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TEORIA, HISTORIA V CRITICA DE LA ANTROPOLOGIA COGNITIVA
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Presentacion, Alberto Rex Gonzalez
Introducci6n
13
1. Desarrollo te6rico de la antropologia cognitiva
Primera edici6n: Oetubre de 1986 Dibujo de la portada: Bertha de Bihar, fragmento sobre motivo preeolombino argentino "La bailarina" Diagramaci6n de la portada: Jose Luis Carmona
©
Ediciones Busqueda Casilla de Correo 88, Sue. 33 1433 • Buenos Aires· Argentina
1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.
Fase Fase Fase Fase Fase Fase Fase
formativa chisica de ampliaci6n y formalizaci6n de tecnificaci6n . . . . . . . . . . . . . . . . . . . lingliistica simb6lica estadistica e intercultural
II. Definiciones etnosemanticas a. b. c. d. e. f. g.
7
Analisis componencial Arboles Conjunto contrastante Dominio Paradigmas Segregados y lexemas Taxonomias
21 21 30 39 48 56 65 71 81 81 85 136 ~8 89 92 9'3
III. Diagramas
IV.
101
1) Paradigmas
101
2) 3) 4) 5)
104 105 105 107
Arboles Taxonomias Relaciones semanticas Relaciones semanticas
(I) (II)
Critica antropol6gica del cognitivismo
V. Bibliografia
basica de antropologia cognitiva
109
131
La antropologia no ha tenido en gran parte de Sudamerica ni en Argentina mayor desarrollo teorico. Pero es necesario tener en cuenta que el periodo de gran impulso universal de la teoria antropologica ha ocurrido recien el ultimo medio siglo y que, tal como sucede con otros aspectos de la cultura, cualquier manifestacion se difunde tardiamente entre nosotros. Mas aun en disciplinas cuya practica dentro del campo academico ha sido limitada. Sin embargo, en nuestro pais, algunas ramas de la hoy multifacetica antropologia, se cultivaron desde epoca temprana; tal es el caso de la arqueologia. Su marco teorico. el evolucionismo, rebasaba los limites de las ciencias naturales, dentro de las que se habia inspirado, y alcanz6 a otras disciplinas, tocando a la filosofia misma. El evolucionismo cultural fue a fines del siglo pasado la teoria que dentro del marco positivista rigio el pensamiento de diversas ramas cientificas, y quiza su mayor influencia entre nosotros fue la que se ejercio en el campo de la arqueologia. Los comienzos de esta disciplina pueden situarse hacia 1880 con la aparici6n de la obra de Florentino Ameghino. Este fue por su formaci6n un naturalista especializado en paleontologia y es en esta rama del saber donde han quedado sus logros mas importantes. Ameghino fue un ap6stol del evolucionismo, quiza mas lamarckiano que darwinista; eu pensamiento filos6fico es
do fit!? positivista y su interes en la arqueologiafinca en PlUvoluntad de probar la evolucion y antigiiedad del hombre y la cultura en Sudamerica, especialmente en Patagonia y en las pampas, aunque tambien hizo trahajos de campana en sitios prehistoricos clasicos eUropeos como el de CheIles. Otros investigadores argentinos contemporaneos suyos adhirieron implicita 0 explicitamente al evolucionismo y profesaron manifiestamente su admiracion POl" Ameghino, lider de esa posicion. Entre eIlos cabe mencionar los nombres de Felix Outes y Juan B. AmbroseUi. Pero hay otras figuras en las ciencias .del hombre de los comienzos de siglo, en las que dominan las ideas del positivismo evolucionista; entre eIlas Jose Ingenieros, quien cultiva la sociologia y la antropologia forense, siendo el fundador de la catedra respectiva en Ia Universidad de Buenos Aires; R. Senet y C. O. Bunge esbin deniro de la misma linea de pensamiento cientifico y fUosofico. Al producirse la critica del evolucionismo cultural, en las primeras decadas del siglo, y al desaparecer los esquemas propuestos POl" este, surgen diferentes modalidades de pensamiento, cuyo unico vinculo entre sies, probablemente, el r~chazo del evolucionismo clasico.En Inglaterra se crea el funcionalismo y en los E;stados Unidos naCe el particularismo historico de Boas y su influyente escuela, mientras que en Alemania y Austria comienza el franco dominie de Ia escuela de los ciclos y circulos cuI.turales, liderada POI' elPadre Schmidt, con rakes confesionales y en el idea:Iismo post-kantiano, Esta escuela es la que va a ejercer una influencia decisiva en el pensamiento antropo16gico de la Argentina. Nos lleg6 tardiamente, como nos Degan todas Ias corrientes culturales emanadas desde los gran des centros. Su difusi6n entre nosotros ocurre hacia los ailos '30,cnando esta escuela ya habia comenzado su completa declinaci6n ,en el Viejo Mundo. En el resto de America Ia escuela hist6rico-culturalcareci6 POI' completo de influencia, per-
maneciendo casi desconocida. En Ia Argentina, sepropagoporia influencia carismatica de Jose ImbeUoni,de oxigen Italiano y perofesor de la Universidad de Buenos Aires. La escuela hisMrico-cuItural 0 escuelade Viena, llen6el vado producido con Iadesapariciondel evolucionismo. No deja de ser un hecho curioso que investigadores que siguieronapegados en cierta medida a las ideas evolucionistas ameghinianas, politicamente liberales (Vignati, Serrano, Marquez Miranda), no se manifestaron nunca· en contra de laescuela hist6rico-cultural. Es mas, algunos de ellos expresaron su ahierto entusiasmo ante Ia aparici6n del libro de Graebner, en abierta contradicci6n con las ideas que representaba esa escuela y can Ia posici6ndemocratica-liberal de esos investigadores. Durante un largo lapso de tiempo el dominio de, la escuela historico-cultural en la Argentina, a traves de Ia catedra y de institutos de Ia Universidad de Buenos Aires, fue completo. Su vocero principal. Marcelo Bormida, Ia llamo "EscueIa de Buenos Aires". aunQue algunos de sus representantes actuaban en universidades del interior. Solo se dieron escasas variantes teoricas, esporadicas. Asi, Raul Cortazar se acerco en sus estudios folk16ricos, al funcionalismo, mientras que otros dentro de Ia misma discip1i1'la. como Carlos Vega, permanecieron dentro de lacorriente imbelloniana . EI predominio de Ia escuela hist6rico-cuiturl!l1en el pais se deMo en gran medidaal netoapoyo que reei'bi6 POI' su enf0que ideolOgico, ·confesional y racista, ide los distintos gobiernos de corte totalitario que 'tllVO Ia n:Rcion y que culminar(mcon el proceso m.!iHtarde 1971)-1~88. La infIuencia de -esta teoria enal pensamiento antropo16gico foe tal, queaunen epocas en :que ya la'S escuelas y tendencias te6ricas se haMan diversificado en todo el mundo cientifico, 10s program as deestudio de nuestros departamento'S de antropologia, sobre todo en Ia Univer-
