Locuciones prepositivas / Prepositional phrases: Sobre La Gramaticalizacion Preposicional En Espanol 8479087412, 9788479087418


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ÍNDICE
PRELIMINARES
I. LA GRAMATICALIZACIÓN
1.1. INTRODUCCIÓN
1.2. LA GRAMATICALIZACIÓN
1.2.1. Concepto de gramaticalización
1.2.2. Propiedades
1.2.3. Historia de la gramaticalización
1.2.4. Gramaticalización y analiticidad/sinteticidad
1.2.5. La "nueva" gramaticalización
1.3. GENERALIZACIÓN Y PÉRDIDA DEL SIGNIFICADO
1.3.1. Gramaticalización y motivación
1.3.2. Conceptos fuente
1.4. EL CONTINUUM EN LA GRAMATICALIZACIÓN
1.5. DESCATEGORIZACIÓN Y REANÁLISIS
1.5.1. Analogía, prototipos y flexibilidad
1.5.2. Morfologización
1.6. UNIDIRECCIONALIDAD
1.6.1. Subjetivación
1.6.2. Gramaticalización e iconicidad
1.6.3. Desgramaticalización y lexicalización
1.6.4. Motivaciones para la unidireccionalidad
1.7. ¿EPIFENÓMENO O PROCESO INDEPENDIENTE?
1.8. TIPOLOGÍA Y UNIVERSALES
II. PREPOSICIONES Y LOCUCIONES PREPOSITIVAS
2.1. LA PREPOSICIÓN COMO CATEGORÍA GRAMATICAL
2.1.1. Las preposiciones como elementos relacionantes
2.1.2. Valor semántico de las preposiciones
2.2. ACERCA DEL SENTIDO ÚNICO DE LAS PREPOSICIONES
2.3. INTERRELACIONES ENTRE PREPOSICIÓN Y ADVERBIO
2.3.1. Problemática de los adverbios locales
2.4. LAS LOCUCIONES PREPOSITIVAS Y LOS PROCESOS DE GRAMATICALIZACIÓN
2.5. PREPOSICIONES Y FRASEOLOGÍA
III. EL INVENTARIO PREPOSICIONAL
3.1. EL INVENTARIO PREPOSICIONAL
3.1.1. Variaciones en las preposiciones simples
3.2. ESQUEMAS PREPOSITIVOS
3.3. PRUEBAS DE FUNCIONAMIENTO PREPOSICIONAL
3.3.1. Variaciones
3.3.2. Locuciones prepositivas, topicalizadores y marcadores discursivos
3.3.3. Sintagmas nominales encabezados por como
3.3.4. Adverbios en –mente
3.3.5. Agrupación de preposiciones
3.4. PREPOSICIONES IMPERFECTAS
3.4.1. Construcciones de exclusión
3.4.2. Foco
3.4.3. Cuantificación
3.4.4. Conclusiones
3.5. PREPOSICIONES IMPERFECTAS DE PARTICIPIO ACTIVO
3.6. CONSTRUCCIONES CON ADJETIVOS Y PARTICIPIOS
3.7. CONSTRUCCIONES CON APROXIMATIVOS
3.8. OTRAS POSIBILIDADES
IV. ÍNDICES COMBINATORIOS
V. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Locuciones prepositivas Sobre la gramaticalización preposicional en español

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JOSÉ LUIS CIFUENTES HONRUBIA

LOCUCIONES PREPOSITIVAS Sobre la gramaticalización preposicional en español

UNIVERSIDAD DE ALICANTE

© José Luis Cifuentes Honrubia Publicaciones de la Universidad de Alicante, 2003 Campus de San Vicente, s/n 03690 San Vicente del Raspeig [email protected] http://publicaciones.ua.es Portada: candela + alenda Imprime: Imprenta Kaclmos Salamanca, 2003 ISBN: 84-7908-741-2 Depósito Legal: S. 446-2003

Reservados todos los derechos. No se permite reproducir, almacenar en sistemas de recuperación de la información ni transmitir alguna parte de esta publicación, cualquiera que sea el medio empleado —electrónico, mecánico, fotocopia, grabación, etc.—, sin el permiso previo de los titulares de los derechos de la propiedad intelectual.

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índice

PRELIMINARES I. LA GRAMATICALIZACIÓN 1.1. INTRODUCCIÓN 1.2. LA GRAMATICALIZACIÓN 1.2.1. 1.2.2. 1.2.3. 1.2.4. 1.2.5.

Concepto de gramaticalización Propiedades Historia de la gramaticalización Gramaticalización y analiticidad/sinteticidad La "nueva" gramaticalización

9 13 13 14 14 16 17 19 20

1.3. GENERALIZACIÓN Y PÉRDIDA DEL SIGNIFICADO

23

1.3.1. Gramaticalización y motivación 1.3.2. Conceptos fuente

26 29

1.4. EL CONT1NUUM EN LA GRAMATICALIZACIÓN 1.5. DESCATEGORIZACIÓN Y REANÁLISIS

31 37

1.5.1. Analogía, prototipos y flexibilidad 1.5.2. Morfologización

40 43

1.6. UNIDIRECCIONALIDAD 1.6.1. 1.6.2. 1.6.3. 1.6.4.

Subjetivación Gramaticalización e ¡conicidad Desgramaticalización y lexicalización Motivaciones para la unidireccionalidad

1.7. ¿EPIFENÓMENO o PROCESO INDEPENDIENTE? 1.8. TIPOLOGÍA Y UNIVERSALES

44 45 48 49 53 58 61

II. PREPOSICIONES Y LOCUCIONES PREPOSITIVAS

65

2.1. LA PREPOSICIÓN COMO CATEGORÍA GRAMATICAL

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2.1.1. Las preposiciones como elementos relacionantes 2.1.2. Valor semántico de las preposiciones

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José Luis Cifuentes Honnibia

2.2. ACERCA DEL SENTIDO ÚNICO DE LAS PREPOSICIONES 2.3. INTERRELACIONES ENTRE PREPOSICIÓN Y ADVERBIO

79 83

2.3.1. Problemática de los adverbios locales

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2.4. LAS LOCUCIONES PREPOSITIVAS Y LOS PROCESOS DE GRAMATICALIZACIÓN 2.5. PREPOSICIONES Y FRASEOLOGÍA III. EL INVENTARIO PREPOSICIONAL 3.1.

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EL INVENTARIO PREPOSICIONAL

111

3.1.1. Variaciones en las preposiciones simples

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3.2. ESQUEMAS PREPOSITIVOS 3.3. PRUEBAS DE FUNCIONAMIENTO PREPOSICIONAL 3.3.1. Variaciones 3.3.2. Locuciones prepositivas, topicalizadores y marcadores discursivos 3.3.2.1. 3.3.2.2. 3.3.2.3.

Topicalizadores Marcadores discursivos de topicalización Las preposiciones como marcadores discursivos de topicalización

3.3.3. Sintagmas nominales encabezados por como 3.3.4. Adverbios en -mente 3.3.5. Agrupación de preposiciones 3.4. PREPOSICIONES IMPERFECTAS

3.5. 3.6. 3.7. 3.8.

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114 115 123 141 148 151 154 159 165 171 173

3.4.1. Construcciones de exclusión 3.4.2. Foco 3.4.3. Cuantificación 3.4.4. Conclusiones

179 182

PREPOSICIONES IMPERFECTAS DE PARTICIPIO ACTIVO CONSTRUCCIONES CON ADJETIVOS Y PARTICIPIOS CONSTRUCCIONES CON APROXIMATIVOS OTRAS POSIBILIDADES

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IV. ÍNDICES COMBINATORIOS

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V. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Preliminares

El presente trabajo surge como extensión de los objetivos propuestos en investigaciones anteriores que se centraron en el análisis de las preposiciones en español. Parece un hecho claro y evidente que, para la enseñanza del español, las preposiciones ocasionan una gran cantidad de errores, resultado de su no perfecta asimilación por un hablante no nativo. Quizás la dificultad principal para su aprendizaje resida en su elección errónea o en una mala traducción, resultado, fundamentalmente, de la dificultad de conceptualización de la escena exterior por ellas configurada, fundamentalmente de la categorización de los objetos relacionados por la preposición. Y ello es así, entre otras razones, porque las preposiciones privilegian las relaciones entre texto y contexto, de ahí la necesidad de acceder a su significación no sólo en el marco de unas hipotéticas estructuras lingüísticas inmanentes, sino en el acto comunicativo y en la vida social. Pero, aparte de que en muchas lenguas no existen preposiciones, hay un hecho añadido a esa dificultad y que conviene subrayar ahora, y es que hay muchos elementos que funcionan como preposiciones y no están lexicalizados en una sola forma, lo que contribuye sobremanera a la dificultad de interpretación de las preposiciones. La adposición indoeuropea proviene generalmente de un elemento adverbial o de una partícula pre-indoeuropea, la cual era un elemento altamente móvil y autónomo. Desde la partícula pre-indoeuropea se originaron dos elementos muy diferentes: el preverbo y la preposición. El preverbo acabó formando una unidad cohesiva con el verbo, que es el núcleo del sintagma verbal, y cuyo estatuto sintáctico no cambia. La preposición, por otro lado, es un elemento gramatical: es el núcleo del sintagma preposicional, y rige el nombre. En las lenguas indoeuropeas puede aparecer pospuesta (en las lenguas más arcaicas) o prepuesta (en las más modernas). Originalmente estas partículas servían para localizar el estado o la acción verbal en el espacio, o en el tiempo. Su desarrollo como marcadores aspectuales es posterior y pertenece a la historia independiente de las distintas lenguas. Lo que quiero señalar con estas palabras es que las preposiciones no son una clase cerrada, sino que admiten nuevas adiciones, y, de hecho, los cambios son constantes en el desarro-

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lio de la historia de cada lengua. En las lenguas indoeuropeas, todas las categorías léxicas principales parecen haber proporcionado fuentes para el desarrollo de nuevas preposiciones. A pesar de este condicionante histórico, nuestra perspectiva de análisis no ha sido diacrónica, sino sincrónica, lo que nos ha llevado a plantear como marco teórico el estudio de la gramañe aligación, desde el cual abordar el análisis que pretendíamos realizar. Ello nos ha ocupado el primer capítulo del trabajo que presentamos. En el segundo capítulo, preposiciones y locuciones prepositivas, hacemos un repaso de la preposición como categoría gramatical, y procuramos justificar la noción de locución prepositiva como resultado de un proceso de gramaticalización. El tercer capítulo, el inventario preposicional, recoge los fundamentos del análisis concreto que hemos llevado a cabo. En él explicamos las reglas que hemos utilizado como mecanismo de determinación preposicional, y comentamos también muchos de los aspectos más problemáticos que nos han surgido en nuestro análisis. El cuarto y último capítulo, índices combinatorios, recoge el corpus de análisis que hemos utilizado, y refleja un resumen de los rasgos combinatorios aplicados a cada uno de los elementos del corpus. Es cierto que hubiera sido mucho más adecuado el tratamiento de las pruebas de combinatoria preposicional no ya en términos de simple corrección o incorrección, como hemos hecho, sino exponiendo los ejemplos concretos que hemos utilizado. Pero tal apuesta resulta editorialmente imposible, por cuanto hubiera dado lugar a un capítulo de 600 páginas, por ello hemos preferido optar por resumir en 40 páginas los análisis efectuados, y dejar a disposición electrónica de los interesados los análisis, con los ejemplos, de los casos concretos sobre los que se tenga interés. Dichos análisis es posible obtenerlos a partir de la dirección de correo electrónico siguiente: [email protected]. Parte de algunos apartados expuestos en el capitulo 3 fueron presentados previamente como comunicaciones y ponencias en diversos congresos y encuentros. Mi agradecimiento genérico por las sugerencias hechas. Han sido varios los conocidos y amigos a los que he molestado con diversas tareas, fundamentalmente la de permitirme el acceso a distinta bibliografía, por lo que aprovecho ahora para darles las gracias a Elisa Barrajón, José Antonio Candalija, María Josep Cuenca, Kazumi Koike, Ronald W. Langacker, Juan F. Mesa, Xose A. Padilla, Susana Rodríguez, Leonor Ruiz Gurillo, Luis Santos, Augusto Soares da Silva y Scott Swchenter. Mi amiga María Antonia Martínez Linares leyó versiones previas del trabajo y, como siempre, me dio sabios consejos, los cuales no sé en qué medida he desaprovechado. Desde hace unos pocos años, el ambiente de trabajo que aportan mis compañeros de área es más que

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agradable, yo diría que entrañable, lo que sin duda contribuye a hacer más fácil el trabajo y por ello creo que es de agradecer. La amistad, el cariño y el respeto por Estanislao Ramón Trives y Agustín Vera Lujan han conseguido que ellos propiciaran e impulsaran, indirectamente, esta investigación, vaya a ellos también mi agradecimiento. Y, como siempre, en último lugar, pero el primero en importancia, el agradecimiento a mis hijas, Laura y Beatriz, que me dan la alegría de vivir.

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I. La gramaticalización

1.1. INTRODUCCIÓN Suele decirse en algunos ámbitos lingüísticos que uno de los retos de la lingüística moderna es encontrar la forma de combinar con coherencia las perspectivas sincrónicas y diacrónicas en el análisis gramatical, y ello es verdad, pero tal afirmación dicha en un lugar como España, y cuando están cercanas las muertes de D. Rafael Lapesa y D. Manuel Alvar y es necesario poner de relieve su legado, y donde la obra de Coseriu, también fallecido recientemente, es de obligado estudio en todas las Facultades de Filología, más parece una provocación fruto de la ignorancia de las nuevas modernidades lingüísticas que una propuesta seria. En Gramática Cognitiva parece aceptado que no podemos separar rígidamente análisis sincrónico de análisis diacrónico: todos los modernos sociolingüistas han confirmado la importancia de reunir ambos. Así, por ejemplo, la polisemia sincrónica y el cambio histórico de los significados realmente suponen los mismos datos de muchas formas. Aún más, el orden histórico en que los sentidos son añadidos a las palabras polisémicas nos dice algo acerca de las relaciones direccionales entre los sentidos (Sweetser, 1990: 9). Al igual que la cuestión de lenguaje y cognición, sobre la que la lingüística cognitiva aprovecha sus interrelaciones (Cifuentes, 1998), la interrelación sincronía/diacronía tiene que estudiarse en un esquema más sofisticado. La tradición estructuralista ha hecho un considerable esfuerzo en eliminar la confusión entre regularidades sincrónicas y cambios diacrónicos: los hablantes no necesariamente tienen reglas o representaciones que reflejan la historia pasada del lenguaje. Pero ni Saussure ni cualquiera de sus colegas negaron que la estructura sincrónica inevitablemente reflejaba su historia de forma importante. Considérese el famoso ejemplo del ajedrez, donde tú puedes analizar un problema de ajedrez sin información acerca de los movimientos anteriores; pero este mismo caso nos sirve como ejemplo de un dominio donde los acontecimientos pasados de forma más inevitable, regular y evidente determinan el estado resultante actual (Sweetser, 1990: 10).

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Así pues, la polisemia puede entenderse como la cara sincrónica de la relación histórica entre múltiples sentidos de una forma. La otra cara de la moneda es el cambio semántico y/o morfosintáctico, que opera en el eje diacrónico, relacionando diferentes sentidos (polisemia diacrónica) y diferentes formas que parten de un mismo elemento (reanálisis). Dicha relación se produce mediante mecanismos discursivos que remiten, en algún momento intermedio de la evolución, a la denominada "ambigüedad pragmática", entendida como la extensión metafórica o metonímica de un significado a partir del significado originario. 1.2. LA GRAMATICALIZACIÓN Los procesos de gramaticalización relacionan la sintaxis y el discurso con la morfología: a partir del uso discursivo de determinadas categorías léxicas, surgen habitualmente una serie de valores gramaticales que, al convencionalizarse, pueden convertir el lexema originario en una categoría funcional, que pierde progresivamente independencia morfosintáctica y tiende a fusionase con otro elemento (Pérez Saldanya, 1998: 16). No nos debe extrañar entonces que Arie Verhagen, de forma provocadora, plantee la integración necesaria de semántica, sintaxis y discurso en el análisis lingüístico (1995: 104), y ello no sólo, como señala Mar Garachana (1999: 155), porque en los procesos de gramaticalización intervengan factores cognitivos, socioculturales, pragmáticos y textuales, sino porque dichos procesos superan una división tradicional de los niveles de descripción lingüística, ya que están vinculados con la fonología, la sintaxis, el léxico, la semántica, la pragmática y el análisis del discurso. 1.2.1. CONCEPTO DE GRAMATICALIZACIÓN En Campbell & Janda (2001: 94-107) se hace un excelente recorrido por algunas de las más comunes definiciones de gramaticalización. Un aspecto común en todas las definiciones dadas sobre la gramaticalización es la adquisición por parte de una unidad lingüística de un contenido gramatical o más abstracto, o bien el paso de una unidad de contenido gramatical a otro contenido más gramatical1 (Meillet, 1946: 131; 1

Recientemente se ha propuesto ampliar las fuentes de la gramaticalización, restringidas al léxico y la gramática, pues se han encontrado ejemplos en los que la fonología puede ser entendida como fuente del significado gramatical, en tanto que las reglas fonológicas pueden morfologizarse, es decir, que reglas cuya función original consistía en adaptar determinadas secuencias fonéticas a los órganos de habla humanos, son reinterpretadas como reglas que marcan formalmente categorías gramaticales. Esto se puede

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Hoenigwald, 1966: 44; Kurylowicz, 1975: 52; Givón, 1971: 411-412; Langacker, 1977: 106-107; Lehmann, 1995: 111-12; Heine & Reh, 1984: 15; Traugott, 1988: 406; Traugott & Kónig, 1991: 189; Croft, 1990: 230; Craig, 1991: 455; Traugott & Heine, 1991: 2; Heine et al., 1991: 3; Matisoff, 1991: 384; Hopper & Traugott, 1993, 1-2; Bybee et al., 1994: 4-5; McMahon, 1994: 160; Pagliuca, 1994: ix-x; Traugott, 1994: 1481; Von Fintel, 1995: 175; Traugott, 1995: 3; Bybee, 1996: 253-255; Trask, 1996: 143; Heine, 1997: 6; Lass, 1997: 256; Crowley, 1997: 145; Giacalone Ramat, 1998: 107; Gaeta, 1998: 89; Moreno Cabrera, 1998: 213-214; Haspelmath, 1998: 52, 78; 1999: 1045; Hopper, 1998: 147-148, etc.). Todas estas definiciones de gramaticalización quizás pueden ser organizadas de dos formas muy diferentes (Campbell & Janda, 2001: 94): aquellas que tratan del fenómeno de la gramaticalización, es decir, de cambios que conducen a un mayor contenido gramatical del elemento en cuestión, y aquellas otras que tratan de la teoría de la gramaticalización, es decir, del conjunto de características que definen el fenómeno. Estrechamente vinculado a esta dualidad se encuentra el planteamiento de quienes defienden la gramaticalización como un proceso, singular o complejo, pero con unas características definitorias, y el planteamiento de quienes entienden la gramaticalización como resultado de otros desarrollos, en relación, por tanto, con otros mecanismos del cambio lingüístico (Joseph, 2001: 164). Pero la gramaticalización no sólo ha sido entendida como el paso de un significado léxico a un significado gramatical, o a otro más abstracto, sino que también, y como consecuencia de dicho fenómeno, se van a producir cambios morfosintácticos y fonológicos, como la modificación categorial de la unidad en cuanto a su capacidad combinatoria, sintáctica y semántica, la pérdida de autonomía como palabra independiente, o la disminución de su sustancia fónica (Heine & Reh, 1984: 15; Lichtenberk, 1991:38). conseguir por el camino de la gramaticalidad o por el de la lexicalidod. En el primer caso, nos encontramos ante la introducción de rasgos gramaticales en el contexto de una regla fonológica, con la consiguiente desaparición del medio fonológico que propició la regla; en el segundo, asistimos a la gramaticalización de primitivas reglas fonológicas como mecanismos de formación de palabras. No obstante, para diferenciar la morfologización (como proceso que se integra dentro de la gramaticalización) de la simple analogía superficial, es fundamental el concepto de reanálisis. La analogía simplemente supone una reinterpretación de la alternancia de un sonido, para atraer formas vigentes a construcciones que ya existen, pero no genera una nueva regla dentro de la gramática de una lengua (Gaeta, 1998). La importancia de la fonología como aspecto fundamental del proceso de gramaticalización es también resaltada por Paul Hopper (1998).

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1.2.2.

PROPIEDADES

La pérdida de autonomía que entraña la gramaticalización, tanto en el nivel formal como significativo, se manifiesta bajo tres aspectos diferentes (Lehmann, 1995: 122): por el peso del signo, es decir, por la propiedad mediante la cual el signo puede distinguirse de otros miembros de su clase y adquirir una cierta preeminencia en el sintagma (a mayor peso, mayor autonomía); por las relaciones sistemáticas del signo con otros signos: la cohesión presente en esas relaciones es un factor que deja al signo menos autónomo; por la variabilidad del signo, es decir, por su capacidad de desplazarse o modificarse independientemente de otros signos (a mayor autonomía, mayor variabilidad). La combinación de los tres aspectos anteriores con los dos tipos de relaciones, paradigmáticas y sintagmáticas, que puede mantener con otros signos, posibilita a Lehmann (1995) describir seis propiedades determinantes del grado de gramaticalización de los signos: a) astringencia, o pérdida gradual de sustancia semántica y fonológica, también conocida con el nombre de 'desmotivación' o 'desemantización', y 'erosión' en el plano fonológico, aunque la astringencia también afecta a la morfología, como, por ejemplo, a la pérdida de capacidad flexiva (por ejemplo el paso de la preposición latina ad al español d)2\ b) condensación, es decir, desarrollo de propiedades de selección más simples y más restringidas de los formantes gramaticalizados (por ejemplo en latín de tomaba un sintagma nominal con caso como complemento, mientras que en español de lo toma sin complemento; c) paradigmatización: integración del material léxico en paradigmas morfológicos o cuasi-morfológicos (por ejemplo los verbos auxiliares haber y ser están completamente integrados en el paradigma de la conjugación, a diferencia de sus predecesores latinos); d) coalescencia: la gramaticalización a menudo afecta al desarrollo de morfemas libres en morfemas ligados (por ejemplo los adverbios en -mente); e) obligatoriedad: el material gramaticalizado tiende a ocurrir obligatoriamente en un contexto dado, en vez de opcionalmente como sucede con el material léxico (por ejemplo el de latino era 2

Meillet y Bréal, a propósito de la desemantización, hablan de "debilitamiento" y "decoloración" (Melis & Desmet, 1998: 14). Reine y Reh (1984: 39) distinguen también la expansión y la simplificación: la expansión se define como la adición de una función gramatical a un elemento gramatical, y se opone a la desemantización, que implica la consecución de una función gramatical a un elemento léxico. La simplificación, que es una variante particular de la expansión, consiste en la pérdida de una distinción gramatical común a varios paradigmas (Croft, 1990: 237-238). Heine & Reh (1984: 21) hablan también de erosión (reducción del tamaño del morfema) y de pérdida fonológica, junto con la existencia de la adaptación fonológica, por asimilación o disimilación, que aumenta el grado de alomorfia en la lengua (Heine & Reh, 1984: 17; Croft, 1990: 232).

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sustituible por ab, ex, e incluso era omisible, sin embargo el de español ni es omisible ni sustituible en contextos tales como a comienzos de año); f) fijación: el material gramaticalizado ocupa posiciones sintácticas o morfológicas fijas (por ejemplo, mientras que las preposiciones latinas podían ocupar diversas posiciones dentro de un sintagma nominal complejo, las preposiciones españolas siempre deben precederlo).

1.2.3. HISTORIA DE LA GRAMATICALIZACIÓN Debemos señalar, no obstante, que si bien la denominación de gramaticalización parece ser, en la actualidad, la comúnmente aceptada en todo el mundo, han sido muchas las denominaciones dadas a este proceso por el cual una unidad adquiere un significado más abstracto: subduction (Guillaume, 1964: 73-86; Molho, 1975: 131-133), semantic fading (Anttila, 1972: 149), reduction (Langacker, 1977: 103-107), semantic bleaching (Givón, 1975; Lord, 1976: 183-189), reanalysis (Lord, 1976: 179), syntacticization (Givón, 1979: 208), condensation (Lehmann, 1995: 10-11), semantic weakening (Guimier, 1985: 158), fleshing-out (Sweetser, 1988), grammaticization (Givón, 1975: 49; Heine & Reh, 1984, Heine, Claudi & Hünnemeyer, 1991, Traugott & Heine, 1991, Traugott & Kónig, 1991, Lichtenberk, 1991, Langacker, 1996), chains grammaticalization (Heine, 1992: 337, 1993: 53)3. De igual forma, debemos precisar que si bien el fenómeno de la gramaticalización está siendo desarrollado y aplicado, en la actualidad, desde los presupuestos teóricos de la Gramática Cognitiva y del Análisis del Discurso, en modo alguno es un "descubrimiento", ni se pretende que lo sea, por parte de una más o menos novedosa perspectiva lingüística. Muchos de los principios fundamentales de la teoría de la gramaticalización se pueden encontrar ya desde el siglo XVIII, en autores como E. Benoít de Condillac y J. Horne Tooke (Robins, 1969: 153-160). Y en el siglo XIX se pueden encontrar importantes estudios al respecto en autores como Bopp, Humboldt o Schleicher, si bien es a finales de dicho siglo cuando podemos hallar el mayor desarrollo e interés sobre el tema con los estudios de los neogramáticos. De hecho fue Meillet el primero en adoptar el término gramaticalización (grammaticalisatiori), definiendo el concepto como "l'attribution du caractére grammatical a un mot jadis autonome" (1912: 131), siendo este proceso uno de los dos 3

Traugott y Heine (1991: 1-2) recogen la controversia diferenciadora entre la gramaticalización y la gramatización ("grammaticization" o "grammatization"), entendiendo que ello se debe a la perspectiva adoptada: los que tratan el tema desde una perspectiva diacrónica prefieren el término gramaticalización, mientras que quienes utilizan el concepto desde una perspectiva sincrónica emplean gramatización.

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mecanismos de los que dispone la lengua para hacer emerger nuevas formas gramaticales, siendo el otro el de la analogía, por el cual nuevos paradigmas surgen a partir del parecido formal con paradigmas ya existentes. Pero gramaticalización y analogía son procesos de cambio totalmente diferentes, en principio, pues un cambio analógico no altera el sistema global de la lengua, mientras que la gramaticalización sí que lo modifica, al permitir la incorporación de nuevos elementos a la gramática de una lengua4. El fenómeno de la gramaticalización, por ello, ha estado siempre presente en la teoría gramatical. Ya en época más cercana, y sin necesidad de remontarnos a Vossler (1940: 88), podemos encontrar interesantes estudios al respecto en autores indoeuropeístas como Rodríguez Adrados (1968), Kurylowicz (1964, 1965) o Watkins (1964). Y en la tradición gramatical francesa podemos mencionar un hilo conductor del fenómeno de la gramaticalización que, desde Meillet, se prolonga en autores como Benveniste (1968), Guillaume (1964: 73-86), Molho (1975: 131-133) o Pottier (1964), sirviendo de puente este último a la vinculación del fenómeno con la perspectiva cognitiva actual. Como ejemplo de la constante presencia del fenómeno de la gramaticalización, puede servir el excelente manual de E. Ridruejo Las estructuras gramaticales desde el punto de vista histórico, que recoge una perspectiva clásica, y actualizada, del fenómeno del cambio lingüístico, y donde hay un capítulo específico dedicado a la gramaticalización, entendida como la integración de un elemento léxico (aunque también puede ser gramatical) en un paradigma gramatical, entrañando también este proceso una alteración de las relaciones semánticas del elemento gramaticalizado, al fundar nuevas relaciones en un paradigma gramatical, y hacer desaparecer las establecidas previamente con respecto a otras unidades léxicas, siendo muy frecuente la posibilidad de modificación en la forma de los elementos implicados. Pero, sin duda, la perspectiva pragmático-cognitiva, actual, de habla inglesa, de quien toma el testigo para la revitalización metodológica de este fenómeno es de Givón (1971 y 1979).

4 Lehmann, 1995: cap. 1, Heine, Claudi & Hünnemeyer, 1991a: cap. 1, y Hopper & Traugott, 1993: cap. 2, reseñan la historia de la teoría de la gramaticalización desde sus inicios en el siglo XVIII hasta Humboldt, Gabelentz, Meillet, Whitney y Kurylowicz, y Campbell (1995: 1147-1150, 1154-1155) y Harris & Campbell (1995: 15-25) la remontan hasta los tiempos de las gramáticas sánscritas.

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1.2.4. GRAMATICALIZACIÓN Y ANALITICIDAD/SINTETICIDAD Por otro lado, la teoría de la gramaticalización puede vincularse, en un marco más general de la evolución de las lenguas, con la tendencia analítica o sintética de las mismas, aunque no exactamente en el sentido tipológico acostumbrado, sino en el sentido de Schwegler (1990), es decir, usando los parámetros análisis/síntesis no aplicados a las lenguas en su conjunto, sino a unidades de habla, entendiendo por tales cualquier grupo de morfemas que tienen una relación semántica, morfológica, sintáctica, y/o fonológica entre sí. La aplicación de estos parámetros a lenguas en su conjunto ha sido una de las principales causas de simplificación de la tipología morfológica de las lenguas románicas, al igual que uno de los principales factores responsables de la mala concepción general de los términos analítico/sintético (Schwegler, 1990: 48). La analiticidad será definida como la autonomía semántica, sintáctica, morfológica y fonológica de los morfemas dentro de una unidad de habla, mientras que la sinteticidad se caracterizará por la interdependencia (o relación) semántica, sintáctica, morfológica y fonológica de los morfemas dentro de una unidad de habla. Una unidad cuyos morfemas muestran un alto grado de relación en los cuatro niveles es altamente sintética; una unidad cuyos morfemas tienen un bajo grado de relación en los cuatro niveles se dice que es altamente analítica. Tanto el análisis como la síntesis son, necesariamente, procesos que implican tiempo. Los dos procesos se relacionan el uno con otro de forma que la síntesis presupone una pérdida de análisis y el análisis presupone una pérdida de síntesis. Sin embargo, mientras la síntesis es completada a través de un reforzamiento de relaciones entre dos o más morfemas, el análisis, normalmente, no se da a través de un proceso inverso, es decir, la pérdida gradual de ese reforzamiento, sino que se manifiesta de tres posibles maneras: 1) a través de un descenso de la síntesis, 2) a través de la integración total de una unidad sintética en un semema monomorfémico, ó 3) a través del remplazamiento de una unidad (sintética) por una unidad más analítica. (Schwegler, 1990: 50). A pesar de que Schwegler no vincula el proceso de síntesis con la gramaticalización, es evidente su interrelación. Inicialmente, la síntesis es siempre de una naturaleza puramente semántica. Dos o más elementos entran en un estado de mutua relevancia y, debido a la destacabilidad cultural o cognitiva de la nueva asociación, normalmente empieza a darse un incremento de frecuencia. En este punto, los factores sintácticos comienzan a jugar un papel decisivo. Debido al incremento de frecuencia de los elementos relevantes, un orden de palabras determinado tiende a ser reconocido como un esquema sintáctico convencional. Si los elementos relevantes de este esquema están yuxtapuestos, el hablante puede

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considerar el complejo resultante como una unidad cohesiva sintácticamente, en cuyo caso la conjunción fonológica y morfológica es probable que siga. Si, por otro lado, los elementos relevantes están siempre separados debido al orden de palabras prevaleciente, se impedirá la conjunción formal. La fusión fonológica y/o morfológica actúa sólo después de que la asociación semántica y sintáctica haya llegado a ser relativamente frecuente. Esto no significa que los lexemas relevantes estén exentos de cambios fonológicos en cualquier punto de su evolución. Simplemente significa que los desarrollos fonológicos específicos no se materializarán antes de que una especial interrelación semántica y sintáctica haya sido establecida (Schwegler, 1990: 72). Schwegler considera que en las lenguas románicas coexisten continuamente las tendencias analítica y sintética, y entiende estas tendencias no como causas del cambio lingüístico, sino como consecuencias del mismo, y cualquier innovación, por pequeña e insignificante que pueda llegar a ser en el panorama general de la evolución lingüística, afecta finalmente a la dirección que una unidad de habla toma en el eje analítico/sintético. De ello también se deduce que son muchas las causas para el análisis y la síntesis, las mismas que para el cambio lingüístico. 1.2.5. LA "NUEVA" GRAMATICALIZACIÓN Así pues, el fenómeno de la gramaticalización no es nada nuevo, ni mucho menos, en la teoría ligüística, y si ha sido puesto de relieve en los últimos años por diversas perspectivas cognitivas y pragmáticas, su novedad no va a consistir en su definición, sino en su aplicación: por un lado no se va a restringir a fenómenos morfológicos, y, por otro, no se va a limitar exclusivamente a un estudio diacrónico, y ello teniendo en cuenta las implicaciones pragmático-discursivas que tales planteamientos suponen. El continuo entre léxico y gramática5, y la dinamicidad de los procesos lingüísticos, que suponen la superación de los límites entre sincronía y diacronía, así lo avalan. Gramaticalización y variación sincrónica se determinan mutuamente, borrándose los límites entre sincronía y diacronía (Company, 2001: 52 y 87; Di Meóla, 2001): la evidencia dialectal y la evidencia histórica confluyen en la explicación de los cambios lingüísticos, coadyuvando a la permanente creación y recreación de la gramática, la cual se genera en el uso discursivo, de forma que mediante contextos motivadores6 acaba impactando a la competencia, y 5

Vid., por ejemplo, Diewald (1997: 1-11), Bat-Zeev Shyuldkrot (1998: 28) o Groussier (2000: 297-305). 6 Tanto Heine (2002) como Diewald (2002) proponen que el desarrollo diacrónico de los términos gramaticales pueda ser dividido en distintos estadios que son asociados

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ello a través de un canal de gramaticalización que no tiene límites. Los estudios sobre gramaticalización retoman la idea de que, en la evolución de un término, el valor original y el nuevo coexisten durante un cierto tiempo, de forma que las diferentes acepciones de un término se influyen mutuamente y no constitituyen categorías claramente separadas, llegando a proponerse (Traugott, 1989: 33) que la polisemia característica de los términos implicados en los procesos de gramaticalización sea estructurada en términos de prototipos7. De esta forma la gramaticalización no va a ser un simple proceso de conversión de elementos léxicos en gramaticales, sino que implica modificaciones en la función discursiva y en la estructura sintáctica de las lenguas, constituyendo un marco global de estudio de los fenómenos lingüísticos, al centrarse en cómo aparecen las formas gramaticales y las construcciones, cómo se usan y cómo dan forma a una lengua (Hopper y Traugott, 1993: 1). Sincrónicamente, la gramaticalización supone una concepción "dinámica"8 de la lengua, en la que sus elementos no se analizan como entidades discretas, sino prototípicas: la gramaticalización trata de establecer qué funciones gramaticales con distintos tipos de contextos lingüísticos, y lo hacen de forma muy parecida: para Diewald (2002), en el primer estadio se desarrollan las condiciones para la gramaticalización. Este estadio viene caracterizado por una expansión inespecífica de la distribución de la unidad léxica en cuestión a contextos en los que no ha sido usada anteriormente. En estos contextos no típicos el nuevo significado, que será gramaticalizado posteriormente, puede surgir como una implicatura conversacional. El segundo estadio está ligado a la creación de un tipo particular de contexto, el contexto crítico, que se caracteriza por múltiples ambigüedades estructurales y semánticas, que posibilitan varias interpretaciones alternativas, entre ellas la del nuevo significado gramatical. En el tercer estadio, el nuevo significado gramatical resulta aislado como un significado separado respecto de los significados léxicos, más antiguos. Esta separación viene realizada por el desarrollo de contextos de aislamiento para las distintas lecturas, es decir, contextos lingüísticos específicos que favorecen una lectura y la exclusión de otra. La propuesta de Heine (2002) es muy similar, pues simplemente añade como un estadio independiente (además de señalar distintas características de los respectivos estadios y contextos) la convencionaüzación del nuevo significado, que puede, por ello, ser usado para nuevos contextos. 7 Los estudios sobre gramaticalización y sobre teoría de prototipos presentan varios puntos en común (De Mulder, 2001: 27): la mayor parte de los autores consideran la expresividad y la eficacia como las causas profundas de la evolución lingüística; recurren a los mismos tipos de mecanismos de evolución, y más concretamente a la metáfora y a la metonimia; subrayan el papel fundamental de la reinterpretación contextual; y son una suma de tradición y novedad en la ciencia lingüística. Quizás el punto de intersección fundamental sea que las dos propuestas cuestionan la existencia de una frontera neta entre la lengua, como sistema, y el habla (Croft, 1990: 256-259; Traugott & Heine, 1991; BatZeev Shyldkrot, 1995: 3; Traugott. 1999b: 178), pudiéndose servir de ello para reagrupar a los elementos enciclopédicos que dan lugar a la creación de nuevos significados (para la semántica diacrónica), y a las estructuras pragmáticas (en el caso de la gramaticalización). 8 Lamiroy (2001) más que de "dinamismo" habla de "gradualidad", pero se está refiriendo, evidentemente, a la misma idea.

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tiene asociada una expresión lingüística, pero las lenguas ni poseen siempre las mismas categorías gramaticales ni expresan las mismas nociones semánticas a través de las mismas categorías gramaticales9. Hopper (1987: 148) llegará a concebir el fenómeno de la gramaticalización como equiparable al de gramática, desde el momento en que considera que lo único realmente existente es la gramaticalización: movimientos hacia la estructura10, lo que daría entonces mayor sentido al planteamiento de Trives (2001) de entender el castellano, al igual que las otras lenguas neolatinas, y salvando las peculiaridades de las distintas sincronías reconocibles en el perfil filogenético del latín al castellano, como latín actual. La idea de gramática "pancrónica" planteada por Hopper ha sido criticada11 (Campbell, 2001: 154-157; Newmeyer, 2001: 220-224, entre otros). La crítica de Campbell es simplemente terminológica, pues señala que no es necesario usar la idea de gramaticalización para este nuevo sentido, ya que parece desconsiderar la perspectiva diacrónica, y simplemente se centra en la interfaz gramática-discurso-pragmática, aspecto éste que no tiene por qué recogerse bajo la denominación de gramaticalización. Por otro lado, la propuesta de Hopper es en amplia medida equivalente a la propuesta terminológico-funcional de la lingüística en general, por lo que también sería algo innecesaria su denominación como gramaticalización. Algo parecido a esto último señala Newmeyer cuando plantea que se está confundiendo lo que la gramática de una lengua tiene que explicar, con lo que una teoría del lenguaje en y Estas palabras pueden servir de actualización del planteamiento de Coseriu a propósito de las categorías lingüísticas: según Coseriu (1978: 53-54), la definición de las categorías tiene que ser semántica: las categorías verbales corresponden a modos de ser de las palabras en el discurso, y este modo de ser debemos entenderlo como su función semántica; sin embargo, el semantismo de las categorías verbales debemos entenderlo no léxicamente, sino como significado categorial, es decir, según la manera en que se organiza en el hablar el significado léxico. Así pues, las categorías verbales las podemos entender como modos significativos de las palabras en la actividad lingüística concreta. A estos modos significativos corresponderán, en lenguas determinadas, determinados esquemas formales, pero no exactamente clases de palabras, y los esquemas, evidentemente, pueden ser muy diversos dentro de una misma categoría, y se darán entre ellos, normalmente, interferencias y sobreposiciones (Coseriu, 1978: 67). Evidentemente la gramaticalización es la causa de muchas de esas interferencias y sobreposiciones. 10 Levinson (1983: 9) podría considerarse un precedente de esta propuesta, al plantear que el estudio de la gramaticalización se ocupa de la codificación de distinciones significativas en el vocabulario, la morfología, la sintaxis y la fonología de la lengua. 11 Lapancronía de Lozowski (1999) es algo distinta de la planteada por Hopper: la consideración pancrónica viene de tratar el lenguaje como una herramienta cognitiva de la categorización humana. La presencia de factores cognitivos en la descripción diacrónica es precisamente la razón por la que en vez de una sucesión lineal de estados de lengua discretos en el tiempo y el espacio (diacronía), obtenemos una progresión multidireccional de procesos de categorización no discretos en la lengua, que es lo que llama pancronía.

