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Spanish Pages [148] Year 2016
Colección: Hacer Familia Director de la colección: Fernando Corominas © Alfonso Aguiló Pastrana, 1992 © Ediciones Palabra, S.A., 2010 Paseo de la Castellana, 210 - 28046 MADRID (España) Telf.: (34) 91 350 77 20 - (34) 91 350 77 39 www.palabra.es [email protected] Diseño de cubierta: Marta Tapias Fotografía de portada: PurestockX ISBN eBook: 978-84-9840-742-6 EPUB: CrearLibrosDigitales
Todos los derechos reservados. No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor.
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A mi marido Fernando, que comparte conmigo la difícil pero apasionante tarea de educar a nuestros cuatro hijos: Ignacio, Santiago, Fernando y Fátima
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Introducción
El objetivo que nos proponemos, es escribir un libro práctico en el que se aborden algunos de los problemas más comunes con los que se encuentran muchos padres y educadores a la hora de educar a los niños de entre 0 y 6 años. No pretendemos, en este libro, abordar problemas psicológicos o psiquiátricos graves, que deberían tratarse a nivel clínico, sino lo que podrían llamarse «problemas normales en niños normales». El libro va dirigido a padres y educadores, así como aquellos profesionales en el ámbito de la orientación y asesoría familiar; es decir a todas aquellas personas que precisan tratar con el niño de una forma práctica. Pretende dar unas líneas generales, o pautas de actuación, para abordar los frecuentes problemas con los que nos encontramos en nuestra labor educativa. Cuando aparece un problema de celos, agresividad, aislamiento... los padres y educadores se preguntan a menudo cómo tratar al niño y, con frecuencia, dejan pasar el tiempo para ver si el problema se soluciona por sí mismo, ya que no lo consideran de suficiente relevancia para acudir a un especialista. No obstante, en educación no se puede «pasar»... la experiencia nos demuestra que esto a menudo agrava el problema. Con este libro pretendemos, por tanto, dar unas primeras pautas para que los padres y educadores sepan lo que pueden hacer para ayudar a sus hijos. Siguiendo la filosofía que impregna toda la colección de «Hacer Familia», resaltaremos la importancia de la EDUCACIÓN PREVENTIVA. En educación «llegar antes es la vía para no tener que ir contracorriente», es importante actuar antes de que los problemas aparezcan, es decir «Educar en Futuro» adelantándonos a los acontecimientos. La mayor parte de los problemas se pueden prevenir potenciando la virtud contraria. Examinaremos, por tanto, qué pueden hacer los padres para prevenir estos problemas. Asimismo, cuando los problemas aparecen, deben atajarse al primer síntoma. Intentaremos, por tanto, responder a las preguntas ¿qué podían haber hecho los padres que no han hecho? y ¿qué es lo que todavía están a tiempo de hacer? Nos moveremos, asimismo, dentro de la filosofía de la educación positiva: los padres y educadores deben comprender que su principal labor es apoyar, reforzar y motivar positivamente al niño. Hacerle ver que él es capaz de solucionar sus problemas. Se educa mejor con constancia y paciencia, si bien esto requiere por parte de los padres el esfuerzo de estar dispuestos a mejorar ellos mismos como educadores y formarse para educar mejor.
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Debemos tener presente que la familia es el primer medio, y el que más influye en el desarrollo emocional del niño. No olvidemos que en los primeros diez años de edad se lleva a cabo el principal desarrollo educativo. Los primeros años son por tanto vitales para un desarrollo equilibrado. El buen ejemplo de los padres es la base de toda buena educación y el cariño y tiempo de los padres van a ser factores determinantes. Finalmente tenemos que tener presente que en educación no hay «recetas», y esto a menudo resulta frustrante para los que nos dedicamos a esta labor. Asimismo las soluciones a los problemas no son casi nunca únicas ni inmediatas. Además cada niño es diferente y sus problemas deben abordarse desde una perspectiva personalizada. Con este libro pretendemos, por tanto, únicamente dar pautas u orientaciones generales que deberán concretarse en cada caso y situación partiendo de un conocimiento profundo de las personas implicadas en el caso. El libro se centra en la prevención e intervención sobre algunos de los problemas emocionales más comunes con los que nos enfrentamos en la práctica educativa: celos, agresividad, ansiedad... En lo referente a la estructura, se dedicará un capítulo a cada uno de los problemas más comunes que suelen aparecer en el desempeño de la labor educativa. Cada capítulo comenzará con una «situación familiar» o ejemplo típico de cada uno de estos problemas. A continuación se hará una descripción de cada uno y de la sintomatología más común (mediante un lenguaje familiar y asequible). Posteriormente se analizarán las posibles causas, y qué es lo que pueden hacer los padres para prevenir estos problemas. Es decir, nos preguntaremos ¿qué podían haber hecho los padres que no hicieron? para pasar, después, a examinar qué es lo que aún están a tiempo de hacer y cómo se debe actuar para remediar el problema. Finalizaremos cada capítulo proponiendo un Plan de Acción referido a la situación familiar expuesta al principio del capítulo.
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PARTE PRIMERA “A”
«Un buena costumbre es más fuerte que una ley». Eurípides, Piritoo. «Elige lo mejor, y la costumbre lo hará suave y fácil». Pitágoras (en Stobeo)
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AUTONOMÍA Y BUENOS HÁBITOS
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CAPÍTULO 1
«Mamá, ¿todavía me quieres?»: Los celos Una situación familiar Juan y Elena se casaron hace cinco años. Juan es abogado y Elena estudió Filosofía y Letras. Juan trabaja en una multinacional y Elena imparte clases de Filosofía en un Instituto. Al año de casarse tuvieron su primer hijo: Luis, que ahora tiene cuatro años. Luis ha sido siempre un niño muy despierto. Comenzó a hablar muy pronto y su nivel de vocabulario choca para un niño de su edad. Es abierto y comunicativo y al ser el primer hijo y también el primer nieto, por ambas partes, ha sido el centro de la familia durante algún tiempo. Hace nueve meses Juan y Elena tuvieron su segundo hijo: José. José nació bajo de peso y tuvo que estar el primer mes en la incubadora. Durante ese mes su madre pasaba casi todo el día en la clínica para poder verle y cuando pudo traerlo a casa hubo que prestarle una atención especial. Durante ese mes Luis estuvo al cuidado de sus abuelos maternos. La reacción de Luis ante su nuevo hermano fue buena. No parecía tener celos, aunque tampoco le prestaba mucha atención, ya que el pequeño pasaba la mayor parte del día durmiendo. No obstante, desde hace dos meses Luis ha comenzado a portarse de forma extraña. Ha vuelto a hacerse pis en la cama, aunque desde los dos años no lo hacía, y se chupa el dedo constantemente. Con su hermano a veces es muy cariñoso pero hemos observado que le pellizca en las manos cuando no miramos y le ha hecho algunos arañazos. Luis, que siempre ha sido dormilón, ahora tiene frecuentes pesadillas. Se ha vuelto más desobediente, en especial cuando vienen los abuelos u otras personas ajenas a la familia. Se porta fatal y a menudo suele terminar castigado con una rabieta. Sus padres ya no saben qué hacer. Aunque le riñen y castigan no consiguen nada.
¿Es posible que tenga celos? La situación que acabamos de examinar, es un caso típico de celos entre hermanos. Los celos constituyen una reacción emocional que se caracteriza por un sentimiento de envidia y resentimiento generalizado hacia la persona que se considera como rival.
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Los celos aparecen especialmente hacia los 4 años. A esta edad el niño comienza a percibir a los «otros» como rivales. Es posible que los celos aparezcan antes en la vida del niño, pero es especialmente a esta edad cuando toman cuerpo y crean situaciones importantes y a veces duraderas. A través de sus celos tu hijo está reclamando tu atención.
El niño celoso suele mostrar una serie de conductas características. Por ejemplo: — Suelen aparecer conductas regresivas como volver a hacerse pis en la cama, chuparse el dedo, no querer comer solo, utilizar un lenguaje o tono de voz infantil. A través de estas conductas pretende llamar la atención de las personas cuyo afecto teme haber perdido. — A menudo se muestra irritable, nervioso y agresivo. Esta agresividad envidiosa suele manifestarse en la terquedad, como oposición sistemática. Se trata del conocido «diga usted que yo me opongo». Esta, constituye su gran arma para atraer la atención de los mayores y para obligarles a tenerle en cuenta. — Sus sentimientos hacia el nuevo hermano son a menudo contradictorios, una mezcla de amor y odio: por una parte le quiere pero por otra experimenta una gran agresividad hacia él. — Esta agresividad puede aparecer de forma más o menos solapada: a veces el niño ignora al hermano o niega su presencia. En otras ocasiones puede mostrar conductas o bien muy hostiles y agresivas o bien demasiado cariñosas hacia su rival: como, por ejemplo, cuando le abraza hasta hacerle daño. En ocasiones la agresividad se dirige de forma indirecta hacia la madre: el niño, por ejemplo, aprovecha un descuido de la madre para tirar toda la pasta de dientes por la alfombra, se dedica a escupir la comida, u otras «lindezas» parecidas. — Otros niños manifiestan sus celos haciendo continua referencia a su hermanito. Cuando ven un perro dicen que el hermanito quiere un perro y cuando ve a sus amigos en bicicleta, dice que su hermanito también tiene una. Los celos también pueden manifestarse de forma solapada.
A veces los padres piensan que su hijo no tiene celos y que quiere mucho al recién nacido. No obstante los celos se pueden manifestar de formas más solapadas. Algunos niños pasan meses sin sentir celos y de repente estallan cuando su hermano es mayor y comienza a ser más gracioso, o bien cuando este le empieza a quitar los juguetes.
¿Por qué surgen los celos? 9
En la familia, la rivalidad entre los hermanos por conseguir el cariño y la atención de los padres es la causa más frecuente de los celos. El nacimiento de un nuevo hermano suele ser la causa más frecuente. Ante el nacimiento de un nuevo hermano el niño siente que el mundo entero parece mover su centro hacia otro punto que ya no es él. Comienza a creer que no se le quiere o que se le abandona, lo que a menudo genera en él sentimientos de culpabilidad y baja autoestima. Esta culpabilidad se ve incrementada por los sentimientos hostiles que experimenta hacia su hermano recién nacido, que él es consciente de que no son buenos. El niño celoso se siente abandonado.
En esta situación, el niño necesita ser doblemente querido y cuidado. No obstante a menudo los padres no son conscientes de esta necesidad y tanto padres como familiares se maravillan de las perfecciones del recién nacido olvidando al mayor y relegándole al lugar del «príncipe destronado». Esto hace que el niño se resienta y manifieste este resentimiento a través de las conductas antes mencionadas. Los celos también pueden darse de un hermano menor hacia su hermano mayor. Esto ocurre con frecuencia cuando el menor ve en su hermano un «techo imposible de rebasar». Cuando le ve como a un rival que siempre lo hace todo mejor que él. También pueden aparecer celos cuando el menor observa que su hermano goza de ciertos «privilegios» que a él se le niegan. Ante esta situación, el pequeño puede aferrarse aún más a su madre y comportarse como si no quisiera crecer, o bien, por el contrario, proceder de forma agresiva y envidiosa y manifestar una actitud constante a lo largo de su vida de intentar superar a los demás. Los favoritismos y preferencias que los padres manifiestan, a menudo de forma inconsciente, por uno de los hijos puede dar origen a sentimientos de celos en los otros hermanos. Igualmente, el alentar la competencia excesiva entre los hermanos puede favorecer la aparición de celos. No hagas comparaciones entre los hermanos.
Asimismo, la dependencia o necesidad excesiva de uno de los padres, normalmente la madre, puede originar sentimientos de celos hacia el otro progenitor que es considerado como un rival. Este tipo de celos suele aparecer en aquellos casos de madres excesivamente protectoras, que no permiten al niño desarrollar su autonomía. Permite a tu hijo ser autónomo.
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Finalmente, el origen de los celos puede en algunos casos situarse en los sentimientos de inseguridad e inadaptación del niño. Estos sentimientos de inseguridad suelen ser consecuencia de haberse sentido rechazado o ridiculizado en la infancia o bien de una educación excesivamente negativa basada en el rechazo y la crítica severa por parte de los padres. Los elogios son un gran arma para que tu hijo se sienta seguro.
¿Qué podíamos haber hecho que no hicimos para evitarlos? La «pelusa» es un peligro que no puede evitarse completamente en las familias. Representa un estadio relativamente normal en el desarrollo del niño. Cuando esta crisis, normal en el proceso evolutivo, ha sido superada, el niño vuelve a sentirse tranquilo y avanza en su proceso personal de maduración. No obstante en algunos casos pueden constituir un rasgo permanente y especialmente intenso en la evolución del niño en cuyo caso pueden ser sintomáticos de problemas emocionales más complejos y requerir un tratamiento especial. En cualquier caso, los padres podemos tomar una serie de medidas para facilitar el paso de nuestros hijos por esta etapa y su superación sin que queden secuelas permanentes en la personalidad del niño. Por eso, vale la pena hacer cuantos esfuerzos sean necesarios para evitarlos o, al menos, aminorar sus efectos. En educación también es mejor prevenir que curar
Por ejemplo, ante el nacimiento de un nuevo hermano, es importante preparar la llegada del bebé. Es conveniente que el niño sepa con antelación que está a punto de tener un hermano e ir acostumbrándole a la idea. Asimismo, la llegada del nuevo hermano debe suponer las menos alteraciones posibles en la vida del niño. No es el momento de cambiarle de cuarto, ni de que ceda su cuna al hermanito, ni tampoco de que ingrese en la escuela infantil. Si estos cambios son necesarios conviene que los preveas y lleves a cabo bastante antes de que se produzca el nacimiento del bebé. Por otra parte, es importante que el niño no se sienta «abandonado» durante el tiempo que la madre esté en la clínica. Conviene explicarle con antelación que su madre tendrá que marcharse unos días y darle la seguridad de sentirse atendido y querido. No basta con quererle, hay que demostrárselo.
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El regreso de la madre con el recién nacido, constituye asimismo un momento importante. Generalmente llegas a casa cargada (todos sabemos la cantidad de «trastos» que acompañan a un recién nacido), agobiada y preocupada; y si el niño mayor «se mete por medio» muchas veces recibe el primer grito «a causa de su hermano». No es un buen comienzo. Puede ser aconsejable que el niño mayor no esté presente en ese momento en que toda la atención gira en torno a la llegada del hermano. Sería más oportuno traer al niño unas horas más tarde cuando el bebé ya se haya instalado y estés más descansada. En este momento debes demostrarle físicamente tu afecto, cogiéndole en brazos y abrazándole. También es aconsejable implicar al hermano mayor en los cuidados del recién nacido. De esta forma sentirá que le pertenece. No le alejes constantemente del bebé por miedo a que le haga daño. Si se lo dices constantemente, no harás más que darle «ideas». Déjale que te ayude, que le coja en brazos, pero con naturalidad, sin imponérselo. Evita dar excesiva importancia al recién nacido y hablar todo el tiempo de él. Procura, si es posible, darle la comida y bañarle cuando el mayor esté ausente o, ¡al fin!, ya se haya dormido y reserva los mimos al pequeño para cuando el mayor no pueda veros. Tampoco te escondas si has de darle el pecho, el niño lo vivirá como algo prohibido. Si tienes que darle el pecho cuando el mayor esté presente llámalo y pídele que se siente a tu lado porque vas a contarle un cuento. De esta forma tu hijo percibirá que le estás atendiendo a él y no solo a su hermano. Déjale que te ayude.
Igualmente el padre debe prestar especial atención y cariño al niño en este momento y ¡ojo! con las visitas, que se quedan extasiadas frente al pequeño, y con los regalos para el recién nacido. En algunos casos puede ser aconsejable tener en casa pequeñas chucherías para darle al niño mayor cuando a su hermanito le traen un regalo.
¿Qué es lo que aún estamos a tiempo de hacer? Si se presentan los celos, debes al menos tener claro lo que no se debe hacer: debes evitar las medidas de castigo o el reñirle y enfadarte con él por este motivo, pues no conseguirías sino confirmar al niño sus temores y ansiedades de que por culpa de su rival ha perdido vuestro cariño. En todo caso, lo único que conseguirías a través del castigo sería que el niño no manifieste sus celos. Pero los celos reprimidos serán más fuertes y perjudiciales para el niño que si hubiera podido exteriorizarlos. El castigo no suele dar buen resultado.
Esto no quiere decir que debas permitir que a través de sus rabietas, pataletas... u otras manifestaciones de celos, consiga toda la atención y dedicación de los adultos. Si lo hace
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habrá conseguido su objetivo y persistirá en esta actitud. Asimismo, un error frecuente de los padres es aprovechar el nacimiento de un nuevo hermano para alejar al mayor llevándole a una escuela infantil, o bien confiarle al cuidado de personas extrañas a la familia. Si estos cambios son necesarios deberás preverlos y llevarlos a cabo algún tiempo antes del nacimiento del nuevo hermano. En líneas generales, la mejor forma de proceder consiste en que no des, al menos en apariencia, la menor importancia a las manifestaciones de celos y por el contrario prestes más atención al niño y le hagas sentir tu cariño en todos los momentos que sea posible. Tu hijo necesita sentirse querido y necesita que se lo demuestres físicamente, con besos y achuchones. Es importante que el niño reciba tus manifestaciones de cariño en presencia de su hermano menor. El atracón de cariño suele ser muy efectivo.
Cuando veas a tu hijo dirigirse hacia su hermanito con ademán significativo y algún objeto peligroso entre sus manos, en lugar de chillarle cógele en brazos y apodérate del objeto, mostrándole cariño y dándole la impresión de que le has cogido en brazos no para impedir una mala acción sino para mimarle y para jugar. Transcurrido un tiempo, cuando el niño esté alegre y tranquilo dile, en privado y en un momento de especial confianza y con delicadeza que comprendes sus sentimientos pero que debe estar tranquilo puesto que papá y mamá le quieren tanto como antes y no va a perder vuestro CARIÑO. Si tu hijo aprovecha un descuido para esparcir la pasta de dientes por la alfombra, procura controlar tu enfado. Espera a que pase un tiempo para indicarle que lo que ha hecho está mal y que estás segura de que no lo volverá a repetir. Si le da por escupir la comida, ármate de paciencia y simplemente retira el plato, pero sin que vea que te importa demasiado. Si eres capaz de reírte, mejor. Especialmente efectivo resulta el buscar situaciones en que el niño pueda pasarlo bien junto a su hermano. Por ejemplo, que uno de los dos, la madre o el padre, juguéis con ambos niños a la vez, de forma que cuando el niño vea a su hermano recuerde lo bien que lo pasaron juntos con sus padres en lugar de percibirlo como un rival que le quita vuestro cariño. Busca situaciones en que el niño pueda pasarlo bien junto a su hermano.
Cuando son ya mayorcitos es aconsejable buscar situaciones en que los hermanos puedan «hacer equipo» e intentar ganar a papá al fútbol o a mamá al parchís.
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Por otra parte, dado que los celos a menudo son consecuencia de sentimientos de inseguridad e inadaptación, deberás poner especial cuidado en reforzar la autoestima de tu hijo, en valorarle positivamente. Tendrás que ayudarle a tener una imagen positiva de sí mismo, elogiándole y prestando especial atención a aquello que hace bien. Interésate por sus pequeños logros, proponle metas que sea capaz de alcanzar, y refuérzale especialmente por aquellos logros de los que es capaz y su hermano todavía no. Da a tu hijo mayor algunos «privilegios» por el hecho de ser mayor: — acostarse algo más tarde; — ir con papá y mamá a sitios que no puede ir su hermano; — facilitarle un cajón donde pueda guardar sus juguetes sin que su hermano los coja... Valora a tu hijo positivamente.
Finalmente, debes evitar los favoritismos y comparaciones entre los hermanos. A cada hijo debes aceptarlo como es, niño o niña, inteligente o torpe... Cuando los padres hacen comparaciones entre los hermanos pueden provocar en el niño fuertes sentimientos de resentimiento hacia sus padres y hermanos. En general, cuanto más afectuosos se muestran los padres con sus hijos, menos peligro corren de que se vuelvan celosos. Si todos los niños de la familia están satisfechos del afecto que les dan sus padres, no tendrán la inclinación a sentirse celosos de sus hermanos. Acepta a cada hijo como es y trátalo como quieres que sea.
Por otra parte, es mejor que los padres no toméis parte en las pequeñas trifulcas entre los hermanos. Si intervienes, debe ser para detener la pelea pero sin intentar buscar culpables ni tomar partido. En algunos casos no se pueden encontrar las causas de los celos y cabe sospechar que se deban a problemas personales más complejos y profundos. En estos casos debe recurrirse al psicólogo profesional para un estudio más profundo de los sentimientos del niño. UN PLAN DE ACCIÓN PARA LUIS SITUACIÓN: Este Plan de Acción va dirigido a Luis (4 años). OBJETIVOS: — General: Intentar disminuir sus celos.
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— Específico: Reforzar la autoestima de Luis. Valorarle positivamente y hacerle comprender las «ventajas» de ser el mayor. MEDIOS: — Procurar, en la medida de lo posible, no prestar demasiada atención a las manifestaciones de celos de Luis y, por el contrario, proponerse cada uno de los padres sorprenderle al menos tres veces al día haciendo algo bien. En ese momento elogiarle y recalcarle cómo se nota que ya es mayor. — Darle algunos «privilegios» por el hecho de ser mayor: ir con papá a comprar el periódico... Proporcionarle asimismo un cajón donde pueda guardar «sus tesoros favoritos» sin miedo a que se los coja su hermano. — Proponerse ambos padres dar más muestras de cariño a Luis, pero en aquellos momentos en que se esté comportando adecuadamente. Demostrar físicamente su cariño mediante besos, achuchones... DESARROLLO Y RESULTADOS: Se trata de un Plan de Acción a largo plazo. Sí hemos notado que Luis responde muy bien a los elogios. Asimismo su conducta ha mejorado y creemos que ha resultado efectivo el no hacer demasiado caso a sus manifestaciones de celos. Empieza a sentirse orgulloso de ser mayor y se dedica a decírselo a todas las personas con las que se encuentra.
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CAPÍTULO 2
«Aún se hace pis en la cama»: Eneuresis Una situación familiar Alberto tiene cinco años y medio. Es el tercero de cuatro hermanos y es un niño muy inteligente y despierto. Siempre ha sido muy precoz para todo: comenzó a hablar muy pronto y lo hace con mucha propiedad, y aunque solo tiene cinco años ya sabe leer. Es un niño alegre y muy cariñoso aunque muy sensible, y no soporta que sus hermanos le ignoren o se rían de él. Sus padres, Marta y Joaquín, no tienen más que una queja de él: no consiguen que deje de hacerse pis en la cama. Sus hermanos no tuvieron este problema, a los tres años ya habían superado este asunto. A veces pasa más de una semana sin que ocurra nada pero luego no controla el pis por la noche durante varios días seguidos. Aunque le regañan y le dicen que ya es mayor para eso, no parece servir de nada. Sus hermanos también se meten con él y le dicen que es un bebé. Han probado a reducir la ingestión de líquidos antes de acostarse, pero tampoco ha dado resultado. Finalmente han optado por despertarle a mitad de la noche para ponerle a hacer pis. Es una faena para los padres y también para el niño, que muchas veces está tan dormido que no consigue hacer pis y acaba llorando. Además muchas veces «llegan tarde» y el molesto incidente ya ha ocurrido. El fin de semana pasado su primo Luis le invitó a pasarlo en su casa. Alberto no quiso ir. Sus padres sospechan que tenía miedo de hacerse pis en la cama.
¿Por qué le ocurre esto? El «mojar la cama por la noche» a una edad en la que cabría esperar que ya se hubiera establecido el control se suele denominar en términos médicos como ENEURESIS nocturna. El control de la orina durante la noche requiere una apropiada maduración neuromuscular y se calcula que alrededor de un 70% de los niños de 4 años ya han conseguido establecer el control durante la noche. Alrededor de un 10% de los niños de 6 años, un 3% de los de 12 y un 1% de los adolescentes presentan este trastorno.
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Realmente no podemos hablar de eneuresis si este fenómeno se presenta de forma muy esporádica. En los niños de 5 a 6 años deben tener lugar al menos dos episodios al mes o un episodio en los niños mayores. Asimismo, este trastorno es más frecuente en los niños que en las niñas. La eneuresis nocturna es un problema bastante frecuente. Tu hijo no es una excepción.
Para que un niño pueda controlar su vejiga deben darse al menos dos pasos: primero debe sentir la presión como consecuencia de que su vejiga está llena. En segundo lugar debe en ese momento indicar que quiere hacer pis o dirigirse al retrete. Por la noche, las cosas se complican. Su sistema debe ser capaz de responder mientras duerme, de forma que al sentir la presión de los músculos se despierte y o bien llame a su madre o acuda al cuarto de baño. Si la presión es suficientemente intensa el niño se despertará, satisfacerá sus necesidades y volverá a dormirse. Las causas que dan origen a este trastorno pueden ser múltiples. En primer lugar conviene diferenciar entre aquellos casos en los que nunca hubo un control de la orina (eneuresis primaria) y aquellos otros en los que tras un período libre del problema, al menos de entre seis meses y un año, vuelve a aparecer otra vez (eneuresis secundaria). En este segundo caso cabe sospechar que la causa sea más bien de tipo psicológico: celos, ansiedad... Las causas de la eneuresis pueden ser tanto orgánicas como psicológicas.
En el caso de la eneuresis primaria habrá que descartar las causas de tipo orgánico, aunque estas solo suelen encontrarse en un 1 o 2% de los casos. Por ejemplo los niños diabéticos, que precisan una mayor ingestión de líquidos, pueden ser más propensos a padecer este trastorno. Asimismo las infecciones urinarias pueden predisponer a la eneuresis. Otra causa puede ser un retraso en la maduración del niño que repercutirá asimismo en el control de la orina. Los factores genéticos parecen también tener una cierta incidencia. Así es bastante frecuente que los padres de los niños eneuréticos presentaran asimismo este problema. El retraso en el desarrollo de la musculatura de la vejiga y en la maduración de los
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mecanismos neuromusculares que regulan la continencia puede ser otro de los factores que predisponen a la eneuresis. Asimismo, hoy en día se piensa que la eneuresis puede estar relacionada con trastornos del sueño. Así se ha comprobado que algunos niños presentan contracciones involuntarias del músculo de la vejiga durante el sueño. Entre los factores psicológicos cualquier situación que genere ansiedad puede ser causa de la eneuresis. Por ejemplo una preocupación exagerada por parte de los padres para que el niño consiga el control temprano de la vejiga (antes de los 22 meses) puede crearle una ansiedad que se asocia a los mecanismos implicados en dicho control. Todos hemos oído contar casos de niños a los que desde que tienen pocos meses les enseñan a hacer sus necesidades en el orinal. Es posible que el niño en esos momentos haga pis como una acto reflejo, pero realmente no ha habido un aprendizaje. No te empeñes en conseguir un control demasiado temprano.
El exceso de sobreprotección por parte de los padres puede ser también causa de la eneuresis. Algunos padres, y en especial madres, no permiten a sus hijos ser autónomos, siguen tratándoles como bebés y resolviendo todas sus necesidades. En estas circunstancias el niño no se sentirá animado a tomar iniciativas sobre el control de sus funciones orgánicas. Por tanto, aunque no es aconsejable intentar el control antes de los dos años, tampoco conviene demorarlo con la disculpa de que los dodotis son muy cómodos. Una vez que te hayas decidido, no des marcha atrás. Algunas veces la eneuresis constituye una forma subconsciente de llamar la atención. Cuando el niño se siente rechazado o falto de afecto busca caminos para llenar su necesidad emocional. El niño se da cuenta de que si moja la cama sus padres se ponen muy nerviosos y es la única forma de que se fijen en él, incluso aunque le castiguen por ello. Cualquier situación que genere ansiedad puede predisponer a la eneuresis.
Un ambiente tenso, con frecuentes discusiones entre los padres, o bien cualquier situación amenazante, como un cambio de colegio o de casa, pueden hacer que el niño se sienta inseguro y reaccione mojando la cama.
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Asimismo, los celos, ante el nacimiento de un nuevo hermano, pueden hacer que el niño se sienta abandonado y procure recuperar la atención de sus padres volviendo a mojar la cama. Igualmente unos padres demasiado exigentes con expectativas poco realistas con respecto a su hijo pueden generar en el niño un alto nivel de ansiedad que se refleje a la hora de mojar la cama. En estos casos debe investigarse si el niño presenta otras manifestaciones de ansiedad tales como chuparse el dedo, morderse las uñas, tartamudear... que pueden ser indicativas de un conflicto emocional. Finalmente, si el niño se acuesta demasiado preocupado por el hecho de mojar la cama, o bien teme despertar a sus padres para pedirles ayuda, porque estos se despiertan de «muy mal café», es fácil que presente episodios eneuréticos. En cualquier caso, aunque el origen del problema no sea de tipo psicológico, es evidente que el niño se ve afectado psicológicamente por la presencia de este problema. El niño sufre cuando se hace pis y tiene de sí mismo una baja autoestima. Evita pasar las noches fuera de casa y rechaza las invitaciones de sus amigos. Asimismo teme ser descubierto y convertirse en el centro de burlas de sus hermanos y compañeros. Necesita por tanto apoyo psicológico para ir logrando superar su problema.