aldad de Buenos Aires; dedicaban la' mayor parte de su eontenido al estudio de la escuela de Viena y a sus diferentes representantes. Aun con la gran difusi6n -universal alcanzada por el estrueturalismo, este no figuraba en los programas corrientes de estudio de las ciencias antropol6gicas de los afios '60, pese a que investigadores como Eliseo Ver6n y Jose SazhOn publicaban trabajos sobre teoria estructuralista. En esta misma epoca, en universidades del interior (C6rdoba, Rosario, La Plata), las catedras de antropologia utilizaban obras de Gordon Childe, e incluian en sus programas enfoques del materialismo hist6rico 0 diah~ctico. Con el advenimiento del gobierno militar de 1976, sobreviene el periodo de auge de la fenomenologia, que habia hecho su presentacion en el anterior gobierno de facto, concentrada ahora en un centro patrocinado econ6micamente por el Consejo Nacional de Investi14aciones Cientificas y Tecnicas. Muchos de los investigadores no enrolados en esa corriente debieron exiliarse, y muchos delos entonces j6venes antrop610gos figuraronen las listas dedesaparecidos. Hoy la teoria antropo16gica se ha diversificado en multiples corrientes. La critic a definitiva al enfoque fenomeno16gico e hist6rico-cultural es lapidaria y su reemplaza por las corrientes renovadoras un hecho indudable. Entre los j6venesprofundamente interesados en las nuevas corrientes te6ricas se encuentra Carlos Reynoso. quien durante esos diffciles afios de oscurantismo se mantu'Vo al margen de la "ciencia oficial", nutriendo sus conocimientos en distintas escuelas y profundizando silencibsamente su saber. Este acucioso analisis de la antrbpologia cognitiva es una' buena prueba de ello. En la actualidad para los j6venes -y viejos- interesados en las teorias antropologicas, en nuestro pais y en Sudamerica en general, es dificil acceder a una copiosa bibliografia, que cada dia se enriquece mas. Por otro lado, la multiplicidad y las variantes de cada una de las
escuelas del moderno pensamiento antropo16gieo, quedan desfiguradas por la falsa uniformidad con que se presen tan esas corrientes en los manuales en boga. ReynoRo nos brinda en este trabajo una agrupaci6n sistem{1ticlt y analitica de un dominio de la antropologfa cultural quo no corre por los canales de un enfoque uniforme y cuyas variantes son dificiles de aprehender para el no especializado. Esta sistematizaci6n queel hace de la antropologia cognitiva nos habla claramente de su dominio del tema, y servira, sin duda, para el mejor conocimiento y la apertura critica de las corrientes mas importantes que existen en el pensamiento antropol6gico contemporaneo. No tenemos duda de la gran ayuda que este trabajo y los que pronto Ie seguiran han de prestar a la joven y entusiasta generacion que cultiva las cada vez mas desbordantes ciencias del hombre. w
Por diversas ra.·ZQnes, 1a antropologfa cognitiva no ha sido reseiiada adecuadamente ni desde su interior, ni eotr» parte de la er6nica general de 1a teoria antropologica, ni como complemento de una aproximacion critica. La easi totalidad de la bibliografia de orden hist6rico oscila entre l(i)apenas aeeptable y 10 decepcionante: el resumen de Colby (1966), por Ulil lado, apareee demasiado,ID(i)tivadopar el interes personal de su autor por 108 aspectos semanticos mas pmamente linguistieos, y por el otro abre la puerta a un cumulo indiscriminado de hipOtesis, muy poceas.de las cuales son, en rigor, cognitivistas. La cronica de s,turtevant (1964), que al igual Qluela de Colby proeede por amontonamiento,.padece, en palabras de Roger Keesing (1966), "una fuerte indigestion programatica", sostiene una vision idealizada de 108 logros cognitivistas, incluye un pOircentaje inadmisible de errores conceptuales y, por su fecha temprana, solo ataii.e a 10s:momentos iniciales €Ie 1a doctrina, previos al rele:vogeneracional que se eompletaria al caducar la decada. La. form.alizaci~nd.eWerner y Fenton (1973), por au parte, fie s610no historiza cab:aJmenteal cognitivisroo, sino que tiende a presentar una caregorizaci6n atipica, considerablemente distinta de la de sa ortodoxia, y que no· es tampocQ 1a.ll 1'8, rt'\'~ , 1. lIubestimaci6n de las tratativ~s ~h~i~zl,ef'~~~1 rnovldlts por Buchler y por Selh-:v ~ lje \rt~\;YI . iF.olOnga~i6n inercial de las critic~ ~U110 ~lof\\\VI Ir" el mIsmo Kronenfeld, a ral2; d~~ (:ir j ~J • ambos en el maneio de los m~-t0t:l 19'1s \t'YI n (Kronenfeld, 1972). La lect.or \:; Ip' t~e\}J dHtacados de la fase matemat:;ic: $61,18 e(~ \r~ MUI.tra, en efecto, que es en el aye:t .parente objetividad de los metC7d~ 'irlloP:e \~~ d, lam diatribas alcanza la cullt1iI\. ~. rU 6~ I~ . 0, La ecuaci6n critica y la tensio:(l ~ :~;\~dol t\. ' s "do caao una constante en los ~:SO~edllal!?\~~~1
