Semiotica De La Cultura

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Semiótica de. la Cultura Jurij M. Lotman

y Escuela de Tartu

Jurij M. Lotman y Escuela de Tartu

Jurij M. Lotman y Escuela de Tartu

de la cultura Introducción, selección y notas de Jorge Lozano

EDICIONES CÁTEDRA, S. A. Madrid

Traducción de Nieves Méndez

© V.A.A.P. (Sociedad Nacional de la U.R.S.S. para los derechos de autor) Ediciones Cátedra, S. A., 1979 D. Ramón de la Cruz, 67. Madrid-1 Depósito legal: M. 23.423 - 1979 ISBN: 84-376-0193-2 V rin ltd in Spain

Impreso en V e l o g r a f . Tracia, 17. Madrid-17 Papel: Torras Hostench, S. A.

índice J orge L ozano Introducción a Lotman y la Escuela de Tartu ...................................... fl. Algunas notas históricas ........................... ..................................... TI. La semiótica soviética ... ........................................... ... .......... II I . Lotman y la Escuela de T a r t u ...................................................... IV . Breves natas sobre esta compilación ........................ ...........

9 11 14 21 36

J urij M. L otman El problema del signo y del sistema signico en la tipología de la cultura anterior al siglo x x ......................................................................

41

J uki.t M. L otman v Boris A, U spenskij Sobre el mecanismo semiótico de la cultura

...............................

67

Un modelo dinámico del sistema semiótico ............................................

93

J u rij M. L otman

J urij M, L otman y B oris A . U spenskij M ito, nombre, c u ltu ra ................ ................ .......... ...................................

11 1

Z. G, M inc El concepto de testo y la estética sim b o lista ...........................................

137

S. S. A v e rin c e v El carácter general de la simbólica en la A lta Edad Media ................

145

7

V . V . I vanov La semiótica de las oposiciones mitológicas de varios pueblos ..........

149

T . V . C i v ’ja n

La semiótica del comportamiento humano en situaciones dadas (principio y fin de la ceremonia, fórmulas de cortesía) .................

173

N. I . Y S. M . T o l s t o j Para una semántica de los lados izquierdo y derecho en sus relaciones con otros elementos sim b ó lico s...............................................................

195

J u r ij M . L otman V alor modelizante de lo conceptos de «fin» y «principio» ................

199

J u r i j M. L o tm an Semiótica de los conceptos de «vergüenza» y «miedo» .......................

205

B. A. U spenskij Historia sub especie semioticae ......................................................................

209

V . V . I vanov La estructura de los signos en el c i n e .............................................. .

...

2 19

Las investigaciones soviéticas en el campo de la semiótica en los últimos a ñ o s ...................................................................................................

225

D . M . S egal

8

In t r o d u c c ió n a L o t m a n y la E s c u e la d e T a r t u J

I.

orge

L ozan o

Algunas notas h istóricas

Queda ya muy lejos la afirmación de Barthes, de 1964, «La se­ miología sigue todavía buscándose a sí misma», y no digamos el timorato provecto de Saussure de crear, en el fu tu ro , «una ciencia que estudie la vida de los signos en el seno de la vida social». Parece conveniente, antes de ocupamos de los estudios de Lotman v la Escuela de Tartu sobre la semiótica de la cultura, deshacer el mal­ entendido extensamente aceptado de considerar la semiótica una disciplina «actual», surgida con _el _e_structufalismo! v hasta cierto punto una preocupación «lateral», un modo gratuito de observar las cosas. Sin pretender acumular datos en prueba de lo contrario, repa­ saremos brevemente algunos autores para quienes ba sido esencial la reflexión sobre los signos o sobre el funcionamiento de los hechos de la vida social como fenómenos significantes, si bien esta faceta es la que normalmente se ha pasado por alto en las sucesivas lecturas de dichos autores. Somos conscientes del riesgo de historicismo — amén de la parcialidad— que supone la selección de los ejemplos reseñados. La intención no es otra que la de mostrar, pese a su peligrosa descontextualización, una serie de textos «históricos» en los que el acercamiento semiótico, abstracción hecha de los postu­ lados epistemológicos, nos parece evidente. El estudio de los tipos de semiosis existentes o posibles1 es tan 1 Ch. S. Prirce define la semiótica como la «¡teoría de la naturaleza esencial y de la variedad fundamental de toda semiosis posible», Collected Papers. 5.844,

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antiguo como k filosofía. De hecho, Eco (1978) propone una relectura de la historia de la filosofía en clave semiótica. Hoy ya es innegable el establecimiento progresivo de la semiótica como dis­ ciplina con estatuto propio, a partir de las muy variadas aportaciones, desde diferentes escuelas, tanto en el campo de su fundamentadón teórica, como de los análisis sobre todo tipo de objetos, y en cuanto ciencia autocrítica y crítica de la ciencia (Kristeva), capacidad de reflexión sobre los modos humanos de construir y transmitir eí conocimiento que, como sostiene el propio Lotman, ha necesitado esperar su momento en la evolución del pensamiento para estable­ cerse con todo su vigor. Las primeras trazas de esta preocupación parecen encontrarse en los presocráticos, preocupados por la interpretación de ios men­ sajes divinos, Los estoicos ya distinguían entre sem a in o n (signifi­ cante) y sem & inomenon (significado)3. Platón define en Cratilo, con lucidez asombrosa, el signo como «lo que reenvía a otra cosa natural o convencionalmente». Aristóteles (De I n ter p re ta tio n e) distingue en­ tre o n o m a , signo que por una determinada convención significa una cosa (como /Filón/ o /barco/); rema, signo que incluye en su significación una referencia temporal (como /está sano/); loga s, signo complejo, un discurso significativo completo. La distinción que establece en La M etafísica entre sustancia, m ateria y fo r m a guarda un parecido extraordinario con la tripartición de las dos caras del signo de Hjemslev 3. Galeno ya usó el término sem io tik é para designar la ciencia de los síntomas en medicina. Desde una posición pre-semiótica pero intuyendo muchos de sus desarrollos posteriores,"San Agustín define en De la D ialéctica (capí­ tulo V) el signo como ¿iquello que se muestra a sí mismo al sentido y que, fuera de sí, muestra también algo al espíritu. Hablar es dar un signo con la ayuda de un sonido articulado.

Las palabras no son, por tanto, otra cosa más que signos. En el mismo capítulo añade, la palabra es el signo de una cosa que puede ser comprendido por el receptor cuando es proferido por el locutor, 5 Véase «La semiótica estoica y el escepticismo», en A. Rey, Tbéories du signe et du sens, París, Klincksieck, 1972. Rey señala ei paralelismo entre el esquema de la semiótica estoica y el de un metalenguaje según l a . descripción de Hjemslev. También «Naissance de la sémiotique occidentales., en T. Todorov, Tbéories du Symbole, Scul!, París, 1977. 3 Véase .Tullio di Mauro, ' Introduzione alia Semántico, Barí, Laterza, 1965.

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señalando dos tipos de relaciones: la del signo y la cosa (designación y significación) y la del locutor y el auditor (comunicación) *. Podemos incluso ver en San Agustín un precursor de la kinesica, las señales son una producción del espíritu como la cara es expresión del cuerpo [ ...] . Cuando alguien dice I r alus sum ningún pueblo, salvo los latinos, le comprende. Pero si la pasión de su alma en fuego le sube a la cara, y transforma su expresión, todos los espec­ tadores piensan: 'Un hombre en cólera’ (Doctrina Cristiana, II, 3).

Guillermo de Occam, en la Stimina lagicae, considera signo «todo lo que, una vez aprehendido, hace conocer otra cosa». Los Modistae, grupo de gramáticos del siglo x m que recibieron ese nombre por ‘escribir tratados titulados De m o d is significandi, descubren que la lengua es una estructura que está en cierta forma «garantizada» por 3a estructura del ser ( m o d i e s s e n d i) y por la de la mente (m o d i in tettigen d i) Entre los escolásticos merece atención el español Franciscus Sanctius Bracensís, el Brócense, autor de M in e r v a 5, conside­ rado «el Descartes de los gramáticos» 7. La importancia de Descartes ha sido ya señalada por N. Chomskv en Cartesian Lingüistica *. . Pero es Loche. quien puede arrogarse la «responsabilidad» de la introducción del término semiótica ( sem io tics) y de fundar su proyecto. En efecto, en su célebre Essay on H uman TJnderstandin g (IV, XXI, I), divide la ciencia en tres áreas: La filosofía, que se ocupa de la naturaleza de las cosas como son en sí mismas, sus relaciones y su modo de operar; la ética, lo que el hombre mismo tiene el deber de hacer como agente racional y voluntario para alcanzar cualquier fin, y especialmente la felicidad; y en tercer lugar, la ciencia que estudia los modos y medios con los coales se alcanza y comunica el conocimiento de estos dos órdenes_ de posas. A esta ciencia se le puede llamar £T)(jLSUtmxT|,o sea, la doctrina de_ los .¡irnos so objetivo es el de considerar la naturaleza de los signos de los que hace uso el espíritu para el entendimiento de las cosas, o pata transmitir a otros su conocim ientoD. * T, Tadorov, op. cit., «La synthese Augustinienne». 5 Cfr. R. Bartbes, Investigaciones retóricas I. La retórica antigua, Buenos Aires, Tiempo Contemporáneo, 1974, 5 F. Sánchez de las Brozas (Broncease), Minerva, Madrid, Cátedra, 1976. 5 R. Jakobson «Glosses on the Medieval Insight into the Science oí Lan­ gusas», en Mélanges Unguistiques offerts a Émile Benveniste, París, Société de Linguistique de Paris, 1975. 9 N. Chomsky, Cartesian Linguistics: A Chápter in the History of Kationalist Thought, Nueva Y ork, Harper & Row, 1966; trad. cast, Lingüística cartesiana: Un capíhdo de la historia del pensamiento racionalista, Madrid, Gredos, 1969. 8 Locke identifica, como siglos más tarde haría Peirce, semiótica con

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Antes de hablar de Peirce, baste señalar, pasando por alto a Hobbes, Hume, Berkelev, que de un modo u otro se ocuparon de la semiótica, la obra de J. H. Lambert, Semiotik, y W is s e m c h a fs te h r e de Bolzano ( 1 8 3 7 ) , uno de cuyos capítulos se titula precisamente «Sem iotik», o el ensayo de Husserl «Zur logik der Zeichen (Se­ m iotik)», escrito en 1 8 9 0 e impublicado basta 1 9 7 0 Por fin llegamos a uno de los fundadores de la semiótica contem­ poránea, Charles Sanders Peirce, que tampoco fue publicado hasta muy tardíamente. Pese a haber sido considerado lógico, represen­ tante de la escuela pragmática, etc,, Peirce asumió siempre el papel de «padre de la semiótica», así en una carta a Lady W elby escribe: Y o soy [ ...] un pionero o al menos un explorador en la actividad de clarificar e iniciar lo que yo llamo semiótica, es decir, la doctina de la naturaleza esencial y de las variedades fundamentales de toda posible semiosis — y aún añade— , nunca me ha sido posible em­ prender un estudio, sea cual fuere su ámbito, las matemáticas, la moral, la metafísica, la gravitación, !a termodinámica, la óptica, la química, la anatomía comparada, la astronomía, los hombres y las mujeres, e! whist, la psicología, la fonética, la economía, la historia de las ciencias, el vino, la metereología, sin concebirlo como un estudio semiótico.

Sin entrar, evidentemente, en el pensamiento complejo e impor­ tante de P eirce11, destacamos dos consecuencias importantes; 1 . El carácter social, cultural, de los signos (signos: «algo que, para alguien, representa o se refiere a algo en algún aspecto o ca­ rácter»), 2. La llamada par Peirce Sem iosis ilimitada¡ es decir, el hecho lógica — de hecho Peirce conoció la obra de Lccke antes de hablar de semió­ tica. Aunque estas definiciones de Locke han sido consideradas como las primeras definiciones conscientes de la semiótica, parece que anteriormente un planteamiento similar ya había sido explicitado, por ejemplo, por John Wilkins que en Mercury, or the Sccret and Sw ift Messenger (16 4 1), tratando sobre los modos posibles de comunicación, distingue entre criptología, criptografía y semiología. O tro ejemplo es Ars signorum (16 61) de Georges Dalgarno quien distingue: — Signos verbales o visivos ............... .......... — Signos sobren atu rales.................................. — Signos naturales ...........................................

sematología. crematología. fisiología.

’* Véase R. Jakobson, «Coup d ’oeíl sur le développemenr de la semiotique», Comunicación al l.,r Congreso de la International Association of Semiotic Studies, M ilán, junio 1974. 11 D entro de la vastísima literatura sobre Peirce, remitimos a una obra reciente de un español: A . Tordera, Hacia una semiótica programática (El signo en Ch, S. Peirce), Valencia, "Fernando Torres, T97S.

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de que el objeto de un signo es siempre el signo de otro objeto, y no existe una realidad última absolutamente objetual y no signi­ ficante. El otro gran filón de la semiótica contemporánea es el que parte de Saussure quien, ignorando la tradición filosófica apuntada,' se pregunta: «¿P or qué la semiología no ha existido basta ahora?» 12 y de becho habló de semiología — o signología— sólo como posibilidad abierta al futuro de estudio exclusivamente de sistemas de «signos convencionales» (lenguaje gestual, lenguaje de los sordomudos, re­ glas de cortesía, etc.). Al centrar su estudio en la langue, como sistema de signos, crea una línea de estudios semiológicos de base eminentemente lingüistica (durante algún tiempo por sem io lo g ía se entendía la corriente europea de base lingüística, mientras por s e m ió ­ tica, aquella anglosajona de base lógico-filosófica). En esta línea Barthes, con los E lem en to s d e sem iología , de 1964, por una parte comienza una nueva época en la historia de la ciencia de los sistemas de signos, y por otra, desde postulados saussureanos, invierte su propuesta, consistente en constituir la lingüística como una parte de la ciencia más general de los signos, en otra en que la semiología sería absorbida por una translingüística, en la medida en que todos los sistemas de signos son de alguna forma «hablados», y entraría a formar parte de la lingüística, ciencia más general. La herencia lingüística saussureana, siendo fundamental, redujo, sin embargo, la posibilidad de desarrollar la semiótica a otros campos, Jakobson afirma: El egocentrismo de los lingüistas, que tratan de excluir de la esfera semiótica los signos organizados de manera diferente de los de la lengua, reduce en efecto la semiótica a un simple sinónimo de la lingüística 13.

Los ,semióticos soviéticos, como veremos más adelante, si bien cuentan con una importante tradición lingüística y reconocen que «la lingüística es la parte más elaborada de la semiótica» 1‘, se ocupan del estudio de cu alq uier sistema de signos, sin preocuparse de ser fieles a -Peirce o a Saussure Is, desde formaciones y posiciones dife­ 12 Cit. por R. Jakobson en «Coup d ’oe il..,», loe. cit. 13 R. Jakobson, «Coup d ’oeil...», loe. cit , 11 B. A. Uspenskii, «Les problémcs sémiotiques du stvle á la lumiere de la linguistique», en J . Kristeva et al. (eds.), Essays in Semiotics, La Haya, Mouton, 1971. 15 I. I. Revzin, «De la lingüística estructural a la semiótica», en Los sistemas Je signos, Madrid, Alberto Corazón, 1972, indica ya esta posición de partida

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rentes —lingüística, antropología, teoría de la información, ciber­ nética, etc. Al crearse, en 1969, la Asociación Internacional de Semiótica se adoptó el nombre de semiótica’ — sin excluir el de 'semiología’— para la disciplina que estudia los sistemas de significación. Se abre así una época en la que la semiótica, intentando formalizarse progre­ sivamente, coexiste e interviene30 con otras ciencias, busca nuevos objetos, nuevos sectores de aplicación o, como señala Segal en un artículo de este libro («Las investigaciones soviéticas en el campo de la semiótica en los últimos años»), en nuestra práctica científica, la denominación 'semiótica’ se refiere no sólo a la ciencia abstracta sobre las propiedades universales de los sistemas sígnicos, sino principalmente a una determinada orien­ tación cienrífica, todavía apenas en formación, que abarca aquello que en otros países estudian ciencias como la antropología cultural (social, estructural), la psicología social, la etnografía histórica, el análisis del contenido, la poética, la crítica de arte, etc.

«Una determinada orientación científica» en el estudio de la dimensión significacional que atraviesa toda práctica social y supone una distinta pertinencia en la categorización e interpretación de los fenómenos de que tradicionalmente se ocupan las ciencias «sociales» o «humanas». Este es el nuevo horizonte que ha empezado a abrirse para la semiótica y en el que la escuela soviética juega un papel fundamental.

II.

La sem ió tica s o v ié t ic a

El origen de la semiótica soviética 17 tiene su base en el estudio del aspecto sígnico del lenguaje. Los introductores de estas investigacipnes eran lingüistas de formación; ya en 1916 Linzbach decía: de la semiótica soviética: «la semiótica, ciencia que estudia las propiedades generales de los sistemas de signos [ . . .] , se planteó en líneas paralelas pero autónomas, en los trabajos de uno de los pilares de la moderna lingüística estructural de F. de Saussure, y de uno de los fundadores de la lógica mate­ mática, Charles S. Peirce». 16 Semiótica como «ars inrerveniendi», P. Fabbri, «Le comunicazioni di massa in Italia: sguaido semiotico e malocchino della sociología», Quaderni di studi semiotiti, 5, 1973. LT Véase más adelante, D. M. Segal, «Las investigaciones soviéticas en el campo de la semiótica en los últimos años»,

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No se ha encontrado jamás la piedra filosofal, pero se ha en' contrado otra cosa, algo mucho más maravilloso: la ciencia exacta que nos permite hoy soñar en la transformación de la materia [ ...] . Consideramos el trabajo de los lingüistas modernos como un trabajo infatigable, de gnomos fantásticos semejantes a lo que fueron los alquimistas. Su actividad se define por el esfuerzo más o menos consciente de descubrir las leyes generales que determinan la exis­ tencia del lenguaje y cuya posesión es igual a la posesión de Ja piedra filosofalla.

Dejando de lado el entusiasmo quimérico de este sabio ruso, no cabe duda de que la tradición lingüística de este país ha promovido las comentes de la semiótica soviética contemporánea. Figuras como Jcan Baudouin de Courtenay (1845-1929), fundador de la escuela de Kazan, adelantaron en el siglo pasado muchas de las ideas del movimiento lingüístico estructural. Los estudios filosóficos —que tienen sus antecedentes en A. A, Potebnaj — el folklore y la crítica literaria eran hasta no hace mucho el campo de acción de los análisis de la significación. En 1919 aparece una colección de artículos de los Formalistas rusos titulada P o é t i c a A pesar de la ocultación por parte de las autoridades soviéticas, como indica Todorov, de la herencia del for­ malismo durante treinta años (1930-1960), su influencia ha sido cons­ tante, baste citar a Trubetzkoy y a Jakobson, éste militante de van­ guardia del formalismo, pata comprobar la permanencia de sus en­ señanzas. Dado que no se trata en esta introducción de analizar dicha es­ cuela, remitimos a las antologías y estudios de Erlich y Todorov21, sin embargo, como prueba de su influencia citamos^al propio Lotman (máximo representante de la actual semiótica soviética, miembro de la Asociación Internacional de Semiótica, director, hasta hace poco, de la cátedra de literatura rusa en la universidad de Tartu y de la revista S em eiotik e, impulsor de los coloquios estivales de Kaariku, 16 Principios de la lengua filosófica: Ensayos de lingüística exacta (Petrogrado, 1916), citado por J. Kristeva «L'Expansión de la Sémiotique», en J, Kristeva (eds.), Essays in Semiotics - Essais de Sémiotique, La Haya, iVíouton, 1971. 1S Véase R. L ’Hermitte, «La linguistique saviétique», en L ’Hermitte, Shaumián et al., «La linguistique en U.R.S.S.», Lctngages. 15, 1969. 20 Poetika. Sboniki po teorii poetischeskogo jazyka, Petrogrado. 1919, citado por T. Todorov, «La poédque en U.R.S.S.», Poétique, 9, 1972. 21 Erlich, Víctor, Russian Formalism, La Haya, Mouton, 1954, traduccióncastellana, El formalismo ruso, Barcelona, Lumen. Todorov, Tívetan (ed.), Théorie de la Utterature - T'extes des formalistes russes, París, Seuil, 1965; traduc­ ción castellana, Buenos Aires, Signo,

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rentes —lingüistica, antropología, teoría de la información, ciber­ nética, etc. Al crearse, en 1969, la Asociación Internacional de Semiótica se adoptó el nombre de 'semiótica’ — sin excluir el de ‘semiología'— para la disciplina que estudia los sistemas de significación. Se abre así una época en la que la semiótica, intentando formalizarse progre­ sivamente, coexiste e interviene lf' con otras ciencias, busca nuevos objetos, nuevos sectores de aplicación o, como señala Segal en un artículo de este libro («Las investigaciones soviéticas en el campo de la semiótica en los últimos años»), en nuestra práctica científica, la denominación 'semiótica’ se refiere no sólo a la ciencia abstracta sobre las propiedades universales de los sistemas sígnicos, sino principalmente a una determinada orien­ tación científica, todavía apenas en formación, que abarca aquello que en otros países estudian ciencias como la antropología cultural [soda], estructural), la psicología social, la etnografía histórica, el análisis del contenido, la poética, la crítica de arte, etc.

«Una determinada orientación científica» en el estudio de la dimensión significación al que atraviesa toda práctica social y supone una distinta pertinencia en la categorízación e interpretación de los fenómenos de que tradicíonalmente se ocupan las ciencias «sociales» o «humanas». Este es el nuevo horizonte que ha empezado a abrirse para la semiótica y en el que la escuela soviética juega un papel fundamental.

II.

La s e m ió tica so v ié tica

£1 origen de la semiótica soviética 17 tiene su base en el estudio del aspecto sígnico del lenguaje. Los introductores de estas inves­ tigaciones eran lingüistas de formación; ya en 1916 Linzbach decía: de la semiótica soviética: «la semiótica, ciencia que estudia las propiedades generales de los sistemas de signos [ ...] , se planteó en líneas paralelas pero autónomas, en los trabajos de uno de los pilares de la moderna lingüística estructural de F. de Saussure, y de uno de los fundadores de la lógica mate­ mática, Charles S. Peírce», 16 Semiótica como «ars interveníendi», P, Fabbri, «Le comunicazioni di massa in Italia: sguardo semiotico e malocchmo delia sociología». V'ü Om derni di sludi semiotici, 5, 1973. ~ 17 Vease más adelante, D. M. Segal, «Las investigaciones soviéticas en el campo de la semiótica en los últimos años».

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No se ha encontrado jamás la piedra filosofal, pero se ha en­ contrado otra cosa, algo mucho más maravilloso: la ciencia exacta que nos permite hoy soñar en la transformación de la materia Consideramos el trabajo de los Lingüistas modernos como un trabajo infatigable, de gnomos fantásticos semejantes a lo que fueron los alquimistas. Su actividad se define por ei esfuerzo más o menos consciente de descubrir las leyes generales que determinan la exis­ tencia del lenguaje y cuya posesión es igual a la posesión de la piedra filosofal18,

Dejando de lado el entusiasmo quimérico de este sabio ruso, no cabe duda de que la tradición lingüística de este país ha promovido las corrientes de la semiótica soviética contemporánea. Figuras como /Jean Baudouin de Courtenay. (1845-1929), fundador de la escuela de TCazán, adelantaron en el siglo pasado, muchas de las ideas del movimiento lingüístico estructural. Los estudios filosóficos —que tienen sus antecedentes en A. A. Potebnaj19— el folklore y la crítica literaria eran hasta no hace mucho el campo de acción de los análisis de la significación. En 1919 aparece una colección de artículos de los Formalistas tusos titulada Poética™. A pesar de la ocultación por parte de las autoridades soviéticas, como indica Todotov, de la herencia del for­ malismo durante treinta años (1930-1960), su influencia ha sido cons­ tante, baste citar a Trubetzkoy y a Jakobson, éste militante de van­ guardia del formalismo, para comprobar la permanencia de sus en­ señanzas . D-ado que no se trata en esta introducción de analizar dicha es­ cuela, remitimos a las antologías y estudios de Erlich y Todotov31, sin embargo, como prueba de su influencia citamos /al propio Lotman (máximo representante de la actual semiótica soviética, miembro de la Asociación Internacional de Semiótica, director, hasta hace poco, de. la cátedra de literatura rasa en la universidad de Tartu y de la revista Sem eiotik e, impulsor de los coloquios estivales de KaKriku, is p¡-incipios de la lengua jilosójica: Ensayos de lingüística exacta (Petrogrado, 191Ó), citado por J. K risteva «L ’Expansión de la Sémiotique», en J. Kristeva (eds.), Essays in Semiotics - Essais de Sémiotique, La Haya, ¡Víouton, 1971. IS Véase R. L ’Hermitte, «La línguistique soviétique», en L ’Hermitte, Shaumián et al., «La linguistique en U.R.S.S,», Langages, 15, 1969. 20 Poetika. Sboniki po teorii poetischeskogo jaiyka, Petrogrado, 1919, citado por T. Todorov, «La poétique en U.R.S.S.», Poétique, 9, 1972. S1 Erlich, V íctor, Russian Eormalism, La Haya, Mouton, 1954, traducción castellana, Et formalismo ruso, Barcelona, Lumen. Todorov, Tzvetan (ed.), Tbéorie de la litteratm e - Textos des formalistes rustes, París, Seuil, 1965; traduc­ ción castellana, Buenos Aíres, Signo,

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Tartu), quien, tras referirse a Tynjanov, Sklo'wskij, Ejchcmbaum, Gukovskij, Propp, etc., señala: Se debe subrayar que, en la actual fase de desarrollo, la ciencia literaria soviética, aun teniendo mucho en común con los trabajos de los investigadores de los años 20 [ ...] , se basa prevalentemente en los resultados de la lingüística estructural, de la semiótica, de la teoría de la información, de la cibernética (el subrayado es mío, J. L.).

Asimismo, Fokkema y Kunne dicen a propósito de Lotman que: su trabajo puede ser considerado una continuación del formalismo raso, aunque posee también algunos aspectos originales **.

Abandonando los antecedentes y situándonos ya en una produc­ ción propiamente semiótica, podemos localizar su inicio, en los años 20, en los trabajos de Bogatirev sobre la semiótica de] vestido po­ pular ruso a . Su influencia, en concreto en el campo de la semiótica del teatro, es notoria. Bogatirev y Jakobson, ambos miembros del Círculo Lingüístico de Praga, escribieron juntos en 1929 «El folklore como forma de creación autónom a»84, texto en el que se encuentran fuertemente marcados algunos p rincipios semióticos fundamentales 25: No se da innovación lingüística sin que haya un consenso social que la acepte y la integre, y esto vale también para los otros sistemas de comunicación. Cualquier sistema semiótico está sujeto a leyes semióticas b) generales y opera como código, pero tales códigos están vinculados a comunidades específicas (del poblado al grupo étnico) del mismo modo que un lenguaje genera sus subeódigos ligados a profesiones o actividades determinadas. c'y El estudio de un código es estudio tanto de sus leyes sin­ crónicas como de la formación y transformación diacrónicas de estas leyes. «)

22 Theories of Literature in tbe T wentieth Century. Structuralism, Marxism, Aesthetics o f Reception, Semiotics, Londres, C. Huxst and Co., 19 7 7 ; traducción castellana, Madrid, Ediciones Cátedra (en prensa). \JyT h e Functions of Folk Costume in M oravian Slovaktc, La Haya, Mouron, 1971. 34 «D ie Folglore ais eine besondere Form des Schüffens», Donurtt Natdiciutn Schrijnen, Mijmegem, Utrech, 19 19 , trad. ital., «II folklore come forma di creazione autonoma», Strum enti Critici, 3, 1967. Véase la introducción de U, Eco, «II pensiero semiorico di R. Jakobson», a R. Jakobson, Lo sviluppo della semiótica, Milán, Bompiani, 1978.

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Otro autor cuya influencia es patente en la actual escuela de Tartu es M. Bajtin quien escribe, ya en 1929, P ro b lem a s d e la obra crea d o ra d e D ostoievsk i, ampliado en 1936 en La p o é tica d e Dost o i e v s k i 26. Bajtin supone, como señala Kristeva, «uno de los intentos más potentes de superación de la escuela formalista» aj; su concepción del diálogo se opone a la de los formalistas, el diálogo puede ser monológico y lo que se llama monólogo es frecuentemente dialógico. En la obra citada señala esta carencia de la lingüística: La lingüistica estudia la lengua en sí misma, su lógica específica y sus entidades, que hacen posible la comunicación dialógica, pero hace abstracción de las propias relaciones dialógicas.

{Para Bajtin «el diálogo es la única esfera posible del lenguaje».) Esra concepción 3el diálogo está claramente presente en Lotman, que estudia la reconversión del proceso comunicativo «yo-el» en «yo-yo», «autocomunicación» (« I duc modelli. . . » ) 2“, así como la con­ cepción, también de Bajtin, del texto, en La cultura popu lar en la Edad M edia y e n el R en a cim ien to sobre la obra de E. Rabelais —libro clave para el análisis semiótico de los signos carnavalescos y base para los estudios tipológicos de Tú cultura— , los textos se sitúan en la historia y en la sociedad, que a su vez son analizadas como testos que « e l escritor lee y en los que se inserta rescribiéndolos» 39. Otro autor de influencia evidente, y no sólo limitada a la geogra­ fía soviética, es ÍY. Propp cuya M o r fo lo g ía d e l c u e n t o ha sido, sin duda, uno de los pilares fundamentales del estructuralismo; desde el análisis estructural del relato & la antropología estructural con­ sideran a Propp su pionero. Pero seguramente quien ha pesado con más fuerza en toda la /semiótica contemporáneas y muy especialmente en Lotm an,Jia sido Jakobson, dé- quien ya hemos señalado el pro­ tagonismo en el grupo de los formalistas y en el Círculo de Praga, 26 B. A . Uspenskij lo analiza en Poetika kompozicci: Straktura chudozestvennogo lezta leksta i tipologija kompozicionnoj formy, Moscú, «Iskusstvo», 19 7 0 ; traducción francesa, Poétique de la composition, París, Seuü, 1970. Asimismo Bajtin, en su artículo postumo «Problema texta» (Voprosy Literatury, 10 , 1976), se plantea el testo — «todo complejo signico coherente»— como objeto de investigación y de pensamiento. Superando el viejo formalismo, Bajtin se sitúa en la así llamada semiótica textual, que centra su análisis en el 'texto’. 1,7 «Le mot, le dialogue et le román», en iTpEtümxTi Recberches pour une sémanalyse¡ París, Seuil, 1969. 58 «o dvuch modeljach Lormnikacii v sisteme kuTtury», en Trudy poznakovyun sisiemam, V I, Tartu, 19 7 3 ; traducción italiana: « I due modelli della comunicazione nel sistema della cultura», en Lotman, Uspenskij, Tipología della Cultura, M ilán, Bompiani, 1975. 23 J , Kristeva, «La m ot...», loe. cit.

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de donde surgieron las famosas tesis d e l 29. Su estancia en USA a partir de 1946 tuvo como consecuencia la introducción en el campo de la semiótica, y naturalmente también en Rusia, de dos importantes descubrimientos: 1. Ch. S. Peirce, de quien dice que es-.«el más inventivo y el más universal de los pensadores americanos» (Jakobson, 1965) y de quien utilizó e incorporó la famosa tríada signica: símbolo, índice, icono311 a partir de la que se han establecido las diferencias y tipo­ logías de signos. Tipología ésta que se halla presente en toda la escuela de Tartu. Por otra parte la introducción de Peirce — y de Morris— ha supuesto la coexistencia de la tradición lingüística an­ terior con la lógica matemática, 2 " El otro gran descubrimiento de Jakobson fue la lectura de Th e'M a th em a ú ca l 'Theory o f C o m m u n ica ñ on , de Shannon y Weaver, en 1949, jalón de la teoría de la comunicación. Su introducción en el campo ruso supuso la incorporación de la teoría de la información cuyo impulse ha desarrollado la semiótica soviética. En efecto, con la teoría matemática de la comunicación se abre la posibilidad de medir en términos cuantitativos y estadísticos la información de un mensaje y al mismo tiempo de analizar su significado (que sería el valor que se puede atribuir a uno o más elementos de información sobre la base de un código). Según el propio Weaver, la teoría de la comunicación ha clarificado la atmósfera de modo tan profundo que quizá ahora por prim era vez estamos capacitados para elaborar lina teoría del significado iL.

Estos nuevos métodos fueron recogidos con la intención de dar un mayor rigor científico a 3a p o é tic a : Lotman afirma que es a través de las matemáticas, la teoría de la información, la cibernética, etc,, como se puede superar la contraposición existente 3U Símbolo (syifibal): reenvío del significante al significado en virtud de una convertcionalidad asignada, convencional, habitual. Indice (índex): reenvío del significante al significado en virtud de una contigüidad electiva. Icono (icona): reenvío del significante al significado en virtud de una similaridad efectiva, Según R. Jakobson, «Coup d’oeil.-.», loe. til. 31 En Shannon y W eaver, The Mathematical Theory of Communicañon, cit. por R. Jakobson, ibíd. La «teoría del significado» a que efectivamente dio lugar esta y otras obras fue posteriormente profundamente cuestionada y reformada por la semiótica.

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entre ciencias esactas y ciencias humanas, como fueron separadas por los científicos del siglo x i x 3a.

en un intento de superar el intuicíonismo de la escuela formal de los años 20 y el historicismo de los años 30 para convertir la vieja poética rusa en ciencia literaria o, en palabras de Lotman, las espléndidas Hipótesis de los estudiosos de los años 20 han sido sustituidas (gradas a la incorporación de la teoría de la información, la cibernética, etc.) por una rigurosa teoría de la estructura del testo poético33.

Es al inicio de los años 60 cuando la /{ciencia literaria soviética»., empieza a desarrollarse, contando con la colaboración de los prin­ cipales especialistas del campo de las matemáticas y, en concreto, con el académico A. N. Kolmogorov. Lotman, en Estructura d el tex to artístico H, introduce y aplica la medición de la entropía del lenguaje que realizó Kolmogorov: la entropía del lenguaje (H) está compuesta por dos magnitudes: una determinada capacidad semán­ tica (hi) —es decir, la capacidad de la lengua, en un texto de extensión determinada, de transmitir una cierta información semán­ tica— y la elasticidad de la lengua (ha) —-es decir, la capacidad de transmitir un mismo contenido en varios modos equivalentes— ha es la fuente de la información poética. Si ha = O entonces —sería el caso de los lenguajes artificiales, de la ciencia, que excluyen por principio la posibilidad de sinonimia — ese lenguaje no puede cons­ tituir material para la poesía. El .discurso poético — que es precisa­ mente ai que se ha aplicado el método~de Kolmogorov— impone al texto una serie de limitaciones, en forma de un ritmo determinado, de una rima, de normas estilísticas y léxicas. Tras medir qué parte de la capacidad portadora de información se emplea en estas lim i­ taciones (¡3), Kolmogorov formula una ley según la cual la creación poética es posible mientras la cantidad de información empleada en las limitaciones no supere fi < h¡>, la flexibilidad del texto. En un lenguaje con d ^ h2 la creación poética es imposible. Sin embargo, Lotman; advierte que el estado actual de la poética estructural permite suponer que las relaciones entre estos tres componentes (h1; hj, (3) son dialéctica­ mente mucho más complejas 3S. 32 Ju. M. Lotman, «Metodi essatti nella scienza litteraria soviética», Strumenti Crítici, 1, II, 1967. 33 Ibíd. 34 Struktura chudozeslvennogo teks¿a_, Moscú, «Iskusstvo», 19/0; traduc­ ción castellana, Madrid, Istmo, 1978, 35 Lrf e s t r u c t u r a .lo e . ci!. Esta forma de medir la entropía del lenguaje

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De esta colaboración con los métodos informacionalisias surgió un importante acuerdo, determinante en los estudios posteriores, el de considerar a la literatura como una variedad de los sistemas de signos. La colaboración quedó sellada en el preludio programático al”« Simpo sium para el estudio estructural de los sistemas sígnicos» 98 que marca un hito- en estos estudios al dar comienzo (al inicio de los años 60) a la era propiamente semiótica de la escuela soviética, de la que la Escuela de Tartu constituye el máximo exponente, En aquel prefacio se apuntaba el fundam ental papel que desempeñan los métodos semióticos en todas las disciplinas humanísticas similares, puede compararse sin duda con el papel de las matemáticas para con las ciencias naturales. Pero además, poT una parte, la propia matemática se incluye, en cuanto sistema de signos, en el campo de los objetos susceptibles de análisis semiótico; por otra, ]a semiótica, al igual que las demás ciencias humanas, va adoptando las ideas y métodos matemáticos cada vez en mayor medida.

Ya en la década de los 60, y tras esta declaración de principios, una gran euforia caracteriza a estos estudios. Por una parte se empieza a estudiar semíóticamente cualquier variedad de sistemas de signos («la propia matemática se incluye en cuanto sistema de sign o s...»); por otra, el desarrollo de los estudios iníormacionalistas, lógica-mate­ máticos, cibernéticos, etc., fue cubriendo cualquier esfera y su in­ fluencia llevó a declaraciones como la de Ivanov, que define al hombre como «un dispositivo que efectúa operaciones con los signos y sus sucesiones» S7. Hasta aquí hemos visto sumariamente cómo, a partir de los años 60, la semiótica soviética se plantea: 1. Convertir la vieja poética rusa en ciencia literaria. 2. La posibilidad de alcanzar un rigor científico viene dada por la inclusión en Jos tradicionales análisis literarios de métodos ha sido utilizada, reformulándola, por G . Bettetini, M. ~WbIf y P. Fabbri para calcular la «entropía de género» de los textos massmediíticos en A A W , Contributi bib liografía ad un progelío di ricerca sui generi televisivi, R AI, Appunti del Servizio Opinioni. núrn. 299, 1977. 38 A A W , «Introducción al estudio estructural de ios sistemas de signos», en Los sistem as..., loe. cit. 37 V . V . Ivanov, «La función de la semiótica en la investigación cibernética del hombre y de la colectividad», en Los sistemas..., loe. cit.

