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Spanish Pages [112] Year 1978
LITERATURA DOCUMENT'O Hernán Valdés, chileno, es autor dc r¡rr lihr.r tle ¡'r mas: Apariciones y desaparicioncs (1964) y ,le ,l,rs r velas: Cuerpo creciente (1966) y Zoont (1971 ), lirrl 1970 y L973, desempeñó el cargo de c. Algunos compañeros, y los mismos soldados, habían ñecho bromas sobre los efectos anafrodisíacos
los internados de estudiantes, religiosos o laicos, por su fuerte acción inhibitoria de la circulación en las zonas erógenas. Esta explicación más bien nos divierte. Nos parece demencial que se preocupen de inhibirnos sexualmente con medios químicos, puesto que de sobra nuestra misma situación nos mantiene en un estado de inhibición no sólo sexual, sino que fundamentalmente sentimental. La incertidumbre y el miedo de lo. que pasará con nuestras vidas no dan lugar ni a la nostalgia ni al deseo' Me siento extraordinariamente aliviado, lúcido. En la mañana ha sucedido el milagro al ir al WC. Junto con preparar en la noche tapones para los oi que quizás me permitió dormir un dos con papel -lo dejado listos otros tapones para las 1¡e¡¡s¡fs- había narices. Un tanto protegido por ellos, me strbí al cajón, para no tocar las tablas compenetradas de orines y mierda, y me colgué'de un palo que soporta el techo de los retretes, como un mono. Y entonces fue como destapar una vieja alcantarilla, cantidades increíbles de mierda que sonaba estruendosamente al caer sobre el espeso contenido del pozo' Me sentía liviano, casi un elfo, al salir de allí. Pienso que dormí aún algunos minutos, mientras todos hablaban a mi
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alrededor, en las tres horas que median entre la gimnasia y la ida al baño y el desayuno. Me pregunto si el de la televisión argentina habrá llamado a Eva. Me pregunto qué ha pasado en casa en toda esta semana. Doy casi por descontado que han hecho nuevos registros y que han descubierto todos mis papeles. Mi única esperanza es que Eva y los amigos estén intentando algún tipo de intervención a alto nivel para salvarme de lo peor. Tengo una idea muy vaga de mi destino. Así como mis compañeros, no quiero pensar en lo que hará conmigo. Pensar constantemente en eso, imaginar, haría de cada minuto que transcurre aquí una ingestión de veneno. Después de la sopa de porotos, que ha llegado a ser cotidiana, estábamos hablando con César y el .,Gordoo de la responsabilidad de los democristianos en el golpe. El PDC fue el partido que proporcionó la mayor parte de los instrumentos ideológicos y de los argumentos conceptuales, en estrecha alianza con la derecha, para uso de las fuerzas armadas. Pero con la convicción de que las fuerzas grmadas serían sólo eI instrumento de derrocamiento de Allende para luego poner en su lugar presumiblemente a Frei.* La repugnancia a los democristianos es muy fuerte en algunos de nosotros, en gran parte de la izquierda, especialmente si se tiene en cuenta que jugaron torcidamente con todas las tentativas, por demás ilusas,
- * Presidente de Chile antes de Allende. Miembro del ala derecha de su partido, se caracterizó principalmente por la puesta en práctica de algunas reformas sociales demagógicas que tuvieron el efecto de aplacar transitoriamente las reinvindicaciones populares y, luego, por la negociación de formas más sofisticadas de dependencia de los consorcios norteamericanos y trasnacionales, en cuyo nombre actuó posteriormente como uno de los más destacados inspiradores del golpe de Estado.