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horrar ladistintividad entre "profundidad" y "superficie" y entre los niveles de sintaxis y significaci6n (Gf. Sanchez de Zavala, 1974). Hoy en dia, en cualquier tratado elemental de semantica puede apreciarse el grado de integraci6n entre la problematica de ese plano de semiosis y la perspectiva transformacional (Cf. Lyons, 1980 :355-367; Leech, 1985 :433-434). Lo concreto es que tanto Colby como Lounsbury, tanto D'Andrade como Hymes, han retenido de la escuela generativa la imagen del Chomsky petardista y antisemantico que pudo ser verdad en 1957. . POl' 10 demas, Colby (1966) deploreS frecuentemente la restricci6n del cognitivismo Qrtodoxo a los espacios denotativos del significado y el olvido de la dimension afectiva de los fen6menos lingiiisticos. En 10 formal Colby result6 incapaz de entregar a Ia antropologia COg~ nitiva un solo concepto novedoso, que estuviera enraizado en su discrepancia, pero que fuera compatible con los intereses teoricos d.e esa corriente. Al cabo, 10 mas interesante de su contrlbuci6n personal a la etnociencia viene a. ser el comentario que a prop6sito de su surveyescriblera Paul Kay (1966), obligado a imponer cierto orden al farrago amodo y heterogeneO que Colby consideraba reselia, que Sweet condenaba POI' su escolasticismo y que Chafe cuestionaba POI' su indistinci6n. Recien a comienzos de los alios '70, Colby descubri6 su. vocaci6n genuina y el campo tematico en el que podia desarrollarse de manera creativa :el de la metafora como fuerza organizadora del conocimiento, aprehendidasimhOlica y literariamente a partir del rnito 0 .del relata concebido como texto. Su concepci6:n de la labor antropol6gica es entonces de indole "humanista", interpretativa, yse situa en Ias antipodas del seco cientificismo de la etnosemantica. A fin de cuentas, result6 ser que Colby no era un etnocientifico cabal, sino mas bien un simbolist~ del tipo que hemos Hamado "ret6rico", que habia eqUlvocado la escuela en la que podia ejercer su militan-
cia. Rrecisamente la metafora es el punto de In convorgencia personal de Colby con James Fernande,.;, 01 Invontor del "pronominalismo" y el mas eminente eRpocIHllll{:n. de 10 que en otroestudio (Reynoso, 1985) disting-ulmofl como el "enfoque expresivo" de la antropologia Rlmh6lica. Teniendo en cuenta los antecedentes de amboH, R(l clarifica enormemente el "contexto de descubrimiento". la ecuaci6n personal que define y otorga raz6n de Rer ala hip6tesisde una convergencia entre dos paradigmaR que sehan mantenido divergentes. Proclamando superar los intentos anteriores de conciliaci6n ensayados POl' Buchler y Selby en el terreno del mito (1968) y POl' Basso y Selby en el del sentido (1976) ,Colby pretende arrastrar a todo el cognitivismo detras de su interes subjetivo POl' la metafora, el cual, en rawn de su dimensi6n afectiva y extensional, florece mejor al abrigo del simbolismo que a la sombra de lacognici6n. En todo este proceso, David Kronenfeld, quien fue con Ballonoff, con Hoffmann y con Read uno de los popes maximos de la antropologia matematica antes de su conversi6n plena al cognitivismo, juega un papel casi marginal, aunque es sin duda el quien se ha encargado de redactar 10s parrafos del articulo colectivo referentes alas experiencias computacionales de ambas antropo10gias. Sin embargo, la subestimaci6n de las tratativas de paz entre ellas promovidas pOI' Buchler y POl' Selby, puede verse como una prolongaci6n inercial de las criticas que contra ellos dirigiera el mismo Kronenfeld, a raiz de la presunta torpeza de ambos en el maneio de los metodos escalares de Guttman (Kronenfeld, 1972). La lectura de los articulos mas destacados de la fase matematica de la etnodenCia, muestra, en efecto, que as en el area inaugurada porIa aparente objetividad de 10s metodos, donde 1a violencia de las diatribas a1canza la cu1minaci6n de au paroxismo. La ecuaci6n critica y 1a tensi6n metodo16R'icn son en todo caso una con stante en los··usos dialectico8 de la etnociencia: en tanto arquetipos del error, Eplina'
(1961) es a Burling (1963) 10 que Hammelesa Coult (1968) y 10 que Buchler y Selby son al propioKronenfeld,' Ha.y otro a.rgumento fundamental para nega.r la susodicha .convergencia., y es el que a.ta.fie a la falta de pertinenCia. del calificativo "cognitivista" a proposito de una. corriente teorica. que se atuvo maS alas ca.tegorias de· la liiur,iiistica que a las de la psicologia. del co:ilOcimiento, EI hecho· de que fuera precisamentela psicologia c().Qniti1Ja la especialidad que aportara a.·ciertis fa.ses de la antropologia simh6lica sus coriceptos y sus metodos. ha influido. sin duda alguna, en el postulado erroMo dela asimilaci:on entre esa psicologia' y una modalidad de teorizacion antropologica (el "cognitivismo") que jamas fue merecedora de su nombre. POl' otra parte, el argumentode aue en laepoca de Buchler, Basso Y Selby "no estaban dadas las condiciones" Clue se darian ahora para intentar esa conciliaci6n: resulta desca.radamente especioso ;en ese lapso, nada ha cambiado en ladefinicion de 10 simbolico ni de 10 cognoscitivo, asi como tampoco se hamodificado la orientaci6n basica de ambos proyectos, que siguen siendo humanista el uno, formalista el otro. En sintesis, la "fase simb6Iica;' de lit a.ntropologia cognitiva puede caracterizarse cuantitativamente' como el movimierito menDS significativo de todos 1013 que pl1eden , discernirse en su interior, y tematicamente 'como la a.propiacion de asuntos tlpicos' del simbolismo en terminos mas 0 menDs representativos de la' etnosem:intica. La relaCion entre ambas corrientes antropologicas ert tanto tales sigue siendo, a despechode 1013 buenos ofidos de Colby, Fernandez if Kronenfeld. furidamentalmente opo:' sitlva. como 10 d:t a entender toda una amp1ia fa:;a de cuestionamientos que, arrancandode la crltica cl:isica de David Schneider (1965), se extiende sin disconti:riuidades hasta el terminimte ataque de Clifford Geertz (1973 :1113) 0 'basta la agresiva caracterizaci6n de Marshall Sahlins (1980 :138). Como mucho, la aceptaci6n de un con-
cepto etic tan' connotativamente sobredetermlnll11o como el de "simbolo" y la reivindicaci6n de los signi fiend 0/'1 tt f'(JI~* tivos por parte de algunos etnocientificos. puede Intnrpretarse mejor como una rebeli6n parcial contra ('inl'l.m'l predicados extremistas de Goodenough que como un 1'(1planteD subversivo, capaz de transformar a la antropologia cognitiva desde su raiz.