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exactos, tales como los de la teoría de la información, la ciber­ nética, etc. 3. La interdisciplínaridad, que hace coexistir las diferentes co­ rrientes semióticas, permite ver la literatura como una variedad de sistema de signos. 4. No sólo la literatura sino cualquier variedad de semiosis posible (desde la lengua como sistema semiótico, el arte, la música, el cine — los llamados «sistemas de modelización secundarios»— y cualquier fenómeno cultural., la cartomancia, las medallas, las insig­ nias m ilitares, la forma de los champiñones..-) es un objeto semiótico. Posición que enlaza, como veremos, con la de R. Barthes y su translingüística.

I I l. L otm an y la Escuela d e Tartu En la medida en que Lotman puede ser considerado el máximo exponente de la semiótica soviética contemporánea, nos centrare­ mos en su discurso, que sin duda refleja y cubre el área de aplica­ ción semiótica en Rusia. La incorporación de la teoría de la información se refleja, al pasar del análisis de la literatura —al que inicilmente se dedicó Lotman— al estudio de lo que él llama «tipología de las culturas» 38, en su concepción del sistema de signos que es la cultura como — entre otras muchas definiciones 3D— «información no hereditaria, que recogen, conservan y transmiten las sociedades humanas» o « m em o r ia no hereditaria expresada en un determinado sistema de obligaciones y prescripciones». Es evidente, junto a la influencia antropológica —en concreto, como veremos, de Mauss y LéviStrauss— , la introducción de conceptos «informacionalistas» como información’, 'memoria1,¡‘Memoria, aclara el mismo Lotman, en el sentido que tiene en la teoría de la información y en la cibernética: «L a facultad de determinados sistemas de conservar y acumular informaciones.» Información, comunicación, memoria/ son los gran­ des ejes que caracterizan el desarrollo de las sociedades humanas. 38 La tipología de las cultoras es, según Eco, uno de los límites (políticos) en que se segmenta la ciencia semiótica. U. Eco, Trattato di semiótica generale, Milán, Boompiani, 19 7 5; trac, cast., Tratado de semiótica general, Barcelona, Lumen, 1977. 33 Cultura como sistema de limitaciones complementarias impuestas al com­ portamiento natural del hombre.

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Estas (en las que subyace la base comunicativa), tienden a intercam­ biar y conservar la información, la memoria; la historia de las so­ ciedades es la historia de la lucha por la memoria. Pero veamos previamente, qué es y qué objetivos se marca la semiótica de la cultura, en la que se integran estos aspectos. De HecHo, la tipología de las culturas es la zona en que la semiótica se encuentra con la antropología cultural 10: los comportamientos sociales, los mitos, los ritos, las creencias, etc., son vistos como elementos de un vasto sistema de significación que permite la co­ municación social. A la hora de caracterizar los rasgos semióticos —la semioticidad— de una cultura, ésta viene definida por una determinada relación con el signo. Esta a ctitu d can r e s p e c t o al sign o, base de todo el análisis culturológico lotmaniano, encuentra, sin duda, puntos de contacto con la .E pisiéifie. de Fqucault (a quien se refiere el propio Lotman). Cuando Foucault dice que «la relación con los textos tiene la misma naturaleza que la relación con las cosas; aquí como allí, lo que importan son los signosw-*1, está suscribiendo absoluta­ mente la base de la semiótica de la cultura. El signo en el discurso lotmaniano, situado siempre en el seno de una colectividad donde se intercambia información, es el equi­ valente material de los objetos, de los fenómenos y de los conceptos que expresa. De ahí se deduce la característica esencial del signo; su capacidad de ejercer una función de reemplazamiento (reenvío diría Jakobson, siguiendo el viejo principio de aliquid estat p ro aliquo). En este sentido la palabra reemplaza a la cosa, al objeto, al concepto; el dinero reemplaza al valor, al trabajo socialmente ne­ cesaria; el mapa reemplaza el lugar; las insignias militares a los grados correspondientes. Para que un fenómeno cualquiera pueda convertirse en signo, es decir, en portador de un determinado significado, debe formar parte de u n :sisTeiSa, pudiendo así establecer una relación con un no-signo o con otro signo. El signo en Lotman, por tanto, no aparece ya meramente como — según la concepción saussureana— la relación de un significante y un significado, sino'como una unidad cultural entera. Y la cultura interviene y se caracteriza como un sistema (de sistemas) de signos organizados en un determinado modo. Si hasta ahora hemos des­ 40 U. Eco, Signo; la semiótica concede estatuto científico a la antropología. 41 M. Foucault, Les mots et les chases, París, 1966; traducción castellana, Las palabras y las cosas, M adrid, Siglo X X I, 1974. Asimismo la definición de cultora como «relación con el signo» es retornada por A. J. Greimas en Sémiotique ei Sciences sociales, París, Senil, 1976,

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tacado el aspecto más «comunicativo» de la semiótica soviética (su relación con la teoría" de la “ información, etc.) hay que señalar, sin embargo, en este punto, su alejamiento de la escuela que preconiza una :s e m ió t ic a d e la_ com u n ica c ió n . {Buyssens, Marti.net...), para la que a la semiótica interesa sólo estudiar los hechos construidos específicamente para comunicar, y su contacto en cambio con la línea de la ¡sem iótica d e la sign ifica ción , representada por Barthes y la corriente^escructuiaEsta, para quienes el objeto de la semiótica serían todos los sistemas de signos, todos los fenómenos significan­ tes —desde el vestido a la comida— , aunque no supongan formas de comunicación voluntaria, y que se plantea el estudio de cualquier fenómeno cultural en cuanto significante. La organización de este sistem a que es la cultura se manifiesta como una suma de reglas y de restricciones impuestas al sistema. De este modo Lotman describe las características que definen la cultura, descripción que engancha, y él mismo lo señala, can la asanción ley i straussiana de que la cultura, opuesta a la naturaleza, comienza cuando hay reglas. Y es a partir de esas reglas (códigos), como veremos más adelante, cómo se puede dibujar una tipología de las culturas. La culturología de Lotman, basada en uno de sus niveles en la relación con el signo, explica, por ejemplo, las actitudes, costumbres diferentes en contextos diferentes— e, insistimos, conecta direc­ tamente con la a rq u eología de Foucault— . Pero, también, en una determinada cultura el sentido que puede adoptar un determinado término o concepto depende del modelo del que forma parte. Lotman advierte a los historiadores del riesgo que corren al atribuir a una palabra, por ejemplo de un documento histórico, un signifi­ cado «sim ple», «evidente». En la mayoría de los casos, nos dice, se sustituye el significado originario por uno tomado de nuestro mo­ delo del mundo. Es por este motivo por el que Lotman considera que el análisis semiótico debe preceder al histórico. Al mismo tiempo, el definir la cultura como sistema de signos sometidos a reglas permite, según Lotman, considerar la cultura como una lengua, es decir, un sistema semiótico ordenado de comunica’ ción que sirve, por t.anto, para transmitir información. El lenguaje — como la cultura— es: 1) un sistema de comu­ nicación, 2) que se sirve de signos y 3) estos signos están organizados. Según estas características, se pueden distinguir tres tipos de len­ guajes: a) b)

lenguajes naturales: ruso, español... lenguajes artificiales: código de la carretera, lenguajes cien­ tíficos, etc. 23

c)

lenguajes secundarios : arte,. , w.

Estos últimos, es decir, los lenguajes secundarios en los que nos 'detendremos, son también llamados, por el grupo de Tartu, sistem a s d e m o d eliz a ción s ec u n d a r io s (SMS), término acuñado por atro im­ portante representante de la semiótica soviética y colaborador de Lotman, B A. Uspenkij. El lenguaje, nos dicen, no sirve sólo para comunicar sino también para modelizar, para crear modelos. Ambas funciones están presentes en el discurso lotmankno. Cuando Lotman afirma que «E l arte es un sistema de modelización secundario»43 quiere señalar que la len­ gua natural es el sistema de modelización primario y el arte, como otros sistemas de signos, actúa como superestructura de la lengua natural. Pero que el arte sea un SMS no quiere decir secu n d a rio respecto'a la lengua natural, sino que se sirve de ella como material, como modelo. Es decir, a partir de las lenguas naturales se conforman los sistemas culturales: arte, literatúramete. Esta concepción enlaza directamente con la llamada h ip ó tesis S üpir-W horf según la cual la lengua determina la organización socioculmral y la visión del mundo de una colectividad u . Asimismo Benveniste, siguiendo a Hjemslev, señala que existe un modelo semiótico que la lengua ejerce y del que no se concibe que su principio resida en otra parte que no sea la lengua í5.

En la propia lengua natural, sistema de modelización primario, está presente a su vez la estructura de modelización, el sistema modelizante, de suerte que ésta no es solamente modelizadora sino también, de alguna forma, modelizada. Como ejemplo nos puede E T. Todorov, rechaza esta tripartición considerando, entre otras cosas, que la división entre natural y artificial se refiere al origen y no a la estructura. «Se puede concebir, dice [ . . .] y existen lenguas artificiales que poseen todas las propiedades importantes de Jas lenguas naturales». Cfr. «La poétique en U .R.S.S.», lee. cit. 43 Estructura del texto artístico, loe. a i. 44 Según B. W horf «el sistema lingüístico no es sólo un instrumento de reproducción para expresar ideas sino que él mismo da forma a las ideas»; L. Hjemslev en la revista Sprog og Kultur, en 1936, afirma: «La existencia misma del hombre está estructurada por la lengua [ ...] . La lengua es la forma de nuestro pensamiento. Pero la forma de nuestro pensamiento es la única forma en que podemos revestir el mundo. No podemos concebir ninguna otra forma de la existencia que la que nos es dada por la lengua», cit, por Niels Egebak: «Le cotice pt du travail en gdnéral chez Marx. Vers unes aníhropologie matérialiste», en Matieres, 4, 1977. 43 Problcmes de linguistiqv.e générde, París, Gaüimard, 19 6 8 ; traducción castellana, Problemas de lingüística general, II, Madrid, Siglo XXI, 1978.

24.

servir un artículo d e l libro que presentamos, «L a oposición honorgloria’...» : Si en el ruso d e l siglo x i i c ’est' (honor) y slava (gloria) eran antónimos, en el ruso moderno en cambio son sinónimos, lo que implica la presencia en este caso de modelos distintos de espacio ético 46. Vemos así que el..'lenguaje es' comunicación y inodelización, 'pero al mismo tiempo, no sólo todo sistema de comunicación puede reali­ zar una función modelizadota sino que también todo sistema modelizador puede desempeñar un papel comunicativo'': Lenguaje y comunicación son, por tanto, ios grandes ejes sobre los que trabaja ía semiótica soviética. La cultura aparece así como un sistema de lenguaje cuyas ma­ nifestaciones concretas son, textos de esa cultura. Siguiendo la tra­ dición cultural que considera el mundo como texto —«el mundo es es un libro que espera a su lector», dice S. Mathauserová— , el conoci­ miento del mundo puede ser asimilado al análisis filológico. Una de las características del discurso lotmaniano es su panlingüismo. Para él, comprender la vida significa «estudiar su oscura lengua», la actividad cultural cotidiana no consiste en otra cosa que en «traducir un cierto sector de la realidad en una de las lenguas de las culturas», ver una película equivale a aprender una lengua, etc. La cultura representa por otra parte un mecanismo plurilingüe; ninguna cultura puede ser definida como una sola lengua. Por ejem­ plo. el conjunto de dos lenguas paralelas forma un sistema minimal; baste señalar la relación entre el sistema verbal y el sistema icónico. Y es de esto de lo que se ocupa la semiótica de la cultura que, al adquirir una propia autonomía científica, como señala Lotman, «ad-. vierte la pertinencia de explicar la necesidad, funcional del JplunHngüismo cultural » 48. Cuando un escritor, por ejemplo, elige un de­ terminado género, estilo o tendencia artística, no hace otra cosa que elegir un lenguaje con el que piensa hablar con ei lector. Esa elección presupone lógicamente la existencia de una jerarquía de lenguajes —en este ejemplo artísticos— de una época dada, una 46 Ju. M. Lotman ofrece también el ejemplo de los colores: en luso antiguo sinij (azul) era a veces sinónimo de cornyj (negro), ver Estructura del texto artístico, loe. cit. (A partir de 1964, en Kaariku, zona deportiva de la uni­ versidad de Tartu, se celebran simposiums precisamente sobre sistemas de modelización secundarios.) 47 V . V. Ivanov y V. N. Toporov señalan que «Llevando a cabo un examen de todo el conjunto de los sistemas de signos que constituyen el objeto de la semiótica, es posible constatar que los diversos sistemas modelizan el mundo en formas diferentes», en Los sistemas de signos, loe. dt. Ju. M. Lotman, «La cultura come mente colletiva e i problemi della intelligenza artificíale», Documenii di lavara 66.

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cultura dada/La elección de una lengua, la sustitución de una lengua por otra, la transcodificación de una lengua a otra, están en la base del funcionamiento comunicacional de una cultura/ Cualquier fe­ nómeno cultural es explicable^ en esta línea.. Para poner un ejemplo extremórXotman, analizando el freudismo ”, afirma que el famoso complejo de Edipo no es una expresión espontánea de las pulsiones sexuales y de las tendencias agresivas personales del niño sino «el fruto de una transcodificación de un texto con un gran alfabeto (el de los padres) a un texto con un alfabeto reducido (el del niño)». Al considerar la cultura como sistema de lenguajes — cuyas ma­ nifestaciones concretas son textos— se planten en el discurso lotmaniano el problema de su enseñanza, de su transmisión 3,1. Como ejemplos significativos de la ensenam a_— v transmisión de una determinada- x a ltura— ofrece el del aprendizaje de una lengua. Así, por ejemplo, distingue dos posibilidades: a) b)

La enseñanza a un niño de su lengua materna, y La enseñanza de una lengua extranjera.

a)

En este caso no existen reglas precisas, sino textos. En efecto, el niño memoriza modos de uso y a partir de ahí aprende a generar por sí mismo textos. En este segundo caso, se introduce en la conciencia del discente determinadas reglas, basándose en las cuales puede — él solo— generar textos.

b)

Estos dos métodos, pueden aplicarse —y de hecho así ocurre en la práctica— a una misma lengua, en coexistencia y alternancia. En cambio, en la./tipología de ta culturad estos dos modos están conectados a sistemas diversos de organización interna. Así, algunas culturas se consideran a sí mismas como una suma de precedentes, de modos de uso, de textos; otras, en cambio, como un conjunto de normas y reglas. Las primeras son el resultado de la enseñanza de un determinado comportamiento en que predomina ' é f ejemplo. Fundan la cultura en cuanto suma de textos. Son c u ltu ra s J e x t u d i z a d a s . que se orientan sobre la expresión. Ju M. Lotman, «La réduction ct le déploiment des systemes sémiotiques (Introduction au probleme: le freudisme et la cultutologie sémiotique)» en École de T arta, Travaux sur les systemes de signes, Bruselas, Ed. Complexe, 1976. 5(1 Ju. M. Lotman, «Problem a obucenije kul’ture kak ee tipologiceskaja charakteristika» en T rudy..., V. Tartu, 197 1; traducción italiana, «La cultura e íl suo 'insegn amento’ come característica dpoiogica», in Tipología..,, loe. cit.

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Las segundas fundan la cultura enguanto metatextos. Se orien­ t a n sobre el contenido. Predominada ley. Son cu ltu ra s gramaticalizadas. _ En todo caso estos dos tipos de cultura no deben ser considera­ dos necesariamente antinómicos, opuestos. Por ejemplo, es cierto que la cultura textualizada no tiende a distinguir un metanivel par­ ticular —las reglas de su propia constitución— ni tiende a autodescribirse —características estas de la cultura gramaticalizada— ; si, posteriormente, en la cultura textualizada se introducen reglas, éstas, señala Lotman, «son apreciadas menos que los textos». En el polo opuesto a esta cultura se aplicará, nos dice Lotman, la máxima latina P erea t m u n d u s e t fíat justicia, según la cual la justicia, la ejecución de la ley, son más importantes que la existencia del universo./Así la cultura gramaticalizada reposa sobre el Manual — qué" proporciona „reglas para construir un número indefinido de objetos. La cultura textualizada reposaría a su vez sobre el Libro (sagrado) —conjunto de textos que producen modelos a imitar./ Eco, que califica a la cultura gramaticalizada como cultura hipercodificada y a la cultura textualizada como bipocodificada, señala como ejemplo de la primera el Derecho Romano, «en que se pres­ criben minuciosamente las reglas para cada caso excluyendo todo tipo de desviación» y, como ejemplo de la segunda, la Common Law anglosajona «que propone las sentencias precedentes como textos en los que inspirarse para resolver de modo análogo casos análogos». La dicotomía cultura gramaticalizada/cultura textualizada ha sido utilizada por la semiótica de las comunicaciones de masas, para sus­ tituir la oposición cultura alta/cu [tura de masas, o en la hipótesis informacionalista de A. Moles, cultura sistemática/cultura mosaico. La cultura gramaticalizada (en vez de cultura culta) define las propias reglas de producción — con metalenguaje explícito y reconocido por una comunidad discursiva entera— , mientras que en la cultura tex­ tualizada (en vez de cultura de masas) la gramática, si existe, «sería investigada y reconstruida entre las logotécnicas que diversos sujetos colectivos tratan de imponer» 51. En este sentido la cultura de masas es vista como una jerarquía de códigos generales que genera reglas discursivas (específicas) que a su vez generan textos. , En Lotman, el análisis textual o, como él prefiere decir, el co­ nocimiento textual (que representa la decodificación de un mensaje — siendo 'mensaje la información que surge en un texto dado— ) 51 P, Fabbri, «Le com unicaron i..,», loe. cit.

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sigue un determinado proceso: recepción del mensaje; elección (o elaboración) del código; confrontación de texto y código. En la separación y delimitación de los conceptos de código y mensaje, que él califica como de «extrema importancia», nos encon­ tramos con la influencia fundamental de Jakobson quien señala que el problema esencial para el análisis del discurso es el del código común al Emisor y al Receptor y subyacente al intercambio de men­ sajes 52.

Con la importación de estos dos conceptos —c ó d i g o y m en sa je— de la teoría de la comunicación, Lotman reíoiTiiula la dicotomía saussuraána de lá n g ü e y p a role: Es evidente que, puesto que las unidades lingüísticas se presentan como portadoras de determinados significados, el proceso de com­ prensión consiste en que un mensaje verbal determinado se iden­ tifica en la conciencia del receptor con una invariante lingüisti­ ca la lengua se presenta como un código mediante el cual, el receptor descifra el significado del mensaje que le interesa.

Admitiendo, como el mismo reconoce, «un cierto grado de in­ exactitud», se puede identificar la división del sistema en habla y len g u a — en la lingüística estructural—■con la de m en sa je (comuni­ cación) y c ó d i g o en la teoría de la información. La influencia de Jakobson está patente en la frecuencia con que Lotman usa su famoso esquema de la comunicación pues, de hecho, la posición lotmaniana es clata al identificar cultura y comunica­ c i ó n siguiendo a M. Mauss y a C. Lévi-Strauss y, según él, la propia teoría de la información, lingüística y semiótica, parte del postulado según el cual, en la base de las relaciones humanas, se encuentra el acto de comunicación (acto que debe ser considerado como un intercambio de cosas que se equivalen: bienes de igual valor en las relaciones comerciales, mujeres de igual valor en las relaciones matrimoniales entre diversos grupos humanos, signos de igual valor en las relaciones sem ióticas...). 32 R. Jakobson, Essais de linguistique genérale, París, M inuit, 19 3 6 ; traduc­ ción castellana, Ensayos de lingüística general, Barcelona, Seis y Barral, 1975. M Si bien es cierto que esta identificación reposaría sobre el criterio de considerar la cultura como un texto infinito (totalidad de mensajes recibidos por una sociedad), y esta posición información alista y restrictiva ha sido criti­ cada por A . J. Greimas, Sémiotique el sciences sociales (París, Senil, 1976)), donde señala la imposibilidad de segmentación de ese texto, se podría concluir diciendo que la cnlnira no es sólo comunicación.

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En fin, en el esquema de Jakobson: Contexto Mensaje E m is o r --------------------------------- Contacto Código

Destinatario

la idea clave es que un mensaje, tras un proceso de codificación, es transmitido del Emisor al Destinatario, Siguiendo este esquema con­ sidera que es posible analizar la totalidad de los textos ''* que cons­ tituyen la cultura desde dos puntos de vista: como una determinada co m u n ic a c ió n , y a través del c ó d i g o mediante el cual esa comuni­ cación se descifra en el texto. Sin embargo, Lotman se va distanciando progresivamente del esquema jakobsoniano y acercándose como veranos a la actual se­ miótica textual. En La cu ltu ra c o m e m e n t e .. . critica el esquema comunicativo de evidente montaje funcional, que no sólo no consigue explicar de modo cíaro los mecanismos del proceso comunicativo, sino que excluye también la posibilidad de que surjan nuevos mensajes en el interior de la cadena «emisordestinatario»^. (El subrayado es mío, J . L.)

Este alejamiento del esquema comunicativo hacía lo que pode­ mos llamar texto M ya estaba presente en su artículo «The sign mechanism of culture» 1,7, donde explica que el estudio de la cultura como fenómeno sígnico hace suponer que lo normal precisamente es que los que intercambian información no usen un código comían sino dos diferentes que hasta cierto punto se interseccionan/ Así el acto comunicativo ng_.es j r a transmisión pasiva de información sino una trad ucción, una te-codificación del mensaje. El receptor debe reconstruir el mensaje transmitido, por lo que la incomprensión, la comprensión incompleta, etc., no son productos laterales del in­ tercambio de información debidos al 'ruido’ 38, a alsro no inherente a la comunicación, sino que corresponden a su esencia real. 5‘ «Un texto es una información codificada en un cierto raodo.» " Ju. M. Lotman, «La cultura come mente collettiva e i problemi della intelligenzá artificíale», loe. cit. 5G Véase, por ejemplo, la definición de Mere: del texto como la coexistencia de -parios códigos o subeódigos. 57 Semiótica, 12 :4 . 55 Ruido: «Desde el punto de vista de la teoría de la información se denomina ruido a la irrupción del desorden, de la entropía, de la desorgnni-

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Creo que en estas afirmaciones se puede observar una separación del modelo jakobsoniano, tan fielmente seguido basta aquí por Lotn a a , qué pone en cuestión el esquema comunicativo y con ello, y esto me parece especialmente importante, el concepto de m ensaje. Veamos con más detenimiento: el concepto de mensaje, tal como se ha entendido tradidonalmente, surge de un código con sustancia expresiva única. Sin embargo, el desarrollo de la semiótica de las comunicaciones de masas, ba puesto en cuestión tanto el concepto de mensaje, como el de código único. Estudios —como el «II pubblico fa male alia televisione?» 58— han reformulado el concepto de d e c o d ific a c ió n a b erra n te (supuestamente incorrecta o incompleta), para definir la diferente interpretación de un mismo mensaje según los sujetos receptores y sus códigos. Por otra parte, se pone de relieve la función de los s u b c ó d i g o s que no sólo hacen Leer de ma­ nera diferente por parte del Destinatario lo que el Emisor tenía intención de decir (mensaje construido también sobre la base de uno o varios códigos y de uno o varios subeódigos específicos) sino que al mismo tiempo esa lectura «aberrante» es generadora de nuevos mensajes-textos. En ese mismo sentido el trabajo de Stuart Hall, «Encoding and decoding in the televisión discourse» 50, señala cómo en el proceso de comunicación existe un nivel de mediación, de ajuste, en el que se forma la significación reconocida de los mensajes. Existe, dice Hall, una naturaleza negociada en la interacción comunicativa, l a . «aberrancia» (que él llama '"mistíhderstanding1) no es considerada como deshomogeneidad entre códigos, sino como producto de estrategias so cia les Los estudios señalados se refieren muy específicamente a las zación en la estira de la estructura de la información. El ruido anula la información. Toda form a de destrucción; el .ensordecimiento de la voz a causa de las interferencias acústicas, la pérdida de libros debida al deterioro me­ cánico, la deformación de la estructura del texto del autor como resultado de la intromisión del censor, todo ello representa ruido en el canal de comu nícaeión», Ju. M. Lotman, Estructura del texto artístico, Madrid, Istmo, 1978, página 101. Si la magnitud del ruido es igual a la magnitud de la información, entonces la comunicación será igual a cero. 59 U, Eco, «II pubblico fa male alia televisione?». Conferencia en el PrixI talla 1973, ÉRI, Turín, 1974. ™ University of Leicester (mulricoptado), cit. por M. W olf, G li apparati delle camunicazioni di massa, Rimini, Guaraldi, 1977. 61 Otro estudio que tendría que ver con esto, sería la tipología que hace 3 . Berstein (Langages et classes socialesj París, Minuit. 1975), a partir del cual podríamos definir una situación de aberrancia como el resultado de la existencia de un código «restringido» por parte deí Destinatario y uno «elabo­ rado» por parte del Emisor.

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comunicaciones de masas, para cuya comprensión considero que ha sido fundamental la aportación de Lotman, desde su campo de la semiótica de la cultura, desde el que define el acto de comunica­ ción (concepto extensible a las comunicaciones de masas) no ya como una simple transferencia del mensaje de la conciencia del Emisor al Destinatario,.'sino «como tra d u cció n de un cierto texto de la lengua de mi 'yos a la lengua de tu 'tu ’» 0'2,' Pero la tendencia a la disolución de los códigos únicos coexiste, como m eca n ism o s e m ió t ic o d e la cultura, con la tendencia a la formacioñ~de códigos únicos, opuesta a ella, pero igualmente esen­ cial. Un código único, no contradictorio, y un modelo del intercambio de información asociado a él, surgen en el nivel del proceso de descripción científica del acto comunicativo, en la auto-interpretación de este acto. En la cumbre del sistema cultural, en el meta-nivel de la semiosis social, son necesarios textos que sean tomados como a b s o lu tos ' dentro de una cultura dada, correspondientes a códigos comunes al colectivo completo; mientras en el nivel de la comuni­ cación personal, directa, el individuo recibe y transmite textos in­ dividualizados, correspondientes a códigos particulares. Códigos que a su vez tienen tendencia a alternar sus respectivas posiciones. Vemos aquí una de las actitudes fundamentales de Lotman en la caracterización del sistema de signos que es la cultura:, la tensión constante entre dos polos opuestos, estatismo/dinamismo (permane­ cer igual a sí misma y renovarse continuamente), unidad/pluralidad: si la heterogenidad de su organización interna — la presencia en su interior de estructuras organizadas diversamente y de diferentes gra­ dos de organización— es una ley necesaria para la existencia de toda cultura, no menos necesaria es la unidad, que la cultura logra a través de la auto-conciencia. En un momento determinado crea su propio modelo, su fisonomía ideal unificada, y ejerce una acción ordenadora introduciendo armonía y eliminando ]as contradicciones. La cultura es generadora de estructuralidad y el lenguaje natural es el que desarrolla precisamente esta función de dar n om b re, organizar, es­ tructurar la realidad dentro del marco de una cultura. En ese momento en que cada cultura destaca en su sistema se­ miótico un subgrupo de textos que funciona como metalenguaje de la descripción, ese sistema de auto-descripción, o mejor, el hecho mismo de la descripción, realza el grado de organización del sistema y reduce su dinamismo, cuando el hecho es que la mayoría de los sistemas semióticos reales se escalonan a lo largo de un espectro estructural que oscila entre un modelo estático v_un modelo dinámico 82 Ju. M. Lotman, «La cultura come m ente...», op. cit.

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del lenguaje, acercándose ora a un polo, ora a otro, de donde surge la necesidad de la descripción, en ciertos momentos precisos de la evolución del sistema, que complemente la unificadora descripción global. Lo sistémico y lo extrasistémico, la unidad y ía pluralidad, el estatismo y el dinamismo, son en realidad para Lotman polos ideales en relación compleja de interacción. Es en la tensión estucturai que se anuda entre ellos donde se desarrolla ese todo semiótico único y complejo: la cultura.

A k hora de afrontar una determinada cultura, Lotman considera dos ópticas posibles, verla 1-) Como una determinada información significativa. 2) Como un sistema de códigos sociales que permiten expresar esa información mediante unos sig n o s determinados para convertirla en patrimonio de una colectividad humana. Si consideramos la segunda opción, la cultura se presenta como una jerarquía de códigos; en la clasificación de estos códigos, sin embargo, puede situarse a priori la relación que la cultura dada es­ tablece con el signo (actitud respecto al signo). A partir de la jerarquía de códigos1,3 Lotman constituye los fines de la tip o lo gía d e las cu ltu ra s: 1) La descripción de los principales tipos de códigos culturales a partir de los cuales se establecen las 'lenguas’ de las cul­ turas, con sus caracteres esenciales. 2) La denominación de los universales de la cultura humana. 3) La elaboración en un sistema común de las características tipológicas de los principales códigos culturales y de las propiedades universales de la estructura general que es la cultura humana M. Al establecerse una jerarquía de los códigos culturales se puede 53 «Es, ante todo, el aspecto de la cultura, como jerarquía de códigos des­ arrollados a ío largo de 1a historia lo que interesa a los especialistas de la tipología de la cultura, en cuanto que cada tipo de codificación de la infor­ mación histérico-cultural resulta conectado a las formas originarias de la con­ ciencia social de la organización de la colectividad y de la autoorganización del individuo.» Los sistem as..., loe. cit. ,;t «Problemas de una tipología de la cultura», Ibíd.

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determinar un puesto de hegemonía o subordinación, En el primer caso Lotman habla de código dominanteéfi. Es cierto, como señala S. Zolkíewski S6, que Lotman no nos muestra de una manera suficientemente clara cuáles son los trazos distintivos de un código dominante. En todo caso, Lotman asegura que es posible descubrir un solo código dominante en un grupo de textos provenientes de una misma época y de un mismo lugar. Como hemos visto anteriormente, cualquier sistema de comu­ nicación es también un sistema de modelización. En*éste sentido, la cultura, creando el modelo del mundo que le es propio, se modeliza igualmente por medio de sus sistemas semióticos57 Analizando, por tanto, ese modelo del mundo se llega a descu­ brir el modelo dominante, cuyo, sistema de reglas posibilita el des­ cubrimiento del código dominante. Y, según esos modelos del mun­ do, esos códigos culturales dominantes, establece cuatro esquemas posibles de cultura, 1) 2) 3) 4)

El código dominante de la cultura es un modo de organi­ zación únicamente semántico. El código dominante de la cultura es un modo de organi­ zación sintáctico. El código dominante de la cultura prescinde de los dos modos anteriores de organización, es decir, de los signos. Es asemántico y asintáctico. El código dominante es una síntesis de los modos de orga­ nización 1 y 2. Es semántico y sintáctico.

El propio Lotman señala que estas cuatro posibilidades no agotan todos los tipos posibles de semiosis. Centrándose en la historia rusa, el primero de estos tipos corres­ pondería a la Edad Media, época de gran simbolicidad, cultura en !a que existir equivalía a significar. Su lema podría ser «en el prin­ cipio fue la palabra». Esta cultura se caracteriza metafóricamente por el desprecio a las cosas y por la tendencia a Jos signos, así como por su gran iconicídad. En la relación de la parte con el todo, este tipo de cultura considera la parte como homeotnorfa con el todo (como ejemplo puede servir la relación de la hostia con Dios). 65 «La historia de la sucesión de los códigos dominantes de la cultura, será al misino tiempo la historia de una penetración cada vez más profunda en los principios estructurales de los sistemas sígnicos», Ibíd. 6C S. Zolkiewski, «Des principes de classement des textes de culture», Semiótica, V II, 1, 1 9 7 3 . _ 67 «Todo sistema semiótico en su totalidad es la descripción de un modelo determinado del mundo», Ivanov y Toporov, en Los sistemas..., op. cit.

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El segundo, sintáctico, correspondería al reinado de Pedro I, época del absolutismo en la que los símbolos provocan irritación. Es necesario adorar a Dios directamente y no a través del icono que, mientras en el Medievo era signo de santidad, aquí lo es de idolatría. Existir quiere decir ser una parte, y la parte, en esta cultura, no es homologa al todo, sino un elemento de un sistema, de un todo. El significado de un nombre o de un fenómeno estaba deter­ minado por su inserción en un plano determinado, y no por su relación con las esencias de otro plañe. El todo no es el sign ifica d o de la parte sino la su m a de las fracciones sintagmáticamente orga­ nizadas. El tercer tipo, asintáctico-asemáiitico, correspondería al Siglo de las Luces en el que se da un culto a las cosas y un rechazo de los signos: no al dinero, a los uniformes, a los grados, a las reputaciones; sí al pan, a la vida, al amor. Existe lo que tiene una existencia se­ paradamente. Existe lo que se representa a sí mismo. El mundo de los signos presupone una civilización falsa, los signos se convierten en símbolos de la mentira. La sinceridad — ausencia de signicidad— es el máximo criterio de valor. En resumen, el iluminismo se carac­ teriza por Ja lucha contra el signo, por la tendencia a la desemiotización. El cuarto, sintáctico-semántico, correspondería a la cultura bur­ guesa del siglo xix, en que la idea del mundo como una sucesión de hechos reales confería a todos ios fenómenos un sentido doble: sem á n tico , en cuanto relación entre las manifestaciones físicas de la vida y su sentido oculto, y sin ta gm á tico en cuanto relación entre éstas y la totalidad histórica. Lo que importan son los hechos sig­ nificantes, pero que lo sean dentro del cuadro de un sistema. En esra cultura el modelo del mundo tiene la estructura de un lenguaje. Los hechos que caen fuera del sistema no son esenciales. Al existir códigos dominantes existen lógicamente códigos secun­ darios — también llamados por Latman/complementarios^— que, si bien pueden diferenciarse profundamente en cuanto~a~Ios principios del código predominante, deben ser compatibles con él, plegarse -a una regulación análoga y «complementarse» en el descifrar los textos de una cultura, ya que ningún código, por compleja que sea su estructura jerárquica, puede descifrar adecuadamente todo lo que se da realmente en un texto cultural al nivel del habla r‘s. “ Ju. M. Lotman, «II problema di una tipología della cultura», en A A W , í 'sistemi di segni e lo strutturd hm o soviético, Milán, Bompiani, 1969, pági­ na 3 1 3 ; traducción castellana, Los sislemas, loe. cit.

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Una vez vista la problemática del código en Lotman y su crítica al modelo eomunicacional jakobsoniano, detengámonos un momento en lo que podríamos denominar generación de textos resultantes de la existencia de diversos ¿códigos o subeódigos . 'como ya bemos apuntado. En una cultura dada, y según la jerarquía de códigos que esta­ blece Lotman en función d.e su pluralidad, para que se dé un acto comunicativo el código del emisor y el del receptor deben entrecru­ zarse, esto es, por ejemplo, que éste comprenda la lengua natural en que se expresa su interlocutor. Pero existen partes del código que no se entrecruzan. Lotman sale al paso de este fenómeno di­ ciendo que las partes del código que no se entrecruzan constituyen la zona que se deforma, se somete al mestizaje o se reestructura de cualquier otro modo.

El receptor deforma e] código del emisor, lo somete a una especie de crioUización de los lenguajes existentes en su conciencia; así afirma: La teoría de la mezcla de las lenguas, esencial para la lingüística., deberá desempeñar un enorme papel en el estudio de la percepción del lecto r83.

Los contactos culturales habidos a lo largo de la historia pueden provocar la unión de jerarquías compatibles de códigos o bien mez­ clas de los mismos que pueden parangonarse, en expresión de Lot­ man, con las lenguas criollizadas y, como en éstas, se pueden dar casos en que los códigos culturales existentes se destruyan entre sí y casos en que la mezcla dé lugar a un nuevo sistema más complejo, En otro texto compilado en este libro, «E! problema del signo .,.», Lotman habla de sistemas culturales que «nacieron como una crioUización», La aplicación de los conceptos de p id g in iz a ció ji^ .cr io liiZación, provenientes de la sociolingiiística contemporánea al estudio 65 Ju. M. Lotman, Estructura del texto artístico, loe. cit., págs. 38-39. ™ «pidginización» y «crioUización» son categorías lingüísticas que han sido objeto de investigación en los últimos años y mediante las cuales se ha de­ mostrado que en aquellos grupos humanos a los que se atribuía un uso incorrecto o Lnsuíicient; de la lengua dominante se había verificado, en cambio, el nacimiento de un sistema lingüístico diferente. Como ejemplo clásico se ha puesto el del black English del que se ha demostrado que posee, en lugar de una «incorrección» o «insuficiencia», un sistema lingüístico con una auto­ nomía propia y una dignidad cultural. La diferencia entre el pidgin y el criollo está en que, mientras^ el primero se limita a la invención de léxicos sin

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i

semiótico de las culturas permite una mejor comprensión del plurilingüismo’ que caracteriza a la cultura, ai tiempo que explica tanto los cambios en el estado de la norma de una determinada lengua —-así nuevas formas de lenguaje, usos o costumbres que pasan a set prohibidos o permitidos— , como el nacimiento de nuevas 'lenguas1, producto de contactos culturales (como ejemplo banal véase el pídgin «lenguaje de la droga», la criotlización vestimentaria en la sociedad urbana actual, etc.). 'Asimismo, este planteamiento ha permitido una reconsideración del concepto de cultura d e masas visto no ya como un todo homogéneo sino como un sistema complejo de intersección y contaminación de diferentes culturas, de diferentes códigos de lec­ tura de los modelos ofrecidos por los medios de comunicación de masas que producen comportamientos y sistemas de opiniones.