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general tiene que explicar a su vez, concluyendo que no hay argumentación suficiente para abandonar una estricta separación entre sincronía y diacronía a favor de una gramática pancrónica. Yo no voy a plantear la defensa de una gramática pancrónica, pero sí, creo, que la rentabilidad sincrónica de la visión dinámica de la lengua que la teoría de la gramaticalización plantea es muy interesante. Esa visión dinámica de las lenguas puede explicar, en muchos casos, la categorización prototípica, donde no todos los elementos funcionan exactamente igual. Esa visión dinámica de las lenguas nos explica, igualmente, que, por ejemplo, junto a categorías morfológicas, podemos encontrar categorías funcionales que desarrollan sus mismas funciones en ciertos contextos distributivos. Esa visión dinámica de las lenguas explica, por ejemplo, que determinadas construcciones que en otros momentos de la lengua no funcionaban de forma singular, en un momento posterior pueden tener un comportamiento unitario. Y siempre me estoy refiriendo a descripciones y explicaciones sincrónicas, a análisis situados en un determinado momento histórico, pero, siempre, con esa conciencia o visión dinámica de las lenguas. Los estudios actuales sobre los procesos de gramaticalización adoptan planteamientos teóricos procedentes de disciplinas como la pragmática o la gramática cognitiva, lo que supone la existencia de una concienciación de la importancia que tienen los factores extrasistemáticos en la evolución del sistema lingüístico. Estos estudios, desarrollados a partir de los años ochenta, han dado origen básicamente a dos perspectivas de análisis: la pragmático-discursiva y la cognitiva. En la primera se entiende que los fenómenos de gramaticalización responden a procesos de naturaleza pragmática, al ser resultado de la convencionalización de determinadas implicaturas conversacionales, y representaría a autores como Hopper, Bybee, Traugott, etc. La segunda corriente, la cognitiva, entiende que los elementos que motivan la gramaticalización tienen que ver con la estructura conceptual general de los seres humanos, en particular con la metáfora, y es defendida por autores como Heine, Lichtenberk o Sweetser. Ahora bien, debemos señalar, como ha sido ampliamente reconocido, que las dos perspectivas son perfectamente conciliables. Tanto es así que los principios de análisis de una y otra pueden aplicarse sin dificultad al estudio de los mismos procesos de gramaticalización. 1.3. GENERALIZACIÓN Y PERDIDA DEL SIGNIFICADO Un principio que parece surgir del fenómeno de la gramaticalización es el del vacío o pérdida del significado léxico de la unidad lingüística que sufre el proceso, de forma que lleva implicado una progresiva

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pérdida de contenido léxico, y la adquisición, también paulatina, de un significado más abstracto o gramatical (Heine & Reh, 1984: 15; Lehmann, 1985: 307; Heine, 1992: 342, 1993: 54; Haiman, 1991: 153154; Langacker: 1990: 135). Sin embargo, hay otros autores que, más que plantear la ausencia o pérdida del significado léxico de una unidad lingüística, consideran que el fenómeno que realmente se da consiste en la generalización del significado léxico originario hacia otros ámbitos hasta entonces no abarcados, o bien, simplemente, la adquisición de un significado distinto al original, pero en modo alguno se produce una pérdida o vacío significativo, sino, en todo caso, un remplazamiento (Traugott & Kónig, 1991: 212; Hopper & Traugott, 1993: 88, 96-100). Para autores como Hopper & Traugott (1993: 97) la gramaticalización de un elemento lingüístico no supone vacío semántico, sino la generalización del significado de dicha unidad, pudiendo aparecer entonces en contextos que antes no eran permitidos. La implicación que supone la generalización semántica es la de un incremento de los valores significativos de una unidad lingüística, con el consiguiente resultado de polisemia y ambigüedad. Sólo llegan a admitir la posibilidad de vacío semántico en los últimos estadios del proceso de gramaticalización (Traugott & Kónig, 1991: 190; Hopper & Traugott, 1993: 93; De Mulder, 2001: 15). En estos procesos de cambio semántico, en la gramaticalización se produce una reducción semántica, y ello no sólo por poder entenderla como un vacío significativo, sino también porque si la consideramos como un proceso de generalización semántica, hay componentes significativos que se pierden en ese proceso de generalización, por lo que la reducción semántica va paralela a la reducción fonológica que el material de gramaticalización conlleva. En la medida en que los elementos gramaticalizados se reducen fonológica y semánticamente, llegan a ser más dependientes del material circundante y comienzan a fusionarse con otros morfemas léxicos o gramaticales de su entorno. De igual forma, con la reducción semántica y fonológica se produce un incremento de la rigidez de la posición sintáctica del elemento gramaticalizado y de sus relaciones de alcance con otros elementos (Bybee, Perkins & Pagliuca, 1994: 7). El continuo fonético está en paralelo directo con el continuo de reducción semántico, y el desarrollo de material gramatical se caracterizará por la coevolución dinámica de forma y significado. Dos tipos de cambios formales se dan en la gramaticalización, la reducción o pérdida de masa fonética y la fusión del material de gramaticalización con el material circundante (Bybee, Perkins & Pagliuca, 1994: 106-107): estos dos tipos de cambio no son específicos de la gramaticalización sino que se corresponden con los dos principales tipos de cambio fonético que afectan a todo el material fonético en el tiempo, la

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reducción sustancial (la reducción de actividad articulatoria) y la reducción temporal (la coincidencia parcial de gestos articulatorios). Es más, ambos tipos de cambio formal en la gramaticalización van paralelos a los principales tipos de cambio semántico en la gramaticalización. La reducción fonética corre paralela con la reducción o generalización, que es también la pérdida de propiedades específicas. La fusión de un elemento gramaticalizado a un material léxico adyacente en la afijación, es paralela al surgimento de dependencias funcionales de morfemas gramaticales y su cohesión conceptual con raíces léxicas. Cualquiera de estos procesos crea una relación icónica entre significado y forma, pero, según Bybee, Perkins & Pagliuca, el punto fundamental para el lenguaje humano no viene de examinar la iconicidad sincrónica, sino más bien de comprender el proceso dinámico que crea esta iconicidad. Ya que el material léxico gradualmente se desarrolla en material gramatical, el grado de gramaticalización semántica debe reflejarse en el grado de reducción formal o acortamiento. Junto con la reducción de la masa fonética se produce una pérdida de autonomía y surgimiento de dependencia sobre el material fonético circundante (Bybee, Perkins & Pagliuca, 1994: 110). Distinguen dichos autores entre la pérdida general de autonomía, que denominan independencia, y la fusión del elemento gramaticalizado con el verbo, que denominan fusión. La dependencia entonces incluye todos aquellos índices de pérdida de autonomía que no son específicos para la aparición de fusión con el verbo. Otro fenómeno asociado con la gramaticalización es el incremento en la frecuencia (Bybee, Perkins & Pagliuca, 1994: 8; Company, 2000: 51): la alta frecuencia de los elementos gramaticalizados es en parte debida a su generalidad semántica, que los capacita para aparecer en una amplia variedad de contextos, pero también se debe al uso de los mismos en entornos en que su contribución es normalmente redundante. Es decir, los elementos gramaticalizados vienen a usarse no sólo donde los significados que ellos apoyan son estrictamente necesarios, sino también siempre que el significado es compatible con el contexto general y la intención del hablante. Una vez que un elemento gramaticalizado ha llegado a usarse en todos los contextos apropiados, redundantemente o no, la pérdida de un elemento de esa clase en el contexto apropiado llega a ser significativa. Por ejemplo, si un morfema gramatical de tiempo pasado se desarrolla y viene a ser usado tanto en situaciones redundantes como no redundantes, los casos en que no aparezca serán interpretados como señalando otro significado diferente del pasado. La categoría tiempo en esa lengua habrá llegado a ser obligatoria con un morfema para el pasado y un marcador cero para el presente.

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1.3.1. GRAMATICALIZACIÓN Y MOTIVACIÓN Resulta claro por lo expuesto que existe una vinculación entre el fenómeno de la gramaticalización, ya sea entendido como un vacío significativo o como una generalización de significado, y la teoría de la metáfora y metonimia como instrumentos de motivación del cambio significativo, aspectos estos fundamentales dentro de los principios de la Gramática Cognitiva. De hecho se han llegado a enfrentar como dos hipótesis teóricas para el estudio de la gramaticalización: a) la hipótesis de las proyecciones metafóricas, según la cual el significado concreto de una expresión se aplica a un contexto más abstracto (exponentes de esta hipótesis son Heine (1994), Sweetser (1990)); y b) el modelo contextual, o hipótesis de la implicatura, según el cual el mecanismo predominante para la creación de significados secundarios, y que gradualmente sustituyen a los significados primarios, es la convencionalización de implicaturas conversacionales (Dahl, 1985, Kónig, 1988, Faltz, 1989, Bybee, Perkins & Pagliuca, 1994, Hopper & Traugott, 1993). Hopper & Traugott (1993) y Traugott & Kónig (1991) denominan a este mecanismo "inferencia metonímica" o, simplemente, "metonimia". La metáfora, desde la primera de las perspectivas, es entendida como un instrumento cognitivo (Lakoff & Johnson, 1986) que permite la transferencia de significado de ciertos conceptos desde un dominio cognitivo o experiencial a otros dominios, normalmente desde un dominio más concreto a otro más abstracto. Evidentemente, la "sustitución" de un dominio cognitivo por otro tiene que partir de la existencia de ciertos rasgos semánticos compartidos en ambos dominios. La metáfora, por tanto, viene entendida no como la sustitución de un elemento por otro, sino como la representación de una unidad lingüística desde un dominio cognitivo en otro dominio cognitivo diferente de índole más abstracta, llegando incluso a establecer series de metáforas enlazadas y encadenadas en su proceso evolutivo, como la presentada por Heine, Claudi & Hünnemeyer (1991a: 48, 199Ib: 157): persona > objeto > actividad > espacio > tiempo > cualidad12. Ejemplos de todo esto pueden ser casos de verbos de movimiento en oraciones como llegó el profesor o llegó la Semana Santa, donde podemos observar la proyección metafórica del dominio cognitivo del espacio al dominio cognitivo del tiempo. De igual forma podemos considerar usos auxiliares del verbo ir en perífrasis como voy a arreglar el jardín, donde observamos una posible transferencia metafórica desde un dominio espacial a otro temporal, interpretándose el origen espacial 12

Existen también otras jerarquías: Traugott & Kónig (1991) presentan una jerarquía temporal > causal > concesivo, y Bat-Zeev Shyldkrot (1995: 89) una jerarquía cantidad > cualidad > concesión.

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como el presente, y la meta física como un futuro al que se llega mediante un desplazamiento temporal. Debemos señalar igualmente ejemplos en español como el término espalda, que, de designar una parte del cuerpo humano, puede pasar a significar un concepto espacial en una estructura como a espaldas de. Un ejemplo muy característico, señalado por Heine, Claudi & Hünnemeyer (1991a: 58-59, 1991b: 161), es el de la palabra megbé (espalda), de la lengua ewe, que ha experimentado continuos procesos de transferencia metafórica, desde la expresión del espacio a partir del objeto, hasta la expresión del tiempo derivado del anterior significado espacial, y de la cualidad a partir de este último: É-pé megbé fák (su espalda está fría). E lex á megbé (está detrás/en la parte de detrás de la casa). E kú le é-megbé (murió después que él). É tsí megbé (es tímido/retrasado).

Observamos, por tanto, un continuo proceso de abstracción metafórica mediante el que una unidad lingüística cuyo significado se adscribe a un dominio cognitivo más concreto, se proyecta en otros dominios cognitivos de mayor abstracción. El otro mecanismo de motivación en el proceso de gramaticalización es el de la metonimia, o interpretación inducida por el contexto (Heine, Claudi & Hünnemeyer, 1991a: 61-62, 1991b: 164), considerada a partir del surgimiento de inferencias pragmáticas y conversacionales en contextos discursivos determinados. Los significados pragmáticos inducidos por el contexto van extendiendo su uso entre los hablantes llegando a convencionalizarse, dando origen al establecimiento del nuevo significado (Traugott & Kónig, 1988, 1991: 190; Traugott, 1989; Heine, Claudi & Hünnemeyer, 1991a: 61, 1991b: 164-165). Por ello no se trata de una pérdida de significado, sino de un cambio de dominio cognitivo, una modificación del significado gramatical y un incremento de los valores pragmáticos, en definitiva se trata de un proceso de pragmatización del significado. Es cierto que al final del proceso se podría hablar de una debilitación del significado, pero la identificación entre gramaticalización y pérdida de significado lleva a una concepción simplista en exceso. Traugott y Kónig (1991: 191) señalan la dialéctica entre el principio de economía, entendido como la tendencia del hablante a no decir más que lo necesario, y el principio de cooperación conversacional, entendido como la tendencia del receptor a seleccionar la interpretación más informativa de lo que se dice, la más relevante. Esta dialéctica lleva a los hablantes a intentar ser más específicos cada vez mediante la codificación gramatical, incorporando marcas formales que manifiesten los diferentes valores que se consideran relevantes. Es decir, se trataría de un refuerzo de la informatividad basado en un proceso metonímico de

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carácter inferencial que, si acaba convencionalizado, puede sustituir al término origen o convivir con él. Como ejemplo del mecanismo de la metonimia podemos considerar el mismo caso de la perífrasis anterior construida con ir: voy a arreglar el jardín. A partir de la idea de finalidad presente en el desplazamiento, surge una inferencia pragmática de suceso subsecuente, de realización completa de una acción, de forma que 'si me desplazo con la intención de arreglar el jardín, es previsible pensar que lo arreglaré enseguida'. A partir de esta inferencia semántica se produce un proceso de convencionalización, de rutinización, de la misma, la cual conlleva su fijación como significado gramatical. En ese estado de convencionalización, el significado léxico originario, y ciertas restricciones sintácticas, todavía se mantienen, pero en un último estadio este valor se independiza totalmente y la gramaticalización se hace completa. Genéricamente podemos establecer que los autores más estrechamente vinculados con la Gramática Cognitiva justifican generalmente los cambios a partir de metáforas (Sweetser, Claudi y Heine, etc.), mientras que los vinculados más a perspectivas funcionalistas prefieren adoptar la explicación metonímica (Traugott, Hopper, etc.). De cualquier forma, no debemos ver aquí un enfrentamiento radical, pues metonimia y metáfora son mecanismos complementarios, no excluyentes, y los dos, como instrumentos cognitivos que son, son componentes de un único proceso: la gramaticalización (Heine, Claudi & Hünnemeyer, 199Ib: 166; Hopper & Traugott, 1993: 87), y en muchas ocasiones la clasificación de un proceso como metafórico o como metonímico va a depender del punto de vista adoptado: si nos centramos en el término origen del cambio y en su resultado, de forma que constatamos un proceso de cambio de dominio cognitivo, hablaremos de metáfora, pero si analizamos el cambio progresivamente, teniendo en cuenta las distintas etapas de su evolución, que son contiguas, hablaremos de metonimia. Por otro lado, parece que la metáfora es un mecanismo de cambio semántico para el significado léxico y para el significado gramatical más cercano al extremo final léxico de la escala del continuo de gramaticalización, mientras que la inferencia es uno de los mecanismos aplicables a los significados más gramaticalizados o más abstractos. La razón podría ser (Bybee, Perkins & Pagliuca, 1994: 283-289) que la metáfora requiere una clara estructura de imagen esquemática que atraviesa dominios cognitivos. Tales estructuras son más accesibles cerca del polo léxico del continuo de gramaticalización. Como el significado gramatical llega a ser más abstracto y más erosionado, es menos deseable para la metáfora y más sujeto a las presiones contextúales que el cambio producido por inferencia. Lo que hace a la inferencia interesante como mecanismo de cambio es el hecho de que posibilita la incorporación de un nuevo significado en un elemento gra-

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maticalizado. El significado del contexto que no estaba originalmente presente puede actualizarse en un elemento gramaticalizado como resultado de la inferencia. La ordenación lineal del cambio semántico en la gramaticalización, y la universalidad de los continuos del cambio, demuestran que el proceso de adopción de nuevos significados en un elemento gramaticalizado está bastante condicionado. El conjunto condicionado de cambios inferenciales que puede descubrirse en la gramaticalización es interesante por sí mismo, a la vez que revela la naturaleza de inferencias hechas comúnmente que guían a los hablantes e interlocutores en la conversación. Pero es muy importante reconocer que la inferencia y la metáfora no son suficientes para dar cuenta de todos los casos de gramaticalización, y que los casos describibles como generalización, harmonía o absorción contextual evidencian otros mecanismos (Bybee, Perkins & Pagliuca, 1994: 296-297). 1.3.2. CONCEPTOS FUENTE Un aspecto que ha suscitado gran interés es la posible existencia de unidades lingüísticas que pueden entenderse como preferentes a la hora de servir como origen o fuente del proceso de gramaticalización (Heine, Claudi & Hünnemeyer, 1991a: 32; 1991b: 151). Estas estructuras léxicas que sirven como base para posteriores manipulaciones conceptuales se caracterizan normalmente por su uso generalizado y frecuente (Bybee & Pagliuca, 1985: 72; Heine, Claudi & Hünnemeyer, 1991a: 32-22; Hopper & Traugott, 1993: 97). Se trata de palabras básicas, normalmente no especializadas, puestas por objetos concretos, procesos o localizaciones (Hopper & Traugott, 1993: 97; Heine, Claudi & Hünnemeyer, 1991a: 32, 1991b: 151): los conceptos fuentes se refieren a algunas de las más elementales experiencias humanas, y son normalmente obtenidos a partir de los estados físicos, el comportamiento o el entorno inmediato del ser humano, suministrando puntos de referencia concretos para la orientación humana al evocar asociaciones, y por ello pueden ser aprovechados para comprender conceptos menos concretos13. 13 Es muy interesante el estudio de Borillo (2001), quien, refiriéndose a la gramaticalización de la locuciones prepositivas de base nominal, señala dos tipos fundamentales de expresiones nominales que pueden servir de base para las mismas: nombres de partes del cuerpo (espalda, cara, corazón, pie, etc.), y nombres de localización interna, es decir, nombres que designan zonas espaciales constitutivas de los objetos o de los lugares (medio, borde, fondo, rincón, interior, etc.). Borillo señala para estos casos dos fases en el proceso de gramaticalización (2001: 260 y ss.): a) un nombre que designa una parte bien especificada del cuerpo humano o animal puede servir para designar en un objeto cualquiera una parte cuya disposición espacial sea analógicamente comparable; b) una vez adquirida la transposición y abstracción, es posible, para un nombre que haya adqui-

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Los lexemas ya gramaticalizados pueden servir entonces como posibles sujetos de nuevos fenómenos de gramaticalización, de ahí que Reine, Claudi & Hünnemeyer (1991a: 32) distingan entre conceptos fuente básicos, que no pueden derivar de ninguna entidad más concreta, y conceptos fuente derivados, como los conceptos temporales, que se extraen de conceptos fuentes básicos y forman el origen de otros conceptos. Para que un concepto fuente derivado pueda originar un nuevo concepto más gramatical o abstracto, es preciso que experimente un proceso de generalización en su uso (Hoper & Traugott, 1993: 97), como es el caso del verbo latino atribulare, que dio lugar al francés aller, y, tras su generalización, ocasionó un uso auxiliar de futuro. Entre las estructuras o conceptos fuente más comentados destacan las partes relativas al cuerpo humano (Heine, Claudi & Hünnemeyer, 1991a: 152; Svorou, 1994: 79). También han sido señalados como fuentes de gramaticalización fenómenos naturales como tierra y cielo, nombres relativos al ser humano, como persona, padre, madre e hijo; verbos dinámicos como ir, venir, llegar, dar, dejar, coger, verbos de posición como estar, sentarse, permanecer, vivir, verbos que expresan procesos mentales como decir, cuantificadores como uno o muchos, y demostrativos léxicos; actividades básicas como hacer, acabar, etc (Heine, Claudi & Hünnemeyer, 1991a: 33; 1991b: 151-152; Svorou, 1994: 79-86). Svorou también ha señalado que los nombres que expresan partes de objetos (frente, filo, alto, detrás, delante, etc.) y lugares ambientales (campo, río, caminos, etc.) actúan en determinadas lenguas como conceptos fuentes de gramaticalización (Svorou, 1994: 79-86). Además de los conceptos fuente, se han distinguido también proposiciones fuente, las cuales expresan estados o procesos que parecen ser básicos a la experiencia humana, y que pueden ser representados por medio de predicaciones lingüísticas que afectan normalmente a dos participantes (Heine, Claudi & Hünnemeyer, 1991a: 36; 1991b: 153). Las estructuras preposicionales más comunes pueden ser las siguientes: a) Proposición locativa: X está en Y. B) Proposición de movimiento: X se mueve de o hacia Y. C) Proposición de acción o factitiva: X hace Y. D) Proposición parte-todo: X es parte de Y. E) Proposición ecuativa: X es (como) un Y. F) Proposición comitativa: X está con Y. Estas proposiciones poseen igualmente la característica de su uso general y frecuente, y, al mismo tiempo, se caracterizan porque pueden dar lugar a diferentes estructuras gramaticales, por ejemplo, en muchas lenguas una construcción locativa puede ser reinterpretada como factitiva, en otras lenguas se ha empleado para desarrollar aspectos o modos rido una función localizadora, entrar en la constitución de un marcador de relación espacial y reforzar así su precisión.

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verbales como progresivos o intencionales, así como valores posesivos14 (Heine, Claudi & Hünnemeyer, 1991a: 36; 1991b: 153-154). No todas las fuentes léxicas para los elementos gramaticalizados tienen generalidad de significado de la misma manera. Es más, parece que más que la generalidad es el plano de referencia básico, nociones irreducibles, nociones que conciernen a la existencia, movimiento en el espacio, estados psicológicos o sociales, perspectivas, y acontecimientos, lo que sirve como base para el significado gramatical en las lenguas humanas (Bybee, Perkins & Pgliuca, 1994: 9-10). Traugott ha llegado a una conclusión similar al referirse a las nociones fuente como fundamentales para la situación de habla. Heine, Claudi & Hünnemeyer (1991a: 33) hacen la interesante observación de que los conceptos fuente que entran en la gramaticalización son básicos para la experiencia humana, y muy independientes culturalmente ya que ellos tienden a ser concebidos de forma similar entre lenguas y grupos étnicos. Al trazar el origen del significado gramatical, según Bybee, Perkins & Pagliuca (1994: 11-12), debemos tener en cuenta la sintaxis y la morfología de la construcción fuente, y no simplemente el significado referencial de sus lexemas15, por lo que dichos autores están en desacuerdo con Heine, Claudi & Hünnemeyer (1991a: 338) cuando afirman que un concepto fuente puede originar más de una categoría gramatical, ya que es la construcción entera, y no simplemente el significado léxico, el que es precursor, y por ello fuente, del significado gramatical. Su pretensión no es que el significado fuente origina un único significado gramatical, sino más bien que el significado fuente únicamente determina el continuo de gramaticalización que el elemento gramaticalizado recorrerá en su desarrollo semántico. 1.4. EL CONTINUUM EN LA GRAMATICALIZACIÓN Uno de los problemas tradicionales del cambio lingüístico es su consideración como proceso gradual o discreto y brusco (Ridruejo, 1989: 99-103). Pero parece claro que los cambios gramaticales no pueden considerarse de forma radicalmente diferente a los cambios semánticos o fónicos, en tanto que la gramática cambia por las mismas razones que los sonidos o los significados de las palabras. El cambio gramatical es un cambio de significado, y los cambios de significado tienen un carácter gradual, tanto si se trata de un significado léxico como de un significado gramatical (Ridruejo, 1989: 118). 14

Vid. Cifuentes & Llopis Ganga (1996) para este tema. Aspecto éste también destacado por Langacker, 1996; Traugott, 1997; Hopper, 1998; Bisang, 1998 y Diesel, 1999, entre otros. 15

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Hopper & Traugott (1993: 6) establecen como uno de los principios fundamentales del proceso de gramaticalización la idea del continuo, refiriéndose con ello al hecho de que, cuando una unidad lingüística sufre un proceso de gramaticalización, la nueva categoría no surge de forma inmediata, sino que atraviesa por diversas etapas progresivas y transitorias hasta llegar a esa unidad y establecerse finalmente como una categoría gramatical dada. Es por ello que la idea de proceso sea una de las características definitorias de la gramaticalización, pudiendo tener dicho proceso un carácter sincrónico (Lehmann, 1986; Heine y Claudi, 1986), o pudiendo interpretarse como un proceso diacrónico (Traugott y Konig, 1991: 189; Kim, 2001)16, pero, en cualquier caso, no se entiende como un cambio brusco, sino como la modificación gradual de un elemento, que atañe tanto a aspectos formales como a aspectos funcionales y semánticos. Consideremos, por ejemplo, el verbo ir en español, que puede ejemplificarse en casos como fui a la Universidad, siendo su significado, léxico, de desplazamiento físico, y también, y en un mismo momento sincrónico de la lengua, en casos como voy a arreglar el jardín, donde tenemos un significado gramatical de marcador de futuro en el interior de la perífrasis verbal ir a + infinitivo. Debemos destacar el hecho de que ambos significados "conviven" conjuntamente en el habla diaria, sin que el surgimiento de un nuevo valor más gramatical haya eliminado radicalmente el significado original, debiendo considerar el continuo, por tanto, como un proceso de superposición y coexistencia. En el paso de una categoría a otra existe siempre un estadio intermedio donde coexisten las dos estructuras, solapándose conceptual y morfosintácticamente sus respectivas propiedades en determinados contextos, en una estructura como la siguiente: A > A, B > B (Heine, Claudi & Hünnemeyer, 1991a: 223, 1991b: 165-166). Este proceso de solapamiento y coexistencia ha recibido el nombre de dualidad (Heine & Reh, 1984: 57), principio de divergencia (Hopper, 1991: 24), retención (Bybee & Pagliuca, 1987: 112; Ziegeler, 1997; Torres Cacoullos, 2000: 4-6; Salminen, 2002), o cadena de gramaticalización (Heine, 1992: 349; Heine, Claudi & Hünnemeyer, 1991a: 171, 1991b: 53). Las cadenas de gramaticalización comparten algunos principios con los prototipos, y se definen según las siguientes características (Heine, 1992: 348-349): 1) las cadenas de gramaticalización son categorías de parecido familiar definidas en referencia a sus puntos finales, los cuales difieren unos de otros según su grado de gramaticalización, de tal forma 16 Heine, Claudi & Hünnemeyer (1991: 258) interpretan la gramaticalización como una "gramática pancrónica", ya que la metáfora está basada esencialmente en la pancronía, una combinación de diacronía y cognición.

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que Z se halla más gramaticalizado que A. 2) Hacen referencia a una forma lingüística con una secuencia de al menos dos usos distintos y solapados, donde uno es la fuente y el otro la meta. 3) El significado de cualquier punto de la cadena puede definirse según los últimos y más evolucionados estadios, de forma que cuanto más cercano sea el estado a A, más léxico y menos gramaticalizado se halla. 4) Cuanto más alejados se encuentren los puntos de una cadena, más diferencia habrá en su grado de gramaticalización y mayor conciencia habrá de su pertenencia a dominios cognitivos diferentes. 5) Las cadenas de gramaticalización se definen como estructuras prototípicas, no como categorías discretas. 6) La consideración de la secuencia como una cadena es debida al solapamiento de conceptos y comportamientos morfosintácticos que evidencian las unidades durante su gramaticalización. 7) La existencia de solapamientos hace que las categorías gramaticales sean ambiguas en determinados usos, y que las cadenas de gramaticalización sean unidireccionales, extendiéndose desde usos más históricos y menos gramaticalizados a otros posteriores y más gramaticalizados. La estructura de una cadena de gramaticalización puede definirse según las siguientes variables: a) los puntos finales de la cadena; b) la distancia relativa a lo largo de la cadena; c) la localización en la cadena (Heine, 1999: 179). Pero tales cadenas no sólo pueden identificarse dentro de una lengua determinada, sino también comparativamente entre distintas lenguas, como ha demostrado S. Gildea (1997), pudiendo diferenciarse o caracterizarse, entonces, de la siguiente forma (Heine, 1999: 179): a) más que vinculadas a una lengua, incluyen usos de una forma que es etimológicamente la misma en lenguas genéticamente relacionadas de forma muy estrecha; b) las lenguas implicadas pueden ser clasificadas en referencia al conjunto de usos que comparten a lo largo de una cadena de gramaticalización; c) el comportamiento gramatical de una forma o construcción puede ser explicado en su significado sólo si todos los usos afectados son tenidos en cuenta, incluso si estos usos se extienden más allá de los límites de una lengua singular; d) mientras las cadenas internas a una lengua pueden ser consideradas según las técnicas descriptivas establecidas, las cadenas interlingüísticas requieren un esquema explicativo que es comparativo por naturaleza. Es necesario distinguir el proceso anterior, que afecta a la estructura interna de un proceso de gramaticalización, de lo que puede ser la estructura externa del mismo, al que se ha denominado canal de gramaticalización (Heine & Reh, 1984: 113; Heine, Claudi & Hünnemeyer, 1991a: 171), entendido como las diferentes vías de desarrollo que una determinada unidad lingüística puede experimentar, como, por ejemplo, los diferentes desarrollos que una entidad que expresa una parte del cuerpo puede establecer (tiempo, espacio, modo, etc.). De esta forma, mientras

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que los canales de gramaticalización establecen las diferentes posibilidades de desarrollo gramatical de una unidad lingüística, la manera como se estructura internamente cada una de esas posibilidades tiene que ver con las cadenas de gramaticalización, aludiendo éstas al carácter no lineal, sino coexistente, del proceso de gramaticalización experimentado. El concepto canal de gramaticalización está estrechamente vinculado al de poligramaticalización (Craig, 1991; Heine, 1992, 1993), entendido como las diferentes vías de desarrollo, es decir, los diferentes canales de gramaticalización, que una misma unidad lingüística puede desarrollar, así, por ejemplo, el desarrollo del lexema le (estar en) en la lengua ewe (Heine, 1992: 355): preposición

Auxiliar

Le Estar en

presente progresivo/ marcador ingresivo

Unido a los conceptos expuestos de divergencia, dualidad o cadena de gramaticalización, se halla el término acomodación (Hopper, 1991: 22). Se trata de un fenómeno de coexistencia de diferentes elementos, pero a diferencia de los conceptos anteriores, el término no alude a solapamiento, superposición o coexistencia de una misma unidad lingüística en sus diferentes estadios de evolución gramatical (origen, intermedio y meta), sino que se refiere a la coexistencia de diferentes procedimientos gramaticales en el interior de un mismo dominio funcional (Hopper, 1991: 22; Hopper & Traugott, 1993: 124), es decir, de un área funcional general (tiempo, aspecto, modalidad, etc.) que se gramaticaliza frecuentemente. En esta acomodación funcional, los estratos más antiguos corresponden, según Hopper, a la afijación, mientras que la expresión perifrástica surge en un estadio posterior como alternativa o evolución del dominio funcional ya existente. Así, por ejemplo, en el caso de los auxiliares de futuro románicos (Hopper, 1991: 10; Hopper & Traugott, 1993: 124-125): Pre-latín

Latín

Francés

/.?

*kantabhumos

> cantabimus cantare habemus

> chanterons allons chanter

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La justificación de este hecho parece basarse en un principio fundamentado en la necesidad de crear nuevas formas a partir de significados ya existentes, lo que Hopper & Traugott (1993: 121) han denominado renovación, hecho que parece lógico dentro de la perspectiva que concibe la lengua como un fenómeno diacrónico, dinámico y en constante evolución. En este sentido, la gramaticalización entra en conflicto con las visiones estructuralistas de los morfemas gramaticales basados en contrastes máximos o en oposiciones polares. En su lugar, se asumen grandes afinidades con el variacionismo sociolingüístico, que ha demostrado que distinciones significativas entre diferentes formas pueden neutralizarse en el discurso (Sankoff, 1988: 153). Una segunda implicación de la gramaticalización, para la perspectiva sincrónica, es la existencia de múltiples usos para una forma singular. La variación sincrónica en el significado o uso corresponde a estadios sucesivos del continuo dinámico de evolución del elemento gramaticalizado (Garachana, 1999: 169-170; Torres Cacoullos, 2000: 1-2). Los continuos o pasos por los que se define y atraviesa el proceso de gramaticalización de una determinada unidad lingüística han sido fijados en dos grandes grupos, uno de naturaleza nominal y el otro verbal: a) de verbo a afijo flexivo, y b) de nombre a afijo flexivo. Se trata de continuos de descategorización en los que el punto inicial es una categoría plena y el punto final una forma afijal, siendo sus puntos intermedios definidos por una pérdida de las características morfológicas asociadas a la categoría plena (Hopper & Traugott, 1993: 105)17. Evidentemente que un elemento entre en el continuo de gramaticalización no quiere decir que, de forma obligada, tenga que llegar hasta el extremo final del mismo18. El primer tipo, de verbo a afijo flexivo, responde al siguiente esquema: verbo pleno > auxiliar > clítico > afijo. Ejemplo paradigmático de este continuo verbal es el caso conocido del verbo auxiliar haber 17 Traugott (1995b: 1) ha comentado también la posibilidad de añadir un tercer tipo de continuo de gramaticalización, que iría desde "adverbio > adverbio oracional > marcador discursivo", pero marcador discursivo no es una categoría gramatical en el sentido tradicional del término, que toma por base su definición oracional, sino que es una categoría discursiva, por lo que su origen puede ser adverbial, pero también el de una categoría plena, como por ejemplo un verbo (oye, mira). Por otro lado, los marcadores discursivos, dentro de los confines de una categorización gramatical oracional, pueden incluirse dentro de muy variadas categorías: preposiciones, adverbios, conjunciones, incluso interjecciones, si es que admitiéramos a estas últimas. 18 Abraham (2001) plantea también la posibilidad de considerar procesos de gramaticalización en los que el elemento gramaticalizado no se convierte en una categoría funcional ni pierde completamente su intensión semántica, así, por ejemplo, las partículas modales y las preposiciones de infinitivo del alemán.

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(Pérez Saldanya, 1998: 31-32), verbo pleno en su origen latino, y elemento auxiliar y flexivo en el estado actual de la lengua. El tipo de nombre a afijo flexivo presenta varias posibilidades, así Lehman (1985: 304) lo representa como nombre relacional > adposición secundaria > adposición primaria > afijo aglutinativo > afijo fusionado. S. Svorou propone un esquema algo diferente (1994: 101): nombre > construcción genitiva/adverbio > preposición > afijo[9. El caso del lexema vora (borde, margen) señalado por Pérez Saldanya (1997: 7) en catalán es un excelente ejemplo: 1) vora es un nombre pleno en oraciones como les vores d'un paper, les vores del riu Ebre\ 2) vora se transforma en un nombre relacional, es decir una localización o una dirección potencial en relación a algún otro nombre: trobar-se a l'altra vora del riu; 3) vora adquiere el papel de una locución prepositiva, como lo demuestra su grado de fijación lingüística, que le impide introducir modificaciones determinativas propias de un sustantivo: llegien a la vora delfoc; 4) vora se convierte, por último, en una preposición primaria, mediante una progresiva reducción sintagmática: vora del SN > vora de SN > vora SN: vora dos anys, vora dues mil persones2®. Un aspecto destacado de cualquier proceso de gramaticalización es el referido a la interrelación existente entre los cambios semánticos experimentados por una unidad lingüística concreta, y las distintas modificaciones morfosintácticas y fonológicas que ello acarrea. Como han señalado diversos autores (Heine, Claudi & Hünnemeyer, 1991; Heine, 1992, 1993; Hopper, 1991; Hopper & Traugott, 1993; Raiman, 1997; Pérez Saldanya, 1996), en el proceso de gramaticalización parece existir un fenómeno de iconicidad lingüística (Cifuentes & Tornel, 1996): una pérdida de contenido léxico y ganancia gramatical se corresponde con una modificación morfosintáctica y categorial tendente a la conversión de categorías mayores en categorías menores o más gramaticales, y, asimismo, con una pérdida de contenido fonológico o erosión (Raiman, 1991: 153; Heine, Claudi & Hünnemeyer, 1991a: 214; 1993: 56; Hopper & Traugott, 1993: 145). Son ejemplos clasificados de erosión fonética los 19

Jiménez Julia (2001: 65 y ss.) critica las propuestas de Hopper & Traugott y de Lehmann, por entender que entre las palabras plenas y las preposiciones sería necesario establecer algún elemento intermedio. Pero considero que su propuesta (2001: 67), o la de Svorou, no contradicen las clasificaciones anteriores, pues en el fondo de todas ellas se encuentra la necesaria gradación de los procesos de gramaticalización, manifestable de muy diversas maneras. 20 El caso de los llamados, en francés, "nombres preposicionales" sería muy parecido, pues partiendo de locuciones prepositivas formadas a partir de sustantivos ( dupont de vue de, au niveau de, dans le genre de, á lafaqon dé) se han formado una serie de nombres preposicionales que tienen un estatuto prepositivo: pour votre voiture ilfaut voir ce qui se passe niveau pistons; qa me dégoüte question comportement humain (vid. al respecto L. Danon-Boileau & M. A. Morel, 1997).

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verbos auxiliares, como señala Heine (1993: 56), ya que éstos atraviesan por los siguientes estadios evolutivos en cuanto a su sustancia fónica: 1) el verbo tiene una forma fonológica completa; 2) la sustancia fonológica del verbo tiende a ser erosionada; 3) el verbo pierde su capacidad para aportar tono o acento distintivo. A pesar del reflejo icónico que la gramaticalización conlleva en los distintos ámbitos de estructuración lingüística, Heine, Claudi & Hünnemeyer (1991a: 212; 1991b: 172) han señalado que, en determinados casos, puede haber una tendencia de las unidades que han sufrido el proceso de gramaticalización a retener durante algún tiempo su forma original y su comportamiento morfosintáctico, de forma que el cambio de significado precede al cambio morfosintáctico y al fonológico, resultando de todo ello lo que denominan asimetría entre forma y función (1991b: 180). La asimetría se muestra, pues, como un reflejo más de la naturaleza gradual y continua del proceso de gramaticalización, en el cual, entre un extremo y otro, encontramos estadios intermedios cuyos significados y comportamientos se solapan unos a otros y en los que sus límites son difusos. Aun así, la anticipación del cambio de significado en el fenómeno de la gramaticalización respecto de los cambios morfosintácticos y fonológicos no excluye el principio de iconicidad que se observa, simplemente lo retrasa. En cualquier caso, lo que debe estar claro es que la gramaticalización no debe ser entendida como un proceso estrictamente lineal o secuencial, sino como un complejo, un desarrollo multirreticulado más que una cadena causal lineal (Hopper & Traugott, 1993: 105; Givón & Yang, 1994: 145; Hundt, 2001). 1.5. DESCATEGORIZACIÓN Y REANÁLISIS La descategorización ha sido entendida como la pérdida de las características morfosintácticas de la unidad lingüística que experimenta la gramaticalización, y que permiten identificarla como perteneciente a una categoría determinada, adquiriendo, a su vez, atributos morfosintácticos propios de categorías menores (Heine, Claudi & Hünnemeyer, 1991a: 213; Heine, 1993: 55; Hopper, 1991: 22; Hopper & Traugott, 1993: 103-104; Pérez Saldanya, 1997: 6-8). Se trata por tanto de un proceso de recategorización o de transcategorización, es decir, de una alteración y modificación de la combinatoria sintáctico-semántica de una unidad lingüística, lo que conlleva una tendencia de esa unidad a transformarse de una categoría lingüística mayor a otra menor. Así, por ejemplo, la partícula inglesa while, que originariamente era un sustantivo que significaba un periodo de tiempo, se transformó mediante un proceso de gramaticalización en una conjunción, lo que motivó la pérdida de sus características morfosintácticas como nombre y el poder

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aparecer únicamente en una posición inicial de la oración (Hopper & Traugott, 1993: 104). Se ha señalado también la existencia de una reestructuración interna de los elementos implicados en el proceso de gramaticalización, es lo que se conoce con el nombre de reanálisis (Langacker, 1977: 59; Reine & Reh, 1984: 110; Heine, Claudi & Hünnemeyer, 199Ib: 167; Hopper & Traugott, 1993: 32; Pérez Saldanya, 1997: 8), queriendo significar con ello la transformación de una estructura dada en una estructura diferente sin que ello tenga por qué afectar a su configuración externa. El reanálisis supone la descategorización de los términos gramaticalizados, de forma que ven alterados su alcance, su movilidad sintáctica y experimentan una reorganización de los límites entre sus constituyentes. Un ejemplo claro de este proceso de reanálisis es el de los verbos auxiliares de las perífrasis verbales en español, al transformar su estructura interna desde su consideración como verbo no auxiliar en la de un verbo auxiliar que forma parte de una perífrasis verbal: Juan va a la ciudad a ver a su tía (suj. + verbo + Or. Final). Juan va a ver a su tía (suj. + Perif. V. + CD).

De igual forma, las locuciones prepositivas pueden ser entendidas también como un proceso de reanálisis, por el cual hay un cambio en la estructura de constituyentes y en los niveles de categorías sintácticas, siendo a base de un constituyente, una preposición, después del reanálisis:

Es muy interesante la consideración de que, si bien en ocasiones el proceso de gramaticalización puede provocar un cambio en la estructura fonológica del término gramaticalizado, en otras ocasiones pueden coexistir dos formas de un continuo sin cambio fonológico que las diferencie.