Esta variante del cognitivismo, perfectamente delineada y en absoluto ambigua como programa de investigaci6n, constituye de alguna manera un renunciamiento a 1013 postulados basicos. de Goodenough, 1013 cuales, todavia bajo la ferula de las tradiciones de Yale, se manifestaron como reacci6n explicita contra 1013 abusos y las incertidumbres de la Antropologia Comparativa. En cierto sentido, la extension intercultural de la propuesta cognitivista se instituye como un replanteo de la etnociencia misma, toda vez que esta, desde sus origenes, venia postulando la necesidad de restringir la indagaci6n antropol6gica a una dimension intracultural: por eso siempre se hablo de "Nueva Etnografia" y no de "Nueva Etnologia". Tambien podria interpretarse este viraje como' un reconocimiento de la raz6n y de la influencia crecientes de quienes habian sido 1013 enemigos arquetipicos del cognitivismo: 1013 materialistas eclecticos apifiados en torno al discipulado de Murdock, capitaneados hoy por Ronald Cohen y Raoul N aroll, entre 1013 cuales se cuentan Andre Kobben, Raymond Boudon, Harold Driver, Terrence Tatje, Robert Textor, Douglas White y Melvin Ember. En este acto te6rico, cuyo antecedente inmediato es la inclusion de las formalizaciones cognitivistas de Werner y Fenton en la Summa murdockiana constituida por ltt compilaci6n de Naroll y Cohen (1970, edit. 1973), lEt untropologia cognitiva devuelve a la escuela comparatlvil'ltn
un cUnlulo' de princlplos de validaci6n de cdterios categoriales y una escala de trabajo que esta ultima debe todavfa asimilar, y mas alIa de toda controversia, aporta a una disciplina escindida la esperanza de una unificaci6n latente. Esta metamorfosis tiene que interpretarse como emergente de dos situaciones. La primera puede identificarse con el fracaso relativo y el descredito de la estrategia emic, puestos de manifiesto en la polemica entre Goodenough, Kay y Berlin por un lado y Marvin Harris por el otro, y en la que acabaron terciando Pelto, Kaplan y Manners en favor de este ultimo (Cf.Goodenough, 1970; Kay, 1970; Berlin, 1970; Harris, 1975, 1978; Pelto, 1970; Kaplan y Manners, 1979). Mientras que la antropologfa de inclinaci6n etic continuaba profundizando en su doloroso perfeccionamiento epistemol6gico, los partidarios del enfoque emic no hicieron otra cosa que insistir en sus premisas empiristas, agradables al sentido comun y superficialmente plausibles, pero 16gicamente circulares, esteriles, ingenuas, paralizantes y tendientes a la instauraci6n de la subjetividad como paradigma. Cabe aelarar que su. aludido fracaso debe elltenderse segun los canones de un mfnimo positivismo, ya que el emicismo result6 literalmente abolido en todas las estrategias mas 0 menos formales y "cientfficas" (permaneciendo como proveedor pasivo de insumos), sin perjuicio de su proliferaci6n y vigencia en la Hnea "humanista" de la antropologia. Resumiendo: desde 1969, con la publi~aci6n del estudio modelico de Berlin y Kay en simultaneidad con el desarrollo de la polemica emic-etic, la etnociencia abandona para siempre el emicismo, 0 deja de ser etnociencia. De acuerdo con la nueva preceptiva de los cientificiStas, las cotas de rigor inauguradas por el cognitivismo no eran suficientes para compensar sus propias contradicciones (Ia falta de una .elicitaci6n estadfsticamente confirmada, el caracter intuitivo de muchas de sus categorias, la ausencia de un encadenamiento sistematico
entre los' dominiosanalizados,. la existencia de relaciones semanticas no formalizables), ni para neutralizar In traM dici6n exclusivamente etic de la epistemologia conRtituldlt. La segu,nda situaci6n se refiere a la influencia nrro~ lladora de la escuela comparativista en los EstadoR Unidos, que acab6 desplazando a los etn,Osemanticos de lOR cjrculos de poder universitario,y qu,e supo establecer una serie de razonamientos y metodos matematicos mucho mas coherente, completa e interconectada que la presentada porestos. Acaso este episodio refleje tambien el triunfo provisional pe los algoritmos estadfsticos sobre las posibilidades del algebra cualitativa como herramientas auxiliares de las ciencias sociales. Sea como fuere, esta circunstancia determin6 una especie de contagio unidireccional, en el que los procedimientos comparativos penetraron hondamente en el discurso cognitivista, modificando su naturaleza y su contextura ideol6gica. Todo esto puede ejemplificarse con la adopci6n por parte del propio Goodenough (1963), de Buchler (1964, 1966; Buchler y Selby, 19'68) y de Berlin y Kay (1969), de un instrumento que no s610 es esencialmente comparativo, sino que ha servido de fundamentaci6n a una estrategia evolucionista unilineal revivificada: la escala de Guttman. Mas aun, la refutaci6n de los escarceos de Buchler con los metod os escalares por parte de Kronenfeld (1972), puede haber servido para que los etnoseman •. ticos tomaran conciencia de que algo andaba mal en sus apIicaciones especfficas y para que adoptaran una actitud de subordinaci6n respe~to a una antropologia "matematica" que ahora los englobaba. Los principios heuristicos posibilitados por los metodos escalaresdesembocan por sf mismos en proposiciones que no s610 consolidan la empresa comparativa, sino que hasta sugieren etapas de desarrollo cultural (Cf. Carneiro, 1962). Todas las propuestas cognitivistas incluidl\lIl en esta fase hacen uso de criterios uniformes de sucoAi6n inspirados POl' la metodologfa escalar.