IV.

B r e v e s n o ta s s o b r e esta c o m p ila c ió n

El que hayamos elegido el discurso lotmaniano, en el que hay que reconocer la importante aportación de su colaborador B. A. Us­ penskij, no significa que obviemos el indudable interés e importancia de los distintos autores que componen el libro que presentamos. Ante las limitaciones de espacio hemos privilegiado el pensamiento de Lotman sólo en la medida en que nos parece el más represen­ tativo y global; es más, algunos artículos de este libro, de otros autores, podrían suscribir, con todas sus especificidades, las tesis de Lotman. Merece dos palabras el criterio de selección de los artículos de este libro, que podría ser firmado colectivamente por la E scuela d e Tartu a pesar de que algunos de sus autores trabajan en la univer­ sidad de Moscú — como Uspenskij— , alguno ha emigrado —como Segal que actualmente pertenece al centro de semiótica de Jerusalem— , alguno ya murió — como Rezvin— . En esta compilación de artículos be tratado de recoger un abanico significativo de la se­ miótica de la cultura, desde las descripciones globales a los análisis detallados. E l grupo compuesto por los artículos «El problema del signo y del sistema sígnico en la tipología de la cultura rusa anterior al siglo x ix », «Sobre el mecanismo semiótico de la cultura» y «Un gramática propia — se trataría de una estructura hipocodiñcada— , los procesos de criollxzacióri afectarán también a las estructuras sintácticas. Véase E. Himes (ed.), ’ Pidginization and Crealization of Lartguages, Cambridge University Press, 1971,

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modelo dinámico del sistema semiótico» destacan el funcionamiento estructural de la cultura, lo que supone la aportación semiótica a una nueva culturología. «Mito-Nombre-Cultura» afronta el problema del mito como fe­ nómeno de la conciencia y analiza, del mundo mitológico, su espe­ cificidad semiótica. El artículo de Mine «El concepto de texto y la estética simbo­ lista» enfoca, desde la óptica de los simbolistas rusos del texto artístico, la relación que puede haber entre el Texto universal y su realización en los «textos de la vida» y en los «textos del arte». Averincev analiza algunos aspectos del final de la civilización greco-romana, observando cómo la existencia semiótica puede sobre­ vivir a la existencia real. Los artículos de Ivanov, Civ’jan y T o lsto j'1 podrían conformar desde perspectivas diferentes (Ivanov la mitología y el folklore, Tolstoj la topología y Civ’jan las reglas de cortesía o etiqueta) un aspecto fundamental como es el estudio de la función de las opo­ siciones binarias —masculino/femenino, izquierda/derecha, central/ periférico, anciano/joven— que operan en cualquier nivel de la cultura. «En «Valor modelizante de los conceptos de fin’ y principio’», Lotman examina las categorías de prin cipio y fin como posibles cons­ tituyentes de tipologías textuales dentro de los SMS, diferenciándose a su vez de las lenguas naturales. En «Semiótica de los conceptos de vergüenza’ y 'miedo’», Lot­ man toma estos conceptos sicológicos para delimitar sectores cultu­ rales regulados por dichos comportamientos y observar su posible complemen tariedad. «H istoria sub especie semiótica» supone la introducción de la perspectiva semiótica en la historia. De hecho, como señala Lotman y recogemos en la introducción, «el análisis semiótico debe preceder al histórico», en cualquier caso se abre la posibilidad de coexistencia de dos metodologías. El siguiente artículo de Ivanov se acerca a una rama incipiente de la semiótica pero que cuenta en Rusia con una vasta tradición de análisis desde el formalismo y con obras más recientes como la de Lotman, S em iótica y estética d e l cine. Por fin el artículo de Segal que, si bien ha quedado anticuado y debe ser complementado con trabajos posteriores (domo los de Rezvina y Kristeva), ofrece un panorama bastante completo de los distintos enfoques de las investigaciones semióticas en Rusia. 71 «La semiótica de las oposiciones mitológicas...», «La semiótica del com­ portam iento...» y «Para una semántica de los lados...», respectivamente. 37

Semiótica de la cultura

El problem a del signo y del sistem a sígnico en la tipología de la cultura anterior al siglo XX J uhit M . L o t m a n I n tro d u c c ió n

Si definimos la cultura como todo el conjunto de la información no genética, como la memoria 1 común de la humanidad o de colec­ tivos más restringidos nacionales o sociales, tendremos derecho a examinar la totalidad de los textos2 que constituyen la cultura desde dos puntos de vista: una comunicación determinada, y el código mediante el cual se descifra .dicha comunicación en el texto. El análisis de la cultura desde este punto de vista nos asegura que es posible describir los diversos tipos de cultura como tipos de lenguajes particulares y que, de esta manera, pueden aplicárseles los métodos usados en el estudio de los sistemas semióticos. Nos vemos, pues, en la necesidad de subrayar que los textos reales de las distintas culturas, por lo general, necesitan no ya de un código determinado para descifrarlos, sino un sistema complejo que a veces 1 El término ‘memoria’ se usa aquí en el sentido que se le da en la teoría de la información y en cibernética: es decir, facultad que poseen deter­ minados sistemas de conservar y acumular información. 3 Entendemos por 'texto’, en un sentido amplio, cualquier comunicación que se haya registrado (dado) en un determinado sistema sígnico. Desde este punto de vista, podemos hablar de un ballet, de un espectáculo teatral, de un desfile militar y de todos los demás sistemas sígnicos de comportamiento como de textos, en la misma medida en la que aplicamos este término a un texto escrito en una lengua natural, a un poema o a un cuadro.

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tiene una organización jerárquica y a veces nace tras una conjunción mecánica de varios sistemas más sencillos. De todos modos, en esta compleja compaginación, uno de los sistemas de codificación inevitablemente asume un papel dominante. Esto depende del hecbo de que los sistemas comunicativos son al mismo tiempo sistemas de modelización, y la cultura, construyendo un modelo del mundo, construye al mismo tiempo el modelo de sí misma, condensando y acentuando alguno de sus elementos, y eliminando una parte como insignificante. Por tanto, un estudioso que examine un texto puede descubrir en él una jerarquía compleja de sistemas de codificación, mientras que un contemporáneo, sumer­ gido en ese sistema, se siente inclinado a reducirlo todo al tal sis­ tema. Así, pues, es posible que varios colectivos histórico-sociales creen o 'reinterpreten los textos, escogiendo de entre un complejo conjunto de posibilidades estructurales aquello que responda a sus modelos del mundo. Pero las culturas son sistemas comunicativos, y las culturas hu­ manas se crean basándose en ese sistema semiótico universal que es el lenguaje natural. Por tanto, en la base de la clasificación de los códigos de las culturas puede colocarse a priori su relación con el signo. El conjunto de las posibilidades utilizadas para construir un modelo cultural del mundo se limitará, pues, a los elementos invariables de un sistema semiótico “. (Un sistema cuya cantidad de elementos no esté limitada no puede servir de medio de información y esto se contradice con la definición de cultura’.) Dado que las fuerzas sociales dominantes en las distintas fases de la historia han creado sus propios modelos del mundo en una situación de agrios conflictos, cada nueva fase de la historia de k cultura ha tomado del «ajuar» de las posibjlidades, impuestas por las leyes de comunicación en la sociedad humana \ principios con­ trastantes. Pero puesto que el conjunto de estos principios, con toda probabilidad, se ha terminado, la historia de la sucesión de los códigos dominantes de cultura será también al mismo tiempo la historia de una penetración cada vez más profunda en los principios estructurales de los sistemas sígnicos. Cuando decimos «Es un acontecimiento significativo», o afirma­ mos a propósito de una acción «No hagáis caso, no significa nada», 3 Es natural que incluso los sistemas semióticos más particulares, como por ejemplo una lengua nacional, ejerzan un influjo modelizante sobre los tipos de códigos de la cultura. 4 Una sociedad, que estuviera basada en las comunicaciones extrasígnicas (por ejemplo, parasitológicas) poseería una gama de posibilidades para cons­ truir la cultura completamente distinta.

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estamos confirmando que «tener significado» para nuestra concien­ cia es sinónimo de «tener un valor» o incluso de «existir». Por tanto, un acontecimiento puede ser valorado de manera distinta según sea simplemente un hecho de la vida material o tenga también un significado social suplementario. Tras este hecho cotidiano se esconde una cosa muy seria: cual­ quier construcción de un modelo social presupone la división de la realidad que nos rodea en mi mundo de hechos y en un mundo de signos con la sucesiva puntualización de sus relaciones mutuas (semánticas, totales, existenciales, según el aspecto que nos interese). De todos modos un fenómeno puede convertirse en portador de un significado (signo) sólo a condición de que entre a formar parte de un sistema y, por tanto, establezca una relación con un no-signo o con otro signo. La primera relación —de sustitución— genera el significado semántico, y la otra — de conjunción— el sintagmático. Puesto que en el mundo de los modelos sociales ser un signo5 signi­ fica existir, puede definirse al primero de ellos así: «Existe porque sustituye algo más importante que él mismo.» Si se admite que un sistema de cultura puede construirse en base a la presencia o a la ausencia de cada uno de estos principios de clasificación existencial-valorativa, tendremos entonces la matriz de la figura I. No debe pensarse que estas cuatro posibilidades agoten todos los tipos de semiosis, pero no hay duda de que éstas llenan su nivel inicial. Y es digno de atención el hecho de que la cultura rusa desde su primera documentación (siglo ix) hasta mitad del siglo xix ofrece una especie de sucesión clásica de todos los tipos fundamentales en su orgánica y regular sucesión de hechos.

I.

T ipo sem á n tico ( « s im b ó lic o » )

Este tipo de código de cultura, basado en la semantización (o incluso simbolización) tanto en toda la realidad que rodea al hombre, como de sus componentes, también puede llamarse «m edieval» puesto que está representado en su forma más pura en la cultura rusa de principios de la Edad Media. No es casual, para este tipo de modelización de la realidad, la idea de que «en el principio fue la palabra». El mundo es imaginado 5 Más adelante veremos que ser un no-signo en este sistema significa ser un signo con característica cero.

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como palabra, y e l acto de la creación como formación de u t l signo. Es suficiente con eso para que no surja el problema de la sintag­ mática de los signos: los distintos signos no son otra cosa que distintas semblanzas de un mismo significado, sinónimos suyos y con­ trarios. Las mutaciones del significado no son sino grados de pro­ fundizados de un significado, no nuevos significados sino grados deí sentido en la aproximación hacia lo absoluto. F i g u r a I.

II (Significado sintagm ático]

E ap -3 S

1. í(+ )I I ( - )

2. I (— ) II( + )

>73

Oh

•aO k

12. 3. 4.

3. —)n ( -)

4. I( +

)I I ( + )

El código cultural constituye solamente la organización semántica. El código cultural constituye solamente la organización sintagmática. El código cultural está orientado hacia la negación de ambos tipos de organización, es decir, hacia la negación del carácter si'gnico. El código cultural constituye la síntesis de ambos tipos de organización,

La división tajante del mundo en dos grupos contrapuestos es propia de la conciencia medieval. En un grupo se encontraban los fenómenos cor. sign ificado, y en el otro estaban los fenómenos de la vida práctica. Estos últimos era como si no existieran. En aquel momento; dicha subdivisión todavía no significaba una evaluación: un signo podía ser un mal o un bien, un acto heroico o un delito, pero tenía una característica necesaria: la existencia social. En este sentido, d no-signo no existía. Desde este punto de vista el modelo medieval del mundo quitaba todo el derecho de existir a enormes niveles de vida y colocaba al hombre, incluso en este sistema, en una situación contradictoria: sus realidades social y biológica no^teman puntos de contacto, Más aun., como ser viviente, éste no podía aspirar a determinar dos re­ sultados prácticos de sus propias acciones - la conquista de una ciudad cercana o poseer físicamente a una mujer— , mientras que, como ser social, tenía que despreciar las cosas y aspirar a los signos. Desde este punto de vista los acontecimientos prácticos, tan deseados 44

o tan temidos,. simplemente no existían. Así, el convivir con otra mujer e incluso usar la violencia contra una pueblerina, na degradaban A un caballero que practicaba el culto a la dama. Eran meros becbos y, por tanto, era como si no existieran, ni podían considerarse como iuna «traición» a las sublimes relaciones sígnicas. La traición al culto de la dama solamente podía darse con el paso a otxo «servicio» acción equivalente por grado de signicidad. Si examinamos la evolución del derecho ruso a principios de la Edad Media, descubriremos que, con el pasar del tiempo, infligir a otros una grave mutilación física se vuelve menos punible que un ultraje. En los pactos estipulados entre los rusos y los griegos, el des­ honor, por un lado, y la mutilación, el dolor o la lesión, por otro, todavía no se encuentran separados: «Si alguien hiere con espada, golpea con una copa o un jarrón, según la ley rusa, por la herida o el golpe habrá de pagar cinco litros de p la ta » 8. Aquí vemos que la herida de espada que mutila y el golpe con la copa (deshonor) todavía no están separados. Pero ya en la Russkaja P ravda [Pravda R usa] se distingue un grupo de delitos que aportan un daño no de hecho sino_sígnico.^ Por ejemplo, en la primera (denominada «breve») redacción de la Russkaja Pravda se amenaza con una pena especial a quien ofenda a alguien golpeándolo con un objeto o con un arma enfundada: la espada en la vaina, la empuñadura de la espada. «Si alguien golpeara con un palo, o con una pértiga, o con la palma de la mano, o con la copa, o con el cuerno, o con el revés de la mano, habrá de pagar doce griv n a s... Si golpea con la espada, pero sin des­ enfundarla, o aunque sea con la empuñadura, habrá de pagar doce griv n a s por la o f e n s a » E s significativo que las mismas doce g riv n a s sean impuestas en el caso de que «un siervo golpee a un hombre lib r e » 8, caso evidente de resarcimiento no por mutilación, sino por . ofensa al honor. En la redacción «am pliada» de la Russkaja Pravda hay una ul­ terior ptafundización de la cuestión: el homicidio en circunstancias que no aporten deshonor —una solución abierta y manifiesta de la discusión con el ruso de la fuerza («Si se matara a uno abiertamente en una boda o en un banquete»)— es castigado de manera leve, puesto que no se considera casi un delito. Al mismo tiempo se considera el deshonor un daño tan grave cjue no se le prohibe a la 6 La cita está tomada de «Pamjatnüd prava kievskogo gosudarsnva X -X I vv.», Pgmptniki vusskogo prava, fase. I, A. A. Zirain, Moscú, 1952, pág. 7. 7 Ibíd., pág. 77. 9 Ibíd., pág. 78.

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parte lesionada r e s p o n d o con un golpe de espada («Si, no aguan­ tando [e l deshonor], golpeara a su enemigo con la espada, no será culpado»)8, aunque esté claro que no ya el daño signico, sino el de hecho, tras el golpe con la espada, o con el revés de la mano, o con el arma envainada («Si alguien golpea con la espada, sin desenfun­ darla, con el mango»), era notablemente menor que por una «defen­ sa» de este tipo. Las observaciones hechas confirman la tesis general de que la sociedad medieval era una sociedad con un alto grado de signiddad, es decir, que la separación de la esencia real de los fenómenos de su esencia sígnica era en lo que se basaba su concepción del mundo. En particular a esto se une este fenómeno característico: cualquier forma de acividad de un colectivo medieval, para ser un hecho con valor social, tenía que transformarse en un ritual. El combate, la caza, la diplomacia — la administración en general— , el arte, exigían tm r itu a l11. El signo tenía importancia por su función de sustitución. Esto resaltaba inmediatamente su doble naturaleza: al sustituto se le consideraba contenido y al sustituyeme, expresión. Es por esto por lo que el sustitnyente no podía tener valor autónomo: porque recibía un valor según el lugar jerárquico de su contenido en el modelo general del mundo. Por consiguiente, el concepto de parte asume un contenido origmalísimo. La parte es_ homeomorfa al todo:, no es fracción del conjunto sino un símbolo suyo (véase, por ejemplo, la conocida tesis del escritor medieval checo Tomás ze Stíného, 1331-1401, según el cual una pa rte de la hostia de la comunión simboliza to d o el cuerpo de Cristo). Puesto que el plano del contenido de todo el mundo en su conjunto y de cada valor suyo cultural en particular pertenece a las esencias inconmensurables e indivisibles, cualquier división interesa solamente al plano de la expresión. Por ello, desde el punto de vista del contenido, Ja parte es equivalente al todo. En cambio, en la unidad del contenido y de la expresión la parte no entra en el todo sino que lo representa, Y puesto que en este sistema el todo es signo, la parte no es fracción del todo sino que es un signo suyo, signo del signo. De aquí surgía una actitud particular de cara al proceso de adqui­ sición de la sabiduría. La conciencia de los tiempos modernos en tiende el avance hacia la verdad como un aumento cuantitativo de 5 Ibtd.j pág. 110 . 10 Sobre el significado del ritual en la literatura medieval, véase D. S. Lichacsev, «Literaturnyj etiket msskogo srednevekov’ja», en Poetics, Paetika Varsovia, 19 6 1.

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los conocimientos, como una suma de libros leídos, puesto que el camino hacia la totalidad, saber absoluto, pasa a través de la unión de las partes. Desde este punto de vista, el que haya leído más libros es el que está más cerca de la sabiduría. Fonvizin, racionalista ruso del siglo XVTTI, en sil comedia Ntilo ros!' [El menor de edad] ridicu­ liza a la instrucción que consiste en una repetición continua de los argumentos ya estudiados: «No hace otra cosa que leer cosas sabidas y resabidas»11. La «lectura», en el sentido medieval, sin embargo, 110 es la acumulación cuantitativa de los textos leídos, sino la profundización de un texto, penetración continua y reiterada en su es­ tructura. Es justamente así como se cumple el paso de la pane (del texto) al todo (a la verdad)!*. Por ejemplo, uno de los monumentos más interesantes de la Edad Media rusa •—Izbornik 1076 g o d a [L a colección del 1076]— em­ pieza con el capítulo S lovo riiek ojego ( kaiou) gera o c (tenii) (k)níg [L a palabra de un k d o u g e r sobre la lectura de los libros] 13, Aquí leemos: «Cuando leas piensa en lo que dicen los libros y las palabras, y lee tres veces un mismo capítulo. Puesto que está dicho: ' En mi corazón he ocultado tus palabras para no caer en pecado ante ti,” No dice: "He hablada con los labios” , sino "En el corazón he ocul­ tado1’ » w. Esta relación entre ia parte y el rodo imprimía un rasgo particular al concepto de persona. «Persona», es decir, sujeto jurídico, unidad relevante de otros sistemas sociales: religioso, moral, estatal, eran 11 D. I. Fonvizin, Sóbrame socinenij, vol. I, Moscú-Léningrado, 1959, pá­ gina 142. 12 El contenido diverso del concepto «muchos libros» está resaltado de manera original en el enfrentamiento entre Pravdin, noble «ilustrado», según Fonvizin, del siglo x v m , y el «ignorante» Kutejkin, portador de Ja tradición eclesiástica: K u te jk in . En muchos libres existe el permiso (de fumar tabaco: en el libro de los salmos así io dice: y los «cereales al servicio del hombre». P r a v d in , ¿Y dónde más? K u te jk in , También en otro salterio está escrito lo mismo. Nuestro prior tiene uno pequeñito, en 8“, y también allí pone lo mismo. (Ibíd., pág. 126.) lí Probablemente, más tarde se transformó en «sobre la lectura de los libros sagrados» (véase Izbornik 10 76 goda, Moscú, 1965, pág, 151). Esa trans­ formación es significativa: un fenómeno más tardío es la subdivisión de los libros en «sacros» y «profanos» (la indicación del género literario también determinaba entonces el lugar en la escala de valores) y la idea de que una particular función purificadera fuera llevada a cabo tan sólo por ios primeros. Inicialmente también, el simbolismo de varios planos del texto gráfico (los signos designan fas palabras y la palabra designa la «cosa misma») hacía surgir la idea de un alto grado de semioticidad y, por tanto, la idea del carácter sa­ grado del propio proceso de lectura. Un libro, en cuanto tal libro, suscitaba reverencia y no por ser un determinado tipo de libro. 14 Izbornik, cit., pág. 152.

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los organismos corporativos de distintos tipos; los derechos jurídicos o la ausencia de éstos dependían del hecho de si el hombre formaba parte o no de un grupo (en la Russkaja Frauda la indemnización se fijó por el daño habido no ya al hombre fuera del contexto social, sino al soldado del príncipe [ muz], al mercante, al s m e r d [campesi­ no lib re ]; la esperanza en el bienestar del más allá estaba ligada a la pertenencia a los grupos de «cristianos», de los «justos», etc.). Cuanto más importante era el grupo del que formaba parte él hombre, tanto más alto era su valor personal. £1 hombre, como tal, no tenía ningún valor personal, ni gozaba de derechos personales. De todos -modos, no hay que adelantarse y concluir diciendo que estaba opri­ mido y que era insignificante. Esta sensación nace en el hombre moderno, puesto que unifica el concepto medieval de participación con la idea mucho más reciente de que la parte sea algo secundario, en sentido cuantitativo y cualitativo, respecto del todo. En este caso, no teniendo valor personal y siendo infinitamente menor que el todo dei que había permutado derechos y valor, el hombre efectivamente hubiera tenido que perder todo significado. Pero en realidad el sistema medieval era distinto: siendo1parte insig­ nificante de una enorme totalidad (por ejemplo, parte de la feudalidad rusa que aquí servía como piano de expresión de una deter­ minada jerarquía social), el hombre representaba toda esta totalidad (véase la idea de un acto prohibido —-particular en el plano de la expresión— mancha toda la corporación — el orden caballeresco, más Larde nobleza, el regimiento— y no su parte comprometida). Contemporáneamente, un daño que no lesionaba en el hombre a la persona corporativa por él representada, sino, por el contrario, le proporcionaba ventaja (la muerte gloriosa) se captaba mucho menos que en otros sistemas socio-culturales. Esta clara divergencia entre persona biológica y social era uno de los resultados del alto grado de semtoticídad del tipo medieval de cultura. A esta peculiaridad del primer feudalismo se encuentra ligado el característico~IehÓmé¡iQ del m e s tn ic e s t v o : las polémicas sobre el «lugar» que había de ser ocupado en las marchas, en las asambleas □"eirlos ’ Banquetes' que para los históricos modernos con formación racionalista son fruto de la insensatez y de la ignorancia, para la cultura medieval tenían un significado profundo; eran polémicas so­ bre el lugar que se había de ocupar en la jerarquía, en el sistema social, Y puesto que la existencia real de la persona humana dependía de su relación con la estructura de quien era signo, la polémica se refería a Ja existencia real de cada uno de los interesados. Perder el lugar significaba dejar de existir. 48

De este modo el m e s t n ic e s t v o era, ante todo, auto afirmación del individuo que, frente a la presión de los otros feudatarios, deseaba conservarse en calidad de elemento del sistema, puesto que sola­ mente en relación con ello y niiiica fuera de él, el feudatario obtenía el derecho a los privilegios sociales de que gozaba. Al mismo tiempo el m e s t n ic e s t v o también limitaba la autoridad del jefe de la sociedad feudal, ya que subrayaba que su poder venía determinado solamente por su lugar signico en el sistema. No es casual que la lucha por la autocracia fuera acompañada por con­ flicto entre el poder y la estructura jerárquica de la sociedad. El hecho de que la visión medieval del mundo se basara no ya en el principio sintagmático, sino en el paradigmático y que toda la variedad de los textos se redujera a un texto ideal de cultura, no por efecto de su suma, sino por el proceso de construcción de una estructura paradigmática, conducía a otra interesante consecuencia. Todo el conjunto de las oposiciones semánticas particulares, tendía a reducirse en antítesis culturales fundamentales (cielo-tierra, eternotemporal, salvación-mina, bien-pecado, etc.), las cuales, a su vez, se reducían a series semánticas, que a un nivel más abstracto podían reducirse a una única oposición semántica fundamental de la cultura. De aquí surgía el que, debido a esta estructura del código cul­ tural, toda la gama de las distintas calidades se representara como un conjunto de grados disdntos de una misma calidad. Todos los pecados son distintos grados del Pecado, todas las virtudes son dis­ tintos grados de la Virtud, etc. Por tanto, en las culturas de este tipo el número empezaba a desempeñar una función particular. La división cualitativa del cuadro del mundo fraccionaba a dicho cuadro en dos partes enormes, cuya diferencia interna estaba en los valores numéricos. El alto grado de semioticidad del modelo del mundo se ligaba inevitablemente a una función particular del simbolismo de los nú­ meros. Una excelente confirmación de esta tesis es la D ivina C om edia de Dante donde el entero mundo de las pasiones humanas es reconducido a los gradosdelpecado y de la virtud, a los que corresponden los números de los círculos descendentes del infierno y los ascen­ dentes del purgatorio. No fue menos importante la función que desarrolló el simbolismo de los números en otra fase de la cultura, parecida a" ésta tanto por el alto grado de semioticidad, como por el tipo puramente o aradígmático de estructuración del todo, es decir, en la masonería, La atención del hombre medieval se veía atraída de*manera par­ ticular par la relación en el signo entre el plano del contenido y el plano de la expresión. Justamente porque todo lo existente se recibía 49

como abastecido de significado (y, al contrario, tan sólo aquello que estaba abastecido de significado se consideraba existente), este pro­ blema adquiría particular importancia. Sobre el contenido y la expresión para el código medieval de cultura pueden hacerse las siguientes observaciones generales: i. La expresión siempre es material, el contenido es siempre ideal. Pero puesto que el concepto de los signos tiene una estructura no sintagmática sino jerárquica, lo que en un nivel está contenido, puede, en nivel más aho, manifestarse como expresión con conte­ nido propio. Por ello, la principal oposición ideal-material ~en la pa­ radigmática real de cultura siempre se manifestará como «más ma­ terial q u e ...» , «más ideal q u e ...». El valor de los distintos signos dependerá de la disminución de peso que sobre ellos tiene el «ma­ terial», es decir, la expresión. En el lugar más alto se encontrará el signo con expresión cero, esto es, la palabra no dicha. La oposición honor-gloria ocupa un lugar de gran importancia en el sistema ético de la primera parte de la Edad Media rusa. El «honor» es una deferencia ligada a una expresión material: un regalo, una parte del botín, un legado principesco, La «gloria» es una honra con expresión cero: ésta se atribuye a los muertos, se expresa en la memoria, en las canciones, en la notoriedad de pueblos lejanos. La «gloria» desde un punto de vista jerárquico ocupa un lugar infinitamente más alto que el «honor», y un simple feudatario no puede aspirar a ella» t5. Un ejemplo típico de la idea de que el valor más alto sea poseído por el signo con expresión cero se en­ cuentra en el cuento taoísta reproducido por Salinger en su relato largo Raise H igh T he R o o f Beam, C arpenters: «El Duque de Chin, Mu, dijo a Po Lo: Ahora que estás más 15 Es justamente ,1a inmaterialidad tk la «gloria» la que indujo o la con­ ciencia ilumínista del siglo x v u y de principios del x'ix a ver en eüa no ya un valor natural, sino una invención, un prejuicio. Véanse las palabras de Puslikin en los Cigany [Los gitanos]: «Dime, ¿qué es la gloria? / ¿Un es­ truendo sepulcral, una voz de loa, / Un sonido que va de una generación a otra? / O a Ja sombra de fumíferas frondas / El relato de un zíngaro sal­ vaje?» (A . S, Pushkin, Poinoe sóbrame socinenij, vol. IV , Akademija Nauk SSSR, Moscu-Leningrado, 1937, pág. 187). El punto de vista del Renacimiento sobre la gloria feudal está expresado por Falstaff: «¿Puede el honor arreglarme una pierna? No. ¿O un brazo? No. ¿O quitarme el dolor de una herida? No. Entonces, es que el honor no sabe de cirugía? No, Y qué es lo que es el honor? Úna palabra. Y qué es lo que hay en esta palabra «honor»? Aire. ¡Bonita cosa! ¿ Y quién tiene honor? Uno que se ha muerto eí miércoles. ¿Lo oye? No. (The First Part of King Hemy the Fourth¡ acto V , escena I.) Justa­ mente la inmaterialidad del honor es la demostración de su realidad,

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avanzado en edad, ¿hay algún miembro de tu familia al que yo pueda usar en tu lugar en la búsqueda de caballos ? Po Lo contestó: -—puedes escoger un buen caballo observando su conformación y su aspecto. Pero el caballo superlativo —el que no levanta polvo y no deja huellas—- es algo evanescente y huidizo, evasivo como el aire es impalpable. Mis hijos tienen talento, un talento discreto; saben reconocer a un buen caballo cuando lo ven, pero no saben reconocer un caballo superlativo. Pero tengo un amigo, un tal Chiu-fang Kao, un vendedor ambulante de forrajes, que en lo que se refiere a ca­ ballos no es menos que yo. Vete a buscarlo, te lo ruego. El Duque Mu siguió el consejo y, acto seguido, envió a Chiufang a la búsqueda de un corcel. Tres meses más tarde volvió di­ ciendo haber encontrado uno. —Ahora está en Schacn'iu —añadió— . — ¿Qué tipo de caballo es? — preguntó el Duque— . — Oh, es una yegua de color gris oscuro —-fue la respuesta. Y, sin embargo, cuando mandó a alguien para recogerlo se descubrió que el animal era un semental negro como la noche. Muy disgustado, el Duque mandó llamar a Po Lo. — Ese amigo tuyo —le dijo— , al que le habíamos encargado buscar un caballo, ha armado un buen lío. Pero si no sabe tan siquiera distinguir el color o el sexo de un animal; ¿cómo puede saber de caballos?. Po Lo emitió un suspiro de satisfacción. — ¿De verdad se ha comportado así? — gritó— . Ah, entonces es diez mil veces mejor que yo. No hay comparación entre él y yo. Lo que interesa a Kao es el mecanismo espiritual. Para asegurarse lo esencial se olvida de los detalles más comunes; está tan atento a las cualidades internas que pierde de vista las externas. Ve lo que quiere ver y no aquello que no le interesa. Mira las cosas que se han de mirar y deja aquellas que no tienen importancia alguna. Kao es un juez tan bueno de caballos que posee la calidad para juzgar cosas mejores que los caballos. Cuando el caballo llegó, va no hubo ninguna duda, era verda­ deramente excepcional» 16. ; Entre el contenido y la expresión existe una relación de semejanza: el signo está construido según el principio icónico. La expresión es como una huella del contenido. No por nada se utilizará la imagen del espejo tamo para la materia, en cuanto plano de expre­ sión del signo, cuyo contenido es el espíritu, como para la repre­ sentación icónica. También el hombre, como imagen de Dios, es icónico. 16 J. D. Salinger, Raise Higb the Roof Beam, Carpenters, Heinemann, Londres, 1955, págs. 4-5.

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3._ Las relaciones entre expresión y contenido no son ni arbitra­ rias ni convencionales: son eternas y preestablecidas por Dios. Es por esto por lo que el escritor que escribe un texto, el artista que pinta un cuadro, 110 son creadores sino simplemente mediadores, a través de quienes se da la expresión inherente al contenido mismo. Por tanto, un juicio sobre el valor de las obras de arte no puede con­ templar el criterio de originalidad. El cuadro del mundo construido sobre la negación del cuadro sintagmático era sistemáticamente acrónico. Ni la estructura eterna del mundo, su esencia, ni su expresión material, sujeta a la destruc­ ción, se sometían a las leyes del tiempo histórico. Aquello que tenía una ligazón con el tiempo no era históricamente existente, era sim­ plemente inexistente. Es suficiente con poner un ejemplo para con­ vencerse: las categorías de «principio» y «fin » en los textos rusos ■pertenecientes a la primera mitad de la Edad Media. El juicio, natural para las categorías de la conciencia moderna, «aquello que tiene principio tiene fin» no se confirma en estos textos. Encontramos en ellos otra oposición semántica: «aquello que tiene principio es eterno, es decir, no tiene fin, existe; a ello se le contrapone lo que no tiene principio, es decir, lo inexistente. Y es a este último, siendo efímero como es, a quien corresponde el fin». Por esto, el cronista de la antigua Kiev construye su P o v e s t ’ vrem e n n y c b le í [Relato de los años pasados] como una narración de los comienzos. Tan sólo aquello que tiene principio es digno de atención. Por tanto, las tierras que pueden señalar sus propios iniciadores, las estirpes que tienen fundadores, los acontecimientos que tienen pro­ motores son, tierras, estirpes, acontecimientos realmente existentes. Y es de ellos de quien se debe hablar. A ellos se contraponen, como sí fueran inexistentes, las tierras que no tiene el primer príncipe, ni primer «civilizador» cristiano, a las famlias no ilustres de desco­ nocidos orígenes, los acontecimientos de poca importancia. El mismo título de la crónica es significativo: «Es el relato de los anos pasados, de donde tomó inicio la tierra rusa, de quien fue el primer príncipe de Kiev y de donde comenzó a existir la tierra rusa.» La paite esencia] de los pasos narrativos de la crónica son las leyendas de los comienzos. Cuanto más brillante es la «raíz» tanto más importante es el fenómeno. Por ejemplo, el cronista rechaza desairado una le­ yenda, para él ya incomprensible, pero llegada de tiempos muy re­ motos, según la cual el fundador de la ciudad de Kiev fue un bar­ quero llamado Kij (para él el barquero no es ya un personaje semimitológico, ligado a su trabajo en el agua, reino de los muertos, y a la 52

superación de la frontera «nuestro mundo-su mundo», sino es tan sólo un hombre que ocupa un bajo lugar en la jerarquía social) y sostiene la versión de que Kij fue un príncipe. La idea del fin del mundo no ocupa los pensamientos en aquel periodo optimista en el que el pueblo del estado de Kiev se siente «joven» y «nuevo»: la muerte personal no es el fin, sino el principio de la vida verdadera; el fin del mundo, que un cristiano tiene la obligación de recordar, no es otra cosa que el fin del mundo «tem ­ poral», es decir, el inexistente, «im aginario» y el principio del eterno. Un mundo en el que el movimiento y la sucesión de aconteci­ mientos se veían como algo de externo, aparente e inesendal, no podía tener la idea de casualidad, que nació corno explicación de las leyes del movimiento. El escritor ruso de la primera mitad de la Edad Media nunca se preocupaba de aclarar las causas, tal y como nosotros lo enten­ demos. Trata de aclarar no ya la causa de un acontecimiento sino su «raíz», su iniciador. Sobre éste recae la culpa si el acontecimiento es malo o, en caso contrario, la gloria. Es por esto por lo que se acrecienta continuamente el pecado del primer fraticida, mientras que la gloria de los primeros príncipes rusos crece al crecer la importancia de su tierra. Gogol, en Strasnaja m e s t ’ [Venganza te­ rrible], ha recogida muy bien este concepLo, absolutamente ajeno a la civilización moderna, mostrando cómo crecen los tormentos del primer pecador de una estirpe conforme se acumulan las fechorías llevadas a cabo por sus descendientes. En los siglos x iii-x iv , cuando la trágica situación de las tierras rusas había creado estados de ánimo escatológicos, surgieron narra­ ciones referentes al «fin » Bylina kcik p e r e v e l s ’ b o ga ty ri na Rusi [Bylina sobre la desaparición de los b o g a ty r i en R usia], S lovo o p o g ib eli R u ssk oj zemli [Cantar de la ruina de la tierra rusa]. Aquí el fin se introducía en la estructura sustancial del mundo: todo lo que es bueno y válido perecerá (y al contrario: es válido aquello que perecerá). Pero también aquí a aquello que «tiene fin» se le con­ trapone no ya aquello que «tiene principio», sino aquello que «no tiene fin». El primero es válido, importante y existente o existido, el segundo no tiene ni valor ni importancia y su existencia es iluso­ ria. Los b o ga ty r i han muerto, pero han existido, mientras que las personas mezquinas es como si no hubieran existido.

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II.