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Gramaticalización y reanálisis, pues, no deben identificarse, aunque generalmente se vinculen (Abraham, 1993; Haspelmath, 1998; Melis & Desmet, 1998). En ocasiones el reanálisis da lugar a un cambio que, antes que desarrollarse desde un dominio conceptual más concreto hacia otro dominio más abstracto o gramatical, se da desde una estructura gramatical a otra léxica. Así las partículas inglesas up, down, o ante, pueden ser utilizadas como verbos o nombres: up the ante, to ante up, what a downer. A este fenómeno es al que se denomina lexicalización (Hopper &Traugott, 1993:49). Realmente descategorización y reanálisis son conceptos muy similares, pudiendo diferenciarse, quizás, en el hecho de que el primero, la descategorización, incide en el cambio categorial, mientras que el segundo, el reanálisis, incide en la tendencia a que la categoría de origen sea una de las mayores, y la de llegada sea una categoría menor, funcional o gramatical. A pesar de lo dicho, hay autores que identifican la gramaticalización con el reanálisis, o con una serie de reanálisis (Harris & Campbell, 1995). Por el contrario, Haspelmath (1998) ha planteado las nociones de gramaticalización y reanálisis como dos clases de fenómenos muy distintos, pudiendo haber reanálisis sin gramaticalización, y gramaticalización sin reanálisis. En este caso debemos considerar, según Haspelmath y los ejemplos que propone (1998), que a) el reanálisis no necesita que un elemento llegue a gramaticalizarse como resultado de un cambio, es decir, que se produzca la pérdida de autonomía (Lehmann, 1995) o de sustancia (Bybee, Perkins & Pagliuca, 1994), propia de la gramaticalización; b) en el reanálisis algunos elementos de la oración pueden contraer nuevas relaciones sintácticas con otros elementos oracionales con los que no tienen relaciones directas, y el cambio de relaciones jerárquicas es de manera abrupta, frente a la gramaticalización, en la que el cambio es gradual; c) el reanálisis es potencialmente reversible, mientras que la gramaticalización es esencialmente irreversible. Además, el reanálisis presupone una ambigüedad estructural potencial de la estructura original, mientras que no se da tal requisito para los cambios de la gramaticalización. Esto es lo que le hace a Haspelmath concluir que los cambios por reanálisis son una minoría, siendo mayoría los cambios por gramaticalización y por extensión analógica, por lo que el reanálisis, definido como un cambio resultante de la asignación de una descripción estructural diferente a una cadena dada en el proceso de adquisición del lenguaje, es una noción mucho menos importante para la sintaxis diacrónica de lo que comúnmente se ha entendido. Sin embargo, los planteamientos de Haspelmath son muy discutibles, ya que su caracterización del reanálisis no resulta aceptada por todo el mundo (Campbell, 2001: 145). Así, Haspelmath (1998: 60) establece las siguientes características diferencia-

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doras del reanálisis y de la gramaticalización: a) gramaticalización: pérdida de autonomía/sustancia, gradual, unidireccional, no ambigüedad debida al uso lingüístico; b) reanálisis: no pérdida de autonomía/sustancia, abrupto, bidireccional, ambigüedad; pero el propio Haspelmath admite que usa el término reanálisis en un sentido más restringido de lo que habitualmente se hace (1998: 64), e incluso llega a admitir que algunas de sus caracterizaciones, como la consideración del reanálisis en tanto que proceso abrupto, es muy controvertida (Haspelmath, 1999: 1046; Lichtenberk, 1991; Traugott, 1999b: 179). Podemos concluir, por tanto, que el reanálisis es uno de los mecanismos determinantes de la gramaticalización, y, sin su consideración, la gramaticalización no tiene poder explicativo por sí misma (Campbell, 2001: 151), pero seguimos sin identificar gramaticalización y reanálisis, pues el reanálisis también se va a dar en otros tipos de cambios, así en los denominados lexicalización y desgramaticalización. Al igual que la gramaticalización, la noción de reanálisis tiene una larga historia en la bibliografía sobre sintaxis diacrónica. Así, por ejemplo, Paul (1920) dedica un capítulo (cap. 16, págs. 282-303) a lo que él denomina "cambio de la estructuración sintáctica"21. De igual forma, Ridruejo (1989: 87) ha señalado la posibilidad de entender el reanálisis, junto con la analogía, como uno de los mecanismos más importantes del cambio gramatical, y entiende que reanálisis y analogía no tienen por qué estar contrapuestos como procesos alternativos del cambio gramatical: el reanálisis puede ser considerado como uno de los mecanismos mediante los cuales tiene lugar la acomodación o generalización sistemática que es consustancial a la analogía, pues una vez creadas las condiciones de semejanza o proporción, que es la base de la analogía, se facilita y puede darse la interpretación inadecuada, y, a la vez, en la actualización del reanálisis se producen los cambios analógicos (1989: 89). Así pues, tanto en la analogía como en el reanálisis se dan diferentes facetas de un mismo proceso: la actualización de virtualidades sistemáticas en nuevos enunciados22. 1.5.1. ANALOGÍA, PROTOTIPOS Y FLEXIBILIDAD Esta vinculación entre los procesos de analogía y reanálisis y, por ende entre analogía y gramaticalización, nos permite a su vez plantear el tradicional tema de la analogía desde un prisma diferente al habitual, en 21 Vid. al respecto Lehmann (1995: 157) o Lang & Neumann-Holzschuh (1999: 1 y ss.), por ejemplo. 22 Cfr. igualmente Itkonen (2002: 418) para una vinculación entre los conceptos de gramaticalización, reanálisis y analogía.

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tanto que puede ser concebida como un ejemplo de la capacidad cognitiva adaptadora del ser humano, y, por ello, vincular cognitivamente los que, según Meillet, deben ser considerados principales mecanismos del cambio lingüístico (Cifuentes, 2001): en Gramática Cognitiva la tarea de encontrar una expresión lingüística apropiada para una conceptualización es la codificación, y su resolución una estructura-objeto. Los mecanismos simbólicos permitidos por la gramática son de dos tipos básicos: unidades lingüísticas especificadas y esquemas establecidos (que combinan unidades simbólicas simples). En la medida en que una estructuraobjeto concuerde con las unidades convencionales de la gramática, se dice que estas unidades sancionan su uso. Es crucial señalar que la sanción es asunto de grado y depende del juicio del hablante, es por ello que más que de gramaticalidad hablemos de convencionalidad. Pero lo normal, sin embargo, es que, más que con una sanción total, nos encontremos con que las expresiones lingüísticas subespecifican la conceptualización que codifican. La sanción, en definitiva, puede verse reducida a la categorización: una unidad conceptual define una categoría, y sanciona una estructura-objeto en la medida en que ésta última es considerada por un hablante miembro de una categoría. La categorización, a su vez, depende de una relación de esquematicidad. En este sentido, entonces, llamaremos (Langacker, 1987: 63-73) a la estructura superordinada esquema, y a la subordinada elaboración o instanciación del esquema. Una instanciación es totalmente compatible con las especificaciones de su esquema, pero es caracterizada con mayor detalle. Como la categorización en general, la sanción es un asunto de grado, y depende del juicio del hablante, de ahí que sea factible la sanción parcial. La categorización basada en la sanción parcial es el tipo descrito por el modelo prototípico, donde una categoría es descrita en términos prototípicos. La distancia entre convención y uso podemos entenderla como una fuente del cambio en la lengua y punto crucial de la estructura lingüística: los usos particulares, al igual que los juicios de categorización que los sancionan, a menudo adquieren el estatuto de unidad y alguna medida de convencionalidad; cuando esto sucede, las estructuras en cuestión acaban por definición dentro de los confines de la gramática y cuentan como parte de la convención lingüística. Es claro que si tratáramos de derivar, a partir de una lista de reglas establecidas y lexemas, el conjunto entero de estructuras-objeto que potencialmente pueden recibir sanción —total o parcial— desde las convenciones de una lengua, nos sentiríamos frustrados ante la imposibilidad de llevarlo a cabo: este conjunto no está bien definido y depende de la extensión total de experiencia humana concebible; es por ello por lo que la creatividad lingüística se examina mejor no dentro de los confines de una restringida gramática autocontenedora, sino más bien en un contexto amplio del conocimiento humano.

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Pero volviendo a la categorización prototípica, la más profunda razón para la adecuación de la teoría de prototipos para especificar las características del cambio semántico, es la naturaleza dinámica de la noción sincrónica de una organización conceptual prototípica (Geeraerts, 1997: 111; Company, 2002). El reconocimiento de que las categorías conceptuales no están rígidamente definidas, y de que combinan un número de matices a través de la acción centralizadora de un centro conceptual, implica la posibilidad de la actualización dinámica del concepto prototípico en nuevos usos periféricos. La posibilidad de actualización múltiple de un concepto prototípico en distintos matices desviantes lo configura como una estructura inherentemente flexible, dinámica. El carácter dinámico de los prototipos puede situarse en un nivel epistemológico más fundamental: caracteriza el rasgo básico de la cognición humana de interpretar nuevos hechos a través del conocimiento ya dado (Geeraerts, 1985: 224-228). El incorporar ligeras desviaciones en conceptos existentes interpretados flexiblemente, es un ejemplo especial de la característica general de lograr la eficiencia conceptual a través de la constancia flexible: la organización conceptual no se ve drásticamente alterada cada vez que un nuevo concepto surge, sino que hay muchas más posibilidades de integrar nuevos hechos en la estructura existente, que puede entonces permanecer ampliamente integrada. Desde este punto de vista, según Geeraerts, la teoría de prototipos en semántica está conectada con la corriente cognitiva en psicología, que acentúa el papel mediador de los conceptos existentes en el desarrollo cognitivo (Bruner, Piaget); con la corriente paradigmática en teoría de la ciencia, que acentúa el papel de teorías científicas ya existentes (o programas de investigación) en la consolidación de otras (Huhn, Lakatos); y con la corriente fenomenológica en filosofía, que acentúa la naturaleza interaccional del conocimiento humano y se opone al monismo epistemológico del idealismo y del realismo (la teoría intencional de Husserl) (Geeraerts, 1997: 114). La adecuación descriptiva de la semántica diacrónica dentro del esquema de una teoría de prototipos es mayor (Geertaerts, 1997: 115): si se acepta la visión prototípica de la estructura conceptual, las características diacrónicas mencionadas más arriba pueden considerarse predicciones desde esa estructura: si los límites sincrónicos de los significados de una palabra son vagos y flexibles, es natural encontrar este hecho reflejado en las relaciones diacrónicas entre acepciones. En general, las implicaciones de la teoría de prototipos para el funcionamiento de las capacidades conceptuales humanas la posibilitan como una base explicativa para la semántica diacrónica, no sólo porque especifica los principios que guían el desarrollo de nuevos significados (tal como el principio de similaridad), sino porque la naturaleza dinámica del pensamiento

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humano se ve reconocida como una de las características estructurales fundamentales de las categorías conceptuales. A este respecto, aceptar la teoría de prototipos a través del nivel de los hechos observados es una cuestión de adecuación explicativa, más que de adecuación descriptiva: la teoría de prototipos explica las características prototípicas observadas del cambio semántico, porque las relaciona con creencias epistemológicas generales acerca de la forma de trabajar del sistema conceptual humano, creencias que comparte con otras teorías cognitivas. Y al mismo tiempo, la concepción general de una organización prototípica de las categorías conceptuales puede ser explicada desde bases funcionales. La explicación funcional de la prototipicidad como un rasgo estructural de la lengua reside, al menos parcialmente, en el hecho de que las categorías conceptuales funcionan como esquemas interpretativos que determinan cómo experimentamos la realidad (Geeraerts, 1997: 175), y al emplear la analogía creamos nuevos paradigmas a partir de otros ya existentes. 1.5.2.

MORFOLOGIZACIÓN

Los estadios finales de los continuos de descategorización se caracterizan por la transformación de una unidad lingüística independiente en elídeos y afijos respectivamente: unidad léxica > clítico > afijo. Estos dos últimos estadios evolutivos de la gramaticalización se denominan morfologización (Hopper & Traugott, 1993: 132) o clitización (Heine, 1993: 55-56; Hopper & Traugott, 1993: 5). Los elídeos, evidentemente, son unidades lingüísticas que dependen de otras unidades autónomas para poder funcionar en la cadena hablada, aunque carecen de la característica de formar parte siempre de otra palabra, propia de los afijos, pudiendo funcionar de forma proclítica o enclítica. En este sentido, las clases de palabras que habitualmente suelen ser elídeos son, según Hopper y Traugott, pronombres autónomos, que coexisten con formas autónomas, verbos copulativos (inglés: I'm, you're), verbos auxiliares en general (inglés: we'll, we've) y partículas discursivas como el latín -que (Hopper & Traugott, 1993: 5). Un ejemplo clásico de evolución de una unidad léxica a clítico lo hallamos en el verbo auxiliar habere, el cual de verbo pleno pasó a verbo modal deóntico, y, posteriormente, enclítico de futuro. Tras el estadio de clitización, la unidad lingüística se transforma finalmente en un morfema afijal, dentro de un proceso en el que esa unidad se une a una raíz léxica como afijo, proceso que Hopper & Traugott (1993: 135) denominan univerbalización. El verbo habere, después de su clitización, ha pasado a convertirse actualmente en un afijo temporal, estableciendo el final del proceso de la cadena de gramaticalización,

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propia de los auxiliares, que Heine denomina de verbo a marcador de tiempo, aspecto, modo (1992: 337; 1993: 53): Habeo Verbo pleno

> cantare babeo Auxiliar

> cantare he Clítico

> cantar-é Afijo

Otro ejemplo de morfologización evidente lo hallamos en el sufijo adverbial -mente. Este sufijo en un principio era una palabra autónoma, el sustantivo latino mente en género ablativo, que, desde oraciones de carácter adverbial del tipo claramente (con mente clara), se extendió contextualmente y se gramaticalizó hasta convertirse en un morfema afijal, perdiendo su papel de categoría nominal plena23. 1.6. UNIDIRECCIONALIDAD Una característica fundamental de la gramaticalización es el principio de unidireccionalidad. La unidireccionalidad consiste en que el cambio gramatical, una vez originado, resulta irreversible, es decir, que en el momento en que una unidad lingüística inicia su continuo hacia la gramaticalización, el mecanismo se desarrolla en una única dirección: la ganancia del contenido gramatical y la adquisición de un estatuto categorial conducente a la morfologización de la propia unidad gramaticalizada (Heine, Claudi & Hünnemeyer, 1991a: 212, 1991b: 150; Heine, 1993: 53; Hopper & Traugott, 1993: 94; Pérez Saldanya, 1997: 1-8). Las primeras propuestas referidas a la unidireccionalidad o irreversibilidad de la gramaticalización parecen encontrarse en Givón (1975: 96), cuando señala que el proceso inverso a la unidireccionalidad, aun siendo en teoría posible, es extremadamente raro. Langacker (1977: 104) también señala que los cambios en la gramaticalización son en su mayor parte unidireccionales. Vincent (1980: 58) llega a afirmar que las cadenas de gramaticalización son unidireccionales o unilaterales, y que los elementos gramaticales no llegan a lexicalizarse. En general, la unidireccionalidad de la gramaticalización ha sido reconocida como un rasgo importante del proceso por todos aquellos que han escrito sobre el tema (por ejemplo Lehmann, 1995: 6; Heine & Reh, 1984: 95; Traugott & Heine, 1991: 4-6; Lüdtke, 1985, 1999: 57-58; Hopper & Traugott, 1993: cap. 5). 23

El análisis llevado a cabo por Di Meóla (2001) sugiere que la gramaticalización de un término no sólo puede afectar a la morfología y semántica de la forma misma, sino también a su contorno sintáctico. El autor analiza las partículas concesivas del alemán e italiano, y llega a la conclusión de que la propia construcción subordinada funciona como construcción hipotáctica en su conjunto.

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En la gramaticalización, la modificación semántica de una unidad lingüística recorre un camino unidireccional desde lo léxico a lo gramatical, de forma que la evolución categorial de esa unidad (descategorización y morfologización) atraviesa un paso determinado (categoría primaria > categoría secundaria > clítico > afijo), al igual que la sustancia fónica de esa unidad sufre una transformación desde su plenitud material a la pérdida progresiva de la misma. No obstante, ha sido propuesto que la unidireccionalidad (al igual que el vacío semántico) no es una característica necesaria para la gramaticalización, sino un resultado natural de la misma (Beths, 1998: 1074). 1.6.1.

SUBJETIVACIÓN

Según Traugott, la unidireccionalidad de los procesos de gramaticalización provoca una subjetivización creciente de la unidad o de la construcción lingüística, según la cual la unidad pierde contenido léxico pero consigue un mayor valor pragmático, es decir, el emisor es el origen del cambio lingüístico al subjetivizar progresivamente sus mensajes. Para Traugott (Traugott & Kónig, 1991: 198) es posible observar una tendencia en los cambios que va desde significados basados en situaciones extralingüísticas identificables más o menos objetivamente, hacia significados basados en la actitud del hablante o en su creencia sobre lo que se dice. La implicación progresiva del sujeto de la enunciación en la descripción del objeto y del proceso produce una pragmatización del significado cada vez mayor, pues a través del uso repetido en contextos sintácticos locales, significados concretos, léxicos y objetivos llegan a realizar funciones progresivamente más abstractas, pragmáticas y basadas en el emisor (Traugott, 1996: 32), de forma que el cambio discursivo cristaliza en un cambio semántico y puede llegar a motivar el cambio sintáctico con el que culmina el proceso de gramaticalización. Esta hipótesis de la subjetivización se puede caracterizar a partir de las siguientes tendencias (Traugott, 1989, 1995, Traugott & Kónig, 1991): 1) De los significados basados en la situación descrita de manera externa a los significados basados en la percepción cognitiva interior: por ejemplo, la percepción del espacio es menos interiorizada que la del tiempo, y por eso muchos términos de referencia temporal parten de referencias espaciales. 2) De los significados basados en la situación descrita (externa o interna) a los que se basan en la situación textual o metalingüística: unidades significativas referenciales o perceptivas que pasan a adquirir un valor metadiscursivo y/o una función como estructuradores del texto. 3) Los significados tienden a basarse progresivamente en la actitud subjetiva del hablante, en sus creencias respecto de la situación descrita, en las relaciones interpersonales establecidas con el interlocutor: modalización

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del enunciado, expresión de expectativas o contraexpectativas, valoraciones, etc. La subjetivación, en definitiva, no es otra cosa sino un cambio que va de lo que se dice a lo que se quiere decir24. Pero la propia Traugott ha reconocido la dificultad de funcionamiento independiente de las tres tendencias, de ahí que haya simplificado su propuesta en una sola tendencia, que va de elementos léxicos (proposicionales y vinculados a lo objetivo) a elementos que organizan el texto e indican las actitudes del hablante en la situación discursiva (vinculados a lo textual y lo subjetivo)25, como, por ejemplo, oye, mira, etc. Cuenca y Hilferty (1999: 165-166) han aunado de forma adecuada la hipótesis de la subjetividad con la idea de la gramática emergente: efectivamente los hablantes tienden a codificar su actitud en una forma gramatical nueva, más relevante, más informativa, respecto de las actitudes y creencias del hablante, lo que implica una lexicalización de estrategias conversacionales, a través de procesos de naturaleza metafórica y metonímica. De esta forma, la gramática puede concebirse como un proceso cambiante, que tiende a fijar estructuralmente lo que originariamente era una estrategia comunicativa. Según Hopper (1987: 147), más que de gramática debiéramos hablar de gramaticalización, es decir, movimientos hacia estructuras que frecuentemente se pueden caracterizar de manera típica, siendo tarea del lingüista identificar las estrategias para construir discursos y seleccionar aquellas que conducen a la gramaticalización. De esta forma es posible establecer una relación directa entre la sintaxis y la pragmática en los procesos de cambio gramatical, concibiéndose la gramaticalización como un proceso que tiende a identificar gramaticalmente, a partir de procesos discursivos, relaciones que no estaban codificadas o que estaban codificadas mediante otros procedimientos gramaticales. De este modo, la gramaticalización no es un mero cambio sintáctico, sino que puede entenderse como el efecto de la fijación de estrategias discursivas concretas, lo que nos recuerda las propuestas de Givón (1979: 208-209) de que no sólo la morfología es la sintaxis de ayer, sino que la sintaxis de hoy es la prag24 Evidentemente estas tendencias están vinculadas con las metáforas encadenadas de Heine, Claudi & Hünnemeyer señaladas anteriormente, especialmente si tenemos en cuenta que dicha jerarquía es poco clarificadora en lo que respecta a los cambios en que intervienen nociones modales, tempoaspectuales o relaciones discursivas. 25 Traugott (1999c) ha llegado a proponer también el concepto de intersubjetivación, queriendo significar con ello que mientras la subjetivación es un mecanismo por el cual los significados van centrándose más y más en el hablante, la intersubjetivación es un mecanismo en el que los significados se centran en el interlocutor. Por ello, la intersubjetivación no será entendida como un mecanismo radicalmente distinto de la subjetivación, sino que se considera una extensión de la misma, al venir motivada por la indicación metonímica de la intersubjetividad del acto de habla.

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mática de ayer26. Lehmann (1995: 13-14) ha descrito el proceso claramente, al señalar que la gramaticalización parte de una colocación libre de lexemas en el discurso que se convierte en una construcción sintáctica mediante sintactización, esto es, mediante un proceso por el cual los lexemas asumen funciones gramaticales que hacen que la construcción pueda ser considerada como analítica. La morfologización, entendida como aglutinación, reducción de la construcción analítica a una sintética es el siguiente paso, siendo el último la conciencia de unidad de la palabra, que se vincula con el cambio de aglutinante a flexiva. Klausenburger (2000: 149) simplifica la cuestión y concluye, de forma adecuada, que si lo que queremos es escribir gramáticas, necesitamos categorías metodológicas discretas, pero si focalizamos sobre la evolución histórica (sobre la gramaticalización), no se puede sino arbitrariamente interrumpir el flujo continuo de categorías léxicas a categorías funcionales27. El asumir que las expresiones lingüísticas forman un continuo, y no siempre pueden ser clasificadas claramente en categorías discretas, crea obvias complicaciones para la descripción sintáctica, y probablemente es por ello por lo que esta propuesta es difícil de adoptar en las aproximaciones formales a la sintaxis. Sin embargo, la propuesta simplificadora de que todos los elementos pueden clasificarse sin ambigüedad conduce a mayores dificultades todavía, ya que eso significa que son muchas las decisiones arbitrarias que tendrán que hacerse, piénsese, por ejemplo, cómo los criterios para distinguir entre locuciones prepositivas y sintagmas nominales serán muy difíciles de establecer (a base de, a impulsos de). Para el cambio diacrónico, el continuo léxico>funcional implica que la gramaticalización es un proceso gradual, y ningún punto concreto en el tiempo podrá identificarse en el que una categoría léxica se vuelva funcional (Haspelmath, 1999: 1045).

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Traugott (1997: 26) hace una pequeña corrección a esta propuesta de Givón, señalando que el cambio no va del discurso a la sintaxis, sino que el cambio es siempre desde la sintaxis vía un uso pragmático en el discurso, a la sintaxis con una función diferente. 27 Es por ello por lo que la gramaticalización puede ser entendida como una crítica al paradigma generativista, desde el momento en que se asumen gramáticas bien definidas y una estricta separación entre diacronía y sincronía, y ello a pesar de que Newmeyer (2001: 224-225) arguya que en el generativismo sincronía y diacronía no están aisladas una de otra, y se entienda el estado sincrónico particular de una lengua como, en parte, producto de los reanálisis de los niños de estados sincrónicos anteriores, pero no creo que el generativismo pueda asumir la visión dinámica de la lengua que la teoría de prototipos y la teoría de la gramaticalización imponen.

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1.6.2.

GRAMATICALEACIÓN E ICONICIDAD

Genéricamente podemos afirmar, y ello como consecuencia de la unidireccionalidad, que las formas gramaticalizadas presentan una mayor fijación morfosintáctica, una mayor frecuencia de uso, un menor coste fonético y una mayor regularidad formal que las formas de las que proceden. La interrelación de todos estos aspectos, y su actuación de forma paralela, permite otorgar a la gramaticalización un cierto carácter icónico28, no arbitrario, pues los cambios semánticos y funcionales mantendrán normalmente una estrecha relación con los cambios de carácter más formal, que derivarán en cambios categoriales, ejemplificando con ello el continuo existente entre el léxico y la gramática, un continuo en el que todos los niveles de análisis lingüístico siguen una evolución paralela. LÉXICO Semánticamente rico Lexema Polisilábico Clases abiertas Numerosas Posición libre Poco frecuente

GRAMÁTICA > más general > auxiliares, partículas > monosilábico > clases cerradas > numerosas > posición +/- fija > bastante frecuente

> reducido o vacío > desinencias > segmento único > clases cerradas > reducidas > posición fija > obligatorio

Así pues, la gramaticalización se definiría como un proceso dinámico y unidireccional por el cual los lexemas adquieren un nuevo estatuto gramatical y morfológico y, desde el punto de vista semántico, pasan a tener un significado más abstracto y general que el significado originario, pudiéndose utilizar dicho lexema para comunicar conceptos no codificados anteriormente, o información procedimental (en el sentido de Blakemore, 1987, o Wilson y Sperber, 1993). Podemos considerar que los procesos de gramaticalización manifiestan tres pasos (Croft, 2001: 126-129): el primer paso en el proceso se da cuando una construcción adquiere una nueva función, previamente codificada por alguna otra construcción, lo que supone un contraste en la función en cuestión entre la construcción vieja y la nueva. Muchos lingüistas consideran que cuando hay dos construcciones diferentes para una única función, las dos construcciones ofrecerán conceptualizaciones alternativas de la misma experiencia, acentuando cada una diferentes aspectos de la función en la que compiten, lo que permitirá su contraste 28

Lo que permite su vinculación con la morfología natural.

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en el uso. Es decir, la nueva construcción, al menos parcialmente, impone la conceptualización de su estructura y función original, lo cual parece verdad al menos en el estadio inicial del proceso de gramaticalización, es decir, cuando la nueva construcción no está todavía convencionalizada. En el paso siguiente, la construcción antigua se ve eliminada o marginada, hasta el punto de que no supone ningún contraste. La nueva construcción llega a convencionalizarse en la nueva función, que llega a ser ahora una de sus funciones normales. En este punto, la acentuación de aspectos particulares de la función expresados por la nueva construcción se van perdiendo, debido a la ausencia de contraste gramatical. Así pues, una vez que la construcción ha llegado a convencionalizarse en su nueva función, la construcción es polisémica con respecto a su significado original. La independencia de la construcción en su nueva función se ve demostrada por el último paso en el proceso de gramaticalización: la nueva construcción sufre cambios en la estructura gramatical y en el comportamiento al mantenerse en su nueva función. Estos cambios se manifestarán como cambios sintácticos, morfológicos y fonológicos que se darán en la construcción en su nueva función, por lo que la harán distinta de la construcción antigua en su significado gramatical. Y estas diferencias gramaticales se manifestarán rápidamente (Croft, 2001: 127). En las distintas etapas o pasos se perfila o pone de relieve un rasgo semántico distinto de la construcción afectada por el cambio. El diferente perfil reflejado en cada paso es posible porque el significado no es un todo cerrado, evidentemente, sino que está abierto a recreación y redefinición constante, lo que posibilita que en cada paso del continuo evolutivo se perfile un rasgo disinto, de manera que la forma en cuestión se va deslizando hacia nuevos valores y va entrando en nuevos contextos sintácticos. La posibilidad que tiene del hablante de seleccionar o perfilar ciertos rasgos semánticos en cada ocasión, constituye un principio operativo básico de la lingüística histórica, y en esa posibilidad de elección reside la esencia misma de la variación lingüística y la creatividad de la sintaxis (Company, 2001: 81-82)29. 1.6.3. DESGRAMATICALIZACIÓN Y LEXICALIZACIÓN Aunque la evidencia para la unidireccionalidad de la gramaticalización es muy fuerte, algunos autores han hecho mucho hincapié en algunos contraejemplos que parecen negar la regla general de la unidireccionalidad, y que no deben ser entendidos simplemente como "insig29 Un ejemplo de todo ello puede ser el análisis efectuado por Company (2001) a propósito del canal de gramaticalizacioón de su(s), y la alternancia posesivo/artículo.

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nificantes" (Harris & Campbell, 1995: 338), o producto de un análisis inadecuado (Traugott & Heine, 1991: 6-7). Janda (2001: 291-292) recoge una lista de 84 trabajos con contraejemplos a la unidireccionalidad, y podríamos añadir más casos, como muchos de los trabajos incluidos en Fischer, Rosenbaum & Stein (2000) o Wischer & Diewald (2002)30, lo cual hace que debamos tomarnos muy en serio este aspecto, principalmente porque algunos autores utilizan este argumento como uno de sus razonamientos para negar la teoría de la gramaticalización (Campbell, 2001, Joseph, 2001, Newmeyer, 1998/2001). Incluso dentro de la perspectiva de la gramaticalización, casos como los estudiados por Hopper y Traugott (1993) y Traugott (1995, 1996) parecen indicar que la gramaticalización de elementos temporales, aspectuales, modales o casuales tienden a seguir el esquema de la unidireccionalidad, pero hay otros elementos, como los conectores, que no siempre se adaptan a la unidireccionalidad. En cualquier caso, y aunque los ejemplos que aducen quizás podrían ser explicados de otra manera31, de lo que no cabe duda es de que la asimetría debiera ser explicada de algún modo. Un primer aspecto que debemos precisar es la necesidad de distinguir, dentro de los contraejemplos a la gramaticalización, lo que son casos de lexicalización de lo que son casos de desgramaticalización32. La lexicalización la entendemos como un cambio desde una estructura gramatical a una estructura léxica (Campbell, 2001: 129), se trata, por tanto, de un proceso de creación de lexemas a partir de unidades sintácticas (Moreno Cabrera, 1998: 214; Rousseau, 2000: 31)33. Quizás el 30

O el trabajo de Kim (2001). Traugott (2001) hace un tratamiento muy crítico de gran parte de los contraejemplos considerados, así como de las razones que, por ello, han llevado a negar validez a la gramaticalización. 32 Los casos de correcciones laterales o cambios no direccionales (Giacalone Ramat & Hopper, 1998: 5; Norde, 2001: 234-235), definidos como los cambios de una categoría a otra del mismo nivel de gramaticalidad (shoulder > to shoulder, nombre > verbo), no los consideraremos, habiéndose denominado también en alguna ocasión a este hecho regramaticaliíación (Alien, 1993: 1). 33 La propuesta de lexicalización de Lehmann (2002) es muy reduccionista y se puede prestar a confusiones: Lehmann entiende la lexicalización como un proceso por el cual algo llega a ser "lexicológico", es decir, perteneciente a un inventario. Así, por ejemplo, entiende que la génesis de una preposición como a base de es, antes que nada, un proceso de lexicalización de esa secuencia, y una vez que un nuevo término léxico ha sido creado, entonces puede experimentar la gramaticalización, por lo que los dos procesos pueden interaccionar, al proveer la lexicalización un contexto para la gramaticalización y facilitar su operación (Mithun, 2002: 237). En este sentido, entonces, la gramaticalización supone un acceso analítico a una unidad, y la lexicalización un acceso holístico, es decir, una renuncia a su análisis interno: en la gramaticalización puede haber un constituyente que sea el foco del proceso y que puede transformarse en un formante gramatical, pero en la lexicalización no hay tal constituyente, la lexicalización afecta a la construcción compleja en su conjunto. Entendidas de esta forma, lexicalización y grama31

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ejemplo más claro de manifestación de este fenómeno sea la fusión de los afijos a la raíz para crear un nuevo lexema, morfológicamente opaco (Newmeyer, 2001: 205-206). De esta forma es como podrían ser explicados casos en español como adelantar o, en latín, entrar. Pero hay más ejemplos de lexicalización, como, adaptando un ejemplo de Giacalone Ramat (1998: 115), "enta" (ya me encuentro en los enta), acrónimos como láser (light amplification by the stimulated emission of radiatiori), el paso de adverbios a nombres (el arriba y el abajo), de adverbios a verbos (up the price), de conjunción a nombre (el sí, ha puesto muchos peros), etc. (Norde, 2001: 235). Pero nos parece que todos estos casos de lexicalización (que, por otro lado, constituyen la mayoría de los contraejemplos a la unidireccionalidad, Norde, 2001: 235), no contradicen la hipótesis de la unidireccionalidad como característica definitoria de la gramaticalización, sino que forman parte de los mecanismos de formación de palabras o de condicionantes sintácticos particulares, y deben ser entendidos como un proceso distinto y complementario. Es distinto, entre otras razones, porque, como todo proceso de formación de palabras, no supone un continuo, sino que se trata de una creación y, por ello, de un proceso brusco, abrupto, no gradual. Moreno Cabrera (1998: 121) plantea que más que caracterizar la gramaticalización como unidireccional, habría que hacerlo como irreversible, pues se puede generalizar que la gramaticalización de los elementos léxicos no es reversible. Por otro lado, la direccionalidad no sólo afectaría a la gramaticalización, sino que sería un principio relevante para la evolución de la gramática en general: si la evolución fuese unidireccional y sólo afectara a la gramaticalización, debiéramos esperar que las lenguas llegaran a ser más y más gramaticalizadas, cosa que no viene confirmada por los hechos. En ese sentido Moreno Cabrera plantea que la evolución de las lenguas es bidireccional, y afecta tanto a la gramaticalización como a la lexicalización, siendo constante en el cambio lingüístico el movimiento del léxico a la sintaxis como de la sintaxis al léxico, pues no se observan lenguas que pierdan gradualmente su léxico y enriquezcan su morfología y sintaxis, al igual que no se observan lenguas que gradualmente incremente su ticalización son procesos reduccionistas que restringen la libertad del hablante de seleccionar y combinar los constituyentes de una expresión compleja, por lo que ambos procesos pueden ser entendidos como una transición de una expresión del habla a la lengua (Lehmann, 2002: 15), y, por ello, como procesos que tienen mucho en común y que son, en cierta medida, paralelos, nunca contrarios. Como he expuesto muy resumidamente, la propuesta de Lehmann puede ser acertada, pero puede crear graves confusiones terminológicas, al reducir la idea de lexicalización a lo que puede ser inventariable en una categoría. El juego del continuo léxicogramatical queda fuera de sus objetivos y dice que eso pertenecería a la desgramaticalización.

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léxico a expensas de su morfología y sintaxis, lo que significa que la evolución de las lenguas no es exclusivamente un proceso de gramaticalización o de lexicalización, pues sólo la interacción de los dos procesos puede producir los resultados que se observan en la evolución lingüística (1998: 224), lo cual permite, entonces, caracterizar como complementarios a los procesos de gramaticalización y a los procesos de lexicalización entendidos como mecanismos de formación de palabras34. Traugott (2001) considera demasiado tajante la afirmación de la gramaticalización como proceso irreversible (quizás por no fijarse en la generalización planteada por Moreno Cabrera). Traugott defiende la gramaticalización de las críticas a la unidireccionalidad entendiéndola como una hipótesis acerca de una fuerte tendencia. La tendencia vendría formulada de la siguiente manera (Traugott, 2001: 1): la gramaticalización es un cambio por el que lexemas y construcciones, en ciertos contextos lingüísticos, vienen a desempeñar funcionaes gramaticales, o términos gramaticales desarrollan nuevas funciones gramaticales. Obsérvese que Traugott hace desaparecer de la definición una idea a veces subrayada, como es el carácter de "proceso" de la gramaticalización. De igual forma, y frente a algunas críticas vertidas, la gramaticalización no puede explicar el cambio lingüístico, si por explicar entendemos un programa determinista que puede predecir algo que se espera, pues los cambios no tienen que ocurrir. Es esto, entonces, lo que legitima el que se hable de tendencias. Es cierto que a veces se ha dicho que un solo ejemplo es suficiente para rechazar un universal lingüístico, y que sólo los universales lingüísticos tienen poder explicativo. Sin embargo, a veces los universales estadísticos, de hecho, pueden ser mejores indicadores que los absolutos de lo que constituye una lengua; es decir, las tendencias con fuerte apoyo empírico pueden ser mejor que los principios inviolables, precisamente porque son más difíciles de apoyar, y, además, según Traugott, los universales inviolables son virtualmente imposibles de encontrar. Por otro lado, estamos totalmente de acuerdo con Norde (2001: 238) cuando plantea que los casos verdaderamente problemáticos para la hipótesis de la unidireccionalidad los constituyen ejemplos de desgramaticalización. La desgramaticalización va a venir definida como un tipo de cambio gramatical resultante de un salto de derecha a izquierda en el continuo de gramaticalización (Norde, 2001: 237). En este sentido, entonces, la desgramaticalización no es exactamente la imagen inversa de los procesos de gramaticalización, y no lo es en tanto que no puede ser una inversión completa de un continuo de gramaticalización, pues esto es 34

Traugott (2001) entiende también los procesos de lexicalización vinculados a la formación de palabras, y, por ello, no válidos como contraejemplos a la gramaticalización, que supone un enriquecimiento del componente gramatical de la lengua, y no contraria al uso de material lingüístico para enriquecer el léxico.

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lógicamente imposible al implicar, habitualmente, la gramaticalización una reducción semántica y fonológica, y mientras la gramaticalización, hasta llegar a una forma reducida, puede ser predecible a partir de una forma completa primera, una forma completa nunca puede ser predecible a partir de una forma reducida, por lo que la gramaticalización es similar a este respecto a los procesos naturales irreversibles, tales como la erosión (Norde, 2001: 236; 2002: 47). Así pues, la conclusión que queremos obtener de todo este debate es similar a la expuesta por Norde (2001: 238): los cambios contradireccionales no son exactamente contraejemplos a la gramaticalización, simplemente se trata de otro tipo de cambio, aunque menos común, por lo que los cambios por desgramaticalización deben distinguirse de los cambios por gramaticalización, ya que los primeros tienen como resultado una unidad con un estatuto menos gramatical, es decir, se trataría de cambios graduales, por ejemplo de clítico a partícula (Campbell, 1991) o de afijo a clítico (Norde, 2001: 247-256; 2002: 49 y ss.), con lo que se demuestra que el cambio gradual no es necesariamente unidireccional. De igual forma, los cambios por lexicalización deben distinguirse también de lo que es la desgramaticalización, pues no tienen por qué ser graduales: los cambios por lexicalización son abruptos (Traugott, 2001).

1.6.4. MOTIVACIONES PARA LA UNIDIRECCIONALIDAD Se quiera considerar, pues, la unidireccionalidad o irreversibilidad como una regla o como una tendencia (que es en esto último en lo que parece coincidir todo el mundo), puede ser interesante considerar las explicaciones a la unidireccionalidad. La primera de estas explicaciones puede provenir de Givón, quien argumenta que, al haber una relación icónica entre forma y significado en la gramaticalización, si un elemento es desemantizado queda formalmente reducido, pero no se puede esperar que un elemento llegue a ser formalmente reducido y semánticamente enriquecido. Se trataría, por tanto, de un fenómeno de predecibilidad (1975: 96). Sin embargo, como Haspelmath (1999: 1050) comenta, la exactitud o precisión de la predecibilidad en gramática histórica es muy baja. Otra explicación puede ser la planteada por Langacker (1977: 105), y que cuenta con una gran tradición en lingüística histórica, al vincular la economía con la claridad: en la gramaticalización se crean nuevas formas perifrásticas porque las viejas van reduciendo su sustancia fonética debido a la inexorable evolución destructiva de sus características durante la gramaticalización. Pero esta idea, que la reducción es la causa para la expansión, no explica la irreversibilidad del proceso (Haspelmath, 1999: 1051). Newmeyer (1998: 276; 2001: 213-214) intenta explicar la prevalecencia de la gra-

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maticalización sobre la desgramaticalización por un cierto efecto del mínimo esfuerzo: como las categorías funcionales requieren menos material, y por ello menos esfuerzo, que las categorías léxicas, el cambio de las primeras hacia las segundas es mucho menos común que al contrario. Haspelmath (1999: 1053) critica a Newmeyer el hecho de que no explique cómo las decisiones analíticas del niño en la adquisición de su competencia lingüística afectan a las diferencias en la realización, pues, antes de que el niño tenga un grado suficiente de competencia en ciertas construcciones, difícilmente puede juzgar el esfuerzo de realización implicado en ellas. La propuesta de Roberts & Rousseau (1999) es más sofisticada, pues la explican como una tendencia hacia la simplificación estructural que caracteriza al hablante. Pero, como Haspelmath (1999: 1053) critica, lo que ellos hacen es mostrar que algunos típicos cambios de gramaticalización pueden entenderse como simplificaciones sintácticas, pero esto no es ninguna explicación acerca de la tendencia hacia la reducción y la generalización o el vacío semántico. La propuesta de Haspelmath depende no ya de la sistemática lingüística, sino de una teoría del cambio basada en el uso en la que el cambio lingüístico es un ejemplo del mismo. Siguiendo a Keller (1994), propone que el cambio lingüístico debe considerarse como un proceso de mano invisible, es decir, un fenómeno que resulta de las acciones humanas, aunque no es la finalidad de las intenciones humanas 35 : el hablante no pretende cambiar la lengua, sino hacerse entender; su actividad comunicativa produce el cambio lingüístico, pero este cambio ni es producto de la voluntad expresa, ni tampoco de la naturaleza, es un producto de ese tercer factor al que se le ha llamado "mano invisible". Haspelmath concretamente señala (1999: 1059-1064) que son dos las razones que niegan la reversibilidad de la gramaticalización, y ello lo hace basándose en unas propuestas pragmáticas que parecen recordar, cuando menos, a Grice: a) alteraría la tendencia general, lo que supondría no ser bien entendido por los otros hablantes, y alteraría también una cierta máxima de claridad, en tanto que los elementos funcionales normalmente son menos destacables y explícitos que los léxicos; b) los elementos léxicos se manipulan libremente por los hablantes y son accesibles (más o menos) a la conciencia de los mismos, mientras que los elementos funcionales son procesados automática e inconscientemente. Por ello, si un hablante tuviera alguna motivación para reemplazar un lexema por un elemento funcional, no sería capaz de hacerlo porque los elementos funcionales no pueden ser usados fuera de sus propios lugares. Es por ello que el punto fundamental de la explicación consista en una cierta máxima de relación o relevancia, en tanto que el elemento gramatical izado produce 35

Cf. H. Lüdtke (1986) al respecto.

