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Spanish Pages [466] Year 2003
ACADEMIA NA NAL
LA HIST A
HISTORIA de la
NACIÓN ARGENTINA IO - LA ARGENTINA DEL SIGLO XX PLANETA
La Academia Nacional de la Historia -sucesora de la junta de Historia y Numismática Americana que Funda ron en 1893 Bartolomé Mitre y otros destacados estudiosos—,
decidida a emprender en los años finales del siglo XX un amplio esfuerzo de renovación historiográfica que contí nuase los realizados en la Historia de la Nación Argentina (14 volúmenes publicados entre 1936 y 1950) y en la Histo ria Argentina Contemporánea (7 volúmenes, entre 1965 y 1967), dispuso en 1997 editar una obra orgánica y colectiva, de alta divulgación: la Nueva Historia de la Nación Argentina.
Una comisión de académicos, encabezada por el presidente de Ia entidad, elaboró el plan general que abarca, en diez tomos, eI proceso histórico desde los tiempos prehispánicos hasta nuestros días. En ellos tienen cabida relevantes especialistas, procedentes
de distintos ámbitos y corrientes historiográficas, con el propósito de realizar una obra integral, no sólo en el sentido
temático sino también con la idea de alcanzar un conjunto coherente que supere la simple reunión de monografías sobre
diversas áreas. En cada parte se estudian el territorio y la población, la dinámica de las sociedades, las instituciones, la
economía, la vida cotidiana y Ia cultura en sus más diversas
vertientes. Un tomo final, de gran valor instrumental y didáctico, contendrá los índices generales. Con el prestigio que le otorga su trayectoria de institución señera en su disciplina, la Academia ofrece al lector este nuevo y notable aporte que se diferencia de los dos ante
riores por los enfoques y aspectos que sugiere el actual movimiento historiográfico, circunstancia que, sin embargo,
no les resta vigencia como referentes en cuestiones que no se tratan aquí desde Ia misma óptica.
ILUSTRACIÓN DE CUBIERTA: EX LIBRIS DEL ESCRITOR. HISTORIADOR Y JURISTA RODOLFO RIVAROLA (1857-1942).
NUEVA HISTORIA
DE LA NACIÓN ARGENTINA
ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
NUEVA HISTORIA DE LA NACIÓN ARGENTINA
ToMo X
PLANETA
982 Nueva historia de la Nación Argentina: 1‘ ed. —
NUE Buenos Aires : Planeta, 2003.
v. 10, 480 p. ; 24x17 cm.- (Historia) ISBN 950-49-1043-2
1. Historia Argentina
Grupo Editorial Planeta, S.A.I. C. COORDINACION.’ Alejandro Ulloa
EDICION DE TEXTOS: Diego Arguindeguy DISEÑO y MAQUETA DE INTERIORES: Osvaldo Gallese
COMPAGINACIÓN YARMADO.’ Adriana Martínez
CARTOGRAFÏA: Susana M ingolo
IMÁGENES YFOTOGRAFIA: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia:
Violeta Antinarelli, Ariel Otero Estrada y Gabriel Lerman
Derechos exclusivos de edición en castellano
reservados para todo el mundo: © 1997, Academia Nacional de la Historia Balcarce 139, Buenos Aires © 2003, Grupo Editorial Planeta S.A.I.C. Independencia 1668, C 1100 ABQ, Buenos Aires
l‘ edición: 3.500 ejemplares
ISBN de la Obra Completa 950-49-0214-6 ISBN del Tomo X 950-49-1043-2 Impreso en Gráfinor S. A.. Lamadrid IS76, Villa Ballester, en el mes de marzo de 2003.
Hecho el depósito que prevé la ley l 1.723 Impreso en la Argentina
Los originales de las ilustraciones son de la
. , , _ Ninguna parte de esta publicación. incluido el diseño de la
coleccion de la Academm Naaonal de la cubierta. puede ser reproducida. almacenada o transmitida en
Historia o reln-oducciones de las manera alguna ni por ningún medio. ya sea eléckrico. químico.
, _ _ _ mecánico. óptico. de grabación o de fotocopia, sin permiso publicaciones que se indican. pm“, ¿ei ¿duen
COMISIÓN ACADÉMICA ENCARGADA
DE LA DIRECCIÓN DE LA OBRA
DOCTOR VÍCTOR TAU ANzOATEGUI (PRESIDENTE) PROFESORA BEATRIZ BOSCH
DOCTOR ERNESTO I. A. MAEDER DOCTOR ROBERTO CORTÉS CONDE
DOCTOR CÉSAR A. GARCIA BELsUNCE
DOCTOR DARDO PÉREZ GUILHOU DOCTOR EZEQUIEL GALLO
COORDINACION EDITORIAL
DOCTOR MIGUEL ÁNGEL DE MARCO
CUARTA PARTE
LA ARGENTINA DEL SIGLO XX c. 1 9 1 4- 1 9 8 3 (Continuación)
IX. LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL (CONTINUACION)
S6. LAS CIENCIAS SOCIALES Mario D. Serrafero
Describir el tránsito de las Ciencias Socia les en el siglo XX, en la Argentina, no es tarea
sencilla ni menos aún exenta de riesgos. En primer lugar, se refiere a un área del conoci miento que se fue institucionalizando y siste matizando progresivamente. En segundo tér mino, brindar una radiografía completa es prácticamente imposible por la dispersión geográfica e institucional de la producción. En tercer lugar, siempre quedarán afuera expre siones que pudieran ser tomadas como cortes arbitrarios en el análisis.
Por todas estas razones este trabajo da cuenta, principalmente, del desarrollo de la Sociología y de la Ciencia Política y en referen
cia a determinadas instituciones y produccio nes representativas del quehacer intelectual y académico. Asimismo, se consignan las temá ticas que fueron centro de atención, análisis y tratamiento por los investigadores, recalando en algunos autores que tuvieron una impron ta reconocida en el área de los estudios socia les. Aun con estos criterios restrictivos, sólo se
alcanzará a realizar un recorte que, si bien no abarcará todo el espectro, brindará un pano rama amplio sobre el desarrollo de las Cien cias Sociales en gran parte del siglo XX. Asi mismo, la referencia a alguna obra de un autor
dejará, en casi todos los casos, otras sin men cionar. Por razón de espacio, será inevitable la omisión de autores e instituciones que tam bién han realizado su aporte en las áreas disci plinarias aquí tratadas. Por último, las referen cias consignadas en este trabajo sólo incluyen las obras publicadas hasta 1983.
LA SOCIOLOGÍA COMO DISCIPLINA
El desarrollo de la Sociología como disci plina encuentra sus antecedentes en los escri tos de autores clásicos de la historia, la filoso fía y la política. Entre otros, no puede dejar de mencionarse a’ Nicolás Maquiavelo, Thomas Hobbes, John Locke, Charles de Montesquieu, lean-Jacques Rousseau. Pero es en el siglo XIX y principios del XX cuando aparecerán los au tores que le darán nombre, contenidos, objeti
vos y metodología a la nueva ciencia. Auguste
Comte, Herbert Spencer, Emile Durkheim y Max Weber desarrollarán los puntos de parti da -desde distintos ángulos y enfoques— de la nueva disciplina, cuyo desarrollo principal se localiza en Inglaterra, Francia y Alemania. La
cuenta por cierto estaría ostensiblemente in completa si no se agregaran, en esta primera
13
LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL
etapa, los nombres de Alexis de Tocqueville y de Karl Marx, y sus estudios sobre la sociedad democrática y capitalista, respectivamente.
drían aparecer, indistintamente, en una histo ria de los desarrollos de la Sociología Política o de la Ciencia Política.
El conocimiento se fue sedimentando y acumulando nuevos aportes con las investiga ciones que provinieron de psicólogos sociales como George Mead, antropólogos como Bro nislaw Malinowski y su funcionalismo, filóso fos como Ortega y Gasset, “sociólogos marxis
tas” como Gyórgy Lukácks, y creadores de nuevos paradigmas como Sigmund Freud y su
LA “PRESOCIOLOGÍÑ Y LA SOCIOLOGÍA ACADÉMICA
Ninguna introducción a los estudios so ciales, en la Argentina, puede prescindir de ciertos nombres de ineludible cita. Son ellos,
La lista de autores se integró, posterior mente, con importantes aportes de intelectua
al menos, Esteban Echeverría, Domingo F. Sarmiento y Juan Bautista Alberdi, quienes constituyeron -según Gino Germani- una
les europeos y norteamericanos. La “Escuela de
suerte de pensamiento “presociológico”. Nom
Frankfurt”, representante de la llamada “teoría
bres ligados a la experiencia de los primeros
psicoanálisis.
crítica”, se nutrió con los trabajos de Max
círculos relevantes de debates de ideas sociales
Horkheimer, Theodor Adomo y Herbert Mar
y políticas como fue la Asociación de la Ioven
cuse, en un intento interesante de combina
Argentina convertida, más tarde, en la Asocia ción de Mayo. Desde este grupo y como repre sentante del movimiento romántico, Echeve
ción teórica entre marxismo y psicoanálisis. En
territorio norteamericano tuvieron gran in fluencia los trabajos -empírico-sistemáticos de Talcott Parsons, el funcionalismo de Robert
Merton y la sociología crítica de Wright Mills.
La mención podría seguir en temáticas especí ficas como, por ejemplo, los estudios sobre la
estratificación y movilidad social de Pitirirn Sorokin, la sociología del conocimiento y los desarrollos de Karl Mannheirn, entre otros. Más adelante se tratará brevemente el de sarrollo de la Ciencia Política, baste aquí seña lar un campo de superposición con una rama de la sociología: la sociología política. Entre Ciencia Política y Sociología Política existe probablemente algo más que vasos comuni cantes y temáticas comunes, hasta el punto de
rría lanzó su conocido Dogma, que pretendió la “continuación de las tradiciones progresis tas de la Revolución de Mayo” y la regenera ción de la vida social que diera definitiva vuel
ta de página a la época de la dominación imperial hispánica. En palabras de Echeverría “política, filosofia, religión, arte, ciencia, in dustria: toda labor inteligente y material debe rá encaminarse al imperio de la democracia”. Asociación, progreso, fraternidad, igualdad, li
bertad eran algunos principios que debían
el resultado de sus hallazgos. Así, por ejemplo, los llamados “teóricos de las elites” -Gaetano
sustentar a una República en clave de demo cracia y libertad. Sarmiento -para algtmos el primer sociólogo argentino—, en su Facundo, abrió inagotables surcos de reflexión sobre la vida social, las costumbres y los comporta mientos de una dicotomía magistralmente re sumida en un dilema: civilización o barbarie.
Mosca, Vilfredo Pareto y Robert Michels— po
En su prosa profunda, la geografia demarcaba
confundirse, no pocas veces, sus perspectivas y
LAS CIENCIAS SOCIALES
la organización política y delineaba caracteres y humanidades, allí el campo y la ciudad y sus resultados políticos y sociales. Bajo su pluma aparecieron una serie de personajes que eran
una muestra quizás inacabada de un rosario de caracteres que pretendían ser objetivados: el rastreador, el baqueano, el gaucho malo, el cantor, el compadrito, el juez desalmado, etc. Y, por cierto, el caudillo. La profusa literatura social, jurídica y política de Alberdi dejó su mejor impronta en un texto clásico de la Re pública: sus Bases y puntos de partida. Si, se
gún algunos, Sarmiento fue un sociólogo avant la lettre, no sería aventurado sostener que Alberdi fue una suerte de “politólogo” de su tiempo. Diseñó instituciones a conciencia plena de que lo suyo excedía sobradamente la
mera yuxtaposición jurídica de un ejercicio rutinario de derecho comparado. Propuso una constitución como programa económico, ha bló de “transiciones”, puso en justo equilibrio las posibilidades de la trama legal en conso nancia con la materia social existente y los re
cursos disponibles. Especial consideración merece su metodología institucional, que bajo el recurso instrumental de las transacciones y
las transiciones apostaba por una república posible (la verdadera vendría luego), un fede ralismo-unítario (para equilibrar las dos tra diciones antagónicas) y un rey con nombre de presidente (entre el Monarca del Ancien Régi me y el presidente democrático que se poster gaba). Instituciones que consideraba apropia
das para una sociedad todavía inadecuada para manejarse dentro de los parámetros del self-government. El diseño institucional tenía como materia prima una sociedad en forma ción y, paradójicamente en lo que hacía a su inspiración liberal, daba al gobierno mayor fortaleza para compensar las debilidades de
l Alfredo Poviña.
una gelatinosa e inarticulada población, aleja da, todavía, de la más compleja trama civil que daría forma a la ciudadanía. La reflexión social y política del siglo XIX representada, entre otros, por los autores clá sicos aludidos, con el tiempo, consolidará sus ideas, contenidos y nuevos espacios institucio
nales. Fue así que la Sociología académica —como señala Iuan C. Agulla- se va introdu ciendo con los inicios del siglo XX y se va a instalar en las cátedras de algtmas universida des del país, en las facultades de derecho o fi losofía. La primera cátedra de Sociología se crea en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en 1898, y se de
signa interinamente al profesor Antonio Dellepiane, quien dicta su primero y único curso en 1899. En 1904, Ernesto Quesada es
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
designado profesor titular de Sociología y dic ta su primer curso en 1905. Dos años más tar de, en la Facultad de Derecho y Ciencias So ciales de la Universidad de Córdoba, se crea la
primera cátedra de Sociología y es designado
el profesor Isidoro Ruiz Moreno, al año si guiente es nombrado como profesor titular Enrique Martínez Paz. La primera cátedra de Sociología en la Facultad de Derecho y Cien cias Sociales de la Universidad de Buenos Ai res se crea en 1908 y su titular fue Iuan Agus tín García, quien también se hace cargo de la
Europa del siglo XIX y de la historia, la psico logía y la filosofía de la cultura, como también las nuevas ideas que se iban produciendo. En
tre estos pensadores cabe citar, por ejemplo, a Comte, Spencer, Durkheirn, Weber, Sirnmel, Tarde, Toennies, Sombart y, también, las refe rencias a Le Bon, Spengler, Dilthey, Bergson, Scheler, Ortega y Gasset, etc. Como represen tantes de esta sociología cabe mencionar, entre otros, los siguientes autores y algunos de sus textos: Enrique Martínez Paz, Elementos de So ciología (1911); Raúl. A. Orgaz, Estudios de So
cátedra que se crea, en 1912, en la Facultad de
ciología (1915), Principios de Sociología (1933);
Filosofia y Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata. En los años posteriores
A. Poviña, Notas de Sociología (1935); Historia
se abrirían otras cátedras de sociología en dis tintas facultades y universidades del país. Y en 1940, Ricardo Levene creaba el primer Institu
de Sociología (1950), etc. Autores como Orgaz
de la Sociología Latinoamericana (1941); Curso
y Poviña, especialmente, tuvieron una muy ex
años después aparecía su primera publicación:
tensa producción académica y una actuación institucional destacada. Por cierto a la lista po drían agregarse muchos otros autores relevan tes como Emesto Quesada, quien publica, en
el “Boletín de Sociología”. Levene —profesor ti
tre otros trabajos, La Sociología: carácter
to de Sociología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Dos
tular de Sociología, desde 1922, en la Facultad
científico de su enseñanza (1905); Las doctrinas
de Filosofía y Letras de la Universidad de Bue
presociológicas (1905); H. Spencer y sus doctri
nos Aires- aportaba también estudios relati vos a la disciplina, entre otros, Notas sobre la Escuela sociológica de Durkheim (1929) y su Historia de las ideas sociales argentinas (1947). Este profesor de Sociología es —siguiendo el análisis de Iuan Carlos Agulla- una suerte de “intelectual” formado en otra disciplina, que ejerce su profesión liberal y en forma comple mentaria dicta su cátedra. Esta sociología re cepta la obra de los autores europeos y va a considerar sus contenidos como“leyes socioló gicas" que se aplican automáticamente a la re
nas sociológicas (1907); A. Comte y sus doctri
obreras y la situación social, que constituía un verdadero estudio sociológico en busca del da
gión y al país. Así aparecen en las primeras dé
to empírico. Bajo la segtmda presidencia de Iu
cadas textos de introducción a la Sociología o Principios de Sociología, que intentan sistema
lio A. Roca, el entonces ministro del Interior
tizar los autores relevantes de la disciplina en la
Massé el referido estudio. En el informe de Bia
nas sociológicas (1910); La evolución social de la
República Argentina (191 l); La Sociología rela
tivista spengleriana (1921), etcétera.
Más allá de esta sociología enciclopédica y receptora de las ideas irnperantes en los países más desarrollados existieron estudios de carác
ter más empírico que pretendieron describir y analizar socialmente al país. A comienzos del siglo XX se realizaba un estudio sobre las clases
Joaquín V. González encargaba a Iuan Bialet
LAS CIENCIAS SOCIALES
let Massé, El estado de las clases obreras argenti
ción de “las orientaciones teóricas y metodoló
nas a principios de siglo (1904), se analizaba la
gicas contemporáneas”. Hacia los años ciri
situación de los obreros en distintas provin
cuenta comienza, entonces, otra experiencia: la
cias, los indígenas, la inmigración, el trabajo de
la mujer y los niños, entre otros temas. Un no table trabajo de historia social fue el de Juan
llamada Sociología científica. En realidad, el corte entre distintas etapas, estilos y momentos de la sociología no fue tan abrupto. Tampoco
Agustín García, La Ciudad Indiana: Buenos Ai
debe entenderse que lo producido antes no fue
res desde 1600 hasta mediados del siglo XVII (1900), donde se estudiaban las campañas; la vida familiar, comercial y administrativa de la ciudad; la Iglesia; etc. El lector menos atento descubriría en algunas conclusiones de García una radiografía demasiado semejante a la Ar gentina de finales del siglo XX. Poco tiempo antes, García había publicado otra importante obra, su Introducción al estudio de las Ciencias
ra científico sino que la producción de conoci
miento se sometía a reglas y métodos propios de los estudios de cada época. Así fue que, en
tonces, esta nueva etapa se caracterizó por un estilo y contenido distinto a la anterior. Se crea
ron en las universidades institutos o departa mentos de Sociología —o centros de investiga
ciones sociológicas—, se receptaron las teorías
empírico-sistemáticas -principalmente de los
Sociales (1899). Décadas más tarde, Alejandro
Estados Unidos- y se desarrolló el perfil del so
Bunge, en Una Nueva Argentina (1940), elabo
ciólogo investigador. La Sociología aquí no só lo intentaba describir la realidad sino también
raba un trabajo de pretensión científica donde abordaba distintos aspectos de la Argentina so cial: la cuestión racial, la natalidad y la morta lidad, la política poblacional, el desequilibrio económico del “país abanico", el problema so cial de la tierra y de la vivienda, las nuevas for mas sociales, la educación, etc. Convivieron, así, la sociología de “cátedra” y sus leyes socio
lógicas pretendidamente universales, estudios sociales que indagaban realidades nacionales y un ensayismo del cual se escribirá más adelan te. Mientras tanto, estaba gerrninando una so ciología distinta.
explicarla recurriendo a un bagaje teórico más sistematízado y a metodologías que ponían en el centro la obtención de datos a través de dis
tintos instrumentos. De acuerdo con Germani, el paso de la sociología tradicional a la sociolo
gía modema fue el paso de los estudios filosó ficos a la investigación empírica. Pero esta so ciología moderna no era totalmente “aséptica”,
pues distinguía entre una derecha y una iz quierda representadas, principalmente, por las llamadas “sociología norteamericana" y “socio logía marxista”.
Algunos organismos internacionales vin culados con el tema del desarrollo favorecen es LA SOCIOLOGÍA CIENTÍFICA
Germani distinguía distintas etapas por las cuales había transitado la Sociología. La prirne ra era la positivista, luego le continuó la irracio
nalista antipositivista y, por último, la de su propio tiempo, caracterizada por la incorpora
ta tendenda de cientificidad y aquí cabe citar el
importante papel de la CEPAL y la actuación central que en ella tuvo Raúl Prebisch. Así, la sociología de la modernización y la teoría del desarrollo ocuparon un espacio singular en la literatura de la región. La tarea de los sociólo gos se centró en los aspectos sociales del desa
LA DIMENSION CIENTIFICA Y CULTURAL
rrollo en los procesos de planificación que se diseñaban en América latina. Era el momento
tos de las teorías en boga. La sociología adqui
del auge de las teorías de la modernización que
oponían como polos en una suerte de dicoto
profesionalizó. Por otra parte, la sociología académica continuó su estilo y contenido en
mía a la sociedad tradicional versus la sociedad
las cátedras de las facultades de derecho, prin
modema. Desde esta teoría se aislaban los fac
cipalmente. En forma lateral, otro tipo de so ciología también aportaba lo suyo a través del género del ensayo.
tores de resistencia al cambio vinculados al modelo de sociedad tradicional y los elementos que estimulaban y favorecían el paso hacia la
rió estatus científico y la tarea del sociólogo se
sociedad modema. El punto de llegada por cierto estaba dado segím los patrones de las so
FIGURA Y APORTES DE GINo GERMANI
ciedades más avanzadas, pudiendo establecerse
como una serie de etapas en el desarrollo y se
Germani había nacido en Roma en l9ll y
gún un proceso de tipo lineal. la sociología del
varría -tarnbién funcionario de la CEPAL-,
emigrado de la Italia fascista en 1934 a la Ar gentina. Fue el representante más significativo de la institucionalización de la sociología cien tífica en el país. Estudió en la Facultad de Filo sofia y Letras de la Universidad de Buenos Ai
quien publicó, entre otras obras, Consideracio
res y en 1957 fundó la primera carrera de
nes sociológicas sobre el desarrollo económico
Sociología en tal universidad, fue director del Instituto de Sociología y organizó el Depar tamento de Sociología. En 1966 emigró a los Estados Unidos y ejerció la docencia, durante diez años, en la Universidad de Harvard y, fi
desarrollo en América latina contó con gran cantidad de estudios y especialistas de actua ción regional, por ejemplo, José Medina Echa
(1964). Los debates y discusiones se llevaron a cabo en seminarios y congresos donde también aparecían las perspectivas de la llamada “teoría
de la dependencia”, que agregaba una mirada diferente al problema del subdesarrollo lati
nalmente, transcurrió sus últimos años de
noamericano. Así, en un seminario organizado por el Centro Latinoamericano de Investiga
existencia en Italia. La obra de Germani fue notable, tanto en lo referido a la instituciona
ciones en Ciencias Sociales —UNESCO— sobre
lización científica de la Sociología como en sus
sociología del desarrollo, realizado en Río de Janeiro en 1968, Fernando Henrique Cardozo y Enzo Faletto expusieron sus teorías acerca del desarrollo y la dependencia en América latina. En el mismo seminario presentaban ponencias investigadores de distintos países latinoarneri canos y europeos, entre otros, Manuel Mora y Araujo, Oscar Cornblit, Gomucio Granier, Bo
aportes a la disciplina, que trascendieron el te
livar Lamounier, José Luis Reyna, Peter Heintz, Torcuato Di Tella, etcétera.
Los resultados de esta sociología fueron muy positivos más allá del acierto o desacier
rritorio argentino. Entre los estudios de Germani se destaca
su Estructura social de Ia Argentina (1955), donde realiza un análisis empírico sobre la so ciedad argentina utilizando la rigurosidad de la metodología científica. Otra obra relevante fue Política y sociedad en épocas de transición (1962), en la cual se opone la sociedad tradi
cional versus la sociedad moderna. Germani se interna en el análisis de la estructura social y el cambio desde la concepción de la unidad
LAS CIENCIAS SOCIALES
países de la región. También trata la proble mática de la transición específicamente en la Argentina recorriendo el papel de la inmigra ción masiva y la modernización del país. Su análisis de la transición política, en la Argenti na, presta atención al pasaje desde el fin de la
democracia limitada hasta la participación política de las clases medias y, luego, de las masas obreras. Especial interés resulta de sus
enfoques sobre el peronismo, reubicándolo como un régimen “nacional-popular”. Sus perspectivas sobre la movilización social, las masas obreras y el peronismo alirnentaron fe cundos debates entre investigadores naciona les y extranjeros, aún hoy abiertos. Como es sabido, Germani le dio vida a una etapa singular del Instituto de Sociología. Ha cia 1958, en este centro se desarrollaban los siguientes temas de investigación: “Efectos so
l Gino Gennani.
ciales de la urbanización y la industrializa ción”; “Estratificación y movilidad social en
del mundo sociocultural que distingue las es feras y niveles de la personalidad, la sociedad y la cultura, siguiendo aquí la impronta dejada por Talcott Parsons. Los conceptos de integra
gentina”; “Actitudes de las madres de diferen tes clases sociales hacia la educación temprana de los niños”; “Causas de abandono del estu diante de la universidad”.
Buenos Aires”; “Estratificación social en la Ar
ción y anomia jugarán un papel importante para describir los efectos de la dinámica del cambio estructural. El proceso de cambio es
LA PRODUCCION SOCIOLOGICA
visto por Germani como una transición desde los atributos de la sociedad tradicional —está
Y sus AUTORES
tica e integrada- a una sociedad urbana, alta mente diferenciada, con un elevado grado de movilidad social vertical y horizontal, con de sajustes y un relativo grado de anomia. En Po lítica y sociedad Germani realiza, entre otros
Otros investigadores se van sumando a la tarea de Germani de ir engrosando los estu dios sociológicos en la Argentina, a través de un recorrido intelectual bastante similar: la
desarrollos, un útil análisis en torno de las
grado en Sociología -o Ciencias Sociales- en universidades del exterior. Torcuato Di Tella
transiciones. Su modelo de las seis etapas en la
transición en América latina sirve aún para encuadrar el desarrollo político y social de los
formación de grado en una disciplina y el pos
-ingeniero- realizó una Maestría en Sociolo gía en la Universidad de Columbia y estudios
19
LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL
de doctorado en la London School of Econo
tudio que incursiona en la teoría de las elites y
mics and Political Science. En 1958, ya en la
Argentina, se incorporó al Departamento de
que analiza -de un modo no realizado hasta entonces- quiénes fueron los que gobernaron
Sociología de la Facultad de Filosofía y Letras
la Argentina. Así recorre las carreras políticas y
y comenzó a colaborar con Germani y otros jóvenes investigadores. En el mismo año par ticipó en la Fundación del Instituto Di Tella
la formación de los presidentes, los gabinetes, los factores de poder —por ejemplo, la Iglesia y las Fuerzas Armadas- y da, como otros soció logos, su propia perspectiva sobre el futuro de la clase política y dirigente del país. Juan Carlos Agulla, abogado por la Uni versidad de Buenos Aires, se formó en las uni
que inauguró el Centro de Sociología Compa
rada, dirigido por Germani. Di Tella, entre muchos otros trabajos, publica El sistema polí
tico argentino y la clase obrera (1964), donde plantea una actitud de cooperación con el pe
ronismo de las fuerzas progresistas. Ofrece una perspectiva muy comprensiva de los mo vimientos nacional-populares interpretando que implican una suerte de representación pe culiar en los países latinoamericanos. Di Tella desarrolla sus análisis sociales y políticos des de una mirada comparativa con el resto de los países latinoamericanos, situación poco fre cuente en el desarrollo de las Ciencias Sociales
Buenos Aires. Agulla tuvo una extensa pro ducción que abarca la sociología de la educa
en la Argentina. José Luis de Imaz, licenciado en Ciencias
mente útiles y dignos de mención son sus es tudios acerca del desarrollo de la sociología en la Argentina y la evolución de las ideas y las ideologías políticas y sociales en el país. Sobre teoría de las elites publicó Eclipse de una aris tocracia (1968), que constituyó un análisis de la elite o clase alta de la sociedad de Córdoba.
Políticas por la Universidad del Litoral y doc tor en Derecho y Ciencias Sociales por la Uni
versidad de Buenos Aires, realizó su forma
ción sociológica en el Departamento de Sociología dirigido por Germani. A partir de 1959 fue miembro del CONICET y desde los
años sesenta tuvo como sede de trabajo la Universidad Católica Argentina. Imaz realizó investigaciones sobre sociología política, so ciología de la cultura, teoría sociológica y te mas como el análisis de la estructura social o
la familia. Un aspecto importante —que em
palma con el estatus científico de la socio logía— es su persistencia en la necesidad de recurrir y buscar los “datos” como material 20
versidades de Munich y de Madrid, donde ob tuvo sus doctorados. De vuelta a la Argentina trabajó en la Universidad de Córdoba y, luego de 1976, continuó su labor de investigación en
empírico de sus investigaciones. Un trabajo de cita ineludible es Los que mandan (1964), es
ción, la teoría sociológica, la sociología políti ca, y temáticas diversas, desde análisis sobre la estructura social hasta el desarrollo de teorías sobre las regiones y las generaciones. Especial
A sus trabajos sobre educación y, fundamen talmente, su aporte a la sistematización de la tradición y la teoría sociológica de los autores clásicos sumó estudios sobre el desarrollo de
la disciplina en el país, que constituyen una fuente ineludible para entender las distintas etapas de la sociología en la Argentina. Asi mismo, Agulla realizó contribuciones útiles y valiosas para comprender las variables socio lógicas aplicadas a la Argentina en las temáti
cas de regiones y población, estratificación social, elites e ideologías.
LAS CIENCIAS SOCIALES
Iosé Enrique Miguens, abogado y doctor en Derecho y Ciencias Sociales de la Universi
dad de Buenos Aires y con estudios de posgra
do en sociología en la Universidad de Har vard, fue el fundador del Departamento de
En realidad, antes, durante y después de Germani se fue desarrollando una produc ción sociológica considerable. Una lista de autores y temas encontraría, entre otros y a mero efecto ilustrativo, a Jacinto Oddone y su
na. Miguens publicó numerosos trabajos en
análisis sobre La burguesía terrateniente ar gentina (1930); a Sergio Bagú y su Evolución
variadas temáticas en sociología y política, en
histórica de la estratificación social en la Argen
Sociología de la Universidad Católica Argenti
tre otros, La otra versión: mitos, magza e ilusión
tina (1969); a Norberto Rodríguez Bustamen
revolucionaria (1978) donde se analizaba la irracionalidad, la magia y el simbolismo en la
te y sus estudios sobre G. Simmel, I. S. Mill, y La sociología en la realidad latinoamericana; el
vida política y Los neofascismos en la Argentina
caso de Argentina (1979); a Francisco Suárez y
( 1983), texto que realizaba un recorrido críti co acerca de distintas ideologías, creencias y prácticas políticas. Francis Korn se formó en el Departamen to de Sociología de la Universidad de Buenos Aires, entre 1958 y 1961, bajo la dirección de
sus trabajos La formación profesional en con textos transicionales (1967); La política cientí fica (1971); Los economistas argentinos (1972); La organización técnica (1978), a Iuan Marsal y su Cambio social en América latina (1967) y una serie de investigaciones sobre intelectua les y ensayistas en la Argentina y América la tina. Desde el pensamiento de izquierda, Iosé Aricó fue un estudioso de las ideas de Anto
Germani y luego realizó su doctorado en la Universidad de Ofiord. Realizó importantes contribuciones en el campo de la metodología y epistemología de las ciencias sociales, en la crítica al estructuralismo de Lévi-Strauss y en la historia social de la ciudad de Buenos Aires,
nio Gramsci y de otros autores del marxismo heterodoxo. Sus publicaciones aparecieron en la revista Pasado y Presente y, en los ochenta en La Ciudad Futura, cabe destacar sus libros
entre 1895 y 1930. Así, cabe citar entre sus obras, Elementary Structures Reconsidered: Levi-Strauss on Kinship (1973) publicado en
Mariátegui y los orígenes del marxismo lati noamericano (1979) y Marx y América latina
Londres y California y Buenos Aires: los hués
(1980).
pedes del 20 (1974); y, como compiladora, Francisco Delich, abogado y doctor en Dere
Los trabajos y temáticas desarrollados por los sociólogos aparecieron, muchas veces, en volúmenes colectivos que aunaban perspecti
cho y Ciencias Sociales por la Universidad Na
vas de historia, economía y política. Por
Ciencias Sociales: Palabras y conjeturas (1978).
cional de Córdoba, realizó estudios en socio
ejemplo, en una compilación de Torcuato Di
logia en la Escuela de Altos Estudios, París. En
Tella y Tulio Halperín Donghi, Los fragmentos
la Argentina fue secretario ejecutivo de
del poder (1968), Oscar Cornblít y Francis
CLACSO —centro que se tratará más adelan te-, fundador y director de la revista Crítica y Utopía y publicó Crisis y protesta social (1972) y Crítica y autocrítica de la razón extraviado (1977).
Korn analiza respectivamente la inmigración y el empresariado, y la asimilación de los in migrantes. En cuanto a la sociología política cabría mencionar, además y entre otros trabajos, los
21
LA DIMENSION CIENTIFICA Y CULTURAL
producidos hacia mediados y fines de los se senta por José Nun, en torno de la crisis de he gemonía y el golpismo militar; el de Miguel Murmis y Iuan Carlos Portantiero, Estudios sobre los orígenes del peronismo (1971), investi
gación que enriqueció las perspectivas y los debates en torno del fenómeno del peronismo y, también en relación con este movimiento político, las investigaciones de Ricardo Sidica ro sobre peronismo y clase obrera. Junto a la producción teórica de las líneas mencionadas se desarrollaron algunas áreas de sociología aplicada en relación con sectores específicos de la sociedad. Así, por ejemplo, en sociología militar Benjamín Rattembach pu blica Sociología militar. Contribución a su estu
dio (1958), I. Ochoa de Eguileor y Virgilio Bel trán, Las Fuerzas Armadas hablan (1968). En el
campo de la Sociología del Derecho, también se van acumulando trabajos como los de Al fredo Ves Losada, El derecho como experiencia
(1961); Victor Irurzun, Un ensayo sobre la con
ducta desviada (1964) y Sociedad y Derecho (1966). Pedro David —desde la sociología cri minal—, Marcelo Aftalión y Felipe Fucito son otros autores que producen obras en el terre no de la sociología del derecho. Los trabajos de estos autores tuvieron amplia repercusión
vestigaciones en psicología cognitiva, mantu vo una insistente prédica y defensa de los as pectos lógico-normativos en el campo de la metodología en las Ciencias Sociales. Otra te mática abordada por los sociólogos fue la del sindicalismo, el movimiento obrero y el mun do del trabajo. Iuan Carlos Torre produjo in vestigaciones significativas -por ejemplo, Los sindicatos en el gobierno (l983)— en relación con la democracia sindical en la Argentina, el poder sindical, el movimiento obrero y el pe ronismo. Rubén Zorrilla analizó la estructura,
la dinámica y el liderazgo sindical argentino. Irene Vasilachis de Gialdino focalizó sus in vestigaciones en el área del derecho y la socio
logía del trabajo. Otros sociólogos investiga ron sobre distintas áreas, por ejemplo y a sólo efecto ilustrativo, Florial Forni, sociología ru ral; Juan I. Llovet, sociología de la salud; Cata
lina Wainerman y Ana M. García de Fanelli, sociología de la mujer. La producción sociológica y la tarea de los sociólogos se llevó a cabo en distintas universi
dades, instituciones y centros de investigación.
Más adelante se mencionarán algtmos de estos centros donde se desarrolló la investigación en Ciencias Sociales, especialmente en los campos de la Sociología y de la Ciencia Política.
en la materia “Sociología” de los programas de abogacía de las distintas universidades.
En cuanto a la metodología de la investi gación en Ciencias Sociales, a partir de los años sesenta realizan importantes contribu ciones, entre otros sociólogos, Francis Korn,
o LA “PARAsocIoLoGIA”
tensa actividad e influencia desplegadas en
El ensayista ha sido visto como una suerte de “intelectual”, aunque bajo este término se incluye tanto a los profesores universitarios, cuanto a periodistas, artistas e ideólogos. En
congresos, seminarios y jornadas. IGimovsky, si bien fue un entusiasta analista de las visio
Marsal- han existido distintas posiciones.
nes introducidas por el psicoanálisis y las in
Desde el marxismo se los ha vinculado, no po
Manuel Mora y Araujo, Catalina Wainerman, etc. Gregorio Klirnovsky también tuvo una in
22
EL ENSAYO SOCIOLÓGICO
relación con el intelectual —como apunta Juan
LAS CIENCIAS SOCIALES
cas veces, como apéndices de la oligarquía o la burguesía y desde posiciones nacionalistas co
En los años treinta aparecieron ensayos y obras que configuraron auténticas aventuras
mo “intelligentzia” liberal o marxista ajena a las posiciones nacionales. Otra tendencia ha señalado que los intelectuales están más allá de las cuestiones clasistas y de poder y repre sentan la verdadera conciencia de una socie
ontológicas sobre el habitante nacional. Existía
dad. Lo cierto es que, desde el estilo literario del ensayo, algunos autores trataron cuestio nes relativas a la sociología sin pretender ha
cerlo en forma científica -o recurriendo al “método científico”-, pero sí intentando ex plicar la realidad política y social. Así se des cribían e interpretaban comportamientos so
ciales desde una perspectiva sociológica -o social- que se combinaba con enfoques, según los casos, históricos, psicológicos y políticos. Estos ensayos tuvieron, no pocas veces, gran difusión entre el público no especializado y cumplieron distintas funciones, desde apoyar la actitud y el comportamiento político hasta pretender explicar las raíces sociales de la rea lidad del país. Precediendo o conviviendo con la “socio
logía académica” y antes en el tiempo de la instauración de la “científica”, desde una suer
te de parasociología positivista cabría citar, entre otros, a Iosé María Ramos Mejía, Las
una suerte de necesidad de definir los produc tos de la vida social de las últimas décadas, sus
perfiles externos e interioridades. En 1930 Raúl Scalabrini Ortiz publicaba El hombre que está solo y espera, un intento de construcción arquetípica que daba soplo de vida al “Hombre de Corrientes y Esmeralda”. Un poco más tar de, Ezequiel Martínez Estrada daba luz una memorable y siempre vigente obra, su Radio grafia de la Pampa (1933). Martínez Estrada repasaba viejos personajes y agregaba el listado de nuevos caracteres. Desfilaban, entre otros, el
compadre, el gaucho, el caudillo, el guarango, etc. Y, también, el político, cuyo papel era ha blar del porvenir con la seguridad de un profe ta, transmitiendo fe, empleando frases abstrac
tas, pero sin arriesgar nada en el fondo. El párrafo final de su Radiografía constituye una vuelta de tuerca —¿final?- al fértil planteo de
Sarmiento y desde una suerte de temprana aplicación de la fórmula psicoanalítica: recu perar lo que está en la región de la penumbra y aún perturba. Señala en su Radíografia. ..: “Lo que Sarmiento no vio es que civilización y bar barie eran una misma cosa, como fuerzas cen
South America y a Carlos Octavio Bunge,
trífugas y centrípetas de un sistema en equili brio". Como tantos otros, también acometió la
Nuestra América (1918). Ramos Mejía incur sionaba en la psicología social, siguiendo las observaciones de Le Bon, como lo haría más
atrapante tarea de sumergirse en la “cuestión Buenos Aires” y produjo la obra La cabeza de Goliat (1940 ). Martínez Estrada fue un autor
tarde el propio Freud. Álvarez exploraba el pa
singular que combinó la profundidad del pen samiento con la estética de la palabra. El perfil
multitudes argentinas (1899), Agustín Álvarez,
sado y la influencia de las razas para explicar las causas de la política criolla, desde un opti mismo propio del positivismo de principios de siglo. A la lista podrían agregarse también los trabajos de José Ingenieros, por ejemplo su Sociología argentina ( 1908).
del intelectual y el del artista se unieron en una
extraña alquimia que fue no pocas veces in comprendida y que, lejos de resultar contra dictoria, dio resultados notables para la inago table tarea de repensar la Argentina.
23
LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL
estaban, dinámicamente, la inmigración no de seada, las clases medias en formación —y su
posterior pauperización-, el cabecita negra, el obreraje, y los “mixtos” resultantes.
Desde la izquierda, se lanzaba también una crítica que apuntaba a ciertos sectores so
ciales en vinculación a una concepción de identidad nacional. En 1963, Iuan José Her nández Arregui intentaba definir ¿Qué es el ser nacional? Y así desgranaba los factores que conformaban la “conciencia histórica de Ibe
roamérica” y en su definición se incluía la his toria, las tradiciones, la lucha de ciertas clases
del pueblo contra el imperialismo. Caminos paralelos recorrieron, desde la historia y la mi
litancia, otros ensayistas como Iorge Abelardo Ramos y Rodolfo Puiggrós. Otro ensayista singular fue Iuan Iosé Sebre l Ezequiel Martínez Estrada.
Desde la “sociología del estaño” —como acostumbraba decir—, Arturo Iauretche, en su obra EI medio pelo, trataba con humor, polémi
ca y mordacidad las perspectivas entrecruzadas
da heterodoxa que recurría a Hegel, Marx y la escuela de Frankfurt supo suscitar el interés del gran público. Análisis sociológicos sobre la vida
cotidiana fueron los ejes de sus trabajos, entre otros, Buenos Aires: vida cotidiana y alineación
de política, sociedad y cultura. El autor analiza
(1964) y Mar del Plata: el ocio represivo (1970);
ba las clases sociales y sus responsabilidades históricas, en los distintos períodos de la Ar gentina. Reivindicando el “pensamiento nacio
Fútbol y masa (1981). En relación con la políti
nal” criticaba la “miopía” de los "profetas del li
naturaleza del régimen peronista, al cual en al gún momento había apoyado para desmarcar
brecambio", los fracasos de la generación del ochenta, la incomprensión ante los movimien
24
li. Polémico y desde posiciones de una izquier
ca su obra Los deseos imaginarios del peronismo
(1983) incursionó en el complejo tema sobre la
se luego, como lo hizo también de distintas ex
tos nacionales y populares, el desarraigo de la clase alta y las paradojas de una burguesía que no acertaba en convertirse en “nacional”. Todo
presiones de la izquierda.
ello matizado con notables descripciones y pin turas sociales, que enfatizaban escisiones fun
EL CONTEXTO SOCIAL Y ms CIENCIAS SOCIALES
damentales y grupos que no encajaban ni cua jaban en la estática lectura que había realizado una “intelligentzia” que se reproducía con dis
de un campo general de ideas propias de la
tintos nombres a través de las generaciones. Allí
época y de contextos que son reflejo o contra
Toda tarea intelectual se enmarca dentro
LAS CIENCIAS SOCIALES
punto de sucesos políticos y sociales. Así, el tránsito de las Ciencias Sociales convivió con épocas de progreso y prosperidad y, también, con períodos de rupturas sociales y convulsio nes institucionales Este contexto social debe tenerse en cuen
das. Esta posición, si bien contó con el bene plácito de una sociedad política y civil que pa recía confiar en el progreso que vendría de la mano del saber científico, también desconfia ba de la tarea poco conocida —y un tanto sos pechosa- de los investigadores sociales
ta pues condicionó o influyó en la estructura y
En los sesenta, el clima de ideas generales y
la dinámica de las Ciencias Sociales sea en
los propios hechos que acontecían en la
cuanto al auge o declinación de determinados espacios institucionales, los temas de investi gación, las carreras académicas y el modo de ejercer la tarea científica. Pero aquí no se brin da una mera historia de contextos sino una re
Argentina provocaron que esta línea de inves tigación perdiera el prestigio que había obte nido en sus primeros años. Desde la interpela ción del marxismo o las visiones populistas se reclamaba un compromiso al cientista social
construcción de los rastros concretos de los
que poco se compadecía con las investigacio nes puntuales de determinadas problemáticas
diferentes trazos y registros de un camino que no fue lineal y que tuvo distintas expresiones. En el pensamiento político, por ejemplo, liberalismo y nacionalismo libraron batallas que produjeron escisiones en un terreno que
se complejizó con las distinciones -muchas veces difusas- entre derecha e izquierda, don de se fueron acoplando, además, las vertientes socialistas, populistas -de uno y otro signo— y marxistas. En el campo académico es conoci da la disputa entre positivismo y antipositivis
sociales. El papel incrementado del pensa miento marxista en los claustros, los reflejos de la Revolución Cubana, el conflicto latente que implica la “cuestión peronista” y los avata
res que sufría el cada vez más debilitado go bierno de Arturo Frondizi iniciarían un viraje hacia posiciones más “comprometidas”. Era
una época en que las Ciencias Sociales, en América latina -y en casi todo el mundo- en
tendían que su papel era la transformación
mo; conviene, entonces, detenerse mínima
más o menos radical de las estructuras políti
mente en el contexto existente en el momento
cas y sociales. Fue así que ciencia y política pa
de la emergencia de la Sociología científica. Hacia 1957 —como señala Sidicaro- y a dos años del fin de la era peronista existe en la Ar gentina un clima proclive al advenimiento del conocimiento social como producción de una actividad científica. Es una época de auge de la
sociología norteamericana y de apogeo del es tructural-funcionalismo. La sociología que se
instaura bajo el liderazgo de Germani —como se ha señalado- pretende diferenciar su tarea del papel del intelectual o el ideólogo y tratar los problemas sociales bajo el prisma del mé todo científico y de las teorías más desarrolla
recieron confundirse y con el advenimiento del régimen militar la convergencia se profun dizó. La tarea de no pocos cientistas sociales se
politizó y gran parte de la producción acadé mica se ideologizó. Las Ciencias Sociales se ti
ñeron de perspectivas que intentaron enfocar el “gran problema”, quitando atención a temá ticas más puntuales y específicas de investiga ción. A veces, los trabajos constituyeron ver siones aguadas o empobrecidas de la teoría de la dependencia y otras mero proselitismo en clave de lo que fue llamado —más allá de arn bigüedades e imprecisiones- populismo.
25
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
La retirada del gobiemo militar y el adve nimiento del peronismo, en 1973, no habían calmado las aguas. La turbulenta experiencia del peronismo culminó con una nueva ruptu ra institucional y con la instauración del régi men militar denominado “Proceso de Reorga nización Nacional”. En los dos períodos de gobierno militar el contexto político y el clima social tampoco fue favorable para un trabajo
Antes, existían la reflexión y la filosofia política sobre temáticas tales como la soberanía, el Es
tado, el ordenamiento legal, el gobiemo, etc. Los trabajos se volcaban más hacia lo filosófico y tenían una impronta especulativa, o bien ha cia lo jurídico y se acentuaba el deber ser. Si
bien, como señala Pasquino, cabría diferenciar entre la tradición anglosajona que prestaba ma
yor atención a los procesos sociales, las prácti
fecundo en las disciplinas sociales. Pérdida de puestos académicos, exilio, cuando no perse cuciones fueron las consecuencias que sufrió parte de la comunidad académica del país. Se rá sólo en el marco del nuevo contexto demo
cas y costumbres del common law y la tradición continental más volcada hacia el análisis de las
crático donde aparecerán las condiciones de mayor tolerancia y pluralismo necesarias para la libertad en que debe desenvolverse toda ac
ción de la Ciencia Política de otras disciplinas.
tividad de investigación. Más allá de los diferentes contextos, la pro
ducción académica ha tenido también cierta autonomía y no todo lo realizado ha obedeci do puntualmente a los vaivenes de los avatares políticos. Lo señalado respecto de los contextos
sociales fue también marco y telón de fondo del desarrollo de una nueva disciplina.
estructuras estatales y el derecho. En 1903 se crea la Asociación Americana
de Ciencia Política en paralelo con la distin Como nueva disciplina no se variaba demasia
do en lo que habían sido los análisis previos acerca de las estructuras estatales, la indaga ción sobre el buen gobierno, la reflexión sobre los textos de la filosofia política clásica y los es tudios que focalizaban los mecanismos legales y jurídicos del Estado y sus agencias. En las dé cadas posteriores existirá un reclamo de algu nos sectores para introducir nuevas perspecti
LA CIENCIA POLÍTICA COMO NUEVA
vas metodológicas -usadas en la Historia, la Antropología, la Sociología, la Psicología y la Economía- al estudio de lo político, pero este ímpetu coexistirá con el predominio de las
DISCIPLINA
perspectivas clásicas. Como afirma Battle, será
recién en los años cuarenta cuando se opone a El pensamiento político giró, al menos des
de Aristóteles, en tomo de las preguntas acerca
del poder, aunque sus objetos de estudio espe cífico hayan variado con el tiempo centrándo se, por ejemplo, en el Estado y el orden político en general y , más tarde, en el proceso de emer
26
la perspectiva filosófica y legalista, la preten sión de una Ciencia Política bajo el imperio de la perspectiva lógica, empírica y explicativa. En los años cincuenta se instala la llamada “revolución conductista”, que pone el foco en el estudio de los comportamientos reales de
gencia, decadencia, sustitución y circulación de las clases dirigentes. Pero la Ciencia Política re
los actores políticos y sociales. Bajo la influen
cien aparece como disciplina autónoma hacia principios del siglo XX, en los Estados Unidos.
métodos de acercamiento al objeto de estudio y recurre al arsenal de instrumentos disponi
cia de la Psicología y la Sociología importa sus
LAS CIENCIAS SOCIALES
bles en tales disciplinas. Se establece así una pretensión de mayor cientificidad al elaborar se hipótesis que deberán sortear la prueba de la contrastación empírica, dejando a un lado el discurso anterior, jurídico o moralista. El nuevo camino dejó abierta la posibilidad de una ciencia más cuantitativa que se enrique
escuela de la rational choice o public choice). El
ció, además, con esquemas conceptuales y modelos teóricos con pretensión explicativa
metodológico y el supuesto de la racionalidad
de los problemas de la investigación científica. El centro del análisis de la disciplina se ubica
explican a partir de los comportamientos de los
ba en el sistema político, según David Easton “un sistema de interacciones, abstraídas de la
nuevo enfoque implicará, esta vez, la influencia de la Economía en la Ciencia Política, a través del uso de algtmas ideas y principios metodoló gicos propios del análisis económico aplicado al
tratamiento de los fenómenos políücos. El pun to de partida de esta escuela es el individualismo individual. Los fenómenos políticos y sociales se
individuos, y a éstos se los concibe como sujetos
racionales que maximizan sus acciones. En otros términos, los individuos tienen a su dis
totalidad de los comportamientos sociales, a través de las cuales los valores se asignan de modo imperativo para una sociedad”. No tardó en llegar la reacción, desde el la do de los filósofos, advirtiendo que no todos los capítulos de la vida política y, fundamen talmente, los nuevos fenómenos emergentes de una dinámica cambiante —por ejemplo, el
posición una gama de altemativas y se supone que elegirán aquella que les reporte mayor utili dad, satisfacción o beneficios. Por otra parte, la racionalidad individual no supone una suerte de racionalidad colectiva y, en este sentido, se
tema de las minorías—, podían ser tratados con
ústas y su influencia sociológica y ha focalizado
las reducidas herramientas teóricas y los co nocidos instrumentos metodológicos del con ductismo.
gran parte de sus estudios en las instituciones políticas surgiendo una suerte de “neoinstitu cionalismo”, disfinto de aquel que hundia sus
Hacia finales de los cincuenta, Gabriel Al
raíces en el análisis jurídico. Esta escuela ha re cibido también críticas que denotan que su su
mond y Bingham Powell criticaban los estu dios politológicos por su excesivo provincia
lismo, descriptivismo y formalismo. Estos autores, como muchos otros, ubicarán a la po lítica comparada en el centro de la metodolo gía y los contenidos de la Ciencia Política. Los estudios comparados de los sistemas políticos
y sus subsistemas (partidos, grupos de pre sión, etc.), y de los procesos políticos ocupa rán, entonces, un lugar estelar en el avance del conocimiento y las nuevas investigaciones.
Otra escuela comenzará a tener cada vez mayor predicamento, en los sesenta y los seten ta: la teoría de la elección racional (la llamada
destacan las contradicciones y paradojas entre el
comportamiento individual y el de grupo. Esta perspectiva se aleja de los lineamientos conduc
puesto no es tan categórico como afirman sus cultores. Por otro lado, también se ha sustenta do que el “viejo institucionalismo” también tie ne un papel que jugar frente a los desarrollos del “neoinstitucionalismo”.
Otro campo de la Ciencia Política empíri ca —de notable crecimiento hacia los ochenta
es el análisis de las políticas públicas (public policies). Desde este enfoque -como observa Pasquino- se analizan los procesos de toma de decisiones, las estructuras institucionales y su influencia sobre tales procesos, la identifica ción de los participantes, la conformación de
27
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
coaliciones, etc. El riesgo de esta vía de análi
prefiguran el contorno de lo que irá definien
sis podría ser la poca atención prestada a las motivaciones ideológicas y a los factores es tructurales y, además, el más reducido poder de generalización teórica. A lo largo de su historia, como bien señala Almond, la Ciencia Política ha mostrado sus diferencias internas en, al menos, dos ejes: el ideológico y el metodológico. En relación con el primero, se ha distinguido entre una dere cha y una izquierda con sus distintos matices. Respecto del segundo eje, ha existido un sec tor de metodología “blanda” y otro de meto dología “dura”. Un rasgo de las izquierdas -en sus distintas versiones, sean marxistas, socia
dose como una disciplina diferente de la Socio
listas, dependentistas, de teoría crítica- ha si do su concepción acerca de una Ciencia Polí tica comprometida, donde teoría y praxis no pueden disociarse. Entre ambos ejes, también se observan las combinaciones posibles: por ejemplo, una izquierda dura que recurre a la cuantificación metodológica de sus hipótesis y una derecha dura para la cual las metodolo gías matemáticas, la estadística y los diseños experimentales representan la precondición de la Ciencia Política, en teoría y metodología. El panorama de la Ciencia Política, en rea lidad, presenta una multiplicidad de facetas, perspectivas, escuelas y temáticas que no se agotan en una línea que reivindique para sí, en forma exclusiva y excluyente, el patrimonio de la investigación científica en la disciplina.
loga, la Historia y el Derecho. En realidad, los estudios políticos estuvieron ligados a visiones más históricas, filosóficas y jurídicas. En este sentido, la Ciencia Política en la Argentina re
producía, a su manera, el recorrido que había tenido en el mundo más desarrollado.
Fue así que la institucionalización de la Ciencia Política se fue desarrollando a través de un entramado de universidades -públicas y privadas- e instituciones y centros privados. En los años treinta —como apunta Arturo Fernández-, la Facultad de Ciencias Económi cas de la Universidad del Litoral, con sede en
Rosario, creó la Carrera de Diplomacia, que daría origen posteriormente a la de Relaciones
Internacionales. Sobre esta experiencia se montaría la Carrera de Ciencia Política de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacio nal de Rosario, en 1968. La Universidad de Cuyo, a principios de los cincuenta, creó la Es cuela de Estudios Políticos y Sociales que otor
gó el título de Licenciado en Ciencias Políticas y Sociales y el doctorado en las mismas mate
rias. En los años setenta se creó el Departa mento de Ciencias Políticas en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de San Iuan y, en Mar del Plata, se creó una Carrera de Ciencia Política.
En 1958, durante la presidencia de Arturo Frondizi se dicta la legislación que autoriza a
funcionar a las universidades privadas. Se crean las carreras de Ciencia Política y de Re LA CIENCIA POLÍTICA EN LA ARGENTINA
La institucionalización de la Ciencia Políti
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ca es aún más tardía en el tiempo que la de la Sociología y al igual que esta última aparecen autores, temas y espacios institucionales que
laciones Internacionales en distintas institu ciones: la Universidad Católica Argentina, la Universidad del Salvador, la John F. Kennedy, la Universidad de Belgrano, la de Santiago del Estero y la de La Plata, etc. Es de destacar el ni vel que adquirió la Ciencia Política en la Uni
LAS CIENCIAS SOCIALES
versidad del Salvador durante la gestión de Carlos Floria, quien supo atraer a politólogos prestigiosos de la época. El mismo Floria fue el
encargado de organizar, en los ochenta, el doctorado en Ciencia Política de la Universi dad de Belgrano que contó con figuras de no torio renombre en el medio académico local. En 1971, Francisco Arias Pelerano fundaba la Escuela de Ciencias Políticas en la Universidad Católica Argentina. La característica principal de esta escuela era su orientación filosófica ba
sada en la tradición aristotélico-tomista, se gún la cual la Ciencia Política formaba parte de la Ética.
Desde el mundo jurídico algunos aboga dos trataron problemas y temas desde la Cien cia Política o bien en paralelo al enfoque jurí dico incluyeron perspectivas politológicas. Así
pueden mencionarse, entre otros, a Iorge R. Vanossi, Juan Carlos Rubinstein, Carlos Fayt, Mario Iusto López, Germán Bidart Campos, Alberto Spota, Hugo Álvarez Natale, etc. Des de el derecho constitucional y bajo la influen
l Mario Justo López.
años sus investigadores abordaron las siguien tes temáticas: la extensión de la participación
cia del prestigioso profesor Segtmdo Linares Quintana se fundó, en 1957, la Asociación Ar
electoral en la Argentina (Darío Cantón);
gentina de Ciencia Política, que, cuatro años después, se afilió a la International Political
guel Murmis); desarrollo económico, cambio y
Science Association (IPSA). Se comenzó a edi
estratificación social en la Argentina (Ruth
tar en 1959 la Revista Argentina de Ciencia Po
lítica y se organizaron congresos nacionales
Sautu); migraciones internas e intemacionales (Zulma Rechini de Lattes y Alfredo Lattes); es
entre 1958 y 1966.
tructura social de la Argentina (Germani y
Durante los años sesenta, setenta y princi pios del ochenta —como bien desarrolla Vessu ri- una serie de centros independientes consti
Sautu); marginalidad en América latina (Iosé Nun, M. Murmis y Juan Carlos Marín), comu
tuyeron un importante entramado en las
una publicación de importante repercusión: la Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales.
Ciencias Sociales. El Instituto Di Tella —men
cionado anteriormente- contó en su seno con
alianza de clases y orígenes del peronismo (Mi
nicación y neurosis (Eliseo Verón). El CIS tuvo
una serie de centros como el de Sociología
El Centro de Investigaciones en Adminis tración Pública (CIAP) contó con la partici
Comparada, llamado más tarde Centro de In vestigaciones Sociales (CIS). En sus primeros
pación inicial de Iorge Roulet, Iorge Sábato, Oscar Oszlak, Dante Caputo y Marcelo Cava
29
LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL
rozzi. Entre sus objetivos estaban el estudio de
En los años setenta y principios de los
la teoría y las técnicas de la administración pú
ochenta, dos desprendimientos del Di Tella al canzaron gran dinamismo. El CEDES (Centro
blica y la gestión de las empresas del Estado. En 1966 se fundó el Consejo Latinoarneri
tre sus investigadores, a G. O'Donnell, O. Osz lak, M. Cavarozzi, R. Frenkel, L. de Riz, A. Ca
red de centros de Ciencias Sociales. Desde sus
nitrot, E. Ielin, M. C. Feijó, I. Balán, etc. Y el
inicios tuvo su sede en Buenos Aires y cumplió
CISEA (Centro de Investigaciones Sociales so
una importante tarea de articulación y comu
bre el Estado y la Administración), en el que
nicación entre los centros regionales y del exte
participaron E. Groisman, O. Oszlak, I. Roulet,
rior. Desarrolló distintas actividades y progra
D. Caputo, etc. La Facultad Latinoamericana
mas de investigación -algunos en cooperación con el PNUD y la UNESCO- e investigadores que habían sido desplazados de sus puestos de trabajo por cuestiones políticas tuvieron aco
en Ciencias Sociales, que se instala en la Argen
gida en su seno. También en 1966 y como con
30
de Estudios de Estado y Sociedad) contaba, en
cionó como un órgano coordinador de una
cano de Ciencias Sociales (CLACSO), que fim
tina luego del golpe militar en Chile (1973), fue un centro de reagruparniento de investiga dores y comenzó alli a dictarse una Maestría en Ciencias Sociales. En cuanto a centros de Cien
secuencia de la intervención -bajo el régimen militar- al Instituto de Sociología de la UBA, un grupo de investigadores creó el Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales (CICSO), de orientación marxista. Este centro tuvo una
cias Sociales —no específicamente de Ciencia
gran actividad y abordó distintas temáticas
la Ciencia Política ha sido el Consejo Nacional
—los militares y los sectores populares, los esta
de Investigaciones Científicas y Técnicas, don
llidos sociales, etc.-, pero fue objeto de la ac ción de los gobiemos autoritarios debiendo, algimos de sus miembros abandonar el país.
de los investigadores pertenecientes a la carre ra, en distintos lugares de trabajo —universida des e institutos científicos-, han realizado un
Otra experiencia singular fue la Funda ción Bariloche, que contó con algunos apor tes privados —Fundación Ford- y financia ción estatal. Su suerte corrió pareja con los vientos políticos, lo que entorpeció su tarea. En 1967 se creó el Departamento de Ciencias Sociales, que tuvo distintos programas de in vestigación, entre otros, estudios filosóficos y políticos, movimientos laborales, sociología política, etc. Algunos de sus integrantes fue ron Manuel Mora y Araujo, Edgardo Catter berg y Luis Aznar. En la época del Proceso cambió de estructura organizativa y de líneas de investigación.
aporte sostenido en el campo de la investiga ción en Ciencia Política, Sociología y Relacio nes Internacionales. En el listado no puede fal ta por cierto la mención de un sitio de estudio y análisis político que fue tradicional en la vi da institucional del país. La Academia Nacio nal de Ciencias Morales y Políticas abarcó en sus anales y publicaciones distintos temas de
Política— cabría agregar al CEUR (Centro de Estudios Urbanos y Regionales) y el CENEP (Centro de Estudios de Población). Otro espacio institucional de desarrollo de
la teoría política y del acontecer nacional. También debe mencionarse la labor del Insti tuto Argentino de Estudios Constitucionales y Políticos, en Mendoza, integrado por un gru po de juristas -bajo la dirección de Dardo Pé rez Guilhou— que desarrollaron trabajos insti
LAS CIENCIAS SOCIALES
REVISTA RRGENTINH
eIENems veLíïlens DERFCI-Ó ADHINISTRLCION. ECOO%ÍA POLÍUCI. SOCIOLÉA HISTORIA V EDUCÁCÚN
(SAAP), que, luego, obtuvo el reconocimiento de la IPSA y organiza, cada dos años, el Con greso Nacional de Ciencia Política. En el ám bito de la universidades públicas y privadas se crearon nuevas carreras de Ciencia Política y en la Universidad de Buenos Aires se comenzó a dictar la carrera a partir de 1986. Maestrías y
Fundador y Dlnctorn Dr. RODOLFO IIVRROLR Sr-zunuzu- m: “ILDHLIÓSZ In. IIOIÏMZIO C. l|l\'.\lII)I..\
diversos posgrados complementaron un pa norama de notable crecimiento y expansión.
. “publicar... Mena». .
(una. u. uu.|I
LA PRODUCCIÓN ACADÉMICA TOMO PIÏIIO
Una publicación será un mojón ineludible en el trazado de su “prehistoria”: la Revista Ar
gentina de Ciencia Política, creada en 1910 por Rodolfo Rivarola. Bajo su dirección la revista DIRECCION Y ADMINISTRACION
sos-Avanzan: ¡um-cos
combinó temas de derecho público, derecho
BUENOS AIRES
privado, economía, relaciones internacionales,
iD_l0
l Tomo inicial de la Revista Argentina de Ciencias Políticas.
tucionales combinando el derecho constitu cional con el análisis político.
Un lugar especial merece el Instituto de Desarrollo Económico y Social, que, además de una intensa actividad académica, publicó
iuiuíerrumpidamente la revista Desarrollo Económico. Esta publicación, desde su apari ción a finales de los cincuenta, dedicó parte de su contenido a estudios de Sociología y Cien cia Política, publica importantes estudios e in vestigaciones del medio académico local e in ternacional.
Las postrirnerías del régimen militar ini ciado en 1976 y la reinstalación de la demo cracia trajeron una atmósfera renovada a par
tir de la cual la disciplina emprendió una nueva etapa. En 1982, un grupo de politólogos creó la Sociedad Argentina de Análisis Político
sociología, filosofía y discusiones que encaja ban en núcleos centrales de una disciplina aún por crear: la Ciencia Politica. Temas tales como los partidos políticos, las relaciones intemacio nales, la cuestión social, el sufragio y los siste mas electorales, los regímenes institucionales y la reforma política fueron nutriendo las pági nas de una publicación que congregaba a los “notables” de la teoría y el pensamiento políti co e institucional. Rivarola fue un brillante in
telectual que fue prefigurando nuevos perfiles y contenidos del estudio de la política, a través de su obra y sus inquietudes. Un trabajo que puede ser considerado pio nero en el largo camino que iniciará la discipli
na en fonnación es El gobierno representativo federal de la República Argentina (1910), escri
to por Iosé Nicolás Matienzo. El autor deli neaba los rasgos del régimen político distan ciándose de lo que habían sido los estudios más clásicos desde el Derecho -principalmen
3]
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
balance de lo acontecido en el país, en un re corrido que desnuda sus falencias y resalta sus aciertos, más allá de la “ley de la discordia” que tiñó las relaciones de los argentinos de di
ferentes generaciones. Pocos años después, Iuan Álvarez en Las guerras civiles argentinas
anuda política y economía para intentar ex plicar “científicamente” los conflictos y las crisis del país.
Pero la impronta jurídica de los estudios políticos pervivirá durante bastante tiempo. La carrera de Derecho era un ámbito común
para aquellos que deseaban iniciar estudios políticos y fueron las cátedras de Derecho Po
lítico y Derecho Constitucional las vías de transmisión de autores, ideas y especulaciones
l losé Nicolás Matienzo. Archivo General de la Nación.
te, el constitucional- y analizando las institu ciones desde vectores más políticos que lega les. Junto con la obra de Matienzo, en la prí
política se ubicaba en el centro de la escena, tal
mera y la segunda década del siglo XX,
gués (1943).
aparecieron trabajos que intentan explicar la historia desde una perspectiva de análisis del régimen político de la época. Incluso un ex tranjero como Adolfo Posada, en su trabajo
je de los estudios del derecho político hacia la Ciencia Política fue Mario Iusto López. El de
La Constitución argentina y el régimen político (1910), advertía la distancia entre la constitu
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de filosofía y de política práctica. Profesores como González Calderón, De Vedia y Mitre, Faustino Legón y Rafael Bielsa no eludían la constelación de la política en sus obras y pro ducciones. También, bajo la temática del Esta do, asomaban escritos donde la perspectiva
ción formal del país y su vivencia concreta, el avance del desarrollo económico sobre el po lítico, la influencia del caudillismo anárquico, la ficción del Estado federal, el fuerte presi dencialismo imperante, la crisis de valores y la clave de éxito hacia el futuro que vendría de la mano de la educación. El mismo año, Joaquín V. González, en El juicio del siglo, realiza un
fue el trabajo de Arturo Enrique Sampay y su tesis La crisis del estado de derecho liberal-bur
Un autor importante que prepara el pasa
recho político se encontraba en un lugar de bordes y límites, donde se aproximaban -entre otros campos- el Derecho, la Filosofia Política y la Ciencia Política. Desde allí escribió su In traducción a los estudios políticos, cuyo primer
volumen apareció en 1969 y, el segundo en 1971. Otro estudio importante fue su obra Partidos politicos, teoría general y régimen legal
(1965), estudio que fue agregando nuevos te mas y nuevos autores en sucesivas reimpresio nes. A los autores citados entre otros, George
LAS CIENCIAS SOCIALES
Iellinek, Carl Friedrich, Herman Heller, Geor
lítica y la historia, sobre el período de la Repú
ges Burdeau, Maurice Duverger y Ranney y Kendall- agregaba politólogos de la talla de Iuan Linz y Giovanni Sartori. En relación con su citada obra Introducción. .., cabe señalar
blica Liberal-Conservadora. El mismo autor
que hundía el análisis en la Teoría Política, la realidad política y social y el conocimiento po lítico. El recorrido de los distintos capítulos constituye una suerte de manual -o hasta tra tado— de un curso que cabalga entre la Filoso fía Política, la Ciencia Política, el Derecho y la Historia.
clásicas, un virtual dialogo —plagado de en cuentros y desencuentros- entre Alberdi y Sar miento. Desde el campo de la historia también cabe mencionar, como valiosos aportes, la ex tensa obra de Félix Luna y las lúcidas reflexio nes de Ezequiel Gallo sobre distintas temáticas sociales y políticas y sobre la historia de las ideas políticas. Gallo realizó también aportes específicos en la disciplina, como por ejemplo la investigación realizada con Silvia Sigal La formación de los partidos contemporáneos. La Unión Cívica Radical ( 1890-1916), publicada en Desarrollo Económico, en 1963. Algunas obras de investigadores extranjeros también nutrieron numerosos trabajos de Ciencia Polí tica, por ejemplo las investigaciones sobre el poder militar y la política del historiador Ro
Más cercano al análisis empírico, Darío Cantón produjo un estudio importante en re lación con la teoría de las elites con su trabajo El parlamento argentino en épocas de cambio (1966), donde analizaba las diferentes caracte rísticas sociales, económicas y educacionales de los legisladores en tres momentos cruciales de la vida política del país: 1890, 1916 y 1946. Otra investigación posterior, Elecciones y par tidos políticos en la Argentin (1973), constitu yó un importante aporte por la recopilación de datos y su sistematización en relación con la Argentina electoral y la emergencia y carac terísticas de las fuerzas políticas. Desde la Historia también se fue nutriendo lateralmente el contenido de la Ciencia Políti ca. Así merece destacarse la obra de José Luis Romero Las ideas políticas argentinas (1946) y
otros ensayos que versaron sobre temas de la Argentina política. Otra obra de historia, de Carlos A. Floria y César A. García Belsunce,
aporta un valioso e innovador trabajo en el marco de las ideas políticas, La tradición repu
blicana, donde recreaba, a través de lecturas
bert Potash y las del sociólogo Alain Rouquié.
La investigación recorrió temáticamente —como no podía ser de otro modo- los avata res políticos que sufría la Argentina. Así, por
ejemplo, en relación al régimen militar ini ciado en 1966 bajo el comando del general Onganía, se publicaba el mismo año del golpe el trabajo colectivo La Revolución Argentina. Análisis y prospectiva (1966), donde juristas,
politólogos y sociólogos analizan el nuevo ré
gimen a la luz de los antecedentes, la teoría
radas desde la Ciencia Política incluyendo ma
política, la ideología y el sistema institucional; escriben, entre otros, Guillermo Lousteau He
tices, perspectivas o comentarios que remonta
guy, Alberto Castells, Iosé Luis de Imaz, Carlos
Historia de los argentinos (1972), incorporó mi
ban a la teoría política más cercana en el
Floria, Mariano Grondona, etc. En el año de
tiempo. Cabe destacar también la investigación de Natalio Botana El orden conservador (1979),
finalización de aquella experiencia de facto, aparece El régimen militar 1966-1973 (1973), una recopilación sistematizada de editoriales
que significó un abordaje desde la Ciencia Po
33
LA IJIMENSIÓN (ÏIENTÍFICA Y CULTURAL
—principalmente de la revista Criterio- escri tos por Carlos Floria, Natalio Botana y Rafael Braun, que pasa revista de distintos hechos y aspectos de la experiencia de las administra ciones de Juan Carlos Onganía, Roberto M. Levingston y Alejandro A. Lanusse.
tares y recorridos fallidos de la democracia y las caídas en regímenes autoritarios. Dos años antes, Liliana de Riz, abordaba la experiencia política del peronismo y su vuelta al poder en el texto Retorno y derrumbe (1981).
La producción académica también fue
También sobre el mismo régimen Guiller mo O’Donnell publica la obra 1966-1973. Es tado Burocrático Autoritario (1982), que ad
considerable y variada en el ámbito de los cen
quiere una repercusión notable en los medios local y extranjero. El trabajo de O’Donnell no
trabajo y distintas publicaciones. A finales de los setenta y principios de los ochenta, en el umbral del cambio de régimen, aparecen nue vos estudios que preludjan los tiempos por ve
intentó una mera recopilación descriptiva o analítica del régimen sino la conceptualiza ción de un nuevo tipo de Estado existente en un período histórico determinado y con ca racterísticas distintivas que lo diferenciaban de otros estados autoritarios: el Burocrático Autoritario. Años antes, otra obra de O’Don
nell había conseguido también notoriedad: Modernización y autoritarismo (1972). En los años setenta, en el área de los estu
dios institucionales, N. Guillermo Molinelli comenzaba renovados análisis y desarrollos de
tros e institutos de investigación -referidos anteriormente- a través de documentos de
nir y sus necesidades. Los análisis sobre la transición a la democracia, la cultura política y el papel de los distintos actores sociales y po
líticos en este tipo de régimen ocuparán el in terés de los politólogos. Y una serie de ellos realizaron también contribuciones con distin tos artículos, trabajos o análisis políticos, entre
otros, Atilio Borón, Edgardo Catterberg, Ma riano Grondona, Arturo Fernández, Eugenio Kvaternik, Carlota Iackisch, etcétera.
las instituciones políticas y publicaba, entre otros trabajos, El rol del Congreso en la inicia tiva legislativa (1972). En relación con el área
LOS TEMAS Y EL TEMA DEL PERONISMO
de Ciencia Política y de la administración, Os
car Oszlak publicaba La formación del Estado
La lectura de las Ciencias Sociales en el si
argentino (1982), comenzando una línea que había estado rezagada en relación con otras te máticas de los estudios políticos. Más volcado
glo XX muestra distintas temáticas alrededor de las cuales giran las producciones de los au tores. Algunos temas aparecen como recurren
hacia una perspectiva de filosofía política,
tes y recorren transversalmente todos los
Carlos Strasser publicó La razón política en po
tiempos, desde lecturas donde predominan o confluyen distintas miradas y disciplinas co mo la Ciencia Política, la Sociología, la Psico logia Social y la Historia, y desde el trabajo de rigor científico-metodológico o el ensayo po
lítica y en sociología (1977) y artículos en la re vista Desarrollo Económico acerca de la disci
plina. El sindicalismo fue tratado en algtmos trabajos; entre otros, Sindicatos y política en la
Argentina (1980) de Marcelo Cavarozzi. El mismo autor publicó Democracia y autorita 34
rismo (1983), texto que dio cuenta de los ava
lítico o social.
Un tema que reaparece a lo largo de todo el siglo es la indagación acerca de la identidad
LAS CIENCIAS SOCIALES
argentina. Y es propio de la Sociología —y las Ciencias Sociales- preguntarse sobre los orí genes de la sociedad nacional, su evolución y su destino. Perspectiva que engloba pasado, presente y futuro en sintonía con una prome sa siempre presente y también incumplida: cómo mejorar la vida de los individuos y gru pos que componen el tejido social. No sor prende a nadie que la pregimta alcance una in
tensidad elocuente cuando se trata de sociedades de conformación multinacional. La búsqueda del ser nacional, la explicación de
la estructura social y el comportamiento de las distintas clases, de los diferentes estilos de vi
da, de las costumbres y de los disímiles carac
teres que pueblan el paisaje humano, fueron objeto de análisis y reflexión de los ensayistas y cientistas sociales. Estos últimos a través de hipótesis y metodologías engarzadas con dis tintas teorías explicativas. A estos temas habría
miento nacional-popular, Di Tella lo ubicó también dentro de los populismos, otros auto res —como Carlos Fayt- lo asirnilaron lisa y lla
namente como un fascismo, Abelardo Ramos y Sebreli recurren a la imagen del bonapartis mo. En relación con el peronismo y la estruc
tura sindical, también Germani dispara una serie de debates y polémicas a partir de la cuestión acerca el apoyo que tuvo el peronis mo en sus comienzos. Para Germani habían sido los migrantes internos la masa que fue materia prima del peronismo. Murmis y Por tantiero señalan, en cambio, la importancia de la estructura sindical vigente en la época, don de confluyeron viejos y nuevos líderes. A este
debate se sumaron investigadores extranjeros como Peter Smith, Walter Little, Eldon Ken worthy, Louise M. Doyon y, desde el exterior,
argentinos como el historiador Tulio Halperín Donghi. Y el debate aún sigue.
que agregar los que han aparecido a lo largo de estas páginas, sea desde la perspectiva de la So
ciología o de la Ciencia Política. El peronismo fue otro tema de singular in
terés y, sin duda, merece un sitio especial. Es taba claro que su análisis resultaría insuficien te desde una lectura histórica de mero acopio de hechos y sucesos. Había que desentrañar lo que aparecía como un fenómeno que no enca jaba en la sucesión lineal de ideas y experien cias políticas y sociales de la Argentina. Las Ciencias Sociales debían acometer la tarea y así lo hicieron a través de innumerables estu
dios que pretendieron explicar la naturaleza
PROBLEMAS Y OBSTACULOS DE LAS CIENCIAS SOCIALES
El desarrollo de las Ciencias Sociales en la
Argentina ha tenido no pocos obstáculos y de distinta índole. Un primer inconveniente ha sido el político, esto es, la inestabilidad cróni ca que ha sufrido la Argentina en el siglo XX. Los golpes militares, especialmente, han teni do nocivas consecuencias para una evolución más pacífica y gradual de las disciplinas cien tíficas. La intervención dispuesta por los mili
tares a la Universidad de Buenos Aires, en
del peronismo, su influencia en las estructuras sindicales, su clasificación como régimen y co mo sistema de ideas, sus productos sociales, la
1966, originó un éxodo masivo de investiga dores de todas las áreas -no sólo las sociales
impronta que su paso dejó en el sistema polí tico, etc. Así y en cuanto a su “naturaleza”, por ejemplo, para Germani se trató de un movi
que se radicaron en distintos países del mun do drenando así la futura capacidad científica de la Nación. La siguiente ruptura institucio
35
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
nal, en 1976, fue también motivo de desen
cimiento —los países desarrollados- y su inten
cuentro y exilio. Además de la pérdida de re cursos humanos que, obligados o por opción, dejaban el territorio nacional o sus puestos de trabajo en el país, las intervenciones implica ban la interrupción, momentánea o definitiva, de proyectos de investigación en curso, cuan do no el desmantelamiento institucional. En
to de aplicación directa a la realidad argentina, cuando tales teorías tuvieron como base em
estos casos, las instituciones privadas -tanto universidades como institutos de investiga ción— sirvieron también como lugar de rein serción de científicos sociales que dejaban de actuar en las universidades nacionales.
Otro inconveniente de contexto han sido los escasos recursos económicos destinados a la investigación en general y a las Ciencias So
ciales en particular, debido a una falta de con sideración acerca del papel prioritario que la investigación ocupa en el desarrollo económi
co, social y humano de un país. A esta con ciencia débil sobre el papel de la ciencia se fue
ron sumando las crisis económicas y la declinación del Estado, que originaron recor tes presupuestarios en las áreas de investiga ción. En el marco institucional de las universi
36
dades, tanto públicas como privadas, la falta de presupuesto dificultó la existencia de un suficiente plantel de profesores-investigadores a tiempo completo. Esta falta de prioridad que ha tenido la ciencia en la Argentina motivó también la búsqueda de nuevos horizontes y así fue historia común la de los jóvenes argen tinos que, luego de concluir sus estudios de posgrado en los Estados Unidos o en Europa, decidieron continuar en aquellos lugares sus carreras académicas por falta de condiciones mínimas de desarrollo profesional en la Ar gentina. Otro problema ha sido la importación de teoría política y social de los centros de cono
pírica metodológica los datos de sus propias realidades. Los científicos sociales tuvieron
cierta propensión a reflexionar en torno de teorías más que de hechos, produciéndose, no pocas veces, resultados especulativos poco re lacionados con el propio acontecer nacional.
Otra barrera ha sido la poca conexión con el marco regional en el cual la Argentina está inserta: América latina. La aludida irnporta ción de teorías y la formación de investigado res en los centros más desarrollados con poca o ninguna vinculación con el resto de los cen tros e instituciones académicas de los países de la región, descontextualizó a la Argentina de su enclave geográfico, desde donde, paradóji camente, fue vista siempre por los centros de investigación de los países más desarrollados. No es casual que los contados intentos de lle var adelante centros de estudios latinoameri canos hayan tenido un relativo eco. Otra dificultad que ha estado siempre pre sente ha sido el escaso requerimiento del mer cado laboral de los profesionales en Ciencias Sociales. Más allá de la docencia y la investiga
ción, no ha sido fácil el reconocimiento públi co de la función de los sociólogos en distintos sectores de la vida del trabajo, la empresa y el
Estado. Los egresados en Ciencia Política han tenido, incluso, mayores obstáculos en ser vi sualizados como profesionales aptos y necesa rios para el servicio y la administración públi ca, las organizaciones, etcétera. Los inconvenientes y problemas de acceso
bibliográfico han sido muy importantes, co mo también la libre consulta de materiales de las oficinas públicas. Bibliotecas poco nutridas
o desactualizadas fue el panorama común de
LAS CIENCIAS SOCIALES
las universidades o de los institutos de investi
gación. En el futuro, la situación mejoraría
contrapuestas. El resultado fue un amplio y disírnil muestrario de concepciones, interpre
gracias a la tecnología y la informática, con el acceso a publicaciones “on line” vía Internet.
taciones y explicaciones acerca de las cuestio nes sociales y políticas del país, obras de nota ble calidad y rigurosidad y, también, recaídas frecuentes en visiones ideológicas y produc
A MODO DE CONCLUSIÓN
ciones desparejas. En alguna medida, el reco rrido de las Ciencias Sociales fue reflejo del
En este recorrido autores e investigadores fueron definiendo una tarea y una profesión, sistematizaron el conocimiento y trataron de dar cuenta de los dilemas y problemas que aquejaron a la sociedad argentina a lo largo del siglo. Así, los estudios enfrentaron cues tiones tales como la inmigración y sus efec tos sociales y políticos; las modificaciones de la estructura social de la Argentina; la emer gencia de fuerzas políticas nuevas; los distin tos tipos de regímenes políticos; el fenómeno de la intervención militar; los problemas de la democratización política y social; la tran sición política hacia la democracia; el largo recorrido del dilema de la identidad argenti na; etcétrera. Estos temas se abordaron no sólo desde
propio derrotero seguido por el país en el
disciplinas afines pero distintas, sino también desde perspectivas y escuelas teóricas, a veces,
campo político y social. Un transitar donde el método de ensayo y error no dejó toda la en señanza esperable y la vocación por la irnpro visación jugó, no pocas veces, un papel más importante que el deseable —como advertía Martínez Estrada—, retrasando un tanto el lu
gar que las Ciencias Sociales deberían haber ocupado en el progreso de la Argentina. Así y todo, lo hecho por las disciplinas aquí tratadas arroja un resultado más que positivo si consi deramos los inconvenientes y obstáculos, así como escasos incentivos, que ha tenido el de sarrollo de la investigación en el país y la tarea incesante de intelectuales e investigadores. Es
que, más allá de los problemas, los aciertos y desaciertos, ha existido siempre una suerte de pasión en el cautivador oficio de pensar la Ar gentina.
ORIENTACIÓN BIBLIOGRÁFICA La principal orientación bibliográfica apa rece inserta en el propio texto de este trabajo.
A continuación se amplía en relación con
no, 1984. Un exhaustivo trabajo que analiza los
aportes más importantes de los investigadores sociales en la segunda parte del siglo XX es
obras que tratan sobre ideas, instituciones o
JUAN CARLOS AGULLA (compilador), Ideologías
producciones referidas en el capítulo. En relación con la evolución de las Ciencias
políticas y ciencias sociales. La experiencia del
Sociales y la Sociología en particular puede
tituto de Derecho Público, Ciencia Política y
pensamiento social argentino (1955-1995), Ins
consultarse, IUAN CARLOS AGULLA, Dependencia
Sociología de la Academia Nacional de Cien
y conciencia desgraciada, Buenos Aires, Belgra
cias de Buenos Aires, 1996. Otra bibliografía de
37
LA DIMENSIÓN CIENTIFICA Y CULTURAL
consulta es TORCUATO S. DI TELLA, “La crisis de
54, Dunken, Buenos Aires, 1999. Una obra que
las ciencias políticas latinoamericanas”, en De sarrollo Económico, vol. ll, n° 41 ( abril-junio
recopila trabajos acerca de la estructura social del país con amplias referencias a Germani es
de 1971); y "La sociología argentina en una
IoRGE RAUL IORRAT y RUTH SAUTU (Compila
perspectiva de veinte años”, en Desarrollo Eco
dores), Después de Germani. Exploracíones so
nómico, vol. 20, n° 79 (octubre-diciembre de
accidentada trayectoria de la sociología en la
bre estructura social de la Argentina, Paidós, Buenos Aires, 1992. En cuanto a la política de investigación en Ciencias Sociales ver el texto
Argentina"; HORACIO GONZALEZ (Compila
de ENRIQUE OTEIZA (director), La política de
dor), Historia crítica de la sociología argentina, Colihue, Buenos Aires, 2000; JUAN CARLOS
investigación científica y tecnológica argentina, Centro Editor de América Latina, Buenos Ai
AGULLA, “Institucionalización de la Sociología
res, 1992.
1980); RICARDO SIDIcARo, “Reflexiones sobre la
en la Argentina”, en MARTA FERNANDEZ y MARIO
Para un panorama general de la evolución
SERRAFERO (editores), Los sociólogos y la Socio
de la Ciencia Política puede verse: GIANFRAN
logía, Documento de Trabajo, Facultad de Es
C0 PASQUINO, “Naturaleza y evolución de la
tudios para Graduados, Universidad de Belgra
disciplina”, en GIANFRANCO PAsQUINo y otros,
no, 2000; GINO GERMANI, La sociología en la
Manual de Ciencia Política, Madrid,l99l; Ga
América latina: problemas y perspectivas, Eude
briel Almond, “Political Science; The History
ba, Buenos Aires, 1964; FRANCISCO DELIcI-I, Crí
of the Discipline”, en Robert E. Goodin y Hans-Dieter Klingemann (edición) A New
tica y autocrítica de la razón extravíada. Veinti cinco años de Sociología, El CID, Buenos Aires, (1977); ELISEO VERON, Imperialismo, lucha de clases y conocimiento (Veinticinco años de socio
logía en la Argentina), Tiempo Contemporá neo, Buenos Aires, 1974. En cuanto a la “para
view, vol. 6, n° l (1985), págs. 133-152.
sociología” consultar, l IUAN F. MARSAL, “Significado de la para sociología argentina”,
Argentina es importante el trabajo de ARTURO FERNANDEZ El desarrollo de la Ciencia Política
en H. Ernest Lewald, Argentina. Análisis y au toanálisis, Sudamericana, Buenos Aires, 1969;
También puede verse MARIA CLELIA GUINAZU y
En relación con la Ciencia Política en la
en la Argentina, capítulo de libro en prensa.
IUAN F. MARSAL, Los ensayistas socio-políticos de
MARIA ALICIA GUTIERREZ, La Ciencia Política
Argentina y México (aportes para un estudios de
en Argentina: de la inestabilidad a la transición,
sus roles, su ideología y su acción política), Docu
en DOXA, n° 48 (1991); Gerardo Ancarola,
mento de Trabajo, Instituto Torcuato Di Tella,
“Las tres etapas de la Ciencia Política argenti na”, en Academia Nacional de Ciencias Morales
Centro de Investigaciones Sociales, 1969. SILVIA
SIGAL, Intelectuales y poder en la década del se senta, Puntosur, Buenos Aires, 1991. La historia
y Políticas, Anales. Tomo XXII-l993, Buenos
del Instituto de Sociología se trata en HERNAN empírica en la Argentina: El Instituto de Sociolo
Rivarola puede consultarse Las ideas políticas de Rodolfo Rivarola, Marirnar, Buenos Aires, 1975. En cuanto a la enseñanza de la Sociolo
gía, Facultad de Filosofia y Letras (UBA), 1940
gía y la Ciencia Política puede verse GINO GER
GONZALEZ BOLLO, El nacimiento de la sociología
38
Handbook of Political Science, Oxford, 1998; David Easton, “Political Science in The United States”, en International Political Science Re
Aires, 1995; del mismo autor sobre la figura de
LAS CIENCIAS SOCIALES
MANI y IORGE GRACIARENA, Enseñanza e investi
Routledge, 1997; IoAN ANTON MELLÓN (edi
gación de Ia Sociología, Ciencia Política y Eco
tor), Ideologías y movimientos políticos contem
nomia. La situación en la Argentina, Instituto de Sociología de la Facultad de Filosofía y Le
poráneos, Madrid, Técnos, 1998. Acerca del pensamiento político entre 1914 y 1983 pue
tras, UB.A, 1958; FRANcIsco ARIAs PELERANo,
den verse los trabajos de CARLOS A. EGÜES y
“La enseñanza de la política en la Argentina”, en Boletín de Lecturas Sociales y Económicas,
obra. Algunos estudios sobre el positivismo y
año 8, n° 35, abril 2001, págs. 127-147. Un ín dice cronológico, temático y de autores de la revista Desarrollo Económico muy útil para la búsqueda bibliográfica aparece en el número 160, Vol. 40, enero-marzo, 2001, de la citada revista.
IUAN FERNANDO SEGOVIA en el Tomo 7 de esta
el ensayismo positivista son, OSCAR TERAN, Po
sitivismo y nación en la Argentina, Puntosur, Buenos Aires,l987; IORGE E. DoTTI, Las vetas
del texto. Una lectura filosófica de Alberdi, los
positivistas, Juan B. Justo, Bs. A5., Puntosur, 1990; RICAURTE SOLER, B1 positivismo argenti
La literatura sobre teoría e ideologías polí
no, Paidós, Buenos Aires, 1968; RICARDO LEVE
ticas, es por cierto muy abundante, cabe men
NE, Historia de las ideas sociales argentinas,
cionar entre otros, KARL DIETRICH BRACHER, La
Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1947.
era de las ideologías, Belgrano, Buenos Aires,
El autor agradece a María Mora el apoyo bibliográfico brindado, que fue muy útil para la elaboración de este capítulo.
1989; STEPHEN ERIC BRONNER (editor), Twen
tieth Century Political Theory, Nueva York,
39
5 7. LA FILOSOFÍA Olsen A. Ghirardí
LA AGONÍA DEL POSITIVISMO
Las corrientes filosóficas son como algu nos ríos que aparentan secarse mientras fluyen
simpatía hacia un evolucionismo, tanto en el orden natural como en el social. Es imprescindible recordar, para una me
subterráneamente hasta que, en algún mo
jor comprensión, que en Buenos Aires, la preocupación filosófica había quedado esti
mento, vuelven a surgir para deslizarse serena mente en el curso sinuoso que enmarcan des
mulada, especialmente desde la cátedra, a par tir del año 1895, en que se fundó la Facultad
dibujadas riberas. En la Argentina, el positivismo se mostra ba agonizante hacia el comienzo de la Primera Guerra Mundial, después de haber gozado de gran esplendor a fines del siglo XIX y comien zos del XX. No obstante, arrojaría aún una vi
de Filosofía y Letras. Rodolfo Rivarola tuvo el privilegio de ser el primer profesor de filoso fía. Dado el predominio de las ideas de la épo ca en la cual vivía, Rivarola fue tentado por el positivismo, aunque su actitud filosófica pue de mostrar rasgos eclécticos. Pero no existe en él una verdadera preocupación metafísica. En verdad no era posible lograrla leyendo a Kant y a Spencer, pero no dejaba de aducir que, si bien la metafísica podía considerarse como la síntesis de todas las ciencias empíricas, era preferible poner el acento en la ética, que, no obstante, quedaba reducida al estudio de los hechos y actos humanos y a las costumbres. La influencia del positivismo de Augusto Comte en la Argentina puede calificarse como preponderante en el primer cuarto del siglo XX. Como prueba de este aserto es posible ci tar la opinión de I. Alfredo Ferreira (1863 l938), quien llegó a afirmar que el pensador francés fue la más alta inteligencia del siglo
gorosa llamarada. Es, precisamente, en ese año de 1914 cuando Iosé Ingenieros (1877-1925)
preparaba la edición del primer número de la Revista de Filosofia, que habría de aparecer al
año siguiente y de la cual sería su brillante fundador. Así, con un amplio espectro, ella nacía cuando comenzaba a declinar el positi vismo. El pensamiento de Ingenieros, médico que cultivaba, especialmente, la psicología, la psi quiatría, la criminologia y las ciencias biológi cas, se inscribía en el carril que daba prioridad a los hechos, a las realidades concretas percep tibles por los órganos de los sentidos. Esa acti
tud incluía, simultáneamente, una especial
41
LA DIMENSIÓN (Ill-INFÍFICA Y CULTURAL
XIX. Y como homenaje a las ideas que profe saba, fundó el Comité Positivista Argentino y adhirió a un evolucionismo desde lo inorgáni co hasta la vida orgánica e incluso se permitió
intentar, desde ese punto vista, una explica ción para los fenómenos sociales y morales. También el prestigio intelectual de Floren
tino Ameghino (1854-1919), con su confiado optimismo cientificista, tuvo mucho peso en la sociedad de la época. Su notoriedad internacio nal fue extraordinaria a partir de la Exposición Internacional de París de 1878, donde mostró
su colección de fósiles. Si bien Ameghino no fue un verdadero filósofo adhirió fuertemente a la concepción evolucionista, que Carlos Dar
win había enunciado para todas las especies en 1859 y que había extendido al hombre en 1861. Hombre inteligente, tuvo la virtud y la valentía de explicitar, a partir de los hechos que estima
ba científicamente probados, las premisas de un sistema, lo que se había concretado en el año 1906. Ese sistema, que Ameghino denomi
y metafísica.
Dentro de estas líneas positivistas pero con un perfil extremadamente acentuado, Iuan B. Justo (1865-1928) abrazó la ideología marxis ta. Desde el punto de vista político, es un so cialista que adhiere al materialismo histórico y trata de explicar la evolución de la sociedad, sustentando un darwinismo biológico que lo llevó a la creencia de que el socialismo debía ser, incluso, el sustituto moderno de toda reli gión. Las preocupaciones de Iuan B. Justo que
daron plasmadas, principalmente, en dos de sus libros acerca de la teoría y práctica de la historia y el realismo ingenuo. No hay duda alguna de que estas actitudes estimularon la preocupación por los proble
nó Mi credo filosófico, incluía la adhesión a cier
mas psicológicos y sociológicos, con lo que se
tos postulados indemostrables, como el de la eternidad del tiempo, de la materia y del movi miento, con lo que pretendía solucionar todos los problemas científicos y con lo que obviaba toda metafísica y aun toda filosofía. Hay aquí una metafísica implícita, pues las premisas que se aceptan como verdaderas no se discuten, ya que se afirman como tales. De ahí que sean postulados y que su propio autor hable de su
bloqueó el ingreso a la verdadera especula
ses en que se asientan. Cada pensador, en defi
credo. Se cree en ellos, razón por la cual no ha ce falta demostrarlos.
nitiva, es una atalaya solitaria con perfiles pro pios, pero comparte con los de su corriente un
ción filosófica. Puede parangonarse el itinerario de una lí
nea ideológica de este tipo, como el de toda corriente filosófica, con el despliegue de una cadena montañosa, en la que todos los picos se
diferencian en la cúspide, pero permanecen unidos por el común denominador de las ba
Por entonces, Carlos Octavio Bunge (1875
fondo de ideas comunes que los caracteriza
l918), graduado en Derecho, desarrolló sus ción, tesis que pretendía resolver con especula ciones psicológicas. Este pensador, como otros
genéricamente. Por eso, para explicar el itine rario, se hace imprescindible atender a los in dividuos que particularizan el sistema. Volviendo la atención a Iosé Ingenieros —a
positivistas de esta época, creía firmemente
quien algunos autores dan como nacido en
tesis acerca de problemas jurídicos y de educa
42
—con cierta ingenuidad- que se aproximaba un período en el que toda preocupación teo lógica y metafísica iba a quedar superada. Su actitud es la de una afinada mentalidad, que se cierra en un firme y convencido positivis mo, que rechaza toda problemática filosófica
LA FILOSOFÍA
l Visita de José Ortega y Gasset (en el centro de la fotografía). Arribo al puerto de Buenos Aires en i916.
Buenos Aires, cuando en verdad nació en Pa
Lo que es de destacar especialmente, en es
lermo (Italia) y fue traído muy niño a la Ar gentina-, es posible tener cierta claridad con respecto a las ideas que lo precedieron. Fue dueño de una desbordante personalidad y tu vo un enorme reconocimiento en toda Améri
te caso, es el hecho de que Ingenieros, si bien es
ca latina y aun fuera de ella. Sus obras tuvieron gran difusión. Se dis tinguió desde el mismo momento en que hi zo conocer su tesis sobre la simulación de la locura. Arranca así su fuerte tendencia a im
pulsar los estudios psicológicos, que se con solidó desde que ganó la cátedra de Psicolo gía Experimental en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, lo
que ocurrió en la primera década del siglo XX; en la siguiente, se volcó a los estudios so ciológicos.
todavía un positivista, ya comienza a sostener que es posible una filosofía científica que, al mismo tiempo que sostenga hipótesis basadas en la experiencia-pueda explicar los problemas que aun permanecen fuera de ella. Es decir, tiende a esbozar una vertiente del conocirnien
to que vaya más allá de los hechos y que, al mismo tiempo, sea una crítica del conocirnien to científico adquirido. Es verdad que, con ello, no modifica su actitud monista, materialista y
evolucionista, pero permite avizorar una filo sofía —o una metafísica- que muestre un siste ma de hiper-hipótesis, que parta de la expe riencia para explicar aun lo que está más allá. Ingenieros conocía perfectamente las ideas
de sus antecesores y las criticó. Sabía, por
43
LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL
ejemplo, que Ameghino había adoptado las doctrinas de Lamarck, Darwin y Haeckel acer
ca de la evolución de las especies, en lo que atañe a los principios generales de esa co rriente, que conducía hacia un naturalismo panteísta, y supo comprender que el credo del famoso indagador de los restos fósiles de sembocaba en un monismo, que Haeckel ya había explicado. Pero el argentino iba aún más lejos, pues profesaba la creencia de que, en el futuro, el transformismo sería conside
rado como una ciencia exacta y la zoología, con el auxilio de las ciencias matemáticas, go
zaría del privilegio de descubrir las leyes que regían la filogenia. La impresión que el lector recoge no deja de advertir que Ingenieros ya no profesa el op
tirnismo de Ameghino. Es mucho más cir cunspecto y trata de encontrar una salida del
prejuicios y dogmatismos sólo útiles para la domesticidad e incapaz de pensar con ideas propias y de forjarse ideales. Ingenieros invi taba a admirar a los genios como Sarmiento y Ameghino y fustigaba, ya en aquel entonces, la política de las piaras y a los deshonestos que
ingresaban al Parlamento con su saco de co rrupciones. A su muerte, lo sucedió su discípulo Aní bal Ponce en la dirección de su Revista de Filo
sofía. Éste fue aún un positivista que, gran ad mirador de la Revolución Rusa, el comunismo
y el materialismo, prolongaría unos años más su publicación. No obstante, pronto empeza rían a soplar otros vientos, otras ideas, otras actitudes. Como se señaló al comienzo, la ago nía no significa muerte, pero el momento del positivismo había pasado y serían otras aguas las que en el futuro calmarían la sed filosófica.
laberinto; y, como se sabe, de todo laberinto se
sale por arriba. Ingenieros tiene preocupaciones inmedia tas. Existe en él una profunda conciencia del problema moral, que, como es notorio, com
parte con su generación. Todavía el positivis mo le hace pensar que la moral, en el fondo, no es sino un sistema de costumbres. Y, con este tema, escribe un libro que es extensamen te conocido y se reedita aún hoy. Por cierto, El hombre mediocre hizo impacto en la sociedad. Va dedicado especialmente a los jóvenes para que forjen sus ideales alejados de la rutina y la hipocresía. Propuso lo que él llamó —con un léxico positivista- un “idealismo experimen tal”; con ello quería significar que los ideales de perfección debían renovarse permanente mente y debían evolucionar al compás de la vida misma. Por el contrario, pintaba al hom bre mediocre como un ser imitativo, adapta 44
do para vivir en rebaño, rutinario, lleno de
LA REACCIÓN ESPIRITUALISTA
En 1916, Buenos Aires recibió la primera visita de Iosé Ortega y Gasset, quien, poco an tes, había formulado su famosa tesis filosófica,
traducida en estas palabras: “Yo soy yo y mi circunstancia”, tesis que abrió una nueva ten dencia denominada perspectivismo. Esa acti tud y sus conocimientos sobre la filosofía ale mana de la época cautivaron a los profesores de filosofía que lo escucharon. El mundo, las cosas y el hombre comenzaron a ser vistos con otros ojos. El positivismo, aun en vida de Iosé Ingenieros, iba quedando atrás. La preocupación filosófica atrapó enton ces, muy especialmente, a un profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universi dad de Buenos Aires que había abandonado su profesión de médico para dedicarse por ente
LA FILOSOFÍA
ro a la filosofia. Alejandro Korn (1860-1936) cultivó la filosofía pensada desde la cátedra. Los nuevos aires se habían agitado con vigor desde la visita de Ortega, al revelarse estrechos
los horizontes oteados desde el positivismo. No todo es materia sujeta a experimentación, para ser conocida mediante leyes rígidas e irn
permeables. ¿Dónde quedaba el hombre en esa actitud extrema, dónde la sociedad y dón de la cultura? Korn, en sus libros, advierte so bre las falencias del materialismo y del positi
vismo. Lee lo que otras corrientes habían
concepto de ciencia positívista debía ser reno vado. Al comprender que la ciencia es siempre
una interpretación de la realidad y esto irnpli ca una teoría del conocimiento, encontró el ca mino hacia el idealismo. Ello lo condujo a me
ditar sobre la actividad de pensar; lo impulsó a la necesidad de estudiar el papel que desempe ña el concepto en la actividad del conocer y a
una noción más amplia de lo que debe enten derse por experiencia. Paso a paso se fue acer cando a una teoría de los valores. La valoración fue definida como una reacción de la voluntad
aportado a la cultura y a la filosofía; no vacila en apreciar a Santo Tomás y a San Agustín y se
humana ante un hecho. Es decir, los valores
muestra proclive a encontrar méritos en un
exigencias biológicas, sociales y culturales. La libertad creadora es el presupuesto de la pro
espiritualismo renovador. Tampoco despreció a Kant, Schopenhauer, Dilthey y Bergson, Ric kert, Scheler y Brentano, citados a menudo en las incitantes conferencias de Ortega y recor
dados por otra visita célebre, la de Eugenio D’Ors (1920).
Korn hizo un penetrante estudio sobre el positivismo, en cuya evolución distinguió tres etapas. La tercera —que es la que interesa aquí es la de los universitarios, que se prolonga has
ta Ingenieros, quien no vacila en proclamar que la era de la filosofía científica había llegado y cuyas primeras manifestaciones habían aflo rado con Florentino Ameghino.
Según Korn, Ingenieros se muestra como el defensor de la última brecha del positivis mo, elevado con él a la categoría de cientificis
mo. Con claridad meridiana ya entrevió la ne
cesidad lógica de una metafísica, pues ambas
-filosofía y metafísica- aparecían como los complementos de la verdad científica. Los estudios acerca de la evolución del po
sitivismo en el país, que Korn calificó como autóctono, lo colocan en una perspectiva am plia, que le permite apreciar que el estrecho
nacen también de la experiencia y surgen de
ducción de los valores. Dicha expresión es pro bable que tenga reminiscencias de Bergson, cu
ya obra titulada La evolución creadora había aparecido ya en 1907. Korn se aplica a lograr una solución final y se encamina al encuen tro de lo absoluto, que podría ser encontrado en la metafisica, pero, si bien avizora el proble ma metafísico, se muestra pesimista respecto de la posibilidad de su conocimiento, con lo cual la metafísica se transforma en mera búsqueda permanente sin el consuelo de su hallazgo. En verdad, Korn fue un gran crítico del po sitivismo. El primero de sus caracteres, esto es, la negación de toda metafísica, halló a un es merado censor, que abrió las puertas grandes de los estudios filosóficos en la Argentina y fue quien, quizá por vez primera, se preguntó si podría existir una filosofía auténticamente ar gentina, con definidos rasgos peculiares. No hay dudas -cualquiera fuere la respuesta- de que se está frente a una verdadera y profunda preocupación por el problema filosófico. Con él se operó en el país la transición del positivis mo cientificista a un espiritualismo naciente.
45
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
La llamada reacción antipositivista cobró fuerzas definitivas con el conocimiento pro fundo de Kant, con el estudio de Hegel, Croce y Gentile, sin olvidar a Nietzsche, Dilthey, Scheler, Husserl y Heidegger. El pensamiento de estos filósofos contribuyó a que se desvane ciera el horror a la metafísica que los positivis
tas profesaban. Hubo, además, dos acontecimientos dig
nos de mención. El primero ocurrió en 1924, al conmemorarse en Buenos Aires el bicente nario del nacimiento de Kant, hecho que tam bién tuvo ecos en el interior, como lo recuerda en Córdoba Enrique Martínez Paz. El segundo
fue la visita de Albert Einstein, que también conoció la provincia mediterránea. Coriolano Alberini, en su trabajo La filoso fía alemana en la Argentina -precedido por un elogioso acápite firmado por el mismo Eins
l Alejandro Korn.
a la Filosofía en la Universidad de Buenos Ai
Una generación más tarde apareció un filó
res (1919) habían comenzado a plantearse,
sofo que ya vio con mayor claridad cómo fina
con rigor científico, los problemas filosóficos que, tanto la filosofía clásica como la contem poránea, trataron y trataban en profundidad.
lizaba el predominio positivista, al mismo tiem
po que se afianzaba la corriente espiritualista. Se trata de Coriolano Alberini (1886- 1960). Los
pensadores europeos que tuvieron su preferen cia no eran, en manera alguna, posiüvistas. Sus cursos en Europa y en los Estados Unidos, a la
par de hacer conocer y difundir las preocupa ciones filosóficas vernáculas, le permitieron to mar contacto con filósofos de primer nivel. Por otra parte, las visitas al país continua ron. A las de Ortega y D’Ors siguieron las de
Iacques Maritain, Manuel García Morente, Hans Kelsen, Driesch, Albert Einstein y Rodol
fo Mondolfo (este último permaneció en la Ar 46
tein-, decía, de manera contundente, que ya con la creación de la cátedra de Introducción
gentina y dictó cursos en Córdoba, Tucumán y Buenos Aires, recordados con nostalgia).
A esa cátedra siguieron las de filosofía con temporánea y de historia epistemológica de la ciencia. Por lo demás, Alberini evidenció co
nocer con prestancia los problemas de las ciencias naturales y estudió los debates de las escuelas europeas que introdujeron el conflic to entre psicologismo y logicismo. Tampoco le fue extraño el estudio de los valores que tanto seducía a los pensadores de la época; escribió un trabajo titulado Introduc ción a la axiogenia, que tuvo como objetivo re solver el problema de la génesis de los valores. El filósofo Luis Farré opina, enfáticamente, que con este estudio de Alberini se supera la
LA FILOSOFÍA
actitud positivista y da comienzo otra época con caracteres muy distintos.
Por su parte, Alfredo Franceschi (1886 l942) se encamina hacia un realismo (realis
La filosofía se cultiva, a partir de Alberini, con rigor y con un nivel que la eleva a la con sideración de los principales pensadores del mundo, sin que esta afirmación resulte exage rada. Sus estudios sobre la evolución del pen samiento filosófico argentino y sus conferen cias en Europa, especialmente en Alemania, le dieron relieve universal.
mo crítico) que en Europa había entusiasma do a Hartmann, en una obra publicada por la Universidad de La Plata con el título de Ensa yo sobre la teoría del conocimiento. En esta ac
titud, el problema ontológico y el gnoseológi co no se excluyen recíprocamente, pero tiene prioridad el primero, con lo que se reivindica —en el terreno filosófico- la importancia de la cosa y de la causa. Sería, finalmente, Francisco Romero (1891
LA CONSOLIDACIÓN DE LOS ESTUDIOS
1962) quien alcanzaría la primera cima de la fi
FILOSÓFICOS
losofía en el país. Había nacido en Sevilla y muy
joven se trasladó a la Argentina. Dejó la carrera
No debe pensarse, a esta altura, que la preocupación filosófica se mostraba activa so lamente en el puerto. En el interior del país, en Tucumán aparece un filósofo, Alberto Rougés (1880-1945) —no es el único caso, como se ve rá más adelante—, que se distinguió por un li bro titulado Las jerarquías del ser y la eterni
dad, cuyos tema y tratamiento implican una actitud acabadamente espiritualista. A su vez, en Córdoba, Saúl Taborda (1885
l945), si bien se ocupa principalmente de cuestiones pedagógicas, en sus Investigaciones pedagógicas (1951) incursiona por temas filo sóficos, con preferencia en ámbitos de la filo sofía alemana, citando a Dilthey, Hartmann y Max Scheler.
En la misma ciudad mediterránea, Enri
militar para suceder a Alejandro Korn en la cá tedra de metafísica de la Universidad de Buenos
Aires. Con esa base se relacionó con un grupo de estudiosos del país que lo tuvieron como el principal referente. Fue un arquetipo de filóso fo, puesto que se preocupó pura y exclusiva mente por la problemática filosófica. La generación del autor de este capítulo es tudió lógica (en el bachillerato) en la inolvida ble y clarísirna obra Lógica y nociones de teoría del conocimiento, escrita por Romero con la co laboración de Eugenio Pucciarelli, cuya prime ra edición es de 1938 y se multiplicó, por lo me
nos, en diecisiete ediciones. Pero, quizá, su problemática filosófica queda muy claramente expuesta en su Filosofia contemporánea (estu dios y notas), que vio la luz en 1941 y que tuvo prontamente dos ediciones más. Agrupa una serie de estudios donde expone con simpatía
que Martínez Paz (1882-1952) aborda temas de derecho y de historia en general y, en parti cular, trata de una manera muy completa la problemática de la Filosofía del Derecho de la época, con una amplísima bibliografía. Estu dia a Kant y penetra en las estribaciones de la metafísica cuando busca los fundamentos de
Husserl, el problema de los valores, la obra de Max Scheler, la actualidad de la Ontología y otras notas de igual importancia. Es preciso destacar que, desde su perspectiva hartman
las cosas y, por cierto, del derecho.
niana, Romero resalta el hecho de que a la filo
el pensamiento de Hartmann, la filosofía de
47
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
l Francisco Romero dicta una conferencia. A su lado. Risieri Frondizi.
sofia de los sistemas había sucedido la hora de
son términos inseparables. La esencia de la
la problematicidad. El filosofar contemporáneo
humanidad cristaliza en la cultura y el hombre
se hace cada vez más problemático y menos sis
se trasciende a sí mismo y se supera para apre
temático a medida que avanza en su desarrollo.
hender y comprender la realidad total. En consonancia con este tema se preocupó, además, por los problemas de la historia de la
Los problemas puntuales acucian, mientras que los sistemas envejecen.
Otro tema que lo seduce es el de la persona vinculado con el problema de los valores, que trata especialmente en Filosofía de la persona y papeles para una filosofia. La persona trasciende
permanentemente hacia algo: hacia las cosas en
filosofía y de las ideas y la filosofía de la historia.
Fue Romero un escritor bastante prolífico; desde la década de los años cincuenta hasta su
muerte, escribió copiosamente y adquirió un enorme prestigio en el país y en el extranjero.
el conocimiento; hacia los valores siempre.
La nueva actitud, ya tan distanciada del po sitivismo, queda evidenciada cuando Romero
dice, en uno de sus trabajos, que el hombre, si bien vive de pan, también vive de la metafísica.
48
EL PRIMER CONGRESO NACIONAL DE FILOSOFÍA
El Primer Congreso Nacional de Filosofia
Ella se halla siempre omnipresente, sin que de ordinario nos demos cuenta.
se realizó en Mendoza, entre el 30 de marzo y el
Cultivó también los problemas de la filo sofía de la cultura. Para él, hombre y cultura
do como nacional, adquirió caracteres real
9 de abril de 1949. Este acontecimiento, pensa
mente internacionales. Su repercusión, sin te
LA FILOSOFÍA
mor a exageraciones, fue mundial. Las Actas ocupan tres volúmenes (con 2.198 páginas) editados por la Universidad Nacional de Cuyo.
traron, en definitiva, la tolerancia en el ámbito de un acontecimiento maduro e internacional.
Es verdad que hubo algunas ausencias,
picos de las sesiones para cerciorarse de la pro
como las de Francisco Romero y Risieri Fron dizi, pero en el orden nacional hubo una asis tencia casi perfecta de las figuras más repre sentativas del pensamiento argentino y, en el
fundidad del pensamiento que se pretendió
internacional, hubo una concurrencia real mente excepcional, difícilmente igualada en acontecimientos de esa índole en el resto del
Nimio de Anquín, Iosé Luis Guerrero y Ángel Vasallo; la persona humana, en la que expuso Octavio Nicolás Derisi; el existencialismo, en
siglo, en el país. En total, enviaron trabajos 227
la que actuó Carlos Astrada; la filosofía con temporánea y la ciudad humana, en la que in tervino Carlos Cossío.
relatores, de los cuales 105 eran extranjeros y 120 argentinos. Además, hubo miembros ad herentes. Sería necesario citar, por lo menos, a tres extranjeros que lo honraron con sus tra bajos: Maurice Blondel, Emile Bréhier y Hans Georg Gadarner, quienes hicieron conocer su pensamiento a través de sus comunicaciones, entre muchos otros.
Ese congreso demostró la madurez de los estudios filosóficos en la Argentina y, por sí mismo, contesta, al menos en parte, la pregun
ta que se había formulado Alejandro Korn acerca de si los filósofos argentinos ya sabían dónde estaban, y fue una prueba fehaciente de
Es preciso, por otra parte, recordar los tó
alcanzar. Así, hubo cinco grandes temas en las sesiones plenarias: la filosofía en la vida del es
píritu, en la que intervinieron los argentinos
Finalmente, en las sesiones particulares se trataron los siguientes temas: Metafísica; si tuación actual de la filosofía; Filosofía de la existencia; Lógica y Gnoseología; Axiología y Ética; Psicología; Estética; Epistemología y Fi losofía de la Naturaleza, Filosofía de la Histo
ria; la cultura y la sociedad; Filosofía de la Educación; Filosofía del Derecho y la Política; Historia de la Filosofía y Filosofía argentina y americana. No debe verse en estas extensas enumera
una meditada preocupación sobrelos proble mas fundamentales de la filosofía.
ciones sólo lo cuantitativo; la jerarquía de los filósofos actuantes y lo completo de los temas, aseguraron el éxito del congreso que tuvo su
Cabe señalar también -lo que es muy irn
desarrollo en la Argentina, pero que habría
portante- que el congreso estuvo abierto, libre
honrado a cualquier país europeo.
mente y sin cortapisas, a todas las corrientes del
pensamiento mundial. Desde el tomismo hasta el materialismo histórico; desde el idealismo hasta el realismo crítico y el existencialismo, y desde la filosofía de los valores hasta el positi vismo lógico y el pragmatismo, todas esas ten dencias estuvieron representadas. Hubo vitalidad, discusiones ríspidas den
tro de un marco de respeto, rozamientos inevi tables entre sectores antagónicos, que demos
LOS FILÓSOFOS ARGENTINOS A MEDIADOS DEL SIGLO XX
A mediados del siglo XX, el país contaba en
su haber con una buena cantidad de pensado res de primer nivel y eso no ocurría sólo en el puerto sino también en el interior. Ocurre que las facultades de Filosofía se habían multiplica
49
LA DIMENSIÓN (ÏIENTÍFICJX Y CULTURAL
l Rodolfo Mondolfo.
fundado en la década de los años treinta, se
y sostenido una clara actitud existencialista, calificada como humanismo de la libertad, y, por otra, Nimio de Anquín, profundo conoce dor del tomismo y de los pensadores alema
procedió a constituir la Facultad de Filosofía y Humanidades a mediados de los años cuaren
tud que Alberto Caturelli califica como
ta. Esas circunstancias favorecieron, desde la
“ontismo inmanentista”. Es decir, el existen
do. Para citar sólo un ejemplo, en el caso de Córdoba -lo hizo también Tucumán-, sobre la base de un Instituto de Filosofía, que se había
50
nes, especialmente de Hegel, sostuvo una acti
cátedra, el cultivo del pensamiento filosófico.
cialismo y el tomismo (el de Anquín, con ribe
Por otra parte, terminada la Segunda Gue rra Mundial, visitaron el país más pensadores del hemisferio norte, especialmente europeos, lo que motivó un riquísimo intercambio. Y, al revés, muchos argentinos viajaron al exterior —algunos aun antes, esto es, en el período de entreguerras-, como fue el caso de Carlos As trada y Nimio de Anquín. A mediados del siglo XX existían dos po derosas corrientes claramente manifestadas.
tes propios y singulares) son dos poderosas corrientes que tienen sus genuinos represen tantes en el país. Pero, como ocurrió en el si
Por una parte, Carlos Astrada había expuesto
bía llamado a concurso para conceder becas a
glo anterior con Alberdi, nada de lo que asimi lan los argentinos es absorbido tal como se da en Europa. El filósofo argentino asimila y le da su toque auténticamente personal. Lo asimila
do es digerido con una impronta autóctona, como diría Alejandro Korn. La Universidad de Córdoba, en 1926, ha
LA FILOSOFIA
quienes desearan hacer y profimdizar sus es tudios en materias filosóficas en el extranjero. Las obtuvieron dos estudiantes de Derecho
—que luego dejarían truncas estas carreras para dedicarse exclusivamente a la filosofía. Se
trataba de Astrada y de Anquín, quienes viaja
ron a Alemania para sumar conocimientos y experiencias.
Carlos Astrada (1894-1970), luego de su estadía en el país germano, regresó a la patria y se radicó posteriormente en Buenos Aires. En Alemania había conocido profundamente la filosofía que se profesaba en ese país. Así se farniliarizó con Heidegger y Husserl, Scheler y Nietzsche, Hegel y Marx. Sin duda, recibió in fluencias de todos ellos. Astrada muestra su valía al ser uno de los más activos participantes del Congreso de Filo sofía de Mendoza. En la sesión plenaria dedica
da al existencialismo se debatieron su trabajo
l Carlos Astrada. Revista Mayoría, 1958.
sobre dicho tema y su tesis, que sostenía al exis
tencialismo como la filosofía de la época. En verdad había presentado dos comunicaciones —arnbas abordaban asuntos sirnilares- y, en la segunda, trataba la relación del Ser con la Exis
tencia. De tal forma que, para él, esta actitud, defendida en esta corriente, era la única digna de ser calificada como verdaderamente filosófi
se con el ente y expresarse en el orden moral como persona autónoma. Si bien el pensamiento de Astrada se desa rrolla, en gran medida, al filo del de Heideg ger, trata de ir más allá de él y ensaya su críti ca a este tipo de filosofía de la existencia y, con
ello, se abre a horizontes hegelianos y marxis
ca. El hombre concreto, según Astrada, debe ser
tas. Expone con gran convicción su estudio
el punto de partida y de llegada de toda filoso fía que merezca realmente el nombre de tal.
Proclama que la filosofía es un módo de
sobre la finitud del hombre, a partir de la cual otea y valora la libertad. Y, a medida que avan za y profundiza su pensamiento, a medida que
ser de la existencia humana. En la filosofía no
progresa en su vida, se produce un acerca
se tiende al objeto sino al modo de ser del su jeto que filosofa y se llega a su análisis profun dizando las líneas de la temporalidad, la fini tud y la mundanidad. No le es ajeno el tema de los valores como tampoco el problema de la li bertad. Ésta, que es absoluta espontaneidad, metafísicamente permite al sujeto comunicar
miento a Carlos Marx. Lo sugestionó el estu dio de la técnica en cuanto pretende condicio nar al hombre y lo subyugaba investigar cómo se puede colmar el abismo entre la teoría y la
práctica. En suma, el inmanentismo de su pensamiento existencial es la impronta funda mental que califica su actitud.
51
LA DIMENSIÓN (IIENTÍFICA Y CULTURAL
Vale la pena consignar también que Astra da se plantea, como muchos filósofos argenti nos, el problema de la identidad nacional del argentino y, en su caso, del americano. Esto es
una constante entre nosotros. Astrada hace una interpretación especial con el estudio del gaucho Martín Fierro, exponente de la soledad pampeana. Este es un ingrediente peculiar que añade al sujeto la mundanidad de su entorno, lo que implica a la soledad como el medio pai sajístico que acompaña al sujeto.
Astrada es sólo uno -probablemente el más importante- de los representantes del existencialismo argentino. Debe mencionarse también a Miguel Ángel Virasoro (1900-1966), quien se muestra como un sostenedor de cier to existencialismo, calificado como dialéctico, que pasa de la angustia a la ansiedad, ansiedad que se va definiendo como proyecto libre, que supera la noción de libertad de Alejandro Korn y que revela su aspiración de trascendencia. La
exposición que efectuó en el Congreso de Mendoza sobre el tema existencia y dialéctica,
muestra sus diferencias con Heidegger y Hus
serl, aunque sus resonancias revelan las in fluencias europeas recibidas, puesto que su fi losofía se desarrolla a partir de ellas. En esta corriente se puede aun mencionar a Vicente Fatone, desde un ángulo místico y religioso, y a Iuan Carlos Erro, con su inquie tud por el universal criollo. Ambos, cumplida mente, la representan con matices especiales.
zarse la especulación filosófica. En ese sentido,
es un tomista que va más allá del tomismo. Fue significativa la impresión que produjo en el Congreso de Filosofía de Mendoza su ex posición Derelicti sumus in mundo, que sor
prendió incluso a algunos pensadores euro peos. Desde su actitud juzga al existencialismo y trata de demostrar sus limitaciones. Nimio de Anquín había logrado su beca en el recordado concurso de 1926 realizado por la Universidad de Córdoba, con un estudio sobre
el problema epistemológico de la filosofía ar gentina de la época, cuyo análisis casi juvenil lo
revela como un talento agudo y fecundo.
Lo cautivó el tema antropológico, entre otros. Su meditación sobre la antropología de los tres hombres históricos pone de relieve su preocupación por el tema del hombre y, en el caso, del hombre oriental, el judío y el griego, cada uno con una especial connotación y ca racterística. Pero, quizá, sus especulaciones más profundas se ciernen sobre el problema del ser, tratado desde la perspectiva del Ente y el Ser. La proyección del pensamiento no olvi
da el tema del ser americano, que no puede negar influencias hegelianas en esa concep ción de filosofia de la historia.
Como nota que lo define finalmente, cabe anotar su convicción acerca de la contradic
Por su parte, Nimio de Anquín (1896
ción existente entre la fe cristiana y la filosofía en sentido estricto, opinión que vertía aun en su cátedra con un tenaz convencimiento.
l978) es un pensador católico singular, pro fundamente conocedor de Hegel y, al mismo tiempo, de la filosofía escolástica. Acepta el pensamiento de Santo Tomás, como el más
Nimio de Anquín fue un verdadero meta físico, quizás uno de los más grandes que ha producido el país. Pese a su no muy prolífica producción bibliográfica, pocos podían aven
grande filósofo católico de la Edad Media, pe ro no se aferra a la estructura de su sistema co 52
quitectura a partir de la cual puede profundi
mo si fuera algo definitivo, sino como una ar
tajarlo en el conocimiento de Hegel y quizá na
die, además, añadiera a ello el minucioso co nocimiento de la escolástica.
LA FILOSOFÍA
En la década de los años cincuenta hubo otros filósofos que frisaban la cincuentena y que se destacaron. No todos se enrolaron en una corriente determinada, tema que la inci piente historia aún no ha abordado en pro fundidad. Hubo alguien que, ya sea por su vo
anteriores y tuvo también una participación muy especial en el Congreso de Mendoza. Se
trata de Luis Juan Guerrero (1896-1956), a quien no le fueron extrañas la filosofía exis tencial ni la fenomenología, pero especial mente centró su atención en el problema de la
cación o por obra de las circunstancias,
belleza y la estética. Su exposición sobre las es
mantuvo al respecto una severa independen cia. La filosofía asistemática facilitó esa orien
cenas de la vida estética es ciertamente origi nal, y lo conduce a sostener que la belleza es el esplendor del Ser puesto en obra. Existe una vinculación de la estética con el obrar huma no en un universal horizonte trascendental.
tación. Es el caso de Ángel Vasallo (1902
1972), quien experimentó una atracción especial por el sentido del filosofar. Se pregun taba ¿Qué es la filosofías’, y para responder el
interrogante sugería que la respuesta debía provenir de los mismos filósofos. Pensaba, por lo demás, que la pregunta debía obligar a bu cear en las formas principales que la filosofía asume en la historia y, finalmente, correspon día examinar el contenido de las filosofias pa
ra ver y comprender las notas sustantivas y universales que la definen. Muy conocedor de los filósofos modemos como Blondel y Marcel y de los que lo precedieron, como Descartes, Pascal y Kant, y de los más lejanos en el tiem po, como San Agustín, los temas de la inma nencia y la trascendencia, de la subjetividad y
de la finitud lo sugestionaron. En algunas de sus obras se advierte que tanto la mística cris tiana como la metafísica francesa de la época, especialmente Blondel, lo marcaron, sin que por ello dejara de mostrar aspectos originales. Es verdad que Vasallo no adhirió a una co
rriente determinada, pero las preferencias de los temas tratados evidencian que se halla cer ca de Pascal, Marcel y Blondel y que, cuando anuncia la presencia de la infinitud en la fini tud, lo conmueve la intuición de la divinidad. A fuer de justos, es necesario citar también
a un eximio pensador de los problemas estéti cos. Pertenece a la misma generación de los
LOS FILÓSOFOS CATOLICOS
La corriente filosófica de orientación cató
lica ha tenido un fuerte arraigo en el país. Sus antecedentes se encuentran ya en el período hispánico y sus preocupaciones, con algunos altibajos, se mantienen de manera permanen
te, aun durante el período más agudamente positivista.
Una de las figuras más nítidamente repre sentativas en este aspecto, que actuó en pleno auge del positivismo, especialmente en el últi mo cuarto del siglo XIX, fue Iosé Manuel Es trada (l842- 1894). Se ha dicho que anuncia el tomismo que está renaciendo. Insiste en la ex periencia como el fundamento legítimo de to da doctrina filosófica, pero expresa que Dios es el problema fundamental de la experiencia. Sobre la base de tal argumento, combate al po sitivismo. En otro orden, sostiene que la inte ligencia tiene por objeto la verdad. Y, como tu
vo una destacada actuación política, se planteó el problema de la moral, en cuya acti
tud sostuvo una postura decididamente to mista. Mas, en el ámbito de las ideas políticas,
prefirió la lectura de Suárez.
S3
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
nos Aires se produce, especialmente, con la de
y resueltos de una manera armónica y cohe rente. El punto de partida, que sigue el derro tero de los grandes pensadores, Aristóteles y Santo Tomás, es la experiencia, hincada en lo concreto e individual y que, merced a la labor de la inteligencia, se eleva a la aprehensión de
dicación de Tomás D. Casares (1895- 1976). Fue,
las esencias.
en verdad, el principal impulsor de los Cursos de Cultura Católica. Quizás el comienzo de la
Se diría que, en ese pensamiento, existe presencia e influencia de Gilson y Maritain. Es harto conocido entre los filósofos cómo ha
Con el correr de los tiempos y, a medida que
avanza y concluye el siglo, ya en el XX, resurge
de manera evidente y fuerte el tomismo. Por cierto, aquí también existen distintos matices. El
resurgimiento de la filosofia escolástica en Bue
agonía del positivismo obró como acicate pa ra que se produjera una consumada crítica a dicha corriente por parte de los pensadores católicos. En la década de los años veinte se fundó la revista Criterio.
miento de los tres grados de abstracción, doc trina que ha tenido aceptación entre muchísi
mos tomistas y que también Derisi ha
El espíritu tomista de Casares, en orden a la
aceptado: ser material (primer grado), ser
filosofía general, se nutría especialmente de las
cuantitativo (segundo grado) y ser en cuanto
lecturas de Mercier y Sertillanges y, en orden a
la filosofía del derecho -era abogado—, fre cuentaba a Cathrein. Sostenía que la moral es el fundamento del derecho y que la persona humana es el único sujeto posible de derechos.
La década de los años cuarenta fue enor memente fecunda en obras de filósofos católi cos. Entre ellos se cuenta Octavio Nicolás Deri
si (1907). Hoy es ya un sacerdote de avanzada edad y de la más pura ortodoxia tomista. Ha si
do sumamente prolífico. Está absolutamente convencido de la legitimidad de la filosofía cristiana, representada por un tomismo que, desde el propio Santo Tomás, no ha hecho si no descubrir un cuerpo de verdades, alrededor de las cuales se ha perfeccionado hasta hoy la suma de todos los conocimientos, en los que la fe y la razón mantienen una estricta relación,
54
explicado Maritain la doctrina del conoci
siendo subalternante la primera y subalterna da la segimda. En este punto, seguramente, Nirnio de Anquín no concordaría con él. Es evidente, por lo demás, que hay aquí todo un sistema y decir sistema significa que todos los grandes temas de la filosofía han sido tratados
ser (tercer grado). '
En la arquitectura del sistema la teoría hi lemórfica aristotélica y la teoría del acto y la potencia son poderosas palancas para susten tar la explicación de los seres físicos y de todo el mundo material, en un movimiento que se encamina hacia la perfección y lo inmaterial. Al orden especulativo sigue el orden prác tico que se establece con la jerarquía de la me tafísica, a la que se subordinan la ética y la po lítica. El bien, fundamento del orden moral, se organiza sobre el modelo de la causa final. De risi ha escrito sobre todos los temas irnportan tes que constituyen un sistema de filosofía y,
en cuanto a los que tienen relación con la me tafísica, merecen conocerse sus estudios que
tratan la cuestión de los fundamentos, por cierto metafísicos, del orden moral. No dejó de explicar, además, el meollo de los princi pios fimdamentales del tomismo, que han si do tomados de la doctrina de la inteligencia de Aristóteles y del propio Santo Tomás, donde se
despliega también la doctrina de la potencia y el acto y de la analogía del ente.
LA FILOSOFÍA
En este pensador tomista se encuentra, además —no podía faltar en manera algtma—, una filosofia de la persona. El estudio expresa
por eso, es una permanente búsqueda desde una situación temporal hacia la verdad intem
sona, a su vez, se detallan como metafísica, mo
poral. De ahí que el método reciba la denomi nación de dialéctica de la inadecuación peren ne. Como era de esperar, Caturelli concede una enorme importancia al problema antropologi co y enuncia una actitud que es, ciertamente,
ral y cultural. Y, como fin de la reflexión, se in
original. La pregunta a la cual se responde es la
fiere que la persona es esencialmente religiosa, pues por su intencionalidad aspira a Dios. La
de quién es hombre, ya que no es dirigida sola
los caracteres de la persona, que enumera de esta forma: unidad, inmanencia, libertad y su triple trascendencia. Las actividaderde la per
crisis de la persona de nuestros días obedece a la irreligiosidad, que la hace caer en el antropo
centrismo, lo que conspira espiritualmente contra el humanismo que Derisi profesa. Cabría agregar aún dos hechos de irnpor tancia: Derisi fimdó la revista tomista de filo
sofía Sapientia y, con Alberto Caturelli, orga nizó el Primer Congreso Mundial de Filosofía Cristiana, que se realizó en Embalse, provincia de Córdoba, en 1979.
Entre los pensadores católicos de una ge neración posterior es inevitable la mención de Alberto Caturelli (1927). Este filósofo cordo
mente al interlocutor sino que el que inquiere queda implicado en la interrogación. Sus tra bajos lo ubican siempre en actitud vigilante con una constante crítica al inmanentismo del
cual hace gala, generalmente, la sociedad de nuestros días y el actual hombre mediocre. No sería propio olvidar aquí que fue Al berto Caturelli quien escribió las notas de los filósofos argentinos aparecidas en el Diction naire des Philosophes, editado por Presses Uni
versitaires de France, bajo la dirección de De nis Huisman. Su nombre figura también en la Enciclopedia filosófica di Gallarate.
Es preciso añadir que los sacerdotes jesui
bés, metafísico, que ha tratado los temas fun damentales de la filosofía y que ha dedicado muchísimas y minuciosas páginas a la historia de la filosofía en el país y, específicamente, los tres volúmenes dedicados a Córdoba, es un
tas presentan una pléyade de pensadores cató licos que por sí solos honrarían una corriente filosófica. Aquí sólo hay espacio para mencio
trabajador infatigable y autor de una produc ción bibliográfica impresionante. Su actitud, dentro del tomismo, con mati
nas y Orestes Bazzano.
ces especiales, ha sido calificada como la de un interiorismo realista. Ha frecuentado con mu
OTRAS EXPRESIONES Y "TENDENCIAS
nar a algunos de ellos, entre los cuales se cuen tan Ismael Quiles, Enrique B. Pita, Iuan Rosa
cha simpatía la filosofía de San Agustín y, en
Es un proceder habitual, del cual se abusa a
tre los filósofos actuales, ha encontrado en
veces, cuando se hace mención de un pensa dor, tratar de ubicarlo dentro de un casillero determinado, como si con ello todo quedase
Michele Federico Sciacca un espíritu fraterno en las ideas y en el método para resolver los problemas. Para Caturelli la filosofía comienza en mí y ese quehacer es interno a la situación histórica;
dicho y resuelto. Pero eso no es sencillo ni sim
ple, sino un expediente cómodo para el crítico y el lector. La realidad muestra, por el contra
55
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
rio, autores que se resisten a una rápida ubica ción, ya sea por la diversidad de sus trabajos, por la brevedad de ellos o por ciertos desliza mientos en sus tendencias, que no encajan en corrientes claramente definidas.
Se ha visto cómo el período se abre con el positivismo, continúa con una reacción espiri
tualista, se produce la consolidación de la preocupación filosófica y luego, con el Con greso de Filosofía de Mendoza, se advierten ya
dos corrientes perfectamente estructuradas: el existencialismo y el tomismo renacido. Pero hay filósofos —algunos de los más importantes
que no sólo hablaron desde la cátedra, sino que se distinguieron más allá de ella- que tie nen perfiles especiales y cuya ubicación dentro de una corriente es difícil de establecer y que, si se lo hace, la decisión resulta polémica. Por ejemplo, no es tarea fácil ubicar en un casille ro a Nimio de Anquín, a quien ya se hizorefe rencia. A continuación se mencionarán algu nos otros con características peculiares.
El problema axiológico fue tratado por más de un pensador argentino. Uno de ellos fue Risieri Frondizi (1910-1983). Se interesó por el pensamiento norteamericano y el in glés, sin descuidar el francés y el alemán. Co mo una introducción a la axiología, se pre guntó: ¿Qué son los valores? Dada la polémica
surgida entre los subjetivistas y los objetivis tas, intentó una tercera solución, luego de ha cer un análisis de esas corrientes. Si se llama
provincia de Córdoba y ocupó la cátedra uni versitaria en Tucumán y en su provincia natal. Fue tomista pero no estrictamente ortodoxo. En su juventud, fue un entusiasta expositor de Heidegger y más tarde tuvo especiales prefe rencias por Buber, como se refleja en sus escri tos. Mostró una gran inquietud por los temas políticos y sociales, internándose, en ocasio nes, por las sendas que inquietaron a algunos existencialistas. Fue autor de una introducción
a los problemas de la filosofía que, publicada en España, alcanzó cuatro ediciones.
Compartió con muchos pensadores ar gentinos el estudio del hombre concreto y del hombre americano. Las meditaciones vertidas
en distintas conferencias fueron recogidas en un libro que ilustró conceptualmente su pre dilección por la expresión pensamiento real, que gustaba repetir en sus diálogos, como ca lificación de su actitud filosófica.
Por sus trabajos, que revelaban asiduas lecturas de la corriente existencialista y que, por otra parte, alternaba con las tendencias fe nomenológicas, Emilio Estiú (1914) se distin guió por sus preocupaciones estéticas. En ese sentido, se lo puede considerar digno émulo de Iuan Luis Guerrero. Fue director del Insti tuto de Filosofía de la Universidad de La Plata,
universidad de la que fue profesor y ocupó la cátedra de Historia de la Filosofía Moderna.
“situación” a las circunstancias, encuentra que
Un filósofo que, radicado en Mendoza, se
los valores tienen existencia y sentido sólo
preocupó especialmente por la historia del
dentro de una situación concreta y determina da. Es un filósofo que difícilmente pueda ser ubicado dentro de una corriente, ya que guar profesor y rector de la Universidad de Buenos
pensamiento argentino, fue Diego Pró (1915 I999). Fundó la revista Philosophia en 1944, de la que fue su director. Sus famosas fichas de los filósofos argentinos contribuyeron a hacer conocer a muchos cultores de la filosofia. Ade
Aires.
más, el anuario Cuyo fue un apoyo constante
da una independencia muy particular. Fue 56
Otro pensador digno de mención fue Ma nuel Gonzalo Casas (1911-1981). Nació en la
LA FILOSOFÍA
en el sentido indicado. Pero su mérito no se
Cabe aún mencionar en esta breve nómi
agota sólo en esa tarea, ya que escribió tam
na a Francisco García Bazán (1940), quien, na
bién sobre temas de filosofía clásica e hizo per
cido en Málaga (España), desde 1956 vive en la Argentina. Adquirió renombre internacio nal con sus estudios acerca de los primeros si glos del cristianismo y los gnósticos. Es indudable que aquí solamente se ha he cho una breve selección de filósofos y que, muchos más, quizá tan importantes como los mencionados, merecerían ser incluidos.
manente labor de investigación. Las ideas de Francisco Romero, según las
cuales el período de la filosofía enunciada a través de sistemas se está agotando, tuvieron su Continuador en Adolfo Carpio (1923), que nació en Buenos Aires, de cuya universidad nacional fue profesor. Su actitud filosófica se hace contemplación de problemas puntuales que surgen en cada época y, eventualmente, en
distintos lugares, lo que no implica el olvido de la naturaleza propia de la meditación filo sófica ni la historia de la filosofía sistemática. Sus lecciones fueron recogidas luego en un li bro que, publicado en 1971, fue reeditado con posterioridad con evidentes profundizaciones y una mayor riqueza conceptual. Según se ha afirmado, Arturo García As
trada (1925) se ha aproximado a las últimas tesis de Nimio de Anquín. Profesó en la Uni versidad de Tucumán, donde dirigió la revista Humanitas, y en la de Córdoba. Ha sostenido que la finitud de la existencia es culpa; y que, en definitiva, ella se reintegra a la unidad del Todo en el cual tuvo origen. Reiteradamente queda afirmado que toda existencia retorna y se inserta en la Totalidad del ser.
La corriente de la filosofía analítica tiene también sus seguidores en el país. El contacto cada vez mayor de muchos pensadores argen
OTROS CONGRESOS
Además del ya citado de Mendoza, en el período estudiado hubo otros congresos. El Segundo Congreso Nacional de Filosofía tuvo lugar en Alta Gracia (provincia de Córdoba), impulsado por el decano de la Facultad de Fi
losofía y Humanidades y respaldado, luego, desde el rectorado de la Universidad Nacional de Córdoba. Alberto Caturelli hizo una excelente y ex haustiva crónica de la preparación y desarro llo del citado congreso, que fue publicada en la revista Humanidades de la facultad menciona da. Simultáneamente con la fecha de su reali
zación (6 al 12 de junio de 1971), el mismo Caturelli publicó un libro sobre la situación de la filosofía en la Argentina de ese momento y, además, otra obra en la que se mostraban cuá les eran los temas más importantes de la filo
cia. Un representante de esa corriente es
sofía contemporánea; obras que tuvieron por objeto ilustrar a los extranjeros y, en su caso, recordar a todos los concurrentes acerca de la
Eduardo Antonio Rabossi (1930). En los Esta
situación de la filosofía en el país.
dos Unidos obtuvo su título de Master of Arts y sus obras revelan una preocupación por el lenguaje en cuanto se relaciona con los pro blemas éticos.
Congreso de Mendoza. En el ínterin había asu mido otra perspectiva la polarización entre el
tinos con el pensamiento norteamericano y con la filosofía anglosajona lo pone en eviden
Habían pasado veintidós años desde el
tomismo y el existencialismo. Los críticos, en
57
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
diversas, hicieron notar su presencia, lo que también aconteció, en menor grado, con los
tranjero. Hubo otros que prefirieron el exilio interno, aun a riesgo de sus propias vidas. Las universidades fueron intervenidas por perso nal militar y hubo quemas de libros. A tal ex
existencialistas. Pero aparecieron también otras
tremo llegó la gravedad de los hechos —con la
corrientes, como las de signos de izquierda y de
consiguiente repercusión fuera del país- que el
afinidades con el marxismo. Hubo, como no
presidente de la Federación Internacional de
general, reconocieron que nadie quedó exclui do del congreso. Los tomistas, con tonalidades
podía ser de otra manera, algunos pensadores que se mostraron eclécticos y otros muy de pendientes de las ideas europeas. Este congreso señaló una etapa nueva y más avanzada que la de Mendoza en lo que se refiere a la madurez de los filósofos argentinos y a la investigación. Participaron más de cuatrocientos filóso
fos. Diríase que, dado el horizonte político
cional de Filosofía, "realizado en octubre de 1980, en Buenos Aires, con el objeto de conver
sar con algimos profesores que habían perdido sus cátedras y ofrecerles continuar su labor en la costa oeste de los Estados Unidos.
signos de la filosofía de la liberación para ter
Precisamente, ese Tercer Congreso Nacio nal de Filosofía, que se celebró conmemoran do el cuarto centenario de la fundación de la
ciar entre los polos tomismo-existencialismo. Aquí es oportuno hacer algunas reflexio nes sobre la importancia de la situación polí
ciudad de Buenos Aires, fue organizado por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universi dad de Buenos Aires. Trabajaron activamente
tica en el país, que ha influido siempre en el
en su realización Eugenio Pucciarelli y Merce
pensamiento y en las ideas de los intelectuales
des Bergadá. Fue un congreso en el que se mostraron virtualmente todas las corrientes
mundial y el propio del país, aparecen también
argentinos. Una actitud químicamente pura en cuanto a tratar la evolución y el estado del pensamiento filosófico, haciendo caso omiso de la realidad política y social, implica oculta miento y falta de lealtad con el lector. En la Argentina, en el siglo XX, hubo diver
sos movimientos de fuerza que quebrantaron el orden institucional en 1930, 1943, 1955,
S8
Sociedades de Filosofía de entonces, doctor Al
win Diemer, concurrió al Tercer Congreso Na
filosóficas. Las deliberaciones se enmarcaron dentro del tema general, que fue el del sentido y vigencia de la filosofia en el mundo actual. El
congreso se clausuró con una exposición del filósofo italiano, especializado en Filosofia del Derecho, Sergio Cotta. Tres años después, en 1983, se realizó en
1966 y 1976. El ritmo se produjo, en esos casos, con intervalos cada vez menores, sin contar al
Salta el Cuarto Congreso Nacional de Filosofía,
gún otro remezón. Si bien los movimientos
con menor número de participantes que los an
siempre tuvieron algtma incidencia en la vida de los filósofos, generalmente dependientes de
teriores, en el que se notó un predominio de la filosofía analítica en las comunicaciones. No
sus cátedras para subsistir, el que se dio en 1976 tuvo una repercusión tremendamente mayor que los anteriores. Muchos profesores
concurrieron algunas figuras importantes de la filosofia nacional. El congreso se realizó en el año en que concluía el gobierno de facto y se reanudaba la vida constitucional en el país, con la asunción de un gobiemo democrático.
perdieron sus cátedras. Hubo quienes empren dieron el camino del exilio y se fueron al ex
con el tema principal de Conocimiento y verdad,
LA FILOSOFÍA
LA FILOSOFÍA Y LAs DISCIPLINAS
PARTICULARES. Los NUEvos PROBLEMAS. LA PRESENCIA ARGENTINA EN EL MUNDO
Hay una notoria presencia de filósofos ar gentinos dedicados al cultivo de la filosofía de
las disciplinas particulares. Así, por ejemplo,
en Filosofía del Derecho, se han destacado mundialmente diversas personalidades. Quí zás el más conocido es el caso de Carlos Cos
sio, autor de la llamada teoría egológica del derecho. Gran polemista, tuvo un resonante y prolongado debate con el célebre Hans Kelsen y, en el país, polemizó también con Alfredo Fragueiro. El filósofo francés Albert Brirnó, l Vicente Fatone.
Hubo, además, otros congresos. Algunos de importancia. Cabe destacar, entre ellos, el Pri
mer Congreso Mundial de Filosofía Cristiana, organizado por la Sociedad Católica Argentina de Filosofía. En su realización trabajaron Octa vio Nicolás Derisi y Alberto Caturelli. Se cele
bró en Embalse (provincia de Córdoba), con el
tema principal La filosofía del cristiano, hay. Concurrió una apreciable cantidad de pensa dores extranjeros. En él se advirtió una severa crítica al inmanentismo de la filosofía actual. Desde una perspectiva particular, la Aso ciación Argentina de Filosofía del Derecho
cuando escribió su Panorama de la Filosofia del Derecho, le dedicó a Cossío nada menos que ocho páginas. Cossío fue, además, tradu cido a diversos idiomas. Se ufanó muchas ve
ces de que el lógico polaco Jerzy Wroblesky hubiera aprendido español para poder leerlo, lo que pudo confirmar el autor de este capítu lo por propia confesión de Wroblesky. Fueron conocidos en el exterior, en la mis
ma disciplina, entre otros, Enrique Martínez Paz, Alfredo Fragueiro, Guido Soaje, Genaro Carrió, Eugenio Bulygin, Carlos Alchourrón, Ernesto Garzón, Roberto José Vernengo, Iuan Carlos Smith, Ricardo Guíbourg, Miguel An gel Ciuro Caldani y Carlos Massini. Se debe
realizó el Primer Congreso Internacional de su
aclarar que la Asociación Argentina de Filoso fía del Derecho, afiliada a la IVR (organismo
especialidad en el año 1982, organizado por
internacional que agrupa a las asociaciones
Juan Carlos Smith, en la ciudad de La Plata.
nacionales), por la cantidad y la calidad de sus miembros, se encuentra entre las primeras del mundo.
Por otra parte, en Córdoba, se celebran anualmente las Jornadas Nacionales de Filoso fía desde finales de la década de los años seten
ta. Abundan también reuniones a escala regio nal, generalmente centradas en Buenos Aires, Tucumán, Córdoba, Salta y Mendoza.
En el orden de la Epistemología, la Argen
tina ha tenido cultores desde hace mucho tiempo. Entre los primeros se cuenta Nimio de Anquín, que, con su trabajo publicado en
59
LA DIMENSIÓN (IIENTÍFICA Y CULTURAL
1927 en la Revista de la Universidad Nacional
de Córdoba, ganó la beca que lo llevó al Viejo
No es posible cerrar la nómina de estas re ferencias sin mencionar a Armando Asti Vera,
Mundo. En un tiempo más cercano, en una línea tomista ortodoxa, existe una obra de
autor de temas de esta especialidad, infortuna damente fallecido a edad muy temprana.
Octavio Nicolás Derisi. Y, finalmente, en una
Los filósofos argentinos se han ocupado
línea abierta y menos teórica, se encuentran los trabajos de Franco Murat y Gregorio Kli
también con preferencia de la ética y de los te
movsky.
aquí a Rafael Virasoro (1906-1984), quien se
La especialidad en Lógica es muy rica en estudios, desde las obras simplemente escola res hasta las de mayor especialización y pro
fundidad. El francés Edmond Goblot, por ejemplo, influyó y tuvo contactos epistolares con Raúl Martínez, ya desde 1924. Francisco Romero y Eugenio Pucciarelli, con alguna in fluencia fenomenológica, publicaron una Ló gica que alcanzó varias ediciones. Existen, ade
más, trabajos de Alberto Moreno, Juan Ramón Sepich, Jorge Roetti, Iorge Bosch, Vicente Fa tone, María Angélica Colacilli de Muro y Iuan Luis de Angelis.
ha preocupado por analizar y distinguir lo bueno de lo malo. Es bueno aquello que es de bido, afirma, con la convicción del que siente la necesidad de encontrar los fimdamentos de la
moral. Con conocimiento de las obras de Max Scheler, de Hartmann y de Husserl defiende la
objetividad de los valores y proclama que el hombre no puede ser realmente tal sin ellos. Por otra parte, en este período, se han per
filado nuevos problemas puntuales, pero no por ello menos trascendentes para el hombre y su biosfera, que han suscitado la atención in cluso delos filósofos. Uno de ellos se roza con
En Filosofía de la Naturaleza existen bue
la vertiente política: es el de los derechos hu
nos trabajos de Iuan E. Bolzán, que siguen una
manos. Existe una notoria preocupación al
línea neotomista, algunos de ellos sobre temas históricos, otros que tratan de dar una visión
panorámica de la materia y otros, en fin, que vinculan especialmente al hombre, a las cosas y al tiempo. Sobre Filosofía de las Ciencias ya había lla mado la atención, en el Congreso de Mendoza de 1949, la obra realizada por Raymundo Par do referida al tema de los integrantes raciona les, en una actitud inmanentista y relativista.