que hizo el PC para buscar un entendimiento con ellos antes del golpe y, aparentemente bajo presión, el mismo presidente Allende, incluso en los últimos días de su vida. Inmediatamente después del golpe, bajo su apariencia de tecnócratas o de factores (amortiguantes> entre el fascismo y la izquierda, ellos ocuparon las sillas todavía calientes abandonadas por los muertos y los perseguidos. seguro de que aquí jamás traerán a un -Estoy en voz alta, muy ofuscado. democristiano -digo el que trajeron ayer, me El gigante melancólico, mira entonces fijamente, con indignación y tristeza. No dice nada, pero se produce un silencio extraño, que en ese momento no llegué a comprender. Sólo después, al anochecer, se decidió a hablar. Resulta que es justamente democristiano, y presidente del sindicato de empleados de una fábrica de acei: tes y margarinas. La fábrica fue intervenida por el gobierno de la UP y en este caso los trabajadores democristianos estuvieron de parte de la izquierda para apoyar la intervención, aun cuando él era partidario de la autogestión, especie de colaboración capitalista entre trabajadores y empresarios. Supone que ésta es la razón de su detención. Tiene una invitación y un billete para viajar a San Francisco, el lunes próximo, a un seminario de sindicalistas, algo organizado por la AFLO-CIO, organismo infiltrado por agencias norteamericanas. Corrfiaba en que los militares permitirían un sindicalismo no marxista. Alguna vez estuvo a punto de ser pastor evangélico, pero entonces se enamoró de la que ahora es su segunda mujer. Tuvo que elegir, qué diablos. Cree en la justicia trascendente del cristianisrno, no entiende el carácter .,imprescindible" de la lucha de clases. No está de acuerdo con el golpe, pero tampoco estat23
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ba de acuerdo con el gobierno de la UP. Le digo que y sus buenas intenciones le han sido transmitidas por la clase dominante para defenderla en última instancia, sin que deba entrar en conflictos con su moralidad. Se queda pensando, parece muy confuso por todo, no especialmente por lo que le digo. Su situación, nuestra situación, le produce más tristeza que odio. Parece sentir que algo ha marchado mal, sin llegar a comprender exactamente qué. Como si no hubiera sido. sino moralmente tracionado. Creo que comprendería y perdonaría a los que ahora, incomprensiblemente, son sus enemigos.
20 DE FEBRERO, MIERCOLES
sus ideas
Nos despierta muy temprano el frío. Nos hemos repartido en los dos lados de la cabaña y nuestros lechos ocupan casi todo el espacio. El tarro de los meados, siempre lleno, tiene un olor fétido de metal corrompido por. el ácido. Nos ponemos a escuchar los gritos para despertar a los prisioneros de cada cabaña, los sucesivos trotes de cada grupo en el patio, las idas y venidas al baño. Buscamos nuestros zapatos en la oscuridad, para estar listos a salir en (tres tiempos> cuando abran la puerta. Algunos duermen con ellos y ni siquiera les es necesaria esta preparación para saltar del lecho al patio. Nuestras barbas están espesas, nuestras cabelleras endurecidas por el polvo y la suciedad. El tiempo siempre es insuficiente para lavarse, hay que elegir entre el WC o los caños de agua. Los que logramos lavarnos volvemos con los cuerpos humeantes, esperando que nos seque al aire. Y después de toda esa prisa al amanecer, nuevamente a permanecer ociosos en la sombra de la cabaña. Hay sólo tres acontecimientos más o menos previsibles en cada día: el desayuno, el almuerzo de porotos y la cena de porotos más licuados. Las visitas de las enfermeras son caprichosas. También lo es la presencia de los soldados. A veces nos abren la puerta con cualquier pretexto, continuamente. A veces desaparecen gran parte del día.