Berlin y Kay (1969), plenamente convertidos a una estrategia cuyo talante puede inferirse del titulo de su contribuci6n principal ("Basic color terms: thet"r universality and evolution"), proponen que la· distinci6n term inol6gica de 1013 colores a 10 largo de la historia cultural Be ha ido desenvolviendo segun una secuencia unica y acumulativa. Si bien el texto de Berlin y Kay, que se basa en la comparaci6n de alrededor de un centenar de lenguas, se ha convertido en todo un dasieo de la literatura eognitivista, hay que haeer notal' que, mirandolo bien, todos y cada uno de 1013 apotegmas y principios de Goodenough aparecen en el subvertidos. POI' empezar, este estudio es quiza la mejor eonfutaci6n del relativismo lingiiistico en general y de la hi;. p6tesis de Sapir-Whorf en particular, realizada en un campo que estas tendencias siempre consideraron como el propio. Como dice retrospectivamente Kay quince afios mas tarde (Kay y Kempton, 1984 :66), "1013 estudios anteriores a 1969 tendian a dar sustento" alas posturas relativistas, en tanto que 1013 posteriores a esa fecha "tienden a desacreditarlas". Berlin y Kay argumentan que hay once puntos focales psicol6gicay fisicamente definibles en el s6lido 0 continuum cromatico, y que existe una jerarquia natural entre POI' 10 menDs seis de estas areas focales, que determina su lexicalizaci6n en cada lengua. De esta manera, todas las lenguas que presenten 13610 dos terminos hasicos para 1013 colores, disponen de lexemas cuyo punto focal se halla en la zona del negro y del blanco (y no, POI' ejemplo, en la del violeta 0 en la del amarillo) ; las lenguas que disponen de tres lexemas agregan invariablemente elrojo; las de cuatro lexemas, el verde 0 el amarillo; las de cinco, el verde ademas del amarillo; las de seis el azul, y, las de mayor numero el purpura, el rosa, el naranja y el gris. Formalmente, Berlin y Kay exponen esta secuencia mediante una relaci6n que llaman de "universalidad condicionaF', que se explicita diciendo
que si una ·lengua posee el termino u1j", tambUm hn de poseer el termino "x", y mediante una hip6tORiR"(wotutiva", en la que el orden de la acumulaci6n de lOAUn'minoR representa una sucesi6n fija de etapas hist6ricaR. Rnb'o lineas aparece tambien la hip6tesis de que incluHo lOA nifios aprenden la denotaci6n de 1013 terminos de coloro/'\ en un orden que refleja la misma jerarquia natural. T(imese debida nota de 10 que aqui importa, y que es, como hemos dicho, la ruptura del paradigma en beneficio do un evolucionismo rigurosamente lineal, y en el que tambien se da aquello de que "la ontogenia recapitula la filogenia". Al reYes de 10 que sucedia en el esquema de Goodenough, en el campo semantico ordenado POl' Berlin y Kay, la semantica de un dominio deja de ser arbitraria, y dentro de ciertos limites, comienza a mostrarse como predecible. Los autores se encargan de enfatizar que existen nada menos que 2.048 combinaciones posibles de once categorias elementales, pero que en sus datos apa,.. recen s610 22 tipos: el campo, en consecuencia puede considerarse ordenado. ' Exactamente en la misma linea de indagad6n, Cecil Brown determin6 que la aparici6n en las diversas lenguas de 1013 terminos que designan las formas botanicas siguen tambien un ritmo evolutivo, de acuerdo con la serie "arbol", "hierba", "parra", "mata" y "pastos" (Brown, 1977) ; ulteriormente, comprob6 que 10 mismo sucedia con las formas globales de discriminaci6n de categorias zool6gicas, que se disponfan en tres etapas discernibles: pez-pajaro-serpiente , insectos-gusanos y ma, mlferos (Brown, 1979). El area de estudios atinente a 1013 modelos etnograficos de clasificaci6n, que crece en progresi6n geometrica desde principios de la decada del '70, configura un territorio sembrado de dudas y de incertidumbres de tipificaci6n l6gica, POI' cuanto las categorias emic tienden H perder su entidad cuando se las inserta, quiza POI' prime-
ra vez en su existencia, en un marco exhaustivo y ordenado que responde clai-amente a un imperativo eticde completitud y de ordenamiento. En otros terminos, en los estudios sobre modelos folk de elasificacion, los esquemas clasifieatorios reales de los distintos pueblos tienden a confundirse eon los que el analista fabrica en base a distinciones que el mismo suscita en sus informantes a partir de sus interrogatorios. Solo una profundizaei6n adicional podra garantizar que una taxonomia folk no sea un eonstructocontingente a la actividad mayeutica del etn6grafo: hay que garantizar que las distinciones elicitadas sean de uso concreto en la vida cotidiana, 0 disponer de un meta-metodo capaz de confirmar que las distincionesque se solicitan pertenezcan ya de antemario al universo estilistieo y eategorial de diseriminaciones que es propio del pensar aborigen. . Las teorias sobre modelos de elasificaci6n vigentes en el mundo etnografico utilizan, sin demasiado enfasis en su distintividad, dos esquemas diferentes. Esta especificaci6n que hacemos no atafie a la diferencia, aducida muchas veces, entre domini os "estructurables" y "no estructurables", ni al problema de los contextos ordenados segun relaciones semanticas atipicas, sino mas bien a la 16giea basica que subyace a la dinamica del acto de clasificar. EI primer esquema es el modelo taxon6mieo jerarquico, que se ace rea a los dominios biol6gicos como eonjuntos de clases dispuestos a varios niveles y constituidos eon arreglo al principio de inclusi6n. Este modelo debe su forma a una analogia con el sistema de Linneo y su formalizacion a la teoria clasica de conjuntos (Gregg, 1954; Kay, 1971). La nocion de "contraste direeto", extrapolada del metodo de la lingiiistiea estrueturalista, es eseneial, en este easo, para la distineion de las elases; una taxonomia folk de este tipo se genera mediante preguntas del tipo "l Cuales son los nombres de todas las elases de X que hay en Y?" (Metzger y Williams, 196 :39). El otro model0, que Eugene Hunn llama "de nucleo na-