¿Se puede hacer algo para prevenir? Dado que la causa de la eneuresis no siempre es psicológica a veces resulta difícil prevenir. No obstante sí puedes tomar una serie de medidas durante el entrenamiento en el control de esfínteres para prevenir la posterior aparición de problemas. No te empeñes en conseguir un control demasiado temprano. Es un profundo error, que muchos padres cometen, el empeñarse en quitar los dodotis antes de los dos años. Aunque alguna de tus amigas te ponga los dientes largos contándote las maravillas de sus hijos, no fuerces la situación, espera a que el niño esté maduro. No empieces a quitarle los pañales por la noche hasta que hayas conseguido que esté limpio de día. Tampoco lo demores por comodidad. Para muchas madres es más cómodo ponerle al niño un buen dodotis, cada vez los hacen más grandes y más absorbentes, que tener que levantarse para cambiar al niño si este se hace pis. En estas circunstancias el niño asocia el dodotis con el «permiso para hacerse pis» y será difícil que aprenda. No le riñas ni le castigues cuando no consiga controlarse. Trátale con cariño y paciencia sin darle demasiada importancia. Cuando consiga mantenerse seco, elógiale y muestra mucha alegría. No le riñas ni castigues. Trátale con cariño y paciencia.
Asimismo debes procurar disminuir la posible preocupación y tensión de tu hijo y hacer del momento de acostarse un momento agradable. Resulta bastante efectivo el
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ponerle música clásica al apagar la luz, en especial Vivaldi y Mozart. Le ayuda a relajarse, se dormirá mejor, y además estás educando su oído. Cuando haga pis durante el día, enséñale como un juego a retener la orina durante unos instantes. Le resultará divertido y además estará fortaleciendo los músculos implicados en el control de la orina.
Y si se hace pis, ¿qué podemos hacer para ayudarle? En primer lugar habrá que descartar una causa de tipo físico. Llévale al pediatra para que le haga un examen urológico y neurológico por si pudiera existir alguna enfermedad de base que esté condicionando el problema. Una vez descartada una causa física, caben varias alternativas: Una primera posibilidad es no hacer nada y esperar a ver si el problema remite de forma espontánea. No conviene alarmarse ni precipitarse prematuramente. En un alto porcentaje de casos el problema va desapareciendo de forma espontánea a medida que el niño va madurando. Hacia los 18 años un 100% de las niñas y un 99% de los niños superan este problema. Esto sería lo más aconsejable en los casos leves, en los que no hay frustración por parte del niño ni de los padres, o cuando los episodios son muy esporádicos. En cualquier caso, no parece aconsejable «torturar» al niño antes de los seis años. Aun en estos casos sí debes tener claro lo que no se debe hacer. Trata al niño con mucho cariño y comprensión. No se te ocurra ni pegarle ni regañarle. Con ello solo conseguirías aumentar su ansiedad con lo que es más probable que el episodio se repita. No le ridiculices ni le llames «sucio» o «bebé» y no permitas tampoco que sus hermanos lo hagan. Habla con él y explícale que hacerse pis por la noche no es nada grave, a muchos niños les pasa y nosotros vamos a ayudarle para que pronto consiga levantarse seco. No le riñas ni le ridiculices. Tranquilízale y motívale.
Tampoco reduzcas la cantidad de líquido que toma antes de acostarse. Date cuenta que para que el niño se despierte la presión de la vejiga debe ser suficientemente intensa, por lo que si le das pocos líquidos lo único que estás consiguiendo es retrasar su aprendizaje. El procedimiento a seguir debería ser precisamente el contrario: darle una cantidad considerable de líquidos, incluso superior a lo normal, de forma que despierte la necesidad fisiológica más fuerte posible durante el período de aprendizaje. Después, durante el primer tercio del sueño despierta al niño y acompáñale al lavabo. El niño sentirá la presión de su vejiga llena y aprenderá a hacer pis y a controlarse. Poco a poco ve probando a ver si es capaz de despertarse solo.
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Ensaya con él a modo de juego las destrezas de vestirse y desnudarse para ir al lavabo. Si tu hijo va a la cama «embutido» en un cubrepijamas, lo tendrá más difícil para llegar al baño. Elógiale y prémiale cuando se levante seco. Elabora un Plan para motivarle. Por otra parte, dado que la eneuresis puede deberse a una falta de maduración de los mecanismos neuromusculares que controlan la emisión de orina, puedes enseñar a tu hijo a realizar ejercicios para fortalecerlos. Por ejemplo, durante el día cuando esté sentado en el retrete, o en el orinal, anímale a retener la orina una vez que haya comenzado la micción. Preséntaselo como un juego divertido. Elabora un Plan para motivarle.
Existen algunas alarmas o mecanismos de «pipi-stop» diseñados específicamente para el tratamiento de la eneuresis. A través de estos mecanismos se pretende reeducar el aprendizaje del control de esfínteres. Básicamente consisten en unos dispositivos que se colocan, bien en la cama o en el calzoncillo del niño, y se activan y suenan cuando el niño emite las primeras gotitas de pis. Cuando el niño empieza a mojarse se activa un zumbador que produce un ruido muy fuerte. Este ruido hace que el niño presente un reflejo de retención del esfínter. El zumbador suele parar rápidamente, de forma que el niño asocia la contracción de los músculos de la vejiga con el cese de un sonido desagradable. Un segundo ruido más suave despierta a los padres para que lleven al niño al lavabo y complete la micción interrumpida. Por suerte para los padres, esto suele ocurrir en el primer tercio del sueño. En definitiva, lo que se pretende es entrenar al niño a que se despierte a través de la presión de la vejiga. Poco a poco el zumbador se hará innecesario y el niño reaccionará a través de la presión de la vejiga como cualquier persona con control. Estos procedimientos son bastante eficaces y fáciles de utilizar. No obstante, para que esta técnica funcione es necesario mantenerla durante un tiempo prolongado (unos dos meses). Además es necesario que el niño esté motivado y que vaya al baño y cambie el pijama, si es necesario, para luego volver a la cama. No improvises, infórmate de las técnicas más adecuadas.
Finalmente, en algunos casos se hace uso de medicación, generalmente algún antidepresivo tricíclico que parece aumentar la capacidad de la vejiga y facilitar los cambios de ritmo en la profundidad del sueño. No obstante estos medicamentos solo resultan efectivos en el 60% de los casos y deben utilizarse con precaución por las contraindicaciones y efectos secundarios que presentan.
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UN PLAN DE ACCIÓN PARA ALBERTO SITUACIÓN: Marta y Joaquín han consultado con su asesor familiar el problema de Alberto. Deciden, con su ayuda, poner en marcha un Plan de Acción. OBJETIVOS: — General: Ayudar a su hijo a superar su eneuresis. — Específico: Tranquilizar a Alberto y motivarle para intentar superar el problema. MEDIOS: — Mamá hablará con Alberto. Le dirá que ha leído un libro sobre la educación de los hijos y ha descubierto que lo que le pasa a él les pasa a muchos niños. Le pedirá perdón por haberle castigado otras veces, ya que él no tiene la culpa. Le dirá que a papá también le pasaba cuando era pequeño. Que no tiene importancia. Que los dos le quieren mucho y le van a ayudar para que poco a poco aprenda a controlarse. — Papá hablará con los hermanos y les contará lo mismo. Les pedirá que ayuden a su hermano, que lo pasa mal cada vez que se hace pis. Les dirá que no le ridiculicen y resten importancia a estos episodios y que, por el contrario, le feliciten cuando esté seco. — Le diremos que, para ayudarle a relajarse le vamos a poner música para que la escuche antes de dormirse. Empezaremos durante una semana con las «Cuatro Estaciones» de Vivaldi. MOTIVACIÓN: — Colocaremos un gráfico en su cuarto con los días del mes. Cada día lo colorearemos de su color favorito si se levanta seco y de un color neutro si se levanta mojado. Si consigue tener una semana seguida seco, iremos a celebrarlo el domingo comiendo en McDonalds. DESARROLLO Y RESULTADOS: Marta y Joaquín llevan un mes aplicando este Plan de Acción. Alberto se mostró sorprendido pero creemos que muy satisfecho de que le pidiéramos perdón y restáramos importancia a su problema. Ha mejorado bastante, ya hemos ido una vez a McDonalds, y sobre todo se le ve más feliz y relajado. Ya no está tan irritable con sus hermanos. A medida que mejore iremos exigiendo más días para celebrar su éxito.
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CAPÍTULO 3
«Menuda nochecita…»: Problemas del sueño Una situación familiar: «El problema de Alicia» Alicia tiene cuatro años. Es la segunda de tres hermanos de cinco y dos años. Es muy inquieta y nerviosa y en especial sus noches son un «caos». No hay manera de que se vaya a la cama y Marta, su madre, ha optado por ponerle una película después de cenar para que Alicia la vea tumbada en la cama de sus padres hasta que se queda dormida. Luego, con mucho sigilo, la lleva a su cuarto. Pero ¡ojalá esto fuera todo! Cuando Marta ha terminado de recoger la casa y se las promete felices pensando en descansar y charlar con su marido, empiezan los «paseos» nocturnos. De pronto la puerta del cuarto se abre y aparece una carita medio dormida diciendo que tiene pesadillas y no puede dormir. Marta se enfada y dice que ya está bien y la lleva a su cuarto. Cuando Juan y Marta ya han conciliado el sueño, el fenómeno se vuelve a repetir. Alicia entra en el cuarto y se acerca a la cama. A menudo Marta está tan cansada que le hace un sitio en su cama y la deja quedarse a dormir allí. Juan, si se da cuenta, protesta y con frecuencia acaba marchándose él a la cama de la niña para tener más sitio. Juan y Marta discuten con frecuencia sobre este tema pues Juan piensa que Marta consiente demasiado a Alicia. No obstante a Marta le preocupa que con cierta frecuencia la niña tiene fuertes pesadillas. Se despierta de repente gritando, sudando y con cara de pánico. Marta a pesar de que le pregunta no consigue averiguar qué es lo que le pasa, la niña no responde de forma coherente e incluso en ocasiones arremete contra su madre diciéndole que es tonta y que se marche. Para colmo de males a las 7 de la mañana Alicia ya está en danza «fresca como una lechuga». Marta, después de todo esto acaba desvelándose y por la mañana está hecha polvo. No sabe cuánto tiempo podrá seguir así, daría cualquier cosa por dormir una noche de un tirón.
¿Por qué no puede dormir como los demás niños? En este capítulo vamos a hacer referencia a aquellas alteraciones que afectan al descanso necesario y a los períodos de sueño continuado en los niños. Estas alteraciones
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se consideran como tales cuando tienen una cronicidad superior al mes y no son atribuibles a situaciones transitorias como el estrés emocional, la ingestión de ciertos medicamentos, etcétera. Examinaremos a continuación algunos de los problemas más frecuentes. Distinguiremos entre TRASTORNOS FUNCIONALES, atribuibles en la mayor parte de los casos a la adquisición de unos hábitos inadecuados, y TRASTORNOS ORGÁNICOS, debidos por lo general a una inadecuada regulación de los procesos del sueño. Entre los primeros los más frecuentes son: — El rechazo a irse a la cama. — El miedo a dormir solo. — El despertarse con frecuencia por la noche. — Las pesadillas y los «paseos nocturnos». Entre los segundos nos referiremos a: — Los terrores nocturnos. — El sonambulismo. — La hipersomnia.
No quiere irse a la cama. A muchos este cuadro nos resulta familiar: el niño retrasa el momento de irse a la cama y para ello se vale de cualquier excusa. A esta hora se le ocurren mil cosas: quiere pintar, jugar... Por fin, cuando consigues meterlo en la cama se levanta con mil pretextos: quiere pis, aunque lo hizo hace 5 minutos, pide agua, pide que papá o mamá se esté un rato más con ellos, otro cuento, otro beso... Si duerme con sus hermanos no para de hablar con ellos, juegan a tirarse las almohadas y se les ocurren mil diabluras. Parece mentira que aun habiendo estado todo el día juntos, tengan a estas horas tanto que hablar y que contarse. Ante esta perspectiva, algunos padres optan por «hacer guardia» en la puerta del cuarto hasta que los niños se duermen. Otros esperan a que el niño se agote y cuando se queda dormido en el suelo o el sofá lo llevan a la cama. Este problema es, en mayor o menor medida, bastante habitual. En estos casos por lo general tu hijo lo que pretende es llamar la atención y convertirse en el «dueño de la situación» manipulando a los que le rodean. En cualquier caso es fundamental que establezcas un horario y no esperes a que el niño se agote para llevarlo a dormir. Si lo haces es posible que agarre una rabieta de puro cansancio y que sea más difícil el acostarle. Un horario de acostarse resulta fundamental.
También es importante que establezcas una «cadena de sucesos» o rutinas que precedan sistemáticamente al hecho de irse a la cama: baño, cena, cuento, rezar, beso...
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Los padres deberéis explicar con claridad al niño que a una hora determinada tendrá que irse a la cama y permanecer allí. Debe comprender que aunque grite o llore no conseguirá nada. Al principio es probable que tu hijo reaccione mediante gritos, llantos o rabietas, que en ocasiones pueden durar horas. No te queda más remedio que armarte de paciencia y ser muy firme, tener aplomo y no dejarte impresionar por las «dotes teatrales» de tu hijo. Solo así, este se irá serenando y se dará cuenta de que la decisión de sus padres es firme y que no conseguirá modificarla con sus rabietas. Paciencia, constancia y firmeza son las tres reglas de oro.
Puedes llegar con él a un cierto «acuerdo» como por ejemplo el dejar la puerta de su habitación abierta, o una luz encendida en el pasillo. Asimismo puede resultar muy efectivo el ponerle un casete con música relajante, en especial Vivaldi o Mozart: le relajará, le ayudará a conciliar el sueño y además estarás estimulando su capacidad auditiva. Puedes también probar a ponerle un casete con cuentos infantiles con la condición de que no se levante. En el momento que se levante le apagarás el casete. Lo que no debes ceder bajo ningún concepto es en el hecho de que permanezca en su habitación y en su cama a partir de una determinada hora. Finalmente, asegúrate de que no pretendes que tu hijo duerma demasiadas horas. Un niño debe dormir unas 10 horas, no más. Es posible que si tu hijo ya tiene casi tres años le esté sobrando esa hora de siesta y que tú te estés resistiendo a suprimirla, ya que es tu «hora feliz» del día. Prueba a suprimirla. Al principio tu hijo se quedará dormido en todas partes pero poco a poco sus pautas de sueño se regularizarán y a la hora de acostarse tendrá más ganas de dormir. Por otra parte si observas que tu hijo está especialmente irritable y nervioso a la hora de dormir, en especial si aún no es capaz de expresar bien lo que le pasa, investiga la posibilidad de que tenga parásitos intestinales. ¡No te asustes! me estoy refiriendo a las lombrices o «oxiuros» muy frecuentes en los niños, en especial si son aficionados (y qué niño pequeño no lo es) a jugar con tierra. Los oxiuros se vuelven activos con la oscuridad, justo en el momento de irse a la cama, produciendo un intenso picor y nerviosismo en el niño. Consulta con tu pediatra, son muy frecuentes y es posible que la irritabilidad de tu hijo en el momento de irse a la cama se deba a su presencia. En cualquier caso, como siempre, lo mejor es prevenir este tipo de problemas estableciendo hábitos adecuados desde que el niño es muy pequeño. Como siempre, lo mejor es prevenir llegando antes.
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Así, a partir de aproximadamente los seis meses el niño debe dormir solo. Debe tener su propia habitación, cerca de la vuestra, en la que se colocarán sus «tesoros» más preciados: peluches, juguetes... Debes acostumbrarle a tener un horario fijo desde los primeros momentos y a asociar el momento de acostarse con una serie de rutinas previas. Llegado el momento de acostarle debes apagarle la luz, darle las buenas noches y no permanecer con él en la habitación para que se acostumbre a dormirse solo. Si llora, en principio no hay que hacer nada. Solo comprobar que no le pasa nada y repetirle que es hora de dormirse y que mamá no volverá a su habitación. Es necesario mostrarse muy seguro e inflexible, salvo casos de fuerza mayor (enfermedad, dolor de dientes...) y no quedarse haciéndole compañía o sacarle de su cuna o cama. Es importante que todas las personas que cuidan al niño mantengan los mismos criterios: padre, canguros... y ¡ojo! si cedes un día tendrás que recuperar al menos veinte. Haz que el momento de irse a la cama sea para él un instante especialmente agradable. En este momento el niño necesita de tu presencia para darle tranquilidad. Procura acostarle siempre tú, y no lo dejes con frecuencia en manos de terceras personas: chicas, canguros... Ten en cuenta que para él la hora de dormir es uno de los momentos más importantes del día. Siéntate en su cama, léele un cuento y habla con él. Es el momento de las confidencias, aprovecha estas conversaciones para decirle lo mucho que significa para ti. Haz que el momento de irse a la cama resulte especialmente agradable.
¡No es posible: Otra vez despierto! El niño que se despierta con frecuencia resulta agotador para los padres. Cuando por fin has conciliado el sueño después de un día agotador te despiertas sobresaltada al grito de ¡mamá! a las 2 de la mañana. A veces te haces la dormida a ver si se le pasa o a ver si tu marido se compadece y se levanta antes que tú (conozco algunos afortunados casos en que los niños se despiertan al grito de ¡Papá!). Si el niño sigue gritando te levantas corriendo antes de que despierte a alguno de sus hermanos y el llanto sea a dúo. Algunos niños tienen la especial habilidad de despertarse justo en el momento en que te acabas de quedar dormida (o al menos eso te parece) y esta es una de las formas más refinadas de tortura psicológica. A veces tú misma te sorprendes de tu falta de control en estos momentos: despotricas, incluso se te escapa alguna palabra malsonante y a veces sientes el deseo irresistible de tirar a tu hijo por la ventana. Menos mal que al final se impone la cordura. A veces con tal de que se calle eres capaz de todo: — lo metes en tu cama, — lo paseas en brazos por la casa, — le cantas una canción a media noche,
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— le dejas que saque los juguetes... — ¡todo con tal de no oírle! Finalmente, algunos padres, desesperados, caen en la tentación de dar a los niños ciertas «gotitas» o «jarabes» recomendadas por las amigas que les tranquilizan durante el sueño. Otros niños más mayorcitos, se despiertan a media noche y «toman por asalto» la cama de los padres. Al principio puede resultar divertido: «están tan monos dormidos y tan calentitos...» pero esta conducta puede, si lo permites, convertirse en un verdadero problema para todos. A través de su conducta el niño está reclamando tu atención.
La mayor parte de estos problemas suelen deberse, como en el caso anterior, a el aprendizaje de unos hábitos inadecuados. También es frecuente que a través de conductas como estas el niño esté reclamando más atención (por ejemplo porque tiene celos o porque ve poco a sus padres). La excusa suele ser el miedo. Ante conductas de este tipo solo cabe la FIRMEZA y el volver a reaprender una serie de hábitos más adecuados. Explícale, con serenidad, pero con firmeza, que debe permanecer en su cuarto durante la noche. Si se despierta llorando no le saques de la cama ni le tomes en brazos. Acude a su lado para darle seguridad, háblale y acaríciale, pero no le cojas. A continuación sal de su cuarto. Si llora, espera un rato y vuelve a insistir en el mismo procedimiento. Si le da por «visitarte» en la cama, aunque estés muerta de sueño levántate y llévalo de inmediato a su cama, sea la hora que sea, convéncele de que ya es mayor y no puede dormir en tu cama. Si llora e insiste de nuevo ¡NO CEDAS! o tendrás que empezar de nuevo desde el principio. Dale algunos recursos para que no necesite acudir a ti cada vez que se despierta. No le «embutas» en un cubrepijamas que sea imposible de quitar cuando quiere hacer pis. Déjale un biberón de agua en la mesilla para que pueda beberla sin necesidad de llamarte. Si te llama hazle ver que puede hacerlo solo; y pon cerca de él una luz que pueda encender si se despierta a media noche y necesita algo. Finalmente, no recurras a medicamentos salvo expresa prescripción de tu pediatra. No le automediques, ya que desconoces los posibles efectos secundarios de medicaciones de este tipo. Prueba con infusiones a base de tila o valeriana y observa cómo reacciona. Una vez que empieces, no cedas. Cada paso atrás
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requiere empezar de nuevo.
En algunos casos el niño puede padecer INSOMNIO: le cuesta conciliar el sueño o cuando se despierta a media noche no lo puede volver a conciliar. Este problema, cuando aparece en la infancia o la adolescencia, suele estar asociado a trastornos de ansiedad y estados depresivos. El primer paso a dar será investigar cuáles son las causas del mismo para determinar el camino a seguir. Habrá que investigar, en cualquier caso, si puede ser atribuido a factores somáticos: adenoiditis, trastornos alérgicos, asmáticos... o al tratamiento de fármacos excitantes. En ocasiones puede atribuirse a situaciones de ansiedad o tensión transitorias, tales como la visión de alguna película, la proximidad de un examen, de una competición deportiva, tensiones en el hogar... Si persiste o no se observa una causa aparente habrá que consultar con el especialista.
¡Mamá!: Tengo pesadillas. Las pesadillas y los terrores nocturnos son dos fenómenos distintos que a menudo se confunden. El niño que tiene pesadillas se despierta a menudo llorando y/o gritando, pero resulta fácil comunicarse con él y consolarle en ese momento. Suelen aparecer como resultado de estados de preocupación y de ansiedad. Asimismo, suelen aparecer cuando el niño ha experimentado miedo, por ejemplo cuando ha visto alguna película o programa de televisión que le ha impresionado. Debe tenerse en cuenta que las imágenes quedan grabadas en el subconsciente del niño y pueden volver a su mente en el momento de conciliar el sueño o durante el mismo reapareciendo en forma de pesadillas. Los padres deberéis tranquilizar al niño e intentar averiguar cuál es el problema que está dando origen a las pesadillas. Esto implica una observación detallada de las posibles situaciones que pueden estar generando ansiedad (celos, separación de los padres...). El contenido de los sueños puede proporcionaros una pista. Es importante que no te burles de los miedos de tu hijo diciendo que son tonterías de pequeño. Trátalo con mucho amor y paciencia. Habla con él sobre lo que le asusta y dile que vas a ayudarle a perder el miedo. Y sobre todo, no uses sus miedos como amenazas: si para que coma le amenazas con el lobo o la bruja no te quejes luego de pasar la noche en blanco. No te burles de sus miedos. Trátalo con mucho amor y paciencia.
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Los terrores nocturnos constituyen un fenómeno diferente. El terror nocturno podría considerarse como un ataque de ansiedad abrumadora. El niño se despierta de forma súbita dando muestras de un intenso pánico. En distintos momentos del dormir, pero sobre todo al final de la noche, el niño se retuerce en la cama, en un estado de gran agitación acompañado de llanto o de gritos; con la mirada fija hacia delante, como si viese algo ante él, y mostrando signos de activación vegetativa (taquicardia, disnea, sudoración...). El niño normalmente responde mal a las preguntas que se le hacen. En realidad, no está totalmente despierto y presenta signos de desorientación y confusión. Habitualmente al día siguiente no recuerda nada. La causa principal de los terrores nocturnos es la ansiedad. Por ejemplo, cualquier tipo de separación afectiva, sobre todo de la madre, puede constituir una base para que aparezcan terrores nocturnos: por ejemplo cuando el niño tiene que ser ingresado en un hospital, cuando los padres discuten o se separan... Por otra parte, como los terrores nocturnos se dan en el contexto del dormir y durante el sueño, suelen relacionarse con frecuencia ambos fenómenos, si bien no está claro que los sueños conduzcan forzosamente a los terrores. Muchos investigadores piensan que los terrores nocturnos pueden no tener una causa psicológica sino que pueden ser expresión de una pobre regulación de los procesos del sueño, o que, por ejemplo, pueden deberse a un exceso de actividad cerebral durante el sueño. Su diagnóstico requiere, por tanto, la realización de electroencefalogramas continuos en laboratorios especialmente dotados para el análisis del sueño. A la hora de hacer un diagnóstico es importante conocer el estado de madurez fisiológica a nivel del sistema nervioso central. Igualmente resulta importante investigar la posible presencia de alteraciones digestivas, parásitos intestinales, infecciones o fiebres acompañantes. Finalmente existe un índice bastante elevado de aparición de terrores nocturnos en niños de familias desequilibradas emocionalmente y de padres alcohólicos y drogadictos. Evolutivamente, los terrores nocturnos aparecen con mayor frecuencia entre los cuatro y los ocho años. En general los terrores nocturnos son más frecuentes cuanto menos estén organizados y estructurados los sistemas emocionales del individuo. Son trastornos benignos que no suelen necesitar tratamiento y con frecuencia cesan después de los 15 o 16 años: en el joven y en el adulto son más frecuentes las pesadillas. Averigua si existe algún factor que le esté produciendo ansiedad.
En líneas generales el tratamiento consistirá en averiguar si existe algún factor ambiental generador de ansiedad. A nivel más específico suele ser útil el establecer rutinas que induzcan al niño a hacerse a la idea de que debe ir a la cama y dormirse.
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Estas rutinas deben ser agradables para el niño (leer un cuento, rezar una oración...) y debe procurarse que el momento de acostarse le resulte especialmente agradable: sin gritos y sin prisas. Es frecuente que el niño no quiera irse a la cama porque tiene «miedo a tener miedo», es decir a los terrores que sabe pueden llegar. Ante esto hay que ir «desensibilizando» aquellas situaciones que para el niño pueden ser negativas. Para ello conviene estructurar de menos a más grave los pasos que conducen a irse a la cama negativamente e ir quitando progresivamente la carga negativa de cada uno de estos pasos sin pasar al siguiente hasta que el anterior esté superado. Cuando se trata de un trastorno orgánico, el tratamiento requiere ayuda neurofisiológica y conviene realizar electroencefalogramas continuos durante el sueño. Cuando se comprueban fenómenos disrítmicos puede resultar efectivo el tratamiento con determinados medicamentos a pequeñas dosis.
¡Camina dormido! Si tu hijo camina dormido, seguro que al principio te llevaste un buen susto. Tranquilo: el caminar dormido, aunque aparatoso, no es una perturbación nocturna extraña, ya que la sufre alguna vez alrededor de un 20% de las personas. Es más frecuente en los hombres que en las mujeres y más en los niños que en los adultos. Los sonámbulos suelen presentar también antecedentes familiares de sonambulismo y con frecuencia presentan también eneuresis y terrores nocturnos, lo que hace pensar que puede ser debido a una regulación inadecuada de los mecanismos del sueño: una alteración de los ritmos del sueño con inmadurez de los mecanismos inhibitorios que provocan la relajación y la inmovilidad. Los episodios de sonambulismo suelen durar de 15 a 30 minutos y por lo general tienen lugar durante el estadio más profundo del sueño y casi nunca durante la fase REM del sueño (Rapid eye movements). Dado que la mayor parte de los sueños se producen durante este estadio REM parece que el sonambulismo no guarda relación con el contenido de los sueños. Durante el episodio, el niño suele desempeñar conductas automáticas o ritualistas: levantarse, ir a la puerta, vestirse, ir a la cocina y tomar algún alimento... Algunos investigadores relacionan el sonambulismo con un exceso de actividad cerebral (semejante al epiléptico) y existe evidencia de una cierta relación entre el sonambulismo y alteraciones electroencefalográficas. Si no se presenta con frecuencia, ni implica riesgos, puede dejarse sin tratamiento, ya que suele desaparecer de forma espontánea. Si tu hijo lo sufre con frecuencia debe ser explorado a nivel neurofisiológico, siendo interesante la aplicación de un electroencefalograma continuo durante el sueño.
Se queda dormido en todas partes. Si tu hijo se queda dormido con frecuencia durante el día puede deberse a varios factores: o bien no duerme suficiente durante la noche (insomnio, despertar frecuente...)
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o bien puede padecer una alteración en los ritmos del sueño. También es frecuente durante las depresiones. Conviene descartar que esté tomando algunas medicaciones que producen sueño: antitusígenos, antihistamínicos, tranquilizantes... Si es persistente y no responde a causas conocidas conviene realizar un estudio neurofisiológico o neuro-psicológico.