Pero el máximo representante es, sin duda, Mario Bunge, que cosechó prestigio interna cional. Reside actualmente en el Canadá. En
60
mas relacionados con ella. Cabe mencionar
respecto, que, si bien viene de lejos, se ha acen
tuado con los actos perpetrados por regíme nes dictatoriales durante la Segunda Guerra Mundial y, además, por ciertos gobiernos de fuerza y de otros que, sin ser de fuerza, no los respetaron ni los respetan. Los avances de las ciencias también han traído, como contracara, diversas situaciones dignas de estudio. Es el caso, por ejemplo, de los procedimientos y métodos de la ingeniería genética y de todos los aspectos de la técnica con respecto a la vida del hombre, a su gesta ción, a su desarrollo, a su forma de vida y a su
muerte. La bioética, en este sentido, es una
su vasta producción, que abarca también te mas epistemológicos, el lector puede encon trar respuestas acerca de la ciencia, de su mé
disciplina que tiene ya una presencia indiscu tible, situación que se acrecentará a medida
todo y de la filosofía.
que se avance en el tiempo.
LA FILOSOFÍA
l Eugenio Pucciarelli.
Los problemas ecológicos también rozan con sus aristas las meditaciones filosóficas. Es
el estudio de la actitud que tiene el hombre frente a la naturaleza lo que afina la sensibili dad de las conciencias. Tema muy digno para
el filósofo, que tiene futuro asegurado para complejas elucubraciones. En otro orden, es dable destacar la notoria y permanente presencia de los filósofos argen tinos en el mundo, a través de los congresos, de las publicaciones, de los diccionarios espe cializados y de las revistas editadas en el ex
tranjero y en el país, que llegan a los diversos centros universitarios y académicos.
Si se amplía con indulgencia el período aquí tratado, como antecedente de lo que ocurrió al comienzo del siglo XX, es posible citar, brevemente, el conocimiento que se tu vo de los trabajos de Florentino Ameghino en el extranjero —por cierto que dentro de su es pecialidad-, pero con resonancias netas en las
disciplinas filosóficas. Iosé Ingenieros, a su vez, hizo conocer su pensamiento en los Esta dos Unidos y tuvo el orgullo de ser traducido al francés, así como otros pensadores del pe ríodo. Coriolano Alberini dictó conferencias en
Alemania con las que hizo conocer las co rrientes filosóficas en nuestro país. En el año 1930 apareció en Berlín su trabajo sobre la fi losofía alemana en la Argentina. Para no prolongar las citas puntuales con que se pretende llamar la atención sobre este tópico, cabe recordar que en 1983 se publicó en
Francia un diccionario que contiene la nómina mundial de los filósofos de todos los tiempos y,
en ella, figura una cincuentena de filósofos ar gentinos. La redacción, en lo que atañe al país, fue encomendada a Alberto Caturelli, aunque
la selección correspondió al director de la pu blicación, D. Huisman. También el conocido diccionario de filosofía de Ferrater Mora indu
6]
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
ye en su nómina y en su bibliografía a diversos intelectuales argentinos. Por último, los principales congresos de fi
materia, ya no Filosofía, sino Ideología y ter minó recomendando a sus alumnos la lectura del materialista barón de Holbach. Finalmen
losofia que se realizan en el mundo, cuentan, frecuentemente, cualesquiera sean su sede de realización y su temática, con filósofos argen
te, Diego Alcorta, espíritu morigerado, conci liador, médico por lo demás, enseñó la materia
finos
e ideólogo de los primeros juntamente con
por el francés Pierre Cabanis, médico también Destutt de Tracy. Cabanis pretendía explicar la
relación entre cuerpo y espíritu en el hombre, LA FILOSOFÍA EN EL PAÍS
Desde muy temprano, en el país, a medi da que ha ido madurando el pensamiento fi losófico ha circulado el interrogante: ¿Existe
Así las cosas, los jóvenes que integraron la
generación de 1837 (especialmente, Iuan
realmente una filosofía argentina? No nos equivocaremos si respondemos afirmativa
Bautista Alberdi, Marcos Sastre y Juan María Gutiérrez, sin olvidar a quien fue como el her mano mayor de esa generación, Esteban Eche
mente. Es decir, existe una filosofía en la Ar
verría) habían bebido en las fuentes de la
gentina. De eso no cabe duda, como ya ha si do analizado hace tiempo. Más polémico sería decir que existe un pensar filosófico argentino propiamente dicho. Sin embargo, han existi do y existen intentos, al menos, para demos
Ideología.
1880, predominan dos corrientes: el romanti cismo y el eclecticismo. No puede, en verdad, hablarse de filosofía romántica (el vocablo de
trar que el pensamiento argentino tiene de
biera reservarse para el movimiento literario).
terminada originalidad, o, en todo caso,
La generación del ’37 fue más bien ecléctica en
alguna singularidad. Para tener cierta perspectiva, es necesario
filosofia y romántica en literatura. Pero, siem pre y en todo caso, fue primordialmente deu dora del pensamiento francés y, a través de él, hubo también influencia escocesa y alemana. De lo que no hay duda es de que Alberdi es el máximo receptor de la filosofia europea en la Argentina, en la primera mitad del siglo XIX. Tampoco es posible hablar del “positivismo” de Alberdi, así bautizado por los positivistas, que sólo pretendieron enriquecer las raíces de su corriente.
dirigir la atención hacia los orígenes de las es peculaciones en el país, luego de los sucesos de mayo de 1810. Se advierte de inmediato que existen dos vertientes: la enseñanza de la tradi
cional filosofía escolástica, y a poco andar, el cultivo de la Ideología, actitud filosófica que en Francia representó el ocaso de la Ilustración, que es expuesta, en primer lugar, por Juan Cri sóstomo Lafinur, en la cátedra de filosofía del Colegio Unión del Sud. Los pasos de la nueva corriente fueron muy agitados, situación que
empeoró con Juan Manuel Fernández de Agüero, que sucedió a Lafinur —ya fundada la 62
problema y temática típicamente franceses, ge nerados por la meditación cartesiana.
universidad- y que fue quien denominó a la
Suele afirmarse que, desde 1837 hasta
Alberdi trata de ser original. Generalmen te, lo que recibe es asimilado y no sale exacta mente como ha entrado. Algo cambia, algo es
modificado y es interpretado a través de la perspectiva de su tiempo y lugar. Cree en el
LA FILOSOFÍA
progreso, cree en la perfectibilidad indefinida preconizada por Pierre Leroux; sigue en mu chas ideas a T. Iouffroy y tiene otras deudas, además, con otros pensadores franceses. Pero, fundamentalmente, la generación del ’37 sabe que tiene como misión urgente y principal or ganizar el país y se pregunta qué es el país, có mo es el país y con qué se cuenta para ello. La hora de la espada concluyó, dicen a coro Eche verría y Alberdi. Es menester pensar en la or ganización. De manera que su filosofía pensa da en Europa debe aplicarse a esta tarea ahora y aquí. Los países europeos han pensado los problemas para el tronco de la humanidad y dieron las soluciones universales. Correspon de ahora aplicarlas aquí, en cuanto somos una rama de la humanidad. Por eso, no es extraño
que se busque la identidad de la patria y los valores autóctonos.
liares, a la que se suma el interés por Hegel, por obra de Nimio de Anquín, y, casi de in mediato, el resurgimiento del tomismo orto doxo con Octavio Nicolás Derisi. En el me
dio de los dos polos se encuentra toda una gama de filósofos, algunos independientes y otros que buscan afinidades con característi ca propias. La fenomenología no ha sido extraña y es
que Husserl fue un autor muy leído en los años cuarenta y cincuenta. Esa generación re
cuerda con cuánto entusiasmo era expuesto por los maestros desde sus cátedras. Igual mente ocurría con el tema de los valores, el de la antropología y el de la singularidad del pen sar filosófico argentino, que ocuparon mucho
espacio en la mente de los pensadores. Al meditar sobre este panorama, se obser va que el horizonte filosófico no ha cambiado
Luego vendrá, al aproximarse la culmina
mucho desde Alberdi. Se ha receptado siempre
ción del siglo, el positivismo, que se prolonga
la filosofía europea y se la ha cultivado perma nentemente, a veces con originalidad, y otras, no tanto. Los sistemas filosóficos son auténti
rá hasta el período en que comienza este capí tulo. Y, ya en la década de los años veinte, Iosé
Ingenieros representará, con matices propios, el estado terminal del positivismo argentino. Lo sigue la reacción antipositivista, un re
montar hacia el espiritualismo, y de ahí en adelante, a medida que se consolida el pensar filosófico en el país, la recepción de la filoso fía europea se hace notar cada vez más. Una corriente aparece y otra resurge: el existen cialismo y el tomismo. En un caso, especial
mente el estudio de Hegel, de Husserl y de Hartmann, de Scheler y de Heidegger, se pro fundiza cada vez más. Surge una corriente de cididamente fenomenológica y existencialista como la de Carlos Astrada y sus seguidores. En el otro caso, se renuevan los estudios de los
antiguos, de San Agustín, de Santo Tomás y reelaboran una escolástica con perfiles pecu
camente europeos; los pensadores argentinos receptan y adaptan, critican y agregan, desde una perspectiva argentina. Al promediar las tres cuartas partes del si glo )Q(, nuevas preocupaciones disputan el centro del pensar. La filosofía de la liberación y el problema de los derechos humanos, los problemas de la naciente bioética, los proble mas ecológicos, del trabajo, los debates ideoló
gicos y los problemas puestos de manifiesto por la ingeniería genética se hacen notorios a medida que avanza el siglo.
No obstante, la corriente neotomista se mantiene como una especie de avenida troncal de la historia de la filosofía en la Argentina, que no pierde vigencia, no cesa de renovarse, ni ce ja en el tratamiento de los nuevos problemas.
63
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
La mentalidad argentina siempre se ha mos trado atenta a las inquietudes y novedades del hemisferio norte y, sin ser adalid notorio de nuevos sistemas, se encuentra presente de ma nera ostensible en el estudio de ellos desde una
Quizás el hecho de que la filosofía sistemá
tica ceda el paso a una actitud más bien asiste
mática, de problemas puntuales, favorezca la variedad y la multiplicación de los temas filo
especial perspectiva. Pareciera que la actitud de
sóficos. Todo ello contribuye a que madure una floración de acercamientos hacia un pen
Alberdi, de alguna manera, continuara vigente.
samiento plural y planetario.
ORIENTACIÓN BIBLIOGRAFICA Para introducirse en la historia del perío do tratado en este capítulo, si se quiere pro fundizar su conocimiento, es aconsejable la
gundo Congreso Nacional de Filosofía, editó una obra de igual título, Buenos Aires, 1971. Éste es un volumen de más de trescientas cin
lectura de la obra de LUIS FARRE, Cincuenta
cuenta páginas, con notas al final de cada capí tulo, que dan la bibliografía más completa, así como datos adicionales de real importancia.
años de Filosofía en Argentina, Buenos Aires, 1959. Tiene un hermoso prólogo de Coriolano Alberini. En sus aproximadamente 350 pági
nas se puede contemplar un panorama bas tante completo, al mismo tiempo que una
preferido. Como complemento, CATURJELLI ha
apreciable bibliografía. Por otra parte, Luis Fa
escrito Presente y futuro de la Filosofía en la Ar
rré, filósofo serio y equilibrado, hace un estu dio crítico de enorme valor para quien se ini cia en el tema. FARRE ya había publicado su artículo “Diez años de filosofía argentina”, Re
gentina, Córdoba, 1972. En forma más cir
vista de la Universidad de Buenos Aires, Buenos
cunscripta, publicó un trabajo de profunda in vestigación que tituló La historia de 1a Filosofía
en Córdoba, tres volúmenes, Córdoba, 1993, y también su voluminosa obra Historia de Ia Fi
Aires, enero-marzo de 1950, págs. 141-222. Más recientemente, nuevamente LUIS FA
losofia en la Argentina, Buenos Aires, 2001.
RRE, con la colaboración de CELINA A. LÉRTORA
para tener una noción del tema, se puede
MENDOZA, publica La Filosofía en la Argentina,
consultar a HUGO EDGARDO BIAGINI, Panora
Buenos Aires, 1981. La obra, relativamente
ma filosófico argentino, Buenos Aires, 1985. Es muy informativa a través de diversas perspec tivas: bibliografías, congresos, encuentros, so ciedades, asociaciones, homenajes, revistas, etcétera.
breve, abarca desde el período colonial hasta la época de la finalización de los años setenta. Es
una buena guía, con un índice de autores, que facilita la búsqueda. Pero, con ser buenas las obras señaladas, es
64
Tiene, además, un completo índice de autores y uno general que ubica al lector en el tema
Si se desea acudir ahora a una obra breve
Es también de utilidad el libro de I. C.
imposible prescindir de ALBERTO CATURELLI.
TORCHIA ESTRADA, La filosofía en Ia Argentina,
Este filósofo tiene una vasta experiencia en el tema. Ha publicado La filosofía en Ia Argentina actual, Córdoba, 1962, y con motivo del Se
Washington, 1961, especialmente si se quiere investigar el pensamiento filosófico argentino hasta la primera mitad del siglo XX.
LA FILOSOFÍA
A veces, un buen medio para encontrar datos que no suelen aparecer en otras obras es acudir a un diccionario. En ese aspecto, puede ser de utilidad la consulta de la obra dirigida por DENIs HUIsMAN, Dictionnaire des Philosop
hes, dos volúmenes, París, 1983, que recoge el pensamiento filosófico de toda la humanidad
y refleja cómo ven el panorama de la Argenti na desde Europa. Es cierto que Alberto Catu relli ha escrito lo referido a los filósofos argen tinos (se citan casi cincuenta autores), pero la selección final se debe a la dirección de la edi
ción. De igual manera, el trabajo de IOsE FE RRATER MORA Diccionario de Filosofía, Madrid,
numerosas ediciones (las últimas de ellas, en cuatro volúmenes), contiene citas de autores y
obras de pensadores argentinos. Si se prefiere conocer la opinión histórica de los pensadores argentinos, es posible reco rrer algtmas obras que merecen ser leídas para
juzgar la perspectiva que ellos tenían en su
en el siglo XIX, en los medios de orientación de la escolástíca tradicional.
Para quienes desean conocer los orígenes filosóficos en el país, GUILLERMO FURLONG ha
escrito Nacimiento y desarrollo de la filosofia en el Río de La Plata, Buenos Aires, 1952.
Para profundizar el estudio de la enseñan za y la recepción de la filosofía en la primera mitad del siglo XIX, se puede acudir a OLsEN A. GHIRARDI, El primer Alberdi. La filosofía de
su tiempo, Buenos Aires, 1989, y del mismo autor, La filosofía en Alberdi, 2° edición, Cór doba, 2000, y El derecho natural en Alberdi, Córdoba, 1998. En el estudio de las corrientes filosóficas en particular, se han producido estudios de in dudable importancia que aportan no sólo una noticia al respecto sino que muestran, además,
un juicio de valor. Así, por ejemplo, para el positivismo se pueden leer: RICAURTE SOLER, El
positivismo argentino, Buenos Aires, 1968; EN
tiempo. Entre ellas, se pueden citar las de lOSÉ
RIQUE EDUARDO MARI, Neopositivismo e ideolo
INGENIEROS, La evolución de las ideas argenti
gía, Buenos Aires, 1974; B. PERELsTEIN, El posi
nas, Buenos Aires, 1963; ALEJANDRO KORN, In
tivismo y el antipositivismo en la Argentina,
fluencias filosóficas en la evolución nacional,
Buenos Aires, 1952; HUGO A. BIAGINI (compi
Buenos Aires, 1983; CoRIoLANo ALBERINI, Pre
cisiones sobre la evolución del pensamiento ar
lador), El movimiento positivista argentino, Buenos Aires, 1985. Para el existencialismo,
gentino, Buenos Aires, 1981; FRANCISCO ROME
pueden consultarse los libros de MATILDE IsA
RO, Filosofía contemporánea, Buenos Aires, 1950; del mismo autor, Sobre la filosofía en
BEL GARCIA LOSADA, La filosofía existencial. Sus
América, Buenos Aires, 1952, y IOSE LUIS RO
MERO, Las ideas en la Argentina del siglo XX, Buenos Aires, 1982.
Hay, además, temas y detalles muy pun
introductores, Buenos Aires, 1999, y de VICEN TE FATONE, Introducción al existencialismo, Buenos Aires, 1953. Para el estudio del tomis
mo ortodoxo, nada mejor que la lectura de las obras de monseñor OCTAVIO NICOLAS DERISI,
tuales. Para el caso se puede leer todo lo publi
cuya nómina se puede consultar en la revista
cado por DIEGO PRO en Mendoza, especial mente en la revista Cuyo y en sus artículos y obras rescatadas del olvido, por ejemplo, los
Sapientia, n° 35, Buenos Aires, 1980.
Elementos de Metafísica del padre Buenaventu
leerse de ALBERT BRIMO, Les grands courants de
ra Hidalgo, que ilustra la enseñanza impartida
la philosophie du Droit et de l’état, París, 1968.
Si se desea consultar la opinión que ha merecido Carlos Cossío en Francia, puede 65
LA DIMENSION CIENTIFICA Y CULTURAL
Finalmente, las actas de los congresos y de las jornadas son siempre una buena fuen te para quien desee profundizar los conoci mientos, a la par que expresan el nivel que se ha alcanzado en cada caso. Para una visión circunstanciada de los congresos argentinos de filosofía, pueden consultarse sus Actas. Del
66
primero se cuenta con tres volúmenes, publi
cados en Mendoza, 1949; del segundo, sus Actas han sido editadas en Buenos Aires, 1973. Las actas del Primer Congreso Nacio nal de Filosofía Cristiana fueron publicadas con el título de La filosofia del cristiano, hoy, dos volúmenes, Córdoba, 1980.
58. LA HISTORIOGRAFÍA Beatriz I. Moreyra
El objetivo de este capítulo es ofrecer un ba
una evolución sintética del recorrido historio
lance de la historiografía argentina, poniendo énfasis en los temas vinculados a la profesiona lizadón e institucionalización de la disciplina, las perspectivas teóricas y metodológicas pre
gráfico. No obstante, el lector encontrará un análisis más detallado de los procesos históri cos que han sido motivo de reflexión historio
valecientes, las temáticas y líneas interpretativas
que integran la obra y en sus correspondientes orientaciones bibliográficas.
más sobresalientes y los problemas vinculados a las condiciones de producción y difusión del conocimiento histórico. Al abordar esta visión
gráfica en los distintas partes, tomos y capítulos
de conjunto es necesario señalar las lirnitacio nes inherentes a este balance de la evolución no
LA PROFESIONALIZACIÓN
lineal y compleja de la historiografía del siglo XX hasta 1983. En primer lugar, éste no impli ca una descripción exhaustiva de la historio grafía argentina, descripción que hubiera sido no sólo imposible por las características y ex tensión de este capítulo sino, además, porque la simple descripción del corpus historiográfico no permite brindar una reflexión crítica sobre las formas de construir los relatos históricos y
DE LA HISTORIA. LA NUEVA ESCUELA
sus diversas interpretaciones. En segundo lugar,
esta visión casi secular adolece de una dosis consciente de esquematismo —que no implica
simplificación- y que explica que los matices, las reformulaciones cambiantes y la especifici dad de algunas expresiones individuales de las diferentes perspectivas historiográficas queden a veces opacadas ante la necesidad de ofrecer
Y LA INSTITUCIONALIZACIÓN
HISTÓRICA
Durante el siglo XX, los estudios humanos e históricos, en particular, estuvieron fuerte mente influidos por discusiones metodológi cas -debidas a las innovaciones en su lógica, en sus esquemas conceptuales, en sus orienta ciones- y por los problemas derivados de la investigación empírica. Ello explica que toda vía hoy subsista un considerable desacuerdo y un amplio espectro de opinión sobre las cues tiones relacionadas con la delineación y expli cación de la realidad histórica.
Entre 1870 y 1930, la historia se convirtió
en una disciplina profesional autónoma por derecho propio. El tema fundamental del que
67
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
hacer historiográfico fue la evolución admi nistrativa y constitucional del Estado-nación y sus relaciones militares y diplomáticas, privi
legiando el estudio de las elites. Es el período, además, donde los problemas de las fuentes y
sitivistas, y la interpretación y presentación de los resultados, en los que las facultades intuiti
vas y la personalidad del historiador ocupaban
de los métodos garantizaban el estatus cientí fico y la identidad profesional. La Historia era documento y crítica y existía, además, un cla ro divorcio entre historiadores y científicos so ciales. Por otra parte, la gran controversia me todológica se daba entre el positivismo y las corrientes hermenéuticas o idealismos con
un lugar de privilegio. Por otra parte, esa etapa de la conforma ción de la historia como ciencia estuvo estre
temporáneos cuya decisiva prevalencia ocupó el espacio historiográfico hasta casi la tercera década del siglo XX. La corriente positivista en
proceso no estaba en contradicción con la
historia privilegiaba un modelo de conoci miento como representación del pasado a tra vés de una relación de inmediatez con el dis
curso de la documentación y un claro individualismo metodológico. Las tradiciones herrnenéuticas o neo-idealistas rechazaron de
plano la autonomía de los hechos y el progra
ma formalista de la tradición anterior y lo
chamente relacionada con el proceso de profe
sionalización, cuya meta era aglutinar los historiadores que compartían el mismo rigor científico y crítico. Pero, paralelamente, este función social de la disciplina. En este sentido,
la investigación y la enseñanza de la historia eran consideradas como elementos decisivos de la consolidación del Estado nacional y co mo garantes de su identidad. La Argentina no permaneció al margen de este fenómeno mundial de profesionalización,
institucionalización y debate metodológico disciplinario. Durante la primera década del siglo XX, se sitúan los inicios de la constitu
reemplazaron por "un enfoque histórico, socio
ción de un campo intelectual e historiográfico
lógico y relativista de la explicación. Estas co
y fue también el origen de la historia profesio
rrientes hermenéuticas, aunque amplias y dis pares, negaban la posibilidad de una ciencia causal empírica de la acción y la sociedad y conceptualizaban que la tarea del investigador
nal. Esta preocupación congregó a un grupo escogido de historiadores, a los que en 1916 Juan A. García denominó la Nueva Escuela
histórico era entender las intenciones de los ac
pados a partir de 1905 que reclamaban un
tores con miras a interpretar el fenómeno so cial en términos de los motivos y significados que las estructuras sociales tenían para los ac tores. Es decir, este enfoque se concentraba en la elucidación de los complejos de significado subjetivos y culturales. A pesar de las diferen
nuevo comienzo para la historiografía argen tina, un replanteo apoyado fundamentalmen te en principios metodológicos y que hacía hincapié rigurosamente en la faz crítica. Este grupo estaba integrado por Luis María Torres, Rómulo Carbia, Ricardo Levene, Diego Luis Molinari, Emilio Ravignani, Roberto Levillier, Enrique Ruiz Guiñazú. Con excepción de To rres, compartían un mismo horizonte genera cional, lo que significaba que un mismo clima
cias esenciales en los dos paradigmas, al finali zar el siglo XIX se llegó a un compromiso en
tre positivistas e intuicionistas. Esta dificil 68
rico en dos fases: la recogida y preparación del material, donde prevalecían los supuestos po
síntesis se resolvía dividiendo el trabajo histó
Histórica, un conjunto de profesionales agru
LA HISTORIOGRAFIA
de ideas caracterizó sus años formativos y que también integraban redes de relaciones inter personales superpuestas. La denominación Nueva Escuela Histórica
aludía a una profunda renovación en los estu dios históricos que reconocía fuentes de inspi ración europea, pero también locales. En rela ción con el cuadro de referencias europeas, la influencia metodológica alemana fue especial mente importante. Pero también se incorpo raron aquellos nuevos historiadores que pro
ponían una forma de trabajo diferente -del Croce invocado por Carbia y Ravignani al Henri Berr integrado por Levene-, sin encon trar en ello motivos de contradicción. La una nimidad se hacía alrededor del manual de Ber
heirn y del breviario de Seignobos. En una palabra, se basaban en un programa de estric to rigor metodológico. En cuanto a las influencias locales, la Nue
va Escuela presentaba una precisa filiación historiográfica consistente en el renacimiento de los estudios históricos a partir de las reglas de la crítica histórica y de las disciplinas auxi liares en las que Mitre había sido el precursor.
Por otra parte, el tipo de historia propuesto por Mitre aparecía como valorizable en rela ción con su compatibilidad con la imagen de tarea científica que proponían los modelos historiográficos y profesionales externos esco
gidos como norte por la nueva generación, que se orientaban a valorizar una historia eru dita, ético-política y organizada en forma na rrativa y a mirar con desconfianza las relacio
nes con las ciencias sociales, así como la exploración de terrenos alejados de esa histo
la influencia de Emesto Quesada, cuya inter pretación del pasado argentino parecía más neutral que la de los estudiosos del siglo XIX y
cuyas dimensiones generalizantes o tipologí zantes eran vistas como menos apegadas al culto de los héroes.
Desde el punto de vista metodológico, la Nueva Escuela Histórica es una tendencia his
toriografica originada y difundida inicial mente en núcleos universitarios —Facultad de Derecho y de Filosofía y Letras de Buenos Ai
res y de Humanidades de La Plata- y que se caracterizaba fundamentalmente por la rigu rosa aplicación de los principios metodológi cos diftmdidos en Europa en la segunda mi tad del siglo XIX, en una concepción nacional y americanista de la historia argentina. Cuc corese destaca que las características centrales de la nueva perspectiva eran erudición histo riográfica, heurística en función documental, investigación metodológica desde la génesis del proceso histórico, concepción integral de la historia enfatizando los factores económi
cos y sociales y espíritu nacionalista. La importancia que las cuestiones del método te nían para los nuevos historiadores se exterio riza en la crítica a Paul Groussac. Para Carbia,
la retórica, y la abundante adjetivación pro pias del literato y el involucramiento personal de Groussac obstaculizan el logro de la obje tividad en el trabajo histórico. Además, tam bién aludía a la inadecuación de la recopila ción bibliográfica y documental, lo que, junto con la descontextualización de las circunstan
cias analizadas, conducía a una interpretación errada de los acontecimientos que describía.
ria de una nación que se identificaba con la historia de sus elites, que la sociedad parecía
Esta apelación a la rigurosidad metodológica
imponer como deber cívico al historiador. Pe ro aparte del modelo mitrista, hay que señalar
positivista. Según las corrientes metodológicas
denotaba la fuerte filiación con la historiografla
en boga, la práctica profesional comprendía
69
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
dos momentos: el análisis y la síntesis, pero concedía prioridad al primero como la com binación de procedimientos críticos aplicados
posibilite el presunto agotamiento del tema y el enfoque de los detalles. Para 1930, Ricardo Levene se transformó
al documento. Según esta lógica, “trabajar” en historia era asistir a la produccion de los he chos, estar en contacto directo con la materia
en la figura central de esta perspectiva histo riográfica. Cuando elaboró sus obras de los años veinte, tenía la convicción de que estaba realizando una nueva historia, se sentía im
prima y la variable interpretativa aparecía co
mo más reticente. La redefinición del saber histórico a fines del siglo XIX afectó también a la epistemología de la historia y, en este sen tido, subyacía la voluntad de determinar las
reglas de una epistemología práctica de la historia.
La búsqueda de lo nacional era otro rasgo común de la labor intelectual, explicable en relación con el papel central que se le asigna ba a la historia y a los historiadores como ga rantes de la identidad nacional. Sus integran tes compartían el convencimiento profundo de que era posible a la vez un conocimiento
ba claramente hacia la superación de una mera crónica de los acontecimientos políticos y militares para orientarse a una historia inte gral que analizara la sociedad desde lo econó mico y jurídico hasta sus más brillantes ex presiones culturales y científicas. Esta idea ya asomaba en su Ensayo histórico de 1920 y en sus Investigaciones sobre la historia económica del Virreinato del Río de la Plata. Levene reco
ge de la historiografía positivista parte de sus
logros, como su preocupación metódica, la
imparcial del pasado y lograr la utilidad de ese
compulsa y depuración minuciosa de las
conocimiento para fortalecer el destino de la propia comunidad-nación. Desde el punto de vista temático, se colo caba el centro de interés en la Revolución de
fuentes y su propósito crítico, pero su aspira ción, en cambio, era alcanzar metas muy su
Mayo; pero el análisis genético empujaba ha cia el pasado hispánico en el más amplio esce nario americano. En este sentido, Levene, ad
virtió que el marco nacional no resultaba suficiente para explicar y comprender el pasa do argentino y de ahí que expandiera su visión
hacia el mundo americano entroncado con España. En síntesis, heurística documental, vi gilancia crítica, arraigo de la concepción gené tica y fortalecimiento de la idea nacional eran
70
pulsado a una obra de ampliación panorámi ca y de renovación de contenido. Ello apunta
los pilares que orientaban la labor de recons trucción objetiva de la historia nacional. Con respecto a la organización textual, se adopta la forma monográfica estructurada en torno de una narrativa de secuencia lineal que
periores a una simple historia descriptiva o narrativa. Por otra parte, la expresión historia integral era para Levene no “la suma o yuxta posición sino síntesis de las descripciones la
terales”. El mismo sentido le daba Carbia cuando afirmaba que la Nueva Escuela perse guía “el panorama integral de lo pasado”. Si
bien la temprana expresión de Levene de historia integral fue luego abandonada, la ' idea que la animaba persistió, aunque los vo cablos sustitutivos -usados en el Manual de
Historia del Derecho Argentino de 1952- no lograron transmitir la misma vivacidad. Hay pues en Levene, a pesar del transcurso del tiempo y del abandono de aquel vocablo, un impulso permanente hacia esa concepción de historia integral. En este particular se denota
LA HISTORIOGRAFÍA
cuenta años después, al aproximarse el Quinto
Centenario del Descubrimiento, publicó su Nueva historia del descubrimiento de América,
donde completaba sus trabajos colombinos con nuevos aportes y documentación. La his toria, en la concepción gandiana, era pensa miento y acción, y esa concepción la plasmó en la Historia de las ideas políticas en la Argentina.
En su dilatada producción, el descubrimiento de América, Colón y Vespucio, la Revolución de Mayo, la acción política de Martín de Alza ga, la gesta americana de Iosé de San Martín, la
entrevista de Guayaquil y tantos otros temas conformaron parte de las polémicas que man tuvo a lo largo de su vida como historiador. Con respecto al soporte de la nueva expre sión historiográfica, esta generación hizo del control institucional la piedra de toque de su le gitimación. Ricardo Levene y Emilio Ravignani dieron a la Nueva Escuela su más fructífera pro l Ricardo Levene. Academia Nacional de la Historia.
la aceptación de ciertos principios de la es cuela francesa de síntesis, la síntesis científica
en la terminología de Henri Berr. Otro de los genuinos historiadores hispa noamericanos fue Enrique de Gandía, quien trabajó junto a Levene en la Academia Nacio nal de la Historia. Hijo de un español nativo de Orduña, en el País Vasco, y de una italiana de Génova, Enrique de Gandía nació en Buenos Aires y desde su niñez vivió y estudió en Euro pa, donde fue incansable lector en bibliotecas e investigador en archivos documentales. Como un estudioso del período hispánico e indepen diente, se interesó tanto por los protagonistas del proceso conquistador y colonizador como por las ideas políticas sostenidas en los prime ros tiempos de la emancipación. En 1942 escri bió su primera biografía sobre Colón. Casi cin
yección institucional. A partir de la década del veinte, ella entró en la fase de consolidación y sus representantes ocuparon notables funcio
nes en el campo profesional. Como muestra de esa consolidación institucional, Ravignani fue designado director de la Sección Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Uni
versidad de Buenos Aires, poco después convertida en Instituto de Investigaciones Históricas, y Levene se desempeñó como vice
presidente primero de la Iunta de Historia y Numismática Americana y estuvo al frente de dos escuelas, una con sede en el Instituto de Historia del Derecho de la Facultad de Dere
cho de Buenos Aires y otra en la Facultad de Humanidades de La Plata, que prohijaba tra bajos de historia político-administrativa de la provincia. Una de las tareas principales de la Sección Historia y del Instituto de Investigaciones His
71
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
tóricas fue la publicación de documentos; es decir, los propósitos de heurística editorial ya se encontraban presentes en la institución des
Archivo General de Indias y otros fondos do cumentales españoles. La labor era comple mentaria de la realizada en los archivos pro
de sus orígenes. El plan se remontaba a la épo ca hispánica y en esta característica puede ad
vinciales argentinos, en los que a partir de
vertirse el progresivo arraigo de la concepción
en la Biblioteca Nacional de Chile y en los ar chivos brasileños. Toda esta acción se reflejó en el incremento de sus publicaciones, que alcan zaron a 62 en 1930, entre las que se contaban el
genética, que obligaba a remontarse al princi pio delos acontecimientos y de las institucio nes, y al mismo tiempo, el fortalecimiento de las ideas nacionalistas que se orientaban hacia la búsqueda de las raíces hispánicas e indíge nas. A partir de 1911 comenzó la publicación de las primeras series documentales, basadas en las fuentes recopiladas por Larrouy y por Ravignani, quien en 1909 había sido enviado a los archivos de Paraná para investigar sobre la organización constitucional. Ese mismo año
Boletín del Instituto, que apareció regularmen te desde 1922 hasta 1945 y cuya segunda serie se reanudó en 1956.
Los proyectos editoriales de la Sección de Historia comprendían la elaboración de una historia argentina integral. El fm inmediato desde entonces fue, además de reunir la docu mentación necesaria, elaborar los trabajos mo
se lanzó la serie Documentos relativos a la orga
nográficos a partir de los cuales se intentó al
nización constitucional de la República Argenti
canzar el enfoque integral de la historia
na y en 1912, Documentos para la historia del Virreinato del Río de la Plata. Asimismo, se editó Documentos relativos a los antecedentes
nacional.
de la independencia argentina. Las tareas to maron mayor forma institucional a partir de la designación de Luis M. Torres como direc tor de la sección y de Ravignani como encar gado de investigaciones. En 1914 comenzó la publicación de la monumental y sistemática obra Documentos para la historia argentina, que habría de continuar en forma más o me
La Iunta de Historia y Numismática Ame ricana, creada en 1893, surgió como el primer anclaje institucional en el que se desarrollará la vertiente erudita de la historia argentina. El
Centenario marca un hito importante en la historia institucional; el Congreso Nacional le
encomienda la reimpresión de la Gaceta de Buenos Aires (1810-1821); se trataba no sólo de la extemalización de la labor de la Iunta si no de su vinculación con los poderes públicos,
nos regular hasta 1937, fecha en que se publi có Asambleas constituyentes argentinas (1813 1898), que reúne los debates de dichos cuer
de los que a partir de entonces se constituirá en referente a lo largo de un proceso gradual
pos constituyentes y los textos legales ilustrati vos y básicos que explican cómo se formaron
1930. El otro hecho notable es el estableci miento de relaciones interinstitucionales con
la unidad y la estructura política argentinas.
el exterior, como con la Sociedad Hispánica de
En el plan de ediciones documentales, la labor
Nueva York, que designó a la Iunta como miembro honorario, actuando ésta en reci
en los archivos europeos era un anhelo que comenzó a ser realidad con el envío de José 72
1921 se intensificó la consulta, lo mismo que
Torre Revello a trabajar sistemáticamente en el
que alcanzará su más alta expresión a partir de
procidad. Se recibió la visita de intelectuales extranjeros, entre ellos Rafael Altamira, desta
LA HISTORIOGRAFIA
cado catedrático español, cuyas influencias historiográficas resultan innegables. Con mo tivo del centenario de la independencia se le encomendó la reimpresión de las Actas secre tas del Congreso de Tucumán.
Los años treinta resultaron indudable mente los más pródigos en realizaciones de envergadura. Tres iniciativas marcan el tono del período: la creación del sistema de juntas filiales y adheridas, la edición de la Historia de
la Nación Argentina y la transformación de la Iunta en Academia Nacional de la Historia. A
través de las filiales, se expandieron las redes interinstitucionales a escala nacional; a través
de su proyecto editorial se construyó la ver sión de consulta obligada de la historia argen tina y su transformación en Academia Nacio nal de la Historia en 1938 le posibilitó ejercer un predominio en el campo historiográfico desde el punto de vista institucional. El ameri
canismo fue, además de la historia argentina, la temática predominante en los estudios his tóricos y en la actividad editorial. Desde 1929, en que Levene propuso la publicación de la Bi blioteca Histórica Argentina y Americana, apa
recieron doce volúmenes y otro tanto ocurrió con la Biblioteca de hombres representativos de
la historia argentina.
Otros núcleos de irradiación ubicados dentro del ámbito universitario fueron dos instituciones creadas por Levene: el Instituto de Historia del Derecho Argentino, creado en 1936, y el Instituto de Sociología de la Facultad
de Filosofía y Letras, a los que se sumó la es cuela histórica de La Plata. El primero fue una verdadera escuela de docencia e investigación.
l Emilio Ravignani. Caricatura de Valdivia. Caras y Caretas.
traducción a la Historia del Derecho Indiana continuaron la Introducción a la Historia del Derecho Patria (1942) y una serie de publica ciones que culminaron con la Historia del De recho Argentino, obra en once tomos apareci dos entre 1945 y 1958. En 1949, Levene fundó la Revista del Instituto, de larga existencia.
Los estudios históricos tuvieron también una fuerte raigambre en la Universidad Nacio nal de La Plata, desde el inicio de la Sección Fi
losofía, Historia y Letras en 1909. Desde los años veinte, se incorporó a la Nueva Escuela Histórica por influencia de Ricardo Levene. El resultado de ese accionar fue la creación de la
Sus publicaciones se convirtieron en clásicos de la literatura de la historia jurídica. En 1939 salió el primer tomo de la Colección de Textos
Educación en 1920, de la cual Levene ejerció el
para la Historia del Derecho Argentino. A la In
primer decanato ese año. Desde esa función
Facultad de Humanidades y Ciencias de la 73
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
impuso reformas profundas en la orientación y el contenido de las materias históricas y en los métodos de enseñanza. Fundó la revista Humanidades y la Biblioteca Humanidades y propició la creación del Archivo de la Provin cia de Buenos Aires, que funcionaría estrecha mente ligado a la Facultad de Humanidades
en la tarea de formación de investigadores, apuntando a la consolidación de una sólida base heurística para sus indagaciones. En el se no de la escuela histórica de La Plata se forma
ron discípulos como Enrique M. Barba, An drés Allende, Joaquín Pérez y Carlos Heras, quien acuñó la conceptualización de una es cuela histórica de La Plata.
La Nueva Escuela no era un grupo homo géneo sino que presentaba matices y diferen
cias internas, movimiento horizontal que comprendía las impugnaciones entre los pa res, que reflejaban las pugnas por el estableci miento de la hegemonía al interior del nuevo
74
ses firmes. Pero los ambiciosos planes enun ciados en principio fueron limitándose con el correr del tiempo. El plan heurístico, demasia do extenso y proyectado a muy largo plazo, sólo se ejecutó parcialmente, por motivos pre
supuestarios, institucionales y por nuevos proyectos. Aunque aspiraba alcanzar la sintesis de la historia nacional, con mucha frecuencia
se quedó en la historia de acontecimientos, que manifestaba rechazar por considerarla un nivel inferior de investigación. Además, con tribuyó, a través de la enseñanza de la historia, a la divulgación de los nuevos principios me todológicos y técnicos de la escuela alemana y, con posterioridad, los de la escuela francesa de síntesis. Por otra parte, cimentó y expandió la
red institucional necesaria que posibilitó el progreso y acrecentamiento de los estudios históricos en el país. Finalmente, encaró la gran empresa de elaborar la primera historia integral de la Nación.
campo historiográfico. En ocasiones, el espíri tu polemista fue abierto, como en el caso que enfrentó a Levillier y Carbia; otras veces, ex plícito pero unilateral, como en el caso de Mo
comprendidos en el marco del contexto políti co, cultural e historiográfico de su concreción, las corrientes que Levene promovió siguieron
linari contra Levene en la revista Nosotros, y en
siendo predominantes y a lo largo de medio
otros casos, larvado, como cuando Levene
siglo, hasta la década de 1980, han sufrido mo
contesta a Molinari no en notas críticas sino a
dificaciones menos profundas de lo que cabría
través de sus propias obras. Ello obedeció a la
SUPOHCI‘.
emergencia de un campo historiográfico con sus correspondientes ámbitos institucionales y la convergencia temporal y temática de las in
LA INSTITUCIONALIZACION
Con sus méritos y falencias, que deben ser
vestigaciones; pero para la década de 1920, es
Y PROFESIONALIZACION DE LA DISCIPLINA
tos historiadores consiguieron instalarse con éxito en el centro del aparato académico insti tucional y con ello disminuyó el tono polémi co de la década anterior.
EN EL INTERIOR EN LA PRIMERA MITAD
La Nueva Escuela Histórica contribuyó a un conocimiento más acabado y completo del pasado y cimentó la crítica histórica sobre ba
DEL SIGLO xx
La historiografía del interior se caracterizó en la primera mitad del siglo por la coexisten cia de dos vertientes: la no especializada y la profesional, que logrará recién consolidarse en
LA HISTORIOGRAFÍA
la segunda mitad del siglo. Por otra parte, el proceso de institucionalización de la discipli na se canalizó a través de la creación de las juntas provinciales de historia, que se incor poraron al campo historiográfico con sus pro pias publicaciones periódicas, alguna de ellas de corta vida. En el Noroeste, el quehacer historiográfico
estaba representado por una generación for mada por Miguel Ángel Vergara y Teófilo Sán
chez de Bustamante en Iujuy, Atilio Cornejo de Salta, Alfredo Gargaro y Oreste Di Lullo en Santiago del Estero, Manuel Lizondo Borda en Tucumán y Ramón Rosa Olmos en Catamar ca. Todos ellos iniciaron su formación en los
años treinta y fueron investigadores vocacio
nales que llegaron a la historia desde otros quehaceres profesionales. Su denominador común era el rigor informativo basado en la compulsa de fuentes y un interés temático ce
ñido al marco provincial. Predominaba un afán erudito, siguiendo las pautas marcadas por Ricardo Rojas y Antonio Larrouy. Ade
bunales, que, junto con la documentación de Gobierno, Cabildo, Legislatura y Curia Ecle siástica, le permitió analizar períodos poco frecuentados como el hispánico, el indepen diente e incluso el precolombina. La sistema tización temática de sus publicaciones consti tuye un repertorio ordenado de la vida de la ciudad y campaña de Córdoba, sobre la cultu ra, religiosidad, acciones militares, situaciones políticas y cuestiones económicas. A su muer te, dejó una nutrida biblioteca y un valioso ar chivo, que fue adquirido por la Universidad Nacional de Córdoba. Sobre esa base se creó el
Instituto de Estudios Americanistas (1936), cuyo primer director fI.1e Enrique Martínez Paz, asistido por Raúl Orgaz, Carlos Melo, Francisco Silva y Luis Roberto Altamira. Mar
tínez Paz reconstruyó el pasado de Córdoba no sólo a través de períodos clave sino tam bién en torno de figuras representativas con el único propósito de poner de relieve el predica
mento de sus biografiados y su contorno cul tural. Por su parte, Orgaz escribe trabajos dis
más, tuvieron mucho que ver con el empeño de institucionalizar la actividad historiográfi ca merced a su iniciativa o activa colabora
persos sobre asuntos generales de historia,
ción. Para esta época se constituyeron las Iun
Otro nombre ineludible es el del padre Pedro Grenón, quien desde 1916, año de su primera
tas históricas de Catamarca (1936), Salta
temas de la vida colonial argentina, además de otros relacionados con la historia de la cultura.
(1940). En Tucumán funcionaba la Iunta
publicación, hasta su muerte, escribió folletos y libros relacionados con la vida politica, mili
Conservadora del Archivo Histórico y el Insti
tar, religiosa, cultural y cotidiana de Córdoba.
(1937), Santiago del Estero (1940) y La Rioja
tuto de Historia dependiente de la Facultad de Filosofía y Letras. La historiografía cordobesa reconoce co mo antecedente más próximo la publicación de una serie de fuentes documentales que fue
Cuyo no estuvo ausente de la corriente surgida en la década de los veinte que fructifi có en la creación de juntas de historia en el in
terior del país. En Mendoza se manifestó a partir de 1923; en San Iuan, en 1932 y aunque
ron utilizadas por Ignacio Garzón para publi car la Crónica de Córdoba y en especial, por monseñor Pablo Cabrera. El fue el primero en
San Luis se incorpora tardíamente, muestra un fuerte movimiento cultural desde la revis
explorar la documentación del Archivo de Tri
grupos convergen en el Primer Congreso de
ta Ideas publicada por Víctor Saá (1932). Estos 75
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
Historia de Cuyo, en 1937, cuyos resultados se dieron a conocer en los Anales, que reflejaron un indudable trabajo heurístico. En la década
titud revisionista refutó conceptos propalados por la que denominó la “historia oficial”. Tal fue el espíritu de muchas de sus obras, como
del cincuenta, los grupos que respondían a las
Estanislao López y el federalismo del Litoral.
Juntas de Historia se consolidaron y ello se evidencia en numerosos tomos publicados por la Iunta de Estudios Históricos de Mendo za. Simultáneamente se inicia la renovación de la vertiente universitaria con la creación de la
HISTORIA Y CONTRAHISTORIAZ UNA APROXIMACIÓN AL REVISIONISMO
HISTÓRICO Y su EVOLUCIÓN
Universidad Nacional de Cuyo en 1939. Los es
tudios históricos en Mendoza fueron organiza dos por Roberto H. Marfany y Iuan Draghi Lu cero, con el asesoramiento de Ricardo Levene y Ricardo Rojas. En los estudios históricos en Santa Fe, ade
siglo XX, la constituyó la denominada corrien
más de Manuel Cervera, autor de la Historia
treinta al calor de la mayor complejidad de la cultura de derechas que los gobiernos conser vadores favorecieron. La crisis del liberalismo
de 1a ciudad y provincia de Santa Fe, quien ha sido su mejor representante fue Iuan Álvarez,
un renovador en materia historiográfica al plantear una historia desprovista de genios y héroes. Aspiró a mostrar la vida real del pue blo, mostró los efectos de los fenómenos eco nómicos sobre los políticos y sin ser marxista explicó el alzamiento de la montonera a causa de las modificaciones en el sistema de trabajo rural. Se centró en la historia de Santa Fe sin descuidar la nacional. Otro historiador de esta
te revisionista, consolidada durante los años
agudizó la reflexión que un sector de intelec tuales vinculados al nacionalismo venía reali zando desde décadas antes. Este es el origen del revisionismo histórico, una versión diversa de
la historia argentina, la que asume explícita mente un carácter instrumental y pragmático. Fundamentalmente, el revisionismo tomó el
numerosos temas que se relacionan con la cul
compromiso de revelar las verdaderas causas de la postración argentina. Textos como los de los hermanos Irazusta, Carlos Ibarguren, Er nesto Palacio y, más tarde, Iosé María Rosa es tatuyeron un conjunto de discursos en oposi ción ideológica a la historia tradicional, a la cual irnpugnaban por un incorregible liberalis mo, y, en cambio, asumían la revalorización de
tura colonial. Ha realizado además variadas
Rosas. Pero la reivindicación de Rosas tuvo sus
contribuciones a disciplinas como la cartogra fía y la geografía, efectuando una importante
antecedentes y modalidades antes de la década del treinta. Si en la memoria liberal la condena
tarea de recopilación de fuentes aisladas y dis persas en diferentes archivos de América y de
a la época rosista era evidente de por sí, la po sibilidad de estudiarla quedaba intacta. Eso ex plica que hacia fines del siglo XIX dos obras, la de Adolfo Saldías, Historia de la Confederación
primera época fue el jesuita Guillermo Fur long, cuya extensa obra se prolongó hasta su muerte en 1972. Sus principales aportes a la investigación se centran en el período de do minación española en el Nuevo Mundo, en
Europa. Finalmente, Iosé Luis Busaniche 76
La única impugnación sustantiva a la com prensión de la historiografía de la Nueva Es cuela Histórica durante la primera mitad del
ahondó el proceso político litoraleño y en ac
LA HISTORIOGRAFÍA
Argentina, y la de Emesto Quesada, La época de
Rosas, se erigieran como un esfuerzo de com prensión que pretendía ir más allá de las pos turas partidistas. Con la democratización de la vida política argentina, las posibilidades de es tudiar el pasado y particularmente la época de Rosas se desarrollaron y se volvieron inclusive
un programa de trabajo. La nueva legitimidad política que ve la luz con los gobiernos radica les provoca una nueva percepción del pasado argentino. De un lado, historiadores afiliados al partido radical creen llegado el momento de ofrecer una visión menos maniquea del pasado rosista y de realizar en la historiografía la rnis ma integración nacional que el radicalismo es taba permitiendo en la vida social y política. Aparte de la tendencia yrigoyenista, otras voces ayudarán a crear un clima de cuestionamiento y de desacuerdo con las ideas recibidas de la in terpretación historiográfica liberal. Es posible distinguir claramente al menos tres de estos fo cos. En primer lugar, las publicaciones de la Editorial América, dirigida en Madrid por el venezolano Rufino Blanco Fombona, que reu nía autores de diferentes filiaciones políticas al rededor de la defensa del hispanismo y del ame
ricanismo; el periódico La Nueva República, dirigido por un grupo de jóvenes intelectuales profundamente inspirados en las ideas maurra sianas, y los escritores o críticos de fuerte perso
nar el orden existente y para suscitar adhesiones a otra formulación de la nacionalidad. De esta
manera, el revisionismo como grupo específico nació en el clima político cultural que se extien
de desde los prolegómenos de la experiencia uriburista hasta los desencantos que rodearon la firma del tratado Roca-Runcirnan. En ese pe
ríodo, la corriente apareció siempre vinculada de manera privilegiada con los grupos naciona
listas, aunque su sistema de relaciones intelec
tuales incluyera a hombres de diversas proce dencias.
El propósito de los revisionistas no es ex plorar la estructura y el ritmo de la historia ar gentina sino individualizar en una etapa de ella
un modelo para el presente y el futuro que se ofrezca como altemativa al que ha guiado las etapas más recientes de la vida nacional. Esa fi
nalidad política contemporánea es una cons tante del revisionismo argentino. La explora
ción del pasado nace entonces como una tentativa de ofrecer el aval de la historia para la
crítica de la Argentina del presente, en particu
lar, el repudio a la democratización política, que había entregado el destino del país a diri gentes que no conservaban solidaridad con los intereses de la Nación y la denuncia del modo de inserción de la Argentina en el mundo, es pecialmente el vínculo desigual con Gran Bre taña, que lejos de ser la causa de la gran expan
nalidad, que contribuyen con sus escritos a
sión, le había impuesto modalidades cuyas
cuestionar el pensamiento liberal; entre ellos, Manuel Gálvez, Carlos Ibarguren, y Ramón Doll. Pero, en un primer momento, la revisión de los maurrasianos argentinos es más anuncia da que realizada y se limitan a hacer, ante todo,
consecuencias catastróficas se hicieron eviden
política. Recién en la década de 1930 se confor man las bases de un movimiento de contrahis
tes luego de 1929. Por otra parte, la experiencia
política vuelca a los revisionistas a una activi dad historiográfica cada vez más intensa en la medida misma que crece su marginalidad po lítica, después del derrumbe de la república, dada la solución política impuesta por Justo. El
toria de contomos definidos y se declara así que
revisionismo imagina una regeneración moral
la historia es el arma privilegiada para cuesüo
de la Argentina y de los argentinos a partir del
77
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
discurso histórico. En este sentido, los revisio nistas, del mismo modo que sus enemigos libe
rales, hacen dela historia la disciplina pedagó gica por excelencia. En ese contexto preciso se
produce el encuentro entre los que comienzan a definirse como revisionistas históricos y la reivindicación de la época de Rosas; en espe cial, la capacidad de Rosas de crear un fuerte li
derazgo por encima de las clases y grupos y su
política con las potencias extranjeras. En ese clima de ideas se sitúa la primera obra signifi cativa de la corriente revisionista, La Argentina
y el imperialismo británico, publicada en 1934, de Julio y Rodolfo Irazusta. La breve obra es
parte de una severa condena del pacto Roca Runcirnan, que ha consolidado la Argentina en relación con Gran Bretaña. Se trata de la pri
mera versión sintética de una contrahistoria donde el pasado y el presente se iluminan mu tuamente. En este sentido, la obra es un libro fundador, que establece una relación entre his
toria y política que se convirtió en una cons tante del discurso revisionista. La declaración de principios redactada por Ramón Doll en ocasión de la creación del Ins
tituto de Investigaciones Históricas Iuan Ma nuel de Rosas y el artículo programa de Ernes
to Palacio, La historia oficial y la historia,
ción política inmediata. Con la politización ex trema del discurso histórico, los revisionistas
perdieron de vista una de las características más importantes del quehacer historiográfico: la verdadera investigación de los hechos del pa
ta del pasado argentino y haber tenido como objetivo “la justificación de la oligarquía y del partido de la civilización”. En sus formulacio
sado. Por otra parte, la estrecha relación entre historia y política llevará a los revisionistas a incursionar en la cuestión del antiimperia1is mo. Entre la derecha antiimperialista y la iz quierda nacionalista, el revisionismo histórico se presentará como un puente capaz de unifi car criterios. Los debates con los intelectuales
nes positivas, la historia revisionista como por
del Partido Socialista y del Partido Comunista
tadora de otro proyecto político conlleva una nueva visión de la historia del país. Esta estre cha y utilitaria relación entre historia y política tenía como resultado un gran desprecio por to da actividad intelectual desprovista de utiliza
terminaron ganando adeptos a la causa revisio
condensan la postura revisionista. En primer lugar, la acusación mayor que se le hace a la his
toria académica es presentar una visión obsole
78
l Iulio Irazusta. Academia Nacional de la Historia.
nista en el espectro de la izquierda. El revisio nismo histórico pudo albergar así bajo el mis
mo techo a contestatarios de izquierda y de derecha, marginados de la vida política.
LA HISTORJOGRAFÍA
En lo estrictamente metodológico, los su puestos centrales que subyacen a esta corrien te son: apriorismo ideológico, carácter ensa yístico y debilidad heurística de sus trabajos,
LAS REFORMUIACIONES CAMBIANTES
El revisionismo no fue una tendencia ho
extremada simplificación de la complejidad histórica y escasa familiaridad con la investi gación empírica original, mostrando que, en realidad, muchos de los revísionistas estaban
mogénea sino más bien una suma de grupos divergentes, cuya imagen de unidad deriva más de poseer los mismos adversarios que de sus peculiaridades historiográficas, metodoló gicas o ideológicas. Por el contrario, despertó
más interesados en reinterpretar la historia ar
la simpatía de ideologías a primera vista
gentina que en dedicar ingentes esfuerzos a es tudiarla cuidadosamente.
opuestas. El carácter moralizador y terapéuti co dio al movimiento revisionista su aspecto abiertamente movilizador, lo que hace difícil su clasificación en categorías de derecha o de izquierda. En 1938, todos comparten el credo nacio nalista. En el plano internacional significa una antipatía profunda por los partidos comunis tas; una clara simpatía por la España antirre
La obra de Iulio Irazusta Vida política de [uan Manuel de Rosas a través de su correspon
dencia, en 1941, toma como modelo la que Carlyle dedicó a Cromwell, y la Historia de la
Argentina de Ernesto Palacio se inspira casi abiertamente en la Histoire de France de Iac ques Bainville, sin tener presentes los avances más significativos de la historiografía france sa del siglo XX.
La versión del revisionismo de influencia
marxista tampoco modifica los planteos me todológicos. Es decir, la ampliación del con texto ideológico-político en que se movía el revisionismo no aportó ningún progreso en el plano estrictamente historiográfico, en el cual la corriente había sido desde el comienzo no
toriamente débil. En este sentido, es impor tante destacar que la producción revisionista no hizo suyos los cambios metodológicos de las tendencias renovadoras que penetraron en el espacio historiográfico a partir de 1955. En este sentido, Las dificultades de la historia cien
tífica de Irazusta denota las preocupaciones metodológicas vigentes durante la primera mitad del siglo, como la objetividad y el méto do. Todavía en 1968, Iosé María Rosa sostenía
haber aprendido a reconstruir críticamente los hechos históricos con el método objetivo de Ranke.
publicana; una admiración declarada por la derecha europea, y muy particularmente por Maurras, a la vez que una mirada benévola y a menudo entusiasta hacia la experiencia políti
ca inaugurada por Mussolini y por Hitler. Frente a la situación nacional, sus posiciones son un poco menos uniformes. Manifestaban retrospectivamente interés por Yrigoyen, algu nos se habían afiliado al partido radical y re pudiaban la política del fraude patriótico y no tenían prácticamente afinidades con la demo cracia parlamentaria. Pero en el interior del movimiento nacionalista las diferencias eran tan importantes como los puntos de acuerdo. Esa etapa transcurre en el período de la so lución neoconservadora, donde, juntamente con el revisionismo del modelo de la derecha
francesa, se encontrarán otros cuyo naciona lismo respondía a la integración de la proble mática antiimperialista, como el caso de Raúl Scalabrini Ortiz, que arrastra una deuda no confesada con Lenin, y de Iosé María Rosa,
79
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
que, a] tomar del lenguaje fascista los motivos derivados de la crítica del imperialismo, colo ca sus reconstrucciones históricas muy cerca
riográfica y política que es su reacción a la cri
de las de Scalabrini Ortiz. La integración de esos aportes de inspiración ideológica tan di versa con los del primer revisionismo plantea ba -en el plano estrictamente historiográfico menos dificultades de lo que habría podido
Investigaciones Históricas Iuan Manuel de
esperarse. En este aspecto eran, sobre todo, las
comunes insuficiencias las que daban cohe rencia a esas corrientes que ahora venían a confluir. Los primeros revisionistas se habían negado a otorgar relevancia a la dimensión económica del lazo con Gran Bretaña y al con
texto social en que éste se consolidó; los nue vos, aunque se la reconocían, no la sometían a un análisis adecuado. Así, el libro de Scalabri ni Ortiz sobre los ferrocarriles no examina có
Rosas, en la publicación de la Revista, donde predominan los artículos de polémica, y en la apertura de locales revisionistas parecidos a comités políticos. El instituto revisionista nace bajo la doble forma de una contraacademia y de una contramemoria. Las diferentes activi
dades del instituto están marcadas por una clara voluntad militante: conferencias, cursos
para estudiantes secundarios y universitarios, debates, asambleas, actos callejeros, conme moraciones con forma de peregrinaje, utiliza ción de folletos y afiches como medios de pro paganda. La actividad del instituto se justifica si se tiene en cuenta la débil inserción de los
mo la reestructuración del sistema de trans
revisionistas en la universidad, a excepción de
porte impuso la de la economía y la sociedad
la larga presencia de Carlos Ibarguren en la
argentinas. Lo que éste proporciona es una minuciosa reconstrucción de los manejos fi nancieros de las empresas ferroviarias y la alianza entre ingleses y políticos locales co rruptos; es una condena más moral que eco
Facultad de Filosofía y Letras.
nómico-social, muy cercana a la del primer re visionismo. Esa perspectiva se profundiza en
La política británica en el Río de la Plata de 1940. Iosé María Rosa, en Defensa y pérdida de
nuestra independencia económica, no ofrece ningún análisis serio de realidades econórni cas, concentrándose en el campo político. Por el contrario, la integración de la corriente ins pirada en el catolicismo integralista, que en contraba el polo de positividad en la colonia y reconocía a Rosas sólo una positividad subor dinada en cuanto ve en él al restaurador del orden colonial, fue más dificultosa. 80
sis del régimen neoconservador. Ella se mani fiesta en la creación, en 1938, del Instituto de
En ese contexto más complejo, el revisio nismo se lanza a una agitación a la vez histo
La irrupción del peronismo consumó la quiebra de la tradición política contra la cual se
había elevado el revisionismo, pero con moda
lidades que no fueron recibidas por sus parti darios con aprobación unánime. Por otra par
te, si el nuevo régimen político debilitó el influjo de la historia oficial, ello no significó que la historia revisionista se irnpusiera como una historia oficial e institucionalizada. El éxi to más tangible de los revisionistas se sitúa en el plano de la divulgación, sobre todo en la me dida en que se benefician cada vez más del con
trol de prensa instaurado por el peronismo. Los
escritores revisionistas colaboran ampliamente en la prensa peronista, en los diarios Tribuna, El Líder y Democracia y en la revista Hechos e Ideas, así como en la experiencia de nacionali zación de La Prensa. En las publicaciones uni versitarias de la época peronista, la versión re
LA HISTORIOGRAFIA
visionista del pasado apenas si estaba presen te. Si bien hay historiadores revisionistas en el campo de la historia argentina en la Facultad de Filosofía y Letras (Diego Luis Molinari, Io sé María Rosa, Gabriel A. Puentes), su ense
ñanza no es seguida por ninguna publicación oficial. El Boletín del instituto deja de aparecer.
Como consecuencia del alineamiento de muchos de sus miembros detrás de la política peronista, el Instituto Juan Manuel de Rosas
perderá a Iulio Irazusta. Su renuncia no fue sólo por la línea demasiado peronista del ins tituto sino porque esos métodos de divulga ción popular le parecían contrarios al verda dero trabajo historiográfico. Iosé María Rosa tendrá muchos menos escrúpulos en su tarea revisionista y será el instigador de una peroni zación del instituto; asimismo, reclutará nue
vos miembros más dotados para la agitación que para la investigación histórica. Pero lo importante de resaltar es que en ese contexto de neutralidad relativamente benévo la en el campo historiográfico, al decir de Tulio
Halperín Donghi, la historia se convirtió en un
refugio más permanente y los revisionistas abordaron por fin obras historiográficas de mayor aliento que los concisos ensayos inter pretativos en constante vaivén entre el presen te y el pasado. En ese clima, los revisionistas obtuvieron gran repercusión pública con sus escritos y redactaron obras de síntesis de gran aliento, aunque limitadas al esfuerzo indivi dual, como la Historia Argentina de Ernesto Palacio, que tuvo catorce ediciones entre 1954 y 1986; Vida política de [uan Manuel de Rosas a
través de su correspondencia de Julio Irazusta, de ocho volúmenes y con tres ediciones entre 1941 y 1970, y la Historia de la Argentina en diez volúmenes de Vicente D. Sierra, la princi
pal obra de conjunto de esta vertiente.
l Guillermo Furlong. Academia Nacional de la Historia.
La caída del peronismo marcó un hito importante en la historia del revisionismo. Entre 1955 y 1975 se produjeron la apropia ción y la reformulación parcial del revisionis mo por parte del peronismo. Algunas de sus propuestas más duras —como la impugnación al modelo agroexportador, la recusación de la tradición política liberal y la denuncia contra el imperialismo- se integraron a la visión del
mundo que portaba el peronismo, que, a su vez, reencontraba sus impulsos más popula res y jacobinos en la proscripción. El revisio nismo se expandía, así, a través del peronis
mo, que lo convertía en su interpretación “oficial” de la historia nacional. Naturalmen
te, este proceso de difusión no fue un movi miento en una sola dirección sino que el re visionismo asumió activamente gl encuentro.
81
LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL
Esta expansión se desenvolvió a través de la publicación de los números de la Revista del Instituto, del Boletín y por medio de editoria les como Theoria, Sudestada, A. Peña Lillo, Pampa y Cielo y, a su izquierda, Coyoacán y Octubre. Estas últimas estaban vinculadas a
mo socialista o neorrevisionismo revoluciona
las organizaciones partidarias que conforma ron la izquierda nacional y apelaban a la ven ta de ediciones baratas, algunas de colecciones periódicas como “La Siringa”, de Peña Lillo, que publicaba trabajos de Jorge Abelardo Ra
rio, que colocaba la problemática del irnperia lismo en el núcleo de discusiones sobre los dos
mos, Arturo Iauretche, Fermín Chávez,
mana e ideológica del revisionismo. A él se su maron los neorrevisionistas formados en déca
Eduardo Astesano y José María Rosa; llegó a reeditar La historia falsificada de E. Palacio. Por otra parte, varias de las obras de los revi sionistas se convirtieron en grandes éxitos edi toriales. Tanto la Historia Argentina de Iosé María Rosa, entre 1963 y 1969, como los tra bajos de Juan José Hernández Arregui resultan buenos ejemplos. Este proceso provocó disi dencias entre los revisionistas y, en este senti do, la etapa posperonista también exhibió ex presiones revisionistas disímiles, expresadas en la formulación de Irazusta y en el neorrevi sionismo revolucionario con la integración de la perspectiva marxista. En el primer caso, caí do el peronismo, Julio Irazusta va a redefinir el
revisionismo, al que se proclama fiel como una disidencia sólo parcial frente a la historia oficial, culpable de haber falsificado no sólo la imagen de Rosas sino también la de los funda dores del orden constitucional, que estuvieron muy lejos de ser los precursores de los gobier nos de fraude, corrupción y servilismo frente al extranjero. Ello se exterioriza en 1963 en La influencia económica británica en el Río de la
82
argentinas que el revisionismo había combati do y la vertiente revisionista tuvo su consagra ción en la incorporación de Julio Irazusta a la Academia Nacional de la Historia. Pero a esa versión se sumaba el revisionis
últimos siglos argentinos. Entre los revisionis tas veteranos, sólo José María Rosa acompañó con entusiasmo esa ampliación de la base hu
das de producción historiográfica bajo signo marxista como Jorge Abelardo Ramos, Rodolfo Puiggrós y Eduardo Astesano. La identificación
más completa con las clases populares y el im pacto de la represión condujeron a una defini ción altemativa del peronismo como un movi miento revolucionario en sus medios y en sus fines. Esta versión marxista del revisionismo
desplazaba irremisiblemente el foco de aten ción del conductor que se situaba por encima de las clases para subordinarlas a una empresa política común a esas clases mismas. Pero, aún
más, el papel central de Rosas en la visión histórica propuesta por ese neorrevisionismo
revolucionario se vio pronto todavía más efectivamente socavada que en la del neorrevi
sionismo conservador, a través de la revalo
rización de los caudillos provinciales cons
tituidos en rivales de Rosas. A través del desplazamiento de Rosas por Peñaloza y Varela,
el neorrevisionismo de izquierda se identificaba con la historia de las clases oprimidas. Con ello,
esta nueva perspectiva disuelve, sin advertirlo
Plata, una reformulación del libro de 1934, donde colocaba a Rosas en el centro de una
siempre del todo, el vínculo entre revisionismo y tesis decadentista; para el neorrevisionismo
constelación de héroes positivos. La reconci liación entre las tradiciones historiográficas
Argentina se encuentra en el porvenir.
revolucionario, la edad de oro de la República
LA HISTORJOGRAFÍA
Si bien en los años posteriores continua ron funcionando instituciones y publicacio nes de esta corriente, su declinación como
que motivaron esa declinación fueron, entre otras, la difícil recepción de la radicalización de los planteos revisionistas, la desaparición de las figuras centrales que habían animado la prédica revisionista y su arcaísmo metodo
La historiografía argentina no fue ajena a estos virajes. Lo que se ha denominado etapa de renovación historiográfica no implicó un proceso de ruptura radical y, por ende, no sig nificó la sustitución de tradiciones preceden tes ni la emergencia de un nuevo paradigma hegemónico. Más preciso sería hablar de una década de cambios y permanencias; en otras palabras, de una dualidad historiográfica en tre la Nueva Escuela Histórica y los historia
lógico, que aparecía como extemporáneo
dores sociales.
frente a las nuevas propuestas de la historio grafía mundial y a las preguntas que la co munidad de historiadores consideraba deci
ta, en la Argentina se produjo el intento de una
interpretación del pasado puede ubicarse a mediados de la década del setenta. Las causas
sivas para la comprensión de la historia argentina.
Desde mediados de la década del cincuen verdadera renovación en el campo de las cien cias sociales. El impulso para esta renovación provino del período de apertura ideológica y
cultural que sobrevino al derrocamiento del NUEVAS CORRIENTES HISTORIOGRÁFICAS
(1955-1966). CONTINUIDADES Y RUPIURAS
Una nueva tensión creativa experimentó el mundo historiográfico a partir de la terce ra década del siglo XX. Durante el período de entreguerras comenzó a primar una his toria estructural que puso el acento en la na turaleza relacional de la totalidad, en una na
tural orientación a minimizar el papel del individuo y la acción y propició, por ende, un holismo metodológico que privilegiaba una aproximación al problema de la explica
ción desde el todo social. Es la etapa del eclipse del acontecimiento, del auge de los pa
radigmas macrohistóricos y del consiguiente enfoque sociológico de la explicación histórica,
características reconocibles en la historio grafía francesa, en la tradición marxista an glosajona, en la historiografía social nortea merícana y en la historia social de la política en Alemania.
peronismo, la influencia de la Revolución Cu bana y los impulsos provenientes de una déca da de expansión económica que benefició de un modo muy directo a las ciencias sociales y que, aunque de una manera efímera, también se hizo sentir en la Argentina. Esta transfor
mación implicó la conformación de una co munidad académica en las ciencias sociales que paulatinamente fue construyendo sus re glas de validación y reconocimiento y sus pro pios espacios. Ello iba a permitir, por una dé cada, una renovación en los supuestos básicos de la vida cultural argentina y una tentativa de actualización historiográfica. Los historiado res no fueron ajenos a los cambios que impli có la década del sesenta en el campo intelec tual. En este caso, la renovación también tuvo sus centros en las universidades, especialmen te en las de Rosario, Córdoba y Buenos Aires,
y se articuló en torno a figuras como la de Io sé Luis Romero en Buenos. Aires y la de Cefe rino Garzón Maceda en Córdoba, quienes se
convirtieron, de diferentes maneras, en los
83
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
principales impulsores de la renovación de los estudios históricos en la Argentina. El Instituto de Investigaciones Históricas de Rosario fue el centro por excelencia, defini
do en sentido renovador y capaz de ofrecer orientación a una escuela y a una carrera. La fi
gura de Iosé Luis Romero, en su carácter de prestigioso historiador renovador y político socialista, fue un inevitable eje de referencia para el movimiento rosarino. La sugerencia de los nombres de una larga lista de jóvenes inte
lectuales que cubrieron las vacantes en la uni
versidad provino del Centro de Estudios de Historia Social. En 1963, con el ascenso a la di
rección del Instituto de Investigaciones Histó ricas de Nicolás Sánchez Albomoz, se afianzó
nueva prueba de ello; pero las cosas fueron al
go diferentes en el Departamento de Historia, donde apelaron a la creación de nuevas mate rias —como Historia Social General, a cargo de
Romero, o luego Historia Social Argentina, a cargo de Halperín Donghi—. El hecho de que ellas no ocuparan una posición central en la curricula revela en toda su dimensión la lenti
tud de la penetración de los historiadores re novadores. No diversamente ocurrió en el ám bito de la investigación, donde la pervivencia de los institutos existentes en manos tradicio
el influjo de un grupo de historiadores que in tegraron, entre otros, Roberto Cortés Conde,
nales promovió la creación de un nuevo espa cio, el Centro de Historia Social. La imagen no es tampoco diferente en el área de las publica
Haydee Gorostegui, Ezequiel Gallo, Reyna Pas
ciones de historia de la facultad, donde a la
tor y Alberto I. Plá. Ellos concibieron a la histo ria en correlación con las ciencias sociales e in
edición de siete volúmenes del Boletín del Ins
tentaron, sobre la base del recurso cuantitativo
vignani”- se agregó la continuidad en la pu blicación de documentos como la serie Mayo
orientado principalmente hacia lo demográfi co, aumentar el grado de rigor de la disciplina. La renovación de los estudios históricos en
84
Los historiadores renovadores tuvieron un
enorme peso en la política de la facultad y el acceso de Romero al decanato en 1963 fue una
tituto —luego de 1955, rebautizado “Emilio Ra
Documental y los Cuadernos de Historia de Es
paña o los de Historia Antigua y Medieval;
la Facultad de Filosofía y Letras de la Univer sidad de Buenos Aires constituyó un ejemplo claro de que la ruptura de 1955 no implicó la hegemonía de una tradición historiográfica si no la existencia de una dualidad y una cohabi tación entre los representantes de la Nueva Es
mientras que el Centro de Historia Social edi tó sólo dos números en el mismo lapso. Por otra parte, los historiadores tradicio nales podían beneficiarse de esa red extensa
cuela y el grupo de historia social. El proyecto de renovación enfrentó desde el comienzo una
ción de congresos como los internacionales de historia de América en 1961 y 1966 organiza
sólida relación de competencia historiográfica y profesional. Es el caso del retomó a una po sición central del principal discípulo de Ravig nani, Ricardo Caillet-Bois, lo que implicaba el control por la Nueva Escuela Histórica de to
dos por la Academia Nacional de la Historia.
da el área docente de las historias argenüna y americana.
Historia Social General, en las actividades del Centro de Historia Social, que se benefi
que el instituto había creado en la época de Ravignani y del apoyo oficial para la realiza
Sin embargo, la lenta penetración insti tucional no quitó protagonismo a los histo riadores renovadores, cuyo dinamismo se ex teriorizó en el impacto que ejerció la materia
LA HISTORIOGRAFIA
Otro núcleo renovador fue el dirigido por Ceferino Garzón Maceda, quien tuvo una in
serción algo mayor en las estructuras de la Universidad de Córdoba al acceder en 1956 a la Dirección del Instituto de Estudios Ameri canistas de la Facultad de Filosofía y Humani
dades. Sin embargo, su cátedra de Historia Económica formaba parte de la Facultad de Ciencias Económicas y aun en el Instituto su base propia se localizaba en la nueva sección de investigadores en historia económica y so cial. La renovación no sólo abarcó a los traba jos sobre la Argentina independiente sino que fue destacada su influencia en el área de la his toria colonial. En este sentido, fue en Córdoba
l Iosé Luis Romero. Archivo General de la Nación.
y en Rosario donde se percibió con mayor ni tidez la abundancia y calidad de las fuentes co loniales disponibles para una historia serial. Garzón Maceda abrió un nuevo cauce que vi no a ampliar las tareas de investigación con trabajos que significaron aportes fundamenta les, como el de Economía del Tucumán. Econo
ciaba de esa relación privilegiada con los An
mía natural y economía monetaria. Siglos XVI,
nales, lo que le posibilitó el financiamiento
XVII, XVIII, cuya estructura se ofrece como un
para algunos proyectos e intercambio de
modelo y cuyas conclusiones trazan un cuadro
profesores, y en el proyecto montado en co mún con el Departamento de Sociología so bre el impacto de la inmigración masiva en el Río de la Plata. Por otra parte, la publicación de los Estudios Monográficos de Historia So cial, entre 1961 y 1966, contenía trabajos de dicados a la moneda y los precios, temática central de Annales. Además, los historiadores
muy completo con profunda perspectiva. Garzón Maceda orientó a sus estudiantes a la búsqueda y explotación de las fuentes que se
encontraban en los repositorios cordobeses. Uno de sus discípulos, Carlos Sempat Assadou
rian, se abocó al estudio de la serie protocolos, de la que surgieron posterionnente sus trabajos sobre el comercio de esclavos en Córdoba en
sociales lograron una importante protago
1965 y su importante estudio sobre los circui
nismo en otras estructuras organizativas, co mo la Asociación Argentina de Historia Eco
tos mercantiles en el espacio peruano, en espe
nómica, y establecieron relaciones con
La renovación adquirió matices particula res en la Universidad Nacional de La Plata.
Horacio Bliss y los historiadores económicos de la Universidad Nacional de Tucumán y de Córdoba.
cial el comercio de mulas durante el siglo XVII.
Con la caída del régimen peronista, se asistió al reemplazo de sus autoridades y a la reorga
85
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
nización del cuerpo docente con la reincorpo ración de profesores cesanteados por el pero nismo y a la presencia de nuevas figuras del re
formismo. Entre los primeros se destacaron las reincorporaciones de Iosé Luis Romero y de Enrique M. Barba. La Nueva Escuela Histó
rica se arraigó en el área de historia argentina y las renovaciones se dieron en otras áreas de la historia y la sociología con la presencia de Tulio Halperín Donghi, Nicolás Sánchez Al bornoz y Gino Germani, entre otros. Pero en
los años sesenta se produjo el deterioro de aquel consenso antiperonista y afloraron dife rencias de enfoque y de propuestas. Ello con dujo al alejamiento de la Facultad de Humani dades local de los reformistas modernizadores
como Romero, Halperín Donghi, Germani y Nicolás Sánchez Albornoz. La continuidad
de investigación y en el debate académico, si bien encontró su núcleo en las universidades, también se exteriorizó fuera de los ámbitos oficiales. En este sentido, la creación del Insti tuto Di Tella, del Instituto de Desarrollo Eco
nómico y Social de la revista Desarrollo Eco nómico fue signo característico de la época. En
cambio, para 1955, la orientación auspiciada por Levene conservó plena vigencia en el Ins tituto de Historia del Derecho de Buenos Ai res y en el Instituto de Investigaciones Histó
ricas “Emilio Ravignani”, que no lograría recuperar el lugar central que Ravignani le ha
bía asegurado.
con la tradición platense la encamaron desde
El programa renovador surgió estrecha
entonces sus egresados, principalmente Barba, junto con Carlos Heras, Andrés Allende acom
mente ligado a las ciencias sociales, que tuvie ron una expansión vertiginosa, y a la interna
pañado por un cuerpo de profesores, entre
cionalización creciente de la actividad
otros, Joaquín Pérez, Horacio I. Cuccoresse, José Panettieri y María Amalia Duarte, quie nes definieron ese perfil humanista tan parti cular de la escuela histórica de La Plata. Esta
historiográfica; es decir, los renovadores se
expresión historiográfica dirigida con particu lar empuje por Barba, sus colegas y sus discí pulos, tomó un camino alternativo en el avan
la presencia institucional en la universidad ar
ce del conocimiento histórico. Sin romper institucional ni historiográficamente con la tradición originada en el trabajo de Ricardo
convirtieron en los interlocutores de pleno de recho con los historiadores de otros horizon tes y ello ayudaba a compensar la debilidad de
gentina. La perspectiva de los años sesenta planteó una renovación de los ámbitos insti tucionales académicos, propició nuevos te
se asistió, a partir de los sesenta, a una progre siva incorporación de nuevas líneas de investi
mas, enfoques, técnicas y métodos y propuso una interpretación global de ciertos procesos históricos que arüculaba matrices conceptua les bien definidas. Sin embargo, la coherencia de este nuevo enfoque devenía más de su ras go opositor a las perspectivas hasta entonces prevalecientes que de su homogeneidad inter na. En este sentido, la renovación fue una ten
gación: historia demográfica, emigración, eco nomía agropecuaria y otras, vinculadas con la
dencia con cierto grado de imprecisión, fruto de una múltiple influencia: la de los Annales
Levene, incorporó los nuevos elementos surgi dos a la luz de los avances de las ciencias socia
les y las diversas perspectivas historiográficas. En este sentido, en Trabajos y Comunicaciones
86
expansión de las ciencias sociales y con auto res jóvenes egresados de la misma universidad o de las instituciones del interior del país. El movimiento renovador en los términos
LA HISTORIOGRAFÍA
franceses, la de la sociología funcionalista, la de la economía del desarrollo y la de la histo riografía anglosajona, a lo que se sumaba el carácter intrínseco del programa de Annales caracterizado por ser heterogéneo y poco doc trinario. De allí que un problema adicional es precisar en qué consistió la renovación. Uno de los signos más fuertes de su identidad fue la existencia de un grupo que se veía a sí mismo como renovador frente a los enfoques predo minantes de la Nueva Escuela y el revisionis mo histórico. En ese contexto, los Annales fun
periencia acerca de América latina como re sultado de su participación en la misión fran cesa destinada a montar la Facultad de Letras
cionaron como modelo de múltiples maneras.
la universidad oficial que se nucleaba en torno a Iosé Luis Romero. Las afinidades de Annales
En primer lugar, como ejemplo de ruptura con una tradición. En segundo lugar, como modelo de renovación metodológica que pro ponía la historia problema, la historia serial o la de la larga duración como herramientas úti les de transformación. Finalmente, como un
ejemplo de renovación temática que permitía tomar distancia de una historia política difícil mente diferenciada de la crónica y privilegia ba los desarrollos económicos y sociales. Con relación a la escuela francesa, Fernan
do Devoto considera que todo el problema puede verse menos como la influencia de An nales sobre la historiografía argentina que co mo distintos episodios, entre sí autónomos, de relaciones entre sucesivas generaciones y gru pos franceses y argentinos. De allí que existie ran distintos momentos y efectos de la difu sión de Annales en la universidad argentina. Uno de ellos era la utilización en las cátedras
de la Apología de Bloch, de los Combates de Febvre, pero especialmente de la Historia y ciencias sociales de Braudel. La llegada a Bue nos Aires de Fernand Braudel inauguró una etapa de contactos más estrechos entre Anna les y la historiografía argentina. Ante todo, se trataba de un historiador con muy buena ex
de la Universidad de San Pablo y además, in cluía entre sus específicos intereses profesio nales la historia latinoamericana. Su visita fue fructífera en el nivel de las relaciones informa
les que anudó con historiadores argentinos. Los contactos involucraron a la Academia Na
cional de la Historia, a un antiguo colabora dor de Annales, Claudio Sánchez Albornoz, y, sobre todo, al grupo de estudiosos alejados de
de la segunda posguerra y el grupo de Iosé Luis Romero son inmediatamente identifica
bles. En primer lugar, ambos eran sectores marginales en sus respectivos mundos acadé mico y, aunque era mucho más visible en el caso argentino —que estaba llanamente fuera de los cuadros institucionales y en conflicto abierto con el poder político peronista-, no es menos cierto que Braudel se percibía en los años de la inmediata posguerra en los bordes de la corporación. Esas relaciones adquirieron mayor relevancia a partir de 1957, cuando la colaboración entre el Centre de Recherches
Historiques y el Centro de Historia Social di
rigido por Romero fue mucho más intensa que en períodos anteriores y contempló inter
cambio de profesores de ambas partes, una presencia destacada de artículos de historia dores argentinos en la revista de Annales y un apoyo financiero significativo, a través de la Asociación Marc Bloch Argentina, al principal
proyecto de investigación de los historiadores sociales, titulado Materiales para el estudio del progreso económico y social en la República Ar
gentina. En segundo lugar, ambos buscaban resolver esa marginalidad a través de una fuer
87
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
te estrategia de internacionalización que com pensara las debilidades políticas o institucio nales internas. En tercer lugar, ambos propo nían una forma de hacer historia que desafiaba al ejercicio clásico de la profesión. Sin embar go, en este punto hay que señalar que los An nales —hasta Braudel- proponían interpreta ciones renovadoras a partir del respeto al dato erudito y no desde su negación. En cambio, los historiadores argentinos se enfrentaban mu cho más radicalmente con las premisas de la historia erudita.
En el campo de las realizaciones historio gráficas concretas, las influencias de los Anna les eran más evidentes y más elusivas. En prin
cipio, porque esa influencia estaba mediada por el periodo que el grupo renovador había elegido para realizar sus investigaciones: los procesos de cambio de la sociedad argentina de la segunda mitad del siglo XIX. Los ejem plos de influencia más concretos tuvieron que ver con los intentos de realizar una historia que se aproximara a los modelos provistos por la historia serial o la historia demográfica. Esa tarea sistemática se emprendió en el Instituto de Investigaciones Históricas de Rosario. Va
rios volúmenes sucesivos del Anuario reflejan los resultados de ese esfiierzo colectivo en el
campo de la historia de los tráficos mercanti les y, sobre todo, de la demografla y más espe
cíficamente, el método de reconstrucción de familias de Henry y Fleury, presente en la la bor dirigida por Nicolás Sánchez Albornoz.
Probablemente donde se ejemplifican
88
mejor las nuevas tendencias es en la renova ción temática. Los mejores ejemplos son las recopilaciones de trabajos que se encuentran en la obra editada por Torcuato S. Di Tella, Gino Germani y I. Graciarena, Argentina, so ciedad de masas, de 1965, y en la de T. S. Di
Tella y T. Halperín Donghi, Los fragmentos del poder, de 1969. En Buenos Aires, en un marco institucio nal menos sólido, la misma ambición se volcó en un estudio serial de las variables básicas de
la economía argentina en el último siglo, que contó con los auspicios de instituciones fran cesas orientadas por la escuela de los Annales. En el marco de este proyecto se iba a comple tar la serie homogeneizada y corregida a valo res de mercado de un siglo de exportaciones argentinas, llevada adelante por Cortés Con de, Gorostegui de Torres y Halperín Donghi, que permanece inédita. Además de la influencia de la historia se rial y demográfica, otros aspectos más centra les de Annales -como la noción de historia to
tal, de estructura y de larga duración- son también perceptibles en los trabajos del grupo renovador, pero más como orientaciones ge nerales que como lineamientos de un progra ma preciso de investigación. Con respecto a la historia total, además de alguna referencia ex plícita en algtmos trabajos, es sobre todo visi ble en la reticencia a la excesiva parcelación del campo historiográfico, como consecuencia de la proximidad a las conceptualizaciones de las ciencias sociales.
Las nociones de estructura y larga dura ción son, en realidad, o bien demasiado espe cíficas, o bien demasiado genéricas debido a que las investigaciones se centraron en buena medida en el vertiginoso cambio estructural de la Argentina del siglo XIX, y como tales op
taron por un modelo que enfatizó más las transformaciones que las continuidades. En esa perspectiva, la longue durée no resultaba un concepto o categoría plenamente operable. La tendencia renovadora se nutrió tam bién de las ciencias sociales; concretamente, de
LA HISTORIOGRAFÍA
la influencia de la sociología y de la economía que buscaba recuperar esa dimensión históri
ca. Un ejemplo paradigmático de ello es la vinculación entre el Instituto de Sociología de la Universidad de Buenos Aires dirigido por Germani y el Centro de Historia Social dirigi do por Iosé Luis Romero. A estas dos influen
cias se agregaba la del marxismo de algunos integrantes del grupo renovador, pero su in fluencia fue más difusa y la lectura de los tra bajos de la época no sugiere que la presencia marxista haya sido en ningún caso decisiva en el sentido de que los historiadores marxistas europeos contribuyeran de forma marcada en el diseño del programa de investigación del grupo. Los trabajos de Maurice Dobb, Pierre Vilar —especialmente Crecimiento económico y
análisis histórico- y Witold Kula son citados en
oposición a la influencia sobresimplificadora de los modelos de crecimiento, que por otro lado, tuvieron sí una fuerte influencia sobre el
grupo. En este sentido, la fuente de inspira ción temática, conceptual y metodológica de los trabajos sobre historia argentina más típi cos e influyentes del período provino del análi sis fimcionalista de los procesos de moderniza
ción propuesto por Germani, quien formulaba desde la sociología un verdadero programa de
investigación que abarcaba a la historia. La problemática germaniana contribuyó a for mular una forma de ver la historia argentina, planteó algtmos de los problemas básicos por abordar y proveyó la buena parte del instru mental conceptual para hacerlo. La tensión ar gumental decisiva era la dicotomía entre tradi
ción y modemidad y de allí mismo provino también la preferencia temática. Así, La forma
ción de la Argentina moderna resume un grue
so núcleo de la preocupación historiográfica del momento y es un programa complementa
i Enrique M. Barba. Academia Nacional de la Historia.
rio de Política y sociedad en una época de tran sición. En este sentido, es factible ver en el mo
delo de modernización el rasgo más típico de la historiografia de los años sesenta sobre la Argentina. Así, si Annales fue una matriz pro fesional para los historiadores, el mundo con- ceptual en el que inscribieron sus preocupa ciones se hallaba profundamente marcado por la sociología germaniana. Por otro lado, la problemática de la mo dernización se hallaba íntimamente vinculada con la preocupación por el desarrollo. Una de las presentaciones más representativas de esta problemática fue la que hicieron Guido Di Te lla y Manuel Zymelman, aplicando estricta mente el modelo rostowiano a la Argentina, vinculando el desarrollo y la modernización
con la industrialización. También el pensa
89
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
miento de Raúl Prebisch marcó muy proftm damente las interpretaciones del pasado ar gentino. El espíritu de época, dominado por el desarrollismo, permitió la articulación de un conjunto variado de modelos conceptuales en
una lógica dominada por aquél. Pero la renovación temática también tuvo
el enfoque tradicional, pierde entidad y se des
lugar entre los estudiosos de historia argenti
dibuja. Los actores son básicamente sujetos so
na integrados en las corrientes dominantes
del Derecho, donde José M. Mariluz Urquijo ofreció trabajos de historia mercantil e indus trial porteña de indudable nivel y sólidamente documentados. También merecen citarse el
ciales y la práctica política es producto, en el nuevo enfoque analítico, de un complejo juego de intereses que conjugan los distintos frag mentos del poder. Se trazó así un lazo indiso luble entre sociedad y política para hacer inte ligible el proceso. Este modo de abordaje llevó a la introducción de métodos sociológicos y cuantitativos en el estudio de la política. Por otra parte, la incorporación de la teoría llevó a que la historia nacional perdiera su aislamien to, al subsumirse en un marco de análisis ma
centro mendocino y los trabajos de Pedro
yor, que fue el modelo occidental o el marco la
Santos Martínez sobre la historia económica
tinoamericano. Finalmente, la renovación
de Mendoza durante el Virreinato y sobre las industrias en ese mismo período. Por su parte, el Instituto de Desarrollo Económico y Social iba a albergar las primeras jornadas convoca das por la Asociación de Historia Económica y Social en 1966 y las segundas, en 1969. Es importante destacar que, si bien la expe riencia renovadora significó la apertura a nue vos campos, fundamentalmente el económico y social, ello no implicó el abandono de la his toria política sino más bien su replanteo con
también se expresó en el modo de escribir la
un perfil interdisciplinario. En este campo,
la vez que el grupo perdió envergadura institu
también fue decisiva la influencia de Germani,
cional, paradójicamente se hizo más visible a
porque fueron precisamente la teoría de la mo
través de publicaciones más nutridas: La Histo
desde antes de 1955. Ello ocurrió en el campo de la historia colonial, donde Levene había es bozado el deslizamiento de la historia institu
cional a la socioeconómica y las tentativas orientadas en la misma dirección entre los es tudiosos nucleados en el Instituto de Historia
90
la introducción de la noción de proceso histó rico como totalidad, y llevó a otorgar preemi nencia en la explicación a los factores econó mico-sociales, por sobre los institucionales. En este esquema, lo político no se explica por sí mismo; el individuo, actor político central en
historia; de allí que el rasgo más notable de es
ta perspectiva, desde el punto de vista de la or
ganización textual, fue el deslizamiento de la narración al análisis, deslizamiento que incor poró el bagaje conceptual y metodológico que provenía fundamentalmente de la sociología. El grupo renovador no subsistió como em presa más allá del derrumbe de 1966 y es a par
tir de los espacios no oficiales donde es posible rastrear algima continuidad luego de ese año. A
dernización y la de los ciclos políticos latinoa
ria Argentina que tenía como editor a Halperín
mericanos la base inicial de un acuerdo que otorgó unidad y sistematicidad a esta tenden
Donghi, La población de América latina de Sán
chez Albornoz y Iosé Luis Moreno, La forma
cia. Esta nueva mirada de lo político implicó el
ción de Ia Argentina moderna de Cortés Conde
abandono de la historia de acontecimientos y
y Ezequiel Gallo, y Nacionalismo y liberalismo
LA HISTORIOGRAFÍA
económicos en la Argentina 1860-1880 de Iosé C.
Chiaramonte. Estas obras llevaban a término trabajos encarados en la etapa anterior, demos trando que la renovación no había sido estéril.
En síntesis, la perspectiva renovadora bus có instaurar un nuevo estilo profesional, pro pició un paradigma caracterizado por influen cias múltiples, renovó los temas, los métodos y las interpretaciones del pasado, pero no logró,
supuesto que atravesaron los ámbitos de gene ración del pensamiento social a partir de 1966 y que provocó en muchas coyimturas una acti vidad investigadora ciertamente asistemática en las universidades y su concentración, en no pocos casos, en espacios no oficiales.
Las características de este capítulo tornan
imposible un análisis pormenorizado de la
LA EXPANSIÓN Y LA ESPECIALIZACIÓN
abundante y a veces dispersa producción his toriográfica relativa a los distintos aspectos de la realidad histórica; por lo tanto, el análisis se limita a destacar ciertos ejes temáticos que en cuentran su pleno desarrollo histórico en los capítulos de esta obra. En el campo de la historiografía económi ca, si bien la inclinación a buscar claves econó
HISTORIOGRÁFICAS
micas y sociales para explicar los procesos po
por su marginalidad institucional y por la inestabilidad de la vida política y cultural ar gentina, una posición predominante en el es pacio historiográflco.
líticos del pasado nacional data desde Mitre y
En los años posteriores, la historiografía
Vicente Fidel López, Iuan A. García, Paul
nacional, en consonancia con las orientaciones
Groussac y Iuan Álvarez, sin embargo, no se había constituido una escuela historiográfica que abordara con alguna sistematicidad estos temas. Ni la Nueva Escuela Histórica ni el re
de la historiografía europea y norteamericana, pero a un ritmo más lento y laxo, se caracteri zó por una expansión de su campo de estudio y por una coexistencia no uniforme de pers pectivas de abordaje, características que refle jan con claridad un recorrido historiográfico caracterizado por permanencias, rupturas y re surgimientos. El proceso de expansión del ob jeto de conocimiento, que involucró otro de es pecialización, no afectó de la misma manera y con la misma intensidad a todas las áreas de in
visionismo clásico disponían de un arsenal conceptual específico que les permitiera abor dar los temas de historia económica. En este campo, en la segunda mitad del si glo XX, la historiografía fue significativa sobre tres períodos: la primera mitad del siglo XIX,
los nuevos enfoques socioculturales en boga en
el período de la gran expansión agropecuaria hasta 1930 y finalmente, la etapa más contem poránea hasta 1983. Para el primer período, el libro de Miron Burgin aporta una síntesis di fícilmente superable para la comprensión de los problemas económicos de la etapa. Un debate central que dio lugar a una pro
los noventa. Por otra parte, esta expansión de la
ducción historiográfica considerable fue la
producción historiográfica se produjo a pesar de las tensiones entre democracia y autoritaris mo y entre institucionalización y falta de pre
presión ejercida por las provincias para lograr que Buenos Aires protegiera los productos re gionales, en ciertos casos imponiendo la pro
vestigación histórica y hasta la década de 1980 se exteriorizó con más fuerza en el ámbito de la historia económica, social, política y demográ fica, siendo menos perceptibles los virajes hacia
91
LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL
hibición absoluta de importar los que compi tieran con ellos. La etapa del crecimiento eco nómico y agrario, en particular entre 1850 y 1930, fue otro de los ejes temáticos que gene ró fructíferos debates que dieron lugar a una significativa producción. La interpretación de ese crecimiento eco nómico fue dispar y la discusión enfrentó a
quienes defendían un modelo de economía
cuarto de siglo siguiente. Cortés Conde ha de nominado a este giro la reacción neoclásica. En el nuevo marco, la teoría de la modemización
perdió rápidamente lugar y los condicionantes
netamente económicos más que los factores institucionales adquieren un papel más central en la explicación de los procesos económicos.
abierta, con aquellos que sostenían que no ha bía otro desarrollo beneficioso fuera del merca
Un clásico de esta tendencia fue el libro de
do intemo. Para los años sesenta, la influencia
económica argentina, de 1973. Iunto a esos es
de la economía del desarrollo, que había alcan
tudios aparecieron otras corrientes cuya in fluencia fue considerable; especialmente, la historiografía económica sobre los Estados
zado mucha difusión en los países occidentales después de la Segtmda Guerra Mundial, se con
Carlos Díaz Alejandro Ensayo sobre la historia
virtió en la línea argumental predominante pa ra interpretar el caso del crecimiento argentino. Dentro de esta corriente, aparte de la obra de
Unidos y el Canadá. La utilización por algtmos historiadores de la teoría del bien primario ex
Aldo Ferrer y del trabajo de la CEPAL, Análisis y proyecciones del desarrollo económico argenti
rios de los trabajos que contribuyeron a mar car ese cambio de rumbo. En 1970, Ezequiel
no, se cuenta con el de Sergio Bagú, “La estruc
Gallo había publicado La agricultura en el pro
turación económica en la etapa formativa de la Argentina modema”, que apareció en Desarro
bía oposición entre el crecimiento de la econo
portable -staple theory- se hizo presente en va
ceso de industrialización, afirmando que no ha
llo Económico, los trabajos de inmigración que publicaron el Instituto de Sociología y el Cen
mía basada en las exportaciones agrícolas y la
tro de Historia Social y algimos de los que
consecuencia de aquélla. Por otra parte, Guido
aparecieron en la antología Argentina, socie dad de masas. Fueron también muy impor tantes el libro de Chiaramonte, Nacionalismo y liberalismo económicos en la Argentina 1860
Di Tella se apartó de su tesis primitiva, dirigi da por Rostow, y propuso la economía de los
industrialización sino que ésta había sido la
agrícola. La crisis institucional de 1966 marcó tam
espacios nuevos siguiendo la versión de la sta ple theory. Por su parte, Cortés Conde utilizó los esquemas de Balwin, North y Watldns en Hispanoamérica: la apertura al comercio mun dial, en 1974. A ellos se sumaron el ensayo in terpretativo de Lucio Gellner sobre la teoría del bien primario exportable —criticando la versión del libro de Cortés y Gallo, La forma ción de la Argentina modema- y El caso argen tino de Vázquez Presedo, donde se siguieron los mismos lineamientos. En 1979 se publicó
bién un giro en las líneas interpretativas y el
El progreso argentino, en el que se discutían va
1880; el de Gallo y Cortés Conde, La formación de la Argentina moderna; varios artículos de la
antología Los fragmentos del poder de Torcua
to Di Tella y Halperín Donghi —entre ellos, el
de Cortés Conde, “El boom argentino, una oportunidad desperdiciada”-, y finalmente, la interpretación de Iames Scobie del desarrollo
92
modelo desarrollista-germaniano comenzó a ser paulatina y sistemáticamente revisado en el
LA HISTORIOGRAHA
rias tesis tradicionales de la historiografía eco nómica argentina vinculadas al patrón moder no, la propiedad de la tierra y las condiciones
de vida de los sectores populares en el proceso de crecimiento.
cional y la falta de contraposición entre em presarios agrarios e industriales. En el campo de la historiografía política, el interés por el período revolucionario y posre volucionario hasta 1870 motivó varias histo
La historiografia económica para el perío do posterior a 1930 continuó motivada por la
rias generales que abordan los procesos políti
búsqueda de las causas de la frustración del de
Halperín Donghi, De la Revolución de inde pendencia a la Confederación rosista -síntesis del período, donde el autor logra articular los fenómenos políticos, económicos, sociales y culturales—; en la colección de historia publi cada por La Bastilla se encuentran los trabajos de Carlos S. A. Segreti sobre La Aurora de la Independencia, donde se caracteriza a la Revo lución de Mayo como una revolución popular,
sarrollo argentino. La historia agraria se fue consütuyendo en una especialidad propia y ello no es casual si se tiene en cuenta que el sec
tor agropecuario constituye uno de los sectores más dinámicos de la economía y que el proble
ma del crecimiento a largo plazo estuvo siem
pre estrechamente vinculado al comporta miento interno y externo del sector primario. Otra línea de investigación y debate vincu
cos del período; entre ellas, la obra de
y los de López Rosas y de Romero de 1976. En
lada también al problema macroeconómico
tre las historias políticas destinadas específica
sobre la incapacidad de la economía argentina
para mantener un crecimiento sostenido fue
mente al período 1800-1830, una de las más relevantes es la de Halperín Donghi, Revolu
la de la industrialización. En las interpretacio
ción y guerra, de 1972. El hilo conductor a par
nes más típicas de la década del sesenta, preva
tir del cual se analizan las repercusiones que el
leció la idea de que el crecimiento industrial en el período 1880-1930 fue limitado e insatis factorio debido a la hegemonía política de los
proceso revolucionario tuvo en la estructura política colonial es la formación de una elite política generadora de un centro de poder au
grandes terratenientes, cuyos intereses son presentados como opuestos al desarrollo in dustrial. Esta interpretación clásica sobre el
yos, a partir de 1966, y los congresos naciona les e internacionales de la Academia Nacional
proceso de industrialización argentina tuvo su expresión en las obras de Adolfo Dorfman so bre la evolución industrial argentina. Pero a fi nes de aquella década comenzó a conformarse una visión alternativa, revisionista, que reva
tónomo. Por otra parte, Investigaciones y Ensa
de la Historia brindan un amplio espectro so bre los distintos aspectos del proceso revolu cionario. Dentro de esta línea, se destacan los
lorizaba una serie de factores que habrían
trabajos de Zorraquín Becú que proponen, so bre la base de un análisis jurídico-institucio nal, una doble lectura de la Revolución de Ma
contribuido al desarrollo industrial, entre los
yo como momento de ruptura y al mismo
que se destacaban el marco institucional que contemplaba garantías a la propiedad privada y fomento a la inversión, el proceso de eslabo namiento hacia atrás y hacia adelante por la expansión agropecuaria, el proteccionismo ra
tiempo, como continuidad de poderes, insti tuciones e ideas tradicionales. En cuanto al período que abarca la crisis del año ‘20 y la formación de los Estados pro vinciales, se destaca El país disuelto de Carlos
93
LA DIMENSION ClENTÍFlCA Y CULTURAL
El período rivadaviano mereció una serie de investigaciones destinadas a destacar dis tintos aspectos provinciales y nacionales de esa experiencia, desde la clásica y docurnenta da obra de Ricardo Picirrilli de 1960, hasta las investigaciones de Bagú y Galmarini que, des de una perspectiva socioeconómica, intentan explicar el régimen de Rivadavia. Con respecto a los sistemas de gobierno e
instituciones políticas, los trabajos realizados giraron en torno de tres cuestiones. Los inten
tos de organización nacional, dentro de los cuales el conflicto entre unitarismo y federa lismo ocupa un lugar central. En este sentido, se destacan los trabajos de Barba y Bagú en la Revista de Historia del segundo trimestre de 1957. La segunda cuestión se relaciona con las investigaciones monográficas que analizan la estructura y el funcionamiento de algtmas ins tituciones, como la bien documentada tesis de I Ricardo Zorraquín Becú. Academia Nacional de la Historia.
Segreti, donde el autor construye una cohe rente explicación del estallido general de 1820,
en la que analiza la conformación de fuertes hegemonías locales, expresadas por liderazgos y alianzas de frágil equilibrio, basadas más en relaciones personales e intereses económicos que en coincidencias ideológicas, en un marco
Anzoátegui, quien considera el paulatino
signado por sucesivos intentos de reunir un congreso para organizar constitucionalmente
avance de la provincia de Buenos Aires como la gestación de la unidad nacional.
el pais.
94
B. Díaz sobre los juzgados de paz de campaña de 1959, el trabajo de Levaggi sobre las comi sarías de campaña de 1976 y la investigación de Zorraquín Becú de 1983 sobre el papel del cabildo en la primera década revolucionaria. La tercera cuestión alude a los estudios sobre
el problema de la génesis del Estado nacional. Entre ellos cabe mencionar el de Víctor Tau
Con relación a la historiografia sobre la
En 1983, Iosé C. Chiaramonte concibe al
Confederación rosista, los planteos renovadores
Estado autónomo provincial no como pro ducto de una disgregación de una nación preexistente sino como un punto de partida
se inician con Enrique M. Barba. Sus primeros estudios sobre la época de Rosas aparecieron en la Historia de la Nación Argentina de la Acade mia Nacional dela Historia a fines de la década
de una organización política estatal cuyos lí mites serán, por un lado, provinciales, mien tras que al mismo tiempo se gestan los proyec tos de unidad mayor.
del cuarenta, donde buscó la explicación del fe
nómeno desde variadas facetas tanto políticas como económicas, sociales e incluso culturales,
LA HISTORIOGRAFIA
metodología que siguió profundizando en sus ulteriores obras, como Correspondencia entre
y la época de Avellaneda, investigada por Car
Rosas, Quiroga yLópez; Unitarismo, federalismo,
Gassio y Cristina San Román en La conquista
rosismo; y Cómo llegó Rosas al poder.
del progreso (1874-1880), y La renovación pre sidencial de 1880 de Lía E. Sanucci.
En cuanto a los aspectos jurídico-políticos de la Confederación rosista, existen varios tra
bajos que estudian el sistema de pactos, la su ma del poder, las facultades extraordinarias y el encargo de las relaciones exteriores; entre ellos, el de Tau Anzoátegui, Formación del Es tado federal argentino (1820-1852).
los Heras, además del aporte de Guillermo
Un tema crucial en el proceso político del período fue la cuestión capital y la federaliza ción de Buenos Aires, problemática que fue
abordada por Susana Ratto de Sambucetti y por Carlos Segreti, y las posiciones de destaca
dos personajes son analizadas, entre otros, por
El período que se abre a partir de 1852
Edith Debenedetti en Carlos D’Amico en el
suscitó dos clásicos estudios, el de Scobie, La
proceso de federalización de Buenos Aires y Bea
lucha por la consolidación nacional, y el de Bea
triz Moreyra en Valorización de dos posiciones
triz Bosch, Urquiza y su tiempo.
sobre la federalización de Buenos Aires. El caso
Otra línea de análisis que contribuyó al conocimiento de los aspectos políticos de este período fueron las biografías históricas indivi duales o familiares. Dentro de este género es
tán las biografías de Emilio Cartilla sobre Marco Avellaneda, que incluye desde las ideas
políticas de Avellaneda hasta un análisis de la
Liga del Norte; La Juventud de Felix Frías de Ambrosio Romero, que analiza la militancia política del secretario de Lavalle y la cruzada revolucionaria de 1839-1841; la biografía de Facundo Quiroga de Silvestre Peña y Lillo; la de Salvador María del Carril de Carlos Melo; la de Marcial Quiroga, Manuel Moreno, minis
tro plenipotenciario de Rosas, y la del inglés Iohn Lynch, Iuan Manuel de Rosas. En el ám bito de las biografías familiares se destacan los trabajos de Andrés Carretero y Juan Iosé Se
particular de la provincia de Buenos Aires fue investigado por F. Armesto en Mitristas y alsi nistas y por el libro de Fernando Barba, Los autonomistas del 70.
Con respecto la la historiografía política del período correspondiente a la consolida ción del Estado nacional hasta 1930, la pro ducción predominante de los años sesenta y setenta —etapa signada por el predominio de la
historia económica y social y por la margina ción de la historia política- se caracterizó, co mo acertadamente ha expresado Ezequiel Ga llo, por una reacción mimética y se reflejó en una serie de investigaciones alrededor de te mas como las precondiciones políticas del cre cimiento económico, por la aplicación de mo delos provenientes de la teoría sociológica y por la participación de especialistas en cien
breli sobre los Anchorena y el de Ricardo Pic cirilli sobre los López. El período de las presidencias fimdaciona les no mereció una obra de conjunto sino tra
cias sociales y de investigadores extranjeros in
tamientos particulares, como el caso de Mitre analizado por Carlos Heras; la presidencia de Sarmiento, estudiada por Iosé S. Campobassi
teriorizó en un grupo de trabajos que estuvo estrechamente relacionado con preocupacio nes referidas al crecimiento económico, la
teresados en algunas dimensiones de la vida política argentina. Concordante con esa evo lución, el abordaje de la historia política se ex
95
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
modernización y la movilidad social y a fenó menos singulares más específicamente argen tinos como la inmigración masiva. Entre los
aportes más relevantes y novedosos del pro grama de investigación se encuentran una vi sión totalizadora de la generación del 80, un análisis con fuerte preponderancia social de los orígenes del radicalismo y una visión más matizada y compleja de la década del treinta, el papel de las Fuerzas Armadas, la trayectoria y los cambios en el Congreso y el papel de los empresarios en la política. A partir de los setenta, algunos historiado res políticos reaccionaron ante la situación de dependencia en que se encontraba su discipli na y asumieron la defensa de la especificidad de la vida política, con el consiguiente rechazo a considerarla como dependiente de los desa rrollos económicos y sociales. Surgió así la preocupación por analizar la lógica propia de los fenómenos políticos. Dentro de las nuevas orientaciones se destacan El orden conservador de Natalio Botana, algunos trabajos sobre as pectos parciales, como los análisis del Poder Legislativo de N. G. Molinelli, de las relaciones
entre el Legislativo y el Ejecutivo durante el primer gobierno radical, de A. M. Mustapic, y de la federalización de Buenos Aires, de Ruiz Moreno.
Un panorama similar, promisorio pero con algunas lagunas, ofrecen los estudios so bre los partidos políticos. El Partido Socialista ha sido objeto de algunos buenos trabajos, co mo los de R. Walter y D. Weinstein y el libro de
H. Sanguinetti sobre los socialistas indepen dientes. Sobre el radicalismo, si no hubo un estudio de relevancia, hay algunos ensayos ge nerales como los de P. Snow, E. Passalacqua, 96
H. Clementi y F. Sabsay y R. Echepareborda, a los que se suman contribuciones más parciales
y específicas y estudios realizados sobre va riantes provinciales del radicalismo, como son el libro de C. Rodríguez sobre Cuyo y los artículos de M. I. Wilde, R. Ferrero y C. Páez de la Torre sobre Santa Fe, Córdoba y Tucu mán. La única tentativa general en esta época fue la del libro de David Rock, que si bien pre
senta un estudio muy detallado para el primer gobierno de Yrigoyen, es más genérico y su perficial para el período anterior a 1912 y el posterior a 1922. En la historiografía política referida al pe ríodo que se extiende desde la caída de Yrigo yen hasta la restauración democrática en 1983, las diferentes constelaciones del poder -el po der político e ideológico, el militar, el sindical y el empresarial-, el fenómeno peronista, la ines tabilidad civil y militar y la creciente violencia en sus diversas formas de expresión y costos, se constituyeron en problemáticas centrales, al margen de la existencia de obras aisladas dedi cadas a asuntos disímiles. El período 1930-1980 se encuentra fuerte mente marcado por las influencias ideológicas y un ingrediente fundamental es el nacionalis mo, los nacionalistas y los nacionalismos, se
gún las varias versiones. En este sentido, la obra clásica de Enrique Zuleta Álvarez no só lo estudia el nacionalismo sino que también profundiza sobre la historia ideológica y cul tural de la Argentina. El primer enfoque histó
rico del movimiento lo hicieron María Inés Barbero y Fernando Devoto. Otro trabajo de envergadura documental y rigor conceptual fue el de Christian Buckrucker, Nacionalismo y
peronismo. Este autor disintió con la califica ción del nacionalismo por Zuleta Álvarez, pe ro completó el tema en sus relaciones con el peronismo en un marco de proyecciones in ternacionales.
.
LA HISTORIOGRAFÍA
El peronismo fue uno de los fenómenos sociopolíticos que ha ejercido una atracción
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especial en la historiografía argentina, y uno de
los temas más convocantes de la producción histórica del período fue la temática de su sur gimiento. En este aspecto, Germani buscó la clave interpretativa del peronismo en las difi cultades de integración de las nuevas masas al medio urbano e industrial. Hacia fines de los
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HISTORIA I». IA
NACION ARGENTINA (DESDE LOS ORÍGENES IIISIA LI 0lfillIlIflu\ DIHIIIIII I.‘ H6?)
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años sesenta, una nueva generación de intelec
tuales inició una vasta revisión de las pers pectivas heredadas en las más diversas áreas. Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero rees
cribieron la historia del período que precedió al ascenso del peronismo y señalaron la pro gresiva acumulación de demandas insatisfe chas como el punto de fiisión entre los traba jadores de origen extranjero, sus descendientes nativos y los nuevos trabajadores provenientes del interior, y asociaron a unos y a otros en el apoyo de la política de reformas sociales y po líticas de Perón. Esta versión revisionista se completó con la rehabilitación de la participa ción de las antiguas conducciones sindicales en el acercamiento de las masas a Perón.
Los primeros gobiernos peronistas fueron materia del libro de Ricardo del Barco que des cribe el repertorio de interpretaciones sobre el peronismo, el desarrollo del partido y el movi miento y la ecuación Juan y Eva Perón. Peter Waldmann esclarece falencias y demandas que estaban presentes en la realidad argentina des de la década del treinta y que, de alguna mane ra, el gobierno peronista interpreta y modifica, sin olvidar Perón y su tiempo de Félix Luna.
Para el período posperonista, Marcelo Ca varozzi arriesga claves interpretativas en Auto rítarismo y democracia, analizando las trans
formaciones políticas que se operaron a partir de 1955 y el proceso que lleva a los profundos
Vol. I ‘Ha-p- hounh-uu y Iniollnfilnl
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I Portada de la Historia de la Nación Argentina (1936).
desgarramientos del tejido social en la década
del setenta. La investigación de Guillermo O’Donnell fue la obra de mayor envergadura sobre las nuevas formas de dominación que emergieron en América latina a partir de los años sesenta. El Estado burocrático autoritario reconstruye la confluencia de crisis, temores y esperanzas sobre las que los actores políticos
fueron optando por la violencia como única alternativa de futuro. La década de 1970 concentró la más nutri da bibliografía. Algunos estudios destacables intentan claves interpretativas sobre los años 1973-1976, señalando que la muerte de Perón frustró un proyecto de peronismo renovado y
que los conflictos entre tendencias habrían desbordado Ia capacidad de maniobra del lí der y de los gobiernos que se sucedieron. En
97
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
tal dirección se encuentra la obra de Guido Di
fuerzas de restauración y de ruptura. En la
“obsevatorio autónomo”, propicia un retorno a la valoración de la dimensión social y al diá logo con los historiadores. Otras entidades que han hecho su aporte a la disciplina fueron el Instituto de Historia del Derecho de Córdoba, que tuvo como figura
misma línea se ubica Oscar Landi en La terce
principal a Roberto Peña; el Instituto de la
ra presidencia de Perón.
Historia del Notariado en la ciudad de la Pla
El tránsito a la democracia fue acompaña do de obras como las de Alain Rouquié y Ro
ta y el Instituto Argentino de Estudios Consti
Tella que considera a Perón cercado por dos posiciones extremas. Liliana de Riz, en Retor no y derrumbe, explica el deterioro guberna mental como resultado de la tensión entre las
bert Potash dedicadas a analizar la relación militar y el poder político en la sociedad ar
gentina. Por otra parte, diversos estudios avanzan en el conocimiento del proceso mili tar, la resistencia a éste y las múltiples secuelas de la transición democrática.
del Pensamiento Político, Institucional y Iurí
En la historia del Derecho, el desenvolvi
pero con una mirada propia de hombres de
miento no quedó reducido al pasado estricta mente nacional sino que tuvo una proyección hispanoamericana, sobre todo para el derecho vigente durante la colonización española, de sarrollo que tuvo una íntima conexión con los estudios liderados por Rafael Altamira en Ma drid. Tanto Levene como Altamira buscaron
provincia. Los estudios histórico-sociales se confor
siempre atender a la dimensión social del fe nómeno jurídico. En los años sesenta también se produjo en el campo de la historia jurídica una renova ción, cuyo artífice fundamental fue el español Alfonso García Gallo, quien propugnó un en foque más jurídico, y a mediados de los seten ta también se hace sentir la influencia de las reflexiones metodológicas del alemán Helmut Coing. Ni los Annales braudelianos ni el mar
98
tucionales y Políticos de Mendoza, dirigido por el doctor Dardo Pérez Guilhou, dedicado a investigar y difundir el Derecho Constitu cional, el Derecho Administrativo, la Historia
dico argentinos, con una visión que ahonda en fuentes nacionales, americanas y europeas,
maron como un campo de fronteras irnprecisas y móviles y la historiografía social argentina es
una clara muestra de ello. Si bien existe una gran variedad de temas y abordajes diferencia dos, la producción histórica del período presen ta todavía innumerables vacíos temáticos, tem
porales y regionales que sólo han comenzado a ser abordados a partir de la década del noventa.
En el marco de esta visión de conjunto, los tra bajos referidos a distintos aspectos de la historia
social colonial, los debates sobre la inmigración
en la conformación de la Argentina moderna y los estudios sobre sectores populares son repre sentativos de los avances disciplinarios.
xismo ejercieron atracción intelectual, dado que ambos mostraron indiferencia ante el fe nómeno histórico-jurídico. Un nuevo viraje renovador es perceptible en los años ochenta,
En la historiografia destinada a estudiar la sociedad rioplatense colonial, la etapa ftmda cional —que abarca la década del sesenta- se caracterizó por un desarrollo local y relativa mente autónomo de la historia social colonial,
a través de un enfoque que, sin despojar al fe nómeno histórico-jurídico de su condición de
todavía muy ligada y en estrecha dependencia de la demografía histórica. José Luis Romero,
LA HISTORIOGRAFIA
Tulio Halperín Donghi, Nicolás Sánchez Al bornoz y Ceferino Garzón Maceda impulsa ron los nuevos estudios. El trabajo pionero de Iosé Luis Moreno —que a partir del análisis de
mográfico del censo de 1778 trataba de re construir la estructura social de la Buenos Ai res virreinal- implicó el paso de la demografía al estudio de la sociedad. La segunda etapa —que comprende hasta la década del ochenta- está caracterizada por los aportes extranjeros, especialmente estadouni denses, a través de los trabajos de Susan Soco low sobre los comerciantes de Buenos Aires y la tesis sobre los artesanos de Lyman Iohnson. Grupos y estratos sociales de la sociedad colo nial argentina fueron estudiados a partir de la metodología y las fuentes puestas a punto por los más recientes trabajos de historia social. Otra línea innovadora y de debate dentro de la historia social fueron los estudios sobre
la inmigración. El análisis de esta temática en la década del sesenta se insertó dentro de es
tudios macrosociales que analizaban la con solidación de la Argentina moderna y donde el fenómeno migratorio era considerado co mo un factor clave en dicha modernización. De acuerdo con esa vertiente historiográfica, los estudios se caracterizaron por analizar la inmigración como un todo, sin tener en cuen ta la heterogeneidad interna de la masa mi gratoria; a la vez, se utilizaron métodos cuan titativos que buscaban establecer tendencias, mediciones y comportamientos promedios, basándose en fuentes censales y estadísticas. Los estudios más representativos son las obras de Gino Germani, Iosé L. Romero, Torcuato Di Tella, Francis Korn. Este tipo de análisis se unía a una visión exitosa y optimista del desa
rrollo argentino y del papel de los extranjeros en ese desarrollo; en este contexto surgió la
teoría del “crisol de razas”. En oposición a esa
visión del proceso inmigratorio se despliega el enfoque que sostiene que el proceso de in corporación de los inmigrantes a la sociedad argentina respondió más al modo de pluralis mo cultural que al “crisol de razas”; es decir, cuestiona las ideas de fusión, amalgama e hi bridación y sostiene aquellas que subrayan la perduración de identidades étnicas, de lími tes, y propone la imagen de una sociedad co mo mosaico cultural. Surge así una variedad de estudios de casos que se focalizan en los di versos grupos étnicos asentados en diferentes regiones del país, analizando la constitución sociodemográfica de cada grupo en particu lar, sus formas de asociacionismo y los dife
rentes patrones de comportamiento que los caracterizaron. Esta renovada mirada al proceso inmigra
torio ha contribuido de manera decisiva a destacar la dimensión étnica en la historia de
la conformación de la sociedad y ha permiti do repensar dicho proceso, en tanto cuestiona la disolución de las identidades parciales, a la vez que postula la pluralidad como un mode lo deseable. Con respecto a los sectores populares y al movimiento obrero, el recorrido historiográfi co va desde la historia militante hacia el en
foque sociológico característico de los años sesenta, hasta una producción histórica preo cupada por capturar la concreta experiencia histórica de los trabajadores y su significado para los actores en términos de identidad. En la historia militante existen cuatro his torias escritas por sendos representantes de las principales corrientes que animaron la primera época del movimiento obrero: Diego Abad de Santillán, Iacinto Oddone, Sebastián Marotta y Rubens Iscaro. Cada una de estas obras se pro
99
LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL
ponía reivindicar una determinada línea ideo lógica en el seno del movimiento obrero orga nizado, pero sobre todo apuntaron a recortar una cierta identidad entre los trabajadores. A partir de 1955, en el contexto de la reno vación historiográfica en torno del Instituto de
Sociología y el Centro de Estudios de Historia Social dirigidos por Germani y Romero, surgió una serie de trabajos realizados por sociólogos,
ferida a los tiempos posteriores, a la etapa esta
politólogos, antropólogos que se concentraban en los sindicatos como agentes sociales de la modemización, la relación entre organizacio
dística, un aspecto básico son los esfuerzos para
nes sindicales y estrategias políticas o los mo
delos de incorporación política de la clase
demográficos de este período —que lo distingue del anterior- es un tratamiento de las tasas vita
obrera. Un ejemplo de ello son algunos traba
les en forma más sistemática.
jos de la compilación de Torcuato Di Tella Es
En este proceso de expansión y especiali zación temática, la reflexión sobre la teoría y el método histórico, si bien fue menos cultivada,
tructuras sindicales, de 1969. Más contemporá
nearnente y por la influencia de la llamada historia desde abajo y sobre todo de los trabajos
de Eric Hobsbawm y Edward Thompson, se empezó a atender a los trabajadores mismos, a sus experiencias y condiciones de vida.
La historia demográfica argentina es otro campo de indagación que ha denotado avan ces notables a partir de la segimda mitad del siglo XX. Con anterioridad a la década del se senta, los trabajos propiamente históricos o retrospectivos son escasos, pero en los años posteriores se advierte un cambio importante, exteriorizado no sólo en el aumento del nu
100
tó a los hechos vitales y la falta de coordina ción y complementación de los resultados en un cuadro coherente. En cambio, el panorama de los estudios monográficos, ya sea de perío dos, regiones, o fuentes estadísticas, ofrece verdaderos progresos y una creciente atención por parte de los historiadores. En relación con la demografia histórica re
corregir y ajustar la información demográfica. Por otra parte, una característica de los estudios
adquirió presencia entre las obras de Antonio Pérez Amuchástegui, especialmente en Intro ducción a la Historia. Del Epos a la Historia científica: una visión de la historiografia a tra vés del método y en Algo más sobre la Historia:
teoría y método sobre la investigación histórica
(ambas en colaboración con Jorge Luis Cassa ni), que se constituyeron en referentes inelu dibles sobre los problemas teóricos metodoló gicos e historiograficos.
mero de trabajos, sino también en la diversifi cación temática.
LAS HISTORIOGRAFÍAS PROVINCIALES
Con respecto a la producción de conjunto referida a los tiempos anteriores a 1869, los progresos en lograr una visión de conjunto fueron muy limitados y ello deriva en gran
En este lapso, la historiografía del interior hizo significativos avances en su proceso de profesionalización e institucionalización y de paulatina renovación temática y metodológi
parte de la falta de monografías de base y de la limitada difusión de la bibliografía de detalle que fue acumulándose en estas décadas. A ello
ca. Las juntas de estudios históricos vieron re
hay que añadir la escasa atención que se pres
cortado su campo de acción con la creación de los departamentos de historia en las universi dades en todas las provincias.
LA HISTORIOGRAFÍA
En el Noroeste, la importante gestión en beneficio de las historias provinciales desa rrollada por la generación del treinta tuvo continuidad con el quehacer de una nueva ge neración que comenzó a manifestarse biblio gráficamente a partir de los cincuenta. Esta ge
neración se distinguía por una mayor presencia de egresados universitarios con for mación especializada y su producción se desa rrolló a partir de los años cincuenta y se pro
longó por lo menos hasta fines de la década del ochenta. Son trabajos donde predomina ban las temáticas políticas, culturales, institu
realizaron labor historiográfica sin tener for mación profesional específica y la segunda, in
tegrada por los historiadores profesionales. Ejemplos notorios de quienes contaban con una formación universitaria en Derecho son los doctores Carlos Melo y Carlos Luque Co lombres. Al primero se le debe una historia de la provincia que constituye uno de los capítu los de la Historia argentina contemporánea pu blicada por la Academia Nacional de la Histo ria en 1967, un esfuerzo de síntesis desde una
preeminente perspectiva política e institucio nal. Tampoco se puede omitir la introducción
cionales y eclesiásticas. Por otra parte, en varios
a su obra Constituciones de la provincia de Cór
de estos autores se comprueba una adscripción
Historia de La Rioja de Armando R. Bazán, la Historia de Jujuy de Emilio Bidondo, la Histo ria colonial de Catamarca de Gaspar Guzmán, la Historia del Tucumán de Carlos Páez de la
doba, publicada en 1950, donde expone el ori gen y desarrollo de las instituciones políticas de la provincia a partir de 1776. Las dos obras traslucen el conocimiento prolijo del Derecho público. Luque Colombres fue un minucioso investigador de la historia colonial y en espe cial de la provincia. Es imposible prescindir de sus investigaciones al abordar los inicios de la ciudad de Córdoba y las primeras etapas del proceso colonizador. Su obra más representa
Torre y la Historia de Santiago del Estero de
tiva, Orígenes históricos de la propiedad urbana
Néstor Achával.
(siglos XVI Y XVII), se publicó en 1980. En cinco capítulos, cada uno de los cuales irnpor ta un corte horizontal -1600, 1625, 1650, 1675
a la corriente revísionista, preocupada por la reivindicación de los caudillos federales repre sentativos del Noroeste: Heredia, Ibarra, Peña loza, Varela. Esta generación completa la tarea de formular las historias provinciales como la
En la historiografía del Noroeste se advierte
una renovación temática y metodológica en los últimos años. En 1959, Horacio Bliss fue el ini ciador de la investigación especializada en histo
ria económica, que tomó forma con la creación
del instituto respectivo en la Facultad de Cien cias Económicas de Tucumán. Ramón Leoni
Pinto, desde su preocupación metodológica, produjo verdaderos aportes a la historiografía tucumana. Otra linea de trabajo fue la de la his
toria regional exteriorizada principalmente en la Historia del Noroeste argentino de Bazán.
La historiografía de Córdoba reconoce dos vertientes. La primera, integrada por quienes
y 1700-, el autor presenta a través de cada manzana y cada solar la evolución urbana de la ciudad. Dentro del grupo no especializado se des taca, además del padre Pedro Grenon, Efraín Bischoff, cuya producción se mueve entre la evocación y la narración lineal y abarca desde el artículo periodístico hasta libros. Sus temas son preferentemente políticos y culturales a partir de la época de la Revolución de Mayo. En épocas más recientes se conformó una generación de profesionales, la mayoría de
101
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
ellos nucleados en torno a Carlos Segreti en el Centro de Estudios Históricos, autores de tesis
doctorales y de investigaciones que abordaron diversas temáticas, desde la historia colonial
hasta los procesos económicos y sociales del siglo XX. También la Iunta Provincial de His toria reúne a investigadores e historiadores con distinta formación, cuyas producciones se condensan en la Revista publicada desde 1960 y en la serie Cuadernos de Historia. La historiografia cuyana se caracterizó por la culminación de la labor historiográfica ini ciada en la primera mitad del siglo XX y por la gradual incorporación de temáticas y de nue vas metodologías. El Segundo Congreso de Historia de Cuyo, en 1961, fue propicio para el intercambio de ideas, originando vínculos en tre sectores con preocupaciones comunes y
za y su tiempo y Manuel Machi, autor de Ur quiza el saladerista. Hubo un predominio de la historiografía política, pero no se descartó el estudio de otros sectores. Así, en 1966, se edita el libro Historia de la instrucción pública en En
tre Ríos y en 1978, Historia social y económica de Entre Ríos 1600-1854 de Oscar F. Urquiza Almandoz. Desde el punto de vista de la cons trucción del conocimiento histórico, predomi na el modelo erudito con un tratamiento lineal
del tiempo, cuya duración está en relación di recta con la documentación disponible. La na rración del episodio militar, la Semblanza bio gráfica del personaje y la crónica del hecho son materia de interés recurrente. En los años inmediatamente anteriores a
tro quedaron plasmadas en Trabajos y Comuni
1983, diversos autores santafesinos se ocupa ron en estudiar distintos aspectos de la histo ria provincial a través de trabajos monográfi
caciones de La Plata. En Mendoza, varios egre
cos de variada importancia. En el aspecto
sados de la universidad completaron sus
político cabe. mencionar a Leoncio Gianello
estudios en España, .trabajando sus tesis sobre temas regionales pero con fuentes del Archivo General de Indias; entre ellos, Edberto Oscar
ria del Congreso de Tucumán) y Miguel Angel
alentando la investigación en temas regionales. Algunas de las contribuciones de este encuen
Acevedo y Pedro Santos Martínez. Jorge Coma
drán Ruiz presentó el primer trabajo de perio dización de la época hispánica; Martínez incur sionó en temas no convencionales en Historia económica de Mendoza durante el Virreinato y Acevedo indagó sobre las actitudes mentales en
la época de la Revolución de Mayo. De modo que la historia político-militar fue complemen tada por el análisis socioeconómico, incorpo rando fuentes importantes para la historia de Cuyo, como los archivos chilenos. La historiografía de Entre Ríos estuvo re 102
cundo Arce con Entre Ríos en los albores de Ia Revolución de Mayo, Beatriz Bosch con Urqui
presentada por un grupo de historiadores que la representan paradigmáticamente, como Fa
(Historia de Santa Fe, Historia de López, Histo
De Marco (Orígenes de la política santafesina e Historia de Rosario, éste en colaboración con Oscar Luis Ensinck); en la faz económica, del autor mencionado en último término, traba
jos sobre moneda, bancos, desarrollo de la agricultura y'la ganadería; en historia eclesiás tica, Américo A. Tonda. La Iunta Provincial de
Estudios Históricos, a través de su antigua y prestigiosa revista, y el Instituto de Historia de
la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, mediante su serie Monografías y Ensayos, ade más de la revista Res Gesta, dieron notable irn
pulso a la investigación. la historiografía del Nordeste surge en la se gunda mitad del siglo y el factor que más incidió
LA HISTORJOGRAFÍA
en ello fue la creación de la Universidad del Nor
deste y de su Departamento de Historia, que desde 1958 recibe a un grupo de profesionales procedentes fundamentalmente de Buenos Ai
Con respecto a la historiografía patagóni ca, la institucionalización y profesionalización de la disciplina se produjo con la aparición de instituciones de carácter universitario o de ni
res. En 1967 se creó —en la Facultad de Humani
vel terciario que provocaron una profunda
dades con asiento en Resistencia- el Instituto de
transformación en la forma de investigar, en señar y difundir la historia, entre ellas, la Uni versidad Nacional del Sur.
Historia, entidad que desde entonces y hasta 1983 fue dirigida por Emesto I. A. Maeder. La la bor del instituto se volcó fundamentalmente a la
reconstrucción de la historia regional, al releva
miento bibliográfico y a la heurísüca documen tal, surgiendo de ello Compilaciones de fuentes,
En cuanto a la producción, no existe una historia patagónica integral. Se cuenta con al gunos intentos de bosquejar una historia del todo continental, estudios históricos sobre su
competencia. El aspecto escogido preferente mente como objeto de investigación fue el pro
bregiones, territorios y provincias, y trabajos específicos sobre pueblos o algunas temáticas particulares. Dentro de la historia colonial pa tagónica, la temática más extendida es la refe rida a la navegación, el descubrimiento y las exploraciones en el Atlántico Sur. Sobre la problemática del mar, se destaca la Historia marítima argentina, editada por una comisión presidida por Laurio Destefani. Dentro de la historiografía patagónica de la época hispáni ca también se encuentran los trabajos de Her
ceso de poblamiento y ocupación del espacio en
nán Silva, especialmente La economía pesquera
el Nordeste argentino. Pero también se elabora
en el Virreinato del Río dela Plata. Con respec
ron trabajos sobre aspectos económicos, sociales
to a las subregiones, Rosario Güenaga aborda la expansión hacia‘las regiones australes, los ciclos económicos, los conflíctos limítrofes, la
índices bibliográficos y trabajos monográficos referentes a distintos aspectos. En 1979, por un convenio celebrado con el CONICET y la Fun dación para el Desarrollo del Nordeste, fue crea
do el Instituto de Investigaciones Geohistóricas,
con el objetivo de promover el desarrollo de di
chos estudios de la región, formar investigado res y técnicos y prestar asesoramiento a institu
dones oficiales y privadas en el área de su
y culturales de las provincias de la región, así co
mo Compilaciones documentales que se dieron a conocer a través de sus diferentes series docu
ron algunas historias generales de las provincias
inmigración y la demografía. Por su parte, la zona norpatagónica ha recibido también es fuerzos interpretativos por un equipo del De partamento delHistoria de la Universidad del Comahue. Muchos trabajos vinculados a te mas específicos, como la Conquista del De sierto y el poblamiento, o a aspectos políticos y particularmente sociales y económicos de
de la región. El más importante aporte estuvo dado por las que integran el plan de la Historia
Río Negro y Neuquén, se vinculan entre sí pa ra mostrar procesos que superan las lirnitacio
argentina Contemporánea editada por la Acade mia Nacional de la Historia.
nes provinciales. Sin embargo, pese a la pre sencia de estos tipos de estudios, la mayoría de
mentales. El instituto desarrolla sus actividades
en coordinación con el Instituto de Historia de la Facultad de Humanidades. Ambas entidades publicaron algimos de los trabajos realizados en la revista Folia Histórica del Nordeste, que se ini
ció en 1975. En este período también se escribie
103
LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL
la producción se encuentra limitada por la
cionales, la evolución social, el derecho preté
configuración territorial o provincial
rito, las corrientes espirituales e ideológicas, el
Y REVISTAS
arte antiguo y las estructuras económicas del pasado. El Boletín del Instituto de Historia Ar gentina "Dr. Emilio Ravignani", en su segunda serie, continuó editándose de 1956 a 1973, con
Es importante destacar que esta diversifi cación temática, temporal y espacial de la pro ducción histórica fue posible gracias a la ex
nencia de la historia política y del siglo XIX y un importante protagonismo de los discípulos de la Nueva Escuela Histórica, siendo funda
pansión institucional y editorial. En este
mental la presencia de Ricardo Caillet Bois. Res Gesta, vocero del Instituto de Historia de
ALGUNAS OBRAS GENERALES
un número discontinuo en 1980, con preemi
período se multiplicaron las obras generales, los institutos y revistas especializadas, produc to de iniciativas privadas y oficiales. Con res pecto a las primeras, a las ya mencionadas en las páginas precedentes, merecen citarse la ya
referida Historia argentina contemporánea 1862-1930, editada por la Academia Nacional
de la Historia; la Historia argentina dirigida por Roberto Levillier, integrada por cinco vo lúmenes y destinada no sólo a especialistas si no al público lector hispanoamericano y que contó con destacados colaboradores como Ri
cardo Caillet Bois, Enrique de Gandía, Leon cio Gianello, Ricardo Zorraquín Becú y Bea
triz Bosch, entre otros, y la Historia de los argentinos de Carlos Alberto Floria y César A. García Belsunce, que ofrece una síntesis con
amplia base documental del proceso histórico desde la conquista hispánica hasta la caída de Perón.
La cantidad de revistas especializadas se incrementó, y se destacan algunas por su per
104
la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica Argentina,
dirigida por Miguel Ángel De Marco, reúne los aportes de los miembros del instituto y también de otros investigadores argentinos, incluyendo artículos de arquitectura, arte, his toria europea, americana y argentina, diplo macia, derecho; historia eclesiástica, de la edu
cación, económica, política, militar, social, historiografía y teoría de la historia. La Revis ta de Historia ‘Americana y Argentina del Insti tuto de Historia de Ia Facultad de Filosofía y Le
tras de Ia Universidad Nacional de Cuyo fue creada por Edberto Oscar Acevedo en 1956 y los aportes incluyen problemáticas de la pre historia, la paleografía, la historia política, mi litar, social, económica y del pensamiento en las áreas de historia americana y argentina. El Anuario de la Sociedad de Historia Argentina —organismo no universitario cuya figura cen tral fue Abel Chanetón- se publicó entre 1940
manencia y representatividad institucional. Investigaciones y Ensayos, publicación de la Academia Nacional de la Historia, que se su
y 1947 con una temática variada, predomi
mó al Boletín de la Academia que aparecía des
Santiago de Estudios Históricos de Salta consti
de 1924, incluye, desde su primer número en 1966, trabajos referidos a la historia política, institucional, militar, a las relaciones interna
tuye una publicación provincial de sostenida duración desde 1938, con una línea temática
nando los trabajos referidos a la época hispá nica. El Boletín del Instituto de San Felipe y
política, militar e institucional.
LA HISTORIOGRAFÍA
Por último, un aspecto no menor en la evolución de la historiografía atañe a la divul gación y recepción del discurso histórico. En este sentido, una vez constituido y consolidado el campo profesional, un imperativo era lograr que los avances, las perspectivas y los debates sobre el conocimiento histórico trascendieran los círculos y publicaciones estrictamente aca démicos y fueran accesibles al público lector. En este sentido, la aparición de Todo es Histo ria, bajo la acertada dirección de Félix Luna,
fue una respuesta adecuada a esa demanda de
pretérita. Este estilo hizo de Todo es Historia una tribuna libre, seria, entretenida y garante de lia identidad y cultura nacionales. Esta expansión y especialización del campo historiográfico delineada se profundiza con la apertura cultural y la fluidez de los contactos con los mundos académicos centrales que si guieron a los años de la restauración democrá tica en la década del ochenta y con la adopción de los enfoques microanalíticos y culturalistas, al mismo tiempo que la originaria aspiración al conocimiento de la totalidad, a través de las
clima de apertura y tolerancia, los más diversos
macrointerpretaciones, sucumbía también en medio de la fragmentación y la llamada crisis de los grandes relatos e interpretaciones. Como conclusión de esta trayectoria casi
temas, desde la prehistoria hasta las problemá
secular, la historiografía argentina del siglo XX
ticas más contemporáneas, permitieron un mayor conocimiento de todo el país y no de
se caracterizó por una profunda transforma ción, metamorfosis que involucró, en un pro
sus distritos privilegiados e hicieron posible la reconstrucción no sólo de los espacios y acto
ceso no lineal y regionalmente desigual, las te máticas, las perspectivas metodológicas y las
res públicos sino también de la vida cotidiana de hombres y mujeres anónimos como actores históricos de la compleja y cambiante realidad
líneas interpretativas, así como los problemas vinculados a las condiciones de producción y difusión del conocimiento histórico.
la sociedad y su expresión más paradigmática.
Desde la aparición de su primer número en mayo de 1967, sus páginas abordaron, en un
ORIENTACIÓN BIBLIOGRÁFICA
La historiografía argentina cuenta con una nutrida producción desde los inicios del período abordado; sin embargo, en esta breve orientación es necesario realizar un impor tante recorte de ésta. Por esta razón es que se incluyen sólo las obras de consulta ineludible a la hora de encarar la temática historiográfi ca, y algunos artículos que pueden resultar interesantes para profundizar problemas no suficientemente desarrollados en el capítulo. Es importante aclarar, además, que existen ciertos vacíos en la historiografía argentina, en
especial en la de las últimas décadas y en las producciones regionales, por lo cual se sugie re al lector la consulta directa de las obras, te niendo en cuenta la orientación global aporta
da por este capítulo. Entre las obras generales y precursoras de la historiografía, cabe citar a ROMULO D. CAR
BIA, Historia de la historiografía argentina, La
Plata, 1925. El autor se introduce desde el principio en el problema del conocer históri co, adscribiendo al pensamiento de Benedetto Croce y realizando un estudio exhaustivo de
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LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
las escuelas básicas que hasta el momento se habían desarrollado en la Argentina. Estas es cuelas son agrupadas en cuatro grandes con juntos: los historiógrafos providencialistas, los positivistas, los románticos y la Nueva Escuela Histórica, que apenas logra esbozar, debido a
específico que los anteriores, aunque las con tribuciones allí reunidas responden a la auto ría de diferentes historiadores de renombrada
que se encontraba en su etapa formativa al
mismática Argentina hasta la conformación
momento de la edición del libro. Todo el tra
de la Academia Nacional de la Historia, pasan do revista a las diferentes etapas y orientacio
bajo goza de una descripción detallada de los autores como también de un análisis teórico
da parte de este tomo se aboca al análisis
metodológico muy minucioso. Hay dos edi
particular de la Nueva Escuela Histórica, la
ciones posteriores, de 1939 y 1940.
Escuela Histórica de La Plata, el revisionismo
Otra publicación general que se puede con sultar es el trabajo de HORACIO JUAN CUCCORE
sE, Historia crítica de la historiografía socioeco
nómica argentina del siglo XX, La Plata, 1975. Esta obra, de mayor actualidad que la anterior,
toma como centro del análisis la historiografía
económico-social del siglo XX, señalando las grandes orientaciones y volcándose al estudio de las personalidades paradigmáticas de cada una de estas corrientes. Así, por ejemplo, abor da la trayectoria de Iuan Agustín García, Iuan Álvarez, Iuan B. Iusto, José Ingenieros, Ricardo Levene, Emilio Coni, Raúl Scalabrini Ortiz y Ricardo M. Ortiz. A cada uno de ellos los inser
ta dentro del contexto general de la corriente que representan, para luego analizar su concep
ción de la historia, la opinión que despertaron en sus contemporáneos y el juicio crítico ac tual. Este último apartado reúne profundas ob servaciones metodológicas y teóricas sobre los autores, que son ejemplificadas con detalles y citas concretas de los trabajos analizados.
nes del desarrollo de la institución. La segun
de los años veinte y treinta, y otras tendencias destacadas hasta 1938. El segundo tomo con grega la historiografía de las provincias y las relaciones de la historia con otras disciplinas
como la política, la sociología, el derecho, la geografía, el arte, la antropología, el folklore, la literatura, la filosofía y las ciencias duras, para culminar con varios capítulos abocados a la proyección de la historiografía en la socie dad. Gran parte de esta importante obra está referida a los aspectos institucionales que sen taron las bases de las diferentes escuelas. Asi
mismo, el texto brinda no sólo un panorama general de la producción historiográfica ar gentina en el período señalado sino un análi sis teórico-metodológico de las obras y su va loración a la luz de las nuevas tendencias. Una producción abarcativa y de consulta obligatoria es la editada por el COMITE INTER NACIONAL DE CIENCIAS HIsToRIcAs, COMITÉ AR
GENTINO, Historiografia Argentina (1958
Argentina (1893-1938), dos tomos, Buenos Ai
1988). Una evaluación crítica de la producción histórica argentina, Buenos Aires, 1990. Este libro tiene la ventaja de reunir el quehacer his toriográfico desde 1958 hasta 1988, bajo la mi rada analítica y reflexiva de destacados histo
res, 1996, es otro aporte importante y de ca rácter general. El período considerado es más
riadores, que en cada uno de los capítulos tratan una especialidad, teniendo en cuenta
La obra de la ACADEMIA NACIONAL DE LA
HISTORIA, La Iunta de Historia y Numismática
Americana y el movimiento historiográfica en Ia
[06
trayectoria. El primer tomo centra su atención en los orígenes de la Junta de Historia y Nu
LA HISTORIOGRAFÍA
los diferentes enfoques y tendencias del perío do: historia del derecho y de las instituciones,
historia colonial, regional, del arte y la arqui tectura, económica, medieval, política, social, moderna, agraria, de las ideas, de las relacio nes internacionales y demográfica. La publica ción representa un esfuerzo de recopilación, sistematización y análisis que refleja la expan sión temática en el campo de la historia. En esta misma linea, aunque poniendo el centro de atención en las diferentes escuelas o
que puede resultar de gran utilidad a la hora de encarar un estudio más profundo de cual quiera de las problemáticas abordadas. En esta misma línea, pero tomando un pe ríodo más acotado, se encuentra el trabajo de HUGO BIAGINI, HEBE CLEMENTI y MARILÚ Bou,
Historiografía argentina: La década de 1980, Buenos Aires, 1996. Este libro, de característi cas similares a la obra de Bagú, pasa revista a la historiografía argentina e incluso extranjera
de la década del ochenta, agrupándola en
tendencias historiográficas, se ubica la compi
grandes períodos, como historia colonial, de la
lación dirigida por FERNADO Dsvoro, La histo
independencia a la caída de Hipólito Yrigo yen, golpes de Estado y redemocratización, etc. Su carácter, más acotado que la obra de Bagú, le permite realizar una valoración ma
riografía argentina en el siglo XX, dos tomos, Buenos Aires, 1994. El primer tomo se aboca a la indagación del período de institucionaliza ción de la disciplina en la Argentina, el surgi miento de la Nueva Escuela Histórica y el re
visionismo histórico. El segundo indaga centralmente la historiografía profesional en tre 1955 y 1966, período fundamental en que las nuevas propuestas apuntaron a sustituir el paradigma erudito. Se analizan los aspectos de la renovación en el campo de la historia eco nómica y social y en los diferentes espacios institucionales. El volumen cierra con la histo riografía profesional posterior a la renovación democrática de 1983.
Junto a las publicaciones mencionadas conviven otras de carácter más bibliográfico que crítico, como la de SERGIO BAGÚ, Argenti
na 1875-1975. Población, economía, sociedad. Estudio temático y bibliográfico, Buenos Aires,
1983. Esta contribución aporta un panorama general, agrupando las grandes temáticas co mo población, economía y sociedad. El análi sis delas obras es, sin embargo, escaso y poco detallado. El valor del libro no reside en su
aporte teórico-metodológico sino en la com pilación y sistematización de la bibliografia
yor de las publicaciones señaladas, atendiendo por momentos a su contexto de producción o
a ciertos aspectos metodológicos y teóricos. No obstante, no se trata de un libro que bus que el estudio detallado de cada obra sino que
tiende a brindar un mapa orientativo de la historiografía de los ochenta. Estas obras de carácter general se comple
mentan con otras que, con objetivos menos ambiciosos, pretenden analizar la producción histórica dentro de temáticas, períodos o re giones específicas. Su principal ventaja es que, por su mayor recorte espacial, temporal o te
mático de la realidad, pueden profundizar más ampliamente en la historiografia argentina. Entre los artículos centrales que se abocan a la Nueva Escuela Histórica, se puede citar el de VICTOR TAU ANZOATEGUI, “Historia, dere
cho y sociedad. En torno a la concepción his tórico-jurídica de Ricardo Levene”, Investiga ciones y Ensayos, n° 35, Buenos Aires, julio de 1983-junio de 1984, págs. 87-120. El autor in tenta rescatar, a lo largo de este artículo, los aportes de Ricardo Levene a la historia del De
107
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
recho, destacando la actualidad de su pensa miento en los debates y problemáticas con temporános. Por su parte, NORA PAGANO y
gráfica; sin embargo, es importante señalar cier
MARTHA RODRIGUEZ indagan en la etapa de
profesionalización y consolidación de la disci plina histórica, pero particularizando más en
memoria. Historia y política en la Argentina, segunda impresión, Buenos Aires, 1998. Este profundo estudio del revisionismo histórico
los debates centrales dentro de la Nueva Es
parte de la producción historiográfica para ana
cuela Histórica que en el pensamiento de cada uno de sus integrantes. El ensayo de dichas au
lizar las diferentes etapas de su desarrollo, los contextos de producción que le han dado ori
toras, “Las polémicas historiográficas en el marco de la profesionalización y consolida
gen, sus facetas institucionales y los aspectos es
ción de la disciplina histórica”, Estudios Socia
de los rasgos distintivos del revisionismo, tales
les, n° 17, segundo semestre, 1999, págs. 35-47,
como su espíritu reivindicador, moralizador y
DIANA QUATTROCCHI-WOISSON, Los males de la
pecialmente ideológicos subyacentes. Cada uno
es relevante y de carácter interpretativo.
nacionalista, quedan plasmados en el análisis de
Para ahondar en la etapa de institucionali zación de la disciplina en las diferentes pro vincias o regiones, puede consultarse la obra
las obras concretas y de los autores particulares.
