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Spanish Pages 55 [50] Year 1969
JULIO CALONGE
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SCRIPCIO •
DEL RUSO
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E D I T O R I A L G R E D O S , S. A. MADRID
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Las citas directas de textos rusos y las notas bibliográficas procedentes de dicha lengua han puesto en evidencia una realidad que no era tan patente cuando sólo aparecían en contextos de lengua española algunos nombres propios de persona o geográficos. La realidad era que no existía una norma válida de transcripción del ruso al español. Cada uno escribía los nombres propios según los había visto en contextos de otras lenguas. Así era posible hallar escrito el mis-mo nombre de cinco o seis modos diferentes. Probablemente esta situación habría seguido mucho tiempo si no se hubiera producido ese impacto de las citas de textos y de bibliografías de que se hace mención más arriba. Ahora ya es imprescindible una norma general razonada que permita retranscribir y que no dé lugar a confusión. El objetivo de este trabajo es poner a disposición de los hombres de ciencia, de los investigadores y de las personas cultivadas hispanohablantes un instrumento fidedigno que les permita una relación con la forma de expresión, en otro sistema de escritura, de las mismas
realidades científicas que les interesan. Desde el Renacimiento, con la entrada del griego en el ámbito romanizado de Occidente, nuestro mundo cultural no se habla visto obligado a una nueva convivencia con otro alfabeto. La vieja escritura gótica, que apenas sobrevive en Alemania, nos era común a todos. Esta convivencia aparece como un fenómeno de cultura cuya trascendencia no puede pasar inadvertida a nadie que posea la sensibilidad adecuada. Hay que pensar que durante mucho tiempo las citas y notas bibliográficas se harán preferentemente en transcripción, no en caracteres cirílicos. Fijado el objetivo inicial de este estudio en la transcripción de textos y bibliografías, ha parecido oportuno añadir un apéndice (Apéndice II) sobre la escritura de nombres propios rusos en contextos de lengua española. Al lector que sólo esté interesado por la parte científica y erudita de la transcripción no le es inútil este Apéndice 11 , dirigido al gran público, en razón de que, también para los nombres propios en contextos españoles, se necesita u.na transcrip-ción consecuente y segura.
JULIO CALONGE
TRANSCRIPCIÓN DEL RUSO AL ESPAÑOL
E D I T 0 R I A L G R E D O S , S. A. MADRID
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rouo CALONGE, 1969 EDD'ORIAL GREDOS. S. A. 5'ncbeZ Pacboco, 83, Madrid, Espalla
Depósito i..,1 a1: M. 2659S -1969
Esta obra ba sido compuesta e impresa en los talleres de e;,._ c.!ador,
s.
A.,
S4nchez Pachec:o, 83, Madrid, 1969.-3604
VETEllVM • LATINORVM • LlNGVAI! Pl!RENNI • Cl!Tl!RIS · UNGVIS • Pl!RVESTIGANDIS • DOCVMl!NTO CVIVS · OPI! · HAS • REGVLAS • l!XPLl!VI
PROLOGO
Estas líneas introductorias no tienen el propósito de encarecer la necesidad de que los hispanohablantes tengamos una norma para la transcripción del ruso. Esto ya se hace en el cuerpo del trabajo y quizá el lector pueda quejarse de la falta de otras cosas, pero no de la insistencia en esa necesidad. La intención del prólogo es dar cuenta de la realización de este estudio con especial referencia a los objetivos conseguidos. El celo puesto en la elaboración de las Jíneas que van a seguir será sin duda patente a la sola lectura de algún trozo aislado. Sus resultados sólo los ha conocido plenamente el autor cuando, terminado casi su trabajo, ha establecido la comparación con los sistemas de transcripción más usados. Sólo entonces ha visto, con cierta sorpresa, que estos resultados coincidían. salvada alguna excepción y otros reparos de detalle, con uno de esos sistemas. El afán de originalidad, que para mal o quién sabe si para bien a todos nos acompaña, quedó un tanto abatido, y durante algún tiempo se obnubiló la visión de algo tan evidente como que es más deseable conocer la verdad que crearla. Confortado con esta idea, pensó el autor que no debía retocar lo escrito. En efecto, al leer este trabajo se observará aquí y allá ese estilo polémico que hay que adoptar cuando uno piensa que está en la primera línea de combate. Porque en realidad este escrito está en esa posición. Hasta hace poco tiempo ha sido posible hacer propuestas generales y prestar adhesión a un sistema determinado de transcripción. Ahora ya es necesario afirmar o impugnar, corregir o aceptar. Más de un 9
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noventa y cinco por ciento de lo que aquf se dice no va a ser probablemente objetado. Empecemos por ello a fin de que los hombres más cultivados de nuestra comunidad de lengua no tengan que consultar un diccionario enciclopédico cada vez que tienen que escribir un nombre ruso, para terminar escribiéndolo al azar. Si en el trabajo aparece una clara inclinación hacia un tipo de transcripción, esta inclinación no procede de un prejuicio del autor, sino de la increíble unidad que en el tratamiento del alfabeto latino muestran las lenguas no eslavas frente al tratamiento de las lenguas eslavas escritas en este alfabeto. Para una y otra forma de enfocar la transcripción del cirílico no son posibles juicios de valor. Ambas responden a la historia de un mismo alfabeto usado para lenguas diferentes. Se puede estimar como muy improbable (de momento totalmente imprevisible y además poco deseable) la eliminación de una u otra de estas formas de transcripción. Quien tenga interés por identificar una forma del ruso a través de su transcripción al alfabeto latino debe conocer ambas. Las únicas dos cosas que romperían el buen sentido serían mezclar formas de un sistema con las del otro e introducir signos de alfabetos fonéticos que no sean explicables dentro de las características de la ortografía normativa de las lenguas de uno u otro sistema.
Juuo Madrid, diciembre 1969.
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l. - PRESUPUESTOS BASICOS
l•l Una norma para la transcripción de la escritura rusa a la española es una necesidad más urgente cada día. Hace pocos años todavia era fácil pensar que esta necesidad de transcribir podía estar limitada a los nombres propios de persona y geográficos, pero es preciso llenar también la exigencia de las citas y bibliografías que han ido ganando espacio en el aparato erudito de los libros publicados en las lenguas de Occidente. Estas citas son necesarias. al menos. para que los lectores que no conozcan el ruso aprecien cuantitativamente la importancia del tema entre los especialistas que escriben en aquella lengua. Si se llega a establecer una norma para transcripción del ruso al español, debe tenerse en cuenta que, durante muchos años, las gentes que se vean precisadas a escribir un nombre ruso no podrán ceder a la tentación de copiar las grafías que tienen ante los ojos en contextos del inglés, del francés, del alemán o en transcripciones de eslavistas. Con esto se concluye que sólo los que puedan leer el ruso serán capaces de aceptar esa norma. Sólo más tarde el hábito de las personas más caracterizadas en la literatura o en las ciencias, podrá, por su valor ejemplar, ir impK 9 3 3 10 H R 11 A
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2. - LAS VOCALES
2-1 El propósito es empezar por las vocales, pero, debido a las causas que vamos a ver, para su caracterización es necesario introducir una consideración general previa sobre las consonantes. De los treinta y tres signos del cuadro precedente podemos hacer cuatro grupos: 1.0 ) los diez signos de las vocales a, e, e, " • o, y, w, 3, 10, B; 2.0 ) los tres signos n. o, b; los veinte signos restantes corresponden a consonantes, pero distinguimos: 3.0 ) las quince consonantes 6 , e, r, A, 3, K, 11., M, H, n, p, c, T, q>, x; finalmente, 4. el signo u y los cuatro signos )K, " • w , m que forman el grupo de las consonantes palatales. La característica de las quince consonantes del grupo tercero es que pueden articularse de dos modos: a) no palatalizadas y b) palatalizadas. Esta característica del ruso, que tiene valor fonológico, domina todo el sistema de la lengua y condiciona la estructura de su alfabeto, puesto que en la ortografía rusa tiene que estar siempre indicada la articulación palatalizada o no palatalizada de las quince consonantes indicadas. 0 )
2-2 En consecuencia, no se puede conocer el sistema de escritura del ruso si no se distinguen claramente, entre los veinte signos 15
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que representan las consonantes, los dos grupos indicados y se señala en éste de las quince consonantes la posibilidad de cada wia de eUas de aparecer como palatalizada y no palatalizada. Es decir, estas consonantes oponen frente a una articulación palatalizada otra articulación pareja no palatalizada, en tanto que las otras cinco consonantes no poseen esta particularidad. Las expresiones palatali1.ada, no palatali1.ada son sincrónicas, referidas al ruso de hoy y representan, como hemos dicho, oposición fonológica s. 2-3 El alfabeto ruso indica el carácter palatalizado de las quince consonantes más arriba señaladas por medio de dos recursos diferentes. Uno de ellos es el signo b (por ej.: 6b, Tb, cb, 4>b, 3b, etc.) escrito a continuación de una consonante, excepto de las tres velares r, K, x. 1:.sta es la única función que tiene hoy en el alfabeto este signo b que antiguamente representaba una vocal muy breve de timbre i. El otro recurso es que al signo de la consonante siga el de una de las cinco vocales que inician su articulación con una aniculación palatal muy breve 2, e, u, e, K>. En ambos recursos sólo difieren los signos, pero las secuencias de rasgos fónicos son idénticas. Es normal la secuencia de consonante seguida de signo b y a continuación vocal iotizada {ru.eTe, clfaCTbJO). Veremos el valor de esta secuencia al tratar de la transcripción de las vocales 2, e, e, 10. 2-4 Sólo después de lo que precede se está en condiciones de apreciar el sistema vocálico del ruso y su representación gráfica. La gran receptibilidad que en las lenguas eslavas han tenido y siguen s Es necesario tener en cuenta que las consonantes palatalizadas del ruso no son confundibles con las palatales homorgánicas correspondientes del español. La " palatalizada no puede confundirse con nuestra 11. Incluso en ruso mismo, las silbantes dentales e, 3 cuando se palatalizan no se confunden con las llamadas silbantes palatales w, *· Sólo la nasal dental palatalizada en posición implosiva es igual a nuestra ñ, pero es distinta cuando se halla en posición explosiva. Recuérdese la transcripción de la negación rusa KeT (antigua Kt.r) corno niet. En efecto, un oído español no la percibe como ñet, aunque tampoco pueden pronunciarse bifoncmálicamente n y i. En palabras extran• jeras se marca la pronunciación de nuestra nasal palatal con un reforza. miento de los signos palatalizantes: ti:onuti:, kon'iák (cf. 2·11).
