esta historia han podido triunfar creadoramente, porque siendo la revolución una antítesis de la Historia masculina, fatalmente eran hombres los que triunfaban, recayendo así en la sempiterna contrahistoria masculina que conducía inexorablemente a nuevos fracasos que, para remediarlos, se imponía otra Historia Masculina, sucediéndose en los 10 mil años para conducir irremediablemente al colapso de la Historia Masculina que 127

hoy vivimos. Y si las cosas no cambian, proseguiremos el ciclo eterno de las Historias Masculinas Reaccionarias y de las Historias Masculinas Revolucionarias, hasta que la especie humana aguante. La inevitable conclusión es que la Historia Masculina ha sido, es y será un desastre para la Humanidad. Y nuestro lector podrá concluir que la razón de este necesario fracaso tiene su explicación en que la historia no la ha hecho la Humanidad con su mentalidad total.

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La sabiduría del genio de nuestra especie nos salvará y conducirá al nuevo humanismo Se ha creído ver, con fatales consecuencias, que nos las vemos con un problema de la mujer, y los movimientos feministas lo han enfocado de esa manera, no pocas veces encarándolo desde el punto de vista mamífero, como una lucha entre los sexos, «machismo» contra «feminismo». Por ello lo definen como una cuestión de «género». Nosotros lo entendemos como un problema de la Humanidad, como un desgarramiento del humanismo, al romper la Unidad de la Humanidad. El problema de la mujer, siendo un problema universal, nos concierne a todos. Porque dentro de la Historia Masculina no son exclusivamente las mujeres las que han quedado por fuera de la gestión histórica, sino la inmensa mayoría de los hombres. Este es el error. Por ello la Historia Masculina encarna la deshumanización universal. Es la Humanidad como un todo la que se halla deshumanizada. Por ello no sería del caso que se proclamara una Revolución Femenina; caeríamos en la Historia Femenina, parcial como la otra, utópica como la masculina, deshumanizante y excluyente. Es la Humanidad como un todo la que está lesionada, al estar deshumanizada una parte, si no toda ella. Por ello, por su enfoque parcial, es que los hombres no acaban de encontrar el equilibrio y prosiguen renqueando sin encontrar el centro como punto de apoyo. La Historia Masculina plantea un problema total de la Humanidad, no sólo de la mujer, o de la mayoría de los hombres excluidos. Es la disrupción total. Si se rompe la Unidad viene la disrupción total. Disrupción que no arreglaremos solucionándole el 129

problema a la mujer, si ello fuera posible. Es un problema de todos. Ni siquiera los hombres que tienen en sus manos las riendas del poder se hallan realizados; ni los poderosos con su dominio. ¡Ah!, se dirá, si esa es la vida en este mundo, el sufrimiento… No; ese sufrimiento lo hemos construido nosotros mismos; todos los flagelos que nos azotan, pudieron no existir. Convengamos en que pudimos hacerlo mejor; es más: ¡en que podemos hacerlo mejor! Si partimos de la realidad de que la causa primera del desequilibrio radica en que la Unidad de la Humanidad se rompió por razones que se hallaban más allá del poder humano remediar, porque fue la Evolución de la Especie Humana la que culminó rota en dos especies contrapuestas a muerte porque no eran del mismo rango biológico, y que cuanto vino después, las Guerras, la Historia Masculina, la División entre hombres que mandan porque perdieron su identidad de compañeros de la mujer, que también perdió su identidad y bajó la mirada ante ese hombre supervalorado, la corrupción compulsiva, las inauditas desigualdades, masificaciones y jerarquizaciones de los pueblos, el sufrimiento universal hasta de los poderosos y los ricos, porque la paz no la consigue el dinero… ¡no fue responsabilidad de nadie, sino de aquel determinismo impersonal! Entonces valgámonos del entendimiento universal de mujeres y hombres creando un Moderno Liderazgo Integrado Colectivo con un enorme caudal de sabiduría, que es lo único que puede salvarnos a todos, ¡todos! Zafémonos de los resentimientos que brotaron de ese no saber las causas que nos lanzaron a una historia insensata y ciega, porque hemos vivido como ciegos, acusándonos los unos a los otros de nuestras desgracias, odiándonos, matándonos, cultivando rencores que paralizan el despliegue de esa sabiduría que sí está en nuestras manos —en las manos de todos los hombres y mujeres del globo— atesorar, sin apelar a los destinos o determinismos misteriosos: somos dueños de esas maravillosas facultades de nuestros dos hemisferios cerebrales para apoderarnos del timón de la Historia Creadora Universal, sin Utopías masculinas o femeninas, porque al decir ¡todos!, significamos que estaremos integrados en ese novísimo liderazgo de los talentos de mujeres y hombres, que integrarán exponencialmente —no aritméticamente— sus conocimientos para mirar con hondura estereoscópica el devenir de la historia creadora, y, entonces sí, brotarán en cada pueblo, con su particular idiosincrasia, los Estadistas Geniales, que no pudieron surgir dentro de la Historia Masculina. El Genio de la Especie Humana, esa corriente de creatividad que circula por el cuerpo de la Humanidad, nos vincula a todos como seres creadores que somos universalmente, y nos reúne con los Genios Creadores individuales, que no forman una élite separada y orgullosa, porque ellos beben también como nosotros de esa corriente creadora, porque la Especie Humana no se anda con discriminaciones mezquinas, y a todos nos rodea con sus brazos inmensos, para que convivamos africanos, asiáticos, americanos del norte y americanos del sur, europeos, oceánicos, de Australia y de los polos, y compartamos sabidurías que aplaquen al bárbaro que todos llevamos, estimulando al civilizado que también se encuentra en nuestro cerebro, liberándonos del 130