Por su parte, desde un enfoque menos de tallado pero sí profundo y esencialmente inter
ya citada de la ACADEMIA NACIONAL DE LA HIS
pretaüvo, TUIIo HALPERIN DONGHI propone en
TORIA, y algunos artículos destacados, como los de ARMANDO RAUL BAzAN, “La historiogra
Ensayos de historiografía, Buenos Aires, 1996, un espacio dedicado al revisionismo en la Ar
fía riojana, desde Sarmiento a David Peña”, In
gentina. En el mismo volumen puede consul
vestigaciones y Ensayos, n° 29, Buenos Aires, ju
tarse su trabajo sobre el pensarninento y la
lio-diciembre de 1980, págs. 113-154; RAMÓN
producción. historiográfica de Iosé Luis Rome
LEONl PINTO, “Historiografía de Tucumán (1880-1950). Autores, obras y problemas”, en
ro. Tanto este trabajo como otro del mismo
AUTORES VARIOS, Antonio Pérez Amuchástegui.
gentina, 1960- 1985”, Desarrollo Económico, vol.
(1921-1983). In memoriam. La Historia como
25, n° 100, Buenos Aires, 1986, págs. 487-520,
cuestión, Buenos Aires, 1995, págs. 53-88. Es
constituyen un esfuerzo de interpretación más que de compilación de las temáticas tratadas. En ambos estudios, el objetivo es realizar un balance analítico que apunte a contextualizar
tos artículos atienden al estudio concreto de las diferentes producciones locales en el perío
do señalado, pero mientras Leoni Pinto agru palos trabajos teniendo en cuenta las diferen
autor, “Un cuarto de siglo de historiografía ar
cada tendencia historiográfica, a la vez que ob
tes generaciones, Bazán lo hace tomando
servar sus peculiaridades, aportes y falencias.
como punto de partida y eje del trabajo el es quema histórico sarmientino, para luego se
Para el período de la renovación historio gráfica que se produce en las décadas del cin cuenta y sesenta, puede apelarse a diferentes artículos. La repercusión de la escuela de los Annales en la Argentina ha sido considerada
ñalar sus repercusiones en la historiografia
108
tos aportes de ineludible consulta como el de
riojana y las diversas refutaciones que ha sufri do en etapas posteriores. El revisionismo histórico, por su parte, ha dado lugar a una amplia producción historio
por FERNANDO Dsvoro, “Itinerario de un pro
blema: Annales y la historiografía argentina
LA HISTORIOGRAFÍA
(1929-1965)”, Anuario IEHS, n° 10, Tandil, 1995, págs. 155-175; IUAN CARLOS KOROL, “Los
Annales y la historiografía argentina” y HEBE PELOSI, “Imágenes de los Annales en la histo riografía argentina del siglo XX”, los dos últi mos en un número especial de la revista Esla bones, n° 7, enero-junio de 1994, págs. 12-30 y 82-93. De estos tres autores, es Fernando De
voto el que adopta una opinión marcadamen te divergente, observando que los encuentros entre los distintos historiadores de Annales y las personas o grupos argentinos constituye ron más momentos específicos y singulares, que una influencia rotunda y global de Anna les sobre la historiografía argentina. El autor se aboca a explorar las relaciones entre las su cesivas generaciones y grupos de franceses y argentinos. Sobre la vertiente sociológica de la disci
plina histórica y el movimiento intelectual
de la renovación en la revista Trabajos y Co municaciones, resulta de utilidad el artículo de TALIA VIOLETA GUTIERREZ Y ADRIAN GUSTAVO
ZARRILLI, “Trabajos y Comunicaciones. Singu
laridad de una expresión editorial en los estu dios históricos de La Plata, 1949-78”, Trabajos y Comunicaciones, Segunda época, n° 25, La Plata, 1999, págs. 11-41. Para obtener un balance de algimas de las obras más importantes de historia política es destacable el trabajo de ENRIQUE ZULETA ALVA
REZ, “El nacionalismo argentino: veinte años después (1975-l995)”, en ACADEMIA NACIONAL DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES DE CÓRDOBA,
Historia y evolución de las ideas políticas y filosó
ficas argentinas, Córdoba, 2000, págs. 347-372. Los debates importantes de historia económica, así como algunas de los trabajos más valiosos de la segunda mitad del Siglo XX, han sido trata dos adecuadamente por ROBERTO CORTÉS CON
impulsado por Gino Germani en la década de
DE, “Historia económica: nuevos enfoques”, en
1950, puede consultarse: IORGE RAÚL IORRAT y
OSCAR CORNBLIT (compilador), Dilemas del co
RUTH SAUTU, Después de Germani. Exploracio
nucmiento histórico, argumentaciones y contro versias, Buenos Aires, 1992, págs. 123-140. El
nes sobre la estructura social de la Argentina, Buenos Aires, 1992. En este libro se examina el
pensamiento de Gino Germani y los concep tos que vertebran su obra: la modernización, la movilización y la marginalidad, nociones que han contribuido a comprender y a expli carla Sociedad argentina del siglo XX. En lo relativo a la expansión temática de la
debate sobre la industrialización en la Argenü na está extensamente tratado en varios artículos contenidos en el número 13 del Anuario IEHS.
riografía son más dispersas que para las etapas anteriores. Ya se mencionó, como libro central
Autores de la talla de Ezequiel Gallo, Roberto Cortés Conde, Iorge Schvarzer, Femando Roc chi y María Inés Barbero desarrollan diferentes aspectos y facetas del problema. MARIA INES BARBERO, particularmente, adopta un enfoque historiográflco realizando un balance de las di ferentes perspectivas y controversias que ha
para este período, la compilación realizada
despertado el tema en la Segunda mitad del Si
por el COMITE INTERNACIONAL DE CIENCIAS
glo XX: “El proceso de industrialización en Ar
HISTORICAS; a ella pueden agregarse trabajos
gentina: viejas y nuevas controvercias”, Anuario
particulares sobre las diferentes temáticas his
IEHS, n° 13, Tandil, 1998, págs. 131-143.
tóricas. Para un estudio más profundo de la escuela histórica de La Plata y la repercusión
cialmente fructífera en la indagación de la pro
segunda mitad del siglo XX, las obras de histo
La historia social de esta etapa ha sido espe 109
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
blemática obrera, a cuyo balance puede arri
dios rurales en la Argentina durante el siglo
barse a través de MARIA CECILIA CANGIANO,
XX”, en NORMA GIARRAccA (coordinadora),
“Pensando a los trabajadores: la historiografía obrera contemporánea argentina entre el dog matismo y la innovación”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Tercera serie, n° 8, Buenos Aires,
segundo semestre de i993, págs. 117-132; LEANDRO GUTIÉRRFJ y LUIS ALBERTO ROMERO,
“Los sectores populares y el movimiento obrero
en Argentina: un estado de la cuestión”, Boletín
del Instituto de Historia Argentina y Americana
cia a los aportes teóricos y metodológicos de las investigaciones analizadas, a los principales
debates del momento y a la influencia de los avatares institucionales en la producción his tórica de los procesos agrarios y mundos rura les de la Argentina. Finalmente, DIEGO ARMUS, “Diez años de
“Dr. Emilio Ravignani”, Tercera serie, n° 3, Bue
historiografía sobre la inmigración masiva a la
nos Aires, 1° semestre de 1991. En esta misma
Argentina", Estudios Migratorios Latinoameri canas, año 2, n° 4, Buenos Aires, diciembre de
línea, pero destacando más específicamente la influencia del pensamiento de Hobsbawm y del marxismo en la historiografía argentina de los
1986, págs. 431-455, proporciona un balance detallado de la bibliografía producida entre
sesenta, se cuenta con el trabajo de HILDA SABA
los inicios de la década del setenta y mediados
‘ro, “Hobsbawm y nuestro pasado”, Punto de
de los ochenta sobre la inmigración masiva
Vista, n° 46, Buenos Aires, agosto de 1993, págs. 13-17.
trabajo tiene no sólo la ventaja de señalar y va
Los estudios rurales, desde sus orígenes y
lorar las obras centrales de la problemática
en particular durante el período de renova
migratoria sino también la de observar los va cíos y deficiencias que ha dejado la historio grafia del período.
ción, son ampliamente tratados por NORMA GIARRACCA, “Las ciencias sociales y los estu
ll0
Estudios rurales. Teorías, problemas y estrate gias metodológicas, Buenos Aires, 1999, págs. l-40. Este trabajo concede especial importan
que vivió la Argentina entre 1870 y 1930. Este
S 9. LA LITERATURA Antonio Requeni
Según el historiador británico Eric Hobs bawm, el siglo XX empezó en 1914, con el esta
llido de la Primera Guerra Mundial, y terminó en 1989, con la caída del Muro de Berlín. De ser
así, los 75 años que median entre uno y otro acontecimiento habrían sido pródigos no sólo en episodios decisivos para el porvenir de la humanidad sino en la irrupción de movimien
tos de renovación producidos en Europa y los Estados Unidos. A ese período —los años vein te- pertenece la más brillante promoción poé tica argentina. Sus representantes, la mayoría muy jóvenes entonces, prolongaron su activi dad (modificando, con el tiempo, sus posicio
nes iniciales) hasta bien entrada la segunda mitad del siglo. Mientras tanto, fueron ocu
tos y estilos literarios que, en cierta medida, tu vieron relación con dichas circunstancias his
pando la escena literaria sucesivos grupos ge neracionales como los del cuarenta, del sesen
tóricas. La literatura argentina no fue ajena a las corrientes que se originaron en los más irn portantes centros culturales del llamado Occi
ta y posteriores, casi todos con matices más o menos comunes, aunque siempre existieron dentro del conjunto poetas que se apartaron de la homogeneidad. Es sabido que el enca sillamiento en generaciones ayuda a la expo
dente (Europa y los Estados Unidos) y ella mis
ma, a su vez, generó voces propias -Iorge Luis Borges, Julio Cortázar— que repercutieron tam bién en otros ámbitos geográfico-literarios.
sición didáctica pero no debe tomarse de manera estricta. Cada poeta es una individua
lidad que sigue los dictados de sus propios temperamento, sensibilidad e inclinaciones LA POESÍA
tima cobró vigencia a comienzos de la década
estéticas. No obstante, por compartir las mis mas inquietudes, el clima espiritual y las ten dencias de la época, los integrantes de cada generación suelen reaccionar de modo pareci do y presentan, por lo tanto, rasgos afines al margen de sus estilos personales. Dicho esto, se pueden retomar las últimas líneas del capítulo que el profesor Pedro Luis
posterior, coincidentemente con movimien
Barcia dedicó a la actividad literaria entre
En poesía, tras el modernismo rubenda riano, llega el turno del llamado posmoder nismo, que pronto se dividió en distintas ver tientes: el neorromanticismo, el sencillismo y formas precursoras de la vanguardia. Esta úl
lll
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
1810 y 1914 (véase el capítulo 44 de la tercera parte, en el tomo VI de esta misma obra), no sin señalar que algunos de los autores por él tratados en el final de su trabajo continuaron
de ellos, Rafael Alberto Arrieta (1889-1961),
desarrollando su labor poética más allá de 1914. Entre los considerados por Barcia en la
bién, por Amado Nervo); Arrieta, con un esteticismo elegante, intimista, recatado, y
primera década del siglo y los años inmediata mente posteriores, se debe tener en cuenta que
Obligado y Bufano con un sentimentalismo neorromántico que hallará eco en otros poe
Carriego murió en 1912 yAlmafuerte en 1917, y que Banchs dejó de publicar libros a partir de 1911. Leopoldo Díaz (1862-1947), Arturo Capdevila y algunos contemporáneos siguie ron produciendo pero sin alcanzar el relieve y al prestigio de poeta nacional del que ya goza ba Leopoldo Lugones. Más aún: Lugones es cribió con posterioridad a 1914 algunos de sus mejores poemarios: El libro de los paisajes, en
tas de su generación. Iuan Pedro Calou (1886 1923) es un heredero de Almafuerte pero me
1917; Las horas doradas, en 1922; Romancero, en 1924; Poemas solaríegos, en 1927, y Roman
ces del Río Seco, publicado el mismo año de su
suicidio, en 1938. En dichos libros se alejó de la retórica modernista para asumir una expre sión más llana y apegada a la tierra. Su varie dad y riqueza de registros hizo decir a Borges que “en Lugones se cifra toda la literatura ar gentina". Lugones siguió siendo, más allá de 1914, un poeta notable aunque siempre discu tido por sus vaivenes ideológicos. Conviene destacar, sin embargo, que nunca medró con sus ideas. A pesar de haber redactado el mani fiesto del golpe militar del 6 de septiembre de 1930, no aceptó cargos públicos y continuó vi viendo de su modesto sueldo de director de la
Biblioteca del Consejo Nacional de Educa ción. Esa conducta ennoblece su personalidad por encima de los disensos que sus volubles opiniones políticas pudieron suscitar. Dentro del decenio que va de 1910 a 1920, 112
Pedro Miguel Obligado (1892-1967) y Alfre do Bufano (1895-1950), vienen del modernis mo de Darío (los dos últimos influidos, tam
nos grandilocuente, y Ricardo Güiraldes (1866-1927), con El cencerro de cristal, se eri
ge en uno de los precursores de la renovación de los años veinte. Otro precursor había sido
Lugones con su Lunarío sentimental y lo será también el Vizconde de Lascano Tegui (Emi lio Lascano Tegui, 1887-1966) con La sombra de la empusa. Casos aparte son Arturo Marasso (1890 1970), cuyos poemas exhiben un lirismo cós mico, de pánica identificación con la naturale za; Ezequiel Martínez Estrada ( 1895-1964),
saludado por Borges como “nuestro mejor poeta contemporáneo”, y Alfonsina Storni (1884-1938), primera mujer que se impone con perfil propio en el panorama de la poesía argentina. Romántica, con excesivo sentirnen talismo en sus primeros versos y después lúci da, valiente, a ratos sombría, su poesía es tra sunto de una vida vivida con intensidad hasta el trágico desenlace de su muerte. Una actitud opuesta será la de Baldomero Fernández Mo
reno (1886-1950), poeta enamorado de su ciudad, a la que observa con cordialidad y ter nura. Es el creador del sencillismo, modalidad
poética consistente en decir las cosas de siem
pre, con las palabras de siempre, y que parez can nuevas. Parece fácil, pero no lo es. Fernán
debe mencionarse a algunos poetas que pu
dez Moreno tuvo irnitadores, pero ninguno
blican sus primeros libros en ese período. Tres
consiguió equiparársele.
LA LITERATURA
Los años veinte inauguran en el mundo una nueva etapa. Las repercusiones de la Re volución Rusa y el predominio de los Estados
Unidos tras la victoria aliada en la Primera Guerra Mundial, el impacto de las teorías de Einstein y Freud, la mayor liberalización de las costumbres, llegan acompañadas por corrien tes estéticas renovadoras tanto en la pintura y la música cuanto en la poesía. El surrealismo y el dadaísmo en Francia, el futurismo en Italia,
el imaginismo en el orbe de la lengua inglesa,
son movimientos de ruptura que se inician unos años antes pero que alcanzan su apogeo en la década del veinte. En la Argentina, la vanguardia es introdu
cida por el joven Jorge Luis Borges (1899 1986) a su regreso de Europa, en 1921. La in novación que Borges aportó fue el ultraísmo, que tiene puntos de contacto con el creacio nismo del chileno Vicente Huidobro. El ul
traísmo procedía del expresionismo alemán y, como las demás corrientes de vanguardia, se
proponía escandalizar, romper con la tradi ción y, en cuanto a lo específicamente litera rio, la reducción de la lírica al uso audaz de la
metáfora, la abolición de la rima y de otras
I Alfonsina Storni.
los nombrados es el único que, con el paso de los años, mantuvo su actitud transgresora; los demás, Borges incluido, abjuraron años más tarde de su aventura vanguardista. La actitud de estos jóvenes, conocidos como los de Flo
convenciones retóricas.
rida, tuvo el respaldo de dos escritores ma
Borges es, en la historia literaria argentina, el único escritor que por la originalidad de su
yores: Ricardo Güiraldes y, a través de Borges, el inclasificable Macedonio Fernández (1874
estilo conquistó trascendencia internacional, pero más por su prosa que por su poesía, mo tivo por el cual, en este capítulo, se deja su ca racterización para lo referido a la narrativa. Los poetas ultraístas más representativos, además de Borges, fueron (en sus primeros li bros) Francisco Luis Bernárdez (1900-1984), Eduardo González Lanuza (1900-1984), Ri
l952). Frente a ellos surgieron los poetas de Boedo, originándose una pugna que sirvió para estimular la atención del público, hasta entonces indiferente hacia la literatura local. Los autores de Boedo, apoyados por el editor de Claridad, Antonio Zamora, fueron Álvaro
Yunque (Arístides Gandolfi Herrero, 1889 1982), César Tiempo (Israel Zeitlin, 1906
cardo Molinari ( 1898-1997), Leopoldo Mare
1980), Gustavo Riccio (1900-1927), Iosé Sebas
chal (1900-1970), Jacobo Fijman (1901-1967)
tián Tallon (1904-1954), Aristóbulo Echegaray
y Oliverio Girondo (1891- 1968). El último de
(1904-1986) y Iosé Portogalo (Pablo Ananía,
113
LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL
Pedroni (1899-1967), Iuan L. Ortiz (1897 l978), Lysandro Z. D. Galtier (1902-1985), Fermín Estrella Gutiérrez (1900-1989), Caye tano Córdova Iturburu (1899-1977), Ignacio B. Anzoátegui (1907-1978), Osvaldo Horacio Dondo (1902-1962), Iuan Enrique Ramponi (1907-1977) y Ulyses Petit de Murat (1907 1983), entre los principales.
Aparte de Borges, la Argentina no dio un poeta de la talla de Darío, Neruda o Vallejo, pero ningún otro país de América puede os tentar un grupo de voces poéticas de tan ele vada calidad, en su conjunto, como las que surgieron en la década del veinte. Muchos de ellos merecerían una caracterización más de
tallada, pero la limitación de este capítulo lo impide. Arturo Carnbours Ocampo (1908-1990) teorizó años después sobre una “Novísima Ge neración" compuesta por poetas que empeza
ron a publicar alrededor de 1930, pero la ma
yoría dejó de escribir o derivó hacia otros Francisco Luis Bernárdez. Caricatura de Valdivia. Cams y Caretas.
1904-1973). Todos ellos venían del anarquis mo o del socialismo y propiciaban ya no “la revolución en el arte”, como los de Florida, si
no “el arte para la revolución”. A la generación de los años veinte pertene cieron algunos de los mejores poetas argenti nos del siglo. Iunto con Borges y los que ya se han mencionado, preciso es destacar los nom bres de Carlos Mastronardi (1901-1976), Raúl González Tuñón (1905-1974), Conrado Nalé Roxlo (1898-1971), Luis Franco (1898-1988),
114
Francisco López Merino (1904- 1928), Gonzá lez Carbalho (1899-1958), Roberto Ledesma (1901-1967) Luis Cané (1897-1957), Horacio Rega Molina (1899-1957), Nicolás Olivari (1900-1966), Amado Villar (1899- 1956), Iosé
géneros, como Marcos Victoria (1902-1975), Juan Oscar Ponferrada (1908-1990), Joaquín
Gómez Bas (1907-1984) y el propio Cam bours Ocampo. Carlos Mastronardi dijo algtma vez que la suya había sido “la generación de los últimos hombres felices”. Esa felicidad sería empanada para quienes llegaron más tarde por los dolo
rosos acontecimientos que sacudieron el mundo (la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial) y, en el plano doméstico, por la experiencia política del peronismo, que se paró a muchos escritores. Los hombres y mu jeres de la generación del cuarenta no cultiva
ron, como sus predecesores, la bohemia, la transgresión y la travesura literaria. Fueron generalmente serios, ensirnismados, melancó licos, y se refugiaron en la belleza de las formas
LA LITERATURA
clásicas. Habría que nombrar a Horacio Arma
rica en espléndidas y sugestivas construccio
ni (1925), Miguel Angel Gómez (1911-1959), Arturo Horacio Ghida (1907-1988), Alfonso Sola González (1915-1975), César Fernández
nes verbales, y Alberto Girri (1919-1991), propulsor de una actitud intelectual -la poe
Moreno (1919-1985), Ana María Chouhy
sía ya no como expresión de belleza sino co mo búsqueda de conocimiento— cuyo voca
Aguirre (1918-1945), David Martínez (1921 I993), María Granata (1923), Iosé María Cas tiñeira de Dios (1920), César Rosales (1915 I973), Guillermo Etchevehere (1917-1975),
bulario neutro, despojado de elementos
Roberto Paine (1916), Fernando Guibert (1912-1983), Iorge Vocos Lescano (1924
Betina Edelberg (1921) y Iuan Rodolfo Wil
Walsh (1930), que derivó luego hacia la poe sía infantil y la canción; la obra austera y rigu rosa, caracterizada por una visión escéptica, de Joaquín Giannuzzi (1924) y la experiencia verbal de Roberto Iuarroz (1925-1995), iden
cock ( 1919-1978), entre otros.
tificado con la teoría poética de Gastón Ba
Dentro de este grupo hubo poetas nacidos en el interior que, sin poder considerarse “re gionalistas”, se mostraron proclives a celebrar el propio espacio geográfico, como Vicente Barbieri (1903-1956), Iuan G. Ferreyra Basso
chelard y devoto lector del gran aforista Anto
1989), Ángel Mazzei (1920-1997),_ Héctor Ciocchini (1922), Emma de Cartosio (1926),
sensuales, se inscribe en la línea de la moder na poesía anglosajona. Cabe destacar, asimis
mo, el talento y la gracia de María Elena
nio Porchia (1886-1968), que buscó en la poesía una vía distinta de percepción, una forma de acceso a lo esencial.
(1910-1984), León Benarós (1915), Iorge
Al promediar el siglo surgen otras corrien tes, una de nítida orientación surrealista: Aldo
Eduardo Bosco (1913-1943) y Miguel Etche barne (1915-1973) en la provincia de Buenos
Pellegrini (1903-1973), Edgar Bayley (1919 1990), Iuan Iacobo Bajarlía (1919), Iulio Lli
Aires; Jorge Calvetti (1916) y Raúl Galán
nás (1929) y Francisco Madariaga (1927
(1912-1963) en Jujuy; Manuel Castilla (1918
en Tucumán; Edgar Morisoli (1930) en La
2000), entre otros, y el grupo Poesía Buenos Aires, impulsado por Raúl Gustavo Aguirre (1927-1983), que se propuso “poner al día la poesía argentina” asirnilando y difundiendo voces de otras latitudes —como las de René
Pampa; Américo Cali (1910-1982) en Mendo za; Aledo Luis Meloni (1912) en Chaco; Carlos
Char, Henri Michaux, Eugenio Montale, Cesa re Pavese, Constantin Cavafis o Fernando Pes
Alberto Alvarez (1917-1986) en Entre Ríos; Ir
ma Cuña (1932) en Neuquén y Antonio Este ban Agüero (1917-1970) en San Luis.
soa-. Se integraron en este movimiento, Ma rio Trejo (1926), Iorge Enrique Mobili (1927), Rodolfo Alonso (1934), Nicolás Spiro (1930),
Con todo, los de mayor peso específico
Rubén Vela ( 1928), Elizabeth Azcona Cranwell
1979) y Raúl Aráoz Anzoátegui (1923) en Sal
ta; María Adela Agudo (1912-1952) en Santia
go del Estero; Nicandro Pereyra (1914-2001)
por los rasgos personales de su evolución pos
(1933), Ramiro de Casasbellas (1934-1999) y
terior, fueron Enrique Molina (1910-1997), con raíces en el surrealismo y creador de una fértil y vigorosa imaginería; Olga Orozco (1920-1999), que expuso su propensión oní
una poeta metafísica, de obra singular y breve pero fulgurante trayectoria: Alejandra Pizar
nik (1936-1972). Un surrealista tardío será Iuan Iosé Ceselli (1909-1982).
115
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
(1927-1987), Alejandro Nicotra (1931), Mario
(1937), Alberto Szpunberg (1940) y Jorge Boccanera (1952), entre otros. Tres autores que maduraron en el destierro español su vi sión poética y desarrollaron una original ela boración lingüística son los salteños Santiago
Jorge De Lellis (1922-1966), Ana Emilia Lahit
Sylvester (1942) y Leopoldo Castilla (1947) y
te (1923), Alberto L. Ponzo (1916), Néstor
el correntino Iuan Iosé Folguerá (1940). A
Groppa (1928), Máximo Simpson (1929), Gra
ellos hay que añadir los que dentro de una línea
ciela Maturo ( 1928), Hugo Acevedo (1927), Ra
intelectual y metafisica, no exenta de tersura
fael Vázquez (1930), Lucas Moreno (1929),
expresiva, comienzan a publicar también en los
Fulvio Milano (1928), Nélida Salvador (1930),
años sesenta y realizan en el país una reco nocida labor creadora. Los más importantes son Rafael Oteriño (1945) y Horacio Castillo
Otra vertiente lírica es la que Luis Ricardo
Furlan (1928), poeta él mismo, denominó “neohumanista”; en ella se encuentran Héctor
Miguel Angeli (1930), Miguel Angel Viola
Héctor Viel Temperley (1933-1987), Héctor Ya
nover (1930), Oscar Hermes Villordo (1928 I994) y quien escribe estas líneas (1930).
debe agregar los también platenses Osvaldo Ba
Veiravé (1928-1992) y Amelia Biagioni (1916
Hina (1942), Horacio Preler (1939) y Néstor Mux (1945), así como Iorge Paita (1934), Ro dolfo Modem (1923), Rodolfo Godjno (1936),
2000) -esta última integra, junto con Olga Orozco y Alejandra Pizarnik, la más brillante trilogía femenina de la segunda mitad del si glo—, trascienden esa clasificación como con
secuencia del nuevo sesgo que imprirnirán años más tarde a sus planteos poéticos y a su particular tratamiento del lenguaje.
Las generaciones suelen irrumpir cada veinte años. A la del cuarenta siguió la del se senta, caracterizada por una mayor preocupa ción por la realidad sociopolítica y, desde el punto de vista estilístico, por una dicción co loquial. Sus representantes serán, una década después, los más castigados por las “desapari ciones” y el exilio durante el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional . El poe ta emblemático de este grupo es Juan Gelman
(1930). Otros nombres del sesenta -poetas exiliados o víctimas de la represión ilegítima fueron: Roberto Santoro (l943-¿l976?), Mi guel Angel Bustos (l934-¿l976?), Francisco Urondo (1930-1977), Horacio Salas (1938), 116
(1934), ambos nacidos en La Plata, a los que se
Dos poetas incluídos por Furlan, Alfredo
Iuana Bignozzi (1937), Leonidas Lamborghini (1927), Ramón Plaza (1937-1991), Hugo Gola
Hugo Padeletti (1939), Leonardo Martínez (1937), Juan I. García Gayo (1938), Raúl Vera
Ocampo (1935), Paulina Vinderman (1944), María Victoria Suárez (1941), Diana Bellessi
(1946), Arturo Carrera (1948) y Néstor Per longher ( 1949-1992).
A los poetas del sesenta deberían seguir, de
acuerdo con la convencional simetría de las generaciones, los del ochenta. Efectivamente, a principios de ese decenio y alrededor de las editoriales último Reino, Botella al Mar y Li bros de Tierra Firme, principalmente, así co
mo de diversas revistas y talleres literarios —que empiezan entonces a proliferar-, se reú nen los representantes de las nuevas promo ciones. Como prácticamente ocurre en todas
las épocas, estos jóvenes se manifiestan por lo
general con actitud rebelde, contestataria, a través de códigos estéticos generalmente aleja
dos de la línea romántica y sentimental, del coloquialismo y del barroquismo surrealista. Pero todavía falta perspectiva para establecer
LA LITERATURA
rasgos y tendencias comunes. El tiempo, su premo antólogo, irá separando, como decía
NARRATIVA
Antonio Machado, las voces de los ecos. Sería
En la sección “La narrativa”, del apartado “Realismo, naturalismo, criollismo”, así como
prematuro intentar ahora esa decantación. Lo que puede afirmarse, sin embargo, es
que la poesía argentina, a lo largo del siglo XX, vivió momentos de indudable esplendor. Cierto es que en los últimos tiempos dismi
nuyeron considerablemente los lectores del género (aunque éste nunca fue mayoritario), pero no mermó el fervor creativo, la frecuen temente olvidada presencia de esos empeci nados interrogadores de la vida que son los poetas.
Cabría agregar que durante el siglo XX surgieron poetas de inspiración popular -mu chos de ellos letristas de tangos- que, aun uti
lizando el vocabulario jergal del lunfardo, trascendieron lo superficial y pintoresco. En el prólogo de la Antología poética argentina, de 1941, Borges decía: “En un porvenir quizá no lejano deplorarán que las antologías argenti nas de 1942 no incluyan el menor fragmento
en “El modernismo” y “El postmodernismo" (en el capítulo 45, tomo VI de esta obra), Pe dro Luis Barcia se refirió ya a algunos escrito
res de principios de siglo que continuaron proyectándose en el género de la narración más allá de 1914, como Leopoldo Lugones, Roberto I. Payró, Enrique Larreta, Ricardo Ro jas y Alberto Gerchunoff. No es necesario in sistir, pues, en ellos. En cambio, sí cabe señalar que después de la corriente naturalista inicia da en Francia por Emilio Zola y representada en la Argentina por Eugenio Cambaceres y Iu lián Martel, surgieron algunos narradores cu yas personalidades ofrecen características co munes, especialmente por sus convicciones nacionalistas y religiosas. Ellos son Manuel Gálvez (1882-1962), Carlos Alberto Leumann
(1886-1952) y Hugo Wast, seudónimo de Gus
tras de tango". Cabe anotar, entre los autores que pertenecen a esta categoría, a Carlos de la Púa, seudónimo de Carlos Muñoz del Solar
tavo Martínez Zuviría (1883-1962). Los tres alcanzaron una repercusión que raramente habían conocido autores de otras épocas. Po dría decirse que con ellos empieza a cobrar forma en la Argentina la figura del “escritor
(1898-1950), Enrique Santos Discépolo
profesional”.
(1901-1951), Homero Manzi, seudónimo de Homero N. Manzione (1907-1951), Catulo Castillo (1906-1975), Francisco García Gimé nez (1899-1983), Enrique Cadícamo (1900
Manuel Gálvez es el más importante de los tres. A lo largo de su múltiple creación nove lística trató de ahondar en las vidas de seres
de la vasta epopeya colectiva que suman las le
1999), Daniel Giribaldi (1930-1984) y Luis Al
posta (1937), así como los letristas de música folldórica Atahualpa Yupanqui, seudónimo de Héctor Roberto Chavero (1908-1992), Jaime
Dávalos (1921-1981) y Armando Tejada Gó mez (1929- 1992), entre otros.
representativos de las diversas capas sociales y de trazar un fresco de la vida argentina. En sus novelas, La maestra normal, EI mal metafísica,
Nacha Regules y Hombres en soledad, entre otras, se encuentra una visión realista en la que cabe la lúcida indagación psicológica. El interés de Gálvez por la historia quedó refleja do en vividos relatos sobre la guerra del Para guay y los tiempos de Rosas, así como en las
117
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
biografías noveladas de Sarmiento, Fray Ma merto Esquiú e Hipólito Yrigoyen. En esa época, la novela social, realista, y aun la nativista o regional, dominaban la esce
na literaria. Fue entonces cuando apareció Adriana Zumarán, un relato en el que su au tor, Carlos Alberto Leumann, realizó un sutil análisis de la psicología femenina, especial mente de la mujer porteña de la alta y media na burguesía. El libro resultó un éxito inespe rado y rotundo que agotó diez ediciones en un año. Leumann publicó, además, La vida victo riosa, El empresario del genio, Trasmundo y Los
gauchos a pie.
Otro novelista que, contemporáneamente, conquistó grandes masas de lectores fue Hugo Wast. Alegre, Flor de durazno, La casa de los
cuervos y Desierto de piedra, entre muchos otros, son libros que tuvieron grandes tiradas y se tradujeron a catorce idiomas. Algunas de sus novelas fueron llevadas al cine. Como Ma
nuel Gálvez, Hugo Wast incursionó también en el relato histórico.
Cabe recordar aquí a dos novelistas bas
tante olvidados, Atilio Chiappori (1880
son Ricardo Güiraldes (1886-1927) y Benito Lynch (1335-1951). Ya se ha visto cómo Güiraldes, admirador
I947), autor de Bordeland, tardío prosista del posmodernismo, y Francisco Sicardi (1856 l927), autor de El libro extraño, en cinco to mos, donde recreó el ambiente del suburbio
de las letras de Francia, fue uno de los precur sores de la vanguardia poética con su libro El cencerro de cristal, de 1915. En esos versos, así
porteño y sus típicos conventillos. Iunto a los narradores que ambientan sus argumentos y personajes en una Buenos Aires
do el mismo año, mostró, juntamente con su devoción por los sirnbolistas franceses, su ca riño por los paisanos y las labores del campo, que frecuentó desde la niñez en la estancia fa
en tránsito hacia la pujante megalópolis pero todavía con un sabor y pintoresquismo pecu liares, están los novelistas del paisaje rural. El crítico Luis Emilio Soto (1902-1970) escribió
ll8
I Ricardo Güiraldes.
que “el hombre de campo es visto ahora por ellos (los escritores) desde otros ángulos, más allá de la técnica naturalista y postmodernis ta”. Quienes más se destacarán en este sentido
como en Cuentos de amor y de sangre, publica
miliar de San Antonio de Areco. Producto lite
rario de esa atracción humana y de sus predi lecciones librescas sería Don Segundo Sombra, novela publicada en 1926, un año antes de su
muerte en París. Allí desarrolla una suerte de narración lírica donde la fuerza de lo telúrico
adopta una función metafórica. El resero
LA LITERATURA
Sombra no puede compararse con el trágico y bravío Martín Fierro y sus estampas campesi nas se alejan también de la concepción poéti ca hernandiana. La novela de Güiraldes pare ce cerrar el ciclo de la narración gauchesca; es, a la vez, una exaltación y una elegía. Pero quien se acerca más a un campo sin resabios literarios y hace sentir la proximidad de la tierra y el olor del pasto es Benito Lynch, escritor que acertó como ningún otro a descri bir de manera realista y sensible la belleza de la llanura bonaerense y los conflictos de sus mu jeres y sus hombres. El inglés de los güesos, Los
caranchos de la Florida y De los campos porte
ños son relatos que aseguran la permanencia del autor en el panorama de la narrativa ar gentina del siglo XX.
Lucero (1896-1994), con sus Mil y una noches
argentinas; el porteño Bernardo González Arrili (1892-1987), con La Venus calchaquí y Protasio Lucero. Se podría aquí incluir al sacer dote Leonardo Castellani (1899-1981), autor de las narraciones Campera, Historias del norte
bravo, así como de versos gauchescos y ensa
yos, que con el seudónimo de Jerónimo del Rey, publicó también novelas policiales (Los papeles de Luis Bermúdez).
La Argentina produjo notables cultores del
cuento. El origen del género se remonta aquí a
El matadero de Esteban Echeverría, pero se afirmó durante las primeras décadas del siglo merced a varios cuentistas arquetípicos. El primero es Horacio Quiroga (1880-1937), uruguayo arraigado desde joven en la Argenti na. Si bien publicó una novela, Historia de un amor turbio, sus mayores cualidades literarias
El antecedente más directo de Lynch fue Guillermo Enrique Hudson (1841-1922), es critor y naturalista de habla inglesa que nació
se hallan en sus relatos cortos Cuentos de
en la Argentina, donde vivió hasta los 33
amor, de locura y de muerte, Cuentos de la sel
años. Desde entonces y hasta su muerte, resi dió en Inglaterra. Allí escribió una serie de re latos donde evocó el paisaje de su juventud con una prosa llena de seducción y naturali dad; Días de ocio en la Patagonia, El ombú y
va, Anaconda y Los desterrados. Su estilo es ce
Allá lejos y hace tiempo son libros que hicieron
decir a Ioseph Conrad: “Escribe como crece la hierba”.
ñido, sobrio, capaz de crear atmósferas aluci nantes con muy pocos elementos descriptivos. Parte de su vida transcurrió en la selva misio
nera, cuyo recio paisaje incorporó a su pro ducción narrativa; una obra cuyos personajes oscilan por lo general entre la fantasía y una atormentada realidad.
No se debe olvidar algunos nombres que
Un cuentista de muy distinto cuño es Ar
enaltecieron la novela o el cuento regional, co
turo Cancela (1892- 1956). Esencialmente por
mo el salteño Juan Carlos Dávalos (1887
teño, es dueño de un espíritu cordial e irónico,
1959), con El viento blanco; el jujeño Daniel
con un humor que hunde su raíz en algunos
Ovejero ( 1894-1964), con Cuentos del terruño;
autores ingleses y un esprit de finesse que pro cede, naturalmente, de esa Francia cuyas letras
Mateo Booz, seudónimo de Miguel Ángel Co rrea (1881-1943), con Santa Fe mi país; el tu
deslumbraban entonces a muchos escritores
catamarqueño Carlos B. Quiroga (1890-1971),
argentinos. Sus Tres relatos porteños satirizan la burocracia y otros rasgos del habitante de Buenos Aires. También El burro de Maruf e
con Raza sufrida; el mendocino Iuan Draghi
Historia funambulesca del profesor Landermy.
cumano Pablo Rojas Paz (1896-1956), con El patio de la noche y Los cocheras de San Blas; el
119
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
ción impone al verso, Borges se buscó a sí mis
mo en el ensayo y después en el cuento. Una misma ráfaga de lirismo recorrió todos esos géneros (...) Sobre todo, sus cuentos le asegu ran el más alto lugar en la literatura contem poránea”. Los libros de Borges EI jardín de sen
deros que se bifurcan (1941), Ficciones (1944), El aleph (1949) y los de la última etapa, El in
forme de Brodie (1970) y El libro de arena (1975), contienen cuentos perfectos y deslum
brantes. Anderson Imbert señaló como sus mejores relatos: “Tlón, Uqbar, Orbis Tertius”, D (l “Funes el memorioso , La muerte y la brúju ,7 l! la”, “El muerto , Las ruinas circulares” y “La biblioteca de Babel" (se podrían agregar, por lo menos, “Hombre de la esquina rosada” y “El
aleph”) y añadió: “Poderosa inteligencia que va y viene sin perderse por los laberintos de la l Iorge Luis Borges.
Un humorismo singular, excéntrico y me tafísico, fue el que practicó Macedonio Fer nández, cuya personalidad -más que sus li bros— fascinaría a Borges. Cabe recordar No toda es vigilia la de los ojos abiertos, de 1928, y Papeles de Recienvenido, de 1930.
Iorge Luis Borges es, sin duda, el prosista más notable de la Argentina y de la lengua es pañola en el siglo XX. Algtmos de sus cuentos no son únicamente piezas irnperecederas de la literatura argentina sino que forman parte de
las letras universales, tanto por el enfoque conceptual cuanto por la brillante originali dad de su estilo y los juegos de su inteligencia. Borges concibe el espacio y la conciencia co mo laberintos de los que la mente puede eva
dirse a través de la palabra poética. Según En
120
sofística. Poderosa metafísica que queda en buena postura al enfrentarse con los proble mas del Caos, la Conciencia, el Tiempo. Pode
roso don de expresión verbal que nuestra len
gua no había tenido desde los barrocos del siglo XVII”.
Adolfo Bioy Casares (1914-1999), que es
cribió cuentos en colaboración con Borges con el seudónimo común de H. Bustos Do mecq, es un reconocido representante de lali teratura fantástica -género que siempre tuvo excelentes cultores en el país- a partir de su novela La invención de Morel. Publicó luego más de veinte libros, entre ellos El sueño de los
héroes y Diario de la guerra del cerdo. En su madurez recibió, igual que Borges y Ernesto Sabato (l9ll), el premio Cervantes, que con cede España a los mejores escritores hispanoa mericanos. Silvina Ocampo (1909-1993), es
rique Anderson Imbert (1910-2000), “en
posa de Bioy Casares, cultivó también el
Borges la metafísica y la lírica son una misma cosa. Insatisfecho de los límites que la tradi
género fantástico y escribió poemas y cuentos; entre estos últimos, Autobiografia de Irene es
LA LITERATURA
un verdadero clásico. Un novelista que perte neció al círculo íntimo de Borges y los Bioy fue
Manuel Peyrou (1902-1974). Comenzó escri biendo relatos policiales (La espada dormida, El estruendo de las rosas) con fuerte influencia de Chesterton, y al final de su vida dio a la es tampa una serie de novelas de carácter realista en las que trazó un crítico retrato de los años
llea, en consideraciones éticas o divagan sobre sus destinos o el destino del país mientras to man el té o se encuentran en exposiciones de
pintura. Son, por el contrario, seres a menudo marginales, truhanescos, que sueñan o con vierten en actos su amoralidad cuestionadora,
el sufrimiento de unas vidas enfrentadas al
del peronismo. Se debe agregar otro amigo de Borges y Macedonio Fernández; el autor de los maravillosos relatos fantásticos de La muerte y su traje, Santiago Dabove (1889-1951), así co
caos de un mundo que los excluye. Arlt fue heredero del pensamiento de Boe do, grupo literario en el que también hubo na rradores preocupados por describir vidas hu mildes como Leonidas Barletta (1902-1975),
mo a un solitario que desde su retiro de Río
Roberto Mariani (1893-1946), Elías Castel
Cuarto, en Córdoba, escribió originales relatos:
nuovo (1893-1982), Álvaro Yunque; Enrique González Tuñón (1901-1943) y Lorenzo Stan china (1900-1987), a los que podría agregarse, por la naturaleza de su temática, Fernando Gi lardi (1899-1968), con Silvano Corujo. Autores representativos de ambientes so
Juan Filloy (1894-2000).
Novelistas de rasgos opuestos entre sí, pe ro de insoslayable valor, fueron Eduardo Ma llea (1903-1982) y Roberto Arlt (1900-1942). Ambos expresaron en sus ficciones distintos aspectos de la realidad social del país. Mallea,
ciales más refinados y de intención más in
serena y refinadarnente, aunque con íntima
trospectiva fueron Norah Lange (1906-1972);
angustia, se reveló con Cuentos para una ingle
Carmen Gándara (1900-1977); Iosé Bianco
sa desesperada y Todo verdor perecerá y produ
(1908-1986); Luisa Mercedes Levinson (1909
jo luego novelas como La ciudad junto al río
1988); Silvina Bullrich (1915-1990) y, espe
inmóvil y La bahía del silencio, en las que pro
cialmente, Manuel Mujica Lainez (1910
curó indagar en la soledad del habitante de
l984), autor de una obra caracterizada por la
Buenos Aires dentro del ámbito de la alta y la
elegancia del estilo y su seductora amenidad.
mediana burguesías. Roberto Arlt, más cerca de los ambientes
Las novelas Aquí vivieron, Los ídolos, La casa y
populares y fuertemente influido por los no velistas rusos y la literatura folletinesca, des plegó su vehemencia creadora en las novelas
muchos de sus cuentos reviven el esplendor de la belle ¿poque porteña con una actitud entre nostálgica e irónica. Detallistas y sugestivas son también sus reconstrucciones históricas
El juguete rabioso, Los siete locos y Los lanzalla
como El escarabajo, El unicornio y, sobre todo,
mas, así como en obras de teatro, con prosa a ratos desaliñada pero con un vigor que no al
Bomarzo, novela del Renacimiento italiano convertida en ópera por Alberto Ginastera.
canzó ningún otro novelista argentino. Arlt creó inolvidables personajes en el escenario tumultuoso y sombrío de lo que dio en lla marse “la década infame” (los años treinta). Sus criaturas no se explayan, como las de Ma
En 1926 se fundó la Sociedad Argentina de
Escritores, que presidió Leopoldo Lugones, y en 1931, la Academia Argentina de Letras, pre sidida por Calixto Oyuela (1857- 1935). En los decenios del treinta y el cuarenta se instalaron
12]
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
en Buenos Aires varias editoriales creadas por españoles exiliados como consecuencia de la Guerra Civil. Otras empresas editoras, impul sadas por argentinos, como Sur, de Victoria Ocampo (1891-1979), y Rueda, de Santiago Rueda, dieron a conocer a importantes auto res extranjeros. En las primeras décadas del si glo habían surgido Marcel Proust, Franz Kaf
ka, James Joyce, Thomas Mann y William Faulkner, quienes en mayor o menor medida ejercieron una suerte de magisterio. Además, cabe señalar la influencia que sobre la literatu ra tuvo la estructura cinematográfica, un arte
en continua expansión. El genero narrativo fue incorporando nuevas experiencias y pro cedimientos, acentuando el interés por lo psi cológico. Un ejemplo: en la misma época (co mienzos de la década del cuarenta) aparecen tres excelentes novelas que abordan el tema de la crisis de la adolescencia, Álamos talados, de
Agosti (191 1- 1984), Carlos Albero Erro (1903
l968), Alvaro Yunque, Alfredo Varela (1912 1984), Dardo Cúneo (1914) y Mario Bunge (1919), entre otros. Tras el derrocamiento de Juan Domingo Perón, quienes habían sirnpati zado con su gobierno padecieron, a su turno, una suerte de ostracismo interior, como Leo
poldo Marechal, brillante poeta y autor teatral que en la década del cuarenta publicó su nove la arquetípica: Adán Buenosayres. Otros narradores de ese período son Au gusto Mario Delfino (1906-1961), Estela Can to (1919-1994), Gloria Alcorta (1916), Roger Pla (1912-1982), Juan Goyanarte (1901-1967)
Abelardo Arias (1908-1991), Es difícil empezar
y Martín Alberto Noel (1919-2001). Algunos poetas tratados como tales en líneas anteriores escribieron obras narrativas que por su cali dad no deben ser omitidas: Ezequiel Martínez Estrada (Tres cuentos sin amor, La inunda
a vivir, de Bernardo Verbitsky (1907-1979), y
ción), Luis Franco (Cuentos orejanos), Conra
Áspero intermedio, de Silverio Boj, seudónimo de Walter G. Weiland (1914-1996).
do Nalé Roxio (Las puertas del Purgatorio, Ex traño accidente), Nicolás Olivari (El almacén),
Entre los cuarenta y los cincuenta, la pre sencia del peronismo marca la vida de los ar gentinos al promover cambios sociales y polí
Ulyses Petit de Murat (El balcón hacia la muer
ticos que gravitan, inevitablemente, en el
cente Barbieri (EI río distante), Jorge Vocos
ámbito cultural. El autoritarismo del régimen suscita entre los intelectuales una generalizada repulsa. Algunos optaron por el exilio, como
Lescano (El tiempo más hermoso), María Gra nata (Los viernes dela eternidad), Enrique Mo lina (Una sombra donde sueña Camila O’Gor
Raúl González Tuñón, en Chile; Ulyses Petit de
man) y Olga Orozco (La oscuridad es otro sol).
Murat, en México; Enrique Anderson Imbert (1910-2000), Raimundo Lida (1908-1979) y María Rosa Lida (1910-1962), en los Estados
Al promediar la mitad del siglo empieza a publicar Ernesto Sabato (1911), intelectual de formación científica, comunista en su juven tud, hombre comprometido con un humanis mo que rechaza las presiones alienantes de la sociedad tecnológica o tecnocrática. Es uno de los escritores argentinos más influidos por el pensamiento existencialista de posguerra. En
Unidos, y Julio Cortázar (1914-1984), Juan
122
(1900-1962), Francisco Romero (1891-1963),
María Rosa Oliver (1898-1977), Héctor P.
Rodolfo Wilcock (1919-1978) y Héctor Bian ciotti (1929), en Europa. Otros intelectuales opositores sufrieron prisión, como Victoria Ocampo, Enrique Banchs, Vicente Fatone
te), González Carbalho (La ventana entrea bierta), Roberto Ledesma (]uan Sinruido), Vi
LA LITERATURA
su primera novela, El túnel (1948), hay puntos de coincidencia con la obra de Albert Camus,
llardo (1936-1988), Syria Poletti (1919-1991),
quien medió para la traducción de dicha no vela en Francia. Su producción novelística se completa con Sobre héroes y tumbas (su libro
de Miguel (1929), María Esther Vázquez
más conocido) y Abbadón el exterminador. En
ben. Como puede apreciarse, en esa etapa
la parte dedicada al ensayo se volverá a este es
irrumpió gran cantidad de mujeres escritoras. El más importante narrador de ese perío do es Iulio Cortázar. Así como la prosa litera ria argentina se divide en un antes y un des pués de Borges, el cuento tiene un antes y un después de Cortázar. Muchos cuentistas de los últimos años lo imitaron y siguen irnitándolo. Entrañablemente argentino —a pesar de su na
critor que muchos han querido oponer a Bor ges teniendo en cuenta sus disímiles ideas y temperamentos. En esa etapa cronológica, la novela y el
cuento se enriquecen con obras que conti núan líneas ya trazadas anteriormente, pero cada vez con más complejidad y libertad ex presiva. En el relato fantástico sobresale Enri que Anderson Imbert, tan notable en la inven ción de situaciones (El grimorio, El gato de
Iorgelina Loubet (1928-1998), María Esther (1934) y Elvira Orphée (1930). Las obras lite rarias no tienen sexo, pero sí quienes las escri
cimiento accidental en Bruselas y de haber transcurrido la mitad de su vida en París—, el autor de Bestiario trascendió los límites de la
literaria. En el género realista se destacan Ber nardo Kordon (1915-2002) con Alias Gardeli
escritura nacional. Creó sus propias leyes lite rarias y desafió el sentido común mezclando lo realista con lo fantástico, haciendo natural
Cheshire) como en el ensayo y la historiografía
to; Enrique Wernicke (1915-1968) con La ri
el absurdo, enfrentando constantemente al
bera; Arturo Cerretani (1907-1986) con El
lector con el misterio de la condición humana.
deschave; Ernesto L. Castro (1902-1979) con
Fue un revolucionario en el cuento y en la no vela (Rayuela) y convirtió el género narrativo en una sucesión de imprevistas y fulgurantes metáforas. Cuentos como “El perseguidor”, )) (C “Casa tomada , La autopista del sur”, “Cartas I’) ll de mama , Todos los fuegos el fuego”, “La no che boca arriba”, “La continuidad de los par
Los isleros, y Joaquín Gómez Bas (1907-1984)
con Barrio gris. Dado a conocer con la novela Rosaura a las diez, Marco Denevi (1922-1998) es también cuentista y autor de libros miscelá neos en los que reveló una singular capacidad de fabulación y brillantes recursos estilísticos. Hierba del cielo (1973) es uno de los mejores segunda mitad del siglo.
ques”, son piezas literarias perfectas, a las que no se les puede quitar o agregar una palabra. Con algo más de edad que los autores del fa
Simultáneamente surgen Beatriz Guido (1925-1988), Iuan Iosé Manauta (1919), Al
Cortázar fue identificado con dicho grupo
libros de cuentos publicados en el país en la
moso boom de la narrativa latinoamericana,
berto Rodríguez (1926), Héctor A. Murena
(Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa,
(1923-1975), Jorge Riestra (1926), Hellen Fe rro (1919), Adolfo Pérez Zelaschi (1920), Luis Mario Lozzia (1922), Andrés Rivera (1920),
Carlos Fuentes, Guillermo Cabrera Infante,
Federico Peltzer (1924), Iulio Ardiles Gray
Iosé Donoso, entre otros) a pesar de su defini da personalidad de porteño cosmopolita, rea cio a todo barroquismo, como el del realismo
(1922), María Angélica Bosco (1909), Sara Ga
mágico.
123
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
1992), así como David Viñas (1929) y Vicente Battista (1940), vivieron en España, mientras Pedro Orgambide (1929), Alberto Constantini (1924) y Mempo Giardinelli (1947) lo hicieron en México y Tomás Eloy Martínez (1934), en Venezuela. Un autor exiliado, pero menos por motivos políticos que por decisión personal, fue Manuel Puig (1932-1990), cuyos relatos Boquitas pintadas y La traición de Rita Hay worth, entre otros, se destacan por la diestra utilización de especies literarias secundarias (el folletín, la radionovela) con las que acertó a realizar obras de singular valor literario. Cultores destacados de la novela en este
Iulio Cortázar. Fotografía de Sara Facio. Clarín. El libro del 50° aniversario.
A esa generación, o a la inmediatamente posterior, pertenecen novelistas y cuentistas que, como algunos poetas antes mencionados, serían víctimas del gobierno militar que asu mió el poder en 1976. El mendocino Antonio Di Benedetto (1922-1986), que desarrolló una original estructura narrativa en su novela Za ma, fue encarcelado, torturado, y, como conse
paña, con La cruz invertida; Marta Lynch (1929-1985), Eduardo Gudjño Kieffer (1935),
Germán Rozenmacher (1936-1971), Angélica
Gorodischer (1928), Ricardo Piglia (1940),
cuencia de la presión internacional se exilió
Eduardo Belgrano Rawson (1943), Alicia Du jovne Ortiz (1940), Luisa Valenzuela (1938),
tras su liberación en España. Notables creado
Germán L. García (1944), Iuan Martini
res de ficciones como Haroldo Conti (1925 ¿l976?) y Rodolfo Walsh (1927-1977) fueron asesinados, mientras que otros marcharon al destierro. Entre estos últimos cabe recordar a
(1944), Rodolfo Rabanal (1940), Héctor Las tra (1943), Néstor Sánchez (1934), Luis Gus mán (1944), Alina Diaconú (1945), Alberto
Juan Iosé Saer (1937), reconocido por una obra
nombres que no agotan la larga lista de narra dores aparecidos en ese período. Asimismo, en el cuento descuellan Abelar
que no elude los intentos experimentales, y Os
valdo Soriano (1943-1997), periodista y autor de una lograda novela, Triste, solitario y final, ambos exiliados en Francia. Dos importantes novelistas del interior, el jujeño Héctor Tizón 124
período son también Abel Posse (1935), em parentado con el realismo mágico a través de Perros del Paraíso y autor, posteriormente, de una hermosa novela que obtuvo en España el premio del Quinto Centenario del Descubri miento de América: EI largo atardecer del ca minante; Marcos Aguinis (1935), el primero en recibir el codiciado premio Planeta, de Es
(1929) y el riojano Daniel Moyano (1930
Laiseca (1941) y Rodolfo Fogwill (1941),
do Castillo (1935), también autor teatral; Isi doro Blaisten (1933), Juan José Hernández (1930), Ernesto Schoó (1927), Ángel Bonomi ni (1926-1977), Rodolfo Modern (1923), Li
LA LITERATURA
liana Hecker (1943) y Hebe Uhart (1936), en
tre otros cultores de un género que siempre tuvo buenos representantes en la Argentina.
plo- cuyos personajes exponen en sus diálo gos las inquietudes del autor sobre el ser na cional, se escriben también ensayos, como los
A partir de los años ochenta habría que
de Martínez Estrada, que más allá de sus plan
nombrar a novelistas que comenzaron a susci (1949), Ana Maria Shúa (1951), Silvia Iparra guirre (1947), Marcelo Cohen (1951), María
teos conceptuales, abundan en rasgos de ca rácter literario. Esto hace del ensayo en la Ar gentina un género ambiguo, de algún modo híbrido, que debe ser tratado sin fijar límites
Rosa Lojo (1954), Liliana Díaz Mindurry
excesivamente rígidos.
(1953), Guillermo Saccomano (1948), Jorge
Leopoldo Lugones fue, además de poeta y narrador, un ensayista de obra vasta y riguro
tar el interés de la crítica, como César Aira
Torres Zavaleta (1951), Rodrigo Fresán (1963),
Esther Cross (1961), Guillermo Martínez (1962) y Pablo de Santis (1963), entre otros. Antes de cerrar este apartado, se debe seña
sa. El payador es un libro necesario para la comprensión del gaucho ensalzado poética
lar que, al igual que en el resto del mundo, la
mente por Iosé Hernández. Otros textos suyos que pertenecen al orbe ensayístico son El im
ficción ha sido y sigue siendo en la Argentina el
perio jesuítico e Historia de Sarmiento. Asimis
género literario que muestra mayor vitalidad.
mo, Eleuterio F. Tiscornia (1879-1945) fue uno de los primeros en reivindicar el Martín Fierro en sus trabajos sobre literatura gauches
EL ENSAYO
ca. Otro contemporáneo es Iosé Ingenieros
Mientras la imaginación es el principal in grediente de la poesía y la narrativa, la investi gación y la reflexión son elementos insoslaya bles del ensayo. Durante el período al que se ajusta este capítulo, hubo en la Argentina una
logo. Desde 1915 dirigió la colección “La Cul
(1877-1925), sociólogo, psiquiatra y crirninó
considerable cantidad de hombres de letras dedicados a pensar el país y meditar, asirnis mo, sobre aspectos históricos, políticos, filosó ficos, sociales, científicos y literarios o artísti cos. Por la naturaleza del presente capítulo, sólo se debería abordar el ensayo literario; sin embargo, este aparece vinculado frecuente mente con la indagación de nuestra identidad. No pocos poetas y novelistas manifestaron en forma directa o implícita (a través de ensayos propiamente dichos o bajo la forma velada de la ficción) su preocupación por descifrar las claves de la idiosincrasia argentina. Y así como hay novelas -las de Eduardo Mallea, por ejem
tura Argentina”, consagrada a la divulgación de asuntos literarios, sociológicos y científicos.
Su obra más importante es La evolución de las
ideas argentinas, en dos tomos, así como dos libros muy difundidos en los que glosó sus ideales humanistas: El hombre mediocre y Las fuerzas morales. Su discípulo y biógrafo Aníbal Ponce (1898-1938) fue, también, un destacado
estudioso de los temas sociopolíticos. Manuel Ugarte (1878-1951) es un ensayista polémico que ensanchó el campo de sus refle xiones más allá de las fronteras del país al preo
cuparse por el destino de América. Entre sus obras merecen citarse La patria grande, El arte de la democracia y La joven literatura hispanoa mericana.
Ricardo Rojas (1882-1957) trató de conci
liar en toda su obra europeísmo e indigenis
125
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
mo. Eurindia, Blasón de plata y El país de la sel
estudiantes y amantes de la literatura. Del pri
va son testimonios de ese pensamiento con vertido en verdadera pasión. Cabe destacar su valiosa Historia de la literatura argentina, en
mero, ponderado comentarista, traductor e
nueve tomos, y sus biografías de San Martin y de Sarmiento.
rría y Rubén Darío y los libros El prosista en su prosa y El poeta en su poema. Castagnino escri
tros, donde escribió muchas páginas sobre au
bió importantes obras exegéticas sobre la his toria del teatro nacional y sobre técnicas e in terpretación del discurso literario. Dentro de esta generación de ensayistas, cabe señalar el nombre de Ricardo Sáenz-Ha
tores y obras nacionales. Integran su
yes (1888-1976), autor de vastos saberes y pul
bibliografía Crítica y polémica, Nuestros poetas
cro estilo que dedicó un exhaustivo libro al
jóvenes, Literatura y vida, Ensayos, y un libro de memorias, Visto y oído, donde describe un
blicó además De Stendhal a Gourmont, Blas
Dentro del ensayo literario hay que anotar el nombre de Roberto F. Giusti (1887-1976), director durante más de treinta años —con Al fredo Bianchi ( 1882- l942)— de la revista Noso
largo período de las letras argentinas. Otros ensayistas estrictamente literarios han sido Rafael Alberto Arrieta, director y coordinador de una Historia de la Literatura Argentina, en seis tomos, y autor de Dickens y Sarmiento, La literatura argentina y sus vínculos con España, Florencio Balcarce, y de volúmenes donde vol có sus conocimientos y fervor de bibliófilo: La ciudad y los libros y El encantamiento de las sombras. Asimismo, Carmelo Bonet (1886 l977) expuso su amplia versación en Las fuen tes de la creación literaria, Escolios y reflexiones
sobre estética literaria y Apuntaciones sobre el arte de juzgar. Uno de los grandes ensayistas literarios ha sido, sin duda, Arturo Marasso. Notable erudi
to y maestro de la literatura comparada, escri bió una obra aún no justípreciada fuera de los reducidos círculos académicos: La invención del Quijote, Rubén Darío y su creación poética y El pensamiento secreto de Mallarmé. Otros ex
celentes analistas de la literatura fueron Angel I. Battistessa ( 1902-1993) y Raúl H. Castagni no (1914-1999), ambos con una extensa can 126
“iluminador” de textos, cabe recordar sus es tudios sobre Iosé Hemández, Esteban Echeve
tidad de libros de indispensable consulta para
creador del ensayo moderno, Montaigne, y pu Pascal y otros ensayos, Miguel Cané y su tiempo
y Cada día con su afán. Espíritu refinado y dueño de una rica cultura universal fue, asi mismo, Iorge Max Rhode (1892-1979), a cuya obra principal, Las ideas estéticas en la literatu
ra argentina, debe añadirse un conjunto de li bros en los que estudió a diversos autores (An
gel de Estrada, Iuan María Gutiérrez). Otro importante ensayista es Gregorio Weinberg (1920).
Al abordar la obra de quienes cultivaron el ensayo e iniciaron la publicación de sus libros en las décadas del veinte y del treinta, es nece sario nombrar en primer término, por su irn portancia, a Ezequiel Martínez Estrada. Autor que incursionó en todos los géneros con pare ja intensidad y vigor mental, resalta en dicha producción su labor de ensayista. En Radio
grafía de la pampa, libro de 1933, inicia su búsqueda de las claves del país y formula una crítica moral. Es un ensayo preñado de origi nales reflexiones y metáforas entre poéticas y metaflsicas. Pero no le van a la zaga La cabeza de Goliat, Muerte y transfiguración de Martín Fierro, Sarmiento y Nietzsche. Años más tarde,
LA LITERATURA
Iuan Iosé Sebreli (1930) lo irnpugnó por con siderar que su óptica era excesivamente subje
tiva y fatalista; reproche al que adherirían otros intelectuales; pero más allá de toda con troversia, es imposible negar a ese epíritu in quisitivo y cuestionador que fue Martínez Es
trada la fuerza de un pensamiento henchido de intuiciones iluminadoras. Otros ensayos en los que expuso sus apasionadas meditaciones acerca del momento político que le tocó vivir son ¿Qué es esto? y Cuadrante del pampero.
Algunos autores extranjeros —como Waldo
Frank, Herman Keyserling, Iosé Ortega y Gas set, George Sirnmel y Oswald Spengler— gravi
taron por su obra o su presencia en algunos ensayistas argentinos. Una de ellas sería Victo
ria Ocampo, que con su serie de Testimonios practicó una mezcla de ensayo, diario personal y miscelánea literaria que seduce por su estilo muy argentino y a la vez universal. Eduardo Mallea, escritor ya considerado como novelis ta con amagos ensayísticos dentro de sus fic ciones, publicó libros de indagación y análisis ajenos a los frecuentes sectarismos ideológi cos. En Historia de una pasión argentina sostu vo la teoría de una Argentina visible convi
viendo con una Argentina invisible cuya demora en manifestarse representa nuestra mayor asignatura pendiente. Otros ensayos de Mallea, El sayal y la púrpura y Meditación de la
costa, proponen el imperio de una ética —vista a la vez como estética- que sirva de modelo a
una sociedad espiritualmente enferma. Desde una perspectiva política nacionalis ta, Raúl Scalabrini Ortiz (1896-1959) escribió
no carente de humor y resignada melancolía. Otro ensayista atento a los temas sociopolíti cos y fuertemente polémico ha sido Arturo Iauretche (1901-1974). Los ensayos de Borges son de distinta ín dole. Más preocupado por lo literario y lo me tafísico que por lo social, sus libros El tamaño de mi esperanza, Inquisiciones, Discusión e His
toria de la eternidad, entre otros, deslumbran por su brillante estilo, hecho de una adjetiva ción tan precisa como original y por sus fasci nantes disquisiciones sobre la eternidad, el in finito y otros conceptos abstractos con los que jugó sutilmente en toda su obra. Notable cultor del ensayo, así como de la poesía y el cuento, fue Luis Franco, escritor que muestra una singular y convincente fuer za expresiva en El otro Rosas, Hudson a caballo, El general Paz y los dos caudillajes y Pequeño diccionario de la desobediencia. Carlos Alberto
Erro (1903-1968) fue, asimismo, el autor de un libro celebrado por Waldo Frank, Medida del criollismo, y de Tiempo lacerado; mientras
que Romualdo Brughetti ( 1912), también poeta, se reveló como apasionado expositor de ideas en Descontento creador y Prometeo. Autor
de ensayos literarios y sobre temas argentinos es Máximo Etchecopar (1912). Ernesto Sabato ha manifestado en el ensa
yo su actitud crítica frente a las contradiccio nes e injusticias de nuestro tiempo. Uno y el universo, Heterodoxia y El escritor y sus fantas
mas son libros en los que subyace lo que se ha
denominado “una razón ardiente”. La labor
ensayística de este humanista urgido por la
ensayos sobre aspectos económicos relaciona dos con la defensa de la soberanía, pero el li
necesidad de una apelación moral y un recla
bro que cirnentó su fama es El hombre que es tá solo y espera, breviario del porteño medio cuyos rasgos psicológicos retrató con agudeza
especialmente entre los jóvenes.
mo admonitor ha tenido vasta repercusión,
Inmediatamente después de la primera etapa peronista, los hermanos Ismael y David
127
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
Viñas, Adolfo Prieto (1928), Noé Iitrik (1928),
Oscar Masotta (1930-1979) y Iuan José Sebre
li se agruparon alrededor de la revista Contor no para impulsar la revisión y el debate, desde una óptica prioritariamente sociológica, de la literatura nacional. Con similar fervor, Héctor
A. Murena (1923-1975) polemizó desde las páginas de Sur y La Nación con esos escritores
que, a su criterio, examinaban las letras argen
tinas con parcialidad obnubiladora. Murena publicó libros de poemas, novelas y los volú menes ensayísticos El pecado original de Amé rica, Ensayos de subversión y Homo Atomicus.
Otros ensayistas preocupados por desen trañar las claves sociales del hombre argentino a través de sus escritores fueron Dardo Cúneo,
Julio Mafud (1928-1992), Rodolfo Kusch
l Bernardo Canal Feijoó.
(1922-1979) yVíctor Massuh (1924), autor es
te último de La Argentina como sentimiento y Cara y contracara: ¿una civilización a la deriva? Un notable ensayista, también poeta y dra
(1903-1976), Pablo Rojas Paz (1896-1956), lo
maturgo, es el santiagueño Bernardo Canal Feijoó (1897-1982), autor de una importante
sé María Moner Sans, Ángel Rosenblat (1902
obra orientada hacia la indagación antropoló gica y la teoría de la cultura. Teoría de la ciu
Schultz de Mantovani (1912-1978), Raimun do Lida, María Rosa Lida, Adolfo de Obieta
l984), Alberto Salas (1915-1995), Fryda
dad argentina, De la estructura mediterránea y
(1912), Antonio Pages Larraya (1918), Emilio
La expresión popular dramática son algimos de
Carilla (1914-1995), Iuan Carlos Ghiano
sus libros. En la linea de la investigación de las
(1920-1990), Florencio Escardó (1904-1992), Bernardo Ezequiel Koremblit (1915), Ofelia Kovacci (1927-2001), Ana María Barrenechea
raíces folldóricas sobresalió también Augusto Raúl Cortázar (1910-1974), formador de una
pléyade de estudiosos, algimos de los cuales son autoridades en la materia, como Olga Fer nández Latour de Botas (1935). Otros investi gadores de la literatura vernácula, así como re
copiladores de coplas y cuentos populares, han sido Iuan Alfonso Carrizo (1895-1957), Berta Vidal de Battini (1900-1984), Orestes Di
(1923), Carlos Alberto Ronchi March (1922) y Oscar Tacca (1926).
Entre los ensayistas más notorios del últi mo tramo del siglo XX se puede mencionar a Santiago Kovadloff ( 1942), quien con Una cul
tura de catacumbas y El silencio primordial re veló ser un pensador lúcido y brillante, así co
Ensayistas más concentrados en lo especí
mo Tomás Moro Simpson (1929), también poeta como Kovadloff, autor de un libro sin
ficamente literario fueron Luis Emilio Soto.
guiar, Dios, el mamboretá y la mosca, v Beatriz
Lullo (1898-1983) y Félix Coluccio (1911). 128
uno de los más importantes críticos; José Ed
mundo Clemente (1919), Iosé Luis Lanuza
LA LITERATURA
Sarlo (1942), que ha trabajado sobre literatura y cultura de masas. A ellos hay que agregar los nombres de Enrique Pezzoni (1926-1989), Pe
dro Luis Barcia (1940), Iosefina Delgado (1942), Iosé Isaacson (1922), Iorge Cruz
abordó el drama, la comedia, el sainete y hasta la revista. Pedro E. Pico (1882-1945), realista e incisivo, escribió excelentes comedias y retrató algunas picardías de la política criolla en Las rayas de una cruz. Alberto Novión (1881-1937)
(1930), Cristina Piña (1949), Haydee Iofre Ba rroso (1928), Tomás Abraham (1946), Josefina Ludmer ( 1939), Ivonne Bordelois (1936), Ior
tacó con Hermano lobo y Las víboras.
ge Panesi (1947), Alberto Manguel (1948) y Enrique Valiente Noailles (1960), entre otros.
Párrafo aparte merece Vicente Martínez Cuitiño (1887-1961), autor sumamente culto
fue autor de una obra de éxito, Bendita seas, y Rodolfo González Pacheco (1882-1949) se des
e inquieto que trató de incorporar a su obra TEATRO
En las primeras décadas del siglo, la litera tura teatral se enriqueció con el aporte de va liosos autores. El sainete costumbrista, inicia
do años antes con gran repercusión popular, mantuvo sostenida vigencia y adoptó una mo dalidad, el grotesco, a través del cual sus crea
dores reflejaron la vida y los hábitos de una sociedad en la que criollos -generalmente porteños- e inmigrantes (españoles, italianos,
las experiencias de dramaturgos europeos co mo Ibsen, Pirandello y Lenormand, logrando así piezas tan interesantes como Horizontes y Servidumbre. Escritores de menor nivel creati vo pero diestros en la urdimbre de la comedia Costumbrista fueron Nicolás de las Llanderas (1888-1938) y Arnaldo Malfatti (1893-1968), con Así es la vida, y la pareja de Camilo Dart hés (1889-1974) y Carlos Damel (1890-1974) con Los chicos crecen.
Francisco Defilippis Novoa (1889-1931) fue un innovador que procuró ahondar en los conflictos psicológicos y avanzar en los recur
árabes o judíos) protagonizan episodios risue ños o dramáticos pero caracterizados siempre por el pintoresquismo. El representante más
bres: Iosé LeónPagano (1875-1964), reconoci
conspícuo fue Armando Discépolo (1887
do además en la crítica de arte; Alejandro
1971), cuyas obras Mateo, Stefano y Relojero son verdaderos clásicos del género. Otros, co mo Alberto Vacarezza, ya tratado, Carlos M. Pacheco (1881-1924), Iosé González Castillo
Berruti ( 1888-1964), Emilio Berisso (1878 1922), Iosé María Moner Sans y Román Gó mez Masía (1903-1944), Edmundo Guibourg
(1885-1937) y Federico Mertens (1886-1960),
turo Berenguer Carisomo (1905-1998), tam bién docente e historiador de la literatura. No
siguieron ofreciendo coloridas escenas del ambiente popular porteño. En esa época empezó a perfilarse un teatro menos esquemático, más ambicioso, sin aban donar en la mayoría de los casos la temática nacional. Enrique García Velloso (1881-1938),
sos técnicos de la puesta en escena. Otros nom
(1893-1986), Roberto Tálice (1901-1998) yAr
se debe olvidar el teatro histórico, que tuvo cultores de la talla de Paul Groussac, con La di
visa punzó; Ricardo Rojas, con Ollantay, y En rique Larreta, con Santa María del Buen Ayre.
autor de Mamá Culepina y Eclipse de sol, es uno
Hay un nombre que representa lo mejor de la literatura dramática entre los decenios
de los más completos e imaginativos, pues
del veinte y del cuarenta y cuya obra se exten
129
LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL
dió hasta más allá de la primera mitad del si glo. Se trata de Samuel Eichelbaum (1894 1967), creador de un teatro en el que consi guió fundir lo realista con lo psicológico, la observación Costumbrista con los conflictos de conciencia. Eichelbaum describió senti
mitos clásicos como en Antígona Vélez y en Don Juan. También debe ponerse de resalto la magnifica epopeya teatral de Bemardo Canal
mientos con elocuente sutileza y sus diálogos revelan un examen profimdo de los persona
del ensayo: Santos Vega el payador, de Antonio
de un autor que pertenece, asimismo, a las filas Pagés Larraya.
jes. Un guapo del 900 y Un tal Servando Gómez
A fines de los años cuarenta y comienzos
son sus piezas más conocidas. En 193 l, Leonidas Barletta funda el Teatro
de los cincuenta se produce en Buenos Aires —y
del Pueblo y cuatro años después se crea el Tea
se proyecta luego hacia el interior— un movi miento teatral que se aparta de los tradiciona
tro Nacional de Comedia, que dirigirá durante
les circuitos comerciales. Grandes masas de
años Antonio Cunill Cabanellas. Estos dos
Teatro Juan B. Iusto, El Tinglado Libre Teatro,
público, preferentemente joven, llena las pe queñas salas donde actúan los que antes eran llamados “cuadros filodramáticos” y ahora son grupos de actores fervorosos, formados en la frecuentación de las nuevas teorías teatrales
la Organización Latinoamericana de Teatro
—Brecht, Stanislavski, Strasberg— y de autores
(OLAT) y otros de intención más artística que
modernos a los que se proponen dar a conocer.
comercial, presentaron obras clásicas y moder
El movimiento independiente fue una reacción
nas, entre ellas de autores argentinos que llega
contra el teatro conformista que invadía en tonces las carteleras. 1a Máscara, Nuevo Tea
acontecimientos impulsan la expansión de una actividad a la que el público dio auspiciosa res
puesta. El Teatro del Pueblo, juntamente con el
ban al teatro desde la poesía, la narrativa o el ensayo. Uno de los más significativos fue Ro berto Arlt, quien volcó en las originales situa
tro, Fray Mocho, Los Independientes, el IFT y el Teatro Florencio Sánchez, herederos del en
ciones de Trescientos millones, Saverio el cruel y
tusiasmo de Leonidas Barletta, Ricardo Passa
El fabricante de fantasmas el talento y el vigor creativo expuesto ya en sus novelas. Brillante
no (1893-1973) y Enrique Agilda (1902-1990),
rar otros géneros practicados con mayor dedi cación: Ezequiel Martínez Estrada, Raúl Gon
representaron un borrón y cuenta nueva en la vida teatral porteña y sirvieron de estímulo a conjuntos del interior del país. Obras de Sófo cles, Ben Johnson, George Bernard Shaw, Eu gene O’Neill, Bertolt Brecht, Antón Chejov, lean Anhouil, Arthur Miller, Harold Pinter y
zález Tuñón, Alvaro Yunque, Nicolás Olivari,
Arnold Wesker alternaban en sus carteleras con
César Tiempo, Arturo Cerretani, González
las de nuevos dramaturgos argentinos.
Carbalho, Eduardo González Lanuza, Vicente
En 1949 es estrenó la obra El puente, de Carlos Gorostiza (1920), un hito del teatro in
comediógrafo resultó el poeta Conrado Nalé Roxlo, con La cola de la sirena y El pacto de Cristina, así como autores tratados al conside
130
Feijoó Pasión y muerte de Silverio Leguizamón y
otra obra inspirada en la literatura gauchesca
Barbieri y Carlos Carlino (1910-1981). Entre todos ellos se destaca Leopoldo Marechal, que incursionó en el teatro trágico y poético re creando y trayendo a la época contemporánea
dependiente. Gorostiza, uno de los dramatur gos más talentosos surgidos en ese período, es cribirá posteriormente Marta Ferrari, El pan de
LA LITERATURA
la locura y El patio de atrás, entre otras celebra das piezas. Muchos nombres irrumpen enton ces; Iuan Carlos Ferrari, seudónimo de Enrique Grande (1917-1989), Luis Ordaz (1912), Iuan Oscar Ponferrada, Pablo Palant (1914-1975),
Atilio Betti (1922-1993), Aurelio Ferretti (1907-1963), Iulio Imbert (1918), Andrés Liza
rraga (1919-1982), Iulio Mauricio (1919 l99l), Alberto Rodríguez Muñoz (1915), Iuan Carlos Ghiano, Agustín Pérez Perdella (1920), Agustín Cuzzani (1924-1987), Osvaldo Dra gún (1929), Sergio De Cecco (1931-1986), Gri selda Gambaro (1928), Roberto Cossa (1934),
Carlos Somigliana (1932-1987), Jacobo Langs ner (1927), Eduardo Pavlovski (1933), Ricardo
Talesnik (1935), Ricardo Halac (1935) y Oscar Viale (1932-1994).
Estos autores impusieron una temática vinculada con la búsqueda o el análisis de la identidad argentina y el propósito de reflejar inquietudes y preocupaciones unánirnes me diante una exposición entre Costumbrista e in telectual. Simultáneamente llegan de los Esta
dos Unidos y de Europa piezas representativas
de una dramaturgia iracunda y exasperada, así como el llamado “teatro del absurdo”, que mo difican las carteleras tradicionales. Las últimas
tendencias conquistaron adeptos, pero tarn bién el rechazo de espectadores menos inquie
tos que preferían quedarse en sus casas frente a la pantalla del televisor. En los años setenta aquella eclosión del teatro independiente ya había perdido fuerza y disminuyó la asistencia del público a las salas teatrales, motivo por el cual los empresarios trataron de volver a cap
tarlo con piezas banales e intrascendentes. Con todo, el fenómeno no logró desalentar a los buenos autores. Más aún, nuevas camadas se sucedieron y algunas obras consideradas in
Leopoldo Marechal en España, 1926. Capítulo. La historia
quietantes o perturbadoras fueron estrenadas
dela literatura argentina, 1967.
131
LA DIMENSION CIENTIFICA Y CULTURAL
inclusive durante el gobierno del “Proceso”
llermo Gentile (1942), Ricardo Monti (1944),
militar. Como una suerte de desafio a la repre
Jorge Paolantonio (1947), Mauricio Kartún (1946), Eduardo Rovner (1942), Jorge Gol demberg (1950), Nelly Femández Tiscomia (1939-1995) y Jorge Accame (1956), entre
sión, se realizó en 1981 un memorable ciclo denominado “Teatro Abierto” en la sala El Pi
cadero de la ciudad de Buenos Aires, donde debían representarse veinticinco piezas de au tores nacionales. La madrugada del 6 de agos to, un incendio -luego se comprobaría que fue intenciona1- destruyó el edificio, pero no lo gró interrumpir el ciclo, que se trasladó a otras salas céntricas.
Para entonces, nuevos escritores habían hecho su entrada en la literatura teatral: Gui
otros. Un caso aparte ha sido el de Raúl Nata lio Damonte Taborda (1939-1987). Hijo del político Raúl Damonte Taborda y nieto de Na talio Botana, creador del diario Crítica, vivió muchos años en París, donde se dedicó al di
bujo humorístico y escribió con el seudónimo de Copi algunas obras teatrales de estilo ex céntrico y provocativo.
ORIENTACIÓN BIBLIOGRÁFICA
132
Se enumeran en primer término algunos
en ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA, Histo
libros de consulta que abarcan los distintos gé neros literaríos; después, los vinculados con el
segimda parte, Buenos Aires, 1966. ENRIQUE
ria Argentina Contemporánea, volumen II,
género poético, así como antologías en cuyos prólogos se encontrarán útiles referencias. Se guirán los estudios sobre narrativa, ensayo y teatro. Se omiten, para no extender excesiva mente este repertorio bibliográfico, los traba
ANDERSON IMBERT es autor de Historia de la li
jos dedicados a un solo autor (por ejemplo, Lugones, Arlt o Cortázar), aunque en ellos también es posible hallar datos orientadores
Corrientes y obras más importantes de la litera
acerca de su época y sobre otros escritores de su generación. Libros importantes para el conocimiento de quienes se interesan por autores de los pri meros lustros —los que empezaron a publicar entre 1915 y 1940, aproximadamente- son los
tura entre 1920 y 1950 o 1960, se encuentran
teratura hispanoamericana, dos tomos, Méxi co, 1966; de JUAN CARLOS GHIANO es la obra
Constantes de la literatura argentina, Buenos Aires, 1953, y de FERMIN EsTRELLA GUTIERRFZ,
tura argentina, Santiago de Chile, 1970. Esclarecedores comentarios sobre la litera en: LUIS EMILIO SOTO, Crítica y estimación, Bue
nos Aires, 1954; ANGEL J. BATnsTEssA, Pasado y
presente de Ia literatura argentina, dos tomos, Buenos Aires, 1977-1979; ARTURO BERENGUER
CARISOMO, Literatura argentina, Buenos Aires,
seis volúmenes dirigidos por RAEAEL ALBERTO
1970; JUAN PINTO, Breviario de literatura argen
ARRIETA, Historia de la Literatura Argentina,
tina, Buenos Aires, 1958; ENRIQUE PEZZONI, Li
Buenos Aires, 1958-1960, que avanzan crono lógicamente respecto de la obra monumental
teratura argentina 1930-1960, Buenos Aires,
del mismo título de RICARDO ROJAS; también,
tura argentina, Buenos Aires, 1966; EMIR RO
“La vida literaria argentina entre 1862 y 1930",
DRlGUEZ MONEGAL, El juicio de los parricidas.
1961; GUILLERMO ARA, Introducción a la litera
LA LITERATURA
La nueva generación argentina y sus maestros, Buenos Aires, 1956, y NOE IITRIK y SUSANA CE
res composiciones de los respectivos poetas si no que incluyen prólogos y estudios críticos.
LI.A, Historia crítica de la literatura argentina,
Existen muchas selecciones de ese carácter. Las
irrupción de la crítica, Buenos Aires, 1999.
De carácter enciclopédico, ilustrada con
más representativas son las siguientes: PEDRO I. VIGNALE y CESAR TIEMPO, Exposición de la ac
cuadros Sinóptícos y material iconográfico, es
tual poesía argentina, Buenos Aires, 1927, don
la Historia de la literatura argentina, en seis to mos, publicada por el Centro Editor de Améri ca Latina, Buenos Aires, 1980- 1982. Asimismo,
de cada poeta escribió su propia Semblanza, por lo general en clave de humor; IULIO NOE,
Antología de la moderna poesía argentina,
referencias puntuales sobre autores y fechas de edición de sus libros pueden consultarse en los
Segtmda edición, Buenos Aires, 1930, GONZA
muchos trabajos de ordenación bibliográfica que realizó HORACIO I. BECCO, entre ellos,
contemporánea, Santiago de Chile, 1937; JORGE
LEZ CARBALHO, Índice de la poesía argentina LUIS BORGES, SILVINA OCAMPO y ADOLFO BIOY
Fuentes para el estudio de la literatura argentina,
CASARES, Antología poética argentina, Buenos
Buenos Aires, 1968, y Bibliografía de bibliogra
Aires, 1941; DAVID MARTÍNEZ, Poesía argentina
fias argentinas, Washington, 1972. También AL
(1940-1949), Buenos Aires, 1950, y Poesía ar
FREDO ROGGIANO, en su excelente Diccionario
gentina actual, Buenos Aires, 1961; LUIS SOLER
de la literatura latinoamericana, Washington,
CAÑAS, La generación poética del 40, dos tomos,
1961; PEDRO ORGAMBIDE y ROBERTO YAI-INI son
Buenos Aires, 1981, con un completo análisis
autores de la Enciclopedia de la literatura argen tina, Buenos Aires, 1970. Otra vez PEDRO OR
al que acompañan muchos textos poéticos;
GAMBIDE, con SILvANA CASTRO, Breve diccionario
sía argentina, Buenos Aires, 1981; LUIS R. FUR
biográfico de autores argentinos del siglo XX,
LAN, Generación poética del 50, Buenos Aires,
Buenos Aires, 1999. WASHINGTON L. PEREYRA
1974; DANIEL FREIDEMBERG, La poesía del 50, Buenos Aires, 1981; HORACIO SALAS, Genera
recopiló La prensa literaria argentina, tres to mos, Buenos Aires, 1993-1996, con el registro de periódicos y revistas literarias, así como la reproducción de sus tapas, desde 1890 a 1939. Otra interesante fuente de consulta es un
HORACIO ARMANI, Antología esencial de la poe
ción poética del 60, Buenos Aires, 1973; NELIDA
SALVADOR, La nueva poesía argentina, Buenos Aires, 1969; RAUL GUSTAVO AGUIRRE, Antología
de la poesía argentina, tres tomos, Buenos Ai
libro editado por el FONDO NACIONAL DE LAS
res, 1979; MIRIAM GOvER DE NASATSKY, Poesía
ARTES, en 1985, donde Se recogen en forma
argentina del siglo XX, Buenos Aires, 1981, y los
facsimilar los números de la revista Martín
trece tomos antológicos, con comentarios y
Fierro, publicada durante la década del veinte (a partir de 1924) con colaboraciones de los principales representantes de ese movimiento literario.
declaraciones de cada uno de los autores Selec
Respecto del género poético, para la con sulta de autores y obras que surgieron a partir de 1920, o unos pocos años antes, son útiles las antologías en las que no sólo se leen las mejo
cionados, que conforman la obra dirigida por CARLOS ALBERTO DEBOLE, Poesía argentina con
temporánea, Buenos Aires, 1978-1987.
Ya no antologías sino estudios sobre deter minadas corrientes poéticas, son los de EDUAR DO GONZALEJ LANUZA, Los martinfierrisras, Buenos Aires, 1961; CORDOVA lTURBURU, La re
133
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
volución martinfierrista, Buenos Aires, 1962;
naz propulsor y divulgador cordobés de esa
LEONIDAS BARLETTA, Boedo y Florida, una ver
especie literaria, autor de El cuento argentino, Buenos Aires, 1963, así como todos los núme
sión distinta, Buenos Aires, 1967; LUIS R. FUR
LAN, Los poetas del medio siglo, Buenos Aires,
ros de la revista Puro Cuento, que dirigió
1996; RICARDO HERRERA, La hora epigonal, en
MEMPO GIARDINELLI durante varios años, a
sayos sobre poesía argentina contemporánea,
principios de la década del noventa, publica ción dedicada a la teoría del cuento y la difu sión de la mejor cuentística nacional y extran jera. No Se deben olvidar las antologías de cuentos, precedidos de prólogos y semblanzas
Buenos Aires, 1991, y Espera de la poesía, ensa
yos sobre poesía argentina, Buenos Aires, 1996; GRACIELA [MATURO] DE SOLA, Proyecciones del
surrealismo en la literatura argentina, Buenos Aires, 1967, y el extenso “Estudio preliminar”
PO y ADOLFO BIOY CASARES seleccionaron la
gentina de fin de siglo, seleccionada por LIDIA
Antología de la literatura fantástica, Buenos Ai
VINcIGUERRA, Buenos Aires, 1996.
res, 1965, donde, entre piezas magistrales de la
Una bibliografía sobre la narrativa de la época que abarca este capítulo deberá incluir:
literatura universal, figuran relatos breves de los compiladores y otros autores argentinos.
JUAN CARLOS GHIANO, Testimonio de la novela
NICOLAS COCARO publicó Cuentos fantásticos
argentina, Buenos Aires, 1956, y del mismo au
tor: La novela argentina contemporánea (1940
argentinos, Buenos Aires, 1960, que, como el título lo indica, recoge únicamente relatos de
l960), Buenos Aires, sin fecha de edición.
autores nacionales; MARIO MAGGIO DE TABOA
Véanse, asimismo: GERMAN GARCIA, La novela
DA realizó una selección, con introducción y notas, titulada Cuentos del interior, Buenos Ai
argentina, Buenos Aires, 1952; ALFONSO SOLA
GONZALEZ, Capítulos de la novela argentina,
res, 1985, y VIVIANA PINTO DE SALEM es autora
Mendoza, 1959, y JORGE LAFFORGUE, Nueva no
del prólogo y las notas de Cuentos regionales
vela latinoamericana; la narrativa argentina ac tual, Buenos Aires, 1972, que considera la na
argentinos, Buenos Aires, 1983.
rración en la Argentina frente al llamado boom
de la literatura latinoamericana de principios de los años sesenta. Consúltense también, de NELIDA SALVADOR, Novela argentina del siglo XX,
Buenos Aires, 1994, y de SERGIO G. COLAUTTI,
Apuntes sobre la narrativa argentina actual, Buenos Aires, 1992. NOE IITRIK y ELSA DRUcA
134
ilustrativas: IORGE LUIS BORGES, SILvINA OCAM
de CRISTINA PINA a los tomos I y II de Poesía ar
Ensayos literarios hay muchos, algimos re feridos a la poesía y a la narrativa ya han sido mencionados, pero lo que no abunda son en sayos sobre el ensayo. Para un encuadre gene ral pueden verse: IAIME REST, “Panorama del ensayo", en Capítulo. Historia de la literatura argentina, tomo I, Buenos Aires, 1981. En el tomo IV de dicha obra se puede consultar, de
ROFF coordinaron Historia crítica de la literatu
RODOLFO BORELLO, “El ensayo 1930-1970”.
ra argentina. La narración gana la partida, Bue nos Aires, 2000, donde se analiza la narrativa
Precedido por una esclarecedora “Teoría del
entre los años sesenta y ochenta desde una
yo, Buenos Aires, 1961, recoge textos ensayísti
perspectiva menos estética que sociológica. Entre los estudios sobre el cuento, se reco
cos de Borges, Mallea, Arrieta y Alberto Salas. La Dirección de Relaciones Culturales del Mí
mienda la lectura de CARLOS MASTRANGELO, te
nisterio de Relaciones Exteriores y Culto edi
ensayo”, de JOSE EDMUNDO CLEMENTE, El ensa
LA LITERATURA
tó, de BERNARDO EZEQUIEL KOREMBLIT, El ensa
se encontrará información sobre autores de
yo en la Argentina, Buenos Aires, 1969, bastan
la primera mitad del siglo. En los últimos
te documentado a pesar de su brevedad. Para un enfoque particular referido al ensayo de in
años se publicaron obras que abarcan un pe ríodo más vasto y que son de obligada con
dagación nacional, consúltese: MARTIN STABB (editor), América latina en busca de su destino,
sulta: LUIS ORDAZ, Historia del teatro argenti
Caracas, Venezuela, 1969. El capítulo VI inclu
cantidad de documentación fotográfica, y
ye “La búsqueda de la identidad en la Argenti na”. También JAIME REST analiza este tema en
gentino. De Moreira a Teatro Abierto, Buenos
los capítulos “Martínez Estrada y la interpre tación ontológica, Roberto Arlt y el descubri miento de la ciudad” y “Iorge Luis Borges y el ensayo especulativo” en la colección Sociedad y literatura, Buenos Aires, 1982. Para una ubica
ción del aporte del ensayo argentino en el
no, Buenos Aires, 1999, enriquecida con gran OSVALDO PELLETTIERI, Cien años de teatro ar
Aires 1994. Véanse también: ALFREDO DE LA
GUARDIA, El teatro contemporáneo en la Ar gentina, Buenos Aires, 1947; ARTURO BEREN GUER CARISOMO, Las ideas estéticas en el teatro argentino, Buenos Aires, 1947; ANGELA BLAN CO AMORES DE PAGELLA, Nuevos temas en el
marco de Hispanoamérica, Véanse PETER CAR
teatro argentino, Buenos Aires, 1965; DOMIN
VE y ROBERT MEAD IR., Historia del ensayo his
GO F. CASADEVALL, La evolución de la Argenti
panoamericana, México, 1975, capítulos VI al
na vista por el teatro nacional, Buenos Aires,
VIII, y de GABRIEL TABOADA, Antología del en
1965, y RAUL H. CASTAGNINO, Esquema de la
sayo latinoamericano, tres tomos, Buenos Ai
literatura dramática argentina, Buenos Aires, 1950, libro breve pero sumamente ilustrativo. Dos obras recomendables no sólo por su in formación sino también por la amenidad de
res, 1994.
Para el estudio del teatro en el lapso tra tado en este capítulo, existe una considerable cantidad de obras. Se sugieren, por la riqueza
su lectura son las de ENRIQUE GARCIA VELLO
de su información: TITO LIvIo FOPPA, Diccio
SO, Memorias de un hombre de teatro, Buenos
nario teatral del Río de la Plata, Buenos Aires,
Aires, 1942, y de FEDERICO MERTENS, Confi
1942, y ERNESTO MORALES, Historia del teatro
dencias de un hombre de teatro, Buenos Aires,
argentino, Buenos Aires, 1944. En estos libros
1948.
135
60. EL LIBRO Y sus ÁMBITOS Alejandro E. Parada
Desarrollar la historia del libro y sus di versos mundos en la Argentina del siglo XX implica, inequívocamente, un proceso de de licada selección. La cultura impresa argenti na, durante el período 1914-1983, fue de tal riqueza y complejidad que su aproximación histórica siempre presentará un sesgo parcial
y una sintesis incompleta. No obstante, es posible presentar una visión panorámica del tema. Este acercamiento requiere, inevitable mente, de una serie de aproximaciones sucesi vas a los distintos ámbitos en los cuales el libro
dejó su impronta; impronta, por otra parte, eminentemente social, comunitaria y hetero
del siglo XX. Esta situación propició la apari ción y el crecimiento de un amplio y comple
jo ámbito popular, pautado por un público lector de masas. El libro, inmerso en este cli
ma social, no sólo aumentó su grado de ubi cuidad y diversidad de formas y funciones si
no que además generó una variedad de prácticas y apropiaciones de la lectura desco nocidas hasta entonces, ámbitos lectores que
trascendieron las pautas y particularidades que había establecido el público culto o eru dito. De este modo, el período se caracterizó por la amplificación y democratización pro
génea.
gresivas del libro como objeto e instrumento de lectura.
La cultura impresa se caracteriza por su dispersión, su heterogeneidad, sus insólitas relaciones tanto económicas como cultura
Es necesario, entonces, abordar el aporte de estos ámbitos desde diversas ópticas o di mensiones. En este sentido, se estudiarán, a
les, sus vicisitudes sociales y políticas, y por su característica aún más definida: sintetiza
partir de una selección entre las diversas y po sibles temáticas de la cultura impresa, los tópi
la riqueza, ambivalente, dúctil e insondable, de todo aquello que es capaz de manifestar el hombre gracias a la escritura y el fenómeno de la lectura. A todo esto deben agregarse va rios elementos que pautaron el desenvolvi miento del país durante esa época; especial
cos siguientes: la industria editorial y la “edad de oro” del libro argentino; la lectura y los lec tores; las bibliotecas; las imprentas, editoriales y librerías; la bibliografia; la bibliotecología; la
bibliofilia y los libros mejor impresos; y otros ámbitos del libro.
mente, los procesos de alfabetización y urbanización, característicos en la Argentina
137
LA DlMENSlON CIENTÍFICA Y CULTURAL
LA INDUSTRIA EDITORIAL Y LA "EDAD
para la industria editorial: la 11.588 (promul
DE oRo” DEL LIBRO ARGENTINO
neas generales, a las distintas situaciones que afrontó el país en esa etapa. La historia de la
gada en 1932 y luego perfeccionada por la ley 11.672), que derogaba los derechos de irnpor tación del papel destinado a la impresión deli bros, diarios y otras publicaciones (norma que lamentablemente no siempre estuvo vigente);
cultura impresa se encuentra íntimamente
y la ley 11.723 de Propiedad Intelectual
vinculada a los procesos sociales y políticos; acontecimientos y procesos que pautaron y
(1933), que permitió, gracias al depósito legal de las obras, el conocimiento estadístico y el control de la industria editorial.
El desarrollo del libro no fue ajeno, en lí
condicionaron su desarrollo o su estanca miento. Estas vicisitudes, tanto de bonanza
gentina se caracterizó por dos particularida des bien definidas: en primera instancia, por que en ella la elaboración artesanal del libro
editorial argentina, es posible distinguir tres
medios de producción editoriales; y por otra parte, porque el período fue un ámbito de ex
etapas. Un período inicial, de lento pero signi ficativo crecimiento, desde fines del siglo XIX
alcanzó su máximo esplendor, pues, poco tiempo después, la explosiva aparición del “li
bro de masas” influiría drásticamente en los
perimentación y aprendizaje en torno del
hasta mediados de la década de 1930, en el
mundo de la cultura impresa, ya que a media
cual dicha industria, a partir de la Primera
dos de la década del treinta la Argentina ya po
Guerra Mundial, comenzó un proceso de mo dernización y moderada expansión. Aunque el libro de origen español aún dominaba el mer
seía una fortaleza gráfica similar a España, el principal país proveedor de obras en castella no hasta ese momento.
cado, las editoriales e imprentas nacionales se multiplicaron y comenzaron a competir con aquél. En 1914, el país contaba con 323 im
Fue precisamente ese crecimiento lento y sostenido el que proyectó el país a un papel de
prentas y litografías; y hacia 1935, superaba los
2.000 establecimientos, que ocupaban a
138
Esta etapa inicial de la industria gráfica ar
como de crisis, hicieron que el libro argentino conociera momentos de esplendor, de estabili dad y de franco y sostenido retroceso. En grandes rasgos, tomando como base la periodización establecida por Eustasio Anto nio García en su obra Desarrollo de la industria
liderazgo en la producción de libros en espa ñol. Liderazgo que sobrevino, además, gracias a circunstancias externas: la Guerra Civil Es
20.181 operarios. Si bien el libro de texto se editaba en gran cantidad debido a su venta se gura, los editores, cada vez con mayor deci sión, empezaron a apoyar al libro literario y, por ende, a la incipiente literatura nacional
pañola y el posterior advenimiento de la Se gunda Guerra Mundial. Estos dramáticos con
que reclamaba por el espacio negado hasta en
dualmente, también fue disminuyendo su
tonces. Durante este período se alcanzó una cifra máxima de aproximadamente ochocien tos títulos anuales. En esta etapa también se
mercado interno. gentina sustituyó a una España ya debilitada; y
sancionaron dos leyes de amplia trascendencia
en un breve período, durante los años entre
flictos detuvieron la exportación del libro europeo a América latina. España no pudo abastecer sus mercados ultramarinos y, gra
Es, pues, en esta circunstancia, que la Ar
EL LIBRO Y sus ÁMBITOS
1936 y 1947, se convirtió en el principal pro ductor y exportador de libros en castellano. A esta década brillante de la cultura impresa na cional se la conoció con el nombre de edad de oro del libro argentino. Algunas estadísticas co
rroboraron este momento único. En 1938, las
obras publicadas superaron los 1.700 títulos; en los años siguientes, esta cifra sufrió un im portante incremento, ya que en 1943, 1944, 1945 y 1946, dicho monto fue respectivamen te de 4.904, 5.323, 5.098 y 5.186 títulos por año; es decir, la producción editorial argentina se había casi triplicado. Puede afirmarse que el
año 1938 representó el punto de partida in
de desarrollo de la industria gráfica durante es ta década: el país abastecía el 30 por ciento de la
totalidad del área idiomática castellana y aún en 1953, el 60 por ciento de la producción na cional se exportaba a otras naciones. Pero esta situación de optimismo cambió en las postrirnerías de la década del cuarenta. A partir de 1948, la fuerza editorial disminuyó hasta retroceder y estabilizarse en niveles de
producción menores, comenzando así una tercera etapa que llega hasta la década de 1980.
Es así como España, luego de la finalización de
la Guerra Civil, recuperó su liderazgo interna cional y nuevamente conquistó sus mercados
dustrial de las artes gráficas del país; el eje de inflexión que pautó el pasaje de una concep ción artesanal del libro hacia la rápida madu ración de éste como industria alternativa.
de América latina. Los países europeos, una vez repuestos de la contienda mundial, tam
El libro argentino amplió entonces su cam
les; en 1941 existían 62 y en los años 1942, 1943,
México como franco productor y competidor de la Argentina en el área de la industria irn presa. A pesar de cierto florecimiento en los años 1960-1969, en los que se incrementaron las editoriales y aumentó el número de libros impresos, la Argentina ya no recuperó su po sición hegemónica en el mercado latinoameri cano; recesión, por otra parte, que se acentua
po de acción, pues, además de ser un instru mento material para la lectura o un soporte pa
ra trasmitir conocimiento e información, fue una mercancía de intercambio intelectual den tro de la concepción moderna y occidental del libro. También aumentó el número de editoria
bién comenzaron a competir con el libro espa ñol. A todo esto debe agregarse la aparición de
1944, 1945, 1955, 1965, 1970 y 1977 fileron, res
ría aún más en los años setenta, con la
pectivamente, 81, 90, 86, 89, 156, 105, 135 y
aparición de Colombia y Venezuela como
256. Por otra parte, el período 1946-1947 cons
1946, a modo de ejemplo ilustrativo, se expor taron 622.983 kilos de libros (2.076.600 ejem
nuevos y pujantes productores editoriales. De este modo, la producción del libro en la Ar gentina decayó significativamente. Las obras publicadas en 1955 fueron 2.617; en 1962,
plares). También en este período, gracias al aporte de los exiliados españoles, se sentaron
6.674; en 1978, 4.606; en 1982, 4.946; y en
tituyó el bienio con mayor exportación. En
3.323; en 1968, 4.185; en 1974, 4.906; en 1976,
las bases de tres importantes editoriales: Losa
1985, 3.607. No obstante, creció el número de
da, Emecé y Sudamericana. En esta época, e in cluso hasta finalizar la década del cincuenta, la
imprentas, pues en 1950 había 2.772 talleres tipográficos y en 1977, 4.203.
Argentina producía más del 30 por ciento de todas las obras publicadas en América del Sur. Otros guarismos demuestran, además, el grado
cendencia es menester consignar; por un lado, la llamada del Libro Argentino (ley 20.380),
Existieron, además, dos leyes cuya tras 139
LA DIMENSIÓN CIENTIFICA Y CULTURAL
promulgada en 1973 durante el gobiemo de facto de Alejandro A. Lanusse; y por otro, la 22.399, sancionada en 1981, que instituyó la obligación del sistema de numeración unifor me de libros (ISBN). El ISBN comenzó a ser
quisitivo de las bibliotecas argentinas y la ine xistencia de una legislación que apoye abierta
asignado por la Cámara Argentina del Libro, hecho de gran importancia para la industria editorial.
mente en la ciudad de Buenos Aires y en el co
Otra periodización de la historia editorial en la Argentina es la que realizó Pierre Lagar de a fines de la década del setenta. Esta clasifi
nurbano bonaerense, en detrimento de la estructura federal del país. Algtmas ciudades del interior, como Rosario, Santa Fe, Córdoba,
Mendoza y Tucumán, y aquellas localidades que tenían importantes universidades tam
cación, en grandes rasgos, coincide con la pre
bién contaron con una indpiente industria
sentada, aunque tiene el interés de aportar la visión extranjera sobre esta temática. Lagarde contempló las etapas siguientes: la gran opor tunidad (1936- 1947), una estabilidad precaria (1948-1955), el período liberal de estanca miento (1956-1960) y la renovación optimista (1960-1969). Es importante señalar, aunque escapa a los límites cronológicos de este capí tulo, que el período 1991-1998 señalará tam bién un interesante crecimiento de la indus
editorial, confirmando así el carácter marca damente urbano de dicha industrialización.
tria editorial, demostrando nuevamente que dicha industria se ha caracterizado por sus constantes altibajos. No obstante, es en la esfera intema donde deben buscarse muchas de las causas de la in
movilización dela industria gráfica durante el período 1950- 1983. Algunas de ellas son las si
guientes: la ausencia de una industria papele ra altamente desarrollada, los constantes au mentos infiacionarios, la existencia —salvo
escasas excepciones- de maquinarias gráficas obsoletas y la falta -acaso la causa más negati va— de una planificación editorial a escala na cional y de una política federal del libro. A to
140
mente la producción editorial nacional. Por otra parte, es importante señalar que la edi ción de libros se concentró casi exclusiva
LECTURA Y LECTORES
La evolución de los hábitos de lectura en la
Argentina durante el siglo XX se caracterizó por la presencia de diversas y complejas ver tientes, tanto por la participación activa en el universo de lectura de sectores antes posterga dos como por el constante intercambio y cru zarniento de las prácticas lectoras. Desde este punto de vista, y debido a la ausencia de estu dios sistemáticos y panorámicos, poco se sabe de los modos, usos y técnicas de apropiación del mundo impreso argentino. No obstante, dentro de estas significativas limitaciones, es posible trazar un esbozo histórico sobre qué se leía y el tipo de lectores durante el período. En primera instancia se impone una ada ración de alcance terminológico. Si bien la di visión entre ámbitos de lectura letrados o cul
tos, en contraposición a los populares o
do esto deben agregarse otras causas no
iletrados, pauta la aproidmación a esta temáti
menos importantes y de significativa inciden cia, tales como la ausencia de una mayor po blación de lectores, el paupérrimo poder ad
ca, ésta es de significación práctica, pues el universo de la lectura posee una complejidad que excede esta división. Las modos de apro
EL LIBRO Y SUS ÁMBITOS
piación, pues, del universo del libro, durante el
siglo XX, alcanzaron una heterogeneidad de dificil estudio. En realidad, en las prácticas lec
toras de la modernidad sólo es posible hablar de tendencias u orientaciones, ya que el com portamiento de éstas es más bien laberíntico que lineal. En el siglo XD(, los sectores cultos de la so
ciedad argentina inclinaron sus gustos hacia el libro de origen europeo, especialmente fran cés. Según las circunstancias históricas y socia les, los hábitos de lectura oscilaron. de distintas
maneras. Así, durante la década de 1810, las obras predominantes fueron de índole política e histórica; y luego, a partir de 1820, lentamen te, aunque en forma creciente, la inclinación por las obras literarias se instaló con firmeza. En cuanto a los sectores populares, sus lectu ras, siempre de complejo discernimiento, osci laron entre los primeros folletines literarios, los catones de lectura y catecismos de doctrina
cristiana, los almanaques, los periódicos y ho jas sueltas, y los versos gauchescos y criollos.
Mujer con libro. Escultura en piedra de José Fioravanti. 1937.
Dos autores inauguraron, inequívocamente,
Las lecturas de la Argentina de 1910 se ca
los primeros éxitos populares: Iosé Hemández,
racterizaron por la incorporación de elemen tos típicos de la modernidad. Los usos y las prácticas de lectura se manifestaron, especial mente en las ciudades, por su variedad y ex traordinaria versatilidad en las apropiacíones de la cultura impresa; prueba de ello fue la amplia difusión de impresos cuyo discurso apuntaba a una compleja red de intereses y de prácticas lectoras, tales como la ávida lectura de los catálogos comerciales, la proliferación de los carteles y avisos publicitarios callejeros, las conferencias orales y escritas, los libros en venta en la vía pública, imponiéndose así una cultura impresa en la vida cotidiana. El libro,
con El gaucho Martín Fierro (1872 y 1879) y las novelas de Eduardo Gutiérrez. Estos títulos al
canzaron amplia difusión en ámbitos donde el libro era prácticamente desconocido, pues su distribución fue tan aceptada que aun los sec tores analfabetos accedieron a ellas gracias a la lectura grupal y en voz alta. Posteriormente,
durante el período 1880-1910, la literatura criolla ocupó la preferencia de los sectores po
pulares, convirtiéndose en un fenómeno de aceptación masiva de dificil superación. No obstante, hacia 1910, los temas gauchescos y criollos declinaron frente al notable proceso de
urbanización y asimilación de los primeros descendientes de los inmigrantes.
sin perder su carácter “sacralizado” y debido al creciente urbanismo y al incremento de la al
141
LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL
fabetización, se convirtió en un bien cultural que garantizaba la movilidad social. Esta ca racterística sería, en definitiva, la dominante durante la primera mitad del siglo XX. El uso del libro, pues, fue marcadamente utilitario y pragmático, no obstante, se afirmó otro aspec
to: el crecimiento de la lectura de entreteni miento y evasión en el ámbito privado e inti mista de los sectores medios y populares. Estas
dos variables, inherentes al libro moderno, convivieron en una rica y compleja relación durante el período estudiado. Desde 1901 y hasta 1920 se publicó la pri
mera gran colección de libros económicos, destinados, fundamentalmente, a lectores de clase media: la Biblioteca de La Nación, debi da a las iniciativas de Emilio Mitre, Roberto I.
Payró y José María Drago. La Biblioteca, rica
1917 y 1930 se produjo el mayor aconteci miento en el ámbito de la cultura popular irn presa: la aparición de la novela semanal. La ca lle y los quioscos se llenaron, literalmente, de
esta clase de publicaciones, tales como El Cuento Ilustrado (1918), La Mejor Novela (1928-1929), La Novela Argentina (1921 l922), La novela del día (1918-1924), La Nove
la Nacional (1920-1922), La Novela Semanal (1917-1925), La Novela Universitaria (1921 l922), entre otras. También el teatro tuvo una
en traducciones y en literatura de entreteni miento, alcanzó una enorme difusión y conti nuidad, y llegó a los 875 títulos, aunque tuvo
notable difusión popular a través de dos publi caciones: La Escena (1918-1933) y Bambalinas
un antecedente, de menor trascendencia, cuya mención es fundamental: La Biblioteca Popu lar de Buenos Aires, dirigida por Miguel Nava rro Viola. En estos años también comenzó a
les”, de hecho, siempre publicaron obras unita
consolidarse, lentamente en el ámbito edito rial, la emergente literatura argentina, con au tores tales como Almafuerte, Leopoldo Lugo nes, Enrique Larreta, Atilio Chiáppori, Hugo
Wast (Gustavo Martínez Zuviría), Manuel Gálvez, Horacio Quiroga, Ricardo Güiraldes, Ricardo Rojas, Enrique Banchs, y otros mu chos. En 1915, dentro de un esquema de lectu ra culta y nacionalista, apareció la Biblioteca Argentina, dirigida por Ricardo Rojas y edita da por la Librería La Facultad, de Iuan Roldán.
142
Lorenzo I. Rosso y destinada a un público me dio y popular. En 1905 se publicó Stella de César Duayen (seudónimo de Ema de la Barra), la novela que alcanzó mayor éxito de librería de la época y que fue ampliamente leída en distintos esta mentos sociales. Sin embargo, entre los años
En el período 1915-1925 comenzó a publicar se La Cultura Argentina (luego La Cultura Po pular), fundada por Iosé Ingenieros y Severo Vaccaro, estampada en los Talleres Gráficos de
(1918-1934), que si bien eran “revistas teatra
rias e independientes, superando, cada una, los novecientos títulos.
Las novelas semanales se editaron por mi llares (algimas alcanzaron los 200.000 ejem plares) y, debido a su bajo precio, llegaron a un
público lector que habitualmente no compra ba libros. Su notable auge estaba estrechamen te vinculado al desarrollo de la cultura barrial en las grandes ciudades argentinas. Fueron las lecturas predilectas de mujeres adolescentes y jóvenes, debido a su abundante temática arno rosa, aunque también contaron con una fran ja significativa de público masculino. Su im portancia como fenómeno de lectura social se encontraba, además, en los heterodoxos mo dos de acceso a la novela semanal, ya que tam
bién eran leídas en grupos y circularon, de mano en mano, en el ámbito familiar.
EL LIBRO Y sus AMBITOS
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AAÚÑUVELASlï CANAL
dicaron a la edición de libros baratos durante
el período 1920-1945. Las más importantes fueron las siguientes: Tor, fundada por Iuan Torrendell, de orientación más comercial; Cla
ridad, creada por Antonio Zamora, con inte reses culturales; y la Editorial Sopena Argenti
na, con su famosa y difundida Biblioteca Mundial. Con la aparición del libro económi co se desarrollaron otras temáticas herederas del folletín, la novela de aventuras y la novela
policial o de misterio que cobraron notable auge. La narración policial alcanzó irnportan tes niveles de divulgación, abarcando tanto a los sectores letrados como populares. En la dé cada del treinta, Tor publicó numerosos títu los de aventura y misterio, destinados a un pú blico sin mayores exigencias intelectuales; en cambio, en 1944, Emecé comenzó a editar su
LA CUACHA rec-R
C. MÏÏZIO SAENZ PENA
y a; N,’..“ma” Ma.“ «- m”.
PRIMERA Y UNICA PUBLICACION EN SU GENERO
PRECIO: 10 Caninos-lla ¡la 250.000 personas ln leen
Portada de una de las ediciones populares de La novela semanal.
Este acontecimiento tuvo múltiples ante cedentes, de complejo y difícil discernimiento.
Además de la urbanización barrial y la intensa escolarización, la aparición de publicaciones tipo magazines a fines del siglo XIX y comien zos del XX, tales como Caras y Caretas y PBT, fue determinante en los hábitos de lectura, so
bre todo en la difusión periódica de cuentos y folletines. De este modo, el mundo masivo de lecturas y lectores se amplió por un nuevo fe nómeno editorial: el rápido desarrollo del li bro económico y popular. Surgieron así varias editoriales, algunas de vida efímera, que se de
famosa colección El Séptimo Círculo, dirigida por Iorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, destinada, indudablemente, a lectores con ma yores exigencias.
Pero aún restaba un hecho revolucionario e innovador en la historia de la cultura impre sa y de la lectura en el siglo XX: la explosiva aparición del libro de bolsillo o de masas. Pre sentado en 1935 por la editorial británica Pen guin, poco tiempo después, a partir de la déca da del cuarenta, tuvo notable divulgación en el paperback de los Estados Unidos. La Argenti na, que entonces vivía su “edad de oro” edito rial, no permaneció al margen de ese suceso. Entre las numerosas experiencias gráficas que se instrumentaron en la composición del libro de bolsillo argentino, las más importantes, por su impecable ejecución y seriedad comercial, fueron la Colección Austral de Espasa-Calpe, y la Biblioteca Contemporánea y también la Bi blioteca Clásica y Contemporánea, ambas de editorial Losada.
143
LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL a
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JUAN MARAGALL
ELOGIOS
do abordadas. En 1936, la Biblioteca Nacional
editó un pequeño opúsculo titulado Los 2.600 libros más pedidos en la Biblioteca Nacional. Este folleto permite acceder a otros mundos
de la lectura en la Argentina de la década del treinta, al de los lectores movilizados por inte reses disímiles, en los cuales convivían, en una rica relación dinámica de intercambios y cru zamientos, el libro de texto, el de entreteni
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miento y las obras de consulta. Las obras de
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referencia más solicitadas fueron la Enciclope dia universal ilustrada europeo-americana (En
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ciclopedia Espasa) y el Diccionario Enciclopédi o ‘ nun‘
co Hispano Americano.
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A partir de 1950, aproximadamente, suce dió otro cambio de importancia en los hábitos de lectura: la aparición en el mercado editorial ESPASA «
un: ARGENTXNA,
Buïwos Ames —
M EX'lC Ü
mundial del best-seller. Estas novelas tenían co
mo particularidad común su extraordinario éxito a escala internacional, lo cual confirmaba
a los editores locales una segura distribución l Sobrecubierta de un libro de la Colección Austral.
masiva en el país. Sus características fundamen
tales fueron y son: rápida ganancia económica,
La literatura nacional comenzó a conquis tar, aunque moderadamente, a un amplio sec tor del público letrado. Se impusieron nuevos autores, antes desconocidos, que a partir de 1935 alcanzaron varias ediciones, tales como
Eduardo Mallea, Leopoldo Marechal, Silvina Bullrich, Manuel Mujica Lainez, Beatriz Gui do, Manuel Puig y tantos otros. Tres escritores
transcendieron el ámbito nacional y fueron reconocidos intemacionalmente: Iorge Luis Borges, Ernesto Sabato y Julio Cortázar.
No obstante los datos conocidos, es poco lo que se sabe sobre los hábitos de lectura fue ra del ámbito comercial y de los análisis mera mente estadísticos. Las aproximaciones cuali
taúvas, sobre todo en estamentos populares y medios, salvo contadas excepciones, no han si
éxito efimero y calidad intelectual dudosa. Compitieron y compiten, en franca desigual dad, con la producción de autores nacionales. Han apuntado al lector culto medio, pero su dispersión excede, inequívocamente, dicho ám bito. Tanto su carácter masivo como su rédito económico fueron de tal magnitud durante la década del sesenta y del setenta, que la apari ción de un nuevo best-seller constituía un even
to editorial.
Durante el período 1914-1983, los hábitos
de lectura sufrieron una serie de complejas evoluciones. En primer término, a comienzos de siglo, se tuvo una concepción sacralizada del libro, en la cual el mundo impreso estaba fuertemente circunscripto a la cultura letrada, aunque la irrupción de la literatura criolla ha
EL LIBRO Y sus ÁMBITOS
bía demostrado, a fines del siglo XIX, que la cultura impresa también podía ser un fenó meno eminentemente popular. Luego, debido a la urbanización y alfabetización de amplios sectores, el libro perdió parte de su sacraliza ción para ser un elemento funcional de movi
Áx A si a
lización social, pues gracias a su posesión y lectura era posible avanzar en la escala social.
Sin embargo, con las crisis económicas que pautaron las décadas del sesenta y del setenta, esta concepción perdió vigor y, si bien no de sapareció, disminuyó su impulso inicial. Por otra parte, con el advenimiento de la radio, el
cine y luego la televisión, los modos de lectu
ra fueron cambiando. La radio recuperó el ámbito oral de la escritura impresa, la capaci dad de escuchar en grupo y anónirnarnente; en tanto que el cine y la televisión incorpora ron un nuevo elemento poco conocido hasta entonces: la lectura de la imagen como texto, con carácter masivo e instantáneo. A lo largo del siglo XX, las lecturas adqui
rieron un notable grado de heterogeneidad y complejidad, pues la cultura impresa fue per diendo sus fronteras tradicionales y sus meca nismos de apropiación ya no fueron fácilmen te identificables; situación que ha demostrado la insuficiencia de las clasificaciones tradicio nales de los lectores, ya que los procesos de lec
tura, luego de 1970, apuntaron hacia una dis persión cada vez mayor de sus prácticas.
Las BIBLIOTECAS
Paul Groussac. director de la Biblioteca Nacional entre 1335 y 1929. Fotografia de 192o.
ción, el 16 de marzo de 1812, de la Biblioteca Pública de Buenos Aires, que en 1884 se con
virtió en la actual Biblioteca Nacional. En cuanto a los hombres que sentaron las bases de las bibliotecas argentinas, tanto desde el punto de vista teórico como del práctico, dos fueron excluyentes: Domingo Faustino Sar miento y Paul Groussac. Al primero siendo presidente de la República, y a su ministro de Instrucción Nicolás Avellaneda, se debió, la sanción de la ley 419, del 23 de septiembre de
La estructura bibliotecaria heredada del si
1870, por la cual se creaba la Comisión Protec
glo XIX fue rica en ideas y en algtmas realiza
tora de Bibliotecas Populares; en tanto que
ciones trascendentes, aunque no definitorias ni sistemáticas. El acontecimiento biblioteca
Groussac fue el primero en intentar la organi zación moderna de la Biblioteca Nacional, ba sada en conocimientos técnicos. Estas dos fi
rio más importante consistió en la inaugura
145
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
de las bibliotecas dependía de su estrecha rela ción con la educación popular; y por otro, es
bliografía nacional, la tendencia a convertirse en una biblioteca pública más que en un repo sitorio nacional y la imperiosa necesidad de mudarse a un nuevo edificio (hecho que recién se dio en 1992). No obstante estas limitaciones,
tas instituciones (auténticas agencias sociales)
la Biblioteca Nacional se enriqueció con el in
necesitaban de una organización racional y
greso de importantes bibliotecas particulares, tales como las de Ángel Justiniano Carranza, Amancio Alcorta, Ezequiel Leguina, Raymond Foulché-Delbosc, Pedro Denegri, Pastor Obli gado, Félix Frías, Félix Buxareo Uribe, entre otras. Hacia 1983, gracias además al depósito legal —cuyo cumplimiento ha sido parcial-, constituía el principal elenco de libros del país. Otra gran biblioteca de características simila res ala precedente es la del Congreso de la Na ción (1859), de carácter enciclopédico y legis lativo. Un hecho de gran importancia para la historia de la lectura en ámbitos bibliotecarios
guras descollantes sentaron las bases inequí vocas de aquello que debía entenderse como desarrollo bibliotecario. Por un lado, el éxito
profesional. De este modo, el seguimiento o la
falta de instrumentalización de estos dos as pectos fundamentales fueron, en lineas gene rales, los que determinaron el desarrollo de las bibliotecas durante el período 1914-1983.
Es posible trazar, en una aproximación preliminar, un breve panorama de los princi pales tipos de bibliotecas que se desarrollaron en la Argentina durante el siglo XX, tales co mo la Biblioteca Nacional, las escolares, las públicas y populares, las universitarias y las es
pecializadas, entre otras.
vo -aunque insuficiente- incremento de su
públicos fue la inauguración, en 1974, de su nueva sala de lectura, con una capacidad para
fondo bibliográfico, pues hacia 1980 poseía un acervo de aproximadamente 1.500.000 volú
ciento veinte usuarios. En cuanto a las bibliotecas vinculadas a la
menes. La gestión bibliotecaria más irnportan te, en cuanto a su organización y control, fue la
enseñanza, tanto escolares como secundarias,
de Paul Groussac, de 1885 a 1929, y prueba de
ganización y desarrollo durante el período
ello fue la edición de los “catálogos metódicos”
1914-1983 se caracterizó por su pobreza y au sencia de inserción social. A pesar de contar a comienzos de la década del ochenta con más
La Biblioteca Nacional tuvo un significati
de una parte relevante de su acervo. Otra di rección importante en cuanto a realizaciones fue la de Gustavo Martínez Zuviría entre 1931
de 23.000 escuelas, eran pocas las que poseían
y 1954. Las gestiones administrativas siguien tes (Jorge Luis Borges, Vicente Sierra, José Ed
bibliotecas totalmente organizadas y con un papel de primera importancia en la dinámica
mundo Clemente, Horacio H. Hernández,
pedagógica. Uno de los mayores inconvenien tes que han aquejado a este tipo de institucio nes fue la falta de coordinación entre los pla
Gregorio Weinberg, Dardo Cúneo, entre otros)
146
pese a algunas importantes excepciones, su or
debieron enfrentarse a un conjunto de situa ciones de compleja solución: presupuesto in suficiente, escaso apoyo de los sucesivos go biernos y ausencia de personal profesional. Tres problemas, por otra parte, pautaron su historia: la falta de apoyo para elaborar la bi
nes educativos y la función de la biblioteca escolar; asimismo, la ausencia de un trabajo mancomunado y solidario entre bibliotecas públicas y escolares ha sido un escollo de difí
cil superación. Sin embargo, en varios lugares
EL LIBRO Y sus AMBITOS
ochenta ya existía una red de bibliotecas y un catálogo centralizado de sus existencias. La creación de la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares (1870) posibilitó la difu sión de numerosas instituciones en toda la ex
tensión del territorio nacional. Es importante señalar que, a diferencia de las municipales, las
bibliotecas populares surgieron por iniciativas
particulares (principalmente de vecinos) y
Gustavo Martínez Zuviría. Director de la Biblioteca Nacional entre 1931 y 1954.
del país, tanto en las grandes ciudades como en pequeñas localidades provinciales, aunque en forma no sistemática y gracias a la iniciati va de autoridades y bibliotecarios, se lograron desarrollar algunas bibliotecas escolares y se
que con posterioridad obtuvieron el apoyo de fondos oficiales, provenientes de dicha comi sión. Luego de un período de incertidumbre a fines del siglo XIX, estas agencias sociales to maron nuevo impulso en 1908, en la presiden cia de Iosé Figueroa Alcorta, durante la cual se restableció la ley 419. Su evolución, en un pri mer momento, fue vertiginosa; de las 191 bi bliotecas populares que existían en el país en 1910, ya totalizaban, en 1926, 1.177 estableci mientos. En 1954, las bibliotecas populares su peraban las 1.600 unidades, con un fondo bi bliográfico de casi 7.000.000 de libros y con más de 5.000.000 de lectores al año. En 1977,
según datos recopilados por la UNESCO, as cendían a 1.230, con alrededor de 10.000.000
cundarias con un grado satisfactorio en la
de volúmenes. Este número de bibliotecas, por diversas situaciones institucionales, económi
prestación de servicios.
cas y sociales (quiebra del orden democrático,
gentina a través de dos instituciones: las muni
falta de presupuesto y menor participación popular), sufrió algunas fluctuaciones, arri
cipales y las populares. En 1926 se fonnó, a ins
bando así, en la década del setenta, a un perío
tancias de la intendencia de Buenos Aires, la Comisión Honoraria de Bibliotecas Públicas Municipales (luego Dirección), y a partir de su labor, en 1927 se fundó la primera institución de estas características, denominada “Miguel
do de estancamiento. Posteriormente, gracias a la ley 23.351 (1986), tendrían nuevo e im portante impulso. Una mención especial por su importancia merecen las bibliotecas universitarias, tanto
Cane”. A partir de esa fecha, entre los años 1927 y 1983, se inauguraron, en distintos ba rrios porteños, más de una veintena de estos
públicas como privadas, pues sus colecciones, en constante aumento, figuran, a escala nacio nal, entre los acervos bibliográficos de mayor
establecimientos y a mediados de la década del
envergadura. A comienzos de la década de
La biblioteca pública se manifestó en la Ar
147
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
1980 erdstían veintiséis universidades estatales docientas bibliotecas; dichas universidades, des
peos. En 1983 existían alrededor de ochocien tas bibliotecas especializadas en todo el terri torio nacional. Estas instituciones alcanzaron
de 1964, fonnaron la Junta de Bibliotecas Uni
gran importancia en las décadas de 1960 y
versitarias Nacionales Argentinas (IUBIUNA), con el objeto de promover las actividades bi
1970, a consecuencia del rápido desarrollo del Consejo Nacional de Investigaciones Científi cas y Técnicas (CONICET). Una unidad per teneciente a este Consejo, el Centro Argentino
que agrupaban aproximadamente a unas
bliotecarias en el ámbito universitario. En 1941 se fundó el Instituto Bibliotecológico, cuyo objetivo ha sido coordinar las diferentes bibliotecas de la Universidad de Buenos Aires. Su tarea más relevante fue la confección de un catálogo centralizado, el cual, hacia 1983, cu bría alrededor de 2.800.000 de volúmenes; se
convirtió, por entonces, en el más grande e importante del país. En general, las bibliotecas universitarias se han caracterizado por su satis
factoria organización en comparación con otro tipo de bibliotecas, aunque a partir de 1966 sus colecciones comenzaron un proceso de progresiva desactualización, debido a la fal ta de un presupuesto acorde con las necesida des modemas de la enseñanza universitaria.
Por otra parte, en muchas provincias, las bi bliotecas de las universidades estatales fueron las que prestaron mejor servicio a sus usuarios.
A lo largo del período estudiado, las bi bliotecas especializadas lograron un mejor grado de organización en el cuadro de situa ción del sistema nacional. Esta clase de institu
ciones comprende a bibliotecas dependientes
del gobierno nacional o provincial y a una gran cantidad correspondiente al sector priva do; de este modo, han representado a distintas áreas del quehacer del país: bancos, industrias, hospitales, academias, distintos ámbitos de la ciencia y la tecnología, etc. A partir de la déca da de 1960, muchas de estas unidades evolu
cionaron hacia centros de documentación e información, tomando como referencia, en lí 148
neas generales, los modelos de países euro
de Información Científica y Tecnológica (CAICYT), lleva desde entonces la confección
de un importante catálogo colectivo de la to talidad de las publicaciones periódicas recibi das en las bibliotecas especializadas del país. A partir de la década de 1970, las bibliotecas es
pecializadas comenzaron a trabajar conjunta mente según temáticas afines y formaron va
rías redes y sistemas de información de importancia, si bien aún parciales y de.alcance limitado. En la década de 1980, esos sistemas
se incrementaron de modo significativo.
Es importante señalar otros tipos de bi bliotecas también presentes en la Argentina, las bibliotecas particulares y las especiales. Las
primeras alcanzaron una destacada presencia durante el siglo XIX, cuando se carecía prácti camente de un sistema bibliotecario. Entonces erdsüeron importantes bibliotecas, tales como las de Bartolomé Mitre, Andrés Lamas, Ma nuel Ricardo Trelles, Ángel Justiniano Carran za y Vicente G. Quesada. Esta tradición de ri cos acervos particulares continuó durante el siglo XX, aunque lamentablemente, la mayo ría de las colecciones fueron desmanteladas y vendidas en sucesivas subastas públicas. Entre los fondos bibliográficos más interesantes del período estudiado, además de los menciona dos en lo referido a los bibliófilos, se deben ci
tar las bibliotecas de Enrique Peña, Pedro N. Arata, Francisco P. Moreno, José Antonio Pi llado, Baldmar F. Dobranich, Iuan A. Farini,
EL LIBRO Y SUS AMBITOS
Estanislao S. Zeballos, Enrique Arana, Cle
década de 1940, desaparecieron o se convirtie
mente P. Fregeiro, Iuan Canter, Agustín P. Ius
ron en bibliotecas populares, una vez que de
to, Pedro Denegri, Féliz Outes, Francisco Apa
cayó este movimiento. El acontecimiento,
ricio, Milcíades Alejo Vignati, Ricardo de Lafuente Machain, Armando Braun Menén
pues, debe recordarse en la historia de las bi
dez, Iorge M. Furt, Iorge Beristayn, I. C. Ahu mada, Ricardo Olivera, Alberto Dodero, Car
los A. Mignacco, Marcelo Schlimovich, Oscar E. Carbone, Pablo Arndt, Alfredo Hirsch, Ri
cardo Cranwell, Rafael Fresco, Carlos A. Moncaut, Miguel Lermon, Antonio Carrizo, Federico Vogelius, y tantos otros. Entre las bi bliotecas especiales en la Argentina, cabe men
cionar la Biblioteca Argentina para Ciegos, de destacada labor. Otras bibliotecas de este tipo, aunque modestas y escasas, han sido las que se desarrollaron en hospitales y unidades carce larias y penitenciarias. A la par de este interesante —aunque no es
tructurado- proceso de fundación de bibliote cas, existió un movimiento bibliotecario de vi
tal trascendencia: el representado por bibliotecas de las sociedades de fomento. En las décadas de l920 y 1930, gracias a las inicia
tivas de particulares y vecinos, la cultura ba rrial alcanzó un notable desarrollo. En la ma
yoría de los barrios de las grandes ciudades argentinas, principalmente en Buenos Aires, se fundaron innumerables bibliotecas en clu
bliotecas argentinas como un fenómeno de participación popular, en el cual las bibliote cas adquirieron notable presencia como enti dades sociales dinámicas.
La República Argentina presentó, enton ces, una importante actividad bibliotecaria. Sin embargo, ésta se ha caracterizado por su falta de estructuración sistemática y, en mu chas ocasiones, los éxitos parciales obtenidos fueron el resultado de iniciaüvas individuales
que carecieron por ello de continuidad en el tiempo. En la década de 1980, las bibliotecas aún no habían logrado su plena inserción en la sociedad argentina. Las autoridades políti cas y gobemantes no promovieron su desarro llo con una sabia legislación, tal como lo había hecho Sarmiento en el siglo XIX. Al inaugu
rarse en 1983 el nuevo período democrático, las expectativas se centraban en dos puntos fundamentales: la necesidad de desarrollar una eficaz estructura bibliotecaria en toda la extensión del país y la vocación política y so cial para llevar a cabo esta tarea.
bes deportivos y en sociedades de fomento.
IMPRENTAS, EDITORIALES Y LIBRERÍAS
Muchas de ellas fueron propiciadas por socia listas y otras por elementos activos de la Igle sia. Sin embargo, la actividad particular de los vecinos fue la que hizo posible esta realidad de las bibliotecas como verdaderas agencias so ciales. La acción de estas instituciones fue fre
zó, en líneas generales, por el rápido y disper so desarrollo de las actividades vinculadas al
nética, pues en ellas se realizaba todo tipo de actividades: cursos, conferencias, lecturas co lectivas, manualidades, concursos, etc. Mu chas de estas bibliotecas barriales, luego de la
El último tercio del siglo XIX se caracteri
mundo del libro. Las imprentas, editoriales y librerías, especialmente en Buenos Aires y en
las grandes ciudades del interior, crecieron tanto en magnitud como en calidad. No obs tante, ese pujante y a menudo caprichoso cre cimiento fue más bien de índole artesanal que
149
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
propiamente industrial, llevándose a cabo, en la mayoría de los casos, a consecuencia de em
prendirnientos particulares y familiares más que por empresas privadas vinculadas con la industria. Ya en el siglo XX, principalmente a partir de 1910, la producción del libro se ca racterizó por su acentuada, aunque paulatina, industrialización. La cultura impresa, en esos años, abandonó la etapa inicial artesanal para convertirse, lentamente y con varios altibajos, en una industria productora de bienes cultu rales, pautada, aún con cierta modestia, por la oferta y demanda que ocasionaba la novedosa presencia de un público masivo urbano de lec tores, antes casi inexistente. Esta industrializa
ción significó, en definitiva, la base indispen sable para la profesionalización de los diversos ámbitos del libro en la Argentina. El crecimiento de las imprentas fue nota ble. En 1879, la Argentina sólo poseía 33 im prentas en su vasto territorio; en 1895, 212; en 1941 los establecimientos gráficos eran alrede
BLINGENIOSO HIDALGO
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Portada de una edición de Emecé: el “Don Quijote" ilustrado por Salvador Dalí.
dor de 2.500; en 1950, éstos superaban los 2.700 y en 1977, sumaban 4.203. Algunos de los establecimientos gráficos más importantes del período estudiado -muchos fundados en el siglo XIX y otros en la primera mitad del XX- fueron los siguientes: Fernando A. Coni, Guillermo Kraft, Jacobo Peuser, Colombatti, Talleres Gráficos I. L. Rosso, Antonio Busnelli,
del Congreso de la Nación, cuando estuvo ba jo la dirección de Juan Alfredo Trasande; de hecho, funcionó como una imprenta estatal o central y fue, por entonces, un establecimien to modelo en su tipo. Las editoriales no sólo aumentaron en nú
sólo por citar unos pocos de una vastísima lis
mero (en la década de 1940 alcanzaron una
ta; algunos importantes talleres del interior fueron los de A. Assandri (Córdoba), Jorge
media anual de 90 firmas y en 1977 totalizaron
Best (Mendoza), Emilio Fenner (Santa Fe) y la imprenta de la Editorial Castellví (Santa Fe).
cipal caracteristica, a medida que avanzaba el
Una mención especial merecen dos irnpreso
ción temática. Surgieron empresas abocadas al libro literario, jurídico, infantil, religioso, di
res: Francisco A. Colombo y Gino Fogli, cuyos
150
larse la labor desempeñada por la Imprenta
trabajos fueron, sin duda alguna, los de mayor calidad en la industria gráfica argentina. Den tro de la administración pública, merece seña
más de 250 establecimientos) sino que su prin siglo XX, fue la lenta pero sostenida especializa
dácúco, científico y técnico, manifestando esta tendencia una incipiente madurez editorial. In
cluso muchas de estas firmas, especialmente
EL LIBRO Y SUS ÁMBITOS
entre los años 1938 y 1952, debido a su dinámi
ca política de exportación, lograron imponer sus productos en el mercado latinoamericano. Muchas fueron las editoriales que se destacaron
por su actividad durante la primera parte del siglo XX; entre ellas cabe mencionar a las si guientes: librería y editorial La Facultad (de Iuan Roldán), El Ateneo (de Pedro García), Ediciones América Latina (de Lorenzo Rosso),
Tor (de Juan Torrendell), Kapelusz, Ángel Es trada, Librería del Colegio, Atlántida, Manuel Gleizer, Babel (de Samuel y Leonardo Glus
firmas comerciales que funcionaban en la ca pital al promediar el siglo, se puede mencio
nar, como ejemplo ilustrativo, debido a su magnitud y trascendencia, a la librería El Ate
neo. Por otra parte, basta recordar que a co mienzos de la década de 1970 existían alrede dor de 400 librerías en el país. Existió, pues, una extraordinaria variedad de comercios libreros, destacándose los dedi cados al libro americanista, al jurídico y litera rio, y al libro de viejo o de ocasión. Los comer
enumeración excede el presente capítulo. Una mención especial merecen tres notables edito
ciantes porteños dedicados a libros valiosos, agrupados en la Asociación de Libreros y An ticuarios de la Argentina, editaron una intere sante revista, Alada. Además, fueron famosas en Buenos Aires las librerías al aire libre o en
res que iniciaron sus actividades en el siglo XIX
plazoletas, en las cuales no sólo era posible ad
y que, por la calidad de sus ediciones, desempe
quirir obras agotadas a bajo precio sino tam bién raras ediciones de libros antiguos; algu nas de ellas, muchas aún vigentes, fueron los quioscos de venta de libros instalados detrás del Cabildo durante el período 1941-1960, y las actuales ferias en Tribunales y en el Parque Rivadavia. A partir de la década de 1970, sin embargo, comenzó una lenta pero sostenida crisis, debido a la constante devaluación de la
berg), Claridad (de Antonio Zamora), Emecé,
Sudamericana, Losada, y tantas otras, cuya
ñaron un papel de primera importancia en la historia editorial argentina, cuyas empresas fueron continuadas por sus herederos; ellos son: Pablo Emilio Coni, Guillermo Kraft y Ia cobo Peuser.
En cuanto a la evolución de las librerías ar
gentinas, en general, éstas han seguido el com
portamiento de la industria editorial, pues el mayor número se concentró en las grandes ciudades del país, tales como Buenos Aires, Mendoza, Paraná, Rosario y Tucumán. Su pre sencia fue escasa en las localidades lejanas de
los centros urbanos, aunque la inauguración de varias universidades nacionales durante el siglo XX alentó la presencia de ellas en el inte rior. No obstante, el “reino” de las librerías se
dio, inequívocamente, en Buenos Aires, donde su riqueza y variedad llegó a grados superlati
vos. Muchas librerías se especializaron tem pranamente, proceso comenzado por aquellas que se encontraban en las proximidades de los centros de enseñanza. Entre las innumerables
moneda y a la falta de poder adquisitivo de aquellos sectores sociales que habitualmente compraban libros; en forma tal que, en pocos años, cerraron sus puertas varias librerías que habían trabajado durante décadas.
BIBLIOGRAFIA
La bibliografia nacional comenzó en el si glo XIX gracias a los trabajos realizados por el napolitano Pedro de Angelis. Fue precisamen te durante dicha centuria cuando la bibliogra
fia argentina presentó las contribuciones más
15]
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
importantes en esta temática, pues en esa épo ca descollaron como notables bibliógrafos las figuras de Antonio Zinny, Bartolomé Mitre, Juan María Gutiérrez y los hermanos Alberto
y Enrique Navarro Viola. Fue, inequívoca mente, la “época de oro” de la bibliografía ar
gentina. Este promisorio comienzo, sin em bargo, no continuó con la intensidad y calidad técnica inicial durante el transcurso del siglo XX, ya que a comienzos de la década de 1980 la Argentina aún no contaba con una biblio grafía nacional retrospectiva ni corriente. La situación, pues, ha sido tan precaria en este campo que es necesario recurrir a esfuer zos parciales, aislados e incompletos para tener una idea del estado de la bibliografia en el pe ríodo 1914-1983. Existieron, empero, irnpor tantes contribuciones dentro de este limitado
panorama. En primer término cabe mencionar la existencia de dos bibliograflas de bibliografia;
tas entidades oficiales. A estos intentos debe agregarse una publicación de corta vida: Poli biblon (1947), dirigida por Carlos V. Penna, revista que incorporaba los materiales depo sitados en el Registro de la Propiedad Intelec
tual. Dentro de este pobre panorama, es im portante señalar la aparición en 1959 de la Bibliografia argentina de artes y letras, editada por el Fondo Nacional de las Artes y dirigida por Augusto Raúl Cortazar, sin duda algima,
la obra de mayor calidad bibliográfica en el si glo XX; lamentablemente, tal como lo indica
su nombre, sólo cubría el sector de humani dades. Esta importante publicación dejó de aparecer en 1975. No obstante esta escasez de repertorios bi bliográficos, es oportuno recordar algunas pu blicaciones periódicas donde se registraron o
realizada, varios años después, por Abel Rodol
reseñaron obras argentinas, tales como: Bi bliograma (1953), publicada por el Instituto
fo Geoghegan (1970). Estos trabajos tienen el mérito de demostrar la riqueza incalculable de nuestros estudios bibliográficos, señalando así la imperiosa necesidad de futuras compilacio nes más sistemáticas y exhaustivas.
Amigos del Libro Argentino; el Fichero Biblia gráfico Hispanoamericano (1961), editado por Bowker; Biblos (1941), publicada por la Cá mara Argentina del Libro; Señales (1949), diri gida por María Esther de Miguel; la Bibliogra
argentinas, la de Narciso Binayán (1919) y la
A fines de la década del veinte y comienzos
fía argentina (1961), de carácter selectivo y
del treinta aparecieron dos serios intentos de
editada como sección de la Revista de la Uni
control bibliográfico nacional, aunque, la mentablemente, de vida muy efimera. Ellos
versidad de Buenos Aires; el Boletín bibliográfi co de obras inscriptas (1973), compilado por la
fueron: el Anuario bibliográfico: letras, historia,
Dirección Nacional del Derecho de Autor, y muchas otras publicaciones de menor interés bibliográfico. Otras fuentes de significativa importancia para el control bibliográfico del período estu
educación y filosofia (1927-1930), editado en La Plata por el Instituto Bibliográfico de la Fa cultad de Humanidades y Ciencias de la Edu
cación; y la Bibliografía general argentina
152
go denominado Boletín Bibliográfico Nacional (1951-1963), el cual estuvo a cargo de distin
(1931-1933), compilada por Fortunato Men
diado son las siguientes: el Handbook of Latin
djlaharzu, Manuel Selva y Lorenzo I. Rosso. En esa época también comenzó a editarse
American Studies, en el cual aparece registrada
el Boletín Bibliográfico Argentino (1937), lue
gentina en el campo de las humanidades y
desde 1936 una selección de la bibliografia ar
EL LIBRO Y sus ÁMBITOS
ciencias sociales, y el Catálogo de materiales argentinos en las bibliotecas de la Universidad de Buenos Aires (1980), editado en varios volú
L|BROS ARGENTINOS
menes por la prestigiosa casa G. K. Hall de Boston.
Por otra parte, es oportuno mencionar a un conjunto de instituciones que se dedicaron parcial o plenamente a esta tarea, tales como el Instituto Bibliotecológico de la Universidad de Buenos Aires (1941 ), el Departamento de His
toria de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Nordeste (1958, Re sistencia), el Instituto de Bibliografia del Minis
terio de Educación de la Provincia de Buenos Aires (1960, La Plata), el Centro de Investiga ciones Bibliotecológicas de la Facultad de Filo sofia y Letras de la Universidad de Buenos Aires
(1967), el Instituto Bibliográfico “Antonio Zinny” (1972), el Centro de Investigaciones Bibliográficas de la Universidad Nacional de Mar del Plata (1977) y el Centro Bibliográfico de la Universidad Nacional de Cuyo (1982). Finalmente, también es importante seña
lar la contribución a la bibliografia nacional
que se inició a principios de la década del ochenta con la asignación del ya mencionado ISBN, compilado por la Cámara Argentina del Libro, aunque dicho número, lamentablemen te, no refleja la totalidad de los libros impresos en la Argentina.
CAMARA ARGENTlNA DEL LIBRO
Edición del ISBN. compilado por la Cámara Argentina del Libro.
Collegii Maximi Cordubensis Societati Iesus. Durante el siglo XIX, estos antecedentes se in crementaron con nuevas iniciativas, tales como la organización de la Biblioteca Pública de Bue
nos Aires (1812) y los aportes, en varias contri buciones, de Domingo Faustino Sarmiento. A esto deben agregarse los estudios de Vicente G. Quesada, con su libro Las bibliotecas europeas y
BIBLIOTECOLOGÍA
Los antecedentes de la bibliotecología en la
Argentina se remontan al año 1757, fecha en la
cual los jesuitas de la ciudad de Córdoba con feccionaron el catálogo de su importante bi blioteca y las normas adoptadas para su uso, bajo el título de Index Librorum Bibliothecae
algunas de la América latina (1877); y el pri mer trabajo profesional bibliotecario en la Ar gentina: el Catálogo Metódico de la Biblioteca Nacional (1893), con un lúcido ensayo intro ductorio de Paul Groussac._
Estos parciales esfuerzos se incrementaron durante el siglo DC, gracias a las actividades de
un conjunto de hombres y mujeres que consi deraron la necesidad de organizar sistemática
153
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
lógicos. Se mencionan, entre otros, los aportes
Iosé Federico Finó y Carlos Víctor Penna. Es ta nueva etapa, ahora influida por concepcio
de Federico Birabén, Pablo Pizzurno, Iuan Túmburus, Pedro B. Franco, Santiago M.
gentina de la bibliotecología moderna. En
mente los estudios bibliográficos y biblioteco
Amaral, Francisco Scibona, Ernesto Nelson,
Raúl Cisneros, Hanny S. de Simons, los que abarcaron, en su totalidad, el período 1904 1934. Por entones, los bibliotecarios eran inte
lectuales, en el mejor de los casos, que organi
zaban las bibliotecas guiados por una mentalidad pragmática y empírica, es decir, sin pauta profesional alguna. El modelo de ad ministración que irnperaba era el europeo y el
encargado de la biblioteca debía tener un per fil erudito. Además, la influencia del positivis mo exigía, justamente, esa tonalidad pragmá tica y utilitaria de la biblioteca. Por otra parte, la Argentina fue pionera en organizar los pri meros estudios bibliotecológicos de nivel uni versitario en América latina. Por iniciativa del
breve tiempo la Escuela contó con un plantel de brillantes profesores y su fama y prestigio
se extendió por América latina, a tal grado que dicho período se conoce como la época dorada de la enseñanza de la bibliotecología en la Argentina. Augusto Raúl Cortazar presentó, en 1949, un nuevo plan de estudios que actualizó la ca rrera de bibliotecarios en la Facultad de Filo sofia y Letras; y en 1957 se inauguró, en la Bi
blioteca Nacional, la Escuela Nacional de Bibliotecarios. Lentamente, pero con continui dad y perseverancia, fueron surgiendo, aún en
condiciones modestas y precarias y con distin tos grados de formación, varias escuelas de bi bliotecarios en el interior del país. En 1979, la
decano de la Facultad de Filosofía y Letras
Argentina contaba con trece escuelas de biblio
(UBA), doctor Ricardo Rojas, en 1922 se creó en dicha casa de estudios la Escuela de Archi
tecología, tanto nacionales como provinciales y
veros y Bibliotecarios. No obstante, este acto fundacional respondió más a una formalidad académica que a la realidad. Se trataba de un curso ajeno a la formación profesional del bi bliotecario, impregnado por orientaciones li
terarias e históricas que, lamentablemente, languideció por falta de alurrmos.
privadas, aunque eran insuficientes debido a su concentración en áreas urbanas y padecían la
falta de homologación en sus materias básicas.