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TRANSCRIPCIÓN DEL RUSO AL ESPAÑOL
teniendo las consonantes con relación a las vocales que les siguen hace que el sistema vocálico, y por tanto su representación gráfica, estén totalmente vinculados al sistema consonántico. Por esta razón es imposible hablar de las vocales en ruso sin antes haber centrado tanto su distribución en el sistema fonológico como su representa• ción gráfica. Los cinco timbres vocálicos están representados en dos series según que incluyan o no incluyan el sonido deslizante de que se habla en Z-6: a) expresando el carácter no palatalizado de la consonante que la precede a , 3 , bl, o, y. b) expresando el carácter palatalizado de la consonante que la precede JI, e, H, e, 10. 2-5 Las vocales a, 3, o, y corresponden aproximadamente a Jas del español a, e, o, u y deberían ser todas transcritas por ellas sin otra explicación. No obstante, por las razones que se dan en 2.a, preferimos proponer e para transcribir el signo 3. La vocal bl es una vocal en la que el resonador bucal adopta las condiciones requeridas para la articulación de una i, excepto la posición palatal de la len• gua que en este sonido toma posición velar con lo que resulta un sonido i velarizado en vez de palatal. La indicación fonética precedente no es ociosa al tratar de una transcripción, puesto que por ella sabemos que es imposible transcribir este sonido por el signo i, que será, en cambio, el adecuado para representar el sonido correspondiente de la otra serie, es decir, H. 2-6 Es indispensable estudiar cuidadosamente la transcripción de aquellos signos cirílicos que plantean dificultades o que, aunque sea por una razón pequeña, hagan cuestionable su transcripción. El caso de LI , por sus implicaciones, merece ser tratado con detalle. Precisamente existe en ruso un sonido representado por el signo ii que jamás puede funcionar como vocal y cuya única función es la de segundo elemento de diptongo. Si no tenemos en cuenta su representación gráfica, producto de la historia de la lengua rusa y por tanto sincrónicamente irrelevante, el sonido representado por H, que sólo puede ir después de vocal, 17
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es el mismo representado por b tras consonante y también el mis• mo sonido palatal que inicia la articulación de a, e, H, e, 10. De lo que acabamos de indicar se deduce que a1 haber empicado i para transcribir H, necesitamos para la transcripción de bl y de ¡.¡ otros dos signos de nuestro alfabeto. Una transcripción no sería válida si un signo de la lengua a que se transcribe estuviera representando a dos signos de la lengua de que se transcribe. En conse• cuencia, como en nuestro alfabeto no disponemos más que del signo y, nos vemos obligados a arbitrar otro, que dentro de nuestras posibilidades ortográficas no puede ser otro que i. El problema ahora consiste en asignar las correspondencias. La tendencia más inmediata es transcribir bl por i y H por y. No nos darían mala impresión visual las terminaciones en -cKHH (-skiy) o en -btH (-iy). Pero se trata, sin duda, de una mala tentación de la que se debe huir al instante. El signo y transcribe en español el segundo elemento de diptongo sólo en posición final absoluta; fuera de esa posición en español representa una consonante fricativa o africada. La transcripción de los frecuentes diptongos internos rusos resul• taría extraña a nuestros ojos; 4aHKoecKHH sería en este caso Chaykovskiy. 2-7 Pero no es ésa la razón más importante por la que debe rechazarse la transcripción del signo ruso H por el español y. Se trata de que, por motivos que se explicarán más adelante, nos vemos obligados a transcribir por dígrafos los signos rusos JI, 10. Hemos indicado en 2-6 que H equivale precisamente al rasgo palatal que inicia la articulación que dichos signos indican. Por tanto, el error de tal transcripción consistiría en representar por un signo, que en español es en dicha posición plenamente consonántico, otro signo que en ruso no lo es. Lo que se acaba de decir es pertinente desde el punto de vista de la correspondencia de signos del ruso al español y por ello suficiente para fijar la transcripción b l = y; li = i. Aunque al decir esto sólo se ha dado valor a las razones de pertinencia, no deben dejar de citarse aquí las razones de conveniencia que son dignas de tenerse en cuenta cuando apoyan las de pertinencia. Como es de suponer, para la vocal velar cerrada, las lenguas
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eslavas escritas con alfabeto latino no usaron la jpsilon griega (y), como el cirílico, sino la u y tuvieron necesidad de usar la y para transcribir la vocal característica de estas lenguas (históricamente procedente de u larga) para la que el alfabeto cirílico había arbi• trado el signo bl. Esta manera de proceder de las lenguas eslavas de alfabeto latino ha sido seguida por la mayor parte de las lenguas no eslavas para la transcripción del cirílico. En el fondo, esta re• presentación es consecuencia de la historia misma de los alfabetos griego, latino y cirílico. la y representó en su origen una vocal velar y en razón de ello ha seguido valiendo no sólo para representar u, como en cirílico, sino también para la representación de los sonidos de i velarizados o bemolizados. Este sonido representado por y no puede comenzar sílaba ni ser segundo elemento de diptongo, con lo que ninguna palabra transcrita comenzará con y ni tampoco aparecerá después de vocal. 2-8 Tenemos ya el camino abierto para tratar de la transcripción de la serie de vocales iotizadas R, e. e, ,o, cuya representación en dígrafos' cirílicos sería •ifa, •lt::t, •Ho, •Hy. La vocal representada por H en posición inicial se articula normalmente precedida de semivocal en otros dialectos eslavos, pero en ruso, con la única excepción de los casos oblicuos del pronombre personal de 3.ª persona, es sim• plemente una vocal palatal que, como hemos dicho, se transcribe por nuestra i. No debe olvidarse, sin embargo, como se dijo en 24, que forma grupo con las otras cuatro para señalar el carácter de palatalizadas de las quince consonantes indicadas en 2-1. La transcripción de JI, e, e, 10 debe ser tratada cuidadosamente. Con la excepción de las velares r, K, x, para la expresión gráfica de las con• sonantes palatalizadas el ruso emplea el signo b o una de las cinco vocales del grupo del que ahora estamos tratando. Es necesario decidirse en la transcripción por una de las dos posibilidades. O bien se arbitran signos para distinguir las consonantes palatalizadas o se hace caso omiso de dicha diferencia en la transcripción. 6 Esta representación imaginaria es incorrecta desde el punto de vista de la ortografía rusa, pero analiza perfectamente el sonido.
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Pero sobre todo hay que ser consecuentes. Una transcripción que no fije una correspondencia para el signo b no puede tampoco dis• tinguir entre vocales iotizadas y no iotizadas detrás de consonante, puesto que la única función de las vocales iotizadas detrás de consonante es expresar el carácter palatizado de ésta 7• Exactamente la misma función que tiene b. Se trata aquí de una norma de transcripción que permita la retranscripción directa al ruso, por lo que no es posible dejar de transcribir nada que esté fijado en un texto. Como la representación analítica en ruso de las vocales 1, e, e, 10 tendría que ser •Ha, •Hs, •Ho, •üy, esta representación puede ayudamos a una transcripción correcta de estos signos ya analizados. Es decir, tendremos en ia, ie, lo, iu, la única transcripción que responde a la relación sonidosigno en ruso•. Ahora bien, la frecuencia con que aparece e es superior a la de las otras vocales, en tanto que el sonido corres• pondiente de la serie vocálica no iotizada 9 aparece sólo en una palabra rusa, el demostrativo 9TOT. y en la posición inicial de palabras extranjeras y nombres propios de la misma procedencia. Por tanto, este signo s es de un rendimiento funcional mínimo. Resulta muy ventajoso reservar el signo del alfabeto latino e para trans• 7 Respecto a estas consonantes palatalil.adas. no debemos dejamos llevar por la impresión auditiva. Nuestro o(do habituado a otro sistema fónico y, por tanto, ajeno a estas distinciones entre las dos series consonantes del ruso, se acostumbra más o menos a la percepción de las restantes palatalizadas, pero se resiste en el e.aso de las oclusivas labiales (especialmente en el de la sorda) para las que tarda en adquirir el hábito necesario y durante mucho tiempo no llega más que a la percepción analítica, es decir, no percibe como simul• táneas la oclusión y la palatalidad, sino que las considera como dos sonidos sucesivos que contrastan sintagmáticamente. • Esta manera de transcribir presenta, sin embargo, un inconveniente. Una transcripción debe respetar el principio de un signo por cada signo. Pero si al seguir este principio observamos que para dos signos diferentes en la lenl\13 de que se transcribe no se dispone más que de un signo en el alfabeto al que se transcribe, es necesario arbitrar un medio de diferenciación . Al no encontrar en la relación de los sistemas de representación de una y otra lengua el si¡no correspondiente dentro del alfabeto al que se transcribe, el recurso más conveniente es el del dígrafo, que, por su carácter analitico, permite dar cuenta exacta de la realidad fonética transcrita.