El tipo sintagmático

Cronológicamente, el predominio de este tipo de código cultural fenece en la época de la centralización. Se manifiesta en las concep­ ciones eclesiástico-teocráticas y en las absolutistas de los siglos XVIx v ii, pero se afirma en las obras de Sos ideólogos del «estado regular» de la época de Pedro I. Es rechazado el significado simbólico de los acontecimientos y de los fenómenos: el mundo vive no en la relación entre los dos planos (esencia y expresión) sino sobre un solo plano: eclesiástico o estatal. De aquí surge el practicismo de los representantes de este sistemar los otros dignatarios eclesiásticos de tipo osifiliano 17 como También los especuladores de la época de Pedro son todos hombres de espíritu práctico y empírico. Estos se proponen objetivos reales y aleanzables y nunca sacrificarán los intereses prácticos de la «em ­ presa» por un imaginario, pata ellos, significado simbólico. El paso a este sistema es tomado como una liberación del ofuscamiento me­ dieval, como la rehabilitación de ]a actividad práctica. Los símbolos producen irritación: Pedro 1 destruye consciente­ mente la ritualística medieval de la corte de los zares moscovitas, mientras que Teófano Prokopovic, oponiéndose a Stefan Jaworski que trata de conservar de manera febril, mediante el terror y los supli­ cios, la reverencia medieval por el icono como signo de santidad, demuestra que la divinización del icono es idolatría. Hay que rezar a Dios y no al icono que es «cosa mediana». El principio que hacía de la profundización, en sentido gradual, penetración en la verdad, es sustituido por la aspiración hacia la sensatez, Teófano Prokopovic reprobaba el hecho de que en la inter­ pretación de las Sagradas Escrituras «se prestaba mayor atención no ya al sentido del texto, sino a la posibilidad y al modo de poder sacar unas conclusiones sorprendentes e inesperadas, buscando un misterioso significado en las palabras y expresiones más sencillas y comprensibles (■■.). De este modo, un texto tiene a veces tres o cuatro sentidos» ls. 17 [O sifiliano, nombre que recibió un sector de la Iglesia rusa, en los siglos x v y XVI, que defendía los intereses de las altas jerarquías eclesiásticas.! Van entre corchetes las notas del compilador. 1E Christianse orthedoxae theoiogiae in Academia Kiowensi a Tbeopbane Prokopouitez vol. I, Lipsiae, 1782, págs. 131-132, 140-141; véase P. Mo­ roso v. Feofan Prokopcvic kak pisatel', San Petersbúrgo, 1880, pág. 108. F. Pro-

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El practicismo, por un lado, llevaba una alta valoración de los «conocimientos» útiles y, por otro, a una actitud despreciativa e irónica hacia el pensamiento puramente teórico. La «sensatez» del hombre práctico se convertía en criterio de realidad. Aquello que no era considerado esencial por él se excluía de la esfera de la cultura. A esto está ligada la aspiración de «sim plificar» la cultura, quitando de ella lo «superfluo», es decir, lo inútil desde el punto de vista del hombre_prácrico. Son conocidas las anotaciones al margen hechas por Pedro I en la traducción que él corrigió de la G e ó rg ic a c u rio s a : «Puesto que los alemanes acostumbran llenar sus libros con muchas historias incongruentes con el único fin de hacerlos pasar por gran­ des, todo ello no ha de ser traducido, excepto las cosas esenciales y un breve discurso que introduce cada obra; pero a fin de que tam­ bién el mencionado discurso no sea un oropel ocioso sino que ilumine y edifique al lector, he corregido el tratado sobre agricultura (bo­ rrando aquello que no sirve) y lo mando a título de ejemplo, para que todos los libros sean traducidos sin historias inútiles, ya que con ello lo único que consiguen es hacer perder el tiempo y desaniman a los lectores» 1C. De todos modos, este propósito de desemiotizar los valores de la cultura no significaba en realidad un rechazo de todos los tipos de organización sígnica (de haber sido así nos hubiéramos encon­ trado con un nuevo tipo de cultura en lugar de haberlo hecho con -la destrucción de ésta). De todos modos, el principio mismo del significado cambiaba de manera radical. Se sustituía la estructura sjsmjíntica.-por _ta sintagmática. El significado de un hombre o de un fenómeno no venía determinado por su relación con las esencias de otro plano, sino por su inserción en un plano determinado. La pertenencia a un todo se convierte en señal de significación cultural: existir significa ser parte. El todo tiene valor no ya en cuanto es símbolo de algo más profundo, sino por sí mismo, esto es, en cuanto es iglesia, estado, patria, casa. Yo, sin embargo, tengo significado en cuanto parte de este todo. En este caso el concepto de «parte» asume un significado distinto del que tiene en el código «semántico»: la parte no equivale al todo y reconoce con alegría su propia insignificancia frente al mismo. El todo no es e l sign ifica d o de la parte, sino la su m a de las fracciones sintagmáticamente orga­ nizadas. kopovic se refería no tanto al simbolismo de la primera parte de la Edad Media, sino al intento de hacerlo renacer en el pensamiento filosófico-religioso de la época barroca. 19 N. Pekarskij, Nauka i literatura v Rosii pri Petre Velikom, vol. I, San Petersburgo, 1862, pág. 214.

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No se debe olvidar que tras la rigidez y la esclerotización de la parcialidad medieval una nivelación tal podía ser interpretada como la liberación del hombre de una m u ltiplicidad de participaciones complejas e intercruzadas en un sistema jerárquico de categorías y como su sumisión a una única estructura igual para todos, esto es, como la democratización de la organización social. Las discusiones sobre la contraposición entre «nobleza» y «Es­ tado» en tiempos de Pedro eran de todas todas interpretadas a la luz del antagonismo entre el particular y lo universal. K. Zotov, habiendo sido enviado a estudiar al extranjero, escribía a Pedro, sin medias palabras, que «por todas partes los nobles desprecian el trabajo» y aconseja seleccionar «hombres de clase media» para el servicio estatal» 20. Puesto que lo universal predomina sobre lo particular, el servicio estatal, dignidad que no deriva de la naturaleza de cada uno, sino del lugar que ocupa en el sistema, es el fundamento de la posición de cada ciudadano y del monarca mismo. También él presta servicio y toma prestada su propia autoridad del estado. Al reelaborar el primer reglamento m ilitar (el denominado Usíav V ejde [Reglamento W eid el de 1698) en el Ustac 1716 g o d a [R e­ glamento de 1716], Pedro I sustituyó con su propia mano las pa­ labras «En todo aquello que en el regimiento toca los intereses de su majestad, todo cuidado...» por «Y en todo aquello que en el regimiento toca los intereses del E stado...» \ Así se creó el ideal de un zar democrático y de la monarquía popular sobre la que escribieron Simeón Polockij, Teófano Prokopovic y Lomonosov. En 1744 hablaba de esto también el ex sargento Petrov del regimiento Eleckij de la guarnición de Voronez, que contó la historia de un ladrón que golpeó a Pedro I porque éste, con el fin de probarlo, le propuso saquear un rico boyardo; es mejor propuso: «Pues vayamos mejor a donde un rico boiardo; es mejor que le cojamos a él que al soberano») y después salvó la vida del zar, desenmascarando una conjura de boyardos ~. El individuo solo, no ligado al sistema, no tenía significado y se le consideraba hostil. Pedro I escribió a su bijo Alesio; «Yo por mi patria y por mi gente no he escatimado mi vida ni la escatimo, entonces, ¿cómo puedo tener piedad de un necio como tú ?» a . M Ibíd., pág. 15 7 . 41 P. P . Epifanov, «V oinskij ustav Petra Velikogo», en P etr Velikij, MoscúLeningrado, 1947, pág. 198. 83 Istoriceskie bumagi, sobrannye K. I. Arsent'evym, eD O RJA S, vol. IX , 1872, pág. 336. 25 O b’javlenie rozysknogo déla o sude [ . . . ] tu: carevica Aleskeja Pe tronica (...) segó ijunja v 25 den’, 1 7 1 8 , pág. 4.

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La inserción en el desarrollo temporal era un aspecto esencial de la organización de este tipo de cultura. El sistema cambia con­ forme se le van añadiendo nuevos eslabones. Se entiende este mo­ vimiento como perfeccionamiento. Además de la contraposición viejonuevo, donde al primer término se le considera negativo y desvalo­ rizado y al segundo lleno de valor, también existe la idea de un perfeccionamiento infinito de lo nuevo. Este progreso puede ser entendido distintamente en los varios sistemas: como sumisión del individuo a la Iglesia, como perfeccio­ namiento del sistema de las leyes o como difusión de las ciencias. Pero una cosa les es común: el pasado es entendido como estado caótico de los individuos (véase, por ejemplo, un conjunto de pala­ bras no organizadas sintagmáticamente), los cuales se someten cada vez más a las reglas de su unificación en un todo hasta que el sistema no se manifiesta en estado puro. De este modo vemos que la estructura que había proclamado la desemiotización y la destrucción del sistema de semantización je­ rárquica, ha alcanzado una semiotización no menos rígida, pero de distinto tipo: los principios de la organización de la cultura, que proclamaban la liberación del sistema, llevan a la formación de sis­ temas más rígidos de tipo burocrático.

III.

El tipo aparadigm ático y e l (¡sintagm ático

Hemos visto cómo el tipo sintagmático de código cultural no realizó su labor de desemiotizar el modelo del mundo y, por consi­ guiente, no dio al individuo, embrollado cada vez más por unas relaciones sociales cada vez más complejas, un sentimiento de libe­ ración. Todo lo contrario, puesto que ese individuo, en un nivel fisio­ lógico, no era reconocido como unidad social en ninguno de los dos sistemas, siempre se encontraba en una postura ambigua: sus nece­ sidades vitales, impuestas por la práctica cotidiana, se consideraban vulgares, humillantes y hasta declaradas inexistentes. En los momentos de crisis históricas, cuando los institutos so­ ciales están desacreditados y la misma idea de sociedad es entendida como sinónimo de opresión, nace un sistema de cultura que está caracterizado por la tendencia hacia la desemiotización, En la cultura europea de la Edad Moderna, incluida la rusa, el iluminismo fue el que expresó de manera más concreta este código de cultura. La diferencia entre la estructura semántico-simbólica de la Edad 57

Media y el Iluminismo, era que este último partía de la idea de que se concediera más valor a las cosas reales que no pueden usarse como signos: no el dinero, los uniformes, los niveles o las reputacio­ nes, sino el pan, el agua, la vida, et amor. Diferenciándose del código sintagmático de la época absolutista, el iluminismo partía de la idea de que la realidad máxima estaba poseída por aquello que no es parte: no por la fracción sino por el todo. Existe aquello que existe separadamente. Por tanto, los dos principios semánticos de Jas culturas prece­ dentes formaban parte de este sistema en forma negativa, como componentes con signo negativo. Las ideas del iluminismo, que basa toda la organización de la cultura en la contraposición natural-innatural, tienen una actitud decididamente negativa frente al principio mismo de la signicidad. El mundo de las cosas es real, el mundo de los signos, de las re­ laciones sociales es el traído por la falsa civilización. Existe lo que se representa a sí mismo; todo lo que «representa» alguna otra cosa es ficción. Por tanto, las realidades inmediatas son válidas y verda­ deras: el hombre en su esencia antropológica, la felicidad física, el trabajo, la comida, la vida misma como un proceso biológico preciso. Las cosas que asumen un significado solamente en determinadas situaciones sígnicas carecen de valor y son falsas: el dinero, los grados, la tradición de casta y estirpe. Los signos se convierten en símbolos de la mentira, mientras que la sinceridad, la ausencia de signicidad, son el máximo criterio de valor. En estas condiciones, el tipo fundamental de signo, la «palabra», que en el sistema anterior era considerada como primer acto de la creación divina, se convierte en modelo de mentira. La antítesis natural-innatural es sinonímica a la contraposición cosa-acción, realidad-palabras, Todos los signos sociales y culturales son declarados «palabras». Llamar a algo «pa­ labra» significa denunciar su falsedad y su inutilidad. «El horrendo reino de las palabras en lugar del de los hechos»: así es la civili­ zación moderna, según G ogoli!. El hombre, perdido en las palabras, pierde la sensación de reali­ dad. Por tanto, la verdad es un punto de vista, no solamente intro­ ducido en la esfera extrasígnica (extrasocial) de las relaciones reales, sino también contrapuesto a las palabras. El niño y el salvaje, seres fuera de la sociedad, no son los únicos portadores de Ja verdad, sino que también lo es el animal, que además está fuera del lenguaje. En la novela de L. Tolstoi C h o h t o m e r [H istoria de un caballo] el falso mundo social es el mundo de los conceptos expresados en el N. V . Gogol, Poínos sobrante socinenij, vol. III, 1938, pág. 227.

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lenguaje. A éste se halla contrapuesto el mundo sin palabras de un caballo. La relación de propiedad no es otra cosa que palabras. El narrador, un caballo, cuenta: «Entonces yo no lograba entender lo que significaba el hecho de que m e llamaran propiedad del hombre. Las palabras: mi caballo, referidas a mí, caballo viviente, me pare­ cían igual de extrañas como las palabras: mi tierra, mi aire y mi agua, Pero estas palabras han tenido una influencia enorme en mí. Continuamente yo pensaba sobre esto, y sólo mucho tiempo después, tras las relaciones más variadas con los hombres, comprendí, por fin, el significado que los hombres atribuyen a estas extrañas palabras. El significado es éste: los hombres son guiados en la vida no por las acciones sino por las palabras. Ellos aman no ya tanto la posi­ bilidad de hacer o no hacer algo, cuanto la posibilidad de pronunciar sobre los distintos objetos las palabras acordadas entre ellos. Dichas palabras, consideradas entre ellos muy importantes, son: mío, mía, míos Ellos llegan al acuerdo de que tan sólo uno díga mía ante una misma cosa. Y quien de entre ellos diga más veces m ío cuando hable de cosas, según este juego acordado entre ellos, es considerado el más feliz. Por qué esto es así, no lo sé: pero es así. Antes tracé de explicármelo durante largo tiempo con una ventaja directa96, pero me equivocaba. Por ejemplo, muchos de los hombres que me llamaban caballo suyo, nunca me habían montado, mientras que otros sí lo hacían. No eran ellos quienes me daban de comer, sino otros... Y los hom­ bres en su vida aspiran no ya a hacer lo que ellos consideran bien, sino a llamar mías- al mayor número de cosas posibles. Ahora estoy convencido de que justamente aquí está la diferencia entre los hom­ bres y nosotros. La actividad de los hombres ( ...) está guiada por las palabras, sin embargo, la nuestra, lo está por la acción»26. La incomprensión de las palabras se convierte en signo cultural de una auténtica comprensión (véase Akira en el Vlast' t ’m y [Poder de las sombras] de Tolstoi). La palabra es instrumento de mentira, concentrado de sociabilidad. Así nace el problema de la comunicación extraverbal, la superación de las palabras que dividen a los hombres. En este sentido, es significativo el interés que se manifiesta en Rous­ seau por la entonación y la paralingüística (a veces el principio afi­ nador se identifica con el emocional y popular, y el principio verbal con el racional y el aristocrático). «Toutes nos langues sont des ouvrages de l'att. On a longtemps cherché s’il y avant une langue naturelle et comune a tous les bommes: sans donre il y en a une et 55 Recordemos que, desde el punto de vista del sistema culmral «medieval», lo menos digno de atención era justamente la «ventaja directa» extrasígnica. 26 L. N. Tolstoi, Sobrante socinenij, vol. III, Moscú, 195 1, págs. 382-383.

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c’est celle que les énfans parlen t avant de savoir parler ( ...) ce n’est point le sens du mot qu’ils entendent, maís l ’accent dont il est accompagné. Au langage de la voix se joint celui du geste, non moins énergique. Ce geste n’est pas dans les faibles mains, des enfans, il est sur leur visages.» «L ’accent est i’árne du discours; il lui donne le sentiment et la verité. L’accent ment moins que la parole» “ . La cita de Tolstoi transcrita aquí es interesante también desde este enfoque: en ella se subraya el carácter convencional de todos los signos culturales, desde las instituciones sociales a la semántica de las palabras. Si para el hombre medieval el sistema de los signi­ ficados tenia carácter preestablecido y toda la pirámide de las subor­ dinaciones sígnicas reflejaba la jerarquía del orden divino, en la época íluminística el signo, entendido como quintaesencia de la incivilización artificial, se contrapone al mundo natural de los no-íignos. Justamente en esta época se descubrió el carácter convencio­ nal, inmotivado, de la relación significante-significado. La sensación de la relatividad del signo penetra profundamente en la estructura del código cultural. En el sistema medieval la palabra se percibe como icono, imagen del contenido, en la época Iluminística hasta las imágenes pictóricas parecen convencionales. De todo cuanto se ha dicho se saca como consecuencia una pro­ piedad esencial de la estructura cultural del código iluminístico: contraponiendo'lo natural a lo social como lo existente a lo efímero, se introducía el concepto de norma y de su transgresión en nume­ rosas realizaciones casuales. Provistos de significado, justamente porque no son signos, las cosas y el hombre en la cultura del iluminismo no cambiaban el valor ni siquiera por los nexos sintagmáticos del sistema. Tiene un -ver­ dadero valor, en el hombre y en el objeto, aquello que les es propio en cuanto individuos: en el objeto, su propiedad, en el hombre, sus cualidades antropológicas. Estableciendo lazos de unión con otros hombres, entrando en el sistema en calidad de elemento suyo, el hombre no gana, sino pierde. Rousseau en el Contrat social escribe: «Supposons que l ’état soit composé de dix müle citoyens. Le souverain ne peut étre considéré que collectivement et en corps; maís chaqué patticulier, en qualité de sujet, est considéré comme individu: ainsi le souverain est á un 27 Téngase también en cuenta el hecho de que el héroe épico siempre se enfrenta solo a un ejército compleio. En su más alto grado esta característica puede adscribirse a k cultura del budismo. Véase el Dbammapada: «Es mejor actuar solos, no existe compañía con un estúpido: váyase sólo sin cometer pecados, con pocos deseos como el elefante en la selva» (X X III, 330),

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sujet comme dix mille est a un; c’est-á-dire que chaqué membre de l ’état n’a pout sa part que la dis-milUéme partie de Pautóme souveraine, quoiqu’il luí soit soumis tout entier. Que le peuple soit corapos é de cent mille liommes, l ’état des sujets ne change pas, et chacun parte également tout l ’etnpire des lois, tandis que son suffrage, réduit. á un cent-milliéme, a dix tais moins d’irtfluence dans leur rédaction. Alor's le sujet restant toujours un, le rappot du souverain augmente en taison du nombre des citoyens. D’oti il suit que, plus l ’état s’agrandit, plus la liberté dim inue»2S. El juicio de Rousseau es muy característico. Ello permite tam­ bién introducir un buen criterio técnico para dividir los sistemas de cultura con paradigmática dominante de aquellos sintagmáticos: si la pertenencia a la mayoría se considera positiva y que ennoblece, si ello aumenta el significado del individuo, nos enfrentamos a un sistema sintagmático y, en caso contrario, a uno paradigmático. Un caballero actúa siempre como miembro de «pequeña tropa», como dice la crónica de Kiev, uno contra muchos. Al entablar batalla se une a quien está en minoría. Desde el punto de vista del iluminista, Robinson en la isla deshabitada posee la máxima dignidad o Karl Moor que con un puñado de bandidos se rebela contra el mundo 2a. De todos modos Fierre Bezuchov en Vojna i m ir [Guerra y Paz], busca una visión genuina de la vida en la fusión con la mayoría (pueblo), mientras que para Lomonosov la grandeza siempre será inseparable de la inmensidad del espacio geográfico. La idea de la poesía de la inmensidad no será por casualidad un elemento orgánico de las odas en la época clasicista. (En Ja época clásica no es casual que la idea de lo poético, de lo inmenso, constituya un elemento orgánico de las ondas.) Una variante de este problema es la cuestión de qué es lo que tenga mayor valor si la victoria o la muerte. Determinados tipos de cultura poetizan la victoria. El triunfó, la apoteosis, son compo­ nentes obligatorias del final de los entrelazados heroicos de! clasi­ cismo. Los héroes de la Chanson d e Roland o de la S lovo o polku í g o r e v e canian las gestas de Tgor o mueren o sufren derrotas. La muerte es inseparable de la conversión en héroes en el sistema ro­ mántico que a su vez poseía rasgos clarísimos de asintagmatismo, El decembrista A. Odoevskij, cuando en la mañana del 14 de di­ ciembre de 1825 se dirigía hacia la plaza donde habían de reunirse 28 J.-J. Rousseau, Oeuvres completes, t, X , 1971, pógs. 108-109, 132. * J.-J. Rousseau, Du Contrat social, libro V I, cap. I, en Oeuvres completes, tamo V I, París, 1824, págs. 81-82.

él

los insurrectos, exclamó: «¡Moriremos, moriremos llenos de glo­ r ia !» aa. Y el decembrista A. Besruzev durante la celebración de su juicio dijo: «Todos nosotros, sin excepción, nos sacrificábamos por la patria» 31. El üuminista no aspiraba a introducirse en la mayoría, puesto que estaba convencido de que todas las propiedades auténticas y las ne­ cesidades del hombre se encontraran ya en él como datos antropo­ lógicos. Cualquier añadido significaba alteración, mentira, prejuicio. Según Dobroljubov toda la sabiduría de las doctrinas sociales se reducen a la siguiente fórmula: «E l hombre y su felicidad.» Y añade: «Pero esta fórmula ya la tenía yo en el alma siendo niño, aún antes de empezar a estudiar las distintas ciencias» 32. El pueblo solamente es un aglomerado mecánico de personas, y se pueden estudiar todas las propiedades de la humanidad en el individuo. Es curiosa la actitud hacia el pueblo: un iluminista lucha en favor del pueblo, pero su simpatía hacia el hombre del pueblo depende del hecho de que es «como yo» y no del hecho de que «es distinto». «Volverse como el pueblo» significa cambiar para «volverse uno mismo» y no «cambiar para volverse distinto»; por un lado, la aspi­ ración a mezclarse con el pueblo significa desde un punto de vista, unirse a aquellos que son «distintos» y «que son tantos», y por otro, a aquellos.que «son iguales», pero dominados. El pueblo resulta atractivo por el hecho de estar dominado y no por ser numeroso; por ser débil y no fuerte. Véase en Blok la simpatía por el pueblo en cuanto débil: Sí, así dicta la inspiración; Mi libre fantasía siempre Va allí donde está la humillación, La suciedad, la oscuridad y la miseria. A lli, can humildad, en bajo, Donde otra vida se vislumbra mejor... ¿Has visto a los niños en París O a los mendigos en él puente de invierno? 33

A pesar de todo también podremos encontrar en Blok versos como este: 3tl «Sledstvennoe délo o kornete konnoj gvardií kn. Odoevskom», en Vossianie dekabrisíop, vol. II, 1926, pág. 261. al «Sledstvennoe délo o stabs-kapitanc Aleksandre Bestuzeve», en Vosstanie dekabristcv, val. I, 19 2 5 , pág. 4.54. 44 N\ A. Dobroljubov, Sobrante socinenij, Moscú, 1952, pág. 62. A. Blok, Sóbrame socinenij, vol. III, Moscú-Leningrada, 1960, pág. 93.

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He soñado no estar solo. Y allí, afilando las hachas, Alegres hombres rojos, Riendo, encendían las hoguerasM.

La base de la cultura del iluminismo está en la tendencia hacia la desemiotización, en la lucha contra el signo, No por ello puede decirse que esta cultura no sea un sistema semiótico. De haber sido así, ésta no hubiera sido un tipo particular de cultura, sino que hubiera sido una anticultura y destruyendo las otras maneras de conservar y transmitir la información, no hubiera podido cumplir la función de sistema comunicativo. Pero las cosas no son así. Por tanto, al destruir los signos de las culturas anteriores, el iluminismo crea los signos de la destrucción de los signos. Esto puede verse claramente con un solo ejemplo: el iluminismo invita & abandonar las quimeras del mundo signico y a volverse a la realidad de la vida natural, no deformada por las «palabras» La esencia de las cosas está contrapuesta a los signos como lo está lo real a lo fantástico, Pero este «realismo» es de tipo particular. Puesto que el mundo que rodea al escritor es un mundo de relaciones sociales, se le llama entonces, quimérico. Real es, en cambio, el hombre, llevado a su esencia, que no existe en realidad. De esta forma la realidad resulta fantásticamente irreal, mientras que la realidad superior es excluida totalmente del mundo de la realidad social. El no-signo del ihiminista se vuelve signo de segundo grado.

IV.

El tipo sem á n tico -ú n ta g m á tico

El iluminismo europeo del siglo xvrri ’15 fue uno de los sistemas más potentes de la cultura de la Edad Moderna. Y éste, además, creaba el cuadro de un mundo fragmentado en cnanto destruía la sintagmática y creaba el cuadro de un mundo absurdo, en cuanto se oponía a la semántica. En k cultura europea de finales del siglo x v m y principios 34 Ibíi,,

vol. I, pág, 271. 36 Cuando se habla de iluminismo en Rusia conviene hablar de los si­ glos x v iri y x ix ; sus tradiciones estaban vivas para Herzen, para Cernysevskij, Tolstoi y los populistas; Dostoievski lo combatía como a un enemigo suyo con­ temporáneo; el primer escritor que no asumió ni las posturas de sostenedor ni la de adversario del iluminismo,' pero que se mantuvo al margen del mismo, fue Chejov.

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del xxx se identificó este cuadro del mundo con la sociedad burguesa, surgida tras la Revolución Francesa. Todavía fue más fuerte la aspi­ ración de crear un modelo del mundo que lo presentara provisto de sentido y de unidad. Esto coincide con la explosión de las ideas historicistas y dialécticas can típicas del pensamiento social ruso durante los años 40 del siglo pasado, Estos problemas interesan a Pushlcin, a partir de Poltava, al joven ICireevskij, Caadaey, el círculo de Stankevic y desembocan en el original fenómeno del hegelismo ruso. La expresión extrema, pero lógica, de estos estados de ánimo es «L a reconciliación con la realidad». La idea del mundo como una sucesión de hechos reales, que son la expresión del movimiento profundo del espíritu, daba un doble sentido a todos los acontecimientos: semántico, como relación en­ tre manifestaciones físicas de la vida y su sentido oculto, y sin­ tagmático, como relación entre ellas y Ja totalidad histórica. Esta tendencia a asignar un sentido a las cosas constituía el aspecto fundamental de la cultura, y penetraba no sólo en la filosofía, sino también en la vida cotidiana. Herzen recuerda a propósito de esta época: «El hombre que iba a dar un paseo por los SokoPniki lo hacía para poder abandonarse a] sentimiento pan teísta de su unidad con el cosmos; y si por el camino se cruzaba con un soldado borracho o con una pueblerina que le empezaba a hablar, el filósofo no hablaba simplemente con ellos, sino que determinaba la sustancia popular en su manifestación inmediata y casual» “ü. Desde un punto de vista estructural, este sistema nuevo era la síntesis de los dos primeros, y Herzen tenía razón cuando decía que « l a unión de Hegel con Stefan Jaw orski. ., es más posible de lo que uno pueda p en sar»5'. Pero este sistema rehabilitaba no ya a la mítica sustancia «filo­ sófica» del hombre, sino a su realidad cotidiana, viendo en ella una etapa del devenir de lo absoluto. El insensato adquiría un sentido como momento del desarrollo general, El mundo se escindía en el sistema, es decir, la esencia ideal, y en la expresión material que este último asumía en encarnaciones para él casuales. Esto era lo que hacía considerar como inexistentes tan sólo a los hechos dotados de significado semántico y sintagmático. Por esto, los distintos aconte­ cimientos relacionados con un mismo momento ideal del desarrollo del espíritu, es decir, teniendo un mismo significado, se consideraban como variantes del mismo hecho histórico, que justamente cumplía el papel de acontecimiento histórico. Por tanto, si el sistema me­ 38 A.. I. Gercen (Herzen), 37 Ibíd., pág. 28.

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Sobrante socinenii,

vol. IX , Moscú, 1956, pág. 20.

dieval consideraba el mundo como palabra, en el sistema semánticosintagmático el mundo adquiere los rasgos del lenguaje. Uno de los problemas fundamentales de este sistema socio-cultural fue el problema de la realidad. Belinskij escribió a Bakunin: «En el crisol de mi espíritu se ha elaborado, de manera original, el significado de la gran palabra "reali­ dad” ... Miro la realidad^ antes tan despreciada por mí, y tiemblo con un entusiasmo misterioso, puesto que comprendo la racionalidad que hay en ella y veo que no se la puede quitar nada y que nada en ella se puede censurar y rehusar» 3S. La actitud adoptada por los hegelianos moscovitas de los años 40 hacia la realidad está muy cercana al concepto de plano de expresión del lenguaje en la ter­ minología postsaussuxiana: es un sistema expresado en los hechos materiales. Por un lado, se da por supuesta la eliminación de todo aquello que se encuentra fuera del sistema, por otro, existe un interés por el aspecto material de los signos, que para la conciencia medieval era la «cadena del significado». Solamente es posible com­ prender la estructura del contenido penetrando en la estructura de la expresión. De aquí la idea de que los hechos de la Historia tengan un carácter no casual, sino orgánico-estructural y que toda descripción de la realidad en términos de una teoría preconcebida esté destinada desde un principio a su derrota, puesto que el sistema del mundo se deduce de la descripción de su estructura. Y justamente la idea de que un hecho extrasistemático fuera un hecho inexistente era la que creaba amplias posibilidades para la «re­ conciliación» de la violencia de lo universal sobre lo particular, de la Historia y del Estado sobre el hombre, sobre todo en las condi­ ciones de la monarquía de Nicolás I. Y es justamente en esta direc­ ción en la que se empezaron a formular las primeras protestas contra el sistema antes mencionado. Belinskij escribió a Botkin en 1S40: «Lo universal es el verdugo de la individualidad hum ana»39. Pero la gama de las posibilidades de cambio de los códigos de cultura se había agotado y el abandono de un sistema llevaba a la restauración de otro. Belinskij se orientaba hacia el iluminismo al escribir: «Ahora para mí, la personalidad humana es superior a la historia, superior a la sociedad, superior a la humanidad» 40. Es significativo que los sistemas que habían surgido en Rusia en la mitad del siglo xix y que tenían como fin crear los modelas más complejos del mundo, nacieran como una criollización de los 38 V. G. Belinskij, Polnoe sóbrame socinenij, vol. X I, Moscú, 1956, pág. 282. Ibíd., pág. 539. M Ibíd., pág. 556.

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códigos culturales que ya existían. Por ejemplo, los intentos de sintetización de las estructuras III y IV tuvieron un significado excepcional en la Rusia de mitad del siglo ix. Sus distintas mo­ dificaciones caracterizaron tanto a los demócratas-revolucionarios como a Lev Tolstoi. Aunque así sea, la esperanza de empezar un nuevo ciclo de construcción de tipos de cultura, en la obra de Tolstoi y de Dos­ toievski, tenía distintas raíces. Al mismo tiempo se indicaron las vías a través de las que, efectivamente, se desarrollaron las investi­ gaciones del siglo xx. Eran fundamento de estas investigaciones el hecho de que !o que antes actuaba como elemento inicial del sistema —es decir, la naturaleza humana— después se convertía en resultado.. Esto cambiaba decididamente el carácter del uso de los principios semánticos y sintagmáticos: el semántico se transformaba en la idea de que el "hombre’ es clase, pueblo, humanidad y, naturalmente, un hombre determinado es solamente la característica de esta unidad estructural. El sintagmático hacía que se considerase a cada hombre, entidad natural, como una concatenación de individualidad, plan­ teando el problema de su correlación e identificación, De todos modos, el examen de esta fase se sale del ámbito de la presente investigación.

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Sobre el mecanismo sem iótico de la cultura* J urij M. Lotmam y Boris A. U spf .mskij

Existen numerosas definiciones de la cu ltu ra1. Las discrepancias a la hora de dar un contenido semántico al concepto de «cultura», en edades históricas distintas y por parte de diferentes estudiosos de nuestro tiempo, no nos desanimarán si recordamos que el valor de éste término es «derivado» respecto del tipo de cultura. Toda cultura determinada históricamente genera un determinado modelo cultural propio. Por tanto, el estudio comparado de la semántica del término «cultura» a lo largo de siglos constituye un material útilísimo para construcciones tipológicas. Por otra parte, aun dentro de la multiplicidad de las definiciones, es posible determinar algo en común que evidentemente responde a ciertas connotaciones adscribibles intuitivamente a la adtura, sea cual fuere la interpretación del término. Limitémosnos a señalar dos. En primer lugar, en la base de todas las definiciones está la convic­ ción de que la cultura p o s e e trazos distin tivos. En su aparente xri* Título original: «O semioticeskon mcchanizmc kul’tury, en Trudy po m akovym sistemar», V, Tartu, 1971. 1 A . Kroebcr, C. IduckRohn «Culture. A Critical Review of Concepts and Definitions». en Paper; of tke Peabody Museum, Cambridge, Mass., 1952; A. Kloskowska, K ultura masowa. Krytyka i obrona, Varsovia, 1964; R. Benedict, Patterns of Culture, Cambridge, Mass., Boston-Nueva Y ork, 19 3 4 ; Comparad ve Research across Culture and Nations, ed. por Stein Rokkan, París-La Haya, M C M L X V III; M . Mauss, Sociologie et anthropologie, París, 1966; C. LéviStrauss, Anthropologie structurale, París, 195S; Y . Simonis, Claude Lévi-Strauss oti la «Passion de l'inceste». Introduction au stmcturalisme, París, 1968.

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vialidad, esta afirmación tiene un contenido que no carece de signi­ ficado: de ella se deriva la afirmación de que la cultura nunca representa un conjunto universal, sino tan sólo un subconjunto con una determinada organización, No engloba jamás todo, hasta el punto deform ar un nivel con consistencia propia/*La cultura sólo se concibe como una porción, como un área cerrada sobre el fondo de la nocultura. E l carácter de la contraposición variará: la no-cultura puede aparecer como una cosa extraña a una religión determinada, a un saber determinado, a un determinado tipo de vida y de comporta­ miento, Pero siempre, lu cultura necesitará de semejante contrapo­ sición. Más aun, será justamente la cultura la que intervenga como miembro señalado de la oposición. En segundo lugar, toda la variedad de la s demarcaciones existentes entre la cultura y la no cultura se reduce en esencia a esto, que, sobre el fondo de la no cultura, la cultura interviene como un sistem a d e signos. En concreto, cada vez que hablemos de los rasgos distintivos de la cultura como «arti­ ficial» (en oposición a «innato») «convencional» (en oposición a «natural» y «absoluto»), «capacidad de condensar la experiencia hu­ mana» (en oposición a «estado originario de naturaleza») tendremos que enfrentarnos con diferentes aspectos de la esencia sígnka de la cultura. Es indicativo cómo el sucederse de las culturas (especialmente en épocas de cambio^ sociales/ vaya acompañado generalmente de una decidida 'elevación de .la sernicticidad del comportamiento (lo que puede hallar expresión hasta en el cambio de los nombres propios y de las denominaciones)1y cómo, además, también la lucha contra los viejos rituales pueda' asumir un carácter doblemente ritualizado. Por otra parte, no sólo la adopción de nuevas formas- de comporta­ miento, sino también el reforzamiento de la signicidad (simbolicidad) de las viejas formas puede atestiguar determinado cambio del tipo de cultura. De este modo, si la actividad de Pedro 1 en Rusia se redujo en gran medida a la lucha contra los viejos ritos y los viejos símbolos, que halló expresión en la creación de signos n u e v o s (por ejemplo, el no llevar barba se convirtió en obligatorio como obligatorio era antes llevarla, el vestir almodo extranjero se hizo obligatorio como anees lo era el vestir a la manera rusa®, etc.), la “ Véanse los edictos especiales de Pedro I referentes a la forma de los vestidos que era obligatorio llevar. A.sí, en .1700, se prescribía llevar ropas de estile húngaro; en 17 0 1 , de estilo alemán; en 1702, para los días de fiesta, «caf:anes» franceses (véanse los artículos 17 4 1, 1898, 1999 de la Polnoe só­ brame zakonov Rossi/skoj imperii, «Colección completa de las leyes del im­ perio ruso», publicada a partir de 1S42). Correlativamente, en 17 14 , se decretó para los negociantes petersburguqses que vendían trajes rusos de tipo no re­ glamentario, la fustigación con el knur y la deportación, mientras que en 1 7 1 5

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actividad de Pablo I, en cambio, se expresó en un claro reforzamiento de la signiddad de las formas ya existentes, y, sobre todo, en una elevación de su carácter simbólico (cfr. la pasión de la ¿poca por los símbolos genealógicos, el simbolismo de les desfiles, el lenguaje del ceremonial, etc... y por otra parte la lucha contra las palabras que sonaban como símbolos de una ideología distinta; cfr. también determinados actos ostentosamente simbólicos como las censuras al muerto, los desafíos o duelos entre reinantes, etc.) Uno de los problemas esenciales es el de la relación entre la cultura y lenguaje natural. Durante estos últimos años, en las publi­ caciones de la Universidad de Tartu relativas a la semiótica, los fe­ nómenos de la serie cultural han. sido definidos como sistem as d e m o d eliz a ción secundarios. Con ello, se evidencia el carácter derivado respecto^ de las lenguas naturales. En varios trabajos se ha resaltado y 'analizado, basándose en la hipótesis de Sapir-Whorf, la influencia del lenguaje sobre las varias manifestaciones dé la cultura humana. Recientemente, É. Benveniste, ha subrayado que sólo las lenguas naturales pueden asumir una ' función metalingüística - v que éstas ocupan, desde este punto de vista, un lugar muy particular en el sistema de las comunicaciones humanas De todos modos, resulta discutible la propuesta del estudioso de considerar sistemas propia­ mente semióticos solamente a las lenguas naturales y de atribuir a todos los demás modelos culturales el calificativo de semánticos, en cuanto carentes de una propia sem iosis. ordenada y deudores de ésta a la esfera de las lenguas naturales. A pesar de la oportunidad se dispuso la deportación para aquellos que comerciaban con clavos para las botas y pala las herraduras de los caballos ( i b í d . arts. 2874 y 2929). Ima­ gínense, pot ota parte, las protestas contra las ropas extranjeras tanto en la época anterior a Pedro como por parte de los Viejos Creyentes, los cuales se presentan como depositarios de la cultura anterior a Pedro (nótese que los Viejos Creyentes han conservado, incluso hasta nuestros días, trajes de estilo anterior a Pedro, que usan con ocasión de las funciones religiosas; puede ser más arcaica todavía su vestimenta de luto; véanse los escritos de N. P. Grinkova en Buchtarminskie staroobrjadey, Leningrado, 1930). En este aspecto, como es fácil comprobar, el carácter de la relación con el signo y el nivel general de la semioticidad de la cultura, antes y durante el reinado de Pedro, no sufrieron modificaciones. 3 Dichos fenómenos pueden relacionarse con una resolución del hijo de Pablo, el emperador Alejandro I: durante la guerra de 1812, el príncipe P. Bagiation propuso al coronel y poeta S. N. M arín para una condecora­ ción: la orden de caballero de San Vladím iro de tercera clase; pero Marín se murió antes de poderla recibir, Entonces, Alejandro I, mandó hacer un retrato de M arin con la orden de Vladimiro al cuello (al cuello se llevaba la orden de segunda dase): esto es, honró el retrato, elevando el nivel de la conde­ coración. 4 É. Benveniste, «Sémiologie de la langue», Semiótica, I, 1, 1969 [traduc­ ción castellana en Problemas de lingüística general, II, Madrid, S i¿ o X X I, 1977],

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de una contraposición entre sistemas modelizantes primarios y secun­ darios (sin la que no se podría determinar su respectiva especificidad), nos parece útil subrayar que,, en su funcionamiento histórico real, Jas lenguas y las culturas son indivisibles: no es admisible 3a existen­ cia de una lengua (en el’ sentido'" amplio del término) que no esté inmersa en un contexto cultural, ni de una cultura que no posea en su propio centro una estructura del tipo de la de una lengua natural. ; Á "título de abstracción científica, nos podemos figurar el len­ guaje como un fenómeno en sí mismo. Pero en su funcionamiento real, éste se halla incorporado a un sistema más general: el de la cultura, y junto con éste, constituye una totalidad compleja, El «trabajo» fundamental de la cultura, como intentaremos demostrar, consiste en organizar estructuralmente el mundo que rodea al hom­ bre. La cultura es un generador de estructuralidad; es así como crea alrededor del hombre una -socio-esfera que, al igual que la biosfera, hace posible la vida, no orgánica, obviamente, sino de relación. : Ahora bien, para cumplir- esta tarea, la cultura ha de tener en su interior un «dispositivo estereotípizador'¡>'[Z ta m p u ju scee uírojsi v o » ] estructural, cuya función es desarrollada justamente por el lenguaje natural: y es esto lo que proporciona a los miembros del grupo social el sentido intuitivo de la estructuralidad; precisamente aquél, con su sistematicidad evidente (por lo menos en los niveles más bajos), con su transformación del mundo «abierto» de los r e alia en el mundo «cerrado» de los nombres, obliga a los hombres a interpretar como estructuras fenómenos cuya estructuralidad, en el mejor de los casos7 no es evidente 3. Y más aún, no resulta esencial, en toda una serie de casos, el hecho de que este o aquel principio formador de significado sea o no una estructura en sentido propio. Es suficiente con que los participantes a la comunicación lo c o n s i­ d e r e n una estructura y lo u tilicen como tal, a fin de que comience a revelar propiedades paraestructurales [ stru k é u p o d o b u y e] / S e com­ prende pues, cuán importante es la presencia, en el centro del sistema de la cultura, de un manantial tan vigoroso de estructuralidad como zes el lenguaje/ '"L a presuposición de estructuralidad elaborada a partir de la práctica de la comunicación lingüística ejerce una potente acción 5 Así, por ejemplo, la estructuralidad de la historia constituye el axioma de partida de nuestro método, ya que, en caso contrario, se excluye la posi­ bilidad cíe la acumulación de la experiencia histórica. Pero a pesar de todo, esta idea no puede demostráis-;, ni ser refutada mediante demostración, ya que la historia mundial no ba concluido y nosotros nos hallamos inmersos en ella.

