Nueva Historia de la Nación Argentina. La Argentina del Siglo XX [10, 1 ed.]
 9504910432, 9504902146

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ACADEMIA NA NAL

LA HIST A

HISTORIA de la

NACIÓN ARGENTINA IO - LA ARGENTINA DEL SIGLO XX PLANETA

La Academia Nacional de la Historia -sucesora de la junta de Historia y Numismática Americana que Funda­ ron en 1893 Bartolomé Mitre y otros destacados estudiosos—,

decidida a emprender en los años finales del siglo XX un amplio esfuerzo de renovación historiográfica que contí­ nuase los realizados en la Historia de la Nación Argentina (14 volúmenes publicados entre 1936 y 1950) y en la Histo­ ria Argentina Contemporánea (7 volúmenes, entre 1965 y 1967), dispuso en 1997 editar una obra orgánica y colectiva, de alta divulgación: la Nueva Historia de la Nación Argentina.

Una comisión de académicos, encabezada por el presidente de Ia entidad, elaboró el plan general que abarca, en diez tomos, eI proceso histórico desde los tiempos prehispánicos hasta nuestros días. En ellos tienen cabida relevantes especialistas, procedentes

de distintos ámbitos y corrientes historiográficas, con el propósito de realizar una obra integral, no sólo en el sentido

temático sino también con la idea de alcanzar un conjunto coherente que supere la simple reunión de monografías sobre

diversas áreas. En cada parte se estudian el territorio y la población, la dinámica de las sociedades, las instituciones, la

economía, la vida cotidiana y Ia cultura en sus más diversas

vertientes. Un tomo final, de gran valor instrumental y didáctico, contendrá los índices generales. Con el prestigio que le otorga su trayectoria de institución señera en su disciplina, la Academia ofrece al lector este nuevo y notable aporte que se diferencia de los dos ante­

riores por los enfoques y aspectos que sugiere el actual movimiento historiográfico, circunstancia que, sin embargo,

no les resta vigencia como referentes en cuestiones que no se tratan aquí desde Ia misma óptica.

ILUSTRACIÓN DE CUBIERTA: EX LIBRIS DEL ESCRITOR. HISTORIADOR Y JURISTA RODOLFO RIVAROLA (1857-1942).

NUEVA HISTORIA

DE LA NACIÓN ARGENTINA

ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA

NUEVA HISTORIA DE LA NACIÓN ARGENTINA

ToMo X

PLANETA

982 Nueva historia de la Nación Argentina: 1‘ ed. —

NUE Buenos Aires : Planeta, 2003.

v. 10, 480 p. ; 24x17 cm.- (Historia) ISBN 950-49-1043-2

1. Historia Argentina

Grupo Editorial Planeta, S.A.I. C. COORDINACION.’ Alejandro Ulloa

EDICION DE TEXTOS: Diego Arguindeguy DISEÑO y MAQUETA DE INTERIORES: Osvaldo Gallese

COMPAGINACIÓN YARMADO.’ Adriana Martínez

CARTOGRAFÏA: Susana M ingolo

IMÁGENES YFOTOGRAFIA: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia:

Violeta Antinarelli, Ariel Otero Estrada y Gabriel Lerman

Derechos exclusivos de edición en castellano

reservados para todo el mundo: © 1997, Academia Nacional de la Historia Balcarce 139, Buenos Aires © 2003, Grupo Editorial Planeta S.A.I.C. Independencia 1668, C 1100 ABQ, Buenos Aires

l‘ edición: 3.500 ejemplares

ISBN de la Obra Completa 950-49-0214-6 ISBN del Tomo X 950-49-1043-2 Impreso en Gráfinor S. A.. Lamadrid IS76, Villa Ballester, en el mes de marzo de 2003.

Hecho el depósito que prevé la ley l 1.723 Impreso en la Argentina

Los originales de las ilustraciones son de la

. , , _ Ninguna parte de esta publicación. incluido el diseño de la

coleccion de la Academm Naaonal de la cubierta. puede ser reproducida. almacenada o transmitida en

Historia o reln-oducciones de las manera alguna ni por ningún medio. ya sea eléckrico. químico.

, _ _ _ mecánico. óptico. de grabación o de fotocopia, sin permiso publicaciones que se indican. pm“, ¿ei ¿duen

COMISIÓN ACADÉMICA ENCARGADA

DE LA DIRECCIÓN DE LA OBRA

DOCTOR VÍCTOR TAU ANzOATEGUI (PRESIDENTE) PROFESORA BEATRIZ BOSCH

DOCTOR ERNESTO I. A. MAEDER DOCTOR ROBERTO CORTÉS CONDE

DOCTOR CÉSAR A. GARCIA BELsUNCE

DOCTOR DARDO PÉREZ GUILHOU DOCTOR EZEQUIEL GALLO

COORDINACION EDITORIAL

DOCTOR MIGUEL ÁNGEL DE MARCO

CUARTA PARTE

LA ARGENTINA DEL SIGLO XX c. 1 9 1 4- 1 9 8 3 (Continuación)

IX. LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL (CONTINUACION)

S6. LAS CIENCIAS SOCIALES Mario D. Serrafero

Describir el tránsito de las Ciencias Socia­ les en el siglo XX, en la Argentina, no es tarea

sencilla ni menos aún exenta de riesgos. En primer lugar, se refiere a un área del conoci­ miento que se fue institucionalizando y siste­ matizando progresivamente. En segundo tér­ mino, brindar una radiografía completa es prácticamente imposible por la dispersión geográfica e institucional de la producción. En tercer lugar, siempre quedarán afuera expre­ siones que pudieran ser tomadas como cortes arbitrarios en el análisis.

Por todas estas razones este trabajo da cuenta, principalmente, del desarrollo de la Sociología y de la Ciencia Política y en referen­

cia a determinadas instituciones y produccio­ nes representativas del quehacer intelectual y académico. Asimismo, se consignan las temá­ ticas que fueron centro de atención, análisis y tratamiento por los investigadores, recalando en algunos autores que tuvieron una impron­ ta reconocida en el área de los estudios socia­ les. Aun con estos criterios restrictivos, sólo se

alcanzará a realizar un recorte que, si bien no abarcará todo el espectro, brindará un pano­ rama amplio sobre el desarrollo de las Cien­ cias Sociales en gran parte del siglo XX. Asi­ mismo, la referencia a alguna obra de un autor

dejará, en casi todos los casos, otras sin men­ cionar. Por razón de espacio, será inevitable la omisión de autores e instituciones que tam­ bién han realizado su aporte en las áreas disci­ plinarias aquí tratadas. Por último, las referen­ cias consignadas en este trabajo sólo incluyen las obras publicadas hasta 1983.

LA SOCIOLOGÍA COMO DISCIPLINA

El desarrollo de la Sociología como disci­ plina encuentra sus antecedentes en los escri­ tos de autores clásicos de la historia, la filoso­ fía y la política. Entre otros, no puede dejar de mencionarse a’ Nicolás Maquiavelo, Thomas Hobbes, John Locke, Charles de Montesquieu, lean-Jacques Rousseau. Pero es en el siglo XIX y principios del XX cuando aparecerán los au­ tores que le darán nombre, contenidos, objeti­

vos y metodología a la nueva ciencia. Auguste

Comte, Herbert Spencer, Emile Durkheim y Max Weber desarrollarán los puntos de parti­ da -desde distintos ángulos y enfoques— de la nueva disciplina, cuyo desarrollo principal se localiza en Inglaterra, Francia y Alemania. La

cuenta por cierto estaría ostensiblemente in­ completa si no se agregaran, en esta primera

13

LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL

etapa, los nombres de Alexis de Tocqueville y de Karl Marx, y sus estudios sobre la sociedad democrática y capitalista, respectivamente.

drían aparecer, indistintamente, en una histo­ ria de los desarrollos de la Sociología Política o de la Ciencia Política.

El conocimiento se fue sedimentando y acumulando nuevos aportes con las investiga­ ciones que provinieron de psicólogos sociales como George Mead, antropólogos como Bro­ nislaw Malinowski y su funcionalismo, filóso­ fos como Ortega y Gasset, “sociólogos marxis­

tas” como Gyórgy Lukácks, y creadores de nuevos paradigmas como Sigmund Freud y su

LA “PRESOCIOLOGÍÑ Y LA SOCIOLOGÍA ACADÉMICA

Ninguna introducción a los estudios so­ ciales, en la Argentina, puede prescindir de ciertos nombres de ineludible cita. Son ellos,

La lista de autores se integró, posterior­ mente, con importantes aportes de intelectua­

al menos, Esteban Echeverría, Domingo F. Sarmiento y Juan Bautista Alberdi, quienes constituyeron -según Gino Germani- una

les europeos y norteamericanos. La “Escuela de

suerte de pensamiento “presociológico”. Nom­

Frankfurt”, representante de la llamada “teoría

bres ligados a la experiencia de los primeros

psicoanálisis.

crítica”, se nutrió con los trabajos de Max

círculos relevantes de debates de ideas sociales

Horkheimer, Theodor Adomo y Herbert Mar­

y políticas como fue la Asociación de la Ioven

cuse, en un intento interesante de combina­

Argentina convertida, más tarde, en la Asocia­ ción de Mayo. Desde este grupo y como repre­ sentante del movimiento romántico, Echeve­

ción teórica entre marxismo y psicoanálisis. En

territorio norteamericano tuvieron gran in­ fluencia los trabajos -empírico-sistemáticos­ de Talcott Parsons, el funcionalismo de Robert

Merton y la sociología crítica de Wright Mills.

La mención podría seguir en temáticas especí­ ficas como, por ejemplo, los estudios sobre la

estratificación y movilidad social de Pitirirn Sorokin, la sociología del conocimiento y los desarrollos de Karl Mannheirn, entre otros. Más adelante se tratará brevemente el de­ sarrollo de la Ciencia Política, baste aquí seña­ lar un campo de superposición con una rama de la sociología: la sociología política. Entre Ciencia Política y Sociología Política existe probablemente algo más que vasos comuni­ cantes y temáticas comunes, hasta el punto de

rría lanzó su conocido Dogma, que pretendió la “continuación de las tradiciones progresis­ tas de la Revolución de Mayo” y la regenera­ ción de la vida social que diera definitiva vuel­

ta de página a la época de la dominación imperial hispánica. En palabras de Echeverría “política, filosofia, religión, arte, ciencia, in­ dustria: toda labor inteligente y material debe­ rá encaminarse al imperio de la democracia”. Asociación, progreso, fraternidad, igualdad, li­

bertad eran algunos principios que debían

el resultado de sus hallazgos. Así, por ejemplo, los llamados “teóricos de las elites” -Gaetano

sustentar a una República en clave de demo­ cracia y libertad. Sarmiento -para algtmos el primer sociólogo argentino—, en su Facundo, abrió inagotables surcos de reflexión sobre la vida social, las costumbres y los comporta­ mientos de una dicotomía magistralmente re­ sumida en un dilema: civilización o barbarie.

Mosca, Vilfredo Pareto y Robert Michels— po­

En su prosa profunda, la geografia demarcaba

confundirse, no pocas veces, sus perspectivas y

LAS CIENCIAS SOCIALES

la organización política y delineaba caracteres y humanidades, allí el campo y la ciudad y sus resultados políticos y sociales. Bajo su pluma aparecieron una serie de personajes que eran

una muestra quizás inacabada de un rosario de caracteres que pretendían ser objetivados: el rastreador, el baqueano, el gaucho malo, el cantor, el compadrito, el juez desalmado, etc. Y, por cierto, el caudillo. La profusa literatura social, jurídica y política de Alberdi dejó su mejor impronta en un texto clásico de la Re­ pública: sus Bases y puntos de partida. Si, se­

gún algunos, Sarmiento fue un sociólogo avant la lettre, no sería aventurado sostener que Alberdi fue una suerte de “politólogo” de su tiempo. Diseñó instituciones a conciencia plena de que lo suyo excedía sobradamente la

mera yuxtaposición jurídica de un ejercicio rutinario de derecho comparado. Propuso una constitución como programa económico, ha­ bló de “transiciones”, puso en justo equilibrio las posibilidades de la trama legal en conso­ nancia con la materia social existente y los re­

cursos disponibles. Especial consideración merece su metodología institucional, que bajo el recurso instrumental de las transacciones y

las transiciones apostaba por una república posible (la verdadera vendría luego), un fede­ ralismo-unítario (para equilibrar las dos tra­ diciones antagónicas) y un rey con nombre de presidente (entre el Monarca del Ancien Régi­ me y el presidente democrático que se poster­ gaba). Instituciones que consideraba apropia­

das para una sociedad todavía inadecuada para manejarse dentro de los parámetros del self-government. El diseño institucional tenía como materia prima una sociedad en forma­ ción y, paradójicamente en lo que hacía a su inspiración liberal, daba al gobierno mayor fortaleza para compensar las debilidades de

l Alfredo Poviña.

una gelatinosa e inarticulada población, aleja­ da, todavía, de la más compleja trama civil que daría forma a la ciudadanía. La reflexión social y política del siglo XIX representada, entre otros, por los autores clá­ sicos aludidos, con el tiempo, consolidará sus ideas, contenidos y nuevos espacios institucio­

nales. Fue así que la Sociología académica —como señala Iuan C. Agulla- se va introdu­ ciendo con los inicios del siglo XX y se va a instalar en las cátedras de algtmas universida­ des del país, en las facultades de derecho o fi­ losofía. La primera cátedra de Sociología se crea en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en 1898, y se de­

signa interinamente al profesor Antonio Dellepiane, quien dicta su primero y único curso en 1899. En 1904, Ernesto Quesada es

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

designado profesor titular de Sociología y dic­ ta su primer curso en 1905. Dos años más tar­ de, en la Facultad de Derecho y Ciencias So­ ciales de la Universidad de Córdoba, se crea la

primera cátedra de Sociología y es designado

el profesor Isidoro Ruiz Moreno, al año si­ guiente es nombrado como profesor titular Enrique Martínez Paz. La primera cátedra de Sociología en la Facultad de Derecho y Cien­ cias Sociales de la Universidad de Buenos Ai­ res se crea en 1908 y su titular fue Iuan Agus­ tín García, quien también se hace cargo de la

Europa del siglo XIX y de la historia, la psico­ logía y la filosofía de la cultura, como también las nuevas ideas que se iban produciendo. En­

tre estos pensadores cabe citar, por ejemplo, a Comte, Spencer, Durkheirn, Weber, Sirnmel, Tarde, Toennies, Sombart y, también, las refe­ rencias a Le Bon, Spengler, Dilthey, Bergson, Scheler, Ortega y Gasset, etc. Como represen­ tantes de esta sociología cabe mencionar, entre otros, los siguientes autores y algunos de sus textos: Enrique Martínez Paz, Elementos de So­ ciología (1911); Raúl. A. Orgaz, Estudios de So­

cátedra que se crea, en 1912, en la Facultad de

ciología (1915), Principios de Sociología (1933);

Filosofia y Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata. En los años posteriores

A. Poviña, Notas de Sociología (1935); Historia

se abrirían otras cátedras de sociología en dis­ tintas facultades y universidades del país. Y en 1940, Ricardo Levene creaba el primer Institu­

de Sociología (1950), etc. Autores como Orgaz

de la Sociología Latinoamericana (1941); Curso

y Poviña, especialmente, tuvieron una muy ex­

años después aparecía su primera publicación:

tensa producción académica y una actuación institucional destacada. Por cierto a la lista po­ drían agregarse muchos otros autores relevan­ tes como Emesto Quesada, quien publica, en­

el “Boletín de Sociología”. Levene —profesor ti­

tre otros trabajos, La Sociología: carácter

to de Sociología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Dos

tular de Sociología, desde 1922, en la Facultad

científico de su enseñanza (1905); Las doctrinas

de Filosofía y Letras de la Universidad de Bue­

presociológicas (1905); H. Spencer y sus doctri­

nos Aires- aportaba también estudios relati­ vos a la disciplina, entre otros, Notas sobre la Escuela sociológica de Durkheim (1929) y su Historia de las ideas sociales argentinas (1947). Este profesor de Sociología es —siguiendo el análisis de Iuan Carlos Agulla- una suerte de “intelectual” formado en otra disciplina, que ejerce su profesión liberal y en forma comple­ mentaria dicta su cátedra. Esta sociología re­ cepta la obra de los autores europeos y va a considerar sus contenidos como“leyes socioló­ gicas" que se aplican automáticamente a la re­

nas sociológicas (1907); A. Comte y sus doctri­

obreras y la situación social, que constituía un verdadero estudio sociológico en busca del da­

gión y al país. Así aparecen en las primeras dé­

to empírico. Bajo la segtmda presidencia de Iu­

cadas textos de introducción a la Sociología o Principios de Sociología, que intentan sistema­

lio A. Roca, el entonces ministro del Interior

tizar los autores relevantes de la disciplina en la

Massé el referido estudio. En el informe de Bia­

nas sociológicas (1910); La evolución social de la

República Argentina (191 l); La Sociología rela­

tivista spengleriana (1921), etcétera.

Más allá de esta sociología enciclopédica y receptora de las ideas irnperantes en los países más desarrollados existieron estudios de carác­

ter más empírico que pretendieron describir y analizar socialmente al país. A comienzos del siglo XX se realizaba un estudio sobre las clases

Joaquín V. González encargaba a Iuan Bialet

LAS CIENCIAS SOCIALES

let Massé, El estado de las clases obreras argenti­

ción de “las orientaciones teóricas y metodoló­

nas a principios de siglo (1904), se analizaba la

gicas contemporáneas”. Hacia los años ciri­

situación de los obreros en distintas provin­

cuenta comienza, entonces, otra experiencia: la

cias, los indígenas, la inmigración, el trabajo de

la mujer y los niños, entre otros temas. Un no­ table trabajo de historia social fue el de Juan

llamada Sociología científica. En realidad, el corte entre distintas etapas, estilos y momentos de la sociología no fue tan abrupto. Tampoco

Agustín García, La Ciudad Indiana: Buenos Ai­

debe entenderse que lo producido antes no fue­

res desde 1600 hasta mediados del siglo XVII (1900), donde se estudiaban las campañas; la vida familiar, comercial y administrativa de la ciudad; la Iglesia; etc. El lector menos atento descubriría en algunas conclusiones de García una radiografía demasiado semejante a la Ar­ gentina de finales del siglo XX. Poco tiempo antes, García había publicado otra importante obra, su Introducción al estudio de las Ciencias

ra científico sino que la producción de conoci­

miento se sometía a reglas y métodos propios de los estudios de cada época. Así fue que, en­

tonces, esta nueva etapa se caracterizó por un estilo y contenido distinto a la anterior. Se crea­

ron en las universidades institutos o departa­ mentos de Sociología —o centros de investiga­

ciones sociológicas—, se receptaron las teorías

empírico-sistemáticas -principalmente de los

Sociales (1899). Décadas más tarde, Alejandro

Estados Unidos- y se desarrolló el perfil del so­

Bunge, en Una Nueva Argentina (1940), elabo­

ciólogo investigador. La Sociología aquí no só­ lo intentaba describir la realidad sino también

raba un trabajo de pretensión científica donde abordaba distintos aspectos de la Argentina so­ cial: la cuestión racial, la natalidad y la morta­ lidad, la política poblacional, el desequilibrio económico del “país abanico", el problema so­ cial de la tierra y de la vivienda, las nuevas for­ mas sociales, la educación, etc. Convivieron, así, la sociología de “cátedra” y sus leyes socio­

lógicas pretendidamente universales, estudios sociales que indagaban realidades nacionales y un ensayismo del cual se escribirá más adelan­ te. Mientras tanto, estaba gerrninando una so­ ciología distinta.

explicarla recurriendo a un bagaje teórico más sistematízado y a metodologías que ponían en el centro la obtención de datos a través de dis­

tintos instrumentos. De acuerdo con Germani, el paso de la sociología tradicional a la sociolo­

gía modema fue el paso de los estudios filosó­ ficos a la investigación empírica. Pero esta so­ ciología moderna no era totalmente “aséptica”,

pues distinguía entre una derecha y una iz­ quierda representadas, principalmente, por las llamadas “sociología norteamericana" y “socio­ logía marxista”.

Algunos organismos internacionales vin­ culados con el tema del desarrollo favorecen es­ LA SOCIOLOGÍA CIENTÍFICA

Germani distinguía distintas etapas por las cuales había transitado la Sociología. La prirne­ ra era la positivista, luego le continuó la irracio­

nalista antipositivista y, por último, la de su propio tiempo, caracterizada por la incorpora­

ta tendenda de cientificidad y aquí cabe citar el

importante papel de la CEPAL y la actuación central que en ella tuvo Raúl Prebisch. Así, la sociología de la modernización y la teoría del desarrollo ocuparon un espacio singular en la literatura de la región. La tarea de los sociólo­ gos se centró en los aspectos sociales del desa­

LA DIMENSION CIENTIFICA Y CULTURAL

rrollo en los procesos de planificación que se diseñaban en América latina. Era el momento

tos de las teorías en boga. La sociología adqui­

del auge de las teorías de la modernización que

oponían como polos en una suerte de dicoto­

profesionalizó. Por otra parte, la sociología académica continuó su estilo y contenido en

mía a la sociedad tradicional versus la sociedad

las cátedras de las facultades de derecho, prin­

modema. Desde esta teoría se aislaban los fac­

cipalmente. En forma lateral, otro tipo de so­ ciología también aportaba lo suyo a través del género del ensayo.

tores de resistencia al cambio vinculados al modelo de sociedad tradicional y los elementos que estimulaban y favorecían el paso hacia la

rió estatus científico y la tarea del sociólogo se

sociedad modema. El punto de llegada por cierto estaba dado segím los patrones de las so­

FIGURA Y APORTES DE GINo GERMANI

ciedades más avanzadas, pudiendo establecerse

como una serie de etapas en el desarrollo y se­

Germani había nacido en Roma en l9ll y

gún un proceso de tipo lineal. la sociología del

varría -tarnbién funcionario de la CEPAL-,

emigrado de la Italia fascista en 1934 a la Ar­ gentina. Fue el representante más significativo de la institucionalización de la sociología cien­ tífica en el país. Estudió en la Facultad de Filo­ sofia y Letras de la Universidad de Buenos Ai­

quien publicó, entre otras obras, Consideracio­

res y en 1957 fundó la primera carrera de

nes sociológicas sobre el desarrollo económico

Sociología en tal universidad, fue director del Instituto de Sociología y organizó el Depar­ tamento de Sociología. En 1966 emigró a los Estados Unidos y ejerció la docencia, durante diez años, en la Universidad de Harvard y, fi­

desarrollo en América latina contó con gran cantidad de estudios y especialistas de actua­ ción regional, por ejemplo, José Medina Echa­

(1964). Los debates y discusiones se llevaron a cabo en seminarios y congresos donde también aparecían las perspectivas de la llamada “teoría

de la dependencia”, que agregaba una mirada diferente al problema del subdesarrollo lati­

nalmente, transcurrió sus últimos años de

noamericano. Así, en un seminario organizado por el Centro Latinoamericano de Investiga­

existencia en Italia. La obra de Germani fue notable, tanto en lo referido a la instituciona­

ciones en Ciencias Sociales —UNESCO— sobre

lización científica de la Sociología como en sus

sociología del desarrollo, realizado en Río de Janeiro en 1968, Fernando Henrique Cardozo y Enzo Faletto expusieron sus teorías acerca del desarrollo y la dependencia en América latina. En el mismo seminario presentaban ponencias investigadores de distintos países latinoarneri­ canos y europeos, entre otros, Manuel Mora y Araujo, Oscar Cornblit, Gomucio Granier, Bo­

aportes a la disciplina, que trascendieron el te­

livar Lamounier, José Luis Reyna, Peter Heintz, Torcuato Di Tella, etcétera.

Los resultados de esta sociología fueron muy positivos más allá del acierto o desacier­

rritorio argentino. Entre los estudios de Germani se destaca

su Estructura social de Ia Argentina (1955), donde realiza un análisis empírico sobre la so­ ciedad argentina utilizando la rigurosidad de la metodología científica. Otra obra relevante fue Política y sociedad en épocas de transición (1962), en la cual se opone la sociedad tradi­

cional versus la sociedad moderna. Germani se interna en el análisis de la estructura social y el cambio desde la concepción de la unidad

LAS CIENCIAS SOCIALES

países de la región. También trata la proble­ mática de la transición específicamente en la Argentina recorriendo el papel de la inmigra­ ción masiva y la modernización del país. Su análisis de la transición política, en la Argenti­ na, presta atención al pasaje desde el fin de la

democracia limitada hasta la participación política de las clases medias y, luego, de las masas obreras. Especial interés resulta de sus

enfoques sobre el peronismo, reubicándolo como un régimen “nacional-popular”. Sus perspectivas sobre la movilización social, las masas obreras y el peronismo alirnentaron fe­ cundos debates entre investigadores naciona­ les y extranjeros, aún hoy abiertos. Como es sabido, Germani le dio vida a una etapa singular del Instituto de Sociología. Ha­ cia 1958, en este centro se desarrollaban los siguientes temas de investigación: “Efectos so­

l Gino Gennani.

ciales de la urbanización y la industrializa­ ción”; “Estratificación y movilidad social en

del mundo sociocultural que distingue las es­ feras y niveles de la personalidad, la sociedad y la cultura, siguiendo aquí la impronta dejada por Talcott Parsons. Los conceptos de integra­

gentina”; “Actitudes de las madres de diferen­ tes clases sociales hacia la educación temprana de los niños”; “Causas de abandono del estu­ diante de la universidad”.

Buenos Aires”; “Estratificación social en la Ar­

ción y anomia jugarán un papel importante para describir los efectos de la dinámica del cambio estructural. El proceso de cambio es

LA PRODUCCION SOCIOLOGICA

visto por Germani como una transición desde los atributos de la sociedad tradicional —está­

Y sus AUTORES

tica e integrada- a una sociedad urbana, alta­ mente diferenciada, con un elevado grado de movilidad social vertical y horizontal, con de­ sajustes y un relativo grado de anomia. En Po­ lítica y sociedad Germani realiza, entre otros

Otros investigadores se van sumando a la tarea de Germani de ir engrosando los estu­ dios sociológicos en la Argentina, a través de un recorrido intelectual bastante similar: la

desarrollos, un útil análisis en torno de las

grado en Sociología -o Ciencias Sociales- en universidades del exterior. Torcuato Di Tella

transiciones. Su modelo de las seis etapas en la

transición en América latina sirve aún para encuadrar el desarrollo político y social de los

formación de grado en una disciplina y el pos­

-ingeniero- realizó una Maestría en Sociolo­ gía en la Universidad de Columbia y estudios

19

LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL

de doctorado en la London School of Econo­

tudio que incursiona en la teoría de las elites y

mics and Political Science. En 1958, ya en la

Argentina, se incorporó al Departamento de

que analiza -de un modo no realizado hasta entonces- quiénes fueron los que gobernaron

Sociología de la Facultad de Filosofía y Letras

la Argentina. Así recorre las carreras políticas y

y comenzó a colaborar con Germani y otros jóvenes investigadores. En el mismo año par­ ticipó en la Fundación del Instituto Di Tella

la formación de los presidentes, los gabinetes, los factores de poder —por ejemplo, la Iglesia y las Fuerzas Armadas- y da, como otros soció­ logos, su propia perspectiva sobre el futuro de la clase política y dirigente del país. Juan Carlos Agulla, abogado por la Uni­ versidad de Buenos Aires, se formó en las uni­

que inauguró el Centro de Sociología Compa­

rada, dirigido por Germani. Di Tella, entre muchos otros trabajos, publica El sistema polí­

tico argentino y la clase obrera (1964), donde plantea una actitud de cooperación con el pe­

ronismo de las fuerzas progresistas. Ofrece una perspectiva muy comprensiva de los mo­ vimientos nacional-populares interpretando que implican una suerte de representación pe­ culiar en los países latinoamericanos. Di Tella desarrolla sus análisis sociales y políticos des­ de una mirada comparativa con el resto de los países latinoamericanos, situación poco fre­ cuente en el desarrollo de las Ciencias Sociales

Buenos Aires. Agulla tuvo una extensa pro­ ducción que abarca la sociología de la educa­

en la Argentina. José Luis de Imaz, licenciado en Ciencias

mente útiles y dignos de mención son sus es­ tudios acerca del desarrollo de la sociología en la Argentina y la evolución de las ideas y las ideologías políticas y sociales en el país. Sobre teoría de las elites publicó Eclipse de una aris­ tocracia (1968), que constituyó un análisis de la elite o clase alta de la sociedad de Córdoba.

Políticas por la Universidad del Litoral y doc­ tor en Derecho y Ciencias Sociales por la Uni­

versidad de Buenos Aires, realizó su forma­

ción sociológica en el Departamento de Sociología dirigido por Germani. A partir de 1959 fue miembro del CONICET y desde los

años sesenta tuvo como sede de trabajo la Universidad Católica Argentina. Imaz realizó investigaciones sobre sociología política, so­ ciología de la cultura, teoría sociológica y te­ mas como el análisis de la estructura social o

la familia. Un aspecto importante —que em­

palma con el estatus científico de la socio­ logía— es su persistencia en la necesidad de recurrir y buscar los “datos” como material 20

versidades de Munich y de Madrid, donde ob­ tuvo sus doctorados. De vuelta a la Argentina trabajó en la Universidad de Córdoba y, luego de 1976, continuó su labor de investigación en

empírico de sus investigaciones. Un trabajo de cita ineludible es Los que mandan (1964), es­

ción, la teoría sociológica, la sociología políti­ ca, y temáticas diversas, desde análisis sobre la estructura social hasta el desarrollo de teorías sobre las regiones y las generaciones. Especial­

A sus trabajos sobre educación y, fundamen­ talmente, su aporte a la sistematización de la tradición y la teoría sociológica de los autores clásicos sumó estudios sobre el desarrollo de

la disciplina en el país, que constituyen una fuente ineludible para entender las distintas etapas de la sociología en la Argentina. Asi­ mismo, Agulla realizó contribuciones útiles y valiosas para comprender las variables socio­ lógicas aplicadas a la Argentina en las temáti­

cas de regiones y población, estratificación social, elites e ideologías.

LAS CIENCIAS SOCIALES

Iosé Enrique Miguens, abogado y doctor en Derecho y Ciencias Sociales de la Universi­

dad de Buenos Aires y con estudios de posgra­

do en sociología en la Universidad de Har­ vard, fue el fundador del Departamento de

En realidad, antes, durante y después de Germani se fue desarrollando una produc­ ción sociológica considerable. Una lista de autores y temas encontraría, entre otros y a mero efecto ilustrativo, a Jacinto Oddone y su

na. Miguens publicó numerosos trabajos en

análisis sobre La burguesía terrateniente ar­ gentina (1930); a Sergio Bagú y su Evolución

variadas temáticas en sociología y política, en­

histórica de la estratificación social en la Argen­

Sociología de la Universidad Católica Argenti­

tre otros, La otra versión: mitos, magza e ilusión

tina (1969); a Norberto Rodríguez Bustamen­

revolucionaria (1978) donde se analizaba la irracionalidad, la magia y el simbolismo en la

te y sus estudios sobre G. Simmel, I. S. Mill, y La sociología en la realidad latinoamericana; el

vida política y Los neofascismos en la Argentina

caso de Argentina (1979); a Francisco Suárez y

( 1983), texto que realizaba un recorrido críti­ co acerca de distintas ideologías, creencias y prácticas políticas. Francis Korn se formó en el Departamen­ to de Sociología de la Universidad de Buenos Aires, entre 1958 y 1961, bajo la dirección de

sus trabajos La formación profesional en con­ textos transicionales (1967); La política cientí­ fica (1971); Los economistas argentinos (1972); La organización técnica (1978), a Iuan Marsal y su Cambio social en América latina (1967) y una serie de investigaciones sobre intelectua­ les y ensayistas en la Argentina y América la­ tina. Desde el pensamiento de izquierda, Iosé Aricó fue un estudioso de las ideas de Anto­

Germani y luego realizó su doctorado en la Universidad de Ofiord. Realizó importantes contribuciones en el campo de la metodología y epistemología de las ciencias sociales, en la crítica al estructuralismo de Lévi-Strauss y en la historia social de la ciudad de Buenos Aires,

nio Gramsci y de otros autores del marxismo heterodoxo. Sus publicaciones aparecieron en la revista Pasado y Presente y, en los ochenta en La Ciudad Futura, cabe destacar sus libros

entre 1895 y 1930. Así, cabe citar entre sus obras, Elementary Structures Reconsidered: Levi-Strauss on Kinship (1973) publicado en

Mariátegui y los orígenes del marxismo lati­ noamericano (1979) y Marx y América latina

Londres y California y Buenos Aires: los hués­

(1980).

pedes del 20 (1974); y, como compiladora, Francisco Delich, abogado y doctor en Dere­

Los trabajos y temáticas desarrollados por los sociólogos aparecieron, muchas veces, en volúmenes colectivos que aunaban perspecti­

cho y Ciencias Sociales por la Universidad Na­

vas de historia, economía y política. Por

Ciencias Sociales: Palabras y conjeturas (1978).

cional de Córdoba, realizó estudios en socio­

ejemplo, en una compilación de Torcuato Di

logia en la Escuela de Altos Estudios, París. En

Tella y Tulio Halperín Donghi, Los fragmentos

la Argentina fue secretario ejecutivo de

del poder (1968), Oscar Cornblít y Francis

CLACSO —centro que se tratará más adelan­ te-, fundador y director de la revista Crítica y Utopía y publicó Crisis y protesta social (1972) y Crítica y autocrítica de la razón extraviado (1977).

Korn analiza respectivamente la inmigración y el empresariado, y la asimilación de los in­ migrantes. En cuanto a la sociología política cabría mencionar, además y entre otros trabajos, los

21

LA DIMENSION CIENTIFICA Y CULTURAL

producidos hacia mediados y fines de los se­ senta por José Nun, en torno de la crisis de he­ gemonía y el golpismo militar; el de Miguel Murmis y Iuan Carlos Portantiero, Estudios sobre los orígenes del peronismo (1971), investi­

gación que enriqueció las perspectivas y los debates en torno del fenómeno del peronismo y, también en relación con este movimiento político, las investigaciones de Ricardo Sidica­ ro sobre peronismo y clase obrera. Junto a la producción teórica de las líneas mencionadas se desarrollaron algunas áreas de sociología aplicada en relación con sectores específicos de la sociedad. Así, por ejemplo, en sociología militar Benjamín Rattembach pu­ blica Sociología militar. Contribución a su estu­

dio (1958), I. Ochoa de Eguileor y Virgilio Bel­ trán, Las Fuerzas Armadas hablan (1968). En el

campo de la Sociología del Derecho, también se van acumulando trabajos como los de Al­ fredo Ves Losada, El derecho como experiencia

(1961); Victor Irurzun, Un ensayo sobre la con­

ducta desviada (1964) y Sociedad y Derecho (1966). Pedro David —desde la sociología cri­ minal—, Marcelo Aftalión y Felipe Fucito son otros autores que producen obras en el terre­ no de la sociología del derecho. Los trabajos de estos autores tuvieron amplia repercusión

vestigaciones en psicología cognitiva, mantu­ vo una insistente prédica y defensa de los as­ pectos lógico-normativos en el campo de la metodología en las Ciencias Sociales. Otra te­ mática abordada por los sociólogos fue la del sindicalismo, el movimiento obrero y el mun­ do del trabajo. Iuan Carlos Torre produjo in­ vestigaciones significativas -por ejemplo, Los sindicatos en el gobierno (l983)— en relación con la democracia sindical en la Argentina, el poder sindical, el movimiento obrero y el pe­ ronismo. Rubén Zorrilla analizó la estructura,

la dinámica y el liderazgo sindical argentino. Irene Vasilachis de Gialdino focalizó sus in­ vestigaciones en el área del derecho y la socio­

logía del trabajo. Otros sociólogos investiga­ ron sobre distintas áreas, por ejemplo y a sólo efecto ilustrativo, Florial Forni, sociología ru­ ral; Juan I. Llovet, sociología de la salud; Cata­

lina Wainerman y Ana M. García de Fanelli, sociología de la mujer. La producción sociológica y la tarea de los sociólogos se llevó a cabo en distintas universi­

dades, instituciones y centros de investigación.

Más adelante se mencionarán algtmos de estos centros donde se desarrolló la investigación en Ciencias Sociales, especialmente en los campos de la Sociología y de la Ciencia Política.

en la materia “Sociología” de los programas de abogacía de las distintas universidades.

En cuanto a la metodología de la investi­ gación en Ciencias Sociales, a partir de los años sesenta realizan importantes contribu­ ciones, entre otros sociólogos, Francis Korn,

o LA “PARAsocIoLoGIA”

tensa actividad e influencia desplegadas en

El ensayista ha sido visto como una suerte de “intelectual”, aunque bajo este término se incluye tanto a los profesores universitarios, cuanto a periodistas, artistas e ideólogos. En

congresos, seminarios y jornadas. IGimovsky, si bien fue un entusiasta analista de las visio­

Marsal- han existido distintas posiciones.

nes introducidas por el psicoanálisis y las in­

Desde el marxismo se los ha vinculado, no po­

Manuel Mora y Araujo, Catalina Wainerman, etc. Gregorio Klirnovsky también tuvo una in­

22

EL ENSAYO SOCIOLÓGICO

relación con el intelectual —como apunta Juan

LAS CIENCIAS SOCIALES

cas veces, como apéndices de la oligarquía o la burguesía y desde posiciones nacionalistas co­

En los años treinta aparecieron ensayos y obras que configuraron auténticas aventuras

mo “intelligentzia” liberal o marxista ajena a las posiciones nacionales. Otra tendencia ha señalado que los intelectuales están más allá de las cuestiones clasistas y de poder y repre­ sentan la verdadera conciencia de una socie­

ontológicas sobre el habitante nacional. Existía

dad. Lo cierto es que, desde el estilo literario del ensayo, algunos autores trataron cuestio­ nes relativas a la sociología sin pretender ha­

cerlo en forma científica -o recurriendo al “método científico”-, pero sí intentando ex­ plicar la realidad política y social. Así se des­ cribían e interpretaban comportamientos so­

ciales desde una perspectiva sociológica -o social- que se combinaba con enfoques, según los casos, históricos, psicológicos y políticos. Estos ensayos tuvieron, no pocas veces, gran difusión entre el público no especializado y cumplieron distintas funciones, desde apoyar la actitud y el comportamiento político hasta pretender explicar las raíces sociales de la rea­ lidad del país. Precediendo o conviviendo con la “socio­

logía académica” y antes en el tiempo de la instauración de la “científica”, desde una suer­

te de parasociología positivista cabría citar, entre otros, a Iosé María Ramos Mejía, Las

una suerte de necesidad de definir los produc­ tos de la vida social de las últimas décadas, sus

perfiles externos e interioridades. En 1930 Raúl Scalabrini Ortiz publicaba El hombre que está solo y espera, un intento de construcción arquetípica que daba soplo de vida al “Hombre de Corrientes y Esmeralda”. Un poco más tar­ de, Ezequiel Martínez Estrada daba luz una memorable y siempre vigente obra, su Radio­ grafia de la Pampa (1933). Martínez Estrada repasaba viejos personajes y agregaba el listado de nuevos caracteres. Desfilaban, entre otros, el

compadre, el gaucho, el caudillo, el guarango, etc. Y, también, el político, cuyo papel era ha­ blar del porvenir con la seguridad de un profe­ ta, transmitiendo fe, empleando frases abstrac­

tas, pero sin arriesgar nada en el fondo. El párrafo final de su Radiografía constituye una vuelta de tuerca —¿final?- al fértil planteo de

Sarmiento y desde una suerte de temprana aplicación de la fórmula psicoanalítica: recu­ perar lo que está en la región de la penumbra y aún perturba. Señala en su Radíografia. ..: “Lo que Sarmiento no vio es que civilización y bar­ barie eran una misma cosa, como fuerzas cen­

South America y a Carlos Octavio Bunge,

trífugas y centrípetas de un sistema en equili­ brio". Como tantos otros, también acometió la

Nuestra América (1918). Ramos Mejía incur­ sionaba en la psicología social, siguiendo las observaciones de Le Bon, como lo haría más

atrapante tarea de sumergirse en la “cuestión Buenos Aires” y produjo la obra La cabeza de Goliat (1940 ). Martínez Estrada fue un autor

tarde el propio Freud. Álvarez exploraba el pa­

singular que combinó la profundidad del pen­ samiento con la estética de la palabra. El perfil

multitudes argentinas (1899), Agustín Álvarez,

sado y la influencia de las razas para explicar las causas de la política criolla, desde un opti­ mismo propio del positivismo de principios de siglo. A la lista podrían agregarse también los trabajos de José Ingenieros, por ejemplo su Sociología argentina ( 1908).

del intelectual y el del artista se unieron en una

extraña alquimia que fue no pocas veces in­ comprendida y que, lejos de resultar contra­ dictoria, dio resultados notables para la inago­ table tarea de repensar la Argentina.

23

LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL

estaban, dinámicamente, la inmigración no de­ seada, las clases medias en formación —y su

posterior pauperización-, el cabecita negra, el obreraje, y los “mixtos” resultantes.

Desde la izquierda, se lanzaba también una crítica que apuntaba a ciertos sectores so­

ciales en vinculación a una concepción de identidad nacional. En 1963, Iuan José Her­ nández Arregui intentaba definir ¿Qué es el ser nacional? Y así desgranaba los factores que conformaban la “conciencia histórica de Ibe­

roamérica” y en su definición se incluía la his­ toria, las tradiciones, la lucha de ciertas clases

del pueblo contra el imperialismo. Caminos paralelos recorrieron, desde la historia y la mi­

litancia, otros ensayistas como Iorge Abelardo Ramos y Rodolfo Puiggrós. Otro ensayista singular fue Iuan Iosé Sebre­ l Ezequiel Martínez Estrada.

Desde la “sociología del estaño” —como acostumbraba decir—, Arturo Iauretche, en su obra EI medio pelo, trataba con humor, polémi­

ca y mordacidad las perspectivas entrecruzadas

da heterodoxa que recurría a Hegel, Marx y la escuela de Frankfurt supo suscitar el interés del gran público. Análisis sociológicos sobre la vida

cotidiana fueron los ejes de sus trabajos, entre otros, Buenos Aires: vida cotidiana y alineación

de política, sociedad y cultura. El autor analiza­

(1964) y Mar del Plata: el ocio represivo (1970);

ba las clases sociales y sus responsabilidades históricas, en los distintos períodos de la Ar­ gentina. Reivindicando el “pensamiento nacio­

Fútbol y masa (1981). En relación con la políti­

nal” criticaba la “miopía” de los "profetas del li­

naturaleza del régimen peronista, al cual en al­ gún momento había apoyado para desmarcar­

brecambio", los fracasos de la generación del ochenta, la incomprensión ante los movimien­

24

li. Polémico y desde posiciones de una izquier­

ca su obra Los deseos imaginarios del peronismo

(1983) incursionó en el complejo tema sobre la

se luego, como lo hizo también de distintas ex­

tos nacionales y populares, el desarraigo de la clase alta y las paradojas de una burguesía que no acertaba en convertirse en “nacional”. Todo

presiones de la izquierda.

ello matizado con notables descripciones y pin­ turas sociales, que enfatizaban escisiones fun­

EL CONTEXTO SOCIAL Y ms CIENCIAS SOCIALES

damentales y grupos que no encajaban ni cua­ jaban en la estática lectura que había realizado una “intelligentzia” que se reproducía con dis­

de un campo general de ideas propias de la

tintos nombres a través de las generaciones. Allí

época y de contextos que son reflejo o contra­

Toda tarea intelectual se enmarca dentro

LAS CIENCIAS SOCIALES

punto de sucesos políticos y sociales. Así, el tránsito de las Ciencias Sociales convivió con épocas de progreso y prosperidad y, también, con períodos de rupturas sociales y convulsio­ nes institucionales Este contexto social debe tenerse en cuen­

das. Esta posición, si bien contó con el bene­ plácito de una sociedad política y civil que pa­ recía confiar en el progreso que vendría de la mano del saber científico, también desconfia­ ba de la tarea poco conocida —y un tanto sos­ pechosa- de los investigadores sociales

ta pues condicionó o influyó en la estructura y

En los sesenta, el clima de ideas generales y

la dinámica de las Ciencias Sociales sea en

los propios hechos que acontecían en la

cuanto al auge o declinación de determinados espacios institucionales, los temas de investi­ gación, las carreras académicas y el modo de ejercer la tarea científica. Pero aquí no se brin­ da una mera historia de contextos sino una re­

Argentina provocaron que esta línea de inves­ tigación perdiera el prestigio que había obte­ nido en sus primeros años. Desde la interpela­ ción del marxismo o las visiones populistas se reclamaba un compromiso al cientista social

construcción de los rastros concretos de los

que poco se compadecía con las investigacio­ nes puntuales de determinadas problemáticas

diferentes trazos y registros de un camino que no fue lineal y que tuvo distintas expresiones. En el pensamiento político, por ejemplo, liberalismo y nacionalismo libraron batallas que produjeron escisiones en un terreno que

se complejizó con las distinciones -muchas veces difusas- entre derecha e izquierda, don­ de se fueron acoplando, además, las vertientes socialistas, populistas -de uno y otro signo— y marxistas. En el campo académico es conoci­ da la disputa entre positivismo y antipositivis­

sociales. El papel incrementado del pensa­ miento marxista en los claustros, los reflejos de la Revolución Cubana, el conflicto latente que implica la “cuestión peronista” y los avata­

res que sufría el cada vez más debilitado go­ bierno de Arturo Frondizi iniciarían un viraje hacia posiciones más “comprometidas”. Era

una época en que las Ciencias Sociales, en América latina -y en casi todo el mundo- en­

tendían que su papel era la transformación

mo; conviene, entonces, detenerse mínima­

más o menos radical de las estructuras políti­

mente en el contexto existente en el momento

cas y sociales. Fue así que ciencia y política pa­

de la emergencia de la Sociología científica. Hacia 1957 —como señala Sidicaro- y a dos años del fin de la era peronista existe en la Ar­ gentina un clima proclive al advenimiento del conocimiento social como producción de una actividad científica. Es una época de auge de la

sociología norteamericana y de apogeo del es­ tructural-funcionalismo. La sociología que se

instaura bajo el liderazgo de Germani —como se ha señalado- pretende diferenciar su tarea del papel del intelectual o el ideólogo y tratar los problemas sociales bajo el prisma del mé­ todo científico y de las teorías más desarrolla­

recieron confundirse y con el advenimiento del régimen militar la convergencia se profun­ dizó. La tarea de no pocos cientistas sociales se

politizó y gran parte de la producción acadé­ mica se ideologizó. Las Ciencias Sociales se ti­

ñeron de perspectivas que intentaron enfocar el “gran problema”, quitando atención a temá­ ticas más puntuales y específicas de investiga­ ción. A veces, los trabajos constituyeron ver­ siones aguadas o empobrecidas de la teoría de la dependencia y otras mero proselitismo en clave de lo que fue llamado —más allá de arn­ bigüedades e imprecisiones- populismo.

25

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

La retirada del gobiemo militar y el adve­ nimiento del peronismo, en 1973, no habían calmado las aguas. La turbulenta experiencia del peronismo culminó con una nueva ruptu­ ra institucional y con la instauración del régi­ men militar denominado “Proceso de Reorga­ nización Nacional”. En los dos períodos de gobierno militar el contexto político y el clima social tampoco fue favorable para un trabajo

Antes, existían la reflexión y la filosofia política sobre temáticas tales como la soberanía, el Es­

tado, el ordenamiento legal, el gobiemo, etc. Los trabajos se volcaban más hacia lo filosófico y tenían una impronta especulativa, o bien ha­ cia lo jurídico y se acentuaba el deber ser. Si

bien, como señala Pasquino, cabría diferenciar entre la tradición anglosajona que prestaba ma­

yor atención a los procesos sociales, las prácti­

fecundo en las disciplinas sociales. Pérdida de puestos académicos, exilio, cuando no perse­ cuciones fueron las consecuencias que sufrió parte de la comunidad académica del país. Se­ rá sólo en el marco del nuevo contexto demo­

cas y costumbres del common law y la tradición continental más volcada hacia el análisis de las

crático donde aparecerán las condiciones de mayor tolerancia y pluralismo necesarias para la libertad en que debe desenvolverse toda ac­

ción de la Ciencia Política de otras disciplinas.

tividad de investigación. Más allá de los diferentes contextos, la pro­

ducción académica ha tenido también cierta autonomía y no todo lo realizado ha obedeci­ do puntualmente a los vaivenes de los avatares políticos. Lo señalado respecto de los contextos

sociales fue también marco y telón de fondo del desarrollo de una nueva disciplina.

estructuras estatales y el derecho. En 1903 se crea la Asociación Americana

de Ciencia Política en paralelo con la distin­ Como nueva disciplina no se variaba demasia­

do en lo que habían sido los análisis previos acerca de las estructuras estatales, la indaga­ ción sobre el buen gobierno, la reflexión sobre los textos de la filosofia política clásica y los es­ tudios que focalizaban los mecanismos legales y jurídicos del Estado y sus agencias. En las dé­ cadas posteriores existirá un reclamo de algu­ nos sectores para introducir nuevas perspecti­

LA CIENCIA POLÍTICA COMO NUEVA

vas metodológicas -usadas en la Historia, la Antropología, la Sociología, la Psicología y la Economía- al estudio de lo político, pero este ímpetu coexistirá con el predominio de las

DISCIPLINA

perspectivas clásicas. Como afirma Battle, será

recién en los años cuarenta cuando se opone a El pensamiento político giró, al menos des­

de Aristóteles, en tomo de las preguntas acerca

del poder, aunque sus objetos de estudio espe­ cífico hayan variado con el tiempo centrándo­ se, por ejemplo, en el Estado y el orden político en general y , más tarde, en el proceso de emer­

26

la perspectiva filosófica y legalista, la preten­ sión de una Ciencia Política bajo el imperio de la perspectiva lógica, empírica y explicativa. En los años cincuenta se instala la llamada “revolución conductista”, que pone el foco en el estudio de los comportamientos reales de

gencia, decadencia, sustitución y circulación de las clases dirigentes. Pero la Ciencia Política re­

los actores políticos y sociales. Bajo la influen­

cien aparece como disciplina autónoma hacia principios del siglo XX, en los Estados Unidos.

métodos de acercamiento al objeto de estudio y recurre al arsenal de instrumentos disponi­

cia de la Psicología y la Sociología importa sus

LAS CIENCIAS SOCIALES

bles en tales disciplinas. Se establece así una pretensión de mayor cientificidad al elaborar­ se hipótesis que deberán sortear la prueba de la contrastación empírica, dejando a un lado el discurso anterior, jurídico o moralista. El nuevo camino dejó abierta la posibilidad de una ciencia más cuantitativa que se enrique­

escuela de la rational choice o public choice). El

ció, además, con esquemas conceptuales y modelos teóricos con pretensión explicativa

metodológico y el supuesto de la racionalidad

de los problemas de la investigación científica. El centro del análisis de la disciplina se ubica­

explican a partir de los comportamientos de los

ba en el sistema político, según David Easton “un sistema de interacciones, abstraídas de la

nuevo enfoque implicará, esta vez, la influencia de la Economía en la Ciencia Política, a través del uso de algtmas ideas y principios metodoló­ gicos propios del análisis económico aplicado al

tratamiento de los fenómenos políücos. El pun­ to de partida de esta escuela es el individualismo individual. Los fenómenos políticos y sociales se

individuos, y a éstos se los concibe como sujetos

racionales que maximizan sus acciones. En otros términos, los individuos tienen a su dis­

totalidad de los comportamientos sociales, a través de las cuales los valores se asignan de modo imperativo para una sociedad”. No tardó en llegar la reacción, desde el la­ do de los filósofos, advirtiendo que no todos los capítulos de la vida política y, fundamen­ talmente, los nuevos fenómenos emergentes de una dinámica cambiante —por ejemplo, el

posición una gama de altemativas y se supone que elegirán aquella que les reporte mayor utili­ dad, satisfacción o beneficios. Por otra parte, la racionalidad individual no supone una suerte de racionalidad colectiva y, en este sentido, se

tema de las minorías—, podían ser tratados con

ústas y su influencia sociológica y ha focalizado

las reducidas herramientas teóricas y los co­ nocidos instrumentos metodológicos del con­ ductismo.

gran parte de sus estudios en las instituciones políticas surgiendo una suerte de “neoinstitu­ cionalismo”, disfinto de aquel que hundia sus

Hacia finales de los cincuenta, Gabriel Al­

raíces en el análisis jurídico. Esta escuela ha re­ cibido también críticas que denotan que su su­

mond y Bingham Powell criticaban los estu­ dios politológicos por su excesivo provincia­

lismo, descriptivismo y formalismo. Estos autores, como muchos otros, ubicarán a la po­ lítica comparada en el centro de la metodolo­ gía y los contenidos de la Ciencia Política. Los estudios comparados de los sistemas políticos

y sus subsistemas (partidos, grupos de pre­ sión, etc.), y de los procesos políticos ocupa­ rán, entonces, un lugar estelar en el avance del conocimiento y las nuevas investigaciones.

Otra escuela comenzará a tener cada vez mayor predicamento, en los sesenta y los seten­ ta: la teoría de la elección racional (la llamada

destacan las contradicciones y paradojas entre el

comportamiento individual y el de grupo. Esta perspectiva se aleja de los lineamientos conduc­

puesto no es tan categórico como afirman sus cultores. Por otro lado, también se ha sustenta­ do que el “viejo institucionalismo” también tie­ ne un papel que jugar frente a los desarrollos del “neoinstitucionalismo”.

Otro campo de la Ciencia Política empíri­ ca —de notable crecimiento hacia los ochenta­

es el análisis de las políticas públicas (public policies). Desde este enfoque -como observa Pasquino- se analizan los procesos de toma de decisiones, las estructuras institucionales y su influencia sobre tales procesos, la identifica­ ción de los participantes, la conformación de

27

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

coaliciones, etc. El riesgo de esta vía de análi­

prefiguran el contorno de lo que irá definien­

sis podría ser la poca atención prestada a las motivaciones ideológicas y a los factores es­ tructurales y, además, el más reducido poder de generalización teórica. A lo largo de su historia, como bien señala Almond, la Ciencia Política ha mostrado sus diferencias internas en, al menos, dos ejes: el ideológico y el metodológico. En relación con el primero, se ha distinguido entre una dere­ cha y una izquierda con sus distintos matices. Respecto del segundo eje, ha existido un sec­ tor de metodología “blanda” y otro de meto­ dología “dura”. Un rasgo de las izquierdas -en sus distintas versiones, sean marxistas, socia­

dose como una disciplina diferente de la Socio­

listas, dependentistas, de teoría crítica- ha si­ do su concepción acerca de una Ciencia Polí­ tica comprometida, donde teoría y praxis no pueden disociarse. Entre ambos ejes, también se observan las combinaciones posibles: por ejemplo, una izquierda dura que recurre a la cuantificación metodológica de sus hipótesis y una derecha dura para la cual las metodolo­ gías matemáticas, la estadística y los diseños experimentales representan la precondición de la Ciencia Política, en teoría y metodología. El panorama de la Ciencia Política, en rea­ lidad, presenta una multiplicidad de facetas, perspectivas, escuelas y temáticas que no se agotan en una línea que reivindique para sí, en forma exclusiva y excluyente, el patrimonio de la investigación científica en la disciplina.

loga, la Historia y el Derecho. En realidad, los estudios políticos estuvieron ligados a visiones más históricas, filosóficas y jurídicas. En este sentido, la Ciencia Política en la Argentina re­

producía, a su manera, el recorrido que había tenido en el mundo más desarrollado.

Fue así que la institucionalización de la Ciencia Política se fue desarrollando a través de un entramado de universidades -públicas y privadas- e instituciones y centros privados. En los años treinta —como apunta Arturo Fernández-, la Facultad de Ciencias Económi­ cas de la Universidad del Litoral, con sede en

Rosario, creó la Carrera de Diplomacia, que daría origen posteriormente a la de Relaciones

Internacionales. Sobre esta experiencia se montaría la Carrera de Ciencia Política de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacio­ nal de Rosario, en 1968. La Universidad de Cuyo, a principios de los cincuenta, creó la Es­ cuela de Estudios Políticos y Sociales que otor­

gó el título de Licenciado en Ciencias Políticas y Sociales y el doctorado en las mismas mate­

rias. En los años setenta se creó el Departa­ mento de Ciencias Políticas en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de San Iuan y, en Mar del Plata, se creó una Carrera de Ciencia Política.

En 1958, durante la presidencia de Arturo Frondizi se dicta la legislación que autoriza a

funcionar a las universidades privadas. Se crean las carreras de Ciencia Política y de Re­ LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA

La institucionalización de la Ciencia Políti­

28

ca es aún más tardía en el tiempo que la de la Sociología y al igual que esta última aparecen autores, temas y espacios institucionales que

laciones Internacionales en distintas institu­ ciones: la Universidad Católica Argentina, la Universidad del Salvador, la John F. Kennedy, la Universidad de Belgrano, la de Santiago del Estero y la de La Plata, etc. Es de destacar el ni­ vel que adquirió la Ciencia Política en la Uni­

LAS CIENCIAS SOCIALES

versidad del Salvador durante la gestión de Carlos Floria, quien supo atraer a politólogos prestigiosos de la época. El mismo Floria fue el

encargado de organizar, en los ochenta, el doctorado en Ciencia Política de la Universi­ dad de Belgrano que contó con figuras de no­ torio renombre en el medio académico local. En 1971, Francisco Arias Pelerano fundaba la Escuela de Ciencias Políticas en la Universidad Católica Argentina. La característica principal de esta escuela era su orientación filosófica ba­

sada en la tradición aristotélico-tomista, se­ gún la cual la Ciencia Política formaba parte de la Ética.

Desde el mundo jurídico algunos aboga­ dos trataron problemas y temas desde la Cien­ cia Política o bien en paralelo al enfoque jurí­ dico incluyeron perspectivas politológicas. Así

pueden mencionarse, entre otros, a Iorge R. Vanossi, Juan Carlos Rubinstein, Carlos Fayt, Mario Iusto López, Germán Bidart Campos, Alberto Spota, Hugo Álvarez Natale, etc. Des­ de el derecho constitucional y bajo la influen­

l Mario Justo López.

años sus investigadores abordaron las siguien­ tes temáticas: la extensión de la participación

cia del prestigioso profesor Segtmdo Linares Quintana se fundó, en 1957, la Asociación Ar­

electoral en la Argentina (Darío Cantón);

gentina de Ciencia Política, que, cuatro años después, se afilió a la International Political

guel Murmis); desarrollo económico, cambio y

Science Association (IPSA). Se comenzó a edi­

estratificación social en la Argentina (Ruth

tar en 1959 la Revista Argentina de Ciencia Po­

lítica y se organizaron congresos nacionales

Sautu); migraciones internas e intemacionales (Zulma Rechini de Lattes y Alfredo Lattes); es­

entre 1958 y 1966.

tructura social de la Argentina (Germani y

Durante los años sesenta, setenta y princi­ pios del ochenta —como bien desarrolla Vessu­ ri- una serie de centros independientes consti­

Sautu); marginalidad en América latina (Iosé Nun, M. Murmis y Juan Carlos Marín), comu­

tuyeron un importante entramado en las

una publicación de importante repercusión: la Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales.

Ciencias Sociales. El Instituto Di Tella —men­

cionado anteriormente- contó en su seno con

alianza de clases y orígenes del peronismo (Mi­

nicación y neurosis (Eliseo Verón). El CIS tuvo

una serie de centros como el de Sociología

El Centro de Investigaciones en Adminis­ tración Pública (CIAP) contó con la partici­

Comparada, llamado más tarde Centro de In­ vestigaciones Sociales (CIS). En sus primeros

pación inicial de Iorge Roulet, Iorge Sábato, Oscar Oszlak, Dante Caputo y Marcelo Cava­

29

LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL

rozzi. Entre sus objetivos estaban el estudio de

En los años setenta y principios de los

la teoría y las técnicas de la administración pú­

ochenta, dos desprendimientos del Di Tella al­ canzaron gran dinamismo. El CEDES (Centro

blica y la gestión de las empresas del Estado. En 1966 se fundó el Consejo Latinoarneri­

tre sus investigadores, a G. O'Donnell, O. Osz­ lak, M. Cavarozzi, R. Frenkel, L. de Riz, A. Ca­

red de centros de Ciencias Sociales. Desde sus

nitrot, E. Ielin, M. C. Feijó, I. Balán, etc. Y el

inicios tuvo su sede en Buenos Aires y cumplió

CISEA (Centro de Investigaciones Sociales so­

una importante tarea de articulación y comu­

bre el Estado y la Administración), en el que

nicación entre los centros regionales y del exte­

participaron E. Groisman, O. Oszlak, I. Roulet,

rior. Desarrolló distintas actividades y progra­

D. Caputo, etc. La Facultad Latinoamericana

mas de investigación -algunos en cooperación con el PNUD y la UNESCO- e investigadores que habían sido desplazados de sus puestos de trabajo por cuestiones políticas tuvieron aco­

en Ciencias Sociales, que se instala en la Argen­

gida en su seno. También en 1966 y como con­

30

de Estudios de Estado y Sociedad) contaba, en­

cionó como un órgano coordinador de una

cano de Ciencias Sociales (CLACSO), que fim­

tina luego del golpe militar en Chile (1973), fue un centro de reagruparniento de investiga­ dores y comenzó alli a dictarse una Maestría en Ciencias Sociales. En cuanto a centros de Cien­

secuencia de la intervención -bajo el régimen militar- al Instituto de Sociología de la UBA, un grupo de investigadores creó el Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales (CICSO), de orientación marxista. Este centro tuvo una

cias Sociales —no específicamente de Ciencia

gran actividad y abordó distintas temáticas

la Ciencia Política ha sido el Consejo Nacional

—los militares y los sectores populares, los esta­

de Investigaciones Científicas y Técnicas, don­

llidos sociales, etc.-, pero fue objeto de la ac­ ción de los gobiemos autoritarios debiendo, algimos de sus miembros abandonar el país.

de los investigadores pertenecientes a la carre­ ra, en distintos lugares de trabajo —universida­ des e institutos científicos-, han realizado un

Otra experiencia singular fue la Funda­ ción Bariloche, que contó con algunos apor­ tes privados —Fundación Ford- y financia­ ción estatal. Su suerte corrió pareja con los vientos políticos, lo que entorpeció su tarea. En 1967 se creó el Departamento de Ciencias Sociales, que tuvo distintos programas de in­ vestigación, entre otros, estudios filosóficos y políticos, movimientos laborales, sociología política, etc. Algunos de sus integrantes fue­ ron Manuel Mora y Araujo, Edgardo Catter­ berg y Luis Aznar. En la época del Proceso cambió de estructura organizativa y de líneas de investigación.

aporte sostenido en el campo de la investiga­ ción en Ciencia Política, Sociología y Relacio­ nes Internacionales. En el listado no puede fal­ ta por cierto la mención de un sitio de estudio y análisis político que fue tradicional en la vi­ da institucional del país. La Academia Nacio­ nal de Ciencias Morales y Políticas abarcó en sus anales y publicaciones distintos temas de

Política— cabría agregar al CEUR (Centro de Estudios Urbanos y Regionales) y el CENEP (Centro de Estudios de Población). Otro espacio institucional de desarrollo de

la teoría política y del acontecer nacional. También debe mencionarse la labor del Insti­ tuto Argentino de Estudios Constitucionales y Políticos, en Mendoza, integrado por un gru­ po de juristas -bajo la dirección de Dardo Pé­ rez Guilhou— que desarrollaron trabajos insti­

LAS CIENCIAS SOCIALES

REVISTA RRGENTINH

eIENems veLíïlens DERFCI-Ó ADHINISTRLCION. ECOO%ÍA POLÍUCI. SOCIOLÉA HISTORIA V EDUCÁCÚN

(SAAP), que, luego, obtuvo el reconocimiento de la IPSA y organiza, cada dos años, el Con­ greso Nacional de Ciencia Política. En el ám­ bito de la universidades públicas y privadas se crearon nuevas carreras de Ciencia Política y en la Universidad de Buenos Aires se comenzó a dictar la carrera a partir de 1986. Maestrías y

Fundador y Dlnctorn Dr. RODOLFO IIVRROLR Sr-zunuzu- m: “ILDHLIÓSZ In. IIOIÏMZIO C. l|l\'.\lII)I..\

diversos posgrados complementaron un pa­ norama de notable crecimiento y expansión.

. “publicar... Mena». .

(una. u. uu.|I

LA PRODUCCIÓN ACADÉMICA TOMO PIÏIIO

Una publicación será un mojón ineludible en el trazado de su “prehistoria”: la Revista Ar­

gentina de Ciencia Política, creada en 1910 por Rodolfo Rivarola. Bajo su dirección la revista DIRECCION Y ADMINISTRACION

sos-Avanzan: ¡um-cos

combinó temas de derecho público, derecho

BUENOS AIRES

privado, economía, relaciones internacionales,

iD_l0

l Tomo inicial de la Revista Argentina de Ciencias Políticas.

tucionales combinando el derecho constitu­ cional con el análisis político.

Un lugar especial merece el Instituto de Desarrollo Económico y Social, que, además de una intensa actividad académica, publicó

iuiuíerrumpidamente la revista Desarrollo Económico. Esta publicación, desde su apari­ ción a finales de los cincuenta, dedicó parte de su contenido a estudios de Sociología y Cien­ cia Política, publica importantes estudios e in­ vestigaciones del medio académico local e in­ ternacional.

Las postrirnerías del régimen militar ini­ ciado en 1976 y la reinstalación de la demo­ cracia trajeron una atmósfera renovada a par­

tir de la cual la disciplina emprendió una nueva etapa. En 1982, un grupo de politólogos creó la Sociedad Argentina de Análisis Político

sociología, filosofía y discusiones que encaja­ ban en núcleos centrales de una disciplina aún por crear: la Ciencia Politica. Temas tales como los partidos políticos, las relaciones intemacio­ nales, la cuestión social, el sufragio y los siste­ mas electorales, los regímenes institucionales y la reforma política fueron nutriendo las pági­ nas de una publicación que congregaba a los “notables” de la teoría y el pensamiento políti­ co e institucional. Rivarola fue un brillante in­

telectual que fue prefigurando nuevos perfiles y contenidos del estudio de la política, a través de su obra y sus inquietudes. Un trabajo que puede ser considerado pio­ nero en el largo camino que iniciará la discipli­

na en fonnación es El gobierno representativo federal de la República Argentina (1910), escri­

to por Iosé Nicolás Matienzo. El autor deli­ neaba los rasgos del régimen político distan­ ciándose de lo que habían sido los estudios más clásicos desde el Derecho -principalmen­

3]

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

balance de lo acontecido en el país, en un re­ corrido que desnuda sus falencias y resalta sus aciertos, más allá de la “ley de la discordia” que tiñó las relaciones de los argentinos de di­

ferentes generaciones. Pocos años después, Iuan Álvarez en Las guerras civiles argentinas

anuda política y economía para intentar ex­ plicar “científicamente” los conflictos y las crisis del país.

Pero la impronta jurídica de los estudios políticos pervivirá durante bastante tiempo. La carrera de Derecho era un ámbito común

para aquellos que deseaban iniciar estudios políticos y fueron las cátedras de Derecho Po­

lítico y Derecho Constitucional las vías de transmisión de autores, ideas y especulaciones

l losé Nicolás Matienzo. Archivo General de la Nación.

te, el constitucional- y analizando las institu­ ciones desde vectores más políticos que lega­ les. Junto con la obra de Matienzo, en la prí­

política se ubicaba en el centro de la escena, tal

mera y la segunda década del siglo XX,

gués (1943).

aparecieron trabajos que intentan explicar la historia desde una perspectiva de análisis del régimen político de la época. Incluso un ex­ tranjero como Adolfo Posada, en su trabajo

je de los estudios del derecho político hacia la Ciencia Política fue Mario Iusto López. El de­

La Constitución argentina y el régimen político (1910), advertía la distancia entre la constitu­

32

de filosofía y de política práctica. Profesores como González Calderón, De Vedia y Mitre, Faustino Legón y Rafael Bielsa no eludían la constelación de la política en sus obras y pro­ ducciones. También, bajo la temática del Esta­ do, asomaban escritos donde la perspectiva

ción formal del país y su vivencia concreta, el avance del desarrollo económico sobre el po­ lítico, la influencia del caudillismo anárquico, la ficción del Estado federal, el fuerte presi­ dencialismo imperante, la crisis de valores y la clave de éxito hacia el futuro que vendría de la mano de la educación. El mismo año, Joaquín V. González, en El juicio del siglo, realiza un

fue el trabajo de Arturo Enrique Sampay y su tesis La crisis del estado de derecho liberal-bur­

Un autor importante que prepara el pasa­

recho político se encontraba en un lugar de bordes y límites, donde se aproximaban -entre otros campos- el Derecho, la Filosofia Política y la Ciencia Política. Desde allí escribió su In­ traducción a los estudios políticos, cuyo primer

volumen apareció en 1969 y, el segundo en 1971. Otro estudio importante fue su obra Partidos politicos, teoría general y régimen legal

(1965), estudio que fue agregando nuevos te­ mas y nuevos autores en sucesivas reimpresio­ nes. A los autores citados entre otros, George

LAS CIENCIAS SOCIALES

Iellinek, Carl Friedrich, Herman Heller, Geor­

lítica y la historia, sobre el período de la Repú­

ges Burdeau, Maurice Duverger y Ranney y Kendall- agregaba politólogos de la talla de Iuan Linz y Giovanni Sartori. En relación con su citada obra Introducción. .., cabe señalar

blica Liberal-Conservadora. El mismo autor

que hundía el análisis en la Teoría Política, la realidad política y social y el conocimiento po­ lítico. El recorrido de los distintos capítulos constituye una suerte de manual -o hasta tra­ tado— de un curso que cabalga entre la Filoso­ fía Política, la Ciencia Política, el Derecho y la Historia.

clásicas, un virtual dialogo —plagado de en­ cuentros y desencuentros- entre Alberdi y Sar­ miento. Desde el campo de la historia también cabe mencionar, como valiosos aportes, la ex­ tensa obra de Félix Luna y las lúcidas reflexio­ nes de Ezequiel Gallo sobre distintas temáticas sociales y políticas y sobre la historia de las ideas políticas. Gallo realizó también aportes específicos en la disciplina, como por ejemplo la investigación realizada con Silvia Sigal La formación de los partidos contemporáneos. La Unión Cívica Radical ( 1890-1916), publicada en Desarrollo Económico, en 1963. Algunas obras de investigadores extranjeros también nutrieron numerosos trabajos de Ciencia Polí­ tica, por ejemplo las investigaciones sobre el poder militar y la política del historiador Ro­

Más cercano al análisis empírico, Darío Cantón produjo un estudio importante en re­ lación con la teoría de las elites con su trabajo El parlamento argentino en épocas de cambio (1966), donde analizaba las diferentes caracte­ rísticas sociales, económicas y educacionales de los legisladores en tres momentos cruciales de la vida política del país: 1890, 1916 y 1946. Otra investigación posterior, Elecciones y par­ tidos políticos en la Argentin (1973), constitu­ yó un importante aporte por la recopilación de datos y su sistematización en relación con la Argentina electoral y la emergencia y carac­ terísticas de las fuerzas políticas. Desde la Historia también se fue nutriendo lateralmente el contenido de la Ciencia Políti­ ca. Así merece destacarse la obra de José Luis Romero Las ideas políticas argentinas (1946) y

otros ensayos que versaron sobre temas de la Argentina política. Otra obra de historia, de Carlos A. Floria y César A. García Belsunce,

aporta un valioso e innovador trabajo en el marco de las ideas políticas, La tradición repu­

blicana, donde recreaba, a través de lecturas

bert Potash y las del sociólogo Alain Rouquié.

La investigación recorrió temáticamente —como no podía ser de otro modo- los avata­ res políticos que sufría la Argentina. Así, por

ejemplo, en relación al régimen militar ini­ ciado en 1966 bajo el comando del general Onganía, se publicaba el mismo año del golpe el trabajo colectivo La Revolución Argentina. Análisis y prospectiva (1966), donde juristas,

politólogos y sociólogos analizan el nuevo ré­

gimen a la luz de los antecedentes, la teoría

radas desde la Ciencia Política incluyendo ma­

política, la ideología y el sistema institucional; escriben, entre otros, Guillermo Lousteau He­

tices, perspectivas o comentarios que remonta­

guy, Alberto Castells, Iosé Luis de Imaz, Carlos

Historia de los argentinos (1972), incorporó mi­

ban a la teoría política más cercana en el

Floria, Mariano Grondona, etc. En el año de

tiempo. Cabe destacar también la investigación de Natalio Botana El orden conservador (1979),

finalización de aquella experiencia de facto, aparece El régimen militar 1966-1973 (1973), una recopilación sistematizada de editoriales

que significó un abordaje desde la Ciencia Po­

33

LA IJIMENSIÓN (ÏIENTÍFICA Y CULTURAL

—principalmente de la revista Criterio- escri­ tos por Carlos Floria, Natalio Botana y Rafael Braun, que pasa revista de distintos hechos y aspectos de la experiencia de las administra­ ciones de Juan Carlos Onganía, Roberto M. Levingston y Alejandro A. Lanusse.

tares y recorridos fallidos de la democracia y las caídas en regímenes autoritarios. Dos años antes, Liliana de Riz, abordaba la experiencia política del peronismo y su vuelta al poder en el texto Retorno y derrumbe (1981).

La producción académica también fue

También sobre el mismo régimen Guiller­ mo O’Donnell publica la obra 1966-1973. Es­ tado Burocrático Autoritario (1982), que ad­

considerable y variada en el ámbito de los cen­

quiere una repercusión notable en los medios local y extranjero. El trabajo de O’Donnell no

trabajo y distintas publicaciones. A finales de los setenta y principios de los ochenta, en el umbral del cambio de régimen, aparecen nue­ vos estudios que preludjan los tiempos por ve­

intentó una mera recopilación descriptiva o analítica del régimen sino la conceptualiza­ ción de un nuevo tipo de Estado existente en un período histórico determinado y con ca­ racterísticas distintivas que lo diferenciaban de otros estados autoritarios: el Burocrático Autoritario. Años antes, otra obra de O’Don­

nell había conseguido también notoriedad: Modernización y autoritarismo (1972). En los años setenta, en el área de los estu­

dios institucionales, N. Guillermo Molinelli comenzaba renovados análisis y desarrollos de

tros e institutos de investigación -referidos anteriormente- a través de documentos de

nir y sus necesidades. Los análisis sobre la transición a la democracia, la cultura política y el papel de los distintos actores sociales y po­

líticos en este tipo de régimen ocuparán el in­ terés de los politólogos. Y una serie de ellos realizaron también contribuciones con distin­ tos artículos, trabajos o análisis políticos, entre

otros, Atilio Borón, Edgardo Catterberg, Ma­ riano Grondona, Arturo Fernández, Eugenio Kvaternik, Carlota Iackisch, etcétera.

las instituciones políticas y publicaba, entre otros trabajos, El rol del Congreso en la inicia­ tiva legislativa (1972). En relación con el área

LOS TEMAS Y EL TEMA DEL PERONISMO

de Ciencia Política y de la administración, Os­

car Oszlak publicaba La formación del Estado

La lectura de las Ciencias Sociales en el si­

argentino (1982), comenzando una línea que había estado rezagada en relación con otras te­ máticas de los estudios políticos. Más volcado

glo XX muestra distintas temáticas alrededor de las cuales giran las producciones de los au­ tores. Algunos temas aparecen como recurren­

hacia una perspectiva de filosofía política,

tes y recorren transversalmente todos los

Carlos Strasser publicó La razón política en po­

tiempos, desde lecturas donde predominan o confluyen distintas miradas y disciplinas co­ mo la Ciencia Política, la Sociología, la Psico­ logia Social y la Historia, y desde el trabajo de rigor científico-metodológico o el ensayo po­

lítica y en sociología (1977) y artículos en la re­ vista Desarrollo Económico acerca de la disci­

plina. El sindicalismo fue tratado en algtmos trabajos; entre otros, Sindicatos y política en la

Argentina (1980) de Marcelo Cavarozzi. El mismo autor publicó Democracia y autorita­ 34

rismo (1983), texto que dio cuenta de los ava­

lítico o social.

Un tema que reaparece a lo largo de todo el siglo es la indagación acerca de la identidad

LAS CIENCIAS SOCIALES

argentina. Y es propio de la Sociología —y las Ciencias Sociales- preguntarse sobre los orí­ genes de la sociedad nacional, su evolución y su destino. Perspectiva que engloba pasado, presente y futuro en sintonía con una prome­ sa siempre presente y también incumplida: cómo mejorar la vida de los individuos y gru­ pos que componen el tejido social. No sor­ prende a nadie que la pregimta alcance una in­

tensidad elocuente cuando se trata de sociedades de conformación multinacional. La búsqueda del ser nacional, la explicación de

la estructura social y el comportamiento de las distintas clases, de los diferentes estilos de vi­

da, de las costumbres y de los disímiles carac­

teres que pueblan el paisaje humano, fueron objeto de análisis y reflexión de los ensayistas y cientistas sociales. Estos últimos a través de hipótesis y metodologías engarzadas con dis­ tintas teorías explicativas. A estos temas habría

miento nacional-popular, Di Tella lo ubicó también dentro de los populismos, otros auto­ res —como Carlos Fayt- lo asirnilaron lisa y lla­

namente como un fascismo, Abelardo Ramos y Sebreli recurren a la imagen del bonapartis­ mo. En relación con el peronismo y la estruc­

tura sindical, también Germani dispara una serie de debates y polémicas a partir de la cuestión acerca el apoyo que tuvo el peronis­ mo en sus comienzos. Para Germani habían sido los migrantes internos la masa que fue materia prima del peronismo. Murmis y Por­ tantiero señalan, en cambio, la importancia de la estructura sindical vigente en la época, don­ de confluyeron viejos y nuevos líderes. A este

debate se sumaron investigadores extranjeros como Peter Smith, Walter Little, Eldon Ken­ worthy, Louise M. Doyon y, desde el exterior,

argentinos como el historiador Tulio Halperín Donghi. Y el debate aún sigue.

que agregar los que han aparecido a lo largo de estas páginas, sea desde la perspectiva de la So­

ciología o de la Ciencia Política. El peronismo fue otro tema de singular in­

terés y, sin duda, merece un sitio especial. Es­ taba claro que su análisis resultaría insuficien­ te desde una lectura histórica de mero acopio de hechos y sucesos. Había que desentrañar lo que aparecía como un fenómeno que no enca­ jaba en la sucesión lineal de ideas y experien­ cias políticas y sociales de la Argentina. Las Ciencias Sociales debían acometer la tarea y así lo hicieron a través de innumerables estu­

dios que pretendieron explicar la naturaleza

PROBLEMAS Y OBSTACULOS DE LAS CIENCIAS SOCIALES

El desarrollo de las Ciencias Sociales en la

Argentina ha tenido no pocos obstáculos y de distinta índole. Un primer inconveniente ha sido el político, esto es, la inestabilidad cróni­ ca que ha sufrido la Argentina en el siglo XX. Los golpes militares, especialmente, han teni­ do nocivas consecuencias para una evolución más pacífica y gradual de las disciplinas cien­ tíficas. La intervención dispuesta por los mili­

tares a la Universidad de Buenos Aires, en

del peronismo, su influencia en las estructuras sindicales, su clasificación como régimen y co­ mo sistema de ideas, sus productos sociales, la

1966, originó un éxodo masivo de investiga­ dores de todas las áreas -no sólo las sociales­

impronta que su paso dejó en el sistema polí­ tico, etc. Así y en cuanto a su “naturaleza”, por ejemplo, para Germani se trató de un movi­

que se radicaron en distintos países del mun­ do drenando así la futura capacidad científica de la Nación. La siguiente ruptura institucio­

35

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

nal, en 1976, fue también motivo de desen­

cimiento —los países desarrollados- y su inten­

cuentro y exilio. Además de la pérdida de re­ cursos humanos que, obligados o por opción, dejaban el territorio nacional o sus puestos de trabajo en el país, las intervenciones implica­ ban la interrupción, momentánea o definitiva, de proyectos de investigación en curso, cuan­ do no el desmantelamiento institucional. En

to de aplicación directa a la realidad argentina, cuando tales teorías tuvieron como base em­

estos casos, las instituciones privadas -tanto universidades como institutos de investiga­ ción— sirvieron también como lugar de rein­ serción de científicos sociales que dejaban de actuar en las universidades nacionales.

Otro inconveniente de contexto han sido los escasos recursos económicos destinados a la investigación en general y a las Ciencias So­

ciales en particular, debido a una falta de con­ sideración acerca del papel prioritario que la investigación ocupa en el desarrollo económi­

co, social y humano de un país. A esta con­ ciencia débil sobre el papel de la ciencia se fue­

ron sumando las crisis económicas y la declinación del Estado, que originaron recor­ tes presupuestarios en las áreas de investiga­ ción. En el marco institucional de las universi­

36

dades, tanto públicas como privadas, la falta de presupuesto dificultó la existencia de un suficiente plantel de profesores-investigadores a tiempo completo. Esta falta de prioridad que ha tenido la ciencia en la Argentina motivó también la búsqueda de nuevos horizontes y así fue historia común la de los jóvenes argen­ tinos que, luego de concluir sus estudios de posgrado en los Estados Unidos o en Europa, decidieron continuar en aquellos lugares sus carreras académicas por falta de condiciones mínimas de desarrollo profesional en la Ar­ gentina. Otro problema ha sido la importación de teoría política y social de los centros de cono­

pírica metodológica los datos de sus propias realidades. Los científicos sociales tuvieron

cierta propensión a reflexionar en torno de teorías más que de hechos, produciéndose, no pocas veces, resultados especulativos poco re­ lacionados con el propio acontecer nacional.

Otra barrera ha sido la poca conexión con el marco regional en el cual la Argentina está inserta: América latina. La aludida irnporta­ ción de teorías y la formación de investigado­ res en los centros más desarrollados con poca o ninguna vinculación con el resto de los cen­ tros e instituciones académicas de los países de la región, descontextualizó a la Argentina de su enclave geográfico, desde donde, paradóji­ camente, fue vista siempre por los centros de investigación de los países más desarrollados. No es casual que los contados intentos de lle­ var adelante centros de estudios latinoameri­ canos hayan tenido un relativo eco. Otra dificultad que ha estado siempre pre­ sente ha sido el escaso requerimiento del mer­ cado laboral de los profesionales en Ciencias Sociales. Más allá de la docencia y la investiga­

ción, no ha sido fácil el reconocimiento públi­ co de la función de los sociólogos en distintos sectores de la vida del trabajo, la empresa y el

Estado. Los egresados en Ciencia Política han tenido, incluso, mayores obstáculos en ser vi­ sualizados como profesionales aptos y necesa­ rios para el servicio y la administración públi­ ca, las organizaciones, etcétera. Los inconvenientes y problemas de acceso

bibliográfico han sido muy importantes, co­ mo también la libre consulta de materiales de las oficinas públicas. Bibliotecas poco nutridas

o desactualizadas fue el panorama común de

LAS CIENCIAS SOCIALES

las universidades o de los institutos de investi­

gación. En el futuro, la situación mejoraría

contrapuestas. El resultado fue un amplio y disírnil muestrario de concepciones, interpre­

gracias a la tecnología y la informática, con el acceso a publicaciones “on line” vía Internet.

taciones y explicaciones acerca de las cuestio­ nes sociales y políticas del país, obras de nota­ ble calidad y rigurosidad y, también, recaídas frecuentes en visiones ideológicas y produc­

A MODO DE CONCLUSIÓN

ciones desparejas. En alguna medida, el reco­ rrido de las Ciencias Sociales fue reflejo del

En este recorrido autores e investigadores fueron definiendo una tarea y una profesión, sistematizaron el conocimiento y trataron de dar cuenta de los dilemas y problemas que aquejaron a la sociedad argentina a lo largo del siglo. Así, los estudios enfrentaron cues­ tiones tales como la inmigración y sus efec­ tos sociales y políticos; las modificaciones de la estructura social de la Argentina; la emer­ gencia de fuerzas políticas nuevas; los distin­ tos tipos de regímenes políticos; el fenómeno de la intervención militar; los problemas de la democratización política y social; la tran­ sición política hacia la democracia; el largo recorrido del dilema de la identidad argenti­ na; etcétrera. Estos temas se abordaron no sólo desde

propio derrotero seguido por el país en el

disciplinas afines pero distintas, sino también desde perspectivas y escuelas teóricas, a veces,

campo político y social. Un transitar donde el método de ensayo y error no dejó toda la en­ señanza esperable y la vocación por la irnpro­ visación jugó, no pocas veces, un papel más importante que el deseable —como advertía Martínez Estrada—, retrasando un tanto el lu­

gar que las Ciencias Sociales deberían haber ocupado en el progreso de la Argentina. Así y todo, lo hecho por las disciplinas aquí tratadas arroja un resultado más que positivo si consi­ deramos los inconvenientes y obstáculos, así como escasos incentivos, que ha tenido el de­ sarrollo de la investigación en el país y la tarea incesante de intelectuales e investigadores. Es

que, más allá de los problemas, los aciertos y desaciertos, ha existido siempre una suerte de pasión en el cautivador oficio de pensar la Ar­ gentina.

ORIENTACIÓN BIBLIOGRÁFICA La principal orientación bibliográfica apa­ rece inserta en el propio texto de este trabajo.

A continuación se amplía en relación con

no, 1984. Un exhaustivo trabajo que analiza los

aportes más importantes de los investigadores sociales en la segunda parte del siglo XX es

obras que tratan sobre ideas, instituciones o

JUAN CARLOS AGULLA (compilador), Ideologías

producciones referidas en el capítulo. En relación con la evolución de las Ciencias

políticas y ciencias sociales. La experiencia del

Sociales y la Sociología en particular puede

tituto de Derecho Público, Ciencia Política y

pensamiento social argentino (1955-1995), Ins­

consultarse, IUAN CARLOS AGULLA, Dependencia

Sociología de la Academia Nacional de Cien­

y conciencia desgraciada, Buenos Aires, Belgra­

cias de Buenos Aires, 1996. Otra bibliografía de

37

LA DIMENSIÓN CIENTIFICA Y CULTURAL

consulta es TORCUATO S. DI TELLA, “La crisis de

54, Dunken, Buenos Aires, 1999. Una obra que

las ciencias políticas latinoamericanas”, en De­ sarrollo Económico, vol. ll, n° 41 ( abril-junio

recopila trabajos acerca de la estructura social del país con amplias referencias a Germani es

de 1971); y "La sociología argentina en una

IoRGE RAUL IORRAT y RUTH SAUTU (Compila­

perspectiva de veinte años”, en Desarrollo Eco­

dores), Después de Germani. Exploracíones so­

nómico, vol. 20, n° 79 (octubre-diciembre de

accidentada trayectoria de la sociología en la

bre estructura social de la Argentina, Paidós, Buenos Aires, 1992. En cuanto a la política de investigación en Ciencias Sociales ver el texto

Argentina"; HORACIO GONZALEZ (Compila­

de ENRIQUE OTEIZA (director), La política de

dor), Historia crítica de la sociología argentina, Colihue, Buenos Aires, 2000; JUAN CARLOS

investigación científica y tecnológica argentina, Centro Editor de América Latina, Buenos Ai­

AGULLA, “Institucionalización de la Sociología

res, 1992.

1980); RICARDO SIDIcARo, “Reflexiones sobre la

en la Argentina”, en MARTA FERNANDEZ y MARIO

Para un panorama general de la evolución

SERRAFERO (editores), Los sociólogos y la Socio­

de la Ciencia Política puede verse: GIANFRAN­

logía, Documento de Trabajo, Facultad de Es­

C0 PASQUINO, “Naturaleza y evolución de la

tudios para Graduados, Universidad de Belgra­

disciplina”, en GIANFRANCO PAsQUINo y otros,

no, 2000; GINO GERMANI, La sociología en la

Manual de Ciencia Política, Madrid,l99l; Ga­

América latina: problemas y perspectivas, Eude­

briel Almond, “Political Science; The History

ba, Buenos Aires, 1964; FRANCISCO DELIcI-I, Crí­

of the Discipline”, en Robert E. Goodin y Hans-Dieter Klingemann (edición) A New

tica y autocrítica de la razón extravíada. Veinti­ cinco años de Sociología, El CID, Buenos Aires, (1977); ELISEO VERON, Imperialismo, lucha de clases y conocimiento (Veinticinco años de socio­

logía en la Argentina), Tiempo Contemporá­ neo, Buenos Aires, 1974. En cuanto a la “para­

view, vol. 6, n° l (1985), págs. 133-152.

sociología” consultar, l IUAN F. MARSAL, “Significado de la para sociología argentina”,

Argentina es importante el trabajo de ARTURO FERNANDEZ El desarrollo de la Ciencia Política

en H. Ernest Lewald, Argentina. Análisis y au­ toanálisis, Sudamericana, Buenos Aires, 1969;

También puede verse MARIA CLELIA GUINAZU y

En relación con la Ciencia Política en la

en la Argentina, capítulo de libro en prensa.

IUAN F. MARSAL, Los ensayistas socio-políticos de

MARIA ALICIA GUTIERREZ, La Ciencia Política

Argentina y México (aportes para un estudios de

en Argentina: de la inestabilidad a la transición,

sus roles, su ideología y su acción política), Docu­

en DOXA, n° 48 (1991); Gerardo Ancarola,

mento de Trabajo, Instituto Torcuato Di Tella,

“Las tres etapas de la Ciencia Política argenti­ na”, en Academia Nacional de Ciencias Morales

Centro de Investigaciones Sociales, 1969. SILVIA

SIGAL, Intelectuales y poder en la década del se­ senta, Puntosur, Buenos Aires, 1991. La historia

y Políticas, Anales. Tomo XXII-l993, Buenos

del Instituto de Sociología se trata en HERNAN empírica en la Argentina: El Instituto de Sociolo­

Rivarola puede consultarse Las ideas políticas de Rodolfo Rivarola, Marirnar, Buenos Aires, 1975. En cuanto a la enseñanza de la Sociolo­

gía, Facultad de Filosofia y Letras (UBA), 1940­

gía y la Ciencia Política puede verse GINO GER­

GONZALEZ BOLLO, El nacimiento de la sociología

38

Handbook of Political Science, Oxford, 1998; David Easton, “Political Science in The United States”, en International Political Science Re­

Aires, 1995; del mismo autor sobre la figura de

LAS CIENCIAS SOCIALES

MANI y IORGE GRACIARENA, Enseñanza e investi­

Routledge, 1997; IoAN ANTON MELLÓN (edi­

gación de Ia Sociología, Ciencia Política y Eco­

tor), Ideologías y movimientos políticos contem­

nomia. La situación en la Argentina, Instituto de Sociología de la Facultad de Filosofía y Le­

poráneos, Madrid, Técnos, 1998. Acerca del pensamiento político entre 1914 y 1983 pue­

tras, UB.A, 1958; FRANcIsco ARIAs PELERANo,

den verse los trabajos de CARLOS A. EGÜES y

“La enseñanza de la política en la Argentina”, en Boletín de Lecturas Sociales y Económicas,

obra. Algunos estudios sobre el positivismo y

año 8, n° 35, abril 2001, págs. 127-147. Un ín­ dice cronológico, temático y de autores de la revista Desarrollo Económico muy útil para la búsqueda bibliográfica aparece en el número 160, Vol. 40, enero-marzo, 2001, de la citada revista.

IUAN FERNANDO SEGOVIA en el Tomo 7 de esta

el ensayismo positivista son, OSCAR TERAN, Po­

sitivismo y nación en la Argentina, Puntosur, Buenos Aires,l987; IORGE E. DoTTI, Las vetas

del texto. Una lectura filosófica de Alberdi, los

positivistas, Juan B. Justo, Bs. A5., Puntosur, 1990; RICAURTE SOLER, B1 positivismo argenti­

La literatura sobre teoría e ideologías polí­

no, Paidós, Buenos Aires, 1968; RICARDO LEVE­

ticas, es por cierto muy abundante, cabe men­

NE, Historia de las ideas sociales argentinas,

cionar entre otros, KARL DIETRICH BRACHER, La

Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1947.

era de las ideologías, Belgrano, Buenos Aires,

El autor agradece a María Mora el apoyo bibliográfico brindado, que fue muy útil para la elaboración de este capítulo.

1989; STEPHEN ERIC BRONNER (editor), Twen­

tieth Century Political Theory, Nueva York,

39

5 7. LA FILOSOFÍA Olsen A. Ghirardí

LA AGONÍA DEL POSITIVISMO

Las corrientes filosóficas son como algu­ nos ríos que aparentan secarse mientras fluyen

simpatía hacia un evolucionismo, tanto en el orden natural como en el social. Es imprescindible recordar, para una me­

subterráneamente hasta que, en algún mo­

jor comprensión, que en Buenos Aires, la preocupación filosófica había quedado esti­

mento, vuelven a surgir para deslizarse serena­ mente en el curso sinuoso que enmarcan des­

mulada, especialmente desde la cátedra, a par­ tir del año 1895, en que se fundó la Facultad

dibujadas riberas. En la Argentina, el positivismo se mostra­ ba agonizante hacia el comienzo de la Primera Guerra Mundial, después de haber gozado de gran esplendor a fines del siglo XIX y comien­ zos del XX. No obstante, arrojaría aún una vi­

de Filosofía y Letras. Rodolfo Rivarola tuvo el privilegio de ser el primer profesor de filoso­ fía. Dado el predominio de las ideas de la épo­ ca en la cual vivía, Rivarola fue tentado por el positivismo, aunque su actitud filosófica pue­ de mostrar rasgos eclécticos. Pero no existe en él una verdadera preocupación metafísica. En verdad no era posible lograrla leyendo a Kant y a Spencer, pero no dejaba de aducir que, si bien la metafísica podía considerarse como la síntesis de todas las ciencias empíricas, era preferible poner el acento en la ética, que, no obstante, quedaba reducida al estudio de los hechos y actos humanos y a las costumbres. La influencia del positivismo de Augusto Comte en la Argentina puede calificarse como preponderante en el primer cuarto del siglo XX. Como prueba de este aserto es posible ci­ tar la opinión de I. Alfredo Ferreira (1863­ l938), quien llegó a afirmar que el pensador francés fue la más alta inteligencia del siglo

gorosa llamarada. Es, precisamente, en ese año de 1914 cuando Iosé Ingenieros (1877-1925)

preparaba la edición del primer número de la Revista de Filosofia, que habría de aparecer al

año siguiente y de la cual sería su brillante fundador. Así, con un amplio espectro, ella nacía cuando comenzaba a declinar el positi­ vismo. El pensamiento de Ingenieros, médico que cultivaba, especialmente, la psicología, la psi­ quiatría, la criminologia y las ciencias biológi­ cas, se inscribía en el carril que daba prioridad a los hechos, a las realidades concretas percep­ tibles por los órganos de los sentidos. Esa acti­

tud incluía, simultáneamente, una especial

41

LA DIMENSIÓN (Ill-INFÍFICA Y CULTURAL

XIX. Y como homenaje a las ideas que profe­ saba, fundó el Comité Positivista Argentino y adhirió a un evolucionismo desde lo inorgáni­ co hasta la vida orgánica e incluso se permitió

intentar, desde ese punto vista, una explica­ ción para los fenómenos sociales y morales. También el prestigio intelectual de Floren­

tino Ameghino (1854-1919), con su confiado optimismo cientificista, tuvo mucho peso en la sociedad de la época. Su notoriedad internacio­ nal fue extraordinaria a partir de la Exposición Internacional de París de 1878, donde mostró

su colección de fósiles. Si bien Ameghino no fue un verdadero filósofo adhirió fuertemente a la concepción evolucionista, que Carlos Dar­

win había enunciado para todas las especies en 1859 y que había extendido al hombre en 1861. Hombre inteligente, tuvo la virtud y la valentía de explicitar, a partir de los hechos que estima­

ba científicamente probados, las premisas de un sistema, lo que se había concretado en el año 1906. Ese sistema, que Ameghino denomi­

y metafísica.

Dentro de estas líneas positivistas pero con un perfil extremadamente acentuado, Iuan B. Justo (1865-1928) abrazó la ideología marxis­ ta. Desde el punto de vista político, es un so­ cialista que adhiere al materialismo histórico y trata de explicar la evolución de la sociedad, sustentando un darwinismo biológico que lo llevó a la creencia de que el socialismo debía ser, incluso, el sustituto moderno de toda reli­ gión. Las preocupaciones de Iuan B. Justo que­

daron plasmadas, principalmente, en dos de sus libros acerca de la teoría y práctica de la historia y el realismo ingenuo. No hay duda alguna de que estas actitudes estimularon la preocupación por los proble­

nó Mi credo filosófico, incluía la adhesión a cier­

mas psicológicos y sociológicos, con lo que se

tos postulados indemostrables, como el de la eternidad del tiempo, de la materia y del movi­ miento, con lo que pretendía solucionar todos los problemas científicos y con lo que obviaba toda metafísica y aun toda filosofía. Hay aquí una metafísica implícita, pues las premisas que se aceptan como verdaderas no se discuten, ya que se afirman como tales. De ahí que sean postulados y que su propio autor hable de su

bloqueó el ingreso a la verdadera especula­

ses en que se asientan. Cada pensador, en defi­

credo. Se cree en ellos, razón por la cual no ha­ ce falta demostrarlos.

nitiva, es una atalaya solitaria con perfiles pro­ pios, pero comparte con los de su corriente un

ción filosófica. Puede parangonarse el itinerario de una lí­

nea ideológica de este tipo, como el de toda corriente filosófica, con el despliegue de una cadena montañosa, en la que todos los picos se

diferencian en la cúspide, pero permanecen unidos por el común denominador de las ba­

Por entonces, Carlos Octavio Bunge (1875­

fondo de ideas comunes que los caracteriza

l918), graduado en Derecho, desarrolló sus ción, tesis que pretendía resolver con especula­ ciones psicológicas. Este pensador, como otros

genéricamente. Por eso, para explicar el itine­ rario, se hace imprescindible atender a los in­ dividuos que particularizan el sistema. Volviendo la atención a Iosé Ingenieros —a

positivistas de esta época, creía firmemente

quien algunos autores dan como nacido en

tesis acerca de problemas jurídicos y de educa­

42

—con cierta ingenuidad- que se aproximaba un período en el que toda preocupación teo­ lógica y metafísica iba a quedar superada. Su actitud es la de una afinada mentalidad, que se cierra en un firme y convencido positivis­ mo, que rechaza toda problemática filosófica

LA FILOSOFÍA

l Visita de José Ortega y Gasset (en el centro de la fotografía). Arribo al puerto de Buenos Aires en i916.

Buenos Aires, cuando en verdad nació en Pa­

Lo que es de destacar especialmente, en es­

lermo (Italia) y fue traído muy niño a la Ar­ gentina-, es posible tener cierta claridad con respecto a las ideas que lo precedieron. Fue dueño de una desbordante personalidad y tu­ vo un enorme reconocimiento en toda Améri­

te caso, es el hecho de que Ingenieros, si bien es

ca latina y aun fuera de ella. Sus obras tuvieron gran difusión. Se dis­ tinguió desde el mismo momento en que hi­ zo conocer su tesis sobre la simulación de la locura. Arranca así su fuerte tendencia a im­

pulsar los estudios psicológicos, que se con­ solidó desde que ganó la cátedra de Psicolo­ gía Experimental en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, lo

que ocurrió en la primera década del siglo XX; en la siguiente, se volcó a los estudios so­ ciológicos.

todavía un positivista, ya comienza a sostener que es posible una filosofía científica que, al mismo tiempo que sostenga hipótesis basadas en la experiencia-pueda explicar los problemas que aun permanecen fuera de ella. Es decir, tiende a esbozar una vertiente del conocirnien­

to que vaya más allá de los hechos y que, al mismo tiempo, sea una crítica del conocirnien­ to científico adquirido. Es verdad que, con ello, no modifica su actitud monista, materialista y

evolucionista, pero permite avizorar una filo­ sofía —o una metafísica- que muestre un siste­ ma de hiper-hipótesis, que parta de la expe­ riencia para explicar aun lo que está más allá. Ingenieros conocía perfectamente las ideas

de sus antecesores y las criticó. Sabía, por

43

LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL

ejemplo, que Ameghino había adoptado las doctrinas de Lamarck, Darwin y Haeckel acer­

ca de la evolución de las especies, en lo que atañe a los principios generales de esa co­ rriente, que conducía hacia un naturalismo panteísta, y supo comprender que el credo del famoso indagador de los restos fósiles de­ sembocaba en un monismo, que Haeckel ya había explicado. Pero el argentino iba aún más lejos, pues profesaba la creencia de que, en el futuro, el transformismo sería conside­

rado como una ciencia exacta y la zoología, con el auxilio de las ciencias matemáticas, go­

zaría del privilegio de descubrir las leyes que regían la filogenia. La impresión que el lector recoge no deja de advertir que Ingenieros ya no profesa el op­

tirnismo de Ameghino. Es mucho más cir­ cunspecto y trata de encontrar una salida del

prejuicios y dogmatismos sólo útiles para la domesticidad e incapaz de pensar con ideas propias y de forjarse ideales. Ingenieros invi­ taba a admirar a los genios como Sarmiento y Ameghino y fustigaba, ya en aquel entonces, la política de las piaras y a los deshonestos que

ingresaban al Parlamento con su saco de co­ rrupciones. A su muerte, lo sucedió su discípulo Aní­ bal Ponce en la dirección de su Revista de Filo­

sofía. Éste fue aún un positivista que, gran ad­ mirador de la Revolución Rusa, el comunismo

y el materialismo, prolongaría unos años más su publicación. No obstante, pronto empeza­ rían a soplar otros vientos, otras ideas, otras actitudes. Como se señaló al comienzo, la ago­ nía no significa muerte, pero el momento del positivismo había pasado y serían otras aguas las que en el futuro calmarían la sed filosófica.

laberinto; y, como se sabe, de todo laberinto se

sale por arriba. Ingenieros tiene preocupaciones inmedia­ tas. Existe en él una profunda conciencia del problema moral, que, como es notorio, com­

parte con su generación. Todavía el positivis­ mo le hace pensar que la moral, en el fondo, no es sino un sistema de costumbres. Y, con este tema, escribe un libro que es extensamen­ te conocido y se reedita aún hoy. Por cierto, El hombre mediocre hizo impacto en la sociedad. Va dedicado especialmente a los jóvenes para que forjen sus ideales alejados de la rutina y la hipocresía. Propuso lo que él llamó —con un léxico positivista- un “idealismo experimen­ tal”; con ello quería significar que los ideales de perfección debían renovarse permanente­ mente y debían evolucionar al compás de la vida misma. Por el contrario, pintaba al hom­ bre mediocre como un ser imitativo, adapta­ 44

do para vivir en rebaño, rutinario, lleno de

LA REACCIÓN ESPIRITUALISTA

En 1916, Buenos Aires recibió la primera visita de Iosé Ortega y Gasset, quien, poco an­ tes, había formulado su famosa tesis filosófica,

traducida en estas palabras: “Yo soy yo y mi circunstancia”, tesis que abrió una nueva ten­ dencia denominada perspectivismo. Esa acti­ tud y sus conocimientos sobre la filosofía ale­ mana de la época cautivaron a los profesores de filosofía que lo escucharon. El mundo, las cosas y el hombre comenzaron a ser vistos con otros ojos. El positivismo, aun en vida de Iosé Ingenieros, iba quedando atrás. La preocupación filosófica atrapó enton­ ces, muy especialmente, a un profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universi­ dad de Buenos Aires que había abandonado su profesión de médico para dedicarse por ente­

LA FILOSOFÍA

ro a la filosofia. Alejandro Korn (1860-1936) cultivó la filosofía pensada desde la cátedra. Los nuevos aires se habían agitado con vigor desde la visita de Ortega, al revelarse estrechos

los horizontes oteados desde el positivismo. No todo es materia sujeta a experimentación, para ser conocida mediante leyes rígidas e irn­

permeables. ¿Dónde quedaba el hombre en esa actitud extrema, dónde la sociedad y dón­ de la cultura? Korn, en sus libros, advierte so­ bre las falencias del materialismo y del positi­

vismo. Lee lo que otras corrientes habían

concepto de ciencia positívista debía ser reno­ vado. Al comprender que la ciencia es siempre

una interpretación de la realidad y esto irnpli­ ca una teoría del conocimiento, encontró el ca­ mino hacia el idealismo. Ello lo condujo a me­

ditar sobre la actividad de pensar; lo impulsó a la necesidad de estudiar el papel que desempe­ ña el concepto en la actividad del conocer y a

una noción más amplia de lo que debe enten­ derse por experiencia. Paso a paso se fue acer­ cando a una teoría de los valores. La valoración fue definida como una reacción de la voluntad

aportado a la cultura y a la filosofía; no vacila en apreciar a Santo Tomás y a San Agustín y se

humana ante un hecho. Es decir, los valores

muestra proclive a encontrar méritos en un

exigencias biológicas, sociales y culturales. La libertad creadora es el presupuesto de la pro­

espiritualismo renovador. Tampoco despreció a Kant, Schopenhauer, Dilthey y Bergson, Ric­ kert, Scheler y Brentano, citados a menudo en las incitantes conferencias de Ortega y recor­

dados por otra visita célebre, la de Eugenio D’Ors (1920).

Korn hizo un penetrante estudio sobre el positivismo, en cuya evolución distinguió tres etapas. La tercera —que es la que interesa aquí­ es la de los universitarios, que se prolonga has­

ta Ingenieros, quien no vacila en proclamar que la era de la filosofía científica había llegado y cuyas primeras manifestaciones habían aflo­ rado con Florentino Ameghino.

Según Korn, Ingenieros se muestra como el defensor de la última brecha del positivis­ mo, elevado con él a la categoría de cientificis­

mo. Con claridad meridiana ya entrevió la ne­

cesidad lógica de una metafísica, pues ambas

-filosofía y metafísica- aparecían como los complementos de la verdad científica. Los estudios acerca de la evolución del po­

sitivismo en el país, que Korn calificó como autóctono, lo colocan en una perspectiva am­ plia, que le permite apreciar que el estrecho

nacen también de la experiencia y surgen de

ducción de los valores. Dicha expresión es pro­ bable que tenga reminiscencias de Bergson, cu­

ya obra titulada La evolución creadora había aparecido ya en 1907. Korn se aplica a lograr una solución final y se encamina al encuen­ tro de lo absoluto, que podría ser encontrado en la metafisica, pero, si bien avizora el proble­ ma metafísico, se muestra pesimista respecto de la posibilidad de su conocimiento, con lo cual la metafísica se transforma en mera búsqueda permanente sin el consuelo de su hallazgo. En verdad, Korn fue un gran crítico del po­ sitivismo. El primero de sus caracteres, esto es, la negación de toda metafísica, halló a un es­ merado censor, que abrió las puertas grandes de los estudios filosóficos en la Argentina y fue quien, quizá por vez primera, se preguntó si podría existir una filosofía auténticamente ar­ gentina, con definidos rasgos peculiares. No hay dudas -cualquiera fuere la respuesta- de que se está frente a una verdadera y profunda preocupación por el problema filosófico. Con él se operó en el país la transición del positivis­ mo cientificista a un espiritualismo naciente.

45

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

La llamada reacción antipositivista cobró fuerzas definitivas con el conocimiento pro­ fundo de Kant, con el estudio de Hegel, Croce y Gentile, sin olvidar a Nietzsche, Dilthey, Scheler, Husserl y Heidegger. El pensamiento de estos filósofos contribuyó a que se desvane­ ciera el horror a la metafísica que los positivis­

tas profesaban. Hubo, además, dos acontecimientos dig­

nos de mención. El primero ocurrió en 1924, al conmemorarse en Buenos Aires el bicente­ nario del nacimiento de Kant, hecho que tam­ bién tuvo ecos en el interior, como lo recuerda en Córdoba Enrique Martínez Paz. El segundo

fue la visita de Albert Einstein, que también conoció la provincia mediterránea. Coriolano Alberini, en su trabajo La filoso­ fía alemana en la Argentina -precedido por un elogioso acápite firmado por el mismo Eins­

l Alejandro Korn.

a la Filosofía en la Universidad de Buenos Ai­

Una generación más tarde apareció un filó­

res (1919) habían comenzado a plantearse,

sofo que ya vio con mayor claridad cómo fina­

con rigor científico, los problemas filosóficos que, tanto la filosofía clásica como la contem­ poránea, trataron y trataban en profundidad.

lizaba el predominio positivista, al mismo tiem­

po que se afianzaba la corriente espiritualista. Se trata de Coriolano Alberini (1886- 1960). Los

pensadores europeos que tuvieron su preferen­ cia no eran, en manera alguna, posiüvistas. Sus cursos en Europa y en los Estados Unidos, a la

par de hacer conocer y difundir las preocupa­ ciones filosóficas vernáculas, le permitieron to­ mar contacto con filósofos de primer nivel. Por otra parte, las visitas al país continua­ ron. A las de Ortega y D’Ors siguieron las de

Iacques Maritain, Manuel García Morente, Hans Kelsen, Driesch, Albert Einstein y Rodol­

fo Mondolfo (este último permaneció en la Ar­ 46

tein-, decía, de manera contundente, que ya con la creación de la cátedra de Introducción

gentina y dictó cursos en Córdoba, Tucumán y Buenos Aires, recordados con nostalgia).

A esa cátedra siguieron las de filosofía con­ temporánea y de historia epistemológica de la ciencia. Por lo demás, Alberini evidenció co­

nocer con prestancia los problemas de las ciencias naturales y estudió los debates de las escuelas europeas que introdujeron el conflic­ to entre psicologismo y logicismo. Tampoco le fue extraño el estudio de los valores que tanto seducía a los pensadores de la época; escribió un trabajo titulado Introduc­ ción a la axiogenia, que tuvo como objetivo re­ solver el problema de la génesis de los valores. El filósofo Luis Farré opina, enfáticamente, que con este estudio de Alberini se supera la

LA FILOSOFÍA

actitud positivista y da comienzo otra época con caracteres muy distintos.

Por su parte, Alfredo Franceschi (1886­ l942) se encamina hacia un realismo (realis­

La filosofía se cultiva, a partir de Alberini, con rigor y con un nivel que la eleva a la con­ sideración de los principales pensadores del mundo, sin que esta afirmación resulte exage­ rada. Sus estudios sobre la evolución del pen­ samiento filosófico argentino y sus conferen­ cias en Europa, especialmente en Alemania, le dieron relieve universal.

mo crítico) que en Europa había entusiasma­ do a Hartmann, en una obra publicada por la Universidad de La Plata con el título de Ensa­ yo sobre la teoría del conocimiento. En esta ac­

titud, el problema ontológico y el gnoseológi­ co no se excluyen recíprocamente, pero tiene prioridad el primero, con lo que se reivindica —en el terreno filosófico- la importancia de la cosa y de la causa. Sería, finalmente, Francisco Romero (1891­

LA CONSOLIDACIÓN DE LOS ESTUDIOS

1962) quien alcanzaría la primera cima de la fi­

FILOSÓFICOS

losofía en el país. Había nacido en Sevilla y muy

joven se trasladó a la Argentina. Dejó la carrera

No debe pensarse, a esta altura, que la preocupación filosófica se mostraba activa so­ lamente en el puerto. En el interior del país, en Tucumán aparece un filósofo, Alberto Rougés (1880-1945) —no es el único caso, como se ve­ rá más adelante—, que se distinguió por un li­ bro titulado Las jerarquías del ser y la eterni­

dad, cuyos tema y tratamiento implican una actitud acabadamente espiritualista. A su vez, en Córdoba, Saúl Taborda (1885­

l945), si bien se ocupa principalmente de cuestiones pedagógicas, en sus Investigaciones pedagógicas (1951) incursiona por temas filo­ sóficos, con preferencia en ámbitos de la filo­ sofía alemana, citando a Dilthey, Hartmann y Max Scheler.

En la misma ciudad mediterránea, Enri­

militar para suceder a Alejandro Korn en la cá­ tedra de metafísica de la Universidad de Buenos

Aires. Con esa base se relacionó con un grupo de estudiosos del país que lo tuvieron como el principal referente. Fue un arquetipo de filóso­ fo, puesto que se preocupó pura y exclusiva­ mente por la problemática filosófica. La generación del autor de este capítulo es­ tudió lógica (en el bachillerato) en la inolvida­ ble y clarísirna obra Lógica y nociones de teoría del conocimiento, escrita por Romero con la co­ laboración de Eugenio Pucciarelli, cuya prime­ ra edición es de 1938 y se multiplicó, por lo me­

nos, en diecisiete ediciones. Pero, quizá, su problemática filosófica queda muy claramente expuesta en su Filosofia contemporánea (estu­ dios y notas), que vio la luz en 1941 y que tuvo prontamente dos ediciones más. Agrupa una serie de estudios donde expone con simpatía

que Martínez Paz (1882-1952) aborda temas de derecho y de historia en general y, en parti­ cular, trata de una manera muy completa la problemática de la Filosofía del Derecho de la época, con una amplísima bibliografía. Estu­ dia a Kant y penetra en las estribaciones de la metafísica cuando busca los fundamentos de

Husserl, el problema de los valores, la obra de Max Scheler, la actualidad de la Ontología y otras notas de igual importancia. Es preciso destacar que, desde su perspectiva hartman­

las cosas y, por cierto, del derecho.

niana, Romero resalta el hecho de que a la filo­

el pensamiento de Hartmann, la filosofía de

47

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

l Francisco Romero dicta una conferencia. A su lado. Risieri Frondizi.

sofia de los sistemas había sucedido la hora de

son términos inseparables. La esencia de la

la problematicidad. El filosofar contemporáneo

humanidad cristaliza en la cultura y el hombre

se hace cada vez más problemático y menos sis­

se trasciende a sí mismo y se supera para apre­

temático a medida que avanza en su desarrollo.

hender y comprender la realidad total. En consonancia con este tema se preocupó, además, por los problemas de la historia de la

Los problemas puntuales acucian, mientras que los sistemas envejecen.

Otro tema que lo seduce es el de la persona vinculado con el problema de los valores, que trata especialmente en Filosofía de la persona y papeles para una filosofia. La persona trasciende

permanentemente hacia algo: hacia las cosas en

filosofía y de las ideas y la filosofía de la historia.

Fue Romero un escritor bastante prolífico; desde la década de los años cincuenta hasta su

muerte, escribió copiosamente y adquirió un enorme prestigio en el país y en el extranjero.

el conocimiento; hacia los valores siempre.

La nueva actitud, ya tan distanciada del po­ sitivismo, queda evidenciada cuando Romero

dice, en uno de sus trabajos, que el hombre, si bien vive de pan, también vive de la metafísica.

48

EL PRIMER CONGRESO NACIONAL DE FILOSOFÍA

El Primer Congreso Nacional de Filosofia

Ella se halla siempre omnipresente, sin que de ordinario nos demos cuenta.

se realizó en Mendoza, entre el 30 de marzo y el

Cultivó también los problemas de la filo­ sofía de la cultura. Para él, hombre y cultura

do como nacional, adquirió caracteres real­

9 de abril de 1949. Este acontecimiento, pensa­

mente internacionales. Su repercusión, sin te­

LA FILOSOFÍA

mor a exageraciones, fue mundial. Las Actas ocupan tres volúmenes (con 2.198 páginas) editados por la Universidad Nacional de Cuyo.

traron, en definitiva, la tolerancia en el ámbito de un acontecimiento maduro e internacional.

Es verdad que hubo algunas ausencias,

picos de las sesiones para cerciorarse de la pro­

como las de Francisco Romero y Risieri Fron­ dizi, pero en el orden nacional hubo una asis­ tencia casi perfecta de las figuras más repre­ sentativas del pensamiento argentino y, en el

fundidad del pensamiento que se pretendió

internacional, hubo una concurrencia real­ mente excepcional, difícilmente igualada en acontecimientos de esa índole en el resto del

Nimio de Anquín, Iosé Luis Guerrero y Ángel Vasallo; la persona humana, en la que expuso Octavio Nicolás Derisi; el existencialismo, en

siglo, en el país. En total, enviaron trabajos 227

la que actuó Carlos Astrada; la filosofía con­ temporánea y la ciudad humana, en la que in­ tervino Carlos Cossío.

relatores, de los cuales 105 eran extranjeros y 120 argentinos. Además, hubo miembros ad­ herentes. Sería necesario citar, por lo menos, a tres extranjeros que lo honraron con sus tra­ bajos: Maurice Blondel, Emile Bréhier y Hans­ Georg Gadarner, quienes hicieron conocer su pensamiento a través de sus comunicaciones, entre muchos otros.

Ese congreso demostró la madurez de los estudios filosóficos en la Argentina y, por sí mismo, contesta, al menos en parte, la pregun­

ta que se había formulado Alejandro Korn acerca de si los filósofos argentinos ya sabían dónde estaban, y fue una prueba fehaciente de

Es preciso, por otra parte, recordar los tó­

alcanzar. Así, hubo cinco grandes temas en las sesiones plenarias: la filosofía en la vida del es­

píritu, en la que intervinieron los argentinos

Finalmente, en las sesiones particulares se trataron los siguientes temas: Metafísica; si­ tuación actual de la filosofía; Filosofía de la existencia; Lógica y Gnoseología; Axiología y Ética; Psicología; Estética; Epistemología y Fi­ losofía de la Naturaleza, Filosofía de la Histo­

ria; la cultura y la sociedad; Filosofía de la Educación; Filosofía del Derecho y la Política; Historia de la Filosofía y Filosofía argentina y americana. No debe verse en estas extensas enumera­

una meditada preocupación sobrelos proble­ mas fundamentales de la filosofía.

ciones sólo lo cuantitativo; la jerarquía de los filósofos actuantes y lo completo de los temas, aseguraron el éxito del congreso que tuvo su

Cabe señalar también -lo que es muy irn­

desarrollo en la Argentina, pero que habría

portante- que el congreso estuvo abierto, libre­

honrado a cualquier país europeo.

mente y sin cortapisas, a todas las corrientes del

pensamiento mundial. Desde el tomismo hasta el materialismo histórico; desde el idealismo hasta el realismo crítico y el existencialismo, y desde la filosofía de los valores hasta el positi­ vismo lógico y el pragmatismo, todas esas ten­ dencias estuvieron representadas. Hubo vitalidad, discusiones ríspidas den­

tro de un marco de respeto, rozamientos inevi­ tables entre sectores antagónicos, que demos­

LOS FILÓSOFOS ARGENTINOS A MEDIADOS DEL SIGLO XX

A mediados del siglo XX, el país contaba en

su haber con una buena cantidad de pensado­ res de primer nivel y eso no ocurría sólo en el puerto sino también en el interior. Ocurre que las facultades de Filosofía se habían multiplica­

49

LA DIMENSIÓN (ÏIENTÍFICJX Y CULTURAL

l Rodolfo Mondolfo.

fundado en la década de los años treinta, se

y sostenido una clara actitud existencialista, calificada como humanismo de la libertad, y, por otra, Nimio de Anquín, profundo conoce­ dor del tomismo y de los pensadores alema­

procedió a constituir la Facultad de Filosofía y Humanidades a mediados de los años cuaren­

tud que Alberto Caturelli califica como

ta. Esas circunstancias favorecieron, desde la

“ontismo inmanentista”. Es decir, el existen­

do. Para citar sólo un ejemplo, en el caso de Córdoba -lo hizo también Tucumán-, sobre la base de un Instituto de Filosofía, que se había

50

nes, especialmente de Hegel, sostuvo una acti­

cátedra, el cultivo del pensamiento filosófico.

cialismo y el tomismo (el de Anquín, con ribe­

Por otra parte, terminada la Segunda Gue­ rra Mundial, visitaron el país más pensadores del hemisferio norte, especialmente europeos, lo que motivó un riquísimo intercambio. Y, al revés, muchos argentinos viajaron al exterior —algunos aun antes, esto es, en el período de entreguerras-, como fue el caso de Carlos As­ trada y Nimio de Anquín. A mediados del siglo XX existían dos po­ derosas corrientes claramente manifestadas.

tes propios y singulares) son dos poderosas corrientes que tienen sus genuinos represen­ tantes en el país. Pero, como ocurrió en el si­

Por una parte, Carlos Astrada había expuesto

bía llamado a concurso para conceder becas a

glo anterior con Alberdi, nada de lo que asimi­ lan los argentinos es absorbido tal como se da en Europa. El filósofo argentino asimila y le da su toque auténticamente personal. Lo asimila­

do es digerido con una impronta autóctona, como diría Alejandro Korn. La Universidad de Córdoba, en 1926, ha­

LA FILOSOFIA

quienes desearan hacer y profimdizar sus es­ tudios en materias filosóficas en el extranjero. Las obtuvieron dos estudiantes de Derecho

—que luego dejarían truncas estas carreras­ para dedicarse exclusivamente a la filosofía. Se

trataba de Astrada y de Anquín, quienes viaja­

ron a Alemania para sumar conocimientos y experiencias.

Carlos Astrada (1894-1970), luego de su estadía en el país germano, regresó a la patria y se radicó posteriormente en Buenos Aires. En Alemania había conocido profundamente la filosofía que se profesaba en ese país. Así se farniliarizó con Heidegger y Husserl, Scheler y Nietzsche, Hegel y Marx. Sin duda, recibió in­ fluencias de todos ellos. Astrada muestra su valía al ser uno de los más activos participantes del Congreso de Filo­ sofía de Mendoza. En la sesión plenaria dedica­

da al existencialismo se debatieron su trabajo

l Carlos Astrada. Revista Mayoría, 1958.

sobre dicho tema y su tesis, que sostenía al exis­

tencialismo como la filosofía de la época. En verdad había presentado dos comunicaciones —arnbas abordaban asuntos sirnilares- y, en la segunda, trataba la relación del Ser con la Exis­

tencia. De tal forma que, para él, esta actitud, defendida en esta corriente, era la única digna de ser calificada como verdaderamente filosófi­

se con el ente y expresarse en el orden moral como persona autónoma. Si bien el pensamiento de Astrada se desa­ rrolla, en gran medida, al filo del de Heideg­ ger, trata de ir más allá de él y ensaya su críti­ ca a este tipo de filosofía de la existencia y, con

ello, se abre a horizontes hegelianos y marxis­

ca. El hombre concreto, según Astrada, debe ser

tas. Expone con gran convicción su estudio

el punto de partida y de llegada de toda filoso­ fía que merezca realmente el nombre de tal.

Proclama que la filosofía es un módo de

sobre la finitud del hombre, a partir de la cual otea y valora la libertad. Y, a medida que avan­ za y profundiza su pensamiento, a medida que

ser de la existencia humana. En la filosofía no

progresa en su vida, se produce un acerca­

se tiende al objeto sino al modo de ser del su­ jeto que filosofa y se llega a su análisis profun­ dizando las líneas de la temporalidad, la fini­ tud y la mundanidad. No le es ajeno el tema de los valores como tampoco el problema de la li­ bertad. Ésta, que es absoluta espontaneidad, metafísicamente permite al sujeto comunicar­

miento a Carlos Marx. Lo sugestionó el estu­ dio de la técnica en cuanto pretende condicio­ nar al hombre y lo subyugaba investigar cómo se puede colmar el abismo entre la teoría y la

práctica. En suma, el inmanentismo de su pensamiento existencial es la impronta funda­ mental que califica su actitud.

51

LA DIMENSIÓN (IIENTÍFICA Y CULTURAL

Vale la pena consignar también que Astra­ da se plantea, como muchos filósofos argenti­ nos, el problema de la identidad nacional del argentino y, en su caso, del americano. Esto es

una constante entre nosotros. Astrada hace una interpretación especial con el estudio del gaucho Martín Fierro, exponente de la soledad pampeana. Este es un ingrediente peculiar que añade al sujeto la mundanidad de su entorno, lo que implica a la soledad como el medio pai­ sajístico que acompaña al sujeto.

Astrada es sólo uno -probablemente el más importante- de los representantes del existencialismo argentino. Debe mencionarse también a Miguel Ángel Virasoro (1900-1966), quien se muestra como un sostenedor de cier­ to existencialismo, calificado como dialéctico, que pasa de la angustia a la ansiedad, ansiedad que se va definiendo como proyecto libre, que supera la noción de libertad de Alejandro Korn y que revela su aspiración de trascendencia. La

exposición que efectuó en el Congreso de Mendoza sobre el tema existencia y dialéctica,

muestra sus diferencias con Heidegger y Hus­

serl, aunque sus resonancias revelan las in­ fluencias europeas recibidas, puesto que su fi­ losofía se desarrolla a partir de ellas. En esta corriente se puede aun mencionar a Vicente Fatone, desde un ángulo místico y religioso, y a Iuan Carlos Erro, con su inquie­ tud por el universal criollo. Ambos, cumplida­ mente, la representan con matices especiales.

zarse la especulación filosófica. En ese sentido,

es un tomista que va más allá del tomismo. Fue significativa la impresión que produjo en el Congreso de Filosofía de Mendoza su ex­ posición Derelicti sumus in mundo, que sor­

prendió incluso a algunos pensadores euro­ peos. Desde su actitud juzga al existencialismo y trata de demostrar sus limitaciones. Nimio de Anquín había logrado su beca en el recordado concurso de 1926 realizado por la Universidad de Córdoba, con un estudio sobre

el problema epistemológico de la filosofía ar­ gentina de la época, cuyo análisis casi juvenil lo

revela como un talento agudo y fecundo.

Lo cautivó el tema antropológico, entre otros. Su meditación sobre la antropología de los tres hombres históricos pone de relieve su preocupación por el tema del hombre y, en el caso, del hombre oriental, el judío y el griego, cada uno con una especial connotación y ca­ racterística. Pero, quizá, sus especulaciones más profundas se ciernen sobre el problema del ser, tratado desde la perspectiva del Ente y el Ser. La proyección del pensamiento no olvi­

da el tema del ser americano, que no puede negar influencias hegelianas en esa concep­ ción de filosofia de la historia.

Como nota que lo define finalmente, cabe anotar su convicción acerca de la contradic­

Por su parte, Nimio de Anquín (1896­

ción existente entre la fe cristiana y la filosofía en sentido estricto, opinión que vertía aun en su cátedra con un tenaz convencimiento.

l978) es un pensador católico singular, pro­ fundamente conocedor de Hegel y, al mismo tiempo, de la filosofía escolástica. Acepta el pensamiento de Santo Tomás, como el más

Nimio de Anquín fue un verdadero meta­ físico, quizás uno de los más grandes que ha producido el país. Pese a su no muy prolífica producción bibliográfica, pocos podían aven­

grande filósofo católico de la Edad Media, pe­ ro no se aferra a la estructura de su sistema co­ 52

quitectura a partir de la cual puede profundi­

mo si fuera algo definitivo, sino como una ar­

tajarlo en el conocimiento de Hegel y quizá na­

die, además, añadiera a ello el minucioso co­ nocimiento de la escolástica.

LA FILOSOFÍA

En la década de los años cincuenta hubo otros filósofos que frisaban la cincuentena y que se destacaron. No todos se enrolaron en una corriente determinada, tema que la inci­ piente historia aún no ha abordado en pro­ fundidad. Hubo alguien que, ya sea por su vo­

anteriores y tuvo también una participación muy especial en el Congreso de Mendoza. Se

trata de Luis Juan Guerrero (1896-1956), a quien no le fueron extrañas la filosofía exis­ tencial ni la fenomenología, pero especial­ mente centró su atención en el problema de la

cación o por obra de las circunstancias,

belleza y la estética. Su exposición sobre las es­

mantuvo al respecto una severa independen­ cia. La filosofía asistemática facilitó esa orien­

cenas de la vida estética es ciertamente origi­ nal, y lo conduce a sostener que la belleza es el esplendor del Ser puesto en obra. Existe una vinculación de la estética con el obrar huma­ no en un universal horizonte trascendental.

tación. Es el caso de Ángel Vasallo (1902­

1972), quien experimentó una atracción especial por el sentido del filosofar. Se pregun­ taba ¿Qué es la filosofías’, y para responder el

interrogante sugería que la respuesta debía provenir de los mismos filósofos. Pensaba, por lo demás, que la pregunta debía obligar a bu­ cear en las formas principales que la filosofía asume en la historia y, finalmente, correspon­ día examinar el contenido de las filosofias pa­

ra ver y comprender las notas sustantivas y universales que la definen. Muy conocedor de los filósofos modemos como Blondel y Marcel y de los que lo precedieron, como Descartes, Pascal y Kant, y de los más lejanos en el tiem­ po, como San Agustín, los temas de la inma­ nencia y la trascendencia, de la subjetividad y

de la finitud lo sugestionaron. En algunas de sus obras se advierte que tanto la mística cris­ tiana como la metafísica francesa de la época, especialmente Blondel, lo marcaron, sin que por ello dejara de mostrar aspectos originales. Es verdad que Vasallo no adhirió a una co­

rriente determinada, pero las preferencias de los temas tratados evidencian que se halla cer­ ca de Pascal, Marcel y Blondel y que, cuando anuncia la presencia de la infinitud en la fini­ tud, lo conmueve la intuición de la divinidad. A fuer de justos, es necesario citar también

a un eximio pensador de los problemas estéti­ cos. Pertenece a la misma generación de los

LOS FILÓSOFOS CATOLICOS

La corriente filosófica de orientación cató­

lica ha tenido un fuerte arraigo en el país. Sus antecedentes se encuentran ya en el período hispánico y sus preocupaciones, con algunos altibajos, se mantienen de manera permanen­

te, aun durante el período más agudamente positivista.

Una de las figuras más nítidamente repre­ sentativas en este aspecto, que actuó en pleno auge del positivismo, especialmente en el últi­ mo cuarto del siglo XIX, fue Iosé Manuel Es­ trada (l842- 1894). Se ha dicho que anuncia el tomismo que está renaciendo. Insiste en la ex­ periencia como el fundamento legítimo de to­ da doctrina filosófica, pero expresa que Dios es el problema fundamental de la experiencia. Sobre la base de tal argumento, combate al po­ sitivismo. En otro orden, sostiene que la inte­ ligencia tiene por objeto la verdad. Y, como tu­

vo una destacada actuación política, se planteó el problema de la moral, en cuya acti­

tud sostuvo una postura decididamente to­ mista. Mas, en el ámbito de las ideas políticas,

prefirió la lectura de Suárez.

S3

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

nos Aires se produce, especialmente, con la de­

y resueltos de una manera armónica y cohe­ rente. El punto de partida, que sigue el derro­ tero de los grandes pensadores, Aristóteles y Santo Tomás, es la experiencia, hincada en lo concreto e individual y que, merced a la labor de la inteligencia, se eleva a la aprehensión de

dicación de Tomás D. Casares (1895- 1976). Fue,

las esencias.

en verdad, el principal impulsor de los Cursos de Cultura Católica. Quizás el comienzo de la

Se diría que, en ese pensamiento, existe presencia e influencia de Gilson y Maritain. Es harto conocido entre los filósofos cómo ha

Con el correr de los tiempos y, a medida que

avanza y concluye el siglo, ya en el XX, resurge

de manera evidente y fuerte el tomismo. Por cierto, aquí también existen distintos matices. El

resurgimiento de la filosofia escolástica en Bue­

agonía del positivismo obró como acicate pa­ ra que se produjera una consumada crítica a dicha corriente por parte de los pensadores católicos. En la década de los años veinte se fundó la revista Criterio.

miento de los tres grados de abstracción, doc­ trina que ha tenido aceptación entre muchísi­

mos tomistas y que también Derisi ha

El espíritu tomista de Casares, en orden a la

aceptado: ser material (primer grado), ser

filosofía general, se nutría especialmente de las

cuantitativo (segundo grado) y ser en cuanto

lecturas de Mercier y Sertillanges y, en orden a

la filosofía del derecho -era abogado—, fre­ cuentaba a Cathrein. Sostenía que la moral es el fundamento del derecho y que la persona humana es el único sujeto posible de derechos.

La década de los años cuarenta fue enor­ memente fecunda en obras de filósofos católi­ cos. Entre ellos se cuenta Octavio Nicolás Deri­

si (1907). Hoy es ya un sacerdote de avanzada edad y de la más pura ortodoxia tomista. Ha si­

do sumamente prolífico. Está absolutamente convencido de la legitimidad de la filosofía cristiana, representada por un tomismo que, desde el propio Santo Tomás, no ha hecho si­ no descubrir un cuerpo de verdades, alrededor de las cuales se ha perfeccionado hasta hoy la suma de todos los conocimientos, en los que la fe y la razón mantienen una estricta relación,

54

explicado Maritain la doctrina del conoci­

siendo subalternante la primera y subalterna­ da la segimda. En este punto, seguramente, Nirnio de Anquín no concordaría con él. Es evidente, por lo demás, que hay aquí todo un sistema y decir sistema significa que todos los grandes temas de la filosofía han sido tratados

ser (tercer grado). '

En la arquitectura del sistema la teoría hi­ lemórfica aristotélica y la teoría del acto y la potencia son poderosas palancas para susten­ tar la explicación de los seres físicos y de todo el mundo material, en un movimiento que se encamina hacia la perfección y lo inmaterial. Al orden especulativo sigue el orden prác­ tico que se establece con la jerarquía de la me­ tafísica, a la que se subordinan la ética y la po­ lítica. El bien, fundamento del orden moral, se organiza sobre el modelo de la causa final. De­ risi ha escrito sobre todos los temas irnportan­ tes que constituyen un sistema de filosofía y,

en cuanto a los que tienen relación con la me­ tafísica, merecen conocerse sus estudios que

tratan la cuestión de los fundamentos, por cierto metafísicos, del orden moral. No dejó de explicar, además, el meollo de los princi­ pios fimdamentales del tomismo, que han si­ do tomados de la doctrina de la inteligencia de Aristóteles y del propio Santo Tomás, donde se

despliega también la doctrina de la potencia y el acto y de la analogía del ente.

LA FILOSOFÍA

En este pensador tomista se encuentra, además —no podía faltar en manera algtma—, una filosofia de la persona. El estudio expresa

por eso, es una permanente búsqueda desde una situación temporal hacia la verdad intem­

sona, a su vez, se detallan como metafísica, mo­

poral. De ahí que el método reciba la denomi­ nación de dialéctica de la inadecuación peren­ ne. Como era de esperar, Caturelli concede una enorme importancia al problema antropologi­ co y enuncia una actitud que es, ciertamente,

ral y cultural. Y, como fin de la reflexión, se in­

original. La pregunta a la cual se responde es la

fiere que la persona es esencialmente religiosa, pues por su intencionalidad aspira a Dios. La

de quién es hombre, ya que no es dirigida sola­

los caracteres de la persona, que enumera de esta forma: unidad, inmanencia, libertad y su triple trascendencia. Las actividaderde la per­

crisis de la persona de nuestros días obedece a la irreligiosidad, que la hace caer en el antropo­

centrismo, lo que conspira espiritualmente contra el humanismo que Derisi profesa. Cabría agregar aún dos hechos de irnpor­ tancia: Derisi fimdó la revista tomista de filo­

sofía Sapientia y, con Alberto Caturelli, orga­ nizó el Primer Congreso Mundial de Filosofía Cristiana, que se realizó en Embalse, provincia de Córdoba, en 1979.

Entre los pensadores católicos de una ge­ neración posterior es inevitable la mención de Alberto Caturelli (1927). Este filósofo cordo­

mente al interlocutor sino que el que inquiere queda implicado en la interrogación. Sus tra­ bajos lo ubican siempre en actitud vigilante con una constante crítica al inmanentismo del

cual hace gala, generalmente, la sociedad de nuestros días y el actual hombre mediocre. No sería propio olvidar aquí que fue Al­ berto Caturelli quien escribió las notas de los filósofos argentinos aparecidas en el Diction­ naire des Philosophes, editado por Presses Uni­

versitaires de France, bajo la dirección de De­ nis Huisman. Su nombre figura también en la Enciclopedia filosófica di Gallarate.

Es preciso añadir que los sacerdotes jesui­

bés, metafísico, que ha tratado los temas fun­ damentales de la filosofía y que ha dedicado muchísimas y minuciosas páginas a la historia de la filosofía en el país y, específicamente, los tres volúmenes dedicados a Córdoba, es un

tas presentan una pléyade de pensadores cató­ licos que por sí solos honrarían una corriente filosófica. Aquí sólo hay espacio para mencio­

trabajador infatigable y autor de una produc­ ción bibliográfica impresionante. Su actitud, dentro del tomismo, con mati­

nas y Orestes Bazzano.

ces especiales, ha sido calificada como la de un interiorismo realista. Ha frecuentado con mu­

OTRAS EXPRESIONES Y "TENDENCIAS

nar a algunos de ellos, entre los cuales se cuen­ tan Ismael Quiles, Enrique B. Pita, Iuan Rosa­

cha simpatía la filosofía de San Agustín y, en­

Es un proceder habitual, del cual se abusa a

tre los filósofos actuales, ha encontrado en

veces, cuando se hace mención de un pensa­ dor, tratar de ubicarlo dentro de un casillero determinado, como si con ello todo quedase

Michele Federico Sciacca un espíritu fraterno en las ideas y en el método para resolver los problemas. Para Caturelli la filosofía comienza en mí y ese quehacer es interno a la situación histórica;

dicho y resuelto. Pero eso no es sencillo ni sim­

ple, sino un expediente cómodo para el crítico y el lector. La realidad muestra, por el contra­

55

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

rio, autores que se resisten a una rápida ubica­ ción, ya sea por la diversidad de sus trabajos, por la brevedad de ellos o por ciertos desliza­ mientos en sus tendencias, que no encajan en corrientes claramente definidas.

Se ha visto cómo el período se abre con el positivismo, continúa con una reacción espiri­

tualista, se produce la consolidación de la preocupación filosófica y luego, con el Con­ greso de Filosofía de Mendoza, se advierten ya

dos corrientes perfectamente estructuradas: el existencialismo y el tomismo renacido. Pero hay filósofos —algunos de los más importantes

que no sólo hablaron desde la cátedra, sino que se distinguieron más allá de ella- que tie­ nen perfiles especiales y cuya ubicación dentro de una corriente es difícil de establecer y que, si se lo hace, la decisión resulta polémica. Por ejemplo, no es tarea fácil ubicar en un casille­ ro a Nimio de Anquín, a quien ya se hizorefe­ rencia. A continuación se mencionarán algu­ nos otros con características peculiares.

El problema axiológico fue tratado por más de un pensador argentino. Uno de ellos fue Risieri Frondizi (1910-1983). Se interesó por el pensamiento norteamericano y el in­ glés, sin descuidar el francés y el alemán. Co­ mo una introducción a la axiología, se pre­ guntó: ¿Qué son los valores? Dada la polémica

surgida entre los subjetivistas y los objetivis­ tas, intentó una tercera solución, luego de ha­ cer un análisis de esas corrientes. Si se llama

provincia de Córdoba y ocupó la cátedra uni­ versitaria en Tucumán y en su provincia natal. Fue tomista pero no estrictamente ortodoxo. En su juventud, fue un entusiasta expositor de Heidegger y más tarde tuvo especiales prefe­ rencias por Buber, como se refleja en sus escri­ tos. Mostró una gran inquietud por los temas políticos y sociales, internándose, en ocasio­ nes, por las sendas que inquietaron a algunos existencialistas. Fue autor de una introducción

a los problemas de la filosofía que, publicada en España, alcanzó cuatro ediciones.

Compartió con muchos pensadores ar­ gentinos el estudio del hombre concreto y del hombre americano. Las meditaciones vertidas

en distintas conferencias fueron recogidas en un libro que ilustró conceptualmente su pre­ dilección por la expresión pensamiento real, que gustaba repetir en sus diálogos, como ca­ lificación de su actitud filosófica.

Por sus trabajos, que revelaban asiduas lecturas de la corriente existencialista y que, por otra parte, alternaba con las tendencias fe­ nomenológicas, Emilio Estiú (1914) se distin­ guió por sus preocupaciones estéticas. En ese sentido, se lo puede considerar digno émulo de Iuan Luis Guerrero. Fue director del Insti­ tuto de Filosofía de la Universidad de La Plata,

universidad de la que fue profesor y ocupó la cátedra de Historia de la Filosofía Moderna.

“situación” a las circunstancias, encuentra que

Un filósofo que, radicado en Mendoza, se

los valores tienen existencia y sentido sólo

preocupó especialmente por la historia del

dentro de una situación concreta y determina­ da. Es un filósofo que difícilmente pueda ser ubicado dentro de una corriente, ya que guar­ profesor y rector de la Universidad de Buenos

pensamiento argentino, fue Diego Pró (1915­ I999). Fundó la revista Philosophia en 1944, de la que fue su director. Sus famosas fichas de los filósofos argentinos contribuyeron a hacer conocer a muchos cultores de la filosofia. Ade­

Aires.

más, el anuario Cuyo fue un apoyo constante

da una independencia muy particular. Fue 56

Otro pensador digno de mención fue Ma­ nuel Gonzalo Casas (1911-1981). Nació en la

LA FILOSOFÍA

en el sentido indicado. Pero su mérito no se

Cabe aún mencionar en esta breve nómi­

agota sólo en esa tarea, ya que escribió tam­

na a Francisco García Bazán (1940), quien, na­

bién sobre temas de filosofía clásica e hizo per­

cido en Málaga (España), desde 1956 vive en la Argentina. Adquirió renombre internacio­ nal con sus estudios acerca de los primeros si­ glos del cristianismo y los gnósticos. Es indudable que aquí solamente se ha he­ cho una breve selección de filósofos y que, muchos más, quizá tan importantes como los mencionados, merecerían ser incluidos.

manente labor de investigación. Las ideas de Francisco Romero, según las

cuales el período de la filosofía enunciada a través de sistemas se está agotando, tuvieron su Continuador en Adolfo Carpio (1923), que nació en Buenos Aires, de cuya universidad nacional fue profesor. Su actitud filosófica se hace contemplación de problemas puntuales que surgen en cada época y, eventualmente, en

distintos lugares, lo que no implica el olvido de la naturaleza propia de la meditación filo­ sófica ni la historia de la filosofía sistemática. Sus lecciones fueron recogidas luego en un li­ bro que, publicado en 1971, fue reeditado con posterioridad con evidentes profundizaciones y una mayor riqueza conceptual. Según se ha afirmado, Arturo García As­

trada (1925) se ha aproximado a las últimas tesis de Nimio de Anquín. Profesó en la Uni­ versidad de Tucumán, donde dirigió la revista Humanitas, y en la de Córdoba. Ha sostenido que la finitud de la existencia es culpa; y que, en definitiva, ella se reintegra a la unidad del Todo en el cual tuvo origen. Reiteradamente queda afirmado que toda existencia retorna y se inserta en la Totalidad del ser.

La corriente de la filosofía analítica tiene también sus seguidores en el país. El contacto cada vez mayor de muchos pensadores argen­

OTROS CONGRESOS

Además del ya citado de Mendoza, en el período estudiado hubo otros congresos. El Segundo Congreso Nacional de Filosofía tuvo lugar en Alta Gracia (provincia de Córdoba), impulsado por el decano de la Facultad de Fi­

losofía y Humanidades y respaldado, luego, desde el rectorado de la Universidad Nacional de Córdoba. Alberto Caturelli hizo una excelente y ex­ haustiva crónica de la preparación y desarro­ llo del citado congreso, que fue publicada en la revista Humanidades de la facultad menciona­ da. Simultáneamente con la fecha de su reali­

zación (6 al 12 de junio de 1971), el mismo Caturelli publicó un libro sobre la situación de la filosofía en la Argentina de ese momento y, además, otra obra en la que se mostraban cuá­ les eran los temas más importantes de la filo­

cia. Un representante de esa corriente es

sofía contemporánea; obras que tuvieron por objeto ilustrar a los extranjeros y, en su caso, recordar a todos los concurrentes acerca de la

Eduardo Antonio Rabossi (1930). En los Esta­

situación de la filosofía en el país.

dos Unidos obtuvo su título de Master of Arts y sus obras revelan una preocupación por el lenguaje en cuanto se relaciona con los pro­ blemas éticos.

Congreso de Mendoza. En el ínterin había asu­ mido otra perspectiva la polarización entre el

tinos con el pensamiento norteamericano y con la filosofía anglosajona lo pone en eviden­

Habían pasado veintidós años desde el

tomismo y el existencialismo. Los críticos, en

57

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

diversas, hicieron notar su presencia, lo que también aconteció, en menor grado, con los

tranjero. Hubo otros que prefirieron el exilio interno, aun a riesgo de sus propias vidas. Las universidades fueron intervenidas por perso­ nal militar y hubo quemas de libros. A tal ex­

existencialistas. Pero aparecieron también otras

tremo llegó la gravedad de los hechos —con la

corrientes, como las de signos de izquierda y de

consiguiente repercusión fuera del país- que el

afinidades con el marxismo. Hubo, como no

presidente de la Federación Internacional de

general, reconocieron que nadie quedó exclui­ do del congreso. Los tomistas, con tonalidades

podía ser de otra manera, algunos pensadores que se mostraron eclécticos y otros muy de­ pendientes de las ideas europeas. Este congreso señaló una etapa nueva y más avanzada que la de Mendoza en lo que se refiere a la madurez de los filósofos argentinos y a la investigación. Participaron más de cuatrocientos filóso­

fos. Diríase que, dado el horizonte político

cional de Filosofía, "realizado en octubre de 1980, en Buenos Aires, con el objeto de conver­

sar con algimos profesores que habían perdido sus cátedras y ofrecerles continuar su labor en la costa oeste de los Estados Unidos.

signos de la filosofía de la liberación para ter­

Precisamente, ese Tercer Congreso Nacio­ nal de Filosofía, que se celebró conmemoran­ do el cuarto centenario de la fundación de la

ciar entre los polos tomismo-existencialismo. Aquí es oportuno hacer algunas reflexio­ nes sobre la importancia de la situación polí­

ciudad de Buenos Aires, fue organizado por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universi­ dad de Buenos Aires. Trabajaron activamente

tica en el país, que ha influido siempre en el

en su realización Eugenio Pucciarelli y Merce­

pensamiento y en las ideas de los intelectuales

des Bergadá. Fue un congreso en el que se mostraron virtualmente todas las corrientes

mundial y el propio del país, aparecen también

argentinos. Una actitud químicamente pura en cuanto a tratar la evolución y el estado del pensamiento filosófico, haciendo caso omiso de la realidad política y social, implica oculta­ miento y falta de lealtad con el lector. En la Argentina, en el siglo XX, hubo diver­

sos movimientos de fuerza que quebrantaron el orden institucional en 1930, 1943, 1955,

S8

Sociedades de Filosofía de entonces, doctor Al­

win Diemer, concurrió al Tercer Congreso Na­

filosóficas. Las deliberaciones se enmarcaron dentro del tema general, que fue el del sentido y vigencia de la filosofia en el mundo actual. El

congreso se clausuró con una exposición del filósofo italiano, especializado en Filosofia del Derecho, Sergio Cotta. Tres años después, en 1983, se realizó en

1966 y 1976. El ritmo se produjo, en esos casos, con intervalos cada vez menores, sin contar al­

Salta el Cuarto Congreso Nacional de Filosofía,

gún otro remezón. Si bien los movimientos

con menor número de participantes que los an­

siempre tuvieron algtma incidencia en la vida de los filósofos, generalmente dependientes de

teriores, en el que se notó un predominio de la filosofía analítica en las comunicaciones. No

sus cátedras para subsistir, el que se dio en 1976 tuvo una repercusión tremendamente mayor que los anteriores. Muchos profesores

concurrieron algunas figuras importantes de la filosofia nacional. El congreso se realizó en el año en que concluía el gobierno de facto y se reanudaba la vida constitucional en el país, con la asunción de un gobiemo democrático.

perdieron sus cátedras. Hubo quienes empren­ dieron el camino del exilio y se fueron al ex­

con el tema principal de Conocimiento y verdad,

LA FILOSOFÍA

LA FILOSOFÍA Y LAs DISCIPLINAS

PARTICULARES. Los NUEvos PROBLEMAS. LA PRESENCIA ARGENTINA EN EL MUNDO

Hay una notoria presencia de filósofos ar­ gentinos dedicados al cultivo de la filosofía de

las disciplinas particulares. Así, por ejemplo,

en Filosofía del Derecho, se han destacado mundialmente diversas personalidades. Quí­ zás el más conocido es el caso de Carlos Cos­

sio, autor de la llamada teoría egológica del derecho. Gran polemista, tuvo un resonante y prolongado debate con el célebre Hans Kelsen y, en el país, polemizó también con Alfredo Fragueiro. El filósofo francés Albert Brirnó, l Vicente Fatone.

Hubo, además, otros congresos. Algunos de importancia. Cabe destacar, entre ellos, el Pri­

mer Congreso Mundial de Filosofía Cristiana, organizado por la Sociedad Católica Argentina de Filosofía. En su realización trabajaron Octa­ vio Nicolás Derisi y Alberto Caturelli. Se cele­

bró en Embalse (provincia de Córdoba), con el

tema principal La filosofía del cristiano, hay. Concurrió una apreciable cantidad de pensa­ dores extranjeros. En él se advirtió una severa crítica al inmanentismo de la filosofía actual. Desde una perspectiva particular, la Aso­ ciación Argentina de Filosofía del Derecho

cuando escribió su Panorama de la Filosofia del Derecho, le dedicó a Cossío nada menos que ocho páginas. Cossío fue, además, tradu­ cido a diversos idiomas. Se ufanó muchas ve­

ces de que el lógico polaco Jerzy Wroblesky hubiera aprendido español para poder leerlo, lo que pudo confirmar el autor de este capítu­ lo por propia confesión de Wroblesky. Fueron conocidos en el exterior, en la mis­

ma disciplina, entre otros, Enrique Martínez Paz, Alfredo Fragueiro, Guido Soaje, Genaro Carrió, Eugenio Bulygin, Carlos Alchourrón, Ernesto Garzón, Roberto José Vernengo, Iuan Carlos Smith, Ricardo Guíbourg, Miguel An­ gel Ciuro Caldani y Carlos Massini. Se debe

realizó el Primer Congreso Internacional de su

aclarar que la Asociación Argentina de Filoso­ fía del Derecho, afiliada a la IVR (organismo

especialidad en el año 1982, organizado por

internacional que agrupa a las asociaciones

Juan Carlos Smith, en la ciudad de La Plata.

nacionales), por la cantidad y la calidad de sus miembros, se encuentra entre las primeras del mundo.

Por otra parte, en Córdoba, se celebran anualmente las Jornadas Nacionales de Filoso­ fía desde finales de la década de los años seten­

ta. Abundan también reuniones a escala regio­ nal, generalmente centradas en Buenos Aires, Tucumán, Córdoba, Salta y Mendoza.

En el orden de la Epistemología, la Argen­

tina ha tenido cultores desde hace mucho tiempo. Entre los primeros se cuenta Nimio de Anquín, que, con su trabajo publicado en

59

LA DIMENSIÓN (IIENTÍFICA Y CULTURAL

1927 en la Revista de la Universidad Nacional

de Córdoba, ganó la beca que lo llevó al Viejo

No es posible cerrar la nómina de estas re­ ferencias sin mencionar a Armando Asti Vera,

Mundo. En un tiempo más cercano, en una línea tomista ortodoxa, existe una obra de

autor de temas de esta especialidad, infortuna­ damente fallecido a edad muy temprana.