yugo de las sempiternas guerras, de las sempiternas miserias y de las sempiternas corrupciones. El Genio de la Especie Humana toda —no los Genios Creadores solos—, es el recurso de última hora que tenemos, recurso de dimensiones universales que a nadie deja por fuera, como lo hemos podido demostrar sin duda alguna, para atrevernos a dar el salto casi imposible desde la Historia Masculina a la Historia Universal: ¡Genio, decimos; Sabiduría; no revolución…! Sólo la Historia Universal, es garantía para El Moderno Humanismo, y a la Historia Universal nos conducirá como de la mano El Liderazgo Integrado de los Talentos de Mujeres y Hombres, que se pondrá en movimiento al punto, cuando seamos conscientes de la necesidad de un renacimiento de la Sabiduría de todos los pueblos del mundo, para detener, cada uno a su manera y estilo, la amenaza que se cierne inminente sobre la Vida de Nuestra Especie y su hábitat el planeta Tierra, que nos compromete a todos sus 6.500 millones de hijos que habitamos Oceanía, Los Polos, África, las Américas, Eurasia. Por primera vez ¡Unámonos!, para salvar La Vida de la Especie, el prodigio en el Cosmos entero… No olvidemos que la Especie Humana es Universal y que lo particular son las Naciones con sus fronteras, los Estados con sus ideologías, las Religiones con sus creencias, las Razas con sus colores… ¡La Especie Humana nos reúne a todos con sus inmensos brazos! Defendámosla para que ella nos salve y nos lleve al alto sitial de donde jamás debimos descender para retroceder al rango mamífero como los gorilas y los chimpancés; recuperemos nuestra excepcional condición de seres históricos creadores, para que se realice, al fin, el auténtico Humanismo Universal, que en vano pretendió alcanzar la Historia Masculina Guerrera y Compulsiva…

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Índice Portada Créditos ÍNDICE EL FRACASO DE LA HISTORIA MASCULINA RECLAMA EL RENACIMIENTO DEL HUMANISMO LAS REVOLUCIONES DENTRO DE LA HISTORIA MASCULINA SIEMPRE HAN RECAÍDO EN LA HISTORIA MASCULINA ¿POR QUÉ HUMANISMO EVOLUTIVO? EL DISTINTIVO FUNDAMENTAL DE LA HUMANIDAD CONSISTE EN SER EVOLUTIVA E HISTÓRICA CON LA HISTORIA COMIENZA LA DESHUMANIZACIÓN DE LA ESPECIE HUMANA LA TRAGEDIA ORIGINAL DEL GÉNERO HUMANO LA HUMANIDAD NACIÓ DISOCIADA EN DOS ESPECIES DIFERENTES LAS RAÍCES ETNOGRÁFICAS DE LA HUMANIDAD LOS PUEBLOS AURIÑACIENSES CONSTITUYEN EL PUENTE BIOLÓGICO DE MESTIZAJE ENTRE CIVILIZADOS SAPIENS Y BÁRBAROS NEAR-DENTALES LA HUMANIDAD MODERNA ES UN ENORME CUERPO MESTIZO EL HUMANISMO MODERNO DEBE PARTIR DE LA REALIDAD DE QUE SOMOS MESTIZOS Y QUE LO BÁRBARO PREVALECE SOBRE LO CIVILIZADO HUMANISMO ES HISTORIA UNIVERSAL ARISTÓTELES CONSAGRA LA HISTORIA MASCULINA Y LA UTOPÍA DEL HOMBRE COMO GOBERNANTE SOLO SÓCRATES FUNDA EL HUMANISMO EL IMPERATIVO DEL HUMANISMO: ¡DEFENDER LA VIDA DE LA ESPECIE HUMANA! 135

2 4 6 10 14 17 21 27 29 33 37 40 45 50 54 55 58 61

SÓLO ME RECONOZCO EN LA VIDA DE LA ESPECIE HUMANA EL GENIO CREADOR TRAZA LA LÍNEA DIVISORIA ENTRE LOS PRIMATES Y LOS HUMANOS GRANDEZA Y DECADENCIA DE LA ESPECIE HUMANA LA UNIDAD DE TODOS LOS SERES DE LA ESPECIE HUMANA DEL SENO DE LA NATURALEZA BROTAN DOS ESPECIES HUMANAS ENEMIGAS A MUERTE LA RUTA HACIA EL NUEVO HUMANISMO UNA SEGUNDA DIMENSIÓN DEL SENTIDO DE LA HISTORIA EL NUEVO HUMANISMO SÓLO SE ALCANZA CON UN MODERNO LIDERAZGO EL CONTRASTE DE MENTALIDADES ENTRE EL HOMBRE Y LA MUJER —NO LA SUMA— PARA LLEGAR A LA HISTORIA UNIVERSAL LA SABIDURÍA DEL GENIO DE NUESTRA ESPECIE NOS SALVARÁ Y CONDUCIRÁ AL NUEVO HUMANISMO BIBLIOGRAFÍA

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63 66 74 81 93 105 111 119 124 129 132