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un efecto comunicativo que se plasma en una innovación mediante un término más corto, en la medida en que el efecto se extienda a toda una comunidad la ventaja de la innovación desaparece y el sistema asume un cambio, pero usando un elemento menos explícito o menos destacable no se obtiene ninguna ventaja, por lo que la desgramaticalización no se utilizará. Pero la desgramaticalización sí se utiliza, con lo cual podríamos retomar las críticas de Campbell (2001: 134-140) y Norde (2002: 59-60)36 a Haspelmath, por lo que debiéramos ser más prudentes en las afirmaciones y señalar que no se trata de que la desgramaticalización no se vaya a dar, pues se va a dar, aunque con mucha menor frecuencia, sino de que la tendencia que impone la máxima es hacia la gramaticalización, y quizás es bajo ese prisma discursivo como mejor podemos entender la propuesta de Haspelmath, pues las máximas conversacionales funcionan, y la tendencia es su obligado cumplimiento, pero puede no cumplirse, al igual que la gramaticalización puede invertirse y nos encontramos, entonces, con la desgramaticalización (la lexicalización, como ya expusimos, no es un fenómeno contrario a la gramaticalización, sino que se trata de un mecanismo muy distinto, y, en nuestra opinión, complementario). Es posible entender la unidireccionalidad como reflejo de una concepción de la lengua en la que la gramática es morfocéntrica (Joseph & Janda, 1988: 196)37: la morfologización describe una transición (mediante la desfonologización o la desintactización) desde un estado en el que la generalización correspondiente es de naturaleza no morfológica, a un estado en el que la generalización correspondiente es de naturaleza morfológica. Es así que los autores anteriores igualen la gramaticalización con la desintactización, componente de la morfologización. La norma, entonces, para toda morfologización, tiene que ser la unidireccionalidad, dada la morfocentricidad del lenguaje asumida, si bien la centralidad de la morfología puede llegar a ser sobrepasada, gracias a la desmorfologización, aunque sólo mediante masivas convergencias accidentales de circunstancias lingüísticas (Joseph & Janda, 1988: 207). La posición de los autores anteriores descansa en los planteamientos de Dressler (1985), quien considera la morfologización (entendida como un cambio de lo fonológico en morfológico) un proceso de desiconización unidireccional, ya que la única evolución posible entre los tres tipos de signos peircianos es icono > índice > símbolo (1985: 149). La unidireccionalidad es el principal punto de conexión entre la gramaticalización y la morfología natural, en tanto que esta última entiende que el cambio procede desde fenómenos marcados no preferenciales hasta fenómenos no marcados preferenciales, pero no viceversa. Es por ello que 36 37

O las críticas de Geurts (2000). Vid. también Klausenburger (2002).

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Klausenburger (2000) concluya la interconexión entre morfología natural y gramaticalización. La unidireccionalidad de la gramaticalización ha estado estrechamente ligada a la noción de subjetivización (Traugott, 1989: 35; 1995: 45). Pero si bien la subjetivización es un factor esencial de la unidireccionalidad, también es cierto que no se limita al estudio de la gramaticalización, pues juega igualmente un papel importante en otros tipos de cambios semánticos. En el caso de la gramaticalización, la unidireccionalidad también va a compañada de otros factores como la generalización de contextos sintácticos y morfológicos, y la reducción fonológica. La subjetivación es un fenómeno muy complejo, que puede ser entendido de muy diversas maneras38. Han sido fundamentalmente las propuestas de Traugott y Langacker las que lo han vinculado con el proceso unidireccional de la gramaticalización, sin embargo, ambos autores lo hacen de forma distinta (Carey, 1995: 84; Langacker, 1999; Traugott, 1999a): Traugott destaca el papel de la función: la subjetivización es un proceso por el que una forma o construcción con una función objetiva pasa a codificar funciones discursivas basadas en el hablante. La definición de Langacker (1990, 1993, 1996, 1999a) se centra en el papel de la construcción: la inclusión del hablante o conceptualizador en la escena, como punto de referencia, hace dicha escena más subjetiva, siendo definida la subjetivación como un proceso gradual de atenuación progresiva. A diferencia de Traugott, Langacker no se preocupa por los detalles del proceso de cambio semántico, ni por los contextos específicos en que el cambio se produce en primer lugar, pues su preocupación no es desarrollar una teoría de la gramaticalización, sino una teoría de la gramática basada en una visión conceptualista de la semántica. Langacker utiliza la distinción objetivo/subjetivo como una forma adecuada de dar cuenta de las diferentes maneras en que una entidad puede ser construida dentro de 38 Stein (1995: 129-130) delimita cinco nociones de subjetividad y subjetivización: a) una noción general de subjetividad basada en el análisis de la literatura, y estrechamente relacionada con el concepto de individualismo, en tanto que expresión de sentimientos y emociones subjetivas, b) El lenguaje literario, en tanto que vehículo de expresión de los textos que pertenecen al tipo anterior, puede ser denominado subjetivo en la medida en que el flujo de pensamientos representados y los sentimientos comunicados se refieren, en un sentido amplio, a emociones, c) En la medida en que cualquier uso del lenguaje contiene una perspectiva del sujeto hablante, la subjetividad, en un amplio sentido de anclaje lingüístico, es inherente a todos los usos del lenguaje, y en alguna medida se encuentra codificada en el sistema lingüístico, d) La subjetivación en el sentido de Traugott es un concepto diacrónico, y designa el desarrollo semántico unidireccional observado en un gran número de procesos de gramaticalización. e) La subjetividad en el sentido de Langacker es fundamentalmente un concepto sincrónico, y designa la construcción de referentes o procesos, más o menos subjetivos/objetivos, que dependen del grado de implicación del hablante.

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la escena cognitiva. En la medida en que una entidad funciona como el sujeto o el objeto de una construcción, se dice que está construida subjetiva u objetivamente: está construida con subjetividad máxima cuando permanece "entre bastidores", implícita, intrínseca a los múltiples procesos de conceptualización sin ser su objetivo; y está construida con objetividad máxima cuando es patente y constituye un foco explícito de atención. La subjetivación de Langacker es fundamentalmente un fenómeno sincrónico, caracterizado por la perspectivación de aquellas construcciones en las que el sujeto de la conceptualización está implícito. Langacker también concibe la subjetivación como un fenómeno diacrónico, pero la relación exacta entre perspectivación sincrónica y cambio diacrónico permanece poco clara. Para Traugott la subjetivación es un fenómeno exclusivamente diacrónico, y los datos considerados están altamente contextualizados y ellos siempre de forma natural, incluso los textos escritos. Mientras para Langacker la subjetivación es el resultado de la atenuación, concretamente del sujeto perfilado objetivamente, para Traugott la subjetivación no se limita a las construcciones que afectan al sujeto sintáctico, ni se caracteriza por la atenuación, sino todo lo contrario, por un fortalecimiento y enriquecimiento semántico. Así pues, como señalan explícitamente Cuenca y Hilferty (1999: 160), convendría relativizar o matizar la hipótesis de la unidireccionalidad, pero ello sin negar que la dirección que indica dicha hipótesis se produce en la mayoría de la ocasiones y representa el cambio más común. En definitiva, debemos recordar que una de las hipótesis fundamentales con las que se trabaja en Gramática Cognitiva es que podemos formular tendencias, pero difícilmente leyes estrictas en este campo de aplicación (Cifuentes, 1994: 55-56), lo que se vincula con el llamado por Coseñu principio de la cultura (1981: 52-73), entendiendo por tal que los objetos naturales pertenecen al mundo de la necesidad, que está gobernado por causas que producen determinados efectos y donde, por tanto, la comprobación de lo que ocurre constantemente, en determinadas condiciones, representa una ley natural. Los objetos culturales, en cambio, pertenecen al mundo propiamente humano de la libertad —de las actividades y creaciones libres del hombre—, donde los hechos creados no están determinados por causas, sino que se producen con vistas a una finalidad. Esto no quiere decir que en la cultura no haya leyes o reglas: lo análogo de las leyes naturales son, en lo cultural, los hechos mismos que se producen (todo hecho cultural tiene su legalidad interna), y los sistemas técnicos que el hombre elabora para el desarrollo de sus actividades. Así, una lengua es un sistema de leyes que realizamos —aplicamos— al hablarla. Por ello, sólo pueden formularse normas de

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probabilidad —tendencias—, relativas a cómo suele actuar la libertad según distintas condiciones. 1.7. ¿EPIFENÓMENO O PROCESO INDEPENDIENTE? Lightfoot (1999: 220-221), a partir de la idea de que cualquier ley histórica no puede ser otra cosa que un epifenómeno, es decir, un efecto de otros aspectos de la realidad, plantea, genéricamente, el estatuto de la gramaticalización como proceso dependiente de otros factores, más que independiente y autónomo. Recientemente, diversos autores han vuelto sobre el tema y han centrado su crítica a la gramaticalización precisamente en este punto, es decir, en la consideración de la gramaticalización no como un proceso independiente sino como un epifenómeno (Campbell, 2001; Joseph, 2001; Newmeyer, 1998/2001; Janda, 2001), llegando, incluso, a considerarla innecesaria. Quizás hay un exceso pasional en los estudios sobre gramaticalización, exceso que lleva a Campbell (2001: 117) a enfrentar dos postulados de partida, el de los partidarios de la gramaticalización y el de los detractores: para los primeros se supone que la gramaticalización puede servir como método de predicciones, y tiene un poder explicativo por sí misma; para los segundos, la gramaticalización no tiene un estatuto independiente por sí misma, y simplemente afecta a otros tipos de cambios y mecanismos de cambio, que son bien conocidos y no están limitados exclusivamente a los casos comprendidos por la gramaticalización, fundamentalmente el cambio fonético, el cambio semántico y el reanálisis. Es cierto que en algunos casos ha habido autores que señalan la posible utilidad de la gramaticalización como mecanismo predictivo (Heine & Reh, 1984: 264; Heine, 1993: 124; Bybee et al., 1994: 9-22; Kim, 2001: 52), pero quizás se ha cometido también un cierto exceso en dicha aplicación predictiva, pues la gramaticalización no puede predecir lo que va a ocurrir con determinada categoría mayor (Bat-Zeev Shyldkrot, 1995: 76), lo único que puede hacer es explicar el resultado de determinado cambio gramatical, y plantear la posibilidad de ciertos cambios que pueden darse, pero no que vayan a darse. En páginas anteriores hemos vinculado gramaticalización y lexicalización, y creo que podemos seguir haciéndolo a este respecto: en español se han creado determinados verbos a partir de ciertas unidades tradicionalmetne denominadas adverbios locales, y ello mediante diversos procesos de incorporación conceptual del movimiento (Cifuentes, 1999: cap. III): adelante > adelantar; atrás > atrasar. Este proceso de formación de palabras mediante lexicalización es productivo en español, pero en modo alguno podemos predecir que todos los adverbios locales del español vayan a

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permitir la formación verbal: *abajar, *afuerar, o que se vaya a producir en un futuro, y ello es así porque la productividad de la regla, es decir, el poder predictivo de la misma, va a depender, fundamentalmente, de factores extrasistemáticos, lo cual puede servir también como base explicativa de la gramaticalización (Janda, 2001: 304 y ss.). Continuando con esa línea de excesos pasionales, ya he mencionado que ha habido diversos autores que han intentado negar existencia propia a la gramaticalización, y, lo que es peor, lo han hecho con críticas muy certeras, señalando que los principios que subyacen a la gramaticalización son los mismos que podemos encontrar en otras áreas de evolución lingüística: cambio fonético, cambio semántico, reanálisis, unidireccionalidad: a) La gramaticalización está comúnmente asociada con el vacío semántico, como ya señalamos, pero el vacío semántico no es ni suficiente ni necesario para definir la gramaticalización, ya que también opera libremente fuera de la gramaticalización y puede producirse aun cuando la gramaticalización no tenga lugar. Dada, entonces, su independencia, el vacío semántico no es diagnóstico para la gramaticalización (Campbell, 2001: 118-121; Newmeyer, 2001: 196-197). b) Al igual que el vacío semántico, la reducción fonológica no es una propiedad ni suficiente ni necesaria para la gramaticalización (Lessau, 1994: 263). La gramaticalización puede producirse sin reducción fonética, y la erosión de la forma no es exclusiva de la gramaticalización, sino que es normal en el cambio fonológico (Campbell, 2001: 121-124), y las reducciones fonéticas observadas en la gramaticalización son, simplemente, los efectos del cambio fonológico regular que se produce en cualquier lugar de la lengua (Newmeyer, 2001: 197-201). c) El reanálisis viene entendido como un mecanismo gramatical mucho más poderoso que la gramaticalización, y ni se limita ni es coextensivo con la gramaticalización (Campbell, 2001: 141151; Newmeyer, 2001: 201-203), de hecho también se da sin los otros rasgos que son típicamente asociados con la gramaticalización. d) El estatuto de la unidireccionalidad como mecanismo definitorio de la gramaticalización ha sido muy debatido, y se considera que si la unidireccionalidad viene entendida como un hecho empírico, no puede ser diagnóstico de gramaticalización, pues hay muchos contraejemplos a la misma, y si la unidireccionalidad viene entendida como una propiedad definitoria de la gramaticalización, no puede ser probada en muchos casos, por lo que los

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cambios que tienden hacia un valor más gramatical de las unidades pueden ser explicados no ya por la propia gramaticalización, sino por la interacción de diversos tipos de cambios (fonológico, semántico y reanálisis) (Campbell, 2001: 124-141; Newmeyer, 2001: 203-216). De todo lo expuesto se concluye que la gramaticalización no tiene un estatuto independiente por sí misma, pues los tipos de cambios comúnmente considerados en la gramaticalización también están presentes en otros tipos de cambios que nada tienen que ver con la gramaticalización. Aunque los cambios de la gramaticalización tienden a darse en la dirección 'menos gramatical > más gramatical', y no al contrario, este hecho no se explica mediante la gramaticalización sino mediante las propiedades del cambio lingüístico en general, y mediante la interacción de distintos tipos de cambios interaccionando entre sí. Así pues, la gramaticalización es derivativa, un epifenómeno que no tiene un estatuto independiente por sí misma, y no tiene valor explicativo porque lo que pretende explicar es explicado siempre mediante otros mecanismos bien conocidos (Fischer, 2000: 153; Lass, 2000: 223; Campbell, 2001: 151, 158; Joseph, 2001: 184-185; Newmeyer, 2001: 189-191; Janda, 2001: 266-267; Kim, 2001: 62). La postura de Norde (2001) ante todos estos problemas resulta, en mi opinión, la más acertada, pues, por un lado, los contraejemplos a la gramaticalización no los entiende como críticas a la misma, sino que, considerada bajo un prisma más humilde, se acepta, con gran sentido común, que la gramaticalización no puede explicar todos los cambios gramaticales, y hay otros tipos de cambios complementarios a la gramaticalización definidos por una alteración del principio de unidireccionalidad (regramaticalización, desgramaticalización y lexicalización). Y en cuanto a los rasgos de vacío semántico, erosión fonética y reanálisis, es correcto que pueden darse independientemente unos de otros, pero también lo es que están frecuentemente interconectados en el cambio lingüístico, lo que sirve como justificación del esquema descriptivo propio de la gramaticalización. Traugott (2001) se plantea a este respecto qué teoría de las existentes resistiría el criterio del listado de hipótesis no específico como pauta negadora de la teoría, y la respuesta es, según la autora, ninguna. Así pues, si bien es más adecuado concebir la gramaticalización como un resultado, y no como un proceso predictivo (al igual que ocurre, por ejemplo, con cualquier otra ley fonética, como señalábamos al principio del apartado), y un resultado de una serie de desarrollos históricos independientes, lo cierto es que precisamente a la conjunción de los mismos es a lo que se puede denominar gramaticalización, y tener una

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validez por sí misma como mecanismo explicativo de ciertos cambios gramaticales. 1.8. TIPOLOGÍA Y UNIVERSALES La hipótesis de la unidireccionalidad, junto con la idea de los conceptos o procesos fuente, predice que hay algunos continuos interlingüísticos similares para el desarrollo del significado gramatical. Cualquier gramaticalización que comience con el mismo o similar significado fuente puede esperarse que siga el mismo desarrollo de cambio. Esta predicción no contradice la especificidad del lenguaje, o incluso instancias únicas de gramaticalización que pueden surgir debido a la selección idiosincrática de material fuente, pero dado que el material fuente que entra en la gramaticalización es similar interlingüísticamente, predice una similaridad interlingüística en los continuos de desarrollo (Bybee, Perkins & Pagliuca, 1994: 14-15). Los autores anteriores atribuyen el hecho de que ciertos continuos de gramaticalización sean comunes en grupos de áreas y grupos genéticos diversos, a la existencia de esquemas cognitivos y comunicativos comunes subyacentes al uso del lenguaje. No sólo hay continuos similares interlingüísticamente, sino que continuos de diferentes fuentes tienden a converger como significados gramaticales que surgen de forma más general y abstracta en los últimos estadios de la gramaticalización. Entonces, los significados gramaticales más generales son muy comunes interlingüísticamente y muy similares incluso si son desarrollados desde diferentes fuentes. La existencia de tipos de lenguas evidencia restricciones tipológicas para la gramaticalización: en algunas lenguas la gramaticalización no procede como en otras. En concreto, las lenguas aislantes no conducen la gramaticalización como las lenguas aglutinantes o flexivas, pues no sólo no tienen afijos, sino que tampoco tienen morfemas gramaticales con significado abstracto y generalizado como las sintéticas (Bybee, Perkins & Pagliuca, 1994: 118). El descubrimiento de que los continuos de gramaticalización son universales hace surgir un nuevo conjunto de interrogantes. Podemos ahora preguntarnos por qué las lenguas tienen gramática y qué procesos conducen a la creación de la gramática (Bybee, Perkins & Pagliuca, 1994: 281). Las propuestas estructuralistas del significado gramatical tendían a identificar un significado abstracto para todos los usos de un morfema gramatical. Los estudios sobre la gramaticalización sugieren que el significado gramatical está constituido a partir de un conjunto de usos diacrónicamente relacionados con significados que están determinados contextualmente en amplia medida (Cifuentes, 1994: cap. V).

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A pesar de la perspectiva diacrónica de la gramaticalización, surgen algunas cuestiones fundamentales que tienen otro carácter (Bybee, Perkins & Pagliuca, 1994: 282 y ss.): a) ¿cómo tiene lugar en la gramaticalización el cambio de significado, dentro de la mente de los hablantes, mientras ellos usan la lengua? Nuestra comprensión de los procesos cognitivos y psicológicos que subyacen al lenguaje serán realzados por el descubrimento de los mecanismos de cambio que crea la gramática. Según Bybee, Perkins & Pagliuca (1994: 297), diferentes mecanismos del cambio son operativos en diferentes estadios en los procesos de gramaticalización: metáfora en los primeros, inferencia y generalización en los medios, harmonía y absorción contextual en los últimos. El más importante punto que puede ser hecho de la discusión de los mecanismos de cambio es que el contexto es importante en todo momento. Cualquier cosa que se espere del significado de un elemento gramaticalizado, se espera debido a los contextos en que se usa. Es el uso del lenguaje en contexto lo que forma el significado de morfemas gramaticales. Entonces, una verdad comprensiva de los mecanismos de cambio que crean el significado gramatical debe proceder del análisis del uso de los elementos gramaticalizados tal y como estos cambios están tomando lugar. b) ¿Por qué se da la gramaticalización?, ¿por qué desarrollan las lenguas morfemas y estructuras gramaticales? La propuesta de explicación de Bybee, Perkins & Pagliuca difiere de la de otros investigadores que consideran una perspectiva motivadora o teleológica. Es decir, no suscriben la noción de que las lenguas desarrollan categorías gramaticales porque las necesitan, como por ejemplo Heine, Claudi & Hünnemeyer (1991a: 29). Y lo niegan por cuatro razones: 1) no podemos pretender que una lengua necesite un tipo de elementos gramaticalizados particular porque ningún tipo es universal; 2) dos o más marcadores pueden surgir para realizar necesidades comunicativas muy similares. Esto no se daría si sólo fuesen necesidades comunicativas las que motivasen la gramaticalización; 3) los marcadores flexivos normalmente son redundantes en el contexto, lo que sugiere que los hablantes realmente no los necesitan; 4) un nuevo elemento gramaticalizado, más que incrementar la expresividad, puede crear ambigüedad (1994: 298). Su visión de la gramaticalización es mucho más mecanicista que funcional: la relación entre gramática y función es indirecta y se mide por un proceso diacrónico. El proceso que conduce a la gramaticalización se da por sus propios motivos, y son sus efectos acumulativos los que constituyen el desarrollo de la gramática. La naturaleza muy sistemática del desarrollo de la gramática es atribuible a la muy sistemática naturaleza de los procesos mentales y comunicativos que rigen el uso del lenguaje. Entonces la gramaticalización se nos presenta como una de las más

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valiosas herramientas para investigar la interacción hablante/oyente en el uso lingüístico, al igual que como una fuerte evidencia para que tales procesos sean universales. Otra evidencia contra la teleología funcionalista es el hecho, irónico, de que los esfuerzos por ser más concreto y específico conducen a la pérdida de componentes concretos específicos del significado en la gramaticalización (Bybee, Perkins & Pagliuca, 1994: 298). El esquema gramatical, que consiste tanto en regularidades del orden de palabras como en morfemas gramaticales, nos permite un medio de facilitar la producción a través del automatismo. Los elementos gramaticalizados obligatorios y la naturaleza de los esquemas del orden de palabras son automáticamente suministrados, de forma que la atención del hablante puede ser dirigida al contenido proposicional de la expresión. Las ventajas del automatismo pueden explicar por qué categorías o estructuras llegan a ser obligatorias a pesar del hecho de que ellas no sean siempre estrictamente necesarias para la comunicación. El automatismo nos conduce a la reducción semántica que impulsa el ciclo inexorable del material gramatical. La gramaticalización entonces se origina en la necesidad de ser más específico, en la tendencia de inferir lo máximo posible de las entradas, y en la necesidad de interpretar según el contexto. Esto significa que los procesos de gramaticalización tienen el potencial para suministrarnos muchos detalles acerca de la psicología del uso del lenguaje, pero también significa que el método de estudiar la gramaticalización debe ser interlingüístico y orientado al contexto (Bybee, Perkins & Pagliuca, 1994: 299-300). La similaridad interlingüística de los continuos de cambio atestigua el mecanismo universal de la metáfora, la inferencia, y la influencia contextual en el uso de la lengua en todas las culturas del mundo. La idea del automatismo nos conduce, de nuevo, a las nociones de esquema y sanción, comentadas más arriba, como ejemplos de la capacidad adaptadora humana, así como a recordar la idea de que los lenguajes quizá sean menos creativos y más formulísticos de lo que hasta ahora se había creído (Cifuentes, 1994: 13-19). Así pues, la gramaticalización es un tipo de cambio lingüístico, que se une a los cambios puramente fonéticos, a los cambios analógicos y a los cambios léxicos, y se diferencia de ellos porque implica reanálisis. De todas maneras, la relación entre la gramaticalización y los otros tipos de cambio, sobre todo el semántico, es muy intensa, y a veces la línea divisoria es muy tenue. Es por ello por lo que en los estudios sobre gramaticalización se incluyen con frecuencia ejemplos de cambio léxico en sentido estricto, es decir, no acompañado de cambio de categoría. Como indica Traugott (1996: 28), no podemos equiparar gramaticalización y cambio, pues los cambios fonológicos, al no tener efectos morfosintácticos, no forman parte de la gramaticalización. Tampoco son

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casos de gramaticalización los cambios semánticos que no originan un cambio de categoría. Así pues, podemos hablar de una cierta relación asimétrica entre cambio semántico y gramaticalización: toda gramaticalización implica cambio semántico, pero no al contrario. Es más, ni siquiera se puede equiparar completamente gramaticalización y reanálisis: la gramaticalización implica cambio de categoría gramatical (reanálisis), pero dicho fenómeno también se encuentra en procesos de formación de palabras (Hopper & Traugott, 1993: 48-50): caracol > caracolear. La propuesta de la gramaticalización dentro del paradigma generativista representa una perspectiva muy diferente de la considerada. El objeto de investigación en la propuesta generativa es la gramática adquirida por cada nuevo hablante del lenguaje. Debido a que cada nuevo hablante construye su propia gramática, es inconcebible que la gramaticalización sea un proceso diacrónico. Mientras hay una continuidad en el resultado final o en la manifestación del lenguaje, cada nueva gramática adquirida por los hablantes simplemente asignará el estatuto de más adecuado al material encontrado en el entorno lingüístico. Entonces, cada gramática representa un estado dentro de una serie de sincronía y no puede tener un estatuto diacrónico (Van Kemenade, 1998: 1004). Para la gramática generativa la primacía está en el punto de vista sincrónico, ya que el énfasis se sitúa en la consideración de cómo las gramáticas cambian en el proceso de adquisición de la gramática por cada nueva generación de hablantes (Van Kemenade. 2000: 53 y ss.): no puede darse un proceso diacrónico porque cada hablante construye una nueva gramática, entendiéndose la gramaticalización, en gran medida, como un cambio morfosintáctico que conduce a la creación de una nueva morfología. En la medida en que es posible aislar pasos sincrónicos en un proceso de gramaticalización, y que una gramática estructurada juega un importante papel en tales pasos, se considerará la gramaticalización como un cambio morfosintáctico, y por ello con posibilidad de preceder al cambio semántico39. Esto último es lo que intenta demostrar Van Kemenade (2000) a propósito de la negación en inglés.

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Más arriba ya hemos señalado cómo Abraham (2001) ha planteado la posibilidad de un proceso de gramaticalización en el que la categoría final no sólo no es funcional, sino que tampoco ha perdido en su integridad el significado originario.

II. Preposiciones y locuciones prepositivas1

2.1. LA PREPOSICIÓN COMO CATEGORÍA GRAMATICAL 2.1.1.

LAS PREPOSICIONES COMO ELEMENTOS RELACIONANTES

Tipológicamente las preposiciones son un tipo de unidad incluida dentro de las adposiciones, que se pueden realizar, según las lenguas, como preposiciones, posposiciones o circumposiciones. Las adposiciones vienen definidas por la función que desempeñan en las expresiones en que aparecen, y se distinguen de los morfemas por su autonomía morfológica respecto de la palabra que rigen. Las funciones de las adposiciones son, fundamentalmente, dos, relacionar dos o más palabras o sintagmas entre sí, y hacer que uno de los elementos esté subordinado al otro, es decir, hacer posible que se use una palabra o sintagma en una función que no le es propia. Nosotros vamos a entender las preposiciones como elementos relacionantes, unos elementos relacionantes que no tienen valor autónomo, ni pueden utilizarse de forma independiente, y cuya función es servir de enlace entre otros constituyentes oracionales, marcando la dependencia sintáctica y/o semántica del constituyente que introduce respecto del otro. Podría parecer que con esa definición relacionante volvemos a la más antigua tradición lingüística: Aristóteles. Aristóteles construye su lógica sobre un análisis de la lengua, reposando la gramática en esa lógica, esencialmente discursiva y ontológica. Esta gramática imperante en el pensamiento occidental durante muchos años, concibe en un principio la preposición como un elemento de relación —desde el punto de vista de la lógica discursiva—, oponiéndose a las palabras concretas como son los nombres o los pronombres. Con el paso de los años se intentó formalizar, o tensificar, dicha definición acudiendo a criterios pretendidamente sintácticos o morfológicos, lo que supuso una caracterización como un término que se coloca delante, o dotado de invariabilidad. 1

Gran parte de los aspectos considerados en los apartados 1-4 están basados en Cifuentes, 1996.

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Es lógico que unas definiciones tales —vigentes todavía en muchos tratados— resultasen insuficientes en la búsqueda de una pretendida exhaustividad descriptiva. Así, resultan ejemplares algunas de las críticas vertidas contra esta definición. Morera (1988: 50) comenta la imprecisión de las preposiciones como elementos de relación, pues se necesita también la distribución para su diferencia respecto de las conjunciones2. Más preciso todavía en su crítica es Osuna (1991: 24-30), quien señala como principal deficiencia de la definición su carácter sintáctico, y, por ello, limitador. Así, a) interpreta usos en los que la preposición no relaciona nada: en "Juan es de Madrid", "de Madrid" funciona como predicado nominal siendo el verbo la base de unión con el sujeto; b) la selección sintáctica no depende exclusivamente de la preposición, ej.: "se metieron en la tienda", donde el verbo selecciona la dimensión espacial interior; c) la acumulación de preposiciones no puede ser explicada desde una perspectiva nexual: "salieron de entre los árboles"; d) la explicación relacional no da cuenta de los casos en los que a la preposición se le antepone el artículo: "los de Madrid". Por tanto, la explicación relacional deja muchos usos sin explicar, y los que explica lo hace de manera insuficiente, pues las formas que manifiestan la relación son el objeto de toda la sintaxis. Retomando nuevamente las críticas de Morera, cuestiona también otras definiciones. Así señala Osuna que la teoría de la transposición (1991: 31-42) no da cuenta adecuada de las preposiciones, pues en "la casa de Pedro", "de" no es ningún tipo de translativo que convierte en adjetivo el elemento sintáctico al que acompañe, pues ello supondría confundir los componentes con las funciones. En cuanto a la explicación de las preposiciones como subordinantes (1991: 43-50), tiene todas las deficiencias de las definiciones sintácticas: no explica todos los casos (ej.: "los de Madrid"), y cuando sí lo hace es de forma insuficiente, pues hay otros significantes que también manifiestan la misma función. La definición alternativa que propone Osuna es atendiendo a su función referencial (1991: 53-58), y en este sentido vienen entendidas las preposiciones como marcadores semánticos objetivos, es decir, una clase de morfemas que, como tales, no clasifican la realidad extralingüística pero aportan algún contenido gramatical a la unidad a la que se anteponen. Al no tener capacidad de referencia autónoma sólo pueden funcionar como elementos auxiliares de la referencia, pues no cambian el modo de referencia de los signos o construcciones a los que acompañan 3 . 2 Aspecto éste ya puesto de manifiesto por Frei (1929: 177-181) y retomado por Pottier (1962). 3 Desde la perspectiva psicomecánica, Cervoni (1991: 125-126) ha adoptado una definición muy parecida —por otro lado lógica, desde el momento en que Osuna toma como base de su estudio la función referencial—, al entender la propuesta relacionante como secundaria, no distintiva, siendo mejor definida como "desprovista de incidencia":

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La propuesta que efectúa Osuna es adecuada, pero no creo que satisfaga ningún tipo de concepto funcional inherente a toda categoría metodológica, pues, en el fonodo, podemos entender aquí el planteamiento de Coseriu a propósito de las palabras morfemáticas (Coseriu, 1978: 133), unido a la relación de incidencia, tan criticada, por otro lado, desde el punto de vista de la subordinación. Es más, y a este propósito, el mismo Osuna reconoce (1991: 106) que el contenido que la preposición aporta al término al que acompaña es un contenido relacional, y parece ser este contenido, por la propia definición dada, lo característico de las preposiciones frente a otros morfemas. Pero Osuna, a pesar de ello, insiste en que no se pueden definir sintácticamente las preposiciones como elementos de relación. Y este quizás sea el punto clave de la problemática suscitada, pues no consideramos la relación desde una perspectiva sintáctica, sino semántica. En un trabajo más reciente, Morera (1998) critica la definición meramente relacional de las preposiciones y plantea que, desde el punto de vista relacional, las preposiciones lo que significan es "relación sintáctica extrínseca u oblicua", queriendo decir con ello que se trata de signos que complementan la significación del elemento que los rige de forma indirecta, y expone el siguiente ejemplo: caminando por el jardín supone un encuadre de la acción de caminar en el ámbito significado por el sintagma preposicional por el jardín, es decir, una complementación extrínseca del mencionado predicado. De esta forma, entiende que el valor relacional es una caracterización sintáctica de las preposiciones, pero no una definición categorial de las mimas, planteando en su lugar que el significado de las preposiciones consiste en un esquema semántico que implica o contiene un nombre. Es decir, cada esquema semántico prepositivo tendría dos partes diferenciadas: una parte de contenido sintáctico o relacional extrínseco ('origen', 'acompañamiento', etc.), y un contenido categorial sustantivo, que expresa el término o soporte de esa relación (1998: 25-26). Entiendo que lleva razón Morera al realizar estas afirmaciones, pero, al igual que Osuna, parece demasiado tajante en sus afirmaciones, pues, a riesgo de ser simplista en exceso, lo relevante de su planteamiento y de su caracterización general sigue siendo el valor relacional. Ya Pottier (1962: 113) dejaba bien claro el asunto al señalar que cuando usa el término "relación" no lo hace desde una perspectiva funsu génesis no le provee de una sustancia nocional que pudiera servir de sustento a una base, siendo, por tanto, destinada la preposición a valer en un intervalo. Aun así, desde la perspectiva psicomecánica se sigue la idea más genéricamente admitida de considerar las preposiciones como elementos de relación, siendo los argumentos de dirección, pertenencia y motivación las relaciones a expresar (Cervoni, 1991: 77).

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cional, sino que se refiere a la posición expresada por un elemento en relación a la sustancia predicativa de uno o varios lexemas. En el caso de las preposiciones espaciales, es lógicamente necesaria su definición como elementos relacionantes, pues un lugar no puede venir identificado por sí mismo, sino siempre en relación a otro lugar, indicando precisamente la preposición los términos de esa relación. Podría parecer algo decepcionante la caracterización efectuada por afirmar que sólo la aplicamos con verdad a los elementos con contenido local, pero si no afirmamos sí sugerimos que igual descripción parece poder aplicarse a las preposiciones con contenido nocional o temporal, no sólo por la relación motivada entre espacio-tiempo-noción, sino porque semánticamente parecen sugerir el mismo tipo de función. Tratamiento distinto lo merecen las preposiciones entendidas como fijaciones, que suele decirse se ven acompañadas por un vacío de significado. Como más tarde estudiaremos, en estos casos su significado léxico parece haberse visto desplazado, por lo que difícilmente podrán constituir un tipo de relación semántica —que hacíamos coincidir con semántica léxica—, siendo su significado gramatical su característica definitoria, y ya no constituirán un índice funcional de relación semántica, sino un índice funcional de relación sintáctica o morfológica. Es por ello por lo que el estatuto de la relación implicada es distinto, pues dependiendo del contenido semántico —léxico o instrumental— de la preposición serán índice de relación semántica o instrumental. Es claro que este tipo último de preposiciones, como por ejemplo la a del complemento directo en español, son un ejemplo de gramaticalización, utilizado con diversas funciones, como la marcación de perífrasis, caso4 o subordinación, pero que en modo alguno están exentas de significado (Langacker, 1992). La gramaticalización de las preposiciones puede comprobarse mediante diversas pruebas combinatorias, así como por el hecho de no tener restricciones de selección temáticas (Rooryck, 1996). A pesar de que trabajamos con dos hipótesis —relación funcional semántica y relación funcional instrumental para los usos gramaticalizados—, y de que hayamos postulado diferencias entre los elementos pertenecientes a una misma categoría, una categorización prototípica nos va a posibilitar el mantenimiento de una única categoría metodológica, como más tarde explicaremos (Cifuentes, 1989; 1996). Es de esta forma como vamos a poder seguir manteniendo los aspectos de relación y sub4 El hecho de que una preposición pueda funcionar de esta forma, o, en general, que en las lenguas románicas los casos fueran remplazados por las preposiciones, no supone, en modo alguno, evidentemente, que preposiciones y casos signifiquen lo mismo (Morera, 1998: 27).

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ordinación como los rasgos definitorios fundamentales de la preposición (Gaatone, 2001: 25). Algunas otras definiciones, con cierto peso en la tradición lingüítica española se sitúan en una línea complementaria a lo que hemos dicho, pues aun definiendo las preposiciones desde un punto de vista sintáctico, reconocen su función relacionante, definiéndolas como "morfema intenso hipotáctico independiente" (Trujillo, 1971: 239), "marcante de los elementos del predicado", es decir, que relaciona el grupo verbal con la clase de los objetos para constituir el predicado (López García, 1990: 173-175), "unidades dependientes" que incrementan a los sustantivos, adjetivos o adverbios como índices explícitos de las funciones que tales palabras cumplen, bien en la oración, bien en el grupo unitario nominal (Alarcos, 1994: 214), etc. En definitiva estas definiciones modelos que hemos seleccionado, constituyen unas definiciones similares a las que son establecidas desde la perspectiva generativa. Tanto en Gramática Generativa "ortodoxa" como en la perspectiva generativista, más o menos heterodoxa, de Lang (1991; 1993; Lang et alii, 1991) denominada de los dos niveles, se conciben las preposiciones como elementos relacionantes. Dentro de la teoría de la X' las preposiciones son descritas mediante los rasgos [-N, -V]. En tanto que categorías principales, tienen propiedades de proyección, es decir, son núcleos de construcciones y, en principio, pueden tomar complementos de proyección máxima. Dentro de esta definición entran también algunas tradicionales preposiciones y adverbios —lo cual es una interesante constatación para cuando analicemos la configuración categorial de las preposiciones—. El rasgo [-N] indica que, como los verbos, son asignadoras de caso. Una afirmación generalmente admitida es que los asignadores de papel temático son los verbos y las preposiciones. Esta afirmación parece poder aceptarse ya que en los adjuntos el valor X se expresa exclusivamente por medio de la preposición. Podemos, por tanto, suponer que las preposiciones se consignan en el léxico, al igual que los verbos, como una estructura argumental. Pero las preposiciones más que asignar papel temático lo que hacen es mediar en la proyección de un determinado papel, ser las transmisoras de él, y aun así, las preposiciones no son siempre núcleos léxicos equivalentes a los verbos o a los adjetivos, es decir, no siempre asignan papel temático (Demonte, 1989: 77-78). Esto mismo ha sido señalado por Rauh (1991: 219) al sugerir que es necesario hacer distintos subconjuntos en las preposiciones, intentando demostrar más tarde (1993) que una descripción uniforme de los distintos usos de las preposiciones no está justificada. Así, hablará de preposiciones léxicas, caracterizadas por propiedades sintácticas, semánticas y fonológicas análogas a las de otras categorías léxicas, y preposiciones no léxicas, que no tienen un contenido

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léxico autónomo sino que son el resultado de distintos procesos de gramaticalización (1993: 100)5. Las preposiciones léxicas son, semántica y sintácticamente, los núcleos de las construcciones en que aparecen. Como núcleos sintácticos, determinan las propiedades sintácticas de las construcciones: propiedades de proyección sintáctica, la formación de proformas específicas de la categoría, el potencial para la coordinación o el movimiento y las propiedades de caso. Como núcleos semánticos, determinan propiedades semánticas de las construcciones: los principios de proyección semánticos, que incluyen la selección y las propiedades temáticas de los argumentos internos, modificación de las propiedades relacionadas con los elementos en posición adjunta y especificación de las propiedades relacionadas con los elementos en posición de especificados También determinan propiedades semánticas de las proformas al igual que condiciones sobre la coordinación. Al determinar igualmente su estructura argumental también dejan posible una conexión con los núcleos de otras construcciones que no pueden ser provistos sobre bases puramente sintácticas. Finalmente, como núcleos semánticos, se caracterizan por una serie de propiedades inherentes que los distinguen de otros elementos de la misma categoría (Rauh, 1993: 101). Todas las preposiciones determinan una estructura argumental de dos lugares y una red temática correspondiente (Rauh, 1993: 113), siendo ésta la propiedad que confiere el carácter relacional, pues los dos argumentos semánticos representan las entidades relacionadas6. Así pues, las preposiciones léxicas se caracterizan por los siguientes rasgos (Rauh, 1993: 121): a) las propiedades de proyección sintáctica, es decir, los complementos, son definidos con respecto a su realización 5 A pesar de su adscripción al paradigma generativista, Rauh, al estudiar los procesos de gramaticalización, evidencia que una lengua histórica está sujeta a cambios, a recategorización, a crear estructuras marcadas que no pueden ser explicadas por principios generales de la gramática, que deben ser aprendidas y por ello representadas en el lexicón como unidades complejas. Lo cual nos indica que una gran cantidad de la adquisición del lenguaje no sigue los principios generativos, sino que es en un alto grado un aprendizaje de esquemas fijos, lo que contradice la teoría del lenguaje desarrollada por la escuela chosmkyana (Rauh, 1991: 219), pareciendo asumir una postura menos constructivista (Cifuentes, 1994: 13-19). A este respecto debemos señalar que recientes estudios sobre la adquisición de preposiciones espaciales parecen afianzar la hipótesis de paralelismo entre desarrollo cognitivo y desarrollo lingüístico (Sinha et al. 1994). 6 El argumento externo de las preposiciones se identificará según la función que la preposición asume; si el sintagma preposicional es un adjunto, entonces su argumento externo estará léxicamente representado por el núcleo de la construcción; si el sintagma preposicional asume la función del predicado es el sujeto (Rauh, 1993: 114). Sin embargo, el asunto de los términos relacionados por la preposición es demasiado complejo para dejarlo resuelto con la simplificación efectuada (vid. Cifuentes, 1996: 46-69 al respecto).