Octavio Nicolás Derisi. Y, finalmente, en una

Los filósofos argentinos se han ocupado

línea abierta y menos teórica, se encuentran los trabajos de Franco Murat y Gregorio Kli­

también con preferencia de la ética y de los te­

movsky.

aquí a Rafael Virasoro (1906-1984), quien se

La especialidad en Lógica es muy rica en estudios, desde las obras simplemente escola­ res hasta las de mayor especialización y pro­

fundidad. El francés Edmond Goblot, por ejemplo, influyó y tuvo contactos epistolares con Raúl Martínez, ya desde 1924. Francisco Romero y Eugenio Pucciarelli, con alguna in­ fluencia fenomenológica, publicaron una Ló­ gica que alcanzó varias ediciones. Existen, ade­

más, trabajos de Alberto Moreno, Juan Ramón Sepich, Jorge Roetti, Iorge Bosch, Vicente Fa­ tone, María Angélica Colacilli de Muro y Iuan Luis de Angelis.

ha preocupado por analizar y distinguir lo bueno de lo malo. Es bueno aquello que es de­ bido, afirma, con la convicción del que siente la necesidad de encontrar los fimdamentos de la

moral. Con conocimiento de las obras de Max Scheler, de Hartmann y de Husserl defiende la

objetividad de los valores y proclama que el hombre no puede ser realmente tal sin ellos. Por otra parte, en este período, se han per­

filado nuevos problemas puntuales, pero no por ello menos trascendentes para el hombre y su biosfera, que han suscitado la atención in­ cluso delos filósofos. Uno de ellos se roza con

En Filosofía de la Naturaleza existen bue­

la vertiente política: es el de los derechos hu­

nos trabajos de Iuan E. Bolzán, que siguen una

manos. Existe una notoria preocupación al

línea neotomista, algunos de ellos sobre temas históricos, otros que tratan de dar una visión

panorámica de la materia y otros, en fin, que vinculan especialmente al hombre, a las cosas y al tiempo. Sobre Filosofía de las Ciencias ya había lla­ mado la atención, en el Congreso de Mendoza de 1949, la obra realizada por Raymundo Par­ do referida al tema de los integrantes raciona­ les, en una actitud inmanentista y relativista.

Pero el máximo representante es, sin duda, Mario Bunge, que cosechó prestigio interna­ cional. Reside actualmente en el Canadá. En

60

mas relacionados con ella. Cabe mencionar

respecto, que, si bien viene de lejos, se ha acen­

tuado con los actos perpetrados por regíme­ nes dictatoriales durante la Segunda Guerra Mundial y, además, por ciertos gobiernos de fuerza y de otros que, sin ser de fuerza, no los respetaron ni los respetan. Los avances de las ciencias también han traído, como contracara, diversas situaciones dignas de estudio. Es el caso, por ejemplo, de los procedimientos y métodos de la ingeniería genética y de todos los aspectos de la técnica con respecto a la vida del hombre, a su gesta­ ción, a su desarrollo, a su forma de vida y a su

muerte. La bioética, en este sentido, es una

su vasta producción, que abarca también te­ mas epistemológicos, el lector puede encon­ trar respuestas acerca de la ciencia, de su mé­

disciplina que tiene ya una presencia indiscu­ tible, situación que se acrecentará a medida

todo y de la filosofía.

que se avance en el tiempo.

LA FILOSOFÍA

l Eugenio Pucciarelli.

Los problemas ecológicos también rozan con sus aristas las meditaciones filosóficas. Es

el estudio de la actitud que tiene el hombre frente a la naturaleza lo que afina la sensibili­ dad de las conciencias. Tema muy digno para

el filósofo, que tiene futuro asegurado para complejas elucubraciones. En otro orden, es dable destacar la notoria y permanente presencia de los filósofos argen­ tinos en el mundo, a través de los congresos, de las publicaciones, de los diccionarios espe­ cializados y de las revistas editadas en el ex­

tranjero y en el país, que llegan a los diversos centros universitarios y académicos.

Si se amplía con indulgencia el período aquí tratado, como antecedente de lo que ocurrió al comienzo del siglo XX, es posible citar, brevemente, el conocimiento que se tu­ vo de los trabajos de Florentino Ameghino en el extranjero —por cierto que dentro de su es­ pecialidad-, pero con resonancias netas en las

disciplinas filosóficas. Iosé Ingenieros, a su vez, hizo conocer su pensamiento en los Esta­ dos Unidos y tuvo el orgullo de ser traducido al francés, así como otros pensadores del pe­ ríodo. Coriolano Alberini dictó conferencias en

Alemania con las que hizo conocer las co­ rrientes filosóficas en nuestro país. En el año 1930 apareció en Berlín su trabajo sobre la fi­ losofía alemana en la Argentina. Para no prolongar las citas puntuales con que se pretende llamar la atención sobre este tópico, cabe recordar que en 1983 se publicó en

Francia un diccionario que contiene la nómina mundial de los filósofos de todos los tiempos y,

en ella, figura una cincuentena de filósofos ar­ gentinos. La redacción, en lo que atañe al país, fue encomendada a Alberto Caturelli, aunque

la selección correspondió al director de la pu­ blicación, D. Huisman. También el conocido diccionario de filosofía de Ferrater Mora indu­

6]

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

ye en su nómina y en su bibliografía a diversos intelectuales argentinos. Por último, los principales congresos de fi­

materia, ya no Filosofía, sino Ideología y ter­ minó recomendando a sus alumnos la lectura del materialista barón de Holbach. Finalmen­

losofia que se realizan en el mundo, cuentan, frecuentemente, cualesquiera sean su sede de realización y su temática, con filósofos argen­

te, Diego Alcorta, espíritu morigerado, conci­ liador, médico por lo demás, enseñó la materia

finos

e ideólogo de los primeros juntamente con

por el francés Pierre Cabanis, médico también Destutt de Tracy. Cabanis pretendía explicar la

relación entre cuerpo y espíritu en el hombre, LA FILOSOFÍA EN EL PAÍS

Desde muy temprano, en el país, a medi­ da que ha ido madurando el pensamiento fi­ losófico ha circulado el interrogante: ¿Existe

Así las cosas, los jóvenes que integraron la

generación de 1837 (especialmente, Iuan

realmente una filosofía argentina? No nos equivocaremos si respondemos afirmativa­

Bautista Alberdi, Marcos Sastre y Juan María Gutiérrez, sin olvidar a quien fue como el her­ mano mayor de esa generación, Esteban Eche­

mente. Es decir, existe una filosofía en la Ar­

verría) habían bebido en las fuentes de la

gentina. De eso no cabe duda, como ya ha si­ do analizado hace tiempo. Más polémico sería decir que existe un pensar filosófico argentino propiamente dicho. Sin embargo, han existi­ do y existen intentos, al menos, para demos­

Ideología.

1880, predominan dos corrientes: el romanti­ cismo y el eclecticismo. No puede, en verdad, hablarse de filosofía romántica (el vocablo de­

trar que el pensamiento argentino tiene de­

biera reservarse para el movimiento literario).

terminada originalidad, o, en todo caso,

La generación del ’37 fue más bien ecléctica en

alguna singularidad. Para tener cierta perspectiva, es necesario

filosofia y romántica en literatura. Pero, siem­ pre y en todo caso, fue primordialmente deu­ dora del pensamiento francés y, a través de él, hubo también influencia escocesa y alemana. De lo que no hay duda es de que Alberdi es el máximo receptor de la filosofia europea en la Argentina, en la primera mitad del siglo XIX. Tampoco es posible hablar del “positivismo” de Alberdi, así bautizado por los positivistas, que sólo pretendieron enriquecer las raíces de su corriente.

dirigir la atención hacia los orígenes de las es­ peculaciones en el país, luego de los sucesos de mayo de 1810. Se advierte de inmediato que existen dos vertientes: la enseñanza de la tradi­

cional filosofía escolástica, y a poco andar, el cultivo de la Ideología, actitud filosófica que en Francia representó el ocaso de la Ilustración, que es expuesta, en primer lugar, por Juan Cri­ sóstomo Lafinur, en la cátedra de filosofía del Colegio Unión del Sud. Los pasos de la nueva corriente fueron muy agitados, situación que

empeoró con Juan Manuel Fernández de Agüero, que sucedió a Lafinur —ya fundada la 62

problema y temática típicamente franceses, ge­ nerados por la meditación cartesiana.

universidad- y que fue quien denominó a la

Suele afirmarse que, desde 1837 hasta

Alberdi trata de ser original. Generalmen­ te, lo que recibe es asimilado y no sale exacta­ mente como ha entrado. Algo cambia, algo es

modificado y es interpretado a través de la perspectiva de su tiempo y lugar. Cree en el

LA FILOSOFÍA

progreso, cree en la perfectibilidad indefinida preconizada por Pierre Leroux; sigue en mu­ chas ideas a T. Iouffroy y tiene otras deudas, además, con otros pensadores franceses. Pero, fundamentalmente, la generación del ’37 sabe que tiene como misión urgente y principal or­ ganizar el país y se pregunta qué es el país, có­ mo es el país y con qué se cuenta para ello. La hora de la espada concluyó, dicen a coro Eche­ verría y Alberdi. Es menester pensar en la or­ ganización. De manera que su filosofía pensa­ da en Europa debe aplicarse a esta tarea ahora y aquí. Los países europeos han pensado los problemas para el tronco de la humanidad y dieron las soluciones universales. Correspon­ de ahora aplicarlas aquí, en cuanto somos una rama de la humanidad. Por eso, no es extraño

que se busque la identidad de la patria y los valores autóctonos.

liares, a la que se suma el interés por Hegel, por obra de Nimio de Anquín, y, casi de in­ mediato, el resurgimiento del tomismo orto­ doxo con Octavio Nicolás Derisi. En el me­

dio de los dos polos se encuentra toda una gama de filósofos, algunos independientes y otros que buscan afinidades con característi­ ca propias. La fenomenología no ha sido extraña y es

que Husserl fue un autor muy leído en los años cuarenta y cincuenta. Esa generación re­

cuerda con cuánto entusiasmo era expuesto por los maestros desde sus cátedras. Igual­ mente ocurría con el tema de los valores, el de la antropología y el de la singularidad del pen­ sar filosófico argentino, que ocuparon mucho

espacio en la mente de los pensadores. Al meditar sobre este panorama, se obser­ va que el horizonte filosófico no ha cambiado

Luego vendrá, al aproximarse la culmina­

mucho desde Alberdi. Se ha receptado siempre

ción del siglo, el positivismo, que se prolonga­

la filosofía europea y se la ha cultivado perma­ nentemente, a veces con originalidad, y otras, no tanto. Los sistemas filosóficos son auténti­

rá hasta el período en que comienza este capí­ tulo. Y, ya en la década de los años veinte, Iosé

Ingenieros representará, con matices propios, el estado terminal del positivismo argentino. Lo sigue la reacción antipositivista, un re­

montar hacia el espiritualismo, y de ahí en adelante, a medida que se consolida el pensar filosófico en el país, la recepción de la filoso­ fía europea se hace notar cada vez más. Una corriente aparece y otra resurge: el existen­ cialismo y el tomismo. En un caso, especial­

mente el estudio de Hegel, de Husserl y de Hartmann, de Scheler y de Heidegger, se pro­ fundiza cada vez más. Surge una corriente de­ cididamente fenomenológica y existencialista como la de Carlos Astrada y sus seguidores. En el otro caso, se renuevan los estudios de los

antiguos, de San Agustín, de Santo Tomás y reelaboran una escolástica con perfiles pecu­

camente europeos; los pensadores argentinos receptan y adaptan, critican y agregan, desde una perspectiva argentina. Al promediar las tres cuartas partes del si­ glo )Q(, nuevas preocupaciones disputan el centro del pensar. La filosofía de la liberación y el problema de los derechos humanos, los problemas de la naciente bioética, los proble­ mas ecológicos, del trabajo, los debates ideoló­

gicos y los problemas puestos de manifiesto por la ingeniería genética se hacen notorios a medida que avanza el siglo.

No obstante, la corriente neotomista se mantiene como una especie de avenida troncal de la historia de la filosofía en la Argentina, que no pierde vigencia, no cesa de renovarse, ni ce­ ja en el tratamiento de los nuevos problemas.

63

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

La mentalidad argentina siempre se ha mos­ trado atenta a las inquietudes y novedades del hemisferio norte y, sin ser adalid notorio de nuevos sistemas, se encuentra presente de ma­ nera ostensible en el estudio de ellos desde una

Quizás el hecho de que la filosofía sistemá­

tica ceda el paso a una actitud más bien asiste­

mática, de problemas puntuales, favorezca la variedad y la multiplicación de los temas filo­

especial perspectiva. Pareciera que la actitud de

sóficos. Todo ello contribuye a que madure una floración de acercamientos hacia un pen­

Alberdi, de alguna manera, continuara vigente.

samiento plural y planetario.

ORIENTACIÓN BIBLIOGRAFICA Para introducirse en la historia del perío­ do tratado en este capítulo, si se quiere pro­ fundizar su conocimiento, es aconsejable la

gundo Congreso Nacional de Filosofía, editó una obra de igual título, Buenos Aires, 1971. Éste es un volumen de más de trescientas cin­

lectura de la obra de LUIS FARRE, Cincuenta

cuenta páginas, con notas al final de cada capí­ tulo, que dan la bibliografía más completa, así como datos adicionales de real importancia.

años de Filosofía en Argentina, Buenos Aires, 1959. Tiene un hermoso prólogo de Coriolano Alberini. En sus aproximadamente 350 pági­

nas se puede contemplar un panorama bas­ tante completo, al mismo tiempo que una

preferido. Como complemento, CATURJELLI ha

apreciable bibliografía. Por otra parte, Luis Fa­

escrito Presente y futuro de la Filosofía en la Ar­

rré, filósofo serio y equilibrado, hace un estu­ dio crítico de enorme valor para quien se ini­ cia en el tema. FARRE ya había publicado su artículo “Diez años de filosofía argentina”, Re­

gentina, Córdoba, 1972. En forma más cir­

vista de la Universidad de Buenos Aires, Buenos

cunscripta, publicó un trabajo de profunda in­ vestigación que tituló La historia de 1a Filosofía

en Córdoba, tres volúmenes, Córdoba, 1993, y también su voluminosa obra Historia de Ia Fi­

Aires, enero-marzo de 1950, págs. 141-222. Más recientemente, nuevamente LUIS FA­

losofia en la Argentina, Buenos Aires, 2001.

RRE, con la colaboración de CELINA A. LÉRTORA

para tener una noción del tema, se puede

MENDOZA, publica La Filosofía en la Argentina,

consultar a HUGO EDGARDO BIAGINI, Panora­

Buenos Aires, 1981. La obra, relativamente

ma filosófico argentino, Buenos Aires, 1985. Es muy informativa a través de diversas perspec­ tivas: bibliografías, congresos, encuentros, so­ ciedades, asociaciones, homenajes, revistas, etcétera.

breve, abarca desde el período colonial hasta la época de la finalización de los años setenta. Es

una buena guía, con un índice de autores, que facilita la búsqueda. Pero, con ser buenas las obras señaladas, es

64

Tiene, además, un completo índice de autores y uno general que ubica al lector en el tema

Si se desea acudir ahora a una obra breve

Es también de utilidad el libro de I. C.

imposible prescindir de ALBERTO CATURELLI.

TORCHIA ESTRADA, La filosofía en Ia Argentina,

Este filósofo tiene una vasta experiencia en el tema. Ha publicado La filosofía en Ia Argentina actual, Córdoba, 1962, y con motivo del Se­

Washington, 1961, especialmente si se quiere investigar el pensamiento filosófico argentino hasta la primera mitad del siglo XX.

LA FILOSOFÍA

A veces, un buen medio para encontrar datos que no suelen aparecer en otras obras es acudir a un diccionario. En ese aspecto, puede ser de utilidad la consulta de la obra dirigida por DENIs HUIsMAN, Dictionnaire des Philosop­

hes, dos volúmenes, París, 1983, que recoge el pensamiento filosófico de toda la humanidad

y refleja cómo ven el panorama de la Argenti­ na desde Europa. Es cierto que Alberto Catu­ relli ha escrito lo referido a los filósofos argen­ tinos (se citan casi cincuenta autores), pero la selección final se debe a la dirección de la edi­

ción. De igual manera, el trabajo de IOsE FE­ RRATER MORA Diccionario de Filosofía, Madrid,

numerosas ediciones (las últimas de ellas, en cuatro volúmenes), contiene citas de autores y

obras de pensadores argentinos. Si se prefiere conocer la opinión histórica de los pensadores argentinos, es posible reco­ rrer algtmas obras que merecen ser leídas para

juzgar la perspectiva que ellos tenían en su

en el siglo XIX, en los medios de orientación de la escolástíca tradicional.

Para quienes desean conocer los orígenes filosóficos en el país, GUILLERMO FURLONG ha

escrito Nacimiento y desarrollo de la filosofia en el Río de La Plata, Buenos Aires, 1952.

Para profundizar el estudio de la enseñan­ za y la recepción de la filosofía en la primera mitad del siglo XIX, se puede acudir a OLsEN A. GHIRARDI, El primer Alberdi. La filosofía de

su tiempo, Buenos Aires, 1989, y del mismo autor, La filosofía en Alberdi, 2° edición, Cór­ doba, 2000, y El derecho natural en Alberdi, Córdoba, 1998. En el estudio de las corrientes filosóficas en particular, se han producido estudios de in­ dudable importancia que aportan no sólo una noticia al respecto sino que muestran, además,

un juicio de valor. Así, por ejemplo, para el positivismo se pueden leer: RICAURTE SOLER, El

positivismo argentino, Buenos Aires, 1968; EN­

tiempo. Entre ellas, se pueden citar las de lOSÉ

RIQUE EDUARDO MARI, Neopositivismo e ideolo­

INGENIEROS, La evolución de las ideas argenti­

gía, Buenos Aires, 1974; B. PERELsTEIN, El posi­

nas, Buenos Aires, 1963; ALEJANDRO KORN, In­

tivismo y el antipositivismo en la Argentina,

fluencias filosóficas en la evolución nacional,

Buenos Aires, 1952; HUGO A. BIAGINI (compi­

Buenos Aires, 1983; CoRIoLANo ALBERINI, Pre­

cisiones sobre la evolución del pensamiento ar­

lador), El movimiento positivista argentino, Buenos Aires, 1985. Para el existencialismo,

gentino, Buenos Aires, 1981; FRANCISCO ROME­

pueden consultarse los libros de MATILDE IsA­

RO, Filosofía contemporánea, Buenos Aires, 1950; del mismo autor, Sobre la filosofía en

BEL GARCIA LOSADA, La filosofía existencial. Sus

América, Buenos Aires, 1952, y IOSE LUIS RO­

MERO, Las ideas en la Argentina del siglo XX, Buenos Aires, 1982.

Hay, además, temas y detalles muy pun­

introductores, Buenos Aires, 1999, y de VICEN­ TE FATONE, Introducción al existencialismo, Buenos Aires, 1953. Para el estudio del tomis­

mo ortodoxo, nada mejor que la lectura de las obras de monseñor OCTAVIO NICOLAS DERISI,

tuales. Para el caso se puede leer todo lo publi­

cuya nómina se puede consultar en la revista

cado por DIEGO PRO en Mendoza, especial­ mente en la revista Cuyo y en sus artículos y obras rescatadas del olvido, por ejemplo, los

Sapientia, n° 35, Buenos Aires, 1980.

Elementos de Metafísica del padre Buenaventu­

leerse de ALBERT BRIMO, Les grands courants de

ra Hidalgo, que ilustra la enseñanza impartida

la philosophie du Droit et de l’état, París, 1968.

Si se desea consultar la opinión que ha merecido Carlos Cossío en Francia, puede 65

LA DIMENSION CIENTIFICA Y CULTURAL

Finalmente, las actas de los congresos y de las jornadas son siempre una buena fuen­ te para quien desee profundizar los conoci­ mientos, a la par que expresan el nivel que se ha alcanzado en cada caso. Para una visión circunstanciada de los congresos argentinos de filosofía, pueden consultarse sus Actas. Del

66

primero se cuenta con tres volúmenes, publi­

cados en Mendoza, 1949; del segundo, sus Actas han sido editadas en Buenos Aires, 1973. Las actas del Primer Congreso Nacio­ nal de Filosofía Cristiana fueron publicadas con el título de La filosofia del cristiano, hoy, dos volúmenes, Córdoba, 1980.

58. LA HISTORIOGRAFÍA Beatriz I. Moreyra

El objetivo de este capítulo es ofrecer un ba­

una evolución sintética del recorrido historio­

lance de la historiografía argentina, poniendo énfasis en los temas vinculados a la profesiona­ lizadón e institucionalización de la disciplina, las perspectivas teóricas y metodológicas pre­

gráfico. No obstante, el lector encontrará un análisis más detallado de los procesos históri­ cos que han sido motivo de reflexión historio­

valecientes, las temáticas y líneas interpretativas

que integran la obra y en sus correspondientes orientaciones bibliográficas.

más sobresalientes y los problemas vinculados a las condiciones de producción y difusión del conocimiento histórico. Al abordar esta visión

gráfica en los distintas partes, tomos y capítulos

de conjunto es necesario señalar las lirnitacio­ nes inherentes a este balance de la evolución no

LA PROFESIONALIZACIÓN

lineal y compleja de la historiografía del siglo XX hasta 1983. En primer lugar, éste no impli­ ca una descripción exhaustiva de la historio­ grafía argentina, descripción que hubiera sido no sólo imposible por las características y ex­ tensión de este capítulo sino, además, porque la simple descripción del corpus historiográfico no permite brindar una reflexión crítica sobre las formas de construir los relatos históricos y

DE LA HISTORIA. LA NUEVA ESCUELA

sus diversas interpretaciones. En segundo lugar,

esta visión casi secular adolece de una dosis consciente de esquematismo —que no implica

simplificación- y que explica que los matices, las reformulaciones cambiantes y la especifici­ dad de algunas expresiones individuales de las diferentes perspectivas historiográficas queden a veces opacadas ante la necesidad de ofrecer

Y LA INSTITUCIONALIZACIÓN

HISTÓRICA

Durante el siglo XX, los estudios humanos e históricos, en particular, estuvieron fuerte­ mente influidos por discusiones metodológi­ cas -debidas a las innovaciones en su lógica, en sus esquemas conceptuales, en sus orienta­ ciones- y por los problemas derivados de la investigación empírica. Ello explica que toda­ vía hoy subsista un considerable desacuerdo y un amplio espectro de opinión sobre las cues­ tiones relacionadas con la delineación y expli­ cación de la realidad histórica.

Entre 1870 y 1930, la historia se convirtió

en una disciplina profesional autónoma por derecho propio. El tema fundamental del que­

67

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

hacer historiográfico fue la evolución admi­ nistrativa y constitucional del Estado-nación y sus relaciones militares y diplomáticas, privi­

legiando el estudio de las elites. Es el período, además, donde los problemas de las fuentes y

sitivistas, y la interpretación y presentación de los resultados, en los que las facultades intuiti­

vas y la personalidad del historiador ocupaban

de los métodos garantizaban el estatus cientí­ fico y la identidad profesional. La Historia era documento y crítica y existía, además, un cla­ ro divorcio entre historiadores y científicos so­ ciales. Por otra parte, la gran controversia me­ todológica se daba entre el positivismo y las corrientes hermenéuticas o idealismos con­

un lugar de privilegio. Por otra parte, esa etapa de la conforma­ ción de la historia como ciencia estuvo estre­

temporáneos cuya decisiva prevalencia ocupó el espacio historiográfico hasta casi la tercera década del siglo XX. La corriente positivista en

proceso no estaba en contradicción con la

historia privilegiaba un modelo de conoci­ miento como representación del pasado a tra­ vés de una relación de inmediatez con el dis­

curso de la documentación y un claro individualismo metodológico. Las tradiciones herrnenéuticas o neo-idealistas rechazaron de

plano la autonomía de los hechos y el progra­

ma formalista de la tradición anterior y lo

chamente relacionada con el proceso de profe­

sionalización, cuya meta era aglutinar los historiadores que compartían el mismo rigor científico y crítico. Pero, paralelamente, este función social de la disciplina. En este sentido,

la investigación y la enseñanza de la historia eran consideradas como elementos decisivos de la consolidación del Estado nacional y co­ mo garantes de su identidad. La Argentina no permaneció al margen de este fenómeno mundial de profesionalización,

institucionalización y debate metodológico disciplinario. Durante la primera década del siglo XX, se sitúan los inicios de la constitu­

reemplazaron por "un enfoque histórico, socio­

ción de un campo intelectual e historiográfico

lógico y relativista de la explicación. Estas co­

y fue también el origen de la historia profesio­

rrientes hermenéuticas, aunque amplias y dis­ pares, negaban la posibilidad de una ciencia causal empírica de la acción y la sociedad y conceptualizaban que la tarea del investigador

nal. Esta preocupación congregó a un grupo escogido de historiadores, a los que en 1916 Juan A. García denominó la Nueva Escuela

histórico era entender las intenciones de los ac­

pados a partir de 1905 que reclamaban un

tores con miras a interpretar el fenómeno so­ cial en términos de los motivos y significados que las estructuras sociales tenían para los ac­ tores. Es decir, este enfoque se concentraba en la elucidación de los complejos de significado subjetivos y culturales. A pesar de las diferen­

nuevo comienzo para la historiografía argen­ tina, un replanteo apoyado fundamentalmen­ te en principios metodológicos y que hacía hincapié rigurosamente en la faz crítica. Este grupo estaba integrado por Luis María Torres, Rómulo Carbia, Ricardo Levene, Diego Luis Molinari, Emilio Ravignani, Roberto Levillier, Enrique Ruiz Guiñazú. Con excepción de To­ rres, compartían un mismo horizonte genera­ cional, lo que significaba que un mismo clima

cias esenciales en los dos paradigmas, al finali­ zar el siglo XIX se llegó a un compromiso en­

tre positivistas e intuicionistas. Esta dificil 68

rico en dos fases: la recogida y preparación del material, donde prevalecían los supuestos po­

síntesis se resolvía dividiendo el trabajo histó­

Histórica, un conjunto de profesionales agru­

LA HISTORIOGRAFIA

de ideas caracterizó sus años formativos y que también integraban redes de relaciones inter­ personales superpuestas. La denominación Nueva Escuela Histórica

aludía a una profunda renovación en los estu­ dios históricos que reconocía fuentes de inspi­ ración europea, pero también locales. En rela­ ción con el cuadro de referencias europeas, la influencia metodológica alemana fue especial­ mente importante. Pero también se incorpo­ raron aquellos nuevos historiadores que pro­

ponían una forma de trabajo diferente -del Croce invocado por Carbia y Ravignani al Henri Berr integrado por Levene-, sin encon­ trar en ello motivos de contradicción. La una­ nimidad se hacía alrededor del manual de Ber­

heirn y del breviario de Seignobos. En una palabra, se basaban en un programa de estric­ to rigor metodológico. En cuanto a las influencias locales, la Nue­

va Escuela presentaba una precisa filiación historiográfica consistente en el renacimiento de los estudios históricos a partir de las reglas de la crítica histórica y de las disciplinas auxi­ liares en las que Mitre había sido el precursor.

Por otra parte, el tipo de historia propuesto por Mitre aparecía como valorizable en rela­ ción con su compatibilidad con la imagen de tarea científica que proponían los modelos historiográficos y profesionales externos esco­

gidos como norte por la nueva generación, que se orientaban a valorizar una historia eru­ dita, ético-política y organizada en forma na­ rrativa y a mirar con desconfianza las relacio­

nes con las ciencias sociales, así como la exploración de terrenos alejados de esa histo­

la influencia de Emesto Quesada, cuya inter­ pretación del pasado argentino parecía más neutral que la de los estudiosos del siglo XIX y

cuyas dimensiones generalizantes o tipologí­ zantes eran vistas como menos apegadas al culto de los héroes.

Desde el punto de vista metodológico, la Nueva Escuela Histórica es una tendencia his­

toriografica originada y difundida inicial­ mente en núcleos universitarios —Facultad de Derecho y de Filosofía y Letras de Buenos Ai­

res y de Humanidades de La Plata- y que se caracterizaba fundamentalmente por la rigu­ rosa aplicación de los principios metodológi­ cos diftmdidos en Europa en la segunda mi­ tad del siglo XIX, en una concepción nacional y americanista de la historia argentina. Cuc­ corese destaca que las características centrales de la nueva perspectiva eran erudición histo­ riográfica, heurística en función documental, investigación metodológica desde la génesis del proceso histórico, concepción integral de la historia enfatizando los factores económi­

cos y sociales y espíritu nacionalista. La importancia que las cuestiones del método te­ nían para los nuevos historiadores se exterio­ riza en la crítica a Paul Groussac. Para Carbia,

la retórica, y la abundante adjetivación pro­ pias del literato y el involucramiento personal de Groussac obstaculizan el logro de la obje­ tividad en el trabajo histórico. Además, tam­ bién aludía a la inadecuación de la recopila­ ción bibliográfica y documental, lo que, junto con la descontextualización de las circunstan­

cias analizadas, conducía a una interpretación errada de los acontecimientos que describía.

ria de una nación que se identificaba con la historia de sus elites, que la sociedad parecía

Esta apelación a la rigurosidad metodológica

imponer como deber cívico al historiador. Pe­ ro aparte del modelo mitrista, hay que señalar

positivista. Según las corrientes metodológicas

denotaba la fuerte filiación con la historiografla

en boga, la práctica profesional comprendía

69

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

dos momentos: el análisis y la síntesis, pero concedía prioridad al primero como la com­ binación de procedimientos críticos aplicados

posibilite el presunto agotamiento del tema y el enfoque de los detalles. Para 1930, Ricardo Levene se transformó

al documento. Según esta lógica, “trabajar” en historia era asistir a la produccion de los he­ chos, estar en contacto directo con la materia

en la figura central de esta perspectiva histo­ riográfica. Cuando elaboró sus obras de los años veinte, tenía la convicción de que estaba realizando una nueva historia, se sentía im­

prima y la variable interpretativa aparecía co­

mo más reticente. La redefinición del saber histórico a fines del siglo XIX afectó también a la epistemología de la historia y, en este sen­ tido, subyacía la voluntad de determinar las

reglas de una epistemología práctica de la historia.

La búsqueda de lo nacional era otro rasgo común de la labor intelectual, explicable en relación con el papel central que se le asigna­ ba a la historia y a los historiadores como ga­ rantes de la identidad nacional. Sus integran­ tes compartían el convencimiento profundo de que era posible a la vez un conocimiento

ba claramente hacia la superación de una mera crónica de los acontecimientos políticos y militares para orientarse a una historia inte­ gral que analizara la sociedad desde lo econó­ mico y jurídico hasta sus más brillantes ex­ presiones culturales y científicas. Esta idea ya asomaba en su Ensayo histórico de 1920 y en sus Investigaciones sobre la historia económica del Virreinato del Río de la Plata. Levene reco­

ge de la historiografía positivista parte de sus

logros, como su preocupación metódica, la

imparcial del pasado y lograr la utilidad de ese

compulsa y depuración minuciosa de las

conocimiento para fortalecer el destino de la propia comunidad-nación. Desde el punto de vista temático, se colo­ caba el centro de interés en la Revolución de

fuentes y su propósito crítico, pero su aspira­ ción, en cambio, era alcanzar metas muy su­

Mayo; pero el análisis genético empujaba ha­ cia el pasado hispánico en el más amplio esce­ nario americano. En este sentido, Levene, ad­

virtió que el marco nacional no resultaba suficiente para explicar y comprender el pasa­ do argentino y de ahí que expandiera su visión

hacia el mundo americano entroncado con España. En síntesis, heurística documental, vi­ gilancia crítica, arraigo de la concepción gené­ tica y fortalecimiento de la idea nacional eran

70

pulsado a una obra de ampliación panorámi­ ca y de renovación de contenido. Ello apunta­

los pilares que orientaban la labor de recons­ trucción objetiva de la historia nacional. Con respecto a la organización textual, se adopta la forma monográfica estructurada en torno de una narrativa de secuencia lineal que

periores a una simple historia descriptiva o narrativa. Por otra parte, la expresión historia integral era para Levene no “la suma o yuxta­ posición sino síntesis de las descripciones la­

terales”. El mismo sentido le daba Carbia cuando afirmaba que la Nueva Escuela perse­ guía “el panorama integral de lo pasado”. Si

bien la temprana expresión de Levene de historia integral fue luego abandonada, la ' idea que la animaba persistió, aunque los vo­ cablos sustitutivos -usados en el Manual de

Historia del Derecho Argentino de 1952- no lograron transmitir la misma vivacidad. Hay pues en Levene, a pesar del transcurso del tiempo y del abandono de aquel vocablo, un impulso permanente hacia esa concepción de historia integral. En este particular se denota

LA HISTORIOGRAFÍA

cuenta años después, al aproximarse el Quinto

Centenario del Descubrimiento, publicó su Nueva historia del descubrimiento de América,

donde completaba sus trabajos colombinos con nuevos aportes y documentación. La his­ toria, en la concepción gandiana, era pensa­ miento y acción, y esa concepción la plasmó en la Historia de las ideas políticas en la Argentina.

En su dilatada producción, el descubrimiento de América, Colón y Vespucio, la Revolución de Mayo, la acción política de Martín de Alza­ ga, la gesta americana de Iosé de San Martín, la

entrevista de Guayaquil y tantos otros temas conformaron parte de las polémicas que man­ tuvo a lo largo de su vida como historiador. Con respecto al soporte de la nueva expre­ sión historiográfica, esta generación hizo del control institucional la piedra de toque de su le­ gitimación. Ricardo Levene y Emilio Ravignani dieron a la Nueva Escuela su más fructífera pro­ l Ricardo Levene. Academia Nacional de la Historia.

la aceptación de ciertos principios de la es­ cuela francesa de síntesis, la síntesis científica

en la terminología de Henri Berr. Otro de los genuinos historiadores hispa­ noamericanos fue Enrique de Gandía, quien trabajó junto a Levene en la Academia Nacio­ nal de la Historia. Hijo de un español nativo de Orduña, en el País Vasco, y de una italiana de Génova, Enrique de Gandía nació en Buenos Aires y desde su niñez vivió y estudió en Euro­ pa, donde fue incansable lector en bibliotecas e investigador en archivos documentales. Como un estudioso del período hispánico e indepen­ diente, se interesó tanto por los protagonistas del proceso conquistador y colonizador como por las ideas políticas sostenidas en los prime­ ros tiempos de la emancipación. En 1942 escri­ bió su primera biografía sobre Colón. Casi cin­

yección institucional. A partir de la década del veinte, ella entró en la fase de consolidación y sus representantes ocuparon notables funcio­

nes en el campo profesional. Como muestra de esa consolidación institucional, Ravignani fue designado director de la Sección Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Uni­

versidad de Buenos Aires, poco después convertida en Instituto de Investigaciones Históricas, y Levene se desempeñó como vice­

presidente primero de la Iunta de Historia y Numismática Americana y estuvo al frente de dos escuelas, una con sede en el Instituto de Historia del Derecho de la Facultad de Dere­

cho de Buenos Aires y otra en la Facultad de Humanidades de La Plata, que prohijaba tra­ bajos de historia político-administrativa de la provincia. Una de las tareas principales de la Sección Historia y del Instituto de Investigaciones His­

71

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

tóricas fue la publicación de documentos; es decir, los propósitos de heurística editorial ya se encontraban presentes en la institución des­

Archivo General de Indias y otros fondos do­ cumentales españoles. La labor era comple­ mentaria de la realizada en los archivos pro­

de sus orígenes. El plan se remontaba a la épo­ ca hispánica y en esta característica puede ad­

vinciales argentinos, en los que a partir de

vertirse el progresivo arraigo de la concepción

en la Biblioteca Nacional de Chile y en los ar­ chivos brasileños. Toda esta acción se reflejó en el incremento de sus publicaciones, que alcan­ zaron a 62 en 1930, entre las que se contaban el

genética, que obligaba a remontarse al princi­ pio delos acontecimientos y de las institucio­ nes, y al mismo tiempo, el fortalecimiento de las ideas nacionalistas que se orientaban hacia la búsqueda de las raíces hispánicas e indíge­ nas. A partir de 1911 comenzó la publicación de las primeras series documentales, basadas en las fuentes recopiladas por Larrouy y por Ravignani, quien en 1909 había sido enviado a los archivos de Paraná para investigar sobre la organización constitucional. Ese mismo año

Boletín del Instituto, que apareció regularmen­ te desde 1922 hasta 1945 y cuya segunda serie se reanudó en 1956.

Los proyectos editoriales de la Sección de Historia comprendían la elaboración de una historia argentina integral. El fm inmediato desde entonces fue, además de reunir la docu­ mentación necesaria, elaborar los trabajos mo­

se lanzó la serie Documentos relativos a la orga­

nográficos a partir de los cuales se intentó al­

nización constitucional de la República Argenti­

canzar el enfoque integral de la historia

na y en 1912, Documentos para la historia del Virreinato del Río de la Plata. Asimismo, se editó Documentos relativos a los antecedentes

nacional.

de la independencia argentina. Las tareas to­ maron mayor forma institucional a partir de la designación de Luis M. Torres como direc­ tor de la sección y de Ravignani como encar­ gado de investigaciones. En 1914 comenzó la publicación de la monumental y sistemática obra Documentos para la historia argentina, que habría de continuar en forma más o me­

La Iunta de Historia y Numismática Ame­ ricana, creada en 1893, surgió como el primer anclaje institucional en el que se desarrollará la vertiente erudita de la historia argentina. El

Centenario marca un hito importante en la historia institucional; el Congreso Nacional le

encomienda la reimpresión de la Gaceta de Buenos Aires (1810-1821); se trataba no sólo de la extemalización de la labor de la Iunta si­ no de su vinculación con los poderes públicos,

nos regular hasta 1937, fecha en que se publi­ có Asambleas constituyentes argentinas (1813­ 1898), que reúne los debates de dichos cuer­

de los que a partir de entonces se constituirá en referente a lo largo de un proceso gradual

pos constituyentes y los textos legales ilustrati­ vos y básicos que explican cómo se formaron

1930. El otro hecho notable es el estableci­ miento de relaciones interinstitucionales con

la unidad y la estructura política argentinas.

el exterior, como con la Sociedad Hispánica de

En el plan de ediciones documentales, la labor

Nueva York, que designó a la Iunta como miembro honorario, actuando ésta en reci­

en los archivos europeos era un anhelo que comenzó a ser realidad con el envío de José 72

1921 se intensificó la consulta, lo mismo que

Torre Revello a trabajar sistemáticamente en el

que alcanzará su más alta expresión a partir de

procidad. Se recibió la visita de intelectuales extranjeros, entre ellos Rafael Altamira, desta­

LA HISTORIOGRAFIA

cado catedrático español, cuyas influencias historiográficas resultan innegables. Con mo­ tivo del centenario de la independencia se le encomendó la reimpresión de las Actas secre­ tas del Congreso de Tucumán.

Los años treinta resultaron indudable­ mente los más pródigos en realizaciones de envergadura. Tres iniciativas marcan el tono del período: la creación del sistema de juntas filiales y adheridas, la edición de la Historia de

la Nación Argentina y la transformación de la Iunta en Academia Nacional de la Historia. A

través de las filiales, se expandieron las redes interinstitucionales a escala nacional; a través

de su proyecto editorial se construyó la ver­ sión de consulta obligada de la historia argen­ tina y su transformación en Academia Nacio­ nal de la Historia en 1938 le posibilitó ejercer un predominio en el campo historiográfico desde el punto de vista institucional. El ameri­

canismo fue, además de la historia argentina, la temática predominante en los estudios his­ tóricos y en la actividad editorial. Desde 1929, en que Levene propuso la publicación de la Bi­ blioteca Histórica Argentina y Americana, apa­

recieron doce volúmenes y otro tanto ocurrió con la Biblioteca de hombres representativos de

la historia argentina.

Otros núcleos de irradiación ubicados dentro del ámbito universitario fueron dos instituciones creadas por Levene: el Instituto de Historia del Derecho Argentino, creado en 1936, y el Instituto de Sociología de la Facultad

de Filosofía y Letras, a los que se sumó la es­ cuela histórica de La Plata. El primero fue una verdadera escuela de docencia e investigación.

l Emilio Ravignani. Caricatura de Valdivia. Caras y Caretas.

traducción a la Historia del Derecho Indiana continuaron la Introducción a la Historia del Derecho Patria (1942) y una serie de publica­ ciones que culminaron con la Historia del De­ recho Argentino, obra en once tomos apareci­ dos entre 1945 y 1958. En 1949, Levene fundó la Revista del Instituto, de larga existencia.

Los estudios históricos tuvieron también una fuerte raigambre en la Universidad Nacio­ nal de La Plata, desde el inicio de la Sección Fi­

losofía, Historia y Letras en 1909. Desde los años veinte, se incorporó a la Nueva Escuela Histórica por influencia de Ricardo Levene. El resultado de ese accionar fue la creación de la

Sus publicaciones se convirtieron en clásicos de la literatura de la historia jurídica. En 1939 salió el primer tomo de la Colección de Textos

Educación en 1920, de la cual Levene ejerció el

para la Historia del Derecho Argentino. A la In­

primer decanato ese año. Desde esa función

Facultad de Humanidades y Ciencias de la 73

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

impuso reformas profundas en la orientación y el contenido de las materias históricas y en los métodos de enseñanza. Fundó la revista Humanidades y la Biblioteca Humanidades y propició la creación del Archivo de la Provin­ cia de Buenos Aires, que funcionaría estrecha­ mente ligado a la Facultad de Humanidades

en la tarea de formación de investigadores, apuntando a la consolidación de una sólida base heurística para sus indagaciones. En el se­ no de la escuela histórica de La Plata se forma­

ron discípulos como Enrique M. Barba, An­ drés Allende, Joaquín Pérez y Carlos Heras, quien acuñó la conceptualización de una es­ cuela histórica de La Plata.

La Nueva Escuela no era un grupo homo­ géneo sino que presentaba matices y diferen­

cias internas, movimiento horizontal que comprendía las impugnaciones entre los pa­ res, que reflejaban las pugnas por el estableci­ miento de la hegemonía al interior del nuevo

74

ses firmes. Pero los ambiciosos planes enun­ ciados en principio fueron limitándose con el correr del tiempo. El plan heurístico, demasia­ do extenso y proyectado a muy largo plazo, sólo se ejecutó parcialmente, por motivos pre­

supuestarios, institucionales y por nuevos proyectos. Aunque aspiraba alcanzar la sintesis de la historia nacional, con mucha frecuencia

se quedó en la historia de acontecimientos, que manifestaba rechazar por considerarla un nivel inferior de investigación. Además, con­ tribuyó, a través de la enseñanza de la historia, a la divulgación de los nuevos principios me­ todológicos y técnicos de la escuela alemana y, con posterioridad, los de la escuela francesa de síntesis. Por otra parte, cimentó y expandió la

red institucional necesaria que posibilitó el progreso y acrecentamiento de los estudios históricos en el país. Finalmente, encaró la gran empresa de elaborar la primera historia integral de la Nación.

campo historiográfico. En ocasiones, el espíri­ tu polemista fue abierto, como en el caso que enfrentó a Levillier y Carbia; otras veces, ex­ plícito pero unilateral, como en el caso de Mo­

comprendidos en el marco del contexto políti­ co, cultural e historiográfico de su concreción, las corrientes que Levene promovió siguieron

linari contra Levene en la revista Nosotros, y en

siendo predominantes y a lo largo de medio

otros casos, larvado, como cuando Levene

siglo, hasta la década de 1980, han sufrido mo­

contesta a Molinari no en notas críticas sino a

dificaciones menos profundas de lo que cabría

través de sus propias obras. Ello obedeció a la

SUPOHCI‘.

emergencia de un campo historiográfico con sus correspondientes ámbitos institucionales y la convergencia temporal y temática de las in­

LA INSTITUCIONALIZACION

Con sus méritos y falencias, que deben ser

vestigaciones; pero para la década de 1920, es­

Y PROFESIONALIZACION DE LA DISCIPLINA

tos historiadores consiguieron instalarse con éxito en el centro del aparato académico insti­ tucional y con ello disminuyó el tono polémi­ co de la década anterior.

EN EL INTERIOR EN LA PRIMERA MITAD

La Nueva Escuela Histórica contribuyó a un conocimiento más acabado y completo del pasado y cimentó la crítica histórica sobre ba­

DEL SIGLO xx

La historiografía del interior se caracterizó en la primera mitad del siglo por la coexisten­ cia de dos vertientes: la no especializada y la profesional, que logrará recién consolidarse en

LA HISTORIOGRAFÍA

la segunda mitad del siglo. Por otra parte, el proceso de institucionalización de la discipli­ na se canalizó a través de la creación de las juntas provinciales de historia, que se incor­ poraron al campo historiográfico con sus pro­ pias publicaciones periódicas, alguna de ellas de corta vida. En el Noroeste, el quehacer historiográfico

estaba representado por una generación for­ mada por Miguel Ángel Vergara y Teófilo Sán­

chez de Bustamante en Iujuy, Atilio Cornejo de Salta, Alfredo Gargaro y Oreste Di Lullo en Santiago del Estero, Manuel Lizondo Borda en Tucumán y Ramón Rosa Olmos en Catamar­ ca. Todos ellos iniciaron su formación en los

años treinta y fueron investigadores vocacio­

nales que llegaron a la historia desde otros quehaceres profesionales. Su denominador común era el rigor informativo basado en la compulsa de fuentes y un interés temático ce­

ñido al marco provincial. Predominaba un afán erudito, siguiendo las pautas marcadas por Ricardo Rojas y Antonio Larrouy. Ade­

bunales, que, junto con la documentación de Gobierno, Cabildo, Legislatura y Curia Ecle­ siástica, le permitió analizar períodos poco frecuentados como el hispánico, el indepen­ diente e incluso el precolombina. La sistema­ tización temática de sus publicaciones consti­ tuye un repertorio ordenado de la vida de la ciudad y campaña de Córdoba, sobre la cultu­ ra, religiosidad, acciones militares, situaciones políticas y cuestiones económicas. A su muer­ te, dejó una nutrida biblioteca y un valioso ar­ chivo, que fue adquirido por la Universidad Nacional de Córdoba. Sobre esa base se creó el

Instituto de Estudios Americanistas (1936), cuyo primer director fI.1e Enrique Martínez Paz, asistido por Raúl Orgaz, Carlos Melo, Francisco Silva y Luis Roberto Altamira. Mar­

tínez Paz reconstruyó el pasado de Córdoba no sólo a través de períodos clave sino tam­ bién en torno de figuras representativas con el único propósito de poner de relieve el predica­

mento de sus biografiados y su contorno cul­ tural. Por su parte, Orgaz escribe trabajos dis­

más, tuvieron mucho que ver con el empeño de institucionalizar la actividad historiográfi­ ca merced a su iniciativa o activa colabora­

persos sobre asuntos generales de historia,

ción. Para esta época se constituyeron las Iun­

Otro nombre ineludible es el del padre Pedro Grenón, quien desde 1916, año de su primera

tas históricas de Catamarca (1936), Salta

temas de la vida colonial argentina, además de otros relacionados con la historia de la cultura.

(1940). En Tucumán funcionaba la Iunta

publicación, hasta su muerte, escribió folletos y libros relacionados con la vida politica, mili­

Conservadora del Archivo Histórico y el Insti­

tar, religiosa, cultural y cotidiana de Córdoba.

(1937), Santiago del Estero (1940) y La Rioja

tuto de Historia dependiente de la Facultad de Filosofía y Letras. La historiografía cordobesa reconoce co­ mo antecedente más próximo la publicación de una serie de fuentes documentales que fue­

Cuyo no estuvo ausente de la corriente surgida en la década de los veinte que fructifi­ có en la creación de juntas de historia en el in­

terior del país. En Mendoza se manifestó a partir de 1923; en San Iuan, en 1932 y aunque

ron utilizadas por Ignacio Garzón para publi­ car la Crónica de Córdoba y en especial, por monseñor Pablo Cabrera. El fue el primero en

San Luis se incorpora tardíamente, muestra un fuerte movimiento cultural desde la revis­

explorar la documentación del Archivo de Tri­

grupos convergen en el Primer Congreso de

ta Ideas publicada por Víctor Saá (1932). Estos 75

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

Historia de Cuyo, en 1937, cuyos resultados se dieron a conocer en los Anales, que reflejaron un indudable trabajo heurístico. En la década

titud revisionista refutó conceptos propalados por la que denominó la “historia oficial”. Tal fue el espíritu de muchas de sus obras, como

del cincuenta, los grupos que respondían a las

Estanislao López y el federalismo del Litoral.

Juntas de Historia se consolidaron y ello se evidencia en numerosos tomos publicados por la Iunta de Estudios Históricos de Mendo­ za. Simultáneamente se inicia la renovación de la vertiente universitaria con la creación de la

HISTORIA Y CONTRAHISTORIAZ UNA APROXIMACIÓN AL REVISIONISMO

HISTÓRICO Y su EVOLUCIÓN

Universidad Nacional de Cuyo en 1939. Los es­

tudios históricos en Mendoza fueron organiza­ dos por Roberto H. Marfany y Iuan Draghi Lu­ cero, con el asesoramiento de Ricardo Levene y Ricardo Rojas. En los estudios históricos en Santa Fe, ade­

siglo XX, la constituyó la denominada corrien­

más de Manuel Cervera, autor de la Historia

treinta al calor de la mayor complejidad de la cultura de derechas que los gobiernos conser­ vadores favorecieron. La crisis del liberalismo

de 1a ciudad y provincia de Santa Fe, quien ha sido su mejor representante fue Iuan Álvarez,

un renovador en materia historiográfica al plantear una historia desprovista de genios y héroes. Aspiró a mostrar la vida real del pue­ blo, mostró los efectos de los fenómenos eco­ nómicos sobre los políticos y sin ser marxista explicó el alzamiento de la montonera a causa de las modificaciones en el sistema de trabajo rural. Se centró en la historia de Santa Fe sin descuidar la nacional. Otro historiador de esta

te revisionista, consolidada durante los años

agudizó la reflexión que un sector de intelec­ tuales vinculados al nacionalismo venía reali­ zando desde décadas antes. Este es el origen del revisionismo histórico, una versión diversa de

la historia argentina, la que asume explícita­ mente un carácter instrumental y pragmático. Fundamentalmente, el revisionismo tomó el

numerosos temas que se relacionan con la cul­

compromiso de revelar las verdaderas causas de la postración argentina. Textos como los de los hermanos Irazusta, Carlos Ibarguren, Er­ nesto Palacio y, más tarde, Iosé María Rosa es­ tatuyeron un conjunto de discursos en oposi­ ción ideológica a la historia tradicional, a la cual irnpugnaban por un incorregible liberalis­ mo, y, en cambio, asumían la revalorización de

tura colonial. Ha realizado además variadas

Rosas. Pero la reivindicación de Rosas tuvo sus

contribuciones a disciplinas como la cartogra­ fía y la geografía, efectuando una importante

antecedentes y modalidades antes de la década del treinta. Si en la memoria liberal la condena

tarea de recopilación de fuentes aisladas y dis­ persas en diferentes archivos de América y de

a la época rosista era evidente de por sí, la po­ sibilidad de estudiarla quedaba intacta. Eso ex­ plica que hacia fines del siglo XIX dos obras, la de Adolfo Saldías, Historia de la Confederación

primera época fue el jesuita Guillermo Fur­ long, cuya extensa obra se prolongó hasta su muerte en 1972. Sus principales aportes a la investigación se centran en el período de do­ minación española en el Nuevo Mundo, en

Europa. Finalmente, Iosé Luis Busaniche 76

La única impugnación sustantiva a la com­ prensión de la historiografía de la Nueva Es­ cuela Histórica durante la primera mitad del

ahondó el proceso político litoraleño y en ac­

LA HISTORIOGRAFÍA

Argentina, y la de Emesto Quesada, La época de

Rosas, se erigieran como un esfuerzo de com­ prensión que pretendía ir más allá de las pos­ turas partidistas. Con la democratización de la vida política argentina, las posibilidades de es­ tudiar el pasado y particularmente la época de Rosas se desarrollaron y se volvieron inclusive

un programa de trabajo. La nueva legitimidad política que ve la luz con los gobiernos radica­ les provoca una nueva percepción del pasado argentino. De un lado, historiadores afiliados al partido radical creen llegado el momento de ofrecer una visión menos maniquea del pasado rosista y de realizar en la historiografía la rnis­ ma integración nacional que el radicalismo es­ taba permitiendo en la vida social y política. Aparte de la tendencia yrigoyenista, otras voces ayudarán a crear un clima de cuestionamiento y de desacuerdo con las ideas recibidas de la in­ terpretación historiográfica liberal. Es posible distinguir claramente al menos tres de estos fo­ cos. En primer lugar, las publicaciones de la Editorial América, dirigida en Madrid por el venezolano Rufino Blanco Fombona, que reu­ nía autores de diferentes filiaciones políticas al­ rededor de la defensa del hispanismo y del ame­

ricanismo; el periódico La Nueva República, dirigido por un grupo de jóvenes intelectuales profundamente inspirados en las ideas maurra­ sianas, y los escritores o críticos de fuerte perso­

nar el orden existente y para suscitar adhesiones a otra formulación de la nacionalidad. De esta

manera, el revisionismo como grupo específico nació en el clima político cultural que se extien­

de desde los prolegómenos de la experiencia uriburista hasta los desencantos que rodearon la firma del tratado Roca-Runcirnan. En ese pe­

ríodo, la corriente apareció siempre vinculada de manera privilegiada con los grupos naciona­

listas, aunque su sistema de relaciones intelec­

tuales incluyera a hombres de diversas proce­ dencias.

El propósito de los revisionistas no es ex­ plorar la estructura y el ritmo de la historia ar­ gentina sino individualizar en una etapa de ella

un modelo para el presente y el futuro que se ofrezca como altemativa al que ha guiado las etapas más recientes de la vida nacional. Esa fi­

nalidad política contemporánea es una cons­ tante del revisionismo argentino. La explora­

ción del pasado nace entonces como una tentativa de ofrecer el aval de la historia para la

crítica de la Argentina del presente, en particu­

lar, el repudio a la democratización política, que había entregado el destino del país a diri­ gentes que no conservaban solidaridad con los intereses de la Nación y la denuncia del modo de inserción de la Argentina en el mundo, es­ pecialmente el vínculo desigual con Gran Bre­ taña, que lejos de ser la causa de la gran expan­

nalidad, que contribuyen con sus escritos a

sión, le había impuesto modalidades cuyas

cuestionar el pensamiento liberal; entre ellos, Manuel Gálvez, Carlos Ibarguren, y Ramón Doll. Pero, en un primer momento, la revisión de los maurrasianos argentinos es más anuncia­ da que realizada y se limitan a hacer, ante todo,

consecuencias catastróficas se hicieron eviden­

política. Recién en la década de 1930 se confor­ man las bases de un movimiento de contrahis­

tes luego de 1929. Por otra parte, la experiencia

política vuelca a los revisionistas a una activi­ dad historiográfica cada vez más intensa en la medida misma que crece su marginalidad po­ lítica, después del derrumbe de la república, dada la solución política impuesta por Justo. El

toria de contomos definidos y se declara así que

revisionismo imagina una regeneración moral

la historia es el arma privilegiada para cuesüo­

de la Argentina y de los argentinos a partir del

77

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

discurso histórico. En este sentido, los revisio­ nistas, del mismo modo que sus enemigos libe­

rales, hacen dela historia la disciplina pedagó­ gica por excelencia. En ese contexto preciso se

produce el encuentro entre los que comienzan a definirse como revisionistas históricos y la reivindicación de la época de Rosas; en espe­ cial, la capacidad de Rosas de crear un fuerte li­

derazgo por encima de las clases y grupos y su

política con las potencias extranjeras. En ese clima de ideas se sitúa la primera obra signifi­ cativa de la corriente revisionista, La Argentina

y el imperialismo británico, publicada en 1934, de Julio y Rodolfo Irazusta. La breve obra es

parte de una severa condena del pacto Roca­ Runcirnan, que ha consolidado la Argentina en relación con Gran Bretaña. Se trata de la pri­

mera versión sintética de una contrahistoria donde el pasado y el presente se iluminan mu­ tuamente. En este sentido, la obra es un libro fundador, que establece una relación entre his­

toria y política que se convirtió en una cons­ tante del discurso revisionista. La declaración de principios redactada por Ramón Doll en ocasión de la creación del Ins­

tituto de Investigaciones Históricas Iuan Ma­ nuel de Rosas y el artículo programa de Ernes­

to Palacio, La historia oficial y la historia,

ción política inmediata. Con la politización ex­ trema del discurso histórico, los revisionistas

perdieron de vista una de las características más importantes del quehacer historiográfico: la verdadera investigación de los hechos del pa­

ta del pasado argentino y haber tenido como objetivo “la justificación de la oligarquía y del partido de la civilización”. En sus formulacio­

sado. Por otra parte, la estrecha relación entre historia y política llevará a los revisionistas a incursionar en la cuestión del antiimperia1is­ mo. Entre la derecha antiimperialista y la iz­ quierda nacionalista, el revisionismo histórico se presentará como un puente capaz de unifi­ car criterios. Los debates con los intelectuales

nes positivas, la historia revisionista como por­

del Partido Socialista y del Partido Comunista

tadora de otro proyecto político conlleva una nueva visión de la historia del país. Esta estre­ cha y utilitaria relación entre historia y política tenía como resultado un gran desprecio por to­ da actividad intelectual desprovista de utiliza­

terminaron ganando adeptos a la causa revisio­

condensan la postura revisionista. En primer lugar, la acusación mayor que se le hace a la his­

toria académica es presentar una visión obsole­

78

l Iulio Irazusta. Academia Nacional de la Historia.

nista en el espectro de la izquierda. El revisio­ nismo histórico pudo albergar así bajo el mis­

mo techo a contestatarios de izquierda y de derecha, marginados de la vida política.

LA HISTORJOGRAFÍA

En lo estrictamente metodológico, los su­ puestos centrales que subyacen a esta corrien­ te son: apriorismo ideológico, carácter ensa­ yístico y debilidad heurística de sus trabajos,

LAS REFORMUIACIONES CAMBIANTES

El revisionismo no fue una tendencia ho­

extremada simplificación de la complejidad histórica y escasa familiaridad con la investi­ gación empírica original, mostrando que, en realidad, muchos de los revísionistas estaban

mogénea sino más bien una suma de grupos divergentes, cuya imagen de unidad deriva más de poseer los mismos adversarios que de sus peculiaridades historiográficas, metodoló­ gicas o ideológicas. Por el contrario, despertó

más interesados en reinterpretar la historia ar­

la simpatía de ideologías a primera vista

gentina que en dedicar ingentes esfuerzos a es­ tudiarla cuidadosamente.

opuestas. El carácter moralizador y terapéuti­ co dio al movimiento revisionista su aspecto abiertamente movilizador, lo que hace difícil su clasificación en categorías de derecha o de izquierda. En 1938, todos comparten el credo nacio­ nalista. En el plano internacional significa una antipatía profunda por los partidos comunis­ tas; una clara simpatía por la España antirre­

La obra de Iulio Irazusta Vida política de [uan Manuel de Rosas a través de su correspon­

dencia, en 1941, toma como modelo la que Carlyle dedicó a Cromwell, y la Historia de la

Argentina de Ernesto Palacio se inspira casi abiertamente en la Histoire de France de Iac­ ques Bainville, sin tener presentes los avances más significativos de la historiografía france­ sa del siglo XX.

La versión del revisionismo de influencia

marxista tampoco modifica los planteos me­ todológicos. Es decir, la ampliación del con­ texto ideológico-político en que se movía el revisionismo no aportó ningún progreso en el plano estrictamente historiográfico, en el cual la corriente había sido desde el comienzo no­

toriamente débil. En este sentido, es impor­ tante destacar que la producción revisionista no hizo suyos los cambios metodológicos de las tendencias renovadoras que penetraron en el espacio historiográfico a partir de 1955. En este sentido, Las dificultades de la historia cien­

tífica de Irazusta denota las preocupaciones metodológicas vigentes durante la primera mitad del siglo, como la objetividad y el méto­ do. Todavía en 1968, Iosé María Rosa sostenía

haber aprendido a reconstruir críticamente los hechos históricos con el método objetivo de Ranke.

publicana; una admiración declarada por la derecha europea, y muy particularmente por Maurras, a la vez que una mirada benévola y a menudo entusiasta hacia la experiencia políti­

ca inaugurada por Mussolini y por Hitler. Frente a la situación nacional, sus posiciones son un poco menos uniformes. Manifestaban retrospectivamente interés por Yrigoyen, algu­ nos se habían afiliado al partido radical y re­ pudiaban la política del fraude patriótico y no tenían prácticamente afinidades con la demo­ cracia parlamentaria. Pero en el interior del movimiento nacionalista las diferencias eran tan importantes como los puntos de acuerdo. Esa etapa transcurre en el período de la so­ lución neoconservadora, donde, juntamente con el revisionismo del modelo de la derecha

francesa, se encontrarán otros cuyo naciona­ lismo respondía a la integración de la proble­ mática antiimperialista, como el caso de Raúl Scalabrini Ortiz, que arrastra una deuda no confesada con Lenin, y de Iosé María Rosa,

79

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

que, a] tomar del lenguaje fascista los motivos derivados de la crítica del imperialismo, colo­ ca sus reconstrucciones históricas muy cerca

riográfica y política que es su reacción a la cri­

de las de Scalabrini Ortiz. La integración de esos aportes de inspiración ideológica tan di­ versa con los del primer revisionismo plantea­ ba -en el plano estrictamente historiográfico­ menos dificultades de lo que habría podido

Investigaciones Históricas Iuan Manuel de

esperarse. En este aspecto eran, sobre todo, las

comunes insuficiencias las que daban cohe­ rencia a esas corrientes que ahora venían a confluir. Los primeros revisionistas se habían negado a otorgar relevancia a la dimensión económica del lazo con Gran Bretaña y al con­

texto social en que éste se consolidó; los nue­ vos, aunque se la reconocían, no la sometían a un análisis adecuado. Así, el libro de Scalabri­ ni Ortiz sobre los ferrocarriles no examina có­

Rosas, en la publicación de la Revista, donde predominan los artículos de polémica, y en la apertura de locales revisionistas parecidos a comités políticos. El instituto revisionista nace bajo la doble forma de una contraacademia y de una contramemoria. Las diferentes activi­

dades del instituto están marcadas por una clara voluntad militante: conferencias, cursos

para estudiantes secundarios y universitarios, debates, asambleas, actos callejeros, conme­ moraciones con forma de peregrinaje, utiliza­ ción de folletos y afiches como medios de pro­ paganda. La actividad del instituto se justifica si se tiene en cuenta la débil inserción de los

mo la reestructuración del sistema de trans­

revisionistas en la universidad, a excepción de

porte impuso la de la economía y la sociedad

la larga presencia de Carlos Ibarguren en la

argentinas. Lo que éste proporciona es una minuciosa reconstrucción de los manejos fi­ nancieros de las empresas ferroviarias y la alianza entre ingleses y políticos locales co­ rruptos; es una condena más moral que eco­

Facultad de Filosofía y Letras.

nómico-social, muy cercana a la del primer re­ visionismo. Esa perspectiva se profundiza en

La política británica en el Río de la Plata de 1940. Iosé María Rosa, en Defensa y pérdida de

nuestra independencia económica, no ofrece ningún análisis serio de realidades econórni­ cas, concentrándose en el campo político. Por el contrario, la integración de la corriente ins­ pirada en el catolicismo integralista, que en­ contraba el polo de positividad en la colonia y reconocía a Rosas sólo una positividad subor­ dinada en cuanto ve en él al restaurador del orden colonial, fue más dificultosa. 80

sis del régimen neoconservador. Ella se mani­ fiesta en la creación, en 1938, del Instituto de

En ese contexto más complejo, el revisio­ nismo se lanza a una agitación a la vez histo­

La irrupción del peronismo consumó la quiebra de la tradición política contra la cual se

había elevado el revisionismo, pero con moda­

lidades que no fueron recibidas por sus parti­ darios con aprobación unánime. Por otra par­

te, si el nuevo régimen político debilitó el influjo de la historia oficial, ello no significó que la historia revisionista se irnpusiera como una historia oficial e institucionalizada. El éxi­ to más tangible de los revisionistas se sitúa en el plano de la divulgación, sobre todo en la me­ dida en que se benefician cada vez más del con­

trol de prensa instaurado por el peronismo. Los

escritores revisionistas colaboran ampliamente en la prensa peronista, en los diarios Tribuna, El Líder y Democracia y en la revista Hechos e Ideas, así como en la experiencia de nacionali­ zación de La Prensa. En las publicaciones uni­ versitarias de la época peronista, la versión re­

LA HISTORIOGRAFIA

visionista del pasado apenas si estaba presen­ te. Si bien hay historiadores revisionistas en el campo de la historia argentina en la Facultad de Filosofía y Letras (Diego Luis Molinari, Io­ sé María Rosa, Gabriel A. Puentes), su ense­

ñanza no es seguida por ninguna publicación oficial. El Boletín del instituto deja de aparecer.

Como consecuencia del alineamiento de muchos de sus miembros detrás de la política peronista, el Instituto Juan Manuel de Rosas

perderá a Iulio Irazusta. Su renuncia no fue sólo por la línea demasiado peronista del ins­ tituto sino porque esos métodos de divulga­ ción popular le parecían contrarios al verda­ dero trabajo historiográfico. Iosé María Rosa tendrá muchos menos escrúpulos en su tarea revisionista y será el instigador de una peroni­ zación del instituto; asimismo, reclutará nue­

vos miembros más dotados para la agitación que para la investigación histórica. Pero lo importante de resaltar es que en ese contexto de neutralidad relativamente benévo­ la en el campo historiográfico, al decir de Tulio

Halperín Donghi, la historia se convirtió en un

refugio más permanente y los revisionistas abordaron por fin obras historiográficas de mayor aliento que los concisos ensayos inter­ pretativos en constante vaivén entre el presen­ te y el pasado. En ese clima, los revisionistas obtuvieron gran repercusión pública con sus escritos y redactaron obras de síntesis de gran aliento, aunque limitadas al esfuerzo indivi­ dual, como la Historia Argentina de Ernesto Palacio, que tuvo catorce ediciones entre 1954 y 1986; Vida política de [uan Manuel de Rosas a

través de su correspondencia de Julio Irazusta, de ocho volúmenes y con tres ediciones entre 1941 y 1970, y la Historia de la Argentina en diez volúmenes de Vicente D. Sierra, la princi­

pal obra de conjunto de esta vertiente.

l Guillermo Furlong. Academia Nacional de la Historia.

La caída del peronismo marcó un hito importante en la historia del revisionismo. Entre 1955 y 1975 se produjeron la apropia­ ción y la reformulación parcial del revisionis­ mo por parte del peronismo. Algunas de sus propuestas más duras —como la impugnación al modelo agroexportador, la recusación de la tradición política liberal y la denuncia contra el imperialismo- se integraron a la visión del

mundo que portaba el peronismo, que, a su vez, reencontraba sus impulsos más popula­ res y jacobinos en la proscripción. El revisio­ nismo se expandía, así, a través del peronis­

mo, que lo convertía en su interpretación “oficial” de la historia nacional. Naturalmen­

te, este proceso de difusión no fue un movi­ miento en una sola dirección sino que el re­ visionismo asumió activamente gl encuentro.

81

LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL

Esta expansión se desenvolvió a través de la publicación de los números de la Revista del Instituto, del Boletín y por medio de editoria­ les como Theoria, Sudestada, A. Peña Lillo, Pampa y Cielo y, a su izquierda, Coyoacán y Octubre. Estas últimas estaban vinculadas a

mo socialista o neorrevisionismo revoluciona­

las organizaciones partidarias que conforma­ ron la izquierda nacional y apelaban a la ven­ ta de ediciones baratas, algunas de colecciones periódicas como “La Siringa”, de Peña Lillo, que publicaba trabajos de Jorge Abelardo Ra­

rio, que colocaba la problemática del irnperia­ lismo en el núcleo de discusiones sobre los dos

mos, Arturo Iauretche, Fermín Chávez,

mana e ideológica del revisionismo. A él se su­ maron los neorrevisionistas formados en déca­

Eduardo Astesano y José María Rosa; llegó a reeditar La historia falsificada de E. Palacio. Por otra parte, varias de las obras de los revi­ sionistas se convirtieron en grandes éxitos edi­ toriales. Tanto la Historia Argentina de Iosé María Rosa, entre 1963 y 1969, como los tra­ bajos de Juan José Hernández Arregui resultan buenos ejemplos. Este proceso provocó disi­ dencias entre los revisionistas y, en este senti­ do, la etapa posperonista también exhibió ex­ presiones revisionistas disímiles, expresadas en la formulación de Irazusta y en el neorrevi­ sionismo revolucionario con la integración de la perspectiva marxista. En el primer caso, caí­ do el peronismo, Julio Irazusta va a redefinir el

revisionismo, al que se proclama fiel como una disidencia sólo parcial frente a la historia oficial, culpable de haber falsificado no sólo la imagen de Rosas sino también la de los funda­ dores del orden constitucional, que estuvieron muy lejos de ser los precursores de los gobier­ nos de fraude, corrupción y servilismo frente al extranjero. Ello se exterioriza en 1963 en La influencia económica británica en el Río de la

82

argentinas que el revisionismo había combati­ do y la vertiente revisionista tuvo su consagra­ ción en la incorporación de Julio Irazusta a la Academia Nacional de la Historia. Pero a esa versión se sumaba el revisionis­

últimos siglos argentinos. Entre los revisionis­ tas veteranos, sólo José María Rosa acompañó con entusiasmo esa ampliación de la base hu­

das de producción historiográfica bajo signo marxista como Jorge Abelardo Ramos, Rodolfo Puiggrós y Eduardo Astesano. La identificación

más completa con las clases populares y el im­ pacto de la represión condujeron a una defini­ ción altemativa del peronismo como un movi­ miento revolucionario en sus medios y en sus fines. Esta versión marxista del revisionismo

desplazaba irremisiblemente el foco de aten­ ción del conductor que se situaba por encima de las clases para subordinarlas a una empresa política común a esas clases mismas. Pero, aún

más, el papel central de Rosas en la visión histórica propuesta por ese neorrevisionismo

revolucionario se vio pronto todavía más efectivamente socavada que en la del neorrevi­

sionismo conservador, a través de la revalo­

rización de los caudillos provinciales cons­

tituidos en rivales de Rosas. A través del desplazamiento de Rosas por Peñaloza y Varela,

el neorrevisionismo de izquierda se identificaba con la historia de las clases oprimidas. Con ello,

esta nueva perspectiva disuelve, sin advertirlo

Plata, una reformulación del libro de 1934, donde colocaba a Rosas en el centro de una

siempre del todo, el vínculo entre revisionismo y tesis decadentista; para el neorrevisionismo

constelación de héroes positivos. La reconci­ liación entre las tradiciones historiográficas

Argentina se encuentra en el porvenir.

revolucionario, la edad de oro de la República

LA HISTORJOGRAFÍA

Si bien en los años posteriores continua­ ron funcionando instituciones y publicacio­ nes de esta corriente, su declinación como

que motivaron esa declinación fueron, entre otras, la difícil recepción de la radicalización de los planteos revisionistas, la desaparición de las figuras centrales que habían animado la prédica revisionista y su arcaísmo metodo­

La historiografía argentina no fue ajena a estos virajes. Lo que se ha denominado etapa de renovación historiográfica no implicó un proceso de ruptura radical y, por ende, no sig­ nificó la sustitución de tradiciones preceden­ tes ni la emergencia de un nuevo paradigma hegemónico. Más preciso sería hablar de una década de cambios y permanencias; en otras palabras, de una dualidad historiográfica en­ tre la Nueva Escuela Histórica y los historia­

lógico, que aparecía como extemporáneo

dores sociales.

frente a las nuevas propuestas de la historio­ grafía mundial y a las preguntas que la co­ munidad de historiadores consideraba deci­

ta, en la Argentina se produjo el intento de una

interpretación del pasado puede ubicarse a mediados de la década del setenta. Las causas

sivas para la comprensión de la historia argentina.

Desde mediados de la década del cincuen­ verdadera renovación en el campo de las cien­ cias sociales. El impulso para esta renovación provino del período de apertura ideológica y

cultural que sobrevino al derrocamiento del NUEVAS CORRIENTES HISTORIOGRÁFICAS

(1955-1966). CONTINUIDADES Y RUPIURAS

Una nueva tensión creativa experimentó el mundo historiográfico a partir de la terce­ ra década del siglo XX. Durante el período de entreguerras comenzó a primar una his­ toria estructural que puso el acento en la na­ turaleza relacional de la totalidad, en una na­

tural orientación a minimizar el papel del individuo y la acción y propició, por ende, un holismo metodológico que privilegiaba una aproximación al problema de la explica­

ción desde el todo social. Es la etapa del eclipse del acontecimiento, del auge de los pa­

radigmas macrohistóricos y del consiguiente enfoque sociológico de la explicación histórica,

características reconocibles en la historio­ grafía francesa, en la tradición marxista an­ glosajona, en la historiografía social nortea­ merícana y en la historia social de la política en Alemania.

peronismo, la influencia de la Revolución Cu­ bana y los impulsos provenientes de una déca­ da de expansión económica que benefició de un modo muy directo a las ciencias sociales y que, aunque de una manera efímera, también se hizo sentir en la Argentina. Esta transfor­

mación implicó la conformación de una co­ munidad académica en las ciencias sociales que paulatinamente fue construyendo sus re­ glas de validación y reconocimiento y sus pro­ pios espacios. Ello iba a permitir, por una dé­ cada, una renovación en los supuestos básicos de la vida cultural argentina y una tentativa de actualización historiográfica. Los historiado­ res no fueron ajenos a los cambios que impli­ có la década del sesenta en el campo intelec­ tual. En este caso, la renovación también tuvo sus centros en las universidades, especialmen­ te en las de Rosario, Córdoba y Buenos Aires,

y se articuló en torno a figuras como la de Io­ sé Luis Romero en Buenos. Aires y la de Cefe­ rino Garzón Maceda en Córdoba, quienes se

convirtieron, de diferentes maneras, en los

83

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

principales impulsores de la renovación de los estudios históricos en la Argentina. El Instituto de Investigaciones Históricas de Rosario fue el centro por excelencia, defini­

do en sentido renovador y capaz de ofrecer orientación a una escuela y a una carrera. La fi­

gura de Iosé Luis Romero, en su carácter de prestigioso historiador renovador y político socialista, fue un inevitable eje de referencia para el movimiento rosarino. La sugerencia de los nombres de una larga lista de jóvenes inte­

lectuales que cubrieron las vacantes en la uni­

versidad provino del Centro de Estudios de Historia Social. En 1963, con el ascenso a la di­

rección del Instituto de Investigaciones Histó­ ricas de Nicolás Sánchez Albomoz, se afianzó

nueva prueba de ello; pero las cosas fueron al­

go diferentes en el Departamento de Historia, donde apelaron a la creación de nuevas mate­ rias —como Historia Social General, a cargo de

Romero, o luego Historia Social Argentina, a cargo de Halperín Donghi—. El hecho de que ellas no ocuparan una posición central en la curricula revela en toda su dimensión la lenti­

tud de la penetración de los historiadores re­ novadores. No diversamente ocurrió en el ám­ bito de la investigación, donde la pervivencia de los institutos existentes en manos tradicio­

el influjo de un grupo de historiadores que in­ tegraron, entre otros, Roberto Cortés Conde,

nales promovió la creación de un nuevo espa­ cio, el Centro de Historia Social. La imagen no es tampoco diferente en el área de las publica­

Haydee Gorostegui, Ezequiel Gallo, Reyna Pas­

ciones de historia de la facultad, donde a la

tor y Alberto I. Plá. Ellos concibieron a la histo­ ria en correlación con las ciencias sociales e in­

edición de siete volúmenes del Boletín del Ins­

tentaron, sobre la base del recurso cuantitativo

vignani”- se agregó la continuidad en la pu­ blicación de documentos como la serie Mayo

orientado principalmente hacia lo demográfi­ co, aumentar el grado de rigor de la disciplina. La renovación de los estudios históricos en

84

Los historiadores renovadores tuvieron un

enorme peso en la política de la facultad y el acceso de Romero al decanato en 1963 fue una

tituto —luego de 1955, rebautizado “Emilio Ra­

Documental y los Cuadernos de Historia de Es­

paña o los de Historia Antigua y Medieval;

la Facultad de Filosofía y Letras de la Univer­ sidad de Buenos Aires constituyó un ejemplo claro de que la ruptura de 1955 no implicó la hegemonía de una tradición historiográfica si­ no la existencia de una dualidad y una cohabi­ tación entre los representantes de la Nueva Es­

mientras que el Centro de Historia Social edi­ tó sólo dos números en el mismo lapso. Por otra parte, los historiadores tradicio­ nales podían beneficiarse de esa red extensa

cuela y el grupo de historia social. El proyecto de renovación enfrentó desde el comienzo una

ción de congresos como los internacionales de historia de América en 1961 y 1966 organiza­

sólida relación de competencia historiográfica y profesional. Es el caso del retomó a una po­ sición central del principal discípulo de Ravig­ nani, Ricardo Caillet-Bois, lo que implicaba el control por la Nueva Escuela Histórica de to­

dos por la Academia Nacional de la Historia.

da el área docente de las historias argenüna y americana.

Historia Social General, en las actividades del Centro de Historia Social, que se benefi­

que el instituto había creado en la época de Ravignani y del apoyo oficial para la realiza­

Sin embargo, la lenta penetración insti­ tucional no quitó protagonismo a los histo­ riadores renovadores, cuyo dinamismo se ex­ teriorizó en el impacto que ejerció la materia

LA HISTORIOGRAFIA

Otro núcleo renovador fue el dirigido por Ceferino Garzón Maceda, quien tuvo una in­

serción algo mayor en las estructuras de la Universidad de Córdoba al acceder en 1956 a la Dirección del Instituto de Estudios Ameri­ canistas de la Facultad de Filosofía y Humani­

dades. Sin embargo, su cátedra de Historia Económica formaba parte de la Facultad de Ciencias Económicas y aun en el Instituto su base propia se localizaba en la nueva sección de investigadores en historia económica y so­ cial. La renovación no sólo abarcó a los traba­ jos sobre la Argentina independiente sino que fue destacada su influencia en el área de la his­ toria colonial. En este sentido, fue en Córdoba

l Iosé Luis Romero. Archivo General de la Nación.

y en Rosario donde se percibió con mayor ni­ tidez la abundancia y calidad de las fuentes co­ loniales disponibles para una historia serial. Garzón Maceda abrió un nuevo cauce que vi­ no a ampliar las tareas de investigación con trabajos que significaron aportes fundamenta­ les, como el de Economía del Tucumán. Econo­

ciaba de esa relación privilegiada con los An­

mía natural y economía monetaria. Siglos XVI,

nales, lo que le posibilitó el financiamiento

XVII, XVIII, cuya estructura se ofrece como un

para algunos proyectos e intercambio de

modelo y cuyas conclusiones trazan un cuadro

profesores, y en el proyecto montado en co­ mún con el Departamento de Sociología so­ bre el impacto de la inmigración masiva en el Río de la Plata. Por otra parte, la publicación de los Estudios Monográficos de Historia So­ cial, entre 1961 y 1966, contenía trabajos de­ dicados a la moneda y los precios, temática central de Annales. Además, los historiadores

muy completo con profunda perspectiva. Garzón Maceda orientó a sus estudiantes a la búsqueda y explotación de las fuentes que se

encontraban en los repositorios cordobeses. Uno de sus discípulos, Carlos Sempat Assadou­

rian, se abocó al estudio de la serie protocolos, de la que surgieron posterionnente sus trabajos sobre el comercio de esclavos en Córdoba en

sociales lograron una importante protago­

1965 y su importante estudio sobre los circui­

nismo en otras estructuras organizativas, co­ mo la Asociación Argentina de Historia Eco­

tos mercantiles en el espacio peruano, en espe­

nómica, y establecieron relaciones con

La renovación adquirió matices particula­ res en la Universidad Nacional de La Plata.

Horacio Bliss y los historiadores económicos de la Universidad Nacional de Tucumán y de Córdoba.

cial el comercio de mulas durante el siglo XVII.

Con la caída del régimen peronista, se asistió al reemplazo de sus autoridades y a la reorga­

85

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

nización del cuerpo docente con la reincorpo­ ración de profesores cesanteados por el pero­ nismo y a la presencia de nuevas figuras del re­

formismo. Entre los primeros se destacaron las reincorporaciones de Iosé Luis Romero y de Enrique M. Barba. La Nueva Escuela Histó­

rica se arraigó en el área de historia argentina y las renovaciones se dieron en otras áreas de la historia y la sociología con la presencia de Tulio Halperín Donghi, Nicolás Sánchez Al­ bornoz y Gino Germani, entre otros. Pero en

los años sesenta se produjo el deterioro de aquel consenso antiperonista y afloraron dife­ rencias de enfoque y de propuestas. Ello con­ dujo al alejamiento de la Facultad de Humani­ dades local de los reformistas modernizadores

como Romero, Halperín Donghi, Germani y Nicolás Sánchez Albornoz. La continuidad

de investigación y en el debate académico, si bien encontró su núcleo en las universidades, también se exteriorizó fuera de los ámbitos oficiales. En este sentido, la creación del Insti­ tuto Di Tella, del Instituto de Desarrollo Eco­

nómico y Social de la revista Desarrollo Eco­ nómico fue signo característico de la época. En

cambio, para 1955, la orientación auspiciada por Levene conservó plena vigencia en el Ins­ tituto de Historia del Derecho de Buenos Ai­ res y en el Instituto de Investigaciones Histó­

ricas “Emilio Ravignani”, que no lograría recuperar el lugar central que Ravignani le ha­

bía asegurado.

con la tradición platense la encamaron desde

El programa renovador surgió estrecha­

entonces sus egresados, principalmente Barba, junto con Carlos Heras, Andrés Allende acom­

mente ligado a las ciencias sociales, que tuvie­ ron una expansión vertiginosa, y a la interna­

pañado por un cuerpo de profesores, entre

cionalización creciente de la actividad

otros, Joaquín Pérez, Horacio I. Cuccoresse, José Panettieri y María Amalia Duarte, quie­ nes definieron ese perfil humanista tan parti­ cular de la escuela histórica de La Plata. Esta

historiográfica; es decir, los renovadores se

expresión historiográfica dirigida con particu­ lar empuje por Barba, sus colegas y sus discí­ pulos, tomó un camino alternativo en el avan­

la presencia institucional en la universidad ar­

ce del conocimiento histórico. Sin romper institucional ni historiográficamente con la tradición originada en el trabajo de Ricardo

convirtieron en los interlocutores de pleno de­ recho con los historiadores de otros horizon­ tes y ello ayudaba a compensar la debilidad de

gentina. La perspectiva de los años sesenta planteó una renovación de los ámbitos insti­ tucionales académicos, propició nuevos te­

se asistió, a partir de los sesenta, a una progre­ siva incorporación de nuevas líneas de investi­

mas, enfoques, técnicas y métodos y propuso una interpretación global de ciertos procesos históricos que arüculaba matrices conceptua­ les bien definidas. Sin embargo, la coherencia de este nuevo enfoque devenía más de su ras­ go opositor a las perspectivas hasta entonces prevalecientes que de su homogeneidad inter­ na. En este sentido, la renovación fue una ten­

gación: historia demográfica, emigración, eco­ nomía agropecuaria y otras, vinculadas con la

dencia con cierto grado de imprecisión, fruto de una múltiple influencia: la de los Annales

Levene, incorporó los nuevos elementos surgi­ dos a la luz de los avances de las ciencias socia­

les y las diversas perspectivas historiográficas. En este sentido, en Trabajos y Comunicaciones

86

expansión de las ciencias sociales y con auto­ res jóvenes egresados de la misma universidad o de las instituciones del interior del país. El movimiento renovador en los términos

LA HISTORIOGRAFÍA

franceses, la de la sociología funcionalista, la de la economía del desarrollo y la de la histo­ riografía anglosajona, a lo que se sumaba el carácter intrínseco del programa de Annales caracterizado por ser heterogéneo y poco doc­ trinario. De allí que un problema adicional es precisar en qué consistió la renovación. Uno de los signos más fuertes de su identidad fue la existencia de un grupo que se veía a sí mismo como renovador frente a los enfoques predo­ minantes de la Nueva Escuela y el revisionis­ mo histórico. En ese contexto, los Annales fun­

periencia acerca de América latina como re­ sultado de su participación en la misión fran­ cesa destinada a montar la Facultad de Letras

cionaron como modelo de múltiples maneras.

la universidad oficial que se nucleaba en torno a Iosé Luis Romero. Las afinidades de Annales

En primer lugar, como ejemplo de ruptura con una tradición. En segundo lugar, como modelo de renovación metodológica que pro­ ponía la historia problema, la historia serial o la de la larga duración como herramientas úti­ les de transformación. Finalmente, como un

ejemplo de renovación temática que permitía tomar distancia de una historia política difícil­ mente diferenciada de la crónica y privilegia­ ba los desarrollos económicos y sociales. Con relación a la escuela francesa, Fernan­

do Devoto considera que todo el problema puede verse menos como la influencia de An­ nales sobre la historiografía argentina que co­ mo distintos episodios, entre sí autónomos, de relaciones entre sucesivas generaciones y gru­ pos franceses y argentinos. De allí que existie­ ran distintos momentos y efectos de la difu­ sión de Annales en la universidad argentina. Uno de ellos era la utilización en las cátedras

de la Apología de Bloch, de los Combates de Febvre, pero especialmente de la Historia y ciencias sociales de Braudel. La llegada a Bue­ nos Aires de Fernand Braudel inauguró una etapa de contactos más estrechos entre Anna­ les y la historiografía argentina. Ante todo, se trataba de un historiador con muy buena ex­

de la Universidad de San Pablo y además, in­ cluía entre sus específicos intereses profesio­ nales la historia latinoamericana. Su visita fue fructífera en el nivel de las relaciones informa­

les que anudó con historiadores argentinos. Los contactos involucraron a la Academia Na­

cional de la Historia, a un antiguo colabora­ dor de Annales, Claudio Sánchez Albornoz, y, sobre todo, al grupo de estudiosos alejados de

de la segunda posguerra y el grupo de Iosé Luis Romero son inmediatamente identifica­

bles. En primer lugar, ambos eran sectores marginales en sus respectivos mundos acadé­ mico y, aunque era mucho más visible en el caso argentino —que estaba llanamente fuera de los cuadros institucionales y en conflicto abierto con el poder político peronista-, no es menos cierto que Braudel se percibía en los años de la inmediata posguerra en los bordes de la corporación. Esas relaciones adquirieron mayor relevancia a partir de 1957, cuando la colaboración entre el Centre de Recherches

Historiques y el Centro de Historia Social di­

rigido por Romero fue mucho más intensa que en períodos anteriores y contempló inter­

cambio de profesores de ambas partes, una presencia destacada de artículos de historia­ dores argentinos en la revista de Annales y un apoyo financiero significativo, a través de la Asociación Marc Bloch Argentina, al principal

proyecto de investigación de los historiadores sociales, titulado Materiales para el estudio del progreso económico y social en la República Ar­

gentina. En segundo lugar, ambos buscaban resolver esa marginalidad a través de una fuer­

87

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

te estrategia de internacionalización que com­ pensara las debilidades políticas o institucio­ nales internas. En tercer lugar, ambos propo­ nían una forma de hacer historia que desafiaba al ejercicio clásico de la profesión. Sin embar­ go, en este punto hay que señalar que los An­ nales —hasta Braudel- proponían interpreta­ ciones renovadoras a partir del respeto al dato erudito y no desde su negación. En cambio, los historiadores argentinos se enfrentaban mu­ cho más radicalmente con las premisas de la historia erudita.

En el campo de las realizaciones historio­ gráficas concretas, las influencias de los Anna­ les eran más evidentes y más elusivas. En prin­

cipio, porque esa influencia estaba mediada por el periodo que el grupo renovador había elegido para realizar sus investigaciones: los procesos de cambio de la sociedad argentina de la segunda mitad del siglo XIX. Los ejem­ plos de influencia más concretos tuvieron que ver con los intentos de realizar una historia que se aproximara a los modelos provistos por la historia serial o la historia demográfica. Esa tarea sistemática se emprendió en el Instituto de Investigaciones Históricas de Rosario. Va­

rios volúmenes sucesivos del Anuario reflejan los resultados de ese esfiierzo colectivo en el

campo de la historia de los tráficos mercanti­ les y, sobre todo, de la demografla y más espe­

cíficamente, el método de reconstrucción de familias de Henry y Fleury, presente en la la­ bor dirigida por Nicolás Sánchez Albornoz.

Probablemente donde se ejemplifican

88

mejor las nuevas tendencias es en la renova­ ción temática. Los mejores ejemplos son las recopilaciones de trabajos que se encuentran en la obra editada por Torcuato S. Di Tella, Gino Germani y I. Graciarena, Argentina, so­ ciedad de masas, de 1965, y en la de T. S. Di

Tella y T. Halperín Donghi, Los fragmentos del poder, de 1969. En Buenos Aires, en un marco institucio­ nal menos sólido, la misma ambición se volcó en un estudio serial de las variables básicas de

la economía argentina en el último siglo, que contó con los auspicios de instituciones fran­ cesas orientadas por la escuela de los Annales. En el marco de este proyecto se iba a comple­ tar la serie homogeneizada y corregida a valo­ res de mercado de un siglo de exportaciones argentinas, llevada adelante por Cortés Con­ de, Gorostegui de Torres y Halperín Donghi, que permanece inédita. Además de la influencia de la historia se­ rial y demográfica, otros aspectos más centra­ les de Annales -como la noción de historia to­

tal, de estructura y de larga duración- son también perceptibles en los trabajos del grupo renovador, pero más como orientaciones ge­ nerales que como lineamientos de un progra­ ma preciso de investigación. Con respecto a la historia total, además de alguna referencia ex­ plícita en algtmos trabajos, es sobre todo visi­ ble en la reticencia a la excesiva parcelación del campo historiográfico, como consecuencia de la proximidad a las conceptualizaciones de las ciencias sociales.

Las nociones de estructura y larga dura­ ción son, en realidad, o bien demasiado espe­ cíficas, o bien demasiado genéricas debido a que las investigaciones se centraron en buena medida en el vertiginoso cambio estructural de la Argentina del siglo XIX, y como tales op­

taron por un modelo que enfatizó más las transformaciones que las continuidades. En esa perspectiva, la longue durée no resultaba un concepto o categoría plenamente operable. La tendencia renovadora se nutrió tam­ bién de las ciencias sociales; concretamente, de

LA HISTORIOGRAFÍA

la influencia de la sociología y de la economía que buscaba recuperar esa dimensión históri­

ca. Un ejemplo paradigmático de ello es la vinculación entre el Instituto de Sociología de la Universidad de Buenos Aires dirigido por Germani y el Centro de Historia Social dirigi­ do por Iosé Luis Romero. A estas dos influen­

cias se agregaba la del marxismo de algunos integrantes del grupo renovador, pero su in­ fluencia fue más difusa y la lectura de los tra­ bajos de la época no sugiere que la presencia marxista haya sido en ningún caso decisiva en el sentido de que los historiadores marxistas europeos contribuyeran de forma marcada en el diseño del programa de investigación del grupo. Los trabajos de Maurice Dobb, Pierre Vilar —especialmente Crecimiento económico y

análisis histórico- y Witold Kula son citados en

oposición a la influencia sobresimplificadora de los modelos de crecimiento, que por otro lado, tuvieron sí una fuerte influencia sobre el

grupo. En este sentido, la fuente de inspira­ ción temática, conceptual y metodológica de los trabajos sobre historia argentina más típi­ cos e influyentes del período provino del análi­ sis fimcionalista de los procesos de moderniza­

ción propuesto por Germani, quien formulaba desde la sociología un verdadero programa de

investigación que abarcaba a la historia. La problemática germaniana contribuyó a for­ mular una forma de ver la historia argentina, planteó algtmos de los problemas básicos por abordar y proveyó la buena parte del instru­ mental conceptual para hacerlo. La tensión ar­ gumental decisiva era la dicotomía entre tradi­

ción y modemidad y de allí mismo provino también la preferencia temática. Así, La forma­

ción de la Argentina moderna resume un grue­

so núcleo de la preocupación historiográfica del momento y es un programa complementa­

i Enrique M. Barba. Academia Nacional de la Historia.

rio de Política y sociedad en una época de tran­ sición. En este sentido, es factible ver en el mo­

delo de modernización el rasgo más típico de la historiografia de los años sesenta sobre la Argentina. Así, si Annales fue una matriz pro­ fesional para los historiadores, el mundo con-­ ceptual en el que inscribieron sus preocupa­ ciones se hallaba profundamente marcado por la sociología germaniana. Por otro lado, la problemática de la mo­ dernización se hallaba íntimamente vinculada con la preocupación por el desarrollo. Una de las presentaciones más representativas de esta problemática fue la que hicieron Guido Di Te­ lla y Manuel Zymelman, aplicando estricta­ mente el modelo rostowiano a la Argentina, vinculando el desarrollo y la modernización

con la industrialización. También el pensa­

89

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

miento de Raúl Prebisch marcó muy proftm­ damente las interpretaciones del pasado ar­ gentino. El espíritu de época, dominado por el desarrollismo, permitió la articulación de un conjunto variado de modelos conceptuales en

una lógica dominada por aquél. Pero la renovación temática también tuvo

el enfoque tradicional, pierde entidad y se des­

lugar entre los estudiosos de historia argenti­

dibuja. Los actores son básicamente sujetos so­

na integrados en las corrientes dominantes

del Derecho, donde José M. Mariluz Urquijo ofreció trabajos de historia mercantil e indus­ trial porteña de indudable nivel y sólidamente documentados. También merecen citarse el

ciales y la práctica política es producto, en el nuevo enfoque analítico, de un complejo juego de intereses que conjugan los distintos frag­ mentos del poder. Se trazó así un lazo indiso­ luble entre sociedad y política para hacer inte­ ligible el proceso. Este modo de abordaje llevó a la introducción de métodos sociológicos y cuantitativos en el estudio de la política. Por otra parte, la incorporación de la teoría llevó a que la historia nacional perdiera su aislamien­ to, al subsumirse en un marco de análisis ma­

centro mendocino y los trabajos de Pedro

yor, que fue el modelo occidental o el marco la­

Santos Martínez sobre la historia económica

tinoamericano. Finalmente, la renovación

de Mendoza durante el Virreinato y sobre las industrias en ese mismo período. Por su parte, el Instituto de Desarrollo Económico y Social iba a albergar las primeras jornadas convoca­ das por la Asociación de Historia Económica y Social en 1966 y las segundas, en 1969. Es importante destacar que, si bien la expe­ riencia renovadora significó la apertura a nue­ vos campos, fundamentalmente el económico y social, ello no implicó el abandono de la his­ toria política sino más bien su replanteo con

también se expresó en el modo de escribir la

un perfil interdisciplinario. En este campo,

la vez que el grupo perdió envergadura institu­

también fue decisiva la influencia de Germani,

cional, paradójicamente se hizo más visible a

porque fueron precisamente la teoría de la mo­

través de publicaciones más nutridas: La Histo­

desde antes de 1955. Ello ocurrió en el campo de la historia colonial, donde Levene había es­ bozado el deslizamiento de la historia institu­

cional a la socioeconómica y las tentativas orientadas en la misma dirección entre los es­ tudiosos nucleados en el Instituto de Historia

90

la introducción de la noción de proceso histó­ rico como totalidad, y llevó a otorgar preemi­ nencia en la explicación a los factores econó­ mico-sociales, por sobre los institucionales. En este esquema, lo político no se explica por sí mismo; el individuo, actor político central en

historia; de allí que el rasgo más notable de es­

ta perspectiva, desde el punto de vista de la or­

ganización textual, fue el deslizamiento de la narración al análisis, deslizamiento que incor­ poró el bagaje conceptual y metodológico que provenía fundamentalmente de la sociología. El grupo renovador no subsistió como em­ presa más allá del derrumbe de 1966 y es a par­

tir de los espacios no oficiales donde es posible rastrear algima continuidad luego de ese año. A

dernización y la de los ciclos políticos latinoa­

ria Argentina que tenía como editor a Halperín

mericanos la base inicial de un acuerdo que otorgó unidad y sistematicidad a esta tenden­

Donghi, La población de América latina de Sán­

chez Albornoz y Iosé Luis Moreno, La forma­

cia. Esta nueva mirada de lo político implicó el

ción de Ia Argentina moderna de Cortés Conde

abandono de la historia de acontecimientos y

y Ezequiel Gallo, y Nacionalismo y liberalismo

LA HISTORIOGRAFÍA

económicos en la Argentina 1860-1880 de Iosé C.

Chiaramonte. Estas obras llevaban a término trabajos encarados en la etapa anterior, demos­ trando que la renovación no había sido estéril.

En síntesis, la perspectiva renovadora bus­ có instaurar un nuevo estilo profesional, pro­ pició un paradigma caracterizado por influen­ cias múltiples, renovó los temas, los métodos y las interpretaciones del pasado, pero no logró,

supuesto que atravesaron los ámbitos de gene­ ración del pensamiento social a partir de 1966 y que provocó en muchas coyimturas una acti­ vidad investigadora ciertamente asistemática en las universidades y su concentración, en no pocos casos, en espacios no oficiales.

Las características de este capítulo tornan

imposible un análisis pormenorizado de la

LA EXPANSIÓN Y LA ESPECIALIZACIÓN

abundante y a veces dispersa producción his­ toriográfica relativa a los distintos aspectos de la realidad histórica; por lo tanto, el análisis se limita a destacar ciertos ejes temáticos que en­ cuentran su pleno desarrollo histórico en los capítulos de esta obra. En el campo de la historiografía económi­ ca, si bien la inclinación a buscar claves econó­

HISTORIOGRÁFICAS

micas y sociales para explicar los procesos po­

por su marginalidad institucional y por la inestabilidad de la vida política y cultural ar­ gentina, una posición predominante en el es­ pacio historiográflco.

líticos del pasado nacional data desde Mitre y

En los años posteriores, la historiografía

Vicente Fidel López, Iuan A. García, Paul

nacional, en consonancia con las orientaciones

Groussac y Iuan Álvarez, sin embargo, no se había constituido una escuela historiográfica que abordara con alguna sistematicidad estos temas. Ni la Nueva Escuela Histórica ni el re­

de la historiografía europea y norteamericana, pero a un ritmo más lento y laxo, se caracteri­ zó por una expansión de su campo de estudio y por una coexistencia no uniforme de pers­ pectivas de abordaje, características que refle­ jan con claridad un recorrido historiográfico caracterizado por permanencias, rupturas y re­ surgimientos. El proceso de expansión del ob­ jeto de conocimiento, que involucró otro de es­ pecialización, no afectó de la misma manera y con la misma intensidad a todas las áreas de in­

visionismo clásico disponían de un arsenal conceptual específico que les permitiera abor­ dar los temas de historia económica. En este campo, en la segunda mitad del si­ glo XX, la historiografía fue significativa sobre tres períodos: la primera mitad del siglo XIX,

los nuevos enfoques socioculturales en boga en

el período de la gran expansión agropecuaria hasta 1930 y finalmente, la etapa más contem­ poránea hasta 1983. Para el primer período, el libro de Miron Burgin aporta una síntesis di­ fícilmente superable para la comprensión de los problemas económicos de la etapa. Un debate central que dio lugar a una pro­

los noventa. Por otra parte, esta expansión de la

ducción historiográfica considerable fue la

producción historiográfica se produjo a pesar de las tensiones entre democracia y autoritaris­ mo y entre institucionalización y falta de pre­

presión ejercida por las provincias para lograr que Buenos Aires protegiera los productos re­ gionales, en ciertos casos imponiendo la pro­

vestigación histórica y hasta la década de 1980 se exteriorizó con más fuerza en el ámbito de la historia económica, social, política y demográ­ fica, siendo menos perceptibles los virajes hacia

91

LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL

hibición absoluta de importar los que compi­ tieran con ellos. La etapa del crecimiento eco­ nómico y agrario, en particular entre 1850 y 1930, fue otro de los ejes temáticos que gene­ ró fructíferos debates que dieron lugar a una significativa producción. La interpretación de ese crecimiento eco­ nómico fue dispar y la discusión enfrentó a

quienes defendían un modelo de economía

cuarto de siglo siguiente. Cortés Conde ha de­ nominado a este giro la reacción neoclásica. En el nuevo marco, la teoría de la modemización

perdió rápidamente lugar y los condicionantes

netamente económicos más que los factores institucionales adquieren un papel más central en la explicación de los procesos económicos.

abierta, con aquellos que sostenían que no ha­ bía otro desarrollo beneficioso fuera del merca­

Un clásico de esta tendencia fue el libro de

do intemo. Para los años sesenta, la influencia

económica argentina, de 1973. Iunto a esos es­

de la economía del desarrollo, que había alcan­

tudios aparecieron otras corrientes cuya in­ fluencia fue considerable; especialmente, la historiografía económica sobre los Estados

zado mucha difusión en los países occidentales después de la Segtmda Guerra Mundial, se con­

Carlos Díaz Alejandro Ensayo sobre la historia

virtió en la línea argumental predominante pa­ ra interpretar el caso del crecimiento argentino. Dentro de esta corriente, aparte de la obra de

Unidos y el Canadá. La utilización por algtmos historiadores de la teoría del bien primario ex­

Aldo Ferrer y del trabajo de la CEPAL, Análisis y proyecciones del desarrollo económico argenti­

rios de los trabajos que contribuyeron a mar­ car ese cambio de rumbo. En 1970, Ezequiel

no, se cuenta con el de Sergio Bagú, “La estruc­

Gallo había publicado La agricultura en el pro­

turación económica en la etapa formativa de la Argentina modema”, que apareció en Desarro­

bía oposición entre el crecimiento de la econo­

portable -staple theory- se hizo presente en va­

ceso de industrialización, afirmando que no ha­

llo Económico, los trabajos de inmigración que publicaron el Instituto de Sociología y el Cen­

mía basada en las exportaciones agrícolas y la

tro de Historia Social y algimos de los que

consecuencia de aquélla. Por otra parte, Guido

aparecieron en la antología Argentina, socie­ dad de masas. Fueron también muy impor­ tantes el libro de Chiaramonte, Nacionalismo y liberalismo económicos en la Argentina 1860­

Di Tella se apartó de su tesis primitiva, dirigi­ da por Rostow, y propuso la economía de los

industrialización sino que ésta había sido la

agrícola. La crisis institucional de 1966 marcó tam­

espacios nuevos siguiendo la versión de la sta­ ple theory. Por su parte, Cortés Conde utilizó los esquemas de Balwin, North y Watldns en Hispanoamérica: la apertura al comercio mun­ dial, en 1974. A ellos se sumaron el ensayo in­ terpretativo de Lucio Gellner sobre la teoría del bien primario exportable —criticando la versión del libro de Cortés y Gallo, La forma­ ción de la Argentina modema- y El caso argen­ tino de Vázquez Presedo, donde se siguieron los mismos lineamientos. En 1979 se publicó

bién un giro en las líneas interpretativas y el

El progreso argentino, en el que se discutían va­

1880; el de Gallo y Cortés Conde, La formación de la Argentina moderna; varios artículos de la

antología Los fragmentos del poder de Torcua­

to Di Tella y Halperín Donghi —entre ellos, el

de Cortés Conde, “El boom argentino, una oportunidad desperdiciada”-, y finalmente, la interpretación de Iames Scobie del desarrollo

92

modelo desarrollista-germaniano comenzó a ser paulatina y sistemáticamente revisado en el

LA HISTORIOGRAHA

rias tesis tradicionales de la historiografía eco­ nómica argentina vinculadas al patrón moder­ no, la propiedad de la tierra y las condiciones

de vida de los sectores populares en el proceso de crecimiento.

cional y la falta de contraposición entre em­ presarios agrarios e industriales. En el campo de la historiografía política, el interés por el período revolucionario y posre­ volucionario hasta 1870 motivó varias histo­

La historiografia económica para el perío­ do posterior a 1930 continuó motivada por la

rias generales que abordan los procesos políti­

búsqueda de las causas de la frustración del de­

Halperín Donghi, De la Revolución de inde­ pendencia a la Confederación rosista -síntesis del período, donde el autor logra articular los fenómenos políticos, económicos, sociales y culturales—; en la colección de historia publi­ cada por La Bastilla se encuentran los trabajos de Carlos S. A. Segreti sobre La Aurora de la Independencia, donde se caracteriza a la Revo­ lución de Mayo como una revolución popular,

sarrollo argentino. La historia agraria se fue consütuyendo en una especialidad propia y ello no es casual si se tiene en cuenta que el sec­

tor agropecuario constituye uno de los sectores más dinámicos de la economía y que el proble­

ma del crecimiento a largo plazo estuvo siem­

pre estrechamente vinculado al comporta­ miento interno y externo del sector primario. Otra línea de investigación y debate vincu­

cos del período; entre ellas, la obra de

y los de López Rosas y de Romero de 1976. En­

lada también al problema macroeconómico

tre las historias políticas destinadas específica­

sobre la incapacidad de la economía argentina

para mantener un crecimiento sostenido fue

mente al período 1800-1830, una de las más relevantes es la de Halperín Donghi, Revolu­

la de la industrialización. En las interpretacio­

ción y guerra, de 1972. El hilo conductor a par­

nes más típicas de la década del sesenta, preva­

tir del cual se analizan las repercusiones que el

leció la idea de que el crecimiento industrial en el período 1880-1930 fue limitado e insatis­ factorio debido a la hegemonía política de los

proceso revolucionario tuvo en la estructura política colonial es la formación de una elite política generadora de un centro de poder au­

grandes terratenientes, cuyos intereses son presentados como opuestos al desarrollo in­ dustrial. Esta interpretación clásica sobre el

yos, a partir de 1966, y los congresos naciona­ les e internacionales de la Academia Nacional

proceso de industrialización argentina tuvo su expresión en las obras de Adolfo Dorfman so­ bre la evolución industrial argentina. Pero a fi­ nes de aquella década comenzó a conformarse una visión alternativa, revisionista, que reva­

tónomo. Por otra parte, Investigaciones y Ensa­

de la Historia brindan un amplio espectro so­ bre los distintos aspectos del proceso revolu­ cionario. Dentro de esta línea, se destacan los

lorizaba una serie de factores que habrían

trabajos de Zorraquín Becú que proponen, so­ bre la base de un análisis jurídico-institucio­ nal, una doble lectura de la Revolución de Ma­

contribuido al desarrollo industrial, entre los

yo como momento de ruptura y al mismo

que se destacaban el marco institucional que contemplaba garantías a la propiedad privada y fomento a la inversión, el proceso de eslabo­ namiento hacia atrás y hacia adelante por la expansión agropecuaria, el proteccionismo ra­

tiempo, como continuidad de poderes, insti­ tuciones e ideas tradicionales. En cuanto al período que abarca la crisis del año ‘20 y la formación de los Estados pro­ vinciales, se destaca El país disuelto de Carlos

93

LA DIMENSION ClENTÍFlCA Y CULTURAL

El período rivadaviano mereció una serie de investigaciones destinadas a destacar dis­ tintos aspectos provinciales y nacionales de esa experiencia, desde la clásica y docurnenta­ da obra de Ricardo Picirrilli de 1960, hasta las investigaciones de Bagú y Galmarini que, des­ de una perspectiva socioeconómica, intentan explicar el régimen de Rivadavia. Con respecto a los sistemas de gobierno e

instituciones políticas, los trabajos realizados giraron en torno de tres cuestiones. Los inten­

tos de organización nacional, dentro de los cuales el conflicto entre unitarismo y federa­ lismo ocupa un lugar central. En este sentido, se destacan los trabajos de Barba y Bagú en la Revista de Historia del segundo trimestre de 1957. La segunda cuestión se relaciona con las investigaciones monográficas que analizan la estructura y el funcionamiento de algtmas ins­ tituciones, como la bien documentada tesis de I Ricardo Zorraquín Becú. Academia Nacional de la Historia.

Segreti, donde el autor construye una cohe­ rente explicación del estallido general de 1820,

en la que analiza la conformación de fuertes hegemonías locales, expresadas por liderazgos y alianzas de frágil equilibrio, basadas más en relaciones personales e intereses económicos que en coincidencias ideológicas, en un marco

Anzoátegui, quien considera el paulatino

signado por sucesivos intentos de reunir un congreso para organizar constitucionalmente

avance de la provincia de Buenos Aires como la gestación de la unidad nacional.

el pais.

94

B. Díaz sobre los juzgados de paz de campaña de 1959, el trabajo de Levaggi sobre las comi­ sarías de campaña de 1976 y la investigación de Zorraquín Becú de 1983 sobre el papel del cabildo en la primera década revolucionaria. La tercera cuestión alude a los estudios sobre

el problema de la génesis del Estado nacional. Entre ellos cabe mencionar el de Víctor Tau

Con relación a la historiografia sobre la

En 1983, Iosé C. Chiaramonte concibe al

Confederación rosista, los planteos renovadores

Estado autónomo provincial no como pro­ ducto de una disgregación de una nación preexistente sino como un punto de partida

se inician con Enrique M. Barba. Sus primeros estudios sobre la época de Rosas aparecieron en la Historia de la Nación Argentina de la Acade­ mia Nacional dela Historia a fines de la década

de una organización política estatal cuyos lí­ mites serán, por un lado, provinciales, mien­ tras que al mismo tiempo se gestan los proyec­ tos de unidad mayor.

del cuarenta, donde buscó la explicación del fe­

nómeno desde variadas facetas tanto políticas como económicas, sociales e incluso culturales,

LA HISTORIOGRAFIA

metodología que siguió profundizando en sus ulteriores obras, como Correspondencia entre

y la época de Avellaneda, investigada por Car­

Rosas, Quiroga yLópez; Unitarismo, federalismo,

Gassio y Cristina San Román en La conquista

rosismo; y Cómo llegó Rosas al poder.

del progreso (1874-1880), y La renovación pre­ sidencial de 1880 de Lía E. Sanucci.

En cuanto a los aspectos jurídico-políticos de la Confederación rosista, existen varios tra­

bajos que estudian el sistema de pactos, la su­ ma del poder, las facultades extraordinarias y el encargo de las relaciones exteriores; entre ellos, el de Tau Anzoátegui, Formación del Es­ tado federal argentino (1820-1852).

los Heras, además del aporte de Guillermo

Un tema crucial en el proceso político del período fue la cuestión capital y la federaliza­ ción de Buenos Aires, problemática que fue

abordada por Susana Ratto de Sambucetti y por Carlos Segreti, y las posiciones de destaca­

dos personajes son analizadas, entre otros, por

El período que se abre a partir de 1852

Edith Debenedetti en Carlos D’Amico en el

suscitó dos clásicos estudios, el de Scobie, La

proceso de federalización de Buenos Aires y Bea­

lucha por la consolidación nacional, y el de Bea­

triz Moreyra en Valorización de dos posiciones

triz Bosch, Urquiza y su tiempo.

sobre la federalización de Buenos Aires. El caso

Otra línea de análisis que contribuyó al conocimiento de los aspectos políticos de este período fueron las biografías históricas indivi­ duales o familiares. Dentro de este género es­

tán las biografías de Emilio Cartilla sobre Marco Avellaneda, que incluye desde las ideas

políticas de Avellaneda hasta un análisis de la

Liga del Norte; La Juventud de Felix Frías de Ambrosio Romero, que analiza la militancia política del secretario de Lavalle y la cruzada revolucionaria de 1839-1841; la biografía de Facundo Quiroga de Silvestre Peña y Lillo; la de Salvador María del Carril de Carlos Melo; la de Marcial Quiroga, Manuel Moreno, minis­

tro plenipotenciario de Rosas, y la del inglés Iohn Lynch, Iuan Manuel de Rosas. En el ám­ bito de las biografías familiares se destacan los trabajos de Andrés Carretero y Juan Iosé Se­

particular de la provincia de Buenos Aires fue investigado por F. Armesto en Mitristas y alsi­ nistas y por el libro de Fernando Barba, Los autonomistas del 70.

Con respecto la la historiografía política del período correspondiente a la consolida­ ción del Estado nacional hasta 1930, la pro­ ducción predominante de los años sesenta y setenta —etapa signada por el predominio de la

historia económica y social y por la margina­ ción de la historia política- se caracterizó, co­ mo acertadamente ha expresado Ezequiel Ga­ llo, por una reacción mimética y se reflejó en una serie de investigaciones alrededor de te­ mas como las precondiciones políticas del cre­ cimiento económico, por la aplicación de mo­ delos provenientes de la teoría sociológica y por la participación de especialistas en cien­

breli sobre los Anchorena y el de Ricardo Pic­ cirilli sobre los López. El período de las presidencias fimdaciona­ les no mereció una obra de conjunto sino tra­

cias sociales y de investigadores extranjeros in­

tamientos particulares, como el caso de Mitre analizado por Carlos Heras; la presidencia de Sarmiento, estudiada por Iosé S. Campobassi

teriorizó en un grupo de trabajos que estuvo estrechamente relacionado con preocupacio­ nes referidas al crecimiento económico, la

teresados en algunas dimensiones de la vida política argentina. Concordante con esa evo­ lución, el abordaje de la historia política se ex­

95

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

modernización y la movilidad social y a fenó­ menos singulares más específicamente argen­ tinos como la inmigración masiva. Entre los

aportes más relevantes y novedosos del pro­ grama de investigación se encuentran una vi­ sión totalizadora de la generación del 80, un análisis con fuerte preponderancia social de los orígenes del radicalismo y una visión más matizada y compleja de la década del treinta, el papel de las Fuerzas Armadas, la trayectoria y los cambios en el Congreso y el papel de los empresarios en la política. A partir de los setenta, algunos historiado­ res políticos reaccionaron ante la situación de dependencia en que se encontraba su discipli­ na y asumieron la defensa de la especificidad de la vida política, con el consiguiente rechazo a considerarla como dependiente de los desa­ rrollos económicos y sociales. Surgió así la preocupación por analizar la lógica propia de los fenómenos políticos. Dentro de las nuevas orientaciones se destacan El orden conservador de Natalio Botana, algunos trabajos sobre as­ pectos parciales, como los análisis del Poder Legislativo de N. G. Molinelli, de las relaciones

entre el Legislativo y el Ejecutivo durante el primer gobierno radical, de A. M. Mustapic, y de la federalización de Buenos Aires, de Ruiz Moreno.

Un panorama similar, promisorio pero con algunas lagunas, ofrecen los estudios so­ bre los partidos políticos. El Partido Socialista ha sido objeto de algunos buenos trabajos, co­ mo los de R. Walter y D. Weinstein y el libro de

H. Sanguinetti sobre los socialistas indepen­ dientes. Sobre el radicalismo, si no hubo un estudio de relevancia, hay algunos ensayos ge­ nerales como los de P. Snow, E. Passalacqua, 96

H. Clementi y F. Sabsay y R. Echepareborda, a los que se suman contribuciones más parciales

y específicas y estudios realizados sobre va­ riantes provinciales del radicalismo, como son el libro de C. Rodríguez sobre Cuyo y los artículos de M. I. Wilde, R. Ferrero y C. Páez de la Torre sobre Santa Fe, Córdoba y Tucu­ mán. La única tentativa general en esta época fue la del libro de David Rock, que si bien pre­

senta un estudio muy detallado para el primer gobierno de Yrigoyen, es más genérico y su­ perficial para el período anterior a 1912 y el posterior a 1922. En la historiografía política referida al pe­ ríodo que se extiende desde la caída de Yrigo­ yen hasta la restauración democrática en 1983, las diferentes constelaciones del poder -el po­ der político e ideológico, el militar, el sindical y el empresarial-, el fenómeno peronista, la ines­ tabilidad civil y militar y la creciente violencia en sus diversas formas de expresión y costos, se constituyeron en problemáticas centrales, al margen de la existencia de obras aisladas dedi­ cadas a asuntos disímiles. El período 1930-1980 se encuentra fuerte­ mente marcado por las influencias ideológicas y un ingrediente fundamental es el nacionalis­ mo, los nacionalistas y los nacionalismos, se­

gún las varias versiones. En este sentido, la obra clásica de Enrique Zuleta Álvarez no só­ lo estudia el nacionalismo sino que también profundiza sobre la historia ideológica y cul­ tural de la Argentina. El primer enfoque histó­

rico del movimiento lo hicieron María Inés Barbero y Fernando Devoto. Otro trabajo de envergadura documental y rigor conceptual fue el de Christian Buckrucker, Nacionalismo y

peronismo. Este autor disintió con la califica­ ción del nacionalismo por Zuleta Álvarez, pe­ ro completó el tema en sus relaciones con el peronismo en un marco de proyecciones in­ ternacionales.

.

LA HISTORIOGRAFÍA

El peronismo fue uno de los fenómenos sociopolíticos que ha ejercido una atracción

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especial en la historiografía argentina, y uno de

los temas más convocantes de la producción histórica del período fue la temática de su sur­ gimiento. En este aspecto, Germani buscó la clave interpretativa del peronismo en las difi­ cultades de integración de las nuevas masas al medio urbano e industrial. Hacia fines de los

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años sesenta, una nueva generación de intelec­

tuales inició una vasta revisión de las pers­ pectivas heredadas en las más diversas áreas. Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero rees­

cribieron la historia del período que precedió al ascenso del peronismo y señalaron la pro­ gresiva acumulación de demandas insatisfe­ chas como el punto de fiisión entre los traba­ jadores de origen extranjero, sus descendientes nativos y los nuevos trabajadores provenientes del interior, y asociaron a unos y a otros en el apoyo de la política de reformas sociales y po­ líticas de Perón. Esta versión revisionista se completó con la rehabilitación de la participa­ ción de las antiguas conducciones sindicales en el acercamiento de las masas a Perón.

Los primeros gobiernos peronistas fueron materia del libro de Ricardo del Barco que des­ cribe el repertorio de interpretaciones sobre el peronismo, el desarrollo del partido y el movi­ miento y la ecuación Juan y Eva Perón. Peter Waldmann esclarece falencias y demandas que estaban presentes en la realidad argentina des­ de la década del treinta y que, de alguna mane­ ra, el gobierno peronista interpreta y modifica, sin olvidar Perón y su tiempo de Félix Luna.

Para el período posperonista, Marcelo Ca­ varozzi arriesga claves interpretativas en Auto­ rítarismo y democracia, analizando las trans­

formaciones políticas que se operaron a partir de 1955 y el proceso que lleva a los profundos

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I Portada de la Historia de la Nación Argentina (1936).

desgarramientos del tejido social en la década

del setenta. La investigación de Guillermo O’Donnell fue la obra de mayor envergadura sobre las nuevas formas de dominación que emergieron en América latina a partir de los años sesenta. El Estado burocrático autoritario reconstruye la confluencia de crisis, temores y esperanzas sobre las que los actores políticos

fueron optando por la violencia como única alternativa de futuro. La década de 1970 concentró la más nutri­ da bibliografía. Algunos estudios destacables intentan claves interpretativas sobre los años 1973-1976, señalando que la muerte de Perón frustró un proyecto de peronismo renovado y

que los conflictos entre tendencias habrían desbordado Ia capacidad de maniobra del lí­ der y de los gobiernos que se sucedieron. En

97

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

tal dirección se encuentra la obra de Guido Di

fuerzas de restauración y de ruptura. En la

“obsevatorio autónomo”, propicia un retorno a la valoración de la dimensión social y al diá­ logo con los historiadores. Otras entidades que han hecho su aporte a la disciplina fueron el Instituto de Historia del Derecho de Córdoba, que tuvo como figura

misma línea se ubica Oscar Landi en La terce­

principal a Roberto Peña; el Instituto de la

ra presidencia de Perón.

Historia del Notariado en la ciudad de la Pla­

El tránsito a la democracia fue acompaña­ do de obras como las de Alain Rouquié y Ro­

ta y el Instituto Argentino de Estudios Consti­

Tella que considera a Perón cercado por dos posiciones extremas. Liliana de Riz, en Retor­ no y derrumbe, explica el deterioro guberna­ mental como resultado de la tensión entre las

bert Potash dedicadas a analizar la relación militar y el poder político en la sociedad ar­

gentina. Por otra parte, diversos estudios avanzan en el conocimiento del proceso mili­ tar, la resistencia a éste y las múltiples secuelas de la transición democrática.

del Pensamiento Político, Institucional y Iurí­

En la historia del Derecho, el desenvolvi­

pero con una mirada propia de hombres de

miento no quedó reducido al pasado estricta­ mente nacional sino que tuvo una proyección hispanoamericana, sobre todo para el derecho vigente durante la colonización española, de­ sarrollo que tuvo una íntima conexión con los estudios liderados por Rafael Altamira en Ma­ drid. Tanto Levene como Altamira buscaron

provincia. Los estudios histórico-sociales se confor­

siempre atender a la dimensión social del fe­ nómeno jurídico. En los años sesenta también se produjo en el campo de la historia jurídica una renova­ ción, cuyo artífice fundamental fue el español Alfonso García Gallo, quien propugnó un en­ foque más jurídico, y a mediados de los seten­ ta también se hace sentir la influencia de las reflexiones metodológicas del alemán Helmut Coing. Ni los Annales braudelianos ni el mar­

98

tucionales y Políticos de Mendoza, dirigido por el doctor Dardo Pérez Guilhou, dedicado a investigar y difundir el Derecho Constitu­ cional, el Derecho Administrativo, la Historia

dico argentinos, con una visión que ahonda en fuentes nacionales, americanas y europeas,

maron como un campo de fronteras irnprecisas y móviles y la historiografía social argentina es

una clara muestra de ello. Si bien existe una gran variedad de temas y abordajes diferencia­ dos, la producción histórica del período presen­ ta todavía innumerables vacíos temáticos, tem­

porales y regionales que sólo han comenzado a ser abordados a partir de la década del noventa.

En el marco de esta visión de conjunto, los tra­ bajos referidos a distintos aspectos de la historia

social colonial, los debates sobre la inmigración

en la conformación de la Argentina moderna y los estudios sobre sectores populares son repre­ sentativos de los avances disciplinarios.

xismo ejercieron atracción intelectual, dado que ambos mostraron indiferencia ante el fe­ nómeno histórico-jurídico. Un nuevo viraje renovador es perceptible en los años ochenta,

En la historiografia destinada a estudiar la sociedad rioplatense colonial, la etapa ftmda­ cional —que abarca la década del sesenta- se caracterizó por un desarrollo local y relativa­ mente autónomo de la historia social colonial,

a través de un enfoque que, sin despojar al fe­ nómeno histórico-jurídico de su condición de

todavía muy ligada y en estrecha dependencia de la demografía histórica. José Luis Romero,

LA HISTORIOGRAFIA

Tulio Halperín Donghi, Nicolás Sánchez Al­ bornoz y Ceferino Garzón Maceda impulsa­ ron los nuevos estudios. El trabajo pionero de Iosé Luis Moreno —que a partir del análisis de­

mográfico del censo de 1778 trataba de re­ construir la estructura social de la Buenos Ai­ res virreinal- implicó el paso de la demografía al estudio de la sociedad. La segunda etapa —que comprende hasta la década del ochenta- está caracterizada por los aportes extranjeros, especialmente estadouni­ denses, a través de los trabajos de Susan Soco­ low sobre los comerciantes de Buenos Aires y la tesis sobre los artesanos de Lyman Iohnson. Grupos y estratos sociales de la sociedad colo­ nial argentina fueron estudiados a partir de la metodología y las fuentes puestas a punto por los más recientes trabajos de historia social. Otra línea innovadora y de debate dentro de la historia social fueron los estudios sobre

la inmigración. El análisis de esta temática en la década del sesenta se insertó dentro de es­

tudios macrosociales que analizaban la con­ solidación de la Argentina moderna y donde el fenómeno migratorio era considerado co­ mo un factor clave en dicha modernización. De acuerdo con esa vertiente historiográfica, los estudios se caracterizaron por analizar la inmigración como un todo, sin tener en cuen­ ta la heterogeneidad interna de la masa mi­ gratoria; a la vez, se utilizaron métodos cuan­ titativos que buscaban establecer tendencias, mediciones y comportamientos promedios, basándose en fuentes censales y estadísticas. Los estudios más representativos son las obras de Gino Germani, Iosé L. Romero, Torcuato Di Tella, Francis Korn. Este tipo de análisis se unía a una visión exitosa y optimista del desa­

rrollo argentino y del papel de los extranjeros en ese desarrollo; en este contexto surgió la

teoría del “crisol de razas”. En oposición a esa

visión del proceso inmigratorio se despliega el enfoque que sostiene que el proceso de in­ corporación de los inmigrantes a la sociedad argentina respondió más al modo de pluralis­ mo cultural que al “crisol de razas”; es decir, cuestiona las ideas de fusión, amalgama e hi­ bridación y sostiene aquellas que subrayan la perduración de identidades étnicas, de lími­ tes, y propone la imagen de una sociedad co­ mo mosaico cultural. Surge así una variedad de estudios de casos que se focalizan en los di­ versos grupos étnicos asentados en diferentes regiones del país, analizando la constitución sociodemográfica de cada grupo en particu­ lar, sus formas de asociacionismo y los dife­

rentes patrones de comportamiento que los caracterizaron. Esta renovada mirada al proceso inmigra­

torio ha contribuido de manera decisiva a destacar la dimensión étnica en la historia de

la conformación de la sociedad y ha permiti­ do repensar dicho proceso, en tanto cuestiona la disolución de las identidades parciales, a la vez que postula la pluralidad como un mode­ lo deseable. Con respecto a los sectores populares y al movimiento obrero, el recorrido historiográfi­ co va desde la historia militante hacia el en­

foque sociológico característico de los años sesenta, hasta una producción histórica preo­ cupada por capturar la concreta experiencia histórica de los trabajadores y su significado para los actores en términos de identidad. En la historia militante existen cuatro his­ torias escritas por sendos representantes de las principales corrientes que animaron la primera época del movimiento obrero: Diego Abad de Santillán, Iacinto Oddone, Sebastián Marotta y Rubens Iscaro. Cada una de estas obras se pro­

99

LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL

ponía reivindicar una determinada línea ideo­ lógica en el seno del movimiento obrero orga­ nizado, pero sobre todo apuntaron a recortar una cierta identidad entre los trabajadores. A partir de 1955, en el contexto de la reno­ vación historiográfica en torno del Instituto de

Sociología y el Centro de Estudios de Historia Social dirigidos por Germani y Romero, surgió una serie de trabajos realizados por sociólogos,

ferida a los tiempos posteriores, a la etapa esta­

politólogos, antropólogos que se concentraban en los sindicatos como agentes sociales de la modemización, la relación entre organizacio­

dística, un aspecto básico son los esfuerzos para

nes sindicales y estrategias políticas o los mo­

delos de incorporación política de la clase

demográficos de este período —que lo distingue del anterior- es un tratamiento de las tasas vita­

obrera. Un ejemplo de ello son algunos traba­

les en forma más sistemática.

jos de la compilación de Torcuato Di Tella Es­

En este proceso de expansión y especiali­ zación temática, la reflexión sobre la teoría y el método histórico, si bien fue menos cultivada,

tructuras sindicales, de 1969. Más contemporá­

nearnente y por la influencia de la llamada historia desde abajo y sobre todo de los trabajos

de Eric Hobsbawm y Edward Thompson, se empezó a atender a los trabajadores mismos, a sus experiencias y condiciones de vida.

La historia demográfica argentina es otro campo de indagación que ha denotado avan­ ces notables a partir de la segimda mitad del siglo XX. Con anterioridad a la década del se­ senta, los trabajos propiamente históricos o retrospectivos son escasos, pero en los años posteriores se advierte un cambio importante, exteriorizado no sólo en el aumento del nu­

100

tó a los hechos vitales y la falta de coordina­ ción y complementación de los resultados en un cuadro coherente. En cambio, el panorama de los estudios monográficos, ya sea de perío­ dos, regiones, o fuentes estadísticas, ofrece verdaderos progresos y una creciente atención por parte de los historiadores. En relación con la demografia histórica re­

corregir y ajustar la información demográfica. Por otra parte, una característica de los estudios

adquirió presencia entre las obras de Antonio Pérez Amuchástegui, especialmente en Intro­ ducción a la Historia. Del Epos a la Historia científica: una visión de la historiografia a tra­ vés del método y en Algo más sobre la Historia:

teoría y método sobre la investigación histórica

(ambas en colaboración con Jorge Luis Cassa­ ni), que se constituyeron en referentes inelu­ dibles sobre los problemas teóricos metodoló­ gicos e historiograficos.

mero de trabajos, sino también en la diversifi­ cación temática.

LAS HISTORIOGRAFÍAS PROVINCIALES

Con respecto a la producción de conjunto referida a los tiempos anteriores a 1869, los progresos en lograr una visión de conjunto fueron muy limitados y ello deriva en gran

En este lapso, la historiografía del interior hizo significativos avances en su proceso de profesionalización e institucionalización y de paulatina renovación temática y metodológi­

parte de la falta de monografías de base y de la limitada difusión de la bibliografía de detalle que fue acumulándose en estas décadas. A ello

ca. Las juntas de estudios históricos vieron re­

hay que añadir la escasa atención que se pres­

cortado su campo de acción con la creación de los departamentos de historia en las universi­ dades en todas las provincias.

LA HISTORIOGRAFÍA

En el Noroeste, la importante gestión en beneficio de las historias provinciales desa­ rrollada por la generación del treinta tuvo continuidad con el quehacer de una nueva ge­ neración que comenzó a manifestarse biblio­ gráficamente a partir de los cincuenta. Esta ge­

neración se distinguía por una mayor presencia de egresados universitarios con for­ mación especializada y su producción se desa­ rrolló a partir de los años cincuenta y se pro­

longó por lo menos hasta fines de la década del ochenta. Son trabajos donde predomina­ ban las temáticas políticas, culturales, institu­

realizaron labor historiográfica sin tener for­ mación profesional específica y la segunda, in­

tegrada por los historiadores profesionales. Ejemplos notorios de quienes contaban con una formación universitaria en Derecho son los doctores Carlos Melo y Carlos Luque Co­ lombres. Al primero se le debe una historia de la provincia que constituye uno de los capítu­ los de la Historia argentina contemporánea pu­ blicada por la Academia Nacional de la Histo­ ria en 1967, un esfuerzo de síntesis desde una

preeminente perspectiva política e institucio­ nal. Tampoco se puede omitir la introducción

cionales y eclesiásticas. Por otra parte, en varios

a su obra Constituciones de la provincia de Cór­

de estos autores se comprueba una adscripción

Historia de La Rioja de Armando R. Bazán, la Historia de Jujuy de Emilio Bidondo, la Histo­ ria colonial de Catamarca de Gaspar Guzmán, la Historia del Tucumán de Carlos Páez de la

doba, publicada en 1950, donde expone el ori­ gen y desarrollo de las instituciones políticas de la provincia a partir de 1776. Las dos obras traslucen el conocimiento prolijo del Derecho público. Luque Colombres fue un minucioso investigador de la historia colonial y en espe­ cial de la provincia. Es imposible prescindir de sus investigaciones al abordar los inicios de la ciudad de Córdoba y las primeras etapas del proceso colonizador. Su obra más representa­

Torre y la Historia de Santiago del Estero de

tiva, Orígenes históricos de la propiedad urbana

Néstor Achával.

(siglos XVI Y XVII), se publicó en 1980. En cinco capítulos, cada uno de los cuales irnpor­ ta un corte horizontal -1600, 1625, 1650, 1675

a la corriente revísionista, preocupada por la reivindicación de los caudillos federales repre­ sentativos del Noroeste: Heredia, Ibarra, Peña­ loza, Varela. Esta generación completa la tarea de formular las historias provinciales como la

En la historiografía del Noroeste se advierte

una renovación temática y metodológica en los últimos años. En 1959, Horacio Bliss fue el ini­ ciador de la investigación especializada en histo­

ria económica, que tomó forma con la creación

del instituto respectivo en la Facultad de Cien­ cias Económicas de Tucumán. Ramón Leoni

Pinto, desde su preocupación metodológica, produjo verdaderos aportes a la historiografía tucumana. Otra linea de trabajo fue la de la his­

toria regional exteriorizada principalmente en la Historia del Noroeste argentino de Bazán.

La historiografía de Córdoba reconoce dos vertientes. La primera, integrada por quienes

y 1700-, el autor presenta a través de cada manzana y cada solar la evolución urbana de la ciudad. Dentro del grupo no especializado se des­ taca, además del padre Pedro Grenon, Efraín Bischoff, cuya producción se mueve entre la evocación y la narración lineal y abarca desde el artículo periodístico hasta libros. Sus temas son preferentemente políticos y culturales a partir de la época de la Revolución de Mayo. En épocas más recientes se conformó una generación de profesionales, la mayoría de

101

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

ellos nucleados en torno a Carlos Segreti en el Centro de Estudios Históricos, autores de tesis

doctorales y de investigaciones que abordaron diversas temáticas, desde la historia colonial

hasta los procesos económicos y sociales del siglo XX. También la Iunta Provincial de His­ toria reúne a investigadores e historiadores con distinta formación, cuyas producciones se condensan en la Revista publicada desde 1960 y en la serie Cuadernos de Historia. La historiografia cuyana se caracterizó por la culminación de la labor historiográfica ini­ ciada en la primera mitad del siglo XX y por la gradual incorporación de temáticas y de nue­ vas metodologías. El Segundo Congreso de Historia de Cuyo, en 1961, fue propicio para el intercambio de ideas, originando vínculos en­ tre sectores con preocupaciones comunes y

za y su tiempo y Manuel Machi, autor de Ur­ quiza el saladerista. Hubo un predominio de la historiografía política, pero no se descartó el estudio de otros sectores. Así, en 1966, se edita el libro Historia de la instrucción pública en En­

tre Ríos y en 1978, Historia social y económica de Entre Ríos 1600-1854 de Oscar F. Urquiza Almandoz. Desde el punto de vista de la cons­ trucción del conocimiento histórico, predomi­ na el modelo erudito con un tratamiento lineal

del tiempo, cuya duración está en relación di­ recta con la documentación disponible. La na­ rración del episodio militar, la Semblanza bio­ gráfica del personaje y la crónica del hecho son materia de interés recurrente. En los años inmediatamente anteriores a

tro quedaron plasmadas en Trabajos y Comuni­

1983, diversos autores santafesinos se ocupa­ ron en estudiar distintos aspectos de la histo­ ria provincial a través de trabajos monográfi­

caciones de La Plata. En Mendoza, varios egre­

cos de variada importancia. En el aspecto

sados de la universidad completaron sus

político cabe. mencionar a Leoncio Gianello

estudios en España, .trabajando sus tesis sobre temas regionales pero con fuentes del Archivo General de Indias; entre ellos, Edberto Oscar

ria del Congreso de Tucumán) y Miguel Angel

alentando la investigación en temas regionales. Algunas de las contribuciones de este encuen­

Acevedo y Pedro Santos Martínez. Jorge Coma­

drán Ruiz presentó el primer trabajo de perio­ dización de la época hispánica; Martínez incur­ sionó en temas no convencionales en Historia económica de Mendoza durante el Virreinato y Acevedo indagó sobre las actitudes mentales en

la época de la Revolución de Mayo. De modo que la historia político-militar fue complemen­ tada por el análisis socioeconómico, incorpo­ rando fuentes importantes para la historia de Cuyo, como los archivos chilenos. La historiografía de Entre Ríos estuvo re­ 102

cundo Arce con Entre Ríos en los albores de Ia Revolución de Mayo, Beatriz Bosch con Urqui­

presentada por un grupo de historiadores que la representan paradigmáticamente, como Fa­

(Historia de Santa Fe, Historia de López, Histo­

De Marco (Orígenes de la política santafesina e Historia de Rosario, éste en colaboración con Oscar Luis Ensinck); en la faz económica, del autor mencionado en último término, traba­

jos sobre moneda, bancos, desarrollo de la agricultura y'la ganadería; en historia eclesiás­ tica, Américo A. Tonda. La Iunta Provincial de

Estudios Históricos, a través de su antigua y prestigiosa revista, y el Instituto de Historia de

la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, mediante su serie Monografías y Ensayos, ade­ más de la revista Res Gesta, dieron notable irn­

pulso a la investigación. la historiografía del Nordeste surge en la se­ gunda mitad del siglo y el factor que más incidió

LA HISTORJOGRAFÍA

en ello fue la creación de la Universidad del Nor­

deste y de su Departamento de Historia, que desde 1958 recibe a un grupo de profesionales procedentes fundamentalmente de Buenos Ai­

Con respecto a la historiografía patagóni­ ca, la institucionalización y profesionalización de la disciplina se produjo con la aparición de instituciones de carácter universitario o de ni­

res. En 1967 se creó —en la Facultad de Humani­

vel terciario que provocaron una profunda

dades con asiento en Resistencia- el Instituto de

transformación en la forma de investigar, en­ señar y difundir la historia, entre ellas, la Uni­ versidad Nacional del Sur.

Historia, entidad que desde entonces y hasta 1983 fue dirigida por Emesto I. A. Maeder. La la­ bor del instituto se volcó fundamentalmente a la

reconstrucción de la historia regional, al releva­

miento bibliográfico y a la heurísüca documen­ tal, surgiendo de ello Compilaciones de fuentes,

En cuanto a la producción, no existe una historia patagónica integral. Se cuenta con al­ gunos intentos de bosquejar una historia del todo continental, estudios históricos sobre su­

competencia. El aspecto escogido preferente­ mente como objeto de investigación fue el pro­

bregiones, territorios y provincias, y trabajos específicos sobre pueblos o algunas temáticas particulares. Dentro de la historia colonial pa­ tagónica, la temática más extendida es la refe­ rida a la navegación, el descubrimiento y las exploraciones en el Atlántico Sur. Sobre la problemática del mar, se destaca la Historia marítima argentina, editada por una comisión presidida por Laurio Destefani. Dentro de la historiografía patagónica de la época hispáni­ ca también se encuentran los trabajos de Her­

ceso de poblamiento y ocupación del espacio en

nán Silva, especialmente La economía pesquera

el Nordeste argentino. Pero también se elabora­

en el Virreinato del Río dela Plata. Con respec­

ron trabajos sobre aspectos económicos, sociales

to a las subregiones, Rosario Güenaga aborda la expansión hacia‘las regiones australes, los ciclos económicos, los conflíctos limítrofes, la

índices bibliográficos y trabajos monográficos referentes a distintos aspectos. En 1979, por un convenio celebrado con el CONICET y la Fun­ dación para el Desarrollo del Nordeste, fue crea­

do el Instituto de Investigaciones Geohistóricas,

con el objetivo de promover el desarrollo de di­

chos estudios de la región, formar investigado­ res y técnicos y prestar asesoramiento a institu­

dones oficiales y privadas en el área de su

y culturales de las provincias de la región, así co­

mo Compilaciones documentales que se dieron a conocer a través de sus diferentes series docu­

ron algunas historias generales de las provincias

inmigración y la demografía. Por su parte, la zona norpatagónica ha recibido también es­ fuerzos interpretativos por un equipo del De­ partamento delHistoria de la Universidad del Comahue. Muchos trabajos vinculados a te­ mas específicos, como la Conquista del De­ sierto y el poblamiento, o a aspectos políticos y particularmente sociales y económicos de

de la región. El más importante aporte estuvo dado por las que integran el plan de la Historia

Río Negro y Neuquén, se vinculan entre sí pa­ ra mostrar procesos que superan las lirnitacio­

argentina Contemporánea editada por la Acade­ mia Nacional de la Historia.

nes provinciales. Sin embargo, pese a la pre­ sencia de estos tipos de estudios, la mayoría de

mentales. El instituto desarrolla sus actividades

en coordinación con el Instituto de Historia de la Facultad de Humanidades. Ambas entidades publicaron algimos de los trabajos realizados en la revista Folia Histórica del Nordeste, que se ini­

ció en 1975. En este período también se escribie­

103

LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL

la producción se encuentra limitada por la

cionales, la evolución social, el derecho preté­

configuración territorial o provincial

rito, las corrientes espirituales e ideológicas, el

Y REVISTAS

arte antiguo y las estructuras económicas del pasado. El Boletín del Instituto de Historia Ar­ gentina "Dr. Emilio Ravignani", en su segunda serie, continuó editándose de 1956 a 1973, con

Es importante destacar que esta diversifi­ cación temática, temporal y espacial de la pro­ ducción histórica fue posible gracias a la ex­

nencia de la historia política y del siglo XIX y un importante protagonismo de los discípulos de la Nueva Escuela Histórica, siendo funda­

pansión institucional y editorial. En este

mental la presencia de Ricardo Caillet Bois. Res Gesta, vocero del Instituto de Historia de

ALGUNAS OBRAS GENERALES

un número discontinuo en 1980, con preemi­

período se multiplicaron las obras generales, los institutos y revistas especializadas, produc­ to de iniciativas privadas y oficiales. Con res­ pecto a las primeras, a las ya mencionadas en las páginas precedentes, merecen citarse la ya

referida Historia argentina contemporánea 1862-1930, editada por la Academia Nacional

de la Historia; la Historia argentina dirigida por Roberto Levillier, integrada por cinco vo­ lúmenes y destinada no sólo a especialistas si­ no al público lector hispanoamericano y que contó con destacados colaboradores como Ri­

cardo Caillet Bois, Enrique de Gandía, Leon­ cio Gianello, Ricardo Zorraquín Becú y Bea­

triz Bosch, entre otros, y la Historia de los argentinos de Carlos Alberto Floria y César A. García Belsunce, que ofrece una síntesis con

amplia base documental del proceso histórico desde la conquista hispánica hasta la caída de Perón.

La cantidad de revistas especializadas se incrementó, y se destacan algunas por su per­

104

la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica Argentina,

dirigida por Miguel Ángel De Marco, reúne los aportes de los miembros del instituto y también de otros investigadores argentinos, incluyendo artículos de arquitectura, arte, his­ toria europea, americana y argentina, diplo­ macia, derecho; historia eclesiástica, de la edu­

cación, económica, política, militar, social, historiografía y teoría de la historia. La Revis­ ta de Historia ‘Americana y Argentina del Insti­ tuto de Historia de Ia Facultad de Filosofía y Le­

tras de Ia Universidad Nacional de Cuyo fue creada por Edberto Oscar Acevedo en 1956 y los aportes incluyen problemáticas de la pre­ historia, la paleografía, la historia política, mi­ litar, social, económica y del pensamiento en las áreas de historia americana y argentina. El Anuario de la Sociedad de Historia Argentina —organismo no universitario cuya figura cen­ tral fue Abel Chanetón- se publicó entre 1940

manencia y representatividad institucional. Investigaciones y Ensayos, publicación de la Academia Nacional de la Historia, que se su­

y 1947 con una temática variada, predomi­

mó al Boletín de la Academia que aparecía des­

Santiago de Estudios Históricos de Salta consti­

de 1924, incluye, desde su primer número en 1966, trabajos referidos a la historia política, institucional, militar, a las relaciones interna­

tuye una publicación provincial de sostenida duración desde 1938, con una línea temática

nando los trabajos referidos a la época hispá­ nica. El Boletín del Instituto de San Felipe y

política, militar e institucional.

LA HISTORIOGRAFÍA

Por último, un aspecto no menor en la evolución de la historiografía atañe a la divul­ gación y recepción del discurso histórico. En este sentido, una vez constituido y consolidado el campo profesional, un imperativo era lograr que los avances, las perspectivas y los debates sobre el conocimiento histórico trascendieran los círculos y publicaciones estrictamente aca­ démicos y fueran accesibles al público lector. En este sentido, la aparición de Todo es Histo­ ria, bajo la acertada dirección de Félix Luna,

fue una respuesta adecuada a esa demanda de

pretérita. Este estilo hizo de Todo es Historia una tribuna libre, seria, entretenida y garante de lia identidad y cultura nacionales. Esta expansión y especialización del campo historiográfico delineada se profundiza con la apertura cultural y la fluidez de los contactos con los mundos académicos centrales que si­ guieron a los años de la restauración democrá­ tica en la década del ochenta y con la adopción de los enfoques microanalíticos y culturalistas, al mismo tiempo que la originaria aspiración al conocimiento de la totalidad, a través de las

clima de apertura y tolerancia, los más diversos

macrointerpretaciones, sucumbía también en medio de la fragmentación y la llamada crisis de los grandes relatos e interpretaciones. Como conclusión de esta trayectoria casi

temas, desde la prehistoria hasta las problemá­

secular, la historiografía argentina del siglo XX

ticas más contemporáneas, permitieron un mayor conocimiento de todo el país y no de

se caracterizó por una profunda transforma­ ción, metamorfosis que involucró, en un pro­

sus distritos privilegiados e hicieron posible la reconstrucción no sólo de los espacios y acto­

ceso no lineal y regionalmente desigual, las te­ máticas, las perspectivas metodológicas y las

res públicos sino también de la vida cotidiana de hombres y mujeres anónimos como actores históricos de la compleja y cambiante realidad

líneas interpretativas, así como los problemas vinculados a las condiciones de producción y difusión del conocimiento histórico.

la sociedad y su expresión más paradigmática.

Desde la aparición de su primer número en mayo de 1967, sus páginas abordaron, en un

ORIENTACIÓN BIBLIOGRÁFICA

La historiografía argentina cuenta con una nutrida producción desde los inicios del período abordado; sin embargo, en esta breve orientación es necesario realizar un impor­ tante recorte de ésta. Por esta razón es que se incluyen sólo las obras de consulta ineludible a la hora de encarar la temática historiográfi­ ca, y algunos artículos que pueden resultar interesantes para profundizar problemas no suficientemente desarrollados en el capítulo. Es importante aclarar, además, que existen ciertos vacíos en la historiografía argentina, en

especial en la de las últimas décadas y en las producciones regionales, por lo cual se sugie­ re al lector la consulta directa de las obras, te­ niendo en cuenta la orientación global aporta­

da por este capítulo. Entre las obras generales y precursoras de la historiografía, cabe citar a ROMULO D. CAR­

BIA, Historia de la historiografía argentina, La

Plata, 1925. El autor se introduce desde el principio en el problema del conocer históri­ co, adscribiendo al pensamiento de Benedetto Croce y realizando un estudio exhaustivo de

105

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

las escuelas básicas que hasta el momento se habían desarrollado en la Argentina. Estas es­ cuelas son agrupadas en cuatro grandes con­ juntos: los historiógrafos providencialistas, los positivistas, los románticos y la Nueva Escuela Histórica, que apenas logra esbozar, debido a

específico que los anteriores, aunque las con­ tribuciones allí reunidas responden a la auto­ ría de diferentes historiadores de renombrada

que se encontraba en su etapa formativa al

mismática Argentina hasta la conformación

momento de la edición del libro. Todo el tra­

de la Academia Nacional de la Historia, pasan­ do revista a las diferentes etapas y orientacio­

bajo goza de una descripción detallada de los autores como también de un análisis teórico­

da parte de este tomo se aboca al análisis

metodológico muy minucioso. Hay dos edi­

particular de la Nueva Escuela Histórica, la

ciones posteriores, de 1939 y 1940.

Escuela Histórica de La Plata, el revisionismo

Otra publicación general que se puede con­ sultar es el trabajo de HORACIO JUAN CUCCORE­

sE, Historia crítica de la historiografía socioeco­

nómica argentina del siglo XX, La Plata, 1975. Esta obra, de mayor actualidad que la anterior,

toma como centro del análisis la historiografía

económico-social del siglo XX, señalando las grandes orientaciones y volcándose al estudio de las personalidades paradigmáticas de cada una de estas corrientes. Así, por ejemplo, abor­ da la trayectoria de Iuan Agustín García, Iuan Álvarez, Iuan B. Iusto, José Ingenieros, Ricardo Levene, Emilio Coni, Raúl Scalabrini Ortiz y Ricardo M. Ortiz. A cada uno de ellos los inser­

ta dentro del contexto general de la corriente que representan, para luego analizar su concep­

ción de la historia, la opinión que despertaron en sus contemporáneos y el juicio crítico ac­ tual. Este último apartado reúne profundas ob­ servaciones metodológicas y teóricas sobre los autores, que son ejemplificadas con detalles y citas concretas de los trabajos analizados.

nes del desarrollo de la institución. La segun­

de los años veinte y treinta, y otras tendencias destacadas hasta 1938. El segundo tomo con­ grega la historiografía de las provincias y las relaciones de la historia con otras disciplinas

como la política, la sociología, el derecho, la geografía, el arte, la antropología, el folklore, la literatura, la filosofía y las ciencias duras, para culminar con varios capítulos abocados a la proyección de la historiografía en la socie­ dad. Gran parte de esta importante obra está referida a los aspectos institucionales que sen­ taron las bases de las diferentes escuelas. Asi­

mismo, el texto brinda no sólo un panorama general de la producción historiográfica ar­ gentina en el período señalado sino un análi­ sis teórico-metodológico de las obras y su va­ loración a la luz de las nuevas tendencias. Una producción abarcativa y de consulta obligatoria es la editada por el COMITE INTER­ NACIONAL DE CIENCIAS HIsToRIcAs, COMITÉ AR­

GENTINO, Historiografia Argentina (1958­

Argentina (1893-1938), dos tomos, Buenos Ai­

1988). Una evaluación crítica de la producción histórica argentina, Buenos Aires, 1990. Este libro tiene la ventaja de reunir el quehacer his­ toriográfico desde 1958 hasta 1988, bajo la mi­ rada analítica y reflexiva de destacados histo­

res, 1996, es otro aporte importante y de ca­ rácter general. El período considerado es más

riadores, que en cada uno de los capítulos tratan una especialidad, teniendo en cuenta

La obra de la ACADEMIA NACIONAL DE LA

HISTORIA, La Iunta de Historia y Numismática

Americana y el movimiento historiográfica en Ia

[06

trayectoria. El primer tomo centra su atención en los orígenes de la Junta de Historia y Nu­

LA HISTORIOGRAFÍA

los diferentes enfoques y tendencias del perío­ do: historia del derecho y de las instituciones,

historia colonial, regional, del arte y la arqui­ tectura, económica, medieval, política, social, moderna, agraria, de las ideas, de las relacio­ nes internacionales y demográfica. La publica­ ción representa un esfuerzo de recopilación, sistematización y análisis que refleja la expan­ sión temática en el campo de la historia. En esta misma linea, aunque poniendo el centro de atención en las diferentes escuelas o

que puede resultar de gran utilidad a la hora de encarar un estudio más profundo de cual­ quiera de las problemáticas abordadas. En esta misma línea, pero tomando un pe­ ríodo más acotado, se encuentra el trabajo de HUGO BIAGINI, HEBE CLEMENTI y MARILÚ Bou,

Historiografía argentina: La década de 1980, Buenos Aires, 1996. Este libro, de característi­ cas similares a la obra de Bagú, pasa revista a la historiografía argentina e incluso extranjera

de la década del ochenta, agrupándola en

tendencias historiográficas, se ubica la compi­

grandes períodos, como historia colonial, de la

lación dirigida por FERNADO Dsvoro, La histo­

independencia a la caída de Hipólito Yrigo­ yen, golpes de Estado y redemocratización, etc. Su carácter, más acotado que la obra de Bagú, le permite realizar una valoración ma­

riografía argentina en el siglo XX, dos tomos, Buenos Aires, 1994. El primer tomo se aboca a la indagación del período de institucionaliza­ ción de la disciplina en la Argentina, el surgi­ miento de la Nueva Escuela Histórica y el re­

visionismo histórico. El segundo indaga centralmente la historiografía profesional en­ tre 1955 y 1966, período fundamental en que las nuevas propuestas apuntaron a sustituir el paradigma erudito. Se analizan los aspectos de la renovación en el campo de la historia eco­ nómica y social y en los diferentes espacios institucionales. El volumen cierra con la histo­ riografía profesional posterior a la renovación democrática de 1983.