En 1953, luego de varios intentos, se cons tituyó la Asociación de Bibliotecarios Gradua dos de la Capital, que a partir de 1958 se deno minó Asociación de Bibliotecarios Graduados
Recién en 1937 se dictó el primer curso de biblioteconomía (1937-1942) con caracterís
de la República Argentina, abarcando así a to dos los profesionales del país. Además de velar por los intereses profesionales, ha organizado,
ticas realmente profesionales, aunque aún
en numerosas ocasiones, el Congreso Nacional
muy modestas. Esta nueva experiencia se lle vó a cabo en la Escuela del Servicio Social del
de Bibliotecarios. También en el interior del
Museo Social Argentino y Manuel Selva fue el
la Asociación de Bibliotecarios de Córdoba
responsable de inaugurar el curso. Poco tiem
(1957), la Asociación Chaqueña de Biblioteca rios (1961), la Asociación de Bibliotecarios de
po después, en 1943, este primer intento de formación de bibliotecarios fue sustituido 154
nes anglosajonas, señala el comienzo en la Ar
por la Escuela de Bibliotecología, a cargo de
país se fundaron otras asociaciones, tales como
Jujuy (1980), la Asociación de Bibliotecarios de Entre Ríos (1983), entre otras.
EL LIBRO Y sus ÁMBITOS
Tanto la investigación como la literatura
sional y la irnpostergable necesidad de crear un
bibliotecológica se han caracterizado, salvo al
Sistema Nacional de Bibliotecas, estructura
gunos aportes, por su escasez y dispersión. No obstante, algunas obras argentinas alcanzaron prestigio en América latina e incluso interna cionalmente. Prueba de ello son los libros si
fundamental para asegurar el acceso democrá tico e igualitario a la información.
guientes: Manual de bibliotecología para biblio
LA BIBLIOFILIA Y LOS LIBROS MEJOR
tecas populares ( 1951), obra colectiva del
IMPRESOS
plantel de profesores de la Escuela de Bibliote cología del Museo Social; Catalogación y clasi ficación de libros (23 edición, 1964), de Carlos
Víctor Penna; Diccionario de Bibliotecología (23 edición, 1976), de Domingo Buonocore; y fundamentalmente el Manual de fuentes de in formación (33 edición, 1978) de Iosefa E. Sa bor. Asimismo, si bien existieron algunas re vistas de bibliotecología durante el siglo )O(, dos títulos ya desaparecidos deben mencio narse por su calidad profesional: Documenta
Una de las particularidades del libro mo derno es su extraordinaria adaptabilidad para circular en los ámbitos más disímiles. El libro es, por naturaleza, escurridizo, polifacético e indefiníble; su estudio excede, en ciertas oca siones, las diferencias sociales y se enlaza con complejas formas de apropiación y lectura. Si
bien el hecho fundamental de la cultura impresa durante el siglo XX fue su expansión
social y su constante abaratamiento, aban
ción Bibliotecológica (Bahía Blanca) y Bibliote
donando así su exclusividad en sectores privi
cología y Documentación (Buenos Aires).
legiados, el libro como objeto de arte diferente
Hacia principios de 1980, indudablemen te gracias a denodados esfuerzos de varias dé
y propio de minorías alcanzó en la Argentina una expresión artística importante, similar a las mejores producciones europeas. Aunque existieron durante el siglo XIX al gunas ediciones de carácter bibliofílico, éstas fueron expresiones aisladas e independientes. El nacimiento formal e institucional de la bi
cadas de trabajo, ya existía un plantel de bibliotecarios con correcta formación profe sional, aunque en escaso número para cubrir las necesidades del país. Dos causas funda mentales determinaron, entonces, la modestia de ese desarrollo bibliotecario: la ausencia de prestigio social que ha padecido la profesión a lo largo del siglo XX en la sociedad argentina, y
la falta de apoyo por parte de las autoridades y el poder político sobre la importancia del desa
rrollo bibliotecario. Lamentablemente, esta alarmante situación ocasionó que muchas bi bliotecas carecieran de personal con estudios profesionales. Ante este hecho, los biblioteca rios argentinos procuraron impulsar, a partir del último tercio del siglo XX, dos temas de vi
tal importancia: la sanción del estatuto profe
bliofilia en el país se remonta al año 1928, con la fundación de la Sociedad de Bibliófilos Ar
gentinos. Esta corporación, de carácter exclu sivo y formada por cerca de un centenar de so cios, fue la encargada de dictar las normas que debería cumplir un impreso de lujo; debe ser bello tanto en su forma intelectual como en su
impecable ejecución gráfica, confeccionado con papeles fabricados artesanalmente y de notable calidad, con grabados e ilustraciones originales y editado en tiradas reducidas, para lograr de este modo un libro de impecable ca
155
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
BlBlOS Org/duo Oficial de la.
(Entero argentina del libro
Raúl Veroni; Cuentos santafesinos (1969) de Mateo Booz, ilustrado por Enrique Femández Chelo; Una excursión a los indios ranqueles (1974 y 1977) de Lucio V. Mansilla, con agua
fuertes de Roberto I. Páez; y Don Segundo Sombra (1979) de Ricardo Güiraldes, con ilus
traciones de AídaiCarballo. Otra institución vinculada al libro artísti
co fue la Asociación Amigos del Arte (1924). Esta sociedad editó, entre otras obras de cali dad, dos libros de realización tipográfica nota
ble: el monumental Martín Fierro (1930) de José Hernández, con ilustraciones de Adolfo Bellocq, y Fausto (1932) de Estanislao del
SUMARIO
m
LDITOMAL: UNA POUTWA CULTURAL AXEIXCANA —» TUVO SINCULAI WPOUTANGA
D. II] CONGRBO GIDIIAL DE ARGENTINOS — PRECIOS A QUI: DE
SOBREAcon. E LOG 118805 DE TEXTO -—- EIRXOUE “¡a! FUE INCOIPOIAKX) LA
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¡’meu ot ATTILIO ROSSI.
A80 l RÚI. l BUENO! All’ IUUO r AGOSTO DE INI
Portada de uno de los primeros números de la revista Biblos.
Campo, con litografías de Héctor Basaldúa. Además de estas iniciativas institucionales, existieron otras vinculadas con la actividad co mercial o privada. Fueron famosas, por su ele gancia y cuidado, las ediciones de “El Bibliófi
lo”. Entre sus numerosas contribuciones a la bibliofilia argentina, se mencionan, sólo a títu lo ilustrativo, Iuvenihh (1930) de Miguel Cané y Santos Vega (1933) de Rafael Obligado, ambos con ilustraciones de Alfredo Guido, y Las alego
lidad tipográfica. La bibliofilia, pues, presenta al libro como un objeto de arte, en el cual de
be reinar una equilibrada armonía entre el contenido y el continente. Algunos de los libros editados por la So ciedad de Bibliófilos Argentinos fueron los si guientes: el Facundo (1933) de Domingo F. Sarmiento, con aguafuertes de Alfredo Guido, probablemente la primera obra argentina que cumplió con todas las reglas del libro artístico; Romances del Río Seco (1938) de Leopoldo Lu
156
rías de “Salomé” (1937) de Mariano de Vedia y
Mitre, con dibujos de Iorge Larco. Una men ción especial merece la labor que desempeñó en el arte del libro doña Elvira Suffem Arteaga de San Martín, cuyo taller “La Prensa del To rreón” fue modelo tipográfico de dificil supera ción; sus ediciones, tales como las Parábolas (1929) de José Enrique Rodó, Prometeo (1931)
de Esquilo y El héroe (1935) de Gracián, son piezas únicas en la bibliofilia nacional.
gones, con dibujos de Alberto Güiraldes; El matadero (1944) de Esteban Echeverría, ilus
Esta ingente tarea se debió, principalmen te, al arte consumado de dos maestros impre sores: Francisco A. Colombo (1878-1953) y
trado por W. Melgarejo Muñoz; Diálogo de las
Ghino Fogli (1892-1954). Colombo fue el im
sombras (1947) de Emilio Becher; El fantasma (1957) de Roberto I. Payró, con litografias de
presor de las obras de Ricardo Güiraldes, el ejecutor de las ediciones de la Sociedad de Bi
EL LIBRO Y SUS ÁMBITOS
bliófilos Argentinos y el delicado tipógrafo de los más importantes libros de lujo argentinos. Fogli, en su prestigioso Estudio de Artes Grá
A. Pueyrredón, Antonio Santamarina, Matías Errázuriz, Alejo B. González Garaño, Osvaldo Viviano y tantos otros.
ficas Futura, cumplió, a la par del primero, una labor similar. También se destacaron en
prácficos que se incorporaron a la literatura na
Hubo también varios aportes teóricos y
esta actividad otros talleres gráficos, tales co mo Coni, López, Platt, Amorrortu, etcétera Las sociedades que se caracterizaron por producir tiradas de calidad durante las déca
cional sobre bibliofilia y arte gráfico del libro,
das del cuarenta y del cincuenta fueron las editoriales Peuser, Guillermo Kraft, Emecé, Viau y Poseidón, entre otras. A éstas debe
Rafael Alberto Arrieta y las importantes contri buciones de Abel Cháneton, Raúl M. Rosarivo,
tales como la Apología de la bibliofilia y vituperio
de la errata (1945) de Pablo Carlos Etchart, El encantamiento de las sombras (1926 y 1946) de
fiillermo Kolterjalm y Raúl E. Lagomarsino.
agregarse la Asociación Amigos del Libro, que,
entre otros impresos, publicó Campaña en el Ejército Grande (1956) de Sarmiento, con lito
grafias de W. Melgarejo Muñoz. En cuanto a los escritores que se dedicaron a cuidar artísti camente sus impresiones, se debe señalar los nombres de Iorge M. Furt y Ricardo E. Moli nari, cuyas obras constituyeron un modelo de elegancia y cuidada tipografia.
Deben agregarse al presente listado de obras mejor impresas en la Argentina durante el período 1914-1983, los títulos siguientes: La gloria de don Ramiro (1929) de Enrique Larre ta, con ilustraciones de Alejandro Sirio; La co rrespondencia de Fradique Méndes (1929) de
OTROS AMBTTOS DEL LIBRO
A medida que avanzaba el siglo XX, los ámbitos propios del libro fueron creciendo en complejidad y en organización institucional y
gremial; es así como surgió un conjunto de asociaciones que se dedicaron tanto a la defen
sa y promoción del libro como a la agrupación de distintos sectores vinculados a las artes grá
ficas. Muchas de estas agrupaciones fueron gestándose según necesidades empresariales e industriales, en una rica relación de intereses comunes. Algimas de estas iniciativas tuvieron
Eca de Queiroz, editado por Ediciones Los Cuatro Amigos; El motín de los artilleros
corta vida y otras fueron evolucionando y
(1934) de Armando Braun Menéndez, con di
ciaciones. Dentro de este amplio espectro de
bujos de Manuel A. Pacheco, El gaucho Martín
agrupaciones, se encuentran instituciones de dicadas a la enseñanza de las artes gráficas, cá maras industriales, y organismos públicos y
Fierro (1937) de Hernández, con dibujos en camafeo de Tito Saubidet. Existió, por otra parte, un selecto grupo de bibliófilos argentinos bajo cuyos auspicios y motivaciones se editó la mayoría de los libros de lujo nacionales, tales como Enrique Ruíz Guiñazú, Eduardo I. Bullrich, Carlos M. Ma
yer, Alejandro E. Shaw, Alberto E. Uriburu, Enrique García Mérou, Teodoro Becú, Carlos
cambiaron su nombre al fundarse nuevas aso
privados. A lo largo del período estudiado se fundaron, entre otras, las siguientes entidades: Sociedad Tipográfica Bonaerense, Sección Ar tes Gráficas de la Unión Industrial, Cámara de Industriales Gráficos de la Argentina, Cámara Argentina de Librerías, Papelerías y Afines, Cámara Argentina de Publicaciones, Cámara
157
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
Argentina del Libro, Dirección Ñacional del Derecho de Autor, Dirección Nacional del Li bro y Patrimonio Cultural, Federación Argenti
na de la Industria Gráfica y Afines, Federación Argentina de Librerías, Papelerías yActividades Afines, Fundación El Libro, Academia Argenti
na de Letras, Fundación Gutenberg, Sociedad Argentina de Escritores (SADE), Sociedad Ge
neral de Autores de la Argentina (Argentores), Sociedad Argentina de Autores y Compositores
de Música (SADAIC). Esta importante prolife
ración de instituciones determinó, además, q
muchas de ellas publicaran boletines y revistas en los que se divulgaban sus actividades, tales como Boletín de la Sociedad Tipográfica Bo naerense, Gutenberg, Éxito Gráfico, Páginas Gráficas, Artes Gráficas, Argentina Gráfica, Ga ceta Gráfica, Biblos, LEA (Libros de Edición Ar
gentina), entre muchas otras. Otro ámbito de delicado contexto para la supervivencia de la cultura impresa fue la re lación que se estableció, en determinados mo mentos institucionales del país, entre el libro y la censura; vínculo indudablemente nefasto y de dramáticas consecuencias para el desarro llo del mundo impreso. En varias oportunida des, durante el siglo XX, se ejerció la censura sobre los medios gráficos, tanto en la edición de libros como en la prensa. Ya en 1910, en los festejos del Centenario, fueron atacadas varias imprentas y bibliotecas socialistas, anarquistas y judías. Sin duda alguna, fue durante los go biernos de facto cuando la censura se estruc
turó con mayor incidencia sobre el libro. En 1973, un decreto del presidente provisional Lastiri limitó sensiblemente la difusión del li
158
bro. El grado máximo de censura existió du rante el gobiemo militar de 1976-1983, en el cual se prohibieron sistemáticamente, además de obras políticas, libros de literatura y hasta
l Afiche de la Primera Exposición Nacional del Libro.
obras de referencia bibliotecológica, tal como la Lista básica de obras para bibliotecas públicas
(1978), compilada por Raúl Gustavo Aguirre y Miguel Luis Tomán; además, la aparición de la
autocensura fue tan nociva como la prohibí ción de muchas obras.
Es oportuno recordar, además, aconteci mientos que mucho hicieron por la difusión de la cultura impresa en la sociedad: las ferias del libro. La Argentina contó con varios ante cedentes, tanto formales (auspiciados por el Estado) como informales (vinculados a la ini ciativa particular y al comercio librero). El primer emprendimiento significativo fue la
Primera Exposición Nacional del Libro Argentino (1928), que contó el día de su inau guración con la presencia de Marcelo T. de Al
vear, presidente de la República. Posterior mente, a comienzos de 1932, se realizó otro
EL LIBRO Y sus ÁMBITOS
importante evento de características sirnila res: la Feria del Libro Argentino. Pese a estos antecedentes, la Primera Feria del Libro Ar
rrollo; puntualmente, los intensos procesos de alfabetización y urbanización que impulsaron el advenimiento al mundo de la lectura de arn
gentino (Buenos Aires), organizada en abril de 1943 por la Cámara Argentina del Libro, constituyó el suceso más importante en mate ria de exposiciones editoriales, tanto por su magnitud como por la calidad gráfica alcan zada. Otro evento de gran interés en su mo mento fue la Exposición del Libro (1940), or
plios sectores sociales; hombres y mujeres, por otra parte, que antes habían permanecido aje
ganizada por el Ministerio de Iusticia e Instrucción Pública para conmemorar el
nos a esta práctica, favoreciendo, de este modo,
aunque indirectamente, la movilidad social y la
amplificación de la cultura. Sin embargo, esta situación de aparente bienestar sufrió cisuras y arnputaciones determinantes a partir de la dé cada de 1960, en la cual el libro perdió parte de
prenta, cuyo catálogo constituyó un hito en la
s, aura intocable como elemento esencial para 15 superación personal y colectiva, debido a la inestabilidad política y económica. De tal mo
historia del libro argentino. En 1975, final
do que ese proceso de “laicización” de la cultu
mente, se inauguró la exposición que ha teni do mayor continuidad y apoyo por parte del
ra impresa se detuvo y, en ocasiones, sufrió un
Quinto Centenario de la Invención de la Im
público: la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires - “El libro, del autor al lector”,
retroceso significativo, produciendo escisiones y fracturas en todos sus ámbitos. Por otra par te, uno de los temas pendientes al finalizar la
auspiciada por la Fundación El Libro. Puede decirse, al cerrar este capítulo, que el libro y sus diversos ámbitos presentaron una ri queza y complejidad acordes con la moderni dad, en la medida en que la cultura impresa en
centuria, cuyo emprendimiento se presenta co
la Argentina del siglo XX asumió prácticas, re
cial de los libros y sus lecturas. El arribo de la democracia en 1983, traerá,
presentaciones y apropiaciones propias de ese complejo y abigarrado cuerpo social y comuni tario que constituye el universo del libro y la lectura. Varios hechos deben destacarse como
señales indicativas e inequívocas de ese desa
mo urgente e insoslayable, es la imperiosa nece
sidad de estudiar el mundo de lo impreso den tro una dimensión que comprenda —con mayor
intensidad y amplitud- la historia cultural y so
entre otras optimistas expectativas, la ilusión de un cambio importante y feraz en este cua dro de situación. Pero lo que sucedió desde entonces, ya escapa a esta obra.
ORIENTACIÓN BIBLIOGRÁHCA La bibliografia existente sobre la historia del libro y la lectura en la Argentina durante el siglo XX, en líneas generales, se caracteriza por su escasez, dispersión y heterogeneidad. Se carece, en esta temática, de un estudio glo bal, panorámico y actualizado de la cultura
impresa. A ello debe agregarse la ausencia (ca
si total) de trabajos modernos sobre la histo ria de la lectura y los lectores. No obstante, es posible enumerar -sin ánimo de ser exhausti vos en cuanto a las fuentes- una serie de estu
dios y contribuciones que permiten recons
159
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
160
truir provisionalmente el universo del libro y sus ámbitos.
bro en Hispanoamérica: origen y desarrollo, Ma
Respecto a la industria editorial y la “edad
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162
En cuanto a la bibliotecología, es oportuno
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Argentinos, n° 3, Buenos Aires, 1997, págs. 21
En lo que se refiere a la bibliografía, cabe
58; JOSEFA E. SABOR, Manual de fuentes de infor
citar: TEODORO BECÚ, La bibliografía en la Re
mación cit.; MARIA ÁNGELES SABOR RIERA, Con
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Sobre la bibliofilia y los libros mejor im
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163
6 1. LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLÍTICA Diana Quattrocchi-Woisson
A lo largo del siglo XX se publicaron en el
territorio argentino muchísimas revistas de opinión. Cuantificarlas sigue siendo una tarea pendiente. Sólo de las que fueron denomina das “revistas literarias” publicadas en la Argen tina entre 1893 y 1967, la exhaustiva guía he merográfica de Lafleur y Provenzano arroja casi seiscientos títulos. Según los datos del Re gistro Nacional de Propiedad Intelectual con sultados por Jorge Rivera, el conjunto de pu
blicaciones periódicas habría alcanzado un pico al acercarse la década del cincuenta, lle gando a los casi 3.000 títulos. Si se ponderasen estas cifras llevando el cómputo hasta las pos trimerías del siglo XX, y si se tomasen también en cuenta las revistas emanadas de institucio nes y corporaciones nacionales y provinciales (academias, bibliotecas, universidades, etc.),
cutivos y que podían considerarse revistas de opinión, es decir revistas que combinaban el debate y el combate de ideas. Revistas que to maban en cuenta no sólo los problemas litera rios o especificos de una profesión intelectual sino aquellas que buscaban interrelacionar los temas y las disciplinas de las ciencias humanas y sociales. A la hora de acotar este corpus, en vistas a la publicación de una obra de referen cia, la selección terminó concentrándose en só lo trece revistas. Entre estos extremos numéri cos puede inferirse la dificultad de ofrecer aquí un panorama de las principales revistas argen tinas que actuaron durante el siglo XX. En este capítulo se tratan sólo aquellas publicaciones que se pueden considerar más representativas para el estudio de la intersección entre vida in telectual y vida política.
no parece arriesgado afirmar que pudieron haberse publicado en el territorio argentino, a lo largo de todo el siglo XX, más de 2.000 títu los de revistas culturales.
Para el tema de este capítulo, la intersec ción entre cultura y política, la autora había elaborado con Noemí Girbal de Blacha un re pertorio de 180 títulos, y sólo habían compu tado las publicaciones que contaban con una periodicidad de por lo menos tres años conse
MODELOS FUNDADORES
Es fácil advertir que, en relación con las tres grandes tradiciones políticas que marca ron a sangre y fuego el siglo XX (liberalismo, nacionalismo y socialismo), la Argentina fue un escenario original donde surgieron tradi ciones como el radicalismo (y sus divisiones:
165
LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL
yrigoyenismo, alvearismo, frondicismo), el conservadorismo y el peronismo. Del mismo
NOSOTROS
modo, el militarismo y el catolicismo presenta
A diferencia de Caras y Caretas, la revista Nosotros no se sitúa en el terreno de la divul
ron características que permiten asirnilarlos a una tradición política. Desde todas estas tradi ciones asomaron intelectuales interesados en
mismo tiempo un modo singular de interven ción en los asuntos públicos. Estas iniciativas
ejemplares, su objetivo declarado era el de convertirse en la expresión de la nueva elite intelectual argentina e incluso americana, y buscaba llegar a un público, si no numeroso, al menos selecto y versado. La revista Noso tros. Revista mensual de letras, artes, historia,
encontraron siempre en la publicación re
filosofia y ciencias sociales buscaba convertirse
gular de una revista el modo más evidente de expresarse. La primera de estas publicaciones, la que inaugura el género, es sin lugar a dudas la re vista Nosotros, con 393 números publicados entre 1907 y 1943. Otros estudiosos prefieren situar los comienzos en el lanzamiento de la
en la tribuna unitaria de todos aquellos escri tores y pensadores que comenzaban a percibir en el marco de los festejos del primer Cente
desarrollar una actividad que los legitimara en el campo específicamente cultural; una ac tividad que requería cierta autonomía de las
estructuras partidarias y que significaba al
revista Caras y Caretas que se editó en Buenos
Aires entre 1898 y 1939. Tanto Jorge Rivera como Lafleur y Provenzano consideran que se trata de la primera revista argentina de con cepción moderna y masiva (con una tirada de 100.000 ejemplares). Este semanario ilustrado “festivo, literario, artístico y de actualidades” combinaba el comentario de actualidad con la
166
gación y presenta una vocación intelectual mucho más definida. Con sus escasos mil
nario su pertenencia a un campo cultural y profesional, el de esas “clases intelectuales” para las que había sido creada la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires en 1897. Y precisamente, los dos directores de Nosotros
habían forjado la sólida amistad que los acompañó durante todas sus vidas en las au las de la nueva facultad.
Al crearse una facultad consagrada a las humanidades en 1896 -percibida como des? provista de “utilidad” inmediata frente a las consagradas carreras de Derecho o Medicina-,
sátira política y la información científica y so cial al alcance de todo el mundo y contó con
fue imaginada como el lugar de formación
los mejores escritores y dibujantes de la épo ca. Con 2.139 números publicados, Caras y Caretas es además la primera revista argenti na que logró existir durante 41 años ininte
sociedad argentina, como lo expresaba en
por excelencia de las “clases intelectuales” de la
1913 Alejandro Korn, profesor de la por aquel entonces “pequeña facultad”. Los obstáculos encontrados para la plena realización de esta
rrumpidos, atravesando por lo menos tres
tarea son por demás evidentes y exceden el ob
grandes períodos de la vida política argentina, la república conservadora, los gobiernos radi cales, el golpe de Estado de 1930 y la restaura ción conservadora.
jeto de este capítulo. Frente a la fragilidad y la
precariedad del sistema político, con varias rupturas mayores en la vida político-institu cional del siglo XX, el desarrollo de la intelli gentsia argentina presenta un itinerario ator
LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLÍTICA
mentado, repleto de frustraciones y de cami nos malogrados. Debe destacarse que quienes apostaron inicialmente a este desarrollo, como los animadores de la revista Nosotros, lo hicie ron bajo signos optimistas y unitarios. Si la “emergencia de un campo intelectual diferenciado”, en términos de Altamirano y Sarlo, exige debates y clarificaciones, la revista Nosotros, fundada por dos jóvenes de ideas so cialístas,_inaugura un modo de intervención y un estilo específico: unitario y pluralista. Esta
modalidad del ejercicio intelectual se verá amenazada con el correr de los años. Los em
NOSOTROS uñlïtïl .\'l).\ ¡ÍPOCAI
ÍJu-r. turn:
ÁI/rnlo BÍanr/IÍ - Rain-rm Cíuuf
AXUI . ÏUMOI
bates de una vida política cada vez más faccio sa repercutirán seriamente en los estilos cultu
rales e intelectuales. Si hubiese que pensar una cronología específica para el tema aquí estu
diado, no habría duda en afirmar que el siglo XX de las revistas argentinas es un “siglo lar go” que comienza con la revista Nosotros en 1907. La amistad entre sus dos jóvenes direc
BUENOS AIRES ¡.56
l Primer número de la segunda época de Nosotras. i936.
tores —Bianchi tenía 25 años y había nacido en
la Argentina, Giusti tenía 20 y había nacido en
Italia- era también un símbolo de la época y de las características de la empresa: “poner en comunión en sus páginas las viejas firmas consagradas con las nuevas ya conocidas o por conocer”. Frente a la soledad de quienes inten
taban profesionalizar el campo intelectual, Nosotros se destinaba a ser una tribuna y un puente de unión: “Nada de más urgente nece sidad que la creación de sólidos vínculos entre los aislados intelectuales sudamericanos”, co mo rezaba el primer número. El pluralismo de la revista Nosotros -“nosotros” eran todos por
aquel entonces- no se quebrantó ni siquiera cuando sus directores pasaron a militar en dos
facciones diferentes del Partido Socialista: Bianchi se quedó en el viejo tronco fundado por Juan B. Iusto y Giusti integró el Partido
Socialista Independiente desde su creación en 1927. No hubo intelectual argentino que no publicase en Nosotros, fueran cuales fuesen sus ideas políticas: radicales, socialistas, liberales, católicos, nacionalistas, comunistas, escritores
comprometidos con algún partido político, pero también profesionales sin partido y sin intereses políticos definidos. La larga vida de la revista Nosotros estuvo ritmada por la realización y la publicación de encuestas sobre temas importantes de la vida nacional e internacional: el nivel cultural de la
mujer respecto del hombre, el valor del Mar tin Fierro, la guerra europea y sus consecuen cias, la música y el folklore argentinos, la lite ratura hispanoamericana en el juicio de los autores españoles, la nueva generación litera
ria, la reforma del Himno Nacional, la in
167
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
fluencia italiana en la cultura argentina, la au tovaloración de los escritores que se iniciaron
entre 1900 y 1914 y, la última, “América y el destino de la civilización occidental”. En la en cuesta de 1932, al cumplirse las bodas de plata
de la publicación, la dirección de Nosotros se dirige a quienes habían iniciado su vida inte lectual entre 1900 y 1914, pidiéndoles que opi nen sobre strpropia generación. Entre las cin cuenta respuestas de escritores y artistas, se destaca la de un miembro de la redacción de la
revista, Julio Noé, doctor en Jurisprudencia y crítico literario: “Ha nacido nuestra genera ción en el otoño del liberalismo cuando ya se había apagado el fervor de sus comienzos y aún no había nacido el fervor antiliberal. Ha
sido el estilo y el combate de Nosotros, esta bandera se hizo insostenible con el correr de los años.
Las dos épocas de Nosotros —de 1907 a 1934 y de 1936 a 1943- son algo más que un accidente de recorrido. No es una interrup ción por problemas económicos pasajeros, co mo ocurrió en otras ocasiones (resueltos casi siempre gracias a la intervención de la Socie dad Anónima Cooperativa Nosotros, creada en 1912). La interrupción de la revista duran te casi dos años fue el resultado del desaliento
llevado su tibieza a todos los partidos, y es por
de sus directores y de muchos de sus colabora
eso, que en esencia, apenas se distinguen los unos de los otros”. Iulio Noé concluye que to dos ellos, por entonces, se movían dentro del
dores frente a los cambios vertiginosos en el panorama político nacional e internacional.
“centro liberal”. Y precisamente es esta tibieza
cia misma de la empresa Nosotros. Para enca rar los graves problemas políticos, económicos y sociales de los años treinta, la revista “debe
en las posiciones, que poco permite distinguir los unos de los otros, lo más característico de la empresa cultural Nosotros.
En lo político, Nosotros saludó a la Ley Sáenz Peña como instrumento de la regenera ción cívica del país, inclinándose a ver mayor coherencia programática en el socialismo que en el radicalismo. Si bien Nosotros apoyó el
golpe de septiembre de 1930 como tantos otros sectores de la vida argentina, también
Estos cambios ponían en tela de juicio la esen
rá tomar forzosamente partido en estos días de definiciones, cuando no de facciones, y al tomarlo, dejará de ser lo que fue para ser otra cosa”, decían sus directores a modo de despe dida, en el número 299-300. Al cerrar la revis
ta explicando que se negaban a tomar partido en una época de “definiciones” y de “faccio nes”, los directores de Nosotros estaban confe
testigo lúcido de la vida del país”. Si la tarea
sando la inadecuación de esta empresa cultu ral a los nuevos tiempos políticos, marcados por una gran polarización ideológica. En efec to, ¿cómo modificar la línea de conducta de “puertas abiertas, conciliación de generacio nes, presencia equilibrada en todo aconteci miento de importancia social, política o litera
primordial de Nosotros era “tomarle el pulso al mundo que la rodeaba, con tolerancia, sin ads
estudio de la revista Nosotros. Alfredo Bianchi
manifestó dudas con respecto a la legitimidad de un gobierno militar, reclamando que la in tervención de los militares desembocase en un nuevo proceso electoral. A lo largo de más de 35 años de existencia,
la revista Nosotros reivindicó haber sido “un
168
cribir a ninguna tendencia política, filosófica o literaria, desechando el espíritu de círculo”, tal vez allí radicó la debilidad de la empresa. En todo caso, si la “bandera de la tolerancia” había
ria”?, como lo indica Aurora Ravina en su
LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLÍTICA
falleció el 23 de noviembre de 1942, y en pala bras de Giusti, “su muerte le restó a Nosotros el
alma”. En octubre de 1943, Giusti, como tan
vista despertaba sus carcajadas, a pesar de que se burlasen en ella de su propio personal polí tico. El sentido de humor de los martinfierris
tos otros profesores, fue declarado cesante en sus cátedras del Instituto Nacional del Profe
tas, con sus famosos epitafios y su estilo irreve rente, se relaciona con la escritura de Oliverio
sorado y del Colegio Nacional Manuel Belgra no. Fue el tiro de gracia.
Girondo. En las páginas de Martín Fierro se de
Las encuestas y las polémicas de Nosotros,
ser leídos en el tranvía, había sido silenciada por
tan corteses, tan tolerantes, tan integradoras, tan pluralistas, tuvieron el defecto de su prin cipal virtud. Las tomas de posición quedaron a menudo diluidas en estas voces plurales. Las encuestas que la revista patrocinaba indican los temas en debate, pero no permiten sacar conclusiones sobre la correlación de fuerzas
“revistas anquilosadas”, “magazines cursis”, así
entre las diferentes posiciones. A lo sumo, las encuestas de Nosotros informan que un deba te se había abierto en la sociedad argentina y que Nosotros no podía ni pretendía cerrarlo. La prudencia y moderación de los animadores de Nosotros encontrará al filo de los años algu nos detractores y no pocos emuladores. MARTÍN Emma
Frente al estilo intelectual inaugurado por Nosotros, la aparición de la revista Martín Fie
rro en febrero de 1924, bajo la dirección de Evar Méndez -seudónirno de Evaristo Gonzá
lez-, pudo parecer una verdadera revolución. Era la tercera vez que una publicación argenti na reivindicaba en su título al poema de Iosé Hernández (en 1904, una publicación anar quista y en 1919, una publicación antiyrigoye nista). Evar Méndez, poeta y periodista, ejercía
funciones de bibliotecario en la Casa de Go
bierno y era amigo personal del presidente Marcelo T. de Alvear. En el segundo número de Martín Fierro aparece una carta del Presidente de la República señalando que el estilo de la re
nunció que su obra mayor, Veinte poemas para
como por la “estupidez” e “hipocresía” de los grandes diarios. Se enfatizó también el “carác ter netamente argentino” de esta obra, por su “franqueza gaucha mezclada con rudeza y des plante indígena (...) al arrojar palabras como boleadoras (...) con una guapeza toda argenti na, nativa, ancestral”. Esta toma de posición es tética y política quedó resumida en el famoso manifiesto publicado en el cuarto número de Martín Fierro. Escrito por el poeta más trans
gresor de los que habían publicado hasta el momento, el manifiesto atacaba por igual al “honorable público” y a la “funeraria solemni dad del historiador y del catedrático que mo mifica cuanto toca”, anunciando que Martín Fierro inauguraba una “nueva sensibilidad”, una manera inédita de ver al país y a sus gen tes, gracias a una generación que pretendía cuestionar lo establecido y lo aceptado. Se ha dicho que este manifiesto, repartido también como volante en las calles de la ciudad, tuvo
una “repercusión exagerada”, pero que logró así nuclear a la juventud artística de vanguar dia. También se indicó que los martinfierristas ignoraron a los surrealistas, pero irnítaron en cambio el manifiesto futurista italiano. El espí ritu de imitación, reflejo típico de las intelec tualidades periféricas, atravesó muchas empre sas culturales argentinas; sin embargo, algimas imitaciones fueron más novedosas y creativas que otras en cuanto a sus adaptaciones y efec
169
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
tamirano y Sarlo, la aparición de la vanguardia estética martinfierrista implicaba la existencia
época. Como la utilización del voseo en la len
más o menos desarrollada de un espacio cultu
gua escrita, que tardaría muchas décadas en
ral cuyas formas e ideologías esta vanguardia venía a cuestionar. En ese espacio cultural, la
imponerse en los sectores cultos: “Martín Fie rro tiene fe en nuestra fonética, en nuestra vi
revista Nosotros era el órgano por excelencia de
sión, en nuestros modales, en nuestro oído, en
consagración y de difusión cultural. Por ello,
nuestra capacidad digestiva y de asimilación”.
en Martín Fierro, se llegó a solicitar el cierre de la revista Nosotros invocando una disposición
El enfrentamiento entre el grupo “Florida” de los martinfierristas y el grupo “Boedo” de
los escritores ligados a las revistas Los Pensa dores y Claridad —-acusados por Martín Fierro de ser la izquierda política y la derecha litera ria- generó tal vez mayores rupturas a poste
riori, cuando el campo cultural argentino, profundamente dividido, necesitó legitimar sus orígenes. Sobredimensionada o no, lo cier
to es que la experiencia de la revista Martín Fierro dejó huellas en la vida cultural argenti na, aunque muchas de sus polémicas no fue sen más que escaramuzas entre escritores liga dos por lazos de amistad y que fraternizaban
en la bohemia literaria de estos años de pro greso material.
En cuatro años de “vida irregular y espas módica”, Martín Fierro fue un “periódico lúdi co y travieso, típico de cachorros”, segím La fleur y Provenzano. Ese humor martinfierrista alegre y desprejuiciado ya no volverá a encon trarse por muchos años en las revistas cultura les. Los famosos epitafios donde se burlaron
170
Como queda indicado en el análisis de Al
tos locales. Así, por ejemplo, la defensa deno dada del idioma argentino y de su especifici dad fonética fue toda una novedad en aquella
de casi todos, incluidos ellos mismos, siguen siendo recordados aún hoy por los escritores argentinos. El humor de las publicaciones na cionalistas adoptará posteriormente otro ca riz: un humor corrosivo, ácido, pero funda mentalmente grave como el telón de fondo de la época en la que les tocó actuar, posterior a la crisis del treinta.
municipal que “prohibía tener cadáveres en exhibición” (sic). A pesar de la irreverencia y de
la iracundia que la distinguían, o de la utiliza ción del “escándalo como modalidad típica mente vanguardista”, se ha afirmado que la re vista no significó ni un quiebre en el sistema cultural argentino ni un cuestionamiento al orden social vigente. Para Altamirano y Sarlo, el “moderantismo” y “la superficialidad com bativa” de Martín Fierro tienen que ver con la época y su bonanza económica y social. Así por ejemplo, si Martín Fierro criticaba al inten
dente de Buenos Aires por su papel en la atri bución de premios literarios, era para reclamar que esos premios pasasen a la órbita del Minis terio de Instrucción Pública.
Más importante para el tema aquí tratado
es que la clausura de Martín Fierro estuvo marcada por un claro conflicto político, y este dato merece ser tomado en cuenta y no relega do a lo meramente anecdótico. Iorge Luis Bor
ges había fundado el “Comité Yrigoyenista de Intelectuales Ióvenes” para adherir a la segun da candidatura presidencial del caudillo radi cal. Los postulados de este comité y la lista de
firmantes (Leopoldo Marechal, Macedonio Fernández, Roberto Arlt y los hermanos Enri
que y Raúl González Tuñón, entre otros) se publicaron en el popular diario Crítica. El al vearismo de Evar Méndez se veía así contra
LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLITICA
riado y el director de Martín Fierro publicó entonces una declaración de prescindencia en las páginas de la revista. Ese fue el último nú mero de Martín Fierro, el 44-45 del 15 de no
CLARIDAD
viembre de 1927. La mayoría de los escritores que apoyaban a Yrigoyen decidió entonces de jar de colaborar con la revista y Evar Méndez cerró definitivamente la publicación que ha bía llegado a tener, en sus mejores momentos, una tirada de 20.000 ejemplares. Martín Fierro criticaba el realismo literario de Boedo, así como la sensibilidad y-los “bajos
gustos de un público semianalfabeto”; denun ciaba el carácter mercantil de la ediciones po pulares, y reclamaba pureza lingüística contra el cocoliche de los inmigrantes, bautizados de “plebe ultramarina”. El criollismo era la divisa del martinfierrismo, y para la afirmación de la argentinidad, el héroe de Hernández era el ob
jeto más argentino disponible. Pero en esta particular combinación de vanguardismo y criollismo ya aparecía una tensión que luego
l Portada de la revista Claridad.
todos los intentos renovadores de la vida cul
bres”. Los temas de literatura, filosofía, artes
tural argentina atravesarán inevitablemente: la tensión entre lo particular y lo universal, esas
plásticas e historia, muy presentes en los pri meros tiempos, fueron reduciéndose para pri vilegiar los acontecimientos de la vida política,
largas batallas entre nacionalismo y cosmopo litismo o la tensión entre una cultura para po
cos, pero de alto nivel, y una cultura tosca y masificada, que dio lugar a esas no menos lar gas batallas entre elitismo y populismo. CLARIDAD
La revista Claridad, con 225 números pu blicados en los quince años transcurridos en tre 1926 y 1941, se definió abiertamente como
social y sindical.
Su mentor, el inmigrante español Antonio Zamora (1896-1976), había pasado del anar quismo al socialismo; admirador de Iusto y de los fundadores del Partido Socialista Argenti no, Zamora contribuyó a nuclear —gracias al carisma de su persona y a la independencia fi
nanciera que le otorgaban su editorial y su
una revista de izquierda y antiimperialista.
propio taller de imprenta- a casi todos los ex ponentes de la izquierda argentina y america na. Contribuir a la construcción de un mun
“Tribuna del pensamiento izquierdista” fue su
do nuevo era la principal divisa de Claridad, y
subtítulo hasta 1937, para pasar luego a consi derarse “Revista americana de los hombres li
para ello era necesario luchar —“la manse dumbre envejece y envilece”— y despojarse de
l7l
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
todo lo aprendido —“lo primero que has de hacer es vomitar todo lo que te han inculcado en la escuela”—. Particular atención se le con cedió en esta lucha a la tradición historiogra fica argentina: “nuestra historia es inflada; ha carecido de documentación; se ha inventado
una historia con héroes que no son tales, en beneficio exclusivo de una casta privilegiada”.
dad fue blanco de la represión luego del golpe de 1930 —golpe que, sin embargo, había apo yado al igual que Nosotros- y su director ter minó expulsado del territorio argentino, aun que la expulsión y la prohibición hayan tenido corto alcance temporal. Claridad y su director
Según los artículos editoriales, más que a los héroes fundadores, la nacionalidad argentina debería estarle agradecida a la mano de obra inmigrante. La lucha de Claridad era contra la Iglesia (“regresión y barbarie”), contra el Es
volvieron a la lid y no pretendieron ser eco de nada, sino abordar todos los temas sin eufe
tado (“el entronizamiento de unos pocos
pensamos a sueldo de ningún diario”-, que riéndose sumar a todos aquellos que “nacie ron para revolucionar el mundo”; la política terminó absorbiendo la cultura. Al finalizar la
aprovechados”), contra el Ejército (“refugio de criminales repugnantes”), contra el cura (“porque mira a la mujer como instrumento del pecado, cuando ella es la vida y el irnpul so del universo”). Privilegiando una concepción pedagógica, la de llevar la luz de la inteligencia a los sectores
populares, la primera tarea de la editorial de Zamora fue la traducción al castellano de gran
des pensadores universales, poniéndolos a dis
posición de un público amplio y de pocos re cursos. Precursor de la literatura de bolsillo,
mismos, declarándose en “rebelión anárquica contra la cursilería y la mojigatería”, ufanán dose de su libertad —“nos sentimos libres, no
década del treinta, ya la narrativa se había re ducido para dejar cada vez más espacio a los ensayos políticos, económicos y sociales. El papel del intelectual que concibe Clari dad es el de un pedagogo cuya misión consis te en educar a los sectores populares a través de la palabra escrita. Esta “confianza hiperbó
lica en los textos” como instrumento para
rencia Ferreira de Cassone, la idea de “ganar
cambiar la mentalidad de un pueblo no obtu vo siempre los resultados esperados. En esta ambición de “educar al soberano”, las afinida
poco para ganar mucho” fue la divisa de Zamo
des con el proyecto liberal sarmientino son
ra, apuntando exitosamente no sólo al mercado nacional sino también al latinoamericano.
tan evidentes como las dificultades en orientar
La obligación de los intelectuales, según la
siempre es capaz de elegir en el sentido preco
revista Claridad, era la de estar más cerca de
nizado por sus ilustres pedagogos. Si el pro yecto de Claridad de organizar el “ala izquier da de la intelectualidad” opuesta a la “prensa rica, el teatro industrializado, las academias y los jurados oficiales, la docencia y la intelec tualidad burocrática” se reveló de dificil reali
como lo pone de relieve la tesis doctoral de Flo
las luchas sociales que de las manifestaciones
puramente literarias, afirmando que para el porvenir de la humanidad, “las luchas sociales
172
kistas, pero contando siempre con la figura de árbitro convocante de Antonio Zamora. Clari
tienen más utilidad que las grescas literarias”. Las diversas sensibilidades de izquierda no de jaron de enfrentarse en las páginas de la revis ta, anarquistas, socialistas, comunistas y trots
políticamente a ese pueblo soberano que no
zación en la Argentina, ¿no habría que buscar algún indicio de este fracaso en la actitud mo
LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLÍTICA
ralista de la izquierda “esclarecida” frente al
no. Pero antes de que floreciese el período pe
“mal gusto” de los sectores populares? El desa
ronista, otras revistas argentinas de capital irn
grado de la revista Claridad ante los homena jes fúnebres rendidos por ese pueblo a un ído lo tan “sospechoso” como Carlos Gardel y su repudio a ciertas formas de sensibilidad popu lar como el tango, el fútbol o las carreras de caballos, denunciados como “enemigos de una correcta conciencia social y política”, pueden haber provocado efectos contrarios. Algo si milar ocurrió con la crítica feroz a los gobier nos radicales surgidos del sufragio universal. Así, en plena campaña contra el segundo go bierno de Yrigoyen, puede leerse en las pági nas de Claridad que “el pueblo no a elegido a sus representantes sino a los sirvientes del más hermético de los caudillos que el país ha teni do. Si el sufragio popular, secreto y libre con tinúa dando tan ‘excelentes’ resultados, habrá
portancia en la vida cultural harán su apari ción y otras, no menos importantes, dejarán
que cambiar el procedimiento para acabar con 3)) gobiernos tan ‘ejemplares Consecuentes con esta política, saludaron al golpe de Estado de 1930 porque “nunca creímos ni en la virtud ni en la capacidad de los hombres que desquicia ban el país envalentonados porque el pueblo había cometido el error de elegirlos y, por lo
de publicarse.
Claridad fue atemperando la virulencia de sus posiciones iniciales al calor de los aconte cimientos internacionales. Su inequívoco apo yo al campo republicano durante la guerra ci vil española fue dando paso a posiciones más moderadas. Frente al ascenso del fascismo y la inminencia de la contienda mundial, Claridad
tomó partido por la alianza continental pro puesta por Roosevelt. De este período data la modificación del subtítulo de la revista, iden
tificada ahora con los “hombres libres de América”. La prédica antiimperialista fue per
diendo intensidad, aunque en las páginas de Claridad se siguiera discutiendo sobre los al cances y los límites de la democracia y de la re
volución, se analizase la posibilidad de convo
car a un “Congreso Latino Americano de Izquierdas”, o se concediese mucha atención al
proyecto del aprismo peruano proponiendo una versión americana del socialismo marxis ta, el “socialismo indoamericano”.
tanto, aplaudirnos el movimiento que los ha barrido por completo. Ha caído la peor de las oligarquías que ha tenido el país: la oligarquía
El agotamiento de la experiencia aparece muy estrechamente ligado a los problemas económicos y políticos que trajo la Segunda
de los incapaces y los ladrones”. Y como lógico
Guerra Mundial. Aunque la editorial Claridad
corolario de esta posición, desde las páginas
continuó sus actividades, Antonio Zamora
de Claridad se enjuició severamente a los inte
decidió dejar de publicar la revista -que había alcanzado tiradas de 10.000 ejemplares- y el estudio de Florencia Cassone pone de relieve las dificultades en el abastecimiento de papel
grantes del “Comité Yrigoyenista de Inte lectuales Jóvenes” por estar al servicio de la “mala política del Klan Radical”. Este desen cuentro entre las posiciones de la izquierda y las preferencias populares se tematizará años más tarde a partir de posiciones francamente antiintelectuales y cristalizará en uno de los repertorios preferidos del populismo argenti
prensa como factor determinante, señalando que para la misma época dejaron de aparecer otras importantes publicaciones periódicas argentinas como las revistas P.B.'IÏ, Caras y Caretas, Fray Macho, Nosotros, El Hogar, Mun
173
LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL
Intelectuales en un café de Boedo. Entre otros Edmundo Guibourg. Samuel Eichelbaum e lvonne Lardy. Banco dela Nación Argentina. Acción, presencia y testimonio en Ia construcción del país.
do Argentino, Vea y Lea, Hechos e Ideas, así co
Claridad. La desaparición de esta revista dejó
mo los diarios El Mundo, Crítica, Noticias
un vacío que ningún otro emprendimiento logró llenar: la dispersa izquierda argentina
Gráficas y La Época, o semanarios como Ar gentina Libre, Tribuna Demócrata y La Van guardia. Cabe precisar aquí que, en muchos de estos casos, la fecha divisora de aguas fue la de 1943, como resultado de la intervención mili
tar del 4 de junio, y que las dificultades en el abastecimiento de papel no afectaron del mis mo modo a todas las publicaciones argenti nas. En el caso del cierre de Claridad, cuyo úl timo número apareció en diciembre de 1941, la distancia que Zamora había tomado respec to de las posiciones del Partido Socialista Ar gentino merecería una mayor indagación. Así como el hecho de que luego del ataque a Pearl Harbor, en diciembre de 1941, la defensa in 174
condicional de los Estados Unidos pudiese plantearle algunas dificultades al director de
no volverá a encontrar un vocero político—cul
tural que la congregue más allá de sus nume rosas facciones. SUR
La tradición liberal logró, en cambio, so breponerse a muchas peripecias económicas y políticas. Así, por ejemplo, la revista Sur, que se publicó regularmente entre 1931 y 1970. Si Sur pudo nacer y prosperar en tiempos difíci
les y polarizados es porque ocupó un lugar que se encontraba vacío, al menos en el terre no de las definiciones liberales. Sur -una de las revistas argentinas mejor conocidas y estudia das, a partir de la excelente tesis doctoral de
LAS REVISTAS EN LA VIDA lNTELECTUAL Y POLÍTICA
Iohn King- había comenzado a editarse como lujosa revista trimestral, con más de 150 pági nas y fotografias que luego se suprirnieron por ser muy costosas. Los gastos de publicación eran altos y la circulación reducida, y aunque la fortuna personal de Victoria Ocampo (1891 1979) fuese el respaldo primordial, la revista recién se regularizó con apariciones mensuales a partir de 1935. La fimdación de la editorial Sur, en septiembre de 1933, ayudó a consolidar la empresa, siguiendo el ejemplo de la Revista de Occidente dirigida por el filósofo español José Ortega y Gasset. El autor de La rebelión de las masas, obra publicada en 1930, había sido uno de los men tores espirituales de la revista Sur. El postulado orteguiano de “que un grupo de iguales preser ve la continuidad de la civilización ante la cul tura de masas” será la divisa de Victoria Ocam
po y de sus amigos y colaboradores. A partir de
los trabajos del norteamericano Waldo Frank, otro mentor de la revista, los primeros núme ros tratarán de los problemas planteados por la cultura americana. Dando preferencia a los en sayos sobre cultura general y a la relación de los
intelectuales con sus sociedades, en los prime ros tiempos Sur publicó también artículos de escritores nacionalistas como Julio Irazusta o Ramón Doll, o comunistas como Elías Castel
hermandad universal de escritores con ideas afines sino ante las consecuencias de un mun do desgarrado y dividido. Se afirmó entonces un proyecto cultural según el cual las elites in
telectuales ejercerían primordialmente una función de árbitros del buen gusto rechazan do toda “contaminación ideológica” frente a los “males del siglo” (nacionalismo, autorita rismo, fascismo, comunismo). Se ha inferido
erróneamente que a partir de esta posición Sur preconizó un acendrado apoliticismo. No fue así, la revista creada por Victoria Ocampo tuvo a lo largo de su historia claros y contun dentes pronunciamientos políticos. Del mis mo modo es necesario no perder de vista que el cosmopolitismo de Sur -luego tan denosta do—, como el de tantos otros intelectuales ar gentinos, implicaba la necesidad casi irnperio
sa de romper con el provincialismo cultural. El compromiso personal de Victoria Ocam po con su revista fue muchas veces señalado, así
como su inagotable energía organizando confe
rencias, debates, celebraciones, viajes y visitas. Al construir una férrea red de alianzas naciona
les e internacionales alrededor de la figura in sustituible de Victoria Ocampo, con puentes tendidos hacia el mundo de la prensa y la edi ción, y gracias a una constelación intemacional de colaboradores que ostentaban, salvo excep
nuovo, quien analizó la situación de los escri
ciones, un gran nivel intelectual, Sur logró nacer
tores rusos al regreso de su viaje a la Unión So viética en 1932.
y consolidarse en tiempos agitados. Pero Sur fue
Con la Guerra Civil Española, y luego del
algo más que la criatura dilecta de su fundado ra. En esta revista de ideas basada en la expe
agitado congreso del Pen Club realizado en
riencia literaria de sus principales colaborado
Buenos Aires en 1936, las aguas se dividieron.
res se afirmó una concepción del intelectual que
Cuando en este congreso el fascista Filippo
luego será severamente cuestionada: quienes es
Martinetti atacó públicamente a Victoria
taban capacitados para leer y escribir la buena literatura estaban particularmente calificados
Ocampo, quedó en evidencia que los intelec tuales del “Sistema-Sur”, según la definición de
Emilia Zuleta, ya no se encontraban ante una
para ocuparse de historia, de política, o de todo tema con resonancias morales o sociales.
175
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
En cuanto a las tomas de posiciones polí ticas, tras una pequeña confusión inicial, Sur defendió la causa republicana a lo largo de la Guerra Civil Española y sus colaboradores ayudaron a organizar la solidaridad y a dar re fugio a intelectuales españoles, entre ellos a Rafael Alberti. La publicación en Sur, en agos
to de 1937, del artículo de Jacques Maritain “Sobre la guerra santa”, desató la ira de la re
intelectuales modernas en varios países del he misferio. Nelson Rockefeller organizó la Ofici na de Coordinación de Asuntos Interamerica
vista católica Criterio, que acusó a la revista di
nos en 1940. María Rosa Oliver, gran amiga de Victoria Ocampo y colaboradora de la revista, trabajó en la Oficina del Coordinador durante
rigida por Victoria Ocampo de tener una
dos años, de 1942 a 1944. En diciembre de
“orientación francamente de izquierda”. ¡Iz quierdista no!, respondieron los acusados, ¡li
publicó un número titulado “La guerra en
beral y democrática!
América” y declaró su apoyo a los Estados Uni
Se ha afirmado que el liberalismo argenti no perdió toda oportunidad de ser identifica
dos y al concepto de panamericanismo, preco nizando “una América indivisible desde el es
do con la democracia después del golpe del
trecho de Behring hasta el cabo de Hornos”. Aparece allí una crítica muy abierta al gobier no argentino por no abandonar la neutralidad. La identificación de Sur con los Aliados fue to
treinta. El régimen de la Concordancia (alian za del partido conservador, una fracción del partido radical y un grupo minoritario de so cialistas, el Partido Socialista Independiente) sólo pudo legitirnarse electoralmente median te la política del fraude. ¿Sur apoyó esa época de democracia restringida y fue entonces la ex presión cultural de la “década infame”? Esta vi sión de los procesos históricos, que gozó de
tantas simpatías en tiempos aún no lejanos,
l76
gozar del apoyo de las autoridades argentinas en este período. En cambio, a lo largo de toda la guerra, Sur se benefició con la política esta dounidense de estimular el desarrollo de elites
1941, después del ataque a Pearl Harbor, Sur
tal, desde el apoyo a los Estados Unidos hasta el homenaje a Winston Churchill; aunque el
hogar espiritual de la revista siguiera siendo París, como quedó demostrado en el número dedicado a la “Liberación”, aparecido en octu bre de 1944. Del mismo modo, el número es
pecial consagrado al Brasil, en septiembre de
parece hoy un tanto mecánica y reductora. Así,
1942, aparece ligado a la visita oficial de María
por ejemplo, en el terreno de la política inter nacional, Sur se opuso a la política oficial del gobierno argentino al declarar expresamente su apoyo a la causa aliada durante la Segunda Guerra Mundial. Las expresiones culturales de la izquierda argentina también podían com partir las opiniones de Sur sobre la Guerra Ci vil Española y la Segtmda Guerra Mundial. Durante el período de la guerra, y a pesar de las dificultades en el suministro de papel, la publi cación de Sur no fue interrumpida. Sin embar go, la revista de Victoria Ocampo no pareció
Rosa Oliver, pero este “Homenaje al Brasil” no
es sólo un homenaje a su literatura sino tam bién a las iniciativas políticas del régimen bra sileño: se publicó en este número de Sur el dis curso de Getulio Vargas anunciando la entrada del Brasil en la contienda y exhortando al con tinente americano a mantenerse unido contra
la amenaza común.
A partir de la Segunda Guerra Mundial, la distancia que los miembros de la revista fue ron tomando respecto del gobierno argentino no fue suficientemente subrayada. En 1942,
LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLÍTICA
Colaboradores de Sur, 196i. Parados: Enrique Pezzoni. Eduardo González Lanuza, Silvina Ocampo, Alberto Girri. Adolfo Bioy Casares, Victoria Ocampo. Alicia Jurado y Héctor Murena. Sentados: María Luisa Bastos, Guillermo de Torre. Carlos Alberto Erro, Iorge Luis Borges y Eduardo Mallea.
por ejemplo, Borges no obtuvo el premio anual ofrecido por la Comisión Nacional de Cultura, a pesar de la voluntad de sus amigos, y los premios fueron entregados a dos escrito res menores: Eduardo Acevedo Díaz y César Carrizo. Por esta razón, en julio de 1942, Iosé Bianco -secretario de redacción de la revista
desde 1938- organizó un “Desagravio a Bor ges”. En las páginas de Sur se publicaron en tonces notas de los principales colaboradores expresando su apoyo a la antología “agravia da”: El jardín de senderos que se bifurcan. Aso
nacional concentraba el esfuerzo y la atención de Sur, la situación interna de fraude y escán
dalos que ritmaron esta época no encontraron nunca en las páginas de la revista motivo para la denuncia o para la reflexión.
TIEMPOS POLÍTICOS Y TIEMPOS CULTURALES.
EL PERONISMO
¿Es posible detectar una cronología de la vida cultural argentina independiente de la
bricación con las realidades políticas. Pero
cronología política, tan estrechamente ligada, a su vez, a las frecuentes rupturas de legitirni dad política e institucional? Frente a la fragili dad y precariedad del sistema político argenti
también es innegable que si la situación inter
no del siglo XX, ¿las empresas culturales
ciar a la revista Sur con el régimen de la res tauración oligárquica remite a una visión muy simplista de los procesos culturales y de su im
177
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
lismo capitalista y el comunismo ateo”, pero cuando se hizo necesario precisar esta tercera vía en el territorio nacional, las cosas se com
tural propio en la vida de algimas de estas em
plicaron, hasta el punto de que este camino se
presas culturales, mientras que en otras se ha ce por demás visible el determinismo de los tiempos políticos. Nosotros logró permanecer durante largos treinta y cinco años, Claridad apareció durante un lapso de quince años, Sur se publicó sin interrupciones durante cuaren ta años y Criterio batió todos los récords por que, iniciada en 1928, aún sigue publicándose, aunque haya perdido la fuerza de atracción de sus épocas doradas. En muchos casos, la lon gevidad de una revista aparece directamente relacionada con el voluntarismo y la tenacidad de sus fundadores.
convirtió en una “senda entre abismos”. La
El caso de Criterio es, a todas luces, excep
cional, ya que logra mantenerse cambiando va
rias veces de director: monseñor Gustavo I. Franceschi desde 1932 hasta 1957, y el presbíte
ro Jorge Mejía desde entonces hasta 1978. La matriz confesional de Criterio, el férreo refe rente católico, logró hacer de esta empresa una fortaleza capaz de resistir a todas las contingen
cias del mundo temporal argentino y de su convulsionado siglo XX. Esta publicación, fun
dada por laicos y dirigida desde 1932 hasta 1978 por dos sacerdotes, supo mantener cierta autonomía económica y jurídica de la jerarquía
eclesiástica, pero careció de capacidad crítica frente a ésta. Aun en las épocas en que la revis ta supo distanciarse de la Iglesia argentina, esta disidencia no fue más que “un escozor prurigi noso en el flanco de la autoridad eclesiástica”, como lo pone de relieve el estudio de Marcelo Montserrat, quien fue durante varios años se 178
En el terreno de las opciones políticas, Cri
lograron márgenes de autonomía y estabili dad? En el caso específico de las revistas, a la sorprendente longevidad de algunas publica ciones se opone la existencia muy coyuntural de otras. Es posible identificar un tiempo cul
cretario de redacción de la publicación.
terio preconizó una “tercera vía entre el libera
prédica antitotalitaria que Criterio había desa rrollado en sus páginas frente a los fenómenos europeos encarnados por Stalin, Hitler o Mus solini —diferenciándolos de los regímenes au toritarios encabezados por Franco o Salazar,
que gozaban de las simpatías de la revista-, ¿cómo se traduciría a la hora de interpretar la aparición en la política criolla de un coronel ovacionado por los “descamisados” y que de cía encarnar una tercera posición entre el ca pitalismo y el comunismo? Sería en vano buscar la respuesta a estos interrogantes en las páginas de la revista Crite rio. Porque en verdad, ante el surgimiento del peronismo, como durante los años de su go bierno —hasta la ruptura entre el peronismo y la Iglesia en 1954-, Criterio “redujo ostensible mente la frecuencia de sus editoriales políti cos", como lo señaló Carlos Floria, quien sigue siendo uno de los principales animadores de la revista. A pesar de la clara antipatía que Pe rón despertaba en el director de Criterio, Gus tavo Franceschi, el brillante polemista católico nacido en París se abstuvo de abrir una brecha en el frente católico. HECHOS E IDEAS
El peronismo vino a modificar todas las reglas de juego del tablero político. Si en el pa sado la Guerra Civil Española había dividido a
la opinión argentina, anticipando los dos campos que se enfrentarían al desencadenarse
LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLÍTICA
la Segunda Guerra Mundial —los aliadófilos y los germanófilos—, la tajante linea de división
que ahora se perfilaba con epicentro en el pro pio territorio nacional produciría unas cuan
HIÏCHÜS
e IDIÏÁ
tas novedades en el mundo de las empresas culturales y de las tradiciones políticas. Es sig nificativo que, en este clima de rupturas, la re vista Hechos e Ideas (1935-1941, 1947-1955)
DEVISTA RADICAL Director- ENRIQUE EDUARDO GARCIA
haya podido pasar, con armas y bagajes, de
SUMARIO
una época a la otra. Esta dinámica empresa in telectual, ligada en sus orígenes al partido ra
DIRECCION
dical, emigró al campo del peronismo, per
Clau‘ polis-uu Lil \0ÍI\l|lA\ dd 51ml! Clnlul
l: una» Cinu [Moral y n Efinno
lílnnio C MÏATTI
Ln bush: llu-ngonnnn
Dm. orru. Gnancrr .-- .5. "m... ‘una...
diendo en el camino la riqueza de sus
Ttóluln A MEANA lvl ¡ndnnlnnmn J: Suma Fr F .\' OUTEÜÁ KÍÍLÍCH Ánlt Li Iluloua Mlnïlo Ï Jr ÁLVEAR ïngovm. en al 1‘ Jllvfiuno Ja u ¡num
interrogantes: se convirtió en una publicación monolítica, repleta de certezas e incondicional de la nueva experiencia gubernamental y del “líder de los descamisados”.
Hechos e Ideas aparece como un ejemplo notable y excepcional de continuidad formal —el mismo director, Enrique Eduardo García, la misma tapa, el mismo formato- y de cam bio de estilo: del debate y la interrogación so bre el rumbo que la política y la economía de bían adoptar luego de la crisis de 1930, a una convicción unívoca de defensa de la obra gu bernamental peronista. Sin embargo, el equi po de dirección de la revista insistió en pre sentar este cambio como una continuidad de
i..." nm... (msnm ÍJtIIDI ¿‘l VÁLLE
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Hllluln ÁCOSTÁ (¿Juno SÁLVEMÍNÍ
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¡Uuoms suenos AIRES ¿‘OÜWTAVW l Revista Hechos e Ideas en su primera época.
tores de Hechos e Ideas. Pasar del radicalismo
al peronismo no era cambiar de etiqueta para quienes tanto habían discutido, desde 1935, sobre la necesidad de reformular la democra cia liberal gracias a una intervención decidida del Estado. El reclamo de una democracia so
la empresa. Las numerosas “Glosas Políticas” de la segunda época se refieren con insistencia al programa que Hechos e Ideas había esboza do en su época radical y que el peronismo ha bría llevado al terreno de las realizaciones. Lo
cial que permitiese sustituir la lucha de clases por la armonía entre el capital y el trabajo, la
notable de esta revista en su época peronista no es únicamente el esfuerzo de propaganda de los actos de gobierno sino la preocupación constante por comparafy valorar el antes y el ahora, el ayer y el hoy en la vida política ar gentina. El peronismo fue mucho más que una “divina sorpresa” para los principales ac
los obreros, la conciliación y el arbitraje en los
creación de un Ministerio de Trabajo y de Previsión Social, la instauración de organis mos paritarios entre el Estado, los patrones y
conflictos laborales, el salario mínimo y las vacaciones pagas constituyen un programa que los intelectuales del radicalismo propu sieron en las páginas de Hechos e Ideas, pero que el partido radical no pudo llevar adelan te. Según esta lectura, las “ideas” puestas en
179
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
circulación en los años treinta habrían sido convertidas en “hechos” contundentes por el peronismo en los años cuarenta. En la empre sa Hechos e Ideas se hace tangible el camino re
corrido por muchos radicales que vieron en el peronismo la continuidad de las ideas yrigoye nistas. Esta revista, que surgió para suscitar un debate capaz de otorgar nueva identidad a una tradición política bastante jaqueada después del golpe de Estado de 1930, no dudó en reco
nocer en el peronismo la capacidad de pro ducir esa “renovación”. Y, en este punto, el itinerario de la revista Hechos e Ideas es se
El mayor aporte realizado por el nacionalismo argentino se sitúa en la construcción de los lla mados “artefactos culturales”. Y la más original y eficiente de estas construcciones fue, sin lu gar a duda, la empresa de contrahistoria mili tante denominada revisionismo histórico. Pa
ra llevar adelante tan ambicioso cometido, el revisionismo histórico también necesitó do
mejante al camino recorrido por los radicales
tarse de publicaciones periódicas: la Revista y el Boletín del Instituto Iuan Manuel de Rosas.
forjistas.
Desde enero de 1939 hasta agosto de 1971, los
REVISTAS NACIONALISTAS
revisionistas lograron publicar regularmente veintitrés números de la Revista y veintinueve números del Boletín.
Cuando se exploran los cruces entre his toria cultural e historia política es evidente que no existen compartimentos estancos ni líneas definidas de una vez y para siempre. Los itinerarios político-culturales -los colec tivos y los individuales- suelen ser muy lábi les y presentan una gran permeabilidad. Así, por ejemplo, el peronismo supo nutrirse de muchos elementos pregonados por los católi cos argentinos, pero convirtiéndolos en algo
propio donde -al igual que ocurriría con otras tradiciones políticas- no todos pudie ron reconocerse. Desde las páginas de las em presas culturales ligadas al catolicismo, el na
cionalismo o el radicalismo de los años treinta es posible detectar elementos anun ciadores de lo que sería el peronismo en los
180
cerían aquí un lugar destacado. Para un estu dio de conjunto del accionar de las fuerzas na cionalistas cabe remitir a los imprescindibles trabajos del profesor Enrique Zuleta Álvarez.
Las revistas nacionalistas de debate y de combate tuvieron su hora de gloria en el clima
instaurado por la Segunda Guerra Mundial. Las de mejor nivel intelectual fueron Sol y Lu
na (1938-1940), dirigida por Iuan Carlos Go yeneche; Nueva Política, creada por Marcelo Sánchez Sorondo, y Nuevo Orden, fimdada por Rodolfo y Iulio Irazusta y Ernesto Palacio. La revista Nueva Política, publicada mensual mente entre 1940 y 1943, dejó de editarse lue go del golpe militar de junio de 1943, pero no por razones de proscripción. Como ocurrió con otras publicaciones nacionalistas, al ocu par algunos miembros de su equipo funciones gubernamentales -en el quehacer educativo, cultural o diplomático—, se suspendió su pu blicación. Los nacionalistas de Nueva Política
años cuarenta.
podían interpretar junto a su director que es
En cuanto a los grupos nacionalistas que habían surgido a fines de 1927 con la publica ción de La Nueva República, muchas de las empresas culturales por ellos encaradas mere
taban asistiendo a la “necesaria revolución" re
clamada desde las páginas de su revista. Preci
samente, la mayoría de las contribuciones y artículos editoriales de Marcelo Sánchez So
LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLÍTICA
rondo fueron editados en 1945 con el título La revolución que anunciamos. La derrota del Eje privó a los nacionalistas argentinos de su prin
cipal referencia internacional, ubicándolos en el campo de los derrotados. Es sabido que Pe rón los llamó los “piantavotos”, pero que no se privó ni de la compañía ni del consejo de mu chos de ellos. Pero si hubo nacionalistas que, como Ernesto Palacio, acompañaron con en tusiasmo la experiencia peronista —en el terri torio preferido para ejercer una vocación inte lectual, el de la cultura y la educación—, los intelectuales ligados a la revista Nueva Política miraron con desdén la “fatalidad” tumultuosa
y plebeya que adquiría la revolución por ellos “anunciada”. CONHNENTE Y DE FRENTE
En sintonía con los nuevos tiempos del pe
ronismo, la revista Continente (1947-1955) —cuya vida coincide con las dos presidencias de Perón- privilegiaba los temas argentinos y
latinoamericanos, presentando sus análisis editoriales bajo la forma del anonimato. Esta característica de no firmar los artículos fue una práctica habitual en las publicaciones del primer peronismo, como si los individuos in telectuales tuviesen que eclipsarse frente a la “masa de los trabajadores” y, obviamente, an te el más destacado de entre ellos, el general
el terreno cultural, limitándose a ser meros instrumentos de propaganda gubernamental. A lo sumo, Continente sería digna de ser recor
dada a modo de catálogo retrospectivo, por sus excelentes reproducciones de obras plásti cas de artistas argentinos y latinoamericanos. Financiada por el gobernador de la provincia de Buenos Aires, el coronel Domingo Mercan
te, la revista Continente logró mantenerse lue go de la ruptura entre Mercante y Perón, ocu rrida en 1951.
Ahora bien, ¿todas las publicaciones liga das al peronismo fueron meras propagandas oficiales? Es un hecho suficientemente consta
tado que el primer peronismo no logró atraer ni a la clase media ni a la gran mayoría de los intelectuales argentinos. Que su partida de na cimiento haya estado tan indisolublemente li gada a la movilización de los sectores obreros, le dio al peronismo ese bautismo de fuego ple beyo que tanto repercutió en su historia, en sus realizaciones y en sus limitaciones. Pero si el análisis de la revista Continente confirma que el dinamismo del peronismo no vino pre cisamente de sus logros intelectuales, el análi sis de la revista De Frente depara algunas sor presas. En sus escasos dos años de publicación
—desde diciembre de 1953 hasta enero de 1956-, con 95 números publicados, la especi
ficidad de esta revista cultural claramente identificada con la familia peronista reside en
Perón. El anonimato pudo también ser una
que se propuso ser popular sin dejar de ser
práctica impuesta por las circunstancias: evi tar los nombres de desconocidos y cubrir así la notoria ausencia de firmas de peso intelectual en las publicaciones peronistas. El análisis de los cien números de la revista Continente pa rece confirmar algo ya conocido: que durante este período, las publicaciones identificadas con el gobiemo peronista poco aportaron en
culta. A partir de esta difícil doble exigencia, De Frente prefigura y anuncia una modalidad que muchas de las empresas culturales de los años sesenta intentarán plasmar. Creada y dirigida por el polémico dirigen te peronista Iohn William Cooke, la revista De
Frente, de publicación semanal, tuvo como modelo a la norteamericana Time. Combi
181
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
nando, en una dosis inédita, erudición, defen
Frente en 1953 permitió a Cooke —quien se ha
sa del peronismo y crítica de buen nivel en to dos los terrenos de la cultura —cine, teatro, ra
bía alejado voluntariamente de las funciones políticas al finalizar su mandato como diputa do y no había aceptado la dirección del diario Democracia- seguir interviniendo en la vida política y ser escuchado por el propio Presi dente -Perón recibía personalmente cada nue vo número de la revista—. Por otra parte, De Frente no parece haber sufrido ningún tipo de censura y su director se jactaba de seguir man teniendo relaciones fluidas con el poderoso secretario de informaciones del gobierno pe ronista, Raúl Apold. De Frente tuvo juicios sumamente negati vos hacia la manera en que el peronismo con ducía los asuntos universitarios y culturales; por ejemplo, el mal funcionamiento de la Bi blioteca Nacional, que recibió el poco hala güeño título de “cultura para ratas”. La publi cación criticó también la imposición de una organización oficial para estudiantes y la into lerancia hacia la oposición parlamentaria. En las cuestiones políticas, culturales y económi cas, como la campaña de oposición al contra to petrolero con la Standard Oil, De Frente de cía querer ubicarse en un espacio propio, a
dio, música, bibliografía, deporte—, pero siempre identificada con los “logros de la re volución peronista”, De Frente intentó distan ciarse de la apología y la hagiografía tan difun didas durante el régimen peronista. Lo hizo a través de ese rasgo distintivo de otros empren dimientos culturales peronistas: el anonimato. Las notas y colaboraciones que, como en el ca so de Continente, casi nunca aparecían firma
das, generaron algunas campañas notables, como aquella contra la práctica inhumana del
boxeo —deporte tan popular por aquellos años—. Precursora del tratamiento “sociológi co” reservado al fútbol y reflejando en sus pá ginas la movilidad social experimentada du
rante la experiencia peronista, la revista se ocupó extensamente de temas relacionados con el aumento y nuevas pautas de consumo de los sectores populares. Alejándose del este
reotipo y del estigma de bajo nivel cultural que aquejaba a las publicaciones peronistas, las incursiones en el terreno específicamente político de la revista De Frente apuntaban a modificar el rumbo autoritario y burocrático
buscado identificar? La posición de la revista
igual distancia de los “contreras” y de los “adu lones". Logró sobrevivir apenas cuatro meses al colapso del gobierno, pero fue la única pu blicación peronista que logró hacerlo. Su di rector fue encarcelado en octubre de 1955 y la revista De Frente fue clausurada por el gobier no militar en enero de 1956; ambos acusados
al criticar a los “adulones” y a los “burócratas”,
de “traición a la patria”.
pero preservando siempre a la figura de Perón, tendrá herederos en el campo peronista; pero
REALIDAD E IMAGO MUNDI
del gobierno.
Este “peronismo crítico” de la revista de Cooke, ¿es asimilable a la prehistoria de la iz quierda peronista o del “peronismo revolucio nario”, como reconstrucciones ulteriores han
en el contexto de la época, estas críticas no sig
nificaban aún ruptura alguna. La radicaliza ción ideológica y política vendrá después. Al 182
contrario, el lanzamiento de la revista De
Los sectores culturales identificados con el
liberalismo vivieron días aciagos en la Argen tina peronista. Quienes vibraron con la derro
LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLÍTICA
ta del fascismo y del nazismo en Europa y cre
ta Sur y de la Sociedad Argentina de Escritores
yeron que el triunfo de las naciones aliadas anticipaba su propio triunfo en la tan extra vertida realidad argentina, atravesaron horas
-cuya oposición al gobierno peronista no era un secreto para nadie—, con dieciocho núme ros publicados entre 1947 y 1949, en edición bimestral, Realidad fue una revista de alto ni
amargas, hasta el punto de que la “Nueva Ar gentina” se les hizo por momentos no sólo in sostenible sino, peor aún, incomprensible. Pe
ro si los intelectuales ligados a la tradición liberal pasaron por momentos de desaliento
vel intelectual, con más de 350 páginas por en trega. El estudio de Rosana Guber pone de re lieve que no fueron dificultades materiales las
durante los años peronistas, pudieron, en
que determinaron el cierre de la revista. El de saliento de sus animadores frente a una “reali
cambio, concentrarse en tareas de preserva ción que prepararan su eventual regreso a la cúspide del campo cultural y educativo luego
litando la tarea de analizar y comprender el fenómeno peronista. Como afirmaba uno de
de la caída del régimen. Surgieron así empresas sumamente ambi
dad” refractaria a sus ideas terminó irnposibi
sus colaboradores, Carlos Alberto Erro, la apa
rición de una nueva fuerza organizada para enfrentar la contienda electoral, el desplaza miento de los viejos partidos políticos o “la
ciosas que fueron vistas retrospectivamente como una suerte de “universidad en las som bras”. Revistas de alto contenido intelectual,
llegada de las modernas masas al poder” se ha
que en el territorio de las humanidades venían a enfrentar la mediocridad que reinaba en los claustros universitarios y muy particularmen
bían convertido en temas “tabú” que nadie lo graba comentar ni analizar “con espíritu y mé todo científicos”.
te en la Facultad de Filosofía y Letras de la
tual publicando dos revistas de corta dura ción, pero de importancia capital, porque la
La interrupción, anunciada como tempo raria, de la revista Realidad fue definitiva, pe ro sus miembros volvieron a congregarse en la revista Imago Mundi, lanzada por el historia dor Iosé Luis Romero, gracias al apoyo finan ciero de un empresario del calzado, Alberto Grimoldi. Llevando como subtítulo “revista
mayoría de sus actores ocupará un lugar des tacado en la modernización universitaria pos peronista, al menos en ese decenio moderni
de historia de la cultura", Imago Mundi publi có doce números entre 1953 y 1956. Pero, a di ferencia de lo ocurrido con Realidad, la revis
zador y dinámico que va de 1956 a 1966.
ta de José Luis Romero se clausuró luego de la
Francisco Romero, luego de presentar su re
caída del régimen peronista, cuando su direc tor asumió responsabilidades de primera línea
Universidad de Buenos Aires. Con la filosofía
como disciplina convocante primero y con la historia después, Francisco y Iosé Luis Rome ro generaron espacios de confluencia intelec
nuncia a las cátedras universitarias donde ejercía la docencia desde 1931, lanzó la revista
en la renovación universitaria (como inter
Realidad, revista de ideas destinada a “de
ventor-rector de la Universidad de Buenos Ai
sentrañar desde el mirador argentino la vasta realidad contemporánea”. Sostenida financie ramente por prestigiosas editoriales -Suda mericana y Losada- y con el apoyo de la revis
res prirnero y como decano de la facultad de Filosofía y Letras después). ¿Tuvo el equipo de
Imago Mundi una posición que no fuera “ta bú” frente al peronismo? El estudio dt Oscar
183
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
Terán destaca que si esta empresa pudo oficiar como “universidad alternativa”, su vocación de oficiar también como “universidad de relevo”
mer lugar, porque Perón había ganado limpia mente las elecciones, clausurando la época del
se vio empañada por “una visión fantasmagó rica del peronismo”, la misma que hizo decir a
Y en segundo lugar, porque los problemas de la
un redactor de Imago Mundi que los largos años de gobierno peronista sólo podían expli carse como “un estado de locura colectiva”. LA PERSISTENCIA DE SUR
fraude electoral erguido en sistema desde 1930.
sociedad argentina de la posguerra poco tenían que ver con los de la sociedad italiana o alema na de los treinta.
Sur, “revista de minorías”, no desdeñó to
mar posición contra el régimen de las mayo rías. Su directora y sus principales colabora
dores habían sostenido abiertamente a la Aunque el peronismo impuso un férreo control de la prensa escrita, la revista Sur si guió publicándose. Es conocido el modo en que el peronismo aprovechó la radio y la pren
sa, poniendo bajo control estatal a casi todas las emisoras privadas. Se ha dicho que Perón no estaba interesado en la cultura de elite. Es probable que ni Sur ni otras revistas de la elite
liberal parecieran una amenaza en contraste con órganos culturales más masivos -prensa y radios intervenidas o sometidas a una estricta censura, cuotas de papel para los diarios de la oposición que debieron reducir por decreto el número de sus páginas-. La universidad tarn
bién mereció mayor “atención”: cerca de la tercera parte del cuerpo docente fue obligado a renunciar o fue despedido. La revista Sur, según los propios términos de Victoria Ocampo, era una “revista de mino rías”. Con ese tono de cruzada civilizadora que siempre la caracterizó, con una actitud de so berbia estetizante de quienes se consideran y se saben los mejores, Sur desempeñó un papel
184
Unión Democrática en la contienda electoral. Por eso en las páginas de Sur se comentó am pliamente el mitin opositor del 12 de octubre de 1945 y se ignoró, en cambio, la concentra ción de Plaza de Mayo del l7 de octubre del mismo año, esa jornada mítica y fundacional para los peronistas. En las páginas de Sur, el escritor Iorge Luis Borges, recién despedido de su puesto en la Biblioteca Municipal “Miguel Cane”, se declaró contra el nuevo régimen en agosto de 1946: “Las dictaduras fomentan la opresión, el servilismo, la crueldad, más abo minable es el hecho de fomentar la idiotez”.
Las tomas de posición antiperonistas también se concretaron a través de la literatura con al
gunos cuentos memorables, desde “Casa to mada” de Julio Cortázar, publicado en no viembre de 1946, hasta “Fragmentos de los anales secretos” de Murena, publicado en no viembre de 1948, donde se parodia al régimen peronista como un sangriento partido de fút bol en el que el árbitro es asesinado, o el cuen
to de Adolfo Bioy Casares publicado en julio
consagratario en la vida cultural argentina.
agosto de 1954, pero más prudentemente
Reuniendo en su seno a intelectuales de peso, su cruzada contra los totalitarismos en el te rritorio internacional se convirtió en cruzada
ubicado en la época de Rosas. Sur pudo continuar educando al lector de minorías, aunque no fuese un secreto para na
antiperonista en el territorio nacional. Y aquí las cosas comenzaron a complicarse. En pri
die que Victoria Ocampo y su revista eran fer vientemente antiperonistas. Ni la revista ni la
LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLÍTICA
editorial fueron amenazadas de clausura. Por supuesto, nunca se hicieron referencias a Eva Perón en las páginas de Sur, ni siquiera des pués de su muerte en 1952. No hubo nota ne
crológica, pero sí una pequeña franja negra colocada en la tapa del número 213-214 de ju
lio-agosto de 1952, obedeciendo al decreto que exigía guardar luto nacional. Aunque pu
diese operar cierto grado de autocensura, Victoria Ocampo no se privaba de publicar artículos contra el régimen denunciando sus ataques a las libertades civiles, en una campa ña constante aunque indirecta contra Perón. Así, en 1950, por ejemplo, el número de ho menaje al general San Martín estuvo consa grado a la defensa de los derechos del hombre. Es sabido que Victoria Ocampo fue una de las
casi mil personas detenidas en abril de 1953, luego del estallido de una bomba en un acto peronista y de las violentas represalias en que se incendiaron el Iockey Club y los locales de los partidos opositores. La solidaridad de sus amigos en Europa, los Estados Unidos y Amé rica le valió una pronta libertad, pero la direc tora de Sur se abstuvo de narrar esta experien cia en las páginas de su revista, haciéndolo en cambio en el número en que se saludó la caí da del régimen, el célebre número intitulado “Por la reconstrucción nacional” de noviem bre-diciembre de 1955.
l Victoria Ocampo en su mesa de trabajo.
teligencia frente a los grandes problemas na cionales. Se ha indicado que la revista Sur ya no podrá desempeñar el papel de faro y guía intelectual en esa hora identificada como de “reconstrucción nacional”. Pero si la revista
fundada por Victoria Ocampo ya no tuvo la fuerza de atracción de antaño, ¿es pertinente culpar a Sur de lo que aparece como el balan ce más negativo de la tradición liberal argenti na? Si la opción política incontestable de Sur fue antifascista, antiperonista y anticomunis
La ruptura de los años cincuenta entre el peronismo y los intelectuales -resumida en
ta, el polo positivo de esta elección, los valores
esa frustrante consigna de “alpargatas sí, libros
defender, no lograron imponerse política
no”- fue una tragedia para todos y cada uno de los sectores involucrados. Ni bien destitui
Argentina posperonista. Y esto privó a la cons
do el gobierno peronista, esa problemática se rá un tema casi obsesivo tanto para los intelec tuales antiperonistas como para aquellos que, reivindicando la experiencia de la “Nueva Ar gentina”, denunciaban la “deserción” de la in
democráticos y liberales que la revista decía mente -al menos, de modo satisfactorio- en la
telación del “sistema-Sur” de un sustento de referencias político-morales que ya sólo podía
ubicar en el pasado de la historia argentina, como quedó de manifiesto en 1960 durante el sesquicentenario de la Revolución de Mayo.
185
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
DESPUÉS DEL PERONISMO. Los “Anos DE PLOMO"
Con la caída del peronismo se abrió una etapa histórica que es necesario definir de conjunto para poder hacerla inteligible. Se ha denominado “años de plomo” a la lógica de guerra que comenzó a imponerse en la vida política argentina desde las postrimerías del régimen peronista -y que el bombardeo de la Plaza de Mayo en junio de 1955 grafica trági camente—. Esos “treinta años de desencuen
tro” cubren un largo período histórico fatal mente signado por la incapacidad del sistema político para digerir pacíficamente el “fenó meno peronista”. Comienza cuando la elite dirigente se convence de que es necesaria una cirugía radical para extirpar el “cáncer” pero nista y se desarrolla durante los casi treinta años en que fracasan todas las tentativas de desperonización. Fracasan las tentativas repre
tutelar había pesado de modo tan grave sobre los acontecimientos argentinos, como para los destinos colectivos del país y de su gente. Los “años de plomo” alcanzaron su punto más alto cuando, luego de haber fracasado to das y cada una de estas tentativas, se instaló un sistema de terror destinado a extirpar toda ve leidad disidente en la sociedad argentina. La metodología empleada para acabar con cual quier resabio disidente y contestatario fue la más feroz de la que se tenga memoria. El saldo trágico es conocido, la bancarrota del poder militar también. Se utiliza entonces la expre sión “años de plomo” para definir estos casi treinta años de historia argentina en los que se
construyó un tipo de cultura política que adoptó el lenguaje de las armas como árbitro fundamental. Una cultura política donde el matar y el morir fueron constituyéndose ine xorablemente como los únicos reguladores posibles de la vida colectiva.
sivas, pero también las de democratización restringida con la prescripción del peronismo. Fracasa la tentativa de superación del peronis mo a través de la creación de un “nuevo movi miento nacional”, ese gran fiasco que significó el “desarrollismo”. También fracasan las tenta
tivas de controlar al peronismo a través del propio peronismo —el peronismo sin Perón- y los intentos de ir más lejos, tratando de radi
calizar al movimiento peronista. Fracasa, igualmente, el retorno del peronismo al go bierno. Desde la oposición obstinada a levan tar la veda sobre la candidatura del propio Pe rón —retrasando aún más lo inevitable—, al
regreso final del “líder de los descamisados” como efectivo presidente de casi todos los ar
gentinos, había transcurrido ya demasiado tiempo. Ya era bastante tarde, tanto para el 186
destino individual del hombre cuya presencia
CONTORNO
¿Qué papel pudieron desempeñar las em presas culturales en el contexto de los años de plomo? ¿Existieron publicaciones periódicas que buscaran alejarse de esta lógica guerrera? Es reconfortante constatar que sí. Aquí sólo se señalarán algunas publicaciones que, mante niendo el interés por la intersección entre cul tura y política, buscaron encontrar "remedios” a los males que aquejaban ya tan gravemente y
tan mortalmente a la sociedad argentina. La primera de estas publicaciones se ubica como una bisagra entre dos épocas, entre las postri merías del gobierno peronista y los años in mediatos a su posterior caída. Sin común pro
porción con la dimensión cuantitativa de la empresa -apenas diez números de la revista
LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLITICA
entre los simples y los dobles y un breve apén dice de dos Cuadernos—, la revista Contorno
(1953-1959) ha suscitado el interés de los es
tudiosos porque con ella comienza una nueva manera de situarse de la intelectualidad argen tina. Inaugurando una franja crítica y de de nuncia diferente de las ya que habían ejercido las tradiciones socialistas o nacionalistas, los jóvenes de Contorno también se habían cono
cido en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires y habían colaborado con la re vista Centro, publicación del Centro de Estu diantes de dicha facultad. La revista Contorno
es el mejor ejemplo, en el terreno cultural, de los cambios fundamentales e irreversibles que el peronismo había generado en la vida argen tina. En todo caso, es una prueba contunden te de la pérdida de atracción para las nuevas generaciones -aun para quienes se habían ini ciado como opositores al gobierno peronista de esa tradición liberal y democrática tan de nostada por el nacionalismo y el peronismo. En las postrimerías del gobierno peronista, la revista dirigida por los hermanos David e Is mael Viñas produjo una novedosa revisión de la historia de Ia literatura argentina. Teniendo como modelo a la revista de lean-Paul Sartre, Les Temps Modernes, pero obsesionados por la
realidad argentina, los animadores de Contor no trataron de dar forma en el territorio nacio
nal al ideal sartreano del intelectual compro metido. Abrevando en fuentes de un marxismo
se reveló como un gran fiasco, uno más de los tantos que ya había acumulado la historia del siglo XX argentino. El pasaje del entusiasmo al desengaño fue tematizado por los contornistas como “la traición de Frondizi”. Si Perón “trai cionó” ayer a los obreros, Frondizi “traiciona ba” ahora a los intelectuales de izquierda. Y una
vez más, los itinerarios políticos y culturales se revelan lábiles y permeables. La “opción” Fron dizi pudo entusiasmar tanto a los nacionalistas
y filofascistas nucleados alrededor de la revista Dinámica Social (1950-1965) como a los mar xistas sartreanos de Contorno.
En el terreno literario, Contorno acusó a los escritores del “sistema-Sur” por su falta de
compromiso, lo que fue tematizado como la “traición de los hombres honestos” (Borges, Mallea, Mujica Lainez). Al buscar modelos en los “hombres vivos” y no en las “sombras ilus tres”, en las páginas de Contorno se rehabilitó a escritores como Roberto Arlt, Manuel Gálvez
o Ezequiel Martínez Estrada. Calificados de “la
generación de los parricidas argentinos” por la
revista uruguaya Marcha, los contornistas buscaron especializarse en la “dramática ocu pación de ejercer la denuncia” y produjeron una saludable revisión de la historia de la lite ratura argentina. Si al descreer de la especifici dad de lo literario se alejaron de la rigidez aca
démica imperante en los estudios literarios, Io cierto es que la preocupación literaria y cultu ral terminó siendo completamente absorbida
ecléctico e irreverente, fuertemente teñido por el existencialismo y el psicoanálisis, la revista Contorno inicia un nuevo estilo de interven
por las batallas políticas e ideológicas, como lo demuestra la temática misma adoptada en los
ción crítica y de denuncia. Pero a la hora de de
grado al peronismo y el otro, al frondicismo. En esto, las semejanzas con la primera genera ción revisionista son evidentes, aunque los críticos no hayan prestado atención a este pa ralelismo. Si los revisionistas encontraron en
finir una alternativa política que fuese capaz de superar la impasse liberal y la ‘encrucijada’ pe
ronista, la apuesta al desarrollismo frondicista,
que tanto sedujo a los redactores de Contorno,
dos números finales de la revista, uno consa
187
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
la historia la disciplina ideal para ocuparse de hacer política y para formular un nuevo pro grama político, los contornistas encontraron en el estudio de la literatura argentina, del pa sado y del presente, un territorio de predilec ción para elaborar un nuevo proyecto político: el de una “nueva izquierda argentina” que ya empezaba a adquirir los “contornos” de lo que muy pronto sería la “izquierda nacional”. En el terreno propiamente cultural y lite rario, Contorno buscó distanciarse tanto de la
bién deslindar posiciones con los sectores que desde la izquierda tradicional -la del Partido Socialista y la del Partido Comunista- busca ban capitalizar la orfandad y el descontento de los obreros peronistas. En el vocabulario mar xista de los hombres de Contorno, esos obreros
generación martinfierrista como de la revista Sur, cuestionando abiertamente a su directo
fórmulas muy sugestivas, como aquella de “las
ra, Victoria Ocampo, “señora de la Cultura”, y a su revista, a la que calificaban de “triste ca
en la vida cultural y política argentina. Es difí cil no compartir la idea de Marcela Crocce se
terva de intelectuales” que se presta a “los más viles menesteres”, poniéndose al servicio del
gún la cual, si la revista hubiese seguido publi
“antiperonismo colonialista”. La común oposición al régimen peronista, que había
tariado” sin el cual ningtma “revolución” sería
posible. Con una prosa ágil y desenfadada, buscando diferenciarse del encorsetado voca bulario académico, los contornistas utilizaron izquierdas, esas solteronas” o del “estrabismo”
cándose, el próximo número hubiese estado dedicado al castrismo o al guevarismo.
mantenido unida a la casi mayoría de los sec tores intelectuales, comenzó entonces a res
LA INFLUENCIA DE LA REVOLUCIÓN CUBANA
quebrajarse seriamente. Si ese frente unitario aparece delineado en el famoso número 237 de la revista Sur, fechado en noviembre-di ciembre de 1955, el número 7-8 de la revista
Si el peronismo, ese “hecho maldito” de la historia argentina, había significado una ver
Contorno consagrado al peronismo, que lleva por fecha julio de 1956, es el mojón visible de
dadera división de aguas —que se hizo más ta
jante aún después de su caída—, la Revolución Cubana ejerció una influencia que merece no
ser desestimada. Esa primera “revolución en
esa ruptura. Los artículos de este número
castellano”, que había nacido bajo signos al co
pueden leerse aún hoy con interés por el es fuerzo intelectual y conceptual que muchos de sus autores estaban realizando para eluci
mienzo equívocos —hasta el punto de que la elite liberal comparó la caída de Batista con la de Perón, viendo en ambos acontecimientos la
dar el “fenómeno peronista”. Así, por ejemplo,
clausura de una época de regímenes dictato riales-, generó entusiasmos masivos y no po cas condenas y contribuyó a agudizar un en
el artículo de Tulio Halperín Donghi, “Del fascismo al peronismo”, que inaugura una preocupación que ya no abandonará nunca a su autor y que originó una obra imprescindi ble para entender no ya al peronismo sino a
188
ya eran claramente identificados con el “prole
toda la historia argentina del siglo XX. Para construir un nuevo proyecto cultural y político, la revista Contorno necesitaba tam
frentamiento en el que la cultura quedaría cada vez más subsumida por la política. Se tra
ta de una época que Sur, “revista de minorías”,
ya no podrá comprender. El desplazamiento de una cultura elitista a una cultura de masas —comenzada ya durante la década peronista
LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLITICA
encontrará en la expansión y modernización de los sesenta un clima de época muy particu lar, estudiado en los trabajos de Oscar Terán, Silvia Sigal y Federico Neiburg. Son los años en que una revista como Primera Plana, diri gida por el periodista Jacobo Timerman, in fluía sobre la política hasta el punto de que se
le adjudicó la caída del gobierno de Illia, orientaba los gustos literarios y cinematográ ficos del público de clase media y difundía el psicoanálisis y el boom de la literatura latinoa mericana esa literatura que la revista e institu ción cubana Casa de las Américas apoyaba y
promocionaba y que Sur seguía ignorando. Un símbolo de este aumento general del con sumo cultural fue la creación de la Editorial Universitaria de Buenos Aires, EUDEBA, con
publicaciones que se vendían por millones de ejemplares en los quioscos de diarios y revis tas. Esta época de efervescencia cultural y de liberalización de las costumbres se producía en el marco político de la Guerra Fría y con un peronismo que crecía al calor de las proscrip ciones. A pesar de la rigurosa veda política que intentaba irnponérsele, el peronismo seguía siendo la fuerza que más pesaba electoralmen te. En esta época de omnipresencia devorado ra de lo político se producirá el agotamiento lento pero inexorable de la revista Sur. La primacía de la política tuvo durante el laboratorio desarrollista una publicación am biciosa, la revista Qué, financiada por el em presario Rogelio Frigerio, hasta el punto de que por aquellos años se la llamó “la biblia”; aunque Contorno, identificada también con la apuesta frondicista, la haya criticado acerba mente. En el territorio de las revistas de opi nión, el castrismo y el guevarismo se materia lizaron tempranamente con la publicación de la revista Che —dieciséis números entre octu
bre del 1960 y noviembre de 1961-, cuyo títu
lo es ya demasiado tributario de una agenda que va perdiendo en el camino las urgencias culturales.
La enorme popularidad que despertaban en la juventud latinoamericana la causa cubana
y la figura emblemática del Che Guevara des concertaba e indignaba a la directora de la re vista Sur. La atribución de premios literarios que Cuba realizaba a través de La Casa de las Américas ejerció un poderoso atractivo entre los escritores latinoamericanos, convirtiendo a la pequeña isla en una especie de “Roma anti llana”, según la fórmula de Halperín Donghi. No es para nada anecdótico que esta institu ción cubana haya provocado la primera crisis digna de ese nombre en la larga vida de la revis ta Sur. José Bianco había sido invitado a Cuba a
tomar parte en actividades culturales organiza das por la Casa de las Américas. El escritor in sistió en que iba como persona privada y no co
mo representante de Sur, pero Victoria Ocampo publicó una declaración afirmando que la revista rechazaba la iniciativa. Bianco se encontró en una situación intolerable y presen
tó su renuncia como jefe de redacción, después
de haber desempeñado el cargo durante vein titrés años. La indignación y las perplejidades de la directora de Sur irían en aumento, como lo indica su comentario ante el éxito editorial de algunos autores argentinos que habían cola borado en su revista y que ahora se pronuncia ban a favor de la Revolución Cubana: “Al mis mo tiempo, hecho insólito, el vulgo compra las obras de Cortázar (tan luego de Cortázar) y se pasea con sus libros en Torino o en subte o en colectivo. Sin embargo, Cortázar es netamente un autor para minorías, no para lectores a quie nes ha de aburrir fabulosamente, porque no es tán preparados para digerirlo y saborearlo”.
189
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
Los acontecimientos políticos argentinos también resultaron desconcertantes para la re vista Sur. En 1970 cesó la aparición regular de ésta. La revista comenzó entonces a narrar su
porar como temas prioritarios de sus agendas las cuestiones culturales y nacionales. Dentro de la ortodoxia y el dogmatismo comunistas,
historia, publicando números anuales o se mestrales que reeditaban lo mejor de su pro
trechamente limitado a la traducción de auto
pia producción. Las palabras de Victoria
—apoyándose en la traducción al castellano de
Ocampo para explicar el cierre de Sur “des
los escritos del comunista italiano Antonio
pués de cuarenta años” son patéticas: “En toda mujer se oculta un ama de casa que ejerce su
Gramsci- produjo una renovación que algu nos no dudaron en calificar de “revolución
vocación de fregona en los más variados me nesteres (...) Barramos pues el piso, enjuague mos los platos (...) apaguemos las luces, abra mos las ventanas para ventilar”. No existieron muchas revistas argentinas dirigidas por mu jeres y Sur fue durante este período una nota ble excepción. Que su directora —quien tam
cultural”. Sin embargo, Agosti logró mantener su iniciativa dentro del cauce partidario. Este
bién había fundado la Unión Argentina de Mujeres- anunciase su cierre con la metáfora del regreso a los quehaceres domésticos, po dría hacer perder de vista -bajo el impulso de una irrefrenable incredulidad- la dimensión desesperada de tal acto: Victoria Ocampo es taba renunciando a la vocación de hacedora y mediadora cultural que había sostenido toda su vida. Más que por la enfermedad o la vejez, esta renuncia aparece signada por un gran de saliento frente al rumbo que iban adoptando los acontecimientos nacionales e internacio nales. Y este desaliento no era privativo de la directora de Sur. REVISTAS COMUNISTAS
La radicalización y el cimbronazo que afectaron a grandes sectores de la sociedad ar
gentina llegaron hasta las filas del propio Par tido Comunista. Los intelectuales ligados a es
ta formación política también sintieron el 190
impacto del peronismo y comenzaron a incor
con un mundo de referencias culturales es
res rusos, la obra de Héctor Pablo Agosti
intelectual comunista estaba dotado de un particular sentido del equilibrio, el mismo que le permitió dirigir desde 1950 hasta su muer te, en 1984, la revista Cuadernos de Cultura, fi
nanciada por el Partido Comunista Argentino, que alternaba en sus páginas la ortodoxia de un Ghioldi o un Codovila y las polémicas agi tadas de jóvenes militantes fascinados por las lecturas de Gramsci. Pero las ambiciones inte lectuales de Agosti no eran las mismas que las de sus jóvenes discípulos y la divergencia de itinerarios se hizo entonces inevitable.
Cuadernos de Cultura se había iniciado en
los tiempos del peronismo como una publica ción materialmente modesta, casi artesanal. En 1952, sus animadores crearon la Casa de la
Cultura Argentina reuniendo a intelectuales de otros horizontes políticos. En 1958, si guiendo la orientación del Partido Comunis ta, la revista apoyó al candidato Arturo Fron
dizi. Pero el presidente elegido terminó clausurando por decreto la revista Cuadernos de Cultura así como la Casa de la Cultura Ar gentina. Combinando períodos de legalidad y de clandestinidad, la revista comunista festejó
sus veinticinco años de existencia en 1975, contando en su haber con 128 números publi cados. Cuadernos de Cultura logró ser un im
LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLITICA
portante referente intelectual para muchos
noraria de la revista. El título mismo de la pu
lectores y no sólo para los militantes comunis tas preocupados por los temas culturales. Per
blicación —y de la editorial- es un homenaje al
manentemente tironeado entre la necesidad
de autonomía que todo intelectual necesita para ejercer su vocación y las exigencias de la dirección partidaria que financiaba la revista, Héctor Pablo Agosti, “el primer gramsciano argentino”, generó un espacio de debate que, con la grilla interpretativa del comunista ita liano, también buscaba comprender los pro blemas de la sociedad argentina después del “tembladeral” peronista. Cuadernos de Cultura
abrió incluso un debate interesante con los “peronistas de izquierda” (Arturo Iauretche, Juan Iosé Hernández Arregui) y en las páginas de esta revista, Agosti pudo elaborar las tesis de sus principales libros. Dentro de esta matriz iniciada desde la or
todoxia del Partido Comunista, algunos discí pulos de Agosti produjeron escisiones que, al calor de la radicalización de los años sesenta,
darán lugar a la creación de dos nuevas revis
tas político-culturales: Pasado y Presente (1963-1965), publicada en Córdoba por el grupo que dirigía Iosé Aricó, y La Rosa Blinda
da (octubre de 1964-septiembre de 1966), edi tada en Buenos Aires bajo la dirección de Iosé
Luis Mangieri y Carlos Alberto Brocato. Am bas publicaciones son la causa por la que sus animadores y colaboradores (Iuan Carlos Por tantiero, Iosé Carlos Chiaramonte, Oscar del
Barco, Iuan Gelman, y Andrés Rivera, entre otros) fueron expulsados del Partido Comu nista Argentino, acusados de “desviacionismo
libro homónimo que el poeta comunista había escrito para dar cuenta de su experiencia du rante la Guerra Civil Española. Las críticas al director de Cuadernos de Cultura son similares
en ambos grupos disidentes: se le reprocha a Agosti su obediencia al mandato político de Victorio Codovila. Pero también son coinci dentes los elogios retrospectivos de sus heréti
cos discípulos: se rescata su aporte en temas culturales y fundamentalmente que haya sido el introductor del pensamiento de Gramsci en la Argentina. El índice de los nueve números de La Rosa Blindada indica claramente que los temas culturales —incluso las artes plásticas- y los temas políticos —aun los más radicalizados sobre Cuba o Vietnam- podían coexistir ale gremente en las páginas de la revista. Aunque el final de esta publicación aparezca estrecha mente ligado al clima político inaugurado por el golpe militar de junio de 1966, lo notable es que la editorial La Rosa Blindada continuó su actividad y, aunque editó libros de “adoctrina miento revolucionario”, también siguió publi cando incansablemente libros de poesía. En el estudio preliminar a la publicación del índice —y a la reedición de algtmos artículos— de La Rosa Blindada se afirma, no sin pertinencia, que “la poesía para esta editorial seguía siendo primordial, aun cuando toda la cultura argen tina se había blindado como la rosa de Raúl”. Los ¿nos SETENTA
izquierdista”. Pero si el grupo de Pasado y Pre
Paradójicamente, si la “iglesia” de los ateos
sente se autopercibía como parte “de una ge neración que no reconoce maestros”, los parti cipantes de La Rosa Blindada habían dado al poeta Raúl González Tuñón la dirección ho
argentinos no dudaba en excomulgar a quie nes se iban acercando ineluctablemente a pro puestas cada vez más radicalizadas, la Iglesia Católica impulsó desde su propio seno esa ra
191
LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL
dicalización. La experiencia del Concilio Vati
Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos
cano II fue retomada por la publicación ar gentina que mejor representó ese camino:
Aires. De su diálogo con los marxistas sartrea nos de Contorno y con el ex director de la re vista De Frente, John William Cooke, radicado
Cristianismo y Revolución, con treinta núme
ros publicados entre septiembre de 1966 y septiembre de 197 l. El Concilio Vaticano II de
1965 y los documentos emanados de él dieron forma a una nueva orientación para los cató licos. Se condenaba allí “la pobreza, la injusti cia y la explotación”, se denunciaba “el afán humano de poder y riquezas”, se incitaba a los cristianos a “luchar por la igualdad y contra la
Cristianismo y Revolución hasta su muerte ac cidental en 1970. La revista comenzó a publi carse apenas tres meses después de la instala ción del régimen militar de Onganía y en sus páginas se recusó frontalmente el “cristianis
injusticia”. Y si en esta lucha la violencia no fue
que, para Elorrio y sus discípulos, no era ni verdaderamente “cristiana” ni remotamente
preconizada de modo oficial, la excepción que dejaba abierta era ya demasiado susceptible de interpretaciones apasionadas. Los sacerdotes obreros se habían anticipado en la práctica a
estas ideas, pero la creación en 1967 del “Mo vimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo” y de los “Obispos del Tercer Mundo”, así como
la famosa conferencia de Medellín del episco pado latinoamericano en 1968, dieron a esta
iniciativa católica un sesgo que sus autores ya no pudieron controlar. Esta “teología de la li beración” encontró en las páginas de la revis ta Cristianismo y Revolución, dirigida por Iuan
García Elorrio, un modo de debatir los pro blemas políticos y culturales que era inversa mente proporcional al estilo que seguía propi
ciando la revista católica Criterio. Así, por ejemplo, el primer número de Cristianismo y Revolución indicaba, en la pluma de su direc tor, que “la revolución no sólo está permitida sino que es obligatoria para todos los cristia nos”. Y esta revolución tenía que ser, en el con texto argentino, “popular y nacional”, es decir, peronista. Originario de una familia católica conservadora, García Elorrio había renuncia do a su carrera eclesiástica, realizado el iniciá 192
en Cuba, extrajo conclusiones y enseñanzas que lo llevaron a crear y a dirigir la revista
tico viaje a Cuba y frecuentado la Facultad de
mo” de esa autodenominada “revolución”
“revolucionaria”.
Son ya conocidas la radicalización y la pe
ronización de amplios sectores de las clases medias durante estos años. La recordada “no che de los bastones largos” en la Universidad de Buenos Aires llevó a la renuncia y al exilio a muchos docentes. El espacio posible para una “tranquila” instalación académica fue re duciéndose hasta casi desaparecer. Si el pero nismo seguía teniendo un peso indiscutible en el mundo obrero, gracias a las estructuras sin dicales, y aun a pesar de la división de esas es tructuras sindicales, la radicalización y la pe ronización de amplios sectores de las clases
medias llevaron por momentos a puntos de encuentro muy significativos entre militantes peronistas y escritores o intelectuales, como en la experiencia de la CGT de los Argentinos,
dirigida por Raimundo Ongaro, cuyo influ yente periódico fue concebido y realizado por el escritor Rodolfo Walsh, hoy desaparecido. Signo de la época, si la revista Sur concluía que ante este panorama sólo quedaba el pru dente y amargo recurso del refugio en la inti midad hogareña, los sectores intelectuales que ya podían identificarse como pertenecientes a
LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLÍTICA
esa “izquierda nacional” que se venía gestando
gobierno militar, la audacia no logró ir más
desde 1955, se veían en cambio embargados
allá de agosto de 1976.
por el mayor optimismo. A veces excesivo, co
Es importante destacar que aun en aque
mo cuando festejaron el 25 de mayo de 1973, y despidieron en la Plaza de Mayo al general
llos temas en los que la revista Crisis tenía una posición indeclinable, como frente al revisio nismo histórico, nunca desdeñó la confronta
Lanusse y a su equipo al grito de “no volverán”.
El optimismo político de este sector llevó a la creación de una empresa cultural cuyo título parecía, sin embargo, albergar ya pocas ilusio nes sobre la posibilidad de solucionar los pro blemas argentinos en esos tiempos cada vez más agitados y más violentos. Si la Í‘revolu ción” era una causa que ganaba cada vez más adeptos, el retorno del peronismo al gobierno no parecía poder frenar esa lógica de guerra que ya se había instalado dentro de las filas del propio movimiento. Sin embargo, la necesi dad de generar nuevos espacios culturales se empecinaba en existir. La revista que mejor lo expresó en los pocos años de retorno del pero nismo fue Crisis, dirigida por Federico Voge lius y Eduardo Galeano. El primer número de ésta apareció en mayo de 1973 declarando que su objetivo no era el de “reproducir los esque mas de las revistas tradicionales”. Los anirna
dores de Crisis anuncian que van a ocuparse de los procesos literarios y de la revisión histo
riográfica, pero que pretenden también “ana lizar los problemas de la infraestructura cultu ral, recoger los testimonios más escondidos y
marginados de la cultura popular, atender a las formas masivas de comunicación e infor mación”. Hasta marzo de 1976 se habían pu blicado 35 números de la revista Crisis y unos cuantos números temáticos de los Cuadernos
ción con las opiniones contrarias. Así, por ejemplo, la tendenciosa encuesta “¿Se enseña en la Argentina la historia real del país?” apa recida en diciembre de 1973, en la que se pu blicó la opinión de quince especialistas. No es sorprendente que sólo uno de los encuestados respondiera afirmativamente. Lo significativo es que no dudaran en darle la palabra al histo
riador Enrique de Gandía, miembro de la Academia Nacional de la Historia, quien afir ma desde las páginas de la revista Crisis que “algunos problemas de la historia argentina son utilizados por los nazis y los comunistas en defensa de sus totalitarismos”. Si la opinión de los historiadores revisionistas aparece am pliamente representada y es mayoritaria, Cri sis no deja por ello de solicitar la opinión de historiadores menos propensos al maniqueís
mo, como Félix Luna o Iosé Luis Romero, quienes también se explayan ampliamente en las páginas de la revista, pero para fundamen tar una posición alejada tanto de la versión li beral como de la interpretación revisionista. Aunque represente un modelo de politización absoluta, la revista Crisis es un buen ejemplo de que aun en una época histórica “terminal”, como la de aquellos años del gobierno de Ma ría Estela Martínez de Perón, las preocupacio nes culturales siguieron intentando, desespe
de Crisis. Incluso luego del golpe militar del 24
radamente, ocupar un lugar en el mundo de
de marzo, el equipo de la revista intentó con tinuar la publicación bajo la nueva dirección
los argentinos. Si se comenzó este capítulo señalando que, en lo que hace a las revistas culturales argenti nas, el siglo XX se inicia con la publicación de
de Vicente Zito Lema. Aunque probaron adaptarse a la censura previa impuesta por el
193
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
Nosotros, huelga preguntarse ahora cuál es la publicación más representativa para cerrar el ciclo aquí estudiado. Cabe inclinarse por la re vista Punto de Vista, que aún sigue publican
dose y cuyo primer número fue lanzado en pleno régimen militar. La historia de esta aventura, narrada por su propia directora, Beatriz Sarlo, es altamente representativa de la voluntad obstinada de un grupo de intelectua
les. Estapbstinación por crear espacios pro pios de poder y de comunicación llevó a Bea triz Sarlo, Carlos Altamirano y Ricardo Piglia a imaginar el modo de continuar la experien cia de dirección que habían compartido en la revista Los Libros, fundada en 1967 por Héctor Schmucler y clausurada por los militares en mayo de 1976. Lo insólito es que para hacerlo recurrieran al apoyo financiero de un peque ño partido de izquierda que, aunque no pre conizaba la lucha armada, acababa de ser de
clarado ilegal por el gobierno de Videla. El primer número de Punto de Vista fue publica do en marzo de 1978, aunque muy pocas per sonas lo hayan leído o se hayan enterado de su existencia: “quedamos literalmente cubiertos de sobrantes”, recuerda su directora. Peor aún,
mientras preparaban el tercer número de la revista, toda la dirección del grupo político que oficiaba de mecenas fue objeto de una fe roz represión. Pero el hecho no logró socavar la voluntad de los editores: “discutimos si ce
rrarla definitivamente y concluimos que la publicación era tan invisible que no parecía completamente insensato arriesgarse a seguir editándola. Reafirmamos el pacto de guardar en absoluto secreto el vínculo inicial de la re vista con los políticos desaparecidos”. Tal deci
sión dejó a este pequeñísimo grupo en inme jorables condiciones para ocupar un espacio 194
acorde con sus ambiciones intelectuales a par
tir de 1983. La instalación exitosa en el mun
do universitario y científico del período de mocrático otorgó a sus principales colabora dores una legitimidad académica que amplió el círculo de lectores de Punto de Vista. Sin embargo, desde el título mismo de la publica ción -poco ambicioso, por cierto- ya se estaba reconociendo que el “punto de vista” de los di námicos animadores de la empresa estaba des tinado a no ser más que eso: una opinión en tre muchas otras.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Desde aquel título inclusivo y totalizador del “Nosotros somos todos” a este otro más modesto, o en todo caso resignado a no abar car ninguna totalidad, que se limita a ofrecer un Punto de Vista, se dibuja una larga trayec toria histórica, tal vez la de una especie en vías de extinción, que no es privativa del único es cenario argentino. La especialización acadé mica, la valorización de una estricta división
entre las disciplinas, las dificultades -aun en un mundo globalizado e informatizado- de sintetizar el conjunto de los conocimientos, sumadas en el caso argentino a las numerosas frustraciones de la vida política, con el resul
tado casi siempre decepcionante del com promiso político de los intelectuales, ya dejan poco espacio para las revistas que sepan com
binar en sus páginas vida cultural y análisis político. En todo caso, esta función parece hoy primordialmente ejercida por empresas periodísticas rentables, pertenecientes a gran des grupos de la industria de la información. El voluntarismo de un director, ese compro miso militante con una empresa cultural, ya no ocupa en este tipo de publicaciones el pa
LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLÍTICA
pel motor y determinante que ocupó en todas las revistas aquí estudiadas. Que estas revistas hayan podido existir y desarrollarse, aun en períodos políticos muy poco favorables, su giere que no es posible establecer una relación mecánica entre los hechos culturales y los he chos políticos. Pensar en la interrelación de
cances sigue siendo una tarea difícil, por no decir imposible. No hubo proyecto cultural o político que no necesitara expresarse en una publicación periódica. Dilucidar la influencia
éstos permite detectar la primacía de uno u otro campo en cada momento histórico, sin caer en determinismos establecidos a priori. Si toda revista cultural es hija de su propio
no- de generar a su vez hechos políticos —y no
tiempo y difícilmente pueda abstraerse de las circunstancias políticas y sociales que la ro dean, las empresas culturales, como los itine rarios individuales y colectivos, son lábiles y permeables. Aunque el corpus aquí presente sea muy acotado -las publicaciones evocadas no son más que la punta del iceberg—, el papel que desempeñaron las revistas en la vida cultural y en la vida política de este siglo parece, re trospectivamente, muy importante. Sin em bargo, una valoración de sus verdaderos al
que estas revistas ejercieron en la masa de lec tores, la manera en que influyeron en sus há bitos colectivos, e incluso su capacidad —o
solamente de registrarlos o de sufrirlos-, si gue siendo una tarea pendiente. Al servir de guía para intentar una mirada de conjunto de este largo siglo XX argentino, las revistas que supieron interesarse por la cultura y por la política oficiaron también como agradable compañía. El viaje fue menos amargo porque a través de esta constelación de tinta y de pa pel fue dibujándose un país en el que muchas generaciones de hombres y mujeres demos traron obstinadamente que, a pesar de tantas y sucesivas decepciones políticas, la Argentina
podía seguir siendo un territorio donde valía la pena vivir, trabajar, pensar y, obviamente, publicar una revista.
ORIENTACIÓN BIBLIOGRÁHCA El estudio de las revistas se fue irnponien
Mucho más tardíamente, los historiadores se
do como una necesidad en la historiografía in ternacional de los últimos quince años. Tanto para la renovación de la historia cultural co
fueron haciendo cargo del fabuloso mundo aún en nebulosa constituido por esas publicaciones
mo de la historia política las revistas aparecie ron como fuentes insoslayables y hasta enton ces poco auscultadas. En el caso argentino, el
periódicas “a mitad de camino entre el carácter de actualidad de los diarios y la discusión grave de los libros”. Así, por ejemplo, el Comité Argen
tino del Comité Intemacional de Ciencias I-Iis
impulso pionero fue dado por los estudiosos de la literatura, con una síntesis de envergadu
tóricas consagró sus sextas jornadas, realizadas
ra, cuya primera edición es de 1962: HECTOR
presentadas en dichas jomadas fueron publica
RENE LAFLEUR, SERGIO D. PROVENZANO y FER
das en la revista Clio, n°4, Buenos Aires, 1997.
NANDO P. ADONSO, Las revistas literarias argen
La creación, en 1986, del Institut Mémoi res de l’Edition Contemporaine (de aquí en
tinas 1893-1967, Buenos Aires, 1968.
en 1996, a Las revistas y la historia. Las ponencias
195
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
adelante, mencionado como IMEC) significó un impulso decisivo para el estudio de las re vistas francesas y de otras regiones del mun do. Gracias a esta inspiración e incitación del IMEC se realizaron en París dos importantes
bre revistas argentinas, que fueron reunidas en
encuentros internacionales consagrados al estudio de las revistas latinoamericanas del
de capital importancia para el estudio sobre las revistas argentinas. Su director, Olivier Corpet, realizó un trabajo tenaz de fomento
siglo XX: los coloquios del CRICCAL de 1988
en sus revistas, Buenos Aires, 1999.
La reflexión llevada a delante por el Insti tut Mémoires de l’Edition Contemporaine fue
y 1990, cuyas actas fueron publicadas como Le discours culturel dans les revues Latino
de los estudios sobre revistas y ayudó a definir
Américaines, 1940-1970, París, 1990, y Le dis cours culturel dans les revues Latino-Américai
el mundo de la prensa periódica: “la prensa in
nes de Pentre-deux-guerres, 1919-1939, París,
escribe en modo afirmativo y la revista en mo
1990.
Es fácil percibir que por sus propuestas,
do reflexivo”. Según Corpet, cada revista pue de ser considerada como “la expresión de una
sus objetivos y sus alcances, las revistas desem
pasión” individual o colectiva. Y si cada una de
peñan un papel irremplazable y único en el mundo intelectual y en la vida cultural. Entre
ellas “busca abrir un espacio de sociabilidad li
1996 y 1998, en el marco de un convenio de in
el estatuto particular de estas publicaciones en tenta informar y la revista debatir. La prensa se
teraria e intelectual desde donde se organicen intercambios y confrontaciones”, al ser porta
vestigación entre el Centre National de la Re cherche Scientifique (CNRS) y el CONICET, que tuvo como sede argentina a la Academia Nacional de la Historia, se interrogó sobre la posibilidad de ir más lejos y de explorar la in
voces de los ideales y las ilusiones de una gene
tersección entre la vida política y la vida cultu
ideológicos, las revistas de ideas comportan
ral a través de las revistas de opinión. Las re vistas que combinaban el debate y el combate de ideas parecieron un corpus por demás esti mulante para elaborar una historia de la inte lectualidad argentina. El resultado de este tra
siempre grandes desafíos: “Ligadas a grupos, a
bajo se encuentra en la obra codirigida por DIANA QUATTROCCHI-WOISSON y NOEMI GIR
BAL DE BLACHA, Cuando opinar es actuar. Revis
tas argentinas del siglo XX, Buenos Aires, 1999.
Contemporánea de esta iniciativa fue la reu nión internacional organizada por SAUL Sos NOWSKI en Buenos Aires con el objeto de cele
brar los primeros veinticinco años de su 196
el libro La cultura de un siglo: América latina
revista Hispamérica. En dicho encuentro se presentaron muchas ponencias novedosas so
ración, cada nuevo emprendimiento puede parecer “la organización de un complot”. En la
afirmación y delimitación de territorios, así sean éstos generacionales, estéticos, morales o
movimientos de ideas, reunidas en torno a fuertes personalidades, las revistas de ideas son ante todo revistas de intelectuales com prometidos cuya ambición es desarrollar una reflexión sobre todos los fenómenos de la vida
social y cultural, promoviendo debates sobre las cuestiones políticas, ideológicas, sociales o éticas”. Algo similar afirmaba el escritor Paul Valéry, en su discurso de recepción en la Aca demia Francesa, cuando decía que las revistas eran “verdaderos laboratorios donde se cal dean los ánimos y se experimentan numerosas tentativas, audaces e incluso irnprudentes hi pótesis que permiten avanzar a las ciencias y a
LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLÍTICA
las artes con un entusiasmo renovador”. Véa se OLIVIER CORPET, “La revue”, en Histoire de
Droites en France, tomo 2, París, 1992, y del mismo autor, “Les revues d’idées” y “Revues littéraires”, en Encyclopaedia Universalis, París, 1990.
Es indudable que la decisión de crear una revista responde a un imperativo en el que se cruzan necesidades individuales y colectivas. La aparición y la publicación regular de una revista permiten a sus directores y colabora dores crear una esfera de influencia nada des preciable en el terreno de las actividades inte
lectuales. Tanto para la creación literaria o artística, como para las disciplinas que hoy se han dado en llamar ciencias humanas y socia les —la historia, la filosofía, la política o la crí
tica literaria-, la revista es un instrumento
ción sine qua non en el lanzamiento de una re vista, a tal punto que una revista es a menudo la historia de una aventura personal y de una obstinación individual. Sin embargo, y a pesar de ese acendrado individualismo que las ca racteriza, algunas revistas logran trascender estos límites y convertirse en canal de una ex presión colectiva. Si toda revista responde a una estrategia de poder individual o grupal, las redes que se tejen alrededor de una empre sa de estas características, entre directores y
colaboradores, entre redactores y público, constituyen una zona de influencia cuyos al cances no siempre es posible cuantificar, ni
predecir. Si su tirada y permanencia en el tiempo pueden dar algunas indicaciones, no se agota allí la capacidad de influencia de una publicación.
muy adecuado en toda estrategia de poder in telectual. No hay actividad profesional ligada al pensamiento que no necesite poseer su pro pio canal de expresión y es fácil detectar el re
Para el estudio de las revistas argentinas es de suma utilidad el repertorio pormenorizado
flejo corporativo en el surgimiento de toda publicación especializada. En una revista se promocionan libros, autores, cursos, confe
Buenos Aires, 1993-1998. También la ASOCIA CIÓN ARGENTTNA DE EDITORES DE REVISTAS co
rencias; en ella se consagran cánones estéticos
caciones periódicas a partir de la muestra
o epistemológicos aexpensas de otros cánones estéticos y epistemológicos. Los climas de épo ca y los fenómenos de moda no son desprecia bles, pero lo que es constante en estos proyec
realizada en la Biblioteca Nacional en 1994: Ca
de WASHINGTON LUIS PEREYRA, La prensa litera
ria argentina 1890-1974, cuatro volúmenes,
menzó a ocuparse del estudio de algunas publi
tálogo de la muestra: Los primeros 100 años de las
tos es la ambición de poder que signa la
revistas argentinas, 1837-1937, Buenos Aires, 1994; Historia de las revistas argentinas, dos to mos, Buenos Aires, 1997. Una historia general,
empresa. Para fundar una revista hay que estar
amena y bien documentada es la de CARLOS
convencido de tener algo original para decir y comunicar. El mensaje que intenta enviarse a un público determinado pareciera justificar el emprendimiento, pero hay otros móviles, que, sin ser ocultos, no son siempre conscientes en quienes identifican la necesidad de una activi
ULANOVSKY, Paren las rotativas. Historia de los
grandes diarios, revistas y periodistas argentinos,
Buenos Aires, 1997. Un trabajo más amplio y erudito es el de BOYD G. CARTER, Historia de la
literatura hispanoamericana a través de sus revis
tas, México D. E, 1988. El papel desempeñado
dad cultural de esta índole. La presencia de
por los intelectuales españoles en la prensa y en
una personalidad fuerte y decidida es la condi
las revistas argentinas ha sido estudiado por
197
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
EMILIA DE ZULETA, Relaciones literarias entre Es
paña y la Argentina, Madrid, 1983. El lamentable deterioro del sistema biblio
tecario argentino, que en algtmos períodos lle
gó a ser el mejor de América latina, hoy no permite siquiera disponer de lugares de con sulta donde se encuentren colecciones com pletas de las revistas más importantes. La dis persión es la regla. Si la Biblioteca Nacional o la Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Le tras de la Universidad de Buenos Aires dispo nen aún de fondos importantes, la posibilidad de conservarlos en buen estado y de ofrecerlos a la consulta parece presentar una contradic ción insalvable. Además, a causa de los dife
rentes períodos de veda política o de repre
sión, hay títulos que son prácticamente inhallables en los repositorios argentinos. Fundaciones privadas y coleccionistas intenta
ron suplir estas falencias, dándose el caso muy singular de Washington Pereyra, quien a tra
vés de su fundación Bartolomé Hidalgo orga nizó un repertorio pormenorizado y un espa
198
análisis y de interpretación para muchos de los períodos y de las revistas aquí menciona das: CARLOS ALTAMIRANO y BEATRIZ SARLO, Lite
ratura y sociedad, Buenos Aires, 1983, y Ensa yos argentinos. De Sarmiento a la vanguardia, Buenos Aires, 1997. Para la constelación de las revistas comu nistas. véanse: HECTOR P. AGOsTI, Nación y cul
tura, Buenos Aires, 1982; IOsE ARICO, La cola del diablo. Itinerario de Gramsci en América la tina. Buenos Aires, 1988, y NESTOR KOHAN, “La
Rosa Blindada. Una pasión de los ‘60”, Buenos Aires, 1999.
La revista Sur contó con el trabajo pione ro de JOHN KING, “Sur, estudio de la revista li
teraria argentina y de su papel en el desarrollo de una cultura, 1931-1970”, México D. F., 1989
(su primera versión en inglés: Cambridge, 1986). Una excelente biografía de Victoria Ocampo es la de LAURA AYERZA DE CASTILLO y
ODILE FELGINE, Victoria Ocampo, París, 1990, así como las obras de BLAS MATAMORO, Genio
y figura de Victoria Ocampo, Buenos Aires,
cio de consulta muy completo de revistas
1986, y OscAR HERMES VILLORDO, El grupo Sur,
argentinas y americanas. Para una visión social y políüca de las cues
una biografía colectiva, Buenos Aires, 1993. Para la revista Martín Fierro, se remite a los
tiones culturales y literarias siguen mereciendo
estudios de C. CORDOVA ITURBURU, La revolu
un lugar destacado los tres volúmenes de la His
ción martinfienista, Buenos Aires, 1962; EDUAR
toria de la Literatura Argentina, editados por el Centro Editor de América Latina; así como los
nos Aires, 1962; ADOLFO PRIETO (selección y
DO GONZALEZ LANUZA, Los martinfierristas, Bue
estudios de IORGE RIVERA, El auge de la industria
prólogo), “El periódico Martín Fierro”, Buenos
cultural (1930-1955), Buenos Aires, 1968, y El
Aires, 1968, yAntología de Boedo y Florida, Cór
periodismo cultural, Buenos Aires, 1995. El pre
doba, 1964; BEATRIZ SARLO (antología y prólo
cursor de este tipo de análisis es DAVID VIÑAS, Li
go), Martín Fierro (1924-1927), Buenos Aires,
teratura argentina y realidad política, Buenos Ai
1969.
res, 1964 (existen ediciones posteriores), y su más reciente Literatura argentina y política De
te útil el estudio de JORGE RUFFINELLI, “La revis
Para la revista Caras y Caretas es sumamen
Lugones a Walsh, Buenos Aires, 1996.
ta Caras y Caretas”, Buenos Aires, 1968. La re
Los estimulantes trabajos de Carlos Alta mirano y Beatriz Sarlo aportan elementos de
vista Nosotros cuenta con un impresionante trabajo bibliográfico, editado por el FONDO NA
LAS REVISTAS EN LA VIDA INTELECTUAL Y POLÍTICA
CIONAL DE LAS ARTES, Bibliografia de la revista
mo fuentes privilegiadas y que se interesan por
Nosotros 1907-1943, Buenos Aires, 1959. La re
los cruces entre la vida intelectual y la vida polí
vista Claridad fue objeto de una documentada
tica, tanto durante el período peronista como
tesis doctoral, la de FLORENCIA FERREIRA DE
durante los años sesenta: ALBERTO CIRIA, Política
CAsss0NE, ”Claridad y el intemacionalismo
y cultura popular: la Argentina peronista, 1946
americano”, Buenos Aires, 1998. La revista Con
1955, Buenos Aires, 1983; Cultura y Política en
torno posee un último y estimulante estudio, el
los años ‘60, Buenos Aires, 1997; DIANA QUAT
de MARCELA CROCCE, ”Contorno: izquierda y
TROCCHI-WOISSON, Los males de la memoria.
proyecto cultural”, Buenos Aires, 1996.
Historia y política en la Argentina, Buenos Aires,
Para las revistas nacionalistas, siguen sien do imprescindibles los trabajos de ENRIQUE
SIGAL, Intelectuales y poder en la década del se
1997 (primera edición en francés, 1992); SILVIA
ZULETA ALVAREZ, El nacionalismo argentino,
senta, Buenos Aires, 1991; PABLO SIRVEN, Perón
Buenos Aires, 1975, e Historia, cultura, nación,
y los medios de comunicación (1943-1955), Bue nos Aires, 1984; OSCAR TERAN, En busca de la
Buenos Aires, 1995.
Finalmente, merecen destacarse algunos es tudios más amplios, que toman a las revistas co
ideología argentina, Buenos Aires, 1986, y Nues tros años sesenta, Buenos Aires, 1991.
199
62. LAS ARTES PLÁSTICAS Rodrigo Gutiérrez Vzñuales Elisa Radovanovic
Si en buena medida el imaginario creado por los artistas desde tiempos remotos ha te nido una presencia decisiva como fuente do cumental para la construcción de la historia, no es menos cierto que el arte, no ya como medio sino como fin, ha alcanzado un interés
terminante de la ciudad capital como centro consagrador.
Este capítulo se propone presentar una síntesis de algunos de los procesos históricos que jalonaron el ámbito de las artes de la Ar gentina. No encontrará el lector largas nómi
científico que lo ha situado como una de las lí
nas de artistas como se ha estilado en otras
neas de investigación histórica que más ha
ocasiones, cuyas trayectorias individuales son de público reconocimiento; algunas de ellas tendrán lugar ocasionalmente en el desarrollo del discurso. Se ha optado por hacer una selec ción de temas y realizar sobre ellos un acerca miento conceptual que permita enlazar ciertos hechos artísticos con la evolución histórica del
evolucionado. La construcción de nuevas lecturas sobre
el arte argentino ha traído consigo desafíos tan significativos y categóricos como la necesidad
cada vez mayor de alcanzar una rigurosidad documental que evite al máximo ligeras rein terpretaciones. Asimismo, se hace menester, ya
en el terreno de los análisis, romper ciertas es tructuras que se han mantenido inalterables y
que el tiempo y la indiferencia, a la hora de discutirlas o enriquecerlas con nuevos aportes, han terminado por asentarlas con comodidad.
Es este el caso de las “historias del arte argen tino" que han restringido su campo de miras a las producciones culturales de Buenos Aires, obviando casi siempre por completo la exis tencia de otros focos artísticos —que los ha ha bido y los hay, y de importancia para sus me
país durante el siglo XX. En definitiva, no en contrará aquí el lector ni todos los temas ni to dos los nombres que hicieron al arte argentino del siglo XX, pero sí algunos medios y claves para acercarse a su comprensión.
LA PINTURA DE PAISAJES Y DE COSTUMBRES, PARADIGMAS DE UN “ARTE NACIONAL”
Cronológicamente, el presente capítulo se inicia en un punto crítico de la historia inter
dios- en el interior del país, sin que esto
nacional, con la declaración de la Primera
signifique poner en tela de juicio el papel de
Guerra Mundial, que señaló un punto de in
201
LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL
flexión con el liberalismo que venía poten ciando una visión optimista y sin fin del pro greso. Fue el momento en que la Argentina se ubicó como “granero del mundo”. En lo que a la cultura respecta, la guerra europea significó para los países americanos el
poner en tela de juicio la validez de un mode lo intocable como paradigma cultural casi ex cluyente. Los cimientos políticos, económicos y culturales de Europa, que hasta entonces se habían creído firmes, mostraron su fragilidad
y los cuestionamientos no tardaron en llegar. De esto ya había dejado constancia el difundi do libro de Oswald Spengler La decadencia de Occidente.
En forma paralela, se acentuaron los deba
tes en torno de la propia identidad. En esta mirada introspectiva, fueron banderas la recu peración de las formas artísticas de los perío dos precolombino y colonial, que habían sido relegados a un segundo plano. La evolución del pensamiento nacionalista y americanista de figuras como Ricardo Rojas se mostró en plena efervescencia. Producto de sus reflexio nes en tal sentido, fueron proyectos como la creación de una Escuela de Artes Indígenas en la Universidad de Tucumán, en 1914, con pre tensiones de instituto de artes decorativas, ins pirado en la estilización de modelos regionales
202
y en las imágenes de la arqueología indígena, pero adaptando todo ello a las necesidades de la industria y de la vida modernas. En lo que a la pintura respecta, si bien se consolidaron las normativas dictadas por las academias, a principios del siglo XX se inició una reacción, lenta pero firme, hacia nuevos horizontes estéticos. El paisaje y las escenas de costumbres, con presencia en el siglo XIX en la obra de los viajeros y de los costumbristas po pulares, fueron contaminados por el impre
sionismo francés, el “manchismo” italiano, el
naturalismo, el simbolismo y otros muchos “ismos” que llegaban desde Europa traídos, por lo general, por los propios artistas que re tornaban tras estudiar en los grandes centros como París y Roma. La mirada de los americanos sobre su pro pia historia y realidad, en buena parte poten ciada por la crisis del modelo cultural europeo ya señalada, llevó a muchos artistas a fijar su atención en el habitante del continente, en sus
tradiciones, sus costumbres y en el paisaje en el que estaba inmerso, consolidando en forma gradual un imaginario básico para la afirma ción de la “identidad nacional" y la creación de una conciencia americana. Las temáticas autóctonas contaron con el
beneplácito oficial, manifestado con claridad en las sucesivas ediciones del Salón Anual de Bellas Artes, a partir de su creación en 191 l. Cupertino del Campo, redactor del reglamen to de aquél afirmó que “el artista es libre de elegir el tema que más cuadre a sus gustos y
tendencias [pero] el arte sólo será nuestro, verdaderamente nuestro, cuando lleve en la entraña algo del aliento viril y poderoso de la" pampa”.
La situación señalada se evidenció en la concesión de los premios, marco en el cual se mostró la preferencia por las obras de “temáti ca nacional”. Esto era consecuencia, también,
de cierta reacción contra las críticas que ha bían surgido durante la Exposición del Cente nario (1910) declarando que, en comparación con las escuelas europeas, la pintura argentina carecía de un “arte nacional”. En la Argentina, el costumbrismo tuvo co mo principal protagonista a la figura del gau cho. El máximo exponente del género fue Cesá reo Bemaldo de Quirós, autor durante los años
LAS ARTES PLASTICAS
l Florencio Molina Campos, Pa’tocar en el baile. Colección Zurbarán Galería. Buenos Aires.
veinte de la monumental serie Los Gauchos, con
la que alcanzó reconocimiento internacional. Florencio Molina Campos interpretó al hombre de campo en clave humorística, y alcanzó una
popularidad sin precedentes en el arte argenti no, a través de la difusión, en los años treinta y cuarenta, de las láminas de los almanaques de Alpargatas por él realizadas. Fue, además, uno de los escasos artistas que se impuso antes en el interior que en la propia Buenos Aires. En lo que toca al costumbrismo, debe seña larse el papel de relevancia que jugaron las pro
parte, autor de una peculiar obra, donde tuvo cabida la religiosidad popular de la región nor teña. Los pueblos de la Quebrada de Huma huaca acogieron, a su vez, la actividad de nota
bles artistas. Tilcara fue lugar de encuentro del ya citado Bermúdez con Iosé Alberto Terry y el
peruano Iosé Sabogal; en todos ellos latía la in
fluencia estética del español Ignacio Zuloaga, prisma bajo el cual representaron los paisajes y costumbres del lugar. Sabogal, notable xilógra fo, fue la figura más sobresaliente de la pintura indigenista del Perú en los años veinte.
vincias del Noroeste argentino como foco irra
La pintura de paisaje alcanzó su consolida
diador de vocaciones artísticas que, inspiradas en temáticas autóctonas, tuvieron presencia en
ción y llegó a ser la manifestación más destaca
las galerías porteñas. Se puede citar como
se produjo a partir de 1916, con el estableci
ejemplo al santiagueño Ramón Gómez Comet, cuya exposición de 1921 en la Galería Chand
besas, y más precisamente, luego de su instala
ler de Buenos Aires, tras retornar de Europa, ha
ción en lschilín, su “verdadera obsesión
sido a menudo considerada como uno de los hitos de la renovación artística en el país. El tu
pictórica”, tal como confesó el artista en 1921. La provincia de Córdoba se convirtió en para
cumano Alfredo Gramajo Gutiérrez fue, por su
digma del “arte nacional”, en aquella “pampa"
da del arte en la Argentina. El impulso decisivo
miento de Fernando Fader en las sierras cordo
203
LA DIMENSION CIENTÍFICA Y CULTURAL
l Fernando Fader. “Sendero florido", 1918. Museo Municipal de Bellas Artes “Juan B. Castagnino", Rosario.
donde se “refugiaba el carácter nacional”, al de
indivisible de la historia de la ciudad, tuvo un
Fader condujo a ese espacio serrano a numero
lugar prominente. En este apartado, dada su
sos artistas que persiguieron como intención el
vinculación al puerto, es posible incluir a la es cuela marinista, en la que se destacó, a princi
emular a aquél, viendo en este camino una po sibilidad para consagrarse en Buenos Aires y, en buena medida, captar la atención de los co leccionistas. Dentro de este esquema puede si tuarse la obra de Luis Aquino, Luis Tessandori, ciertas obras de Atilio Malinverno o el primer
Antonio Berni. Nacidos en aquella provincia, sobresalieron como paisajistas Antonio Pedo ne y Iosé Malanca, este último viajero incansa ble por el continente americano.
Aun sin alcanzar la fortuna que tuvo el
204
talmente su puerto, factor de comunicación
cir de Cupertino Del Campo. El prestigio de
campo como motivo pictórico en la Argenti na, el paisaje urbano, en especial el de Buenos Aires, con sus plazas, sus calles y, fundamen
pios de siglo, Justo M. Lynch, seguidor del gran precursor en el género, Eduardo De Mar
tino. Lynch, a su vez, supo transmitir su afi ción al joven Oscar Vaz, engendrando así una nueva generación que mantuvo vivo el interés por los motivos del mar y del puerto. Obvia mente, no fueron los únicos en una rama en la que también sobresalieron Benito Quinquela Martín, figura principal de la llamada “Escue la de la Boca”, y Cleto Ciocchini, “el Sorolla de América”, como llegó a denominárselo, pintor
de los hombres del puerto y sus tareas en la ciudad de Mar del Plata.
LAs ARTES PLASTICAS
LA BÚSQUEDA DE UNA "MODERNIDAD
circulación de estampas japonesas permitía
AMERICANA": ARTES APLICADAS
otra de las fuentes esenciales del arte contem
Y DECORATIVAS
poráneo, abriendo infinitas posibilidades pa ra incentivar el empleo de los arabescos y las líneas ornamentales. Las escenografías reali zadas para los ballets rusos puso a disposi ción de varios jóvenes ávidos de exotismo un
Al igual que ocurrió en la arquitectura, en cuanto al rescate de las manifestaciones de la
época colonial americana y al surgimiento y consolidación del estilo “neocolonial” (que tuvo en Martín Noel y en Ángel Guido sus más conspicuos cultores), las artes aplicadas y las artes decorativas vivieron una Edad de Oro en las primeras décadas del siglo XX. Los años veinte marcaron el punto culminante de
esta tendencia en la Argentina, cuya génesis firme había tenido lugar en 1918, con motivo del Primer Salón Nacional de Artes Decorati
conjunto singular de herramientas que les ayudaron a romper moldes y buscar nuevos caminos.
Dado este panorama en el que la moda consistía en la búsqueda de “lo primitivo”, no había de extrañar que muchos artistas fijasen su atención en el arte ancestral de América. En
Alfredo Guido y Iosé Gerbino por un Cofre es
tal sentido, el grupo de artistas argentinos es tablecidos en París en torno al pintor español Hermenegildo Anglada Camarasa, quien los incentivó a bucear en las colecciones de arte
tilo incaico. Era el reflejo de un proceso que se
precolombino del Museo del Hombre, tuvo un
había consolidado en Europa desde el XIX, te
papel determinante en este movimiento, ha ciendo de la “Ciudad Luz” una prolongación
vas. En él, la Medalla de Oro fue otorgada a
niendo como marco fundamental a las expo siciones universales, acontecimientos que se
constituyeron en símbolos del progreso y marcaron el nacimiento del diseño industrial.
Se fue acentuando en forma gradual la nece sidad de un “arte industrial” que aunara belle za y utilidad; las artes decorativas (término que sellaba el final del antagonismo entre ar te e industria) se erigieron en un puente di recto para la integración de las artes, propi
espiritual de América y fraguando el despertar
americanista que haría eclosión en los años veinte. Así, no es casualidad que dos artistas americanos vinculados a Anglada, el escultor argentino Gonzalo Leguizamón Pondal y el mexicano Adolfo Best Maugard, fueran pro pulsores de la enseñanza artística basada en los lenguajes prehispánicos en sus respectivos países. El primero publicó 10's Cuadernos Vira
ciada sobre todo por los movimientos
cocha, en 1923, mientras que Best Maugard, en
modernistas.
el mismo año, hizo lo propio con su Método de
El creciente interés por la recuperación de las formas y lenguajes del arte prehispáni co, y su reinterpretación a través de las artes contemporáneas, pueden señalarse como un eco de movimientos que se estaban afirman do en París. En la capital francesa, el arte afri cano brindaba a Picasso y a tantos otros ar
tistas constantes motivos de inspiración; la
dibujo. Tradición, resurgimiento y evolución del arte mexicano.
En los salones de artes decorativas de Bue
nos Aires participaron activamente otros dis cípulos de Anglada en París y Mallorca, como Alfredo González Garaño y Rodolfo Franco, quienes fueron inclinándose decididamente hacia los diseños escenográficos, con claro in
205
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
l Alfredo Guido y Iosé Gerbino. Pormlibros y cofre de estilo indígena, 1919.
flujo de los ballets rusos. El primero de ellos exhibió, en 1917, un notable trabajo de docu mentación compuesto por cuarenta y seis lá minas, destinado al decorado del ballet Caa
LA CREACIÓN DE IMAGINARIOS VISUALES
porá, obra que Ricardo Güiraldes realizó
dentro del quehacer artístico argentino, cuyos estudios van despertando paulatinamente el interés por parte de los investigadores, es la re ferida a la difusión del arte y a su presencia en los medios. En los últimos años se han realiza
inspirándose en una leyenda guaraní. En 1923 se presentó en el Teatro Colón de Buenos Ai res, patrocinada por la Comisión Nacional de Bellas Artes que dirigía Martín Noel, la Com pañía Peruana de Arte Incaico, que puso en es cena Ollantay. Franco efectuó, a la sazón, un cartel muy ponderado, mientras que los pin
tores Jorge Bermúdez y Pío Collivadino reali zaron las decoraciones. Además de los salones de artes decorati vas, en los años veinte se consolidó una nueva iniciativa a través de la ejecución de las Expo siciones Comunales de Artes Aplicadas y De corativas, en las que los diseños de raigambre indígena se consolidaron como modelos a tra vés de la creación de mobiliario, textiles, al 206
fombras, objetos de uso cotidiano, cerámicas decorativas, juguetes de madera, etcétera.
DE DIFUSIÓN MASIVA
Una de las parcelas más determinantes
do trabajos tendientes a analizar aspectos has ta ahora bastante abstractos, como el del “pú
blico de arte” y sus verdaderas injerencia y participación. Lo mismo puede decirse acerca de las revistas de arte y su alcance real como objeto de consumo. Entre las revistas más populares de cuan tas circularon en Buenos Aires a principios de siglo, debe señalarse a Caras y Caretas, que, aun sin ser específicamente de arte, incluyó en sus páginas noticias de los sucesos artístico culturales del momento, reproduciendo colo ridas imágenes con obras de artistas argenti nos y europeos.
LAS ARTES PLAsncAs
Caras y Caretas, dirigida por españoles al igual que Plus Ultra, de notable calidad edito rial, contó entre sus diseñadores con el asturia
no Nicanor Álvarez Díaz, conocido popular
mente como Alejandro Sirio, quien había llegado a Buenos Aires en 1910, pasando a co laborar al año siguiente, y hasta 1924, en dicha revista, de donde decidió salir por desavenen cias con los responsables. En ese año fue con
tratado por el diario La Nación, donde tuvo a su cargo la dirección artística del suplemento de los domingos. Sirio mostró una_particular afición por la representación de escenas calle jeras con aglomeraciones y accidentes, motivos
portuarios en los que el principal protagonista era, frecuentemente, el inmigrante, hallando allí la mejor fuente para expresar su buen hu
mor e ironía. Probablemente el trabajo más importante realizado por Sirio fueron las ilus traciones para el libro La gloria de don Ramiro de Enrique Larreta, tarea que le demandó tres años y medio. En los años treinta sus dibujos llenaron las páginas de la revista El Hogar y de numerosos libros que ilustró por encargo. En Caras y Caretas también colaboraron el gallego Juan Carlos Alonso, quien habría de llegar a ser director de esta revista y de Plus Ul tra, y el peruano Iulio Málaga Grenet. Se in
corporaron, asimismo, Ramón Columba y Juan Carlos Huergo, Eduardo Álvarez, el boli viano Víctor Valdivia y los españoles Federico Ribas y Luis Macaya. La mayoría de estos crea
dores mostró una decidida inclinación por la caricatura, propiciando que a partir de 1923 se diera inicio a la realización anual de un Salón
Salón de la Sociedad de Acuarelistas o el ya consolidado Salón de Otoño de la ciudad de Rosario (Santa Fe), que siguieron a la cabeza en cuanto a la consideración del público de ar te en la Argentina. En lo que respecta a la producción gráfica de aquellos años, sin duda el arte del cartel o afiche alcanzó un sitio de relieve, respondien do a aquella euforia económica que se desa rrolló en forma paralela al auge constructivo el crecimiento industrial y comercial que tra jeron consigo el nacimiento de la publicidad. Todo tipo de productos, cada vez más nume rosos, derivados de la nueva industrialización,
reclamaron una propaganda que permitiera difundirlos y venderlos fácilmente. Buenos Ai
res tuvo significativos precedentes, como los concursos organizados en 1900 y 1901 para proveer de carteles anunciadores a los cigarri llos París. El segundo de ellos, de carácter in ternacional, con 555 participantes, fue el cer tamen de carteles más importante de cuantos se realizaron en el mundo. La caricatura y el cartel gozaron de una in
tensa divulgación gracias justamente a revistas
como Caras y Caretas y Plus Ultra. Como se señaló, ambas estaban en manos de españoles, lo cual propició la circulación de reproduccio nes de obras artísticas peninsulares. Compe netradas con las ideologías hispanistas en bo ga, no lo fueron menos con respecto a las de tinte americanista, apoyando en sus páginas, sobre todo la segunda, aquellas manifestacio nes del arte basadas en raíces autóctonas.
como los de 1917 y 1918, organizados por Co lumba y Pelele-, aunque su repercusión fue lí
En el sentido señalado, resulta digno de mencionarse el hecho de que se incorporaran en su diseño tipográfico figuras geométricas de claro influjo de las culturas incásicas. Simi
mitada con respecto a los otros certámenes
lar característica pueden apuntarse muchas
más tradicionales, como el Salón Nacional, el
otras revistas culturales y artísticas de la épo
de Humoristas -ya habían existido intentos
207
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
dia como el conocido periódico Martín Fierro (en el que críticos como Alberto Prebisch se mostraron inflexibles contra lo establecido), no estuvo cerrada a los aires nuevos. La presen
cia en sus páginas de artistas como Rafael Ba rradas, Alfredo Guttero, Norah Borges, Alfredo
Bigatti o Emilio Pettoruti así lo demuestran. Prebisch, quien se inclinaba por apoyar al gru
po de artistas argentinos residentes en París, manifestó a menudo su “disconformismo for mal” por las obras que se presentaban año tras año en los salones nacionales, y combatió las
artes decorativas —de notable divulgación en Áurea—, denominándolas “arte falso”.