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categorial, admitiendo adjuntos y atributos y/o especificaciones; b) determinación de una proforma sintáctica para PJ_; c) movimiento específico de la categoría y propiedades de coordinación; d) propiedades de caso; e) propiedades de proyección semántica, es decir, P se ve afectada por las condiciones de buena formación semántica dentro de P máxima; f) determinación semántica de la proforma sintáctica; g) estructura argumental y marcador temático; h) definición de las propiedades de los argumentos, de los papeles temáticos y de la relación entre los argumentos. Pero las preposiciones no representan núcleos léxicos en todos sus usos: hay muchos casos en los que las preposiciones se dan en oraciones que constituyen sintagmas invariantes sintácticamente. En estos casos las preposiciones no léxicas, o regidas, tienen las siguientes características (Rauh, 1993: 141-142): a) no tienen propiedades de proyección; b) asignan caso estructural; c) son predicados de dos lugares; d) no asignan papeles temáticos, sino los papeles semánticos vinculados, que no tienen relevancia sintáctica. No tienen papel referencial; e) no muestran propiedades de selección que definan el tipo ontológico de sus argumentos; muestran propiedades específicas de su argumento interno, que son, sin embargo, reinterpretadas según el tipo ontológico determinado por la categoría léxica regente; f) muestran propiedades semánticas inherentes que son reinterpretadas según el tipo ontológico de los argumentos determinados por la categoría léxica regente. Las preposiciones regidas siempre forman complementos con sus núcleos léxicos, estando léxicamente regidas por esos núcleos de la misma manera que los casos morfológicos. Las proyecciones de las preposiciones regidas difieren de las de las léxicas en que no permiten operadores como determinantes, ni como cuantificadores, ni como adjuntos. A su vez, las preposiciones regidas difieren de las léxicas en que la relación con sus complementos no es temática, es decir, no está determinada por la marcación temática, si bien existe una relación temática entre el núcleo léxico regente y el complemento de la preposición regida (Rauh, 2002: 16-17). Esta distinción, que parece paralela a la tradicional separación entre preposiciones plenas y vacías7, debe ser, no obstante, matizada, pues en realidad más que dos tipos de preposiciones distinguen tres, según sirvan para asignar caso, funcionen como un operador o constituyan la marca ostensiva de un papel temático, pudiéndose entender en este caso como un predicado con dos argumentos. Sólo en la segunda y tercera de estas posibilidades las preposiciones dan lugar a una proyección SP (Demonte, 7

Fran?ois (2000) utiliza las propuestas de Rauh para delimitar dos criterios (conmutabilidad diferencial y selección/fijación) que permiten diferenciar los empleos léxicos y gramaticales de las preposiciones.

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1989: 77-78), es decir, son interpretadas como léxicas, no perteneciendo las preposiciones en el primer caso al módulo temático8. Pero Rauh también distingue un tercer tipo de variante sintáctica, ejemplificada por aquellas preposiciones que se dan en frases fijas. Estas variantes representan ejemplos de gramaticalización, al igual que las regidas, en el sentido de que han perdido su autonomía. Sus propiedades gramaticales son similares a las no léxicas —o regidas—, excepto en que no preceden a SN completos sino que son fijadas a formas SN, y excepto en que la reinterpretación de las propiedades semánticas inherentes y de selección se dan no según el tipo de argumento determinado por la categoría léxica regente, sino determinado por el N en la construcción. La función gramatical de estas variantes consiste en atribuir propiedades adjetivales o adverbiales a los SSNN. La pérdida de la autonomía significa que las preposiciones de este tipo siempre se dan junto a su nominal (Rauh, 1993: 142). Las preposiciones gramaticales comparte con las regidas la incapacidad para permitir operadores como determinantes o cuantificadores en sus proyecciones. Así pues, la teoría chomskyana, mediante un conjunto de criterios formales, establece al menos tres diferentes subclases de preposiciones: preposiciones regidas, comúnmente divididas en sintácticas, cuya ocurrencia depende de la configuración sintáctica de la oración ("discrepar de") y subcategorizadas, es decir, que son seleccionadas por el verbo ("consistir en"); preposiciones léxicas (las usadas en estructuras locales); y preposiciones fijas, las que muestran una fuerte tendencia a formar frases fijas con sus complementos ("estar bajo presión"). Los tres tipos son insertados antes de que opere el movimiento a. Sin embargo, la inserción de los lexemas (incluyendo preposiciones léxicas y subcategorizadas) debe preceder a la inserción de formativos gramaticales (preposiciones sintácticas) (Bennis, Pins & Verneuhen, 1983; Fríes, 1988). Rauh ha vuelto a tratar los tipos de preposiciones a propósito de la relación entre preposiciones y papeles temáticos (1994), estableciendo cinco tipos de preposiciones para el inglés, que concretan los ya señalados anteriormente. Así, frente a las preposiciones léxicas, gramaticales y regidas, distingue también dos grupos de fijas: preposiciones gramaticales fijas y preposiciones léxicas fijas. Pero lo verdaderamente interesante del estudio último de Rauh —pese al valor de la clasificación anterior, que recoge el uso de las preposiciones en expresiones fijas— es la relación entre preposiciones y papeles temáticos o funciones semánticas. Rauh entiende que son tres las propuestas fundamentales en torno a este tema: 1) las preposiciones son expresión de los papeles que un verbo atri8 Vid. sobre estos aspectos Demonte, 1989: 167-172; 77-82; 1991: 69-115; 220-232.

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buye en un contexto a unos SSNN; 2) las preposiciones son las transmisoras de los papeles que los verbos atribuyen en su contexto a SSNN; 3) las preposiciones son ellas mismas asignadoras de papeles. Entiende que cada una de estas posturas depende de una peculiar perspectiva metodológica, respectivamente 1) sintáctico-semántica, 2) sintáctica, 3) semántica. Las pruebas a que somete su experimentación demuestran como más adecuada la perspectiva semántica, por un mayor y mejor poder explicativo, con lo que quedan descritas las preposiciones como asignadoras de papeles, y los SSPP como receptores de papeles potenciales. Las preposiciones no son la expresión de papeles atribuidos por otras categorías —V o N—. Son fundamentalmente los SSPP los que ejercen esta función de portadores de papel. Es más, la propia relación entre preposiciones y papeles refleja la heterogeneidad de la categoría, pues si bien las regidas parecen fundamentalmente transmisoras, el resto son esencialmente asignadoras. Parecida heterogeneidad ha sido recogida por Demonte, como señalamos anteriormente, al comentar que las preposiciones no siempre asignan papel temático (1989: 78), por lo que parecen mediar en la proyección de un determinado papel. Sin embargo, en el caso de las preposiciones léxicas, sí que asignan papel temático, pudiendo ser interpretadas, por ello, como un predicado con dos argumentos. Tanto las preposiciones regidas como las gramaticales suponen ejemplos de gramaticalización (Rauh, 2002: 16). Pero mientras que para las preposiciones regidas el efecto de gramaticalización es una semantificación de los casos, para las preposiciones gramaticales es una predicación de los nombres, con la función adicional de añadir un contenido preposicional semántico parcial, queriendo decir con predicación que los constituyentes son válidos para permitir adjuntos o predicados (Rauh, 2002: 21). La heterodoxia generativista que supone la perspectiva modular de Bierwisch, Lang y Wunderlich, entre otros, no altera para nada las propuestas establecidas sobre la definición de la preposición, pues asumen (Bierwisch, 1988: 6) que las preposiciones funcionan relacionalmente, siendo los términos de dicha relación los argumentos configurados. Más concretamente se asume (Wunderlich, 1993: 113) que una preposición denota una relación de dos lugares entre objetos o acontecimientos físicos: un objeto es localizado en relación a otro que, en general, es perceptivamente más prominente, siendo esta relación asimétrica e indirecta, asimétrica por la distinción entre argumento interno y externo, e indirecta porque la localización se efectúa dentro de una región particular circundante o próxima a la base configurada como argumento externo. Así pues, la descripción de un lexema y la asignación de este lexema a una particular clase gramatical está ampliamente regida por criterios sintácticos. Esta propuesta, obviamente, está estrechamente ligada

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a la teoría gramatical que busca descubrir el conocimiento latente que el usuario del lenguaje tiene acerca de su gramática. En la Gramática descriptiva de la lengua española, Pavón Lucero (1999: 567) también describe las preposiciones como elementos relacionantes, concretamente sería una clase de palabras encargada de establecer una relación de modificación o subordinación entre dos constituyentes. Desde nuestra perspectiva todo esto puede ser más o menos adecuado, pero no parece ser suficiente para dar cuenta de los procesos lingüísticos, es por ello que, si consideramos los conceptos que subyacen a la producción del lenguaje, tengamos que partir de un punto de vista estrictamente semántico9. Si bien en Gramática Generativa las preposiciones son consideradas normalmente los núcleos de los sintagmas que introducen, en Gramática Funcional (Dik, 1998) y en Gramática del Papel y la Referencia (Van Valin & LaPolla, 1997), son los nombres los núcleos de los sintagmas, e incluso dentro de la propia Gramática Generativa hay una cierta incertidumbre acerca de su consideración como "núcleos funcionales". Así, por ejemplo, Abney (1987: 63) señala que las preposiciones parecen estar a caballo entre las categorías léxicas y las categorías funcionales (en el sentido generad vista)10, y Ouhalla (1991: 202) también señala que la división de las preposiciones en ese sentido no está clara11. Es más, los hechos diacrónicos pueden aportar algunas consideraciones al respecto: son muchas las preposiciones que se originan a partir de nombres o 9 Schulze (1993) ha hecho un interesante análisis de "around", estableciendo que sus distintas instancias, ya como preposición, ya como adverbio, ya como partícula adverbial o ya como parte de un verbo preposicional, más que posibilitar un distinto tratamiento según la perspectiva generativa, muestran más propiedades semánticas comunes que sintácticas pudiera ser correcto admitir. Entonces, las diferentes instancias gramaticales de "around" forman un grupo homogéneo, y las diferentes realizaciones gramaticales de "around" no son sino un reflejo de las diversas maneras de denotar distintos esquemas de acontecimientos. Las diferencias en la forma gramatical no son arbitrarias, sino señales de las diferencias en el significado, son reflejo de cambios semánticos y funcionales (1993: 400-401). 10 Las diferencias entre categorías léxicas y funcionales han sido descritas en detalle por Abney (1987) y Fukui & Speas (1986). Junto a la idea de los rasgos temáticos, que caracterizan a los elementos de las categorías léxicas, pero no a los de las categorías funcionales, las principales diferencias son las siguientes: los elementos de las categorías léxicas tienen significado descriptivo, son autónomos gramaticalmente, forman conjuntos abiertos, y, en cuanto clase, muestran variación en lo referente a las categorías de sus complementos. Los elementos de las categorías funcionales, por otro lado, no tienen significado descriptivo, son gramaticalmente dependientes, forman conjuntos cerrados, y siempre tienen la misma categoría como complemento. " Tremblay (1999: 178) recuerda que, para el francés, la mayor parte de las pruebas que permiten distinguir los dos tipos de preposiciones no son válidas, y, de hecho, estas pruebas lo único que parecen mostrar es que hay un continuo en el interior de las preposiciones.

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verbos, y en los sintagmas nominales o verbales en que las preposiciones se originan, el nombre o el verbo son él único perfil equivalente; su estatuto nuclear se ve reflejado gramaticalmente en que el sintagma nominal dependiente es un genitivo dependiente del nombre relacional o un objeto dependiente del verbo. El argumento SN es únicamente una parte del perfil del sintagma por ser un participante en el acontecimiento verbal o la entidad con la que el nombre relacional se relaciona. Sin embargo, conforme la gramaticalización se empieza a producir, son dos las cosas que ocurren (Croft, 2001: 263-265): el significado de la preposición se ve ampliado en extensión, y, en segundo lugar, el significado viene a coincidir más y más con el significado del verbo. En un ejemplo como cuidaba de ella, la preposición de posee algún tipo de significado, pero su contribución al perfil verbal es mínima; cuidar siempre contiene el significado de de, y de hecho escoge el significado de de en ese contexto, en contraste con muchos otros significados que de posee. Es decir, en la evolución de los sintagmas preposicionales, el perfil de la preposición cambia hacia el del verbo que la rige, dejando al nombre como núcleo de su sintagma: en las preposiciones subcategorizadas (más gramaticalizadas que las léxicas, evidentemente), no está nada claro cuál es el perfil del sintagma preposicional, pues el perfil de la preposición se ve absorbido por el verbo, y las propiedades inherentes del sintagma nominal son más indicadores de su relación semántica con la situación denotada por el verbo. En Gramática Cognitiva las preposiciones son entendidas como expresiones relaciónales, ya que expresan cómo el conceptualizador configura las partes que constituyen una escena espacial con respecto a otra12. Entonces, las preposiciones expresan cómo el hablante establece un lazo cognitivo entre dos o tres partes de una escena espacial. Esta relación cognitiva es perfilada según principios cognitivos que operan sobre las convenciones asociadas a las respectivas partes de una escena espacial en el particular dominio cognitivo. Así pues, las preposiciones, en tanto predicaciones relaciónales, perfilan una relación entre dos entidades en relación a una base de espacio físico13. La base es aquella parte del esquema que está en el alcance de la predicación que es conceptualmente cubierta. Es función de una predicación —tradicionalmente enten12 Sancho Cremades (1995: 63) realiza una definición prototípica de la categoría preposicional a partir de un conjunto de rasgos entendidos como parecido familiar. Pero realmente lo que establece es una definición de la preposición desde distintos puntos de vista: fonológico, sintáctico y semántico, es por ello por lo que todas las definiciones son complementarias. El punto clave es la diversidad de comportamiento de los elementos dentro de cada definición. 13 Desde luego las preposiciones no son las únicas unidades lingüísticas que pueden realizar esta función, pero sí en la manera que más tarde caracterizaremos.

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dida como núcleo de una construcción determinada— singularizar un aspecto específico de una base de forma que obtenga una especial prominencia. En el caso de las preposiciones espaciales esta función se realiza de la siguiente manera (Cifuentes, 1989: 187): espacializando el objeto localizante o base según una determinada estructura espacial (verticalidad, interioridad, perspectividad, lateralidad), sirviendo esta espacialización como localización del objeto localizado o figura. Evidentemente esta espacialización tendrá un carácter esquemático: el //bro(figura) está en(interioridad) el armario(basé).

2.1.2. VALOR SEMÁNTICO DE LAS PREPOSICIONES El hecho de que alguna preposición haya perdido en determinados usos todo significado no autoriza a negar contenido semántico a las preposiciones en general (García Yebra, 1982: 743; Gaatone, 2001: 27). Prueba de que las preposiciones poseen, separadamente, valores semánticos determinados puede ser su incapacidad para conmutar libremente en un contexto dado (R. Trujillo, 1971: 256), el cambio de dos preposiciones en un mismo contexto implica una alteración del significado de la oración. Su valor puede ser más o menos impreciso, más o menos difícil de determinar a partir de la inmensa cantidad de realizaciones, pero no hay dos preposiciones que coincidan absolutamente. Las coincidencias parciales en ciertos contextos —neutralizaciones— se dan también en otros elementos de la lengua y no son una prueba de denegación. Una de las características de la preposición es su libertad conmutativa, su posibilidad de elección —dentro de las restricciones semánticas que implica el contexto—. Ahora bien, hay muchos casos en que no se nos presenta tal posibilidad de elección, así cuando la preposición se suelda al elemento regente ("jactarse de") o al regido ("es de grande como Pedro"), en ambos casos la preposición carece de carga semántica; pero se trata de esquemas de norma fijados históricamente en los que es imposible un análisis sincrónico de las preposiciones: sólo cabe el análisis como totalidad, pero esto no corresponde ya al nivel de las preposiciones, sino al de las lexías así formadas, en tanto que elementos de valor funcional único. Conviene por tanto distinguir metodológicamente (R. Trujillo, 1971: 257; Gaatone, 1976: 15) los usos en que la preposición es "elegida" e indica el valor de la relación, de aquellos en los que es un mero índice hipotáctico, pues aunque históricamente siempre pueda justificarse un uso preposicional, sincrónicamente no ocurre así. Únicamente las denominadas preposiciones llenas serían ejemplo de relación sintáctico-semántica, pues las vacíasno serían más que simples juntivos, es decir, elementos de relación exclusivamente sintáctica. Pero las preposiciones, nos dice Trujillo

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(1971: 261)14, no son palabras vacías: a cada una le corresponde un contenido (o varios, según la distribución) independientemente de que puedan aparecer fijadas en la norma lingüística, constituyendo unidades de función lingüística o lexías con valor determinado. El hecho de que algunas preposiciones sólo tengan significado gramatical, y sólo se unan, por ejemplo, para expresar la función sustantiva no quiere decir que sean palabras vacías en tanto que sin significado. De hecho no hay palabras vacías ni palabras llenas, sino, si acaso, unidades que se distinguen por la intensidad de su carga semántica (Dervillez-Bastuji, 1982: 117), lo cual ha sido asumido en Gramática Cognitiva con la indistinción entre lexema y gramema, en tanto que todas las unidades, al ser simbólicas, son significativas, y la relación histórica existente entre locución prepositiva de base nominal y preposición es buena prueba de ello. En el caso de las preposiciones gramaticalizadas, no se trata de que éstas carezcan de significado, sino de que, simplemente, la lengua en cuestión sólo permite una forma convencional de construir y expresar un cierto tipo de nociones (Langacker, 1992: 296). Pero hay una larga tradición de diferenciar entre palabras plenas, vacías y mixtas (Cadiot, 1989: 25-26). La noción de "palabra vacía" parece surgir en Vendryes, aplicándose a las palabras que no pueden ser traducidas por una única expresión en una lengua extranjera, y cuanto más vacía más aumenta su valor abstracto (1921: 201). Y en este sentido algunos autores (Sechehaye, Wartburg, etc.) distinguieron entre dos tipos de preposiciones, e incluso tres. F. Brunot y C. Bruneau (1956) distinguen entre preposiciones vacías (ej.: a, de), semivacías (avec, en), y llenas. Las preposiciones vacías, que pueden expresar relaciones muy variadas, son preposiciones muertas que se han vaciado de su sentido original, como "de", que ha dejado de marcar el punto de partida ya que ya no marca el de llegada (1956: 418). Gougenheim (1959: 6) pretendía que "de" fuese la única preposición vacía del francés, pues es la única preposición cuyo valor intrínseco está totalmente diluido de forma que se puede decir que no se deja percibir. En definitiva, podemos resumir en tres los criterios que deciden si una preposición es vacía o incolora (Vandeloise, 1993: 7): 1) su empleo es gramatical; 2) tiene múltiples empleos; 3) tiene un nivel de abstracción excesivo. Pero el primer criterio toma otro valor si se atribuye a la gramática un valor simbólico (Cifuentes, 1994: 19-20), y los dos últimos pueden parecer diferentes e irrelevantes si se abandona la concepción clásica de la categorización lingüística (Cifuentes, 1994: cap. IV), pues aceptamos que puede haber diferencias dentro de los elementos pertenecientes a una misma categoría metodológica —el significado en este caso—. Para Cadiot (1989) las 14

Y, más recientemente, Morera (1998: 24).

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preposiciones semánticas tienen, en principio, una organización argumental propia, codificada léxicamente y que les permite instituir una relación, por contra, las preposiciones incoloras no poseen un color específico en tanto que no hacen más que reflejar el de su contorno lingüístico. Pero, como Vandeloise (1993: 8) arguye, que una preposición reciba su color del mundo extralingüístico o de la organización del discurso no supone decir que simplemente llenan un vacío entre dos enunciados, por lo que la preposición no es un término vacío, sin significado (Camprubi, 1999: 35). Así pues, podemos concluir que las preposiciones tienen significado, que podamos establecer un gradiente en su configuración categorial según expresen significado léxico o gramatical —con los límites difusos entre ambos— es otra cuestión15. A esta misma sistematización han llegado perspectivas tan alejadas como la de Trujillo o la Gramática Generativa. Por otro lado, debemos recordar (Gaatone, 2001: 27) que las locuciones prepositivas siempre están "plenas" de significado léxico. Trujillo establece tres tipos de preposiciones (1971: 261): a) preposiciones con significado léxico, en las que su conmutación y distribución es inherentemente significativa (ej.: preposiciones con contenido espacial); b) preposiciones resultado de fijaciones, en tanto que lexicalizaciones, cuya única explicación se encuentra en la historia de la lengua (ej.; "jactarse de"); c) preposiciones resultado también de fijación diacrónica en las que actúan como meros indicadores de función sintáctica exclusivamente (ej.: "a" de complemento directo de persona). Me parece que esta clasificación es totalmente paralela a la establecida en Gramática Generativa entre preposiciones léxicas, subcategorizadas y sintácticas, y que, como hemos dicho, tiene su precedente en la clásica delimitación de preposiciones llenas, mixtas y vacías, pero con la consideración de que siempre tienen un contenido: relación, pudiendo ser esta relación léxica y gramaticalmente muy variada. De nuevo, a pesar de las diferencias, una categorización prototípica de las preposiciones posibilita su tratamiento unitario, pudiendo ser sancionadas las distintas instancias prepositivas desde la categoría. Pero teniendo en cuenta que la preposición es un elemento de relación, su significación no es tan concreta como en otras palabras, es fundamentalmente informativa (M.a L. López, 1972: 146; Fillmore, 1982: 42-45), de ahí que necesite el contexto para concretarse en cada caso y que tome su significación en el discurso mediante la función. J. D. Luque 15 A similar conclusión llega Van Oosten (1977), en un trabajo pionero en lingüística cognitiva, señalando que hay una gradación en las preposiciones incoloras, es decir, que hay preposiciones más incoloras que otras. Las preposiciones, incluso las incoloras, tendrían un significado central, que, según Van Oosten, sería espacial.

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Duran (1974: 15) llegará a decir que la preposición sólo significa en el contexto, aunque un contexto en el que el valor semántico de los términos relacionados establece límites a las posibilidades de conmutación. Sin embargo, el que la preposición se concrete en el contexto no significa afirmar que su significado es vago, difícil de definir o inexistente (C. Hernández, 1984: 510; Marcos Marín, 1980: 323; Luque, 1974: 15). Las preposiciones son unidades cuya significación supone una obligada consideración del contexto —o del cotexto, en el caso de las preposiciones sintácticas—, pero esto sólo quiere implicar que hay que dar cuenta de cómo el contexto determina los significados, en definitiva dar cuenta de las condiciones de empleo de los términos relacionantes, lo cual en modo alguno entendemos como infinito o misterioso, sino posible de estructurar. 2.2. ACERCA DEL SENTIDO ÚNICO DE LAS PREPOSICIONES Ya Benveniste (1971), en 1949, señalaba que cada preposición de un determinado idioma dibuja, por medio de sus diferentes empleos, una cierta "figura" en la que se coordinan sus sentidos y sus funciones, "figura" que es preciso considerar si se quiere dar al conjunto de sus particularidades semánticas y gramaticales una definición coherente. De igual manera, Bróndal (1950: 127-128) señalaba que la reducción de todos los empleos de una palabra a una definición única es siempre posible y necesaria, e insistía en la naturaleza puramente conceptual de esta significación central, que no debe nunca ser asimilada a alguno de sus empleos —en particular a los espaciales—. Bróndal consideraba que una unidad es siempre idéntica a ella misma, a pesar de todas las variaciones de tipo de empleo, de forma de intuición o de función sintáctica. Una unidad debe ser considerada como constante en el interior de una norma determinada, independientemente de sus variaciones en el tiempo y en el espacio, siendo necesariamente específica, es decir, diferente de toda unidad paralela incluso en el seno de cada variación particular (1950: 122), siendo Sechehaye (1914: 294-295) de la misma opinión. En estas consideraciones, P. Marq (1972) creía poder hacer derivar los empleos abstractos de las preposiciones alemanas de los empleos espaciales, pero estas preposiciones estaban "recortadas" de todos sus empleos fuera del dominio espacial. Y. Bertrand (1975) señalaba igualmente la ligazón entre las preposiciones abstractas y los empleos espaciales. Fue sin embargo B. Pottier (1962) quien había dado desde 1962 unas representaciones unitarias de las preposiciones, aunque luego su trabajo pareciera carecer de la vinculación de estas representaciones con los diversos empleos. Así, señalaba (1962: 127) cómo es posible agrupar la multiplicidad de sentidos discursivos de las preposiciones en tres

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campos de aplicación (espacial, temporal y nocional), y cómo, a su vez, de ellos es posible extraer los rasgos cuyo ensamblaje constituyese un esquema representativo de los mismos. La perspectiva de Pottier ha sido muy seguida en España, piénsese por ejemplo en M. L. López (1972: 129), Marcos Marín (1980), Osuna (1991: 103 y 107), etc. También Bennet (1976; 1983), desde unos principios distintos a los de Pottier, propone la existencia de un concepto general de localización que no es específicamente espacial o temporal. Quizás el principal problema con que se encuentran todas estas propuestas de representación única del sentido de las preposiciones es el de la hipótesis localista, en el sentido de que el dominio espacial es dominante genética y funcionalmente sobre los dominios temporal y nocional, de ahí que se tienda a una mayor especificación y estudio en el ámbito espacial, como hacía Pottier. En contra de este planteamiento están quienes, admitiendo el carácter significativo de las preposiciones, postulan que su significación es polisémica. Luque Duran (1974: 15-16), por ejemplo, afirmará la imposibilidad de expresar un significado único, una imagen mental común a todos los usos, de ahí su vinculación contextual. Esta polémica se ha reavivado en cierta manera con los estudios de Gramática Cognitiva, donde se alude a las nociones de "core sense" (Langacker, 19867; Hawkins, 1985), "impulsión" (Vandeloise, 1986), "ideal meaning" (Herskovits, 1986), y "radial network" (Lakoff, 1987)16. La propuesta fundamental del "sentido central", en el punto que nos ocupa, es que hay algún contenido semántico que es mostrado por todos los sentidos observados de un lexema polisémico (Hawkins, 1985: 181 y ss.). El primer paso en el análisis del significado central en la polisemia es proveer la organización de los sentidos polisemos observados en busca de este sentido común. Cuando es encontrado, se establece como el sentido central del lexema polisémico. Dado este sentido central para todos los sentidos observados, llega a ser posible establecer la relación específica entre el sentido central y el sentido dado en superficie. Si la observación de sentido superficial es adecuada, es posible establecer el particular contorno lingüístico en el que el sentido observado se manifiesta. El establecimiento de dos manifestaciones juntas motiva una regla con16 Y no sólo en Gramática Cognitiva, pues Berthoneau & Cadiot (1991: 4), por ejemplo, retoman también de las propuestas clásicas el principio de abstraer, mediante reducción a partir de los diferentes empleos, una representación del sentido de las preposiciones, es decir, de las operaciones abstractas que regularían su puesta en uso, y hacen suya la hipótesis de que detrás de la diversidad de empleos, cada preposición tiene un nudo fijo de significado, aprehendible en términos abstractos de valor, de procesos o de instrucciones.

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textual para crear un sentido divergente del sentido central. El descubrimiento de tales reglas derivacionales tiene un significativo efecto sobre la manera en que la polisemia puede ser tratada en la gramática. El sentido central establecido puede ser introducido en el diccionario como la única significación del lexema. De esta manera la polisemia es evitada en el lexicón teórico. Los sentidos divergentes de un lexema polisémico no son introducidos en el lexicón, sino que son derivados mediante reglas. Estas reglas derivacionales constituyen una parte distinta de la gramática. Hay algunos desacuerdos concernientes a la naturaleza de estas reglas derivacionales del sentido central. Esto conduce directamente a una tercera área de divergencia entre las aplicaciones específicas del sentido central: ¿qué debe estar contenido en el lexicón? (Hawkins, 1985: 184). Es claro que algunos significados centrales no siempre aparecen, así, por ejemplo, Brugmann (1984: 21) señala que no puede darse ninguna definición singular para todos y cada una de las ocurrencias de "very", y éste es uno de los ejemplos estudiados por Lakoff (1987: 416-461) para dar cuenta de la noción de categoría radial. Aspecto este último en el que también insiste Langacker (1988: 136-137) al señalar que lo que debe caracterizarse y describirse son las redes semánticas que posibilitan una realización fonológica común, estudiar y sistematizar los distintos significados relacionados (Brugmann, 1984: 35), siendo la homonimia el punto final a lo largo de un continuo relacional17, es decir, un caso límite de polisemia donde la única relación entre los significados viene dada por la expresión (Langacker, 1988: 137), siendo lo interesante ver las relaciones significativas. Y esto es así porque parte de la hipótesis de Nunberg (1979: 154) de que no hay manera determinada de dar cuenta de la reducción a las invariantes, ya que en muchos casos no tenemos fundamento para decidir cuáles de los distintos usos están convencionalizados. Ante las limitaciones teóricas que señala, estima que para poder resolverlas sea necesario primero considerar los esquemas que posibilitan la derivación de los usos no convencionales. Y va a ser una consideración pragmática de la referencia lo que nos explique cómo un nombre o término general puede ser usado para referir algo en ausencia de una convención lingüística para hacerlo: asume que la función referencial se deriva de un número finito de "funciones conceptualmente básicas" —tipo de, posesor de, etc.— (1979: 156), además de considerar el conservadurismo propio de todo proceso diacrónico de convencionalización e idiomatización (1979: 171). Investido de este aparato teórico, Nunberg presenta un análisis de la polisemia léxica distinto del tradicional significado central abstracto, o del significado central del que 17 En parecidos términos se expresan Lipka (1990: 135-139), Cowie (1982: 51), Cruse (1986: 71), Taylor (1989: 102).

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derivan todos los usos: asume que todos los usos de una forma están conectados por una red de funciones referenciales, sin decidir si instancian el mismo significado o que alguno es prioritario, lo cual aplica también, evidentemente, a los usos metafóricos (1979: 179). Aun así, nosotros estimamos que hay un problema metodológico subyacente que conviene poner de manifiesto. Desde el punto de vista de su uso, el significado es uno, inefable, si se quiere, y concebido como una intuición idiomática que permite su aplicación a un conjunto heterogéneo de realidades siempre cambiantes18. Incluso podríamos llegar a una cierta conclusión holística del significado. En este sentido, la propuesta cognitiva trata de dar cuenta precisamente de esa capacidad múltiple adaptadora del significado, lo que explica su vinculación con la semántica historicista (Geeraerts, 1997; Soares da Silva, 1999): las significaciones prototípicas son un intento de representar significaciones ideales junto con transformaciones que adaptan y extienden este ideal a un conjunto de usos, y estas transformaciones toman una viariedad de formas de tansferencias. El nudo central de una categoría prototípica, de una invariante de contenido, no es otra cosa que una convencionalización metodológica que trata de dar cuenta de las convenciones sociales, y cuya periferia más alejada está formada por las idiosincrasias individuales. Los sentidos de cada signo forman una categoría radial, con un miembro central —prototipo— y ligazones definidas por relaciones metafóricas y metonímicas en su conjunto. Los sentidos no centrales no pueden ser predichos desde los centrales, pero no son arbitrarios, están motivados por los casos centrales, las transformaciones de imágenes esquemáticas y los modelos metafóricos y metonímicos. Una invariante de contenido, desde esta perspectiva, no es exactamente una abstracción, pero sí es posible definirla, en términos cognitivos, como un esquema, un miembro superordinado que guarda una relación de esquematicidad con los miembros subordinados de esa invariante, que son los distintos usos que vienen dados como variantes y que incorporan, junto a los rasgos específicos de la invariante, otros rasgos propios del uso en cada contexto. La invariante y la variante guardan una estructura radial, en los términos antes expuestos. Pero si bien desde el punto de vista cognitivo se pueden ver todos los significados concebidos de forma unitaria, es posible considerar un punto de vista lingüístico metodológico, que diferencie significados, invariantes de contenido, a partir de convenciones lingüísticas determinadas según reglas de funcionamiento diferencial sintáctico, semántico, 18

La vinculación de Trujillo (1988; 1996) con el paradigma cognitivista, a pesar de la insistencia del Prof. Trujillo en separar significado y concepto, creo que es perfectamente factible (Cifuentes, 1994: 208 y ss.)

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morfológico y pragmático (Cifuentes, 1994: 191 y ss.) organizadas desde las dependencias paradigmáticas y sintagmáticas. Entiendo que las dos propuestas son complementarias: la perspectiva cognitiva, al centrarse en las relaciones semánticas entre significados —y no en la determinación de variantes e invariantes de contenido, como hace el estructuralismo—, necesita obligadamente una perspectiva histórica que dé cuenta de las relaciones cognitivas entre significados, pero relaciones y diferencias es el fundamento del estructuralismo, de la "estructura elemental de la significación" (Greimas-Courtés, 1982; 1991), y no se puede dar una sin otra, de ahí que para poder relacionar haya que diferenciar, y para poder diferenciar haya que ver sus similitudes. Esta complementariedad se da, además, desde dos perspectivas distintas, pues la determinación de invariantes necesita de un estudio sincrónico y una perspectiva convencional del significado lingüístico, mientras que las relaciones significativas suponen un estudio histórico (aunque en su organización no sea necesario el proseguir tal desarrollo, sino simplemente su desarrollo lógico), que nos explicará cómo se han relacionado cognitivamente los significados, lo que supone una perspectiva cognitiva. 2.3. INTERRELACIONES ENTRE PREPOSICIÓN Y ADVERBIO Alcina-Blecua (1980: 715-718) ya señalan genéricamente la dificultad que entraña la problemática categorial de los adverbios. La falta de exhaustividad de las definiciones tradicionales propone que la mayor parte de los tradicionales adverbios deba engrosar otras categorías gramaticales, de ahí sus interrelaciones con pronombres y preposiciones. Es ello lo que hizo decir a Pottier (1962: 53) que parece que se haya puesto en las gramáticas, bajo la rúbrica "adverbio", todas aquellas unidades con las que no se sabe a ciencia cierta qué hacer; la lista nunca está cerrada y no se encuentra una definición integradora. Nuestra propuesta es que el conjunto de los elementos relacionantes agrupa funcionalmente a categorías tan divergentes, en principio, como ciertos adverbios y las preposiciones. El diferente funcionamiento sintáctico de unos y otros elementos se deberá exclusivamente a problemas contextúales. La dificultad de distinguir entre adverbios y preposiciones es lo que hizo a algunos autores considerar a dichos elementos miembros de una macrocategoría junto con las conjunciones (Jespersen, 1975: 88; Jackendoff, 1977: 79; Vincent, 1997: 210). Moreno Cabrera (1991: 374-376), desde una perspectiva tipológica, plantea la estrecha relación existente, en muchas lenguas, entre adverbios y adposiciones (de las que las preposiciones es un tipo de ellas, y la única forma de manifestación posible en español). Así comenta cómo los

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adverbios españoles "delante, detrás, debajo, al lado, encima" pueden funcionar como preposiciones añadiéndoles "de", y en otras lenguas en las que no existe esa relación adverbio-preposición, obtenemos casos de suplencia léxica, por ejemplo, en inglés "below" equivale a "debajo", y "under" se traduce por la preposición compleja "debajo de" (under the table). Pero la preposición no sólo está vinculada con el adverbio, también con la conjunción, como, por ejemplo, en japonés o español: en español de algunos adverbios se puede derivar un complejo preposicional añadiendo "de", y un complejo conjuntivo, añadiendo "que" (antes, antes de, antes que}. En húngaro son los adverbios los que derivan de las adposiciones, y ello sin salir de la morfología derivativa. Ya Hjelmslev (1978) señalaba la existencia de una tradición lingüística que vinculaba casos, preposiciones, adverbios y pronombres, remontándose a Hartung y Bopp como precedentes de Jespersen en su consideración de la preposición como adverbio transitivo. Esta idea fundamental de transitividad, articulada contextualmente, es la que normalmente nos permite distinguir, sintácticamente, preposición de adverbio. Así, Bennett (1976: 41-42) comenta que a pesar del funcionamiento sintáctico distinto de preposiciones y adverbios, semánticamente son similares. Foskett (1991: 50) ejemplifica y complica el caso de preposición intransitiva a propósito de "together", donde los límites de clase como preposición, adverbio e incluso adjetivo no están claros, siendo quizás éste el hecho fundamental: las categorías no son compartimentos estancos. En definitiva, ha sido muy común la vinculación entr preposiciones y adverbios (Shumaker, 1977: 4-5), siendo muy difícil la distinción entre preposiciones y adverbios preposicionales-preposiciones intransitivas. La confusión entre las categorías llegó a ser tal que Bolinger (1971: 28) propuso una tercera categoría "adprep": un elemento que es adverbio y preposición a la vez. En la perspectiva generativista y modular de las preposiciones también se ha reconocido este mismo hecho. Así Rauh (1991: 182) reconoce que con la definición propuesta se acoge tanto a algunas tradicionales preposiciones como a adverbios, y su perspectiva histórica de recategorización (1991: 219) posibilita el trasvase categorial. Más claro todavía a este respecto es Bierwisch (1988: 37), quien denomina preposiciones intransitivas a los adverbios locales, siendo la propiedad común de elementos como hier, dort, unten, hinten, que especifican propiedades de los lugares por medio de elementos deícticos o fijados en la localización. Los trabajos de Pottier (1962; 1970; 1972; 1974) referidos al estudio de los elementos de relación desarrollan, siguiendo la tradición de Wagner y Freí fundamentalmente, la vinculación entre preposición y adverbio, postura ésta que ha sido seguida por Borillo (1993) y Camprubi (1999) entre otros. Pottier ha señalado que ciertas preposiciones pueden funcionar también como pre-

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fijos (ej.: "sobre"); constatando el hecho de que ciertas construcciones sintácticas con un funcionamiento indirecto ("volar sobre el mar") pueden llegar a ser directas ("sobrevolar el mar") (cfr. Cifuentes Honrubia, 1999: cap. III), pudiendo ocurrir de diferentes formas el paso de la preposición a prefijo. Según Pottier (1962: 198-202) todo elemento de subordinación es susceptible de cumplir las funciones de preposición o de prefijo, pudiendo desarrollar cada una de estas categorías una dimensión espacial, temporal o nocional. El trabajo de Pottier ha sido criticado por Sancho Cremades (1995: 73-75) señalando que los prefijos pertenecen al ámbito de la formación de palabras, mientras que las preposiciones corresponden al ámbito de la sintaxis o de la semántica. Además, entiende que Pottier mezcla con una cierta ligereza hechos sincrónicos y diacrónicos. La conclusión que obtiene Sancho Cremades acerca de la relación entre preposiciones y prefijos, es que son más las asimetrías que los paralelismos, y que por tanto pertenecen a niveles del lenguaje distintos, pudiendo entenderse la identificación entre preposiciones y prefijos sólo desde un punto de vista diacrónico, e incluso así con reservas. Estas críticas a Pottier, sin embargo, creemos que resultan desaforiundas: en primer lugar la vinculación establecida por Pottier entre prefijos y preposiciones corresponde sólo a algunos elementos, cosa que podemos comprobar fácilmente restringiéndonos al terreno de los contenidos espaciales. Por otro lado, la vinculación que establece Pottier entre prefijos y preposiciones es desde un punto de vista conceptual, no lingüístico, y que determinados contenidos conceptuales puedan expresarse lingüísticamente de forma analítica como Figura-relación espacial-Base (siendo la relación una preposición), o de forma sintética mediante incorporación conceptual de dos o más elementos en una forma lingüística —como prefijación por ejemplo (relación espacial/prefijo + Base)—, no quiere decir que, lingüísticamente, sus significados sean iguales, como tampoco será igual su morfosintaxis. Ciertas preposiciones y ciertos prefijos están emparentados desde un punto de vista conceptual, pues cognitivamente expresan lo mismo: una relación espacial entre figura y base. M.a L. López (1970: 24-30), aun adaptando y adoptando las conclusiones de Pottier, en lo referente al aspecto concreto y específico que venimos comentando no es totalmente fiel a las propuestas del hispanista francés, pues si bien afirma que "si nos colocamos en el plano del discurso, podemos definir la preposición como el elemento que pone en relación dos términos A y B, pudiendo ocurrir que el segundo no esté expresado." (M.a L. López, 1970: 24), y que el adverbio de situación es una vanante combinatoria de la preposición en el caso particular en que el término regido no tiene necesidad de ser expresado, no adopta la idea de una clase funcional única, y a pesar de reclamar una revisión catego-

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rial que incluya algunos términos que tradicionalmente han sido considerado adverbios, el análisis que efectúa de las preposiciones lo restringe al estudio de las tradicionales "preposiciones académicas". El fundamental trabajo de Trujillo (1971), aun abordando semánticamente el estudio de las preposiciones, se centra en un corpus demasiado restringido, y coincidente con las tradicionales preposiciones, donde prima la forma sobre la función, pues a pesar de señalar la concurrencia entre determinados adverbios y preposiciones (1971: 276), afirma claramente la distinción entre adverbios situativos y preposiciones (1971: 252). Estas mismas consideraciones son retomadas por Morera, quien establece una clasificación de elementos de relación —incluyendo ejemplos como ante, delante o adelante—, y a partir de discutibles pruebas formales denomina preposiciones o variantes combinatorias preposicionales a elementos como ante o delante, y adverbios a ejemplos como adelante (Morera, 1988: 121-126). Ruwet (1982: 326) pensaba en una categoría englobante única que acogiera a preposición y adverbio. Ruwet postulará una estructura profunda única para estas clases funcionales residiendo únicamente su diferencia en problemas sintácticos de articulación contextual. Dos trabajos fundamentales y decisivos como los de Savary (1984) y Dervillez-Bastuji (1982) también fundamentan una categoría relacionante espacial única. Así, Savary (1984: 38) habla de relatores, término que englobaría no sólo al conjunto de los elementos relacionantes espaciales, sino a cualquier tipo de elemento relacionante. Según Dervillez-Bastuji (1982: 329-330), el componente topológico, que es entendido como el conjunto de propiedades o marcas espaciales abstractas que son puestas en funcionamiento en la localización espacial mediante la dinámica de un elemento relacionante, es atestiguado en todas las lenguas y admite diversas categorizaciones gramaticales. Así, puede realizarse como preposición (entiende que la preposición está normalmente ligada al adverbio, sea porque procede de él diacrónicamente —tal parece ser el origen de las preposiciones indoeuropeas— sea porque se realiza regularmente como adverbio cuando no es especificado por un sintagma nominal que no tiene que regir) en lenguas como el español, como nombre, así en chino, como posposición, por ejemplo en mongol, como adverbio, así en inglés, y como prefijo, en latín por ejemplo. Distinto es el tratamiento que Osuna efectúa, lo cual es curioso, pues siempre que se razona sobre las diferencias entre adverbios y preposiciones —con contenido local— se encuentran más semejanzas que los unen (como señala Schulze (1993: 400-401) a propósito de "around", siendo sus diferentes realizaciones gramaticales un reflejo de las diversas maneras de denotar esquemas de acontecimientos), dejando para las sim-

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plificaciones su indistinción. Según Osuna (1991: 79), la equiparación de preposiciones, adverbios y locuciones prepositivas obedece a un "criterio semántico sustancialista", tratándose de una semejanza en cuanto a la realidad comunicada, pero no en cuanto a la manera en que se formaliza la referencia. A este respecto debemos recordar que ningún cuerpo de asunciones metodológicas puede ser considerado definitivo; y el mejor modelo será aquel que dé cuenta, lo más satisfactoriamente posible, de la realidad comunicativa que estemos analizando. Es por ello por lo que la metodología de Osuna —la función referencial— será válida siempre y cuando se adecué a estos propósitos, y, de principio, no hay razón a priori para sobrestimar la función referencial sobre otros criterios —y menos todavía si consideramos que la semántica de las lenguas históricas no es pura representación. En este sentido las críticas de Osuna al criterio semántico sustancialista me parecen totalmente irrelevantes, pues a) es otro criterio, y teóricamente tan válido como cualquier otro, residiendo su validez o no en el poder descriptivo de sus explicaciones; b) parece arrinconar la sustancia del contenido, como si ésta fuese totalmente independiente de la forma, cuando tal planteamiento está claro desde hace mucho tiempo que no es así (Cifuentes, 1994: 48 y ss.); c) según Osuna "el niño iba tras el perro" y "el niño iba detrás del perro" tienen semejanzas en cuanto a la realidad comunicada, pero no en cuanto a la manera de formalizar la referencia, es decir, su significado es distinto, cosa normal, por otro lado, pues la formalización convencional de la realidad designada es un problema significativo, con lo que sus diferencias sólo atañen al plano del significado, no al de la inclusión categorial, que es otra cuestión metodológica: "la pelota está detrás del árbol" o "la pelota está delante del árbol" pueden suponer una identidad en cuanto a la realidad designada, pero su formalización es distinta porque se expresa con significados distintos, otra cosa es qué tipo de categoría gramatical podemos convenir en que sean los elementos; d) si el análisis de Osuna a partir de la función referencial pretende que "encima" y "sobre" tienen distinta función referencial, porque el primero tiene referencia específica y el segundo parece que no, deforma en demasía el objeto a analizar, pues confunde la función semántica con el comportamiento sintáctico: que "encima" pueda aparecer discursivamente sin la base lo único que quiere decir es eso mismo, no que no la tenga, pues semánticamente es obligatoria, y si una teoría lingüística no puede captar la enorme semejanza entre "encima" y "sobre", para así poder explicar su diferencia, resulta bastante pobre teóricamente; e) si un tratamiento a partir de una hipotética función referencial supone, e implica, que un elemento como "delante" se vea emparentado categorialmente con otro elemento como "tú", y a su vez se diferencie radicalmente de otros elementos como

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"ante", ello hace que este criterio necesite otras perspectivas teóricas para dar cuenta de la realidad comunicativa, pues "delante" y "tú" son significados distintos de contenidos conceptuales muy diferentes, "delante" y "ante" son significados distintos —aunque con posibles neutralizaciones— de contenidos conceptuales similares. Aun así, "delante", "ante" y "tú" comparten algunas características semejantes, como su componente deíctico, u otros aspectos categoriales. En definitiva, no creemos que el interesante trabajo de Osuna adopte una perspectiva semántica —como parece asumir—, pues si fuese así acudiría al significado como medio de explicación —distinto de la referencia— y no a los formalismos de unidades desemantizadas. Osuna (1991: 78) parece reconocer alguna deuda en cuanto a su planteamiento con Bosque, sin embargo sus trabajos son distintos. Bosque reconoce (1989: 202) que adverbios y preposiciones —locales— coinciden en designar lugares, además de compartir los mismos contextos sintácticos en que se seleccionan las nociones semánticas que ambas categorías denotan, así como que admiten además modificadores de precisión (como "mismo" o "exactamente"). Reafirma (1989: 210211) teóricamente dicho posicionamiento con la tradición vista desde Jespersen de distinguir entre preposiciones transitivas e intransitivas, que compara, certeramente, con la distinción de Nebrija entre preposiciones de genitivo ("dentro") y preposiciones de acusativo ("entre"). Sin embargo, parece dejar fuera del planteamiento elementos como "cerca" o "lejos" por dos razones: a) no se pueden construir con modificadores de precisión (*"cerca mismo de la casa"); b) son posibles extracciones que un uso prepositivo no posibilitaría: "la ciudad de la que ya estamos cerca" / *"la mesa de la que dejé el libro encima". Pero estimo que el comportamiento de estos elementos puede ser explicado sin necesidad de excluirlos del grupo: a) difícilmente van a poder recibir modificadores de precisión elementos que expresan imprecisión o relativismos, por ser vagos. El "delante", "detrás", "al lado", etc., de un objeto puede variar según los contextos y las perspectivas, pero en modo alguno son vagos en tanto que sus límites designativos no están claros ni son fijos ni convencionales. Son elementos —según diría Carbonero Cano— apreciadores de la distancia, siendo ésta poca o mucha, términos vagos por excelencia. En definitiva, no se puede precisar lo que no tiene precisión, no podemos incorporar contextual o combinatorialmente a estos elementos que poseen semánticamente el rasgo [-precisión] el rasgo [+precisión]. b) El planteamiento de Bosque mantiene que "cerca" y "lejos" son los únicos elementos de los que es posible hacer extracciones. Sin embargo, podemos observar otros ejemplos: "el planteamiento del que dejé fuera los objetivos fundamentales".