Junto a las publicaciones mencionadas conviven otras de carácter más bibliográfico que crítico, como la de SERGIO BAGÚ, Argenti­

na 1875-1975. Población, economía, sociedad. Estudio temático y bibliográfico, Buenos Aires,

1983. Esta contribución aporta un panorama general, agrupando las grandes temáticas co­ mo población, economía y sociedad. El análi­ sis delas obras es, sin embargo, escaso y poco detallado. El valor del libro no reside en su

aporte teórico-metodológico sino en la com­ pilación y sistematización de la bibliografia

yor de las publicaciones señaladas, atendiendo por momentos a su contexto de producción o

a ciertos aspectos metodológicos y teóricos. No obstante, no se trata de un libro que bus­ que el estudio detallado de cada obra sino que

tiende a brindar un mapa orientativo de la historiografía de los ochenta. Estas obras de carácter general se comple­

mentan con otras que, con objetivos menos ambiciosos, pretenden analizar la producción histórica dentro de temáticas, períodos o re­ giones específicas. Su principal ventaja es que, por su mayor recorte espacial, temporal o te­

mático de la realidad, pueden profundizar más ampliamente en la historiografia argentina. Entre los artículos centrales que se abocan a la Nueva Escuela Histórica, se puede citar el de VICTOR TAU ANZOATEGUI, “Historia, dere­

cho y sociedad. En torno a la concepción his­ tórico-jurídica de Ricardo Levene”, Investiga­ ciones y Ensayos, n° 35, Buenos Aires, julio de 1983-junio de 1984, págs. 87-120. El autor in­ tenta rescatar, a lo largo de este artículo, los aportes de Ricardo Levene a la historia del De­

107

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

recho, destacando la actualidad de su pensa­ miento en los debates y problemáticas con­ temporános. Por su parte, NORA PAGANO y

gráfica; sin embargo, es importante señalar cier­

MARTHA RODRIGUEZ indagan en la etapa de

profesionalización y consolidación de la disci­ plina histórica, pero particularizando más en

memoria. Historia y política en la Argentina, segunda impresión, Buenos Aires, 1998. Este profundo estudio del revisionismo histórico

los debates centrales dentro de la Nueva Es­

parte de la producción historiográfica para ana­

cuela Histórica que en el pensamiento de cada uno de sus integrantes. El ensayo de dichas au­

lizar las diferentes etapas de su desarrollo, los contextos de producción que le han dado ori­

toras, “Las polémicas historiográficas en el marco de la profesionalización y consolida­

gen, sus facetas institucionales y los aspectos es­

ción de la disciplina histórica”, Estudios Socia­

de los rasgos distintivos del revisionismo, tales

les, n° 17, segundo semestre, 1999, págs. 35-47,

como su espíritu reivindicador, moralizador y

DIANA QUATTROCCHI-WOISSON, Los males de la

pecialmente ideológicos subyacentes. Cada uno

es relevante y de carácter interpretativo.

nacionalista, quedan plasmados en el análisis de

Para ahondar en la etapa de institucionali­ zación de la disciplina en las diferentes pro­ vincias o regiones, puede consultarse la obra

las obras concretas y de los autores particulares.

Por su parte, desde un enfoque menos de­ tallado pero sí profundo y esencialmente inter­

ya citada de la ACADEMIA NACIONAL DE LA HIS­

pretaüvo, TUIIo HALPERIN DONGHI propone en

TORIA, y algunos artículos destacados, como los de ARMANDO RAUL BAzAN, “La historiogra­

Ensayos de historiografía, Buenos Aires, 1996, un espacio dedicado al revisionismo en la Ar­

fía riojana, desde Sarmiento a David Peña”, In­

gentina. En el mismo volumen puede consul­

vestigaciones y Ensayos, n° 29, Buenos Aires, ju­

tarse su trabajo sobre el pensarninento y la

lio-diciembre de 1980, págs. 113-154; RAMÓN

producción. historiográfica de Iosé Luis Rome­

LEONl PINTO, “Historiografía de Tucumán (1880-1950). Autores, obras y problemas”, en

ro. Tanto este trabajo como otro del mismo

AUTORES VARIOS, Antonio Pérez Amuchástegui.

gentina, 1960- 1985”, Desarrollo Económico, vol.

(1921-1983). In memoriam. La Historia como

25, n° 100, Buenos Aires, 1986, págs. 487-520,

cuestión, Buenos Aires, 1995, págs. 53-88. Es­

constituyen un esfuerzo de interpretación más que de compilación de las temáticas tratadas. En ambos estudios, el objetivo es realizar un balance analítico que apunte a contextualizar

tos artículos atienden al estudio concreto de las diferentes producciones locales en el perío­

do señalado, pero mientras Leoni Pinto agru­ palos trabajos teniendo en cuenta las diferen­

autor, “Un cuarto de siglo de historiografía ar­

cada tendencia historiográfica, a la vez que ob­

tes generaciones, Bazán lo hace tomando

servar sus peculiaridades, aportes y falencias.

como punto de partida y eje del trabajo el es­ quema histórico sarmientino, para luego se­

Para el período de la renovación historio­ gráfica que se produce en las décadas del cin­ cuenta y sesenta, puede apelarse a diferentes artículos. La repercusión de la escuela de los Annales en la Argentina ha sido considerada

ñalar sus repercusiones en la historiografia

108

tos aportes de ineludible consulta como el de

riojana y las diversas refutaciones que ha sufri­ do en etapas posteriores. El revisionismo histórico, por su parte, ha dado lugar a una amplia producción historio­

por FERNANDO Dsvoro, “Itinerario de un pro­

blema: Annales y la historiografía argentina

LA HISTORIOGRAFÍA

(1929-1965)”, Anuario IEHS, n° 10, Tandil, 1995, págs. 155-175; IUAN CARLOS KOROL, “Los

Annales y la historiografía argentina” y HEBE PELOSI, “Imágenes de los Annales en la histo­ riografía argentina del siglo XX”, los dos últi­ mos en un número especial de la revista Esla­ bones, n° 7, enero-junio de 1994, págs. 12-30 y 82-93. De estos tres autores, es Fernando De­

voto el que adopta una opinión marcadamen­ te divergente, observando que los encuentros entre los distintos historiadores de Annales y las personas o grupos argentinos constituye­ ron más momentos específicos y singulares, que una influencia rotunda y global de Anna­ les sobre la historiografía argentina. El autor se aboca a explorar las relaciones entre las su­ cesivas generaciones y grupos de franceses y argentinos. Sobre la vertiente sociológica de la disci­

plina histórica y el movimiento intelectual

de la renovación en la revista Trabajos y Co­ municaciones, resulta de utilidad el artículo de TALIA VIOLETA GUTIERREZ Y ADRIAN GUSTAVO

ZARRILLI, “Trabajos y Comunicaciones. Singu­

laridad de una expresión editorial en los estu­ dios históricos de La Plata, 1949-78”, Trabajos y Comunicaciones, Segunda época, n° 25, La Plata, 1999, págs. 11-41. Para obtener un balance de algimas de las obras más importantes de historia política es destacable el trabajo de ENRIQUE ZULETA ALVA­

REZ, “El nacionalismo argentino: veinte años después (1975-l995)”, en ACADEMIA NACIONAL DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE CÓRDOBA,

Historia y evolución de las ideas políticas y filosó­

ficas argentinas, Córdoba, 2000, págs. 347-372. Los debates importantes de historia económica, así como algunas de los trabajos más valiosos de la segunda mitad del Siglo XX, han sido trata­ dos adecuadamente por ROBERTO CORTÉS CON­

impulsado por Gino Germani en la década de

DE, “Historia económica: nuevos enfoques”, en

1950, puede consultarse: IORGE RAÚL IORRAT y

OSCAR CORNBLIT (compilador), Dilemas del co­

RUTH SAUTU, Después de Germani. Exploracio­

nucmiento histórico, argumentaciones y contro­ versias, Buenos Aires, 1992, págs. 123-140. El

nes sobre la estructura social de la Argentina, Buenos Aires, 1992. En este libro se examina el

pensamiento de Gino Germani y los concep­ tos que vertebran su obra: la modernización, la movilización y la marginalidad, nociones que han contribuido a comprender y a expli­ carla Sociedad argentina del siglo XX. En lo relativo a la expansión temática de la

debate sobre la industrialización en la Argenü­ na está extensamente tratado en varios artículos contenidos en el número 13 del Anuario IEHS.

riografía son más dispersas que para las etapas anteriores. Ya se mencionó, como libro central

Autores de la talla de Ezequiel Gallo, Roberto Cortés Conde, Iorge Schvarzer, Femando Roc­ chi y María Inés Barbero desarrollan diferentes aspectos y facetas del problema. MARIA INES BARBERO, particularmente, adopta un enfoque historiográflco realizando un balance de las di­ ferentes perspectivas y controversias que ha

para este período, la compilación realizada

despertado el tema en la Segunda mitad del Si­

por el COMITE INTERNACIONAL DE CIENCIAS

glo XX: “El proceso de industrialización en Ar­

HISTORICAS; a ella pueden agregarse trabajos

gentina: viejas y nuevas controvercias”, Anuario

particulares sobre las diferentes temáticas his­

IEHS, n° 13, Tandil, 1998, págs. 131-143.

tóricas. Para un estudio más profundo de la escuela histórica de La Plata y la repercusión

cialmente fructífera en la indagación de la pro­

segunda mitad del siglo XX, las obras de histo­

La historia social de esta etapa ha sido espe­ 109

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

blemática obrera, a cuyo balance puede arri­

dios rurales en la Argentina durante el siglo

barse a través de MARIA CECILIA CANGIANO,

XX”, en NORMA GIARRAccA (coordinadora),

“Pensando a los trabajadores: la historiografía obrera contemporánea argentina entre el dog­ matismo y la innovación”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Tercera serie, n° 8, Buenos Aires,

segundo semestre de i993, págs. 117-132; LEANDRO GUTIÉRRFJ y LUIS ALBERTO ROMERO,

“Los sectores populares y el movimiento obrero

en Argentina: un estado de la cuestión”, Boletín

del Instituto de Historia Argentina y Americana

cia a los aportes teóricos y metodológicos de las investigaciones analizadas, a los principales

debates del momento y a la influencia de los avatares institucionales en la producción his­ tórica de los procesos agrarios y mundos rura­ les de la Argentina. Finalmente, DIEGO ARMUS, “Diez años de

“Dr. Emilio Ravignani”, Tercera serie, n° 3, Bue­

historiografía sobre la inmigración masiva a la

nos Aires, 1° semestre de 1991. En esta misma

Argentina", Estudios Migratorios Latinoameri­ canas, año 2, n° 4, Buenos Aires, diciembre de

línea, pero destacando más específicamente la influencia del pensamiento de Hobsbawm y del marxismo en la historiografía argentina de los

1986, págs. 431-455, proporciona un balance detallado de la bibliografía producida entre

sesenta, se cuenta con el trabajo de HILDA SABA­

los inicios de la década del setenta y mediados

‘ro, “Hobsbawm y nuestro pasado”, Punto de

de los ochenta sobre la inmigración masiva

Vista, n° 46, Buenos Aires, agosto de 1993, págs. 13-17.

trabajo tiene no sólo la ventaja de señalar y va­

Los estudios rurales, desde sus orígenes y

lorar las obras centrales de la problemática

en particular durante el período de renova­

migratoria sino también la de observar los va­ cíos y deficiencias que ha dejado la historio­ grafia del período.

ción, son ampliamente tratados por NORMA GIARRACCA, “Las ciencias sociales y los estu­

ll0

Estudios rurales. Teorías, problemas y estrate­ gias metodológicas, Buenos Aires, 1999, págs. l-40. Este trabajo concede especial importan­

que vivió la Argentina entre 1870 y 1930. Este

S 9. LA LITERATURA Antonio Requeni

Según el historiador británico Eric Hobs­ bawm, el siglo XX empezó en 1914, con el esta­

llido de la Primera Guerra Mundial, y terminó en 1989, con la caída del Muro de Berlín. De ser

así, los 75 años que median entre uno y otro acontecimiento habrían sido pródigos no sólo en episodios decisivos para el porvenir de la humanidad sino en la irrupción de movimien­

tos de renovación producidos en Europa y los Estados Unidos. A ese período —los años vein­ te- pertenece la más brillante promoción poé­ tica argentina. Sus representantes, la mayoría muy jóvenes entonces, prolongaron su activi­ dad (modificando, con el tiempo, sus posicio­

nes iniciales) hasta bien entrada la segunda mitad del siglo. Mientras tanto, fueron ocu­

tos y estilos literarios que, en cierta medida, tu­ vieron relación con dichas circunstancias his­

pando la escena literaria sucesivos grupos ge­ neracionales como los del cuarenta, del sesen­

tóricas. La literatura argentina no fue ajena a las corrientes que se originaron en los más irn­ portantes centros culturales del llamado Occi­

ta y posteriores, casi todos con matices más o menos comunes, aunque siempre existieron dentro del conjunto poetas que se apartaron de la homogeneidad. Es sabido que el enca­ sillamiento en generaciones ayuda a la expo­

dente (Europa y los Estados Unidos) y ella mis­

ma, a su vez, generó voces propias -Iorge Luis Borges, Julio Cortázar— que repercutieron tam­ bién en otros ámbitos geográfico-literarios.

sición didáctica pero no debe tomarse de manera estricta. Cada poeta es una individua­

lidad que sigue los dictados de sus propios temperamento, sensibilidad e inclinaciones LA POESÍA

tima cobró vigencia a comienzos de la década

estéticas. No obstante, por compartir las mis­ mas inquietudes, el clima espiritual y las ten­ dencias de la época, los integrantes de cada generación suelen reaccionar de modo pareci­ do y presentan, por lo tanto, rasgos afines al margen de sus estilos personales. Dicho esto, se pueden retomar las últimas líneas del capítulo que el profesor Pedro Luis

posterior, coincidentemente con movimien­

Barcia dedicó a la actividad literaria entre

En poesía, tras el modernismo rubenda­ riano, llega el turno del llamado posmoder­ nismo, que pronto se dividió en distintas ver­ tientes: el neorromanticismo, el sencillismo y formas precursoras de la vanguardia. Esta úl­

lll

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

1810 y 1914 (véase el capítulo 44 de la tercera parte, en el tomo VI de esta misma obra), no sin señalar que algunos de los autores por él tratados en el final de su trabajo continuaron

de ellos, Rafael Alberto Arrieta (1889-1961),

desarrollando su labor poética más allá de 1914. Entre los considerados por Barcia en la

bién, por Amado Nervo); Arrieta, con un esteticismo elegante, intimista, recatado, y

primera década del siglo y los años inmediata­ mente posteriores, se debe tener en cuenta que

Obligado y Bufano con un sentimentalismo neorromántico que hallará eco en otros poe­

Carriego murió en 1912 yAlmafuerte en 1917, y que Banchs dejó de publicar libros a partir de 1911. Leopoldo Díaz (1862-1947), Arturo Capdevila y algunos contemporáneos siguie­ ron produciendo pero sin alcanzar el relieve y al prestigio de poeta nacional del que ya goza­ ba Leopoldo Lugones. Más aún: Lugones es­ cribió con posterioridad a 1914 algunos de sus mejores poemarios: El libro de los paisajes, en

tas de su generación. Iuan Pedro Calou (1886­ 1923) es un heredero de Almafuerte pero me­

1917; Las horas doradas, en 1922; Romancero, en 1924; Poemas solaríegos, en 1927, y Roman­

ces del Río Seco, publicado el mismo año de su

suicidio, en 1938. En dichos libros se alejó de la retórica modernista para asumir una expre­ sión más llana y apegada a la tierra. Su varie­ dad y riqueza de registros hizo decir a Borges que “en Lugones se cifra toda la literatura ar­ gentina". Lugones siguió siendo, más allá de 1914, un poeta notable aunque siempre discu­ tido por sus vaivenes ideológicos. Conviene destacar, sin embargo, que nunca medró con sus ideas. A pesar de haber redactado el mani­ fiesto del golpe militar del 6 de septiembre de 1930, no aceptó cargos públicos y continuó vi­ viendo de su modesto sueldo de director de la

Biblioteca del Consejo Nacional de Educa­ ción. Esa conducta ennoblece su personalidad por encima de los disensos que sus volubles opiniones políticas pudieron suscitar. Dentro del decenio que va de 1910 a 1920, 112

Pedro Miguel Obligado (1892-1967) y Alfre­ do Bufano (1895-1950), vienen del modernis­ mo de Darío (los dos últimos influidos, tam­

nos grandilocuente, y Ricardo Güiraldes (1866-1927), con El cencerro de cristal, se eri­

ge en uno de los precursores de la renovación de los años veinte. Otro precursor había sido

Lugones con su Lunarío sentimental y lo será también el Vizconde de Lascano Tegui (Emi­ lio Lascano Tegui, 1887-1966) con La sombra de la empusa. Casos aparte son Arturo Marasso (1890­ 1970), cuyos poemas exhiben un lirismo cós­ mico, de pánica identificación con la naturale­ za; Ezequiel Martínez Estrada ( 1895-1964),

saludado por Borges como “nuestro mejor poeta contemporáneo”, y Alfonsina Storni (1884-1938), primera mujer que se impone con perfil propio en el panorama de la poesía argentina. Romántica, con excesivo sentirnen­ talismo en sus primeros versos y después lúci­ da, valiente, a ratos sombría, su poesía es tra­ sunto de una vida vivida con intensidad hasta el trágico desenlace de su muerte. Una actitud opuesta será la de Baldomero Fernández Mo­

reno (1886-1950), poeta enamorado de su ciudad, a la que observa con cordialidad y ter­ nura. Es el creador del sencillismo, modalidad

poética consistente en decir las cosas de siem­

pre, con las palabras de siempre, y que parez­ can nuevas. Parece fácil, pero no lo es. Fernán­

debe mencionarse a algunos poetas que pu­

dez Moreno tuvo irnitadores, pero ninguno

blican sus primeros libros en ese período. Tres

consiguió equiparársele.

LA LITERATURA

Los años veinte inauguran en el mundo una nueva etapa. Las repercusiones de la Re­ volución Rusa y el predominio de los Estados

Unidos tras la victoria aliada en la Primera Guerra Mundial, el impacto de las teorías de Einstein y Freud, la mayor liberalización de las costumbres, llegan acompañadas por corrien­ tes estéticas renovadoras tanto en la pintura y la música cuanto en la poesía. El surrealismo y el dadaísmo en Francia, el futurismo en Italia,

el imaginismo en el orbe de la lengua inglesa,

son movimientos de ruptura que se inician unos años antes pero que alcanzan su apogeo en la década del veinte. En la Argentina, la vanguardia es introdu­

cida por el joven Jorge Luis Borges (1899­ 1986) a su regreso de Europa, en 1921. La in­ novación que Borges aportó fue el ultraísmo, que tiene puntos de contacto con el creacio­ nismo del chileno Vicente Huidobro. El ul­

traísmo procedía del expresionismo alemán y, como las demás corrientes de vanguardia, se

proponía escandalizar, romper con la tradi­ ción y, en cuanto a lo específicamente litera­ rio, la reducción de la lírica al uso audaz de la

metáfora, la abolición de la rima y de otras

I Alfonsina Storni.

los nombrados es el único que, con el paso de los años, mantuvo su actitud transgresora; los demás, Borges incluido, abjuraron años más tarde de su aventura vanguardista. La actitud de estos jóvenes, conocidos como los de Flo­

convenciones retóricas.

rida, tuvo el respaldo de dos escritores ma­

Borges es, en la historia literaria argentina, el único escritor que por la originalidad de su

yores: Ricardo Güiraldes y, a través de Borges, el inclasificable Macedonio Fernández (1874­

estilo conquistó trascendencia internacional, pero más por su prosa que por su poesía, mo­ tivo por el cual, en este capítulo, se deja su ca­ racterización para lo referido a la narrativa. Los poetas ultraístas más representativos, además de Borges, fueron (en sus primeros li­ bros) Francisco Luis Bernárdez (1900-1984), Eduardo González Lanuza (1900-1984), Ri­

l952). Frente a ellos surgieron los poetas de Boedo, originándose una pugna que sirvió para estimular la atención del público, hasta entonces indiferente hacia la literatura local. Los autores de Boedo, apoyados por el editor de Claridad, Antonio Zamora, fueron Álvaro

Yunque (Arístides Gandolfi Herrero, 1889­ 1982), César Tiempo (Israel Zeitlin, 1906­

cardo Molinari ( 1898-1997), Leopoldo Mare­

1980), Gustavo Riccio (1900-1927), Iosé Sebas­

chal (1900-1970), Jacobo Fijman (1901-1967)

tián Tallon (1904-1954), Aristóbulo Echegaray

y Oliverio Girondo (1891- 1968). El último de

(1904-1986) y Iosé Portogalo (Pablo Ananía,

113

LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL

Pedroni (1899-1967), Iuan L. Ortiz (1897­ l978), Lysandro Z. D. Galtier (1902-1985), Fermín Estrella Gutiérrez (1900-1989), Caye­ tano Córdova Iturburu (1899-1977), Ignacio B. Anzoátegui (1907-1978), Osvaldo Horacio Dondo (1902-1962), Iuan Enrique Ramponi (1907-1977) y Ulyses Petit de Murat (1907­ 1983), entre los principales.

Aparte de Borges, la Argentina no dio un poeta de la talla de Darío, Neruda o Vallejo, pero ningún otro país de América puede os­ tentar un grupo de voces poéticas de tan ele­ vada calidad, en su conjunto, como las que surgieron en la década del veinte. Muchos de ellos merecerían una caracterización más de­

tallada, pero la limitación de este capítulo lo impide. Arturo Carnbours Ocampo (1908-1990) teorizó años después sobre una “Novísima Ge­ neración" compuesta por poetas que empeza­

ron a publicar alrededor de 1930, pero la ma­

yoría dejó de escribir o derivó hacia otros Francisco Luis Bernárdez. Caricatura de Valdivia. Cams y Caretas.

1904-1973). Todos ellos venían del anarquis­ mo o del socialismo y propiciaban ya no “la revolución en el arte”, como los de Florida, si­

no “el arte para la revolución”. A la generación de los años veinte pertene­ cieron algunos de los mejores poetas argenti­ nos del siglo. Iunto con Borges y los que ya se han mencionado, preciso es destacar los nom­ bres de Carlos Mastronardi (1901-1976), Raúl González Tuñón (1905-1974), Conrado Nalé Roxlo (1898-1971), Luis Franco (1898-1988),

114

Francisco López Merino (1904- 1928), Gonzá­ lez Carbalho (1899-1958), Roberto Ledesma (1901-1967) Luis Cané (1897-1957), Horacio Rega Molina (1899-1957), Nicolás Olivari (1900-1966), Amado Villar (1899- 1956), Iosé

géneros, como Marcos Victoria (1902-1975), Juan Oscar Ponferrada (1908-1990), Joaquín

Gómez Bas (1907-1984) y el propio Cam­ bours Ocampo. Carlos Mastronardi dijo algtma vez que la suya había sido “la generación de los últimos hombres felices”. Esa felicidad sería empanada para quienes llegaron más tarde por los dolo­

rosos acontecimientos que sacudieron el mundo (la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial) y, en el plano doméstico, por la experiencia política del peronismo, que se­ paró a muchos escritores. Los hombres y mu­ jeres de la generación del cuarenta no cultiva­

ron, como sus predecesores, la bohemia, la transgresión y la travesura literaria. Fueron generalmente serios, ensirnismados, melancó­ licos, y se refugiaron en la belleza de las formas

LA LITERATURA

clásicas. Habría que nombrar a Horacio Arma­

rica en espléndidas y sugestivas construccio­

ni (1925), Miguel Angel Gómez (1911-1959), Arturo Horacio Ghida (1907-1988), Alfonso Sola González (1915-1975), César Fernández

nes verbales, y Alberto Girri (1919-1991), propulsor de una actitud intelectual -la poe­

Moreno (1919-1985), Ana María Chouhy

sía ya no como expresión de belleza sino co­ mo búsqueda de conocimiento— cuyo voca­

Aguirre (1918-1945), David Martínez (1921­ I993), María Granata (1923), Iosé María Cas­ tiñeira de Dios (1920), César Rosales (1915­ I973), Guillermo Etchevehere (1917-1975),

bulario neutro, despojado de elementos

Roberto Paine (1916), Fernando Guibert (1912-1983), Iorge Vocos Lescano (1924­

Betina Edelberg (1921) y Iuan Rodolfo Wil­

Walsh (1930), que derivó luego hacia la poe­ sía infantil y la canción; la obra austera y rigu­ rosa, caracterizada por una visión escéptica, de Joaquín Giannuzzi (1924) y la experiencia verbal de Roberto Iuarroz (1925-1995), iden­

cock ( 1919-1978), entre otros.

tificado con la teoría poética de Gastón Ba­

Dentro de este grupo hubo poetas nacidos en el interior que, sin poder considerarse “re­ gionalistas”, se mostraron proclives a celebrar el propio espacio geográfico, como Vicente Barbieri (1903-1956), Iuan G. Ferreyra Basso

chelard y devoto lector del gran aforista Anto­

1989), Ángel Mazzei (1920-1997),_ Héctor Ciocchini (1922), Emma de Cartosio (1926),

sensuales, se inscribe en la línea de la moder­ na poesía anglosajona. Cabe destacar, asimis­

mo, el talento y la gracia de María Elena

nio Porchia (1886-1968), que buscó en la poesía una vía distinta de percepción, una forma de acceso a lo esencial.

(1910-1984), León Benarós (1915), Iorge

Al promediar el siglo surgen otras corrien­ tes, una de nítida orientación surrealista: Aldo

Eduardo Bosco (1913-1943) y Miguel Etche­ barne (1915-1973) en la provincia de Buenos

Pellegrini (1903-1973), Edgar Bayley (1919­ 1990), Iuan Iacobo Bajarlía (1919), Iulio Lli­

Aires; Jorge Calvetti (1916) y Raúl Galán

nás (1929) y Francisco Madariaga (1927­

(1912-1963) en Jujuy; Manuel Castilla (1918­

en Tucumán; Edgar Morisoli (1930) en La

2000), entre otros, y el grupo Poesía Buenos Aires, impulsado por Raúl Gustavo Aguirre (1927-1983), que se propuso “poner al día la poesía argentina” asirnilando y difundiendo voces de otras latitudes —como las de René

Pampa; Américo Cali (1910-1982) en Mendo­ za; Aledo Luis Meloni (1912) en Chaco; Carlos

Char, Henri Michaux, Eugenio Montale, Cesa­ re Pavese, Constantin Cavafis o Fernando Pes­

Alberto Alvarez (1917-1986) en Entre Ríos; Ir­

ma Cuña (1932) en Neuquén y Antonio Este­ ban Agüero (1917-1970) en San Luis.

soa-. Se integraron en este movimiento, Ma­ rio Trejo (1926), Iorge Enrique Mobili (1927), Rodolfo Alonso (1934), Nicolás Spiro (1930),

Con todo, los de mayor peso específico

Rubén Vela ( 1928), Elizabeth Azcona Cranwell

1979) y Raúl Aráoz Anzoátegui (1923) en Sal­

ta; María Adela Agudo (1912-1952) en Santia­

go del Estero; Nicandro Pereyra (1914-2001)

por los rasgos personales de su evolución pos­

(1933), Ramiro de Casasbellas (1934-1999) y

terior, fueron Enrique Molina (1910-1997), con raíces en el surrealismo y creador de una fértil y vigorosa imaginería; Olga Orozco (1920-1999), que expuso su propensión oní­

una poeta metafísica, de obra singular y breve pero fulgurante trayectoria: Alejandra Pizar­

nik (1936-1972). Un surrealista tardío será Iuan Iosé Ceselli (1909-1982).

115

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

(1927-1987), Alejandro Nicotra (1931), Mario

(1937), Alberto Szpunberg (1940) y Jorge Boccanera (1952), entre otros. Tres autores que maduraron en el destierro español su vi­ sión poética y desarrollaron una original ela­ boración lingüística son los salteños Santiago

Jorge De Lellis (1922-1966), Ana Emilia Lahit­

Sylvester (1942) y Leopoldo Castilla (1947) y

te (1923), Alberto L. Ponzo (1916), Néstor

el correntino Iuan Iosé Folguerá (1940). A

Groppa (1928), Máximo Simpson (1929), Gra­

ellos hay que añadir los que dentro de una línea

ciela Maturo ( 1928), Hugo Acevedo (1927), Ra­

intelectual y metafisica, no exenta de tersura

fael Vázquez (1930), Lucas Moreno (1929),

expresiva, comienzan a publicar también en los

Fulvio Milano (1928), Nélida Salvador (1930),

años sesenta y realizan en el país una reco­ nocida labor creadora. Los más importantes son Rafael Oteriño (1945) y Horacio Castillo

Otra vertiente lírica es la que Luis Ricardo

Furlan (1928), poeta él mismo, denominó “neohumanista”; en ella se encuentran Héctor

Miguel Angeli (1930), Miguel Angel Viola

Héctor Viel Temperley (1933-1987), Héctor Ya­

nover (1930), Oscar Hermes Villordo (1928­ I994) y quien escribe estas líneas (1930).

debe agregar los también platenses Osvaldo Ba­

Veiravé (1928-1992) y Amelia Biagioni (1916­

Hina (1942), Horacio Preler (1939) y Néstor Mux (1945), así como Iorge Paita (1934), Ro­ dolfo Modem (1923), Rodolfo Godjno (1936),

2000) -esta última integra, junto con Olga Orozco y Alejandra Pizarnik, la más brillante trilogía femenina de la segunda mitad del si­ glo—, trascienden esa clasificación como con­

secuencia del nuevo sesgo que imprirnirán años más tarde a sus planteos poéticos y a su particular tratamiento del lenguaje.

Las generaciones suelen irrumpir cada veinte años. A la del cuarenta siguió la del se­ senta, caracterizada por una mayor preocupa­ ción por la realidad sociopolítica y, desde el punto de vista estilístico, por una dicción co­ loquial. Sus representantes serán, una década después, los más castigados por las “desapari­ ciones” y el exilio durante el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional . El poe­ ta emblemático de este grupo es Juan Gelman

(1930). Otros nombres del sesenta -poetas exiliados o víctimas de la represión ilegítima­ fueron: Roberto Santoro (l943-¿l976?), Mi­ guel Angel Bustos (l934-¿l976?), Francisco Urondo (1930-1977), Horacio Salas (1938), 116

(1934), ambos nacidos en La Plata, a los que se

Dos poetas incluídos por Furlan, Alfredo

Iuana Bignozzi (1937), Leonidas Lamborghini (1927), Ramón Plaza (1937-1991), Hugo Gola

Hugo Padeletti (1939), Leonardo Martínez (1937), Juan I. García Gayo (1938), Raúl Vera

Ocampo (1935), Paulina Vinderman (1944), María Victoria Suárez (1941), Diana Bellessi

(1946), Arturo Carrera (1948) y Néstor Per­ longher ( 1949-1992).

A los poetas del sesenta deberían seguir, de

acuerdo con la convencional simetría de las generaciones, los del ochenta. Efectivamente, a principios de ese decenio y alrededor de las editoriales último Reino, Botella al Mar y Li­ bros de Tierra Firme, principalmente, así co­

mo de diversas revistas y talleres literarios —que empiezan entonces a proliferar-, se reú­ nen los representantes de las nuevas promo­ ciones. Como prácticamente ocurre en todas

las épocas, estos jóvenes se manifiestan por lo

general con actitud rebelde, contestataria, a través de códigos estéticos generalmente aleja­

dos de la línea romántica y sentimental, del coloquialismo y del barroquismo surrealista. Pero todavía falta perspectiva para establecer

LA LITERATURA

rasgos y tendencias comunes. El tiempo, su­ premo antólogo, irá separando, como decía

NARRATIVA

Antonio Machado, las voces de los ecos. Sería

En la sección “La narrativa”, del apartado “Realismo, naturalismo, criollismo”, así como

prematuro intentar ahora esa decantación. Lo que puede afirmarse, sin embargo, es

que la poesía argentina, a lo largo del siglo XX, vivió momentos de indudable esplendor. Cierto es que en los últimos tiempos dismi­

nuyeron considerablemente los lectores del género (aunque éste nunca fue mayoritario), pero no mermó el fervor creativo, la frecuen­ temente olvidada presencia de esos empeci­ nados interrogadores de la vida que son los poetas.

Cabría agregar que durante el siglo XX surgieron poetas de inspiración popular -mu­ chos de ellos letristas de tangos- que, aun uti­

lizando el vocabulario jergal del lunfardo, trascendieron lo superficial y pintoresco. En el prólogo de la Antología poética argentina, de 1941, Borges decía: “En un porvenir quizá no lejano deplorarán que las antologías argenti­ nas de 1942 no incluyan el menor fragmento

en “El modernismo” y “El postmodernismo" (en el capítulo 45, tomo VI de esta obra), Pe­ dro Luis Barcia se refirió ya a algunos escrito­

res de principios de siglo que continuaron proyectándose en el género de la narración más allá de 1914, como Leopoldo Lugones, Roberto I. Payró, Enrique Larreta, Ricardo Ro­ jas y Alberto Gerchunoff. No es necesario in­ sistir, pues, en ellos. En cambio, sí cabe señalar que después de la corriente naturalista inicia­ da en Francia por Emilio Zola y representada en la Argentina por Eugenio Cambaceres y Iu­ lián Martel, surgieron algunos narradores cu­ yas personalidades ofrecen características co­ munes, especialmente por sus convicciones nacionalistas y religiosas. Ellos son Manuel Gálvez (1882-1962), Carlos Alberto Leumann

(1886-1952) y Hugo Wast, seudónimo de Gus­

tras de tango". Cabe anotar, entre los autores que pertenecen a esta categoría, a Carlos de la Púa, seudónimo de Carlos Muñoz del Solar

tavo Martínez Zuviría (1883-1962). Los tres alcanzaron una repercusión que raramente habían conocido autores de otras épocas. Po­ dría decirse que con ellos empieza a cobrar forma en la Argentina la figura del “escritor

(1898-1950), Enrique Santos Discépolo

profesional”.

(1901-1951), Homero Manzi, seudónimo de Homero N. Manzione (1907-1951), Catulo Castillo (1906-1975), Francisco García Gimé­ nez (1899-1983), Enrique Cadícamo (1900­

Manuel Gálvez es el más importante de los tres. A lo largo de su múltiple creación nove­ lística trató de ahondar en las vidas de seres

de la vasta epopeya colectiva que suman las le­

1999), Daniel Giribaldi (1930-1984) y Luis Al­

posta (1937), así como los letristas de música folldórica Atahualpa Yupanqui, seudónimo de Héctor Roberto Chavero (1908-1992), Jaime

Dávalos (1921-1981) y Armando Tejada Gó­ mez (1929- 1992), entre otros.

representativos de las diversas capas sociales y de trazar un fresco de la vida argentina. En sus novelas, La maestra normal, EI mal metafísica,

Nacha Regules y Hombres en soledad, entre otras, se encuentra una visión realista en la que cabe la lúcida indagación psicológica. El interés de Gálvez por la historia quedó refleja­ do en vividos relatos sobre la guerra del Para­ guay y los tiempos de Rosas, así como en las

117

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

biografías noveladas de Sarmiento, Fray Ma­ merto Esquiú e Hipólito Yrigoyen. En esa época, la novela social, realista, y aun la nativista o regional, dominaban la esce­

na literaria. Fue entonces cuando apareció Adriana Zumarán, un relato en el que su au­ tor, Carlos Alberto Leumann, realizó un sutil análisis de la psicología femenina, especial­ mente de la mujer porteña de la alta y media­ na burguesía. El libro resultó un éxito inespe­ rado y rotundo que agotó diez ediciones en un año. Leumann publicó, además, La vida victo­ riosa, El empresario del genio, Trasmundo y Los

gauchos a pie.

Otro novelista que, contemporáneamente, conquistó grandes masas de lectores fue Hugo Wast. Alegre, Flor de durazno, La casa de los

cuervos y Desierto de piedra, entre muchos otros, son libros que tuvieron grandes tiradas y se tradujeron a catorce idiomas. Algunas de sus novelas fueron llevadas al cine. Como Ma­

nuel Gálvez, Hugo Wast incursionó también en el relato histórico.

Cabe recordar aquí a dos novelistas bas­

tante olvidados, Atilio Chiappori (1880­

son Ricardo Güiraldes (1886-1927) y Benito Lynch (1335-1951). Ya se ha visto cómo Güiraldes, admirador

I947), autor de Bordeland, tardío prosista del posmodernismo, y Francisco Sicardi (1856­ l927), autor de El libro extraño, en cinco to­ mos, donde recreó el ambiente del suburbio

de las letras de Francia, fue uno de los precur­ sores de la vanguardia poética con su libro El cencerro de cristal, de 1915. En esos versos, así

porteño y sus típicos conventillos. Iunto a los narradores que ambientan sus argumentos y personajes en una Buenos Aires

do el mismo año, mostró, juntamente con su devoción por los sirnbolistas franceses, su ca­ riño por los paisanos y las labores del campo, que frecuentó desde la niñez en la estancia fa­

en tránsito hacia la pujante megalópolis pero todavía con un sabor y pintoresquismo pecu­ liares, están los novelistas del paisaje rural. El crítico Luis Emilio Soto (1902-1970) escribió

ll8

I Ricardo Güiraldes.

que “el hombre de campo es visto ahora por ellos (los escritores) desde otros ángulos, más allá de la técnica naturalista y postmodernis­ ta”. Quienes más se destacarán en este sentido

como en Cuentos de amor y de sangre, publica­

miliar de San Antonio de Areco. Producto lite­

rario de esa atracción humana y de sus predi­ lecciones librescas sería Don Segundo Sombra, novela publicada en 1926, un año antes de su

muerte en París. Allí desarrolla una suerte de narración lírica donde la fuerza de lo telúrico

adopta una función metafórica. El resero

LA LITERATURA

Sombra no puede compararse con el trágico y bravío Martín Fierro y sus estampas campesi­ nas se alejan también de la concepción poéti­ ca hernandiana. La novela de Güiraldes pare­ ce cerrar el ciclo de la narración gauchesca; es, a la vez, una exaltación y una elegía. Pero quien se acerca más a un campo sin resabios literarios y hace sentir la proximidad de la tierra y el olor del pasto es Benito Lynch, escritor que acertó como ningún otro a descri­ bir de manera realista y sensible la belleza de la llanura bonaerense y los conflictos de sus mu­ jeres y sus hombres. El inglés de los güesos, Los

caranchos de la Florida y De los campos porte­

ños son relatos que aseguran la permanencia del autor en el panorama de la narrativa ar­ gentina del siglo XX.

Lucero (1896-1994), con sus Mil y una noches

argentinas; el porteño Bernardo González Arrili (1892-1987), con La Venus calchaquí y Protasio Lucero. Se podría aquí incluir al sacer­ dote Leonardo Castellani (1899-1981), autor de las narraciones Campera, Historias del norte

bravo, así como de versos gauchescos y ensa­

yos, que con el seudónimo de Jerónimo del Rey, publicó también novelas policiales (Los papeles de Luis Bermúdez).

La Argentina produjo notables cultores del

cuento. El origen del género se remonta aquí a

El matadero de Esteban Echeverría, pero se afirmó durante las primeras décadas del siglo merced a varios cuentistas arquetípicos. El primero es Horacio Quiroga (1880-1937), uruguayo arraigado desde joven en la Argenti­ na. Si bien publicó una novela, Historia de un amor turbio, sus mayores cualidades literarias

El antecedente más directo de Lynch fue Guillermo Enrique Hudson (1841-1922), es­ critor y naturalista de habla inglesa que nació

se hallan en sus relatos cortos Cuentos de

en la Argentina, donde vivió hasta los 33

amor, de locura y de muerte, Cuentos de la sel­

años. Desde entonces y hasta su muerte, resi­ dió en Inglaterra. Allí escribió una serie de re­ latos donde evocó el paisaje de su juventud con una prosa llena de seducción y naturali­ dad; Días de ocio en la Patagonia, El ombú y

va, Anaconda y Los desterrados. Su estilo es ce­

Allá lejos y hace tiempo son libros que hicieron

decir a Ioseph Conrad: “Escribe como crece la hierba”.

ñido, sobrio, capaz de crear atmósferas aluci­ nantes con muy pocos elementos descriptivos. Parte de su vida transcurrió en la selva misio­

nera, cuyo recio paisaje incorporó a su pro­ ducción narrativa; una obra cuyos personajes oscilan por lo general entre la fantasía y una atormentada realidad.

No se debe olvidar algunos nombres que

Un cuentista de muy distinto cuño es Ar­

enaltecieron la novela o el cuento regional, co­

turo Cancela (1892- 1956). Esencialmente por­

mo el salteño Juan Carlos Dávalos (1887­

teño, es dueño de un espíritu cordial e irónico,

1959), con El viento blanco; el jujeño Daniel

con un humor que hunde su raíz en algunos

Ovejero ( 1894-1964), con Cuentos del terruño;

autores ingleses y un esprit de finesse que pro­ cede, naturalmente, de esa Francia cuyas letras

Mateo Booz, seudónimo de Miguel Ángel Co­ rrea (1881-1943), con Santa Fe mi país; el tu­

deslumbraban entonces a muchos escritores

catamarqueño Carlos B. Quiroga (1890-1971),

argentinos. Sus Tres relatos porteños satirizan la burocracia y otros rasgos del habitante de Buenos Aires. También El burro de Maruf e

con Raza sufrida; el mendocino Iuan Draghi

Historia funambulesca del profesor Landermy.

cumano Pablo Rojas Paz (1896-1956), con El patio de la noche y Los cocheras de San Blas; el

119

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

ción impone al verso, Borges se buscó a sí mis­

mo en el ensayo y después en el cuento. Una misma ráfaga de lirismo recorrió todos esos géneros (...) Sobre todo, sus cuentos le asegu­ ran el más alto lugar en la literatura contem­ poránea”. Los libros de Borges EI jardín de sen­

deros que se bifurcan (1941), Ficciones (1944), El aleph (1949) y los de la última etapa, El in­

forme de Brodie (1970) y El libro de arena (1975), contienen cuentos perfectos y deslum­

brantes. Anderson Imbert señaló como sus mejores relatos: “Tlón, Uqbar, Orbis Tertius”, D (l “Funes el memorioso , La muerte y la brúju­ ,7 l! la”, “El muerto , Las ruinas circulares” y “La biblioteca de Babel" (se podrían agregar, por lo menos, “Hombre de la esquina rosada” y “El

aleph”) y añadió: “Poderosa inteligencia que va y viene sin perderse por los laberintos de la l Iorge Luis Borges.

Un humorismo singular, excéntrico y me­ tafísico, fue el que practicó Macedonio Fer­ nández, cuya personalidad -más que sus li­ bros— fascinaría a Borges. Cabe recordar No toda es vigilia la de los ojos abiertos, de 1928, y Papeles de Recienvenido, de 1930.

Iorge Luis Borges es, sin duda, el prosista más notable de la Argentina y de la lengua es­ pañola en el siglo XX. Algtmos de sus cuentos no son únicamente piezas irnperecederas de la literatura argentina sino que forman parte de

las letras universales, tanto por el enfoque conceptual cuanto por la brillante originali­ dad de su estilo y los juegos de su inteligencia. Borges concibe el espacio y la conciencia co­ mo laberintos de los que la mente puede eva­

dirse a través de la palabra poética. Según En­

120

sofística. Poderosa metafísica que queda en buena postura al enfrentarse con los proble­ mas del Caos, la Conciencia, el Tiempo. Pode­

roso don de expresión verbal que nuestra len­

gua no había tenido desde los barrocos del siglo XVII”.

Adolfo Bioy Casares (1914-1999), que es­

cribió cuentos en colaboración con Borges con el seudónimo común de H. Bustos Do­ mecq, es un reconocido representante de lali­ teratura fantástica -género que siempre tuvo excelentes cultores en el país- a partir de su novela La invención de Morel. Publicó luego más de veinte libros, entre ellos El sueño de los

héroes y Diario de la guerra del cerdo. En su madurez recibió, igual que Borges y Ernesto Sabato (l9ll), el premio Cervantes, que con­ cede España a los mejores escritores hispanoa­ mericanos. Silvina Ocampo (1909-1993), es­

rique Anderson Imbert (1910-2000), “en

posa de Bioy Casares, cultivó también el

Borges la metafísica y la lírica son una misma cosa. Insatisfecho de los límites que la tradi­

género fantástico y escribió poemas y cuentos; entre estos últimos, Autobiografia de Irene es

LA LITERATURA

un verdadero clásico. Un novelista que perte­ neció al círculo íntimo de Borges y los Bioy fue

Manuel Peyrou (1902-1974). Comenzó escri­ biendo relatos policiales (La espada dormida, El estruendo de las rosas) con fuerte influencia de Chesterton, y al final de su vida dio a la es­ tampa una serie de novelas de carácter realista en las que trazó un crítico retrato de los años

llea, en consideraciones éticas o divagan sobre sus destinos o el destino del país mientras to­ man el té o se encuentran en exposiciones de

pintura. Son, por el contrario, seres a menudo marginales, truhanescos, que sueñan o con­ vierten en actos su amoralidad cuestionadora,

el sufrimiento de unas vidas enfrentadas al

del peronismo. Se debe agregar otro amigo de Borges y Macedonio Fernández; el autor de los maravillosos relatos fantásticos de La muerte y su traje, Santiago Dabove (1889-1951), así co­

caos de un mundo que los excluye. Arlt fue heredero del pensamiento de Boe­ do, grupo literario en el que también hubo na­ rradores preocupados por describir vidas hu­ mildes como Leonidas Barletta (1902-1975),

mo a un solitario que desde su retiro de Río

Roberto Mariani (1893-1946), Elías Castel­

Cuarto, en Córdoba, escribió originales relatos:

nuovo (1893-1982), Álvaro Yunque; Enrique González Tuñón (1901-1943) y Lorenzo Stan­ china (1900-1987), a los que podría agregarse, por la naturaleza de su temática, Fernando Gi­ lardi (1899-1968), con Silvano Corujo. Autores representativos de ambientes so­

Juan Filloy (1894-2000).

Novelistas de rasgos opuestos entre sí, pe­ ro de insoslayable valor, fueron Eduardo Ma­ llea (1903-1982) y Roberto Arlt (1900-1942). Ambos expresaron en sus ficciones distintos aspectos de la realidad social del país. Mallea,

ciales más refinados y de intención más in­

serena y refinadarnente, aunque con íntima

trospectiva fueron Norah Lange (1906-1972);

angustia, se reveló con Cuentos para una ingle­

Carmen Gándara (1900-1977); Iosé Bianco

sa desesperada y Todo verdor perecerá y produ­

(1908-1986); Luisa Mercedes Levinson (1909­

jo luego novelas como La ciudad junto al río

1988); Silvina Bullrich (1915-1990) y, espe­

inmóvil y La bahía del silencio, en las que pro­

cialmente, Manuel Mujica Lainez (1910­

curó indagar en la soledad del habitante de

l984), autor de una obra caracterizada por la

Buenos Aires dentro del ámbito de la alta y la

elegancia del estilo y su seductora amenidad.

mediana burguesías. Roberto Arlt, más cerca de los ambientes

Las novelas Aquí vivieron, Los ídolos, La casa y

populares y fuertemente influido por los no­ velistas rusos y la literatura folletinesca, des­ plegó su vehemencia creadora en las novelas

muchos de sus cuentos reviven el esplendor de la belle ¿poque porteña con una actitud entre nostálgica e irónica. Detallistas y sugestivas son también sus reconstrucciones históricas

El juguete rabioso, Los siete locos y Los lanzalla­

como El escarabajo, El unicornio y, sobre todo,

mas, así como en obras de teatro, con prosa a ratos desaliñada pero con un vigor que no al­

Bomarzo, novela del Renacimiento italiano convertida en ópera por Alberto Ginastera.

canzó ningún otro novelista argentino. Arlt creó inolvidables personajes en el escenario tumultuoso y sombrío de lo que dio en lla­ marse “la década infame” (los años treinta). Sus criaturas no se explayan, como las de Ma­

En 1926 se fundó la Sociedad Argentina de

Escritores, que presidió Leopoldo Lugones, y en 1931, la Academia Argentina de Letras, pre­ sidida por Calixto Oyuela (1857- 1935). En los decenios del treinta y el cuarenta se instalaron

12]

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

en Buenos Aires varias editoriales creadas por españoles exiliados como consecuencia de la Guerra Civil. Otras empresas editoras, impul­ sadas por argentinos, como Sur, de Victoria Ocampo (1891-1979), y Rueda, de Santiago Rueda, dieron a conocer a importantes auto­ res extranjeros. En las primeras décadas del si­ glo habían surgido Marcel Proust, Franz Kaf­

ka, James Joyce, Thomas Mann y William Faulkner, quienes en mayor o menor medida ejercieron una suerte de magisterio. Además, cabe señalar la influencia que sobre la literatu­ ra tuvo la estructura cinematográfica, un arte

en continua expansión. El genero narrativo fue incorporando nuevas experiencias y pro­ cedimientos, acentuando el interés por lo psi­ cológico. Un ejemplo: en la misma época (co­ mienzos de la década del cuarenta) aparecen tres excelentes novelas que abordan el tema de la crisis de la adolescencia, Álamos talados, de

Agosti (191 1- 1984), Carlos Albero Erro (1903­

l968), Alvaro Yunque, Alfredo Varela (1912­ 1984), Dardo Cúneo (1914) y Mario Bunge (1919), entre otros. Tras el derrocamiento de Juan Domingo Perón, quienes habían sirnpati­ zado con su gobierno padecieron, a su turno, una suerte de ostracismo interior, como Leo­

poldo Marechal, brillante poeta y autor teatral que en la década del cuarenta publicó su nove­ la arquetípica: Adán Buenosayres. Otros narradores de ese período son Au­ gusto Mario Delfino (1906-1961), Estela Can­ to (1919-1994), Gloria Alcorta (1916), Roger Pla (1912-1982), Juan Goyanarte (1901-1967)

Abelardo Arias (1908-1991), Es difícil empezar

y Martín Alberto Noel (1919-2001). Algunos poetas tratados como tales en líneas anteriores escribieron obras narrativas que por su cali­ dad no deben ser omitidas: Ezequiel Martínez Estrada (Tres cuentos sin amor, La inunda­

a vivir, de Bernardo Verbitsky (1907-1979), y

ción), Luis Franco (Cuentos orejanos), Conra­

Áspero intermedio, de Silverio Boj, seudónimo de Walter G. Weiland (1914-1996).

do Nalé Roxio (Las puertas del Purgatorio, Ex­ traño accidente), Nicolás Olivari (El almacén),

Entre los cuarenta y los cincuenta, la pre­ sencia del peronismo marca la vida de los ar­ gentinos al promover cambios sociales y polí­

Ulyses Petit de Murat (El balcón hacia la muer­

ticos que gravitan, inevitablemente, en el

cente Barbieri (EI río distante), Jorge Vocos

ámbito cultural. El autoritarismo del régimen suscita entre los intelectuales una generalizada repulsa. Algunos optaron por el exilio, como

Lescano (El tiempo más hermoso), María Gra­ nata (Los viernes dela eternidad), Enrique Mo­ lina (Una sombra donde sueña Camila O’Gor­

Raúl González Tuñón, en Chile; Ulyses Petit de

man) y Olga Orozco (La oscuridad es otro sol).

Murat, en México; Enrique Anderson Imbert (1910-2000), Raimundo Lida (1908-1979) y María Rosa Lida (1910-1962), en los Estados

Al promediar la mitad del siglo empieza a publicar Ernesto Sabato (1911), intelectual de formación científica, comunista en su juven­ tud, hombre comprometido con un humanis­ mo que rechaza las presiones alienantes de la sociedad tecnológica o tecnocrática. Es uno de los escritores argentinos más influidos por el pensamiento existencialista de posguerra. En

Unidos, y Julio Cortázar (1914-1984), Juan

122

(1900-1962), Francisco Romero (1891-1963),

María Rosa Oliver (1898-1977), Héctor P.

Rodolfo Wilcock (1919-1978) y Héctor Bian­ ciotti (1929), en Europa. Otros intelectuales opositores sufrieron prisión, como Victoria Ocampo, Enrique Banchs, Vicente Fatone

te), González Carbalho (La ventana entrea­ bierta), Roberto Ledesma (]uan Sinruido), Vi­

LA LITERATURA

su primera novela, El túnel (1948), hay puntos de coincidencia con la obra de Albert Camus,

llardo (1936-1988), Syria Poletti (1919-1991),

quien medió para la traducción de dicha no­ vela en Francia. Su producción novelística se completa con Sobre héroes y tumbas (su libro

de Miguel (1929), María Esther Vázquez

más conocido) y Abbadón el exterminador. En

ben. Como puede apreciarse, en esa etapa

la parte dedicada al ensayo se volverá a este es­

irrumpió gran cantidad de mujeres escritoras. El más importante narrador de ese perío­ do es Iulio Cortázar. Así como la prosa litera­ ria argentina se divide en un antes y un des­ pués de Borges, el cuento tiene un antes y un después de Cortázar. Muchos cuentistas de los últimos años lo imitaron y siguen irnitándolo. Entrañablemente argentino —a pesar de su na­

critor que muchos han querido oponer a Bor­ ges teniendo en cuenta sus disímiles ideas y temperamentos. En esa etapa cronológica, la novela y el

cuento se enriquecen con obras que conti­ núan líneas ya trazadas anteriormente, pero cada vez con más complejidad y libertad ex­ presiva. En el relato fantástico sobresale Enri­ que Anderson Imbert, tan notable en la inven­ ción de situaciones (El grimorio, El gato de

Iorgelina Loubet (1928-1998), María Esther (1934) y Elvira Orphée (1930). Las obras lite­ rarias no tienen sexo, pero sí quienes las escri­

cimiento accidental en Bruselas y de haber transcurrido la mitad de su vida en París—, el autor de Bestiario trascendió los límites de la

literaria. En el género realista se destacan Ber­ nardo Kordon (1915-2002) con Alias Gardeli­

escritura nacional. Creó sus propias leyes lite­ rarias y desafió el sentido común mezclando lo realista con lo fantástico, haciendo natural

Cheshire) como en el ensayo y la historiografía

to; Enrique Wernicke (1915-1968) con La ri­

el absurdo, enfrentando constantemente al

bera; Arturo Cerretani (1907-1986) con El

lector con el misterio de la condición humana.

deschave; Ernesto L. Castro (1902-1979) con

Fue un revolucionario en el cuento y en la no­ vela (Rayuela) y convirtió el género narrativo en una sucesión de imprevistas y fulgurantes metáforas. Cuentos como “El perseguidor”, )) (C “Casa tomada , La autopista del sur”, “Cartas I’) ll de mama , Todos los fuegos el fuego”, “La no­ che boca arriba”, “La continuidad de los par­

Los isleros, y Joaquín Gómez Bas (1907-1984)

con Barrio gris. Dado a conocer con la novela Rosaura a las diez, Marco Denevi (1922-1998) es también cuentista y autor de libros miscelá­ neos en los que reveló una singular capacidad de fabulación y brillantes recursos estilísticos. Hierba del cielo (1973) es uno de los mejores segunda mitad del siglo.

ques”, son piezas literarias perfectas, a las que no se les puede quitar o agregar una palabra. Con algo más de edad que los autores del fa­

Simultáneamente surgen Beatriz Guido (1925-1988), Iuan Iosé Manauta (1919), Al­

Cortázar fue identificado con dicho grupo

libros de cuentos publicados en el país en la

moso boom de la narrativa latinoamericana,

berto Rodríguez (1926), Héctor A. Murena

(Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa,

(1923-1975), Jorge Riestra (1926), Hellen Fe­ rro (1919), Adolfo Pérez Zelaschi (1920), Luis Mario Lozzia (1922), Andrés Rivera (1920),

Carlos Fuentes, Guillermo Cabrera Infante,

Federico Peltzer (1924), Iulio Ardiles Gray

Iosé Donoso, entre otros) a pesar de su defini­ da personalidad de porteño cosmopolita, rea­ cio a todo barroquismo, como el del realismo

(1922), María Angélica Bosco (1909), Sara Ga­

mágico.

123

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

1992), así como David Viñas (1929) y Vicente Battista (1940), vivieron en España, mientras Pedro Orgambide (1929), Alberto Constantini (1924) y Mempo Giardinelli (1947) lo hicieron en México y Tomás Eloy Martínez (1934), en Venezuela. Un autor exiliado, pero menos por motivos políticos que por decisión personal, fue Manuel Puig (1932-1990), cuyos relatos Boquitas pintadas y La traición de Rita Hay­ worth, entre otros, se destacan por la diestra utilización de especies literarias secundarias (el folletín, la radionovela) con las que acertó a realizar obras de singular valor literario. Cultores destacados de la novela en este

Iulio Cortázar. Fotografía de Sara Facio. Clarín. El libro del 50° aniversario.

A esa generación, o a la inmediatamente posterior, pertenecen novelistas y cuentistas que, como algunos poetas antes mencionados, serían víctimas del gobierno militar que asu­ mió el poder en 1976. El mendocino Antonio Di Benedetto (1922-1986), que desarrolló una original estructura narrativa en su novela Za­ ma, fue encarcelado, torturado, y, como conse­

paña, con La cruz invertida; Marta Lynch (1929-1985), Eduardo Gudjño Kieffer (1935),

Germán Rozenmacher (1936-1971), Angélica

Gorodischer (1928), Ricardo Piglia (1940),

cuencia de la presión internacional se exilió

Eduardo Belgrano Rawson (1943), Alicia Du­ jovne Ortiz (1940), Luisa Valenzuela (1938),

tras su liberación en España. Notables creado­

Germán L. García (1944), Iuan Martini

res de ficciones como Haroldo Conti (1925­ ¿l976?) y Rodolfo Walsh (1927-1977) fueron asesinados, mientras que otros marcharon al destierro. Entre estos últimos cabe recordar a

(1944), Rodolfo Rabanal (1940), Héctor Las­ tra (1943), Néstor Sánchez (1934), Luis Gus­ mán (1944), Alina Diaconú (1945), Alberto

Juan Iosé Saer (1937), reconocido por una obra

nombres que no agotan la larga lista de narra­ dores aparecidos en ese período. Asimismo, en el cuento descuellan Abelar­

que no elude los intentos experimentales, y Os­

valdo Soriano (1943-1997), periodista y autor de una lograda novela, Triste, solitario y final, ambos exiliados en Francia. Dos importantes novelistas del interior, el jujeño Héctor Tizón 124

período son también Abel Posse (1935), em­ parentado con el realismo mágico a través de Perros del Paraíso y autor, posteriormente, de una hermosa novela que obtuvo en España el premio del Quinto Centenario del Descubri­ miento de América: EI largo atardecer del ca­ minante; Marcos Aguinis (1935), el primero en recibir el codiciado premio Planeta, de Es­

(1929) y el riojano Daniel Moyano (1930­

Laiseca (1941) y Rodolfo Fogwill (1941),

do Castillo (1935), también autor teatral; Isi­ doro Blaisten (1933), Juan José Hernández (1930), Ernesto Schoó (1927), Ángel Bonomi­ ni (1926-1977), Rodolfo Modern (1923), Li­

LA LITERATURA

liana Hecker (1943) y Hebe Uhart (1936), en­

tre otros cultores de un género que siempre tuvo buenos representantes en la Argentina.

plo- cuyos personajes exponen en sus diálo­ gos las inquietudes del autor sobre el ser na­ cional, se escriben también ensayos, como los

A partir de los años ochenta habría que

de Martínez Estrada, que más allá de sus plan­

nombrar a novelistas que comenzaron a susci­ (1949), Ana Maria Shúa (1951), Silvia Iparra­ guirre (1947), Marcelo Cohen (1951), María

teos conceptuales, abundan en rasgos de ca­ rácter literario. Esto hace del ensayo en la Ar­ gentina un género ambiguo, de algún modo híbrido, que debe ser tratado sin fijar límites

Rosa Lojo (1954), Liliana Díaz Mindurry

excesivamente rígidos.

(1953), Guillermo Saccomano (1948), Jorge

Leopoldo Lugones fue, además de poeta y narrador, un ensayista de obra vasta y riguro­

tar el interés de la crítica, como César Aira

Torres Zavaleta (1951), Rodrigo Fresán (1963),

Esther Cross (1961), Guillermo Martínez (1962) y Pablo de Santis (1963), entre otros. Antes de cerrar este apartado, se debe seña­

sa. El payador es un libro necesario para la comprensión del gaucho ensalzado poética­

lar que, al igual que en el resto del mundo, la

mente por Iosé Hernández. Otros textos suyos que pertenecen al orbe ensayístico son El im­

ficción ha sido y sigue siendo en la Argentina el

perio jesuítico e Historia de Sarmiento. Asimis­

género literario que muestra mayor vitalidad.

mo, Eleuterio F. Tiscornia (1879-1945) fue uno de los primeros en reivindicar el Martín Fierro en sus trabajos sobre literatura gauches­

EL ENSAYO

ca. Otro contemporáneo es Iosé Ingenieros

Mientras la imaginación es el principal in­ grediente de la poesía y la narrativa, la investi­ gación y la reflexión son elementos insoslaya­ bles del ensayo. Durante el período al que se ajusta este capítulo, hubo en la Argentina una

logo. Desde 1915 dirigió la colección “La Cul­

(1877-1925), sociólogo, psiquiatra y crirninó­

considerable cantidad de hombres de letras dedicados a pensar el país y meditar, asirnis­ mo, sobre aspectos históricos, políticos, filosó­ ficos, sociales, científicos y literarios o artísti­ cos. Por la naturaleza del presente capítulo, sólo se debería abordar el ensayo literario; sin embargo, este aparece vinculado frecuente­ mente con la indagación de nuestra identidad. No pocos poetas y novelistas manifestaron en forma directa o implícita (a través de ensayos propiamente dichos o bajo la forma velada de la ficción) su preocupación por descifrar las claves de la idiosincrasia argentina. Y así como hay novelas -las de Eduardo Mallea, por ejem­

tura Argentina”, consagrada a la divulgación de asuntos literarios, sociológicos y científicos.

Su obra más importante es La evolución de las

ideas argentinas, en dos tomos, así como dos libros muy difundidos en los que glosó sus ideales humanistas: El hombre mediocre y Las fuerzas morales. Su discípulo y biógrafo Aníbal Ponce (1898-1938) fue, también, un destacado

estudioso de los temas sociopolíticos. Manuel Ugarte (1878-1951) es un ensayista polémico que ensanchó el campo de sus refle­ xiones más allá de las fronteras del país al preo­

cuparse por el destino de América. Entre sus obras merecen citarse La patria grande, El arte de la democracia y La joven literatura hispanoa­ mericana.

Ricardo Rojas (1882-1957) trató de conci­

liar en toda su obra europeísmo e indigenis­

125

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

mo. Eurindia, Blasón de plata y El país de la sel­

estudiantes y amantes de la literatura. Del pri­

va son testimonios de ese pensamiento con­ vertido en verdadera pasión. Cabe destacar su valiosa Historia de la literatura argentina, en

mero, ponderado comentarista, traductor e

nueve tomos, y sus biografías de San Martin y de Sarmiento.

rría y Rubén Darío y los libros El prosista en su prosa y El poeta en su poema. Castagnino escri­

tros, donde escribió muchas páginas sobre au­

bió importantes obras exegéticas sobre la his­ toria del teatro nacional y sobre técnicas e in­ terpretación del discurso literario. Dentro de esta generación de ensayistas, cabe señalar el nombre de Ricardo Sáenz-Ha­

tores y obras nacionales. Integran su

yes (1888-1976), autor de vastos saberes y pul­

bibliografía Crítica y polémica, Nuestros poetas

cro estilo que dedicó un exhaustivo libro al

jóvenes, Literatura y vida, Ensayos, y un libro de memorias, Visto y oído, donde describe un

blicó además De Stendhal a Gourmont, Blas

Dentro del ensayo literario hay que anotar el nombre de Roberto F. Giusti (1887-1976), director durante más de treinta años —con Al­ fredo Bianchi ( 1882- l942)— de la revista Noso­

largo período de las letras argentinas. Otros ensayistas estrictamente literarios han sido Rafael Alberto Arrieta, director y coordinador de una Historia de la Literatura Argentina, en seis tomos, y autor de Dickens y Sarmiento, La literatura argentina y sus vínculos con España, Florencio Balcarce, y de volúmenes donde vol­ có sus conocimientos y fervor de bibliófilo: La ciudad y los libros y El encantamiento de las sombras. Asimismo, Carmelo Bonet (1886­ l977) expuso su amplia versación en Las fuen­ tes de la creación literaria, Escolios y reflexiones

sobre estética literaria y Apuntaciones sobre el arte de juzgar. Uno de los grandes ensayistas literarios ha sido, sin duda, Arturo Marasso. Notable erudi­

to y maestro de la literatura comparada, escri­ bió una obra aún no justípreciada fuera de los reducidos círculos académicos: La invención del Quijote, Rubén Darío y su creación poética y El pensamiento secreto de Mallarmé. Otros ex­

celentes analistas de la literatura fueron Angel I. Battistessa ( 1902-1993) y Raúl H. Castagni­ no (1914-1999), ambos con una extensa can­ 126

“iluminador” de textos, cabe recordar sus es­ tudios sobre Iosé Hemández, Esteban Echeve­

tidad de libros de indispensable consulta para

creador del ensayo moderno, Montaigne, y pu­ Pascal y otros ensayos, Miguel Cané y su tiempo

y Cada día con su afán. Espíritu refinado y dueño de una rica cultura universal fue, asi­ mismo, Iorge Max Rhode (1892-1979), a cuya obra principal, Las ideas estéticas en la literatu­

ra argentina, debe añadirse un conjunto de li­ bros en los que estudió a diversos autores (An­

gel de Estrada, Iuan María Gutiérrez). Otro importante ensayista es Gregorio Weinberg (1920).

Al abordar la obra de quienes cultivaron el ensayo e iniciaron la publicación de sus libros en las décadas del veinte y del treinta, es nece­ sario nombrar en primer término, por su irn­ portancia, a Ezequiel Martínez Estrada. Autor que incursionó en todos los géneros con pare­ ja intensidad y vigor mental, resalta en dicha producción su labor de ensayista. En Radio­

grafía de la pampa, libro de 1933, inicia su búsqueda de las claves del país y formula una crítica moral. Es un ensayo preñado de origi­ nales reflexiones y metáforas entre poéticas y metaflsicas. Pero no le van a la zaga La cabeza de Goliat, Muerte y transfiguración de Martín Fierro, Sarmiento y Nietzsche. Años más tarde,

LA LITERATURA

Iuan Iosé Sebreli (1930) lo irnpugnó por con­ siderar que su óptica era excesivamente subje­

tiva y fatalista; reproche al que adherirían otros intelectuales; pero más allá de toda con­ troversia, es imposible negar a ese epíritu in­ quisitivo y cuestionador que fue Martínez Es­

trada la fuerza de un pensamiento henchido de intuiciones iluminadoras. Otros ensayos en los que expuso sus apasionadas meditaciones acerca del momento político que le tocó vivir son ¿Qué es esto? y Cuadrante del pampero.

Algunos autores extranjeros —como Waldo

Frank, Herman Keyserling, Iosé Ortega y Gas­ set, George Sirnmel y Oswald Spengler— gravi­

taron por su obra o su presencia en algunos ensayistas argentinos. Una de ellas sería Victo­

ria Ocampo, que con su serie de Testimonios practicó una mezcla de ensayo, diario personal y miscelánea literaria que seduce por su estilo muy argentino y a la vez universal. Eduardo Mallea, escritor ya considerado como novelis­ ta con amagos ensayísticos dentro de sus fic­ ciones, publicó libros de indagación y análisis ajenos a los frecuentes sectarismos ideológi­ cos. En Historia de una pasión argentina sostu­ vo la teoría de una Argentina visible convi­

viendo con una Argentina invisible cuya demora en manifestarse representa nuestra mayor asignatura pendiente. Otros ensayos de Mallea, El sayal y la púrpura y Meditación de la

costa, proponen el imperio de una ética —vista a la vez como estética- que sirva de modelo a

una sociedad espiritualmente enferma. Desde una perspectiva política nacionalis­ ta, Raúl Scalabrini Ortiz (1896-1959) escribió

no carente de humor y resignada melancolía. Otro ensayista atento a los temas sociopolíti­ cos y fuertemente polémico ha sido Arturo Iauretche (1901-1974). Los ensayos de Borges son de distinta ín­ dole. Más preocupado por lo literario y lo me­ tafísico que por lo social, sus libros El tamaño de mi esperanza, Inquisiciones, Discusión e His­

toria de la eternidad, entre otros, deslumbran por su brillante estilo, hecho de una adjetiva­ ción tan precisa como original y por sus fasci­ nantes disquisiciones sobre la eternidad, el in­ finito y otros conceptos abstractos con los que jugó sutilmente en toda su obra. Notable cultor del ensayo, así como de la poesía y el cuento, fue Luis Franco, escritor que muestra una singular y convincente fuer­ za expresiva en El otro Rosas, Hudson a caballo, El general Paz y los dos caudillajes y Pequeño diccionario de la desobediencia. Carlos Alberto

Erro (1903-1968) fue, asimismo, el autor de un libro celebrado por Waldo Frank, Medida del criollismo, y de Tiempo lacerado; mientras

que Romualdo Brughetti ( 1912), también poeta, se reveló como apasionado expositor de ideas en Descontento creador y Prometeo. Autor

de ensayos literarios y sobre temas argentinos es Máximo Etchecopar (1912). Ernesto Sabato ha manifestado en el ensa­

yo su actitud crítica frente a las contradiccio­ nes e injusticias de nuestro tiempo. Uno y el universo, Heterodoxia y El escritor y sus fantas­

mas son libros en los que subyace lo que se ha

denominado “una razón ardiente”. La labor

ensayística de este humanista urgido por la

ensayos sobre aspectos económicos relaciona­ dos con la defensa de la soberanía, pero el li­

necesidad de una apelación moral y un recla­

bro que cirnentó su fama es El hombre que es­ tá solo y espera, breviario del porteño medio cuyos rasgos psicológicos retrató con agudeza

especialmente entre los jóvenes.

mo admonitor ha tenido vasta repercusión,

Inmediatamente después de la primera etapa peronista, los hermanos Ismael y David

127

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

Viñas, Adolfo Prieto (1928), Noé Iitrik (1928),

Oscar Masotta (1930-1979) y Iuan José Sebre­

li se agruparon alrededor de la revista Contor­ no para impulsar la revisión y el debate, desde una óptica prioritariamente sociológica, de la literatura nacional. Con similar fervor, Héctor

A. Murena (1923-1975) polemizó desde las páginas de Sur y La Nación con esos escritores

que, a su criterio, examinaban las letras argen­

tinas con parcialidad obnubiladora. Murena publicó libros de poemas, novelas y los volú­ menes ensayísticos El pecado original de Amé­ rica, Ensayos de subversión y Homo Atomicus.

Otros ensayistas preocupados por desen­ trañar las claves sociales del hombre argentino a través de sus escritores fueron Dardo Cúneo,

Julio Mafud (1928-1992), Rodolfo Kusch

l Bernardo Canal Feijoó.

(1922-1979) yVíctor Massuh (1924), autor es­

te último de La Argentina como sentimiento y Cara y contracara: ¿una civilización a la deriva? Un notable ensayista, también poeta y dra­

(1903-1976), Pablo Rojas Paz (1896-1956), lo­

maturgo, es el santiagueño Bernardo Canal Feijoó (1897-1982), autor de una importante

sé María Moner Sans, Ángel Rosenblat (1902­

obra orientada hacia la indagación antropoló­ gica y la teoría de la cultura. Teoría de la ciu­

Schultz de Mantovani (1912-1978), Raimun­ do Lida, María Rosa Lida, Adolfo de Obieta

l984), Alberto Salas (1915-1995), Fryda

dad argentina, De la estructura mediterránea y

(1912), Antonio Pages Larraya (1918), Emilio

La expresión popular dramática son algimos de

Carilla (1914-1995), Iuan Carlos Ghiano

sus libros. En la linea de la investigación de las

(1920-1990), Florencio Escardó (1904-1992), Bernardo Ezequiel Koremblit (1915), Ofelia Kovacci (1927-2001), Ana María Barrenechea

raíces folldóricas sobresalió también Augusto Raúl Cortázar (1910-1974), formador de una

pléyade de estudiosos, algimos de los cuales son autoridades en la materia, como Olga Fer­ nández Latour de Botas (1935). Otros investi­ gadores de la literatura vernácula, así como re­

copiladores de coplas y cuentos populares, han sido Iuan Alfonso Carrizo (1895-1957), Berta Vidal de Battini (1900-1984), Orestes Di

(1923), Carlos Alberto Ronchi March (1922) y Oscar Tacca (1926).

Entre los ensayistas más notorios del últi­ mo tramo del siglo XX se puede mencionar a Santiago Kovadloff ( 1942), quien con Una cul­

tura de catacumbas y El silencio primordial re­ veló ser un pensador lúcido y brillante, así co­

Ensayistas más concentrados en lo especí­

mo Tomás Moro Simpson (1929), también poeta como Kovadloff, autor de un libro sin­

ficamente literario fueron Luis Emilio Soto.

guiar, Dios, el mamboretá y la mosca, v Beatriz

Lullo (1898-1983) y Félix Coluccio (1911). 128

uno de los más importantes críticos; José Ed­

mundo Clemente (1919), Iosé Luis Lanuza

LA LITERATURA

Sarlo (1942), que ha trabajado sobre literatura y cultura de masas. A ellos hay que agregar los nombres de Enrique Pezzoni (1926-1989), Pe­

dro Luis Barcia (1940), Iosefina Delgado (1942), Iosé Isaacson (1922), Iorge Cruz

abordó el drama, la comedia, el sainete y hasta la revista. Pedro E. Pico (1882-1945), realista e incisivo, escribió excelentes comedias y retrató algunas picardías de la política criolla en Las rayas de una cruz. Alberto Novión (1881-1937)

(1930), Cristina Piña (1949), Haydee Iofre Ba­ rroso (1928), Tomás Abraham (1946), Josefina Ludmer ( 1939), Ivonne Bordelois (1936), Ior­

tacó con Hermano lobo y Las víboras.

ge Panesi (1947), Alberto Manguel (1948) y Enrique Valiente Noailles (1960), entre otros.

Párrafo aparte merece Vicente Martínez Cuitiño (1887-1961), autor sumamente culto

fue autor de una obra de éxito, Bendita seas, y Rodolfo González Pacheco (1882-1949) se des­

e inquieto que trató de incorporar a su obra TEATRO

En las primeras décadas del siglo, la litera­ tura teatral se enriqueció con el aporte de va­ liosos autores. El sainete costumbrista, inicia­

do años antes con gran repercusión popular, mantuvo sostenida vigencia y adoptó una mo­ dalidad, el grotesco, a través del cual sus crea­

dores reflejaron la vida y los hábitos de una sociedad en la que criollos -generalmente porteños- e inmigrantes (españoles, italianos,

las experiencias de dramaturgos europeos co­ mo Ibsen, Pirandello y Lenormand, logrando así piezas tan interesantes como Horizontes y Servidumbre. Escritores de menor nivel creati­ vo pero diestros en la urdimbre de la comedia Costumbrista fueron Nicolás de las Llanderas (1888-1938) y Arnaldo Malfatti (1893-1968), con Así es la vida, y la pareja de Camilo Dart­ hés (1889-1974) y Carlos Damel (1890-1974) con Los chicos crecen.

Francisco Defilippis Novoa (1889-1931) fue un innovador que procuró ahondar en los conflictos psicológicos y avanzar en los recur­

árabes o judíos) protagonizan episodios risue­ ños o dramáticos pero caracterizados siempre por el pintoresquismo. El representante más

bres: Iosé LeónPagano (1875-1964), reconoci­

conspícuo fue Armando Discépolo (1887­

do además en la crítica de arte; Alejandro

1971), cuyas obras Mateo, Stefano y Relojero son verdaderos clásicos del género. Otros, co­ mo Alberto Vacarezza, ya tratado, Carlos M. Pacheco (1881-1924), Iosé González Castillo

Berruti ( 1888-1964), Emilio Berisso (1878­ 1922), Iosé María Moner Sans y Román Gó­ mez Masía (1903-1944), Edmundo Guibourg

(1885-1937) y Federico Mertens (1886-1960),

turo Berenguer Carisomo (1905-1998), tam­ bién docente e historiador de la literatura. No

siguieron ofreciendo coloridas escenas del ambiente popular porteño. En esa época empezó a perfilarse un teatro menos esquemático, más ambicioso, sin aban­ donar en la mayoría de los casos la temática nacional. Enrique García Velloso (1881-1938),

sos técnicos de la puesta en escena. Otros nom­

(1893-1986), Roberto Tálice (1901-1998) yAr­

se debe olvidar el teatro histórico, que tuvo cultores de la talla de Paul Groussac, con La di­

visa punzó; Ricardo Rojas, con Ollantay, y En­ rique Larreta, con Santa María del Buen Ayre.

autor de Mamá Culepina y Eclipse de sol, es uno

Hay un nombre que representa lo mejor de la literatura dramática entre los decenios

de los más completos e imaginativos, pues

del veinte y del cuarenta y cuya obra se exten­

129

LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL

dió hasta más allá de la primera mitad del si­ glo. Se trata de Samuel Eichelbaum (1894­ 1967), creador de un teatro en el que consi­ guió fundir lo realista con lo psicológico, la observación Costumbrista con los conflictos de conciencia. Eichelbaum describió senti­

mitos clásicos como en Antígona Vélez y en Don Juan. También debe ponerse de resalto la magnifica epopeya teatral de Bemardo Canal

mientos con elocuente sutileza y sus diálogos revelan un examen profimdo de los persona­

del ensayo: Santos Vega el payador, de Antonio

de un autor que pertenece, asimismo, a las filas Pagés Larraya.

jes. Un guapo del 900 y Un tal Servando Gómez

A fines de los años cuarenta y comienzos

son sus piezas más conocidas. En 193 l, Leonidas Barletta funda el Teatro

de los cincuenta se produce en Buenos Aires —y

del Pueblo y cuatro años después se crea el Tea­

se proyecta luego hacia el interior— un movi­ miento teatral que se aparta de los tradiciona­

tro Nacional de Comedia, que dirigirá durante

les circuitos comerciales. Grandes masas de

años Antonio Cunill Cabanellas. Estos dos

Teatro Juan B. Iusto, El Tinglado Libre Teatro,

público, preferentemente joven, llena las pe­ queñas salas donde actúan los que antes eran llamados “cuadros filodramáticos” y ahora son grupos de actores fervorosos, formados en la frecuentación de las nuevas teorías teatrales

la Organización Latinoamericana de Teatro

—Brecht, Stanislavski, Strasberg— y de autores

(OLAT) y otros de intención más artística que

modernos a los que se proponen dar a conocer.

comercial, presentaron obras clásicas y moder­

El movimiento independiente fue una reacción

nas, entre ellas de autores argentinos que llega­

contra el teatro conformista que invadía en­ tonces las carteleras. 1a Máscara, Nuevo Tea­

acontecimientos impulsan la expansión de una actividad a la que el público dio auspiciosa res­

puesta. El Teatro del Pueblo, juntamente con el

ban al teatro desde la poesía, la narrativa o el ensayo. Uno de los más significativos fue Ro­ berto Arlt, quien volcó en las originales situa­

tro, Fray Mocho, Los Independientes, el IFT y el Teatro Florencio Sánchez, herederos del en­

ciones de Trescientos millones, Saverio el cruel y

tusiasmo de Leonidas Barletta, Ricardo Passa­

El fabricante de fantasmas el talento y el vigor creativo expuesto ya en sus novelas. Brillante

no (1893-1973) y Enrique Agilda (1902-1990),

rar otros géneros practicados con mayor dedi­ cación: Ezequiel Martínez Estrada, Raúl Gon­

representaron un borrón y cuenta nueva en la vida teatral porteña y sirvieron de estímulo a conjuntos del interior del país. Obras de Sófo­ cles, Ben Johnson, George Bernard Shaw, Eu­ gene O’Neill, Bertolt Brecht, Antón Chejov, lean Anhouil, Arthur Miller, Harold Pinter y

zález Tuñón, Alvaro Yunque, Nicolás Olivari,

Arnold Wesker alternaban en sus carteleras con

César Tiempo, Arturo Cerretani, González

las de nuevos dramaturgos argentinos.

Carbalho, Eduardo González Lanuza, Vicente

En 1949 es estrenó la obra El puente, de Carlos Gorostiza (1920), un hito del teatro in­

comediógrafo resultó el poeta Conrado Nalé Roxlo, con La cola de la sirena y El pacto de Cristina, así como autores tratados al conside­

130

Feijoó Pasión y muerte de Silverio Leguizamón y

otra obra inspirada en la literatura gauchesca

Barbieri y Carlos Carlino (1910-1981). Entre todos ellos se destaca Leopoldo Marechal, que incursionó en el teatro trágico y poético re­ creando y trayendo a la época contemporánea

dependiente. Gorostiza, uno de los dramatur­ gos más talentosos surgidos en ese período, es­ cribirá posteriormente Marta Ferrari, El pan de

LA LITERATURA

la locura y El patio de atrás, entre otras celebra­ das piezas. Muchos nombres irrumpen enton­ ces; Iuan Carlos Ferrari, seudónimo de Enrique Grande (1917-1989), Luis Ordaz (1912), Iuan Oscar Ponferrada, Pablo Palant (1914-1975),

Atilio Betti (1922-1993), Aurelio Ferretti (1907-1963), Iulio Imbert (1918), Andrés Liza­

rraga (1919-1982), Iulio Mauricio (1919­ l99l), Alberto Rodríguez Muñoz (1915), Iuan Carlos Ghiano, Agustín Pérez Perdella (1920), Agustín Cuzzani (1924-1987), Osvaldo Dra­ gún (1929), Sergio De Cecco (1931-1986), Gri­ selda Gambaro (1928), Roberto Cossa (1934),

Carlos Somigliana (1932-1987), Jacobo Langs­ ner (1927), Eduardo Pavlovski (1933), Ricardo

Talesnik (1935), Ricardo Halac (1935) y Oscar Viale (1932-1994).

Estos autores impusieron una temática vinculada con la búsqueda o el análisis de la identidad argentina y el propósito de reflejar inquietudes y preocupaciones unánirnes me­ diante una exposición entre Costumbrista e in­ telectual. Simultáneamente llegan de los Esta­

dos Unidos y de Europa piezas representativas

de una dramaturgia iracunda y exasperada, así como el llamado “teatro del absurdo”, que mo­ difican las carteleras tradicionales. Las últimas

tendencias conquistaron adeptos, pero tarn­ bién el rechazo de espectadores menos inquie­

tos que preferían quedarse en sus casas frente a la pantalla del televisor. En los años setenta aquella eclosión del teatro independiente ya había perdido fuerza y disminuyó la asistencia del público a las salas teatrales, motivo por el cual los empresarios trataron de volver a cap­

tarlo con piezas banales e intrascendentes. Con todo, el fenómeno no logró desalentar a los buenos autores. Más aún, nuevas camadas se sucedieron y algunas obras consideradas in­

Leopoldo Marechal en España, 1926. Capítulo. La historia

quietantes o perturbadoras fueron estrenadas

dela literatura argentina, 1967.

131

LA DIMENSION CIENTIFICA Y CULTURAL

inclusive durante el gobierno del “Proceso”

llermo Gentile (1942), Ricardo Monti (1944),

militar. Como una suerte de desafio a la repre­

Jorge Paolantonio (1947), Mauricio Kartún (1946), Eduardo Rovner (1942), Jorge Gol­ demberg (1950), Nelly Femández Tiscomia (1939-1995) y Jorge Accame (1956), entre

sión, se realizó en 1981 un memorable ciclo denominado “Teatro Abierto” en la sala El Pi­

cadero de la ciudad de Buenos Aires, donde debían representarse veinticinco piezas de au­ tores nacionales. La madrugada del 6 de agos­ to, un incendio -luego se comprobaría que fue intenciona1- destruyó el edificio, pero no lo­ gró interrumpir el ciclo, que se trasladó a otras salas céntricas.

Para entonces, nuevos escritores habían hecho su entrada en la literatura teatral: Gui­

otros. Un caso aparte ha sido el de Raúl Nata­ lio Damonte Taborda (1939-1987). Hijo del político Raúl Damonte Taborda y nieto de Na­ talio Botana, creador del diario Crítica, vivió muchos años en París, donde se dedicó al di­

bujo humorístico y escribió con el seudónimo de Copi algunas obras teatrales de estilo ex­ céntrico y provocativo.

ORIENTACIÓN BIBLIOGRÁFICA

132

Se enumeran en primer término algunos

en ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA, Histo­

libros de consulta que abarcan los distintos gé­ neros literaríos; después, los vinculados con el

segimda parte, Buenos Aires, 1966. ENRIQUE

ria Argentina Contemporánea, volumen II,

género poético, así como antologías en cuyos prólogos se encontrarán útiles referencias. Se­ guirán los estudios sobre narrativa, ensayo y teatro. Se omiten, para no extender excesiva­ mente este repertorio bibliográfico, los traba­

ANDERSON IMBERT es autor de Historia de la li­

jos dedicados a un solo autor (por ejemplo, Lugones, Arlt o Cortázar), aunque en ellos también es posible hallar datos orientadores

Corrientes y obras más importantes de la litera­

acerca de su época y sobre otros escritores de su generación. Libros importantes para el conocimiento de quienes se interesan por autores de los pri­ meros lustros —los que empezaron a publicar entre 1915 y 1940, aproximadamente- son los

tura entre 1920 y 1950 o 1960, se encuentran

teratura hispanoamericana, dos tomos, Méxi­ co, 1966; de JUAN CARLOS GHIANO es la obra

Constantes de la literatura argentina, Buenos Aires, 1953, y de FERMIN EsTRELLA GUTIERRFZ,

tura argentina, Santiago de Chile, 1970. Esclarecedores comentarios sobre la litera­ en: LUIS EMILIO SOTO, Crítica y estimación, Bue­

nos Aires, 1954; ANGEL J. BATnsTEssA, Pasado y

presente de Ia literatura argentina, dos tomos, Buenos Aires, 1977-1979; ARTURO BERENGUER

CARISOMO, Literatura argentina, Buenos Aires,

seis volúmenes dirigidos por RAEAEL ALBERTO

1970; JUAN PINTO, Breviario de literatura argen­

ARRIETA, Historia de la Literatura Argentina,

tina, Buenos Aires, 1958; ENRIQUE PEZZONI, Li­

Buenos Aires, 1958-1960, que avanzan crono­ lógicamente respecto de la obra monumental

teratura argentina 1930-1960, Buenos Aires,

del mismo título de RICARDO ROJAS; también,

tura argentina, Buenos Aires, 1966; EMIR RO­

“La vida literaria argentina entre 1862 y 1930",

DRlGUEZ MONEGAL, El juicio de los parricidas.

1961; GUILLERMO ARA, Introducción a la litera­

LA LITERATURA

La nueva generación argentina y sus maestros, Buenos Aires, 1956, y NOE IITRIK y SUSANA CE­

res composiciones de los respectivos poetas si­ no que incluyen prólogos y estudios críticos.

LI.A, Historia crítica de la literatura argentina,

Existen muchas selecciones de ese carácter. Las

irrupción de la crítica, Buenos Aires, 1999.

De carácter enciclopédico, ilustrada con

más representativas son las siguientes: PEDRO I. VIGNALE y CESAR TIEMPO, Exposición de la ac­

cuadros Sinóptícos y material iconográfico, es

tual poesía argentina, Buenos Aires, 1927, don­

la Historia de la literatura argentina, en seis to­ mos, publicada por el Centro Editor de Améri­ ca Latina, Buenos Aires, 1980- 1982. Asimismo,

de cada poeta escribió su propia Semblanza, por lo general en clave de humor; IULIO NOE,

Antología de la moderna poesía argentina,

referencias puntuales sobre autores y fechas de edición de sus libros pueden consultarse en los

Segtmda edición, Buenos Aires, 1930, GONZA­

muchos trabajos de ordenación bibliográfica que realizó HORACIO I. BECCO, entre ellos,

contemporánea, Santiago de Chile, 1937; JORGE

LEZ CARBALHO, Índice de la poesía argentina LUIS BORGES, SILVINA OCAMPO y ADOLFO BIOY

Fuentes para el estudio de la literatura argentina,

CASARES, Antología poética argentina, Buenos

Buenos Aires, 1968, y Bibliografía de bibliogra­

Aires, 1941; DAVID MARTÍNEZ, Poesía argentina

fias argentinas, Washington, 1972. También AL­

(1940-1949), Buenos Aires, 1950, y Poesía ar­

FREDO ROGGIANO, en su excelente Diccionario

gentina actual, Buenos Aires, 1961; LUIS SOLER

de la literatura latinoamericana, Washington,

CAÑAS, La generación poética del 40, dos tomos,

1961; PEDRO ORGAMBIDE y ROBERTO YAI-INI son

Buenos Aires, 1981, con un completo análisis

autores de la Enciclopedia de la literatura argen­ tina, Buenos Aires, 1970. Otra vez PEDRO OR­

al que acompañan muchos textos poéticos;

GAMBIDE, con SILvANA CASTRO, Breve diccionario

sía argentina, Buenos Aires, 1981; LUIS R. FUR­

biográfico de autores argentinos del siglo XX,

LAN, Generación poética del 50, Buenos Aires,

Buenos Aires, 1999. WASHINGTON L. PEREYRA

1974; DANIEL FREIDEMBERG, La poesía del 50, Buenos Aires, 1981; HORACIO SALAS, Genera­

recopiló La prensa literaria argentina, tres to­ mos, Buenos Aires, 1993-1996, con el registro de periódicos y revistas literarias, así como la reproducción de sus tapas, desde 1890 a 1939. Otra interesante fuente de consulta es un

HORACIO ARMANI, Antología esencial de la poe­

ción poética del 60, Buenos Aires, 1973; NELIDA

SALVADOR, La nueva poesía argentina, Buenos Aires, 1969; RAUL GUSTAVO AGUIRRE, Antología

de la poesía argentina, tres tomos, Buenos Ai­

libro editado por el FONDO NACIONAL DE LAS

res, 1979; MIRIAM GOvER DE NASATSKY, Poesía

ARTES, en 1985, donde Se recogen en forma

argentina del siglo XX, Buenos Aires, 1981, y los

facsimilar los números de la revista Martín

trece tomos antológicos, con comentarios y

Fierro, publicada durante la década del veinte (a partir de 1924) con colaboraciones de los principales representantes de ese movimiento literario.

declaraciones de cada uno de los autores Selec­

Respecto del género poético, para la con­ sulta de autores y obras que surgieron a partir de 1920, o unos pocos años antes, son útiles las antologías en las que no sólo se leen las mejo­

cionados, que conforman la obra dirigida por CARLOS ALBERTO DEBOLE, Poesía argentina con­

temporánea, Buenos Aires, 1978-1987.

Ya no antologías sino estudios sobre deter­ minadas corrientes poéticas, son los de EDUAR­ DO GONZALEJ LANUZA, Los martinfierrisras, Buenos Aires, 1961; CORDOVA lTURBURU, La re­

133

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

volución martinfierrista, Buenos Aires, 1962;

naz propulsor y divulgador cordobés de esa

LEONIDAS BARLETTA, Boedo y Florida, una ver­

especie literaria, autor de El cuento argentino, Buenos Aires, 1963, así como todos los núme­

sión distinta, Buenos Aires, 1967; LUIS R. FUR­

LAN, Los poetas del medio siglo, Buenos Aires,

ros de la revista Puro Cuento, que dirigió

1996; RICARDO HERRERA, La hora epigonal, en­

MEMPO GIARDINELLI durante varios años, a

sayos sobre poesía argentina contemporánea,

principios de la década del noventa, publica­ ción dedicada a la teoría del cuento y la difu­ sión de la mejor cuentística nacional y extran­ jera. No Se deben olvidar las antologías de cuentos, precedidos de prólogos y semblanzas

Buenos Aires, 1991, y Espera de la poesía, ensa­

yos sobre poesía argentina, Buenos Aires, 1996; GRACIELA [MATURO] DE SOLA, Proyecciones del

surrealismo en la literatura argentina, Buenos Aires, 1967, y el extenso “Estudio preliminar”

PO y ADOLFO BIOY CASARES seleccionaron la

gentina de fin de siglo, seleccionada por LIDIA

Antología de la literatura fantástica, Buenos Ai­

VINcIGUERRA, Buenos Aires, 1996.

res, 1965, donde, entre piezas magistrales de la

Una bibliografía sobre la narrativa de la época que abarca este capítulo deberá incluir:

literatura universal, figuran relatos breves de los compiladores y otros autores argentinos.

JUAN CARLOS GHIANO, Testimonio de la novela

NICOLAS COCARO publicó Cuentos fantásticos

argentina, Buenos Aires, 1956, y del mismo au­

tor: La novela argentina contemporánea (1940­

argentinos, Buenos Aires, 1960, que, como el título lo indica, recoge únicamente relatos de

l960), Buenos Aires, sin fecha de edición.

autores nacionales; MARIO MAGGIO DE TABOA­

Véanse, asimismo: GERMAN GARCIA, La novela

DA realizó una selección, con introducción y notas, titulada Cuentos del interior, Buenos Ai­

argentina, Buenos Aires, 1952; ALFONSO SOLA

GONZALEZ, Capítulos de la novela argentina,

res, 1985, y VIVIANA PINTO DE SALEM es autora

Mendoza, 1959, y JORGE LAFFORGUE, Nueva no­

del prólogo y las notas de Cuentos regionales

vela latinoamericana; la narrativa argentina ac­ tual, Buenos Aires, 1972, que considera la na­

argentinos, Buenos Aires, 1983.

rración en la Argentina frente al llamado boom

de la literatura latinoamericana de principios de los años sesenta. Consúltense también, de NELIDA SALVADOR, Novela argentina del siglo XX,

Buenos Aires, 1994, y de SERGIO G. COLAUTTI,

Apuntes sobre la narrativa argentina actual, Buenos Aires, 1992. NOE IITRIK y ELSA DRUcA­

134

ilustrativas: IORGE LUIS BORGES, SILvINA OCAM­

de CRISTINA PINA a los tomos I y II de Poesía ar­

Ensayos literarios hay muchos, algimos re­ feridos a la poesía y a la narrativa ya han sido mencionados, pero lo que no abunda son en­ sayos sobre el ensayo. Para un encuadre gene­ ral pueden verse: IAIME REST, “Panorama del ensayo", en Capítulo. Historia de la literatura argentina, tomo I, Buenos Aires, 1981. En el tomo IV de dicha obra se puede consultar, de

ROFF coordinaron Historia crítica de la literatu­

RODOLFO BORELLO, “El ensayo 1930-1970”.

ra argentina. La narración gana la partida, Bue­ nos Aires, 2000, donde se analiza la narrativa

Precedido por una esclarecedora “Teoría del

entre los años sesenta y ochenta desde una

yo, Buenos Aires, 1961, recoge textos ensayísti­

perspectiva menos estética que sociológica. Entre los estudios sobre el cuento, se reco­

cos de Borges, Mallea, Arrieta y Alberto Salas. La Dirección de Relaciones Culturales del Mí­

mienda la lectura de CARLOS MASTRANGELO, te­

nisterio de Relaciones Exteriores y Culto edi­

ensayo”, de JOSE EDMUNDO CLEMENTE, El ensa­

LA LITERATURA

tó, de BERNARDO EZEQUIEL KOREMBLIT, El ensa­

se encontrará información sobre autores de

yo en la Argentina, Buenos Aires, 1969, bastan­

la primera mitad del siglo. En los últimos

te documentado a pesar de su brevedad. Para un enfoque particular referido al ensayo de in­

años se publicaron obras que abarcan un pe­ ríodo más vasto y que son de obligada con­

dagación nacional, consúltese: MARTIN STABB (editor), América latina en busca de su destino,

sulta: LUIS ORDAZ, Historia del teatro argenti­

Caracas, Venezuela, 1969. El capítulo VI inclu­

cantidad de documentación fotográfica, y

ye “La búsqueda de la identidad en la Argenti­ na”. También JAIME REST analiza este tema en

gentino. De Moreira a Teatro Abierto, Buenos

los capítulos “Martínez Estrada y la interpre­ tación ontológica, Roberto Arlt y el descubri­ miento de la ciudad” y “Iorge Luis Borges y el ensayo especulativo” en la colección Sociedad y literatura, Buenos Aires, 1982. Para una ubica­

ción del aporte del ensayo argentino en el

no, Buenos Aires, 1999, enriquecida con gran OSVALDO PELLETTIERI, Cien años de teatro ar­

Aires 1994. Véanse también: ALFREDO DE LA

GUARDIA, El teatro contemporáneo en la Ar­ gentina, Buenos Aires, 1947; ARTURO BEREN­ GUER CARISOMO, Las ideas estéticas en el teatro argentino, Buenos Aires, 1947; ANGELA BLAN­ CO AMORES DE PAGELLA, Nuevos temas en el

marco de Hispanoamérica, Véanse PETER CAR­

teatro argentino, Buenos Aires, 1965; DOMIN­

VE y ROBERT MEAD IR., Historia del ensayo his­

GO F. CASADEVALL, La evolución de la Argenti­

panoamericana, México, 1975, capítulos VI al

na vista por el teatro nacional, Buenos Aires,

VIII, y de GABRIEL TABOADA, Antología del en­

1965, y RAUL H. CASTAGNINO, Esquema de la

sayo latinoamericano, tres tomos, Buenos Ai­

literatura dramática argentina, Buenos Aires, 1950, libro breve pero sumamente ilustrativo. Dos obras recomendables no sólo por su in­ formación sino también por la amenidad de

res, 1994.

Para el estudio del teatro en el lapso tra­ tado en este capítulo, existe una considerable cantidad de obras. Se sugieren, por la riqueza

su lectura son las de ENRIQUE GARCIA VELLO­

de su información: TITO LIvIo FOPPA, Diccio­

SO, Memorias de un hombre de teatro, Buenos

nario teatral del Río de la Plata, Buenos Aires,

Aires, 1942, y de FEDERICO MERTENS, Confi­

1942, y ERNESTO MORALES, Historia del teatro

dencias de un hombre de teatro, Buenos Aires,

argentino, Buenos Aires, 1944. En estos libros

1948.

135

60. EL LIBRO Y sus ÁMBITOS Alejandro E. Parada

Desarrollar la historia del libro y sus di­ versos mundos en la Argentina del siglo XX implica, inequívocamente, un proceso de de­ licada selección. La cultura impresa argenti­ na, durante el período 1914-1983, fue de tal riqueza y complejidad que su aproximación histórica siempre presentará un sesgo parcial

y una sintesis incompleta. No obstante, es posible presentar una visión panorámica del tema. Este acercamiento requiere, inevitable­ mente, de una serie de aproximaciones sucesi­ vas a los distintos ámbitos en los cuales el libro

dejó su impronta; impronta, por otra parte, eminentemente social, comunitaria y hetero­

del siglo XX. Esta situación propició la apari­ ción y el crecimiento de un amplio y comple­

jo ámbito popular, pautado por un público lector de masas. El libro, inmerso en este cli­

ma social, no sólo aumentó su grado de ubi­ cuidad y diversidad de formas y funciones si­

no que además generó una variedad de prácticas y apropiaciones de la lectura desco­ nocidas hasta entonces, ámbitos lectores que

trascendieron las pautas y particularidades que había establecido el público culto o eru­ dito. De este modo, el período se caracterizó por la amplificación y democratización pro­

génea.

gresivas del libro como objeto e instrumento de lectura.

La cultura impresa se caracteriza por su dispersión, su heterogeneidad, sus insólitas relaciones tanto económicas como cultura­

Es necesario, entonces, abordar el aporte de estos ámbitos desde diversas ópticas o di­ mensiones. En este sentido, se estudiarán, a

les, sus vicisitudes sociales y políticas, y por su característica aún más definida: sintetiza

partir de una selección entre las diversas y po­ sibles temáticas de la cultura impresa, los tópi­

la riqueza, ambivalente, dúctil e insondable, de todo aquello que es capaz de manifestar el hombre gracias a la escritura y el fenómeno de la lectura. A todo esto deben agregarse va­ rios elementos que pautaron el desenvolvi­ miento del país durante esa época; especial­

cos siguientes: la industria editorial y la “edad de oro” del libro argentino; la lectura y los lec­ tores; las bibliotecas; las imprentas, editoriales y librerías; la bibliografia; la bibliotecología; la

bibliofilia y los libros mejor impresos; y otros ámbitos del libro.

mente, los procesos de alfabetización y urbanización, característicos en la Argentina

137

LA DlMENSlON CIENTÍFICA Y CULTURAL

LA INDUSTRIA EDITORIAL Y LA "EDAD

para la industria editorial: la 11.588 (promul­

DE oRo” DEL LIBRO ARGENTINO

neas generales, a las distintas situaciones que afrontó el país en esa etapa. La historia de la

gada en 1932 y luego perfeccionada por la ley 11.672), que derogaba los derechos de irnpor­ tación del papel destinado a la impresión deli­ bros, diarios y otras publicaciones (norma que lamentablemente no siempre estuvo vigente);

cultura impresa se encuentra íntimamente

y la ley 11.723 de Propiedad Intelectual

vinculada a los procesos sociales y políticos; acontecimientos y procesos que pautaron y

(1933), que permitió, gracias al depósito legal de las obras, el conocimiento estadístico y el control de la industria editorial.

El desarrollo del libro no fue ajeno, en lí­

condicionaron su desarrollo o su estanca­ miento. Estas vicisitudes, tanto de bonanza

gentina se caracterizó por dos particularida­ des bien definidas: en primera instancia, por­ que en ella la elaboración artesanal del libro

editorial argentina, es posible distinguir tres

medios de producción editoriales; y por otra parte, porque el período fue un ámbito de ex­

etapas. Un período inicial, de lento pero signi­ ficativo crecimiento, desde fines del siglo XIX

alcanzó su máximo esplendor, pues, poco tiempo después, la explosiva aparición del “li­

bro de masas” influiría drásticamente en los

perimentación y aprendizaje en torno del

hasta mediados de la década de 1930, en el

mundo de la cultura impresa, ya que a media­

cual dicha industria, a partir de la Primera

dos de la década del treinta la Argentina ya po­

Guerra Mundial, comenzó un proceso de mo­ dernización y moderada expansión. Aunque el libro de origen español aún dominaba el mer­

seía una fortaleza gráfica similar a España, el principal país proveedor de obras en castella­ no hasta ese momento.

cado, las editoriales e imprentas nacionales se multiplicaron y comenzaron a competir con aquél. En 1914, el país contaba con 323 im­

Fue precisamente ese crecimiento lento y sostenido el que proyectó el país a un papel de

prentas y litografías; y hacia 1935, superaba los

2.000 establecimientos, que ocupaban a

138

Esta etapa inicial de la industria gráfica ar­

como de crisis, hicieron que el libro argentino conociera momentos de esplendor, de estabili­ dad y de franco y sostenido retroceso. En grandes rasgos, tomando como base la periodización establecida por Eustasio Anto­ nio García en su obra Desarrollo de la industria

liderazgo en la producción de libros en espa­ ñol. Liderazgo que sobrevino, además, gracias a circunstancias externas: la Guerra Civil Es­

20.181 operarios. Si bien el libro de texto se editaba en gran cantidad debido a su venta se­ gura, los editores, cada vez con mayor deci­ sión, empezaron a apoyar al libro literario y, por ende, a la incipiente literatura nacional

pañola y el posterior advenimiento de la Se­ gunda Guerra Mundial. Estos dramáticos con­

que reclamaba por el espacio negado hasta en­

dualmente, también fue disminuyendo su

tonces. Durante este período se alcanzó una cifra máxima de aproximadamente ochocien­ tos títulos anuales. En esta etapa también se

mercado interno. gentina sustituyó a una España ya debilitada; y

sancionaron dos leyes de amplia trascendencia

en un breve período, durante los años entre

flictos detuvieron la exportación del libro europeo a América latina. España no pudo abastecer sus mercados ultramarinos y, gra­

Es, pues, en esta circunstancia, que la Ar­

EL LIBRO Y sus ÁMBITOS

1936 y 1947, se convirtió en el principal pro­ ductor y exportador de libros en castellano. A esta década brillante de la cultura impresa na­ cional se la conoció con el nombre de edad de oro del libro argentino. Algunas estadísticas co­

rroboraron este momento único. En 1938, las

obras publicadas superaron los 1.700 títulos; en los años siguientes, esta cifra sufrió un im­ portante incremento, ya que en 1943, 1944, 1945 y 1946, dicho monto fue respectivamen­ te de 4.904, 5.323, 5.098 y 5.186 títulos por año; es decir, la producción editorial argentina se había casi triplicado. Puede afirmarse que el

año 1938 representó el punto de partida in­

de desarrollo de la industria gráfica durante es­ ta década: el país abastecía el 30 por ciento de la

totalidad del área idiomática castellana y aún en 1953, el 60 por ciento de la producción na­ cional se exportaba a otras naciones. Pero esta situación de optimismo cambió en las postrirnerías de la década del cuarenta. A partir de 1948, la fuerza editorial disminuyó hasta retroceder y estabilizarse en niveles de

producción menores, comenzando así una tercera etapa que llega hasta la década de 1980.

Es así como España, luego de la finalización de

la Guerra Civil, recuperó su liderazgo interna­ cional y nuevamente conquistó sus mercados

dustrial de las artes gráficas del país; el eje de inflexión que pautó el pasaje de una concep­ ción artesanal del libro hacia la rápida madu­ ración de éste como industria alternativa.

de América latina. Los países europeos, una vez repuestos de la contienda mundial, tam­

El libro argentino amplió entonces su cam­

les; en 1941 existían 62 y en los años 1942, 1943,

México como franco productor y competidor de la Argentina en el área de la industria irn­ presa. A pesar de cierto florecimiento en los años 1960-1969, en los que se incrementaron las editoriales y aumentó el número de libros impresos, la Argentina ya no recuperó su po­ sición hegemónica en el mercado latinoameri­ cano; recesión, por otra parte, que se acentua­

po de acción, pues, además de ser un instru­ mento material para la lectura o un soporte pa­

ra trasmitir conocimiento e información, fue una mercancía de intercambio intelectual den­ tro de la concepción moderna y occidental del libro. También aumentó el número de editoria­

bién comenzaron a competir con el libro espa­ ñol. A todo esto debe agregarse la aparición de

1944, 1945, 1955, 1965, 1970 y 1977 fileron, res­

ría aún más en los años setenta, con la

pectivamente, 81, 90, 86, 89, 156, 105, 135 y

aparición de Colombia y Venezuela como

256. Por otra parte, el período 1946-1947 cons­

1946, a modo de ejemplo ilustrativo, se expor­ taron 622.983 kilos de libros (2.076.600 ejem­

nuevos y pujantes productores editoriales. De este modo, la producción del libro en la Ar­ gentina decayó significativamente. Las obras publicadas en 1955 fueron 2.617; en 1962,

plares). También en este período, gracias al aporte de los exiliados españoles, se sentaron

6.674; en 1978, 4.606; en 1982, 4.946; y en

tituyó el bienio con mayor exportación. En

3.323; en 1968, 4.185; en 1974, 4.906; en 1976,

las bases de tres importantes editoriales: Losa­

1985, 3.607. No obstante, creció el número de

da, Emecé y Sudamericana. En esta época, e in­ cluso hasta finalizar la década del cincuenta, la

imprentas, pues en 1950 había 2.772 talleres tipográficos y en 1977, 4.203.

Argentina producía más del 30 por ciento de todas las obras publicadas en América del Sur. Otros guarismos demuestran, además, el grado

cendencia es menester consignar; por un lado, la llamada del Libro Argentino (ley 20.380),

Existieron, además, dos leyes cuya tras­ 139

LA DIMENSIÓN CIENTIFICA Y CULTURAL

promulgada en 1973 durante el gobiemo de facto de Alejandro A. Lanusse; y por otro, la 22.399, sancionada en 1981, que instituyó la obligación del sistema de numeración unifor­ me de libros (ISBN). El ISBN comenzó a ser

quisitivo de las bibliotecas argentinas y la ine­ xistencia de una legislación que apoye abierta­

asignado por la Cámara Argentina del Libro, hecho de gran importancia para la industria editorial.

mente en la ciudad de Buenos Aires y en el co­

Otra periodización de la historia editorial en la Argentina es la que realizó Pierre Lagar­ de a fines de la década del setenta. Esta clasifi­

nurbano bonaerense, en detrimento de la estructura federal del país. Algtmas ciudades del interior, como Rosario, Santa Fe, Córdoba,

Mendoza y Tucumán, y aquellas localidades que tenían importantes universidades tam­

cación, en grandes rasgos, coincide con la pre­

bién contaron con una indpiente industria

sentada, aunque tiene el interés de aportar la visión extranjera sobre esta temática. Lagarde contempló las etapas siguientes: la gran opor­ tunidad (1936- 1947), una estabilidad precaria (1948-1955), el período liberal de estanca­ miento (1956-1960) y la renovación optimista (1960-1969). Es importante señalar, aunque escapa a los límites cronológicos de este capí­ tulo, que el período 1991-1998 señalará tam­ bién un interesante crecimiento de la indus­

editorial, confirmando así el carácter marca­ damente urbano de dicha industrialización.

tria editorial, demostrando nuevamente que dicha industria se ha caracterizado por sus constantes altibajos. No obstante, es en la esfera intema donde deben buscarse muchas de las causas de la in­

movilización dela industria gráfica durante el período 1950- 1983. Algunas de ellas son las si­

guientes: la ausencia de una industria papele­ ra altamente desarrollada, los constantes au­ mentos infiacionarios, la existencia —salvo

escasas excepciones- de maquinarias gráficas obsoletas y la falta -acaso la causa más negati­ va— de una planificación editorial a escala na­ cional y de una política federal del libro. A to­

140

mente la producción editorial nacional. Por otra parte, es importante señalar que la edi­ ción de libros se concentró casi exclusiva­

LECTURA Y LECTORES

La evolución de los hábitos de lectura en la

Argentina durante el siglo XX se caracterizó por la presencia de diversas y complejas ver­ tientes, tanto por la participación activa en el universo de lectura de sectores antes posterga­ dos como por el constante intercambio y cru­ zarniento de las prácticas lectoras. Desde este punto de vista, y debido a la ausencia de estu­ dios sistemáticos y panorámicos, poco se sabe de los modos, usos y técnicas de apropiación del mundo impreso argentino. No obstante, dentro de estas significativas limitaciones, es posible trazar un esbozo histórico sobre qué se leía y el tipo de lectores durante el período. En primera instancia se impone una ada­ ración de alcance terminológico. Si bien la di­ visión entre ámbitos de lectura letrados o cul­

tos, en contraposición a los populares o

do esto deben agregarse otras causas no

iletrados, pauta la aproidmación a esta temáti­

menos importantes y de significativa inciden­ cia, tales como la ausencia de una mayor po­ blación de lectores, el paupérrimo poder ad­

ca, ésta es de significación práctica, pues el universo de la lectura posee una complejidad que excede esta división. Las modos de apro­

EL LIBRO Y SUS ÁMBITOS

piación, pues, del universo del libro, durante el

siglo XX, alcanzaron una heterogeneidad de dificil estudio. En realidad, en las prácticas lec­

toras de la modernidad sólo es posible hablar de tendencias u orientaciones, ya que el com­ portamiento de éstas es más bien laberíntico que lineal. En el siglo XD(, los sectores cultos de la so­

ciedad argentina inclinaron sus gustos hacia el libro de origen europeo, especialmente fran­ cés. Según las circunstancias históricas y socia­ les, los hábitos de lectura oscilaron. de distintas

maneras. Así, durante la década de 1810, las obras predominantes fueron de índole política e histórica; y luego, a partir de 1820, lentamen­ te, aunque en forma creciente, la inclinación por las obras literarias se instaló con firmeza. En cuanto a los sectores populares, sus lectu­ ras, siempre de complejo discernimiento, osci­ laron entre los primeros folletines literarios, los catones de lectura y catecismos de doctrina

cristiana, los almanaques, los periódicos y ho­ jas sueltas, y los versos gauchescos y criollos.

Mujer con libro. Escultura en piedra de José Fioravanti. 1937.

Dos autores inauguraron, inequívocamente,

Las lecturas de la Argentina de 1910 se ca­

los primeros éxitos populares: Iosé Hemández,

racterizaron por la incorporación de elemen­ tos típicos de la modernidad. Los usos y las prácticas de lectura se manifestaron, especial­ mente en las ciudades, por su variedad y ex­ traordinaria versatilidad en las apropiacíones de la cultura impresa; prueba de ello fue la amplia difusión de impresos cuyo discurso apuntaba a una compleja red de intereses y de prácticas lectoras, tales como la ávida lectura de los catálogos comerciales, la proliferación de los carteles y avisos publicitarios callejeros, las conferencias orales y escritas, los libros en venta en la vía pública, imponiéndose así una cultura impresa en la vida cotidiana. El libro,

con El gaucho Martín Fierro (1872 y 1879) y las novelas de Eduardo Gutiérrez. Estos títulos al­

canzaron amplia difusión en ámbitos donde el libro era prácticamente desconocido, pues su distribución fue tan aceptada que aun los sec­ tores analfabetos accedieron a ellas gracias a la lectura grupal y en voz alta. Posteriormente,

durante el período 1880-1910, la literatura criolla ocupó la preferencia de los sectores po­

pulares, convirtiéndose en un fenómeno de aceptación masiva de dificil superación. No obstante, hacia 1910, los temas gauchescos y criollos declinaron frente al notable proceso de

urbanización y asimilación de los primeros descendientes de los inmigrantes.

sin perder su carácter “sacralizado” y debido al creciente urbanismo y al incremento de la al­

141

LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL

fabetización, se convirtió en un bien cultural que garantizaba la movilidad social. Esta ca­ racterística sería, en definitiva, la dominante durante la primera mitad del siglo XX. El uso del libro, pues, fue marcadamente utilitario y pragmático, no obstante, se afirmó otro aspec­

to: el crecimiento de la lectura de entreteni­ miento y evasión en el ámbito privado e inti­ mista de los sectores medios y populares. Estas

dos variables, inherentes al libro moderno, convivieron en una rica y compleja relación durante el período estudiado. Desde 1901 y hasta 1920 se publicó la pri­

mera gran colección de libros económicos, destinados, fundamentalmente, a lectores de clase media: la Biblioteca de La Nación, debi­ da a las iniciativas de Emilio Mitre, Roberto I.

Payró y José María Drago. La Biblioteca, rica

1917 y 1930 se produjo el mayor aconteci­ miento en el ámbito de la cultura popular irn­ presa: la aparición de la novela semanal. La ca­ lle y los quioscos se llenaron, literalmente, de

esta clase de publicaciones, tales como El Cuento Ilustrado (1918), La Mejor Novela (1928-1929), La Novela Argentina (1921­ l922), La novela del día (1918-1924), La Nove­

la Nacional (1920-1922), La Novela Semanal (1917-1925), La Novela Universitaria (1921­ l922), entre otras. También el teatro tuvo una

en traducciones y en literatura de entreteni­ miento, alcanzó una enorme difusión y conti­ nuidad, y llegó a los 875 títulos, aunque tuvo

notable difusión popular a través de dos publi­ caciones: La Escena (1918-1933) y Bambalinas

un antecedente, de menor trascendencia, cuya mención es fundamental: La Biblioteca Popu­ lar de Buenos Aires, dirigida por Miguel Nava­ rro Viola. En estos años también comenzó a

les”, de hecho, siempre publicaron obras unita­

consolidarse, lentamente en el ámbito edito­ rial, la emergente literatura argentina, con au­ tores tales como Almafuerte, Leopoldo Lugo­ nes, Enrique Larreta, Atilio Chiáppori, Hugo

Wast (Gustavo Martínez Zuviría), Manuel Gálvez, Horacio Quiroga, Ricardo Güiraldes, Ricardo Rojas, Enrique Banchs, y otros mu­ chos. En 1915, dentro de un esquema de lectu­ ra culta y nacionalista, apareció la Biblioteca Argentina, dirigida por Ricardo Rojas y edita­ da por la Librería La Facultad, de Iuan Roldán.

142

Lorenzo I. Rosso y destinada a un público me­ dio y popular. En 1905 se publicó Stella de César Duayen (seudónimo de Ema de la Barra), la novela que alcanzó mayor éxito de librería de la época y que fue ampliamente leída en distintos esta­ mentos sociales. Sin embargo, entre los años

En el período 1915-1925 comenzó a publicar­ se La Cultura Argentina (luego La Cultura Po­ pular), fundada por Iosé Ingenieros y Severo Vaccaro, estampada en los Talleres Gráficos de

(1918-1934), que si bien eran “revistas teatra­

rias e independientes, superando, cada una, los novecientos títulos.

Las novelas semanales se editaron por mi­ llares (algimas alcanzaron los 200.000 ejem­ plares) y, debido a su bajo precio, llegaron a un

público lector que habitualmente no compra­ ba libros. Su notable auge estaba estrechamen­ te vinculado al desarrollo de la cultura barrial en las grandes ciudades argentinas. Fueron las lecturas predilectas de mujeres adolescentes y jóvenes, debido a su abundante temática arno­ rosa, aunque también contaron con una fran­ ja significativa de público masculino. Su im­ portancia como fenómeno de lectura social se encontraba, además, en los heterodoxos mo­ dos de acceso a la novela semanal, ya que tam­

bién eran leídas en grupos y circularon, de mano en mano, en el ámbito familiar.

EL LIBRO Y sus AMBITOS

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dicaron a la edición de libros baratos durante

el período 1920-1945. Las más importantes fueron las siguientes: Tor, fundada por Iuan Torrendell, de orientación más comercial; Cla­

ridad, creada por Antonio Zamora, con inte­ reses culturales; y la Editorial Sopena Argenti­

na, con su famosa y difundida Biblioteca Mundial. Con la aparición del libro económi­ co se desarrollaron otras temáticas herederas del folletín, la novela de aventuras y la novela

policial o de misterio que cobraron notable auge. La narración policial alcanzó irnportan­ tes niveles de divulgación, abarcando tanto a los sectores letrados como populares. En la dé­ cada del treinta, Tor publicó numerosos títu­ los de aventura y misterio, destinados a un pú­ blico sin mayores exigencias intelectuales; en cambio, en 1944, Emecé comenzó a editar su

LA CUACHA rec-R

C. MÏÏZIO SAENZ PENA

y a; N,’..“ma” Ma.“ «- m”.

PRIMERA Y UNICA PUBLICACION EN SU GENERO

PRECIO: 10 Caninos-lla ¡la 250.000 personas ln leen

Portada de una de las ediciones populares de La novela semanal.

Este acontecimiento tuvo múltiples ante­ cedentes, de complejo y difícil discernimiento.

Además de la urbanización barrial y la intensa escolarización, la aparición de publicaciones tipo magazines a fines del siglo XIX y comien­ zos del XX, tales como Caras y Caretas y PBT, fue determinante en los hábitos de lectura, so­

bre todo en la difusión periódica de cuentos y folletines. De este modo, el mundo masivo de lecturas y lectores se amplió por un nuevo fe­ nómeno editorial: el rápido desarrollo del li­ bro económico y popular. Surgieron así varias editoriales, algunas de vida efímera, que se de­

famosa colección El Séptimo Círculo, dirigida por Iorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, destinada, indudablemente, a lectores con ma­ yores exigencias.

Pero aún restaba un hecho revolucionario e innovador en la historia de la cultura impre­ sa y de la lectura en el siglo XX: la explosiva aparición del libro de bolsillo o de masas. Pre­ sentado en 1935 por la editorial británica Pen­ guin, poco tiempo después, a partir de la déca­ da del cuarenta, tuvo notable divulgación en el paperback de los Estados Unidos. La Argenti­ na, que entonces vivía su “edad de oro” edito­ rial, no permaneció al margen de ese suceso. Entre las numerosas experiencias gráficas que se instrumentaron en la composición del libro de bolsillo argentino, las más importantes, por su impecable ejecución y seriedad comercial, fueron la Colección Austral de Espasa-Calpe, y la Biblioteca Contemporánea y también la Bi­ blioteca Clásica y Contemporánea, ambas de editorial Losada.

143

LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL a

Co.

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JUAN MARAGALL

ELOGIOS

do abordadas. En 1936, la Biblioteca Nacional

editó un pequeño opúsculo titulado Los 2.600 libros más pedidos en la Biblioteca Nacional. Este folleto permite acceder a otros mundos

de la lectura en la Argentina de la década del treinta, al de los lectores movilizados por inte­ reses disímiles, en los cuales convivían, en una rica relación dinámica de intercambios y cru­ zamientos, el libro de texto, el de entreteni­

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miento y las obras de consulta. Las obras de

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referencia más solicitadas fueron la Enciclope­ dia universal ilustrada europeo-americana (En­

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ciclopedia Espasa) y el Diccionario Enciclopédi­ o ‘ nun‘

co Hispano Americano.

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A partir de 1950, aproximadamente, suce­ dió otro cambio de importancia en los hábitos de lectura: la aparición en el mercado editorial ESPASA «

un: ARGENTXNA,

Buïwos Ames —

M EX'lC Ü

mundial del best-seller. Estas novelas tenían co­

mo particularidad común su extraordinario éxito a escala internacional, lo cual confirmaba

a los editores locales una segura distribución l Sobrecubierta de un libro de la Colección Austral.

masiva en el país. Sus características fundamen­

tales fueron y son: rápida ganancia económica,

La literatura nacional comenzó a conquis­ tar, aunque moderadamente, a un amplio sec­ tor del público letrado. Se impusieron nuevos autores, antes desconocidos, que a partir de 1935 alcanzaron varias ediciones, tales como

Eduardo Mallea, Leopoldo Marechal, Silvina Bullrich, Manuel Mujica Lainez, Beatriz Gui­ do, Manuel Puig y tantos otros. Tres escritores

transcendieron el ámbito nacional y fueron reconocidos intemacionalmente: Iorge Luis Borges, Ernesto Sabato y Julio Cortázar.

No obstante los datos conocidos, es poco lo que se sabe sobre los hábitos de lectura fue­ ra del ámbito comercial y de los análisis mera­ mente estadísticos. Las aproximaciones cuali­

taúvas, sobre todo en estamentos populares y medios, salvo contadas excepciones, no han si­

éxito efimero y calidad intelectual dudosa. Compitieron y compiten, en franca desigual­ dad, con la producción de autores nacionales. Han apuntado al lector culto medio, pero su dispersión excede, inequívocamente, dicho ám­ bito. Tanto su carácter masivo como su rédito económico fueron de tal magnitud durante la década del sesenta y del setenta, que la apari­ ción de un nuevo best-seller constituía un even­

to editorial.

Durante el período 1914-1983, los hábitos

de lectura sufrieron una serie de complejas evoluciones. En primer término, a comienzos de siglo, se tuvo una concepción sacralizada del libro, en la cual el mundo impreso estaba fuertemente circunscripto a la cultura letrada, aunque la irrupción de la literatura criolla ha­

EL LIBRO Y sus ÁMBITOS

bía demostrado, a fines del siglo XIX, que la cultura impresa también podía ser un fenó­ meno eminentemente popular. Luego, debido a la urbanización y alfabetización de amplios sectores, el libro perdió parte de su sacraliza­ ción para ser un elemento funcional de movi­

Áx A si a

lización social, pues gracias a su posesión y lectura era posible avanzar en la escala social.

Sin embargo, con las crisis económicas que pautaron las décadas del sesenta y del setenta, esta concepción perdió vigor y, si bien no de­ sapareció, disminuyó su impulso inicial. Por otra parte, con el advenimiento de la radio, el

cine y luego la televisión, los modos de lectu­

ra fueron cambiando. La radio recuperó el ámbito oral de la escritura impresa, la capaci­ dad de escuchar en grupo y anónirnarnente; en tanto que el cine y la televisión incorpora­ ron un nuevo elemento poco conocido hasta entonces: la lectura de la imagen como texto, con carácter masivo e instantáneo. A lo largo del siglo XX, las lecturas adqui­

rieron un notable grado de heterogeneidad y complejidad, pues la cultura impresa fue per­ diendo sus fronteras tradicionales y sus meca­ nismos de apropiación ya no fueron fácilmen­ te identificables; situación que ha demostrado la insuficiencia de las clasificaciones tradicio­ nales de los lectores, ya que los procesos de lec­

tura, luego de 1970, apuntaron hacia una dis­ persión cada vez mayor de sus prácticas.

Las BIBLIOTECAS

Paul Groussac. director de la Biblioteca Nacional entre 1335 y 1929. Fotografia de 192o.

ción, el 16 de marzo de 1812, de la Biblioteca Pública de Buenos Aires, que en 1884 se con­

virtió en la actual Biblioteca Nacional. En cuanto a los hombres que sentaron las bases de las bibliotecas argentinas, tanto desde el punto de vista teórico como del práctico, dos fueron excluyentes: Domingo Faustino Sar­ miento y Paul Groussac. Al primero siendo presidente de la República, y a su ministro de Instrucción Nicolás Avellaneda, se debió, la sanción de la ley 419, del 23 de septiembre de

La estructura bibliotecaria heredada del si­

1870, por la cual se creaba la Comisión Protec­

glo XIX fue rica en ideas y en algtmas realiza­

tora de Bibliotecas Populares; en tanto que

ciones trascendentes, aunque no definitorias ni sistemáticas. El acontecimiento biblioteca­

Groussac fue el primero en intentar la organi­ zación moderna de la Biblioteca Nacional, ba­ sada en conocimientos técnicos. Estas dos fi­

rio más importante consistió en la inaugura­

145

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

de las bibliotecas dependía de su estrecha rela­ ción con la educación popular; y por otro, es­

bliografía nacional, la tendencia a convertirse en una biblioteca pública más que en un repo­ sitorio nacional y la imperiosa necesidad de mudarse a un nuevo edificio (hecho que recién se dio en 1992). No obstante estas limitaciones,

tas instituciones (auténticas agencias sociales)

la Biblioteca Nacional se enriqueció con el in­

necesitaban de una organización racional y

greso de importantes bibliotecas particulares, tales como las de Ángel Justiniano Carranza, Amancio Alcorta, Ezequiel Leguina, Raymond Foulché-Delbosc, Pedro Denegri, Pastor Obli­ gado, Félix Frías, Félix Buxareo Uribe, entre otras. Hacia 1983, gracias además al depósito legal —cuyo cumplimiento ha sido parcial-, constituía el principal elenco de libros del país. Otra gran biblioteca de características simila­ res ala precedente es la del Congreso de la Na­ ción (1859), de carácter enciclopédico y legis­ lativo. Un hecho de gran importancia para la historia de la lectura en ámbitos bibliotecarios

guras descollantes sentaron las bases inequí­ vocas de aquello que debía entenderse como desarrollo bibliotecario. Por un lado, el éxito

profesional. De este modo, el seguimiento o la

falta de instrumentalización de estos dos as­ pectos fundamentales fueron, en lineas gene­ rales, los que determinaron el desarrollo de las bibliotecas durante el período 1914-1983.

Es posible trazar, en una aproximación preliminar, un breve panorama de los princi­ pales tipos de bibliotecas que se desarrollaron en la Argentina durante el siglo XX, tales co­ mo la Biblioteca Nacional, las escolares, las públicas y populares, las universitarias y las es­

pecializadas, entre otras.

vo -aunque insuficiente- incremento de su

públicos fue la inauguración, en 1974, de su nueva sala de lectura, con una capacidad para

fondo bibliográfico, pues hacia 1980 poseía un acervo de aproximadamente 1.500.000 volú­

ciento veinte usuarios. En cuanto a las bibliotecas vinculadas a la

menes. La gestión bibliotecaria más irnportan­ te, en cuanto a su organización y control, fue la

enseñanza, tanto escolares como secundarias,

de Paul Groussac, de 1885 a 1929, y prueba de

ganización y desarrollo durante el período

ello fue la edición de los “catálogos metódicos”

1914-1983 se caracterizó por su pobreza y au­ sencia de inserción social. A pesar de contar a comienzos de la década del ochenta con más

La Biblioteca Nacional tuvo un significati­

de una parte relevante de su acervo. Otra di­ rección importante en cuanto a realizaciones fue la de Gustavo Martínez Zuviría entre 1931

de 23.000 escuelas, eran pocas las que poseían

y 1954. Las gestiones administrativas siguien­ tes (Jorge Luis Borges, Vicente Sierra, José Ed­

bibliotecas totalmente organizadas y con un papel de primera importancia en la dinámica

mundo Clemente, Horacio H. Hernández,

pedagógica. Uno de los mayores inconvenien­ tes que han aquejado a este tipo de institucio­ nes fue la falta de coordinación entre los pla­

Gregorio Weinberg, Dardo Cúneo, entre otros)

146

pese a algunas importantes excepciones, su or­

debieron enfrentarse a un conjunto de situa­ ciones de compleja solución: presupuesto in­ suficiente, escaso apoyo de los sucesivos go­ biernos y ausencia de personal profesional. Tres problemas, por otra parte, pautaron su historia: la falta de apoyo para elaborar la bi­

nes educativos y la función de la biblioteca escolar; asimismo, la ausencia de un trabajo mancomunado y solidario entre bibliotecas públicas y escolares ha sido un escollo de difí­

cil superación. Sin embargo, en varios lugares

EL LIBRO Y sus AMBITOS

ochenta ya existía una red de bibliotecas y un catálogo centralizado de sus existencias. La creación de la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares (1870) posibilitó la difu­ sión de numerosas instituciones en toda la ex­

tensión del territorio nacional. Es importante señalar que, a diferencia de las municipales, las

bibliotecas populares surgieron por iniciativas

particulares (principalmente de vecinos) y

Gustavo Martínez Zuviría. Director de la Biblioteca Nacional entre 1931 y 1954.

del país, tanto en las grandes ciudades como en pequeñas localidades provinciales, aunque en forma no sistemática y gracias a la iniciati­ va de autoridades y bibliotecarios, se lograron desarrollar algunas bibliotecas escolares y se­

que con posterioridad obtuvieron el apoyo de fondos oficiales, provenientes de dicha comi­ sión. Luego de un período de incertidumbre a fines del siglo XIX, estas agencias sociales to­ maron nuevo impulso en 1908, en la presiden­ cia de Iosé Figueroa Alcorta, durante la cual se restableció la ley 419. Su evolución, en un pri­ mer momento, fue vertiginosa; de las 191 bi­ bliotecas populares que existían en el país en 1910, ya totalizaban, en 1926, 1.177 estableci­ mientos. En 1954, las bibliotecas populares su­ peraban las 1.600 unidades, con un fondo bi­ bliográfico de casi 7.000.000 de libros y con más de 5.000.000 de lectores al año. En 1977,

según datos recopilados por la UNESCO, as­ cendían a 1.230, con alrededor de 10.000.000

cundarias con un grado satisfactorio en la

de volúmenes. Este número de bibliotecas, por diversas situaciones institucionales, económi­

prestación de servicios.

cas y sociales (quiebra del orden democrático,

gentina a través de dos instituciones: las muni­

falta de presupuesto y menor participación popular), sufrió algunas fluctuaciones, arri­

cipales y las populares. En 1926 se fonnó, a ins­

bando así, en la década del setenta, a un perío­

tancias de la intendencia de Buenos Aires, la Comisión Honoraria de Bibliotecas Públicas Municipales (luego Dirección), y a partir de su labor, en 1927 se fundó la primera institución de estas características, denominada “Miguel

do de estancamiento. Posteriormente, gracias a la ley 23.351 (1986), tendrían nuevo e im­ portante impulso. Una mención especial por su importancia merecen las bibliotecas universitarias, tanto

Cane”. A partir de esa fecha, entre los años 1927 y 1983, se inauguraron, en distintos ba­ rrios porteños, más de una veintena de estos

públicas como privadas, pues sus colecciones, en constante aumento, figuran, a escala nacio­ nal, entre los acervos bibliográficos de mayor

establecimientos y a mediados de la década del

envergadura. A comienzos de la década de

La biblioteca pública se manifestó en la Ar­

147

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

1980 erdstían veintiséis universidades estatales docientas bibliotecas; dichas universidades, des­

peos. En 1983 existían alrededor de ochocien­ tas bibliotecas especializadas en todo el terri­ torio nacional. Estas instituciones alcanzaron

de 1964, fonnaron la Junta de Bibliotecas Uni­

gran importancia en las décadas de 1960 y

versitarias Nacionales Argentinas (IUBIUNA), con el objeto de promover las actividades bi­

1970, a consecuencia del rápido desarrollo del Consejo Nacional de Investigaciones Científi­ cas y Técnicas (CONICET). Una unidad per­ teneciente a este Consejo, el Centro Argentino

que agrupaban aproximadamente a unas

bliotecarias en el ámbito universitario. En 1941 se fundó el Instituto Bibliotecológico, cuyo objetivo ha sido coordinar las diferentes bibliotecas de la Universidad de Buenos Aires. Su tarea más relevante fue la confección de un catálogo centralizado, el cual, hacia 1983, cu­ bría alrededor de 2.800.000 de volúmenes; se

convirtió, por entonces, en el más grande e importante del país. En general, las bibliotecas universitarias se han caracterizado por su satis­

factoria organización en comparación con otro tipo de bibliotecas, aunque a partir de 1966 sus colecciones comenzaron un proceso de progresiva desactualización, debido a la fal­ ta de un presupuesto acorde con las necesida­ des modemas de la enseñanza universitaria.

Por otra parte, en muchas provincias, las bi­ bliotecas de las universidades estatales fueron las que prestaron mejor servicio a sus usuarios.

A lo largo del período estudiado, las bi­ bliotecas especializadas lograron un mejor grado de organización en el cuadro de situa­ ción del sistema nacional. Esta clase de institu­

ciones comprende a bibliotecas dependientes

del gobierno nacional o provincial y a una gran cantidad correspondiente al sector priva­ do; de este modo, han representado a distintas áreas del quehacer del país: bancos, industrias, hospitales, academias, distintos ámbitos de la ciencia y la tecnología, etc. A partir de la déca­ da de 1960, muchas de estas unidades evolu­

cionaron hacia centros de documentación e información, tomando como referencia, en lí­ 148

neas generales, los modelos de países euro­

de Información Científica y Tecnológica (CAICYT), lleva desde entonces la confección

de un importante catálogo colectivo de la to­ talidad de las publicaciones periódicas recibi­ das en las bibliotecas especializadas del país. A partir de la década de 1970, las bibliotecas es­

pecializadas comenzaron a trabajar conjunta­ mente según temáticas afines y formaron va­

rías redes y sistemas de información de importancia, si bien aún parciales y de.alcance limitado. En la década de 1980, esos sistemas

se incrementaron de modo significativo.

Es importante señalar otros tipos de bi­ bliotecas también presentes en la Argentina, las bibliotecas particulares y las especiales. Las

primeras alcanzaron una destacada presencia durante el siglo XIX, cuando se carecía prácti­ camente de un sistema bibliotecario. Entonces erdsüeron importantes bibliotecas, tales como las de Bartolomé Mitre, Andrés Lamas, Ma­ nuel Ricardo Trelles, Ángel Justiniano Carran­ za y Vicente G. Quesada. Esta tradición de ri­ cos acervos particulares continuó durante el siglo XX, aunque lamentablemente, la mayo­ ría de las colecciones fueron desmanteladas y vendidas en sucesivas subastas públicas. Entre los fondos bibliográficos más interesantes del período estudiado, además de los menciona­ dos en lo referido a los bibliófilos, se deben ci­

tar las bibliotecas de Enrique Peña, Pedro N. Arata, Francisco P. Moreno, José Antonio Pi­ llado, Baldmar F. Dobranich, Iuan A. Farini,

EL LIBRO Y SUS AMBITOS

Estanislao S. Zeballos, Enrique Arana, Cle­

década de 1940, desaparecieron o se convirtie­

mente P. Fregeiro, Iuan Canter, Agustín P. Ius­

ron en bibliotecas populares, una vez que de­

to, Pedro Denegri, Féliz Outes, Francisco Apa­

cayó este movimiento. El acontecimiento,

ricio, Milcíades Alejo Vignati, Ricardo de Lafuente Machain, Armando Braun Menén­

pues, debe recordarse en la historia de las bi­

dez, Iorge M. Furt, Iorge Beristayn, I. C. Ahu­ mada, Ricardo Olivera, Alberto Dodero, Car­

los A. Mignacco, Marcelo Schlimovich, Oscar E. Carbone, Pablo Arndt, Alfredo Hirsch, Ri­

cardo Cranwell, Rafael Fresco, Carlos A. Moncaut, Miguel Lermon, Antonio Carrizo, Federico Vogelius, y tantos otros. Entre las bi­ bliotecas especiales en la Argentina, cabe men­

cionar la Biblioteca Argentina para Ciegos, de destacada labor. Otras bibliotecas de este tipo, aunque modestas y escasas, han sido las que se desarrollaron en hospitales y unidades carce­ larias y penitenciarias. A la par de este interesante —aunque no es­

tructurado- proceso de fundación de bibliote­ cas, existió un movimiento bibliotecario de vi­

tal trascendencia: el representado por bibliotecas de las sociedades de fomento. En las décadas de l920 y 1930, gracias a las inicia­

tivas de particulares y vecinos, la cultura ba­ rrial alcanzó un notable desarrollo. En la ma­

yoría de los barrios de las grandes ciudades argentinas, principalmente en Buenos Aires, se fundaron innumerables bibliotecas en clu­

bliotecas argentinas como un fenómeno de participación popular, en el cual las bibliote­ cas adquirieron notable presencia como enti­ dades sociales dinámicas.

La República Argentina presentó, enton­ ces, una importante actividad bibliotecaria. Sin embargo, ésta se ha caracterizado por su falta de estructuración sistemática y, en mu­ chas ocasiones, los éxitos parciales obtenidos fueron el resultado de iniciaüvas individuales

que carecieron por ello de continuidad en el tiempo. En la década de 1980, las bibliotecas aún no habían logrado su plena inserción en la sociedad argentina. Las autoridades políti­ cas y gobemantes no promovieron su desarro­ llo con una sabia legislación, tal como lo había hecho Sarmiento en el siglo XIX. Al inaugu­

rarse en 1983 el nuevo período democrático, las expectativas se centraban en dos puntos fundamentales: la necesidad de desarrollar una eficaz estructura bibliotecaria en toda la extensión del país y la vocación política y so­ cial para llevar a cabo esta tarea.

bes deportivos y en sociedades de fomento.

IMPRENTAS, EDITORIALES Y LIBRERÍAS

Muchas de ellas fueron propiciadas por socia­ listas y otras por elementos activos de la Igle­ sia. Sin embargo, la actividad particular de los vecinos fue la que hizo posible esta realidad de las bibliotecas como verdaderas agencias so­ ciales. La acción de estas instituciones fue fre­

zó, en líneas generales, por el rápido y disper­ so desarrollo de las actividades vinculadas al

nética, pues en ellas se realizaba todo tipo de actividades: cursos, conferencias, lecturas co­ lectivas, manualidades, concursos, etc. Mu­ chas de estas bibliotecas barriales, luego de la

El último tercio del siglo XIX se caracteri­

mundo del libro. Las imprentas, editoriales y librerías, especialmente en Buenos Aires y en

las grandes ciudades del interior, crecieron tanto en magnitud como en calidad. No obs­ tante, ese pujante y a menudo caprichoso cre­ cimiento fue más bien de índole artesanal que

149

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

propiamente industrial, llevándose a cabo, en la mayoría de los casos, a consecuencia de em­

prendirnientos particulares y familiares más que por empresas privadas vinculadas con la industria. Ya en el siglo XX, principalmente a partir de 1910, la producción del libro se ca­ racterizó por su acentuada, aunque paulatina, industrialización. La cultura impresa, en esos años, abandonó la etapa inicial artesanal para convertirse, lentamente y con varios altibajos, en una industria productora de bienes cultu­ rales, pautada, aún con cierta modestia, por la oferta y demanda que ocasionaba la novedosa presencia de un público masivo urbano de lec­ tores, antes casi inexistente. Esta industrializa­

ción significó, en definitiva, la base indispen­ sable para la profesionalización de los diversos ámbitos del libro en la Argentina. El crecimiento de las imprentas fue nota­ ble. En 1879, la Argentina sólo poseía 33 im­ prentas en su vasto territorio; en 1895, 212; en 1941 los establecimientos gráficos eran alrede­

BLINGENIOSO HIDALGO

(Ïïnfivnú avr

snvxnogmní

Portada de una edición de Emecé: el “Don Quijote" ilustrado por Salvador Dalí.

dor de 2.500; en 1950, éstos superaban los 2.700 y en 1977, sumaban 4.203. Algunos de los establecimientos gráficos más importantes del período estudiado -muchos fundados en el siglo XIX y otros en la primera mitad del XX- fueron los siguientes: Fernando A. Coni, Guillermo Kraft, Jacobo Peuser, Colombatti, Talleres Gráficos I. L. Rosso, Antonio Busnelli,

del Congreso de la Nación, cuando estuvo ba­ jo la dirección de Juan Alfredo Trasande; de hecho, funcionó como una imprenta estatal o central y fue, por entonces, un establecimien­ to modelo en su tipo. Las editoriales no sólo aumentaron en nú­

sólo por citar unos pocos de una vastísima lis­

mero (en la década de 1940 alcanzaron una

ta; algunos importantes talleres del interior fueron los de A. Assandri (Córdoba), Jorge

media anual de 90 firmas y en 1977 totalizaron

Best (Mendoza), Emilio Fenner (Santa Fe) y la imprenta de la Editorial Castellví (Santa Fe).

cipal caracteristica, a medida que avanzaba el

Una mención especial merecen dos irnpreso­

ción temática. Surgieron empresas abocadas al libro literario, jurídico, infantil, religioso, di­

res: Francisco A. Colombo y Gino Fogli, cuyos

150

larse la labor desempeñada por la Imprenta

trabajos fueron, sin duda alguna, los de mayor calidad en la industria gráfica argentina. Den­ tro de la administración pública, merece seña­

más de 250 establecimientos) sino que su prin­ siglo XX, fue la lenta pero sostenida especializa­

dácúco, científico y técnico, manifestando esta tendencia una incipiente madurez editorial. In­

cluso muchas de estas firmas, especialmente

EL LIBRO Y SUS ÁMBITOS

entre los años 1938 y 1952, debido a su dinámi­

ca política de exportación, lograron imponer sus productos en el mercado latinoamericano. Muchas fueron las editoriales que se destacaron

por su actividad durante la primera parte del siglo XX; entre ellas cabe mencionar a las si­ guientes: librería y editorial La Facultad (de Iuan Roldán), El Ateneo (de Pedro García), Ediciones América Latina (de Lorenzo Rosso),

Tor (de Juan Torrendell), Kapelusz, Ángel Es­ trada, Librería del Colegio, Atlántida, Manuel Gleizer, Babel (de Samuel y Leonardo Glus­

firmas comerciales que funcionaban en la ca­ pital al promediar el siglo, se puede mencio­

nar, como ejemplo ilustrativo, debido a su magnitud y trascendencia, a la librería El Ate­

neo. Por otra parte, basta recordar que a co­ mienzos de la década de 1970 existían alrede­ dor de 400 librerías en el país. Existió, pues, una extraordinaria variedad de comercios libreros, destacándose los dedi­ cados al libro americanista, al jurídico y litera­ rio, y al libro de viejo o de ocasión. Los comer­

enumeración excede el presente capítulo. Una mención especial merecen tres notables edito­

ciantes porteños dedicados a libros valiosos, agrupados en la Asociación de Libreros y An­ ticuarios de la Argentina, editaron una intere­ sante revista, Alada. Además, fueron famosas en Buenos Aires las librerías al aire libre o en

res que iniciaron sus actividades en el siglo XIX

plazoletas, en las cuales no sólo era posible ad­

y que, por la calidad de sus ediciones, desempe­

quirir obras agotadas a bajo precio sino tam­ bién raras ediciones de libros antiguos; algu­ nas de ellas, muchas aún vigentes, fueron los quioscos de venta de libros instalados detrás del Cabildo durante el período 1941-1960, y las actuales ferias en Tribunales y en el Parque Rivadavia. A partir de la década de 1970, sin embargo, comenzó una lenta pero sostenida crisis, debido a la constante devaluación de la

berg), Claridad (de Antonio Zamora), Emecé,

Sudamericana, Losada, y tantas otras, cuya

ñaron un papel de primera importancia en la historia editorial argentina, cuyas empresas fueron continuadas por sus herederos; ellos son: Pablo Emilio Coni, Guillermo Kraft y Ia­ cobo Peuser.

En cuanto a la evolución de las librerías ar­

gentinas, en general, éstas han seguido el com­

portamiento de la industria editorial, pues el mayor número se concentró en las grandes ciudades del país, tales como Buenos Aires, Mendoza, Paraná, Rosario y Tucumán. Su pre­ sencia fue escasa en las localidades lejanas de

los centros urbanos, aunque la inauguración de varias universidades nacionales durante el siglo XX alentó la presencia de ellas en el inte­ rior. No obstante, el “reino” de las librerías se

dio, inequívocamente, en Buenos Aires, donde su riqueza y variedad llegó a grados superlati­

vos. Muchas librerías se especializaron tem­ pranamente, proceso comenzado por aquellas que se encontraban en las proximidades de los centros de enseñanza. Entre las innumerables

moneda y a la falta de poder adquisitivo de aquellos sectores sociales que habitualmente compraban libros; en forma tal que, en pocos años, cerraron sus puertas varias librerías que habían trabajado durante décadas.

BIBLIOGRAFIA

La bibliografia nacional comenzó en el si­ glo XIX gracias a los trabajos realizados por el napolitano Pedro de Angelis. Fue precisamen­ te durante dicha centuria cuando la bibliogra­

fia argentina presentó las contribuciones más

15]

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

importantes en esta temática, pues en esa épo­ ca descollaron como notables bibliógrafos las figuras de Antonio Zinny, Bartolomé Mitre, Juan María Gutiérrez y los hermanos Alberto

y Enrique Navarro Viola. Fue, inequívoca­ mente, la “época de oro” de la bibliografía ar­

gentina. Este promisorio comienzo, sin em­ bargo, no continuó con la intensidad y calidad técnica inicial durante el transcurso del siglo XX, ya que a comienzos de la década de 1980 la Argentina aún no contaba con una biblio­ grafía nacional retrospectiva ni corriente. La situación, pues, ha sido tan precaria en este campo que es necesario recurrir a esfuer­ zos parciales, aislados e incompletos para tener una idea del estado de la bibliografia en el pe­ ríodo 1914-1983. Existieron, empero, irnpor­ tantes contribuciones dentro de este limitado

panorama. En primer término cabe mencionar la existencia de dos bibliograflas de bibliografia;

tas entidades oficiales. A estos intentos debe agregarse una publicación de corta vida: Poli­ biblon (1947), dirigida por Carlos V. Penna, revista que incorporaba los materiales depo­ sitados en el Registro de la Propiedad Intelec­

tual. Dentro de este pobre panorama, es im­ portante señalar la aparición en 1959 de la Bibliografia argentina de artes y letras, editada por el Fondo Nacional de las Artes y dirigida por Augusto Raúl Cortazar, sin duda algima,

la obra de mayor calidad bibliográfica en el si­ glo XX; lamentablemente, tal como lo indica

su nombre, sólo cubría el sector de humani­ dades. Esta importante publicación dejó de aparecer en 1975. No obstante esta escasez de repertorios bi­ bliográficos, es oportuno recordar algunas pu­ blicaciones periódicas donde se registraron o

realizada, varios años después, por Abel Rodol­

reseñaron obras argentinas, tales como: Bi­ bliograma (1953), publicada por el Instituto

fo Geoghegan (1970). Estos trabajos tienen el mérito de demostrar la riqueza incalculable de nuestros estudios bibliográficos, señalando así la imperiosa necesidad de futuras compilacio­ nes más sistemáticas y exhaustivas.

Amigos del Libro Argentino; el Fichero Biblia­ gráfico Hispanoamericano (1961), editado por Bowker; Biblos (1941), publicada por la Cá­ mara Argentina del Libro; Señales (1949), diri­ gida por María Esther de Miguel; la Bibliogra­

argentinas, la de Narciso Binayán (1919) y la

A fines de la década del veinte y comienzos

fía argentina (1961), de carácter selectivo y

del treinta aparecieron dos serios intentos de

editada como sección de la Revista de la Uni­

control bibliográfico nacional, aunque, la­ mentablemente, de vida muy efimera. Ellos

versidad de Buenos Aires; el Boletín bibliográfi­ co de obras inscriptas (1973), compilado por la

fueron: el Anuario bibliográfico: letras, historia,

Dirección Nacional del Derecho de Autor, y muchas otras publicaciones de menor interés bibliográfico. Otras fuentes de significativa importancia para el control bibliográfico del período estu­

educación y filosofia (1927-1930), editado en La Plata por el Instituto Bibliográfico de la Fa­ cultad de Humanidades y Ciencias de la Edu­

cación; y la Bibliografía general argentina

152

go denominado Boletín Bibliográfico Nacional (1951-1963), el cual estuvo a cargo de distin­

(1931-1933), compilada por Fortunato Men­

diado son las siguientes: el Handbook of Latin­

djlaharzu, Manuel Selva y Lorenzo I. Rosso. En esa época también comenzó a editarse

American Studies, en el cual aparece registrada

el Boletín Bibliográfico Argentino (1937), lue­

gentina en el campo de las humanidades y

desde 1936 una selección de la bibliografia ar­

EL LIBRO Y sus ÁMBITOS

ciencias sociales, y el Catálogo de materiales argentinos en las bibliotecas de la Universidad de Buenos Aires (1980), editado en varios volú­

L|BROS ARGENTINOS

menes por la prestigiosa casa G. K. Hall de Boston.

Por otra parte, es oportuno mencionar a un conjunto de instituciones que se dedicaron parcial o plenamente a esta tarea, tales como el Instituto Bibliotecológico de la Universidad de Buenos Aires (1941 ), el Departamento de His­

toria de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Nordeste (1958, Re­ sistencia), el Instituto de Bibliografia del Minis­

terio de Educación de la Provincia de Buenos Aires (1960, La Plata), el Centro de Investiga­ ciones Bibliotecológicas de la Facultad de Filo­ sofia y Letras de la Universidad de Buenos Aires

(1967), el Instituto Bibliográfico “Antonio Zinny” (1972), el Centro de Investigaciones Bibliográficas de la Universidad Nacional de Mar del Plata (1977) y el Centro Bibliográfico de la Universidad Nacional de Cuyo (1982). Finalmente, también es importante seña­

lar la contribución a la bibliografia nacional

que se inició a principios de la década del ochenta con la asignación del ya mencionado ISBN, compilado por la Cámara Argentina del Libro, aunque dicho número, lamentablemen­ te, no refleja la totalidad de los libros impresos en la Argentina.

CAMARA ARGENTlNA DEL LIBRO

Edición del ISBN. compilado por la Cámara Argentina del Libro.

Collegii Maximi Cordubensis Societati Iesus. Durante el siglo XIX, estos antecedentes se in­ crementaron con nuevas iniciativas, tales como la organización de la Biblioteca Pública de Bue­

nos Aires (1812) y los aportes, en varias contri­ buciones, de Domingo Faustino Sarmiento. A esto deben agregarse los estudios de Vicente G. Quesada, con su libro Las bibliotecas europeas y

BIBLIOTECOLOGÍA

Los antecedentes de la bibliotecología en la

Argentina se remontan al año 1757, fecha en la

cual los jesuitas de la ciudad de Córdoba con­ feccionaron el catálogo de su importante bi­ blioteca y las normas adoptadas para su uso, bajo el título de Index Librorum Bibliothecae

algunas de la América latina (1877); y el pri­ mer trabajo profesional bibliotecario en la Ar­ gentina: el Catálogo Metódico de la Biblioteca Nacional (1893), con un lúcido ensayo intro­ ductorio de Paul Groussac._

Estos parciales esfuerzos se incrementaron durante el siglo DC, gracias a las actividades de

un conjunto de hombres y mujeres que consi­ deraron la necesidad de organizar sistemática­

153

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

lógicos. Se mencionan, entre otros, los aportes

Iosé Federico Finó y Carlos Víctor Penna. Es­ ta nueva etapa, ahora influida por concepcio­

de Federico Birabén, Pablo Pizzurno, Iuan Túmburus, Pedro B. Franco, Santiago M.

gentina de la bibliotecología moderna. En

mente los estudios bibliográficos y biblioteco­

Amaral, Francisco Scibona, Ernesto Nelson,

Raúl Cisneros, Hanny S. de Simons, los que abarcaron, en su totalidad, el período 1904­ 1934. Por entones, los bibliotecarios eran inte­

lectuales, en el mejor de los casos, que organi­

zaban las bibliotecas guiados por una mentalidad pragmática y empírica, es decir, sin pauta profesional alguna. El modelo de ad­ ministración que irnperaba era el europeo y el

encargado de la biblioteca debía tener un per­ fil erudito. Además, la influencia del positivis­ mo exigía, justamente, esa tonalidad pragmá­ tica y utilitaria de la biblioteca. Por otra parte, la Argentina fue pionera en organizar los pri­ meros estudios bibliotecológicos de nivel uni­ versitario en América latina. Por iniciativa del

breve tiempo la Escuela contó con un plantel de brillantes profesores y su fama y prestigio

se extendió por América latina, a tal grado que dicho período se conoce como la época dorada de la enseñanza de la bibliotecología en la Argentina. Augusto Raúl Cortazar presentó, en 1949, un nuevo plan de estudios que actualizó la ca­ rrera de bibliotecarios en la Facultad de Filo­ sofia y Letras; y en 1957 se inauguró, en la Bi­

blioteca Nacional, la Escuela Nacional de Bibliotecarios. Lentamente, pero con continui­ dad y perseverancia, fueron surgiendo, aún en

condiciones modestas y precarias y con distin­ tos grados de formación, varias escuelas de bi­ bliotecarios en el interior del país. En 1979, la

decano de la Facultad de Filosofía y Letras

Argentina contaba con trece escuelas de biblio­

(UBA), doctor Ricardo Rojas, en 1922 se creó en dicha casa de estudios la Escuela de Archi­

tecología, tanto nacionales como provinciales y

veros y Bibliotecarios. No obstante, este acto fundacional respondió más a una formalidad académica que a la realidad. Se trataba de un curso ajeno a la formación profesional del bi­ bliotecario, impregnado por orientaciones li­

terarias e históricas que, lamentablemente, languideció por falta de alurrmos.

privadas, aunque eran insuficientes debido a su concentración en áreas urbanas y padecían la

falta de homologación en sus materias básicas.