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cribir el cirílico e. con lo que, por relación inmediata, transcribimos también por e el cirílico e. Es necesario comprender que esta concesión supone una considerable inconsecuencia respecto a los sonidos gemel_os JI, 10 que se mantienen en la transcripción correcta ia, iu y que se rompe la unidad, en principio deseable, de la transcripción de JI, e, e, JO por ia, le, io, iu, pero la econom(a de la transcripción es enorme, como se puede comprobar transcribiendo un trozo dos veces y usando en cada una de ellas una u otra posibilidad. Esta poderosa razón de economía nos induce a fijar en principio las transcripciones 3 = e (cf. 2-5), e = e, C = e y, como se indica más arriba, JI = ia, JO = iu. 2-9 Sin embargo, la representación de JI, JO por ia, iu (en lugar de por ia, iu) es posible, aunque quizá no sea totalmente deseable. Es posible porque en ruso las secuencias ua, uy apenas aparecen (excepto en préstamos de otras lenguas). Dicho de otro modo, en retranscripción raramente se puede interpretar ia, iu por ua, HY· La manera normal de interpretar ia, iu es JI, 10. Se ha dicho que no es totalmente deseable porque el primer componente del dígrafo ia ha sido usado para la transcripción de u, es decir, de un fonema estrictamente vocálico y aquí se trata de uno semiconsonántico. Se podrá decir que un dígrafo es una unidad en si y que no importa el valor de cada uno de los componentes, sino el que se asigna al dígrafo. Esto es sólo en parte admisible, porque Jo característico del dígrafo es su representación analítica que se funda lógicamente en el valor dado a cada uno de sus componentes. Sería preferible transcribir por ia, iu por su diafanidad, pero puesto que la otra transcripción, aunque incorrecta en rigor, apenas puede dar lugar a confusión por razones combinatorias del ruso. que nada tienen que ver con la exactitud de la transcripción misma. podemos admitirla en razón de la comodidad que ofrece el eliminar numerosas diéresis de los textos transcritos. Sin embargo, esta concesión a la comodidad se hace con muchas reservas y casi con el velado deseo de verla impugnada o rechazada en favor de la transcripción más segura ia, iu. 21
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Son de interés las secuencias gráficas tras H que además nos ayudarán a ver las ventajas e inconvenientes de lo que se acaba de decir. Ya se ha indicado que normalmente deben seguir las ver cales de la serie iotizada, pero en este caso tiene que preceder a 11 una consonante. Estas secuencias son muy frecuentes y su comper nente fonético es muy claro. Al pasar •H.ff, -He a una representación analítica, tendríamos *·HHa, •ffib. Ya se comprende que en este caso la vocal palatal refuerza el rasgo deslizante que adquiere una prer nunciación muy neta !a, !e. La transcripción, sin embargo, debe respetar la grafía y no la pronunciación. El obligado respeto a la lengua escrita nos lleva en este caso a una exageración que se aleja de la realidad fonética: AO CBHAaHHH, do svidániia; 4>paHUHJJ, Frántsiia; TepneHHe, terpénie (e vale ie). 2-10 Antes de dar por terminada la transcripción de las vocales veamos brevemente la historia del signo e. Conviene decir que ha surgido como una necesidad de la evolución fonética de e a partir del siglo XIII. Para el hablante ruso no fue necesaria al comienzo de dicha evolución fonética la creación de un signo, puesto que e no variaba su pronunciación más que cuando, reuniendo la condición de ser acentuada, iba seguida de consonante no palatalizada o bien ocupaba la posición final absoluta. Sin embargo, una serie de analogías fueron dificuJtando la cuestión. Ya hace más de ciento cincuenta años introdujo Karamzín el signo e, que a partir de entooces ha sido cada vez más usado. Sin embargo, aún hoy mismo no se encuentra independizado del signo e. El alfabeto oficial establece treinta y dos signos, pero para la enseñanza y otros fines son necesarios treinta y tres. El hecho de que este accidente fonético no se produjera en búlgaro antiguo, dada la influencia literaria de esta lengua como lengua de la Iglesia, ha contribuido también a la indüerenciación de los signos e y e. Esta situación del signo e hizo que no fuera objeto de atención en la nueva ortografía elaborada antes de la Revolución por la Academia de Ciencias y cuyo empleo fue aprobado por el Gobierno Provisional. Queda dicho que este signo es más usado cada día y que debiéramos contar con treinta y tres signos en el alfabeto ruso.
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3. - SIGNOS DE SEMICONSONANTES Y CONSONANTES 3-1 Ha sido necesario incrustar en el estudio dedicado a la representación y transcripción de las vocales también el de los signos b y H. Se va a decir ahora lo que no fue preciso decir antes y también lo referente al signo 1,, Es curioso observar el hecho interesante de que no existe en el alfabeto ruso ningún signo exclusivo para la representación del rasgo palatal. Como se ve, es ésta una articulación muy breve capaz de palatalizar consonantes, de iotizar todos los timbres vocálicos y de funcionar como segundo elemento de diptongo muy breve. Muy claro como fonema y bastante menos claro como sonido, se halla muy confusamente representado hasta el punto de que es preciso abstraer su valor de su representación en los signos &, H, x, e, H, e, 10. Este hecho es el resultado en parte ( en el caso de & totalmente) del mantenimiento de una ortografía arcaizante. Acerca del signo 11 no hay que añadir nada a lo que se acaba de decir y a lo indicado en 2-6. El signo L, que representaba inicialmente una vocal palatal muy breve (1), no se usa hoy más que como signo de palatalización y por tanto no tierfe equivalencia en nuestro alfabeto. Se puede transcribir por un acento o por una coma alta detrás de la consonante, por ej. TOALKO, tól'ko; 6oALWaS1 bol'sháia; Qapb, tsar'. El signo 1,, que en principio representaba una vocal velar muy breve (i1), no permitía la palatalización de la consonante precedente. Al dejarse de articular la vocal, el signo siguió indicando la condición de no palatalizada de dicha consonante. Es decir, pasó a tener sólo el valor de negación de lo expresado por el signo b. En esta situación no tenía que resultar difícil que el valor cero pudiera expresarse con el signo cero, y esto es lo que sancionó la reforma de la ortografía rusa en 1917. Su transcripción, en el caso que se indica a continuación, puesto que tampoco corresponde a ningún signo de nuestro alfabeto, puede hacerse con dos comas altas detrás de la consonante que lo precede.
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Los signos & y 1, se usan como signos de separación (ése es hoy el único uso de 1,) cuando los sigue una vocal de la serie iotizada. El rasgo palatal de la vocal no se combina con la consonante, sino que en el caso de la vocal iotizada que sigue produce un refuerzo. Es decir, la consonante se articula como palatalizada y a continuación la vocal precedida de su rasgo palatal. En el caso de 1, (generalmente en compuestos), se marca la independencia del componente cuya consonante final no recibe el rasgo palatal de la vocal iotizada, lo que se representa con el signo 'b colocado en medio. Ejemplos: cTaTbff, stat'iá; cepbe3Hb1H, ser'i!znji; KpeCTbJIHHH, krest'iánin; llbere, p'ete; 06M1cHHTbCS1, ob"iasnít'sia; KOHbSIK, kon'iák. Téngase en cuenta que e ió.
=
3-2 Vamos a tratar a continuación los veinte signos que representan las consonantes. Se tratarán en último lugar los cinco signos JK, u, " • w, m. Empezamos, por tanto, con los quince signos 6, s, r, A,
J, K, A, M, H,
n, p, e, r,
q>, x. sobre cuya articulación pa-
latalizada o no palatalizada ya hemos tratado. Nos interesan, por consiguiente, ahora solamente su punto de articulación y los otros rasgos que la acompañan. Nos ocupamos en primer lugar de once de ellos, que se distri• buyen en tres puntos de articulación según el cuadro siguiente: fricativas
oclusivas
sonoras
sordas
labiales y labiodentales
6
n
dentales
A
T
velares
sonoras sordas e
e¡.
nasales M
H
K
X
La observación de las casillas vacías es interesante. La nasal velar no existe en ruso ni siquiera ante velares. La fricativa velar sonora
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TRANSCRJPCIÓN DEL RUSO AL ESPAÑOL
no tiene valor fonológico en ruso, pero es corriente como alófono de r y K, y también de x. La articulación dental presenta vacías las casillas de las frica~ tivas. En los préstamos de otras lenguas, del griego sobre todo, el sonido sordo correspondiente ha sido desplazado a la articulación labiodental. La posición articulatoria de las silbantes rusas hace poco viable la existencia de fricativas dentales. Pero en este trabajo debemos limitamos a la relación de los sonidos en el sistema y a su representación, por lo que volvemos a la consideración del
cuadro. La distribución de los sonidos en él representados tiene como rasgo muy característico el de la neutralización de las sonoras en posición final de palabra. Sus grafías, sin embargo, permanecen y. como la transcripción se hace sólo sobre la escritura, tenemos que respetar el signo que ésta nos ofrezca e ignorar la neutralización.