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sobre todo el complejo de los medios de comunicación. De este modo, todo el sistema de la conversación y transmisión de la expe­ riencia humana se construye como un sistema concéntrico, en cuyo centro' están dispuestas las estructuras más evidentes y coherentes (las más estructurales, por decirlo así)- Más cercanas a la periferia, se colocan formaciones de estructuralidad no evidente o no demos­ trada, pero que, al estar incluidas en situaciones sfgnico-comunicativas generales, fu n cio n a n c o m o estructuras. En la cultura humana, dichas paráestructuras [ k va z istm k tu ry] ocupan, evidentemente, un lugar bastante importante. Además, es justamente la ausencia de un orden preciso interno, lo incompleto de la organización, lo que ase­ gura a la cultura bumana una «cabida» interna y un dinamismo des­ conocidos para sistemas más armónicos. Nosotros entendemos la cultura como m em oria no hereditaria d e la co lectiv id a d , expresada en un sistema determinado de prohibiciones y prescripciones. Esta formulación, una vez aceptada, conlleva algu­ nas consecuencias. Se deriva de ella, ante todo, que la cultura es, por definición, un fenómeno social: lo que no excluye la posibilidad de una cultura individual, en el caso de que cada uno se interprete a sí mismo como” r ep resen ta n te de la colectividad, o bien, en todos los casos de autocotnunicación, cuando una persona desenvuelve —-en el dempo y en el espacio— las funciones de diversos miembros de la colectividad y de hecho constituye un grupo. Sin embargo, los casos de cultura individual son inevitablemente secundarios en el plano histórico./ Por otra parte, de acuerdo con las limitaciones que el investiga­ dor impone a su material de estudio, puede hablarse de .cultura panhumana en general, de la cultura de esta o de aquella área geográfica o bien, de esta o aquella época, de la cultura, en fin, de esta o de aquella comunidad variable en sus dimensiones, etc. Además, dado que la cultura es m em oria (o, si se prefiere, gra­ bación en la memoria de cuanto ha sido vivido por la colectividad), se relaciona necesariamente con la experiencia histórica pasada. En el momento de su aparición, por tanto, no puede ser constatada una cultura como tal: se adquiere plena conciencia de ella p o st jactum, Cuando se habla de creación de una nueva cultura, tiene lugar una inevitable anticipación: se sobreentiende, en otros términos, aquello que (por lo que se supone) 'se v o lv e r á memoria' desde el punto de vista de un futuro reconstruidle (y solamente el futuro, natural­ mente, será el único capas de demostrar la legitimidad de dicha conjetura). De este modo, un programa (de comportamiento) interviene como 71

un sistema al revés: el programa mira hacia el futuro desde el punto de vista de su elaborador; la cultura, en cambio, mira hacia el pasa­ do desde el punto de vista de la realización del comportamiento (programa). De ello se deduce que la distinción entre el programa de comportamiento y la cultura es funcional: el mismo texto puede ser lo uno o lo otro, distinguiéndose por la función que cumple en el sistema general de la vida histórica de una determinada colec­ tividad. La definición de la cultura como memoria de la colectividad plantea, en términos generales, el problema del sistema de realas semióticas según las cuales la experiencia de vida del género humano se hace cultura: reglas que, a su vez, pueden ser tratadas precisa­ mente como un program a. La existencia misma de la cultura sobre­ entiende la construcción de un sistema de reglas para la traducción de la experiencia inmediata en texto. Con el fin de que uno u otro acontecimiento histórico encuentre su lugar en una determinada cé­ lula, ha de ser concebido ante todo como existente, esto es, es necesario que sea identificado con un determinado elemento de la lengua del mecanismo memorizante. Más tarde ha de ser valorado en relación con todos los nexos jerárquicos de esta lengua. Ello quiere decir que quedará registrado, que será, pues, un elemento del texto de la memoria, un elemento de la cultura. La introducción de un hecho en la memoria colectiva pone en evidencia de este modo todas las connotaciones de la traducción de una lengua a otra que, en nuestro caso, es la «lengua de la cultura». El problema específico de la cultura como mecanismo que tiende a organizar y a conservar la información es el de la longevidad. Dicho problema tiene dos aspectos: 1. 2.

Longevidad de los textos de la memoria colectiva. Longevidad del código de la memoria colectiva.

En determinados casos, estos dos aspectos pueden no encon­ trarse en correspondencia directa: es posible, por ejemplo, conside­ rar varias creencias populares como elementos del texto de una vieja cultura de la que se ha perdido el código, como también se da el caso del texto que ha sobtevivido al código. Véase por ejemplo: La superstición: astilla de una antigua verdad! Se derrumbó el templo, pero la lengua de sus ruinas no la ha descifrado el descendiente.

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[Predrassudok! on oblomok Drevnej pravdy. Chram upal; A ruin egzo — potomok Jjuzyka ne razgadal.] {E. A. Earatynskij)e

Toda cultura crea un modelo inherente a la duración de la propia existencia, a la continuidad de la propia memoria. Éste co­ rresponde a la idea del máximo de extensión temporal, de tal modo que constituye prácticamente «la eternidad» de una determinada cultura. Puesto que una cultura se concibe a sí misma como exis­ tente tan sólo si se identifica con las normas constantes de su propia memoria, la continuidad de la memoria y la continuidad de la exis­ tencia, ordinariamente, coinciden. Es característico que, por lo general, muchas culturas no admitan la posibilidad de un cambio mínimo sustancial que se refiera a la actualidad de las reglas por ellas formuladas, la posibilidad, en otras palabras, de una revalidación de los valores. Precisamente por esto, a menudo, la cultura no tiene por objeto el conocimiento del futuro: el futuro se presenta como un tiempo que se ha detenido, como una prolongación del «ahora», lo que está en relación directa precisa­ mente con una orientación hacia el pasado que asegura esa indis­ pensable estabilidad en la que se ha de reconocer una de las con­ diciones de la existencia de la cultura. •V'La longevidad de jos _textos ' forma, en el interior de la cultura, una jerarquía que se identifica corrientemente con la jerarquía de los valores. Los textos; que pueden considerarse más válidos son aquellos de mayoFlongevidad, desde el punto de vista y según los criterios de determinada cultura, o si no, los pancrónicos (aunque también sean posibles «dislocaciones» culturales anómalas en cuyo ámbito el valor más alto se atribuye a la momentaneidad). Esto puede verificarlo una jerarquía de los lugares y de los modos de su conservación. * La longevidad del código' viene determinada por la constancia de sus elementos estructurales de fondo y por su dinamismo interno: por la capacidad de cambiar conservando al mismo tiempo la me­ moria de los estados precedentes y, por tanto, la auto-conciencia de la unidad. Considerando la cultura como la memoria longeva de la colec­ tividad, podemos distinguir tres maneras de darle un contenido: 11 [Primera estrofa de «La superstición» (Predrassudok), editada en 18 41 reimpresa más tarde sin título.]

y

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1. Aumento cuantitativo del volumen de los conocimientos. Repleto de las distintas células del sistema jerárquico de la cultura por medio de los distintos textos. 2. Redistribución dentro de la estructura de las células, lo que lleva a un consiguiente cambio del concepto mismo de «becho memoriza ble» y d e la valoración jerárquica d e aquello q u e ba sido registrado en la memoria. Reorganización continua del sistema co­ dificante, el cual, aun permaneciendo el mismo en la propia autoconsciencia y aun considerándose como ininterrumpido, reorden a infatigablemente los códigos particulares, y c!e este modo asegura el aumento de] volumen de la memoria a expensas de la creación de reservas «inactuales» pero capaces de adquirir actualidad. 3. Olvido, _La transformación en texto de una cadena de hechos va acompañada inevitablemente por la selección, esto es, por la fijación de determinados acontecimientos, que se traducen en ele­ mentos del texto, y por el olvido de otros, declarados inexistentes, En este sentido, todo texto contribuye no sólo a la memorización sino también al olvido. Desde el momento en que la selección de los hechos memorizables actúa cada vez sobre la base de unas u otras normas semióticas de una determinada cultura, hay que cuidar de no identificar los acontecimientos de la serle existencia! con cual­ quier texto, por «sincero», «ingenuo» o inmediato que pueda parecer. Un texto no es la realidad, sino el material para reconstruirla. Por tanto, el análisis semiótico de un documento ha de efectuarse siempre antes del histórico. Una vez elaboradas las reglas para la recons­ trucción de la realidad basándose en un texto, el investigador sabrá extrapolar del documento incluso aquello que, desde el punto de vista de su autor, no constituía un «hecho» y estaba sometido al olvido, pero que el historiador puede valorar de otro modo, si a la lúa de su propio código cultural ese «no-hecho» interviene como un acontecimiento significativo. Sin embargo, el olvidn se realiza también de otra forma; la cultura "excluye, continuamente de su propio ámbito determinados textos. La historia de la destrucción de los textos, de su exclusión de las reservas de la memoria colectiva se mueve paralelamente a la historia de la creación de nuevos textos. Todo nuevo movimiento artístico cuestiona la autoridad de los textos sobre los que se basaban las épocas precedentes, transfiriéndolos a la categoría de los no-textos, de los textos de distinto nivel, o bien destruyéndolos. La cultura por esencia propia, va dirigida contra el olvido; ella logra vencer al olvido transformándolo en uno de los mecanismos de la memoria. 74

Por consiguiente, pueden suponerse lim ita cio n es precisas en el volumen de la memoria colectiva, que determinan dicha sustitución de determinados textos por otros. Pero se dan casos en que la exis­ tencia de determinados textos se convierte en condición indispensable para la existencia de otros textos, a causa de su incompalibilidad semántica. A pesar de la aparente afinidad, existe una profunda diferencia entre el olvido como elemento de la memoria y como instrumento de su destrucción, En este último caso, se produce una escisión de la cultura como persona colectiva unitaria que posee una continuidad de autoconciencia y de acumulación de experiencia. Es necesario tener en cuenta que una de las formas más agudas de lucha social, en el ámbito de la cultura, es la petición del olvido obligatorio He determinados aspectos de la experiencia histórica. Las épocas de regresión histórica (el ejemplo más claro nos lo dan las culturas estatales nazis del siglo xx), imponiendo a la colectividad esquemas históricos sumamente mitificados, incitan a la sociedad al olvido de los textos que no se doblegan a semejante tipo de orga­ nización. Si las formaciones sociales, en su periodo ascendente, crean modelos flexibles y dinámicos, capaces de proporcionar amplias po­ sibilidades para la memoria colectiva y adaptados a su expansión, la decadencia social va acompañada, por lo general, de una osificación del mecanismo de la memoria colectiva y de una creciente tendencia a reducir su volumen. La semiótica de la cultura no consiste sólo en el hecho de que la cultura funciona como un sistema de signos. Es necesario subrayar que ya la rela ción con el sign o y la sign icida d representa una de las características fundamentales de la cultura ' . Ante todo, es esencial establecer si la relación entre expresión y . contenido es considerada como necesaria o como arbitraria y con­ vencional. En el primer caso adquiere una importancia de principio el pro­ blema: c ó m o ji? lláma un determinado fenómenor; y en correspon­ dencia: ¿puede una denominación errónea identificarse con otro c o n te n id o ? (véase más adelante). Piénsese en la investigación me­ dieval sobre el nombre de éstas o de aquéllas bipóstasis, admitidas, además, en el ritual masónico; en el mismo plano han de incluirse 7 Véanse las observaciones sobre el nexo entre la evolución de la cultura y el cambio de la relación con el signo en: M. Foucault, Les mots et les choses, Une archéologie du savoir, París, 1966 [traducción castellana, Las pa­ labras y las cosas. Una arqueología del saber, Méjico, Siglo 2 X 1 , 1968, Ma­ drid, 1974].

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los tabúes Impuestos a la pronunciación de este o aquel nombre. En el segundo caso, el problema de las denominaciones y, en general, de Ea expresión, no tiene un valor de principio; puede decirse que 1a expresión, en este caso, se presenta como un factor añadido y, en su conjunto, más o menos fortuito respecto al con­ tenido . De la misma manera pueden distinguirse culturas predominan­ temente centradas en la expresión y culturas predominantemente centradas en el contenido. Se comprende cómo el hecho de una .orientación predominante sobre la_expresión, una jritnallzación rígida de las formas de comportamiento a se deriven por lo general del reconocimiento de una correlación biunívqca (y no arbitraria) entre el plano de la expresión y el del contenido, de una inseparabilidad suya sustancial (lo que es característico particularmente de la ideo­ logía medieval), o bien del reconocimiento de una influencia de la expresión sobre el contenido. (Puede advertirse, a este respecto, que en cierto sentido, el s ím b o lo y el ritual pueden considerarse antitéticos; si el símbolo presupone normalmente la expresión ex­ terior — y relativamente arbitraria— de un contenido, al ritual por el contrario, se le concede la capacidad de formar el contenido, de influirlo.) Por otra parte, se comprende que en las condiciones de -una cultura orientada hacia la expresión y fundada en una desig­ nación c o r r e cta y, en particular/ en una correcta denominación, todo puede presentarse como un tex to constituido por signos de distinto orden, en el que el contenido se ha determinado con anticipación, y tan sólo es necesario conocer la lengua, es decir, conocer la corre­ lación entre los elementos de la expresión y los del contenido; dicho de otro modo, el conocimiento del mundo está equiparado al análisis 8 Tiste rasgo se evidencia sobre todo en la situación paradójica ea que el cumplimiento de determinadas prohibiciones y prescripciones entra en pugna con el contenido que, en sentido estricto, las justifica, «Besamos tus canas como las de un santo, pero no podemos ayudarte», escribía el arzobispo Makarif, jefe de la Iglesia rusa, a Maksim G rek que languidecía en cautiverio, enviándole su bendición (la frase se cita en: A. I. Ivanov, Literaturnoe nasledie Maksitna Creka¡ Leningrado 1969, pág 170). A pesar de que Makarij respete sinceramente a Maksím Grek y reconozca su santidad, no se siente obligado por ello a mitigar su suerte: no tiene poder sobre los sígaos, (Hay que pensar que el jefe de la Iglesia rusa no se refería a su propia impotencia frente (de las formas diminutivas, peyorativas y de. subordina­ ción social e n ^ a l e m 'cuchillito’, e n ~ o m o n con las formas aumen­ tativas y masculinas en o/~; o l ~ s l e m espada’, 'cuchillo grande’, ol o m o n 'forastero’), a nivel lexicológico la unificación de los mis­ mos significados en los derivados indoiraníes de la raíz k m ~ '. hindú antiguo k snisth a~ el más pequeño’, kanyá muchacha’, kanina ‘me­ ñique’., sogdiano knJy ck 'camarera7, muchacha', persa medio knysk 'esclava’, khotano kán&iska 'dedo pequeño’ M. Con las palabras ci­ tadas puede compararse, por lo que se refiere al significado, el mor­ fema chino sia o 'pequeño’ en la composición de las palabras de tipo ú a o iá ñ o r 'camarera5, 'golfíHa* con el sufijo diminutivo terminal -r, compárese la fusión de los significados de peyorativo, de subordina­ ción social y de sexo femenino en el idioma chino con la observación etnográfica, según la cual los chinos preferían casarse con mujeres de familias pertenecientes a una categoría social inferior2a. Concuerda también con los datos citados del idioma chino el uso del vietnamita c o n (de c o n 'niño’ ) como palabra cuantitativa, con un matiz peyo­ rativo para algunas personas en particular, de sexo femenino: c o n 'o' 'camarera5, c o n m u 'vieja’; véase en el mongol escrito la rara utili­ zación del sufijo que designa una calidad de grado atenuado ~ xan (yurbaxan 'tres en total’ : 7 urban 'tres’; ulayaxan 'rojizo’ : ul(T(an 'rojo’) en las denominaciones de las personas de sexo femenino del tipo nojaxan princesita’ (-.najan 'príncipe’ ) L 03 datos lingüísticos citados "(y otros tipológicamente afines a ellos), atestiguan que existen relaciones entre las contraposiciones derecha-izquierdaíl, masculino-femenino, grande-pequeño, lo que 38 W . B. Henning, «Surkh-Kotaí und Kanlska», en Zeitschrift der T>er.tschen MorgenLándischen Gesdlschaft, vol. C X Y (1965), fase I, pág. 82. 33 Lindy L i Mark, «Patrílateral Cross-Cousin Marriage, Among the Magpíe Mino: Preferentiíil or Prescriptive», en American Awtbropologist, vol. L X IX (1967), nota 61. 4U N. N . Poppe, Grammatika pis’menno-mongol' skogo jazyks, Moscú-Leningrado, 1937, pág. 107. Entre los otros datos, esenciales para un examen de la encamación lin­ güística de esta contraposición, véase también el islandés antiguo hand in h gri 'mano derecha’, literalmente 'mano más cómoda" donde el indicador del grado positivo tiene.., un significado no común; a ¿1 no se le contrapone el grado positivo; no se trata de la 'mano más cómoda1 respecto a aquélla simplemente ‘cómoda’ , sino más bien de la única 'mano cómoda’ respecto a la izquierda 'incómoda’. S. D. Kacnel'son, Istoríka-grammaticeskie i$dedovamja¿ I, MoscúLeningrado, 1949, pág. 233. Los otros datos lingüísticos, esenciales para el

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concuerda también con los datos antes citados de los sistemas sígnicos extralingüístícos. Puesto que la contraposición grande-pequeño está 'indisolublemente ligada a la contraposición anciano-joven, que puede considerarse como una variante de la primera, tienen interés los datos según los cuales la contraposición derecha-izquierda puede superponerse a la contraposición anciano-joven. La mitología zuñí, a menudo considerada como desviación de las normas tipológicas n , en la que la característica joven se atribuye al gemelo derecho del mito gemelar (dualístico), puede explicarse por el hecho de que la característica joven (al igual que la característica derecha), por lo general es positiva (véase más adelante). A los dos Gemelos Ena­ morados de la mitología zuñi se les presenta como benefactores de la hum anidad13, por tanto, en la mitología zuñi, se tiene no tanto una contraposición polar de derecha e izquierda (respectivamente de joven y anciano) cuanto, un equilibrio relativo de ambos principios,, a pesar de que al hermano menor- derecho seTe" considere impulsivo, predestinado a la acción, mientras que el anciano izquierdo está considerado sabio y moderado. Se ha descubierto la misma distri­ bución de las funciones entre los jefes del lado derecho y del lado izquierdo, que se ocupan respectivamene de la paz y de la guerra, en algunas tribus de la Melanesia en Nueva Guinea 41. El lugar particular (no simplemente negativo) que la mano iz­ quierda y el lado izquierdo ocupan en los rituales meru en la mito­ logía zuñi concuerdan parcialmente con la complejidad de las reíaanálisis de esta contraposición, están contenidos en R. Hertz, La préémmtnce de la main droite, cit., págs. 563-564; A. Ja. Sajkevic, «Slova so znaceniem 'pravyj' i rlevyj’ (opyt sopostavitel’nogo analiza)», en Ucenye zapiski l-go Moskovskogo gosudarstvennogo pedagogiceskogo insiiHita inostrannych jazykov, volumen X X III ( 1960), págs. 55-74; N. I, Tolstoi, «Iz geografii slavjanskich slov., 3 Pravyj-tevyj», en Obsceslavjansnij lingvisticesnij atlas {M aterialy i issledovanija), Moscú 1965, págs. 133-141; Ivanov-Toporov. Slavjanskie jazy­ kovye j cit., págs. 91-98 y 225 (sección II.4, fórmulas 67-75). Las ideas de Mari- sobre el abchazo alma 'mano izquierda’ están deformadas por el carácter fantástico, corriente en este estudioso, de las etimologías (N. Ja. Marr, O jazyke i istorii abchazovj Moscú-Leningrado 1938, págs. 340-341 y 373) y pueden interesar más bien a quien quiera hacer un análisis psiquiátrico de las causas por las cuales en e l mismo Marr se refleja e l complejo arcaico 'mano’-'mujer’agua’. 4S R. Hertz, La prééminence de la main droite, cit., pág. 575; J, Gernei, «L’Sge du Eer en Chine», L'bomme, vol. I (1961), págs. 69-70 (nota 5); ibíd., véase también la comparación con la cultura china antigua. ** Zolotarev, Rodovoj stroj, cit, págs. 164-165; F, H. Cusbing, «OutÜnes of Zuni Creation Myths», en Annual Reports of the Btrreau of American Etbnology, vol. X III (1896), pág. 379. M C. G. Seligman, The Melmiesiam oj Britisb Nezv Guiñes , Cambridge, 1910, p á g s. 28, 216, 229, 338 y 342; Hocart, Kitigs and Councillors, c ít ., p á ­ ginas 161-162 (ibíd. otros paralelos tipológicos) y 178,

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clones en la antigua culiura china, donde a menudo (pero no en todos los casos) la izquierda corresponde a la serie clasificaron» mascu­ lina y a n g 45. En esto se ha visto una innovación, sociológicamente condicionada, de la cultura china18 (largamente conservada tanto en las reglas de etiqueta como en las respectivas fórmulas que exigían que el huésped, ai entrar en casa, subiera por la parte Í2 quierda de la escaleta, mientras que el dueño de la casa debía subir por la parte derecha de la misma y, una vez dentro, el huésped ocupaba el lugar situado a la izquierda del dueño)4'. Es sintomático que tal innova­ ción no haya sido hecha por los antiguos sistemas filosóficos europeos, que, como el pitagórico, son análogos al chino, en el sentido de que conservan un equipo antiguo de algunas contraposiciones mitológicas interconectadas. Pero los pitagóricos (a diferencia de los antiguos filósofos chinos) ponen en correlación la derecha con el masculino y la izquierda con el femenino Aparte de las raras excepciones citadas (que no constituyen claras desviaciones de la regla general, sino que más bien la com­ plican), en la mayoría de los pueblos del mundo en la contraposición mitológico-ritual de la derecha y la izquierda, la mano derecha está relacionada con el éxito, el bienestar, la seguridad, etc. (como en el sistema citado de las contraposiciones entre los maos) mientras la izquierda encarna el principio negativo. En cierta medida, esta po­ laridad de actitud para con Iás dos manos está ligada a condiciones genéticamente predeterminadas: el mayor dominio del hemisferio cerebral izquierdo, donde se encuentran localizados los centros de mando del movimiento de la mano derecha y de la palabra. Es sin­ gularmente importante el hecho de que, como ha sido definitiva­ mente demostrado por la neurocirugía mediante métodos modernos 45 Sobre ía correlación de Jos principias masculino y femenino y de las otras contraposiciones, véase F. Ayscough, «The Syrabolism on the Forbídden City», en Journal of the Royal Asín tic Sptiety, North China Branch, vol. L X I (1933), págs. 121 y ss.; M. Granet, La pensée chirroise, París, 1934, págs. 361 y siguientes. v-: J. Gernet, L'&ge du jer, cit., págs. 69-70 y ss. La singularidad de la situación en el chino la subraya R. D. Jameson, «Hands», en Funk and Wagtialh Standard Dictionary of Mythology, Folklore and Legend, vol. I, Nueva York, 1949, pág. 478; R. liertz, La prééminence de la mam iroite, cir, c F, Tiefensee, Chinesische Hoflicbkeits-Formen, Tokio 1924, págs 32 y 50-51. “ G . E. Lloyd, «Righí and Left in Greek Pliilosophy», en Journal of Hellenic Studtes», vol. L X X X II (1962), págs. 56-66 (véase también, siempre de Lloyd, «The Hot and The Coid, rbe Dry and The W ei in Greek Philosophy», en Journal of Hellenic Siudies- vol. L X X X IV [1964], págs. 92-106), G. E. R. Llpyd, Polarity and Analogy: Jw o Types of Argamentation in Early Greek Thcttghi, Cambridge, 1966.

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de estimulación de la corteza cerebral con electros, el hemisferio Í2 quierdo gobierna la palabra, también en los zurdos w. Esto no puede no tener un nexo con el hecho de que la sociedad constantemente enseña a usar la mano derecha “. En las colectividades arcaicas a esta orientación educativa, que corrige de modo sustancial los re­ sultados de la transmisión genética de la información, están ligadas directamente las limitaciones rituales de las funciones de una de las dos manos. Por este motivo, el estudio sobre el papel predomi­ nante y sobre el significado ritual de la mano derecha puede con­ siderarse como una base intermedia entre la antropología cultural y la física. Sólo la contraposición de la mano derecha y de la iz­ quierda, es decir, su asimetría es absolutamente universala . Los rasgos anatómicos de la asimetría de los hemisferios cerebrales se presuponen en el H om o sa pien s fossilis del paleolítico superior ®, justamente cuando aparecen las imágenes de la mano izquierda, que atestiguan la importancia de la contraposición derecha-izquierda. Por tanto, la observación contenida en los estudios dedicados a los pro­ blemas de la simetría, según los cuales «el sentido de la simetría y el deseo real de expresarlo en la vida y en la realidad cotidiana existían ya en la humanidad del Paleolítico» ®, ha de ser completada con la tesis de que, a partir de aquella época, se registran también las relaciones asimétricas, destinadas a desarrollar una función siem­ pre creciente tanto en la organización de la sociedad como en la interpretación del mundo circundante {incluido el descubrimiento de Pasteur de la asimetría izquierda en la física de las partículas elementales, etc.). "Los datos citados hacen verosímil la hipótesis de que la contra­ posición derecha-izquierda sea una de las primeras que han distin­ guido el modelo del mundo del H om o sa pien s fo ss ilis de los sistemas^ de comportamiento signico que pueden ser reconstruidos por los 45 W, Penfield y L. Roberts, Speech and Brain Mechanisms, Princeton, 1959. 511 Véanse los datos sobre la educación social de la mano izquierda como inactiva en Indonesia en R. Hertz, La prééminence de la main droite •, cit., pá­ gina 556. Análogamente pueden explicarse también los hechos de prohibiciones rituales impuestas a la mano izquierda (véase anteriormente sobre los hause y mera). 51 Véase la conclusión análoga en el artículo de Needham, A Structural A n d ysis o f Purum Society, cit., pág. 97. 52 V. V. Bunak, «Proischozdenie red po dannym antropologii», en Proischozdenie celoveka i Arevnee rasselenie celovestva, Moscú 1951, págs. 241-242. No se reconoce umversalmente este punto de vista. 53 V. I. Vernadskíj, Chinnceskoe stroetiie biosfery Zemli i se okruzenija, Moscú 1965, pág. 176 (véase, por lo que se refiere a las palmas derecha e izquierda de las manos como manifestación de la simetría de la estructura dei cuerpo humano, i bul., pág. 177); A. V . Subnikov, Simmetrija, MoscúLeníngrado, 1940, pág. 3.

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homínidos de épocas precedentes teniendo en cuenta los datos de la primatología. Por el contrario, la contraposición masculino-femenino, que está estrechamente enlazada a la central-periférica de la que se ha hablado anteriormente, caracteriza también a las colectividades de los otros primates (si bien los signos del sexo que simbolizan direc­ tamente esta contraposición aparecen solamente en el periodo auriñaciense). Es particularmente interesante la tesis de Ka-wamura, según el cual el rango de la madre en la colonia de Minooteno predeter­ mina el rango (es decir, el lugar en una estructura social concéntrica) del pequeño. En la mayor parte de los sistemas humanos conocidos de clasi­ ficación simbólica, la contraposición masculino-femenino organiza series enteras clasificatorias. Así, entre los paunenses, de entre los símbolos cósmicos de la ceremonia Hako uno simboliza el principio femenino, la noche, la luna, el septentrión 31, la bondad y el deseo de ayudar, mientras que el otro encarna «el principio masculino, el día, el sol y el mediodía» ”, la guerra, el deseo de hacer daño a alguien (véase más arriba la relación entre la guerra y la izquierda en la clasificación simbólica de Nueva Guinea). La expresión mito­ lógica de todas estas contraposiciones (sol-luna, etc.), está bastante detalladamente estudiada, y ya anteriormente la escuela mitológica había aclarado el significado de estas contraposiciones, también en lo que se refiere a los juegos rituales dualísticos de las fratrías, como el juego de pelota de la América central, cuyo nexo con la contra­ posición sol-luna ha sido puesto en evidencia en la obra clásica de S eler5S. El material norteamericano viene a demostrar este nexo: entre los omaha la fratría del cielo, que está asociada al principio masculino y al septentrión, juega a la pelota con la fratría de la tierra, que está correlacionada con el principio femenino y con el mediodía; en este mismo sistema se da la distinción del sol como símbolo masculino y de la luna como femenino 37. 54 La correlación del septentrión con ia serie femenina es característica para el hemisferio septentrional, mientras que ia correlación del mediodía con la serie femenina se encuentra en el hemisferio meridional (véase anteriormente sobre los meru); véase en relación con esta distinción Ivanov-Toporov, Slav/anskie jazykovye, cit., págs. 206 y 208. 55 A, C, Fletcher, «A Pawnee Ceremooy», en 22nd Annual Kspori of the Burean of American Ethnography, Washington, 1903, págs. 38 y ss. 50 S. Seler, «Einíges líber die nariirlichen Grundlagen mexikanischer Mythen», en Zeitschrijt für Ethnologie, año X X X IX (1907), fases., 1 y 2 (véase también E. Seler, Gesammelte Abbmdhmgen zur Amerikanhchen Spracb- und Altertumskitnde, Graz 1960). Véase además ibíd. Ja comparación con la canción popular lituana sobre el matrimonio entre el sol y la luna. , 57 A . C. Fletcher y F. La Fleche, «The Omaha Tribe», en 2 7 tb Annud Report oj the Burean of American Etbnoiogy, 1905-1906, págs. 198 y ss.

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A la luz de la hipótesis de Breuil, repetida incluso en los más recientes estudios según la cual las huellas paleolíticas de las manos son signos mágicos de propiedad, es particularmente intere­ sante el hecho de que en el mismo sistema omaha las mujeres de la fratría del Cielo dejaran, en señal de propiedad, las huellas del pie izquierdo59, y las mujeres de la fratría de la Tierra, la huella del pie derecho; véase la semejanza funcional de las huellas (imágenes) de la palma de la mano y de la planta del pie en el arte prim itivo60. La conexión entre la fratría del Cielo (masculino) y el izquierdo, y la fratría de la Tierra (femenino) y el pie derecho, existente entre los omaha, no se distingue de la correlación de los habitantes del cielo con la mano derecha y de los habitantes de la tierra con la mano izquierda en el sistema de contraposiciones maos antes citado, puesto que en el folklore de muchos pueblos la mano derecha se asocia al pie izquierdo61 (como diagonal). La correlación de la contraposición de la mano derecha e izquierda con la clasificación social une a los omaha con muchos otros pueblos ®.

“ A . Laming-Emperaire, La signifkation de l'art rupestre-pdéolithique, París, 1962, págs. 93, 113 y 413. 55 Zolotarev veía en esta costumbre la señal de la existencia en la Anti­ güedad de la propiedad colectiva fratrial de la tierra (véase su Rodovoj stroj, cit., pág. 142); Hocart, que ha estudiado minuciosamente la organización social de los omaha (véase en particular Kings and Councillors, cit. págs. 260-261), ha abandonado este reflejo indirecto de la contraposición derecha-izquierda y ha dejado de este modo un vacío en su esquema-«cuestionario» de la estructura omaha (ibíd., pág. 274). E l descubrimiento de esta contraposición indica que los esquemas de este tipo pueden ser considerados como n na especiede tabla periódica áe los elementos, lo que es particularmente importante pata las investigaciones en este campo. “ Hurcmel, Magische Hande, cit.; H. Alimen, Préhistoire de VAfrique, París, 1955) págs. 452, figs, 135 y ss. 61 Ivanov-Toporov, Slavjanskie jazykovye, cit., pág. 93. Víase la frecuente partición en diagonal del universo en las representaciones arcaicas de los distintos pueblos, la cual, cuando el universo está representado como un animal universal (por ejemplo la tortuga), debe llevar a la unificación del miembro anterior derecho y del miembro posterior izquierdo. Además de los paralelismos indicados en los bamiléké (Camerún Central) véase J. Hurault, La Structure sociale des Bamiléké, París-La Haya, 1962, pá­ gina 92; P. Delaroziére, Les im tiíu tio m politiqu.es et sociales des pcpulations dites bamiléké, París 1950, pág, 57; C. Tardits, Contribution a Vétude des populatio/is HamUéké de ¡‘Ouest Cameroun, París, 1960, pág. 44. Sobre la distinción de la derecha y de la izquierda respecto del tambor usado para las señales por los bamiléké y los yaunde (véase el tamborcillo chamánico de los pueblos siberianos), véase R. P. A . Stoll, La tonétique des langues bantu et sémi-bantu du Cameroutt , París, 1955, pág. 168, y V . V . Ivanov, «O h odnom semanticeslcom atchaizme v bamiléké», en ]azyki A fríki, Moscú 1966, pág, 261.

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4.

Anciano-joven

Esta contraposición tiene un papel extremadamente importante tanto para la organización social de las sociedades arcaicas, como para las correspondientes mitologías gemelares, donde dos gemelosfundadores de estirpe están contrapuestos ante todo por estas dos características 63. E l elemento universal fundamental de interés no­ table, porque es imprevisible y original, es el significado positivo de la contraseña joven, que se manifiesta con pardcular claridad en el folklore de los más variados pueblos M. El hermano más joven ha­ bitualmente es más inteligente o más astuto que el anciano, véase, por ejemplo, en los cuentos sobre los griotas en idioma bambara (África): «Koroke o ye dogoni tanü a ka hakili bonya na», «el hermano mayor (k oro) se puso a alabar al más joven ( d o g o n i) por su gran inteligencia» lk‘. Es de particular interés para el estudio de la correlación de la contraposición mitológica anciano-joven con la clasificación simbólica del tipo examinado anteriormente, la jnitología de los incas, Según Garcilaso de la Vega, «nuestro padre el Sol, cuando vio a los hombres en estado salvaje, que vivían como fieras, se acoplaban como animales y no conocían ni ropas ni casas, tuvo piedad de ellos y mandó desde el cielo a su hijo Manco Capac y a su hija Coya para que enseñaran a los hombres a adorar al padre Sol, dieran leyes y les enseñaran a construir ciudades, a sembrar maíz y otras plantas y a vivir como conviene a seres racionales, y no como criaturas salvajes. Los hijos del Sol atravesaron todo el país e hicieron todo aquello que les había ordenado el padre Sol y fundaron las primeras ciudades. La ciudad de Cuzco fue dividida por ellos en Hanan-Cuzco (Cuzco superior) y Hurin-Cuzco (Cuzco inferior). Los hombres que siguieron ai primer inca, Manco Capac, se establecieron en Hanan-Cuzco, tomando así este nombre; sin em­ bargo, aquellos que siguieron a su hermana, y, al mismo tíempo, mujer, se establecieron en Hurin-Cuzco. Esta división se hizo para que no se borrara la memoria del hecho de que una parte de la M Zolotarev, Rodovoj siroj, cit. Ci A. N. Veselovskij, Voetiku, en Sobrante socinenij, serie I, vol. II, fas­ cículo I, San Petersburgo, 1913, págs. 135-136; Sravmiel'naia mifologija i ce metod, en Sobrante socinenij, vol. X, Moscú-Leningrado 1938, págs. 86 y 123. 65 V . P. Tokarskaja, «Rasskazy o griotach», en Africana Kul'tura i jazyki naradov Afriki, Moscú-Leningrado, 1966, pág. 29.