En 1953, luego de varios intentos, se cons­ tituyó la Asociación de Bibliotecarios Gradua­ dos de la Capital, que a partir de 1958 se deno­ minó Asociación de Bibliotecarios Graduados

Recién en 1937 se dictó el primer curso de biblioteconomía (1937-1942) con caracterís­

de la República Argentina, abarcando así a to­ dos los profesionales del país. Además de velar por los intereses profesionales, ha organizado,

ticas realmente profesionales, aunque aún

en numerosas ocasiones, el Congreso Nacional

muy modestas. Esta nueva experiencia se lle­ vó a cabo en la Escuela del Servicio Social del

de Bibliotecarios. También en el interior del

Museo Social Argentino y Manuel Selva fue el

la Asociación de Bibliotecarios de Córdoba

responsable de inaugurar el curso. Poco tiem­

(1957), la Asociación Chaqueña de Biblioteca­ rios (1961), la Asociación de Bibliotecarios de

po después, en 1943, este primer intento de formación de bibliotecarios fue sustituido 154

nes anglosajonas, señala el comienzo en la Ar­

por la Escuela de Bibliotecología, a cargo de

país se fundaron otras asociaciones, tales como

Jujuy (1980), la Asociación de Bibliotecarios de Entre Ríos (1983), entre otras.

EL LIBRO Y sus ÁMBITOS

Tanto la investigación como la literatura

sional y la irnpostergable necesidad de crear un

bibliotecológica se han caracterizado, salvo al­

Sistema Nacional de Bibliotecas, estructura

gunos aportes, por su escasez y dispersión. No obstante, algunas obras argentinas alcanzaron prestigio en América latina e incluso interna­ cionalmente. Prueba de ello son los libros si­

fundamental para asegurar el acceso democrá­ tico e igualitario a la información.

guientes: Manual de bibliotecología para biblio­

LA BIBLIOFILIA Y LOS LIBROS MEJOR

tecas populares ( 1951), obra colectiva del

IMPRESOS

plantel de profesores de la Escuela de Bibliote­ cología del Museo Social; Catalogación y clasi­ ficación de libros (23 edición, 1964), de Carlos

Víctor Penna; Diccionario de Bibliotecología (23 edición, 1976), de Domingo Buonocore; y fundamentalmente el Manual de fuentes de in­ formación (33 edición, 1978) de Iosefa E. Sa­ bor. Asimismo, si bien existieron algunas re­ vistas de bibliotecología durante el siglo )O(, dos títulos ya desaparecidos deben mencio­ narse por su calidad profesional: Documenta­

Una de las particularidades del libro mo­ derno es su extraordinaria adaptabilidad para circular en los ámbitos más disímiles. El libro es, por naturaleza, escurridizo, polifacético e indefiníble; su estudio excede, en ciertas oca­ siones, las diferencias sociales y se enlaza con complejas formas de apropiación y lectura. Si

bien el hecho fundamental de la cultura impresa durante el siglo XX fue su expansión

social y su constante abaratamiento, aban­

ción Bibliotecológica (Bahía Blanca) y Bibliote­

donando así su exclusividad en sectores privi­

cología y Documentación (Buenos Aires).

legiados, el libro como objeto de arte diferente

Hacia principios de 1980, indudablemen­ te gracias a denodados esfuerzos de varias dé­

y propio de minorías alcanzó en la Argentina una expresión artística importante, similar a las mejores producciones europeas. Aunque existieron durante el siglo XIX al­ gunas ediciones de carácter bibliofílico, éstas fueron expresiones aisladas e independientes. El nacimiento formal e institucional de la bi­

cadas de trabajo, ya existía un plantel de bibliotecarios con correcta formación profe­ sional, aunque en escaso número para cubrir las necesidades del país. Dos causas funda­ mentales determinaron, entonces, la modestia de ese desarrollo bibliotecario: la ausencia de prestigio social que ha padecido la profesión a lo largo del siglo XX en la sociedad argentina, y

la falta de apoyo por parte de las autoridades y el poder político sobre la importancia del desa­

rrollo bibliotecario. Lamentablemente, esta alarmante situación ocasionó que muchas bi­ bliotecas carecieran de personal con estudios profesionales. Ante este hecho, los biblioteca­ rios argentinos procuraron impulsar, a partir del último tercio del siglo XX, dos temas de vi­

tal importancia: la sanción del estatuto profe­

bliofilia en el país se remonta al año 1928, con la fundación de la Sociedad de Bibliófilos Ar­

gentinos. Esta corporación, de carácter exclu­ sivo y formada por cerca de un centenar de so­ cios, fue la encargada de dictar las normas que debería cumplir un impreso de lujo; debe ser bello tanto en su forma intelectual como en su

impecable ejecución gráfica, confeccionado con papeles fabricados artesanalmente y de notable calidad, con grabados e ilustraciones originales y editado en tiradas reducidas, para lograr de este modo un libro de impecable ca­

155

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

BlBlOS Org/duo Oficial de la.

(Entero argentina del libro

Raúl Veroni; Cuentos santafesinos (1969) de Mateo Booz, ilustrado por Enrique Femández Chelo; Una excursión a los indios ranqueles (1974 y 1977) de Lucio V. Mansilla, con agua­

fuertes de Roberto I. Páez; y Don Segundo Sombra (1979) de Ricardo Güiraldes, con ilus­

traciones de AídaiCarballo. Otra institución vinculada al libro artísti­

co fue la Asociación Amigos del Arte (1924). Esta sociedad editó, entre otras obras de cali­ dad, dos libros de realización tipográfica nota­

ble: el monumental Martín Fierro (1930) de José Hernández, con ilustraciones de Adolfo Bellocq, y Fausto (1932) de Estanislao del

SUMARIO

m

LDITOMAL: UNA POUTWA CULTURAL AXEIXCANA —» TUVO SINCULAI WPOUTANGA

D. II] CONGRBO GIDIIAL DE ARGENTINOS — PRECIOS A QUI: DE­

SOBREAcon. E LOG 118805 DE TEXTO -—- EIRXOUE “¡a! FUE INCOIPOIAKX) LA

(‘U i) 8 ,08 DE 112X105 PARA LA F LIIERACION DE LOS DE­

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¡»uuu Y LA 500mm Ancnmm m: ¡scmous — IN u. ¡Anova! m: ws cn­

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¡’meu ot ATTILIO ROSSI.

A80 l RÚI. l BUENO! All’ IUUO r AGOSTO DE INI

Portada de uno de los primeros números de la revista Biblos.

Campo, con litografías de Héctor Basaldúa. Además de estas iniciativas institucionales, existieron otras vinculadas con la actividad co­ mercial o privada. Fueron famosas, por su ele­ gancia y cuidado, las ediciones de “El Bibliófi­

lo”. Entre sus numerosas contribuciones a la bibliofilia argentina, se mencionan, sólo a títu­ lo ilustrativo, Iuvenihh (1930) de Miguel Cané y Santos Vega (1933) de Rafael Obligado, ambos con ilustraciones de Alfredo Guido, y Las alego­

lidad tipográfica. La bibliofilia, pues, presenta al libro como un objeto de arte, en el cual de­

be reinar una equilibrada armonía entre el contenido y el continente. Algunos de los libros editados por la So­ ciedad de Bibliófilos Argentinos fueron los si­ guientes: el Facundo (1933) de Domingo F. Sarmiento, con aguafuertes de Alfredo Guido, probablemente la primera obra argentina que cumplió con todas las reglas del libro artístico; Romances del Río Seco (1938) de Leopoldo Lu­

156

rías de “Salomé” (1937) de Mariano de Vedia y

Mitre, con dibujos de Iorge Larco. Una men­ ción especial merece la labor que desempeñó en el arte del libro doña Elvira Suffem Arteaga de San Martín, cuyo taller “La Prensa del To­ rreón” fue modelo tipográfico de dificil supera­ ción; sus ediciones, tales como las Parábolas (1929) de José Enrique Rodó, Prometeo (1931)

de Esquilo y El héroe (1935) de Gracián, son piezas únicas en la bibliofilia nacional.

gones, con dibujos de Alberto Güiraldes; El matadero (1944) de Esteban Echeverría, ilus­

Esta ingente tarea se debió, principalmen­ te, al arte consumado de dos maestros impre­ sores: Francisco A. Colombo (1878-1953) y

trado por W. Melgarejo Muñoz; Diálogo de las

Ghino Fogli (1892-1954). Colombo fue el im­

sombras (1947) de Emilio Becher; El fantasma (1957) de Roberto I. Payró, con litografias de

presor de las obras de Ricardo Güiraldes, el ejecutor de las ediciones de la Sociedad de Bi­

EL LIBRO Y SUS ÁMBITOS

bliófilos Argentinos y el delicado tipógrafo de los más importantes libros de lujo argentinos. Fogli, en su prestigioso Estudio de Artes Grá­

A. Pueyrredón, Antonio Santamarina, Matías Errázuriz, Alejo B. González Garaño, Osvaldo Viviano y tantos otros.

ficas Futura, cumplió, a la par del primero, una labor similar. También se destacaron en

prácficos que se incorporaron a la literatura na­

Hubo también varios aportes teóricos y

esta actividad otros talleres gráficos, tales co­ mo Coni, López, Platt, Amorrortu, etcétera Las sociedades que se caracterizaron por producir tiradas de calidad durante las déca­

cional sobre bibliofilia y arte gráfico del libro,

das del cuarenta y del cincuenta fueron las editoriales Peuser, Guillermo Kraft, Emecé, Viau y Poseidón, entre otras. A éstas debe

Rafael Alberto Arrieta y las importantes contri­ buciones de Abel Cháneton, Raúl M. Rosarivo,

tales como la Apología de la bibliofilia y vituperio

de la errata (1945) de Pablo Carlos Etchart, El encantamiento de las sombras (1926 y 1946) de

fiillermo Kolterjalm y Raúl E. Lagomarsino.

agregarse la Asociación Amigos del Libro, que,

entre otros impresos, publicó Campaña en el Ejército Grande (1956) de Sarmiento, con lito­

grafias de W. Melgarejo Muñoz. En cuanto a los escritores que se dedicaron a cuidar artísti­ camente sus impresiones, se debe señalar los nombres de Iorge M. Furt y Ricardo E. Moli­ nari, cuyas obras constituyeron un modelo de elegancia y cuidada tipografia.

Deben agregarse al presente listado de obras mejor impresas en la Argentina durante el período 1914-1983, los títulos siguientes: La gloria de don Ramiro (1929) de Enrique Larre­ ta, con ilustraciones de Alejandro Sirio; La co­ rrespondencia de Fradique Méndes (1929) de

OTROS AMBTTOS DEL LIBRO

A medida que avanzaba el siglo XX, los ámbitos propios del libro fueron creciendo en complejidad y en organización institucional y

gremial; es así como surgió un conjunto de asociaciones que se dedicaron tanto a la defen­

sa y promoción del libro como a la agrupación de distintos sectores vinculados a las artes grá­

ficas. Muchas de estas agrupaciones fueron gestándose según necesidades empresariales e industriales, en una rica relación de intereses comunes. Algimas de estas iniciativas tuvieron

Eca de Queiroz, editado por Ediciones Los Cuatro Amigos; El motín de los artilleros

corta vida y otras fueron evolucionando y

(1934) de Armando Braun Menéndez, con di­

ciaciones. Dentro de este amplio espectro de

bujos de Manuel A. Pacheco, El gaucho Martín

agrupaciones, se encuentran instituciones de­ dicadas a la enseñanza de las artes gráficas, cá­ maras industriales, y organismos públicos y

Fierro (1937) de Hernández, con dibujos en camafeo de Tito Saubidet. Existió, por otra parte, un selecto grupo de bibliófilos argentinos bajo cuyos auspicios y motivaciones se editó la mayoría de los libros de lujo nacionales, tales como Enrique Ruíz Guiñazú, Eduardo I. Bullrich, Carlos M. Ma­

yer, Alejandro E. Shaw, Alberto E. Uriburu, Enrique García Mérou, Teodoro Becú, Carlos

cambiaron su nombre al fundarse nuevas aso­

privados. A lo largo del período estudiado se fundaron, entre otras, las siguientes entidades: Sociedad Tipográfica Bonaerense, Sección Ar­ tes Gráficas de la Unión Industrial, Cámara de Industriales Gráficos de la Argentina, Cámara Argentina de Librerías, Papelerías y Afines, Cámara Argentina de Publicaciones, Cámara

157

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

Argentina del Libro, Dirección Ñacional del Derecho de Autor, Dirección Nacional del Li­ bro y Patrimonio Cultural, Federación Argenti­

na de la Industria Gráfica y Afines, Federación Argentina de Librerías, Papelerías yActividades Afines, Fundación El Libro, Academia Argenti­

na de Letras, Fundación Gutenberg, Sociedad Argentina de Escritores (SADE), Sociedad Ge­

neral de Autores de la Argentina (Argentores), Sociedad Argentina de Autores y Compositores

de Música (SADAIC). Esta importante prolife­

ración de instituciones determinó, además, q

muchas de ellas publicaran boletines y revistas en los que se divulgaban sus actividades, tales como Boletín de la Sociedad Tipográfica Bo­ naerense, Gutenberg, Éxito Gráfico, Páginas Gráficas, Artes Gráficas, Argentina Gráfica, Ga­ ceta Gráfica, Biblos, LEA (Libros de Edición Ar­

gentina), entre muchas otras. Otro ámbito de delicado contexto para la supervivencia de la cultura impresa fue la re­ lación que se estableció, en determinados mo­ mentos institucionales del país, entre el libro y la censura; vínculo indudablemente nefasto y de dramáticas consecuencias para el desarro­ llo del mundo impreso. En varias oportunida­ des, durante el siglo XX, se ejerció la censura sobre los medios gráficos, tanto en la edición de libros como en la prensa. Ya en 1910, en los festejos del Centenario, fueron atacadas varias imprentas y bibliotecas socialistas, anarquistas y judías. Sin duda alguna, fue durante los go­ biernos de facto cuando la censura se estruc­

turó con mayor incidencia sobre el libro. En 1973, un decreto del presidente provisional Lastiri limitó sensiblemente la difusión del li­

158

bro. El grado máximo de censura existió du­ rante el gobiemo militar de 1976-1983, en el cual se prohibieron sistemáticamente, además de obras políticas, libros de literatura y hasta

l Afiche de la Primera Exposición Nacional del Libro.

obras de referencia bibliotecológica, tal como la Lista básica de obras para bibliotecas públicas

(1978), compilada por Raúl Gustavo Aguirre y Miguel Luis Tomán; además, la aparición de la

autocensura fue tan nociva como la prohibí­ ción de muchas obras.

Es oportuno recordar, además, aconteci­ mientos que mucho hicieron por la difusión de la cultura impresa en la sociedad: las ferias del libro. La Argentina contó con varios ante­ cedentes, tanto formales (auspiciados por el Estado) como informales (vinculados a la ini­ ciativa particular y al comercio librero). El primer emprendimiento significativo fue la

Primera Exposición Nacional del Libro Argentino (1928), que contó el día de su inau­ guración con la presencia de Marcelo T. de Al­

vear, presidente de la República. Posterior­ mente, a comienzos de 1932, se realizó otro

EL LIBRO Y sus ÁMBITOS

importante evento de características sirnila­ res: la Feria del Libro Argentino. Pese a estos antecedentes, la Primera Feria del Libro Ar­

rrollo; puntualmente, los intensos procesos de alfabetización y urbanización que impulsaron el advenimiento al mundo de la lectura de arn­

gentino (Buenos Aires), organizada en abril de 1943 por la Cámara Argentina del Libro, constituyó el suceso más importante en mate­ ria de exposiciones editoriales, tanto por su magnitud como por la calidad gráfica alcan­ zada. Otro evento de gran interés en su mo­ mento fue la Exposición del Libro (1940), or­

plios sectores sociales; hombres y mujeres, por otra parte, que antes habían permanecido aje­

ganizada por el Ministerio de Iusticia e Instrucción Pública para conmemorar el

nos a esta práctica, favoreciendo, de este modo,

aunque indirectamente, la movilidad social y la

amplificación de la cultura. Sin embargo, esta situación de aparente bienestar sufrió cisuras y arnputaciones determinantes a partir de la dé­ cada de 1960, en la cual el libro perdió parte de

prenta, cuyo catálogo constituyó un hito en la

s, aura intocable como elemento esencial para 15 superación personal y colectiva, debido a la inestabilidad política y económica. De tal mo­

historia del libro argentino. En 1975, final­

do que ese proceso de “laicización” de la cultu­

mente, se inauguró la exposición que ha teni­ do mayor continuidad y apoyo por parte del

ra impresa se detuvo y, en ocasiones, sufrió un

Quinto Centenario de la Invención de la Im­

público: la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires - “El libro, del autor al lector”,

retroceso significativo, produciendo escisiones y fracturas en todos sus ámbitos. Por otra par­ te, uno de los temas pendientes al finalizar la

auspiciada por la Fundación El Libro. Puede decirse, al cerrar este capítulo, que el libro y sus diversos ámbitos presentaron una ri­ queza y complejidad acordes con la moderni­ dad, en la medida en que la cultura impresa en

centuria, cuyo emprendimiento se presenta co­

la Argentina del siglo XX asumió prácticas, re­

cial de los libros y sus lecturas. El arribo de la democracia en 1983, traerá,

presentaciones y apropiaciones propias de ese complejo y abigarrado cuerpo social y comuni­ tario que constituye el universo del libro y la lectura. Varios hechos deben destacarse como

señales indicativas e inequívocas de ese desa­

mo urgente e insoslayable, es la imperiosa nece­

sidad de estudiar el mundo de lo impreso den­ tro una dimensión que comprenda —con mayor

intensidad y amplitud- la historia cultural y so­

entre otras optimistas expectativas, la ilusión de un cambio importante y feraz en este cua­ dro de situación. Pero lo que sucedió desde entonces, ya escapa a esta obra.

ORIENTACIÓN BIBLIOGRÁHCA La bibliografia existente sobre la historia del libro y la lectura en la Argentina durante el siglo XX, en líneas generales, se caracteriza por su escasez, dispersión y heterogeneidad. Se carece, en esta temática, de un estudio glo­ bal, panorámico y actualizado de la cultura

impresa. A ello debe agregarse la ausencia (ca­

si total) de trabajos modernos sobre la histo­ ria de la lectura y los lectores. No obstante, es posible enumerar -sin ánimo de ser exhausti­ vos en cuanto a las fuentes- una serie de estu­

dios y contribuciones que permiten recons­

159

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

160

truir provisionalmente el universo del libro y sus ámbitos.

bro en Hispanoamérica: origen y desarrollo, Ma­

Respecto a la industria editorial y la “edad

bro en la Argentina en el siglo XX, Buenos Aires,

drid, 1986; RUBEN OSCAR MOGUILANSKY, El li­

de oro” del libro en la Argentina, es posible

1997; ARTURO PEÑA LILLO, Los encantadores de

mencionar: RODOLFO A. BORELLO, “Autores, si­

serpientes: mundo y submundo del libro, Buenos

tuación del libro y entorno material de la lite­

Aires, 1965; ADOLFO PRIETO, Sociología del pú­

ratura en la Argentina del Siglo XX”, Cuadernos

blico argentino, Buenos Aires, 1956; RAÚL M.

Hispanoamericanos, n° 322-323, Madrid, 1977,

ROSARIVO, Historia general del libro impreso,

págs. 35-52; RAÚL H. BOTTARO, La edición deli­

Buenos Aires, 1964; LEANDRO DE SAcAsTIzABAL,

bros en Argentin , Buenos Aires, 1964; DOMIN­

La edición de libros en la Argentina, Buenos Ai­

GO BUONOCORE, Bibliografía literaria y otros te­

res, 1995; ALBERTO SALAS, “La industria edito­

mas sobre el editor y el libro, Santa Fe, 1956;

rial en América latina: Argentina”, Fénix, n° 15,

RAUL H. CAsTACNINO, Biografía del libro, Bue­

Lima, 1965, págs. 127-137; EMILIA DE ZULETA,

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Españoles en la Argentina, Buenos Aires, 1999.

PERACIÓN INTELECTUAL, E1 libro argentino en

En cuanto a la lectura y los lectores, pue­

América, Buenos Aires, 1941; GRAI-IAM COR­

den citarse: NESTOR TOMAS AUzA y JOSE LUIS

NIsI-I (dir.), “Acceso a la información en Améri­

TRENTI ROCAMORA, Estudio e índice de la colec­

ca latina”, en Referencias, vol. 5, n° l, Buenos

ción “La Cultura Argentina” (1915-1925), Bue­

Aires, 2000, págs. 13-20; ROBERT ESCARPIT, La

nos Aires, 1997; BIBLIOTECA NACIONAL, Los

revolución del libro, Madrid, 1968; MANUEL

2.600 libros más pedidos en la Biblioteca Nacio­

GALVEZ, La Argentina en nuestros libros, Santia­

nal, Buenos Aires, 1936; EMILIO CARILLA, Auto­

go de Chile, 1935; EUsTAsIO ANTONIO GARCIA,

res, libros y lectores en la literatura argentina,

Desarrollo de la industria editorial argentina, Buenos Aires, 1965, “Historia de la empresa

Tucumán, 1979; GUGLIELMO CAVALLO y ROGER

editorial en Argentina: siglo XX”, en Historia de

las empresas editoriales de América latina: siglo

el mundo occidental, Madrid, 1998; EMILIO I. CORBIERE, Mamá me mima, Evita me ama,

XX, editor Iuan Gustavo Cobo Borda, Bogotá,

Buenos Aires, 1999 y Los catecismos que leye­

CI-LARTLER (directores), Historia de la lectura en

2000, págs. l5-l04. ADOLFO IAsCA, “El libro en

ron nuestros padres, Buenos Aires, 2000; RO­

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Aires 1962; LEANDRO H. GUTIERREZ y LUIS AL­

LLIAM H. KURTH, El libro en América, Washing­

BERTO ROMERO, Sectores populares, cultura y

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política, Buenos Aires, 1995; JORGE LAFFORGUE

dition du livre en Argentine, Toulouse, 1981;

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HECTOR LANDOLFI, “El libro, una politica de

Aires, 1996; ALBERTO MANGUEL, Una historia

proyección argentina”, Estrategia, n° 6, Buenos

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Ley del libro argentino N° 20.380, Buenos Aires,

libros representativos de América, Washington,

1973; sin mención de autor, “El libro en la Ar­

1959; ALEJANDRO E. PARADA, "Lectura y lecto­

gentina”, Argentina Gráfica, año 8, n° 89-90,

res en el Buenos Aires del Centenario”, en AL­

Buenos Aires, 1943; JOSE LUIS MARTINEZ, El li­

BERTO DAVID LEIvA (coord.), Los días del Cente­

EL LIBRO Y sus AMBITos

nario de Mayo, San Isidro (Pcia. de Buenos Ai­

gentina en la década de 1980, Buenos Aires,

res), Tomo l, 2000, págs. 277-308; HEBE PAULIE­

1994; STELLA MARIS FERNANDEZ y ALEJANDRO E.

LLO DE CHOCHOLOUS, Índice de la revista “La Es­

PARADA, Situación del sistema bibliotecario ar­

cena”, Mendoza, 1985; HEBE PAULIELLO DE

gentino, Buenos Aires, 1998; HANS GRAVEN­

CHOCHOLOUS, Índice de Bambalinas, Mendoza,

HORST y REINALDO JosE SUAREZ, “Argentina”, en

1987; ADOLFO PRIETO, El discurso criollista en

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L. LUCERO, Nuestras bibliotecas desde 1810,

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VARIOS, La historia de la literatura argentina,

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vol. 3, Buenos Aires, 1980, págs. 337-360; BEA­

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1996; CARLOS B. RIVAS, Historia sucinta de la

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Boletín de la Sociedad de Estudios Bibliográficas

gentina”, en Encyclopedia of Library and Infor­

Argentinos, n° l, Buenos Aires, 1996, págs. 57­

mation Science, vol. 1, Nueva York, 1968, págs.

94; SUSANA ZANETTI, “Lectores, lectoras, lectu­

520-529; HORACIO SALAS, Biblioteca Nacional

ra en la novela de entresiglos (1880-1920)”, en su obra, La novela latinoamericana de entresi­

Argentina, Buenos Aires, 1997; NICANOR SAR­

glos, Buenos Aires, 1997, págs. 125-141.

gentinas, Buenos Aires, 1930; JOSE LUIS TRENTI

MIENTO, Historia del libro y de las bibliotecas ar­

Sobre las bibliotecas, son importantes:

ROCAMORA, “Aportes para la historia de la Bi­

HUGO ACEVEDO, “Biblioteca Nacional de Ar­

gentina”, en Historia de las bibliotecas naciona­

blioteca Nacional de Buenos Aires y para una lista de sus publicaciones”, Boletín de la Socie­

les de Iberoamérica, México, 1995, págs. 3-24;

dad de Estudios Bibliográficas Argentinos, n° 4,

Bibliotecas populares argentinas, Buenos Aires,

Buenos Aires, 1997, págs. 51-90; NICOLAS M.

1995; JULIAN CACERES FREYRE, Bibliotecas que

TRI PALDI, “Origen e inserción de las bibliotecas

he conocido como estudiante e investigador,

obreras en el entorno bibliotecario argentino”,

Buenos Aires, 1993; JOSE LUIS COSMELLI IBA­

Libraria, n° l, Buenos Aires, 1997, págs. 22-37.

ÑEZ, “Los bibliógrafos y las bibliotecas”, en

En relación con las imprentas, editoriales y

Historia de la cultura argentina, Buenos Aires,

librerías, deben mencionarse: RAFAEL A. ARRIE­

1992; JUAN PABLO ECHAGUE, Libros y bibliote­

TA, La ciudad y los libros, Buenos Aires, 1955;

cas, Buenos Aires, 1939; y “Las bibliotecas pú­

ALBERTO E. AUGSBURGER, El mercado del libro

blicas en la Argentina”, Argentina Gráfica, año 8, n° 89-90, Buenos Aires, 1943, págs. 82-90;

en América latina, París, 1981; JOSE BARCIA,

STELLA MARIS FERNANDEZ, “Gustavo Martínez

“Claridad: una editorial de pensamiento”, To­ do es Historia, año 20, n° 172, Buenos Aires,

Zuviría director de la Biblioteca Nacional”, Lo­

1981, págs. 8-25; DOMINGO BUONOCORE, Libre­

gos, n° 13-14, Buenos Aires, 1977-1978, págs. 229-249; y La situación bibliotecaria en la Ar­

ros, editores e impresores de Buenos Aires, Bue­

nos Aires, 1974; La empresa del libro en Améri­

l6l

LA DIMENSIÓN CIENTIFICA Y CULTURAL

ca latina, Buenos Aires, 1968; ERNESTO GIUDI­

la bibliografía corriente nacional argentina,

CI, “Claridad en la década del 30", Todo es His­

Buenos Aires, 1965; CARLOS VICTOR PENNA,

toria, año 20, n° 172, Buenos Aires, 1981, págs. 26-45; LUIS R. LACUEVA, “Librerías ai aire libre”,

“Bibliografías y bibliotecas como impulsoras de la industria del libro”, Argentina Gráfica,

Boletín de la Sociedad de Estudios Bibliográficas

año 8, n° 89-90, Buenos Aires, 1943, págs. 91­

Argentinos, n° 4, Buenos Aires, 1997, págs.

102; IRIS ROSSI, “Argentina y su bibliografía

105-108; LUIS R. LAcUEvA, “Las librerías de la

nacional”, Documentación Bibliotecológica, n°

calle Florida desde 1852”, Boletín de la Socie­

6, Bahia Blanca, 1976, págs. 14-24; JOSEFA E.

dad de Estudios Bibliográficas Argentinos, n° 5,

res, 1957; DELIA MAUNAS, Boris Spivacow: me­

SABOR, “Bibliografía nacional de la República Argentina”, en su Manual de fuentes de infor­ mación, Buenos Aires, 1978, págs. 194-210 y “La bibliografía general argentina en curso de

moria de un sueño argentino, Buenos Aires,

publicación”, Handbook of Latin American

1995; ALEJANDRO E. PARADA, “Iuan Alfredo

Studies, vol. 25, Gainesville, 1963, págs. 374­

Trasande: fundador, organizador y director de la Imprenta del Congreso de la Nación”, Bole­

381.

tín de la Sociedad de Estudios Bibliográficas Ar­

mencionar: DOMINGO BUONOCORE, Diccionario

gentinos, n° 6, Buenos Aires, 1998, págs. 23-46;

de bibliotecología, Buenos Aires, 1976; STELLA

ARTURO PEÑA LILLO, Memorias de papel, Bue­

MARIS FERNANDEZ (dir.), La investigación, las

Buenos Aires, 1998, págs. 77-88; RAÚL E. LA­ GOMARSINO, Savia y follaje del libro, Buenos Ai­

162

En cuanto a la bibliotecología, es oportuno

nos Aires, 1988; RICARDO PICCIRILLI, FRANCIS­

bibliotecas y el libro en cien años de vida de la

co L. ROMAY y LEONCIO GIANELLO, Diccionario

Facultad de Filosofia y Letras de la Universidad

histórico argentino, vol. 4: “Imprenta”, Buenos

de Buenos Aires, Buenos Aires, 1996; I. FREDERIC

Aires, 1953-1955, págs. 451-457; MAX VELAR­

FINO y LUIs A. HOURCADE, “Evolución de la bi­

DE, El editor Domingo Viau y otros escritos,

bliotecologóa en la Argentina: 1757-1952”,

Buenos Aires, 1998; MAX VELARDE, “Libreros

Universidad, n° 25, Santa Fe, 1952, págs. 265­

de viejo”, Boletín de la Sociedad de Estudios Bi­

301; PAUL GRoUssAC, Historia de la Biblioteca‘

bliográficas Argentinos, n° S, Buenos Aires,

Nacional, Buenos Aires, 1967; ALEJANDRO E.

1998, págs. 89-94; FELIX DE UGARTECHE, La

PARADA, “Manuel Selva y los estudios biblio­

imprenta argentina: sus origenes y desarrollo,

gráficos y bibliotecológicos en la Argentina”,

Buenos Aires, 1929; HECTOR YANOVER, Memo­

Boletín de la Sociedad de Estudios Bibliográficas

rias de un librero, Buenos Aires, 1997.

Argentinos, n° 3, Buenos Aires, 1997, págs. 21­

En lo que se refiere a la bibliografía, cabe

58; JOSEFA E. SABOR, Manual de fuentes de infor­

citar: TEODORO BECÚ, La bibliografía en la Re­

mación cit.; MARIA ÁNGELES SABOR RIERA, Con­

pública Argentina, Buenos Aires, 1945; Do­

tribución al estudio histórico del desarrollo de los

MINGO BUoNOcoRE, “El libro y los bibliogra­

fos”, en AUTORES VARIOS, Historia de la

servicios bibliotecarios de la Argentina en el siglo XIX, Resistencia, 1974-1975; REINALDO JOSE

literatura argentina, vol. 6, Buenos Aires,

SUAREZ, “La situación bibliotecaria argentina”,

1960, págs. 279-350; CAMARA ARGENTINA DEL

Umbral 2000, vol l, n° l, La Plata, 1972, págs.

LIBRO, ISBN 1982, Buenos Aires, 1983; ROBER­

65-71; REINAI_DO IOSE SUAREZ, La problemática

TO COUTURE DE TROISMONTS, Estado actual de

bibliotecaria argentina, Buenos Aires, i990.

EL LIBRO Y SUS ÁMBITOS

Sobre la bibliofilia y los libros mejor im­

En el cincuentenario de la Sociedad de Bibliófi­

presos, pueden consultarse: RAFAEL A. ARRIETA,

los Argentinos, Buenos Aires, 1978.

El encantamiento de las sombras, Buenos Aires, 1946; El arte del libro, Buenos Aires, 1954; DO­

Finalmente, con respecto al tópico sobre otros ámbitos del libro, son de interés: TEO­

MINGO BUONOCORE, El mundo de los libros,

DORO BECÚ, Catálogo de la Exposición del Li­

Santa Fe, 1955; DOMINGO BUONOCORE, “Bi­

bro, Buenos Aires, 1940; ROBERTO CASTIGLIO­

bliófiJOs argentinos: Ezequiel Leguina, Dardo Rocha y Francisco Soto y Calvo”, Logos, n° 13­

NI, “Historia de la Feria del Libro de Buenos Aires”, LEA: Libros de Edición Argentin , año

14, Buenos Aires, 1977- 1978, págs. 85-95; ABEL

5, n° 17, Buenos Aires, 1986, págs. 22-24; “Ce­

CHANETON, “El libro de lujo en la Argentina”,

lebración de la Primera Exposición Nacional del Libro”, La Literatura Argentina, año l, n°

Argentina Gráfica, año 8, n° 89-90, Buenos Ai­ res, 1943, págs. 47-60; PABLO CARLOs ETCHART,

Apología de la bibliofilia y vituperio de la erra­ ta, Buenos Aires, 1945; CARLOS M. MAYER, “La

bibliofilia en la Argentina”, Argentina Gráfica, año 8, n° 89-90, Buenos Aires, 1943, págs. 61­ 64; CARLOS A. PUEYRREDON, Bibliófilos y libre­

2, Buenos Aires, 1928, págs 3-15; STELLA MA­ RIS FERNANDEZ, “Historia de las instituciones

gráficas de la Argentina (I)”, Argentina Gráfi­ ca, año 37, n° 250, Buenos Aires, 1974, págs. 1-52; STELLA MARIS FERNANDEZ, Las institucio­

nes gráficas argentinas y sus revistas (1857­

ros anticuarios, Buenos Aires, 1958; CARLOS A.

1974), Buenos Aires, 2001; IOsE LUIS TRENTI

PUEYRREDON, Sobre libros viejos, Buenos Aires,

ROCAMORA, “La ‘Primera Feria del Libro Ar­

1945; MANUEL SELVA, “Bibliófiios argentinos”,

gentino”, Boletín de la Sociedad de Estudios

en El libro de arte en España, Buenos Aires,

Bibliográficas Argentinos, n° 6, Buenos Aires,

1933, págs. 51-58; HORACIO ZORRAQUIN BECÚ,

1998, págs. 87-96.

163

6 1. LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLÍTICA Diana Quattrocchi-Woisson

A lo largo del siglo XX se publicaron en el

territorio argentino muchísimas revistas de opinión. Cuantificarlas sigue siendo una tarea pendiente. Sólo de las que fueron denomina­ das “revistas literarias” publicadas en la Argen­ tina entre 1893 y 1967, la exhaustiva guía he­ merográfica de Lafleur y Provenzano arroja casi seiscientos títulos. Según los datos del Re­ gistro Nacional de Propiedad Intelectual con­ sultados por Jorge Rivera, el conjunto de pu­

blicaciones periódicas habría alcanzado un pico al acercarse la década del cincuenta, lle­ gando a los casi 3.000 títulos. Si se ponderasen estas cifras llevando el cómputo hasta las pos­ trimerías del siglo XX, y si se tomasen también en cuenta las revistas emanadas de institucio­ nes y corporaciones nacionales y provinciales (academias, bibliotecas, universidades, etc.),

cutivos y que podían considerarse revistas de opinión, es decir revistas que combinaban el debate y el combate de ideas. Revistas que to­ maban en cuenta no sólo los problemas litera­ rios o especificos de una profesión intelectual sino aquellas que buscaban interrelacionar los temas y las disciplinas de las ciencias humanas y sociales. A la hora de acotar este corpus, en vistas a la publicación de una obra de referen­ cia, la selección terminó concentrándose en só­ lo trece revistas. Entre estos extremos numéri­ cos puede inferirse la dificultad de ofrecer aquí un panorama de las principales revistas argen­ tinas que actuaron durante el siglo XX. En este capítulo se tratan sólo aquellas publicaciones que se pueden considerar más representativas para el estudio de la intersección entre vida in­ telectual y vida política.

no parece arriesgado afirmar que pudieron haberse publicado en el territorio argentino, a lo largo de todo el siglo XX, más de 2.000 títu­ los de revistas culturales.

Para el tema de este capítulo, la intersec­ ción entre cultura y política, la autora había elaborado con Noemí Girbal de Blacha un re­ pertorio de 180 títulos, y sólo habían compu­ tado las publicaciones que contaban con una periodicidad de por lo menos tres años conse­

MODELOS FUNDADORES

Es fácil advertir que, en relación con las tres grandes tradiciones políticas que marca­ ron a sangre y fuego el siglo XX (liberalismo, nacionalismo y socialismo), la Argentina fue un escenario original donde surgieron tradi­ ciones como el radicalismo (y sus divisiones:

165

LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL

yrigoyenismo, alvearismo, frondicismo), el conservadorismo y el peronismo. Del mismo

NOSOTROS

modo, el militarismo y el catolicismo presenta­

A diferencia de Caras y Caretas, la revista Nosotros no se sitúa en el terreno de la divul­

ron características que permiten asirnilarlos a una tradición política. Desde todas estas tradi­ ciones asomaron intelectuales interesados en

mismo tiempo un modo singular de interven­ ción en los asuntos públicos. Estas iniciativas

ejemplares, su objetivo declarado era el de convertirse en la expresión de la nueva elite intelectual argentina e incluso americana, y buscaba llegar a un público, si no numeroso, al menos selecto y versado. La revista Noso­ tros. Revista mensual de letras, artes, historia,

encontraron siempre en la publicación re­

filosofia y ciencias sociales buscaba convertirse

gular de una revista el modo más evidente de expresarse. La primera de estas publicaciones, la que inaugura el género, es sin lugar a dudas la re­ vista Nosotros, con 393 números publicados entre 1907 y 1943. Otros estudiosos prefieren situar los comienzos en el lanzamiento de la

en la tribuna unitaria de todos aquellos escri­ tores y pensadores que comenzaban a percibir en el marco de los festejos del primer Cente­

desarrollar una actividad que los legitimara en el campo específicamente cultural; una ac­ tividad que requería cierta autonomía de las

estructuras partidarias y que significaba al

revista Caras y Caretas que se editó en Buenos

Aires entre 1898 y 1939. Tanto Jorge Rivera como Lafleur y Provenzano consideran que se trata de la primera revista argentina de con­ cepción moderna y masiva (con una tirada de 100.000 ejemplares). Este semanario ilustrado “festivo, literario, artístico y de actualidades” combinaba el comentario de actualidad con la

166

gación y presenta una vocación intelectual mucho más definida. Con sus escasos mil

nario su pertenencia a un campo cultural y profesional, el de esas “clases intelectuales” para las que había sido creada la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires en 1897. Y precisamente, los dos directores de Nosotros

habían forjado la sólida amistad que los acompañó durante todas sus vidas en las au­ las de la nueva facultad.

Al crearse una facultad consagrada a las humanidades en 1896 -percibida como des? provista de “utilidad” inmediata frente a las consagradas carreras de Derecho o Medicina-,

sátira política y la información científica y so­ cial al alcance de todo el mundo y contó con

fue imaginada como el lugar de formación

los mejores escritores y dibujantes de la épo­ ca. Con 2.139 números publicados, Caras y Caretas es además la primera revista argenti­ na que logró existir durante 41 años ininte­

sociedad argentina, como lo expresaba en

por excelencia de las “clases intelectuales” de la

1913 Alejandro Korn, profesor de la por aquel entonces “pequeña facultad”. Los obstáculos encontrados para la plena realización de esta

rrumpidos, atravesando por lo menos tres

tarea son por demás evidentes y exceden el ob­

grandes períodos de la vida política argentina, la república conservadora, los gobiernos radi­ cales, el golpe de Estado de 1930 y la restaura­ ción conservadora.

jeto de este capítulo. Frente a la fragilidad y la

precariedad del sistema político, con varias rupturas mayores en la vida político-institu­ cional del siglo XX, el desarrollo de la intelli­ gentsia argentina presenta un itinerario ator­

LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLÍTICA

mentado, repleto de frustraciones y de cami­ nos malogrados. Debe destacarse que quienes apostaron inicialmente a este desarrollo, como los animadores de la revista Nosotros, lo hicie­ ron bajo signos optimistas y unitarios. Si la “emergencia de un campo intelectual diferenciado”, en términos de Altamirano y Sarlo, exige debates y clarificaciones, la revista Nosotros, fundada por dos jóvenes de ideas so­ cialístas,_inaugura un modo de intervención y un estilo específico: unitario y pluralista. Esta

modalidad del ejercicio intelectual se verá amenazada con el correr de los años. Los em­

NOSOTROS uñlïtïl .\'l).\ ¡ÍPOCAI

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bates de una vida política cada vez más faccio­ sa repercutirán seriamente en los estilos cultu­

rales e intelectuales. Si hubiese que pensar una cronología específica para el tema aquí estu­

diado, no habría duda en afirmar que el siglo XX de las revistas argentinas es un “siglo lar­ go” que comienza con la revista Nosotros en 1907. La amistad entre sus dos jóvenes direc­

BUENOS AIRES ¡.56

l Primer número de la segunda época de Nosotras. i936.

tores —Bianchi tenía 25 años y había nacido en

la Argentina, Giusti tenía 20 y había nacido en

Italia- era también un símbolo de la época y de las características de la empresa: “poner en comunión en sus páginas las viejas firmas consagradas con las nuevas ya conocidas o por conocer”. Frente a la soledad de quienes inten­

taban profesionalizar el campo intelectual, Nosotros se destinaba a ser una tribuna y un puente de unión: “Nada de más urgente nece­ sidad que la creación de sólidos vínculos entre los aislados intelectuales sudamericanos”, co­ mo rezaba el primer número. El pluralismo de la revista Nosotros -“nosotros” eran todos por

aquel entonces- no se quebrantó ni siquiera cuando sus directores pasaron a militar en dos

facciones diferentes del Partido Socialista: Bianchi se quedó en el viejo tronco fundado por Juan B. Iusto y Giusti integró el Partido

Socialista Independiente desde su creación en 1927. No hubo intelectual argentino que no publicase en Nosotros, fueran cuales fuesen sus ideas políticas: radicales, socialistas, liberales, católicos, nacionalistas, comunistas, escritores

comprometidos con algún partido político, pero también profesionales sin partido y sin intereses políticos definidos. La larga vida de la revista Nosotros estuvo ritmada por la realización y la publicación de encuestas sobre temas importantes de la vida nacional e internacional: el nivel cultural de la

mujer respecto del hombre, el valor del Mar­ tin Fierro, la guerra europea y sus consecuen­ cias, la música y el folklore argentinos, la lite­ ratura hispanoamericana en el juicio de los autores españoles, la nueva generación litera­

ria, la reforma del Himno Nacional, la in­

167

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

fluencia italiana en la cultura argentina, la au­ tovaloración de los escritores que se iniciaron

entre 1900 y 1914 y, la última, “América y el destino de la civilización occidental”. En la en­ cuesta de 1932, al cumplirse las bodas de plata

de la publicación, la dirección de Nosotros se dirige a quienes habían iniciado su vida inte­ lectual entre 1900 y 1914, pidiéndoles que opi­ nen sobre strpropia generación. Entre las cin­ cuenta respuestas de escritores y artistas, se destaca la de un miembro de la redacción de la

revista, Julio Noé, doctor en Jurisprudencia y crítico literario: “Ha nacido nuestra genera­ ción en el otoño del liberalismo cuando ya se había apagado el fervor de sus comienzos y aún no había nacido el fervor antiliberal. Ha

sido el estilo y el combate de Nosotros, esta bandera se hizo insostenible con el correr de los años.

Las dos épocas de Nosotros —de 1907 a 1934 y de 1936 a 1943- son algo más que un accidente de recorrido. No es una interrup­ ción por problemas económicos pasajeros, co­ mo ocurrió en otras ocasiones (resueltos casi siempre gracias a la intervención de la Socie­ dad Anónima Cooperativa Nosotros, creada en 1912). La interrupción de la revista duran­ te casi dos años fue el resultado del desaliento

llevado su tibieza a todos los partidos, y es por

de sus directores y de muchos de sus colabora­

eso, que en esencia, apenas se distinguen los unos de los otros”. Iulio Noé concluye que to­ dos ellos, por entonces, se movían dentro del

dores frente a los cambios vertiginosos en el panorama político nacional e internacional.

“centro liberal”. Y precisamente es esta tibieza

cia misma de la empresa Nosotros. Para enca­ rar los graves problemas políticos, económicos y sociales de los años treinta, la revista “debe­

en las posiciones, que poco permite distinguir los unos de los otros, lo más característico de la empresa cultural Nosotros.

En lo político, Nosotros saludó a la Ley Sáenz Peña como instrumento de la regenera­ ción cívica del país, inclinándose a ver mayor coherencia programática en el socialismo que en el radicalismo. Si bien Nosotros apoyó el

golpe de septiembre de 1930 como tantos otros sectores de la vida argentina, también

Estos cambios ponían en tela de juicio la esen­

rá tomar forzosamente partido en estos días de definiciones, cuando no de facciones, y al tomarlo, dejará de ser lo que fue para ser otra cosa”, decían sus directores a modo de despe­ dida, en el número 299-300. Al cerrar la revis­

ta explicando que se negaban a tomar partido en una época de “definiciones” y de “faccio­ nes”, los directores de Nosotros estaban confe­

testigo lúcido de la vida del país”. Si la tarea

sando la inadecuación de esta empresa cultu­ ral a los nuevos tiempos políticos, marcados por una gran polarización ideológica. En efec­ to, ¿cómo modificar la línea de conducta de “puertas abiertas, conciliación de generacio­ nes, presencia equilibrada en todo aconteci­ miento de importancia social, política o litera­

primordial de Nosotros era “tomarle el pulso al mundo que la rodeaba, con tolerancia, sin ads­

estudio de la revista Nosotros. Alfredo Bianchi

manifestó dudas con respecto a la legitimidad de un gobierno militar, reclamando que la in­ tervención de los militares desembocase en un nuevo proceso electoral. A lo largo de más de 35 años de existencia,

la revista Nosotros reivindicó haber sido “un

168

cribir a ninguna tendencia política, filosófica o literaria, desechando el espíritu de círculo”, tal vez allí radicó la debilidad de la empresa. En todo caso, si la “bandera de la tolerancia” había

ria”?, como lo indica Aurora Ravina en su

LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLÍTICA

falleció el 23 de noviembre de 1942, y en pala­ bras de Giusti, “su muerte le restó a Nosotros el

alma”. En octubre de 1943, Giusti, como tan­

vista despertaba sus carcajadas, a pesar de que se burlasen en ella de su propio personal polí­ tico. El sentido de humor de los martinfierris­

tos otros profesores, fue declarado cesante en sus cátedras del Instituto Nacional del Profe­

tas, con sus famosos epitafios y su estilo irreve­ rente, se relaciona con la escritura de Oliverio

sorado y del Colegio Nacional Manuel Belgra­ no. Fue el tiro de gracia.

Girondo. En las páginas de Martín Fierro se de­

Las encuestas y las polémicas de Nosotros,

ser leídos en el tranvía, había sido silenciada por

tan corteses, tan tolerantes, tan integradoras, tan pluralistas, tuvieron el defecto de su prin­ cipal virtud. Las tomas de posición quedaron a menudo diluidas en estas voces plurales. Las encuestas que la revista patrocinaba indican los temas en debate, pero no permiten sacar conclusiones sobre la correlación de fuerzas

“revistas anquilosadas”, “magazines cursis”, así

entre las diferentes posiciones. A lo sumo, las encuestas de Nosotros informan que un deba­ te se había abierto en la sociedad argentina y que Nosotros no podía ni pretendía cerrarlo. La prudencia y moderación de los animadores de Nosotros encontrará al filo de los años algu­ nos detractores y no pocos emuladores. MARTÍN Emma

Frente al estilo intelectual inaugurado por Nosotros, la aparición de la revista Martín Fie­

rro en febrero de 1924, bajo la dirección de Evar Méndez -seudónirno de Evaristo Gonzá­

lez-, pudo parecer una verdadera revolución. Era la tercera vez que una publicación argenti­ na reivindicaba en su título al poema de Iosé Hernández (en 1904, una publicación anar­ quista y en 1919, una publicación antiyrigoye­ nista). Evar Méndez, poeta y periodista, ejercía

funciones de bibliotecario en la Casa de Go­

bierno y era amigo personal del presidente Marcelo T. de Alvear. En el segundo número de Martín Fierro aparece una carta del Presidente de la República señalando que el estilo de la re­

nunció que su obra mayor, Veinte poemas para

como por la “estupidez” e “hipocresía” de los grandes diarios. Se enfatizó también el “carác­ ter netamente argentino” de esta obra, por su “franqueza gaucha mezclada con rudeza y des­ plante indígena (...) al arrojar palabras como boleadoras (...) con una guapeza toda argenti­ na, nativa, ancestral”. Esta toma de posición es­ tética y política quedó resumida en el famoso manifiesto publicado en el cuarto número de Martín Fierro. Escrito por el poeta más trans­

gresor de los que habían publicado hasta el momento, el manifiesto atacaba por igual al “honorable público” y a la “funeraria solemni­ dad del historiador y del catedrático que mo­ mifica cuanto toca”, anunciando que Martín Fierro inauguraba una “nueva sensibilidad”, una manera inédita de ver al país y a sus gen­ tes, gracias a una generación que pretendía cuestionar lo establecido y lo aceptado. Se ha dicho que este manifiesto, repartido también como volante en las calles de la ciudad, tuvo

una “repercusión exagerada”, pero que logró así nuclear a la juventud artística de vanguar­ dia. También se indicó que los martinfierristas ignoraron a los surrealistas, pero irnítaron en cambio el manifiesto futurista italiano. El espí­ ritu de imitación, reflejo típico de las intelec­ tualidades periféricas, atravesó muchas empre­ sas culturales argentinas; sin embargo, algimas imitaciones fueron más novedosas y creativas que otras en cuanto a sus adaptaciones y efec­

169

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

tamirano y Sarlo, la aparición de la vanguardia estética martinfierrista implicaba la existencia

época. Como la utilización del voseo en la len­

más o menos desarrollada de un espacio cultu­

gua escrita, que tardaría muchas décadas en

ral cuyas formas e ideologías esta vanguardia venía a cuestionar. En ese espacio cultural, la

imponerse en los sectores cultos: “Martín Fie­ rro tiene fe en nuestra fonética, en nuestra vi­

revista Nosotros era el órgano por excelencia de

sión, en nuestros modales, en nuestro oído, en

consagración y de difusión cultural. Por ello,

nuestra capacidad digestiva y de asimilación”.

en Martín Fierro, se llegó a solicitar el cierre de la revista Nosotros invocando una disposición

El enfrentamiento entre el grupo “Florida” de los martinfierristas y el grupo “Boedo” de

los escritores ligados a las revistas Los Pensa­ dores y Claridad —-acusados por Martín Fierro de ser la izquierda política y la derecha litera­ ria- generó tal vez mayores rupturas a poste­

riori, cuando el campo cultural argentino, profundamente dividido, necesitó legitimar sus orígenes. Sobredimensionada o no, lo cier­

to es que la experiencia de la revista Martín Fierro dejó huellas en la vida cultural argenti­ na, aunque muchas de sus polémicas no fue­ sen más que escaramuzas entre escritores liga­ dos por lazos de amistad y que fraternizaban

en la bohemia literaria de estos años de pro­ greso material.

En cuatro años de “vida irregular y espas­ módica”, Martín Fierro fue un “periódico lúdi­ co y travieso, típico de cachorros”, segím La­ fleur y Provenzano. Ese humor martinfierrista alegre y desprejuiciado ya no volverá a encon­ trarse por muchos años en las revistas cultura­ les. Los famosos epitafios donde se burlaron

170

Como queda indicado en el análisis de Al­

tos locales. Así, por ejemplo, la defensa deno­ dada del idioma argentino y de su especifici­ dad fonética fue toda una novedad en aquella

de casi todos, incluidos ellos mismos, siguen siendo recordados aún hoy por los escritores argentinos. El humor de las publicaciones na­ cionalistas adoptará posteriormente otro ca­ riz: un humor corrosivo, ácido, pero funda­ mentalmente grave como el telón de fondo de la época en la que les tocó actuar, posterior a la crisis del treinta.

municipal que “prohibía tener cadáveres en exhibición” (sic). A pesar de la irreverencia y de

la iracundia que la distinguían, o de la utiliza­ ción del “escándalo como modalidad típica­ mente vanguardista”, se ha afirmado que la re­ vista no significó ni un quiebre en el sistema cultural argentino ni un cuestionamiento al orden social vigente. Para Altamirano y Sarlo, el “moderantismo” y “la superficialidad com­ bativa” de Martín Fierro tienen que ver con la época y su bonanza económica y social. Así por ejemplo, si Martín Fierro criticaba al inten­

dente de Buenos Aires por su papel en la atri­ bución de premios literarios, era para reclamar que esos premios pasasen a la órbita del Minis­ terio de Instrucción Pública.

Más importante para el tema aquí tratado

es que la clausura de Martín Fierro estuvo marcada por un claro conflicto político, y este dato merece ser tomado en cuenta y no relega­ do a lo meramente anecdótico. Iorge Luis Bor­

ges había fundado el “Comité Yrigoyenista de Intelectuales Ióvenes” para adherir a la segun­ da candidatura presidencial del caudillo radi­ cal. Los postulados de este comité y la lista de

firmantes (Leopoldo Marechal, Macedonio Fernández, Roberto Arlt y los hermanos Enri­

que y Raúl González Tuñón, entre otros) se publicaron en el popular diario Crítica. El al­ vearismo de Evar Méndez se veía así contra­

LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLITICA

riado y el director de Martín Fierro publicó entonces una declaración de prescindencia en las páginas de la revista. Ese fue el último nú­ mero de Martín Fierro, el 44-45 del 15 de no­

CLARIDAD

viembre de 1927. La mayoría de los escritores que apoyaban a Yrigoyen decidió entonces de­ jar de colaborar con la revista y Evar Méndez cerró definitivamente la publicación que ha­ bía llegado a tener, en sus mejores momentos, una tirada de 20.000 ejemplares. Martín Fierro criticaba el realismo literario de Boedo, así como la sensibilidad y-los “bajos

gustos de un público semianalfabeto”; denun­ ciaba el carácter mercantil de la ediciones po­ pulares, y reclamaba pureza lingüística contra el cocoliche de los inmigrantes, bautizados de “plebe ultramarina”. El criollismo era la divisa del martinfierrismo, y para la afirmación de la argentinidad, el héroe de Hernández era el ob­

jeto más argentino disponible. Pero en esta particular combinación de vanguardismo y criollismo ya aparecía una tensión que luego

l Portada de la revista Claridad.

todos los intentos renovadores de la vida cul­

bres”. Los temas de literatura, filosofía, artes

tural argentina atravesarán inevitablemente: la tensión entre lo particular y lo universal, esas

plásticas e historia, muy presentes en los pri­ meros tiempos, fueron reduciéndose para pri­ vilegiar los acontecimientos de la vida política,

largas batallas entre nacionalismo y cosmopo­ litismo o la tensión entre una cultura para po­

cos, pero de alto nivel, y una cultura tosca y masificada, que dio lugar a esas no menos lar­ gas batallas entre elitismo y populismo. CLARIDAD

La revista Claridad, con 225 números pu­ blicados en los quince años transcurridos en­ tre 1926 y 1941, se definió abiertamente como

social y sindical.

Su mentor, el inmigrante español Antonio Zamora (1896-1976), había pasado del anar­ quismo al socialismo; admirador de Iusto y de los fundadores del Partido Socialista Argenti­ no, Zamora contribuyó a nuclear —gracias al carisma de su persona y a la independencia fi­

nanciera que le otorgaban su editorial y su

una revista de izquierda y antiimperialista.

propio taller de imprenta- a casi todos los ex­ ponentes de la izquierda argentina y america­ na. Contribuir a la construcción de un mun­

“Tribuna del pensamiento izquierdista” fue su

do nuevo era la principal divisa de Claridad, y

subtítulo hasta 1937, para pasar luego a consi­ derarse “Revista americana de los hombres li­

para ello era necesario luchar —“la manse­ dumbre envejece y envilece”— y despojarse de

l7l

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

todo lo aprendido —“lo primero que has de hacer es vomitar todo lo que te han inculcado en la escuela”—. Particular atención se le con­ cedió en esta lucha a la tradición historiogra­ fica argentina: “nuestra historia es inflada; ha carecido de documentación; se ha inventado

una historia con héroes que no son tales, en beneficio exclusivo de una casta privilegiada”.

dad fue blanco de la represión luego del golpe de 1930 —golpe que, sin embargo, había apo­ yado al igual que Nosotros- y su director ter­ minó expulsado del territorio argentino, aun­ que la expulsión y la prohibición hayan tenido corto alcance temporal. Claridad y su director

Según los artículos editoriales, más que a los héroes fundadores, la nacionalidad argentina debería estarle agradecida a la mano de obra inmigrante. La lucha de Claridad era contra la Iglesia (“regresión y barbarie”), contra el Es­

volvieron a la lid y no pretendieron ser eco de nada, sino abordar todos los temas sin eufe­

tado (“el entronizamiento de unos pocos

pensamos a sueldo de ningún diario”-, que­ riéndose sumar a todos aquellos que “nacie­ ron para revolucionar el mundo”; la política terminó absorbiendo la cultura. Al finalizar la

aprovechados”), contra el Ejército (“refugio de criminales repugnantes”), contra el cura (“porque mira a la mujer como instrumento del pecado, cuando ella es la vida y el irnpul­ so del universo”). Privilegiando una concepción pedagógica, la de llevar la luz de la inteligencia a los sectores

populares, la primera tarea de la editorial de Zamora fue la traducción al castellano de gran­

des pensadores universales, poniéndolos a dis­

posición de un público amplio y de pocos re­ cursos. Precursor de la literatura de bolsillo,

mismos, declarándose en “rebelión anárquica contra la cursilería y la mojigatería”, ufanán­ dose de su libertad —“nos sentimos libres, no

década del treinta, ya la narrativa se había re­ ducido para dejar cada vez más espacio a los ensayos políticos, económicos y sociales. El papel del intelectual que concibe Clari­ dad es el de un pedagogo cuya misión consis­ te en educar a los sectores populares a través de la palabra escrita. Esta “confianza hiperbó­

lica en los textos” como instrumento para

rencia Ferreira de Cassone, la idea de “ganar

cambiar la mentalidad de un pueblo no obtu­ vo siempre los resultados esperados. En esta ambición de “educar al soberano”, las afinida­

poco para ganar mucho” fue la divisa de Zamo­

des con el proyecto liberal sarmientino son

ra, apuntando exitosamente no sólo al mercado nacional sino también al latinoamericano.

tan evidentes como las dificultades en orientar

La obligación de los intelectuales, según la

siempre es capaz de elegir en el sentido preco­

revista Claridad, era la de estar más cerca de

nizado por sus ilustres pedagogos. Si el pro­ yecto de Claridad de organizar el “ala izquier­ da de la intelectualidad” opuesta a la “prensa rica, el teatro industrializado, las academias y los jurados oficiales, la docencia y la intelec­ tualidad burocrática” se reveló de dificil reali­

como lo pone de relieve la tesis doctoral de Flo­

las luchas sociales que de las manifestaciones

puramente literarias, afirmando que para el porvenir de la humanidad, “las luchas sociales

172

kistas, pero contando siempre con la figura de árbitro convocante de Antonio Zamora. Clari­

tienen más utilidad que las grescas literarias”. Las diversas sensibilidades de izquierda no de­ jaron de enfrentarse en las páginas de la revis­ ta, anarquistas, socialistas, comunistas y trots­

políticamente a ese pueblo soberano que no

zación en la Argentina, ¿no habría que buscar algún indicio de este fracaso en la actitud mo­

LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLÍTICA

ralista de la izquierda “esclarecida” frente al

no. Pero antes de que floreciese el período pe­

“mal gusto” de los sectores populares? El desa­

ronista, otras revistas argentinas de capital irn­

grado de la revista Claridad ante los homena­ jes fúnebres rendidos por ese pueblo a un ído­ lo tan “sospechoso” como Carlos Gardel y su repudio a ciertas formas de sensibilidad popu­ lar como el tango, el fútbol o las carreras de caballos, denunciados como “enemigos de una correcta conciencia social y política”, pueden haber provocado efectos contrarios. Algo si­ milar ocurrió con la crítica feroz a los gobier­ nos radicales surgidos del sufragio universal. Así, en plena campaña contra el segundo go­ bierno de Yrigoyen, puede leerse en las pági­ nas de Claridad que “el pueblo no a elegido a sus representantes sino a los sirvientes del más hermético de los caudillos que el país ha teni­ do. Si el sufragio popular, secreto y libre con­ tinúa dando tan ‘excelentes’ resultados, habrá

portancia en la vida cultural harán su apari­ ción y otras, no menos importantes, dejarán

que cambiar el procedimiento para acabar con 3)) gobiernos tan ‘ejemplares Consecuentes con esta política, saludaron al golpe de Estado de 1930 porque “nunca creímos ni en la virtud ni en la capacidad de los hombres que desquicia­ ban el país envalentonados porque el pueblo había cometido el error de elegirlos y, por lo

de publicarse.

Claridad fue atemperando la virulencia de sus posiciones iniciales al calor de los aconte­ cimientos internacionales. Su inequívoco apo­ yo al campo republicano durante la guerra ci­ vil española fue dando paso a posiciones más moderadas. Frente al ascenso del fascismo y la inminencia de la contienda mundial, Claridad

tomó partido por la alianza continental pro­ puesta por Roosevelt. De este período data la modificación del subtítulo de la revista, iden­

tificada ahora con los “hombres libres de América”. La prédica antiimperialista fue per­

diendo intensidad, aunque en las páginas de Claridad se siguiera discutiendo sobre los al­ cances y los límites de la democracia y de la re­

volución, se analizase la posibilidad de convo­

car a un “Congreso Latino Americano de Izquierdas”, o se concediese mucha atención al

proyecto del aprismo peruano proponiendo una versión americana del socialismo marxis­ ta, el “socialismo indoamericano”.

tanto, aplaudirnos el movimiento que los ha barrido por completo. Ha caído la peor de las oligarquías que ha tenido el país: la oligarquía

El agotamiento de la experiencia aparece muy estrechamente ligado a los problemas económicos y políticos que trajo la Segunda

de los incapaces y los ladrones”. Y como lógico

Guerra Mundial. Aunque la editorial Claridad

corolario de esta posición, desde las páginas

continuó sus actividades, Antonio Zamora

de Claridad se enjuició severamente a los inte­

decidió dejar de publicar la revista -que había alcanzado tiradas de 10.000 ejemplares- y el estudio de Florencia Cassone pone de relieve las dificultades en el abastecimiento de papel

grantes del “Comité Yrigoyenista de Inte­ lectuales Jóvenes” por estar al servicio de la “mala política del Klan Radical”. Este desen­ cuentro entre las posiciones de la izquierda y las preferencias populares se tematizará años más tarde a partir de posiciones francamente antiintelectuales y cristalizará en uno de los repertorios preferidos del populismo argenti­

prensa como factor determinante, señalando que para la misma época dejaron de aparecer otras importantes publicaciones periódicas argentinas como las revistas P.B.'IÏ, Caras y Caretas, Fray Macho, Nosotros, El Hogar, Mun­

173

LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL

Intelectuales en un café de Boedo. Entre otros Edmundo Guibourg. Samuel Eichelbaum e lvonne Lardy. Banco dela Nación Argentina. Acción, presencia y testimonio en Ia construcción del país.

do Argentino, Vea y Lea, Hechos e Ideas, así co­

Claridad. La desaparición de esta revista dejó

mo los diarios El Mundo, Crítica, Noticias

un vacío que ningún otro emprendimiento logró llenar: la dispersa izquierda argentina

Gráficas y La Época, o semanarios como Ar­ gentina Libre, Tribuna Demócrata y La Van­ guardia. Cabe precisar aquí que, en muchos de estos casos, la fecha divisora de aguas fue la de 1943, como resultado de la intervención mili­

tar del 4 de junio, y que las dificultades en el abastecimiento de papel no afectaron del mis­ mo modo a todas las publicaciones argenti­ nas. En el caso del cierre de Claridad, cuyo úl­ timo número apareció en diciembre de 1941, la distancia que Zamora había tomado respec­ to de las posiciones del Partido Socialista Ar­ gentino merecería una mayor indagación. Así como el hecho de que luego del ataque a Pearl Harbor, en diciembre de 1941, la defensa in­ 174

condicional de los Estados Unidos pudiese plantearle algunas dificultades al director de

no volverá a encontrar un vocero político—cul­

tural que la congregue más allá de sus nume­ rosas facciones. SUR

La tradición liberal logró, en cambio, so­ breponerse a muchas peripecias económicas y políticas. Así, por ejemplo, la revista Sur, que se publicó regularmente entre 1931 y 1970. Si Sur pudo nacer y prosperar en tiempos difíci­

les y polarizados es porque ocupó un lugar que se encontraba vacío, al menos en el terre­ no de las definiciones liberales. Sur -una de las revistas argentinas mejor conocidas y estudia­ das, a partir de la excelente tesis doctoral de

LAS REVISTAS EN LA VIDA lNTELECTUAL Y POLÍTICA

Iohn King- había comenzado a editarse como lujosa revista trimestral, con más de 150 pági­ nas y fotografias que luego se suprirnieron por ser muy costosas. Los gastos de publicación eran altos y la circulación reducida, y aunque la fortuna personal de Victoria Ocampo (1891­ 1979) fuese el respaldo primordial, la revista recién se regularizó con apariciones mensuales a partir de 1935. La fimdación de la editorial Sur, en septiembre de 1933, ayudó a consolidar la empresa, siguiendo el ejemplo de la Revista de Occidente dirigida por el filósofo español José Ortega y Gasset. El autor de La rebelión de las masas, obra publicada en 1930, había sido uno de los men­ tores espirituales de la revista Sur. El postulado orteguiano de “que un grupo de iguales preser­ ve la continuidad de la civilización ante la cul­ tura de masas” será la divisa de Victoria Ocam­

po y de sus amigos y colaboradores. A partir de

los trabajos del norteamericano Waldo Frank, otro mentor de la revista, los primeros núme­ ros tratarán de los problemas planteados por la cultura americana. Dando preferencia a los en­ sayos sobre cultura general y a la relación de los

intelectuales con sus sociedades, en los prime­ ros tiempos Sur publicó también artículos de escritores nacionalistas como Julio Irazusta o Ramón Doll, o comunistas como Elías Castel­

hermandad universal de escritores con ideas afines sino ante las consecuencias de un mun­ do desgarrado y dividido. Se afirmó entonces un proyecto cultural según el cual las elites in­

telectuales ejercerían primordialmente una función de árbitros del buen gusto rechazan­ do toda “contaminación ideológica” frente a los “males del siglo” (nacionalismo, autorita­ rismo, fascismo, comunismo). Se ha inferido

erróneamente que a partir de esta posición Sur preconizó un acendrado apoliticismo. No fue así, la revista creada por Victoria Ocampo tuvo a lo largo de su historia claros y contun­ dentes pronunciamientos políticos. Del mis­ mo modo es necesario no perder de vista que el cosmopolitismo de Sur -luego tan denosta­ do—, como el de tantos otros intelectuales ar­ gentinos, implicaba la necesidad casi irnperio­

sa de romper con el provincialismo cultural. El compromiso personal de Victoria Ocam­ po con su revista fue muchas veces señalado, así

como su inagotable energía organizando confe­

rencias, debates, celebraciones, viajes y visitas. Al construir una férrea red de alianzas naciona­

les e internacionales alrededor de la figura in­ sustituible de Victoria Ocampo, con puentes tendidos hacia el mundo de la prensa y la edi­ ción, y gracias a una constelación intemacional de colaboradores que ostentaban, salvo excep­

nuovo, quien analizó la situación de los escri­

ciones, un gran nivel intelectual, Sur logró nacer

tores rusos al regreso de su viaje a la Unión So­ viética en 1932.

y consolidarse en tiempos agitados. Pero Sur fue

Con la Guerra Civil Española, y luego del

algo más que la criatura dilecta de su fundado­ ra. En esta revista de ideas basada en la expe­

agitado congreso del Pen Club realizado en

riencia literaria de sus principales colaborado­

Buenos Aires en 1936, las aguas se dividieron.

res se afirmó una concepción del intelectual que

Cuando en este congreso el fascista Filippo

luego será severamente cuestionada: quienes es­

Martinetti atacó públicamente a Victoria

taban capacitados para leer y escribir la buena literatura estaban particularmente calificados

Ocampo, quedó en evidencia que los intelec­ tuales del “Sistema-Sur”, según la definición de

Emilia Zuleta, ya no se encontraban ante una

para ocuparse de historia, de política, o de todo tema con resonancias morales o sociales.

175

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

En cuanto a las tomas de posiciones polí­ ticas, tras una pequeña confusión inicial, Sur defendió la causa republicana a lo largo de la Guerra Civil Española y sus colaboradores ayudaron a organizar la solidaridad y a dar re­ fugio a intelectuales españoles, entre ellos a Rafael Alberti. La publicación en Sur, en agos­

to de 1937, del artículo de Jacques Maritain “Sobre la guerra santa”, desató la ira de la re­

intelectuales modernas en varios países del he­ misferio. Nelson Rockefeller organizó la Ofici­ na de Coordinación de Asuntos Interamerica­

vista católica Criterio, que acusó a la revista di­

nos en 1940. María Rosa Oliver, gran amiga de Victoria Ocampo y colaboradora de la revista, trabajó en la Oficina del Coordinador durante

rigida por Victoria Ocampo de tener una

dos años, de 1942 a 1944. En diciembre de

“orientación francamente de izquierda”. ¡Iz­ quierdista no!, respondieron los acusados, ¡li­

publicó un número titulado “La guerra en

beral y democrática!

América” y declaró su apoyo a los Estados Uni­

Se ha afirmado que el liberalismo argenti­ no perdió toda oportunidad de ser identifica­

dos y al concepto de panamericanismo, preco­ nizando “una América indivisible desde el es­

do con la democracia después del golpe del

trecho de Behring hasta el cabo de Hornos”. Aparece allí una crítica muy abierta al gobier­ no argentino por no abandonar la neutralidad. La identificación de Sur con los Aliados fue to­

treinta. El régimen de la Concordancia (alian­ za del partido conservador, una fracción del partido radical y un grupo minoritario de so­ cialistas, el Partido Socialista Independiente) sólo pudo legitirnarse electoralmente median­ te la política del fraude. ¿Sur apoyó esa época de democracia restringida y fue entonces la ex­ presión cultural de la “década infame”? Esta vi­ sión de los procesos históricos, que gozó de

tantas simpatías en tiempos aún no lejanos,

l76

gozar del apoyo de las autoridades argentinas en este período. En cambio, a lo largo de toda la guerra, Sur se benefició con la política esta­ dounidense de estimular el desarrollo de elites

1941, después del ataque a Pearl Harbor, Sur

tal, desde el apoyo a los Estados Unidos hasta el homenaje a Winston Churchill; aunque el

hogar espiritual de la revista siguiera siendo París, como quedó demostrado en el número dedicado a la “Liberación”, aparecido en octu­ bre de 1944. Del mismo modo, el número es­

pecial consagrado al Brasil, en septiembre de

parece hoy un tanto mecánica y reductora. Así,

1942, aparece ligado a la visita oficial de María

por ejemplo, en el terreno de la política inter­ nacional, Sur se opuso a la política oficial del gobierno argentino al declarar expresamente su apoyo a la causa aliada durante la Segunda Guerra Mundial. Las expresiones culturales de la izquierda argentina también podían com­ partir las opiniones de Sur sobre la Guerra Ci­ vil Española y la Segtmda Guerra Mundial. Durante el período de la guerra, y a pesar de las dificultades en el suministro de papel, la publi­ cación de Sur no fue interrumpida. Sin embar­ go, la revista de Victoria Ocampo no pareció

Rosa Oliver, pero este “Homenaje al Brasil” no

es sólo un homenaje a su literatura sino tam­ bién a las iniciativas políticas del régimen bra­ sileño: se publicó en este número de Sur el dis­ curso de Getulio Vargas anunciando la entrada del Brasil en la contienda y exhortando al con­ tinente americano a mantenerse unido contra

la amenaza común.

A partir de la Segunda Guerra Mundial, la distancia que los miembros de la revista fue­ ron tomando respecto del gobierno argentino no fue suficientemente subrayada. En 1942,

LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLÍTICA

Colaboradores de Sur, 196i. Parados: Enrique Pezzoni. Eduardo González Lanuza, Silvina Ocampo, Alberto Girri. Adolfo Bioy Casares, Victoria Ocampo. Alicia Jurado y Héctor Murena. Sentados: María Luisa Bastos, Guillermo de Torre. Carlos Alberto Erro, Iorge Luis Borges y Eduardo Mallea.

por ejemplo, Borges no obtuvo el premio anual ofrecido por la Comisión Nacional de Cultura, a pesar de la voluntad de sus amigos, y los premios fueron entregados a dos escrito­ res menores: Eduardo Acevedo Díaz y César Carrizo. Por esta razón, en julio de 1942, Iosé Bianco -secretario de redacción de la revista

desde 1938- organizó un “Desagravio a Bor­ ges”. En las páginas de Sur se publicaron en­ tonces notas de los principales colaboradores expresando su apoyo a la antología “agravia­ da”: El jardín de senderos que se bifurcan. Aso­

nacional concentraba el esfuerzo y la atención de Sur, la situación interna de fraude y escán­

dalos que ritmaron esta época no encontraron nunca en las páginas de la revista motivo para la denuncia o para la reflexión.

TIEMPOS POLÍTICOS Y TIEMPOS CULTURALES.

EL PERONISMO

¿Es posible detectar una cronología de la vida cultural argentina independiente de la

bricación con las realidades políticas. Pero

cronología política, tan estrechamente ligada, a su vez, a las frecuentes rupturas de legitirni­ dad política e institucional? Frente a la fragili­ dad y precariedad del sistema político argenti­

también es innegable que si la situación inter­

no del siglo XX, ¿las empresas culturales

ciar a la revista Sur con el régimen de la res­ tauración oligárquica remite a una visión muy simplista de los procesos culturales y de su im­

177

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

lismo capitalista y el comunismo ateo”, pero cuando se hizo necesario precisar esta tercera vía en el territorio nacional, las cosas se com­

tural propio en la vida de algimas de estas em­

plicaron, hasta el punto de que este camino se

presas culturales, mientras que en otras se ha­ ce por demás visible el determinismo de los tiempos políticos. Nosotros logró permanecer durante largos treinta y cinco años, Claridad apareció durante un lapso de quince años, Sur se publicó sin interrupciones durante cuaren­ ta años y Criterio batió todos los récords por­ que, iniciada en 1928, aún sigue publicándose, aunque haya perdido la fuerza de atracción de sus épocas doradas. En muchos casos, la lon­ gevidad de una revista aparece directamente relacionada con el voluntarismo y la tenacidad de sus fundadores.

convirtió en una “senda entre abismos”. La

El caso de Criterio es, a todas luces, excep­

cional, ya que logra mantenerse cambiando va­

rias veces de director: monseñor Gustavo I. Franceschi desde 1932 hasta 1957, y el presbíte­

ro Jorge Mejía desde entonces hasta 1978. La matriz confesional de Criterio, el férreo refe­ rente católico, logró hacer de esta empresa una fortaleza capaz de resistir a todas las contingen­

cias del mundo temporal argentino y de su convulsionado siglo XX. Esta publicación, fun­

dada por laicos y dirigida desde 1932 hasta 1978 por dos sacerdotes, supo mantener cierta autonomía económica y jurídica de la jerarquía

eclesiástica, pero careció de capacidad crítica frente a ésta. Aun en las épocas en que la revis­ ta supo distanciarse de la Iglesia argentina, esta disidencia no fue más que “un escozor prurigi­ noso en el flanco de la autoridad eclesiástica”, como lo pone de relieve el estudio de Marcelo Montserrat, quien fue durante varios años se­ 178

En el terreno de las opciones políticas, Cri­

lograron márgenes de autonomía y estabili­ dad? En el caso específico de las revistas, a la sorprendente longevidad de algunas publica­ ciones se opone la existencia muy coyuntural de otras. Es posible identificar un tiempo cul­

cretario de redacción de la publicación.

terio preconizó una “tercera vía entre el libera­

prédica antitotalitaria que Criterio había desa­ rrollado en sus páginas frente a los fenómenos europeos encarnados por Stalin, Hitler o Mus­ solini —diferenciándolos de los regímenes au­ toritarios encabezados por Franco o Salazar,

que gozaban de las simpatías de la revista-, ¿cómo se traduciría a la hora de interpretar la aparición en la política criolla de un coronel ovacionado por los “descamisados” y que de­ cía encarnar una tercera posición entre el ca­ pitalismo y el comunismo? Sería en vano buscar la respuesta a estos interrogantes en las páginas de la revista Crite­ rio. Porque en verdad, ante el surgimiento del peronismo, como durante los años de su go­ bierno —hasta la ruptura entre el peronismo y la Iglesia en 1954-, Criterio “redujo ostensible­ mente la frecuencia de sus editoriales políti­ cos", como lo señaló Carlos Floria, quien sigue siendo uno de los principales animadores de la revista. A pesar de la clara antipatía que Pe­ rón despertaba en el director de Criterio, Gus­ tavo Franceschi, el brillante polemista católico nacido en París se abstuvo de abrir una brecha en el frente católico. HECHOS E IDEAS

El peronismo vino a modificar todas las reglas de juego del tablero político. Si en el pa­ sado la Guerra Civil Española había dividido a

la opinión argentina, anticipando los dos campos que se enfrentarían al desencadenarse

LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLÍTICA

la Segunda Guerra Mundial —los aliadófilos y los germanófilos—, la tajante linea de división

que ahora se perfilaba con epicentro en el pro­ pio territorio nacional produciría unas cuan­

HIÏCHÜS

e IDIÏÁ

tas novedades en el mundo de las empresas culturales y de las tradiciones políticas. Es sig­ nificativo que, en este clima de rupturas, la re­ vista Hechos e Ideas (1935-1941, 1947-1955)

DEVISTA RADICAL Director- ENRIQUE EDUARDO GARCIA

haya podido pasar, con armas y bagajes, de

SUMARIO

una época a la otra. Esta dinámica empresa in­ telectual, ligada en sus orígenes al partido ra­

DIRECCION

dical, emigró al campo del peronismo, per­

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interrogantes: se convirtió en una publicación monolítica, repleta de certezas e incondicional de la nueva experiencia gubernamental y del “líder de los descamisados”.

Hechos e Ideas aparece como un ejemplo notable y excepcional de continuidad formal —el mismo director, Enrique Eduardo García, la misma tapa, el mismo formato- y de cam­ bio de estilo: del debate y la interrogación so­ bre el rumbo que la política y la economía de­ bían adoptar luego de la crisis de 1930, a una convicción unívoca de defensa de la obra gu­ bernamental peronista. Sin embargo, el equi­ po de dirección de la revista insistió en pre­ sentar este cambio como una continuidad de

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¡Uuoms suenos AIRES ¿‘OÜWTAVW l Revista Hechos e Ideas en su primera época.

tores de Hechos e Ideas. Pasar del radicalismo

al peronismo no era cambiar de etiqueta para quienes tanto habían discutido, desde 1935, sobre la necesidad de reformular la democra­ cia liberal gracias a una intervención decidida del Estado. El reclamo de una democracia so­

la empresa. Las numerosas “Glosas Políticas” de la segunda época se refieren con insistencia al programa que Hechos e Ideas había esboza­ do en su época radical y que el peronismo ha­ bría llevado al terreno de las realizaciones. Lo

cial que permitiese sustituir la lucha de clases por la armonía entre el capital y el trabajo, la

notable de esta revista en su época peronista no es únicamente el esfuerzo de propaganda de los actos de gobierno sino la preocupación constante por comparafy valorar el antes y el ahora, el ayer y el hoy en la vida política ar­ gentina. El peronismo fue mucho más que una “divina sorpresa” para los principales ac­

los obreros, la conciliación y el arbitraje en los

creación de un Ministerio de Trabajo y de Previsión Social, la instauración de organis­ mos paritarios entre el Estado, los patrones y

conflictos laborales, el salario mínimo y las vacaciones pagas constituyen un programa que los intelectuales del radicalismo propu­ sieron en las páginas de Hechos e Ideas, pero que el partido radical no pudo llevar adelan­ te. Según esta lectura, las “ideas” puestas en

179

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

circulación en los años treinta habrían sido convertidas en “hechos” contundentes por el peronismo en los años cuarenta. En la empre­ sa Hechos e Ideas se hace tangible el camino re­

corrido por muchos radicales que vieron en el peronismo la continuidad de las ideas yrigoye­ nistas. Esta revista, que surgió para suscitar un debate capaz de otorgar nueva identidad a una tradición política bastante jaqueada después del golpe de Estado de 1930, no dudó en reco­

nocer en el peronismo la capacidad de pro­ ducir esa “renovación”. Y, en este punto, el itinerario de la revista Hechos e Ideas es se­

El mayor aporte realizado por el nacionalismo argentino se sitúa en la construcción de los lla­ mados “artefactos culturales”. Y la más original y eficiente de estas construcciones fue, sin lu­ gar a duda, la empresa de contrahistoria mili­ tante denominada revisionismo histórico. Pa­

ra llevar adelante tan ambicioso cometido, el revisionismo histórico también necesitó do­

mejante al camino recorrido por los radicales

tarse de publicaciones periódicas: la Revista y el Boletín del Instituto Iuan Manuel de Rosas.

forjistas.

Desde enero de 1939 hasta agosto de 1971, los

REVISTAS NACIONALISTAS

revisionistas lograron publicar regularmente veintitrés números de la Revista y veintinueve números del Boletín.

Cuando se exploran los cruces entre his­ toria cultural e historia política es evidente que no existen compartimentos estancos ni líneas definidas de una vez y para siempre. Los itinerarios político-culturales -los colec­ tivos y los individuales- suelen ser muy lábi­ les y presentan una gran permeabilidad. Así, por ejemplo, el peronismo supo nutrirse de muchos elementos pregonados por los católi­ cos argentinos, pero convirtiéndolos en algo

propio donde -al igual que ocurriría con otras tradiciones políticas- no todos pudie­ ron reconocerse. Desde las páginas de las em­ presas culturales ligadas al catolicismo, el na­

cionalismo o el radicalismo de los años treinta es posible detectar elementos anun­ ciadores de lo que sería el peronismo en los

180

cerían aquí un lugar destacado. Para un estu­ dio de conjunto del accionar de las fuerzas na­ cionalistas cabe remitir a los imprescindibles trabajos del profesor Enrique Zuleta Álvarez.

Las revistas nacionalistas de debate y de combate tuvieron su hora de gloria en el clima

instaurado por la Segunda Guerra Mundial. Las de mejor nivel intelectual fueron Sol y Lu­

na (1938-1940), dirigida por Iuan Carlos Go­ yeneche; Nueva Política, creada por Marcelo Sánchez Sorondo, y Nuevo Orden, fimdada por Rodolfo y Iulio Irazusta y Ernesto Palacio. La revista Nueva Política, publicada mensual­ mente entre 1940 y 1943, dejó de editarse lue­ go del golpe militar de junio de 1943, pero no por razones de proscripción. Como ocurrió con otras publicaciones nacionalistas, al ocu­ par algunos miembros de su equipo funciones gubernamentales -en el quehacer educativo, cultural o diplomático—, se suspendió su pu­ blicación. Los nacionalistas de Nueva Política

años cuarenta.

podían interpretar junto a su director que es­

En cuanto a los grupos nacionalistas que habían surgido a fines de 1927 con la publica­ ción de La Nueva República, muchas de las empresas culturales por ellos encaradas mere­

taban asistiendo a la “necesaria revolución" re­

clamada desde las páginas de su revista. Preci­

samente, la mayoría de las contribuciones y artículos editoriales de Marcelo Sánchez So­

LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLÍTICA

rondo fueron editados en 1945 con el título La revolución que anunciamos. La derrota del Eje privó a los nacionalistas argentinos de su prin­

cipal referencia internacional, ubicándolos en el campo de los derrotados. Es sabido que Pe­ rón los llamó los “piantavotos”, pero que no se privó ni de la compañía ni del consejo de mu­ chos de ellos. Pero si hubo nacionalistas que, como Ernesto Palacio, acompañaron con en­ tusiasmo la experiencia peronista —en el terri­ torio preferido para ejercer una vocación inte­ lectual, el de la cultura y la educación—, los intelectuales ligados a la revista Nueva Política miraron con desdén la “fatalidad” tumultuosa

y plebeya que adquiría la revolución por ellos “anunciada”. CONHNENTE Y DE FRENTE

En sintonía con los nuevos tiempos del pe­

ronismo, la revista Continente (1947-1955) —cuya vida coincide con las dos presidencias de Perón- privilegiaba los temas argentinos y

latinoamericanos, presentando sus análisis editoriales bajo la forma del anonimato. Esta característica de no firmar los artículos fue una práctica habitual en las publicaciones del primer peronismo, como si los individuos in­ telectuales tuviesen que eclipsarse frente a la “masa de los trabajadores” y, obviamente, an­ te el más destacado de entre ellos, el general

el terreno cultural, limitándose a ser meros instrumentos de propaganda gubernamental. A lo sumo, Continente sería digna de ser recor­

dada a modo de catálogo retrospectivo, por sus excelentes reproducciones de obras plásti­ cas de artistas argentinos y latinoamericanos. Financiada por el gobernador de la provincia de Buenos Aires, el coronel Domingo Mercan­

te, la revista Continente logró mantenerse lue­ go de la ruptura entre Mercante y Perón, ocu­ rrida en 1951.

Ahora bien, ¿todas las publicaciones liga­ das al peronismo fueron meras propagandas oficiales? Es un hecho suficientemente consta­

tado que el primer peronismo no logró atraer ni a la clase media ni a la gran mayoría de los intelectuales argentinos. Que su partida de na­ cimiento haya estado tan indisolublemente li­ gada a la movilización de los sectores obreros, le dio al peronismo ese bautismo de fuego ple­ beyo que tanto repercutió en su historia, en sus realizaciones y en sus limitaciones. Pero si el análisis de la revista Continente confirma que el dinamismo del peronismo no vino pre­ cisamente de sus logros intelectuales, el análi­ sis de la revista De Frente depara algunas sor­ presas. En sus escasos dos años de publicación

—desde diciembre de 1953 hasta enero de 1956-, con 95 números publicados, la especi­

ficidad de esta revista cultural claramente identificada con la familia peronista reside en

Perón. El anonimato pudo también ser una

que se propuso ser popular sin dejar de ser

práctica impuesta por las circunstancias: evi­ tar los nombres de desconocidos y cubrir así la notoria ausencia de firmas de peso intelectual en las publicaciones peronistas. El análisis de los cien números de la revista Continente pa­ rece confirmar algo ya conocido: que durante este período, las publicaciones identificadas con el gobiemo peronista poco aportaron en

culta. A partir de esta difícil doble exigencia, De Frente prefigura y anuncia una modalidad que muchas de las empresas culturales de los años sesenta intentarán plasmar. Creada y dirigida por el polémico dirigen­ te peronista Iohn William Cooke, la revista De

Frente, de publicación semanal, tuvo como modelo a la norteamericana Time. Combi­

181

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

nando, en una dosis inédita, erudición, defen­

Frente en 1953 permitió a Cooke —quien se ha­

sa del peronismo y crítica de buen nivel en to­ dos los terrenos de la cultura —cine, teatro, ra­

bía alejado voluntariamente de las funciones políticas al finalizar su mandato como diputa­ do y no había aceptado la dirección del diario Democracia- seguir interviniendo en la vida política y ser escuchado por el propio Presi­ dente -Perón recibía personalmente cada nue­ vo número de la revista—. Por otra parte, De Frente no parece haber sufrido ningún tipo de censura y su director se jactaba de seguir man­ teniendo relaciones fluidas con el poderoso secretario de informaciones del gobierno pe­ ronista, Raúl Apold. De Frente tuvo juicios sumamente negati­ vos hacia la manera en que el peronismo con­ ducía los asuntos universitarios y culturales; por ejemplo, el mal funcionamiento de la Bi­ blioteca Nacional, que recibió el poco hala­ güeño título de “cultura para ratas”. La publi­ cación criticó también la imposición de una organización oficial para estudiantes y la into­ lerancia hacia la oposición parlamentaria. En las cuestiones políticas, culturales y económi­ cas, como la campaña de oposición al contra­ to petrolero con la Standard Oil, De Frente de­ cía querer ubicarse en un espacio propio, a

dio, música, bibliografía, deporte—, pero siempre identificada con los “logros de la re­ volución peronista”, De Frente intentó distan­ ciarse de la apología y la hagiografía tan difun­ didas durante el régimen peronista. Lo hizo a través de ese rasgo distintivo de otros empren­ dimientos culturales peronistas: el anonimato. Las notas y colaboraciones que, como en el ca­ so de Continente, casi nunca aparecían firma­

das, generaron algunas campañas notables, como aquella contra la práctica inhumana del

boxeo —deporte tan popular por aquellos años—. Precursora del tratamiento “sociológi­ co” reservado al fútbol y reflejando en sus pá­ ginas la movilidad social experimentada du­

rante la experiencia peronista, la revista se ocupó extensamente de temas relacionados con el aumento y nuevas pautas de consumo de los sectores populares. Alejándose del este­

reotipo y del estigma de bajo nivel cultural que aquejaba a las publicaciones peronistas, las incursiones en el terreno específicamente político de la revista De Frente apuntaban a modificar el rumbo autoritario y burocrático

buscado identificar? La posición de la revista

igual distancia de los “contreras” y de los “adu­ lones". Logró sobrevivir apenas cuatro meses al colapso del gobierno, pero fue la única pu­ blicación peronista que logró hacerlo. Su di­ rector fue encarcelado en octubre de 1955 y la revista De Frente fue clausurada por el gobier­ no militar en enero de 1956; ambos acusados

al criticar a los “adulones” y a los “burócratas”,

de “traición a la patria”.

pero preservando siempre a la figura de Perón, tendrá herederos en el campo peronista; pero

REALIDAD E IMAGO MUNDI

del gobierno.

Este “peronismo crítico” de la revista de Cooke, ¿es asimilable a la prehistoria de la iz­ quierda peronista o del “peronismo revolucio­ nario”, como reconstrucciones ulteriores han

en el contexto de la época, estas críticas no sig­

nificaban aún ruptura alguna. La radicaliza­ ción ideológica y política vendrá después. Al 182

contrario, el lanzamiento de la revista De

Los sectores culturales identificados con el

liberalismo vivieron días aciagos en la Argen­ tina peronista. Quienes vibraron con la derro­

LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLÍTICA

ta del fascismo y del nazismo en Europa y cre­

ta Sur y de la Sociedad Argentina de Escritores

yeron que el triunfo de las naciones aliadas anticipaba su propio triunfo en la tan extra­ vertida realidad argentina, atravesaron horas

-cuya oposición al gobierno peronista no era un secreto para nadie—, con dieciocho núme­ ros publicados entre 1947 y 1949, en edición bimestral, Realidad fue una revista de alto ni­

amargas, hasta el punto de que la “Nueva Ar­ gentina” se les hizo por momentos no sólo in­ sostenible sino, peor aún, incomprensible. Pe­

ro si los intelectuales ligados a la tradición liberal pasaron por momentos de desaliento

vel intelectual, con más de 350 páginas por en­ trega. El estudio de Rosana Guber pone de re­ lieve que no fueron dificultades materiales las

durante los años peronistas, pudieron, en

que determinaron el cierre de la revista. El de­ saliento de sus animadores frente a una “reali­

cambio, concentrarse en tareas de preserva­ ción que prepararan su eventual regreso a la cúspide del campo cultural y educativo luego

litando la tarea de analizar y comprender el fenómeno peronista. Como afirmaba uno de

de la caída del régimen. Surgieron así empresas sumamente ambi­

dad” refractaria a sus ideas terminó irnposibi­

sus colaboradores, Carlos Alberto Erro, la apa­

rición de una nueva fuerza organizada para enfrentar la contienda electoral, el desplaza­ miento de los viejos partidos políticos o “la

ciosas que fueron vistas retrospectivamente como una suerte de “universidad en las som­ bras”. Revistas de alto contenido intelectual,

llegada de las modernas masas al poder” se ha­

que en el territorio de las humanidades venían a enfrentar la mediocridad que reinaba en los claustros universitarios y muy particularmen­

bían convertido en temas “tabú” que nadie lo­ graba comentar ni analizar “con espíritu y mé­ todo científicos”.

te en la Facultad de Filosofía y Letras de la

tual publicando dos revistas de corta dura­ ción, pero de importancia capital, porque la

La interrupción, anunciada como tempo­ raria, de la revista Realidad fue definitiva, pe­ ro sus miembros volvieron a congregarse en la revista Imago Mundi, lanzada por el historia­ dor Iosé Luis Romero, gracias al apoyo finan­ ciero de un empresario del calzado, Alberto Grimoldi. Llevando como subtítulo “revista

mayoría de sus actores ocupará un lugar des­ tacado en la modernización universitaria pos­ peronista, al menos en ese decenio moderni­

de historia de la cultura", Imago Mundi publi­ có doce números entre 1953 y 1956. Pero, a di­ ferencia de lo ocurrido con Realidad, la revis­

zador y dinámico que va de 1956 a 1966.

ta de José Luis Romero se clausuró luego de la

Francisco Romero, luego de presentar su re­

caída del régimen peronista, cuando su direc­ tor asumió responsabilidades de primera línea

Universidad de Buenos Aires. Con la filosofía

como disciplina convocante primero y con la historia después, Francisco y Iosé Luis Rome­ ro generaron espacios de confluencia intelec­

nuncia a las cátedras universitarias donde ejercía la docencia desde 1931, lanzó la revista

en la renovación universitaria (como inter­

Realidad, revista de ideas destinada a “de­

ventor-rector de la Universidad de Buenos Ai­

sentrañar desde el mirador argentino la vasta realidad contemporánea”. Sostenida financie­ ramente por prestigiosas editoriales -Suda­ mericana y Losada- y con el apoyo de la revis­

res prirnero y como decano de la facultad de Filosofía y Letras después). ¿Tuvo el equipo de

Imago Mundi una posición que no fuera “ta­ bú” frente al peronismo? El estudio dt Oscar

183

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

Terán destaca que si esta empresa pudo oficiar como “universidad alternativa”, su vocación de oficiar también como “universidad de relevo”

mer lugar, porque Perón había ganado limpia­ mente las elecciones, clausurando la época del

se vio empañada por “una visión fantasmagó­ rica del peronismo”, la misma que hizo decir a

Y en segundo lugar, porque los problemas de la

un redactor de Imago Mundi que los largos años de gobierno peronista sólo podían expli­ carse como “un estado de locura colectiva”. LA PERSISTENCIA DE SUR

fraude electoral erguido en sistema desde 1930.

sociedad argentina de la posguerra poco tenían que ver con los de la sociedad italiana o alema­ na de los treinta.

Sur, “revista de minorías”, no desdeñó to­

mar posición contra el régimen de las mayo­ rías. Su directora y sus principales colabora­

dores habían sostenido abiertamente a la Aunque el peronismo impuso un férreo control de la prensa escrita, la revista Sur si­ guió publicándose. Es conocido el modo en que el peronismo aprovechó la radio y la pren­

sa, poniendo bajo control estatal a casi todas las emisoras privadas. Se ha dicho que Perón no estaba interesado en la cultura de elite. Es probable que ni Sur ni otras revistas de la elite

liberal parecieran una amenaza en contraste con órganos culturales más masivos -prensa y radios intervenidas o sometidas a una estricta censura, cuotas de papel para los diarios de la oposición que debieron reducir por decreto el número de sus páginas-. La universidad tarn­

bién mereció mayor “atención”: cerca de la tercera parte del cuerpo docente fue obligado a renunciar o fue despedido. La revista Sur, según los propios términos de Victoria Ocampo, era una “revista de mino­ rías”. Con ese tono de cruzada civilizadora que siempre la caracterizó, con una actitud de so­ berbia estetizante de quienes se consideran y se saben los mejores, Sur desempeñó un papel

184

Unión Democrática en la contienda electoral. Por eso en las páginas de Sur se comentó am­ pliamente el mitin opositor del 12 de octubre de 1945 y se ignoró, en cambio, la concentra­ ción de Plaza de Mayo del l7 de octubre del mismo año, esa jornada mítica y fundacional para los peronistas. En las páginas de Sur, el escritor Iorge Luis Borges, recién despedido de su puesto en la Biblioteca Municipal “Miguel Cane”, se declaró contra el nuevo régimen en agosto de 1946: “Las dictaduras fomentan la opresión, el servilismo, la crueldad, más abo­ minable es el hecho de fomentar la idiotez”.

Las tomas de posición antiperonistas también se concretaron a través de la literatura con al­

gunos cuentos memorables, desde “Casa to­ mada” de Julio Cortázar, publicado en no­ viembre de 1946, hasta “Fragmentos de los anales secretos” de Murena, publicado en no­ viembre de 1948, donde se parodia al régimen peronista como un sangriento partido de fút­ bol en el que el árbitro es asesinado, o el cuen­

to de Adolfo Bioy Casares publicado en julio­

consagratario en la vida cultural argentina.

agosto de 1954, pero más prudentemente

Reuniendo en su seno a intelectuales de peso, su cruzada contra los totalitarismos en el te­ rritorio internacional se convirtió en cruzada

ubicado en la época de Rosas. Sur pudo continuar educando al lector de minorías, aunque no fuese un secreto para na­

antiperonista en el territorio nacional. Y aquí las cosas comenzaron a complicarse. En pri­

die que Victoria Ocampo y su revista eran fer­ vientemente antiperonistas. Ni la revista ni la

LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLÍTICA

editorial fueron amenazadas de clausura. Por supuesto, nunca se hicieron referencias a Eva Perón en las páginas de Sur, ni siquiera des­ pués de su muerte en 1952. No hubo nota ne­

crológica, pero sí una pequeña franja negra colocada en la tapa del número 213-214 de ju­

lio-agosto de 1952, obedeciendo al decreto que exigía guardar luto nacional. Aunque pu­

diese operar cierto grado de autocensura, Victoria Ocampo no se privaba de publicar artículos contra el régimen denunciando sus ataques a las libertades civiles, en una campa­ ña constante aunque indirecta contra Perón. Así, en 1950, por ejemplo, el número de ho­ menaje al general San Martín estuvo consa­ grado a la defensa de los derechos del hombre. Es sabido que Victoria Ocampo fue una de las

casi mil personas detenidas en abril de 1953, luego del estallido de una bomba en un acto peronista y de las violentas represalias en que se incendiaron el Iockey Club y los locales de los partidos opositores. La solidaridad de sus amigos en Europa, los Estados Unidos y Amé­ rica le valió una pronta libertad, pero la direc­ tora de Sur se abstuvo de narrar esta experien­ cia en las páginas de su revista, haciéndolo en cambio en el número en que se saludó la caí­ da del régimen, el célebre número intitulado “Por la reconstrucción nacional” de noviem­ bre-diciembre de 1955.

l Victoria Ocampo en su mesa de trabajo.

teligencia frente a los grandes problemas na­ cionales. Se ha indicado que la revista Sur ya no podrá desempeñar el papel de faro y guía intelectual en esa hora identificada como de “reconstrucción nacional”. Pero si la revista

fundada por Victoria Ocampo ya no tuvo la fuerza de atracción de antaño, ¿es pertinente culpar a Sur de lo que aparece como el balan­ ce más negativo de la tradición liberal argenti­ na? Si la opción política incontestable de Sur fue antifascista, antiperonista y anticomunis­

La ruptura de los años cincuenta entre el peronismo y los intelectuales -resumida en

ta, el polo positivo de esta elección, los valores

esa frustrante consigna de “alpargatas sí, libros

defender, no lograron imponerse política­

no”- fue una tragedia para todos y cada uno de los sectores involucrados. Ni bien destitui­

Argentina posperonista. Y esto privó a la cons­

do el gobierno peronista, esa problemática se­ rá un tema casi obsesivo tanto para los intelec­ tuales antiperonistas como para aquellos que, reivindicando la experiencia de la “Nueva Ar­ gentina”, denunciaban la “deserción” de la in­

democráticos y liberales que la revista decía mente -al menos, de modo satisfactorio- en la

telación del “sistema-Sur” de un sustento de referencias político-morales que ya sólo podía

ubicar en el pasado de la historia argentina, como quedó de manifiesto en 1960 durante el sesquicentenario de la Revolución de Mayo.

185

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

DESPUÉS DEL PERONISMO. Los “Anos DE PLOMO"

Con la caída del peronismo se abrió una etapa histórica que es necesario definir de conjunto para poder hacerla inteligible. Se ha denominado “años de plomo” a la lógica de guerra que comenzó a imponerse en la vida política argentina desde las postrimerías del régimen peronista -y que el bombardeo de la Plaza de Mayo en junio de 1955 grafica trági­ camente—. Esos “treinta años de desencuen­

tro” cubren un largo período histórico fatal­ mente signado por la incapacidad del sistema político para digerir pacíficamente el “fenó­ meno peronista”. Comienza cuando la elite dirigente se convence de que es necesaria una cirugía radical para extirpar el “cáncer” pero­ nista y se desarrolla durante los casi treinta años en que fracasan todas las tentativas de desperonización. Fracasan las tentativas repre­

tutelar había pesado de modo tan grave sobre los acontecimientos argentinos, como para los destinos colectivos del país y de su gente. Los “años de plomo” alcanzaron su punto más alto cuando, luego de haber fracasado to­ das y cada una de estas tentativas, se instaló un sistema de terror destinado a extirpar toda ve­ leidad disidente en la sociedad argentina. La metodología empleada para acabar con cual­ quier resabio disidente y contestatario fue la más feroz de la que se tenga memoria. El saldo trágico es conocido, la bancarrota del poder militar también. Se utiliza entonces la expre­ sión “años de plomo” para definir estos casi treinta años de historia argentina en los que se

construyó un tipo de cultura política que adoptó el lenguaje de las armas como árbitro fundamental. Una cultura política donde el matar y el morir fueron constituyéndose ine­ xorablemente como los únicos reguladores posibles de la vida colectiva.

sivas, pero también las de democratización restringida con la prescripción del peronismo. Fracasa la tentativa de superación del peronis­ mo a través de la creación de un “nuevo movi­ miento nacional”, ese gran fiasco que significó el “desarrollismo”. También fracasan las tenta­

tivas de controlar al peronismo a través del propio peronismo —el peronismo sin Perón- y los intentos de ir más lejos, tratando de radi­

calizar al movimiento peronista. Fracasa, igualmente, el retorno del peronismo al go­ bierno. Desde la oposición obstinada a levan­ tar la veda sobre la candidatura del propio Pe­ rón —retrasando aún más lo inevitable—, al

regreso final del “líder de los descamisados” como efectivo presidente de casi todos los ar­

gentinos, había transcurrido ya demasiado tiempo. Ya era bastante tarde, tanto para el 186

destino individual del hombre cuya presencia

CONTORNO

¿Qué papel pudieron desempeñar las em­ presas culturales en el contexto de los años de plomo? ¿Existieron publicaciones periódicas que buscaran alejarse de esta lógica guerrera? Es reconfortante constatar que sí. Aquí sólo se señalarán algunas publicaciones que, mante­ niendo el interés por la intersección entre cul­ tura y política, buscaron encontrar "remedios” a los males que aquejaban ya tan gravemente y

tan mortalmente a la sociedad argentina. La primera de estas publicaciones se ubica como una bisagra entre dos épocas, entre las postri­ merías del gobierno peronista y los años in­ mediatos a su posterior caída. Sin común pro­

porción con la dimensión cuantitativa de la empresa -apenas diez números de la revista

LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLITICA

entre los simples y los dobles y un breve apén­ dice de dos Cuadernos—, la revista Contorno

(1953-1959) ha suscitado el interés de los es­

tudiosos porque con ella comienza una nueva manera de situarse de la intelectualidad argen­ tina. Inaugurando una franja crítica y de de­ nuncia diferente de las ya que habían ejercido las tradiciones socialistas o nacionalistas, los jóvenes de Contorno también se habían cono­

cido en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires y habían colaborado con la re­ vista Centro, publicación del Centro de Estu­ diantes de dicha facultad. La revista Contorno

es el mejor ejemplo, en el terreno cultural, de los cambios fundamentales e irreversibles que el peronismo había generado en la vida argen­ tina. En todo caso, es una prueba contunden­ te de la pérdida de atracción para las nuevas generaciones -aun para quienes se habían ini­ ciado como opositores al gobierno peronista­ de esa tradición liberal y democrática tan de­ nostada por el nacionalismo y el peronismo. En las postrimerías del gobierno peronista, la revista dirigida por los hermanos David e Is­ mael Viñas produjo una novedosa revisión de la historia de Ia literatura argentina. Teniendo como modelo a la revista de lean-Paul Sartre, Les Temps Modernes, pero obsesionados por la

realidad argentina, los animadores de Contor­ no trataron de dar forma en el territorio nacio­

nal al ideal sartreano del intelectual compro­ metido. Abrevando en fuentes de un marxismo

se reveló como un gran fiasco, uno más de los tantos que ya había acumulado la historia del siglo XX argentino. El pasaje del entusiasmo al desengaño fue tematizado por los contornistas como “la traición de Frondizi”. Si Perón “trai­ cionó” ayer a los obreros, Frondizi “traiciona­ ba” ahora a los intelectuales de izquierda. Y una

vez más, los itinerarios políticos y culturales se revelan lábiles y permeables. La “opción” Fron­ dizi pudo entusiasmar tanto a los nacionalistas

y filofascistas nucleados alrededor de la revista Dinámica Social (1950-1965) como a los mar­ xistas sartreanos de Contorno.

En el terreno literario, Contorno acusó a los escritores del “sistema-Sur” por su falta de

compromiso, lo que fue tematizado como la “traición de los hombres honestos” (Borges, Mallea, Mujica Lainez). Al buscar modelos en los “hombres vivos” y no en las “sombras ilus­ tres”, en las páginas de Contorno se rehabilitó a escritores como Roberto Arlt, Manuel Gálvez

o Ezequiel Martínez Estrada. Calificados de “la

generación de los parricidas argentinos” por la

revista uruguaya Marcha, los contornistas buscaron especializarse en la “dramática ocu­ pación de ejercer la denuncia” y produjeron una saludable revisión de la historia de la lite­ ratura argentina. Si al descreer de la especifici­ dad de lo literario se alejaron de la rigidez aca­

démica imperante en los estudios literarios, Io cierto es que la preocupación literaria y cultu­ ral terminó siendo completamente absorbida

ecléctico e irreverente, fuertemente teñido por el existencialismo y el psicoanálisis, la revista Contorno inicia un nuevo estilo de interven­

por las batallas políticas e ideológicas, como lo demuestra la temática misma adoptada en los

ción crítica y de denuncia. Pero a la hora de de­

grado al peronismo y el otro, al frondicismo. En esto, las semejanzas con la primera genera­ ción revisionista son evidentes, aunque los críticos no hayan prestado atención a este pa­ ralelismo. Si los revisionistas encontraron en

finir una alternativa política que fuese capaz de superar la impasse liberal y la ‘encrucijada’ pe­

ronista, la apuesta al desarrollismo frondicista,

que tanto sedujo a los redactores de Contorno,

dos números finales de la revista, uno consa­

187

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

la historia la disciplina ideal para ocuparse de hacer política y para formular un nuevo pro­ grama político, los contornistas encontraron en el estudio de la literatura argentina, del pa­ sado y del presente, un territorio de predilec­ ción para elaborar un nuevo proyecto político: el de una “nueva izquierda argentina” que ya empezaba a adquirir los “contornos” de lo que muy pronto sería la “izquierda nacional”. En el terreno propiamente cultural y lite­ rario, Contorno buscó distanciarse tanto de la

bién deslindar posiciones con los sectores que desde la izquierda tradicional -la del Partido Socialista y la del Partido Comunista- busca­ ban capitalizar la orfandad y el descontento de los obreros peronistas. En el vocabulario mar­ xista de los hombres de Contorno, esos obreros

generación martinfierrista como de la revista Sur, cuestionando abiertamente a su directo­

fórmulas muy sugestivas, como aquella de “las

ra, Victoria Ocampo, “señora de la Cultura”, y a su revista, a la que calificaban de “triste ca­

en la vida cultural y política argentina. Es difí­ cil no compartir la idea de Marcela Crocce se­

terva de intelectuales” que se presta a “los más viles menesteres”, poniéndose al servicio del

gún la cual, si la revista hubiese seguido publi­

“antiperonismo colonialista”. La común oposición al régimen peronista, que había

tariado” sin el cual ningtma “revolución” sería

posible. Con una prosa ágil y desenfadada, buscando diferenciarse del encorsetado voca­ bulario académico, los contornistas utilizaron izquierdas, esas solteronas” o del “estrabismo”

cándose, el próximo número hubiese estado dedicado al castrismo o al guevarismo.

mantenido unida a la casi mayoría de los sec­ tores intelectuales, comenzó entonces a res­

LA INFLUENCIA DE LA REVOLUCIÓN CUBANA

quebrajarse seriamente. Si ese frente unitario aparece delineado en el famoso número 237 de la revista Sur, fechado en noviembre-di­ ciembre de 1955, el número 7-8 de la revista

Si el peronismo, ese “hecho maldito” de la historia argentina, había significado una ver­

Contorno consagrado al peronismo, que lleva por fecha julio de 1956, es el mojón visible de

dadera división de aguas —que se hizo más ta­

jante aún después de su caída—, la Revolución Cubana ejerció una influencia que merece no

ser desestimada. Esa primera “revolución en

esa ruptura. Los artículos de este número

castellano”, que había nacido bajo signos al co­

pueden leerse aún hoy con interés por el es­ fuerzo intelectual y conceptual que muchos de sus autores estaban realizando para eluci­

mienzo equívocos —hasta el punto de que la elite liberal comparó la caída de Batista con la de Perón, viendo en ambos acontecimientos la

dar el “fenómeno peronista”. Así, por ejemplo,

clausura de una época de regímenes dictato­ riales-, generó entusiasmos masivos y no po­ cas condenas y contribuyó a agudizar un en­

el artículo de Tulio Halperín Donghi, “Del fascismo al peronismo”, que inaugura una preocupación que ya no abandonará nunca a su autor y que originó una obra imprescindi­ ble para entender no ya al peronismo sino a

188

ya eran claramente identificados con el “prole­

toda la historia argentina del siglo XX. Para construir un nuevo proyecto cultural y político, la revista Contorno necesitaba tam­

frentamiento en el que la cultura quedaría cada vez más subsumida por la política. Se tra­

ta de una época que Sur, “revista de minorías”,

ya no podrá comprender. El desplazamiento de una cultura elitista a una cultura de masas —comenzada ya durante la década peronista­

LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLITICA

encontrará en la expansión y modernización de los sesenta un clima de época muy particu­ lar, estudiado en los trabajos de Oscar Terán, Silvia Sigal y Federico Neiburg. Son los años en que una revista como Primera Plana, diri­ gida por el periodista Jacobo Timerman, in­ fluía sobre la política hasta el punto de que se

le adjudicó la caída del gobierno de Illia, orientaba los gustos literarios y cinematográ­ ficos del público de clase media y difundía el psicoanálisis y el boom de la literatura latinoa­ mericana esa literatura que la revista e institu­ ción cubana Casa de las Américas apoyaba y

promocionaba y que Sur seguía ignorando. Un símbolo de este aumento general del con­ sumo cultural fue la creación de la Editorial Universitaria de Buenos Aires, EUDEBA, con

publicaciones que se vendían por millones de ejemplares en los quioscos de diarios y revis­ tas. Esta época de efervescencia cultural y de liberalización de las costumbres se producía en el marco político de la Guerra Fría y con un peronismo que crecía al calor de las proscrip­ ciones. A pesar de la rigurosa veda política que intentaba irnponérsele, el peronismo seguía siendo la fuerza que más pesaba electoralmen­ te. En esta época de omnipresencia devorado­ ra de lo político se producirá el agotamiento lento pero inexorable de la revista Sur. La primacía de la política tuvo durante el laboratorio desarrollista una publicación am­ biciosa, la revista Qué, financiada por el em­ presario Rogelio Frigerio, hasta el punto de que por aquellos años se la llamó “la biblia”; aunque Contorno, identificada también con la apuesta frondicista, la haya criticado acerba­ mente. En el territorio de las revistas de opi­ nión, el castrismo y el guevarismo se materia­ lizaron tempranamente con la publicación de la revista Che —dieciséis números entre octu­

bre del 1960 y noviembre de 1961-, cuyo títu­

lo es ya demasiado tributario de una agenda que va perdiendo en el camino las urgencias culturales.

La enorme popularidad que despertaban en la juventud latinoamericana la causa cubana

y la figura emblemática del Che Guevara des­ concertaba e indignaba a la directora de la re­ vista Sur. La atribución de premios literarios que Cuba realizaba a través de La Casa de las Américas ejerció un poderoso atractivo entre los escritores latinoamericanos, convirtiendo a la pequeña isla en una especie de “Roma anti­ llana”, según la fórmula de Halperín Donghi. No es para nada anecdótico que esta institu­ ción cubana haya provocado la primera crisis digna de ese nombre en la larga vida de la revis­ ta Sur. José Bianco había sido invitado a Cuba a

tomar parte en actividades culturales organiza­ das por la Casa de las Américas. El escritor in­ sistió en que iba como persona privada y no co­

mo representante de Sur, pero Victoria Ocampo publicó una declaración afirmando que la revista rechazaba la iniciativa. Bianco se encontró en una situación intolerable y presen­

tó su renuncia como jefe de redacción, después

de haber desempeñado el cargo durante vein­ titrés años. La indignación y las perplejidades de la directora de Sur irían en aumento, como lo indica su comentario ante el éxito editorial de algunos autores argentinos que habían cola­ borado en su revista y que ahora se pronuncia­ ban a favor de la Revolución Cubana: “Al mis­ mo tiempo, hecho insólito, el vulgo compra las obras de Cortázar (tan luego de Cortázar) y se pasea con sus libros en Torino o en subte o en colectivo. Sin embargo, Cortázar es netamente un autor para minorías, no para lectores a quie­ nes ha de aburrir fabulosamente, porque no es­ tán preparados para digerirlo y saborearlo”.

189

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

Los acontecimientos políticos argentinos también resultaron desconcertantes para la re­ vista Sur. En 1970 cesó la aparición regular de ésta. La revista comenzó entonces a narrar su

porar como temas prioritarios de sus agendas las cuestiones culturales y nacionales. Dentro de la ortodoxia y el dogmatismo comunistas,

historia, publicando números anuales o se­ mestrales que reeditaban lo mejor de su pro­

trechamente limitado a la traducción de auto­

pia producción. Las palabras de Victoria

—apoyándose en la traducción al castellano de

Ocampo para explicar el cierre de Sur “des­

los escritos del comunista italiano Antonio

pués de cuarenta años” son patéticas: “En toda mujer se oculta un ama de casa que ejerce su

Gramsci- produjo una renovación que algu­ nos no dudaron en calificar de “revolución

vocación de fregona en los más variados me­ nesteres (...) Barramos pues el piso, enjuague­ mos los platos (...) apaguemos las luces, abra­ mos las ventanas para ventilar”. No existieron muchas revistas argentinas dirigidas por mu­ jeres y Sur fue durante este período una nota­ ble excepción. Que su directora —quien tam­

cultural”. Sin embargo, Agosti logró mantener su iniciativa dentro del cauce partidario. Este

bién había fundado la Unión Argentina de Mujeres- anunciase su cierre con la metáfora del regreso a los quehaceres domésticos, po­ dría hacer perder de vista -bajo el impulso de una irrefrenable incredulidad- la dimensión desesperada de tal acto: Victoria Ocampo es­ taba renunciando a la vocación de hacedora y mediadora cultural que había sostenido toda su vida. Más que por la enfermedad o la vejez, esta renuncia aparece signada por un gran de­ saliento frente al rumbo que iban adoptando los acontecimientos nacionales e internacio­ nales. Y este desaliento no era privativo de la directora de Sur. REVISTAS COMUNISTAS

La radicalización y el cimbronazo que afectaron a grandes sectores de la sociedad ar­

gentina llegaron hasta las filas del propio Par­ tido Comunista. Los intelectuales ligados a es­

ta formación política también sintieron el 190

impacto del peronismo y comenzaron a incor­

con un mundo de referencias culturales es­

res rusos, la obra de Héctor Pablo Agosti

intelectual comunista estaba dotado de un particular sentido del equilibrio, el mismo que le permitió dirigir desde 1950 hasta su muer­ te, en 1984, la revista Cuadernos de Cultura, fi­

nanciada por el Partido Comunista Argentino, que alternaba en sus páginas la ortodoxia de un Ghioldi o un Codovila y las polémicas agi­ tadas de jóvenes militantes fascinados por las lecturas de Gramsci. Pero las ambiciones inte­ lectuales de Agosti no eran las mismas que las de sus jóvenes discípulos y la divergencia de itinerarios se hizo entonces inevitable.

Cuadernos de Cultura se había iniciado en

los tiempos del peronismo como una publica­ ción materialmente modesta, casi artesanal. En 1952, sus animadores crearon la Casa de la

Cultura Argentina reuniendo a intelectuales de otros horizontes políticos. En 1958, si­ guiendo la orientación del Partido Comunis­ ta, la revista apoyó al candidato Arturo Fron­

dizi. Pero el presidente elegido terminó clausurando por decreto la revista Cuadernos de Cultura así como la Casa de la Cultura Ar­ gentina. Combinando períodos de legalidad y de clandestinidad, la revista comunista festejó

sus veinticinco años de existencia en 1975, contando en su haber con 128 números publi­ cados. Cuadernos de Cultura logró ser un im­

LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLITICA

portante referente intelectual para muchos

noraria de la revista. El título mismo de la pu­

lectores y no sólo para los militantes comunis­ tas preocupados por los temas culturales. Per­

blicación —y de la editorial- es un homenaje al

manentemente tironeado entre la necesidad

de autonomía que todo intelectual necesita para ejercer su vocación y las exigencias de la dirección partidaria que financiaba la revista, Héctor Pablo Agosti, “el primer gramsciano argentino”, generó un espacio de debate que, con la grilla interpretativa del comunista ita­ liano, también buscaba comprender los pro­ blemas de la sociedad argentina después del “tembladeral” peronista. Cuadernos de Cultura

abrió incluso un debate interesante con los “peronistas de izquierda” (Arturo Iauretche, Juan Iosé Hernández Arregui) y en las páginas de esta revista, Agosti pudo elaborar las tesis de sus principales libros. Dentro de esta matriz iniciada desde la or­

todoxia del Partido Comunista, algunos discí­ pulos de Agosti produjeron escisiones que, al calor de la radicalización de los años sesenta,

darán lugar a la creación de dos nuevas revis­

tas político-culturales: Pasado y Presente (1963-1965), publicada en Córdoba por el grupo que dirigía Iosé Aricó, y La Rosa Blinda­

da (octubre de 1964-septiembre de 1966), edi­ tada en Buenos Aires bajo la dirección de Iosé

Luis Mangieri y Carlos Alberto Brocato. Am­ bas publicaciones son la causa por la que sus animadores y colaboradores (Iuan Carlos Por­ tantiero, Iosé Carlos Chiaramonte, Oscar del

Barco, Iuan Gelman, y Andrés Rivera, entre otros) fueron expulsados del Partido Comu­ nista Argentino, acusados de “desviacionismo

libro homónimo que el poeta comunista había escrito para dar cuenta de su experiencia du­ rante la Guerra Civil Española. Las críticas al director de Cuadernos de Cultura son similares

en ambos grupos disidentes: se le reprocha a Agosti su obediencia al mandato político de Victorio Codovila. Pero también son coinci­ dentes los elogios retrospectivos de sus heréti­

cos discípulos: se rescata su aporte en temas culturales y fundamentalmente que haya sido el introductor del pensamiento de Gramsci en la Argentina. El índice de los nueve números de La Rosa Blindada indica claramente que los temas culturales —incluso las artes plásticas- y los temas políticos —aun los más radicalizados sobre Cuba o Vietnam- podían coexistir ale­ gremente en las páginas de la revista. Aunque el final de esta publicación aparezca estrecha­ mente ligado al clima político inaugurado por el golpe militar de junio de 1966, lo notable es que la editorial La Rosa Blindada continuó su actividad y, aunque editó libros de “adoctrina­ miento revolucionario”, también siguió publi­ cando incansablemente libros de poesía. En el estudio preliminar a la publicación del índice —y a la reedición de algtmos artículos— de La Rosa Blindada se afirma, no sin pertinencia, que “la poesía para esta editorial seguía siendo primordial, aun cuando toda la cultura argen­ tina se había blindado como la rosa de Raúl”. Los ¿nos SETENTA

izquierdista”. Pero si el grupo de Pasado y Pre­

Paradójicamente, si la “iglesia” de los ateos

sente se autopercibía como parte “de una ge­ neración que no reconoce maestros”, los parti­ cipantes de La Rosa Blindada habían dado al poeta Raúl González Tuñón la dirección ho­

argentinos no dudaba en excomulgar a quie­ nes se iban acercando ineluctablemente a pro­ puestas cada vez más radicalizadas, la Iglesia Católica impulsó desde su propio seno esa ra­

191

LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL

dicalización. La experiencia del Concilio Vati­

Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos

cano II fue retomada por la publicación ar­ gentina que mejor representó ese camino:

Aires. De su diálogo con los marxistas sartrea­ nos de Contorno y con el ex director de la re­ vista De Frente, John William Cooke, radicado

Cristianismo y Revolución, con treinta núme­

ros publicados entre septiembre de 1966 y septiembre de 197 l. El Concilio Vaticano II de

1965 y los documentos emanados de él dieron forma a una nueva orientación para los cató­ licos. Se condenaba allí “la pobreza, la injusti­ cia y la explotación”, se denunciaba “el afán humano de poder y riquezas”, se incitaba a los cristianos a “luchar por la igualdad y contra la

Cristianismo y Revolución hasta su muerte ac­ cidental en 1970. La revista comenzó a publi­ carse apenas tres meses después de la instala­ ción del régimen militar de Onganía y en sus páginas se recusó frontalmente el “cristianis­

injusticia”. Y si en esta lucha la violencia no fue

que, para Elorrio y sus discípulos, no era ni verdaderamente “cristiana” ni remotamente

preconizada de modo oficial, la excepción que dejaba abierta era ya demasiado susceptible de interpretaciones apasionadas. Los sacerdotes obreros se habían anticipado en la práctica a

estas ideas, pero la creación en 1967 del “Mo­ vimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo” y de los “Obispos del Tercer Mundo”, así como

la famosa conferencia de Medellín del episco­ pado latinoamericano en 1968, dieron a esta

iniciativa católica un sesgo que sus autores ya no pudieron controlar. Esta “teología de la li­ beración” encontró en las páginas de la revis­ ta Cristianismo y Revolución, dirigida por Iuan

García Elorrio, un modo de debatir los pro­ blemas políticos y culturales que era inversa­ mente proporcional al estilo que seguía propi­

ciando la revista católica Criterio. Así, por ejemplo, el primer número de Cristianismo y Revolución indicaba, en la pluma de su direc­ tor, que “la revolución no sólo está permitida sino que es obligatoria para todos los cristia­ nos”. Y esta revolución tenía que ser, en el con­ texto argentino, “popular y nacional”, es decir, peronista. Originario de una familia católica conservadora, García Elorrio había renuncia­ do a su carrera eclesiástica, realizado el iniciá­ 192

en Cuba, extrajo conclusiones y enseñanzas que lo llevaron a crear y a dirigir la revista

tico viaje a Cuba y frecuentado la Facultad de

mo” de esa autodenominada “revolución”

“revolucionaria”.

Son ya conocidas la radicalización y la pe­

ronización de amplios sectores de las clases medias durante estos años. La recordada “no­ che de los bastones largos” en la Universidad de Buenos Aires llevó a la renuncia y al exilio a muchos docentes. El espacio posible para una “tranquila” instalación académica fue re­ duciéndose hasta casi desaparecer. Si el pero­ nismo seguía teniendo un peso indiscutible en el mundo obrero, gracias a las estructuras sin­ dicales, y aun a pesar de la división de esas es­ tructuras sindicales, la radicalización y la pe­ ronización de amplios sectores de las clases

medias llevaron por momentos a puntos de encuentro muy significativos entre militantes peronistas y escritores o intelectuales, como en la experiencia de la CGT de los Argentinos,

dirigida por Raimundo Ongaro, cuyo influ­ yente periódico fue concebido y realizado por el escritor Rodolfo Walsh, hoy desaparecido. Signo de la época, si la revista Sur concluía que ante este panorama sólo quedaba el pru­ dente y amargo recurso del refugio en la inti­ midad hogareña, los sectores intelectuales que ya podían identificarse como pertenecientes a

LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLÍTICA

esa “izquierda nacional” que se venía gestando

gobierno militar, la audacia no logró ir más

desde 1955, se veían en cambio embargados

allá de agosto de 1976.

por el mayor optimismo. A veces excesivo, co­

Es importante destacar que aun en aque­

mo cuando festejaron el 25 de mayo de 1973, y despidieron en la Plaza de Mayo al general

llos temas en los que la revista Crisis tenía una posición indeclinable, como frente al revisio­ nismo histórico, nunca desdeñó la confronta­

Lanusse y a su equipo al grito de “no volverán”.

El optimismo político de este sector llevó a la creación de una empresa cultural cuyo título parecía, sin embargo, albergar ya pocas ilusio­ nes sobre la posibilidad de solucionar los pro­ blemas argentinos en esos tiempos cada vez más agitados y más violentos. Si la Í‘revolu­ ción” era una causa que ganaba cada vez más adeptos, el retorno del peronismo al gobierno no parecía poder frenar esa lógica de guerra que ya se había instalado dentro de las filas del propio movimiento. Sin embargo, la necesi­ dad de generar nuevos espacios culturales se empecinaba en existir. La revista que mejor lo expresó en los pocos años de retorno del pero­ nismo fue Crisis, dirigida por Federico Voge­ lius y Eduardo Galeano. El primer número de ésta apareció en mayo de 1973 declarando que su objetivo no era el de “reproducir los esque­ mas de las revistas tradicionales”. Los anirna­

dores de Crisis anuncian que van a ocuparse de los procesos literarios y de la revisión histo­

riográfica, pero que pretenden también “ana­ lizar los problemas de la infraestructura cultu­ ral, recoger los testimonios más escondidos y

marginados de la cultura popular, atender a las formas masivas de comunicación e infor­ mación”. Hasta marzo de 1976 se habían pu­ blicado 35 números de la revista Crisis y unos cuantos números temáticos de los Cuadernos

ción con las opiniones contrarias. Así, por ejemplo, la tendenciosa encuesta “¿Se enseña en la Argentina la historia real del país?” apa­ recida en diciembre de 1973, en la que se pu­ blicó la opinión de quince especialistas. No es sorprendente que sólo uno de los encuestados respondiera afirmativamente. Lo significativo es que no dudaran en darle la palabra al histo­

riador Enrique de Gandía, miembro de la Academia Nacional de la Historia, quien afir­ ma desde las páginas de la revista Crisis que “algunos problemas de la historia argentina son utilizados por los nazis y los comunistas en defensa de sus totalitarismos”. Si la opinión de los historiadores revisionistas aparece am­ pliamente representada y es mayoritaria, Cri­ sis no deja por ello de solicitar la opinión de historiadores menos propensos al maniqueís­

mo, como Félix Luna o Iosé Luis Romero, quienes también se explayan ampliamente en las páginas de la revista, pero para fundamen­ tar una posición alejada tanto de la versión li­ beral como de la interpretación revisionista. Aunque represente un modelo de politización absoluta, la revista Crisis es un buen ejemplo de que aun en una época histórica “terminal”, como la de aquellos años del gobierno de Ma­ ría Estela Martínez de Perón, las preocupacio­ nes culturales siguieron intentando, desespe­

de Crisis. Incluso luego del golpe militar del 24

radamente, ocupar un lugar en el mundo de

de marzo, el equipo de la revista intentó con­ tinuar la publicación bajo la nueva dirección

los argentinos. Si se comenzó este capítulo señalando que, en lo que hace a las revistas culturales argenti­ nas, el siglo XX se inicia con la publicación de

de Vicente Zito Lema. Aunque probaron adaptarse a la censura previa impuesta por el

193

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

Nosotros, huelga preguntarse ahora cuál es la publicación más representativa para cerrar el ciclo aquí estudiado. Cabe inclinarse por la re­ vista Punto de Vista, que aún sigue publican­

dose y cuyo primer número fue lanzado en pleno régimen militar. La historia de esta aventura, narrada por su propia directora, Beatriz Sarlo, es altamente representativa de la voluntad obstinada de un grupo de intelectua­

les. Estapbstinación por crear espacios pro­ pios de poder y de comunicación llevó a Bea­ triz Sarlo, Carlos Altamirano y Ricardo Piglia a imaginar el modo de continuar la experien­ cia de dirección que habían compartido en la revista Los Libros, fundada en 1967 por Héctor Schmucler y clausurada por los militares en mayo de 1976. Lo insólito es que para hacerlo recurrieran al apoyo financiero de un peque­ ño partido de izquierda que, aunque no pre­ conizaba la lucha armada, acababa de ser de­

clarado ilegal por el gobierno de Videla. El primer número de Punto de Vista fue publica­ do en marzo de 1978, aunque muy pocas per­ sonas lo hayan leído o se hayan enterado de su existencia: “quedamos literalmente cubiertos de sobrantes”, recuerda su directora. Peor aún,

mientras preparaban el tercer número de la revista, toda la dirección del grupo político que oficiaba de mecenas fue objeto de una fe­ roz represión. Pero el hecho no logró socavar la voluntad de los editores: “discutimos si ce­

rrarla definitivamente y concluimos que la publicación era tan invisible que no parecía completamente insensato arriesgarse a seguir editándola. Reafirmamos el pacto de guardar en absoluto secreto el vínculo inicial de la re­ vista con los políticos desaparecidos”. Tal deci­

sión dejó a este pequeñísimo grupo en inme­ jorables condiciones para ocupar un espacio 194

acorde con sus ambiciones intelectuales a par­

tir de 1983. La instalación exitosa en el mun­

do universitario y científico del período de­ mocrático otorgó a sus principales colabora­ dores una legitimidad académica que amplió el círculo de lectores de Punto de Vista. Sin embargo, desde el título mismo de la publica­ ción -poco ambicioso, por cierto- ya se estaba reconociendo que el “punto de vista” de los di­ námicos animadores de la empresa estaba des­ tinado a no ser más que eso: una opinión en­ tre muchas otras.

A MODO DE CONCLUSIÓN

Desde aquel título inclusivo y totalizador del “Nosotros somos todos” a este otro más modesto, o en todo caso resignado a no abar­ car ninguna totalidad, que se limita a ofrecer un Punto de Vista, se dibuja una larga trayec­ toria histórica, tal vez la de una especie en vías de extinción, que no es privativa del único es­ cenario argentino. La especialización acadé­ mica, la valorización de una estricta división

entre las disciplinas, las dificultades -aun en un mundo globalizado e informatizado- de sintetizar el conjunto de los conocimientos, sumadas en el caso argentino a las numerosas frustraciones de la vida política, con el resul­

tado casi siempre decepcionante del com­ promiso político de los intelectuales, ya dejan poco espacio para las revistas que sepan com­

binar en sus páginas vida cultural y análisis político. En todo caso, esta función parece hoy primordialmente ejercida por empresas periodísticas rentables, pertenecientes a gran­ des grupos de la industria de la información. El voluntarismo de un director, ese compro­ miso militante con una empresa cultural, ya no ocupa en este tipo de publicaciones el pa­

LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLÍTICA

pel motor y determinante que ocupó en todas las revistas aquí estudiadas. Que estas revistas hayan podido existir y desarrollarse, aun en períodos políticos muy poco favorables, su­ giere que no es posible establecer una relación mecánica entre los hechos culturales y los he­ chos políticos. Pensar en la interrelación de

cances sigue siendo una tarea difícil, por no decir imposible. No hubo proyecto cultural o político que no necesitara expresarse en una publicación periódica. Dilucidar la influencia

éstos permite detectar la primacía de uno u otro campo en cada momento histórico, sin caer en determinismos establecidos a priori. Si toda revista cultural es hija de su propio

no- de generar a su vez hechos políticos —y no

tiempo y difícilmente pueda abstraerse de las circunstancias políticas y sociales que la ro­ dean, las empresas culturales, como los itine­ rarios individuales y colectivos, son lábiles y permeables. Aunque el corpus aquí presente sea muy acotado -las publicaciones evocadas no son más que la punta del iceberg—, el papel que desempeñaron las revistas en la vida cultural y en la vida política de este siglo parece, re­ trospectivamente, muy importante. Sin em­ bargo, una valoración de sus verdaderos al­

que estas revistas ejercieron en la masa de lec­ tores, la manera en que influyeron en sus há­ bitos colectivos, e incluso su capacidad —o

solamente de registrarlos o de sufrirlos-, si­ gue siendo una tarea pendiente. Al servir de guía para intentar una mirada de conjunto de este largo siglo XX argentino, las revistas que supieron interesarse por la cultura y por la política oficiaron también como agradable compañía. El viaje fue menos amargo porque a través de esta constelación de tinta y de pa­ pel fue dibujándose un país en el que muchas generaciones de hombres y mujeres demos­ traron obstinadamente que, a pesar de tantas y sucesivas decepciones políticas, la Argentina

podía seguir siendo un territorio donde valía la pena vivir, trabajar, pensar y, obviamente, publicar una revista.

ORIENTACIÓN BIBLIOGRÁHCA El estudio de las revistas se fue irnponien­

Mucho más tardíamente, los historiadores se

do como una necesidad en la historiografía in­ ternacional de los últimos quince años. Tanto para la renovación de la historia cultural co­

fueron haciendo cargo del fabuloso mundo aún en nebulosa constituido por esas publicaciones

mo de la historia política las revistas aparecie­ ron como fuentes insoslayables y hasta enton­ ces poco auscultadas. En el caso argentino, el

periódicas “a mitad de camino entre el carácter de actualidad de los diarios y la discusión grave de los libros”. Así, por ejemplo, el Comité Argen­

tino del Comité Intemacional de Ciencias I-Iis­

impulso pionero fue dado por los estudiosos de la literatura, con una síntesis de envergadu­

tóricas consagró sus sextas jornadas, realizadas

ra, cuya primera edición es de 1962: HECTOR

presentadas en dichas jomadas fueron publica­

RENE LAFLEUR, SERGIO D. PROVENZANO y FER­

das en la revista Clio, n°4, Buenos Aires, 1997.

NANDO P. ADONSO, Las revistas literarias argen­

La creación, en 1986, del Institut Mémoi­ res de l’Edition Contemporaine (de aquí en

tinas 1893-1967, Buenos Aires, 1968.

en 1996, a Las revistas y la historia. Las ponencias

195

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

adelante, mencionado como IMEC) significó un impulso decisivo para el estudio de las re­ vistas francesas y de otras regiones del mun­ do. Gracias a esta inspiración e incitación del IMEC se realizaron en París dos importantes

bre revistas argentinas, que fueron reunidas en

encuentros internacionales consagrados al estudio de las revistas latinoamericanas del

de capital importancia para el estudio sobre las revistas argentinas. Su director, Olivier Corpet, realizó un trabajo tenaz de fomento

siglo XX: los coloquios del CRICCAL de 1988

en sus revistas, Buenos Aires, 1999.

La reflexión llevada a delante por el Insti­ tut Mémoires de l’Edition Contemporaine fue

y 1990, cuyas actas fueron publicadas como Le discours culturel dans les revues Latino­

de los estudios sobre revistas y ayudó a definir

Américaines, 1940-1970, París, 1990, y Le dis­ cours culturel dans les revues Latino-Américai­

el mundo de la prensa periódica: “la prensa in­

nes de Pentre-deux-guerres, 1919-1939, París,

escribe en modo afirmativo y la revista en mo­

1990.

Es fácil percibir que por sus propuestas,

do reflexivo”. Según Corpet, cada revista pue­ de ser considerada como “la expresión de una

sus objetivos y sus alcances, las revistas desem­

pasión” individual o colectiva. Y si cada una de

peñan un papel irremplazable y único en el mundo intelectual y en la vida cultural. Entre

ellas “busca abrir un espacio de sociabilidad li­

1996 y 1998, en el marco de un convenio de in­

el estatuto particular de estas publicaciones en tenta informar y la revista debatir. La prensa se

teraria e intelectual desde donde se organicen intercambios y confrontaciones”, al ser porta­

vestigación entre el Centre National de la Re­ cherche Scientifique (CNRS) y el CONICET, que tuvo como sede argentina a la Academia Nacional de la Historia, se interrogó sobre la posibilidad de ir más lejos y de explorar la in­

voces de los ideales y las ilusiones de una gene­

tersección entre la vida política y la vida cultu­

ideológicos, las revistas de ideas comportan

ral a través de las revistas de opinión. Las re­ vistas que combinaban el debate y el combate de ideas parecieron un corpus por demás esti­ mulante para elaborar una historia de la inte­ lectualidad argentina. El resultado de este tra­

siempre grandes desafíos: “Ligadas a grupos, a

bajo se encuentra en la obra codirigida por DIANA QUATTROCCHI-WOISSON y NOEMI GIR­

BAL DE BLACHA, Cuando opinar es actuar. Revis­

tas argentinas del siglo XX, Buenos Aires, 1999.

Contemporánea de esta iniciativa fue la reu­ nión internacional organizada por SAUL Sos­ NOWSKI en Buenos Aires con el objeto de cele­

brar los primeros veinticinco años de su 196

el libro La cultura de un siglo: América latina

revista Hispamérica. En dicho encuentro se presentaron muchas ponencias novedosas so­

ración, cada nuevo emprendimiento puede parecer “la organización de un complot”. En la

afirmación y delimitación de territorios, así sean éstos generacionales, estéticos, morales o

movimientos de ideas, reunidas en torno a fuertes personalidades, las revistas de ideas son ante todo revistas de intelectuales com­ prometidos cuya ambición es desarrollar una reflexión sobre todos los fenómenos de la vida

social y cultural, promoviendo debates sobre las cuestiones políticas, ideológicas, sociales o éticas”. Algo similar afirmaba el escritor Paul Valéry, en su discurso de recepción en la Aca­ demia Francesa, cuando decía que las revistas eran “verdaderos laboratorios donde se cal­ dean los ánimos y se experimentan numerosas tentativas, audaces e incluso irnprudentes hi­ pótesis que permiten avanzar a las ciencias y a

LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLÍTICA

las artes con un entusiasmo renovador”. Véa­ se OLIVIER CORPET, “La revue”, en Histoire de

Droites en France, tomo 2, París, 1992, y del mismo autor, “Les revues d’idées” y “Revues littéraires”, en Encyclopaedia Universalis, París, 1990.

Es indudable que la decisión de crear una revista responde a un imperativo en el que se cruzan necesidades individuales y colectivas. La aparición y la publicación regular de una revista permiten a sus directores y colabora­ dores crear una esfera de influencia nada des­ preciable en el terreno de las actividades inte­

lectuales. Tanto para la creación literaria o artística, como para las disciplinas que hoy se han dado en llamar ciencias humanas y socia­ les —la historia, la filosofía, la política o la crí­

tica literaria-, la revista es un instrumento

ción sine qua non en el lanzamiento de una re­ vista, a tal punto que una revista es a menudo la historia de una aventura personal y de una obstinación individual. Sin embargo, y a pesar de ese acendrado individualismo que las ca­ racteriza, algunas revistas logran trascender estos límites y convertirse en canal de una ex­ presión colectiva. Si toda revista responde a una estrategia de poder individual o grupal, las redes que se tejen alrededor de una empre­ sa de estas características, entre directores y

colaboradores, entre redactores y público, constituyen una zona de influencia cuyos al­ cances no siempre es posible cuantificar, ni

predecir. Si su tirada y permanencia en el tiempo pueden dar algunas indicaciones, no se agota allí la capacidad de influencia de una publicación.

muy adecuado en toda estrategia de poder in­ telectual. No hay actividad profesional ligada al pensamiento que no necesite poseer su pro­ pio canal de expresión y es fácil detectar el re­

Para el estudio de las revistas argentinas es de suma utilidad el repertorio pormenorizado

flejo corporativo en el surgimiento de toda publicación especializada. En una revista se promocionan libros, autores, cursos, confe­

Buenos Aires, 1993-1998. También la ASOCIA­ CIÓN ARGENTTNA DE EDITORES DE REVISTAS co­

rencias; en ella se consagran cánones estéticos

caciones periódicas a partir de la muestra

o epistemológicos aexpensas de otros cánones estéticos y epistemológicos. Los climas de épo­ ca y los fenómenos de moda no son desprecia­ bles, pero lo que es constante en estos proyec­

realizada en la Biblioteca Nacional en 1994: Ca­

de WASHINGTON LUIS PEREYRA, La prensa litera­

ria argentina 1890-1974, cuatro volúmenes,

menzó a ocuparse del estudio de algunas publi­

tálogo de la muestra: Los primeros 100 años de las

tos es la ambición de poder que signa la

revistas argentinas, 1837-1937, Buenos Aires, 1994; Historia de las revistas argentinas, dos to­ mos, Buenos Aires, 1997. Una historia general,

empresa. Para fundar una revista hay que estar

amena y bien documentada es la de CARLOS

convencido de tener algo original para decir y comunicar. El mensaje que intenta enviarse a un público determinado pareciera justificar el emprendimiento, pero hay otros móviles, que, sin ser ocultos, no son siempre conscientes en quienes identifican la necesidad de una activi­

ULANOVSKY, Paren las rotativas. Historia de los

grandes diarios, revistas y periodistas argentinos,

Buenos Aires, 1997. Un trabajo más amplio y erudito es el de BOYD G. CARTER, Historia de la

literatura hispanoamericana a través de sus revis­

tas, México D. E, 1988. El papel desempeñado

dad cultural de esta índole. La presencia de

por los intelectuales españoles en la prensa y en

una personalidad fuerte y decidida es la condi­

las revistas argentinas ha sido estudiado por

197

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

EMILIA DE ZULETA, Relaciones literarias entre Es­

paña y la Argentina, Madrid, 1983. El lamentable deterioro del sistema biblio­

tecario argentino, que en algtmos períodos lle­

gó a ser el mejor de América latina, hoy no permite siquiera disponer de lugares de con­ sulta donde se encuentren colecciones com­ pletas de las revistas más importantes. La dis­ persión es la regla. Si la Biblioteca Nacional o la Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Le­ tras de la Universidad de Buenos Aires dispo­ nen aún de fondos importantes, la posibilidad de conservarlos en buen estado y de ofrecerlos a la consulta parece presentar una contradic­ ción insalvable. Además, a causa de los dife­

rentes períodos de veda política o de repre­

sión, hay títulos que son prácticamente inhallables en los repositorios argentinos. Fundaciones privadas y coleccionistas intenta­

ron suplir estas falencias, dándose el caso muy singular de Washington Pereyra, quien a tra­

vés de su fundación Bartolomé Hidalgo orga­ nizó un repertorio pormenorizado y un espa­

198

análisis y de interpretación para muchos de los períodos y de las revistas aquí menciona­ das: CARLOS ALTAMIRANO y BEATRIZ SARLO, Lite­

ratura y sociedad, Buenos Aires, 1983, y Ensa­ yos argentinos. De Sarmiento a la vanguardia, Buenos Aires, 1997. Para la constelación de las revistas comu­ nistas. véanse: HECTOR P. AGOsTI, Nación y cul­

tura, Buenos Aires, 1982; IOsE ARICO, La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en América la­ tina. Buenos Aires, 1988, y NESTOR KOHAN, “La

Rosa Blindada. Una pasión de los ‘60”, Buenos Aires, 1999.

La revista Sur contó con el trabajo pione­ ro de JOHN KING, “Sur, estudio de la revista li­

teraria argentina y de su papel en el desarrollo de una cultura, 1931-1970”, México D. F., 1989

(su primera versión en inglés: Cambridge, 1986). Una excelente biografía de Victoria Ocampo es la de LAURA AYERZA DE CASTILLO y

ODILE FELGINE, Victoria Ocampo, París, 1990, así como las obras de BLAS MATAMORO, Genio

y figura de Victoria Ocampo, Buenos Aires,

cio de consulta muy completo de revistas

1986, y OscAR HERMES VILLORDO, El grupo Sur,

argentinas y americanas. Para una visión social y políüca de las cues­

una biografía colectiva, Buenos Aires, 1993. Para la revista Martín Fierro, se remite a los

tiones culturales y literarias siguen mereciendo

estudios de C. CORDOVA ITURBURU, La revolu­

un lugar destacado los tres volúmenes de la His­

ción martinfienista, Buenos Aires, 1962; EDUAR­

toria de la Literatura Argentina, editados por el Centro Editor de América Latina; así como los

nos Aires, 1962; ADOLFO PRIETO (selección y

DO GONZALEZ LANUZA, Los martinfierristas, Bue­

estudios de IORGE RIVERA, El auge de la industria

prólogo), “El periódico Martín Fierro”, Buenos

cultural (1930-1955), Buenos Aires, 1968, y El

Aires, 1968, yAntología de Boedo y Florida, Cór­

periodismo cultural, Buenos Aires, 1995. El pre­

doba, 1964; BEATRIZ SARLO (antología y prólo­

cursor de este tipo de análisis es DAVID VIÑAS, Li­

go), Martín Fierro (1924-1927), Buenos Aires,

teratura argentina y realidad política, Buenos Ai­

1969.

res, 1964 (existen ediciones posteriores), y su más reciente Literatura argentina y política De

te útil el estudio de JORGE RUFFINELLI, “La revis­

Para la revista Caras y Caretas es sumamen­

Lugones a Walsh, Buenos Aires, 1996.

ta Caras y Caretas”, Buenos Aires, 1968. La re­

Los estimulantes trabajos de Carlos Alta­ mirano y Beatriz Sarlo aportan elementos de

vista Nosotros cuenta con un impresionante trabajo bibliográfico, editado por el FONDO NA­

LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLÍTICA

CIONAL DE LAS ARTES, Bibliografia de la revista

mo fuentes privilegiadas y que se interesan por

Nosotros 1907-1943, Buenos Aires, 1959. La re­

los cruces entre la vida intelectual y la vida polí­

vista Claridad fue objeto de una documentada

tica, tanto durante el período peronista como

tesis doctoral, la de FLORENCIA FERREIRA DE

durante los años sesenta: ALBERTO CIRIA, Política

CAsss0NE, ”Claridad y el intemacionalismo

y cultura popular: la Argentina peronista, 1946­

americano”, Buenos Aires, 1998. La revista Con­

1955, Buenos Aires, 1983; Cultura y Política en

torno posee un último y estimulante estudio, el

los años ‘60, Buenos Aires, 1997; DIANA QUAT­

de MARCELA CROCCE, ”Contorno: izquierda y

TROCCHI-WOISSON, Los males de la memoria.

proyecto cultural”, Buenos Aires, 1996.

Historia y política en la Argentina, Buenos Aires,

Para las revistas nacionalistas, siguen sien­ do imprescindibles los trabajos de ENRIQUE

SIGAL, Intelectuales y poder en la década del se­

1997 (primera edición en francés, 1992); SILVIA

ZULETA ALVAREZ, El nacionalismo argentino,

senta, Buenos Aires, 1991; PABLO SIRVEN, Perón

Buenos Aires, 1975, e Historia, cultura, nación,

y los medios de comunicación (1943-1955), Bue­ nos Aires, 1984; OSCAR TERAN, En busca de la

Buenos Aires, 1995.

Finalmente, merecen destacarse algunos es­ tudios más amplios, que toman a las revistas co­

ideología argentina, Buenos Aires, 1986, y Nues­ tros años sesenta, Buenos Aires, 1991.

199

62. LAS ARTES PLÁSTICAS Rodrigo Gutiérrez Vzñuales Elisa Radovanovic

Si en buena medida el imaginario creado por los artistas desde tiempos remotos ha te­ nido una presencia decisiva como fuente do­ cumental para la construcción de la historia, no es menos cierto que el arte, no ya como medio sino como fin, ha alcanzado un interés

terminante de la ciudad capital como centro consagrador.

Este capítulo se propone presentar una síntesis de algunos de los procesos históricos que jalonaron el ámbito de las artes de la Ar­ gentina. No encontrará el lector largas nómi­

científico que lo ha situado como una de las lí­

nas de artistas como se ha estilado en otras

neas de investigación histórica que más ha

ocasiones, cuyas trayectorias individuales son de público reconocimiento; algunas de ellas tendrán lugar ocasionalmente en el desarrollo del discurso. Se ha optado por hacer una selec­ ción de temas y realizar sobre ellos un acerca­ miento conceptual que permita enlazar ciertos hechos artísticos con la evolución histórica del

evolucionado. La construcción de nuevas lecturas sobre

el arte argentino ha traído consigo desafíos tan significativos y categóricos como la necesidad

cada vez mayor de alcanzar una rigurosidad documental que evite al máximo ligeras rein­ terpretaciones. Asimismo, se hace menester, ya

en el terreno de los análisis, romper ciertas es­ tructuras que se han mantenido inalterables y

que el tiempo y la indiferencia, a la hora de discutirlas o enriquecerlas con nuevos aportes, han terminado por asentarlas con comodidad.

Es este el caso de las “historias del arte argen­ tino" que han restringido su campo de miras a las producciones culturales de Buenos Aires, obviando casi siempre por completo la exis­ tencia de otros focos artísticos —que los ha ha­ bido y los hay, y de importancia para sus me­

país durante el siglo XX. En definitiva, no en­ contrará aquí el lector ni todos los temas ni to­ dos los nombres que hicieron al arte argentino del siglo XX, pero sí algunos medios y claves para acercarse a su comprensión.

LA PINTURA DE PAISAJES Y DE COSTUMBRES, PARADIGMAS DE UN “ARTE NACIONAL”

Cronológicamente, el presente capítulo se inicia en un punto crítico de la historia inter­

dios- en el interior del país, sin que esto

nacional, con la declaración de la Primera

signifique poner en tela de juicio el papel de­

Guerra Mundial, que señaló un punto de in­

201

LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL

flexión con el liberalismo que venía poten­ ciando una visión optimista y sin fin del pro­ greso. Fue el momento en que la Argentina se ubicó como “granero del mundo”. En lo que a la cultura respecta, la guerra europea significó para los países americanos el

poner en tela de juicio la validez de un mode­ lo intocable como paradigma cultural casi ex­ cluyente. Los cimientos políticos, económicos y culturales de Europa, que hasta entonces se habían creído firmes, mostraron su fragilidad

y los cuestionamientos no tardaron en llegar. De esto ya había dejado constancia el difundi­ do libro de Oswald Spengler La decadencia de Occidente.