.tural", articula 10s dominios bio16gicos folk como 81 ostuvieran compuestos de un nueleo de clases generico y politetieo, rodeado de eoriceptos especificos y monot6ticoH en una posicion periferica. El primer modelo es m{tHblon un esquema teorico deductivo, en el que se impone a unn realidad en principio amorfa una serie de eonceptos homogeneosy monoteticos derivados de decisiones l6gicas; el segundo, en el que se practica un reconocimiento de un "aire de familia" en un objeto real, parece mas ap'to para el "ra,zonamiento motivado" que organiza los segmentos de la vida pnlctica. Existiria un tercer tipo de modelos, basados en el concepto de "rango taxonomico" (Berlin, 1973 :260; Berlin, 1976 :381-383), que permitiria coordinar los nucleos politeticos de la elasificacion folk con la jerarquizacion taxonomica de los academicos, interpretando a aquellos nucleos como equivalentes a otros tantos rangos taxonomicos especificos 0 "particiones genericas". Hunn (1982 :835-836) ha demostrado con claridad la impropiedad logica de esta propuesta mediadora naeida de las neeesidades teoricas de Berlin, aunque eabria haeerle a el mismo unos euantos reparos por haberse tragado ~l mito del caracter monotetico de las clasifieaciones de tipo linneano. Los estudios de etnobiologIa pueden ser descriptos, de acuerdo con Hays (1974:100-110) y Hunn (1982':839), como "pre-etnocientificos" por un lado y "etnocientificos" por el otro. La etnobiologia pre-etnocientifica tenia por objeto tan solo el valor practico, utilitario, de las distinciones nativas; la formulacion etnobiologica tipica de este periodo eonsistia en una lista de especies identificadas segun la nomenclatura cientifica, que se suponian conocidas por los miembros de una determinada eultura, y que se complementaban con observaciones circunstanciales sobre el usa nativo de eada distincion: Aunque en esos aportes subyace una rica eantidad de datos, que seria ralevante, en potencia, para 'toda una variedad de prop6sitos teoreticos, la mayor parte de esos estudios caroce do
Una focalizaci6n teonca· precisa y··se ha mostrado esteril encuanto a su extension comparativa. La etnobiologia etnocientifica, por contraste, se focaliza en la tarea de definir IDS principios operantes en la clasificaci6n y denominacion nativa de las especies, con ocasionales incursiones en el estudio de su valor practico (Cf. Dougherty, 1978; Brown, 1977, 1979; Berlin, Breedlove, Laughlin y Raven, 1973). Lo que choca especialmente a Hunn es que la significaci6n instrumental de .los taxones deslindados por 10s etnocientificos se asienta sobre un trabajo poco sistematico,plagado de categorias ad hoc. Dentro del panorama de los estudios etnocientificos comparativos, que Fowler engloba bajo el r6tulo de "etnoecologia", la postura de Eugene Hunn se destaca por la atenci6n que presta a la significaci6n practica y al aspecto instrumental de los sistemas de conocimiento, y por su negativa a analizar su objeto como si este fuera mero reflejo de un proceso cognitivo de comprensi6n del mundo, sin mayor aplicaci6n en el universo de la praxis. Adoptando para acceder a Iavida practica un enfoque adaptativo, evolucionista, tambien Hunn rompe, a su debido momento, con la mayor parte de las prescripciones ortodoxas. Con la caceria de universales iniciada por Berlin y Kay (seguidos de cerca por Brown y Witkowski), con la preocupaci6n de Hunn por la realidad material, con el esbozo de Conklin de una teoria general de los dominios .(1973 :938-939), con las indagaciones de Kronenfeld sobre taxonomia numerica (1985) y con el reencuentro de otros muchos con las premisas dei evolucionismo,el estrecho enfoque de la etnosemantica materializa su convergencia con la etnologia de cufio murdockiano. Casi se diria que esta, perfeccionada ahora por el aporteetnocientifico en el terreno de ladefinici6n de sus insumos, es la protagonista oculta y latente de nuestra resefia, Ia que enalgun momento sufri6 un interregno, surcado I>0r ima-genesde pesadilla (la realidad psico16gica,el emicis-
mo,la inconmensurahilidad de las categodas), interregno que se dio en Hamar Antropologia Cognitiva. Sea como iuere, 10 concreto es que la vieja escuela fundada POl' Goodenough, particularista· y antihist6rica, ha complotado ya el circulo de su inversion.
a) Amilisis componencial
Segun la ortodoxia cognitivista explicitada y mal in:terpretada en el resumen de Sturtevant (1964 :109-110), un analisis componencial es el analisis de un paradigma en terminos de los rasgos que 10 definen, es decir, de las l'dimensiones de contraste" 0 "atributos criteriales" de los segregados de un conjunto. EI proposito de este tipo de anaJisis es el de descubrir las reglas utilizadas por el nativo para distinguir, calificar y clasificar nuevos especimenes de una categoria a partir de una serie de alternativas contrastantes (Frake, 1962:83). EI procedimiento consiste en determinar los rasgos minimos de sig;. nificado que diferencian a los segregados de un conjunto. Cada rasgo posee dos 0 mas valores contrastantes, llamados "componentes" 0 llatributos". Cada segregado se define entonces en base a la presencia 0 irrelevancia de cada componente: en otras palabras, puede decirse que un conjunto de componentes definen un segregado. Normalmente, se asume que el numero de definiciones componenciales ha de ser menor que el numero de segregados que definen. Existe cierta incertidumbre en cuanto a la definicion precisa del analisis componencial, llamado tambien "composicional" en lingiiistica 0 sencillamente "formal" en