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Todo esto se puede complicar mucho más si consideramos que no siempre es posible la extracción: un estativo como "frente a" no parece posibilitar este tipo de construcciones, igual ocurre con "junto a". Además también hay otros elementos que parecen posibilitar un doble funcionamiento preposicional: "la ciudad de la que estábamos próximos" / "la ciudad a la que estábamos próximos". Kovacci (1999: 720) rechaza la prueba de la extracción planteada por Bosque, ya que considera que la estructura de la proposición de relativo no es la misma en los ejemplos considerados. Así, si se añade al ejemplo dado con cerca una proposición con la estructura propia del ejemplo de encima, obtendríamos propuestas contrarias a las vistas: *la ciudad de la que dejé el coche cerca vs. la alfombra de la que ya estamos encima. La conclusión que obtiene Kovacci es que la extracción posible no depende de cerca o encima. Pavón (1999: 604) señala que las extracciones están vinculadas con la posibilidad de modificación por un cuantificador de grado. Así, por ejemplo, nos dice que encima, con un sentido distinto del locativo originario, admite la cuantificación y la extracción: siempre tengo que estar muy encima de Ana para que arregle la habitación / es de mi hija Ana de quien siempre tengo que estar encima. El distinto comportamiento que muestran los elementos demuestra que tal tipo de posibilidad distributiva no es prueba de ningún tipo de delimitación categorial, aunque sí requeriría un gran esfuerzo de explicación, en el que habría que considerar factores como los siguientes: a) estamos tratando con aspectos temático-remáticos, luego debemos tener en cuenta aspectos pragmáticos en su condicionamiento; b) es necesario considerar la dimensión con la que se trabaja, pues los elementos de las dimensiones vertical y perspectiva no parecen suponer ningún tipo de complicación, pero los que manejan las dimensiones interior y lateral suponen complicaciones; c) debemos considerar junto a los valores locales otros tipos de cualificaciones adjetivales que pueden suponer comportamientos sintácticos distintos. En Gramática Generativa la clase de las preposiciones no es homogénea (Rauh, 1994: 45). Ya Jackendoff (1973; 1977) y Emonds (1972: 1976) señalaban que las preposiciones pueden ser transitivas o intransitivas, y que pueden igualmente tomar complementos preposicionales. Es más, tanto Jackendoff (1973) como Emonds (1976: 170 y ss.) señalaban la necesidad de redefinir la categoría, e incluir en las preposiciones adverbios y conjunciones. Para Morera (1998: 11 y 31) la preposición no constituiría una categoría gramatical particular, sino que pertenecería a la clase de palabras que tradicionalmente se denomina adverbio. En Gramática Cognitiva se señala que tanto las preposiciones como los adverbios y los adjetivos perfilan relaciones atemporales, y son defi-

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nidos a partir de sus funciones modificadoras, es decir, como expresiones que modifican relaciones y cosas respectivamente, por lo que pueden ser agrupados en un mismo conjunto. Los fundamentos de su distinción como clase léxica residirán, por ello, en factores intrínsecos, concretamente en la naturaleza y preminencia de sus participantes relaciónales (Langacker, 1992: 292). Adjetivos y adverbios difieren en la naturaleza de sus figuras, los primeros toman una cosa como figura, y los segundos una relación. Por ejemplo, y siguiendo a Langacker (1992: 293 y ss.), la figura de rápido es una cosa esquemática, que viene elaborada mediante un nombre (coche rápido), mientras que la figura de rápidamente es procesual, por ello especificada mediante un verbo (conducía rápidamente]. Demos destacar que ni el adjetivo ni el adverbio tienen una base destacada. Por el contrario, la posibilidad de tomar un complemento que elabore la base relaciona! es precisamente lo que permite caracterizar a las preposiciones como tales, aun cuando su base permanezca dada contextualmente. Consideradas las preposiciones de esta manera, elementos como delante deben ser entendidos como preposiciones, pues las preposiciones vendrán caracterizadas por la función de perfilar una relación atemporal (sea simple o compleja) que incorpora una base destacable. Nuestra propuesta, basándose en una configuración semánticopragmática, englobará a elementos tradicionalmente considerados como preposiciones y adverbios, consistiendo su diferencia únicamente en problemas de funcionalidad sintáctica, pues la preposición llevará explícita la base mientras que en los adverbios la base estará dada contextualmente. Junto a ello, las llamadas locuciones prepositivas también pueden construirse sintácticamente como adverbios o preposiciones, en consonancia, en cierta forma, con las propuestas de Trives (2001) al señalar que las funciones sintácticas y sintagmáticas no deben ser identificadas sólo desde sus componentes morfológicos, sino en su papel diferencial dentro de la paradigmática funcional sintáctico-sintagmática correspondiente. La discrepancia que supone nuestro planteamiento respecto del de Sancho Cremades, que niega el carácter preposicional a todo elemento que no tenga explícita la base, e incluso teniéndola explícita diferencia categorialmente entre construcciones como damunt de la taula vs. damunt la taula, considerando el primer ejemplo muestra de la expresión N de N, es decir, relacionando de dos nombres que guardan entre ellos una relación intrínseca, y por ello diferenciando este tipo de construcciones de la categoría preposicional, entendiéndolas como nombres locativos (1995: 80-95), realmente podría parecer anecdótica, pues Sancho Cremades parte de la categoría "preposición", y nosotros partimos de la categoría "elemento relacionante", luego es lógico que como los puntos de vista son distintos, haya diferencias. Sin embargo, tanto Sancho Cremades como nosotros partimos de un punto de vista cognitivo, y

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debiera haber más coincidencias, sobre todo si entendemos que la definición categorial debe consistir en un concepto metalingüístico —elemento relacionante en nuestro caso—, y que podamos encontrarnos con diferentes elementos lingüísticos que cumplen ese concepto (por llevar base implícita, etc.) no es ningún obstáculo, desde un punto de vista cognitivo, pues es lógicamente coherente con nuestros requisitos epistemológicos de diversidad prototípica, es decir, reconocer que hay diferencias dentro de los elementos que pertenecen a una misma categoría. Y esta es una perspectiva que Sancho Cremades no sigue, pese a que su interesante estudio vincula —prototípicamente— los distintos significados de las preposiciones que usa. Un adverbio, como principio general, no tiene propiedades de selección inherente, es por tanto el elemento léxico con mayor autonomía de selección. De esa forma, la adquisición de un marco de subcategorización, incluso uno que venga determinado semánticamente, por el cual un adverbio cambia a un estatuto preposicional, es entonces un paso en dirección a una mayor interacción gramatical con otros elementos de la frase, y, por ello, un ejemplo de gramaticalización. De igual forma, es razonable pensar que cuando una preposición se mueve de tener su propio contenido semántico a convertirse en un simple marcador de relación sintáctica (es decir, de ser preposición léxica a convertirse en preposición subcategorizada o sintáctica, o, si se quiere, y con las restricciones hechas, de funcionar como palabra llena a pasar a ser palabra vacía) es un ejemplo de un mayor grado de gramaticalización (Vincent, 1999: 1136).

2.3.1. PROBLEMÁTICA DE LOS ADVERBIOS LOCALES La relación entre los llamados adverbios nominales y las preposiciones es evidente, y existe una estrecha correspondencia entre los mismos: Arriba Abajo Adelante Atrás Adentro Afuera

encima (de) debajo (de) delante (de) enfrente (de) detrás (de) dentro (de) fuera (de)

sobre bajo ante frente a tras en

Como se ve claramente, los elementos de la primera columna, aun necesitando conceptualmente un término de relación, no lo precisan sin-

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tácticamente por venir dado en el contexto, sólo apareciendo en usos denominados vulgares o incorrectos (arriba de la casa), lo cual puede ser indicador de un mayor grado de gramaticalización en los mismos, pues estimamos que la presencia sintáctica del término de la relación es eso mismo lo que refleja. En cuanto a los elementos de la segunda y tercera columna, es indudable su relación semántica y sintáctica, empezando por el reconocimiento general de la necesidad de un término de la relación, que puede estar explícito sintácticamente o dado en el contexto, lo que explicaría la aparición, o no, del elemento de. Debemos recordar que, lingüísticamente, un lugar no puede venir identificado por sí mismo, sino que necesita siempre un término de la relación (Cifuentes, 1989, 1996). A veces se ha planteado que la relación semántica entre estos elementos es distinta, pues, por ejemplo, dentro y en alternan en numerosos contextos, pero en tiene un valor más amplio y menos específico que el de dentro de (lo cual podría ser un argumento a favor de su mayor gramaticalización), pudiendo alternar en estructuras como dentro del armario/en el armario, pero no en casos como en Madrid, en la hierba vs. Adentro de Madrid, Adentro de la hierba, respectivamente, lo cual obliga a Pavón a excluir a esos elementos de la lista (Pavón, 1999: 601). Sin embargo, debemos tener en cuenta que una cosa es su relación semántica y otra que sean idénticos en cuanto al significado: dentro sólo significa interioridad, por ello sólo se puede combinar con bases interiores, por contra en tiene dos valores: interioridad, alternando por ello con dentro, y contacto sobre una superficie (verticalidad), lo que supone conceptualizar la base como conteniendo la figura, excluyendo este significado los valores de dentro. Pero esto mismo también ocurre con las demás parejas, no todos son idénticos en su significado19: llevaba una insignia sobre la solapa vs. ?'llevaba una insignia encima de la solaba, descansaba sobre un pie vs. ?descansaba encima de un pie. Otra diferencia que se ha señalado entre los elementos de la segunda y tercera columna, es que sólo las tradicionales preposiciones pueden expresar también relaciones temporales (Pavón, 1999: 601). Sin embargo, esto último sólo quiere decir lo que dice, pero no me parece un criterio para diferenciarlos categorialmente, pues sólo parece, si acaso, una muestra de menor gramaticalización en el caso de los llamados adverbios, que, no obstante, sí posibilitan valores nocionales. Por otro lado, hay algunos casos que sí permiten los usos temporales: nos veremos dentro de una hora. 19 Vid. Cifuentes, 1996: cap. II, para una consideración de las diferencias y relaciones significativas y sintácticas de estos elementos.

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Suele utilizarse también como criterio diferenciador el hecho de que las tradicionales preposiciones, con valor temporal, no suelen admitir una oración de infinitivo como complemento, a diferencia de los tradicionales adverbios (Pavón, 1999: 602). Sin embargo, la propia Pavón admite ejemplos con hasta: tiene tres paradas hasta llegar a Sol. El hecho de que quiera otorgarle a hasta un matiz final-consecutivo añadido me parece irrelevante, pues desde también puede tener un matiz origencausal añadido, por la propia lógica de los acontecimientos. Se dice también que las preposiciones admiten como complemento un adverbio temporal como entonces, pero no un demostrativo como eso, justamente lo contrario de lo que ocurre con antes y después: después de eso/*'entonces, no se fue hasta ^eso/entonces (Pavón, 1999: 602). Este hecho es totalmente correcto, pero, de nuevo, debemos señalar que no lo considero un dato necesario ni suficiente para deslindar categorialmente los elementos, aunque sí puede ser reflejo de una cierta diversidad dentro de la unidad. Por otro lado, debemos tener en cuenta que hasta no significa tiempo, sino límite, que puede ser temporal según el elemento con el que se combine, de ahí que necesite de un elemento como entonces para significar tiempo. De igual forma, antes o después sí expresan temporalidad, por lo que puede ser un tanto absurdo querer combinarlos con otro relacionante temporal. En cualquier caso es un problema de combinatoria y de lógica temporal. Pavón Lucero (1999: 603) parece excluir la posibilidad de atribuir a estos elementos sintácticos una doble categoría, la de adverbios cuando aparecen sin complemento, y locuciones prepositivas cuando van seguidos de la preposición de. El criterio que utiliza para desestimar esta alternativa es que tanto en un caso como en otro alternan en las mismas posiciones sintácticas sin que se produzca un cambio de significado ni de función. Sin embargo, señala que sí hay cambio de significado y de función en algunas construcciones: alrededor puede funcionar como cuantificador: había alrededor de diez personas; encima puede dar lugar a locuciones adversativas (lo haré por encima de todo)', y dentro puede tener valores temporales. En todos estos casos el complemento no se puede suprimir. Si nos fijamos detenidamente, en esos ejemplos hay una mayor gramaticalización del elemento considerado que afecta al significado, por ello, no debe resultarnos extraño que esa mayor gramaticalización afecte también a la construcción sintáctica y sea preciso el término de la relación20. En cuanto a la consideración de que el adverbio y la preposición de pueden aparecer separados, bien por coordinación, bien por la inversión 20 A propósito del ejemplo con alrededor, vid. apartado 3.7, "construcciones con aproximativos".

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de un modificador entre ambos (Pavón, 1999: 603) (vive enfrente mismo de tu casa, no sé si iremos antes o después de cenar), debemos señalar tres precisiones: a) las locuciones prepositivas de base nominal tienen el mismo funcionamiento; b) una menor gramaticalización en las construcciones que en las denominadas preposiciones simples, o que en cualquier otro elemento, nos puede justificar este hecho; c) debemos recordar algunas construcciones formadas por dos SP, encabezados por preposiciones simples, que forman parte de un mismo constituyente: Albacete está a mitad de camino entre Alicante y Madrid. Una última diferencia que se ha señalado entre las tradicionales preposiciones y los llamados adverbios nominales, tiene que ver con su distribución, pues si bien alternan en muchas posiciones, cuando son término de una preposición que selecciona un complemento locativo, las construcciones con adverbios resultan mucho más naturales que las construcciones con las preposiciones simples (Pavón, 1999: 603-604): hay que cortar los arbustos de [detrás de/?tras] la casa; pasó por [delante de/?ante] tu puerta. Pero ya hemos señalado anteriormente que los significados no son equivalentes, luego, sin necesidad de recurrir a la consideración de la propia Pavón de que hay diferencias en los juicios de los hablantes sobre la gramaticalidad de las construcciones con preposición, podemos entenderlo como reflejo de su diferencia semántica. Así, por ejemplo, cualquier verbo de desplazamiento que indique modo o manera del mismo (pasear, andar, caminar, desfilar, etc.), se puede combinar con un complemento que indique el camino por el que se desarrolla la acción, Qua, y ello lo puede hacer de dos maneras: a) utilizando una preposición simple (caminaba sobre el asfalto}, b) combinando un "adverbio nominal" con la preposición por. caminaba por encima del asfalto. Evidentemente la construcción caminaba por sobre el asfalto es extraña en cualquier lengua funcional del español. 2.4. LAS LOCUCIONES PREPOSITIVAS Y LOS PROCESOS DE GRAMATICALIZACIÓN La adposición indoeuropea (sea preposición o postposición) proviene generalmente de un elemento adverbial o de una partícula pre-indoeuropea, la cual era un elemento altamente móvil y autónomo. Es posible que las preposiciones originariamente fuesen antiguas formas de caso fijadas, pero su formación es demasiado remota para ser claramente analizable (Meillet & Vendryes, 1924: 479). Desde la partícula pre-indoeuropea se originaron dos elementos muy diferentes: el preverbo y la preposición. El preverbo acabó formando una unidad cohesiva con el verbo, que es el núcleo del sintagma verbal, y cuyo estatuto sintáctico no cambia. La preposición, por otro lado, es un elemento gramatical: es el núcleo del sin-

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tagma preposicional, y rige el nombre. En las lenguas indoeuropeas puede aparecer pospuesta (en las lenguas más arcaicas) o prepuesta (en las más modernas) (Bauer, 1995: 129). Originalmente estas partículas servían para localizar el estado o la acción verbal en el espacio, o en el tiempo. Su desarrollo como marcadores aspectuales es posterior y pertenece a la historia independiente de las distintas lenguas (Coleman, 1991: 324). Espero no equivocarme si planteo como general el reconocimiento de que la clase de las preposiciones no es una clase cerrada, sino que admite nuevas adiciones, y, de hecho, los cambios son constantes en el desarrollo de la historia de cada lengua (Vestergaard, 1973; Rauh, 1990). En las lenguas indoeuropeas, todas las categorías léxicas principales parecen haber proporcionado fuentes para el desarrollo de nuevas preposiciones. Así, como ya hemos comentado, muchas preposiciones se han desarrollado a partir de adverbios. Pero los adjetivos son también fuentes plausibles de preposiciones, como like, worth, near en inglés (Mailing, 1983), o freí, fern, unweit, gleich, en alemán. Aun así, las fuentes más importantes para las preposiciones son los nombres y los verbos. Las preposiciones deverbales están ejemplificadas en una amplia variedad de lenguas, así, por ejemplo, en español (durante), inglés (during), alemán (entsprechend), latín (trans), francés (vers), italiano (verso), ruso (blagodarja), etc. (Kortmann & Kónig, 1992). Los nombres pueden haberse desarrollado como preposiciones por ellos mismos (como, por ejemplo, kraft, zeit, laut, minéis, en alemán, o cabe en español), o en combinación con una o dos preposiciones básicas, pudiendo condensarse, a su vez, las preposiciones complejas o locuciones prepositivas en palabras singulares (como, por ejemplo, en inglés beside(s), instead, amid(st), o en español hacia). La idea de que gran parte de los elementos que constituyen los sistemas preposicionales tiene su origen en palabras que funcionaban en épocas pasadas como nombres comunes ha sido comúnmente señalada en los estudios lingüísticos (Humboldt, 1990: 138; Bello, 1981: 698; Hanssen, 1966: 311-315; Vendryes, 1979: 205-206). Más recientemente, y para el español, Alvar y Pottier (1983: 285 y ss.) han señalado la fluctuación histórica existente entre adverbio y preposición, fluctuación que puede tener algún paso intermedio como son las llamadas locuciones prepositivas. Estas locuciones pueden ser entendidas como un conjunto de palabras que tienen el valor gramatical y semántico de una sola, pero junto a este carácter sintácticamente fijo del grupo, hay que considerar también la equivalencia funcional y semántica a la vez (Gaatone, 1976: 15) del grupo con la preposición. Aun así, es preciso reconocer diferencias en el tratamiento de los grupos preposicionales, que en modo alguno serán manifestación de endeblez en la noción de "locución prepositiva" (Gaatone, 1976: 19). En el caso que estamos considerando, estas locu-

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clones tienen una base combinatoria de preposición(es) con otras clases de palabras, fundamentalmente sustantivos y adjetivos. En un estudio de C. Hagége sobre las preposiciones chinas (apud. Savary, 1984: 49), pero en el que considera gran cantidad de lenguas, muestra que si se examina diacrónicamente, la circulación es constante entre las diversas clases morfosintácticas señaladas (casos, prefijos, preposiciones, locuciones prepositivas y adverbios). El chino, según Hagége, muestra ejemplos de preposiciones de origen verbal y posposiciones de origen nominal, este paso se encuentra también en numerosas lenguas citadas por Hagége, de las que algunas tienen también preposiciones que son al mismo tiempo sustantivos. Moreno Cabrera (1991: 375-376) ha comentado el origen histórico diverso de las adposiciones, precisando que es muy común su derivación a partir de sustantivos, así, por ejemplo, en alemán "wegen", a causa de, de "Weg" camino', en francés "chez" de casa', en inglés "between", entre, literalmente, estar entre dos; "because" porque (literalmente ser causa], "beside" al lado de, de "side" lado y "be" estar. También Talmy (1983: 264-276) comenta la importancia que pueden tener las locuciones prepositivas para señalar multitud de matices y caracterizaciones en la localización espacial. Borillo (1988: 5-7) señala la posibilidad de locuciones prepositivas nominales: en lugar de mencionar el conjunto de la base en relación al cual se establece la localización de la figura, se puede precisar la zona particular de que se trate ("en el fondo de"). El lenguaje no posee términos específicos para designar todas las zonas de un objeto, pero hay algunas que son privilegiadas21. Así pues, un cierto número de nombres pueden estar disponibles para designar las diversas zonas de un objeto y constituir uno de los polos de la relación de localización. Es más, como dice Borillo, estos nombres manifiestan un comportamiento muy regular que podría justificar su reconocimiento como una clase léxica bien establecida. Tanto Svorou (1993: 70 y ss.) como, fundamentalmente, Borillo (1988) se han ocupado de señalar los tipos de elementos que pueden incorporarse como núcleos de locuciones prepositivas —espaciales—22: a) los que contribuyen a la delimitación del objeto localizante, es decir, las zonas extremas: bordes, rincones, periferias; b) los que constituyen el lugar geométrico del objeto: centro, medio; c) los que designan zonas que funcionan de forma complementaria: lado, cara; d) términos muy técnicos, que a veces no se consideran en el habla usual, pero que una lista 21

Considérese su relación con los conceptos fuente de los que hablamos a propósito de la gramaticalización. 22 Morera, en la misma línea, considera que la preposicionalización del nombre no es caótica, sino que suele actuar sobre elementos que tienen ya una determinada caracterización semántica (Morera, 1998: 71-72).

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sistemática debiera incluirlos: ábside; e) nombres de partes del cuerpo humano (corazón, pies} que, utilizados para un objeto cualquiera, han perdido su sentido literal, y no conservan más que un sentido locativo: designan la zona que, sobre el animal o sobre el hombre, está ocupada normalmente por la parte en cuestión; f) adjetivos de localización emparejados con nombres que designen particiones en el objeto. Estos nombres a veces hacen referencia a especificaciones de propiedades dimensionales del objeto, pero la mayoría quedan relativamente indeterminados: parte, zona, región, etc. Un adjetivo puede modificar no sólo un nombre como zona, porción, etc., sino también un nombre de localización interna, aportando una indicación espacial más precisa que los términos más generales: sobre la parte norte, etc. Algunos de estos adjetivos son de uso muy especializado: frontal, marginal, etc. Es claro que el emparejamiento debe ser sometido a reglas de compatibilidad que aseguren la combinación de los rasgos precisos de la categoría afectada; g) bases ambientales (cielo, cañón, río). El desarrollo de los términos de bases ambientales está motivado básicamente por la localización relativa de tales bases dentro del entorno de actividades de una comunidad. Borillo (1988: 6-7) también señala que el recorte en zonas da cuenta de la orientación del objeto en el espacio. Sin embargo, la designación de estas zonas no es para todos los objetos, pues en ciertos casos se puede plantear una orientación contextual (deíctica vs. inherente). De igual forma, en la orientación en el espacio, lo que cuenta para la definición espacial del objeto y, en consecuencia, para las zonas según las cuales puede ser recortado, son unas oposiciones que determinan fenómenos tan diferentes como la proyección en el espacio (eje vertical/horizontal), la orientación terrestre (norte/sur), las convenciones de lectura de los planos (alto/bajo); igualmente consideraciones de medida (largo, ancho), propiedades funcionales (entrada, salida), etc. Siempre en función de la naturaleza funcional del objeto, todos estos rasgos son considerados para diferenciar y nombrar las diversas zonas de marca. Por otro lado, Svorou (1993: 85-86) ha comprobado que las lenguas proveen evidencia diacrónica y sincrónica de que los términos de partes relaciónales de los objetos (medio, delante) constituyen desarrollos históricos de partes corporales y de bases ambientales. Tales desarrollos diacrónicos son el primer paso hacia su fusión gramatical. En definitiva, en los procesos de desarrollo de los relacionantes espaciales desde nombres, hay un continuo de gramaticalización, siendo la metáfora y la metonimia en gran parte responsables de ese avance en la gramaticalización. Estas propuestas vienen a cuestionarnos en cierta manera los límites entre lexema y gramema, ya que, por ejemplo, partiendo de las siguientes frases: "el libro está dentro del armario"I"el libro está en el interior del armario", comprobamos que tanto "dentro" como "interior", como cual-

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quier otro nombre semánticamente aceptable en ese contorno, comportan las mismas reglas sintácticas. Podemos encontrarnos pues con una equivalencia semántica, total o parcial, entre ciertos nombres y ciertas preposiciones. Incluso en algunas lenguas como el turco (Bastuji, 1978; Dervillez-Bastuji, 1982), se observa que, en esta lengua sin preposiciones, las relaciones espaciales o mareajes topológicos son especificados por nombres declinables que tienen las mismas propiedades formales y combinatorias que otros miles de unidades pertenecientes a la clase gramatical de los nombres; nada los distingue, en este nivel de análisis, sino una frecuencia significativamente más elevada, pero que también se encuentra en otros sustantivos de poca intensión sémica, como cosa. Podemos por tanto concluir que no hay correlación obligatoria entre clase gramatical y propiedades semánticas, pues según las lenguas —e incluso dentro de una misma lengua— una misma estructura de rasgos semánticos puede realizarse como nombre, verbo, preposición, etc. Los criterios de pertenencia al léxico son, pues, muy fluctuantes. Por contra, lo que es fundamental es que una unidad sea el marcador no sólo de una relación referencial, sino también de una relación sintáctica, y, por tanto, si todo lexema es necesariamente un gramema, estas dos propiedades no están necesariamente correlacionadas (Dervillez-Bastuji, 1982: 122). Chomsky (1976) señaló que es ciertamente razonable esperar que ciertas unidades puedan aparecer, con determinados rasgos contextúales, en más de una categoría, es decir, puedan aparecer como nombre, verbo o adjetivo según el tipo de constituyente en el que se encuentren insertadas. Se puede ver, por tanto, una disjunción entre las propiedades léxicas, que incluyen las restricciones selectivas, y la categorización gramatical. El proceso de categorización, pues, es a la vez necesario y ampliamente variable según las lenguas, y no excluye neutralizaciones y recategorizaciones en un estado sincrónico. Sin embargo, si bien todo lexema es un gramema, y tiene un significado instrumental, el inverso no es verdad. B. Pottier (1974) ha observado en cierto número de lenguas un proceso de lo que llamó gramemización o gramaticalización, que consiste en ir convirtiendo los lexemas en gramemas por un doble efecto de desemantización y reforzamiento de las dependencias formales. En español, ciertas preposiciones y adverbios provienen de construcciones nominales (ej.: "encima" y "arriba"). En muchas lenguas, entre las que incluimos el español, determinados verbos pueden funcionar como lexemas y como auxiliares verbales. En la mayoría de las lenguas romances el futuro es resultado de la morfemización del verbo "haber". Igualmente, podemos observar determinados sustantivos y adjetivos que tienden a integrarse en locuciones prepositivas que marcan simplemente la localización; determinados adverbios y preposiciones españolas son resultado de la morfologización de estos procesos de gramaticalización (ej.: "encima", "arriba").

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Sin embargo, este proceso de gramaticalización se trata más bien de una tendencia que de un estado fijo y acabado. Se hablará pues de un proceso de tendencias (Dervillez-Bastuji, 1982: 124)23. La gramaticalización, en definitiva, es un proceso de emprobrecimiento semántico. Esta gramaticalización —en tanto que proceso de creación de preposiciones— ha sido un aspecto amplicamente reconocido. M. L. López (1972: 46) recoge este fenómeno señalando cómo surgen preposiciones nuevas, y cómo éstas, a su vez, pueden fijarse o aglutinarse paulatinamente. Bosque (1989: 208209) señala que la formación de muchas preposiciones es el resultado de un proceso histórico que implica una abstracción considerable a partir de estructuras sintácticas y relaciones semánticas muy diferentes de las actuales. Es más, muchas de las relaciones físicas que algunas preposiciones manifiestan se establecen a partir de predicados que las expresan primero léxicamente, para después evolucionar hacia formas gramaticales, por lo que muchas de las llamadas locuciones prepositivas se originan en antiguos SSNN, por lo que no es de extrañar que entre los miembros de esa clase existan distintos grados de integración. Este proceso de formalización preposicional es el que explica (Morera, 1988: 56) que los primeros usos de una futura preposición estén bastante apegados a su base léxica originaria —local—, y que, una vez consolidada como preposición, tienda a ampliar su campo de realizaciones. En definitiva, como señaló Trujillo hace tiempo (1971: 250), lo que ocurre es que muchos elementos utilizados usualmente para la función preposicional no son propiamente preposiciones, en el sentido de que dentro de otros esquemas, pueden desarrollar otros significados gramaticales diferentes, no relacionantes. Según Vincent (1993: 145), el estudio interlingüístico de las preposiciones nos aporta evidencias acerca del denominado "principio de Gabelentz": todos los marcadores gramaticales eran en su origen palabras independientes. En cuanto a las preposiciones, éstas muestran una amplia variedad de fuentes etimológicas, que incluyen verbos, nombres, participios, adjetivos, adverbios, y varios tipos de partículas. La consulta de las gramáticas históricas de cualquier lengua (Vincent, 1999: 1114) nos muestra que las preposiciones modernas casi siempre son resultado de distintos procesos de gramaticalizaciones, pudiendo encontrar un segundo grado en algunas de ellas que permite su clasificación como categorías funcionales, es decir, que son usadas para expresar únicamente relaciones sintácticas, más que expresar su propio contenido semántico24. 23

En Gramática Cognitiva siempre se habla de tendencias, no de reglas fijas. Jiménez Julia (2001: 59) escribe, refiriéndose al español, que las preposiciones deben considerarse gramaticalizaciones de unidades inicialmente más léxicas, es decir, más autónomas, y desarrolladas con el fin de realizar un papel similar al de los casos (oblicuos) en las lenguas que tienen un sistema casual flexivo, como el latín. 24

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Las clasificaciones de la Gramática Generativa o de Trujillo, vistas más arriba, son buena prueba de ello, en tanto que comprobamos, en español, diversos tipos de gramaticalizaciones, siendo la sintactización de las mismas un proceso de gramaticalización por el que van perdiendo contenido semántico y van convirtiéndose en meros marcadores de caso, lo que ha llevado, incluso, a su consideración como vacías de contenido. El estudio del fenómeno de la gramaticalización en las preposiciones se ha vinculado con dos aspectos: a) el desarrollo de preposiciones a partir de categorías léxicas como sustantivos, verbos, adverbios, adjetivos y participios (Kahr, 1975; Heine, Claudi & Hünnemeyer, 1991; Svorou, 1993), y b) el desarrollo de usos prepositivos relativamente concretos a usos más abstractos y marcadores gramaticales (Genetti, 1991; Kilroe, 1994; Kabata & Rice, 1997; Cuyckens, 1999). Se han vertido algunas críticas a la extensión de la función relacionante a las locuciones prepositivas. Osuna (1991: 81-85), basándose en su particular criterio de función referencial, establece dos tipos de posibles locuciones prepositivas, unas del tipo "en el interior de", y otras del tipo "junto a", calificando sólo de "verdaderas preposiciones" a las segundas, en las que el lexema ha dejado de ser el núcleo de la referencia, no habiendo en los demás casos locuciones prepositivas porque el lexema es el núcleo de la referencia, siendo similar su explicación a los casos de formas adverbiales como "ante", "delante", etc., donde el nominal gramatical es el núcleo de la designación. Quisiera creer —y sin ánimo de deformar su planteamiento por simplificación— que la diferencia básica de los tipos de locuciones señaladas estriba en que "interior" puede ser utilizado por los hablantes con valor referencial autónomo, sin que su significado sea distinto del que tiene cuando aparece en construcciones más amplias ("en pintura sólo le gustan los interiores"). Al tener "interior" referencia autónoma no puede ser interpretado como morfema de referencia auxiliar, como son las preposiciones. Este es el tipo de funcionamiento que no posibilita "junto a", de ello su consideración como preposición (*"el niño se durmió junto a"). En primer lugar debemos señalar —como ya recordamos anteriormente— la licitud de la variedad de enfoques metodológicos, luego la hipotética "función referencial" de Osuna no tiene por qué ser la explicación. En segundo lugar, una perspectiva semántica en el estudio de la lengua debe poder explicar la alternancia opositiva "en'V'en el interior de'V'dentro de", y si teóricamente no favorece tal encuentro paradigmático, distorsiona en demasía el funcionamiento de una lengua —que es el objeto a analizar—. En tercer lugar, si no se reconoce que un elemento puede funcionar de diferente forma con esquemas distintos no se está explicando una lengua histórica. En cuarto lugar, que los esquemas relaciónales pueden manifestar explícita o implícitamente la base u objeto

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localizante no supone un cambio en la referencia del elemento relacionante, sino, simplemente, lo que hemos dicho, pues, semánticamente, no debemos olvidar que una lengua es un objeto que se perfila sobre un fondo. Además, y en una perspectiva strawsoniana, no son las expresiones referidoras las que se refieren a algo o tienen una referencia, sino que son los hablantes, quienes, mediante el uso de esas expresiones, hacen referencia a objetos, clases, etc., y podemos referirnos explícita o implícitamente a los objetos localizantes, siendo la función semántica de los elementos relacionantes la misma en ambos casos. Muy interesante es también el análisis de Gunnarson (1986) acerca de expresiones como "lejos de X", "cerca de X", "paralelamente a X", donde estudia su funcionamiento —en francés— como sintagmas adverbiales, sintagmas adjetivales o sintagmas preposicionales (de base preposicional o adverbial). Las interesantísimas pruebas combinatorias que realiza demuestran —independientemente de que pudiesen ser explicadas de otra manera desde una perspectiva semántica— que quedan excluidas como única atribución las estructuras adjetivales o preposicionales, por lo que hay que recurrir a analizar estos sintagmas como frases adverbiales, siendo esta estructura la única compatible con todos los datos considerados, pero concluye también cómo estos sintagmas pueden cumplir diferentes funciones, pudiéndose mantener, por tanto, la existencia de otras estructuras. Y el interés teórico de su propuesta se acrecienta desde el momento que mantiene que existen adverbios transitivos, subcategorizados como complementos preposicionales (1986: 21). Así pues, si retomamos las conclusiones expuestas en el apartado anterior, la organización adverbial, preposicional o adverbial intransitiva es secundaria desde un punto de vista semántico, pues, para el caso que nos ocupa, lo único que manifiesta son funcionamientos sintácticos diferentes de un mismo concepto funcional metalingüístico: elemento relacionante. Pero si bien las propiedades semánticas de una unidad léxica no son directamente derminadas por su clase gramatical, existen, sin embargo, unas relaciones entre esas propiedades semánticas y los tipos de constituyentes con los que la unidad puede o debe ser asociada en la estructura de la frase. Así, la información semántica propia de cada unidad regula la compatibilidad entre los rasgos semánticos inherentes de esta unidad y los rasgos contextúales del contorno, dando como resultado la combinación isosémico-isotópica de cada proceso discursivo. Pero a esta coherencia propia del significado léxico hay que añadir la proveniente de su significado gramatical, de forma que, según las lenguas, el nombre puede o no acompañarse de una especificación sobre el género, el número, la persona, la determinación, el aspecto, la modalidad, etc.