Realidades como éstas abren paso para comprender las tensiones que el campo artís tico argentino experimentó ante la irrupción de las llamadas vanguardias y la dificil convi vencia de éstas con el “arte establecido”, esto es
Juan Carlos Huergo. Publicidad de Cigarrillos 43. De la revista Plus Ultra, febrero de 1918.
el “arte nacional” caracterizado por la pintura de paisajes y temáticas costumbrístas. El con flicto se manifestó con fuerza a mediados de los años veinte y se distendió a medida que los
ca, como Orientación, Áurea o la Revista del
Círculo, que los hermanos Guido promovie ron en Rosario. Otra publicación, Augusta, aun respondiendo al modelo de la inglesa The Studio, fue uno de los órganos propulsores del diseño indigenista y del arte español. En lo que respecta al arte del cartel y el dibujo, tam bién la huella del art nouveau quedó patenti zada en varias de las mencionadas revistas.
grupos innovadores fueron creciendo en nú mero y hallando espacios de expresión y legi timación. El año 1924 estuvo cargado de hechos sig nificativos, principalmente por la aparición en escena de Pettoruti, combatido por un sector de la prensa tradicionalista y apoyado por los miembros del periódico Martín Fierro -apare cido también ese año—, publicación que en sus
páginas se animaba a afirmar su posición CONFLICTO Y CONVIVENCIA
“frente a la ridícula necesidad de fundamentar nuestro nacionalismo intelectual, hinchando
ENTRE TRADICIÓN Y VANGUARDIA
valores falsos que al primer pinchazo se desin
flan como chanchitos”. Fue también la tempo
La revista Áurea, bajo la dirección del ar quitecto Francisco T. Gianotü, si bien no asu 208
mió en principio una postura tan de vanguar
rada en que se inauguraron las salas de Amigos
del Arte, en las que en octubre se presentó la primera gran retrospectiva de Femando Fader.
LAS ARTES PLASTICAS
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Alejandro Sirio. Portada para el libro Cada cual de Antonio Pérez-Valiente de Moctezuma. Colección particular, Granada, España.
Asimismo, 1924 marcó la aparición de Eu rindia, conjunto de ensayos que el escritor Ri cardo Rojas había ido publicando en los años anteriores en las páginas de La Nación. En ella llegaba Rojas al punto culminante de sus teo rías y a su más definitiva posición respecto de la presencia de lo español y lo autóctono en el
“alma nacional” argentina. Allí proponía una doctrina basada en la conciliación de teorías
En la otra vereda, Emilio Pettoruti daba un
paso adelante en el proceso de renovación del arte argentino, con sus obras de influjo cubis ta y futurista, ampliando el campo de debate crítico. Este artista, originario de La Plata, de cuyo Museo de Bellas Artes habría de ser di rector entre 1930 y 1947, contó con el apoyo de un sector de la intelectualidad de “Florida";
años más tarde sería uno de los motores del
europeas “con la argentinidad, con el indianis mo y con la conciencia de lo continental. En esa fusión reside el secreto de Eurindia. No re
Salón del Cincuentenario de La Plata, realiza
chaza lo europeo: lo asimila; no reverencia lo americano; lo supera”. Dentro de esta concep ción tenían cabida obras como la Chola desnu
Solar (nombre adoptado por Alejandro Schultz Solari), quien había escrito sobre Pet toruti en Martín Fierro, fue autor de una obra
da de Alfredo Guido, que ese mismo año fue premiada en el Salón Nacional; en este lienzo, que representaba una suerte de “Venus incai ca”, se unían el tema americano con modelos
plástica consecuente con una formación euro pea en el terreno de las ciencias ocultas, las re ligiones asiáticas y las técnicas de meditación, expresándose a través de formas y símbolos
estéticos europeos; en este caso, de clara filia ción hispánica.
geométricos, en algunos casos ¡omados de las culturas prehispánicas.
do en 1932 con un significativo conjunto de obras “renovadoras”. Otro artista peculiar, Xul
209
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
l Xul Solar. Mundo. 1925. Colección Rachel Adler Gallery, Nueva York.
En Martín Fierro, la mirada de Alberto
cuanto a las ideas de someter un cuadro “al
Prebisch como crítico se orientó en otro senti do. Para mediados de los veinte acababa de re
ritmo de un edificio” o las de investigar sobre las leyes compositivas del clasicismo como
tornar de París, donde se había vinculado al
oposición al diseño invertebrado. Prebisch hacía alusión a la necesidad de
grupo de artistas argentinos que componían esencialmente los pintores Horacio Butler, Héctor Basaldúa, Aquiles Badi y el escultor Pa
blo Curatella Manes, a quienes habría de apo yar incondicionalmente en sus escritos, per mitiéndoles una mayor presencia en el ámbito porteño a pesar de residir en Europa. Estos ar tistas se habían formado en torno a maestros
como André Lothe, un practicante tardío del cubismo, profesor y teorizador principal del “retorno al orden” clásico, a la armonía, al
210
formar “hombres modernos”, con mentalidad
moderna y preparados para recibir y asimilar la propuesta de buscar y entender las purezas formales de la geometría expresada a través de
los objetos producidos por la industrializa ción, más allá de sus virtudes puramente utili tarias. Las ideas plasmadas por Prebisch en es
te sentido tuvieron cabida dentro de los postulados que Oliverio Girondo había pre sentado a manera de “Manifiesto” en el núme
equilibrio y a la geometría, o Emile Othón
ro 4 de Martín Fierro, en donde se hacía eco de
Friesz. El aporte de Lhote a la formación de los
la existencia de “una nueva sensibilidad y una nueva comprensión”, para redondear diciendo
argentinos fue altamente significativo en
LAS ARTES PLASTICAS
que “Martín Fierro se encuentra (...) más a gusto en un transatlántico moderno que en un palacio renacentista”. En la capital francesa se perfeccionaron también otros artistas argentinos como Alfre do Guttero, Raquel Forner, Pedro Domínguez
Neira y el escultor Alfredo Bigatti, quienes fimdaron en Buenos Aires, a fines de los vein
te, el Taller Libre, que se convirtió en uno de los centros de irradiación de las tendencias de vanguardia en Buenos Aires. De los artistas ci
tados quizá quien más llegó a sobresalir fue Forner —Guttero murió en 1932-; se destacan
sus obras del período 1936-1939, coincidente con la Guerra Civil Española, acontecimiento que fue objeto de sus más dramáticas compo siciones expresionistas, demostrando la pre
sencia que aquella conflagración, lo mismo que la Segtmda Guerra Mundial, tuvo en la Argentina.
Otros artistas que estuvieron en París du rante los veinte y principio de los treinta fue ron Iuan Del Prete, precursor del arte abstrac to en la Argentina, y Lino Enea Spilimbergo, eximio dibujante y autor de una de las obras pictóricas más notables de cuantas se realiza
l Raquel Forner. Claro de luna, 1939.
En 1930 retornó desde París Antonio Ber
ni, quien dos años después realizaría una
ron en el país, en la que cabían las leyes del cu
muestra individual en Amigos del Arte, pre sentando obras de corte surrealista. El surrea lismo tendría en Claudio Lantier a uno de sus
bismo y las tradiciones del clasicismo italiano,
iniciadores en el país y en Iuan Batlle Planas, a
tal como se aprecia en su serie de “terrazas”, en
uno de sus más interesantes intérpretes, sobre todo a partir de las Radiografías paranoicas
las que se disponen desnudos y estáticas figu ras de gran solidez. Deudor del arte italiano contemporáneo fue Raúl Soldi, creador de un lenguaje propio caracterizado por la presencia de la figura femenina, los personajes de circo y de teatro, motivos tamizados por un palpable sentimiento poético. Soldi desarrolló, además, una importante labor como muralista, que in cluyó los frescos de la iglesia de Santa Ana de Glew (1953) y la decoración de la cúpula del Teatro Colón (1966).
(1936). El Grupo Orión, que integraban, entre otros, Luis Barragán, Leopoldo Presas, Bruno Venier, Orlando Pierri y Vicente Forte, afianzó esta corriente con sus dos exposiciones reali zadas en 1939 y 1940. Como afirmaba uno de sus participantes, Ernesto B. Rodríguez, el ar
te abstracto “aspira a obrar sobre el espacio exterior, sobre la realidad de fuera, como el su
perrealismo aspira a reflejar la realidad de dentro, de dentro del ser”.
2ll
LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
En 1933, Berni participó del “Ejercicio
tonces tendrán continuidad las celebraciones
Plástico" que, bajo la orientación del muralis ta mexicano David Alfaro Siqueiros, reunió en
anuales de éste, más adelante bajo la deno minación de Sociedad de Acuarelistas y Gra
la quinta de Natalio Botana a Lino Enea Spi limbergo, Enrique Lázaro y Juan Carlos Cas tagnino. El interés por el muralismo en la Ar gentina se reflejó en la creación del Taller de Arte Mural en 1944, del que tomaron parte es tos artistas (a excepción de Lázaro), además de Demetrio Urruchúa y Manuel Colmeiro. Este grupo realizó, en 1946, las decoraciones de las Galerías Pacífico de Buenos Aires, donde late
badores.
Con esta institución coexistió al principio otra Sociedad de Grabadores, nacida en 1916 y de efímera duración, que dirigió hasta su fa
llecimiento en 1918 el maestro Sívori. Esta agrupación editó la revista El Grabado, que in cluyó en sus páginas numerosas xilografías. En
produjeron en la Argentina, vertiente que tu vo en el grabado una de sus expresiones más
su primer número figuraba una suerte de ma nifiesto en el que expresaban, con carácter fe deralista, que “nuestras exposiciones no serán tan lujosas como las que de tiempo en tiempo nos brinda la calle Florida; tampoco nos va mos a limitar al grupo selecto que forman las ciudades capitales; iremos también a los pue blos de campaña más perdidos, más ajenos a la
acabadas.
causa de la civilización y el progreso”.
LA ESTAMPA Y SU CONTENIDO SOCIAL
ro de los movimientos político-sociales que devinieron tras la Primera Guerra Mundial y
la impronta de la aún fresca Segunda Guerra Mundial y sus devastadoras consecuencias hu manas. Fue una de las más notables manifes taciones de arte de tinte social de cuantas se
En la acera de enfrente, y surgido al ampa
La historia de la estampa contemporánea en la Argentina tuvo sus primeros ensayos en
las obras realizadas a finales del XIX por Eduardo Sívori y Emilio Agrelo, aunque co menzó a tener una presencia más relevante tras la nacionalización de la Academia de Be llas Artes en 1905. A partir de 191 l, año en que
se inauguró el primer Salón Anual de Bellas Artes, se abrió en el marco de la Academia un pequeño taller de grabado a cargo de Pío Co llivadino, con lo que este arte tomará un ca rácter autónomo con respecto a las manifesta ciones de más envergadura. El año 1915 marcará la creación de la So ciedad de Acuarelistas, Pastelistas y Aguafuer tistas, cuyo primer salón se lleva a cabo en el 212
Retiro en mayo de ese año. A partir de en
cuya influencia en las artes plásticas fue noto ria, en 1918 irrumpió en el plano artístico na cional el grupo conocido como los Artistas del Pueblo, que, a diferencia de los artistas “de la calle Florida", basaban su arte no sólo en los aspectos estéticos sino en el mensaje social que
pudiera contener y el compromiso con la rea lidad circundante, inclinándose hacia las rei
vindicaciones del proletariado. José Arato, Abraham Vigo, Guillermo Facio Hebequer y Adolfo Bellocq compusieron este grupo, que ya llevaba un lustro de actividad, y las técnicas
de expresión que utilizaron fueron la xilogra fía, el grabado sobre metal y la litografia, esta última, de larga tradición en el país desde la acción de César Hipólito Bacle en el siglo XIX.
Fueron, sobre todo, los inmigrantes con centrados en los centros urbanos quienes ins
LAS ARTES PLÁSTÏCAS
l Lino Enea Spilimbergo. Paisaje en San Juan. 1929. Colección Banco de la Nación Argentina.
piraron a los Artistas del Pueblo a abordar te máticas referidas a las condiciones de vida del obrero, el paisaje barrial, el mundo del subur bio, donde se alojaron, y el movimiento de las fábricas. Este grupo de pintores vivió el am biente revolucionario de la época, relacionán dose con la actividad de la editorial Claridad, ubicada en la calle Boedo.
El grupo de Boedo asumió postulados ar tísticos con un carácter militante, ya que sos tenía que la función esencial del arte debía ser la de erigirse en instrumento para la acción política y social. Estos hombres que venían de las filas del anarquismo, del socialismo y del comunismo se inspiraron en la literatura de autores rusos -Kropotl
383
ÍNDlCES GENERALES DE LA OBRA
Araujo, José Joaquín de. III, 237, 254, 268, 276, 309. Araujo, Seferino. VI, 509. Arballo de Bustamante, Pedro. I, 472. Arbenz, Jacobo. VIII, 132. Arboleda, Luis Carlos. Ill, 419. Arce, Iosé. IV, 539; IX, 507, 524. Arce, Facundo. II, 125; X, 102. Arce, Manuel, Fray. III, 389. Arce y Soria, Alonso de. III, 430.
Archetti, Eduardo P. IX, 268, 305, 331, 585. Archíbaldo Lanús, Iuan. VIII, 142.
Arco, Manuel de. III, 215. Arcondo, Aníbal. III, 61, 100, 103; V, 168; VI, 99, 126; VIII, 516.
384
Arcos, Antonio. IV, 325, 326. Arcos, Rafael A. de. VIII, 176. Arden Quin, Carmelo. X, 218. Ardila Calderón, G. I, 284. Ardiles, Miguel de. l, 403. Ardiles Gray, Julio. X, 123. Ardit, M. VI, 35. Arduino, Juan. VI, 376. Areán, Carlos. X, 234. Areche, Félix Manuel de. II, 195; HI, 434. Areche, Iosé Antonio de. II, 256, 257, 269. Areguati, Pablo. V, 192. Arellano, Iosé Luis de. III, 196. Arenales, José. IV, 307, 336, 337, 339, 340, 341, 343; VI, 481, 482. Arenas, Tiburcio de. Ill, 149. Arendt, Hannah. VII, 457. Areno, Anthony C. VIII, 299. Aresti, Cristóbal de, Fray. III, 444. Aretz, Isabel. VI, 538, 559, 560; IX, 271. Arévalo, Oscar. VII, 297, 468. Arévalo Briceño, Francisco. I, 432. Argandoña, Pedro Miguel de. II, 28, 33, 99, 165, 396, 400, 403, 413, 418; III, 216, 252, 297, 443. Argandoña, Tomás Felipe de. III, 434. Argañaras, Familia. II, 136. Argañaráz, Agustín, Fray. III, 374. Argañaraz y Murguía, Francisco de. I, 434, 441, 449; III, 216.
Argelander, Friedrich W. VI, 409. Argerich. IV, 398. Argerich, Antonio. VI, 335. Argerich, Cosme M. III, 394, 417; VI, 467. Argerich, Francisco Javier. lll, 148, 378.
Argerich, Iuan A. VII, 475. Arguas, Margarita. VIII, 450. Argüelles, Pedro. Ill, 322. Argüello, lsauro P. VIII, 411. Argüello, Kiko. VIII, 358. Argüello, Luis de. l, 469. Arguindeguy, Diego L. IX, 151. Arguindeguy, Pablo E. IV, 295, 313; V, 272; VIII, 21 l. Argumosa, Gregorio, Fray. III, 389.
Arias, Abelardo. X, 122. Arias, Francisco Gabino. II, 201, 465 ;III, 436. Arias, Iosé Inocencio. V, 261, 263. Arias, María Benita. V, 292, 31 l. Arias, María Fernanda. VII, 356. Arias, Pepe. X, 257, 259, 279, 282. Arias Bucciarelli, Mario. VIII, 75
Arias Dávila, Iuan. I, 315. Arias de Mansilla, Felipe. III, 375.
Arias de Saavedra, Familia. I, 441. Arias de Saavedra, Hernando. I, 130, 438, 439, 485, 452, 456, 461, 464, 466, 468, 469, 471,
486; II, 63, lll, 153, 157, 296, 398, 399, 436, 439; III, 74, 133, 136, 141, 160, 237, 372, 375, 377, 381, 416, 427, 428. Arias Divito, Iuan Carlos. III, 30, 160. Arias Figueroa, Sergio. II, 87. Arias Pelerano, Francisco. X, 29, 39.
Arias Rengel, Familia. II, 53, 171.
Arias Rengel, Pedro. II, 152, 170.
Arias Velázquez, Familia. l, 136, 171.
Arias Velázquez, Fernando. ll, 152.
Arias Velázquez, Lorenzo. ll, l S2.
Arícó, José. Vll, 360, 373, 468;
X, 21,191,198. Arié, Rachel. I, 321. Ariés, Philippe. Ill, 214. Aristarain, Adolfo. Vll, 39; X, 268, 270. Aristóteles. III, 217, 385; X, 26, 54.
Arizaga, Rodolfo. X, 253, 254. Arlt, Roberto. VII, 38; IX, 337, 338; X, l2l, 130, 132, 135, 170, 187, 263, 286. Armaignac, H. VI, 226, 228. Armando, Adriana. II, 206. Armani, Alberto. Il, 467. Armani, Horacio. X, 115, 133. Armaza y Arregui, Iuan de. Ill, 251, 435. Armencia, Martín de. III, 415. Armenta, Bernardo de. II, 421. Armenta, Francisco de. I, 420. Armesto, F. X, 95. Armony, A.C. VII, 470. Arms, William. V, 350. Armstrong, Clara. V, 352. Armstrong, Francis. V, 352. Armstrong, Francisca. V, 336. Armstrong, Iohn. V, 348, 359. Armstrong, Tomás. V, 349, 350. Armstrong, Warwick. VII, 142. Armus, Diego. IV, 156; VII, 143; IX, 147, 302; X, 110. Arnal, Pedro. III, 346. Arnaldi, Juan Bautista. IV, 191. Arnaud, André-lean. VIII, 412, 439. Arnaudo, Aldo A. VIII, 516, 521, 551, 571, 572, 573, 574,
577; IX, 95, ll2. Arnauldi, Raúl. IX, 391. Arndt, Pablo. X, 149. Arnold, Prudencio. VI, 223. Arnolds, A. IX, 184. Arolas, Eduardo. IX, 272. Aron, Henry. VIII, 387. Aron, Raymond. VII, 363, 396. Aronson, I. III, 367. Arosca. I, 359. Arozanera, Iuan de. II, 170. Arrechea, Claudio. VIII, 7l. Arredondo, José Miguel. IV, 457, 468, 470, 471; V, 261. Arredondo, Nicolás de. II, 176, 244, 306; III, 229, 390, 438, 476.
Arregui, Gabriel de, Fray. ll, 168; III, 445. Arregui, Iosé de. II, 95. Arregui, Iuan de, Fray. Il, 30, 168.
ÍNDICE DE NOMBRES
Arriaga, Antonio. Il, 360; III, 436.
Arriaga, Julián de, Fray. II, 252, 255, 260; III, 445. Arriaza y Superviela, Iuan Bautista. VI, 313. Arrieta, Rafael Alberto. III, 309, 330; VI, 228, 344, 346, 347, 487, 532; X, 112, 126, 132, 134, 157, 161, 163. Arrighi, Pedro I. VIII, Sl l; IX, 489, 490. Arrigoni, Gloria. l, 232. Arrillaga, Francisco Cirilo. IX, 517.
Arriola. III, 182. Arroyo, Familia. Il, 135. Arroyo, Fernando. II, 152. Arroyo, Lorenzana de. I, 472. Arroyo y Pinedo, Manuel. IV, 122.
Artal, José. VI, 381. Artana, Daniel. IX, 114. Artayeta. II, 175. Artaza, Juanes de. II, 97, 99. Arteaga, Andrés de. III, 415. Artieda, D. de. l, 347. Artieda, Teresa. IX, 424. Artigas, José Gervasio de. IV, 183, 253, 288, 289, 291, 358, 359, 360, 361, 362, 364, 365, 369, 384; V, 21, 24, 43, 80, 175, 195, 237; VI, 15, 19, 462, 472, 543. Artigue, Frédéric. VI, 358. Artola, Miguel. I, 321; TV, 247. Artundo, Argentina. IX, 505, 506. Arvía, A. IX, 552. Arze, Silvia. I, 107. Asa, Haim. VIII, 398. Ascasubi, Hilario. VI, 315, 318, 320, 321, 329, 345, 474, 487, 501, 559. Ascasubi, José Antonio. III, 444; VI, 482. Aschero, C. I, 107, 230, 231. Ashton, T.S. V, 494. Ashworth, Eduardo. VI, 155. Asís, Jorge. VII, 358. Asís y Calvo, Francisco de. III, 326. Aspeitía, Luis de. III, 445. Aspell de Yanzi Ferreira, Marcela. ll, 147; V, 403; VIII, 443. Aspiazu, Daniel. VII, 142; IX,
112,114,115. Aspillaga, E. I, 256.
Asquini, Pedro. X, 287. Assadourian, Carlos Sempat. III, 50, 90, 91, 99, 100; VI, 64, 200; X, 85. Assanori, A. X, 150. Asso, Iordán de. III, 264. Assuncao, Fernando O. III, 192; VI, 560, 561; IX, 302. Astesano, Eduardo. X, 82. Astete, Gaspar. V, 303. Astigueta, Iosé Mariano. IX, 445, 446, 485. Asti Vera, Armando. X, 60. Astiz, Iuana Eloísa. III, 130, 161.
Astori, Danilo. IX, 29. Astrada, Carlos. VII, 38, 490; X, 49, 50, 51, 52, 63. Astrada, Estela M. II, 45, 413. Astrada Ponce. Carlos. VIII, 87. Astrain, Antonio. II, 467. Astraudi, Jorge. II, 71. Astrea. VIII, 445. Asúa, Miguel de. VI, 426; IX. 556.
Asunción Silva, Manuel. VI, 340.
Atahualpa, cacique. I, 98, 108, 176.
Atienza, Rafael de. V, 324, 325. Atiguayé, cacique. III, 212. Attias, Alberto. VII, 494. Aubert, Roger. V, 309. Aubone, Guillermo. IX, 454. Aucell, Miguel. III, 350, 366. Audivert, Pompeyo. X, 214, 219. Aufuzzo, Francisco. VIII, 367. Augé, Marc. IX, 275, 302. Augsburger, Alberto E. X, 161. Augspurg, Iorge. II, 88. Auni, H. IV, 105. Ausburger, A. I, 141. Austral, Antonio. l, 133. Auza, Néstor Tomás. IV, 508; V, 45, 75, 272, 308, 309, 310, 31 l, 344, 401, 403; VI, 306, 344, 346, 487, 512, 513, 533; VII, 431; VIII, 303, 334, 335, 577; X, 160. Avalos, Daniel Iacinto. IX, 60. Avalos, Eduardo I. VII, 20, 21, 303; VIII, 218; IX, 225. Avalos, Ignacio. VIII, 235, 236. Avalos y Mendoza, Familia. II, 136.
Avella Cháfer, Francisco. II, 180; V, 308, 310. Avellaneda, Familia. V, 148. Avellaneda, lulio. IV, 480.
Avellaneda, Lidoro I. V, 397. Avellaneda, Marco M. IV, 414, 415, 528; V, 61, 66,120,135, 395; VI, 319, 477, 519; VIII, 48; X, 95. Avellaneda, Nicolás. IV, 23, 24, 28, 37, 86, 470, 475, 476, 477, 478, 480, 483, 491, 494, 495, 497, 499, 500, 501, 502, 503, 505, 506, 507, 508, 509, 512, 524; V, 36, 37, 40, 41, 45, 48,
50, 57,106, 108,110, 116, 120, 122, 123, 127, 129, 134, 135, 140, 234, 263, 369, 486, 492; VI, 63, 87, 88, l0l, 102, 162, 283, 289, 300, 301, 302, 304, 330, 367, 379, 408, 410, 419, 421, 513, 516, 520; VIII, 147, 148; IX, 100, S39; X, 145, 278. Avendaño, Diego de..II, 391, 409. Avendaño, Víctor. IX, 326. Avendaño y Valdivia, Francisco. II, 156; III, 428, 433. Aver, V. I, 229. Averbach, Segismundo. V, 357. Avico. VIII, 453. Avila, Esteban de. II, 409. Avila, lulio P. VI, 228. Avila, Pedro Esteban de. III, 428. Avila Echazú, Edgar. V, 207. Avilés. IV, 310. Avilés, marqués de. Véase: Avilés _ y del Fierro, Gabriel de. Avilés y del Fierro, Gabriel de. II, 115, 280, 371; III, 129, 160, 312, 397, 438; IV, 268; V, 17; VI, 16. Avni, H. VII, 109. Axelrod, Iulius. IX, S25. Ayala. I, 292. Ayala, Fernando. VII, 39; X, 261, 262, 263, 270. Ayarragaray, Lucas. V, 71, 120; VI, 339. Ayerza, Francisco. VI, 359, 380. Ayerza, Hernán. VIII, 136. Ayerza de Castillo, Laura. X, 198.
Aymonino, P. IX, S52. Ayolas, luan de. l, 378, 379, 380, 381, 382, 383, 413; III, 282, 283, 425. Ayroldi, Cayetano. II, 82. Ayroldi, Santiago. II, 82. Azamor y Ramírez, Manuel de.
III, 240, 249, 252, 256, 257, 385
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
259, 266, 271, 276, 277, 278, 302, 446; Vl, 515, 516, 533. Azar, Pablo. VII, 164. Azara, Félix de. I, 273; Il, 39, 59, 73, 115, ll7, 205; 346; lll, 66, 147, 177, 178, 229. 236, 242, 380, 395, 405, 407. 408, 409, 41 l, 420; IV, 55; V. 441; VI, 44, 45, 47, 48, 61. 220. Azaretto, Roberto. VII, 431. Azcárate, Andrés, Fray. VIII, 326. Azcárraga, Emilio. IX, 367. Azcoaga, Enrique. X, 233. Azcona, Gregorio de, Fray. III, 389. Azcona Cranwell, Elizabeth. X,
Azcona Imberto, Antonio de. II, 112, 144; III, lll, 381, 445. Azcuénaga, Domingo de. III, 304, 305, 312, 321, 275; VI, 313. Azcuénaga, Flora. VI, S22. Azcuénaga, Miguel de. VI, 354, 363, 364. Azcuénaga, Vicente. Il, 173. Azcuy Ameghino, Eduardo. III, 101.
Aznar, Luis. X, 30. Aznárez, Enrique P. III, 162. Azopardo, Iuan Bautista. IV, 287. Azpiazu, Daniel. VIII, 519; IX, 10.
Azurduy, Iuana. IV, 310. Azzaretto, Roberto A. VII, 295. Azzoní, Roberto. X, 220. B
Babini, A. VII, 139. Babini, Iosé. VI, 405, 426; IX, 541, 542, 543, 553, 556, 583. Babini, Nicolás. VII, 355. Bach, Enrique. V, 357. Bach, Ricardo M. VII, 209, 555.
Bachelard, Gastón. X, ll5. Bachmann, Alois. VII, 38; IX, 504, 506, 531. Bacigalupo, Enrique. VII, 386, 399.
Bacigalupo, Iuan. IX, 508, 528.
386
Bacle, César Hipólito. IV, 116, 119, 362 ,V, 188; VI, 57, 220, 351, 357, 384, 470, 487; X, 212. Badi, Aquiles. X, 210.
Badii, Libero. X, 223, 229.
Badignana, Leonardo. I, 371. Baeck, Leo. VIII, 392. Baer, Yitzak. I, 323. Báez, Catalina. III, 178. Báez, Guillermo Federico. IV, 432.
Báez de Maldonado, María Teresa. III, 178. Bagehot, Walter. V, 72. Bagú, Sergio. V, 234, 445, 462; Vl, 62; VII, 141; X, 21, 92, 93, 107.
Bagua], cacique. II, 26, 437. Bahía, Manuel B. IX, 535, S38. Bahn, P. l, 231. Baibiene, Santiago. V, 260. Baigorri, Clemente. III, 298. Baigorri, Gregorio. V, 283. Baigorri Ruíz, Pedro de. III, 429. Baigorria. IV, 290. Baigorria, Manuel. IV, 167, 172, 173, 174, 186. Bailón, Agustín. V, 290. Bails, Benito. III, 396. Baily, Samuel L. IV, 104, 106, 107; IX, 240. Baines, D. IV, 104. Bainville, Iacques. X, 79. Bairoletto, Iuan Bautista. IX, 292. Bairorri, Luis. VI, 132.
Bajarlía, Iuan Iacobo. X, ll5. Baker, Joseph. VII, 224. Bakunin, Mikhail. VII, 406, 407. Balá, Carlos. X, 265. Balado, Manuel. IX, S28. Balán, Iorge. VI, 125, 202; VII, 109; 1X, 32; X, 30. Balanzat, Manuel. IX, 557. Balazote Oliver, Alejandro. VII, 175, l77. Balbín, Francisco. V, 490. Balbín, Ricardo. VII, 23, 317, 333, 338, 346, 348, 350, 355, 367, 369, 378, 387, 389, 517, S40; VIII, 227, 258. Balbín, Valentín. VI, 414, 420; IX, 537. Balboa, Manuel. IX, 145. Balcarce, Antonio. IV, 279, 330, 332, 356, 359; V, 89. Balcarce, Florencio. VI, 313, 320; X, 126. Balcarce, Iuan Ramón. IV, 280, 281, 283, 297, 306, 315, 317. 319, 331, 400, 401, 402, 403. 406, 423, 424; V, 89, 104, 187, 196, 237, 320; VI, 468, 469.
Balcarce, Marcos. IV, 317, 318, 320. 397; VI, 354. Balcarce, Mariano. IV, 442; V, 337.
Balcarce de Gutiérrez Estrada, Iosefa. Vl, 526. Baldínelli, Elvio. VIII, 145. Baldini, G. I, l07. Baldó Lacomba, Marc. III, 401. Baldomir, Alfredo. VIII, lll. Baldrich, Alberto. VIII, 75. Baldrich, I. Amadeo. V, 272. Balduzzi, Iuan. IX, 454. Baldwin, Iames Mark. VI, 306. Balestra, Iuan. IV, 540; V, 114, l 15
Ballaff-et, Julio. IV, 204.
Ballejos, Luján Iuana. III, 178. Ballerini, Augusto. VI, 370, 377. Ballester Peña, Iuan. VIII, 323; X, 221.
Ballesteros, Familia. II, 135. Ballesteros Barragán, Familia. II, 135. Ballesteros Beretta, Antonio. II, 349; III, 264. Ballina, Osvaldo. X, ll6. Ballu, Roger. VI, 380. Ballvé, Antonio. VIII, 481, 494. Balmer, Roberto. VII, 224. Balmes, Iaime. V, 368. Balsa, Iavier. VI, 126; IX, 32. Balseiro, Iosé A. IX, 550, 554. Balvé, Beatriz S. VII, 357. Balvé, Beba C. VII, 357. Balwin. X, 92. Balzac, Honoré de. VI, 491. Balze, Felipe A. M. de la. VIII, 117, 144.
Banchs, Enrique. VI, 342, 343, 518; X, 122, 142. Bandieri, S. VI, 125, Bandini, Mónica. IX, 60. Bandler. IX, 358. Banegas, Tiburcio. V, ll7. Banting, Frederick. IX, 505. Banu Sarrach, Familia. l, 316. Banzato, Guillermo. VI, 64. Banzer, Hugo. VII, 376. Baptista, Mariano. V, 226, Baquedono, Iuan, Fray. II, 297. Baquero Lascano, Carlos Octavio. VIII, 443. Baqui, José. Véase: Boquí, José.
Baquíjano y Carrillo, losé. III, 302.
Bara, Ricardo. VIII, 522. Barahona, Gaspar. Véase: Varona, Gaspar. Barasatián, Bagdasar. VIII, 383.
ÍNDICE DE NOMBRES
Barba, Alvaro Alonso. III, 418, 419. Barba, Enrique M. Il, 259, 263, 265, 467; IV, 372, 378, 384, 423, 424, 425, 451; V. 26, 43, 45, 104, 206, 272; VI, 126, 200, 201; VIII, 94; X, 74, 86, 89, 94.
Barba, Fernando Enrique. IV, 131; V, 45; VI, 29, 36, 98; IX, 425, 493, 585; X, 95. Barbacena, Marqués de. V, 240, 242.
Barbara, Iuan. IX, 263. Bárbara, Santa. III, 120, 157. Barbé, Carlos. V, 75. Barbeito, A. VII, 130, 139. Barbería, E.M. VI, 125. Barberis, Santiago F. VII, 431. Barbero, Estela Rosa. III, 161, 162.
Barbero, María Inés. VI, 170, 171; VII, 108, 143, 297, 431; IX, 61, 80, 83, 117, 148,187, 209, 210, 21 l, 585; X, 96, 109. Barbero, Omar U. VIII, 442. Barbero, Santiago. II, 45, 413. Barbier, Frédéric. IX, 360. Barbier, Iacques. III, 30. Barbieri, Sergio. III, 196, 198, 210, 245, 262, 366. Barbieri, Vicente. IX, 348; X, 115,122,130. Barbosa, Diego. l, 342. Barcala, Lorenzo. V, 243. Barcelló Beade, Iuan Miguel. VIII, 470. Barceló, Alberto. VII, 272, 278, 286
Barcelona, Pietro. VIII, 423. Bárcena, Ioaquín Roberto. I, 178, 179, 259, 284, S09. Barcesat, Mercedes. VIII, 470. Barcia, Pedro Luis. VI, 31 l, 344, 347, 533, 463; X, lll, 112, 129, 161. Barco, Oscar del. X, 191. Barco, Ricardo del. VII, 321; X, 97. Barco Centenera, Martín del. I, 34, 435; III, 205, 21 l, 216, 217, 220, 244, 281, 287, 289. 290, 291, 292, 297, 31 l; VI, 326.
Bard, Leopoldo. VII, 91, 476; VIII, 51. Bardecí, O. l. VIII, 523. Baretta, Fernando I. IX, 494. Bargalló Cirio, Iuan M. VII, 490.
Bargman, Daniel. VIII, 399. Bargo, M. I, 205. Barili, Roberto VII, 230. Barletta, Leónidas. X, 121, 130, 134, 213, 285, 286. Barnadas, Iosep M. I, 442; III, 103.
Barney Finn, Oscar. X, 266, 267, 269.
Baroja, Ricardo. X, 214. Barón, Ana. IX, 532. Barone, Enrico. VIII, 500, 501. Barousse, Amadeo P. IX, 531. Barra, Federico de la. VI, 497. Barra, Iuana de la. III, 322. Barra de Llanos, Emma de la. VI, 340; X, 142. Barradas, Rafael. X, 208. Barragán, Luis_. X, 211.
Barral Souto, Iosé. VII, 31; VIII, 501, 522. Barranco y Zapiain, Iuan Iosé de. III, 430. Barrancos, Dora. VI, 427; IX, 302. Barraquero, Julián. V, 164, 370, 401. Barrault, lean-Louis. X, 285. Barraza, Familia. V, 148. Barreda, Iosé. II, 458. Barreiro, Eduardo. IX, 584. Barreneche, Osvaldo. II, 316; IV, 124, 131.
Barrenechea, Ana María. VI, 560; X, 128. Barrera, Héctor A. VIII, 65. Barrera, Iuan. III, 297, 312. Barrera Buteler, Guillermo. VII, 509.
Barrere, Agustín. V, 296, 307. Barrero García, Ana M. II, 248. Barres, Francisco. VI, 202, 426. Barreto, Teresa. VI, 562. Barreyro, Iulio G. VIII, 75. Barrientos, Gustavo. I, 205. Barrientos, Iuan de. I, 386. Barrientos, María. VI, 531. Barrio de Villanueva, P. VII, 468.
Barrios, Iuan de, Fray. I, 395. Barrios Medina, Ariel. IX, 496, 501, 527, 528, S29, 585. Barrios Pintos, A. VI, 38. Barroetaveña, Francisco. V, 54, 56, 61, 120; VII, 253, 263. Barros, Alvaro. IV, 173, 477. Barros Arana, Diego. IV, 318, 320; V, 230, 332. Barros Pazos, Iosé. V, 122, 419; VI, 472.
Barry, Viviana C. IX, 183. Barsky, Osvaldo. VI, 124, 125; IX, 31, 59, 60. Barth, G. III, 275. Barth, Moglia. X, 258, 260, 261. Bartolomé, Leopoldo. VII, 173. Bartolomé, Miguel. VII, 173, 174.
Bartolucci, Mónica. VI, 256. Barúa, Iosé León de. III, 157. Barúa, Martín de. III, 221. Barye, Antoine-Louis. VI, 370. Barzana, Alonso de. I, 151, 273, 274, 278, 284, 433; II, 421, 436, 466; III, 202, 203, 297, 299.
Bas, Arturo M. VII, 482; VIII, 85, 93, 331; IX, 253. Basadre, Iorge. VI, 63. Basaldúa, Héctor. VII, 38; VIII, 323; X, 156, 210. Basalo. VI, 181. Basavilbaso, Domingo. II, 41; III, 141, 416. Basavilbaso, Familia. II, 53. Basavilbaso, Leopoldo. IX, 462, 464, 466. Basavilbaso, Manuel. III, 146, 377. Bascary, Ana María. II, 100,
123,138,146. Baschetti, Roberto. VII, 357, 358, 399, 469. Basile, Clemente. V, 272. Basílico, Ernesto. I, 349. Baso, Germinal. IX, 496. Bassi, Angel C. VI, 306. Bassi, Iuan Carlos. IV, 312. Bastian, lean Pierre. VIII, 374. Bastos, María Luisa. X, l77. Bastos Kern, María Lucía. X, 235.
Basualdo, Eduardo M. VII, 142; IX, 60, 210. Basualdo, Honorio. VII, 483. Basurco y Herrera, Iosé Antonio. III, 446. Batista. X, 188. Batle. VIII, 479. Batllori, Miguel. III, 312. Batolla, Dominga. III, 178. Batolla, Octavio. VI, 231, 256, 533.
Battaglia, Guillermo. X, 283. Battista, Vicente. X, 124. Battistessa, Angel I. VI, 346; VIII, 324; X, 126, 132. Battle Planas, Iuan. X, 26, 2l l.
Battro, Antonio. IX, 514. 387
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Baulina, Angel. VIII, 85. Bausani, A. VIII, 387. Bausate y Mesa. Ill, 331.
Bauzá, Felipe. lll, l3l, 410, 412. 420; Vl, 178. Bavio, Ernesto. VI, 299. Bayer, Osvaldo. VII, 430; IX, 241, 330: X, 266. Baygorri Ruíz, Pedro de. ll, 357. Bayle. VI, 463. Bayle, Constantino. Il, 429. Bayley, Edgar. X, 115. Baylies, Francis. V, 193. Bayliña, Simón. III, 358. Bayls. III, 252. Bayly, Samuel L. VII, 296. Bayo, Servando. IV, S04; V, ll7. Bayón, Cristina. I, 206. Bayón y Murillo Marx, Damián. III, 365. Baz, Ignacio. Vl, 354, 362. Bazán, Abel. VIII, 452. Bazán, Armando Raúl. l, 443; II, 123, 124, 136, 173, 130; IV, 423, 481; V, 45, 103, 309; VI, 449; VII, 296; X, 101, 108. Bazán, Francisco. III, 385. Bazán, Iuan Gregorio. I, 403, 404, 420; III, 431. Bazán, Raúl. V, 45. Bazán, Teresa. III, 381. Bazán Frías, Andrés. IX, 292. Bazán y Bustos, Abel. ll, 414; V, 284, 309. Bazille, Iean Frédéric. Vl, 375. Bazo y Berri, Iuan. III, 275. Bazzano, Orestes. X, 55. Beals, R.L. Vl, 559. Beatriz, Infanta. l, 330.’ Beaskin, Stephen. IX, 340. Beaudot, Ramón F. VI, 481, 483. Beaumont, ].A.B. VI, 62. Beaumont y Navarra, Francés de. III, 427, 428. Beaupuy, León. X, 273. Beauvoír, Iosé. V, 300. Beazley, Francisco. VI, 251. Beccar Varela, Horacio. VII, 270.
Beccaria, Luis. V, 428; VII, 142. Becco, Horacio Iorge. VI, 344, 345, 346, 347, 560; X, 133. Becher, Emilio. VI, 524; X, 156. Becher, Ricardo. X, 265. Beck, Guido. IX, S49, S50.
Beck, Hugo Humberto. Il, 21, 469; IV, 186.
388
Beck-Bemard, Lina. VI, 227. Becker, Jerónimo. II, 350.
Becktein. IX, 258. Becú, Teodoro. X, 157, 162, 163. Bedel, Jacques. X, 23 l. Bedoya, Eduardo. X, 260, 261. Bedoya, Eusebio de. IV, 458; V,
290, 303. Bedoya, Iosé María. IV, 388; VI, 481. Behaim, Martín. I, 334, 353,
Behring Emil, Adolf von. IX, 525.
Beiró, Francisco. VII, 18, 257, 521.
Bejar, María Dolores. VII, 295. Belascoián Sayós, Marcial. VIII, 495. Belaúnde, César H. VIII, 522. Belaúnde Terry, Fernando. VII, 393; VIII, 287. Beláustegui, Luis. VI, 441. Belgrano, Domingo. II, 175, 176; III, 97, Belgrano, Manuel (1770-1820). Il, 37, 116, 268, 283, 382; Ill, 251, 252, 266, 269, 328, 329. 393, 395, 396, 397, 402, 408; IV, 19, 40, 189, 255, 258, 259, 268, 273, 274, 275, 284, 286, 287, 288, 297, 298, 299, 300, 301, 302, 303, 304, 308, 309. 310, 355, 377, 401; V, 14, 22, 51, 174, 175, 177, 303, 366, 400, 441, 442, 443, 457; VI, 131,132, 209, 223, 261, 313, 315, 322, 349, 351, 366, 367, 377, 431, 432, 437, 455, 456. 457, 476, 516, 518, S19, 547; VIII, S12. Belgrano, Manuel. VI, 317. Belgrano, Mario C. V, 43, 399; VI, 314. Belgrano Rawson, Eduardo. X, 124.
Belín Sarmiento, Augusto. V, 58, 60.
Belín Sarmiento, Eugenia. Vl, 363.
Bellelli, Cristina Teresa. I, 230, 231. Bellemare, Guret. V, 381, 408, 435. Bellesi, Diana. X, 116. Bello, Andrés. III, 299, 309; VI, 328. Bellocq, Adolfo. X, 156, 212, 215. Belmar, A. de. IV, 451.
Belmonte, luan de. I. 472.
Belou, Pedro. IX, 528. Beltrán, Iuan Ramón. III, 421. Beltrán, Luis, Fray. IV, 208, 278, 319; V, 288; VI, 133. Beltrán, Oscar R. Vl, 485, 488, 511; IX, 361. Beltrán, Virgilio. X, 22. Beltrán Vieyra, Familia. V, 148. Beltrao, M. de Moraes Coutínho. I, 284. Belza, Juan E. V, 31 l; VIII, 335. Bemberg, Hermann. VI, 88, 391, 394. Bemberg, María Luisa. VII, 39; X, 266, 267, 268, 270. Bemberg, Otto. VII, 219, 286; IX, 194, 562. Benano, Víctor. IX, 489. Benarós, León. Vl, 347; IX, 302, 303; X, 115, 289. Benavente, Marcelino. V, 284; VI, 337. Benavente, Santo. X, 284. Benavídez. II, 157. Benavídez, Familia. Il, 135. Benavídez, Miguel, Fray. III, 390. Benavídez, Nazario. IV, 415, 444; V, 95, 326; VI, 482. Benavídez Bedoya, Alfredo. X, 214.
Benavídez Courtois, Juan. III, 365.
Benbassat, Edgardo. I, 206. Bence, Amelia. X, 257, 260. Benedetti, Mario. X, 266. Benedit, Luis. VII, 39; X, 227, 23 l. Bendix, R. IV, 156. Benedicto XIV, Papa. II, 405, 412; III, 262. Benegas Lynch, Alberto. IV, 158.
Benencia, Iulio Arturo. IV, 377. Benencia, Roberto. VII, 109. Bengoa, León. VIII, 223. Bengolea Zapata. VII, 490. Beniamino, Alziato. Vl, 251. Benítez. IV, 383. Benítez, Antonio. VII, 374, 486. Benítez, Carlos A. IX, 448. Benítez, Hemán. VII, 450; VIII, 335.
Benítez, Pantaleón, Fray. III, 389.
Benito de Palermo, Santo. III, 157.
Benkley, Allison W. VI, 347. Bennet, Gordon. VI, 492.
ÍNDICE DE NOMBRES
Bennet, John. VI, 358. Bennett, W. I, 106. Benoit, Georges. X, 256. Benoit, Pierre. IV, 200; VI, 350. Bentancor, Arturo. VI, 38. Bentham, Ieremías. V, 26, 83, 365, 371, 380, 407, 445; VI, 263, 421, 467, 468; VIII, 474. Benvenutti, Nino. IX, 328. Beorchia Nigris, Antonio. I, 179.
Berardi, José. V, 331. Beraza, Agustin. VI, 19, 38.
Berberíán, Eduardo Enrique. I, 135, 155, 156, 157, 178, 509. Bercaitz, Miguel A. VIII, 456. Berceo, Gonzalo de. III, 294. Berdichevsky, León. IX, 495. Berea, Francisco Antonio de. III, 378. Berenguer Carisomo, Arturo. Il, 88; III, 309, 312, 314; VI, 344, 345, 348; X, 129, 132, 135, 289. Beresford, William Carr. II, 377, 378; III, 396. Beretta, Eduardo. VIII, 60. Berg, Carlos. VI, 421; IX, 538. Berg. duque. Véase: Murat, Joaquín. Berg, Maxine. Vl, 171, 412. Bergadá, Mercedes. X, 58. Ber Gelbard, Iosé. IX, 235. Berger, Esteban. III, 349. Berger, Luis. III, 348. Berger, R. VIII, 506, 534. Bergier. 111, 265, 269. Bergson, Henri. vI, 425; x, 16,45.
Bergstein, Iorge. VII, 357. Berheim. X, 69. Berisso, Emilio. X, 129. Berístarayn, Iorge. X, 149. Berjman, Sonia. IV, 215, 216; VII, 205, 206, 230. Berlinsky, Iulio. IX, 104, ll2, 145.
Bermann, Gregorio. VII, 273. Bermejo, Antonio. IV, 532; V, 420; VI, 298; VII, 479; V111, 450, 451, 452; IX, 426, 433.
Bermejo Cabrero, José Luis. l, 323.
Bermúdez, Familia. II, 135. Bermúdez, Iorge. X, 203, 206, 220. Bermúdez, Iusto. IV, 290. Bermúdez de Castro, Iosé. II, 51, 55; 111, 414, 430.
Bermúdez Franco. VIII, 323.
Bernal, A.M. VI, 35. Bemal, Francisco. I, 471. Bemal, Pedro, Fray. II, 463; VI, 141.
Bernal de Mercado, Ana. III, 293.
Bernal de Mercado, Catalina. III, 293. Bemard, Claude. VI, 418; IX, S04, 505, 510, 525, 546. Bemard, Tomás Diego. VIII, 84, 86, 93.
Bemard, Gíldas. II, 248. Bernard Cohen, I. VI, 427. Bernard Shaw, George. X, 130. Bernárdez, Francisco Luis. VII, 38; VIII, 324; 1X, 337; X, 113, 1 14.
Bernardo, Santo. 111, 202. Bernareggi, Francisco. X, 220. Bernetti, Iorge Luis. VII, 466; IX, 454. Berni, Antonio. VII, 39; X, 204, 212, 215, 222, 225, 228. Berni y Catalá, Joseph. III, 264. Bernheim, Alejandro. IV, 430, 468. Bernheim, Emest. V1, 439. Bemheim, George. VI, 381. Bernhardt, Sarah. VI, 531. Bernstein, Eduardo. IV, S32; VII, 402, 405, 478. Berón, Mónica. I, 207.
Berón, Satumino. VI, 393. Berón de Estrada, Genaro. IV, 415, 416, 417; V, 245, 325. Berr, Henri. X, 69, 71. Berretta, Horacio. VII, 207. Berrío, Gaspar Miguel de. III, 69. Berro, Bernardo. TV, 463; V, 221.
Berrú, Antón. I, 426. Berruti, Alejandro. X, 129, 289. Bertani, Ernesto. X, 231. Berthelot, Pierre. VI, 425. Bertho Lavenir, Catherine. D(, 360.
Bertoli, Paolo. VIII, 359. Bertoni, Leandro. IX, 60. Bertoni, Lilia Ana. 1V, 105; V, 75.
Bertram Collip, Iames. IX, 507. Bertrán, Felipe. III, 226. Bertuzzi, María Laura. 1V, 216. Beruü, Juan Manuel. III, 126, 129; V, 14; V1, 209, 211, 213, 227.
Berutti, Arturo. IV, 39; Vl, 391, 394, 400; X, 254. Berutti, Pablo María. VI, 391, 394.
Berzocana, Juan de. III, 431. Bes, Daniel. 1X, 555. Besasso, Manuel. VII, 483. Besi, Ludovico. V, 327, 332.
Besio Moreno, Nicolás. II, lll, 125; 111, 396, 401.
Besson, Pablo. V, 354, 359, 360; V111, 365.
Best, Charles Herbert. IX, 505. Best, Félix. V, 239, 271. Best, Iorge. X, 150. Best, Martín. IV, 312. Best Maugard, Adolfo. X, 205. Bestene, I. VI, 109. Betanzos, Miguel. IV, 310.
Betbezé de Ducós, Francisco. II, 39, 41, 73, 87.
Bethancourt, Pedro de. III, 416. Bethell, Leslie. II, 121, 145, 178; IV, 130, 155, 247, 538; VI, 171, 256; IX, 145.
Béthencourt, Iean. I, 318, 319, 320, 353. Betti, Atilio. X, 131. Betts. Vl, 194. Bevans, Iames. IV, 190; V, 347. Bevans, María. VI, 354. Bevans, Santiago. IV, 199. Beveraggi Allende, Walter. IX, 148.
Beverina, Iuan. Il, 381; V, 272, 273. Biagini, Hugo Edgardo. V, 74, 400; VI, 306, 427; X, 64, 65, 107. Biagioni, Amelia. X, l 16. Bialet Massé, Iuan. IV, 166, l85;V, 66, 396, 397; 1X, 302; X, 16, 17.
Bianchedi, Remo. X, 231. Bianchi, Alfredo. VI, 51 l; X, 126, 167, 168. Bianchi, Mabel R. de. VII, 175. Bianchi, Susana. VII, 323, 466; Vlll, 75; 1X, 454. Bianchi di Carcano, Emilio. VIII, 355. Bianciotti, Héctor. X, 122. Bianco, Ernesto. X, 284. Bianco, Iosé. IV, 538; V11, 263; IX, 421, 501, 527; X, 121, 177, 189. Biasatti, Santo. IX, 388. Biasatti, Alfredo B. IX, 507, 510. 514, 528. Biassutli, R. l, 68. Bibar, Jerónimo de. I, 151, 157. Bibiloni, Eduardo. Vl, 347. Bibiloni, Iuan Antonio. V, 372;
Vlll, 404, 429, 452. 389
lNDICES GENERALES DE LA OBRA
Biblia. X, 264.
Bidart Campos, Germán I. V, 33, 44, 137, 139; Vll, 493. 507,509, 551; VIII, 86, 467, 468, 469; X, 29. Bidau, Eduardo. VI, 274. Bidegain, Carlos María. VII, 498, S51, 552. Bidegain, Pedro. VIll, 51. Bidondo, Emilio. X, 101. Biedma, Carlos M. IX, 433. Biedma, Iosé Iuan. I, 475; VI, 517.
Biedma, Iuan Martín. III, 277. Bielfeld. III, 265. Bielsa, Rafael. VIII, 85, 86, 405, 407, 410, 440; X, 32. Bíenteveo, Perico. VI, 321. Biernat, C. VII, 108. Bigatti, Alfredo. x, 20s, 211. Bignone, Reynaldo B. VII, 27, 383, 394, 395, 545; VIII, 126, 255, 258, 260, 261, 262, 357. Bignozzi, Iuana. X, 116. Bilardo, Carlos Salvador. IX, 312. Bilbao, Francisco. V, 369; VI, 497, 502, 510, 520. Bilbao, Manuel. Il, 88; VI, 499, 500, 532, 533. Bilbao, Santiago Alberto. VII, 173; IX, 302. Bill, Max. X, 217. Binayán Carmona, Narciso. II, 123, 179; V, 43; VIII, 375. 386, 577; X, 152. Biondi, Pepe. X, 265. Bioy Casares, Adolfo. VI, 248, 253, 255; VII, 38; VIII, 466; X, 120, 121, 133, 134, 143. 177, 184, 263, 266. Biradén, Federico. X, 154. Bird, I. I, 255. Bird, Iunius. I, 233, 246. Bird, Richard E. VIII, 165. Birkhoff, George D. IX, 549. Birocco, Carlos M. II, 181. Birrí, Fernando. X, 264, 270. Bisang, Roberto. IX, 145, 584. Biscay, Acarette du. II, 47, 95,
98, ll0.
Bischoff, Efraim. V, 310; VI, 513, 532; VII, 296; IX, 302, 303; X, 101.
Bishko, ChJ. l, 323. Bishop, Patrick. VIII, 299. Bisio, Carlos S. V, 359.
390
Bistúe, Noemí del Carmen. II, 146; III, 162.
Bixio, Beatriz. l, 157, 158. Bjerg, María. III, 103; IV, 105, l06;VI, 125, 126, 127; VII, 108, 140. Blaísten, Isidoro. X, 124. Blanc, Louis. V, 458. Blancas, Alberto. V, 340. Blanche Dosne, Christiane. IX, 530. Blanco, Angel. VII, 240. Blanco, Ernesto. IX, 320. Blanco, Eugenio I. VIII, 512. Blanco, Eusebio. IV, 204. Blanco, Iosé María. II, 430; V, 31 l.
Blanco Amores de Pagella, Angela. III, 312; X, 135. Blanco Escalada. IV, 332. Blanco Fombona, Rufino. X, 77. Blanco White, Iosé María. IV, 243, 244, 247; VI, 461. Blackstone. V, 38. Blanes, Iuan Manuel. VI, 361, 371, 384. Blanqui. II, 57, 58, 66. Blanstein, Eduardo. IX, 361. Blaquier, Iuan. IX, 541, 542. Blas, Santo. III, 291. Blasco Ibáñez, Vicente. IV, 197; VI, 239, 423, 509, 530. Blassets, Lluis. IX, 390. Blaszko, Martín. X, 218. Blaustein, Eduardo. VII, 399. Blet, Luis. III, 417. Bleumstein, Juan. Vl, 143. Bliss, Horacio W. V, 521, 526; VI, 38, 144; IX, 32; X, 85, 101.
Blixen, S. VII, 469. Bloch, Marc. VII, 138; X, 87. Blomberg, Héctor P. Vl, 345. Blondel, LM. IV, 118; VI, 144; X, 49, 53. Bo, Armando. X, 265, 270. Boabdil. Véase: Abu Abd Allah Muhammad. Bobone, FJ. IX, 544. Bocayuva, Quintino. V, 224. Boccanera, Iorge. X, 116. Bodenbender, Guillermo. VI, 410. Bodman. VIII, 164.
Boedo. X, ll3, l2l. Boero, Alejandra. X, 287. Boero, Felipe. X, 242, 243, 253. Boero de Izeta, Carlota. X, 253. Boeuf, Francisco. IX, 541. Boffi Boggero, Luis M. VII, 509; VIII, 461, 462, 464, 467, 468. 469.
Bogado, Félix. IV, 346. Boghossián, Vartán Waldir. VIll, 383. Bohm. II, 342. Bohorquez, Pedro. I, 281; II, 96; lII, 433. Boivin, Mauricio. Vll, 176. Boj, Silveiro. X, 122. Bolaños, Hevia. II, 236, 288, 289. Bolaños, Luis de, Fray. II, 26, 435, 436, 437, 466; III, 158.
Bolatti, Guillermo. VllI, 348. Bold, Adolfo de. IX, 531, 532. Boleda, Mario. II, 96, 122, 123, 124.
Bolívar, Simón. IV, 335, 343, 344, 345, 371; V, 21, Sl, 184. 204. Bolle, Erica. I, 156, 157. Bollini, Carlos. IX, 555. Bolsi, Alfredo. l, 62, 63; II, 119, 126, 467. Boltzmann, Ludwig. IX, S38. Bolzán, Iuan E. X, 60. Boman, Eric. I, 94, 107, 179; VI, 561. Bonacina, Pedro. VI, 415. Bonafini, Hebe de. VII, 399. Bonald, Louis Gabriel Ambroise, vizconde de. V, 29. Bonamín, Victorio. VIII, 348, 351. Bonome, Rodrigo. X, 221. Bonano, Luis Marcos. VIII, 41. Bonaparte, losé. Véase: Iosé I Bonaparte, Rey de España. Bonaparte, Napoleón. Véase: Napoleon I Bonaparte, Rey de Francia. Bonasso, Miguel. VII, 358, 396, 397. Bonastre, Manuel. VII, 277. Bonaudo, Marta. IV, 131; VI, 63, 98, 125. Bonavena, Pablo. VII, 359. Bonavía, Bernardo. III, 436. 437. Bonavía, D. l, 284. Boneo, Iuan Agustín. V, 284, 287, 296. Boneo, Martín León. II, 82, 84; III, 113; VI, 362, 372. Bonet, Antonio. VII, 193, 194,
Bonet, Carmelo. X, 126. Bonet, Osvaldo. X, 284. Bonfiglio, Mario, Fray. V, 297. Bonifacio, Santo. III, 120.
ÍNDICE DE NOMBRES
Bonifacio VIII, Papa. II, 406. Bonilla, Heraclio. III, 49. Bonnat, León. VI, 369, 372. Bonofiglío, Marta. I, 156. Bonoli, Felipe. VII, 187. Bonomini, Angel. X, 124. Bononi, Iosé L. VIII, 323. Bonpland, Amado. IV, 439; VI, 403. Bonura, Elena. III, 29. Bonvecchi, Alejandro. X, 270. Bonvecchi, Carlos E. IX, 115. Boote, Samuel. IV, 210; V, 459, VI, 294, 359. Booz, Mateo. X, 119, 156. Boqui, Iosé. III, 361, 362, 367. Borbón, duque de. I, 319. Borda, Guillermo. VIII, 238, 405, 430, 442; IX, 485. Bordabehere, Enzo. VII, 281, 416, 476, 533. Bordaberry, Iuan María. VII, 376.
Bordas, Gerardo. III, 437. Bordelois, Ivonne. X, 129. Bordeu, Iuan Manuel. IX, 324. Bordo, M. V, 505. Bordone, Benedetto. I, 327. Borel, Emil. IX, 542. Borello, Rodolfo. III, 312; VI, 345, 346, 347, 348; X, 134, 160.
Bores, Tato. X, 282. Borgatello. V, 301. Borges, Graciela. X, 264. Borges, Iorge Luis. VI, 330, 348, 548; VII, 38, 275, 387; VIII, 323; IX. 271, 272, 284, 293, 302, 337,
338; X, lll, ll2, 113, 114, 117, 120, l2l, 123, 127, 133, 134, 135, 143, 144, 146, 170, 177, 184, 187, 264, 266, 285. Borges, Iuan Francisco. IV, 362. Borges, M. IV, 105. Borges, Norah. VIII, 323; X, 208
Borges, Pedro. l, 392, 413, 429, 430, 466, 468. Borget, Auguste. VI, 217. Borja, Francisco de, Santo. III, 157.
Borja Correa, Francisco de. II, 386, 409; III, 442; VI, 478. Borlenghi, Angel. VII, 281; VIII, 64, 454; lX, 222. Bórmida, Marcelo. I, 79, 80, 206, 230, 231; Vll, 175, 176. Born, Iorge. IX, 194, 21 l. Boroa, Diego de. III, 199, 200, 213, 218, 272.
Borón, Atilio. X, 34. Bororquia, Cornelia. VI, 317. Borrás, Iosé. III, 266. Borrero, Luis. I, 256; VII, 177. Borrini, Héctor. VIII, 74. Borroni, Otelo. VII, 323. Borruat de Bun, Marta. VII, 175.
Bortnik, Ruben. VII, 508. Borzani, Carlos A. VII, 274. Bosca, R. VII, 466. Bosch, Beatriz. IV, 423, 425, 426, 432, 435, 480, 543; V, 44, 207, 480, 505; VI, 62, S12; X, 95, 102, 104. Bosch, Ernesto. V, 215; VII, 270; VIII, 102. Bosch, Familia. IV, 194. Bosch, Iorge Tristán. V, 101; VIII, 468; X, 60. Bosch, Mariano G. VI, 345, 400. Bosch, Roberto. VII, 275. Bosch Gimpera, P. I, 284. Boschin, María Teresa. I, 231; II, 206. Bosco, Iorge Eduardo. VI, 487; X, 115. Bosco, Iuan. V, 299; IX, 441. Bosco, María Angélica. X, 123. Bose, Emil. IX, 539. Bosetti, Oscar. X, 270. Bosse, Walter B.L. IV, 507; VI, 201. Bossio, Iorge A. III, 130; IX, 302. Bóssola, Ernesto. IX, 320. Bossuet, Iacques Bénigne. III, 242; V, 26. Bosworth, C. E. VIII, 387. Botana, Natalio. VII, 269 Botana, Natalio Félix. VI, 508; IX, 336, 340, 343, 361; X, 132, 2l2. Botana, Natalio R. IV, 507, 508, 538, 539; V, 44, 47, 73, 138, 167, 462, 537; VI, 450; VII, 357, 398, 431, 467, 470, 498, 509, S52; VIII, 79; IX, 584; X, 33, 34, 96. Botet, Iulio. IX, 463. Bottaro, Iosé María. VIII, 304. Bottaro, Raúl H. X, 160. Bou, Marilú. X, 107. Bouchard, Hipólito. IV, 287, 297. Boudier, Jacobo. IV, 189. Boudón, Raymond. VII, 140. Bougainville, Luis Antonio de. II, 40, 339.
Bouguereau, William. VI, 369, 374.
Bouillet, M.N. VI, 558. Bourdelle, Emile. VI, 237, 370, 377.
Bourget, Paul. VI, 425. Bourgoing, Iean-Francois. IV, 224.
Boutier, lean Claude. IX, 328. Bouttats, Gaspar. III, 315. Bouvard, Joseph. IV, 195, 200, 208; VI, 426; VII, 180, 181, 205.
Bouysee Cassagne, I. I, 280, 284. Bovadilla, Jerónimo. Véase: Castillo de Bovadilla, Jerónimo. Bove, Giacomo. VI, 415. Boveris, Alberto A. IX, 532. Bowley. VIII, s04. Bowser, Frederick. II, 178. Boy], Bernardo, Fray. II, 385. Boyle, S.C. VII, 140. Bozzoli. VIII, 355. Brabazón, Ionh. VI, 61, 62. Brachetto Brian, Domingo. DK, 515.
Bracht. IX, 194. Brackenridge, E.M. VI, 209. Braco, Fernando, Fray. III, 389. Braden, Spruille. VII, 305, 446; VIII, 107, 118; IX, 346. Bradford Cannon, Walter. IX, 510.
Brading, David. III, 31. Braganza, Bárbara de. II, 329, 33 l, 336. Braganza, Familia. I, 363. Braganza, Iuan de. V, 195. Bragoni, Beatriz. VI, 202. Brailovsky, Antonio. VII, 231, 471.
Brambilla, Fernando. II, 329, 339; III, 83. Branca, Fernando. VIII, 261. Brandon, L.E. V, 351. Brandsen, Federico. IV, 339; V, 240.
Brannon, R. IX, 31. Brasanelli. III, 349. Braslavsky, Cecilia. IX, 454, 497. Brassey, Thomás. VI, 194. Braudel, Ferdinard. I, 453; IV, 31 l.
Braudel, Fernand. X, 87, 88. Braum, George. I, 331, 355. Braun, Clara. VII, 206. Braun, Oscar. VIII, 516, 517,
520. 391
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Braun, Rafael. VII, 357, 374, 398, 399, 400, 470, 509; X, 34. Braun Menéndez, Armando. I, 349; X, 149, 157.
Braun Menéndez, Eduardo. IX, 512, 513, 515, 517, 519, 520, 521, 528, 553. Brauner Rodgers, Susana. VIII, 399.
Braunstein, I. I, 284. Bravard, Augusto. IV, 439. Bravo, Antonio. X, 220. Bravo, Augusto M. IX, 32. Bravo, Domingo. Vl, 561. Bravo, Gaspar. IV, 414. Bravo, María del Carmen. IX, 33.
Bravo, Mario. Vl, 524; VII, 273, 277, 292, 403, 476, 483; IX. 401. Bravo Dávila y Cartagena, Juan. lll, 443. Bravo Lira, Bernardino. Il, 220, 248, 249, 250; lll, 244; V, 437; VIIl, 442. Brayer, Miguel. IV, 329. Brecht, Bertolt. X, 130. Breda, Emilio. V, 308. Bredeston,. Guillermo. X, 288. Bréhier, Emile. X, 49. Brennan, James P. VII, 356, 357; IX, 242. Brenner, Fernando. X, 270. Brentano, Franz. X, 45. Bresanelli. II, 58. Bresci, Domingo. VII, 360. Bresciani-Turroni, C. VIII, 574. Bretes, Juan. IX, S43. Brezzo, Liliana M. VIII, 118. Bridges, E. Lucas. 276, 277, 257; IV, 180, 187; VII, 166, 177.
392
Bridges, Familia. VII, 166. Bridges, Thomas. I, 256; V, 351, 359. Brie, Luis H. V, 357. Brigham, Iohn. V, 347. Brimó, Albert. X, 59, 65. Brinolo, Manuel. IX, 268. Briones de Lanata, Claudia. I, 257; VII, 175, 177, Bríscoe, Benny. IX, 328. Brito, Luis de. l, 363. Brito Lima, Alberto. VII, 378. Britos, Iuan I. (h). VIII, 501. Brizuela, Pedro Nicolás de. II, 63, 173. Brizuela, Tomás. IV, 412, 413, 414, 416; V, 187.
Brizzi, Ary. X, 228. Brizzolara, Luigi. Vl, 370. Broca, Paúl. VI, 419.
Brocato, Carlos Alberto. X, l9l. Brochero, Iosé Gabriel. V, 303, 310.
Brodersohn, Mario. IX, 112. Broggi, Hugo. VIIl, 500, 501. 503, 506. Broide, Iulio. Vl, 62; VIII, 513. Broitman, Ana. X, 27l. Bronner, Stephen Eric. X, 39. Bronzini, Teodoro. VIII, 87. Brooke Naylor, Guillermo. IX, 316.
Brougham, Henry. V, 180. Brouwr, Desclee de. VIII, 328. Brown, David. VIII, 299. Brown, Guillermo. IV, 19, 292, 293, 294, 295, 296, 379, 420; V, 190, 196, 241, 242, 246, 348, 349; Vl, 313, 377. Brown, Iohnathan. III, 99; IV, 131; VI, l7l. Brown, Jorge. IX, 308. Brown, Robert T. IX, 184. Bruce, William I. VIII, 164, 165. Bruch, Carlos. I, 28; IX, 543. Bruchman, Carlos A. VII, 277. Bruera, Ricardo P. IX, 450. Brughetti, Faustino. VI, 375, 376.
Brughetti, Romualdo. VI, 383; X, 127, 221, 233, 236. Brunelli, Feliciano. IX, 263. Brunet, Iosé, Fray. II, 430; lll, 278; V, 310.
Brunetiere, Ferdinard. VI, 425. Bruni, Francisco. V, 327. Bruniard, Enrique Danilo. l, 39, 62, 63, 509; IX, 34. Bruno, Cayetano. Il, 45, 122, 139, 145, 154, 179, 180, 350, 414, 429, 431, 466; Ill, 400, 441; V, 299, 301, 309, 310. 3l l, 342; VIIl, 333. Bryan, Alan. I, 206, 230. Bryce, Iames. IV, 145, 157; V, 72 Brzujousky, Clemente. VIII, 381. Buasso, Iuan A. VIII, 254. Buber, Martin. X, 56.
Bucareli y Ursúa, Francisco de Paula. Il, 341, 368, 460, 461, 462, 463; lll, 215, 249, 377. 384, 430; IV, 205, 256. Bucci, Domingo. IX, 320. Buch, Esteban. IV, 269.
Buch, Tomás. IX, 559, 584, 585. Buchbinder, Pablo. Vl, 450; IX, 493. Buchrucker, Cristian. VII, 297, 322, 431, 466, 467, 468; X, 96. Bucích Escobar, Ismael. IV, 507; V, 138.
Buclde, Henry T. V, 52. Bueno Mendoza, Alberto. l, 80. Bufano, Alfredo. VIIl, 324; X, l 12.
Buffa, Iosefa. II, 206. Bufión, conde de. Véase: Leclerc, George Louis.
Buira, Demetrio. VIII, 58, 60. Buitrago, Guillermo. VIII, 323. Bujalesky, G. l, 229. Bulgheroni, Raúl. IX, 303. Bull, Charles. V, 351. Bullón de Mendoza, Alfonso. IV, 313.
Bullrich, Eduardo I. X, 157. Bullrich, Rafael Augusto. IX, 522. Bullrich, Silvina. X, 121, 144. Bulnes, Alfonso. IV, 480. Bulnes-Thomas, Víctor. VI, 17 l . Bulygin, Eugenio. X, 59. Bunge, Alejandro E. VI, 168, 201; VII, 130, 139, 139; VIII, 500, 502, 503, 504, 505, 506, 508, 509, 510, 513, 515, S22; IX, 16, 67, 68, 73, 82, 89, 112. 146, 178, 182, 194, 211. 421. 427, 433, 454, 583; X, 17. Bunge, Augusto. IV, 534; V. 66; VI, 424; VII, 273. Bunge, Carlos Octavio. V, 71, 373, 401, 407, 434, 437; VI, 297, 306, 339, 424; VIII, 405, 406, 413, 414, 422, 443, 446. 467; IX, 421; X, 23, 42. Bunge, Ernesto. VIII, 474. Bunge. Mario. IX, 549, 555; X, 60, 122. Bunge de Gálvez, Delfina. VIII, 324. Bunldey, Allison Williams. IV, 508
Buntig, Aldo. VIII, 335. Buonocore, Domingo. VI, 532; X,.l55, 160, 162, 163. Burdeau, Georges. X, 33. Burden, Rodney A. VIII, 299. Buren de Sanguinetti, Luisa. III, 400. Burger, L. l, 284. Burgin, Miron. V, 462, 477, 505, 525; Vl, 38, 200; X, 91.
ÍNDICE DE NOMBRES
Burgoa, Avelino. IV, 460. Burgos, Fausto. VIII, 324. Burgos, Iuan Martín. IV, 199, 216. Burgos, Otto. IX, 489. Burgués, Francisco. III, 385. Burguiere, André. II, 135. Burke, Edmund. V, 28. Burkholder, Mark. IV, 247. Burleigh, Henry. V, 351.
Burmeister, Carlos Germán Conrado. IV, 40, IV, 439, 451, 495; VI, 225, 228, 361, 409. 410, 414, 420, 416, 418, 420, 42l, 423, 506, 525, 528. Burucúa, José Emilio. III, 365, 367; X, 232, 234.
Burundarena, Carlos. IX, 492. Burzio, Humberto F. III, 48, 49,
Bustos Dávila, Nicolás. Vl, 274. Bustos Domecq, H. Véase: Bioy Casares, Adolfo.
Bustos Fierro, Raúl. VII, 353, 483, 489, 508. Bustos y Ferreyra, Zenón. V, 284, 340. Buteler, Alfonso María. VIII, 348.
Butler, Guillermo, Fray. VIII, 323.
Busaniche, Hernán. II, 88. Busaniche, Iosé C. IX, 493. Busaniche, José Luis. Il, 349; V, 104, 198; VI, 62, 181, 227, 228, 488; X, 76. Buschenthal, Iosé de. IV, 443; V, 200, 479. Buschiazzo, Iuan Antonio. IV, 194.
Buschiazzo, Mario I. II, 82, 85, 86.
Busembaum, Hermann. III, 262, 264. Busnelli, Antonio. X, 150. Busser, Carlos. VIII, 259.
Bussi, Antonio Domingo. VIII, 35, 252, 258. Bustamante, Iosé Luis. IV, 451. Bustamante, Iosé María. V, 292. Bustamante Carlos Inca, Calixto. Véase: Concolorcorvo. Bustillo, Alejandro. VII, 185, 221. Bustillo, Exequiel. VII, 185, 187, 231. Bustillo, Iosé María. V, 265. Bustos. V, 467, 510, 514. Bustos, Domingo. III, 375. Bustos, Eugenio. IV, 441. Bustos, Familia. II, 173. Bustos, Francisco Ignacio. V, 204. Bustos, Iuan. I, 432. Bustos, Iuan Bautista. IV, 308, 309, 343, 363, 364, 365, 366, 369, 372, 373, 375, 376, 378. 380, 381, 387; V, 25; Vl, 480. Bustos, Miguel Angel. X. 116.
414.
Cabrera, Alonso de. I, 381; Il, 421. Cabrera, Angel L. l, 62, 63; IX, 557.
Butler, Horacio. VII, 38; X, 210. Butrón. III, 268. Buttaro, Enrique. Vl, 338. Butty, Enrique. IX, 508. Buxareo Uribe, Félix. X, 146. Byron, Iohn. II, 40, 340; VI, 520.
C
420; IV, 313; V, 271; VIII, 21 l.
Cabral, Iuan Bautista. IV, 290. Cabral, Pedro Alvares. I, 32, 355, 356, 357, 358. Cabral Texo, Jorge. V, 388, 402. Cabred. VII, 186. Cabrer, José María. lI, 59; lll,
Caamaño, Joaquín. II, 468. Caamaño, Roberto. X, 253. Caballería, Pedro de la. l, 306. Caballero, A. IX, 184. Caballero, Roberto. VII, 358. 396, 397. Caballero Martín, Angel. VI, 306. Cabanel, Alexandre. VI, 369. Cabanillas, Tránsito. V, 292. Cabanis, Pierre Iean Georges. V, 25; Vl, 464; X, 62.
Cabarrús, Francisco, conde de. IV, 224.
Cabello, Francisco Antonio. III, 25 l.
Cabello Balboa. Miguel. l, 107. Cabello y Mesa, Francisco Antonio. Ill, 233, 236, 304, 312, 319, 320, 321, 322, 323. 327, 330, 331. Cabeza de Vaca, Alvar Núñez. I, 34, 342, 369, 382, 383, 384, 385, 386, 388, 397, 398, 427: lII, 284, 285, 286, 290, 291, 31 l, 426. Cabeza Enríquez. lll, 269. Cabodi, Iuan Iorge. II, 87. Cabot, Iuan Manuel. IV, 322, 323. Caboto, Sebastián. I, 32, 130, 346. 348, 371, 372, 373, 374, 375. 378, 391, 408, 414, 416, 419; lll, 237, 405, 409, 415; Vl, 335.
Cabral, Antonio. IV, 382. Cabral, Antonio, Fray. III, 389. Cabral, Blas, Fray. lII, 390. Cabral, Humberto. VII, 275.
Cabrera, Familia. I, 442, 444. Cabrera, Félix. IIl, 148. Cabrera, Francisco. Ill, 335. Cabrera, Gustavo. X, 270. Cabrera, Hilario. III, 335. Cabrera, Ierónimo Luis de. I, 150, 152, 42l, 422, 424,425. 431, 434, 440, 441, 443, 445. 448, 451, 456, 459, 461, 466; ll, 24, 93, 156, 299, 301; lll, 216, 374, 381, 429, 431, 433. Cabrera, Iosé de. III, 435. Cabrera, Miguel. lII, 339. Cabrera, Pablo. I, 157, 407, 443, 504; II, 414; III,l60, 271, 277, 292, 294, 312, 401; V, 310; VL 488; X, 75.
Cabrera, Pedro Luis de. I, 467, 472; Ill, 133. Cabrera, Tomás. II, 36; Ill, 202, 335, 339, 366, 338. Cabrera Infante, Guillermo. X, 123.
Cabrera y Salta, Gerónimo Luis de. Véase Cabrera, Jerónimo Luis de.
Cabreros de Anta, Marcelino. ll, 407, 414. Cabrillana, N. I, 323. Caccianiga, Paolo. VI, 351, 362. Cacciatore, Julio. VII, 206. Cáceres, Diego de. I, 316. Cáceres, Felipe de. l, 383, 401, 408, 423, 424; lII, 426. Cáceres, Luis. V, 370; Vl, 497. Cáceres, Manuel. VII, 248. Cáceres Cano, Severo G. V, 521, 526.
Cáceres Freyre, Julián. III, 131; X, 161. Cachul, cacique. IV, 171, 172. Cacopardo, Fernando. IV, 158, 216; Vl, 256. Cadena de Ressling, María Teresa. l, 475; IX, 424. Cadícamo, Enrique. X, 117. Cady, Iohn F. V. 207. Caeiro, Oscar. lll, 312.
393
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Cafferata, Agustín. VII, 23 l. Cafferata, Francisco. VI, 377, 378.
Caferatta, Iuan F. VIII, 331; IX, Cafferata, Iuan M. V, 307. Cafferata Nores, lose. VII, 179. l80. Cafiero, Antonio. VII, 353; IX, 236.
Cafiero, Mercedes. VII, 358. Caggiano, Antonio. II, 466; VIII, 317, 338, 341, 343, 344, 350, 351. Caggiano, María A. l, 131. Cagigas, Antonio de las. III, 396.
Cagliero, Iuan. V, 299, 300, 309, 339. .
Cahen Salaberry, Enrique. X, 265
Caillavet, Chantal. Il, 122, 150, 179.
Caillet-Bois, Julio. III, 285, 289, 291, 306, 308, 309, 310, 330. Caillet-Bois, Ricardo R. I, 349; ll, 350, 381; lll, 161, 278, 279; lV, 312, 507; V, 21, 207, 234; VI, 36, 486; X, 84, 104. Caillet-Bois, Teodoro. IV,3 l 2; V, 272.
Caimari, Lila M. VII, 299, 323, 466, 470, 555; VIII, 334, 471, 494; lX, 454. Cairo, Humberto. X, 255. Cajías, M. I, 107. Calandra, Horacio. I, 178, 205. Calandrelli, Matías. VI, 415. Calandria, Justo. VI, 321. Calatayud. III, 262. Calcagno. X, 267. Calchaquí, Iuan. I, 95, 281, 433. Calchaquí, Pablo. I, 281. Calciopi, Ricardo. IX, 454. Caldcleugh, Alexander. VI, 228. Caldenius, C. I, 210, 229. Calderón, Mariana. II, 106. Calderón, Mencia. I, 397, 399, 441. Calderón de la Barca. II, 245; Ill, 292. Calderón Trejo, Eligia. III, 365. Calés, Mario. VI, 62. Cali, Américo. X, 115. Califano, Mario. VII, 168, 169, 171, 173.
394
Calistro, Mariano. X, 269. Calixto III, Papa. I, 333. Calle, Lisandro’. VI, 478.
Calleja Sandoval, Iuan Antonio. VI, 357. Callejas, Iuan Antonio. III, 361. Callfucurá, cacique. IV, 56, 172, 173, 174, 176; V, 249. Caloni, Vicente, Fray. V, 31 l.
Calou, Iuan Pedro. X, 112. Calvetti, Iorge. X, ll5. Calvez, lean-Yves. VII, 400. Calvino, Iuan. V, 65. Calvo, Carlos. V, 339, 340. Calvo, Luis María. I, 445, 475, 509; II, ll0, 112, 125; III, 162.
Calvo, Nicolás. V, 120; VI, 496. Calzada, Rafael. Vl, 505, 509. Calzadilla, Santiago. IV, 95; VI, 363, 400, 533. Calzato, Walter. l, 207. Camacho. III, 138, 144. Camacho, Horacio. VI, 427. Camaña, Iuan. VI, 362, 367.
Camaño, Ioaquín. III, 297, 405. Cámara, Alonso de. I, 432, 472. Cámara, Héctor. V, 402. Cámara, Isabel de la. III, 137. Cámara, Lorenza de. III, 382. Camargo, Francisco de. l, 346. Camargo, Hernando. III, 336. Camargo, Vicente. IV, 310. Cambá, cacique. IV, 165. Cambaceres, Antonio. Vl, 134, 142.
Cambaceres, Eugenio. IV, 95; V, 37, 304 , VI, 335, 347; X, ll7. Cambas, Aníbal. VIII, 74.
Cambours Ocampo, Arturo. IX, 342; X, . Cameron, Rondo. V, S05; IX, l 19.
Camilión, Oscar. VII, 353, 400; VIII, 141, 258. Camiña, Alfredo. X, 258. Campa, Iuan de la. VII, 267; IX, 428.
Campanella, Hebe Noemí. VI, 533.
Campanella, Tomás de. II, 447. Campbell, Ieanette. IX, 306. Campero. IV, 183. Campero, Familia. II, 66. Campero, Iuan Manuel. III, 241, 338, 435. Campero, Miguel M. VII, 277, 283.
Campi, Daniel. V, 168; VI, 99, 125, 165, 228; IX, 32. Campillo, Iuan del. IV, 434, 436; V, 201, 330, 331; VIII, 84, 85.
Campins, Graciela. VI, S62. Campo, Cupertino del. X, 202, 204.
Campo, Estanislao del. V, 251; Vl, 315, 321, 329, 345, 520, 537, 559; X, 156. Campo, Hugo del. VII, 322; IX, 242.
Campo, Nicolás del. II, 244, 267, 272, 273; III, lll, 267, 279, 351, 388, 438. Campo Jaramillo, Iuan de. III, 442. Campobassi, José S. IV, 507, 508; Vl, 306; IX, 421; X, 95. Campodónico, Horacio. X, 269. Campomanes, conde de. Véase: Rodríguez, Pedro. Camponeschi, Angel María. II, 175, 424; III, ll0, 156, 351, 352, 365. Cámpora, Héctor I. VII, 25, 248, 249, 369, 371, 374, 375. 376, 378, 381, 453, 469, 517. 519, 525, 531; VIII, 26, 123, 131,132, 142, 143, 241, 247, 249, 350; IX, 102, 235, 236, 356. Campos, Julio. V, 263. Campos, Luis María. IV, 467, 468; V, 263, 268. Campos, Presentació. I, 408. Campos Salles, Manuel Ferraz de. VI, 532. Campoy, Luis. IX, 33. Camps, Ramón. VIII, 255. Camus, Albert. X, 123. Canabrava, Alice Pfiffer de. III, 54, 99. Canal Feijoo, Bernardo. Vl, S60; X, 128, 130. Canale, Nicolás. IV, 194, 199. Canales y Quinteros, Gregoria. III, 381. Canals Frau, Damián. IX, 550. Canals Frau, Salvador. I, 28, 177, 178, 180, 261, 408; Ill, 420; IV, 185; VI, 561. Canaro, Francisco. IX, 263. Canasi, Iosé. VII, 490. Cancela, Arturo. IX, 433; X, 119.
Cancino Troncoso, Hugo. VI, 450. Canclini, Agustina V. de. VIII, 374.
Canclini, Arnaldo. V, 345, 358, 359, 360, 537; VIII, 75, 363, 373. 494.
ÍNDICE DE NOMBRES
Canclini, Santiago. V, 359; VIII, 371. 372, 374. Candioti, Marcial R. VII, 210; IX, 527. Cané, Luis. X, 114. Cané, Miguel. IV, 38, 146, 185, 477, 480, 525, S36, 539; V, 45, 60, 114, 124, 132, 133, 397. 456; VI, 162, 252, 317, 318, 322, 323, 331, 332, 338, 380, 381, 413, 473, 510, 519; VIII, 470; X, 126, 156. Canedo, Alfredo. VI, 348; VII, 43 l.
Canedo, Mariana. II, 126, 180; III, 101. Cánepa, Familia. IV, 191. Canevari, Marcelo. VlI, 231. Cangiano, María Cecilia. X, 110.
Canitrot, A. X, 30. Cannadine, David. VI, 171. Canning, George. V, 181, 182, 196.
Cano, Alonso. III, 337. Cano, Guillermo. VII, 282. Cano de Nogueira, M.C. VI, 126.
Cánovas del Castillo, Antonio. II, 352, 359, 380. Canter, Iuan. III, 329; IV, 377; VI, 486; X, 149. Canterac, Iosé de. IV, 340, 342. Cantillana. II, 465. Cantilo, José María. VI, S09; VII, 95, 275, 286, 288; VIII, 104, 109.
Cantilo, Iuan I. VIII, 487. Cantini, Iosé Luis. IX, 446, 497. Canto, Estela. X, 122. Cantón, Darío. IV, S39; VII, 142, 264, 294, 295, 470, 550, 552; VIII, 209; X, 29, 33. Cantón, Eliseo. III, 421; VI, 274. Cantoni, Aldo. VII, 253, 254. Cantoni, Federico. VII, 248, 254, 255, 259, 264, 274, 282; VIII, 15, 16, 18, 22, 41; IX, 18, 33.
Cañas, Carlos. X, 224. Cañedo-Argüelles Fábrega, Teresa. l, 444. Cañete, Francisco. II, 82, 83. Cañete, Pedro Vicente. III, 225, 243.
Cao, Claudia B. IX, 454. Cao, Iosé María. V, 69; VI, 438, 504, 505; VIIl, 365. Capanema, barón de. V, 224.
Caparrós, Martín. VII, 358, 360, 397, 469. Capdevielle, Fernando. IX, 515. Capdevila, Alberto. V, 268. Capdevila, Arturo. VI, 343; VII, 263; X. 112. Capdevila, Iosé A. III, 394, 417. Capdevila, Pedro. VI, 34. Capdevila, Ricardo. VIII, 177. Capelli, Darío. X, 270.
Capellini, Iesús Orlando. VIII, Capellini, Mercedes. VIII, 470. Capilla de Castellanos, A. VI, 38.
Capitán Chiquito, cacique. IV, 177
Capitanelli, Ricardo. I, 62, 63. Caponetto, Antonio. VII, 297. Capote, Truman. IX, 352. Capracia, Santo. III, 269. Caprile, Familia. VI; 183. Capristo, Oscar. X, 227. Caputo, Dante. X, 29, 30. Caputo de Astelarra, Sara. VIII, 1 l7.
Caputto, Ranwel. IX, 516, 520, 529, 532. Carabajal, Zoilo. X, 277. Caraballo, Gustavo. X, 256. Caraballo, Liliana. VII, 358. Caracciolo, marqués de. III, 265.
Caraduje, Antonio. X, 217. Caraffa, Belisario. IX, 468. Caraffa, Emilio. VI, 352, 360; X, 219.
Caramuel, Iuan. II, 58; III, 262. Caramuru, Rey. Véase: Correja, Diego Alvares. Carassa, Ramón de. III, 436. Caratini, Alicia. VII, 173. Caravatti. IV, 191. Carballito. IX, 292. Carballo, Aída. X, 156. Carballo, Pablo Marcos. VIII, 299.
Carbia, Rómulo D. ll, 414; III, l6l, 222, 400; V, 73, 310, 343; VI, 339, 446, 448, 449; X, 68, 69, 70, 74, 105, 216. Carbó, Alejandro. VI, 299. Carbone, Alberto. VIII, 347. Carbone, Oscar E. X, 149. Carbone, Rodolfo. VIIl, 335. Carbonell de Masy, Rafael. II, 467.
Carbonnier, Francois Casimir. IV, 259.
Carcagno, Iorge Raúl. VII, 376, 377, 378; VIII, 248, 250, 254.
Cárcamo, Celes Ernesto. IX, 516.
Cárcano, Miguel Angel. II, 381; IV, S39; V, 206; VI, 63, 104, 124, 126; VII, 263, 275, 280, 285. Cárcamo, Ramón I. IV, 207, 425,
451, 514, 520; V, 55, lll, 140, 207; VI, 200; VIII, 13,41; IX, l7, 403, 467, 494. Cárcova, Ernesto de la. VI, 367, 373, 374, 382, 521. Cárdenas, Baltasar. IV, 302. Cárdenas, Bernardino de. II, 156, 449, 454, 455, 460. Cárdenas, Eduardo. V, 75, 401; VII, 43 l. Cárdenas, Francisco de. I, 388; V, 322.
Cárdenas, G. VII, 469. Cardero, Iosé. Il, 321. Cardich, Augusto. I, 79, 80, 209, 217, 230, 231, 284, 509. Cardich, L. I, 230. Cardiel, José. l, 203; II, 71; III, 245, 269, 274, 279, 405, 410, 41 l. Cardiff, Iuan. V, 308. Cardini, Carlos Eugenio. IX, S15, 516. Cardini, Eugenio. VI, 532; X, 255. Cardini, Franco. l, 321. Cardón, Raúl Luis. IX, 524, 531. Cardone, Edgardo. VIII, 244. Cardoso, Cesáreo. VIII, 269. Cardoso, Oscar R. VIII, 144, 298. Cardozo, Efraim. I, 408; Il, 349; III, 160; V, 234. Cardozo, Fernando Enrique. X, 18
Cardozo, Oscar. VII, 400. Cardozo Pardo, Iuan. Ill, 375, 376. Carella, Tulio. VI, 345; X, 290.
Caretta de Gauffin, Gabriela. ll, 180.
Carey, Iohn M. VII, 553. Carey, Robert. V, 38, 456. Carilla, Emilio. Ill, 310, 312; VI, 346, 348; X, 128, 160. Caripán, cacique. Il, 78. Carlés, Manuel. VIII, 181. Carlino, Carlos. X, 130. Carlo, Nicolás de. V, 307. Carlomagno. III, 274. Carlos, archiduque de Austria. ll, 323, 324.
395
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Carlos, Rey de Nápoles. II, 330. Carlos l. Rey de España. II, 351, 359; lll, 441. Carlos 11, Rey de España. 11, 319, 322. 323, 352, 361; 1V. 223.
Carlos III, Rey de España. 11, 13, 40, 82, 217, 251, 252, 259, 261, 265, 268, 279, 280, 282. 331, 332, 336, 341, 342, 344. 347, 349, 360, 365, 367, 370. 380, 388, 389, 396, 409, 412, 428, 459, 460: 111, 29, 30, 121, 122, 123, 124, 126, 127, 146. 147, 224, 228, 229, 230, 233. 237, 252, 264, 279, 306, 373, 384, 392, 399, 400, 403; 1V, 222, 223, 225, 226, 227, 237, 239, 258, 274; V, 15, 279. Carlos 1V, Rey de España. II, 31, 266, 267, 276, 279, 280, 282. 347, 348, 360, 374, 391; III. 120, 122, 124, 125, 127, 128, 305, 446; IV, 223, 224, 225. 226, 227, 228, 229, 230, 231, 232, 237, 246, 247, 261, 296; V, 178.
Carlos V, Rey de España. I, 337, 342, 345, 346, 370, 371, 374. 374, 375; II, 21 l, 219, 386. 390; III, 35. Carlos XII. III, 268. Carlos Alberto, príncipe de Carígnan. V1, 403. Carlota Ioaquina. IV, 230, 238, 261, 354; V, 14. Carlson, Anton Iulius. IX, 511. Carlyle, Thomas. V, 61, 173; X, 79.
Carmagnani, Marcelo. III, 103, 538.
Carmen Pereyra, Elías del. III, 388.
Carmona, Pedro. III, 354; VI, 57
Carnelutti. VIII, 416. Carnese, Francisco. VII, 173. Carnevale, Susana. 1X, 346, 355, 36 l.
396
Carnicer, Francisco. VI, 483. Carnicero. III, 354. Caro, Carlos. VIII, 237. Carozza, Paola. VIII, 468. Carozzo, Roberto. IX, 330. Carpani, Ricardo. X, 228, 229. Carpeaux, lean-Baptiste. VI, 367, 370. Carpio, Adolfo. X, S7. Carr, Raymond. V1, 169; IX, 81.
Carra, Carlo. X, 221. Carrancio, Iosé Vicente. III, 249, 252. Carranza, Adolfo Pedro. VI, 525, 526. Carranza, Angel Justiniano. 1V, 312; V1, 371, 442, 500, 51 l. 517, 523; X, 146, 148. Carranza, Enrique. VIII, 156. Carranza, Neftalí. VI. 348. Carranza, Pedro, Fray. I 466; II, 159, 396, 400; 111, 206, 208. 237, 254, 257, 444. Carrasco, Benito. V11, 180, 184. Carrasco, Gabriel. IV, 197, 216. Carrasco, Jacinto, Fray. II, 430; III, 400; V, 310. Carrasco, Morita. VII, 177. Carrasco de Saavedra, Bernardo. II, 401.
Carrera, Arturo. X, ll6. Carrera, lose Miguel. IV, 164, 170, 315, 317, 318, 366; V, 517, 519; VI, 361, 477, 479. Carreras, Enrique. X, 265. Carreras, Francisco de las. V, 122, 419.
Carrió de la Vandera, Alonso. 11, 45, 46, 52, 87, 100, 101. 103; III, 130, 134, 135, 139. 141, 142, 146,159, 268, 271. 274, 279, 299, 300, 301, 312. 409; V1, 178, 200.
Carrizo, Antonio. X, 149. Carrizo, César. X, 177. Carrizo, Jesús María. 1X, 271. Carrizo, luan Alfonso. V1, S50, 557, 558, 560; VIII, 324; 1X. 271, 295, 303; X, 128. Carrizo, Nicolás. I, 421; III, 431. Carta, Pedro. VI, 403, 404, 405, 406
Cartagena, Juan de. I, 344. Carter, Boyd G. X, 197. Carter, Iarnes. VIII, 131, 133. Cartosio, Emma de. X, llS. Carulla, Emilio. VII, 422, 424. Carulla, Iuan E. VII, 421, 508. Caruso, Enrico. VI, 531. Carvajal, Bemardino de. I, 335. Carvajal, Francisco de. 1, 393. Carvajal, Gaspar de. II, 420. Carvajal y Lancásto, Iosé de. II, 457.
Carrete D’Encausse, Hélene. VII, 396.
Carvalho e Melo, Sebastián de.
Carretera, A. M. 111, 31 l. Carretero, Andrés M. V, 43; IX, 267; X, 95.
Carvallo, Gonzalo. I, 467, 472. Casa, Ramón de la. III, 250. Casabal, Apolinario. V, 306. Casabindo. Véase: Pisarro, Matheo. Casabona, Victoria. VII, 176. Casadevall, Domingo F. VI, 345; IX, 302; X, 135. Casado, Iván. IX, 261. Casado de Alisal, Carlos. IV, 32, 502;VI, 192, 194. Casagemas, Rafael. V, 401. Casajus, Bernardo. III, 380. Casal, José, Fray. III, 389. Casal, Julián del. VI. 340.
Carretero, Rodolfo. IX, 489. Carriego. V, 25. Carriego, Evaristo. IV, 468; VI, 343, 524; IX, 288, 368; X, l 12.
Carrier-Belleuse, Albert-Ernest. V1, 367, 370.
Carril, Benigno del. VI, 109, l 10.
Carril, Bonifacio del. III, 420; IV, l7l, 290, 378; VI, 383, 384; VII, 354, 470, S09; VIII, 345.
11, 457, 458.
Casal, Pedro S. V11, 273; VIII, 197.
Carril, Enrique V. del. VIII, 470. Carril, Hugo del. X, 259, 260, 261, 262, 266, 270. Carril, Mario del. IX, 532. Carril, Salvador María del. IV, 380, 436, 437, 438, 444, 445, 446, 450, 454; V, 93, 110, 122. 317, 329, 419; V1, 212, 482,
Casal Castel, Alberto. VII, 296. Casamayor, Isabel. 111, 146. Casamiquela, Rodolfo M. l. 180, 231, 232, 284; V, 187;
554; X, 95. Carrilla, Emilio. X, 95. Carrillo, Ramón. VII, 202, 203. Carrió, Alejandro. VIII, 469. Carrió, Genaro. VIII, 420; X,
Casares, Familia. V1, 247. Casares, Tomás D. VII, 426, 546; V111, 322, 324, 405, 420, 421. 446, 454, 462, 463, 464, 468. 469; 1X, 475; X, 54. Casares Pearson, Olga. 1X, 263.
59.
V11, 175, 176.
Casanova, Sixto. I, 28; IV, 409. Casares, Carlos. IV, 536; V1, 78, 247; V11, 38.
ÍNDICE DE NOMBRES
Casaretto, Iorge. VIII, 355. Casaroli, Agostino. VIII, 361. Casas, Bartolomé de las, Fray. I, 7l, 76; II, 213, 214, 215; III, 268. Casas, Iosé B. VIII, 87. Casas, Manuel Gonzalo. X, 56. Casasbellas, Ramiro de. X, 115. Casatilly, marqués de. II, 366. Casavalle, Carlos. VI, 518. 523. Cascabel, Segunda. III, 148. Cascudo, Luis Da Cámara. VI, 559. Casella, Enrique. X, 243, 244, 251. Casellas, Alberto A. VIII, 176. Casiello, Iuan. V, 342; VII, 508; VIII, 324. Caspar, Robert. VIII, 387. Caspe. III, 229. Cassani, Iorge Luis. X, 100. Cassani, Iuan Enrique. IX, 400, 431. Cassels, ].K. VI, 155. Cassiano, Ricardo. II, 362, 381. Cassimatis, Irineo. VIII, 380. Cassinelli, Luis. VIII, 199. Cassone, Florencia Ferreira de. X, 172, 173, 199. Castagna, Gustavo I. X, 270. Castagnino, Iuan Carlos. X, 212, 225, 289, 290. Castagnino, Raúl H. VI, 344, 345, 486; X, 126, 135, 160. Castán Tobeñas, José. VIII, 441. Castañares. Il, 205.
Castañares, Martín de. Il, 95. Castañeda, Francisco de Paula, Fray. III, 389; IV, 26; V, 279, 290, 315, 365, 409; VI, 351, 461, 462, 463, 464, 465, 466. 477, 481, 486, 494.
Castañeda, Gregorio de. I, 404; III, 431. Castañeda, Jorge. VII, 397. Castañeda Delgado, Paulino. I, 348; lI, 414. Castaño, Manuel. VI, 52. Castelar, Emilio. VI, 509. Castellani, Leonardo. VII, 38, 387, 449, 450, 468; VIII, 322, 324; X, 119. Castellano, Luis G. VIII, 283. Castellano, Ramón. VIII, 342, 348.
Castellanos, A. I, 155. Castellanos, Aarón. IV, 443. Castellanos, Familia. II, 136, 171: V, 148.
Castellanos, Joaquín. VI, 503; VII, 253, 476. Castellanos, Manuel. VII, 260. Castellanos, Rafael. VIII, 385. Castellanos, Uladisloa. V, 284, 294, 339. Castelli, Eugenio. VI, Sl l. Castelli, Iuan Iosé. IV, 279, 281, 283, 297, 351; V, 14. Castelli, Pedro. IV, 418. Castellino, Marta Elena. VI, 5 l 3.
Castello, Antonio Emilio. VII, 296, 353; VIII, 245. Castells, Alberto. X, 33. Castells, Iosé Conrado. VIII, 58, 61.
Castelnuovo, Elías. X, 121, 175, 285.
Castex, Mariano N. VII, 470, 509.
Castex, Mariano Rafael. IX,
Castiglioni, Roberto. X, 163. Castilla. VI, 254. Castilla, Leopoldo. X, 116. Castilla, Manuel. X, 115. Castilla, Santiago. III, 146. Castilla y Zamora, Cristóbal de. III, 398. Castillo. V, 514. Castillo, Abelardo. IX, 352; X, 124.
Castillo, Antonio Yáñez del. III, 164.
Castillo, Benjamín E. del. VI, Sl l. Castillo, Cótulo. X, 117. Castillo, Dionisio del. II, 165. Castillo, Enrique Benjamín del. IX, 506, 513, 514, 518. Castillo, Horacio. X, 116. Castillo, Iuan de. II, 440. Castillo, Pedro del. I, 406, 447, 457, 475, 477; ll, 226, 229. Castillo, Ramón S. V, 148; VII, 19, 20, 21 l, 285, 286, 287, 288, 289, 293, 299, 337, 417, 426, 427, 503, 515, 518, 519, 520, 521, 525, 526, 528, 529, 531, 532, 538, S40, 548; VIII, 159,199, 200, 201, 214, 215, 330; IX, 97, 344, 372, 431, 436, 548; X, 286. Castillo, Santiago H. del. VII, 275, 284. Castillo, Vicente del. IV, 449. Castillo de Bovadilla, Jerónimo. ll, 235, 283, 289, 304.
Castiñeira, Iulio R.VI, 306, 483; IX, 493, 557. Castiñeira de Dios, José María. III, 312; X, 115. Castlereagh, lord. v, 13o, 131, 132.
Castrillo Mazeres, Francisco. Il, 380.
Castriota, Samuel. X, 275. Castro. III, 265. Castro, Alicia S. l, 207, 209, 230, 231, 232, 509. Castro, Emilio. VIII, 474. Castro, Emesto L. X, 123. Castro, Eugenio de. VI, 521. Castro, Familia. V, 148. Castro, Fernando de. I, 329. Castro, Fidel. VII, 363, 364, 392, 396; VIII, 230. Castro, Iosé María. X, 251. Castro, Iuan B. VII, 277. Castro, Iuan losé. X. 243, 244, 247, 253. Castro, Lope de. Véase: García de Castro, Lope. Castro, Lorenzo. III, 179. Castro, Manuel. IX, 302. Castro, Manuel Antonio de. V, 25, 86, 365, 412, 425, 427, 429, 435, 437; VI, 460. Castro, Rita. VI, 562. Castro, Saturnino. IV, 302, 303, 304, 305. Castro, Silvana. X, 133. Castro Barros, Pedro Ignacio de. IV, 306; V, 279, 290, 310, 315, 319, 346, 365; VI, 481. Castro Estévez, Ramón de. IV, 507. Castro Leiva, Luis. IV, 130. Castro Sánchez, Eduardo. VIII, 234, 236. Castropalao, Fernando. III, 262. Catalán, Iuan I. IX, 490. Cataldino, Iosé. II, 60, 440; III, 208, 212, 245, 263. Catalina, Zarina de Rusia. II, 346. Catalina II, Zarina de Rusia. V, 353.
Catalina de Siena, Santa. III, 208, 262, 270, 358. Catena, Osvaldo. VIII, 339. Caterina, Luis María. V, 141, 537; VII, 294, 431; VIII, 13. Cathcart, William. VI, 504. Cathrein. X, 54. Catriel, Cipriano. IV, l7l, 172,
158. 397
173, 476; VII, 158. Catriel, Iuan Iosé. IV, 174; VII,
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Catriel, Marcelino. VII, 158. Cattaneo, Atilio E. Vll, 275, 295; Vlll, 197. Cattaneo, Cayetano. III, 131, 212.
Cattaneo, Leonardo. I, 371. Cattaneo, Mario A. VII, 509. Cattaneo, Pedro. IX, 529. Cattaruzza, Alejandro. VII, 295. Catterberg, Edgardo. X, 30, 34. Catucci, Silvia G. VIII, 470. Caturelli, Alberto. lll, 244, 312, 401; V, 309, 368; VIII, 334; IX, 493; X, 50, 55, 57, 59, 61, 64, 65. Causs, Mecha. IX, 263. Cauzzi, Teresa Beatriz. II, 315. Cavadas, José de Sousa. III, 353, 354. Cavafis, Constantin. X, 115. Cavalaro, Diana. VI, 486. Cavallero, Diana. VI, 533. Cavallo, Domingo. IX, 59. Cavallo, Guglielmo. X, 160. Cavallo, Sandra. IX, 424. Cavallotti, Rubén. X, 261. Cavanagh, Roberto. IX, 317. Cavañas, Manuel A. IV, 287. Cavarozzí, Marcelo. VII, 352, 356, 508; X, 30, 34, 97. Cave, Peter. X, 135. Cavendish, Henry. VI, 406. Cavia, Pedro. Véase: Sáenz de Cavia, Pedro. Cayo], Roberto. VI, 338. Cayupul. IV, 178. Cayuqueo, Félix. VII, 159. Cayuso, Susana. VII, 551, 552. Cazorla, Eduardo. VI, 306. Ceballos, Alejandro. IX, 481. Ceballos, Francisco. IX, 3 l 5, 330. Ceballos, Jerónimo. III, 385. Ceballos, R. I, 231. Cedrón, Jorge. X, 266. Céfali, Francisco. VIII, 181. Cejudo, Iorge. Il, 430, 468. Celada. Claudio. V, 359; VIII, 374.
Celada, Gabriel. II, 105, 106. Celesia, Ernesto H. IV, 423; V,
398
103, 104. Cella, Susana. VII, 468; X, 133. Celton, Dora Estela. II, 100, 122, 124, 128, 137, 139, 142, 146, 466; IV, 45, 62, 63, 64. 67, 69, 71, 74, 75; VII, 54, 73. Cena, Iuan Carlos. VII, 357. Centeno, Angel M. VII, 399; VIII, 335, 342, 361.
Centeno, Diego. I, 386, 394, 395, 397. 415. Centeno, Felipe. VIII, 49. Centeno, Francisco. V, 206, 344. Centurión, Emilio. VIII, 191. Cepeda, Alonso de. I, 432; III, 432. Ceppi, Iosé. Vl, 232, 233, 248, 251, 255. Cerda, Luis de la. I, 328. Cereijido, Marcelino. IX, 528. Cerezo, Gregorio. VII, 283. Cerini, Antonia. V, 292. Cernadas. VIII, 487. Cernadas, Iuan Iosé. IV, 389; V, 322.
Cernadas de Bulnes, Mabel N. VI, 487. Cernuschi, Félix. IX, 549. Cerretani, Arturo. X, 123, 130, 289.
Cerrutti, Eduardo. Vl, 185. Ceruti, Carlos N. I, 109, 132, 133, 510.
Cerutti, María Constanza. I, 179.
Cerutti Gulberg, H. VII, 469. Cervantes Saavedra, Miguel de. II, 309; III, 136; VI, 518. Cervera, Federico Guillermo. I, 443. Cervera, Felipe. II, 125, 147. Cervera, Manuel María. I, 443; II, 45, ll0, 124; IV, 424; X, 76.
Cervetto, Iuan. VI, 504. Cerviño, Pedro Antonio. III, 324, 326, 328, 395, 396, 414; IV, 125.
César, Francisco. I, 374, 379, 409, 415. César, Iulio Ramón de. II, 59; III, 338. Cesati. VI, 414. Ceselli, Iuan Iosé. X, 115. Céspedes, Conrado. VI, 488. Céspedes, Francisco de. II, 157, 159; III, 428. Céspedes, Xería. Il, 441. Céspedes del Castillo, Guillermo. II, 153, 252, 263, 279, 280; III, 99; IV, 247, 268. Cetrángelo, Oscar. X, 269. Ceva, Marcela. VII, 108; IX, 83, 148, 210. Cevallos, Pedro de. II, 39, 68, 74,168, 195, 244, 260, 261, 262, 263, 264, 265, 266, 267. 269, 270, 272, 280, 333, 336.
337, 338, 342, 343, 344, 346, 360, 365, 366, 367, 369, 370, 458, 465: III, l2l, 127, 147, 179, 230, 236, 246, 302, 417, 430; IV, 250, 256. Chacón Torres, Mario. III, 367. Chaliapine, Feodor. IX, 258. Challú, Amilcar. Vl, 275. Chambo, Mariano, Fray. III, 398. Chamílín, cacique. l, 281. Chancerel, León. X, 285. Chandler, A. IX, 152, 210. Chandler, C.L. VI, 37. Chandler, D.S. IV, 247. Chaneton, Abel. I, 375; III, 400; V, 402; VIII, 442; X, 104, 157, 163.
Chano, Jacinto. VI, 315. Chanonga. VI, 321. Chaplin, Charles. IX, 252. Chapman, Anne. I, 276, 277; IV, 187; VII, 167, 177. Char, René. IX, 349; X, llS. Charcot, Juan B. VIII, 164. Charlevoix, Pedro Francisco Iavíer de. III, 267, 298; VI, 315.
Charlier, Noemí. VII, 358. Chartier, Roger. X, 160. Charton de Treville, Ernest. V, 30, 449; VI, 360, 372, 374. Chas, Francisco. III, 259, 260. Chassaing, Iuan. VI, 320, 498, 520.
Chateaubriand, Francois René de. V, 40,181. Chaunu, Pierre. I, 365; II, 127. Chauri, Domingo. III, 436. Chaussemiche, Bernard. VII,
l8l.
Chavarría, Iosé Manuel. VI, 305. Chavero, Héctor Roberto. X, 117.
Chávez, Alonso de. I, 348, 382, 385, 386, 399, 4l4, 423. Chávez, Fermín. IV, 480, 481; VI, 274, 346, 348; X, 82. Chávez, Gonzalo Leónidas. VII, 358.
Chávez, Nufrio de. I, 383, 385, 386, 395, 397, 398, 399, 400, 419, 423. Chazarreta, Andrés. IX, 270; X, Chejov, Anton. VI, 518; X, 130. Chelemín, cacique. I, 28, 95. Chenal, Pierre. X, 261. Chenebar, Itzjak. VIII, 399.
ÍNDICE DE NOMBRES
Chertudi, Susana. VI, S62; IX, 271, 292. Chesterton, Gilbert K. X, 121. Cheuqueta, cacique. IV, 172. Chevalier, lean Jacques. VI, 305. Chiappori, Atilio. Vl, 342; X, 118, 142.
Chiaramonte, José Carlos. III, 30, 245; lV, 125, l3l, 268, 425, 426; V, 42, 103, 441, .462, 522, 523, 525, 537; Vl, 170, 200; X, 91, 92, 94,191. Chichisola, Familia. VI, 181. Chiclana, Feliciano. III, 440; IV, 397.
Chikachiev, Platón. VI, 215, 227.
Chilliendo, Gaucho. IX, 292. Chingotto, Mario Raúl. VIII, 176.
Childs, Wendy R. I, 323. Chiodi, Hugo. IX, 517. Chiovenda. VIII, 409. Chiozza, Elena. IV, 51, 74; IX, 267. Chipitruz, cacique. IV, 173. Chirinos de Posadas, Francisco. III, 433. Chmyz, Igor. I, 133. Chocori, cacique. IV, 172, 176. Chomel, Noel. III, 327. Chopin, Frederic. IX, 261; X, 241.
Chorroarín, Luis Iosé. III, 378, 402; V, 290; VI, 515, 516. Chouhy Aguirre, Ana María. X, l 15.
Christensen, Carlos Hugo. X, 258, 261, 269, 270. Christie, William D. IV, 444. Christophersen, Pedro. V, 356. Chubrétovich A., Carlos. VIII, 299.
Chuchler, S. I, 229. Chudnovslcy, D. IX, S84. Chueca Goitía, Fernando. II, 85. Chueco, Manuel. IX, 210. Chulilaquini, cacique. IV, 177. Chumay, cacique. I, 281. Chumbicha, cacique. I, 281. Churchill, Winston. IX, 65; X, l 76.
Ciancaglini, Humberto. IX, 520, 553.
Cicardo, Vicente Héctor. IX, Cicerchia, Ricardo. IX, 267. Cicerón. lll, 268. Cichero, Marta. VII, 355.
Cicognani, Amleto Giovanni. VIII, 343. Cid, Elena. VIII, 323. Cienfuegos, Iosé Ignacio. V, 318; Vl, 313. Cieza de León, Incawasi de Cañete. I, 108, 153, 273, 282. Cigliano, Eduardo M. I, 106,132, 205. Ciocchini, Cleto. X, 204. Ciocchini, Héctor. X, 115. Cipolletti, César. VII, 65. Cipolletti, María Susana. I, 208; IV, 187; Vll, 174. Cires, Matías de. III, 397. Ciria, Alberto. VII, 265, 293, 294, 321, 323, 431, 466, 467; VIII, 209; IX, 495; X, 199. Cirigliano, Gustavo. IX, 454. Ciseri, Antonio. VI, 361, 362, 369, 371. Cisneros, Andrés. VIII, l 17, 142, 144, 145. Cisneros, Baltasar Hidalgo de. Ver: Hidalgo de Cisneros, Baltasar de. Cisneros, Cardenal. I, 308, 312, 318; II, 385. Cisneros, Raúl. X, 154. Citanovic, Dinko. III, 244. Ciuro Caldani, Miguel Angel. X, 59.
Civit, Arturo. VII, 198. Civit, Emilio. IV, 527; V, 148, 149, 152. Civit, Francisco. VI, 88. Clairac, Ramón de. III, 436. Clairaux, Auguste. VI, 359, 363. Clappertoni, C. I, 229. Clara, Ierónimo Emiliano. V, 292, 294, 336. Clara, Pedro N. V, 294. Clara de Asís, Santa. III, 119. Claraz, Iorge. I, 232; IV, 187. Clarizza, Francisco I. VIII, 166. Clark. VI, 195. Claros, Familia. V, 148. Claude, Albert. IX, 51 l. Claudel, Paul. X, 285. Claudet, Enrique. IX, 540, 557. Clausewitz, Carl von. Vll, 366, 385, 464. Claver, Pedro. III, 263. Clavero, Bartolomé. Vl, S13; VIII, 441. Clemenceau, George. IV, 194; Vl, 530; VII, 180. Clement, Gastón. VIII, 229, 230.
Clemente V, Papa. ll, 406.
Clemente VI, Papa. I, 328. Clemente VII, Papa. II, 386. Clemente XIII, Papa. II, 412. Clemente, Iosé Edmundo. X, 128, 134, 146. Clementí, Hebe. V, 43, 104; VII, 263, 430; X, 96, 107. Clérice, Iustino. Vl, 391, 394. Clerq, Hugo de. VI, 201. Clerval, Massieu de. V, 190. Cleveland, Stephen Grover. V, 224, 225. Clifford, Iaime. VIII, 374. Coan, Titus. V, 350. Coatsworth, Iohn. IX, 82, 183. Cobo, Norberto. IX, 544. Cobo Borda, Iuan Gustavo. X, 160.
Coca, Ioaquín. VII, 295; VIII, 436. Cócaro, Nicolás. III, 31 l; X, 134.
Cocchiara, Giuseppe. VI, 558. Cochet, Gustavo. X, 214. Cochran, Thomas. IX, 83, 148, 207, 210. Cochrane, Thomas. IV, 297, 332, 333, 335, 339, 340, 342; VI, 313. Cocilovo, LA. I, 256. Codignola, Ernesto. IX, 400. Codignotto, I. l, 229. Codovilla, Victorio. VII, 20, 410, 411, 446; X, 190, 191. Coe, John Halstadt. IV, 435; V, 246, 248. Coelho, M. IX, 454. Coghlan, Eduardo A. VI, 62; IX, 268. Coggiola, Osvaldo. VII, 297. Cohen, Marcelo. X, 125. Cohen de Chervonagura, Elisa. Vl, S12. Coihuepau, Venancio. IV, 172. Coing, Helmut. Il, 314; X, 98. Coito, Manuel de. III, 350. Colacilli de Muro, María Angélica. X, 60. Colacrai de Trevisán, Miriam. V, 235. Colautti, Carlos E. V, 102; X, 134.
Colbert, lean Baptiste. V, 450. Colina, Bartolomé de la. V, 322; VIII, 218. Colina, Salvador de la. V, 437. Coliqueo, cacique. IV, 173, 174,
159. 399 186.
Coliqueo, Ignacio. VII, 158,
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Coliqueo, Simón. Vll, 158, 159. Coll, Alberto R. Vlll, 299. Coll, Jorge Eduardo. Vll, 36, 286; Vlll, 434; IX, 432. Coll Cárdenas, Marcelo. D(, 454.
Collado, Adriana. IV, 216; VII, 207. Collaert, Adrián. III, 343. Collesbury, Guillermo. V, 348. Colli, Néstor S. V, 207, 272. Collino, Desiderio. VIII, 355. Collivadino, Pío. VI, 376, 382, 384; X, 206, 212. Collo, Iuan B. IX, 539. Colmeiro, Manuel. X, 212. Colmo, Alfredo. VIIl, 405, 407, 409, 413, 414, 422, 428, 429, 430, 443, 446, 448, 449, 452, 458, 467. Colom, Eduardo. VII, 483. Colomar, Inés. VIII, 334. Colombatti. X, 150. Colombo, Francisco A. X, 150, 156.
Colombo, Guillermo. VI, 127. Colombo, Luis. IX, 199, 200. Colombres. II, 66. Colombres, Iosé Eusebio. V, 283; VI, 137. Colombres, Iuan Carlos. IX, 351, 359. Colombres, Restituta. VI, 137. Colombres Garmendia, Clementino. VI, 250. Colón, Cristóbal. I, 31, 84, 104, 288, 320, 326, 332, 334, 335, 337, 339, 355, 356, 368, 407; II, 224, 225, 385; III, 191, 403, 414; X, 71. Colonna Walewski, Alejandro.
V, l9l. Colque, cacique. I, 281. Coluccio, Félix. VI; S62; IX, 291, 292, 303; X, 128. Coluccio, Susana. VI, 562. Columba, Ramón. Vll, 39, 551; VIII, 82; X, 207. Comadrán Ruiz, Jorge. I, 409; II, 105, 106, 107, 122, 124, 281, 282; III, 159, 277; V, 436; X, 102.
400
Comas, Iuan. l, 80. Comenta], Pedro. III, 413. Comerci, Santiago. VIII, 177. Cominetti, Edmo. X, 256. Compayre, Gabriel. VI, 305. Comte, Augusto. V, 372, 373; VI, 291, 299. 305, 410; X, 13, 16, 41.
Conan Doyle. VI, S18. Concatti, Rolando. VII, 360. Conci, Carlos. VIII, 335. Concina, Daniel. lll, 228, 264. Concolorcorvo. Véase Carrió de la Vamíera, Alonso. Conde, Agustín. II, 83, 84. Condillac, Etiene. V, 25; VI, 464. Condorcet, Marie-lean Antoine. Vl, 278, 279. Conesa. V, 250. Conforti, Carlos. VII, 476. Coni, Emilio. III, 65, 99; IV, 138, 215; V, 396; VI, 63. 560; X, 106. Coni, Femando A. X, ISO. Coni, Pablo E. VI, 518; X, 151. Conil Paz, Alberto A. V, 234; VI, 347; VIII, 117, 142. Conlara. I, 406. Cono de Rossini, Lelia. VI, 229. Conrad, Josep. X, 119. Conrero. VIII, 355. Consens, Mario. I, 156, 157. Considérant, Víctor. V, 29. Consigli, Julieta. II, 45, 413. Constant, Benjamin. V, 26, 36, 43, 51, 355, 365, 399, 400; VI, 486. Constantini, Alberto. IX, 490. Conti, Haroldo. X, 124. Conti, Viviana. IV, 131; VI, 200; VII, 174. Contreras, Jerónimo de. III, 136.
Contreras, José Joaquín. III, 439.
Contreras, luana. VI, 32 l. Contreras, Ramón. VI, 315. Contreras, Simón. X, 217. Contursi, Pascual. X, 275. Converso, Félix E. Il, 282; V, 505, 507, 525; VI, 200. Cook. II, 347. Cook, Iohn. II, 339. Cooke, Iohn William. VII, 331, 345, 353, 438, 441, 442, 444, 445, 451, 452, 463, 486, 508; IX. 350; X, 181, 182, 192. Cooke, Juan l. VIII, 58. Coon, C. S. I, 77. Cooper. VI, 489. Copello. VI, 181. Capello, Santiago Luis. V, 307, 31 l; VIII, 306, 307, 320, 330, 338.
Capi. Véase: Botana, Natalio. Coppola, Horacio. X. 216.
Coquena. IV, 182. Corbacho, Myriam Rosa. V1, 99.
Corbellini, Enrique C. V, 42. Corbiere, Emilio I. VII, 297, 430; X, 160. Cordero, Héctor Adolfo. lll, 162.
Cordeu, Edgardo I. IV, 186; VII, 173, 177. Cordiviola, Luis Adolfo. X, 235. Córdoba. IV, 527. Córdoba, Alberto Octavio. VI, 347.
Córdoba, Antonio. IV, 335. Córdoba, Clara, Santa. lll, 374, 389. Córdoba, Iosé de. IV, 280, 281. Córdoba, Mariano. Di, 292. Córdoba Mejía, Pedro de. l, 421. Córdova, Arturo de. X, 258, 259, 261. Córdova lturburu. Cayetano. VI, 383; X, 114, 133, 198, 233. Coti, Carl Ferdinard. DK, 516, 517. Coria, Luis. V, 507, 518, 537. Coria López, Luis Alberto. VI, 99. Corigliano, Francisco. VII, 400; VIII, 143. Cornblit, Oscar. IV, 157; VI, 169, 201; IX, 207; X, 18, 21, 109.
Cornejo, Atilio. I, 443; Ill, 277; VI, 137, 144; X, 75. Cornejo, Juan Adrián. VI, 137. Comejo, Iulio. VII, 283. Cornell. IV, 170. Comell. IX, 462. Comet, Salvador. IV, 278. Comish, Graham. X, 160. Corona Baratech, C. IV, 247. Coronado, Martín. VI, 337, 521; X, 273. Coronato, A. l. 229. Coronidas Segura, Rodolfo. VII, 282, 418, 495. Corpet, Oliver. X, 196, 197. Corrales, Rosalinda. X, 215. Correa, Difunta. 1X, 291. Correa, Francisco. VII, 416, 482. Correa, María Angélica. II. 86. Correa, Miguel Angel. X, ll9. Correa Arce, Oscar. VII, 274, 282.
Correa Luna, Carlos. lll, 160.
ÍNDICE DE NOMBRES
Correa Morales, Lucio. VI, 367. 377, 378, 379, 382, 384, 520; X, 223. Correa Morales de Aparicio, Cristina. VI, 62. Correa y Saa, Francisco. III, 254. Correas, Edmundo. VII, 282; IX, 494. Correas, Enzo. VII,476. Correja, Diego Alvares. I, 359, 361.
Corro, Gaspar Pío del. III, 312. Corro, Miguel C. del. V, 290. Corso, Raffaele. VI, S58. Cortabarría, Iorge Juan. V, 169. Cortajarena, Iosé A. VI, 507. Cortázar, Augusto Raúl. VI, 345, 346, 543, S52, 558, 559. 560, 562; IX, 288; X, 128, 152, 154.
Cortázar, Julián de, Fray. II, 98, 154, 400, 413; III, 293, 442. Cortázar, Julio. VII, 38. 459; X,
lll, 122, 123,124, 132, 144, 184, 189, 264. Cortés. VII, 497. Cortés, Donoso. V, 29, 368. Cortés, Gerónimo. V, 120, 372; VI, 287, 288. Cortés, Hernán. I, 345, 374, 407; II, 224. Cortés, Julio. VIII, 385. Cortés, Rosalía. VII, l4l. Cortés Conde, Roberto. I, XXI; IV, 104, 507, 538; V, 463, 487, 504, 505, 507, 537; VI, 97, 124, 126, 127, 158, 159, 165, 166, 169, 170, 197, 202; VII, 143, 294; IX, 30, 62, 80, 81, 82, 110, 111,145,182, 209. 263; X, 84, 88, 90, 92, 109. Cortés López, Iosé Luis. I 323. Cortesao, Jaime. II, 349. Cortínez, Santiago. IV, 499. Corujo, Silvano. X, l2l. Corunera. I 419. Corvalán. IV, 383. Corvalán, Familia. Il, 242. Corvalán, Francisco. III, 375. Corvalán, Rafael I. VI, 472. Corvalán, Santiago E. VII, 277. Cosa, Iuan de la. I, 339, 343. Coscia, Adolfo A. IX, 59. Cosimi, Nelo. X, 256. Cosmelli Ibáñez, Iosé Luis. VI,
532; X, l6l. Cossa, Roberto. X, 131, 287, 288.
Cossío, Carlos. VII, 490; VIII, 405, 419, 420, 432, 434, 440; IX, 471; X, 49, 59, 65. Cossío, Simón de. V, 413. Costa, Dalmiro. VI, 393. Costa, Eduardo. IV, 471, 484, 489, 490; V, 130, 332, 335, 336, 425, 426; VI, 282. Costa, Gerónimo. IV, 440, 441; V, 246, 249. Costa, Gustavo. VII, 231. Costa, Joaquín. VIII, 426. Costa, Lucio. III, 367. Costa, Pietro. VIII, 442. Costa Méndez, Nicanor. VII, 27, 392; VIII, 131, 136, 144, 273, 298, 343. Costa y Aguirre, Braulio. IV, 122.
Costantini. III, 265. Costantini, Alberto. X, 124. Cotler, Iulio C. VIII, 118. Cotta, Sergio. VII, 396; X, 58. Coulanges, Fustel de. V, 51, 60. Coupland, R.T. 1X, 59. Courbet, Gustave. VI, 369, 373. Courtois, Eugene. IV, 195, 209; VII, 180. Couselo, Iorge Miguel. X, 268, 269, 270.
Cousin, lean. l, 356. Cousin, Víctor. V, 39, 40, 366. Coutan, Jules-Felix. VI, 379. Couture de Troismont, Roberto. X, 162. Couyo Udmjian, Ricardo. I, 409.
Covarrubias. II, 106. Covarrubias y Orozco, Sebastián. II, 286. Covián, Miguel Rolando. IX. 517. Coviello, Alfredo. IX, 342. Cowley, lord. V, 190. Cox, Guillermo. IV, 187. Cozzo, Domingo. IX, 33. Cranwell, Ricardo. X, 149. Crasbeeck, Pedro. III, 288. Cravena, T. VII, 138. Craviotti. Clara. IX, 60. Craviotto, José A. VI, 97; IX, 30. Crawford, Michael. I, 81. Crespi, Eduardo. VIII, 255, 258. Cresques, Abraham. I, 328. Cresson, W.P. V, 206. Crisafulli, G. VI, 126. Crisol, Miguel. IV, 207, 210. Crispiano, Santo. lII, 157. Crispin, Santo. III, 157.
Cristiani, Quirino. X, 256. Critto, Miguel. VII, 283, 286. CrivelJi Montero, Eduardo Adrián. I, 181, 199, 206, 207. 208, 510; IV, 161, 186; VII, 145, 555. Croce, Benedetto. X, 46, 69, 105.
Crocce, Marcela. VII, 360; X, 188, 199. Crochetti, Silvia. VII, 175. Croix, Teodoro de. II, 256, 266. Cromwell, Oliver. IV, 221; V, 458; X, 79. Cronin. IX, 261. Crosby, Bing. IX, 374. Cross, Esther. X, 125. Crotto, José Camilo. VII, 240, 253. Crumpe. III, 325. Cruz. VI, 549. Cruz, de la. IV. 329. Cruz, Iorge. VI, 345; X, 129. Cruz, Luis de la. I, 205; III, 348. Cruz, Nazareno. X, 264. Cruz, Osvaldo. IX, 504. Cruz, Pedro Pascual de la. III, 184, 186. Cruz de Amenábar, Isabel. III, 129.
Cruzao, Juan. Véase. Woallands, Luis.
Cuadros, Hilario. IX, 301. Cuarterolo, Miguel Angel. VI, 384. Cubas y Salas, Iosé. IV, 412, 413, 415. Cubillos, Gaucho. IX, 292. Cuccorese, Horacio I. Vl, 36, 38, 201, 449; VIII, 176; X, 69. 86, 106.
Cuenca, Claudio Mamerto. Vl, 328.
Cuesta Figueroa, Marta de la. V, 436. Cueto, Adolfo. VII, 295.
Cueto, Marcos. IX, 531. Cueto Rúa, Julio. VIII, 467. Cuello, Ignacio. III, 186. Cuello, Juan. VI, 253, 336, 500. Cuesta, Antonio de la. III, 348. Cuesta Domingo, Mariano. I, 325, 348, 349, 510. Cueva y Benavídez, Mendo de la. III, 428. Cuevas, Francisco de. lll, 376. Cuevas Acevedo, Huberto. I, 65. Cuitiño, Ciriaco. IV, 402. Cullen, Domingo. IV. 392, 415,
416. 401
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Cullen, Iosé María. IV, 440. Cullen, Patricio. IV, 459. Cullen, Tomás R. VI, 304; VIII, 318.
Cumming. VIII, 112. Cúneo, Dardo. IV, 539; V, 74; VI, 169, 348; VII, 263, 297. 323; IX, 207, 494; X, 122, 146.
Cunietti-Ferrando, Arnaldo. III, 49.
Cunill Cabanellas, Antonio. IX, 263; X, 130, 282, 283, 284. Cuña, Irma. X, 115. Curatella Manes, Pablo. VI, 378; X, 210, 225. Curia, Beatriz. III, 31 l. Curruhuinca, Curapil, cacique. IV, 174; VII, 177. Curtis. V, 38. Curuzú, Iosé. IX, 292. Cushman, David W. IX, S32.
Cussianovich, Guillermo Ernesto. IV, 425. Custodio de Sá y Faría, Iosé. II, 59, 81.
Cutolo, Vicente Osvaldo. III, 278, 402; V, 401; VI, 384, 488. Cutter, Ronald. III, 420. Cuvier, George. VI, 417. Cuyás y Sampere, Antonio. IV, 451. Cuzzani, Agustín. X, 131, 287. Czetz, Iuan F. V, 261, 262. D
D'Amicis, Eduardo. VI, 249, 255. D’Amico, Alicia. X, 216. D’Amico, Carlos. V, 140; X, 95. D’Andrea Mohr, Iosé Luis. VIII, 270. D'Angers, David. VI, 366. D’Annunzio, Gabriele. X, 277. D’Arienzo, Juan. IX, 272. D'Atri, Raúl Isidoro. VIII, 75. Da Orden, María Liliana. IV, 105; VI, 256; VII, 140. Da Silva, F. II, 234. Dabove, Santiago. X, 12 l. Dadone, Aldo E. VIII, S16. Daino, Leonardo. I, 205, 206. Daireaux, Emilio. V, 114, 140; VI, 98, 255.
402
Dagnino Pastore, Iosé María. VIII, S20; IX, 104. Dagrossa, Norberto C. VI, 513; VIII, 441.
Daguerre, Louis-Jacques. VI, 358.
Dagum, Camilo. VllI, 515. Dalcroze, Emile Jacques. X, 285. Dalí, Salvador. X, 150. Dalla Marta, Griselda. VII, 176. Dalmas, Marcelo. VIII, 373. Dalmazzo, Gustavo O. IX, 496. Dalou, Jules. VI, 370. Damasco, Aníbal V. VII, 38 l. Damel, Carlos. X, 129. Dameno, Domingo. IX, 528. Damianovich, Horacio. VII, 38; IX, 504, 508, S35, 536. Damonte Taborda, Raúl. X, 132.
Damonte Taborda, Raúl Natalio. X, 132, 225. Dana Montaño, Salvador. VII, 482, 508; VIII, 85, 93, 324. 469; IX, 495, 496. Daniel, Elsa. X, 263. Daniel, Juan Bautista. III, 342, 343, 366. Danielian, Miguel. VIII, 468. Dannemann, Manuel. VI, 559. Dantas, Iosé S. V, 268. Darío, Rubén. VI, 342, 343, 381, 509, 511, 521, 524, 533; IX, 340; X, 112, ll4, 126. Darragueyra, Iosé. V, 413; VI, 536.
Darthés, Camilo. X, 129. Darwin, Charles. I, 76, 77, 274; III, 408; V, 52, 372, 373; VI, 48. 291, 299, 407, 417, 420, 421, 422; X, 42, 44. Dassen, Conrado Claro. IX, 537, 557. Dasso, María Cristina. VII, 173. Daufresne, Jules. VI, 358. Daumas, Louis-Ioseph. VI, 366. Daus, Federico A. I, 62, 63; II, 350.
Dávalos, Iaime. X, 117. Dávalos, Iuan Carlos. IX, 271; X, l 19. David, Carlos. IV, 210. David, Jacques Louis. IV, 230;
v1, 369. _
David, Mario. X, 266. David, Pedro. X, 22. Davidoff, Costantino. VIII, 273, 274, 275, 297. Davies, T.M. VII, 470. Dávila. Il, 154. Dávila, Tadeo. II, 173; III, 440. Dávila, Pedrarias. I, 341. Dávila, Pedro Esteban. II, 357; III, 376.
Dávila L. de Guevara, C. IX, 210.
Davis, Gualterio. VlII, 165. Davis, Pablo Julián. VllI, 244. De Andrea, Miguel. VII, 22, 28, 426; VIH, 304, 305, 335. De Biasse, Martín. VII, 360. De Bry, Teodoro. III, 284. De Caro, Iulio. IX, 273. De Cecco, Sergio. X, 131, 287. De Espósito, Arnaldo. X, 244. De Finis, Mario L. IX, 514. De Forest Fredricks, Charles. VI, 358. De lpola, Emilio. VII, 322. De Lellis, Mario Jorge. X, ll6. De Lorenzi, Hermete. VII, 183. De Luca, Esteban. IV, 278; VI, 132, 314, 519. De Lucía, Fidel. X, 220. De Marco, Miguel Angel. I, XXI; III, 159; IV, 13, 313, 423, 480, 483, 507, 543; V, 45, 234, 237, 273, 505, 537; VI, 513; X, 102, 104. De Marco, Miguel Angel (h). III, 441, 447; IV, 423; IX, 529. De Martino, Eduardo. X, 204. De Nicola, Alejandro. IX, 531. De Pablo, Iuan Carlos. VIII, 520, 521, 522. De Paula, Alberto. I, 474; II, 47, 87, 126; IV, 215, 216; V, 360; VIII, 210, 244. De Robertís, Eduardo. IX, 512, 513, 516, 517, 518, 519, 520. 521, S22, 523, 525, 528, 529, 553.
De Rogartis, Pascual. X, 244. De Ruschi, María Isabel. VIII. 335. De Sáes. IX, 167. De Santis, Daniel. VII, 358, 469. De Santis, Luis. IX, 557. De Tomaso, Antonio. VII, 20, 261, 269, 273, 275, 279, 410; VIII, 540; IX, 401. De Vicenzo, Roberto. VII, 35; IX, 306. Deane, Phyllis. V, 494; VIII, 516. Debenedetti, Edith. X, 95. Debenedetti, Salvador. I, 178; VI, 561. Debole, Carlos Alberto. X, 133. Debray, Régis. VII, 453. Decaris, Antonio. III, 252. Decarli, Edgardo. VIII, S16. Decker, Rodolfo. IX, 347, 348. Deetjen, S.T. V, 348.
ÍNDICE DE NOMBRES
Defelippe, B.A. IX, 184. Deffaudis, barón. V, 190. Defilippis Novoa, Francisco. X, 129, 256, 279, 280. Degrossi, Osvaldo I. IX, 531. Deheza, Iulio. IX, 458. Deheza, Román Antonio. IV, 390.
Deira, Ernesto. X, 228. Deiros, Pablo E. VIII, 374. Del Mazo, Gabriel. IX, 494, 495, 496.
Del Moral, Familia. II, 173. Del Prete, Iuan. VII, 39; X, 21 l, 217
Del Vecchio, George. VIII, 409, 419, 441, 467. Delacroix, Eugene. VI, 355, 356, 360, 369. Delbene, Floren. IX, 263. Delfico, Alberto. IX, 240. Delfino, Augusto Mario. X, 122. Delfino, Enrique Pedro. IX, 263. Delfino, Familia. VI, 183. Delgado, Francisco. V, 122, 419. Delgado, Josefina. X, 129. Delgado, Iulián. IX, l 15. Delgado Parker, Genaro. D(, 387. Delgado Ribas, I.M. VI, 36. Delhez, Víctor. VIII, 323; X, 214, 220. Delia, Carlos. VIII, 251. Delich, Francisco Iosé. VII, 122, 139,142, 357; X, 21, 38. Dell’Oro Maini, Atilio. VI, 306; VII, 21, 28, 421, 426; VIII, 323; IX, 482. Dell’Orto, Ana M. F. II, 125. Della Ferrera, Nelson C. II, 146, 147, 385, 413, 414, 466, 469; V, 309, 310. Della Paola, Carlos. VII, 181. Della Paola, Gerardo. VIII, 529, 533, 549; IX, 80. Della VaHe, Angel. VI, 360, 367, 371, 377, 381, 384. Dellepiane, Antonio. VI, 446, 450; X, 15. Dellepiane, Carlos. IV, 346. Dellepiane, Luis I. VII, 250, 267, 290; VIII, 181, 186. Dellepiane Cálcena, Carlos. VI, 561; IX, 292. Delorme, Philibert. II, 59. Delorme, Pierre. III, 351; V, 82. Demarchi, Andrés. VII, 214. Demare, Lucas. VII, 39; X, 258, 260, 261, 262, 269. Demaría, Mariano. V, 305.
Demaría, Rafael. IV, 312. Dembo, Adolfo. I, 80. Demicheli, Alberto. V, 42, 43, 102, 103. Dempsey, lack. IX, 254. Dempster, Iohn. V, 349, 350. Denegri, Pedro. X, 146, 149. Denevan, W. I, 284. Denevi, Marco. X, 123, 259. Deniker, I. I, 257. Denis, Paul Ives. l, 63. Denner. VI, 248. Denton, G. I, 229. Denys, Iehan. I, 359. Derbecq, Germaine. X, 225. Derisi, Octavio Nicolás. VII, 38; VIII, 322, 323, 334, 354, 355; X, 49, 54, 55, 59, 60, 63, 65. Derqui, Santiago. IV, 434, 436, 438, 442, 444, 445, 446, 447, 448, 454, 455, 466, 469, 476; V, 130, 251, 331; VI, 483, 497. Desanzo, Iuan Carlos. X, 268. Descalzi, Gaetano. VI, 353. Descalzi, Nicolás. IX, 543. Descartes, René. III, 386, 412; VI, 209; X, 53. Déscola, lean. III, 129. Descole, Horacio. IX, 480, 495. Desmadryl, Hareisse-Edmond Joseph. IV, 373, 381; VI, 360. Desmadryl, Narciso. VI, S20. Despard, G.P. I, 256. Dessage. VI, 410. Dessein, Daniel Alberto. D(, 348.
Destéfani, Laurio H. I, 349, 408; II, 382; III, 420; IV, 312, 313, 508; V, 207, 271; VI, 36; VIII, 159,176,177, 211; X, 103. Destutt de Tracy, Antoine Louis Claude. V, 25. Detaille, Edouard. VI, 371. Deulofeu, Venancio. IX, 505, 506, 508, 514, 515, 517, 519, 520, 522, 528, 529, 532, 553. Deveali, Mario L. VIII, 405. Devoto, Alberto. VIII, 338, 339, 348.
Devoto, Antonio. IX, 194, 195, 370, 375. Devoto, Bartolomé. IX, 512. Devoto, Familia. IX, 374. Devoto, Fernando I. IV, 77, 105, 106, 107, 156, 159, 540, 541, 543; V, 75; Vl, 449, 450; VII, 77, 108, 109, 297, 431, 555; VIII, 496; lX, 302; X, 87, 96, 107, 108, 109. Devoto, Fortunato. IX, 549.
Dewey, Iohn. VII, 35; IX, 400. Dexter, Lewis. IX, 514. Deyermond, Alan. I, 322. D'Hastrel de Rivedoux, Adolfo. VI, 354, 355, 358, 545, 546, 548.
D’Hers, Francisco. VII, 290. Di Benedetto, Antonio. I, 63; X, 124.
Di Benedetto, Elena. IX, 505, 506.
Di Benedetto, Rebeca. IX, 505. Di Giovanni, Severino. VII, 260, 271, 406. Di Lullo, Orestes. Vl, 560; IX, 271; X, 75, 128. Di Marco, Luis E. VIII, 516. Di Núbila, Domingo. X, 269. Di Prieto, Angel. V, 339. Di Rienzo, LA. I, 256. Di Sandro, Iuan. X, 216. Di Sarli, Carlos. IX, 273. Di Stéfano, Italo Severino. VIII, 355.
Di Stéfano, Roberto. II, 181, VIII, 333. Di Tella, Andrés. VIII, 496. Di Tella, Guido. VI, 97, 98, 166, 167, 169; VIII, 270, 517, 530; IX, 30, 31, 68, 81, 82,112. 115, 145, 149; X, 89, 98. Di Tella, Torcuato. VII, 143, 294; VIII, 270, 508, 517; IX, 71, 73, 83, 125, 148, 188, 207, 210, 241, 565; X, 18, 19, 20, 21, 35, 37, 38, 88, 92, 99, 100. Diaconú, Alina. X, 124. Diament, Mario. X, 287. Diana. III, 262, 264. Diana, Marta. VII, 358. Diana, Pablo. VII, 102. Días, Bartolomeu. I, 356. Díaz, Adriano. IV, 451. Díaz, Angel, Fray. III, 390. Díaz, Avelino. VI, 404, 467. Díaz, Benito. V, 436; X, 94. Díaz, César. IV, 451. Díaz, Fanor. VII, 353. Díaz, Francisco Domingo. V,
Díaz, Iosé Antonio. lll, 378. Díaz, Iosé Iavier. IV, 360, 361, 363. Díaz, Leopoldo. Vl, 341, 524; X, l 12.
Díaz, Manuel. III, 354, 355. Díaz, Martín. VI, 557. Díaz, Miguel. III, 182.
Díaz, Pedro. Ill, 415. 403
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Díaz, Ramón. VI, 314. Díaz, Raúl B. VI, 295. 306. Díaz, Rogelio. VI, 488. Diaz Alejandro, Carlos. VI, 166, 168, 169; VII, 322; VIII, 530, 548, 574; IX, 30, 70, 80, 81. 82, 90, 91, 94, 95, 112, 126, 145, 146, 182; X, 92. Díaz Arana, Iuan losé. V, 44; VIII, 502, 503, 504, 512. Díaz Araujo, Edgardo. Vl, 99. Díaz Araujo, Enrique. VII, 267, 292, 294, 295, 508; IX, 495, 497.
Díaz Bessone, Ramón Genaro. VII, 359. Díaz Bialet, Agustín. V, 402. Díaz Bialet, Alejandro. VII, 378. Díaz Caballero, Alonso. I, 413. Díaz Cafferata, A.M. VIII, 522. Díaz Cisneros, César. V, 207, 234.
Díaz Colodrero, Pedro. IV, 434, 435, 436; VIII, 85. Díaz Couselo, Iosé María. V, 102, 363, 400, 401, 402, S37; VIII, 442. Díaz de Guijarro, Enrique. VIII, 470. Díaz de Guzmán, Ruy. I, 33, 34, 373, 442; ll, 190; III, 220, 244, 281, 282, 290, 291, 311. 405; VI, 316, 340. Díaz de la Peña, Miguel. IV, 390.
Díaz de Loría, Pedro. II, 152. Díaz de Mendoza, Fernando. X, 278, 282. Díaz de Perafan, Francisco. III, 231. Díaz de Solís, Iuan. Véase Solís. Díaz de Vivar, Joaquín. VII, 486. Díaz del Castillo, Bernal. I, 274. Díaz Melgarejo, Ruy. I, 383. Díaz Mondurruy, Liliana. X, 125.
Díaz Nicolau, María Cristina. VI, 513. Díaz Rementería, Carlos I. II. 179, 208, 249, 315; III, 29. Díaz Romero, Eugenio. VI, 342. Díaz Taño, Francisco. III, 197. Díaz Vélez, Iosé Miguel. V, 89,
404
204; VI, 34. Díaz Vélez, Eustaquio. IV, 283, 298, 300, 302; VII, 217. Díaz y Clusellas, Iosefa. VI, 363. Dickens, Charles. VI, 334, 419; X, 126.
Dickman, Emilio. IX, 183. Dickmann, Enrique. IV, 539; VII, 20, 403, 405, 476; IX, 401. Dickson, Jorge Federico. V, 347. Diderot, Denis. VI, 463. Diehl, Karl. VI, 463; VIII, 504. Diego, Celia de. III, 312. Diego el Descalzo. III, 374. Diéguez, Héctor. VI, 124; VII, 141; VIII, 513, 514, 516, 517, 522;1X, 31, 81. Diemer, Alwin. X, 58. Dietrich Bracher, Karl. X, 39. Diez, Manuel María. VIII, 86. Diez de Andino, Iuan. II, 159; III, 434. Díez del Corral, Luis. IV, 246. Difrieri, Horacio A. I, 62, 205, 279, 280, 284; Il, 87, 89. Dike. VIII, 445. Dillehay, T.D. 1,106, 284. Dillón, César A. X, 253. Dillón, Iusto R. VI, 413. Dilthey, Wilhelm. X, l6, 45, 46, 47.
Diógenes. I, 328. Dios, Salustiano de. I, 322. Discépolo, Armando. VI, 338; X, 129, 260, 280, 281, 290. Discépolo, Enrique Santos. VIl, 278; X, 117, 260, 281, 288. Disdéri, Alphonse. VI, 358. Distéfano, Iuan Carlos. X, 229, 231. Diz, Adolfo César. VIII, 516, 548.
D'Onofrio, Arminda. VI, 384. D'Orbigny, Alcides. I, 273; II, 45; IV, 57, 65, 178, 186, 188; VI, 138, 215, 227, 405. D'Ors, Eugenio. V, 374; X, 45, 46
Dobb, Maurice. X, 89. Dobranich, Baldmar F. X, 148. Dobrizhoffer. II, 77, 206. 468; III, 202, 407. Dobson, Andrew. I, 81. Dodds, Iames. V, 358. Dodero, Alberto. VIII, 152; X, 149.
Dodero, Familia. VII, 103. Dodero, Luis. VI, 201; VIII, 152. Doering, Adolfo. IX, 536. Doering, Oscar. VI, 410, 423. Doerner, Max. VI, 384. Doesburg, Theo van. X, 217. Dolkart, Ronald H. VIl, 294, 297, 468.
Doll, Ramón. VII, 289, 290, 468; X, 77, 78, 175. Dolores, Tomás de los, Fray. III,
Domecq García, Manuel. VIII, 181,183,184. Domenech, José. VII, 281; IX, 220, 222, 224. Domenech, Roberto. IX, 59. Domingo, Santo. III, 157, 294, 358.
Domingorena, Horacio. IX, 484, 496. Domínguez, Iosé. V, 425, 426; VI, 473. Domínguez, Iuan A. III, 420. Domínguez, Lorenzo. X, 219, 220.
Domínguez, Luis L. V, 333; VI, 320, 393, 431, 433, 473, 496. Domínguez, Manuel Augusto. III, 160. Domínguez, Mateo. l, 466. Domínguez, Oscar. X, 22.5. Domínguez Compañy, Francisco. II, 315. Domínguez Neira, Pedro. X, 21 l.
Domini, Antonio. VIII, 334. Dompé, Hernán. X, 231. Donati, Marcos, Fray. V, 299. Dondo, Osvaldo Horacio. VIII, 324; X, 114.
Donni de Mirande, Nélida. VI, 348.
Donoso, José. X, 123. Donoso, Ricardo. III, 161. Dopsch, Alfons. III, 49. Dorantes, Pedro. I, 383. Dorflinger, Iosé Walter. II, 126. Dorfman, Adolfo. VI, 97, 144, 151, 152, 166, 168; IX, 80, 147, 210, 583; X, 93. Doria, Alejandro. VII, 39; X, 268.
Doria, Carlos L. IX, 495. Doria, Familia. II, 173. Doril, Pedro. X, 287. Dormais, Georges. IX, S42. Dormal, Julio. VI, 367, 382. Dornbusch, Rugider. IX, 112, 115, 149.
Dorrego, Manuel. IV, 20, 303, 304, 373, 374, 375, 376, 378, 379, 380, 381, 385, 386, 387, 395, 396; V, 25, 29, 186, 196, 237, 241, 243, 381, 409, 471. 474; VI, 34, 379, 466, 468, 469, 477, 532: X, 255.
ÍNDICE DE NOMBRES
Dos Santos, C.M. VI, 37. Dosne Pasqualini, Christiane. IX, 514, 517, 531. Dostoievsky, Fiédor Mijailovich. X, 280. Dotti, Jorge Eduardo. V, 73, 74; III, 440. Doucet, Gastón Gabriel. I, 505, 506; II, 207, 250; III, 190. Douglass, W. IV, 107. Dowek, Diana. X, 231. Doyón, Louise M. VII, 308, 322; X, 35.
Draghi Lucero, Iuan. III, 277; VI, S60; IX, 271; X, 76, 119. Drago, José María. X, 142. Drago, Luis María. V, 222, 223; VI, 419. Dragún, Osvaldo. X, 131, 287, 288. Drake, Francis. I, 347, 418, 439. Drake, Iohn. V, 345. Drangosch, Ernesto. VI, 394. Draper, LG. VI, 291. Dresco, Arturo. VI, 382.