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Las mujeres no son obligadas a hacer gimnasia. A eso de las diez de la mañana las dejan salir a tomar
sol en el patio. Después del desayuno el profesor se ha puesto a fabricar un juego de damas, utilizando la caja de cartón en que nos trajeron las compras. En esos momentos se presentó el suboficial cuya dentadura distrae de la captación de cualquiera otra seña en su rostro. Traía un cuaderno y nos pusimos de pie anhelantes, presintiendo algo decisivo. El llamado fue César, que saltó al instante. su reloj y los anteojos. -Deje Los oficiales no tutean. Dio un portazo, llevándose al elegido, y nos quedamos mirándonos como huérfanos de la realidad, como seres irreales cuyo destino está olvidado o en suspenso en algún centro indiscernible de la nueva y caótica burocracia policial. Echados en el suelo, durante mucho rato no hablamos. Sabemos lo que estamos pensando. Envidiamos la llamada de César, pero también tememos los peligros que puede depararle. ¿Cómo y dónde se deciden estas llamadas? Alguien que miraba por las ranuras ha dicho que César no era el único, que se había unido a un grupo de tres o cuatro prisioneros. ¿A dónde los llevan, realmente? El profesor restablece la continuidad de la vida cotidiana. Después de media hora de chistes decide dar algunas lecciones de aritmética a Manuel, el campesino, que se muestra apasionado por aprender a dividir. Decididamente nos hemos dividido en dos grupos: el de los pies hediondos, don Ramón y los más viejos en el lado izquierdo; los "intelectualeso nos quedamos en el derecho. Es decir, los que ono quieren calentarse la cabeza" y se distraen a cualquier precio, y los que interitamos comprender y dis126
cutir este drama del cual somos una ínfima parte. Tratamos de imaginar el uso que haríamos de nuestras vidas si alguna vez logramos salir salvos de aquí. Se nos ocurre que esta experiencia, esta desvalorización total de nuestras vidas, tendría que magnificar más tarde, para cada cual, sus significados. Que habríamos de ser conscientes del uso de cada minuto, del aprovechamiento de cada posibilidad sensual, de la realidad total de cada acto. Hay algo más: alguien ha robado el pan del Gurú. Todos nos indignamos. Se nos ocurre, quizás injustamente, que ha sido el de los pies hediondos. La promiscuidad fisiológica y nuestra incoherencia ideológica, de todos modos, nos conduce a detestarnos un poco. Para algunos, el otro es quien disputa su espacio vital, un pedazo de frazada. las sobras de pan duro, que a veces nos reparte algún soldado en forma extra. Pero también el otro a veces es quien no tuvo una actitud definida, quien no entendió cabalmente lo que estaba en juego. Son los que juran ya que de salir vivos de aquí jamás volverán a (meterse en polítican, es decir los que ya en estos pocos días.han sido neutralizados quizá para largo tiempo. En la tarde se presenta el oficial de rasgos deli cados, acompañado de dos soldados. Parece sinceramente sorprendido de nuestros aspectos. Nos hace salir al patio y sentarnos en la tierra. iQue por qué no nos hemos bañado? ¿Que por qué estamos con cstas barbas? ¿Cómo, si él había dado instrucciones? Mira a los soldados, como extrañado. No sabemos si es una comedia. En fin, que sacudamos las frar,ádas y limpiemos la cabaña. Tomaremos aire unos minutos. Mañana podremos lavar nuestras ropas y berñarnos, si hay buen tiempo. Por ahora, ¿alguien sabe cantar? El que ha hecho el servicio indica. Sí, 127
le gustan mucho lás 'canciones chilenas. Nuestro compañero se pone de pie, adelante, cantará oAndo buscando un tesoron, y nosotros'debemos corear las estrofas. Algunos desentonamos intencionadamente. dQué es esto? ¿Debemos reírnos o avergonzarnos? Lo único que me importa es respirar. El oficial aplaude, complacido. Se trata de estar afuera todo lo posible y aplaudimos a rabiar para una nueva canción. El oficial accede, pero ahora una vez terminada, de pie y adentro, en orden. Luego escuchamos la repetición del número en cada una de las cabañas. Nuestros vecinos logran un récord de permanencia en el patio, gracias a su conocimiento de himnos militares. Sólo antes de la comida se presentan con César de vuelta. Lo dejan entrar a la cabaña a recoger sus cosas. Tiene un olor fétido, las ropas hechas una inmundicia, una ceja rota. Los-músculos de su rostro están rígidos. Sin embargo, aparenta tranquilidad. El soldado vigila y sólo está dos segundos en el interior. Nos mira a algunos, asegurándonos que transmitirá nuestros mensajes y sólo alcanza a murmurar un par de palabras, sin mover los labios: ..Es duro.',