UN PLAN DE ACCIÓN PARA ALICIA SITUACIÓN: Hemos visto cómo Alicia presenta muchos de los problemas del sueño que hemos examinado: no tiene un horario de irse a la cama y se duerme cuando por fin cae rendida. Ha adquirido el hábito de ir a la cama de sus padres y se despierta con frecuencia. Además presenta terrores nocturnos. El siguiente Plan de Acción podría mejorar los hábitos de sueño de Alicia, y sobre todo los de sus sufridos padres. OBJETIVOS: — General: mejorar los hábitos de sueño de Alicia. — Específico: Fijar un horario y unas normas que Alicia debe respetar durante la noche. MEDIOS: — Se fijará un horario con una hora tope para que Alicia se acueste. — Antes de acostarla se probará a darle una infusión a base de tila o valeriana y observaremos cómo reacciona. — Se establecerá una cadena de sucesos (rutinas) a seguir todos los días antes de acostarse. — Se procurará hacer de este momento un momento agradable: leer un cuento, rezar con mamá, dar besos cariñosos... — Si protesta y no quiere irse a la cama, irá de todas maneras pero no se le leerá el cuento. — A la hora prefijada se acostará a Alicia en su cama y se le apagará la luz. Se le pondrá a escuchar una música relajante hasta que quede dormida. — Se le indicará que no puede levantarse y se pondrá a su alcance agua..., para que no necesite pedirla. Si llama se le hará ver que puede hacerlo sola; y se pondrá cerca de ella una luz que pueda encender si se despierta a media noche y necesita algo. MOTIVACIÓN: — Explicar con claridad a Alicia que a una hora determinada tendrá que irse a la cama y permanecer allí. Debe comprender que aunque grite o llore no conseguirá nada. — Si se levanta se le hará regresar con firmeza a la cama y se le apagará la música.
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— Explícale, con serenidad, pero con firmeza, que debe permanecer en su cuarto durante la noche. — Si le da por «visitarte» en la cama, aunque estés muerta de sueño levántate y llévala de inmediato a su cama, sea la hora que sea, convéncele de que ya es mayor y no puede dormir en tu cama. Si llora e insiste de nuevo ¡NO CEDAS! — Si presenta terrores nocturnos, tranquilizarla. Averiguar si puede haber un problema de celos... que esté generando ansiedad y poner soluciones. — Es importante que ambos padres se comprometan a cumplir lo pactado. DESARROLLO Y RESULTADOS: Marta y Juan llevan un mes aplicando este Plan de Acción. La primera semana fue desastrosa y estuvieron a punto de abandonar. Marta lo hubiera hecho, pero Juan insistió y la animó a seguir. Los primeros días Alicia intentó medir sus fuerzas. Lloraba porque no quería irse a la cama y una vez allí se levantaba. A medida que fue comprobando que sus padres no cedían, los llantos fueron amainando. Ahora se ha acostumbrado a las rutinas previas al acostarse y suele disfrutar de los momentos de confidencias con mamá, aunque algún día se ha quedado sin cuento. Durante ese rato de confidencias Marta ha hablado con Alicia de «sus miedos» con cariño y paciencia y estos parecen haber disminuido algo, si bien siempre exige que se le deje la luz del pasillo encendida y sus padres han transigido con ello. También le ha costado acostumbrarse a dormir en su cama, pero sus padres se han mantenido firmes, aunque alguna vez ha sido tan sigilosa que no se han dado cuenta hasta la mañana que estaba con ellos.
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PARA PENSAR PARA ACTUAR…
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Para recordar... Es mucho más eficaz centrarte en reforzar lo que tu hijo hace bien que en corregir sus faltas. Conoce a tu hijo y apóyate en sus puntos fuertes. A tu hijo no basta con quererle. Hay que demostrárselo. En educación llegar antes es la vía para no tener que ir contracorriente. El cariño y el tiempo de los padres van a ser factores determinantes en la educación de tu hijo.
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Para leer... Mª Teresa Aldrete, Para educar mejor. Col. Hacer Familia, nº 14. Ed. Palabra. Este libro profundiza en cuatro fines educativos básicos: enseñar a pensar, enseñar a servir, enseñar a querer y a autodominarse. De especial interés para padres de niños de 0 a 6 años resulta la primera parte así como el Anexo I dedicado a la importancia de la formación de hábitos. E. Estevill y S. de Bejer, Duérmete niño. Ed. Plaza & Janés, 2000. Libro especialmente aconsejado para aquellos padres cuyos hijos tienen dificultades con el sueño. Ofrece técnicas y procedimientos concretos para establecer unos buenos hábitos de sueño y corregir hábitos inadecuados. J. Cáceres, Cómo ayudar a tu hijo si se hace pis en la cama. TEA Ediciones 1994. Se trata de un libro ameno y sencillo que puede ser de gran utilidad para los padres preocupados por los probleas de sus hijos a la hora del control de esfínteres. Ofrece multitud de consejos prácticos para hacer frente a este problema.
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Para pensar... Si tu hijo muestra signos de celos piensa que con ello simplemente está reclamando tu atención. Piensa en situaciones concretas en las que puedas prestarle atención por comportamientos positivos. En los tres primeros años de vida es fundamental establecer unos buenos hábitos de sueño e higiene. Piensa qué estás haciendo con tus hijos para lograrlo y en qué aspectos concretos puedes mejorar.
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Para hablar... A menudo los problemas del sueño surgen como consecuencia de la falta de acuerdo entre los padres a la hora de establecer unas normas. Habla con tu cónyuge para poneros de acuerdo en cuanto a las medidas que vais a adoptar para lograr establecer unos buenos hábitos de sueño. Si tu hijo/a acude ya a algún centro de educación infantil, habla con su profesora para que te ayude a establecer unos buenos hábitos de alimentación e higiene.
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Para actuar...
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Objetivos de Planes de Acción: — Establecer un horario. — Favorecer el desarrollo de la autonomía. — Educación positiva: elogiar más, recriminar menos. — Demostrar el cariño. — Formarse e informarse para educar mejor. PLAN DE ACCIÓN Establecer un horario SITUACIÓN: Tenemos 4 hijos de 9, 7, 4 y 2 años. Últimamente, especialmente después del cambio de hora, nos hemos retrasado bastante en los horarios y se suelen ir a la cama más tarde de lo normal. Generalmente los «culpables» son los dos mayores que si no estoy encima de ellos suelen distraerse y perder mucho tiempo al bañarse y hacer sus encargos. Decidimos hacer un Plan de Acción para mejorar en este aspecto. OBJETIVO: General: Orden en el uso del tiempo. Específico: Cumplir mejor los horarios y establecer buenos hábitos. MEDIOS: — Hace una semana Luis (el segundo) ha cumplido 6 años y por su cumpleaños le hemos regalado un reloj (flik, flak) que le sirve para aprender la hora. Decidimos aprovechar esta circunstancia para hacerle responsable del cumplimiento del horario en casa. — Confeccionar un horario para cuando vuelven del colegio, en el que se especifican los tiempos que deben dedicar a cada actividad. — Luis será el encargado de vigilar el cumplimiento del horario y de evaluar el grado de cumplimiento de cada uno. MOTIVACIÓN: — Explicarles que les exigimos el cumplir un horario porque es bueno para el funcionamiento de la familia. Todos constituimos la familia y debemos colaborar. Explicarles, asimismo, que es bueno para ellos porque les enseña a organizarse y aprovechar el tiempo. — Encargar a Luis, que está feliz con su reloj, que vigile y evalúe el cumplimiento del horario.
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— Colocar un gráfico en su cuarto con los nombres de los niños y los días del mes. Cada día qe cumplan bien el horario se les pondrá un punto positivo, si no lo cumplen uno negativo. — A final de mes, el que más puntos positivos tenga será el encargado de vigilar los horarios al mes siguiente. — Si al final del mes tienen muchos puntos positivos el primer sábado del mes siguiente podrán acostarse algo más tarde y ver con nosotros una película alquilada para ellos. DESARROLLO Y RESULTADOS Al principio aceptaron bien la idea y se esforzaban por obtener puntos positivos. Con el tiempo se han ido cansando y a veces soy yo, y no Luis, quien tiene que vigilar el cumplimiento del horario.
ANEXO: HORARIO 6.00-6.45: Merienda. 6.45-7.15: Estudio. 7.20-7.45: Baños Fátima y Borja. 7.45-8.05: Baño Luis, Pablo hacer su encargo. 8.05-8.25: Baño Pablo. Luis y Borja hacer su encargo. 8.30-9.00: Cena. 9.00-9.30: Rezar, Leer. 9.30: Apagar la luz.
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PARTE SEGUNDA “B”
Una cita: «La sociedad no es más que el desarrollo de la familia; si el hombre sale corrompido de la familia, corrompido entrará en la sociedad». J. B. H. Lacordaire, Pensees Famille. «Los sentimientos y las costumbres que son base de la felicidad pública se forman en el hogar doméstico». V. de R. Marqués de Mirabeau, Discours sur les succesioris
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LA IMPORTANCIA DE UN AMBIENTE FAMILIAR ESTABLE
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CAPÍTULO 4
¿Qué he hecho yo para merecer esto?»: El hijo de padres separados Una familia rota Javier y Paloma se casaron hace casi diez años. A los padres de Paloma nunca les gustó Javier, le consideraban inmaduro y superficial, con una educación y unos criterios muy diferentes a los de Paloma, y se opusieron a la boda. Paloma se empeñó en casarse, estaba acostumbrada a conseguir siempre lo que quería. Ella pensaba que Javier cambiaría. Durante el noviazgo Javier mostraba signos de querer cambiar, evitaba la discusión de temas conflictivos. Al poco tiempo de casarse empezaron las primeras discusiones y conflictos. Paloma a menudo le echaba en cara su carácter cambiante y su falta de voluntad. Al año y medio de la boda tuvieron su primer hijo, Pablo, que ahora tiene ocho años. Poco después de nacer Pablo comenzaron los problemas más serios: Javier se metió en un lío de negocios y le echaron del trabajo. Paloma descubrió entonces que estaban plagados de deudas. Javier eludía afrontar el problema y cada vez pasaba más tiempo fuera de casa con sus «amigotes» y volvía a altas horas de la noche. Paloma sospechaba que le había dado por beber y en varias ocasiones se mostró violento con ella y con el niño, le faltaba al respeto y las peleas eran frecuentes. Para colmo de males, según Javier, Paloma se quedó embarazada y tuvo su segundo hijo, Luis. A partir de este momento las relaciones se deterioraron cada vez más. Pablo descubrió un día que sus padres se iban a separar. Cuando llegó a casa del colegio oyó a sus padres gritando. Por desgracia, no era la primera vez y Pablo estuvo tentado de cerrar la puerta y salir corriendo. Lo último que oyó decir a su padre fue: «ahora os las arreglaréis solos, no os aguanto más» y un fuerte portazo. Pablo fue al cuarto de sus padres y encontró a su madre llorando, ella le dijo: «prométeme que tú no te marcharás». Desde entonces han pasado dos años. Paloma se encuentra preocupada pues cree que sus hijos no han superado la separación de los padres.
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Los niños han reaccionado de distinta forma. Luis, el pequeño, que ahora tiene cinco años, se muestra muy irritable, tiene frecuentes rabietas y se pasa el día «pegado» a las faldas de su madre. Muestra un comportamiento infantil y no quiere comer ni vestirse solo. Todo se lo tiene que hacer su madre, no quiere ir con nadie más que con ella y ha tenido dificultades para integrarse en el colegio. Cada mañana cuando le dejan en el colegio es un drama, con llantos y pataletas. A veces pregunta si papá se ha ido porque él ha sido malo. Cuando lo hace, Paloma se echa a llorar y no sabe qué contestar. Pablo, ocho años, se muestra muy retraído, y en ocasiones agresivo con su madre. Rehúye el contacto y la conversación con su madre y rechaza toda muestra de cariño por su parte. Su rendimiento escolar ha disminuido considerablemente y los profesores de Pablo dicen que en el colegio se muestra apático, desganado, perezoso y parece triste. Los niños ven a su padre una vez cada quince días. Les gusta salir con él y en especial Pablo habla mucho de lo bien que lo pasan con su padre. Paloma está preocupada pues cree que él le echa la culpa de la separación delante de los niños. Si por ella fuera le gustaría que no vieran a su padre. A su vez Paloma duda de si será capaz de ser una buena madre. A veces piensa que no vale para nada, se siente sola e indefensa y abrumada por la responsabilidad de educarlos ella sola. Asimismo siente resentimiento hacia su marido y a veces lo descarga poniendo dificultades para que vea a los niños. Reconoce que le da mucha rabia que los niños lo pasen bien con su padre: al fin y al cabo a él le toca todo lo divertido y a ella la responsabilidad de educarlos. Javier, a su vez, teme perder la relación con sus hijos. A menudo se siente solo y culpable y tiende a dar a sus hijos todos los caprichos que puede. Para unas horas que pasa con ellos no les va a reñir por las notas como pretende su madre.
¿Cómo afecta a los hijos la separación de los padres? La separación a menudo tiene lugar después de prolongadas e intensas tormentas emocionales. Con frecuencia antes de la separación los hijos ya han sufrido por las discusiones entre sus padres, y por la falta de armonía, cariño y respeto entre estos, necesarios para un correcto desarrollo emocional. El cariño y la armonía de los padres son fundamentales para un desarrollo afectivo equilibrado.
En cualquier caso, la separación de los padres representa un verdadero cataclismo en la vida del niño. No se trata solo de un suceso traumático sino de toda una experiencia
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que modificará la vida de toda la familia de forma permanente. La separación implica múltiples cambios. No solo el mundo y la seguridad del niño se hace pedazos, sino que toda su forma de vivir puede verse afectada. Las reacciones que este experimenta pueden variar de un niño a otro pero suelen incluir emociones intensas como el temor, culpa, ira...; hay una gran cantidad de emociones agitándose en su interior y una gran inestabilidad e incertidumbre. La separación de los padres representa un verdadero cataclismo en la vida del niño.
La reacción de los hijos varía asimismo en función de la edad que tengan en el momento de la separación. En líneas generales los hijos más sensibles a los problemas psicoafectivos son los menores de ocho años. El niño de un año no entenderá lo que sucede. Sí es posible que intuya los sentimientos de sus padres: ira, depresión, culpa... Los problemas más frecuentes a esta edad incluyen los cambios en los hábitos alimentarios (pérdida de apetito, o comer en exceso por nerviosismo), alteraciones del sueño (pesadillas, terrores nocturnos, insomnio...), alteraciones intestinales (dolor de tripa, diarrea...)... De dos a seis años tampoco comprenden bien qué es lo que está ocurriendo en su familia. Desde el punto de vista evolutivo se encuentran en una etapa egocéntrica y enfocan el problema de la separación sobre sí mismos: —¿Qué he hecho yo para merecer esto? ¿Pedí demasiado? ¿Me porté mal?... A estas edades es frecuente que el niño piense que él es la causa de los problemas de sus padres. Si además ha oído en alguna ocasión frases casuales como «si sigues siendo tan malo me marcharé de casa...» tiende a sentirse culpable. Suele reaccionar mostrándose más irritable: llanto frecuente, rabietas... y mostrando una excesiva dependencia o «enmadramiento» respecto a su madre. A esta edad la figura de la madre tiene una gran importancia, el niño generalmente se resiste a separarse de ella y a menudo no entiende porqué tiene que pasar un tiempo con su padre. Suele además existir un gran temor a que se le abandone: desconfía del amor: «si mis padres se querían y ahora ya no se quieren, es posible que también dejen de quererme a mí». Es frecuente que muestre conductas «regresivas»: — volver a hacerse pis en la cama, — negarse a comer solo, — hablar de forma infantil... y que se resista a ir al colegio, o a separarse de su madre. También son frecuentes los trastornos del sueño, temores exagerados..., y pueden presentarse afecciones psicosomáticas como el dolor de estómago, de garganta, o la tendencia a resfriados e infecciones. Es frecuente
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que el niño se culpe de los problemas existentes entre sus padres.
El niño de edad escolar tiende a sentirse solo y asustado. Puede tornarse más retraído y desinteresarse por lo que ocurre a su alrededor. A menudo experiementa sentimientos confusos hacia sus padres: está molesto y furioso con uno de sus padres por haberle abandonado pero aún le quiere y le preocupa si este seguirá queriendo verle. Asimismo siente resentimiento hacia el otro progenitor, al que culpa por haber echado al padre, y tiene miedo a expresar este resentimiento por temor a que a él también le echen. La separación suele provocar cuadros depresivos: — tristeza, — llantos, — angustia, — apatía, — desgana, — pereza, — ausencia de iniciativa... Lo que se traduce a menudo en un descenso del rendimiento escolar y un deterioro de las relaciones con los amigos. Por otra parte, le asaltan numerosas dudas y les preocupan multitud de problemas cotidianos y prácticos: — ¿Dónde viviré? — ¿Tendré que cambiarme de colegio? — ¿Cómo se lo diré a mis amigos? — ¿Debo decírselo a mis profesores? — ¿Quién me llevará al colegio?... Suele tener fantasías de hacer reconciliarse a sus padres: «¿Qué puedo hacer para que mamá y papá vuelvan a ser amigos?»... Es frecuente que tome partido por uno de los padres y rechace el contacto y la conversación con el otro. En los niños mayores puede haber un descenso en la admiración que sentían hacia sus padres. «No son tan estupendos como creía si han sido capaces de hacerme esto...». Asimismo puede mostrarse rebelde y dispuesto a desafiar y poner a prueba la autoridad paterna. La separación puede afectar no solo a la vida familiar del niño sino también a su rendimiento académico y a las relaciones con los amigos. Entre los adolescentes las reacciones más frecuentes son o bien una maduración prematura, aceptando responsabilidades propias del adulto y pretendiendo sustituir al padre ausente, lo que le lleva a volverse excesivamente exigente e intransigente consigo mismo, o bien por el contrario una disminución de su madurez como consecuencia de su
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deseo de regresar a etapas anteriores de la infancia donde era más feliz. Pueden aparecer conductas antisociales y refugio en el alcohol y las drogas. A menudo los adolescentes reaccionan con desdén, acusando a sus padres de falta de estabilidad moral, o de no querer lo suficiente a sus hijos como para permanecer juntos. Pueden también manifestar conductas depresivas, aislamiento social y emocional y ansiedad por su futuro próximo. Es frecuente que su capacidad para querer se vea asimismo afectada. El adolescente cuyos padres se han separado se resiste a enamorarse o a establecer una relación afectiva con otra persona. Por otra parte, la relación del niño con sus padres cambia considerablemente. El cónyuge que mantiene la custodia, generalmente la madre, se vuelve por lo general más estricto y exigente mientras que el padre ausente se vuelve permisivo aunque es menos accesible. Ambos padres suelen volverse menos exigentes en lo que respecta a la maduración del niño, su autoridad suele disminuir y los problemas de conducta son por ello frecuentes. A menudo el niño explota a los padres intentando sacar algún beneficio de la situación.
¿Qué podemos hacer para ayudarle? Consejos para Paloma y Javier ¿Es realmente necesaria la separación? La separación conyugal es uno de los principales males de la sociedad de hoy en día. El conocido psiquiatra Enrique Rojas (Remedios para el desamor) incluso habla de una «epidemia mundial». Todos conocemos personas, incluso en nuestra propia familia, que han roto su matrimonio. Pero ¿por qué es más frecuente este problema hoy en día? Las crisis en el matrimonio han existido siempre. El matrimonio no es siempre un «lecho de rosas»: en toda relación de pareja tienen lugar crisis o momentos difíciles, luces y sombras..., pero casi todas pueden superarse si los cónyuges se empeñan en hacerlo. Las crisis matrimoniales casi siempre tienen remedio si los cónyuges se esfuerzan por lograrlo.
Hay que tener presente que el verdadero amor es cuestión de voluntad, no solo de sentimiento. El amor se aprende y exige esfuerzo, renuncia y sacrificio. Precisa saber perdonar, olvidar y aguantar y mirar hacia el futuro. Requiere un esfuerzo repetido de la voluntad por mejorar y pulir las dificultades de la convivencia. No obstante, estos valores no están de moda: la sociedad materialista, hedonista y permisiva de hoy en día muchas veces nos hace huir del esfuerzo: parece que no existe interés por afrontar estas crisis, las fórmulas de ruptura (separación, divorcio...) están demasiado al alcance de la mano. Ante las dificultades muchos matrimonios no se plantean luchar sino que escogen la
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vía más rápida y fácil: «tirar la toalla». El amor conyugal se concibe entonces como algo que puede durar o no: lo que el doctor Enrique Rojas ha denominado muy acertadamente como «Amor light», sin compromiso, sin voluntad, sin esfuerzo... El amor verdadero es cuestión de voluntad y no solo de sentimientos.
Por eso, antes de tomar la decisión de la separación deberías tener muy en cuenta que la ruptura familiar tendrá consecuencias muy negativas para tus hijos que tardarán años en borrarse o quizá duren toda la vida: intenta acudir a un buen terapeuta de pareja, es muy posible que la crisis pueda resolverse. Déjate ayudar por los expertos y los amigos antes de que la situación sea irreversible. No olvides que los hijos tienen derecho natural a convivir con su padre y con su madre y a ser educados por ellos. A los hijos los habéis traído al mundo con plena libertad y hay que ser responsable de nuestros actos. Cuando la separación es ya un hecho irreversible hay una serie de medidas que pueden adoptarse para que los hijos puedan aprender a superarlo y no deje secuelas permanentes en su carácter. La capacidad del niño de recuperarse del shock inicial dependerá de la capacidad de los padres para crear un ambiente suficientemente estable, así como de su capacidad para actuar de forma civilizada y del apoyo que el niño reciba en estos momentos. Los niños se recuperan más fácilmente cuando mantienen su relación con ambos padres y la relación entre los padres es lo menos conflictiva posible. Además debemos tener en cuenta que cuando más necesita el niño apoyo social, este a menudo disminuye: los padres a menudo están desequilibrados y necesitan reorganizar sus vidas. A menudo las relaciones del niño con sus compañeros también se deterioran y los amigos y familiares con frecuencia se ven forzados a tomar partido y relacionarse con solo uno de los conyuges. Por tanto en el momento que el niño más lo necesita, parte de su apoyo social se viene abajo.
Cómo darle la noticia. La gravedad del perjuicio que se produce al niño con la separación de los padres, aun siendo siempre grave, dependerá en gran parte de la forma de llevarla a cabo. Es necesario advertir pronto al niño de la decisión adoptada, si se lleva a escondidas los perjuicios serán aún más graves. Todos los niños, independientemente de su edad y las circunstancias de la separación, tienen dos necesidades básicas: seguridad y capacidad para expresar sus emociones. La forma de darle la noticia es importante.
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La forma en que Pablo, el niño de la situación familiar con el que comenzamos este capítulo, se enteró de la separación de sus padres es muy inadecuada ya que no se cumplieron ninguna de estas dos condiciones: por un lado el padre dice «que está harto de todos» con lo cual el niño se siente rechazado junto con su madre. La madre en lugar de transmitirle seguridad y permitirle desahogarse, le hace prometer que no la dejará, le culpabiliza y le hace responsable. Ello puede dejarle secuelas importantes en su vida afectiva. Tras la separación es fundamental que sepas transmitir seguridad a tu hijo.
La seguridad implica hacer comprender al niño que, aunque ya no sigáis estando juntos, seguís siendo su padre y su madre, él sigue siendo hijo de los dos y podrá ver al cónyuge ausente con regularidad. Debéis convencer al niño de esto, es la idea más importante que debéis transmitir a la hora de dar la noticia. Una segunda condición importante, es que permitáis al niño expresar sus emociones. Sus reacciones pueden ser muy diferentes dependiendo de su edad, personalidad y circunstancias que precedieron a la separación: — Es posible que llore, — que te eche toda la culpa, — que te diga que te odia, — que suplique, — que haga que no le importa, — que se niegue a escucharte. En cualquier caso, no interfieras, el niño tiene derecho a este momento de desahogo. Es peligroso que el niño no exprese sus emociones, es mucho mejor dejarlas salir. No le digas que no llore: tiene todo el derecho a hacerlo y es lógico que lo haga; ni que no tiene importancia ni le va a afectar en su vida: le estarías engañando. Ten en cuenta, que cualquier forma de reprimir las expresiones naturales de emoción del niño puede causarle un daño grave. Permite a tu hijo expresar sus emociones. No interfieras.
La forma de darle la noticia es importante. El modo de hacerlo dependerá del propio niño: su edad, sus características de personalidad y las circunstancias que condujeron a la separación. Sin embargo es recomendable, en cualquier caso seguir las siguientes pautas: — Hacerlo lo antes posible y sin intentar «disfrazar» la realidad de lo que va a ocurrir: no les digas que «será solo durante un tiempo», «que todo saldrá de maravilla», ni trates
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de «quitar importancia» a lo que de hecho la tiene. Es posible que de esta forma consigas en parte aliviar tu culpa, pero tus hijos se darán cuenta de que les estás engañando. — Si es posible hacerlo juntos: Salvo en circunstancias extremas, es preferible que los dos, padre y madre, estéis presentes en el momento de dar la noticia. En este momento debéis anteponer el bienestar de vuestros hijos a los problemas, por graves que sean entre vosotros, e intentar comunicaros con ellos de forma sincera y costructiva. — A ser posible la conversación debe desarrollarse en casa: No llevéis a los niños a un sitio especial: un viaje, un restaurante... en el fondo sería «disfrazar» la situación como algo divertido. Hacerlo en casa, con todos los niños presentes, en un momento tranquilo, en que los niños no estén alterados (no después de una bronca o pelea) y evitando distracciones. No intentes disfrazar la realidad ni engañarle.
— Con sinceridad: Muchos padres, intentando evitar el dolor de sus hijos, cometen el error de «disfrazar» la situación. La cantidad de información específica dependerá de la edad y de la madurez del niño. No obstante no es necesario que desciendas a detalles de la separación, ni mucho menos que culpabilices al otro cónyuge. No obstante deben quedar claras varias cosas: – No podíais seguir viviendo juntos porque la convivencia no era posible. – No hay posibilidad de que volváis a vivir juntos. La situación es definitiva (evitar falsas esperanzas que harían más daño al niño), no habrá reconciliación. – El niño no es en absoluto culpable de lo ocurrido (evitar frases como lo he hecho por tu bien...). Debéis dejar claro que el niño no hizo nada para provocar la separación ni tampoco puede hacer ahora nada para que cambie la situación. Los padres no se separan porque los niños hagan algo mal, sino porque ya no se llevan lo suficientemente bien para seguir vivendo juntos. No les involucréis en el problema ni en su solución. Es importante que quede claro que los niños no son culpables de lo ocurrido.
— Reconoce que comprendes que ello le ha hecho daño, cómo se siente, y permite que exprese sus emociones: luego di a tu hijo que comprendes cómo se siente, que sabes que esto le hace mucho daño y que quieres ayudarle. — Nunca culpabilices de lo ocurrido al otro cónyuge. Esta norma es difícil de cumplir, ya que cada uno suele creer que el culpable es el otro y desea que su hijo
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comparta su opinión. Ten en cuenta que el niño os necesita a ambos y ambos debéis seguir manteniendo prestigio y conservando su confianza. — Tampoco exageres las virtudes del que ya no está: el niño no entendería entonces porqué se ha ido. Di a tus hijos que de nada sirve culpar, lo importante es tratar de ver qué se puede hacer para que ellos estén lo mejor posible. Acepta sus sugerencias. Pregúntales qué les gustaría que cambiase para encontrarse mejor. No culpabilices al otro cónyuge.
— Transmite seguridad: Repite todas las veces que sea necesario que: – Aunque los sentimientos de un adulto por otro pueden cambiar con el tiempo, esto no ocurre en lo que respecta a los sentimientos de los padres por los hijos, siempre podrá contar con el amor de sus padres. – Les querréis siempre, aunque hagan algo mal, no por ello van a perder vuestro cariño.
El niño debe permanecer unido a ambos padres. Desde el primer momento a tu hijo le debe quedar clara una idea: a pesar de la separación, los dos le queréis y vais a seguir siendo sus padres: va a poder contar con los dos siempre (y cúmplelo: permite el acceso al padre siempre que lo necesite). Dile que comprendes que también quiera al otro cónyuge y que no te disgusta que quiera estar con él. Si no lo haces el niño puede sentir que si quiere y está a gusto con su padre te está traicionando a ti. Esta mezcla de sentimientos y de «lealtades» puede resultar muy perjudicial para él. No le obligues a elegir: Tu hijo necesita mantener la relación con los dos, para tener un desarrollo afectivo equilibrado. Ten en cuenta que cuando se obliga a un hijo a tomar partido por uno de los padres, con el tiempo es fácil que luego se vuelva contra él. El padre o la madre tendrán más posibilidades de conservar el respeto y amor de sus hijos si no se les obliga a elegir. No le obligues a elegir. Tu hijo os necesita a los dos.