Drevet, Pierre. III, 350. Dreyfiis, Alfred. VII, 372. Driesch, Hans. X, 46. Dromi, Laura. Véase: San Martino de Dromi, María Laura. Droz, Jacques. V, 206. Drucaroff, Elsa. X, 134. Drygalski, Erich von. VIII, 162. Duarte. I, 354. Duarte, María Amalia. V, 45, 273; X, 86.
Duarte de Perón, María Eva. VII, 22, 25, 198, 309, 310, 312, 313, 316, 323, 368, 440, 442, 541; VIII, 26, 27, 28, 29, 66, 67, 68, 69, 70, 134, 220, 221; IX, 228, 353, 380, 410, 41 l, 439; X, 97, 185, 259. 268.
Duarte Quirós, Ignacio. II, 396, 430; III, 316, 391. Duayén, César. Véase: Barra de Llanos, Emma. Dubal, Pedro. VI, 34. Dubourdieu, Ioseph. VI, 365, 376, 384. Duca, Anselmo Zoilo. VIII, 30. Duccí, Zacarías, Fray. V, 301. Ducray-Duminil, Francois Guillaume. lIl, 265. Dufau. VIII, 352. Dufourq, Ch.E. I, 321. Duggan, Enrique. IX, 261.
Duggan, Ernesto. IX, 251. Duggan, Héctor. IX, 251. Duggan, Heriberto. IX, 250, 251, 252, 253, 261, 262. Duggan, lack. IX, 251. Duggan, Jaime. IX, 251. Duggan, Iuan Tomás. IX, 250, 251. Duggan, Luis. IX, 250, 251, 261. 262, 268, 317. Duguid, Familia. VI, 194. Duhalde, Eduardo Luis. VII, 360. Duhau, Luis. VII, 281; VIII, 507, 540; IX, 23, 28. Duiguit, León. VIII, 409. Duje, Nilda E. Il, 146. Dujovne Ortíz, Alicia. X, 124. Dulabani, Abdul Massid. VIII, 384. Dulcert. I, 327. Dumas, Alejandro. V, 246; VI, 491. Dumont, Santos. VI, 524. Dumont, Ulises. X, 267. Dumrauf, Clemente. VIIl, 75. Duncan, Silas. V, 192, 193. Duncan, Tim. IV, S41. Dundas, Henry. IV, 316. Dunkerley, James. IX, 183. Dunning, Iohn. IX, 149. Dupré, Giovanni. VI, 406. Durán, Charles Carolus. VI, 369.
Durán, Guillen-no. II, 466. Durán, Iosé Antonio. V, 329. Durán, Iuan G. III, 399; V, 311. Durán, Pedro. V, 297. Durán, Víctor A. I, 180, 231. Durán Estrago, Margarita. II, 466.
Durán Mastrillo, Nicolás. III, 244
Durand, Alberto. VIII, 65. Durant, Charles. VI, 350. Durao, Santa Rita. l, 359. Durkheim, Emile. X, 13, 16. Durnhofer, Eduardo. VI. 486. Duse, Eleonora. VI, 531. Dussel, Enrique. II, 390, 401, 414; VIII, 335. Dussel, Inés. IX, 454. Dussel, Patricia. II, 207. Dutarí Rodríguez, S. VI, 503. Duteil, Elías. VI, 366, 376, 384. Duval, Pedro. III, 232. Duve, Christian de. IX, 511. Duverger, Maurice. VII, 506; VIIl, 453; X, 33.
Earle. IV, 170. Eastman de Barros, Adela. VI, 363. Easton, David. X, 27, 38. Ebelot, Alfredo. IV, 186. Eberlein, Gustave. VI, 366. Echagüe, Familia. II, 66. Echagüe, Iuan Pablo. VI, 486, 524; X, 161. Echagüe, Milcíades. V, 337, 338. Echagüe, Pascual. III, 387; IV, 416, 417 , 419, 421; V, 245. Echagüe, Pedro. VI, 328. Echagüe, Selva. VIII, 21 l.
Echagüe y Butrón, Pascual de. II, 152. Echalecu, Julia María. III, 367. Echanique, Gerónimo de. III, 398.
Echanique, Iuan de. II, 152. Echanove, Alfonso. II, 467. Echard. III, 263. Echavarrí, Tomás. III, 375. Echegaray, Aristóbulo. X, 113. Echegaray, Iuan de. II, 33. Echenique, Iuan B. III, 277. Echevarría, Vicente Anastasio de. V, 381, 413; VI, 477. Echeverría, Bernardo. VI, 32 l. Echeverría, Esteban. IV, 38, 427, 428, 437, 453; V, 28, 29, 30, 44, 161, 175, 328, 366, 449, 451, 452, 460, 461, 462; VI, 34, 129, 269, 280, 281, 305, 317, 318, 319, 322, 323, 325, 327, 339, 347, 353, 360, 393, 450, 472, 473, 475, 487, 518, 519, 522, 537, 559; Vlll, 512; X, 14, 62, 63,119, 126, 156. Echeverría, Francisco. V, 230. Echeverría, José de. III, 414. Edelberg, Betina. X, 115. Edery. Marcos. VIII, 396. Edgeworth, Francis Ysidro. VIII, 501. Eduardo VIII, Rey de Inglaterra. VII, 31. Egaña, Antonio. Il, 414. Eggers Lan, Conrado. IX, 350. Egido, Teófanes. II, 430, 468. Egmont, lord. Il, 340. Egües, Carlos Alberto. V, 41, 102, 133; VII, 401, 507, 555; X, 39.
Eguiara y Eguren, Iuan Iosé de. III, 243.
lNDlCES GENERALES DE LA OBRA
Eguivar, Hermenegildo de. II, 57.
Eguren, Alicia. Vll, 353. Eguren, Francisco de. lV, 278. Eichelbaum, Samuel. X, 130, 174, 281, 285. Eichengreen, Barry. VIIl, 526, 527, 541. Einstein, Albert. VIII, 390; lX, 542; X, 46, 113. Eisenhower, Dwight David. VIII, 129. Eizaguirre, Iosé Manuel. Vl, 228, 244, 256. Ekeloff. VIII, 164. Ekmekdjian, Miguel Angel. Vll, 509. Elal. VII, 165.
Elcano, Iuan Sebastián de. l, 344, 345, 249, 369, 370; II, 224; III, 405. Elenberg, Fernando. VII, 399. Elguera. VIl, 490. Elías, Angel. IV, 427.
Elias, Iuan Ignacio. III, 377. Elichondo, Margarita. VI, 559. Elio, Francisco Javier de. Il, 266; IV, 262, 263, 289, 354; V, 15, 78, 175; VI, 17, 19. Elizagaray, Atilio. D(, 99, 112, 114.
Elizalde, Pedro Isabel. IX, 508. Elizalde, Rufino de. IV, 23, 446, 463, 464, 467, 470, 471, 472, 477, 484, 490; V, 39, 258. Elizalde Acevedo, Luciano H. IX, 363, 585. Elizalde y Hurtariz, Iuan José de. III, 436. Elliot, John. VI, 358. Elorriaga, Domingo, Fray. III, 374. Elortondo y Palacios, Felipe. VI, 5 l 6.
Elvard, Paul. IX, 349. Emiliozzi, Familia. IX, 321, 324. Emperaire, A. I, 230. Emperaire, I. I, 230, 255, 256. Encinas, Diego de. Il, 293, 408. Enciso Recio. III, 21 l. Endrek, Emiliano. II, 123, 124, l4l, 146, 180; Vl, 274; IX, 423. Engelmann, Godofredo. VI, Engels, Frederic. IV, 532; V, 60; VII, 403.
406
Enrique II, Rey de España. I, 297, 305; II, 322. Enrique II, Rey de Portugal, el navegante. l, 352, 354, 365.
Enrique lll, Rey de España. l, 294. Enrique IV, Rey de España. I, 290, 295, 298, 313. 330, 322. 331.
Enrique VllI, Rey de Inglaterra. VIII, 356. Enrique, Federico. lX, 542. Enríquez. l, 281. Enríquez, Luis. lI, 96. Ensinck Jiménez, Oscar Luis. III, 129; IV, 105; V, 168, 169; Vl, 201; X, 102. Entraigas, Raúl A. V, 309, 311; VIII, 74. Epelbaum de Weinstein, Ana. VIII, 400. Erasmo. Ill, 247. Ercilla, Alonso de. III, 289. Erize, Esteban. VI, 561. Erize, Francisco. VII, 231. Errázuriz, Familia. IV, 194. Errázuriz, Federico. V, 231, 332. Errázuriz, Isidoro. V, 231. Errázuriz, Matías. X, 157. Errecaborde, Iorge E. VIII, 298. Errecart, Iuan. VIII, 65. Erro, Iuan Carlos. X, 52, 122, 127,177, 183. Esandi, M. M. VIII, 335. Escalada, Antonio Iosé de. VI, 522. Escalada, Celedonio. IV, 290. Escalada, Familia. III, 135; Vl, 351, 523. Escalada, Federico. VII, 164, 166, 176. Escalada, Francisco Antonio de. lll, 271, 323. Escalada, José Antonio de. III, 239, 246. Escalada, José Manuel. V, 305. Escalada, Manuel. IV, 332; V, 283. Escalada, Roberto. X, 261, 263. Escalada, Remedios de. Vl, S22. Escalada Bustillo y Zeballos, Mariano lose de. IV, 27; V, 291, 294, 295, 321, 323, 324, 327, 340. Escalada de Demaría, María Eugenia. lI, 175. Escalante, Iuan. Vl, 478. Escalante, Wenceslao. IV, 514; V, 370; VIII, 412, 413. Espalpelo. V, 140. Escalona Agüero, Gaspar de. III, 29
Escardó, Florencio. IV, 212; VI, 356; IX, 523; X, 128.
Escardó, Macedonia. Vl, 356. Escardó de Colombo Berra, Paulina. VIII, 65. Escarpit, Robert. X, 160. Escobar, Adrián. VII, 476, 482; VIII, 49. Escobar, Alberto. IX, 436. Escobar, Juan de, Fray. Il, 421. Escobar, Juana de. II, 135. Escobar, María de. II, 135. Escobar, Miguel. IV, 296. Escobar, Valentín de. III, 445. Escobar Castellanos, Tomás de. lI, 152. Escobar de Barragán, Antonia de. Il, 135. Escobar y Becerra, deán. III, l l l, 278. Escriche, Ioaquín. V, 425. Escrivá de Balaguer, Iosé María. VIII, 358. Escudé, Carlos. V, 75, 235; VIII, ll7, 142, 144, 145; IX, 148, 422.
392. '
Escudé, Guillermo. IX, ll4. Escudero, Francisco, Fray. III, Escudero, Iosé Antonio. lI, 248; IV, 247.
Escudero, Pedro. IX, 507. Eshag, Eprime. VIII, 516. Esnaola, Iuan Pedro. IV, 39; VI, 387, 393, 400. España, Claudio. X, 269. Espeche Gil, Vicente. VII, 400. Espejo, Iosé. VII, 309, 310, 316; IX, 226, 227. Espejo, Iuan Luis. I, 409; IV, 318. Espidíón, Santo. III, 269. Espil, Alberto. IX, 342. Espina, Alonso de la. l, 314. Espinel, Vicente. VI, 557. Espinosa, Manuel. X, 217. Espinosa, Mariano Antonio, Fray. V, 284, 287, 339; X, 240. Espinosa, Pedro de. ll, 98. Espinosa de los Monteros, Iosé. III, 131, 343, 410, 412; Vl, 178.
Espinosa de los Monteros, Iuan Alonso. III, 343, 344, 435. Espinosa Soriano, W. I, 106. Espinosa y Dávila, Joaquín de. lIl, 435. Espósito Castro, Alfredo Mario. VIII, 355. Esquilache, príncipe de. l, 489; Il, 254.
ÍNDICE DE NOMBRES
Esquilo. X, 156. Esquiú, Mamerto, Fray. V, 283, 288, 294, 309, 328, 368: X. 118.
Esquivel, Héctor Darío. V, 342. Esquivel, Maria de. I, 470. Essomericq. I, 359. Estaca, Iuan. VI, 420. Estacio de Sa. I, 362. Estelle, Patricio. l 409. Esteras, Cristina. I, 474; lII, 356, 361, 367. Estevan y León, Manuel de. III, 435. Esteve, Laura. IX, l5l. Esteves Saguí, Miguel. V, 427, 429, 430, 437. Estévez, Adolfo. VIIl, 228. Estévez, E.I. I, 255. Estiú, Emilio. VII, 38; X, 56. Estrada, Angel de. VI, 342; VIII, 324; X, 126, l5l. Estrada, Carlos de. VIII, 45. Estrada, Iosé Manuel. V, 37, 53, 56, 120, 140, 306, 307, 368: VI, 291, 303, 331, 338, 417. 421, 435, 440, 441, 502, 510, 518, 520, S23; VII, 490; VIII, 85, 312; X, 53. Estrada, Liniers de. III, 159. Estrada, Marcos de. V, 206. Estrada, Santiago de. VI, 332, 502; VIII, 335, 342, 343, 361. Estrany-Gendre, Antonio. VIII, 136.
Estrella Gutiérrez, Fermín. X, 114, 132. Etchart, Pablo Carlos. X, 157, 163.
Etchebarne, Miguel. X, llS. Etchecopar, Evaristo. VI, 88, 138.
Etchecopar, Máximo. VII, 290, 446; X, 127. Etchegaray. Vl, 337. Etcheguía, Gustavo. IX, 183. Etchepareborda, Roberto. IV, 269, 31 l, 540; V, 42, 234, 271, 272, 273; VI, 486; VII, 263, 295, 465, 508; VIII, 209; X, 96.
Etchevehere, Guillermo. X, 115. Etchevehere, Luis. VII, 267. Etcheverry Boneo, Rómulo. VIII, 415, 443; IX, 475. Eteve, Laura. III, 13. Etkin, Alberto M. Vll, 263. Eugenio, Emilio. I, 206, 207. Eujanian, Alejandro C. Vl, 449, 450.
Euler, Ulf von. IX, 525. Ewen, Enrique LR. V, 354. Eyzaguirre, Jaime. IV, 346. Eyzaguirre, José Ignacio Víctor. V, 287.
Ezcurra, Mariano. IX, 17. Ezcurra de Rosas, Encarnación. IV, 402, 403, 417; VI, 356.
Ezquerra Abadía, Ramón. I, 408.
Ezquerrenea, Iuan Antonio. V, 322. F
Fabre, Agustín. III, 254, 394. Fabrici, Susana. VI, 349, 366, 377, 378, 563. Fabrizi, Aldo. VII, 99. Fabro, Fernando. Ill, 384, 435. Fabro, Gabriela. X, 269. Facio, Sara. X, 124, 216, 236. Facio Hebequer, Guillermo. IX, 220; X, 212, 213, 285. Faciotti, María Celia. IX, 268. Fader, Fernando. VI, 376, 382; VII, 38; X, 203, 204, 208, 219, 220, 222, 235. Fadrique. III, 148. Fadul, María Esther. VIII, 65. Fahy, Antonio. V, 292. Faig, Carlos H. X, 289. Fainholc, Beatriz. IX, 454. Fair, Familia. VI, 194. Fairburn, Iohn. III, 141, 145. Fagnani, Camilo O. IX, 268. Fagnano, Iosé. V, 300. Fajardo, Pedro, Fray. III, 445. Falcini, Luis. X, 223. Falcoff, Mark. VII, 294. Falcón, Ramón L. V, 261. Falcón, Ricardo. IV, 541; V, 168; VIII, 382; IX, 240. Falconer, Tomás, Véase: Falkner, Tomás.
Falero, Ruy. I, 342. Faletto, Enzo. X, 18. Falguiere, Alexandre. VI, 370. Falkner, Tomás. I, 273; II, 71, 87; III, 148, 386, 405, 407, 415, 417. Fangio, Iuan Manuel. VII, 35; IX, 321, 322, 323, 324, 330, 325, 329, 330. Fanon, Franz. VII, 366. Faraday, Michael. VI, 406. Farberman, Judith. II, 123, 179; III, 100, 190. Farel. Guillermo. VIII, 333.
Farina, Alberto. X, 270. Fariní, Iuan Angel. VI, 486; X, 148.
Farjat, Jorge Luis. VII, 87. Farnesio, Isabel de. II, 327, 328, 329, 330, 331. Farré, Luis. X, 46, 64. Farrell, Edelmiro I. VII, 20, 21, 301, 306, 308, 321, 545; VIII, 63, l0_6, 107, 214, 216, 217, 218; IX, 375. Farrell, Gerardo. VIII, 356, 360. Farrington, I. I, 108. Faruk. IX, 383. Fasciolo, Iuan Carlos. IX, Sl l, 512, 513, 517. Fasolino, Nicolás. II, 430; V, 310; VI, 274; VIII, 342. Fassi, Carlos. VIII, 70. Fassola Castaño, Francisco. VII, 291. Fatone, Vicente. X, 52, 59, 60, 65, 122. Fattori, Giovanni. VI, 369. Faulkner, William. X, 122. Faust Rocha, Miguel. X, 283. Faustin, Enrique. X, 261. Fautario, Héctor Luis. VIII, 248, 251. Fava, Athos. VII, 468. Favaloro, René. VII, 387. Favaro, Orietta. VII, 356; VIII,
Favier, Alvin. VI, 358. Favio, Leonardo. X, 264, 270. Favré, Roberto. X, 258. Favretto, Giaccomo. VI, 369, 371. Faya, Orlando. III, 415. Fayt, Carlos S. Vll, 322, 467, 498, 509; X, 29, 35. Febrero, Iosé. III, 275. Febvre, Lucien. X, 87. Fedele, Javier. VII, 208. Fedoseeff, N.B. IV, 293. Feduchi, Luis. lII, 367. Feijoo, B.I. VI, 316.
Feijoo, María del Carmen. III, 263, 265, 269; IV, 156; X, 30. Feierstein, Ricardo. V, 360. Feinmann, Juan Pablo. VII, 397, 471; X, 268. Feldman, E. IX, 125, 148. Feldman, Iorge. VII, 142. Feldman, Simón. X, 264, 270. Felgine, Odile. X, 198. Felipe, el infante. II, 331. Felipe Il, Rey de España. I, 281,
347, 363, 419, 427, 431, 445. 407
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
447, 448,, 450, 455; 11, 214, 219. 245, 302, 308, 351, 352, 387, 392, 397; 111, 35, 74, 208, 286, 416, 442. Felipe III, Rey de España. II, 352; 111, 37, 212, 237, 444. Felipe IV, Rey de España. II,
408
413, 442; lll, 383. Felipe V, Rey de España. II, 223, 251, 299, 322, 323, 324, 326, 327, 328, 330, 331; 111, 27, 35, 37, 146, 264, 306. Felipe de Anjou. II, 323, 358, 359, 360, 363, 364. Feliú, Ramón. IV, 243. Falleti, Tulia Gabriela. V, 168. Fender, F. 1X, 31. Fénelon. III, 273, 319. Fenner, Emilio. X, 150. Ferguson, Francisco. V, 355. Ferguson, Lula de. V, 355. Ferlini, Iuan. VII, 410. Fermepin, Alphonse. VI, 357, 358. Fermín, Santo. III, 200. Femández. IX, 426. Fernández. 111, 135. Fernández, A. 1V, 106; VII, 109. Fernández, Alejandro. 111, 367. Fernández, Angela M. II, 141, 146; III, 190. Femández, Arturo. X, 34, 38. Femández, Francisco F. IV, 468. Fernández, LC. V1, 513. Fernández, Ianuario. II, 174; 111, 168, 169. Fernández, Iorge. I, 180. Fernández, Iuan. III, 236. Femández, Juan Antonio. V1, 467. Fernández, Juan Carlos. VIII, 441. Fernández, Iuan N. V1, 106. Fernández, Iuan Rómulo. VI, 307, 485, 511; 1X, 361. Fernández, Mabel. I, 207. Fernández, Macedonio. IX, 338; X, 113, 120, 121,170. Fernández, María Angélica. VI, 486. Fernández, Manuel Ignacio. II, 266, 267, 270, 272, 274, 277, 281, 295; III, 439. Fernández, Marta. X, 38. Fernández, Patricio I. III, 263. Fernández, Pedro Juan. III, 321. Fernández, Raúl. VI, 274; 1X, 423. Fernández, Roque. V111, 519. Fernández, Silvia. Vl, 340.
Femández, Stella Maris. X, 161. 162, 163.
Fernández Alvariño, Próspero Germán. VII, 357. Femández Balmaceda, Osvaldo. V111, 5 1 5.
Fernández Blanco, Familia. VI, 354.
Femández Blanco y Rodrigo, Isaac. VI, 363. Fernández C., Jorge. IV, 186. Fernández Campero, Iuan José. Il, 165. Femández Chelo, Enrique. X, 1 S6.
Fernández Cornejo, Iosé. IV, 409, 41 1. Fernández de Agüero y Echave, Iuan Manuel. III, 303, 304, 306, 309, 312, 317, 321, 398V. 25. 315, 364; V1, 465; X, 62.
Femández de Andrada, Diego. III, 432. Fernández de Andrade, Pedro. l, 472. Fernández de Castro. III, 135. Fernández de Enciso, Martín. I, 341.
Femández de Fonseca, Iuan. III, Fernández de la Cruz, Francisco. IV, 305, 306, 309, 362, 367. Fernández de la Torre, Pedro, Fray. I, 395, 423; lII, 441. Fernánda de Lugo, Pedro. I, 375. Fernández de Moratín, Leandro. III, 136. Fernández de Villegas, Ramón. III, 436. Fernández Díaz, Augusto. l,
Fernández Navarro, César. X, 222.
Femández Pardo, C.A. VII, 469. Fernández Pol, Iorge E. VIII, 513.
Femández Pondal, Rodolfo. VIII, 253. Fernández Tiscornia, Nelly. X, 132.
Femández-Tresguerres, LA. I, 284. Fernández Valcárcel. 111, 269. 27 l.
Femández Valdés, Eduardo. VII, 283. Fernández Villanueva, Julio. VI, 371. Fernando, el Católico, Rey de España. 1, 288, 294, 295, 316. 317, 321, 357; 11, 389, 402. Fernando II, Rey de España. l, 305. Fernando III, el Santo, Rey de España. I, 332. Fernando IV, Rey de España. I, 297; Il, 329. Femando VI, Rey de España. 11, 333, 336, 237, 359, 370, 459; 111, 123, 125, 127.
Femando VII, Rey de España. II, 347; III, 339, 351; IV, 18, 19, 230, 231, 232, 233, 237, 238, 239, 243, 261, 272, 350; V,1S, 16, 21, 78,172,176. 177,179,181, 206, 413; V1, 459. Femícola, Elena A. VIII, 65. Fems, H.S. II, 382; V, 235, 499. 505; VI, 37, 202; 1X, 145, 182. Ferrá, Coloma. VIII, 516. Ferra de Bartol, Margarita. VII, 296.
Fernández Distell, A. 1, 107. Fernández Garay, Ana. VII, 175. Fernández Latour de Botas, Olga. VI, 345, 346, 535, 559, 560, 561, 562, 563; 1X, 269. 302, 585; X, 128. Fernández Long, Hilario. IX, 486. Fernández López, Manuel. V, 536; V111, 499, 522, 523, 578. Fernández Mejía. III, 264. Fernández Moreno, Baldomero. X, 112. Fernández Moreno, César. VI, 348; X, 115. Fernández Muro, Antonio. X, 224.
Ferrando, Olegario. X, 260. Ferrara, Ricardo. VIII, 360. Ferrari, Gustavo. IV, 155, 157, 538; V, 45, 74, 234, 235; VI, 202, 449; V111, 142.
Ferrari, [uan Carlos. Véase: Grande, Enrique. Ferrari, Marcela. IV, 540, 541; V1, 126.
Ferrari, Marta. X, 130. Ferrari, Miguel. IX, 538. Ferrari, Rodolfo Iuan. VIII, 87. Ferrari Hardoy, lose’. VII, 193. Ferraris, Carlos José. Vl, 404, 405, 415. Ferrater Mora, José. X, 61, 65. Ferrati. VI. 522.
ÍNDICE DE NOMBRES
Ferré, Pedro. IV, 164, 391, 392, 393, 395, 417, 419, 423, 434. 435, 437, 451; V, 245, 446, 448, 461, 462; VI, 140, 144, 483; VIII, 85. Ferreira, Andrés. IX, 410. Ferreira, Fernando. X, 270. Ferreira, Gregorio. I, 466. Ferreira, I. Alfredo. Vl, 286, 299, 306, 423, 426; X, 41. Ferreira, Ramón. IV, 450. Ferreira, M. VII, 413. Ferreira Abad, Francisco. Il, 25. Ferreira de Cassone, Florencia. VII, 294. Ferreiro, Iosé. III, 354, 367. Ferreiro, Iuan Pablo. I, 506, S07; II, 123, 124; III, 190. Ferrer, Aldo. VI, 166, 168; VIII, 511, 514, 515, 520, 521; IX, 30, 32, 81, 112; X, 92. Ferrer, Concepción. VI, 254. Ferrer, Miguel. IV, 295. Ferrer, Vicente, Santo. III, 110, 156.
Ferrero, Constancio, Fray. V, 297, 301. Ferrero, Guglielmo. VI, 416; 1X, 462. Ferrero, Roberto. VI, 98; VII, 295, 296; X, 96. Ferrero Mico, Remedios. VI, 274.
Ferretti, Aurelio. X, 131. Ferreyra, Alba. IX, 424. Ferreyra, Ana Inés. IV, 113, 119, 131, 379, 422, 424, 425, 543; V, 505, 507, 515, 516, 525. Ferreyra, José A. X, 256, 257, 258.
Ferreyra, María del Cannen. Il, 123, 128, 146. Ferreyra, María Esther. IX, 424.
Ferreyra, Martín. IX, 516. Ferreyra, Ramón. IV, 414; V, 329.
Ferreyra, Roque. IV, 459. Ferreyra Basso, Iuan G. X, 115. Ferri, Enrico. V, 373; VI, 417; VIII, 478; IX, 462. Ferro, Hellen. X, 123, 270. Ferry, lules. V, 54, 55; VI, 292, 293. Fester, Gustavo. IX, 552. Feuillé, Luis. Ill, 407. Fichte, Johann Gottlieb. V, 370. Fidalgo, Francisco. l, 206, 229. Fieldhouse, Iohn. VIII, 284. Fienup, D. IX, 31.
Fierro, Martín. I, 191; III, 302; V, 38, 49, 253, 407; VI, 329. 330, 331, 336, 340, 345, 359, 531, 538, 541, 549, 557, 559, 560; VII, 91; VIII, 476; IX. 270, 286, 292, 302, 336, 338; X, 52, 119, 125,126,133.14], 156, 157, 167, 263. Figari, Guillermo Miguel. V, 234. Figarillo. Véase: Alberdi, [uan Bautista. Figueira, Ricardo. VI, 63. Figueiroa, Silvia F. de M. IX, 529. Figuerero, Manuel E. VI, 488. Figuerero, Manuel V. III, 160. Figuerero Torres, M.I. I, 256. Figueroa, Agustín de. lII, 436. Figueroa, Andrés. IV, 423, 424, 428. Figueroa, Antonio de. II, 82. Figueroa, Familia. V, 148. Figueroa, Fernando R. VII, 296. Figueroa, Iuana. IX, 291. Figueroa, Mauricio. IV, 404, 405. Figueroa Alcorta, Iosé. IV, 26, 526; V, 27, 44, 62, 70, 98, 104. 110, 123, 127; VI, 382; VII, 520; VIII, 452; X, 147. Figueroa Alcorta, Luis. IX, 528.
Figueroa Quinteros, María Angélica. II, 250. Figueroa Toledo y Pimental, Gabriel de. III, 227. Figueroa y Guevara, Baltasar de. III, 433. Figueroa y Mendoza, Lucas. II, 156; III, 433. Figuerola, Iosé. VII, 31, 301, 306; VIII, 508, 509. Fijman, Jacobo. VIII, 324; X, l 13.
Filangieri, Gaetano. V, 15, 26, 38, 428, 443. Filgueira, Carlo. VII, 134, 139. Filiberto, Iuan de Dios. IX, 263. Filicaya, Bacho de. I, 465, 470, 472. Filippani, Benito. V, 33 l. Filippo, Iorge. VII, 176. Fillol, Joaquín. IV, 484. Filloy, Iuan. X, 121. Fingerit, Iulio. VIII, 324. Finglhay, Iuan L. VI, 505. Finkielman, Samuel. IX, 531. Finó, lose Federico. X, 154, 162. Finochietto, Enrique. IX, S64.
Fioravanti, Iosé. X, 141. Fioravanti, Maurizio. II, 248. Fiorentino, Raúl. IX. 59. Fiorini, Bartolomé. VIII, 86. Fiorini, Jacobo. VI, 353, 362. Firmenich, Mario Eduardo. VII, 383, 384, 385, 386, 394, 397, 460, 464; VIII, 347. Firpo, Luis Angel. IX, 254, 326. Firpo, Roberto. X, 274. Fischer, A. I, 230. Fischerman, Alberto. X, 265, 267. Fisher, Ana María. VI, 513. Fisher, Irving. V, 535; VlII, 501, 504. Fisher, LR. VI, 17, 35, 36. Fitte, Ernesto I. I, 408; V, 272, 505; VIII, 177. Fitzgerald, E.V.K. VI, 168. Fitz-Roy, Robert. I, 76, 257; V, 350; VI, 420. Flammarion. VI, 418. Flux. Veáse: Palacio, Lino. Flechter, Lea. VI, 346. Flegenheimer, Nora. I, 185, 206, 230. Fleider, Leo. X, 265. Fleitas, Iuan. VII, 425. Fleitas, María Silvia. IX, 33. Fleming, William. VI, 202; IX, 33.
Fleury, André-Hercule de. V, 303; X, 88. Flexner, Abraham. IX, 501, 527. Flichman, G. I, 127. Fliess, Enrique. VIII, 180, l8l. Flint, F. I, 229. Floranes. Ill, 236. Flores, Familia. II, 135. Flores, Ignacio. II, 270, 274, 275; Ill, 242. Flores, Iosé María. IV, 441. Flores, Miguel. X, 222. Flores, Pedro. X, 225. Flores, Petiso. IX, 284. Flores, Venancio. IV, 445, 448, 463, 484; V, 221, 251. Flores de Valdés, Diego. I, 347, 439. Florescano, Enrique. III, 50; IV, 131.
Flórez. III, 263, 269. Floria, Carlos Alberto. II, 380; IV, 491, 507, 538; V, 133; VII, 297, 357, 361, 398, 400, 431, 470. 485, 494, 509, 552, 555; IX, 183; X, 29, 33, 34, 104.
178. 409
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Floridablanca. Véase: Moñino, José.
Florit, Carlos. VIII, 143. Focher, Iuan de. II, 390, 409. Fock, Niels. VII, 147. Fodor, Iorge. IX, 149. Fogarty, Iohn. VI, 124, 169; IX, 3 l , 81.
Foglí, Ghino. X, 150, 156, 157. Foglia, Maria Elena. I, 463, 474; IV, 216.
Foglia, Virgilio G. IX, S15, 524. Foguelman, Dina. VII, 231. Fogwill, Rodolfo. X, 124. Folcini, Enrique Eugenio. VIII, S12, 518. Folguerá, Iosé. X, 116. Folliet, Ioseph. II, 399. Fonseca. III, 381, 385. Fonseca, Fabián de. III, 29. Fonseca, Manuel de. III, 133. Fonseca Contreras, Manuel de. I, 470, 471. Font, Iuan. III, 148. Font Ezcurra, Ricardo. VII, 487. Fontaine, Ernesto R. VIII, 516. Fontana, Clara. X, 270. Fontana, Lucio. X, 223. Fontana, Luis Iorge. VI, 333, 423. Fontana Lázaro, I. VI, 35, 36. Fontanella de Weinberg, B. IV, 105; VI, 561. Foppa, Tito Livio. VI, 345; X, 135.
Forbes, Iohn B. V, 182. Ford, Alec. V, 504, 534, 535; IX, 145.
410
Ford, Aníbal. IX, 393. Forestier, Iuan Nicolás. IV, 195; VII, 180, 181, 205. Forman, Paul. IX, 557, 584. Forner, Raquel. VII, 39; X, 211. Forni, Florial. X, 22. Fornieles, Salvador. VIII, 405, 408, 421, 425, 443. Foronda. III, 325; V, 15. Forster, Ricardo. l, 257. Forsyth, Iohn. V, 193. Forte, Vicente. X, 21 l. Forteza, I. IX, 21 l. Fortuny, Mariano. VI, 238. Foschíatti, Ana. IV, 71, 75. Fossatti, Iuan. IV, 191. Foster, David. VI, 344. Foster, George. VI, 539, 553, 559, 560. Foster Stockwell, B. VIII, 365. Fotheringham, Ignacio H. IV, 165, 185; V, 254.
Foucault, Michel. VIII, 473. Fouillée, Alfredo. V, 373. Foulché-Delbosc, Raymond. X, 146.
Fouquery, Charles. II, 129. Fourier, Charles. V, 29, 458. Fourníer, Iean. I, 356. Fovie, Iorge Guillermo. VII, 263. Fox, Elizabeth. IX, 393. Foyel, cacique. IV, 176; VII, 160. Fracchia, Alberto. VIII, 5 l 7. 5 l 9.
Frade, Carlos del. VIII, 42. Fradkin, Raúl O. II, 180; III, 101, 190. Fraga, Iorge A. VIII, 177, 178. Fraga, Rosendo M. VII, 295, 355, 375, 376, 398; VIII, 209, 229, 230, 244, 247, 270, 271, 578.
Fragueiro, Alfredo. X, 59. Fragueiro, Mariano. IV, 430, 436, 437, 438, 446, 454; V, 31, 451, 452, 461, 462, 479; VI. 497. Fraguío, Carlos I. VIII, 176. Framini, Andrés. VII, 336, 338, 381. France, Anatole. IV, 194; VI, 530. Franceschi, Alfredo. X, 47. Franceschi, Gustavo I. V, 65, 307; VII, 28, 431, 450, 470; VIII, 324, 329, 335, 338; IX, 339, 422; X, 178. Francesconi, Luis. VIII, 367. Franchico. VI, 543. Francia, Iosé Gaspar de. V, 174. Francisco, Santo. III, 170, 210, 214, 233. Francisco de Asís, Santo. Ill, 157.
Francisco de Paula, Santo. III, Francisco Xavier, Santo. III, 157, 158, 195. Franco, Eva. IX, 263; X, 256, 280, 281, 283, 284. Franco, Francisco. VII, 285, 292, 313, 348, 424, 426, 427. 462; VIII, 134; X, 178. Franco, Luis. IX, 337; X, 114, 122, 127.
Franco, Nora. l, 207. Franco, Pedro B. X, 154. Franco, Rodolfo. X, 205, 206, 214, 284. Franco, Rubén O. VIII, 248, 261.
Francovich, Guillermo. III, 402. Frank, Waldo. X, 127, 175. Franklin, Benjamín. III, 325, 326; VI, 41 l, 421, 427. Franks, Lord. VIII, 300. Franze, Iavier. IV, 540; VII, 430. Frapiccini, A. VII, 109. Fraser, Douglas. VI, 155. Fraser, Iohn Foster. IV, 145, 147, 157.
Frasso, Pedro. II, 390; III, 263, 264. Fray Macho. Véase: Alvarez, Iosé Sixto.
Fredricks, Carlos D. IV, 433. Fred Rippy, I. VI, 37. Freddy Masera. Ricardo. VII, 175.
Fredericq, León. IX, 514. Freedman, Lawrence. VIII, 144. Freeman, Edward. V, 52. Freels, Iohn W. IX, 21 l. Fregeiro, Clemente. VI, 446; X, 149.
Fregonese, Hugo. X, 258, 261. Frei, Eduardo. VIII, 139. Freidemberg, Daniel. X, 133. Freire, Ramón. IV, 322, 323, 327, 329, 332. Freire, Susana. X, 289. Freitas, Augusto Teixeira de. V, 388 French. IV, 307. French, Peter. VII, 322. Frenguelli, Joaquín. I, 28, 62, 155, 217. Frenkel, Leopoldo. VII, 466. Frenkel, R. X, 30. Fresán, Rodrigo. X, 125. Fresco, Manuel. VII, 185, 269, 273, 286, 418; VIII, 20, 22; IX, 201. Fresco, Rafael. X, 149. Freud, Sigmund. X, 14, 23, 113, 280. Frexas, Enrique. VI, S05. Frezier. III, 214. Frías, Alonso de. III, 345. Frías, Bernardo. III, 188, 192, VI, 228. Frías, Félix Ignacio. III, 398; IV, 414, 498, 499, 504; V, 25, 3l, 65, 120, 126, 303, 304, 305. 333, 368; VI, 278, 279, 280, 288, 305, 473, 475, 496, 502: VIII, 80; X, 95, 146. Frías, José Domingo. III, 444. Frías, José María. VI, 138. Frías, Justiniano. VI, 138.
ÍNDICE DE NOMBRES
Frías, Luis Rodolfo. IV, 481. Frías, Pedro Iosé. VII, 275, 509; VIII, 42, 86, 342, 343, 361. Frías, Ricardo. IX, 379. Frías, Susana R. II, 89, 122, 125, 146, 469. Frías, Uladislao. V, 120, 128. Frías Martel. II, 157. Friedman, M. VIII, 574. Friedmann, Wolfgang. VIII, 439. Friedrich, Carl. X, 33. Frigerio, Iosé Oscar. VII, 177, 354, 355. Frigerio, Rogelio. VII, 335, 353, 368, 369, 446, 447, 467; VIII, 227, 260, 521; IX, 100, 114; X, 189. Frizzi de Longoni, Haydée E. V, 344. Frondizí, Arturo. VII, 23, 24, 119,121, 200, 212, 285, 317, 321, 333, 334, 335, 336, 337, 338, 344, 345, 352, 355, 356, 369, 398, 416, 446, 447, 448, 461, 467, 496, 503, 517, 518, 519, 520, 525, 526, 528, 529, 530, 531, 536, 540, 541, 542, 544, 545; VIII, 30, 39, 65, 122, 123, 125, 129, 130, 132, 135, 137, 143, 153, 156, 227, 228, 229, 230, 231, 233, 243. 244, 245, 304, 342, 433, 455, 465, 466, 514, 515, 521; IX, 88, 92, 100, lOl, 102,105. 109, 110, 114, 115,132,134, 137, 138, 139, 147, 203, 204, 230, 231, 233, 240, 350, 351, 367, 381, 412, 416, 445, 481, 482, 483, 484, 496; X, 25, 28. 187, 190. Frondizí, Risieri. VII, 38; VIII, 515, 516; IX, 482, 483, 523; X, 48, 49, 56. Frondizí, Silvio. VII, 359, 446, 451, 467, 468; IX, 483.
Frontaura Argandoña, Manuel. l, 408. Frontera, Carlos Guillermo. VII, 482, 508. Frúgoli, Amadeo. VIII, 258. Frugoni, Santiago Felipe. VIII, 87
Frugoni Zabala, Domingo. VIII, 50
Frutos, Pedro. VIII, 41 l. Fucaraccio, Angel. VIII, 513, 516.
Fuchs, Iaime. VII, 139.
Fucito, Felipe. VIII, 440, 441; X, 22.
Fuente, Ariel de la. VIII, 495. Fuente, Héctor de la. VII, 283. Fuentes, Antón de. I, 472. Fuentes, Carlos. X, 123. Fuentes, Diego T. de la. IV, 492; VI, 282. Fuentes del Arco, Antonio. III, 306; VI, 316. Fugger, Familia. I, 346, 370. Fugl, Iuan. IV, 83; V, 349, 359. Funes, Ambrosio. III, 131, 229, 230, 252, 279, 352, 362. Funes, Diego de. I, 153. Funes, Gregorio. III, 225, 227, 228, 232, 237, 240, 243, 246, 252, 254, 261, 266, 268, 275, 279, 388, 390, 396, 401, 402; IV, 40, 253, 257, 258, 259, 268, 355, 397; V, l7, 18, 25, 279, 310, 314, 315, 343, 366. 400, 408; VI, 132, 209, 270, 315, 457, 461, 465, 487, 518. Funk. II, 342. Furbank, P.N. IV, 158. Furet, Francois. VII, 363. Furlan, Luis R. X, 116, 133, 134. Furlong, Guillermo. II, 81, 84, 86, 281, 350, 430, 466, 467. 468; III, 158, 159, 160, 162, 244, 277, 279, 279, 297, 312. 329, 330, 365, 371, 385, 401, 402, 405, 408, 412, 414, 421; V, 308, 309, 310, 311, 312, 343; VI, 256, 287, 399, 486; VIII, 333; IX, 422; X, 65, 76, 81.
Furt, Iorge M. II, 88; III,l3l, 245, 279, 292, 293, 294, 312; VI, 560; X, 149, 157. Furtado, Celso. VIII, Sl 1, 512, 513, 521, 523. Fustel de Coulanges, Numa Denis. VI, 339. Fustinoni, Osvaldo. IX, 514. Fustiñana, Rolando. X, 261. Fvaternik, E. VII, 470. G
Gaboto, Sebastián. I, 445. Gabriel, Iosé. VII, 239, 263; XIX, 333.
Gabriel, Santo. III, 157. Gabrielli, Adolfo. VII, 509; VIII, 469. Gache, Benjamín. IX, 370. Gadamer, Hans-Georg. X, 49.
Gadano, Nicolás. IX, 147. Gaddano, Iosé Enrique. VIII, 75.
Gadé, Analía. X, 263. Gaete, Familia. II, 157. Gagliano, Rafael. IX, 454. Gagliardi. VI, 254. Gagneux, Eduardo Guillermo. VIII, S06. Gaignard, Romain. VI, 63, 97, 124, 125. Gainza, Fernando, Fray. III, 390. Gainza, Martín de. IV, 491; V, 259, 260. Gainza, Pedro, Fray. III, 390. Gainza Paz, Familia. IX, 349. Gaito, Constantino. VI, 391, 394; X, 243. Galán, Carlos. VIII, 353. Galán, Martín. V, 173. Galán, Raúl. X, 115. Galasso, Norberto. VII, 297, 468.
Galdiano, Lázaro. I, 360. Galeano, Eduardo. X, 193. Galera Gómez, Andrés. III, 419. Galettini, Carlos. X, 266. Galiani, abate. V, 14, 457. Galileo, Galilei. VI, 410. Galimbertj, Rodolfo. VII, 358, 375.
Galíndez, Bartolomé. IV, 540. Galíndez, Víctor. IX, 329. Galisteo, Elías. IV, 389, 416. Galitelli, Bernardo. IX, 240. Galland, Adolfo. VIII, 219. Gallardo, Alejandro. VII, 275, 276. Gallardo, Angel. VI, 506; VII, 215, 220, 254; VIII, 115, 335; IX, 535, 536. Gallardo, Carlos R. I, 276. Gallardo, Guillermo. l, 443; V, 344; VI, 227, 400. Gallardo, Iorge Emilio. VI, 561. Gallardo, León. VI, 367. Gallardo, Mabel. II, 125, 147. Gallardo, Manuel B. VI, 468, 474. Gallardo, Rodolfo. II, 88. Gallardo, Sara. X, 123. Gallart, M. IX, 454. Galle, Cornelio. III, 343, 344. Gallego, Américo. IX, 312. Gallego, Isidora. III, 152. Gallego Gredilla, Enrique. Il, 85.
Gallego, Manuel. III, 251, 252,
257, 275, 278. 411
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Gallegos. VI, 313. Gallegos, F. VI, 509. Gallegos Sánchez, Arturo. VIII, 469. Galles, Carlos D. 1X, 535, 585. Galletti, Alfredo. IV, 539; V, 42, 138; VII, 507. Galletti, Ana. V, 168. Galli, Carlos María. VIII, 360. Galli Mainini, Carlos. IX, 513. Gallina, Mario. X, 269. Gallino, Cayetano. IV, 305. Gallo, Aniceto el. VI, 321, 501. Gallo, Delfin. 1V, 515; V, 53, 54, 120; VI, 502. Gallo, Delfina. VI, 245, 256. Gallo, Edit. VII, 295. Gallo, Ezequiel. I, XXI; IV, 155, 157, 158, 51 l, 538, 539, 540, 541, 543; V, 45, 55, 73, 74, 168, 169, 235, 462; V1, 98, 124, 127. 166, 169, 201, 202. 249, 256, 449; V11, 294, 448, 462, 467, 552; 1X, 31, 81; X, 33, 84, 90, 92, 95, 109. Gallo, Familia. V, 148. Gallo, Klaus. Il, 382. Gallo, María Rosa. X, 284. Gallo, Mario. X, 255. Gallo, Ricardo. VII, 355. Gallo, Vicente G. IV, S08, 509; V11, 18, 248, 251, 253, 257: VIII, 54. Gallois, Lucien. I, 62. Gallotti, Alicia. IX, 391. Galmarini, Alfredo. VIII, 166; X, 94.
Galmarini, Oscar L. IX, 517. Galtier, Lysandro Z.D. V1, 533; X, 114.
Galtieri, Leopoldo Fortunato. vn, 27, 333, 339, 39o, 391". 392, 393, 394, 545; V111, 121. 123, 131, 135, 248, 257, 258. 259, 260, 273, 357, 492. Galtieri, Luis. IX, 326. Galván, Elías. III, 378.
Galván Moreno, Celedonio. Vl, 485, 488, 51 l, 533; 1X, 361. Gálvez, José de. II, 13, 7l, 254, 255, 256, 257, 258, 259, 261, 262, 263, 264, 265, 266, 268. 270, 272, 273, 278, 279, 378;
412
111, 31, 242; IV, 98, 253, 527; VI, 382. Gálvez, Juan. V11, 35; IX, 322, 324. Gálvez, Manuel. IV, 480, 508; V, 75, 309; V1. 343. 426. 5l l.
518, 524, 533; VII, 21, 263, 418, 419, 420, 421, 431, 440, 450, 487; V111, 320, 324; X,
77,117, 118,142, 160,187. 215. Gálvez, Oscar A. VII, 35; 1X, 321, 322, 324. Gálvez, Víctor. IV, 451; VI, 227, 512.
Galyn, Martín de. Il, 170. Gama, Vasco da. I, 31. Gamarra, Andrés. IV, 340. Gamba, Virginia. VIII, 144. Garnbaro, Griselda. X, 131, 287. Gambartes, Leónidas. X, 222. Gambier, Mariano. l, 163, 164, 167, 170,178. Gambini, Hugo. VII, 321; IX, 353, 355, 361, 422. Gamboa, Marcelo. V, 322, 383. Gamez, Alonso, Fray. II, 437. Gamez Damián, A. VI, 36. Gamiz, Mariana. Il, 113. Gamiz, Teresa. II, 113. Gancedo, Julio César. VII, 277; 1X, 520, 553.
Gándara, Carmen. X, 121. Gandarillas, Manuel I. Vl, 459. 460, 517. Gandia, Enrique de. I, 348, 349, 408, 409, 443; 111, 160, 244, 290, 31 l; 1V, 507; V, 41; V1,
486; X, 71,104, 193. Gandolfi Herrero, Arístides. VI, 344: X. 113, 121, 122, 130. Gandolfo, Elvio. VII, 353. Gandolfo, R. IV, 106. Gandulfo, Familia. VI, 183. Ganivet, Angel. V1, 426. Gans, Richard. IX, S39, 555. Garate, M.M. V1, 36. Garavaglia, Iuan Carlos. II, 125, 176, 181, 207; III, 30, 50, 62, 64, 100, 101, 102, 103, 190. 191; VI, 37, 61, 63, 64, 200. Garay, Alberto. VIII, 469. Garay, Familia. l, 441, 444. Garay, Ignacio, Fray. Ill, 389. Garay, losé de. ll, 152. Garay, Juan de. l, 33, 198, 199, 200, 399, 408, 422, 423, 424. 425, 426, 427, 429, 430, 431, 434, 438, 439, 441, 443, 443. 449, 458, 459, 464, 466, 467. 477; ll, 26, 122, 157, 356; 111. 239, 289, 291, 416, 426; V, 60: V1, 339.
Garay, Manuel Javier. Ill, 357. Garaycochea. 1X, 582.
Garcés, Delia. X, 259, 261. García. VIII, 355. García, Agustín. III, 395. Garcia, Alejo. I, 342, 372, 374, 378, 379, 383, 384, 408. García, Alicia S. VII, 294; VIII, 245. García, Alizón. V111, 512. García, Amalia. VIII, 74. García, Ana María. VII, 296. García, Baldomero. IV, 383; V, 400; V1, 466, 477. García, Benito. 1V, 383. García, Bibiana. VII, 158. García, Carlos F. V, 45. Garcia, Carlos O. X, 270. Garcia, César Reinaldo. VII, 294. García, Diego. l, 32; III, 408. García, Domingo. VI, 87. García, Eduardo Alejandro. 1, 178.
García, Enrique. VIII, 153. García, Enrique Eduardo. X, l79. García, Eustaquio Antonio. X, 138, 160. García, Familia. V, 148. García, Félix. Vl, S2. García, Fernando, Fray. III, 390. García, Francisco. II, 135. Garcia, Germán L. X, 124, 134. Garcia, Héctor Ricardo. IX, 353, 385. García, Jorge. VII, 339. García, losé Manuel. III, 378. García, Juan Agustin. III, 99; IV, 40; V, 59, 60, 120, 128, 135. 372, 390, 399, 401, 434; V1. 339, 419, 443, 444, 445, 446. 447, 518; V111, 404, 412, 413, 441; X, 16, l7, 68, 91,106. García, Lia. ll, 125, 126. Garcia, Manuel José. IV, 367, 373, 403, 404; V, 43, 196, 315. 321, 380, 400, 444, 462, 474. 475, 504; V, 279, 381; V1, 486.
García, Mauricio. lll, 345. García, Miguel. V, 322. García, Miguel P. IX, 407. García, N. V11], S22.
Garcia, Norberto. l, 133. Garcia, Osvaldo l. V111, 274, 277.
Garcia, Pantaleón, Fray. Ill. 232, 389, 390.
Garcia, Pedro Andrés. ll, 75; lll, 406: 1V, 186: V, 441, 442, 444. 461.
ÍNDICE DE NOMBRES
García, Rafael. V, 372. García, Rolando. DK, 520, 553. García, Simón. VI, 137. García, Vicente I. VI, 137. García Acevedo, Mario. VI, 400; X, 253. Garcia Astrada, Arturo. X, 57. García Baquero González, A. VI, 36.
García Elorrio, Iuan. X, 192. García Estrada, Juan Agustín. VII, 38. García-Gallo, Alfonso. I, 322, 348; II, 225, 247, 248, 249, 250, 279, 314; X, 98. García Gallo, Juan I. X, 116. García Giménez, Francisco. X,
García Basalo, luan Carlos. VIII, 494. García Bazán, Francisco. X, 57. García Belsunce, César A. I, XXI; II, ll6, ll7, 125, 126. 127, 146, 147, 148, 149, 380, 469; III, 102; ÏV; 64, 74, 105, 112, ll8, 120,126, 129, 130. 306, 31 l, 312, 491, 507, 538; V, 138, 399; VI, 229, 486; VII, 13, 485, 494, 555; lX, 183; X, 33, 104. García Bemal, María Cristina. II, 282. García Buhr, Arturo. X, 260,
García Gorostiaga, Raúl. VII,
261.
García Caffaro, Iosé L. X, 270. García Camba, Andrés. IV, 313. García Castellanos, Telasco. IV, S08; TVI, 427. García Costa, Víctor. VII, 297. García de Almadén, Iuan. I, 390.
García de Castro, Lope. I, 401, 419, 423. García de Cortázar, Iosé Angel. I, 321. García de Cossío, Simón. V, 446. García de D’Agostino, Olga. VI, 384.
García de Fanelli, Ana M. X, 22. García de Herrera, Diego. I, 319.
García de Herrera, Familia. I, 300.
García de León y Pizarro, Ramón. II, 78, 82; III, 440. García de Loydi, Ludovico. Il, 430; V, 310.
García de Moguer, Diego. l, 371, 372, 373. García de Sena, Manuel. V, 24. García de Zúniga, Pedro. III, 166, l7l, 175, 177. García de Zúñiga, Victorio. IV, 401, 402. García del Molino, Fernando. VI, 351, 355, 356, 362, 384. García Delgado, D. VII, 471.
l 17.
277.
García Goyena, Florencio. V,
García Hamilton. VI, 508. García Heras, Raúl. VII, 356; IX, 147, 148, l66, 183, 209. García Huidobro, Joaquín. II, 314.
García Losada, Matilde Isabel. X, 65
García Lupo, Rogelio. VIII, 298. García Mansilla, Eduardo. VI, 388, 391, 394, 400; X, 243, 254.
García Marín, Iosé. II, 249. García Márquez, Gabriel. VII, 386, 399; X, 123. García Martínez, lose’ María. VI, 384. García Mata, Raúl. IX, 83. García Melljd, Atilio. VII, 290, 449. García Mérou, Enrique. IX, 370; X, 157.
García Mérou, Martín. V, 44; VI, 336, 339, 520. García Molina, Femando. VII, 295; VIII, 118. García Morente, Manuel. X, 46. García Morillo, Roberto. X, 254 García Olano, Francisco. VIII, 510, 511, 513. García Oliveri, Ricardo. X, 269. García Pelayo, Manuel. VIII, 409.
García Pizarro, Ramón. II, 200, 275, 277; III, 261. García Pulido, José. IX, 34.
135, 255; X, 274, 275, 276, 277, 278, 289. Garcia Villoslada, Ricardo. I, 324.
Garcia Vizcaíno, Iosé. VIII, 145. García Zúñiga, Victorio. V, 381. Garcilaso de la Vega, Inca. III, 291.
Gardeazábal, Luis Francisco. III, 97, Gardel, Carlos. VII, 39; IX, 256, 272, 292, 301, 372; X, 173, 256, 256, 257. Gardiner, Allen F. IV, 181; V, 350, 359, 360. Gardini, Walter. VIII, 387. Gardner, G. A. I, 156. Gargaro, Alfredo. X, 75. Gari, Paulino. V, 322. Garibaldi, Giuseppe. IV, 95; V, 246; VI, 364. Garma, Angel. IX, S16. Garmendia, Iosé Ignacio. V, 224. Garnier, Ioseph. V, 456; VI, 367. Garófalo, Rafael. V, 373. Garrahan, Patricio. IX, 521. Garretón, Adolfo. II, 380; III, 400. Garrigós, Agustín. III, 316. Garrigós, Osvaldo. V, 502.
Garro, Iosé de. II, lll, 321, 322, 363; III, 429, 434. Garro, Iuan Mamerto. III, 388, 401; IV, 529; V, 225; VI, 209,
228, 274, 288, 303, 305. Garro de Aréchaga, Alonso. III, 415. Garro y Merlino. V, 225. Garulli, Liliana. VII, 358. Garzón, Emesto. X, S9. Garzón, Ignacio. III, 131; X, 75. Garzón Agulla, Agustín. VII, 275
Garzón Maceda, Ceferino. II, 126; III, 49, 54, 61, 99, 149, 162; V, 505; X, 83, 85, 99.
García Rivera, F. IV, 313. García Ros, Baltasar. II, 245; lll, 430. García Soriano, Manuel. VI,
Garzón Maceda, Félix. III, 420; VI, 228. Garzón Valdés, Ernesto. VII, 398, 399, 471; VIII, 442. Gascón, Blas. II, 263. Gascón, Esteban Agustín. V,
García Valdez, Pedro. IV, 396. García Vázquez, E. VIII, 521. García Vázquez, Francisco. X, 287. García Velloso, Enrique. III, 310; VI, 338, S21; X, 129,
Gasparini, G. I, 108. Gasparini, Iuan. VII, 358, 469. Gassendi, Pierre. III, 386. Gassio, Guillenno. X, 95.
315.
Gastiazoro, Eugenio. VII, 139. 413
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Gatica, José María. IX, 327, 328, 329.
Gatica de Montiveros, Maria Delia. IX, 303. Gato Castaño, Purificación. III, 401.
Gattinoni, Carlos T.VIII, 368, 374
Gattinoni, Juan E. VIII, 367, 368, 374. Gau, L. I, 206. Gaudín, Joaquín. III, 386. Gaudino, Gustavo. X, 270. Gaudino, Juan Antonio. D(, 320.
Gaudio, Ricardo. VII, 321; IX, 242.
Gauffin, Gabriela C. de. Il, 124. Gaulle, Charles de. VIII, 124. Gauss, Karl Friedrich. VI, 407, 408. Gautier, Alfred de. VI, S20. Gautier-Dalché, J. I, 321. Gavier, Gregorio. V, l 17. Gavilán, Tamayo. VII, 271. Gaviola, Enrique. IX, 471, 495, 544, 545, 546, 548, 549, 550. 555.
Gavshon, Arthur. VIII, 299. Gay, Camilo. VIII, 249. Gay, Hebe. I, 156. Gay, Luis. VII, 310, 438; IX, 224, 225, 226. Gayol, Sandra. IV, 157. Gazaneo, Jorge O. II, 88. Gazzotti, Andrés. IX, 316, 317. Gelabert y Crespo, José María. V, 283, 296, 334. Gelbard, José Ber. VII, 374, 379; VIII, 123, 136. Geli, Patricio. VIII, 494. Geller, Lucio. VI, 169. Gelli, María Angélica. VII, 399.
414
400 Gellner, Lucio. X, 92. Gelly y Obes, Juan Andrés. IV, 463, 479, 484, 489. Gelman, Jorge Daniel. II, 125; lll, 30. 3l, 50, 64, 97, 101. 102, 103, 190, l9l, 447; V, 461; IX, 31. Gelman, Juan. X, 116, 191. Geneletti, Carlos. VII, 134, 139. Genest, Eugenio A. VIII, 178. Genet, Jean. III, 264. Genovés, Vicente. I, 408. Genovesi, Antonio. Ill, 258, 265; V, 14, 443, 446. Genta, Jordán Bruno. VII, 449, 468; IX, 475.
Gentile, Giovanni. X, 46. Gentile, Guido. X, 132. Gentile, Margarita. Vl, 125, 561. Gentz, Friedrich von. V, 180. Geny, Francois. V, 431, 432; VIII, 409. Geoghegan, Abel Adolfo. II, 350; V, 308; X, 152. Gera, Lucio. VIII, 335, 338, 346, 355, 356, 360. Gérard. I, 356. Gerbet, Marie-Claude. I, 323. Gerbino, Jose’. X, 205, 206. Gerchunoff, Alberto. IV, 103; VI, 342, 524; IX, 336; X, 117, 266. Gerchunoff, Pablo. VI, 168; VII, 138, 141, 143, 323; IX, 30, 75, 80, 91,102, 103, 106, 112.
115,129,146. Gericault, Theodore. IV, 326; VI, 355, 357. Gerlache, Adrián de. VIII, 162. Germani, Gino. IV, 100, 105, 106, 134, 136, 152, 153, 155. 156, 159; VII, 112, 113, 129. 130,131, 138,139, 321, 329, 330, 332, 352, 354, 445, 462; IX, 241, 267, 496; X, 14, 17. 18, l9, 20, 21, 25, 35, 38, 86. 88, 89, 90, 97, 99, 100, 109. Gerona, Benito, Fray. lll, 374, 378.
Ghioldi, Rodolfo. VII, 410, 41 l, 495; X, 190. Ghirardi, Olsen A. V, 43, 400; X, 41, 65, 291. Ghirettj, Héctor. VII, 465. Ghossen, Juan. VIII, 381. Giacalone, Rita Ana. VIII. 143. Giacobbe, Juan Francisco. VI, 401; X, 242. Giacobone, Carlos. VII, 295. Giambiagi, Juan José. IX, 550, 555. Gianello, Leoncio. I, 443; IV, 424; VI, 305, 487; IX, 421, 454; X, 102, 104, 162. Gianinni, Eustaquio. II, 59; III, 414. Giannini, París. IX, 320. Giannuzzi, Joaquín. X, 115. Gianotti, Francisco T. X, 208. Giaquinta. Carmelo. VIII, 338, 353, 360. Giardinelli, Mempo. X, 124. 134.
Giarraca, Norma. IX, 60; X, Giast. Vl, S49. Gibbs, A. Vl, 195; IX, 538. Gíbelli, A. IV, 105. Giberti, Horacio C.E. Vl, 61, 97, 124, 127; IX, 30, 59, 583. Giddens, Anthony. VII, 140. Gide, Charles. VIII, 499, 500, 504.
Gerschman, Rebeca. IX, 506, 517, 532. Gershanik, Simón. IX, S57. Gerstein, Noemí. X, 229. Gertel, Héctor R. VIII, 516. Gervasoni. Carlos. lll, 131, 297. Gervasoni, José A. VIII, 429. Gervinus, Georg. V, 51. Gerundio, Fray. III, 268. Gesell. Silvio. V, 527, 534, 535; VIII, 512. Gessler. Vl, 422. Gesualdo, Vicente. Vl, 200, 384, 399; X, 233. Getino, Octavio. IX, 390; X,
Gil Montero, Raquel. ll, 124,
266 Gez, Juan W. l, 444; Vl, S08.
Gil Munilla, Octavio. Il, 260.
Ghersa, Claudio. IX, 59. Gheyn, Jacobo de. III, 340. Ghiano, Juan Carlos. Vl, 345, 348; X, 128, 131, 132, 134. Ghida, Arturo Horacio. X, 115. Ghío, José María. lll, 30, 64, 65. 67, 102. Ghioldi, Américo. Vll, 332, 403. 455, 495; Vlll. S8, 87.
Gil Navarro, Ramón. Vl, 496. Gil y Lemos, Francisco. ll, 266; lll, 436. Gilardi, Fernando. X, 121. Gilardi, Gilardo. X. 242, 244. Gilbert, Daniel l. IX, 532. Gilbert, Jorge. IX, 148, 2l0. Giles, Maria Rosa de. ll, 166.
Gigena, Agustín. IV, 414. Gijalva, Cristóbal de. III, 385.
Gijón, Francisco Bernardo. Ill, 415. Gil. V, 130. Gil. Adolfo. I, 205.
Gil, Diego. Ill, 215. Gil, Gauchito. IX, 292. Gil, Noemí. Vl, 384. Gil de Castro, José. IV, 329. Gil de Negrete, Francisco. lll, 433.
Gil Lozano, Fernanda. Vlll. 495.
l4l.
280; IV, 268.
ÍNDICE DE NOMBRES
Gilimon, Eduardo. IV, 539. Gillespie, Alexander. II, 69, 75, 87; III, 130. 138, 139, 140, 141, 142, 144, 145, 148, 149. 150, 155, 159, 409; VII, 25. Gillespie, Richard. VII, 358. 378, 384, 397, 469; VIII, 270. Giflies, Iuan. V, 348. Gilson, Etienne. X, 54. Giménez, Ramón Rosa. VIII, 34.
Giménez, Susana. IX, 328. Giménez Pastor, Arturo. III, 310; Vl, 344. Giménez Zapiola, Emilio. VIII, 449. Giménez Zapiola, Marcos. VI, 99, 169. Ginastera, Alberto. X, 121, 243, 244, 253. Ginneo, Luis. X, 253. Gioja, Ambrosio L. V, 139, 437; VIII, 405, 420. Giordano, Alberto. X, 237. Girardet, Raoul. VII, 398. Girardi, Urbano. VII, 283. Girardin, Emile. Vl, 492. Girbal de Blacha, Noemí M. IV, S08; VI, 98, 99, 125, 126, 450, 513; VII, 466; VIII, 176; IX, 13, 31, 33, 361, 586; X, 165, 196.
Giribaldi, Daniel. X, ll7. Girola, Claudio. X, 217. Girondo, Oliverio. X, 113, 169, 210.
Girri, Alberto. X, 115, 177. Gisbert, Teresa. I, 107; III, 366. Gitlin, Diana S. IX, 533. Giudi, Roberto. X, 256. Giudíci, Ernesto. VII, 290, 297, 41 l; X, 162. Giudíci, Reinaldo. Vl, 367, 371, 372, 382. Giuffra, Eduardo. VIII, Sl. Giunta, Andrea. X, 237. Giussani, Luipi. VIII, 358. Giussani, Pablo. VII, 358, 397, 469.
Giusti, Roberto F. III, 314; VI, 348, 51 l, S33; VII, 273, 508; X, 126, 167, 169, 290. Glade, Carlos. IV, 200. Glavich, Eduardo. IX, 557. Gleyzer, Raymundo. X, 266, 270.
Glucksmann, Max. IX, 256. Glusberg, Iorge. X, 231, 237. Glusberg, Leonardo. X, 15 l .
Glusberg, Samuel. X, lSl. Glynn, lan Michael. IX, 521. Gnavi, Pedro. VIII, 238, 239. Gobbo, Iuan Diego. I, 108, 284. Gobelli, Rafael, Fray. V, 301, 3 l l.
Goblot, Edmond. X, 60. Godino, Rodolfo. X, 116. Godío, Julio. VII, 263, 400; IX, 240.
Godoy, Antonio Checa. VI, 511. Godoy, Arturo. IX, 326. Godoy, Feliciana N. VI, 486. Godoy, Juan G. VI, 478. Godoy, Luis. IV, 228. Godoy, Manuel. lI, 279, 347, 348, 376; IV, 223, 224, 225, 226, 227, 228, 229, 230, 231, 232, 233, 237, 239, 246, 247. Godoy, Raúl. VII, 417, 483. Godoy, Tadeo. III, 252. Godoy Cruz, Tomás. V, 21. Goebel, Iulius (h). V, 207. Goethe, Johann Wolfgang. VI, 329, 342. Goetz, Arturo. IX, 82, 114. Gógol, Nikolai Vasilievich. X, 286. Goity, Elena. X, 269. Gola, Hugo. X, 116. Gola, Iosé. X, 257, 259.
Golbert, Laura. VII, 142. Goldar, Ernesto. VII, 323, 467, 469.
Goldberg, Marta B. II, 126, 141, 147, 181; IV, 126; VI, 37.
Goldblatt, Harry. IX, 511, 512. Goldemberg, Jorge. X, 132. Goldman, Aaron. VIII, 391. Goldman, Noemí. IV, 131, 423, 424, 426; VI, 488. Goldoni, Carlo. X, 288. Goldschmidt, Werner. VIII, 405. Goliat. X, 126. Golub, Jennifer. VIII, 400. Gómez. V, 25, 136. Gómez, Alberto. X, 257. Gómez, Albino. IX, S32. Gómez, Alejandro. VII, 337, 430, 520, 521. Gómez, Antonio. III, 255, 264. Gómez, Cristóbal. III, 385. Gómez, Esteban. l, 344. Gómez, Eusebio. V, 373; VI, 498; VllI, 434, 480, 481. Gómez, Fabriciano. X, 223. Gómez, Fauto. III, 169. Gómez, Gregorio, Fray. III, 390; V, 182, 322.
Gómez, Hernán. IX, 424. Gómez, Ignacio. IX, 370. Gómez, Indalecio. IV, 516, 528, 537; V, 61, 67, 68; VII, 417. Gómez, Iosé Valentín. V, 279, 288, 315, 317, 322; VI, 403. Gómez, Iuan. VI, 384; X, 236. Gómez, Iuan (ó Jorge). I, 372. Gómez, Iuan Carlos. IV, 441; VI, 264, 494, 502. Gómez, Miguel Angel. X, 115. Gómez, Norberto. X, 229, 231. Gómez, Pilar. X, 283. Gómez, Ramón. III, 394, 417; VII, 248. Gómez, Servando. X, 130. Gómez, Teresita. IX, 183. Gómez, Thomas. I, 321. Gómez Araujo, Iuan lose. IX, 43 l, 435.
Gómez Bas, Ioaquín. X, ll4, 123.
Gómez Carrillo, Manuel. IX, 271; X, 245.
Gómez Cornet, Ramón. VII, 38; X, 203, 220. Gómez Dadal, Emilio. I, 408. Gómez de Alarcón, Josefa. III, 382.
Gómez del Junco, Felipe. VIII, 65.
Gómez Forgué. VII, 490. Gómez Hoyos, Rafael. II, 414. Gómez Lollo, Humberto. X, 223.
Gómez Masía, Román. X, 129. Gómez Morales, Alfredo. VII, 3 l 5; IX, 99.
Gómez Otero, I. l, 232. Gómez Palmés, Oscar. VIII, 57. Gómez Pérez, Carmen. II, 380. Gómez Piñeiro, Manuel. X, 216. Gómez Rial, Susana. X, 269. Gómez Rincón, Abel. VII, 483. Gondell, Eduardo. X, 280. Gondra, Luis Roque. III, 48; VIII, 500, 501, 504, 505, 506. 513, 520, 522. Gonet, Iean Baptiste. III, 264. Góngora, Mario. II, 99, 109, 110,111,157, 247. Góngora y Argote, Luis de. III, 136, 292.
Góngora y Elizalde, Diego de. Il, 356, 428. Gonnet, Manuel B. V, 433; VIII, 468.
Gonneville. I, 359. Gonzaga, Luis, Santo. III, 120, 157.
415
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Gonzaga Cony, Luis. VI, 352. González, Alberto. IX, 542. González, Alicia Ester. VIII, 75. González, Antonio. ll, 103. González, Ariosto. V, 42, 102. González, Benjamín S. VII, 483. González, Diego. VIII, 48. González, Elba R. ll, 145, 179. González. Elpidio. VII, 251, 252, 257, 267, 520, 521; VIII, 180.
González, Enrique. VII, 103; VIII, 214. González, Ernesto. VII, 359. González, Evaristo. X, 169, 170,
l7l.
González, Florencio César. VI, 447. González, Florentino. V, 370, 426. González, Francisco. l, 472; IV, 414. González, Gaspar. III, 441. González, Horacio. X, 270, 271. González, Joaquín. III, 385. González, Joaquín V. III, 400; IV, 38, 41; IV, 95, 98, 461, 503, 516, 528, 534, 537, 539; V, 61, 62, 63, 66. 68, 7l, 74, 120, 122, 124, 140, 396, 401, 403; VI, 306, 334, 335, 343, 381, 445, 449, 518, 523, 524, 530; VII, 417, 476; Vlll, 80, 85, 90, 93, 404; IX, 397, 421, 461, 462, 470, 494, 503, 538; X, 16, 32. González, Iosé. III, 439. González, José Froilán. IX, 322, 324.
González, Iosé Vicente. Ill, 185, 186.
416
González, Julio César. Vl, 61. González, Julio V. V, 102; 1X, 495. González, Lucas. IV, 477, 489, 499, 500. González, Marcela. II, 380. González, Mariano. IV. 414. González, Miguel. VII, 175. González, Norberto. VIII, 51 l, 515, 516, 517. González, Norma. VIII, 143. González, Rubén. Ill, 400. González, Severo. VI, 478. González, Toribio de. I, 471. González Alderete. ll, 110. González Alonso. B. l, 322. González Arrilli, Bemardo. V, 359; VIII, 374; X, 119.
González Arzac, Alberto. VII, 508, 509, 510. González Balcarce, Antonio. Véase: Balcarce, Antonio. González Balcarce, Iuan. Ramón. Véase: Balcarce, [uan Ramón. González Balcarce, Marcos. Véase: Balcarce, Marcos. González Bemaldo, Pilar. IV, 131, 424. González Bollo, Hemán. IV, 153, 159; Vll, 141; X, 38. González Bonorino, Félix. IX, 519, 520, S53, 555. González Calderón, Iuan Antonio. IV, 451; V, 137, 140; VII, 552; VIII, 405, 410, 414, 415, 469; X, 32. González Caravajal, Juan. lll, 254. González Carbalho. IX, 297; X, 114, 122, 130, 133. González Castillo, lose’. X, 129, 256, 274, 290. González Climent, Anselmo. VIII, 176. González Climent, Aurelio. VIII, 156, 176. González Crespo, Jorge. VII, 354; VIII, 244. González de Bonaveri, María I. I, 207. González de la Quadra, Pablo. lll, 430. González de Martínez, Marcela. Vl, 229. González de Mendoza, Pedro. l, 3 l 3, 3 l 7.
González de Nájera. II, 106. González de Salcedo, Francisco. ll, 401, 415. González de Santa Cmz, Roque. Il. 399, 440. González Domínguez, Alberto. IX, 542, 550. González Echegaray, l. l, 284. González Esteves, Luis. VIII, 41. González Garaño, Alejo B. VI, 380. 384; X. 157. González Garaño, Alfredo. X, 205. 235. González Gowland, Dimas. Vll, 277.
González Holguín, Diego. lll, 263.
González lramaín. Héctor. VIl, 269. 273. 275. González lacome, A. l, 284.
González Lanuza, Eduardo. IX, 338; X, 113, 130, 133, l77, 198, 221.
González Lebrero, Rodolfo. III, 190.
González Lonzieme, Enrique. IV, 313.
González Marín. III, 376. González Maseda. VIII, S8. González Melgarejo, Juan. II, 33.
González Mir, Jorge. X, 231. González Moreno, Antonio. II, 174.
González Pacheco, Rodolfo. X,
González Pinto, Carlos. IV, 204. Gonzalez Rodríguez, Adolfo Luis. I, 505, 507. González Roura, Octavio. VIII, 433. González Sabathie, l. M. VIII, 470. González Téllez. Ill, 264. González Telmo, Pedro, Santo. III, 395. González Tuñón, Enrique. X. 170.
González Tuñón, Raúl. IX, 337; X, 114, 121,122, 130, 170.
l9l.
González Velázquez, Antonio. III, 346. González Velázquez, lsidro. lll, 346.
González Velázquez, Zacarías. Ill. 346. González y Dávila, Familia. V. 148.
González y González, Julio. ll, 85.
Goñi, R. l, 230. Goñi Dematchi, Carlos A. V, 206.
Goñi Moreno, José María. VIII, 469. Goodin, Robert E. X, 38. Goodfellow. William. V, 352. Goodwín, Paul. Vl, 202; Vll, 264: IX, 147, 182, 183. Gorbato, Viviana. Vll, 356. Gorbier, Juan Carlos. IX, 497.
Gordillo. Familia. ll, l73. Gordillo, l. l, 97, 107. Gordillo, Mónica. Vll, 357. Gordillo, S. l, 229. Gordillo, Timoteo. Vl, 184. Gordo, Julián. ll, 72. Gordoa y Barrio. IV, 244.
ÍNDICE DE NOMBRES
Gordon, Iorge Hamilton. V, 190, 194.
Gordon, Tibor. IX, 292. Gore, Robert. V, 191. Gore Ouseley, William. V, 190; VI, 358. Gori, Gastón. IX, 34. Gori, Iris. III, 245, 346, 366. Gori, Pietro. V, 64. Gorla, Carlos María. II, 281. Gorojovsky, Néstor. VII, 74. Gorosito, José. III, 176, 177. Gorostegui de Torres, Haydee. VI, 62, 97, 197, 145; X, 84, 88.
Gorostiaga, Iosé Benjamín. IV, 433, 434, 435, 438, 446, 490, 491; V, 31, 117, 122, 123, 328, 419, 420; VIII, 85, 451. Gorostiaga, Norberto. VIII, 409, 440.
Gorostiza, Carlos. X, 130, 287, 288.
Gorriarán Merlo, Enrique. VII, 469. Gorriti. V, 25, 14, 310, Gorriti, Iosé Francisco. IV, 275.
Gorriti, Iuan Ignacio. III, 169; 1V, 355; V, 102; VI, 315.
Gorriti, Iuana Manuela. III, 188, 192; VI, 322, 339, 340, 506; X, 257.
Gossen, Henry George. VIII, 501.
Gotta, Claudia. II, 206. Gottau, Jorge. VIII, 359. Gotthelf, René. IX, 494. Gouchon, E. V, 61. Gould, Benjamín Apthorp. IV, 494, 498; V, 52; VI, 405, 406, 407, 408, 409, 412, 423, 424, 529; IX, 539, 540.
Gould, Eduardo Gregorio. S. II, 123, 179, 250. Gould, I. D. IV, 104. Goulu, lean Philippe. VI, 350. Gounod, Charles Francois. VI, 329. Gover de Nasatsky, Miriam. X, 133.
Gowland, Daniel. IV, 440; V, 350. Goya y Lucientes, Francisco de. IV, 224.
Goyanarte, Iuan. X, 122. Goycoechea, Antonio. III, 375. Goyena, Pedro. V, 53, 54, 120; VI, 278, 303, 332, 338, 422, 502, 510, 523.
Goyeneche, Arturo. VII, 286. Goyeneche, Iosé M. 1V, 271, 279, 280, 281, 283, 298, 301, 310.
Goyeneche, Juan Carlos. X, 180. Goyret, Iosé Teófilo. II, 351, 469; IV, 271, 311, 315, 346, 543; V, 272.
Graaner, Iean Adam. VI, 209, 228.
Gracia, Joaquín. II, 430. Gracián, Baltasar. III, 247, 263, 279; X, 156. Graciano. II, 406. Graciano, César. III, 201. Graciarena, Iorge. X, 38, 88. Gradin, Carlos. I, 206, 207, 231. Graetz, Roberto. VIII, 397, 398, 399.
Graffigna, Omar. VIII, 257, 259. Graffigna, Santiago. VII, 282. Graham, Billy. VIII, 371, 372. Graham Sumner, William. V, 52.
Graham-Yooll, Andrew. VII, 352, 380, 400. Grahame, Eduardo. IX, 315. Graiver, Eduardo. IX, 358. Gramajo, Toribio. IX, 259, 262. Gramajo de Martínez Moreno, Amalia. IX, 303. Gramajo Gutiérrez, Alfredo. VII, 38; X, 203. Gramsci, Antonio. VII, 451, 453; X, 21, 190, 191,198. Granada, Luis de. IIl, 247. Granada, Nicolás. VI, 337; X, 273.
Granata, María. X, 115, 122. Grande, Enrique. X, 131. Grande, Manuel. IV, 173; VII, 158.
Grandinetti, Ricardo. IX, 381. Grandmontage, Francisco. VI, 523.
Granel, Joaquín. V, 120. Graneros de Alarcón, Diego. II, 95, 98, 156. Granier, Gomucio. X, 18. Grant, Ulises. IV, 497. Gras, Carla. IX, 60. Gras, Charles-Amédée. VI, 351, 354, 358, 362. Gras, Mario César. VI, 274, 384. Grasaum, Baltasar. III, 415. Grassi, Alberto I. VIII, S2, 76. Graty, Alfredo M. du. IV, 439; VI, 497. Grau, Mario. VIII, 87. Grau Sala. X, 225.
Graven-Horst, Hans. X, 161. Gravil, Roger. VIII, 118; IX, 80. Gray, Asa. VI, 421.
Graziano, Margarita. IX, 392. Greca, Alcides. VIII, 85, 92, 93; X, 256. Greco, Alberto. X, 224, 225. Greco, El. VI, 352. Greco, Vicente. 1X, 272. Greco, Virginio. IX, S15. Greely, Horace. VI, 492. Green, Raúl. IX, 148. Greenberg, Daniel. IX, 33. Greenough, Horatio. V, 52. Gregorich, Luis. X, 268. Gregorio IX, Papa. Il, 406. Gregorio XIII, Papa. II, 386,
396,397,408; III, 415. Gregorio XV, Papa. II, 392; III, 383. Gregorio XVI, Papa. V, 277, 320, 321, 327. Gregorio de las Heras, Iuan. IV, 317, 320, 322, 323, 325, 327, 329, 331, 333, 334, 335, 342, 345, 368, 369, 371; V, 184, 238, 348, 380. Gregory, William. III, 155, 159. Grela, Iosé Ignacio, Fray. III, 227, 246; V1, 516, Grenón, Pedro. l, 407; II, 430; III, 130, 144, 160, 277; X, 75, 101.
Greslebin, Héctor. I, 155; VII, 175.
Gresores, Gabriela. II, 143, 145. Gribeauval, Iean Baptiste de. II, 371; IV, 275. Grierson, Cecilia. V, 358. Grierson, John. X, 265. Griffith, Emile. IX, 328. Griffiths, Charles. VI, 141. Griffitz, Pascasio. VI, 420. Grilo, Sarah. X, 224. Grimaldi, marqués de. Il, 332, 337. Grimau, José. III, 348. Grimau, Matías. III, 157. Grimoldi, Alberto. X, 183. Grinberg, Eduardo Elías. IX, 375. Grinberg, Miguel. X, 269, 270. Grippo, Víctor. X, 23 l. Grisanti, Miguel. III, 421. Griva, Edelmi. VII, 176. Groeber, P. I, 229. Groisman, Enrique I. VII, 552; VIII, 469; X, 30. Grondona, Mariano. X, 33, 34.
Grondona, Nicolás. IV, 439. 417
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Groppa, Néstor. X, 116. Groppo, Pedro. VII, 286. Gros, lean B. V, 191. Gros Espiell, Héctor. V, 24, 43. Grosser, Alfred. VII, 385, 396. Grossi, Paolo. VI, 513; VIII, 410, 440, 441. Grosso. IV, 191. Grote, Federico. V, 65, 307, 396; V1, 505; VII, 28, 425; VIII, 3 l 4, 3 l 5.
Groussac, Paul. I, 407, 408, 443; II, 382; III, 290, 31 l; IV, 101, 269, 480, 499, 539; V, 60, 61. 256, 257; VI, 324, 338, 342. 426, 436, 439, 440, 441, 447. 449, S02, 511, 516, 523; X, 69, 91,129, 145, 146, 153, 162. Gruhn, R. I, 230. Grünberg, Georg. VII, 173. Grupe, Héctor. VIII, S15, S17. Gschwind, Francisco. VIII, 467. Guacurarí, Andrés. IV, 183, 184, 187, 188. Guadalcázar, Santiago de. II, 194.
Gual, Adriá. X, 282. Gualtieri, Fernando. VIII, 495. Guardia, Alfredo de la. X, 135, 281, 289. Guardo, Ricardo. VII, 438, 486. Guasch, Arturo E. V1, 255. Guayraca, cacique. III, 204. Guber, Rosana. X, 183. Gudiño Kieffer, Eduardo. X, 124.
Guedes, Max Iusto. 1, 364. Güel, Francisco. II, 169. Güemes, Familia. V, 148. Güemes, losé Manuel. III, 398. Güemes, Martín de. IV. 274, 304. 306, 307, 308, 309; V, 465; V1, 360, 432, 548; X, 263.
Güenaga, Rosario. V, 169; X, 103.
Guerra, Alonso, Fray. II, 434; III, 441. Guerra, Francois-Javier. 1V, 130, 247
Guerra, Pedro, Fray. II, 421. Guerra, Rosa. VI, 340, 506. Guerrero, Américo R. V1, 144, 170; IX, 21 l.
Guerrero, César H. 1, 409. Guerrero, Cristian. V111, 118. Guerrero, Iosé Luis. X, 49. Guerrero, Luis Juan. V1, 347; X, 53, 56.
418
Guerrero, María. X, 278, 282.
Guerrero Soriano, Cándido P. III, 30. Guerrico, César. IX, 365; X, 258.
Guerrico, Iosé Prudencio de. VI, 367, 380; IX, 370 . Guerrino, Antonio Alberto. III, 162.
Guevara. VI, 315. Guevara, Antonio de. III, 247. Guevara, Carlos N. VIII, 176. Guevara, Darío. VI, 559. Guevara, Ernesto “Che”. Vll, 24, 344, 345, 346, 463, 464, 453, 459, 460, 464; VIII, 230; IX. 522; X, 189. Guevara, Isabel de. III, 286, 31 l.
Guevara, Iosé. III, 204, 216, 217, 218, 223, 245, 267, 298; VII, 277. Guevara Civit, Armando. VII, 282.
Guglialmelli, Juan E. VIII, 300. Guglielmi, Nilda. I, 287, 510; VI, 426; IX, 527. Guglielmo Ferrero. VII, 387. Guibert, Fernando. X, 115. Guibert, LA. IV, 274. Guibourg, Edmundo. X, 129, 174, 281, 289. Guibourg, Ricardo. X, 59. Guichón, R.A. l, 256. Guida, Carlos. VIII, 87. Guido, Alfredo. VII, 38, 39; X, 156, 156, 205, 206, 208, 209. 213, 214, 222, 225. Guido, Angel. VII, 182, 184. 206; X, 205, 222. Guido, Beatriz. X, 123, 144, 263.
Guido, Iosé María. VII, 24, 337, 338, 339, 341, 356, 517, 536. 544, 545, 546; VIII, 123, 130, 135, 135, 136, 231, 232, 233. 244, 245, 345, 455; 1X, 352, 445, S77. Guido, lose Tomás. IV, 474; Vl, 502. Guido, Mario. V11, 253, 272. 275. Guido, Tomás. IV, 305, 315, 320, 385, 402, 403, 44], 442; V, 196, 197, 201, 203, 320; V1. 510, 522. Guido, Walter. V1, 348. Guido y Spano, Carlos. IV, 461, 468; V, 38, 39; V1, 341, 381. 499. 501, 520. 521. 523.
Guilaine, Louis. VI, 52. Guillamondegui, Julio César. II, 315; V, 402.
Guillani, Serafín. IX, 392. Guillén, Clotilde. IX, 400. Guillén, Pablo. 111, 437. Guillermo, Rey de Inglaterra. II, 323.
Guillot, Víctor I. VII, 242; VIII, 496. Guinard, Paul-I. III, 330. Guinnard, Auguste. IV, 186. Guinness, Harry. V, 359. Guiñazú, María Clelia. X, 38. Güiraldes, Alberto. X, 156. Güiraldes, Manuel I. VII, 215, 224.
Güiraldes, Ricardo. VI, 237, 548; VII, 38; IX, 270, 272; X,
112,113,118, 119,142,156. 206, 265. Guirior, Manuel de. 11, 266. Guitián, Pedro, Fray. III, 389. Guizot, Francois. V, 29, 38, 55, 189, 190, 191; V1, 4ll. Gullón Abao, Alberto. II, 207; III, 192. Gumilla, lose. III, 263. Gunche, Emesto. X, 255. Guntau, Martín. IX, S29. Gunther, Bruno. IX, S14. Gününa Küne. IV, 187. Gurrieri, A. VIII, 523. Gusinde, Martin. l, 77, 256. 257, 276, 277; 11, 315; 1V, 179. 187; Vll, 166, 167, 176.
Gusmán, Luis. X, 124. Gutll. losé. V1, 272, 350, 351. Gutfreino. IV, 156. Gutiérrez, Bernardo. V1, 52. Gutiérrez, Blas. III, 415. Gutiérrez, Carlos. V1, 367. Gutiérrez, Celedonio. 1V, 436; VI, 137, 477. Gutiérrez, Eduardo. Vl, 336. 347, 500; X, 141. 273, 289. Gutiérrez, Felipe. I, 389, 390. Gutiérrez, lose Maria. IV. 489; V1, 487, 498, 510. Gutiérrez, luan. Maria. 111, 303. 307, 31 l, 375, 401, 402; 1V. 40, 433, 434, 435, 436, 438. 441, 444, 450, 474, 477, 480: V, 30, 31, 39, 207, 330, 333. 383, 419, 461; V1, 129, 269. 280, 305, 317, 318, 320, 322. 323, 326, 344, 347, 360, 362. 405, 406, 412, 414. 418, 435. 472, 473, 475, 487, 497. 502.
ÍNDICE DE NOMBRES
510, 512, 517, 519, 520, 523; VII, 282; VIII, 85; X, 62, 126, 152.
Guzmao, Alejandro de. II, 332, 457. Gvirtz, Silvina. IX, 423.
Gutiérrez, Ladislao. IV, 408; X, H
268
Gutiérrez, Leandro. VI, 170; IX, 83, 148, 210; X, 110,160. Gutiérrez, María Alicia. X, 38. Gutiérrez, Ramón. l, 445, 462, 464, 469, 473, 474, 510; II, 45, 47, 86, 88, 333, 335, 467, 470; III, 365; IV, 156, 189, 215, 216, 425, 543; VII, 179, 205, 207, 230, 556; VIII, 21 l, 244; X, 236. Gutiérrez, Ricardo. III, 365; VI, 318, 328. Gutiérrez, Talía Violeta. X, 109. Gutiérrez Barragán, Antonio. II, 135.
Gutiérrez de Escobar, Francisco. III, 260. Gutiérrez de la Concha, Iuan. III, 439; IV, 279. Gutiérrez de la Portilla. III, 338. Gutiérrez de Piñeres, Iosé Francisco. II, 256, 257. Gutiérrez de Santa Clara, Pedro. I, 153. Gutiérrez de Zevallos, José Antonio. III, 443. Gutiérrez Nájera, Manuel. VI, 340.
Gutiérrez Viñuales, Rodrigo. X, 201, 235, 291. Gutiérrez Zaldívar, Ignacio. II, 88; IV, 216; X, 235.
Gutman, Graciela E. IX, 60. Gutman, Margarita. VII, 205, 207.
Guttero, Alfredo. X, 208, 21 l. Guy, Donna I. V, 168; VI, 99, 125, 165, 202; VIII, 495; IX, 33, 210. Guyán. X, 213. Guzmán, Alejo. IV, 459. Guzmán, Ana María de. III, 292.
Guzmán, Diego de. III, 214. Guzmán, G. IV, 481. Guzmán, Gaspar. X, 101. Guzmán, Gloria. X, 283. Guzmán, María Florencia. II, 100, 124, 138, 146, 180. Guzmán, Pablo de. III, 269, 292, 432. Guzmán Brito, Alejandro. VIll, 441, 468. Guzmán Palomino, L. I, 284.
Habiyú, I. M. III, 349. Hadamard, Iacques. IX, 542. Hadfield, William. IV, 45 l. Haeckel, Ernest. VI, 421, 422; X, 44.
Haenke, Tadeo. III, 131, 304, 320, 410, 412, 419, 200. Hahn, Otto. IX, 518. Haig, Alexander. VII, 392, 393; VIII, 131, 279, 280, 281, 299. Haines, W. V, 177. Halac, Ricardo. X, 131, 287. Hale, I. R. II, 379. Halevi Goldman, Aarón. V, 357. Hall, Daniel. V, 359; VIII, 374. Hall, Iosé I. V, 437. Hall, G.K. X, 153. Hallado, Pedrito. IX, 292. Hallar, Miguel. VIII, 381. Halperin Donghi, Leticia. VI, 406. Halperin Donghi, Tulio. III, 30, 54, 58, 62, 90, 99; IV, 105, 112,115,159, 249, 311, 377, 423, 426, S43; V, 15, 42, 44, 45, 73, 74, 103, 104, 462, 477, 504, S26; VI, 38, 61, 62, 97, 98,165, 166, 167, 171, 197, 21 l, 228, 274, 305, 346, 449; VII, 113, 143, 294, 297, 321, 323, 352, 366, 399, 429, 466; IX, 145, 197, 207, 493, 494; X, 21, 35, 81, 84, 86, 88, 90, 92, 93, 99, 108, 188, 189. Halphon, Samuel. V, 357. Ham de Duggan, Margarita. IX, 250.
Hamilton, Alexander. V, 29, 36, 410; VI, 459, 461. Hamilton, Earl I. III, 49. Hammen, T. van der. I, 256. Hammerly Dupuy, Daniel. I, 81. Hamnett, Brian R. IV, 247. Ham Villota, Orlando. I, 409. Hanihara, Tsunehiko. l, 79. Hanke, Wanda. IV, 188; VII, 154, 174.
Hanon, Maxine. V, 360. Hansen. IV, 150; VIII, 155, 156. Hansen, Emilio. V, 503. Hansen, Leonardo, Fray. III, 344.
Hanson, Simón G. VI, 165; IX, 147.
Hantouch. VIII, 382. Harberger, Arnold C. VIII, 516. Hardoy, Iorge Enrique. l, 473; II, 85; VII, 205, 207, 295, 353, S09; VIII, 466. Harf, Hans. VIII, 392, 393. Hargreaves, Francisco. VI, 390, 393.
Harguindeguy, Albano. VIII, 254, 255. Harls, Antonio. II, 58, 66. Haro, Cristóbal de. I, 342, 368, 369, 370, 371. Haro, Ricardo. VII, 507. Harriague, Marcelo. IX, 80. Harrington, Horacio Jaime. IX, 5 l 5.
Harrington, Tomás. IV, 187; VII, 175. Harriott, Iuan Carlos. IX, 318. Harris, G. IV, 341. Harris, Ioel C. II, 177. Hartmann, Edmund von. X, 47, 60, 63. Hartzenbusch, Juan Eugenio. VI, 327. Hastings, Max. VIII, 144, 299. Haubert, Maxime. Il, 467. Haumann, Lucien. IX, 537. Hauser, A. I, 229. Haussmann, Georges. IV, 204; VII, 181. Hauthal, Rodolfo. I, 210. Havelle, Iean-Barthélémi. II, 59. Hayduk, A. I, 23o. Hayek, Friedrich von. VII, 448. Hayes, C.I. VI, 305. Hayes, Rutherford B. IV, 58; V, 228.
Haynes, Alberto. IX, 338, 374. Haynes, C.V. I, 230. Hayworth, Rita. X, 124. Head, Francis B. VI, 62, 219, 221, 227. Hearst, William Randolph. VI, 492; IX, 336. Hecker, Liliana. X, 125. Hegel, Georg Wilhelm Friedrich. V, 370; IX, 240; X, 24, 46, 50, 51, 52, 63. Hegemann, Werner. VII, 18 l. Heguy, Eduardo. IX, 318. Heidegger, Martin. X, 46, 51, 52, 56, 63. Heinrich, Annemarie. X, 216. Heintz, Peter. X, 18. Helbling, Conrado. VIII, 513. Heller, Herman. V, 202; X, 33.
Helsby, Diego. V, 347. 419
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Helsby, Thomas. VI, 358. Helvecio. VI, 461. Henríquez, Camilo, Fray. VI, 459, 486. Henríquez Ureña, Pedro. III, 289; VI, 486. Henry. X, 88. Heppelwithe. III, 364. Hera, Alberto de la. II, 179, 386, 414. Heras, Carlos. III, 329; IV, 451, 480, 500, 501, 508; V, 45; VIII, 94; X, 74, 86, 95. Heras Velasco, María Juana. X, 229.
Herberger. IX, 31 l. Hércules. III, 363; IV, 498.
Herder, Iohann Gottfried von. V, 29; VI, 326.
Herdlinka. I, 27. Heredia. X, 101. Heredia, Alejandro. III, 387; IV, 309, 394, 404, 405, 406, 409, 4ll, 412, 425; V, 27. Heredia, Edmundo A. V, 235; VI, 486. Heredia, Nicolás de. l, 382, 388, 389, 390, 391, 392, 393, 401. Heredia, O. l, 107. Hermeto, Honorio. IV, 451. Hermitte, Esther. VII, 173. Hermosilla, Gabriel de. I, 470. Hernández, Antonio María. Vlll, 77, 93, 578. Hernández, Aurelio. VII, 310; IX, 226, 227. Hernández, Clodomiro. Vlll, 58.
Hernández, Francisco. III, 216. Hernández, Horacio H. X, 146. Hernández, Isabel. VII, 174, 177.
Hernández, Iorge R. VIII, 299. Hernández, lose. IV, 38, 452, 481; V, 37, 38, 40, 45, 48, 49, 50, 56, 459; Vl, 318, 328, 329, 330, 341, 346, 359, 497, 538, 557, 559; lX, 286; X, 125, 126,141, 156, 157, 169,171. Hernández, Iuan Antonio Gaspar. Ill, 353, 354, 366, 396, 397; VI, 351. Hernández, Iuan lose. X, 124. Hernández, Marcos. I, 472. Hernández, Pablo. Il, 467; III, 279; V, 310.
420
Hernandez, Pablo José. VII, 353, 360, 469. Hernández, Pedro. lll, 283, 285.
Hernández, Pilar. I, 348. Hernández Arregui, Iuan Iosé. VII, 360, 446, 449, 451, 461;
X, 24, l9l. Hernández de Cifuentes, Francisco. II, l l l. Hernández de Serpa, D. I, 347. Hernández Sánchez Barba, Mario. II, 255, 280; IV, 247. Hernani. VI, 327. Henríquez, Camilo. VI, 317. Herrendorf, Daniel E. VIII, 468. Herrera. Ill, 263. Herrera, A. IX, 184. Herrera, Antonio de. I, 102, 260, 263, 369, 371. Herrera, Diego de. I, 332. Herrera, Familia. V, 148. Herrera, Helvio. IX, 312. Herrera, I.C. VII, 551. Herrera, Iuan Esteban. Il. 420. Herrera, María Iosé. X, 231, 237.
Herrera, Mariano A. Vlll, 76. Herrera, Martín de. I, 375. Herrera, Nicolás de. IV, 234. Herrera, Ricardo. X, 134. Herrera, Roberto. II, 207. Herrera Vegas, Rafael. VIII, S04. 505.
Herrera y Loizaga, José Cipriano de. II, 236. Herrera y Sotomayor, losé de. Il, 296; Ill, 429. Herrera y Tordesillas, Antonio de. l, 335, 341, 348. Herrero, Fabián. VI, 449. Herrero, Félix. IX, 147. Herrero, Santiago Dardo. Vll, 277.
Herrero Ducloux, Enrique. IX, 535, S37, 557.
Herrero Fernández-Quesada, María Dolores. ll, 380. Herschel, Federico Julio. Vlll, 511, 515, 517, 518. Hesayne, Miguel. Vlll, 381. Hespanha, Antonio Manuel. Vlll, 439, 441, 442. Heusser, CJ. l, 229. Heusser, L. I, 229. Hevia Bolaños, Iuan de. ll, 236, 288, 289, 409. Hevia y Pando, Gabriel Antonio de. Ill, 324, 325, 328. Hexham, H. lll, 340. Heylan, Francisco. I, 317. Hicken, Cristóbal M. Vl, 423: lX, 557.
Hidalgo, Bartolomé. VI, 312, 314, 315, 317, 321, 345, 346, 537, 538, 559; lX, 280, 299. Hidalgo, Buenaventura. V, 322; X, 65. Hidalgo, 1. I. 23o, 234. Hidalgo de Cisneros, Baltasar.
lll, ll4, 225, 229, 329, 439; IV, 262, 263, 264, 271, 281; V,
77, 88,171, 4l3;VI, l7, 18, 536.
Hieronymus, Iorge. VI, 410. Hildno, T. IX, 210, 583. Hilbert, Klaus K. l, 133. Hill Creighton. David. V, 346. Hilton, Stanley. VIII, 144. Hindenburg, Paul von. VIII, 186. Hinchliff, Woodbine. VI, 228.
Hipócrates. III, 327. Hippeau, C. VI, 305. Hirsch, Alfredo. X, 149. Hirsch, Paul. Vlll, 393, 395. Hirsch, Sanford. III, 360. Hirst, Mónica. VIII, 143, 144. Hitler, Adolfo. VII, 363, 484; VIII, 409; IX, 374; X. 79, 178. Hobbes, Thomas. X, 13. Hoberman, Louisa Schell. IV, 130.
Hobsbawn, Eric. X, 100, 110, l l l. Hoces, Francisco de. I, 345. Hodge, Iohn. lX, 184. Hodges, W.H. V, 358. Hodgson, M. G. VIII, 387. Hoe, Robert. VI, 490. Hoffmann, Fritz L. V. 207. Hofft. Gerardus't. IX, S55. Hogan, Iuan Luis. IV. 508. Hohenberg, F. l. 355. Hoijer, HJ. VI, 559. Holanda, Sergio Buarque de. I. 364.
Holbach, barón de. X, 62. Holdich, Thomas. V, 233. Holguín. Gerónimo de. lll, 431. Hollander, Paul. Vll, 362, 396. Holrnberg, Eduardo Ladjslao. l. 194, 208; lV, 40, 209; VI, 414. 416, 4l8, 419, 420, 422, 423: IX, 535.
Holmberg, Estanislao. Vl. 336. Holmberg, Helena. Vlll, 253. Holmberg, Luis. IV, 312. Holmberg, barón de. Véase Kailitz, Eduardo. Home de Pesoa, Pedro. ll, 158. Home Riggs Popham. ll, 377, 382.
ÍNDICE DE NOMBRES
Homen, Lopo. I, 362. Hood, Thomas Samuel. V, 190. Hoover, Herbert. VII, 259. Hopkins, Edward. V, 201. Hopkins, Iohn. IX, 76, 83. Hora, Roy. IV, 144, 157; IX, 31, 197, 209.
Horacio. VI, 313, 320. Horkheiner, Max. X, 14. Homo de Babilonia, Santo. III, 269.
Hornos, Manuel. IV, 433, 440; V, 249.
Horowitz, Irving L. IV, 159. Horowitz, Ioel. VII, 322; IX, 242.
Horta, Hernando de. III, 257. Hortelano, Benito. IV, 78; VI, 505, 510, 519, 533. Horton Box, Pelham. V, 234. Horvarth, Ricardo. IX, 382, 392. Horvath, Laszlo.VI1, 321. Hosford, Roberto S. VIII, 365. Hourcade, Luis A. X, 162. Houssay, Bernardo Alberto. VII, 38; IX, 472, 473, 478, 487, 495, 496, 501, 504, 505, S06, 507, 508, 509, 510, 511, 512, 513, 514, 515, 516, 518, 519, S20, 521, 523, 524, 525, 526, 528, 529, 530, 532, 545, 546, 548, 551, 553. Howard, Iennie. V, 360. Howden, Lord. V, 191. Howel, Bartolomé. III, 414. Howells, Williams W. I, 79. Hoxmark, Guillermo. IX, 557. Hoyos, Pío. V, 290.
Hualde de Pérez Guilhou, Margarita. V, 43; VI, 486. Huáscar, cacique. I, 98, 108. Huayna Cápac, cacique. I, 98,
Hughes, Augusto I. VIII, 248,
Hughes, Iohn B. VI, 346. Hughes, William M. V, 360. Hugo, Víctor. VI, 327, 520; VIII, 440. Huici, Agustín. IV, 298. Huidobro, Vicente. X, 113. Huisman, Denis. X, 55, 61, 65. Huizinga, I. IV, 536. Hull, Cordell. VII, 19, 284; VIII, 106, 109. Hulsius, Levinus. III, 284. Humanzoro, Diego de. II, 401. Humble, Iorge F. V, 351, 359. Humboldt, Alexander von. I, 356; III, 412; VI, 355, 403, 405. Hume. VI, 195. Hunt, Familia. V1, 34. Hunt, Rex. VIII, 275, 277. Huntington, Samuel. VIII, 208. Hunziker, Iuan H. IX, 557. Hure, Nicolás. VIII, 234. Huret, Jules. IV, 145, 146, 157; VI, 236, 237, 243, 244, 247, 248, 250, 254, 255. Hurtado. III, 262. Hurtado, Joseph. III, 77. Hurtere, los de. I, 353. Husserl, Edmund. X, 46, 47, 51, 52, 60, 63. Hussey, Guillermo. IX, S41. Huston Luiggie, Alice. V, 360. Hutchinson, Thomas I. IV, 451; VI, 97. Hutton, Alezander Watson. IX, 280. Hux, Meinrado. I, 205; IV, 186; VII, 174. Hyades, P.I. I, 247, 256, 257. Hyslop, I. I, 108.
108.
Hubac, Angel. IV, 295. Hudson, Damián. VI, 228, 497. Hudson, William Henry. V1, 62,
219, 228, 4l7;X, 119,127. Huergo, Delfín B. IV, 434, 441; V, 31, 185, 200; VI, 494. Huergo, Iuan Carlos. X, 207, 208.
Huergo, Luis A. VI, 521. Huerta, Roberto. VIII, 228. Huertas, Marta M. VI, 200. Hueyo, Alberto. VII, 273, 279, 280; VIII, 506, 534, 537, S39, 540, 542, 548. Hug, Enrique. IX, 507, 514, 515, 528.
Ibáñez Menta, Narciso. IX, 263;
261.
I
Iácona, Lidia Anahí. I, 107, 108. Ianantuoni, Domingo Rafael. IX, 407, 408, 422. Iazzeta, Osvaldo M. IX, 454. Ibad Illana, Manuel. III, 242. Ibañez, Agustín. I, 458. Ibáñez, Avelina M. VI, 345, 486. Ibáñez, Familia. V, 148. Ibáñez de Echavarri, Bernardo. III, 206, 21 l, 235, 236. Ibáñez del Campo, Carlos. VIII, 138.
Ibáñez Frocham, Manuel. V, 102, 435.
Ibañez Montoya, Joaquín. II, 84. Ibarguren, Carlos. IV, 539; V, 104, 140; V1, 348; VII, 19, 264, 269, 270, 274, 275, 294, 422, 423, 468, 480, 481, 482, 489, 490, 492, S08; VIII, 165; X, 77, 80.
Ibarguren, Federico. VII, 487. Ibarra. X, 101. Ibarra, Felipe. IV, 389, 390, 394, 41 l, 412, 413, 416. Ibarra, Gregorio. VI, 358. Ibarra de Santiago. IV, 309. Ibarra Grasso, Dick Edgar. VI, 561.
Ibarrola, Casimiro, Fray. III, 390.
Ibarzábal, Iorge. VIII, 249. Ibsen, Henrik. X, 129, 277, 281, 284, 285. Idomeneo. VI, 3 l 7. Igarzábal, Rafael. V, 120. Igarzábal de Nistal, María Adela. VII, 205. Iglesia, Cristina. VI, 487. Iglesias, Evaristo. VI, 274. Iglesias, Herminio. VIII, 262. Iglesias, Iosé “Pepe”. IX, 261, 377.
Iglesias Echegaray, Arturo. VII, 353. Iglesias Paz, César. VI, 337. Ignacio, Santo. III, 157, 200, 201, 205, 350, 384. Ignatieff, Michael. VII, 398. Ignes, Marcelo. VI, 51. Ihering. VIII, 409. 440. Illia, Arturo Umberto. VII, 24, 275, 339, 341, 356, 387, 470, 503, 517, 518, 519, 525, S26, 528, 529, 531, 538, 542, 545; VIII, 16, 122, 126, 132,133, 135, 138, 139, 156, 233, 234, 235, 236, 237, 240, 241, 244, 245, 251, 269, 342, 343, 346, 464, 465, 519, 521; IX, 105, 110, 111, 138, 232, 233, 353, 354, 484, 548; X, 189. Imaz, José Luis de. VII, 138, 360, 552; VIII, 209, 407, 440, 495, 522; lX, 206, 207, 497; X, 20, 33. Imbelloni, José. I, 28, 80, 261; VI, 559, 560, 561, 562; VII, 147, 166, 176. Imbert, Julio. X, 131. Inacayal, cacique. IV, 176; VII,
160. 421
IN DICES GENERALES DE LA OBRA
Inez Hilger, M. VII, 175. Infante, J. Daniel. VI, 505. Infesta, María Elena. VI, 63. Ingenieros, Jose’. IV, S34; V, 41, 60, 61, 66, 74, 373; VI, 306, 425, 505, 518, 524; VIII, 467, 479, 480, 494, 495; IX, 261; X, 23, 41, 42, 43, 44, 45, 61. 65, 106, 125, 142.
422
Inglese, Juan O. IX, 495. Ingres, Dominique. VI, 369. Ini, María Gabriela. VIII, 495. Inocencio X, Papa. II, 413. Inocencio XI, Papa. II, 321. Insaurralde. III, 262. Insaurralde, Andrés. X, 269. Insco Buchnan, William. V, 227. Insiarte, Manuel. V, 322; VI, 517. Insúa, Jorge. IX, 520. Iñigo Carrera, Héctor J. V, 102, 138; VII, 263, 550. Iñigo Carrera, Nicolás. VII, 139. Iñigo Madrigal, Luis. III, 312. Iñiguez, Julia. X, 274. Iommi, Enio. X, 217. Iparraguirre, Silvia. X, 125. Ipola, E. de. VII, 467. Iradiel, Paulino. I, 321. Irala, Domingo Martínez de. I, 198, 379, 380, 381, 382, 383, 384, 385, 386, 391, 395, 397. 398, 399, 400, 408, 413, 427. 441, 442 477, 483, 485; lll, 237, 285, 289, 290, 425, 426; VI, 335. Irala, Francisco Martínez de. III, 432. Irala, Ursula. III, 290. Irazábal de Pereyra, Antonia. III, 382. Irazusta, Julio. IV, 424, 451; V, 26, 43, 104, 207; Vl, 348; Vll, 21, 267, 271, 289, 290, 294. 297, 421, 425, 468. 471, 487; X, 76, 78, 79, 81, 82, 175, 180. Irazusta, Rodolfo. VII, 266, 267. 271, 289, 290, 421, 425. 487; X, 76, 78, 180. Iriarte, Juan José. VIII, 339, 352, 355. Iriarte, Tomás de. IV, 403; V, 240, 244. Irigoin, Alfredo. IV, 157. Irigoin, María Alejandra. VI, 256. Irigoyen, Bernardo de. Il, 174; IV, 462, 474, 477, 499, 504, 505, 517, 524, 527, 528, 529.
530, 538, 539; V, 39, 57, 59,
120,127,135, 218, 220, 221. 227, 228, 229; Vl, 34, 479. Irigoyen, Julio. X, 256. Irigoyen, Manuel. VI, 469, 470. Irigoyen, Matías. V, 176. Iriondo, Manuel de. VII, 273.
Iriondo, Martín. I, 133. Iriondo, Simón de. IV, 477, 499, 527; V, ll7, 149. Irós, Guillermo M. VII, 206. Irrazábal, Pablo. IV, 467. Irti, Natalino. VIII, 418, 441. Irurzum, Víctor. X, 22. Irusta, Agustín. X, 259. Isaacson, José. X, 129. Isabel, Santa. III, 295. Isabel l, Reina de España. I 288, 290, 292, 293, 294, 295, 307. 316, 317, 321, 330, 331, 357; II, 292; III, 197; VIII, 389. Isabelle, Arsene. VI, 227. Isacovich, Marcelo. VII, 139. Isasa, Manuel de. IV, 391, Isasmendi, Familia. II, 65, 170, 171.
Isasmendi, Saverio. III, 167. Iscan, Mehmet Y. I, 81. lscaro, Rubens. VII, 296; X, 99. Isem, Juan. II, 430; V, 31 l; VIII, 333, 495. Isla, José Francisco de. III, 268. Isnardi, Teófilo. IX, S39, 545. Isola. Alberico. VI, 358. Isratzoff. Constantin. V, 360. lssouribehere de Delgado, Gladys. IX, 302. Istilart, Juan B. VI, lSS, 157. Isuani, Ernesto. VII, 142. Itkin, Silvia. IX, 391. Iturbe, Mariano. IV, 413. Iturbe, Mecha. VI, 340. Iturralde, Pedro. Fray. V, 298,
3l l. Iturri, Francisco Javier. Ill, 243, 246, 261, 279, 297. Iturrieta, A. VII, 465, 467, 469. Iturrioz, Juan José. III, 331. Itzcovich, Samuel. VIII, Sl l, 515.
lvanisevich, Oscar. IX, 477, 489. Ivanov, Miguel. V, 356; VIII, 380. Ivanowski. IV, 474.
Ivern, Andrés. Vl, 274; IX, S30. lzard, M. Vl, 36. Izquierdo, Josefina. Vl, 312.
Izquierdo, Mariano. lll, 260, 278.
Izratsoff, Constantino. VIII, 380. 381. 386. I
Jachudurián, Karekin. VIII, 383. Jackisch, Carlota. X, 34. Jackson, Andrew. V, 193; VII, 247.
Jackson, Robert H. II, 92, 122. Jacobi, Friedrich Heinrich. IX, 528. Jacobini, Ludovico. V, 337. Jacobo, Baradaeus. VIII, 380. Jacobsen, Nils. III, 29. Jacovella, Bruno C. VI, 539, 558, 559, 560, 562. Jacques, Amadeo. IV, 164, 185, 439, 503; Vl, 225, 520. Jacques, Cristóbal. I, 372. Jaim Etcheverry, Guillermo. IX. 423. Jaime, Rey de España. III, 353. Jaimes Freyre, Ricardo. l, 442; VI, 51 l, 524. lakasa, Vitaic. Vlll, 253. lalabe, Ruth. VIII, 142. James, Daniel. VII, 309, 322, 355, 356, 469: lX, 242. James, Davis. Vl, 384. James, Henry. VI, 246. Janin, R. VIII, 386. Jansen, André. VI, 348. Jara, A. VI, 197, 202. Jaroslavsky, César. Vll, 295. Jasca, Adolfo. X, 160. Jaucourt, Louis de. IV, 222. Jáuregui, Anibal. IX, 21 l. Jáuregui, Guillermo Raúl. IX, 530. Jáuregui, Martín de. III, 434. Jaurés, Jean. Vl, 530; VII, 238, 403, 478. Jauretche, Arturo. Vll, 21, 290, 297, 360, 425, 433, 461; X, 24, 82, 191. Jauretche, Emesto. Vll, 358, 471. Jaussely, León. Vll, 180. Jeanneret, Charles Edouard.
Vll, l8l, 184, 193. Jefferson, Thomas. Vl, 29. Jelin, Elizabeth. X, 30. Jelinek, A. l, 230. Jelinek, George, X, 33. Jenkins. II, 330; Ill, 81. Jenkins, Simón. Vlll, 144, 299. lenks, Leyland H. IX, 182. lennison, Peter S. X, 160.
ÍNDICE DE NOMBRES
Jerez, Omar. VII, 173. Jerónimo, Santo. III, 110, 119, 209, 306. Jesús, Miguel de, Fray. III, 374. Jevons, William Stanley. VIII, 501. Jewell, Carlos. VI, 201, 250. Jewett, David. V, 191. Jijano. III, 135. Jijena Sánchez, Rafael. VIII, Jiménez, Salvador. V, 330. Jiménez de Asúa, Luis. V, 402; VIII, 409, 433, 434, 442. Jiménez de Mesa. IV, 256. Jiménez de Paz Barragán, Familia. II, 135. Iitrik, Noé. X, 128, 133, 134. Jofré, Herman. VII, 483. Jofré, Oscar L. VIII, 283, 294, 299. Jofré Barroso, Haydee. X, 129. Jofre de Loaysa, García, Fray. I, 345, 370, 372. Johns, Michael. IV, 156. Johnson, Ben. X, 130, 287. Johnson, Lyman L. Il, 117, 125, 126, 147, 181; III, 103; IV, ll3, 130; VIII, 133; X, 99. Jolís, José. II, 189. 198, 205, 206, 468; III, 297. Ionassen, Vitus. VIII, 164. Jones, Amable. VII, 240, 248, 255. Jones, Charles. VI, 202; IX, 149. Jones, Gareth Stedman. IV, 158. Jones, Lewis. V, 360. Jones, T. I, 231. Jordán, Alberto R. VII, 385, 400, 471, 509; IX, 497. Jorge, Carlos A, de. VII, 322. Jorge, Eduardo. VI, 170; IX, 82, 149
Jorge lll, Rey de Inglaterra. IV, 221.
Jorge V, Rey de Inglaterra. IX, 374. Jorrat, Jorge Raúl. IV, 159; VII, 139; X, 38, 109. José, El Indio. III, 356. José, Rey de Portugal. III, 363. José, Santo. III, 210, 295, 335. José, Susana. IX, 454. José I, Rey de Austria. II, 324. José I, Rey de Portugal. II, 457. José I Bonaparte, Rey de España. IV, 233, 235, 237, 261; V, 388.
Joseph, G. VIII, 495.
Joseph, Henry. V, 357; VIII, 389. Joslin, David. V, 504; VI, 257. Jouffroy, T. X, 63. Jovellanos, Gaspar Melchor de. IV, 224; V, 14, 15; VI, 261. Joy, Leonard. VIII, 516, 517. Joyce, James. X, 122. Joyce, Patrick. IV, 158. Jozami, E. VII, 109, 138. Juan, Jorge. III, 263. Juan, Príncipe. I, 316. Juan I, Rey de España. I, 294, 296. Juan I, Rey de Portugal. l, 354. Juan II, Rey de Portugal. I, 306, 329, 334, 335, 337, 338. Juan III, Rey de Portugal. I, 354, 359, 360, 361, 363. Juan IV, Rey de Portugal. II, 319; III, 363. Juan IV, de Béthencourt. I, 318. Juan V, Rey de Portugal. II, 329. Juan VI, Rey de Portugal. III, 364; V, 195; VI, 350. Juan XXII, Papa. II, 406. Juan XXIII, Papa. VIII, 338, 339. Juan el Bautista, Santo. III, 119, 158, 210, 269; IV, 526. Juan Pablo I, Papa. VIII, 353. Juan Pablo II, Papa. VIl, 27, 393, 394; VIII, 354, 355, 356, 357, 359, 379, 387. Juan Sebastián. II, 466. Juana, la Beltraneja. I, 330. Juana, la Loca. II, 402; III, 286. Juárez, Familia. II, 123. Juárez, Gaspar. III, 243, 297, 407. Juárez, Rogelio. X, 274. Juárez Celman, Miguel Angel. IV, 24, 31, 476, 514, 515, 519, 520, 521, 524, 525, 527, S28, 529; V, 36, 55, 56, 57, ll0, 114, 115, ll7, 129, 134, 221. 337, 386, 496; VI, 104, 121, l9l, 192, 237, 371, 407, 502; VII, 520, 522; VIII, 332, 380. Juarroz, Roberto. D(, 352; X, 115.
Jufré, Juan. I, 406, 409, 415, 438, 447, 451, 454, 455, 457, 475; II, 105. Jufré y Meneses, Luis. I, 438. Julien, Charles André. I, 364. Julio II, Papa. Il, 386. Jumar, Fernando. III, 102, 103. Junior, Christiano. VI, 359. Junot, Jean Andoche, duque de Abrantes. IV, 232.
Jurado, Alicia. X, 177. Jurado, José María. VI, 41, 52, 61
Juradlo Padilla, Francisco. IX, 493. Jurafsky, Abraham. X, 253. Jusid, Juan José. X, 266, 267, 270. Justiniano. II, 286, 289; III, 264. Justo, José. VI, 321. Justo, Agustín P. VII, 19, 20, 38, 93, 185, 258, 259, 267, 269, 272, 273, 275, 278, 279, 280, 284. 285, 286, 287, 288, 291, 292, 295, 297, 41 l, 417, 426, 427, 431, 481, 482, 484, 515, 518, 519, 520, 522, 525, 526, 528, 530, 531, 532, 533, 540, 545; VIII, 21, 57, 102, 108, 113, 115, 155, 183, 184, 196, 197, 208, 209, 319, 429, 537, 541; D(, 38, 70, 160, 338, 371,429, 509.
Justo, Alberto M. VIII, 468. Justo, Juan B. IV, 25, 517, 532, S33, 539, S40; V, 64, 65, 74, 120; VI, 424, 505; VII, 236, 237, 238, 257, 268, 402, 403, 404, 406, 408, 430, 451, 452, 476, 477, 478, 483; VIII, 81, 502; IX, 401, 469; X, 39, 42, 106, 149, 167, l7l, 278. Justo, Luis. VII, 355. K
Kaflca, Franz. X, 122. Kahana, David. VIII, 392. Kahn, Heriberto. VII, 353; IX, 357, 358. Kailitz, Eduardo. IV, 274, 278, 289, 312; VI, 132, 419. Kaillitz, Ladislao. VI, 419. Kaiser, Georg. X, 280. Kamen, H. I, 324. Kamphoefner, W. IV, 107. Kant, Inmanuel. V, 370, 374; VIII, 419; X, 41, 45, 46, 47, 53.
Kantorowicz, Ernest. l, 322. Kapek, Karel. X, 280. Kaplan, Marcos. IX, 21 l. Karasik, G. VII, 109. Karlic, Estanislao. VIII, 355, 356.
Karrer, Pablo. III, 316. Kartún, Mauricio. X, 132. Katari, Tomás. IV, 253. Katz, Bernard. IX, 525. Katz, Jorge. VIII, 516; IX, 104,
114,149, 2ll, 584. 423
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Katz, Rodolfo. lX, 348. Kauffman, Angélica. III, 229. Kaufmann, lose Luis. V, 343; VIII, 335. Kayser. VI, 412. Kazezián, Juan Bautista. Vlll, 382. Keegan, Iohn. VII, 385.
Klein, Herbert S. III, 13, 18, 19, 27, 28, 29, 30, 447; IV, 106; V,
Keen. V, 127. Kelly, Alfredo. VIII, 352.
Klenicki, León. VIII, 389, 397, 398, 399, 578. Klich, Ignacio. VII, 108, 109; VIII, 118, 244. Kljmovsky, Gregorio. X, 22, 60. Klimovslcy, León. X, 261, 285. Klingemann, Hans-Dieter. X,
Kelsen, Hans. VIII, 409, 419, 420, 441; X, 46, 59. Kemble, Kenneth. X, 225. Kemmerer, Edwin. VIII, 339, 527.
Kemmis, Familia. VI, 250. Kendall, Edward Calvin. X, 33 Kennedy, Familia. VII, 275. Kennedy, Iohn F. VII, 366; VIII, 133; IX, 100. Kennedy, Kenneth A. R. l, 81. Kennedy, Norma. VII, 378. Kenny, Arturo. IX, 316. Kenny, Mauricio. IX, 261. Kent. V, 38, 419. Kentenich, Ioseph. VIII, 358. Kenworthy, Eldon. X, 35. Kern, Arno Alvarez. II, 467. Kerne, Niels. IX, 525. Kessler, Gabriel. VII, 125, 131. 143.
Keynes, Iohn Maynard. VII, 279; VIII, S07, 510; IX, 24, 65.
Keyserling, Herman, conde de. Vl, 339; X, 127. Khavisse, Miguel. VII, 142; IX, l 15, 210. Kiepja, Lola. VII, 167. Kiernan, Santiago. VI, 470. Kilcher, P. VIII, 506, 534. Kimel, Eduardo. VIII, 360. King, Iohn. X, 175, 198, 237. Kinkelin, Emilio. VII, 271, 424. Kirbus. Federico B. III, 285, 31 l.
Kircher, Anastasio. III, 413. Kirchmann, Julius. V, 437. Kirkpatrick, Jeanne. VII, 366,
424
Kim. IX, 258. Kirschbaun, Ricardo. VII, 400; VIII, 144, 298. Kirshoff. IX, 258. Kish, Lazlo. X, 258. Kisnerman, Natalio. VI, 347. Kissinger, Henry. Vlll, 124. Kitasato, Shibasaburo. IX, S25. Klein, Guillermo Walter. Vll, 384.
505.
Klein, Julius. l, 323. Klein, Teodoro. X, 288. Klein, Walter. VIII, 506, 508. Kleiner, Bernardo. IX, 496, S21, S23.
38.
Klint, Eric Gustav de. V, 183. Kloosterman, Dirk. VII, 25. Knecher, Lidia. VII, l4l. Knibbs, George H. VIII, 504, 506. Knowles, M.D. V, 309. Koch, Robert. IX, 502. Koebel, W.H. IV, 145, 157. Koening. VI, 489. Koesler Ilg, Berta. IX, 271. Koestler, Arthur. VII, 395. Kogan, Jaime. X, 288. Kohan, Néstor. X, 198. Kohen, Héctor R. X, 269. Kóhler, Georges. IX, 525. Kohon, David losé. X, 264, 265. Kohn Loncarica. Alfredo. IX. 527.
Koletis, Nicolás. VIII, 380. Kolterjahn, Guillermo. X, 157. Konetzlce, Richard. Il, 109, 113;
lll, 131,159. Kooy, Eduardo von der. VII, 400; Vlll, 144, 298. Koppers, Wilhelm. l, 257. Kordon, Bernardo. X, 123. Koremblit, Bernardo Ezequiel. X, 128, 135. Korn, Alejandro. V, 41, 73, 374; VI, 426; Vll, 38, 483; lX, 471, 494; X, 45, 46, 47, 49, 50, 52. 65, 166. Korn, Francis. IV, 155, 156, 157, 158, 541: VI, 23], 255, 256. 563; IX, 247, 267, 268, 586; X, 21, 22, 99. Korn, Julio. IX, 338. Korn Villafañe, Adolfo. Vlll, 85, 93, 324. Korol, luan Carlos. IV, 104; VI, 147, 167, 170, l7l, 563: lX, 80, 83, 148, 210; X, 109. Kosacofl", Bernardo. IX, 62, ll2.
ll4, 125, l4S, l46, 149, 2ll.
Koshetz, Nina. IX, 258. Kosíce, Gyula. IX, 345, 348; X, 218, 229. Kotsias, Basilio A. lX, 531. Kotska, Estanislao, Santo. III. 120, 157. Kovacci, Ofelia. X, 128. Kovadloff, Santiago. VII, 400; X, 128.
Kraft, Guillermo. VI, 359, 518; X, 150, 151. Kramer, Gabriel. V, 357. Krapf, Eduardo. IX, 528. Kratz, Guillenno. II, 467. Kratzenstein, Rudolp. VI, 359. Kraus. Juan. Il, 58. Kraus, Rudolf. IX, 502, S03, 504, 505, 506, 507, 527, 528. Krause, Federico. V, 370. Krause, Julio. VIII, 228. Krausse, Otto. VI, 306; lX, 435. Kreimer, Pablo. IX, 557. Krieger Vasena, Adalbert. Vll, 24, 34: Vlll, 128, 238, 512. 521: lX, 92, 104, 105, 134. 234. Kroeber, Clifton B. VI, 36, 200, 201. Kronfuss, Iuan. ll, 86. Krópfe, Pedro E. Vll, 230. Kropotkin, Pedro. V, 64; Vll, 406: X. 213. Krueger, Anne. IX, 94, l 12. Kuatemik, Eugenio. Vll, 356. Kubler, George. ll, 86. Kflhn, Franz. l, 62. Kuhn, Rodolfo. X, 264, 265. Kuitca, Guillenno. X, 231. Kula, Witold. X, 89. Kulwin, Clifford Mairon. Vlll, 398.
Kane, Gününa. VII, 175. Kunz, Ana. Vll, 552; Vlll, 469. Kurchan, luan. Vll, 193, 194. Kurth. William H. X, ¡60. Kusch, Rodolfo. IX, 302; X, 128. Kvatemik, Eugenio. Vlll, 244; X. 34. Kyle, Juan lose. IX, S35. S36. Kuznetz, Simón. IX, 152. l.
La Croix, Maria Luisa. IX, 391. La Gasca. l. 386, 394, 395. 397, 401, 402, 405, 415. La Mar. IV, 341, 342. La Menu, F. lX, 541. La Pradelle, P. de. V, 202.
ÍNDICE DE NOMBRES
La Roche, Augusto. VI, 143. La Serna. IV, 310, 339, 340, 341. La Touanne. VI, 176. Labardén, Iuan Manuel de. II, 231.
Labardén, Manuel Iosé de. IX, 280 Labayén, Iuan. VII, 483. Labbe, Osvaldo A. III, 348. Labougle, Ricardo de. IX, 475. Laboulaye, Edouard. V, 38, 48. Iabnma, Angel. VII, 35; 1x, 311. Lacalle, Carlos. IV, 468. Lacey, Luis L. IX, 315, 318. Lachikirín, cacique. II, 196. Laciar, Santos. IX, 329. Laclau, Ernesto. VII, 467. Laclau, Martín. V, 399; VIII, 441. Laclau, Narciso. IX, 505, 506. Lacordaire, Enrique de. VI, 278. Lacoste, Pablo. I, 179; III, 191; VII, 295, 297, 430. Lacroze, Familia. VI, 194. Lacueva, Luis R. X, 162. Ladero Quesada, Miguel Angel. I, 321, 322, 323. Lafaille, Héctor. V, 402; VIII, 405, 424, 429, 431, 432, 436, 443. Laferrere, Alfonso de. VII, 267, 423; X, 256. Laferrere, Gregorio de. VI, 337; VII, 215; X, 275, 276. Laferrere, Roberto. VII, 271. Laffaye, Horacio A. IX, 330. Lafforgue, Iorge. X, 134, 160. Lafinur, Iuan Crisóstomo. V, 25, 123, 364; VI, 212, 314, 464, 465, 478, 519; X, 62. Lafitte, Fermín. IX, 422. Lafleur, Héctor René. VI, 344, 512; IX, 361; X, 165, 166, 170, 195. Lafón, Ciro R. I, 131. Lafone, Samuel F. V, 350. Lafone Quevedo, Samuel A. I, 92, 284; III, 311; VI, S35, 536. Laforest, W. de. IV, 468. Lafuente, Horacio Raúl. VIII, 42. Lafuente, Iosé Luis. V, 342. Lafuente Machain, Ricardo de. I, 408, 442; II, 125; III, 129; X, 149. Lagarde, Pierre. X, 140, 160. Laghi, Pío. VIII, 351, 354. Lagiglia, Humberto A. I, 168, 169, 173, 178,179.
Lagomarsino, Raúl E. X, 157, 162
Lagos, Hilario. IV, 434; V, 247, 248, 263. Lagos, Iosé C. V, 322. Lagos, Iulio A. VIII, 21 l. Lagos, Lisandro. IV, 440. Lagos, Luis. VIII, 271. Lagos, Marcelo. II, 206. Lagos, Ovidio. VI, 508. Lagos García, Luis. V, 120. Lagrana, Manuel I. IV, 459. Laguna, Iuanito. X, 228. Laguna, Iusto Omar. VIII, 353, 355, 356, 360. Lahille, Fernando. IX, 543. Lahitte, Ana Emilia. X, 116. Lahitte, Emilio. IV, 144; V, 324. Láinez, Manuel. V, 120; VI, 296, 303, 502; IX, 343, 397. Laíño, Félix. IX, 340. Laisney, Louis. VI, 350. Laiseca, Alberto. X, 124. Lajouane, Félix. VI, S18. Lajous, Raúl E. VIII, 155. Lalinde Abadia, Iesús. II, 248. Lalueza, Carlos. I, 79.
Lamadrid, Gregorio Aráoz de. IV, 307, 372, 414, 415, 423. Lamaglia, Iuan. X, 266. Lamarca, Carlos. V, 202. Lamarca, Emilio. V, 306; VI, 303, 502. Lamarck, Iean Baptiste de Monet, caballero de. VI, 417; X, 44.
Lamarque, Carlos. IX, 370. Lamarque, Libertad. X, 257, 259, 261. Lamartine, Alphonse Marie Louis. VI, 494. Lamas, Andrés. VI, 326, 433, 435, 473, 510, 517; X, 148. Lamas, Fernando. X, 261. Lambert, Iacques. V, 139. Lamborghini, Leónidas. X, 116. Lambruscchini, Armando. VIII, 248, 257. Lamela, Baldomero. IV, 441. Lamennais, Félicité-Robert. V, 29, 368; VI, 473. Lami Dozo, Basilio. VII, 394; VIII, 248, 259, 357. Laming, A. I, 230, 255, 256. Lamiña, Alfredo. X, 258. Lamounier, Bolivar. X, 18. Lampíllas, Iosé. III, 265. Lamuraglia, Nicolás I. X, 253. Lanari, Alfredo. VII. 387; IX, 514, 519, S21, 530.
Lanata, I.L. I, 256, 257. Lancaster, duque de. I, 294. Landaburu, Iorge. VII, 356. Landaburu, Laureano. VII, 281. Landi, Oscar. IX, 393; X, 98. Landini, Carlos. X, 269, 270. Landini, Cecilia. I, 207. Landolfi, Héctor. X, 160. Landrú. Véase: Colombres, Iuan Carlos. Landsteiner, Karl. IX, S06. Lanfranco, Héctor. V, 5, 402. Lange, Norah. IX, 337, 338; X, 121.
Langer. IX, S24. Langer, Erik. IV, 131; VII, 174. Langlyke, Asger. IX, 522. Langsner, Jacobo. X, 131. Lannot, Iorge O. VII, 357. Lantier, Claudio. X, 21 l. Lanús. VII, 275; VIII, 144. Lanusse, Alejandro Agustín. VII, 25, 342, 343, 344, 345, 346, 347, 349, 353, 357, 359. 367, 368, 370, 371, 376, 377. 379, 398, 454, 470, 498, 505, 510, 545; VIII, 124, 126, 136, 138, 238, 239, 240, 241, 242, 243, 249, 253, 254, 348; IX, 234, 235, 385, 388, 450; X, 34, 140, 193. Lanuza, Iosé Luis. VI, 345; X, 128.
Lanza, Miguel. IV, 310, 343. Lapa, Antonio, Fray. II, 465. Laperriere, Gabriela. V, 397. Laphitzondo, Miguel F. IX, S15. Lapido, Graciela. IV, 186. Laplane, Alberto Numa. VII, 26, 381; VIII, 248, 250, 251, 253, 254. Laplaza, Francisco P. V, 402; VI, 512; VIII, 439, 470. Laporta, Francisco G. VIII. 442. Laprida, Francisco Narciso. III, 398; V, 25.
Laprida, Manuel. VIII, 236. Lapzeson, Elías. X, 261. Lara, Familia. II, 157. Lara, Tomás de. VIII, 324; IX, 272, 303. Larcher, Rodolfo. VIII, 229. Larco, Iorge. X, 156. Lardíes González, Iulio. III, 421. Lardy, Ivonne. X, 174. Larguïa, Ionás. IV, 487. Lariz, Jacinto de. II, 380; Ill, 429.
Larra, Mariano lose de. VI, 323, 327, 410, 472.
425
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Larra, Raúl. VIII, 21 l. Larraga. III, 264, 268, 274. Larrain, Manuel. VIII, 337. Larrain, Nicanor. I, 409; VI, 145.
Larralde, Crisólogo. VII, 416. Larrarnendi, Manuel de. II, 115; III, 269. Larraquy, Marcelo. VII, 358. 396, 397. Larrea, Iuan. IV, 292. Larreta, Enrique. III, 286; VI, 342, 348; X, 117, 129, 142, 157, 207. Iarrouy, Antonio. I, 407, 504; II, 123; V, 296; VI, 446; X, 72, 75.
Larsen, Carl Anton. VIII, 163. Las Heras, Isabel. I, 321. Lasala, Iuan Bautista. III, 318. Lasalle. V, 28. Lascano, Benito. V, 281, 319.
Lascano, Carlos María. VII, 490. Lascano, Iulio Raúl. VI, 274. Lascano, Miguel de. II, 97. Lascano González, Antonio. ll, 88.
Lascano Tegui, Emilio de, vizconde de. X, 112. Lascar Saveanu. VIII, 522. Laserre, Iuan. VI, 468, 48 l. Laso de la Vega, Francisco. l, 490. Lassaga, Mario. VII, 271. Lasso Niño, Rodrigo. IlI, 343. Lastiri, Raúl. VII, 25, 26. 376. 378, 517, 525; Vlll, 143; X, 158.
Lastra, Abelardo. X, 274. Lastra, Bonifacio. IV, 532; VI, 42 l.
Lastra. Claudio. VI, 353, 362. Lastra, Héctor. X, 124. Lastra, Rosendo de la. V, 284. Latcham, Ricardo E. I, 80, 409. Latella Frías, Donato. Vll, 275. Latino, Anibal. Véase: Ceppí, José.
Latorre, Pablo. IV, 404; V, 27. Latrubesse, Amalia. Il, 181, 381; lll, 192; IV. 130. Lattes, Alfredo. ll, 96, 121; Vl, 274: Vll, 73, 107, 140; X, 29. Lattes, Zulma R. de. Il, 96, 121. Lattuada, Mario. IX, S9. Latzina, Francisco. IX, 420.
426
Launhardt, Wilhelm. Vlll, 500. Laura, Guillermo D. Vll, 231. Laurencena, Miguel. Vll, 248, 251, 253; Vlll, l6.
Laurens, lean-Paul. VI, 369, 371, 372, 373. Laurent, C. IX, 148. Lauria, Antonio. VI, 416. Lauriston Conder, Eustace. IV, 202. Lavalle, Horacio. IX, 326. Lavalle, Iuan Galo de. IV, 20, 325, 337, 343, 379, 380, 381. 382, 383, 384, 385, 386, 387. 407, 414, 415, 418, 419, 423, 424; V, 186, 240, 241, 243, 245, 474, 514; Vl, 21 l, 328. 366, 378, 470, 481, 483. Lavalle, Ricardo. V, 109. Lavalleja, Juan Antonio de. IV, 368, 369; V, 241. Lavalleja de Calzadilla, Elvira. VI, 363. Lavardén, Manuel José de. III, 238, 292, 303, 304, 305, 307. 309, 312. 320, 321, 331; VI. 313, 316, 327. Lavarello, Iosé. IV, 439, Lavaysee, Benjamín l. IV, 433, 434, 435, 436. Laveleye, Emile de. VI, 279, 305. Lavelli, Jorge. X, 287. Laviana, María Luisa. I, 326. Lawrence, Iohn. I. 256, 257; V, 351, 359. l..awrie, Iames. Vl, 143. Layman. Ill, 262. Lázaro, Enrique. X, 212. Lázaro de Dou, Ramón. IV, 241. Lazcano y Velazco, Antonio de. Il, 156. Le Bon, Gustave. V, 61; X, l6. 23.
Le Bretón, Tomás. Vll, 79. Le Corbusier. Véase: Ieanncret, Charles Edouard.
Le Prédour. V, l9l. Le Play, Frederic. V, 38. Le Roux, Pierre. V, 29, 452; VI, 473; X, 63.
Leaden, sacerdote. Vlll, 352. Leal, Jorge Edgardo. VIII. 173. Leal de Ayala, Familia. ll, 135. Leal de Ayala, Mateo. lll, 428. Leal de Ibarra, Antonio. lll, 437. Leal Rey, lndalecio. X, 287. Lear. Gilberto M. V, 359; Vlll, 368, 374. Leardo, Francisco. l, 37]. Learte, Estanislao. Vl, 481. Learte, Miguel de. VI. 316. Lebedinsky, M. Vl, 127.
Lebenshon, Moisés. VII, 285, 416, 430; Vlll, 466. Leblanc, Louis. IV, 415; V, 188. Lebrón, Alonso. Il, 421. Leclerc, George Louis. III, 408. Ieoocq, Bernardo. Il, 59; III, 414. Lecor, Carlos Federico. V, 195. Lectoure, Tito. IX, 329. Lecuona, Oscar. VII. 207. Ledesma, Blas de. III, 336. Ledesma, Inda. X, 284. Ledesma, lose. VI, 351. Ledesma, Lázaro de. III, 336. Ledesma, Roberto. X, 114, 122. Ledesma Medina, Luis A. I, 443. Ledesma Valderrama, Martín de. Il, 24. Lefebvre, Marcel. VIII, 348. Legón, Faustino I. V, 342; VII, 490, 491, 508; Vlll, 324, 405: X, 32. Legorraga, Baltasar de. II, 103. Legoupil, D. I, 256. Legrand, Mirta. X, 259, 260. Legrand, Silvia. X, 159. Leguina, Ezequiel. X, 146, 163. Leguisamo, lrineo. IX, 257, 274. Leguizamón, G. Vll, 280. Leguizamón, Martiniano. VI, 334, 336.
' ón, Onésimo. IV, 477, 499; V, 123, 305; Vl, 288. Leguizamón Pondal, Gonzalo. X, 205, 223. Lehman. IX, 258. Lehmann, Familia. Vl, 248. Lehmann-Nitsche, Roberto. l, 408; Vl, 560; IX, 280. Leibnitz. Gootfried. lll, 412; VI. 209.
Leipus, Marcela. I, 207. Leis, H.R. Vll, 471. Leite, Duarte. l, 356. Leiva. Alberto David. IV, 508; V, 400, 401: Vl, 486, 513; VII. 507, 552: Vlll, 44l. 445, 469. 470, S78. Leiva, Eusebio de. lll, 205. Leiva, Manuel. IV, 382, 383. 399, 400, 434. 435; V, 328; Vlll, 85. Leiva y Sepúlveda. lll, 257. Lejarza. Fermin. X, 222. Leloir, Alejandro. Vll, 486. Leloir, Federico. Vll, 387. Leloir, Luis Federico. Vll, 38; IX, 487, Sl l, 512, 5l3, 5l6. 517, 519, 520, 521. 524. S28. 529. 553.
ÍNDICE DE NOMBRES
Lema, Manuel E. VII, 486. Lemaire. II, 59. Lemer, Felipe. III, 413. Lemmerich Muñoz, Fernando. X, 222. Lemos, Francisco da Silva. III, 362, 363. Lemos, Iosé León. IV, 322, 323. Lemos y Andrade, conde de. I, 442. Lena Paz, Marta. X, 290. Lenci, María Laura. VIl, 360. Lencinas, Carlos Washington “Gaucho". VII, 248, 254, 255, 260, 264, 273, 274; VIII, 15, 19, 23, 41; IX, 18, 33. Lencinas, losé Hipólito. VII, 264, 274. Lencinas, Rafael. VII, 274. Leneve, Gustavo. IX, 326. Lenin, Vladimir Ilich Ulíanov. VII, 362, 396, 410, 461; X, 79. Lenormand, Henri-René. X, 129, 280. Lenz, Heindrich Friedrich Emil. VI, 249. Lenzi, Iuan Hilarión. V, 168; VIll, 75. León XII, Papa. V, 313, 319. León XIII, Papa. V, 53, 280, 335, 336, 337, 339; Vl, 387, 388: IX, 399. León, Bernardo de. l, 472. León, Gregorio de, Fray. II, 422. León, Iosé, Fray. III, 390. León Pagano, Iosé. lII, 365; Vl, 383, 384. León Pinelo, Antonio de. III, 151.
León Pinelo, Diego de. V, 345. Leonard, Irving A. III, 276. Leonhardt, Carlos. lIl, 131. Leoni de Rosciani, María Silvia. Vl, S13; VIII, 43, 75, 578. Leoni Pinto, Ramón. VI, 449, 450, 451, 512; X, 101, 108. Leopoldo, Rey de Austria. II, 323. Leopoldo I, Rey de Bélgica. V, 183.
Lepe, Diego de. I, 339, 368. Lépori. VIII, 257. Lerdo de Tejada, Eugenio. Ill, 144, 242.
Lerma, Hernando de. I, 279, 430, 431, 432, 434, 449, 454; ll, 93, 306; III, 432. Lerman, Gabriel D. VIII, 399. Lerminier. V, 29.
Lermon, Miguel. Vl, 347; X, 149.
Lértora Mendoza, Celina, A. Ill, 277, 369, 401, 403, 420, 447; X, 64. Lescano, Regino. VII, 275. Lescovich, Néstor. X, 267. Lesser, Juana. VI, 486. Lesser, Ricardo. VII, 142; IX, 82, 183, 21 l. Lessio. III, 262. Lestani, Iuan Ramón. VIII, 62, 76.
Letamendi, Francisco Antonio. lll, 251, 352, 362. Leturia, Pedro de. II, 414; V, 343.
Leumann, Carlos Alberto. X, 117, l 18.
Levaggi, Abelardo. l, 505; II, 207, 250, 315; Ill, 277; IV, 187; V, 42, 44, 45, 102, 313, 344, 400, 401, 402, 436, 437, 538; VII, 174, 175; VIII, 441, 442; X, 94. Levalle, Nicolás. IV, 478; V, 254, Levegh, Pierre. IX, 324. Levene, Gustavo Gabriel. V, 138; VII, 550. Levene, Ricardo. I, XIX, XX; II, 87, 248, 263, 281, 314; III, 17, 28, 43, 48, 53, 65, 99, 160, 277; IV, 268, 269, 377, 507; V, 102, 103, 400, 401, 435, 436; VI, 38, 446, 449; VII, 490. 507; VIII, 405, 413, 416; IX, 268; X, 16, 39, 68, 69, 70, 71, 73, 74, 76, 86, 90, 98, 106, 107.
Levenogan, Pablo. IV, 170. Levenson, Gregorio. VII, 358. Levi-Civita, Tulio. IX, 542. Levillier, Roberto. l, 349, 407, 408, 442, 443, 504, 505; II, 280; III, 42, 99, 245; IV, 245, 507, S08, 538; Vl, 559; VII, 83; X, 68, 74, 104. Levingston, Roberto Marcelo. VII, 25, 343, 344, 346, 357. 367, 470, 498, 505, 545; VIll, 124, 136, 239, 242; IX, 234; X, 34. Levinson, Luisa Mercedes. X,
l2l.
Levoratti, Armando. VIII, 339. Levy, Elisabeth. V, 357; VI, 251. Levy, Matilde. v1, 345. Levy, Salomón. V, 357; Vl, 251.
Lewadowsld, Maurice. VI, 255. Lewald, H. Ernest. X, 38. Lewin, Boleslao. V, 345, 357, 360.
Lewinger, Iorge Omar. VII, 358. Lewis, Colin. VI, 126, l7l, 202. 203; IX, 151, 182, 183, 586. Lewis, LM. VII, 177. Lewis, LT. IX, 506, 515, S17. Lewis, Paul. VII, 468; IX, 81, 209. Lewis, W. Arthur. IX, 91, 112. Leyendeker, Ernesto. V, 309. Leyva, Manuel. Vl, 483. Lezcano, Policarpo, Fray. III, 390. Lezica, Antonio. IV, 122. Lezica, Faustino. V, 381. Lezica, Iuana Nepomucena. III,
Liaudat, Héctor César. VIII, Liberati, Iorge. VII, 355. Licciardo, Cayetano. IX, 492. Liceaga, losé. VIII, 135. Lichtblau, Myron. VI, 345. Lída, María Rosa. X, 122, 128. Lída, Raimundo. X, 122, 128. Lieber. V, 38.
Lieberman, Iosé. VIII, 400. Liendo, Horacio Tomás. VII, 390; VIII, 254, 255, 258. Liernur, Iorge F. IV, 158, 157. Lilíedal, Augusto M. IV, 439; VIII, 522. Liliedall, Rubert. IV, 439. Lillo, Miguel. VI, 423. Lima, Iosé Santos. IV, 296. Lima, Vicente Solano. VII, 25, 278, 291, 369, 371, 517, 521. Lima González Bonorino, Iorge - F. II, 123, 138, 146. Limpo de Abreu, Paulino. IV, 442. Linares, Iosé María. V, 204. Linares, Matías. V, 284. Linares Quintana, Segundo V. VII, 507; VIII, 74, 405, 439, 468, 469; X, 29. Lincon, cacique. IV, 169. Lindemboin, Javier. VII, 139; IX, 21 l. Lindig, w. II, 206. Lindón, curaca. I, 390, 392. Liniers, Enrique de. III, 319. Liniers, Santiago de. ll, 129, 378, 379, 382; Ill, 146, 277, 307, 308, 319, 390, 437, 438;
IV. 238. 259. 260. 261. 262. 427
LNDICES GENERALES DE LA OBRA
269, 279, 380; V, 14, 28, 60, 88; VI, 17, 211, 337, 339, 378. 440, 441. Línneo, Carlo. III, 404, 408. Linz, Iuan. VII, 553; X, 33. Lippizi, Atilio. X, 256. Lipset, S.M. IV, 156. Liqueno, María. VIII, 318. Lira Montt, Luis. III, 402. Lisón Tolosana, Carmelo. II, 218, 249. Liss, Peggy K. I, 321. List, Friedrich. V, 456; VIII, 499. Lista, Ramón. VI, 335, 506; VII, 164.
Litichver, Cecilia. IX, 248, 249, 252, 253, 258, 261, 262. Litichver, Fan. IX, 268. Litichver, Luba de. IX, 248, 249. Litichver, Natalie]. IX, 258. Little, Walter. X, 35. Liverpool, lord. V, 177, 181. Livingstone, David. VI, 420. Lizardi, Julian de. III, 202, 207, 219. Lizarraga, Andrés. X, 131. Lizarraga, Reginaldo, Fray. l, 94, 442, 157; HI, 140, 142, 148. 158, 286, 311, 405, 441. Lizoaín. III, 348. Lizondo Borda, Manuel. I, 407, 442, 476, 504; Il, 45, 94, 122, 179; III, 160; X, 75. Llach, Iuan José. VII, 138, 141, 400; VIII, 520; IX, 31, 77, 82. 83, 85, 91, 94, 98, 103, 112. 114, 115, 149, 423, 586. Llach, Lucas. VI. 168; VII, 143, 323; 1X, 30, 75, 80, 102, 106. 112,115, 129, 146. Llagas, Antonio de las, Fray. Ill, 374. Llamazares, luan. Vlll, 512; IX, 82
Llambías, Héctor. V11, 290, 490. Llambías, Joaquin S. VII, 224. Llambías, Jorge Joaquín. V111, 350, 405, 429. Llampa, Calixto. IV, 188. Llanderas, Nicolás de las. X, 129, 284. Llanes, Ricardo M. IX, 303. Llavallol, Felipe. 1V, 84; V, 303. Llerena, Baldomero. V, 372. Llerena, Juan. 1V, 430; V, 31, 130; V1, 479.