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Dervillez-Bastuji (1982: 249-254) interrelaciona topografía, toponimia y topología. En la topografía se ven acogidos todos aquellos lugares dotados de propiedades concretas (estepa, desierto, etc.); la toponimia se encarga del estudio de los nombres propios de lugares; en la topología entrarían todas aquellas unidades lingüísticas que definen, de forma abstracta, propiedades o marcas espaciales, siendo considerados topológicos tanto preposiciones y adverbios como locuciones prepositivas construidas con sustantivos y adjetivos como "alto", "interior", "dirección", etc. Sin embargo, las fronteras entre topológicos, topográficos y topónimos no son muy claras, ya que todo nombre común puede, por recategorización, pasar a la clase de los nombres propios, y todo topológico o topográfico puede llegar a funcionar como un topónimo señalado por la presencia de una mayúscula. De igual forma, hay unas relaciones de implicación no recíprocas entre topográficos y topológicos, pudiéndonos hacer dudar sobre el estatuto de ciertas unidades como "borde", "principio" o "cara". Así pues, la topología presenta el interés de seleccionar un pequeño número de rasgos fundamentales constituidos en redes más o menos complejas; estos rasgos se encuentran en las categorías gramaticales más diversas, morfemas dependientes como los prefijos y los sufijos, categorías intermedias como las preposiciones, posposiciones y adverbios, y categorías léxicas mayores como sustantivo, verbo y adjetivo, y regulan las restricciones de selección entre las unidades y clases de unidades. Evidentemente estos últimos topológicos sólo pueden funcionar como relacionantes si se ven inmersos en una construcción sintáctica relacionante (locución prepositiva), donde dejan de intervenir parte de sus rasgos léxicos en beneficio de la abstracción que suponen los rasgos topológicos, abstracción que da como resultado funcional los esquemas. Ruwet (1982: 335-336), comentando a Chomsky, ya había señalado la similitud funcional entre las tradicionales preposiciones y sintagmas preposicionales encabezados por sustantivos o adjetivos como "alto" o "interior". En la Teoría de la Rección y el Ligamiento se ha sugerido que cada tipo de categoría sintáctica principal —sintagma nominal, verbal, adjetival, preposicional— comprende además de la presencia eventual de un especificador, un "núcleo" léxico (nombre, verbo, adjetivo, preposición) seguido eventualmente de uno o varios complementos. Por tanto, al igual que en "sobre la mesa" es "sobre" quien funciona como cabeza de su sintagma respectivo, en "al lado de Pedro" o "en lo alto de la montaña" son los topológicos "alto", "lado" quienes funcionan en construcción prepositiva como núcleos de sus sintagmas respectivos y no la preposición "a". Así, y retomando en cierta forma la idea de Jespersen de adverbios intransitivos, se entenderá que no sólo es posible hablar de los adverbios como elementos relacionantes intransi-

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tivos, sino que también podemos encontrarnos con ciertos usos intransitivos de nombres, como los empleos relacionantes de los topológicos, por ejemplo. Definida la preposición como hemos hecho más arriba, como elemento relacionante (pudiendo ser esa relación semántica, o exclusivamente sintáctica, lo que supone una mayor gramaticalización y su consideración, si se quiere, como marcador casual), y teniendo una perspectiva general de la misma marcada por la teoría de la gramaticalización, podemos dar respuesta a algunas de las consideraciones planteadas por Melis (2001: 21), en el sentido de que puede haber preposiciones simples más o menos gramaticalizadas, grupos de palabras que funcionan como preposiciones, y preposiciones simples que pueden tener usos distintos del preposicional, por ejemplo adverbial (como veremos más adelante a propósito de algunos usos de sobre o hasta). El conjunto de los elementos relacionantes, pues, agrupa a elementos tradicionalmente considerados como tales —preposiciones, adverbios y locuciones prepositivas de base adverbial—, y a otro conjunto de categorías que pueden ser reanalizadas como elementos relacionantes con base explícita o contextual, siendo esta recategorización un proceso de gramaticalización que puede incluso llegar a morfologizarse ("arriba", "encima", por ejemplo), pudiéndonos encontrar multitud de casos en los que nombres pasan a elementos relacionantes, y elementos relacionantes con localización contextual pasan a explícita, conformando este último punto el lazo de imbricación entre adverbio, adverbios con función preposicional y preposición (ej.: "arriba nuestro", "arriba de nosotros", "arriba del pozo"). Pero este proceso de gramaticalización que acarrea la desemantización y dependencia, no finaliza en la preposición, sino que puede incluso llegar a la consideración de los llamados prefijos y hasta una vuelta a empezar, donde tendríamos locuciones prepositivas con base prepositiva o adverbial provenientes de una gramaticalización y morfologización, o locuciones prepositivas de base nominal provenientes de una gramaticalización y morfologización prefijal por ejemplo. Así pues, esta dinamicidad tiene la particularidad de que no se sabe cuándo empieza y acaba, ya que la lengua no es una suma de estados sincrónicos, sino que toda lengua es histórica y una continua sistematización. 2.5. PREPOSICIONES Y FRASEOLOGÍA En los estudios sobre el léxico, se entiende por fraseología la combinación de unidades que presentan un cierto grado de frecuencia o de fijación, así como de idiomaticidad, distinguiéndose por presentar implicación sintagmática y solidaridad léxica entre sus componentes, y pertenecer a lo que se denominó discurso repetido (Coseriu, 1981: 297-302),

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es decir, todo aquello que tradicionalmente está fijado como exapresión, giro, modismo, frase o locución^ cuyos elementos constitutivos no son reempleazables o recombinables según las reglas actuales de la lengua. Esta consideración de fraseología, dejando problemas terminológicos aparte, ha estado siempre presente en la lingüística hispánica, desde estudios como los de Cejador (1921: 9), donde se conciben sus objetivos como el estudio de dos o más voces trabadas conforme a la sintaxis castellana que forman un todo expresivo, hasta, por ejemplo, Tristá (1985: 250), quien toma por sus objetivos el estudio de las combinaciones de palabras semánticamente no libres, que no se producen en el habla, sino que se reproducen en ella manteniendo una correlación estable entre un contenido semántico y una estructura léxico-gramatical determinada. J. Fernández Sevilla (1974: 21) señaló la necesidad de elaborar diccionarios que dieran cabida a unidades más amplias que la palabra, no debiendo inventariarse en repertorios independientes ni ser incluidas al final del artículo del diccionario, pues si se parte de la base de que la lexía25 es funcionalmente una palabra, ésta debe formar parte del repertorio de la misma forma que el resto de entradas. De todas formas, reconoce la problemática de este asunto, pues no siempre será fácil saber cuál es el lugar que la lexía debe ocupar. Normalmente se suelen usar como criterio de delimitación de una unidad fraseológica dos condiciones esenciales: fijación e idiomaticidad. La fijación debe entenderse como algo ya hecho, que el hablante almacena y tiende a reproducir sin descomponerlo en sus elementos constituyentes, pudiendo señalar, evidentemente, distintos tipos de fijación, siendo los más habituales en español el orden de los componentes, la invariabilidad de alguna categoría gramatical, la inmodificabilidad del inventario de los elementos integrantes y su insustituibilidad, así como la imposibilidad de transformación (Zuluaga, 1980: 97-98). La fijación, por ello, es una propiedad fundamentalmente sintáctica, y alude tanto a la fijación entendida exclusivamente como complejidad y estabilidad de forma, como a la fijación entendida adicionalmente como defectividad combinatoria y sintáctica. Por otra parte, se ha señalado también la estrecha relación entre la fijación y la especialización semántica o lexicalización, ocasionada por adición o por supresión de significado, una vez establecida una identificación entre una unidad fraseológica y su valor semántico en un entorno determinado. Aun así, conviene señalar 25 Fernández Sevilla (1974: 21) toma el término lexía de Pottier, con el sentido de ''secuencia estable y fija de uniades léxicas y/o gramaticales, funcionalmente equivalente a una palabra que la lengua no posee o el habla no actualiza", equivalente a lo que tradicionalmente se ha llamado locución.

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que la especialización semántica implica fijación, pero no al contrario (Corpas Pastor, 1997: 26). La fijación constituye una propiedad diferencial de la fraseología. Como matriz, actúa a través de un serie de rasgos (defectividad, reproducción en bloque, aprendizaje de memoria) en la constitución de complejos fijos de palabras, que se enfrentan a otros complejos precisamente por ese carácter. Asimismo, es un fenómeno de reproducción lingüística que se halla íntimamente ligada a la propiedad de la idiomaticidad. Gross (1981: 35) ha señalado que las locuciones prepositivas no son en realidad expresiones fijas, sino que se trata de la posición sintáctica particular de un sustantivo (se refiere, obviamente, al modelo de locución prepositiva de base nominal). Sin embargo, debemos considerar que la fijación no es un concepto discreto, sino que hay un grado mayor o menor de fijación que afecta no ya a las locuciones prepositivas, sino a las unidades fraseológicas en su conjunto (Ruiz Gurillo, 1997: 104). La idiomaticidad se entiende como el rasgo semántico característico de ciertas construcciones fijas, en las que su sentido no puede ser deducido a partir de los elementos que la forman (Zuluaga, 1980: 123-124), Sin embargo, hay que tener en cuenta que no todas las unidades fraseológicas son idiomáticas, pues se trata más bien de una característica potencial, no esencial, de este tipo de unidades (Corpas Pastor, 1997: 27). En las expresiones idiomáticas, como en todo signo lingüístico, la relación entre significante y significado no viene motivada de forma natural, pero, frente a otros signos, como los derivados y los compuestos, no presentan la motivación relativa propia de éstos: los compuestos y derivados evocan los términos de los que se componen, vienen motivados desde el punto de vista lingüístico. En cambio, la no composicionalidad de las expresiones idiomáticas, su falta de conexión entre el significado de la expresión en conjunto y la de sus miembros, les niega también la motivación secundaria (Zuluaga, 1980: 126-128). Por tanto, es la fijación la propiedad que vertebra el concepto de unidad fraseológica: las expresiones fraseológicas son principalmente complejos sintagmáticos fijos, lo que indica cierta estabilidad, escasa o nula productividad de sus esquemas sintácticos y/o defectividad transformacional. A menudo, la fijación se acompaña de la propiedad léxicosemántica conocida como idiomaticidad. En otras ocasiones dicha propiedad está ausente. Estos conceptos son términos matrices de todo un conjunto de rasgos. Así pues, podemos decir que la fraseología es el conjunto de aquellas unidades léxicas formadas por más de dos vocablos con separación gráfica, y que se caracterizan por: a) la alta frecuencia de uso y de coaparición de sus elementos integrantes, b) por su institucionalización, entendida en términos de fijación y especialización semántica, c) por su

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idiomaticidad y variación potenciales, y d) por el grado en el que se dan todos estos aspectos en los distintos tipos (Corpas Pastor, 1997: 20). En este sentido, resulta particularmente interesante la clasificación que establece Casares, quien dedica la tercera parte de su libro a la fraseología, abordando el papel de lo que denomina locuciones (1992: 170), entendidas como una combinación estable de dos o más términos que funcionan como elemento oracional y cuyo sentido unitario no se justifica, sin más, como una suma del significado normal de los componentes, distinguiendo el grupo de las que remiten a una idea o concepto, y el de las que carecen de cualquier vocablo dotado de contenido semántico, y su función se limita exclusivamente a servir de nexo sintáctico entre palabras dotadas de significación u oraciones, que denomina conexivas26. Estas locuciones conexivas vienen a su vez subdivididas en conjuntivas y prepositivas, que, desde su punto de vista, no se prestan a consideraciones especiales, limitándose a proporcionar algunos ejemplos, como en pos de, en torno a, por encima de, al través de, etc., para las prepositivas. A. Zuluaga (1980), en su clasificación de las unidades fraseológicas o expresiones fijas, y sintetizando las posturas de J. Casares junto con las de E. Coseriu (1981) y A. V. Isacenko (1948), establece dos criterios de clasificación, uno primero que atiende a la estructura interna de las mismas, ya comentado, y un segundo criterio que tendría que ver con el valor semántico-funcional, según su empleo en el discurso (1980: 138). Desde esta última perspectiva distingue dos grupos: las que por sí mismas forman enunciados completos y no necesitan ningún contexto para su existencia, son los enunciados fraseológicos, y las que, al contrario, necesitan de otros elementos para combinarse en el discurso, locuciones. Las locuciones equivalentes a unidades gramaticales se limitan a establecer relaciones entre otras unidades lingüísticas, por lo que funcionan como instrumentos gramaticales carentes de significados léxico y categorial, pudiendo ser conjuntivas, que funcionan como enlaces de oraciones (como quiera que), elativas, que ponderan verbos, sustantivos, adjetivos y adverbios (como un bendito], y prepositivas, que son transferentes de sustantivos o sintagmas nominales en sintagmas adverbiales (a ras de), G. Corpas Pastor (1997: 51 y ss.), en su clasificación de las unidades fraseológicas, adopta como premisa la combinación de los criterios 26

En relación con esta distinción están las apreciaciones de L. A. Hernando Cuadrado (1990: 539): "en correspondencia con las partes de la oración, ciertas locuciones son equivalentes a unidades autosemánticas (nominales, adjetivas, verbales, adverbiales); algunas, a unidades gramaticales (prepositivas, conjuntivas), y otras, a unidades con semasia eventual y variable (pronominales)".

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de enunciado y fijación, lo que le permite establecer un primer nivel de estructuración en tres esferas. La primera estaría constituida por unidades fraseológicas fijadas sólo en la norma, se trataría de sintagmas libres a los que el uso les ha producido cierto grado de fijación y que denomina colocaciones. La segunda esfera abarca unidades del sistema, a las que denomina locuciones. La tercera esfera estaría formada por unidades fraseológicas que se caracterizan por constituir enunciados completos, pertenecer al acervo sociocultural de la comunidad de hablantes y estar fijadas en el habla, y son denominadas enunciados fraseológicos. La segunda esfera, las locuciones, las subdivide de acuerdo con el criterio tradicional de la funcionalidad, es decir, según las relaciones de equivalencia que establezcan con los distintos tipos de sintagmas oracionales, independientemente de que puedan ser conmutadas por una unidad simple o compleja. Es así como distingue un tipo de locuciones prepositivas (1997: 88), que constituyen el núcleo de un sintagma prepositivo, cuya estructura está compuesta por un adverbio o un sustantivo combinados con una preposición en posición enclítica o proclítica (delante de, gracias a, con objeto de). Ruiz Gurillo (2000) adapta la clasificación de Corpas incluyendo locuciones marcadoras, tratando de recoger con dicha denominación todas las formas de carácter extraproposicional del discurso, pero en lo referente a la esfera objeto de nuestro estudio mantiene la consideración de las locuciones prepositivas. En la tradición gramatical es claro que todo aquello que excedía los límites de la palabra no se trataba, o se trataba muy superficialmente, como ocurre con las unidades fraseológicas, en concreto con las locuciones. Sólo las equivalentes a partículas, es decir, las locuciones prepositivas, conjuntivas y adverbiales han tenido mejor fortuna, pudiendo encontrar interesantes razonamientos sobres sus usos y particularidades. Uno de los primeros gramáticos que incluye en su lista de preposiciones algunas locuciones es G. Miranda en 1566. Son preposiciones de ablativo en derredor del, a escondidas de, etc. Algo más tarde, en 1611, J. Sanford sigue fielmente a Miranda incluso en los ejemplos. Mucho más cerca está A. Bello (1847 = 1988) de la esencia de las unidades fraseológicas, cuando habla de frases preposicionales, adverbiales y conjuntivas. Señala que estas frases pueden intercambiarse unas con otras, ya que existe una gran facilidad para que preposiciones, adverbios y conjunciones se transformen mutuamente. Sin embargo, cuando estas frases están en lugar de un adverbio funcionan como tal, a diferencia de cuando están en lugar de una preposición. Ejemplos de frases son aun cuando, cuanto más, aun bien que. Muchas y muy importantes contribuciones podemos encontrar en R. J. Cuervo (1867-1872 = 1955), que se refiere al lenguaje bogotano en su

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obra, quien, siguiendo a la Real Academia Española, contrasta y compara expresiones españolas extraídas fundamentalmente de la literatura medieval y clásica, con otras populares de su tierra. Tal vez este método de trabajo resulte poco científico, pero supone un testimonio insustituible, ya que al ejemplificar todo tipo de fenómenos, ha conseguido mucho más que otros estudiosos de su época. Según Cuervo, serían frases preposicionales en respecto de, a respecto de, en consideración de (p. 409). Para explicar su formación, recurre a la etimología. La conexión entre adverbios y preposiciones también es mostrada por Salva (1988: 288) cuando señala, por ejemplo, que apenas hay adverbio que no pueda resolverse en una preposición y uno o más nombres. R. Lenz (1920 = 1935) llama locución prepositiva a una combinación de varias palabras que funcionan como una preposición, siguiendo de este modo el concepto de modo prepositivo de la gramática de la Academia de 1913. En origen, estas locuciones provenían de la unión de otras clases de palabras, pero actualmente (o mejor dicho, en el momento en que R. Lenz escribe) están en una fase en que se ha olvidado su origen, y pueden pasar a considerarse como locuciones prepositivas: encima de, entorno de, en punto a. (§ 325 y ss). Por medio de este proceso, estas construcciones han adquirido el carácter de una unidad. El concepto de fijación aparece implícito en este razonamiento de R. Lenz. R. Seco (1930 = 1982) habla de frases prepositivas como debajo de, junto a, encima de, que funcionan como verdaderas preposiciones y pueden ser, por tanto, conmutadas por ellas (debajo de = bajo). Aspecto éste continuado por M. Seco (1982). El Esbozo de la RAE (1973: 436) señala la posibilidad, y la frecuencia, de combinarse las preposiciones con otras palabras, formando locuciones fijas de significación adjetiva, adverbial, conjuntiva, prepositiva y verbal, y añade que los diccionarios suelen recogerlas como tales. Alcina y Blecua (1975) establecen un apartado dedicado a los adverbios prepositivos, donde incluyen elementos como en pos de, en derredor (de), en medio (de), al frente de, al principio (de), caracterizados por su notable fijeza en el uso. Marcos Marín (1980) recoge la definición y clasificación de Casares conjuntándolas con ciertas consideraciones de B. Pottier, cuando afirma que la preposición es una categoría apredicativa, ya que la preposición puede funcionar como locución prepositiva o como locución adverbial, mientras que el adverbio debe considerarse una categoría predicativa, puesto que el adverbio no puede funcionar como preposición. Alarcos, en su Gramática (1994: 215), habla también de las locuciones prepositivas, que funcionan como núcleo de sintagmas preposi-

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tivos y sirven de transpositores de sustantivos a sintagmas adverbiales, señalando que, en las que contienen un adverbio, éste es capaz de funcionar por sí solo (encima de la mesa/lo puso encima), por el contrario, en las otras, se requiere siempre la presencia de un adyacente especificador (a causa de una tontería/ *se enfadaron a causa). En este segundo tipo se pueden presentar distintos grados de integración, pues, como dice Corpas Pastor (1997: 106), muchas de ellas son el resultado de un proceso de lexicalización y especialización semántica, por el que el sintagma correspondiente ha perdido su valor léxico para conservar un significado gramaticalizado y operacional. Son casos como en lugar de frente a en vez de, en el sentido de que el primero tiene un menor grado de integración al admitir el posesivo su respecto del segundo. Sin duda alguna, el trabajo más pormenorizado y exhaustivo sobre las locuciones preposicionales lo constituye el hecho por M. V. Pavón Lucero (1999), dentro de la Gramática de Bosque y Demonte. Pavón Lucero, quizás haciéndose eco de los distintos grados de fijación y cohesión de las locuciones, señala dos posibilidades de consideración de las locuciones prepositivas: en sentido amplio, será locución cualquier expresión que, en su conjunto, presente el comportamiento típico de una preposición, es decir, exprese el mismo tipo de relaciones, aparezca en los mismos contextos sintácticos y alterne con preposiciones de significado similar; y, en sentido estricto, una locución prepositiva será tal siempre y cuando haya dado lugar a una verdadera unidad léxica, perteneciente a la categoría preposición, lo que supondría cumplir los siguientes requisitos: a) no existencia de un sintagma nominal, b) fijación y cohesión interna de la locución, c) comportamiento sintáctico paralelo al de las preposiciones (1999: 579). El inventario de locuciones prepositivas, así como la tipología que establece, resulta muy completo e interesante (1999: 644-646). Como quiera que sea, y a pesar de las palabras comentadas en este punto y lo que de tradición al respecto suponen, lo cierto es que la aplicación lexicográfica del concepto locución prepositiva ha sido prácticamente nula en español, con ello no quiero decir exactamente que no se considere, sino que no se aplica. Por ejemplo, el Diccionario de M. Moliner utiliza los términos locución prepositiva y expresión prepositiva, pero sólo recoge 11 casos (a propósito de, además de, cara a, debajo de, delante de, dentro de, después de, detrás de, enfrente de, lejos de, al revés de), y el Diccionario General de la Lengua Española VOX utiliza partícula prepositiva y locución prepositiva, pero sólo recoge 4 casos (a base de, a diferencia de, de parte de, con vistas a). Sobre el tratamiento de las locuciones prepositivas en el DRAE se ha ocupado recientemente Santos RÍOS (2001), y si bien recoge un inventario aproximado de 80 posibles elementos, señala múltiples deficiencias (ausencia de una acepción cía-

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ramente diferenciada de locución prepositiva, locuciones prepositivas erróneamente registradas como locuciones adverbiales o conjuntivas, indisticiones significativas, registros indebidos, etc.), lo que le lleva a concluir el gran camino que le queda todavía por recorrer a la RAE en este campo.

III. El inventario preposicional

3.1. EL INVENTARIO PREPOSICIONAL Suele decirse que uno de los mayores problemas de la preposición es el relativo a su inventario (vid. por ejemplo, Lázaro Mora, 1985: 375), pero esto es algo común en el análisis de cualquier otra clase de palabras, y si parece acuciante en el caso de las preposiciones es porque las preposiciones a veces se han maldefinido como un inventario cerrado, frente a los adjetivos, por ejemplo, que suelen entenderse como una categoría de inventario ilimitado. Pero, en realidad, una y otra son conjuntos cerrados en el sentido topológico (López García, 1991: 179-171), es decir, no podemos señalar cuáles son sus elementos sino tan sólo establecer sin vacilación que un cierto elemento no pertenece al mismo, estando constituido el conjunto cerrado de las preposiciones por todos aquellos elementos lingüísticos que pueden funcionar relacionalmente dentro de un esquema oracional simple, lo que obliga a entender la categoría como abierta (Alvar y Pottier, 1983: 285), en el sentido usual de la misma. Así, por ejemplo, para el francés ha sido propuesto que si bien las preposiciones simples no constituyen más que un pequeño grupo de una veintena de términos, la mayor parte de la clase está constituida por preposiciones compuestas, que forman un conjunto heterogéneo con fronteras mal definidas, evidentemente (Borillo, 1993: 29; Tremblay, 1999: 172).

3.1.1. VARIACIONES EN LAS PREPOSICIONES SIMPLES Si en el capítulo anterior hemos visto la diversidad semántica que afecta a las preposiciones, debemos señalar que esta diversidad también se manifiesta en su comportamiento sintáctico, y ello ateniéndonos al estrecho margen conceptual que suponen las preposiciones simples: a) El sintagma preposicional puede ser, funcionalmente, un complemento del nombre, siendo la preposición encabezadora ñor-

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malmente de, pero no la única: el tema de hoy, la preocupación por la preposición. b) El sintagma preposicional puede modificar no sólo sustantivos, sino también adjetivos y adverbios (y retomamos en este último caso la problemática de los adverbios transitivos): independientemente de su hermano, paralela a la calle. c) Todos los complementos verbales pueden aparecer encabezados por una preposición: vi a tu mujer, le envió flores a su mujer, hablaba de política, bailaba por todos los salones de la ciudad. d) Las preposiciones se definen formalmente como elementos átonos, pero según lleva acento, al igual que algunas de las denominadas preposiciones falsas: durante, mediante. e) Suele decirse que lo que caracteriza a las preposiciones es que nunca pueden aparecer sin un término explícito, pero la lengua se perfila en contexto, y lo que sí es siempre necesario es que el término base de la relación esté funcionalmente presente, pudiendo estar, en nuestra opinión, presente en el contexto. Esto es lo que explica que se puedan coordinadar preposiciones: bebidas con y sin alcohol. Evidentemente estamos de acuerdo con Pavón (1999: 570) cuando desestima un análisis como [(con —) y (sin alcohol)}, pero la única posibilidad de entender un elemento relacionante sin un término de la relación es porque está funcionalmente presente, aunque no venga dado de forma explícita. Entendido así es posible comprender la coordinación anterior. f) Las preposiciones pueden llevar como término base un sintagma nominal (en mi casa), pero también un sintagma preposicional (estoy viajando desde por la mañana) en algunos casos. De igual forma, muchas preposiciones admiten una oración subordinada sustantiva, pero no todas: las preposiciones locativas no pueden tener como términos una oración sustantiva. En ejemplos como *se quedó aquí hasta que llegué, Pavón (1999: 571) nos recuerda que es un adverbio relativo temporal. De igual forma, durante, incluido dentro de las preposiciones simples, no puede llevar como término una oración, mientras que otras preposiciones temporales sí lo admiten: ^durante que empezó la reunión, hasta que empezó la reunión. También puede funcionar como base de una preposición un sintagma adjetival, pudiendo ser seleccionado o no: presume de ignorante vs. le dieron un premio por disciplinado. Las preposiciones también pueden llevar como base un pronombre o un adverbio, y en el caso de los pronombres personales se dice que éstos deben aparecer en caso oblicuo (Pavón, 1999: 572-573), pero según no cumple ese requisito.

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g) Se admite comúnmente que las preposiciones españolas admiten un número muy restringido de modificadores. Así, los cuantificadores de grado suelen rechazarse, pero se reconoce su aceptación en algunas fórmulas fijas (estar muy de moda) (Pavón, 1999: 573), fórmulas fijas que no se caracterizan ni definen, y que, por otro lado, nos sirven para recordar que las locuciones prepositivas son no ya fórmulas fijas, sino unidades fraseológicas. Sí admiten, sin embargo, adverbios identificadores del tipo de exactamente, hasta, casi, etc.: se paró exactamente en ese punto de la carretera. h) Hay un tipo de construcciones, y no sólo en español, muy interesantes porque reflejan dos sintagmas preposicionales formando parte de un mismo constituyente, con lo que tendríamos un mismo constituyente con dos preposiciones distanciadas (Pavón, 1999: 573-574): Albacete está a mitad de camino entre Alicante y Madrid, su clase duró desde las once hasta la una. i) Las preposiciones rigen caso oblicuo: cuando el pronombre personal es término de una preposición aparece en caso terminal oblicuo: hazlo por mí. Sin embargo, según rige caso nominativo (Pavón, 1999: 572-573): según yo vs. *según ti. Algunas de las denominadas preposiciones imperfectas también rigen caso nominativo: lo hacen todos excepto yo/*excepto ti. Cuando la preposición entre lleva como término dos pronombres personales coordinados, éstos aparecen en caso nominativo (Pavón, 1999: 594). j) Algunas de las denominadas preposiciones imperfectas no admiten un término en caso oblicuo, pero tampoco en caso nominativo, ya que no seleccionan complementos de persona: ^durante mi hermano, ^mediante tú/ti. Así pues, si el conjunto de las llamadas preposiciones simples es más o menos limitado, aunque con un funcionamiento diverso entre las mismas, y con muchos problemas y dudas a propósito de algunos elementos (piénsese, por ejemplo, en las llamadas preposiciones imperfectas), debemos considerar que hay muchos otros elementos que, bajo determinadas circunstancias, pueden funcionar como preposiciones. Es también de esta forma, entonces, como podemos entender las palabras de Morera (1998: 71) caracterizando a las preposiciones como poseyendo una capacidad creadora ilimitada.

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3.2. ESQUEMAS PREPOSITIVOS En ese sentido, entonces, necesitamos un método que nos permita decidir la inclusión categorial, pues la idea del inventario, aun siendo posible, e incluso necesaria, no debe hacernos olvidar el hecho de que la lengua está abierta a que se puedan incluir más elementos dentro del inventario en otros momentos históricos de la lengua, o en lenguas funcionales distintas, pues, como señala el Prof. Trives (2001): "las categorías léxicomorfológicas no son cangilones semovientes al margen del flujo noemático-cognitivo-enunciativo..., siendo ese impulso noemáticocognitivo-enunciativo el que mueve la noria del comportamiento verbal y da sentido a dicha noria y sus cangilones". Y en ese flujo, siguiendo con la misma imagen del Prof. Trives, bien puede ocurrir que haya elementos que, con el tiempo, cambien de cangilón, o que los propios cangilones se vean alterados. Para el español han sido propuestos distintos inventarios de locuciones (Náñez, 1995; Ueda, 1990; Koike, 1997, Pavón, 1999), donde se recogen varios cientos de ellas con distintos esquemas formales: 1. Adjetivo/Participio + preposición: Conforme a, debido a, junto a, paralelo a, etc. 2. Adverbio + preposición: Acerca de, antes de, debajo de, etc. 3. Adverbio + sustantivo + preposición: Como consecuencia de, como resultado de, etc. 4. Adverbio -mente + preposición: Independientemente de, paralelamente a, etc. 5. Preposición + (artículo) + adjetivo + sustantivo + preposición: A ambos lados de, al otro lado de. 6. Preposición + adjetivo/participio + preposición: A poco de, a salvo de, etc. 7. Preposición + adverbio + preposición: En cuanto a, por encima de, etc. 8. Preposición + artículo + adjetivo + preposición: A la derecha de, a lo ancho de, en lo tocante a, etc. 9. Preposición + artículo + sustantivo + preposición: A la cabeza de, a la sombra de, en el centro de, etc. 10. Preposición + oración de relativo + preposición: En lo que concierne a, en lo que se refiere a, por lo que respecta a, etc. 11. Preposición + prefijo + preposición: En pos de, en pro de. 12. Preposición + preposición + preposición: A contra de, en contra de, por bajo de. 13. Preposición + preposición: Bajo de, cabe a, tras de.

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14. Preposición + sustantivo + preposición: A base de, a bordo de, en cabeza de, etc. 15. Preposición + verbo + preposición: A juzgar por, a partir de, a pesar de, etc. 16. Sustantivo + preposición: Camino a, cara a, rumbo a, etc. 17. Verbo + preposición: Pese a. El problema fundamental que nos encontramos ante estos esquemas prepositivos es discernir si nos hallamos ante una preposición con un término relacionante, siendo el núcleo de la preposición un sustantivo o un adjetivo (o un infinitivo), o se trata de dos sintagmas preposicionales en el que uno, el segundo, funciona como determinante, complemento, del otro, es decir, si estamos ante un sintagma prepositivo o una locución preposicional, al igual que es preciso discernir si estamos ante un adverbio o una preposición:

3.3. PRUEBAS DE FUNCIONAMIENTO PREPOSICIONAL Se han propuesto muy diversas pruebas de reconocimiento de locuciones prepositivas (Quirk, Greenbaum & Leech, 1972; Ueda, 1990; Santos Río, 1993; Koike, 1997; Pavón, 1999, etc.), las cuales ejemplificamos en los esquemas que a continuación reproducimos, y que acogen también algunas pruebas propias. Pero es necesario señalar que todas estas pruebas constituyen un máximo de rasgos, no una serie de características necesarias y suficientes, y la determinación de la desestimación de determinado esquema como locución prepositiva va a depender del conjunto global de aplicación de las mismas, no de todas y cada una de las pruebas1. Por otro lado, parece lógico suponer que tanto los esquemas que podamos acoger dentro del inventario de preposiciones, como aque1 Esta postura nos parece mucho más acorde con nuestros principios, y no la idea de Adler (2001: 161) de señalar que el conjunto de las locuciones tiene un comportamiento impredecible desde el punto de vista de las reglas.

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líos otros posibles que desestimemos, no van a tener un igual funcionamiento, pues la gramaticalización es un continuo, la fijación no tiene unos límites tajantes, luego tanto dentro del grupo de esquemas fijos que puedan incluirse dentro del inventario preposicional, como dentro del posible grupo de esquemas fijos, en algún grado, que puedan excluirse de dicho inventario, no todos los elementos se comportarán de la misma manera, genéricamente2, y la idea del grado de fijación se reflejará en sus posibilidades combinatorias (Adler, 2001: 160). Insisto mucho en el hecho de que, a pesar de la diversidad de funcionamiento que pueden tener los distintos elementos de la categoría, el método aplicado en su conjunto parece funcionar sin demasiados problemas para decidir la inclusión o exclusión categorial. 1. Paradigma prepositivo (Gaatone, 1976: 19; Ueda, 1990: 14; Santos Río, 1993: 34; Koike, 1997: 153; Pavón, 1999: 579-587): suele utilizarse como característica semántica definitoria de las locuciones prepositivas la equivalencia (al menos aproximativa), en el plano semántico, con una preposición simple, es decir, que toda una unidad sea sustituible por una preposición simple. No tengo nada que declarar en relación con el asunto. Quiero fomentar la sensibilidad del aparato administrativo en su relación con el ciudadano. No tengo nada que declarar sobre el asunto.

^Quiero fomentar la sensibilidad del aparato administrativo sobre el ciudadano.

2. Insustituibilidad de Pl (Gaatone, 1976: 19; Quirk, Greembaum & Leech, 1972: 302-303; Ueda, 1990: 14; Santos Río, 1993: 33; Koike, 1997: 153; Pavón, 1999: 579-587): en general esta regla tiene que ver con el carácter sintácticamente fijo de la construcción en su conjunto. Más concretamente, los autores especifican la no posibilidad de variación de la primera preposición (si se trata, claro, de una locución formada de esta forma). A pesar de vs. *en pesar de. En obligación de vs. con obligación de. 2

Santos Río (2001: 859 y ss.) ha señalado, con acierto, que son dos las ideas fundamentales que subyacen a la noción de locución prepositiva: a) la gradualidad categorial, y b) el carácter metodológico de los criterios delimitadores de funcionamiento preposicional.

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3. Insustituibilidad de P2 (Gaatone, 1976: 19; Quirk, Greembaum & Leech, 1972: 302-303; Ueda, 1990: 14; Santos Río, 1993: 33; Koike, 1997: 153; Pavón, 1999: 579-587): la fijación de la construcción se concreta en la no posibilidad de variación de la segunda preposición (en caso de que la haya): Con arreglo a vs. *con arreglo de. Con destino a vs. con destino en.

4. Invariabilidad morfemática del núcleo (Gaatone, 1976: 19; Quirk, Greembaum & Leech, 1972: 302-303; Ueda, 1990: 14; Santos Río, 1993: 33; Koike, 1997: 153): la fijación de la construcción se manifiesta en la invariabilidad numérica del núcleo de la locución: A causa de vs. *a causas de. Con emisión de vs. con emisiones de.

5. Inmodificabilidad del núcleo (Gaatone, 1976: 19; Quirk, Greembaum & Leech, 1972: 302-303; Ueda, 1990: 14; Santos Río, 1993: 32; Koike, 1997: 153; Pavón, 1999: 579-587; Borillo, 2001: 268-269): la estructura, como construcción fija que es, no permite la modificación del núcleo mediante artículos determinados o adjetivos: A pesar de vs. *al pesar de. En busca de vs. *en busca desesperada de. Con objeto de vs. con el objeto de. A impulsos de vs. a impulsos directos de.

6. No supresión del sintagma encabezado por la segunda preposición (Gaatone, 1976: 19; Quirk, Greembaum & Leech, 1972: 302-303; Ueda, 1990: 14; Santos Río, 1993: 31; Koike, 1997: 153; Pavón, 1999: 579-587; Tremblay, 1999: 172): la complementación del grupo prepositivo parece vista como de necesidad absoluta: No vino al trabajo a causa de un resfriado vs. *no vino al trabajo a causa. Ha optado a ello por derecho de esposo vs. ha optado a ello por derecho.

Esta prueba también la hemos utilizado de otra manera: en algunas ocasiones la figura y la base pueden darse no en sintagmas distintos, sino en la misma estructura sintagmática, que aparecerá como sintagma nominal sujeto. Si esto es posible entenderemos que la construcción tiene un menor grado de fijación, pero no decidirá la inclusión/exclusión categorial:

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*Ellos dos corrieron circularmente (uno respecto de otro). Ellos dos actuaron análogamente (uno respecto de otro).

De hecho, va a haber elementos que entenderemos como locuciones prepositivas, que admiten esta prueba, y elementos que no los clasificaremos como tales y que no la admiten: Ellos dos estaban en combinación (uno con otro) *Juan estaba en combinación vs. Juan estaba en combinación con Pedro. No entiende nada en asuntos de mujeres vs. *no entiende nada en asuntos. *Ellos dos tío entienden (uno respecto de otro).

1. Interrogación parcial (Ueda, 1990: 16-17; Santos Río, 1993: 40): si se trata de una locución prepositiva, la interrogación afectará a la locución en su conjunto. Sin embargo, si la construcción no constituye un caso de locución prepositiva, será más libre a la hora de formar la interrogación. Es más, debemos considerar que el hecho de poder llevar el núcleo nominal de la posible locución un especificador interrogativo es prueba del carácter nominal del mismo, así como de la función determinante del sintagma prepositivo que le acompaña: Consiguió el éxito a base de esfuerzo. ¿A base de qué consiguió el éxito? *¿ A qué base consiguió el éxito? *¿ Cuál fue la base a la que consiguió el éxito? Consiguió el éxito a la edad de 25 años. *¿ A la edad de qué consiguió el éxito? ¿A qué edad consiguió el éxito? ¿Cuál fue la edad a la que consiguió el éxito?

8. Pronominalización (Ueda, 1990: 18-19): si la construcción no constituye una locución, el núcleo nominal y el complemento que lo determina podrán sustituirse por un pronombre correferencial: Cerró la operación a falta de la firma. *Cerró la operación a eso. Es un desastre en cuestión de mujeres. Es un desastre en eso.

9. Concreción nuclear (Quirk, Greenbaum & Leech, 1972: 302-303; Ueda, 1990: 14; Santos Río, 1993: 32; Pavón, 1999: 579-587): si la construcción no constituye una locución prepositiva, el núcleo nominal de la misma podrá ser sustituido por otros elementos de significado parecido

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con los que conforme paradigma semántico. Por ello que también pueda ser factible su determinación con un tipo de elemento como un/una: Se ha ido en vez de quedarse. *Se ha ido en turno de quedarse. *Se ha ido en tiempo de quedarse. *Se ha ido en una vez de quedarse. La miraba con ganas de besarla. La miraba con deseo de besarla. La miraba con intenciones de besarla. La miraba con unas ganas de besarla.

10. Coordinación (Gunnarsson, 1986: 7; Bosque, 1989: 135; Ueda, 1990: 19; Santos Río, 1993: 34-35; Koike, 1997: 153; Pavón, 1999: 579587; Tremblay, 1999: 172): esta prueba es curiosa, pues algunos autores dicen que, si la construcción constituye una locución prepositiva, no se podrán descomponer sus miembros en dos segmentos (al menos sin explicar este hecho de una forma convincente), mientras que otros lo que señalan es que, en las locuciones prepositivas, será dudosa la aplicación del proceso de coordinación sin repetir el elemento común3. De igual forma, si es una locución prepositiva, podrá coordinarse con una preposición simple: Salió a consecuencia de/ ruido, por el jaleo que había. Salió a consecuencia de/ ruido y por el jaleo que había. Hizo la propuesta de conformidad con lo acordado y con lo que se esperaba de él. #*Hizo la propuesta de conformidad con lo acordado y lo que se esperaba de él.

11. Posesivos (Bosque, 1989: 209; Gaatone, 1976: 20-25; Quirk, Greenmbaum & Leech, 1972: 302-303; Ueda, 1990: 14; Santos Río, 1993: 32, Koike, 1997: 154; Pavón, 1999: 579-587): ha sido comentado por algunos autores que, el hecho de que algunas locuciones admitan la presencia de posesivos, es un índice del grado de integración de la construcción, pues si admiten el posesivo puede concluirse que el núcleo nominal todavía es un sustantivo: 3

Ueda (1990: 31) señala que el grado de cohesión de las locuciones prepositivas españolas parece más bajo que el de las inglesas, ya que en inglés es imposible la conjunción coordinada entre las partes de los modismos aparentemente similares. Por ejemplo, en inglés no se hace la coordinación entre take heed ofy take steps to en *Mary took heed ofJohn's warning and later steps to rectify the situation. 4 Con este signo queremos expresar si no la agramaticalidad de la construcción, sí, al menos, su duda o extrañeza.

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Ha actuado Juan en lugar de Pedro. Ha actuado Juan en su lugar. Ha actuado Juan en lugar suyo. Ha actuado Juan en vez de Pedro. *Ha actuado Juan en su vez. *Ha actuado Juan en vez suya. Ha venido a causa de Pedro. Ha venido a causa suya. *Ha venido a su causa.

12. Gradación y comparación (Bosque, 1989: 134; Gunnarson, 1986: 7; Santos Río, 1993: 39-40, 43; Pavón, 1999: 579-587): la posibilidad de admitir cuantificadores de grado no es propia de las preposiciones simples, sino de los adverbios (entienden los autores): *Muy a condición de, *más a condición de, *tan a condición de, *lo más posible a condición de. Muy a la altura de, más a la altura de, tan a la altura de, lo más a la altura de X posible.

13. Mismo, justo, exactamente (Bosque, 1989: 211; Santos Río, 1993: 41-43; Pavón, 1999: 579-587): la posibilidad de combinarse con elementos identificadores del tipo de los señalados parece más propia de adverbios que de preposiciones: *A base mismo de. ^Exactamente lejos de. #Justo a excusa de.

14. Uno/otro (Bosque, 1989: 135; Gunnarson, 1986: 10): el sintagma el uno X el otro posee la particularidad de permitir la inserción de una preposición. Así pues, si se trata de una locución prepositiva, deberá insertarse en el esquema anterior así como, comúnmente, pero no siempre, en el esquema X el uno del otro. Si la construcción no se constituye como locución prepositiva parece difícil que posibilite el primero de los esquemas: Murió uno a manos de/ otro. ^Murieron a manos uno de otro. Iba uno a continuación de/ otro. Iban a continuación uno de otro.

15. Perífrasis de relativo y contexto prepositivo (Bosque, 1989: 135; Ueda, 1990: 18; Gunnarson, 1986: 11, Santos Río, 1993: 38; Pavón, 1999: 579-587): en las oraciones de relativo restrictivas sólo caben pre-

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posiciones, por ello las construcciones que puedan darse en esos contextos podrán ser consideradas como locuciones prepositivas. Es decir, los términos regidos por las locuciones pueden ser antecedentes de los relativos: *Se hallaba en la obligación de lo que quisiera Juan decir. *La actividad en obligación de la cual se encontraba. Hablaba en nombre de quienes lo contrataron. Las personas en nombre de las cuales hablaba.