2I DE
FEBRERO, JUEVES
Estábamos demasiado inquietos y angustiados por la imprecisa revelación de César, y el profesor entonces áecidió cortar por lo sano: dijo que debíamos ser conscientes de que nos torturarían a todos' Si alguien se salvaba, mejor, pero que teníamos que sabeilo. Su partido tenía informaciones de que era así y los militantes habían recibido instrucciones sobre el carácter de las torturas. Tortura eléctrica, por
la maja tenar. Lo
hacerse a la idea, sería más fácil. Nos atormentaríamos menos y podríamos soportarlo mejor. Como para romper-la tensión, comenzamos a hacernos bromas sobri la tortura. El .Gordo,', que ha perdido ya unos
gente que estamos aquí? Nos sentimos como conejos de jaula: nuestros amos pueden venir en el mo128
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mento que quieran para escoger al que quieran y hacer con él lo que se les ocurra. Alguien le dijo ayer al oficial que los soldados jamás nos daban tiempo de bañarnos. Al parecer, el oficial debe haberlos reprendido, porque uno de los que lo acompañaban se presentó hoy preguntando quién había sido el maricón. Nos quedamos todos en silencio. Éaseó la vista por cada uno, mirándonos fijamente, y yo debo haber desviado la mirada. voy a machacar, maricón dijo con un -Te -me odio intenso. Y al almuerzo me llamó para distribuir los platos, mientras él mismo servía del fondo, insultándome por mi poca destreza. Aprovechando mi nerviosismo, de pronto vertió una cucharonada de garbanzos hirvientes sobre mis pies semidesnudos. Encogido de dolor, comí de todos modos los gar-
en la noche en el campo, pero ahora (pa nosotro y los compañero de la clase obrera>, por nuestra voluntad. Tiene una ternura especial por los tomates, de la "helá>' que los que cómo almácigos, Plagas, todo el amor ue se afirmen. Manuel que hay q tomates, del agua que habla en I va inflándolos y del sol que los va pintando (como si estuvie{an de acuerdo los dosu, y sabemos que está viendo su campo, sus compañeros con los pies desnudos cosechando quién sabe para quién, ahora,
banzos durísimos. A menudo el campesino se desvanece a causa de su corazón enfermo. Apenas respira, y nos apretamos en un compartimento para que pueda tener todo el aire en el otro. Poco falta, entonces, para que todos perdamos el conocimiento. Cuando despierta se pone a hablar, como prosiguiendo el desarrollo de un sueño, pero muy coherentemente, cada vez más relajado jamás fue a la escuela, por supuesto, y el primer par de zapatos que tuvo los compró el día de su boda. Toda su vida se pasó entre las seis de la mañana y la puesta del sol, los pies en el agua, la cabeza a la lluvia o al sol, encorvado, sacando malezas, abriendo surcos, limpiando surcos, plantando, matando bichos, cosechando. Toda la vida, diosito, y después en las noches, hacer críos para que repitieran la misma historia. . En realidad, es difícil saber qué hay de verdad en lo que cada uno cuenta. Quizá somos todos estúpidamente inocentes. Quizá nos guardamos algo debajo del pon-
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cho. En un lugar como éste nadie va a caer en la debilidad de confiarse a los otros. Al atardecer estamos con los nervios gastados. Creemos que ha sido una falsa alarrna. Estoy haciendo el fuego para recalentar la comida cuando un soldado grita mi nombre desde la entrada del patio' Se me contrae el estómago. Avanzo, mirando en los otros mi propia consternación. No puede ser sino para llevarme a otro interrogatorio y sólo pienso en algún medio rápido de matarme o de hacerme matar. Me introducen en Ia tienda de los ofiqiales. Frente a un escritorio está el comandante, sentado. Hay un teléfono. Detrás, en un caballete, hay una veintena de fusiles ametralladores. Alrededor de la mesa hay unos cuatro soldados con las armas en la mano. El suboficial me tiende unos papeles. s5s.
-[,gs Hago un gran esfuerzo
para concentrarme frente Las leo una por palabras máquina. escritas a a las un analfabeto. Es labios, como una, moviendo los personales. Se dice una declaración. Están mis datos encontraqué las cosas corresponde cada una de a das en mi casa, dejándose constancia de mi negativa a reconocer un tubo de pomada. Se dice que Eva es