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población fue recogida por el rey y la otra por la reina. Manco Capac ordenó a las gentes de Hanan-Cuzco que se considerasen como hermanos y ambas fratrías como la mano derecha y la mano izquierda, el principio masculino y el principio femenino» RB. En este texto se observa claramente el nexo de las contraposi­ ciones anciano-joven, masculino-femenino, derecha-izquierdaír; la úl­ tima de estas contraposiciones está presente claramente también en los rituales de los incas, en los que cada fratría y sus jefes ocupaban los lugares de los lados (es decir, la periferia) de la plaza central. El lado de la fratría de Hanan, vuelta hacia el septentrión”8, se hallaba a la derecha de quien miraba la puesta del sol, mientras que el lado de la fratría de Hurin. vuelto hacia mediodía, se hallaba a la izquierda de quien miraba la puesta de s o l Análogas funciones rituales de contraposición derecha-izquierda se conservan todavía en algunas sociedades esotéricas en Bolivia, a pesar de que la vincula­ ción entre la relación derecha-izquierda sea inversa respecto a la orga­ nización de los incas La función de los hermanos ancianos y de los más jóvenes en las instituciones incas antes citadas pueden parangonarse con la con­ traposición del hermano mayor y menor en la mitología zuñi (véase anteriormente) y en otros sistemas análogos. Puede encontrarse una analogía más próxima en la leyenda sobre el origen de la organización dualística de la tribu bata (Nigeria septentrional), en la que la con­ traposición del hermano anciano y más joven está correlacionada con la distinción de la orilla meridional y septentrional. El hermano ma­ yar está ocupado en empresas bélicas, mientras que el menor se w Garcilaso cíe la Vega, Royal C om m en taries o f the Inca, vol. I, Lon­ dres, 1869, oág, 67. 67 La última contraposición no se ha considerado en el esquema de la organización social de loa inca que Hocart da en K in g and C au ncillors, cit., pá­ gina 275 (véase el espacio vacío en la línea 9 del esquema V , y compárese anteriormente el análogo vacío en la línea 3 de! esquema TU del «sistema periódico de Hocart para los omaha). Zolotarev, que, al igual que Hocart, ha establecido e! significado particular de este material para el estudio de la clasificación binaria (dual), considera incomprensible «la razón por la que los hombres, que descienden del hermano, deban considerarse hermanos, mien­ tras que aquellos que descienden de la hermana, hermanos menores» (Zolotarev, R a d ovo j stroi, cit., pág. 195), pero esto concuerda con ios datos tipológicos sobre los vínculos recíprocos de las contraposiciones anciano-joven, masculinofemenino, 65 Véase anteriormente la función del símbolo septentrión en el hemisferio meridional. 69 R. Olson, «Clan and Moiety in Native America», en U niversity California. P ublication s, vol. X X X III, nota 4, 1933, 70 R. Latcham, «The Totemism of the Ancient Andean Peoples» en Journal o f th e Royal A n th rop ological In stitu ís, vol. L V II, Londres, 1927,' pág. 78.

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dedica a ritos religiosos ' . Esta última correspondencia funcional es casi universal. En las islas Fiji los heraldos, que son los maestros de ceremonia, pertenecían a la rama de los segundones, y los jefes, a la rama más antigua 72■ En la India los hermanos más jóvenes de las familias de brahmanes se hacen sacerdotes y este hecho está reflejado en las contraposiciones mitológicas respectivas; la única excepción conocida es la historia de Santanu que usurpó el trono al hermano mayor Devapi. pero esto no hace más que confirmar la regla genera] n , ya que el resultado de la usurpación fue la sequía que duró doce años (explicable con la relación, universal para todos los sistemas mitológicos, entre el rey y la fertilidad simbolizada por la imagen del rey T4. Tras esto, el hermano mayor (Devapi) se hi20 sacerdote, lo que se explica solamente con la excepcionalidad de la situación. Puede compararse a esta antigua historia india de usurpación la historia hitifca que se remonta a la época del nuevo reino y está expuesta en la autobiografía de H attusili III. H attusili explica desde un principio que se hizo sacerdote por ser el hijo menor y el más débil: «M i padre Mursili tuvo cuatro hijos... Yo era el más pequeño de todos ellos. Y cuando aún era niño y hacía de mozo de cuadra, Istar, mi señora, mandó, a través de un sueño, a M ursili, mi padre, a M uwatalli, mí hermano, diciendo; 'Los años de H attusili son breves: no vivirá mucho. Dámelo: se convertirá en mi sacerdote y entonces vivirá.’ Y mi padre me cogió, y siendo aún niño, me con­ sagró al servicio de la divinidad. Y sirviendo como sacerdote a la divinidad yo hacía las libaciones de los sacrificios. Y en manos de Istar, mi señora, conocí la felicidad. Istar, mi señora, me cogió de la mano y me manifestó su poder divino» 7S. Tras la muerte del padre, n C. Meek, A sudanese Kingdom. An Ethnogr¿iphicd Study of the Tukun-speakmg Peoples of Nigeria, Londres, 1931, págs. 1-2. 73 A. M. Hocart, «Fijian Heralds and Énvoys», en Journal of the Royd Antkropological Institule, 1913, pág. 109; Kiftgs and Counc'dlors, cit., pág. 186. Sobre Jas funciones rituales del heraldo en las islas Fiji (en conexión con las otras contraposiciones, en particular con la del interior de la casa-fuera), véase Hocart, Cas te, cit., pág. 91. 73 Hocart, Kings and Counctllors, cit., págs. 134 y 189. 74 Además de los datos aportados por Hocart (en Kings and Councillors, cíe., passim), véase el texto, particularmente significativo, ,de la oración de Rapa Nui sobre el rey, portador de la fertilidad, de A. Métraux, Easter Island, Lon­ dres 1957, pág. 89. Vcase también en el ceremonial de la corte real del Berlín el funcionario competente, aragwr, que tenía que saber las fechas de las últimas lluvias: H. Melaran, «Zurrí Festkalender van Benin», en Afrikanistische Studiem, Berlín 1955, pág. 97. Vesse también la mención deí príncipe hecha a propósito de la escasez de agua en una candón ritual abchaza: N". ja, Marr, O* jazvke i istorii abchazov, cit., násr 115. 75 La cita está tomada de E. H. Sturtevant y G. Bechtel, A Hittify Chresto-

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el hermano mayor MuwatalLi, paso a ser rey, le sucedió Urhitessup, hijo de la segunda mujer de M uwatalli, y solamente más tarde Tattusili III usurpa el poder a Urhitessup, justificándose con la voluntad expresada por su protectora, la diosa Istar. Por tanto, la contraposición anciano-joven se entrelaza con la contraposición no ceremonial-ceremonial y con su forma más tardía que ha llevado a la distinción de] poder laico y sagrado ,a. La valoración positiva de la característica joven en el folklore, en la mitología y en los rituales concuerda también con los datos lin­ güísticos. En la inmensa mayoría de las lenguas del Viejo Mundo los significados 'grande’-'pequeño’ y Viejo’-'joven’ coinciden. La re­ lación 'más viejo’-'más joven’ que es un caso particular en la relación "más grande’-'más pequeño’ ” , en la mayor parte de las lenguas del mundo sirve para designar a este último. La palabra significante 'niño* tiene con frecuencia el significado de 'joven’, "pequeño’ (tam­ bién en las lenguas en las que una misma palabra sirve como dimi­ nutivo). La valoración afectiva positiva dé la característica 'pequeño’ 'joven1, tanto a nivel gramatical como lexicológico, está ligada al hecho de que dicha característica es marcada. En muchísimas lenguas de Asia y de África la palabra que significa 'niño’ , 'pequeño’ está pre­ sente ya en función autónoma, ya en calidad de segunda parte de ia palabra compuesta: en eve v i 'niño1, ’jovencito’, retoño’, en santali h o p o n , en khmer ko: h, en keto (ostjako del Enisej) d y l’ 'niño5, pequeño1, et.c. Entre los varios extremos —la palabra 'niño’ y el afijo diminutivo—- se colocan también casos intermedios, como el funcionamiento de la palabra 'niño’, 'pequeño’ en los nombres com­ puestos (descriptivos) usados para indicar los menores del hombre como en jugo {keto del Sym) fig'—diV 'niño’ ('macho pequeño’) — véanse los más arcaicos p i g g e d y l —, higgedyV registrados en el si g lo V n i: pig>}ig>bi-g 'varón’— xim-diV 'niña’ , 'muchacha’ (xim 'mu­ jer’ ); en sumé rico d u m u sal 'muchacha’ , hija’ (8hijo! o niño’ 4+ mujer’); en klemer ko: n proh 'hijo’ : ko- n srei 'b ija’ ; en japonés matby, Fíladelfia 1935, Véase nuestra traducción rusa «Avtobiogfafija Cíiattusilisa Til» en Chrestomatija po istorii Drevnego Vostoka, Moscú, 1963, págs. 326 y siguientes. 78 Hocart, Kings and Councillors, cit. cap. X II, oágs. 1.58 y ss. (Véanse en los periodos sucesivos las agudas observaciones, a las que no se puede no adherirse, en las págs. 99-100.1 A nmnósito del material tibetano, usado por Hocart (ibíd., pág. 193) véase el estudio de G, Tucci, «The Sacral Character of the Kings o£ Andent Tibe:», en East and Wes(, año V I, Roma, 1955, pá­ ginas 197-205 (nótese en la pág. 199 la indicación de que el chamar principal, gshen uñan, estaba sentado a la izquierda del rey), 17 E. Sapir, *Gradinft» en Selecfed W ritings, 19 5 1: M. Bíerwisch, «Some Semas tic Üniversals of Germaníc Adjectíves», en Foundations of Language, vo­ lumen. I I I (1967), nota 2.

oto k o -'-'n o k o 'niño’; o n n a ~ n o k o 'niña’; en tsou o k ^ n ó r m a m e s p in i 'niña7: o k o ~ n o ~ b a h ó á n i 'niña’ . En dichas expresiones descrip­

tivas de las lenguas naturales se dan de manera evidente las «figuras del contenido» a las que los lingüistas en sus metalenguajes artificiales sólo ahora llegan. Es además esencial el hecho de que corrientemente mediante un morfema particular (derivado de la palabra significante niño’) se designe el significado 'pequeño1, 'joven’, lo que corresponde al marcado carácter positivo del significado. Esto es absolutamente vá­ lido para las lenguas en las que se designa, con un determinado morfo cero, solamente la relación más joven’ ('más pequeño’ ). Mucho me­ nos frecuentes son las lenguas en que la relación opuesta 'más grande’ ('más viejo’) se designa medíante un morfema particular con el sig­ nificado originario de 'padre’ (tsou m eo y i, en las expresiones del tipo m e o y i —n o ^ c o u 'hombre grande3, ‘adulto’ 7S). Pero también en lo que se refiere a estas lenguas es poco probable el punto de vista según el cual en el sistema de los términos de parentesco, en el que es importante la relación de polaridad más viejo’-'más joven’ '9, esté marcado el prim er m i e m b r o En los casos de lenguas en las que los términos de parentesco están formados mediante el tema con el significada 'más viejo’, por ejemplo, ~ k u l u en nvamwesi, Uwana, ngonde, gamba y otros idiomas del África oriental81, también aquí se dan los términos correlativos de parentesco derivados del tema con el significado 'más joven’ (nyamwesi m u k u lu jm u z u n a * * ). A la más amplia difusión de las formas diminutivas, respecto a las aumen­ tativas, corresponde la existencia de lenguas en las que para la formación de los términos de parentesco se usa solamente el mor­ fema diminutivo (y no aumentativo) (latín avun cu lus tío materno’: avus 'a b u e l o ’ S3), o si no la palabra 'niño’ (véase la denominación 78 Sobre las formas adoptadas véase N, A. Nevskij, M ateridy po gavoram jazyka cou, Moscú-Leningrado 1935, págs, 54, 59, 60-70 y 94, "s R. M. Reíd, «Marriare Systems and Algebraic Group Theory» en Ame­ rican Antbropologist, vol. L X IX (1967), nota 2, págs. 173-174. í# A propósito del ¡roques esto se afirma en la ponencia de F. G. Lounsbery, •de Brecht) a aquellos en los que la vergüenza se pre­ senta como único regulador de las prohibiciones. Adquieren un singular significado las descripciones de los com­ portamientos considerados «impávidos» y «atrevidos». En este úl­ timo caso, h a y que distinguir el comportamiento «atrevido» desde un punto de vista externo (por ejemplo, a los nihilistas rusos de la mitad del siglo XIX, a l afirmar históricamente un nuevo tipo de moral, se les consideraba transgresores de las normas de la vergüen­ za) o del verdadero punto de vista: el de representantes de un de­ terminado grupo (los filósofos cínicos, los hippies).

3 [Lenskij, personaje de Eugenio O n eguin de Pushkin.]

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Historia sub especie semioticae * B, A.

ÜSPEiNSKIJ

En una perspectiva semiótica, puede representarse el proceso histórico como un proceso de comunicación durante el cual la afluen­ cia de información nueva no cesa de condicionar reacciones-respuestas en un destinatario social (el socius). El papel de código se toma entonces como una «lengua» (este término, evidentemente, no debe comprenderse en un sentido lingüístico estricto, sino en un sentido más amplio, semiótico)1, «lengua» que determina una cierta percep­ ción de los hechos •—-tanto reales como: potenciales—- en el contexto histórico-cultural en que funciona. Así, los acontecimientos reciben un sentido: su texto es leído por el socius. Se puede, por tanto., decir que, durante una fase elemental, el proceso histórico se pre­ senta como un proceso de producción de «frases» nuevas en una «lengua», siendo éstas leídas por un destinatario social (el socius). Por un lado, esta «lengua» unifica el so ciu s al crear entre sus miembros las condiciones de una comunicación, de una reacción pa­ recida a ios acontecimientos. Por otro, organiza la información misma, determinando una selección de hechos significativos así como el es* Título original: «Historia sub specie semioticae», en M aterialy vsesojuznogo, simpozitima po vtoricnym m o d elir u ju sá m sisteman?, 1 (5), Tartu 1974. 1 [La «identificación leugua-código, como se apunta en la introducción — y como el mismo Lotmaa señala— , carece de rigor. Cfr. también la voz «parole» en A . J. Greimas, «Pour un dictionnaire raísonné de sémiotique», V 5 17.]

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rablerimíento de un nexo preciso entre ellos: todo sucede como si lo que no está descrito en esta «lengua» escapara absolutamente al destinatario social y se sustrajera a su campo visual. A través del tiempo, la «lengua» de la sociedad, naturalmente, se transforma, lo que no excluye la posibilidad de realizar cortes sincrónicos que permiten precisamente describirla como un meca­ nismo que trabaja (la situación es, en principio, análoga cuando se trata de lenguas naturales). Los bechos objetivamente idénticos que componen un texto real de acontecimientos pueden interpretarse diferentemente en «lenguas» diversas —la del so ciu s y cualquier otra «lengua», en relación con otro espacio u otro tiempo (lo que puede condicionar, por ejemplo, una divergencia en el estrato de los acontecimientos, es decir, una opción dispar en la segmentación del texto, o también una elección diferente en el establecimiento de las relaciones de causa a efecto entre estos segmentos). Especialmente, aquello que reviste una signi­ ficación en la óptica de una época o de un área bistórico-cultural dada puede no tener ninguno en el sistema de representaciones de otra era e inversamente. Además, es indispensable considerar que es precisamente el sistema de representaciones del s ociu s que juega el papel de destinatario social el que determina el mecanismo directo del curso de los acontecimientos, es decir, del proceso histórico como tal. Quien quiera describir la «lengua» de un área histórico-cultural encontrará particularmente demostrativas las situaciones de conflicto, de controversia que condiciona el enfrentamiento de «lenguas» di­ versas cuando tratan de una realidad única y conducen a una per­ cepción sin equivalentes mutuos de los mismos acontecimientos; puede encontrarse, incluso, que ei emisor y el receptor de un mensaje emplean en realidad «lenguas» diferentes aun recurriendo a los mis­ mos medios de expresión exteriores. La época de Pedro el Grande es particularmente rica en materiales que ayudan a describir el sistema de los lazos asociativos del periodo precedente, como consecuencia, principalmente, de su carácter de contradicción interna y de hetero­ geneidad cultural; parece, además, que una tentativa de examinarlo desde el ángulo que proponemos pueda presentar un interés directo para aclarar la personalidad misma de Pedro. Puesto que una de las maneras de interpretar su época será precisamente admitir que el emisor y el receptor de los mensajes que eran transmitidos (Pedro y el so ciu s ; se servían,- en principio, de «lenguas» diferentes; sin embargo, examinaremos más adelante la posibilidad de otras inter­ pretaciones. Sea lo que sea, tenemos ante nosotros una situación con­ flictiva claramente acusada puesto que grandes capas de la población 210

llevaban, en términos extremadamente negativos, un juicio de una severidad indiscutible sobre la actividad de Pedro y sus acólitos: se sabe, sus contemporáneos (y algunas veces ciertas generaciones posteriores —pensamos aquí en los viejos-creyentes=) Ío percibían como eí Anticristo, una visión que determinó a su vez la larga serie de protestas dirigidas Contra él. Existe lina enorme cantidad de documentos (de lo más variado) que dan testimonio de ello. Por otra parte, el análisis de estos testimonios permite poner al corriente el fundamento inmediatamente formal, semiótico («lingüístico» —-a veces incluso en un sentido estricto) de esta reacción. Se puede afirmar sin duda que era imposible que los hechos y gestos de Pedro fueran percibidos de otra manera: dentro del sistema de represen­ taciones de la Rusia de la época, sus actos le predeterminaban en gran número de ocasiones y de manera mas o menos unívoca a ser visto de esa forma —con una nitidez casi tan grande como si él mismo hubiera hecho la declaración. En algunos casos, este condicionamiento semiótico de la percep­ ción se destaca con un enfoque particularmente aparente: contenté­ monos con no examinar más que algunos de los hechos que se relacionan, decidiendo polarizarnos sobre todo en sus momentos «lin­ güísticos» formales. Tanto es así que, si el matrimonio de Pedro y C atalina 3 suscitó una reacción tan violentamente negativa, la única razón no fue que celebrara sus segundas nupcias cuando su mujer vivía aúnen el monasterio donde la había confinado a la fuerza — al menos había habido precedentes parecidos (aunque fuese excepcionalmente) en el pasado. Lo que no tenía precedente alguno, era la confusión de parentesco carnal y de parentesco espiritual que había en ese ma­ trimonio. En efecto, cuando Catalina se hizo ortodoxa, tuvo como padrino a Alexis, hijo del zar. Era, por tanto, su ahijada (lo que le valió ser llamada «Alexéévna», ¡un nombre tan fácil de aprender para un padrino en el senado estricto!); en cuanto al propio Pedro, era su abuelo en el plano espiritual; precisemos que entonces el pa­ rentesco espiritual se distinguía muy poco del parentesco carnal, e incluso se le consideraba aún superior. Así, al casarse con Catalina, era en cierta manera como si Pedro se hubiera casado con su nieta. Lo que no podía tomarse más que como una especie de incesto espiritual, 2 Es importante considerar además que el efectivo de esta secta se modificó considerablemente bajo Pedro, en función precisamente de las adhesiones de aquellos que combatían sus reformas; se puede deducir que las concepciones de los viejos-creyentes reflejan la atmósfera general de la época. 3 [Se refiere a la futura Catalina I.]

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por una voluntad sacrilega de burlar las leyes cristianas fundamen­ tales. Se notará sin dificultad que es la semántica de la palabra «padre» la que, en últim a instancia, condiciona esta reacción tan hostil; des­ empeñó un papel muy esencial en la actitud suscitada por las re­ formas religiosas de Pedro y Teófano Prokopovic4. En 1721, Pedro adquirió un nuevo título; hizo que le llamaran oficialmente «Emperador», «el Grande» y, por añadidura, «Padre de la patria». De hecho, este último nombre ya se le había aplicado antes: fue así como Teófano Prokopovitch le nombra «Padre de la patria» a partir de 1709 —en su «Canto de victoria» con ocasión de la batalla de Poltava 5. Esta expresión viene en línea directa del latín p a te r pa tria s — título honorífico de los emperadores romanos. Sin embargo, su resonancia era diferente en el contexto cultural ruso. En la medida en que el parentesco podía ser espiritual o transmitirse por la sangre, y que era evidentemente imposible que Pedro fuese el padre consanguíneo de su pueblo, se comprendió en seguida que pretendía un parentesco espiritual. Pero sólo un sacerdote podía ser padre espiritualmente, y el título de «padre de la patria» no podía a su vez aplicarse más que a un obispo, preferentemente a un pa­ triarca B. Además, era efectivamente el nombre concedido a los pa­ triarcas ecuménicos (de Constantinopla y Alejandría). Luego, dado que Pedro adoptó oficialmente este título al abolir el patriarcado y se proclamaba «Juez sin apelación» del Ministerio del Culto se pudo creer que se había puesto a la cabeza de la Iglesia y declarado pa­ triarca. Esta fue precisamente la interpretación que se dio. Según esto, de acuerdo con las reglas canónicas, para dirigir la Iglesia, era necesario gozar de la gracia y los poderes que confiere la dignidad episcopal; el propio patriarca Nikon* calificaba también las intrusio­ nes del poder laico en la alta dirección de la Iglesia como manifes­ 4 Arzobispo de Novgorod; se adhirió personalmente n Ja obra de Pedro vez como predicador, publicista, poeta y dramaturgo. 5 Era el primer encuentro de Pedro con Teófano Prokopovic y desempeñó un gran papel en la promoción de éste últim o. La alocución pronunciada por él con ocasión de la victoria de Poltava le gustó tanto a Pedro que ordenó hacerla imprimir en ruso y en latín, sin demora, l¡ La palabra «otecestvo» podía significar lo mismo «patria» que «ocovstvo», es decir, «paternidad» y, por tanto, también «paternidad espiritual». 7 Esta denominación aparece por primera vez al prestar juramento los miem­ bros del M inisterio del Culto (en 1721.) que redactó el propio Pedro. Las palabras que conciernen al Juez sin apelación fueron añadidas por la propia mano de Teófano Prokopovic, Esta expresión pasó luego al texto de prestación de juramento ce los miembros del Sínodo, que no fue suprimida sino en 13 01. s [Patriarca anatematizado por los viejos-creyentes, véase «Para una se­ m ántica...»] a

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taciones del espíritu del Anticristo, Como consecuencia, se acusó a Pedro de haberse «nombrado padre de la patria arrebatando pata sí el poder episcopal». Es necesario subrayar que, en sus aspectos for­ males, esta conclusión concuerda ampliamente con la opinión de sus apologistas. Así, en su «Búsqueda de un pontífice» (1721), Teófano Prokopovic se propuso apoyar con pruebas la idea de que los soberanos puedan estar habilitados, en un cierto sentido, para lla­ marse «obispos» y «arzobispos»; cierto que él no veía estas palabras en el sentido estrictamente canónico, pero esta distinción casuística era, en principio, inaceptable para aquellos que tenían puntos de vista más tradicionales9. Todo esto encajaba mejor con la imagen muy conocida del Anticristo vociferante sobre una silla episcopal. En las obras polémicas dirigidas contra él, a Pedro se le acusa de haber «arrebatado» un poder no solamente espiritual (episcopal) sino divino y es, por esto, llamado «falso Cristo». Es importante resaltar que esta conclusión se basa también en consideraciones de peso en la concepción del mundo en esa época. Pedro toleraba real­ mente que se le llamara «Dios» v «Cristo». Tanto es así que, en una serie de trabajos de Teófano Prokopovic, y de Teofilacto Lopatinski ( [que el propio Pedro había corregido de su puño y letra!), se sostenía la tesis de que los monarcas son D ioses y Cristos, y a Pedro se le nombraba de esta manera. Además, aunque la palabra «Cristo» esté empleada aquí en el sentido de «ungido por el Señor», no era menos fatal sin duda el cine las gentes de aquella época la sintieran ante todo como un nombre propio y no como un nombre común. Era ésta una concepción del mundo que favorecía la con­ ducta de Pedro y, sobre todo, el ceremonial del que se rodeaba. Así, en Moscú, al día siguiente de una victoria sobre el enemigo (21 de diciembre de 1709), se hace recibir con la letra de un canto religioso dirigido a Cristo el Domingo de Ramos: «Bendito el que viene en s Se puede decir, por tanto, que los apologistas y los adversarios de Pedro no están tan distantes los unos de los otros en la caracterización formal que de él hacen, lo que no les impedía afrontar e l problema de manera radicalmente diferente. La influencia ejercida por esta concepción sobre la consciencia que tu­ vieron posteriormente los soberanos rusos de su poder es, a ese respecto, muy digna de atención. Tan es así que Pablo I escribe, el 5 de abril de 1797, en un acta legislativa relativa a la sucesión del trono: «Los soberanos rusos están a la cabeza de la Iglesia», y esto entró en el Corpus de la ley. Catalina I I se llamó también «jefe de la Iglesia». Pablo I y más tarde Alejandro I pudieron celebrar ritos que no celebra en genera] más que un sacerdote; así, pues, según la tradición, habrían podido celebrar actos litúrgicos. De este mismo modo Pablo pudo dirigir la orden monástica de los caballeros de Malta. Por paradójico que parezca, traduce con exactitud el espíritu de las reformas de Pedro mencionadas más arriba.

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nombre del Señor, gloria en lo más alto de los cielos, Dios y Señor y se nos ha aparecido...», es decir, como si él personificase el Cristo entrando en Jerusalén10. De manera análoga, cuando Pedro salla del monasterio del Salvador, le saludaban cantando: «Gloria al Dios de los cielo s...», es decir, que de nuevo se dirigían a él como a Dios, sin contar que llevaba su corona que entonces podía asociarse a la corona de espinas. Es característico que este mismo estilo, esta indi­ ferencia misma con respecto a los textos sagrados haya pasado tam­ bién a la vida corriente. Así, Teófano Prokopovic puede recibir a Pedro — que se presenta en su casa por la noche, mientras festeja con sus amigos-— con las palabras del trop aire: «H e aquí el esposo que avanza en la noche» de esta insigne manera, al trazar en una carta a Pedro un. cuadro de las comilonas para celebrar el nacimiento de su hijo en la corte (en 1715), B. Chércmctiev eligió la imagen, sacada del Nuevo Testamento, de la bajada del Espíritu Santo sobre los apóstoles (« Y supimos esta nueva que llena de alegría el universo entero; y hubo un ruido y un violento golpe de viento; y rendimos gloria a Dios y a Su muy santa Madre; y nos regocijamos grandemen­ te»), a, en una carta a Pedro fechada el 10 de diciembre de 1709 en que Mencbikov llama a San Petesburgo «tierra santa». Si en el contexto de una cultura barroca teatralisada tales fenómenos hubieran podido achacarse exclusivamente a la expresión, revestían, en cambio, para los contemporáneos de Pedro, el aspecto de un sacrilegio fla­ grante: Pedro declaraba públicamente ser Dios, se afirmaba como tal por su comportamiento semiótico por no decir directamente lin­ güístico. Y se trata en este caso de una de las celebridades que fue adorada casi religiosamente. Tanto es así que el compañero de armas de Pedro, el inválido Ki.ti.llov, guardaba su retrato entre los iconos en un rincón de ía habitación y lo veneraba como si fuese uno de ellos: todos los días lo besaba, le ponía una vela, etc. Sin evocar los términos de alabanza de la oración que, mucho más tarde, Krekchine dirigió a Pedro: ¡Padre Nuestro, Pedro el Grande! Tú nos has llevado 1,1 Es indispensable considerar que existía aún, muy poco tiempo antes de este acontecimiento (¡y precisamente en Moscú!) un rito especial deí Domingo de Ramos: una procesión en la que desfilando, montado en burra, el patriarca personificaba místicamente el Cristo entrando en Jerusalén. Hay que suponer que ciertos elementos de este rito fueron utilizados durante la ceremonia del recibimiento triunfal hecho a Pedro (el zar fue acogido por niños vestidos con albas blancas, «agitando palmas y ramas»), subrayando así el carácter profano de la ceremonia. Si se considera, además, que es precisamente bajo el reinado de Pedo cuando fue abolido el rú o en cuestión, las acusaciones llevadas contra él por haberse apropiado autárquicamente las funciones de patriarca (cfr. más arriba) tendrán aún más resonancia. 11 [A lusión a la parábola de las Vírgenes sabias y las Vírgenes necias].

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del no-set al ser; antes estábamos en k ignorancia... antes de ti, todos nos consideraban como los últimos mientras que ahora nos ven comc los primeros», etc. Quedaba, por tanto, excluido que los contem­ poráneos del zar no discernían en su conducta ninguna pretensión sobre prerrogativas divinas —y esta conducta correspondía precisa­ mente a la que ellos atribuían al Anticristo (según una creencia que se remonta al Nuevo Testamento, cft, Mateo, XXIV, 5). En relación directa con estos ejemplos, hay que situar las acti­ vidades del Concilio bufo, que no podía ser tomada más que como una burla injuriosa de la Iglesia y del servicio religioso. Es impor­ tante notar que esta actuación carnavalesca incluía auténticos elemen­ tos de rito cuyo sentido se invertía, en cierto modo, en este nuevo ambiente. Así, durante las bodas bufas del patriarca, el 13 de diciem­ bre de 1715, fue un verdadero sacerdote (venido de la catedral del Arkangel), un sí aréis [erm itaño] de noventa años, quien celebró la ceremonia. Lo que hay que resaltar es que no solamente los obser­ vadores, sino también los que tomaban parte en estas sesiones habían estado tentados de compararlas a misas negras, es decir, a ritos de un poder negativo, satánico (cfr, el testimonio de I. Jovanski: «Me han atrapado en el pueblo de Preobrajenskoi y, en la plaza mayor, N ikita Zotov me ha hecho metropolitano, y sobre un texto, me ha hecho renunciar a Satanás, y he renunciado a él sobre este texto; y pedían al mismo tiempo «bebe» en vez de «cree», y, al renunciar, me he perdido más que si me hubiera hecho afeitar la barba, porque no he dicho nada; y mejor hubiera hecho aceptando el martirio antes que realizar tal renuncia») K. El hecho de que Pedro hava ordenado que se le nombre sin patronímico ha contribuido sin duda a fijar la idea de que se hubiera declarado eclesiástico o incluso santo; pues así era como se les llamaba, Más fuerte aún debió de ser la impresión producida por su decisión de ser nombrado P rim ero, un gesto que, sin duda, debía parccel- una pretensión de santidad. La cultura anterior a Pedro se caracteriza, de manera general, por una tendencia a identificar mito­ lógicamente personas y objetos con personas y objetos que tienen una categora jerárquica de «prim eros» — y aparecen en este sentido como «primeros»— originarios en el sentido ontológico. Por esto, por ejemplo, Constantinopla y Moscú eran identificadas con Roma y llamadas la segunda y tercera Roma; Iván III fue llamado el se­ gundo Constantino, etc. Se trata precisamente de una identificación que demuestra la esencia ontológica auténtica de lo que es nombrado. (Es significativo que se haya podido, en algunos casos, interpelar 13 [A lusión a la ceremonia ortodoxa del bautismo,]

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directamente a alguien refiriéndose a su santo patronímico. Así, el metropolitano Paisií Ligarid puede, dirigiéndose al zar Alexis Mijaílovitch., llamarle: «A lexis, hombre de Dios», es decir, como si viese en él una manifestación muy real de San Alejo, en honor del cual este zar había sido bautizado; igualmente, en este sentido, por ejem­ plo, los Paulinos se hacían llamar, en su época, por el nombre del apóstol Pablo y sus compañeros y discípulos — teniéndose por la encarnación de éstos). Era fatal, dentro de semejante sistema de pensamiento, que lá denominación de «Pedro I» fuese concebida como una pretensión ilegítima de ser un punto de referencia, un comienzo —■atributo que, en términos generales, no era accesible sino a lo sagrado o, por lo menos, a aquello q u e'la tradición había santificado. La decisión de Pedro de hacerse llamar «el Grande» testimoniaba, para los de su época, una falta de pudor menor que la de haberse nombrado «Pedro I». No es necesario detenerse en detalles de hechos tan conocidos como el afeitado forzoso de las barbas y la sustitución de la ropa rusa por la ropa alemana. Contentémonos con mencionar que estas dos características se revestían en aquella época de un sentido par­ ticular, en la medida en que es bajo este aspecto como aparecían los diablos en los iconos13. De ahí que esta imagen no fuese nueva para los rusos: por el contrario la conocían, para ellos se inscribía en un sistema de representación iconográfica perfectamente definido; según ciertas palabras pronunciadas entonces, Pedro había «disfra­ zado a las gentes de diablos». El afeitado de las barbas podía setrelacionado inmediatamente con la herejía: es característico que el patriarca Filareto haya estigmatizado, en cónclave, esta «infamia bes­ tial» y, otros dos patriarcas de la época de Pedro —Joaquín v Adriano— se hayan opuesto también, éste último amenazando re­ sueltamente de excomunión a los que hicieran cortar la barba. En lo concerniente a la oposición de la vestimenta rasa-vestimenta oc­ cidental, es significativo, además, que el llevar ropa rasa estuviera prohibido aún en 1652, bajo pena de castigos severos, a los extran­ jeros que vivían en Rusia: era no punto sobre el que el patriarca (Nikon) insistía especialmente. Por otra parte, hay que considerar que la vestimenta alemana era cómica (se trataba de un disfraz car­ navalesco) en la Rusia anterior a Pedro. Así, en esa época, eran ios hijos del zar y las personas que le rodeaban los que podían llegar a llevarlos. Por el contrario, en tiempos de Pedro, se festejan las bodas de los bufones Chanski y Kokochkine con trajes rusos con­ vertidos ahora en trajes de disfraz (como se castigará, más tarde, a 13 Cfr., en Gogol, k imagen del diablo vestido de alemán que denota una tradición iconográfica muy precisa.

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los colegiales y estudiantes disfrazándoles con [rajes de campesinos, es decir, con el traje nacional tuso). Por tanto, se puede hablar — a costa de una sustitución de signos— de una conservación de la oposición de los trajes rusos y trajes occidentales. Sería posible alargar considerablemente esta lista, si no fuera porque ella por sí sola nos permite ya sacar conclusiones. "Visto desde cierto ángulo, el comportamiento de Pedro no aparece como una revolución cultural, sino como una serie de antitextos, un compor­ tamiento negativo en el marco de una misma cultura. En todo caso, sería así como lo verían sus contemporáneos, lo que, en principio, es extremadamente importante. En otros términos, por muy paradójico que sea, el comportamiento de Pedro se mantuvo, en gran parte, dentro del cuadro de normas y concepciones tradicionales: aumen­ tado con un signo negativo, se ha insertado perfectamente. Los actos de Pedro no se hubieran podido, pues, manifestar de manera dife­ rente en la «lengua» de aquella época: a los ojos de las gentes de entonces, todo sucedía como si él se hubiera proclamado públicamente Anticristo. Según esto, Pedro conocía esta «lengua», podía prever el efecto de que serían seguidos sus actos. Una de las explicaciones posibles de su conducta sería el admitir que muy conscientemente ha querido ignorar su «lengua» materna, al estimarla incorrecta y no recono­ ciendo como únicamente correcta la «lengua» importada de las con­ cepciones occidentales, En su propia relación —casi irracional— con la «lengua», él queda como lujo verdadero de su cultura: la elección de una lengua «correcta» y el rechazo de una lengua «incorrecta» demuestran ser factores subjetivamente más importantes que las consecuencias posibles de los actos que traen consigo. Si se cree en esta explicación, resulta que Pedro ha creado conscientemente textos en una lengua diferente de la que el so ciu s utilizaba para leerlos. Lo que se observa, de una manera general, hasta en un sentido estrictamente lingüístico (cfr., por ejemplo, los comentarios pro­ puestos más arriba a propósito de la expresión «Padre de la patria», que traduce del latín p a te r patrias sin preocuparse de su sentido en los textos rusos; se pueden interpretar de la misma manera otros hechos citados más arrib a)14. 11 Hay que recordar que, en general, a la vista de estos contactos con lenguas extranjeras, los testos redactados por Pedro y los miembros de su corte, están llenos de constrtieciones traducidas (imitaciones, traducciones de fraseologismos de toda ciase), lo que condiciona a su vez un empleo figurado y metafórico de palabras rusas (los tropos mismos pueden, en sentido propio, ser considerados como traducciones). También es verdad que el socius plurilin­ güe toma legítimamente esas metáforas «al pie de la letra»; lo que permitió a veces que se actualizaran.