En forma paralela, se acentuaron los deba­

tes en torno de la propia identidad. En esta mirada introspectiva, fueron banderas la recu­ peración de las formas artísticas de los perío­ dos precolombino y colonial, que habían sido relegados a un segundo plano. La evolución del pensamiento nacionalista y americanista de figuras como Ricardo Rojas se mostró en plena efervescencia. Producto de sus reflexio­ nes en tal sentido, fueron proyectos como la creación de una Escuela de Artes Indígenas en la Universidad de Tucumán, en 1914, con pre­ tensiones de instituto de artes decorativas, ins­ pirado en la estilización de modelos regionales

202

y en las imágenes de la arqueología indígena, pero adaptando todo ello a las necesidades de la industria y de la vida modernas. En lo que a la pintura respecta, si bien se consolidaron las normativas dictadas por las academias, a principios del siglo XX se inició una reacción, lenta pero firme, hacia nuevos horizontes estéticos. El paisaje y las escenas de costumbres, con presencia en el siglo XIX en la obra de los viajeros y de los costumbristas po­ pulares, fueron contaminados por el impre­

sionismo francés, el “manchismo” italiano, el

naturalismo, el simbolismo y otros muchos “ismos” que llegaban desde Europa traídos, por lo general, por los propios artistas que re­ tornaban tras estudiar en los grandes centros como París y Roma. La mirada de los americanos sobre su pro­ pia historia y realidad, en buena parte poten­ ciada por la crisis del modelo cultural europeo ya señalada, llevó a muchos artistas a fijar su atención en el habitante del continente, en sus

tradiciones, sus costumbres y en el paisaje en el que estaba inmerso, consolidando en forma gradual un imaginario básico para la afirma­ ción de la “identidad nacional" y la creación de una conciencia americana. Las temáticas autóctonas contaron con el

beneplácito oficial, manifestado con claridad en las sucesivas ediciones del Salón Anual de Bellas Artes, a partir de su creación en 191 l. Cupertino del Campo, redactor del reglamen­ to de aquél afirmó que “el artista es libre de elegir el tema que más cuadre a sus gustos y

tendencias [pero] el arte sólo será nuestro, verdaderamente nuestro, cuando lleve en la entraña algo del aliento viril y poderoso de la" pampa”.

La situación señalada se evidenció en la concesión de los premios, marco en el cual se mostró la preferencia por las obras de “temáti­ ca nacional”. Esto era consecuencia, también,

de cierta reacción contra las críticas que ha­ bían surgido durante la Exposición del Cente­ nario (1910) declarando que, en comparación con las escuelas europeas, la pintura argentina carecía de un “arte nacional”. En la Argentina, el costumbrismo tuvo co­ mo principal protagonista a la figura del gau­ cho. El máximo exponente del género fue Cesá­ reo Bemaldo de Quirós, autor durante los años

LAS ARTES PLASTICAS

l Florencio Molina Campos, Pa’tocar en el baile. Colección Zurbarán Galería. Buenos Aires.

veinte de la monumental serie Los Gauchos, con

la que alcanzó reconocimiento internacional. Florencio Molina Campos interpretó al hombre de campo en clave humorística, y alcanzó una

popularidad sin precedentes en el arte argenti­ no, a través de la difusión, en los años treinta y cuarenta, de las láminas de los almanaques de Alpargatas por él realizadas. Fue, además, uno de los escasos artistas que se impuso antes en el interior que en la propia Buenos Aires. En lo que toca al costumbrismo, debe seña­ larse el papel de relevancia que jugaron las pro­

parte, autor de una peculiar obra, donde tuvo cabida la religiosidad popular de la región nor­ teña. Los pueblos de la Quebrada de Huma­ huaca acogieron, a su vez, la actividad de nota­

bles artistas. Tilcara fue lugar de encuentro del ya citado Bermúdez con Iosé Alberto Terry y el

peruano Iosé Sabogal; en todos ellos latía la in­

fluencia estética del español Ignacio Zuloaga, prisma bajo el cual representaron los paisajes y costumbres del lugar. Sabogal, notable xilógra­ fo, fue la figura más sobresaliente de la pintura indigenista del Perú en los años veinte.

vincias del Noroeste argentino como foco irra­

La pintura de paisaje alcanzó su consolida­

diador de vocaciones artísticas que, inspiradas en temáticas autóctonas, tuvieron presencia en

ción y llegó a ser la manifestación más destaca­

las galerías porteñas. Se puede citar como

se produjo a partir de 1916, con el estableci­

ejemplo al santiagueño Ramón Gómez Comet, cuya exposición de 1921 en la Galería Chand­

besas, y más precisamente, luego de su instala­

ler de Buenos Aires, tras retornar de Europa, ha

ción en lschilín, su “verdadera obsesión

sido a menudo considerada como uno de los hitos de la renovación artística en el país. El tu­

pictórica”, tal como confesó el artista en 1921. La provincia de Córdoba se convirtió en para­

cumano Alfredo Gramajo Gutiérrez fue, por su

digma del “arte nacional”, en aquella “pampa"

da del arte en la Argentina. El impulso decisivo

miento de Fernando Fader en las sierras cordo­

203

LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL

l Fernando Fader. “Sendero florido", 1918. Museo Municipal de Bellas Artes “Juan B. Castagnino", Rosario.

donde se “refugiaba el carácter nacional”, al de­

indivisible de la historia de la ciudad, tuvo un

Fader condujo a ese espacio serrano a numero­

lugar prominente. En este apartado, dada su

sos artistas que persiguieron como intención el

vinculación al puerto, es posible incluir a la es­ cuela marinista, en la que se destacó, a princi­

emular a aquél, viendo en este camino una po­ sibilidad para consagrarse en Buenos Aires y, en buena medida, captar la atención de los co­ leccionistas. Dentro de este esquema puede si­ tuarse la obra de Luis Aquino, Luis Tessandori, ciertas obras de Atilio Malinverno o el primer

Antonio Berni. Nacidos en aquella provincia, sobresalieron como paisajistas Antonio Pedo­ ne y Iosé Malanca, este último viajero incansa­ ble por el continente americano.

Aun sin alcanzar la fortuna que tuvo el

204

talmente su puerto, factor de comunicación

cir de Cupertino Del Campo. El prestigio de

campo como motivo pictórico en la Argenti­ na, el paisaje urbano, en especial el de Buenos Aires, con sus plazas, sus calles y, fundamen­

pios de siglo, Justo M. Lynch, seguidor del gran precursor en el género, Eduardo De Mar­

tino. Lynch, a su vez, supo transmitir su afi­ ción al joven Oscar Vaz, engendrando así una nueva generación que mantuvo vivo el interés por los motivos del mar y del puerto. Obvia­ mente, no fueron los únicos en una rama en la que también sobresalieron Benito Quinquela Martín, figura principal de la llamada “Escue­ la de la Boca”, y Cleto Ciocchini, “el Sorolla de América”, como llegó a denominárselo, pintor

de los hombres del puerto y sus tareas en la ciudad de Mar del Plata.

LAs ARTES PLASTICAS

LA BÚSQUEDA DE UNA "MODERNIDAD

circulación de estampas japonesas permitía

AMERICANA": ARTES APLICADAS

otra de las fuentes esenciales del arte contem­

Y DECORATIVAS

poráneo, abriendo infinitas posibilidades pa­ ra incentivar el empleo de los arabescos y las líneas ornamentales. Las escenografías reali­ zadas para los ballets rusos puso a disposi­ ción de varios jóvenes ávidos de exotismo un

Al igual que ocurrió en la arquitectura, en cuanto al rescate de las manifestaciones de la

época colonial americana y al surgimiento y consolidación del estilo “neocolonial” (que tuvo en Martín Noel y en Ángel Guido sus más conspicuos cultores), las artes aplicadas y las artes decorativas vivieron una Edad de Oro en las primeras décadas del siglo XX. Los años veinte marcaron el punto culminante de

esta tendencia en la Argentina, cuya génesis firme había tenido lugar en 1918, con motivo del Primer Salón Nacional de Artes Decorati­

conjunto singular de herramientas que les ayudaron a romper moldes y buscar nuevos caminos.

Dado este panorama en el que la moda consistía en la búsqueda de “lo primitivo”, no había de extrañar que muchos artistas fijasen su atención en el arte ancestral de América. En

Alfredo Guido y Iosé Gerbino por un Cofre es­

tal sentido, el grupo de artistas argentinos es­ tablecidos en París en torno al pintor español Hermenegildo Anglada Camarasa, quien los incentivó a bucear en las colecciones de arte

tilo incaico. Era el reflejo de un proceso que se

precolombino del Museo del Hombre, tuvo un

había consolidado en Europa desde el XIX, te­

papel determinante en este movimiento, ha­ ciendo de la “Ciudad Luz” una prolongación

vas. En él, la Medalla de Oro fue otorgada a

niendo como marco fundamental a las expo­ siciones universales, acontecimientos que se

constituyeron en símbolos del progreso y marcaron el nacimiento del diseño industrial.

Se fue acentuando en forma gradual la nece­ sidad de un “arte industrial” que aunara belle­ za y utilidad; las artes decorativas (término que sellaba el final del antagonismo entre ar­ te e industria) se erigieron en un puente di­ recto para la integración de las artes, propi­

espiritual de América y fraguando el despertar

americanista que haría eclosión en los años veinte. Así, no es casualidad que dos artistas americanos vinculados a Anglada, el escultor argentino Gonzalo Leguizamón Pondal y el mexicano Adolfo Best Maugard, fueran pro­ pulsores de la enseñanza artística basada en los lenguajes prehispánicos en sus respectivos países. El primero publicó 10's Cuadernos Vira­

ciada sobre todo por los movimientos

cocha, en 1923, mientras que Best Maugard, en

modernistas.

el mismo año, hizo lo propio con su Método de

El creciente interés por la recuperación de las formas y lenguajes del arte prehispáni­ co, y su reinterpretación a través de las artes contemporáneas, pueden señalarse como un eco de movimientos que se estaban afirman­ do en París. En la capital francesa, el arte afri­ cano brindaba a Picasso y a tantos otros ar­

tistas constantes motivos de inspiración; la

dibujo. Tradición, resurgimiento y evolución del arte mexicano.

En los salones de artes decorativas de Bue­

nos Aires participaron activamente otros dis­ cípulos de Anglada en París y Mallorca, como Alfredo González Garaño y Rodolfo Franco, quienes fueron inclinándose decididamente hacia los diseños escenográficos, con claro in­

205

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

l Alfredo Guido y Iosé Gerbino. Pormlibros y cofre de estilo indígena, 1919.

flujo de los ballets rusos. El primero de ellos exhibió, en 1917, un notable trabajo de docu­ mentación compuesto por cuarenta y seis lá­ minas, destinado al decorado del ballet Caa­

LA CREACIÓN DE IMAGINARIOS VISUALES

porá, obra que Ricardo Güiraldes realizó

dentro del quehacer artístico argentino, cuyos estudios van despertando paulatinamente el interés por parte de los investigadores, es la re­ ferida a la difusión del arte y a su presencia en los medios. En los últimos años se han realiza­

inspirándose en una leyenda guaraní. En 1923 se presentó en el Teatro Colón de Buenos Ai­ res, patrocinada por la Comisión Nacional de Bellas Artes que dirigía Martín Noel, la Com­ pañía Peruana de Arte Incaico, que puso en es­ cena Ollantay. Franco efectuó, a la sazón, un cartel muy ponderado, mientras que los pin­

tores Jorge Bermúdez y Pío Collivadino reali­ zaron las decoraciones. Además de los salones de artes decorati­ vas, en los años veinte se consolidó una nueva iniciativa a través de la ejecución de las Expo­ siciones Comunales de Artes Aplicadas y De­ corativas, en las que los diseños de raigambre indígena se consolidaron como modelos a tra­ vés de la creación de mobiliario, textiles, al­ 206

fombras, objetos de uso cotidiano, cerámicas decorativas, juguetes de madera, etcétera.

DE DIFUSIÓN MASIVA

Una de las parcelas más determinantes

do trabajos tendientes a analizar aspectos has­ ta ahora bastante abstractos, como el del “pú­

blico de arte” y sus verdaderas injerencia y participación. Lo mismo puede decirse acerca de las revistas de arte y su alcance real como objeto de consumo. Entre las revistas más populares de cuan­ tas circularon en Buenos Aires a principios de siglo, debe señalarse a Caras y Caretas, que, aun sin ser específicamente de arte, incluyó en sus páginas noticias de los sucesos artístico­ culturales del momento, reproduciendo colo­ ridas imágenes con obras de artistas argenti­ nos y europeos.

LAS ARTES PLAsncAs

Caras y Caretas, dirigida por españoles al igual que Plus Ultra, de notable calidad edito­ rial, contó entre sus diseñadores con el asturia­

no Nicanor Álvarez Díaz, conocido popular­

mente como Alejandro Sirio, quien había llegado a Buenos Aires en 1910, pasando a co­ laborar al año siguiente, y hasta 1924, en dicha revista, de donde decidió salir por desavenen­ cias con los responsables. En ese año fue con­

tratado por el diario La Nación, donde tuvo a su cargo la dirección artística del suplemento de los domingos. Sirio mostró una_particular afición por la representación de escenas calle­ jeras con aglomeraciones y accidentes, motivos

portuarios en los que el principal protagonista era, frecuentemente, el inmigrante, hallando allí la mejor fuente para expresar su buen hu­

mor e ironía. Probablemente el trabajo más importante realizado por Sirio fueron las ilus­ traciones para el libro La gloria de don Ramiro de Enrique Larreta, tarea que le demandó tres años y medio. En los años treinta sus dibujos llenaron las páginas de la revista El Hogar y de numerosos libros que ilustró por encargo. En Caras y Caretas también colaboraron el gallego Juan Carlos Alonso, quien habría de llegar a ser director de esta revista y de Plus Ul­ tra, y el peruano Iulio Málaga Grenet. Se in­

corporaron, asimismo, Ramón Columba y Juan Carlos Huergo, Eduardo Álvarez, el boli­ viano Víctor Valdivia y los españoles Federico Ribas y Luis Macaya. La mayoría de estos crea­

dores mostró una decidida inclinación por la caricatura, propiciando que a partir de 1923 se diera inicio a la realización anual de un Salón

Salón de la Sociedad de Acuarelistas o el ya consolidado Salón de Otoño de la ciudad de Rosario (Santa Fe), que siguieron a la cabeza en cuanto a la consideración del público de ar­ te en la Argentina. En lo que respecta a la producción gráfica de aquellos años, sin duda el arte del cartel o afiche alcanzó un sitio de relieve, respondien­ do a aquella euforia económica que se desa­ rrolló en forma paralela al auge constructivo el crecimiento industrial y comercial que tra­ jeron consigo el nacimiento de la publicidad. Todo tipo de productos, cada vez más nume­ rosos, derivados de la nueva industrialización,

reclamaron una propaganda que permitiera difundirlos y venderlos fácilmente. Buenos Ai­

res tuvo significativos precedentes, como los concursos organizados en 1900 y 1901 para proveer de carteles anunciadores a los cigarri­ llos París. El segundo de ellos, de carácter in­ ternacional, con 555 participantes, fue el cer­ tamen de carteles más importante de cuantos se realizaron en el mundo. La caricatura y el cartel gozaron de una in­

tensa divulgación gracias justamente a revistas

como Caras y Caretas y Plus Ultra. Como se señaló, ambas estaban en manos de españoles, lo cual propició la circulación de reproduccio­ nes de obras artísticas peninsulares. Compe­ netradas con las ideologías hispanistas en bo­ ga, no lo fueron menos con respecto a las de tinte americanista, apoyando en sus páginas, sobre todo la segunda, aquellas manifestacio­ nes del arte basadas en raíces autóctonas.

como los de 1917 y 1918, organizados por Co­ lumba y Pelele-, aunque su repercusión fue lí­

En el sentido señalado, resulta digno de mencionarse el hecho de que se incorporaran en su diseño tipográfico figuras geométricas de claro influjo de las culturas incásicas. Simi­

mitada con respecto a los otros certámenes

lar característica pueden apuntarse muchas

más tradicionales, como el Salón Nacional, el

otras revistas culturales y artísticas de la épo­

de Humoristas -ya habían existido intentos

207

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

dia como el conocido periódico Martín Fierro (en el que críticos como Alberto Prebisch se mostraron inflexibles contra lo establecido), no estuvo cerrada a los aires nuevos. La presen­

cia en sus páginas de artistas como Rafael Ba­ rradas, Alfredo Guttero, Norah Borges, Alfredo

Bigatti o Emilio Pettoruti así lo demuestran. Prebisch, quien se inclinaba por apoyar al gru­

po de artistas argentinos residentes en París, manifestó a menudo su “disconformismo for­ mal” por las obras que se presentaban año tras año en los salones nacionales, y combatió las

artes decorativas —de notable divulgación en Áurea—, denominándolas “arte falso”.

Realidades como éstas abren paso para comprender las tensiones que el campo artís­ tico argentino experimentó ante la irrupción de las llamadas vanguardias y la dificil convi­ vencia de éstas con el “arte establecido”, esto es

Juan Carlos Huergo. Publicidad de Cigarrillos 43. De la revista Plus Ultra, febrero de 1918.

el “arte nacional” caracterizado por la pintura de paisajes y temáticas costumbrístas. El con­ flicto se manifestó con fuerza a mediados de los años veinte y se distendió a medida que los

ca, como Orientación, Áurea o la Revista del

Círculo, que los hermanos Guido promovie­ ron en Rosario. Otra publicación, Augusta, aun respondiendo al modelo de la inglesa The Studio, fue uno de los órganos propulsores del diseño indigenista y del arte español. En lo que respecta al arte del cartel y el dibujo, tam­ bién la huella del art nouveau quedó patenti­ zada en varias de las mencionadas revistas.

grupos innovadores fueron creciendo en nú­ mero y hallando espacios de expresión y legi­ timación. El año 1924 estuvo cargado de hechos sig­ nificativos, principalmente por la aparición en escena de Pettoruti, combatido por un sector de la prensa tradicionalista y apoyado por los miembros del periódico Martín Fierro -apare­ cido también ese año—, publicación que en sus

páginas se animaba a afirmar su posición CONFLICTO Y CONVIVENCIA

“frente a la ridícula necesidad de fundamentar nuestro nacionalismo intelectual, hinchando

ENTRE TRADICIÓN Y VANGUARDIA

valores falsos que al primer pinchazo se desin­

flan como chanchitos”. Fue también la tempo­

La revista Áurea, bajo la dirección del ar­ quitecto Francisco T. Gianotü, si bien no asu­ 208

mió en principio una postura tan de vanguar­

rada en que se inauguraron las salas de Amigos

del Arte, en las que en octubre se presentó la primera gran retrospectiva de Femando Fader.

LAS ARTES PLASTICAS

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Alejandro Sirio. Portada para el libro Cada cual de Antonio Pérez-Valiente de Moctezuma. Colección particular, Granada, España.

Asimismo, 1924 marcó la aparición de Eu­ rindia, conjunto de ensayos que el escritor Ri­ cardo Rojas había ido publicando en los años anteriores en las páginas de La Nación. En ella llegaba Rojas al punto culminante de sus teo­ rías y a su más definitiva posición respecto de la presencia de lo español y lo autóctono en el

“alma nacional” argentina. Allí proponía una doctrina basada en la conciliación de teorías

En la otra vereda, Emilio Pettoruti daba un

paso adelante en el proceso de renovación del arte argentino, con sus obras de influjo cubis­ ta y futurista, ampliando el campo de debate crítico. Este artista, originario de La Plata, de cuyo Museo de Bellas Artes habría de ser di­ rector entre 1930 y 1947, contó con el apoyo de un sector de la intelectualidad de “Florida";

años más tarde sería uno de los motores del

europeas “con la argentinidad, con el indianis­ mo y con la conciencia de lo continental. En esa fusión reside el secreto de Eurindia. No re­

Salón del Cincuentenario de La Plata, realiza­

chaza lo europeo: lo asimila; no reverencia lo americano; lo supera”. Dentro de esta concep­ ción tenían cabida obras como la Chola desnu­

Solar (nombre adoptado por Alejandro Schultz Solari), quien había escrito sobre Pet­ toruti en Martín Fierro, fue autor de una obra

da de Alfredo Guido, que ese mismo año fue premiada en el Salón Nacional; en este lienzo, que representaba una suerte de “Venus incai­ ca”, se unían el tema americano con modelos

plástica consecuente con una formación euro­ pea en el terreno de las ciencias ocultas, las re­ ligiones asiáticas y las técnicas de meditación, expresándose a través de formas y símbolos

estéticos europeos; en este caso, de clara filia­ ción hispánica.

geométricos, en algunos casos ¡omados de las culturas prehispánicas.

do en 1932 con un significativo conjunto de obras “renovadoras”. Otro artista peculiar, Xul

209

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

l Xul Solar. Mundo. 1925. Colección Rachel Adler Gallery, Nueva York.

En Martín Fierro, la mirada de Alberto

cuanto a las ideas de someter un cuadro “al

Prebisch como crítico se orientó en otro senti­ do. Para mediados de los veinte acababa de re­

ritmo de un edificio” o las de investigar sobre las leyes compositivas del clasicismo como

tornar de París, donde se había vinculado al

oposición al diseño invertebrado. Prebisch hacía alusión a la necesidad de

grupo de artistas argentinos que componían esencialmente los pintores Horacio Butler, Héctor Basaldúa, Aquiles Badi y el escultor Pa­

blo Curatella Manes, a quienes habría de apo­ yar incondicionalmente en sus escritos, per­ mitiéndoles una mayor presencia en el ámbito porteño a pesar de residir en Europa. Estos ar­ tistas se habían formado en torno a maestros

como André Lothe, un practicante tardío del cubismo, profesor y teorizador principal del “retorno al orden” clásico, a la armonía, al

210

formar “hombres modernos”, con mentalidad

moderna y preparados para recibir y asimilar la propuesta de buscar y entender las purezas formales de la geometría expresada a través de

los objetos producidos por la industrializa­ ción, más allá de sus virtudes puramente utili­ tarias. Las ideas plasmadas por Prebisch en es­

te sentido tuvieron cabida dentro de los postulados que Oliverio Girondo había pre­ sentado a manera de “Manifiesto” en el núme­

equilibrio y a la geometría, o Emile Othón

ro 4 de Martín Fierro, en donde se hacía eco de

Friesz. El aporte de Lhote a la formación de los

la existencia de “una nueva sensibilidad y una nueva comprensión”, para redondear diciendo

argentinos fue altamente significativo en

LAS ARTES PLASTICAS

que “Martín Fierro se encuentra (...) más a gusto en un transatlántico moderno que en un palacio renacentista”. En la capital francesa se perfeccionaron también otros artistas argentinos como Alfre­ do Guttero, Raquel Forner, Pedro Domínguez

Neira y el escultor Alfredo Bigatti, quienes fimdaron en Buenos Aires, a fines de los vein­

te, el Taller Libre, que se convirtió en uno de los centros de irradiación de las tendencias de vanguardia en Buenos Aires. De los artistas ci­

tados quizá quien más llegó a sobresalir fue Forner —Guttero murió en 1932-; se destacan

sus obras del período 1936-1939, coincidente con la Guerra Civil Española, acontecimiento que fue objeto de sus más dramáticas compo­ siciones expresionistas, demostrando la pre­

sencia que aquella conflagración, lo mismo que la Segtmda Guerra Mundial, tuvo en la Argentina.

Otros artistas que estuvieron en París du­ rante los veinte y principio de los treinta fue­ ron Iuan Del Prete, precursor del arte abstrac­ to en la Argentina, y Lino Enea Spilimbergo, eximio dibujante y autor de una de las obras pictóricas más notables de cuantas se realiza­

l Raquel Forner. Claro de luna, 1939.

En 1930 retornó desde París Antonio Ber­

ni, quien dos años después realizaría una

ron en el país, en la que cabían las leyes del cu­

muestra individual en Amigos del Arte, pre­ sentando obras de corte surrealista. El surrea­ lismo tendría en Claudio Lantier a uno de sus

bismo y las tradiciones del clasicismo italiano,

iniciadores en el país y en Iuan Batlle Planas, a

tal como se aprecia en su serie de “terrazas”, en

uno de sus más interesantes intérpretes, sobre todo a partir de las Radiografías paranoicas

las que se disponen desnudos y estáticas figu­ ras de gran solidez. Deudor del arte italiano contemporáneo fue Raúl Soldi, creador de un lenguaje propio caracterizado por la presencia de la figura femenina, los personajes de circo y de teatro, motivos tamizados por un palpable sentimiento poético. Soldi desarrolló, además, una importante labor como muralista, que in­ cluyó los frescos de la iglesia de Santa Ana de Glew (1953) y la decoración de la cúpula del Teatro Colón (1966).

(1936). El Grupo Orión, que integraban, entre otros, Luis Barragán, Leopoldo Presas, Bruno Venier, Orlando Pierri y Vicente Forte, afianzó esta corriente con sus dos exposiciones reali­ zadas en 1939 y 1940. Como afirmaba uno de sus participantes, Ernesto B. Rodríguez, el ar­

te abstracto “aspira a obrar sobre el espacio exterior, sobre la realidad de fuera, como el su­

perrealismo aspira a reflejar la realidad de dentro, de dentro del ser”.

2ll

LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

En 1933, Berni participó del “Ejercicio

tonces tendrán continuidad las celebraciones

Plástico" que, bajo la orientación del muralis­ ta mexicano David Alfaro Siqueiros, reunió en

anuales de éste, más adelante bajo la deno­ minación de Sociedad de Acuarelistas y Gra­

la quinta de Natalio Botana a Lino Enea Spi­ limbergo, Enrique Lázaro y Juan Carlos Cas­ tagnino. El interés por el muralismo en la Ar­ gentina se reflejó en la creación del Taller de Arte Mural en 1944, del que tomaron parte es­ tos artistas (a excepción de Lázaro), además de Demetrio Urruchúa y Manuel Colmeiro. Este grupo realizó, en 1946, las decoraciones de las Galerías Pacífico de Buenos Aires, donde late

badores.

Con esta institución coexistió al principio otra Sociedad de Grabadores, nacida en 1916 y de efímera duración, que dirigió hasta su fa­

llecimiento en 1918 el maestro Sívori. Esta agrupación editó la revista El Grabado, que in­ cluyó en sus páginas numerosas xilografías. En

produjeron en la Argentina, vertiente que tu­ vo en el grabado una de sus expresiones más

su primer número figuraba una suerte de ma­ nifiesto en el que expresaban, con carácter fe­ deralista, que “nuestras exposiciones no serán tan lujosas como las que de tiempo en tiempo nos brinda la calle Florida; tampoco nos va­ mos a limitar al grupo selecto que forman las ciudades capitales; iremos también a los pue­ blos de campaña más perdidos, más ajenos a la

acabadas.

causa de la civilización y el progreso”.

LA ESTAMPA Y SU CONTENIDO SOCIAL

ro de los movimientos político-sociales que devinieron tras la Primera Guerra Mundial y

la impronta de la aún fresca Segunda Guerra Mundial y sus devastadoras consecuencias hu­ manas. Fue una de las más notables manifes­ taciones de arte de tinte social de cuantas se

En la acera de enfrente, y surgido al ampa­

La historia de la estampa contemporánea en la Argentina tuvo sus primeros ensayos en

las obras realizadas a finales del XIX por Eduardo Sívori y Emilio Agrelo, aunque co­ menzó a tener una presencia más relevante tras la nacionalización de la Academia de Be­ llas Artes en 1905. A partir de 191 l, año en que

se inauguró el primer Salón Anual de Bellas Artes, se abrió en el marco de la Academia un pequeño taller de grabado a cargo de Pío Co­ llivadino, con lo que este arte tomará un ca­ rácter autónomo con respecto a las manifesta­ ciones de más envergadura. El año 1915 marcará la creación de la So­ ciedad de Acuarelistas, Pastelistas y Aguafuer­ tistas, cuyo primer salón se lleva a cabo en el 212

Retiro en mayo de ese año. A partir de en­

cuya influencia en las artes plásticas fue noto­ ria, en 1918 irrumpió en el plano artístico na­ cional el grupo conocido como los Artistas del Pueblo, que, a diferencia de los artistas “de la calle Florida", basaban su arte no sólo en los aspectos estéticos sino en el mensaje social que

pudiera contener y el compromiso con la rea­ lidad circundante, inclinándose hacia las rei­

vindicaciones del proletariado. José Arato, Abraham Vigo, Guillermo Facio Hebequer y Adolfo Bellocq compusieron este grupo, que ya llevaba un lustro de actividad, y las técnicas

de expresión que utilizaron fueron la xilogra­ fía, el grabado sobre metal y la litografia, esta última, de larga tradición en el país desde la acción de César Hipólito Bacle en el siglo XIX.

Fueron, sobre todo, los inmigrantes con­ centrados en los centros urbanos quienes ins­

LAS ARTES PLÁSTÏCAS

l Lino Enea Spilimbergo. Paisaje en San Juan. 1929. Colección Banco de la Nación Argentina.

piraron a los Artistas del Pueblo a abordar te­ máticas referidas a las condiciones de vida del obrero, el paisaje barrial, el mundo del subur­ bio, donde se alojaron, y el movimiento de las fábricas. Este grupo de pintores vivió el am­ biente revolucionario de la época, relacionán­ dose con la actividad de la editorial Claridad, ubicada en la calle Boedo.

El grupo de Boedo asumió postulados ar­ tísticos con un carácter militante, ya que sos­ tenía que la función esencial del arte debía ser la de erigirse en instrumento para la acción política y social. Estos hombres que venían de las filas del anarquismo, del socialismo y del comunismo se inspiraron en la literatura de autores rusos -Kropotl

383

ÍNDlCES GENERALES DE LA OBRA

Araujo, José Joaquín de. III, 237, 254, 268, 276, 309. Araujo, Seferino. VI, 509. Arballo de Bustamante, Pedro. I, 472. Arbenz, Jacobo. VIII, 132. Arboleda, Luis Carlos. Ill, 419. Arce, Iosé. IV, 539; IX, 507, 524. Arce, Facundo. II, 125; X, 102. Arce, Manuel, Fray. III, 389. Arce y Soria, Alonso de. III, 430.

Archetti, Eduardo P. IX, 268, 305, 331, 585. Archíbaldo Lanús, Iuan. VIII, 142.

Arco, Manuel de. III, 215. Arcondo, Aníbal. III, 61, 100, 103; V, 168; VI, 99, 126; VIII, 516.

384

Arcos, Antonio. IV, 325, 326. Arcos, Rafael A. de. VIII, 176. Arden Quin, Carmelo. X, 218. Ardila Calderón, G. I, 284. Ardiles, Miguel de. l, 403. Ardiles Gray, Julio. X, 123. Ardit, M. VI, 35. Arduino, Juan. VI, 376. Areán, Carlos. X, 234. Areche, Félix Manuel de. II, 195; HI, 434. Areche, Iosé Antonio de. II, 256, 257, 269. Areguati, Pablo. V, 192. Arellano, Iosé Luis de. III, 196. Arenales, José. IV, 307, 336, 337, 339, 340, 341, 343; VI, 481, 482. Arenas, Tiburcio de. Ill, 149. Arendt, Hannah. VII, 457. Areno, Anthony C. VIII, 299. Aresti, Cristóbal de, Fray. III, 444. Aretz, Isabel. VI, 538, 559, 560; IX, 271. Arévalo, Oscar. VII, 297, 468. Arévalo Briceño, Francisco. I, 432. Argandoña, Pedro Miguel de. II, 28, 33, 99, 165, 396, 400, 403, 413, 418; III, 216, 252, 297, 443. Argandoña, Tomás Felipe de. III, 434. Argañaras, Familia. II, 136. Argañaráz, Agustín, Fray. III, 374. Argañaraz y Murguía, Francisco de. I, 434, 441, 449; III, 216.

Argelander, Friedrich W. VI, 409. Argerich. IV, 398. Argerich, Antonio. VI, 335. Argerich, Cosme M. III, 394, 417; VI, 467. Argerich, Francisco Javier. lll, 148, 378.

Argerich, Iuan A. VII, 475. Arguas, Margarita. VIII, 450. Argüelles, Pedro. Ill, 322. Argüello, lsauro P. VIII, 411. Argüello, Kiko. VIII, 358. Argüello, Luis de. l, 469. Arguindeguy, Diego L. IX, 151. Arguindeguy, Pablo E. IV, 295, 313; V, 272; VIII, 21 l. Argumosa, Gregorio, Fray. III, 389.

Arias, Abelardo. X, 122. Arias, Francisco Gabino. II, 201, 465 ;III, 436. Arias, Iosé Inocencio. V, 261, 263. Arias, María Benita. V, 292, 31 l. Arias, María Fernanda. VII, 356. Arias, Pepe. X, 257, 259, 279, 282. Arias Bucciarelli, Mario. VIII, 75

Arias Dávila, Iuan. I, 315. Arias de Mansilla, Felipe. III, 375.

Arias de Saavedra, Familia. I, 441. Arias de Saavedra, Hernando. I, 130, 438, 439, 485, 452, 456, 461, 464, 466, 468, 469, 471,

486; II, 63, lll, 153, 157, 296, 398, 399, 436, 439; III, 74, 133, 136, 141, 160, 237, 372, 375, 377, 381, 416, 427, 428. Arias Divito, Iuan Carlos. III, 30, 160. Arias Figueroa, Sergio. II, 87. Arias Pelerano, Francisco. X, 29, 39.

Arias Rengel, Familia. II, 53, 171.

Arias Rengel, Pedro. II, 152, 170.

Arias Velázquez, Familia. l, 136, 171.

Arias Velázquez, Fernando. ll, 152.

Arias Velázquez, Lorenzo. ll, l S2.

Arícó, José. Vll, 360, 373, 468;

X, 21,191,198. Arié, Rachel. I, 321. Ariés, Philippe. Ill, 214. Aristarain, Adolfo. Vll, 39; X, 268, 270. Aristóteles. III, 217, 385; X, 26, 54.

Arizaga, Rodolfo. X, 253, 254. Arlt, Roberto. VII, 38; IX, 337, 338; X, l2l, 130, 132, 135, 170, 187, 263, 286. Armaignac, H. VI, 226, 228. Armando, Adriana. II, 206. Armani, Alberto. Il, 467. Armani, Horacio. X, 115, 133. Armaza y Arregui, Iuan de. Ill, 251, 435. Armencia, Martín de. III, 415. Armenta, Bernardo de. II, 421. Armenta, Francisco de. I, 420. Armesto, F. X, 95. Armony, A.C. VII, 470. Arms, William. V, 350. Armstrong, Clara. V, 352. Armstrong, Francis. V, 352. Armstrong, Francisca. V, 336. Armstrong, Iohn. V, 348, 359. Armstrong, Tomás. V, 349, 350. Armstrong, Warwick. VII, 142. Armus, Diego. IV, 156; VII, 143; IX, 147, 302; X, 110. Arnal, Pedro. III, 346. Arnaldi, Juan Bautista. IV, 191. Arnaud, André-lean. VIII, 412, 439. Arnaudo, Aldo A. VIII, 516, 521, 551, 571, 572, 573, 574,

577; IX, 95, ll2. Arnauldi, Raúl. IX, 391. Arndt, Pablo. X, 149. Arnold, Prudencio. VI, 223. Arnolds, A. IX, 184. Arolas, Eduardo. IX, 272. Aron, Henry. VIII, 387. Aron, Raymond. VII, 363, 396. Aronson, I. III, 367. Arosca. I, 359. Arozanera, Iuan de. II, 170. Arrechea, Claudio. VIII, 7l. Arredondo, José Miguel. IV, 457, 468, 470, 471; V, 261. Arredondo, Nicolás de. II, 176, 244, 306; III, 229, 390, 438, 476.

Arregui, Gabriel de, Fray. ll, 168; III, 445. Arregui, Iosé de. II, 95. Arregui, Iuan de, Fray. Il, 30, 168.

ÍNDICE DE NOMBRES

Arriaga, Antonio. Il, 360; III, 436.

Arriaga, Julián de, Fray. II, 252, 255, 260; III, 445. Arriaza y Superviela, Iuan Bautista. VI, 313. Arrieta, Rafael Alberto. III, 309, 330; VI, 228, 344, 346, 347, 487, 532; X, 112, 126, 132, 134, 157, 161, 163. Arrighi, Pedro I. VIII, Sl l; IX, 489, 490. Arrigoni, Gloria. l, 232. Arrillaga, Francisco Cirilo. IX, 517.

Arriola. III, 182. Arroyo, Familia. Il, 135. Arroyo, Fernando. II, 152. Arroyo, Lorenzana de. I, 472. Arroyo y Pinedo, Manuel. IV, 122.

Artal, José. VI, 381. Artana, Daniel. IX, 114. Artayeta. II, 175. Artaza, Juanes de. II, 97, 99. Arteaga, Andrés de. III, 415. Artieda, D. de. l, 347. Artieda, Teresa. IX, 424. Artigas, José Gervasio de. IV, 183, 253, 288, 289, 291, 358, 359, 360, 361, 362, 364, 365, 369, 384; V, 21, 24, 43, 80, 175, 195, 237; VI, 15, 19, 462, 472, 543. Artigue, Frédéric. VI, 358. Artola, Miguel. I, 321; TV, 247. Artundo, Argentina. IX, 505, 506. Arvía, A. IX, 552. Arze, Silvia. I, 107. Asa, Haim. VIII, 398. Ascasubi, Hilario. VI, 315, 318, 320, 321, 329, 345, 474, 487, 501, 559. Ascasubi, José Antonio. III, 444; VI, 482. Aschero, C. I, 107, 230, 231. Ashton, T.S. V, 494. Ashworth, Eduardo. VI, 155. Asís, Jorge. VII, 358. Asís y Calvo, Francisco de. III, 326. Aspeitía, Luis de. III, 445. Aspell de Yanzi Ferreira, Marcela. ll, 147; V, 403; VIII, 443. Aspiazu, Daniel. VII, 142; IX,

112,114,115. Aspillaga, E. I, 256.

Asquini, Pedro. X, 287. Assadourian, Carlos Sempat. III, 50, 90, 91, 99, 100; VI, 64, 200; X, 85. Assanori, A. X, 150. Asso, Iordán de. III, 264. Assuncao, Fernando O. III, 192; VI, 560, 561; IX, 302. Astesano, Eduardo. X, 82. Astete, Gaspar. V, 303. Astigueta, Iosé Mariano. IX, 445, 446, 485. Asti Vera, Armando. X, 60. Astiz, Iuana Eloísa. III, 130, 161.

Astori, Danilo. IX, 29. Astrada, Carlos. VII, 38, 490; X, 49, 50, 51, 52, 63. Astrada, Estela M. II, 45, 413. Astrada Ponce. Carlos. VIII, 87. Astrain, Antonio. II, 467. Astraudi, Jorge. II, 71. Astrea. VIII, 445. Asúa, Miguel de. VI, 426; IX. 556.

Asunción Silva, Manuel. VI, 340.

Atahualpa, cacique. I, 98, 108, 176.

Atienza, Rafael de. V, 324, 325. Atiguayé, cacique. III, 212. Attias, Alberto. VII, 494. Aubert, Roger. V, 309. Aubone, Guillermo. IX, 454. Aucell, Miguel. III, 350, 366. Audivert, Pompeyo. X, 214, 219. Aufuzzo, Francisco. VIII, 367. Augé, Marc. IX, 275, 302. Augsburger, Alberto E. X, 161. Augspurg, Iorge. II, 88. Auni, H. IV, 105. Ausburger, A. I, 141. Austral, Antonio. l, 133. Auza, Néstor Tomás. IV, 508; V, 45, 75, 272, 308, 309, 310, 31 l, 344, 401, 403; VI, 306, 344, 346, 487, 512, 513, 533; VII, 431; VIII, 303, 334, 335, 577; X, 160. Avalos, Daniel Iacinto. IX, 60. Avalos, Eduardo I. VII, 20, 21, 303; VIII, 218; IX, 225. Avalos, Ignacio. VIII, 235, 236. Avalos y Mendoza, Familia. II, 136.

Avella Cháfer, Francisco. II, 180; V, 308, 310. Avellaneda, Familia. V, 148. Avellaneda, lulio. IV, 480.

Avellaneda, Lidoro I. V, 397. Avellaneda, Marco M. IV, 414, 415, 528; V, 61, 66,120,135, 395; VI, 319, 477, 519; VIII, 48; X, 95. Avellaneda, Nicolás. IV, 23, 24, 28, 37, 86, 470, 475, 476, 477, 478, 480, 483, 491, 494, 495, 497, 499, 500, 501, 502, 503, 505, 506, 507, 508, 509, 512, 524; V, 36, 37, 40, 41, 45, 48,

50, 57,106, 108,110, 116, 120, 122, 123, 127, 129, 134, 135, 140, 234, 263, 369, 486, 492; VI, 63, 87, 88, l0l, 102, 162, 283, 289, 300, 301, 302, 304, 330, 367, 379, 408, 410, 419, 421, 513, 516, 520; VIII, 147, 148; IX, 100, S39; X, 145, 278. Avendaño, Diego de..II, 391, 409. Avendaño, Víctor. IX, 326. Avendaño y Valdivia, Francisco. II, 156; III, 428, 433. Aver, V. I, 229. Averbach, Segismundo. V, 357. Avico. VIII, 453. Avila, Esteban de. II, 409. Avila, lulio P. VI, 228. Avila, Pedro Esteban de. III, 428. Avila Echazú, Edgar. V, 207. Avilés. IV, 310. Avilés, marqués de. Véase: Avilés _ y del Fierro, Gabriel de. Avilés y del Fierro, Gabriel de. II, 115, 280, 371; III, 129, 160, 312, 397, 438; IV, 268; V, 17; VI, 16. Avni, H. VII, 109. Axelrod, Iulius. IX, S25. Ayala. I, 292. Ayala, Fernando. VII, 39; X, 261, 262, 263, 270. Ayarragaray, Lucas. V, 71, 120; VI, 339. Ayerza, Francisco. VI, 359, 380. Ayerza, Hernán. VIII, 136. Ayerza de Castillo, Laura. X, 198.

Aymonino, P. IX, S52. Ayolas, luan de. l, 378, 379, 380, 381, 382, 383, 413; III, 282, 283, 425. Ayroldi, Cayetano. II, 82. Ayroldi, Santiago. II, 82. Azamor y Ramírez, Manuel de.

III, 240, 249, 252, 256, 257, 385

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

259, 266, 271, 276, 277, 278, 302, 446; Vl, 515, 516, 533. Azar, Pablo. VII, 164. Azara, Félix de. I, 273; Il, 39, 59, 73, 115, ll7, 205; 346; lll, 66, 147, 177, 178, 229. 236, 242, 380, 395, 405, 407. 408, 409, 41 l, 420; IV, 55; V. 441; VI, 44, 45, 47, 48, 61. 220. Azaretto, Roberto. VII, 431. Azcárate, Andrés, Fray. VIII, 326. Azcárraga, Emilio. IX, 367. Azcoaga, Enrique. X, 233. Azcona, Gregorio de, Fray. III, 389. Azcona Cranwell, Elizabeth. X,

Azcona Imberto, Antonio de. II, 112, 144; III, lll, 381, 445. Azcuénaga, Domingo de. III, 304, 305, 312, 321, 275; VI, 313. Azcuénaga, Flora. VI, S22. Azcuénaga, Miguel de. VI, 354, 363, 364. Azcuénaga, Vicente. Il, 173. Azcuy Ameghino, Eduardo. III, 101.

Aznar, Luis. X, 30. Aznárez, Enrique P. III, 162. Azopardo, Iuan Bautista. IV, 287. Azpiazu, Daniel. VIII, 519; IX, 10.

Azurduy, Iuana. IV, 310. Azzaretto, Roberto A. VII, 295. Azzoní, Roberto. X, 220. B

Babini, A. VII, 139. Babini, Iosé. VI, 405, 426; IX, 541, 542, 543, 553, 556, 583. Babini, Nicolás. VII, 355. Bach, Enrique. V, 357. Bach, Ricardo M. VII, 209, 555.

Bachelard, Gastón. X, ll5. Bachmann, Alois. VII, 38; IX, 504, 506, 531. Bacigalupo, Enrique. VII, 386, 399.

Bacigalupo, Iuan. IX, 508, 528.

386

Bacle, César Hipólito. IV, 116, 119, 362 ,V, 188; VI, 57, 220, 351, 357, 384, 470, 487; X, 212. Badi, Aquiles. X, 210.

Badii, Libero. X, 223, 229.

Badignana, Leonardo. I, 371. Baeck, Leo. VIII, 392. Baer, Yitzak. I, 323. Báez, Catalina. III, 178. Báez, Guillermo Federico. IV, 432.

Báez de Maldonado, María Teresa. III, 178. Bagehot, Walter. V, 72. Bagú, Sergio. V, 234, 445, 462; Vl, 62; VII, 141; X, 21, 92, 93, 107.

Bagua], cacique. II, 26, 437. Bahía, Manuel B. IX, 535, S38. Bahn, P. l, 231. Baibiene, Santiago. V, 260. Baigorri, Clemente. III, 298. Baigorri, Gregorio. V, 283. Baigorri Ruíz, Pedro de. III, 429. Baigorria. IV, 290. Baigorria, Manuel. IV, 167, 172, 173, 174, 186. Bailón, Agustín. V, 290. Bails, Benito. III, 396. Baily, Samuel L. IV, 104, 106, 107; IX, 240. Baines, D. IV, 104. Bainville, Iacques. X, 79. Bairoletto, Iuan Bautista. IX, 292. Bairorri, Luis. VI, 132.

Bajarlía, Iuan Iacobo. X, ll5. Baker, Joseph. VII, 224. Bakunin, Mikhail. VII, 406, 407. Balá, Carlos. X, 265. Balado, Manuel. IX, S28. Balán, Iorge. VI, 125, 202; VII, 109; 1X, 32; X, 30. Balanzat, Manuel. IX, 557. Balazote Oliver, Alejandro. VII, 175, l77. Balbín, Francisco. V, 490. Balbín, Ricardo. VII, 23, 317, 333, 338, 346, 348, 350, 355, 367, 369, 378, 387, 389, 517, S40; VIII, 227, 258. Balbín, Valentín. VI, 414, 420; IX, 537. Balboa, Manuel. IX, 145. Balcarce, Antonio. IV, 279, 330, 332, 356, 359; V, 89. Balcarce, Florencio. VI, 313, 320; X, 126. Balcarce, Iuan Ramón. IV, 280, 281, 283, 297, 306, 315, 317. 319, 331, 400, 401, 402, 403. 406, 423, 424; V, 89, 104, 187, 196, 237, 320; VI, 468, 469.

Balcarce, Marcos. IV, 317, 318, 320. 397; VI, 354. Balcarce, Mariano. IV, 442; V, 337.

Balcarce de Gutiérrez Estrada, Iosefa. Vl, 526. Baldínelli, Elvio. VIII, 145. Baldini, G. I, l07. Baldó Lacomba, Marc. III, 401. Baldomir, Alfredo. VIII, lll. Baldrich, Alberto. VIII, 75. Baldrich, I. Amadeo. V, 272. Balduzzi, Iuan. IX, 454. Baldwin, Iames Mark. VI, 306. Balestra, Iuan. IV, 540; V, 114, l 15

Ballaff-et, Julio. IV, 204.

Ballejos, Luján Iuana. III, 178. Ballerini, Augusto. VI, 370, 377. Ballester Peña, Iuan. VIII, 323; X, 221.

Ballesteros, Familia. II, 135. Ballesteros Barragán, Familia. II, 135. Ballesteros Beretta, Antonio. II, 349; III, 264. Ballina, Osvaldo. X, ll6. Ballu, Roger. VI, 380. Ballvé, Antonio. VIII, 481, 494. Balmer, Roberto. VII, 224. Balmes, Iaime. V, 368. Balsa, Iavier. VI, 126; IX, 32. Balseiro, Iosé A. IX, 550, 554. Balvé, Beatriz S. VII, 357. Balvé, Beba C. VII, 357. Balwin. X, 92. Balzac, Honoré de. VI, 491. Balze, Felipe A. M. de la. VIII, 117, 144.

Banchs, Enrique. VI, 342, 343, 518; X, 122, 142. Bandieri, S. VI, 125, Bandini, Mónica. IX, 60. Bandler. IX, 358. Banegas, Tiburcio. V, ll7. Banting, Frederick. IX, 505. Banu Sarrach, Familia. l, 316. Banzato, Guillermo. VI, 64. Banzer, Hugo. VII, 376. Baptista, Mariano. V, 226, Baquedono, Iuan, Fray. II, 297. Baquero Lascano, Carlos Octavio. VIII, 443. Baqui, José. Véase: Boquí, José.

Baquíjano y Carrillo, losé. III, 302.

Bara, Ricardo. VIII, 522. Barahona, Gaspar. Véase: Varona, Gaspar. Barasatián, Bagdasar. VIII, 383.

ÍNDICE DE NOMBRES

Barba, Alvaro Alonso. III, 418, 419. Barba, Enrique M. Il, 259, 263, 265, 467; IV, 372, 378, 384, 423, 424, 425, 451; V. 26, 43, 45, 104, 206, 272; VI, 126, 200, 201; VIII, 94; X, 74, 86, 89, 94.

Barba, Fernando Enrique. IV, 131; V, 45; VI, 29, 36, 98; IX, 425, 493, 585; X, 95. Barbacena, Marqués de. V, 240, 242.

Barbara, Iuan. IX, 263. Bárbara, Santa. III, 120, 157. Barbé, Carlos. V, 75. Barbeito, A. VII, 130, 139. Barbería, E.M. VI, 125. Barberis, Santiago F. VII, 431. Barbero, Estela Rosa. III, 161, 162.

Barbero, María Inés. VI, 170, 171; VII, 108, 143, 297, 431; IX, 61, 80, 83, 117, 148,187, 209, 210, 21 l, 585; X, 96, 109. Barbero, Omar U. VIII, 442. Barbero, Santiago. II, 45, 413. Barbier, Frédéric. IX, 360. Barbier, Iacques. III, 30. Barbieri, Sergio. III, 196, 198, 210, 245, 262, 366. Barbieri, Vicente. IX, 348; X, 115,122,130. Barbosa, Diego. l, 342. Barcala, Lorenzo. V, 243. Barcelló Beade, Iuan Miguel. VIII, 470. Barceló, Alberto. VII, 272, 278, 286

Barcelona, Pietro. VIII, 423. Bárcena, Ioaquín Roberto. I, 178, 179, 259, 284, S09. Barcesat, Mercedes. VIII, 470. Barcia, Pedro Luis. VI, 31 l, 344, 347, 533, 463; X, lll, 112, 129, 161. Barco, Oscar del. X, 191. Barco, Ricardo del. VII, 321; X, 97. Barco Centenera, Martín del. I, 34, 435; III, 205, 21 l, 216, 217, 220, 244, 281, 287, 289. 290, 291, 292, 297, 31 l; VI, 326.

Bard, Leopoldo. VII, 91, 476; VIII, 51. Bardecí, O. l. VIII, 523. Baretta, Fernando I. IX, 494. Bargalló Cirio, Iuan M. VII, 490.

Bargman, Daniel. VIII, 399. Bargo, M. I, 205. Barili, Roberto VII, 230. Barletta, Leónidas. X, 121, 130, 134, 213, 285, 286. Barnadas, Iosep M. I, 442; III, 103.

Barney Finn, Oscar. X, 266, 267, 269.

Baroja, Ricardo. X, 214. Barón, Ana. IX, 532. Barone, Enrico. VIII, 500, 501. Barousse, Amadeo P. IX, 531. Barra, Federico de la. VI, 497. Barra, Iuana de la. III, 322. Barra de Llanos, Emma de la. VI, 340; X, 142. Barradas, Rafael. X, 208. Barragán, Luis_. X, 211.

Barral Souto, Iosé. VII, 31; VIII, 501, 522. Barranco y Zapiain, Iuan Iosé de. III, 430. Barrancos, Dora. VI, 427; IX, 302. Barraquero, Julián. V, 164, 370, 401. Barrault, lean-Louis. X, 285. Barraza, Familia. V, 148. Barreda, Iosé. II, 458. Barreiro, Eduardo. IX, 584. Barreneche, Osvaldo. II, 316; IV, 124, 131.

Barrenechea, Ana María. VI, 560; X, 128. Barrera, Héctor A. VIII, 65. Barrera, Iuan. III, 297, 312. Barrera Buteler, Guillermo. VII, 509.

Barrere, Agustín. V, 296, 307. Barrero García, Ana M. II, 248. Barres, Francisco. VI, 202, 426. Barreto, Teresa. VI, 562. Barreyro, Iulio G. VIII, 75. Barrientos, Gustavo. I, 205. Barrientos, Iuan de. I, 386. Barrientos, María. VI, 531. Barrio de Villanueva, P. VII, 468.

Barrios, Iuan de, Fray. I, 395. Barrios Medina, Ariel. IX, 496, 501, 527, 528, S29, 585. Barrios Pintos, A. VI, 38. Barroetaveña, Francisco. V, 54, 56, 61, 120; VII, 253, 263. Barros, Alvaro. IV, 173, 477. Barros Arana, Diego. IV, 318, 320; V, 230, 332. Barros Pazos, Iosé. V, 122, 419; VI, 472.

Barry, Viviana C. IX, 183. Barsky, Osvaldo. VI, 124, 125; IX, 31, 59, 60. Barth, G. III, 275. Barth, Moglia. X, 258, 260, 261. Bartolomé, Leopoldo. VII, 173. Bartolomé, Miguel. VII, 173, 174.

Bartolucci, Mónica. VI, 256. Barúa, Iosé León de. III, 157. Barúa, Martín de. III, 221. Barye, Antoine-Louis. VI, 370. Barzana, Alonso de. I, 151, 273, 274, 278, 284, 433; II, 421, 436, 466; III, 202, 203, 297, 299.

Bas, Arturo M. VII, 482; VIII, 85, 93, 331; IX, 253. Basadre, Iorge. VI, 63. Basaldúa, Héctor. VII, 38; VIII, 323; X, 156, 210. Basalo. VI, 181. Basavilbaso, Domingo. II, 41; III, 141, 416. Basavilbaso, Familia. II, 53. Basavilbaso, Leopoldo. IX, 462, 464, 466. Basavilbaso, Manuel. III, 146, 377. Bascary, Ana María. II, 100,

123,138,146. Baschetti, Roberto. VII, 357, 358, 399, 469. Basile, Clemente. V, 272. Basílico, Ernesto. I, 349. Baso, Germinal. IX, 496. Bassi, Angel C. VI, 306. Bassi, Iuan Carlos. IV, 312. Bastian, lean Pierre. VIII, 374. Bastos, María Luisa. X, l77. Bastos Kern, María Lucía. X, 235.

Basualdo, Eduardo M. VII, 142; IX, 60, 210. Basualdo, Honorio. VII, 483. Basurco y Herrera, Iosé Antonio. III, 446. Batista. X, 188. Batle. VIII, 479. Batllori, Miguel. III, 312. Batolla, Dominga. III, 178. Batolla, Octavio. VI, 231, 256, 533.

Battaglia, Guillermo. X, 283. Battista, Vicente. X, 124. Battistessa, Angel I. VI, 346; VIII, 324; X, 126, 132. Battle Planas, Iuan. X, 26, 2l l.

Battro, Antonio. IX, 514. 387

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Baulina, Angel. VIII, 85. Bausani, A. VIII, 387. Bausate y Mesa. Ill, 331.

Bauzá, Felipe. lll, l3l, 410, 412. 420; Vl, 178. Bavio, Ernesto. VI, 299. Bayer, Osvaldo. VII, 430; IX, 241, 330: X, 266. Baygorri Ruíz, Pedro de. ll, 357. Bayle. VI, 463. Bayle, Constantino. Il, 429. Bayley, Edgar. X, 115. Baylies, Francis. V, 193. Bayliña, Simón. III, 358. Bayls. III, 252. Bayly, Samuel L. VII, 296. Bayo, Servando. IV, S04; V, ll7. Bayón, Cristina. I, 206. Bayón y Murillo Marx, Damián. III, 365. Baz, Ignacio. Vl, 354, 362. Bazán, Abel. VIII, 452. Bazán, Armando Raúl. l, 443; II, 123, 124, 136, 173, 130; IV, 423, 481; V, 45, 103, 309; VI, 449; VII, 296; X, 101, 108. Bazán, Francisco. III, 385. Bazán, Iuan Gregorio. I, 403, 404, 420; III, 431. Bazán, Raúl. V, 45. Bazán, Teresa. III, 381. Bazán Frías, Andrés. IX, 292. Bazán y Bustos, Abel. ll, 414; V, 284, 309. Bazille, Iean Frédéric. Vl, 375. Bazo y Berri, Iuan. III, 275. Bazzano, Orestes. X, 55. Beals, R.L. Vl, 559. Beatriz, Infanta. l, 330.’ Beaskin, Stephen. IX, 340. Beaudot, Ramón F. VI, 481, 483. Beaumont, ].A.B. VI, 62. Beaumont y Navarra, Francés de. III, 427, 428. Beaupuy, León. X, 273. Beauvoír, Iosé. V, 300. Beazley, Francisco. VI, 251. Beccar Varela, Horacio. VII, 270.

Beccaria, Luis. V, 428; VII, 142. Becco, Horacio Iorge. VI, 344, 345, 346, 347, 560; X, 133. Becher, Emilio. VI, 524; X, 156. Becher, Ricardo. X, 265. Beck, Guido. IX, S49, S50.

Beck, Hugo Humberto. Il, 21, 469; IV, 186.

388

Beck-Bemard, Lina. VI, 227. Becker, Jerónimo. II, 350.

Becktein. IX, 258. Becú, Teodoro. X, 157, 162, 163. Bedel, Jacques. X, 23 l. Bedoya, Eduardo. X, 260, 261. Bedoya, Eusebio de. IV, 458; V,

290, 303. Bedoya, Iosé María. IV, 388; VI, 481. Behaim, Martín. I, 334, 353,

Behring Emil, Adolf von. IX, 525.

Beiró, Francisco. VII, 18, 257, 521.

Bejar, María Dolores. VII, 295. Belascoián Sayós, Marcial. VIII, 495. Belaúnde, César H. VIII, 522. Belaúnde Terry, Fernando. VII, 393; VIII, 287. Beláustegui, Luis. VI, 441. Belgrano, Domingo. II, 175, 176; III, 97, Belgrano, Manuel (1770-1820). Il, 37, 116, 268, 283, 382; Ill, 251, 252, 266, 269, 328, 329. 393, 395, 396, 397, 402, 408; IV, 19, 40, 189, 255, 258, 259, 268, 273, 274, 275, 284, 286, 287, 288, 297, 298, 299, 300, 301, 302, 303, 304, 308, 309. 310, 355, 377, 401; V, 14, 22, 51, 174, 175, 177, 303, 366, 400, 441, 442, 443, 457; VI, 131,132, 209, 223, 261, 313, 315, 322, 349, 351, 366, 367, 377, 431, 432, 437, 455, 456. 457, 476, 516, 518, S19, 547; VIII, S12. Belgrano, Manuel. VI, 317. Belgrano, Mario C. V, 43, 399; VI, 314. Belgrano Rawson, Eduardo. X, 124.

Belín Sarmiento, Augusto. V, 58, 60.

Belín Sarmiento, Eugenia. Vl, 363.

Bellelli, Cristina Teresa. I, 230, 231. Bellemare, Guret. V, 381, 408, 435. Bellesi, Diana. X, 116. Bello, Andrés. III, 299, 309; VI, 328. Bellocq, Adolfo. X, 156, 212, 215. Belmar, A. de. IV, 451.

Belmonte, luan de. I. 472.

Belou, Pedro. IX, 528. Beltrán, Iuan Ramón. III, 421. Beltrán, Luis, Fray. IV, 208, 278, 319; V, 288; VI, 133. Beltrán, Oscar R. Vl, 485, 488, 511; IX, 361. Beltrán, Virgilio. X, 22. Beltrán Vieyra, Familia. V, 148. Beltrao, M. de Moraes Coutínho. I, 284. Belza, Juan E. V, 31 l; VIII, 335. Bemberg, Hermann. VI, 88, 391, 394. Bemberg, María Luisa. VII, 39; X, 266, 267, 268, 270. Bemberg, Otto. VII, 219, 286; IX, 194, 562. Benano, Víctor. IX, 489. Benarós, León. Vl, 347; IX, 302, 303; X, 115, 289. Benavente, Marcelino. V, 284; VI, 337. Benavente, Santo. X, 284. Benavídez. II, 157. Benavídez, Familia. Il, 135. Benavídez, Miguel, Fray. III, 390. Benavídez, Nazario. IV, 415, 444; V, 95, 326; VI, 482. Benavídez Bedoya, Alfredo. X, 214.

Benavídez Courtois, Juan. III, 365.

Benbassat, Edgardo. I, 206. Bence, Amelia. X, 257, 260. Benedetti, Mario. X, 266. Benedit, Luis. VII, 39; X, 227, 23 l. Bendix, R. IV, 156. Benedicto XIV, Papa. II, 405, 412; III, 262. Benegas Lynch, Alberto. IV, 158.

Benencia, Iulio Arturo. IV, 377. Benencia, Roberto. VII, 109. Bengoa, León. VIII, 223. Bengolea Zapata. VII, 490. Beniamino, Alziato. Vl, 251. Benítez. IV, 383. Benítez, Antonio. VII, 374, 486. Benítez, Carlos A. IX, 448. Benítez, Hemán. VII, 450; VIII, 335.

Benítez, Pantaleón, Fray. III, 389.

Benito de Palermo, Santo. III, 157.

Benkley, Allison W. VI, 347. Bennet, Gordon. VI, 492.

ÍNDICE DE NOMBRES

Bennet, John. VI, 358. Bennett, W. I, 106. Benoit, Georges. X, 256. Benoit, Pierre. IV, 200; VI, 350. Bentancor, Arturo. VI, 38. Bentham, Ieremías. V, 26, 83, 365, 371, 380, 407, 445; VI, 263, 421, 467, 468; VIII, 474. Benvenutti, Nino. IX, 328. Beorchia Nigris, Antonio. I, 179.

Berardi, José. V, 331. Beraza, Agustin. VI, 19, 38.

Berberíán, Eduardo Enrique. I, 135, 155, 156, 157, 178, 509. Bercaitz, Miguel A. VIII, 456. Berceo, Gonzalo de. III, 294. Berdichevsky, León. IX, 495. Berea, Francisco Antonio de. III, 378. Berenguer Carisomo, Arturo. Il, 88; III, 309, 312, 314; VI, 344, 345, 348; X, 129, 132, 135, 289. Beresford, William Carr. II, 377, 378; III, 396. Beretta, Eduardo. VIII, 60. Berg, Carlos. VI, 421; IX, 538. Berg. duque. Véase: Murat, Joaquín. Berg, Maxine. Vl, 171, 412. Bergadá, Mercedes. X, 58. Ber Gelbard, Iosé. IX, 235. Berger, Esteban. III, 349. Berger, Luis. III, 348. Berger, R. VIII, 506, 534. Bergier. 111, 265, 269. Bergson, Henri. vI, 425; x, 16,45.

Bergstein, Iorge. VII, 357. Berheim. X, 69. Berisso, Emilio. X, 129. Berístarayn, Iorge. X, 149. Berjman, Sonia. IV, 215, 216; VII, 205, 206, 230. Berlinsky, Iulio. IX, 104, ll2, 145.

Bermann, Gregorio. VII, 273. Bermejo, Antonio. IV, 532; V, 420; VI, 298; VII, 479; V111, 450, 451, 452; IX, 426, 433.

Bermejo Cabrero, José Luis. l, 323.

Bermúdez, Familia. II, 135. Bermúdez, Iorge. X, 203, 206, 220. Bermúdez, Iusto. IV, 290. Bermúdez de Castro, Iosé. II, 51, 55; 111, 414, 430.

Bermúdez Franco. VIII, 323.

Bernal, A.M. VI, 35. Bemal, Francisco. I, 471. Bemal, Pedro, Fray. II, 463; VI, 141.

Bernal de Mercado, Ana. III, 293.

Bernal de Mercado, Catalina. III, 293. Bemard, Claude. VI, 418; IX, S04, 505, 510, 525, 546. Bemard, Tomás Diego. VIII, 84, 86, 93.

Bemard, Gíldas. II, 248. Bernard Cohen, I. VI, 427. Bernard Shaw, George. X, 130. Bernárdez, Francisco Luis. VII, 38; VIII, 324; 1X, 337; X, 113, 1 14.

Bernardo, Santo. 111, 202. Bernareggi, Francisco. X, 220. Bernetti, Iorge Luis. VII, 466; IX, 454. Berni, Antonio. VII, 39; X, 204, 212, 215, 222, 225, 228. Berni y Catalá, Joseph. III, 264. Bernheim, Alejandro. IV, 430, 468. Bernheim, Emest. V1, 439. Bemheim, George. VI, 381. Bernhardt, Sarah. VI, 531. Bernstein, Eduardo. IV, S32; VII, 402, 405, 478. Berón, Mónica. I, 207.

Berón, Satumino. VI, 393. Berón de Estrada, Genaro. IV, 415, 416, 417; V, 245, 325. Berr, Henri. X, 69, 71. Berretta, Horacio. VII, 207. Berrío, Gaspar Miguel de. III, 69. Berro, Bernardo. TV, 463; V, 221.

Berrú, Antón. I, 426. Berruti, Alejandro. X, 129, 289. Bertani, Ernesto. X, 231. Berthelot, Pierre. VI, 425. Bertho Lavenir, Catherine. D(, 360.

Bertoli, Paolo. VIII, 359. Bertoni, Leandro. IX, 60. Bertoni, Lilia Ana. 1V, 105; V, 75.

Bertram Collip, Iames. IX, 507. Bertrán, Felipe. III, 226. Bertuzzi, María Laura. 1V, 216. Beruü, Juan Manuel. III, 126, 129; V, 14; V1, 209, 211, 213, 227.

Berutti, Arturo. IV, 39; Vl, 391, 394, 400; X, 254. Berutti, Pablo María. VI, 391, 394.

Berzocana, Juan de. III, 431. Bes, Daniel. 1X, 555. Besasso, Manuel. VII, 483. Besi, Ludovico. V, 327, 332.

Besio Moreno, Nicolás. II, lll, 125; 111, 396, 401.

Besson, Pablo. V, 354, 359, 360; V111, 365.

Best, Charles Herbert. IX, 505. Best, Félix. V, 239, 271. Best, Iorge. X, 150. Best, Martín. IV, 312. Best Maugard, Adolfo. X, 205. Bestene, I. VI, 109. Betanzos, Miguel. IV, 310.

Betbezé de Ducós, Francisco. II, 39, 41, 73, 87.

Bethancourt, Pedro de. III, 416. Bethell, Leslie. II, 121, 145, 178; IV, 130, 155, 247, 538; VI, 171, 256; IX, 145.

Béthencourt, Iean. I, 318, 319, 320, 353. Betti, Atilio. X, 131. Betts. Vl, 194. Bevans, Iames. IV, 190; V, 347. Bevans, María. VI, 354. Bevans, Santiago. IV, 199. Beveraggi Allende, Walter. IX, 148.

Beverina, Iuan. Il, 381; V, 272, 273. Biagini, Hugo Edgardo. V, 74, 400; VI, 306, 427; X, 64, 65, 107. Biagioni, Amelia. X, l 16. Bialet Massé, Iuan. IV, 166, l85;V, 66, 396, 397; 1X, 302; X, 16, 17.

Bianchedi, Remo. X, 231. Bianchi, Alfredo. VI, 51 l; X, 126, 167, 168. Bianchi, Mabel R. de. VII, 175. Bianchi, Susana. VII, 323, 466; Vlll, 75; 1X, 454. Bianchi di Carcano, Emilio. VIII, 355. Bianciotti, Héctor. X, 122. Bianco, Ernesto. X, 284. Bianco, Iosé. IV, 538; V11, 263; IX, 421, 501, 527; X, 121, 177, 189. Biasatti, Santo. IX, 388. Biasatti, Alfredo B. IX, 507, 510. 514, 528. Biassutli, R. l, 68. Bibar, Jerónimo de. I, 151, 157. Bibiloni, Eduardo. Vl, 347. Bibiloni, Iuan Antonio. V, 372;

Vlll, 404, 429, 452. 389

lNDICES GENERALES DE LA OBRA

Biblia. X, 264.

Bidart Campos, Germán I. V, 33, 44, 137, 139; Vll, 493. 507,509, 551; VIII, 86, 467, 468, 469; X, 29. Bidau, Eduardo. VI, 274. Bidegain, Carlos María. VII, 498, S51, 552. Bidegain, Pedro. VIll, 51. Bidondo, Emilio. X, 101. Biedma, Carlos M. IX, 433. Biedma, Iosé Iuan. I, 475; VI, 517.

Biedma, Iuan Martín. III, 277. Bielfeld. III, 265. Bielsa, Rafael. VIII, 85, 86, 405, 407, 410, 440; X, 32. Bíenteveo, Perico. VI, 321. Biernat, C. VII, 108. Bigatti, Alfredo. x, 20s, 211. Bignone, Reynaldo B. VII, 27, 383, 394, 395, 545; VIII, 126, 255, 258, 260, 261, 262, 357. Bignozzi, Iuana. X, 116. Bilardo, Carlos Salvador. IX, 312. Bilbao, Francisco. V, 369; VI, 497, 502, 510, 520. Bilbao, Manuel. Il, 88; VI, 499, 500, 532, 533. Bilbao, Santiago Alberto. VII, 173; IX, 302. Bill, Max. X, 217. Binayán Carmona, Narciso. II, 123, 179; V, 43; VIII, 375. 386, 577; X, 152. Biondi, Pepe. X, 265. Bioy Casares, Adolfo. VI, 248, 253, 255; VII, 38; VIII, 466; X, 120, 121, 133, 134, 143. 177, 184, 263, 266. Biradén, Federico. X, 154. Bird, I. I, 255. Bird, Iunius. I, 233, 246. Bird, Richard E. VIII, 165. Birkhoff, George D. IX, 549. Birocco, Carlos M. II, 181. Birrí, Fernando. X, 264, 270. Bisang, Roberto. IX, 145, 584. Biscay, Acarette du. II, 47, 95,

98, ll0.

Bischoff, Efraim. V, 310; VI, 513, 532; VII, 296; IX, 302, 303; X, 101.

Bishko, ChJ. l, 323. Bishop, Patrick. VIII, 299. Bisio, Carlos S. V, 359.

390

Bistúe, Noemí del Carmen. II, 146; III, 162.

Bixio, Beatriz. l, 157, 158. Bjerg, María. III, 103; IV, 105, l06;VI, 125, 126, 127; VII, 108, 140. Blaísten, Isidoro. X, 124. Blanc, Louis. V, 458. Blancas, Alberto. V, 340. Blanche Dosne, Christiane. IX, 530. Blanco, Angel. VII, 240. Blanco, Ernesto. IX, 320. Blanco, Eugenio I. VIII, 512. Blanco, Eusebio. IV, 204. Blanco, Iosé María. II, 430; V, 31 l.

Blanco Amores de Pagella, Angela. III, 312; X, 135. Blanco Escalada. IV, 332. Blanco Fombona, Rufino. X, 77. Blanco White, Iosé María. IV, 243, 244, 247; VI, 461. Blackstone. V, 38. Blanes, Iuan Manuel. VI, 361, 371, 384. Blanqui. II, 57, 58, 66. Blanstein, Eduardo. IX, 361. Blaquier, Iuan. IX, 541, 542. Blas, Santo. III, 291. Blasco Ibáñez, Vicente. IV, 197; VI, 239, 423, 509, 530. Blassets, Lluis. IX, 390. Blaszko, Martín. X, 218. Blaustein, Eduardo. VII, 399. Blet, Luis. III, 417. Bleumstein, Juan. Vl, 143. Bliss, Horacio W. V, 521, 526; VI, 38, 144; IX, 32; X, 85, 101.

Blixen, S. VII, 469. Bloch, Marc. VII, 138; X, 87. Blomberg, Héctor P. Vl, 345. Blondel, LM. IV, 118; VI, 144; X, 49, 53. Bo, Armando. X, 265, 270. Boabdil. Véase: Abu Abd Allah Muhammad. Bobone, FJ. IX, 544. Bocayuva, Quintino. V, 224. Boccanera, Iorge. X, 116. Bodenbender, Guillermo. VI, 410. Bodman. VIII, 164.

Boedo. X, ll3, l2l. Boero, Alejandra. X, 287. Boero, Felipe. X, 242, 243, 253. Boero de Izeta, Carlota. X, 253. Boeuf, Francisco. IX, 541. Boffi Boggero, Luis M. VII, 509; VIII, 461, 462, 464, 467, 468. 469.

Bogado, Félix. IV, 346. Boghossián, Vartán Waldir. VIll, 383. Bohm. II, 342. Bohorquez, Pedro. I, 281; II, 96; lII, 433. Boivin, Mauricio. Vll, 176. Boj, Silveiro. X, 122. Bolaños, Hevia. II, 236, 288, 289. Bolaños, Luis de, Fray. II, 26, 435, 436, 437, 466; III, 158.

Bolatti, Guillermo. VllI, 348. Bold, Adolfo de. IX, 531, 532. Boleda, Mario. II, 96, 122, 123, 124.

Bolívar, Simón. IV, 335, 343, 344, 345, 371; V, 21, Sl, 184. 204. Bolle, Erica. I, 156, 157. Bollini, Carlos. IX, 555. Bolsi, Alfredo. l, 62, 63; II, 119, 126, 467. Boltzmann, Ludwig. IX, S38. Bolzán, Iuan E. X, 60. Boman, Eric. I, 94, 107, 179; VI, 561. Bonacina, Pedro. VI, 415. Bonafini, Hebe de. VII, 399. Bonald, Louis Gabriel Ambroise, vizconde de. V, 29. Bonamín, Victorio. VIII, 348, 351. Bonome, Rodrigo. X, 221. Bonano, Luis Marcos. VIII, 41. Bonaparte, losé. Véase: Iosé I Bonaparte, Rey de España. Bonaparte, Napoleón. Véase: Napoleon I Bonaparte, Rey de Francia. Bonasso, Miguel. VII, 358, 396, 397. Bonastre, Manuel. VII, 277. Bonaudo, Marta. IV, 131; VI, 63, 98, 125. Bonavena, Pablo. VII, 359. Bonavía, Bernardo. III, 436. 437. Bonavía, D. l, 284. Boneo, Iuan Agustín. V, 284, 287, 296. Boneo, Martín León. II, 82, 84; III, 113; VI, 362, 372. Bonet, Antonio. VII, 193, 194,

Bonet, Carmelo. X, 126. Bonet, Osvaldo. X, 284. Bonfiglio, Mario, Fray. V, 297. Bonifacio, Santo. III, 120.

ÍNDICE DE NOMBRES

Bonifacio VIII, Papa. II, 406. Bonilla, Heraclio. III, 49. Bonnat, León. VI, 369, 372. Bonofiglío, Marta. I, 156. Bonoli, Felipe. VII, 187. Bonomini, Angel. X, 124. Bononi, Iosé L. VIII, 323. Bonpland, Amado. IV, 439; VI, 403. Bonura, Elena. III, 29. Bonvecchi, Alejandro. X, 270. Bonvecchi, Carlos E. IX, 115. Boote, Samuel. IV, 210; V, 459, VI, 294, 359. Booz, Mateo. X, 119, 156. Boqui, Iosé. III, 361, 362, 367. Borbón, duque de. I, 319. Borda, Guillermo. VIII, 238, 405, 430, 442; IX, 485. Bordabehere, Enzo. VII, 281, 416, 476, 533. Bordaberry, Iuan María. VII, 376.

Bordas, Gerardo. III, 437. Bordelois, Ivonne. X, 129. Bordeu, Iuan Manuel. IX, 324. Bordo, M. V, 505. Bordone, Benedetto. I, 327. Borel, Emil. IX, 542. Borello, Rodolfo. III, 312; VI, 345, 346, 347, 348; X, 134, 160.

Bores, Tato. X, 282. Borgatello. V, 301. Borges, Graciela. X, 264. Borges, Iorge Luis. VI, 330, 348, 548; VII, 38, 275, 387; VIII, 323; IX. 271, 272, 284, 293, 302, 337,

338; X, lll, ll2, 113, 114, 117, 120, l2l, 123, 127, 133, 134, 135, 143, 144, 146, 170, 177, 184, 187, 264, 266, 285. Borges, Iuan Francisco. IV, 362. Borges, M. IV, 105. Borges, Norah. VIII, 323; X, 208

Borges, Pedro. l, 392, 413, 429, 430, 466, 468. Borget, Auguste. VI, 217. Borja, Francisco de, Santo. III, 157.

Borja Correa, Francisco de. II, 386, 409; III, 442; VI, 478. Borlenghi, Angel. VII, 281; VIII, 64, 454; lX, 222. Bórmida, Marcelo. I, 79, 80, 206, 230, 231; Vll, 175, 176. Born, Iorge. IX, 194, 21 l. Boroa, Diego de. III, 199, 200, 213, 218, 272.

Borón, Atilio. X, 34. Bororquia, Cornelia. VI, 317. Borrás, Iosé. III, 266. Borrero, Luis. I, 256; VII, 177. Borrini, Héctor. VIII, 74. Borroni, Otelo. VII, 323. Borruat de Bun, Marta. VII, 175.

Bortnik, Ruben. VII, 508. Borzani, Carlos A. VII, 274. Bosca, R. VII, 466. Bosch, Beatriz. IV, 423, 425, 426, 432, 435, 480, 543; V, 44, 207, 480, 505; VI, 62, S12; X, 95, 102, 104. Bosch, Ernesto. V, 215; VII, 270; VIII, 102. Bosch, Familia. IV, 194. Bosch, Iorge Tristán. V, 101; VIII, 468; X, 60. Bosch, Mariano G. VI, 345, 400. Bosch, Roberto. VII, 275. Bosch Gimpera, P. I, 284. Boschin, María Teresa. I, 231; II, 206. Bosco, Iorge Eduardo. VI, 487; X, 115. Bosco, Iuan. V, 299; IX, 441. Bosco, María Angélica. X, 123. Bose, Emil. IX, 539. Bosetti, Oscar. X, 270. Bosse, Walter B.L. IV, 507; VI, 201. Bossio, Iorge A. III, 130; IX, 302. Bóssola, Ernesto. IX, 320. Bossuet, Iacques Bénigne. III, 242; V, 26. Bosworth, C. E. VIII, 387. Botana, Natalio. VII, 269 Botana, Natalio Félix. VI, 508; IX, 336, 340, 343, 361; X, 132, 2l2. Botana, Natalio R. IV, 507, 508, 538, 539; V, 44, 47, 73, 138, 167, 462, 537; VI, 450; VII, 357, 398, 431, 467, 470, 498, 509, S52; VIII, 79; IX, 584; X, 33, 34, 96. Botet, Iulio. IX, 463. Bottaro, Iosé María. VIII, 304. Bottaro, Raúl H. X, 160. Bou, Marilú. X, 107. Bouchard, Hipólito. IV, 287, 297. Boudier, Jacobo. IV, 189. Boudón, Raymond. VII, 140. Bougainville, Luis Antonio de. II, 40, 339.

Bouguereau, William. VI, 369, 374.

Bouillet, M.N. VI, 558. Bourdelle, Emile. VI, 237, 370, 377.

Bourget, Paul. VI, 425. Bourgoing, Iean-Francois. IV, 224.

Boutier, lean Claude. IX, 328. Bouttats, Gaspar. III, 315. Bouvard, Joseph. IV, 195, 200, 208; VI, 426; VII, 180, 181, 205.

Bouysee Cassagne, I. I, 280, 284. Bovadilla, Jerónimo. Véase: Castillo de Bovadilla, Jerónimo. Bove, Giacomo. VI, 415. Boveris, Alberto A. IX, 532. Bowley. VIII, s04. Bowser, Frederick. II, 178. Boy], Bernardo, Fray. II, 385. Boyle, S.C. VII, 140. Bozzoli. VIII, 355. Brabazón, Ionh. VI, 61, 62. Brachetto Brian, Domingo. DK, 515.

Bracht. IX, 194. Brackenridge, E.M. VI, 209. Braco, Fernando, Fray. III, 389. Braden, Spruille. VII, 305, 446; VIII, 107, 118; IX, 346. Bradford Cannon, Walter. IX, 510.

Brading, David. III, 31. Braganza, Bárbara de. II, 329, 33 l, 336. Braganza, Familia. I, 363. Braganza, Iuan de. V, 195. Bragoni, Beatriz. VI, 202. Brailovsky, Antonio. VII, 231, 471.

Brambilla, Fernando. II, 329, 339; III, 83. Branca, Fernando. VIII, 261. Brandon, L.E. V, 351. Brandsen, Federico. IV, 339; V, 240.

Brannon, R. IX, 31. Brasanelli. III, 349. Braslavsky, Cecilia. IX, 454, 497. Brassey, Thomás. VI, 194. Braudel, Ferdinard. I, 453; IV, 31 l.

Braudel, Fernand. X, 87, 88. Braum, George. I, 331, 355. Braun, Clara. VII, 206. Braun, Oscar. VIII, 516, 517,

520. 391

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Braun, Rafael. VII, 357, 374, 398, 399, 400, 470, 509; X, 34. Braun Menéndez, Armando. I, 349; X, 149, 157.

Braun Menéndez, Eduardo. IX, 512, 513, 515, 517, 519, 520, 521, 528, 553. Brauner Rodgers, Susana. VIII, 399.

Braunstein, I. I, 284. Bravard, Augusto. IV, 439. Bravo, Antonio. X, 220. Bravo, Augusto M. IX, 32. Bravo, Domingo. Vl, 561. Bravo, Gaspar. IV, 414. Bravo, María del Carmen. IX, 33.

Bravo, Mario. Vl, 524; VII, 273, 277, 292, 403, 476, 483; IX. 401. Bravo Dávila y Cartagena, Juan. lll, 443. Bravo Lira, Bernardino. Il, 220, 248, 249, 250; lll, 244; V, 437; VIIl, 442. Brayer, Miguel. IV, 329. Brecht, Bertolt. X, 130. Breda, Emilio. V, 308. Bredeston,. Guillermo. X, 288. Bréhier, Emile. X, 49. Brennan, James P. VII, 356, 357; IX, 242. Brenner, Fernando. X, 270. Brentano, Franz. X, 45. Bresanelli. II, 58. Bresci, Domingo. VII, 360. Bresciani-Turroni, C. VIII, 574. Bretes, Juan. IX, S43. Brezzo, Liliana M. VIII, 118. Bridges, E. Lucas. 276, 277, 257; IV, 180, 187; VII, 166, 177.

392

Bridges, Familia. VII, 166. Bridges, Thomas. I, 256; V, 351, 359. Brie, Luis H. V, 357. Brigham, Iohn. V, 347. Brimó, Albert. X, 59, 65. Brinolo, Manuel. IX, 268. Briones de Lanata, Claudia. I, 257; VII, 175, 177, Bríscoe, Benny. IX, 328. Brito, Luis de. l, 363. Brito Lima, Alberto. VII, 378. Britos, Iuan I. (h). VIII, 501. Brizuela, Pedro Nicolás de. II, 63, 173. Brizuela, Tomás. IV, 412, 413, 414, 416; V, 187.

Brizzi, Ary. X, 228. Brizzolara, Luigi. Vl, 370. Broca, Paúl. VI, 419.

Brocato, Carlos Alberto. X, l9l. Brochero, Iosé Gabriel. V, 303, 310.

Brodersohn, Mario. IX, 112. Broggi, Hugo. VIIl, 500, 501. 503, 506. Broide, Iulio. Vl, 62; VIII, 513. Broitman, Ana. X, 27l. Bronner, Stephen Eric. X, 39. Bronzini, Teodoro. VIII, 87. Brooke Naylor, Guillermo. IX, 316.

Brougham, Henry. V, 180. Brouwr, Desclee de. VIII, 328. Brown, David. VIII, 299. Brown, Guillermo. IV, 19, 292, 293, 294, 295, 296, 379, 420; V, 190, 196, 241, 242, 246, 348, 349; Vl, 313, 377. Brown, Iohnathan. III, 99; IV, 131; VI, l7l. Brown, Jorge. IX, 308. Brown, Robert T. IX, 184. Bruce, William I. VIII, 164, 165. Bruch, Carlos. I, 28; IX, 543. Bruchman, Carlos A. VII, 277. Bruera, Ricardo P. IX, 450. Brughetti, Faustino. VI, 375, 376.

Brughetti, Romualdo. VI, 383; X, 127, 221, 233, 236. Brunelli, Feliciano. IX, 263. Brunet, Iosé, Fray. II, 430; lll, 278; V, 310.

Brunetiere, Ferdinard. VI, 425. Bruni, Francisco. V, 327. Bruniard, Enrique Danilo. l, 39, 62, 63, 509; IX, 34. Bruno, Cayetano. Il, 45, 122, 139, 145, 154, 179, 180, 350, 414, 429, 431, 466; Ill, 400, 441; V, 299, 301, 309, 310. 3l l, 342; VIIl, 333. Bryan, Alan. I, 206, 230. Bryce, Iames. IV, 145, 157; V, 72 Brzujousky, Clemente. VIII, 381. Buasso, Iuan A. VIII, 254. Buber, Martin. X, 56.

Bucareli y Ursúa, Francisco de Paula. Il, 341, 368, 460, 461, 462, 463; lll, 215, 249, 377. 384, 430; IV, 205, 256. Bucci, Domingo. IX, 320. Buch, Esteban. IV, 269.

Buch, Tomás. IX, 559, 584, 585. Buchbinder, Pablo. Vl, 450; IX, 493. Buchrucker, Cristian. VII, 297, 322, 431, 466, 467, 468; X, 96. Bucích Escobar, Ismael. IV, 507; V, 138.

Buclde, Henry T. V, 52. Bueno Mendoza, Alberto. l, 80. Bufano, Alfredo. VIIl, 324; X, l 12.

Buffa, Iosefa. II, 206. Bufión, conde de. Véase: Leclerc, George Louis.

Buira, Demetrio. VIII, 58, 60. Buitrago, Guillermo. VIII, 323. Bujalesky, G. l, 229. Bulgheroni, Raúl. IX, 303. Bull, Charles. V, 351. Bullón de Mendoza, Alfonso. IV, 313.

Bullrich, Eduardo I. X, 157. Bullrich, Rafael Augusto. IX, 522. Bullrich, Silvina. X, 121, 144. Bulnes, Alfonso. IV, 480. Bulnes-Thomas, Víctor. VI, 17 l . Bulygin, Eugenio. X, 59. Bunge, Alejandro E. VI, 168, 201; VII, 130, 139, 139; VIII, 500, 502, 503, 504, 505, 506, 508, 509, 510, 513, 515, S22; IX, 16, 67, 68, 73, 82, 89, 112. 146, 178, 182, 194, 211. 421. 427, 433, 454, 583; X, 17. Bunge, Augusto. IV, 534; V. 66; VI, 424; VII, 273. Bunge, Carlos Octavio. V, 71, 373, 401, 407, 434, 437; VI, 297, 306, 339, 424; VIII, 405, 406, 413, 414, 422, 443, 446. 467; IX, 421; X, 23, 42. Bunge, Ernesto. VIII, 474. Bunge. Mario. IX, 549, 555; X, 60, 122. Bunge de Gálvez, Delfina. VIII, 324. Bunldey, Allison Williams. IV, 508

Buntig, Aldo. VIII, 335. Buonocore, Domingo. VI, 532; X,.l55, 160, 162, 163. Burdeau, Georges. X, 33. Burden, Rodney A. VIII, 299. Buren de Sanguinetti, Luisa. III, 400. Burger, L. l, 284. Burgin, Miron. V, 462, 477, 505, 525; Vl, 38, 200; X, 91.

ÍNDICE DE NOMBRES

Burgoa, Avelino. IV, 460. Burgos, Fausto. VIII, 324. Burgos, Iuan Martín. IV, 199, 216. Burgos, Otto. IX, 489. Burgués, Francisco. III, 385. Burguiere, André. II, 135. Burke, Edmund. V, 28. Burkholder, Mark. IV, 247. Burleigh, Henry. V, 351.

Burmeister, Carlos Germán Conrado. IV, 40, IV, 439, 451, 495; VI, 225, 228, 361, 409. 410, 414, 420, 416, 418, 420, 42l, 423, 506, 525, 528. Burucúa, José Emilio. III, 365, 367; X, 232, 234.

Burundarena, Carlos. IX, 492. Burzio, Humberto F. III, 48, 49,

Bustos Dávila, Nicolás. Vl, 274. Bustos Domecq, H. Véase: Bioy Casares, Adolfo.

Bustos Fierro, Raúl. VII, 353, 483, 489, 508. Bustos y Ferreyra, Zenón. V, 284, 340. Buteler, Alfonso María. VIII, 348.

Butler, Guillermo, Fray. VIII, 323.

Busaniche, Hernán. II, 88. Busaniche, Iosé C. IX, 493. Busaniche, José Luis. Il, 349; V, 104, 198; VI, 62, 181, 227, 228, 488; X, 76. Buschenthal, Iosé de. IV, 443; V, 200, 479. Buschiazzo, Iuan Antonio. IV, 194.

Buschiazzo, Mario I. II, 82, 85, 86.

Busembaum, Hermann. III, 262, 264. Busnelli, Antonio. X, 150. Busser, Carlos. VIII, 259.

Bussi, Antonio Domingo. VIII, 35, 252, 258. Bustamante, Iosé Luis. IV, 451. Bustamante, Iosé María. V, 292. Bustamante Carlos Inca, Calixto. Véase: Concolorcorvo. Bustillo, Alejandro. VII, 185, 221. Bustillo, Exequiel. VII, 185, 187, 231. Bustillo, Iosé María. V, 265. Bustos. V, 467, 510, 514. Bustos, Domingo. III, 375. Bustos, Eugenio. IV, 441. Bustos, Familia. II, 173. Bustos, Francisco Ignacio. V, 204. Bustos, Iuan. I, 432. Bustos, Iuan Bautista. IV, 308, 309, 343, 363, 364, 365, 366, 369, 372, 373, 375, 376, 378. 380, 381, 387; V, 25; Vl, 480. Bustos, Miguel Angel. X. 116.

414.

Cabrera, Alonso de. I, 381; Il, 421. Cabrera, Angel L. l, 62, 63; IX, 557.

Butler, Horacio. VII, 38; X, 210. Butrón. III, 268. Buttaro, Enrique. Vl, 338. Butty, Enrique. IX, 508. Buxareo Uribe, Félix. X, 146. Byron, Iohn. II, 40, 340; VI, 520.

C

420; IV, 313; V, 271; VIII, 21 l.

Cabral, Iuan Bautista. IV, 290. Cabral, Pedro Alvares. I, 32, 355, 356, 357, 358. Cabral Texo, Jorge. V, 388, 402. Cabred. VII, 186. Cabrer, José María. lI, 59; lll,

Caamaño, Joaquín. II, 468. Caamaño, Roberto. X, 253. Caballería, Pedro de la. l, 306. Caballero, A. IX, 184. Caballero, Roberto. VII, 358. 396, 397. Caballero Martín, Angel. VI, 306. Cabanel, Alexandre. VI, 369. Cabanillas, Tránsito. V, 292. Cabanis, Pierre Iean Georges. V, 25; Vl, 464; X, 62.

Cabarrús, Francisco, conde de. IV, 224.

Cabello, Francisco Antonio. III, 25 l.

Cabello Balboa. Miguel. l, 107. Cabello y Mesa, Francisco Antonio. Ill, 233, 236, 304, 312, 319, 320, 321, 322, 323. 327, 330, 331. Cabeza de Vaca, Alvar Núñez. I, 34, 342, 369, 382, 383, 384, 385, 386, 388, 397, 398, 427: lII, 284, 285, 286, 290, 291, 31 l, 426. Cabeza Enríquez. lll, 269. Cabodi, Iuan Iorge. II, 87. Cabot, Iuan Manuel. IV, 322, 323. Caboto, Sebastián. I, 32, 130, 346. 348, 371, 372, 373, 374, 375. 378, 391, 408, 414, 416, 419; lll, 237, 405, 409, 415; Vl, 335.

Cabral, Antonio. IV, 382. Cabral, Antonio, Fray. III, 389. Cabral, Blas, Fray. lII, 390. Cabral, Humberto. VII, 275.

Cabrera, Familia. I, 442, 444. Cabrera, Félix. IIl, 148. Cabrera, Francisco. Ill, 335. Cabrera, Gustavo. X, 270. Cabrera, Hilario. III, 335. Cabrera, Ierónimo Luis de. I, 150, 152, 42l, 422, 424,425. 431, 434, 440, 441, 443, 445. 448, 451, 456, 459, 461, 466; ll, 24, 93, 156, 299, 301; lll, 216, 374, 381, 429, 431, 433. Cabrera, Iosé de. III, 435. Cabrera, Miguel. lII, 339. Cabrera, Pablo. I, 157, 407, 443, 504; II, 414; III,l60, 271, 277, 292, 294, 312, 401; V, 310; VL 488; X, 75.

Cabrera, Pedro Luis de. I, 467, 472; Ill, 133. Cabrera, Tomás. II, 36; Ill, 202, 335, 339, 366, 338. Cabrera Infante, Guillermo. X, 123.

Cabrera y Salta, Gerónimo Luis de. Véase Cabrera, Jerónimo Luis de.

Cabreros de Anta, Marcelino. ll, 407, 414. Cabrillana, N. I, 323. Caccianiga, Paolo. VI, 351, 362. Cacciatore, Julio. VII, 206. Cáceres, Diego de. I, 316. Cáceres, Felipe de. l, 383, 401, 408, 423, 424; lII, 426. Cáceres, Luis. V, 370; Vl, 497. Cáceres, Manuel. VII, 248. Cáceres Cano, Severo G. V, 521, 526.

Cáceres Freyre, Julián. III, 131; X, 161. Cachul, cacique. IV, 171, 172. Cacopardo, Fernando. IV, 158, 216; Vl, 256. Cadena de Ressling, María Teresa. l, 475; IX, 424. Cadícamo, Enrique. X, 117. Cady, Iohn F. V. 207. Caeiro, Oscar. lll, 312.

393

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Cafferata, Agustín. VII, 23 l. Cafferata, Francisco. VI, 377, 378.

Caferatta, Iuan F. VIII, 331; IX, Cafferata, Iuan M. V, 307. Cafferata Nores, lose. VII, 179. l80. Cafiero, Antonio. VII, 353; IX, 236.

Cafiero, Mercedes. VII, 358. Caggiano, Antonio. II, 466; VIII, 317, 338, 341, 343, 344, 350, 351. Caggiano, María A. l, 131. Cagigas, Antonio de las. III, 396.

Cagliero, Iuan. V, 299, 300, 309, 339. .

Cahen Salaberry, Enrique. X, 265

Caillavet, Chantal. Il, 122, 150, 179.

Caillet-Bois, Julio. III, 285, 289, 291, 306, 308, 309, 310, 330. Caillet-Bois, Ricardo R. I, 349; ll, 350, 381; lll, 161, 278, 279; lV, 312, 507; V, 21, 207, 234; VI, 36, 486; X, 84, 104. Caillet-Bois, Teodoro. IV,3 l 2; V, 272.

Caimari, Lila M. VII, 299, 323, 466, 470, 555; VIII, 334, 471, 494; lX, 454. Cairo, Humberto. X, 255. Cajías, M. I, 107. Calandra, Horacio. I, 178, 205. Calandrelli, Matías. VI, 415. Calandria, Justo. VI, 321. Calatayud. III, 262. Calcagno. X, 267. Calchaquí, Iuan. I, 95, 281, 433. Calchaquí, Pablo. I, 281. Calciopi, Ricardo. IX, 454. Caldcleugh, Alexander. VI, 228. Caldenius, C. I, 210, 229. Calderón, Mariana. II, 106. Calderón, Mencia. I, 397, 399, 441. Calderón de la Barca. II, 245; Ill, 292. Calderón Trejo, Eligia. III, 365. Calés, Mario. VI, 62. Cali, Américo. X, 115. Califano, Mario. VII, 168, 169, 171, 173.

394

Calistro, Mariano. X, 269. Calixto III, Papa. I, 333. Calle, Lisandro’. VI, 478.

Calleja Sandoval, Iuan Antonio. VI, 357. Callejas, Iuan Antonio. III, 361. Callfucurá, cacique. IV, 56, 172, 173, 174, 176; V, 249. Caloni, Vicente, Fray. V, 31 l.

Calou, Iuan Pedro. X, 112. Calvetti, Iorge. X, ll5. Calvez, lean-Yves. VII, 400. Calvino, Iuan. V, 65. Calvo, Carlos. V, 339, 340. Calvo, Luis María. I, 445, 475, 509; II, ll0, 112, 125; III, 162.

Calvo, Nicolás. V, 120; VI, 496. Calzada, Rafael. Vl, 505, 509. Calzadilla, Santiago. IV, 95; VI, 363, 400, 533. Calzato, Walter. l, 207. Camacho. III, 138, 144. Camacho, Horacio. VI, 427. Camaña, Iuan. VI, 362, 367.

Camaño, Ioaquín. III, 297, 405. Cámara, Alonso de. I, 432, 472. Cámara, Héctor. V, 402. Cámara, Isabel de la. III, 137. Cámara, Lorenza de. III, 382. Camargo, Francisco de. l, 346. Camargo, Hernando. III, 336. Camargo, Vicente. IV, 310. Cambá, cacique. IV, 165. Cambaceres, Antonio. Vl, 134, 142.

Cambaceres, Eugenio. IV, 95; V, 37, 304 , VI, 335, 347; X, ll7. Cambas, Aníbal. VIII, 74.

Cambours Ocampo, Arturo. IX, 342; X, . Cameron, Rondo. V, S05; IX, l 19.

Camilión, Oscar. VII, 353, 400; VIII, 141, 258. Camiña, Alfredo. X, 258. Campa, Iuan de la. VII, 267; IX, 428.

Campanella, Hebe Noemí. VI, 533.

Campanella, Tomás de. II, 447. Campbell, Ieanette. IX, 306. Campero. IV, 183. Campero, Familia. II, 66. Campero, Iuan Manuel. III, 241, 338, 435. Campero, Miguel M. VII, 277, 283.

Campi, Daniel. V, 168; VI, 99, 125, 165, 228; IX, 32. Campillo, Iuan del. IV, 434, 436; V, 201, 330, 331; VIII, 84, 85.

Campins, Graciela. VI, S62. Campo, Cupertino del. X, 202, 204.

Campo, Estanislao del. V, 251; Vl, 315, 321, 329, 345, 520, 537, 559; X, 156. Campo, Hugo del. VII, 322; IX, 242.

Campo, Nicolás del. II, 244, 267, 272, 273; III, lll, 267, 279, 351, 388, 438. Campo Jaramillo, Iuan de. III, 442. Campobassi, José S. IV, 507, 508; Vl, 306; IX, 421; X, 95. Campodónico, Horacio. X, 269. Campomanes, conde de. Véase: Rodríguez, Pedro. Camponeschi, Angel María. II, 175, 424; III, ll0, 156, 351, 352, 365. Cámpora, Héctor I. VII, 25, 248, 249, 369, 371, 374, 375. 376, 378, 381, 453, 469, 517. 519, 525, 531; VIII, 26, 123, 131,132, 142, 143, 241, 247, 249, 350; IX, 102, 235, 236, 356. Campos, Julio. V, 263. Campos, Luis María. IV, 467, 468; V, 263, 268. Campos, Presentació. I, 408. Campos Salles, Manuel Ferraz de. VI, 532. Campoy, Luis. IX, 33. Camps, Ramón. VIII, 255. Camus, Albert. X, 123. Canabrava, Alice Pfiffer de. III, 54, 99. Canal Feijoo, Bernardo. Vl, S60; X, 128, 130. Canale, Nicolás. IV, 194, 199. Canales y Quinteros, Gregoria. III, 381. Canals Frau, Damián. IX, 550. Canals Frau, Salvador. I, 28, 177, 178, 180, 261, 408; Ill, 420; IV, 185; VI, 561. Canaro, Francisco. IX, 263. Canasi, Iosé. VII, 490. Cancela, Arturo. IX, 433; X, 119.

Cancino Troncoso, Hugo. VI, 450. Canclini, Agustina V. de. VIII, 374.

Canclini, Arnaldo. V, 345, 358, 359, 360, 537; VIII, 75, 363, 373. 494.

ÍNDICE DE NOMBRES

Canclini, Santiago. V, 359; VIII, 371. 372, 374. Candioti, Marcial R. VII, 210; IX, 527. Cané, Luis. X, 114. Cané, Miguel. IV, 38, 146, 185, 477, 480, 525, S36, 539; V, 45, 60, 114, 124, 132, 133, 397. 456; VI, 162, 252, 317, 318, 322, 323, 331, 332, 338, 380, 381, 413, 473, 510, 519; VIII, 470; X, 126, 156. Canedo, Alfredo. VI, 348; VII, 43 l.

Canedo, Mariana. II, 126, 180; III, 101. Cánepa, Familia. IV, 191. Canevari, Marcelo. VlI, 231. Cangiano, María Cecilia. X, 110.

Canitrot, A. X, 30. Cannadine, David. VI, 171. Canning, George. V, 181, 182, 196.

Cano, Alonso. III, 337. Cano, Guillermo. VII, 282. Cano de Nogueira, M.C. VI, 126.

Cánovas del Castillo, Antonio. II, 352, 359, 380. Canter, Iuan. III, 329; IV, 377; VI, 486; X, 149. Canterac, Iosé de. IV, 340, 342. Cantillana. II, 465. Cantilo, José María. VI, S09; VII, 95, 275, 286, 288; VIII, 104, 109.

Cantilo, Iuan I. VIII, 487. Cantini, Iosé Luis. IX, 446, 497. Canto, Estela. X, 122. Cantón, Darío. IV, S39; VII, 142, 264, 294, 295, 470, 550, 552; VIII, 209; X, 29, 33. Cantón, Eliseo. III, 421; VI, 274. Cantoni, Aldo. VII, 253, 254. Cantoni, Federico. VII, 248, 254, 255, 259, 264, 274, 282; VIII, 15, 16, 18, 22, 41; IX, 18, 33.

Cañas, Carlos. X, 224. Cañedo-Argüelles Fábrega, Teresa. l, 444. Cañete, Francisco. II, 82, 83. Cañete, Pedro Vicente. III, 225, 243.

Cao, Claudia B. IX, 454. Cao, Iosé María. V, 69; VI, 438, 504, 505; VIIl, 365. Capanema, barón de. V, 224.

Caparrós, Martín. VII, 358, 360, 397, 469. Capdevielle, Fernando. IX, 515. Capdevila, Alberto. V, 268. Capdevila, Arturo. VI, 343; VII, 263; X. 112. Capdevila, Iosé A. III, 394, 417. Capdevila, Pedro. VI, 34. Capdevila, Ricardo. VIII, 177. Capelli, Darío. X, 270.

Capellini, Iesús Orlando. VIII, Capellini, Mercedes. VIII, 470. Capilla de Castellanos, A. VI, 38.

Capitán Chiquito, cacique. IV, 177

Capitanelli, Ricardo. I, 62, 63. Caponetto, Antonio. VII, 297. Capote, Truman. IX, 352. Capracia, Santo. III, 269. Caprile, Familia. VI; 183. Capristo, Oscar. X, 227. Caputo, Dante. X, 29, 30. Caputo de Astelarra, Sara. VIII, 1 l7.

Caputto, Ranwel. IX, 516, 520, 529, 532. Carabajal, Zoilo. X, 277. Caraballo, Gustavo. X, 256. Caraballo, Liliana. VII, 358. Caracciolo, marqués de. III, 265.

Caraduje, Antonio. X, 217. Caraffa, Belisario. IX, 468. Caraffa, Emilio. VI, 352, 360; X, 219.

Caramuel, Iuan. II, 58; III, 262. Caramuru, Rey. Véase: Correja, Diego Alvares. Carassa, Ramón de. III, 436. Caratini, Alicia. VII, 173. Caravatti. IV, 191. Carballito. IX, 292. Carballo, Aída. X, 156. Carballo, Pablo Marcos. VIII, 299.

Carbia, Rómulo D. ll, 414; III, l6l, 222, 400; V, 73, 310, 343; VI, 339, 446, 448, 449; X, 68, 69, 70, 74, 105, 216. Carbó, Alejandro. VI, 299. Carbone, Alberto. VIII, 347. Carbone, Oscar E. X, 149. Carbone, Rodolfo. VIIl, 335. Carbonell de Masy, Rafael. II, 467.

Carbonnier, Francois Casimir. IV, 259.

Carcagno, Iorge Raúl. VII, 376, 377, 378; VIII, 248, 250, 254.

Cárcamo, Celes Ernesto. IX, 516.

Cárcano, Miguel Angel. II, 381; IV, S39; V, 206; VI, 63, 104, 124, 126; VII, 263, 275, 280, 285. Cárcamo, Ramón I. IV, 207, 425,

451, 514, 520; V, 55, lll, 140, 207; VI, 200; VIII, 13,41; IX, l7, 403, 467, 494. Cárcova, Ernesto de la. VI, 367, 373, 374, 382, 521. Cárdenas, Baltasar. IV, 302. Cárdenas, Bernardino de. II, 156, 449, 454, 455, 460. Cárdenas, Eduardo. V, 75, 401; VII, 43 l. Cárdenas, Francisco de. I, 388; V, 322.

Cárdenas, G. VII, 469. Cardero, Iosé. Il, 321. Cardich, Augusto. I, 79, 80, 209, 217, 230, 231, 284, 509. Cardich, L. I, 230. Cardiel, José. l, 203; II, 71; III, 245, 269, 274, 279, 405, 410, 41 l. Cardiff, Iuan. V, 308. Cardini, Carlos Eugenio. IX, S15, 516. Cardini, Eugenio. VI, 532; X, 255. Cardini, Franco. l, 321. Cardón, Raúl Luis. IX, 524, 531. Cardone, Edgardo. VIII, 244. Cardoso, Cesáreo. VIII, 269. Cardoso, Oscar R. VIII, 144, 298. Cardozo, Efraim. I, 408; Il, 349; III, 160; V, 234. Cardozo, Fernando Enrique. X, 18

Cardozo, Oscar. VII, 400. Cardozo Pardo, Iuan. Ill, 375, 376. Carella, Tulio. VI, 345; X, 290.

Caretta de Gauffin, Gabriela. ll, 180.

Carey, Iohn M. VII, 553. Carey, Robert. V, 38, 456. Carilla, Emilio. Ill, 310, 312; VI, 346, 348; X, 128, 160. Caripán, cacique. Il, 78. Carlés, Manuel. VIII, 181. Carlino, Carlos. X, 130. Carlo, Nicolás de. V, 307. Carlomagno. III, 274. Carlos, archiduque de Austria. ll, 323, 324.

395

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Carlos, Rey de Nápoles. II, 330. Carlos l. Rey de España. II, 351, 359; lll, 441. Carlos 11, Rey de España. 11, 319, 322. 323, 352, 361; 1V. 223.

Carlos III, Rey de España. 11, 13, 40, 82, 217, 251, 252, 259, 261, 265, 268, 279, 280, 282. 331, 332, 336, 341, 342, 344. 347, 349, 360, 365, 367, 370. 380, 388, 389, 396, 409, 412, 428, 459, 460: 111, 29, 30, 121, 122, 123, 124, 126, 127, 146. 147, 224, 228, 229, 230, 233. 237, 252, 264, 279, 306, 373, 384, 392, 399, 400, 403; 1V, 222, 223, 225, 226, 227, 237, 239, 258, 274; V, 15, 279. Carlos 1V, Rey de España. II, 31, 266, 267, 276, 279, 280, 282. 347, 348, 360, 374, 391; III. 120, 122, 124, 125, 127, 128, 305, 446; IV, 223, 224, 225. 226, 227, 228, 229, 230, 231, 232, 237, 246, 247, 261, 296; V, 178.

Carlos V, Rey de España. I, 337, 342, 345, 346, 370, 371, 374. 374, 375; II, 21 l, 219, 386. 390; III, 35. Carlos XII. III, 268. Carlos Alberto, príncipe de Carígnan. V1, 403. Carlota Ioaquina. IV, 230, 238, 261, 354; V, 14. Carlson, Anton Iulius. IX, 511. Carlyle, Thomas. V, 61, 173; X, 79.

Carmagnani, Marcelo. III, 103, 538.

Carmen Pereyra, Elías del. III, 388.

Carmona, Pedro. III, 354; VI, 57

Carnelutti. VIII, 416. Carnese, Francisco. VII, 173. Carnevale, Susana. 1X, 346, 355, 36 l.

396

Carnicer, Francisco. VI, 483. Carnicero. III, 354. Caro, Carlos. VIII, 237. Carozza, Paola. VIII, 468. Carozzo, Roberto. IX, 330. Carpani, Ricardo. X, 228, 229. Carpeaux, lean-Baptiste. VI, 367, 370. Carpio, Adolfo. X, S7. Carr, Raymond. V1, 169; IX, 81.

Carra, Carlo. X, 221. Carrancio, Iosé Vicente. III, 249, 252. Carranza, Adolfo Pedro. VI, 525, 526. Carranza, Angel Justiniano. 1V, 312; V1, 371, 442, 500, 51 l. 517, 523; X, 146, 148. Carranza, Enrique. VIII, 156. Carranza, Neftalí. VI. 348. Carranza, Pedro, Fray. I 466; II, 159, 396, 400; 111, 206, 208. 237, 254, 257, 444. Carrasco, Benito. V11, 180, 184. Carrasco, Gabriel. IV, 197, 216. Carrasco, Jacinto, Fray. II, 430; III, 400; V, 310. Carrasco, Morita. VII, 177. Carrasco de Saavedra, Bernardo. II, 401.

Carrera, Arturo. X, ll6. Carrera, lose Miguel. IV, 164, 170, 315, 317, 318, 366; V, 517, 519; VI, 361, 477, 479. Carreras, Enrique. X, 265. Carreras, Francisco de las. V, 122, 419.

Carrió de la Vandera, Alonso. 11, 45, 46, 52, 87, 100, 101. 103; III, 130, 134, 135, 139. 141, 142, 146,159, 268, 271. 274, 279, 299, 300, 301, 312. 409; V1, 178, 200.

Carrizo, Antonio. X, 149. Carrizo, César. X, 177. Carrizo, Jesús María. 1X, 271. Carrizo, luan Alfonso. V1, S50, 557, 558, 560; VIII, 324; 1X. 271, 295, 303; X, 128. Carrizo, Nicolás. I, 421; III, 431. Carta, Pedro. VI, 403, 404, 405, 406

Cartagena, Juan de. I, 344. Carter, Boyd G. X, 197. Carter, Iarnes. VIII, 131, 133. Cartosio, Emma de. X, llS. Carulla, Emilio. VII, 422, 424. Carulla, Iuan E. VII, 421, 508. Caruso, Enrico. VI, 531. Carvajal, Bemardino de. I, 335. Carvajal, Francisco de. 1, 393. Carvajal, Gaspar de. II, 420. Carvajal y Lancásto, Iosé de. II, 457.

Carrete D’Encausse, Hélene. VII, 396.

Carvalho e Melo, Sebastián de.

Carretera, A. M. 111, 31 l. Carretero, Andrés M. V, 43; IX, 267; X, 95.

Carvallo, Gonzalo. I, 467, 472. Casa, Ramón de la. III, 250. Casabal, Apolinario. V, 306. Casabindo. Véase: Pisarro, Matheo. Casabona, Victoria. VII, 176. Casadevall, Domingo F. VI, 345; IX, 302; X, 135. Casado, Iván. IX, 261. Casado de Alisal, Carlos. IV, 32, 502;VI, 192, 194. Casagemas, Rafael. V, 401. Casajus, Bernardo. III, 380. Casal, José, Fray. III, 389. Casal, Julián del. VI. 340.

Carretero, Rodolfo. IX, 489. Carriego. V, 25. Carriego, Evaristo. IV, 468; VI, 343, 524; IX, 288, 368; X, l 12.

Carrier-Belleuse, Albert-Ernest. V1, 367, 370.

Carril, Benigno del. VI, 109, l 10.

Carril, Bonifacio del. III, 420; IV, l7l, 290, 378; VI, 383, 384; VII, 354, 470, S09; VIII, 345.

11, 457, 458.

Casal, Pedro S. V11, 273; VIII, 197.

Carril, Enrique V. del. VIII, 470. Carril, Hugo del. X, 259, 260, 261, 262, 266, 270. Carril, Mario del. IX, 532. Carril, Salvador María del. IV, 380, 436, 437, 438, 444, 445, 446, 450, 454; V, 93, 110, 122. 317, 329, 419; V1, 212, 482,

Casal Castel, Alberto. VII, 296. Casamayor, Isabel. 111, 146. Casamiquela, Rodolfo M. l. 180, 231, 232, 284; V, 187;

554; X, 95. Carrilla, Emilio. X, 95. Carrillo, Ramón. VII, 202, 203. Carrió, Alejandro. VIII, 469. Carrió, Genaro. VIII, 420; X,

Casares, Familia. V1, 247. Casares, Tomás D. VII, 426, 546; V111, 322, 324, 405, 420, 421. 446, 454, 462, 463, 464, 468. 469; 1X, 475; X, 54. Casares Pearson, Olga. 1X, 263.

59.

V11, 175, 176.

Casanova, Sixto. I, 28; IV, 409. Casares, Carlos. IV, 536; V1, 78, 247; V11, 38.

ÍNDICE DE NOMBRES

Casaretto, Iorge. VIII, 355. Casaroli, Agostino. VIII, 361. Casas, Bartolomé de las, Fray. I, 7l, 76; II, 213, 214, 215; III, 268. Casas, Iosé B. VIII, 87. Casas, Manuel Gonzalo. X, 56. Casasbellas, Ramiro de. X, 115. Casatilly, marqués de. II, 366. Casavalle, Carlos. VI, 518. 523. Cascabel, Segunda. III, 148. Cascudo, Luis Da Cámara. VI, 559. Casella, Enrique. X, 243, 244, 251. Casellas, Alberto A. VIII, 176. Casiello, Iuan. V, 342; VII, 508; VIII, 324. Caspar, Robert. VIII, 387. Caspe. III, 229. Cassani, Iorge Luis. X, 100. Cassani, Iuan Enrique. IX, 400, 431. Cassels, ].K. VI, 155. Cassiano, Ricardo. II, 362, 381. Cassimatis, Irineo. VIII, 380. Cassinelli, Luis. VIII, 199. Cassone, Florencia Ferreira de. X, 172, 173, 199. Castagna, Gustavo I. X, 270. Castagnino, Iuan Carlos. X, 212, 225, 289, 290. Castagnino, Raúl H. VI, 344, 345, 486; X, 126, 135, 160. Castán Tobeñas, José. VIII, 441. Castañares. Il, 205.

Castañares, Martín de. Il, 95. Castañeda, Francisco de Paula, Fray. III, 389; IV, 26; V, 279, 290, 315, 365, 409; VI, 351, 461, 462, 463, 464, 465, 466. 477, 481, 486, 494.

Castañeda, Gregorio de. I, 404; III, 431. Castañeda, Jorge. VII, 397. Castañeda Delgado, Paulino. I, 348; lI, 414. Castaño, Manuel. VI, 52. Castelar, Emilio. VI, 509. Castellani, Leonardo. VII, 38, 387, 449, 450, 468; VIII, 322, 324; X, 119. Castellano, Luis G. VIII, 283. Castellano, Ramón. VIII, 342, 348.

Castellanos, A. I, 155. Castellanos, Aarón. IV, 443. Castellanos, Familia. II, 136, 171: V, 148.

Castellanos, Joaquín. VI, 503; VII, 253, 476. Castellanos, Manuel. VII, 260. Castellanos, Rafael. VIII, 385. Castellanos, Uladisloa. V, 284, 294, 339. Castelli, Eugenio. VI, Sl l. Castelli, Iuan Iosé. IV, 279, 281, 283, 297, 351; V, 14. Castelli, Pedro. IV, 418. Castellino, Marta Elena. VI, 5 l 3.

Castello, Antonio Emilio. VII, 296, 353; VIII, 245. Castells, Alberto. X, 33. Castells, Iosé Conrado. VIII, 58, 61.

Castelnuovo, Elías. X, 121, 175, 285.

Castex, Mariano N. VII, 470, 509.

Castex, Mariano Rafael. IX,

Castiglioni, Roberto. X, 163. Castilla. VI, 254. Castilla, Leopoldo. X, 116. Castilla, Manuel. X, 115. Castilla, Santiago. III, 146. Castilla y Zamora, Cristóbal de. III, 398. Castillo. V, 514. Castillo, Abelardo. IX, 352; X, 124.

Castillo, Antonio Yáñez del. III, 164.

Castillo, Benjamín E. del. VI, Sl l. Castillo, Cótulo. X, 117. Castillo, Dionisio del. II, 165. Castillo, Enrique Benjamín del. IX, 506, 513, 514, 518. Castillo, Horacio. X, 116. Castillo, Iuan de. II, 440. Castillo, Pedro del. I, 406, 447, 457, 475, 477; ll, 226, 229. Castillo, Ramón S. V, 148; VII, 19, 20, 21 l, 285, 286, 287, 288, 289, 293, 299, 337, 417, 426, 427, 503, 515, 518, 519, 520, 521, 525, 526, 528, 529, 531, 532, 538, S40, 548; VIII, 159,199, 200, 201, 214, 215, 330; IX, 97, 344, 372, 431, 436, 548; X, 286. Castillo, Santiago H. del. VII, 275, 284. Castillo, Vicente del. IV, 449. Castillo de Bovadilla, Jerónimo. ll, 235, 283, 289, 304.

Castiñeira, Iulio R.VI, 306, 483; IX, 493, 557. Castiñeira de Dios, José María. III, 312; X, 115. Castlereagh, lord. v, 13o, 131, 132.

Castrillo Mazeres, Francisco. Il, 380.

Castriota, Samuel. X, 275. Castro. III, 265. Castro, Alicia S. l, 207, 209, 230, 231, 232, 509. Castro, Emilio. VIII, 474. Castro, Emesto L. X, 123. Castro, Eugenio de. VI, 521. Castro, Familia. V, 148. Castro, Fernando de. I, 329. Castro, Fidel. VII, 363, 364, 392, 396; VIII, 230. Castro, Iosé María. X, 251. Castro, Iuan B. VII, 277. Castro, Iuan losé. X. 243, 244, 247, 253. Castro, Lope de. Véase: García de Castro, Lope. Castro, Lorenzo. III, 179. Castro, Manuel. IX, 302. Castro, Manuel Antonio de. V, 25, 86, 365, 412, 425, 427, 429, 435, 437; VI, 460. Castro, Rita. VI, 562. Castro, Saturnino. IV, 302, 303, 304, 305. Castro, Silvana. X, 133. Castro Barros, Pedro Ignacio de. IV, 306; V, 279, 290, 310, 315, 319, 346, 365; VI, 481. Castro Estévez, Ramón de. IV, 507. Castro Leiva, Luis. IV, 130. Castro Sánchez, Eduardo. VIII, 234, 236. Castropalao, Fernando. III, 262. Catalán, Iuan I. IX, 490. Cataldino, Iosé. II, 60, 440; III, 208, 212, 245, 263. Catalina, Zarina de Rusia. II, 346. Catalina II, Zarina de Rusia. V, 353.

Catalina de Siena, Santa. III, 208, 262, 270, 358. Catena, Osvaldo. VIII, 339. Caterina, Luis María. V, 141, 537; VII, 294, 431; VIII, 13. Cathcart, William. VI, 504. Cathrein. X, 54. Catriel, Cipriano. IV, l7l, 172,

158. 397

173, 476; VII, 158. Catriel, Iuan Iosé. IV, 174; VII,

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Catriel, Marcelino. VII, 158. Cattaneo, Atilio E. Vll, 275, 295; Vlll, 197. Cattaneo, Cayetano. III, 131, 212.

Cattaneo, Leonardo. I, 371. Cattaneo, Mario A. VII, 509. Cattaneo, Pedro. IX, 529. Cattaruzza, Alejandro. VII, 295. Catterberg, Edgardo. X, 30, 34. Catucci, Silvia G. VIII, 470. Caturelli, Alberto. lll, 244, 312, 401; V, 309, 368; VIII, 334; IX, 493; X, 50, 55, 57, 59, 61, 64, 65. Causs, Mecha. IX, 263. Cauzzi, Teresa Beatriz. II, 315. Cavadas, José de Sousa. III, 353, 354. Cavafis, Constantin. X, 115. Cavalaro, Diana. VI, 486. Cavallero, Diana. VI, 533. Cavallo, Domingo. IX, 59. Cavallo, Guglielmo. X, 160. Cavallo, Sandra. IX, 424. Cavallotti, Rubén. X, 261. Cavanagh, Roberto. IX, 317. Cavañas, Manuel A. IV, 287. Cavarozzí, Marcelo. VII, 352, 356, 508; X, 30, 34, 97. Cave, Peter. X, 135. Cavendish, Henry. VI, 406. Cavia, Pedro. Véase: Sáenz de Cavia, Pedro. Cayo], Roberto. VI, 338. Cayupul. IV, 178. Cayuqueo, Félix. VII, 159. Cayuso, Susana. VII, 551, 552. Cazorla, Eduardo. VI, 306. Ceballos, Alejandro. IX, 481. Ceballos, Francisco. IX, 3 l 5, 330. Ceballos, Jerónimo. III, 385. Ceballos, R. I, 231. Cedrón, Jorge. X, 266. Céfali, Francisco. VIII, 181. Cejudo, Iorge. Il, 430, 468. Celada. Claudio. V, 359; VIII, 374.

Celada, Gabriel. II, 105, 106. Celesia, Ernesto H. IV, 423; V,

398

103, 104. Cella, Susana. VII, 468; X, 133. Celton, Dora Estela. II, 100, 122, 124, 128, 137, 139, 142, 146, 466; IV, 45, 62, 63, 64. 67, 69, 71, 74, 75; VII, 54, 73. Cena, Iuan Carlos. VII, 357. Centeno, Angel M. VII, 399; VIII, 335, 342, 361.

Centeno, Diego. I, 386, 394, 395, 397. 415. Centeno, Felipe. VIII, 49. Centeno, Francisco. V, 206, 344. Centurión, Emilio. VIII, 191. Cepeda, Alonso de. I, 432; III, 432. Ceppi, Iosé. Vl, 232, 233, 248, 251, 255. Cerda, Luis de la. I, 328. Cereijido, Marcelino. IX, 528. Cerezo, Gregorio. VII, 283. Cerini, Antonia. V, 292. Cernadas. VIII, 487. Cernadas, Iuan Iosé. IV, 389; V, 322.

Cernadas de Bulnes, Mabel N. VI, 487. Cernuschi, Félix. IX, 549. Cerretani, Arturo. X, 123, 130, 289.

Cerrutti, Eduardo. Vl, 185. Ceruti, Carlos N. I, 109, 132, 133, 510.

Cerutti, María Constanza. I, 179.

Cerutti Gulberg, H. VII, 469. Cervantes Saavedra, Miguel de. II, 309; III, 136; VI, 518. Cervera, Federico Guillermo. I, 443. Cervera, Felipe. II, 125, 147. Cervera, Manuel María. I, 443; II, 45, ll0, 124; IV, 424; X, 76.

Cervetto, Iuan. VI, 504. Cerviño, Pedro Antonio. III, 324, 326, 328, 395, 396, 414; IV, 125.

César, Francisco. I, 374, 379, 409, 415. César, Iulio Ramón de. II, 59; III, 338. Cesati. VI, 414. Ceselli, Iuan Iosé. X, 115. Céspedes, Conrado. VI, 488. Céspedes, Francisco de. II, 157, 159; III, 428. Céspedes, Xería. Il, 441. Céspedes del Castillo, Guillermo. II, 153, 252, 263, 279, 280; III, 99; IV, 247, 268. Cetrángelo, Oscar. X, 269. Ceva, Marcela. VII, 108; IX, 83, 148, 210. Cevallos, Pedro de. II, 39, 68, 74,168, 195, 244, 260, 261, 262, 263, 264, 265, 266, 267. 269, 270, 272, 280, 333, 336.

337, 338, 342, 343, 344, 346, 360, 365, 366, 367, 369, 370, 458, 465: III, l2l, 127, 147, 179, 230, 236, 246, 302, 417, 430; IV, 250, 256. Chacón Torres, Mario. III, 367. Chaliapine, Feodor. IX, 258. Challú, Amilcar. Vl, 275. Chambo, Mariano, Fray. III, 398. Chamílín, cacique. l, 281. Chancerel, León. X, 285. Chandler, A. IX, 152, 210. Chandler, C.L. VI, 37. Chandler, D.S. IV, 247. Chaneton, Abel. I, 375; III, 400; V, 402; VIII, 442; X, 104, 157, 163.

Chano, Jacinto. VI, 315. Chanonga. VI, 321. Chaplin, Charles. IX, 252. Chapman, Anne. I, 276, 277; IV, 187; VII, 167, 177. Char, René. IX, 349; X, llS. Charcot, Juan B. VIII, 164. Charlevoix, Pedro Francisco Iavíer de. III, 267, 298; VI, 315.

Charlier, Noemí. VII, 358. Chartier, Roger. X, 160. Charton de Treville, Ernest. V, 30, 449; VI, 360, 372, 374. Chas, Francisco. III, 259, 260. Chassaing, Iuan. VI, 320, 498, 520.

Chateaubriand, Francois René de. V, 40,181. Chaunu, Pierre. I, 365; II, 127. Chauri, Domingo. III, 436. Chaussemiche, Bernard. VII,

l8l.

Chavarría, Iosé Manuel. VI, 305. Chavero, Héctor Roberto. X, 117.

Chávez, Alonso de. I, 348, 382, 385, 386, 399, 4l4, 423. Chávez, Fermín. IV, 480, 481; VI, 274, 346, 348; X, 82. Chávez, Gonzalo Leónidas. VII, 358.

Chávez, Nufrio de. I, 383, 385, 386, 395, 397, 398, 399, 400, 419, 423. Chazarreta, Andrés. IX, 270; X, Chejov, Anton. VI, 518; X, 130. Chelemín, cacique. I, 28, 95. Chenal, Pierre. X, 261. Chenebar, Itzjak. VIII, 399.

ÍNDICE DE NOMBRES

Chertudi, Susana. VI, S62; IX, 271, 292. Chesterton, Gilbert K. X, 121. Cheuqueta, cacique. IV, 172. Chevalier, lean Jacques. VI, 305. Chiappori, Atilio. Vl, 342; X, 118, 142.

Chiaramonte, José Carlos. III, 30, 245; lV, 125, l3l, 268, 425, 426; V, 42, 103, 441, .462, 522, 523, 525, 537; Vl, 170, 200; X, 91, 92, 94,191. Chichisola, Familia. VI, 181. Chiclana, Feliciano. III, 440; IV, 397.

Chikachiev, Platón. VI, 215, 227.

Chilliendo, Gaucho. IX, 292. Chingotto, Mario Raúl. VIII, 176.

Childs, Wendy R. I, 323. Chiodi, Hugo. IX, 517. Chiovenda. VIII, 409. Chiozza, Elena. IV, 51, 74; IX, 267. Chipitruz, cacique. IV, 173. Chirinos de Posadas, Francisco. III, 433. Chmyz, Igor. I, 133. Chocori, cacique. IV, 172, 176. Chomel, Noel. III, 327. Chopin, Frederic. IX, 261; X, 241.

Chorroarín, Luis Iosé. III, 378, 402; V, 290; VI, 515, 516. Chouhy Aguirre, Ana María. X, l 15.

Christensen, Carlos Hugo. X, 258, 261, 269, 270. Christie, William D. IV, 444. Christophersen, Pedro. V, 356. Chubrétovich A., Carlos. VIII, 299.

Chuchler, S. I, 229. Chudnovslcy, D. IX, S84. Chueca Goitía, Fernando. II, 85. Chueco, Manuel. IX, 210. Chulilaquini, cacique. IV, 177. Chumay, cacique. I, 281. Chumbicha, cacique. I, 281. Churchill, Winston. IX, 65; X, l 76.

Ciancaglini, Humberto. IX, 520, 553.

Cicardo, Vicente Héctor. IX, Cicerchia, Ricardo. IX, 267. Cicerón. lll, 268. Cichero, Marta. VII, 355.

Cicognani, Amleto Giovanni. VIII, 343. Cid, Elena. VIII, 323. Cienfuegos, Iosé Ignacio. V, 318; Vl, 313. Cieza de León, Incawasi de Cañete. I, 108, 153, 273, 282. Cigliano, Eduardo M. I, 106,132, 205. Ciocchini, Cleto. X, 204. Ciocchini, Héctor. X, 115. Cipolletti, César. VII, 65. Cipolletti, María Susana. I, 208; IV, 187; Vll, 174. Cires, Matías de. III, 397. Ciria, Alberto. VII, 265, 293, 294, 321, 323, 431, 466, 467; VIII, 209; IX, 495; X, 199. Cirigliano, Gustavo. IX, 454. Ciseri, Antonio. VI, 361, 362, 369, 371. Cisneros, Andrés. VIII, l 17, 142, 144, 145. Cisneros, Baltasar Hidalgo de. Ver: Hidalgo de Cisneros, Baltasar de. Cisneros, Cardenal. I, 308, 312, 318; II, 385. Cisneros, Raúl. X, 154. Citanovic, Dinko. III, 244. Ciuro Caldani, Miguel Angel. X, 59.

Civit, Arturo. VII, 198. Civit, Emilio. IV, 527; V, 148, 149, 152. Civit, Francisco. VI, 88. Clairac, Ramón de. III, 436. Clairaux, Auguste. VI, 359, 363. Clappertoni, C. I, 229. Clara, Ierónimo Emiliano. V, 292, 294, 336. Clara, Pedro N. V, 294. Clara de Asís, Santa. III, 119. Claraz, Iorge. I, 232; IV, 187. Clarizza, Francisco I. VIII, 166. Clark. VI, 195. Claros, Familia. V, 148. Claude, Albert. IX, 51 l. Claudel, Paul. X, 285. Claudet, Enrique. IX, 540, 557. Clausewitz, Carl von. Vll, 366, 385, 464. Claver, Pedro. III, 263. Clavero, Bartolomé. Vl, S13; VIII, 441. Clemenceau, George. IV, 194; Vl, 530; VII, 180. Clement, Gastón. VIII, 229, 230.

Clemente V, Papa. ll, 406.

Clemente VI, Papa. I, 328. Clemente VII, Papa. II, 386. Clemente XIII, Papa. II, 412. Clemente, Iosé Edmundo. X, 128, 134, 146. Clementí, Hebe. V, 43, 104; VII, 263, 430; X, 96, 107. Clérice, Iustino. Vl, 391, 394. Clerq, Hugo de. VI, 201. Clerval, Massieu de. V, 190. Cleveland, Stephen Grover. V, 224, 225. Clifford, Iaime. VIII, 374. Coan, Titus. V, 350. Coatsworth, Iohn. IX, 82, 183. Cobo, Norberto. IX, 544. Cobo Borda, Iuan Gustavo. X, 160.

Coca, Ioaquín. VII, 295; VIII, 436. Cócaro, Nicolás. III, 31 l; X, 134.

Cocchiara, Giuseppe. VI, 558. Cochet, Gustavo. X, 214. Cochran, Thomas. IX, 83, 148, 207, 210. Cochrane, Thomas. IV, 297, 332, 333, 335, 339, 340, 342; VI, 313. Cocilovo, LA. I, 256. Codignola, Ernesto. IX, 400. Codignotto, I. l, 229. Codovilla, Victorio. VII, 20, 410, 411, 446; X, 190, 191. Coe, John Halstadt. IV, 435; V, 246, 248. Coelho, M. IX, 454. Coghlan, Eduardo A. VI, 62; IX, 268. Coggiola, Osvaldo. VII, 297. Cohen, Marcelo. X, 125. Cohen de Chervonagura, Elisa. Vl, S12. Coihuepau, Venancio. IV, 172. Coing, Helmut. Il, 314; X, 98. Coito, Manuel de. III, 350. Colacilli de Muro, María Angélica. X, 60. Colacrai de Trevisán, Miriam. V, 235. Colautti, Carlos E. V, 102; X, 134.

Colbert, lean Baptiste. V, 450. Colina, Bartolomé de la. V, 322; VIII, 218. Colina, Salvador de la. V, 437. Coliqueo, cacique. IV, 173, 174,

159. 399 186.

Coliqueo, Ignacio. VII, 158,

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Coliqueo, Simón. Vll, 158, 159. Coll, Alberto R. Vlll, 299. Coll, Jorge Eduardo. Vll, 36, 286; Vlll, 434; IX, 432. Coll Cárdenas, Marcelo. D(, 454.

Collado, Adriana. IV, 216; VII, 207. Collaert, Adrián. III, 343. Collesbury, Guillermo. V, 348. Colli, Néstor S. V, 207, 272. Collino, Desiderio. VIII, 355. Collivadino, Pío. VI, 376, 382, 384; X, 206, 212. Collo, Iuan B. IX, 539. Colmeiro, Manuel. X, 212. Colmo, Alfredo. VIIl, 405, 407, 409, 413, 414, 422, 428, 429, 430, 443, 446, 448, 449, 452, 458, 467. Colom, Eduardo. VII, 483. Colomar, Inés. VIII, 334. Colombatti. X, 150. Colombo, Francisco A. X, 150, 156.

Colombo, Guillermo. VI, 127. Colombo, Luis. IX, 199, 200. Colombres. II, 66. Colombres, Iosé Eusebio. V, 283; VI, 137. Colombres, Iuan Carlos. IX, 351, 359. Colombres, Restituta. VI, 137. Colombres Garmendia, Clementino. VI, 250. Colón, Cristóbal. I, 31, 84, 104, 288, 320, 326, 332, 334, 335, 337, 339, 355, 356, 368, 407; II, 224, 225, 385; III, 191, 403, 414; X, 71. Colonna Walewski, Alejandro.

V, l9l. Colque, cacique. I, 281. Coluccio, Félix. VI; S62; IX, 291, 292, 303; X, 128. Coluccio, Susana. VI, 562. Columba, Ramón. Vll, 39, 551; VIII, 82; X, 207. Comadrán Ruiz, Jorge. I, 409; II, 105, 106, 107, 122, 124, 281, 282; III, 159, 277; V, 436; X, 102.

400

Comas, Iuan. l, 80. Comenta], Pedro. III, 413. Comerci, Santiago. VIII, 177. Cominetti, Edmo. X, 256. Compayre, Gabriel. VI, 305. Comte, Augusto. V, 372, 373; VI, 291, 299. 305, 410; X, 13, 16, 41.

Conan Doyle. VI, S18. Concatti, Rolando. VII, 360. Conci, Carlos. VIII, 335. Concina, Daniel. lll, 228, 264. Concolorcorvo. Véase Carrió de la Vamíera, Alonso. Conde, Agustín. II, 83, 84. Condillac, Etiene. V, 25; VI, 464. Condorcet, Marie-lean­ Antoine. Vl, 278, 279. Conesa. V, 250. Conforti, Carlos. VII, 476. Coni, Emilio. III, 65, 99; IV, 138, 215; V, 396; VI, 63. 560; X, 106. Coni, Femando A. X, ISO. Coni, Pablo E. VI, 518; X, 151. Conil Paz, Alberto A. V, 234; VI, 347; VIII, 117, 142. Conlara. I, 406. Cono de Rossini, Lelia. VI, 229. Conrad, Josep. X, 119. Conrero. VIII, 355. Consens, Mario. I, 156, 157. Considérant, Víctor. V, 29. Consigli, Julieta. II, 45, 413. Constant, Benjamin. V, 26, 36, 43, 51, 355, 365, 399, 400; VI, 486. Constantini, Alberto. IX, 490. Conti, Haroldo. X, 124. Conti, Viviana. IV, 131; VI, 200; VII, 174. Contreras, Jerónimo de. III, 136.

Contreras, José Joaquín. III, 439.

Contreras, luana. VI, 32 l. Contreras, Ramón. VI, 315. Contreras, Simón. X, 217. Contursi, Pascual. X, 275. Converso, Félix E. Il, 282; V, 505, 507, 525; VI, 200. Cook. II, 347. Cook, Iohn. II, 339. Cooke, Iohn William. VII, 331, 345, 353, 438, 441, 442, 444, 445, 451, 452, 463, 486, 508; IX. 350; X, 181, 182, 192. Cooke, Juan l. VIII, 58. Coon, C. S. I, 77. Cooper. VI, 489. Copello. VI, 181. Capello, Santiago Luis. V, 307, 31 l; VIII, 306, 307, 320, 330, 338.

Capi. Véase: Botana, Natalio. Coppola, Horacio. X. 216.

Coquena. IV, 182. Corbacho, Myriam Rosa. V1, 99.

Corbellini, Enrique C. V, 42. Corbiere, Emilio I. VII, 297, 430; X, 160. Cordero, Héctor Adolfo. lll, 162.

Cordeu, Edgardo I. IV, 186; VII, 173, 177. Cordiviola, Luis Adolfo. X, 235. Córdoba. IV, 527. Córdoba, Alberto Octavio. VI, 347.

Córdoba, Antonio. IV, 335. Córdoba, Clara, Santa. lll, 374, 389. Córdoba, Iosé de. IV, 280, 281. Córdoba, Mariano. Di, 292. Córdoba Mejía, Pedro de. l, 421. Córdova, Arturo de. X, 258, 259, 261. Córdova lturburu. Cayetano. VI, 383; X, 114, 133, 198, 233. Coti, Carl Ferdinard. DK, 516, 517. Coria, Luis. V, 507, 518, 537. Coria López, Luis Alberto. VI, 99. Corigliano, Francisco. VII, 400; VIII, 143. Cornblit, Oscar. IV, 157; VI, 169, 201; IX, 207; X, 18, 21, 109.

Cornejo, Atilio. I, 443; Ill, 277; VI, 137, 144; X, 75. Cornejo, Juan Adrián. VI, 137. Comejo, Iulio. VII, 283. Cornell. IV, 170. Comell. IX, 462. Comet, Salvador. IV, 278. Comish, Graham. X, 160. Corona Baratech, C. IV, 247. Coronado, Martín. VI, 337, 521; X, 273. Coronato, A. l. 229. Coronidas Segura, Rodolfo. VII, 282, 418, 495. Corpet, Oliver. X, 196, 197. Corrales, Rosalinda. X, 215. Correa, Difunta. 1X, 291. Correa, Francisco. VII, 416, 482. Correa, María Angélica. II. 86. Correa, Miguel Angel. X, ll9. Correa Arce, Oscar. VII, 274, 282.

Correa Luna, Carlos. lll, 160.

ÍNDICE DE NOMBRES

Correa Morales, Lucio. VI, 367. 377, 378, 379, 382, 384, 520; X, 223. Correa Morales de Aparicio, Cristina. VI, 62. Correa y Saa, Francisco. III, 254. Correas, Edmundo. VII, 282; IX, 494. Correas, Enzo. VII,476. Correja, Diego Alvares. I, 359, 361.

Corro, Gaspar Pío del. III, 312. Corro, Miguel C. del. V, 290. Corso, Raffaele. VI, S58. Cortabarría, Iorge Juan. V, 169. Cortajarena, Iosé A. VI, 507. Cortázar, Augusto Raúl. VI, 345, 346, 543, S52, 558, 559. 560, 562; IX, 288; X, 128, 152, 154.

Cortázar, Julián de, Fray. II, 98, 154, 400, 413; III, 293, 442. Cortázar, Julio. VII, 38. 459; X,

lll, 122, 123,124, 132, 144, 184, 189, 264. Cortés. VII, 497. Cortés, Donoso. V, 29, 368. Cortés, Gerónimo. V, 120, 372; VI, 287, 288. Cortés, Hernán. I, 345, 374, 407; II, 224. Cortés, Julio. VIII, 385. Cortés, Rosalía. VII, l4l. Cortés Conde, Roberto. I, XXI; IV, 104, 507, 538; V, 463, 487, 504, 505, 507, 537; VI, 97, 124, 126, 127, 158, 159, 165, 166, 169, 170, 197, 202; VII, 143, 294; IX, 30, 62, 80, 81, 82, 110, 111,145,182, 209. 263; X, 84, 88, 90, 92, 109. Cortés López, Iosé Luis. I 323. Cortesao, Jaime. II, 349. Cortínez, Santiago. IV, 499. Corujo, Silvano. X, l2l. Corunera. I 419. Corvalán. IV, 383. Corvalán, Familia. Il, 242. Corvalán, Francisco. III, 375. Corvalán, Rafael I. VI, 472. Corvalán, Santiago E. VII, 277. Cosa, Iuan de la. I, 339, 343. Coscia, Adolfo A. IX, 59. Cosimi, Nelo. X, 256. Cosmelli Ibáñez, Iosé Luis. VI,

532; X, l6l. Cossa, Roberto. X, 131, 287, 288.

Cossío, Carlos. VII, 490; VIII, 405, 419, 420, 432, 434, 440; IX, 471; X, 49, 59, 65. Cossío, Simón de. V, 413. Costa, Dalmiro. VI, 393. Costa, Eduardo. IV, 471, 484, 489, 490; V, 130, 332, 335, 336, 425, 426; VI, 282. Costa, Gerónimo. IV, 440, 441; V, 246, 249. Costa, Gustavo. VII, 231. Costa, Joaquín. VIII, 426. Costa, Lucio. III, 367. Costa, Pietro. VIII, 442. Costa Méndez, Nicanor. VII, 27, 392; VIII, 131, 136, 144, 273, 298, 343. Costa y Aguirre, Braulio. IV, 122.

Costantini. III, 265. Costantini, Alberto. X, 124. Cotler, Iulio C. VIII, 118. Cotta, Sergio. VII, 396; X, 58. Coulanges, Fustel de. V, 51, 60. Coupland, R.T. 1X, 59. Courbet, Gustave. VI, 369, 373. Courtois, Eugene. IV, 195, 209; VII, 180. Couselo, Iorge Miguel. X, 268, 269, 270.

Cousin, lean. l, 356. Cousin, Víctor. V, 39, 40, 366. Coutan, Jules-Felix. VI, 379. Couture de Troismont, Roberto. X, 162. Couyo Udmjian, Ricardo. I, 409.

Covarrubias. II, 106. Covarrubias y Orozco, Sebastián. II, 286. Covián, Miguel Rolando. IX. 517. Coviello, Alfredo. IX, 342. Cowley, lord. V, 190. Cox, Guillermo. IV, 187. Cozzo, Domingo. IX, 33. Cranwell, Ricardo. X, 149. Crasbeeck, Pedro. III, 288. Cravena, T. VII, 138. Craviotti. Clara. IX, 60. Craviotto, José A. VI, 97; IX, 30. Crawford, Michael. I, 81. Crespi, Eduardo. VIII, 255, 258. Cresques, Abraham. I, 328. Cresson, W.P. V, 206. Crisafulli, G. VI, 126. Crisol, Miguel. IV, 207, 210. Crispiano, Santo. lII, 157. Crispin, Santo. III, 157.

Cristiani, Quirino. X, 256. Critto, Miguel. VII, 283, 286. CrivelJi Montero, Eduardo Adrián. I, 181, 199, 206, 207. 208, 510; IV, 161, 186; VII, 145, 555. Croce, Benedetto. X, 46, 69, 105.

Crocce, Marcela. VII, 360; X, 188, 199. Crochetti, Silvia. VII, 175. Croix, Teodoro de. II, 256, 266. Cromwell, Oliver. IV, 221; V, 458; X, 79. Cronin. IX, 261. Crosby, Bing. IX, 374. Cross, Esther. X, 125. Crotto, José Camilo. VII, 240, 253. Crumpe. III, 325. Cruz. VI, 549. Cruz, de la. IV. 329. Cruz, Iorge. VI, 345; X, 129. Cruz, Luis de la. I, 205; III, 348. Cruz, Nazareno. X, 264. Cruz, Osvaldo. IX, 504. Cruz, Pedro Pascual de la. III, 184, 186. Cruz de Amenábar, Isabel. III, 129.

Cruzao, Juan. Véase. Woallands, Luis.

Cuadros, Hilario. IX, 301. Cuarterolo, Miguel Angel. VI, 384. Cubas y Salas, Iosé. IV, 412, 413, 415. Cubillos, Gaucho. IX, 292. Cuccorese, Horacio I. Vl, 36, 38, 201, 449; VIII, 176; X, 69. 86, 106.

Cuenca, Claudio Mamerto. Vl, 328.

Cuesta Figueroa, Marta de la. V, 436. Cueto, Adolfo. VII, 295.

Cueto, Marcos. IX, 531. Cueto Rúa, Julio. VIII, 467. Cuello, Ignacio. III, 186. Cuello, Juan. VI, 253, 336, 500. Cuesta, Antonio de la. III, 348. Cuesta Domingo, Mariano. I, 325, 348, 349, 510. Cueva y Benavídez, Mendo de la. III, 428. Cuevas, Francisco de. lll, 376. Cuevas Acevedo, Huberto. I, 65. Cuitiño, Ciriaco. IV, 402. Cullen, Domingo. IV. 392, 415,

416. 401

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Cullen, Iosé María. IV, 440. Cullen, Patricio. IV, 459. Cullen, Tomás R. VI, 304; VIII, 318.

Cumming. VIII, 112. Cúneo, Dardo. IV, 539; V, 74; VI, 169, 348; VII, 263, 297. 323; IX, 207, 494; X, 122, 146.

Cunietti-Ferrando, Arnaldo. III, 49.

Cunill Cabanellas, Antonio. IX, 263; X, 130, 282, 283, 284. Cuña, Irma. X, 115. Curatella Manes, Pablo. VI, 378; X, 210, 225. Curia, Beatriz. III, 31 l. Curruhuinca, Curapil, cacique. IV, 174; VII, 177. Curtis. V, 38. Curuzú, Iosé. IX, 292. Cushman, David W. IX, S32.

Cussianovich, Guillermo Ernesto. IV, 425. Custodio de Sá y Faría, Iosé. II, 59, 81.

Cutolo, Vicente Osvaldo. III, 278, 402; V, 401; VI, 384, 488. Cutter, Ronald. III, 420. Cuvier, George. VI, 417. Cuyás y Sampere, Antonio. IV, 451. Cuzzani, Agustín. X, 131, 287. Czetz, Iuan F. V, 261, 262. D

D'Amicis, Eduardo. VI, 249, 255. D’Amico, Alicia. X, 216. D’Amico, Carlos. V, 140; X, 95. D’Andrea Mohr, Iosé Luis. VIII, 270. D'Angers, David. VI, 366. D’Annunzio, Gabriele. X, 277. D’Arienzo, Juan. IX, 272. D'Atri, Raúl Isidoro. VIII, 75. Da Orden, María Liliana. IV, 105; VI, 256; VII, 140. Da Silva, F. II, 234. Dabove, Santiago. X, 12 l. Dadone, Aldo E. VIII, S16. Daino, Leonardo. I, 205, 206. Daireaux, Emilio. V, 114, 140; VI, 98, 255.

402

Dagnino Pastore, Iosé María. VIII, S20; IX, 104. Dagrossa, Norberto C. VI, 513; VIII, 441.

Daguerre, Louis-Jacques. VI, 358.

Dagum, Camilo. VllI, 515. Dalcroze, Emile Jacques. X, 285. Dalí, Salvador. X, 150. Dalla Marta, Griselda. VII, 176. Dalmas, Marcelo. VIII, 373. Dalmazzo, Gustavo O. IX, 496. Dalou, Jules. VI, 370. Damasco, Aníbal V. VII, 38 l. Damel, Carlos. X, 129. Dameno, Domingo. IX, 528. Damianovich, Horacio. VII, 38; IX, 504, 508, S35, 536. Damonte Taborda, Raúl. X, 132.

Damonte Taborda, Raúl Natalio. X, 132, 225. Dana Montaño, Salvador. VII, 482, 508; VIII, 85, 93, 324. 469; IX, 495, 496. Daniel, Elsa. X, 263. Daniel, Juan Bautista. III, 342, 343, 366. Danielian, Miguel. VIII, 468. Dannemann, Manuel. VI, 559. Dantas, Iosé S. V, 268. Darío, Rubén. VI, 342, 343, 381, 509, 511, 521, 524, 533; IX, 340; X, 112, ll4, 126. Darragueyra, Iosé. V, 413; VI, 536.

Darthés, Camilo. X, 129. Darwin, Charles. I, 76, 77, 274; III, 408; V, 52, 372, 373; VI, 48. 291, 299, 407, 417, 420, 421, 422; X, 42, 44. Dassen, Conrado Claro. IX, 537, 557. Dasso, María Cristina. VII, 173. Daufresne, Jules. VI, 358. Daumas, Louis-Ioseph. VI, 366. Daus, Federico A. I, 62, 63; II, 350.

Dávalos, Iaime. X, 117. Dávalos, Iuan Carlos. IX, 271; X, l 19. David, Carlos. IV, 210. David, Jacques Louis. IV, 230;

v1, 369. _

David, Mario. X, 266. David, Pedro. X, 22. Davidoff, Costantino. VIII, 273, 274, 275, 297. Davies, T.M. VII, 470. Dávila. Il, 154. Dávila, Tadeo. II, 173; III, 440. Dávila, Pedrarias. I, 341. Dávila, Pedro Esteban. II, 357; III, 376.

Dávila L. de Guevara, C. IX, 210.

Davis, Gualterio. VlII, 165. Davis, Pablo Julián. VllI, 244. De Andrea, Miguel. VII, 22, 28, 426; VIH, 304, 305, 335. De Biasse, Martín. VII, 360. De Bry, Teodoro. III, 284. De Caro, Iulio. IX, 273. De Cecco, Sergio. X, 131, 287. De Espósito, Arnaldo. X, 244. De Finis, Mario L. IX, 514. De Forest Fredricks, Charles. VI, 358. De lpola, Emilio. VII, 322. De Lellis, Mario Jorge. X, ll6. De Lorenzi, Hermete. VII, 183. De Luca, Esteban. IV, 278; VI, 132, 314, 519. De Lucía, Fidel. X, 220. De Marco, Miguel Angel. I, XXI; III, 159; IV, 13, 313, 423, 480, 483, 507, 543; V, 45, 234, 237, 273, 505, 537; VI, 513; X, 102, 104. De Marco, Miguel Angel (h). III, 441, 447; IV, 423; IX, 529. De Martino, Eduardo. X, 204. De Nicola, Alejandro. IX, 531. De Pablo, Iuan Carlos. VIII, 520, 521, 522. De Paula, Alberto. I, 474; II, 47, 87, 126; IV, 215, 216; V, 360; VIII, 210, 244. De Robertís, Eduardo. IX, 512, 513, 516, 517, 518, 519, 520. 521, S22, 523, 525, 528, 529, 553.

De Rogartis, Pascual. X, 244. De Ruschi, María Isabel. VIII. 335. De Sáes. IX, 167. De Santis, Daniel. VII, 358, 469. De Santis, Luis. IX, 557. De Tomaso, Antonio. VII, 20, 261, 269, 273, 275, 279, 410; VIII, 540; IX, 401. De Vicenzo, Roberto. VII, 35; IX, 306. Deane, Phyllis. V, 494; VIII, 516. Debenedetti, Edith. X, 95. Debenedetti, Salvador. I, 178; VI, 561. Debole, Carlos Alberto. X, 133. Debray, Régis. VII, 453. Decaris, Antonio. III, 252. Decarli, Edgardo. VIII, S16. Decker, Rodolfo. IX, 347, 348. Deetjen, S.T. V, 348.

ÍNDICE DE NOMBRES

Defelippe, B.A. IX, 184. Deffaudis, barón. V, 190. Defilippis Novoa, Francisco. X, 129, 256, 279, 280. Degrossi, Osvaldo I. IX, 531. Deheza, Iulio. IX, 458. Deheza, Román Antonio. IV, 390.

Deira, Ernesto. X, 228. Deiros, Pablo E. VIII, 374. Del Mazo, Gabriel. IX, 494, 495, 496.

Del Moral, Familia. II, 173. Del Prete, Iuan. VII, 39; X, 21 l, 217

Del Vecchio, George. VIII, 409, 419, 441, 467. Delacroix, Eugene. VI, 355, 356, 360, 369. Delbene, Floren. IX, 263. Delfico, Alberto. IX, 240. Delfino, Augusto Mario. X, 122. Delfino, Enrique Pedro. IX, 263. Delfino, Familia. VI, 183. Delgado, Francisco. V, 122, 419. Delgado, Josefina. X, 129. Delgado, Iulián. IX, l 15. Delgado Parker, Genaro. D(, 387. Delgado Ribas, I.M. VI, 36. Delhez, Víctor. VIII, 323; X, 214, 220. Delia, Carlos. VIII, 251. Delich, Francisco Iosé. VII, 122, 139,142, 357; X, 21, 38. Dell’Oro Maini, Atilio. VI, 306; VII, 21, 28, 421, 426; VIII, 323; IX, 482. Dell’Orto, Ana M. F. II, 125. Della Ferrera, Nelson C. II, 146, 147, 385, 413, 414, 466, 469; V, 309, 310. Della Paola, Carlos. VII, 181. Della Paola, Gerardo. VIII, 529, 533, 549; IX, 80. Della VaHe, Angel. VI, 360, 367, 371, 377, 381, 384. Dellepiane, Antonio. VI, 446, 450; X, 15. Dellepiane, Carlos. IV, 346. Dellepiane, Luis I. VII, 250, 267, 290; VIII, 181, 186. Dellepiane Cálcena, Carlos. VI, 561; IX, 292. Delorme, Philibert. II, 59. Delorme, Pierre. III, 351; V, 82. Demarchi, Andrés. VII, 214. Demare, Lucas. VII, 39; X, 258, 260, 261, 262, 269. Demaría, Mariano. V, 305.