No condenes al otro padre ante tus hijos. Diles que aunque este no fue bueno para ti sabes que es un buen padre para ellos y que comprendes que quieran pasar tiempo con él. Trata de ignorar tus sentimientos personales y ser objetivo al enjuiciar la relación que con ellos mantiene.
Cómo afrontar sus reacciones 52
Poco a poco, tu hijo debe ser capaz, con vuestra ayuda, y si sois capaces de transmitirle amor y seguridad, de irse recuperando. No obstante algunos niños mantienen comportamientos negativos más persistentes. En líneas generales, estos comportamientos constituyen su forma de «protestar» y rebelarse contra la situación. En lugar de hacerlo verbal y directamente lo hacen a través de una serie de comportamientos negativos entre los cuales cabría destacar los siguientes:
«ME HE HECHO PIS EN LA CAMA»: Comportamientos regresivos. Es posible que tu hijo exprese sus reacciones a través de comportamientos regresivos como chuparse el dedo, mojar la cama, tartamudear, morderse las uñas... Ten en cuenta que estas conductas son simplemente un síntoma de la tensión que experimenta el niño ante la separación. Si esto ocurre, no le riñas, le culpes o le humilles. Simplemente intenta hacerle comprender, a su nivel, que entiendes que está pasando por un momento de especial tensión y que puede hablar de ello contigo y desahogarse. No olvides comunicar al otro padre lo que está sucediendo y pedirle su cooperación. El tiempo y el apoyo a tu hijo para que sea capaz de expresar estos sentimientos irán resolviendo el problema. Puede ser recomendable establecer una hora fija para hablar con el niño a diario sobre estos temas. Si se vuelve a comportar como un bebé no le riñas ni le humilles. Necesita comprensión y cariño.
«SI DE VERAS ME QUISIERAS NO ME HARÍAS ESTO»: Sentimientos de rechazo y abandono. La ruptura familiar puede llevar a que el niño se sienta inseguro, insociable y desarrolle una imagen poco positiva y una falta de confianza en sí mismo. A medida que crecen es habitual la conducta antisocial, la agresividad, la mentira, el hábito de decir «tacos» y la búsqueda exagerada de atención. Ante este tipo de comportamientos una buena solución es transmitir al niño seguridad. Debe comprender que aún cuenta con vosotros como padres. Es importante dedicarle tiempo para que se sienta aceptado y querido por sus padres. Dedica un tiempo específico a cada hijo para que se sienta aceptado y querido.
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«¿QUÉ PASARÁ CONMIGO?»: Ansiedad, temor y retraimiento. La ansiedad proviene en este caso de los sentimientos de inseguridad del niño ante la nueva situación con la que se enfrenta y en ocasiones se debe a sentimientos de culpa injustificados. En la mayoría de los niños se manifiesta a través de un exceso de actividad: no puede estarse quieto. En ocasiones aparece asimismo lo que podríamos llamar como «angustia de separación» o ansiedad ante la perspectiva de separarse de la madre. La manifestación más típica es que el niño no quiera ir al colegio y cada día llore y patalee cuando debe dejar a su madre. Es posible que el niño muestre temor a separarse del padre custodio y no quiera visitar al otro padre. En este caso, asegúrate de que el padre no esté haciendo algo que le atemorice: puede que no apruebe el comportamiento del padre, o que éste tenga otra pareja... Por otra parte asegúrate de que no le estás transmitiendo la idea de que te disgusta que se sienta a gusto con el otro cónyuge. En este caso estás estableciendo un «conflicto de lealtades» y el niño puede sentir temor a herirte si muestra agrado por visitar a su padre. Analiza tu comportamiento y consulta con su padre sobre lo que puede originar este temor. Transmítele seguridad.
«NO QUIERO IR AL COLEGIO»: Vergüenza y reserva. El niño rehúye el contacto y no quiere oír hablar del tema. No quiere hablar de ello con sus profesores y amigos, se muestra reacio a ir al colegio y no quiere traer amigos a casa. Puede tener «enfermedades» que le permitan alejarse del colegio. Siente vergüenza y miedo a que le aíslen o se burlen de él. En este caso debes explicar al niño que su caso no es el único, que si lo cuenta a sus profesores, estos lo comprenderán. Insiste en que la separación no ha sido culpa suya y ofrécete a acompañarlo al colegio y hablar con los profesores. Si te cuenta que algún amigo se burla de él por este motivo, explícale que algunas personas como son inseguras necesitan meterse con las demás. Refuerza su autoestima y dale seguridad en sí mismo. Asegúrate de que no se siente culpables.
«TE ODIO, TODO ES CULPA TUYA, SI FUERAS UNA MAMÁ MEJOR ESTO NO HABRÍA OCURRIDO»: Agresividad, indisciplina y mal comportamiento. El niño que se siente rechazado puede convertirse en un niño agresivo. Es posible que tu hijo reaccione desafiando tu autoridad y negándose a obedecer. Asimismo es posible
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que se muestre muy agresivo e inquieto: pelee con sus hermanos y compañeros y se convierta en un verdadero problema. Si esto ocurre, no culpes a tu hijo. Ten en cuenta que su comportamiento es su forma de protestar por lo que está ocurriendo. Es probable que lo que esté intentando mediante estos comportamientos sea «forzar» a sus padres a intervenir y a actuar como tales. Si esto ocurre, debes evitar culpar al niño y sobre todo no le compares con su padre. No le hagas sentirse culpable ni intentes que te compadezca. No intentes comprar su cariño ni le acuses de que su otro padre le está maleducando. Si se muestra rebelde, resistente a obedecerte... procura sentarte con él y explicarle que te extraña su comportamiento, que no te gusta y que piensas que a él tampoco. Indaga si hay algo que le preocupe o lo esté provocando, y dile que si es así no dude en hablar contigo. Explícale que comprendes lo que siente. Que sabes que él es bueno y que se siente confuso y enfadado por lo que ha ocurrido. Intenta mostrarle que puede expresar sus sentimientos de forma más constructiva, que puede hablar de ello contigo, que tú le ayudarás a afrontar estos sentimientos... A su vez deberás ser firme. Debe entender que aunque comprendes el motivo de su comportamiento, no puedes consentirlo. Demuéstrale que siempre puede contar contigo e intenta comunicarte con el otro padre para informarle de lo que está ocurriendo. Procura hablar con tu hijo y permítele que exprese sus emociones.
«ESTOY TRISTE, QUIERO MORIRME»: Depresión. Suele caracterizarse por tristeza, llanto, desgana y aislamiento. Para superar este problema tu hijo necesita sentirse querido y aceptado por sus padres. Asimismo debes asegurarle que él no tiene culpa de la situación. Es importante que sea capaz de expresar sus emociones y discutir sus sentimientos.
¿A QUIÉN LE IMPORTA?, SIEMPRE LO SUPE, NO ME IMPORTA Y NO LOS NECESITO»: Negación e indiferencia. En algunas ocasiones el niño «niega» de forma irrazonable que exista el problema. No admite que el padre se ha marchado y dice «que está de viaje», que «vendrá mañana»... a pesar de que se le haya explicado la situación. Este tipo de reacción resulta más alarmante y en estos casos conviene recurrir siempre a un especialista. En algunos casos aunque el niño admite la separación, aparenta que no le importa, que no le afecta. En ambos casos debes intentar que el niño sea capaz de expresar sus emociones recurriendo, si fuera preciso, a un especialista.
«NO TE PREOCUPES, MAMÁ, YO TE CUIDARÉ»: Madurez excesiva. 55
El niño se muestra «excesivamente bueno», trata de evitar cualquier conflicto e incluso asume el papel de cuidar a su madre o padre. Generalmente se debe a que el niño se siente culpable y teme perder el amor de sus padres. Estos casos requieren asimismo una atención especial y los padres tendréis que examinar vuestro propio comportamiento y desculpabilizar al niño.
«MAMÁ NO ME QUIERE COMPRAR NADA, ¿A QUE TÚ SÍ?»: Manipulación de los padres. Después de una separación conflictiva es posible que el niño perciba que sus padres pelean por él. En estas circunstancias el niño puede intentar «sacar partido» de la situación enfrentando a un padre contra el otro. No le sigas el juego, no permitas que los niños te chantajeen, te lastimen intencionadamente enfrentándote con su padre: ante situaciones de este tipo di a los niños que comprendes que hacen esto porque se sienten mal, pero que no puedes ceder porque esto no es bueno para ellos y que pase lo que pase les quieres mucho y sabes que aunque estén enfadados también te quieren. Hazles ver los efectos negativos de esta competencia y pide la ayuda del otro padre para darle fin. Si este se niega a actuar conjuntamente, renuncia a la competencia.
Cómo seguir adelante Tus hijos necesitan estabilidad y apoyo. Ya sé que, después de lo traumático de una separación, tú también necesitas apoyo, tus propios sentimientos están muy alterados y no estás en las mejores condiciones para ayudar a tus hijos. No obstante, debes sobreponerte. Ellos no son culpables y te necesitan. Su desarrollo psicológico depende en gran medida del apoyo que puedas darles en estos momentos. Solicita ayuda de tus familiares e incluso de expertos (psicólogos o asesores familiares) en estos temas. No puedes hundirte: tus hijos te necesitan. Debes sobreponerte: tus hijos necesitan tu apoyo.
Procura no transmitir a tus hijos una imagen «agobiada» con demasiados problemas para escucharles. Dedícales a cada uno un tiempo específico. Intenta comprender sus sentimientos y discútelos con ellos de forma abierta mostrando comprensión. Refuerza sus aspectos positivos: en estos momentos se sienten inseguros y necesitan que refuerces su autoestima. Prepárate para enfrentar con serenidad sus reacciones: diles que entiendes sus sentimientos, pero que los quieres y sabes que el otro padre también. Aunque se sientan
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heridos y furiosos contigo sabes que ellos también te quieren y que poco a poco todos juntos podrán ir afrontando esta situación. En lo que se refiere a los arreglos que sigan a la separación, debes intentar que haya los menos cambios posibles en la vida del niño. Si es posible permanece en la misma casa y no cambies a los niños de colegio. Conserva el mismo horario de actividades y el mismo estilo de vida. En lo referente a disciplina, caprichos... procura comportarte de la misma forma que lo hubieras hecho de no estar separada. No intentes compensar el perjuicio que para los niños implica la separación con caprichos, ni intentes comprar su cariño. Procura que su ambiente sea lo más estable posible.
Si tu caso es el del padre que no mantiene la custodia, da tiempo a los niños para que se acostumbren a estar solos contigo. No los agobies de inmediato. Recuerda que cuando están contigo se están alejando de su rutina diaria y esto puede hacer que se muestren irritables, descontentos o nerviosos. No te preocupes si los niños no se divierten siempre y no intentes «comprarlos» con regalos, actividades o entretenimientos especiales. Intenta adaptarte a su estilo habitual de vida y duplicar las rutinas y normas de su hogar en la medida de lo posible. No te quejes ni culpes al otro cónyuge de no poder estar más con ellos, diles que les echas de menos pero que pueden contar siempre contigo. No inicies una «competencia de popularidad» con el otro padre, los niños a la larga se darán cuenta y te perderán el respeto, y no ignores sus técnicas disciplinarias.
Intenta cooperar en lo referente a la educación de los niños. La colaboración en lo referente a la educación de los hijos a menudo es difícil, las separaciones conyugales suelen ir acompañadas de fuertes resentimientos y rencores hacia el otro cónyuge. No obstante es importante que sepáis anteponer la felicidad de vuestros hijos: ellos no son culpables de la situación y bien merecen el esfuerzo. Comenta con el otro padre los problemas que tienes con los hijos: ambos debéis tomar parte en su educación e intentad participar ambos en todas las actividades importantes para el niño (cumpleaños, funciones...). La colaboración en la educación de los hijos es importante.
Procura evitar discusiones con el otro padre por temas triviales: ligeros retrasos en las visitas... por lo general cuanto más le recrimines más lo hará «para fastidiar» y no discutáis delante de los hijos. Esto supone el estar dispuesto a tolerar algunas conductas
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injustas de tu cónyuge y contener el deseo de responder de la misma forma, pero debes hacerlo si quieres el bien de los niños. Recuerda que «las visitas son para la paternidad y no para continuar tratando sobre la separación». Asegúrate de que los arreglos para las visitas sean específicos y previsibles, ya que muchas tensiones innecesarias son creadas por dejar en el aire los arreglos. Evita utilizar a tu hijo de «espía» e «interrogar» a los niños y sacar a través de ellos información del padre... asimismo evita utilizarlos de «mediadores». No pidas a tus hijos que «guarden secretos» o oculten información al otro padre. No intentes establecer una «competición de popularidad» con el otro padre en cuanto a quién tiene más el cariño de los hijos, quién les da más... si el otro padre intenta hacerlo di a los niños, sin criticar al otro, que crees que es mejor para ellos no hacerlo, pero que les quieres mucho y sabes que no es necesario que hagas cosas especiales para que ellos te quieran. Con la edad los niños aprenderán a respetarte por ello. No intentes comprar su cariño con caprichos, a la larga se volverán contra ti.
Mantente firme, aunque razonable, en lo que respecta a normas, disciplina... aunque no lo haga el otro cónyuge. Explícales que lo haces porque piensas que es bueno para ellos pero evitando establecer comparaciones y criticar al otro padre. Diles que comprendes que ahora a lo mejor no les gusta pero con el tiempo esperas que lo comprendan. No utilices la compasión para intentar poner a los niños de tu parte: tienes que trabajar demasiado, no tienes dinero suficiente para darles lo mismo que su padre... Si su padre habla mal de ti, te insulta o critica delante de los niños hay que intentar convencerle de que eso es perjudicial para sus hijos y que les está haciendo mucho daño. Si aun así persiste en hacerlo puedes explicar a tus hijos que te preocupa que eso ocurra y que comprendes que eso no les gusta, pero que a veces las personas cuando están enfadadas dicen cosas que no dirían en otras circunstancias (como, por ejemplo, cuando ellos se pelean entre sí). Diles que esperas que con el tiempo esto se acabe. No recurras al contraataque. No discutáis delante de los hijos
Si crees que el padre está haciendo algo que piensas que es malo para los niños, analiza primero, de forma lo más objetivamente posible, si realmente es malo para los niños o es malo para ti. Un pésimo cónyuge puede ser un buen padre. Sé cauteloso y sútil si debes intervenir. Averigua los hechos y estate atenta para buscar signos que revelen que tus hijos sufren a consecuencia del contacto con el otro padre, pero sé
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sincera contigo misma. Si consideras que realmente existe un problema, intenta obtener una valoración profesional o el consejo de un experto neutral de lo que sucede y de si el contacto debe continuar o no. Solo en el caso de que realmente sea perjudicial y represente una amenaza física o emocional para el niño debes intervenir inmediatamente. Si el otro progenitor vive de acuerdo con ciertas normas o valores que no deseas que tus hijos imiten, lo mejor que puedes hacer es presentar unos valores alternativos y explicar a los niños las diferencias entre ellos. Di a tus hijos que piensas que es bueno que tengan contacto con su padre y que este tiene grandes cualidades en ciertas áreas pero que esperas que no imiten ciertos comportamientos equivocados, al igual que tampoco deben imitar tus propias faltas Si lo anterior no es factible, procura comunicarte y cooperar al menos en lo referente al colegio, problemas en el colegio de los niños... y esforzaros los dos por intentar que vuestros hijos sean lo más felices posible. UN PLAN DE ACCIÓN PARA PABLO SITUACIÓN: Pablo tiene 8 años y sus padres se separaron hace dos. Nunca supo muy bien lo que pasó. Solo sabía que las discusiones eran frecuentes y que un día su padre se «largó» de casa. Desde entonces Pablo se muestra retraído, rehúye el contacto con su madre y rechaza sus muestras de cariño. Su rendimiento escolar ha disminuido y tiene pocos amigos. OBJETIVOS: — General: Ayudar a Pablo a superar mejor la separación de sus padres. — Específico: Mejorar la relación y la comunicación con su madre. MEDIOS: — Paloma debe proponerse unos minutos fijos todos los días para hablar con su hijo. Al principio no forzará la conversación, pero poco a poco le irá explicando y dejando claras una serie de ideas: — Él no es culpable: la convivencia entre los padres era muy difícil y por eso se separaron. — Los dos le quieren mucho, siempre podrá disponer de los dos. — Le parece bien que le guste ir con su padre. Podrá hacerlo siempre que quiera. — Comprende cómo se siente. Entiende que esté enfadado y dolido, pero ella le quiere y sabe que él también le quiere a ellla. — Procurará tener momentos de ocio con su hijo: jugar a juegos, salir juntos... para que no solo le toque la «parte dura» de la educación sino también lo divertido. — Averiguará si en el colegio se están metiendo con él por la separación de los padres. Debe explicarle que su caso no es único. También hablará frecuentemente con su tutor para entre ambos ayudar a Pablo.
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— Intentará hablar con el padre de Pablo e informarle de lo que está ocurriendo para que colabore. MOTIVACIÓN: — Dejarle a Pablo que se acueste un poco más tarde que su hermano y aprovechar ese rato para charlar. — Buscar ratos de diversión juntos. — Permitirle poner una foto de su padre en su cuarto para demostrarle que aprueba su buena relación con él. DESARROLLO Y RESULTADOS: Paloma lleva dos meses con este Plan de Acción. Al principio fue muy difícil. Pablo se cerraba y no quería hablar del tema. Poco a poco fue mejorando la comunicación. Paloma ha observado que ahora Pablo espera ansioso los 15 minutos de conversación por la noche. También han hecho algunas excursiones y planes divertidos juntos y Paloma piensa que esto les ha unido. De vez en cuando todavía se muestra arisco y rebelde, pero va mejorando. En el colegio se relaciona mejor con sus compañeros y Paloma espera que pronto mejoren sus notas. UN PLAN DE ACCIÓN PARA LUIS SITUACIÓN: Luis tiene ahora cinco años. Se muestra muy irritable, tiene frecuentes rabietas y se pasa el día «pegado» a las faldas de su madre. No quiere comer ni vestirse solo. Cada mañana cuando le dejan en el colegio es un drama, con llantos y pataletas. A veces pregunta si papá se ha ido por que él ha sido malo. OBJETIVOS: — General: Ayudar a Luis a superar la separación de sus padres. — Específico: Lograr que se vuelva más autónomo y menos dependiente de su madre. MEDIOS: Paloma debe hablar con él y a su nivel dejarle claras una serie de ideas: — Aunque papá y mamá ya no vivan juntos, los dos le siguen queriendo mucho. Lo que una persona mayor siente por otra puede cambiar con el tiempo, pero esto no ocurre en lo que respecta a los sentimientos de los padres por los hijos. Sus papás le querrán siempre. — Le quieren siempre aunque hagan algo mal, no por ello van a perder su cariño. — Mamá no se va a marchar, y a papá puede verle y hablar con él siempre que quiera. — Él no tiene ninguna culpa de lo ocurrido. Él no ha hecho nada malo. Los padres no se separan porque los niños hagan algo mal, sino porque ya no se llevan lo suficientemente bien para seguir viviendo juntos.
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— Comprendes que siente pena, y miedo a quedarse solo. Esto no va a ocurrir. — También deberá irle dando más autonomía, no de golpe, pero sí mediante aproximaciones sucesivas. — No se debe dejar chantajear por sus rabietas, ni intentar compensarle con caprichos. En este sentido debe actuar como lo hubiera hecho si no se hubiera separado: firmeza y serenidad. MOTIVACIÓN: Decirle que es mayor, y cuánto le gusta a mamá que sea mayor. Darle algunos privilegios como acompañar a mamá a la compra, recados... si demuestra que ya es mayor para comer solo, vestirse... — Reforzarle todos los logros positivos con elogios, besos... fijándose y prestando más atención a lo positivo que a lo negativo. DESARROLLO Y RESULTADOS: Después de dos meses se empiezan a ver los resultados. Paloma procura insistir con frecuencia en la idea de que sus padres le quieren y siempre le van a querer. Al principio a Luis le costaba creer que esto fuera posible si papá se había marchado, pero poco a poco lo va comprendiendo. Su relación con el padre ha mejorado. Antes lloraba cuando tenía que ir con él y separarse de mamá, ahora se va más contento. Sorprendentemente, el padre ha colaborado muy bien y se muestra muy cariñoso con el niño. Aún sigue teniendo rabietas pero va entendiendo que no conseguirá con ellas sus caprichos. Le sigue costando ir al colegio, aunque, según sus profesoras, una vez que su madre se marcha se queda bastante tranquilo.
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CAPÍTULO 5
«El terror del parque»: El niño agresivo Una situación familiar: «El terror del parque» Nacho tiene cinco años y es el «terror del parque». Todos los niños le temen y le huyen porque les pega y muerde al menor descuido. Nacho es hijo único, nació después de diez años de matrimonio y después de varios intentos frustrados de tener más hijos. A sus padres se les «cae la baba». Marta es consciente de que a veces le consienten demasiado, pero después de lo que le costó tenerlo no va estar riñéndole porque se coma un plato de sopa o porque rompa alguna cosa. En casa está acostumbrado a hacer lo que quiere. Cuando se le lleva la contraria llora, patalea y agarra una buena rabieta. Su madre cede pronto, no se siente con ánimos de llevarle la contraria, «total, por una bobada»... Cuando se enfada tiene un «pronto» muy fuerte: tira los juguetes al suelo y a veces los destroza. Últimamente Marta ha empezado a preocuparse: ha observado que sus amigas la rehúyen en el parque y le duele que rara vez inviten a su hijo a las fiestas infantiles. Al fin y al cabo ella piensa que es normal que los niños se peleen por sus cosas. No obstante, ya le han llamado varias veces la atención en la guardería: el lunes pasado Nacho pegó a un niño con un palo y tuvieron que darle puntos. Además le dicen que debe acostumbrarle a hacer las cosas solo, pero a ella le cuesta: vive dedicada a su hijo y para ella no es ningún problema el vestirle, darle la comida... Ignacio, su padre, se ríe de las preocupaciones de Marta: a él le encanta que sea así de «machote». Al fin y al cabo debe saber defenderse y suele jugar con él a boxear y a pegarse en el suelo. A Marta ya no le hace tanta gracia, además últimamente le ha dado por contestar mal, insultar y decir muchos «tacos». Cierto que papá también los dice, pero Marta ha pasado un buen apuro en más de una ocasión con sus amigas. Marta se pregunta si estarán haciendo algo mal, al fin y al cabo ella está totalmente dedicada a su hijo, lo acompaña a todas partes y le ayuda en todo, pero no sabe mucho sobre educación. En la guardería le han hablado de unos programas de Educación Familiar para padres, pero Ignacio dice que eso es una tontería: que a él nadie tiene que decirle cómo debe educar a su hijo.
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¿Qué le ocurre a Nacho? Por los datos de que diponemos podemos decir que Nacho es un niño agresivo, aunque sus padres no parecen darse cuenta de ello. Pero ¿qué es la agresividad? ¿Cómo se manifiesta? ¿Por qué se produce? La agresividad puede considerarse como una respuesta emocional que se caracteriza por un sentimiento de insatisfacción, rabia y el deseo de dañar a alguien o a algo que nos rodea. La agresividad puede presentarse de formas muy diversas: En primer lugar puede manifestarse en forma de agresiones físicas directas: — como cuando por ejemplo tu hijo le arrea un buen mordisco al que intenta quitarle el triciclo; — como pegar, dar patadas... a la persona que provoca cualquier frustración. También puede manifestarse a través de agresiones indirectas desplazadas: en este caso la agresividad se dirige hacia otra persona u objeto distinto del que la desencadenó. — Por ejemplo un niño puede destrozar los juguetes de su hermano porque su madre le riñó. — O, porque se siente rechazado en casa, agredir a sus amigos o compañeros de clase. La agresividad no siempre se manifiesta de forma directa.
En otras ocasiones la agresividad se manifiesta mediante reacciones explosivas: Es posible que alguna vez te hayas dado un buen susto cuando tu hija comienza a llorar tan rabiosamente que se queda un buen rato sin poder respirar. En estas ocasiones el niño pierde el control: patalea, agarra una rabieta, retiene la respiración hasta ponerse rojo, da saltos... No te asustes: las rabietas se presentan no solo en los niños faltos de afecto sino también en niños que se sienten aceptados y queridos. Hasta el más tranquilo y bueno de los niños tiene alguna que otra vez rabietas: es su forma de probar hasta dónde puede llegar. Las rabietas son una de las formas más comunes del niño de expresar su agresividad.
La agresividad puede expresarse tambien de forma verbal: — Como por ejemplo cuando el niño contesta a sus padres;
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— le da por decir «tacos»; — insultar; — o bien en ocasiones elige un «chivo expiatorio», generalmente más debil que él, sobre el que descarga su agresividad ridiculizándole mediante motes... Creo que todos recordamos de nuestra infancia algún niño que era el «matón» de la clase y también, por desgracia, alguno que era «el blanco» de todas las burlas. Los «tacos» o palabrotas constituyen una forma de agresión verbal. No obstante, no siempre son signos de un niño agresivo. La mayoría de los niños las utilizan para «sentirse mayores»: son palabras que dicen los adultos y les pueden servir para «hacerse los mayores» ante sus compañeros. Asimismo los «tacos» para el niño son muchas veces solo una forma de llamar la atención, tanto de sus compañeros como de los adultos. Las expresiones de agresividad suelen ser diferentes según la edad del niño. Durante el primer año, el lactante se muestra irritable cuando no se satisfacen inmediatamente sus necesidades. Lo ideal es que atiendas al niño pero sin plegarte a todas sus exigencias. Hay que saber alternar y regular satisfacciones y frustraciones, enseñando al niño a soportar ligeras frustraciones pero proporcionándole, a su vez, la necesaria seguridad. La agresividad se manifiesta de forma diferente según la edad del niño.
Durante los dos y tres años el niño presenta una «crisis» de agresividad negativista. En este momento el niño está afirmando su «yo» y tiende a oponerse a todo lo que le digas. Durante esta fase las rabietas son una de las primeras formas que tiene de expresar su agresividad. Los niños menores de tres años suelen expresar su agresividad de forma directa: lloran, patalean, muerden, pegan... A partir de los tres años las formas más agresivas de comportamiento como las rabietas, suelen ir desapareciendo y dando paso a una fase de calma relativa. A partir de los 4-5 años, la agresividad suele expresarse de forma menos directa predominando la agresión verbal, los insultos, los «tacos», las acusaciones... Asimismo, la forma de expresar la agresividad suele diferir en los niños y las niñas. En general ambos suelen expresarla de forma parecida hasta los dos años. Más tarde las niñas suelen aprender a expresar de forma menos directa su agresividad: llorar, criticar... mientras que los niños tienden a hacerlo de forma más directa.
¿Por qué es un niño agresivo? Existen muchos motivos por los que un niño puede mostrarse agresivo. En primer lugar hay que tener en cuenta el temperamento, o forma peculiar de ser del niño que en muchos casos tiene un carácter hereditario y predispone a tener una personalidad agresiva. No obstante, las experiencias y situaciones de aprendizaje que viva el niño
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serán determinantes para modelar su personalidad de tal forma que la influencia del ambiente y de la educación va a ser decisiva.
Frustración. La agresividad es a menudo desencadenada por alguna frustración. Por ejemplo ¿cómo te sientes cuando alguien se te cuela en la cola de la pescadería y tú tienes prisa? Lo normal es que reacciones de forma agresiva. En el niño ocurre algo parecido. Si un niño se siente frustrado porque sus padres le impiden satisfacer sus deseos, puede reaccionar de forma agresiva. Por ejemplo, Nacho pide a su madre que le dé dinero para comprar golosinas, su madre le dice que no puede y Nacho se tira al suelo en mitad de la calle y monta todo un espectáculo dando gritos y patadas a su madre. No obstante, la frustración no siempre genera agresión: solo suele llevar a ella si es intensa, inesperada o arbitraria. Por ejemplo, cuando los padres son excesivamente severos y exigentes e imponen una disciplina excesivamente dura. En este caso el niño se siente continuamente frustrado en sus deseos y busca a toda costa una salida. Asimismo es más fácil que un niño reaccione de forma agresiva cuando los padres le imponen un castigo injusto, o cuando este castigo no se avisó previamente. Una disciplina excesivamente severa puede dar origen a comportamientos agresivos.
Por otra parte, unos padres sobreindulgentes y sobreprotectores que dan a su hijo todo lo que quiere y no le acostumbran a tolerar un cierto grado de frustración, pueden generar también un hijo violento. Es el caso de Nacho, que tratamos en el apartado anterior. Cuando los padres están demasiado pendientes de lo que el niño hace y pendientes de satisfacer la mayoría de sus caprichos las conductas agresivas pueden surgir como resultado de la intolerancia del niño ante cualquier frustración. Cualquier pequeño contratiempo o cualquier forma de llevarle la contraria puede hacer que el niño reaccione violentamente. Si, por ejemplo, Nacho ha estado acostumbrado a tener todo lo que quiere y a no ceder ante nadie es normal que cuando se le niega un capricho reaccione con una rabieta y agrediendo a su madre. Unos padres sobreprotectores pueden generar un hijo violento.