antropologia. Por un Iado, el terlllino atane a Ia' generalidad de Ia formalizaci6n cognitivista, y hasta al nombre de Ia escuela; POl' el otro, y mas axiomaticamente, es un tipo de analisis atinente a ciertas estructuras formales de ordenaci6n (los paradigmas, las taxonomias y los arboles) 0 a sus elementos terminales (los lexemas), en el que se considera tambien la dimensi6n del significado. Esta especificidad se introduce recien en la que hemos designado como "fase de ampliaci6n y formalizaci6n" de la etnosemantica, a instancias de Kay (1966) y Werner y Fenton (1973). A partir de estas precisiones, es posible ahora redefinir el analisis componencial como un p'roceso analitico en el que el investigador bllsca determinar prhnero las dimensiones de significado subyacentes a1 dominio, para despues "mapear" los valores de esas dimensiones (los rasgos de significaci6n) en el conjunto de los lexemas. Este proceso de mapeado no debe confundirse con form as caracteristicas de organizaci6n tales como las taxonomias, los arboles y los paradigmas; en rigor, un analisis componencial puede inc1uir 0 hacer referencia a estas estrueturas, 0 basarse en relaciones semanticas de otro tipo (comopartonomias 0 secuencias de producci6n), 0 limitarse a deslindar las estructuras componenciales de lexemas aislados. T'ampoco es relevante para la definici6n rigurosa del analisis componencial que se identifique 10 que mediante e1 se descubre con reglas y distinciones operadas verdaderamente POl' el nativo o POl' el usuario de los lexemas, El analisis componencial puede llevarse a cabo con o sin la ayuda de una grilla etic a priori. Todos los estudios componenciales de parentesco conocidos, POl' ejemplo, uti1izan esa grilla, generalmente sin cuestionarse su legitimidad; entre las contribuciones que no la uti1izan, podemos mencionar los analisis de los pronominales Hanun60 y Tzeltal(Conklin, 1962; Berlin, 19(3) y la investigaci6n de Frake (1961) sobre los terminos Subanum para designar las enfermedades,
Se hit desarrollado una densa preceptivl\ en cunnM a la forma correcta de llevar a buen puerto 01 un(lllAiA componencial de un dominio dado; las prescripcionm~ do los distintos autores no siempre coinciden en sus Un'minot! ni resultan 16gicamente compatibles (Cf. Goodcnoug-l1, 1967 :1205; Wallace y Atkins, 1960 :60). Existe cierta coincidencia, POl' el contrario, en restringir el analisis componencial al campo denotativo de la significaci6n, dejando de lado los universos referidos POl' connotaci6n, que se abandonan al arbitrio de tecnicas tales como el "difereucial semantico" de Osgood 0 las "tablas semanticas" de Schensul, que pertenecen mas a la practica de la psicolingiHstica que a la de la antropologia cognitiva. Hasta este punto, el analisis componential hace emergel' un area de problematicidad adicional en 10 que respecta al deslinde formal de la denotaci6n de los terminos, pOl' contraste con otras modalidades del sig~ifi~~do .. F'e han propuesto varias docenas de modos de la slgmflCaclOn, y aunque la denotaci6n constituye sin lugar a dudas el nucleo y el fundamento del senti do, no existe una marca formal que la delimite. Dentro de la esfera ya de pOl' si confusa y-nebulosa de la significaci6n en general, la denotaci6n carece en otras palabras, de una estructura axio· matica inambigua; para Geach, "una moneda tan manida y desfigurada" como la denotaci6n, "deberia ser retirada sin mas tramite de la circulacion filos6fica" (1962 :55), POl' denotaci6n de un lexema se entiende, en general, la relaci6n existente entre dicha entidad conceptual y personas, cosas, lugares, propiedades, procesos y actividades exteriores al sistema lingiiistico, siendo e8ta una relaci6n que se establece independientemente de las ocasiones concretas de su enunciado. Es preciso subrayar que no esta para nada claro, en el estado actual de la semantica te6rica, que exista un modo uniforme de tratar In denotaci6n, y que hasta resulta vano especular a~erca de la posibilidad de construir algo mas que un conJunto do iJndicaciones ad hoc sobre la denotaci6n de los 1eXOmo.K
(Ci. 1.yons, 1980 :196-204; Leech, 1985 :28..31; Ogden Y Richards, 1984:201-222). El anaJisis componencial se funda en la hip6tesis de que el sentido de todo lexema puede analizarse en hase a un conjunto de componentes 0 rasgos semanticos (cuyo "producto" integra su denotacion), algunos de los cuales han de ser comunes a distintos lexemas del dominio. Se entiende que, de alguna manera, los rasgos semanticos serian como conceptos at6micos 0 atom os de significado, en tanto que el sentido de los lexemas (que equivale al sentido cotidiano y acritico de la significacion) vendria a ser de orden molecular. Hay quien dice que los componentes at6micos del sentido, esten 0 no lexicalizados, son universales,aunque distintas lenguas lexicalicen distintos componentes y. aunque los comhinen de diferentes [ormas. En realidad, la conexi6n entre el analisis componencial (surgido en America m.as bien en apoyo de cierto relativismo) y la idea ulterior de la universalidad de los componentes es bastante compleja y ostenta una historia muy enrevesada. Puede decirse que, en su variante mas radical, la hip6tesis presenta una conjunci6n de tres afirmaciones: 1) Existe un conjunto finito y enumerable de com-
ponentes semanticos, que son universales y que se encuentran lexicalizados en todas las lenguas. 2) Los principios form ales mediante los que secombinan los componentes de sentido para generar los significados de "superficie" de los lexemas son tambien universales, y hasta prohablemente innatos. 3) El significado de todos los lexemas de todas las lenguas puededescomponerse sin residuos en combinaciones variables de componentes homogeneos de sentido.