Demaría, Rafael. IV, 312. Dembo, Adolfo. I, 80. Demicheli, Alberto. V, 42, 43, 102, 103. Dempsey, lack. IX, 254. Dempster, Iohn. V, 349, 350. Denegri, Pedro. X, 146, 149. Denevan, W. I, 284. Denevi, Marco. X, 123, 259. Deniker, I. I, 257. Denis, Paul Ives. l, 63. Denner. VI, 248. Denton, G. I, 229. Denys, Iehan. I, 359. Derbecq, Germaine. X, 225. Derisi, Octavio Nicolás. VII, 38; VIII, 322, 323, 334, 354, 355; X, 49, 54, 55, 59, 60, 63, 65. Derqui, Santiago. IV, 434, 436, 438, 442, 444, 445, 446, 447, 448, 454, 455, 466, 469, 476; V, 130, 251, 331; VI, 483, 497. Desanzo, Iuan Carlos. X, 268. Descalzi, Gaetano. VI, 353. Descalzi, Nicolás. IX, 543. Descartes, René. III, 386, 412; VI, 209; X, 53. Déscola, lean. III, 129. Descole, Horacio. IX, 480, 495. Desmadryl, Hareisse-Edmond­ Joseph. IV, 373, 381; VI, 360. Desmadryl, Narciso. VI, S20. Despard, G.P. I, 256. Dessage. VI, 410. Dessein, Daniel Alberto. D(, 348.

Destéfani, Laurio H. I, 349, 408; II, 382; III, 420; IV, 312, 313, 508; V, 207, 271; VI, 36; VIII, 159,176,177, 211; X, 103. Destutt de Tracy, Antoine Louis Claude. V, 25. Detaille, Edouard. VI, 371. Deulofeu, Venancio. IX, 505, 506, 508, 514, 515, 517, 519, 520, 522, 528, 529, 532, 553. Deveali, Mario L. VIII, 405. Devoto, Alberto. VIII, 338, 339, 348.

Devoto, Antonio. IX, 194, 195, 370, 375. Devoto, Bartolomé. IX, 512. Devoto, Familia. IX, 374. Devoto, Fernando I. IV, 77, 105, 106, 107, 156, 159, 540, 541, 543; V, 75; Vl, 449, 450; VII, 77, 108, 109, 297, 431, 555; VIII, 496; lX, 302; X, 87, 96, 107, 108, 109. Devoto, Fortunato. IX, 549.

Dewey, Iohn. VII, 35; IX, 400. Dexter, Lewis. IX, 514. Deyermond, Alan. I, 322. D'Hastrel de Rivedoux, Adolfo. VI, 354, 355, 358, 545, 546, 548.

D’Hers, Francisco. VII, 290. Di Benedetto, Antonio. I, 63; X, 124.

Di Benedetto, Elena. IX, 505, 506.

Di Benedetto, Rebeca. IX, 505. Di Giovanni, Severino. VII, 260, 271, 406. Di Lullo, Orestes. Vl, 560; IX, 271; X, 75, 128. Di Marco, Luis E. VIII, 516. Di Núbila, Domingo. X, 269. Di Prieto, Angel. V, 339. Di Rienzo, LA. I, 256. Di Sandro, Iuan. X, 216. Di Sarli, Carlos. IX, 273. Di Stéfano, Italo Severino. VIII, 355.

Di Stéfano, Roberto. II, 181, VIII, 333. Di Tella, Andrés. VIII, 496. Di Tella, Guido. VI, 97, 98, 166, 167, 169; VIII, 270, 517, 530; IX, 30, 31, 68, 81, 82,112. 115, 145, 149; X, 89, 98. Di Tella, Torcuato. VII, 143, 294; VIII, 270, 508, 517; IX, 71, 73, 83, 125, 148, 188, 207, 210, 241, 565; X, 18, 19, 20, 21, 35, 37, 38, 88, 92, 99, 100. Diaconú, Alina. X, 124. Diament, Mario. X, 287. Diana. III, 262, 264. Diana, Marta. VII, 358. Diana, Pablo. VII, 102. Días, Bartolomeu. I, 356. Díaz, Adriano. IV, 451. Díaz, Angel, Fray. III, 390. Díaz, Avelino. VI, 404, 467. Díaz, Benito. V, 436; X, 94. Díaz, César. IV, 451. Díaz, Fanor. VII, 353. Díaz, Francisco Domingo. V,

Díaz, Iosé Antonio. lll, 378. Díaz, Iosé Iavier. IV, 360, 361, 363. Díaz, Leopoldo. Vl, 341, 524; X, l 12.

Díaz, Manuel. III, 354, 355. Díaz, Martín. VI, 557. Díaz, Miguel. III, 182.

Díaz, Pedro. Ill, 415. 403

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Díaz, Ramón. VI, 314. Díaz, Raúl B. VI, 295. 306. Díaz, Rogelio. VI, 488. Diaz Alejandro, Carlos. VI, 166, 168, 169; VII, 322; VIII, 530, 548, 574; IX, 30, 70, 80, 81. 82, 90, 91, 94, 95, 112, 126, 145, 146, 182; X, 92. Díaz Arana, Iuan losé. V, 44; VIII, 502, 503, 504, 512. Díaz Araujo, Edgardo. Vl, 99. Díaz Araujo, Enrique. VII, 267, 292, 294, 295, 508; IX, 495, 497.

Díaz Bessone, Ramón Genaro. VII, 359. Díaz Bialet, Agustín. V, 402. Díaz Bialet, Alejandro. VII, 378. Díaz Caballero, Alonso. I, 413. Díaz Cafferata, A.M. VIII, 522. Díaz Cisneros, César. V, 207, 234.

Díaz Colodrero, Pedro. IV, 434, 435, 436; VIII, 85. Díaz Couselo, Iosé María. V, 102, 363, 400, 401, 402, S37; VIII, 442. Díaz de Guijarro, Enrique. VIII, 470. Díaz de Guzmán, Ruy. I, 33, 34, 373, 442; ll, 190; III, 220, 244, 281, 282, 290, 291, 311. 405; VI, 316, 340. Díaz de la Peña, Miguel. IV, 390.

Díaz de Loría, Pedro. II, 152. Díaz de Mendoza, Fernando. X, 278, 282. Díaz de Perafan, Francisco. III, 231. Díaz de Solís, Iuan. Véase Solís. Díaz de Vivar, Joaquín. VII, 486. Díaz del Castillo, Bernal. I, 274. Díaz Melgarejo, Ruy. I, 383. Díaz Mondurruy, Liliana. X, 125.

Díaz Nicolau, María Cristina. VI, 513. Díaz Rementería, Carlos I. II. 179, 208, 249, 315; III, 29. Díaz Romero, Eugenio. VI, 342. Díaz Taño, Francisco. III, 197. Díaz Vélez, Iosé Miguel. V, 89,

404

204; VI, 34. Díaz Vélez, Eustaquio. IV, 283, 298, 300, 302; VII, 217. Díaz y Clusellas, Iosefa. VI, 363. Dickens, Charles. VI, 334, 419; X, 126.

Dickman, Emilio. IX, 183. Dickmann, Enrique. IV, 539; VII, 20, 403, 405, 476; IX, 401. Dickson, Jorge Federico. V, 347. Diderot, Denis. VI, 463. Diehl, Karl. VI, 463; VIII, 504. Diego, Celia de. III, 312. Diego el Descalzo. III, 374. Diéguez, Héctor. VI, 124; VII, 141; VIII, 513, 514, 516, 517, 522;1X, 31, 81. Diemer, Alwin. X, 58. Dietrich Bracher, Karl. X, 39. Diez, Manuel María. VIII, 86. Diez de Andino, Iuan. II, 159; III, 434. Díez del Corral, Luis. IV, 246. Difrieri, Horacio A. I, 62, 205, 279, 280, 284; Il, 87, 89. Dike. VIII, 445. Dillehay, T.D. 1,106, 284. Dillón, César A. X, 253. Dillón, Iusto R. VI, 413. Dilthey, Wilhelm. X, l6, 45, 46, 47.

Diógenes. I, 328. Dios, Salustiano de. I, 322. Discépolo, Armando. VI, 338; X, 129, 260, 280, 281, 290. Discépolo, Enrique Santos. VIl, 278; X, 117, 260, 281, 288. Disdéri, Alphonse. VI, 358. Distéfano, Iuan Carlos. X, 229, 231. Diz, Adolfo César. VIII, 516, 548.

D'Onofrio, Arminda. VI, 384. D'Orbigny, Alcides. I, 273; II, 45; IV, 57, 65, 178, 186, 188; VI, 138, 215, 227, 405. D'Ors, Eugenio. V, 374; X, 45, 46

Dobb, Maurice. X, 89. Dobranich, Baldmar F. X, 148. Dobrizhoffer. II, 77, 206. 468; III, 202, 407. Dobson, Andrew. I, 81. Dodds, Iames. V, 358. Dodero, Alberto. VIII, 152; X, 149.

Dodero, Familia. VII, 103. Dodero, Luis. VI, 201; VIII, 152. Doering, Adolfo. IX, 536. Doering, Oscar. VI, 410, 423. Doerner, Max. VI, 384. Doesburg, Theo van. X, 217. Dolkart, Ronald H. VIl, 294, 297, 468.

Doll, Ramón. VII, 289, 290, 468; X, 77, 78, 175. Dolores, Tomás de los, Fray. III,

Domecq García, Manuel. VIII, 181,183,184. Domenech, José. VII, 281; IX, 220, 222, 224. Domenech, Roberto. IX, 59. Domingo, Santo. III, 157, 294, 358.

Domingorena, Horacio. IX, 484, 496. Domínguez, Iosé. V, 425, 426; VI, 473. Domínguez, Iuan A. III, 420. Domínguez, Lorenzo. X, 219, 220.

Domínguez, Luis L. V, 333; VI, 320, 393, 431, 433, 473, 496. Domínguez, Manuel Augusto. III, 160. Domínguez, Mateo. l, 466. Domínguez, Oscar. X, 22.5. Domínguez Compañy, Francisco. II, 315. Domínguez Neira, Pedro. X, 21 l.

Domini, Antonio. VIII, 334. Dompé, Hernán. X, 231. Donati, Marcos, Fray. V, 299. Dondo, Osvaldo Horacio. VIII, 324; X, 114.

Donni de Mirande, Nélida. VI, 348.

Donoso, José. X, 123. Donoso, Ricardo. III, 161. Dopsch, Alfons. III, 49. Dorantes, Pedro. I, 383. Dorflinger, Iosé Walter. II, 126. Dorfman, Adolfo. VI, 97, 144, 151, 152, 166, 168; IX, 80, 147, 210, 583; X, 93. Doria, Alejandro. VII, 39; X, 268.

Doria, Carlos L. IX, 495. Doria, Familia. II, 173. Doril, Pedro. X, 287. Dormais, Georges. IX, S42. Dormal, Julio. VI, 367, 382. Dornbusch, Rugider. IX, 112, 115, 149.

Dorrego, Manuel. IV, 20, 303, 304, 373, 374, 375, 376, 378, 379, 380, 381, 385, 386, 387, 395, 396; V, 25, 29, 186, 196, 237, 241, 243, 381, 409, 471. 474; VI, 34, 379, 466, 468, 469, 477, 532: X, 255.

ÍNDICE DE NOMBRES

Dos Santos, C.M. VI, 37. Dosne Pasqualini, Christiane. IX, 514, 517, 531. Dostoievsky, Fiédor Mijailovich. X, 280. Dotti, Jorge Eduardo. V, 73, 74; III, 440. Doucet, Gastón Gabriel. I, 505, 506; II, 207, 250; III, 190. Douglass, W. IV, 107. Dowek, Diana. X, 231. Doyón, Louise M. VII, 308, 322; X, 35.

Draghi Lucero, Iuan. III, 277; VI, S60; IX, 271; X, 76, 119. Drago, José María. X, 142. Drago, Luis María. V, 222, 223; VI, 419. Dragún, Osvaldo. X, 131, 287, 288. Drake, Francis. I, 347, 418, 439. Drake, Iohn. V, 345. Drangosch, Ernesto. VI, 394. Draper, LG. VI, 291. Dresco, Arturo. VI, 382.

Drevet, Pierre. III, 350. Dreyfiis, Alfred. VII, 372. Driesch, Hans. X, 46. Dromi, Laura. Véase: San Martino de Dromi, María Laura. Droz, Jacques. V, 206. Drucaroff, Elsa. X, 134. Drygalski, Erich von. VIII, 162. Duarte. I, 354. Duarte, María Amalia. V, 45, 273; X, 86.

Duarte de Perón, María Eva. VII, 22, 25, 198, 309, 310, 312, 313, 316, 323, 368, 440, 442, 541; VIII, 26, 27, 28, 29, 66, 67, 68, 69, 70, 134, 220, 221; IX, 228, 353, 380, 410, 41 l, 439; X, 97, 185, 259. 268.

Duarte Quirós, Ignacio. II, 396, 430; III, 316, 391. Duayén, César. Véase: Barra de Llanos, Emma. Dubal, Pedro. VI, 34. Dubourdieu, Ioseph. VI, 365, 376, 384. Duca, Anselmo Zoilo. VIII, 30. Duccí, Zacarías, Fray. V, 301. Ducray-Duminil, Francois Guillaume. lIl, 265. Dufau. VIII, 352. Dufourq, Ch.E. I, 321. Duggan, Enrique. IX, 261.

Duggan, Ernesto. IX, 251. Duggan, Héctor. IX, 251. Duggan, Heriberto. IX, 250, 251, 252, 253, 261, 262. Duggan, lack. IX, 251. Duggan, Jaime. IX, 251. Duggan, Iuan Tomás. IX, 250, 251. Duggan, Luis. IX, 250, 251, 261. 262, 268, 317. Duguid, Familia. VI, 194. Duhalde, Eduardo Luis. VII, 360. Duhau, Luis. VII, 281; VIII, 507, 540; IX, 23, 28. Duiguit, León. VIII, 409. Duje, Nilda E. Il, 146. Dujovne Ortíz, Alicia. X, 124. Dulabani, Abdul Massid. VIII, 384. Dulcert. I, 327. Dumas, Alejandro. V, 246; VI, 491. Dumont, Santos. VI, 524. Dumont, Ulises. X, 267. Dumrauf, Clemente. VIIl, 75. Duncan, Silas. V, 192, 193. Duncan, Tim. IV, S41. Dundas, Henry. IV, 316. Dunkerley, James. IX, 183. Dunning, Iohn. IX, 149. Dupré, Giovanni. VI, 406. Durán, Charles Carolus. VI, 369.

Durán, Guillen-no. II, 466. Durán, Iosé Antonio. V, 329. Durán, Iuan G. III, 399; V, 311. Durán, Pedro. V, 297. Durán, Víctor A. I, 180, 231. Durán Estrago, Margarita. II, 466.

Durán Mastrillo, Nicolás. III, 244

Durand, Alberto. VIII, 65. Durant, Charles. VI, 350. Durao, Santa Rita. l, 359. Durkheim, Emile. X, 13, 16. Durnhofer, Eduardo. VI. 486. Duse, Eleonora. VI, 531. Dussel, Enrique. II, 390, 401, 414; VIII, 335. Dussel, Inés. IX, 454. Dussel, Patricia. II, 207. Dutarí Rodríguez, S. VI, 503. Duteil, Elías. VI, 366, 376, 384. Duval, Pedro. III, 232. Duve, Christian de. IX, 511. Duverger, Maurice. VII, 506; VIIl, 453; X, 33.

Earle. IV, 170. Eastman de Barros, Adela. VI, 363. Easton, David. X, 27, 38. Ebelot, Alfredo. IV, 186. Eberlein, Gustave. VI, 366. Echagüe, Familia. II, 66. Echagüe, Iuan Pablo. VI, 486, 524; X, 161. Echagüe, Milcíades. V, 337, 338. Echagüe, Pascual. III, 387; IV, 416, 417 , 419, 421; V, 245. Echagüe, Pedro. VI, 328. Echagüe, Selva. VIII, 21 l.

Echagüe y Butrón, Pascual de. II, 152. Echalecu, Julia María. III, 367. Echanique, Gerónimo de. III, 398.

Echanique, Iuan de. II, 152. Echanove, Alfonso. II, 467. Echard. III, 263. Echavarrí, Tomás. III, 375. Echegaray, Aristóbulo. X, 113. Echegaray, Iuan de. II, 33. Echenique, Iuan B. III, 277. Echevarría, Vicente Anastasio de. V, 381, 413; VI, 477. Echeverría, Bernardo. VI, 32 l. Echeverría, Esteban. IV, 38, 427, 428, 437, 453; V, 28, 29, 30, 44, 161, 175, 328, 366, 449, 451, 452, 460, 461, 462; VI, 34, 129, 269, 280, 281, 305, 317, 318, 319, 322, 323, 325, 327, 339, 347, 353, 360, 393, 450, 472, 473, 475, 487, 518, 519, 522, 537, 559; Vlll, 512; X, 14, 62, 63,119, 126, 156. Echeverría, Francisco. V, 230. Echeverría, José de. III, 414. Edelberg, Betina. X, 115. Edery. Marcos. VIII, 396. Edgeworth, Francis Ysidro. VIII, 501. Eduardo VIII, Rey de Inglaterra. VII, 31. Egaña, Antonio. Il, 414. Eggers Lan, Conrado. IX, 350. Egido, Teófanes. II, 430, 468. Egmont, lord. Il, 340. Egües, Carlos Alberto. V, 41, 102, 133; VII, 401, 507, 555; X, 39.

Eguiara y Eguren, Iuan Iosé de. III, 243.

lNDlCES GENERALES DE LA OBRA

Eguivar, Hermenegildo de. II, 57.

Eguren, Alicia. Vll, 353. Eguren, Francisco de. lV, 278. Eichelbaum, Samuel. X, 130, 174, 281, 285. Eichengreen, Barry. VIIl, 526, 527, 541. Einstein, Albert. VIII, 390; lX, 542; X, 46, 113. Eisenhower, Dwight David. VIII, 129. Eizaguirre, Iosé Manuel. Vl, 228, 244, 256. Ekeloff. VIII, 164. Ekmekdjian, Miguel Angel. Vll, 509. Elal. VII, 165.

Elcano, Iuan Sebastián de. l, 344, 345, 249, 369, 370; II, 224; III, 405. Elenberg, Fernando. VII, 399. Elguera. VIl, 490. Elías, Angel. IV, 427.

Elias, Iuan Ignacio. III, 377. Elichondo, Margarita. VI, 559. Elio, Francisco Javier de. Il, 266; IV, 262, 263, 289, 354; V, 15, 78, 175; VI, 17, 19. Elizagaray, Atilio. D(, 99, 112, 114.

Elizalde, Pedro Isabel. IX, 508. Elizalde, Rufino de. IV, 23, 446, 463, 464, 467, 470, 471, 472, 477, 484, 490; V, 39, 258. Elizalde Acevedo, Luciano H. IX, 363, 585. Elizalde y Hurtariz, Iuan José de. III, 436. Elliot, John. VI, 358. Elorriaga, Domingo, Fray. III, 374. Elortondo y Palacios, Felipe. VI, 5 l 6.

Elvard, Paul. IX, 349. Emiliozzi, Familia. IX, 321, 324. Emperaire, A. I, 230. Emperaire, I. I, 230, 255, 256. Encinas, Diego de. Il, 293, 408. Enciso Recio. III, 21 l. Endrek, Emiliano. II, 123, 124, l4l, 146, 180; Vl, 274; IX, 423. Engelmann, Godofredo. VI, Engels, Frederic. IV, 532; V, 60; VII, 403.

406

Enrique II, Rey de España. I, 297, 305; II, 322. Enrique II, Rey de Portugal, el navegante. l, 352, 354, 365.

Enrique lll, Rey de España. l, 294. Enrique IV, Rey de España. I, 290, 295, 298, 313. 330, 322. 331.

Enrique VllI, Rey de Inglaterra. VIII, 356. Enrique, Federico. lX, 542. Enríquez. l, 281. Enríquez, Luis. lI, 96. Ensinck Jiménez, Oscar Luis. III, 129; IV, 105; V, 168, 169; Vl, 201; X, 102. Entraigas, Raúl A. V, 309, 311; VIII, 74. Epelbaum de Weinstein, Ana. VIII, 400. Erasmo. Ill, 247. Ercilla, Alonso de. III, 289. Erize, Esteban. VI, 561. Erize, Francisco. VII, 231. Errázuriz, Familia. IV, 194. Errázuriz, Federico. V, 231, 332. Errázuriz, Isidoro. V, 231. Errázuriz, Matías. X, 157. Errecaborde, Iorge E. VIII, 298. Errecart, Iuan. VIII, 65. Erro, Iuan Carlos. X, 52, 122, 127,177, 183. Esandi, M. M. VIII, 335. Escalada, Antonio Iosé de. VI, 522. Escalada, Celedonio. IV, 290. Escalada, Familia. III, 135; Vl, 351, 523. Escalada, Federico. VII, 164, 166, 176. Escalada, Francisco Antonio de. lll, 271, 323. Escalada, José Antonio de. III, 239, 246. Escalada, José Manuel. V, 305. Escalada, Manuel. IV, 332; V, 283. Escalada, Roberto. X, 261, 263. Escalada, Remedios de. Vl, S22. Escalada Bustillo y Zeballos, Mariano lose de. IV, 27; V, 291, 294, 295, 321, 323, 324, 327, 340. Escalada de Demaría, María Eugenia. lI, 175. Escalante, Iuan. Vl, 478. Escalante, Wenceslao. IV, 514; V, 370; VIII, 412, 413. Espalpelo. V, 140. Escalona Agüero, Gaspar de. III, 29

Escardó, Florencio. IV, 212; VI, 356; IX, 523; X, 128.

Escardó, Macedonia. Vl, 356. Escardó de Colombo Berra, Paulina. VIII, 65. Escarpit, Robert. X, 160. Escobar, Adrián. VII, 476, 482; VIII, 49. Escobar, Alberto. IX, 436. Escobar, Juan de, Fray. Il, 421. Escobar, Juana de. II, 135. Escobar, María de. II, 135. Escobar, Miguel. IV, 296. Escobar, Valentín de. III, 445. Escobar Castellanos, Tomás de. lI, 152. Escobar de Barragán, Antonia de. Il, 135. Escobar y Becerra, deán. III, l l l, 278. Escriche, Ioaquín. V, 425. Escrivá de Balaguer, Iosé María. VIII, 358. Escudé, Carlos. V, 75, 235; VIII, ll7, 142, 144, 145; IX, 148, 422.

392. '

Escudé, Guillermo. IX, ll4. Escudero, Francisco, Fray. III, Escudero, Iosé Antonio. lI, 248; IV, 247.

Escudero, Pedro. IX, 507. Eshag, Eprime. VIII, 516. Esnaola, Iuan Pedro. IV, 39; VI, 387, 393, 400. España, Claudio. X, 269. Espeche Gil, Vicente. VII, 400. Espejo, Iosé. VII, 309, 310, 316; IX, 226, 227. Espejo, Iuan Luis. I, 409; IV, 318. Espidíón, Santo. III, 269. Espil, Alberto. IX, 342. Espina, Alonso de la. l, 314. Espinel, Vicente. VI, 557. Espinosa, Manuel. X, 217. Espinosa, Mariano Antonio, Fray. V, 284, 287, 339; X, 240. Espinosa, Pedro de. ll, 98. Espinosa de los Monteros, Iosé. III, 131, 343, 410, 412; Vl, 178.

Espinosa de los Monteros, Iuan Alonso. III, 343, 344, 435. Espinosa Soriano, W. I, 106. Espinosa y Dávila, Joaquín de. lIl, 435. Espósito Castro, Alfredo Mario. VIII, 355. Esquilache, príncipe de. l, 489; Il, 254.

ÍNDICE DE NOMBRES

Esquilo. X, 156. Esquiú, Mamerto, Fray. V, 283, 288, 294, 309, 328, 368: X. 118.

Esquivel, Héctor Darío. V, 342. Esquivel, Maria de. I, 470. Essomericq. I, 359. Estaca, Iuan. VI, 420. Estacio de Sa. I, 362. Estelle, Patricio. l 409. Esteras, Cristina. I, 474; lII, 356, 361, 367. Estevan y León, Manuel de. III, 435. Esteve, Laura. IX, l5l. Esteves Saguí, Miguel. V, 427, 429, 430, 437. Estévez, Adolfo. VIIl, 228. Estévez, E.I. I, 255. Estiú, Emilio. VII, 38; X, 56. Estrada, Angel de. VI, 342; VIII, 324; X, 126, l5l. Estrada, Carlos de. VIII, 45. Estrada, Iosé Manuel. V, 37, 53, 56, 120, 140, 306, 307, 368: VI, 291, 303, 331, 338, 417. 421, 435, 440, 441, 502, 510, 518, 520, S23; VII, 490; VIII, 85, 312; X, 53. Estrada, Liniers de. III, 159. Estrada, Marcos de. V, 206. Estrada, Santiago de. VI, 332, 502; VIII, 335, 342, 343, 361. Estrany-Gendre, Antonio. VIII, 136.

Estrella Gutiérrez, Fermín. X, 114, 132. Etchart, Pablo Carlos. X, 157, 163.

Etchebarne, Miguel. X, llS. Etchecopar, Evaristo. VI, 88, 138.

Etchecopar, Máximo. VII, 290, 446; X, 127. Etchegaray. Vl, 337. Etcheguía, Gustavo. IX, 183. Etchepareborda, Roberto. IV, 269, 31 l, 540; V, 42, 234, 271, 272, 273; VI, 486; VII, 263, 295, 465, 508; VIII, 209; X, 96.

Etchevehere, Guillermo. X, 115. Etchevehere, Luis. VII, 267. Etcheverry Boneo, Rómulo. VIII, 415, 443; IX, 475. Eteve, Laura. III, 13. Etkin, Alberto M. Vll, 263. Eugenio, Emilio. I, 206, 207. Eujanian, Alejandro C. Vl, 449, 450.

Euler, Ulf von. IX, 525. Ewen, Enrique LR. V, 354. Eyzaguirre, Jaime. IV, 346. Eyzaguirre, José Ignacio Víctor. V, 287.

Ezcurra, Mariano. IX, 17. Ezcurra de Rosas, Encarnación. IV, 402, 403, 417; VI, 356.

Ezquerra Abadía, Ramón. I, 408.

Ezquerrenea, Iuan Antonio. V, 322. F

Fabre, Agustín. III, 254, 394. Fabrici, Susana. VI, 349, 366, 377, 378, 563. Fabrizi, Aldo. VII, 99. Fabro, Fernando. Ill, 384, 435. Fabro, Gabriela. X, 269. Facio, Sara. X, 124, 216, 236. Facio Hebequer, Guillermo. IX, 220; X, 212, 213, 285. Faciotti, María Celia. IX, 268. Fader, Fernando. VI, 376, 382; VII, 38; X, 203, 204, 208, 219, 220, 222, 235. Fadrique. III, 148. Fadul, María Esther. VIII, 65. Fahy, Antonio. V, 292. Faig, Carlos H. X, 289. Fainholc, Beatriz. IX, 454. Fair, Familia. VI, 194. Fairburn, Iohn. III, 141, 145. Fagnani, Camilo O. IX, 268. Fagnano, Iosé. V, 300. Fajardo, Pedro, Fray. III, 445. Falcini, Luis. X, 223. Falcoff, Mark. VII, 294. Falcón, Ramón L. V, 261. Falcón, Ricardo. IV, 541; V, 168; VIII, 382; IX, 240. Falconer, Tomás, Véase: Falkner, Tomás.

Falero, Ruy. I, 342. Faletto, Enzo. X, 18. Falguiere, Alexandre. VI, 370. Falkner, Tomás. I, 273; II, 71, 87; III, 148, 386, 405, 407, 415, 417. Fangio, Iuan Manuel. VII, 35; IX, 321, 322, 323, 324, 330, 325, 329, 330. Fanon, Franz. VII, 366. Faraday, Michael. VI, 406. Farberman, Judith. II, 123, 179; III, 100, 190. Farel. Guillermo. VIII, 333.

Farina, Alberto. X, 270. Fariní, Iuan Angel. VI, 486; X, 148.

Farjat, Jorge Luis. VII, 87. Farnesio, Isabel de. II, 327, 328, 329, 330, 331. Farré, Luis. X, 46, 64. Farrell, Edelmiro I. VII, 20, 21, 301, 306, 308, 321, 545; VIII, 63, l0_6, 107, 214, 216, 217, 218; IX, 375. Farrell, Gerardo. VIII, 356, 360. Farrington, I. I, 108. Faruk. IX, 383. Fasciolo, Iuan Carlos. IX, Sl l, 512, 513, 517. Fasolino, Nicolás. II, 430; V, 310; VI, 274; VIII, 342. Fassi, Carlos. VIII, 70. Fassola Castaño, Francisco. VII, 291. Fatone, Vicente. X, 52, 59, 60, 65, 122. Fattori, Giovanni. VI, 369. Faulkner, William. X, 122. Faust Rocha, Miguel. X, 283. Faustin, Enrique. X, 261. Fautario, Héctor Luis. VIII, 248, 251. Fava, Athos. VII, 468. Favaloro, René. VII, 387. Favaro, Orietta. VII, 356; VIII,

Favier, Alvin. VI, 358. Favio, Leonardo. X, 264, 270. Favré, Roberto. X, 258. Favretto, Giaccomo. VI, 369, 371. Faya, Orlando. III, 415. Fayt, Carlos S. Vll, 322, 467, 498, 509; X, 29, 35. Febrero, Iosé. III, 275. Febvre, Lucien. X, 87. Fedele, Javier. VII, 208. Fedoseeff, N.B. IV, 293. Feduchi, Luis. lII, 367. Feijoo, B.I. VI, 316.

Feijoo, María del Carmen. III, 263, 265, 269; IV, 156; X, 30. Feierstein, Ricardo. V, 360. Feinmann, Juan Pablo. VII, 397, 471; X, 268. Feldman, E. IX, 125, 148. Feldman, Iorge. VII, 142. Feldman, Simón. X, 264, 270. Felgine, Odile. X, 198. Felipe, el infante. II, 331. Felipe Il, Rey de España. I, 281,

347, 363, 419, 427, 431, 445. 407

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

447, 448,, 450, 455; 11, 214, 219. 245, 302, 308, 351, 352, 387, 392, 397; 111, 35, 74, 208, 286, 416, 442. Felipe III, Rey de España. II, 352; 111, 37, 212, 237, 444. Felipe IV, Rey de España. II,

408

413, 442; lll, 383. Felipe V, Rey de España. II, 223, 251, 299, 322, 323, 324, 326, 327, 328, 330, 331; 111, 27, 35, 37, 146, 264, 306. Felipe de Anjou. II, 323, 358, 359, 360, 363, 364. Feliú, Ramón. IV, 243. Falleti, Tulia Gabriela. V, 168. Fender, F. 1X, 31. Fénelon. III, 273, 319. Fenner, Emilio. X, 150. Ferguson, Francisco. V, 355. Ferguson, Lula de. V, 355. Ferlini, Iuan. VII, 410. Fermepin, Alphonse. VI, 357, 358. Fermín, Santo. III, 200. Femández. IX, 426. Fernández. 111, 135. Fernández, A. 1V, 106; VII, 109. Fernández, Alejandro. 111, 367. Fernández, Angela M. II, 141, 146; III, 190. Femández, Arturo. X, 34, 38. Femández, Francisco F. IV, 468. Fernández, LC. V1, 513. Fernández, Ianuario. II, 174; 111, 168, 169. Fernández, Iorge. I, 180. Fernández, Iuan. III, 236. Femández, Juan Antonio. V1, 467. Fernández, Juan Carlos. VIII, 441. Fernández, Iuan N. V1, 106. Fernández, Iuan Rómulo. VI, 307, 485, 511; 1X, 361. Fernández, Mabel. I, 207. Fernández, Macedonio. IX, 338; X, 113, 120, 121,170. Fernández, María Angélica. VI, 486. Fernández, Manuel Ignacio. II, 266, 267, 270, 272, 274, 277, 281, 295; III, 439. Fernández, Marta. X, 38. Fernández, Patricio I. III, 263. Fernández, Pedro Juan. III, 321. Fernández, Raúl. VI, 274; 1X, 423. Fernández, Roque. V111, 519. Fernández, Silvia. Vl, 340.

Femández, Stella Maris. X, 161. 162, 163.

Fernández Alvariño, Próspero Germán. VII, 357. Femández Balmaceda, Osvaldo. V111, 5 1 5.

Fernández Blanco, Familia. VI, 354.

Femández Blanco y Rodrigo, Isaac. VI, 363. Fernández C., Jorge. IV, 186. Fernández Campero, Iuan José. Il, 165. Femández Chelo, Enrique. X, 1 S6.

Fernández Cornejo, Iosé. IV, 409, 41 1. Fernández de Agüero y Echave, Iuan Manuel. III, 303, 304, 306, 309, 312, 317, 321, 398V. 25. 315, 364; V1, 465; X, 62.

Femández de Andrada, Diego. III, 432. Fernández de Andrade, Pedro. l, 472. Fernández de Castro. III, 135. Fernández de Enciso, Martín. I, 341.

Femández de Fonseca, Iuan. III, Fernández de la Cruz, Francisco. IV, 305, 306, 309, 362, 367. Fernández de la Torre, Pedro, Fray. I, 395, 423; lII, 441. Fernánda de Lugo, Pedro. I, 375. Fernández de Moratín, Leandro. III, 136. Fernández de Villegas, Ramón. III, 436. Fernández Díaz, Augusto. l,

Fernández Navarro, César. X, 222.

Femández Pardo, C.A. VII, 469. Fernández Pol, Iorge E. VIII, 513.

Femández Pondal, Rodolfo. VIII, 253. Fernández Tiscornia, Nelly. X, 132.

Femández-Tresguerres, LA. I, 284. Fernández Valcárcel. 111, 269. 27 l.

Femández Valdés, Eduardo. VII, 283. Fernández Villanueva, Julio. VI, 371. Fernando, el Católico, Rey de España. 1, 288, 294, 295, 316. 317, 321, 357; 11, 389, 402. Fernando II, Rey de España. l, 305. Fernando III, el Santo, Rey de España. I, 332. Fernando IV, Rey de España. I, 297; Il, 329. Femando VI, Rey de España. 11, 333, 336, 237, 359, 370, 459; 111, 123, 125, 127.

Femando VII, Rey de España. II, 347; III, 339, 351; IV, 18, 19, 230, 231, 232, 233, 237, 238, 239, 243, 261, 272, 350; V,1S, 16, 21, 78,172,176. 177,179,181, 206, 413; V1, 459. Femícola, Elena A. VIII, 65. Fems, H.S. II, 382; V, 235, 499. 505; VI, 37, 202; 1X, 145, 182. Ferrá, Coloma. VIII, 516. Ferra de Bartol, Margarita. VII, 296.

Fernández Distell, A. 1, 107. Fernández Garay, Ana. VII, 175. Fernández Latour de Botas, Olga. VI, 345, 346, 535, 559, 560, 561, 562, 563; 1X, 269. 302, 585; X, 128. Fernández Long, Hilario. IX, 486. Fernández López, Manuel. V, 536; V111, 499, 522, 523, 578. Fernández Mejía. III, 264. Fernández Moreno, Baldomero. X, 112. Fernández Moreno, César. VI, 348; X, 115. Fernández Muro, Antonio. X, 224.

Ferrando, Olegario. X, 260. Ferrara, Ricardo. VIII, 360. Ferrari, Gustavo. IV, 155, 157, 538; V, 45, 74, 234, 235; VI, 202, 449; V111, 142.

Ferrari, [uan Carlos. Véase: Grande, Enrique. Ferrari, Marcela. IV, 540, 541; V1, 126.

Ferrari, Marta. X, 130. Ferrari, Miguel. IX, 538. Ferrari, Rodolfo Iuan. VIII, 87. Ferrari Hardoy, lose’. VII, 193. Ferraris, Carlos José. Vl, 404, 405, 415. Ferrater Mora, José. X, 61, 65. Ferrati. VI. 522.

ÍNDICE DE NOMBRES

Ferré, Pedro. IV, 164, 391, 392, 393, 395, 417, 419, 423, 434. 435, 437, 451; V, 245, 446, 448, 461, 462; VI, 140, 144, 483; VIII, 85. Ferreira, Andrés. IX, 410. Ferreira, Fernando. X, 270. Ferreira, Gregorio. I, 466. Ferreira, I. Alfredo. Vl, 286, 299, 306, 423, 426; X, 41. Ferreira, Ramón. IV, 450. Ferreira, M. VII, 413. Ferreira Abad, Francisco. Il, 25. Ferreira de Cassone, Florencia. VII, 294. Ferreiro, Iosé. III, 354, 367. Ferreiro, Iuan Pablo. I, 506, S07; II, 123, 124; III, 190. Ferrer, Aldo. VI, 166, 168; VIII, 511, 514, 515, 520, 521; IX, 30, 32, 81, 112; X, 92. Ferrer, Concepción. VI, 254. Ferrer, Miguel. IV, 295. Ferrer, Vicente, Santo. III, 110, 156.

Ferrero, Constancio, Fray. V, 297, 301. Ferrero, Guglielmo. VI, 416; 1X, 462. Ferrero, Roberto. VI, 98; VII, 295, 296; X, 96. Ferrero Mico, Remedios. VI, 274.

Ferretti, Aurelio. X, 131. Ferreyra, Alba. IX, 424. Ferreyra, Ana Inés. IV, 113, 119, 131, 379, 422, 424, 425, 543; V, 505, 507, 515, 516, 525. Ferreyra, José A. X, 256, 257, 258.

Ferreyra, María del Cannen. Il, 123, 128, 146. Ferreyra, María Esther. IX, 424.

Ferreyra, Martín. IX, 516. Ferreyra, Ramón. IV, 414; V, 329.

Ferreyra, Roque. IV, 459. Ferreyra Basso, Iuan G. X, 115. Ferri, Enrico. V, 373; VI, 417; VIII, 478; IX, 462. Ferro, Hellen. X, 123, 270. Ferry, lules. V, 54, 55; VI, 292, 293. Fester, Gustavo. IX, 552. Feuillé, Luis. Ill, 407. Fichte, Johann Gottlieb. V, 370. Fidalgo, Francisco. l, 206, 229. Fieldhouse, Iohn. VIII, 284. Fienup, D. IX, 31.

Fierro, Martín. I, 191; III, 302; V, 38, 49, 253, 407; VI, 329. 330, 331, 336, 340, 345, 359, 531, 538, 541, 549, 557, 559, 560; VII, 91; VIII, 476; IX. 270, 286, 292, 302, 336, 338; X, 52, 119, 125,126,133.14], 156, 157, 167, 263. Figari, Guillermo Miguel. V, 234. Figarillo. Véase: Alberdi, [uan Bautista. Figueira, Ricardo. VI, 63. Figueiroa, Silvia F. de M. IX, 529. Figuerero, Manuel E. VI, 488. Figuerero, Manuel V. III, 160. Figuerero Torres, M.I. I, 256. Figueroa, Agustín de. lII, 436. Figueroa, Andrés. IV, 423, 424, 428. Figueroa, Antonio de. II, 82. Figueroa, Familia. V, 148. Figueroa, Fernando R. VII, 296. Figueroa, Iuana. IX, 291. Figueroa, Mauricio. IV, 404, 405. Figueroa Alcorta, Iosé. IV, 26, 526; V, 27, 44, 62, 70, 98, 104. 110, 123, 127; VI, 382; VII, 520; VIII, 452; X, 147. Figueroa Alcorta, Luis. IX, 528.

Figueroa Quinteros, María Angélica. II, 250. Figueroa Toledo y Pimental, Gabriel de. III, 227. Figueroa y Guevara, Baltasar de. III, 433. Figueroa y Mendoza, Lucas. II, 156; III, 433. Figuerola, Iosé. VII, 31, 301, 306; VIII, 508, 509. Fijman, Jacobo. VIII, 324; X, l 13.

Filangieri, Gaetano. V, 15, 26, 38, 428, 443. Filgueira, Carlo. VII, 134, 139. Filiberto, Iuan de Dios. IX, 263. Filicaya, Bacho de. I, 465, 470, 472. Filippani, Benito. V, 33 l. Filippo, Iorge. VII, 176. Fillol, Joaquín. IV, 484. Filloy, Iuan. X, 121. Fingerit, Iulio. VIII, 324. Finglhay, Iuan L. VI, 505. Finkielman, Samuel. IX, 531. Finó, lose Federico. X, 154, 162. Finochietto, Enrique. IX, S64.

Fioravanti, Iosé. X, 141. Fioravanti, Maurizio. II, 248. Fiorentino, Raúl. IX. 59. Fiorini, Bartolomé. VIII, 86. Fiorini, Jacobo. VI, 353, 362. Firmenich, Mario Eduardo. VII, 383, 384, 385, 386, 394, 397, 460, 464; VIII, 347. Firpo, Luis Angel. IX, 254, 326. Firpo, Roberto. X, 274. Fischer, A. I, 230. Fischerman, Alberto. X, 265, 267. Fisher, Ana María. VI, 513. Fisher, Irving. V, 535; VlII, 501, 504. Fisher, LR. VI, 17, 35, 36. Fitte, Ernesto I. I, 408; V, 272, 505; VIII, 177. Fitzgerald, E.V.K. VI, 168. Fitz-Roy, Robert. I, 76, 257; V, 350; VI, 420. Flammarion. VI, 418. Flux. Veáse: Palacio, Lino. Flechter, Lea. VI, 346. Flegenheimer, Nora. I, 185, 206, 230. Fleider, Leo. X, 265. Fleitas, Iuan. VII, 425. Fleitas, María Silvia. IX, 33. Fleming, William. VI, 202; IX, 33.

Fleury, André-Hercule de. V, 303; X, 88. Flexner, Abraham. IX, 501, 527. Flichman, G. I, 127. Fliess, Enrique. VIII, 180, l8l. Flint, F. I, 229. Floranes. Ill, 236. Flores, Familia. II, 135. Flores, Ignacio. II, 270, 274, 275; Ill, 242. Flores, Iosé María. IV, 441. Flores, Miguel. X, 222. Flores, Pedro. X, 225. Flores, Petiso. IX, 284. Flores, Venancio. IV, 445, 448, 463, 484; V, 221, 251. Flores de Valdés, Diego. I, 347, 439. Florescano, Enrique. III, 50; IV, 131.

Flórez. III, 263, 269. Floria, Carlos Alberto. II, 380; IV, 491, 507, 538; V, 133; VII, 297, 357, 361, 398, 400, 431, 470. 485, 494, 509, 552, 555; IX, 183; X, 29, 33, 34, 104.

178. 409

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Floridablanca. Véase: Moñino, José.

Florit, Carlos. VIII, 143. Focher, Iuan de. II, 390, 409. Fock, Niels. VII, 147. Fodor, Iorge. IX, 149. Fogarty, Iohn. VI, 124, 169; IX, 3 l , 81.

Foglí, Ghino. X, 150, 156, 157. Foglia, Maria Elena. I, 463, 474; IV, 216.

Foglia, Virgilio G. IX, S15, 524. Foguelman, Dina. VII, 231. Fogwill, Rodolfo. X, 124. Folcini, Enrique Eugenio. VIII, S12, 518. Folguerá, Iosé. X, 116. Folliet, Ioseph. II, 399. Fonseca. III, 381, 385. Fonseca, Fabián de. III, 29. Fonseca, Manuel de. III, 133. Fonseca Contreras, Manuel de. I, 470, 471. Font, Iuan. III, 148. Font Ezcurra, Ricardo. VII, 487. Fontaine, Ernesto R. VIII, 516. Fontana, Clara. X, 270. Fontana, Lucio. X, 223. Fontana, Luis Iorge. VI, 333, 423. Fontana Lázaro, I. VI, 35, 36. Fontanella de Weinberg, B. IV, 105; VI, 561. Foppa, Tito Livio. VI, 345; X, 135.

Forbes, Iohn B. V, 182. Ford, Alec. V, 504, 534, 535; IX, 145.

410

Ford, Aníbal. IX, 393. Forestier, Iuan Nicolás. IV, 195; VII, 180, 181, 205. Forman, Paul. IX, 557, 584. Forner, Raquel. VII, 39; X, 211. Forni, Florial. X, 22. Fornieles, Salvador. VIII, 405, 408, 421, 425, 443. Foronda. III, 325; V, 15. Forster, Ricardo. l, 257. Forsyth, Iohn. V, 193. Forte, Vicente. X, 21 l. Forteza, I. IX, 21 l. Fortuny, Mariano. VI, 238. Foschíatti, Ana. IV, 71, 75. Fossatti, Iuan. IV, 191. Foster, David. VI, 344. Foster, George. VI, 539, 553, 559, 560. Foster Stockwell, B. VIII, 365. Fotheringham, Ignacio H. IV, 165, 185; V, 254.

Foucault, Michel. VIII, 473. Fouillée, Alfredo. V, 373. Foulché-Delbosc, Raymond. X, 146.

Fouquery, Charles. II, 129. Fourier, Charles. V, 29, 458. Fourníer, Iean. I, 356. Fovie, Iorge Guillermo. VII, 263. Fox, Elizabeth. IX, 393. Foyel, cacique. IV, 176; VII, 160. Fracchia, Alberto. VIII, 5 l 7. 5 l 9.

Frade, Carlos del. VIII, 42. Fradkin, Raúl O. II, 180; III, 101, 190. Fraga, Iorge A. VIII, 177, 178. Fraga, Rosendo M. VII, 295, 355, 375, 376, 398; VIII, 209, 229, 230, 244, 247, 270, 271, 578.

Fragueiro, Alfredo. X, 59. Fragueiro, Mariano. IV, 430, 436, 437, 438, 446, 454; V, 31, 451, 452, 461, 462, 479; VI. 497. Fraguío, Carlos I. VIII, 176. Framini, Andrés. VII, 336, 338, 381. France, Anatole. IV, 194; VI, 530. Franceschi, Alfredo. X, 47. Franceschi, Gustavo I. V, 65, 307; VII, 28, 431, 450, 470; VIII, 324, 329, 335, 338; IX, 339, 422; X, 178. Francesconi, Luis. VIII, 367. Franchico. VI, 543. Francia, Iosé Gaspar de. V, 174. Francisco, Santo. III, 170, 210, 214, 233. Francisco de Asís, Santo. Ill, 157.

Francisco de Paula, Santo. III, Francisco Xavier, Santo. III, 157, 158, 195. Franco, Eva. IX, 263; X, 256, 280, 281, 283, 284. Franco, Francisco. VII, 285, 292, 313, 348, 424, 426, 427. 462; VIII, 134; X, 178. Franco, Luis. IX, 337; X, 114, 122, 127.

Franco, Nora. l, 207. Franco, Pedro B. X, 154. Franco, Rodolfo. X, 205, 206, 214, 284. Franco, Rubén O. VIII, 248, 261.

Francovich, Guillermo. III, 402. Frank, Waldo. X, 127, 175. Franklin, Benjamín. III, 325, 326; VI, 41 l, 421, 427. Franks, Lord. VIII, 300. Franze, Iavier. IV, 540; VII, 430. Frapiccini, A. VII, 109. Fraser, Douglas. VI, 155. Fraser, Iohn Foster. IV, 145, 147, 157.

Frasso, Pedro. II, 390; III, 263, 264. Fray Macho. Véase: Alvarez, Iosé Sixto.

Fredricks, Carlos D. IV, 433. Fred Rippy, I. VI, 37. Freddy Masera. Ricardo. VII, 175.

Fredericq, León. IX, 514. Freedman, Lawrence. VIII, 144. Freeman, Edward. V, 52. Freels, Iohn W. IX, 21 l. Fregeiro, Clemente. VI, 446; X, 149.

Fregonese, Hugo. X, 258, 261. Frei, Eduardo. VIII, 139. Freidemberg, Daniel. X, 133. Freire, Ramón. IV, 322, 323, 327, 329, 332. Freire, Susana. X, 289. Freitas, Augusto Teixeira de. V, 388 French. IV, 307. French, Peter. VII, 322. Frenguelli, Joaquín. I, 28, 62, 155, 217. Frenkel, Leopoldo. VII, 466. Frenkel, R. X, 30. Fresán, Rodrigo. X, 125. Fresco, Manuel. VII, 185, 269, 273, 286, 418; VIII, 20, 22; IX, 201. Fresco, Rafael. X, 149. Freud, Sigmund. X, 14, 23, 113, 280. Frexas, Enrique. VI, S05. Frezier. III, 214. Frías, Alonso de. III, 345. Frías, Bernardo. III, 188, 192, VI, 228. Frías, Félix Ignacio. III, 398; IV, 414, 498, 499, 504; V, 25, 3l, 65, 120, 126, 303, 304, 305. 333, 368; VI, 278, 279, 280, 288, 305, 473, 475, 496, 502: VIII, 80; X, 95, 146. Frías, José Domingo. III, 444. Frías, José María. VI, 138. Frías, Justiniano. VI, 138.

ÍNDICE DE NOMBRES

Frías, Luis Rodolfo. IV, 481. Frías, Pedro Iosé. VII, 275, 509; VIII, 42, 86, 342, 343, 361. Frías, Ricardo. IX, 379. Frías, Susana R. II, 89, 122, 125, 146, 469. Frías, Uladislao. V, 120, 128. Frías Martel. II, 157. Friedman, M. VIII, 574. Friedmann, Wolfgang. VIII, 439. Friedrich, Carl. X, 33. Frigerio, Iosé Oscar. VII, 177, 354, 355. Frigerio, Rogelio. VII, 335, 353, 368, 369, 446, 447, 467; VIII, 227, 260, 521; IX, 100, 114; X, 189. Frizzi de Longoni, Haydée E. V, 344. Frondizí, Arturo. VII, 23, 24, 119,121, 200, 212, 285, 317, 321, 333, 334, 335, 336, 337, 338, 344, 345, 352, 355, 356, 369, 398, 416, 446, 447, 448, 461, 467, 496, 503, 517, 518, 519, 520, 525, 526, 528, 529, 530, 531, 536, 540, 541, 542, 544, 545; VIII, 30, 39, 65, 122, 123, 125, 129, 130, 132, 135, 137, 143, 153, 156, 227, 228, 229, 230, 231, 233, 243. 244, 245, 304, 342, 433, 455, 465, 466, 514, 515, 521; IX, 88, 92, 100, lOl, 102,105. 109, 110, 114, 115,132,134, 137, 138, 139, 147, 203, 204, 230, 231, 233, 240, 350, 351, 367, 381, 412, 416, 445, 481, 482, 483, 484, 496; X, 25, 28. 187, 190. Frondizí, Risieri. VII, 38; VIII, 515, 516; IX, 482, 483, 523; X, 48, 49, 56. Frondizí, Silvio. VII, 359, 446, 451, 467, 468; IX, 483.

Frontaura Argandoña, Manuel. l, 408. Frontera, Carlos Guillermo. VII, 482, 508. Frúgoli, Amadeo. VIII, 258. Frugoni, Santiago Felipe. VIII, 87

Frugoni Zabala, Domingo. VIII, 50

Frutos, Pedro. VIII, 41 l. Fucaraccio, Angel. VIII, 513, 516.

Fuchs, Iaime. VII, 139.

Fucito, Felipe. VIII, 440, 441; X, 22.

Fuente, Ariel de la. VIII, 495. Fuente, Héctor de la. VII, 283. Fuentes, Antón de. I, 472. Fuentes, Carlos. X, 123. Fuentes, Diego T. de la. IV, 492; VI, 282. Fuentes del Arco, Antonio. III, 306; VI, 316. Fugger, Familia. I, 346, 370. Fugl, Iuan. IV, 83; V, 349, 359. Funes, Ambrosio. III, 131, 229, 230, 252, 279, 352, 362. Funes, Diego de. I, 153. Funes, Gregorio. III, 225, 227, 228, 232, 237, 240, 243, 246, 252, 254, 261, 266, 268, 275, 279, 388, 390, 396, 401, 402; IV, 40, 253, 257, 258, 259, 268, 355, 397; V, l7, 18, 25, 279, 310, 314, 315, 343, 366. 400, 408; VI, 132, 209, 270, 315, 457, 461, 465, 487, 518. Funk. II, 342. Furbank, P.N. IV, 158. Furet, Francois. VII, 363. Furlan, Luis R. X, 116, 133, 134. Furlong, Guillermo. II, 81, 84, 86, 281, 350, 430, 466, 467. 468; III, 158, 159, 160, 162, 244, 277, 279, 279, 297, 312. 329, 330, 365, 371, 385, 401, 402, 405, 408, 412, 414, 421; V, 308, 309, 310, 311, 312, 343; VI, 256, 287, 399, 486; VIII, 333; IX, 422; X, 65, 76, 81.

Furt, Iorge M. II, 88; III,l3l, 245, 279, 292, 293, 294, 312; VI, 560; X, 149, 157. Furtado, Celso. VIII, Sl 1, 512, 513, 521, 523. Fustel de Coulanges, Numa Denis. VI, 339. Fustinoni, Osvaldo. IX, 514. Fustiñana, Rolando. X, 261. Fvaternik, E. VII, 470. G

Gaboto, Sebastián. I, 445. Gabriel, Iosé. VII, 239, 263; XIX, 333.

Gabriel, Santo. III, 157. Gabrielli, Adolfo. VII, 509; VIII, 469. Gache, Benjamín. IX, 370. Gadamer, Hans-Georg. X, 49.

Gadano, Nicolás. IX, 147. Gaddano, Iosé Enrique. VIII, 75.

Gadé, Analía. X, 263. Gaete, Familia. II, 157. Gagliano, Rafael. IX, 454. Gagliardi. VI, 254. Gagneux, Eduardo Guillermo. VIII, S06. Gaignard, Romain. VI, 63, 97, 124, 125. Gainza, Fernando, Fray. III, 390. Gainza, Martín de. IV, 491; V, 259, 260. Gainza, Pedro, Fray. III, 390. Gainza Paz, Familia. IX, 349. Gaito, Constantino. VI, 391, 394; X, 243. Galán, Carlos. VIII, 353. Galán, Martín. V, 173. Galán, Raúl. X, 115. Galasso, Norberto. VII, 297, 468.

Galdiano, Lázaro. I, 360. Galeano, Eduardo. X, 193. Galera Gómez, Andrés. III, 419. Galettini, Carlos. X, 266. Galiani, abate. V, 14, 457. Galileo, Galilei. VI, 410. Galimbertj, Rodolfo. VII, 358, 375.

Galíndez, Bartolomé. IV, 540. Galíndez, Víctor. IX, 329. Galisteo, Elías. IV, 389, 416. Galitelli, Bernardo. IX, 240. Galland, Adolfo. VIII, 219. Gallardo, Alejandro. VII, 275, 276. Gallardo, Angel. VI, 506; VII, 215, 220, 254; VIII, 115, 335; IX, 535, 536. Gallardo, Carlos R. I, 276. Gallardo, Guillermo. l, 443; V, 344; VI, 227, 400. Gallardo, Iorge Emilio. VI, 561. Gallardo, León. VI, 367. Gallardo, Mabel. II, 125, 147. Gallardo, Manuel B. VI, 468, 474. Gallardo, Rodolfo. II, 88. Gallardo, Sara. X, 123. Gallart, M. IX, 454. Galle, Cornelio. III, 343, 344. Gallego, Américo. IX, 312. Gallego, Isidora. III, 152. Gallego Gredilla, Enrique. Il, 85.

Gallego, Manuel. III, 251, 252,

257, 275, 278. 411

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Gallegos. VI, 313. Gallegos, F. VI, 509. Gallegos Sánchez, Arturo. VIII, 469. Galles, Carlos D. 1X, 535, 585. Galletti, Alfredo. IV, 539; V, 42, 138; VII, 507. Galletti, Ana. V, 168. Galli, Carlos María. VIII, 360. Galli Mainini, Carlos. IX, 513. Gallina, Mario. X, 269. Gallino, Cayetano. IV, 305. Gallo, Aniceto el. VI, 321, 501. Gallo, Delfin. 1V, 515; V, 53, 54, 120; VI, 502. Gallo, Delfina. VI, 245, 256. Gallo, Edit. VII, 295. Gallo, Ezequiel. I, XXI; IV, 155, 157, 158, 51 l, 538, 539, 540, 541, 543; V, 45, 55, 73, 74, 168, 169, 235, 462; V1, 98, 124, 127. 166, 169, 201, 202. 249, 256, 449; V11, 294, 448, 462, 467, 552; 1X, 31, 81; X, 33, 84, 90, 92, 95, 109. Gallo, Familia. V, 148. Gallo, Klaus. Il, 382. Gallo, María Rosa. X, 284. Gallo, Mario. X, 255. Gallo, Ricardo. VII, 355. Gallo, Vicente G. IV, S08, 509; V11, 18, 248, 251, 253, 257: VIII, 54. Gallois, Lucien. I, 62. Gallotti, Alicia. IX, 391. Galmarini, Alfredo. VIII, 166; X, 94.

Galmarini, Oscar L. IX, 517. Galtier, Lysandro Z.D. V1, 533; X, 114.

Galtieri, Leopoldo Fortunato. vn, 27, 333, 339, 39o, 391". 392, 393, 394, 545; V111, 121. 123, 131, 135, 248, 257, 258. 259, 260, 273, 357, 492. Galtieri, Luis. IX, 326. Galván, Elías. III, 378.

Galván Moreno, Celedonio. Vl, 485, 488, 51 l, 533; 1X, 361. Gálvez, José de. II, 13, 7l, 254, 255, 256, 257, 258, 259, 261, 262, 263, 264, 265, 266, 268. 270, 272, 273, 278, 279, 378;

412

111, 31, 242; IV, 98, 253, 527; VI, 382. Gálvez, Juan. V11, 35; IX, 322, 324. Gálvez, Manuel. IV, 480, 508; V, 75, 309; V1. 343. 426. 5l l.

518, 524, 533; VII, 21, 263, 418, 419, 420, 421, 431, 440, 450, 487; V111, 320, 324; X,

77,117, 118,142, 160,187. 215. Gálvez, Oscar A. VII, 35; 1X, 321, 322, 324. Gálvez, Víctor. IV, 451; VI, 227, 512.

Galyn, Martín de. Il, 170. Gama, Vasco da. I, 31. Gamarra, Andrés. IV, 340. Gamba, Virginia. VIII, 144. Garnbaro, Griselda. X, 131, 287. Gambartes, Leónidas. X, 222. Gambier, Mariano. l, 163, 164, 167, 170,178. Gambini, Hugo. VII, 321; IX, 353, 355, 361, 422. Gamboa, Marcelo. V, 322, 383. Gamez, Alonso, Fray. II, 437. Gamez Damián, A. VI, 36. Gamiz, Mariana. Il, 113. Gamiz, Teresa. II, 113. Gancedo, Julio César. VII, 277; 1X, 520, 553.

Gándara, Carmen. X, 121. Gandarillas, Manuel I. Vl, 459. 460, 517. Gandia, Enrique de. I, 348, 349, 408, 409, 443; 111, 160, 244, 290, 31 l; 1V, 507; V, 41; V1,

486; X, 71,104, 193. Gandolfi Herrero, Arístides. VI, 344: X. 113, 121, 122, 130. Gandolfo, Elvio. VII, 353. Gandolfo, R. IV, 106. Gandulfo, Familia. VI, 183. Ganivet, Angel. V1, 426. Gans, Richard. IX, S39, 555. Garate, M.M. V1, 36. Garavaglia, Iuan Carlos. II, 125, 176, 181, 207; III, 30, 50, 62, 64, 100, 101, 102, 103, 190. 191; VI, 37, 61, 63, 64, 200. Garay, Alberto. VIII, 469. Garay, Familia. l, 441, 444. Garay, Ignacio, Fray. Ill, 389. Garay, losé de. ll, 152. Garay, Juan de. l, 33, 198, 199, 200, 399, 408, 422, 423, 424. 425, 426, 427, 429, 430, 431, 434, 438, 439, 441, 443, 443. 449, 458, 459, 464, 466, 467. 477; ll, 26, 122, 157, 356; 111. 239, 289, 291, 416, 426; V, 60: V1, 339.

Garay, Manuel Javier. Ill, 357. Garaycochea. 1X, 582.

Garcés, Delia. X, 259, 261. García. VIII, 355. García, Agustín. III, 395. Garcia, Alejo. I, 342, 372, 374, 378, 379, 383, 384, 408. García, Alicia S. VII, 294; VIII, 245. García, Alizón. V111, 512. García, Amalia. VIII, 74. García, Ana María. VII, 296. García, Baldomero. IV, 383; V, 400; V1, 466, 477. García, Benito. 1V, 383. García, Bibiana. VII, 158. García, Carlos F. V, 45. Garcia, Carlos O. X, 270. Garcia, César Reinaldo. VII, 294. García, Diego. l, 32; III, 408. García, Domingo. VI, 87. García, Eduardo Alejandro. 1, 178.

García, Enrique. VIII, 153. García, Enrique Eduardo. X, l79. García, Eustaquio Antonio. X, 138, 160. García, Familia. V, 148. García, Félix. Vl, S2. García, Fernando, Fray. III, 390. García, Francisco. II, 135. Garcia, Germán L. X, 124, 134. Garcia, Héctor Ricardo. IX, 353, 385. García, Jorge. VII, 339. García, losé Manuel. III, 378. García, Juan Agustin. III, 99; IV, 40; V, 59, 60, 120, 128, 135. 372, 390, 399, 401, 434; V1. 339, 419, 443, 444, 445, 446. 447, 518; V111, 404, 412, 413, 441; X, 16, l7, 68, 91,106. García, Lia. ll, 125, 126. Garcia, Manuel José. IV, 367, 373, 403, 404; V, 43, 196, 315. 321, 380, 400, 444, 462, 474. 475, 504; V, 279, 381; V1, 486.

García, Mauricio. lll, 345. García, Miguel. V, 322. García, Miguel P. IX, 407. García, N. V11], S22.

Garcia, Norberto. l, 133. Garcia, Osvaldo l. V111, 274, 277.

Garcia, Pantaleón, Fray. Ill. 232, 389, 390.

Garcia, Pedro Andrés. ll, 75; lll, 406: 1V, 186: V, 441, 442, 444. 461.

ÍNDICE DE NOMBRES

García, Rafael. V, 372. García, Rolando. DK, 520, 553. García, Simón. VI, 137. García, Vicente I. VI, 137. García Acevedo, Mario. VI, 400; X, 253. Garcia Astrada, Arturo. X, 57. García Baquero González, A. VI, 36.

García Elorrio, Iuan. X, 192. García Estrada, Juan Agustín. VII, 38. García-Gallo, Alfonso. I, 322, 348; II, 225, 247, 248, 249, 250, 279, 314; X, 98. García Gallo, Juan I. X, 116. García Giménez, Francisco. X,

García Basalo, luan Carlos. VIII, 494. García Bazán, Francisco. X, 57. García Belsunce, César A. I, XXI; II, ll6, ll7, 125, 126. 127, 146, 147, 148, 149, 380, 469; III, 102; ÏV; 64, 74, 105, 112, ll8, 120,126, 129, 130. 306, 31 l, 312, 491, 507, 538; V, 138, 399; VI, 229, 486; VII, 13, 485, 494, 555; lX, 183; X, 33, 104. García Bemal, María Cristina. II, 282. García Buhr, Arturo. X, 260,

García Gorostiaga, Raúl. VII,

261.

García Caffaro, Iosé L. X, 270. García Camba, Andrés. IV, 313. García Castellanos, Telasco. IV, S08; TVI, 427. García Costa, Víctor. VII, 297. García de Almadén, Iuan. I, 390.

García de Castro, Lope. I, 401, 419, 423. García de Cortázar, Iosé Angel. I, 321. García de Cossío, Simón. V, 446. García de D’Agostino, Olga. VI, 384.

García de Fanelli, Ana M. X, 22. García de Herrera, Diego. I, 319.

García de Herrera, Familia. I, 300.

García de León y Pizarro, Ramón. II, 78, 82; III, 440. García de Loydi, Ludovico. Il, 430; V, 310.

García de Moguer, Diego. l, 371, 372, 373. García de Sena, Manuel. V, 24. García de Zúniga, Pedro. III, 166, l7l, 175, 177. García de Zúñiga, Victorio. IV, 401, 402. García del Molino, Fernando. VI, 351, 355, 356, 362, 384. García Delgado, D. VII, 471.

l 17.

277.

García Goyena, Florencio. V,

García Hamilton. VI, 508. García Heras, Raúl. VII, 356; IX, 147, 148, l66, 183, 209. García Huidobro, Joaquín. II, 314.

García Losada, Matilde Isabel. X, 65

García Lupo, Rogelio. VIII, 298. García Mansilla, Eduardo. VI, 388, 391, 394, 400; X, 243, 254.

García Marín, Iosé. II, 249. García Márquez, Gabriel. VII, 386, 399; X, 123. García Martínez, lose’ María. VI, 384. García Mata, Raúl. IX, 83. García Melljd, Atilio. VII, 290, 449. García Mérou, Enrique. IX, 370; X, 157.

García Mérou, Martín. V, 44; VI, 336, 339, 520. García Molina, Femando. VII, 295; VIII, 118. García Morente, Manuel. X, 46. García Morillo, Roberto. X, 254 García Olano, Francisco. VIII, 510, 511, 513. García Oliveri, Ricardo. X, 269. García Pelayo, Manuel. VIII, 409.

García Pizarro, Ramón. II, 200, 275, 277; III, 261. García Pulido, José. IX, 34.

135, 255; X, 274, 275, 276, 277, 278, 289. Garcia Villoslada, Ricardo. I, 324.

Garcia Vizcaíno, Iosé. VIII, 145. García Zúñiga, Victorio. V, 381. Garcilaso de la Vega, Inca. III, 291.

Gardeazábal, Luis Francisco. III, 97, Gardel, Carlos. VII, 39; IX, 256, 272, 292, 301, 372; X, 173, 256, 256, 257. Gardiner, Allen F. IV, 181; V, 350, 359, 360. Gardini, Walter. VIII, 387. Gardner, G. A. I, 156. Gargaro, Alfredo. X, 75. Gari, Paulino. V, 322. Garibaldi, Giuseppe. IV, 95; V, 246; VI, 364. Garma, Angel. IX, S16. Garmendia, Iosé Ignacio. V, 224. Garnier, Ioseph. V, 456; VI, 367. Garófalo, Rafael. V, 373. Garrahan, Patricio. IX, 521. Garretón, Adolfo. II, 380; III, 400. Garrigós, Agustín. III, 316. Garrigós, Osvaldo. V, 502.

Garro, Iosé de. II, lll, 321, 322, 363; III, 429, 434. Garro, Iuan Mamerto. III, 388, 401; IV, 529; V, 225; VI, 209,

228, 274, 288, 303, 305. Garro de Aréchaga, Alonso. III, 415. Garro y Merlino. V, 225. Garulli, Liliana. VII, 358. Garzón, Emesto. X, S9. Garzón, Ignacio. III, 131; X, 75. Garzón Agulla, Agustín. VII, 275

Garzón Maceda, Ceferino. II, 126; III, 49, 54, 61, 99, 149, 162; V, 505; X, 83, 85, 99.

García Rivera, F. IV, 313. García Ros, Baltasar. II, 245; lll, 430. García Soriano, Manuel. VI,

Garzón Maceda, Félix. III, 420; VI, 228. Garzón Valdés, Ernesto. VII, 398, 399, 471; VIII, 442. Gascón, Blas. II, 263. Gascón, Esteban Agustín. V,

García Valdez, Pedro. IV, 396. García Vázquez, E. VIII, 521. García Vázquez, Francisco. X, 287. García Velloso, Enrique. III, 310; VI, 338, S21; X, 129,

Gasparini, G. I, 108. Gasparini, Iuan. VII, 358, 469. Gassendi, Pierre. III, 386. Gassio, Guillenno. X, 95.

315.

Gastiazoro, Eugenio. VII, 139. 413

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Gatica, José María. IX, 327, 328, 329.

Gatica de Montiveros, Maria Delia. IX, 303. Gato Castaño, Purificación. III, 401.

Gattinoni, Carlos T.VIII, 368, 374

Gattinoni, Juan E. VIII, 367, 368, 374. Gau, L. I, 206. Gaudín, Joaquín. III, 386. Gaudino, Gustavo. X, 270. Gaudino, Juan Antonio. D(, 320.

Gaudio, Ricardo. VII, 321; IX, 242.

Gauffin, Gabriela C. de. Il, 124. Gaulle, Charles de. VIII, 124. Gauss, Karl Friedrich. VI, 407, 408. Gautier, Alfred de. VI, S20. Gautier-Dalché, J. I, 321. Gavier, Gregorio. V, l 17. Gavilán, Tamayo. VII, 271. Gaviola, Enrique. IX, 471, 495, 544, 545, 546, 548, 549, 550. 555.

Gavshon, Arthur. VIII, 299. Gay, Camilo. VIII, 249. Gay, Hebe. I, 156. Gay, Luis. VII, 310, 438; IX, 224, 225, 226. Gayol, Sandra. IV, 157. Gazaneo, Jorge O. II, 88. Gazzotti, Andrés. IX, 316, 317. Gelabert y Crespo, José María. V, 283, 296, 334. Gelbard, José Ber. VII, 374, 379; VIII, 123, 136. Geli, Patricio. VIII, 494. Geller, Lucio. VI, 169. Gelli, María Angélica. VII, 399.

414

400 Gellner, Lucio. X, 92. Gelly y Obes, Juan Andrés. IV, 463, 479, 484, 489. Gelman, Jorge Daniel. II, 125; lll, 30. 3l, 50, 64, 97, 101. 102, 103, 190, l9l, 447; V, 461; IX, 31. Gelman, Juan. X, 116, 191. Geneletti, Carlos. VII, 134, 139. Genest, Eugenio A. VIII, 178. Genet, Jean. III, 264. Genovés, Vicente. I, 408. Genovesi, Antonio. Ill, 258, 265; V, 14, 443, 446. Genta, Jordán Bruno. VII, 449, 468; IX, 475.

Gentile, Giovanni. X, 46. Gentile, Guido. X, 132. Gentile, Margarita. Vl, 125, 561. Gentz, Friedrich von. V, 180. Geny, Francois. V, 431, 432; VIII, 409. Geoghegan, Abel Adolfo. II, 350; V, 308; X, 152. Gera, Lucio. VIII, 335, 338, 346, 355, 356, 360. Gérard. I, 356. Gerbet, Marie-Claude. I, 323. Gerbino, Jose’. X, 205, 206. Gerchunoff, Alberto. IV, 103; VI, 342, 524; IX, 336; X, 117, 266. Gerchunoff, Pablo. VI, 168; VII, 138, 141, 143, 323; IX, 30, 75, 80, 91,102, 103, 106, 112.

115,129,146. Gericault, Theodore. IV, 326; VI, 355, 357. Gerlache, Adrián de. VIII, 162. Germani, Gino. IV, 100, 105, 106, 134, 136, 152, 153, 155. 156, 159; VII, 112, 113, 129. 130,131, 138,139, 321, 329, 330, 332, 352, 354, 445, 462; IX, 241, 267, 496; X, 14, 17. 18, l9, 20, 21, 25, 35, 38, 86. 88, 89, 90, 97, 99, 100, 109. Gerona, Benito, Fray. lll, 374, 378.

Ghioldi, Rodolfo. VII, 410, 41 l, 495; X, 190. Ghirardi, Olsen A. V, 43, 400; X, 41, 65, 291. Ghirettj, Héctor. VII, 465. Ghossen, Juan. VIII, 381. Giacalone, Rita Ana. VIII. 143. Giacobbe, Juan Francisco. VI, 401; X, 242. Giacobone, Carlos. VII, 295. Giambiagi, Juan José. IX, 550, 555. Gianello, Leoncio. I, 443; IV, 424; VI, 305, 487; IX, 421, 454; X, 102, 104, 162. Gianinni, Eustaquio. II, 59; III, 414. Giannini, París. IX, 320. Giannuzzi, Joaquín. X, 115. Gianotti, Francisco T. X, 208. Giaquinta. Carmelo. VIII, 338, 353, 360. Giardinelli, Mempo. X, 124. 134.

Giarraca, Norma. IX, 60; X, Giast. Vl, S49. Gibbs, A. Vl, 195; IX, 538. Gíbelli, A. IV, 105. Giberti, Horacio C.E. Vl, 61, 97, 124, 127; IX, 30, 59, 583. Giddens, Anthony. VII, 140. Gide, Charles. VIII, 499, 500, 504.

Gerschman, Rebeca. IX, 506, 517, 532. Gershanik, Simón. IX, S57. Gerstein, Noemí. X, 229. Gertel, Héctor R. VIII, 516. Gervasoni. Carlos. lll, 131, 297. Gervasoni, José A. VIII, 429. Gervinus, Georg. V, 51. Gerundio, Fray. III, 268. Gesell. Silvio. V, 527, 534, 535; VIII, 512. Gessler. Vl, 422. Gesualdo, Vicente. Vl, 200, 384, 399; X, 233. Getino, Octavio. IX, 390; X,

Gil Montero, Raquel. ll, 124,

266 Gez, Juan W. l, 444; Vl, S08.

Gil Munilla, Octavio. Il, 260.

Ghersa, Claudio. IX, 59. Gheyn, Jacobo de. III, 340. Ghiano, Juan Carlos. Vl, 345, 348; X, 128, 131, 132, 134. Ghida, Arturo Horacio. X, 115. Ghío, José María. lll, 30, 64, 65. 67, 102. Ghioldi, Américo. Vll, 332, 403. 455, 495; Vlll. S8, 87.

Gil Navarro, Ramón. Vl, 496. Gil y Lemos, Francisco. ll, 266; lll, 436. Gilardi, Fernando. X, 121. Gilardi, Gilardo. X. 242, 244. Gilbert, Daniel l. IX, 532. Gilbert, Jorge. IX, 148, 2l0. Giles, Maria Rosa de. ll, 166.

Gigena, Agustín. IV, 414. Gijalva, Cristóbal de. III, 385.

Gijón, Francisco Bernardo. Ill, 415. Gil. V, 130. Gil. Adolfo. I, 205.

Gil, Diego. Ill, 215. Gil, Gauchito. IX, 292. Gil, Noemí. Vl, 384. Gil de Castro, José. IV, 329. Gil de Negrete, Francisco. lll, 433.

Gil Lozano, Fernanda. Vlll. 495.

l4l.

280; IV, 268.

ÍNDICE DE NOMBRES

Gilimon, Eduardo. IV, 539. Gillespie, Alexander. II, 69, 75, 87; III, 130. 138, 139, 140, 141, 142, 144, 145, 148, 149. 150, 155, 159, 409; VII, 25. Gillespie, Richard. VII, 358. 378, 384, 397, 469; VIII, 270. Giflies, Iuan. V, 348. Gilson, Etienne. X, 54. Giménez, Ramón Rosa. VIII, 34.

Giménez, Susana. IX, 328. Giménez Pastor, Arturo. III, 310; Vl, 344. Giménez Zapiola, Emilio. VIII, 449. Giménez Zapiola, Marcos. VI, 99, 169. Ginastera, Alberto. X, 121, 243, 244, 253. Ginneo, Luis. X, 253. Gioja, Ambrosio L. V, 139, 437; VIII, 405, 420. Giordano, Alberto. X, 237. Girardet, Raoul. VII, 398. Girardi, Urbano. VII, 283. Girardin, Emile. Vl, 492. Girbal de Blacha, Noemí M. IV, S08; VI, 98, 99, 125, 126, 450, 513; VII, 466; VIII, 176; IX, 13, 31, 33, 361, 586; X, 165, 196.

Giribaldi, Daniel. X, ll7. Girola, Claudio. X, 217. Girondo, Oliverio. X, 113, 169, 210.

Girri, Alberto. X, 115, 177. Gisbert, Teresa. I, 107; III, 366. Gitlin, Diana S. IX, 533. Giudi, Roberto. X, 256. Giudíci, Ernesto. VII, 290, 297, 41 l; X, 162. Giudíci, Reinaldo. Vl, 367, 371, 372, 382. Giuffra, Eduardo. VIII, Sl. Giunta, Andrea. X, 237. Giussani, Luipi. VIII, 358. Giussani, Pablo. VII, 358, 397, 469.

Giusti, Roberto F. III, 314; VI, 348, 51 l, S33; VII, 273, 508; X, 126, 167, 169, 290. Glade, Carlos. IV, 200. Glavich, Eduardo. IX, 557. Gleyzer, Raymundo. X, 266, 270.

Glucksmann, Max. IX, 256. Glusberg, Iorge. X, 231, 237. Glusberg, Leonardo. X, 15 l .

Glusberg, Samuel. X, lSl. Glynn, lan Michael. IX, 521. Gnavi, Pedro. VIII, 238, 239. Gobbo, Iuan Diego. I, 108, 284. Gobelli, Rafael, Fray. V, 301, 3 l l.

Goblot, Edmond. X, 60. Godino, Rodolfo. X, 116. Godío, Julio. VII, 263, 400; IX, 240.

Godoy, Antonio Checa. VI, 511. Godoy, Arturo. IX, 326. Godoy, Feliciana N. VI, 486. Godoy, Juan G. VI, 478. Godoy, Luis. IV, 228. Godoy, Manuel. lI, 279, 347, 348, 376; IV, 223, 224, 225, 226, 227, 228, 229, 230, 231, 232, 233, 237, 239, 246, 247. Godoy, Raúl. VII, 417, 483. Godoy, Tadeo. III, 252. Godoy Cruz, Tomás. V, 21. Goebel, Iulius (h). V, 207. Goethe, Johann Wolfgang. VI, 329, 342. Goetz, Arturo. IX, 82, 114. Gógol, Nikolai Vasilievich. X, 286. Goity, Elena. X, 269. Gola, Hugo. X, 116. Gola, Iosé. X, 257, 259.

Golbert, Laura. VII, 142. Goldar, Ernesto. VII, 323, 467, 469.

Goldberg, Marta B. II, 126, 141, 147, 181; IV, 126; VI, 37.

Goldblatt, Harry. IX, 511, 512. Goldemberg, Jorge. X, 132. Goldman, Aaron. VIII, 391. Goldman, Noemí. IV, 131, 423, 424, 426; VI, 488. Goldoni, Carlo. X, 288. Goldschmidt, Werner. VIII, 405. Goliat. X, 126. Golub, Jennifer. VIII, 400. Gómez. V, 25, 136. Gómez, Alberto. X, 257. Gómez, Albino. IX, S32. Gómez, Alejandro. VII, 337, 430, 520, 521. Gómez, Antonio. III, 255, 264. Gómez, Cristóbal. III, 385. Gómez, Esteban. l, 344. Gómez, Eusebio. V, 373; VI, 498; VllI, 434, 480, 481. Gómez, Fabriciano. X, 223. Gómez, Fauto. III, 169. Gómez, Gregorio, Fray. III, 390; V, 182, 322.

Gómez, Hernán. IX, 424. Gómez, Ignacio. IX, 370. Gómez, Indalecio. IV, 516, 528, 537; V, 61, 67, 68; VII, 417. Gómez, Iosé Valentín. V, 279, 288, 315, 317, 322; VI, 403. Gómez, Iuan. VI, 384; X, 236. Gómez, Iuan (ó Jorge). I, 372. Gómez, Iuan Carlos. IV, 441; VI, 264, 494, 502. Gómez, Miguel Angel. X, 115. Gómez, Norberto. X, 229, 231. Gómez, Pilar. X, 283. Gómez, Ramón. III, 394, 417; VII, 248. Gómez, Servando. X, 130. Gómez, Teresita. IX, 183. Gómez, Thomas. I, 321. Gómez Araujo, Iuan lose. IX, 43 l, 435.

Gómez Bas, Ioaquín. X, ll4, 123.

Gómez Carrillo, Manuel. IX, 271; X, 245.

Gómez Cornet, Ramón. VII, 38; X, 203, 220. Gómez Dadal, Emilio. I, 408. Gómez de Alarcón, Josefa. III, 382.

Gómez del Junco, Felipe. VIII, 65.

Gómez Forgué. VII, 490. Gómez Hoyos, Rafael. II, 414. Gómez Lollo, Humberto. X, 223.

Gómez Masía, Román. X, 129. Gómez Morales, Alfredo. VII, 3 l 5; IX, 99.

Gómez Otero, I. l, 232. Gómez Palmés, Oscar. VIII, 57. Gómez Pérez, Carmen. II, 380. Gómez Piñeiro, Manuel. X, 216. Gómez Rial, Susana. X, 269. Gómez Rincón, Abel. VII, 483. Gondell, Eduardo. X, 280. Gondra, Luis Roque. III, 48; VIII, 500, 501, 504, 505, 506. 513, 520, 522. Gonet, Iean Baptiste. III, 264. Góngora, Mario. II, 99, 109, 110,111,157, 247. Góngora y Argote, Luis de. III, 136, 292.

Góngora y Elizalde, Diego de. Il, 356, 428. Gonnet, Manuel B. V, 433; VIII, 468.

Gonneville. I, 359. Gonzaga, Luis, Santo. III, 120, 157.

415

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Gonzaga Cony, Luis. VI, 352. González, Alberto. IX, 542. González, Alicia Ester. VIII, 75. González, Antonio. ll, 103. González, Ariosto. V, 42, 102. González, Benjamín S. VII, 483. González, Diego. VIII, 48. González, Elba R. ll, 145, 179. González. Elpidio. VII, 251, 252, 257, 267, 520, 521; VIII, 180.

González, Enrique. VII, 103; VIII, 214. González, Ernesto. VII, 359. González, Evaristo. X, 169, 170,

l7l.

González, Florencio César. VI, 447. González, Florentino. V, 370, 426. González, Francisco. l, 472; IV, 414. González, Gaspar. III, 441. González, Horacio. X, 270, 271. González, Joaquín. III, 385. González, Joaquín V. III, 400; IV, 38, 41; IV, 95, 98, 461, 503, 516, 528, 534, 537, 539; V, 61, 62, 63, 66. 68, 7l, 74, 120, 122, 124, 140, 396, 401, 403; VI, 306, 334, 335, 343, 381, 445, 449, 518, 523, 524, 530; VII, 417, 476; Vlll, 80, 85, 90, 93, 404; IX, 397, 421, 461, 462, 470, 494, 503, 538; X, 16, 32. González, Iosé. III, 439. González, José Froilán. IX, 322, 324.

González, Iosé Vicente. Ill, 185, 186.

416

González, Julio César. Vl, 61. González, Julio V. V, 102; 1X, 495. González, Lucas. IV, 477, 489, 499, 500. González, Marcela. II, 380. González, Mariano. IV. 414. González, Miguel. VII, 175. González, Norberto. VIII, 51 l, 515, 516, 517. González, Norma. VIII, 143. González, Rubén. Ill, 400. González, Severo. VI, 478. González, Toribio de. I, 471. González Alderete. ll, 110. González Alonso. B. l, 322. González Arrilli, Bemardo. V, 359; VIII, 374; X, 119.

González Arzac, Alberto. VII, 508, 509, 510. González Balcarce, Antonio. Véase: Balcarce, Antonio. González Balcarce, Iuan. Ramón. Véase: Balcarce, [uan Ramón. González Balcarce, Marcos. Véase: Balcarce, Marcos. González Bemaldo, Pilar. IV, 131, 424. González Bollo, Hemán. IV, 153, 159; Vll, 141; X, 38. González Bonorino, Félix. IX, 519, 520, S53, 555. González Calderón, Iuan Antonio. IV, 451; V, 137, 140; VII, 552; VIII, 405, 410, 414, 415, 469; X, 32. González Caravajal, Juan. lll, 254. González Carbalho. IX, 297; X, 114, 122, 130, 133. González Castillo, lose’. X, 129, 256, 274, 290. González Climent, Anselmo. VIII, 176. González Climent, Aurelio. VIII, 156, 176. González Crespo, Jorge. VII, 354; VIII, 244. González de Bonaveri, María I. I, 207. González de la Quadra, Pablo. lll, 430. González de Martínez, Marcela. Vl, 229. González de Mendoza, Pedro. l, 3 l 3, 3 l 7.

González de Nájera. II, 106. González de Salcedo, Francisco. ll, 401, 415. González de Santa Cmz, Roque. Il. 399, 440. González Domínguez, Alberto. IX, 542, 550. González Echegaray, l. l, 284. González Esteves, Luis. VIII, 41. González Garaño, Alejo B. VI, 380. 384; X. 157. González Garaño, Alfredo. X, 205. 235. González Gowland, Dimas. Vll, 277.

González Holguín, Diego. lll, 263.

González lramaín. Héctor. VIl, 269. 273. 275. González lacome, A. l, 284.

González Lanuza, Eduardo. IX, 338; X, 113, 130, 133, l77, 198, 221.

González Lebrero, Rodolfo. III, 190.

González Lonzieme, Enrique. IV, 313.

González Marín. III, 376. González Maseda. VIII, S8. González Melgarejo, Juan. II, 33.

González Mir, Jorge. X, 231. González Moreno, Antonio. II, 174.

González Pacheco, Rodolfo. X,

González Pinto, Carlos. IV, 204. Gonzalez Rodríguez, Adolfo Luis. I, 505, 507. González Roura, Octavio. VIII, 433. González Sabathie, l. M. VIII, 470. González Téllez. Ill, 264. González Telmo, Pedro, Santo. III, 395. González Tuñón, Enrique. X. 170.

González Tuñón, Raúl. IX, 337; X, 114, 121,122, 130, 170.

l9l.

González Velázquez, Antonio. III, 346. González Velázquez, lsidro. lll, 346.

González Velázquez, Zacarías. Ill. 346. González y Dávila, Familia. V. 148.

González y González, Julio. ll, 85.

Goñi, R. l, 230. Goñi Dematchi, Carlos A. V, 206.

Goñi Moreno, José María. VIII, 469. Goodin, Robert E. X, 38. Goodfellow. William. V, 352. Goodwín, Paul. Vl, 202; Vll, 264: IX, 147, 182, 183. Gorbato, Viviana. Vll, 356. Gorbier, Juan Carlos. IX, 497.

Gordillo. Familia. ll, l73. Gordillo, l. l, 97, 107. Gordillo, Mónica. Vll, 357. Gordillo, S. l, 229. Gordillo, Timoteo. Vl, 184. Gordo, Julián. ll, 72. Gordoa y Barrio. IV, 244.

ÍNDICE DE NOMBRES

Gordon, Iorge Hamilton. V, 190, 194.

Gordon, Tibor. IX, 292. Gore, Robert. V, 191. Gore Ouseley, William. V, 190; VI, 358. Gori, Gastón. IX, 34. Gori, Iris. III, 245, 346, 366. Gori, Pietro. V, 64. Gorla, Carlos María. II, 281. Gorojovsky, Néstor. VII, 74. Gorosito, José. III, 176, 177. Gorostegui de Torres, Haydee. VI, 62, 97, 197, 145; X, 84, 88.

Gorostiaga, Iosé Benjamín. IV, 433, 434, 435, 438, 446, 490, 491; V, 31, 117, 122, 123, 328, 419, 420; VIII, 85, 451. Gorostiaga, Norberto. VIII, 409, 440.

Gorostiza, Carlos. X, 130, 287, 288.

Gorriarán Merlo, Enrique. VII, 469. Gorriti. V, 25, 14, 310, Gorriti, Iosé Francisco. IV, 275.

Gorriti, Iuan Ignacio. III, 169; 1V, 355; V, 102; VI, 315.

Gorriti, Iuana Manuela. III, 188, 192; VI, 322, 339, 340, 506; X, 257.

Gossen, Henry George. VIII, 501.

Gotta, Claudia. II, 206. Gottau, Jorge. VIII, 359. Gotthelf, René. IX, 494. Gouchon, E. V, 61. Gould, Benjamín Apthorp. IV, 494, 498; V, 52; VI, 405, 406, 407, 408, 409, 412, 423, 424, 529; IX, 539, 540.

Gould, Eduardo Gregorio. S. II, 123, 179, 250. Gould, I. D. IV, 104. Goulu, lean Philippe. VI, 350. Gounod, Charles Francois. VI, 329. Gover de Nasatsky, Miriam. X, 133.

Gowland, Daniel. IV, 440; V, 350. Goya y Lucientes, Francisco de. IV, 224.

Goyanarte, Iuan. X, 122. Goycoechea, Antonio. III, 375. Goyena, Pedro. V, 53, 54, 120; VI, 278, 303, 332, 338, 422, 502, 510, 523.

Goyeneche, Arturo. VII, 286. Goyeneche, Iosé M. 1V, 271, 279, 280, 281, 283, 298, 301, 310.

Goyeneche, Juan Carlos. X, 180. Goyret, Iosé Teófilo. II, 351, 469; IV, 271, 311, 315, 346, 543; V, 272.

Graaner, Iean Adam. VI, 209, 228.

Gracia, Joaquín. II, 430. Gracián, Baltasar. III, 247, 263, 279; X, 156. Graciano. II, 406. Graciano, César. III, 201. Graciarena, Iorge. X, 38, 88. Gradin, Carlos. I, 206, 207, 231. Graetz, Roberto. VIII, 397, 398, 399.

Graffigna, Omar. VIII, 257, 259. Graffigna, Santiago. VII, 282. Graham, Billy. VIII, 371, 372. Graham Sumner, William. V, 52.

Graham-Yooll, Andrew. VII, 352, 380, 400. Grahame, Eduardo. IX, 315. Graiver, Eduardo. IX, 358. Gramajo, Toribio. IX, 259, 262. Gramajo de Martínez Moreno, Amalia. IX, 303. Gramajo Gutiérrez, Alfredo. VII, 38; X, 203. Gramsci, Antonio. VII, 451, 453; X, 21, 190, 191,198. Granada, Luis de. IIl, 247. Granada, Nicolás. VI, 337; X, 273.

Granata, María. X, 115, 122. Grande, Enrique. X, 131. Grande, Manuel. IV, 173; VII, 158.

Grandinetti, Ricardo. IX, 381. Grandmontage, Francisco. VI, 523.

Granel, Joaquín. V, 120. Graneros de Alarcón, Diego. II, 95, 98, 156. Granier, Gomucio. X, 18. Grant, Ulises. IV, 497. Gras, Carla. IX, 60. Gras, Charles-Amédée. VI, 351, 354, 358, 362. Gras, Mario César. VI, 274, 384. Grasaum, Baltasar. III, 415. Grassi, Alberto I. VIII, S2, 76. Graty, Alfredo M. du. IV, 439; VI, 497. Grau, Mario. VIII, 87. Grau Sala. X, 225.

Graven-Horst, Hans. X, 161. Gravil, Roger. VIII, 118; IX, 80. Gray, Asa. VI, 421.

Graziano, Margarita. IX, 392. Greca, Alcides. VIII, 85, 92, 93; X, 256. Greco, Alberto. X, 224, 225. Greco, El. VI, 352. Greco, Vicente. 1X, 272. Greco, Virginio. IX, S15. Greely, Horace. VI, 492. Green, Raúl. IX, 148. Greenberg, Daniel. IX, 33. Greenough, Horatio. V, 52. Gregorich, Luis. X, 268. Gregorio IX, Papa. Il, 406. Gregorio XIII, Papa. II, 386,

396,397,408; III, 415. Gregorio XV, Papa. II, 392; III, 383. Gregorio XVI, Papa. V, 277, 320, 321, 327. Gregorio de las Heras, Iuan. IV, 317, 320, 322, 323, 325, 327, 329, 331, 333, 334, 335, 342, 345, 368, 369, 371; V, 184, 238, 348, 380. Gregory, William. III, 155, 159. Grela, Iosé Ignacio, Fray. III, 227, 246; V1, 516, Grenón, Pedro. l, 407; II, 430; III, 130, 144, 160, 277; X, 75, 101.

Greslebin, Héctor. I, 155; VII, 175.

Gresores, Gabriela. II, 143, 145. Gribeauval, Iean Baptiste de. II, 371; IV, 275. Grierson, Cecilia. V, 358. Grierson, John. X, 265. Griffith, Emile. IX, 328. Griffiths, Charles. VI, 141. Griffitz, Pascasio. VI, 420. Grilo, Sarah. X, 224. Grimaldi, marqués de. Il, 332, 337. Grimau, José. III, 348. Grimau, Matías. III, 157. Grimoldi, Alberto. X, 183. Grinberg, Eduardo Elías. IX, 375. Grinberg, Miguel. X, 269, 270. Grippo, Víctor. X, 23 l. Grisanti, Miguel. III, 421. Griva, Edelmi. VII, 176. Groeber, P. I, 229. Groisman, Enrique I. VII, 552; VIII, 469; X, 30. Grondona, Mariano. X, 33, 34.

Grondona, Nicolás. IV, 439. 417

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Groppa, Néstor. X, 116. Groppo, Pedro. VII, 286. Gros, lean B. V, 191. Gros Espiell, Héctor. V, 24, 43. Grosser, Alfred. VII, 385, 396. Grossi, Paolo. VI, 513; VIII, 410, 440, 441. Grosso. IV, 191. Grote, Federico. V, 65, 307, 396; V1, 505; VII, 28, 425; VIII, 3 l 4, 3 l 5.

Groussac, Paul. I, 407, 408, 443; II, 382; III, 290, 31 l; IV, 101, 269, 480, 499, 539; V, 60, 61. 256, 257; VI, 324, 338, 342. 426, 436, 439, 440, 441, 447. 449, S02, 511, 516, 523; X, 69, 91,129, 145, 146, 153, 162. Gruhn, R. I, 230. Grünberg, Georg. VII, 173. Grupe, Héctor. VIII, S15, S17. Gschwind, Francisco. VIII, 467. Guacurarí, Andrés. IV, 183, 184, 187, 188. Guadalcázar, Santiago de. II, 194.

Gual, Adriá. X, 282. Gualtieri, Fernando. VIII, 495. Guardia, Alfredo de la. X, 135, 281, 289. Guardo, Ricardo. VII, 438, 486. Guasch, Arturo E. V1, 255. Guayraca, cacique. III, 204. Guber, Rosana. X, 183. Gudiño Kieffer, Eduardo. X, 124.

Guedes, Max Iusto. 1, 364. Güel, Francisco. II, 169. Güemes, Familia. V, 148. Güemes, losé Manuel. III, 398. Güemes, Martín de. IV. 274, 304. 306, 307, 308, 309; V, 465; V1, 360, 432, 548; X, 263.

Güenaga, Rosario. V, 169; X, 103.

Guerra, Alonso, Fray. II, 434; III, 441. Guerra, Francois-Javier. 1V, 130, 247

Guerra, Pedro, Fray. II, 421. Guerra, Rosa. VI, 340, 506. Guerrero, Américo R. V1, 144, 170; IX, 21 l.

Guerrero, César H. 1, 409. Guerrero, Cristian. V111, 118. Guerrero, Iosé Luis. X, 49. Guerrero, Luis Juan. V1, 347; X, 53, 56.

418

Guerrero, María. X, 278, 282.

Guerrero Soriano, Cándido P. III, 30. Guerrico, César. IX, 365; X, 258.

Guerrico, Iosé Prudencio de. VI, 367, 380; IX, 370 . Guerrino, Antonio Alberto. III, 162.

Guevara. VI, 315. Guevara, Antonio de. III, 247. Guevara, Carlos N. VIII, 176. Guevara, Darío. VI, 559. Guevara, Ernesto “Che”. Vll, 24, 344, 345, 346, 463, 464, 453, 459, 460, 464; VIII, 230; IX. 522; X, 189. Guevara, Isabel de. III, 286, 31 l.

Guevara, Iosé. III, 204, 216, 217, 218, 223, 245, 267, 298; VII, 277. Guevara Civit, Armando. VII, 282.

Guglialmelli, Juan E. VIII, 300. Guglielmi, Nilda. I, 287, 510; VI, 426; IX, 527. Guglielmo Ferrero. VII, 387. Guibert, Fernando. X, 115. Guibert, LA. IV, 274. Guibourg, Edmundo. X, 129, 174, 281, 289. Guibourg, Ricardo. X, 59. Guichón, R.A. l, 256. Guida, Carlos. VIII, 87. Guido, Alfredo. VII, 38, 39; X, 156, 156, 205, 206, 208, 209. 213, 214, 222, 225. Guido, Angel. VII, 182, 184. 206; X, 205, 222. Guido, Beatriz. X, 123, 144, 263.

Guido, Iosé María. VII, 24, 337, 338, 339, 341, 356, 517, 536. 544, 545, 546; VIII, 123, 130, 135, 135, 136, 231, 232, 233. 244, 245, 345, 455; 1X, 352, 445, S77. Guido, lose Tomás. IV, 474; Vl, 502. Guido, Mario. V11, 253, 272. 275. Guido, Tomás. IV, 305, 315, 320, 385, 402, 403, 44], 442; V, 196, 197, 201, 203, 320; V1. 510, 522. Guido, Walter. V1, 348. Guido y Spano, Carlos. IV, 461, 468; V, 38, 39; V1, 341, 381. 499. 501, 520. 521. 523.

Guilaine, Louis. VI, 52. Guillamondegui, Julio César. II, 315; V, 402.

Guillani, Serafín. IX, 392. Guillén, Clotilde. IX, 400. Guillén, Pablo. 111, 437. Guillermo, Rey de Inglaterra. II, 323.

Guillot, Víctor I. VII, 242; VIII, 496. Guinard, Paul-I. III, 330. Guinnard, Auguste. IV, 186. Guinness, Harry. V, 359. Guiñazú, María Clelia. X, 38. Güiraldes, Alberto. X, 156. Güiraldes, Manuel I. VII, 215, 224.

Güiraldes, Ricardo. VI, 237, 548; VII, 38; IX, 270, 272; X,

112,113,118, 119,142,156. 206, 265. Guirior, Manuel de. 11, 266. Guitián, Pedro, Fray. III, 389. Guizot, Francois. V, 29, 38, 55, 189, 190, 191; V1, 4ll. Gullón Abao, Alberto. II, 207; III, 192. Gumilla, lose. III, 263. Gunche, Emesto. X, 255. Guntau, Martín. IX, S29. Gunther, Bruno. IX, S14. Gününa Küne. IV, 187. Gurrieri, A. VIII, 523. Gusinde, Martin. l, 77, 256. 257, 276, 277; 11, 315; 1V, 179. 187; Vll, 166, 167, 176.

Gusmán, Luis. X, 124. Gutll. losé. V1, 272, 350, 351. Gutfreino. IV, 156. Gutiérrez, Bernardo. V1, 52. Gutiérrez, Blas. III, 415. Gutiérrez, Carlos. V1, 367. Gutiérrez, Celedonio. 1V, 436; VI, 137, 477. Gutiérrez, Eduardo. Vl, 336. 347, 500; X, 141. 273, 289. Gutiérrez, Felipe. I, 389, 390. Gutiérrez, lose Maria. IV. 489; V1, 487, 498, 510. Gutiérrez, luan. Maria. 111, 303. 307, 31 l, 375, 401, 402; 1V. 40, 433, 434, 435, 436, 438. 441, 444, 450, 474, 477, 480: V, 30, 31, 39, 207, 330, 333. 383, 419, 461; V1, 129, 269. 280, 305, 317, 318, 320, 322. 323, 326, 344, 347, 360, 362. 405, 406, 412, 414. 418, 435. 472, 473, 475, 487, 497. 502.

ÍNDICE DE NOMBRES

510, 512, 517, 519, 520, 523; VII, 282; VIII, 85; X, 62, 126, 152.

Guzmao, Alejandro de. II, 332, 457. Gvirtz, Silvina. IX, 423.

Gutiérrez, Ladislao. IV, 408; X, H

268

Gutiérrez, Leandro. VI, 170; IX, 83, 148, 210; X, 110,160. Gutiérrez, María Alicia. X, 38. Gutiérrez, Ramón. l, 445, 462, 464, 469, 473, 474, 510; II, 45, 47, 86, 88, 333, 335, 467, 470; III, 365; IV, 156, 189, 215, 216, 425, 543; VII, 179, 205, 207, 230, 556; VIII, 21 l, 244; X, 236. Gutiérrez, Ricardo. III, 365; VI, 318, 328. Gutiérrez, Talía Violeta. X, 109. Gutiérrez Barragán, Antonio. II, 135.

Gutiérrez de Escobar, Francisco. III, 260. Gutiérrez de la Concha, Iuan. III, 439; IV, 279. Gutiérrez de la Portilla. III, 338. Gutiérrez de Piñeres, Iosé Francisco. II, 256, 257. Gutiérrez de Santa Clara, Pedro. I, 153. Gutiérrez de Zevallos, José Antonio. III, 443. Gutiérrez Nájera, Manuel. VI, 340.

Gutiérrez Viñuales, Rodrigo. X, 201, 235, 291. Gutiérrez Zaldívar, Ignacio. II, 88; IV, 216; X, 235.

Gutman, Graciela E. IX, 60. Gutman, Margarita. VII, 205, 207.

Guttero, Alfredo. X, 208, 21 l. Guy, Donna I. V, 168; VI, 99, 125, 165, 202; VIII, 495; IX, 33, 210. Guyán. X, 213. Guzmán, Alejo. IV, 459. Guzmán, Ana María de. III, 292.

Guzmán, Diego de. III, 214. Guzmán, G. IV, 481. Guzmán, Gaspar. X, 101. Guzmán, Gloria. X, 283. Guzmán, María Florencia. II, 100, 124, 138, 146, 180. Guzmán, Pablo de. III, 269, 292, 432. Guzmán Brito, Alejandro. VIll, 441, 468. Guzmán Palomino, L. I, 284.

Habiyú, I. M. III, 349. Hadamard, Iacques. IX, 542. Hadfield, William. IV, 45 l. Haeckel, Ernest. VI, 421, 422; X, 44.

Haenke, Tadeo. III, 131, 304, 320, 410, 412, 419, 200. Hahn, Otto. IX, 518. Haig, Alexander. VII, 392, 393; VIII, 131, 279, 280, 281, 299. Haines, W. V, 177. Halac, Ricardo. X, 131, 287. Hale, I. R. II, 379. Halevi Goldman, Aarón. V, 357. Hall, Daniel. V, 359; VIII, 374. Hall, Iosé I. V, 437. Hall, G.K. X, 153. Hallado, Pedrito. IX, 292. Hallar, Miguel. VIII, 381. Halperin Donghi, Leticia. VI, 406. Halperin Donghi, Tulio. III, 30, 54, 58, 62, 90, 99; IV, 105, 112,115,159, 249, 311, 377, 423, 426, S43; V, 15, 42, 44, 45, 73, 74, 103, 104, 462, 477, 504, S26; VI, 38, 61, 62, 97, 98,165, 166, 167, 171, 197, 21 l, 228, 274, 305, 346, 449; VII, 113, 143, 294, 297, 321, 323, 352, 366, 399, 429, 466; IX, 145, 197, 207, 493, 494; X, 21, 35, 81, 84, 86, 88, 90, 92, 93, 99, 108, 188, 189. Halphon, Samuel. V, 357. Ham de Duggan, Margarita. IX, 250.

Hamilton, Alexander. V, 29, 36, 410; VI, 459, 461. Hamilton, Earl I. III, 49. Hammen, T. van der. I, 256. Hammerly Dupuy, Daniel. I, 81. Hamnett, Brian R. IV, 247. Ham Villota, Orlando. I, 409. Hanihara, Tsunehiko. l, 79. Hanke, Wanda. IV, 188; VII, 154, 174.

Hanon, Maxine. V, 360. Hansen. IV, 150; VIII, 155, 156. Hansen, Emilio. V, 503. Hansen, Leonardo, Fray. III, 344.

Hanson, Simón G. VI, 165; IX, 147.

Hantouch. VIII, 382. Harberger, Arnold C. VIII, 516. Hardoy, Iorge Enrique. l, 473; II, 85; VII, 205, 207, 295, 353, S09; VIII, 466. Harf, Hans. VIII, 392, 393. Hargreaves, Francisco. VI, 390, 393.

Harguindeguy, Albano. VIII, 254, 255. Harls, Antonio. II, 58, 66. Haro, Cristóbal de. I, 342, 368, 369, 370, 371. Haro, Ricardo. VII, 507. Harriague, Marcelo. IX, 80. Harrington, Horacio Jaime. IX, 5 l 5.

Harrington, Tomás. IV, 187; VII, 175. Harriott, Iuan Carlos. IX, 318. Harris, G. IV, 341. Harris, Ioel C. II, 177. Hartmann, Edmund von. X, 47, 60, 63. Hartzenbusch, Juan Eugenio. VI, 327. Hastings, Max. VIII, 144, 299. Haubert, Maxime. Il, 467. Haumann, Lucien. IX, 537. Hauser, A. I, 229. Haussmann, Georges. IV, 204; VII, 181. Hauthal, Rodolfo. I, 210. Havelle, Iean-Barthélémi. II, 59. Hayduk, A. I, 23o. Hayek, Friedrich von. VII, 448. Hayes, C.I. VI, 305. Hayes, Rutherford B. IV, 58; V, 228.

Haynes, Alberto. IX, 338, 374. Haynes, C.V. I, 230. Hayworth, Rita. X, 124. Head, Francis B. VI, 62, 219, 221, 227. Hearst, William Randolph. VI, 492; IX, 336. Hecker, Liliana. X, 125. Hegel, Georg Wilhelm Friedrich. V, 370; IX, 240; X, 24, 46, 50, 51, 52, 63. Hegemann, Werner. VII, 18 l. Heguy, Eduardo. IX, 318. Heidegger, Martin. X, 46, 51, 52, 56, 63. Heinrich, Annemarie. X, 216. Heintz, Peter. X, 18. Helbling, Conrado. VIII, 513. Heller, Herman. V, 202; X, 33.

Helsby, Diego. V, 347. 419

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Helsby, Thomas. VI, 358. Helvecio. VI, 461. Henríquez, Camilo, Fray. VI, 459, 486. Henríquez Ureña, Pedro. III, 289; VI, 486. Henry. X, 88. Heppelwithe. III, 364. Hera, Alberto de la. II, 179, 386, 414. Heras, Carlos. III, 329; IV, 451, 480, 500, 501, 508; V, 45; VIII, 94; X, 74, 86, 95. Heras Velasco, María Juana. X, 229.

Herberger. IX, 31 l. Hércules. III, 363; IV, 498.

Herder, Iohann Gottfried von. V, 29; VI, 326.

Herdlinka. I, 27. Heredia. X, 101. Heredia, Alejandro. III, 387; IV, 309, 394, 404, 405, 406, 409, 4ll, 412, 425; V, 27. Heredia, Edmundo A. V, 235; VI, 486. Heredia, Nicolás de. l, 382, 388, 389, 390, 391, 392, 393, 401. Heredia, O. l, 107. Hermeto, Honorio. IV, 451. Hermitte, Esther. VII, 173. Hermosilla, Gabriel de. I, 470. Hernández, Antonio María. Vlll, 77, 93, 578. Hernández, Aurelio. VII, 310; IX, 226, 227. Hernández, Clodomiro. Vlll, 58.

Hernández, Francisco. III, 216. Hernández, Horacio H. X, 146. Hernández, Isabel. VII, 174, 177.

Hernández, Iorge R. VIII, 299. Hernández, lose. IV, 38, 452, 481; V, 37, 38, 40, 45, 48, 49, 50, 56, 459; Vl, 318, 328, 329, 330, 341, 346, 359, 497, 538, 557, 559; lX, 286; X, 125, 126,141, 156, 157, 169,171. Hernández, Iuan Antonio Gaspar. Ill, 353, 354, 366, 396, 397; VI, 351. Hernández, Iuan lose. X, 124. Hernández, Marcos. I, 472. Hernández, Pablo. Il, 467; III, 279; V, 310.

420

Hernandez, Pablo José. VII, 353, 360, 469. Hernández, Pedro. lll, 283, 285.

Hernández, Pilar. I, 348. Hernández Arregui, Iuan Iosé. VII, 360, 446, 449, 451, 461;

X, 24, l9l. Hernández de Cifuentes, Francisco. II, l l l. Hernández de Serpa, D. I, 347. Hernández Sánchez Barba, Mario. II, 255, 280; IV, 247. Hernani. VI, 327. Henríquez, Camilo. VI, 317. Herrendorf, Daniel E. VIII, 468. Herrera. Ill, 263. Herrera, A. IX, 184. Herrera, Antonio de. I, 102, 260, 263, 369, 371. Herrera, Diego de. I, 332. Herrera, Familia. V, 148. Herrera, Helvio. IX, 312. Herrera, I.C. VII, 551. Herrera, Iuan Esteban. Il. 420. Herrera, María Iosé. X, 231, 237.

Herrera, Mariano A. Vlll, 76. Herrera, Martín de. I, 375. Herrera, Nicolás de. IV, 234. Herrera, Ricardo. X, 134. Herrera, Roberto. II, 207. Herrera Vegas, Rafael. VIII, S04. 505.

Herrera y Loizaga, José Cipriano de. II, 236. Herrera y Sotomayor, losé de. Il, 296; Ill, 429. Herrera y Tordesillas, Antonio de. l, 335, 341, 348. Herrero, Fabián. VI, 449. Herrero, Félix. IX, 147. Herrero, Santiago Dardo. Vll, 277.

Herrero Ducloux, Enrique. IX, 535, S37, 557.

Herrero Fernández-Quesada, María Dolores. ll, 380. Herschel, Federico Julio. Vlll, 511, 515, 517, 518. Hesayne, Miguel. Vlll, 381. Hespanha, Antonio Manuel. Vlll, 439, 441, 442. Heusser, CJ. l, 229. Heusser, L. I, 229. Hevia Bolaños, Iuan de. ll, 236, 288, 289, 409. Hevia y Pando, Gabriel Antonio de. Ill, 324, 325, 328. Hexham, H. lll, 340. Heylan, Francisco. I, 317. Hicken, Cristóbal M. Vl, 423: lX, 557.

Hidalgo, Bartolomé. VI, 312, 314, 315, 317, 321, 345, 346, 537, 538, 559; lX, 280, 299. Hidalgo, Buenaventura. V, 322; X, 65. Hidalgo, 1. I. 23o, 234. Hidalgo de Cisneros, Baltasar.

lll, ll4, 225, 229, 329, 439; IV, 262, 263, 264, 271, 281; V,

77, 88,171, 4l3;VI, l7, 18, 536.

Hieronymus, Iorge. VI, 410. Hildno, T. IX, 210, 583. Hilbert, Klaus K. l, 133. Hill Creighton. David. V, 346. Hilton, Stanley. VIII, 144. Hindenburg, Paul von. VIII, 186. Hinchliff, Woodbine. VI, 228.

Hipócrates. III, 327. Hippeau, C. VI, 305. Hirsch, Alfredo. X, 149. Hirsch, Paul. Vlll, 393, 395. Hirsch, Sanford. III, 360. Hirst, Mónica. VIII, 143, 144. Hitler, Adolfo. VII, 363, 484; VIII, 409; IX, 374; X. 79, 178. Hobbes, Thomas. X, 13. Hoberman, Louisa Schell. IV, 130.

Hobsbawn, Eric. X, 100, 110, l l l. Hoces, Francisco de. I, 345. Hodge, Iohn. lX, 184. Hodges, W.H. V, 358. Hodgson, M. G. VIII, 387. Hoe, Robert. VI, 490. Hoffmann, Fritz L. V. 207. Hofft. Gerardus't. IX, S55. Hogan, Iuan Luis. IV. 508. Hohenberg, F. l. 355. Hoijer, HJ. VI, 559. Holanda, Sergio Buarque de. I. 364.

Holbach, barón de. X, 62. Holdich, Thomas. V, 233. Holguín. Gerónimo de. lll, 431. Hollander, Paul. Vll, 362, 396. Holrnberg, Eduardo Ladjslao. l. 194, 208; lV, 40, 209; VI, 414. 416, 4l8, 419, 420, 422, 423: IX, 535.

Holmberg, Estanislao. Vl. 336. Holmberg, Helena. Vlll, 253. Holmberg, Luis. IV, 312. Holmberg, barón de. Véase Kailitz, Eduardo. Home de Pesoa, Pedro. ll, 158. Home Riggs Popham. ll, 377, 382.

ÍNDICE DE NOMBRES

Homen, Lopo. I, 362. Hood, Thomas Samuel. V, 190. Hoover, Herbert. VII, 259. Hopkins, Edward. V, 201. Hopkins, Iohn. IX, 76, 83. Hora, Roy. IV, 144, 157; IX, 31, 197, 209.

Horacio. VI, 313, 320. Horkheiner, Max. X, 14. Homo de Babilonia, Santo. III, 269.

Hornos, Manuel. IV, 433, 440; V, 249.

Horowitz, Irving L. IV, 159. Horowitz, Ioel. VII, 322; IX, 242.

Horta, Hernando de. III, 257. Hortelano, Benito. IV, 78; VI, 505, 510, 519, 533. Horton Box, Pelham. V, 234. Horvarth, Ricardo. IX, 382, 392. Horvath, Laszlo.VI1, 321. Hosford, Roberto S. VIII, 365. Hourcade, Luis A. X, 162. Houssay, Bernardo Alberto. VII, 38; IX, 472, 473, 478, 487, 495, 496, 501, 504, 505, S06, 507, 508, 509, 510, 511, 512, 513, 514, 515, 516, 518, 519, S20, 521, 523, 524, 525, 526, 528, 529, 530, 532, 545, 546, 548, 551, 553. Howard, Iennie. V, 360. Howden, Lord. V, 191. Howel, Bartolomé. III, 414. Howells, Williams W. I, 79. Hoxmark, Guillermo. IX, 557. Hoyos, Pío. V, 290.

Hualde de Pérez Guilhou, Margarita. V, 43; VI, 486. Huáscar, cacique. I, 98, 108. Huayna Cápac, cacique. I, 98,

Hughes, Augusto I. VIII, 248,

Hughes, Iohn B. VI, 346. Hughes, William M. V, 360. Hugo, Víctor. VI, 327, 520; VIII, 440. Huici, Agustín. IV, 298. Huidobro, Vicente. X, 113. Huisman, Denis. X, 55, 61, 65. Huizinga, I. IV, 536. Hull, Cordell. VII, 19, 284; VIII, 106, 109. Hulsius, Levinus. III, 284. Humanzoro, Diego de. II, 401. Humble, Iorge F. V, 351, 359. Humboldt, Alexander von. I, 356; III, 412; VI, 355, 403, 405. Hume. VI, 195. Hunt, Familia. V1, 34. Hunt, Rex. VIII, 275, 277. Huntington, Samuel. VIII, 208. Hunziker, Iuan H. IX, 557. Hure, Nicolás. VIII, 234. Huret, Jules. IV, 145, 146, 157; VI, 236, 237, 243, 244, 247, 248, 250, 254, 255. Hurtado. III, 262. Hurtado, Joseph. III, 77. Hurtere, los de. I, 353. Husserl, Edmund. X, 46, 47, 51, 52, 60, 63. Hussey, Guillermo. IX, S41. Huston Luiggie, Alice. V, 360. Hutchinson, Thomas I. IV, 451; VI, 97. Hutton, Alezander Watson. IX, 280. Hux, Meinrado. I, 205; IV, 186; VII, 174. Hyades, P.I. I, 247, 256, 257. Hyslop, I. I, 108.

108.

Hubac, Angel. IV, 295. Hudson, Damián. VI, 228, 497. Hudson, William Henry. V1, 62,

219, 228, 4l7;X, 119,127. Huergo, Delfín B. IV, 434, 441; V, 31, 185, 200; VI, 494. Huergo, Iuan Carlos. X, 207, 208.

Huergo, Luis A. VI, 521. Huerta, Roberto. VIII, 228. Huertas, Marta M. VI, 200. Hueyo, Alberto. VII, 273, 279, 280; VIII, 506, 534, 537, S39, 540, 542, 548. Hug, Enrique. IX, 507, 514, 515, 528.

Ibáñez Menta, Narciso. IX, 263;

261.

I

Iácona, Lidia Anahí. I, 107, 108. Ianantuoni, Domingo Rafael. IX, 407, 408, 422. Iazzeta, Osvaldo M. IX, 454. Ibad Illana, Manuel. III, 242. Ibañez, Agustín. I, 458. Ibáñez, Avelina M. VI, 345, 486. Ibáñez, Familia. V, 148. Ibáñez de Echavarri, Bernardo. III, 206, 21 l, 235, 236. Ibáñez del Campo, Carlos. VIII, 138.

Ibáñez Frocham, Manuel. V, 102, 435.

Ibañez Montoya, Joaquín. II, 84. Ibarguren, Carlos. IV, 539; V, 104, 140; V1, 348; VII, 19, 264, 269, 270, 274, 275, 294, 422, 423, 468, 480, 481, 482, 489, 490, 492, S08; VIII, 165; X, 77, 80.

Ibarguren, Federico. VII, 487. Ibarra. X, 101. Ibarra, Felipe. IV, 389, 390, 394, 41 l, 412, 413, 416. Ibarra, Gregorio. VI, 358. Ibarra de Santiago. IV, 309. Ibarra Grasso, Dick Edgar. VI, 561.

Ibarrola, Casimiro, Fray. III, 390.

Ibarzábal, Iorge. VIII, 249. Ibsen, Henrik. X, 129, 277, 281, 284, 285. Idomeneo. VI, 3 l 7. Igarzábal, Rafael. V, 120. Igarzábal de Nistal, María Adela. VII, 205. Iglesia, Cristina. VI, 487. Iglesias, Evaristo. VI, 274. Iglesias, Herminio. VIII, 262. Iglesias, Iosé “Pepe”. IX, 261, 377.

Iglesias Echegaray, Arturo. VII, 353. Iglesias Paz, César. VI, 337. Ignacio, Santo. III, 157, 200, 201, 205, 350, 384. Ignatieff, Michael. VII, 398. Ignes, Marcelo. VI, 51. Ihering. VIII, 409. 440. Illia, Arturo Umberto. VII, 24, 275, 339, 341, 356, 387, 470, 503, 517, 518, 519, 525, S26, 528, 529, 531, 538, 542, 545; VIII, 16, 122, 126, 132,133, 135, 138, 139, 156, 233, 234, 235, 236, 237, 240, 241, 244, 245, 251, 269, 342, 343, 346, 464, 465, 519, 521; IX, 105, 110, 111, 138, 232, 233, 353, 354, 484, 548; X, 189. Imaz, José Luis de. VII, 138, 360, 552; VIII, 209, 407, 440, 495, 522; lX, 206, 207, 497; X, 20, 33. Imbelloni, José. I, 28, 80, 261; VI, 559, 560, 561, 562; VII, 147, 166, 176. Imbert, Julio. X, 131. Inacayal, cacique. IV, 176; VII,

160. 421

IN DICES GENERALES DE LA OBRA

Inez Hilger, M. VII, 175. Infante, J. Daniel. VI, 505. Infesta, María Elena. VI, 63. Ingenieros, Jose’. IV, S34; V, 41, 60, 61, 66, 74, 373; VI, 306, 425, 505, 518, 524; VIII, 467, 479, 480, 494, 495; IX, 261; X, 23, 41, 42, 43, 44, 45, 61. 65, 106, 125, 142.

422

Inglese, Juan O. IX, 495. Ingres, Dominique. VI, 369. Ini, María Gabriela. VIII, 495. Inocencio X, Papa. II, 413. Inocencio XI, Papa. II, 321. Insaurralde. III, 262. Insaurralde, Andrés. X, 269. Insco Buchnan, William. V, 227. Insiarte, Manuel. V, 322; VI, 517. Insúa, Jorge. IX, 520. Iñigo Carrera, Héctor J. V, 102, 138; VII, 263, 550. Iñigo Carrera, Nicolás. VII, 139. Iñigo Madrigal, Luis. III, 312. Iñiguez, Julia. X, 274. Iommi, Enio. X, 217. Iparraguirre, Silvia. X, 125. Ipola, E. de. VII, 467. Iradiel, Paulino. I, 321. Irala, Domingo Martínez de. I, 198, 379, 380, 381, 382, 383, 384, 385, 386, 391, 395, 397. 398, 399, 400, 408, 413, 427. 441, 442 477, 483, 485; lll, 237, 285, 289, 290, 425, 426; VI, 335. Irala, Francisco Martínez de. III, 432. Irala, Ursula. III, 290. Irazábal de Pereyra, Antonia. III, 382. Irazusta, Julio. IV, 424, 451; V, 26, 43, 104, 207; Vl, 348; Vll, 21, 267, 271, 289, 290, 294. 297, 421, 425, 468. 471, 487; X, 76, 78, 79, 81, 82, 175, 180. Irazusta, Rodolfo. VII, 266, 267. 271, 289, 290, 421, 425. 487; X, 76, 78, 180. Iriarte, Juan José. VIII, 339, 352, 355. Iriarte, Tomás de. IV, 403; V, 240, 244. Irigoin, Alfredo. IV, 157. Irigoin, María Alejandra. VI, 256. Irigoyen, Bernardo de. Il, 174; IV, 462, 474, 477, 499, 504, 505, 517, 524, 527, 528, 529.

530, 538, 539; V, 39, 57, 59,

120,127,135, 218, 220, 221. 227, 228, 229; Vl, 34, 479. Irigoyen, Julio. X, 256. Irigoyen, Manuel. VI, 469, 470. Irigoyen, Matías. V, 176. Iriondo, Manuel de. VII, 273.

Iriondo, Martín. I, 133. Iriondo, Simón de. IV, 477, 499, 527; V, ll7, 149. Irós, Guillermo M. VII, 206. Irrazábal, Pablo. IV, 467. Irti, Natalino. VIII, 418, 441. Irurzum, Víctor. X, 22. Irusta, Agustín. X, 259. Isaacson, José. X, 129. Isabel, Santa. III, 295. Isabel l, Reina de España. I 288, 290, 292, 293, 294, 295, 307. 316, 317, 321, 330, 331, 357; II, 292; III, 197; VIII, 389. Isabelle, Arsene. VI, 227. Isacovich, Marcelo. VII, 139. Isasa, Manuel de. IV, 391, Isasmendi, Familia. II, 65, 170, 171.

Isasmendi, Saverio. III, 167. Iscan, Mehmet Y. I, 81. lscaro, Rubens. VII, 296; X, 99. Isem, Juan. II, 430; V, 31 l; VIII, 333, 495. Isla, José Francisco de. III, 268. Isnardi, Teófilo. IX, S39, 545. Isola. Alberico. VI, 358. Isratzoff. Constantin. V, 360. lssouribehere de Delgado, Gladys. IX, 302. Istilart, Juan B. VI, lSS, 157. Isuani, Ernesto. VII, 142. Itkin, Silvia. IX, 391. Iturbe, Mariano. IV, 413. Iturbe, Mecha. VI, 340. Iturralde, Pedro. Fray. V, 298,

3l l. Iturri, Francisco Javier. Ill, 243, 246, 261, 279, 297. Iturrieta, A. VII, 465, 467, 469. Iturrioz, Juan José. III, 331. Itzcovich, Samuel. VIII, Sl l, 515.

lvanisevich, Oscar. IX, 477, 489. Ivanov, Miguel. V, 356; VIII, 380. Ivanowski. IV, 474.

Ivern, Andrés. Vl, 274; IX, S30. lzard, M. Vl, 36. Izquierdo, Josefina. Vl, 312.

Izquierdo, Mariano. lll, 260, 278.

Izratsoff, Constantino. VIII, 380. 381. 386. I

Jachudurián, Karekin. VIII, 383. Jackisch, Carlota. X, 34. Jackson, Andrew. V, 193; VII, 247.

Jackson, Robert H. II, 92, 122. Jacobi, Friedrich Heinrich. IX, 528. Jacobini, Ludovico. V, 337. Jacobo, Baradaeus. VIII, 380. Jacobsen, Nils. III, 29. Jacovella, Bruno C. VI, 539, 558, 559, 560, 562. Jacques, Amadeo. IV, 164, 185, 439, 503; Vl, 225, 520. Jacques, Cristóbal. I, 372. Jaim Etcheverry, Guillermo. IX. 423. Jaime, Rey de España. III, 353. Jaimes Freyre, Ricardo. l, 442; VI, 51 l, 524. lakasa, Vitaic. Vlll, 253. lalabe, Ruth. VIII, 142. James, Daniel. VII, 309, 322, 355, 356, 469: lX, 242. James, Davis. Vl, 384. James, Henry. VI, 246. Janin, R. VIII, 386. Jansen, André. VI, 348. Jara, A. VI, 197, 202. Jaroslavsky, César. Vll, 295. Jasca, Adolfo. X, 160. Jaucourt, Louis de. IV, 222. Jáuregui, Anibal. IX, 21 l. Jáuregui, Guillermo Raúl. IX, 530. Jáuregui, Martín de. III, 434. Jaurés, Jean. Vl, 530; VII, 238, 403, 478. Jauretche, Arturo. Vll, 21, 290, 297, 360, 425, 433, 461; X, 24, 82, 191. Jauretche, Emesto. Vll, 358, 471. Jaussely, León. Vll, 180. Jeanneret, Charles Edouard.

Vll, l8l, 184, 193. Jefferson, Thomas. Vl, 29. Jelin, Elizabeth. X, 30. Jelinek, A. l, 230. Jelinek, George, X, 33. Jenkins. II, 330; Ill, 81. Jenkins, Simón. Vlll, 144, 299. lenks, Leyland H. IX, 182. lennison, Peter S. X, 160.

ÍNDICE DE NOMBRES

Jerez, Omar. VII, 173. Jerónimo, Santo. III, 110, 119, 209, 306. Jesús, Miguel de, Fray. III, 374. Jevons, William Stanley. VIII, 501. Jewell, Carlos. VI, 201, 250. Jewett, David. V, 191. Jijano. III, 135. Jijena Sánchez, Rafael. VIII, Jiménez, Salvador. V, 330. Jiménez de Asúa, Luis. V, 402; VIII, 409, 433, 434, 442. Jiménez de Mesa. IV, 256. Jiménez de Paz Barragán, Familia. II, 135. Iitrik, Noé. X, 128, 133, 134. Jofré, Herman. VII, 483. Jofré, Oscar L. VIII, 283, 294, 299. Jofré Barroso, Haydee. X, 129. Jofre de Loaysa, García, Fray. I, 345, 370, 372. Johns, Michael. IV, 156. Johnson, Ben. X, 130, 287. Johnson, Lyman L. Il, 117, 125, 126, 147, 181; III, 103; IV, ll3, 130; VIII, 133; X, 99. Jolís, José. II, 189. 198, 205, 206, 468; III, 297. Ionassen, Vitus. VIII, 164. Jones, Amable. VII, 240, 248, 255. Jones, Charles. VI, 202; IX, 149. Jones, Gareth Stedman. IV, 158. Jones, Lewis. V, 360. Jones, T. I, 231. Jordán, Alberto R. VII, 385, 400, 471, 509; IX, 497. Jorge, Carlos A, de. VII, 322. Jorge, Eduardo. VI, 170; IX, 82, 149

Jorge lll, Rey de Inglaterra. IV, 221.

Jorge V, Rey de Inglaterra. IX, 374. Jorrat, Jorge Raúl. IV, 159; VII, 139; X, 38, 109. José, El Indio. III, 356. José, Rey de Portugal. III, 363. José, Santo. III, 210, 295, 335. José, Susana. IX, 454. José I, Rey de Austria. II, 324. José I, Rey de Portugal. II, 457. José I Bonaparte, Rey de España. IV, 233, 235, 237, 261; V, 388.

Joseph, G. VIII, 495.

Joseph, Henry. V, 357; VIII, 389. Joslin, David. V, 504; VI, 257. Jouffroy, T. X, 63. Jovellanos, Gaspar Melchor de. IV, 224; V, 14, 15; VI, 261. Joy, Leonard. VIII, 516, 517. Joyce, James. X, 122. Joyce, Patrick. IV, 158. Jozami, E. VII, 109, 138. Juan, Jorge. III, 263. Juan, Príncipe. I, 316. Juan I, Rey de España. I, 294, 296. Juan I, Rey de Portugal. l, 354. Juan II, Rey de Portugal. I, 306, 329, 334, 335, 337, 338. Juan III, Rey de Portugal. I, 354, 359, 360, 361, 363. Juan IV, Rey de Portugal. II, 319; III, 363. Juan IV, de Béthencourt. I, 318. Juan V, Rey de Portugal. II, 329. Juan VI, Rey de Portugal. III, 364; V, 195; VI, 350. Juan XXII, Papa. II, 406. Juan XXIII, Papa. VIII, 338, 339. Juan el Bautista, Santo. III, 119, 158, 210, 269; IV, 526. Juan Pablo I, Papa. VIII, 353. Juan Pablo II, Papa. VIl, 27, 393, 394; VIII, 354, 355, 356, 357, 359, 379, 387. Juan Sebastián. II, 466. Juana, la Beltraneja. I, 330. Juana, la Loca. II, 402; III, 286. Juárez, Familia. II, 123. Juárez, Gaspar. III, 243, 297, 407. Juárez, Rogelio. X, 274. Juárez Celman, Miguel Angel. IV, 24, 31, 476, 514, 515, 519, 520, 521, 524, 525, 527, S28, 529; V, 36, 55, 56, 57, ll0, 114, 115, ll7, 129, 134, 221. 337, 386, 496; VI, 104, 121, l9l, 192, 237, 371, 407, 502; VII, 520, 522; VIII, 332, 380. Juarroz, Roberto. D(, 352; X, 115.

Jufré, Juan. I, 406, 409, 415, 438, 447, 451, 454, 455, 457, 475; II, 105. Jufré y Meneses, Luis. I, 438. Julien, Charles André. I, 364. Julio II, Papa. Il, 386. Jumar, Fernando. III, 102, 103. Junior, Christiano. VI, 359. Junot, Jean Andoche, duque de Abrantes. IV, 232.

Jurado, Alicia. X, 177. Jurado, José María. VI, 41, 52, 61

Juradlo Padilla, Francisco. IX, 493. Jurafsky, Abraham. X, 253. Jusid, Juan José. X, 266, 267, 270. Justiniano. II, 286, 289; III, 264. Justo, José. VI, 321. Justo, Agustín P. VII, 19, 20, 38, 93, 185, 258, 259, 267, 269, 272, 273, 275, 278, 279, 280, 284. 285, 286, 287, 288, 291, 292, 295, 297, 41 l, 417, 426, 427, 431, 481, 482, 484, 515, 518, 519, 520, 522, 525, 526, 528, 530, 531, 532, 533, 540, 545; VIII, 21, 57, 102, 108, 113, 115, 155, 183, 184, 196, 197, 208, 209, 319, 429, 537, 541; D(, 38, 70, 160, 338, 371,429, 509.

Justo, Alberto M. VIII, 468. Justo, Juan B. IV, 25, 517, 532, S33, 539, S40; V, 64, 65, 74, 120; VI, 424, 505; VII, 236, 237, 238, 257, 268, 402, 403, 404, 406, 408, 430, 451, 452, 476, 477, 478, 483; VIII, 81, 502; IX, 401, 469; X, 39, 42, 106, 149, 167, l7l, 278. Justo, Luis. VII, 355. K

Kaflca, Franz. X, 122. Kahana, David. VIII, 392. Kahn, Heriberto. VII, 353; IX, 357, 358. Kailitz, Eduardo. IV, 274, 278, 289, 312; VI, 132, 419. Kaillitz, Ladislao. VI, 419. Kaiser, Georg. X, 280. Kamen, H. I, 324. Kamphoefner, W. IV, 107. Kant, Inmanuel. V, 370, 374; VIII, 419; X, 41, 45, 46, 47, 53.

Kantorowicz, Ernest. l, 322. Kapek, Karel. X, 280. Kaplan, Marcos. IX, 21 l. Karasik, G. VII, 109. Karlic, Estanislao. VIII, 355, 356.

Karrer, Pablo. III, 316. Kartún, Mauricio. X, 132. Katari, Tomás. IV, 253. Katz, Bernard. IX, 525. Katz, Jorge. VIII, 516; IX, 104,

114,149, 2ll, 584. 423

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Katz, Rodolfo. lX, 348. Kauffman, Angélica. III, 229. Kaufmann, lose Luis. V, 343; VIII, 335. Kayser. VI, 412. Kazezián, Juan Bautista. Vlll, 382. Keegan, Iohn. VII, 385.

Klein, Herbert S. III, 13, 18, 19, 27, 28, 29, 30, 447; IV, 106; V,

Keen. V, 127. Kelly, Alfredo. VIII, 352.

Klenicki, León. VIII, 389, 397, 398, 399, 578. Klich, Ignacio. VII, 108, 109; VIII, 118, 244. Kljmovsky, Gregorio. X, 22, 60. Klimovslcy, León. X, 261, 285. Klingemann, Hans-Dieter. X,

Kelsen, Hans. VIII, 409, 419, 420, 441; X, 46, 59. Kemble, Kenneth. X, 225. Kemmerer, Edwin. VIII, 339, 527.

Kemmis, Familia. VI, 250. Kendall, Edward Calvin. X, 33 Kennedy, Familia. VII, 275. Kennedy, Iohn F. VII, 366; VIII, 133; IX, 100. Kennedy, Kenneth A. R. l, 81. Kennedy, Norma. VII, 378. Kenny, Arturo. IX, 316. Kenny, Mauricio. IX, 261. Kent. V, 38, 419. Kentenich, Ioseph. VIII, 358. Kenworthy, Eldon. X, 35. Kern, Arno Alvarez. II, 467. Kerne, Niels. IX, 525. Kessler, Gabriel. VII, 125, 131. 143.

Keynes, Iohn Maynard. VII, 279; VIII, S07, 510; IX, 24, 65.

Keyserling, Herman, conde de. Vl, 339; X, 127. Khavisse, Miguel. VII, 142; IX, l 15, 210. Kiepja, Lola. VII, 167. Kiernan, Santiago. VI, 470. Kilcher, P. VIII, 506, 534. Kimel, Eduardo. VIII, 360. King, Iohn. X, 175, 198, 237. Kinkelin, Emilio. VII, 271, 424. Kirbus. Federico B. III, 285, 31 l.

Kircher, Anastasio. III, 413. Kirchmann, Julius. V, 437. Kirkpatrick, Jeanne. VII, 366,

424

Kim. IX, 258. Kirschbaun, Ricardo. VII, 400; VIII, 144, 298. Kirshoff. IX, 258. Kish, Lazlo. X, 258. Kisnerman, Natalio. VI, 347. Kissinger, Henry. Vlll, 124. Kitasato, Shibasaburo. IX, S25. Klein, Guillermo Walter. Vll, 384.

505.

Klein, Julius. l, 323. Klein, Teodoro. X, 288. Klein, Walter. VIII, 506, 508. Kleiner, Bernardo. IX, 496, S21, S23.

38.

Klint, Eric Gustav de. V, 183. Kloosterman, Dirk. VII, 25. Knecher, Lidia. VII, l4l. Knibbs, George H. VIII, 504, 506. Knowles, M.D. V, 309. Koch, Robert. IX, 502. Koebel, W.H. IV, 145, 157. Koening. VI, 489. Koesler Ilg, Berta. IX, 271. Koestler, Arthur. VII, 395. Kogan, Jaime. X, 288. Kohan, Néstor. X, 198. Kohen, Héctor R. X, 269. Kóhler, Georges. IX, 525. Kohon, David losé. X, 264, 265. Kohn Loncarica. Alfredo. IX. 527.

Koletis, Nicolás. VIII, 380. Kolterjahn, Guillermo. X, 157. Konetzlce, Richard. Il, 109, 113;

lll, 131,159. Kooy, Eduardo von der. VII, 400; Vlll, 144, 298. Koppers, Wilhelm. l, 257. Kordon, Bernardo. X, 123. Koremblit, Bernardo Ezequiel. X, 128, 135. Korn, Alejandro. V, 41, 73, 374; VI, 426; Vll, 38, 483; lX, 471, 494; X, 45, 46, 47, 49, 50, 52. 65, 166. Korn, Francis. IV, 155, 156, 157, 158, 541: VI, 23], 255, 256. 563; IX, 247, 267, 268, 586; X, 21, 22, 99. Korn, Julio. IX, 338. Korn Villafañe, Adolfo. Vlll, 85, 93, 324. Korol, luan Carlos. IV, 104; VI, 147, 167, 170, l7l, 563: lX, 80, 83, 148, 210; X, 109. Kosacofl", Bernardo. IX, 62, ll2.

ll4, 125, l4S, l46, 149, 2ll.

Koshetz, Nina. IX, 258. Kosíce, Gyula. IX, 345, 348; X, 218, 229. Kotsias, Basilio A. lX, 531. Kotska, Estanislao, Santo. III. 120, 157. Kovacci, Ofelia. X, 128. Kovadloff, Santiago. VII, 400; X, 128.

Kraft, Guillermo. VI, 359, 518; X, 150, 151. Kramer, Gabriel. V, 357. Krapf, Eduardo. IX, 528. Kratz, Guillenno. II, 467. Kratzenstein, Rudolp. VI, 359. Kraus. Juan. Il, 58. Kraus, Rudolf. IX, 502, S03, 504, 505, 506, 507, 527, 528. Krause, Federico. V, 370. Krause, Julio. VIII, 228. Krausse, Otto. VI, 306; lX, 435. Kreimer, Pablo. IX, 557. Krieger Vasena, Adalbert. Vll, 24, 34: Vlll, 128, 238, 512. 521: lX, 92, 104, 105, 134. 234. Kroeber, Clifton B. VI, 36, 200, 201. Kronfuss, Iuan. ll, 86. Krópfe, Pedro E. Vll, 230. Kropotkin, Pedro. V, 64; Vll, 406: X. 213. Krueger, Anne. IX, 94, l 12. Kuatemik, Eugenio. Vll, 356. Kubler, George. ll, 86. Kflhn, Franz. l, 62. Kuhn, Rodolfo. X, 264, 265. Kuitca, Guillenno. X, 231. Kula, Witold. X, 89. Kulwin, Clifford Mairon. Vlll, 398.

Kane, Gününa. VII, 175. Kunz, Ana. Vll, 552; Vlll, 469. Kurchan, luan. Vll, 193, 194. Kurth. William H. X, ¡60. Kusch, Rodolfo. IX, 302; X, 128. Kvatemik, Eugenio. Vlll, 244; X. 34. Kyle, Juan lose. IX, S35. S36. Kuznetz, Simón. IX, 152. l.

La Croix, Maria Luisa. IX, 391. La Gasca. l. 386, 394, 395. 397, 401, 402, 405, 415. La Mar. IV, 341, 342. La Menu, F. lX, 541. La Pradelle, P. de. V, 202.

ÍNDICE DE NOMBRES

La Roche, Augusto. VI, 143. La Serna. IV, 310, 339, 340, 341. La Touanne. VI, 176. Labardén, Iuan Manuel de. II, 231.

Labardén, Manuel Iosé de. IX, 280 Labayén, Iuan. VII, 483. Labbe, Osvaldo A. III, 348. Labougle, Ricardo de. IX, 475. Laboulaye, Edouard. V, 38, 48. Iabnma, Angel. VII, 35; 1x, 311. Lacalle, Carlos. IV, 468. Lacey, Luis L. IX, 315, 318. Lachikirín, cacique. II, 196. Laciar, Santos. IX, 329. Laclau, Ernesto. VII, 467. Laclau, Martín. V, 399; VIII, 441. Laclau, Narciso. IX, 505, 506. Lacordaire, Enrique de. VI, 278. Lacoste, Pablo. I, 179; III, 191; VII, 295, 297, 430. Lacroze, Familia. VI, 194. Lacueva, Luis R. X, 162. Ladero Quesada, Miguel Angel. I, 321, 322, 323. Lafaille, Héctor. V, 402; VIII, 405, 424, 429, 431, 432, 436, 443. Laferrere, Alfonso de. VII, 267, 423; X, 256. Laferrere, Gregorio de. VI, 337; VII, 215; X, 275, 276. Laferrere, Roberto. VII, 271. Laffaye, Horacio A. IX, 330. Lafforgue, Iorge. X, 134, 160. Lafinur, Iuan Crisóstomo. V, 25, 123, 364; VI, 212, 314, 464, 465, 478, 519; X, 62. Lafitte, Fermín. IX, 422. Lafleur, Héctor René. VI, 344, 512; IX, 361; X, 165, 166, 170, 195. Lafón, Ciro R. I, 131. Lafone, Samuel F. V, 350. Lafone Quevedo, Samuel A. I, 92, 284; III, 311; VI, S35, 536. Laforest, W. de. IV, 468. Lafuente, Horacio Raúl. VIII, 42. Lafuente, Iosé Luis. V, 342. Lafuente Machain, Ricardo de. I, 408, 442; II, 125; III, 129; X, 149. Lagarde, Pierre. X, 140, 160. Laghi, Pío. VIII, 351, 354. Lagiglia, Humberto A. I, 168, 169, 173, 178,179.

Lagomarsino, Raúl E. X, 157, 162

Lagos, Hilario. IV, 434; V, 247, 248, 263. Lagos, Iosé C. V, 322. Lagos, Iulio A. VIII, 21 l. Lagos, Lisandro. IV, 440. Lagos, Luis. VIII, 271. Lagos, Marcelo. II, 206. Lagos, Ovidio. VI, 508. Lagos García, Luis. V, 120. Lagrana, Manuel I. IV, 459. Laguna, Iuanito. X, 228. Laguna, Iusto Omar. VIII, 353, 355, 356, 360. Lahille, Fernando. IX, 543. Lahitte, Ana Emilia. X, 116. Lahitte, Emilio. IV, 144; V, 324. Láinez, Manuel. V, 120; VI, 296, 303, 502; IX, 343, 397. Laíño, Félix. IX, 340. Laisney, Louis. VI, 350. Laiseca, Alberto. X, 124. Lajouane, Félix. VI, S18. Lajous, Raúl E. VIII, 155. Lalinde Abadia, Iesús. II, 248. Lalueza, Carlos. I, 79.

Lamadrid, Gregorio Aráoz de. IV, 307, 372, 414, 415, 423. Lamaglia, Iuan. X, 266. Lamarca, Carlos. V, 202. Lamarca, Emilio. V, 306; VI, 303, 502. Lamarck, Iean Baptiste de Monet, caballero de. VI, 417; X, 44.

Lamarque, Carlos. IX, 370. Lamarque, Libertad. X, 257, 259, 261. Lamartine, Alphonse Marie Louis. VI, 494. Lamas, Andrés. VI, 326, 433, 435, 473, 510, 517; X, 148. Lamas, Fernando. X, 261. Lambert, Iacques. V, 139. Lamborghini, Leónidas. X, 116. Lambruscchini, Armando. VIII, 248, 257. Lamela, Baldomero. IV, 441. Lamennais, Félicité-Robert. V, 29, 368; VI, 473. Lami Dozo, Basilio. VII, 394; VIII, 248, 259, 357. Laming, A. I, 230, 255, 256. Lamiña, Alfredo. X, 258. Lamounier, Bolivar. X, 18. Lampíllas, Iosé. III, 265. Lamuraglia, Nicolás I. X, 253. Lanari, Alfredo. VII. 387; IX, 514, 519, S21, 530.

Lanata, I.L. I, 256, 257. Lancaster, duque de. I, 294. Landaburu, Iorge. VII, 356. Landaburu, Laureano. VII, 281. Landi, Oscar. IX, 393; X, 98. Landini, Carlos. X, 269, 270. Landini, Cecilia. I, 207. Landolfi, Héctor. X, 160. Landrú. Véase: Colombres, Iuan Carlos. Landsteiner, Karl. IX, S06. Lanfranco, Héctor. V, 5, 402. Lange, Norah. IX, 337, 338; X, 121.

Langer. IX, S24. Langer, Erik. IV, 131; VII, 174. Langlyke, Asger. IX, 522. Langsner, Jacobo. X, 131. Lannot, Iorge O. VII, 357. Lantier, Claudio. X, 21 l. Lanús. VII, 275; VIII, 144. Lanusse, Alejandro Agustín. VII, 25, 342, 343, 344, 345, 346, 347, 349, 353, 357, 359. 367, 368, 370, 371, 376, 377. 379, 398, 454, 470, 498, 505, 510, 545; VIII, 124, 126, 136, 138, 238, 239, 240, 241, 242, 243, 249, 253, 254, 348; IX, 234, 235, 385, 388, 450; X, 34, 140, 193. Lanuza, Iosé Luis. VI, 345; X, 128.

Lanza, Miguel. IV, 310, 343. Lapa, Antonio, Fray. II, 465. Laperriere, Gabriela. V, 397. Laphitzondo, Miguel F. IX, S15. Lapido, Graciela. IV, 186. Laplane, Alberto Numa. VII, 26, 381; VIII, 248, 250, 251, 253, 254. Laplaza, Francisco P. V, 402; VI, 512; VIII, 439, 470. Laporta, Francisco G. VIII. 442. Laprida, Francisco Narciso. III, 398; V, 25.

Laprida, Manuel. VIII, 236. Lapzeson, Elías. X, 261. Lara, Familia. II, 157. Lara, Tomás de. VIII, 324; IX, 272, 303. Larcher, Rodolfo. VIII, 229. Larco, Iorge. X, 156. Lardíes González, Iulio. III, 421. Lardy, Ivonne. X, 174. Larguïa, Ionás. IV, 487. Lariz, Jacinto de. II, 380; Ill, 429.

Larra, Mariano lose de. VI, 323, 327, 410, 472.

425

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Larra, Raúl. VIII, 21 l. Larraga. III, 264, 268, 274. Larrain, Manuel. VIII, 337. Larrain, Nicanor. I, 409; VI, 145.

Larralde, Crisólogo. VII, 416. Larrarnendi, Manuel de. II, 115; III, 269. Larraquy, Marcelo. VII, 358. 396, 397. Larrea, Iuan. IV, 292. Larreta, Enrique. III, 286; VI, 342, 348; X, 117, 129, 142, 157, 207. Iarrouy, Antonio. I, 407, 504; II, 123; V, 296; VI, 446; X, 72, 75.

Larsen, Carl Anton. VIII, 163. Las Heras, Isabel. I, 321. Lasala, Iuan Bautista. III, 318. Lasalle. V, 28. Lascano, Benito. V, 281, 319.

Lascano, Carlos María. VII, 490. Lascano, Iulio Raúl. VI, 274. Lascano, Miguel de. II, 97. Lascano González, Antonio. ll, 88.

Lascano Tegui, Emilio de, vizconde de. X, 112. Lascar Saveanu. VIII, 522. Laserre, Iuan. VI, 468, 48 l. Laso de la Vega, Francisco. l, 490. Lassaga, Mario. VII, 271. Lasso Niño, Rodrigo. IlI, 343. Lastiri, Raúl. VII, 25, 26. 376. 378, 517, 525; Vlll, 143; X, 158.

Lastra, Abelardo. X, 274. Lastra, Bonifacio. IV, 532; VI, 42 l.

Lastra. Claudio. VI, 353, 362. Lastra, Héctor. X, 124. Lastra, Rosendo de la. V, 284. Latcham, Ricardo E. I, 80, 409. Latella Frías, Donato. Vll, 275. Latino, Anibal. Véase: Ceppí, José.

Latorre, Pablo. IV, 404; V, 27. Latrubesse, Amalia. Il, 181, 381; lll, 192; IV. 130. Lattes, Alfredo. ll, 96, 121; Vl, 274: Vll, 73, 107, 140; X, 29. Lattes, Zulma R. de. Il, 96, 121. Lattuada, Mario. IX, S9. Latzina, Francisco. IX, 420.

426

Launhardt, Wilhelm. Vlll, 500. Laura, Guillermo D. Vll, 231. Laurencena, Miguel. Vll, 248, 251, 253; Vlll, l6.

Laurens, lean-Paul. VI, 369, 371, 372, 373. Laurent, C. IX, 148. Lauria, Antonio. VI, 416. Lauriston Conder, Eustace. IV, 202. Lavalle, Horacio. IX, 326. Lavalle, Iuan Galo de. IV, 20, 325, 337, 343, 379, 380, 381. 382, 383, 384, 385, 386, 387. 407, 414, 415, 418, 419, 423, 424; V, 186, 240, 241, 243, 245, 474, 514; Vl, 21 l, 328. 366, 378, 470, 481, 483. Lavalle, Ricardo. V, 109. Lavalleja, Juan Antonio de. IV, 368, 369; V, 241. Lavalleja de Calzadilla, Elvira. VI, 363. Lavardén, Manuel José de. III, 238, 292, 303, 304, 305, 307. 309, 312. 320, 321, 331; VI. 313, 316, 327. Lavarello, Iosé. IV, 439, Lavaysee, Benjamín l. IV, 433, 434, 435, 436. Laveleye, Emile de. VI, 279, 305. Lavelli, Jorge. X, 287. Laviana, María Luisa. I, 326. Lawrence, Iohn. I. 256, 257; V, 351, 359. l..awrie, Iames. Vl, 143. Layman. Ill, 262. Lázaro, Enrique. X, 212. Lázaro de Dou, Ramón. IV, 241. Lazcano y Velazco, Antonio de. Il, 156. Le Bon, Gustave. V, 61; X, l6. 23.

Le Bretón, Tomás. Vll, 79. Le Corbusier. Véase: Ieanncret, Charles Edouard.

Le Prédour. V, l9l. Le Play, Frederic. V, 38. Le Roux, Pierre. V, 29, 452; VI, 473; X, 63.

Leaden, sacerdote. Vlll, 352. Leal, Jorge Edgardo. VIII. 173. Leal de Ayala, Familia. ll, 135. Leal de Ayala, Mateo. lll, 428. Leal de Ibarra, Antonio. lll, 437. Leal Rey, lndalecio. X, 287. Lear. Gilberto M. V, 359; Vlll, 368, 374. Leardo, Francisco. l, 37]. Learte, Estanislao. Vl, 481. Learte, Miguel de. VI. 316. Lebedinsky, M. Vl, 127.

Lebenshon, Moisés. VII, 285, 416, 430; Vlll, 466. Leblanc, Louis. IV, 415; V, 188. Lebrón, Alonso. Il, 421. Leclerc, George Louis. III, 408. Ieoocq, Bernardo. Il, 59; III, 414. Lecor, Carlos Federico. V, 195. Lectoure, Tito. IX, 329. Lecuona, Oscar. VII. 207. Ledesma, Blas de. III, 336. Ledesma, Inda. X, 284. Ledesma, lose. VI, 351. Ledesma, Lázaro de. III, 336. Ledesma, Roberto. X, 114, 122. Ledesma Medina, Luis A. I, 443. Ledesma Valderrama, Martín de. Il, 24. Lefebvre, Marcel. VIII, 348. Legón, Faustino I. V, 342; VII, 490, 491, 508; Vlll, 324, 405: X, 32. Legorraga, Baltasar de. II, 103. Legoupil, D. I, 256. Legrand, Mirta. X, 259, 260. Legrand, Silvia. X, 159. Leguina, Ezequiel. X, 146, 163. Leguisamo, lrineo. IX, 257, 274. Leguizamón, G. Vll, 280. Leguizamón, Martiniano. VI, 334, 336.

' ón, Onésimo. IV, 477, 499; V, 123, 305; Vl, 288. Leguizamón Pondal, Gonzalo. X, 205, 223. Lehman. IX, 258. Lehmann, Familia. Vl, 248. Lehmann-Nitsche, Roberto. l, 408; Vl, 560; IX, 280. Leibnitz. Gootfried. lll, 412; VI. 209.

Leipus, Marcela. I, 207. Leis, H.R. Vll, 471. Leite, Duarte. l, 356. Leiva. Alberto David. IV, 508; V, 400, 401: Vl, 486, 513; VII. 507, 552: Vlll, 44l. 445, 469. 470, S78. Leiva, Eusebio de. lll, 205. Leiva, Manuel. IV, 382, 383. 399, 400, 434. 435; V, 328; Vlll, 85. Leiva y Sepúlveda. lll, 257. Lejarza. Fermin. X, 222. Leloir, Alejandro. Vll, 486. Leloir, Federico. Vll, 387. Leloir, Luis Federico. Vll, 38; IX, 487, Sl l, 512, 5l3, 5l6. 517, 519, 520, 521. 524. S28. 529. 553.