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Es indispensable, de todas formas; considerar que existía en Rusia una tradición precisa de «inversión de comportamiento» (de anticomportámiento), de la que Pedro pudo, dentro de una medida basta inconsciente, sufrir la incidencia (como, en su momento, Iván el Terrible). Esta cultura negra^ mágica, (reflejada particularmente en los hechizos..,) se había construido en muchos puntos sobre una resistencia antitética a la cultura clerical. Se observará a este respecto con curiosidad los modvos del disfraz, del desdoblamiento de per­ sonalidad, los dos tan característicos del comportamiento diario de Pedro. No es menos característico que los actos del zar parecieran, en toda una serie de casos, dar la razón a la opinión que expresaba el so ciu s acerca de esos actos, como sí se hubiera conformado, en suma, según su propia opinión. Primeramente sus actos responden por entero a las expectativas escatológicas de la época. La venida del Anticristo había sido anunciada para 1666; cuando se comprobó que no se había cumplido, se la anunció para 1699 (1660 + 33 = 1699). Y unos días antes del comienzo de ese año (el 25 de agosto de 1698, ya que el año empezaba el primero de septiembre), Pedro volvió de su primer viaje al extranjero, mateando en seguida su vuelta con una serie de innovaciones culturales (el afeitada forzoso de las barbas empezó al día siguiente; suceso que marcó el comienzo del año 1699; fue entonces también cuando empezó la lucha contra el vestido nacional ruso y cuando se emprendieron una multitud de reformas del mismo estilo). A esto se añadió naturalmente el rumor de que el verdadero Pedro había sido asesinado en el extranjero, rumor que, cosa notable, había empezado a extenderse desde antes de su vuelta, Da lugar a suponer que esta leyenda del «zar susti­ tuido» estuvo favorecida aún más por la mascarada carnavalesca de Pedro que, a lo largo de su viaje, mantuvo el papel del suboficial Pedro Mijailov. Es más chocante aún constatar que los rumores relativos al asesinato cometido por Pedto en la persona de su hijo Alexis se adelantaron más de diez años (como lo ha demostrado K. Tchistov) al propio suceso, pareciendo anticiparlo en cierta ma­ nera ( ¡es notorio que, basándose en estos rumores, el primer falso Alexis se presentara casi seis años antes de la ejecución del prín­ cipe!). Los actcs de Pedro se inscribían por entero en moldes pre­ existentes. Peto cualesquiera que hayan podido ser los motivos profundos de este comportamiento', el resultado a que ha conducido la lectura de esos textos en la «lengua» del so ciu s parece absolutamente legítimo. Nosotros conocemos las consecuencias —el carácter inorgánico de las reformas de Pedro que, aún mucho más tarde, hace sentir sus efectos, 218

La estructura de los signos en el cine V. V. I VA N O v

1 . La comprensión teórica del primer-plano como exposición de la parte en lugar del todo/ — el primer-plano de las gafas que viene a reemplazar al medico que las llevaba y las tenía en la mano en los planos precedentes— concuerda con la descripción lingüística de la metonimia como un cambio de posición sintáctica que corres­ ponde a un desplazamiento del énfasis sobre uno de los elementos de una estructura dada. El subrayar un detalle sin nexo directo con el tema une el cine metontmico /desde Griffith/ con la prosa, donde no es raro, en nuestro tiempo, que ciertos autores hablen por boca de sus héroes del papel que desempeñan para ellos los deta­ lles /H. Boíl, M editacion es d e un payaso/ , lo que aproxima la lite­ ratura contemporánea a la poesía japonesa clásica ¡S e y m o u r , U ne in trod u ction , de Salinger/ que se invoca cada vez más frecuentemen­ te como modelo de observación de los objetos hasta para el cine /A. Tarkovski/. El género policíaco emplea especialmente esta unión del detalle con la narración, lo que se explica fácilmente, puesto que por medio de la metonimia o la sinécdoque, el deslizamiento de significación se produce sólo dentro de los límites de un campo de objetos, a di* Título original: «O strukture znakov kino», en T ezisy dokladov letn ef skoly po vtoricnym m od eliru ju lcim ú stem am , 4, Tartu, 1970.

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ferencia de la metáfora que reúne corrientemente dos campos de acontecimientos y, a continuación, lleva hacia una serie paralela de ob­ jetos diferentes de los primeros, La posibilidad, para el aparato fo­ tográfico o el objetivo de una cámara, de filmar los detalles esenciales para descubrir un crimen/ y. por tanto, de todo el tema/ acerca el empleo del detalle en la novela policiaca á la inmovilización de nna parte de la imagen en el cine/. Blo-w up de Antonioni, cuyo tema se construye sobre la mutua relación metonímica de una foto en su conjunto con sus partes/. En la novela policiaca clásica, el acento metonímico del objeto no se reduce a un detalle soldado al tema, se introducen también detalles exteriores como, por ejemplo, los admi­ nículos d e fumador del detective (el film d e Houston El ha lcón maltés, sacado de la novela homónima de D. Hammet. 2. Incluida como sustitución de signos de significación diferente, aunque empleados en contextos sintácticos idénticos /Kurylo’vicz/, la metáfora corresponde mejor al lenguaje cinematográfico de mon­ taje metafórico que al lenguaje poético o, abstracción hecha de paralelismos arcaicos, estos contextos no nos son dados directamen­ te, sino que hay que extraerlos del texto final único en que se transforman /un fenómeno análogo en todo a la doble exposición en las películas mudas y, posteriormente, en experiencias del cine de vanguardia/. La ausencia de un segundo contexto engendra una metáfora de tipo literaria vista a veces como a tí pica en el cine /el balanceo de la cuna en i n t o le r a n c i a ! . En Chaplin, la conjunción de una multitud a paso gimnástico y de un rebaño de animales se toma como metafórica en razón misma de la alternativa de estas imágenes en contextos idénticos. En las primeras películas de este cineasta, y en ciertos actores cómicos como los hermanos Marx o Laurel y 1-Ia.tdy, hay /como cu los números de circo/ asimi­ lación metafórica de objetos superficialmente cercanos: el héroe se come los cordones de sus zana tos como si fueran sp aghetti, recorta su sombrero y lo riega con salsa como un asado, sube a bordo de un barco pasando como si fuera una pasarela sobre una pasajera que ha caído al suelo. En todos estos casos el segundo contexto (el de los spaghetti, el asado, la pasarela) reenvía a unas normas universales y puede sobreentenderse. Pero si los dos contextos están dados, la metáfora va a ser motivada por una sustitución de objetos. 3. El cine metonímico aspira, en último término, a explotar exhaustivamente cada episodio en un plano, es dccir. a utilizar lo menos posible el montaje de trozos cortos de película: cuando intro­ duce metáforas, es motivándolas oblicuamente por el tema. En la pelícu]a de Chabrol Las buenas m u jeres, la metáfora que compara al héroe con un tigre está motivada por una visita al zoo en la que la 220

heroína y sus amigas miran a los animales, mientras que el héroe los sigue. En un reciente artículo teórico, /R. Durgnat/, ha lanzado la hipótesis de que hubiera sido posible motivar la frase de montaje de los «Dioses» en O ctu b re filmándola en un museo. Entonces se ve cla­ ramente la diferencia entre la acentuación metafórica, donde lo esencial es que cada fragmento de montaje pertenezca a una serie precisa, y la acentuación metonímica que tiende a unir las partes del episodio por contigüidad /como por un movimiento incesante de la cámara/. En la frase de montaje cinematográfico de los «Dioses», los objetos que se muestran provienen en su mayoría de un museo de etnografía, lo que, lejos de servir de construcción, está, por el con­ trario, camuflado, a la inversa de lo que aparece en un episodio aná­ logo del T esta m en to d e l Dr. M abuse, de Lang, donde vemos un montaje de imágenes que representan cuadros colgados en las pare­ des del despacho del médico. La evolución del cine apoya, en materia de poética histórica, la conclusión según la cual, unida a la ausen­ cia de metáforas, el predominio de las metonimias caracterizaría los estilos que surgieran en periodo de terminación /Ejchenbaum/. 4. La introducción del sonido, que heredó en parte funciones de montaje /particularmente el de fragmentos cortos de película, que iba en contra a veces de la fluidez de la narración/ ha acarreado la extensión de la duración del plano y la sustitución del montaje por una movilidad de la cámara. En El gran con so la d or, de L. Kulechov, film rodado en los comienzos de nuestro cine sonoro, el reali­ zador yuxtapone y opone dos estilos cinematográficos en principio diferentes: uno —el de las escenas de ficción— es prácticamente mudo/sin palabras, pero con la música que acompañaba las pelícu­ las de los tiempos del cine mudo/, con títulos y un tipo de montaje corto; otro — el de las escenas de la «vida real»— , con diálogos hablados y un montaje de fragmentos cortos reducido al mínimo. La diferencia de exposición de los diálogos es particularmente carac­ terística: en efecto, si bien, en el primer caso, se realiza por medio de un montaje de imágenes de cada uno de los locutores, en las es­ cenas de la «vida real» la cámara se desplazará del uno /O. Henry/ al otro /el capitán/. 5. La composición de un plano depende de su lugar en el es­ quema estructural de la película. Por eso, en las películas del Oeste, la exposición se lleva a cabo de ordinario por medio del enfrenta­ miento entre el héroe y sus adversarios /más numerosos/ en un bar. La composición de los planos de este episodio es muy compleja /contrariamente a la de las secuencias precedentes que se desarro­ llan en el fondo habitual del paisaje del Far W est o en un interior sin mucha fantasía/: el operador se sirve de un decorado «de múl­ 221

tiples capas», de una enorme cantidad de objetos y de personas, de un mostrador a guisa de frontera, etc. En los w e s t e r n s en color de estos últimos años, estos planos se caracterizan igualmente por una mayor complejidad del color /anteriormente éste respondía al de la luz natural/. 6. El hecho de que el sujeto pueda encarnarse ya no en una su­ cesión de planos ligados a una frase de montaje, sino en la concep­ ción de un plano-episodio se muestra con la máxima evidencia en la composición en profundidad, que, en ciertos maestros como W vler, sirve para dar polifónicamente varios temas en un plano único, En la película de Alain Resnais El año pasado en M arienbad, este re­ curso plástico se utiliza para oponer el héroe al fondo —los otros clientes del hotel. La imagen sonora se aparta de la imagen visual, de manera que, a veces, la voz de los personajes se aleja hasta casi desaparecer conforme la cámara se acerca a ellos: la composición sonora del plano puede ser inversa a su composición visual. En la película de Resnais, la composición en profundidad —como proce­ dimiento puramente cinematográfico de organización del espacio en ¡os planos rodados en el interior del hotel— se opone a la perspec­ tiva pictórica tradicional encarnada en el cuadro repetido e inten­ cionadamente estilizado del parque, o en el dibujo en perspectiva destacado del decorado teatral de ía escena del espectáculo en el comienzo del film, Procedimientos de delimitación del espacio tales como la sec­ ción horizontal del cuadro en la composición en profundidad de Orson W elles /desde sus primeras películas hasta otras más recien­ tes como Campanadas d e m e d ia n och e/ son en sí mismos de una importancia enorme en el plano semántico. Es de gran interés re­ saltar la analogía entre la categoría espacio en Kafka —que describe uno tras otro los edificios urbanos cerrados /particularmente los pa­ sillos de los pisos superiores/ que sirven de fondo a sus relatos— y, por otro lado, esta misma categoría en W elles, que no sin razón ha llevado a la pantalla una novela de Kafka. 7, El ejemplo de la estructura del film y de la composición del plano resalta de manera particularmente neta el significado de la elección del punto de vista y del paso de uno a otro para la com­ posición. Si es cierto, como nos hace observar el padre P. Florenski /B. A. Uspenskij, La p o é tic a d e la c o m p o sició n , Moscú, 1970, pá­ gina 8 / que la transmisión de una escena por los ojos de un solo personaje plantea, en el teatro, problemas insuperables, esto es, en cambia, completamente realizable en el cine. Y ello especialmente se basa en.-la posibilidad de «la pantalla dentro de la pantalla» /la cita de La pa sión d e Juana d e A rco vista en una sala de cine a través de 222

los ojos de la heroína de la película de Godard/, con vistas a estable­ cer un «lazo inverso» con el espectador /la sala y sus reacciones en El h o m b r e d e la cámara de Dziga Vertov/ y de mostrar ciertos frag­ mentos de una película en vías de realización/ 8 1/2 de Fellini, T o d o se v en d e, de Vajda/. La conmutación sucesiva de puntos de vista ha sido el principio de construcción obligatorio de las pelícu­ las de Hollywood del periodo clásico, donde la óptica de uno de los personajes —con el que el espectador debía de identificarse— era elegida como patrón. La unión sintagmática de varios puntos de vista complementarios o mutuamente exclusivos — tratados cada uno en un sólo episodio— es la base del «efecto Kurosawa» con­ seguido en R ashom on. La estendida moda del monólogo interior en la poesía cinemato­ gráfica de esta última década conduce a la posibilidad de la restau­ ración del punto de yista subjetivo de uno de los personajes /de su percepción de los colores, como en El d e sier to r o jo , de Antonioni/. 8. En el monólogo cinematográfico interior, se asiste a una transformación de los rasgos característicos de la categoría del tiem­ po, es decir, que se encuentran reunidos planos que no solamente llevan al pasado y al presente, sino también a lo por venir ¡L a g u e ­ rra ha term inado, de Alain Tresnáis, donde el montaje corto está aplicado con ese fin/. En cuanto a la inserción de épocas distintas el entrelazado de periodos diversos ya visto en In toleran cia /sobre todo en la escena final donde el realizador ha utilizado con ese fin un montaje de fragmentos extremadamente cortos con ritmo sostenido/ se ve desarrollado en ciertas obras de Eisenstein, tales como ¡Q u e viva M éjico!, /que, en este aspecto y algunos otros se aproximan a la novela de Bulgakov El m a estr o y M argarita/. La condensación del tiempo es una constricción para cada película, en vista de las restricciones de la duración a que se tiene que someter. Los casos en que el tiempo de la representación concuerdan con lo real del suceso /el minuto de silencio en la Bolsa en El e c lip s e j se aprecian como excepcionales. La utilización del tiempo cinematográfico en algunos de los mejores filmes consagrados a las artes plásticas, como el Guernica, de Alain Resnais, puede ser considerada como una restauración, bajo la forma netamente cinematográfica, del montaje /«vertical» con empleo de sonidos que, en G uernica, reproducen la atmósfera de la guerra/, del ritmo de percepción del cuadro que guarda en su esquema. Pero, a diferencia de lo que pasa en pintura, las «costuras» /según la palabra del padre P. Florensíd, que subrayó el papel de los esquemas temporales en las artes plásticas/ que ha­ cen el papel de elementos de demarcación formales, se vuelven, en 223

el caso de Resnais, objetos exteriores al cuadro — algunas obras an­ tiguas de Picasso sobre el tema de España, periódicos, documentos de la guerra civil española, todos los signos gracias a los cuales la película se parece a un c o lla g e en la línea de las obras cubistas de Picasso. Con este ejemplo se ve que, introduciéndose en el lenguaje del cine, los signos venidos de otras artes quedan traspuestos de ma­ nera que resalte la estructura de su despliegue en el tiempo — as­ pecto central del cine.

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Las investigaciones soviéticas en el cam po de la sem iótica en los últim os años* D . M . Segal

Por un lado, la historia de las investigaciones semióticas en Ru­ sia cuenta, por lo menos, cien años (si se consideran como sus co­ mienzos los trabajos del gran filósofo ruso A. A. Potebnaj *); por otro lado, los trabajos en los que se han afirmado conscientemente los principios semióticos y de los que se puede afirmar que consti­ tuyen una orientación semiótica particular (y como tales se reco­ nocen) han empezado a aparecer como mucho hace diez años. En los cíen años transcurridos desde el momento en que aparecieron los primeros trabajos que tratan del aspecto sígnico del lenguaje, las ideas semióticas en Rusia se han manifestado fundamentalmente en el campo de las ciencias filosóficas; lingüística, folklore, crítica li­ teraria. Y hasta cuando estas ideas surgían en otras ciencias (el ejem­ plo más evidente lo constituyen las ideas de L. S. Vygotskij en psicología) se han orientado invariablemente hacía la actividad lin­ güística y a la literatura Por tanto, en la historia de la ciencia rusa, * Título original «Le ricerche sovieticlie nel campo della semiótica negli lutimi anni», en A A V V , R icerch e gem ioticbe. N u o v e ten d en ze d elle Scienze umane nell'URSS, Einaudi, Turín, 1973. 1 [Véase también «The Fourth Summct School on Secondary Modelíng Systems Tarra 17-24 August. 1970», de O, G . Rezvina, S em iótica, 6, 1972.] ! Véase la historia de la semiótica donde esta ciencia ha hecho su apa­ rición como parte de la filosofía (A., Hamilton, C. Pierce)

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la lingüística es el difusor de las ideas semióticas en los demás sectores de las ciencias humanísticas. La lingüística rusa (J. A, Baudouin de Courtenay, N. S. Trubeckoj, E. D. Polivanov, R. O. Jakob­ son) siempre ha ejercido su influencia sobre las ciencias humanísti­ cas; precisamente por eso desde que se inició la constitución de la semiótica como orientación en sí, hace diez años, sus ideas, formu­ ladas en base a la lingüística, se trasladaron rápidamente también a otros sectores de las investigaciones humanísticas. El rasgo especí­ fico de dichas invesdgaciones en Rusia es que mientras en Occidente los distintos sectores de las ciencias «sociales» se encuentran más bien aislados unos de otros, estos mismos sectores en Rusia están unidos por la influencia lingüística común en la medida en que estos sectores se reconocen como semióticos. Por tanto, en nuestra práctica científica, la denominación «sem iótica» se refiere no sólo a la ciencia abstracta sobre las propiedades universales de los siste­ mas sígnicos, sino, principalmente, a una determinada orientación científica, todavía apenas en formación que abarca aquello que en otros países estudian ciencias como la antropología cultural (social, estructural), la psicología social, la etnografía histórica, el estudio del contenido, la poética, la crítica de arte, etc. Semejante situación tiene sus indudables ventajas, pero también sus indudables inconvenientes. Por una parte, se elabora un nuevo y en varios sentidos original modo de concebir todas estas discipli­ nas tan distintas, lo que permite descubrir aspectos que han sido olvidados por las disciplinas tradicionales por razón de cierta inercia, de cierto aislacionismo, etc.: la amplitud de la concepción puede de este modo compensar las inevitables generalizaciones y simplifica­ ciones. Por otra parte, es evidente que muchos aspectos de la de­ nominada «sem iótica» y precisamente todo aquello que se refiere al ciclo psicológico de las ciencias, exige una didáctica, una instrumen­ tación, una experimentación especiales y no puede ser examinado de manera satisfactoria exclusivamente desde el punto de vista de los fenómenos lingüísticos. Por tanto, las investigaciones de semiótica psicológica, no las efectúan los estudiosos de los que se habla en este artículo; por lo general, estas investigaciones se encuentran to­ davía en estado embrionario. También está separada de la semiódca la sociología, que aún no ha logrado, por lo demás, ser parte de ella, en la medida en que se ocupa del aspecto pragmático del proceso sígnico y, es evidente que dichas tendencias se verán reforzadas en el futuro. De todos modos, en la actualidad la semiótica no sólo subsiste como orientación científica en sí, que estudia toda una serie de objetos que entran en el campo de diversas ciencias humanísticas 226

y naturales, sino que sigue ampliando el ámbito de sus aplicaciones: siempre se descubren aspectos semióticos en nuevos sectores. El primer simposio sobre semiótica se celebró, en Moscú a finales de 1962; no obstante, ya cinco años antes se babían empezado a ma­ nifestar las tendencias fundamentales que han llevado a la formación de la semiótica como orientación en sí. En 1957, el Instituto de lingüística organizó un debate sobre la correlación entre análisis sincrónico y estudio histórico de las lenguas®, en el que se examinó el problema del signo y del significado (particularmente en la po­ nencia de A. A. Reformatskii «Ptincipy sinch.ronnogo opis&nija jszyka» [Principios de descripción sincrónica del lenguaje]). La dis­ cusión (al igual que el examen de los problemas del método estruc­ tural apareció más o menos en el mismo período en la revista V oprosy jazykoznanija) tuvo una gran importancia para la introducción de las ideas y de las nociones fundamentales de la semiótica saussuriana en el uso científico, sin embargo en conjunto V. N. Toporov podía de­ cir con toda razón: «El tema de este debate es sumamente actual, a pesar de que no se pueda calificar de oportuna esta reunión, ya que podría perfectamente haber tenido, lugar hace treinta años» \ Y, efec­ tivamente, la teorización abstracta, característica de semejantes dis­ cusiones de aquella época, ya no podía satisfacer a nadie: se necesi­ taban efectivas investigaciones prácticas. No se puede no subrayar la influencia que tuvieron en la formación de la semiótica dos disci­ plinas científicas absolutamente distintas: de un lado, la traducción mecánica y la elaboración automática de la información, y de otro, la mitología (y la lingüística) histórico-comparada. En 1955-56. ini­ ció su actividad en Moscú la Asociación para la traducción mecánica, en cuyos trabajos tomaban parte V. V. Ivanov, I. I. RevzinJ P. S. Kuznecov, B. A. Uspenskij y otros lingüistas que habían abordado los problemas de la lingüística en relación con la traducción mecá­ nica, Desde el principio se sintió la necesidad de formular una teoría lingüística que satisficiera no sólo las exigencias prácticas d e-la tra­ ducción mecánica, sino que abarcara también cualquier tipo de acti­ vidad lingüística. La Asociación para la traducción mecánica publicó unos boletines en ciclostil que ahora constituyen una rareza biblio­ gráfica. En estos boletines se han publicado los artículos de V. V. Ivanov P reob ra z ova n ie s o o b sce n ij i p reo b ra z o va n ie k o d o v [La transforma­ ción de los mensajes y la transformación de los códigos], T eorem a 11 0 so o ín o sem i sinebronnogo analiza Moscú, 1960. * Ibtd .j pág. 83.

i

n toricesko g o

izitcsnija

jazykov,

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G ed elja i U ngvisticesk ie paradosk y [E l teorema de Godel y las pa­ radojas lingüísticas] y otros, sucesivamente presentados como po­ nencias en la I Conferencia pansoviética sobre traducción mecánica, celebrada en Moscú en 1958. Estos trabajos formulaban las tesis más generales sobre el proceso lingüístico como comunicación y sobre el lenguaje como sistema sígnico, introducían los conceptos de situa­ ción, de mensaje (texto), código, correlación de los signos (y en particular, su equivalencia), en relación con el problema general de la traducibílidad 5. Se estableció la unidad de principio de la ciencia lingüística; «La lingüística es una ciencia única porque todos sus sectores se ocupan de operaciones del mismo tipo, encaminadas a establecer las relaciones entre los sistemas lingüísticos»", La conferencia sobre traducción mecánica celebrada en 1958 7 ha sido la primera asamblea importante que ha reunido a todos aquellos que se ocupaban no solamente de los problemas concretos de la traducción mecánica, sino también de la lingüística estructural en general. En esta conferencia, las cuestiones puramente semióticas fueron, de una manera u otra, el tema de las ponencias de V. V. Ivanov, de V. N.Toporov, de I. A. Sokoljanskij (cuyos excelentes tra­ bajos sobre la instrucción de los ciegos y sordomudos han sido sin­ gularmente importantes para el estudio de los problemas del signo, del significado, del referente, etc.), A. R. Luija, A. A. Zinov’ev, V. K. Finn y D. G. Lachuti. En su conjunto, no obstante, la confe­ rencia se orientó hacia las tareas prácticas; por tanto, los aspectos semióticos no se trataron por sí solos, sino en su aplicación a la tra­ ducción mecánica. La única excepción fue quizá la ponencia de V. N. Toporov O n e k o to r y c h a n d o g ija c h k p r o b le mam in m eto d a m s o v r e r n e n n o g o t e o r e t ic e s k o g o fdzykozmanija v tru d a ch d revn ein d ijskicb gra m m a iik ov [Sobre algunas analogías con los problemas y los métodos de ln lingüística teórica contemporánea en los trabajos de los antiguos gramáticos indios], de la que hablaremos un poco más adelante. V. V. Ivanov, además de las ponencias que acabamos de citar, leyó el informe U n g v istice sk ie v o p r o s y s t ic h o tv o r n o g o p a red ova [Cuestiones lingüísticas de la traducción poética], que más tarde ha 5 Posteriorm ente, estos trabajos se publicaron de manera ampliada y ela­ borada en la colearán Lingvisticeski? íssledovdutja po maiinnomu perevodu. Soobícenija ad ela mechasüzacii i evtomathacú mformaciannycb robot VJN 7T I j Moscú 1 9 6 1 , fase. 2, con los títulos «Lingvisíika kak teorija otnosenij mezdu jazykovymi sistemami i eé sovremennye prakticeskie prilozenija» y «K issledovani ju atnoáenij nwzdu kodami raznych rangov». / V, V, Ivanov, «Lingvisíika kak teorija», loe. f;7., pág. 13. 7 Tezisy konferencii po musinnonm perevodu (1^-21 mam 1958 g.), Mos­ cú, 1958.

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sido reeditada de manera ampliada y reelaborada en una recopila­ ción casi imposible de encontrar ya 9. En este artículo se introduce el concepto de m o d e l o p o ético . Se entiende por «modelo poético del texto su significado poético, no reductible al significado de traducción interlineal, ya que el modelo poético no sólo abarca el contenido inmediato de la composición poética..., sino que también abarca el modelo de su estructura. En­ tendido de este modo, el modelo poético. . es un hecho de literatura, y no psicología del poeta y de los distintos lectores» (pág. 370), que se compara con el concepto, conocido ya por la ciencia paleoindia, de dhvani. Del sistema sígnico de la poesía se dice: « . .. el lenguaje de los textos poéticos es un lenguaje criollizado, y se ha formado gracias a la interacción del sistema sígnico de la poesía y del sistema sígnico del lenguaje vulgar» (pág. 375). Aquí el autor se basa en las ideas de O. E. MandeF'tam (véase el ensayo R azgovor o Dante ["Conversación sobre D ante], Moscú 1967, págs. 5-6) y de Ju. N. Tynianov. La traducción mecánica se separó muv pronto de los otros sec­ tores, convirtiéndose en un sector en sí, puramente práctico, y se empezaron a examinar los problemas semióticos prescindiendo de toda relación con ella. Por lo que se refiere a los influjos que ejercen sobre la orienta­ ción semiótica la mitología v la linsrüística histórico-comparadas, es necesario hacer referencia a la actividad de un grupo de hinduólogos — V. N. Toporov, A. M. Pjatigorskij, T. la. Elizarenkova, A. Ja. Syrkin y otros— , sin olvidar a V. V. Ivanov, que también trabaja acti­ vamente en este campo. Esta influencia nace del nexo entre las ideas de las lenguas antiguas, tanto como de los términos de los distintos sistemas semióticos difundidos en la antigua India, cuva elevada semioticidad de la cultura es conocida umversalmente9. En la men­ cionada ponencia de la conferencia sobre la traducción mecánica, V. N. Toporov examina los problemas generales del desarrollo de la lingüística del siglo xx (antipositivismo, antievolucionismo, supera­ ción del empirismo y de la Iinealidad). Son indudables los isomorfisrnos entre la ciencia del siglo xx y las ideas enunciadas por los gra­ máticos paleoindios, en los que se revela la sustancial regularidad del desarrollo de las actuales investigaciones estructurales. Se examina el 3 V . V. Ivanov, «Lingvistice.skii- voprasy stichotvornogo perevoda», en M asinnyj perevod. Trudy Instituía tocnoj mechaniki i vycislitel’noj techniki Akademii Nauk SSSR, Moscú, 1961, fase. 2, págs. 369-95. 5 V . N. Toporov, «Zametki o buddijskom izobrazitel’nom iskusstve v svjazi s voprosom o semiotike kosmologiceskicíi pretlstavlenij, en ST)|iei(UT(/Cr. Trudy po zmkovym sistemar» II, Tartu, 1965,

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problema de la organización de un metalenguaje, del que se han servido los lingüistas paleoindios, y se clasifican los tipos de signos que lo constituyen. Por último, se afirma que la particularidad de la lingüística paleoindia, en combinación con los datos análogos de las demás ciencias, artes, sistemas sígnicos religiosos, filosóficos, etc,, paleoindios, forman la configuración específicamente paleoindia de los fenómenos culturales La ponencia de V. N. Toporov ha sido pu­ blicada íntegramente en la recopilación en memoria de Ju. N. Rerich u . En esta misma colección se ha publicado el estudio de A. M. Piatigorski O p yt s o p o s t a v le m ja vedijsk ich i tantil'skich g i m m o v [Experiencia de una comparación entre himnos védicos y tam ílicos], en los que por primera vez en la historia de nuestra literatura filoló­ gica se efectúa un análisis semiótico-estructural de la pragmática de los textos, A principios de los años 60 las investigaciones en el campo de la semiótica adquieren un carácter más sistemático, se establece una separación entre los aspectos puramente lingüísticos, y son estos úl­ timos los que pasan a ser el exclusivo objeto de la semiótica. En agosto de 1960 se crea una sección de tipología estructural de las lenguas eslavas en el Instituto de eslavística de la Academia de Cien­ cias, que pronto se convierte en el centro de las investigaciones se­ mióticas en el campo humanístico, agrupando a su alrededor a es­ pecialistas de las más diversas organizaciones. Precisamente a principios de 1961, se celebra en Moscú la Con­ ferencia sobre la elaboración de la información, la traducción mecá­ nica y la lectura automática del texto :2. Hubo dos ponencias especí­ ficamente dedicadas a la problemática semiótica: la ponencia de Ju. V. Knorozov K v o p r o s y o b izucenii t e o ñ i ügnalizacii [En torno al problema del estudio de la teoría de la señalización] 13, De V . V. Ivanov, Jazyk v s o p o s t a v t e n a s dru gitn i sredstvarni p e r e d a c i i chran en iia in fo r m a cü [E l lenguaje en comparación con otros medios de transmisión y conservación de la inform ación]14. En la ponencia 10 Véanse unas ideas directrices análogas sobre otro material eji e! volu­ men de R. Benedict, Pattem s of Culture, Cambridge, 1934. 11 Kratkie soobscenija Instituía narodovo Azit Akademii Nauk SSSR, L V II. Sbarnik pamjati Ju. N. Rericha, Moscú, 1961. 12 Véase un resumen detallado en una nota nuestra publicada en la co­ lección Strukturno-tipologiceskie issledovamja, Moscú, 1962, págs. 269-83. 13 Desgraciadamente, la ponencia de Ju. V. Knorozov no se ha publicado en parte alguna. Una cierta síniesis de sus ideas se halla contenida en la nota de M. I. Eurlakova (Lekomceva), publicada en Strrikturno-tipologiceskie issledovanija, cit. H, Véase Doklady Konfereticit po obrabotke informad!, masinnomu perevodu i iwtomaticeskomu ctem ja teksta, Moscú, 1961, fase. 7, así como el

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de V. V. Ivanov se estudia la necesidad de un único punto de vista semiótica sobre fenómenos tan distintos como el lenguaje común y :el artificial, los lenguajes de la señalización (de los tambores, del silbato) y el lenguaje del arte {incluidos los sistemas sígnicos espe­ cíficos de las artes figurativas y del cine), los «lenguajes» de los aní­ males y los sistemas sígnicos de los niños y enfermos mentales. La ponencia de Ju. V. Knorozov, sumamente interesante y re­ volucionaria en muchos aspectos (sobre todo la teoría de la persona­ lidad en relación con la teoría de la comunicación), desgraciadamente no ha encontrado el cco merecido en las sucesivas investigaciones semióticas. Por lo general, 1961 fue un año rico en simposios y conferen­ cias que trataron de las cuestiones relacionadas con la semiótica. Se centraba el interés en los análisis de la literatura en función de con­ ceptos derivados del patrimonio de la lingüística estructural y de la semiótica. A esto mismo se dedicó especialmente una reunión cele­ brada en septiembre de 1961 en Gorki sobre la aplicación de los métodos matemáticos al estudio del lenguaje literario 1S. Es com­ prensible la tendencia a analizar la literatura con los métodos de la semiótica y de la lingüística estructural. Ésta se funda en el examen de la obra artística como sistema funcional total, en el que el plano de expresión n o es casual (véase el concepto de modelo poético de V. V. Ivanov). El objetivo es describir el modelo artístico que in­ dudablemente está presente en toda verdadera obra de arte, hacer observable este modelo, demostrar la obligatoriedad de una organi­ zación compleja e idónea del plano de la expresión y del plano del contenido en la presencia y existencia entre ellas de relaciones con­ forme a ciertas leyes. En el simposio de Gorki se examinaron algunas de las cuestio­ nes que hemos mencionado antes16. Ante todo, en las ponencias de A. N. Kolmogorov y de sus colaboradores, que determinaron sus­ tancialmente las orientaciones de la conferencia, se demostró la com­ plejidad y la no-casualidad de fondo del plano de expresión de los textos poéticos. Siguiendo el rumbo de las investigaciones iniciado en los años 10 y 20 con Ins trabajos de A. Belyj y B. Tomasevskxj; Kolmogorov revela que la d eterm in a d a configuración del plano de expresión en la obra de cualquier gran poeta está ad-aptacla p.rtículo homónimo en la colección Prikladnaia lingvistíka i maiinny) percvod, Kiev, 1962, págs. 79-116. 15 E l lector puede hallar una información pormenorizada de la reunión en el artículo de I, I. Reveía, publicado en Struktumo-tipologiceskie issledovanija, cit. 16 Ibtd., pág. 286.

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de manera única a la trasmisión justamente de ese d e ter m in a d o con­ tenido, lo cual es posible gracias a la utilización óptima de todas las posibilidades presentes por principio en el plano de expresión del lenguaje, independientemente del contenido. En esa misma reunión se discutieron los problemas del esmdio estructural de las obras literarias. Por una parte, se manifestó la necesidad de recurrir a las ideas de la escuela formal rusa en la crí­ tica literaria (ponencia de A. K. Zolkovskij y de Tu. K. Seglov Obzor n ek o to ry ch sta r y ch ra b o t p o p o etik e [Reseña de algunos antiguos trabajos sobre poética] y por otra, se abrieran perspectivas para usar en el estudio de los textos poéticos los métodos de la lingüística estructural e histórico-comparada actual (ponencias de V. V. Ivanov O n o v y c h p o etice sk ich teo r ija ch [En torno a las nuevas teorías poé­ ticas] y S r a v m ie l’n o e /azykoznanie i sravn itel'n o e liter a tu r o v ed en ie [Lingüística comparada y crítica literaria comparada], en las que se abordaban los problemas de la relación existente entre las reglas del lenguaje poético y del idioma natural, de los métodos de análisis de la sintaxis y de la semántica del lenguaje poético, así como también el problema de la reconstrucción de los modelos originarios — rítmicos y compositivos— en el folklore. En noviembre de 1961 se celebraron dos conferencias, una de­ dicada a los problemas del método de transformación en la lingüís­ tica, la otra a la aplicación de los métodos estructurales y estadísticos en las investigaciones sobre la composición del vocabulario lin­ güístico. En ambas conferencias, V. N. Toporov presentó ponencias di­ rectamente relacionadas con la problemática semiótica. En la po­ nencia presentada en la primera conferencia 18, Toporov se refirió a los otros sistemas sígnicos. La ponencia presentada en la segunda conferencia !S influyó sobre la formación de ese determinado enfoque 17 Véanse las tesis de esta ponencia en la colección Simpozium po stnikturnomu izuceniju zv.akovych sistem. Tezisy dobladov, Moscú, 1962, con. el título de «O vozmoznosti postroenija strukturnoj poetiki». [La traducción ita­ liana figura en la revista Q ueito e d iro , ntíms. 6-7.] El . texto íntegro de esta profunda y rica ponencia está publicado con el título de « 1z predystorii sovetskich rabot po strukturnoj poetike*, en £ r (¡J.eiürt;xY¡, Trudy po znakovym sisttmam III, Tartti, 1967. 18 V. N, Toporov, «O granicach primentnifa transformacionnogo metoda», en Tezisy dokladov na konferencü po struklurnoj üngvistike, posofaScennoj pro• blemam transformacionnogo melada, Moscú, 1961, págs. 3-6. 13 V. N. Toporov, «K voprosu o vozmoznosti postroenija strukturnoj leksikologii», en Tezisy dokladov tttezvuzovskoj konferencii po primenenju strukturnycb, i stdtistic'eskich metodov issledovanija slovamogc ¡■ostava jazyka, Moscú, 1961, págs. 34-36.