3-3 La transcripción de la serie labial no ofrece ninguna dificultad: 6 = b ; n = p; s = v; = f; M = m. En la serie dental tampoco hay problema alguno: A d; r = t; H n. Al tratar la serie velar r, K, x debe tenerse en cuenta que sólo estos tres signos entre los quince que estamos tratando nunca van seguidos de b y no aparecen palatalizados más que ante e, 11 . Son los sonidos afectados por las tres palatalizaciones históricas del eslavo por lo que la combinación de estos sonidos con el rasgo palatal b adquirió otro valor fónico como consecuencia de la primera palatalización. La r se transcribe por g. Es oclusiva sonora, por lo que jamás puede sonar como la j española. Debe transcribirse por g aun en los casos en los que representa un sonido totalmente diferente, como es el de los genitivos en -ro de pronombres y de adjetivos. La K debe transliterarse sin más explicación.
=
=
34 La x, en cambio, nos coloca ante una situación particularmente extraña: es Uno de los sonidos rusos que tienen su exacta correspondencia en español. Teniendo en cuenta solamente la lógica de la transcripción, no existe más posibilidad que transcribir por ;. En este trabajo se ha tratado siempre de explicar las razones por las que se proponía la transcripción de cada signo. En este caso, la
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razón es obvia. Hay un mismo sonido en ambas lenguas al que responden dos signos, uno en cada alfabeto. No hay que hacer otra cosa que transcribir. No obstante, debemos dejar constancia de los inconvenientes que surgen tras la correcta transcripción de x que acabamos de indicar. El signo j, que en el alfabeto español ha venido a representar la fricativa velar sorda, se usa en algunas lenguas germánicas y eslavas de alfabeto latino para representar tanto la semivocal ante• rior como la fricativa palatal sonora. 1:.ste es el valor que tiene también en el Alfabeto Fonético Internacional. Aunque en otras lenguas el signo tenga un valor distinto al que se acaba de indicar (en fr., p. ej., fricativa chicheante sonora), lo cierto es que ninguna otra lengua de alfabeto latino coincide con el español en representar por medio de este signo la fricativa velar sorda. Este hecho coloca al hispanohablante en una situación de incertidumbre al encontrar este signo en otra lengua cualquiera. Más bien, excepto en el caso de iletrados, le hace suponer que no debe pronunciarlo como j española. El problema se agudiza porque en las transcripciones del ruso a otras lenguas (p. ej., al alemán y a las lenguas eslavas de alfabeto latino) se usa este signo para la transcripción de H y tam• bién para la del rasgo palatal deslizante que inicia las articulaciones de sr, e, e, 10. Es imposible, en la línea seguida en este trabajo, no aconsejar la transcripción de x por j. No obstante, insistimos en las dificultades que presenta dicha transcripción. Como veremos más adelante, el mundo de habla inglesa transcribe por kh, los alemanes por ch y los eslavos de alfabeto latino por h. La introducción de nuestro signo, tan obvia por otra parte, quizá produzca confusión. Sólo es deseable que se transcriba de manera uniforme, es decir, con el mismo signo, cualquiera que sea la posición que ocupe en la palabra. Si transcribimos j, debemos hacer valer la razón poderosísima que nos asiste. Si abandonamos las líneas directrices de la transcripción en aras de una supuesta uniformidad europea, debemos saber que sólo esa razón nos ha apartado de lo que en buena lógica era debido hacer. Naturalmente, en las transcripciones que se hacen al final de este trabajo se usa únicamente j .
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TRANSCRIPCIÓN DBL RUSO AL ESPAf-iOL
3-5 Tratamos ahora la lateral /t., cuya articulación no palatali• zada es para nosotros bastante complicada, pero esto no afecta a la correspondencia con nuestro signo /9. Igualmente transcribimos la vibrante p por la nuestra correspondiente, esto es, por r.
=
3-6 La silbante sorda se transcribe sin dificultad alguna: e s. Sin embargo, la silbante sonora nos plantea a los españoles una seria dificultad, agravada aún más por el hecho de que en nuestra mentalidad lingüística, común con todo el resto de Europa, la trans. cripción fonética de las llamadas silbantes palatales suele tener como base la grafía de las silbantes dentales, según veremos más adelante (cf. 4-2, 4-3). Frente a todas las lenguas latinas y germánicas, nuestras vecinas más o menos próximas, el español se caracteriza por no tener silbante sonora fonológica, ni siquiera en posición intervocálica, que es la posición en la que con menor frecuencia se manifiesta la neutralización en las citadas lenguas. Carece, pues, nuestro alfabeto de signo para representar este sonido. Aquí, por tanto, nos vamos a ver obligados a llevar a cabo una transliteración estricta, con el inconveniente de que el signo transliterado tiene en nuestro alfabeto un valor representativo distinto del que tiene en ruso. Se trata del signo z que en nuestro alfabeto representa un sonido que, además de no ser silbante en zonas de la Península, es sordo prácticamente en la totalidad del ámbito hispanohablante. En la elaboración razonada de un sistema de transcripción nos vemos obligados a recurrir en este caso a la transliteración por carecer el sistema fonológico del español del sonido correspon• diente. Nos queda justificar por qué hemos tomado un signo que en nuestra lengua tiene otro valor y explicar por qué admitimos la transliteración en lugar de buscar otro signo. La primera cuestión crea un círculo vicioso aparente que sólo se aclara por medio de la segunda. El alfabeto latino y el cirílico tienen la misma base 9 Su articulación palatalizada tampoco coincide con el sonido que representa nuestra ll. Aun en el caso de que en realidad hubiera sido idéntica la articulación de ambas, no se habtia podido transcribir por nuestra ll sin romper todo el sistema de transcripción y hacer ésta arbitraria.
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común, es decir, el alfabeto griego. Cuando en la segunda mitad del siglo IX d. C. se adaptó el alfabeto griego a las necesidades del eslavo, se encontró en él un signo correspondiente a la silbante sonora y fue adoptado (3). En el siglo I a. C. habían sido añadidas al alfabeto latino dos letras tomadas del alfabeto griego, la llamada i griega y la zeda. (La verdad es que, si se hubiera procedido con lógica, debiera haberse llamado también ese griega a esta última.) Por tanto, el origen del signo es el mismo en el alfabeto latino y en el cirílico. Es lo cierto que, por lo menos, desde el siglo I a. C. el alfabeto latino tiene el signo z para la silbante sonora. Buena parte de las lenguas escritas con alfabeto latino han conservado el valor del signo. Ante la z, como representante de la silbante sonora, algunos españoles se han de extrañar, pero hay que pensar que somos casi una excepción en las lenguas con alfabeto latino y que la mayor parte de los nativos de lengua española articulan una silbante (sorda) al estímulo visual de la z. El signo de que estamos tratando es la verdadera cruz de la transcripción del ruso al español y debe quedar claro que no hay otra opción que la propuesta. Otra cualquiera no daría mejor solución al problema, nos apartaría de la historia misma de nuestro alfabeto, perdería el saludable efecto de la transliteración y nos dejaría al margen de la comunidad de los pueblos con alfabeto latino, que usan este signo para la transcripción de 3.