ÍNDICE DE NOMBRES

Lema, Manuel E. VII, 486. Lemaire. II, 59. Lemer, Felipe. III, 413. Lemmerich Muñoz, Fernando. X, 222. Lemos, Francisco da Silva. III, 362, 363. Lemos, Iosé León. IV, 322, 323. Lemos y Andrade, conde de. I, 442. Lena Paz, Marta. X, 290. Lenci, María Laura. VIl, 360. Lencinas, Carlos Washington “Gaucho". VII, 248, 254, 255, 260, 264, 273, 274; VIII, 15, 19, 23, 41; IX, 18, 33. Lencinas, losé Hipólito. VII, 264, 274. Lencinas, Rafael. VII, 274. Leneve, Gustavo. IX, 326. Lenin, Vladimir Ilich Ulíanov. VII, 362, 396, 410, 461; X, 79. Lenormand, Henri-René. X, 129, 280. Lenz, Heindrich Friedrich Emil. VI, 249. Lenzi, Iuan Hilarión. V, 168; VIll, 75. León XII, Papa. V, 313, 319. León XIII, Papa. V, 53, 280, 335, 336, 337, 339; Vl, 387, 388: IX, 399. León, Bernardo de. l, 472. León, Gregorio de, Fray. II, 422. León, Iosé, Fray. III, 390. León Pagano, Iosé. lII, 365; Vl, 383, 384. León Pinelo, Antonio de. III, 151.

León Pinelo, Diego de. V, 345. Leonard, Irving A. III, 276. Leonhardt, Carlos. lIl, 131. Leoni de Rosciani, María Silvia. Vl, S13; VIII, 43, 75, 578. Leoni Pinto, Ramón. VI, 449, 450, 451, 512; X, 101, 108. Leopoldo, Rey de Austria. II, 323. Leopoldo I, Rey de Bélgica. V, 183.

Lepe, Diego de. I, 339, 368. Lépori. VIII, 257. Lerdo de Tejada, Eugenio. Ill, 144, 242.

Lerma, Hernando de. I, 279, 430, 431, 432, 434, 449, 454; ll, 93, 306; III, 432. Lerman, Gabriel D. VIII, 399. Lerminier. V, 29.

Lermon, Miguel. Vl, 347; X, 149.

Lértora Mendoza, Celina, A. Ill, 277, 369, 401, 403, 420, 447; X, 64. Lescano, Regino. VII, 275. Lescovich, Néstor. X, 267. Lesser, Juana. VI, 486. Lesser, Ricardo. VII, 142; IX, 82, 183, 21 l. Lessio. III, 262. Lestani, Iuan Ramón. VIII, 62, 76.

Letamendi, Francisco Antonio. lll, 251, 352, 362. Leturia, Pedro de. II, 414; V, 343.

Leumann, Carlos Alberto. X, 117, l 18.

Levaggi, Abelardo. l, 505; II, 207, 250, 315; Ill, 277; IV, 187; V, 42, 44, 45, 102, 313, 344, 400, 401, 402, 436, 437, 538; VII, 174, 175; VIII, 441, 442; X, 94. Levalle, Nicolás. IV, 478; V, 254, Levegh, Pierre. IX, 324. Levene, Gustavo Gabriel. V, 138; VII, 550. Levene, Ricardo. I, XIX, XX; II, 87, 248, 263, 281, 314; III, 17, 28, 43, 48, 53, 65, 99, 160, 277; IV, 268, 269, 377, 507; V, 102, 103, 400, 401, 435, 436; VI, 38, 446, 449; VII, 490. 507; VIII, 405, 413, 416; IX, 268; X, 16, 39, 68, 69, 70, 71, 73, 74, 76, 86, 90, 98, 106, 107.

Levenogan, Pablo. IV, 170. Levenson, Gregorio. VII, 358. Levi-Civita, Tulio. IX, 542. Levillier, Roberto. l, 349, 407, 408, 442, 443, 504, 505; II, 280; III, 42, 99, 245; IV, 245, 507, S08, 538; Vl, 559; VII, 83; X, 68, 74, 104. Levingston, Roberto Marcelo. VII, 25, 343, 344, 346, 357. 367, 470, 498, 505, 545; VIll, 124, 136, 239, 242; IX, 234; X, 34. Levinson, Luisa Mercedes. X,

l2l.

Levoratti, Armando. VIII, 339. Levy, Elisabeth. V, 357; VI, 251. Levy, Matilde. v1, 345. Levy, Salomón. V, 357; Vl, 251.

Lewadowsld, Maurice. VI, 255. Lewald, H. Ernest. X, 38. Lewin, Boleslao. V, 345, 357, 360.

Lewinger, Iorge Omar. VII, 358. Lewis, Colin. VI, 126, l7l, 202. 203; IX, 151, 182, 183, 586. Lewis, LM. VII, 177. Lewis, LT. IX, 506, 515, S17. Lewis, Paul. VII, 468; IX, 81, 209. Lewis, W. Arthur. IX, 91, 112. Leyendeker, Ernesto. V, 309. Leyva, Manuel. Vl, 483. Lezcano, Policarpo, Fray. III, 390. Lezica, Antonio. IV, 122. Lezica, Faustino. V, 381. Lezica, Iuana Nepomucena. III,

Liaudat, Héctor César. VIII, Liberati, Iorge. VII, 355. Licciardo, Cayetano. IX, 492. Liceaga, losé. VIII, 135. Lichtblau, Myron. VI, 345. Lída, María Rosa. X, 122, 128. Lída, Raimundo. X, 122, 128. Lieber. V, 38.

Lieberman, Iosé. VIII, 400. Liendo, Horacio Tomás. VII, 390; VIII, 254, 255, 258. Liernur, Iorge F. IV, 158, 157. Lilíedal, Augusto M. IV, 439; VIII, 522. Liliedall, Rubert. IV, 439. Lillo, Miguel. VI, 423. Lima, Iosé Santos. IV, 296. Lima, Vicente Solano. VII, 25, 278, 291, 369, 371, 517, 521. Lima González Bonorino, Iorge - F. II, 123, 138, 146. Limpo de Abreu, Paulino. IV, 442. Linares, Iosé María. V, 204. Linares, Matías. V, 284. Linares Quintana, Segundo V. VII, 507; VIII, 74, 405, 439, 468, 469; X, 29. Lincon, cacique. IV, 169. Lindemboin, Javier. VII, 139; IX, 21 l. Lindig, w. II, 206. Lindón, curaca. I, 390, 392. Liniers, Enrique de. III, 319. Liniers, Santiago de. ll, 129, 378, 379, 382; Ill, 146, 277, 307, 308, 319, 390, 437, 438;

IV. 238. 259. 260. 261. 262. 427

LNDICES GENERALES DE LA OBRA

269, 279, 380; V, 14, 28, 60, 88; VI, 17, 211, 337, 339, 378. 440, 441. Línneo, Carlo. III, 404, 408. Linz, Iuan. VII, 553; X, 33. Lippizi, Atilio. X, 256. Lipset, S.M. IV, 156. Liqueno, María. VIII, 318. Lira Montt, Luis. III, 402. Lisón Tolosana, Carmelo. II, 218, 249. Liss, Peggy K. I, 321. List, Friedrich. V, 456; VIII, 499. Lista, Ramón. VI, 335, 506; VII, 164.

Litichver, Cecilia. IX, 248, 249, 252, 253, 258, 261, 262. Litichver, Fan. IX, 268. Litichver, Luba de. IX, 248, 249. Litichver, Natalie]. IX, 258. Little, Walter. X, 35. Liverpool, lord. V, 177, 181. Livingstone, David. VI, 420. Lizardi, Julian de. III, 202, 207, 219. Lizarraga, Andrés. X, 131. Lizarraga, Reginaldo, Fray. l, 94, 442, 157; HI, 140, 142, 148. 158, 286, 311, 405, 441. Lizoaín. III, 348. Lizondo Borda, Manuel. I, 407, 442, 476, 504; Il, 45, 94, 122, 179; III, 160; X, 75. Llach, Iuan José. VII, 138, 141, 400; VIII, 520; IX, 31, 77, 82. 83, 85, 91, 94, 98, 103, 112. 114, 115, 149, 423, 586. Llach, Lucas. VI. 168; VII, 143, 323; 1X, 30, 75, 80, 102, 106. 112,115, 129, 146. Llagas, Antonio de las, Fray. Ill, 374. Llamazares, luan. Vlll, 512; IX, 82

Llambías, Héctor. V11, 290, 490. Llambías, Joaquin S. VII, 224. Llambías, Jorge Joaquín. V111, 350, 405, 429. Llampa, Calixto. IV, 188. Llanderas, Nicolás de las. X, 129, 284. Llanes, Ricardo M. IX, 303. Llavallol, Felipe. 1V, 84; V, 303. Llerena, Baldomero. V, 372. Llerena, Juan. 1V, 430; V, 31, 130; V1, 479.

Llerena Amadeo, luan R. 1X, 450, 490, 492.

428

Llinás. lulio. DL 352: X. 115. 224.

Llorens, Emilio. VIII, 522; DL, 83.

Llop, Elena. l, 79. Llorente, Ignacio. VII. 142, 322; VIII, 41. Llorente, M. VI, 513. Llovet, Juan I. X, 22. Lloyd, Riginald. IX, 182. Lluch, A. VI, 126. Llugdar, Elías. VII, 277. Lo Vuolo, R. VII, 130, 139. Loaysa, Jerónimo de. II, 397. Lobato, James. Vll, 322. Lobato, Mirta Zaida. IV, 424; V1, 165; V11, 322; IX, 83, 147,

2l l. Lobera. III, 268. Lobo, Manuel. II, 321, 363. Lobo de la Vega, Luis. X, 219. Lobos, Eleodoro. VIII, 505. Lobos, Héctor Ramón. I, 367, 411, 444, 510; 11, 123, 179; V, 103.

Locche, Nicolino. IX, 327. Locke, Iohn. V, 17, 25, 26, 82, 409; VI, 209; VII, 512; X, 13. Lockhart, James. II, 89, 92, 178. Lococo, Clemente. 1X, 264. Lófling, Peter. III, 404. Logu, Pedro de. 111, 255.

Lehmann-Villena, Guillenno. l, 442; 11, 214, 249. Loij, Angela. VII, 167. Lojo, Maria Rosa. X, 125. Lolhe, Carlos. VIII, 328. Lombardi, Giacomo. VIII, 367. Lombardo, Juan I. V111, 273, 274. Lombroso, César. V, 373; Vlll, 478, 484. Lonardi, Eduardo. Vll, 23, 328. 329, 330, 354, 319, 320, 495. 545: V111, 220, 221, 224, 225. 226, 242, 244; 1X, 228, 229. 239. Lonardi, Marta. V11, 354. Loncan. jugador. IX, 307. London. lack. 1X, 261. Longhi, Luis R. Vlll, 469. Longoni, Ana. X, 237. Longueville, Gabriel. Vlll, 353. Lópes, Pero. l, 360. Lopetegui, León. ll, 414.

López, Bartolomé. III, 163, 164. López, Cándido. IV, 39, 466; v. 256, 272. López, Carlos Antonio. V, 199. López, Cristina. I, 207. López, Estanislao. IV, 20, 164, 308, 334, 362, 363, 364, 366. 380, 381, 382, 383, 384, 388. 389, 391, 392, 393, 394, 395, 398, 399, 400, 405, 409, 415, 416, 417, 421, 423, 424, 425. 431; V, 95, 98, 99, 104, 237, 243, 447, 519, 523, 525; X, 76, 102.

López, Evaristo. IV, 459, 472. López, Francisco Solano. IV, 23, 445, 464; V, 221. López, Gregorio. II, 220, 288; III, 263. López, Helio. IX, S19, 553. López, Javier. IV, 369. López, Jorge. X, 225. López, Juan Manuel. II, 82. López, Juan Pablo. IV, 416, 417; V, 245, 246, 514. López, Lucio Vicente. V, 120. 406, 456: V1, 251. López, Luis Cándido. V1, 364, 365. López, Manuel. IV. 409, 414; V, 293, 514, 515. López, María Pía. X, 270. López, Mario Iusto. V, 44, 101; V1, 201; Vll, 498; 1X, 183; X. 29, 32. López, Miguel. lll. 385. López, Nancy. IX, 32. López, Robert. V1, 255. López, Vicente Fidel. lll, 329; IV, 28, 40, 311, 315, 371, 377. 414, 429, 437, 452, 474, 504; V, 31, 38, 41, 45. 51, 52, 59, 120, 322, 369, 381, 420, 456. 457, 474, 498, 503; V1, 41, 162, 269, 288, 318, 323, 326. 334,393, 406, 435, 436. 437. 450, 455, 467, 475. 481. 494. 502, 510, 518, 519, 523: 1X. 562; X, 9|, 95. López Anaya, Fernando. X, 235. López Anaya, Jorge. V1, 383; X, 234. López Anfrane. Alcides. Vll,

López. V111, 355.

López. ll, S7. López, Antonio (siglo XVIII). lll, 316. López, Antonio (siglo XX). Vll, 296.

López Armengol. María. l. 80. López Armentta, Gustavo. X. 231.

López Buchardo, Carlos. VI. 394: X. 253.

ÍNDICE DE NOMBRES

López Cantos, Angel. III, 129. López Claro, César. X, 222, 231. López de Aguado, Antonio. II, 83

López de Albornoz, Cristina. II, 100, 123, 136, 146, 172, 180; III, 191. López de Ayala, Pedro. I, 313, 390; VI, 337. López de Castro. I, 427. López de Fuenteseca, Francisco. II, 413. López de Gomara, Francisco. III, 263. López de Gomara, Iusto. VI, 505.

López de Mata, Sara. Il, 124, 136, 146, 180, 208; III, 100, 191.

López de Mendoza. I, 317. López de Urmendia, Pedro. III, 181.

López de Velasco. II, 89. López del Amo, F. VI, 201. López Iordán, Ricardo. IV, 23, 296, 473, 480; V, 35, 131, 259, 260, 486, 492; VI, 66, 330. López Lagar, Pedro. IX, 263; X, 259, 261. López Mañan, Iulio. I, 442. López Mayer, A. IX, 166, 184. López Merino, Francisco. X, 1 14.

López Merino, Ismael. VIII, 58. López Moure, Iesús E. IX, 437. López Naguil, Gregorio. X, 284. López Oliván, I. V, 206. López Osornio, Clemente. I, 46. López Osornio de Ortíz de Rosas, Agustina. III, 177; VI, 522. López Rega, Iosé. VII, 26, 348, 374, 378, 380, 381; VIII, 123, 136, 250, 350; IX, 236, 386. López Rita, A. VII, 469. López Rosas. X, 93. López Torres, Francisco. V, 334, 335. López Valero, Pedro, Fray. III, 392. López y Planes, Vicente. III, 308, 309, 314; IV, 39, 267, 374, 379; VI, 313, 314, S19, 522. Loponte, Daniel. I, 206, 207. Loprete, Carlos Alberto. VI, 347. Lorandi, Ana María. I, 80, 505, 506; ll, 123; Ill, 190.

Lore, Dallas D. V, 349. Lorea, Isidro. III, 352, 353, 354. Loreille, Eduardo. V, 350. Lorentz, Paul G. VI, 410, 412, 423; IX, 538. Lorenzano, César. IX, S29. Lorenzo, A.M. VI, 347. Loreto, marques de. Véase: Campo, Nicolás del. Loria, Achille. V, 60. Lorilleux. VI, 489. Losa, Néstor Osvaldo. VII, 509. Losada, Alejandro. VII, 357. Losano, Mario G. VIII, 439, 440. Loser, Claudio M. VIII, 516. Lothe, André. X, 210, 235. Lothrop, Daniel. I, 208, 257, 276. Loubet, Iorgelina. X, 123. Loudet, Osvaldo. VIII, 489. Louro de Ortíz, A. VIII, 523. Loustean Heduy, Guillermo. X, 33. Love, Thomas George. VI, 471. Lovell, T. I, 229. Loveman, B. VII, 470. Lovero, Onofre. X, 288. Lowe, Kurt. IX, 381. Loyarte, Ramón G. VI, 405; IX, 528, 539, 544, 557. Loyola, Martín Ignacio de, Fray. II, 296, 400, 435; III, 120, 126, 297, 312, 441. Loza, Emilio. IV, 312. Loza, Mario. X, 224. Lozano, Cayetano. IV, 414. Lozano, Claudio. IX, 454. Lozano, Familia. II, 135. Lozano, Francisco. IV, 414. Lozano, Mariano. IV, 409. Lozano, Pedro. I, 273, 505; II, 467, 468; Ill, 196, 199, 201, 203, 206, 207, 208, 209, 212. 216, 217, 218, 220, 221, 222, 223, 241, 245, 262, 263, 270. 298, 299, 405; VI, 315. Lozano de Saravia, Família. II, 135.

Lozano Gómez de Saravia, Familia. II, 135. Lozano Moujan, José María. VI, 383; X, 232. Lozier, Ambrosio. VI, 522. Lozza, Raúl. X, 217, 218, 223. Lozzia, Luis Mario. X, 123. Lubertíno Beltrán, María I. IX, 454. Lubich, Chiara. VIII, 358.

Luca, Esteban de. VI, 467. Luca, Francisco de. III, 415. Lucángeli, Iorge. IX, 125, 146, 149.

Lucchesi, Urbano. VI, 370, 377. Lucero, Alberto A. X, 161. Lucero, Amador L. VI, 517. Lucero, Franklin. VII, 319; VIII, 220, 222. Lucero, Paulino. V, 133; VI, 321. Lucianí, Albino. Véase: Juan Pablo I, Papa. Luder, Italo Argentino. VII, 26, 381, 387, 508, 509, 529; VIII, 261, 469. Ludmer, Iosefina. X, 129. Ludueña, Froilán. IX, 515, 526. Ludvígsen, Karl. IX, 330. Ludwin Siegel, August. V, 349. Lue y Riega, Benito. III, 446; V, 281, 309, 346, 355. Luengo, Simón. IV, 460, 467, 471. Lugares, Pancho. VI, 321. Lugo. III, 262, 264. Lugones, Leopoldo. IV, 38, 98, 103, 508; V, 60; VI, 341, 342, 346, 347, 348, 51 l, 517, 524, 530, S31, 551; VII, 21, 91, 268, 269, 271, 291, 420, 421, 422, 423; VIII, 195; IX, 270, 272; X, 112, ll7, 121, 125, 132, 142, 156, 198. Lugones, Lorenzo. VI, 327, 330. Lugones, R. IX, 253. Luíggi, Luis. V, 267. Luis, Infante. IV, 226. Luis I, Rey de España. II, 327, 328; III, 127. Luis XIV, Rey de Francia. II, 321, 322, 323, 324, 326, 327; V, 386.

Luis XVI, Rey de Francia. II, 347; III, 364; IV, 224, 225, 228. Luis Felipe, Rey de Francia. V, 183, 189. Luján, Ildefonso. II, 310. Luján, Pedro de. III, 282. Luján de Vargas, Antonio Martínez. Ill, 164, 190. Lúkacks, Gyórgy. X, 14. Lumb, Família. VI, 194. Lumiere, Auguste. VI, S31, 532; X, 255. Lumiere, Louis. VI, 531, 532; X, Luna, ‘Félix. 1, 443; IV, 426, 539;

vn,235. 263,294, 296,321,

LNDICES GENERALES DE LA OBRA

360, 431, 508, 510, 556; VIII, 41, 209; IX, 349, 354, 361; X, 33, 97, 105, 193. Luna, Pelagio B. V, 307; VII, 236, 521.

Lupercio de Zurbano, Francisco. III, 208. Lupo, Remigio. VII, 78. Luppi, Federico. X, 268. Luque, David. V, 292. Luque, Mateo I. IV, 466, 467, 470, 471, 472. Luque Colombres, Carlos A. I, 443, 459, 462, 474; ll, 124, 154, 179; III, 134, 160, 278, 293, 312, 401, 402; X, 101. Luqui Lagleyre, Iulio Mario. IV, 3 l 3.

Lurde, A. de. V, 190. Luro, Pedro. IV, 2 l 3, 214; Vl,

ll9; VII, 181, 216; VIII, 49, 52.

Lusich, Familia. VIII, 156. Lusnich, Ana Laura. X, 269. Lussac, Gay. VI, 404. Lutero, Martín. V, 65, 345. Luther King, Martin. VII, 366. Luxburg, Karl von. VII, 244, 245; VIII, 101.

Lux-Wurn, Hernán. Il, ll0, 125. Luz, Aída. IX, 263. Luz, Iorge. X, 288. Luz, Rafael de la. II, 83, 88; III, 130, 440. Luzuriaga, Lorenzo. IX, 422. Lvovich, D. VII, 109. Lyell y Agassiz. VI, 418. Lynch, Benito. Vl, 518; X, ll8, 119, 260. Lynch, Horacio M. VIII, 470. Lynch, John. ll, 281; lll, 29; IV, 246, 268, 424; X, 95. Lynch, Justo M. Vl, 382; X, 204. Lynch, Marta. X, 124. Lynch Arribálzaga. Enrique. Vlll, 52, 54, 55, 60. Lynch, Ventura Robustiano. VI, 333, 520, 556, 560. M

430

Mably, Abbé de. VI, 461. Mabragaña, Angel C. V, 140; V], 306. Mabragaña, Heraclio. IV, 479, 206. Mac Bride. ll, 340. Mac Cann. William. IV, 80; V,

349: VI, 43, 44, 61, 135, 222. 228. Mac Culloch. V, 456, 457. Mac Donald, Frederick C. V, 359. Mac Dougall, Hugo. X, 260. Mac Entyre, Eduardo. X, 228. Mac Gann, Thomas F. V, 235. Mac Geagh, Robert. VIII, 335. Mac Kay, Luis. IX, 482. Mac Lean, Iuan. VIII, 56. Mac Namara, Iohn. II, 259, 365. Mac Neish, R. I, 266. Macaire, Adrienne-Pauline. VI, 357. Macauley, lord. V, 38, 52, 59. Macaya, Luis. X, 207. Maccari, Cesare. VI, 369, 370, 371. Macchi, Mahuel E. VI, 98; X, 102.

Macció, Rómulo. X, 228. Maceyó, marqués. V, 196. Machado, Antonio. IX, 280; X, l l7. Machado, losé Olegario. V, 372. Machain, Facundo. V, 227, 228. Machain, Iosé l. IV, 286. Machilín, cacique. I, 28, 95. Machinandiarena, Miguel. X, 260.

Machinandiarena, Narciso. X, 260.

Machinandiarena de Devoto, Leonor. VIII, 144. Machoni, Antonio. II, 198; Ill, 263, 297, 298, 385, 405. Macías, A. VI, 36. Maciel, [uan Baltazar. Véase: Maziel, [uan Baltazar. Maciel del Aguila, Maria. ll, l 58.

Mackau, barón de. V, 189, 246; Vl, 4] l. Madanes, Cecilio. X, 288. Madariaga, Eduardo. Vlll, 65. Madariaga, Familia. IV, 419; Vl, 380.

Madariaga, Francisco. X, 115. Madariaga, Joaquin. TV, 427; V, 245, 246, 248, 382. Madariaga, luan. IV, 432, 433; Vl, 483. Madariaga, luan Ignacio de. ll, 341, 367, 368. Madero, Marta. Vlll, 496; IX, 302.

Maddison, Angus. lX, 86, 87,

102, 105, lll.

Madí. X, 218. Madison, Iames. V, 29, 179; VI, 459. Madrazo, Guillermo B. II, 123, 179; IV, 131, 187; Vl, 99. Madrid, María Celia. Di, 251, 252, 253, 258, 262. Madrid, Patricia. I, 207, 208. Madrigal, Francisco de. I, 200. Madrigal, Victorio. III, 335. Madueño, Raúl. IX, 33. Maeder, Ernesto I. A. I, XXI, 25, 284, 510; ll, 45, 46, 87, 96, 110,115,118, 120, 122, 124. 125, 126, 141, 148, 206, 248. 282, 333, 335, 417, 433, 466, 467, 468, 470; lll, 28, 131. l9l, 244, 441: IV, 46, 47, 64, 73, 74, 75, 155, 185; V, 277. 31 l, 436, 538; VI, 200, 427. 451, 512, 513; VIII, 74, 75; lX, 457, 496, 586; X, 103. Maeso, Justo. Vl, Sl, S2, 62, 179, 200, 496, 56]. Maestrojuan, Pedro. VI, S62. Mafe Huertas, Salvador. VIII, 300. Maffia, Pedro. lX, 272. Mafud, Julio. X, 128.

Magallanes, Hemando de. l, 32, 339, 342, 344, 345, 349, 369. 370, 371, 374; ll, 224, 339. Magaña. Angel. X, 260, 261. Magariños Cervantes. VI, 510. Magenta, M.A. IX, 506. Maggio de Taboada, Mario. X, 134.

Maglio, Ignacio. lX, S31. Maglio, Juan. lX, 272. Magnaghi, Alberto. l, 356. Magnasco. lX, 426. Magnasco. Osvaldo. lV, 517; V, 120.

Magrassi, Guillermo. Vll, 147, 173.

Maguna. ll, 144. Mahan, Arthur T. Vlll, 184. Mahicá, cacique. Vll, 158. Mahien, lose A. X, 269. Mahoma. V, 345; VIII, 376, 384. 385.

Maia, Carlos A. lll, 420. Mailer. Norman. lX, 352. Maillart. Norberto. IV. 194; Vll, 181,186, 205; lX, l77. Maillol, Aristide. VI. 370. Maineri, Jacinto. Vlll, 65. Mainwaring, Scott. Vll, 553. Maior, Marín Clotilde Souto. lX, SH.

ÍNDICE DE NOMBRES

Maistre, L. de. V, 26, 29. Maitland, Thomas. IV, 316, 346. Maizani, Azucena. X, 257. Malaccorto, Ernesto. VIII, 506, 508, 534, 548. Málaga Grenet, Julio. X, 207. Malagarriga, Carlos C. V, 402, 437; VI, 505. Malagón Barceló, Iavier. II, 315. Malamud, Carlos. IV, 540; VII, 386, 399. Malanca, Iosé. X, 204, 235. Malaspina, Alejandro. III, 410, 411, 412, 419, 420; Vl, 178. Malatesta, Errico. V, 64. Malaventura. I, 391. Malaver, Antonio E. V, 400, 427; VI, 509. Malbrán, Carlos. IX, 502, 562. Maldonada. III, 291. Maldonado, Rodrigo. I 330. Maldonado, Sancho. III, 164. Maldonado, Tomás. X, 217, 223, 224.

Malvagni, Atilio. VIII, 433. Malvagri, Antonio. VII, 86. Malvar y Pinto, Sebastián, Fray. III, 113, 446. Malvendres, S. IV. 106; VI, 125, 126; VII, 108. Manauta, Iuan losé. X, 123. Mancha y Velasco, Cristóbal de, Fray. II, 400, 415, 449; III,

Maldonado de Saavedra, Melchor. II, 94,139, 154, 156, 399, 413; III, 442. Malebranche, Nicolás. VI, 209.

264. Mangieri, lose’ Luis. X, 191. Mangone, Carlos. VII, 323; IX, 495. Manguel, Alberto. X, 129, 160. Mann, Horace. VI, 279, 305. Mann, Mary. VI, 282, 305. Mann, Thomas. IX, 261; X, 122. Manna, Antonio. VII, 356. Mannheim, Karl. VII, 266; X, 14. Manning, William R. V, 206. Manoilescu. VIII, Sl l. Manoliu, Florin. VIII, S1 l. Manrique, Francisco. VII, 370; IX, 343. Mansilla, Federico. IX, 368. Mansilla, Lucio V. IV, 38, 82. 95, 203, 382, 383, 402, 470, 473, 480; V, 25, 38, 115, 240, 246, 247, 258, 350, 524; VI, 176, 200, 21 l, 220, 227, 239, 251, 255, 257, 327, 332, 333, 340, 347, 381, 422, 479, 497, 520; X, 156.

Malek, Gustavo. LX, 446, 488. Malfatti, Arnaldo. X, 129, 284. Malgesini, Graciela. IX, 31.

Malharro, Martín. VI, 360, 375, 376, 382, 524. Malinowski, Bronislaw. X, 14. Malinverno, Atilio. VII, 38; X, 204, 235. Malis, mestiza. II, 113. Mallarmé, Stéphane. X, 126. Mallea, Eduardo. VII, 38, 236, 263, 294, 457; X, 121, 125, 127, 134, 144, 177, 187. Mallea, Iuan Eugenio de. II, 106.

Mallimacci, Fortunato. VIII, 335.

Mallo, Silvia Cristina. II, 126, 147, 316; III, 331; IV, 109, 543.

Mallon, Richard D. VIII, 518; IX, 112.

Malocello, Lanzarote. I 287, 318.

Malo de Luque, Eduardo. III, 265.

Malraux, André. VII, lll. Maltese, Corrado. VI, 384. Malthus, Thomas Robert. V, 456; VII, 107. Malthus Hoyos. IX, 550.

lll, 253, 445. Mancinelli. IX, 258. Mancini, Roberto Eusebio. IX, 517, 521, 529. Manco Inca, cacique. I, 98, 108. Mandeville, Henry. IV, 420; V, 190.

Mandrini, Raúl. II, 206; III,

l0l, l9l;VI, 64,125,125, 126.

Manera, Edmundo. VIII, 155. Manet, Edouard. VI, 381. Manetti, Ricardo. X, 269. Manganiello, Ethel M. Vl, 273. Mangel du Mestil, Emilio. VI,

Mansilla de García, Eduarda. VI, 340, 404, 506. Manso, Andrés. I, 399. Manso, Iuana. V, 352; VI, 264, 305, 339, 506, 520. Mansur, M.E. I, 231. Mansur-Franchomme, E. I, 256. Mantegazza, Pablo. VI, 412, 414. Mante], Rodolfo. VIII, S13, S17, 520.

Mantilla, Miguel F. II, 124. Mantovani, Iuan. IV, 507; VII, 35; IX, 400, 422, 431, 433. Manubens Calvet, laoquín. VII, 275.

Manuel l, Rey de Portugal. I, 306, 354, 357, 359. Manuela Feliciana de Santa Teresa, Sor. III, 382. Manzana], Mabel. VI, 201; VII, 139; IX, 32.

Manzano, Iuan. I, 335. Manzano, Rafael. II, 84. Manzetti, Luigi. IX, 184. Manzi, Homero. Véase: Manzione, Homero N. Manzione, Homero N. VII, 290, 425; X, 117, 260, 261. Manzoni, Ignacio. IV, 455; Vl, 359, 364. Mao, Tse-Tung. VII, 362, 363, 364, 396. Maquiavelo, Nicolás. X, 13. Maradona, Diego Armando. VII, 35; IX, 313, 314. Maradona, Santiago. VII, 277. Maradona, Timoteo. V, 283, 329; Vl, 482. Maranghello, César. X, 269. Marañón, Gregorio. VII, 389. Marasso, Arturo. X, 112, 126. Maravall, ]osé.Antonio. I, 322; II, 213, 247, 248, 292, 308, 315, 316; Ill, 244. Maraver de Silva, P. l, 347. Marc, Iulio. III, 48. Marcel, Grabriel. X, 53. Marcellano y Agramont, Cayetano. III, 270, 275, 297, 445. Marcellino, Alberto. I, 79. Marchant, D. l, 229. Marchena Fernández, Iuan. Il, 380, 414. Marchese, Víctor. X, 222. Marchione, Bartolomeu. l, 358. Marchionni, Marcelo D. II, 124, 180.

Marciañez, José. Il, 296. Marciel de Lorenzana. II, 439. Marcó, Celestino. VII, 248; IX, 253, 428. Marcó del Pont, lose’. VI, 442, 450.

Marcó del Pont, Ventura Miguel. IV, 321, 322, 326; VI, 371.

Marcos, Susana. VI, 345.

Marcuse, Herbert. X, 14. 431

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Marechal, Leopoldo. VI, 548; VII, 38; X, 113, 122, 130, 131, 144, 170. Mareco, Iuan Carlos. IX, 377. Marengo, Manuel. VIII, 340, 355.

Marenzi, Agustín. IX, 507, S17, 528.

Maret, Hugo. IV, 234. Marfany, Roberto H. II, 46, 280, 381; 1V, 269; V, 15, 42, 399; X, 76.

Marga, Iris. X, 283. Margrave de Baden. 111, 328. Margulies, L. I, 108. Mari, Enrique Eduardo. V, 400; X, 65.

Mari, María Cristina. II, 133, 147.

María, Isidoro de. VI, 480. María Antonia de Nápoles. IV, 230, 231. María Carolina de Nápoles. IV, 230.

María losefa de los Dolores, Sor. 111, 382.

María Luisa de Parma. II, 347; IV, 223, 224, 226, 228, 230. María Teresa de Austria. 11, 323,

475.

Mariño, Raymundo. II, 82. Mariscotti, Ana M. VII, 174, 175.

Mariscotti, Mario. 1X, 556. Maritain, Iacques. VII, 22, 426, 450; VIII, 324; IX, 405; X, 46, 54, 176. Marrnier, Xavier. V1, 223. Mármol, losé. IV, 427; VI, 227, 269, 318, 319, 320, 320, 322, 327, 473, 487, S10, 516, 513. 520, 533; X, 255, 278. Marmontel. III, 265. Maroglio, Orlando. DK. 376, 377.

Maroto, Rafael. IV, 326, 327. Marotta, Sebastián. IV, S41; IX, 240; X, 99. Márquez, Carlos D. V11, 286, 292, 533. Márquez, Familia. II, 135. Márquez, Narciso. IV, 507. Márquez de la Plata, José. 11, 297; 111, 253, 259.

337. Mariana. 111, 263.

Márquez Miranda, Femando. l,

Mariana de Iesús, Santa. III,

Marquieguj, Didier. 11, 116,

158, 263.

Marianetti, Benito.VII. 282, 411; 1X, 32. Mariani, Miguel A. V111, 449.

Mariani, Roberto. X, l2l. Marías, Julian. VIII, 404, 440. Mariátegui, Francisco Javier. X,

2l.

432

Marín Negrón, Diego. II, 291; III, 427. Marini, Marino. IV, 442; V, 331, 332, 333. Mariño, Nicolás. V1, 469, 470,

Marichal, Carlos. Vl, 201, 202; IX, 149,194, 211. Marienhoff, Miguel S. VIII, 86. Marigliano, Cecilia. ll, 124, 146. Mariluz Urquijo, losé María. ll, 144,147, 174, 180,181, 244. 248, 249, 250, 280, 281, 316. 43l;111, 29. 129,130, 131. 159, l60, 161, 195, 245, 246. 277, 279, 304, 312, 330, 365. 367, 447: 1V, 112, 117, 130. 245, 268; V, 43, 309, 399, 400. 401, 413, 461, 462; V1, 36, 38. 142, 143, 486; X, 90. Marimón, Domingo. IX, 322. Marín, Enrique. Vlll, 516. Marin, Joaquín. ll, 57. Marín, luan Carlos. X, 29. Marín. Mariano. IV. 400. 474.

28; 111, 367.

125; 1V, 106.

Marsal, Iuan F. V11, 139, 468; X, 21, 22, 38. Marsh, lohn L. V, 359. Marshall. V111, 452. Marshall. V, 29, 36.

Marshall, Adriana. Vll, 140. 141, 142.

Marshall, Alfred. Vlll, 501, S04. Marshall, Ninl. IX, 377: X, 259. 261, 269. Martel. IV, 95. Martel, Julián. V1, 336; X, 117. Martel de Guzmán, Leonor. lll. 165.

Martella. Vlll, 257. Martelliti, LA. 1X, 184. Martens. 1X, 258. Martí, l. l, 256. Martí, lose. V1, 340, 509. Martial. l, 257. Martín, Jorge. X. 225. Martín, Jorge Abel. X, 270. Martín, lose Pablo. Vll, 360. Martin, Juan. 1X, 59. Martin, María Haydee. V, 169; Vlll, 210. 244.

Martín, P. 1, 230.

Martín, Santo. 111, lll, 122. Martin, Thales. 1X, 514. Martín de Codoni, Elvira. III, 161. Marlin de T0115, Santo. III, 122.

Martín Yaniz, luan. V, 284. Martín y Herrera, Félix. V111, 499, 500. Marüna, Giacomo. V, 309. Martinetti, Filippo. X, 175. Martínez. 1X, S15. Martínez, Albert. VI, 255. Martínez, Alberto B. IX, 146. Martínez, Carlos Alberto. Vlll, 255, 258. Martínez, David. X, 115, 133. Martínez, Enrique. IV, 325, 344, 401, 402; V11, 267, 269, 521, 529.

Martínez, Epifanio. IV, 468. Martínez, Guillermo. X, 125. Martínez, l. IV, 216; V11, 206. Martínez. l. I, 106. Martinez, lerónimo. Ill, 361. Martínez, losé Luis. X, 160. Martinez. lulián. 1V, 471. 489. Martínez, Leonardo. X, 116. Martinez, María Elena. l, 475. Martínez, Miguel A. Vlll, 516. Martinez. Mónica de la Cmz. 111, 178.

Martínez, Pedro. Vll, 168. Martinez, Pedro Santos. V, 206; V1, 274; Vll, 295, 321; X, 90, 102.

Martínez, Raúl. X, 60. Martínel, Rodolfo. Vll, 339; Vlll, 232. Martinez, Tomás Abraham. V11, 468. Martinez, Tomás Eloy. Vll, 323; X, 124. Martínez, V.1.. Vll, 470. Martínez Cuitiño, Vicente. IX. 303: X, 129. Martínez de Irala. Domingo. Véase: Irala, Domingo Martínez de. Martínez de Codes. Rosa María. V, 41, 309.

Martínez de Leiva, Santos. ll. 46, 87, 319, 350, 470: lll, 28. Martínez de Hoz, Federico. Vll, 27, 141, 278. Martinez de Hoz, lose Alfredo. Vlll, 253, 254, 258. 259, 271. 521; 1X, 30, 90, 107, 134. 142. 238.

ÍNDICE DE NOMBRES

Martínez de Hoz, Miguel. IX, 316.

Martínez de Irala, Francisco. Véase: Irala, Francisco Martínez de. Martínez de la Pera, Eduardo. X, 255.

Martínez de Parra. III, 263. Martínez de Perón, María Estela. VII, 25, 26, 122, 340, 346, 351, 378, 380, 381, 385. 397, 503, 505, 517, 518, 519, 520, 521, 522, 525, 528, 529, 534, 536; VIII, 123, 124, 135, 136, 249, 250, 251, 259, 269, 270, 351; IX, 106, 232, 236, 357, 489; X, 193. Martínez de Rozas, Familia. II, 242.

Martínez de Salazar, José. II, 110, 158; III, 429. Martínez de San Vicente, Isabel. IV, 216.

Martínez de Sánchez, Ana María. lll, 130, 131, 161, 162, 214.

Martínez de Tineo, Iuan Victorino. II, 73, 171, 196, 207, 270; III, 435. Martínez de Toledo, Alfonso. I, 313.

Martínez de Ulate, Martín. III, Martínez Dougnac, Gabriela. III, 101. Martinez Espinosa, Rodolfo. VII, 275. Martínez Estrada, Ezequiel. IV, 492; VI, 346; VII, 293, 434; VIII, 24, 78; IX, 285; X, 23, 24, 37, 112, 122, 125, 126. 127, 130, 135, 187. Martinez Moreno, Hugo. D(, 303.

Martínez Muñecas. VI, 87. Martínez Paiva, Claudio. X, 273.

Martínez Paz, Enrique. III, 131, 279, 294, 312, 401; V, 461, 505; VI, 305; VIII, 405, 413, 414, 416, 419, 428, 429, 443: IX, 467, 468; X, 16, 46, 47, 59, 75. Martínez Paz, Fernando. V, 75; VI, 277, 564; VIII, 334, 335; IX, 421, 423, 494, 495. Martínez Peroni, José Luis. V, 401. Martínez Pita, Rodolfo. VIII, 188, 199.

Martínez Riaza, Ascensión. VI, 51 l.

Martínez Ruíz, Bernabé. I, 442. Martínez Saénz. II, 95. Martínez Sanz, Iosé Luis. III, 419. Martínez Sarasola, Carlos. IV, 185; VII, 177. Martínez Shaw, C. VI, 36. Martínez Sierra, Ramiro. Il, 381.

Martínez Suárez, Iosé A. X, 264, 265. Martínez Valle, Mabel. VI, 511; IX, 360.

Martínez Villada, Luis Guillermo. I, 442; III, 278; VII, 275. Martínez Zuviría, Gustavo. I, 443; V, 307; VIII, 324; X, 117, 118, 142, 146, 147, 161,256. Martini, Héctor A. VIII, 298. Martini, Iuan. X, 124. Martini, Mónica P. II, 394, 414, 415; III, 205,312, 315, 331, 447. Martinic Beros, Mateo. IV, 187; VII, 176. Martiniete, Guy. I, 321. Mártir de Anglería, Pedro. I, 371.

Martiré, Eduardo. II, 250, 281, 316; IV, 221, 508, 543; V, 42, 45, 103, 137, 402, 403; VII, 552; VIII, 443. Martirena, Ana María. VIII, 513. Martorell, Guillermo. IX, 149. Martyrum, Regina. V, 294. Marx, Karl. IV, 532; V, 58, 60, 64; VI, 422; VII, 402, 403, 406, 411; IX, 152; X, 14, 21, 24, Sl. Marzana, Mario. VIII, 517. Mascardi, Nicolás. III, 413. Mascetta. III, 270. Maschio, Francisco. IX, 257. Maschio, Humberto. IX, 311. Masculino, Manuel Mateo. VI, 358. Masdeu, Iuan Francisco de. III, 264. Masella, Antonio. II, 58. Mases, Enrique. VIII, 75. Maseta, Simón. II, 440. Masías, Iuan. III, 157. Masiello, Francine. VI, 487. Masón, Diego. VIII, 62. Masotta, Oscar. X, 128.

Massarino, Marcelo. IX. 331. Massé, Gladys. VII, 43, 556. Massei, Inocencio. V, 301. Massenet, Iules. VI, 253. Massera, Eduardo Emilio. VII, 382, 387, 388, 456; VIII, 124. 248, 251, 252, 257, 259, 261, 271.

Masserano, príncipe de. II, 341. Massiac. II, 110. Massini, Carlos. X, 59. Masson de Morvilliers. IV, 222. Massuh, Víctor. X, 128. Mastai Ferretti, Iuan María. V, 318. Véase además: Pío IX, Papa. Mastellana, Andrea. IV, 541. Mastrangelo, Carlos. X, 134. Mastronardi, Carlos. X, 114. Mata Linares, Benito de la. II, 220, 222, 274, 415; III, 237, 271. Matallana, Andrea. VI, 257; IX, 268. Matamoro, Blas. X, 198. Mateo, Iosé. III, 101; IV, 69, 75. Mateos, Francisco. II, 350, 415. Matera, Luis. V, 335, 336, 337, 339.

Matera, Raúl. VII, 338, 353; IX, 482. Matheu, Domingo. VI, 132. Matheu, Miguel. IV, 397. Matienzo, Agustín. VI, 384. Matienzo, Iosé Nicolás. IV, 538; V, 70, 72, 119, 127, 136, 140. 143, 167,169, 372, 373, 391, 397, 437; VI, 419, 424; VII, 272, 475, 483, 508, 521, 552; VIII, 58,404, 412, 469; IX, 467, 470; X, 31, 32. Matienzo, Iuan de. I, 273, 274, 284, 415, 416, 418,421, 422, 424, 428, 442, 451, 453. Matorras, Gregorio. II, 34, 36, 77, 165, 198, 199, 200, 201, 465; III, 138, 146, 153, 338. Matorras, Ierónimo Tomás. III, 202, 203, 338, 435, 436. Matos, Ana de. II, 113. Matos Rodríguez, Gerardo. IX, 272.

Matsushíta, Hiroshi. VII, 296, 322, 430; IX, 213, 242, 586. Matthews, Abraham. V, 353, 360. Matthews, Lucas. V, 348, 350. Martini. Luís. VII, 357, 358, 469.

433

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Marto de Turner, Clorinda. VI, S06.

Maturana, Iosé de. VI, 524. Maruro de Sola, Graciela. X, 116, 134.

Maunás, Delia. X, 162. Mauricio, Julio. X, 131. Maurín, Iuan. VII, 274, 282. Mauro, Frédéric. I, 351, 364, 365, 510; III, 102. Maurras, Charles. VII, 267, 421, 462; X, 79. Mavá, barón de. V, 443, 479. Max Rhode, Jorge. X, 126. May. I, 357. May, Ernest R. V, 207; VIII, 118. Maya, Héctor. VII, 290. Mayans, Gregorio. III, 392. Mayer, Carlos M. X, 157, 163. Mayer, Jorge M. IV, 451, 480; V, 43, 44; V1, 347, 487. Maynard, Geoffrey. VIII, 518. Mayo, Carlos Alberto. 1, 506; II, 144, 147, 167, 174, 176, 177, 181, 313, 316, 381, 430;1I1.

64,l0l,102,163,190,191, 192, 447; 1V, 130; VI, 228;

VII, 295; VIII, ll8. Mayobre, Iosé A. VIII, 511. Mayochi, Enrique Mario. V1, 486, 513, 515, 533, 564. Mayol, Familia. VI, 380. Mayol, Manuel. VI, S05; V111, 436. Mayorga, Horacio A. V111, 298. Mayr. IX, 258. Maza, Manuel Vicente. IV, 401, 402, 403, 404, 407, 418, 424; V, 104, 187. Maza, Ramón. IV, 417, 418. Mazán. 1V, 457. Mazeta, Simón. 11, 60; 111, 197, 207, 209. Mazía, Floreal. VI, 62. Maziel, Iuan Baltasar. Il, 350, 430. 431: lll, 111, 113, 138, 146, 161. 207, 213, 230, 239, 241, 242, 245, 246, 257, 266, 268, 270. 278, 279, 302, 303, 304, 309. 393. 446; V1, 314, 26. Mazo, Gabriel del. 1V, 539; V11, 263, 290, 416, 430; V111, 65, 65. Mazza, Salvador. V11, 38; 1X, 504, S07, 530.

434

Mazzanti, Diana. 1, 206. Mazzao, Miguel. V11, 469. Mazzei, Angel. V1, 345; 1X, 303; X, 115.

Mazzei, Egidio S. 1X, 528. Mazzini, Giuseppe. V, 29. Mazzocco, Pedro. IX, S18, 528.

Mazzolli de Mathou, Estrella. 1X, 550.

Mazzoni, Carlos M. V111, 176. Mazzoti, Luis B. IX, 557. Mazzucco, Mario. V111, 367. Mc Cami. Véase. Mac Carm. Mc Garm, Thomas. IV, 131. Mc Gee Deutsch, Sandra. V11, 297, 468. Mc Guire, Iames W. VII, 356, 467; IX, 243. Mc Laughlin. VIII, 232. Mc Leod, Iames. IX, 505. Mc Neile, Juan. VI, 34, 133. Meabe, Alfredo. V1, 442. Mead, George. X, 14.

Mead, Robert, (h). X, 135. Means, James. IX, S18. Medeíros, Iosé de. Il, 136; III, 266, 440. Medellín, Diego de. 11, 401. Medici, Eduardo. X, 231. Medina, Antonio. IX, 370. Medina, Francisco. V11, 270. Medina, Gaspar de. l, 420; 11, 97; 111, 431.

Medina, lose Toribio. 111, 48, 278. Medina, Justo G. VII, 483. Medina, Mario Melanio. V111, 355. Medina, Miguel de. 1, 472. Medina, Pedro de. 111, 377. Medina, Salvador de. III, 436. Medina Echavarría, lose. X, 18. Medina Sidonia. 1, 329. Medina y Torres, Luis de. 111, 436.

Medinaceli. 1V, 345. Medrano, Galaz de. 11, 175. Medrano, Manuel. 111, 303, 304, 321. Medrano, Mariano. 1V, 27; V, 279, 281, 316, 319, 320, 321. 323, 324, 325, 326, 327. Medrano, Pedro. V, 413. Medrano, Samuel W. V11, 491, 508. Meersh, van der. 1X, 261. Meggers, B. I. 1, 133. Megías, Alicia. V, 168, 169. Meglioli, A. l. 229. Mehemet, Alí. V, 189. Meiggs, Henry. V1, 195. Meineia, Leandro. V11, 501. Meínvielle, ]u1io.V11, 450, 462, 468.

Meister, Femando. V, 299. Mejía, Iorge. V11, 400; V111, 338, 341, 360; X, 178. Mejía, Luis. VI, 336.

Mejía Miraval, Hernán. I, 442. Mela, G. VI, 254. Melgarejo Muñoz, W. X, 156, 157.

Melia, Bartomeu. II, 466, 467. Melinao, cacique. IV, 172. Mellafe, Rolando. 11, 145, 179. Mellino, Silvia. VII, 176. Melo, Carlos. 1X, 471; X, 75, 95, 101. Melo, Carlos F. V111, 54. Melo, Carlos Rito. IV, 507, 539; V11, 430; V111, 74, 94.

Melo, Leopoldo. VII, 18, 248. 251, 253, 257, 268, 269, 273. 288, 479, 482. Melo de Portugal y Villena, Pedro. 11, 275, 277; 111, 122. 228, 230, 246, 438. Melón, Julio César. 1V, 540; V11, 355. Meloni, Aledo Luis. X, 115. Melpómene. V1, 531. Meltzer, David l. 1, 230, 79. Membrives, Lola. 1X, 263; X, 284.

Men de sa. 1, 362, 363. Mena, Filiberto de. 11, 100, 196. Mena, luan Bautista. 111, 289, 376.

Mena, Juan de Dios. X, 222. Menacho, M. 1V, 215. Menaglioto, Lorenzo. 111, 415. Mencikow, Alejandro. VI, 316. Mendé, Raúl A. 1X. 518. Mendelssohn, Félix. 1X, 262; X, 241.

Mendes, Fradique. X, 157. Mendes Pinto. 111, 274. Mendeville, Familia. V1, 351. Méndez, Benjamín. 1V, 468. Méndez, Eugenio. V11. 357. Méndez, Eustaquio. 1V, 310. Méndez, Evar. Véase: González. Evaristo. Méndez, Evaristo. 1X, 336. Méndez, Liliana B. 11, 122, 125. Méndez, Marta Graciela. l, 65, 79, 80, 510. Méndez. Patricia. X, 236. Méndez Calzada, Luis. V, 102. 406, 435. Méndez de Figueroa, lose

Antonio. lll, 445. Méndez Paz, Emilio. V1, 513.

ÍNDICE DE NOMBRES

Méndez San Martín, Armando. IX, 477.

Mendieta, Diego de. I, 429; III, 426.

Mendilaharzú, Domingo. IV, 389.

Mendilaharzú, Fortunato. X, 152

Mendilahauzú, Graciano. VI, 372.

Menditeguy, Carlos. IX, 250, 261, 318, 324. Menditeguy, Iulio. IX, 250, 261. Mendive, Iorge. IX, 528. Mendizábal, Francisco Iavier de. IV, 313. Mendizábal, Rosendo. IX, 272. Mendoza, Angélica. VII, 410; VIII, 495. Mendoza, Antonio de. II, 225. Mendoza, Familia. V, 149. Mendoza, Francisco de. I, 385, 389, 390 392, 397; III, 426. Mendoza, Gonzalo de. I, 378, 379, 397; III, 426. Mendoza, Iñigo de. I, 290. Mendoza, Luis de. I, 344. Mendoza, Pedro de. I, 190, 198, 346, 348, 374, 375, 376, 377, 378, 379, 381, 382, 383, 384, 385, 387, 391, 398, 401, 403, 408, 416, 419, 426, 445, 446; II, 226, 420; III, 136, 202, 203, 247, 281, 282, 283, 286, 409, 415, 425; V, 60; VI, 339. Mendoza Mate de Luna, Fernando de. II, 24; III, 434. Menegotto, Andrea. VII, 176. Menem, Carlos Saúl. VII, 294, 353; VIII, 72, 264. Menéndez, Benjamín. VIII, 200, 221.

Menéndez, Luciano B. VIII, 248, 255, 256, 257. Menéndez, Mario Benjamín. VII, 293, 315, 390, 393, 494; VIII, 259, 282. Menéndez de Avila, P. I, 347. Menéndez Pelayo, Marcelino.VI, 313, 326, 344. Menéndez Pidal, Ramón. VI, 557.

Meneses, Antonio de. I, 428. Menger, Carl. VII, 478; VIII, 501.

Menghin, Osvaldo. I, 131, 132, 155, 217, 230, 231, 247, 255. Mengoni Goñalons, G. I, 256. Mengs, Anton Raphael. III, 229.

Menjot, Denis. l, 321, 322. Menna, Lucía. VIII, 367. Menotti, César Luis. IX, 312, 313, 314. Menotti, Emilia Edda. VII, 356; VIII, 143; IX, 496. Mentasti, Angel. X, 258. Mentasti, Atilio. X, 258. Mentasti, Luis Angel. X, 258. Menvielle, Iulio. VIII, 335. Menville, lord. IV, 316. Meo Guzmán, Luis. I, 206. Mercadillo, Manuel, Fray. Il, 399, 401, 404, 413; III, 443. Mercado, María Cecilia. II, 96, 99, 122, 124. Mercado, Rubén José. VII, 294. Mercado, Tomás de, Fray. II, 285.

Mercado, Valentín A. VIII, 87. Mercado de Peñaloza, Pedro. I, 485; II, 398; III, 432. Mercado Vera, Elías. III, 161. Mercado y Real, Ana. III, 135. Mercado y Villacorta, Alonso de. II, 24; III, 429, 433, 434. Mercante, Domingo. VII, 314, 485; VIII, 26; IX, 223; X, 181. Mercante, Víctor. VI, 299; IX, 421, 454. Mercedes, Familia. IX, 516. Mercer, I. P. I, 210, 229. Merchensky, Marcos. V, 41; VII, 429, 465. Mercier. X, 54. Merediz, R. VI, 36. Merello, Tita. X, 257, 259, 260. Mergenthaler, Ottmar. VI, 490. Merkin, Marta. IX, 391. Merlino, Adrián. VI, 384; X, 233.

Merlino, Rodolfo. VII, 174. Merode, conde. V, 183. Mertens, Federico. X, 129, 135. Merton, Ambrose. Véase: Thoms, William Iohn. Merton, Robert. X, 14. Mesa, Iosé de. III, 366. Mesa, Pedro de. III, 415. Mesa y Castro, Pedro de. III, 436. Mestivíer, Iosé Francisco. V, 193.

Mestman, Mariano. X, 237. Mestre, Andrés de. II, 74, 77, 270, 275, 277; III, 436, 440. Mestre, Antonio. III, 399. Mestre, Goar. IX, 367, 382, 385, 392.

Methfessel, Félix-Ernest­ Adolph. v1. 361. Metraux, Alfred. II, 467; IV, 186.

Metternich-Winneburg, Klemens Lothar, príncipe de. V, 180.

Metzler, Iosé. II, 415. Meunier, Constantin-Emile. VI, 370, 377. Mevello, Familia.VI, 181. Mexía de Mirabal, Hernán. Il, 98; III, 292. Mexja de Mirabal, Leonor. III, 292. Meyer, Arturo. VIII, 516. Meyer, Camilo. IX, 538. Meyer, D. I, 230. Meyer, Marshall. VIII, 392, 395, 396, 399. Meza Villalobos, Néstor. II, 219, 249. Mezquita, Alvaro de. I, 344.

Michaux, Henri. X, ll5. Michel Torino, David. IX, 338, 348. Michelena, Iuan A. IV, 288. Michelini, Daniel. V, 301. Micheletti, Miguel Angel. VII, 509. Michels, E. VII, 266. Michels, Robert. X, 14. Michetti, Francesco. VI, 370. Michieli, Catalina Teresa. I, 177, 178, 180. Miel Asquía. VII, 483. Miers, Iohn. VI, 62.

Migdal. vn, 260. Mignacco, Carlos A. X, 149. Mignona, Eduardo. X, 268. Mignone, Emilio Fermín. VII, 398, 399; VIII, 360; IX, 495, 497. Mignone, Mario. V, 300. Miguel, Lorenzo. VII, 378; VIII, 262. Miguel, Marcela María. VII,

Miguel, María Esther de. X, 123, 152.

Miguel, Santo. III, 122, 157, 205.

Miguel Angel. III, 335, 343. Miguens, Iosé Enrique. VII, 359, 466, 467; IX, 496; X, 21. Míguez. VII, 286. Míguez, Eduardo. IV, 104, 106, 158; VI; 124, 126, 564; VII,

108, 109, 131, 140; IX, 211. 435

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Míguez, Iuan I. X, 259. Miguez Bonino, Iosé. VIII, 373, 374. Mihanovich, Nicolás. IX, 171. 172.

Mihura, Emilio. VII, 286. Miklejohn. IV, 199. Milán de la Roca, lose. IV, 234. Milanesio, Domingo. V, 299, 300, 301. Milsno, Fulvio. X, 116. Miles, David. IX, 316. Miles, Iuan. IX, 315, 316. Mill, James. V, 444, 445. Mill, John Stuart. V, 38, 373, 456; VII, 513; X, 21. Milla, Miguel de. I, S69; III, 442.

Millán, Pedro. II, 53. Millán de Palavecino, María Delia. VI, 561, 562. Millau y Miraval, Francisco. II,

7l;IlI, 131, 134,140, 143. 159; VI, 48.

Mille, Andrés. Il, 381, 430; III, 400. Miller, Arthur. X, 130, 277. Miller, Carina I. VIII, 144. Miller, Elmer. VII, 173. 177. Miller, Eurico T. I, l33. Miller, Guillermo. IV, 291, 319, 327, 340. Miller, lonathan. IV, 538; VII, 552. Miller, Luisa. VI, 99. Miller, Rory. IX, 80, 149. Miller, William. VI, 48. Miller Astrada, Luisa A. ll, 207; III, 162. Millet, lean-Francois. VI, 369, 377. Milletich, Vilma. lll, 29, 101. Mills, Kenneth. Il, 122. Mills, Wright. X, 14. Milmine, Douglas. Vlll, 373. Milne, Andrew M. V, 352. Milone, Luis A. IX, 557. Milstein, César. VII, 38; IX, 523. 525, 532.

Mina, marqués de. ll, 380. Minardi, Tommaso. Vl, 362. Minchum, Martin. ll, 122, 150, 179.

436

Minelli, Gustavo. VI, 417, 421. Mingo Hoffman, Olga. V, 207. Mini, Ignacio, Santo. Ill, 298. Minive, Gaspar de. ll, 336, 457, 453; lll, 236, 266. Minkowski, Oskar. IX. S10.

Minujín, Alberto. VII, 125, 131. 139, 142, 143. Minujín, Marta. VII, 39; X, 227. Miotti, L. I, 230, 231. Miqueo Ferrero, Ernesto I. VII, 510. Mir, Lucio B. II, 249. Mirabal, Antonio de. III, 164. Miraflores. II, 195. Miralla, José Antonio. III, 362.

Miranda, Amaldo Ignacio Adolfo. X, 161. Miranda, Diego. IV, 392.

Miranda, Francisco de. ll, 382. Miranda, Francisco Javier. III, 279.

Miranda, G. VI, 125. Miranda, Lucía. III, 291, 307; VI, 316, 340. Miranda, Miguel. VII, 98, 307. 315; VIII, 508, 509; IX, 376. Miranda, Roberto A. IX, 454. Miranda Villafañe, Luis de. III, 203, 244, 28l, 282, 283, 291. 310, 31 l. Mirazón Lahr, Marta. l, 79. Mirelrnan, Victor A. VIII, 398. Mirlas, León. X, 285. Miró, Francisco. Vl, 62. Miró, José Maria. VI, 336, Miró Quesada, Aurelio. Ill, 331. Mises, Ludwig von. VII, 448. Mishau, Edward I. Vlll, 516. Mitchell, B.R. V, 494. Mitchell, Wesley C. Vlll, 506. Mitchum. ll, 150. Mitre, Bartolomé (1821-1906). ll, 382; III, S4, 3l l; IV, 22,

23,24,25,30,34,37.38,40. 42,77,94,255,268,3ll,3l7. 344,346,377.432,436,44l. 445,446,447,448,449,450. 454,456,457,458,459,460. 46l,462,463.464,466,467. 468.468,469,470,472,473. 474,475,476,477.478,479. 480,48l,483,484,485,486. 487,488,489,490,49l,492. 495,499,506,507,5l2,525. 529,532;\C3l,33,34,35,36, 39, 40, 4l, 45, Sl, 53, 56, 57.

59,6l,l08,ll0,ll6,l2l.

l22.l24,l25,l26,l27,l28.

l29,l3l,l34,l40,l5l,22l. 249,250,25l,252,2S5,256. 257,2S8,26l,263,267,268. 294,332,335,3S2,387,389. 39l,4l9,478,483,484,486.

487.5ll:Vl.66.l62.l90.

l93,l99,282,283,285,305, 3l8,320,322,323,327,330. 334,335,359,360,362,364. 366,367,37l,378,406,407. 408,409,43l,432,433,434. 436,437,438,439,440,44l. 442,449,450,475,487,494. 498,499,500,50l,5l0,5l7, 5l8,5l9,520,523,526,528. 537,5S9;\WI,267,273,Sl9;

\ÜILll7;X,69,9l,l48,l52. Mitre, Bartolomé. IX, 358. Mitre, Emilio. IV, 472, 532; VI.

l92,S07,5l8;V1I,l59,l60: Di, 295; X, 142. Mitre Femández, Emilio. I, 323. Mitre y Vedia, Bartolomé. VI, 524.

Mobili, Jorge Enrique. X, 115. Modem, Rodolfo. X, 116, 124. Modoro, Raúl. IV, 246. Moglia Barth, Luis l. X, 256, 257.

Mogrovejo, Toribio de, Fray. Il, 394, 397. 434; lll, 287. Moguilansky, Rubén Oscar. X, 160.

Moina Mackinnon, María. Vlll, 41.

Moirano, Jorge. I, 205, 207. Moisset de Espanés, Luis. VIII. 429, 442. Moldes, lose Manuel. ll, 170. Molemberg, Alberto. X, 217, 223. Moliere. Véase: Poquelírt, lean­ Bapriste.

Molina, Enrique. X, llS, 122. Molina. lose A. V, 281. Molina, Juan Bautista. Vll, 271. 290, 291. 424: Vlll, 200.

Molina, Juan Femando de. lll. 415. Molina, Luis de. lll, 262. Molina. Manuel F. IV, 297. Molina, Manuel Ignacio. IV, 3 l S.

Molina. Pablo. ll, 36. Molina, Pedro. V, 451. Molina, Pedro C. IV. 531; V, 67: Vl, 228: Vll, 263. Molina, Ramón. Vlll, 197. Molina. Raúl A. l, 443; ll, l09.

ll3. 125; ll. l33. l47, l79.4ll. 4l5. 466: lll. 161. 278. 421.

Molina, Víctor M. Vl, 292, 317; Vlll, 54, 505. Molina Anchorena. losefim. Vlll, 335.

ÍNDICE DE NOMBRES

Molina Campos, Florencio. X, 203, 222. Molina de Mendoza, Pedro. IV, 406.

Molina Navarrete, Iuan de. I, 463. Molina y Vedia, Iuan. VII, 205. Molinas, Matías. X, 222. Molinas, Ricardo F. VII, 431. Molinari, Aldo Luis. VII, 357.

Molinari, Diego Luis. l, 407, 409; II, 349, 381; III, 99; IV, 377, 451; V, 103, 272; VI, 446; VII, 91, 475; VIII, 200; X, 68, 74, 81.

Molinari, Iosé Luis. II, 430; III, 162, 42 l.

Molinari, Ricardo. VII, 38; IX, 337; X, 113, 157. Molinario, Alberto D. VIII, 442. Molinas, Luciano. VII, 282; VIII, 20. Molinas, Nicanor. IV, 449. Molinelli, N. Guillermo. V, 138; VII, 507, 531, 550, S51, 552; VIII, 469; X, 34, 96. Moliner, Ioaquín. III, 375. Mollinedo. III, 338. Mommsen, Hans. V, 59. Mónaco, Prímaldo. X, 217. Monasterio, Angel. IV, 278, 289; VI, 132. Moncaut, Carlos A. X, 149. Mondelo, Osvaldo. IV, 187; VII, 176.

Mondolfo, Rodolfo. X, 46, S0. Mondragón. I, 359. Monet, Claude. VI, 369, 375. Moneta, Carlos Iuan. VIII, 143, 144, 177, 178. Moneta, Pompeyo. IV, 194. Monferini, Iuan M. II, 381. Mongiardino, Iosé. V, 352. Monguillot, Iuan Francisco. VI, 496, S09. Monjardín, Federico. VIII, 65. Monner Sanz, Iosé María. X, 128, 129.

Monner Sanz, Ricardo. VI, 521. Monroe, Iames.V, 179, 181, 182, 188, 223. Monroi, G. I, 94. Monsegur, Raúl. X, 222, 223. Monserrat, Marcelo. V, 400; X, 178.

Monserrat, Santiago. IX, 348. Montaigne, Michel Eyquem, señor de. X, 126. Montalambert. conde. IV, 236.

Montale, Eugenio. X, ll5. Montalembert, Charles de. VI, 278.

Montalvo, Hernando de. I, 434, 435. Montaña, Agapito. VIII, 65. Monteagudo, Bernardo de. IV, 344; V, 19, 80, 85, 364; VI, 313, 315, 457, 458, 486, 523. Monteagudo, Luciano. X, 270. Monteagudo, María C.R. de. I, 321.

Monteiro, Mario. I, 408. Montel, Paul. IX, 542. Montemayor, Fulgencio. III, 436.

Montenegro, Iosé Bernardo. III, 398.

Montenegro, Pedro. III, 415, 417, 418. Montenegro, Pío. VII, 277. Montenegro de Yebes, Ana. VII, 165.

Montero, Carlos Iosé. III, 228, 230, 246, 378. Montero, María Luisa. VI, 348. Montero, Pedro. III, 445. Monterroso, Gervasio, Fray. III, 390.

Montes. III, 322. Montes, Aníbal. I, 157. Montes de Oca, Francisco. III, 375, 381. Montes de Oca, Iuan Iosé. VI, 509.

Montes de Oca, Manuel. VIII, 85.

Montes de Oca, Manuel Angel. V, 120, 140.

Montiel, Alcides. VII, 486. Montiel, María de. VI, 340. Montiel, Ramona. X, 215, 228. Montini, Giovanni Bartista. Véase: Pablo VI, Papa. Montoya, Adrián Rodolfo. IX, 424.

Montoya, Alfredo Carlos. VI, 63, 133, 134, 144, l7l. Montoya, Pedro de. III, 433. Montoya, Silvia. IX, 423. Montse, Nury. X, 261. Montserrat, Marcelo. V, 74; VI, 403, 426, 427, 450, 564; VII, 295, 431, 465, 470. Montuschi, Luisa. VIII, 513, 520.

Monvoisin, Raimond-Auguste­ Quinsac. VI, 355, 362, 384. Monzón, Carlos. IX, 328, 330. Moñino, Iosé. II, 71, 254, 256, 259, 279; IV, 223, 224, 225, 227, 239, 246. Mooney, Alfredo Eduardo. VII, 509.

Moore, Ieremy. VII, 393; VIII, 285.

Moores, Guillermo. VI, 383. Mor Roig, Arturo. VII, 25, 26, 370, 379, 498; VIII, 241, 348. Mora, Iosé Ioaquín de la. VI, 325, 404. Mora, Lola. VI, 378, 379; VIII, 447. Mora, María. X, 39. Mora y Araujo, Manuel. VII, 142, 322; VIII, 41; X, 18, 22, 30.

Montes de Oca, Manuel

Moral, Iosé Ioaquín del. IV,

Augusto. V, 340, 341, 433. Montesinos, Antonio de, Fray. Il, 213. Montesquieu, Charles de Secondat, barón de. III, 265,

234. Morales, Beatriz. V, 168. Morales, Emilio. VI, 507. Morales, Ernesto. IV, 480; VI, 345; X, 135 Morales, Santos. VII, 160. Morales Bermúdez, Francisco. VII, 376. Morales de Marega, H.G. VIII, 522. Morales Folguera, Iosé M. III,

266, 269; IV, 222, 246; V, 15, 18, 22, 26, 38, 50, 59, 77, 79, 82, 86, 101, 409, 428; VI, 277, 456, 461, 463; VII, 512, 542; VIII, 449; X, 13. Monteverde, Giulio. VI, 370. Monti, Angel I. VII, 551; VIII, 515. Monti, Daniel P. V, 358, 359; VIII, 373. Monti, Familia. IX, 252.

Monti, Iuan Carlos. IX, 252, 253, 262. Monti, Ricardo. X, 132, 287, 288.

129.

Morales Guiñazú, Fernando. I, 180, 409, 444. Morales Moya, Antonio. I, 322. Morales Padrón, Francisco. I, 364.

Morales Solá, Ioaquín. VII, 391. Morante, Luis Ambrosio. VI, 3 16, 3 l 7.

437

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Moreau, Etienne. II, 327. Moreau de Justo, Alicia. V11, 504; V111, 456; IX, 381. Moreira, Iuan. V, 407; V1, 253, 335, 336, 345, S00; VIII, 476; X, 135, 264, 273, 278, 289. Morel, Carlos. IV, 117; VI, 181, 351, 353, 354, 355, 356, 358. 384. Morel, Familia. VI, 340. Morello, Augusto Mario. VIII, 467, 468. Morello, Jorge. 1X, 59. Morelos, Iosé María. V, 21. Moreno, Alberto. X, 60. Moreno, Carlos. V1, 63, 550. Moreno, Francisco P. l, 222, 231; 1V, 13, 40, 187; V, 332; VI, 335, 416, 418, 419, 420. 422, 424, 506, 525; V11, 160, 221; IX, 538; X, 148. Moreno, I. I, 232. Moreno, Joaquín. IV, 279, 280.

Moreno, losé Luis. II, ll7, 118, 125, 175, 181; V11, 294; X, 90, 99.

Moreno, Iosé Manuel. IX, 262. Moreno, Iosé María. V, 369, 372, 400; V1, 509; VIII, 41 l. Moreno, Iulio. VIII, 180. Moreno, Lucas. X, ll6. Moreno, Manuel. IV, 264; V, 22, 25, 176, 194; V1, 404, 460. 468, 516; 1X, 536; X, 95. Moreno, Margarite. X, 276. Moreno, Mariano. III, 226, 239, 240, 246, 398; 1V, 263, 264. 269, 272, 312, 353, 377; V, 17,

18,19, 20, 22,l7l,176,178. 364, 376, 410, 430, 443: V1.

17,131,145, 313, 314, 315, 366, 378. 439, 453, 455, 456. 457, 467, 488, 515; X, 255. Moreno, Miguel. V1, 393. Moreno, Nahuel. V11, 359. Moreno, P. I, 79, 229. Moreno, Rodolfo (h). V, 391; Vll, 278, 418; Vlll, 433, 434. Moreno, Zully. X, 258, 259, 261. Moreno Alonso, Manuel. IV, 247. Moreno Ocampo, Luis. Vll, 47 l. Moreno Quintana, Lucio. V11.

438

Moreno Rexach, Luis l. ll, 84. Moreri. lll, 263, 265. Moreta. Salustiano. l. 321.

Moreto. III, 306. Moreyra, Beatriz I. IV, 379, 425, 543; V1, 65, 98, 564; 1X, 32; X, 67, 95, 291.

Moreyras, Florencio Antonio. 11, 231.

Morgan, ].S. VI, 195 Morgenthau, Hans. V11, 366 Morillo, Pablo. IV, 335; V, 21, 177.

Morisoli, Edgar. X, llS. Morla, Carlos. I, 348. Mómer, Magnus. II, 89, 121, 149, 179, 430, 467, 468; III,

Moussy, Martin de. IV, 74, 439; V1, 48, 62, 79, 97, 410. Moutoukías, Zacarías. 11, 158, 179; 111, 51, 61, 67, 73, 76, 77, 79, 84, 87, 102, 103, 438, 448: IV, 255, 256, 268. Moya, Ismael. VI, 560; IX, 280. Moya, lose C. IV, 105, 155; VII, 109, 140. Moyano, Daniel. X, 124. Moyano, Hugo. IV, ll7, 131; V1, 144

100. Moro, Aldo. V111, 353.

Moyano, l. C. l, 178. Moyano, luan Pablo. V1, 481. Moyano, María Iosé. V11, 359. Moyano Llerena, Carlos. V, 529.

Moro, Antonio. l, 360. Moro, Roberto. VI, 487. Moro, Rubén O. VIII, 292, 293. 295, 298.

Moxó, Salvador de. l, 322. Moxó y de Francolí. Benito

Moro, Tomás, Fray. 11, 447. Morón, Guillermo. 111, 244. Morosi, Julio A. IV, 216; V11, 206. Moroz de Rosciszewski, María Silvia. VIII, 75.

Morris, C. l, 108. Morris, William C. V, 351, 359; V1, 253; V11, 29; V111, 365.

536; V11, 490; V111, 513, 522; IX, 104.

María. 111, 246, 275. Mozart, W.A. IV, 39; V1, 389. Mozzoni, Humberto. V111. 343.

Muffatti, Nélida. Vlll, 517. Mugica, Adolfo C. Vll, S10. Mugica, Carlos. Vll, 39, 345, 360, 379, 470; Vlll, 350, 351. Mugica, Francisco. X, 258, 259, 260.

366, 374. Morse, Finley. ll, 99; V1, 490. Morzone, Luis Antonio (h). V, 234. Mosca, Enrique M. Vll, 21, 248,

Mugica, Miguel. X, 258. Mugica, René. X, 264, 270. Muhall, Miguel C. V1, S04. Muhhammad XII. Véase: Abu Abd Allah Muhammad.

253, 275, 285; V111, 185; 1X, 405. Mosca, Gaetano. V11, 266; X,

Muhammad lbn Sa D (Zagal). l, 317. Muiño, Enrique. X, 259, 260. 261, 279, 284. Mujica, Bárbara. X. 262. Mujica, Martin de. l. 492. Mujica, Miguel. IX, 365. Mujica, Rodolfo. Vlll, 254. Mujica Láinez. Manuel. IV, 480: Vl. 533; X. 121, 144, 187.

14.

Mosconi, Enrique. Vll, 254, 305;Vl1l, 18,197, 210, 21 I: 1X, 565, 572, S73.

Moscoso Pérez de Oblitas, Angel Mariano. ll, 31, 33, 34. 100, 403; 111, 227, 229, 243. 246, 342, 345, 346, 444; 1V. S2.

Moscoso y Peralta, Iuan Manuel. 111, 444.

Mosquera, Joaquin Antonio de. ll, 59, 81; lll, 414: V, 184. Mossin Kotin, Cecilia. 1X, S50. Mossotti, Octavio Fabricio. Vl. 405, 406, 529. Motta Botello. 1V, 308. Mouchet, Carlos. Vlll. 85. 94. Mouján, Lozano. Ill, 337, 367. Moussy, lean Antoine Víctor Martín de. Véase: Moussy, Martin de.

267.

Mujica Pinilla y Burucúa. lll. 340.

Muleiro, Vicente. Vll, 396. Muley Hacen. Véase: Abu!­ Hasan. Mulhall. IV. 128. Mulleady, Ricardo. IX, 268. Müller. Vll, 154. Müller, Alberto. Vlll. 52 l. Müller. Carl. IV, 437. Müller. Federico. V1, 382. Müller. Franz. IV. 188; Vll, 174. Müller, Klaus. lll, 100. Muller. Luis. Vll, 207.

ÍNDICE DE NOMBRES

Müller, María. IV, 71. 75. Müller Rojas, Alberto A. VIII, 299. Mulovski. II, 346. Munck, Geraldo. IX, 242. Munck, Ronaldo. IX, 240. Mundlak, Yair. IX, S9. Munis Barreto, A. VI, 37. Munizaga, Iuan. I, 80. Munoa, Rafael. III, 367. Münzel, Mark. II, 206. Muñecas, Ildefonso de las. IV, 310.

Muñiz, Francisco Iavier. IV, 186; VI, 407, 525. Muñoa, Familia. VI, 224. Muñoz. Il, S7, S8. Muñoz, Bartolomé Doroteo. III, 406.

Muñoz, Diego. III, 343. Muñoz, Heraldo. VII, 400. Muñoz, Jorge. VIII, 299. Muñoz, Iuan Bautista. III, 215, 243, 246, 279, 415. Muñoz, Iuan Francisco. IX, 516,

517. .

Muñoz, Iuan Mauricio. IX, 511,

Murmis, Miguel. VII, 139, 142, 321; IX, 60, 242; X, 22, 29, 35, 97. Murra, I. I, 107. Murrieta. VI, 195. Murúa, Lautaro. X, 264, 266, 270.

Musacchio, Andrés. VIII, 118. Musolino, Giuseppe. IX, 282. Musolino, Luis F. VIII, 177. Musset, Alfred de. VI, 327, S20. Mussolini, Benito. VII, 420, 422, 424; IX, 374; X, 79, 178. Mustapic, Ana María. VII, 551; X, 96.

Musters, George C. I, 232; IV, 187.

Musto, Manuel. X, 222. Mutiloa y Andueza, Iuan Iosé de. III, 430. Mux, Néstor. X, 116. Muxica, Ventura de. III, 428. Muzi, Iuan. V, 318, 333. Muzio Zona. III, 417. Mychaszula, Sonia. IV, 69, 75. Myers, Iorge. V, 43, 104; IV, 424; VI, 487.

S12, 513.

Muñoz, Iuan Ramón. V, 31. Muñoz, Reinaldo. IX, 59. Muñoz, Vicente. VI, 351. Muñoz Bejarano. II, 157. Muñoz del Solar, Carlos. X, l l7.

Muñoz Gadea, Iuan. II, lll. Muñoz Moraleja, Ernesto. I, 443.

Muñoz Torrero, Diego. IV, 244. Muñoz y Cubero, Lucas. III, 438. Muraña, Iuan. IX, 284. Muraro. II, 467. Muraro, Heriberto. IX, 393. Murat, Franco. X, 60. Murat, Joaquín. IV, 232, 234. Muratgía, Catello. VIII, 486. Muratore, Iosé. V, 253, 258. Murena, Héctor A. X, 123, 128, 177, 184.

Murguía, Familia. III, 216. Murías, Carlos de Dios. VIII, 353.

Muriel, Ciríaco. II, 409. Muriel, Domingo. II, 468; III, 258, 270, 279; VI, 315. Murillo, Bartolomé Esteban. VI, 352.

Murillo Velarde, Pedro. II, 409; III, 262, 263, 317.

N

Nachón, Carlos Alberto. IX, Nacuzzi, Lidia. I, 230, 231; II, 206.

Nadal, Iosé. III, 378. Nadal Mora, Vicente. II, 88. Naef, Werner. V, 206. Nagel, Liane María. II, 466. Nakamura, Leonard. IX, 82. Nalé Roxlo, Conrado. X, 114, 122, 130.

Nallim, Iorge. VII, 465, 467. Namuncurá, Manuel. I, 102, 194; IV, 174.

Nantucci, Narciso. VIII, 367. Naón, Rómulo. VI, 304; VII, 482; VIII, 452. Napoleón I Bonaparte, Rey de Francia. II, 347, 348; IV, 18, 226, 229, 230, 231, 232, 233, 234, 236, 237, 238, 242, 254, 261, 264, 275, 278, 322, 536; V, 13, 15, 20, 21,172,176. 177, 388; VI, 31. Napoleón III Bonaparte, Rey de Francia. IV, 442; V, 38. Nápoles, Iosé. IX, 328. Napp, Richard. VI, 52, 509. Narancio, Edmundo M. V, 375.

Narbona, Iuan de. lI, 170. Narbrough, Iohn. II, 361. Nardi, Ricardo L.I. I, 107, 278; VI, 561. Nario, Hugo. IV, 186. Narn, A. I, 229. Narodowski, Mariano. VI, 273; IX, 423. Narodowski, P. IX, 423. Narváez, S. I, 94. Natale, Oscar. VII, 173. Navajas Artaza, Adolfo. VIII, 261. Navarro. V, 127. Navarro. IV, 210. Navarro, Angel. VI, 474. Navarro, Baltasar. II, 159. Navarro, Bartolomé. III, 385. Navarro, Benito. III, 236. Navarro, Fanny. X, 269. Navarro, Francisco. III, 415. Navarro, Guillermo R. VIII, 470. Navarro, Iosé. IV, 369. Navarro, Manuel. V, 382. Navarro, Timoteo. X, 219. Navarro Floria, Pedro. VIII, 75. Navarro García, Luis. II, 279, 281. Navarro Gerassi, Marysa. VII, 297, 323, 431, 468. Navarro Lamarca, C. III, 31 l. Navarro Viola, Alberto. VI, 517, S60; X, 152. Navarro Viola, Enrique. X, 152. Navarro Viola, Miguel. IV, 467, 468; V, 357, 368; VI, 435, 471, 502, 510; X, 142. Navia Osorio y Vigil, Alvaro de. II, 360. Nazar Anchorena, Benito. VII, 271; IX, 471, 557. Nebrija, Antonio de. I, 289; III, 385. Necker, Iacques. V, 82. Necochea, Mariano. Il, 174; IV, 325, 345. Née, Luis. III, 410. Neffa, Iulio César. IX, 30. Negro, cacique. IV, 177. Negroni, Pablo. VII, 38; IX, 504. Neíburg, Federico. IV, 159; VII, 322, 323, 354, 467; X, 189. Neifert, Agustín. X, 255, 270, 291. Neira, Domingo, Fray. III, 353. Neiva, Arturo. IX, 504. Nellar, Fued G. V, 271; VIII,

210. 439

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Nelson, Emesto. VI, 304, 306; IX, 431; X, 154. Nelson, Iuan. IX, 315, 316. Nelson, Luis. IX, 315. Nemst, Hermann. IX, 539. Neruda, Pablo. X, ll4, 264. Nervo, Amado. X, l 12. Nestares Aguado, Roque de. III, 433. Neuman, Franz. VII, 506. Neuman, Isaac. VIII, 397. Neumann, luan Bautista. II, 452; III, 315. Neumayer, Luis. VIII, 161. Navares, Alejo de. V, 303; VI, 502.

Nevares, Iaime de. VIII, 338, 344, 348. Neves, W. I, 230. Newbery, Iorge. Vl, 527; VIII, 187, 188. Newbery, Sara. VII, 174, 175. Newland, Carlos. Vl, 261, 273, 274, 275, 564. Newlyn, Walter T. VIII, 516. Newton, Isaac. III, 386; Vl, 421, 422. Newton, Iorge. VI, 256; IX, 21 l. Newton, Lily de. VI, 256. Newton, R.IV, 105; VII, 108. Newton, Ronald C. VII, 296; VIII, 118. Neyra, Domingo, Fray. III, 210. Niblett, Mister. VI, 214. Nicolai, Jorge. IX, 542. Nicolaides, Cristino. VII, 27; VIII, 248, 260, 261. Nicolás, Santo. III, 117. Nicolás V, Papa. I, 330, 332. Nicolau, Iuan Carlos. V, 462, 470, 504, 505; Vl, 36, 63, 129, 144,171, 564. Nicolini, Alberto. l, 452, 453, 465, 473, 474, 475; TV, 189. 216, 543; Vl, 256. Nicolini, Oscar. IX, 376. Nicolle, Charles. IX, 506. Nicotra, Alejandro. X, 116. Niella, Luis María. V, 284, 307. Nielsen, Axel. I, 156, 157. Niemeyer, Otto. VII, 280; Vlll, 542, 543. Niepce, loseph-Nicéphone. Vl, 358. Nieremberg, Iuan Eusebio. ll, 16; lll, 204, 205, 2] l, 262. 3 l 5, 3 l6.

440

Nieto, María. l, 206. Nieto, Vicente. IV, 27], 280, 281.

Nieto Soria, Iosé Manuel. l, 322, 324. Nietzche, Friedrich Wilhelm. VI, 424; X, 46, 51, 126. Nieva, conde. l, 400; H, 229, 229.

Niklison, Iosé. VII, 173. Nilve, Moisés. V, 402. Nino, Carlos S. VII, 553. Niquiñilé, cacique. IV, 172. Nirenstein, Mauricio. VIII, 501, 505, 506. Nissen, Juan Iosé. IX, 544. Nixon, Richard. VIII, 124. Noailles, Carlos Vicente. VII, 508. Noam, E.L. IX, 184. Nóbile, Beatriz de. X, 290. Noble, Roberto I. VII, 273; VIII, 58; IX, 345. Noblía, Héctor V. IX, S20. Nocetti, Oscar R. II, 249. Nochteff, Hugo. VIII, 519, S84. Noé, Julio. X, 168. Noé, Luis Felipe. X, 227, 228. Noel, Martin Alberto. VI, 384; Vll, 181,189, 205; X, 122. 205, 206. Noelting, Lucila. III, 192. Noguer, Jorge. IX, 391. Nogués, Germinal. IX, 303. Nogués, Juan Luis. Vll, 277. Nogués, Pablo. VII, 279. Nolasco Barrientos, Pedro. III, 353, 389. Nolasco Rodriguez, Pedro. IV, 409, 416. Nonato, Ramón, Santo. lll, 157. Nordenflycht, barón de. V, 346. Nordenskjóld, Otto. l, 210; IV,

6l;Vlll, 163.164.173.177.

Nores, Antonio. IX. 467, 468. Noronha, Fernando de. l, 358. Norris, William. V, 349. North. X, 92.

North, lord. ll, 34]. Northcliffe, lord. IX, 337. Norton. V, 241. Nosiglia, Juan. VI, 336. Nott, Jorge. V, 351; VII, 467. Notter, Tomás. IV. 294. Nougués, Juan. IV, 527; Vl, 88. 137.

Nougués, Familia. V, 148. Nougués, Miguel. Vlll, 23. Novak, Jorge. Vlll, 358, 360. Novillo Corvalán, Sofanor. Vlll. 449, 463; lX, 473. Novión, Alberto. Vl, 338; X, 129.

Novoa Monreal, Eduardo. VIII, 425. Nowinski, Wiktor W. IX, 516. Noyola, Iuan F. VIII, 51 l. Nudehnan, Santiago. VIII, 68, 70.

Nudler, Julio. IX, 268. Nuix. III, 264. Nun, José. X, 22, 29. Nuno, Manuel. l, 368. Núñez, Fermín. IV, 224. Núñez, Ignacio. lll, 113, 129, 141, 145, 146, 147, 150,155. 159; Vl, 465, 466, 467. Núñez, Iusto. III, 378. Núñez, L. l, 106, 133. NúñeL Luis. V, 360. Núñez, Maria. X, 270. Núñez, Oscar. X, 217. Núñez, Rafael. Vll, 247. Núñez de Ibarra, Manuel Pablo. V, 443; VI, 357. Núñez de Vela, Blasco. l, 394. Núñez del Prado, Juan. l, 280, 389. 394, 401, 402. 403, 404. 408, 414, 415, 446, 477; ll, 226, 420; lll, 431. Núñez Seixas, X.M. IV, 106; VII, 109. Núñez Vemis, Bertha. lll, 346. Nurkse, Ragnar. Vlll, 507, S44. Ñ

Ñamcucheu, cacique. IV, 176. Ñezú, cacique. ll, 440.

0 O'Dena, Emesto. Vl, 307. O'Donnell, Carlos. lll, 391. 396; Vl, 3Sl. O'Donnell, Guillermo. Vll, 143. 356, 357, 359, 470, 510: X, 30. 34, 97.

O'Farrel.l, Santiago. V, 306. O'Gorman, Camila. IV, 408; X, 122, 268.

O'Gorman, Miguel. lll, 135. 394, 417: Vl, 516. O'Higgins, Bernardo. IV. 170. 309, 315, 317, 320, 321. 322. 326, 327, 329, 330, 33l, 332. 333, 335, 337, 340, 344, 346. 346; Vl, 477. O'Neill, Eugene. X, 130. 277, 280. O'Neill, lones de. X. 286. O'Reilly. IV. 337.

ÍNDICE DE NOMBRES

Obando, Juana Clemencia de. Ill, 338. Obarrio, Manuel. V, 387, 426. Obieta, Adolfo de. X, 128. Obispo, Martín, Santo. III, 302. Obligado, Antonio V. V, 397. Obligado, Carlos. VII, 271; VIII, 324; 1X, 475.

Obligado, Erasmo. V, 261. Obligado, Pastor. IV, 441; X, 146.

Obligado, Pedro Miguel. X, 112. Obligado, Rafael. VI, 318, 320, 329, 334, 347, 381, 518, 520. 523, 537, 559; X, 156. Obschatko, Edith S. de. IX, 60, 583.

Ocampo, Eusebio. IV, 468; VI, 497. Ocampo, Gabriel. V, 322. Ocampo, Iuan Cruz. IV, 448. Ocampo, Manuel. V, 130. Ocampo, Miguel. X, 219, 224. Ocampo, Silvina. X, 120, 133, 134, 177. Ocampo, Victoria. VII, 38; IX, 342, 355; X, 122, 127, 175, 176, 177, 184, 185, 188, 189, 190, 198, 276. Ocantos, Carlos M. VI, 334, 336. Ocaña, Diego de, Fray. I, 404, 483, 485. Ochagavia, Margarita Rufina. V1, 520.

Ochoa, Familia. IIl, 216. Ocho de Eguileor, I. X, 22. Ochoa de Zárate, Iuan. II, 153; 111, 432.

Oddo, Vicente. III, 415, 421. Oddone, Jacinto. IV, 539; VI, 63; VII, 296, 429, 476; IX, 59, 189, 210, 240; X, 21, 99. Odoardo, José Hipólito. IV, 235. Ojeda, Alonso de. I, 339. Olaechea, Iuan Bautista. II, 92, 96, 97, 98, 122, 179. Olaechea y Alcorta, Pedro. VII, 476, 482. Olaguer Feliú, Antonio. II, 267, 372; 111, 394, 438.

Olañeta, coronel. IV, 307, 310, 345.

Olarra Giménez, Rafael. V, 504; VIII, 548. Olavarría Aranguren, Iosé. V, 206, 235. Olavarrieta, Ramón. IV, 399; V, 322, 447.

Olavide, Pablo de. II, 76; III, 392.

Olazábal, Familia. II, 84. Olazábal, Félix. IV, 403. Oldendorff, Ernesto. IV, 493. Old.s, H.G. IV, 139, 213, 214; V1, 111, 122, 233, 236; X, 245, 252.

Olezza, Mario L. VIII, 173. Olguín, Darío. VII, 264, 295. Oliden, Manuel Luis de. V, 89. Oliva, Fernando. I, 207, 208. Olivar, Guillermo. VI, 352. Olivari, Carlos. X, 260. Olivari, Nicolás. X, 114, 122, 130.

Oliveira, Plinio Correa de. VIII, 348. Olivella, I. V, 113. Oliver, Antonio, Fray. III, 228. Oliver, Ernesto Luis. III, 366. Oliver, María Rosa. X, 122, 176. Olivera. VII, 31. Olivera, Carlos. VII, 476. Olivera, Eduardo. VI, 106. Olivera, Eduardo A. IX, 330. Olivera, Héctor. X, 261, 263, 266, 268, 270. Olivera, Iulio H.G. IX, 486, 496. Olivera, Miguel. VII, 175. Olivera, Ricardo. VI, 524; X, 149.

Olivera SantiHán, Iulio. VIII, 503, 512, 513, 514, 517, 520. 521, 522. Olivero, Sandra. II, 116. Olivieri, Aníbal O. V11, 354. Olivieri, Mabel. V, 75. Olivieri, Silvino. IV, 443; V, 248. Olivieri López, Angel M. VIII, 144.

Ollier, María Matilde. VII, 359, 469. Olmedo. V, 128. Olmedo, Alberto. X, 267. Olmedo, Carlos. VII, 461.

Olmedo, Iosé Joaquín de. III, 299.

Olmedo, Sesostris. VIII, 76. Olmos, Emilio F.VI1, 275, 418. Olmos, Iosé Severo de. IV, 449, 455.

Olmos, Ramón Rosa. IV, 481; V1, 513; X, 75.

Olmos, Sabina. X, 260. Olmos Castro, Amalio. I, 442. Olmos y Aguilera. II, 95. Olsen de Serrano Redonnet, María Luisa. Ill, 130, 279, 281, 310, 312, 331, 448.

Olson, Emiliano. V, 352. Omacini, Elena. I, 351. Ondarts, Raúl. VIII, 135. Ondetti, Miguel Angel. IX, 522, 525, 526, 532. Onega, Gladys. IV, 105; VI, 348. Onelli, Clemente. Vl, 416; VIl, 163, 164, 176. Onetto, Carlos. III, 348. Onetto, M, I, 230. Onganía, Juan Carlos. VII, 24, 25, 119, 134, 341, 342, 343, 344, 345, 346, 353, 357, 359. 367, 376, 400, 448, 454, 470, 498, 504, 505, 508, 509, 510. 517, 545; VIII, 39, 41, 125. 128,131,135, 136, 232, 233. 234, 235, 236, 237, 238, 239, 242, 243, 254, 343, 344, 350, 430, 521; 1X, 92,111,139, 233, 234, 386, 484, 485, 555. 580; X, 33, 34, 192, 230. Ongaro, Raimundo. IX, 233, 234; X, 192, 228. Onofroff. VI, 254. Onslow, Arthur. Vl, 350, 357. Onslow, Iohn Iames. IV, 385; V, 194.

Oñate, Pedro de. II, 396; IIl, 200, 384. Opie, Eugene. IX, 510. Oquendo, Manuel de. III, 345. Ordaz, Luis. VI, 345; X, l3l, 135, 277, 281, 289. Ordimán, Pedro. VI, 546. Ordóñez, Iosé. IV, 327, 329, 331.

Ordóñez, Manuel V. VII, 22; VIII, 466. Orellana, Rodrigo Antonio de. 111, 227, 444; 1V, 279; V, 281. 309.

Orfila, Alejandro. VII, 255. Orgambide, Carlos. X, 267. Orgambide, Pedro. X, 124, 133. Orgaz, Arturo. VII, 285. Orgaz, Iorge. IX, 486. Orgaz, Raúl A. V, 400; VII, S21; V111, 405, 413, 443, 454, 455,

465, 468; X, 16, 75. Orgóñez, Rodrigo. I, 472. Oria, Iorge S. VII, 485, S08. Oria, José A. VI, 344, 486. Orías, Oscar. 1X, S07, 515, 516, 517, 518, 520, 522, 528. Oribe, Manuel. IV, lll, 407, 414, 415, 417, 419, 420, 422, 429; V, 190, 191, 199, 245, 246, 247.

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Orihuela. IV, 400. Orizaola Roldán, Ezequiel. VIII, 76.

Orlandi, Héctor Rodolfo. V, Orlansky, Dora. VII, 140. Orllie-Antoine I, Rey de Araucanía y la Patagonia. Véase: Tounens, Orllie­ Antoine de. Omstein, Leopoldo R. IV, 312, 346; V, 272.

Oro, Domingo de. IV, 383, 388, 410; V, 391, 392; Vl, 475, 479. Oro, José Antonio de. III, 228; VIII, 449. Oro, Iusto Santa María de. V, 281, 315, 319, 320. Orona, luan V. VII, 267, 295, 354; VIII, 209. Otoño, Nicasio. IV, 446, 459, 463, 470, 471, 472, 492, 494. 497; V, 120, 155, 333, 334; Vl, 498, 502. Otoño, Santiago. IV, 416. Orosz, Ladislao. III, 236, 315, 385, 401. Orozco, Olga. X, 115, ll6, 122. Orphée, Elvira. X, 123. Orquera, Luis Abel. I, 231, 233, 255, 256, 257, 510. Orsatti, Alvaro. VII, 141. Orsi, René. VII, 297. Orsolini, Mario. VII, 359. Ortega, Juan de. I, 381; Ill, 426. Ortega, Manuel. III. 202, 219. Ortega, Ramón. X, 265, 267. Ortega, Rufino. V, ll7. Ortega y Gasset, José. V, 374; Vll, 38; X, 14, l6, 43, 44, 45. 46, 127, 175. Ortelli, Sara. ll, 206. Ortiguy, Pierre. VII, 142. Ortíz, Antonio. III, 251, 268, 272, 273, 274, 275, 316. Ortíz, Eduardo L. IX, 557, 584. Ortiz, Familia. V, 148. Ortíz, Federico F. IV, 215. Ortíz, Francisco I. V, 337. Ortíz, lavier. Vlll, 525, S29, 533, 549, 578.

Ortíz, luan L. X, ll4. Ortiz, Marcos, Fray. Il, 463. Ortíz, Mecha. X, 258, 260, 261. Ortiz, Ricardo M. V, 462; VI, 166,168, 201: IX, 15, l6, 30. 182, 183; X, 106.

442

Ortíz, Roberto M. Vll, 19, 20, 93, 285, 286, 287, 289, 292.

296, 417, 427, 515, 518, 519, 520, 525, 526, 528, 530, 531. 532, 533, 540; VIII, 21, 105,

Ortíz de Haro, Isidro. III, 434. Ortíz de Haro, Nicolás. Ill, 434. Ortiz de Landázuri, Tomás. II,

Ostiguy, Pierre. IX, 210. Oszlak, Oscar. IX, 183, 583; X, 29, 30, 34. Otamendi. II, 174. Otamendi, Femando I. VII, 217. Otaola. Vll, 183. Oteiza, Enrique. VII, 73; VIII, 467, 469; IX, 527,556; X, 38. Oteríño, Rafael. X, 116. Otero, Edgardo A. VIII, 283. Otero, Hemán. lll, 103; IV, 105, 106,140, 141,154, 156,158;

254. Ortiz de Montoya, Celia. D(, 421.

Otero, lose Pacífico. III, 402; IV,

lll, 199, 200, 208, 330; IX. 403, 432. Ortiz, Tulio. V, 140. Ortiz Basualdo, Eduardo. VIII, 455. Ortiz Basualdo, Familia. IX, 27.

Ortíz de Ocampo, Francisco. ll, 173; IV, 279, 280, 301, 302; V, 514; Vl, 457. Ortíz de Rozas, Carlos. VHI, 144. Ortíz de Rozas, Domingo. II, 244; III, 430. Ortíz de Rozas, León. III, 177. Ortíz de Rozas, Manuela. Véase: Rosas, Manuela.

Ortíz de Urbina, Francisco. ll, 106.

Ortíz de Vergara, Francisco. l, 383, 397, 400, 401; Ill, 426. Ortíz de Zárate, Juan. l, 395, 401, 416, 419, 423, 424, 426. 427, 428, 429, 430, 435, 436; Il, 93, 290; lll, 287, 426, 427. Ortíz de Zárate, Pedro. ll. 155, 418, 430. Ortiz de Zárate, Rodrigo. Ill. 427. Ortiz de Zárate Mendieta, Diego. I. 428. Ortiz Pereyra, Manuel. Vll, 425. Ortíz Troncoso, O. I, 256. Orúe, Martin de. I, 397, 428. Orzali, lose. VIII, 22. Osborn, A. l, 232. Osbom, Thomas. Vl, 420. Oscar l, Rey de Suecia y Noruega. V, 183. Osés, Enrique P. Vll, 424. Osinde, Manuel. Vll, 378. Osorio, Josefa de. lll, 214. Osorio, Juan de. Ill, 282, 283. Osorio, Luis de. lll, 426. Osorio, Mariano. IV, 321, 329, 330, 331, 332. Osorio, Miguel. Vll, 483. Ospital. María Silvia. IV, 508;

VII, 108, lll, 556. 346. Otero, Miguel. V, 202. Otero, Ricardo. VII, 374. Othon Friesz, Emile. X, 210, 235.

Ottalagano, Alberto. IX, 489. Ottonello, María Marta. l, 80. Oubiña. David. X, 270. Outes, Félix. l, 28, 155; IV, 186; X, 149.

Ouvrard, Luis. X, 222. Ovalle, Alonso de. l, 273, 394. 400, 414; ll, 423. Ovando, luan de. ll. 220. Ovando, Nicolás de. l, 316, 445; ll, 224. Oved, Iaacov. IV, 541; V, 75; Vll, 296, 241. Ovejero, Daniel. X, ll9. Ovejero, Familia. V, 148. Ovidio. lll, 268. Oviedo, Gonzalo Fernández de. l, 273 Oviedo Cavada, Carlos. ll, 415. Oyarvide, Andrés de. lll, 386. 405, 406; V, 203. Oyarzábal, Guillermo Andrés.

Vlll, l47, 179. Oyhanarte, Horacio. Vll, 243. 247, 259, 263, 267, 269. Oyhanarte, Julio. V, 102, 123, 138, 419, 436, 337; Vll, 467. 498, S04, S07, 510, 544, 551. 552; Vlll, 45], 452, 454, 455, 463, 464, 467, 469, 578. Oyuela, Calixto. lll, 312; Vl.

330, 521: X, l2l. Ozanam, Federico. V, 303.

Ozores, luan Manuel. lll, 406, 414.

IX, 34.

Ossona, Luis. Vl, 97. Osorio Arana, Arturo. Vlll, 228. Ostengo de Ahumada, Ana. IX. 32.

P

Pablo, luan Carlos de. Vll, 357, 387. 400.

ÍNDICE DE NOMBRES

Pablo VI, Papa. VIII, 338, 342. 343, 345, 348, 351, 355. Pabón, Nicolás. III, 397. Pacelli, Eugenio. Véase: Pío XII, Papa. Pachacuti, cacique. I, 98. Pachamama. IV, 182; VII, 170. Pacheco, Angel. IV, 414, 415, 419, 422; V, 245; VI, 438. Pacheco, Carlos Mauricio. X, 129, 275, 290. Pacheco, Diego. I, 418, 420; III, 431. Pacheco, Duarte. I, 357. Pacheco, Familia. II, 135. Pacheco, Francisco. III, 209. Pacheco, Iorge. V, 192. Pacheco, Marcelo. X, 235. Pacheco, Pedro Luis, Fray. III, 389, 415; V, 317, 318. Pacheco de Melo, Iosé. II, 152. Pacheco de Santa Cruz, Iuan. III, 429. Pachucho. I, 42 l. Pacini, Regina. X, 278. Padeletti, Hugo. X, 116. Padilla. II, 96. Padilla. IX, 316. Padilla, Alberto G. IV, 508; V, 44. Padilla, Alejandro. VII, 507. Padilla, Ernesto. V, 307; VI, 256; VII, 270. Padilla, Familia. V, 148. Padilla, José. VII, 286. Padilla, Manuel Ascencio. IV, 299, 310. Padilla, Miguel M. VI, 137; VII, 498, 507, 551. Padilla, Norberto. VIII, 337, 361, 578. Padilla, Tiburcio. V, 54; IX, 522. Padilla y Barcena, Pablo. V, 284, 340. Padrós, Iuan Simón. VII, 283. Paesa, Pascual. II, 126; V, 31 l. Páez, Roberto. X, 156. Páez, Sancho. III, 149. Páez Allende, Luis. VII, 507. Paéz de Clavijo, Diego. III, 428. Páez de la Torre, Carlos (h). IV, 423, 425; VI, 256, 513; VII, 296; IX, 333, 586; X, 96, l0l. Páez de Molina, Iusto. IX, 414. Pagano, Angelina. X, 285. Pagano, losé León. X, 232, 233, 289. Pagano, Nora. X, 108, 129. Page, Irving H. IX, 512.

Page, Joseph. VII, 323, 353; VIII, 243. Page, Thomas I. IV, 439, 451; VI, 270. Pagés, Pedro. IX, 22, 190. Pagés, Roberto. X, 270. Pagés Larraya, Antonio. VI, 345, 512, 561; VII, 176; X, 128, 130.

Paillalef, Pablo. VII, 175. Paillardelle, Enrique. IV, 304, 3 l S, 316.

Paillet, Fernando. IV, 143; V, 162; X, 215. Paine, Roberto. X, 115. Paine, Thomas. V, 24, 82; VI, 460, 461, 464. Painejilu, cacique. V, 299. Paiquín, cacique. II, 77. Paita, Iorge. X, 116. Paitovi, Antonio. VII, 210. Pajón, Andrés. III, 376. Pakenham Despard, George. V, 350. Palaci, Eduardo. VIII, 368. Palacio, Ernesto. VII, 21, 267, 271, 289, 290, 294, 421, 422, 486, 487; X, 76, 78, 79, 81, 82, 180, 181. Palacio, Eudoxio de Iesús, Fray. II, 430; III, 400. Palacio, Familia. V, 148. Palacio, LM. VI, 126; IX, 208, 21 l.

Palacio, Lino.VII, 546; VIII, 323. Palacio Atard, Vicente. II, 349. Palacios, Alfredo L. IV, S16; V, 68, 69, 396, 397; VII, 20, 238, 247, 269, 271, 273, 297, 403, 495; VIII, 87, 405, 426, 435. 436, 446, 466, 467; IX, 253, 475, 523. Palacios, Aurelio. IV, 468. Palacios, Héctor. IX, 240. Palacios, Pedro Bonifacio. V, 120, 122; VI, 341; X, 112, 142.

Palacios, Silvio. II, 467. Palade, George. IX, 51 l. Paladini, Alejandro C. IX, 496, 516, 521, 528, 529. Palafox, Iuan de. III, 235, 378. Palanca, Floreal. I, 206. Palant, Pablo. X, 131. Palanti, Mario. VII, 183. Palanza, M. Valeria. VII, 550, 552.

Palau, Luis. VIII, 373.

Palavecino, Enrique. I, 28; IV, 185; VI, 561; VII, 147. Palazzi, Rubén O. VIII, 178, 265, 273, 299, 578. Palazzo. VII, 182. Palazzolo, Octavio. IX, 361. Palcos, Alberto. IV, 378, 492, 494, 508; V, 44; VI, 347, 487; VII, 410; IX, 335. Paleari, Antonio. VI, 562. Paleo, María C. l, 207, 232. Paleolítez, Francisco P. VI, 420. Palermo, Miguel. II, 206. Palermo, Vicente. VIII, 42. Paley, William. V, 355. Pallavicini, Mercedes. VI, 513. Palliere, Iuan León. IV, 118, 124, 165, 192; VI, 66, 70, 74, 215, 221, 360, 363, 371, 384, 552. Palma. VIII, 233. Palma, Athos. X, 253. Palma, Néstor Homero. I, 205; VI, 561; VII, 174. Palmeiro, Iosé. X, 225. Palmero, Iuan S. VII, 275. Palmerston, Henry John Temple, tercer vizconde de. V, 190, 194. Palomar, Francisco. VI, 384. Palomeque, Silvia. III, 92, 100; VI, 200. Palomino, Héctor. VII, 138; IX, 0.

Palomino, Mirta. IX, 21 l. Pan, Luis. V, 74.

Panaia, Martha. VII, 141, 142;

IX, 82,183, 2ll. Pancaldo. II, 113. Pandia Calogeras, I. V, 207. Pando, Iosé Antonio. III, 301. Panesi, Iorge. X, 129. Panettieri, Iosé. VI, 38, 170; VII, 296; X, 86. Panfichi, Aldo. IV, 157. Panguitrur Gúor, cacique. Véase: Rosas, Mariano.

Paniagua, Luis. VI, S62. . Panizza, Héctor. VI, 391, 394, 401; X, 253. Pankonin, A. I, 206. Panno, Iuan José. IX, 391. Panozzi, Américo. X, 220. Pantaleoni, Maffeo. VIII, 500, 501.

Pantelides, Edith Alejandra. IV, 75; VII, 74. Pantoja, Menardo. X, 220.

Panunzi, Benito. VI, 359. 443

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Paolantonio, lorge. X, 132. Paolera, Gerardo della. V, 505, 527, S30. 532, 535, 537. Paparella, Aldo. X, 229. Papier, Ralph. X, 261. Parada, Alejandro E. III, 278, 421; X, 137, 160, l6l, 162, 291. Paradiso, losé. V, 234; VIII, 117, 142.

Paraguacu, Catherine. I, 359 Páramo, Martha Susana. VII, 296.

Paranhos, losé María da Silva. IV, 442; V, 203.

Paravicino, Hortensio. III, 209. Parchappe, Narciso. IV, l7l, 187

Pardiñas, Ulyses. I, 206, 207. Pardo, Pedro A. IV, 499. Pardo, Raymundo. X, 60. Pardo de Figueroa, Baltasar. III, 433. Parera, Blas. VI, 314. Parera, Ricardo G. VII, 432; VIII, 335. Pareto, Wilfredo. VII, 266; VIII, 500, 501, S06; X, 14. Parga, Alfredo. IX, 330. París, Alfredo. VI, 367. Parish, Woodbine. IV, 58, 385; V, 194; VI, 51, 62, 142, 145. 179, 194, 200, 544, 561. Parish Robertson, lohn. V, 348.

Parish Robertson, V, 348; VI, 134. Parisi, Mónica. l, 179. Parisis. VI, 278. Parkenson, Taylor. IV, 425. Parker, D.S. IV, 157. Parker, Geoffrey. II, 379.

Parma, María Luisa de. III, 305. Parmentier, lean. I, 359. Parnaso. III, 313. Parodi, Armando. IX, S23. Parodi, Domingo. VI, 415. Parodi, Lorenzo Raimundi. IX, S08, 515, 519, 520, 521, 528. 553. Paroissien, Diego. IV, 319; V, 348. Parolín, Orlando L. VIII, 65. Parolo, María. IV, 75. Parra, Andrés. IV, 402. Parra, Ginés. X, 225. Parra Pérez, C. IV, 247.

444

Parras, Pedro lose de, Fray. ll, 428; III, 134, 135, 140, l42. 159, 225, 236; III, 3l6, 389.

Parravicini, Florencio. X, 256, 258, 259, 282. Parry, Roberto. VII, 475; VIII, 54.

Parsons, Talcott. X, 14, 19. Parvin, Teófilo. V, 347, 348, 359. Pasarella, Daniel. IX, 312. Pasarelli, Bruno. VII, 399; VIII, 144.

Pascal, Blas. X, 53, 126. Pasik, Salo. X, 280. Paso, luan losé. IV, 397; V, 25, 173, 175. Pasquali, Patricia. IV, 346, 423, 424; VI, 489, 512. 564. Pasqualini, Rodolfo. IX, 514, 517. Pasquino, Gian Franco. VII, 398: X, 26, 27, 38. Passaglia, Augusto. VI, 377. Passalacqua, E. VIII, 522; X, 96. Passano, Ricardo. X, 130, 287. Pastells, Pablo. III, 400. Pastor, luan. III, 199, 200. Pastor, Reyna. X, 84. Pastor, Reynaldo. V, 104; VII, 249, 417, 483: IX, 349. Pastor, Sebastián. I, 156. Pastore, Franco. IX, 557. Pastoriza, Elisa M. IV, 158; VI, 256, 257. Pastoriza, Hipólito. V, 319. Pateras de Pescara, R. IX, S64. Paterilini de Koch, Olga. VII, 206. Patemosto, César. X, 228. Patemostro, Néstor. X, 265. Patrite Pacheco, Alonso. III. 376, 377. Patrón Costas, Robustiano. V, 168; VII, 20, 272, 283, 285, 287, 292, 299, 418, 427; VIII, 201.

Patti, Adelina. VI, S31. Paucke, Florian. II, 41, 43, 44,

54, 77,l6l, 185, 187,197. 355, 468; III, 131, 184, 201. 202, 219, 245, 258, 279, 391, 407: VI, 178, 200. Pauliello de Chocholous, Hebe.

X, l6l, Paulo Ill, Papa. II, 408; III, 384, 441

Paulo V, Papa. II, 396. Paumier, lean. l, 359. Paunero, R. l, 230. Paunero, Wenceslao. IV, 449, 455, 458, 459, 460, 466, 467. 468, 470, 490; V, 252. 255. 259; VI, 475.

Pauw. III, 243. Pavese, Cesare. X, ll5. Pavetti, Oscar Américo. VIII. 41. Pavín, Pedro. III, 386. Pavlovski, Eduardo. X, 131. Pavlovsky, Alfredo. D(, 514. Pavón. II, 195. Pavón, Andrés. III, 376. Pavón, Pedro Pablo. III, 406. Pavón Pereyra, Enrique. VII,

Pavoni, Norma L. IV, 425; V, 520. Payá, Carlos. V, 75. 401; VII, 431. Paykin, cacique. II, 36. 199; III, 202, 203, 338, 339. Payne, Guillenno. V, 354, 359; VIII, 366, 374. Payró, lulio. X, 223. Payró, Roberto l. IV, 38; VI, 334, 335, 338, 381, Sl l, S18.

524; X, ll7, 142, l56, 278, 279, 290. Pal, Benjamín. V, 110, 120. Paz, Carlos. IV, 477; VII, 219. Pal. Ezequiel. VI, 500. Paz, Familia. IV, 194; V, 148. Paz, Gustavo. IV, 121. Paz, Hipólito. VII, 387. Paz, lesús H. V, 401. Paz, lose C. VI, 499, 500. Paz, lose María. IV, 304, 309. 379, 382. 383, 387, 388, 389. 390, 391, 392, 394, 395, 410. 4l9, 420, 423, 425, 437. 527; V, 98, 240, 241, 243, 245, 248, 272, 421, 475, 510, 514, 519. 520; VI, 321, 327, 328, 366. 468, 478, 481; X, 127. Paz, luan Carlos. X, 254. Paz. Marcos. IV, 436, 460, 468. 471, 479, 484, 488, 489, 490. 49], 507; V, l2l, 252, 255. Paz, P. VII, 138. Paz, Paulino. lV, 414. 417. Paz, Pepe. V, 124. Paz, Príncipe de la. IV, 227. 228. 229, 230. Paz, Samuel. X, 233. Paz de Gallo, Elmira. V, 292. Paz lllobre. VIII. 94. Paz Serrano, Ana de. ll, 113. Paz Soldán, Mariano. IV. 346. Paz y Figueroa. María Antonia de la. ll, 406, 428. 430; lll. l56, 258, 337: V, 290. Pazos. F. Vlll, S75.

ÍNDICE DE NOMBRES

Pazos Silva, Vicente. V, 365; VI, 457, 458, 460, 486. Pearson, A. V, 494. Peco, Iosé. VII, 272, 275; VIII, 405, 433, 434. Pecoraro, Susú. X, 267. Pécuchet. VI, 426.

Pedernera, Iuan Sebastián. IV, 22, 445, 447, 448, 449. Pedone, Antonio. X, 204. Pedraza, Familia. l, 300. Pedreira, Luis Diego. X, 284. Pedro, Santo. III, 228. Pedro I, Rey de España. I, 293, 295, 297, 305. Pedro II, Rey de Portugal. II, 321, 323, 324. Pedroni, José. X, 114. Peel, Robert, lord. V, 190. Peicovich, Esteban. VII, 353. Peinado, Ioaquín. X, 225. Peirce, Benjamín. VI, 408. Peire, Iaime. II, 207. Pelayo. IV, 241. Pelayo, Félix M. X, 289. Pelele. X, 207. Pelichi, Pedro María, Fray. V, 297, 298, 31 l. Pellegrini, Aldo. X, 115, 223, 228, 233. Pellegrini, Carlos. IV, 25, 26, 31, 146, 214, 477, 478, 516, 519, 521, 523, 524, S25, 526, 527. 528, 530, 532, 536, 537, 538. 539; V, 57, 63, 66, 74, 109, 110, 115, 116, 120, 130, 132, 137, 234, 258, 266, 267, 341, 347, 456, 500, 527, 528; Vl, 71, 142, 162, 251, 252, 253, 354, 407, 502, 524; VII, 520; VIII, 44; IX, 256, 562.

Pellegrini, Carlos Enrique. IV, 78,110,171, 190; V, 365; VI, 53, 133, 134, 135, 140, 351. 354, 357, 358, 384, 394, 395. 406, 407, 509, 522. Pellet Lastra, Arturo. VII, 550. Pellettieri, Osvaldo. VI, 345; X, 135.

Pellicer, Eustaquio. VI, S04, 505. Pellicer, Iaime O. VI, 347. Pelliza de Sagarza, Iosefina. VI, 340. Pelosi, Hebe Carmen. VI, 513; X, 109. Peltzer, Federico. X, 123. Pelvilain, Julio. IV, 118, 124, 165, 192 , VI, 66, 70, 74, 221, 359, 360, 361, 552.

Pena, José. V, 396.

Pena de Matsushita, Marta. V, 44. Penalba, Alicia. X, 225.

Penas, Agustín. VIII, 23 l. Penelón, Iosé Fernando. VII, 410, 41 l. Penna, Carlos Victor. X, 152, 154, 155, 162. Penna, Iosé. IX, S02, 503. Pennington, Miles Stuart. IX, 543.

Penzotti, Francisco. V, 352, 359; VIII, 374. Peña, David. IV, 41, 425; V, 31 l; VI, 337, 444, 445, 446; VII, 501; X, 108. Peña, Enrique. II, 88; III, 131, 31 l; VI, 442, 450, 485; X,l48. Peña, Félix de la. IV, 459. Peña, Fernando M. X, 270. Peña, Gabriela Alejandra. III, 160.

Peña, José de la. III, 386. Peña, Iosé María. VI, 256; IX, 268.

Peña, Iuan Bautista. IV, 441. Peña, Iuana. VI, 543. Peña, Luis Iosé de la. IV, 433, 442, .474; V, 200.

Peña, Milcíades. VII, 139, 294, 359, 468; IX, 208. Peña, Roberto Ignacio. III, 245, 402; V, 399, 400, 436; VII, 498; X, 98. Peña Lillo, Arturo. X, 160, 162. Peña Lillo, Silvestre. VI, 21 l, 228; X, 82, 95. Peña Montenegro, Alonso de la. II, 292, 391; III, 263. Peña Unzué, Alfredo. IX, 315. Peñaloza, Angel Vicente. IV, 420, 426, 457, 458, 459, 460, 461, 473; V, 35, 45, 131, 252; VI, 66, 330, 546; X, 82, 101. Peñaloza, Vera. VII, 35. Peñóñori, Rafael. VIII, 470. Pera, Julián. VIII, 429. Peralta. IX, 326. Peralta, A. IV, 531. Peralta, Gabriel de. III, 445. Peralta, Iosé Antonio de, Fray. Ill, 257, 445. Peralta, Manuel. III, 375. Peralta, Santiago. VII, 99, 102; VIII, 385. Peralta Ramos, Iorge. VI, 363. Peralta Ramos, Mónica. VII, 139.

Peralta Ramos, Patricio. IV, 213; VII, 216. Peralta y Barnuevo, Pedro. III, 256.

Peramás, Iosé Manuel. III, 159, 279, 297, 298, 316, 400. Peraza, Inés. I, 319, 332. Perazzo, Nelly. X, 217. 234, 236. Percas, Helena. VI, 346. Perceval, Iulio. X, 242. Perdía, Roberto Cirilo. VII, 357, 360, 384. Perdriel, Gregorio. IV, 318. Perea, Enrique. IV, 187; VII, 176.

Pereda Valdés, Ildefonso. VI,

Peredo. II, 94, 95. Pereira, Duarte Coelho. I, 361. Pereira, Humberto. IX, 60. Pereira Pintos, Iuan C. VIII, 468. Perelstein, B. X, 65. Perera, Blas. VI, S22. Perero, Angel de. Véase: Perero, Angelo.

Perero, Angelo. II, 195; III, 434. Perette, Carlos. VII, 24, 521. Pereyra. II, 150. Pereyra, Alfredo N. III, 160. Pereyra, Bnmo Francisco. III, 88. Pereyra, Carlos. VII, 487. Pereyra, Ezequiel Federico. V, 207. Pereyra, Gabriel A. IV, 442. Pereyra, Leonardo. VI, 106, 367. Pereyra, Nicandro. X, llS. Pereyra, Washington Luis. VI, 344, 512; X, 133, 197, 198. Pereyra Míguez, Adrián. IX, 539.

Pereyra Salas, Eugenio. III, 130. Pérez, AJ. IV, 507. Pérez, Alberto. V, 168. Pérez, Aldo. V, 400. Pérez, E. VI, 99. Pérez, Enrique S. VII, 270. Pérez, Felipe S. VIII, 461. Pérez, Genaro. X, 219. Pérez, Guillermo. V, 400. Pérez, I. I, 28, 107. Pérez, Joaquín. V, 43, 103; X, 74, 86. Pérez, Iosé Manuel, Fray. IV, 434, 435; V, 328. Pérez, Iosé Ruperto. VI, 479. Pérez, Ioseph. l, 321. Pérez, Luis, Fray. VI, 320, 321, 345, 469. S43.

445

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Pérez, Miguel. X, 268. Pérez, Rafael. I, 470. Pérez Amuchástegui, Antonio I. IV, 424, 507; V, 44; VI, 449; X, 100, 108. Pérez Brito, Iosé. II, 59, 72. Pérez Bugallo, Rubén. VI, S61. Pérez Celis. X, 228. Pérez Colman, César. II, 45. Pérez de Cuellar, Javier. VII, 393; VIII, 287, 289. Pérez de Espinosa, Juan. II, 105, 161, 401. Pérez de Grado, Lorenzo. III, 442. Pérez de Guzmán, Fernán. l, 313. Pérez de Mendoza, Iñigo. I, 313. Pérez de Micou, C. I, 230. Pérez de Salazar, Alonso. III, 428. Pérez de Smith. VII, 506, 544. Pérez de Tudela. II, 157. Pérez de Tudela y Bueso, Juan. II, 179. Pérez de Urdinenea. IV, 343. Pérez de Zorita, Juan. l, 403, 404, 406, 415, 416, 421, 433, 447; III, 431. Pérez de Zurita, Iuan. Véase: Pérez de Zorita, Juan. Pérez del Viso, Nicolás. III, 146, 439. Pérez Díaz, Víctor. VII, 400. Pérez Diez, A.D. VII, 150. Pérez Embid, Florentino. I, 348. Pérez Esquivel, Adolfo. VII, 399; VIII, 355, 356. Pérez Fuentes, G. IV, 481. Pérez Funes, Carlos. VIII, 75. Pérez Guilhou, Dardo. I, XXI; IV, 246, 424, 508, 509; V, 13, 42, 43, 44, 45, 102, 103, 104, 430, 436, 538; V1, 450; VII, 398, 465, 473, 509. S10, 552, 556; VIII, 94, 461, 467, 468, 469: 1X, 446; X, 30, 98. Pérez Holguín, Melchor. III, 341. Pérez Jiménez, Marcos. V11,

Pérez Leirós, Francisco. VII, 281, 476; 1X, 218, 222. Pérez Lledó, Juan. VIII, 424, 442. Pérez Menacho, Juan. ll, 409. Pérez Meroni, Mercedes. l, 207. Pérez Moreda, Vicente. ll, 145. Pérez Perdella, Agustin. X, 13 l.

Pérez-Pérez, Alejandro. I, 79. Pérez R., Eduardo E. V1, 165. Pérez Ruano, Benito. IV, 501. Pérez Valiente de Moctezuma, Antonio. X, 209. Pérez y Ascasubi. VI, 312. Pérez Zelaschi, Adolfo. X, 123. Periés, Jorge. IX, 531. Perina, Emilio. VII. 355. Perina, Rubén. VII, 357, 359, 470; VIII, 143, 144. Perinetti, Héctor. IX, S18. Peripí, Felipe. III, 209. Perkins, Gastón. 1X, 324. Perkins, Guillermo. VI, 498; IX, 271. Perlender, Pablo. IX, 515. Perlongher, Néstor. X, l l6. Perlotti, Luis. X, 223. Perón, Eva. Véase: Duarte de Perón, María Eva. Perón, Isabel. Véase: Martínez de Perón, María Estela. Perón, Juan Domingo. VII, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 36, 39, 97, 108, ll6, 142, 157, 184, 188, 198, 200, 201, 204, 168, 212, 293, 294, 295, 301, 302, 303, 304, 305, 306, 307, 308, 309, 310, 31 l, 312, 313, 314, 315, 316, 317, 318, 319, 320, 321, 322, 323, 325, 326, 327, 329, 330, 331, 332. 333, 334, 335, 336, 337, 338, 339, 340, 344, 346, 347. 348, 349, 350. 351, 352, 353, 354, 355, 356, 358, 359, 367, 368, 369, 370, 371, 373, 374, 375, 377, 378, 379, 380, 381, 383, 397, 398, 400, 432, 435, 436, 437, 438. 439, 440. 441, 442, 443, 444, 445, 446, 447, 448, 449, 450. 452, 453, 455, 458, 460, 461, 462, 463, 466, 467, 469, 484, 485, 486. 488, 489, 492, 493, 494, 495, 503. 508, 510, 516, 517, 519, 522, 525, 526, 528, 529, 531, 534, 535, 537, 540, 541, 545. 548; Vlll, 25, 26, 27, 28, 29, 33, 4], 62, 63, 64, 66, 68, 69, 70,118, 121, 122, 123.124.128.130, 131, 132, 134, 135, 137, 138, 143, 167. 209, 213, 214. 216. 217, 218, 219, 220, 221, 222, 223, 224. 225, 226, 231, 233. 241, 242, 243, 244, 249, 250, 253, 254, 270, 330, 348, 350, 351, 370, 374, 430, 432, 435, 438, 453,

454, 457, 463, 464, 491, 508, 511; IX, 41, 42, 43, 44, 49, 51, 57, 75, 88, 96, 98, 99, 100,

101.102.106.107, 109,110, lll, ll4, 120, 122, 162, 203, 222, 223, 224, 225, 226, 227, 228, 229, 231, 232, 233, 234, 236, 239, 241, 242, 243, 327, 346, 347, 349, 350, 356, 357, 361, 376, 379, 380, 385, 386, 388, 392, 405, 406, 407, 409, 410, 422, 437, 439, 447, 448, 454, 474, 475, 477, 480, 486, 489, 536, 550, 551, 575, 576; X, 97, 98,122, 178, 181,182,

184,186, 187,188,199, 231, 262, 282. Perren. Jorge. VII, 354; VIII, 244. Perrin, Michel. VII, 177.

Perrine, Charles Dillone. IX. 540, 544, 549. Perrone. Angel. 1X, 370. Perrutti, Carlo. IV, 430. Pertjné, Basilio. VIII, 197. Perutz, Leo. X, 259. Pescador, Carmela. l, 323. Pescio, Cristina. IX, 60. Pessoa, Fernando. X, llS. Pestalardo, Agustin. V, 401; V111, 413, 424, 443.

Pestraña y Chumacero, Iuan Francisco de. III, 435. Peters, Harold. IX, 148. Peterson, D. I, 229. Peterson, Harold F. V, 235. Petit, C. V1, 513. Petit de Murat, Ulyses. 1X, 337;

X, ll4, 122. 260, 261. Petraglia, Jorge. X, 287. Petrarca, Domingo. ll, SS, 59; Ill, 247, 414. Petrecolla, Alberto. IX, 8]. 102, 115.

Petrey, cacique. IV, 170.

Petris, Martín de. lll, 154. Petrolle, Billy. 1X, 326. Petrone, Francisco. X, 259, 260, 261.

Pettinato, Roberto. Vlll, 49], 492.

Pettoruti, Emilio. Vll, 38; X, 208, 209, 217, 223. Peuser, Jacobo. 1V, 196, 202; V, 135; VI. 518; X, 150, 151, 216. Peverini. Néstor A. V. 359. Peyret, Alejandro. V, 369.

Peymu, Manuel. X, l2l.

ÍNDICE DE NOMBRES

Pezuela, Joaquín de. IV, 302, 306, 307, 310, 327, 336. 337. 339; V, 21.

Pezzoni, Enrique. X, 129, 132, 177.

Pfandl, Ludwing. VI, 560. Phelps, Dudley. IX, 147. Phelps, Vernon L. IX, 125, 128, 132, 146, 149. Phillips, William D. (h). I, 323. Pi, Juan. X, 250. Piaggi, Italo A. VIII, 299. Piaggio, Agustín. V, 310. Piana, Ernesto Luis. I, 233, 255,

256, 257, 5ll. Piana, Sebastián. IX, 273. Piana de Cuestas, Josefina. I, 158, 505; III, 59, 100. Piazzolla, Astor. IX, 273. Picasso, Pablo Ruiz. X, 205, 225. Picchio, Ana María. X, 266. Piccirilli, Ricardo. IV, 158, 378; V, 43, 271, 400; VI, 486; X. 93, 162. Pichihuinca, cacique. IV, 174. Pichiloncoy, cacique. IV, 169. Pichón-Riviere, Enrique. IX, 516.

Pickenhayn, Iorge O. X, 253. Pico. VII, 21. Pico, César. VII, 271, 421. Pico, Francisco. V, 197, 333, 335, 419; VI, 466, 474. Pico, O.M. IX, 506. Pico, Octavio. V, 230; VII, 270, 272.

Pico, Pedro E. X, 129, 279. Pico, Tomás. VII, 426. Piedra, Iuan de la. II, 40. Piedrabuena, Bernabé. IV, 412, 413; V, 284.

Pien, Sandra. VIII, 21 l. Pierri, Orlando. X, 21 l. Pierrou, Enrique I. VIII, 178. Pietrantonío, Ricardo. VIII, 374.

Pietris, Martín de. III, 351. Pietschmann, Horst. II, 247, 279, 315. Pigaffeta, Antonio. III, 405. Piglia, Ricardo. X, 124, 194. Pillado, José Antonio. III, 129, 160, 279; VI, 517; X, 148. Pilone, Jorge. VII, 321; IX, 242. Pimentel, Francisco. III, 351. Pinaroli. IV, l9l. Pinazo, Manuel de. II, 195. Pincén, cacique. IV, 174. Pincheira, Familia. I, 177.

Pineau, Pablo. IX, 454. Pineda, Antonio. III, 410, 419. Pineda, Iosé María. X, 214. Pinedo, Federico. IV, 474, S31; V, 140; VII, 19, 20, 31, 32. 238, 261, 269, 270, 273, 279, 280, 284, 285, 296, 318, 410, 508; VIII, 48, 54, 506, 507, 507, 508, 513, 520, 523, 534. 537, 540, 541, 542, 544, S48; IX, 29, 73, 88, 96, 97, 98, 110, 114, 371, 463. Pinedo, José María. V, 193, 194 Pinillos, Teófilo. II, 430. Pino, Ioaquín del. II, 59, 83, 244, 348, 373, 374; III, 115, 122, 378, 395, 414, 438; IV, 256.

Pino Díaz, Fermín del. III, 419. Pinochet, Augusto. VII, 364, 376, 378, 386, 399, 505; VIII, 256.

Pinter, Harold. X, 130. Pinti, Enrique. X, 282. Pinto, Familia. V, 148. Pinto, Francisco Antonio. VI, 476.

Pinto, Iuan. X, 132. Pinto, Manuel Guillermo. IV, 403.

Pinto, Octavio. X, 214. Pinto de Salem, Viviana. X, 134. Pinzón. Véase Yañez Pinzón, Vicente.

Piña, Cristina. X, 129, 134. Piñeiro, Elena. VII, 431, 468. Piñero, Miguel. VI, 475. Piñero, Norberto. V, 373, 391, 504; VI, 274, 439, 440, 441, 446; VII, 251. Piñero, Parmenio. VI, 380. Piñero, Roberto. VII, 521. Piñeyro, Vicente. III, 357. Pío V, Papa. II, 386, 392, 396. 397, 408; III, 442, 446. Pío VII, Papa. IV, 26; V, 313. Pío VIII, Papa. V, 320. Pío IX, Papa. IV, 442; V, 53, 278, 280, 294, 318, 327, 330, 332; VIII, 446. Pío X, Papa. V, 304; VI, 388; VIII, 325; X, 240. Pío XI, Papa. VIII, 317; IX, 374. Pío XII, Papa. VII, 313; VIII, 319, 321. Piossek, Adolfo. VII, 284. Piossek Prebisch, Teresa. I, 408, 444, 475. Piquet, Andrés. III, 419.

Piragino, María Teresa. III, 279. Pírán, Iosé M. IV, 433. Pirandello, Luiggi. X, 129, 280, 281.

Pironio, Eduardo. VIII, 337, 338, 342, 346, 353. Pirosky, Ignacio. IX, 519, 520, 521, 522, 530, 553. Pirovano, Ignacio. VI, 378. Pisano, Natalio I. IV, 508. Pisarello, Roberto S. VIII, 143; IX, 496. Pisarro, Camille. VI, 369. Pisarro, Mateo. III, 337, 338, 340.

Piselli, Fortunata. VII, 140. Pistarini, Iuan. VIII, 153. Pistarini, Pascual. VIII, 236, 237, 254. Pistoia, Benito H, Fray. II, 208, 430. Pistone. I. Catalina. I, 443; II, 181.

Pistonesi, José. VIII, 372. Pita, Enrique B. X, S5. Pita, Valeria Silvina. VIII, 495. Pitteli, Celia A. IX, 422. Pitts, Fountain. V, 349. Pivel Devoto, Iuan E. IV, 269; VI, 38. Pizarnik, Alejandra. X, 115, 116.

Pizarro, Félix. III, 375. Pizarro, Francisco. I, 78, 98, 373, 374, 375, 376, 378, 379, 387, 395, 477; VI, 372. Pizarro, Francisco D. V, 120, 122.

Pizarro, Gonzalo. I, 405, 439. Pizarro, Hernando. I, 387. Pizarro, Manuel D. V, 59, 71, 126, 129, 132, 306, 335, 336. Pizarro, Modestino. VII, 274. Pizzurno, Pablo. VI, 299, X, 154.

Plá, Alberto I. X, 84. Plá, Cortés. IX, 549. Plá, Roger. X, 122, 266. Planas Casas, Iosé. X, 214. Planas Viader, Jorge. X, 222. Planes, Francisco. VI, 458. Planiol. VIII, 409. Plantich, Nicolás. III, 385. Plate, Leonor. VI, 274. Platón. II, 447. Platt, D.C.M. VI, 169, l7l, 256; IX, 31, 82. Platte, Leonor. IX, 493.

Platzeck, Ricardo. IX, 544. 447

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Plavnik, Baruj. VIII, 396. Plaza, Antonio. VIII, 341, 342, 343. Plaza, Fortunato de la. VII, 216. Plaza, Ramón. X, 116. Plaza, Victorino de la. IV, 26, 439, 500, 527; V, 110, 135. 136, 140, 258, 426, 487; Vll, 78, 91, 236, 247, 515; VIII, 45, 99; IX, 425. Plaza Montero, Alejandro. IV, 468. Plejanov, Gueorgui Valentínovich. X, 213. Plessl, Sigfrido M. VIII, 274. Plinio. III, 276. Plotkin, Mariano. VII, 323, 352, 354, 355, 356, 359, 466, 469; VIII, 494. Pluche. III, 263, 265. Pochiettino, M. L. l, 107. Poczter, R. VI, 274. Podestá. VIII, 257. Podestá, Blanca. X, 279. Podestá, Familia. X, 273. Podestá, Jerónimo. VIII, 342; X, 277, 278. Podestá, Jorge. Vll, 139. Podestá, Iosé ]. VI, 253, 336; X, 278.

Podestá, Manuel. VI, 253, 335. Podestá, Pablo. VI, 253. 345. Podestá Costa, Luis. VIII, 101. Podetti, José Ramiro. VIII, 405. Poduje, María l. VII, 175. Poenitz, Alfredo LE. II, 125, 468. Poenitz. Erich L. W. II, 181, 468.

Poggi, Raúl. Vlll, 231. Poínsett, Joel. V, 178. Poirier, Iosé Maria. VIII, 360. Poisson. VI, 406. Poivre, Francisco. VI, 416. Polak, Laura. IX, 497. Polak, Moisés. IX, S14, 532. Polesello, Rogelio. X, 227. Poletti, Sylvia. X, 123. Poli, Manolita. X, 274. Politis, Gustavo. l, 206, 207, 284. Polizzi, Juan. Vll, 483. Pollo, Aniceto el. VI, 329.

Polo de Franco, Carmen. Vlll, 134.

448

Poma de Ayala y Betanzos, Guamán. l, l02, 108, 273. 402, 447; ll, 312. Pomar, Gregorio. Vll, 272; Vlll, 60.

Pombo de Otero, Francisco. III, 257, 277. Pomerat, Charles. IX, 514. Pommeroy. V, 38. Pompert de Valenzuela, María Cristina. VI, 427, 449, 451, 512; IX, 424. Ponce, Aníbal. VII, 290; X, 44, 125.

Ponce. Blas. I, 388, 433. Ponce, Pedro. VI, 471. Ponce de León, Gabriel. III. 443. Ponce de León, Iuan. I, 347. Poncini, Familia. IV, 191. Pondal Ríos, Sixto. X, 260.

Ponferrada, Iuan Oscar. Vlll,

324; X, ll4 , l3l. Pons, Albertina A.S. IX, 403. Pons, Horacio. VII, 357. Pons, Iosé. I, 79. Ponsonby. lohn. V, 196. Ponte, Federico N. del. IX, 435. Ponte, Jorge Ricardo. l, 463, 475; IV, 216. Ponting, Clive. Vlll, 299. Pontoríero, Gustavo. VII, 360, 470. Ponz, Antonio. II, 225. Ponzo, Alberto L. X, ll6. Pooli, Leopoldo. VIII, 395. Popescu, Oreste. Il, 467; V, 44; Vlll, 51 l, 512, 513, 520, 522. Popolizio, Enrique. IV, 480; VI, 347. Popper, Julio. VIII, 161, 486. Poquelin, Iean-Baptiste. Ill, 263; X, 288. Porcel. Ill, 361. Porcel, Iorge. X, 265, 267. Porcelli, Luis. Vlll, 118.

Porchia, Antonio. X, llS. Porlier, Antonio. ll, 220. Porretti, Carlos. lll, 161. Porro Girardi, Nelly Raquel. lll. 130, 133,161,162, 448. Portalis, barón de. VI, 88; IX, 194.

Portantiero, luan Carlos. V, 74; Vll, 142, 296, 321, 468; IX. 242; X, 22, 35, 97, 191. Porter, S. l, 229. Portillo, Eugenio del. lll, 320, 321.

Portillo, Gregorio. Vlll, 167. Portillos, Alfredo. X, 23]. Portnoy, Antonio. V], 273. Porto, Alberto. IX, 112, 114. Porto, Aurelio. ll. 467.

Portocarrero, Felipe. IV, 157. Porrogalo, José. Véase: Ananía, Pablo.

Portugués y Monente, Iosé Antonio. II, 360. Posada, Abel. VI, 345. Posada, Adolfo. VIII, 409; DK, 462; X, 32. Posadas, Abel. X, 269, 270. Posadas, Alejandro. Vl, 532. Posadas, Gervasio Antonio. IV, 291, 294, 304, 305, 306, 317, 355, 356, 358; V, 177; VI, 34, 315. Posadas de Mayer, Dolores. VI, 354. Posse. Abel. X, 124. Posse, Familia. V, 148, 168. Posse, Filemón. IV, S15; V, 55, 338. Posse, José. IV, 446, 480, 497; V, 257. Posse, lose María. V, 168. Posse, Justiniano. IV, 458, 459, 460 Posse, Vicente. VI, 87. Posse, Wenceslao. Vl, 87, 138. Postlethwaite, Familia. IV, 188.

Potash, Robert A. Vll, 264, 268. 291, 292, 294, 321, 337, 352. 355, 398, 400, 432; Vlll, 180, 209, 213, 243, 244, 579: X, 33. 98.

Potick, Dora. IX, 505, 506, 510. Pouget. V, 303. Poujade. Ruth A. l, 132. Poviña, Alfredo. Vl, 558; X, lS. 16.

Powell, Bingham. X, 27. Powell, David R. Vlll, 374. Powell, F. VIII, 542. Poyo, Baltazar del. lll, 378. Pozo, Alonso del, Fray. Ill. 375. Pozo, Felipe Santiago del. lll, 378.

Pozo, Iosé del. lll, 41 l. 412. Pozo y Marquy. lose del. ll, 59. Pozo y Silva, Alonso de. lll. 443. Pozzi, Pablo. Vll, 359; IX, 242. Pozzi, Santiago. VI, 416.

Pouo. ll. S3.

Pozzo, Antonio. V, 253; Vl, 358. Prada, Alfredo. IX. 327. Prada y Gayoso, Juan de. lll, 381.

Pradere, [uan A. Vl, 383. 487. Praderio, Antonio. VI, 346, 488. Prado, l. l. 205.

ÍNDICE DE NOMBRES

Prado, Ioao Fernando de Almeida. I, 364. Prado Maldonado, Manuel de. III, 429. Prado y Rojas, Aurelio. IV, 422. Prados Arrarte, Jesús. IX, 148. Prati, Lidy. X, 217. Pradt, abate de. IV, 222, 246; V, 82; Vl, 461. Prats, Eugenio. I, 79. Prats, Iaime. I, 165. Pré, Gran. IV, 235. Prebisch, Alberto. VII, 182, 284; X, 208, 210. Prebisch, Raúl. V, 503, S04 , VI, 168; VII, 31, 32, 280; VIII, 129, 501, 503, 505, 506, 507, 508, 509, 510, 511, 512, 513, 515, S20, 521, 522, 523, 534, 537, 543, 544, 547, 548; IX, 82, 100, 104, 107, 112, 114, 137, 206, 580, S83; X, 17, 90. Prego de Oliver, Iosé. III, 303, 329.

Preler, Horacio. X, 116. Prelorán, Iorge. VII, 39; X, 265, 270.

Presas, Leopoldo. X, 21 l. Preston Whitaker, Arthur. V, 207. Pretto. VI, 194. Prévert, Iacques. IX, 349. Prevost, Iohn B. V, 182. Prevost Parado]. V, 38. Priestley, lohn Boynton. X, 280. Prieto, Adolfo. VI, 348; VIII, 495; IX, 361; X, 128, 160, 161, 198. Prieto, Agustina. V, 168. Prieto, Aldo. I, 206. Prieto, Helios. VII, 359. Prieto, María del Rosario. I, 180; II, 207. Prieto, Ramón. VII, 355. Prieto y Pulido, Facundo de. lll, 249, 255, 266, 276. Prignano, Angel O. VII, 231. Primatesta, Raúl Francisco. Vlll, 338, 341, 342, 343, 349, 352, 353. Primo de Rivera, Iosé Antonio. VlI, 420, 424, 462. Primo de Rivera, Miguel. Vll, 266. Prímoli, Juan Bautista. II, 58, 62, 66; Ill, 414. Prince. IX, 307. Princen, Thomas. VIII, 144. Prins, Enrique. VI, 384.

Prior, Alfredo. X, 231. Priora, Juan C. V, 359. Pro, Diego F. V, 41, 42, 368, 400. 401; lX, 494; X, 56, 65. Probst, luan. lI, 430; III, 130, l6l, 246, 278, 401. Prócuro. VIII, 469. Proensa Brochado, José. I, 133. Prono, Nelly. X, 267. Pronsato, Domingo. X, 221. Proteo. IX, 208. Prou, Charles. VIII, S16. Proudhon, Pierre-Joseph. V, 458; VI, 417. Proust, Marcel. X, 122. Provenzano, Sergio D. VI, 344, 512; IX, 361; X, 165, 166, 170, 195.

Púa, Carlos de la. X, ll7. Puccí, Roberto. VI, 99. Pucciarelli, Alfredo R. IV, 131; Vl, 63, 124, 125; VII, 38, 359,

469; IX, 31, 59, 2ll. Pucciarelli, Eugenio. X, 47, 58, 60, 61. Pucciarelli, H. I, 230. Pucciarelli, Mario. X, 224. Puccini. VIII, 155, 156. Puccini, Giacomo. VI, 253. Puch, Manuel de. IV, 436. Puchta, Iorge Federico. V, 371. Puelma, Guillermo. IX, 514. Puente, Alejandro. X, 228. Puentes, Gabriel A. X, 81. Puentes, Gabriela. IV, 424. Puert Sarmiento, Iavier. III, 419. Pueyrredón, Alfredo. III, 401. Pueyrredón, Carlos A. X, 157,

405, 436, 437, 438; Vl, 513; VIII, 441, 445, 467, 579. Pugliese, Osvaldo. IX, 273. Puhle, Hans Iürgen. III, 29. Puig, Francisco. III, 417. Puig, Juan. VlI, 374. Puig, Iuan Carlos. V, 234; VIII, 142.

Puig, Juan de la Cruz. III, 310; VI, 344. Puig, Manuel. X, 124, 144, 264. Puig Samper, Miguel Angel. III, 420. Puiggarí, Miguel. VI, 420; IX, 536.

Puiggrós, Adriana. IX, 421, 423, 454, 455. Puiggrós, Rodolfo. VII, 20, 263, 294, 375, 429, 430, 451; IX, 147, 489; X, 24, 82. Pujato, Hernán. VlII, 167,168, 169, 178. Pujol, Juan. IV, 446, 450; V, 297; VI, 434. Pujol, Sergio. lX, 268, 391. Pulgar, Fernando del. I, 291. Pulitzer, Joseph. VI, 492. Punta, Ana Inés. IIl, 92, 100. Pupo-Walker, Enrique. III, 312. Purvis, I.B. V, 190. Puvis de Chavannes, Pierre. VI, 369, 373. Puyol, Carlos. III, 186. Puzzovio, Dalila. X, 227. Py, Eugenio. X, 255. Py, Luis. V, 262. Pyenson, Lewis. IX, S56. Pyle, Iane. lI, 89, 90, 93, 122.

163.

Pueyrredón, Diego. II, 174. Pueyrredón, Familia. Il, 66. Pueyrredón, Feliciano. II, 176. Pueyrredón, Honorio. VII, 235, 245, 254, 272, 275; VIII, 101, 108, 182, 487.

Pueyrredón, Iuan Martín. II, 174; Ill, 252; IV, 170, 272, 273, 275, 276, 297, 307, 303. 309, 320, 321, 325, 333, 355, 356; V, 22, 81, 182, 184, 195, 346; VI, 24, 363, 460, 519; VII, 18. Pueyrredón, Prílidiano. IV, 39, 209, 370; Vl, 363, 364, 384. Pueyrredón, Ricardo. lX, 381, 382. Puga, Vasco de. II, 293. Pugliese, María Rosa. II, 315; V,

Q

Quadros, Ianio. VIII, 137. Quarracino, Antonio. VIII, 337, 339, 345, 352, 355, 359. Quattrocchi-Woisson, Diana. Vl, 450, 513; VII, 297, 323; IX, 361; X, 108, 165, 196, 199, 291.

Queirós, Eca de. X, 157. Quellet, Ricardo L. VIII, 21 l. Queluz, marqués. V, 196. Quentin, Carlos. VI, 504. Queraltó, Juan. VII, 290. Quereilhac, Matilde. VI, 562. Quereilhac de Kusrrow, Alicia C. Vl, 559, 561, 562; IX, 292. Querini, Manuel. III, 315. Quesada, C. VI, 62.

Quesada, Ernesto. IV, 40, 41; V, 449

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

66, 97, 104, 373; VI, 331, 381. 419, 436, 437, 438, 439, 440, 441, 446, 449, 450, 51 l, 520, 521; VII, 473; VIII, 404, 412, 413, 415, 436, 444; X, 15, 16, 69, 77. Quesada, Femando. VII, 430. Quesada, Gaspar. I, 344. Quesada, Iuan Isidro. III, 159. Quesada, Sixto. V, 503. Quesada, Vicente G. II, 350; III, 356, 399; IV, 474; V, 337, 338, 339, 386, 419; VI, 21 l, 222, 227, 255, 331, 431, 432, 433, 434, 435, 440, 441, 497, 510. 511, 512, 516, 517; X, 148; 153.

Quesada Allué, Luis A. IX, S33. Quesnay, Francois. V, 14, 450, 456. Quevedo, Francisco de. Ill, 263, 292. Quevedo, María. V, 350. Quevedo Paiva, Adolfo. VIII, 178

Quijada, Hermes. Vll, 25; VIII, 172.

Quijada, Mónica. VII, 431. Quijano, Iuan Hortensio. VII, 21. 521; VIII, 68. Quilchamal, Agustina. VII, 165. Quilchamal, Manuel. VII, 163, 164, 176.

Quiles, Ismael. III, 399; VII, 38; VIII. 334; IX, 482; X, 55. Quimichi, Sebastián. III, 336. Quin, Arden. IX, 345. Quinet, Edgar. V, 52. Quinquela Martín, Benito. VII, 39; x. 204. Quintana, José de la. V, 290. Quintana, Manuel José. IV, 26, 239, 467, 526, 530; V, 37, 39. 59, 62, ll0, 120, 126, 132. 134, 135, 384, 460; Vl, 313, 456; Vll, 520, 522; VIII, 48. Quintana, Raúl. lll, 279, 330, 33 l.

Quintana, Tomasa de la. VI, 522

450

Quintanilla, Antonio. IV, 345. Quintanilla, l. de. l, 347. Quintanilla Raso, María Concepción. I, 323. Quintar, Juan C. VIII, 75. Quinterno, Dante. IX, 341. Quinterno, Lázaro. I, 472. Quinteros, Guillermo. Vl, 64. Quintuleo, cacique. IV. 170.

Quínziano, Pascual. X. 270. Quiñones, Aba. VIII, 333. Quiñones y Osorio, Luis de. l, 467; HI, 432. Quipildor, cacique. l, 28, 95, 281.

Quirino Pasqualini, Rodolfo.

Rabbi-Baldi Cabanillas, Renato.

Rabelo, luan. III, 164. Rabey, Mario. VII, 173, 174. Rabián. V1, 420. Rabinovich, Ricardo D. Il, 315. Rabossi, Eduardo Antonio. X, 57.

IX, 530.

Quirno Costa, Norberto. V, 224, 225. 226, 231; VII, 417. Quiroga, A. l, 94, 107. Quiroga, Atenorio. IX, 536. Quiroga, Berta Susana. VIII, 75. Quiroga, Camila. X, 256, 284. Quiroga, Carlos B. X, 119. Quiroga, Cicerón. IV, 458. Quiroga, Gabriel. VI, 343; VII, 420.

Quiroga, Héctor. X, 256. Quiroga, Horacio. VII, 38; X, 119, 142.

Quiroga, Hugo. VII, 399, 471, 510.

Quiroga, Iosé. III, 405, 410. 41 l. 413. Quiroga, Juan Facundo. IV, 20, 172, 372, 382, 383, 387, 388. 389, 390, 394, 395, 399, 400. 401, 404, 405, 409, 410, 41 l. 423, 425, 426, 428; V, 27, 30. 87, 98, 99, 104, 243, 421, 510. 519, 520; VI, 444, 546, 557; X, 95.

Quiroga, Marcial l. IX, 530; X, 95.

Quiroga, Nélida. X. 287. Quiroga, Pablo de. ll, 33. Quiroga, Ramiro de. l, 400. Quiroga, Rodrigo de. I, 415, 427.

Quiroga de la Rosa, Manuel. V, 406; VI, 473. Quiroga Carril, Manuel Gregorio. V. 319. Quiroga Lavié, Humberto. Vl, 347.

Quiroga Sarmiento, lose Manuel Eufrasio. V. 281, 326, 327.

Quirós. VI, 382. Quirós, Cesáreo Bernaldo de. X, 202, 225. Quiróz, Servando. IV, 205. Quiróz Martinez, Olga. lll, 399. R

Racciatti, Carmelo. V, 359; VIII, 373.

Racedo, Eduardo. IV, 478, 527; V, 263.

Rachmaninov, Serguéi Vasilievich. IX, 258, 261. Rada, Andrés de. lll, 383, 384, _ 388, 389. Radaelli, Sigfrido A. ll, 85. Rademaker, Iohn. IV, 289; V, 175.

Radicella, Renato. IX, 531. Radnitz, Gerry Theresa. IX. 516. Radovanovic, Elisa. IV, 216; Vll, 207, 230; X, 20], 291. Radovich, Juan C. Vll, 176, 177. Radowitzky. Simón. VIII, 487. Rafael. Vl, 352. Rafael, Santo. Ill. l57. Rafart, Gabriel. VII, 109; VIII, 75.