Llerena Amadeo, luan R. 1X, 450, 490, 492.
428
Llinás. lulio. DL 352: X. 115. 224.
Llorens, Emilio. VIII, 522; DL, 83.
Llop, Elena. l, 79. Llorente, Ignacio. VII. 142, 322; VIII, 41. Llorente, M. VI, 513. Llovet, Juan I. X, 22. Lloyd, Riginald. IX, 182. Lluch, A. VI, 126. Llugdar, Elías. VII, 277. Lo Vuolo, R. VII, 130, 139. Loaysa, Jerónimo de. II, 397. Lobato, James. Vll, 322. Lobato, Mirta Zaida. IV, 424; V1, 165; V11, 322; IX, 83, 147,
2l l. Lobera. III, 268. Lobo, Manuel. II, 321, 363. Lobo de la Vega, Luis. X, 219. Lobos, Eleodoro. VIII, 505. Lobos, Héctor Ramón. I, 367, 411, 444, 510; 11, 123, 179; V, 103.
Locche, Nicolino. IX, 327. Locke, Iohn. V, 17, 25, 26, 82, 409; VI, 209; VII, 512; X, 13. Lockhart, James. II, 89, 92, 178. Lococo, Clemente. 1X, 264. Lófling, Peter. III, 404. Logu, Pedro de. 111, 255.
Lehmann-Villena, Guillenno. l, 442; 11, 214, 249. Loij, Angela. VII, 167. Lojo, Maria Rosa. X, 125. Lolhe, Carlos. VIII, 328. Lombardi, Giacomo. VIII, 367. Lombardo, Juan I. V111, 273, 274. Lombroso, César. V, 373; Vlll, 478, 484. Lonardi, Eduardo. Vll, 23, 328. 329, 330, 354, 319, 320, 495. 545: V111, 220, 221, 224, 225. 226, 242, 244; 1X, 228, 229. 239. Lonardi, Marta. V11, 354. Loncan. jugador. IX, 307. London. lack. 1X, 261. Longhi, Luis R. Vlll, 469. Longoni, Ana. X, 237. Longueville, Gabriel. Vlll, 353. Lópes, Pero. l, 360. Lopetegui, León. ll, 414.
López, Bartolomé. III, 163, 164. López, Cándido. IV, 39, 466; v. 256, 272. López, Carlos Antonio. V, 199. López, Cristina. I, 207. López, Estanislao. IV, 20, 164, 308, 334, 362, 363, 364, 366. 380, 381, 382, 383, 384, 388. 389, 391, 392, 393, 394, 395, 398, 399, 400, 405, 409, 415, 416, 417, 421, 423, 424, 425. 431; V, 95, 98, 99, 104, 237, 243, 447, 519, 523, 525; X, 76, 102.
López, Evaristo. IV, 459, 472. López, Francisco Solano. IV, 23, 445, 464; V, 221. López, Gregorio. II, 220, 288; III, 263. López, Helio. IX, S19, 553. López, Javier. IV, 369. López, Jorge. X, 225. López, Juan Manuel. II, 82. López, Juan Pablo. IV, 416, 417; V, 245, 246, 514. López, Lucio Vicente. V, 120. 406, 456: V1, 251. López, Luis Cándido. V1, 364, 365. López, Manuel. IV. 409, 414; V, 293, 514, 515. López, María Pía. X, 270. López, Mario Iusto. V, 44, 101; V1, 201; Vll, 498; 1X, 183; X. 29, 32. López, Miguel. lll. 385. López, Nancy. IX, 32. López, Robert. V1, 255. López, Vicente Fidel. lll, 329; IV, 28, 40, 311, 315, 371, 377. 414, 429, 437, 452, 474, 504; V, 31, 38, 41, 45. 51, 52, 59, 120, 322, 369, 381, 420, 456. 457, 474, 498, 503; V1, 41, 162, 269, 288, 318, 323, 326. 334,393, 406, 435, 436. 437. 450, 455, 467, 475. 481. 494. 502, 510, 518, 519, 523: 1X. 562; X, 9|, 95. López Anaya, Fernando. X, 235. López Anaya, Jorge. V1, 383; X, 234. López Anfrane. Alcides. Vll,
López. V111, 355.
López. ll, S7. López, Antonio (siglo XVIII). lll, 316. López, Antonio (siglo XX). Vll, 296.
López Armengol. María. l. 80. López Armentta, Gustavo. X. 231.
López Buchardo, Carlos. VI. 394: X. 253.
ÍNDICE DE NOMBRES
López Cantos, Angel. III, 129. López Claro, César. X, 222, 231. López de Aguado, Antonio. II, 83
López de Albornoz, Cristina. II, 100, 123, 136, 146, 172, 180; III, 191. López de Ayala, Pedro. I, 313, 390; VI, 337. López de Castro. I, 427. López de Fuenteseca, Francisco. II, 413. López de Gomara, Francisco. III, 263. López de Gomara, Iusto. VI, 505.
López de Mata, Sara. Il, 124, 136, 146, 180, 208; III, 100, 191.
López de Mendoza. I, 317. López de Urmendia, Pedro. III, 181.
López de Velasco. II, 89. López del Amo, F. VI, 201. López Iordán, Ricardo. IV, 23, 296, 473, 480; V, 35, 131, 259, 260, 486, 492; VI, 66, 330. López Lagar, Pedro. IX, 263; X, 259, 261. López Mañan, Iulio. I, 442. López Mayer, A. IX, 166, 184. López Merino, Francisco. X, 1 14.
López Merino, Ismael. VIII, 58. López Moure, Iesús E. IX, 437. López Naguil, Gregorio. X, 284. López Oliván, I. V, 206. López Osornio, Clemente. I, 46. López Osornio de Ortíz de Rosas, Agustina. III, 177; VI, 522. López Rega, Iosé. VII, 26, 348, 374, 378, 380, 381; VIII, 123, 136, 250, 350; IX, 236, 386. López Rita, A. VII, 469. López Rosas. X, 93. López Torres, Francisco. V, 334, 335. López Valero, Pedro, Fray. III, 392. López y Planes, Vicente. III, 308, 309, 314; IV, 39, 267, 374, 379; VI, 313, 314, S19, 522. Loponte, Daniel. I, 206, 207. Loprete, Carlos Alberto. VI, 347. Lorandi, Ana María. I, 80, 505, 506; ll, 123; Ill, 190.
Lore, Dallas D. V, 349. Lorea, Isidro. III, 352, 353, 354. Loreille, Eduardo. V, 350. Lorentz, Paul G. VI, 410, 412, 423; IX, 538. Lorenzano, César. IX, S29. Lorenzo, A.M. VI, 347. Loreto, marques de. Véase: Campo, Nicolás del. Loria, Achille. V, 60. Lorilleux. VI, 489. Losa, Néstor Osvaldo. VII, 509. Losada, Alejandro. VII, 357. Losano, Mario G. VIII, 439, 440. Loser, Claudio M. VIII, 516. Lothe, André. X, 210, 235. Lothrop, Daniel. I, 208, 257, 276. Loubet, Iorgelina. X, 123. Loudet, Osvaldo. VIII, 489. Louro de Ortíz, A. VIII, 523. Loustean Heduy, Guillermo. X, 33. Love, Thomas George. VI, 471. Lovell, T. I, 229. Loveman, B. VII, 470. Lovero, Onofre. X, 288. Lowe, Kurt. IX, 381. Loyarte, Ramón G. VI, 405; IX, 528, 539, 544, 557. Loyola, Martín Ignacio de, Fray. II, 296, 400, 435; III, 120, 126, 297, 312, 441. Loza, Emilio. IV, 312. Loza, Mario. X, 224. Lozano, Cayetano. IV, 414. Lozano, Claudio. IX, 454. Lozano, Familia. II, 135. Lozano, Francisco. IV, 414. Lozano, Mariano. IV, 409. Lozano, Pedro. I, 273, 505; II, 467, 468; Ill, 196, 199, 201, 203, 206, 207, 208, 209, 212. 216, 217, 218, 220, 221, 222, 223, 241, 245, 262, 263, 270. 298, 299, 405; VI, 315. Lozano de Saravia, Família. II, 135.
Lozano Gómez de Saravia, Familia. II, 135. Lozano Moujan, José María. VI, 383; X, 232. Lozier, Ambrosio. VI, 522. Lozza, Raúl. X, 217, 218, 223. Lozzia, Luis Mario. X, 123. Lubertíno Beltrán, María I. IX, 454. Lubich, Chiara. VIII, 358.
Luca, Esteban de. VI, 467. Luca, Francisco de. III, 415. Lucángeli, Iorge. IX, 125, 146, 149.
Lucchesi, Urbano. VI, 370, 377. Lucero, Alberto A. X, 161. Lucero, Amador L. VI, 517. Lucero, Franklin. VII, 319; VIII, 220, 222. Lucero, Paulino. V, 133; VI, 321. Lucianí, Albino. Véase: Juan Pablo I, Papa. Luder, Italo Argentino. VII, 26, 381, 387, 508, 509, 529; VIII, 261, 469. Ludmer, Iosefina. X, 129. Ludueña, Froilán. IX, 515, 526. Ludvígsen, Karl. IX, 330. Ludwin Siegel, August. V, 349. Lue y Riega, Benito. III, 446; V, 281, 309, 346, 355. Luengo, Simón. IV, 460, 467, 471. Lugares, Pancho. VI, 321. Lugo. III, 262, 264. Lugones, Leopoldo. IV, 38, 98, 103, 508; V, 60; VI, 341, 342, 346, 347, 348, 51 l, 517, 524, 530, S31, 551; VII, 21, 91, 268, 269, 271, 291, 420, 421, 422, 423; VIII, 195; IX, 270, 272; X, 112, ll7, 121, 125, 132, 142, 156, 198. Lugones, Lorenzo. VI, 327, 330. Lugones, R. IX, 253. Luíggi, Luis. V, 267. Luis, Infante. IV, 226. Luis I, Rey de España. II, 327, 328; III, 127. Luis XIV, Rey de Francia. II, 321, 322, 323, 324, 326, 327; V, 386.
Luis XVI, Rey de Francia. II, 347; III, 364; IV, 224, 225, 228. Luis Felipe, Rey de Francia. V, 183, 189. Luján, Ildefonso. II, 310. Luján, Pedro de. III, 282. Luján de Vargas, Antonio Martínez. Ill, 164, 190. Lúkacks, Gyórgy. X, 14. Lumb, Família. VI, 194. Lumiere, Auguste. VI, S31, 532; X, 255. Lumiere, Louis. VI, 531, 532; X, Luna, ‘Félix. 1, 443; IV, 426, 539;
vn,235. 263,294, 296,321,
LNDICES GENERALES DE LA OBRA
360, 431, 508, 510, 556; VIII, 41, 209; IX, 349, 354, 361; X, 33, 97, 105, 193. Luna, Pelagio B. V, 307; VII, 236, 521.
Lupercio de Zurbano, Francisco. III, 208. Lupo, Remigio. VII, 78. Luppi, Federico. X, 268. Luque, David. V, 292. Luque, Mateo I. IV, 466, 467, 470, 471, 472. Luque Colombres, Carlos A. I, 443, 459, 462, 474; ll, 124, 154, 179; III, 134, 160, 278, 293, 312, 401, 402; X, 101. Luqui Lagleyre, Iulio Mario. IV, 3 l 3.
Lurde, A. de. V, 190. Luro, Pedro. IV, 2 l 3, 214; Vl,
ll9; VII, 181, 216; VIII, 49, 52.
Lusich, Familia. VIII, 156. Lusnich, Ana Laura. X, 269. Lussac, Gay. VI, 404. Lutero, Martín. V, 65, 345. Luther King, Martin. VII, 366. Luxburg, Karl von. VII, 244, 245; VIII, 101.
Lux-Wurn, Hernán. Il, ll0, 125. Luz, Aída. IX, 263. Luz, Iorge. X, 288. Luz, Rafael de la. II, 83, 88; III, 130, 440. Luzuriaga, Lorenzo. IX, 422. Lvovich, D. VII, 109. Lyell y Agassiz. VI, 418. Lynch, Benito. Vl, 518; X, ll8, 119, 260. Lynch, Horacio M. VIII, 470. Lynch, John. ll, 281; lll, 29; IV, 246, 268, 424; X, 95. Lynch, Justo M. Vl, 382; X, 204. Lynch, Marta. X, 124. Lynch Arribálzaga. Enrique. Vlll, 52, 54, 55, 60. Lynch, Ventura Robustiano. VI, 333, 520, 556, 560. M
430
Mably, Abbé de. VI, 461. Mabragaña, Angel C. V, 140; V], 306. Mabragaña, Heraclio. IV, 479, 206. Mac Bride. ll, 340. Mac Cann. William. IV, 80; V,
349: VI, 43, 44, 61, 135, 222. 228. Mac Culloch. V, 456, 457. Mac Donald, Frederick C. V, 359. Mac Dougall, Hugo. X, 260. Mac Entyre, Eduardo. X, 228. Mac Gann, Thomas F. V, 235. Mac Geagh, Robert. VIII, 335. Mac Kay, Luis. IX, 482. Mac Lean, Iuan. VIII, 56. Mac Namara, Iohn. II, 259, 365. Mac Neish, R. I, 266. Macaire, Adrienne-Pauline. VI, 357. Macauley, lord. V, 38, 52, 59. Macaya, Luis. X, 207. Maccari, Cesare. VI, 369, 370, 371. Macchi, Mahuel E. VI, 98; X, 102.
Macció, Rómulo. X, 228. Maceyó, marqués. V, 196. Machado, Antonio. IX, 280; X, l l7. Machado, losé Olegario. V, 372. Machain, Facundo. V, 227, 228. Machain, Iosé l. IV, 286. Machilín, cacique. I, 28, 95. Machinandiarena, Miguel. X, 260.
Machinandiarena, Narciso. X, 260.
Machinandiarena de Devoto, Leonor. VIII, 144. Machoni, Antonio. II, 198; Ill, 263, 297, 298, 385, 405. Macías, A. VI, 36. Maciel, [uan Baltazar. Véase: Maziel, [uan Baltazar. Maciel del Aguila, Maria. ll, l 58.
Mackau, barón de. V, 189, 246; Vl, 4] l. Madanes, Cecilio. X, 288. Madariaga, Eduardo. Vlll, 65. Madariaga, Familia. IV, 419; Vl, 380.
Madariaga, Francisco. X, 115. Madariaga, Joaquin. TV, 427; V, 245, 246, 248, 382. Madariaga, luan. IV, 432, 433; Vl, 483. Madariaga, luan Ignacio de. ll, 341, 367, 368. Madero, Marta. Vlll, 496; IX, 302.
Maddison, Angus. lX, 86, 87,
102, 105, lll.
Madí. X, 218. Madison, Iames. V, 29, 179; VI, 459. Madrazo, Guillermo B. II, 123, 179; IV, 131, 187; Vl, 99. Madrid, María Celia. Di, 251, 252, 253, 258, 262. Madrid, Patricia. I, 207, 208. Madrigal, Francisco de. I, 200. Madrigal, Victorio. III, 335. Madueño, Raúl. IX, 33. Maeder, Ernesto I. A. I, XXI, 25, 284, 510; ll, 45, 46, 87, 96, 110,115,118, 120, 122, 124. 125, 126, 141, 148, 206, 248. 282, 333, 335, 417, 433, 466, 467, 468, 470; lll, 28, 131. l9l, 244, 441: IV, 46, 47, 64, 73, 74, 75, 155, 185; V, 277. 31 l, 436, 538; VI, 200, 427. 451, 512, 513; VIII, 74, 75; lX, 457, 496, 586; X, 103. Maeso, Justo. Vl, Sl, S2, 62, 179, 200, 496, 56]. Maestrojuan, Pedro. VI, S62. Mafe Huertas, Salvador. VIII, 300. Maffia, Pedro. lX, 272. Mafud, Julio. X, 128.
Magallanes, Hemando de. l, 32, 339, 342, 344, 345, 349, 369. 370, 371, 374; ll, 224, 339. Magaña. Angel. X, 260, 261. Magariños Cervantes. VI, 510. Magenta, M.A. IX, 506. Maggio de Taboada, Mario. X, 134.
Maglio, Ignacio. lX, S31. Maglio, Juan. lX, 272. Magnaghi, Alberto. l, 356. Magnasco. lX, 426. Magnasco. Osvaldo. lV, 517; V, 120.
Magrassi, Guillermo. Vll, 147, 173.
Maguna. ll, 144. Mahan, Arthur T. Vlll, 184. Mahicá, cacique. Vll, 158. Mahien, lose A. X, 269. Mahoma. V, 345; VIII, 376, 384. 385.
Maia, Carlos A. lll, 420. Mailer. Norman. lX, 352. Maillart. Norberto. IV. 194; Vll, 181,186, 205; lX, l77. Maillol, Aristide. VI. 370. Maineri, Jacinto. Vlll, 65. Mainwaring, Scott. Vll, 553. Maior, Marín Clotilde Souto. lX, SH.
ÍNDICE DE NOMBRES
Maistre, L. de. V, 26, 29. Maitland, Thomas. IV, 316, 346. Maizani, Azucena. X, 257. Malaccorto, Ernesto. VIII, 506, 508, 534, 548. Málaga Grenet, Julio. X, 207. Malagarriga, Carlos C. V, 402, 437; VI, 505. Malagón Barceló, Iavier. II, 315. Malamud, Carlos. IV, 540; VII, 386, 399. Malanca, Iosé. X, 204, 235. Malaspina, Alejandro. III, 410, 411, 412, 419, 420; Vl, 178. Malatesta, Errico. V, 64. Malaventura. I, 391. Malaver, Antonio E. V, 400, 427; VI, 509. Malbrán, Carlos. IX, 502, 562. Maldonada. III, 291. Maldonado, Rodrigo. I 330. Maldonado, Sancho. III, 164. Maldonado, Tomás. X, 217, 223, 224.
Malvagni, Atilio. VIII, 433. Malvagri, Antonio. VII, 86. Malvar y Pinto, Sebastián, Fray. III, 113, 446. Malvendres, S. IV. 106; VI, 125, 126; VII, 108. Manauta, Iuan losé. X, 123. Mancha y Velasco, Cristóbal de, Fray. II, 400, 415, 449; III,
Maldonado de Saavedra, Melchor. II, 94,139, 154, 156, 399, 413; III, 442. Malebranche, Nicolás. VI, 209.
264. Mangieri, lose’ Luis. X, 191. Mangone, Carlos. VII, 323; IX, 495. Manguel, Alberto. X, 129, 160. Mann, Horace. VI, 279, 305. Mann, Mary. VI, 282, 305. Mann, Thomas. IX, 261; X, 122. Manna, Antonio. VII, 356. Mannheim, Karl. VII, 266; X, 14. Manning, William R. V, 206. Manoilescu. VIII, Sl l. Manoliu, Florin. VIII, S1 l. Manrique, Francisco. VII, 370; IX, 343. Mansilla, Federico. IX, 368. Mansilla, Lucio V. IV, 38, 82. 95, 203, 382, 383, 402, 470, 473, 480; V, 25, 38, 115, 240, 246, 247, 258, 350, 524; VI, 176, 200, 21 l, 220, 227, 239, 251, 255, 257, 327, 332, 333, 340, 347, 381, 422, 479, 497, 520; X, 156.
Malek, Gustavo. LX, 446, 488. Malfatti, Arnaldo. X, 129, 284. Malgesini, Graciela. IX, 31.
Malharro, Martín. VI, 360, 375, 376, 382, 524. Malinowski, Bronislaw. X, 14. Malinverno, Atilio. VII, 38; X, 204, 235. Malis, mestiza. II, 113. Mallarmé, Stéphane. X, 126. Mallea, Eduardo. VII, 38, 236, 263, 294, 457; X, 121, 125, 127, 134, 144, 177, 187. Mallea, Iuan Eugenio de. II, 106.
Mallimacci, Fortunato. VIII, 335.
Mallo, Silvia Cristina. II, 126, 147, 316; III, 331; IV, 109, 543.
Mallon, Richard D. VIII, 518; IX, 112.
Malocello, Lanzarote. I 287, 318.
Malo de Luque, Eduardo. III, 265.
Malraux, André. VII, lll. Maltese, Corrado. VI, 384. Malthus, Thomas Robert. V, 456; VII, 107. Malthus Hoyos. IX, 550.
lll, 253, 445. Mancinelli. IX, 258. Mancini, Roberto Eusebio. IX, 517, 521, 529. Manco Inca, cacique. I, 98, 108. Mandeville, Henry. IV, 420; V, 190.
Mandrini, Raúl. II, 206; III,
l0l, l9l;VI, 64,125,125, 126.
Manera, Edmundo. VIII, 155. Manet, Edouard. VI, 381. Manetti, Ricardo. X, 269. Manganiello, Ethel M. Vl, 273. Mangel du Mestil, Emilio. VI,
Mansilla de García, Eduarda. VI, 340, 404, 506. Manso, Andrés. I, 399. Manso, Iuana. V, 352; VI, 264, 305, 339, 506, 520. Mansur, M.E. I, 231. Mansur-Franchomme, E. I, 256. Mantegazza, Pablo. VI, 412, 414. Mante], Rodolfo. VIII, S13, S17, 520.
Mantilla, Miguel F. II, 124. Mantovani, Iuan. IV, 507; VII, 35; IX, 400, 422, 431, 433. Manubens Calvet, laoquín. VII, 275.
Manuel l, Rey de Portugal. I, 306, 354, 357, 359. Manuela Feliciana de Santa Teresa, Sor. III, 382. Manzana], Mabel. VI, 201; VII, 139; IX, 32.
Manzano, Iuan. I, 335. Manzano, Rafael. II, 84. Manzetti, Luigi. IX, 184. Manzi, Homero. Véase: Manzione, Homero N. Manzione, Homero N. VII, 290, 425; X, 117, 260, 261. Manzoni, Ignacio. IV, 455; Vl, 359, 364. Mao, Tse-Tung. VII, 362, 363, 364, 396. Maquiavelo, Nicolás. X, 13. Maradona, Diego Armando. VII, 35; IX, 313, 314. Maradona, Santiago. VII, 277. Maradona, Timoteo. V, 283, 329; Vl, 482. Maranghello, César. X, 269. Marañón, Gregorio. VII, 389. Marasso, Arturo. X, 112, 126. Maravall, ]osé.Antonio. I, 322; II, 213, 247, 248, 292, 308, 315, 316; Ill, 244. Maraver de Silva, P. l, 347. Marc, Iulio. III, 48. Marcel, Grabriel. X, 53. Marcellano y Agramont, Cayetano. III, 270, 275, 297, 445. Marcellino, Alberto. I, 79. Marchant, D. l, 229. Marchena Fernández, Iuan. Il, 380, 414. Marchese, Víctor. X, 222. Marchione, Bartolomeu. l, 358. Marchionni, Marcelo D. II, 124, 180.
Marciañez, José. Il, 296. Marciel de Lorenzana. II, 439. Marcó, Celestino. VII, 248; IX, 253, 428. Marcó del Pont, lose’. VI, 442, 450.
Marcó del Pont, Ventura Miguel. IV, 321, 322, 326; VI, 371.
Marcos, Susana. VI, 345.
Marcuse, Herbert. X, 14. 431
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Marechal, Leopoldo. VI, 548; VII, 38; X, 113, 122, 130, 131, 144, 170. Mareco, Iuan Carlos. IX, 377. Marengo, Manuel. VIII, 340, 355.
Marenzi, Agustín. IX, 507, S17, 528.
Maret, Hugo. IV, 234. Marfany, Roberto H. II, 46, 280, 381; 1V, 269; V, 15, 42, 399; X, 76.
Marga, Iris. X, 283. Margrave de Baden. 111, 328. Margulies, L. I, 108. Mari, Enrique Eduardo. V, 400; X, 65.
Mari, María Cristina. II, 133, 147.
María, Isidoro de. VI, 480. María Antonia de Nápoles. IV, 230, 231. María Carolina de Nápoles. IV, 230.
María losefa de los Dolores, Sor. 111, 382.
María Luisa de Parma. II, 347; IV, 223, 224, 226, 228, 230. María Teresa de Austria. 11, 323,
475.
Mariño, Raymundo. II, 82. Mariscotti, Ana M. VII, 174, 175.
Mariscotti, Mario. 1X, 556. Maritain, Iacques. VII, 22, 426, 450; VIII, 324; IX, 405; X, 46, 54, 176. Marrnier, Xavier. V1, 223. Mármol, losé. IV, 427; VI, 227, 269, 318, 319, 320, 320, 322, 327, 473, 487, S10, 516, 513. 520, 533; X, 255, 278. Marmontel. III, 265. Maroglio, Orlando. DK. 376, 377.
Maroto, Rafael. IV, 326, 327. Marotta, Sebastián. IV, S41; IX, 240; X, 99. Márquez, Carlos D. V11, 286, 292, 533. Márquez, Familia. II, 135. Márquez, Narciso. IV, 507. Márquez de la Plata, José. 11, 297; 111, 253, 259.
337. Mariana. 111, 263.
Márquez Miranda, Femando. l,
Mariana de Iesús, Santa. III,
Marquieguj, Didier. 11, 116,
158, 263.
Marianetti, Benito.VII. 282, 411; 1X, 32. Mariani, Miguel A. V111, 449.
Mariani, Roberto. X, l2l. Marías, Julian. VIII, 404, 440. Mariátegui, Francisco Javier. X,
2l.
432
Marín Negrón, Diego. II, 291; III, 427. Marini, Marino. IV, 442; V, 331, 332, 333. Mariño, Nicolás. V1, 469, 470,
Marichal, Carlos. Vl, 201, 202; IX, 149,194, 211. Marienhoff, Miguel S. VIII, 86. Marigliano, Cecilia. ll, 124, 146. Mariluz Urquijo, losé María. ll, 144,147, 174, 180,181, 244. 248, 249, 250, 280, 281, 316. 43l;111, 29. 129,130, 131. 159, l60, 161, 195, 245, 246. 277, 279, 304, 312, 330, 365. 367, 447: 1V, 112, 117, 130. 245, 268; V, 43, 309, 399, 400. 401, 413, 461, 462; V1, 36, 38. 142, 143, 486; X, 90. Marimón, Domingo. IX, 322. Marín, Enrique. Vlll, 516. Marin, Joaquín. ll, 57. Marín, luan Carlos. X, 29. Marín. Mariano. IV. 400. 474.
28; 111, 367.
125; 1V, 106.
Marsal, Iuan F. V11, 139, 468; X, 21, 22, 38. Marsh, lohn L. V, 359. Marshall. V111, 452. Marshall. V, 29, 36.
Marshall, Adriana. Vll, 140. 141, 142.
Marshall, Alfred. Vlll, 501, S04. Marshall, Ninl. IX, 377: X, 259. 261, 269. Martel. IV, 95. Martel, Julián. V1, 336; X, 117. Martel de Guzmán, Leonor. lll. 165.
Martella. Vlll, 257. Martelliti, LA. 1X, 184. Martens. 1X, 258. Martí, l. l, 256. Martí, lose. V1, 340, 509. Martial. l, 257. Martín, Jorge. X. 225. Martín, Jorge Abel. X, 270. Martín, lose Pablo. Vll, 360. Martin, Juan. 1X, 59. Martin, María Haydee. V, 169; Vlll, 210. 244.
Martín, P. 1, 230.
Martín, Santo. 111, lll, 122. Martin, Thales. 1X, 514. Martín de Codoni, Elvira. III, 161. Marlin de T0115, Santo. III, 122.
Martín Yaniz, luan. V, 284. Martín y Herrera, Félix. V111, 499, 500. Marüna, Giacomo. V, 309. Martinetti, Filippo. X, 175. Martínez. 1X, S15. Martínez, Albert. VI, 255. Martínez, Alberto B. IX, 146. Martínez, Carlos Alberto. Vlll, 255, 258. Martínez, David. X, 115, 133. Martínez, Enrique. IV, 325, 344, 401, 402; V11, 267, 269, 521, 529.
Martínez, Epifanio. IV, 468. Martínez, Guillermo. X, 125. Martínez, l. IV, 216; V11, 206. Martínez. l. I, 106. Martinez, lerónimo. Ill, 361. Martínez, losé Luis. X, 160. Martinez. lulián. 1V, 471. 489. Martínez, Leonardo. X, 116. Martinez, María Elena. l, 475. Martínez, Miguel A. Vlll, 516. Martinez. Mónica de la Cmz. 111, 178.
Martínez, Pedro. Vll, 168. Martinez, Pedro Santos. V, 206; V1, 274; Vll, 295, 321; X, 90, 102.
Martínez, Raúl. X, 60. Martínel, Rodolfo. Vll, 339; Vlll, 232. Martinez, Tomás Abraham. V11, 468. Martinez, Tomás Eloy. Vll, 323; X, 124. Martínez, V.1.. Vll, 470. Martínez Cuitiño, Vicente. IX. 303: X, 129. Martínez de Irala. Domingo. Véase: Irala, Domingo Martínez de. Martínez de Codes. Rosa María. V, 41, 309.
Martínez de Leiva, Santos. ll. 46, 87, 319, 350, 470: lll, 28. Martínez de Hoz, Federico. Vll, 27, 141, 278. Martinez de Hoz, lose Alfredo. Vlll, 253, 254, 258. 259, 271. 521; 1X, 30, 90, 107, 134. 142. 238.
ÍNDICE DE NOMBRES
Martínez de Hoz, Miguel. IX, 316.
Martínez de Irala, Francisco. Véase: Irala, Francisco Martínez de. Martínez de la Pera, Eduardo. X, 255.
Martínez de Parra. III, 263. Martínez de Perón, María Estela. VII, 25, 26, 122, 340, 346, 351, 378, 380, 381, 385. 397, 503, 505, 517, 518, 519, 520, 521, 522, 525, 528, 529, 534, 536; VIII, 123, 124, 135, 136, 249, 250, 251, 259, 269, 270, 351; IX, 106, 232, 236, 357, 489; X, 193. Martínez de Rozas, Familia. II, 242.
Martínez de Salazar, José. II, 110, 158; III, 429. Martínez de San Vicente, Isabel. IV, 216.
Martínez de Sánchez, Ana María. lll, 130, 131, 161, 162, 214.
Martínez de Tineo, Iuan Victorino. II, 73, 171, 196, 207, 270; III, 435. Martínez de Toledo, Alfonso. I, 313.
Martínez de Ulate, Martín. III, Martínez Dougnac, Gabriela. III, 101. Martinez Espinosa, Rodolfo. VII, 275. Martínez Estrada, Ezequiel. IV, 492; VI, 346; VII, 293, 434; VIII, 24, 78; IX, 285; X, 23, 24, 37, 112, 122, 125, 126. 127, 130, 135, 187. Martinez Moreno, Hugo. D(, 303.
Martínez Muñecas. VI, 87. Martínez Paiva, Claudio. X, 273.
Martínez Paz, Enrique. III, 131, 279, 294, 312, 401; V, 461, 505; VI, 305; VIII, 405, 413, 414, 416, 419, 428, 429, 443: IX, 467, 468; X, 16, 46, 47, 59, 75. Martínez Paz, Fernando. V, 75; VI, 277, 564; VIII, 334, 335; IX, 421, 423, 494, 495. Martínez Peroni, José Luis. V, 401. Martínez Pita, Rodolfo. VIII, 188, 199.
Martínez Riaza, Ascensión. VI, 51 l.
Martínez Ruíz, Bernabé. I, 442. Martínez Saénz. II, 95. Martínez Sanz, Iosé Luis. III, 419. Martínez Sarasola, Carlos. IV, 185; VII, 177. Martínez Shaw, C. VI, 36. Martínez Sierra, Ramiro. Il, 381.
Martínez Suárez, Iosé A. X, 264, 265. Martínez Valle, Mabel. VI, 511; IX, 360.
Martínez Villada, Luis Guillermo. I, 442; III, 278; VII, 275. Martínez Zuviría, Gustavo. I, 443; V, 307; VIII, 324; X, 117, 118, 142, 146, 147, 161,256. Martini, Héctor A. VIII, 298. Martini, Iuan. X, 124. Martini, Mónica P. II, 394, 414, 415; III, 205,312, 315, 331, 447. Martinic Beros, Mateo. IV, 187; VII, 176. Martiniete, Guy. I, 321. Mártir de Anglería, Pedro. I, 371.
Martiré, Eduardo. II, 250, 281, 316; IV, 221, 508, 543; V, 42, 45, 103, 137, 402, 403; VII, 552; VIII, 443. Martirena, Ana María. VIII, 513. Martorell, Guillermo. IX, 149. Martyrum, Regina. V, 294. Marx, Karl. IV, 532; V, 58, 60, 64; VI, 422; VII, 402, 403, 406, 411; IX, 152; X, 14, 21, 24, Sl. Marzana, Mario. VIII, 517. Mascardi, Nicolás. III, 413. Mascetta. III, 270. Maschio, Francisco. IX, 257. Maschio, Humberto. IX, 311. Masculino, Manuel Mateo. VI, 358. Masdeu, Iuan Francisco de. III, 264. Masella, Antonio. II, 58. Mases, Enrique. VIII, 75. Maseta, Simón. II, 440. Masías, Iuan. III, 157. Masiello, Francine. VI, 487. Masón, Diego. VIII, 62. Masotta, Oscar. X, 128.
Massarino, Marcelo. IX. 331. Massé, Gladys. VII, 43, 556. Massei, Inocencio. V, 301. Massenet, Iules. VI, 253. Massera, Eduardo Emilio. VII, 382, 387, 388, 456; VIII, 124. 248, 251, 252, 257, 259, 261, 271.
Masserano, príncipe de. II, 341. Massiac. II, 110. Massini, Carlos. X, 59. Masson de Morvilliers. IV, 222. Massuh, Víctor. X, 128. Mastai Ferretti, Iuan María. V, 318. Véase además: Pío IX, Papa. Mastellana, Andrea. IV, 541. Mastrangelo, Carlos. X, 134. Mastronardi, Carlos. X, 114. Mata Linares, Benito de la. II, 220, 222, 274, 415; III, 237, 271. Matallana, Andrea. VI, 257; IX, 268. Matamoro, Blas. X, 198. Mateo, Iosé. III, 101; IV, 69, 75. Mateos, Francisco. II, 350, 415. Matera, Luis. V, 335, 336, 337, 339.
Matera, Raúl. VII, 338, 353; IX, 482. Matheu, Domingo. VI, 132. Matheu, Miguel. IV, 397. Matienzo, Agustín. VI, 384. Matienzo, Iosé Nicolás. IV, 538; V, 70, 72, 119, 127, 136, 140. 143, 167,169, 372, 373, 391, 397, 437; VI, 419, 424; VII, 272, 475, 483, 508, 521, 552; VIII, 58,404, 412, 469; IX, 467, 470; X, 31, 32. Matienzo, Iuan de. I, 273, 274, 284, 415, 416, 418,421, 422, 424, 428, 442, 451, 453. Matorras, Gregorio. II, 34, 36, 77, 165, 198, 199, 200, 201, 465; III, 138, 146, 153, 338. Matorras, Ierónimo Tomás. III, 202, 203, 338, 435, 436. Matos, Ana de. II, 113. Matos Rodríguez, Gerardo. IX, 272.
Matsushíta, Hiroshi. VII, 296, 322, 430; IX, 213, 242, 586. Matthews, Abraham. V, 353, 360. Matthews, Lucas. V, 348, 350. Martini. Luís. VII, 357, 358, 469.
433
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Marto de Turner, Clorinda. VI, S06.
Maturana, Iosé de. VI, 524. Maruro de Sola, Graciela. X, 116, 134.
Maunás, Delia. X, 162. Mauricio, Julio. X, 131. Maurín, Iuan. VII, 274, 282. Mauro, Frédéric. I, 351, 364, 365, 510; III, 102. Maurras, Charles. VII, 267, 421, 462; X, 79. Mavá, barón de. V, 443, 479. Max Rhode, Jorge. X, 126. May. I, 357. May, Ernest R. V, 207; VIII, 118. Maya, Héctor. VII, 290. Mayans, Gregorio. III, 392. Mayer, Carlos M. X, 157, 163. Mayer, Jorge M. IV, 451, 480; V, 43, 44; V1, 347, 487. Maynard, Geoffrey. VIII, 518. Mayo, Carlos Alberto. 1, 506; II, 144, 147, 167, 174, 176, 177, 181, 313, 316, 381, 430;1I1.
64,l0l,102,163,190,191, 192, 447; 1V, 130; VI, 228;
VII, 295; VIII, ll8. Mayobre, Iosé A. VIII, 511. Mayochi, Enrique Mario. V1, 486, 513, 515, 533, 564. Mayol, Familia. VI, 380. Mayol, Manuel. VI, S05; V111, 436. Mayorga, Horacio A. V111, 298. Mayr. IX, 258. Maza, Manuel Vicente. IV, 401, 402, 403, 404, 407, 418, 424; V, 104, 187. Maza, Ramón. IV, 417, 418. Mazán. 1V, 457. Mazeta, Simón. 11, 60; 111, 197, 207, 209. Mazía, Floreal. VI, 62. Maziel, Iuan Baltasar. Il, 350, 430. 431: lll, 111, 113, 138, 146, 161. 207, 213, 230, 239, 241, 242, 245, 246, 257, 266, 268, 270. 278, 279, 302, 303, 304, 309. 393. 446; V1, 314, 26. Mazo, Gabriel del. 1V, 539; V11, 263, 290, 416, 430; V111, 65, 65. Mazza, Salvador. V11, 38; 1X, 504, S07, 530.
434
Mazzanti, Diana. 1, 206. Mazzao, Miguel. V11, 469. Mazzei, Angel. V1, 345; 1X, 303; X, 115.
Mazzei, Egidio S. 1X, 528. Mazzini, Giuseppe. V, 29. Mazzocco, Pedro. IX, S18, 528.
Mazzolli de Mathou, Estrella. 1X, 550.
Mazzoni, Carlos M. V111, 176. Mazzoti, Luis B. IX, 557. Mazzucco, Mario. V111, 367. Mc Cami. Véase. Mac Carm. Mc Garm, Thomas. IV, 131. Mc Gee Deutsch, Sandra. V11, 297, 468. Mc Guire, Iames W. VII, 356, 467; IX, 243. Mc Laughlin. VIII, 232. Mc Leod, Iames. IX, 505. Mc Neile, Juan. VI, 34, 133. Meabe, Alfredo. V1, 442. Mead, George. X, 14.
Mead, Robert, (h). X, 135. Means, James. IX, S18. Medeíros, Iosé de. Il, 136; III, 266, 440. Medellín, Diego de. 11, 401. Medici, Eduardo. X, 231. Medina, Antonio. IX, 370. Medina, Francisco. V11, 270. Medina, Gaspar de. l, 420; 11, 97; 111, 431.
Medina, lose Toribio. 111, 48, 278. Medina, Justo G. VII, 483. Medina, Mario Melanio. V111, 355. Medina, Miguel de. 1, 472. Medina, Pedro de. 111, 377. Medina, Salvador de. III, 436. Medina Echavarría, lose. X, 18. Medina Sidonia. 1, 329. Medina y Torres, Luis de. 111, 436.
Medinaceli. 1V, 345. Medrano, Galaz de. 11, 175. Medrano, Manuel. 111, 303, 304, 321. Medrano, Mariano. 1V, 27; V, 279, 281, 316, 319, 320, 321. 323, 324, 325, 326, 327. Medrano, Pedro. V, 413. Medrano, Samuel W. V11, 491, 508. Meersh, van der. 1X, 261. Meggers, B. I. 1, 133. Megías, Alicia. V, 168, 169. Meglioli, A. l. 229. Mehemet, Alí. V, 189. Meiggs, Henry. V1, 195. Meineia, Leandro. V11, 501. Meínvielle, ]u1io.V11, 450, 462, 468.
Meister, Femando. V, 299. Mejía, Iorge. V11, 400; V111, 338, 341, 360; X, 178. Mejía, Luis. VI, 336.
Mejía Miraval, Hernán. I, 442. Mela, G. VI, 254. Melgarejo Muñoz, W. X, 156, 157.
Melia, Bartomeu. II, 466, 467. Melinao, cacique. IV, 172. Mellafe, Rolando. 11, 145, 179. Mellino, Silvia. VII, 176. Melo, Carlos. 1X, 471; X, 75, 95, 101. Melo, Carlos F. V111, 54. Melo, Carlos Rito. IV, 507, 539; V11, 430; V111, 74, 94.
Melo, Leopoldo. VII, 18, 248. 251, 253, 257, 268, 269, 273. 288, 479, 482. Melo de Portugal y Villena, Pedro. 11, 275, 277; 111, 122. 228, 230, 246, 438. Melón, Julio César. 1V, 540; V11, 355. Meloni, Aledo Luis. X, 115. Melpómene. V1, 531. Meltzer, David l. 1, 230, 79. Membrives, Lola. 1X, 263; X, 284.
Men de sa. 1, 362, 363. Mena, Filiberto de. 11, 100, 196. Mena, luan Bautista. 111, 289, 376.
Mena, Juan de Dios. X, 222. Menacho, M. 1V, 215. Menaglioto, Lorenzo. 111, 415. Mencikow, Alejandro. VI, 316. Mendé, Raúl A. 1X. 518. Mendelssohn, Félix. 1X, 262; X, 241.
Mendes, Fradique. X, 157. Mendes Pinto. 111, 274. Mendeville, Familia. V1, 351. Méndez, Benjamín. 1V, 468. Méndez, Eugenio. V11. 357. Méndez, Eustaquio. 1V, 310. Méndez, Evar. Véase: González. Evaristo. Méndez, Evaristo. 1X, 336. Méndez, Liliana B. 11, 122, 125. Méndez, Marta Graciela. l, 65, 79, 80, 510. Méndez. Patricia. X, 236. Méndez Calzada, Luis. V, 102. 406, 435. Méndez de Figueroa, lose
Antonio. lll, 445. Méndez Paz, Emilio. V1, 513.
ÍNDICE DE NOMBRES
Méndez San Martín, Armando. IX, 477.
Mendieta, Diego de. I, 429; III, 426.
Mendilaharzú, Domingo. IV, 389.
Mendilaharzú, Fortunato. X, 152
Mendilahauzú, Graciano. VI, 372.
Menditeguy, Carlos. IX, 250, 261, 318, 324. Menditeguy, Iulio. IX, 250, 261. Mendive, Iorge. IX, 528. Mendizábal, Francisco Iavier de. IV, 313. Mendizábal, Rosendo. IX, 272. Mendoza, Angélica. VII, 410; VIII, 495. Mendoza, Antonio de. II, 225. Mendoza, Familia. V, 149. Mendoza, Francisco de. I, 385, 389, 390 392, 397; III, 426. Mendoza, Gonzalo de. I, 378, 379, 397; III, 426. Mendoza, Iñigo de. I, 290. Mendoza, Luis de. I, 344. Mendoza, Pedro de. I, 190, 198, 346, 348, 374, 375, 376, 377, 378, 379, 381, 382, 383, 384, 385, 387, 391, 398, 401, 403, 408, 416, 419, 426, 445, 446; II, 226, 420; III, 136, 202, 203, 247, 281, 282, 283, 286, 409, 415, 425; V, 60; VI, 339. Mendoza Mate de Luna, Fernando de. II, 24; III, 434. Menegotto, Andrea. VII, 176. Menem, Carlos Saúl. VII, 294, 353; VIII, 72, 264. Menéndez, Benjamín. VIII, 200, 221.
Menéndez, Luciano B. VIII, 248, 255, 256, 257. Menéndez, Mario Benjamín. VII, 293, 315, 390, 393, 494; VIII, 259, 282. Menéndez de Avila, P. I, 347. Menéndez Pelayo, Marcelino.VI, 313, 326, 344. Menéndez Pidal, Ramón. VI, 557.
Meneses, Antonio de. I, 428. Menger, Carl. VII, 478; VIII, 501.
Menghin, Osvaldo. I, 131, 132, 155, 217, 230, 231, 247, 255. Mengoni Goñalons, G. I, 256. Mengs, Anton Raphael. III, 229.
Menjot, Denis. l, 321, 322. Menna, Lucía. VIII, 367. Menotti, César Luis. IX, 312, 313, 314. Menotti, Emilia Edda. VII, 356; VIII, 143; IX, 496. Mentasti, Angel. X, 258. Mentasti, Atilio. X, 258. Mentasti, Luis Angel. X, 258. Menvielle, Iulio. VIII, 335. Menville, lord. IV, 316. Meo Guzmán, Luis. I, 206. Mercadillo, Manuel, Fray. Il, 399, 401, 404, 413; III, 443. Mercado, María Cecilia. II, 96, 99, 122, 124. Mercado, Rubén José. VII, 294. Mercado, Tomás de, Fray. II, 285.
Mercado, Valentín A. VIII, 87. Mercado de Peñaloza, Pedro. I, 485; II, 398; III, 432. Mercado Vera, Elías. III, 161. Mercado y Real, Ana. III, 135. Mercado y Villacorta, Alonso de. II, 24; III, 429, 433, 434. Mercante, Domingo. VII, 314, 485; VIII, 26; IX, 223; X, 181. Mercante, Víctor. VI, 299; IX, 421, 454. Mercedes, Familia. IX, 516. Mercer, I. P. I, 210, 229. Merchensky, Marcos. V, 41; VII, 429, 465. Mercier. X, 54. Merediz, R. VI, 36. Merello, Tita. X, 257, 259, 260. Mergenthaler, Ottmar. VI, 490. Merkin, Marta. IX, 391. Merlino, Adrián. VI, 384; X, 233.
Merlino, Rodolfo. VII, 174. Merode, conde. V, 183. Mertens, Federico. X, 129, 135. Merton, Ambrose. Véase: Thoms, William Iohn. Merton, Robert. X, 14. Mesa, Iosé de. III, 366. Mesa, Pedro de. III, 415. Mesa y Castro, Pedro de. III, 436. Mestivíer, Iosé Francisco. V, 193.
Mestman, Mariano. X, 237. Mestre, Andrés de. II, 74, 77, 270, 275, 277; III, 436, 440. Mestre, Antonio. III, 399. Mestre, Goar. IX, 367, 382, 385, 392.
Methfessel, Félix-Ernest Adolph. v1. 361. Metraux, Alfred. II, 467; IV, 186.
Metternich-Winneburg, Klemens Lothar, príncipe de. V, 180.
Metzler, Iosé. II, 415. Meunier, Constantin-Emile. VI, 370, 377. Mevello, Familia.VI, 181. Mexía de Mirabal, Hernán. Il, 98; III, 292. Mexja de Mirabal, Leonor. III, 292. Meyer, Arturo. VIII, 516. Meyer, Camilo. IX, 538. Meyer, D. I, 230. Meyer, Marshall. VIII, 392, 395, 396, 399. Meza Villalobos, Néstor. II, 219, 249. Mezquita, Alvaro de. I, 344.
Michaux, Henri. X, ll5. Michel Torino, David. IX, 338, 348. Michelena, Iuan A. IV, 288. Michelini, Daniel. V, 301. Micheletti, Miguel Angel. VII, 509. Michels, E. VII, 266. Michels, Robert. X, 14. Michetti, Francesco. VI, 370. Michieli, Catalina Teresa. I, 177, 178, 180. Miel Asquía. VII, 483. Miers, Iohn. VI, 62.
Migdal. vn, 260. Mignacco, Carlos A. X, 149. Mignona, Eduardo. X, 268. Mignone, Emilio Fermín. VII, 398, 399; VIII, 360; IX, 495, 497. Mignone, Mario. V, 300. Miguel, Lorenzo. VII, 378; VIII, 262. Miguel, Marcela María. VII,
Miguel, María Esther de. X, 123, 152.
Miguel, Santo. III, 122, 157, 205.
Miguel Angel. III, 335, 343. Miguens, Iosé Enrique. VII, 359, 466, 467; IX, 496; X, 21. Míguez. VII, 286. Míguez, Eduardo. IV, 104, 106, 158; VI; 124, 126, 564; VII,
108, 109, 131, 140; IX, 211. 435
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Míguez, Iuan I. X, 259. Miguez Bonino, Iosé. VIII, 373, 374. Mihanovich, Nicolás. IX, 171. 172.
Mihura, Emilio. VII, 286. Miklejohn. IV, 199. Milán de la Roca, lose. IV, 234. Milanesio, Domingo. V, 299, 300, 301. Milsno, Fulvio. X, 116. Miles, David. IX, 316. Miles, Iuan. IX, 315, 316. Mill, James. V, 444, 445. Mill, John Stuart. V, 38, 373, 456; VII, 513; X, 21. Milla, Miguel de. I, S69; III, 442.
Millán, Pedro. II, 53. Millán de Palavecino, María Delia. VI, 561, 562. Millau y Miraval, Francisco. II,
7l;IlI, 131, 134,140, 143. 159; VI, 48.
Mille, Andrés. Il, 381, 430; III, 400. Miller, Arthur. X, 130, 277. Miller, Carina I. VIII, 144. Miller, Elmer. VII, 173. 177. Miller, Eurico T. I, l33. Miller, Guillermo. IV, 291, 319, 327, 340. Miller, lonathan. IV, 538; VII, 552. Miller, Luisa. VI, 99. Miller, Rory. IX, 80, 149. Miller, William. VI, 48. Miller Astrada, Luisa A. ll, 207; III, 162. Millet, lean-Francois. VI, 369, 377. Milletich, Vilma. lll, 29, 101. Mills, Kenneth. Il, 122. Mills, Wright. X, 14. Milmine, Douglas. Vlll, 373. Milne, Andrew M. V, 352. Milone, Luis A. IX, 557. Milstein, César. VII, 38; IX, 523. 525, 532.
Mina, marqués de. ll, 380. Minardi, Tommaso. Vl, 362. Minchum, Martin. ll, 122, 150, 179.
436
Minelli, Gustavo. VI, 417, 421. Mingo Hoffman, Olga. V, 207. Mini, Ignacio, Santo. Ill, 298. Minive, Gaspar de. ll, 336, 457, 453; lll, 236, 266. Minkowski, Oskar. IX. S10.
Minujín, Alberto. VII, 125, 131. 139, 142, 143. Minujín, Marta. VII, 39; X, 227. Miotti, L. I, 230, 231. Miqueo Ferrero, Ernesto I. VII, 510. Mir, Lucio B. II, 249. Mirabal, Antonio de. III, 164. Miraflores. II, 195. Miralla, José Antonio. III, 362.
Miranda, Amaldo Ignacio Adolfo. X, 161. Miranda, Diego. IV, 392.
Miranda, Francisco de. ll, 382. Miranda, Francisco Javier. III, 279.
Miranda, G. VI, 125. Miranda, Lucía. III, 291, 307; VI, 316, 340. Miranda, Miguel. VII, 98, 307. 315; VIII, 508, 509; IX, 376. Miranda, Roberto A. IX, 454. Miranda Villafañe, Luis de. III, 203, 244, 28l, 282, 283, 291. 310, 31 l. Mirazón Lahr, Marta. l, 79. Mirelrnan, Victor A. VIII, 398. Mirlas, León. X, 285. Miró, Francisco. Vl, 62. Miró, José Maria. VI, 336, Miró Quesada, Aurelio. Ill, 331. Mises, Ludwig von. VII, 448. Mishau, Edward I. Vlll, 516. Mitchell, B.R. V, 494. Mitchell, Wesley C. Vlll, 506. Mitchum. ll, 150. Mitre, Bartolomé (1821-1906). ll, 382; III, S4, 3l l; IV, 22,
23,24,25,30,34,37.38,40. 42,77,94,255,268,3ll,3l7. 344,346,377.432,436,44l. 445,446,447,448,449,450. 454,456,457,458,459,460. 46l,462,463.464,466,467. 468.468,469,470,472,473. 474,475,476,477.478,479. 480,48l,483,484,485,486. 487,488,489,490,49l,492. 495,499,506,507,5l2,525. 529,532;\C3l,33,34,35,36, 39, 40, 4l, 45, Sl, 53, 56, 57.
59,6l,l08,ll0,ll6,l2l.
l22.l24,l25,l26,l27,l28.
l29,l3l,l34,l40,l5l,22l. 249,250,25l,252,2S5,256. 257,2S8,26l,263,267,268. 294,332,335,3S2,387,389. 39l,4l9,478,483,484,486.
487.5ll:Vl.66.l62.l90.
l93,l99,282,283,285,305, 3l8,320,322,323,327,330. 334,335,359,360,362,364. 366,367,37l,378,406,407. 408,409,43l,432,433,434. 436,437,438,439,440,44l. 442,449,450,475,487,494. 498,499,500,50l,5l0,5l7, 5l8,5l9,520,523,526,528. 537,5S9;\WI,267,273,Sl9;
\ÜILll7;X,69,9l,l48,l52. Mitre, Bartolomé. IX, 358. Mitre, Emilio. IV, 472, 532; VI.
l92,S07,5l8;V1I,l59,l60: Di, 295; X, 142. Mitre Femández, Emilio. I, 323. Mitre y Vedia, Bartolomé. VI, 524.
Mobili, Jorge Enrique. X, 115. Modem, Rodolfo. X, 116, 124. Modoro, Raúl. IV, 246. Moglia Barth, Luis l. X, 256, 257.
Mogrovejo, Toribio de, Fray. Il, 394, 397. 434; lll, 287. Moguilansky, Rubén Oscar. X, 160.
Moina Mackinnon, María. Vlll, 41.
Moirano, Jorge. I, 205, 207. Moisset de Espanés, Luis. VIII. 429, 442. Moldes, lose Manuel. ll, 170. Molemberg, Alberto. X, 217, 223. Moliere. Véase: Poquelírt, lean Bapriste.
Molina, Enrique. X, llS, 122. Molina. lose A. V, 281. Molina, Juan Bautista. Vll, 271. 290, 291. 424: Vlll, 200.
Molina, Juan Femando de. lll. 415. Molina, Luis de. lll, 262. Molina. Manuel F. IV, 297. Molina, Manuel Ignacio. IV, 3 l S.
Molina. Pablo. ll, 36. Molina, Pedro. V, 451. Molina, Pedro C. IV. 531; V, 67: Vl, 228: Vll, 263. Molina, Ramón. Vlll, 197. Molina. Raúl A. l, 443; ll, l09.
ll3. 125; ll. l33. l47, l79.4ll. 4l5. 466: lll. 161. 278. 421.
Molina, Víctor M. Vl, 292, 317; Vlll, 54, 505. Molina Anchorena. losefim. Vlll, 335.
ÍNDICE DE NOMBRES
Molina Campos, Florencio. X, 203, 222. Molina de Mendoza, Pedro. IV, 406.
Molina Navarrete, Iuan de. I, 463. Molina y Vedia, Iuan. VII, 205. Molinas, Matías. X, 222. Molinas, Ricardo F. VII, 431. Molinari, Aldo Luis. VII, 357.
Molinari, Diego Luis. l, 407, 409; II, 349, 381; III, 99; IV, 377, 451; V, 103, 272; VI, 446; VII, 91, 475; VIII, 200; X, 68, 74, 81.
Molinari, Iosé Luis. II, 430; III, 162, 42 l.
Molinari, Ricardo. VII, 38; IX, 337; X, 113, 157. Molinario, Alberto D. VIII, 442. Molinas, Luciano. VII, 282; VIII, 20. Molinas, Nicanor. IV, 449. Molinelli, N. Guillermo. V, 138; VII, 507, 531, 550, S51, 552; VIII, 469; X, 34, 96. Moliner, Ioaquín. III, 375. Mollinedo. III, 338. Mommsen, Hans. V, 59. Mónaco, Prímaldo. X, 217. Monasterio, Angel. IV, 278, 289; VI, 132. Moncaut, Carlos A. X, 149. Mondelo, Osvaldo. IV, 187; VII, 176.
Mondolfo, Rodolfo. X, 46, S0. Mondragón. I, 359. Monet, Claude. VI, 369, 375. Moneta, Carlos Iuan. VIII, 143, 144, 177, 178. Moneta, Pompeyo. IV, 194. Monferini, Iuan M. II, 381. Mongiardino, Iosé. V, 352. Monguillot, Iuan Francisco. VI, 496, S09. Monjardín, Federico. VIII, 65. Monner Sanz, Iosé María. X, 128, 129.
Monner Sanz, Ricardo. VI, 521. Monroe, Iames.V, 179, 181, 182, 188, 223. Monroi, G. I, 94. Monsegur, Raúl. X, 222, 223. Monserrat, Marcelo. V, 400; X, 178.
Monserrat, Santiago. IX, 348. Montaigne, Michel Eyquem, señor de. X, 126. Montalambert. conde. IV, 236.
Montale, Eugenio. X, ll5. Montalembert, Charles de. VI, 278.
Montalvo, Hernando de. I, 434, 435. Montaña, Agapito. VIII, 65. Monteagudo, Bernardo de. IV, 344; V, 19, 80, 85, 364; VI, 313, 315, 457, 458, 486, 523. Monteagudo, Luciano. X, 270. Monteagudo, María C.R. de. I, 321.
Monteiro, Mario. I, 408. Montel, Paul. IX, 542. Montemayor, Fulgencio. III, 436.
Montenegro, Iosé Bernardo. III, 398.
Montenegro, Pedro. III, 415, 417, 418. Montenegro, Pío. VII, 277. Montenegro de Yebes, Ana. VII, 165.
Montero, Carlos Iosé. III, 228, 230, 246, 378. Montero, María Luisa. VI, 348. Montero, Pedro. III, 445. Monterroso, Gervasio, Fray. III, 390.
Montes. III, 322. Montes, Aníbal. I, 157. Montes de Oca, Francisco. III, 375, 381. Montes de Oca, Iuan Iosé. VI, 509.
Montes de Oca, Manuel. VIII, 85.
Montes de Oca, Manuel Angel. V, 120, 140.
Montiel, Alcides. VII, 486. Montiel, María de. VI, 340. Montiel, Ramona. X, 215, 228. Montini, Giovanni Bartista. Véase: Pablo VI, Papa. Montoya, Adrián Rodolfo. IX, 424.
Montoya, Alfredo Carlos. VI, 63, 133, 134, 144, l7l. Montoya, Pedro de. III, 433. Montoya, Silvia. IX, 423. Montse, Nury. X, 261. Montserrat, Marcelo. V, 74; VI, 403, 426, 427, 450, 564; VII, 295, 431, 465, 470. Montuschi, Luisa. VIII, 513, 520.
Monvoisin, Raimond-Auguste Quinsac. VI, 355, 362, 384. Monzón, Carlos. IX, 328, 330. Moñino, Iosé. II, 71, 254, 256, 259, 279; IV, 223, 224, 225, 227, 239, 246. Mooney, Alfredo Eduardo. VII, 509.
Moore, Ieremy. VII, 393; VIII, 285.
Moores, Guillermo. VI, 383. Mor Roig, Arturo. VII, 25, 26, 370, 379, 498; VIII, 241, 348. Mora, Iosé Ioaquín de la. VI, 325, 404. Mora, Lola. VI, 378, 379; VIII, 447. Mora, María. X, 39. Mora y Araujo, Manuel. VII, 142, 322; VIII, 41; X, 18, 22, 30.
Montes de Oca, Manuel
Moral, Iosé Ioaquín del. IV,
Augusto. V, 340, 341, 433. Montesinos, Antonio de, Fray. Il, 213. Montesquieu, Charles de Secondat, barón de. III, 265,
234. Morales, Beatriz. V, 168. Morales, Emilio. VI, 507. Morales, Ernesto. IV, 480; VI, 345; X, 135 Morales, Santos. VII, 160. Morales Bermúdez, Francisco. VII, 376. Morales de Marega, H.G. VIII, 522. Morales Folguera, Iosé M. III,
266, 269; IV, 222, 246; V, 15, 18, 22, 26, 38, 50, 59, 77, 79, 82, 86, 101, 409, 428; VI, 277, 456, 461, 463; VII, 512, 542; VIII, 449; X, 13. Monteverde, Giulio. VI, 370. Monti, Angel I. VII, 551; VIII, 515. Monti, Daniel P. V, 358, 359; VIII, 373. Monti, Familia. IX, 252.
Monti, Iuan Carlos. IX, 252, 253, 262. Monti, Ricardo. X, 132, 287, 288.
129.
Morales Guiñazú, Fernando. I, 180, 409, 444. Morales Moya, Antonio. I, 322. Morales Padrón, Francisco. I, 364.
Morales Solá, Ioaquín. VII, 391. Morante, Luis Ambrosio. VI, 3 16, 3 l 7.
437
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Moreau, Etienne. II, 327. Moreau de Justo, Alicia. V11, 504; V111, 456; IX, 381. Moreira, Iuan. V, 407; V1, 253, 335, 336, 345, S00; VIII, 476; X, 135, 264, 273, 278, 289. Morel, Carlos. IV, 117; VI, 181, 351, 353, 354, 355, 356, 358. 384. Morel, Familia. VI, 340. Morello, Augusto Mario. VIII, 467, 468. Morello, Jorge. 1X, 59. Morelos, Iosé María. V, 21. Moreno, Alberto. X, 60. Moreno, Carlos. V1, 63, 550. Moreno, Francisco P. l, 222, 231; 1V, 13, 40, 187; V, 332; VI, 335, 416, 418, 419, 420. 422, 424, 506, 525; V11, 160, 221; IX, 538; X, 148. Moreno, I. I, 232. Moreno, Joaquín. IV, 279, 280.
Moreno, losé Luis. II, ll7, 118, 125, 175, 181; V11, 294; X, 90, 99.
Moreno, Iosé Manuel. IX, 262. Moreno, Iosé María. V, 369, 372, 400; V1, 509; VIII, 41 l. Moreno, Iulio. VIII, 180. Moreno, Lucas. X, ll6. Moreno, Manuel. IV, 264; V, 22, 25, 176, 194; V1, 404, 460. 468, 516; 1X, 536; X, 95. Moreno, Margarite. X, 276. Moreno, Mariano. III, 226, 239, 240, 246, 398; 1V, 263, 264. 269, 272, 312, 353, 377; V, 17,
18,19, 20, 22,l7l,176,178. 364, 376, 410, 430, 443: V1.
17,131,145, 313, 314, 315, 366, 378. 439, 453, 455, 456. 457, 467, 488, 515; X, 255. Moreno, Miguel. V1, 393. Moreno, Nahuel. V11, 359. Moreno, P. I, 79, 229. Moreno, Rodolfo (h). V, 391; Vll, 278, 418; Vlll, 433, 434. Moreno, Zully. X, 258, 259, 261. Moreno Alonso, Manuel. IV, 247. Moreno Ocampo, Luis. Vll, 47 l. Moreno Quintana, Lucio. V11.
438
Moreno Rexach, Luis l. ll, 84. Moreri. lll, 263, 265. Moreta. Salustiano. l. 321.
Moreto. III, 306. Moreyra, Beatriz I. IV, 379, 425, 543; V1, 65, 98, 564; 1X, 32; X, 67, 95, 291.
Moreyras, Florencio Antonio. 11, 231.
Morgan, ].S. VI, 195 Morgenthau, Hans. V11, 366 Morillo, Pablo. IV, 335; V, 21, 177.
Morisoli, Edgar. X, llS. Morla, Carlos. I, 348. Mómer, Magnus. II, 89, 121, 149, 179, 430, 467, 468; III,
Moussy, Martin de. IV, 74, 439; V1, 48, 62, 79, 97, 410. Moutoukías, Zacarías. 11, 158, 179; 111, 51, 61, 67, 73, 76, 77, 79, 84, 87, 102, 103, 438, 448: IV, 255, 256, 268. Moya, Ismael. VI, 560; IX, 280. Moya, lose C. IV, 105, 155; VII, 109, 140. Moyano, Daniel. X, 124. Moyano, Hugo. IV, ll7, 131; V1, 144
100. Moro, Aldo. V111, 353.
Moyano, l. C. l, 178. Moyano, luan Pablo. V1, 481. Moyano, María Iosé. V11, 359. Moyano Llerena, Carlos. V, 529.
Moro, Antonio. l, 360. Moro, Roberto. VI, 487. Moro, Rubén O. VIII, 292, 293. 295, 298.
Moxó, Salvador de. l, 322. Moxó y de Francolí. Benito
Moro, Tomás, Fray. 11, 447. Morón, Guillermo. 111, 244. Morosi, Julio A. IV, 216; V11, 206. Moroz de Rosciszewski, María Silvia. VIII, 75.
Morris, C. l, 108. Morris, William C. V, 351, 359; V1, 253; V11, 29; V111, 365.
536; V11, 490; V111, 513, 522; IX, 104.
María. 111, 246, 275. Mozart, W.A. IV, 39; V1, 389. Mozzoni, Humberto. V111. 343.
Muffatti, Nélida. Vlll, 517. Mugica, Adolfo C. Vll, S10. Mugica, Carlos. Vll, 39, 345, 360, 379, 470; Vlll, 350, 351. Mugica, Francisco. X, 258, 259, 260.
366, 374. Morse, Finley. ll, 99; V1, 490. Morzone, Luis Antonio (h). V, 234. Mosca, Enrique M. Vll, 21, 248,
Mugica, Miguel. X, 258. Mugica, René. X, 264, 270. Muhall, Miguel C. V1, S04. Muhhammad XII. Véase: Abu Abd Allah Muhammad.
253, 275, 285; V111, 185; 1X, 405. Mosca, Gaetano. V11, 266; X,
Muhammad lbn Sa D (Zagal). l, 317. Muiño, Enrique. X, 259, 260. 261, 279, 284. Mujica, Bárbara. X. 262. Mujica, Martin de. l. 492. Mujica, Miguel. IX, 365. Mujica, Rodolfo. Vlll, 254. Mujica Láinez. Manuel. IV, 480: Vl. 533; X. 121, 144, 187.
14.
Mosconi, Enrique. Vll, 254, 305;Vl1l, 18,197, 210, 21 I: 1X, 565, 572, S73.
Moscoso Pérez de Oblitas, Angel Mariano. ll, 31, 33, 34. 100, 403; 111, 227, 229, 243. 246, 342, 345, 346, 444; 1V. S2.
Moscoso y Peralta, Iuan Manuel. 111, 444.
Mosquera, Joaquin Antonio de. ll, 59, 81; lll, 414: V, 184. Mossin Kotin, Cecilia. 1X, S50. Mossotti, Octavio Fabricio. Vl. 405, 406, 529. Motta Botello. 1V, 308. Mouchet, Carlos. Vlll. 85. 94. Mouján, Lozano. Ill, 337, 367. Moussy, lean Antoine Víctor Martín de. Véase: Moussy, Martin de.
267.
Mujica Pinilla y Burucúa. lll. 340.
Muleiro, Vicente. Vll, 396. Muley Hacen. Véase: Abu! Hasan. Mulhall. IV. 128. Mulleady, Ricardo. IX, 268. Müller. Vll, 154. Müller, Alberto. Vlll. 52 l. Müller. Carl. IV, 437. Müller. Federico. V1, 382. Müller. Franz. IV. 188; Vll, 174. Müller, Klaus. lll, 100. Muller. Luis. Vll, 207.
ÍNDICE DE NOMBRES
Müller, María. IV, 71. 75. Müller Rojas, Alberto A. VIII, 299. Mulovski. II, 346. Munck, Geraldo. IX, 242. Munck, Ronaldo. IX, 240. Mundlak, Yair. IX, S9. Munis Barreto, A. VI, 37. Munizaga, Iuan. I, 80. Munoa, Rafael. III, 367. Münzel, Mark. II, 206. Muñecas, Ildefonso de las. IV, 310.
Muñiz, Francisco Iavier. IV, 186; VI, 407, 525. Muñoa, Familia. VI, 224. Muñoz. Il, S7, S8. Muñoz, Bartolomé Doroteo. III, 406.
Muñoz, Diego. III, 343. Muñoz, Heraldo. VII, 400. Muñoz, Jorge. VIII, 299. Muñoz, Iuan Bautista. III, 215, 243, 246, 279, 415. Muñoz, Iuan Francisco. IX, 516,
517. .
Muñoz, Iuan Mauricio. IX, 511,
Murmis, Miguel. VII, 139, 142, 321; IX, 60, 242; X, 22, 29, 35, 97. Murra, I. I, 107. Murrieta. VI, 195. Murúa, Lautaro. X, 264, 266, 270.
Musacchio, Andrés. VIII, 118. Musolino, Giuseppe. IX, 282. Musolino, Luis F. VIII, 177. Musset, Alfred de. VI, 327, S20. Mussolini, Benito. VII, 420, 422, 424; IX, 374; X, 79, 178. Mustapic, Ana María. VII, 551; X, 96.
Musters, George C. I, 232; IV, 187.
Musto, Manuel. X, 222. Mutiloa y Andueza, Iuan Iosé de. III, 430. Mux, Néstor. X, 116. Muxica, Ventura de. III, 428. Muzi, Iuan. V, 318, 333. Muzio Zona. III, 417. Mychaszula, Sonia. IV, 69, 75. Myers, Iorge. V, 43, 104; IV, 424; VI, 487.
S12, 513.
Muñoz, Iuan Ramón. V, 31. Muñoz, Reinaldo. IX, 59. Muñoz, Vicente. VI, 351. Muñoz Bejarano. II, 157. Muñoz del Solar, Carlos. X, l l7.
Muñoz Gadea, Iuan. II, lll. Muñoz Moraleja, Ernesto. I, 443.
Muñoz Torrero, Diego. IV, 244. Muñoz y Cubero, Lucas. III, 438. Muraña, Iuan. IX, 284. Muraro. II, 467. Muraro, Heriberto. IX, 393. Murat, Franco. X, 60. Murat, Joaquín. IV, 232, 234. Muratgía, Catello. VIII, 486. Muratore, Iosé. V, 253, 258. Murena, Héctor A. X, 123, 128, 177, 184.
Murguía, Familia. III, 216. Murías, Carlos de Dios. VIII, 353.
Muriel, Ciríaco. II, 409. Muriel, Domingo. II, 468; III, 258, 270, 279; VI, 315. Murillo, Bartolomé Esteban. VI, 352.
Murillo Velarde, Pedro. II, 409; III, 262, 263, 317.
N
Nachón, Carlos Alberto. IX, Nacuzzi, Lidia. I, 230, 231; II, 206.
Nadal, Iosé. III, 378. Nadal Mora, Vicente. II, 88. Naef, Werner. V, 206. Nagel, Liane María. II, 466. Nakamura, Leonard. IX, 82. Nalé Roxlo, Conrado. X, 114, 122, 130.
Nallim, Iorge. VII, 465, 467. Namuncurá, Manuel. I, 102, 194; IV, 174.
Nantucci, Narciso. VIII, 367. Naón, Rómulo. VI, 304; VII, 482; VIII, 452. Napoleón I Bonaparte, Rey de Francia. II, 347, 348; IV, 18, 226, 229, 230, 231, 232, 233, 234, 236, 237, 238, 242, 254, 261, 264, 275, 278, 322, 536; V, 13, 15, 20, 21,172,176. 177, 388; VI, 31. Napoleón III Bonaparte, Rey de Francia. IV, 442; V, 38. Nápoles, Iosé. IX, 328. Napp, Richard. VI, 52, 509. Narancio, Edmundo M. V, 375.
Narbona, Iuan de. lI, 170. Narbrough, Iohn. II, 361. Nardi, Ricardo L.I. I, 107, 278; VI, 561. Nario, Hugo. IV, 186. Narn, A. I, 229. Narodowski, Mariano. VI, 273; IX, 423. Narodowski, P. IX, 423. Narváez, S. I, 94. Natale, Oscar. VII, 173. Navajas Artaza, Adolfo. VIII, 261. Navarro. V, 127. Navarro. IV, 210. Navarro, Angel. VI, 474. Navarro, Baltasar. II, 159. Navarro, Bartolomé. III, 385. Navarro, Benito. III, 236. Navarro, Fanny. X, 269. Navarro, Francisco. III, 415. Navarro, Guillermo R. VIII, 470. Navarro, Iosé. IV, 369. Navarro, Manuel. V, 382. Navarro, Timoteo. X, 219. Navarro Floria, Pedro. VIII, 75. Navarro García, Luis. II, 279, 281. Navarro Gerassi, Marysa. VII, 297, 323, 431, 468. Navarro Lamarca, C. III, 31 l. Navarro Viola, Alberto. VI, 517, S60; X, 152. Navarro Viola, Enrique. X, 152. Navarro Viola, Miguel. IV, 467, 468; V, 357, 368; VI, 435, 471, 502, 510; X, 142. Navia Osorio y Vigil, Alvaro de. II, 360. Nazar Anchorena, Benito. VII, 271; IX, 471, 557. Nebrija, Antonio de. I, 289; III, 385. Necker, Iacques. V, 82. Necochea, Mariano. Il, 174; IV, 325, 345. Née, Luis. III, 410. Neffa, Iulio César. IX, 30. Negro, cacique. IV, 177. Negroni, Pablo. VII, 38; IX, 504. Neíburg, Federico. IV, 159; VII, 322, 323, 354, 467; X, 189. Neifert, Agustín. X, 255, 270, 291. Neira, Domingo, Fray. III, 353. Neiva, Arturo. IX, 504. Nellar, Fued G. V, 271; VIII,
210. 439
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Nelson, Emesto. VI, 304, 306; IX, 431; X, 154. Nelson, Iuan. IX, 315, 316. Nelson, Luis. IX, 315. Nemst, Hermann. IX, 539. Neruda, Pablo. X, ll4, 264. Nervo, Amado. X, l 12. Nestares Aguado, Roque de. III, 433. Neuman, Franz. VII, 506. Neuman, Isaac. VIII, 397. Neumann, luan Bautista. II, 452; III, 315. Neumayer, Luis. VIII, 161. Navares, Alejo de. V, 303; VI, 502.
Nevares, Iaime de. VIII, 338, 344, 348. Neves, W. I, 230. Newbery, Iorge. Vl, 527; VIII, 187, 188. Newbery, Sara. VII, 174, 175. Newland, Carlos. Vl, 261, 273, 274, 275, 564. Newlyn, Walter T. VIII, 516. Newton, Isaac. III, 386; Vl, 421, 422. Newton, Iorge. VI, 256; IX, 21 l. Newton, Lily de. VI, 256. Newton, R.IV, 105; VII, 108. Newton, Ronald C. VII, 296; VIII, 118. Neyra, Domingo, Fray. III, 210. Niblett, Mister. VI, 214. Nicolai, Jorge. IX, 542. Nicolaides, Cristino. VII, 27; VIII, 248, 260, 261. Nicolás, Santo. III, 117. Nicolás V, Papa. I, 330, 332. Nicolau, Iuan Carlos. V, 462, 470, 504, 505; Vl, 36, 63, 129, 144,171, 564. Nicolini, Alberto. l, 452, 453, 465, 473, 474, 475; TV, 189. 216, 543; Vl, 256. Nicolini, Oscar. IX, 376. Nicolle, Charles. IX, 506. Nicotra, Alejandro. X, 116. Niella, Luis María. V, 284, 307. Nielsen, Axel. I, 156, 157. Niemeyer, Otto. VII, 280; Vlll, 542, 543. Niepce, loseph-Nicéphone. Vl, 358. Nieremberg, Iuan Eusebio. ll, 16; lll, 204, 205, 2] l, 262. 3 l 5, 3 l6.
440
Nieto, María. l, 206. Nieto, Vicente. IV, 27], 280, 281.
Nieto Soria, Iosé Manuel. l, 322, 324. Nietzche, Friedrich Wilhelm. VI, 424; X, 46, 51, 126. Nieva, conde. l, 400; H, 229, 229.
Niklison, Iosé. VII, 173. Nilve, Moisés. V, 402. Nino, Carlos S. VII, 553. Niquiñilé, cacique. IV, 172. Nirenstein, Mauricio. VIII, 501, 505, 506. Nissen, Juan Iosé. IX, 544. Nixon, Richard. VIII, 124. Noailles, Carlos Vicente. VII, 508. Noam, E.L. IX, 184. Nóbile, Beatriz de. X, 290. Noble, Roberto I. VII, 273; VIII, 58; IX, 345. Noblía, Héctor V. IX, S20. Nocetti, Oscar R. II, 249. Nochteff, Hugo. VIII, 519, S84. Noé, Julio. X, 168. Noé, Luis Felipe. X, 227, 228. Noel, Martin Alberto. VI, 384; Vll, 181,189, 205; X, 122. 205, 206. Noelting, Lucila. III, 192. Noguer, Jorge. IX, 391. Nogués, Germinal. IX, 303. Nogués, Juan Luis. Vll, 277. Nogués, Pablo. VII, 279. Nolasco Barrientos, Pedro. III, 353, 389. Nolasco Rodriguez, Pedro. IV, 409, 416. Nonato, Ramón, Santo. lll, 157. Nordenflycht, barón de. V, 346. Nordenskjóld, Otto. l, 210; IV,
6l;Vlll, 163.164.173.177.
Nores, Antonio. IX. 467, 468. Noronha, Fernando de. l, 358. Norris, William. V, 349. North. X, 92.
North, lord. ll, 34]. Northcliffe, lord. IX, 337. Norton. V, 241. Nosiglia, Juan. VI, 336. Nott, Jorge. V, 351; VII, 467. Notter, Tomás. IV. 294. Nougués, Juan. IV, 527; Vl, 88. 137.
Nougués, Familia. V, 148. Nougués, Miguel. Vlll, 23. Novak, Jorge. Vlll, 358, 360. Novillo Corvalán, Sofanor. Vlll. 449, 463; lX, 473. Novión, Alberto. Vl, 338; X, 129.
Novoa Monreal, Eduardo. VIII, 425. Nowinski, Wiktor W. IX, 516. Noyola, Iuan F. VIII, 51 l. Nudehnan, Santiago. VIII, 68, 70.
Nudler, Julio. IX, 268. Nuix. III, 264. Nun, José. X, 22, 29. Nuno, Manuel. l, 368. Núñez, Fermín. IV, 224. Núñez, Ignacio. lll, 113, 129, 141, 145, 146, 147, 150,155. 159; Vl, 465, 466, 467. Núñez, Iusto. III, 378. Núñez, L. l, 106, 133. NúñeL Luis. V, 360. Núñez, Maria. X, 270. Núñez, Oscar. X, 217. Núñez, Rafael. Vll, 247. Núñez de Ibarra, Manuel Pablo. V, 443; VI, 357. Núñez de Vela, Blasco. l, 394. Núñez del Prado, Juan. l, 280, 389. 394, 401, 402. 403, 404. 408, 414, 415, 446, 477; ll, 226, 420; lll, 431. Núñez Seixas, X.M. IV, 106; VII, 109. Núñez Vemis, Bertha. lll, 346. Nurkse, Ragnar. Vlll, 507, S44. Ñ
Ñamcucheu, cacique. IV, 176. Ñezú, cacique. ll, 440.
0 O'Dena, Emesto. Vl, 307. O'Donnell, Carlos. lll, 391. 396; Vl, 3Sl. O'Donnell, Guillermo. Vll, 143. 356, 357, 359, 470, 510: X, 30. 34, 97.
O'Farrel.l, Santiago. V, 306. O'Gorman, Camila. IV, 408; X, 122, 268.
O'Gorman, Miguel. lll, 135. 394, 417: Vl, 516. O'Higgins, Bernardo. IV. 170. 309, 315, 317, 320, 321. 322. 326, 327, 329, 330, 33l, 332. 333, 335, 337, 340, 344, 346. 346; Vl, 477. O'Neill, Eugene. X, 130. 277, 280. O'Neill, lones de. X. 286. O'Reilly. IV. 337.
ÍNDICE DE NOMBRES
Obando, Juana Clemencia de. Ill, 338. Obarrio, Manuel. V, 387, 426. Obieta, Adolfo de. X, 128. Obispo, Martín, Santo. III, 302. Obligado, Antonio V. V, 397. Obligado, Carlos. VII, 271; VIII, 324; 1X, 475.
Obligado, Erasmo. V, 261. Obligado, Pastor. IV, 441; X, 146.
Obligado, Pedro Miguel. X, 112. Obligado, Rafael. VI, 318, 320, 329, 334, 347, 381, 518, 520. 523, 537, 559; X, 156. Obschatko, Edith S. de. IX, 60, 583.
Ocampo, Eusebio. IV, 468; VI, 497. Ocampo, Gabriel. V, 322. Ocampo, Iuan Cruz. IV, 448. Ocampo, Manuel. V, 130. Ocampo, Miguel. X, 219, 224. Ocampo, Silvina. X, 120, 133, 134, 177. Ocampo, Victoria. VII, 38; IX, 342, 355; X, 122, 127, 175, 176, 177, 184, 185, 188, 189, 190, 198, 276. Ocantos, Carlos M. VI, 334, 336. Ocaña, Diego de, Fray. I, 404, 483, 485. Ochagavia, Margarita Rufina. V1, 520.
Ochoa, Familia. IIl, 216. Ocho de Eguileor, I. X, 22. Ochoa de Zárate, Iuan. II, 153; 111, 432.
Oddo, Vicente. III, 415, 421. Oddone, Jacinto. IV, 539; VI, 63; VII, 296, 429, 476; IX, 59, 189, 210, 240; X, 21, 99. Odoardo, José Hipólito. IV, 235. Ojeda, Alonso de. I, 339. Olaechea, Iuan Bautista. II, 92, 96, 97, 98, 122, 179. Olaechea y Alcorta, Pedro. VII, 476, 482. Olaguer Feliú, Antonio. II, 267, 372; 111, 394, 438.
Olañeta, coronel. IV, 307, 310, 345.
Olarra Giménez, Rafael. V, 504; VIII, 548. Olavarría Aranguren, Iosé. V, 206, 235. Olavarrieta, Ramón. IV, 399; V, 322, 447.
Olavide, Pablo de. II, 76; III, 392.
Olazábal, Familia. II, 84. Olazábal, Félix. IV, 403. Oldendorff, Ernesto. IV, 493. Old.s, H.G. IV, 139, 213, 214; V1, 111, 122, 233, 236; X, 245, 252.
Olezza, Mario L. VIII, 173. Olguín, Darío. VII, 264, 295. Oliden, Manuel Luis de. V, 89. Oliva, Fernando. I, 207, 208. Olivar, Guillermo. VI, 352. Olivari, Carlos. X, 260. Olivari, Nicolás. X, 114, 122, 130.
Oliveira, Plinio Correa de. VIII, 348. Olivella, I. V, 113. Oliver, Antonio, Fray. III, 228. Oliver, Ernesto Luis. III, 366. Oliver, María Rosa. X, 122, 176. Olivera. VII, 31. Olivera, Carlos. VII, 476. Olivera, Eduardo. VI, 106. Olivera, Eduardo A. IX, 330. Olivera, Héctor. X, 261, 263, 266, 268, 270. Olivera, Iulio H.G. IX, 486, 496. Olivera, Miguel. VII, 175. Olivera, Ricardo. VI, 524; X, 149.
Olivera SantiHán, Iulio. VIII, 503, 512, 513, 514, 517, 520. 521, 522. Olivero, Sandra. II, 116. Olivieri, Aníbal O. V11, 354. Olivieri, Mabel. V, 75. Olivieri, Silvino. IV, 443; V, 248. Olivieri López, Angel M. VIII, 144.
Ollier, María Matilde. VII, 359, 469. Olmedo. V, 128. Olmedo, Alberto. X, 267. Olmedo, Carlos. VII, 461.
Olmedo, Iosé Joaquín de. III, 299.
Olmedo, Sesostris. VIII, 76. Olmos, Emilio F.VI1, 275, 418. Olmos, Iosé Severo de. IV, 449, 455.
Olmos, Ramón Rosa. IV, 481; V1, 513; X, 75.
Olmos, Sabina. X, 260. Olmos Castro, Amalio. I, 442. Olmos y Aguilera. II, 95. Olsen de Serrano Redonnet, María Luisa. Ill, 130, 279, 281, 310, 312, 331, 448.
Olson, Emiliano. V, 352. Omacini, Elena. I, 351. Ondarts, Raúl. VIII, 135. Ondetti, Miguel Angel. IX, 522, 525, 526, 532. Onega, Gladys. IV, 105; VI, 348. Onelli, Clemente. Vl, 416; VIl, 163, 164, 176. Onetto, Carlos. III, 348. Onetto, M, I, 230. Onganía, Juan Carlos. VII, 24, 25, 119, 134, 341, 342, 343, 344, 345, 346, 353, 357, 359. 367, 376, 400, 448, 454, 470, 498, 504, 505, 508, 509, 510. 517, 545; VIII, 39, 41, 125. 128,131,135, 136, 232, 233. 234, 235, 236, 237, 238, 239, 242, 243, 254, 343, 344, 350, 430, 521; 1X, 92,111,139, 233, 234, 386, 484, 485, 555. 580; X, 33, 34, 192, 230. Ongaro, Raimundo. IX, 233, 234; X, 192, 228. Onofroff. VI, 254. Onslow, Arthur. Vl, 350, 357. Onslow, Iohn Iames. IV, 385; V, 194.
Oñate, Pedro de. II, 396; IIl, 200, 384. Opie, Eugene. IX, 510. Oquendo, Manuel de. III, 345. Ordaz, Luis. VI, 345; X, l3l, 135, 277, 281, 289. Ordimán, Pedro. VI, 546. Ordóñez, Iosé. IV, 327, 329, 331.
Ordóñez, Manuel V. VII, 22; VIII, 466. Orellana, Rodrigo Antonio de. 111, 227, 444; 1V, 279; V, 281. 309.
Orfila, Alejandro. VII, 255. Orgambide, Carlos. X, 267. Orgambide, Pedro. X, 124, 133. Orgaz, Arturo. VII, 285. Orgaz, Iorge. IX, 486. Orgaz, Raúl A. V, 400; VII, S21; V111, 405, 413, 443, 454, 455,
465, 468; X, 16, 75. Orgóñez, Rodrigo. I, 472. Oria, Iorge S. VII, 485, S08. Oria, José A. VI, 344, 486. Orías, Oscar. 1X, S07, 515, 516, 517, 518, 520, 522, 528. Oribe, Manuel. IV, lll, 407, 414, 415, 417, 419, 420, 422, 429; V, 190, 191, 199, 245, 246, 247.
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Orihuela. IV, 400. Orizaola Roldán, Ezequiel. VIII, 76.
Orlandi, Héctor Rodolfo. V, Orlansky, Dora. VII, 140. Orllie-Antoine I, Rey de Araucanía y la Patagonia. Véase: Tounens, Orllie Antoine de. Omstein, Leopoldo R. IV, 312, 346; V, 272.
Oro, Domingo de. IV, 383, 388, 410; V, 391, 392; Vl, 475, 479. Oro, José Antonio de. III, 228; VIII, 449. Oro, Iusto Santa María de. V, 281, 315, 319, 320. Orona, luan V. VII, 267, 295, 354; VIII, 209. Otoño, Nicasio. IV, 446, 459, 463, 470, 471, 472, 492, 494. 497; V, 120, 155, 333, 334; Vl, 498, 502. Otoño, Santiago. IV, 416. Orosz, Ladislao. III, 236, 315, 385, 401. Orozco, Olga. X, 115, ll6, 122. Orphée, Elvira. X, 123. Orquera, Luis Abel. I, 231, 233, 255, 256, 257, 510. Orsatti, Alvaro. VII, 141. Orsi, René. VII, 297. Orsolini, Mario. VII, 359. Ortega, Juan de. I, 381; Ill, 426. Ortega, Manuel. III. 202, 219. Ortega, Ramón. X, 265, 267. Ortega, Rufino. V, ll7. Ortega y Gasset, José. V, 374; Vll, 38; X, 14, l6, 43, 44, 45. 46, 127, 175. Ortelli, Sara. ll, 206. Ortiguy, Pierre. VII, 142. Ortíz, Antonio. III, 251, 268, 272, 273, 274, 275, 316. Ortíz, Eduardo L. IX, 557, 584. Ortiz, Familia. V, 148. Ortíz, Federico F. IV, 215. Ortíz, Francisco I. V, 337. Ortíz, lavier. Vlll, 525, S29, 533, 549, 578.
Ortíz, luan L. X, ll4. Ortiz, Marcos, Fray. Il, 463. Ortíz, Mecha. X, 258, 260, 261. Ortiz, Ricardo M. V, 462; VI, 166,168, 201: IX, 15, l6, 30. 182, 183; X, 106.
442
Ortíz, Roberto M. Vll, 19, 20, 93, 285, 286, 287, 289, 292.
296, 417, 427, 515, 518, 519, 520, 525, 526, 528, 530, 531. 532, 533, 540; VIII, 21, 105,
Ortíz de Haro, Isidro. III, 434. Ortíz de Haro, Nicolás. Ill, 434. Ortiz de Landázuri, Tomás. II,
Ostiguy, Pierre. IX, 210. Oszlak, Oscar. IX, 183, 583; X, 29, 30, 34. Otamendi. II, 174. Otamendi, Femando I. VII, 217. Otaola. Vll, 183. Oteiza, Enrique. VII, 73; VIII, 467, 469; IX, 527,556; X, 38. Oteríño, Rafael. X, 116. Otero, Edgardo A. VIII, 283. Otero, Hemán. lll, 103; IV, 105, 106,140, 141,154, 156,158;
254. Ortiz de Montoya, Celia. D(, 421.
Otero, lose Pacífico. III, 402; IV,
lll, 199, 200, 208, 330; IX. 403, 432. Ortiz, Tulio. V, 140. Ortiz Basualdo, Eduardo. VIII, 455. Ortiz Basualdo, Familia. IX, 27.
Ortíz de Ocampo, Francisco. ll, 173; IV, 279, 280, 301, 302; V, 514; Vl, 457. Ortíz de Rozas, Carlos. VHI, 144. Ortíz de Rozas, Domingo. II, 244; III, 430. Ortíz de Rozas, León. III, 177. Ortíz de Rozas, Manuela. Véase: Rosas, Manuela.
Ortíz de Urbina, Francisco. ll, 106.
Ortíz de Vergara, Francisco. l, 383, 397, 400, 401; Ill, 426. Ortíz de Zárate, Juan. l, 395, 401, 416, 419, 423, 424, 426. 427, 428, 429, 430, 435, 436; Il, 93, 290; lll, 287, 426, 427. Ortíz de Zárate, Pedro. ll. 155, 418, 430. Ortiz de Zárate, Rodrigo. Ill. 427. Ortiz de Zárate Mendieta, Diego. I. 428. Ortiz Pereyra, Manuel. Vll, 425. Ortíz Troncoso, O. I, 256. Orúe, Martin de. I, 397, 428. Orzali, lose. VIII, 22. Osborn, A. l, 232. Osbom, Thomas. Vl, 420. Oscar l, Rey de Suecia y Noruega. V, 183. Osés, Enrique P. Vll, 424. Osinde, Manuel. Vll, 378. Osorio, Josefa de. lll, 214. Osorio, Juan de. Ill, 282, 283. Osorio, Luis de. lll, 426. Osorio, Mariano. IV, 321, 329, 330, 331, 332. Osorio, Miguel. Vll, 483. Ospital. María Silvia. IV, 508;
VII, 108, lll, 556. 346. Otero, Miguel. V, 202. Otero, Ricardo. VII, 374. Othon Friesz, Emile. X, 210, 235.
Ottalagano, Alberto. IX, 489. Ottonello, María Marta. l, 80. Oubiña. David. X, 270. Outes, Félix. l, 28, 155; IV, 186; X, 149.
Ouvrard, Luis. X, 222. Ovalle, Alonso de. l, 273, 394. 400, 414; ll, 423. Ovando, luan de. ll. 220. Ovando, Nicolás de. l, 316, 445; ll, 224. Oved, Iaacov. IV, 541; V, 75; Vll, 296, 241. Ovejero, Daniel. X, ll9. Ovejero, Familia. V, 148. Ovidio. lll, 268. Oviedo, Gonzalo Fernández de. l, 273 Oviedo Cavada, Carlos. ll, 415. Oyarvide, Andrés de. lll, 386. 405, 406; V, 203. Oyarzábal, Guillermo Andrés.
Vlll, l47, 179. Oyhanarte, Horacio. Vll, 243. 247, 259, 263, 267, 269. Oyhanarte, Julio. V, 102, 123, 138, 419, 436, 337; Vll, 467. 498, S04, S07, 510, 544, 551. 552; Vlll, 45], 452, 454, 455, 463, 464, 467, 469, 578. Oyuela, Calixto. lll, 312; Vl.
330, 521: X, l2l. Ozanam, Federico. V, 303.
Ozores, luan Manuel. lll, 406, 414.
IX, 34.
Ossona, Luis. Vl, 97. Osorio Arana, Arturo. Vlll, 228. Ostengo de Ahumada, Ana. IX. 32.
P
Pablo, luan Carlos de. Vll, 357, 387. 400.
ÍNDICE DE NOMBRES
Pablo VI, Papa. VIII, 338, 342. 343, 345, 348, 351, 355. Pabón, Nicolás. III, 397. Pacelli, Eugenio. Véase: Pío XII, Papa. Pachacuti, cacique. I, 98. Pachamama. IV, 182; VII, 170. Pacheco, Angel. IV, 414, 415, 419, 422; V, 245; VI, 438. Pacheco, Carlos Mauricio. X, 129, 275, 290. Pacheco, Diego. I, 418, 420; III, 431. Pacheco, Duarte. I, 357. Pacheco, Familia. II, 135. Pacheco, Francisco. III, 209. Pacheco, Iorge. V, 192. Pacheco, Marcelo. X, 235. Pacheco, Pedro Luis, Fray. III, 389, 415; V, 317, 318. Pacheco de Melo, Iosé. II, 152. Pacheco de Santa Cruz, Iuan. III, 429. Pachucho. I, 42 l. Pacini, Regina. X, 278. Padeletti, Hugo. X, 116. Padilla. II, 96. Padilla. IX, 316. Padilla, Alberto G. IV, 508; V, 44. Padilla, Alejandro. VII, 507. Padilla, Ernesto. V, 307; VI, 256; VII, 270. Padilla, Familia. V, 148. Padilla, José. VII, 286. Padilla, Manuel Ascencio. IV, 299, 310. Padilla, Miguel M. VI, 137; VII, 498, 507, 551. Padilla, Norberto. VIII, 337, 361, 578. Padilla, Tiburcio. V, 54; IX, 522. Padilla y Barcena, Pablo. V, 284, 340. Padrós, Iuan Simón. VII, 283. Paesa, Pascual. II, 126; V, 31 l. Páez, Roberto. X, 156. Páez, Sancho. III, 149. Páez Allende, Luis. VII, 507. Paéz de Clavijo, Diego. III, 428. Páez de la Torre, Carlos (h). IV, 423, 425; VI, 256, 513; VII, 296; IX, 333, 586; X, 96, l0l. Páez de Molina, Iusto. IX, 414. Pagano, Angelina. X, 285. Pagano, losé León. X, 232, 233, 289. Pagano, Nora. X, 108, 129. Page, Irving H. IX, 512.
Page, Joseph. VII, 323, 353; VIII, 243. Page, Thomas I. IV, 439, 451; VI, 270. Pagés, Pedro. IX, 22, 190. Pagés, Roberto. X, 270. Pagés Larraya, Antonio. VI, 345, 512, 561; VII, 176; X, 128, 130.
Paillalef, Pablo. VII, 175. Paillardelle, Enrique. IV, 304, 3 l S, 316.
Paillet, Fernando. IV, 143; V, 162; X, 215. Paine, Roberto. X, 115. Paine, Thomas. V, 24, 82; VI, 460, 461, 464. Painejilu, cacique. V, 299. Paiquín, cacique. II, 77. Paita, Iorge. X, 116. Paitovi, Antonio. VII, 210. Pajón, Andrés. III, 376. Pakenham Despard, George. V, 350. Palaci, Eduardo. VIII, 368. Palacio, Ernesto. VII, 21, 267, 271, 289, 290, 294, 421, 422, 486, 487; X, 76, 78, 79, 81, 82, 180, 181. Palacio, Eudoxio de Iesús, Fray. II, 430; III, 400. Palacio, Familia. V, 148. Palacio, LM. VI, 126; IX, 208, 21 l.
Palacio, Lino.VII, 546; VIII, 323. Palacio Atard, Vicente. II, 349. Palacios, Alfredo L. IV, S16; V, 68, 69, 396, 397; VII, 20, 238, 247, 269, 271, 273, 297, 403, 495; VIII, 87, 405, 426, 435. 436, 446, 466, 467; IX, 253, 475, 523. Palacios, Aurelio. IV, 468. Palacios, Héctor. IX, 240. Palacios, Pedro Bonifacio. V, 120, 122; VI, 341; X, 112, 142.
Palacios, Silvio. II, 467. Palade, George. IX, 51 l. Paladini, Alejandro C. IX, 496, 516, 521, 528, 529. Palafox, Iuan de. III, 235, 378. Palanca, Floreal. I, 206. Palant, Pablo. X, 131. Palanti, Mario. VII, 183. Palanza, M. Valeria. VII, 550, 552.
Palau, Luis. VIII, 373.
Palavecino, Enrique. I, 28; IV, 185; VI, 561; VII, 147. Palazzi, Rubén O. VIII, 178, 265, 273, 299, 578. Palazzo. VII, 182. Palazzolo, Octavio. IX, 361. Palcos, Alberto. IV, 378, 492, 494, 508; V, 44; VI, 347, 487; VII, 410; IX, 335. Paleari, Antonio. VI, 562. Paleo, María C. l, 207, 232. Paleolítez, Francisco P. VI, 420. Palermo, Miguel. II, 206. Palermo, Vicente. VIII, 42. Paley, William. V, 355. Pallavicini, Mercedes. VI, 513. Palliere, Iuan León. IV, 118, 124, 165, 192; VI, 66, 70, 74, 215, 221, 360, 363, 371, 384, 552. Palma. VIII, 233. Palma, Athos. X, 253. Palma, Néstor Homero. I, 205; VI, 561; VII, 174. Palmeiro, Iosé. X, 225. Palmero, Iuan S. VII, 275. Palmerston, Henry John Temple, tercer vizconde de. V, 190, 194. Palomar, Francisco. VI, 384. Palomeque, Silvia. III, 92, 100; VI, 200. Palomino, Héctor. VII, 138; IX, 0.
Palomino, Mirta. IX, 21 l. Pan, Luis. V, 74.
Panaia, Martha. VII, 141, 142;
IX, 82,183, 2ll. Pancaldo. II, 113. Pandia Calogeras, I. V, 207. Pando, Iosé Antonio. III, 301. Panesi, Iorge. X, 129. Panettieri, Iosé. VI, 38, 170; VII, 296; X, 86. Panfichi, Aldo. IV, 157. Panguitrur Gúor, cacique. Véase: Rosas, Mariano.
Paniagua, Luis. VI, S62. . Panizza, Héctor. VI, 391, 394, 401; X, 253. Pankonin, A. I, 206. Panno, Iuan José. IX, 391. Panozzi, Américo. X, 220. Pantaleoni, Maffeo. VIII, 500, 501.
Pantelides, Edith Alejandra. IV, 75; VII, 74. Pantoja, Menardo. X, 220.
Panunzi, Benito. VI, 359. 443
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Paolantonio, lorge. X, 132. Paolera, Gerardo della. V, 505, 527, S30. 532, 535, 537. Paparella, Aldo. X, 229. Papier, Ralph. X, 261. Parada, Alejandro E. III, 278, 421; X, 137, 160, l6l, 162, 291. Paradiso, losé. V, 234; VIII, 117, 142.
Paraguacu, Catherine. I, 359 Páramo, Martha Susana. VII, 296.
Paranhos, losé María da Silva. IV, 442; V, 203.
Paravicino, Hortensio. III, 209. Parchappe, Narciso. IV, l7l, 187
Pardiñas, Ulyses. I, 206, 207. Pardo, Pedro A. IV, 499. Pardo, Raymundo. X, 60. Pardo de Figueroa, Baltasar. III, 433. Parera, Blas. VI, 314. Parera, Ricardo G. VII, 432; VIII, 335. Pareto, Wilfredo. VII, 266; VIII, 500, 501, S06; X, 14. Parga, Alfredo. IX, 330. París, Alfredo. VI, 367. Parish, Woodbine. IV, 58, 385; V, 194; VI, 51, 62, 142, 145. 179, 194, 200, 544, 561. Parish Robertson, lohn. V, 348.
Parish Robertson, V, 348; VI, 134. Parisi, Mónica. l, 179. Parisis. VI, 278. Parkenson, Taylor. IV, 425. Parker, D.S. IV, 157. Parker, Geoffrey. II, 379.
Parma, María Luisa de. III, 305. Parmentier, lean. I, 359. Parnaso. III, 313. Parodi, Armando. IX, S23. Parodi, Domingo. VI, 415. Parodi, Lorenzo Raimundi. IX, S08, 515, 519, 520, 521, 528. 553. Paroissien, Diego. IV, 319; V, 348. Parolín, Orlando L. VIII, 65. Parolo, María. IV, 75. Parra, Andrés. IV, 402. Parra, Ginés. X, 225. Parra Pérez, C. IV, 247.
444
Parras, Pedro lose de, Fray. ll, 428; III, 134, 135, 140, l42. 159, 225, 236; III, 3l6, 389.
Parravicini, Florencio. X, 256, 258, 259, 282. Parry, Roberto. VII, 475; VIII, 54.
Parsons, Talcott. X, 14, 19. Parvin, Teófilo. V, 347, 348, 359. Pasarella, Daniel. IX, 312. Pasarelli, Bruno. VII, 399; VIII, 144.
Pascal, Blas. X, 53, 126. Pasik, Salo. X, 280. Paso, luan losé. IV, 397; V, 25, 173, 175. Pasquali, Patricia. IV, 346, 423, 424; VI, 489, 512. 564. Pasqualini, Rodolfo. IX, 514, 517. Pasquino, Gian Franco. VII, 398: X, 26, 27, 38. Passaglia, Augusto. VI, 377. Passalacqua, E. VIII, 522; X, 96. Passano, Ricardo. X, 130, 287. Pastells, Pablo. III, 400. Pastor, luan. III, 199, 200. Pastor, Reyna. X, 84. Pastor, Reynaldo. V, 104; VII, 249, 417, 483: IX, 349. Pastor, Sebastián. I, 156. Pastore, Franco. IX, 557. Pastoriza, Elisa M. IV, 158; VI, 256, 257. Pastoriza, Hipólito. V, 319. Pateras de Pescara, R. IX, S64. Paterilini de Koch, Olga. VII, 206. Patemosto, César. X, 228. Patemostro, Néstor. X, 265. Patrite Pacheco, Alonso. III. 376, 377. Patrón Costas, Robustiano. V, 168; VII, 20, 272, 283, 285, 287, 292, 299, 418, 427; VIII, 201.
Patti, Adelina. VI, S31. Paucke, Florian. II, 41, 43, 44,
54, 77,l6l, 185, 187,197. 355, 468; III, 131, 184, 201. 202, 219, 245, 258, 279, 391, 407: VI, 178, 200. Pauliello de Chocholous, Hebe.
X, l6l, Paulo Ill, Papa. II, 408; III, 384, 441
Paulo V, Papa. II, 396. Paumier, lean. l, 359. Paunero, R. l, 230. Paunero, Wenceslao. IV, 449, 455, 458, 459, 460, 466, 467. 468, 470, 490; V, 252. 255. 259; VI, 475.
Pauw. III, 243. Pavese, Cesare. X, ll5. Pavetti, Oscar Américo. VIII. 41. Pavín, Pedro. III, 386. Pavlovski, Eduardo. X, 131. Pavlovsky, Alfredo. D(, 514. Pavón. II, 195. Pavón, Andrés. III, 376. Pavón, Pedro Pablo. III, 406. Pavón Pereyra, Enrique. VII,
Pavoni, Norma L. IV, 425; V, 520. Payá, Carlos. V, 75. 401; VII, 431. Paykin, cacique. II, 36. 199; III, 202, 203, 338, 339. Payne, Guillenno. V, 354, 359; VIII, 366, 374. Payró, lulio. X, 223. Payró, Roberto l. IV, 38; VI, 334, 335, 338, 381, Sl l, S18.
524; X, ll7, 142, l56, 278, 279, 290. Pal, Benjamín. V, 110, 120. Paz, Carlos. IV, 477; VII, 219. Pal. Ezequiel. VI, 500. Paz, Familia. IV, 194; V, 148. Paz, Gustavo. IV, 121. Paz, Hipólito. VII, 387. Paz, lesús H. V, 401. Paz, lose C. VI, 499, 500. Paz, lose María. IV, 304, 309. 379, 382. 383, 387, 388, 389. 390, 391, 392, 394, 395, 410. 4l9, 420, 423, 425, 437. 527; V, 98, 240, 241, 243, 245, 248, 272, 421, 475, 510, 514, 519. 520; VI, 321, 327, 328, 366. 468, 478, 481; X, 127. Paz, luan Carlos. X, 254. Paz. Marcos. IV, 436, 460, 468. 471, 479, 484, 488, 489, 490. 49], 507; V, l2l, 252, 255. Paz, P. VII, 138. Paz, Paulino. lV, 414. 417. Paz, Pepe. V, 124. Paz, Príncipe de la. IV, 227. 228. 229, 230. Paz, Samuel. X, 233. Paz de Gallo, Elmira. V, 292. Paz lllobre. VIII. 94. Paz Serrano, Ana de. ll, 113. Paz Soldán, Mariano. IV. 346. Paz y Figueroa. María Antonia de la. ll, 406, 428. 430; lll. l56, 258, 337: V, 290. Pazos. F. Vlll, S75.
ÍNDICE DE NOMBRES
Pazos Silva, Vicente. V, 365; VI, 457, 458, 460, 486. Pearson, A. V, 494. Peco, Iosé. VII, 272, 275; VIII, 405, 433, 434. Pecoraro, Susú. X, 267. Pécuchet. VI, 426.
Pedernera, Iuan Sebastián. IV, 22, 445, 447, 448, 449. Pedone, Antonio. X, 204. Pedraza, Familia. l, 300. Pedreira, Luis Diego. X, 284. Pedro, Santo. III, 228. Pedro I, Rey de España. I, 293, 295, 297, 305. Pedro II, Rey de Portugal. II, 321, 323, 324. Pedroni, José. X, 114. Peel, Robert, lord. V, 190. Peicovich, Esteban. VII, 353. Peinado, Ioaquín. X, 225. Peirce, Benjamín. VI, 408. Peire, Iaime. II, 207. Pelayo. IV, 241. Pelayo, Félix M. X, 289. Pelele. X, 207. Pelichi, Pedro María, Fray. V, 297, 298, 31 l. Pellegrini, Aldo. X, 115, 223, 228, 233. Pellegrini, Carlos. IV, 25, 26, 31, 146, 214, 477, 478, 516, 519, 521, 523, 524, S25, 526, 527. 528, 530, 532, 536, 537, 538. 539; V, 57, 63, 66, 74, 109, 110, 115, 116, 120, 130, 132, 137, 234, 258, 266, 267, 341, 347, 456, 500, 527, 528; Vl, 71, 142, 162, 251, 252, 253, 354, 407, 502, 524; VII, 520; VIII, 44; IX, 256, 562.
Pellegrini, Carlos Enrique. IV, 78,110,171, 190; V, 365; VI, 53, 133, 134, 135, 140, 351. 354, 357, 358, 384, 394, 395. 406, 407, 509, 522. Pellet Lastra, Arturo. VII, 550. Pellettieri, Osvaldo. VI, 345; X, 135.
Pellicer, Eustaquio. VI, S04, 505. Pellicer, Iaime O. VI, 347. Pelliza de Sagarza, Iosefina. VI, 340. Pelosi, Hebe Carmen. VI, 513; X, 109. Peltzer, Federico. X, 123. Pelvilain, Julio. IV, 118, 124, 165, 192 , VI, 66, 70, 74, 221, 359, 360, 361, 552.
Pena, José. V, 396.
Pena de Matsushita, Marta. V, 44. Penalba, Alicia. X, 225.
Penas, Agustín. VIII, 23 l. Penelón, Iosé Fernando. VII, 410, 41 l. Penna, Carlos Victor. X, 152, 154, 155, 162. Penna, Iosé. IX, S02, 503. Pennington, Miles Stuart. IX, 543.
Penzotti, Francisco. V, 352, 359; VIII, 374. Peña, David. IV, 41, 425; V, 31 l; VI, 337, 444, 445, 446; VII, 501; X, 108. Peña, Enrique. II, 88; III, 131, 31 l; VI, 442, 450, 485; X,l48. Peña, Félix de la. IV, 459. Peña, Fernando M. X, 270. Peña, Gabriela Alejandra. III, 160.
Peña, José de la. III, 386. Peña, Iosé María. VI, 256; IX, 268.
Peña, Iuan Bautista. IV, 441. Peña, Iuana. VI, 543. Peña, Luis Iosé de la. IV, 433, 442, .474; V, 200.
Peña, Milcíades. VII, 139, 294, 359, 468; IX, 208. Peña, Roberto Ignacio. III, 245, 402; V, 399, 400, 436; VII, 498; X, 98. Peña Lillo, Arturo. X, 160, 162. Peña Lillo, Silvestre. VI, 21 l, 228; X, 82, 95. Peña Montenegro, Alonso de la. II, 292, 391; III, 263. Peña Unzué, Alfredo. IX, 315. Peñaloza, Angel Vicente. IV, 420, 426, 457, 458, 459, 460, 461, 473; V, 35, 45, 131, 252; VI, 66, 330, 546; X, 82, 101. Peñaloza, Vera. VII, 35. Peñóñori, Rafael. VIII, 470. Pera, Julián. VIII, 429. Peralta. IX, 326. Peralta, A. IV, 531. Peralta, Gabriel de. III, 445. Peralta, Iosé Antonio de, Fray. Ill, 257, 445. Peralta, Manuel. III, 375. Peralta, Santiago. VII, 99, 102; VIII, 385. Peralta Ramos, Iorge. VI, 363. Peralta Ramos, Mónica. VII, 139.
Peralta Ramos, Patricio. IV, 213; VII, 216. Peralta y Barnuevo, Pedro. III, 256.
Peramás, Iosé Manuel. III, 159, 279, 297, 298, 316, 400. Peraza, Inés. I, 319, 332. Perazzo, Nelly. X, 217. 234, 236. Percas, Helena. VI, 346. Perceval, Iulio. X, 242. Perdía, Roberto Cirilo. VII, 357, 360, 384. Perdriel, Gregorio. IV, 318. Perea, Enrique. IV, 187; VII, 176.
Pereda Valdés, Ildefonso. VI,
Peredo. II, 94, 95. Pereira, Duarte Coelho. I, 361. Pereira, Humberto. IX, 60. Pereira Pintos, Iuan C. VIII, 468. Perelstein, B. X, 65. Perera, Blas. VI, S22. Perero, Angel de. Véase: Perero, Angelo.
Perero, Angelo. II, 195; III, 434. Perette, Carlos. VII, 24, 521. Pereyra. II, 150. Pereyra, Alfredo N. III, 160. Pereyra, Bnmo Francisco. III, 88. Pereyra, Carlos. VII, 487. Pereyra, Ezequiel Federico. V, 207. Pereyra, Gabriel A. IV, 442. Pereyra, Leonardo. VI, 106, 367. Pereyra, Nicandro. X, llS. Pereyra, Washington Luis. VI, 344, 512; X, 133, 197, 198. Pereyra Míguez, Adrián. IX, 539.
Pereyra Salas, Eugenio. III, 130. Pérez, AJ. IV, 507. Pérez, Alberto. V, 168. Pérez, Aldo. V, 400. Pérez, E. VI, 99. Pérez, Enrique S. VII, 270. Pérez, Felipe S. VIII, 461. Pérez, Genaro. X, 219. Pérez, Guillermo. V, 400. Pérez, I. I, 28, 107. Pérez, Joaquín. V, 43, 103; X, 74, 86. Pérez, Iosé Manuel, Fray. IV, 434, 435; V, 328. Pérez, Iosé Ruperto. VI, 479. Pérez, Ioseph. l, 321. Pérez, Luis, Fray. VI, 320, 321, 345, 469. S43.
445
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Pérez, Miguel. X, 268. Pérez, Rafael. I, 470. Pérez Amuchástegui, Antonio I. IV, 424, 507; V, 44; VI, 449; X, 100, 108. Pérez Brito, Iosé. II, 59, 72. Pérez Bugallo, Rubén. VI, S61. Pérez Celis. X, 228. Pérez Colman, César. II, 45. Pérez de Cuellar, Javier. VII, 393; VIII, 287, 289. Pérez de Espinosa, Juan. II, 105, 161, 401. Pérez de Grado, Lorenzo. III, 442. Pérez de Guzmán, Fernán. l, 313. Pérez de Mendoza, Iñigo. I, 313. Pérez de Micou, C. I, 230. Pérez de Salazar, Alonso. III, 428. Pérez de Smith. VII, 506, 544. Pérez de Tudela. II, 157. Pérez de Tudela y Bueso, Juan. II, 179. Pérez de Urdinenea. IV, 343. Pérez de Zorita, Juan. l, 403, 404, 406, 415, 416, 421, 433, 447; III, 431. Pérez de Zurita, Iuan. Véase: Pérez de Zorita, Juan. Pérez del Viso, Nicolás. III, 146, 439. Pérez Díaz, Víctor. VII, 400. Pérez Diez, A.D. VII, 150. Pérez Embid, Florentino. I, 348. Pérez Esquivel, Adolfo. VII, 399; VIII, 355, 356. Pérez Fuentes, G. IV, 481. Pérez Funes, Carlos. VIII, 75. Pérez Guilhou, Dardo. I, XXI; IV, 246, 424, 508, 509; V, 13, 42, 43, 44, 45, 102, 103, 104, 430, 436, 538; V1, 450; VII, 398, 465, 473, 509. S10, 552, 556; VIII, 94, 461, 467, 468, 469: 1X, 446; X, 30, 98. Pérez Holguín, Melchor. III, 341. Pérez Jiménez, Marcos. V11,
Pérez Leirós, Francisco. VII, 281, 476; 1X, 218, 222. Pérez Lledó, Juan. VIII, 424, 442. Pérez Menacho, Juan. ll, 409. Pérez Meroni, Mercedes. l, 207. Pérez Moreda, Vicente. ll, 145. Pérez Perdella, Agustin. X, 13 l.
Pérez-Pérez, Alejandro. I, 79. Pérez R., Eduardo E. V1, 165. Pérez Ruano, Benito. IV, 501. Pérez Valiente de Moctezuma, Antonio. X, 209. Pérez y Ascasubi. VI, 312. Pérez Zelaschi, Adolfo. X, 123. Periés, Jorge. IX, 531. Perina, Emilio. VII. 355. Perina, Rubén. VII, 357, 359, 470; VIII, 143, 144. Perinetti, Héctor. IX, S18. Peripí, Felipe. III, 209. Perkins, Gastón. 1X, 324. Perkins, Guillermo. VI, 498; IX, 271. Perlender, Pablo. IX, 515. Perlongher, Néstor. X, l l6. Perlotti, Luis. X, 223. Perón, Eva. Véase: Duarte de Perón, María Eva. Perón, Isabel. Véase: Martínez de Perón, María Estela. Perón, Juan Domingo. VII, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 36, 39, 97, 108, ll6, 142, 157, 184, 188, 198, 200, 201, 204, 168, 212, 293, 294, 295, 301, 302, 303, 304, 305, 306, 307, 308, 309, 310, 31 l, 312, 313, 314, 315, 316, 317, 318, 319, 320, 321, 322, 323, 325, 326, 327, 329, 330, 331, 332. 333, 334, 335, 336, 337, 338, 339, 340, 344, 346, 347. 348, 349, 350. 351, 352, 353, 354, 355, 356, 358, 359, 367, 368, 369, 370, 371, 373, 374, 375, 377, 378, 379, 380, 381, 383, 397, 398, 400, 432, 435, 436, 437, 438. 439, 440. 441, 442, 443, 444, 445, 446, 447, 448, 449, 450. 452, 453, 455, 458, 460, 461, 462, 463, 466, 467, 469, 484, 485, 486. 488, 489, 492, 493, 494, 495, 503. 508, 510, 516, 517, 519, 522, 525, 526, 528, 529, 531, 534, 535, 537, 540, 541, 545. 548; Vlll, 25, 26, 27, 28, 29, 33, 4], 62, 63, 64, 66, 68, 69, 70,118, 121, 122, 123.124.128.130, 131, 132, 134, 135, 137, 138, 143, 167. 209, 213, 214. 216. 217, 218, 219, 220, 221, 222, 223, 224. 225, 226, 231, 233. 241, 242, 243, 244, 249, 250, 253, 254, 270, 330, 348, 350, 351, 370, 374, 430, 432, 435, 438, 453,
454, 457, 463, 464, 491, 508, 511; IX, 41, 42, 43, 44, 49, 51, 57, 75, 88, 96, 98, 99, 100,
101.102.106.107, 109,110, lll, ll4, 120, 122, 162, 203, 222, 223, 224, 225, 226, 227, 228, 229, 231, 232, 233, 234, 236, 239, 241, 242, 243, 327, 346, 347, 349, 350, 356, 357, 361, 376, 379, 380, 385, 386, 388, 392, 405, 406, 407, 409, 410, 422, 437, 439, 447, 448, 454, 474, 475, 477, 480, 486, 489, 536, 550, 551, 575, 576; X, 97, 98,122, 178, 181,182,
184,186, 187,188,199, 231, 262, 282. Perren. Jorge. VII, 354; VIII, 244. Perrin, Michel. VII, 177.
Perrine, Charles Dillone. IX. 540, 544, 549. Perrone. Angel. 1X, 370. Perrutti, Carlo. IV, 430. Pertjné, Basilio. VIII, 197. Perutz, Leo. X, 259. Pescador, Carmela. l, 323. Pescio, Cristina. IX, 60. Pessoa, Fernando. X, llS. Pestalardo, Agustin. V, 401; V111, 413, 424, 443.
Pestraña y Chumacero, Iuan Francisco de. III, 435. Peters, Harold. IX, 148. Peterson, D. I, 229. Peterson, Harold F. V, 235. Petit, C. V1, 513. Petit de Murat, Ulyses. 1X, 337;
X, ll4, 122. 260, 261. Petraglia, Jorge. X, 287. Petrarca, Domingo. ll, SS, 59; Ill, 247, 414. Petrecolla, Alberto. IX, 8]. 102, 115.
Petrey, cacique. IV, 170.
Petris, Martín de. lll, 154. Petrolle, Billy. 1X, 326. Petrone, Francisco. X, 259, 260, 261.
Pettinato, Roberto. Vlll, 49], 492.
Pettoruti, Emilio. Vll, 38; X, 208, 209, 217, 223. Peuser, Jacobo. 1V, 196, 202; V, 135; VI. 518; X, 150, 151, 216. Peverini. Néstor A. V. 359. Peyret, Alejandro. V, 369.
Peymu, Manuel. X, l2l.
ÍNDICE DE NOMBRES
Pezuela, Joaquín de. IV, 302, 306, 307, 310, 327, 336. 337. 339; V, 21.
Pezzoni, Enrique. X, 129, 132, 177.
Pfandl, Ludwing. VI, 560. Phelps, Dudley. IX, 147. Phelps, Vernon L. IX, 125, 128, 132, 146, 149. Phillips, William D. (h). I, 323. Pi, Juan. X, 250. Piaggi, Italo A. VIII, 299. Piaggio, Agustín. V, 310. Piana, Ernesto Luis. I, 233, 255,
256, 257, 5ll. Piana, Sebastián. IX, 273. Piana de Cuestas, Josefina. I, 158, 505; III, 59, 100. Piazzolla, Astor. IX, 273. Picasso, Pablo Ruiz. X, 205, 225. Picchio, Ana María. X, 266. Piccirilli, Ricardo. IV, 158, 378; V, 43, 271, 400; VI, 486; X. 93, 162. Pichihuinca, cacique. IV, 174. Pichiloncoy, cacique. IV, 169. Pichón-Riviere, Enrique. IX, 516.
Pickenhayn, Iorge O. X, 253. Pico. VII, 21. Pico, César. VII, 271, 421. Pico, Francisco. V, 197, 333, 335, 419; VI, 466, 474. Pico, O.M. IX, 506. Pico, Octavio. V, 230; VII, 270, 272.
Pico, Pedro E. X, 129, 279. Pico, Tomás. VII, 426. Piedra, Iuan de la. II, 40. Piedrabuena, Bernabé. IV, 412, 413; V, 284.
Pien, Sandra. VIII, 21 l. Pierri, Orlando. X, 21 l. Pierrou, Enrique I. VIII, 178. Pietrantonío, Ricardo. VIII, 374.
Pietris, Martín de. III, 351. Pietschmann, Horst. II, 247, 279, 315. Pigaffeta, Antonio. III, 405. Piglia, Ricardo. X, 124, 194. Pillado, José Antonio. III, 129, 160, 279; VI, 517; X, 148. Pilone, Jorge. VII, 321; IX, 242. Pimentel, Francisco. III, 351. Pinaroli. IV, l9l. Pinazo, Manuel de. II, 195. Pincén, cacique. IV, 174. Pincheira, Familia. I, 177.
Pineau, Pablo. IX, 454. Pineda, Antonio. III, 410, 419. Pineda, Iosé María. X, 214. Pinedo, Federico. IV, 474, S31; V, 140; VII, 19, 20, 31, 32. 238, 261, 269, 270, 273, 279, 280, 284, 285, 296, 318, 410, 508; VIII, 48, 54, 506, 507, 507, 508, 513, 520, 523, 534. 537, 540, 541, 542, 544, S48; IX, 29, 73, 88, 96, 97, 98, 110, 114, 371, 463. Pinedo, José María. V, 193, 194 Pinillos, Teófilo. II, 430. Pino, Ioaquín del. II, 59, 83, 244, 348, 373, 374; III, 115, 122, 378, 395, 414, 438; IV, 256.
Pino Díaz, Fermín del. III, 419. Pinochet, Augusto. VII, 364, 376, 378, 386, 399, 505; VIII, 256.
Pinter, Harold. X, 130. Pinti, Enrique. X, 282. Pinto, Familia. V, 148. Pinto, Francisco Antonio. VI, 476.
Pinto, Iuan. X, 132. Pinto, Manuel Guillermo. IV, 403.
Pinto, Octavio. X, 214. Pinto de Salem, Viviana. X, 134. Pinzón. Véase Yañez Pinzón, Vicente.
Piña, Cristina. X, 129, 134. Piñeiro, Elena. VII, 431, 468. Piñero, Miguel. VI, 475. Piñero, Norberto. V, 373, 391, 504; VI, 274, 439, 440, 441, 446; VII, 251. Piñero, Parmenio. VI, 380. Piñero, Roberto. VII, 521. Piñeyro, Vicente. III, 357. Pío V, Papa. II, 386, 392, 396. 397, 408; III, 442, 446. Pío VII, Papa. IV, 26; V, 313. Pío VIII, Papa. V, 320. Pío IX, Papa. IV, 442; V, 53, 278, 280, 294, 318, 327, 330, 332; VIII, 446. Pío X, Papa. V, 304; VI, 388; VIII, 325; X, 240. Pío XI, Papa. VIII, 317; IX, 374. Pío XII, Papa. VII, 313; VIII, 319, 321. Piossek, Adolfo. VII, 284. Piossek Prebisch, Teresa. I, 408, 444, 475. Piquet, Andrés. III, 419.
Piragino, María Teresa. III, 279. Pírán, Iosé M. IV, 433. Pirandello, Luiggi. X, 129, 280, 281.
Pironio, Eduardo. VIII, 337, 338, 342, 346, 353. Pirosky, Ignacio. IX, 519, 520, 521, 522, 530, 553. Pirovano, Ignacio. VI, 378. Pisano, Natalio I. IV, 508. Pisarello, Roberto S. VIII, 143; IX, 496. Pisarro, Camille. VI, 369. Pisarro, Mateo. III, 337, 338, 340.
Piselli, Fortunata. VII, 140. Pistarini, Iuan. VIII, 153. Pistarini, Pascual. VIII, 236, 237, 254. Pistoia, Benito H, Fray. II, 208, 430. Pistone. I. Catalina. I, 443; II, 181.
Pistonesi, José. VIII, 372. Pita, Enrique B. X, S5. Pita, Valeria Silvina. VIII, 495. Pitteli, Celia A. IX, 422. Pitts, Fountain. V, 349. Pivel Devoto, Iuan E. IV, 269; VI, 38. Pizarnik, Alejandra. X, 115, 116.
Pizarro, Félix. III, 375. Pizarro, Francisco. I, 78, 98, 373, 374, 375, 376, 378, 379, 387, 395, 477; VI, 372. Pizarro, Francisco D. V, 120, 122.
Pizarro, Gonzalo. I, 405, 439. Pizarro, Hernando. I, 387. Pizarro, Manuel D. V, 59, 71, 126, 129, 132, 306, 335, 336. Pizarro, Modestino. VII, 274. Pizzurno, Pablo. VI, 299, X, 154.
Plá, Alberto I. X, 84. Plá, Cortés. IX, 549. Plá, Roger. X, 122, 266. Planas Casas, Iosé. X, 214. Planas Viader, Jorge. X, 222. Planes, Francisco. VI, 458. Planiol. VIII, 409. Plantich, Nicolás. III, 385. Plate, Leonor. VI, 274. Platón. II, 447. Platt, D.C.M. VI, 169, l7l, 256; IX, 31, 82. Platte, Leonor. IX, 493.
Platzeck, Ricardo. IX, 544. 447
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Plavnik, Baruj. VIII, 396. Plaza, Antonio. VIII, 341, 342, 343. Plaza, Fortunato de la. VII, 216. Plaza, Ramón. X, 116. Plaza, Victorino de la. IV, 26, 439, 500, 527; V, 110, 135. 136, 140, 258, 426, 487; Vll, 78, 91, 236, 247, 515; VIII, 45, 99; IX, 425. Plaza Montero, Alejandro. IV, 468. Plejanov, Gueorgui Valentínovich. X, 213. Plessl, Sigfrido M. VIII, 274. Plinio. III, 276. Plotkin, Mariano. VII, 323, 352, 354, 355, 356, 359, 466, 469; VIII, 494. Pluche. III, 263, 265. Pochiettino, M. L. l, 107. Poczter, R. VI, 274. Podestá. VIII, 257. Podestá, Blanca. X, 279. Podestá, Familia. X, 273. Podestá, Jerónimo. VIII, 342; X, 277, 278. Podestá, Jorge. Vll, 139. Podestá, Iosé ]. VI, 253, 336; X, 278.
Podestá, Manuel. VI, 253, 335. Podestá, Pablo. VI, 253. 345. Podestá Costa, Luis. VIII, 101. Podetti, José Ramiro. VIII, 405. Poduje, María l. VII, 175. Poenitz, Alfredo LE. II, 125, 468. Poenitz. Erich L. W. II, 181, 468.
Poggi, Raúl. Vlll, 231. Poínsett, Joel. V, 178. Poirier, Iosé Maria. VIII, 360. Poisson. VI, 406. Poivre, Francisco. VI, 416. Polak, Laura. IX, 497. Polak, Moisés. IX, S14, 532. Polesello, Rogelio. X, 227. Poletti, Sylvia. X, 123. Poli, Manolita. X, 274. Politis, Gustavo. l, 206, 207, 284. Polizzi, Juan. Vll, 483. Pollo, Aniceto el. VI, 329.
Polo de Franco, Carmen. Vlll, 134.
448
Poma de Ayala y Betanzos, Guamán. l, l02, 108, 273. 402, 447; ll, 312. Pomar, Gregorio. Vll, 272; Vlll, 60.
Pombo de Otero, Francisco. III, 257, 277. Pomerat, Charles. IX, 514. Pommeroy. V, 38. Pompert de Valenzuela, María Cristina. VI, 427, 449, 451, 512; IX, 424. Ponce, Aníbal. VII, 290; X, 44, 125.
Ponce. Blas. I, 388, 433. Ponce, Pedro. VI, 471. Ponce de León, Gabriel. III. 443. Ponce de León, Iuan. I, 347. Poncini, Familia. IV, 191. Pondal Ríos, Sixto. X, 260.
Ponferrada, Iuan Oscar. Vlll,
324; X, ll4 , l3l. Pons, Albertina A.S. IX, 403. Pons, Horacio. VII, 357. Pons, Iosé. I, 79. Ponsonby. lohn. V, 196. Ponte, Federico N. del. IX, 435. Ponte, Jorge Ricardo. l, 463, 475; IV, 216. Ponting, Clive. Vlll, 299. Pontoríero, Gustavo. VII, 360, 470. Ponz, Antonio. II, 225. Ponzo, Alberto L. X, ll6. Pooli, Leopoldo. VIII, 395. Popescu, Oreste. Il, 467; V, 44; Vlll, 51 l, 512, 513, 520, 522. Popolizio, Enrique. IV, 480; VI, 347. Popper, Julio. VIII, 161, 486. Poquelin, Iean-Baptiste. Ill, 263; X, 288. Porcel. Ill, 361. Porcel, Iorge. X, 265, 267. Porcelli, Luis. Vlll, 118.
Porchia, Antonio. X, llS. Porlier, Antonio. ll, 220. Porretti, Carlos. lll, 161. Porro Girardi, Nelly Raquel. lll. 130, 133,161,162, 448. Portalis, barón de. VI, 88; IX, 194.
Portantiero, luan Carlos. V, 74; Vll, 142, 296, 321, 468; IX. 242; X, 22, 35, 97, 191. Porter, S. l, 229. Portillo, Eugenio del. lll, 320, 321.
Portillo, Gregorio. Vlll, 167. Portillos, Alfredo. X, 23]. Portnoy, Antonio. V], 273. Porto, Alberto. IX, 112, 114. Porto, Aurelio. ll. 467.
Portocarrero, Felipe. IV, 157. Porrogalo, José. Véase: Ananía, Pablo.
Portugués y Monente, Iosé Antonio. II, 360. Posada, Abel. VI, 345. Posada, Adolfo. VIII, 409; DK, 462; X, 32. Posadas, Abel. X, 269, 270. Posadas, Alejandro. Vl, 532. Posadas, Gervasio Antonio. IV, 291, 294, 304, 305, 306, 317, 355, 356, 358; V, 177; VI, 34, 315. Posadas de Mayer, Dolores. VI, 354. Posse. Abel. X, 124. Posse, Familia. V, 148, 168. Posse, Filemón. IV, S15; V, 55, 338. Posse, José. IV, 446, 480, 497; V, 257. Posse, lose María. V, 168. Posse, Justiniano. IV, 458, 459, 460 Posse, Vicente. VI, 87. Posse, Wenceslao. Vl, 87, 138. Postlethwaite, Familia. IV, 188.
Potash, Robert A. Vll, 264, 268. 291, 292, 294, 321, 337, 352. 355, 398, 400, 432; Vlll, 180, 209, 213, 243, 244, 579: X, 33. 98.
Potick, Dora. IX, 505, 506, 510. Pouget. V, 303. Poujade. Ruth A. l, 132. Poviña, Alfredo. Vl, 558; X, lS. 16.
Powell, Bingham. X, 27. Powell, David R. Vlll, 374. Powell, F. VIII, 542. Poyo, Baltazar del. lll, 378. Pozo, Alonso del, Fray. Ill. 375. Pozo, Felipe Santiago del. lll, 378.
Pozo, Iosé del. lll, 41 l. 412. Pozo y Marquy. lose del. ll, 59. Pozo y Silva, Alonso de. lll. 443. Pozzi, Pablo. Vll, 359; IX, 242. Pozzi, Santiago. VI, 416.
Pouo. ll. S3.
Pozzo, Antonio. V, 253; Vl, 358. Prada, Alfredo. IX. 327. Prada y Gayoso, Juan de. lll, 381.
Pradere, [uan A. Vl, 383. 487. Praderio, Antonio. VI, 346, 488. Prado, l. l. 205.
ÍNDICE DE NOMBRES
Prado, Ioao Fernando de Almeida. I, 364. Prado Maldonado, Manuel de. III, 429. Prado y Rojas, Aurelio. IV, 422. Prados Arrarte, Jesús. IX, 148. Prati, Lidy. X, 217. Pradt, abate de. IV, 222, 246; V, 82; Vl, 461. Prats, Eugenio. I, 79. Prats, Iaime. I, 165. Pré, Gran. IV, 235. Prebisch, Alberto. VII, 182, 284; X, 208, 210. Prebisch, Raúl. V, 503, S04 , VI, 168; VII, 31, 32, 280; VIII, 129, 501, 503, 505, 506, 507, 508, 509, 510, 511, 512, 513, 515, S20, 521, 522, 523, 534, 537, 543, 544, 547, 548; IX, 82, 100, 104, 107, 112, 114, 137, 206, 580, S83; X, 17, 90. Prego de Oliver, Iosé. III, 303, 329.
Preler, Horacio. X, 116. Prelorán, Iorge. VII, 39; X, 265, 270.
Presas, Leopoldo. X, 21 l. Preston Whitaker, Arthur. V, 207. Pretto. VI, 194. Prévert, Iacques. IX, 349. Prevost, Iohn B. V, 182. Prevost Parado]. V, 38. Priestley, lohn Boynton. X, 280. Prieto, Adolfo. VI, 348; VIII, 495; IX, 361; X, 128, 160, 161, 198. Prieto, Agustina. V, 168. Prieto, Aldo. I, 206. Prieto, Helios. VII, 359. Prieto, María del Rosario. I, 180; II, 207. Prieto, Ramón. VII, 355. Prieto y Pulido, Facundo de. lll, 249, 255, 266, 276. Prignano, Angel O. VII, 231. Primatesta, Raúl Francisco. Vlll, 338, 341, 342, 343, 349, 352, 353. Primo de Rivera, Iosé Antonio. VlI, 420, 424, 462. Primo de Rivera, Miguel. Vll, 266. Prímoli, Juan Bautista. II, 58, 62, 66; Ill, 414. Prince. IX, 307. Princen, Thomas. VIII, 144. Prins, Enrique. VI, 384.
Prior, Alfredo. X, 231. Priora, Juan C. V, 359. Pro, Diego F. V, 41, 42, 368, 400. 401; lX, 494; X, 56, 65. Probst, luan. lI, 430; III, 130, l6l, 246, 278, 401. Prócuro. VIII, 469. Proensa Brochado, José. I, 133. Prono, Nelly. X, 267. Pronsato, Domingo. X, 221. Proteo. IX, 208. Prou, Charles. VIII, S16. Proudhon, Pierre-Joseph. V, 458; VI, 417. Proust, Marcel. X, 122. Provenzano, Sergio D. VI, 344, 512; IX, 361; X, 165, 166, 170, 195.
Púa, Carlos de la. X, ll7. Puccí, Roberto. VI, 99. Pucciarelli, Alfredo R. IV, 131; Vl, 63, 124, 125; VII, 38, 359,
469; IX, 31, 59, 2ll. Pucciarelli, Eugenio. X, 47, 58, 60, 61. Pucciarelli, H. I, 230. Pucciarelli, Mario. X, 224. Puccini. VIII, 155, 156. Puccini, Giacomo. VI, 253. Puch, Manuel de. IV, 436. Puchta, Iorge Federico. V, 371. Puelma, Guillermo. IX, 514. Puente, Alejandro. X, 228. Puentes, Gabriel A. X, 81. Puentes, Gabriela. IV, 424. Puert Sarmiento, Iavier. III, 419. Pueyrredón, Alfredo. III, 401. Pueyrredón, Carlos A. X, 157,
405, 436, 437, 438; Vl, 513; VIII, 441, 445, 467, 579. Pugliese, Osvaldo. IX, 273. Puhle, Hans Iürgen. III, 29. Puig, Francisco. III, 417. Puig, Juan. VlI, 374. Puig, Iuan Carlos. V, 234; VIII, 142.
Puig, Juan de la Cruz. III, 310; VI, 344. Puig, Manuel. X, 124, 144, 264. Puig Samper, Miguel Angel. III, 420. Puiggarí, Miguel. VI, 420; IX, 536.
Puiggrós, Adriana. IX, 421, 423, 454, 455. Puiggrós, Rodolfo. VII, 20, 263, 294, 375, 429, 430, 451; IX, 147, 489; X, 24, 82. Pujato, Hernán. VlII, 167,168, 169, 178. Pujol, Juan. IV, 446, 450; V, 297; VI, 434. Pujol, Sergio. lX, 268, 391. Pulgar, Fernando del. I, 291. Pulitzer, Joseph. VI, 492. Punta, Ana Inés. IIl, 92, 100. Pupo-Walker, Enrique. III, 312. Purvis, I.B. V, 190. Puvis de Chavannes, Pierre. VI, 369, 373. Puyol, Carlos. III, 186. Puzzovio, Dalila. X, 227. Py, Eugenio. X, 255. Py, Luis. V, 262. Pyenson, Lewis. IX, S56. Pyle, Iane. lI, 89, 90, 93, 122.
163.
Pueyrredón, Diego. II, 174. Pueyrredón, Familia. Il, 66. Pueyrredón, Feliciano. II, 176. Pueyrredón, Honorio. VII, 235, 245, 254, 272, 275; VIII, 101, 108, 182, 487.
Pueyrredón, Iuan Martín. II, 174; Ill, 252; IV, 170, 272, 273, 275, 276, 297, 307, 303. 309, 320, 321, 325, 333, 355, 356; V, 22, 81, 182, 184, 195, 346; VI, 24, 363, 460, 519; VII, 18. Pueyrredón, Prílidiano. IV, 39, 209, 370; Vl, 363, 364, 384. Pueyrredón, Ricardo. lX, 381, 382. Puga, Vasco de. II, 293. Pugliese, María Rosa. II, 315; V,
Q
Quadros, Ianio. VIII, 137. Quarracino, Antonio. VIII, 337, 339, 345, 352, 355, 359. Quattrocchi-Woisson, Diana. Vl, 450, 513; VII, 297, 323; IX, 361; X, 108, 165, 196, 199, 291.
Queirós, Eca de. X, 157. Quellet, Ricardo L. VIII, 21 l. Queluz, marqués. V, 196. Quentin, Carlos. VI, 504. Queraltó, Juan. VII, 290. Quereilhac, Matilde. VI, 562. Quereilhac de Kusrrow, Alicia C. Vl, 559, 561, 562; IX, 292. Querini, Manuel. III, 315. Quesada, C. VI, 62.
Quesada, Ernesto. IV, 40, 41; V, 449
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
66, 97, 104, 373; VI, 331, 381. 419, 436, 437, 438, 439, 440, 441, 446, 449, 450, 51 l, 520, 521; VII, 473; VIII, 404, 412, 413, 415, 436, 444; X, 15, 16, 69, 77. Quesada, Femando. VII, 430. Quesada, Gaspar. I, 344. Quesada, Iuan Isidro. III, 159. Quesada, Sixto. V, 503. Quesada, Vicente G. II, 350; III, 356, 399; IV, 474; V, 337, 338, 339, 386, 419; VI, 21 l, 222, 227, 255, 331, 431, 432, 433, 434, 435, 440, 441, 497, 510. 511, 512, 516, 517; X, 148; 153.
Quesada Allué, Luis A. IX, S33. Quesnay, Francois. V, 14, 450, 456. Quevedo, Francisco de. Ill, 263, 292. Quevedo, María. V, 350. Quevedo Paiva, Adolfo. VIII, 178
Quijada, Hermes. Vll, 25; VIII, 172.
Quijada, Mónica. VII, 431. Quijano, Iuan Hortensio. VII, 21. 521; VIII, 68. Quilchamal, Agustina. VII, 165. Quilchamal, Manuel. VII, 163, 164, 176.
Quiles, Ismael. III, 399; VII, 38; VIII. 334; IX, 482; X, 55. Quimichi, Sebastián. III, 336. Quin, Arden. IX, 345. Quinet, Edgar. V, 52. Quinquela Martín, Benito. VII, 39; x. 204. Quintana, José de la. V, 290. Quintana, Manuel José. IV, 26, 239, 467, 526, 530; V, 37, 39. 59, 62, ll0, 120, 126, 132. 134, 135, 384, 460; Vl, 313, 456; Vll, 520, 522; VIII, 48. Quintana, Raúl. lll, 279, 330, 33 l.
Quintana, Tomasa de la. VI, 522
450
Quintanilla, Antonio. IV, 345. Quintanilla, l. de. l, 347. Quintanilla Raso, María Concepción. I, 323. Quintar, Juan C. VIII, 75. Quinterno, Dante. IX, 341. Quinterno, Lázaro. I, 472. Quinteros, Guillermo. Vl, 64. Quintuleo, cacique. IV. 170.
Quínziano, Pascual. X. 270. Quiñones, Aba. VIII, 333. Quiñones y Osorio, Luis de. l, 467; HI, 432. Quipildor, cacique. l, 28, 95, 281.
Quirino Pasqualini, Rodolfo.
Rabbi-Baldi Cabanillas, Renato.
Rabelo, luan. III, 164. Rabey, Mario. VII, 173, 174. Rabián. V1, 420. Rabinovich, Ricardo D. Il, 315. Rabossi, Eduardo Antonio. X, 57.
IX, 530.
Quirno Costa, Norberto. V, 224, 225. 226, 231; VII, 417. Quiroga, A. l, 94, 107. Quiroga, Atenorio. IX, 536. Quiroga, Berta Susana. VIII, 75. Quiroga, Camila. X, 256, 284. Quiroga, Carlos B. X, 119. Quiroga, Cicerón. IV, 458. Quiroga, Gabriel. VI, 343; VII, 420.
Quiroga, Héctor. X, 256. Quiroga, Horacio. VII, 38; X, 119, 142.
Quiroga, Hugo. VII, 399, 471, 510.
Quiroga, Iosé. III, 405, 410. 41 l. 413. Quiroga, Juan Facundo. IV, 20, 172, 372, 382, 383, 387, 388. 389, 390, 394, 395, 399, 400. 401, 404, 405, 409, 410, 41 l. 423, 425, 426, 428; V, 27, 30. 87, 98, 99, 104, 243, 421, 510. 519, 520; VI, 444, 546, 557; X, 95.
Quiroga, Marcial l. IX, 530; X, 95.
Quiroga, Nélida. X. 287. Quiroga, Pablo de. ll, 33. Quiroga, Ramiro de. l, 400. Quiroga, Rodrigo de. I, 415, 427.
Quiroga de la Rosa, Manuel. V, 406; VI, 473. Quiroga Carril, Manuel Gregorio. V. 319. Quiroga Lavié, Humberto. Vl, 347.
Quiroga Sarmiento, lose Manuel Eufrasio. V. 281, 326, 327.
Quirós. VI, 382. Quirós, Cesáreo Bernaldo de. X, 202, 225. Quiróz, Servando. IV, 205. Quiróz Martinez, Olga. lll, 399. R
Racciatti, Carmelo. V, 359; VIII, 373.
Racedo, Eduardo. IV, 478, 527; V, 263.
Rachmaninov, Serguéi Vasilievich. IX, 258, 261. Rada, Andrés de. lll, 383, 384, _ 388, 389. Radaelli, Sigfrido A. ll, 85. Rademaker, Iohn. IV, 289; V, 175.
Radicella, Renato. IX, 531. Radnitz, Gerry Theresa. IX. 516. Radovanovic, Elisa. IV, 216; Vll, 207, 230; X, 20], 291. Radovich, Juan C. Vll, 176, 177. Radowitzky. Simón. VIII, 487. Rafael. Vl, 352. Rafael, Santo. Ill. l57. Rafart, Gabriel. VII, 109; VIII, 75.
Raffino, Rodolfo A. l, 80, 83. 106, l07, 108, 259, 284, 51 l. Raffo. Nello. X, 214. Raffo, Santiago. X. 214. Raffo de la Reta, ].C. V, 272. Rafú de Moyetta. VIII, 94. Rahhal, Safiuddln. VIII, 385. Rama, Angel. Vl, 345. Ramalho, Joao. l, 359. Ramallo, Carlos M. VIII, 500. Ramallo. lorge Maria. Vl, 273. 274: IX. 454. Ramella, Pablo A. Vll, 498. 508; Vlll, 4|, 65, 67. 324. Ramella de lefferies, Susana. V, 102, 103; VII. 296; VIII. 41. Ramírez, Francisco. IV, 334. 362, 363. 364, 365. 366, 377: V, 89. 103. 229, 237, 272, Sl9. 520, 524; Vl, 479. Ramirez, Juan. IV. 303. 307. 336, 384. Ramirez, Luis. l. 29: lll, 409. Ramirez. Pedro Pablo. Vll, 20. 21, 292. 293. 299, 300. 301. 321, 545; Vlll. 106, 201. 214. 215. 216. 462; lX. 439. Ramirez de Arellano, Felipe. lll. 36.
Rabanal, Rodolfo. X, l24. Rabasco, lose. lll. 367.
Ramirez de Arellano, lose Vicente. V, 330.
ÍNDICE DE NOMBRES
Ramírez de Velasco, Juan. I, 106, 279, 432, 433, 434, 435. 439, 441, 449, 460, 467, 484, 485, 492; II, 93, 96, 97, 98; III, Sl, 160, 216, 427, 432. Ramírez García, Félix. VII, 425. Ramón y Cajal, Santiago. IX, 513.
Ramoneda, Francisco. X, 220. Ramorini, Iuan. VI, 415, 418. Ramos, Cándido. III, 29. Ramos, Iorge Abelardo. VII, 294, 297, 360, 429, 445, 451; VIII, 209; X, 24, 35, 82. Ramos, Joseph. IX, 92. Ramos, Iuan P. V, 70, 102, 103, 167, 436; VI, 273, 275, 307; VII, 83, 422, 423; VIII, 433; IX, 400. Ramos, Julián. X, 258.
Ramos Correa, Daniel. X, 225. Ramos Feijoo, Claudio. VIII, 468. Ramos Foster, Virginia. VI, 344. Ramos Mejía, Exequiel. IV, 536, S39; V, 140.
Ramos Mejía, Familia. VI, 245. Ramos Mejía, Francisco. IV, 169, 170; V, S9, 373.
Ramos Mejía, Gregorio. III, 377.
Ramos Mejía, Horacio. III, 399. Ramos Mejía, Ildefonso. V, 90. Ramos Mejía, Iosé Francisco. V, 61
Ramos Mejía, Iosé María. IV, 98; V, 70, 373; VI, 339, 406, 419, 420, 421, 424; VII, 85; IX, 398, 399; X, 23. Ramos Mejía de Bunge, Constanza. Vl, 252. Ramos Pérez, Demetrio. II, 279, 380; IV, 244, 246. Ramos Sosa, Rafael. III, 129. Rampolla, Mariano. V, 339. Ramponi, Juan Enrique. X, 114. Rams y Rubert, Esteban. IV, 439, 443. Ramus, Carlos Gustavo. VIII, 347.
Randle, Patricio. IX, 496. Rane, lean. II, 322. Ranea, Guillermo. VI, 275. Ranís, Gustav. IX, 112. Ranís, Peter. VII, 322. Ranke, Leopold von. X, 79. Ranney. X, 33. Rapallo, Armando. X, 270. Rapetti, Martín G. VIII, 521.
Rapoport, Mario. V, 235; VI, 97; VIH, ll7, 118, 142, 143, 144; IX, 30, 80, ll5, 132, 146, l47, 148, 182. Ras, Norberto. II, 167; lX, 59. Rascovsky, Arnaldo. IX, S16. Rasimi, Madame. X, 282. Rasini, Beatriz. II, 124, 140, 146.
Rasore, Antonio. VI, 502. Raspanti. VIII, 339. Rasqui, Jaume. Véase: Rasquín, Jaime. Rasquín, Jaime. l, 198, 383, 399, 408. Ratliff, William E. VII, 353, 469. Rattenbach, Augusto B. VIII, 209. Rattenbach, Benjamín. VII, 393; VIII, 232; X, 22. Ratti, Egisto. VII, 230. Ratto, Héctor R. IV, 312. Ratto de Sambucetti, Susana. IV, 509; X, 95. Ratzel, José. II, 368; VII, 468. Rauch, Enrique. VIII, 233. Rauch, Federico. IV, l7l. Rava, Horacio G. V, 169; IX, 342. Ravenet, Iuan. lI, 167; III, 171, 187.