4. -LAS CONSONANTES PALATALES
4-1 Quedan los cinco signos )K, J..t, ti, w, lll- La representación de una cualquiera de las otras consonantes seguida de una vocal iotizada o de b supone siempre la existencia de la pareja correspondiente no palatalizada. Es decir, que en las otras consonantes una representación sintagmática exige siempre la existencia paradigmática de su pareja. En cambio, estas cinco consonantes no tienen pareja. Cada una de ellas se presenta aislada en oposición a cualquiera otra consonante. El uso gráfico de las vocales que
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siguen a estas consonantes es consecuencia de la historia de la escritura rusa. Por consiguiente, el hecho de que a estas consonantes pueda seguirlas una vocal de la serie iotizada o de la serie no iotizada o bien el signo h no dice sincrónicamente nada que tenga relación con el riguroso tratamiento ortográfico del ruso en el caso de las restantes consonantes, que es consecuencia de la distinción sincrónica que hace la lengua entre palatalizadas y no palatalizadas. El signo u se representa por ts. Grafías como zar por uapb (por transmisión inicial a través del alemán) han entrado en nuestro léxico, pero en estos casos debe admitirse también la transcripción correcta tsar'. Al decir correcta nos referimos sólo a la transcripción, pues el punto de articulación en ruso es distinto del que el español adopta para imitar esta africada. 4--2 Nos quedan solamente las cuatro palatales w, )K , q, m. Hasta ahora hemos hablado de palatalizadas, es decir, de sonidos cuya articulación específica es otra que la palatal, pero que añaden a esa articulación específica un rasgo palatal. Es posible, como vamos a ver, que en algunas consonantes palatales, es decir, en consonantes que no tienen otro rasgo que el palatal, el contacto de la lengua con el paladar sea menor que en las palatalizadas. La transcripción de w y de >K merece una atención mayor. En primer lugar, si bien es cierto que se trata de sonidos palatales, su articulación es distinta de la de los correspondientes del francés, del inglés y del alemán. En estos últimos la lengua se adapta a un sector del paladar duro y su posición tiende a ser convexa. En ruso, en cambio, el contacto de la parte anterior de la lengua se efectúa en un sector del paladar muy reducido, junto a los alvéolos, y la posición de la lengua es cóncava. En las lenguas que se acaban de indicar existen silbantes dentales a las que se oponen estos sonidos llamados silbantes palatales; en terminología española, fricativas chicheantes. En estas denominaciones subyace siempre el concepto de silbantes, como lo demuestran los signos fonéticos usados para las transcripciones. En ruso, se trata más bien de fricativas palatales que de silbantes palatales. Si bien es cierto que el efecto acústico es semejante, la posición articulatoria es distinta. En el punto de articulación de 29
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estas consonantes rusas el contacto de la lengua con el paladar duro es menor que en las consonantes palatalizadas de que se ha tratado antes. De aquí que, mientras a las palatalizadas se les llama también mojadas o blandas, estas dos consonantes de que tratamos, como consecuencia de un cambio producido hacia el siglo XIV, han pasado a ser duras como todas las no palatizadas. Ya hemos indicado que el hecho de que puedan ir seguidas de b o de vocal iotizada perle• nece a la historia de la escritura rusa y no indica relación de ningún tipo con el valor que estos signos tienen detrás de las otras consonantes que hemos estudiado. Teniendo en cuenta lo dicho, debiéramos buscar quizá una trans• cripción que se apartara de la idea de considerar estos sonidos rusos como las silbantes palatales de las lenguas antes citadas, pero debemos limitarnos a las posibilidades de nuestro alfabeto. Aquí el problema se va a resolver en dos escalones sucesivos. Las lenguas no eslavas de alfabeto latino transcriben estos sonidos rusos con los signos que representan los sonidos suyos más próximos. Esto es lo adecuado en una transcripción. El francés, que tiene los dos sonidos, representa el sordo por ch y el sonoro por ;. Es interesante sub. rayar que el francés, la lengua europea que en estos dos sonidos está más próxima al ruso, sufre los mismos inconvenientes que el español con la fricativa velar sorda (cf. 3-4). El inglés posee el sonido sonoro como resultado de secuencias fonéticas posteriores a la fijación del sistema de signos y, por tanto, carece de signo propio para expresarlo. En cambio representa el sonido sordo por sh. El alemán que no tiene el sonido sonoro representa el sordo por sch. Esta grafía es un perfecto análisis del sonido alemán : silbante sorda+ fricativa palatal sorda (esta última tal como se articula en el ich•Laut), naturalmente en articulación monofonemática. La grafía del inglés marca una linea muy interesante y productiva. La línea de adoptar el signo •h como indicación palatal en los dígrafos, línea que sigue también con ch, idéntico al del español tanto como signo cuanto como sonido representado. 4-3 J::sta será. nuestra salida para resolver el delicado problema de la transcripción a la lengua española de estos signos rusos. El
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TRANSCRIPCIÓN DEL RUSO AL l!SPA~OL
español de hoy carece de ambos sonidos y, por tanto, de los signos correspondientes. En algunas zonas de la Península y de América aparece el sonido sonoro como realización fonética de 11 o y en la posición explosiva de la sílaba. Pero este hecho parcial no autoriza a generalizar; faltaría un signo correspondiente para la sorda; introduciríamos una representación insólita que produciría perturba• ción en los hispanohablantes y nos apartaría gravemente de las res• tantes transcripciones occidentales de w y de :»K debe ser, en consecuencia, zh. La extra• ñeza de este signo la provoca, sobre todo, el signo z que se adoptó en 3-6. La idea de que el signo -h después de consonante exprese palatalidad es, sin duda, más fácil de admitir que el hecho de que 'l transcriba una silbante sonora. Pero esto ya está suficientemente tratado en el lugar que se acaba de citar.
4-5 El sonido representado por el signo 1.1 corresponde casi exactamente a la africada sorda que en nuestro alfabeto representa el dígrafo ch. Hay amplias zonas de la geografía hispanohablante en que el contacto palatal es casi tan amplio como en el sonido ruso.
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TRANSCRIPCIÓN DEL RUSO AL ESPAÑOL
Es transcripción tan exacta como la de ;, pero con la diferencia de que no presenta ningún problema secundario. Finalmente el signo 1U representa la articulación sucesiva sin posibilidad de límite silá• bico interno, es decir, emitida monofonemáticamente, de la fricativa w y de la africada I¡{, La articulación del sonido no plantea dificultad alguna, aparece sin limitación, como los demás sonidos, e incluso en sílabas sucesivas (3aumwaTb= z.ashchishchát':;;; defender). Sin em• bargo, las transcripciones parecen escandalosas a la vista de las personas habituadas a las grafías normales de nuestras lenguas próximas (resulta en francés chtch, en alemán schtsch, ¡siete signos para un solo sonido!). Nuestra transcripción viene dada por Jo dicho más arriba: shch, es decir, nuestra ch precedida del signo arbitrado para la fricativa chicheante sorda sh.
5. -VALOR Y USO DE LA TRANSCRIPCION
5-1 En todo lo que precede hemos considerado dos sistemas fonológicos y dos conjuntos de signos para su respectiva representación. Hemos tratado de trasvasar la relación existente entre el sistema del ruso y su representación a la relación existente entre una y otra en español. El proceso ha sido: 1.0 ) signo ruso, 2.0 ) relación del sonido representado por el signo con el sistema fonológico ruso, 3.0 ) relación de dicho sonido con el sistema fonológico español, y 4.0 ) signo español. Naturalmente, las dos primeras partes no pueden ofrecer dificultad , pero su relación con las últimas se ha presen• tado alguna vez como casi insuperable. Recordemos la fricativa velar sorda que siendo en ambas lenguas el mismo sonido, estando en ambas en la misma relacióo con el sistema y teniendo, por tanto, cada lengua su signo de representación, es decir, no existiendo otra posibilidad racional que transcribirla en español por j, deberá vencer resistencias poderosas, provenientes de posiciones ajenas a las de la pura transcripción. Citemos los casos en los que la carencia de un sonido, y por tanto de su signo, no suponía una falta de relación, como el caso de la silbante sonora y de las fricativas palatales, y finalmente el caso en que es posible arbitrar signos, pero no existe