Raffino, Rodolfo A. l, 80, 83. 106, l07, 108, 259, 284, 51 l. Raffo. Nello. X, 214. Raffo, Santiago. X. 214. Raffo de la Reta, ].C. V, 272. Rafú de Moyetta. VIII, 94. Rahhal, Safiuddln. VIII, 385. Rama, Angel. Vl, 345. Ramalho, Joao. l, 359. Ramallo, Carlos M. VIII, 500. Ramallo. lorge Maria. Vl, 273. 274: IX. 454. Ramella, Pablo A. Vll, 498. 508; Vlll, 4|, 65, 67. 324. Ramella de lefferies, Susana. V, 102, 103; VII. 296; VIII. 41. Ramírez, Francisco. IV, 334. 362, 363. 364, 365. 366, 377: V, 89. 103. 229, 237, 272, Sl9. 520, 524; Vl, 479. Ramirez, Juan. IV. 303. 307. 336, 384. Ramirez, Luis. l. 29: lll, 409. Ramirez. Pedro Pablo. Vll, 20. 21, 292. 293. 299, 300. 301. 321, 545; Vlll. 106, 201. 214. 215. 216. 462; lX. 439. Ramirez de Arellano, Felipe. lll. 36.

Rabanal, Rodolfo. X, l24. Rabasco, lose. lll. 367.

Ramirez de Arellano, lose Vicente. V, 330.

ÍNDICE DE NOMBRES

Ramírez de Velasco, Juan. I, 106, 279, 432, 433, 434, 435. 439, 441, 449, 460, 467, 484, 485, 492; II, 93, 96, 97, 98; III, Sl, 160, 216, 427, 432. Ramírez García, Félix. VII, 425. Ramón y Cajal, Santiago. IX, 513.

Ramoneda, Francisco. X, 220. Ramorini, Iuan. VI, 415, 418. Ramos, Cándido. III, 29. Ramos, Iorge Abelardo. VII, 294, 297, 360, 429, 445, 451; VIII, 209; X, 24, 35, 82. Ramos, Joseph. IX, 92. Ramos, Iuan P. V, 70, 102, 103, 167, 436; VI, 273, 275, 307; VII, 83, 422, 423; VIII, 433; IX, 400. Ramos, Julián. X, 258.

Ramos Correa, Daniel. X, 225. Ramos Feijoo, Claudio. VIII, 468. Ramos Foster, Virginia. VI, 344. Ramos Mejía, Exequiel. IV, 536, S39; V, 140.

Ramos Mejía, Familia. VI, 245. Ramos Mejía, Francisco. IV, 169, 170; V, S9, 373.

Ramos Mejía, Gregorio. III, 377.

Ramos Mejía, Horacio. III, 399. Ramos Mejía, Ildefonso. V, 90. Ramos Mejía, Iosé Francisco. V, 61

Ramos Mejía, Iosé María. IV, 98; V, 70, 373; VI, 339, 406, 419, 420, 421, 424; VII, 85; IX, 398, 399; X, 23. Ramos Mejía de Bunge, Constanza. Vl, 252. Ramos Pérez, Demetrio. II, 279, 380; IV, 244, 246. Ramos Sosa, Rafael. III, 129. Rampolla, Mariano. V, 339. Ramponi, Juan Enrique. X, 114. Rams y Rubert, Esteban. IV, 439, 443. Ramus, Carlos Gustavo. VIII, 347.

Randle, Patricio. IX, 496. Rane, lean. II, 322. Ranea, Guillermo. VI, 275. Ranís, Gustav. IX, 112. Ranís, Peter. VII, 322. Ranke, Leopold von. X, 79. Ranney. X, 33. Rapallo, Armando. X, 270. Rapetti, Martín G. VIII, 521.

Rapoport, Mario. V, 235; VI, 97; VIH, ll7, 118, 142, 143, 144; IX, 30, 80, ll5, 132, 146, l47, 148, 182. Ras, Norberto. II, 167; lX, 59. Rascovsky, Arnaldo. IX, S16. Rasimi, Madame. X, 282. Rasini, Beatriz. II, 124, 140, 146.

Rasore, Antonio. VI, 502. Raspanti. VIII, 339. Rasqui, Jaume. Véase: Rasquín, Jaime. Rasquín, Jaime. l, 198, 383, 399, 408. Ratliff, William E. VII, 353, 469. Rattenbach, Augusto B. VIII, 209. Rattenbach, Benjamín. VII, 393; VIII, 232; X, 22. Ratti, Egisto. VII, 230. Ratto, Héctor R. IV, 312. Ratto de Sambucetti, Susana. IV, 509; X, 95. Ratzel, José. II, 368; VII, 468. Rauch, Enrique. VIII, 233. Rauch, Federico. IV, l7l. Rava, Horacio G. V, 169; IX, 342. Ravenet, Iuan. lI, 167; III, 171, 187.

Raventos, Catalina “Catita”. X, 277. Ravignani, Emilio. I, 407; II, 280, 350; HI, 48, 99, 103, 160, 401; IV, 376, 377, 422, 423, 450; V, 28, 43, 101, 102, 103, 104, 138, 206, 435, 461; Vl, 446, 449; VU, 272; VIII, 504, 506; X, 68, 69. 71, 73, 84, 86.

Ravina, Aurora. VI, 429, 450, 564; VIII, 94; X, 168, 291. Ravines, R. I, 284. Raviña, G. I, 107. Rawson, Arturo. VII, 20, 293, 299, 321, 347, 368; VIII, 201. Rawson, Aman. V, 348. Rawson, Arturo. VIII, 201, 214, 215.

Rawson, Benjamín Franflin. VI, 354, 355, 362. Rawson, Guillermo. IV, 138, 468, 475, 484, 490, 497; V, 39. 120, 129; Vl, 362, 421. Raynal, Guillaume Thomas. IV, 221, 222, 225; V, 444; VI, 209, 456, 461. Razori, Amilcar. I, 474; II, 86. Razzano, Gardel. IX, 256.

Ré, Pedro Mateo Rafael. IX, S 18.

Reagan, Ronald. VII, 389, 392; VIII, 131, 259, 260, 276. Réal de Azúa, Gabriel Alejandro. VI, 313, 328. Réal de Curban. III, 265; V, 26. Rebollo Paz, León. IV, 451; VIII, 74.

Rébora, Iuan Carlos. VIII, 405, Reboratti, Carlos. VII, 177. Rebuelto, Emilio. VI, 201. Rebuffo, Víctor. X, 214, 219. Reca, Lucio G. IX, 59. Reca, Telma. IX, 516. Recansens Siches, Luis. VIII, 441.

Recchini de Lattes, Zulma. VII, 74, 140, 141; IX, 267; X, 29. Réclus, Elisée. VII, 406. Reddaway, Walter. VIII, 516. Redondo, Agustín. III, 244. Reed, John. II, 365. Rees Iones, Ricardo. II, 281. Reforzo Membrives, Iuan. IX, 518.

Rega Molina, Horacio. X, 114. Regalado de la Plaza, Pedro. IV, 318. Regalsky, Andrés M. VI, 173. 202, 564; IX, ll7, 145, 156, 180, 182, 207, 586. Reggini, Horacio C. VI, 427; IX, 390. Regueiro, V.N. I, 106. Reguera, Andrea. II, 206; III,

l0l, l9l; VI, 64; IX, 32. Regules, Elías. VI, 336.

Regules, Nacha. X, ll7, 261. Regulez Villasante. III, 255. Regunaga, Marcelo. IX, S9. Reher, David S. II, 145. Reibel, Martín. VI, 524. Reichel, HJ. IV, 156; VI, 38. Reid, Walter F. VI, 421. Reid Andrews, George. Vl, 228. Rein, Raanan. IX, 330. Reina, Rubén. IX, 83, 148, 207, 210. Reinel, Pedro. l, 362. Reinhart, Iohn. X, 261. Reinoso, Domingo de. III, 267, 396. Rela, Walter. III, 312. Remanzo. X, 258. Remedi, Francisco. Vl, 257. Remedi, Joaquín. V, 301.

Remmer, K. IV, S39. 451

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Remolar, R.M. VI, 306. Renan, Ernest. V, 51; VI, 339, 425. Renan, Sergio. X, 266, 267, 270. Renard, Abel. VII, 270; VIII, 196.

Renard, Iules. X, 286. Renard, Madeleine. X, 285. Rene-Moreno, Gabriel. I, 442. Renouvin, Pierre. V, 206. Repetto, Celina. IX, 542. Repetto, Luis. X, 261. Repetto, Nicolás. IV, 539; V, 140; VII, 20, 251, 264, 272, 280, 285, 297, 402, 403, 405, 476; Vlll.; IX, 401 Repetto, Roberto. VIII, 429, 452, 462, 463. Requeni, Antonio. VI, 523, 533;

X, lll, 292.

Rest, Iaime. X, 134, 135, 161. Restano, Antonio. VI, 390. Reston, Llamil. VIII, 262. Retazos, María. VI, 465. Rettaroli, Ierónimo M. IV, 216; VII, 206.

Retuerta, Iuan de. Ill, 433. Reuque curá, cacique. IV, 172. Reuteman, Carlos. IX, 324. Revol, E.L. IX, 348. Revoredo, Andrés. 111, 186. Rex González, Alberto. l, 28, 106, 107, 132, 155, 156, 179; V1, 561. Rey, Andrés Carlos. IX, 435. Rey, Carlos. VIII, 238, 239. Rey, Jerónimo del. Véase: Castellani, Leonardo. ' Rey, Osvaldo. VIl, 230. Rey Balmaceda, Raúl C. 1, 63; ll, 350; V, 207, 234. Rey de Guido, Clara. V1, 348. Rey Pastor, Julio. 1X, 541, 542, 543, 555, 557. Rey y del Moral, María Ester

del. lll, 162. Reyes, Andrés. IV, 339. Reyes, Cipriano. VII, 310; VIII, 65; 1X, 225, 226. Reyes, Iosé María de los. 1V. 186.

Reyes Católicos. I, 31, 288, 289, 290, 291, 292, 293, 294, 295. 296, 297, 298, 299, 301, 302. 305, 306, 307, 308, 31 l, 312. 313, 314, 316, 317, 318, 319, 320, 321, 322, 330, 332, 335. 336, 337, 338, 454; 11, 219. 289, 351, 380, 385, 388, 390:

452

111, 32.

Reyna, Iosé Luis. X, 18. Reyna, Máximo. VIII, 74. Reyna Almandós, Luis. V11, 263. Reynafé, Iosé Vicente. IV, 395, 405, 409; V, 510, 514. Reyna]. lx. 316. Reyna], Pedro. Ill, 74. Reynel, Iorge. l, 370, 375. Reynolds, Francisco. VII, 267, 295. Reynoso, Antonio. X, 275. Reynoso y Roldán, Domingo de. 11, 273, 281; III, 439. Rezaval, Ignacio de. III, 378. Rezk, Emesto. VIII, 516. Rezzano, Clotilde. VII, 35. Rezzano, José. VII, 35; IX, 400. Ribadeneyra y Barrientos,

Rico, Rosendo. III, 337. Ricoeur, Paul. VII, 385, 396. Rié, Aníbal del. VIII, 496. Riego, Rafael del. IV, 334, 335. Riel, Franz van. X, 216. Riera, Iuan. IlI, 419. Riestra, Iorge. X, 123. Riestra, Norberto de la. IV, 500,

Antonio Joaquín de. Il, 391; Ill, 262, 265. Ribas, Federico. X, 207. Ribera, Adolfo Luis. III, 138, 161, 358, 360, 366, 367, 368:

Rijckeghem, Willy van. VIll,

V1, 384.

Ribera, Alonso de. I, 453, 455; Il, 24, 93, 94, 98, 425; lll. 432.

Ribera, Diego. Ill, 343. Ribera, I-lemando de. l, 384. Ribera, Juan de Dios. II, 268, 277.

Ribera, luancito de la. X, 275. Ribero, Diego. l, 344. Riberos, Francisco de. l, 406. Riblos, Miguel de. Véase: Riglos, Miguel Iosé de. Ricafort, Mariano. 1V, 336, 337.

Ricard, Robert. lll, 108, 130. Ricardes, Raúl. VlIl, 145. Ricardo, David. V, 444, 445; V111, 501.

Ricchieri, Pablo. V, 109, 268; VII, 267. Ricci, Francisco. V, 290. Ricci, Teodoro. l, 62. Riccio, Gustavo. X, 113. Rice, Desmond. V111, 299. Richard lorba, Rodolfo. V1, 99, 125, 165. Richards, Pedro. V111, 357. Richelieu, Armand Emmanuel

du Plessis, cardenal de. ll, 351.

Richter, Ronald. IX. SSI, S75, S76, 578. Rickert, Heinrich. X, 45. Rico, Aldo. Vlll. 261. Rico, Manuel. IV, 418. Rico, Orfilia. X, 276.

502. Riffel, Iorge. V, 355. Riganti, Raúl. IX, 320. Righi, Esteban. VIl, 374. Riglos, Ana. VI, 312. Riglos, Manuel. IV, 122.

Riglos, Miguel Iosé de. Il, 160,

166,l76,l8l;lIl,134, 137,

248, 278, 446; V, 347; V1, S23. Rigod. A. VI, 19s. 518. Rimoldi, LA. 1X, 528. Rinaldi, Carlos. X, 261. Rinesi, Eduardo. X, 270, 271. Ringuelet, Susana. VIl, 174. Rio, Manuel. VIl, 22. Río, Manuel E. VI, 305; D(, 494. Rio Branco, barón de. V, 213. Rio Hortega, Pío del. 1X, 513, 517, 531.

Rio y Amedo, Maria Antonia. lll, 234. Riobo, lulio. V1, 384. Rios, Jacinto. V1, 278. Rios, Octavio A. V111, 65. Ríos, Sixto. 1X, 557.

Ríos Gutiérrez. Francisco de los. lll, 214. Ripa. lll, 202. Riparnonte, Carlos. V1, 382, Ripert‘, Georges. Vlll. 409, 417, 418 Rlpodas Ardanaz, Daisy. l, XXI; ll, 87, 128, 132, 145, 146. 2'20, 249, 290, 315, 316, 400. 415, 46:11], 107,130,131. 156, 159. 162, 226. 245, 247. 277, 278, 279, 312, 314. 330. 331, 448; Vl, 533. Rippy. l. Fred. IX. H7. Riquelme, Norma. 1X, 423. Riquelme de Guzmán, Alonso. l, 383, 397; lll, 290. Risolla, Marco Aurelio. Vlll. 405. 418, 431, 444. Rita, Santa. m. 158. Rita de Casia, Santa. Ill, 269. Riú, Francisco. Vlll. Sl, 52. Riva, Benito. 111, 385, 386.

ÍNDICE DE NOMBRES

Riva Agüero, Iosé Mariano de la. IV, 344.

Riva Herrero, Iuan Francisco de la. III, 437. Rivadavia, Bernardino. IV, 20, 30, 40, 137, 189, 190, 203, 299, 364, 366, 367, 369, 370, 371, 373, 378, 404, 437, 506; V, 22, 25, 26, 43, 51, 82, 97, 177, 184, 186, 196, 238, 315, 316, 344, 380, 381, 417, 419, 420, 445, 462, 474, 478: V1, 212, 263, 265, 313, 325, 349, 351, 367, 378, 379, 403, 404, 405, 406, 464, 466, 468, 474, 485, 487, 516, 524, 525; X, 94. Rivadavia, Martín. V, 267, 279, 288.

Rivadeneira, Fernando Franco de. III, 442. Rivadeneira, Pedro de. III, 315. Rivadeneyra, Iuan de, Fray. I, 198, 431, 434; 111, 405.

Rivarola, Enrique E. VIII, 469. Rivarola, Francisco Bruno. III, 227, 229, 231, 234, 240, 242, 243, 246; V, 279, 309. Rivarola, Horacio C. V, 139, 140; IX, 433, 454. Rivarola, Mario. V, 139. Rivarola, Pantaleón. III, 279, 302, 308, 314, 317, 331 ,V1, 313. Rivarola, Rodolfo. IV, 538; V, 70, 71, 72, 114, 133, 134,139, 140, 167, 373, 374, 391, 426, 427; VI, 419, 426, 509; VII, 482, 521; VIII, 404, 429; IX, 470, 471, 494; X, 31, 38, 41. Rivas, Carlos B. X, 161. Rivas, Ignacio. IV, 173, 458, 474.

Rivas, Pedro de. I, 465. Rivas, Ramón. III, 184. Rivera, Alberto A. II, 181, 468. Rivera, Andrés. X, 123, 191. Rivera, Angel. III, 331. Rivera, Felipe de. III, 335, 339, 347.

Rivera, Francisco de la. I, 346, 382.

Rivera, Iuan de Dios. VI, 357. Rivera, Manuel. VI, 132. Rivera, Primo de. IV, 294. Rivera de Ventosa, Enrique. III, 400. Rivera Indarte, Iosé. VI, 320, 470, 473, 475, 487; VII, 274. Rivero, Antonio. III, 354. Rivero, Francisco de. IV, 282, 297. Rivero Astengo, Agustín. IV, 538. Rivero Olazábal, Raúl. VIII, 334. Riveros, Santiago Omar. VIII, 257. Riverós Tula, Aníbal M. II, 381. Riviere, Tomás. IX, 295. Riz, Liliana de. VII, 352, 369, 399, 467, 509; VIII, 270; X, 30, 34, 98. Rizo Patrón, Buenaventura, Fray. V, 283, 335. Rizzerio Molina, Víctor Manuel. V, 334, 335. Robacio, Carlos H. VIII, 299. Roberts, Bob. X, 261. Robertson, Familia. VI, 194, 312, 350. Robertson, William Spence. II, 115, 349, 382. Robespierre, Maximilien de. V, 428; VII, 363. Robledo, Angel Federico. VII, 374; VIII, 351. Robledo de Selassie, Beatriz. III, 277. Robles, Agustín de. III, 381, 429. Robles, Andrés de. III, 429. Robles, Gavino. IV, 412. Robles de Peralta Ramos, Cecilia. VI, 363. Robiril, Pedro de. I, 371. Robredo Albarracín, Alberto. VIII, 470. Roca. VII, 183. Roca, Agustina Luisa. V, 336. Roca, Deodoro. VII, 246, 272, 290.

Rivera, Fructuoso. IV, 369, 402, 416, 417, 4l9;V, 188,199,

Roca, Eduardo A. VIII, ll7,

245. Rivera, Iorge B. VI, S12; 1X, 334, 336, 361; X, 160, 161, 165, 166, 198. Rivera, Jorge 0. V1, 347.

Roca, Iosé Segundo. V, 252. Roca, Iulio Argentino. IV, 17, 23, 24, 25, 26, 56, 112, 173, 186, 439, 474, 476, 477, 479, 481, 501, 506, 512, 513, 514, 516, 517, 521, 524, 525, 526, 527, 528, 529, 530, 536, 537,

Rivera, Iuan Bautista de la, Santo. II, 301.

144.

539; V, 36, 50, 53, 55, 57, 61, 62, 64, 65, 66, 109, 110, 113, 114, 116, 117, 120, 124, 125, 127, 128, 129, 132, 134, 135, 140, 144, 223, 231, 332, 252, 253, 258, 260, 261, 262, 264, 267, 268, 269, 335, 336, 337, 339, 340, 352, 356, 371, 395, 396, 397, 426, 491, 528; VI, 87, 88, 101, 126, 188, 190, 293, 331, 333, 334, 359, 367, 377, 416, 423, 436, 441, 502, 505, 531; VII, 170, 221, 235, 267, 273, 519; VIII, 147, 148, 149, 163, 177, 452, 485; IX, 154, 397; X, 16. Roca, Iulio Argentino (h). IV, 537; V, 397; VII, 19, 33, 240, 247, 272, 280, 283, 417, 418, 423, 520, 521, 533; VIII, 98, 506, 507, 541; 1X, 27, 97, 253. Roca, María Hortensia. VII, 158. Roca, Nélida. X, 282. Roca, Rudecindo. VIII, 44. Rocamora, Tomás de. II, 37, 76, 77, 115, 177, 178; III, 437; IV, 286, 287. Rocca, Agostino. 1X, 134. Roccatagliata, Iuan A. IX, 184. Rocchi, Fernando. IV, 149, 157; VI, 167, 170, 203; IX, 61, 82, 83,187,193, 208, 210, 211, 586; X, 109. Rocchietti, A. I, 156. Rocha, Dardo. IV, 200, 214, 524, 527, 528; V, ll7, 120, 130, 226, 457; X, 163. Rock, David. 1V, 113, 538, 539; VI, 168, 171; VII, 263, 297, 430, 468; IX, 241; X, 96. Rockefeller, Nelson. X, 176. Roda. III, 392. Rodil, José Ramón. IV, 345. Rodin, René-Francois-Auguste. VI, 237, 370, 377, 379. Rodney, César. V, 347. Rodney, Mary. V, 347. Rodó, José Enrique. VI, 426, 511; X, 156. Rodrigo, Celestino. VII, 381; IX, 106.

Rodríguez, Adriana. IX, 112. Rodríguez, Alberto. VI, 560; IX, ll2. 271; X, 123. Rodríguez, Alfonso. II, 440. Rodríguez, Alonso. III, 262. Rodríguez, Amilcar. l, 132. Rodríguez, Augusto G. V, 271;

VIII, 210. 453

ÍNDICES GENERALES DE m OBRA

Rodríguez, Bernardo. III, 348. Rodríguez, C. X, 96. Rodríguez, Carlos A. VIII, 513. 519.

Rodríguez, Carlos Iuan. IV, 466. Rodríguez, Catalina M. V, 292. Rodríguez, Cayetano José, Fray. III, 375, 402; V, 279, 315, 365; Vl, 313, 314, 458, 461, 465. 5 l 5, 522.

Rodríguez, Celso. VII, 264, 274; VIII, 41, 244; IX, 33. Rodríguez, Cipriano. III, 361. Rodríguez, Cruz. III, 383. Rodríguez, Enrique. IV, 414; V, 392. Rodríguez, Ernesto B. X, 21 l, 233.

Rodríguez, Feliciano. I, 472. Rodríguez, Horacio. IV, 313; V, 272: VIII, 21 l. Rodríguez, Iorge Amflcar. I, 108,132,133, 511. Rodríguez, Juan Iusto. VI, 316. Rodríguez, Iulia. VIII, 494. Rodríguez, Manuel A. VIl, 273; VIII, 197. Rodríguez, Marcela. I, 207. Rodríguez, Marcelino. VI, 350. Rodríguez, Martha. X, 108. Rodríguez, Martín. III, 417; IV, 30, 169, 170, 288, 295, 306, 307; IV, 367, 370, 380; V, 188. 192, 238, 239, 315, 380.437, 467; Vl, 212, 403, 465. Rodríguez, Melchora Epifanía. VIII, 75. Rodríguez, Nora Inés. VII, 296. Rodríguez, Pedro. II, 254, 256; III, 236, 259, 265, 369, 392: lV, 224, 239; V, 14: VI, 261. Rodríguez, Victorino. Ill, 389, 390, 402, 439; IV, 279. Rodríguez Arellano. José Vicente. V, 283. Rodríguez Braun, Carlos. VII, 400.

Rodríguez Bustamante, Norberto. X, 21. Rodríguez Cardozo, Francisco. III, 414. Rodríguez Casado, Vicente. ll, 256, 280, 349. Rodriguez Cruz, Agueda M. lll, 399

454

Rodríguez de Armas, Domingo. lll, 445. Rodríguez de Campomares, Pedro. ll, 430, 460. 468.

Rodríguez de los Santos, Manuel. III, 148, 149. Rodríguez de Valdés y de la Banda, Diego. III, 427. Rodríguez de Vergara, García. I, 383.

Rodriguez de Vida, Antonio. III, 446. Rodríguez Etchart, Severo. VI, 360, 374. Rodríguez Flores, Familia. II, l 35.

Rodríguez Flores, Iuan. lll, 214. Rodríguez Galisteo, Esmeralda. VI, 250. Rodríguez Gallardo, A. VIII, 65. Rodríguez Jurado, Arturo. IX, 326, 327. Rodríguez Iurado, Benigno. VIII, 49. Rodríguez Lamas, Daniel. VII, 321, 354, 355, 356, 470. Rodríguez Larreta, Carlos. VlI, 4 l 7.

Rodríguez Macedo, Jerónimo. l, 433. Rodríguez Melgarejo. II, 440. Rodríguez Melgarejo, Gerardo. Vlll, 360. Rodríguez Mohedano. III, 265. Rodríguez Molas, Ricardo. III, l9l; Vl, 345, 487, 560; Vll, 294; VIII, 245. Rodríguez Monegal, Emir. X, 132.

Rodríguez Muñoz, Alberto. X, 13 l, 287.

Rodriguez Peña, Demetrio. VI. 472, 475. Rodriguez Peña, lacinto. V], 472. Rodriguez Peña, Nicolás. IV, 304, 315: V, l4. Rodríguez Valdés y de la Banda, Diego. I, 464. Rodríguez Varela, Alberto. V, 138.

Rodríguez Yrigoyen, Luis. VII, 263. Roederer, Juan. IX, 555. Roerano, Angel. VI, 380. Roetti, Jorge. X, 60. Roffo, Angel H. IX, 507, 515. Rofman, Alejandro. Vll, 139, 231; IX, 32. Roger, Aimé. IV. 415; V, 188. Rogers, William. Vlll, 468. Roggiano, Alfredo. Vl, 344; X, 133.

Rogier, L]. V, 309. Rogind, William. VI, 201. Roig, Arturo Andrés. V, 45, 368, 370, 400, 401; VII, 263. Roig, C. l, 229. Roítenburd, Silvia N. D(, 423. Rojas. V, 428, 437. Rojas, Absalón. IV, 205, 209. Rojas, Angel. VII, 236. Rojas, Diego de. I, 29, 150, 153, 374, 382, 388, 389, 401, 408. 409, 415, 416, 444. Rojas, Elena M. VI, S12. Rojas, Isaac F. VII, 23, 319, 320, 331, 333, 334, 354; VIII, 224, 225226, 227, 228, 243, 244. Rojas, lose María. IV, 278; V, 381; VI, 132. Rojas, Juan Ramón. Vl, 313, 314, S5 l. Rojas, Miguel. VI, 390, 393. Rojas, Nerío. IV, 508. Rojas, Pedro. IX, 507. 512, 528. 528. Rojas, Ramón. IV, 310. Rojas, Ricardo. l, 476; lll, 288, 294, 307, 308, 309, 31 l, 330; IV, 98, 480, 508: V, 69, 70, 73. 75; Vl, 208, 228, 330, 331, 343, 344, 345, 426, 518, 523. 524, S32: VII, 272, 275, 418. 4l9, 420, 421, 431; Vlll, 487: IX, 270: X, 75, 76, 117, 125. 129. 132, 142, 154, 202, 209. Rojas Barragán, Familia. ll, 135. Rojas Mayer, Elena. VI, 561. Rojas Paz, Pablo. X, 119, l28. Rojas Silveira, lorge. VIII, 230. Rojas y Acevedo, Familia. ll, 135, 157. Rojas y Acevedo, Pedro de. lll, 428.

Rojas y Patrón, José María. IV, 392, 401. Rojo, Anselmo. IV, 436. Rojo, Roberto. Vl, 513. Rojo, Rudecindo. Vl, 482. Rolandi. D. l, l07. Roldán, Alberto F. Vlll, 373.

Roldán, V, 395; D(, 368. Roldán, Dario. IV, S39; V, 74; Vl, 449. Roldán, Fabiana. l. 156. Roldan, Flavia. lX. 423. Roldán, luan. X, 142, 15]. Rolland. Romain. X. 288. Rolón, Camila. V, 292. Rolón, Zenón. Vl, 388. 390. 393.

ÍNDICE DE NOMBRES

Romairone, Camilo. VI, 376. Román y Cavezales. III, 256. Romano, Aníbal. VII, 295. Romano, Ruggiero. III, 49, 103. Romano, Silvia. VI, 64. Romaña, Cecilio. IX, 522. Romarate, Iacinto de. IV, 287, 293, 294, 296. Romariz, Iosé Ramón. V11, 263. Romay, Alejandro. IX, 385. Romay, Francisco L. III, 130. Romero. VII, 39. Romero. V, 501. Romero. III, 223. Romero, Ambrosio. X, 95. Romero, C. I, 156. Romero, César Enrique. V, 103; VIII, 470. Romero, Francisco. V, 73; VI, 360,367,370, 371, 372, 373, 374, 375; VII, 38, 294; X, 47, 48, 49, 57, 60, 65, 122, 183. Romero, Inés. 111, 381. Romero, Iosé Luis. IV, 110, 115, 130, 155, 156, 157, 159, 506; V, 23, 41, 42, 73, 74, 104; VI, 256, 425, 449; VII, 129, 135, 139, 143, 265, 294, 295, 429, 433, 457, 465, 471; VIII, 78, 79, 94; 1X, 32, 267, 268, 350; X, 33, 65, 83, 84, 85, 86, 87, 89, 93, 98, 100, 108, 183, 193, 231.

Romero, Iuan. II, 437; III, 206, 207. Romero, Luis Alberto. V1, 170, 256; VII, 294; IX, 267, 268; X, 110, 160. Romero, Manuel. X, 258, 260, 261, 269, 270. Romero, Ricardo. IX, 496. Romero, Tomás Antonio. 11, 174; III, 232; IV, 256, 257. Romero B., Iesús. VIII, 299. Romero Brest, Jorge. X, 223, 226, 227, 233. Romero Cabrera, Lilians B. II, 180.

Romero Carranza, Ambrosio. V, 138, 401; VIII, 335. Romero Carranza, Luis. 1X, 365, 367; X, 258. Romero Sosa, Carlos Gregorio. VIII, 74. Roncetti de Pantí, Inés Leonilda. IX, 272, 303. Ronchi March, Carlos Alberto. X, 128. Rondeado, Mariano. 1V, 172.

Rondeau, Iosé C. IV, 127, 288, 289, 291, 294, 305, 306, 307, 308, 31 l, 334, 356, 362, 363, 364; V, 21, 89, 317; VI, 211. Rondenay, M. IV, 295. Róntgen, Wilhelm Konrad von. IX, 538. Roosevelt, Franklin D. VII, 273, 279, 284, 440; VIII, 108; X, 173.

Roosevelt, Teodoro. VI, 530. Roque, Benjamín. VI, 255. Roquer, Iaime. II, 82. Roquer, Ramón. II, 82. Roquet, lean Constantin. VI, 352

Rosa, Agustín de. III, 437. Rosa, Alejandro. VI, 442. Rosa, Iosé María. V, 503, 528; VII, 274, 295, 417, 459, 487; X, 76, 79, 80, 81, 82. Rosa, Santa. III, 210. Rosa de Lima, Santa. III, 120, 157, 295. Rosado, Miguel Angel. X, 269. Rosal, Luis Angel. II, 126, 142, 147.

Rosal, Miguel Angel. VI, 64, 173, 564. Rosales, César. X, 115. Rosales, Leonardo. IV, 295. Rosanas, Iuan. X, 55. Rosario de Santa Catalina. III, 355. Rosarivo, Raúl M. X, 157, 160. Rosas, Iuan Manuel de. I, 200, 205; III, 177; 1V, 17, 20, 21, 27, 32, 35, 36, 38, 40, 41, 77, 81, 82, 84, 85, 112, 127, 128,

129,131,167,170,171,172, 173,176,l78,l90, 191, 210, 366, 379, 380, 381, 382, 383, 384, 385, 386, 387, 389, 391, 392, 394, 395, 396, 397, 398, 399, 400, 401, 402, 403, 404, 405, 406, 407, 408, 409, 410, 411, 412, 413, 414, 415, 416, 417, 418, 419, 420, 421, 422, 423, 424, 425, 428, 429, 431, 444, 453, 454, 455, 460, 461; V, 26, 27, 28, 30, 37, 43, 59, 61, 66, 87, 95, 96, 97, 98, 99,

100,104,161,187,l88,189, 190,191, 197, 198, 199, 203, 207, 244, 245, 246, 247, 248, 272, 279, 280, 281, 291, 302, 320, 321, 323, 324, 325, 326, 327, 348, 350, 364, 367, 369, 370, 381, 382, 411, 419, 421,

444, 446, 448, 451, 454, 462, 474, 475, 476, 504, 510, 51 l, 514, 516, 517, 520, 522, 523; VI, 34, 38, 66, 68, 71, 73, 95,

136,140,l41,183,185,19l, 216, 222, 223, 227, 229, 262, 265, 269, 271, 274, 318, 319, 320, 321, 322, 324, 325, 326, 328, 333, 339, 340, 342, 345, 345, 348, 353, 354, 355, 356, 357, 360, 361, 362, 363, 383, 392. 400, 429, 434, 437, 438, 448, 450, 468, 469, 470, 471, 473, 474, 475, 477, 478, 480, 481, 482, 483, 485, 487, 488, 495, 519, 526, 543; VIII, 472; 1X, 408, 543; X, 76, 77, 78,

79, 80, 81, 82, 94,95, ll7, 127, 184, 278. Rosas, Manuela. IV, 385; VI, 362, 363, 438 , 526. Rosas, Mariano. IV, 168, 173, 174; VII, 160. Rosas de Mansilla, Agustina. IV, 431. Rosas de Oquendo, Mateo. III, 205, 215, 217, 221. Rosas de Rivera, Mercedes. VI, 340. Rosas de Terrero, Manuela. Véase: Rosas, Manuela. Roscher, Wilhelm. VIII, 499. Rosemblat, Angel. I, 279, 284; II, 89, 122; X, 128. Rosenbaum, Mauricio. IX, 522. Rosenberg, Shalom. VIII, 399. Rosenbusch, Francisco Conrado. IX, 504. Rosende de Sierra, Petrona. VI, 312, 469. ‘Rosenthal, William A. VIII, 398. Rosenzvaig, Eduardo. IX, 33. Rosetti, Emilio. VI, 412, 413, 414; 1X, 537. Rosoli, G. IV; 106, 107, 541; VII, 108, 109. Rospide, María Margarita. III, 130, 161. Rospigliosi, Claudio. III, 251. Rospigliosi, Iosé Antonio Julio. III, 398. Rospigliosi, Ramón. III, 297. Ross, Stanley. IV, 131. Rossi. V, 29, 456. Rossi, Adriano. VI, 359, 380. Rossi, Edgardo. V111, 75. Rossi, Iris. X, 162. Rossi, Pellegrino. V, 29. Rossi, Raúl. V111, 355.

455

ÍNDICES GENERALES DE [A OBRA

Rossi de Fiori, Iride. IH, l3l.

Rúa. Fernando de la. VII, 371.

Rossini, Gioacchino. IV, 39; VI, 389. Rosso, Lorenzo l. VI, 255; X, 142.150, 151,152. Rosso, Medardo. VI, 370. Rostow, W.W. VI, 169; X, 92. Rotenberg, Abrasha. DK, 361. Rotger, Enrique. V, 272, 273. Rothfuss, Rhod. X, 217, 218. Rottin, Luciano. DK. 268. Rottjer, Enrique Inocencio. VII, 267 Roth, Roberto. VII, S10; VIH,

378. Rubens, Pieter Paul. V], 352.

4l.

Rothammer, Francisco. I, 79, 256. Rothe, Guillermo. DK 436, 548.

Rothman, Ana. IV, 69, 75. Rot, Gabriel. VII, 358. Roth, Roberto. VII, 357. Rotschild. lord. V. 499, 500. Rottemberg, Carlos. X, 288. Rougés, Alberto. VI, 88; VII, 38;‘ VIII, 324; X, 47. Rougés, León. VII, 277. Rouggier. Valerio. VIII, 65. Roulet, Jorge. X, 29, 30. Rouquié, Alain. VII, 295, 323. 353, 355, 398, 432, 470, 471; VHI, 180, 209, 243; X, 98. Rousseau, lean Jacques. III, 226; IV, 265; V, 18, 19, 20, 36, 64. 82, 365; VI, 277, 456, 461, 463: X, 13, 33. Roussel. I, 356. Raul, Luis. VII, 177. Rouzaut, Adolfo R. VII, 498, 509. Rovito. Oscar. X, 262. Rovner. Eduardo. X, 132. Rowe. VIII. 504. Rowe. I. H. I, 107. Rowe, Leo. IX, 462. Rowland, Robert. II, 127, 145. Ron-S- ¡uan 10st de. III, 381. Rozas y Patrón. lose María. V, 446, 447, 448, 461; VI, 141. 142.

Roy, Fitz. IV, 181. Royer, Marcelo. DK. 506. S07, S14, 517.

Rozas de Oquendo. Mateo. III, 140, 148, 150, 151, 160. Rozenberg, Laura. IX, S31. Rozenmacher, Germán. X, 124, 287.

456

Rozier. abate. Ill, 327. Rozitchner, León. VII, 466.

Rubens Grafigna, Omar Domingo. VIII, 248. Rubenstein, Arthur. IX, 374. Rubertis, Víctor de. VI, 246, 400 Rubin de Celis, Miguel. II, 59; HI, 406. 417. Rubinstein, Daniel B. VIII, 399. Rubinstein. Juan Carlos. X, 29. Rubio. V, 350. Rubio, Julián María. l, 408. Rubio, Nicolás. X. 225. Rnbiolo, Cándido. VIII, 355. Rucci, José Ignacio. vn. 25. 350, 378; IX, 234, 235. Rncquoi, Adeline. I, 321, 322. 323. Rudik, Pantaleimón. VIII, 381. Rueda, Miguel. IV, 436. Rueda, Santiago. x. 122. Rufinelli, Jorge. X, 198. Rugafiori. P. Iv, 105. Rugendas, Juan Mauricio. VI,

Ruiz Moreno, Isidoro I. I, DK, XXI; IV. 453, 480, 538, 543; V. 45, 104, 140, 207, 234, 271; VII, 323, 354, 509: VIII, 118. 209, 244, 299; X, 16, 96.

Ruiz Moreno, Martín T. IV, 451, 463, 464; VIII, 441. Ruiz Puente, Felipe. II, 339; III, 436. Rumbo, Edurado l. VII. 486.

Rumboll. VII, 231. Rupatini, Santiago. VII. 166. Rusconi. Carlos. I, 178, 179. Rusel, Takel. VIII, 69.

Rush. V, 181. Rusich, Luciano. VI, 348. Rusovich, María Rosa. IX, 391. Russel, Roberto. V, 235; VII, 465. Russell. Roberto. VII, 465: VIII. 121, l43, 144, 579. Rutledge, Ian. IV, 187; VII, 174. Ruy, Blas. v1, 326. Ruzich, Ana Delia. VIII, 75. Ruzo, Alejandro M. V, 397; VII. 476.

355.

Ruggiem, Guido de. VI, 305. Rugilo. IX. 3l l. Rugino, Ruggiero. VII, 410. Ruíbal, Beatriz. VIII, 493. Ruiz, Antonio, Fray. III. 390. Ruíz. Familia. V, 148. Ruiz, Francisco. III, 298. Ruiz. Gonzalo. III, 348. Ruiz, Juan. I. 313. Ruiz. Teófilo. I. 322. Ruiz, Valentin. V, 319. Ruiz de Arellano. II, 166. Ruiz de Barrantes, Marta Silvia. VI, 562. Ruiz de Castelblanco. III, S9. Ruiz de Montoya. Antonio. II. 440. 441, 442; III, 199, 205, 207, 219, 245, 263. 297. 298. 407. Ruiz Galán. Francisco. I, 379. 380, 381; III, 425. Ruiz Guiñazú, Enrique. l. 349. 409; Il, 316; V. 310: VI. 446; VII, 288: VIII, 101, l05, 502. 503, 504: x. 68, 157. Ruiz Guiñazú. Enrique (h). VII, 294. Ruiz Huidobro. i056. IV, 401: V. 244. Ruiz Huidobro, Pascual. Il, 378. Ruiz Moreno. Isidoro. Vll, S21; VIII. 46, 166.

S

Sai, Juan. IV, 447. 468. 5¡á, Victor. X. 75. Sai y Fai-ía, lose Custodio de. III, 405. 406. 408, 414. Saadi. Vicente. VIII, 65. Saavedra. IV, 297. Saavedra, Cornelio de. III. 238: IV, 18, 262, 264, 265, 353. 354, 397; V, 15; VI. 210, 315, 366. Saavedra, Diego de. V, 179.

Saavedra. ¡uan de. lll, 38l. Saavedra, Juana de. II, H3; Ill. 381.

Saavedra, Pedro de. III, 215. Saavedra Cerón, Alvaro de. l. 345.

Saavedra Fajardo. m. 12s. Saavedra Lunas. Carlos. V, 120: VII, 19, 273. 284; Vlll. l02. 103. 109, H5: IX. 401, 42l. 425, 426, 454. Sabanes, Julio M. VIII. 372.

Slbat. Hamenegildo. IX. 356. 359.

Sabat. lost Maria. VIII. 74. Salmo. Ernesto. VII. 38, 387. 457: x. 120. 122, 127, 144. 267.

Sábato. Hilda. IV. 104, 106. H3.

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ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Sammi, Sergio. VIII, 380. Samoré, Antonio. VII, 389; VIII, 140, 345.

Sampay, Arturo Enrique. V, 33, 43, 44, 104, 400, 461; V11, 435, 451, 459, 487, 490, 492, 493, 507, 508, 509; VIII, 322. 324, 405; X, 32. Sampzon, Esteban. III, 347, 355, 356.

Samuelson. Paul A. IX, 86, 110, l 12.

San Alberto, Iosé Antonio de. II, 34; III, 121, 226, 230, 232, 235, 242, 246. 270, 279, 316, 345, 378, 382, 383, 388, 389, 391, 394, 401, 402, 444; VI, 261.

San Buenaventura, Alonso de, Fray. II, 436, 437. San José, Manuel de, Fray. III, 380.

San Leopoldo, vízconde de. V, San Luis, Bartolina de. 111, 381. San Martín, Iosé de. IV, 19, 40, 175, 272, 273. 274, 275, 284, 290, 303, 304, 305, 307, 308, 309, 315, 316, 317, 318, 319, 320, 321, 322, 323, 324, 325, 326, 327, 329, 330, 331, 332, 333, 334, 335, 336, 337, 339, 340, 341, 342, 343, 344, 345, 346, 347, 360, 362, 363, 384. 438, 506; V, 21, 43, Sl, 174, 182, 184, 346, 348; VI, 133,

2ll, 215, 313, 317, 322, 351, 357, 366, 367, 370, 383, 437, 459, 477, 478, 516, 518, 522, 526, 547, S51; V11, 311; X, 71, 126, 185. San Martín, Juan de. lll, 214. San Martín. María Laura. X, 233, 236. San Mantín, Pedro I. V111, 65.

San Martino de Dromi, María Laura. V11, 295; VIII, 442; IX, 497. San Miguel, Manuel. V111, S17.

San Román, Cristina. X, 95. Sanabria, Diego de. l, 397, 441. Sanabria, Familia. 1, 441. Sanabria, Juan de. I, 386, 387, 394, 395, 397, 405.

524; VII, 90, 135; IX, 287, 335, 368; X, 274, 275, 277. Sánchez, José. VIII, 155. Sánchez, Iuan Carlos. VIII, 155, 349. Sánchez, María de Todos los Santos. VI, 312. Sánchez, Mariquita. Véase: Sánchez de Thompson, Mariquita. Sánchez, Néstor. X, 124. Sánchez, Pedro. Ill, 215. Sánchez, Tomás. III, 262, 264. Sánchez Agesta, Luis. V, 139. Sánchez Albomoz, Claudio. X, 87.

Sánchez Albornoz, Nicolás. II, 136, 145; 111, 100; IV, 104; X,

84, 86, 88, 90, 99. Sánchez Alonso, B. IV, 105. Sánchez Arjona, Eduardo. 111, 131.

Sánchez Bella, Ismael. 1, 442; II, 179, 207, 249; IV, 246; V, 309. Sánchez de Arévalo, Rodrigo. I, 293. Sánchez de Bustamante, Familia. V, 148, Sánchez de Bustamante, Teodoro. Ill, 398; VIII, S01. Sánchez de Bustamante, Teófilo. X, 75. Sánchez de Bustamante, Tomás. VII, 377. Sánchez de Hinojosa, Ruiz. 1, 391, 392; 11, 135. Sánchez de Mendevílle, Mariquita. Véase: Sánchez de Thompson, Mariquita. Sánchez de Tejada, Ignacio. 1V, 234, 236.

Sánchez de Thompson. Mariquita. 111, 130, 136, 138. 145, 159; 1V, 39; V1, 209, 215. 227, 312, 355, S22. 524. Sánchez Díaz. Abel. IX, 496, 528. Sánchez Gardel, Julio. V1, 337; X, 279. Sánchez Herrero, lose. l. 324. Sánchez Labrador, José. l. 273; 111, 212, 224, 245. 406, 407, 408. Sánchez Loría. Horacio. Vll,

458

175

Sánchez Zinny, Fernando. VI, 51 1.

Sanchis, Norma. VII, 323. Sanchiz Muñoz, Iosé R. V111, 118.

Sancho IV, Rey de España. I, 297.

Sand, George. VI, 491. Sandes, Ambrosio. IV, 457, 458. 467. Sandoval, Andrés de. lll, 429. Sandoval y Ocampo, Bartolomé de. Ill, 427. Sandrini, Luis. X, 257, 258, 259. Sandro. X, 265. Sanger. Frederick. lX, 523, 525. Sangüeso, Pedrito. IX, 291. Sanguineto, Pedro Pablo. Ill. 436. Sanguinetti, Horacio l. V1, 274, 305: V11, 295, 430: 1X, 495, 496; X, 96.

Sanguinetti. Manuel luan. lll, 402; V, 344.

Sanguinetti de Bórmida, A. l. 230. 231. Sanjurjo, Inés Elena. V, 169; V111, 94.

Sanmartino, Ernesto. Vlll. 65. Sansón. Pedro. ll, 435. Santa Clara Córdoba, luan Antonio. 11, 430; Ill, 400; V. 310.

Santa Coloma. Familia. ll. 66. Santa Coloma. Gaspar. lll. 97; 1V. 122.

Santa Coloma, luan lose. lll. 97.

Santa Coloma. Manuel. lll. 97; V1, 367.

Santa Coloma. Prudencio. lll.

Sánchez. 1V, 332.

Sánchez, Carlos E. 1X, ll2. Sánchez, Diego. Ill, 164. Sánchez, Enrique. IV, 480. Sánchez, Florencio. V1. 337,

Sánchez Reyes, Enrique. V1, 344. Sánchez Ron, LM. IX, 557, 584. Sánchez Sorondo, Marcelo. V, 138; V11, 290, 371, 446, 448, 465, 470, 490; X, 180, 181. Sánchez Sorondo, Matías. VII, 238, 270, 271, 272, 273, 296, 476, 503; IX, 342. Sánchez Viamonte, Carlos. V, 44; VII, 245, 264; VIII, 85. 466. Sánchez y luliá, Enrique. V11,

Sánchez Negrette, Angela. 1. 462, 474:1V, 216: V11, 205. Sánchez Pompas, luan. l. 471. Sánchez Reina, Pedro. I, 344.

97.

Santa Coloma, Rafael. lll, 97. Santa Cruz. Alonso de. l. 329. 402.

ÍNDICE DE NOMBRES

Santa Cruz, Andrés. IV, 343, 411, 412, 413, 425; V, 198, 517.

Santa Cruz, Basilio de. III, 344, 381.

Santa María, Familia. I, 306. Santaló, Luis A. IX, 557. Santamaría, Antonio. VII, 269, 272; X, 157. Santamaría, Daniel. Il, 126, 183, 206, 207, 208, 470; IX, 32, 60.

Santamaría, Horacio. VIII, 518; IX, 114, 146. Santamarina, Ramón. V1, 119, 125, 380.

Santander, Iosefa. VII, 175. Santángelo. X, 280. Santantonín, Rubén. X, 227. Santiago, Alfonso (h). VII, 399; VIII, 467, 469. Santiago, Hugo. X, 266, 270. Santiago el Apóstol, Santo. III, 119, 200.

Santillán. l, 489. Santillán, Familia. V, 148. Santillán de Andrés, Selva. I, 62. Santis, Luciano de. I, 206. Santis, Pablo de. X, 125. Santiso y Moscoso, Iuan de. III, 435.

Santoro, Roberto. X, ll6. Santos, Agustín, Fray. III, 390. Santucho, Iulio. VII, 358, 469. Santucho, Mario Iorge. VII, 358, 368, 375, 385, 397, 453. Sanucci, Lía E.M. IV, 509, 540; V, 45; X, 95.

Sanvisens Marfull, Alejandro. III, 419. Sanz, Francisco de Paula. II, 81, 272, 273, 281; III, 134, 148, 159, 439; 1V, 281.

Sanz, Luis Santiago. II, 274, 275, 282; IV, 509; V, l7l, 234, 538; VIII, 117, 119. Sapag, Elías. VIII, 31. Sapag, Felipe. VIII, 31. Sapelak, Andrés. VIII, 382. Sar, Alberto del. VIII, 495. Saracco, Norberto. VIII, 373. Saraceni, Iulio. X, 265. Saraiva, Iosé Antonio. IV, 463. Sarasa, Esteban. I, 321. Saravia, Apolinario. IV, 300, 304.

Saravia, Eulogio. Vll, 230. Saravia, Familia. Il, 136, 171. Saravia, Iosé Manuel. VIlI, 418, 444.

Saravia, Iosé Vicente. VI, 497. Saravia, Teodoro. V11, 230. Saravia, Tomás. III, 353, 354. Saravia y Aguirre, Iosé. II, 170; III, 169. Saraza, Iavier de. II, 170. Sardegna, Miguel Angel. VIII, 443. Sardén, Iuan Iosé de. Ill, 380. Sargent, Charles S. IV, 138, 156. Sarli, Isabel. X, 265, 270. Sarlo, Beatriz. VII, 400; X, 129, 161,167,170, 194, 198. Sarmiento, Domingo Faustino. III, 136, 178, 335; IV, 23, 25, 37, 38, 85, 86, 95, 205, 210, 371, 427, 446, 446, 449, 451, 457, 460, 461, 467, 470, 471, 472, 473, 474, 475, 476, 480, 483, 484, 490, 491, 492, 493, 494, 495, 496, 497, 498, 499, S00, 503, 504, 507, 508; V, 29, 31, 33, 34, 35, 36, 37, 40, 41, 50, Sl, 52, 53, 57, 58, 62, 72,

73,106, 107, 109,110,111, 116, 118,121,122, 123,127, 128, 129, 133, 134, 135, 140, 247, 252, 258, 259, 260, 261, 267, 303, 352, 370, 384, 385, 390, 426, 486, 487; VI, 66, 78, 218, 227, 251, 261, 262, 263, 266, 269, 279, 280, 281, 282, 283, 299, 305, 318, 323, 324, 325, 330, 333, 340, 341, 347, 360, 362, 363, 367, 378, 407, 408, 409, 410, 411, 412, 416, 421, 426, 427, 473, 475, 476, 479, 480, 482, 487, 495, 501, 502, 504, 506, 508, 510, 516, 519, 520, 522, 526, 529, 533, 538, 548, 551, 559; VII, 209; VIII, 94, 147, 148, 451, 476, 483; IX, 270, 302, 539, 572; X, 14, 15, 23, 33, 44, 95, 108,

1l8,12S,l26,l45,l49, 153, 156, 157, 198.

Sarmiento de Gamboa, Pedro. l, 276, 439; II, 361. Sarmiento de Lenoir, Procesa. VI, 355, 363. Sarobe, Iosé María. V, 272; VII, 267, 295, 508; VIII, 57, 76, 210. Sarquís, Nicolás. X, 266, 267. Sarratea, Familia. IV, 33. Sarratea, Manuel de. IV, 276, 289, 291, 364, 365, 384; V, 89, 176, 177, 206; VI, 479, 522. Sarratea, Mariano de. V, 381.

Sarratea, Martín de. III, 416. Sarratea, Melchora. VI, 247, 312, 522. Sarria, Félix. VII, 482. Sarricolea y Olea, Iuan Manuel de. II, 99, 163, 413; III, 443. Sartelli, Eduardo. IX, 208. Sarthou, B. V, 311. Sartori, Giovanni. VII, S15; X, 33.

Sartre, lean-Paul. VII, 363, 366, 396, 451; X, 187. Sas, Rodrigo. III, 343. Sasiañ, Iuan Bautista. VIII, 255, 258. Saslavsky, Luis. X, 258, 259, 260, 261, 262, 269. Sassenay, Marqués de. IV, 261. Sasso. V, 437. Sastre, Marcos. VI, 264, 280, 305, 317, 353, 478, 479, 480, 516, 518, 519, 520; X, 62. Satas, Hugo R. V, 234. Sató, José. V, 295. Sauberan, Carlos. IX, 515. Saubidet, Tito. X, 157. Sautu, Ruth. IV, 159; VII, 139; IX, 206, 207, 496; X, 29, 38, 109.

Sautú Riestra, Alberto. VIII, 186.

Saveanu, Lascar. VIII, 511, 512. Savigny, Friedrich Carl von. V, 29, 370, 372; VIII, 409, 440. Savino, Enrique A. IX, 508. Savino, Pablo. V, 299, 301. Savio, Manuel Nicolás. VIII, 197,198, 200, 210, 211, 219, 244; IX, 570, 572, 573, 574. Sawers, Larry. IX, 208. Say, Iuan Bautista. V, 444, 454, 456. Sayhueque, cacique. VII, 160. Sbarra, Noel H. VI, 63. Scala, Iosé Nicolás. V, 206. Scalabrini, Pedro. VI, 299, 306, 416, 417, 423. Scalabrini Ortíz, Raúl. Vl, 201; VII, 21, 290, 297, 424, 425, 487; IX, 183; X, 23, 79, 80, 106, 127. Scannone, Iuan Carlos. VIII,

Scardin, Francesco. VI, 241, 246, 247, 255, 256. Scarfó, Paulino. VII, 271. Scarlett, Campell. VI, 228. Scarpitti, Augusto. 1X, 361.

Scarponi, Carlos A. IX, 531. 459

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Scarzanella, María Eugenia. IV, 105; VIII, 494. Scasso, León. VII, 286. Scenna, Miguel Angel. V, 102, l38, 235; Vl, 449; VII, 295, 297, 470, 550; VIII, 144, 209. Schaden, Egon. II, 467. Scháfer, E. II, 248. Schaller, Enrique César. V, 507, 538.

Schávelzon, Daniel. IX, 303. Schavini, A.C. I, 255. Schechter, Salomón. VIII, 399. Scheler, Max. X, 16, 45, 46, 47, 51, 60, 63. Schellhorn, María Teresa. V, 206, 235. Schelling, Friedrich Wilhelm Joseph. V, 370. Schenone, Héctor H. Ill, 333, 365, 366, 367, 368, 448. Schenone, Osvaldo. VIII, 516. Scher, Ariel. 1X, 330. Schiaffino, Carlos. Vl, S27. Schiaffino, Eduardo. III, 365; VI, 181, 360, 367, 374, 380. 381, 382, 383, 521. Schiavoni, Augusto. X, 222. Schieroni, Eliseo. IV, 201. Schillizzi Moreno, Horacio. Vll, 296.

Schindler, Helmut. Il, 206, 207. Schiopetto, Ovidio V. VIII, 513. Schipper. IX, 258. Schiuma, Alfredo L. X, 243. Schleh, Emilio. Vl, 99, 144. Schlesinger, Guillermo. VIII, 394. Schlieper, Carlos. X, 269, 270. Schlimovich, Marcelo. X, 149. Schmidl, Ulrico. I, 29, 34, 190, 198, 205, 208, 273, 380; lll, 281, 283, 284, 285, 31 l, 409; Vl, 326. Schmidt, Hermann. Vlll, 373; IX. 545. Schmidtmeyer, Peter. VI, 49, 227. Schmiedecke, Augusto. IX, 420. Schmieder, Oscar. VI, 63. Schmit, Roberto. Ill, 29, 101; VI, 64, 173, 200, 564. Schmitt, Carl. Vlll, 409, 440. Schmitz, Pedro l. l, 132, 133. Schmucler, Héctor. X, 194. Schneider, Alejandro. VII, 359. Schneider, Otto. lX, 557. Schneidewind,’ Alberto. Vlll,

460

500.

Schnyder, Otto. VI, 415. Schobinger, Juan. I, 106, 159, l7l, 175,178, 179, 180, 231, 284, 511. Schónfeld, Manfred. VIII, 298. Schoo, Ernesto. X, 124, 273, 292.

Schoo Lastra, Dionisio. V, 273. Schopenhauer, Arthur. X, 45. Schpflocher, Roberto. IV, 215. Schreiber, Mordehai. VIII, 397. Schultz de Mantovani, Fryda. X, 128.

Schultz Solari, Alejandro. VII, 38; X, 209, 210 Schumpeter, Joseph. 1X, 187. Schvarzer, Iorge. VI, 144, 166, 167, 168, 169, 170; VII, l4l. 143, 323; Vlll, 271; IX, 32, 80, 83, 148, 149, 183, 209. 2l l, 583; X, 109. Schwartz. A. VIII, 574. Schwartz, Hugh. IX, 114. Schwartz, Marcia. X, 231. Schwartz, Stuart. l, 364. Schwarz, Wilhelm. V, 206. Schwarzstein, Dora. VI, 274; Vll, 108; IX, 493. Schweinstein de Reidel, María. VI, 347, 487. Schydlowsy, Daniel M. IX, 112. Sciacca, Michele Federico. X, 55.

Scibona, Francisco. X, 154. Scilingo, Adolfo. VIII, l7l, 177. Scío de San Miguel. III, 227. Scobie, James R. IV, 113, 131, 156, 215, 216, 452; V, 207; Vl, 98, 124; X, 92, 95. Sconner, Familia. VIII, 470. Scott. III, 263. Scott, loan. VII, 141. Scott, Robert F. VIII, 162. Scott, Walter. V, S2. Scott Smyth, Francis. IX, 514. Scotti. Vl, 336. Scuri, María Carolina. Vlll, 75. Sebastián, Rey de Portugal. l. 363.

Sebreli, luan lose. Vll, 230, 459, 464, 467; IX, 341: X, 24, 95. 127, 128.

Seco Serrano, Carlos. IV, 230, 246.

Seco Villalba, lose Armando. IV, 452; V, 44, lO2. Seelman-Eggebert, Walter. IX. S18, 552. Segato. Rita. Vll, 177.

Seghesso de López Aragón, Crisfina. V, 43, 77, 102, 104. 167, 538; Vll, 296, 509. Segismundo, Iuan Bautista. II, 83.

Segovia, Juan Femando. V, 74, 105, 538; Vll, 297, 375, 431, 433, 500, 507, 556; X, 39. Segovia, Lisandro Vicente. V, 372, 386, 391; VIII, 41 l, 441. Segre, Magdalena. VIII, 144. Segreti, Carlos SA. l, 505; II, 123, 280; IV. 312, 349, 378, 379, 424, 540, 543; V, 21, 25, 43, 44, 104, 206, 504, 526; Vl, 37, 228, 347; Vll, 508; IX, 421; X, 35, 93, 94, 95, 102. Seguí, Juan Francisco. IV, 383, 433, 434, 435, 436, 446; V, 45; VI, 480, 497. Segura, lose F. V, 296. Segura, luan Antonio. Vlll, 333. Segura, Juan lose Antonio. II, 45, 88; V, 308, 309. Segura, Luis José Gabriel. V, 283, 288, 290, 332. Segura, Martín de. II, 95. Segura, Pedro de. l, 397. Segura, Pedro Pascual. V, 327. Segurola, Satumino. lll. 237, 398: V, 290, 322, 346; Vl, 515, 516, 5l7. Seibel, Beatriz. IX, 303. Seignobos, Charles. X, 69. Seineldln, Mohamed Alí. VIII, 259, 261. Seisdedos, Gabriel. Vlll, 360. Seligman, E.R.A. vm. s04. Selles, Roberto. IX. 303. Selser, Gregorio. Vll, 470; Vlll, 52 l.

Selser, lorge. Vll, 369. Selva, Manuel. X, 152. 154, 162. 163.

Semenza, G. IX, S29. Semper, luan. l. 178. Sempere, Francisco. Vl, 423.

Semprún, lose. lV, 3l3. Sena Pereira. V, 242. Senabre. Ricardo. Ill. 244. Senderey, Moises. Vlll, 399. Senefelder, Aloys. Vl, 351. 489. Senén González. Santiago. IX. 240. Senet, Rodolfo. VI. 299. Senevil, Courcelle. V. 456. Senillosa, Felipe. lV, 199. 398; Vl, 460, 467; IX. S42. Senkman, Beatriz. Vlll, 400.

ÍNDICE DE NOMBRES

Senkman, Leonardo. VII, 108, 468; VIII, 400. Sentenach, Felipe. IV, 273. Seoane, Iuan Antonio. V, 388. Seoane, María Isabel. II, 145; III, 130, 161, 162; V, 40l;VIl, 359, 385, 396, 397, 469; VIII, 442.

Sepich, Iuan Ramón. VII, 38; VIII, 322; X, 60. Sepp, Antonio. II, 61; III, 202, 348. Sercovich, F.C. IX, S84. Sergent, Rene. IV, 194. Serra y Canals, Francisco de. III, 147, 159.

Serrafero, Mario Daniel. VII, 507, 511, 550, 551, 552, 556; X, 13, 38, 292. Serrano, Antonio. I, 28, 106, 131, 132, 155, 156, 157, 278, 510.

Serrano, Enrique. X, 259. Serrano, Iosé. II, 452; III, 315. Serrano, Iosé Mariano. IV, 356. Serrano Gonzáñez, A. VI, 513. Serrano Redonnet, Antonio E. III, 130, 159, 279, 312. Serrano Sanz, Manuel. IIl, 245, 3l l. Serrera, Ramón María. II, 46. Serrey, Carlos. VII, 281. Sertillanges. X, S4. Service, E. I, 106, 274. Service, R. I, 284. Sese, Miguel de. III, 433. Sesto, Carmen. VI, 127; IX, 210, Severi, Francisco. IX, 542. Severi, Marco. VI, 338; X, 278. Severino, Iorge Enrique. X, l6l. Severo de Isasi e Isasmendi, Nicolás. II, 171; III, 440. Sguiglia, Eduardo. VII, 357. Shaihueque, cacique. IV, 176. Shakespeare, William. X, 286. Shannon, lack. V, 359; VIII, 373. Sharkey, Eugene. VI, 170; IX, 21 l.

Shaw, Alejandro E. X, 157. Sheraton. III, 364. Sheridan, Enrique. VI, 363. Shúa, Ana María. X, 125. Sicardi, Francisco. X, 118. Sidicaro, Ricardo. IV, 541; VI, 513; Vll, 294; X, 22, 25, 38. Sidrauski, Miguel. VIII, 513, 514, 516, 517, 520, 522. Siegfried, André. VII, 361.

Siegler, Pedro. VII, 295. Siegrist de Gentile, Nora L. IV, 104; V, 205.

Siement, Marx. IX, 536. Sierra, Bernardo. VIII, 58. Sierra, Carmen de. VI, 450. Sierra, Miguel de la. IV, 294. Sierra, Pancho. IX, 292. Sierra, Vicente D. I, 408; II, 349, 380; V, 41; X, 81, 146. Sieyes, Emmanuel Ioseph. V, 20, 36, 82. 85. Siffredi, Alejandro. IV, 186; VII, 176, 177. Siga], Silvia. IV, 539; VI, 450; VII, 322, 354, 360, 372, 373, 400, 466, 471; X, 33, 38, 189, 199.

Sigal, Víctor. VIII, 400; IX, 497. Sigaut, Lorenzo. VIII, 258. Sikkink, Kathryn. VII, 355. Silberstein, Carina F. de. IV, 106, 106, 156. Silgueira, I. Honorio. IX, 436. Silpitorle, cacique. I, 281. Silva, Carlos Alberto. V, 103, 138; IX, 508, 528. Silva, Cayetano. X, 274. Silva, Francisco. X, 75. Silva, Hernán Asdrúbal. III, 161; VI, 13, 36, 37, 564; X, 103.

Silva, Iuan de. III, 186. Silva, Manuel. III, 375. Silva, Marta. I, 475; IV, 216. Silva, Matilde. VIII, 41. Silva Galdames, O. I, 284. Silva Lezaeta, Luis. I, 442. Silva y Aguiar, Iosé de. III, 250, 254, 261, 316. Silvano, María T. II, 116, 125. Silveira, Francisco. V, 322. Silveira, Iuan de. I, 330. Silveira, Mario. I, 206, 207. Silveira de Ibarrola, Francisca. III, 154. Silvestri, Graciela. IV,l58. Silveyra, Ricardo. VII, 279. Simmel, Georg. X, 16, 21, 127. Simón, Hugh V. (h) VIII, 245. Simón, Iuan. V, 194. Simón, Pierre-Henri. VII, 399. Simoncini, Pedro. IX, 382. Simone, Mercedes. X, 257. Simoneau, Karin. VII, 147. Simonetti, Celia. IX, 514. Simonetto, Ernesto. VIII, 441. Simons, Hanny S. de. X, 154. Simpson, Máximo. X, 116.

Simpson, Tomás Moro. X, 128. Sin, Gisela. VII, 550, S52. Sinchel, cacique. IV, 177. Singerman, Paulina. X, 259, 260.

Sintierra, Iuan. IV, 243, 247. Sipán. I, 271. Siracusano, Gabriela. X, 236. Siri, Obdulio. VII, 286, 545; VIII, 454. Sirio, Alejandro. VII, 39; X, 157, 207, 209. Sirven, Pablo. IX, 350, 361, 391, 392; X, 199. Sisley, Alfred. VI, 369, 375. Sisson, I-l.D. VI, 235, 250, 255. Sívori, Alejandro. VI, 367. Sívori, Eduardo. VI, 360, 367, 372, 373, 38l, 382, 521, 527; X, 212. Sívori, Enrique Omar. IX, 31 l. Siwak, Pedro. VIII, 360. Sixto, Genaro. IX, 403. Sixto IV, Papa. I 332; Il, 406. Sixto V, Papa. II, 386. Sjaastad, Larry. VIII, 516. Sldiar, O. IX, S57. Skou, lens. IX, 521. Skupch, Pedro. VII, 142; IX, 82, 149,183, 21 l. Slacum, Jorge W. V, 192. Slatta, Richard W. III, 191, 192; VI, 62, 228; IX, 330. Slodky, Iavier. VII, 509. Slutzky, Daniel. IX, 59. Smith, Adam. III, 98, 238; V, 14, 65, 443, 443, 450, 456, 457, 459; VI, 421. Smith, Iuan Carlos. X, 59. Smith, Oscar. VIII, 253. Smith, Peter H. VI, 165; VII, 264; VIII, 210; IX, 31, 57, 98, 147; X, 35. Smith, Wayne. VII, 359. Smith, William C. Vll, 357. Smulovitz, Catalina. VII, 142, 355, 356, 399. Snow, Peter. I, 257; VII, 263; X, 96. Soaje, Camilo. IX, 379. Soaje, Guido. X, S9. Soares, Ernesto. VI, 202. Soares, Iosé Carlos de Macedo. VIII, 115. Sobert Shugart, Matthew. Vll, 553. Sobral, Antonio. VII, 275, 276. Sobral, losé María. VIII, 163, 164. 177.

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Sobre Monte, Rafael de. II, 31, 33, 74, 75, 78, 79, 82, 83, 102, 107, 108, 124, l72, 180, 275, 277, 282, 299, 371, 374, 375, 378, 379, 382; III, 108,116, 121, 131, 307, 309, 378, 380. 390, 397, 438, 439; IV, 210, 261; VI, 536. Sobrino. Ill, 254. Socolow, Susan. ll, 117, 125, 128, 132, 134, 142, 146, 147, 180; III, 102, 147, 162; IV, 112, 130, l3l, 256, 268; X, 99. Soffici, Mario. VII, 39; X, 258, 259, 260. 262, 269. Sófocles. X, 130, 287. Sofovich, Gerardo. X, 266. Sofovich, Hugo. X, 266. Soiza Reilly, Iuan lose de. D(, 373.

Sojit, Luis Elías. IX, 319, 323. Sojit, Manuel. IX, 323. Sojo, Eduardo. VI, S01, 505. Solá, Héctor Hidalgo. VIII, 253. Solá, Iuan Manuel. IV, 412, 413, 414. Solá, Iuan V. VII, 277, 550. Solá, Manuel. V, 187. Solá, Miguel. II, 88, 315; lll, 365; IV, 423; VI, 488. Solá, Miguel Angel. IX, 530. Solá González, Alfonso. VI, 345, 348; X, 115, 134. Solanas, Fernando. X, 266, 270. Solanas Pacheco, Héctor. Vlll, 228, 229. Solano, Francisco de, Fray. l,

473; ll, 435, 466; lll, l57. Solar, Xul. Véase: Schultz Solari, Alejandro.

Solari, Benjamín. Vlll, Sl. Solari, Manuel Horacio. lll, 400; VI, 273. Solari Yrigoyen. Vll, 506. Solberg, Carl. VI, 124; IX, 147. Solbrig, Otto T. IX, 35, 59, 587. Soldi, Raúl. VII, 39; X, 21 l. Soler. lX, 550. Soler, C.M. IX, 184. Soler, Hipólito, Fray. Ill, 390; Vl, 482. Soler, Manuel. Vlll, 426. Soler, Miguel Estanislao. IV, 325, 326, 327, 364. Soler, Ricaurte. V, 74, 90; VI, 306; X, 39, 65. Soler, Sebastián. Vlll, 405, 410, 421, 422, 423, 433, 434, 454. Soler Cañas, Luis. Vl, 345; X,

462

133.

Solís, Diego de. I, 32, 338, 340, 341, 342, 346, 348, 368, 369. 370, 372, 375, 377, 408, 472; III, 237, 252, 263, 290; VI; 335. Solís, Leonardo León. II, 207. Solórzano Pereira, Iuan de. II, 150, 215, 216, 220, 222, 246, 283, 289, 291, 388, 390, 404, 415; III, 263, 264, 268. Solórzano y Velasco. Il, 106. Solveira, Beatriz R. I, 477, 505, 51 l; V, 209, 235, 538; Vlll, 95, 119, 579. Sombart, Werner. X, 16. Sombra, Segundo. IX, 270; X, 118,119, 156, 265. Somellera, Antonio. V, 242; VI, 362, 474. Somellera, Pedro de. V, 381, 401, 407. Somenzi, Porro di. IX, S41. Somigliana, Carlos. X, 131, 287, 288. Sommariva, Luis H. IV, S38; V, 115, 167; VII, 263, 550. Sommer, l. IX, 125, 148. Sommi, Luis V. IV, S40, 462; VII, 263; IX, 147. Somoza, Jorge. IV, 7l, 75; Vll, 73

Sonderéguer, M. Vll, 468. Sonsino, Rifat. Vlll, 397, 398, 399.

Sonzogni, Cristina. VI, l00. Sonzogni, Elida. VI, 98. Sordelli, Alfredo. IX, 504, 505. 506, 507, 508, 517, 519, S28. 529, 53 l. Sorel. Vll, 452. Sórensen, Niels. Vlll, 367. Soria, Ezequiel. X, 277. Soria, Joaquín de. Ill, 437. Soria, Iuan de. l, 153. Soria, Martín S. ll, 86; lll, 366. Soria, Raúl. Vlll, 516. Soriano, Alberto. lX, S9. Soriano, Manuel María. VI, S13. Soriano, Osvaldo. X, 124, 268. Sorokin, Pitirim. X, 14. Sorrento, Luigi. IV, 246. Sors, Guillermina. ll, 466. Sortais, Louis. IV, 194. Sosa, Adam F. Vlll, 372. Sosa, Luis de. Ill, 445. Sosa Cavadas, Iosé de. Véase Cavadas, lose de Sousa. Sosa de Newton, Lily. Vl. 346: IX. 268.

Sosa Molina, Iosé Humberto. VIII, 218, 219, 220. Sosnowski, Saúl. X, 196. Sota, de la. Il, 195. Sota, Iuan Manuel de la. VI, 32. Sotelo, Walter. X, 223. Sotelo Narváez, Pedro. I, 273, 274, 278, 279, 284, 43]; Il, 94; III, S6. Soto, Domingo. lll, 262. Soto, Iuan, Fray. III, 389. Soto, Iuan José. IV, 467. Soto, Luis Emilio. X, 118, 128, 132.

Soto Amango, Diana. III, 420. Soto y Calvo, Francisco. X, 163. Sotomayor, Alonso de. I, 371, 404, 431, 438. Sotomayor, Familia. II, 242. Sotomayor, Ramón, Fray. lll. 374.

Soucoup, Rodolfo. VI, 501. Soulié, Frédéric. VI, 491. Sourrouille, Iuan V. Vlll, 518;

lX,ll2,ll4, 125,146,147. 149, 21 l.

Sousa, María de. I, 364. Sousa, Martín Alfonso de. l, 360, 36], 375, 377. Sousa, Tomé de. l, 36], 387, 398.

Southem, Henry. IV, 421; V,

l9l.

Souza, Diego de. V, 195. Souza, Jorge. X, 217. Souza, Paulino lose Soares de. V, 197, 207. Sowell, Benjamin. Vlll, 374. Sowell, Sydney M. Vlll, 365. 374. Sozzo, Maximo. Vlll, 494. Spalding, H. IV, S41. Sparza, Egidio. Vlll, 330. Spears. l, 257 Spegazzini, Carlos Luis. VI, 4lS. 416 Speluzzi, Bemardino. Vl. 412. 413, 414: lX, S37. Spencer, Herbert. V, 52, 72, 372. 373, 459; Vl. 291, 299. 306. 422, 423; X, 13, 16, 41. Spengler, Oswald. X. 16, 127. 202.

Spiguel, Claudio. Vlll, 143. Spilimbergo, Jorge Enca. Vll, 430, 468. Spilimbergo, Lino Enea. Vll, 39:

X, 2| l, 212. 2l3, 2lS. 2l9. 220.

ÍNDICE DE NOMBRES

Spinelli, María Estela. VIII, 75. Spiro, Miguel. IV, 295. Spiro, Nicolás. X, 115. Spiro, Pedro. IV, 295. Spivacow, Boris. X, 162. Spota, Alberto A. Vll, 498; X, 29.

Spota, Beatriz. IV, 186. Spotorno, Iuan Antonio. VIII, 323. Squirru, Rafael. X, 223, 234, 235. Stabb, Martin. X, 135. Stüel, Madame de. Véase: Sarratea, Melchora. Stagnaro, Iuan Bautista. IX, S30.

Stagnaro, Iuan Iosé. X, 266. Stalin, loseph. VII, 363, 396; X, 178.

Stallings, Bárbara. IX, 148. Stammler, Rudolf. VIII, 409, 419, 441. Stanbury, Iohn B. IX, S18. Stanchina, Lorenzo. X, 121. Stanislavski, Constantin. X, 130. Staples, Roberto. VI, 34, 133. Stearns, Iorge A. V, 352; VI, 286, 423. Stein, Enrique. VI, 318, 410, 501, 527. Stein, Stanley I. VI, 165. Steinmann. I, 210. Steinthal, Fritz. VIII, 392. Stefano, Luciana de. I, 323. Stefenelli, Miguel. V, 300. Stelzner de Friburgo, Alfred. VI, 410. Stemplowsky, Ryszard. VIII, l 18.

Stengel, A. IX, 211. Stengel, Sonia. II, 248. Stern, Grete. X, 216. Stern, I. IV, 496. Steward, I. I, 279; Il, 89. Stirling, Waite H. I,_,256; V, 351, 359. Stoetzer, O. Carlos. IV, 269. Stoffel, Edgar Gabriel. V, 310. Stoller, Enrique. VII, 509. Stoppani, Andrés O. IX, 517, 523, 529, 532. Stoppani, Iuan. X, 227. Storey, Rebecca. l, 81. Storni, Alfonsina. X, 112, 113.

Storni, Carlos M. Il, 315. Storni, Hugo. II, 466. Storni, Pablo. V, 396. Storni, Segundo R. VIII, 106,

150,151,155, 159,176, 185. 191, 210. Story, losé. V, 29, 36, 38, 370, 419.

Strangford, lord. V, 173, 176, 177, 195.

Strasberg. X, 130. Strasser, Carlos. Vll, 400, 467; X, 34. Straubinger, Iuan. VIII, 327. Strauss, Levy. X, 21. Street, Iohn. II, 382; V, 42; VI, 37.

Streeten, Paul. VIII, 516. Strindberg, lohan August. X, 281.

Strobel, Matías. III, 410. Strobel, Peregrino. VI, 412, 414, 415.

Stroessner, Alfredo. Vll, 376. Strong, Iohn. II, 339. Studer, Elena S. F. de. III, 102. Suaiter Martínez, Francisco. VIII, 75. Suárez. IX, 517. Suárez, Alejandro. VII, 286. Suárez, Anastasio, Fray. III, 389. Suárez, Buenaventura. III, 297, 405, 412, 413, 414, 418; VI, 529.

Suárez, Francisco. II, 283; III, 224, 258, 387; IV, 265; V, 15; VIII, 442; X, 21, 53. Suárez, Isidro. IV, 345; VI, 21 l. Suárez, Iusto. IX, 326, 326. Suárez, León. X, 266. Suárez, Leopoldo. VII, 282; VIII, 234. Suárez, María Victoria. X, 116. Suárez, Mariano. V, 3 l 7. Suárez, Martín. IV, 281, 282, 285, 292, 328, 338. Suárez, Odilia. VII, 205. Suárez, Pablo. X, 226. Suárez, Reinaldo Iosé. X, l6l,

Suárez Lago, Gilberto. VII, 274, 291. Suárez Mason, Carlos Guillermo. VIII, 254, 255, 257.

Suárez Urtubey, Pola. X, 253. Suárez Vilela, Ernesto. VIII, 373.

Suayter, María Adela. IX, 424. Subiza, Ramón. VIII, 69. Sucre, Iosé Antonio de. IV, 342, 343, 344, 345, 371; V, 204. Sue, Eugene. VI, 491. Sueldo, Horacio. VII, 370. Suffern Arteaga de San Martín, Elvira. X, 156. Sullivan, Pedro Iosé de, Fray. III, 389. Summerhill. IX, 183. Supisiche, Ricardo. X, 222, 224. Suplee, loan. IX, 33. Suriano, Juan. IV, 156; V, 75; VIII, 494; IX, 210. Susini, Enrique IX, 365, 367, 369, 379; X, 258. Susnik, Branislava. II, 206, 467, 468. Sustersic, Bozídar Darko. III, 349, 367. Swaity, Meletios. VIII, 377, 380, 381, 384, 385. Sweeney, Ernest S. V, 168. Swiderski, Graciela. Il, 85; Vll, 87. Sylla, R. V, 505.

Sylvestre, Santiago. X, 116. Sylvestre Begnis, Carlos. VIII, 30.

Szathmáry, Emóke. I, 79. Szpunberg, Alberto. X, 116. Sztompka, Piotr. IV, 159. Szuchman, Mark D. IV, 106, 128,131, 156; VI, 274. Szusterman, Celia. VII, 355. T

162, 163.

Suárez de Cantillana, Lorenzo. II, 418, 430, 465, 468. Suárez de Carvajal. I, 375. Suárez de Figueroa, Lorenzo. I, 152, 422, 429, 448, 459, 466. Suárez de la Concha, Melchor. II, 55, 56; III, 336. Suárez de Toledo, Familia. I, 441.

Suárez de Toledo, Martín. I, 383, 423, 424, 428, 448; lll, 426.

Suárez Fernández, Luis. l, 322.

Taboada, Antonino. IV, 436, 468, 470, 472, 474, 476. Taboada, Carlos. IV. 310. Taboada, Diógenes. Vll, 286. Taboada, Familia. IV, 450; V, 148.

Taboada, Gaspar. IV, 450, 479. Taboada, Manuel. IV, 456; VI, 538.

Taborda, Diógenes. X, 256. Taborda, Gabriel. X, 135.

Taborda, Rafael. IX, 471. 463

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Taborda, Saúl. VII, 276; X, 47. Tacca, Oscar. X, 128. Taccone, luan losé. IX, 233, Tagle, Carlos A. VII, 482. Tagle, Gregorio. III, 398; IV, 402; V, 316, 322. Tagle, Mariano Antonio. III, 398. Tagle, Miguel F. III, 374, 375. Taiana, lorge A. VII, 374; IX, 447, 489. Taine, Hippolyte. V, 60; VI, 339, 449. Tait, Guillermo. V, 347. Talavera, Hernando de, Fray. I, 308, 317, 318. Talesnik, Ricardo. VII, 134; X, 13 l, 287. Talla. Vl, 531. Tálice, Roberto. IX, 361; X, 129. Tallón, AJ. V, 359. Tallón, losé Sebastián. X, 113. Tamagna. VIII, 528. Tamayo, Manuel. VI, 337. Tamberlinck. Vl, 531. Tamboleo, Bernabé, Fray. V, 298. Tamborini, losé P. VII, 21, 253, 257, 304, 305; lX, 405.

Tamburini. Ill, 262, Tamburini, Francisco. IV, 194; X, 244. Tami, Felipe S. VIII, 517. Tamin, Alejandro. III, 375. Tamiño, Alejandro. Veáse, Tamin, Alejandra. Tandeter, Enrique. lll, 29, 50, 90, 101, 103; V, S05; Vl, l7l. Tank, Kurt. lX, 574, S75, S76. Tanús, Eduardo. IX, 531. Tanzi, Héctor lose. IV, 313, 507; Vlll, 21 l. Tapia, AH. l, 255. Tapia de Vargas, Familia. ll, 157.

Tapia y Padilla, Isabel de la Presentación. lll, 344. Taquiní, Alberto Carlos. IX. 496, 512, 513, 514, 515, 517. 521, 523, 524, S29, 531. Taquini, Graciela. X, 270. Taraccio. Vl, 254. Tarantini, Alberto. lX, 3 l 2. Tarcus, Horacio. Vll, 359, 468. Tardano, Angel. Vl, 251. Tarde. X, 16. Tarnopolsky, Samuel. Vl, 348. Tarrago. Griselda. ll, 180.

Tarruella, Rodrigo. X, 270. Tartaglia de Silvano, Maria Teresa. II, 147. Tartarini, lorge. VII, 207, 230. Tassara, Mabel. X, 270. Tasso, A. VII, 109. Tasso, Torcuato. III, 268; VI, 376.

Tato, Miguel R X, 267. Tau Anzoátegui, Víctor. I, XIX, XXI; ll, 9, 88, 145, 21 l, 248. 250, 282, 314, 315, 470; III. 130, 244, 401; IV, 378, 424; V, 42, 44, 87, 99, 103, 104, 137. 398, 400, 401, 402, 405, 435, 436, 437; VI, 274, 513; VII, 508, 552; VIII, 403, 439, 440. 441, 468, 470, 579; X, 94, 95, 107.

Taullard, Alfredo. II, 88; lll, 367; Vl, 229, 345. Taussig. VIII, S04. Tavares, Antonio Raposo. ll, 320, 441. Tavares, Preto Raposo. II, 320. Tavella, Zulema. l, 207. Tavema Irigoyen, lorge. X, 237. Taviani, Paolo Emilio. I, 407. Tavira, Antonio. Ill, 392. Tavolini, Francisco. V, 301. Taylor, Alan. Vlll, 549; lX, 80, 82 Taylor, Richard M. lX, S31. Taylor, Tomás. IV, 295. Taylor, William B. ll, 122. Tcach, César. Vll, 296, 355;

Vlll, 41. Tchaicovsky. IX, 258, 261. Techo, Nicolás de. l, 94; lll, 245, 263, 298; Vl, 315. Tedeschi de Brunet, Sonia. IV, 425. Tedesco, luan Carlos. IX, 422, 423, 454, 497. Teissaire, Alberto. Vll, 436, S21;

Vlll, 67. Tejeda, Gabriel. lll, 293. Tejeda, Gregorio. lll, 293. Tejeda, luan de. lll, 15], 254, 338.

Tejeda, Leonor de. ll, 97; lll, 135,151,152, 292, 338, 38]. Tejeda, Luis de. lll, 131, 205, 216, 22], 245, 269, 275, 293. 294, 295, 296. 3ll. Tejeda, Tristán de. l, 432, 452; lll, 292. Tejada, Gómez, Armando. X. l l7.

Tejeda Miraval, luan de. Il, 425; III, 292. Tejeda y Guzmán, Luis lose de. lll, 292, 293, 312. Tejedor, Carlos. IV, 24, 475, 477, 478, 479, 481, 488, 506, S12. 529; V, 50,108,131, 219, 263. 389, 390, 402; Vl, 269, 378, 472, 475, 516; Vlll, 472. Tejedor, Enrique. VII, 352. Tejo. IV, 228.

Telémaco Susini, Enrique. X, 283.

Teles Meneses, Miguel. Il, 78. Telesca, Ana María. X, 232, 235. Tellechea y Caviedes, María Calixta. Vl, 363. Tello, Antonio Reynoso. II, 63. Temis. Vlll, 445. Tenorio T., Mauricio. Vl, 450. Tenti Fanfani, Emilio. Vll, 142. Teobaldi, Daniel Gustavo. Vl, 348. Tepaske, lohn l. III, l8, 29. Terán, Familia. V, 148. Terán, Femando de. l, 473; ll, 86; Vll, 206. Terán, luan B. IV, 425; Vl, 138. 302, 306, 445; Vll, 35, 277: Vlll, 324; lX, 402, 422, 429. Terán, Oscar. V, 73, 74; Vll, 323. 360, 471; Vlll, 494; X, 39, 184, 189, 199. Teresa de lesús, Santa. lll, 158, 2l0, 254, 26], 268, 269, 292. 295, 296. Terlinden, Vicomte. V, 206. Tenneyer, Ramón de. lll, 407. Ternavasio. Marcela. VIII, 80. 94.

Terrador, Esteban. IX, 542. Terragno, Rodolfo H. IV, 346; Vll, 295; lX, 358. Terralla y Landa. lll, 322. Terranova, Osvaldo. X, 280. Terrara, Carlos. Vl, 480. Terrazas, Matias. lll, 226, 228. 246.

Terrera, Guillermo. lX, 271. Terrero, lose Maria. V, 322; Vl,

5l6. Terrero, luan Nepomuceno. V. 284, 287. Terrero, Máximo. Vl, 34. 526. Terry, lose Alberto. V, 120, 460, S03; Vlll, 499, 500; X, 203. 220. Terry, Megan. X, 288. Teruel de Lagos, Ana. Il, 208; Vl, 99.

ÍNDICE DE NOMBRES

Terzaga, Alfredo. IV, 481. Tessandori, Luis. X, 204. 235. Testa, Clorindo. V11, 39; X, 231. Tetruel, cacique. IV, 169, 170. Tetu, Remus. 1X, 489. Teubal, Familia. VIII, 398. Teubal, Mauricio. VIII, 517. Teubal, Miguel. VIII, 516, 522. Tezanos Pinto, César de. VIII, 429. Tezanos Pinto, Familia. V, 148. Thatcher, Margaret. VII, 392. Thays, Carlos. IV, 195, 207, 210, 21 l, 214; VI, 237; VII, 180, 188, 224. Thélot, Claude. VII, 140. Thénon, Iorge. IX, S28.

Thernstrom, Stephan. VII, 140. Thierry, Agustín. V, 38. Thiers, Louis Adolphe. Vl, 41 l. Thomas, Dylan. IX, 349. Thomas, Hernán. IX, 583. Thompson, Carlos. X, 261. Thompson, D. I, 108. Thompson, Diego. IV, 27. Thompson, Edward. X, 100. Thompson, Familia. V, 350. Thompson, Iuan. V, 200; VI, 473, 483. Thompson, Julián. VIII, 299. Thompson, Ruth. DC, 183. Thoms, William Iohn. VI, 558. Thomson, Diego. V, 346, 347, 348, 359, 360. Thomson, James. Véase: Thomson, Diego. Thomson, Iuan F. V, 352, 353, 354, 357, 360; V111, 374.

Thome, Iohn M. IX, S39. Thorne, Iuan Bautista. V, 246. Thorne, Roberto. I, 371. Thorp, Rosmary. V11, 143. Thot, Ladislao. VIII, 494. Tiarajú, José. II, 458. Tibiletti. VII, 275. Tiempo, César. Véase: Zeitlin, Israel. Tigerstedt, Robert. IX, 512. Tijman, Gabriela. IX, 391. Tilly, Louis. VII. 141. Tilly, R. V, sos.

Tilton, barón de. VIII, 510. Timerman, Jacobo. VII, 399, 506, 544; Vlll, 257, 457, 462; IX, 355, 356, 358; X, 189. Tinayre, Daniel. X, 258, 260, 261, 262, 269. Tingitana, Mauritania. l, 329. Tiruel. ll, 93.

Tiscomia. Eleuterio F. X, 125. Tissembaum, Mariano R. V, 403.

Tissera, Iuan Capristrano, Fray. V, 336.

Titara, Ladislao dos Santos. IV, 451. Tito Livio. III, 268. Tiziano. VI, 352. Tizón, Héctor. X, 124. Tjarks, Germán O.E. II, 281; III, 102; IV, 268.

Tobal, Gastón Federico. VIII, 405, 429, 430, 444, 448, 449, 461, 468. Tocqueville, Alexis de. V, 22, 29, 38, 48; Vl, 277, 305, 41 l; VII, 361, 462, 513; X, 14. Toennies. X, 16. Tokman, Víctor E. VII, 143. Tolcachier, F. VII, 109. Toledo, Bernardino, Fray. III, 400. Toledo, Estela B. II, 179; III, 100.

Toledo, Francisco de. I, 280, 282, 284, 416, 418, 419, 421. 422, 424, 425, 428, 442, 451; 11, 128, 290, 294, 306, 409; III, 68. Toledo, Gabriel de. III, 377. Toledo Pimentel, Familia. II, 170, 171. Tolstoi, Alekséi Nikolaievich. V1, 518; X, 213, 280, 281. Toman, Miguel Luis. X, 158. Tomas, Santo. III, 224; VIII, 322; X, 45, 52, 54, 63. Tomás y Valiente, Francisco. IV, 247.

Tomasini, Iuan Alfredo. Il, 207; IV, 167, 186; VII, 147, 173. Tomé, Remigio. VI, 253. Tommasi, Victorio. VIII, 65. Tommasini, Gabriel, Fray. II, 468.

Tonazzi, Iuan M. VlI, 292. Tonda, Américo A. V, 309, 310, 343; X, 102. Tonini, A. IX, 82, 21 l. Tonna, Gratien. IX, 328. Tonni, Eduardo. l, 205, 206. Topio, Iulián. III, 326. Toranzo, Severo. VII, 271; VIII, 186.

Toranzo Calderón, Samuel. Vlll, 223. Toranzo Montero, Carlos. VIII, 229, 230.

Torchia Estrada, Iuan Carlos. III, 373, 401; X, 64. Toriano, cacique. IV, 172. Toribio, Tomas. II, 58, 83, 84. Torino, Antonio. ll, 435. Torino, Martín. VII, 253. Tormo, Antonio. IX, 301. Tornquist, Carlos A. 1X, 146. Tornquist, Ernesto. Vl, 88; IX, 18, 20, 163, 178, 182, 188, 194.

Toro, Reginaldo. V, 284. Toro y Pareja, Manuel. VI, 501. Torquemada, Tomás de, Fray. I, 314, 315. Torrado, Susana. VI, 257; VII,

55, 74,l16,l17,121,130, 132, 138, 141; 1X, 267. Torre, Carlos. V, 354. Torre, Elena B. VI, 30, 38; VIII, 74.

Torre, Giuseppe. VI, 251. Torre, Guillermo de. X, 177. Torre, Ioaquín de la. IV, 388. Torre, Iuan Carlos. IV, 158; VII, 142, 301, 321, 322, 330, 398; V111, 270; 1X, 242; X, 22.

Torre, Lidia de la. VI, 256; IX, 267, 268. Torre, Lisandro de la. IV, 517, 527, 532, 536, 537; V, 71, 165; VII, 20, 235, 236, 268, 270, 272,280,281, 295, 409, 415, 416, 417, 476; VIII, 82, 86; IX, 27, 190. Torre, Manuel Antonio de la. III, 229, 232, 446. Torre, Pedro de la, Fray. I, 472; Il, 168; III, 268, 291. Torre, Raúl de la. X, 266. Torre Nilson, Leopoldo. VII, 39; X, 263, 270. Torre Revello, Iosé. I, 407, 443, 473; ll, 85, 88, 124, 179, 350, 381, 382, 466; III, 129, 130, 131,160,161, 276, 278, 282. 310, 330, 331, 365, 367; VI, 305; IX, 493; X, 72. Torre Vela, Iosé de la. III, 434. Torre Vela, Manuel de la. III, 434. Torreblanca. I, 274. Torrendell. Iuan. X, 143, 151. Torrente, Mariano. IV, 313. Torres. III, 222. Torres, Andrés. III, 279. Torres, Camilo. IV, 241; VIII, 346.

Torres, Diego de. I, 467; Il, 60, 465

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

421, 437, 439. 447; Ill, 199. 206, 209, 218, 219, 293. 383. Torres, Elpidio. VII, 357. Torres, Iosé León, Fray. V, 293. Torres, Iosé Luis. VII, 289, 296. Torres, julio. II, 415. Torres, Iulio César. VIII, 94. Torres, Lorenzo. V, 322. Torres, Luis María. II, 88; III, 400, 420; VI, 446; X, 68, 72. Torres, Manuel, Fray. III, 408. Torres, Tomás de, Fray. III, 442. Torres Balbas, Leopoldo. II, 85. Torres Briceño, Dionisio. II, 425; III, 249. Torres de Ugalde, Juana Iosefa. III, 382. Torres de Vera y Aragón, Juan. I, 428, 429, 434, 436, 438, 450, 456; III, 426, 427. Torres de Vera y Aragón, Iuan (h). ll, 154. Torres Frias, María. VI, 340. Torres García, Joaquín. X, 228. Torres Lacroze, Federico. V, 401. Torres Lanzas, Pedro. I, 473; II, 85.

Torres Navarrete, Juan de. I, 439; III, 427. Torres Ríos, Leopoldo. X, 256, 257, 262, 263. Torres Zavaleta, Jorge. X, 125. Torrey, William. V, 347, 348, 349, 350. Torrico Ximénez, Patricio. III,

Tubichaminí, cacique. H, 26, 437. Tudó, Pepita. IV, 228.

Trail], Johnny. VI, 250; DC, 314, 315, 318. Trarnonti. IX, 220.

Tuis, Claudio. II, 117, 125, 147. Tukachev, Fedor (Teodoro). VIII, 381. Tula Cerbin, Alonso de. l, 440. Tulchin, Joseph A. V, 235; VI, 126; VII, 400 , VIII, 117, 143. Tululunave, cacique. l, 153. Túmburus, Iuan. X, 154. Tuñón de Lara, Manuel. l, 321;

Trapani, Pedro. VI, 34, Sl, 52, 133, 142.

Trasande, Iuan Alfredo. X, 150, 162.

Treharne Lewis, luan. IX, S07, 516.

Trejo, Hernando de. l, 397. Trejo, Mario. X, 115. Trejo, Nemesio. Vl, 338; VII, 246.

Trejo y Sanabria, Fernando de, Fray. II, 25, 153, 154, 156, 396, 398, 399, 400, 401, 413. 434, 466; Ill, 260, 383, 384, 442. Trelles, Manuel Ricardo. Il, 125; Vl, 359, 431, 432, 435, 506. 516, 517, 525; X, 148. Trelles, Rogelio. Vll, 231. Trenti Rocamora, lose Luis. X, 160,161,163. Trento, A. IV, 107. Trerótola, María Delicia. III. 192.

Torroba Bernaldo de Quirós,

Tretter, Iosé. IX, 540. Treves, Renato. Vlll, 440. Triffin. VIII, 544. Trímboli, ]. VII, 400, 468. Tripaldi, Nicolás M. X, 161. Tristán. Vll, 312. Tristán, José de. III, 138. Tristán, Pío. IV, 298, 299. 300.

Felipe. VI, 51 l. Tortella, G. V, 505.

Tristán y Moscoso, Joaquín. III,

378.

Torterolla, Familia. VI, l8l. Tórtola, Angélica L. VI, 348. Tortolo, Adolfo. VIII, 34], 349, 351, 355.

Tortti, María Cristina. Vll, 430. Tosacanelli, Paolo dal Pozzo. l, 334.

Toscanini. Arturo. IX, 258. Tosco. Agustín I. VII, 357; IX, 234.

Tounens, Orllie-Antoine de. Vl, 416. Touraine, Alain. VII, 398. Tours, Martín de, Santo. lll, l 19.

Tovar, Alberto. ll, 468. Tow, Martín. IX, 379. Towsend Brady, Cyrus (h). IX,

466

Traill, Familia. VI, 250; IX, 314,

528 Tracy, ‘Destutt de. X, 62.

301. 390. Tristany, Manuel Rogelio. V, 383. Troiani, Osiris. IX, 336. Troilo, Aníbal “PichucoÏ lX. 263, 273. Troisi Melean, Jorge. Ill, 191. Trombetta, Augusto M. IX. 497. Troncoso, Familia. ll, 135. Troncoso, Manuel. ll, 152. Troncoso y Echagüe, luan Blas.

lll, 398. Trostiné, Rodolfo. lll, 366; Vl, 487: X, 236. Trotz. Vlll, 269. Troyano, María F. Ill, 130. Trucco, Raúl. IX. 516. Trueno, Alonso. ll, 420. Trusso, Alfredo. Vlll, 339. Tïrbar y Sala, Francisco. lll. 446.

II, 279; IV, 247. Tupac Arnarú. II, 257, 273; IV. 253; Vl, 317. Tupac Amaru, José Gabriel. I, 281. Túpac Inca Yupanqui. l, 98, 108, 272. Turbon, Daniel. l. 79. Turgot, Anne-Robert Jacques. V. 456. Turkieh, Mauricio. IX, 115. Turkow, Marc. Vlll, 400.

Turner ll, Christy G. l, 79. Turner, Frederick C. Vll, 359, 466, 467. Turolo, Carlos M. (h). Vll, 397; VIII, 299. Twain, Mark. Vl, S18. U

Ubaldini, Saúl. IX, 238. Uballes, Eufemio. IX, 463. 465, 470 Udaondo, Guillermo. lll, 210; TV, 532; V, 344; Vl, 507, 526. Ugarriza, Andrés. V, 390. Ugarte, Alicia. Vl, 257; IX, 268. Ugarte, Francisco Ignacio de. lll, 322. Ugarte, Manuel. V, 70; X, 125. Ugarte, Marcelino. lV, 474, 527. 528, 531, S37, 539: V, 45, 135. l48, 387; Vl, SlO; Vll, 235, 239, 240, 4l7; IX, 538. Ugarteche, Félix de. Vl, 486, 532: X, 162. Ugarteche, lose Francisco. IV, 402. 403; Vl, 466. Uhart, Hebe. X, 125. Ulanovsky, Carlos. IX, 360, 361. 391, 392; X. 197.

Ulla, Noemí. Vl, Sll. Ulloa, Antonio. lll, 263. Ulloa. Nicolás de. ll, 155. 413; Ill. 443. Ulloa Chaves, Antonio de. lll. 432.

ÍNDICE DE NOMBRES

Unamuno, Miguel de. VI, 509; VII, 508. Underwood Faulkner, Harold. IV, 247.

Undiano y Gastelú, S. de. VI, 175, 200. Ungaza. V, 127. Unsain, Alejandro M. V, 397; VIII, 405.

Unzue, Saturnino E. VlII, 310. Uranga, Carlos. IX, 315. Uranga, Raúl. VIII, 30. Urbano VIII, Papa. ll, 442; III, 383.

Urdemanes, Pedro. VI, 546. Urgell, Guimar de. VI, 384. Uriarte, Claudio. VIII, 271. Uriburu, Alberto E. X, 157. Uriburu, Dámaso. V, 198, 204. Uriburu, Enrique. VIII, S04, 506, 548, 534. Uriburu, Familia. II, 53; V, 148. Uriburu, Iose Evaristo. IV, 25, 526, 529; V, 58, 110, 116, 134, 267, 339; VI, 380. Uriburu, lose Felix. VII, 19, 91, 114, 267, 268, 269, 270, 272, 277, 279, 283, 291, 295, 411, 417, 422, 424, 426, 480, 481, 482, 483, 515, S20, 529, 544; VIII, 184, 186, 187, 195, 196, 197, 459, 487, 534; IX, 70, 338, 429; X, 282. Uriburu, Vicente de. VI, 137. Urízar y Arespacochaga, Esteban de. II, 98, 99, 195, 198; III, 434, Urmendia. III, 182. Urondo, Francisco. X, 116. Urquijo, Myriam de. IX, 379. Urquiza, Iusto lose de. IV, 21, 22, 23, 27, 35, 36, lll, 173, 191, 416, 419, 421, 422, 425, 427, 428, 429, 430, 431, 432, 433, 434, 435, 436, 437, 438, 439, 441, 442, 444, 445, 446, 447, 448, 449, 451, 452, 453, 454, 455, 456, 457, 458, 459, 460, 461, 463, 464, 467, 469, 470, 471, 472, 473, 474, 475, 476, 478, 479, 480, 486, 486. 491; V, 27, 33, 34, 37, 100, 108, 110, 161, 184, l87, 188, 197, 201, 203, 204, 207, 245, 246, 247, 248, 249, 250, 251, 252, 255, 258, 259, 260, 261, 272, 281, 330, 332, 333, 352, 375, 382, 383, 418, 419, 420. 421, 424, 476, 480, 514, 524;

Vl, 68, 98, 223, 270, 321, 324, 328, 330, 360, 361, 410, 479, 480, 484, 495, 497, 501; VIII, 84, 427; IX, 408; X, 102. Urquiza Almandoz, Oscar F. Il, 125; III, 332; VI, 200, 228, 486, 533; X, 102. Urrejola, Francisco. III, 298. Urruchúa, Demetrio. X, 212, 222.

Urrutia, Carlos de. III, 29. Urrutia, María de. III, 340. Urtasun, Martín. III, 201. Urtubey, Cloromido. V, 262. Urzainqui, Inmaculada. III, 330. Usinger, Owen G. V, 234. Ussher, Santiago. V, 31 l; VIII, 334.

Ustáriz, Gerónimo de. III, 169. Utimba, cacique. l, 281. V

Vaca de Castro, Cristóbal. l, 274, 373, 387, 388, 394. Vaca Narvaja, Fernando. VII, 394. Vacarezza, Alberto. VI, 338; X, 129, 275. Vacca, Roberto. VIl, 323. Vaccaro, Severo. X, 142. Vacchina, Bernardo. IV, 187. Vacs, Aldo. VIII, 144. Vago, Ismael A. V, 359; VIII, 374. Valcárcel, Zoraida I. VIII, 41. Valdelirios, marqués. Véase: Minive, Gaspar de. Valdes. VII, 418. Valdes, Diego de. I, 472. Valdes e Inclán, Alonso Iuan de. II, 324, 363; III, 381, 429. Valdes y de la Banda. III, 42. Valdez, Antonio. VI, 459, 460. Valdez, Gerónimo. IV, 339. Valdez, María. X, 269. Valdez, Simón de. II, 158. Valdano, Jorge. IX, 312. Valdivia, Luis de. I, 177. Valdivia, Pedro de. I, 280, 386, 387, 387, 388, 394, 401, 402, 403, 405, 406, 414, 438, 442, 446. Valdivia, Víctor. VIII, 99; IX, 199, 373; X, 73, ll4, 207. Valencia, Daniel. IX, 312. Velencia, Mario. X, 225. ' Valencia, Marta E. VI, 63, 64; IX, 31.

Valencia Carmona, Salvador. V, 139.

Valenti Costa, Pedro. X, 241, 242.

Velentinuzzi, Máximo. IX, 557. Valenzuela, Arturo. VII, 553. Valenzuela, Luisa. X, 124. Valenzuela, Pedro. VII, 282. Válery, Paul. X, 196. Valiente Noailles, Carlos. VIII, 468. Valiente Noailles, Enrique. X,

Valladares, Edmundo. X, 266. Valle, Aristóbulo del. IV, 514, 526, 529; V, 37, 55, ll4, 120, 130, 258, 462; VI, 253, 380, 523. Valle, Federico. X, 255, 269. Valle Ibarlucea, Enrique del. V, 66; VI, 505; VII, 410, 476, 477. Valle Inclán, Ramón del. VI, 530; X, 281. Valle Moldes, Beatriz del. VII, 175.

Vallejo, Carlos. VII, 283. Vallejo, Cesar. VIII, 65; X, 114. Vallejo, Gerardo. X, 266. Vallejo, Norma. II, 123, 138, 146.

Vallejos de Llobet, Patricia. III, 331; VI, 488. Vallespín, Iosé. VII, 468. Vallespinos, Horacio. II, 146. Vallina, Carlos. X, 270. Valsecchi, Francisco. VII, 31, 490; VIII, 512, 513, 521, 523. Valverde, Ana. III, 288. Van Gogh, Vincent. VI, 377. Van Suerck, Justo. III, 133, 158. Vanarelli, Mario. X, 284. Vandervelde, Emile. V, 60. Vandor, Augusto T. VII, 24, 25, 335, 340, 341, 343, 346, 356; IX, 231, 232, 233, 234, 243. Vanoli, Enrique. X, 268. Vanossi, Iorge Reinaldo. V, 44; VII, 498, 499, 508, 509, 510, 552; VIII, 86, 343; X, 29. Vanzo, Iulio. X, 222. Vapñarsky, Cesar A. IV, 215, 216; VII, 74. Vaquero, Iose A. VIII, 258, 260. Varanda, Atanasio. II, 350. Varangot. VI, 214. Varela, Alfredo. X, 122, 261. Varela, Consuelo. l, 321. Varela, Domingo, Fray. Ill, 390.

467

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Vázquez, Anibal S. Vl, 488. Vázquez, Eladio. VIII, 233. Vázquez, Iuan Agustín. III, 335. Vázquez, María Esther. X, 123. Vázquez, Rafael. X, ll6. Vázquez, Santiago. IV, 396. Vázquez de Agüero, Juan. II, 222. Vázquez de Ayllón, L. l, 347. Vázquez de Espinosa, Antonio. l, 279; Il, 93, 95, 98, 105, 106. Vázquez de Liaño, Tomás. II, 417; lll, 441. Vázquez de Pestaña, Lope. I, 432. Vázquez Lucio, Oscar E. VI, 487. Vázquez Ocampo, Iosé María. VIII, 143. Vázquez Presedo, Vicente. VI, 124, 171; Vlll, 520, 548, 575; IX, 112, 145, l46, 181, 453; x, 92, Vázquez Trujillo, Francisco. III, 200 Vázquez Vialard, Antonio. Vlll, 438, 443. Vázquez Viera, Emilio. VII, 397, 469, 510. Veas, Abel de. lll, 236. Vedia, Agustin de. IV, 468; V, 432, 437, 503. Vedia, Enrique de. Vl, 304, 306; Vll, S21. Vedia, Joaquín. Vl, 524; X, 277. Vedia, Nicolás de. V, 195. Vedia y Mitre, Mariano de. V, 41, 120, 310; Vl, 486, 487; Vll, 284, 482; Vlll, 429; X. 32, 156, 286. Vedoya, luan Carlos. Vl, 127, 273. Vega, Carlos. Vl, 400. 542, 555, 558, 560, 561; lX, 271, 303. Vega, Diego de. ll, 158, 272; Ill,

Vehíls, Rafael. IX, 513. Veiga, Sebastián Javier de. Il, 374. Veiravé, Alfredo. X, l 16. Vela, Rubén. X, llS. Velarde, Max. X, 162. Velasco, Andrés. IX, 80. Velasco, Bernardo de. V, 174. Velasco, Jorge. VI, 478. Velasco, Luis de. l, 267. Velasco, Mariano, Fray. III, 389, 390. Velasco, Matilde. I, 63. Velasco y Tejada, Manuel de. III, 429. Velazco, Bemardo de. Ill, 437; IV, 286, 287, 413. Velazco, Leopoldo. VII, 263. Velazco Alvarado, Juan. Vll, 376. Velázquez, Diego de Silva. Vl,

Vasquez. Anibal S. Vl, 513. Vassena, Pedro. lX, 248. Vatel, Carlos. V, 389. Vatteone, Augusto. X. 261. Vauban, Sebastien le Preste,

Vega, Iorge de la. IX, 259; X. 228, 230. Vega, Lope de. Ill, 292; Vl, 557. Vega, Maria de la. lll, 133, 137. Vega, Pedro de. lll, 377. Vega, Santos. Vl, 320, 32], 329. 336. 518, 523, 556, 559: X.

marqués de. ll, 73. Vaulx, Henry de la. IV, 187. Vaz, Oscar. X, 204. Vaz de Caminha. Pero. l, 357. Vazeilles, lose. VII. 297, 429, 468.

Vega, Urbano de la. IV, S07. Vega, Ventura de la. Vl, 2| l. Vega Belgrano, Carlos. Vl, 381. Sl l. Vehil. Luisa. X. 283.

Veniard, luan María. Vl, 385, 400, S64: X, 239, 253, 292. Venier. Bruno. X, 2] l. Ventura. Gioachino. VI. 278. Ventura Flores Pirán. Eduardo. V, l38. Vera. Beatriz de. lll, 150. Vera, Cruz. Vll, 282. Vera de Flachs. María Cristina. Vl, 274; lX, 397. 423, 587. Vera Ocampo, Raúl. X. ll6. Vera Peñaloza, Rosario. Vl, 299; lX, 400. 401.

Varela, Familia. IV, 95; Vl, 380. Varela, Felipe. IV, 467, 468, 481; V, 35, 45. 131; X, 82,101. Varela, Florencio. IV, 427; V, 462; Vl, 313, 320, 325, 416, 473, 475, 476, 477, 487. Varela, Héctor. IV, 41, 95, VI, 495, 524.

Varela, Héc r Benigno. VII, 250;VlII, l , 1382. Varela, Iuan de la Cruz. III, 299: ÍV, 380; VI, 3l3, 317. 320, 326, 393, 465, 466, 468; 474, 487, 522. Varela, Lorenzo. X, 233. Varela, Mariano. IV, 41, 491; V, 222; VI, 495. 524. Varela, Rufino. IV, S12; V, S03. Varela Domínguez de Ghioldi, Delfino. V, 44. Varela Marcos, Iosé. II, 281. Varela Marcos. Jesús. I, 348. Varela y Ulloa, José. Ill, 41 l. Varetto, Juan C. V, 354, 360; Vlll, 365, 368, 369, 374. Varetto de Canclini, Agustina. V, 360.

Vargas, D. de. l, 347. Vargas, Getulio. VII, 284; Vlll, 113: X, l76. Vargas, Luján de. Ill, 100. Vargas Llosa, Mario. X, 123. Vargas Machuca, Bemardo de. Il, 159, 353, 380. Vargas Ponce. I, 325. Vargas Ugarte, Rubén. ll, 415;

Ill, l3l.

Varona, Gaspar. III, 434. Varsavsky, Oscar. Vlll, S17; IX, 578. Varzi, Achille. lX, 322, 323. Vasallo. Angel. VII, 38; X, 49, 53.

Vasarely, Víctor. X, 227.

Vasconcelos, Antonio Pedro. l, 325; ll, 328, 364. Vasilachis de Gialdino, Irene. X, 22.

468

l6 l.

156.

352.

Velazquez, Guillermo. Vll, 140. Velázquez Menéndez, Familia.

Il, 157. ­

Vélez. lll, 146. Vélez, Andgona. X. 130. Vélez, Bemardo. V, 381, 385. 386, 387, 431. Vélez, Luis. V, 120.

Vélez, Oscar G. Vlll, 21 l. Vélez Coria, Ramón. Vll, 281. Vélez de Mendoza. l, 339. Vélez Sarsfiel. Dalmacio. IV. 446, 457, 484, 488, 489, 491. 494, 504; V, 25, 33, 34, 37, 260, 279, 321, 322, 323, 328. 333, 334, 344, 378, 382, 383. 384, 387, 388, 402, 428, 431: Vl, 413, 432, 494: Vlll, 428. 429, 430, 43], 432, 442. Vellard, lehan A. l, 80, 81. Velles, Tomás. Vll, 410. Veltman, Martinus. lX, SSS. Vena, Angel Domingo. X, 220. 235.

ÍNDICE DE NOMBRES

Vera Vallejo, Iuan Carlos. VIII, 462. Vera y Aragón, Alonso de. I, 33, 431, 434, 438, 450, 469; lll, 427.

Vera y Aragón, Francisca de. III, 293.

Vera y Aragón, Pedro de. III, 135

Vera y Mujica, Antonio de. II, 156, 363; III, 434. Vera y Pintado, Bernardo de. IV, 319; V, 173.

Vera y Zárate, Iuan Alonso de. II, 99, 154, 156; HI, 432. Verazzi, Baldasarre. VI, 359, 360. Verbitsky, Bernardo. IX, 345; X, 122.

Verbitsky, Horacio. VII, 358, 377. Vercesi, A. VIII, 521.

Verdaguer, Iosé Aníbal. II, 106, 124, 414; IIl, 160; V, 309. Verdevoye, Paul. III, 332. Verdross, Alfred. VIII, 441. Verdú, Pablo Lucas. V, 45. Verdum de Villaysán, Bernardino. III, 445. Vergara. VI, 335. Vergara, Carlos N. VI, 297, 306. Vergara, Ignacio. III, 346. Vergara, Iuan de. ll, 157, 158, 159, 437; III, 134, 135, 136, 137, 138, 156, 158. Vergara, Miguel Angel. II, 414, 430, 466; V, 309; X, 75. Vemazza, Iorge. VII, 360; VIII, 350. Verne, Iulio. VI, 418. Vernengo, Aníbal. VIII, 210. Vernengo, Roberto José. X, 59. Vernengo Lima, Héctor. VIII, 218. Vernet, Iuan. VIII, 385. Vernet, Luis. V, 192, 193, 351. Vernier, Sergio. VIII, S16. Vernon, Eduardo. II, 330. Verón, Eliseo. VII, 322, 354, 400, 466; X, 29, 38. Veroni, Rapul. X, 156. Verrier, Roberto A. VIII, 512. Verstraete, Iuan M. VIII, 516. Vértiz y Salcedo, Iuan Iosé de. II, 3l, 36, 39, 40, 70, 71, 72, 73, 76, 78, 81, ll7, 144, 176, 195, 244, 260, 266, 267, 270, 271, 272, 274, 275, 342, 343, 345, 366, 367, 369, 370; Ill,

88, 115, 116, 126, 233, 235, 255, 316, 377, 383, 388, 389, 393, 411, 416, 417, 430, 438; VI, 356. Vertut, I. I, 231. Ves Losada, Alfredo. X, 22. Vespucio, Américo. I, 339, 341, 349, 356, 358; X, 71. Vessuri, Hebe. 1X, 531; X, 29. Vetolaza y Luna, Iuan Vicente de. III, 376. Veyga, Tomás de. IX, 253. Vezzetti. Hugo. VIII, 494. Viale, Familia. VI, 183. Viale, Oscar. X, 131. Viamonte, Iuan Iosé. IV, 283, 297, 386, 403, 404, 424; V, 104, 186, 187, 242, 320, 350, 381, 474, 475; VI, 468. Viana, Francisco Iavier de. III, 436. Viana, Ioaquín. II, 329, 336. Viana, Sofia. IV, 216. Viau, Domingo. X, 162. Vicchi, Adolfo. VII, 282, 294, 495. Vicens Vives, Iaime. I, 364; II, 178; IV, 246.

Vicent, Antonio. V, 307. Vichi, Adolfo. VII, 418. Vico, Giovanni Battista. VI,

Victoria, Eusebio, Fray. III, 374. Victoria, Francisco de, Fray. I, 426, 431, 432, 434, 443; II, 151, 394, 398, 402, 434, 436; III, 442. Victoria, Marcos. VI, 306; X, 114.

Victoria, Maximio. VI, 299. Victoria, Reina de Inglaterra. VI, 420. Victoriano de León, Manuel. II, 205. Victorica, Benjamín. IV, 165, 186, 445, 446, 452; V, 110, 123; VI, 497. Victorica, Bernardo. V1, 136. Victorica, Iulio. IV, 451, 480. Vicuña Mackenna, Benjamín. IV, 346, 451; VI, 98, 228. Vidal. IV, 527. Vidal, Emeric Essex. VI, 27, 33, 47, 139, 174, 210, 214, 350, 351.

Vidal, Gardenia. VIII, 41. Vidal, Iuan Ramón. VII, 278, 482. Vidal, Mateo. V, 322, 381.

Vidal, Miguel Angel. X, 228. Vidal de Battini, Berta Elena. VI, 540, 561, 562; IX, 271; X, 128.

Vidal de la Blache, Paul. I, 62. Vidart Linares, Iuan. III, 339. Vadarte, Walter. X, 264. Videla, Eleazar. VIII, 155, 196, 197.

Videla, Horacio. IV, S08; VII, 282. Videla, Jorge Rafael. VII, 26, 27, 352, 381, 382, 383, 386, 387, 388, 389, 397, 400, 453, 455, 456, 505, 517, 536, 545; VIII, 124, 128, l3l, 133, 248, 251, 252, 253, 254, 255, 256, 257, 259, 260, 351, 353, 354, 355, 356, 359; IX, 107, 238, 357, 490; X, 194. Videla, Iuan de Dios. IV, 466. Videla, Ricardo. VII, 274, 282. Videla del Castillo. IV, 391. Videla del Pino, Nicolás. III, lll, 257, 277, 382, 446; V, 281, 293. Videla Dorna, Daniel. VII, 417, 483. Viedma. II, 277. Viedma, Andrés. III, 411. Viedma, Antonio de. Il, 72; III, 41 l. Viedma, Francisco de. II, 40, 72; III, 41 l. Viehweg, Theodoro. VIII, 421. Viejobueno, Ioaquín. V, 263. Viel Temperley, Héctor. X, 116. Vieyra, Emilio. X, 267. Vieytes, Iuan Hipólito. III, 238, 251, 266, 271, 323, 324, 325, 326, 327, 329, 330, 331, 332, 394; IV, 258, 268, 279; V, 14, 441, 442; VI, 261, 457. Viggiano Esaín, Iulio. V1. 560; IX, 271. Vigil, Constancio C. IX, 333, 335, 338, 341. Vigil, Familia. IX, 385. Viglino, Ernesto Raúl. VIII, 467. Viglione de Arrastía, Hebe. Il, 125.

Viglizzo, Ernesto. IX, 59. Vignale, Pedro I. X, 133. Vignart, Uberto. VII, 278. Vignati, Milcíades A. I, 28; VII, 173, 175; X, 149. Vignaux, Iuan Carlos. I, 356; IX, 508, 542.

Vignes, Alberto. VIII, 123, 136. 469

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Vignola, Giacomo Barozzi da. II, 58. Vigny, Alfred de. VI, 327. Vigo, Abraham. X, 212. 220. Vigo, Iuan M. VII, 354. Vigodet, Gaspar de. III, 437; IV, 288, 289, 291, 294, 295, 296. Vigue, Alonso, Fray. 11, 285. Viguera, Pedro. IlI, 378. Vila, MA. I, 255. Vilar, Pierre. X, 89. Vilas, Acdel Edgardo. VII, 385; VIII, 254.‘ Vilas, Guillermo. VII, 35; IX, 306. Vilas, Oscar. IX, S29. Vilaseca, Clara. VI, 227. Vilaseca, Héctor. VIII, 575. Vilches, Antonio M. 1X, 528. Villacastin, Tomás de. Ill, 316. Villacorta y Ocaña, Nicolás de. Il, 96, 99; III, 440. Villadiego, Alonso de. III, 415. Villafañe, Benjamín. VI, 475; VIl, 264, 286, 296; V111, S8; IX, 18. Villafañe, Familia. lI, 173. Villafañe, Segundo. VI, 336. Villagómez y Adrigó, Iuan. III, 339. Villagra, Francisco de. l, 402, 403, 404, 406, 408, 414, 433. 446. Villagra, Pedro de. I, 400, 489. Villagrán, Juana. III, 382.

Villagrán, María. lll, 382. Villalobos, Sergio. II, 206; lll, 102; VI, 36.

Villalpando, Waldo L. Vlll, 374. Víllamonte, Domingo de. ll, 95. Villanueva, Amaro. VI, 346. Villanueva, Benito. IV, 527; V, 148.

Villanueva, Ernesto. Vll, 139. Villanueva, Guillermo. Vll, 179, 209; lX, S72. Villanueva, Iavier. VI, 167; VIll, 517; 1X, 81,112. Villanueva, luan de. ll, 83. Villanueva, Nicolás A. V, 334, 335. n Villanueva, Roberto. X, 287. Villarino, Familia. Vl, 351.

Villarino, Basilio. ll, 40; lll, 406, 41 l. Villar, Amado. X, 114. Villar Palacio. Ricardo. V111, 463.

470

Villarreal, lose Rogelio. Vlll, 255, 258.

Villarreal, Juan C. VII, 124, 130, 138, 141. Villarreal, Segundo V. IX, 493. Villarroel, Diego de. l, 420. Villaroel, Familia. I, 44.1. Villarroel, Gaspar de, Fray. II, 390, 409; 111, 263, 264, 293. Villarruel, losé C. 1X, 21 l. Villava, Victorián de. Il, 274; lll, 258; V, 443, 446. Villegas. IV, 56. Villegas. III, 262. Villegas, Alejo. V, 383. Villegas, Iosé de. Ill, 212. Villegas, Miguel. V, 322. Villegas, Osisis. Vlll, 233. Villegas, Sixto. V, 386, 390. Villegas Basavilbaso, Benjamín. 1V, 312: V111, 86, 455.

Villemur, Juan P. Vlll, 160, 176. Villergas, Juan M. Vl, 501. Villoldo, Angel. 1X, 272. Villoldo, Oscar Hermes. X, 116, 198.

Villoresi. IX, 322. Villota, Cipriano Santiago. 111, 229, 378, 381. Viloria, I. de. l, 347. Viltipoco, cacique. l, 28, 95, 281, 434. Vinci, Leo. X, 224. Vinciguerra, Lidia. X, 134. Vinderman, Paulina. X, 116. Viñas, David. lV, 105; Vl, 348; X, 124, 128, 187, 198. Viñas, Ismael. VII, 139, 459,

46l;X, 128,187. Viñes, Hernando. X, 225. Viñoly Barreto, Román. X, 261. Viñuales, Graciela Maria. l, 474; ll, 88; lV, 215, 216. Viola, Miguel Angel. X, 116. Viola, Roberto E. Vll, 27, 383. 388, 389, 390, 391, 545; Vlll, 141, 248, 253, 254, 255, 256. 257, 258, 259, 356; lX, 492. Virasoro, Benjamín. lV, 437; V, 251; Vl, 483, 484. Virasoro, Joaquín. lV, 419. Virasoro, losé Antonio. IV, 446, 447, 448. Virasoro, Miguel Angel. X, S2. Virasoro, Rafael. X, 60. Vircow, Rudolf. Vl, 422. Virgilio. lll, 247, 268; VI, 313. Visca, lose Emilio. Vll, 310, 483; lX, 347, 348, 349. Viso, del. V, ll7. Vital’, Beatriz. ll. 206, 207.

Vitelli, Guillermo. IX, 80. Vítolo, Alfredo. VII, 282. Vitoria, Francisco. IlI, 375. Vitoria, Francisco de. Il, 213, 214, 215, 283, 287; V, 15. Vitruvio Polión, Marco. I, 447. Vittori, losé Luis. Ill, 31 l. Vitulo, Alfredo C. 11, 88. Vivaldi, Familia. I, 287, 327. Vivante, Armando. VI, 562. Vivas, Mario Carlos. V, 403. Viveros, Felipe. III, 348. Vivez, Francois. III, 214. Viviano, Osvaldo. X, 157. Vivot Cabral, María Inés. IX, 262. Vocos Lescano, Jorge. X, 115, 122.

Vogelius, Federico. X, 149, 193. Voirnba, cacique. l, 281. Volney, Constantin Francois de Chasseboeuf, conde de. VI, 463, 464. Volta, Alessandro. Vl, 405. Voltaire, Francois-Marie Arouet. lll, 255, 266, 268. 269; 1V, 222; V, 65; Vl, 456.

463. _

Vorrillong, Guillermo. III, 259. Vovelle, Michel. lll, 213. Vucetich, Juan. 1X, S64. W

Waag, Else Maria. Vl, 561. Wachtel, Nathan. Ill, 103. Wagner. l, 28. Wagner, Adolf. Vlll, 499. Wagner, Richard. 1X, 258, 365; X, 241. Wainerman, Catalina. VII, 141; lX, 206, 207; X, 22. Waisman, Marina. ll, 86. Walbeek. l, 257. Waldmann, Peter. Vll, 321, 397, 466. 471; X, 97. Waldorp, Juan Abel. IV. 200. Walger, Sylvina. lX. 392. Walker. Enrique. lX. 388. Wall, Ricardo. ll, 458. Walpole, Robert. lV, 22]. Walras, León. Vlll, 50]. Walsh, María Elena. X, H5. Walsh, Rodolfo l. Vll, 355. 468: lX, 351. 354;X, 124,192. 198, 266. Walter, Eugene Victor. Vll, 398. Walter, luan Carlos. V, 273. Walter. R. X. 96.

ÍNDICE DE NOMBRES

Walters, Vernon. VIII, 259. Walter, Richard. IV, 540; V, 74; VII, 296, 297; VIII, 41. Warburg, Otto. IX, Sl l. Warley, Iorge A. VII, 323; IX, 495. Warnes, Ignacio. IV, 301, 302, 310, 31 l. Warnes, Mateo Iosé de. III, 398. Warren, G.F. V, 494. Washington, George. IV, 435; V, 182. Wassennan, August Paul. DL, 261.

Wast, Hugo. Véase: Martínez Zuviría, Gustavo. Wasylyk, Myjailo. VIII, 386. Watkins. X, 92. Watson, G.M. VIII, S42. Weber, Max. VII, 266, 537, 548; IX, S8; X, 13, 16. Webster. V, 29, 36, 38. Wechsler, Diana B. X, 234, 235. Weddell. I, 257. Wedovoy, Enrique. III, 102. Weert, Sebald de. II, 339. Weger. II, 58. Weil, Adolfo. VIII, 399. Weil, Félix I. IX, 83, 112. Weiland, Walter G. X, 122. Weil], Georges. VI, 511. Weinberg, Félix. III, 331; IV, 268, 508; V, 44; VI, 62, 453, 487, 564. Weinberg, Gregorio. III, 399; IV, 268; V, 74; VI, 273, 427; X, 126, 146. Weingarner. IX, 258. Weinstein, Daniel F. IV, S39; X, 96. Weintraub, S. VIII, 574. Weis, Ignacio. IV, 423. Weisbach, Alberto. X, 274. Weisberg, Pablo. X, 288. Weisbrot, Robert. VIII, 399. Weisel, Eli. VIII, 399. Weiss, Ana. IX, 306. Weiss, Federico. IX, 544. Weiss, Jorge. IX, 348. Wellesley, marqués de. V, 176. Welser, Familia. I, 370. Wensell, Egil H. V, 359; VIII, 373. Wentzel, Claudia. III, 100, 101; VI, 64, 200. Wernicke, Edmundo. III, 131, 279, 3 l l. Wernicke, Enrique. X, 123. Wernicke, Raúl. IX, S05, S06, 508, 528, 532, 550.

Wesker, Arnold. X, 130, 280. Westerkamp, Iosé F. IX, S55, 557. Westphal, Francis H.V, 355. Weyenbergh, H. VI, 410, 421. Weyne, O. IV, 105. Whaits, Robert. V, 351. Wharman, Dror. IV, 158. Wheelwright, William. IV, 95, 486; V, 129, 352; VI, 194. Whigham, Thomas. VI, 64. Whitaker, A.P. VI, 37. White, Gilbert. VI, 417. White, Gregorio Pío. IV, 292. White, Guillermo. Vl, 421. Whitelocke, Iohn. II, 378, 379. Wierix, Jerónimo. III, 339. Wieworka, Michel. VIl, 396, 397. Wilbert, Iohannes. VIl, 147. Wilcock, Iuan Rodolfo. X, 115, 122.

Wilcocke, Samuel Hull. III, 145, 159, 409.

Wildbrunn. IX, 258. Wilde, Diego. IV, 439. Wilde, Eduardo. IV, 528; V, 53, 54, lll, 137, 336, 337, 390, 392; VI, 288, 332, 338, 422. 502, 520. Wilde, Iosé Antonio. Vl, 138, 214, 227, 319, 400, 471, 516, 532.

Wilde, MJ. X, 96. Wilde, Santiago. VI, 465, 467. Wiley, Norbert. VII, 140. Wilkes. I, 257. Wilcken, Guillermo. IV, 215, 216.

Wilkins, Mira. VI, 202. Willey, G. R. I, 106. Williams, Adolfo Tomás. IX, 508.

Williams, Alberto. IV, 39; Vl, 394, 400; VII, 86; IX, 264; X, 253. Williams, Amancio. VII, 184. Williams, Ike. IX, 327. Williams, John H. V. 503, 504, S35; VIII, 506; IX, 145, 146. Williams Alzaga, Enrique. Il, 382; VI, 97, 345. Willis, I.C. I, 256. Wilson, Anthony. VIII, 285. Wilson, O. VIII, 542. Wilson, Tomás. IV, 295. Windscheid, Bernardo. V, 371. Wine. IX, 307. Winter, G. IX, 532.

Wiñar, David L. IX, 454, 455. Wiseman. VI, 417. Witcomb, Alejandro. V, 222, 221, 460; Vl, 235, 242, 359, 381; X, 216. Wladimirovich, Germán Boris. VII, 406. Wojtyla, Karol. Véase: [uan Pablo II, Papa. Wolf, Sergio. X, 270. Wolfe, Tom. IX, 352. Wood, Alice B. VIII, 367. Wood, Tomas B. VIII, 364. Woodward, Sandy. VIII, 299. Woollands, Luis. VI, 560. Worswick, G.D.N. VIII, 516. Wrigth, Francisco A. VI, 468, 475. Wright, Pablo. VII, 173, l77. Wright, Winthrop R. Vl, 126, 202; IX, 147, 182. Wroblesky, Ierzy. X, S9. Wulff, Christian. V, 183. Wullicher, Ricardo. X, 266, 267. Würechmidt, José. IX, 549. X

Xarque, Francisco. II, 443; III, 196, 197, 207, 209, 212, 218. 223, 245, 279, 298, 348. Xifra Heras, Jorge. V, 101. Ximénez. III, 263. Ximénez de Paz, Familia. II, 135.

Ximénez de Paz y Márquez, Isabel. II, 135. Y

Yablon, Ariel. X, 270. Yaciendí. III, 197. Yacuhy, barón de. V, 197. Yahni, Roberto. X, 133. Yaloshi. IV, 165, 185. Yancey, Benjamín. IV, 444. Yanez Gallardo, C. VII, 108. Yankelevich, Iaime. IX, 367, 375, 377, 379, 382. Yankelevich, Pablo. VI, 274; IX, 493. Yannuzzi, María de los Angeles. VII, 397. Yánover, Héctor. X, 116, 162. Yanzón, Martín. IV, 409, 410. Yáñez Pinzón, Vicente. I, 339, 340, 356, 368. Yáñiz. II, 174.

Yapp, M. E. VIII, 387. 471

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

Yapuguai, Nicolás. III, 317. Yapuguay, Nicolás. II, 452. Yarza Femández, Luis. I, 322. Yateman. IV, 448. Ybot León, Antonio. II, 429. Yeannes, Ana. I, 63. Yelpo, Iosé Antonio. VIII, 210. Yepes, Diego de, Fray. III, 343. Yesner, D. I, 232. Ygobone, Aquiles D. VIII, 57, 74, 76. Ynestares Aguado, Roque de. Véase: Nestares Aguado, Roque de. Yofre, Felipe. IV, 480; V, l20, 140.

Young, Arthur. VIII, 527. Young, Edward. III, 252. Young, Frank George. IX, 51 l. Young, Iohn. VIII, 527. Young, Terry. Di, 327. Young, Thomas. V1, 405. Yrigoyen, Hipólito. IV, 25, 26, 517, 519, 530, 531, 537, 539: V, 57. 66, 67, 140, 148, 370; V1, 443, 448; V11, 17, 18, 19, 36, 44, 77, 85, 86, 105, 186. 210, 236, 237, 238, 239, 240. 241, 242, 243, 244, 245, 246, 247, 248, 249, 250, 251, 252. 253, 254, 255, 256, 257, 258. 259, 260, 261, 262, 263, 264, 266, 267, 268, 269, 270, 271. 272, 274, 275, 278, 279, 292. 294, 295, 337, 389, 398, 412. 413, 414, 415, 416, 422, 423. 432, 446, 503, 511, 515, 516. 518, 519, 520, 522, 524, 525. 527, 528, 529, 530, 531, 532. 534. 538, 539, 544, 548, 549,

551;Vl1l, 14.15.17, 45, 51.

472

52, 80, 82, 96, 99, 100, 102. 113, 152, 179,180, 181, 182. 184, 186, 197, 209, 234, 243. 533; 1X. 14, 16, 17, 22, 23, 24. 215, 216, 217, 337, 364, 369. 372, 401, 425, 426, 427, 428. 429, 469, 571; X, 79, 96, 107. 118,171,173, 256, 266. Yriondo, Manuel de. IX, 431. Yrurtia, Rogelio. V1. 378, 379, 382, 384. Yudnovsly, Oscar. 1X, 268. Yujnovsky, Oscar. V11, 207. Yunque, Alvaro. Véase: Galdolfi Herrero, Arístides. Yupanqui, Atahualpa. Véase: Chavero, Héctor Roberto. Yupanqui, Tito. 111, 336.

Yutang, Lin. IX, 261. Yves, Raúl E. VIII, 516. Z

Zabala, Antonio. IV, 290. Zabala, Bruno Mauricio de. II, 231, 302, 327, 328, 364; HL

lll, 205, 221, 430, 437. Zabaleta, Diego Estanislao. II, 176; III, 395; V, 25, 279, 310, 314, 315, 316, 320, 322. Zabaleta, Mariano. III, 398; V, 315, 319, 322. Zaccagnini, Antonio. VI, 505. Zach, Franz Xaver von. VI, 405. Zacuto. Abraham. I, 352. Zadoff, Efraim. VII, 109; VIII. 400.

Zalazar Altamira, Iosé María. VII, 475. Zalduendo, Eduardo A. VIII, 517; IX, 182, 206, 207. Zalduendo, Horacio. VI, 126, 201. Zalewsky. IX, 258.

Zambra, Eduardo R. IX, 530. Zamora, Antonio. IX, 338; X,

113,143, 151,l7l,172,l73. 174.

Zamora, Hemando de. Ill, 415. Zamorano. V11, S06, 544; V111, 457.

Zamorano, Mariano. I, 63. Zamucos, Ignacio de. ll, 195. Zamudio, luan de. III. 434. Zanetta, Alberto lose. 1X, 519. 520, S53. Zanatta, Loris. V11, 321, 426. 432, 466; V111, 243, 333, 335. Zanotti, Luis l. IX, 422, 455. Zapaca, Marcos. Véase, Zapata. Marcos.

Zapata. v, 31, 13o. 419;v1n. s5. Zapata, Bartolomé. IV. 288. Zapata, Floriano. Vl, 250. Zapata, Juan A. Vlll, S16. Zapata, Marcos. Ill, 339, 340, 345. Zapata, Martín. 1V, 433, 434. 435, 436; Vl, 497. Zapata Gollán, Agustin. l, 443, 475: ll. 180, 380: lll, 129. 162.

Zapater, Horacio. ll, 206. Zapico de Scheverin. Vlll, 94. Zapiola. Bonifacio. lll, 398. Zapiola, lose Matias. IV, 326, 332.

Zappi, Enrique V. DK, 508. 536. Zaprojetz, Kapitov. IX, 258.

Zaquazarí. III, 209. Zar, Marcos A. VIII, 210. Zárate. II, 161. Zárate, Dora P. de. Vl, 559. Zárate, Fernando de. I, 428. Zárate, José Ignacio. IV, 306, 310.

Zárate, Juana de. I, 428, 429, 438.

Zárate, Hemando de. I, 435, 464; Il, 230; lll, 427, 432. Zárate, Pedro de. I, 425, 426. Zárate, Tomás de. III, 377. Zarazaga, Carlos. IX, 82. Zarazaga, Marcial I. V11, 483.

Zarco, Francisco Domingo. Il, 31.

Zarrilli, Adrián Gustavo. 1X, 32, 34; X, 109. Zarza Mensaque, Alberto. VII, 550. Zaspe, Vicente Faustino. V111, 338, 339, 341, 342, 352, 355. Zatuszek, Carlos. IX, 320. Zavala, Bruno Mauricio de.

Vase: Zabala, Bruno Mauricio de. Zavala, Silvio A. l, 505; ll, 247. 353, 380: lll, 101. Zavala Ortíz, Miguel Angel. V111, 143, 343.

Zavala Rodríguez. VII, 490. Zavaleta. VI, 34. Zavaleta, Diego Estanislao. Véase: Zabaleta, Diego Estanislao. Zavaleta. Clemente de. lV, 278. Zavalla, Alberto de. 1X, 253; X, 258.

Zavalla, Clodomiro. V, 31, 138, 436, 455; VII, 482; Vlll, 93. 467. Zavalía, Familia. V. 148. Zavalia, Salustjano. 1V, 434. 436. Zavalia Matienzo, Roberto. l, 442. Zavalla. V, l 17. Zea, Francisco Antonio. 1V. 234. Zea, Leopoldo. V. 74. Zeballos. Estanislao. IV, 40, l74. 176.186. 461, 480, 527: V.

120.125.136.139, 213, 214. 224, 225, 226, 228, 234, 338. 341: V1, 98, 248. 249, 256. 331, 333, 344. 413, 415, 441. 447, 506, 511. 521, 524: V11.

ÍNDICE DE NOMBRES

475; VIII, 54, 425; X, 149. ­ Zeballos y Bustillo, Ignacio. II, 425. Zeberio, Blanca. III, 103; VI, 126; IX, 32. Zegada, Escolástico. V, 290. Zeitlin, Israel. IX, 342; X, 113, 130, 133, 285. Zelada, Francisco de. IV, 322, 323. Zelaya, Cornelio. IV, 302, 303.

Zelaya, Iuan Antonio. Il, 83. Zemborain, Familia. VI, 353. Zemborain, Iosé de. Il, 424; III, 365.

Zender Langer, Salomón. IX, 520

Zenteno, Pedro A. IV, 434, 435; V, 328.

Zer, Iosé de. IX, 388. Zevallos. Ill, 265. Zía, Lisardo. VII, 271. Ziegler. V, 499. Zigur, Pablo. III, 386. Zilzer, Vera. X, 225. Zimmermann, Eduardo A. IV, 133, 155, 156, 541, 543; V, 74; Vl, 427, 450; Vll, 431, 467; VIII, 404, 493, S30. Zimmermann, Iuan L. V, 348. Zingoni, Iosé María. IV, 216. Zinny, Antonio. IV, 423; V, 103; Vl, 431, 433, 457, 477, 484. 485, 486, 487, 488, 517; X, 152.

Zinny, Augusto. IX, 260. Zinny, Mario Antonio. IX, 260, 261. Zito Lema, Vicente. X, 193. Zizur, Pablo. III, 406. Zoffoli, Ena. II, 467. Zola, Emile. Vl, S09, 518.

Zola, Emilio. X, ll7. Zonza Briano, Pedro. VI, 378. Zorilla, Rubén. IV, 426. Zorita, Pedro de. l, 426. Zorraquín, Angelino. VII, 271. Zorraquín Becú, Horacio. IV, 481, 540; V, 45; VI, 346, 512;

VIl, 294; X, 163. Zorraquín Becú, Ricardo. I, XIX, 349, 409, 505; Il, 227, 229, 233, 242, 248, 249, 253. 281, 314, 315, 316, 350, 415; IIl, 425, 448; IV, 378; V, 15, 22, 42, 43, 44, 45, 103, 104. 113, 122, 138, 368, 384, 399, 401, 402, 505, 537, 559; VII, 551; VIII, 405, 442, 467; X, 93, 94, 104. Zorrilla, Benjamín. VI, 295. Zorrilla, Rubén H. VII, 296; X, 22.

Zouví, Susana. VIII, 75. Zubarry, Olga. X, 260, 261. Zubeldía, Iuan. III, 415. Zubeldía, Osvaldo. IX, 31 l, 312. Zuberbühler, Carlos. VIII, 54. Zuberbühler, Luis. VI, 380; IX, 20, 200.

Zubiaur, Iosé B. VI, 297, 298. Zubieta, Martín. VII, 399; IX, 361.

Zubillaga, Félix. II, 414. Zuccherino, Ricardo Miguel. VII, 509; VIII, 93. Zucchi, Carlos. IV, 190; VI, 351. Zügel, Heinrich von. VI, 376. Zuleta, Emilia de. VI, 513; X, 160, 175, 197. Zuleta Alvarez, Enrique. V, 73, 75; Vl, 450; VII, 265, 297, 420, 431, 468, 556; VIII, 335; X, 96, 109, 180, 199. Zuloaga, Angel María. VIII, 191, 210; IX, 184. Zuloaga, Ignacio. X, 203 Zuluaga, Rosa M. II, 105, 124. Zumarán, Adriana. X, 118. Zúñiga y Acevedo, Gaspar de. I, 436. Zurbarán, Francisco de. III, 340.

Zuretti, Iuan Carlos. II, 414, 429; III, 402; V, 309; VIII, 333.

Zurueta, Tomás. VIII, 180, 186. Zuviría, Facundo. IV, 433, 436, 437, 438; V, 44, 126, 288, 328, 330, 368; VI, 475. Zweig, Stefan. IX, 261. Zymelman, Manuel. VI, 97, 166, 169; IX, 30, 68, 81, 82, 112, 145; X, 89.

473

COLABORADORES DEL TOMO X

OLSEN A. GHIRARDI

ALEJANDRO E. PARADA

Doctor en Filosofía. Abogado. Presidente de la

Doctor en Historia del Arte. Profesor de His­ toria del Arte de la Universidad de Granada

Licenciado en Bibliotecología y Documenta­ ción. Investigador del Instituto de Investiga­ ciones Bibliotecológicas de la Facultad de Fi­ losofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y secretario de Redacción de la revista Información, Cultura y Sociedad especializada en Bibliotecología y Ciencia de la Información de dicho instituto. Iefe de la Biblioteca de la

(España).

Academia Argentina de Letras.

BEATRIZ I. MOREYRA

DIANA QUATTROCCHI-WOISSON

Doctora en Historia. Académica Correspon­ diente de la Academia Nacional de la Historia en la provincia de Córdoba. Investigadora in­ dependiente del Consejo Nacional de Investi­

Doctora en Historia. Investigadora del Centre National de la Recherche Scientifique. Direc­ tora del Observatoire de l’Argentine Contem­ poraine en París.

gaciones Científicas y Técnicas. Profesora titu­ lar de la Universidad Nacional de Córdoba.

ELISA RADOvANOvIc

Academia Nacional de Derecho y Ciencias So­ ciales de Córdoba. Profesor honoris causa de

la Universidad Católica de Córdoba. RODRIGO GUTIÉRREZ VIÑUALES

Licenciada en Historia de las Artes. Profesio­ Acusrm ÑEIFERT

nal principal del Consejo Nacional de Investi­

Periodista. Crítico de cine. Miembro fundador del Centro de Estudios de Cine de Bahía Blan­

gaciones Científicas y Técnicas.

ca. Profesor de, Periodismo Cinematográfico en el Instituto Superior de Ciencias de la Co­ municación.

AURORA RAvINA

Profesora de Historia. Investigadora adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Cien­

tíficas y Técnicas. Profesora titular de Histo­ ria Contemporánea Argentina y Mundial y Ie­ fa del Departamento de Historia del Colegio

MARIO D. Summa

Buenos Aires.

Doctor en Ciencias Políticas y Psicología. In­ vestigador independiente del Consejo Nacio­ nal de Investigaciones Científicas y Técnicas. Decano de la facultad de Ciencias Jurídicas

ANTONIO REQUENI

Sociales y de la Comunicación de la Universi­ dad Argentina de la Empresa.

Nacional de Buenos Aires. Universidad de

Periodista. Miembro de número de la Acade­ mia Argentina de Letras. Miembro correspon­ diente de la Real Academia Española.

IUAN MARIA VENIARD

Licenciado en Música. Profesor de Historia de

la Música en el Conservatorio Nacional de ERNESTO SCHOO

476

Música “Carlos López Buchardo". Investigador

Periodista. Ensayista y crítico de teatro. Direc­

independiente del Consejo Nacional de Inves­

tor de los suplementos culturales de diversos periódicos del país.

tigacíones Científicas y Técnicas.

ÍNDICE

CUARTA PARTE

LA ARGENTINA DEL SIGLO xx c. 1914-1983

(Continuación) 9

1x. LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL

(Continuación) 1 1

5 6. LAs CIENCIAS SOCIALES 1 3 Mario D. Serrafero

La Sociología como disciplina 13

académica 14 La “presociología” y la Sociología

La Sociología científica l7 Figura y aporte de Gino Germani 18 La producción sociológica

y sus autores 19 El ensayo sociológico o la

“parasociología” 22

Sociales 24

S 7. LA FILOSOFÍA

La agonía del positivismo La rección espiritualista La consolidación de los estudios filosóficos

El primer Congreso Nacional de Filosofía

disciplina 26 La Ciencia Política en la Argentina 28

La producción académica 31 Los temas y el tema del peronismo 34 Problemas y obstáculos

de las Ciencias Sociales 35

A modo de conclusión 37 - Orientación bibliográfica 37

4l

47 48

Los filósofos argentinos a mediados 49 del siglo xx Los filósofos católicos 53 55 Otras expresiones y tendencias 57 Otros congresos La filosofía y las disciplinas. particulares. Los nuevos problemas. La presencia argentina en el mundo 59 62 La filosofía en el país 64 Orientación bibliográfica

El contexto social y las Ciencias

La Ciencia Política como nueva

41

Olsen A. Ghirardi

58. LA HISTORIOGRAFÍA Beatriz I. Moreyra La profesionalización y la institucionalización de la Historia. La Nueva Escuela Histórica La institucionalización

67

67

y profesionalización de la disciplina en el interior en la primera mitad del siglo xx

74

Historia y contrahistoria: una aproximación al revisionismo histórico y su evolución

76

477

Nuevas corrientes historiográficas (1955- 1966). Continuidades

y rupturas 83 La expansión y la especialización

Las historiografias provinciales 100

de plomo” 186 186 Contorno

Algunas obras generales y revistas 104

La influencia de la

historiográficas 9l Orientación bibliográfica 105

5 9. LA LITERATURA 1 1 1

La poesía ll 17 ll Narrativa El ensayo129 125 Teatro

Antonio Requeni

Orientación bibliográfica 132 60. EL LIBRO Y sus ÁMBITOS 1 3 7 Alejandro E. Parada La industria editorial y la “edad

de oro” del libro argentino 138

La persistencia de Sur 184 Después del peronismo. Los “años

Revolución Cubana 188 Revistas comunistas 190

Los años setenta l9l

A modo de conclusión 194 Orientación bibliográfica 195 62. LAS ARTES PLÁSTICAS 20 1 Rodrigo Gutiérrez Wñuales ­ Elisa Radovanovic

La pintura de paisajes y de costumbres, paradigmas

de un “arte nacional” 201 La búsqueda de una “modemidad americana”: artes aplicadas

Lectura y lectores 140

y decorativas 205

Imprentas, editoriales y librerías 149

de difusión masiva 206

Las bibliotecas 145

Bibliografia l S l

La creación de imaginarios visuales

Bibliotecología 153

Conflicto y convivencia entre

impresos 155

La estampa y su contenido social 212

Orientación bibliográfica 159

Las vanguardias de los años cuarenta. Arte Concreto Invención,

La bibliofilia y los libros mejor

Otros ámbitos del libro 157 6 1. LAS REVISTAS EN LA VIDA

INTELECTUAL Y POLITICA 165 Diana Quattrocchi- Woisson

Modelos fundadores 165 Nosotros 166

Martín Fierro 169

Claridad l7l Sur l 74

478

Continente y De frente 181 Realidad e Image Mundi 182

tradición y vanguardia 208

histórica 2 l 5 La fotografia. Su evolución

Arte Madí, perceptismo 216 Manifestaciones artisticas en el interior 2l8

Entre los años cincuenta y setenta. Multiplicidad de tendencias

y apertura internacional 223 Arte y sociedad a partir de los setenta. Las políticas oficiales

Tiempos políticos y tiempos

entre democracia y dictadura 229

culturales. El peronismo 177 Hechos e ideas 173

Orientación bibliográfica 232

Revistas nacionalistas 180

63. LA MÚSICA Y SUS AMEITOS

239

242

El Teatro del Pueblo Las nuevas voces Teatro Abierto La dura realidad

246

Orientación bibliográfica

[uan María Veniard La Iglesia El teatro El salón La sala familiar La calle

240

Orientación bibliográfica

253

64. EL CINE

247 250

255

Agustín Nerfert

El cine mudo

255

El cine argentino comienza a “hablar”

257

Surgen nuevos directores La era de los estudios El cine argentino después de 1955 Generación del sesenta o nuevo

258 260 262

cine argentino La generación del setenta El cine durante el “Proceso” Hacia un cine de madurez

264 265 266 268

Orientación bibliográfica

269

6 5. EL TEATRO

Ernesto Schoo La veta Costumbrista

El sainete: apogeo y decadencia Laferrere: elegancia y sarcasmo El mayor dramaturgo El duende eficaz La cuestión social

Original y desconcertante Discépolo, figura clave Eichelbaum, el introvertido Cosmopolitas, pero criollos La lección del maestro

273 273 273

275 277 277 278 279 280 281

285 287

288 288 289

ADENDA

29 1

CRÓNICA 1983-2000

293

Aurora Ravina Elección y renovación de las autoridades políticas Política e instituciones La cuestión militar

293

293 303

Economía y sociedad Las relaciones internacionales.

303

Los viajes presidenciales Educación, ciencia y cultura

319 324

AUTORIDADES POLÍTICAS NACIONALES

18 10-2000 1-Autoridades ejecutivas Vicepresidentes desde 1854 hasta 2000

333

336

2-Autoridades legislativas A) Titulares del Poder Legislativo 337 (1813 a 1829) B) Presidentes provisionales 339 del Senado (1854 a 2000) C) Presidentes de la Cámara

de Diputados (1854 a 2000) 3-Autoridades judiciales 1863-2000

340 341

ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA

345

ÍNDICE DE MATERIAS

347

282

El fin de una época El otro teatro

282 284 284

El cuerpo reivindicado

285

ÍNDICE DE NOMBRES

COLABORADORES DEL TOMO x

475

479

N" Invenlario: Q‘ /O3

«un! c") dnfradm“

. -=%ón=EatácÏsaXÏ_.yro(¡Z ........ .. v_g..—_____,____ _.—_. _--.

ACAtQÏT-L‘. 7-“ ‘, ÍEÏÁJRIA h ; Ej ., 2p a r-¿{ÏA

PLAN GENERAL DE LA OBRA Tomo I PRIMERA PARTE: La Argentina aborigen.

La conquista española (siglo XVI)

Tomos Il y III SEGUNDA PARTE: La Argentina

en los siglos XVII y XVIII, hasta 1810.

Tomos IV, V y VI TERCERA PARTE: La configuración

de la República independiente (l8lO-c.l9l4). Tomos VII, VIII, IX y X CUARTA PARTE: La Argentina del siglo XX

Índices generales CONTENIDO DEL DECIMO TOMO:

IX. La dimensión científica y cultural (continuación): 56- Las Ciencias Sociales (Mario D. Serrafero); 57- La fi­ losofía (Olsen A. Ghirardi); 58- La historiografía (Beatriz I. Moreyra); 59- La literatura (Antonio Requeni); 60- El libro y sus ámbitos (Alejandro E. Parada); 61- Las revistas en la

vida intelectual y política (Diana Quattrocchi-Woisson); 62- Las artes plásticas (Rodrigo Gutiérrez Viñuales - Elisa Radovanovic); 63- La música y sus ámbitos (J uan María Ve­ niard); 64- El cine (Agustín Neifert); 65- El teatro (Ernesto

Schoo); Adenda; Crónica 1983-2000 (Aurora Ravina); Autoridades políticas nacionales 1810-2000; Índices generales de la obra.

ISBN OBRA COMPLETA:

9