Ningulllillgiiista de importancia ha sido ni es partidario del universalismo radical, aunque se reconoce la con'" veniencia de adoptar una posici6n moderada, pero activa, como la que se propugna en el estudio de Berlin y Kay sohre las terminologias cromaticas (1969). 'Por otra parte, debe tenerse en cuenta que aun una hip6tesis extrema de universalismo componencial, dejaria espacio para la propuesta de un relativismo absoluto en cuanto alas formas de organizacion de los lexemas en estructuras de un nivel superior de tipificaci6n. , Recientemente, Geoffrey Leech ha ideado un tipo formal de enfoque, el analisis predicativo, que complementa y expande dinamicamente las posibilidades del analisis componencial, dando cuenta de muchas de las relaciones semanticas no taxon6micas que la etnociencia moderna presenta como problematicas (Cf. Lyons, 1985: 166-199, 299-328). b) Arboles En oposici6n polar a los sistemas de definicion de rasgos minimamente redundante 0 paradigmas, resultantes de la aplicacion simultanea de distinciones componenciales, existe una estructurade maxima redundancia en el que ningun par de entidades contrasta sobre mas de una dimension. Este sistema puede ser llama do arbol. Para representar graficamente un arbol se requiere un diagrama de conmutacion 0 clave (key), apto para reflejar una estructura semantica ramificada. En esta estructura, similar a la de los diagramas en arbol de los procesos estocasticos, el primer nodo indica Ia ra£z 0 dominio, mientras que los nodos subsiguientes, hacia ahajo, representan la seleccion de un solo rasgo (0 atributo) a partir de una dimensi,6n determinada. Una vez mas, existe cierta ambigiiedad en la elecci6n del termino "arbol" tanto para designar a esta estructura particular de l'ElIacioues semanticas como para hacer re-
terencla a gr,£1,fosconexos conmut,£1,tivos(optic,£1,mentesimllares) utilizados. para representar paradigmas 0 taxonomias. En general, los paradigmas no suelen ilustrarse mediante diagramas en arhol, aunque es logicamente posible hacerlo. Un arhol perfecto, que puede incluir 0 no una taxonomia, se representa por medio de un diagrama arbolado en el cuaI, para cada dimensi6n, existe un unico nodo sobre el cual se aplica. Puede verse un ejemplo idealizado d.e ~rbol perfecto en nuestro diagrama NQ2; el dibujo slgmente, rotulado como taxonomia, es tambien un arbol perfecto en el que 1,£1, relacion taxon6mica esta provista por 1,£1, existencia de un lexema diferenciado para cada nodo. Los paradigmasy los arboles son logicamente incompatibles, aunque eualquiera de elIos puede ocurrir en una taxonomia (Cf. Lounsbury, 1964; Kay, 1966 :22). c) Conjuntocontrastante
La nocion de conjunto contrastante fue en un principio bastante clara, aunque intuitiva: se define como "conjunto contrastante a los miembros de una categoria que, por de pronto, comparten un nombre generico y una serie mas 0 menos definida de atributos". La alusion a un "contraste" se refiere a 1,£1, pertinencia situacional de 1,£1, ?istincion, y marca la diferencia entre este tipo de conJuntos y los definidos por el principio de exclusi6n de cIases en logica formal. En otras palabras, adscribir un segregado 0 cosa a un conjunto contrastante, equivale a realizar 1,£1, operacion logica de referir un objeto a una clase diferenciada, siempre que esta referencia se materialice en un contexto pertinente. Como dice Frake, ",£1,1 describir las reglas para clasificar las hamburguesas de~o decir algo acerca de los ''hot dogs', mientrasque p~edo 19norar a los arco-iris. Dos categorias contrastan solo cuando 1,£1, diferencia entre ellas es significativa en 1,£1, definici6n de suuso" (Frake, 1962 :79).
En terminos de inc:lusi6ri, los conjuntos contrastantes son todas aquellas entidades intermedias entre 10e dominios, que son las mas abarcativas, y los .~el]r'e{l(tdoR, que son las clases terminales. Un segregado inserto on una taxonomia 0 en un paradigma, puede operar como conjuntocontrastante en otra organizaci6n de los mismoA 0 de otros lexemas. No hay que hacer mucho caso de 1,£1, exigencia ortodoxa en torno a que los conjuntos contrastantes deben estar lexicalizados 0 rotulados; 1,£1, mayor parte de 10s estudios disponibles sobre taxonomias folk han tenido que haberselas con subconjuntos innominados que poseen un rico contenido informacional y enorme saliencia psi coMgica (Cf. Berlin, Breedlove y Raven, 1968). Tambien puede admitirse como logicamente correcto definir el dominio como el conjunto contrastante mas inclusivo, y el segregado como el conjunto contrastante terminal de una taxonomia, indivisible en clases adicionales. N6tese que, de todos mod os, los segregados pueden existir en niveles relativamente altos, de manera que su definicion se confundiria con 1,£1, de conjui1to contrastante. Lo que diferenciaa estos de los segregados, es quelos conjuntos contrastantes son siempre clases, mientras que los segregados no 10 son necesariamente. Al igual que sucedio otras veces, a 1,£1, posible trivialfdad de las discriminaciones cognitivistas se sumo en esta ocasi6nel des orden conceptual emergente de ciertas elucubraciones de Sturtevant, que potenciaban contradicdones latentes en los textos fundacionales de Goodenough, Lounsbury Y Conklin: "La· diferencia entre un paradigma y un conjunto contraste -decia Sturtevantno siempre M sido reconocida en Ia labor cognitivista" (1964 :108). Estas sutilezas puristas, sin embargo, que hasta presCinden de aclarar cuando es que no ha. sido "siempre", aparecen enmarcadas por errores· de nota, como 10 son eu aserto de que "todos los conjuntos contrastantes son paradigmaticos" y la circunscripci6n del analisis compo-
nencfaJ a laini:lagaci6n de paradigmas. No es aventurado 8uponer que fueron inexactitudes de la misma especie las que obligaron a la antropologia cognitiva a prescindir de esta y de muchas otras categorias analiticas. Los conjuntos contrastantes -como los segregados -han desaparecido silenciosamente de la bibliografia etnosemantica de veinte alios a esta parte.
Este termino se refiere al correlato etnografico de. la noci6n lingiHstica de conjunto lexico y de la idea, en alguna medida psicol6gica, de campo semantico. Dichode aha manera, un dominio dado (sea el parentesco, el espectro cromatico 0 las enfermedades) esta generalmente cubierto por un conjunto de lexemas (lexical set), que externalizan un campo semimtico que puede postularse pres~nte, segun la ortodoxia, "en la mente" de los nativos o de quienes se trate. La necesidad de determinar de una manera no arbitraria los limites de las categorias mas inclusivas y de los sistemas de c1asificaci6n a ser analizados es ideal mente satisfecha, en etnosemantica, recurriendo a criterios emic y alas razones propias de cada cultura. Han habido excepciones, naturalmente: los analisis de la terminologia yanki de parentesco practicados por Goodenough, por ejemplo, han sido cuestionados por Schneider, quien entendia que aquel habia definido intuitivamente y a priori el dominio cubierto por el conjunto lexemico correspondiente. Conklin (1964) ya habia advertido que el dominio del "parentesco" no siempre se construye 0 se delimita de la misma forma, y que dos culturas cualesquiera diferiran en la manera en que clasifican la experiencia. En ciertas oportunidades, el enfasis en el recabamiento estrictamente emic del termino mas inclusivo (head term) ha empujado to do el analisis hacia el relativismo extremo de la hip6tesis de Sapir-Wohrf, cuando no mu-
clio mas alIa. Muchas cuIturas africanaA, ponA'amoa par caso, carecen de un lexema que identi:fiquo 01 domlnio "musica" en general: de allf que si se pretcndo