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relación de sistema a sistema, como sucede con los sonidos palatalizados. Estimamos necesarios otros puntos de vista que aporten valiosos resultados a la creación de una norma de transcripción del ruso al español. Creemos, sin embargo, que no debe tener aceptación cualquier propuesta que se funde en la semejanza fonética de los sonidos aislados de lengua a lengua. Tampoco es admisible cual• quier propuesta de signo que no responda a nuestra ortografía normativa y, cuando esto no sea posible, a la evolución del alfabeto latino de donde proviene esa normativa. Por ejemplo, para nosotros la transcripción de H por j es inadmisible, aunque no deseáramos reservar ese signo de nuestro alfabeto para transcribir x. Entre las lenguas más difundidas de alfabeto latino, el alemán es la única que transcribe con este signo. La influencia de la vecindad eslava es manifiesta, puesto que el empleo de dicho signo en la ortografía normativa del alemán se opone totalmente al que se adopta en Alemania para la transcripción de ruso. A esta afirmación no se opone la semejanza, sólo aparente, que con dicha ortografía pueda tener la transcripción de las vocales iotizadas no precedidas de consonante. En efecto, la ortografía alemana excluye el signo j de toda posición que no sea la explosiva de la sílaba. Representa una consonante bien caracterizada (notablemente más cerrada que la inglesa correspondiente) y no el rasgo deslizante de una vocal iotizada. Si la transcripción alemana imita tan forzadamente la ortografía de las lenguas eslavas de alfabeto latino (en las que la transcripción es perfecta en este caso), no podemos nosotros incrustarla en nuestro sistema, en el que el sonido más próximo es notablemente distinto del correspondiente alemán, en el que la posición silábica también es distinta y además condicionante, en el que la historia del signo es divergente y en el que, por añadidura, el signo mismo representa un sonido con otro punto de articulación y es además sordo. Sirva este ejemplo para indicar cuáles son las precauciones con las que se debe proceder en este campo. 5-2 Damos a continuación el cuadro del alfabeto ruso. En la primera columna numeramos del 1 al 33, en la segunda los signos
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Signos
1
1
4
5 6 -· -
7 8
9 10 11
12 13 14 15 16 17
-18 19 20 21 22 23 24 25 26
-27 28 29 30 31 32 33
¡
Lup.r en que se tnta
A
a .¡1 2-4,2-5
6
6
' Trans,. 1 cripción ¡
ISO
a
1
BSI/ASA
·- -
··
3-2, 3-3 b B B 3-2 3 3 V r r 3-2, 3.3 g d A A 3-2, 3-3 1 2-3, 2-6, 2-8, 3-1 E e e i ---- - - --! 2-3, 2-6, 2-8, 2-10, 3-1 2 )K 3-2, 4-1, 4-2, 4-3, 4-4 zh 1 3-2, 3-6 3 3 z 2-7, 3-1, 3-4 H i " 2-6, 2-3, 2-6, 3-1 FI ¡¡ i j 3-2, 3-3 K K k 3-2, 3.5 A A 1 M M 3-2, 3.3 m 1 n H H 3-2, 3.3 2-4,2-5 o o o 1 3-2, 3.3 p 11 n i -----p p 3-2, 3-5 r e e 3-2, 3-6 s 3-2 T T t y y 2-4, 2-5 u f 4> 3-2, 3.3 3-2, 3-3, 3-4 j h kh X X q u 1 3-2, 4-1 IS e g 3-2,4-1,4-2,4-5 ch e 4 ! w w 3-2, 4-1, 4-2, 4-3, 4-4, 4-5 sh - ----- shch !e lll w 3-2. 4-1. 4-2, 4-5 3-1 b 1, bl hl 2-4, 2-5, 2-6, 2-7 y 2-3, 2-6, 2-8. 3-1, 3-3. 4-2 b b 2-4, 2-5 3 3 é é iu (iu) 2-3. 2-6, 2-8. 2-9, 3-1 10 ro ju iu 2-3, 2-6, 2-8. 2-9, 3-1 ia (ia) ja ia .11
-
•"'
•
-
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•
•
-
-
-
--
-
1
TRANSCRIPCIÓN DEL RUSO AL ESPAÑOL
cirilicos, en la tercera los lugares de este trabajo en que se ha tratado el signo en cuestión, en la cuarta la transcripción a la que nos ha llevado este estudio, en la quinta Ja transcripción de Ja lnternalional Standard Organizalion (l. S. O.) y en la sexta la con• junta de la American Slandards Association (A. S. A.) y de la British Standards Jnslilution (B. S. l.). Al comparar la transcripción que aquí se propone con la de BSI/ASA, observarnos que prácticamente coinciden ambas. Podría pensarse que el trabajo ha sido infructuoso porque se podría haber adoptado sin más el sistema indicado. Realmente esa coincidencia está al margen de la realidad misma del trabajo, que se ha pr~ puesto y ha cumplido unos objetivos claramente indicados en 1-3. El análisis aquí hecho de las relaciones de sistemas de sonidos y de signos del ruso y del español permanece inalterado y deberá beneficiarse posteriormente con las aportaciones nuevas y con las correcciones a las eventuales imprecisiones que este trabajo pueda contener. Es realmente confortante que este sistema de transcripción, pr~ dueto del análisis que precede, al mismo tiempo que aparece como genuinamente español, nos permita coincidir con la norma más generalizada entre los pueblos de Occidente. 5-3 La diferencia entre la transcripción aquí propuesta y la de BSI/ASA se halla en el signo número 23. Esta diferencia es irreductible porque para nosotros es imposible admitir el signo kh. La solución de arduos problemas de nuestra transcripción está fundada en el valor palatal del signo -h como segundo componente de un dígrafo. Si aceptáramos la transcripción kh para x nuestro sistema se haría arbitrario y entonces podría admitirse cualquier transcripción sin necesidad de razonarla. Comprendemos que el problema de la transcripción de x para BSI/ASA es el más grave y no es menor que el nuestro con el número 9, que representa la silbante sonora, no existente en español. Nuestra crítica a BSI/ASA es inexcusable, pues de no hacerla aquí podríamos correr el riesgo de ver introducida la grafía kh en una norma de transcripción al español. Si BSI/ASA ha introducido zh por analogía con sh y con ch, dígrafos en los que •h tiene
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valor palatal, no es consecuente al introducir kh. El primer elemento de este dígrafo indica el carácter velar sordo, y el segundo, que inicialmente expresó el carácter aspirado de la articulación, es empleado aquí para indicar la no oclusión, es decir, en kh el elemento -h tiene sólo valor reductor respecto a k-. Es arbitraria, por tanto, la presencia de las transcripciones zh y kh en un mismo sistema 10 •
Las restantes diferencias son pequeñas, algunas mínimas. La transcripción de a por e, por ejemplo, obedece a comodidad de escritura. No obstante, la transcripción 10, • deja admitidas las posibilidades de iu, ia y iu, ia. Se deja esta última entre paréntesis para indicar la facultad de usar una y otra forma sin mezclarlas. En los casos en que se piense en la retranscripción, es más segura la forma con diéresis. 10 La historia de estos hechos es a la vez elemental y complicada. Los romanos, sin oclusivas aspiradas en su sistema fonológico, introdujeron para reproducir estos sonidos griegos el uso de dígrafos en los que el signo h propio de la aspiración en su alfabeto seguía a la oclusiva. (Este proceder marcaba curiosamente dos hechos: la percepción sucesiva de rasgos que el oído no debe analizar como sucesivos y su acertada representación analítica; cfr. nota 6, en 2-8). Posteriormente, las oclusivas aspiradas griegas pasaron a ser fricativas, pero siguieron siendo transcritas al alfabeto latino con los mismos dígrafos. Cuando en el siglo IX d. C. el alfabeto griego se adaptó a las necesidades del antiguo eslavo, los signos de las primitivas oclusivas sordas aspiradas griegas (convertidas ya en fricativas) fueron aplicados a las fricativas eslavas. Aunque eliminado del alfabeto de Pedro el Grande (1710), el ruso retuvo el signo griego e hasta 1917 sólo para palabras de origen griego, pero su sonido lo desplazó el ruso a la articulación labial. La fortuna del signo latino f marginó la representación ph en la relación del alfabeto cirílico con el latino, pero, por otra parte, el alfabeto latino no poseía ningún signo para la fricativa velar sorda. Este pequeño hecho ha sido una tragedia en la historia de la escritura de las lenguas de alfabeto latino. Cada una de las que poseían el sonido ha tomado un signo diferente para su representación. Las que no poseen el sonido y deben transcribirlo de otro alfabeto recurren a la transcripción que los romanos hicieron de la X griega. Pero ni franceses ni ingleses pueden tomar el signo ch que en francés representa Wla silbante palatal sorda y en inglés, como en español, la africada palatal sorda. ~sta es la razón histórica por la que BSI/ASA ha transcrito el signo número 23 por kh, y por esta misma razón es inconsecuente con las grafías de los otros dígrafos cuyo segundo elemento es -h.
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TRANSCRIPCIÓN DBL RUSO AL ESPA.li10L
5-4 El que aparezca en el cuadro la sigla ISO se debe a que este organismo ha adoptado el sistema de transcripción al alfabeto latino usado por los eslavistas 11 • En realidad, entre el sistema llamado ISO y el sistema BSI/ASA hay sólo una diferencia de puntos de vista. Los eslavistas ven el alfabeto latino desde la perspectiva de las lenguas eslavas que se escriben con este alfabeto (en especial el checo) y para ellos la relación entre alfabeto cirílico y alfabeto latino no sale del ámbito de dichas lenguas como si no hubiera otras no eslavas escritas con él. El sistema anglo-americano parte sólo del uso del alfabeto latino en inglés y procura acomodar la transcripción del cirílico a esta realidad sin tener para nada en cuenta que hay lenguas eslavas de alfabeto latino. Estos dos puntos de vista son irreconciliables y tampoco es necesario que no lo sean. Los dos sistemas son muy sencillos, de modo que un conocimiento muy elemental del ruso es suficiente para no producir perturbación alguna en la transcripción, sea con uno o con otro sistema. 5-5 Como es natural, las demás lenguas de cultura (francés, alemán, italiano, etc.) adaptan la transcripción del cirílico a la relación del alfabeto latino con su lengua hablada. Estamos muy lejos de que en el ámbito de estas lenguas se adopte (fuera de los especialistas) cualquiera de los dos sistemas arriba indicados. La existencia en francés de las correspondencias .)f(, j; w, ch, hará que esta transcripción perdure indefinidamente. Las increíbles posibilidades analíticas para los elementos componentes de los sonidos que caracteriza al alfabeto en alemán hará que la transcripción hoy en uso se mantenga también indefinidamente. Una representación schtsch para el signo 11l es tan clara para un alemán, que resulta inútil cualquier explicación sobre su pronunciación; nadie puede pronunciarla ni analizarla mal, excepto en lo referente a su articulación monofonemática.
11 Mantenemos el nombre de clSO• en lugar de •transcripción de los eslavistaS• por seguir el artículo de Javier Lasso de la Vega antes citado.