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Privación afectiva. Los niños más agresivos suelen ser aquellos que durante su infancia han padecido la separación de los padres por diversas circunstancias: separación, muerte, abandono... Cuando el niño se siente rechazado y no querido, se crea una imagen de desconfianza hacia el mundo al que percibe como hostil y reacciona tratando a los demás como sus padres le trataron a él. También cuando los padres, por la razón que sea, no dan al niño el cariño que necesita puede reaccionar de forma agresiva. Este caso puede darse cuando los padres no dedican tiempo a su hijo por estar muy absorbidos por el trabajo, o porque ha nacido un nuevo hermanito... Recuerdo un niño cuya madre trabajaba fuera de casa todo el día. A la vuelta de vacaciones, durante las cuales había visto a su madre todos los días, al comenzar el colegio volvía muy a menudo con alguna «herida de guerra» por haberse peleado. Era su forma de protestar y reclamar atención por sentirse abandonado.
Sentimientos de inseguridad. Cuando la seguridad de una persona se ve amenazada, suele reaccionar de forma agresiva. Si el niño se siente inseguro en sus relaciones con sus padres o en el colegio es probable que se defienda atacando a los demás. Por tanto cualquier circunstancia que haga peligrar la seguridad del niño (separación de los padres, cambio de colegio...) puede generar agresividad. Haz que tu hijo se sienta seguro: un niño seguro no suele ser un niño agresivo.
Inconsistencia de los padres. Cuando no existe acuerdo entre los padres en lo que respecta a la educación del niño, pueden asimismo surgir comportamientos agresivos. Por ejemplo, si el padre es muy severo y la madre muy indulgente; o cuando los padres se desautorizan y discuten delante del niño... en esta situación el niño no sabe a qué atenerse, se siente inseguro y confuso y es fácil que reaccione con conductas agresivas. De nuevo es el caso de Nacho: a su madre le preocupa algo que este sea agresivo, pero a su padre «le hace gracia».
Aprendizaje inadecuado. Si tu hijo descubre que mostrándose agresivo consigue obtener algún provecho, tenderá a comportarse de esta forma en otras situaciones. Si, por ejemplo, cuando tu hijo
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agarra una rabieta acabas comprándole las chucherías que quería, aprenderá que la rabieta es una buena forma de conseguir lo que quiere y la utilizará como un instrumento para satisfacer sus caprichos. La agresividad a veces tiene lugar como consecuencia de otros trastornos. Por ejemplo los niños hiperactivos suelen tener también conductas agresivas. No obstante en estos casos se trata de agresiones compulsivas, fruto de su falta de capacidad de reflexión y su impulsividad. Estas agresiones generalmente se dirigen hacia las personas más queridas por el niño y a menudo sin que exista una causa o estímulo que la justifique. Existen a veces otras causas de tipo físico como la lesión cerebral, las deficiencias intelectuales (oligofrenias) o las cromosomopatías o alteraciones en la configuración de los cromosomas.
¿Cómo aprendemos a ser agresivos? ¿Cómo aprendemos a descargar nuestras frustraciones a través de la agresión? En general, imitando a las personas que nos rodean. El primer modelo de un niño son sus padres. Muchos niños que expresan su frustración con comportamientos agresivos están imitando a sus padres. Cuando ven a sus padres comportarse de forma agresiva acaban aceptando la agresividad como algo normal. La mayoría de los padres enseñamos a nuestros hijos a no pegar primero a los demás y a no pegar a los niños más pequeños. Pero a menudo lo hacemos de forma muy poco consistente: cuántas veces has reñido a tu hijo diciéndole «no se pega a los niños» mientras que le das un azote o unos cachetes en la mano... Cuando los padres decimos a los hijos que no peguen a los demás y nosotros mismos sí lo hacemos les estamos enviando mensajes confusos. Por un lado nuestro hijo se sentirá humillado, lo que es fácil que provoque una reacción agresiva. Por otra parte, los padres le estamos proporcionando un «modelo vivo» de agresión en el mismo momento en que estamos intentando enseñar al niño a que no sea agresivo. El comportamiento de los padres es por tanto importante y ejerce una gran influencia sobre la agresividad de los niños. Numerosos estudios demuestran que los padres de niños agresivos en el colegio son por lo general menos cariñosos, tolerantes y castigan más duramente a sus hijos. Asimismo está demostrado que los niños que sufren malos tratos durante su infancia suelen, cuando son adultos, maltratar a sus propios hijos. La agresividad se aprende a través de la imitación de las personas que nos rodean.
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Por otra parte, aprendemos de la sociedad: la sociedad en que vivimos fomenta y valora la agresividad: las prisas, el estrés, nos impiden pensar en los demás y cada uno va a lo suyo pasando por encima del que sea. Se impone la ley del más fuerte. Enseñamos a nuestros hijos a ser agresivos y competitivos para poder labrarse un futuro, a defenderse: «aquí no vale lo de poner la otra mejilla», y a menudo admitimos y utilizamos el castigo corporal como forma de corregir a nuestros hijos. Y aprendemos de la televisión: ¿Te has preguntado cómo afecta a nuestros hijos el pasar horas y horas ante el televisor contemplando espantosas escenas de matanzas, mutilaciones, palizas...? Incluso los programas para niños y los dibujos animados están plagados de escenas violentas. Muchos de nuestros hijos son fieles seguidores de los «Power Rangers», «las tortugas Ninja» u otros héroes infantiles similares cargados de violencia. Un padre me comentaba el otro día que le preocupaba especialmente cómo ante escenas aterradoras, que ellos aún no pueden ver sin apartar la vista, sus hijos adolescentes se ríen y hacen chistes sobre ellas. Nuestros hijos aprenden de la televisión que la sociedad muchas veces disculpa y aprueba la agresión, aprenden a aceptar la agresión como un comportamiento adecuado y también aprenden cómo pueden comportarse cuando se sienten agresivos. De acuerdo que la influencia de los padres y la familia es más importante, ¡pero a veces es tan cómodo enchufarlos a la televisión!... Un reciente estudio realizado en USA mostró que el mejor predictor del grado de agresividad de un niño de 19 años era el grado de violencia de los programas que más le habían gustado cuando tenía 8 años. Los padres, por tanto, debemos contrarrestar los efectos de la televisión limitando el número de horas ante el televisor, supervisando los programas que ven nuestros hijos y hablando con ellos de los mismos cuestionando los valores que en ellos aparecen. Controla los programas de televisión que ven tus hijos.
¿Cómo debemos actuar? La forma de actuar dependerá de cuál sea la causa de la conducta agresiva del niño. Lo que no debes hacer es castigar al niño con amenazas o pegarle por su conducta agresiva: cuántas veces le has dado un azote por pegar a sus hermanos... Si lo haces estas enviando al niño mensajes contradictorios y le estás demostrando que la agresividad es una buena forma de resolver los problemas. Además cuando pegas o amenazas a tu hijo, generalmente este se siente frustrado y humillado con lo cual lo más normal es que reaccione poniéndose aún más agresivo. No pegues o amenaces a tu hijo cuando se muestra agresivo.
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Le estás sirviendo de modelo.
Cuando un niño se siente privado de afecto (nacimiento de un hermano...) puede intentar llamar tu atención comportándose de forma agresiva. Si lo consigue, tenderá a seguir comportándose de esta forma. Puedes probar a aislar a tu hijo cuando se muestra agresivo. Dile, por ejemplo, que se vaya a su habitación o algún lugar solitario de la casa y que no salga en un tiempo determinado, pero asegúrate de que el lugar donde lo aíslas sea lo suficientemente aburrido. Si se lo pasa mejor solo en su habitación que con sus hermanos estarás obteniendo el resultado contrario. Lo más eficaz es que busques ocasiones de reforzar la conducta contraria: elógiale cuando ayuda a un hermano, cuando dice algo agradable, cuando juega adecuadamente... Busca ocasiones de reforzar la coducta positiva contraria.
Cuando tu hijo tiene rabietas o se muestra agresivo para conseguir algún beneficio, la única forma de proceder es haciendo que no consiga ese beneficio y no haciéndole caso en su intento de llamar la atención. Debes convencerle de que con ello no conseguirá lo que quiere, y no hacer ni una sola excepción. Ya sé que es difícil: cuando tu hijo se tira al suelo en mitad del supermercado dando alaridos, es difícil reaccionar con calma. Además siempre hay alguna «amable» señora que se compadece del «pobrecito» y te dice lo que debes hacer. No le chilles, ni le pegues. Lo mejor es que alejes al niño del lugar y le dejes que siga con su rabieta. Por tanto, cuando tu hijo tenga una rabieta, no te pongas a su altura. Domínate y reacciona con calma y déjale que se desahogue. Cuando se le haya pasado, no le regañes ni te burles de él. Ten en cuenta que el niño ya se ha castigado a sí mismo por su mal comportamiento y se siente culpable. Cógele en brazos y explícale con cariño que esa no es forma de conseguir las cosas. Que le quieres y sigues confiando en él. Si tu hijo coge rabietas, mantente serena y firme: no le permitas que consiga lo que quiere.
Si a tu hijo le da por decir «tacos» o palabrotas, ten en cuenta que en la mayoría de los casos solo pretende llamar la atención. No le pegues por ello y, por favor, no le laves la boca con jabón... lo único que conseguirás, con suerte, es que no las diga delante tuyo, pero sí a tus espaldas. Si el niño es pequeño, lo mejor es que hagas como que no te enteras, tu hijo se aburrirá de repetirlas si ve que con ello no provoca ningún efecto. Si ya es mayor, puedes
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explicarle que decir «tacos» es de mala educación, como ir sucio, oler mal... No te rías cuando tu hijo de dos años pronuncie su primer «taco» con lengua de trapo: es la forma más segura de animarle a hacerlo. Y sobre todo, da ejemplo. Si tu marido o tú decís «tacos» no vale decirle que eso solo lo hacen las personas mayores, esto le animará aún más a hacerlo. Cuando la agresividad del niño es consecuencia del comportamiento de los padres, los que deben cambiar son los padres: la mejor forma de que tu hijo no se muestre agresivo es ofrecerle un hogar donde se sienta querido y aceptado. Asimismo, los padres debéis ser conscientes de que no conviene ser excesivamente severos y exigentes, ni tampoco demasiado permisivos y sobreproteger al niño. Deberéis vigilar asimismo vuestro propio comportamiento agresivo y ser consistentes en vuestras normas de disciplina. Deberéis aprender a ejercer la autoridad como un servicio por el bien de vuestro hijo. Por otra parte intentar aumentar el nivel de autoestima de vuestro hijo fijándoos más en lo que hace bien y utilizando con mayor frecuencia los elogios. Un niño que se siente seguro no suele ser agresivo. La mejor forma de que tu hijo no se muestre agresivo es ofrecerle un hogar donde se sienta querido y aceptado.
Si tu hijo es muy inquieto e impulsivo, ayúdale a canalizar su agresividad. La mejor forma es animándole a que practique algún deporte competitivo y en equipo. De esta manera tu hijo aprenderá a supeditar su agresividad a los intereses del grupo, a seguir unas normas y a expresar su agresividad de forma más saludable. Hay que ayudar al niño a expresar su agresividad de forma constructiva.
Finalmente, existen tres formas de expresar la agresión que podríamos considerar como más patológicas y que requieren siempre el recurrir a un psicólogo o especialista. En primer lugar cuando el niño, generalmente por miedo, reprime su agresión y la dirige contra sí mismo. En estos casos generalmente tiene lugar una depresión: en este caso el niño no se atreve a expresar su agresividad hacia otras personas por temor a perder su afecto. Por eso reprime su agresión y a menudo la dirige contra sí mismo
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dando lugar con frecuencia a serios complejos de culpabilidad. Este tipo de agresividad puede desembocar en autoagresiones, adicción al alcohol, a las drogas... En otros casos, cuando el niño se siente rechazado o poco querido, en lugar de manifestar su agresividad tiende a repudiarla y a atribuirla a los demás. Se vuelve especialmente susceptible y piensa que los demás siempre le están atacando. Finalmente, existe un tercer grupo de personas que tienden a mostrar su agresividad de forma explosiva. No son capaces de dominar sus impulsos y pueden ser crueles. Su comportamiento se caracteriza por una indiferencia hacia los sentimientos de los demás, por actuar de forma impulsiva, poca noción de los conceptos del bien y del mal y ausencia de sentimientos de culpabilidad. Estas personas pueden llegar a ser realmente peligrosas ya que tienen una fuerte inclinación a exteriorizar su hostilidad sin control y pueden desarrollar comportamientos psicopáticos. UN PLAN DE ACCIÓN PARA NACHO SITUACIÓN: Nacho tiene cinco años. Es el terror del parque: pega y muerde a los niños del parque y del colegio y todos le tienen miedo. Coge frecuentes rabietas y a veces cuando se enfada destroza los juguetes. Últimamente le ha dado por insultar y decir «tacos». OBJETIVOS: — General: Disminuir el comportamiento agresivo de Nacho. — Específico: Ejercer mejor la autoridad y ayudar a Nacho a canalizar su agresividad. MEDIOS: — Marta e Ignacio deben ponerse de acuerdo para ejercer mejor la autoridad. — Deben proponerse el no dar a Nacho todos su caprichos. Ante estos actuar con firmeza y de forma coordinada. — Saber afrontar sus rabietas con calma y sinceridad: no permitir que se salga con la suya. — Cada vez que rompa un juguete con rabia deberá dar otro juguete nuevo para los niños necesitados. — Marta debe evitar «sobreproteger» a su hijo: debe irle permitiendo ser cada vez más autónomo. Empezará poco a poco exigiéndole que haga las cosas solo: en las comidas, el aseo, la ropa, el orden... — Ignacio debe comprometerse a no reforzar la agresividad de Nacho: debe evitar jugar con él a pelearse, y no «reírle» la gracia. — Deben controlar los programas de televisión que ve Nacho: entre semana no se verá la televisión. Cuando la vea verá vídeos de Walt Disney, y no se le dejará ver algunas de sus series favoritas como los Power Rangers... — Le apuntarán a un equipo de fútbol para pequeños que ha comenzado a funcionar en el colegio. Su padre cambiará los juegos de «peleas» por el fútbol. — Ignacio se esforzará por dar buen ejemplo y no decir «palabrotas». Si se le escapan deberá pedir perdón delante de su hijo y decirle que es de mala educación.
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MOTIVACIÓN: — Lo ideal sería que Ignacio y Marta se animaran a acudir a los cursos para padres que organiza el colegio. Allí les ayudarían a poner los medios para lograr sus objetivos y se sentirían más motivados al ver otras familias con los mismos objetivos. DESARROLLO Y RESULTADOS: Tras varias conversaciones serias, y después de que la Directora de la Guardería llamara a los padres de Nacho para insistirles sobre su comportamiento agresivo, Marta consiguió por fin llevar a su marido al curso para padres. Llevan asistiendo un mes y desde entonces se han replanteado muchas cosas acerca de la educación de su hijo. Han comprendido que la exigencia no está reñida con el cariño y que su hijo les está pidiendo que ejerzan como padres. Han llevado a cabo algunos Planes de Acción. Al principio estuvieron a punto de abandonar. Nacho reaccionó a sus exigencias con tremendas rabietas y mostrándose aún más agresivo. Han sabido mantenerse firmes y, aunque muy poco a poco, sus Planes de Acción van dando resultado.
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PARA PENSAR PARA ACTUAR…
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Para recordar... El cariño y la armonía de los padres son fundamentales para un desarrollo afectivo equilibrado. Un ambiente ordenado y bien estructurado resulta fundamental. La televisión es a menudo escuela de agresividad. Controla los programas de televisión que ven tus hijos. Haz que tu hijo se sienta seguro. Un niño seguro no suele ser agresivo. Dedica un tiempo específico para cada hijo para que se sienta aceptado y querido.
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Para leer... Blanca Jordán de Urríes, Tus hijos de 1 a 3 años. Col. Hacer Familia, nº 22. Ed. Palabra. Se recogen en este libro experiencias de padres y madres que han iniciado la difícil pero maravillosa tarea de educar. Cargado de anécdotas llenas de humor y consejos prácticos, puede ayudar a encauzar debidamente la vida de los hijos hasta los tres años. M. Vassart (1997), La agresividad de nuestros hijos: Cómo comprenderlos y actuar en sus conflictos cotidianos. Ed. Espasa práctico. Este libro divulgativo, escrito en un lenguaje sencillo y claro, va dirigido a ayudar a los padres a actuar ante los conflictos cotidianos de los hijos: peleas, enfados, rabietas, gritos… Jorge Yarce, Televisión y familia. Col. Hacer Familia, nº 74. Ed. Palabra. Ofrece a los padres importantes pautas y consejos para controlar los programas de televisión que ven sus hijos y aprender a hacer un uso adecuado de este medio de comunicación.
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Para pensar... El amor verdadero es cuestión de voluntad y no solo de sentimientos. Piensa que las crisis matrimoniales casi siempre tienen remedio si los cónyuges se esfuerzan en lograrlo. Si este es tu caso, déjate ayudar por los expertos, y por un buen consejero espiritual, antes de que la situación sea irreversible. Si en tu matrimonio no hay problemas graves piensa en formas concretas de mejorar vuestra relación. Examina cuánto tiempo dedica tu hijo a ver la televisión y qué tipo de programas ve. Reconsidera si no es más conveniente ofrecerle otras actividades alternativas de ocio.
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Para hablar... Habla con tu marido/mujer sobre la conveniencia de adoptar una postura común ante las rabietas de tu hijo/a. Procura que tu hijo no vea la televisión solo. Aprovecha cuando la ve para estar con él y comentar críticamente lo que ve enseñándole a valorar si el comportamiento de los personajes es o no adecuado.
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Para actuar... Objetivos de Planes de Acción: — Mejorar la relación conyugal. — Dedicar un tiempo específico a hablar con tu hijo/hija. — Evitar las discusiones delante de los hijos. — Ayudar a tu hijo a controlar su agresividad. — Controlar los programs de televisión que ve tu hijo/a. — Dar ejemplo en el control de las propias emociones. UN PLAN DE ACCIÓN COMPLETO Como hemos leído en el libro, para conseguir un desarrollo afectivo equilibrado el niño precisa sentirse querido y estimado en la familia. Teniendo esto en cuenta formulamos el siguiente Plan de Acción: SITUACIÓN: Nos preocupa el que nuestros hijos se sientan realmente a gusto en nuestra casa y que estén deseando volver a ella. A veces por las prisas y el ritmo de vida que llevamos solo nos acordamos de exigirles y olvidamos que el buen humor y la alegría son ingredientes fundamentales para lograr este objetivo. Nos proponemos mejorar en este aspecto con unos objetivos muy concretos: Hacer del momento de llegar a casa un momento de alegría y de buen humor. OBJETIVO: General: Que nuestros hijos se sientan queridos y estimados. Específico: Hacer de la llegada a casa (del colegio o de la oficina) un momento especial de alegría y buen humor. MEDIOS: — Mamá se propondrá seriamente el hacer de la llegada a casa de cada uno un momento especial de alegría y buen humor. – Recibirles con una gran sonrisa y un beso. – Decirles que estoy muy contenta de que ya estén en casa. – Decirles que cuando no están se les echa de menos. – Interesarme por sus cosas (unos minutos con cada uno en particular): cómo les ha ido en el colegio, qué han hecho, a qué han jugado, qué tal el partido de fútbol… – Evitar el reñir, enfadarme o recibirles con prisas cuando llegan a casa. — Papá, cuando llega de la oficina, tendrá especial cuidado en tener unas palabras o un detalle cariñoso con cada uno. Interesarse por lo que han hecho durante el día… MOTIVACIÓN:
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— Concienciarnos de que es muy importante que nuestos hijos vean su casa como un sitio en el que están a gusto y al que están deseando volver. — Concienciarnos de que deben ver en sus padres no solo a las personas que les exigen y les dicen lo que deben y no deben hacer sino a personas acogedoras a las que siempre pueden acudir. — Ser conscientes de que el crear un hogar acogedor va a dar especialmente sus frutos cuando sean más mayores y empiecen a salir más. — Darnos cuenta de que realmente cuesta poco el poner buena cara y recibirles alegremente. — Esforzarnos por ser constantes. DESARROLLO Y RESULTADOS Comenzamos a retomar este Plan de Acción hace ya algún tiempo. Hemos procurado cuidar el momento de llegada a casa, aunque esta temporada por diversas circunstancias (viajes, enfermedad de su madre…) han visto menos a su padre. Pensamos que la principal dificultad en relación con este Plan de Acción es el ser constante y perseverar a largo plazo.
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PARTE TERCERA “C”
«Descansado anda quien lleva su caballo de la brida». Proverbio francés. «El hombre más poderoso es el que es dueño de sí mismo». .
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SEGURIDAD Y CONFIANZA
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CAPÍTULO 6
«No para quieto»: El niño hiperactivo Una situación familiar: «Parece un rabo de lagartija» Pedro tiene 6 años y es el tercero de cuatro hermanos de 9, 7 y 2 años. Sus padres no saben qué hacer con él: «es un torbellino». No para quieto ni un instante, e incluso cuando está sentado se mueve continuamente balanceando los pies, subiéndose al respaldo de la silla... Cuando nació tuvo algunas dificultades en el parto: nació con vuelta de cordón y bastante amoratado, pero las superó rápidamente. Ya de bebé a sus padres les sorprendía que dormía poco y se despertaba con frecuencia. A partir del año empezó a mostrar su nerviosismo: siempre se estaba metiendo en peligros y había que estar con mil ojos. Por otra parte era imposible que estuviera un rato jugando quieto con las construcciones o los puzzles como hacían sus hermanos. Hoy en día, a pesar de su edad sigue igual: continuamente tiene que estar cambiando de actividad y cuando se pone a hacer las pequeñas tareas que le mandan en el colegio se distrae «con el vuelo de una mosca». A veces parece que «está en su mundo» y no atiende a lo que le pide su madre. En el colegio todo son quejas por parte de los profesores: dicen que no atiende y se distrae con cualquier cosa. Además no respeta las normas de la clase y es incapaz de terminar sus tareas. A veces cuando el profesor recoge los trabajos que ha mandado en clase, Pedro ni siquiera se ha molestado en poner su nombre. Además nunca encuentra sus cosas y siempre tiene que pedir los lápices y cuadernos prestados. Pedro odia ir al colegio, no se lleva bien con sus compañeros pues a menudo pierde el control y les pega. Además estos le acusan de que no sabe respetar las reglas de los juegos ni respetar el turno de los demás. En casa también pega mucho a sus hermanos. Sus padres ya no saben qué hacer. Piensan que Pedro nunca sentará la cabeza. A pesar de tener ya 6 años no se le puede dejar ir a ningún sitio solo. En cuanto te descuidas está haciendo algo peligroso. Es agotador. Además les preocupa el que en el colegio vaya de mal en peor.
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¿Qué le ocurre a Pedro? La hiperactividad es uno de los problemas que aparecen con frecuencia en la edad preescolar. Suele afectar en torno a un 4 o 5 por ciento de la población y, curiosamente, su incidencia es tres o cuatro veces mayor en los niños que en las niñas. Con el término hiperactividad se suele hacer referencia a un conjunto de síntomas que no siempre se dan en su globalidad. La hiperactividad es un problema que se manifiesta con cierta frecuencia antes de los 7 años.
La actividad excesiva, los problemas de atención, la impulsividad y falta de autocontrol son los síntomas más característicos de este trastorno. Además, para poder hablar con propiedad de hiperactividad estos síntomas deben aparecer antes de los 7 años, deben presentarse durante al menos seis meses y en situaciones y ambientes diversos (casa, colegio...) y no deben poder atribuirse a otro tipo de trastornos como trastornos afectivos, retraso mental... Aunque todos los niños hiperactivos no muestran todos estos síntomas en su desarrollo, desde pequeños son considerados, por sus padres y después por sus profesores, como niños problemáticos y diferentes de los demás. Durante sus primeros años de vida el niño es generalmente descrito por sus padres como excesivamente activo, «no para», «hace el bruto», hay que vigilarle constantemente y es difícil de manejar. Algunos padres al principio piensan que esto se debe a su edad, pero con el tiempo ven que sus amigos y compañeros van volviéndose más obedientes y autocontrolados mientras que su hijo sigue igual. Tienen que vigilarlo continuamente pues siempre está metido en actividades peligrosas y no se le ocurre idea buena. A menudo tiene problemas en el sueño: duerme poco y se despierta con frecuencia. Además hace lo primero que se le pasa por la cabeza, sin pararse a pensar. Es agresivo y pega con frecuencia a sus hermanos y compañeros. En ocasiones muestra asimismo conductas nerviosas como morderse las uñas, hacerse pis en la cama, miedos... y, en algunos casos, problemas somáticos como dolores de cabeza, estómago, etc. Estate atenta si tu hijo es incapaz de centrarse
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en sus juegos.
Cuando empieza el colegio enseguida empiezan los problemas de comportamiento en clase y su rendimiento académico, en especial debido a su falta de atención, es bajo. Además el niño se relaciona mal con sus compañeros: no respeta las reglas y es agresivo, por lo que estos a menudo le rechazan. Es irresponsable y las quejas por parte de los profesores son constantes. Con frecuencia el niño desarrolla sentimientos de baja autoestima, piensa que él no sirve para nada y que todo esfuerzo que haga es inútil. Si las quejas de sus profesores son constantes investiga la causa.
Durante la adolescencia la actividad motora excesiva disminuye, sin embargo persisten los problemas académicos, conductuales y sociales. No existe motivación para el estudio. Además es frecuente la falta de responsabilidad y la inquietud e impulsividad persisten. Pueden aparecer asimismo durante este período conductas «pre-delictivas» como robos, abuso de alcohol y drogas... consecuencia de su falta de autocontrol. Examinaremos a continuación con más detalle algunos de los síntomas más característicos que acompañan a la hiperactividad. Con respecto a la ACTIVIDAD MOTORA el niño hiperactivo se caracteriza por una actividad casi permanente e incontrolada que con frecuencia no tiene una finalidad concreta, es lo que a menudo llamamos «un rabo de lagartija»: se mueve continuamente, se sube al respaldo de la silla, se balancea... Con frecuencia es incapaz de permanecer sentado y quieto, ni siquiera cuando come, ve la televisión... Esta hiperactividad aumenta cuando está en presencia de otras personas con las que no mantiene una relación frecuente: amigos de los padres... etcétera, mientras que la actividad disminuye cuando se encuentra solo. Esta actividad motora excesiva se manifiesta desde pequeño y cuando empieza el colegio y debe adaptarse a unas normas se hace aún más notoria. Con frecuencia presenta también inmadurez y falta de coordinación motora: es atolondrado y suele caerse y tropezarse con frecuencia y a veces muestra torpeza para realizar tareas como abrocharse los botones, atarse los zapatos... Presenta asimismo dificultades en tareas como escribir, calcar, recortar... Pueden aparecer también movimientos involuntarios: tics nerviosos, balanceos... Una actividad motora excesiva puede ser signo de que tu hijo tiene algún problema.
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Las DIFICULTADES DE ATENCIÓN constituyen otro de los síntomas más característicos de este trastorno. Hasta tal punto que para algunos investigadores el niño se mueve continuamente por una incapacidad de centrar la atención. El niño cambia continuamente de actividad y no finaliza las tareas que empieza. Se distrae con cualquier cosa, ante cualquier estímulo distinto de lo que está haciendo en ese momento. Tiene dificultad para diferenciar lo que es y lo que no es importante en una tarea. No es capaz de jugar con tranquilidad y mantener la atención en los juegos: cambia continuamente de actividad. Es incapaz de centrar su atención en tareas rutinarias y si algo no le interesa «desconecta» y no le presta atención en absoluto. Además es muy variable en sus respuestas: un día lo realiza todo bien y al día siguiente tiene grandes dificultades con la misma tarea. La dificultad para terminar las tareas es característica del niño hiperactivo.
La IMPULSIVIDAD es otro de los rasgos más característicos del niño hiperactivo. Son niños impulsivos y desobedientes, no suelen hacer lo que sus padres y maestros les indican o incluso hacen lo contrario de lo que se les dice. Actúan sin pensar, buscando satisfacer inmediatamente cualquier impulso, tienen poca tolerancia a la frustración y escaso dominio y autocontrol de sí mismos. Se precipitan en sus respuestas y a menudo contestan antes de terminar de escuchar la pregunta. Actúan sin pensar en las consecuencias de sus actos, no tienen sentido del peligro y siempre andan metidos en actividades peligrosas. Cambian continuamente de actividad y son incapaces de organizarse por lo que necesitan de una constante vigilancia. Estate atenta si tu hijo no tiene sentido del peligro y precisa de una supervisión constante.