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del análisis semiótico que más tarde apareció en las investigaciones de todo un grupo de semiólogos soviéticos (investigación y construc­ ción de los «modelos del mundo»). Desgraciadamente, este trabajo no ba pasado de la forma de tesis, si bien las tesis dan la impresión de ideas formuladas sintéticamente en un plano semiótico general: «. . . la palabra es.., la unidad pragmática más importante del dis­ curso que tiene importancia primaria para quien se sirve del len­ guaje. Puede ponerse en duda que la palabra como unidad sintética del discurso pueda actuar como unidad de la lengua y al mismo tiempo funcionar como elementa de un sistema del tipo lingüístico corriente» (pág. 35). La sinteticidad de la palabra se pone de mani­ fiesto en el hecho de que ésta se representa como niicromifo o como mitologema y de que cumple una función esencial en la poesía: «Si se habla de análisis comparado rigurosamente científico del léxico, éste es oportuno precisamente en conexión con el estudio del len­ guaje en el amplio contexto de la 'cultura’» (pág. 36); y más adelan­ te «No hay que olvidar la particularidad singularísima que tienen cada palabra y todo el léxico en su conjunto — con la avu d a de uni­ dades sintéticas mutables y no determinadas del todo— de modelizar un mundo mutable y oscuro bajo muchos aspectos» (pág. 36). Todo el año 1962 transcurrió con los preparativos del simposio sobre el estudio estructural de los sistemas sígniros que se celebró eil diciembre. Por esas fechas aparecieron las S íru k iu rn otip ologícesk ie issledovan ija [Investigaciones tipológico-estructurales], En ambos acontecimientos tomaron parte muchos lingüistas, psicólogos, mitó­ logos, críticos de arte. Al igual que la recopilación, el simposio lo preparó también la sección de tipología estructural del Instituto de eslavística. Es rasgo distintivo de la colección la notable ampliación del ám­ bito de los problemas de la semiótica. La colección comprende una sección especial N elingvisticesk ie se m io fice s k ie s is te m y [Los sistemas semióticos no lingüísticos], en la que ofrecen particular interés los artículos de A. A. Zaliznjak. V. V. Ivanov y V. N. Topotov O vozm o z n o sti stru k tu rn o-iip o log iccsk og o izucenija n ek o to ry ch m oáeliruju s c ic b sem ioticesk ich sistem [En torno a la posibilidad de un estudio tipológico-estfuctural de algunos sistemas semióticos de modelización], de A. M. Pjatlgorskij N eh o to ry e o b s c i t zam ecanijd otn ositel' n o i'assmod'enija teksta kak raznovidnasti sígnala [Algunas observacio­ nes generales sobre el examen del texto como variedad de señal], de Ju. IC. Sceglov O strukture M eta m orfoz Q vidija [Sobre la estructura de la M eta m orfosis de O vidio], y de A. A. Zaliznjak Op y t analiza o d n o j o t n o s it e l ’no p r o s t o j znakovoj s is te m y [Ensayo de análisis de 233

un sistema sígnico relativamente sim ple]. En el primero de los ar­ tículos aquí enumerados da un fundamento teórico al concepto de sistem a d e m o d eliz a ció n . Se examinan las posibilidades de una des­ cripción estructural de los sistemas de la religión y de la mitología en términos de algunas contraseñas distintivas (contraposiciones se­ mánticas ), como, por ejemplo’, bueno-malo, muerte-resurrección, mun­ do superior (cielo)-mnndo inferior (infierno), y se analiza la posibi­ lidad de reconstruir sistemas y textos religiosos. La exposición se desarrolla en función de la teoría de las comunicaciones, lo que per­ mite extender también las conclusiones de los autores a los sistemas semióticos que no son religiosos en estricto sentido de la palabra, sino que son tipológicamente semejantes. Pjatigorskij en su artículo generaliza, en e[ plano teórico, algunas consideraciones enunciadas en sus investigaciones sobre los textos religiosos paleoindios. Los textos se clasifican en base a su relación con el tiempo, el espacio y el objeto. Se examinan las relaciones en­ tre el texto y el sujeto. El artículo de Sceglov abre todo un ciclo de investigaciones sobre la descripción de la estructura semántica interna de las obras litera­ rias. En este artículo, el autor, partiendo del análisis de la propia intuición como lector, pone de manifiesto la estructura operante, que encierra la obra de Ovidio, La feliz elección del objeto permite al autor demostrar algunas tesis sobre la estructura del mundo de las M etam orfosis. Este mundo resulta construido fundándose en deter­ minadas contraseñas, bastante simples, que describen las cualidades materiales de las cosas (recto-curvo, dureza-blandura, aridez-humedad, plenitud-vacuidad, etc.). Estas contraseñas se distinguen mediante el análisis de los epítetos. De tal manera, la estructura de la acción poética resulta isomorfa a la estructtira del modelo poético (véanse las ideas de L. S. Vygotskij sobre la catarsis). Y, por último, el artículo de A. A. Zaliznjak revela un aspecto absolutamente nuevo de las investigaciones semióticas; el estudio de sistemas semióticos simples, creados artificialmente. El autor ofrece una descripción exhaustiva del sistema de ordenación del tráfico. Respecto al simposio sobre el estudio estructural de los sistemas sígnicos, el lector puede informarse a través de las publicaciones de materiales escogidos, especialmente de la ponencia introductoria de V, V, Ivanov sobre la prensa extranjera (en las revistas Q u esto e altro y T el-quel). No se ha editado íntegramente el material del sim­ posio, sin embargo, posteriormente se han publicado trabajos sueltos en varias ediciones (en particular, las colecciones H s cit., y P oetics. P oelyk a. Voetika, II, Varsovia, 1966); por lo demás, el 234

pequeño volumen de las tesis, publicado con ocasión del simposio refleja de manera bastante completa su problemática. En la primera sección, E s tes tv en n y j jazyk kak znakovaja sistem a [E l lenguaje natural como sistema signico], se examinaban los usos puramente sígnicos de los objetos lingüísticos (equivalentes a los «iconos» o a los «índices»): las ponencias de V. V. Ivanov O junkcijach sloz n oso k ra scen n y ch s lo v [Sobre las funciones de las palabras compuestas abreviadas] (en las que se planteaba el problema de k posibilidad de deducciones sociológicas en base al carácter de la for­ ma del signa)) de I. I. Revzin K sem io t ice s k o m u analiza « t afnych jaz yk ov» [Para un análisis semiótico de los «lenguajes secretos»], (la utilización del argot, como signo de pertenencia a los «nuestros») y de P. G. Bogatyrev Vykriki razn oscik ov i ré m eslen n ik o v - znaki reklamy [Los gritos de los pregoneros y de los artesanos ambulantes como signos publicitarios]; así como para los problemas del análisis lingüístico (la semántica en particular) a la luz de la semiótica: las po­ nencias de I. I, Revzin N ek oiorye t m d n a s t i pri p o str o en ii sem anticesk ich m o d e l e j e s íe s tv e n n y c b jazykov [Algunas dificultades en la construcción de modelos semánticos para los lenguajes naturales] v de A. A. Zalisnjak Oh isp ol’z o v m i i ponjatij « avtn m aticesk oj v y v o d im o s t i» i « z a visim ogo priznaka» pri opisan ii znak ovych sistem [So­ bre el uso de los conceptos de «deducibilidad automática» v de «con­ traseña dependiente» en la descripción de los sistemas sígnicos] y O vo z m o z n oj svjazi m ezdu o p e r a c io n n y m i ponjatijam i sin cb r o n n o g a o pisará ja i d ia cb ro n ii [Sobre un posible nexo entre los conceptos ope­ rativos de descripción sincrónica y de diacrónica]. Esta última co­ municación ha marcado el comienzo de toda una serie de trabajos de Zaliznjak, que comprueban la deducibilidad de conceptos diacrónicos partiendo de un correcto análisis sincrónico. Estuvieron suficientemente representados en el simposio los tra­ bajos sobre el análisis de los sistemas sencillos. Hemos de recordar aquí ante todo el estudio de T. V. Civ’jan K opisanijn ctik eía kak s e m io t ic e s k o j Á stem y [Para la descripción de la etiqueta como sistema semiótico], que se ha proseguido después. El trabajo de M. I. Lekomceva y de B. A. Uspenskij G adanie na igral’n y c h kartach kak sem iotícesk a ja s is te m a [L a cartomancia como S istem a semiótico] es hasta ahora el único ensayo de análisis sobre los tres aspectos del sistema signico (sintaxis, semántica y pragmática). En la sección sobre los sistemas semióticos modelizantes se han comunicado algunos resultados preliminares de investigaciones en el campo del sistema mitológico de los Kety, efectuadas por la expedi*“ Véase la nota 17.

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ción de 1962, en la que participaron, en particular, V. N. Toporov y V. V. Ivanov. La reseña de estos dos autores sobre el modelo del mundo de los Kety da comienzo a toda una orientación de la semió­ tica y de la mitología comparada rusa, esto es, a la construcción de modelos paradigm áticos21. Posteriormente, esta orientación se ve continuada en los trabajos de V. V. Ivanov y V. N. Toporov sobre la mitología protoeslavac , en los que se reconstruye coherentemente el sistema jerárquico de la mitología de los antiguos eslavos y se descubren las contraposiciones binarias fundamentales, gracias a las cuales resulta posible describir el plano del contenido, fin la ponen­ cia de D. M. Segal O n e k o lo r y c b p rob letn a ch se m io t ic e s k o g o izucen ija m if o l o g ii [Sobre algunos problemas del estudio semiótico de la m itología], se analiza la posibilidad de un estudio semiótico de los sistemas mitológicos desde el punto de vísta de los aspectos sintác­ tico, semántico y pragmático. En la sección I sk u sstvo kak sem icticesk a ja sistem a [E l arte como sistema sem iótico], están comprendidas las tesis de un amplio tra­ bajo de L. S. Vygotski, P sich o lo g ija isk usstvo [Psicología del arte], escrito desde 1925, y publicado posteriormente por la casa editora Iskusstvo "f. Este libro contiene un análisis de la pragmática de los objetos estéticos. Se establece que el fundamento de esta pragmática es la catarsis provocada por la solución de la tensión dinámica entre «form a» y «m aterial». B. A. Uspenskij en el artículo O sem io tik e isk ussiva [Sobre la semiótica del arte] plantea el problema de una interpretación semiótica del arte que estaría llamada a dar funda­ mento a la especificidad del arte: «La polisemia (la posibilidad, en principio de más interpretaciones) es un aspecto esencial de las obras de arte» 31. La ponencia de L. F. Zegin P r o s tr a iistv en n o v r em en n o e ed in s tv o z iv o p is n o g o p r o iz v ed e n ija [Unidad espacio-temporal de la obra pic­ tórica] 25 suscitó un notable interés. Esta contenía una interpretación 31 V. V. Ivanov y V . N. Toporov, «Ketskaja model’m íra», en Simpozium, cit., págs. 99-103; «K opisaniju nekctorych ketskich semioticeskich sistem», en üyjjiiiuiTty.Tj, II, cit., págs. 116-5-i. — V . V . Ivanov y V. N. Toporov, «K rekonstrukcii praslavjanskogo teksta», en Slavjanskoe jazykoznanie, Moscú, 1963, págs. 88-159; Slavjanskie jazykovye modelirujuScie semioticeskie sistemy, Moscú, 1965. 23 L. S. V ygotskij, Psichologija iskussiva, Moscú, 1965. Véase la segunda edición ampliada, Moscú, 1968. 21 B. A . Uspenskij, «O semiotike iskussiva», en Simpozium, loe. cit., pá­ gina 125. 35 Véase Simpozium, loe. cit., págs. 132-34, así como el artículo con igual título en Hy¡|iE!(uTtzr(, II, págs. 231-48; la casa editora Isskusstvo tiene en preparación un libro de L. F. Zegin. Véase también el artículo de B, A. Us-

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semántica de las peculiaridades formales de la pintura icónica rusa (perspectiva al revés, unión de distintos momentos temporales, etc.). Más diversificada en sus orientaciones estaba la sección Struktu r n o e i m a tem aticesk oe iz u cen ie litera tu rn ych p ro iz ved en ij [Estudio estructural y matemático de las obras literarias], en la que se pre­ sentaron tanto las ponencias referentes al análisis de las situaciones semióticas en las obras de arte (B. A. Uspenskij, Sem iotika a Cesterton a [L a Semiótica en Chesterto n ], como aquéllas que contenían las descripciones de caracteres formales (M. L. Gasparov, O ritmike r u ssk o g o trech u n d a rn o g o dol'nika [Sobre la rítmica del dol’nik ruso con tres acentos], V. V. Ivanov, R itm icesk oe s t r o e n ie «.Ballady o cirk e», A. M ezirova [La estructura rítmica de la Bailada o cirke de A. M eziro v]*. Bajo el aspecto folklórico es interesante el ensayo de V. N. Toporov de exhaustiva descripción de la estructura de la balada popular lituana Posteriormente, hubo también en las sesiones del simposio toda una serie de intervenciones de notable interés (de A. S. EseninVollpin sobre pragmática, concebida en el plano abstracto, de A. V. Dolgopol’skij y del lingüista húngaro Ferenczi Papp sobre lo específico de la interpretación de algunos sistemas gestuales, de Jurij Levin sobre la aplicación de las matemáticas a la poética, etc.). El simposio suscitó un clamoroso interés entre la opinión pública cien­ tífica que se manifestó a través de una serie de ecos en la prensa (también polémicos) y, sobre todo, en la expansión de los conceptos semióticos también en aquellos sectores (filosofía) que desde el prin­ cipio se habían esforzado en conservar su propia soberanía. Tras el simposio de 1962 ha habido un periodo de descanso en las conferencias, reuniones y simposios. Este intervalo se ha aprove­ chado para profundizar en las investigaciones prácticas y en la deli­ mitación del ámbito de los objetos sujetos al análisis. El simposio de 1962 había sido, en cierto aspecto, una especie de declaración pro­ gramática, cuya ejecución, en algunos puntos, se había aplazado (problemas de la comunicación gestual, estudio de algunos sistemas simples), mientras que la legitimidad de la propuesta de otros, en general, se había puesto en duda debido a la falta de adecuación del mecanismo propuesto para la correspondiente investigación. penskij, «K sisteme peredaci izobrazenij v russkoj ikonopisi», en £r¡u.£iuiTi/'.V¡, II, págs. 248-58, en el que se examinan los problemas cercanos a las con­ cepciones de Zegin. 25 Véase el texto íntegro en la colección Poetics. Poetyka. Pnettka, Inc. cit., páginas 277-300. *• Véase el texto íntegro; V. N. Toporov, «K analizu neskol’kich poeticeskieh tekstov», en Poetics. Poefyka. Poetika, loe. cit., págs. 61-121.

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A partir de 1964, el foro principal donde se discutieron los pro­ blemas de semiótica, fueron las conferencias organizadas por la Uni­ versidad de T araí en Kaariku. Hasta ahora, se han celebrado tres conferencias — en 1964, 1966 y 1968£s. La característica de estas conferencias de Kaariku es la elaboración gradual de un planteamien­ to general del análisis semiótico de los llamados sistemas secundarios de modelización: «Se ha llegado al acuerdo de considerar como sis­ temas secundarios de modelizacián aquéllos que, tomando por base el lenguaje (sistema primario), reciben una estructura secundaria su­ plementaria de tipo esp ecial»23. Éste determinado planteamiento se caracteriza por la atención concedida a la descripción de los sistemas sintéticos que se pueden considerar como modelos del mundo, los cuales se forman en la mente de colectividades enteras o de indivi­ duos aislados. De aquí el interés existente por los sistemas mitológi­ cos y religiosos, así como también por el tipo de literatura que puede aspirar a ser modelo del mundo (Dostoievski, Blok, Vladimir Solov’év, Rilfce, Pasternak, Mande-l’stain, Ionesco). Es perfectamente comprensible que los estudiosos presten su atención a los problemas de la descripción semiótica y a las tareas, con ella relacionadas, de un análisis del vínculo entre sujeto y objeto de la descripción3”, Se proponen diversos métodos de interpreta­ ción semántica de los textos, y aquí las ideas de A. M. Pjatigorski sobre el orden del texto como consecuencia de las relaciones entre el 43 Véase un relato detallado de la primera conferencia en la nota de D. M. Segal, «Letnjaja skola po vtorienym modelirujuSdm sistemam», en Lingvisticeskie issledovanija po obscej i slavjavskoj tipologii, Moscú, 1966, pá­ ginas 257-65. Los materiales de la. primera escuela de verano de Kaáriku se hallarán en las colecciones Programrnii i tezisy dokladov v lelnej skole po vtonenym m oielirttjulcim Sistemam 19-29 augusta, 19 6 4 goda, Tartu, 1964, y ^V¡|JLSia)T'.X7 ¡, II, cit., donde se publican los textos íntegros de las po­ nencias leídas en la escuela de verano, así como algunos maíeriales suple­ mentarios. Los trabajos de la segunda Escuela de verano están publicados en la recopilación de las tesis de las ponencias (Tezisy dokladov v o vioroj lelnej skole po vtorienym m odelinijulcim sistemam, Tartu, 1966/ y en X 7 ]p.sl.mT!xy¡J III, cit. Los trabajos de la tercera Escuela de verano se han publicado en los libros 3 Letnjaja skola po vtoricym modelirujitScim sistemam. Tezisy dokladov, Tartu, 1968, y l¡7]|JLeuBTUCTj, Trudy po znakovyrti sistemam IV, Tartu, 1969. 59 Prólogo de redacción en Zr¡jxelO)tÍX7¡. U , loe, cit., pág. 6. 30 T. Nikolaeva, «O vzmonznosti ainteza cerez analis», en Programrna i tezisy, cit., págs. 5-6; A. A, Zaliznjak y E. V , Paduceva, «O sviazi lingvisticeslcicb opisanij s rodnym jazykem lingvisia, ibíd., págs. 7-9; B. A. Uspenskij, «PrcdvafiteTnye samecanija k personologiceskoj klassifikacii», en Üt.jasuütiíc/', II. cit., págs, 91-93.

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sujeto y el texto 31, pueden ser sumamente fructuosas, sobre todo en el estudio de algunos géneros de la literatura contemporánea (discur­ so directo impropio). Los problemas de la interpretación semántica se unen a los pro­ blemas de subdivisión de los textos a nivel sintagmático y de deter­ minación de las unidades correspondientes a nivel pradigmático . Todo esto se discutió en las sesiones de la primera escuela de verano, organizada gracias a la energía del profesor Ju. M. Lotman. Como quiera que en la Universidad de Tartü las investigaciones se­ mióticas se hallan centradas en la cátedra de literatura rusa por él dirigida, es natural que los problemas del estudio semiótico de los textos artísticos hayan sido también objeto de discusión. Por una parte, se ha demostrado que muchos métodos de análisis del texto, elaborados por la mitología y el folklore estructurales, pueden ser útiles para estudiar la estructura de los textos poéticos; por otra parte, ha resultado evidente que el enfoque semiótico entendido su­ perficialmente no puede más que desacreditar la idea de un análisis estructural. En la ponencia de I. I. Revzin, en la primera escuela de verano, se ha subrayado una vez más la importancia que tiene el construir un mecanismo riguroso de investigaciones semióticas. El rasgo espe­ cífico de las investigaciones semióticas es su carácter explícito, la verificabilidad de las conclusiones. El empleo de conceptos de la teo­ ría de los signos para cambiar de nombre a los objetos tradicionales es poco fecundo. Ya en las sesiones de la primera escuela de verano se leyeron toda una serie de ponencias que comprobaban que el método estruc­ tural y semiótico ofrece nuevos datos esenciales sobre la organización de la obra de arte, que de lo contrario serían inaccesibles M. :li Véase A. M. Pjatigorskij, «Nekotorye obscie znmecanija omosirei'no rassmotrenija teksta kak raznovidnosti sígnala», en Stntkt/irno-lipólogicfski¿ issledovanija, loe. cit. 12 Los problemas de la subdivisión sintagmática han sido tratados por A . V Gerasimov, Principy rassmotrenija struktury tektov Aicharvavedy, Programma i tezisy, cit., págs. 14-16; T. Ja. Elizarenkova y A . Ja. Syrking, «K analizu indijskogo svadebnogo gimna», en ^ r ([J-S!üjT'.X7¡. II, cit., págs. 173-88; D. M. Segal, «O pyt stmkturnogo opisanija mifa», en SrjxstiotiXTj, II, cit,, pá­ ginas 150-58; I. A . Cernov, «O strukture russkogo l¡ubovnogo zagovora», en ^ 7 ]¡t£ttoTtXT|, II, cit., págs. 159-72. Véase una descripción paradigmática del sistema en V. V. Ivanov y V. N, Toporov, «K opisaniju nekotorych ketskich semioiiceskich sistem», en ZT¡ftsiü>Tt3C7¡, II, cit., págs. 116-43; V. N. To­ porov, «Zameiki o buddiiskom isobrazitel’nom iskusstve v svjazi. s voprosom o semiotike kosmologiceskich predstavlenij», en 2ti¡jlsio)"iz7¡, II, cit., pá­ ginas 221-30. 33 S, M. Tolstaja, «O fonulogii rifmy», en S t ¡íhiu3T!ZT¡, II, cit., pági-

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En la primera escuela de verano se discutieron también los pro­ blemas referentes a la organización de los sistemas simples: T. V. Civ’ja n 34 ha elaborado un lenguaje formal para la transcripción de al* aúnas situaciones de etiqueta; B. F. Egorov 33 ha comparado las com­ binaciones de cartas en la cartomancia con la formación de la trama. Naturalmente, la conferencia no podía olvidarse de k problemá­ tica general ligada a la interpretación de lo específico de la mitología como medio de modelización del m undo86. Ocupan un lugar impor­ tante las investigaciones de G. A. Lesskis sobre las diferencias for­ males entre prosa científica y prosa literaria31, y de E. V. Paduceva sobre la estructura del párrafo ;I"; lo que demuestra que también en la lingüística es muy válido el método específicamente semiótico, sobre todo en el estudio de la estructura de las enunciaciones más amplias de la proposición. Tras la primera escuela de Kaariku, el método semiótico ha sido plena y generalmente reconocido. Por tanto, no es posible enumerar los trabajos en los que se encuentra la problemática semiódca. Por el lo, más adelante se hablará solamente de los trabajos del citado gru­ po de estudiosos, y nuestra reseña será necesariamente muy rápida. El estado de las investigaciones semióticas y su orientación esen­ cial en la actualidad corresponde más o menos a lo que se discutió en las sesiones de la segunda y tercera escuelas de verano de Káarik u 38. El planteamiento general del estudio de los sistemas secundañas 300-5; V. N. Toporov, «K opisaniju nekotorych sttuktur, charakterizuiuscich preiirmScestvenno nizsie urovni, v nekotorych poeticeskidi tekstach», en ^7¡|J.£ía)TiXT|, II, cit., págs. 306-19; Z. G. Mine, «Ob odnom sposobe obrazovanijn novych znacenij v chudozestvennom teksle», en E'/]¡j.sui)Xl.X7 j, II, citada, págs. 330-38. 34 T, V. C iv’jan, «K nekotorym voprosam postroenija jazyka etiketa», en ST||xe[QiTiXT¡, II, cit., págs. 144-49. ,s B. F. Egorov, «Prostejsie semioticeskie sistemy i tipologij sjusetav», en I l 7 ]¡i£ttuitxr¡, II cit., págs. 106-15. 36 A. M. Pjatigorsitij. «Nekotorye ohscie 2 amecanija o mifologii s tocki zrenija psicliologa», en £-/][!.EMOTC'.’/j. II, cit., págs. 3S-4S; D. L. Ogibenin, «K voprosu o znneemi v jazqke i nekotorych drugich serniotikiceskich sistemach» en E 7 j¡j.etíi)tixf¡, II. cit., págs. 49-63; D. M. Sega], «Zametki ob odnom tipe sermonees Ideh m odelitujnídch sistem», en Zt]|j.íI[jutm7¡, II cit., pá­ ginas 60-63. 37 G . S. Lesskis, «K voprosu o granrmaticeskich otlicijack nauenoj i ebuciozestvennoj prozy», en S7¡|H.EKüTtJíV{, II cit,, págs. 76-83.

33

E . V . P a d u ce v a , « O stro k tu re abzaca». en

S7j¡j-£itoTij'-V|.,

I I , cit., pá­

ginas 2S5-92. :ís Véanse los trabajos antes citados; véase la relación sobre la segunda escuela de verano en la nota de Tomás Venclova en «Informations des sciences sociales», val, IV , París, 1967,

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ríos de m o d elació n ha proseguido su desarrollo fundándose en la investigación de los momentos básicos más esenciales de la estruc­ tura del mundo, reflejados en los sistemas indicados, así como sobre la base de una detenida atención dirigida a la posición del in­ vestigador respecto del objeto por él descrito y al mundo. De este modo, se ha intensificado la atención hacia los proble­ mas de la estructura del mundo; esta atención se manifiesta en los trabajos de Ja . M. Lotman sobre la tipología de la cultura 40 (así como en la ponencia de Ju. Ja. Glazov) Los trabajos de Lotman siguen de manera muy actual la rica tradición culturológica de la ciencia rusa, introduciendo un aspecto nuevo, el semiótico, en el estudio de las culturas (la relación con el signo) y demostrando a la vez la necesidad de incluir también las culturas extracuropeas en el ámbito del examen. Las investigaciones sobre las coordenadas fundamentales del mundo que se leflejan también en la estructura de los textos, son una de las posibles formas de interpretar semióticamente los pro­ blemas de la cultura y del texto. Además del trabajo de Lotman ci­ tado en la nota 40 sobre el problema del p r in cip io y del fin , precisa recordar aquí los artículos de S. Ju. N ekljudov 42 y de Z. G. M ine43, que tratan en el diverso material (del folklore y de la lírica filosó­ fica respectivamente) de la función de espacio y tiempo en los sis­ temas, semántico y axiológico, del enredo. Continuando las investigaciones sobre las posibles correlaciones entre sujeto y texto, B. A. Uspenskij y Ju. M. Lotman w han am­ pliado y profundizado la problemática de la denominada tipología de los textos (esto es, de la investigación de la estructura de los textos y de su clasificación, particularmente desde el punto de' vista del proceso de comunicación en el que participa el texto), De ahí el interés por la correlación entre texto poético y sistemas de puntos de vista individuales expresados por los medios lingüísticos. 40 Ju , M. Lotman, «O postroenii tipologii kul’tury», en Tezisy, d t., pá­ ginas 82-83; «O moádirujnscem znacenii ponjatij «konca» i «nacala» v chudozestvennvcb tekstach», en Tezisy, cit., págs. 69-74. J u . Ja. Glazov, «Monogamnaja sem’ja kak znalcovaja struktura», en Tezisy, cit., págs. 53-64. e S. Ju. Nekljudov, «K voprosu o svjazi prostranstvenno-vremennych otnoseníj sjuzetnoj strukturoj v russkoj bylíne», en Tezisy, cit., págs. 41-45, Véase además el ensayo de Nekljudov en el presente artículo. í3 Z. G . Mine, «Dve modeli vremeni v lirike Solov’eva», en Tezisy, cita­ da, págs. 96-104. u B. A. Uspenskij, «Personologiceskie problemy v lmgvisüceskoin aspekte», en Tezisy, cit., págs. 6-12; Struktura ebudozestvennogo teksta i t'pologija komposicij, ibíd., págs. 20-26; Tu. M. Lotman, «K probleme tipologii tekstov, en ibíd., págs. 83-91.

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Aquí se analiza la estructura del plano del contenido del texto poé­ tico y se muestra que las peculiaridades de esta estructura hallan un reflejo regular en el plano de la expresión. Se establece así la tipolo­ gía de los textos. En el ensayo de Ju. I. Levin45 se muestra un plan­ teamiento distinto de la tipología de los textos -—del plano de la expresión al plano del contenido. El autor clasifica los sintagmas atributivos «adjetivo + sustantivo» desde el punto de vista del re­ cíproco vínculo de los dos miembros del sintagma, y más tarde calcula la frecuencia de las clases obtenidas en los textos reales. Te­ nemos, pues, que los textos examinados se subdividen bastante uní­ vocamente en textos de estilo rígido (textos científicos, artículos de fondo), textos de estilo de masa (literatura novelesca carente de va­ lor artístico y llamada publicísticaj y textos únicos (esto es, poéti­ cos) (prosa y poesía). Naturalmente, una parte notable de las po­ nencias presentadas en la conferencia estaban dedicadas al análisis de los sistemas concretos de modelización. También aquí se obser­ va un mayor interés por la literatura grande respecto de los textos de tipo policiaco examinados en las primeras conferencias semióti­ cas 4t, Al igual que en la primera conferencia de Kaariku, se ha de­ dicado mucho espacio a los problemas del estudio semiótico de la mitología. Por una parte, en las ponencias de V. N. Toporov y T. Ja. Elizarenkova sobre el Indra védico ^ y de V. N. Toporov sobre el Mi­ tra védico 4Í, se reconstruyen los fragmentos de la paradigmática mi­ tológica de los indoeuropeos (son interesantes sobre todo las ideas sobre la función de Mitra como principio legislante y como dios en la estructura de la organización semántica de las concepciones indo­ europeas y sobre la relativa unión del m ir eslavo (como contrato voluntario interno) con Mitra a través de un posible préstamo es­ cítico, Estas ideas han sido apoyadas por R. O. Jakobson y por V. V. Ivanov en sus intervenciones durante la conferencia). Por otra parte, se elaboraron los problemas de la transcripción formalizada del mito del ritu a l49, estrechamente ligados al análisis de la trama 45 Ju. I. Levin, «Zamecanija o cipologii tekstov», en Tezisy, cit., págs. 14-20. 40 Véase, en particular, Ju. K. Sceglov, «K postroeniju strukturnoj modeli novell o Serioke Cholmsc», en Sim pozhm , cit., págs. 153-55. T. Ja. Elizarenkova y V. N, Toporov, «Scmioticeskie zametki o vedijskom Indi-e», en Tezisy, cit.. págs. 49-50. 48 V. N. Toporov, «Esce raz o prirode vedijskogo Mitry v svjazi s problernoj rekonatrukdi nekotorych dn vnich ¡ndoírauskich predstavlenij», en Tezisy, cit., págs. 50-52. 16 V. V . Ivanov y V, N. Toporov, «K semioticeskomu analizu i fotmalizovanñoj zapisri mifa i ritnala na belorusskom materiaic», en Tezisy, di,. pá­ ginas 46-49.

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de la fábula 51. Se dedicó una sesión especial a la discusión de los métodos de la transcripción formalizada. Se enunciaron distintos jui­ cios en torno a la elección de ésta o aquélla transcripción (predica­ tiva, de matriz, etc.). En sus intervenciones en la deliberación, Jakobson, subrayó que el problema de la transcripción formalizada de las sucesiones de trama o de otras sucesiones compositivas desembo­ ca en el problema del análisis lingüístico de las componentes mayo­ res de la proposición. Sea cual fuere la forma de transcripción ele­ gida, nosotros operaremos con la gramática de la fábula en cuanto género. Todo género literario tiene sus leyes. La fábula está más formalizada que el mito; en la fábula el predicado tiene mayor im­ portancia que en el mito, en el que lo importante es el sujeto. Por tanto, puede que para la fábula sea preferible la transcripción predicativa. Los modelos de los textos folklóricos se examinan en las tesis de T. M. Sudnik e I. N. Toporova junto con V. N. Toporov’*. Por último, se ha prestado considerable atención a los proble­ mas del análisis del modelo del mundo presente en los textos lite­ rarios. Señalaremos aquí, ante todo, las reseñas monográficas de los distintos textos: el trabajo de Ju. I. Levin 52 sobre el análisis de la polivalencia rítmica del poema de B. L. Pasternak K o n e c [Fin] y el nexo de esta polivalencia con la estructura semántica del verso; el análisis de una composición poética de R. M. Rilke hecho por B. L. Ogibenin ”, la identificación de los rasgos fónicos y semánti­ cos de este texto en relación con los paralelos en el conjunto chamánico; el examen de la estructura semántica de la poesía de O. E. Mandel’stam Z o lo fis to g o m'éda s t r u ja [E l fluir de la dorada m iel] reali­ zado por D. M. Segal M; el análisis de los momentos semióticos del P o e m a B e z g e ro ja [Poema sin héroe] de A. A. Aehmatova 55, efec­ tuado por T. V. Civ’jan. 50 E. M . Meletinskij, «O stmkfurno-mortalogiceskom arealize skazki, en Tezisy, loe. cit., págs. 37-40; S. B. Serebrjanyj, «Intcrprctacija "formuly” V . Ta. Proppa», en Tezisy, Inc. cit., págs. 92-95; véase también el ensayo de E. M. Meletinskij, S. Ju. Nekljudov, E. S. Novik y D. M. Segal en Ricerche..., así como el ensayo de los mismos autores en SY¡|iS!iOTr/"^, IV , cit. 51 T. M . Sudnik, «O strukture dvujazcnych fo l’klornych tekstov», en Te­ zisy, cit., págs, 40-41; V . N. Toporov e I. N. Toporova, «Iz nabljudenij nad litovskoj narodnoj pesnej», en Tezisy, cit., págs. 45-46. 53 Ju. I. Levin, «O nekotorycb certach plana vvrazenija y poeticeskich tekstach», en Tezisy, cit., págs. 26-30. ,a B. L, Ogibenin, «K anaüzu stichotvorenija R. M. R il’kc», en Tezisy, cit., págs. 331-34. 54 El estudio de Segal está publicado en el fascículo de 1968 de la re­ vista International Journal of Slavic Linguistics and Poetics. 55 T. V . C iv’jan, «K issledovaniju nekotorycb semioticeskicb voprosov 'Pocmy bez geroja’ A. A. Achm atovoj», en Tezisy, cit., págs. 30-31.

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La ponencia de R. O. Jakobson sobre los versos de Tobol’sk de Radiscev ha puesto de relieve el profundo lazo de unión entre el nivel gramatical en poesía y el nivel semántico. El trabajo, que ya hemos recordado aquí, de Z. G. Mine y el de O. G. Karpinskaja y de I. 1. Revzin sobre las comedias de Ionesco 35 examinan la organización semiótica de mayores estructuras lite­ rarias. En este sentido, el trabajo de O. G. Karpinskaja y de I. T. Rev­ zin es singularmente interesante para la lingüística, sobre todo en las investigaciones semánticas, que en las comedias de Ionesco se ven violados los postulados fundamentales de la comunica­ ción. En la discusión de su ponencia, Jakobson ha señalado que en las comedías de Ionesco, a través del examen de esta violación, se analiza la esencia misma del proceso de comunicación. En Ionesco existen relaciones, pero no comunicación. Un material de este tipo es particularmente inteiesam e porque se evidencia la realidad que está más allá de la comunicación. En general, la discusión sobre los modelos de los textos poéticos ha puesto de manifiesto cierto progreso en el estudio semiótico de las estructuras complejas respecto de la primera escuela. En la segunda conferencia se discutieron también problemas semióticos de importancia teórica general. Se ha visto que los partici­ pantes en la escuela de verano dan preferencia al método empírico, y no al descubrimiento de la analogía en los objetos entre la semió­ tica y las demás ciencias humanísticas. V. V. Ivanov ha subrayado que el mismo concepto de «signo»- no se emplea de manera unívoca. En arte se utilizan signos de otro tipo que no se emplean en la len­ gua usual, en la que la palabra sola puede considerarse un signo ele­ mental. A diferencia de esto, en el arte pueden presentarse como signo elemental incluso formaciones complejas. Y si después se ve que el signo es una sola obra, entonces éste por principio es único. Es lógico, advertía V. V. Ivanov, en su intervención, describir el signo como función que pone en correlación entre sí los distintos niveles del lenguaje. El signo pone en correlación los elementos del más alto nivel (semántico) con los elementos de nivel más bajo (fónico). Entre ellos se pueden situar varios niveles intermedios. Las expresiones «plano de expresión» y «plano de contenido» in­ dican precisamente estos dos aspectos. Por tanto, en la fase de des­ arrollo actual de la semiótica es más oportuno buscar las analogías empíricas que no construir esquemas apriorísticos. Al finalizar la escuela de verano de Kaariku, a principios de 1957, 56 Q, G. Karpinskaja c I. I. Revain, «Semioticesk¡¡ analiz rannich p’es Joneslto», en Tezisy, cit., págs. 34-37,

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salieron las relativas colecciones publicadas por el sector de tipología estructural. En la colección L ingvisticesk ie iss le d o v a n ija p o O b icej i slavjansk oj tip o lo gii [Investigaciones lingüísticas de tipología ge­ neral y eslava] se encuentra el artículo de Nikolaeva y Uspenskij «Iazykozmanie i paraüngvistika» [Lingüística y paralingüística] °7¡ que ilustra este problema con el que todavía no nos habíamos enfrenta­ do. Este artículo puede ser útil en el análisis de la «semiótica na­ tural» de distinto género. A la misma colección pertenecen los tra­ bajos de Lesskis y de Sevbo, dedicados a) análisis lingüístico de los enunciados mayores de la proposición ®. En la colección Strukturnaja t ip o lo g ija jazykov [Tipología estructural de los lenguajes] se encuen­ tra publicado el artículo de Levin en el que se propone un método de descripción del contenido de los ciclos poéticos (Sestra moj a zizrí [M i hermana la vida] de B. L. Pasternak y K a m er í [Piedra] de O. E. Mandel’stam), fundado en la recopilación de listas de frecuen­ cia de las clases de palabras. Este método ha residtado bastante eficaz, y prosigue la labor en este sentido. Después de escrito este artículo se celebró la tercera escuela de verano de Kaariku; desgraciadamente, no podemos exponer aquí sus trabajos; de todos modos, hay que adverdr que, en sus rasgos esen­ ciales, se mantiene la orientación de las dos primeras escuelas de verano.

57 T. M. Nikolaeva y B. A. Uspenskij, «Jazykoznanie i paialingvisu.ka», en Lingvisticeskie issledovanija po obscej i slavjanskoj iipologii, Moscú, 1966, páginas 63-74. 58 G. A . Lesskis, «Dva sposoba opísanija vnejazykovych situarij», en Ling­ visticeskie issledovanija, cit., págs. 32-51; I.P. Sevbo, Ob izucenii struktury svjaznogo teksta, en Lingvisticeskie issieanija, cit., págs, 16-31. 59 Ju. I. Levin. «O nekotorych certacb plana scdersanija y poeticeskich tekstacb», en Strukturneja tipologija jazykov, Moscú, 1966, págs, 199-215,

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