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Lo que se acaba de indicar no quiere decir que la transcripción
del ruso a estas lenguas no introduzca grafías extrañas a la ortografía normal de cada una de ellas. En alemán schtsch no puede existir más que en transcripciones del eslavo, como sucede con chtch en francés. En esta última lengua, tch supone siempre una transcripción de otra lengua. En el mismo sistema BSI/ ASA fundado sobre el uso del alfabeto latino en inglés, el signo z,h resulta extraño. En este caso, el segundo componente del dígrafo, según se ha dicho, ha sido trasladado de los dígrafos sh y ch, donde representa la palatalidad. Es lo mismo que hemos propuesto para el español partiendo de ch. 5-6 De lo que antecede debemos concluir las consecuencias de la falta de unas indicaciones para la transcripción entre nosotros. Mientras no existan éstas, los nombres rusos aparecerán inevitablemente en nuestra lengua con el ropaje ortográfico de aquella lengua por cuyo conducto hayan llegado. Los hispanohablantes que conocen el ruso son rara vez lingüistas, y, por tanto, aun en el caso de que hablen ruso, deben recurrir a la autoridad de cualquier forma escrita, ,venga de donde viniere, antes de improvisar. Si no obraran así. en lugar de cinco grafías diferentes, que se pueden recoger en nuestras publicaciones para un mismo nombre ruso, tendríamos sin duda más. Es imprescindible establecer una norma segura que valga, en primer término, para las transcripciones de textos y de notas bibliográficas y además que permita tener un criterio uniforme para la escritura de nombres tomados de una lengua que tiene un puesto muy firme en la civilización contemporánea. Otra consecuencia que tenemos que sacar es que no debe preocuparnos la introducción sistematizada de tres signos no habituales en nuestra ortografía. En las otras lenguas sucede lo mismo. La sola presencia de tales signos es ya una información para el lector que sin más datos reconocerá la palabra como rusa. La introducción de esos signos traerá como consecuencia la unidad de transcripción y nos colocará en este campo en la línea más general de los pueblos de Occidente. Es conveniente insistir en que los signos que en este trabajo se proponen responden a la historia de nuestro
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TRANSCRIPCIÓN D2L RUSO AL ESPAR:OL
alfabeto, y con la excepción de z, a los hábitos de su uso, y que su apariencia de préstamos se debe a la evolución paralela de los usos del alfabeto latino en la historia de los pueblos europeos. 5-7 Las advertencias que suelen hacerse sobre el uso oral de una transcripción pueden referirse: 1.t') a la ampliación o restric• ción del valor fonético de un signo del alfabeto a que se transcribe, y 2.0 ) a las modificaciones que un sonido (representado por un signo) pueda tener en la lengua de que se transcribe. Las del primer tipo son fundamentales ; en cambio, las del segundo tipo no tienen otro valor que el de la simple curiosidad y, en realidad, debieran omitirse. El lector, sin embargo, encontrará aquí citadas algunas de ellas como comprobación del diferente valor de unas y otras. En el número 4, la g de nuestra transcripción es siempre oclu• siva sonora y jamás fricativa sorda. Es decir, cuando vaya escrita ante •e, •i debe dársele el mismo sonido que tiene ante -a, --o, •U. Para los números 8, 9, 26 y 27 es necesaria la lectura de los lugares a que envían las referencias. El signo 29, para la lectura de la transcripción, es una i. Al con• sultar las referencias podrá el lector conocer su articulación, si es que lo desea. Lo único que importa es no darle valor consonántico. Nunca puede empezar sílaba. puesto que tiene que llevar delante una consonante. El signo 11 es un segundo elemento de diptongo articulado como una i precedida de vocal, pero más cerrada. Para el uso oral de la transcripción en los signos 32 y 33 tras vocal o en posición inicial, la i- (i·) debe articularse como en español un primer elemento de diptongo o, dicho de otro modo, como semiconsonante ¡. Este mismo valor debe darse a los signos 6 y 7. Cuando cualquiera de estos cuatro signos vaya precedido de cons~ nante, debe reducirse al mínimo la articulación de i- (i-) fundiéndola en la consonante. Hasta aquí las advertencias del primer tipo. Las del segundo pueden abarcar todo el estudio de la fonética de la lengua de que se transcribe, pero carecen de valor para el uso de la transcripción. Veamos unos cuantos casos.
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El ruso neutraliza la oposición sonoridad-sordez en posición final absoluta, por lo que todas las consonantes en esa posición se pronuncian sordas, sin que para nada esto influya en la ortografía. Las transcripciones se hacen sobre la lengua escrita. Hay algunos signos, la r, por ejemplo, que se usan (cf. 3-3), y con bastante frecuencia, con valor fonético distinto, pero, volvemos a decir, lo que se transcribe es lo escrito. Existen también en determinadas posiciones signos que sólo apa• recen representados, pero que no se pronuncian. Al aparecer escri• tos, deben transcribirse: nooAHMA. transcripción pózdnti, pero en ruso no se articula A; eecrHHK, transe. vtstnik, pero no se articula r. En el contacto de consonantes, la primera en el orden de la cadena se acomoda a la articulación de la que le sigue, pero naturalmente se transcribe como estd escrita. En ruso los timbres a, o sólo se distinguen cuando llevan el acento. En sUaba átona son idénticos, aunque, según su posición respecto al acento, pueden tener tres articulaciones diferentes a, A, 3. Naturalmente, nada de esto tiene que ver con la ortografía del ruso y, por tanto, con su transcripción. La pronunciación de las vocales iotizadas en sílaba átona conduce a diferencias más notables que las que se han indicado en el caso de a, o, pero, como la ortografía no las tiene en cuenta, no afectan a la transcripci6n. Con estos datos se comprueba una vez más que el trabajo para una transcripción es el de establecer los fonemas del sistema de la lengua (en este caso el ruso) y su representación gráfica. Los al6· fonos deben quedar, por principio, al margen de la transcripción. En cambio, es muy importante precisar el valor que, bien por ampliación, bien por restricción, se da a los signos de la lengua a que se transcribe para evitar que el uso oral de la transcripción haga suponer la existencia de sonidos que no posee la lengua de que se transcribe. 5-8 Una de las dificultades mayores que presenta el ruso es la de conocer cuál es la sflaba tónica. la ortografía no usa signos para indicarla Y, por tanto, no hay guía posible, pues es una lengua de
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t'R.ANSCRJPCJÓN DBL RUSO AL BSPAAOL
acento móvil. Está claro que no es necesario escribir el acento en la transcripción, pero en este campo conviene dejar la mayor libertad posible. En general, ayudará mucho el encontrarse escrito el acento, pero esta cuestión se sale del ámbito de este trabajo, que sólo puede ocuparse de lo que aparece en la escritura. No obstante, en las transcripciones que se dan en los apéndices que siguen a este trabajo va siempre indicado el acento, incluso sobre e, que no puede existir más que como sonido tónico.
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A:P·~ N D I C E S
APtNDJCE l
TRANSCRIPClóN DE TEXTOS Y BIBLIOGRAFIAS Se ofrecen a continuación unos (ragmentos literarios y unas bibliografías transcritas con arreglo a las indicaciones dadas en este trabajo. Constituye la parte primera unas líneas de l. S. Turgénev, con abundante puntuación, para facilitar el habituamiento inicial. Sigue un texto continuo sobre el interés que por la lengua española tenía Lomonósov, tomado de la obra • Ensayos sobre la historia de las relaciones literarias ruso-españolas en los siglos XVl•XIX•, de M. P. AJekséev. A este texto corresponden las dos notas a pie de página. Termina este apéndice con unas citas bibliográficas sueltas. La columna de la izquierda, ocupada por el texto ruso, se corresponde exactamenle línea a línea con la de la transcripción.
Asa óoia'la
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KorAa npH MHe npCBOOHOCJIT 6oraqa POTlllHAbAa, KOTOpblH H3 rp0MaA,HblX CBOHX A0XOA08 YAC· MICT LleAble TblCJIQH Ha BOCJUtTa• HHe AeTeH, Ha Ae'ICHHe 6oAbHblX, Ha npu3peHHe CTapblX, JI XB3AJO
Kogdá pri mné prevoznósiat bogachá Rótshil'da, kotóryi iz gromádnyj svoij dojód.ov udeliáet tsélye 1ysiachi na vospitánie detéi, na lechénie bol'nYj, na prizrénie s1áryj, ia jvaliú i umiliáius'. No, i jvaliá i umiliáias', ne mogú ia ne vspómnit' ob odnóm ubógom krest'iánskom seméistve, priniávshem sirotú • plemiánnitsu v svoi razorénnyi domíshko.
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Ho, H XB3.AJI H YMHAJIJICb, He He BCDOMHHTb 06 OAHOM y6oroM KpeCTbllHCKOM ceMCÜCTBe, DpHHHWeM CHpoyY. DAeMHHHHUY 8 caoA p330¡>eHHblH AOMHWKO.
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Voz'mém my Kát'ku, govuríla bába, poslédnie náshi groshf na neé poidút, né na chio búdet sóli dobyt', pojlébku posolit' ... A my eé i nesolénuiu, otvétil muzhík, eé muzh. Dalekó Rótshil'du do étogo muzhiká.
BoJbMCM MLI KaTbKY, roeopHAa 6a6a, IIOCACAHHC HawH rpowH Ha HeC noHAyr, He Ha 'ITO 6yAeT coAH A06blTb, noXA.e6Ky OOCOAHTL ... A Mbl ee H HeCoAeHyJO, OTBCTHA MY)KHK, ee MV*• AaAeKo PoTWHAbAV AO 3TOro MY)KHKal
Turgéncv
Typrcuee
HHTepecHO IIOA'ICpKHYfL, 'ITO AoMouocoe yaHaA «AoH KHxoTa» H3 HCMCUKOÜ AHTepaTypLI. «BecC• AU H OCTpoyMHaR HCTOpHSI CAa.&HOOO pblitap.st Aott KHxoTa», e IlOAHblM HM.eHeM aBTopa, e HCMCJ..1,-
Interésno podcherknút', chto Lomonósov uznál «Don Kijóta,, iz nemétskoi literatúry. «Vesélaia i ostroúmnaia istóriia slávnogo I')'tsaria Don Kijóta», s pólnym ímenem ávtora, v neméts-
KOM nepeBOAC 1734 r. e MYX 'llaCTBX, 6blA3. noAr,¡eua AoMOHOCOBblM H3 KHIDKHOH AaBKH neTep6yprCKOH AKélACMHH HayK e 1761 r. H HaxOAHAaCb B ero 6H6AHOTCKe 1. ÜT3b1Ba AoMOHOCOBa O pOMaHe CepeaH.Teca MLI He 3HaeM, HO 3HaqJITeAeH Y*C Ca.MblÜ $aKT noKymrn HM 3TOÜ KHHrH, Cll.\C OTCYTCTBOBaBIIIeÜ B pyccKOM nepeBOAe, He MeHee cymecTBCHHO H TO, 'ITO AOMOHOCOB yqHACJI HCil3HCKOMY
kom perevóde 1734 g. v dvuj chastiáj, bylá polúchena Lomonósovym
iz
knízhnoi'
lávki
peter-
búrgskoí Akadémii naúk v 1761 g. i najodílas' v egó bibliotéke 1• útzyva Lomonósova o románe Servántesa my ne znáem, no
machftelen uzhé sámyí fakt pokúpki im ~toi knígi, eshchi! otsútstvovavshei v rússkom perevóde. Ne ménee sushchéstvenno i to,chto Lomonósov uchílsia ispánskomu
r.