La AGRESIVIDAD es también frecuente, aunque no se da en todos los casos, en el niño hiperactivo. Su conducta impulsiva y su falta de autocontrol y tolerancia a la frustración le llevan a menudo a responder de forma agresiva. Sus reacciones ante situaciones conflictivas son a menudo desmesuradas: rabietas, llantos, malas contestaciones... tiene estallidos de cólera y su conducta es explosiva e impredecible. En ocasiones pega a sus compañeros y hermanos sin ningún motivo, es como si algo superior a él le impulsara a hacerlo.
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El niño hiperactivo presenta asimismo a menudo PROBLEMAS DE RELACIÓN CON SUS COMPAÑEROS. Su agresividad e impulsividad hacen que a menudo sus compañeros le rechacen. Tiene dificultad para guardar su turno y respetar las reglas en situaciones de grupo. Interrumpe y se mete en la actividad de otros niños. A veces el niño se refugia en compañeros de juegos más pequeños. En otras se vuelve distante e independiente. El niño hiperactivo es a menudo rechazado por sus compañeros.
Con frecuencia aparecen PROBLEMAS DE AUTOESTIMA. El rechazo por parte de sus profesores y compañeros hace que el niño a menudo desarrolle un bajo concepto de sí mismo y, en consecuencia, un bajo nivel de autoestima. Con frecuencia piensan que ellos «son malos» y «no sirven para nada». Que los demás no les quieren y que siempre les culpan de todo. Tienden a renunciar de entrada a hacer las tareas convencidos de que no pueden hacerlo o les saldrá mal. Las DIFICULTADES DE APRENDIZAJE suelen acompañar con frecuencia a los problemas de hiperactividad. A pesar de tener una capacidad intelectual normal, e incluso en algunos casos superior a la media. Sus problemas de atención y sus tendencias impulsivas hacen que a menudo presenten fracaso escolar. Además los niños hiperactivos tienen con frecuencia problemas perceptivos y dificultades de memoria. Olvidan fácilmente las instrucciones, las tareas y las lecciones lo que también incide negativamente en su rendimiento escolar. Finalmente, algunos niños hiperactivos presentan otros trastornos adicionales tales como la eneuresis, problemas de sueño... Si tu hijo presenta bastantes de los síntomas descritos intenta responder, lo más objetivamente posible, a los cuestionarios de las páginas siguientes para salir de dudas. Si la puntuación obtenida es alta conviene que tomes medidas cuanto antes.
ESCALA DE CLASIFICACIÓN DE LA ACTIVIDAD WERRY, WEISS Y PETERS — INSTRUCCIONES: Si la conducta se presenta con bastante frecuencia marca una cruz en el nº 2, si se manifiesta a veces señala el número 1 y si no se presenta nunca señala el cero. NUNCA ALGO MUCHO 0 1 2 0 1 2 0 1 2
EN EL HOGAR (Durante las comidas) 1.- Se levanta y se sienta varias veces sin motivo 2.- Interrumpe la comida sin razón 3.- Se mueve mucho en su asiento
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5.- Habla excesivamente
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EN EL HOGAR (Viendo la televisión) 6.- Se levanta y se sienta constantemente
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4.- Juega nerviosamente con objetos
7.- Hace cosas que impiden que los demás vean el programa con tranquilidad 8.- Juega con objetos 9.- Habla demasiado 10.- Balancea el cuerpo EN EL HOGAR (Durante el juego) 11.- Muestra agresividad. Es incapaz de participar en juegos tranquilos 12.- No se mantiene quieto 13.- Cambia de juguete constantemente 14.- Busca la atención de los padres 15.- Habla en exceso 16.- Interrumpe el juego de otros niños 17.- No mide el peligro 18.- Se muestra impulsivo EN EL HOGAR (Durante el sueño) 19.- Tiene dificultades para iniciar el sueño 20.- Duerme muy poco 21.- Se muestra inquieto mientras duerme FUERA DEL HOGAR (No en el colegio) 22.- Está inquieto cuando viaja 23.- Está inquieto durante las compras (lo toca todo...) 24.- Está inquieto en la iglesia y/o el cine 25.- Está inquieto durante las visitas 26.- Desobedece constantemente EN EL COLEGIO 27.- No se concentra en el trabajo 28.- Habla sin parar 29.- Se levanta y se sienta varias veces sin motivo
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30.- Molesta a los compañeros
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CRITERIOS PARA EL DIAGNÓSTICO
DE LA HIPERACTIVIDAD A.- HIPERACTIVIDAD (2-3 puntos como mínimo) 1.- Excesivas carreras o saltos 2.- Dificultad para sentarse o excesiva agitación 3.- Dificultad para permanecer sentado 4.- Intranquilidad motora durante el sueño 5.- Caminar o actuar siempre como «impulsado por un motor»
SI SI SI SI SI
NO NO NO NO NO
SI SI SI SI SI
NO NO NO NO NO
SI SI SI SI SI SI SI SI
NO NO NO NO NO NO NO NO
B.- FALTA DE ATENCIÓN (3 puntos como mínimo) 1.- Deja a menudo sin acabar las cosas que ha comenzado 2.- Frecuentemente parece no escuchar 3.- Fácilmente distraído 4.- Dificultad para centrarse en el trabajo u otras tareas que requieran concentración 5.- NO persevera en los juegos
C.- IMPULSIVIDAD (3 puntos) 1.- Actúa a menudo antes de pensar 2.- Cambio excesivo de una actividad a otra 3.- Dificultad para organizar su trabajo 4.- Necesita mucha supervisión 5.- Frecuentes riñas en clase 6.- Dificultad para esperar su turno en juegos o situaciones de grupo D.- COMIENZO ANTES DE LOS SIETE AÑOS E.- PERSISTENCIA DURANTE, AL MENOS, SEIS MESES
¿Qué hicimos mal o en qué nos equivocamos? Los niños hiperactivos parecen constituir un grupo heterogéneo. No se conoce exactamente porqué se produce este trastorno, aunque se ha visto que suele estar relacionado con algunas alteraciones orgánicas y con problemas psicológicos y ambientales especialmente dentro del ámbito familiar.
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No existe una causa clara que explique este trastorno. En la mayoría de los casos la hiperactividad se presenta cuando se da una interacción entre varios factores tanto biológicos como ambientales, familiares o sociales. En lo que respecta a los FACTORES BIOLÓGICOS, durante mucho tiempo esta deficiencia se asoció con problemas neurológicos menores, por falta o deficiencia madurativa, o con la comúnmente conocida como «Disfunción Cerebral Mínima». Este término hace referencia a un funcionamiento anómalo e inespecífico del Sistema Nervioso Central, a disfunciones suaves, fronterizas o subclínicas del Sistema Nervioso Central (que a menudo no se detectan mediante electroencefalogramas) y que pueden dar origen a trastornos de hiperactividad. No obstante su entidad clínica se está criticando mucho hoy en día: las investigaciones recientes muestran que la gran mayoría de los niños hiperactivos no muestran síntomas sustanciales de daño cerebral, y que, a su vez, los niños con alteraciones demostrables solo en un pequeño porcentaje de casos desarrollan hiperactividad. Hoy en día bastantes estudios tienden a considerar la hiperactividad como un problema básicamente atencional. El hiperactivo se mueve porque es incapaz de centrarse en algo, sus capacidades de atención y concentración no se hallan suficientemente desarrolladas. Una falta de maduración de los mecanismos neurológicos de la atención podría estar implicada en este problema. En concreto es posible que estos niños presenten un menor desarrollo cortical y una menor activación cortical lo que haría que necesitaran buscar constantemente más estimulación. Algunos investigadores han intentado demostrar la influencia de factores genéticos en el desarrollo de la hiperactividad y otros apuntan a posibles alteraciones en la base bioquímica del cerebro. La hiperactividad se ha asociado en ocasiones con problemas perinatales o neonatales. En concreto existe cierta evidencia de que los niños prematuros tienden a presentar más problemas de conducta que los nacidos a término, no obstante los resultados de estas investigaciones no son aún concluyentes. Es por tanto evidente que aunque la hiperactividad se ha asociado a una amplia variedad de factores biológicos, ninguno de ellos parece ser suficiente ni específico del síndrome. Algunos estudios han intentado establecer una relación entre las dietas y alergias de tipo alimenticio y la conducta del niño hiperactivo. En concreto sobre la posible influencia de los colorantes, aditivos y azúcares refinados sobre la conducta del niño hiperactivo, no obstante los resultados de estas investigaciones no son aún claros. Sí existe evidencia de que la ingestión de alcohol durante el embarazo puede influir sobre la futura conducta hiperactiva. En la actualidad, a la hora de explicar la hiperactividad, se incide más en la influencia de FACTORES AMBIENTALES. Así parece que el clima psicológico familiar influye de forma considerable en el niño. Ambientes caóticos o muy desordenados, problemas matrimoniales continuos y la falta de cariño o afecto pueden producir efectos perjudiciales en los niños.
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Tu hijo necesita sentirse seguro. Necesita un ambiente estable tanto a nivel físico (orden, horarios...) como afectivo. Si se siente inseguro o rechazado es fácil que empiece a comportarse de forma problemática. Las discrepancias educativas entre los padres, la falta de criterios educativos, y los comportamientos parentales ambivalentes pueden también perjudicar al niño y predisponerle hacia la hiperactividad. Es importante que os pongáis de acuerdo y que no discutáis sobre su educación en su presencia. Un padre excesivamente severo y una madre excesivamente permisiva desconciertan al niño. Asimismo unos padres excesivamente críticos y exigentes que proponen al niño metas irreales y difíciles de alcanzar pueden predisponer hacia la hiperactividad. El acuerdo entre los padres es fundamental para un desarrollo equilibrado del niño.
Finalmente, un ambiente excesivamente estimulante debido a ruidos intensos, luz..., pueden predisponer a este trastorno.
¿Qué podemos hacer para ayudarle? Si crees que tu hijo padece este problema puedes consultar, en un primer momento con tu pediatra. Los casos de cierta gravedad precisan con frecuencia un tratamiento farmacológico. En concreto habitualmente se utiliza una medicación estimulante (anfetaminas) que en el niño hiperactivo, paradójicamente, puede producir una mejora transitoria. La administración de estimulantes produce, por lo general, efectos positivos como mejoras en la atención, concentración y control de los impulsos, lo que a menudo conlleva a una mejora en el rendimiento académico. A menudo mejora asimismo su nivel de obediencia y comportamiento en clase. No obstante aún no están claros los efectos secundarios que puede conllevar el utilizar este tipo de medicación. Algunos investigadores afirman que puede aumentar la tasa cardíaca, la presión sanguínea y llevar a problemas de sueño y disminución del apetito. Además parece ser que los efectos a largo plazo de estas drogas son mínimos o inexistentes. En cualquier caso debemos tener muy presente que el uso de esta medicación requiere una cuidadosa observación por parte del especialista. La medicación debe constituir tan solo una ayuda temporal, no un fin sino un medio para que el niño vaya consiguiendo pautas de conducta más adaptadas. Pensamos que únicamente debes recurrir al uso de medicación si el problema de tu hijo es especialmente grave y siempre bajo la supervisión del médico.
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Conviene desarrollar paralelamente un tratamiento psicológico que produzca un mayor ajuste social del niño y efectos más duraderos. El tratamiento psicológico suele ir dirigido a mejorar el ambiente familiar y escolar, favoreciendo una mejor integración del niño. En líneas generales la mayor parte de los tratamientos suelen incluir las siguientes recomendaciones: — PRESTARLES MAYOR ATENCIÓN: Darles instrucciones personales muy precisas, supervisar muy a menudo sus realizaciones, y motivar y estimular las acciones encomendadas. Resulta también importante no pedirles varias cosas al mismo tiempo, estimular positivamente sus logros y manifestarles interés y afecto. Todo ello conlleva una atención más personalizada en la escuela por lo que es aconsejable que acuda a un centro donde el número de alumnos por aula no sea grande. — ENTRENAMIENTO SOCIAL: Dar al niño pautas de cómo debe comportarse para ser aceptado. Implicarle en juegos y actividades de grupo exigiéndole que respete las normas. — TÉCNICAS de RELAJACIÓN, y técnicas de AUTOCONTROL o autoregulación de la conducta: mediación verbal, auto-instrucciones... Dentro de estos programas se enseña, por ejemplo, a los niños impulsivos a hablarse a sí mismos y darse instrucciones en voz alta como forma de controlar su comportamiento: por ejemplo, ante una determinada tarea como copiar una figura, el niño se pregunta en voz alta: «¿Qué es lo que tengo que hacer?... Tengo que copiar este dibujo... Tengo que ir despacio y con cuidado... ahora voy a trazar la línea de arriba... luego la de abajo... bien, lo estoy haciendo bien... me he equivocado y debo ir más despacio... eso está mejor... se acabó, ya lo he hecho...». Independientemente del tipo de tratamiento elegido, la colaboración de los padres es esencial. Es necesario que comprendas y colabores con el programa educativo de tu hijo y participes activamente. Debes prestar especial atención a tu hijo, escuchándole y hablándole con frecuencia. Asimismo debes explicar a tu hijo su problema y cuáles son los planes a seguir para ayudarle a superarlo. La colaboración de los padres es esencial.
Si la conducta de tu hijo afecta a su rendimiento escolar, será imprescindible que mantengas una entrevista personal con su profesor o tutor y planifiquéis conjuntamente la ayuda a dar a tu hijo. Cuando le pidas que haga algo, sostén su mirada y asegúrate de que te está atendiendo. Dale instrucciones precisas y claras y elógiale si las cumple. Debes preocuparte por conocer los intereses de tu hijo y utilizarlos para motivarle en su aprendizaje: por ejemplo, puedes decirle a tu hijo que si termina su trabajo el sábado iréis juntos al fútbol.
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Empieza a educar a tu hijo en la responsabilidad dándole pequeños encargos en casa que pueda realizar. Al principio tendrás que hacerlos con él. Poco a poco pídele que lo haga solo y alábale por sus logros. Conoce a tu hijo y aprende qué estímulos puedes utilizar para motivarle.
Es importante que ayudes a tu hijo a aumentar la confianza en sí mismo y su autoestima. Acepta a tu hijo tal como es. Estimúlale y presta atención y elogia todos sus éxitos. Además ten muy en cuenta que el niño hiperactivo parece necesitar especialmente el contacto físico y el afecto. Demuéstrale tu cariño a diario con besos, caricias, abrazos… Debes tener especial cuidado de que en tu casa haya un ambiente ordenado y estructurado. El niño hiperactivo precisa especialmente de este orden y cualquier cambio en la rutina puede alterarle. Mantén un horario constante para las comidas, baños, sueño... establece rutinas, procúrale un ambiente tranquilo para jugar y trabajar y evita una estimulación excesiva (ruidos, luces...). Si en algunas ocasiones es preciso alterar esta rutina, comunícaselo a tu hijo con tiempo suficiente para que pueda adaptarse a los cambios. Un ambiente ordenado y bien estructurado resulta esencial.
Cuando se comporte mal, desobedezca, o ignore lo que le dices, no recurras al castigo físico como medio corrector. Aunque a menudo os saque de quicio, debéis procurar mostraros tranquilos y relajados. Debes tener en cuenta que los padres sois su principal modelo. Si vosotros perdéis el control, de poco servirá que le repitáis constantemente que debe permanecer tranquilo. Si pierde el control o te desafía sí puedes recurrir a aislar al niño durante cinco minutos después de portarse mal: puedes mandarle al cuarto de baño, al lavadero, o a un sitio suficientemente aburrido donde no se le pueda prestar atención... una esquina de la habitación no suele ser aconsejable ya que provee la oportunidad de seguir prestándole atención. Tampoco es aconsejable encerrarle en su habitación donde puede entretenerse jugando con los juguetes. También puedes llegar con él a un acuerdo y asignarle una serie de pegatinas o puntos que irá perdiendo cada vez que desobedezca. Los puntos que conserve podrá intercambiarlos por ciertos privilegios como invitar a un amigo, ver un vídeo...
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Además, esfuérzate por sorprender a tu hijo siendo bueno y bésale, sonríele o dile una palabra de elogio, verás cómo se esfuerza por portarse mejor. Sorprende a tu hijo siendo bueno y elógiale.
Si se comporta de forma atolondrada, espera a que esté tranquilo y comenta con él sus malas actuaciones. Intenta hacerle ver que es necesario pensar antes que actuar y que cuando se hacen las cosas de prisa a menudo se hacen mal y hay que repetirlas con lo que se pierde más tiempo. No te olvides del atracón de cariño.
Establece unas normas claras sobre el comportamiento que esperas de él. Estas normas deben ser consistentes (es decir que no dependen de tu estado de ánimo), muy concretas y precisas, razonando lo que le pedimos. El acuerdo entre los padres resulta indispensable. No actúes con tu hijo permisivamente. Algunos padres piensan que al ser el niño tan inquieto estará más tranquilo si goza de mayor libertad. Lo cierto es que ocurre precisamente lo contrario: el niño hiperactivo cuando carece de unas normas definidas se muestra ansioso y confuso ya que no sabe lo que se espera de él, y se tranquiliza cuando existen unas normas claras que dirigen su comportamiento. Los padres deben ser conscientes de que este tipo de niños precisan especialmente unas normas y unos límites a su comportamiento. Tu hijo necesita unas normas y saber lo que esperas de él.
UN PLAN DE ACCIÓN PARA PEDRO SITUACIÓN: Como hemos visto en el caso, Pedro presenta claros signos de hiperactividad que afectan tanto a su comportamiento en casa como a su rendimiento escolar. Elaboraremos un Plan de Acción para ayudarle a mejorar. OBJETIVOS: — General: Ayudar a Pedro a mejorar.
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— Específico: Ayudarle a concentrarse mejor y terminar sus tareas y mejorar su capacidad de concentración. MEDIOS: — Llevaremos a cabo una entrevista con su tutor. En ella acordaremos un Plan de Acción conjunto (padres-colegio) para ayudar a Pedro a mejorar. — Explicaremos al tutor el problema de Pedro: no es que no quiera trabajar ni atender, sino que tiene problemas para hacerlo y necesita ayuda. — En casa, establecer un horario de trabajo. Durante este horario los padres nos comprometemos a estar disponibles y a supervisar sus tareas. Al principio las haremos con él y poco a poco iremos enseñándole a trabajar de forma más independiente. — En el colegio su profesor procurará prestarle una atención más personalizada: darle instrucciones personales muy precisas, supervisar más a menudo sus trabajos, motivarle y manifestarle interés y afecto. — En el colegio se intentará proporcionarle unas clases de apoyo en las que se le enseñe a utilizar «autoinstrucciones verbales» para controlar la realización de sus trabajos. MOTIVACIÓN: — Estableceremos un sistema de motivación a base de puntos a utilizar tanto en casa como en el colegio. Se le comprará una «libreta de puntos» en la que, tanto su profesor como sus padres, iremos anotando los puntos conseguidos. — En casa, cada vez que termine sus tareas dentro del horario se le asignará un punto (una pegatina roja). También se le asignará un punto cada vez que obedezca a la primera. — En el colegio: cada mañana el profesor le asignará 10 puntos que le irá quitando cada vez que le encuentre fuera de su sitio, molestando a los demás... Asimismo le asignará puntos positivos por la realización de sus tareas. En concreto por acabar las tareas. — Elaboraremos con Pedro una lista de «premios» o «privilegios» por los que podrá cambiar los puntos. — Pondremos especial atención además en elogiarle y elevar su autoestima. DESARROLLO Y RESULTADOS: — Hablamos con su tutor. Pienso que el tutor comprendió bien el problema de Pedro y mostró una buena disposición para colaborar. Entre todos fijamos los objetivos a conseguir y nos pusimos de acuerdo en el «sistema de puntos» a utilizar. Los puntos los podría conseguir tanto en casa como en el colegio y periódicamente intercambiarlos por determinados «privilegios» en casa. — Hablamos con Pedro, le explicamos de forma asequible su problema y nuestro interés en ayudarle a mejorar. Le explicamos asimismo que íbamos a poner especial interés en que terminara sus tareas y en la obediencia. Le explicamos el «sistema de puntos» a utilizar y elaboramos con él una lista de premios o recompensas (ver apéndice).
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— Llevamos un mes con este Plan de Acción. Pedro ha mejorado notablemente y aunque sigue siendo un torbellino, conseguimos que termine sus tareas y atienda más en clase. Creemos que especialmente importante ha sido el cambio de actitud de su profesor, que ha entendido el problema y ha adoptado una actitud más positiva. Pedro parece ir con más agrado al colegio y se esfuerza más por hacer las cosas bien. Ya ha conseguido a través de los puntos algunos privilegios como invitar a su primo a dormir, ir a pescar con su padre... poco a poco sigue mejorando. APÉNDICE: PUNTOS NECESARIOS
LISTA DE PREMIOS — Alquilar un vídeo el fin de semana — Invitar a su primo a dormir — Ir a pescar con su padre — Cinco minutos más de recreo (para él y un amigo) — Ir con papá al fútbol — Organizar una excursión para toda la clase — Comprar un libro que le guste — Ir todos un día a comer a McDonalds
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10 puntos 10 puntos 20 puntos 10 puntos 30 puntos 60 puntos 15 puntos 20 puntos
CAPÍTULO 7
«Te crecerá la nariz como a Pinocho»:La mentira en el niño Una situación familiar: «Mi papá es policía» Fernando tiene cinco años y tiene un hermano menor, Juan, de tres años. El lunes pasado sus padres, Juan y Marta, acudieron a la guardería para entrevistarse con su profesora. Allí se encontraron la gran sorpresa: Fernando había contado una versión de su familia que no tenía nada que ver con la realidad. La profesora estaba convencida de que el padre de Fernando era policía, cuando en realidad es economista, y de que Fernando tenía dos hermanos mayores, Pablo y Marcos de 12 y 13 años, de los que habla constantemente. Además Fernando le había contado que su abuelita había muerto hacía pocos días y que el abuelito ahora estaba viviendo con ellos. También que a su padre le iban a mandar a vivir a otra ciudad y que pronto tendría que dejar la guardería para marchar a otro colegio. Sus padres escuchaban asombrados: ¿no se estaría confundiendo la profesora y hablando de otro niño?... al parecer no. Juan y Marta se han quedado preocupados: ¿por qué se inventa estas historias? ¿Es que no le gusta su familia tal como es?... Además la profesora les ha dicho que últimamente comete pequeños «hurtos», quita las cosas a otros niños...; en casa suele decir que se lo ha encontrado o se lo han regalado. Cuando llegaron a casa Juan llamó a Fernando y le echó la gran bronca. Le dijo que le iba a crecer la nariz como a Pinocho por mentiroso y que si se volvía a enterar de que decía mentiras o que robaba tendría un buen castigo. Marta no está muy de acuerdo, piensa que castigarle y reñirle probablemente no sea el mejor procedimiento. Cree que es importante conocer la causa de que diga estas cosas. Decide volver a hablar con la profesora y pedirle consejo.
¿Por qué mienten los niños? Existen varias razones por las cuales un niño puede decir mentiras. Si tu hijo está en la edad preescolar (3-5 años) ten en cuenta que el niño a estas edades se caracteriza por
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una gran exuberancia mental y emocional, es poco crítico y no discrimina bien entre realidad y fantasía. Además a esta edad el niño tiene una fantasía o imaginación desbordada. A menudo inventa historias y aventuras imaginarias y las «vive» hasta tal punto que con frecuencia termina creyéndoselas de verdad. A esta edad es también frecuente que se inventen un compañero de juegos o «amigo imaginario» que no existe en realidad. Debe tenerse en cuenta que para el niño imaginativo no está clara la diferencia entre realidad y fantasía y estas aventuras inventadas son a menudo para él más reales que las propias situaciones que vive. Por tanto no debes preocuparte, a esta edad, si tu hijo inventa historias fantásticas, ello se debe a su desbordante imaginación y a medida que madure lo irá superando. Asimismo, entre los tres y cuatro años, en que el niño se encuentra en plena etapa de oposición, es posible que mienta simplemente como una forma de llevarte la contraria. En otras ocasiones la mentira puede ser una estrategia que el niño utiliza para mantener su autoestima. El niño exagera como una forma de hacer frente a su inseguridad y falta de autoestima, para quedar bien delante de sus compañeros y provocar su admiración. Por ejemplo presume, sin ser cierto, del coche nuevo que se ha comprado su padre, de que le han comprado determinados juguetes, de que en su casa tiene una piscina enorme, de las vacaciones que pasó en DisneyLandia... Cuando un niño dice este tipo de mentiras debemos sospechar de que le falta seguridad en sí mismo y de que existe algún problema de autoestima. La mentira puede ser un recurso que el niño utiliza para mantener su autoestima.
Otras veces la mentira es el resultado de imitar el comportamiento del adulto. Los niños tienen una gran sensibilidad para captar la sinceridad de los mayores. A menudo cometemos el error de mentir delante del niño: por ejemplo cuando te llaman por teléfono y dices que no estás... o cuando le dices a tu hija «no le cuentes a tu hermano dónde hemos estado»... Los padres debemos ser conscientes de la necesidad de exigirnos a este respecto, nuestro ejemplo es fundamental. En cualquier caso, si tu hijo te sorprende mintiendo deberás reconocerlo y disculparte delante de él para que tu hijo compruebe que a ti también te cuesta pero que luchas por mejorar. A veces el niño miente para llamar nuestra atención: puede, por ejemplo, simular que está enfermo... a veces incluso si no se siente aceptado en casa esconde sus errores y travesuras por miedo a que si las descubrimos dejaremos de quererle. En este caso debes procurar darle más cariño y siempre:
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Elógiale por las cosas bien hechas.
En algunos casos puede darse también la mentira como una forma de «venganza» o agresión hacia los padres cuando el niño se siente maltratado, real o imaginariamente, por ellos. Finalmente es posible que el niño mienta para conseguir algún beneficio o evitar situaciones desagradables. Por ejemplo ante la amenaza de un castigo, el niño miente para evitarlo. Si consigue su propósito es probable que lo repita en el futuro. Se trata de una «mentira por defensa», del conocido «yo no he sido», y a menudo se trata de la única forma que el niño tiene de librarse del castigo ya que no le permitimos dar explicaciones. Igualmente si descubre que mintiendo consigue algún beneficio o incluso que sus padres le premien aprenderá que la mentira es una buena forma de conseguir los fines deseados.
¿Deben preocuparnos sus mentiras? Hasta los siete años por lo general los niños no suelen mentir por maldad o malicia sino más bien por fantasía. No distinguen bien entre realidad e imaginación. Estas «mentiras» no tienen mayor importancia pero no deben persistir más allá de los siete años. A esta edad, y al empezar a funcionar en el niño la lógica, el niño debe ser ya capaz de distinguir entre realidad y fantasía. A partir de los 7 años un niño debe ser capaz de distinguir entre realidad y fantasía.
A partir de los 6 o 7 años el niño puede diferenciar el bien del mal. Lo natural es que diga la verdad, pero si le resulta difícil puede acostumbrarse a mentir. La frecuencia con la que tu hijo miente debe ser una factor a considerar a la hora de valorar la importancia de sus mentiras. Un niño que constantemente exagera la realidad nos puede estar expresando una falta de seguridad en sí mismo y un problema de autoestima que deberemos abordar cuanto antes. Si tu hijo utiliza la mentira como una forma de «defensa» deberás atajarla cuanto antes, pues corre el peligro de convertirse en un hábito. En cualquier caso conviene no dramatizar e investigar la razón por la que tu hijo miente. Cuando los padres conocemos las causas que han provocado sus mentiras estamos en mejores condiciones para razonar con ellos y corregirles.
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¿Qué se puede hacer para prevenir? En primer lugar, los padres tendremos que autoobservar nuestro propio comportamiento. Debes evitar el emplear a tus hijos como transmisores de tus pequeñas mentiras: el famoso «di que no estoy» cuando te llaman por teléfono. Igualmente, deberás cuidar y vigilar tu propio vocabulario cuando hablas con los niños. Estos, a menudo, no distinguen los matices entre lo que es real, gracioso, imaginario, de broma... Si alguna vez te sorprenden mintiendo debes reconocer tu error de forma que te vean luchar para mejorar. Debes evitar en lo posible utilizar un «doble estándar» en lo que se refiere a la relación mentira-verdad: como por ejemplo el que lo que es mentira para los niños no lo sea para los adultos o que los adultos pueden mentir y los niños no. Para el niño no existe la «mentira piadosa» y para que rechace la salida fácil de mentir es necesario que observe ejemplos claros de sinceridad en casa. Como siempre, prevenir es mejor que curar.