Raventos, Catalina “Catita”. X, 277. Ravignani, Emilio. I, 407; II, 280, 350; HI, 48, 99, 103, 160, 401; IV, 376, 377, 422, 423, 450; V, 28, 43, 101, 102, 103, 104, 138, 206, 435, 461; Vl, 446, 449; VU, 272; VIII, 504, 506; X, 68, 69. 71, 73, 84, 86.
Ravina, Aurora. VI, 429, 450, 564; VIII, 94; X, 168, 291. Ravines, R. I, 284. Raviña, G. I, 107. Rawson, Arturo. VII, 20, 293, 299, 321, 347, 368; VIII, 201. Rawson, Aman. V, 348. Rawson, Arturo. VIII, 201, 214, 215.
Rawson, Benjamín Franflin. VI, 354, 355, 362. Rawson, Guillermo. IV, 138, 468, 475, 484, 490, 497; V, 39. 120, 129; Vl, 362, 421. Raynal, Guillaume Thomas. IV, 221, 222, 225; V, 444; VI, 209, 456, 461. Razori, Amilcar. I, 474; II, 86. Razzano, Gardel. IX, 256.
Ré, Pedro Mateo Rafael. IX, S 18.
Reagan, Ronald. VII, 389, 392; VIII, 131, 259, 260, 276. Réal de Azúa, Gabriel Alejandro. VI, 313, 328. Réal de Curban. III, 265; V, 26. Rebollo Paz, León. IV, 451; VIII, 74.
Rébora, Iuan Carlos. VIII, 405, Reboratti, Carlos. VII, 177. Rebuelto, Emilio. VI, 201. Rebuffo, Víctor. X, 214, 219. Reca, Lucio G. IX, 59. Reca, Telma. IX, 516. Recansens Siches, Luis. VIII, 441.
Recchini de Lattes, Zulma. VII, 74, 140, 141; IX, 267; X, 29. Réclus, Elisée. VII, 406. Reddaway, Walter. VIII, 516. Redondo, Agustín. III, 244. Reed, John. II, 365. Rees Iones, Ricardo. II, 281. Reforzo Membrives, Iuan. IX, 518.
Rega Molina, Horacio. X, 114. Regalado de la Plaza, Pedro. IV, 318. Regalsky, Andrés M. VI, 173. 202, 564; IX, ll7, 145, 156, 180, 182, 207, 586. Reggini, Horacio C. VI, 427; IX, 390. Regueiro, V.N. I, 106. Reguera, Andrea. II, 206; III,
l0l, l9l; VI, 64; IX, 32. Regules, Elías. VI, 336.
Regules, Nacha. X, ll7, 261. Regulez Villasante. III, 255. Regunaga, Marcelo. IX, S9. Reher, David S. II, 145. Reibel, Martín. VI, 524. Reichel, HJ. IV, 156; VI, 38. Reid, Walter F. VI, 421. Reid Andrews, George. Vl, 228. Rein, Raanan. IX, 330. Reina, Rubén. IX, 83, 148, 207, 210. Reinel, Pedro. l, 362. Reinhart, Iohn. X, 261. Reinoso, Domingo de. III, 267, 396. Rela, Walter. III, 312. Remanzo. X, 258. Remedi, Francisco. Vl, 257. Remedi, Joaquín. V, 301.
Remmer, K. IV, S39. 451
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Remolar, R.M. VI, 306. Renan, Ernest. V, 51; VI, 339, 425. Renan, Sergio. X, 266, 267, 270. Renard, Abel. VII, 270; VIII, 196.
Renard, Iules. X, 286. Renard, Madeleine. X, 285. Rene-Moreno, Gabriel. I, 442. Renouvin, Pierre. V, 206. Repetto, Celina. IX, 542. Repetto, Luis. X, 261. Repetto, Nicolás. IV, 539; V, 140; VII, 20, 251, 264, 272, 280, 285, 297, 402, 403, 405, 476; Vlll.; IX, 401 Repetto, Roberto. VIII, 429, 452, 462, 463. Requeni, Antonio. VI, 523, 533;
X, lll, 292.
Rest, Iaime. X, 134, 135, 161. Restano, Antonio. VI, 390. Reston, Llamil. VIII, 262. Retazos, María. VI, 465. Rettaroli, Ierónimo M. IV, 216; VII, 206.
Retuerta, Iuan de. Ill, 433. Reuque curá, cacique. IV, 172. Reuteman, Carlos. IX, 324. Revol, E.L. IX, 348. Revoredo, Andrés. 111, 186. Rex González, Alberto. l, 28, 106, 107, 132, 155, 156, 179; V1, 561. Rey, Andrés Carlos. IX, 435. Rey, Carlos. VIII, 238, 239. Rey, Jerónimo del. Véase: Castellani, Leonardo. ' Rey, Osvaldo. VIl, 230. Rey Balmaceda, Raúl C. 1, 63; ll, 350; V, 207, 234. Rey de Guido, Clara. V1, 348. Rey Pastor, Julio. 1X, 541, 542, 543, 555, 557. Rey y del Moral, María Ester
del. lll, 162. Reyes, Andrés. IV, 339. Reyes, Cipriano. VII, 310; VIII, 65; 1X, 225, 226. Reyes, Iosé María de los. 1V. 186.
Reyes Católicos. I, 31, 288, 289, 290, 291, 292, 293, 294, 295. 296, 297, 298, 299, 301, 302. 305, 306, 307, 308, 31 l, 312. 313, 314, 316, 317, 318, 319, 320, 321, 322, 330, 332, 335. 336, 337, 338, 454; 11, 219. 289, 351, 380, 385, 388, 390:
452
111, 32.
Reyna, Iosé Luis. X, 18. Reyna, Máximo. VIII, 74. Reyna Almandós, Luis. V11, 263. Reynafé, Iosé Vicente. IV, 395, 405, 409; V, 510, 514. Reyna]. lx. 316. Reyna], Pedro. Ill, 74. Reynel, Iorge. l, 370, 375. Reynolds, Francisco. VII, 267, 295. Reynoso, Antonio. X, 275. Reynoso y Roldán, Domingo de. 11, 273, 281; III, 439. Rezaval, Ignacio de. III, 378. Rezk, Emesto. VIII, 516. Rezzano, Clotilde. VII, 35. Rezzano, José. VII, 35; IX, 400. Ribadeneyra y Barrientos,
Rico, Rosendo. III, 337. Ricoeur, Paul. VII, 385, 396. Rié, Aníbal del. VIII, 496. Riego, Rafael del. IV, 334, 335. Riel, Franz van. X, 216. Riera, Iuan. IlI, 419. Riestra, Iorge. X, 123. Riestra, Norberto de la. IV, 500,
Antonio Joaquín de. Il, 391; Ill, 262, 265. Ribas, Federico. X, 207. Ribera, Adolfo Luis. III, 138, 161, 358, 360, 366, 367, 368:
Rijckeghem, Willy van. VIll,
V1, 384.
Ribera, Alonso de. I, 453, 455; Il, 24, 93, 94, 98, 425; lll. 432.
Ribera, Diego. Ill, 343. Ribera, I-lemando de. l, 384. Ribera, Juan de Dios. II, 268, 277.
Ribera, luancito de la. X, 275. Ribero, Diego. l, 344. Riberos, Francisco de. l, 406. Riblos, Miguel de. Véase: Riglos, Miguel Iosé de. Ricafort, Mariano. 1V, 336, 337.
Ricard, Robert. lll, 108, 130. Ricardes, Raúl. VlIl, 145. Ricardo, David. V, 444, 445; V111, 501.
Ricchieri, Pablo. V, 109, 268; VII, 267. Ricci, Francisco. V, 290. Ricci, Teodoro. l, 62. Riccio, Gustavo. X, 113. Rice, Desmond. V111, 299. Richard lorba, Rodolfo. V1, 99, 125, 165. Richards, Pedro. V111, 357. Richelieu, Armand Emmanuel
du Plessis, cardenal de. ll, 351.
Richter, Ronald. IX. SSI, S75, S76, 578. Rickert, Heinrich. X, 45. Rico, Aldo. Vlll. 261. Rico, Manuel. IV, 418. Rico, Orfilia. X, 276.
502. Riffel, Iorge. V, 355. Riganti, Raúl. IX, 320. Righi, Esteban. VIl, 374. Riglos, Ana. VI, 312. Riglos, Manuel. IV, 122.
Riglos, Miguel Iosé de. Il, 160,
166,l76,l8l;lIl,134, 137,
248, 278, 446; V, 347; V1, S23. Rigod. A. VI, 19s. 518. Rimoldi, LA. 1X, 528. Rinaldi, Carlos. X, 261. Rinesi, Eduardo. X, 270, 271. Ringuelet, Susana. VIl, 174. Rio, Manuel. VIl, 22. Río, Manuel E. VI, 305; D(, 494. Rio Branco, barón de. V, 213. Rio Hortega, Pío del. 1X, 513, 517, 531.
Rio y Amedo, Maria Antonia. lll, 234. Riobo, lulio. V1, 384. Rios, Jacinto. V1, 278. Rios, Octavio A. V111, 65. Ríos, Sixto. 1X, 557.
Ríos Gutiérrez. Francisco de los. lll, 214. Ripa. lll, 202. Riparnonte, Carlos. V1, 382, Ripert‘, Georges. Vlll. 409, 417, 418 Rlpodas Ardanaz, Daisy. l, XXI; ll, 87, 128, 132, 145, 146. 2'20, 249, 290, 315, 316, 400. 415, 46:11], 107,130,131. 156, 159. 162, 226. 245, 247. 277, 278, 279, 312, 314. 330. 331, 448; Vl, 533. Rippy. l. Fred. IX. H7. Riquelme, Norma. 1X, 423. Riquelme de Guzmán, Alonso. l, 383, 397; lll, 290. Risolla, Marco Aurelio. Vlll. 405. 418, 431, 444. Rita, Santa. m. 158. Rita de Casia, Santa. Ill, 269. Riú, Francisco. Vlll. Sl, 52. Riva, Benito. 111, 385, 386.
ÍNDICE DE NOMBRES
Riva Agüero, Iosé Mariano de la. IV, 344.
Riva Herrero, Iuan Francisco de la. III, 437. Rivadavia, Bernardino. IV, 20, 30, 40, 137, 189, 190, 203, 299, 364, 366, 367, 369, 370, 371, 373, 378, 404, 437, 506; V, 22, 25, 26, 43, 51, 82, 97, 177, 184, 186, 196, 238, 315, 316, 344, 380, 381, 417, 419, 420, 445, 462, 474, 478: V1, 212, 263, 265, 313, 325, 349, 351, 367, 378, 379, 403, 404, 405, 406, 464, 466, 468, 474, 485, 487, 516, 524, 525; X, 94. Rivadavia, Martín. V, 267, 279, 288.
Rivadeneira, Fernando Franco de. III, 442. Rivadeneira, Pedro de. III, 315. Rivadeneyra, Iuan de, Fray. I, 198, 431, 434; 111, 405.
Rivarola, Enrique E. VIII, 469. Rivarola, Francisco Bruno. III, 227, 229, 231, 234, 240, 242, 243, 246; V, 279, 309. Rivarola, Horacio C. V, 139, 140; IX, 433, 454. Rivarola, Mario. V, 139. Rivarola, Pantaleón. III, 279, 302, 308, 314, 317, 331 ,V1, 313. Rivarola, Rodolfo. IV, 538; V, 70, 71, 72, 114, 133, 134,139, 140, 167, 373, 374, 391, 426, 427; VI, 419, 426, 509; VII, 482, 521; VIII, 404, 429; IX, 470, 471, 494; X, 31, 38, 41. Rivas, Carlos B. X, 161. Rivas, Ignacio. IV, 173, 458, 474.
Rivas, Pedro de. I, 465. Rivas, Ramón. III, 184. Rivera, Alberto A. II, 181, 468. Rivera, Andrés. X, 123, 191. Rivera, Angel. III, 331. Rivera, Felipe de. III, 335, 339, 347.
Rivera, Francisco de la. I, 346, 382.
Rivera, Iuan de Dios. VI, 357. Rivera, Manuel. VI, 132. Rivera, Primo de. IV, 294. Rivera de Ventosa, Enrique. III, 400. Rivera Indarte, Iosé. VI, 320, 470, 473, 475, 487; VII, 274. Rivero, Antonio. III, 354. Rivero, Francisco de. IV, 282, 297. Rivero Astengo, Agustín. IV, 538. Rivero Olazábal, Raúl. VIII, 334. Riveros, Santiago Omar. VIII, 257. Riverós Tula, Aníbal M. II, 381. Riviere, Tomás. IX, 295. Riz, Liliana de. VII, 352, 369, 399, 467, 509; VIII, 270; X, 30, 34, 98. Rizo Patrón, Buenaventura, Fray. V, 283, 335. Rizzerio Molina, Víctor Manuel. V, 334, 335. Robacio, Carlos H. VIII, 299. Roberts, Bob. X, 261. Robertson, Familia. VI, 194, 312, 350. Robertson, William Spence. II, 115, 349, 382. Robespierre, Maximilien de. V, 428; VII, 363. Robledo, Angel Federico. VII, 374; VIII, 351. Robledo de Selassie, Beatriz. III, 277. Robles, Agustín de. III, 381, 429. Robles, Andrés de. III, 429. Robles, Gavino. IV, 412. Robles de Peralta Ramos, Cecilia. VI, 363. Robiril, Pedro de. I, 371. Robredo Albarracín, Alberto. VIII, 470. Roca. VII, 183. Roca, Agustina Luisa. V, 336. Roca, Deodoro. VII, 246, 272, 290.
Rivera, Fructuoso. IV, 369, 402, 416, 417, 4l9;V, 188,199,
Roca, Eduardo A. VIII, ll7,
245. Rivera, Iorge B. VI, S12; 1X, 334, 336, 361; X, 160, 161, 165, 166, 198. Rivera, Jorge 0. V1, 347.
Roca, Iosé Segundo. V, 252. Roca, Iulio Argentino. IV, 17, 23, 24, 25, 26, 56, 112, 173, 186, 439, 474, 476, 477, 479, 481, 501, 506, 512, 513, 514, 516, 517, 521, 524, 525, 526, 527, 528, 529, 530, 536, 537,
Rivera, Iuan Bautista de la, Santo. II, 301.
144.
539; V, 36, 50, 53, 55, 57, 61, 62, 64, 65, 66, 109, 110, 113, 114, 116, 117, 120, 124, 125, 127, 128, 129, 132, 134, 135, 140, 144, 223, 231, 332, 252, 253, 258, 260, 261, 262, 264, 267, 268, 269, 335, 336, 337, 339, 340, 352, 356, 371, 395, 396, 397, 426, 491, 528; VI, 87, 88, 101, 126, 188, 190, 293, 331, 333, 334, 359, 367, 377, 416, 423, 436, 441, 502, 505, 531; VII, 170, 221, 235, 267, 273, 519; VIII, 147, 148, 149, 163, 177, 452, 485; IX, 154, 397; X, 16. Roca, Iulio Argentino (h). IV, 537; V, 397; VII, 19, 33, 240, 247, 272, 280, 283, 417, 418, 423, 520, 521, 533; VIII, 98, 506, 507, 541; 1X, 27, 97, 253. Roca, María Hortensia. VII, 158. Roca, Nélida. X, 282. Roca, Rudecindo. VIII, 44. Rocamora, Tomás de. II, 37, 76, 77, 115, 177, 178; III, 437; IV, 286, 287. Rocca, Agostino. 1X, 134. Roccatagliata, Iuan A. IX, 184. Rocchi, Fernando. IV, 149, 157; VI, 167, 170, 203; IX, 61, 82, 83,187,193, 208, 210, 211, 586; X, 109. Rocchietti, A. I, 156. Rocha, Dardo. IV, 200, 214, 524, 527, 528; V, ll7, 120, 130, 226, 457; X, 163. Rock, David. 1V, 113, 538, 539; VI, 168, 171; VII, 263, 297, 430, 468; IX, 241; X, 96. Rockefeller, Nelson. X, 176. Roda. III, 392. Rodil, José Ramón. IV, 345. Rodin, René-Francois-Auguste. VI, 237, 370, 377, 379. Rodney, César. V, 347. Rodney, Mary. V, 347. Rodó, José Enrique. VI, 426, 511; X, 156. Rodrigo, Celestino. VII, 381; IX, 106.
Rodríguez, Adriana. IX, 112. Rodríguez, Alberto. VI, 560; IX, ll2. 271; X, 123. Rodríguez, Alfonso. II, 440. Rodríguez, Alonso. III, 262. Rodríguez, Amilcar. l, 132. Rodríguez, Augusto G. V, 271;
VIII, 210. 453
ÍNDICES GENERALES DE m OBRA
Rodríguez, Bernardo. III, 348. Rodríguez, C. X, 96. Rodríguez, Carlos A. VIII, 513. 519.
Rodríguez, Carlos Iuan. IV, 466. Rodríguez, Catalina M. V, 292. Rodríguez, Cayetano José, Fray. III, 375, 402; V, 279, 315, 365; Vl, 313, 314, 458, 461, 465. 5 l 5, 522.
Rodríguez, Celso. VII, 264, 274; VIII, 41, 244; IX, 33. Rodríguez, Cipriano. III, 361. Rodríguez, Cruz. III, 383. Rodríguez, Enrique. IV, 414; V, 392. Rodríguez, Ernesto B. X, 21 l, 233.
Rodríguez, Feliciano. I, 472. Rodríguez, Horacio. IV, 313; V, 272: VIII, 21 l. Rodríguez, Iorge Amflcar. I, 108,132,133, 511. Rodríguez, Juan Iusto. VI, 316. Rodríguez, Iulia. VIII, 494. Rodríguez, Manuel A. VIl, 273; VIII, 197. Rodríguez, Marcela. I, 207. Rodríguez, Marcelino. VI, 350. Rodríguez, Martha. X, 108. Rodríguez, Martín. III, 417; IV, 30, 169, 170, 288, 295, 306, 307; IV, 367, 370, 380; V, 188. 192, 238, 239, 315, 380.437, 467; Vl, 212, 403, 465. Rodríguez, Melchora Epifanía. VIII, 75. Rodríguez, Nora Inés. VII, 296. Rodríguez, Pedro. II, 254, 256; III, 236, 259, 265, 369, 392: lV, 224, 239; V, 14: VI, 261. Rodríguez, Victorino. Ill, 389, 390, 402, 439; IV, 279. Rodríguez Arellano. José Vicente. V, 283. Rodríguez Braun, Carlos. VII, 400.
Rodríguez Bustamante, Norberto. X, 21. Rodríguez Cardozo, Francisco. III, 414. Rodríguez Casado, Vicente. ll, 256, 280, 349. Rodriguez Cruz, Agueda M. lll, 399
454
Rodríguez de Armas, Domingo. lll, 445. Rodríguez de Campomares, Pedro. ll, 430, 460. 468.
Rodríguez de los Santos, Manuel. III, 148, 149. Rodríguez de Valdés y de la Banda, Diego. III, 427. Rodríguez de Vergara, García. I, 383.
Rodriguez de Vida, Antonio. III, 446. Rodríguez Etchart, Severo. VI, 360, 374. Rodríguez Flores, Familia. II, l 35.
Rodríguez Flores, Iuan. lll, 214. Rodríguez Galisteo, Esmeralda. VI, 250. Rodríguez Gallardo, A. VIII, 65. Rodríguez Jurado, Arturo. IX, 326, 327. Rodríguez Iurado, Benigno. VIII, 49. Rodríguez Lamas, Daniel. VII, 321, 354, 355, 356, 470. Rodríguez Larreta, Carlos. VlI, 4 l 7.
Rodríguez Macedo, Jerónimo. l, 433. Rodríguez Melgarejo. II, 440. Rodríguez Melgarejo, Gerardo. Vlll, 360. Rodríguez Mohedano. III, 265. Rodríguez Molas, Ricardo. III, l9l; Vl, 345, 487, 560; Vll, 294; VIII, 245. Rodríguez Monegal, Emir. X, 132.
Rodríguez Muñoz, Alberto. X, 13 l, 287.
Rodriguez Peña, Demetrio. VI. 472, 475. Rodriguez Peña, lacinto. V], 472. Rodriguez Peña, Nicolás. IV, 304, 315: V, l4. Rodríguez Valdés y de la Banda, Diego. I, 464. Rodríguez Varela, Alberto. V, 138.
Rodríguez Yrigoyen, Luis. VII, 263. Roederer, Juan. IX, 555. Roerano, Angel. VI, 380. Roetti, Jorge. X, 60. Roffo, Angel H. IX, 507, 515. Rofman, Alejandro. Vll, 139, 231; IX, 32. Roger, Aimé. IV. 415; V, 188. Rogers, William. Vlll, 468. Roggiano, Alfredo. Vl, 344; X, 133.
Rogier, L]. V, 309. Rogind, William. VI, 201. Roig, Arturo Andrés. V, 45, 368, 370, 400, 401; VII, 263. Roig, C. l, 229. Roítenburd, Silvia N. D(, 423. Rojas. V, 428, 437. Rojas, Absalón. IV, 205, 209. Rojas, Angel. VII, 236. Rojas, Diego de. I, 29, 150, 153, 374, 382, 388, 389, 401, 408. 409, 415, 416, 444. Rojas, Elena M. VI, S12. Rojas, Isaac F. VII, 23, 319, 320, 331, 333, 334, 354; VIII, 224, 225226, 227, 228, 243, 244. Rojas, lose María. IV, 278; V, 381; VI, 132. Rojas, Juan Ramón. Vl, 313, 314, S5 l. Rojas, Miguel. VI, 390, 393. Rojas, Nerío. IV, 508. Rojas, Pedro. IX, 507. 512, 528. 528. Rojas, Ramón. IV, 310. Rojas, Ricardo. l, 476; lll, 288, 294, 307, 308, 309, 31 l, 330; IV, 98, 480, 508: V, 69, 70, 73. 75; Vl, 208, 228, 330, 331, 343, 344, 345, 426, 518, 523. 524, S32: VII, 272, 275, 418. 4l9, 420, 421, 431; Vlll, 487: IX, 270: X, 75, 76, 117, 125. 129. 132, 142, 154, 202, 209. Rojas Barragán, Familia. ll, 135. Rojas Mayer, Elena. VI, 561. Rojas Paz, Pablo. X, 119, l28. Rojas Silveira, lorge. VIII, 230. Rojas y Acevedo, Familia. ll, 135, 157. Rojas y Acevedo, Pedro de. lll, 428.
Rojas y Patrón, José María. IV, 392, 401. Rojo, Anselmo. IV, 436. Rojo, Roberto. Vl, 513. Rojo, Rudecindo. Vl, 482. Rolandi. D. l, l07. Roldán, Alberto F. Vlll, 373.
Roldán, V, 395; D(, 368. Roldán, Dario. IV, S39; V, 74; Vl, 449. Roldán, Fabiana. l. 156. Roldan, Flavia. lX. 423. Roldán, luan. X, 142, 15]. Rolland. Romain. X. 288. Rolón, Camila. V, 292. Rolón, Zenón. Vl, 388. 390. 393.
ÍNDICE DE NOMBRES
Romairone, Camilo. VI, 376. Román y Cavezales. III, 256. Romano, Aníbal. VII, 295. Romano, Ruggiero. III, 49, 103. Romano, Silvia. VI, 64. Romaña, Cecilio. IX, 522. Romarate, Iacinto de. IV, 287, 293, 294, 296. Romariz, Iosé Ramón. V11, 263. Romay, Alejandro. IX, 385. Romay, Francisco L. III, 130. Romero. VII, 39. Romero. V, 501. Romero. III, 223. Romero, Ambrosio. X, 95. Romero, C. I, 156. Romero, César Enrique. V, 103; VIII, 470. Romero, Francisco. V, 73; VI, 360,367,370, 371, 372, 373, 374, 375; VII, 38, 294; X, 47, 48, 49, 57, 60, 65, 122, 183. Romero, Inés. 111, 381. Romero, Iosé Luis. IV, 110, 115, 130, 155, 156, 157, 159, 506; V, 23, 41, 42, 73, 74, 104; VI, 256, 425, 449; VII, 129, 135, 139, 143, 265, 294, 295, 429, 433, 457, 465, 471; VIII, 78, 79, 94; 1X, 32, 267, 268, 350; X, 33, 65, 83, 84, 85, 86, 87, 89, 93, 98, 100, 108, 183, 193, 231.
Romero, Iuan. II, 437; III, 206, 207. Romero, Luis Alberto. V1, 170, 256; VII, 294; IX, 267, 268; X, 110, 160. Romero, Manuel. X, 258, 260, 261, 269, 270. Romero, Ricardo. IX, 496. Romero, Tomás Antonio. 11, 174; III, 232; IV, 256, 257. Romero B., Iesús. VIII, 299. Romero Brest, Jorge. X, 223, 226, 227, 233. Romero Cabrera, Lilians B. II, 180.
Romero Carranza, Ambrosio. V, 138, 401; VIII, 335. Romero Carranza, Luis. 1X, 365, 367; X, 258. Romero Sosa, Carlos Gregorio. VIII, 74. Roncetti de Pantí, Inés Leonilda. IX, 272, 303. Ronchi March, Carlos Alberto. X, 128. Rondeado, Mariano. 1V, 172.
Rondeau, Iosé C. IV, 127, 288, 289, 291, 294, 305, 306, 307, 308, 31 l, 334, 356, 362, 363, 364; V, 21, 89, 317; VI, 211. Rondenay, M. IV, 295. Róntgen, Wilhelm Konrad von. IX, 538. Roosevelt, Franklin D. VII, 273, 279, 284, 440; VIII, 108; X, 173.
Roosevelt, Teodoro. VI, 530. Roque, Benjamín. VI, 255. Roquer, Iaime. II, 82. Roquer, Ramón. II, 82. Roquet, lean Constantin. VI, 352
Rosa, Agustín de. III, 437. Rosa, Alejandro. VI, 442. Rosa, Iosé María. V, 503, 528; VII, 274, 295, 417, 459, 487; X, 76, 79, 80, 81, 82. Rosa, Santa. III, 210. Rosa de Lima, Santa. III, 120, 157, 295. Rosado, Miguel Angel. X, 269. Rosal, Luis Angel. II, 126, 142, 147.
Rosal, Miguel Angel. VI, 64, 173, 564. Rosales, César. X, 115. Rosales, Leonardo. IV, 295. Rosanas, Iuan. X, 55. Rosario de Santa Catalina. III, 355. Rosarivo, Raúl M. X, 157, 160. Rosas, Iuan Manuel de. I, 200, 205; III, 177; 1V, 17, 20, 21, 27, 32, 35, 36, 38, 40, 41, 77, 81, 82, 84, 85, 112, 127, 128,
129,131,167,170,171,172, 173,176,l78,l90, 191, 210, 366, 379, 380, 381, 382, 383, 384, 385, 386, 387, 389, 391, 392, 394, 395, 396, 397, 398, 399, 400, 401, 402, 403, 404, 405, 406, 407, 408, 409, 410, 411, 412, 413, 414, 415, 416, 417, 418, 419, 420, 421, 422, 423, 424, 425, 428, 429, 431, 444, 453, 454, 455, 460, 461; V, 26, 27, 28, 30, 37, 43, 59, 61, 66, 87, 95, 96, 97, 98, 99,
100,104,161,187,l88,189, 190,191, 197, 198, 199, 203, 207, 244, 245, 246, 247, 248, 272, 279, 280, 281, 291, 302, 320, 321, 323, 324, 325, 326, 327, 348, 350, 364, 367, 369, 370, 381, 382, 411, 419, 421,
444, 446, 448, 451, 454, 462, 474, 475, 476, 504, 510, 51 l, 514, 516, 517, 520, 522, 523; VI, 34, 38, 66, 68, 71, 73, 95,
136,140,l41,183,185,19l, 216, 222, 223, 227, 229, 262, 265, 269, 271, 274, 318, 319, 320, 321, 322, 324, 325, 326, 328, 333, 339, 340, 342, 345, 345, 348, 353, 354, 355, 356, 357, 360, 361, 362, 363, 383, 392. 400, 429, 434, 437, 438, 448, 450, 468, 469, 470, 471, 473, 474, 475, 477, 478, 480, 481, 482, 483, 485, 487, 488, 495, 519, 526, 543; VIII, 472; 1X, 408, 543; X, 76, 77, 78,
79, 80, 81, 82, 94,95, ll7, 127, 184, 278. Rosas, Manuela. IV, 385; VI, 362, 363, 438 , 526. Rosas, Mariano. IV, 168, 173, 174; VII, 160. Rosas de Mansilla, Agustina. IV, 431. Rosas de Oquendo, Mateo. III, 205, 215, 217, 221. Rosas de Rivera, Mercedes. VI, 340. Rosas de Terrero, Manuela. Véase: Rosas, Manuela. Roscher, Wilhelm. VIII, 499. Rosemblat, Angel. I, 279, 284; II, 89, 122; X, 128. Rosenbaum, Mauricio. IX, 522. Rosenberg, Shalom. VIII, 399. Rosenbusch, Francisco Conrado. IX, 504. Rosende de Sierra, Petrona. VI, 312, 469. ‘Rosenthal, William A. VIII, 398. Rosenzvaig, Eduardo. IX, 33. Rosetti, Emilio. VI, 412, 413, 414; 1X, 537. Rosoli, G. IV; 106, 107, 541; VII, 108, 109. Rospide, María Margarita. III, 130, 161. Rospigliosi, Claudio. III, 251. Rospigliosi, Iosé Antonio Julio. III, 398. Rospigliosi, Ramón. III, 297. Ross, Stanley. IV, 131. Rossi. V, 29, 456. Rossi, Adriano. VI, 359, 380. Rossi, Edgardo. V111, 75. Rossi, Iris. X, 162. Rossi, Pellegrino. V, 29. Rossi, Raúl. V111, 355.
455
ÍNDICES GENERALES DE [A OBRA
Rossi de Fiori, Iride. IH, l3l.
Rúa. Fernando de la. VII, 371.
Rossini, Gioacchino. IV, 39; VI, 389. Rosso, Lorenzo l. VI, 255; X, 142.150, 151,152. Rosso, Medardo. VI, 370. Rostow, W.W. VI, 169; X, 92. Rotenberg, Abrasha. DK, 361. Rotger, Enrique. V, 272, 273. Rothfuss, Rhod. X, 217, 218. Rottin, Luciano. DK. 268. Rottjer, Enrique Inocencio. VII, 267 Roth, Roberto. VII, S10; VIH,
378. Rubens, Pieter Paul. V], 352.
4l.
Rothammer, Francisco. I, 79, 256. Rothe, Guillermo. DK 436, 548.
Rothman, Ana. IV, 69, 75. Rot, Gabriel. VII, 358. Roth, Roberto. VII, 357. Rotschild. lord. V. 499, 500. Rottemberg, Carlos. X, 288. Rougés, Alberto. VI, 88; VII, 38;‘ VIII, 324; X, 47. Rougés, León. VII, 277. Rouggier. Valerio. VIII, 65. Roulet, Jorge. X, 29, 30. Rouquié, Alain. VII, 295, 323. 353, 355, 398, 432, 470, 471; VHI, 180, 209, 243; X, 98. Rousseau, lean Jacques. III, 226; IV, 265; V, 18, 19, 20, 36, 64. 82, 365; VI, 277, 456, 461, 463: X, 13, 33. Roussel. I, 356. Raul, Luis. VII, 177. Rouzaut, Adolfo R. VII, 498, 509. Rovito. Oscar. X, 262. Rovner. Eduardo. X, 132. Rowe. VIII. 504. Rowe. I. H. I, 107. Rowe, Leo. IX, 462. Rowland, Robert. II, 127, 145. Ron-S- ¡uan 10st de. III, 381. Rozas y Patrón. lose María. V, 446, 447, 448, 461; VI, 141. 142.
Roy, Fitz. IV, 181. Royer, Marcelo. DK. 506. S07, S14, 517.
Rozas de Oquendo. Mateo. III, 140, 148, 150, 151, 160. Rozenberg, Laura. IX, S31. Rozenmacher, Germán. X, 124, 287.
456
Rozier. abate. Ill, 327. Rozitchner, León. VII, 466.
Rubens Grafigna, Omar Domingo. VIII, 248. Rubenstein, Arthur. IX, 374. Rubertis, Víctor de. VI, 246, 400 Rubin de Celis, Miguel. II, 59; HI, 406. 417. Rubinstein, Daniel B. VIII, 399. Rubinstein. Juan Carlos. X, 29. Rubio. V, 350. Rubio, Julián María. l, 408. Rubio, Nicolás. X. 225. Rnbiolo, Cándido. VIII, 355. Rucci, José Ignacio. vn. 25. 350, 378; IX, 234, 235. Rncquoi, Adeline. I, 321, 322. 323. Rudik, Pantaleimón. VIII, 381. Rueda, Miguel. IV, 436. Rueda, Santiago. x. 122. Rufinelli, Jorge. X, 198. Rugafiori. P. Iv, 105. Rugendas, Juan Mauricio. VI,
Ruiz Moreno, Isidoro I. I, DK, XXI; IV. 453, 480, 538, 543; V. 45, 104, 140, 207, 234, 271; VII, 323, 354, 509: VIII, 118. 209, 244, 299; X, 16, 96.
Ruiz Moreno, Martín T. IV, 451, 463, 464; VIII, 441. Ruiz Puente, Felipe. II, 339; III, 436. Rumbo, Edurado l. VII. 486.
Rumboll. VII, 231. Rupatini, Santiago. VII. 166. Rusconi. Carlos. I, 178, 179. Rusel, Takel. VIII, 69.
Rush. V, 181. Rusich, Luciano. VI, 348. Rusovich, María Rosa. IX, 391. Russel, Roberto. V, 235; VII, 465. Russell. Roberto. VII, 465: VIII. 121, l43, 144, 579. Rutledge, Ian. IV, 187; VII, 174. Ruy, Blas. v1, 326. Ruzich, Ana Delia. VIII, 75. Ruzo, Alejandro M. V, 397; VII. 476.
355.
Ruggiem, Guido de. VI, 305. Rugilo. IX. 3l l. Rugino, Ruggiero. VII, 410. Ruíbal, Beatriz. VIII, 493. Ruiz, Antonio, Fray. III. 390. Ruíz. Familia. V, 148. Ruiz, Francisco. III, 298. Ruiz. Gonzalo. III, 348. Ruiz, Juan. I. 313. Ruiz. Teófilo. I. 322. Ruiz, Valentin. V, 319. Ruiz de Arellano. II, 166. Ruiz de Barrantes, Marta Silvia. VI, 562. Ruiz de Castelblanco. III, S9. Ruiz de Montoya. Antonio. II. 440. 441, 442; III, 199, 205, 207, 219, 245, 263. 297. 298. 407. Ruiz Galán. Francisco. I, 379. 380, 381; III, 425. Ruiz Guiñazú, Enrique. l. 349. 409; Il, 316; V. 310: VI. 446; VII, 288: VIII, 101, l05, 502. 503, 504: x. 68, 157. Ruiz Guiñazú. Enrique (h). VII, 294. Ruiz Huidobro. i056. IV, 401: V. 244. Ruiz Huidobro, Pascual. Il, 378. Ruiz Moreno. Isidoro. Vll, S21; VIII. 46, 166.
S
Sai, Juan. IV, 447. 468. 5¡á, Victor. X. 75. Sai y Fai-ía, lose Custodio de. III, 405. 406. 408, 414. Saadi. Vicente. VIII, 65. Saavedra. IV, 297. Saavedra, Cornelio de. III. 238: IV, 18, 262, 264, 265, 353. 354, 397; V, 15; VI. 210, 315, 366. Saavedra, Diego de. V, 179.
Saavedra. ¡uan de. lll, 38l. Saavedra, Juana de. II, H3; Ill. 381.
Saavedra, Pedro de. III, 215. Saavedra Cerón, Alvaro de. l. 345.
Saavedra Fajardo. m. 12s. Saavedra Lunas. Carlos. V, 120: VII, 19, 273. 284; Vlll. l02. 103. 109, H5: IX. 401, 42l. 425, 426, 454. Sabanes, Julio M. VIII. 372.
Slbat. Hamenegildo. IX. 356. 359.
Sabat. lost Maria. VIII. 74. Salmo. Ernesto. VII. 38, 387. 457: x. 120. 122, 127, 144. 267.
Sábato. Hilda. IV. 104, 106. H3.
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ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Sammi, Sergio. VIII, 380. Samoré, Antonio. VII, 389; VIII, 140, 345.
Sampay, Arturo Enrique. V, 33, 43, 44, 104, 400, 461; V11, 435, 451, 459, 487, 490, 492, 493, 507, 508, 509; VIII, 322. 324, 405; X, 32. Sampzon, Esteban. III, 347, 355, 356.
Samuelson. Paul A. IX, 86, 110, l 12.
San Alberto, Iosé Antonio de. II, 34; III, 121, 226, 230, 232, 235, 242, 246. 270, 279, 316, 345, 378, 382, 383, 388, 389, 391, 394, 401, 402, 444; VI, 261.
San Buenaventura, Alonso de, Fray. II, 436, 437. San José, Manuel de, Fray. III, 380.
San Leopoldo, vízconde de. V, San Luis, Bartolina de. 111, 381. San Martín, Iosé de. IV, 19, 40, 175, 272, 273. 274, 275, 284, 290, 303, 304, 305, 307, 308, 309, 315, 316, 317, 318, 319, 320, 321, 322, 323, 324, 325, 326, 327, 329, 330, 331, 332, 333, 334, 335, 336, 337, 339, 340, 341, 342, 343, 344, 345, 346, 347, 360, 362, 363, 384. 438, 506; V, 21, 43, Sl, 174, 182, 184, 346, 348; VI, 133,
2ll, 215, 313, 317, 322, 351, 357, 366, 367, 370, 383, 437, 459, 477, 478, 516, 518, 522, 526, 547, S51; V11, 311; X, 71, 126, 185. San Martín, Juan de. lll, 214. San Martín. María Laura. X, 233, 236. San Mantín, Pedro I. V111, 65.
San Martino de Dromi, María Laura. V11, 295; VIII, 442; IX, 497. San Miguel, Manuel. V111, S17.
San Román, Cristina. X, 95. Sanabria, Diego de. l, 397, 441. Sanabria, Familia. 1, 441. Sanabria, Juan de. I, 386, 387, 394, 395, 397, 405.
524; VII, 90, 135; IX, 287, 335, 368; X, 274, 275, 277. Sánchez, José. VIII, 155. Sánchez, Iuan Carlos. VIII, 155, 349. Sánchez, María de Todos los Santos. VI, 312. Sánchez, Mariquita. Véase: Sánchez de Thompson, Mariquita. Sánchez, Néstor. X, 124. Sánchez, Pedro. Ill, 215. Sánchez, Tomás. III, 262, 264. Sánchez Agesta, Luis. V, 139. Sánchez Albomoz, Claudio. X, 87.
Sánchez Albornoz, Nicolás. II, 136, 145; 111, 100; IV, 104; X,
84, 86, 88, 90, 99. Sánchez Alonso, B. IV, 105. Sánchez Arjona, Eduardo. 111, 131.
Sánchez Bella, Ismael. 1, 442; II, 179, 207, 249; IV, 246; V, 309. Sánchez de Arévalo, Rodrigo. I, 293. Sánchez de Bustamante, Familia. V, 148, Sánchez de Bustamante, Teodoro. Ill, 398; VIII, S01. Sánchez de Bustamante, Teófilo. X, 75. Sánchez de Bustamante, Tomás. VII, 377. Sánchez de Hinojosa, Ruiz. 1, 391, 392; 11, 135. Sánchez de Mendevílle, Mariquita. Véase: Sánchez de Thompson, Mariquita. Sánchez de Tejada, Ignacio. 1V, 234, 236.
Sánchez de Thompson. Mariquita. 111, 130, 136, 138. 145, 159; 1V, 39; V1, 209, 215. 227, 312, 355, S22. 524. Sánchez Díaz. Abel. IX, 496, 528. Sánchez Gardel, Julio. V1, 337; X, 279. Sánchez Herrero, lose. l. 324. Sánchez Labrador, José. l. 273; 111, 212, 224, 245. 406, 407, 408. Sánchez Loría. Horacio. Vll,
458
175
Sánchez Zinny, Fernando. VI, 51 1.
Sanchis, Norma. VII, 323. Sanchiz Muñoz, Iosé R. V111, 118.
Sancho IV, Rey de España. I, 297.
Sand, George. VI, 491. Sandes, Ambrosio. IV, 457, 458. 467. Sandoval, Andrés de. lll, 429. Sandoval y Ocampo, Bartolomé de. Ill, 427. Sandrini, Luis. X, 257, 258, 259. Sandro. X, 265. Sanger. Frederick. lX, 523, 525. Sangüeso, Pedrito. IX, 291. Sanguineto, Pedro Pablo. Ill. 436. Sanguinetti, Horacio l. V1, 274, 305: V11, 295, 430: 1X, 495, 496; X, 96.
Sanguinetti. Manuel luan. lll, 402; V, 344.
Sanguinetti de Bórmida, A. l. 230. 231. Sanjurjo, Inés Elena. V, 169; V111, 94.
Sanmartino, Ernesto. Vlll. 65. Sansón. Pedro. ll, 435. Santa Clara Córdoba, luan Antonio. 11, 430; Ill, 400; V. 310.
Santa Coloma. Familia. ll. 66. Santa Coloma. Gaspar. lll. 97; 1V. 122.
Santa Coloma, luan lose. lll. 97.
Santa Coloma. Manuel. lll. 97; V1, 367.
Santa Coloma. Prudencio. lll.
Sánchez. 1V, 332.
Sánchez, Carlos E. 1X, ll2. Sánchez, Diego. Ill, 164. Sánchez, Enrique. IV, 480. Sánchez, Florencio. V1. 337,
Sánchez Reyes, Enrique. V1, 344. Sánchez Ron, LM. IX, 557, 584. Sánchez Sorondo, Marcelo. V, 138; V11, 290, 371, 446, 448, 465, 470, 490; X, 180, 181. Sánchez Sorondo, Matías. VII, 238, 270, 271, 272, 273, 296, 476, 503; IX, 342. Sánchez Viamonte, Carlos. V, 44; VII, 245, 264; VIII, 85. 466. Sánchez y luliá, Enrique. V11,
Sánchez Negrette, Angela. 1. 462, 474:1V, 216: V11, 205. Sánchez Pompas, luan. l. 471. Sánchez Reina, Pedro. I, 344.
97.
Santa Coloma, Rafael. lll, 97. Santa Cruz. Alonso de. l. 329. 402.
ÍNDICE DE NOMBRES
Santa Cruz, Andrés. IV, 343, 411, 412, 413, 425; V, 198, 517.
Santa Cruz, Basilio de. III, 344, 381.
Santa María, Familia. I, 306. Santaló, Luis A. IX, 557. Santamaría, Antonio. VII, 269, 272; X, 157. Santamaría, Daniel. Il, 126, 183, 206, 207, 208, 470; IX, 32, 60.
Santamaría, Horacio. VIII, 518; IX, 114, 146. Santamarina, Ramón. V1, 119, 125, 380.
Santander, Iosefa. VII, 175. Santángelo. X, 280. Santantonín, Rubén. X, 227. Santiago, Alfonso (h). VII, 399; VIII, 467, 469. Santiago, Hugo. X, 266, 270. Santiago el Apóstol, Santo. III, 119, 200.
Santillán. l, 489. Santillán, Familia. V, 148. Santillán de Andrés, Selva. I, 62. Santis, Luciano de. I, 206. Santis, Pablo de. X, 125. Santiso y Moscoso, Iuan de. III, 435.
Santoro, Roberto. X, ll6. Santos, Agustín, Fray. III, 390. Santucho, Iulio. VII, 358, 469. Santucho, Mario Iorge. VII, 358, 368, 375, 385, 397, 453. Sanucci, Lía E.M. IV, 509, 540; V, 45; X, 95.
Sanvisens Marfull, Alejandro. III, 419. Sanz, Francisco de Paula. II, 81, 272, 273, 281; III, 134, 148, 159, 439; 1V, 281.
Sanz, Luis Santiago. II, 274, 275, 282; IV, 509; V, l7l, 234, 538; VIII, 117, 119. Sapag, Elías. VIII, 31. Sapag, Felipe. VIII, 31. Sapelak, Andrés. VIII, 382. Sar, Alberto del. VIII, 495. Saracco, Norberto. VIII, 373. Saraceni, Iulio. X, 265. Saraiva, Iosé Antonio. IV, 463. Sarasa, Esteban. I, 321. Saravia, Apolinario. IV, 300, 304.
Saravia, Eulogio. Vll, 230. Saravia, Familia. Il, 136, 171. Saravia, Iosé Manuel. VIlI, 418, 444.
Saravia, Iosé Vicente. VI, 497. Saravia, Teodoro. V11, 230. Saravia, Tomás. III, 353, 354. Saravia y Aguirre, Iosé. II, 170; III, 169. Saraza, Iavier de. II, 170. Sardegna, Miguel Angel. VIII, 443. Sardén, Iuan Iosé de. Ill, 380. Sargent, Charles S. IV, 138, 156. Sarli, Isabel. X, 265, 270. Sarlo, Beatriz. VII, 400; X, 129, 161,167,170, 194, 198. Sarmiento, Domingo Faustino. III, 136, 178, 335; IV, 23, 25, 37, 38, 85, 86, 95, 205, 210, 371, 427, 446, 446, 449, 451, 457, 460, 461, 467, 470, 471, 472, 473, 474, 475, 476, 480, 483, 484, 490, 491, 492, 493, 494, 495, 496, 497, 498, 499, S00, 503, 504, 507, 508; V, 29, 31, 33, 34, 35, 36, 37, 40, 41, 50, Sl, 52, 53, 57, 58, 62, 72,
73,106, 107, 109,110,111, 116, 118,121,122, 123,127, 128, 129, 133, 134, 135, 140, 247, 252, 258, 259, 260, 261, 267, 303, 352, 370, 384, 385, 390, 426, 486, 487; VI, 66, 78, 218, 227, 251, 261, 262, 263, 266, 269, 279, 280, 281, 282, 283, 299, 305, 318, 323, 324, 325, 330, 333, 340, 341, 347, 360, 362, 363, 367, 378, 407, 408, 409, 410, 411, 412, 416, 421, 426, 427, 473, 475, 476, 479, 480, 482, 487, 495, 501, 502, 504, 506, 508, 510, 516, 519, 520, 522, 526, 529, 533, 538, 548, 551, 559; VII, 209; VIII, 94, 147, 148, 451, 476, 483; IX, 270, 302, 539, 572; X, 14, 15, 23, 33, 44, 95, 108,
1l8,12S,l26,l45,l49, 153, 156, 157, 198.
Sarmiento de Gamboa, Pedro. l, 276, 439; II, 361. Sarmiento de Lenoir, Procesa. VI, 355, 363. Sarobe, Iosé María. V, 272; VII, 267, 295, 508; VIII, 57, 76, 210. Sarquís, Nicolás. X, 266, 267. Sarratea, Familia. IV, 33. Sarratea, Manuel de. IV, 276, 289, 291, 364, 365, 384; V, 89, 176, 177, 206; VI, 479, 522. Sarratea, Mariano de. V, 381.
Sarratea, Martín de. III, 416. Sarratea, Melchora. VI, 247, 312, 522. Sarria, Félix. VII, 482. Sarricolea y Olea, Iuan Manuel de. II, 99, 163, 413; III, 443. Sartelli, Eduardo. IX, 208. Sarthou, B. V, 311. Sartori, Giovanni. VII, S15; X, 33.
Sartre, lean-Paul. VII, 363, 366, 396, 451; X, 187. Sas, Rodrigo. III, 343. Sasiañ, Iuan Bautista. VIII, 255, 258. Saslavsky, Luis. X, 258, 259, 260, 261, 262, 269. Sassenay, Marqués de. IV, 261. Sasso. V, 437. Sastre, Marcos. VI, 264, 280, 305, 317, 353, 478, 479, 480, 516, 518, 519, 520; X, 62. Satas, Hugo R. V, 234. Sató, José. V, 295. Sauberan, Carlos. IX, 515. Saubidet, Tito. X, 157. Sautu, Ruth. IV, 159; VII, 139; IX, 206, 207, 496; X, 29, 38, 109.
Sautú Riestra, Alberto. VIII, 186.
Saveanu, Lascar. VIII, 511, 512. Savigny, Friedrich Carl von. V, 29, 370, 372; VIII, 409, 440. Savino, Enrique A. IX, 508. Savino, Pablo. V, 299, 301. Savio, Manuel Nicolás. VIII, 197,198, 200, 210, 211, 219, 244; IX, 570, 572, 573, 574. Sawers, Larry. IX, 208. Say, Iuan Bautista. V, 444, 454, 456. Sayhueque, cacique. VII, 160. Sbarra, Noel H. VI, 63. Scala, Iosé Nicolás. V, 206. Scalabrini, Pedro. VI, 299, 306, 416, 417, 423. Scalabrini Ortíz, Raúl. Vl, 201; VII, 21, 290, 297, 424, 425, 487; IX, 183; X, 23, 79, 80, 106, 127. Scannone, Iuan Carlos. VIII,
Scardin, Francesco. VI, 241, 246, 247, 255, 256. Scarfó, Paulino. VII, 271. Scarlett, Campell. VI, 228. Scarpitti, Augusto. 1X, 361.
Scarponi, Carlos A. IX, 531. 459
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Scarzanella, María Eugenia. IV, 105; VIII, 494. Scasso, León. VII, 286. Scenna, Miguel Angel. V, 102, l38, 235; Vl, 449; VII, 295, 297, 470, 550; VIII, 144, 209. Schaden, Egon. II, 467. Scháfer, E. II, 248. Schaller, Enrique César. V, 507, 538.
Schávelzon, Daniel. IX, 303. Schavini, A.C. I, 255. Schechter, Salomón. VIII, 399. Scheler, Max. X, 16, 45, 46, 47, 51, 60, 63. Schellhorn, María Teresa. V, 206, 235. Schelling, Friedrich Wilhelm Joseph. V, 370. Schenone, Héctor H. Ill, 333, 365, 366, 367, 368, 448. Schenone, Osvaldo. VIII, 516. Scher, Ariel. 1X, 330. Schiaffino, Carlos. Vl, S27. Schiaffino, Eduardo. III, 365; VI, 181, 360, 367, 374, 380. 381, 382, 383, 521. Schiavoni, Augusto. X, 222. Schieroni, Eliseo. IV, 201. Schillizzi Moreno, Horacio. Vll, 296.
Schindler, Helmut. Il, 206, 207. Schiopetto, Ovidio V. VIII, 513. Schipper. IX, 258. Schiuma, Alfredo L. X, 243. Schleh, Emilio. Vl, 99, 144. Schlesinger, Guillermo. VIII, 394. Schlieper, Carlos. X, 269, 270. Schlimovich, Marcelo. X, 149. Schmidl, Ulrico. I, 29, 34, 190, 198, 205, 208, 273, 380; lll, 281, 283, 284, 285, 31 l, 409; Vl, 326. Schmidt, Hermann. Vlll, 373; IX. 545. Schmidtmeyer, Peter. VI, 49, 227. Schmiedecke, Augusto. IX, 420. Schmieder, Oscar. VI, 63. Schmit, Roberto. Ill, 29, 101; VI, 64, 173, 200, 564. Schmitt, Carl. Vlll, 409, 440. Schmitz, Pedro l. l, 132, 133. Schmucler, Héctor. X, 194. Schneider, Alejandro. VII, 359. Schneider, Otto. lX, 557. Schneidewind,’ Alberto. Vlll,
460
500.
Schnyder, Otto. VI, 415. Schobinger, Juan. I, 106, 159, l7l, 175,178, 179, 180, 231, 284, 511. Schónfeld, Manfred. VIII, 298. Schoo, Ernesto. X, 124, 273, 292.
Schoo Lastra, Dionisio. V, 273. Schopenhauer, Arthur. X, 45. Schpflocher, Roberto. IV, 215. Schreiber, Mordehai. VIII, 397. Schultz de Mantovani, Fryda. X, 128.
Schultz Solari, Alejandro. VII, 38; X, 209, 210 Schumpeter, Joseph. 1X, 187. Schvarzer, Iorge. VI, 144, 166, 167, 168, 169, 170; VII, l4l. 143, 323; Vlll, 271; IX, 32, 80, 83, 148, 149, 183, 209. 2l l, 583; X, 109. Schwartz. A. VIII, 574. Schwartz, Hugh. IX, 114. Schwartz, Marcia. X, 231. Schwartz, Stuart. l, 364. Schwarz, Wilhelm. V, 206. Schwarzstein, Dora. VI, 274; Vll, 108; IX, 493. Schweinstein de Reidel, María. VI, 347, 487. Schydlowsy, Daniel M. IX, 112. Sciacca, Michele Federico. X, 55.
Scibona, Francisco. X, 154. Scilingo, Adolfo. VIII, l7l, 177. Scío de San Miguel. III, 227. Scobie, James R. IV, 113, 131, 156, 215, 216, 452; V, 207; Vl, 98, 124; X, 92, 95. Sconner, Familia. VIII, 470. Scott. III, 263. Scott, loan. VII, 141. Scott, Robert F. VIII, 162. Scott, Walter. V, S2. Scott Smyth, Francis. IX, 514. Scotti. Vl, 336. Scuri, María Carolina. Vlll, 75. Sebastián, Rey de Portugal. l. 363.
Sebreli, luan lose. Vll, 230, 459, 464, 467; IX, 341: X, 24, 95. 127, 128.
Seco Serrano, Carlos. IV, 230, 246.
Seco Villalba, lose Armando. IV, 452; V, 44, lO2. Seelman-Eggebert, Walter. IX. S18, 552. Segato. Rita. Vll, 177.
Seghesso de López Aragón, Crisfina. V, 43, 77, 102, 104. 167, 538; Vll, 296, 509. Segismundo, Iuan Bautista. II, 83.
Segovia, Juan Femando. V, 74, 105, 538; Vll, 297, 375, 431, 433, 500, 507, 556; X, 39. Segovia, Lisandro Vicente. V, 372, 386, 391; VIII, 41 l, 441. Segre, Magdalena. VIII, 144. Segreti, Carlos SA. l, 505; II, 123, 280; IV. 312, 349, 378, 379, 424, 540, 543; V, 21, 25, 43, 44, 104, 206, 504, 526; Vl, 37, 228, 347; Vll, 508; IX, 421; X, 35, 93, 94, 95, 102. Seguí, Juan Francisco. IV, 383, 433, 434, 435, 436, 446; V, 45; VI, 480, 497. Segura, lose F. V, 296. Segura, luan Antonio. Vlll, 333. Segura, Juan lose Antonio. II, 45, 88; V, 308, 309. Segura, Luis José Gabriel. V, 283, 288, 290, 332. Segura, Martín de. II, 95. Segura, Pedro de. l, 397. Segura, Pedro Pascual. V, 327. Segurola, Satumino. lll. 237, 398: V, 290, 322, 346; Vl, 515, 516, 5l7. Seibel, Beatriz. IX, 303. Seignobos, Charles. X, 69. Seineldln, Mohamed Alí. VIII, 259, 261. Seisdedos, Gabriel. Vlll, 360. Seligman, E.R.A. vm. s04. Selles, Roberto. IX. 303. Selser, Gregorio. Vll, 470; Vlll, 52 l.
Selser, lorge. Vll, 369. Selva, Manuel. X, 152. 154, 162. 163.
Semenza, G. IX, S29. Semper, luan. l. 178. Sempere, Francisco. Vl, 423.
Semprún, lose. lV, 3l3. Sena Pereira. V, 242. Senabre. Ricardo. Ill. 244. Senderey, Moises. Vlll, 399. Senefelder, Aloys. Vl, 351. 489. Senén González. Santiago. IX. 240. Senet, Rodolfo. VI. 299. Senevil, Courcelle. V. 456. Senillosa, Felipe. lV, 199. 398; Vl, 460, 467; IX. S42. Senkman, Beatriz. Vlll, 400.
ÍNDICE DE NOMBRES
Senkman, Leonardo. VII, 108, 468; VIII, 400. Sentenach, Felipe. IV, 273. Seoane, Iuan Antonio. V, 388. Seoane, María Isabel. II, 145; III, 130, 161, 162; V, 40l;VIl, 359, 385, 396, 397, 469; VIII, 442.
Sepich, Iuan Ramón. VII, 38; VIII, 322; X, 60. Sepp, Antonio. II, 61; III, 202, 348. Sercovich, F.C. IX, S84. Sergent, Rene. IV, 194. Serra y Canals, Francisco de. III, 147, 159.
Serrafero, Mario Daniel. VII, 507, 511, 550, 551, 552, 556; X, 13, 38, 292. Serrano, Antonio. I, 28, 106, 131, 132, 155, 156, 157, 278, 510.
Serrano, Enrique. X, 259. Serrano, Iosé. II, 452; III, 315. Serrano, Iosé Mariano. IV, 356. Serrano Gonzáñez, A. VI, 513. Serrano Redonnet, Antonio E. III, 130, 159, 279, 312. Serrano Sanz, Manuel. IIl, 245, 3l l. Serrera, Ramón María. II, 46. Serrey, Carlos. VII, 281. Sertillanges. X, S4. Service, E. I, 106, 274. Service, R. I, 284. Sese, Miguel de. III, 433. Sesto, Carmen. VI, 127; IX, 210, Severi, Francisco. IX, 542. Severi, Marco. VI, 338; X, 278. Severino, Iorge Enrique. X, l6l. Severo de Isasi e Isasmendi, Nicolás. II, 171; III, 440. Sguiglia, Eduardo. VII, 357. Shaihueque, cacique. IV, 176. Shakespeare, William. X, 286. Shannon, lack. V, 359; VIII, 373. Sharkey, Eugene. VI, 170; IX, 21 l.
Shaw, Alejandro E. X, 157. Sheraton. III, 364. Sheridan, Enrique. VI, 363. Shúa, Ana María. X, 125. Sicardi, Francisco. X, 118. Sidicaro, Ricardo. IV, 541; VI, 513; Vll, 294; X, 22, 25, 38. Sidrauski, Miguel. VIII, 513, 514, 516, 517, 520, 522. Siegfried, André. VII, 361.
Siegler, Pedro. VII, 295. Siegrist de Gentile, Nora L. IV, 104; V, 205.
Siement, Marx. IX, 536. Sierra, Bernardo. VIII, 58. Sierra, Carmen de. VI, 450. Sierra, Miguel de la. IV, 294. Sierra, Pancho. IX, 292. Sierra, Vicente D. I, 408; II, 349, 380; V, 41; X, 81, 146. Sieyes, Emmanuel Ioseph. V, 20, 36, 82. 85. Siffredi, Alejandro. IV, 186; VII, 176, 177. Siga], Silvia. IV, 539; VI, 450; VII, 322, 354, 360, 372, 373, 400, 466, 471; X, 33, 38, 189, 199.
Sigal, Víctor. VIII, 400; IX, 497. Sigaut, Lorenzo. VIII, 258. Sikkink, Kathryn. VII, 355. Silberstein, Carina F. de. IV, 106, 106, 156. Silgueira, I. Honorio. IX, 436. Silpitorle, cacique. I, 281. Silva, Carlos Alberto. V, 103, 138; IX, 508, 528. Silva, Cayetano. X, 274. Silva, Francisco. X, 75. Silva, Hernán Asdrúbal. III, 161; VI, 13, 36, 37, 564; X, 103.
Silva, Iuan de. III, 186. Silva, Manuel. III, 375. Silva, Marta. I, 475; IV, 216. Silva, Matilde. VIII, 41. Silva Galdames, O. I, 284. Silva Lezaeta, Luis. I, 442. Silva y Aguiar, Iosé de. III, 250, 254, 261, 316. Silvano, María T. II, 116, 125. Silveira, Francisco. V, 322. Silveira, Iuan de. I, 330. Silveira, Mario. I, 206, 207. Silveira de Ibarrola, Francisca. III, 154. Silvestri, Graciela. IV,l58. Silveyra, Ricardo. VII, 279. Simmel, Georg. X, 16, 21, 127. Simón, Hugh V. (h) VIII, 245. Simón, Iuan. V, 194. Simón, Pierre-Henri. VII, 399. Simoncini, Pedro. IX, 382. Simone, Mercedes. X, 257. Simoneau, Karin. VII, 147. Simonetti, Celia. IX, 514. Simonetto, Ernesto. VIII, 441. Simons, Hanny S. de. X, 154. Simpson, Máximo. X, 116.
Simpson, Tomás Moro. X, 128. Sin, Gisela. VII, 550, S52. Sinchel, cacique. IV, 177. Singerman, Paulina. X, 259, 260.
Sintierra, Iuan. IV, 243, 247. Sipán. I, 271. Siracusano, Gabriela. X, 236. Siri, Obdulio. VII, 286, 545; VIII, 454. Sirio, Alejandro. VII, 39; X, 157, 207, 209. Sirven, Pablo. IX, 350, 361, 391, 392; X, 199. Sisley, Alfred. VI, 369, 375. Sisson, I-l.D. VI, 235, 250, 255. Sívori, Alejandro. VI, 367. Sívori, Eduardo. VI, 360, 367, 372, 373, 38l, 382, 521, 527; X, 212. Sívori, Enrique Omar. IX, 31 l. Siwak, Pedro. VIII, 360. Sixto, Genaro. IX, 403. Sixto IV, Papa. I 332; Il, 406. Sixto V, Papa. II, 386. Sjaastad, Larry. VIII, 516. Sldiar, O. IX, S57. Skou, lens. IX, 521. Skupch, Pedro. VII, 142; IX, 82, 149,183, 21 l. Slacum, Jorge W. V, 192. Slatta, Richard W. III, 191, 192; VI, 62, 228; IX, 330. Slodky, Iavier. VII, 509. Slutzky, Daniel. IX, 59. Smith, Adam. III, 98, 238; V, 14, 65, 443, 443, 450, 456, 457, 459; VI, 421. Smith, Iuan Carlos. X, 59. Smith, Oscar. VIII, 253. Smith, Peter H. VI, 165; VII, 264; VIII, 210; IX, 31, 57, 98, 147; X, 35. Smith, Wayne. VII, 359. Smith, William C. Vll, 357. Smulovitz, Catalina. VII, 142, 355, 356, 399. Snow, Peter. I, 257; VII, 263; X, 96. Soaje, Camilo. IX, 379. Soaje, Guido. X, S9. Soares, Ernesto. VI, 202. Soares, Iosé Carlos de Macedo. VIII, 115. Sobert Shugart, Matthew. Vll, 553. Sobral, Antonio. VII, 275, 276. Sobral, losé María. VIII, 163, 164. 177.
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Sobre Monte, Rafael de. II, 31, 33, 74, 75, 78, 79, 82, 83, 102, 107, 108, 124, l72, 180, 275, 277, 282, 299, 371, 374, 375, 378, 379, 382; III, 108,116, 121, 131, 307, 309, 378, 380. 390, 397, 438, 439; IV, 210, 261; VI, 536. Sobrino. Ill, 254. Socolow, Susan. ll, 117, 125, 128, 132, 134, 142, 146, 147, 180; III, 102, 147, 162; IV, 112, 130, l3l, 256, 268; X, 99. Soffici, Mario. VII, 39; X, 258, 259, 260. 262, 269. Sófocles. X, 130, 287. Sofovich, Gerardo. X, 266. Sofovich, Hugo. X, 266. Soiza Reilly, Iuan lose de. D(, 373.
Sojit, Luis Elías. IX, 319, 323. Sojit, Manuel. IX, 323. Sojo, Eduardo. VI, S01, 505. Solá, Héctor Hidalgo. VIII, 253. Solá, Iuan Manuel. IV, 412, 413, 414. Solá, Iuan V. VII, 277, 550. Solá, Manuel. V, 187. Solá, Miguel. II, 88, 315; lll, 365; IV, 423; VI, 488. Solá, Miguel Angel. IX, 530. Solá González, Alfonso. VI, 345, 348; X, 115, 134. Solanas, Fernando. X, 266, 270. Solanas Pacheco, Héctor. Vlll, 228, 229. Solano, Francisco de, Fray. l,
473; ll, 435, 466; lll, l57. Solar, Xul. Véase: Schultz Solari, Alejandro.
Solari, Benjamín. Vlll, Sl. Solari, Manuel Horacio. lll, 400; VI, 273. Solari Yrigoyen. Vll, 506. Solberg, Carl. VI, 124; IX, 147. Solbrig, Otto T. IX, 35, 59, 587. Soldi, Raúl. VII, 39; X, 21 l. Soler. lX, 550. Soler, C.M. IX, 184. Soler, Hipólito, Fray. Ill, 390; Vl, 482. Soler, Manuel. Vlll, 426. Soler, Miguel Estanislao. IV, 325, 326, 327, 364. Soler, Ricaurte. V, 74, 90; VI, 306; X, 39, 65. Soler, Sebastián. Vlll, 405, 410, 421, 422, 423, 433, 434, 454. Soler Cañas, Luis. Vl, 345; X,
462
133.
Solís, Diego de. I, 32, 338, 340, 341, 342, 346, 348, 368, 369. 370, 372, 375, 377, 408, 472; III, 237, 252, 263, 290; VI; 335. Solís, Leonardo León. II, 207. Solórzano Pereira, Iuan de. II, 150, 215, 216, 220, 222, 246, 283, 289, 291, 388, 390, 404, 415; III, 263, 264, 268. Solórzano y Velasco. Il, 106. Solveira, Beatriz R. I, 477, 505, 51 l; V, 209, 235, 538; Vlll, 95, 119, 579. Sombart, Werner. X, 16. Sombra, Segundo. IX, 270; X, 118,119, 156, 265. Somellera, Antonio. V, 242; VI, 362, 474. Somellera, Pedro de. V, 381, 401, 407. Somenzi, Porro di. IX, S41. Somigliana, Carlos. X, 131, 287, 288. Sommariva, Luis H. IV, S38; V, 115, 167; VII, 263, 550. Sommer, l. IX, 125, 148. Sommi, Luis V. IV, S40, 462; VII, 263; IX, 147. Somoza, Jorge. IV, 7l, 75; Vll, 73
Sonderéguer, M. Vll, 468. Sonsino, Rifat. Vlll, 397, 398, 399.
Sonzogni, Cristina. VI, l00. Sonzogni, Elida. VI, 98. Sordelli, Alfredo. IX, 504, 505. 506, 507, 508, 517, 519, S28. 529, 53 l. Sorel. Vll, 452. Sórensen, Niels. Vlll, 367. Soria, Ezequiel. X, 277. Soria, Joaquín de. Ill, 437. Soria, Iuan de. l, 153. Soria, Martín S. ll, 86; lll, 366. Soria, Raúl. Vlll, 516. Soriano, Alberto. lX, S9. Soriano, Manuel María. VI, S13. Soriano, Osvaldo. X, 124, 268. Sorokin, Pitirim. X, 14. Sorrento, Luigi. IV, 246. Sors, Guillermina. ll, 466. Sortais, Louis. IV, 194. Sosa, Adam F. Vlll, 372. Sosa, Luis de. Ill, 445. Sosa Cavadas, Iosé de. Véase Cavadas, lose de Sousa. Sosa de Newton, Lily. Vl. 346: IX. 268.
Sosa Molina, Iosé Humberto. VIII, 218, 219, 220. Sosnowski, Saúl. X, 196. Sota, de la. Il, 195. Sota, Iuan Manuel de la. VI, 32. Sotelo, Walter. X, 223. Sotelo Narváez, Pedro. I, 273, 274, 278, 279, 284, 43]; Il, 94; III, S6. Soto, Domingo. lll, 262. Soto, Iuan, Fray. III, 389. Soto, Iuan José. IV, 467. Soto, Luis Emilio. X, 118, 128, 132.
Soto Amango, Diana. III, 420. Soto y Calvo, Francisco. X, 163. Sotomayor, Alonso de. I, 371, 404, 431, 438. Sotomayor, Familia. II, 242. Sotomayor, Ramón, Fray. lll. 374.
Soucoup, Rodolfo. VI, 501. Soulié, Frédéric. VI, 491. Sourrouille, Iuan V. Vlll, 518;
lX,ll2,ll4, 125,146,147. 149, 21 l.
Sousa, María de. I, 364. Sousa, Martín Alfonso de. l, 360, 36], 375, 377. Sousa, Tomé de. l, 36], 387, 398.
Southem, Henry. IV, 421; V,
l9l.
Souza, Diego de. V, 195. Souza, Jorge. X, 217. Souza, Paulino lose Soares de. V, 197, 207. Sowell, Benjamin. Vlll, 374. Sowell, Sydney M. Vlll, 365. 374. Sozzo, Maximo. Vlll, 494. Spalding, H. IV, S41. Sparza, Egidio. Vlll, 330. Spears. l, 257 Spegazzini, Carlos Luis. VI, 4lS. 416 Speluzzi, Bemardino. Vl. 412. 413, 414: lX, S37. Spencer, Herbert. V, 52, 72, 372. 373, 459; Vl. 291, 299. 306. 422, 423; X, 13, 16, 41. Spengler, Oswald. X. 16, 127. 202.
Spiguel, Claudio. Vlll, 143. Spilimbergo, Jorge Enca. Vll, 430, 468. Spilimbergo, Lino Enea. Vll, 39:
X, 2| l, 212. 2l3, 2lS. 2l9. 220.
ÍNDICE DE NOMBRES
Spinelli, María Estela. VIII, 75. Spiro, Miguel. IV, 295. Spiro, Nicolás. X, 115. Spiro, Pedro. IV, 295. Spivacow, Boris. X, 162. Spota, Alberto A. Vll, 498; X, 29.
Spota, Beatriz. IV, 186. Spotorno, Iuan Antonio. VIII, 323. Squirru, Rafael. X, 223, 234, 235. Stabb, Martin. X, 135. Stüel, Madame de. Véase: Sarratea, Melchora. Stagnaro, Iuan Bautista. IX, S30.
Stagnaro, Iuan Iosé. X, 266. Stalin, loseph. VII, 363, 396; X, 178.
Stallings, Bárbara. IX, 148. Stammler, Rudolf. VIII, 409, 419, 441. Stanbury, Iohn B. IX, S18. Stanchina, Lorenzo. X, 121. Stanislavski, Constantin. X, 130. Staples, Roberto. VI, 34, 133. Stearns, Iorge A. V, 352; VI, 286, 423. Stein, Enrique. VI, 318, 410, 501, 527. Stein, Stanley I. VI, 165. Steinmann. I, 210. Steinthal, Fritz. VIII, 392. Stefano, Luciana de. I, 323. Stefenelli, Miguel. V, 300. Stelzner de Friburgo, Alfred. VI, 410. Stemplowsky, Ryszard. VIII, l 18.
Stengel, A. IX, 211. Stengel, Sonia. II, 248. Stern, Grete. X, 216. Stern, I. IV, 496. Steward, I. I, 279; Il, 89. Stirling, Waite H. I,_,256; V, 351, 359. Stoetzer, O. Carlos. IV, 269. Stoffel, Edgar Gabriel. V, 310. Stoller, Enrique. VII, 509. Stoppani, Andrés O. IX, 517, 523, 529, 532. Stoppani, Iuan. X, 227. Storey, Rebecca. l, 81. Storni, Alfonsina. X, 112, 113.
Storni, Carlos M. Il, 315. Storni, Hugo. II, 466. Storni, Pablo. V, 396. Storni, Segundo R. VIII, 106,
150,151,155, 159,176, 185. 191, 210. Story, losé. V, 29, 36, 38, 370, 419.
Strangford, lord. V, 173, 176, 177, 195.
Strasberg. X, 130. Strasser, Carlos. Vll, 400, 467; X, 34. Straubinger, Iuan. VIII, 327. Strauss, Levy. X, 21. Street, Iohn. II, 382; V, 42; VI, 37.
Streeten, Paul. VIII, 516. Strindberg, lohan August. X, 281.
Strobel, Matías. III, 410. Strobel, Peregrino. VI, 412, 414, 415.
Stroessner, Alfredo. Vll, 376. Strong, Iohn. II, 339. Studer, Elena S. F. de. III, 102. Suaiter Martínez, Francisco. VIII, 75. Suárez. IX, 517. Suárez, Alejandro. VII, 286. Suárez, Anastasio, Fray. III, 389. Suárez, Buenaventura. III, 297, 405, 412, 413, 414, 418; VI, 529.
Suárez, Francisco. II, 283; III, 224, 258, 387; IV, 265; V, 15; VIII, 442; X, 21, 53. Suárez, Isidro. IV, 345; VI, 21 l. Suárez, Iusto. IX, 326, 326. Suárez, León. X, 266. Suárez, Leopoldo. VII, 282; VIII, 234. Suárez, María Victoria. X, 116. Suárez, Mariano. V, 3 l 7. Suárez, Martín. IV, 281, 282, 285, 292, 328, 338. Suárez, Odilia. VII, 205. Suárez, Pablo. X, 226. Suárez, Reinaldo Iosé. X, l6l,
Suárez Lago, Gilberto. VII, 274, 291. Suárez Mason, Carlos Guillermo. VIII, 254, 255, 257.
Suárez Urtubey, Pola. X, 253. Suárez Vilela, Ernesto. VIII, 373.
Suayter, María Adela. IX, 424. Subiza, Ramón. VIII, 69. Sucre, Iosé Antonio de. IV, 342, 343, 344, 345, 371; V, 204. Sue, Eugene. VI, 491. Sueldo, Horacio. VII, 370. Suffern Arteaga de San Martín, Elvira. X, 156. Sullivan, Pedro Iosé de, Fray. III, 389. Summerhill. IX, 183. Supisiche, Ricardo. X, 222, 224. Suplee, loan. IX, 33. Suriano, Juan. IV, 156; V, 75; VIII, 494; IX, 210. Susini, Enrique IX, 365, 367, 369, 379; X, 258. Susnik, Branislava. II, 206, 467, 468. Sustersic, Bozídar Darko. III, 349, 367. Swaity, Meletios. VIII, 377, 380, 381, 384, 385. Sweeney, Ernest S. V, 168. Swiderski, Graciela. Il, 85; Vll, 87. Sylla, R. V, 505.
Sylvestre, Santiago. X, 116. Sylvestre Begnis, Carlos. VIII, 30.
Szathmáry, Emóke. I, 79. Szpunberg, Alberto. X, 116. Sztompka, Piotr. IV, 159. Szuchman, Mark D. IV, 106, 128,131, 156; VI, 274. Szusterman, Celia. VII, 355. T
162, 163.
Suárez de Cantillana, Lorenzo. II, 418, 430, 465, 468. Suárez de Carvajal. I, 375. Suárez de Figueroa, Lorenzo. I, 152, 422, 429, 448, 459, 466. Suárez de la Concha, Melchor. II, 55, 56; III, 336. Suárez de Toledo, Familia. I, 441.
Suárez de Toledo, Martín. I, 383, 423, 424, 428, 448; lll, 426.
Suárez Fernández, Luis. l, 322.
Taboada, Antonino. IV, 436, 468, 470, 472, 474, 476. Taboada, Carlos. IV. 310. Taboada, Diógenes. Vll, 286. Taboada, Familia. IV, 450; V, 148.
Taboada, Gaspar. IV, 450, 479. Taboada, Manuel. IV, 456; VI, 538.
Taborda, Diógenes. X, 256. Taborda, Gabriel. X, 135.
Taborda, Rafael. IX, 471. 463
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Taborda, Saúl. VII, 276; X, 47. Tacca, Oscar. X, 128. Taccone, luan losé. IX, 233, Tagle, Carlos A. VII, 482. Tagle, Gregorio. III, 398; IV, 402; V, 316, 322. Tagle, Mariano Antonio. III, 398. Tagle, Miguel F. III, 374, 375. Taiana, lorge A. VII, 374; IX, 447, 489. Taine, Hippolyte. V, 60; VI, 339, 449. Tait, Guillermo. V, 347. Talavera, Hernando de, Fray. I, 308, 317, 318. Talesnik, Ricardo. VII, 134; X, 13 l, 287. Talla. Vl, 531. Tálice, Roberto. IX, 361; X, 129. Tallón, AJ. V, 359. Tallón, losé Sebastián. X, 113. Tamagna. VIII, 528. Tamayo, Manuel. VI, 337. Tamberlinck. Vl, 531. Tamboleo, Bernabé, Fray. V, 298. Tamborini, losé P. VII, 21, 253, 257, 304, 305; lX, 405.
Tamburini. Ill, 262, Tamburini, Francisco. IV, 194; X, 244. Tami, Felipe S. VIII, 517. Tamin, Alejandro. III, 375. Tamiño, Alejandro. Veáse, Tamin, Alejandra. Tandeter, Enrique. lll, 29, 50, 90, 101, 103; V, S05; Vl, l7l. Tank, Kurt. lX, 574, S75, S76. Tanús, Eduardo. IX, 531. Tanzi, Héctor lose. IV, 313, 507; Vlll, 21 l. Tapia, AH. l, 255. Tapia de Vargas, Familia. ll, 157.
Tapia y Padilla, Isabel de la Presentación. lll, 344. Taquiní, Alberto Carlos. IX. 496, 512, 513, 514, 515, 517. 521, 523, 524, S29, 531. Taquini, Graciela. X, 270. Taraccio. Vl, 254. Tarantini, Alberto. lX, 3 l 2. Tarcus, Horacio. Vll, 359, 468. Tardano, Angel. Vl, 251. Tarde. X, 16. Tarnopolsky, Samuel. Vl, 348. Tarrago. Griselda. ll, 180.
Tarruella, Rodrigo. X, 270. Tartaglia de Silvano, Maria Teresa. II, 147. Tartarini, lorge. VII, 207, 230. Tassara, Mabel. X, 270. Tasso, A. VII, 109. Tasso, Torcuato. III, 268; VI, 376.
Tato, Miguel R X, 267. Tau Anzoátegui, Víctor. I, XIX, XXI; ll, 9, 88, 145, 21 l, 248. 250, 282, 314, 315, 470; III. 130, 244, 401; IV, 378, 424; V, 42, 44, 87, 99, 103, 104, 137. 398, 400, 401, 402, 405, 435, 436, 437; VI, 274, 513; VII, 508, 552; VIII, 403, 439, 440. 441, 468, 470, 579; X, 94, 95, 107.
Taullard, Alfredo. II, 88; lll, 367; Vl, 229, 345. Taussig. VIII, S04. Tavares, Antonio Raposo. ll, 320, 441. Tavares, Preto Raposo. II, 320. Tavella, Zulema. l, 207. Tavema Irigoyen, lorge. X, 237. Taviani, Paolo Emilio. I, 407. Tavira, Antonio. Ill, 392. Tavolini, Francisco. V, 301. Taylor, Alan. Vlll, 549; lX, 80, 82 Taylor, Richard M. lX, S31. Taylor, Tomás. IV, 295. Taylor, William B. ll, 122. Tcach, César. Vll, 296, 355;
Vlll, 41. Tchaicovsky. IX, 258, 261. Techo, Nicolás de. l, 94; lll, 245, 263, 298; Vl, 315. Tedeschi de Brunet, Sonia. IV, 425. Tedesco, luan Carlos. IX, 422, 423, 454, 497. Teissaire, Alberto. Vll, 436, S21;
Vlll, 67. Tejeda, Gabriel. lll, 293. Tejeda, Gregorio. lll, 293. Tejeda, luan de. lll, 15], 254, 338.
Tejeda, Leonor de. ll, 97; lll, 135,151,152, 292, 338, 38]. Tejeda, Luis de. lll, 131, 205, 216, 22], 245, 269, 275, 293. 294, 295, 296. 3ll. Tejeda, Tristán de. l, 432, 452; lll, 292. Tejada, Gómez, Armando. X. l l7.
Tejeda Miraval, luan de. Il, 425; III, 292. Tejeda y Guzmán, Luis lose de. lll, 292, 293, 312. Tejedor, Carlos. IV, 24, 475, 477, 478, 479, 481, 488, 506, S12. 529; V, 50,108,131, 219, 263. 389, 390, 402; Vl, 269, 378, 472, 475, 516; Vlll, 472. Tejedor, Enrique. VII, 352. Tejo. IV, 228.
Telémaco Susini, Enrique. X, 283.
Teles Meneses, Miguel. Il, 78. Telesca, Ana María. X, 232, 235. Tellechea y Caviedes, María Calixta. Vl, 363. Tello, Antonio Reynoso. II, 63. Temis. Vlll, 445. Tenorio T., Mauricio. Vl, 450. Tenti Fanfani, Emilio. Vll, 142. Teobaldi, Daniel Gustavo. Vl, 348. Tepaske, lohn l. III, l8, 29. Terán, Familia. V, 148. Terán, Femando de. l, 473; ll, 86; Vll, 206. Terán, luan B. IV, 425; Vl, 138. 302, 306, 445; Vll, 35, 277: Vlll, 324; lX, 402, 422, 429. Terán, Oscar. V, 73, 74; Vll, 323. 360, 471; Vlll, 494; X, 39, 184, 189, 199. Teresa de lesús, Santa. lll, 158, 2l0, 254, 26], 268, 269, 292. 295, 296. Terlinden, Vicomte. V, 206. Tenneyer, Ramón de. lll, 407. Ternavasio. Marcela. VIII, 80. 94.
Terrador, Esteban. IX, 542. Terragno, Rodolfo H. IV, 346; Vll, 295; lX, 358. Terralla y Landa. lll, 322. Terranova, Osvaldo. X, 280. Terrara, Carlos. Vl, 480. Terrazas, Matias. lll, 226, 228. 246.
Terrera, Guillermo. lX, 271. Terrero, lose Maria. V, 322; Vl,
5l6. Terrero, luan Nepomuceno. V. 284, 287. Terrero, Máximo. Vl, 34. 526. Terry, lose Alberto. V, 120, 460, S03; Vlll, 499, 500; X, 203. 220. Terry, Megan. X, 288. Teruel de Lagos, Ana. Il, 208; Vl, 99.
ÍNDICE DE NOMBRES
Terzaga, Alfredo. IV, 481. Tessandori, Luis. X, 204. 235. Testa, Clorindo. V11, 39; X, 231. Tetruel, cacique. IV, 169, 170. Tetu, Remus. 1X, 489. Teubal, Familia. VIII, 398. Teubal, Mauricio. VIII, 517. Teubal, Miguel. VIII, 516, 522. Tezanos Pinto, César de. VIII, 429. Tezanos Pinto, Familia. V, 148. Thatcher, Margaret. VII, 392. Thays, Carlos. IV, 195, 207, 210, 21 l, 214; VI, 237; VII, 180, 188, 224. Thélot, Claude. VII, 140. Thénon, Iorge. IX, S28.
Thernstrom, Stephan. VII, 140. Thierry, Agustín. V, 38. Thiers, Louis Adolphe. Vl, 41 l. Thomas, Dylan. IX, 349. Thomas, Hernán. IX, 583. Thompson, Carlos. X, 261. Thompson, D. I, 108. Thompson, Diego. IV, 27. Thompson, Edward. X, 100. Thompson, Familia. V, 350. Thompson, Iuan. V, 200; VI, 473, 483. Thompson, Julián. VIII, 299. Thompson, Ruth. DC, 183. Thoms, William Iohn. VI, 558. Thomson, Diego. V, 346, 347, 348, 359, 360. Thomson, James. Véase: Thomson, Diego. Thomson, Iuan F. V, 352, 353, 354, 357, 360; V111, 374.
Thome, Iohn M. IX, S39. Thorne, Iuan Bautista. V, 246. Thorne, Roberto. I, 371. Thorp, Rosmary. V11, 143. Thot, Ladislao. VIII, 494. Tiarajú, José. II, 458. Tibiletti. VII, 275. Tiempo, César. Véase: Zeitlin, Israel. Tigerstedt, Robert. IX, 512. Tijman, Gabriela. IX, 391. Tilly, Louis. VII. 141. Tilly, R. V, sos.
Tilton, barón de. VIII, 510. Timerman, Jacobo. VII, 399, 506, 544; Vlll, 257, 457, 462; IX, 355, 356, 358; X, 189. Tinayre, Daniel. X, 258, 260, 261, 262, 269. Tingitana, Mauritania. l, 329. Tiruel. ll, 93.
Tiscomia. Eleuterio F. X, 125. Tissembaum, Mariano R. V, 403.
Tissera, Iuan Capristrano, Fray. V, 336.
Titara, Ladislao dos Santos. IV, 451. Tito Livio. III, 268. Tiziano. VI, 352. Tizón, Héctor. X, 124. Tjarks, Germán O.E. II, 281; III, 102; IV, 268.
Tobal, Gastón Federico. VIII, 405, 429, 430, 444, 448, 449, 461, 468. Tocqueville, Alexis de. V, 22, 29, 38, 48; Vl, 277, 305, 41 l; VII, 361, 462, 513; X, 14. Toennies. X, 16. Tokman, Víctor E. VII, 143. Tolcachier, F. VII, 109. Toledo, Bernardino, Fray. III, 400. Toledo, Estela B. II, 179; III, 100.
Toledo, Francisco de. I, 280, 282, 284, 416, 418, 419, 421. 422, 424, 425, 428, 442, 451; 11, 128, 290, 294, 306, 409; III, 68. Toledo, Gabriel de. III, 377. Toledo Pimentel, Familia. II, 170, 171. Tolstoi, Alekséi Nikolaievich. V1, 518; X, 213, 280, 281. Toman, Miguel Luis. X, 158. Tomas, Santo. III, 224; VIII, 322; X, 45, 52, 54, 63. Tomás y Valiente, Francisco. IV, 247.
Tomasini, Iuan Alfredo. Il, 207; IV, 167, 186; VII, 147, 173. Tomé, Remigio. VI, 253. Tommasi, Victorio. VIII, 65. Tommasini, Gabriel, Fray. II, 468.
Tonazzi, Iuan M. VlI, 292. Tonda, Américo A. V, 309, 310, 343; X, 102. Tonini, A. IX, 82, 21 l. Tonna, Gratien. IX, 328. Tonni, Eduardo. l, 205, 206. Topio, Iulián. III, 326. Toranzo, Severo. VII, 271; VIII, 186.
Toranzo Calderón, Samuel. Vlll, 223. Toranzo Montero, Carlos. VIII, 229, 230.
Torchia Estrada, Iuan Carlos. III, 373, 401; X, 64. Toriano, cacique. IV, 172. Toribio, Tomas. II, 58, 83, 84. Torino, Antonio. ll, 435. Torino, Martín. VII, 253. Tormo, Antonio. IX, 301. Tornquist, Carlos A. 1X, 146. Tornquist, Ernesto. Vl, 88; IX, 18, 20, 163, 178, 182, 188, 194.
Toro, Reginaldo. V, 284. Toro y Pareja, Manuel. VI, 501. Torquemada, Tomás de, Fray. I, 314, 315. Torrado, Susana. VI, 257; VII,
55, 74,l16,l17,121,130, 132, 138, 141; 1X, 267. Torre, Carlos. V, 354. Torre, Elena B. VI, 30, 38; VIII, 74.
Torre, Giuseppe. VI, 251. Torre, Guillermo de. X, 177. Torre, Ioaquín de la. IV, 388. Torre, Iuan Carlos. IV, 158; VII, 142, 301, 321, 322, 330, 398; V111, 270; 1X, 242; X, 22.
Torre, Lidia de la. VI, 256; IX, 267, 268. Torre, Lisandro de la. IV, 517, 527, 532, 536, 537; V, 71, 165; VII, 20, 235, 236, 268, 270, 272,280,281, 295, 409, 415, 416, 417, 476; VIII, 82, 86; IX, 27, 190. Torre, Manuel Antonio de la. III, 229, 232, 446. Torre, Pedro de la, Fray. I, 472; Il, 168; III, 268, 291. Torre, Raúl de la. X, 266. Torre Nilson, Leopoldo. VII, 39; X, 263, 270. Torre Revello, Iosé. I, 407, 443, 473; ll, 85, 88, 124, 179, 350, 381, 382, 466; III, 129, 130, 131,160,161, 276, 278, 282. 310, 330, 331, 365, 367; VI, 305; IX, 493; X, 72. Torre Vela, Iosé de la. III, 434. Torre Vela, Manuel de la. III, 434. Torreblanca. I, 274. Torrendell. Iuan. X, 143, 151. Torrente, Mariano. IV, 313. Torres. III, 222. Torres, Andrés. III, 279. Torres, Camilo. IV, 241; VIII, 346.
Torres, Diego de. I, 467; Il, 60, 465
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
421, 437, 439. 447; Ill, 199. 206, 209, 218, 219, 293. 383. Torres, Elpidio. VII, 357. Torres, Iosé León, Fray. V, 293. Torres, Iosé Luis. VII, 289, 296. Torres, julio. II, 415. Torres, Iulio César. VIII, 94. Torres, Lorenzo. V, 322. Torres, Luis María. II, 88; III, 400, 420; VI, 446; X, 68, 72. Torres, Manuel, Fray. III, 408. Torres, Tomás de, Fray. III, 442. Torres Balbas, Leopoldo. II, 85. Torres Briceño, Dionisio. II, 425; III, 249. Torres de Ugalde, Juana Iosefa. III, 382. Torres de Vera y Aragón, Juan. I, 428, 429, 434, 436, 438, 450, 456; III, 426, 427. Torres de Vera y Aragón, Iuan (h). ll, 154. Torres Frias, María. VI, 340. Torres García, Joaquín. X, 228. Torres Lacroze, Federico. V, 401. Torres Lanzas, Pedro. I, 473; II, 85.
Torres Navarrete, Juan de. I, 439; III, 427. Torres Ríos, Leopoldo. X, 256, 257, 262, 263. Torres Zavaleta, Jorge. X, 125. Torrey, William. V, 347, 348, 349, 350. Torrico Ximénez, Patricio. III,
Tubichaminí, cacique. H, 26, 437. Tudó, Pepita. IV, 228.
Trail], Johnny. VI, 250; DC, 314, 315, 318. Trarnonti. IX, 220.
Tuis, Claudio. II, 117, 125, 147. Tukachev, Fedor (Teodoro). VIII, 381. Tula Cerbin, Alonso de. l, 440. Tulchin, Joseph A. V, 235; VI, 126; VII, 400 , VIII, 117, 143. Tululunave, cacique. l, 153. Túmburus, Iuan. X, 154. Tuñón de Lara, Manuel. l, 321;
Trapani, Pedro. VI, 34, Sl, 52, 133, 142.
Trasande, Iuan Alfredo. X, 150, 162.
Treharne Lewis, luan. IX, S07, 516.
Trejo, Hernando de. l, 397. Trejo, Mario. X, 115. Trejo, Nemesio. Vl, 338; VII, 246.
Trejo y Sanabria, Fernando de, Fray. II, 25, 153, 154, 156, 396, 398, 399, 400, 401, 413. 434, 466; Ill, 260, 383, 384, 442. Trelles, Manuel Ricardo. Il, 125; Vl, 359, 431, 432, 435, 506. 516, 517, 525; X, 148. Trelles, Rogelio. Vll, 231. Trenti Rocamora, lose Luis. X, 160,161,163. Trento, A. IV, 107. Trerótola, María Delicia. III. 192.
Torroba Bernaldo de Quirós,
Tretter, Iosé. IX, 540. Treves, Renato. Vlll, 440. Triffin. VIII, 544. Trímboli, ]. VII, 400, 468. Tripaldi, Nicolás M. X, 161. Tristán. Vll, 312. Tristán, José de. III, 138. Tristán, Pío. IV, 298, 299. 300.
Felipe. VI, 51 l. Tortella, G. V, 505.
Tristán y Moscoso, Joaquín. III,
378.
Torterolla, Familia. VI, l8l. Tórtola, Angélica L. VI, 348. Tortolo, Adolfo. VIII, 34], 349, 351, 355.
Tortti, María Cristina. Vll, 430. Tosacanelli, Paolo dal Pozzo. l, 334.
Toscanini. Arturo. IX, 258. Tosco. Agustín I. VII, 357; IX, 234.
Tounens, Orllie-Antoine de. Vl, 416. Touraine, Alain. VII, 398. Tours, Martín de, Santo. lll, l 19.
Tovar, Alberto. ll, 468. Tow, Martín. IX, 379. Towsend Brady, Cyrus (h). IX,
466
Traill, Familia. VI, 250; IX, 314,
528 Tracy, ‘Destutt de. X, 62.
301. 390. Tristany, Manuel Rogelio. V, 383. Troiani, Osiris. IX, 336. Troilo, Aníbal “PichucoÏ lX. 263, 273. Troisi Melean, Jorge. Ill, 191. Trombetta, Augusto M. IX. 497. Troncoso, Familia. ll, 135. Troncoso, Manuel. ll, 152. Troncoso y Echagüe, luan Blas.
lll, 398. Trostiné, Rodolfo. lll, 366; Vl, 487: X, 236. Trotz. Vlll, 269. Troyano, María F. Ill, 130. Trucco, Raúl. IX. 516. Trueno, Alonso. ll, 420. Trusso, Alfredo. Vlll, 339. Tïrbar y Sala, Francisco. lll. 446.
II, 279; IV, 247. Tupac Arnarú. II, 257, 273; IV. 253; Vl, 317. Tupac Amaru, José Gabriel. I, 281. Túpac Inca Yupanqui. l, 98, 108, 272. Turbon, Daniel. l. 79. Turgot, Anne-Robert Jacques. V. 456. Turkieh, Mauricio. IX, 115. Turkow, Marc. Vlll, 400.
Turner ll, Christy G. l, 79. Turner, Frederick C. Vll, 359, 466, 467. Turolo, Carlos M. (h). Vll, 397; VIII, 299. Twain, Mark. Vl, S18. U
Ubaldini, Saúl. IX, 238. Uballes, Eufemio. IX, 463. 465, 470 Udaondo, Guillermo. lll, 210; TV, 532; V, 344; Vl, 507, 526. Ugarriza, Andrés. V, 390. Ugarte, Alicia. Vl, 257; IX, 268. Ugarte, Francisco Ignacio de. lll, 322. Ugarte, Manuel. V, 70; X, 125. Ugarte, Marcelino. lV, 474, 527. 528, 531, S37, 539: V, 45, 135. l48, 387; Vl, SlO; Vll, 235, 239, 240, 4l7; IX, 538. Ugarteche, Félix de. Vl, 486, 532: X, 162. Ugarteche, lose Francisco. IV, 402. 403; Vl, 466. Uhart, Hebe. X, 125. Ulanovsky, Carlos. IX, 360, 361. 391, 392; X. 197.
Ulla, Noemí. Vl, Sll. Ulloa, Antonio. lll, 263. Ulloa. Nicolás de. ll, 155. 413; Ill. 443. Ulloa Chaves, Antonio de. lll. 432.
ÍNDICE DE NOMBRES
Unamuno, Miguel de. VI, 509; VII, 508. Underwood Faulkner, Harold. IV, 247.
Undiano y Gastelú, S. de. VI, 175, 200. Ungaza. V, 127. Unsain, Alejandro M. V, 397; VIII, 405.
Unzue, Saturnino E. VlII, 310. Uranga, Carlos. IX, 315. Uranga, Raúl. VIII, 30. Urbano VIII, Papa. ll, 442; III, 383.
Urdemanes, Pedro. VI, 546. Urgell, Guimar de. VI, 384. Uriarte, Claudio. VIII, 271. Uriburu, Alberto E. X, 157. Uriburu, Dámaso. V, 198, 204. Uriburu, Enrique. VIII, S04, 506, 548, 534. Uriburu, Familia. II, 53; V, 148. Uriburu, Iose Evaristo. IV, 25, 526, 529; V, 58, 110, 116, 134, 267, 339; VI, 380. Uriburu, lose Felix. VII, 19, 91, 114, 267, 268, 269, 270, 272, 277, 279, 283, 291, 295, 411, 417, 422, 424, 426, 480, 481, 482, 483, 515, S20, 529, 544; VIII, 184, 186, 187, 195, 196, 197, 459, 487, 534; IX, 70, 338, 429; X, 282. Uriburu, Vicente de. VI, 137. Urízar y Arespacochaga, Esteban de. II, 98, 99, 195, 198; III, 434, Urmendia. III, 182. Urondo, Francisco. X, 116. Urquijo, Myriam de. IX, 379. Urquiza, Iusto lose de. IV, 21, 22, 23, 27, 35, 36, lll, 173, 191, 416, 419, 421, 422, 425, 427, 428, 429, 430, 431, 432, 433, 434, 435, 436, 437, 438, 439, 441, 442, 444, 445, 446, 447, 448, 449, 451, 452, 453, 454, 455, 456, 457, 458, 459, 460, 461, 463, 464, 467, 469, 470, 471, 472, 473, 474, 475, 476, 478, 479, 480, 486, 486. 491; V, 27, 33, 34, 37, 100, 108, 110, 161, 184, l87, 188, 197, 201, 203, 204, 207, 245, 246, 247, 248, 249, 250, 251, 252, 255, 258, 259, 260, 261, 272, 281, 330, 332, 333, 352, 375, 382, 383, 418, 419, 420. 421, 424, 476, 480, 514, 524;
Vl, 68, 98, 223, 270, 321, 324, 328, 330, 360, 361, 410, 479, 480, 484, 495, 497, 501; VIII, 84, 427; IX, 408; X, 102. Urquiza Almandoz, Oscar F. Il, 125; III, 332; VI, 200, 228, 486, 533; X, 102. Urrejola, Francisco. III, 298. Urruchúa, Demetrio. X, 212, 222.
Urrutia, Carlos de. III, 29. Urrutia, María de. III, 340. Urtasun, Martín. III, 201. Urtubey, Cloromido. V, 262. Urzainqui, Inmaculada. III, 330. Usinger, Owen G. V, 234. Ussher, Santiago. V, 31 l; VIII, 334.
Ustáriz, Gerónimo de. III, 169. Utimba, cacique. l, 281. V
Vaca de Castro, Cristóbal. l, 274, 373, 387, 388, 394. Vaca Narvaja, Fernando. VII, 394. Vacarezza, Alberto. VI, 338; X, 129, 275. Vacca, Roberto. VIl, 323. Vaccaro, Severo. X, 142. Vacchina, Bernardo. IV, 187. Vacs, Aldo. VIII, 144. Vago, Ismael A. V, 359; VIII, 374. Valcárcel, Zoraida I. VIII, 41. Valdelirios, marqués. Véase: Minive, Gaspar de. Valdes. VII, 418. Valdes, Diego de. I, 472. Valdes e Inclán, Alonso Iuan de. II, 324, 363; III, 381, 429. Valdes y de la Banda. III, 42. Valdez, Antonio. VI, 459, 460. Valdez, Gerónimo. IV, 339. Valdez, María. X, 269. Valdez, Simón de. II, 158. Valdano, Jorge. IX, 312. Valdivia, Luis de. I, 177. Valdivia, Pedro de. I, 280, 386, 387, 387, 388, 394, 401, 402, 403, 405, 406, 414, 438, 442, 446. Valdivia, Víctor. VIII, 99; IX, 199, 373; X, 73, ll4, 207. Valencia, Daniel. IX, 312. Velencia, Mario. X, 225. ' Valencia, Marta E. VI, 63, 64; IX, 31.
Valencia Carmona, Salvador. V, 139.
Valenti Costa, Pedro. X, 241, 242.
Velentinuzzi, Máximo. IX, 557. Valenzuela, Arturo. VII, 553. Valenzuela, Luisa. X, 124. Valenzuela, Pedro. VII, 282. Válery, Paul. X, 196. Valiente Noailles, Carlos. VIII, 468. Valiente Noailles, Enrique. X,
Valladares, Edmundo. X, 266. Valle, Aristóbulo del. IV, 514, 526, 529; V, 37, 55, ll4, 120, 130, 258, 462; VI, 253, 380, 523. Valle, Federico. X, 255, 269. Valle Ibarlucea, Enrique del. V, 66; VI, 505; VII, 410, 476, 477. Valle Inclán, Ramón del. VI, 530; X, 281. Valle Moldes, Beatriz del. VII, 175.
Vallejo, Carlos. VII, 283. Vallejo, Cesar. VIII, 65; X, 114. Vallejo, Gerardo. X, 266. Vallejo, Norma. II, 123, 138, 146.
Vallejos de Llobet, Patricia. III, 331; VI, 488. Vallespín, Iosé. VII, 468. Vallespinos, Horacio. II, 146. Vallina, Carlos. X, 270. Valsecchi, Francisco. VII, 31, 490; VIII, 512, 513, 521, 523. Valverde, Ana. III, 288. Van Gogh, Vincent. VI, 377. Van Suerck, Justo. III, 133, 158. Vanarelli, Mario. X, 284. Vandervelde, Emile. V, 60. Vandor, Augusto T. VII, 24, 25, 335, 340, 341, 343, 346, 356; IX, 231, 232, 233, 234, 243. Vanoli, Enrique. X, 268. Vanossi, Iorge Reinaldo. V, 44; VII, 498, 499, 508, 509, 510, 552; VIII, 86, 343; X, 29. Vanzo, Iulio. X, 222. Vapñarsky, Cesar A. IV, 215, 216; VII, 74. Vaquero, Iose A. VIII, 258, 260. Varanda, Atanasio. II, 350. Varangot. VI, 214. Varela, Alfredo. X, 122, 261. Varela, Consuelo. l, 321. Varela, Domingo, Fray. Ill, 390.
467
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Vázquez, Anibal S. Vl, 488. Vázquez, Eladio. VIII, 233. Vázquez, Iuan Agustín. III, 335. Vázquez, María Esther. X, 123. Vázquez, Rafael. X, ll6. Vázquez, Santiago. IV, 396. Vázquez de Agüero, Juan. II, 222. Vázquez de Ayllón, L. l, 347. Vázquez de Espinosa, Antonio. l, 279; Il, 93, 95, 98, 105, 106. Vázquez de Liaño, Tomás. II, 417; lll, 441. Vázquez de Pestaña, Lope. I, 432. Vázquez Lucio, Oscar E. VI, 487. Vázquez Ocampo, Iosé María. VIII, 143. Vázquez Presedo, Vicente. VI, 124, 171; Vlll, 520, 548, 575; IX, 112, 145, l46, 181, 453; x, 92, Vázquez Trujillo, Francisco. III, 200 Vázquez Vialard, Antonio. Vlll, 438, 443. Vázquez Viera, Emilio. VII, 397, 469, 510. Veas, Abel de. lll, 236. Vedia, Agustin de. IV, 468; V, 432, 437, 503. Vedia, Enrique de. Vl, 304, 306; Vll, S21. Vedia, Joaquín. Vl, 524; X, 277. Vedia, Nicolás de. V, 195. Vedia y Mitre, Mariano de. V, 41, 120, 310; Vl, 486, 487; Vll, 284, 482; Vlll, 429; X. 32, 156, 286. Vedoya, luan Carlos. Vl, 127, 273. Vega, Carlos. Vl, 400. 542, 555, 558, 560, 561; lX, 271, 303. Vega, Diego de. ll, 158, 272; Ill,
Vehíls, Rafael. IX, 513. Veiga, Sebastián Javier de. Il, 374. Veiravé, Alfredo. X, l 16. Vela, Rubén. X, llS. Velarde, Max. X, 162. Velasco, Andrés. IX, 80. Velasco, Bernardo de. V, 174. Velasco, Jorge. VI, 478. Velasco, Luis de. l, 267. Velasco, Mariano, Fray. III, 389, 390. Velasco, Matilde. I, 63. Velasco y Tejada, Manuel de. III, 429. Velazco, Bemardo de. Ill, 437; IV, 286, 287, 413. Velazco, Leopoldo. VII, 263. Velazco Alvarado, Juan. Vll, 376. Velázquez, Diego de Silva. Vl,
Vasquez. Anibal S. Vl, 513. Vassena, Pedro. lX, 248. Vatel, Carlos. V, 389. Vatteone, Augusto. X. 261. Vauban, Sebastien le Preste,
Vega, Iorge de la. IX, 259; X. 228, 230. Vega, Lope de. Ill, 292; Vl, 557. Vega, Maria de la. lll, 133, 137. Vega, Pedro de. lll, 377. Vega, Santos. Vl, 320, 32], 329. 336. 518, 523, 556, 559: X.
marqués de. ll, 73. Vaulx, Henry de la. IV, 187. Vaz, Oscar. X, 204. Vaz de Caminha. Pero. l, 357. Vazeilles, lose. VII. 297, 429, 468.
Vega, Urbano de la. IV, S07. Vega, Ventura de la. Vl, 2| l. Vega Belgrano, Carlos. Vl, 381. Sl l. Vehil. Luisa. X. 283.
Veniard, luan María. Vl, 385, 400, S64: X, 239, 253, 292. Venier. Bruno. X, 2] l. Ventura. Gioachino. VI. 278. Ventura Flores Pirán. Eduardo. V, l38. Vera. Beatriz de. lll, 150. Vera, Cruz. Vll, 282. Vera de Flachs. María Cristina. Vl, 274; lX, 397. 423, 587. Vera Ocampo, Raúl. X. ll6. Vera Peñaloza, Rosario. Vl, 299; lX, 400. 401.
Varela, Familia. IV, 95; Vl, 380. Varela, Felipe. IV, 467, 468, 481; V, 35, 45. 131; X, 82,101. Varela, Florencio. IV, 427; V, 462; Vl, 313, 320, 325, 416, 473, 475, 476, 477, 487. Varela, Héctor. IV, 41, 95, VI, 495, 524.
Varela, Héc r Benigno. VII, 250;VlII, l , 1382. Varela, Iuan de la Cruz. III, 299: ÍV, 380; VI, 3l3, 317. 320, 326, 393, 465, 466, 468; 474, 487, 522. Varela, Lorenzo. X, 233. Varela, Mariano. IV, 41, 491; V, 222; VI, 495. 524. Varela, Rufino. IV, S12; V, S03. Varela Domínguez de Ghioldi, Delfino. V, 44. Varela Marcos, Iosé. II, 281. Varela Marcos. Jesús. I, 348. Varela y Ulloa, José. Ill, 41 l. Varetto, Juan C. V, 354, 360; Vlll, 365, 368, 369, 374. Varetto de Canclini, Agustina. V, 360.
Vargas, D. de. l, 347. Vargas, Getulio. VII, 284; Vlll, 113: X, l76. Vargas, Luján de. Ill, 100. Vargas Llosa, Mario. X, 123. Vargas Machuca, Bemardo de. Il, 159, 353, 380. Vargas Ponce. I, 325. Vargas Ugarte, Rubén. ll, 415;
Ill, l3l.
Varona, Gaspar. III, 434. Varsavsky, Oscar. Vlll, S17; IX, 578. Varzi, Achille. lX, 322, 323. Vasallo. Angel. VII, 38; X, 49, 53.
Vasarely, Víctor. X, 227.
Vasconcelos, Antonio Pedro. l, 325; ll, 328, 364. Vasilachis de Gialdino, Irene. X, 22.
468
l6 l.
156.
352.
Velazquez, Guillermo. Vll, 140. Velázquez Menéndez, Familia.
Il, 157.
Vélez. lll, 146. Vélez, Andgona. X. 130. Vélez, Bemardo. V, 381, 385. 386, 387, 431. Vélez, Luis. V, 120.
Vélez, Oscar G. Vlll, 21 l. Vélez Coria, Ramón. Vll, 281. Vélez de Mendoza. l, 339. Vélez Sarsfiel. Dalmacio. IV. 446, 457, 484, 488, 489, 491. 494, 504; V, 25, 33, 34, 37, 260, 279, 321, 322, 323, 328. 333, 334, 344, 378, 382, 383. 384, 387, 388, 402, 428, 431: Vl, 413, 432, 494: Vlll, 428. 429, 430, 43], 432, 442. Vellard, lehan A. l, 80, 81. Velles, Tomás. Vll, 410. Veltman, Martinus. lX, SSS. Vena, Angel Domingo. X, 220. 235.
ÍNDICE DE NOMBRES
Vera Vallejo, Iuan Carlos. VIII, 462. Vera y Aragón, Alonso de. I, 33, 431, 434, 438, 450, 469; lll, 427.
Vera y Aragón, Francisca de. III, 293.
Vera y Aragón, Pedro de. III, 135
Vera y Mujica, Antonio de. II, 156, 363; III, 434. Vera y Pintado, Bernardo de. IV, 319; V, 173.
Vera y Zárate, Iuan Alonso de. II, 99, 154, 156; HI, 432. Verazzi, Baldasarre. VI, 359, 360. Verbitsky, Bernardo. IX, 345; X, 122.
Verbitsky, Horacio. VII, 358, 377. Vercesi, A. VIII, 521.
Verdaguer, Iosé Aníbal. II, 106, 124, 414; IIl, 160; V, 309. Verdevoye, Paul. III, 332. Verdross, Alfred. VIII, 441. Verdú, Pablo Lucas. V, 45. Verdum de Villaysán, Bernardino. III, 445. Vergara. VI, 335. Vergara, Carlos N. VI, 297, 306. Vergara, Ignacio. III, 346. Vergara, Iuan de. ll, 157, 158, 159, 437; III, 134, 135, 136, 137, 138, 156, 158. Vergara, Miguel Angel. II, 414, 430, 466; V, 309; X, 75. Vemazza, Iorge. VII, 360; VIII, 350. Verne, Iulio. VI, 418. Vernengo, Aníbal. VIII, 210. Vernengo, Roberto José. X, 59. Vernengo Lima, Héctor. VIII, 218. Vernet, Iuan. VIII, 385. Vernet, Luis. V, 192, 193, 351. Vernier, Sergio. VIII, S16. Vernon, Eduardo. II, 330. Verón, Eliseo. VII, 322, 354, 400, 466; X, 29, 38. Veroni, Rapul. X, 156. Verrier, Roberto A. VIII, 512. Verstraete, Iuan M. VIII, 516. Vértiz y Salcedo, Iuan Iosé de. II, 3l, 36, 39, 40, 70, 71, 72, 73, 76, 78, 81, ll7, 144, 176, 195, 244, 260, 266, 267, 270, 271, 272, 274, 275, 342, 343, 345, 366, 367, 369, 370; Ill,
88, 115, 116, 126, 233, 235, 255, 316, 377, 383, 388, 389, 393, 411, 416, 417, 430, 438; VI, 356. Vertut, I. I, 231. Ves Losada, Alfredo. X, 22. Vespucio, Américo. I, 339, 341, 349, 356, 358; X, 71. Vessuri, Hebe. 1X, 531; X, 29. Vetolaza y Luna, Iuan Vicente de. III, 376. Veyga, Tomás de. IX, 253. Vezzetti. Hugo. VIII, 494. Viale, Familia. VI, 183. Viale, Oscar. X, 131. Viamonte, Iuan Iosé. IV, 283, 297, 386, 403, 404, 424; V, 104, 186, 187, 242, 320, 350, 381, 474, 475; VI, 468. Viana, Francisco Iavier de. III, 436. Viana, Ioaquín. II, 329, 336. Viana, Sofia. IV, 216. Viau, Domingo. X, 162. Vicchi, Adolfo. VII, 282, 294, 495. Vicens Vives, Iaime. I, 364; II, 178; IV, 246.
Vicent, Antonio. V, 307. Vichi, Adolfo. VII, 418. Vico, Giovanni Battista. VI,
Victoria, Eusebio, Fray. III, 374. Victoria, Francisco de, Fray. I, 426, 431, 432, 434, 443; II, 151, 394, 398, 402, 434, 436; III, 442. Victoria, Marcos. VI, 306; X, 114.
Victoria, Maximio. VI, 299. Victoria, Reina de Inglaterra. VI, 420. Victoriano de León, Manuel. II, 205. Victorica, Benjamín. IV, 165, 186, 445, 446, 452; V, 110, 123; VI, 497. Victorica, Bernardo. V1, 136. Victorica, Iulio. IV, 451, 480. Vicuña Mackenna, Benjamín. IV, 346, 451; VI, 98, 228. Vidal. IV, 527. Vidal, Emeric Essex. VI, 27, 33, 47, 139, 174, 210, 214, 350, 351.
Vidal, Gardenia. VIII, 41. Vidal, Iuan Ramón. VII, 278, 482. Vidal, Mateo. V, 322, 381.
Vidal, Miguel Angel. X, 228. Vidal de Battini, Berta Elena. VI, 540, 561, 562; IX, 271; X, 128.
Vidal de la Blache, Paul. I, 62. Vidart Linares, Iuan. III, 339. Vadarte, Walter. X, 264. Videla, Eleazar. VIII, 155, 196, 197.
Videla, Horacio. IV, S08; VII, 282. Videla, Jorge Rafael. VII, 26, 27, 352, 381, 382, 383, 386, 387, 388, 389, 397, 400, 453, 455, 456, 505, 517, 536, 545; VIII, 124, 128, l3l, 133, 248, 251, 252, 253, 254, 255, 256, 257, 259, 260, 351, 353, 354, 355, 356, 359; IX, 107, 238, 357, 490; X, 194. Videla, Iuan de Dios. IV, 466. Videla, Ricardo. VII, 274, 282. Videla del Castillo. IV, 391. Videla del Pino, Nicolás. III, lll, 257, 277, 382, 446; V, 281, 293. Videla Dorna, Daniel. VII, 417, 483. Viedma. II, 277. Viedma, Andrés. III, 411. Viedma, Antonio de. Il, 72; III, 41 l. Viedma, Francisco de. II, 40, 72; III, 41 l. Viehweg, Theodoro. VIII, 421. Viejobueno, Ioaquín. V, 263. Viel Temperley, Héctor. X, 116. Vieyra, Emilio. X, 267. Vieytes, Iuan Hipólito. III, 238, 251, 266, 271, 323, 324, 325, 326, 327, 329, 330, 331, 332, 394; IV, 258, 268, 279; V, 14, 441, 442; VI, 261, 457. Viggiano Esaín, Iulio. V1. 560; IX, 271. Vigil, Constancio C. IX, 333, 335, 338, 341. Vigil, Familia. IX, 385. Viglino, Ernesto Raúl. VIII, 467. Viglione de Arrastía, Hebe. Il, 125.
Viglizzo, Ernesto. IX, 59. Vignale, Pedro I. X, 133. Vignart, Uberto. VII, 278. Vignati, Milcíades A. I, 28; VII, 173, 175; X, 149. Vignaux, Iuan Carlos. I, 356; IX, 508, 542.
Vignes, Alberto. VIII, 123, 136. 469
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Vignola, Giacomo Barozzi da. II, 58. Vigny, Alfred de. VI, 327. Vigo, Abraham. X, 212. 220. Vigo, Iuan M. VII, 354. Vigodet, Gaspar de. III, 437; IV, 288, 289, 291, 294, 295, 296. Vigue, Alonso, Fray. 11, 285. Viguera, Pedro. IlI, 378. Vila, MA. I, 255. Vilar, Pierre. X, 89. Vilas, Acdel Edgardo. VII, 385; VIII, 254.‘ Vilas, Guillermo. VII, 35; IX, 306. Vilas, Oscar. IX, S29. Vilaseca, Clara. VI, 227. Vilaseca, Héctor. VIII, 575. Vilches, Antonio M. 1X, 528. Villacastin, Tomás de. Ill, 316. Villacorta y Ocaña, Nicolás de. Il, 96, 99; III, 440. Villadiego, Alonso de. III, 415. Villafañe, Benjamín. VI, 475; VIl, 264, 286, 296; V111, S8; IX, 18. Villafañe, Familia. lI, 173. Villafañe, Segundo. VI, 336. Villagómez y Adrigó, Iuan. III, 339. Villagra, Francisco de. l, 402, 403, 404, 406, 408, 414, 433. 446. Villagra, Pedro de. I, 400, 489. Villagrán, Juana. III, 382.
Villagrán, María. lll, 382. Villalobos, Sergio. II, 206; lll, 102; VI, 36.
Villalpando, Waldo L. Vlll, 374. Víllamonte, Domingo de. ll, 95. Villanueva, Amaro. VI, 346. Villanueva, Benito. IV, 527; V, 148.
Villanueva, Ernesto. Vll, 139. Villanueva, Guillermo. Vll, 179, 209; lX, S72. Villanueva, Iavier. VI, 167; VIll, 517; 1X, 81,112. Villanueva, luan de. ll, 83. Villanueva, Nicolás A. V, 334, 335. n Villanueva, Roberto. X, 287. Villarino, Familia. Vl, 351.
Villarino, Basilio. ll, 40; lll, 406, 41 l. Villar, Amado. X, 114. Villar Palacio. Ricardo. V111, 463.
470
Villarreal, lose Rogelio. Vlll, 255, 258.
Villarreal, Juan C. VII, 124, 130, 138, 141. Villarreal, Segundo V. IX, 493. Villarroel, Diego de. l, 420. Villaroel, Familia. I, 44.1. Villarroel, Gaspar de, Fray. II, 390, 409; 111, 263, 264, 293. Villarruel, losé C. 1X, 21 l. Villava, Victorián de. Il, 274; lll, 258; V, 443, 446. Villegas. IV, 56. Villegas. III, 262. Villegas, Alejo. V, 383. Villegas, Iosé de. Ill, 212. Villegas, Miguel. V, 322. Villegas, Osisis. Vlll, 233. Villegas, Sixto. V, 386, 390. Villegas Basavilbaso, Benjamín. 1V, 312: V111, 86, 455.
Villemur, Juan P. Vlll, 160, 176. Villergas, Juan M. Vl, 501. Villoldo, Angel. 1X, 272. Villoldo, Oscar Hermes. X, 116, 198.
Villoresi. IX, 322. Villota, Cipriano Santiago. 111, 229, 378, 381. Viloria, I. de. l, 347. Viltipoco, cacique. l, 28, 95, 281, 434. Vinci, Leo. X, 224. Vinciguerra, Lidia. X, 134. Vinderman, Paulina. X, 116. Viñas, David. lV, 105; Vl, 348; X, 124, 128, 187, 198. Viñas, Ismael. VII, 139, 459,
46l;X, 128,187. Viñes, Hernando. X, 225. Viñoly Barreto, Román. X, 261. Viñuales, Graciela Maria. l, 474; ll, 88; lV, 215, 216. Viola, Miguel Angel. X, 116. Viola, Roberto E. Vll, 27, 383. 388, 389, 390, 391, 545; Vlll, 141, 248, 253, 254, 255, 256. 257, 258, 259, 356; lX, 492. Virasoro, Benjamín. lV, 437; V, 251; Vl, 483, 484. Virasoro, Joaquín. lV, 419. Virasoro, losé Antonio. IV, 446, 447, 448. Virasoro, Miguel Angel. X, S2. Virasoro, Rafael. X, 60. Vircow, Rudolf. Vl, 422. Virgilio. lll, 247, 268; VI, 313. Visca, lose Emilio. Vll, 310, 483; lX, 347, 348, 349. Viso, del. V, ll7. Vital’, Beatriz. ll. 206, 207.
Vitelli, Guillermo. IX, 80. Vítolo, Alfredo. VII, 282. Vitoria, Francisco. IlI, 375. Vitoria, Francisco de. Il, 213, 214, 215, 283, 287; V, 15. Vitruvio Polión, Marco. I, 447. Vittori, losé Luis. Ill, 31 l. Vitulo, Alfredo C. 11, 88. Vivaldi, Familia. I, 287, 327. Vivante, Armando. VI, 562. Vivas, Mario Carlos. V, 403. Viveros, Felipe. III, 348. Vivez, Francois. III, 214. Viviano, Osvaldo. X, 157. Vivot Cabral, María Inés. IX, 262. Vocos Lescano, Jorge. X, 115, 122.
Vogelius, Federico. X, 149, 193. Voirnba, cacique. l, 281. Volney, Constantin Francois de Chasseboeuf, conde de. VI, 463, 464. Volta, Alessandro. Vl, 405. Voltaire, Francois-Marie Arouet. lll, 255, 266, 268. 269; 1V, 222; V, 65; Vl, 456.
463. _
Vorrillong, Guillermo. III, 259. Vovelle, Michel. lll, 213. Vucetich, Juan. 1X, S64. W
Waag, Else Maria. Vl, 561. Wachtel, Nathan. Ill, 103. Wagner. l, 28. Wagner, Adolf. Vlll, 499. Wagner, Richard. 1X, 258, 365; X, 241. Wainerman, Catalina. VII, 141; lX, 206, 207; X, 22. Waisman, Marina. ll, 86. Walbeek. l, 257. Waldmann, Peter. Vll, 321, 397, 466. 471; X, 97. Waldorp, Juan Abel. IV. 200. Walger, Sylvina. lX. 392. Walker. Enrique. lX. 388. Wall, Ricardo. ll, 458. Walpole, Robert. lV, 22]. Walras, León. Vlll, 50]. Walsh, María Elena. X, H5. Walsh, Rodolfo l. Vll, 355. 468: lX, 351. 354;X, 124,192. 198, 266. Walter, Eugene Victor. Vll, 398. Walter, luan Carlos. V, 273. Walter. R. X. 96.
ÍNDICE DE NOMBRES
Walters, Vernon. VIII, 259. Walter, Richard. IV, 540; V, 74; VII, 296, 297; VIII, 41. Warburg, Otto. IX, Sl l. Warley, Iorge A. VII, 323; IX, 495. Warnes, Ignacio. IV, 301, 302, 310, 31 l. Warnes, Mateo Iosé de. III, 398. Warren, G.F. V, 494. Washington, George. IV, 435; V, 182. Wassennan, August Paul. DL, 261.
Wast, Hugo. Véase: Martínez Zuviría, Gustavo. Wasylyk, Myjailo. VIII, 386. Watkins. X, 92. Watson, G.M. VIII, S42. Weber, Max. VII, 266, 537, 548; IX, S8; X, 13, 16. Webster. V, 29, 36, 38. Wechsler, Diana B. X, 234, 235. Weddell. I, 257. Wedovoy, Enrique. III, 102. Weert, Sebald de. II, 339. Weger. II, 58. Weil, Adolfo. VIII, 399. Weil, Félix I. IX, 83, 112. Weiland, Walter G. X, 122. Weil], Georges. VI, 511. Weinberg, Félix. III, 331; IV, 268, 508; V, 44; VI, 62, 453, 487, 564. Weinberg, Gregorio. III, 399; IV, 268; V, 74; VI, 273, 427; X, 126, 146. Weingarner. IX, 258. Weinstein, Daniel F. IV, S39; X, 96. Weintraub, S. VIII, 574. Weis, Ignacio. IV, 423. Weisbach, Alberto. X, 274. Weisberg, Pablo. X, 288. Weisbrot, Robert. VIII, 399. Weisel, Eli. VIII, 399. Weiss, Ana. IX, 306. Weiss, Federico. IX, 544. Weiss, Jorge. IX, 348. Wellesley, marqués de. V, 176. Welser, Familia. I, 370. Wensell, Egil H. V, 359; VIII, 373. Wentzel, Claudia. III, 100, 101; VI, 64, 200. Wernicke, Edmundo. III, 131, 279, 3 l l. Wernicke, Enrique. X, 123. Wernicke, Raúl. IX, S05, S06, 508, 528, 532, 550.
Wesker, Arnold. X, 130, 280. Westerkamp, Iosé F. IX, S55, 557. Westphal, Francis H.V, 355. Weyenbergh, H. VI, 410, 421. Weyne, O. IV, 105. Whaits, Robert. V, 351. Wharman, Dror. IV, 158. Wheelwright, William. IV, 95, 486; V, 129, 352; VI, 194. Whigham, Thomas. VI, 64. Whitaker, A.P. VI, 37. White, Gilbert. VI, 417. White, Gregorio Pío. IV, 292. White, Guillermo. Vl, 421. Whitelocke, Iohn. II, 378, 379. Wierix, Jerónimo. III, 339. Wieworka, Michel. VIl, 396, 397. Wilbert, Iohannes. VIl, 147. Wilcock, Iuan Rodolfo. X, 115, 122.
Wilcocke, Samuel Hull. III, 145, 159, 409.
Wildbrunn. IX, 258. Wilde, Diego. IV, 439. Wilde, Eduardo. IV, 528; V, 53, 54, lll, 137, 336, 337, 390, 392; VI, 288, 332, 338, 422. 502, 520. Wilde, Iosé Antonio. Vl, 138, 214, 227, 319, 400, 471, 516, 532.
Wilde, MJ. X, 96. Wilde, Santiago. VI, 465, 467. Wiley, Norbert. VII, 140. Wilkes. I, 257. Wilcken, Guillermo. IV, 215, 216.
Wilkins, Mira. VI, 202. Willey, G. R. I, 106. Williams, Adolfo Tomás. IX, 508.
Williams, Alberto. IV, 39; Vl, 394, 400; VII, 86; IX, 264; X, 253. Williams, Amancio. VII, 184. Williams, Ike. IX, 327. Williams, John H. V. 503, 504, S35; VIII, 506; IX, 145, 146. Williams Alzaga, Enrique. Il, 382; VI, 97, 345. Willis, I.C. I, 256. Wilson, Anthony. VIII, 285. Wilson, O. VIII, 542. Wilson, Tomás. IV, 295. Windscheid, Bernardo. V, 371. Wine. IX, 307. Winter, G. IX, 532.
Wiñar, David L. IX, 454, 455. Wiseman. VI, 417. Witcomb, Alejandro. V, 222, 221, 460; Vl, 235, 242, 359, 381; X, 216. Wladimirovich, Germán Boris. VII, 406. Wojtyla, Karol. Véase: [uan Pablo II, Papa. Wolf, Sergio. X, 270. Wolfe, Tom. IX, 352. Wood, Alice B. VIII, 367. Wood, Tomas B. VIII, 364. Woodward, Sandy. VIII, 299. Woollands, Luis. VI, 560. Worswick, G.D.N. VIII, 516. Wrigth, Francisco A. VI, 468, 475. Wright, Pablo. VII, 173, l77. Wright, Winthrop R. Vl, 126, 202; IX, 147, 182. Wroblesky, Ierzy. X, S9. Wulff, Christian. V, 183. Wullicher, Ricardo. X, 266, 267. Würechmidt, José. IX, 549. X
Xarque, Francisco. II, 443; III, 196, 197, 207, 209, 212, 218. 223, 245, 279, 298, 348. Xifra Heras, Jorge. V, 101. Ximénez. III, 263. Ximénez de Paz, Familia. II, 135.
Ximénez de Paz y Márquez, Isabel. II, 135. Y
Yablon, Ariel. X, 270. Yaciendí. III, 197. Yacuhy, barón de. V, 197. Yahni, Roberto. X, 133. Yaloshi. IV, 165, 185. Yancey, Benjamín. IV, 444. Yanez Gallardo, C. VII, 108. Yankelevich, Iaime. IX, 367, 375, 377, 379, 382. Yankelevich, Pablo. VI, 274; IX, 493. Yannuzzi, María de los Angeles. VII, 397. Yánover, Héctor. X, 116, 162. Yanzón, Martín. IV, 409, 410. Yáñez Pinzón, Vicente. I, 339, 340, 356, 368. Yáñiz. II, 174.
Yapp, M. E. VIII, 387. 471
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
Yapuguai, Nicolás. III, 317. Yapuguay, Nicolás. II, 452. Yarza Femández, Luis. I, 322. Yateman. IV, 448. Ybot León, Antonio. II, 429. Yeannes, Ana. I, 63. Yelpo, Iosé Antonio. VIII, 210. Yepes, Diego de, Fray. III, 343. Yesner, D. I, 232. Ygobone, Aquiles D. VIII, 57, 74, 76. Ynestares Aguado, Roque de. Véase: Nestares Aguado, Roque de. Yofre, Felipe. IV, 480; V, l20, 140.
Young, Arthur. VIII, 527. Young, Edward. III, 252. Young, Frank George. IX, 51 l. Young, Iohn. VIII, 527. Young, Terry. Di, 327. Young, Thomas. V1, 405. Yrigoyen, Hipólito. IV, 25, 26, 517, 519, 530, 531, 537, 539: V, 57. 66, 67, 140, 148, 370; V1, 443, 448; V11, 17, 18, 19, 36, 44, 77, 85, 86, 105, 186. 210, 236, 237, 238, 239, 240. 241, 242, 243, 244, 245, 246, 247, 248, 249, 250, 251, 252. 253, 254, 255, 256, 257, 258. 259, 260, 261, 262, 263, 264, 266, 267, 268, 269, 270, 271. 272, 274, 275, 278, 279, 292. 294, 295, 337, 389, 398, 412. 413, 414, 415, 416, 422, 423. 432, 446, 503, 511, 515, 516. 518, 519, 520, 522, 524, 525. 527, 528, 529, 530, 531, 532. 534. 538, 539, 544, 548, 549,
551;Vl1l, 14.15.17, 45, 51.
472
52, 80, 82, 96, 99, 100, 102. 113, 152, 179,180, 181, 182. 184, 186, 197, 209, 234, 243. 533; 1X. 14, 16, 17, 22, 23, 24. 215, 216, 217, 337, 364, 369. 372, 401, 425, 426, 427, 428. 429, 469, 571; X, 79, 96, 107. 118,171,173, 256, 266. Yriondo, Manuel de. IX, 431. Yrurtia, Rogelio. V1. 378, 379, 382, 384. Yudnovsly, Oscar. 1X, 268. Yujnovsky, Oscar. V11, 207. Yunque, Alvaro. Véase: Galdolfi Herrero, Arístides. Yupanqui, Atahualpa. Véase: Chavero, Héctor Roberto. Yupanqui, Tito. 111, 336.
Yutang, Lin. IX, 261. Yves, Raúl E. VIII, 516. Z
Zabala, Antonio. IV, 290. Zabala, Bruno Mauricio de. II, 231, 302, 327, 328, 364; HL
lll, 205, 221, 430, 437. Zabaleta, Diego Estanislao. II, 176; III, 395; V, 25, 279, 310, 314, 315, 316, 320, 322. Zabaleta, Mariano. III, 398; V, 315, 319, 322. Zaccagnini, Antonio. VI, 505. Zach, Franz Xaver von. VI, 405. Zacuto. Abraham. I, 352. Zadoff, Efraim. VII, 109; VIII. 400.
Zalazar Altamira, Iosé María. VII, 475. Zalduendo, Eduardo A. VIII, 517; IX, 182, 206, 207. Zalduendo, Horacio. VI, 126, 201. Zalewsky. IX, 258.
Zambra, Eduardo R. IX, 530. Zamora, Antonio. IX, 338; X,
113,143, 151,l7l,172,l73. 174.
Zamora, Hemando de. Ill, 415. Zamorano. V11, S06, 544; V111, 457.
Zamorano, Mariano. I, 63. Zamucos, Ignacio de. ll, 195. Zamudio, luan de. III. 434. Zanetta, Alberto lose. 1X, 519. 520, S53. Zanatta, Loris. V11, 321, 426. 432, 466; V111, 243, 333, 335. Zanotti, Luis l. IX, 422, 455. Zapaca, Marcos. Véase, Zapata. Marcos.
Zapata. v, 31, 13o. 419;v1n. s5. Zapata, Bartolomé. IV. 288. Zapata, Floriano. Vl, 250. Zapata, Juan A. Vlll, S16. Zapata, Marcos. Ill, 339, 340, 345. Zapata, Martín. 1V, 433, 434. 435, 436; Vl, 497. Zapata Gollán, Agustin. l, 443, 475: ll. 180, 380: lll, 129. 162.
Zapater, Horacio. ll, 206. Zapico de Scheverin. Vlll, 94. Zapiola. Bonifacio. lll, 398. Zapiola, lose Matias. IV, 326, 332.
Zappi, Enrique V. DK, 508. 536. Zaprojetz, Kapitov. IX, 258.
Zaquazarí. III, 209. Zar, Marcos A. VIII, 210. Zárate. II, 161. Zárate, Dora P. de. Vl, 559. Zárate, Fernando de. I, 428. Zárate, José Ignacio. IV, 306, 310.
Zárate, Juana de. I, 428, 429, 438.
Zárate, Hemando de. I, 435, 464; Il, 230; lll, 427, 432. Zárate, Pedro de. I, 425, 426. Zárate, Tomás de. III, 377. Zarazaga, Carlos. IX, 82. Zarazaga, Marcial I. V11, 483.
Zarco, Francisco Domingo. Il, 31.
Zarrilli, Adrián Gustavo. 1X, 32, 34; X, 109. Zarza Mensaque, Alberto. VII, 550. Zaspe, Vicente Faustino. V111, 338, 339, 341, 342, 352, 355. Zatuszek, Carlos. IX, 320. Zavala, Bruno Mauricio de.
Vase: Zabala, Bruno Mauricio de. Zavala, Silvio A. l, 505; ll, 247. 353, 380: lll, 101. Zavala Ortíz, Miguel Angel. V111, 143, 343.
Zavala Rodríguez. VII, 490. Zavaleta. VI, 34. Zavaleta, Diego Estanislao. Véase: Zabaleta, Diego Estanislao. Zavaleta. Clemente de. lV, 278. Zavalla, Alberto de. 1X, 253; X, 258.
Zavalla, Clodomiro. V, 31, 138, 436, 455; VII, 482; Vlll, 93. 467. Zavalía, Familia. V. 148. Zavalia, Salustjano. 1V, 434. 436. Zavalia Matienzo, Roberto. l, 442. Zavalla. V, l 17. Zea, Francisco Antonio. 1V. 234. Zea, Leopoldo. V. 74. Zeballos. Estanislao. IV, 40, l74. 176.186. 461, 480, 527: V.
120.125.136.139, 213, 214. 224, 225, 226, 228, 234, 338. 341: V1, 98, 248. 249, 256. 331, 333, 344. 413, 415, 441. 447, 506, 511. 521, 524: V11.
ÍNDICE DE NOMBRES
475; VIII, 54, 425; X, 149. Zeballos y Bustillo, Ignacio. II, 425. Zeberio, Blanca. III, 103; VI, 126; IX, 32. Zegada, Escolástico. V, 290. Zeitlin, Israel. IX, 342; X, 113, 130, 133, 285. Zelada, Francisco de. IV, 322, 323. Zelaya, Cornelio. IV, 302, 303.
Zelaya, Iuan Antonio. Il, 83. Zemborain, Familia. VI, 353. Zemborain, Iosé de. Il, 424; III, 365.
Zender Langer, Salomón. IX, 520
Zenteno, Pedro A. IV, 434, 435; V, 328.
Zer, Iosé de. IX, 388. Zevallos. Ill, 265. Zía, Lisardo. VII, 271. Ziegler. V, 499. Zigur, Pablo. III, 386. Zilzer, Vera. X, 225. Zimmermann, Eduardo A. IV, 133, 155, 156, 541, 543; V, 74; Vl, 427, 450; Vll, 431, 467; VIII, 404, 493, S30. Zimmermann, Iuan L. V, 348. Zingoni, Iosé María. IV, 216. Zinny, Antonio. IV, 423; V, 103; Vl, 431, 433, 457, 477, 484. 485, 486, 487, 488, 517; X, 152.
Zinny, Augusto. IX, 260. Zinny, Mario Antonio. IX, 260, 261. Zito Lema, Vicente. X, 193. Zizur, Pablo. III, 406. Zoffoli, Ena. II, 467. Zola, Emile. Vl, S09, 518.
Zola, Emilio. X, ll7. Zonza Briano, Pedro. VI, 378. Zorilla, Rubén. IV, 426. Zorita, Pedro de. l, 426. Zorraquín, Angelino. VII, 271. Zorraquín Becú, Horacio. IV, 481, 540; V, 45; VI, 346, 512;
VIl, 294; X, 163. Zorraquín Becú, Ricardo. I, XIX, 349, 409, 505; Il, 227, 229, 233, 242, 248, 249, 253. 281, 314, 315, 316, 350, 415; IIl, 425, 448; IV, 378; V, 15, 22, 42, 43, 44, 45, 103, 104. 113, 122, 138, 368, 384, 399, 401, 402, 505, 537, 559; VII, 551; VIII, 405, 442, 467; X, 93, 94, 104. Zorrilla, Benjamín. VI, 295. Zorrilla, Rubén H. VII, 296; X, 22.
Zouví, Susana. VIII, 75. Zubarry, Olga. X, 260, 261. Zubeldía, Iuan. III, 415. Zubeldía, Osvaldo. IX, 31 l, 312. Zuberbühler, Carlos. VIII, 54. Zuberbühler, Luis. VI, 380; IX, 20, 200.
Zubiaur, Iosé B. VI, 297, 298. Zubieta, Martín. VII, 399; IX, 361.
Zubillaga, Félix. II, 414. Zuccherino, Ricardo Miguel. VII, 509; VIII, 93. Zucchi, Carlos. IV, 190; VI, 351. Zügel, Heinrich von. VI, 376. Zuleta, Emilia de. VI, 513; X, 160, 175, 197. Zuleta Alvarez, Enrique. V, 73, 75; Vl, 450; VII, 265, 297, 420, 431, 468, 556; VIII, 335; X, 96, 109, 180, 199. Zuloaga, Angel María. VIII, 191, 210; IX, 184. Zuloaga, Ignacio. X, 203 Zuluaga, Rosa M. II, 105, 124. Zumarán, Adriana. X, 118. Zúñiga y Acevedo, Gaspar de. I, 436. Zurbarán, Francisco de. III, 340.
Zuretti, Iuan Carlos. II, 414, 429; III, 402; V, 309; VIII, 333.
Zurueta, Tomás. VIII, 180, 186. Zuviría, Facundo. IV, 433, 436, 437, 438; V, 44, 126, 288, 328, 330, 368; VI, 475. Zweig, Stefan. IX, 261. Zymelman, Manuel. VI, 97, 166, 169; IX, 30, 68, 81, 82, 112, 145; X, 89.
473
COLABORADORES DEL TOMO X
OLSEN A. GHIRARDI
ALEJANDRO E. PARADA
Doctor en Filosofía. Abogado. Presidente de la
Doctor en Historia del Arte. Profesor de His toria del Arte de la Universidad de Granada
Licenciado en Bibliotecología y Documenta ción. Investigador del Instituto de Investiga ciones Bibliotecológicas de la Facultad de Fi losofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y secretario de Redacción de la revista Información, Cultura y Sociedad especializada en Bibliotecología y Ciencia de la Información de dicho instituto. Iefe de la Biblioteca de la
(España).
Academia Argentina de Letras.
BEATRIZ I. MOREYRA
DIANA QUATTROCCHI-WOISSON
Doctora en Historia. Académica Correspon diente de la Academia Nacional de la Historia en la provincia de Córdoba. Investigadora in dependiente del Consejo Nacional de Investi
Doctora en Historia. Investigadora del Centre National de la Recherche Scientifique. Direc tora del Observatoire de l’Argentine Contem poraine en París.
gaciones Científicas y Técnicas. Profesora titu lar de la Universidad Nacional de Córdoba.
ELISA RADOvANOvIc
Academia Nacional de Derecho y Ciencias So ciales de Córdoba. Profesor honoris causa de
la Universidad Católica de Córdoba. RODRIGO GUTIÉRREZ VIÑUALES
Licenciada en Historia de las Artes. Profesio Acusrm ÑEIFERT
nal principal del Consejo Nacional de Investi
Periodista. Crítico de cine. Miembro fundador del Centro de Estudios de Cine de Bahía Blan
gaciones Científicas y Técnicas.
ca. Profesor de, Periodismo Cinematográfico en el Instituto Superior de Ciencias de la Co municación.
AURORA RAvINA
Profesora de Historia. Investigadora adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Cien
tíficas y Técnicas. Profesora titular de Histo ria Contemporánea Argentina y Mundial y Ie fa del Departamento de Historia del Colegio
MARIO D. Summa
Buenos Aires.
Doctor en Ciencias Políticas y Psicología. In vestigador independiente del Consejo Nacio nal de Investigaciones Científicas y Técnicas. Decano de la facultad de Ciencias Jurídicas
ANTONIO REQUENI
Sociales y de la Comunicación de la Universi dad Argentina de la Empresa.
Nacional de Buenos Aires. Universidad de
Periodista. Miembro de número de la Acade mia Argentina de Letras. Miembro correspon diente de la Real Academia Española.
IUAN MARIA VENIARD
Licenciado en Música. Profesor de Historia de
la Música en el Conservatorio Nacional de ERNESTO SCHOO
476
Música “Carlos López Buchardo". Investigador
Periodista. Ensayista y crítico de teatro. Direc
independiente del Consejo Nacional de Inves
tor de los suplementos culturales de diversos periódicos del país.
tigacíones Científicas y Técnicas.
ÍNDICE
CUARTA PARTE
LA ARGENTINA DEL SIGLO xx c. 1914-1983
(Continuación) 9
1x. LA DIMENSIÓN CIENTÍFICA Y CULTURAL
(Continuación) 1 1
5 6. LAs CIENCIAS SOCIALES 1 3 Mario D. Serrafero
La Sociología como disciplina 13
académica 14 La “presociología” y la Sociología
La Sociología científica l7 Figura y aporte de Gino Germani 18 La producción sociológica
y sus autores 19 El ensayo sociológico o la
“parasociología” 22
Sociales 24
S 7. LA FILOSOFÍA
La agonía del positivismo La rección espiritualista La consolidación de los estudios filosóficos
El primer Congreso Nacional de Filosofía
disciplina 26 La Ciencia Política en la Argentina 28
La producción académica 31 Los temas y el tema del peronismo 34 Problemas y obstáculos
de las Ciencias Sociales 35
A modo de conclusión 37 - Orientación bibliográfica 37
4l
47 48
Los filósofos argentinos a mediados 49 del siglo xx Los filósofos católicos 53 55 Otras expresiones y tendencias 57 Otros congresos La filosofía y las disciplinas. particulares. Los nuevos problemas. La presencia argentina en el mundo 59 62 La filosofía en el país 64 Orientación bibliográfica
El contexto social y las Ciencias
La Ciencia Política como nueva
41
Olsen A. Ghirardi
58. LA HISTORIOGRAFÍA Beatriz I. Moreyra La profesionalización y la institucionalización de la Historia. La Nueva Escuela Histórica La institucionalización
67
67
y profesionalización de la disciplina en el interior en la primera mitad del siglo xx
74
Historia y contrahistoria: una aproximación al revisionismo histórico y su evolución
76
477
Nuevas corrientes historiográficas (1955- 1966). Continuidades
y rupturas 83 La expansión y la especialización
Las historiografias provinciales 100
de plomo” 186 186 Contorno
Algunas obras generales y revistas 104
La influencia de la
historiográficas 9l Orientación bibliográfica 105
5 9. LA LITERATURA 1 1 1
La poesía ll 17 ll Narrativa El ensayo129 125 Teatro
Antonio Requeni
Orientación bibliográfica 132 60. EL LIBRO Y sus ÁMBITOS 1 3 7 Alejandro E. Parada La industria editorial y la “edad
de oro” del libro argentino 138
La persistencia de Sur 184 Después del peronismo. Los “años
Revolución Cubana 188 Revistas comunistas 190
Los años setenta l9l
A modo de conclusión 194 Orientación bibliográfica 195 62. LAS ARTES PLÁSTICAS 20 1 Rodrigo Gutiérrez Wñuales Elisa Radovanovic
La pintura de paisajes y de costumbres, paradigmas
de un “arte nacional” 201 La búsqueda de una “modemidad americana”: artes aplicadas
Lectura y lectores 140
y decorativas 205
Imprentas, editoriales y librerías 149
de difusión masiva 206
Las bibliotecas 145
Bibliografia l S l
La creación de imaginarios visuales
Bibliotecología 153
Conflicto y convivencia entre
impresos 155
La estampa y su contenido social 212
Orientación bibliográfica 159
Las vanguardias de los años cuarenta. Arte Concreto Invención,
La bibliofilia y los libros mejor
Otros ámbitos del libro 157 6 1. LAS REVISTAS EN LA VIDA
INTELECTUAL Y POLITICA 165 Diana Quattrocchi- Woisson
Modelos fundadores 165 Nosotros 166
Martín Fierro 169
Claridad l7l Sur l 74
478
Continente y De frente 181 Realidad e Image Mundi 182
tradición y vanguardia 208
histórica 2 l 5 La fotografia. Su evolución
Arte Madí, perceptismo 216 Manifestaciones artisticas en el interior 2l8
Entre los años cincuenta y setenta. Multiplicidad de tendencias
y apertura internacional 223 Arte y sociedad a partir de los setenta. Las políticas oficiales
Tiempos políticos y tiempos
entre democracia y dictadura 229
culturales. El peronismo 177 Hechos e ideas 173
Orientación bibliográfica 232
Revistas nacionalistas 180
63. LA MÚSICA Y SUS AMEITOS
239
242
El Teatro del Pueblo Las nuevas voces Teatro Abierto La dura realidad
246
Orientación bibliográfica
[uan María Veniard La Iglesia El teatro El salón La sala familiar La calle
240
Orientación bibliográfica
253
64. EL CINE
247 250
255
Agustín Nerfert
El cine mudo
255
El cine argentino comienza a “hablar”
257
Surgen nuevos directores La era de los estudios El cine argentino después de 1955 Generación del sesenta o nuevo
258 260 262
cine argentino La generación del setenta El cine durante el “Proceso” Hacia un cine de madurez
264 265 266 268
Orientación bibliográfica
269
6 5. EL TEATRO
Ernesto Schoo La veta Costumbrista
El sainete: apogeo y decadencia Laferrere: elegancia y sarcasmo El mayor dramaturgo El duende eficaz La cuestión social
Original y desconcertante Discépolo, figura clave Eichelbaum, el introvertido Cosmopolitas, pero criollos La lección del maestro
273 273 273
275 277 277 278 279 280 281
285 287
288 288 289
ADENDA
29 1
CRÓNICA 1983-2000
293
Aurora Ravina Elección y renovación de las autoridades políticas Política e instituciones La cuestión militar
293
293 303
Economía y sociedad Las relaciones internacionales.
303
Los viajes presidenciales Educación, ciencia y cultura
319 324
AUTORIDADES POLÍTICAS NACIONALES
18 10-2000 1-Autoridades ejecutivas Vicepresidentes desde 1854 hasta 2000
333
336
2-Autoridades legislativas A) Titulares del Poder Legislativo 337 (1813 a 1829) B) Presidentes provisionales 339 del Senado (1854 a 2000) C) Presidentes de la Cámara
de Diputados (1854 a 2000) 3-Autoridades judiciales 1863-2000
340 341
ÍNDICES GENERALES DE LA OBRA
345
ÍNDICE DE MATERIAS
347
282
El fin de una época El otro teatro
282 284 284
El cuerpo reivindicado
285
ÍNDICE DE NOMBRES
COLABORADORES DEL TOMO x
475
479
N" Invenlario: Q‘ /O3
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ACAtQÏT-L‘. 7-“ ‘, ÍEÏÁJRIA h ; Ej ., 2p a r-¿{ÏA
PLAN GENERAL DE LA OBRA Tomo I PRIMERA PARTE: La Argentina aborigen.
La conquista española (siglo XVI)
Tomos Il y III SEGUNDA PARTE: La Argentina
en los siglos XVII y XVIII, hasta 1810.
Tomos IV, V y VI TERCERA PARTE: La configuración
de la República independiente (l8lO-c.l9l4). Tomos VII, VIII, IX y X CUARTA PARTE: La Argentina del siglo XX
Índices generales CONTENIDO DEL DECIMO TOMO:
IX. La dimensión científica y cultural (continuación): 56- Las Ciencias Sociales (Mario D. Serrafero); 57- La fi losofía (Olsen A. Ghirardi); 58- La historiografía (Beatriz I. Moreyra); 59- La literatura (Antonio Requeni); 60- El libro y sus ámbitos (Alejandro E. Parada); 61- Las revistas en la
vida intelectual y política (Diana Quattrocchi-Woisson); 62- Las artes plásticas (Rodrigo Gutiérrez Viñuales - Elisa Radovanovic); 63- La música y sus ámbitos (J uan María Ve niard); 64- El cine (Agustín Neifert); 65- El teatro (Ernesto
Schoo); Adenda; Crónica 1983-2000 (Aurora Ravina); Autoridades políticas nacionales 1810-2000; Índices generales de la obra.
ISBN OBRA COMPLETA:
9