1 M. KopOBHH, En6AHOTeKa AoMouocoea. MaTepHa.ALI MB xa-
1 G. M. Koróvin, Bibliotéka Lomonósova. Materiály dlia jara k ter í s ti k i literatúry, is-
paxTepHCTHKH AHTepaTYJJLI, HCnoA.b.lOBaHHOÜ AoMOHOCOBhJM B ero TpyAax, H KaTaAOr ero Aff\:IHOÜ 6u6AHoTeKH, M.•A., 1961, CYp. 323.
pól'zovannoi Lomonósovym v
egó trudáj, i katálog egó líchnoí bibliotéki, M.-L., 1961, str. 323.
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TRANSCRIPCIÓN DEL RUSO AL ESPAÑOL
Jl3bIKY, qyo6LJ 'IHTaTb B IlOAAHH· HHKaX npOH3BeACJUUI HCllaHCKOH ..uneparypbI. 06 3TOM CBHAeTeAhCTByipaHUYJ· CKU rpaMMaTHKa», 1703; «HcnaHcKHH ceKpeTapb, o6yq:aJ01UHH nH• caiuuo IIHCeM Ha HCOaHCKOM H3bl· Ke e coepeMeHHOM CTJIAe», 1720), H PYKOIIHCHbie 33.MeTK.H C ynoMH· mumeM HCnaHcK.Hx H nopT\'rMbCKHX KHHr, H, HaKOHCU, H3BeCTHbIH OT3bIB O «BeAHKOAemm HWil3HCKO· ro» .Sl3bIKa e .-PoccHHcKoH rpaMMaTHKe»: eABa AH CAyqaHuo AoMOHOCOB Ha3bIBaeT «Hll1Il3HCK.HH» nepebIM e nepe1.1He Tex eeponeHCKHX H3hlKOB, C KOTOphIMH conoCTaBAHeTCH pyccKHH. B H3yq:eHHH HCOaHCKoro .Sl"3hIKa B AHTepaTypHhlX H Hay1.J:HhIX ueAHX l AoMOHO· COB, HeCOMHeHHO, K3K H B0 scex ceoHX AeAax, onepemu ceoe epe-
svoíj deláj, operezhál svoé vré-
MJI.
mia.
l
CTp.
proizvedéniia
Jiteratúry.
Ob
is pánskoi
~tom
svidétel'-
stvuiut i prinadlezhávshie emú dva uchébnyj posóbiia F. Sobríno ( «Nóvaia ispánsko • frantsúzskaia grammátika•, 1703; «Ispánskii sekretár', obucháiushchii pisániiu písem na ispánskom iazy-
ké v sovreménnom stíle•, 1720), i rukopísnye zamétki s upomi-
nániem
ispánskij
i
portugal'-
skij knig, i, nakonéts, izvcstnyí
ótzyv o cvelikolépii ishpánskogo• iazYka v «RossHskoí gram-
mátike•: edvá li slucháJno Lomonósov
nazybáet
«ishpánskiiit
pérvym v pérechne tej evropéiskij iazykóv, s kotórymi sopostavliáetsia nísskií. V izuchénii
ispánskogo iazyká v literatúrnyj i naúchnyj tséliaj 2 Lomonósov, nesomnénno, kak i vo vsej
2 Jz sóbstvennogo svidétel'stva Lomonósova izvéstno, chto on perepísyvalsia s ispánski-
H3 co6cTBCHHOfO CBHAeTeAb-
CTBa AoMOHOCoea H3BCCTHO, 1.ITO OH nepellHCbIBaACJI e HCfiaHCKH· MH yq:eHblMH, HMeH KOTOpbIX MhJ, K CO)K.MCHIUO, He 3HaeM. - CM.: E. C. KyAH6Ko, Hay•rnhle CBH3H M. B. AoMoHocoea e Japy6e)KHbI· MH yqeHblMH, «XVIII BeK», CG. 4,
M.-A., 1959,
iasykú, chtóby chitát' v pódlinnikaj
mi uchenymi, im@n kotóryj my, k sozhaléniiu, ne znáem. -
Sm.:
E. S. Kuliabkó, Naúchnye sviázi M. V. Lomonósova s zarubézhnymi uch@nymi, «XVIII vek», Sb. 4, M.-L., 1959, str. 327.
327.
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JULIO
CALONGB
II . .Sl. tJepHhlX, HcTOpHt!eCKaJI rpaM.MaTHK.a pyccKoro B3b1Ka,
MocKBa, 1954. H. AypHoBo, QqepK HCTopHH pyccKoro JIJblxa, MocKBa, 1924.
A. maxMaToe, QqepK Apeeueü-
P. la. Chernyj, lstorlcheskaia grammátika rússkogo ia.zyká, Moskvá, 1954. N . D u r no v 6, ócherk istórii nísskogo ia.zyká, Moskvá, 1924. A. Shájmatov, ócherk drevnéi:shego
wero nepH0A,a HCT0pHH pyccKO-
ro
BJLIKa,
KH·
v Evrópe, Moskvá, 1915. V . Da 1 ' , Tolkóvyi slovár' zhi-
Jl3b1Ka,
vógo velikorússkogo iazyká,
B. AaA&, ToAKOBblH cAoeapb eoro
períoda istórii
go ia.zyká, Peterburg, 1915 ( = ~ntsiklopédiia slaviánskol ·filológii, 11, 1).
IleTep6ypr, 1915 ( =
Ilerep6ypr, 1906.
Peterburg, 1906.
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APÉNDICE
11
LOS NOMBRES PROPIOS RUSOS EN CONTEXTOS DE LENGUA ESPANOLA
Todo el estudio precedente se ha ocupado de un tipo de transcripción que permita la retranscripción de una manera segura. Las citas literales de textos rusos y las bibliografías deben transcribirse con arreglo al sistema indicado. Los nombres propios que se encuentren en los contextos que se acaban de indicar deben transcribirse como cualquiera otra palabra sin ninguna simplificación y sin que les afecte lo que se va a exponer a continuación. El contenido de este apéndice queda en alguna medida al margen de los objetivos propuestos en el cuerpo del trabajo. Sin embargo, parece como si éste dejara de estar completo si no se dedicaran unas líneas al uso de los nombres propios rusos, no como parte de un contexto en lengua rusa, sino en cuanto significan personas, lugares o instituciones que son de dominio general. Se trata del uso aislado de estos nombres propios en contextos españoles y de una manera especial en la prensa y en las publicaciones para el gran público. En este caso, más que una transcripción, se requiere una incorporación de carácter cultural para la utilización uniforme de dichos nombres dentro de nuestra comunidad lingüística. Si bien las personas que van a utilizar esa onomástica no tienen que conocer ruso ni tampoco observar unas normas de transcripción, es necesario que se siga un criterio uniforme y seguro. A fin de que se mantengan, por una parte, las normas establecidas en este estudio y que, por otra parte, se eviten grafías que resultarían extrañas a un tipo de lectores especialmente inclinados
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a realizar a la española, fonética y acentualmente, los nombres extranjeros que se hallen en un contexto de nuestra lengua, nos decidimos a añadir este apéndice que puede resultar útil y que, en último término, es una consecuencia de este trabajo y, por tanto, uno de sus objetivos secundarios. La fijación de estos nombres debe hacerse sujetándose totalmente a las normas de transcripción de este estudio, pero eliminando los elementos que más pueden perturbar su incorporación a los hábitos de nuestra lengua. Entre la transcripción como tal, que ha sido anteriormente razonada, y la grafía acomodada a los nombres propios que aquí se propone, existen las siguientes diferencias: El signo A pasa a transcribirse por i, pero si le preceden los signos u o hl, del grupo que se forma sólo se transcriben estos últimos y deja de transcribirse ii. Ejemplos: 6aiiKaA, Baikal; TpouKHii, Trotski; 6yAeHHhlii, Budenny. Cuando u va seguido de IO, sr se escribe una sola i en la transcripción: 6epHH, Beria.. Se deja sin transcribir el signo •= foroAh, Gógol y no Gógol'. Tampoco se transcribe el signo 'h. Los nombres propios transcritos según la aplicación que se les da en este apéndice deben llevar el signo de acentuación con arreglo a las indicaciones generales válidas para el español. Es decir, deben llevar acento gráfico todas las esdrújulas, las agudas terminadas en vocal o en n o s y todas las llanas cuya terminación sea distinta de la que se acaba de indicar para las agudas. Debe recordarse que e, e representan siempre ie, io y que es necesario articular bien esta transcripción cuando cualquiera de los dos signos indicados no va precedido de consonante. No puede haber e más que con acento; es decir, e = ió. Téngase también en cuenta que las grafías de la transcripción ge, gi tienen que sonar como en español gue, gu.L
M. H.
M. l. Glinka M. A. Balákirev P. l. Chaikovski M. P. Músorgski
fAHHKa
M. A. 6aAaKHpee Il. H. 'laiiKOBCKHH M.
n.
MycoprcKHii
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TRANSCRIPCIÓN DEL RUSO AL ESPAÑOL
A. II. BopOAHH H. A. PHMcKHii-KopcaKoB C. C. IlpoKoq>bCB A. H. Xa4aTyp•H H . el>. CTpaeHHCKHH
A. P. Borodín N. A. Rimski-Kórsakov S. S. Prokófev A. l . Jachaturián l. F. Stravinski
K. c. CT3HHCA3BCKHH B. H . H eMHpoeH1.1•AaHl.lettKo