Deberás crear en tu hogar un ambiente propicio para la sinceridad. Desde los tres años el niño comienza el Período Sensitivo de la sinceridad. Desde esta edad el niño tiene, por Instinto Guía, ya un concepto claro de la justicia y sabe que las personas deben decir la verdad. Tiene gran sensibilidad para captar cuándo es engañado y tiende a ser sincero siempre que se le fomente desde pequeño esta costumbre. A partir de los 6-7 años estará en pleno período sensitivo y es el mejor momento para fomentarle la sinceridad. El ejemplo de los padres es importante.
Deberás crear en tu hogar un ambiente propicio que no haga necesario el mentir. Para ello es fundamental desarrollar un clima de confianza. Tus hijos necesitan saber que sus padres y profesores les quieren, les ayudan y no les juzgan. Debes estimular a tus hijos para que te cuenten todo lo bueno y lo malo que les ha ocurrido en el colegio, con los amigos... así les acostumbrarás a no ocultar nada y a confiar en vosotros. Si quieres que tu hijo te confíe sus pequeños secretos estate siempre dispuesta a dejar lo que estés haciendo y escucharlo. Es necesario crear un clima de confianza.
Debes además inculcar en tu hijo una visión positiva de la sinceridad. Dale mil oportunidades para que compruebe que decir la verdad es bueno y que uno se siente más contento cuando lo hace. Debes subrayar la idea de que confías en él, pero para poder
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hacerlo es necesario que sea sincero. Si crees en él, y es digno de confianza, puedes irle dando progresivamente más libertad y responsabilidad. De esta forma irá comprobando por sí mismo las ventajas de ser sincero. Dale oportunidades de comprobar que decir la verdad es más rentable.
Cuando diga la verdad debes hacer especial hincapié en felicitarle, en subrayar su valor por decir la verdad. Aunque haya cometido una trastada y la confiese, deberás felicitarle efusivamente por el valor de confesarla. Ello no significa que debas perdonarle el castigo, pero sí debe quedar claro que a él se le perdona y se le valora aunque se mantenga el castigo por su mala acción. Antes de castigarle deberías escuchar sus explicaciones y darle una oportunidad de explicar lo ocurrido. Da a tu hijo la oportunidad de defenderse, si no vivirá el castigo como injusto. Además nunca deberás castigarle si no le avisaste antes de que cometiera la falta. Los castigos deberán ser además proporcionales a la falta cometida y no a tu grado de irritación o enfado. Si es posible elogia su sinceridad en público.
¿Y si a pesar de todo miente? Lo primero, no dramatizar. No conviene reaccionar a sus mentiras con amenazas y enfados, ya que el miedo es siempre el peor enemigo de la verdad. Si le das excesiva importancia o exageras el valor negativo cuando descubras una mentira crearás un ambiente emocionalmente tenso y lo más probable es que en ocasiones similares el niño vuelva a mentir para evitar el estado emocional que provocó la mentira anterior. Ante una mentira conviene no dramatizar
Tampoco le digas que «le crecerá la nariz como a Pinocho», estarías intentando remediar la mentira con otra mentira. Cuando mienta, ríñele en privado. No le «etiquetes» ni le llames «mentiroso», si lo haces a menudo, es probable que acabe siéndolo de verdad. Debes rechazar y condenar la mentira pero no al niño, «ha dicho una mentira» pero no es un mentiroso. Y si se atreve a decir la verdad arriesgándose a que le castigues procura valorárselo en público. Corrígele en privado
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y no le llames mentiroso.
El castigo tampoco resulta útil a la hora de tratar la mentira. Por una parte es posible que el castigo suponga un «premio» cuando se presta más atención que la debida al hecho de mentir. Si se consigue que para el niño sea más rentable decir la verdad creando un clima afectivo adecuado el niño lo comprenderá rápidamente. El mejor camino para resolver un problema es investigar sus causas. Cuando la mentira se debe a sentimientos de inseguridad habrá que tomar medidas en la familia para mejorar su autoestima. Dichas medidas deberán centrarse en prestar una mayor atención por parte de los padres y valorar especialmente sus logros y conductas positivas para así conseguir que el niño gane en confianza en sí mismo. Deberás explicarle claramente que se le quiere y se le acepta como es, alabarle lo que haga bien, a poder ser en público, y decirle que confías en él. Investiga siempre por qué tu hijo miente.
Cuando el niño miente por miedo o como una forma de llamar la atención, deberás volcarte en darle más cariño y hacerle entender que le quieres y no va a perder tu cariño y prestarle más atención por sus conductas positivas. Debes evitar un ambiente excesivamente severo y rígido ante el cual el niño no tiene más salida que la mentira. Los castigos deberán ser siempre proporcionados a las faltas y siempre avisados previamente. Si tu hijo miente por defensa, deberás procurar atajar sus mentiras antes de que se conviertan en un hábito. Antes de castigarle debes darle la oportunidad de defenderse. Escucha sus explicaciones, el niño tendrá entonces la oportunidad de decir la verdad y el castigo será más justo. Habrá que procurar que nunca y sin excepciones el niño reciba algún beneficio o eluda algún perjuicio por el hecho de mentir. Antes de castigarle dale la oportunidad de defenderse.
¿Y si roba a los demás niños? En el niño preescolar (3-5 años) los pequeños hurtos no revisten demasiada importancia. A esta edad el niño se deja llevar por sus impulsos, no distingue bien lo que es suyo y lo que es de los demás y toma lo que está a su alcance cuando le apetece o le agrada. Si tu hijo coge algo que no le pertenece, no le regañes ni dramatices, únicamente conseguirías asustarle. Y por favor no le llames «ladrón». Simplemente explícale que ese juguete es de otro niño y que seguramente lo estará echando de menos para jugar. Que él tiene sus juguetes que son también muy bonitos y no debe coger las cosas de los demás.
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A partir de los seis años los pequeños hurtos tienen más importancia. A esta edad el niño ya sabe que obra mal e incluso puede robar a escondidas y esconder su botín. Cuando los padres o los profesores descubren que un niño ha robado algo, suelen asustarse y reñir y avergonzar al niño dramatizando la situación. Pero esta postura no resulta lo más eficaz. Como en el caso de la mentira, lo primero que has de hacer es averiguar la causa. Ante el robo lo más adecuado será investigar la causa.
A esta edad algunos niños quitan dinero a su madre, roban el bolígrafo o los cromos al compañero... A veces este hurto no parece justificado ya que el niño tiene objetos idénticos a los que robó o dispone de dinero suficiente. Ello nos indica que los sentimientos del niño están alterados y confusos. En muchos casos se trata de niños que no reciben el afecto suficiente de sus padres y compañeros. El robar es a menudo una forma de llamar su atención y obligarles a fijarse en él. En otras ocasiones se trata de un problema de autoestima: a través del dinero o de los juguetes robados piensa que puede «comprar» a los amigos, impresionarles... Asimismo pueden intervenir otros factores como el miedo, los celos o el rencor... El robo puede ser una forma de llamar tu atención.
En todos estos casos el avengonzar, especialmente en público, al niño que ha robado únicamente consigue agravar su sentimiento de abandono y disminuir aún más su autoestima. Ello no quiere decir que no debas hablarle del hurto. Al contrario, tendrás que hablar con él con franqueza pero mostrándote comprensivo. Ten en cuenta que tu hijo te está diciendo que necesita cariño por parte de su familia. Examina tu propio comportamiento e indaga si no estarás prestando la suficiente atención a tu hijo. Si se trata de un problema de autoestima hazle ver, a su manera, que los buenos amigos quieren a las personas por lo que son y no por lo que tienen. Quizá sea un buen momento para asignarle una pequeña «paga» semanal. Ello le hará ver que sus padres confían en él y además le permitirá aumentar su prestigio en clase.
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Sí debes hacer que devuelva lo robado. Si se trata de dinero, y ya lo ha gastado, le deberemos hacer ahorrar de su dinero para devolverlo. Una vez devuelto, no debes hablar más del asunto. UN PLAN DE ACCIÓN PARA FERNANDO SITUACIÓN: Marta, preocupada por las mentiras de Fernando, decide hablar de nuevo con su tutora. Esta le dice que parece que Fernando miente por un problema de autoestima. Entre ambas deciden poner en marcha un Plan de Acción para aumentar su autoestima y la confianza en sí mismo. OBJETIVOS: — General: La sinceridad. — Específico: Aumentar su autoestima y confianza en sí mismo. MEDIOS: — Marta inventará algunos cuentos que le contará a Fernando por las noches. En ellos aparecerá un niño muy sincero al que todo el mundo quiere y aprecia por su sinceridad. En otros cuentos aparecerá otro niño que miente, para que los demás le hagan más caso sin resultado. Luego dedicarán un rato a comentar lo ocurrido. — Antes de dormirse, mientras reza con él, Marta dará gracias a Jesús por tres cosas buenas que tenga o haya hecho Fernando. — Marta se pondrá de acuerdo con su marido para que este se fije más en las cosas positivas que hace Fernando. Asimismo le aconsejará que no le llame «mentiroso» ni «ladrón» sino que le diga que confía en él. — Al menos una vez a la semana, Juan se propondrá un rato específico para hablar con Fernando, contarle cosas y acostumbrarle a que él también cuente sus cosas. MOTIVACIÓN: — Clarificar las ideas a través de los cuentos para que le resulte más atractivo y no se ponga a la defensiva. — Dedicarle más tiempo y atención. DESARROLLO Y RESULTADOS: — Llevamos quince días con este Plan de Acción. Los cuentos de la noche le encantan, aunque a Marta ya se le está agotando la imaginación. Algunos días leemos cuentos no relacionados directamente con la sinceridad pero sí nos fijamos en las cosas positivas de los personajes. — Sí se le nota que le encanta que nos fijemos en él cuando hace las cosas bien. Cuando le elogiamos se muestra muy satisfecho. Si alguna vez se le olvida a su madre él siempre se acuerda de que por la noche hay que pensar en tres cosas buenas que haya hecho.
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— Algunos días le hemos sorprendido en alguna mentira. Hemos procurado no darle demasiada importancia e insistir en la idea de que él es sincero y que no necesita inventar cosas para que los demás le quieran. Pensamos que poco a poco vamos consiguiendo nuestro objetivo..
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CAPÍTULO 8
«¿Por qué está tan nervioso?»: La ansiedad, el miedo, la inseguridad Una situación familiar: «Quiero con mi mamá» Pablito tiene 6 años. Es hijo único y siempre ha estado muy protegido por sus padres. A Ana, su madre, le hubiera gustado tener más hijos pero debido a su enfermedad no fue posible. Cuando Pablo tenía 4 años, Ana tuvo que ser sometida a una operación a corazón abierto para cambiarle las válvulas. Para ello tuvo que desplazarse durante tres semanas a los Estados Unidos y Pablo quedó al cuidado de sus abuelos maternos. Ana piensa que aquella experiencia traumatizó a Pablo. Cuando volvió a casa muchas noches encontraba a Pablo tumbado durmiendo a los pies de su cama. Cuando le reñía, Pablo decía que estaba vigilando para que no se marchase. Desde entonces Pablo odia separarse de su madre. Llevarle al colegio fue todo un problema ya que al principio lloraba todo el día y se aferraba a las piernas de su madre para no quedarse allí. A menudo vomitaba al entrar en el colegio. A Ana le daba mucha pena y a veces terminaba llevándoselo con ella o le permitía faltar al colegio por cualquier excusa. Ahora que tiene seis años los profesores le han dicho a su madre que no conviene que falte pues podría verse perjudicado en su rendimiento escolar. Aunque no le gusta ir al colegio y protesta parece que se va resignando, aunque con cierta frecuencia tiene dolores de tripa y devuelve, ante lo cual Ana acaba yendo a recogerle al colegio antes de la hora prevista. Además Pablo se ha vuelto muy miedoso: tiene pánico a la oscuridad y siempre tiene que dormir con una luz encendida, con frecuencia tiene pesadillas y muchas noches acaba metido en la cama de sus padres. No le gusta ir a jugar a casa de sus amigos, y a una excursión de dos días a una granjaescuela que hace unos meses organizaron en el colegio, Pablo se negó a ir. Últimamente ha empezado a mostrar algunos «tics» nerviosos: guiña los ojos y también se muerde las uñas hasta hacerse daño.
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Hace algunas semanas Ana y su marido planearon un viaje, solos, para celebrar su octavo aniversario de bodas. Al final no pudieron ir. Pablo no quería quedarse en casa de sus abuelos y además se puso enfermo vomitando y con fuertes dolores de estómago. Ana ha observado que no puede hablar delante de Pablo de sus problemas de salud. Cuando lo hace, este se pone muy nervioso y empieza a hacer tonterías para llamar la atención. Ana y Antonio, su marido, están empezando a preocuparse, les gustaría que Pablo fuera más valiente. Además les preocupa que no le guste el colegio y que ello pueda repercutir en su rendimiento escolar. A menudo no están de acuerdo en cuanto a la forma de educar a su hijo. Antonio le dice a Ana que le protege demasiado, que ya va siendo mayor y tiene que ir haciendo las cosas por sí mismo. A Ana le da pena, al fin y al cabo es su único hijo y a ella le gusta ayudarle en todo lo posible, para ella todavía es «su bebé» y le da pena que crezca. Finalmente deciden consultar con su pediatra. Este les aconseja que acudan a un asesor familiar para ver si están haciendo lo correcto.
¿Qué es la ansiedad y por qué se produce? La ansiedad es la respuesta normal del organismo ante una amenaza real o imaginaria y prepara al organismo para reaccionar ante una situación de peligro. Cuando la ansiedad se produce ante la presencia de un estímulo concreto y específico solemos hablar de MIEDOS. Los miedos constituyen asimismo respuestas instintivas que tienen por objeto el proteger al niño de diferentes peligros. Por ejemplo algunos miedos frecuentes en los niños son el miedo a las personas extrañas, a la oscuridad, a los animales, a separarse de la madre... Estos miedos son frecuentes a lo largo de la vida del niño y suelen superarse espontáneamente. Algunos niños, y también adultos, experimentan la ansiedad como un estado constante y latente que se caracteriza por miedos no justificados, aprensión y preocupación constante. Su vida total está impregnada de miedo sin que haya o se observe una causa originaria. En estos casos la ansiedad es como un «flotar en el aire», como un «miedo sin saber de qué»... En los momentos de extrema ansiedad pueden aparecer síntomas tales como dificultad para respirar (muchas veces en suspiros), taquicardia, disfagia (nudo en la garganta), sudoración excesiva... Pueden aparecer dolores de estómago, náuseas, vómitos... Además el individuo experimenta a menudo la sensación de que «va a pasar algo», dificultad para concentrarse, trastornos del sueño, hiperactividad... Cuando estos síntomas, que pueden aparecer ocasionalmente en cualquier persona, se vuelven persistentes requieren un tratamiento especial. Hay varios tipos de ansiedad que son característicos en los niños: los más frecuentes son: — la ansiedad de separación; — las fobias infantiles; — la ansiedad por evitación o temor a los extraños; — y la ansiedad excesiva o falta de seguridad.
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Tres casos parecidos «No quiero ir al colegio»: Ansiedad de separación. El caso de Pablito, que hemos descrito más arriba es un caso típico de ANSIEDAD DE SEPARACIÓN. Este tipo de ansiedad es la más típica en la infancia y se caracteriza por el malestar que experimenta el niño cuando debe separarse de sus seres queridos y en especial de la madre. Un cierto grado de ansiedad de este tipo es normal en el niño pero empieza a ser preocupante cuando el niño no tolera siquiera separaciones breves: como cuando la madre debe acudir al trabajo, el niño debe quedarse en la guardería, o va a jugar un rato a casa de un amigo. Si tu hijo no tolera separarse de ti debes abordar el problema cuanto antes.
A menudo el niño que padece este trastorno tiene fantasías catastrofistas y se imagina que va a pasar algo que le impedirá volver de nuevo con su madre: teme que esta no regrese si se va, que no vaya a recogerle al colegio, o a que alguna catástrofe provoque una separación permanente. Con frecuencia se niega a ir a la escuela y suele acompañar su negativa de pataletas, súplicas... También es frecuente que esta ansiedad se generalice a otros estímulos y aparezcan diversas fobias o miedos irracionales: — miedo a estar solo, — miedo a la oscuridad, — miedo a los animales, — miedo a dormir fuera de casa... Y que aparezcan pesadillas y terrores nocturnos durante el sueño. Igualmente a menudo el niño desarrolla «tics» nerviosos, se muerde las uñas, tartamudea... y puede experimentar trastornos somáticos como dolores de estómago, vómitos, dolores de cabeza... Estos aparecen cuando el niño debe separarse de sus padres e incluso en ocasiones cuando el niño presiente que esta separación puede producirse (oye hablar de un viaje...). Entre las causas más frecuentes de este trastorno podríamos citar los problemas emocionales experimentados en el seno de la familia como, por ejemplo, el divorcio de los padres, la separación o ausencia real de estos, la enfermedad de uno de ellos... Por ejemplo, cuando por alguna causa externa, enfermedad, trabajo... los padres, y en especial la madre, debe ausentarse durante un período prolongado esto puede afectar al
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niño originando sentimientos de inseguridad. Es el caso de Pablito que hemos analizado más arriba. Asimismo si, por ejemplo, el niño tiene que ser ingresado, por algún problema de salud, en el hospital puede luego desarrollar este tipo de ansiedad. Igualmente en algunos niños que se han educado sin uno o ambos padres, pueden aparecer sentimientos de inseguridad. Si permanece con uno solo de los padres puede ocurrir que se sienta rechazado o, por el contrario mimado y sobreprotegido, puede temer perder al otro padre... y en consecuencia sentirse inseguro. Un hogar seguro y estable es la mejor protección contra la ansiedad en el niño.
Asimismo cambios importantes en la vida del niño como el cambio de casa, de ciudad, el nacimiento de un hermano, el cambio de escuela, etc., pueden provocar respuestas de ansiedad. Cuando, por ejemplo, los padres son inmaduros y no existe estabilidad en el hogar, si van de trabajo en trabajo o de ciudad en ciudad... pueden inducir en sus hijos sentimientos de ansiedad. Cuando los padres, por sus propios problemas emocionales, no son capaces de prestar a sus hijos la atención y afecto que estos reclaman, el niño puede experimentar un sentimiento de rechazo y el temor a ser abandonado. Lo mismo puede ocurrir si los padres están excesivamente volcados en su trabajo profesional y dedican poco tiempo y atención a su hijo. Para sentirse seguro tu hijo necesita sentirse querido y aceptado.
En el extremo opuesto, una sobreprotección excesiva puede también generar sentimientos de ansiedad. Cuando los padres controlan rigurosamente cada uno de los aspectos del desarrollo del niño y no le permiten decidir ni solucionar sus propios problemas pueden generar en el hijo un sentimiento de inseguridad y miedo. Algunos padres, y en especial madres, protegen excesivamente al niño: le dicen lo que debe ponerse, lo que debe comer, le hacen todo en casa, le vigilan constantemente... Estos padres están impidiendo que su hijo alcance la madurez necesaria para afrontar la vida. El niño debe ir aprendiendo de forma gradual a enfrentarse con las dificultades o cuando tenga que hacerlo se sentirá inseguro. No protejas demasiado
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a tu hijo. Para sentirse seguro necesita ser autónomo.
Cuando los propios padres son miedosos o inseguros pueden transmitir su miedo a la separación del hijo o a que le ocurra algo. Si siempre le estamos advirtiendo de los peligros, no le dejamos actuar de forma independiente y le transmitimos nuestros propios miedos no es de extrañar que nuestro hijo «imite» este comportamiento. Con frecuencia son los propios padres los que refuerzan las conductas de dependencia o miedosas del niño. Por ejemplo el temor a la oscuridad muchas veces surge como consecuencia de un aprendizaje cuyo responsable directo es la madre. Cuando el niño llora por la noche por diversas causas, tales como estar mojado, hambriento..., la madre acude y enciende la luz para atender al niño. De esta forma el niño aprende a asociar la presencia de la madre con la luz y la oscuridad con la ausencia de esta. Igualmente en el caso examinado al principio de este capítulo si cuando Pablito se queja de dolor de estómago y vomita, la madre acude a recogerle al colegio, lo normal es que esta conducta persista.
«Mario no tiene amigos»: Ansiedad de evitación. Mario tiene 4 años. Es hijo único y vive con sus padres y abuelos. Es un niño tranquilo y silencioso que se entretiene jugando solo y no causa demasiados problemas. María, su madre, es aparejadora y dejó de trabajar cuando nació Mario. Hace un año ha vuelto a trabajar y desde entonces Mario va a una escuela infantil próxima a su casa. El lunes pasado Rosa, su señorita, citó a los padres de Mario para hablar con ellos. Les advirtió que Mario tiene problemas para relacionarse con los demás niños de clase. Siempre está a su aire jugando solo y cuando tiene que hacer algún trabajo en equipo no consigue integrarse. Cuando la profesora pregunta en clase no se atreve ni a levantar la mano y sus compañeros a veces abusan de él quitándole sus juguetes y caramelos. Parece incapaz de defenderse. Sus padres ya habían advertido algo, pero no le habían dado demasiada importancia. Pepe, su padre, piensa que Mario está demasiado pegado a las faldas de su madre y de su abuela. Cuando bajan al parque, Mario prefiere quedarse jugando con su madre o su abuela y no va con los demás niños. En alguna ocasión que le han invitado a un cumpleaños, la fiesta ha acabado en drama: Mario no quería ir, y cuando le han llevado lloraba tanto que tuvieron que volverse a casa. Tampoco quiere ir a jugar a casa de sus primos y cuando lo hace siempre va llorando. A él sin duda, lo que más le gusta es estar en casa y jugar a algún juego o hacer algún puzzle con mamá o la abuela. Su abuela a menudo le afea su conducta, le dice que no puede ser tan vergonzoso. Su madre le justifica, al fin y al cabo tampoco a ella le gusta salir de casa, y le hace tanta compañía...
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La ansiedad de evitación se caracteriza porque el niño evita el contacto con personas desconocidas. Ante la presencia de personas extrañas a menudo se esconde, evita mirarles a los ojos, o responder a sus preguntas... Cuando llegan invitados o familiares a casa el niño huye a su cuarto o se esconde debajo de la cama. Rehúye jugar con otros niños y tiene problemas para relacionarse con sus compañeros y para integrarse en el colegio. Cuando le invitan a una fiesta o un cumpleaños no quiere ir o se queda llorando. Cuando lo llevan al parque se niega a mezclarse con otros niños y a jugar con ellos. Solo se monta en los columpios o sube al tobogán cuando nadie está cerca. Cuando otro niño se le acerca recoge sus juguetes y se marcha a otro lugar. En casa es dócil y fácil de manejar. Solo cuando se le obliga a relacionarse con los demás puede volverse hóstil, agresivo o agarrar una tremenda rabieta. Solo se siente a gusto con unas pocas personas conocidas, generalmente adultos. Cuando está con personas desconocidas vacila, no sabe qué hacer, intenta pasar inadvertido... Con el paso del tiempo acaban siendo niños inseguros y tímidos sin capacidad para decir lo que quieren hacer ni de decidir. Si tu hijo no tiene amigos estate alerta.
El temor a los extraños es a menudo un trastorno que aparece de forma transitoria en los niños. Es frecuente en hijos únicos entre cinco y siete años de edad, y con frecuencia está relacionado con el comienzo de la escolaridad o el ingreso en un jardín de infancia. Otras veces este comportamiento es el reflejo de una problemática familiar, generalmente entre los padres, cuyas consecuencias pueden ser más graves ya que lo que en principio podría parecer un trastorno transitorio puede consolidarse en forma de depresiones infantiles. Asimismo, el temor a no ser querido y la falta de autoestima es una de las causas principales de este temor a los extraños. Un niño cuyos padres sean excesivamente rígidos y exigentes, que le echen en cara continuamente sus fallos y defectos... puede dar lugar a un hijo poco sociable y con baja autoestima. En estos casos, el niño a menudo se siente incapaz de cumplir con lo que se espera de él y generaliza este sentimiento a otras situaciones sociales. Para darle seguridad refuerza su autoestima
En el extremo opuesto, unos padres inconsistentes pueden engendrar igualmente el temor a los extraños, ya que el niño a menudo no sabe si lo que está haciendo es correcto o no y por tanto puede refugiarse en la inactividad y timidez. Del mismo modo, unos padres sobreprotectores pueden hacer que el niño se sienta inseguro y rechace el contacto con personas extrañas.
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Igualmente cuando los padres son poco sociables, tienen pocos amigos y son inseguros, contribuyen a crear en el niño una actitud parecida. Ten en cuenta que para tu hijo tú eres su principal modelo.
«Todo el día está preocupada»: Ansiedad excesiva. Ana tiene seis años, y tiene una hermana mayor, Natalia, de nueve años. A pesar de su corta edad siempre está agobiada: le preocupa llegar tarde al colegio, olvidarse la cartera, no llevar hechos correctamente los deberes, ganar el partido de tenis del lunes, no entender lo que dice el profesor de inglés... Parece que siempre está preocupada y es incapaz de disfrutar de las cosas y relajarse. Cuando consigue algo en lugar de disfrutarlo ya está pensando en otra cosa. Para su edad le preocupa mucho lo que piensen de ella sus amigas: siempre está pensando si esto le habrá sentado mal a Marta, o si Luisa se habrá enfadado con ella... Si invita a una amiga en casa, todo tiene que estar perfecto..., en fin... todo es un puro agobio. A Juan, su padre, no le extraña; Teresa, su madre, es igual... será cosa de los genes. Teresa sí está empezando a preocuparse, ella ha sufrido mucho por este motivo y no quiere que a su hija le ocurra lo mismo. El problema está en que no sabe cómo hacerlo. Ella es muy perfeccionista y piensa que quizá esté exigiendo demasiado a Ana. La hermana mayor, Natalia, es más tranquila y es una niña muy brillante, sus notas son excelentes y es muy popular en su clase. Últimamente Ana tiene frecuentes dolores de estómago. Teresa ha observado que suelen coincidir con controles del colegio, visitas al dentista…; también le ha dado por guiñar los ojos. Al principio pensaron que podía tener algún problema y acudieron al oculista pero este les ha dicho que se trata de un tic nervioso. En casa no para quieta, ni cuando come ni ve la televisión puede parar de moverse... es agotadora. El problema de Ana es un cuadro general de ansiedad excesiva. La ansiedad excesiva se caracteriza por un exceso de ansiedad o preocupación injustificada y provocada ante gran variedad de estímulos. Por ejemplo el niño se agobia por todo, por llegar tarde, por los exámenes, por cumplir sus obligaciones, por quedar bien... suele haber una preocupación excesiva por el perfeccionismo, porque todo esté perfecto y cualquier cambio de la rutina genera una gran ansiedad. Pueden aparecer componentes somáticos: problemas del sueño, dolores de estómago, tics nerviosos... Este cuadro de ansiedad surge sin un comienzo claro y suele cronificarse con el paso del tiempo. A menudo este cuadro se prolonga en la vida adulta como un trastorno de ansiedad generalizada. Es mucho más eficaz
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fijarte en lo que tu hijo hace bien que criticar continuamente sus faltas.
En la mayoría de los casos la ansiedad es el resultado de sentimientos básicos de inferioridad e inseguridad. Unos padres excesivamente críticos, perfeccionistas y exigentes pueden hacer que el hijo se sienta culpable y experimente miedo ante cualquier nueva situación. En estos casos el niño tiene una necesidad imperiosa de aprobación y autoafirmación y está en constante lucha para conseguir la aprobación de sus padres, con lo que se muestra extremadamente angustiado cuando sus conductas son desaprobadas o corregidas por otras personas. A menudo se trata de hijos de padres a su vez inseguros que piensan que sus hijos deben ser perfectos. Estos a menudo establecen fines y metas poco realistas y difíciles de alcanzar. Cuando el niño se equivoca al hablar le corrigen constantemente y cuando su hijo con toda ilusión les muestra el dibujo que ha hecho en el colegio solo se fijan en si se ha salido de la raya... Cuando el niño es constantemente criticado y pocas veces elogiado es fácil que desarrolle sentimientos de inseguridad e inadaptación. Asimismo, la comparación desfavorable con otros hermanos es causa frecuente de sentimientos de inseguridad. Si al niño se le pone constantemente a su hermano como modelo a imitar, si continuamente se le compara con él, puede desarrollar sentimientos de miedo e inseguridad. Evita compararle con los demás y acéptale como es.
Finalmente este trastorno de ansiedad generalizada se presenta a menudo en niños cuyas madres también presentan trastornos por ansiedad excesiva.
¿Qué podemos hacer en estos tres casos? Como hemos visto, la ansiedad se debe generalmente a sentimientos de inseguridad e inferioridad. En el caso de los niños el tratamiento debe ir dirigido a mejorar sus relaciones familiares, por tanto la mayor parte del tratamiento debe dirigirse hacia los padres del niño. Para ello es necesario primero concienciar a los padres que el problema no es del niño sino del comportamiento de los padres, que el problema de su hijo es una consecuencia de sus propios problemas. Esto a menudo es difícil y requiere grandes dosis de delicadeza por parte del psicólogo u orientador familiar. En la mayor parte de los casos el tratamiento
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debe dirigirse a los padres.
Cuando la ansiedad es producida por situaciones familiares tensas o conflictos matrimoniales estos deben solucionarse para que el niño pueda vivir de forma relajada. Asimismo, dado que los trastornos de ansiedad infantil se presentan generalmente en niños cuyas madres también presentan trastornos por ansiedad excesiva, el tratamiento familiar resulta imprescindible. Por otra parte cuando la inseguridad del niño es atribuible a sentimientos de inferioridad y culpa y baja autoestima los padres deberéis hacer todo lo posible por mejorar el concepto que el niño tiene de sí mismo. Debes evitar los castigos tanto físicos como verbales y crear una atmósfera de comprensión y cariño hacia tu hijo. Ello implica ofrecer a tu hijo experiencias en las que pueda obtener éxito y estar atenta para reforzarle. Procura evitar las situaciones que entrañen mayor dificultad y que el niño probablemente no pueda llevar a cabo. Debes demostrar a tu hijo que confías en él, alabarle en aquellas habilidades que sobresale y en todas aquellas cosas en las que se muestra más motivado e interesado. Especialmente importante es que estés dispuesta a dedicar a tu hijo parte de tu tiempo. Si pasas tiempo con tu hijo él se sentirá valorado y apreciado. En definitiva se trata de que tu hijo se sienta seguro y querido, de esta forma irá ganando en seguridad y en autoestima. Dedica a tu hijo tiempo. Esto aumentará su autoestima.
En lo que se refiere a las fobias o miedos infantiles, no sirve de nada decir al niño que las sufre que no tiene porqué tener miedo y que no hay motivos para que lo tenga. No ignores los miedos de tu hijo ni le obligues a la fuerza a enfrentarse con aquello que teme. Tampoco te burles de sus miedos ni le ridiculices. Respeta sus miedos, aunque sean irracionales. Si puedes ponte en su lugar y cuéntale cómo tú a su edad también sentiste miedo en algunas ocasiones y cómo aprendiste a superarlo. Déjale que hable y que exprese libremente sus miedos y su inseguridad, de esta forma podrás ayudarle. Estate dispuesta a hacer algunas concesiones para ayudarle a superar sus miedos (aunque a ti te parezca una tontería): dejar una luz encendida por la noche, dormir con un hermano... No obstante es importante que no refuerces la ansiedad o el miedo de tu hijo. Por otra parte, debes evitar que a causa de sus temores obtenga beneficios secundarios como atención excesiva, sobreprotección, exención de responsabilidades... Si por ejemplo cada vez que a tu hijo le duele la tripa o vomita vas a buscarle al colegio y lo traes a casa lo lógico es que persista en estas conductas. No ignores los miedos de tu hijo
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ni le ridiculices por ello.
Cuando el niño rechaza separarse de ti e ir al colegio, es importante que procures no sentirte premiada o reforzada por el hecho de que prefiera estar contigo en casa. Debes hablar con tu hijo de lo divertido que es ir al colegio, jugar con el niño a los profesores, acompañarle dando un paseo... Puedes ponerte también de acuerdo con el profesor para que, por ejemplo, los primeros días permita que tu hijo te llame por teléfono a casa. Cuando lo haga tranquilízale y asegúrale que pronto irás a recogerle, y por favor... ¡sé puntual! Si llegas un poco tarde y el niño va viendo cómo vienen a recoger a los demás estarás reforzando su temor de que a él no van a venir a buscarle y al día siguiente su temor será mayor. Cuando le vayas a recoger, pregúntale qué es lo que más le ha gustado del día y escúchale con atención, alaba sus trabajos de clase. El profesor puede constituir asimismo un gran aliado, conviene que le preste una especial atención y que le ayude a integrarse en pequeños grupos. Una buena idea puede ser dejarle que elija con quién se quiere sentar. Si tiene algún amigo o hermano mayor podemos también instruirle para que al principio le haga pequeñas visitas que se irán espaciando a medida que se vaya adaptando. Los miedos infantiles debe aprender a superarlos poco a poco con tu apoyo.
En lo que respecta al miedo a la oscuridad, ya hemos visto cómo a menudo este se adquiere por un aprendizaje inadecuado a través del cual el niño asocia la luz con la presencia de la madre y la oscuridad con su ausencia. Puedes prevenir la aparición de estos temores actuando cuando es pequeño de la forma contraria. Cuando el niño llore en la oscuridad entra en su cuarto pero sin encender la luz y dile cosas agradables, acaríciale, permanece un rato con él y luego sal tranquilamente de su habitación. Si tu hijo ya ha adquirido el temor a la oscuridad permítele dejar una luz encendida cerca de su habitación. Poco a poco deberás ir reduciendo la cantidad de luz para que tu hijo se vaya acostumbrando a la oscuridad, pero no deberás hacerlo hasta que el niño se sienta totalmente seguro en la fase anterior. Ten en cuenta que la sobreprotección no suele ser un buen remedio
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Si tu hijo parece tener miedo a relacionarse con personas extrañas o se muestra especialmente tímido, no debes reñirle por ello ni burlarte o ridiculizarle. Con ello solo conseguirías aumentar su sensación de inseguridad y por lo tanto aumentar su timidez. Debes mostrar una actitud comprensiva pero evitando darle demasiada importancia y sobreprotegerle. Poco a poco deberás ayudarle a relacionarse con los demás niños, mediante reuniones, fiestas, celebraciones, etc., e introduciéndolo en grupos cada vez más numerosos. Además deberás estar especialmente atenta a elogiar y reforzar cualquier conducta o manifestación social de tu hijo. Finalmente, en los casos de ansiedad más aguda, puede ser preciso el acudir a un especialista y aplicar técnicas psicoterapéuticas para que el niño aprenda a eliminar la ansiedad. A este respecto el aprendizaje de técnicas de relajación resulta bastante eficaz. Igualmente, las técnicas cognitivas ayudan al niño a detener aquellos pensamientos que generan la ansiedad y a autocontrolarse. En los casos de ansiedad aguda puede ser necesaria la medicación para reducir los síntomas. Los fármacos más utilizados son los ansiolíticos que deben únicamente utilizarse con un fin muy concreto: disminuir la ansiedad mientras se ponen en práctica algunos de los recursos antes examinados. UN PLAN DE ACCIÓN PARA PABLO SITUACIÓN: Pablo tiene 6 años y tiene un miedo atroz a separarse de su madre. No quiere ir al colegio ni a casa de sus amigos. Además es muy miedoso, tiene miedo a la oscuridad y frecuentes pesadillas. Sus padres preocupados han acudido, por consejo de su pediatra, a un asesor familiar que les ayuda a elaborar el siguiente Plan de Acción: OBJETIVO: — General: Ayudar a Pablo a superar sus miedos. — Específico: Que sea capaz de separarse de su madre durante tiempos cada vez más prolongados y que empiece a ser más autónomo. MEDIOS: — Ana y Antonio procurarán dedicar un tiempo específico, al menos una vez a la semana, para hablar con Pablo sobre «sus miedos». Le escucharán para intentar comprender mejor lo que le preocupa. Antonio le contará como él a su edad, cuando la abuela tuvo un accidente, pensó que a lo mejor no la vería más y no quería estar sin ella. Le explicarán que la salud de mamá es buena y no hay motivos de alarma. Si hubiera algún cambio en su salud prometen avisarle y tenerle al corriente. Esta conversación y otras similares deberán realizarse con cierta frecuencia procurando transmitirle seguridad y apoyo. — A partir de ahora será Antonio quien lleve a Pablo al colegio, para evitar escenas y faltas de firmeza por parte de su madre, y Ana quien le vaya a buscar procurando siempre ser muy puntual. Al salir del colegio le preguntará por las cosas agradables que le
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han ocurrido. Si Pablo empieza a contar que le ha dolido la tripa... no le hará mucho caso y le restará importancia. — Ana y Antonio hablarán con los profesores y les explicarán lo que está pasando. Les pedirán que si Pablo se queja de dolor de tripa, vomita... no llamen a casa ni le den excesiva importancia. Asimismo les pedirán que le presten gran atención y alaben sus logros en el colegio. — Ana y Antonio empezarán por invitar a algún amigo o primo de Pablo a casa a dormir, para poco a poco y sin forzarle ver si él se anima a hacer lo mismo. — Ana dejará de proteger tanto a Pablo y le irá exigiendo con cariño que haga las cosas por sí solo. MOTIVACIÓN: — En lo que respecta a los padres, el orientador familiar les ha convencido que la excesiva protección que estaban dando a Pablo es perjudicial para su desarrollo. Asimismo, les ha ayudado a comprender que el origen de los miedos de Pablo probablemente esté en cuando su madre tuvo que dejarle sin una explicación previa. Les ha hecho ver la importancia de hablar con él y compartir sus miedos. — En lo que respecta a Pablo, se le dirá que si va al colegio contento y sin protestar, mamá irá a recogerle a la salida y darán un buen paseo juntos. Si protesta, mamá estará triste y por ello mandará a otra persona, papá o la abuela a recogerle. DESARROLLO Y RESULTADOS: Antonio y Ana llevan un mes intentándolo. Al principio fue difícil hablar con Pablo: todo lo decían ellos y él nada. Poco a poco ha ido abriéndose y descubriendo sus temores. Aún le preocupa la salud de su madre pero le gusta estar informado. En cuanto al colegio no es que vaya muy contento pero al menos protesta menos. Sí que suele salir muy contento por la tarde y Ana ha descubierto que ese rato de paseo con él es un buen momento para comunicarse. Para dentro de un mes Antonio y Ana han dispuesto irse un fin de semana a celebrar su aniversario. Pablo ya está avisado y poco a poco se va mentalizando.
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PARA PENSAR PARA ACTUAR…
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Para recordar... No sobreprotejas a tus hijos. Para sentirse seguros necesitan aprender a ser autónomos. Dedica a tu hijo tiempo positivo. Eso aumentará su autoestima. Si quieres que tu hijo sea sincero, crea en tu hogar un clima de confianza. Para sentirse seguro tu hijo necesita sentirse querido y aceptado.
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Para leer... Manoli Manso y Blanca Jordán de Urríes, Tus hijos de 4 a 5 años. Col. Hacer Familia, nº 23. Ed. Palabra. Libro ameno y fácil de leer especialmente indicado para padres de niños de estas edades. De especial interés resultan los capítulos I dedicado al desarrollo de su personalidad y el capítulo II: cómo ayudarle a ser feliz. D. Lewis (1991), Ayude a su hijo a vencer sus temores y ansiedades. Ed. Martínez Roca. Se trata de un libro práctico que ofrece soluciones para los distintos tipos de temor y ansiedad que pueden alterar la vida del niño en la familia, la escuela y el entorno social.
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Para pensar... La capacidad de atención de un niño puede entrenarse. Para ello necesita dedicar todos los días algún tiempo a juegos como puzzles, construcciones que le ayuden a centrar la atención. Piensa cómo puedes organizar su horario para dedicar un rato cada día a este tipo de actividades. Aunque tu hijo mienta con frecuencia debes evitar «etiquetarle» de mentiroso. No debes decirle «eres un mentiroso», sino «has dicho una mentira». Piensa en cuál puede ser la causa de que mienta, de esta forma estarás más cerca de encontrar el remedio.
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Para hablar... Para que los hijos sean sinceros, el ejemplo de los padres es importante. Habla con tu cónyuge de la necesidad de «desterrar» las «mentiras piadosas» en presencia de tu hijo/a. Cuando tu hijo miente, corrígele en privado. Ten con él/ella una conversación en la que le hagas ver lo importante que es decir la verdad y la satisfacción y tranquilidad de conciencia que produce.
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Para actuar... Objetivos de Planes de Acción: — Corregir en privado. — Desarrollar la sinceridad. — Ayudar a desarrollar la atención. — Aumentar la capacidad de reflexión. — Dar ejemplo de sinceridad a los hijos. — Enseñar a controlar la ansiedad. UN PLAN DE ACCIÓN COMPLETO SINCERIDAD SITUACIÓN: Aplicamos el Plan de Acción sobre nuestros tres hijos mayores, varones de 9, 6 y 4 años, dado que todos ellos se encuentran en el Período Sensitivo de la sinceridad. OBJETIVO: General: Inculcar la sinceridad. Específico: Que comprendan la importancia de ser sinceros y que lo asocien a estar contentos y sentirse satisfechos. MEDIOS: Tener una conversación con ellos en la que se les hable de lo importante que es decir la verdad y la satisfacción y tranquilidad de conciencia que produce. Aprovechar el rato de oración antes de dormir para hacer un acto de sinceridad, como por ejemplo que cada uno reconozca un logro y un fallo que hayan tenido ese día. MOTIVACIÓN: Poner en un lugar visible de su cuarto algún lema alusivo a la sinceridad. En caso de que digan alguna mentira, subrayar que ellos que son sinceros no pueden hacer eso y hacerles ver que mentir produce intranquilidad y a veces daño a otros. Cuando digan la verdad, hacer extensivo a todos la alegría y la alabanza por ser sinceros. DESARROLLO El jueves 10 de noviembre pusimos en su cuarto un cartel con el lema: CUANDO DIGO LA VERDAD TODOS NOS SENTIMOS MÁS CONTENTOS. El mismo día se tuvo con ellos la conversación antes citada y se comenzó con el «examen de conciencia».
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Se elaboró un instrumento de registro en el que cada día anotamos cómo hemos sido de sinceros: mucho, regular o poco. Asimismo, cada noche tras revisar la sinceridad del día hacemos el propósito de mañana volver a intentarlo. Hemos aplicado el Plan de Acción hasta la fecha con resultados bastante positivos (aunque nuestros hijos por lo general eran bastante sinceros). Especialmente creemos que ha servido para recordar durante un tiempo la importancia de ser sinceros y asociarlo con el bienestar que produce.
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GUÍA DE TRABAJO INDIVUAL
Nº 52A
SITUACIONES COTIDIANAS DE 0 A 6 AÑOS
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Comprende capítulos 1, 2 y 3. OBJETIVOS: — Conocer mejor cómo puedes ayudar a tu hijo. — Saber prevenir y tratar los problemas de celos. — Enseñar a tu hijo a adquirir buenos hábitos de higiene y sueño TRABAJO INDIVIDUAL: 1º Una lectura rápida y otra lenta marcando lo importante. 2º Apuntar las dudas que surjan en la interpretación del texto. 3º Los celos es un problema bastante corriente en las familias. Si crees que alguno de tus hijos tiene celos, haz un Plan de Acción para ayudarle. Si no es tu caso haz de todos modos un Plan de Acción para mejorar su autoestima. 4º Si tienes algún niño menor de dos años haz un Plan de Acción siguiendo las orientaciones dadas en el capítulo para prevenir problemas en el control de esfínteres. 5º Los problemas del sueño son a menudo resultado de la dquisición de unos hábitos inadecuados. Haz un Plan de Acción para mejorar los hábitos de sueño de tu hijo. 6º Lee con detenimiento «El problema de Alicia» en la pág. 55 y el Plan de Acción elaborado para ella en la pág. 75. Haz alguna sugerencia para mejorarlo. TRABAJO EN GRUPO: 1º Tratar de aclarar las dudas de interpretación que hayan surgido al leer el texto. 2º Comentar los Planes de Acción realizados sobre celos y autoestima. 3º Comentar los planes de acción realizados sobre hábitos de sueño e higiene. 4º Comentar otros Planes de Acción. 5º Seleccionar los tres mejores Planes de Acción y comentar los Planes de Acción aportados por otros grupos. 6º Comentar entre todos los asistentes las ventajas que supone, en relación con lo leído, el llegar antes aplicando la Educación preventiva. 7º TRABAJO OPCIONAL: Dar 5 minutos para que cada uno de los asistentes lea la Situación Familiar: «El problema de Alicia» (página 55) y proponga un Plan de Acción para Alicia. Contar los planes de Acción y anotar el mejor en la guía de grupo. Como alternativa se pueden aportar sugerencias para mejorar el Plan de Acción propuesto en la pág. 75.
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GUÍA DE TRABAJO INDIVIDUAL
Nº 52 B
SITUACIONES COTIDIANAS DE 0 A 6 AÑOS
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Comprende capítulos 4 y 5. OBJETIVOS: — Mejorar las relaciones familiares. — Ayudar a tu hijo a controlar su agresividad. — Conocer mejor cómo afrontar las reacciones de tu hijo.
TRABAJO INDIVIDUAL: 1º Una lectura rápida y otra lenta marcando lo importante. 2º Apuntar las dudas que surjan en la interpretación del texto. 3º El cariño y la armonía de los padres son fundamentales para un desarrollo afectivo equilibrado. Haz un Plan de Acción para que tu hijo perciba y se dé cuenta de la existencia de esa armonía en tu hogar. 4º Las relaciones en la familia siempre pueden mejorarse. Haz un Plan de Acción para mejorar la convivencia en tu hogar. 5º Analiza el caso Una familia rota expuesto en la página 91. Aporta sugerencias para ayudar a Pablo y Luis a superar la separación de sus padres. 6º Analiza tu comportamiento ante las rabietas, berrinches y otras manifestaciones de agresividad de tu hijo. Haz un Plan de Acción para mejorar. TRABAJO EN GRUPO: 1º Tratar de aclarar las dudas de interpretación que hayan surgido al leer el texto. 2º Comentar las sugerencias aportadas por cada asistente con respecto al caso Una familia rota (punto 5º trabajo individual). 3º Comentar los Planes de Acción hechos y especialmente los realizados en la guía de trabajo individual. 4º Seleccionar los tres mejores Planes de Acción aportados en la sesión. Comentar los Planes de Acción llevados a cabo en otros grupos. 5º Cada familia seleccionará las ideas más originales o más útiles seleccionadas de la sección «El Arte de Educar» de 0 a 6 años del último número de la Revista «Hacer Familia». Seleccionar y anotar en la guía de trabajo de grupo las dos mejores. 6º Comentar entre los asistentes los peligros de la televisión como «escuela de agresividad». 7º TRABAJO OPCIONAL: Dar 5 minutos para que cada uno de los asistentes anote algunas medidas, al menos tres, que los padres podemos adoptar para prevenir la agresividad en nuestros hijos. Seleccionar y anotar las tres más originales.
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GUÍA DE TRABAJO INDIVIDUAL
Nº 52 C
SITUACIONES COTIDIANAS DE 0 A 6 AÑOS
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Comprende capítulos 6, 7 y 8. OBJETIVOS: — Conocer mejor a tu hijo y sus posibles limitaciones. — Enseñar a tu hijo a ser sincero. — Ayudar a tu hijo a superar sus temores. TRABAJO INDIVIDUAL: 1º Una lectura rápida y otra lenta marcando lo importante. 2º Apuntar las dudas que surjan de la interpretación del texto. 3º Contesta al cuestionario de las páginas 182-185. Si la puntuación obtenida es superior a 15 conviene que hagas un Plan de Acción para ayudar a tu hijo a mejorar. 4º Para enseñar a tu hijo a ser sincero debes crear en tu hogar un clima de confianza. Haz un Plan de Acción para fomentar la sinceridad en tus hijos. 5º Lee de nuevo el caso de Ana «Todo el día está preocupada» en la pág. 238. Diseña un Plan de Acción para ayudar a Ana.
TRABAJO EN GRUPO: 1º Tratar de aclarar las dudas de interpretación que hayan surgido al leer el texto. 2º Comentar los Planes de Acción realizados. 3º Elegir los tres mejores Planes de Acción. 4º Contar los Planes de Acción llevados a cabo en otros grupos. 5º Pensar durante unos minutos algunas medidas preventivas a adoptar para prevenir el miedo en los niños. 6º TRABAJO OPCIONAL: Comentar los Planes de Acción diseñados para ayudar a Ana en la situación familiar: «Todo el día está preocupada» (punto 5º del trabajo individual).
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Índice Portada Créditos Introducción PARTE PRIMERA “A” - AUTONOMÍA Y BUENOS HÁBITOS Capítulo 1: «Mamá, ¿todavía me quieres?»: Los celos Una situación familiar ¿Es posible que tenga celos? ¿Por qué surgen los celos? ¿Qué podíamos haber hecho que no hicimos para evitarlos? ¿Qué es lo que aún estamos a tiempo de hacer? Capítulo 2: «Aún se hace pis en la cama»: Eneuresis Una situación familiar ¿Por qué le ocurre esto? ¿Se puede hacer algo para prevenir? Y si se hace pis, ¿qué podemos hacer para ayudarle? Capítulo 3: «Menuda nochecita…»: Problemas del sueño Una situación familiar ¿Por qué no puede dormir como los demás niños? No quiere irse a la cama. 141
¡No es posible: Otra vez despierto! ¡Mamá!: Tengo pesadillas. ¡Camina dormido! Se queda dormido en todas partes. Un plan de acción para Alicia Para pensar, para actuar... PARTE SEGUNDA “B” - LA IMPORTANCIA DE UN AMBIENTE FAMILIAR ESTABLE Capítulo 4: ¿Qué he hecho yo para merecer esto?»: El hijo de padres separados Una familia rota ¿Cómo afecta a los hijos la separación de los padres? ¿Qué podemos hacer para ayudarle? Consejos para Paloma y Javier ¿Es realmente necesaria la separación? Cómo darle la noticia El niño debe permanecer unido a ambos padres. Cómo afrontar sus reacciones «ME HE HECHO PIS EN LA CAMA»: Comportamientos regresivos. «SI DE VERAS ME QUISIERAS NO ME HARÍAS ESTO»: Sentimientos de rechazo y abandono. «¿QUÉ PASARÁ CONMIGO?»: Ansiedad, temor y retraimiento. «NO QUIERO IR AL COLEGIO»: Vergüenza y reserva.
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«TE ODIO, TODO ES CULPA TUYA, SI FUERAS UNA MAMÁ MEJOR ESTO NO HABRÍA OCURRIDO»: Agresividad, indisciplina y mal comportamiento. «ESTOY TRISTE, QUIERO MORIRME»: Depresión. ¿A QUIÉN LE IMPORTA?, SIEMPRE LO SUPE, NO ME IMPORTA Y NO LOS NECESITO»: Negación e indiferencia. «NO TE PREOCUPES, MAMÁ, YO TE CUIDARÉ»: Madurez excesiva. «MAMÁ NO ME QUIERE COMPRAR NADA, ¿A QUE TÚ SÍ?»: Manipulación de los padres. Cómo seguir adelante Tus hijos necesitan estabilidad y apoyo. Intenta cooperar en lo referente a la educación de los niños. Capítulo 5: «El terror del parque»: El niño agresivo Una situación familiar: «El terror del parque» ¿Qué le ocurre a Nacho? ¿Por qué es un niño agresivo? Frustración. Privación afectiva. Sentimientos de inseguridad. Inconsistencia de los padres. Aprendizaje inadecuado. ¿Cómo aprendemos a ser agresivos? ¿Cómo debemos actuar? 143
Para pensar, para actuar... PARTE TERCERA “C” - SEGURIDAD Y CONFIANZA Capítulo 6: «No para quieto»: El niño hiperactivo Una situación familiar: «Parece un rabo de lagartija» ¿Qué le ocurre a Pedro? ESCALA DE CLASIFICACIÓN DE LA ACTIVIDAD CRITERIOS DE DIAGNÓSTICO DE LA HIPERACTIVIDAD ¿Qué hicimos mal o en qué nos equivocamos? ¿Qué podemos hacer para ayudarle? Capítulo 7: «Te crecerá la nariz como a Pinocho»: La mentira en el niño Una situación familiar: «Mi papá es policía» ¿Por qué mienten los niños? ¿Deben preocuparnos sus mentiras? ¿Qué se puede hacer para prevenir? ¿Y si a pesar de todo miente? ¿Y si roba a los demás niños? Capítulo 8: «¿Por qué está tan nervioso?»: La ansiedad, el miedo, la inseguridad Una situación familiar: «Quiero con mi mamá» ¿Qué es la ansiedad y por qué se produce? Tres casos parecidos
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«No quiero ir al colegio»: Ansiedad de separación. «Mario no tiene amigos»: Ansiedad de evitación. «Todo el día está preocupada»: Ansiedad excesiva. ¿Qué podemos hacer en estos tres casos? Para pensar, para actuar... Guías de trabajo Índice
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Index Introducción PARTE PRIMERA “A” - AUTONOMÍA Y BUENOS HÁBITOS
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Capítulo 1: «Mamá, ¿todavía me quieres?»: Los celos Una situación familiar ¿Es posible que tenga celos? ¿Por qué surgen los celos? ¿Qué podíamos haber hecho que no hicimos para evitarlos? ¿Qué es lo que aún estamos a tiempo de hacer? Capítulo 2: «Aún se hace pis en la cama»: Eneuresis Una situación familiar ¿Por qué le ocurre esto? ¿Se puede hacer algo para prevenir? Y si se hace pis, ¿qué podemos hacer para ayudarle? Capítulo 3: «Menuda nochecita…»: Problemas del sueño Una situación familiar: «El problema de Alicia» ¿Por qué no puede dormir como los demás niños? No quiere irse a la cama. ¡No es posible: Otra vez despierto! ¡Mamá!: Tengo pesadillas. ¡Camina dormido! Se queda dormido en todas partes. Un plan de acción para Alicia Para pensar, para actuar...
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PARTE SEGUNDA “B” - LA IMPORTANCIA DE UN AMBIENTE FAMILIAR ESTABLE
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Capítulo 4: ¿Qué he hecho yo para merecer esto?»: El hijo de padres separados Una familia rota ¿Cómo afecta a los hijos la separación de los padres? ¿Qué podemos hacer para ayudarle? Consejos para Paloma y Javier ¿Es realmente necesaria la separación? Cómo darle la noticia. El niño debe permanecer unido a ambos padres. Cómo afrontar sus reacciones 146
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«ME HE HECHO PIS EN LA CAMA»: Comportamientos regresivos. «SI DE VERAS ME QUISIERAS NO ME HARÍAS ESTO»: Sentimientos de rechazo y abandono. «¿QUÉ PASARÁ CONMIGO?»: Ansiedad, temor y retraimiento. «NO QUIERO IR AL COLEGIO»: Vergüenza y reserva. «TE ODIO, TODO ES CULPA TUYA, SI FUERAS UNA MAMÁ MEJOR ESTO NO HABRÍA OCURRIDO»: Agresividad, indisciplina y mal comportamiento. «ESTOY TRISTE, QUIERO MORIRME»: Depresión. ¿A QUIÉN LE IMPORTA?, SIEMPRE LO SUPE, NO ME IMPORTA Y NO LOS NECESITO»: Negación e indiferencia. «NO TE PREOCUPES, MAMÁ, YO TE CUIDARÉ»: Madurez excesiva. «MAMÁ NO ME QUIERE COMPRAR NADA, ¿A QUE TÚ SÍ?»: Manipulación de los padres. Cómo seguir adelante Tus hijos necesitan estabilidad y apoyo. Intenta cooperar en lo referente a la educación de los niños. Capítulo 5: «El terror del parque»: El niño agresivo Una situación familiar: «El terror del parque» ¿Qué le ocurre a Nacho? ¿Por qué es un niño agresivo? Frustración. Privación afectiva. Sentimientos de inseguridad. Inconsistencia de los padres. Aprendizaje inadecuado. ¿Cómo aprendemos a ser agresivos? ¿Cómo debemos actuar? Para pensar, para actuar...
PARTE TERCERA “C” - SEGURIDAD Y CONFIANZA Capítulo 6: «No para quieto»: El niño hiperactivo Una situación familiar: «Parece un rabo de lagartija» ¿Qué le ocurre a Pedro? ESCALA DE CLASIFICACIÓN DE LA ACTIVIDAD CRITERIOS DE DIAGNÓSTICO DE LA HIPERACTIVIDAD 147
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¿Qué hicimos mal o en qué nos equivocamos? ¿Qué podemos hacer para ayudarle? Capítulo 7: «Te crecerá la nariz como a Pinocho»: La mentira en el niño Una situación familiar: «Mi papá es policía» ¿Por qué mienten los niños? ¿Deben preocuparnos sus mentiras? ¿Qué se puede hacer para prevenir? ¿Y si a pesar de todo miente? ¿Y si roba a los demás niños? Capítulo 8: «¿Por qué está tan nervioso?»: La ansiedad, el miedo, la inseguridad Una situación familiar: «Quiero con mi mamá» ¿Qué es la ansiedad y por qué se produce? Tres casos parecidos «No quiero ir al colegio»: Ansiedad de separación. «Mario no tiene amigos»: Ansiedad de evitación. «Todo el día está preocupada»: Ansiedad excesiva. ¿Qué podemos hacer en estos tres casos? PARA PENSAR PARA ACTUAR…
Guías de trabajo Índice
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