16. Extracciones (Bosque, 1989: 211; Gunnarson, 1986: 12; Santos Río, 1993: 40): como las preposiciones simples no pueden permitir ciertos tipos de relaciones a distancia, se concluye que las locuciones prepositivas tampoco podrán posibilitarlas: El personaje a guisa de/ cual hizo la representación. *El personaje del que hizo la representación a guisa.

17. Infinitivo (Jacobsson, 1977: 40; Gunnarson, 1986: 9): en inglés y francés las preposiciones simples no pueden aparecer con un infinitivo (vaya con to o sin to), lo cual podría ser un índice de que las locuciones prepositivas en español excluyesen dicha posibilidad: *Iba en pos de cantar. Lo hizo con el fin de enriquecerse.

18. Separabilidad (Bosque, 1989: 211; Gunnarson, 1986: 11-12; Pavón, 1999: 579-587; Tremblay, 1999: 172): la posibilidad de escindir en dos una preposición compleja podría parecer un contrasentido, sin embargo en español parece posible: La llave estaba en poder siempre del jefe. A juzgar sobre todo por su aspecto.

19. Pronombre personal (Gunnarson, 1986: 9-10): si el núcleo nominal de una locución prepositiva puede ser sustituido por un "propredicado" tipo lo, esto indicaría su valor predicativo y, por ello, la no consideración de la construcción como locución prepositiva: * Solía comprarlos a cuenta de/ Depto., y lo hacía también de otros sitios.

20. Primera persona (Gaatone, 1976: 20; Jacobsson, 1977: 40; Santos Río, 1993: 37): en realidad esta prueba no viene referida a la "primera persona" únicamente, sino que se refiere a la imposibilidad, casi

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general, de las preposiciones simples de combinarse con pronombres en caso nominativo, hecho éste que parece extensible a las locuciones prepositivas: *En comunicación con yo. En comunicación conmigo.

21. Demostrativo-determinante (Quirk, Greenbaum & Leech, 1972: 303-303; Ueda, 1990: 14-15; Santos Río, 1993: 33; Koike, 1997: 154, Pavón, 1999: 579-587): si la construcción considerada no funciona como locución prepositiva, el segundo sintagma prepositivo podrá ser sustituido por un demostrativo que modifique el núcleo del primer sintagma prepositivo: Lo ha comprado al precio de mil pesetas / a ese precio / a tal precio. Envió la carta en forma de instancia / *en esa forma / *en tal forma.

22. Metáforas (Ueda, 1990: 13; Santos Río, 1993: 35-36; Koike, 1997: 153; Berilio, 2001: 270-271): señalan los autores que la característica semántica más destacada de las locuciones prepositivas, en general, es la desemantización o gramaticalización de los términos nucleares, es decir, la carencia de un significado concreto. La aplicación que hemos hecho de esta prueba ha venido referida únicamente a señalar aquellos procesos metafórico-metonímicos, o de generalización del significado, que suponen un cambio en el significado del término nuclear de la locución no recogido convencionalmente en el diccionario. Así pues, sólo he señalado en el análisis los valores no convencionalizados, queda claro, por tanto, que muchos, muchísimos significados, podrán tener una naturaleza metafórico-metonímica en general, pero si estaban ya convencionalizados no lo hemos señalado: Se encuentra al margen de/ conflicto. Valor espacial > valor cualitativo: rasgos propiciatorios: límite.

La mayoría de todas estas pruebas han sido pensadas para los esquemas formados por preposición + núcleo nominal + preposición, es por ello que no se puedan aplicar adecuadamente en su totalidad a esquemas diversos. De igual forma, en algunos casos utilizaremos otras pruebas, como la concordancia o la posibilidad de selección por predicados verbales como portarse y comportarse. Genéricamente podemos decir que todas las pruebas, en su conjunto, son índice de funcionamiento prepositivo, pero ninguna es necesaria ni suficiente. Sí es cierto que hay algunas pruebas muy significativas y que parecen funcionar casi siempre, como son las pruebas de la

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interrogación parcial y las del demostrativo-determinante, pero serán posibles casos en los que funcione una y no la otra, y al contrario. En definitiva, debemos recordar que, en el nivel metodológico, las categorías gramaticales, en tanto que abstracciones, deben ser discretas, pero en el nivel de uso, en tanto que ejemplares efectivamente realizados, los límites son difusos. Es por ello por lo que la decisión de dónde ponemos los límites categoriales, metodológicos, del funcionamiento prepositivo, en el caso de las locuciones prepositivas, es una decisión del analista. Por otro lado, la teoría de la gramaticalización explica perfectamente el porqué de dichos límites difusos. 3.3.1.

VARIACIONES

Debemos señalar que la mayoría de las pruebas tienen, si no contraejemplos, sí problemas en su aplicabilidad regular, lo cual no nos debe extrañar, pues ya hemos dicho que las pruebas son un índice en su conjunto: 1'. Paradigma prepositivo. La equivalencia semántica no es un rasgo probatorio definitivo, pues va a ser posible encontrar equivalencias prepositivas con construcciones que nunca funcionan como preposiciones compuestas. De igual forma, en alguna ocasión, va a ser bastante difícil encontrar una paradigmatización con preposiciones simples, a pesar de funcionar la construcción como una preposición compuesta: Lo dijo con el objeto de/para/por hacerle daño. Cantó una nueva canción a demanda de/?por/?con el público presente.

2'. Insustituibilidad de Pl. Evidentemente el carácter fijo de la construcción tiene su reflejo en la no posibilidad de variación de la primera preposición. Sin embargo podemos encontrar ejemplos de variación, y ello debido a múltiples factores, sociolingüísticos entre otros, supongo: A/bajo las órdenes de En/con base a En/a contra de So/a pretexto de

La combinatoria verbal (verbo estático vs. dinámico) puede suponer variaciones muy interesantes: se encontraba en lo alto de la montaña vs. se dirigía a lo alto de la montaña. Parece como si la direccionalidad de la segunda construcción, que necesariamente debe estar marcada, sea por

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la preposición a u otra similar, hubiera hecho desaparecer la primera preposición, tratándose entonces más que de la variante a/en lo alto de, de la variante en/- lo alto de. En algunos casos, lo que pudieran parecer variantes configuran ejemplos totalmente distintos, tanto como para considerar un caso locución prepositiva (en nombre de), y otro no constituir ejemplo de preposición compuesta (a nombre de): lo dijo en nombre de su jefe vs. envió el fax a nombre del secretario. Una variante de esta prueba, o contraprueba, son algunos casos en los que la primera preposición puede desaparecer, es decir, la alternancia es con la supresión de la preposición: (en) cuanto a, (a) orillas de, (en) (lo) tocante a, (con) respecto a. 3'. Insustituibilidad de P2. Al igual que en la prueba anterior, la fijación de la construcción se concreta en la no posiblidad de variación de la segunda preposición. Sin embargo hay algunos ejemplos en los que se permite tal variación: Camino a/de Al contacto de/con En comparación a/con En razón a/de

En algunos casos la variación puede configurar significados claramente diferentes: de regreso a vs. de regreso de, de vuelta a vs. de vuelta de, pues la segunda preposición supone incidir en el origen o en el término del desplazamiento. Pero en otras ocasiones significados distintos vienen expresados por una misma construcción, continuando con la ambigüedad polisémica de los tradicionales genitivos objetivos y subjetivos: al cuidado de, a cobijo de. Se encontraba a cobijo de la tempestad vs. se hallaba a cobijo de quien dio el golpe de estado. Lo puso al cuidado de la herencia vs. se encontraba al cuidado de los médicos.

A veces han sido propuestas algunas locuciones prepositivas como a solas con, al habla con, que pueden presentar una cierta variabilidad en la segunda preposición. Sin embargo debemos considerar en los casos propuestos (y en todos aquellos en que así lo hemos señalado en nuestro corpus) que no se trata de locuciones prepositivas, sino de locuciones adverbiales, y de locuciones adverbiales en las que la segunda preposición no es tal, sino que es una preposición independiente que introduce un constituyente distinto. Esta afirmación la podemos demostrar mediante distintas pruebas:

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a) La movilidad: al tratarse de dos constituyentes distintos, no tiene por qué estar uno al lado del otro: Estaba a solas con la becario / estaba, con la becaria, a solas / con la becaria estaba a solas.

b) Podemos utilizar también la prueba de la negación, pues la separación por sí sola parece pobre argumento: No estaba a solas con la becaria, sino con la bedela. Nunca estaba con la becaria a solas, sino con más gente.

c) La prueba de la interrogación parcial también puede ser un índice de la dualidad de constituyentes: #¿A solas con quién estaba? vs. ¿Con quién estaba a solas?

d) La prueba que hemos denominado contexto prepositivo no se aplica de forma totalmente satisfactoria, y si a ello unimos el hecho de que sí se permite la extracción prepositiva, el resultado final es que resulta muy extraña la mezcla de estas dos pruebas (extraña en caso de que se tratase de locuciones prepositivas, que no lo son): #El hombre a solas con el que estaba / el hombre con el que estaba a solas. #La persona al habla con la que estaba / la persona con la que estaba al habla.

e) A pesar de lo que hemos dicho en la prueba del posesivo, pero como se podrá comprobar por lo que diremos más adelante, si la posible locución se combina con personas, es muy probable que permita, en algún grado, la sustitución por un posesivo. En los casos que venimos comentando esta posibilidad está totalmente negada: Estaba a solas con ella /*a su solas / *a solas suya. Al habla con él / *a su habla / *a hablas suya.

f) Finalmente, debemos considerar que la locución adverbial es autónoma semánticamente, es decir, no relaciona dos argumentos, con lo que es posible concluir que la segunda preposición, y el sintagma por ella encabezado, no tienen por qué aparecer, ni sintáctica ni contextualmente: Solía hacerlo a solas, sin nadie que le ayudara.

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La consideración conjunta de las distintas pruebas señaladas puede ser un indicador, al menos así lo hemos hecho nosotros, de que la construcción no constituye una locución prepositiva, sino que se trata de sintagmas independientes. Especialmente importante es este hecho si consideramos que, además de las posibilidades aplicativas ya comentadas, podemos utilizar también estos criterios para desestimar posibles variaciones en la segunda de las preposiciones de determinadas locuciones que sí funcionan como tales con otros esquemas. Por ejemplo, de acuerdo ao a cobijo de funcionan como preposiciones compuestas, pero de acuerdo en o a cobijo en no son variantes de las anteriores, como podría esperarse según la multitud de casos considerados, sino que se trata de dos sintagmas diferentes, y la aplicación de las pruebas así nos lo demuestran: No se pusieron de acuerdo en este tema. Se puso a cobijo en su casa/con su padre/por lo que pudiera ocurrir.

4'. Invariabilidad morfemática del núcleo: como viene siendo habitual en estas primeras reglas, la fijación de la construcción puede tener otro reflejo en la invariabilidad numérica del núcleo de la locución, y ello es así en el caso de los ejemplos que hemos analizado, y aceptado, como locuciones prepositivas. Sin embargo debemos señalar que hay algunos casos en los que esta tendencia no se cumple: A comienzo/comienzos de A fin/fines de A golpe/golpes de

De igual forma es preciso comentar que, aunque lo habitual, si es una locución de base nominal, es que vaya en singular, hay algunos ejemplos que se han gramaticalizado conservando la numeración en plural: A instancias de De espaldas a

5'. Inmodificabilidad del núcleo: lo habitual, evidentemente, es que la fijación de la construcción, resultado de la gramaticalización, no permita la modificación del núcleo mediante artículos determinados o adjetivos. Sin embargo, debemos precisar que la variación con el artículo no es inusual, es más, muchas locuciones exigen obligatoriamente el artículo. La posibilidad de incluir un adjetivo como modificador es mucho más rara, pero también es posible: A (la) merced de A(l) modo de

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Al calor de Al objeto de En (íntimo) contacto con A ambos lados de Al borde (derecho) de.

Un aspecto interesante que conviene señalar es que, obviamente, en las locuciones prepositivas va a haber una gradación en su escala de gramaticalización, y, por ello, en su fijación, pero ello no se correlaciona de forma obligatoria con la presencia o ausencia de artículo. 6'. No supresión del sintagma encabezado por la segunda preposición: si la construcción a analizar constituye un ejemplo de locución prepositiva debe, obligatoriamente, tener un término de la relación, pues es este aspecto lo que define a la categoría. Sin embargo, al igual que ocurre con los llamados adverbios nominales, que pueden llevar dado en el contexto el término de la relación, pero no está ausente, y deben ser entendidos elementos de relación, va a haber muchos elementos que tengan dado contextualmente el término de la relación5. Es más, gran cantidad de elementos que serán desestimados como locuciones prepositivas, pero que presentan una cierta fijación, muestran también esta característica, e incluso la obligatoriedad de lo que debiera ser un término de la relación: Lo hizo al término de la ópera / lo hizo al término (contexto). Fue a la caza de un ministerio /fue a la caza (contexto). Lo vendió al precio de mil pesetas / *lo vendió al precio (contexto).

T. Interrogación parcial: esta es una de las pruebas más importantes para la catalogación de una construcción como locución prepositiva. De hecho esta prueba es una de las que hemos considerado de aplicación obligatoria, y ve corroborada su importancia por su paralelismo con la otra prueba definitiva, la del determinante. La unión conjunta de las dos pruebas es el mecanismo fundamental que hemos usado para la delimitación categorial. Sin embargo debemos señalar que en algunas ocasiones la gramaticalidad de las construcciones permitidas ha sido muy dudosa, por lo que nos hemos visto abocados a la consideración exclusiva de la segunda prueba definitiva. Además, en algunas ocasiones, hay locuciones prepositivas que permiten un cierto desplazamiento de elementos en la interrogación. Un caso distinto es el de aquellas locuciones prepositivas que pueden cambiar de significado según la estructura y dejar de funcionar como locuciones: 5

A este tipo de preposiciones es a las que Borillo (1993; 2001) ha denominado orfelinas.

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¿A cobijo/cubierto de qué se encuentra? / *¿A qué cobijo se encuentra? / *¿Cuál es el cobijo al que se encuentra? / ¿De qué se encuentra a cobijo? ¿A cuento de qué has hecho esto? /#¿A qué cuento has hecho esto? / * ¿Cuál fue el cuento al que hizo eso? / *¿De qué hizo eso a cuento? #¿A excusa de qué se salió de la reunión? / *¿A qué excusa se salió de la reunión? / * ¿Cuál fue la excusa a la que se salió de la reunión? / *¿De qué se salió de la reunión a excusa? ¿Por medio de quién consiguió el puesto? / ¿Por qué medio consiguió el puesto? / *¿Cuál es el medio por quien consiguió el puesto? / ¿Cuál es el medio por el que consiguió el puesto?

8'. Pronominalización: esta prueba parece muy interesante, pues la sustitución por un pronombre correferencial con el núcleo nominal y el complemento que lo determina podría ser determinante. Sin embargo, lo cierto es que, en la práctica, la prueba se revela totalmente ineficaz, pues en muchísimos casos en los que no se aplica no por ello debemos concluir la preposicionalización de la construcción. De igual forma, algunos casos de locuciones prepositivas pueden prestarse a confusión con la sustitución efectuada: Consiguió el éxito a base de esfuerzo / ^consiguió el éxito a eso. Siempre es el último a la hora de trabajar / ^siempre es el último a

eso. Lo colocó en agradecimiento a su padre / *lo colocó en eso (no correferencialidad).

Pero el problema fundamental estriba en las locuciones prepositivas de base nominal encabezadas por por, pues esta regla, siendo muy útil, no se aplica adecuadamente a este conjunto, ya que tenemos casos de locuciones prepositivas que admiten la sustitución pronominal, y casos que no la admiten, y, también, falsos casos de locuciones prepositivas que no admiten la sustitución pronominal, y otros que la admiten, si bien no en la misma proporción, aunque, como consolación, la tendencia resulte irrelevante: No le contestó por consideración a su padre / no le contestó por eso. Lo estuvo haciendo por espacio de dos años / *lo estuvo haciendo por eso (no correferencial). No ha venido por causa de su mujer / no ha venido por eso. Se lo envió por conducto del embajador / *se lo envió por eso.

9'. Concreción nuclear: con esta prueba reflejábamos la no determinación con un/una, así como la no sustitución del núcleo nominal por otros elementos con los que conformase paradigma semántico. Por lo que

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llevamos dicho hasta ahora no nos debe sorprender, entonces, que afirmemos que esta prueba sirve para poco, pues la no determinación con un/una se va a dar también con las construcciones desestimadas en su funcionamiento como locuciones prepositivas, y las relaciones de paradigma semántico van a ser posibles dentro de las locuciones prepositivas y, de igual forma, algunos casos desestimados de locuciones prepositivas van a imposibilitar la relación paradigmática: Actuaba a impulsos del corazón / ^actuaba a unos impulsos del corazón. Se encontraba a cobijo de la tempestad / a resguardo de / a cubierto de. Lo recibieron con honores de Jefe de Estado / *con honras de / *con virtudes de.

10'. Coordinación: esta prueba, en las dos vertientes en que la hemos considerado, es interesante, como todas, creo, pero realmente demuestra poco. En primer lugar, como ya hemos visto en páginas anteriores, vemos cómo un mismo constituyente puede estar organizado en torno a dos sintagmas preposicionales, por lo tanto dos preposiciones separadas que forman parte de un mismo elemento (la clase duró desde las cinco hasta las seis y media). Por otro lado debemos considerar cómo los denominados adverbios transitivos, de los que no cabe duda acerca de su significado gramatical relacionante, funcionan en la coordinación de la misma manera que las locuciones de base nominal. De igual forma, es preciso señalar que las preposiciones simples, en la coordinación de sintagmas por ellas encabezados, van a tener también un comportamiento semejante a las locuciones. Dicho esto, ya podemos avanzar que esta prueba no demuestra nada acerca de la inclusión categorial de las locuciones, pues la coordinación puede hacerse tanto repitiendo el elemento común como sin repetirlo, al igual que en los casos desestimados de locuciones: Solía esconderse detrás de los árboles y de las matas altas. Siempre la coloca delante de su mujer y sus hijos6. Venía con un sombrero calado y un bastón en la mano derecha. Venía con un sombrero calado y con el ánimo preparado. Lo hizo a cambio de dinero y sexo. Lo hizo a cambio de dinero y de sexo. Invirtió en ello con el objeto de aumentar sus beneficios y buscar una rápida rentabilidad. Invirtió en ello con el objeto de aumentar sus beneficios y de buscar una rápida rentabilidad. 6

Esta construcción la consideramos especialmente válida en los casos en los que los hijos son exclusivos de la mujer.

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Evidentemente no quiero decir que siempre sean posibles las dos estructuras, pues es claro que hay una tendencia que sigue lo dicho más arriba, es decir, en las locuciones prepositivas será dudosa la aplicación del proceso de coordinación sin repetir el elemento común. Pero se trata de una tendencia muy general, y que, en mi opinión, se ve contrarrestada por otra tendencia: la relación semántica y pragmática entre los elementos coordinados determina también la repetición de la preposición, pues cuanto más vinculados contextualmente estén los elementos coordinados, menos necesidad de aparición tendrá la preposición, y cuanto menos vinculados, habrá más posibilidades de hacer aparecer la repetición del último elemento. Este ejemplo de iconicidad sintáctica parece también intervenir en los otros casos de coordinación considerados, aquellos en los que aparece una preposición simple. La conclusión por tanto es clara, esta prueba no es concluyente: Se lo ha dado en obsequio a su falta de escrúpulos y moralidad. #Se puso al amparo de la lluvia y los perseguidores. Solía aparecer en los momentos de máxima tensión y peligro extremo. Lo felicitó en lugar de despedirlo, para celebrar el mal causado/#lo felicitó en lugar de despedirlo y para celebrar el mal causado. Lo compró a cuenta del Depto., sin poner un duro / Lo compró a cuenta del Depto. y sin poner un duro.

11'. Posesivos: es cierto que la posibilidad de admitir un posesivo es un índice del grado de integración de la construcción, pero no por ello, creo, debemos concluir el rechazo de la construcción como locución prepositiva. Las razones para ello son varias: a) los adverbios nominales funcionan como elementos relacionantes y admiten posesivos, aunque la construcción resultante se diga que es algo vulgar, incorrecta o poco castiza 7 ; b) la inmensa mayoría de las locuciones prepositivas admiten posesivos; c) la correlación de los posesivos como proclíticos o enclíticos es muy importante, pues la posibilidad de posesivos proclíticos es mucho menos frecuente que la de enclíticos; d) hay muchas construcciones, unas catalogables como locuciones prepositivas y otras no, que no admiten posesivos, y la razón para ello es que no se combinan con bases personales; e) la aparición del posesivo parece depender de otros factores: Detrás mío, tuyo, suyo. Lo ha hecho de esa forma a diferencia de Pedro / a diferencia suya / *a su diferencia. 1 El corrector gramatical del procesador de textos que estoy utilizando los corrige: detrás mío > detrás de mí.

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Dijo eso a cuento de su intervención / *de él / *de mí/ *a cuento suyo / *a su cuento. Actuó así en orden a conseguir un bien mayor / *a él / *a mí / *en orden suyo / *en su orden.

La prueba de la posesión ha sido bien estudiada en francés (Borillo, 1993), aunque sólo se ha aplicado a las preposiciones espaciales, y si bien es obvio que sus conclusiones no se pueden aplicar al español, sí es cierto que podemos extrapolar una idea: la aplicación de la regla de la posesión depende de factores no vinculados directamente a la determinación categorial de las preposiciones. Concretamente, la regla de aplicabilidad de la posesión es dependiente de las preposiciones de localización externa, cuando configuran una localización interna no parece funcionar tal determinación posesiva. Las preposiciones compuestas construidas a partir de nombres de localización interna son aquellas que hacen referencia a una zona de localización sobre un objeto o sobre un espacio circunscrito: medio, borde, alto, etc. Por contra, las preposiciones de localización externa son aquellas que reagrupan de forma muy genérica las preposiciones que expresan relaciones no inclusivas entre objetos o entre espacios más o menos bien delimitados, por ejemplo distancia o dirección: lado, derecha, etc. Como ya he dicho antes, estas reglas no se aplican regularmente en español, tampoco en francés, pero tienen el interés de reconducir la aplicabilidad de la regla hacia otro camino, no al de la determinación categorial: Estaba en medio del bosque / *en su medio / *en medio suyo. Estaba al borde del precipicio / *a su borde / *al borde suyo. Corría a la derecha de Juan / a su derecha / #a la derecha suya. Se puso al lado de su padre / a su lado / al lado suyo.

12'. Gradación y comparación: hemos señalado como común la idea de que los cuantificadores de grado son más propios de los adverbios que de las preposiciones. Sin embargo, debemos señalar algunas precisiones al respecto que ponen en duda la tendencia expuesta: a) la comparación evidentemente puede afectar a sintagmas preposicionales introducidos por preposiciones simples (suele comer más en su casa que en la mía)', b) la gradación superlativa puede ocurrir con las preposiciones simples (era un hombre muy de su casa)', c) los adverbios locativos, de los que creemos demostrada su función relacionante, pueden admitir gradación y comparación (se metió muy dentro de él; está muy lejos de su casa; se puso tan delante que no veía nada); d) aunque la tendencia señalada es la más común, hay muchos ejemplos de locuciones prepositivas que admiten la comparación, la gradación algunos menos, pero quizás lo más importante son los casos de construcciones desestimadas como ejemplos

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de locuciones prepositivas, pues tienen exactamente el mismo comportamiento que las que sí lo son: Viene muy de parte del jefe / más de parte de / tanto de parte de / lo más de parte de X posible. *Actuó de esa forma muy en agradecimiento a su padre / más en agradecimiento a / tan en agradecimiento a / *lo más en agradecimiento a posible. Vivía muy en medio de la calle / más en medio de / tan en medio de / lo más en medio de posible. *Suele venir muy a la hora de comer / más a la hora de / *tan a la hora de / *lo más a la hora de posible. *La nave iba muy con rumbo a Madrid / *más con rumbo a / *tan con rumbo a / *lo más con rumbo a posible. Estaba muy en armonía con el jefe / más en armonía con / tan en armonía con / lo más en armonía con posible.

13'. Mismo, justo, exactamente: puede que la combinación con elementos identificadores del tipo de los señalados sea más propia de adverbios que de preposiciones, pero no debemos olvidar que muchos de los elementos que tradicionalmente han sido considerados adverbios nosotros los categorizamos conjuntamente con las preposiciones. Por otro lado, la prueba no es concluyente ya que su distribución es arbitraria dentro del conjunto analizado, tanto en las construcciones finalmente consideradas locuciones como en las que resulten excluidas: Exactamente a base de esfuerzo. *A base mismo de esfuerzo. #Justo a base de esfuerzo. Exactamente a bordo de la nave. A bordo mismo de la nave. Justo a bordo de la nave. Sucedió exactamente a la hora de comer. Sucedió a la hora mismo de comer. Sucedió justo a la hora de comer. #Fue una lucha exactamente sin distinción de sexo. #Fue una lucha justo sin distinción de sexo. *Fue una lucha sin distinción mismo de sexo.

14'. Uno/otro: esta es una prueba muy válida, pues si se trata de una locución prepositiva deberá insertarse en el esquema el uno X el otro, y a veces también en el esquema X el uno del otro, pareciendo muy difícil, en principio que si no funciona como locución prepositiva posibilite el primero de los esquemas. Sin embargo esto es una tendencia, y, como tal, tiene muchas irregularidades: a) hay algunas locuciones prepositivas que no posibilitan el anterior esquema, fundamentalmente parece que se trata

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de aquellas que sólo se combinan con infinitivo; b) muchas construcciones desestimadas posibilitarán el esquema uno/otro, luego su aplicabilidad no será causa de inclusión/exclusión categorial. No obstante se trata de una prueba muy importante, fundamentalmente cuando no se pueda aplicar: *Lo hizo uno a punto del otro. *Lo hicieron a punto de uno de otro. *Lo hizo uno con el objeto del otro. *Lo hicieron con el objeto de uno de otro. Lo logró uno por mediación del otro. #Lo lograron por mediación uno de otro.

15'. Perífrasis de relativo y contexto prepositivo: al igual que ocurre con la prueba anterior, esta prueba resulta muy válida, pues si se trata de una locución prepositiva deberá poder darse en los contextos de oraciones de relativo restrictivas. Sin embargo, el problema es que hay muchos casos desestimados de locuciones prepositivas que también posibilitan estos contextos. Luego más que una prueba es un índice, pero será más ilustrativa su no aplicabilidad que su aplicabilidad: Lo hizo a escondidas de quien tenía que encargarse de ello /las personas a escondidas de las cuales lo hicieron. íbamos en dirección a donde estaba el peligro / el lugar en dirección al cual íbamos.

16'. Extracciones: parece lógico pensar que las relaciones a distancia estén excluidas de los rasgos definitorios de las locuciones prepositivas, a pesar de la prueba de la separabilidad, y ésa es la tendencia. Sin embargo hay unos pocos casos, tanto de locuciones prepositivas como de falsas locuciones prepositivas, que permiten las extracciones: La empresa a cargo de la cual estaba / la empresa de la que estaba a cargo. El lugar cerca del cual vive / el lugar del que vive cerca. La ciudad de la vista de la cual quedó maravillado / la ciudad de la que quedó maravillado de la vista.

17'. Infinitivo: en español el infinitivo puede adoptar muchas de las características de los sustantivos, y las locuciones prepositivas podrán combinarse en muchos casos con infinitivos. Es más, en algunas ocasiones sólo podrán combinarse con infinitivos, o con oraciones sustantivas, lo cual puede hacernos dudar, incluso, de su estatuto categorial y hacernos replantear su adscripción al conjunto de las conjunciones. La no consideración de la prueba como definitoria se debe al hecho de que

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muchos casos desestimados de locuciones prepositivas pueden combinarse también con infinitivos, incluso de forma exclusiva: Se puso enfermo a consecuencia de las mujeres / se puso enfermo a consecuencia de cantar demasidado alto. Actuó de esa forma en orden a conseguir un bien mayor / *actuó de esa forma en orden a alguien/algo. Lo hizo con (la) esperanza de un premio en la lotería/lo hizo con la esperanza de poder cantar. *Con posibilidad de alguien/algo / se compró un ordenador con posibilidad de cambiarlo.

18'. Separabilidad: en español es posible dividir en dos una locución prepositiva, lo cual puede ser consecuencia de su falta de fusión fonética, lo que las equipararía con los casos desestimados de locuciones prepositivas. Pero hay que hacer algunas salvedades al respecto: a) no se pueden dividir con cualquier elemento, sino que tiene que tratarse de un adverbio, y seguramente sería necesario hacer algunas restricciones aspectuales; b) son muy pocos los casos que no permiten inserción; c) en el lenguaje oral, podríamos pensar en una cierta separabilidad entre la preposición simple y el término de la relación, sin que ello tenga como consecuencia una estructura totalmente agramatical: Llegaron las cosas al punto de insultarse / *al punto sobre todo/siempre de insultarse. #Llegará hasta, seguramente, su casa. #Habla de, especialmente, temas vinculados con las elecciones.

19'. Pronombre personal: esta prueba teóricamente es muy válida, y efectivamente funciona, tal y como la hemos expuesto, con todos los casos de locuciones prepositivas. Sin embargo tiene un grave problema, problema que nos hace desestimarla como prueba concluyeme, y es que locuciones prepositivas y falsas locuciones prepositivas tienen el mismo funcionamiento: la inmensa mayoría de las construcciones rechazadas del conjunto de locuciones prepositivas tampoco admiten la sustitución por un pro-predicado tipo lo: *No le contestó por razón de su edad, y lo hizo también de otras cosas. *Es una especie en peligro de extinción, y lo es también de otras cosas. *Colocó la audiencia al nivel de los años 80, y lo hizo también de otros años.

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20'. Al igual que ocurre con la prueba anterior, las locuciones prepositivas, a semejanza de las preposiciones simples, se combinan con pronombres en caso nominativo, pero este comportamiento es muy semejante al caso de las construcciones que podamos desestimar de funcionar como preposiciones, ya que son muchas las que permiten el caso oblicuo frente al caso nominativo: *Con destino ayo/con desuno a mí *En armonía con yo / en armonía conmigo.

21'. Demostrativo-determinante: esta es una de las dos pruebas que consideramos definitivas, pues, a pesar de algunas indeterminaciones, siempre se aplica adecuadamente y en contraste con los casos de locuciones prepositivas desestimados. Aun así, es obvio que se puedan encontrar grados en su aplicación, pues en algunas ocasiones el determinante es agramatical en correlación paradigmática, pero en una relación de coordinación puede ser cuestionable dicha agramaticalidad. En cualquier caso se trata de una prueba fundamental: No vino a causa de su enfermedad / *a esa causa / *a tal causa / *a dicha causa / *pero en esa causa hubo mucho de invención. Salió en puesto de Juan / *en ese puesto / *en tal puesto / *en dicho puesto / *#pero en ese puesto no tuvo mucha fortuna. Hizo una declaración en rechazo de la justicia/ *en tal rechazo / *en dicho rechazo / *en ese rechazo / ttpero en ese rechazo no hubo contundencia. No hablará por miedo a su mujer / *por ese miedo / *por tal miedo / *por dicho miedo / #y por ese miedo perderá la oportunidad de su vida.

22'. Metáforas: la gramaticalización semántica de los términos nucleares de las locuciones prepositivas es algo que afecta a todos los ejemplos considerados, ya sea porque efectivamente cambia su significado o porque el significado es, de por sí, muy abstracto. Sin embargo, esta prueba, aun siendo muy interesante, no demuestra nada, pues dicha desemantización puede afectar también a construcciones que desestimemos de ser consideradas locuciones: Iba a la caza de un novio (-locución prepositiva): [Actividad física > actividad abstracta: búsqueda]. Quizás lo más interesante de esta prueba puedan ser aquellas construcciones en las que, según sea el significado básico que estemos considerando, podrán ser clasificadas como locuciones o no: a) A espaldas de /de espaldas a Vivía a espaldas de la montaña vs. trabajaba de espaldas a cualquier reconocimiento público.

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El primero de los ejemplos tiene un valor espacial, luego la cadena metafórica ha sido cuerpo > espacio. El segundo de los ejemplos, con un valor nocional, tiene una mayor gramaticalización, pues hay un paso más en la cadena metafórica: cuerpo > espacio > cualidad. Aun tratándose en los dos casos de locuciones prepositivas, observamos que la segunda de las construcciones refleja una mayor gramaticalización, no ya semánticamente, sino sintácticamente: a espaldas de permite artículo (a las espaldas de}, de espaldas a no (*de las espaldas a}, a espaldas de permite posesivos, mientras que de espaldas a no (a sus espaldas, a espaldas suyas vs. *de sus espaldas, *de espaldas suyas}. b) A fin de / a fines de Mintió afín de salvarse vs. lo conseguiremos afines de 1999.

El contraste entre estas dos estructuras es apasionante (dentro de lo apasionante que puede ser este tipo de cosas), pues inicialmente pensábamos que la construcción temporal estaba más gramaticalizada, y constituía un caso de locución prepositiva, frente a la construcción final, que, aun estando gramaticalizada, no acabábamos de incluirla dentro de las locuciones prepositivas, y ello sin tener en cuenta que la estructura final sólo se combina con infinitivos, o con oraciones sustantivas. Dicha idea primera se nos confirmó al consultar el Diccionario de Ernout-Meillet (1985), pues/m proviene del latín finís, que significaba límite, ya sea de un campo, de un territorio, etc., y, por extensión, pasó a significar finalidad. Como conclusión, entonces, comprobamos que, en caso de tratarse de un proceso metafórico-metonímico, el significado temporal es posterior al cualitativo, siguiendo la escala de gramaticalización propuesta. Si semánticamente es interesante el contraste, sintácticamente no lo es menos: ya hemos comentado que la variante nocional sólo permite combinarse con infinitivos, por otro lado permite la sustitución de la primera preposición (con (el) fin de), siendo en este caso una estructura claramente nominal, no prepositiva, por otro lado permitiría la modificabilidad del núcleo mediante artículo, la prueba de la interrogación parcial resultaría dudosa en cuanto a su agramaticalidad (#¿a qué fin actuó de esa manera?}, y la del determinante parece, aunque con algunas dudas, que también se decanta por la no preposicionalización de la construcción (afín de salvarse / a tal fin/ a este fin /a dicho fin). De lo que no cabe duda es de que la construcción está rozando la gramaticalización preposicional, claramente

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presente en las estructuras temporales y claramente ausente en las estructuras nocionales con la variante con (el) fin de. La variante temporal es muy interesante sintácticamente, pues al aplicar la prueba de la determinación, así como la de la interrogación, queda claramente atestiguado su valor preposicional (*¿a qué fines de año lo habremos conseguido? // a fines de 1999 / *a esos fines / *a tales fines}. Con este valor no está permitido el artículo (*al fin de}, y la sustituibilidad de la primera preposición no es posible, luego la gramaticalización sintáctica de este ejemplo es mayor. Es cierto que puede presentar algunas variaciones en la primera preposición, pero no siempre, única y exclusivamente cuando el término de la relación expresa una temporalidad como año o mes, en los otros casos no, es decir, cuando se trata de un objeto con un fin, en tanto límite, objetivo: hacia fin de mes, para fin de año vs. ^logramos presentar la solicitud hacia/para fines de cuando se acababa el plazo. De igual forma, en algunas ocasiones, permite la variación plural/singular. c) A nombre de / en nombre de El fax iba a nombre del secretario vs. hablaba en nombre de los afectados.

El contraste entre estas dos estructuras es muy interesante, pues no constituyen variantes de una misma invariante, a pesar de las semejanzas en el contenido del núcleo nominal. La configuración de la escena que se perfila es muy distinta en ambos casos, pues a nombre de siempre supone el receptor o destinatario de la acción expresada, mientras que en nombre de perfila una cierta causa primera de la acción desarrollada por el sujeto agente, que más parece, por ello, un intermediario que un agente. En el primer caso, nombre tiene un contenido metonímico en tanto que, en los escritos, el nombre de una persona representa a la misma, y existe esa vinculación metonímica de forma directa porque siempre parece haber un contexto en el que debe figurar un texto escrito con un nombre de persona determinado. En el segundo caso, nombre tiene una mayor gramaticalización semántica, y ello se demuestra por lo siguiente: está presente la misma relación metonímica anterior, en tanto que el nombre representa a la persona, pero ya hemos salido de los contextos inmediatos que suponía la efectiva presencia de un nombre escrito, con lo que hay una generalización del significado a cualquier contexto no motivado, es decir, en el que no aparezca el nombre de alguien, significando genéricamente en representa-

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ción de. La mayor gramaticalización semántica de en nombre de tiene su reflejo en una mayor gramaticalización sintáctica: el comportamiento morfosintáctico de las dos construcciones consideradas es exactamente igual en la aplicación de las distintas pruebas, y ello es así a excepción de las dos pruebas fundamentales: la de la interrogación parcial y la del demostrativo-determinante:

¿A nombre de quién iba dirigido el fax?/ ¿a qué nombre iba dirigido el fax?/ ¿cuál es el nombre al que iba dirigido el fax?. ¿En nombre de quién hablaba?, *¿en qué nombre hablaba? / *¿cuál era el nombre el que el hablaba? Escrituró la casa a nombre de la mujer / #a ese nombre / #a tal nombre / #a dicho nombre / #p ero ese nombre le salió raro. Hablaba en nombre de los trabajadores / *en ese nombre / *en tal nombre / *en dicho nombre / *y en ese nombre no estaban todos representados.

Aunque el comportamiento en el caso de la prueba del demostrativo-determinante pueda ser entendido como semejante, de lo que no cabe duda es de que la prueba de la interrogación parcial muestra una evidente diferenciación. Por todo ello podemos concluir que en nombre de está más gramaticalizado que a nombre de, y, tras la consideración de las pruebas que hemos manejado para la determinación categorial de las locuciones prepositivas, podemos afirmar que en nombre de constituye, según nuestros criterios, una locución prepositiva. A nombre de es una estructura gramaticalizada, pero según los criterios que nosotros hemos manejado, menos que en nombre de y no lo suficiente como para poder clasificarla, al menos todavía, dentro del grupo de locuciones prepositivas del español. d) En puesto de Salió en puesto de Juan vs. salió en puesto de lateral izquierdo.

Aparentemente las estructuras son iguales, sin embargo únicamente en el primer caso consideraremos la locución en puesto de una construcción prepositiva. Cuando nosotros decimos de alguien que salió en puesto de lateral izquierdo, debemos tener en cuenta que lateral izquierdo, en el fútbol o en algún otro juego deportivo, es un "puesto" de verdad, es decir es una posición y es un empleo, trabajo o labor específica para desarrollar en esa posición. Sin embargo, cuando nosotros decimos de alguien que salió en puesto de Juan hay una implicación metonímica: "puesto" ya no es una posición específica, sino que a partir de la

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metonimia el lugar por el trabajo que allí se desempeña, se generaliza el significado a cualquier trabajo o empleo, aunque no venga identificado metonímicamente por el lugar. La gramaticalización semántica de este último ejemplo tiene, evidentemente, consecuencias morfosintácticas que evidencian su gramaticalización y su consideración como locución prepositiva, frente al caso de en puesto de lateral izquierdo: cuando no funciona como locución prepositiva el empleo de artículo es totalmente posible, de igual forma la variabilidad morfemática también es posible, y las pruebas de la interrogación parcial y del demostrativo-determinante evidencian su desconsideración como locución prepositiva. Sin embargo, cuando funciona como locución prepositiva, el empleo del artículo es dudoso en algunos casos, no permite la variabilidad numérica y las pruebas de la interrogación parcial y del demostrativo-determinante son claras y precisas en cuanto a su inclusión en el conjunto relacionante: Salió en el puesto de lateral izquierdo / ellos dos salieron en los puestos de lateral izquierdo y de defensa central/#¿en puesto de quién salió Juan?, ¿en qué puesto salió Juan?, ¿cuál fue el puesto en que salió Juan? / salió en ese puesto, en tal puesto, en dicho puesto. #Actuó en el puesto de Rocío Jurado / ellos dos entraron en puesto de Juan y de Pedro, *ellos dos entraron en puestos de Juan y de Pedro / ¿en puesto de quién salió Juan?, *¿en qué puesto salió Juan?, *¿cuál fue el puesto en que salió Juan ? / * salió en ese puesto, *en tal puesto, *en dicho puesto.

e) A la sombra de Se puso a la sombra de Pedro vs. se puso a la sombra.

Este es un caso muy parecido al anterior, pues en el primero de los ejemplos a la sombra de funciona como locución prepositiva, mientras que en el segundo caso no es así. En se puso a la sombra de Pedro, sombra ha sufrido un proceso de gramaticalización semántica, en tanto que su significado ha experimentado un cambio debido a una proyección metafórica, pues de significar "oscuridad" o "imagen oscura" ha pasado a desarrollar un significado cualitativo, como es dependencia y protección, y ello gracias a los rasgos dependencia y protección que se destacan en la sombra, pues una sombra humana siempre es dependiente del sujeto que la proyecta, y, por otro lado, la sombra, al menos en los países soleados, es siempre protección. En el segundo ejemplo, a la sombra es una locución adverbial donde, dejando aparte significados mal llamados figurados, como estar a la sombra entendido como "estar en la cárcel", si

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alguien o algo está a la sombra, es que está efectivamente dentro de los confines de una sombra, luego no hay ningún cambio de significado ni ningún tipo de gramaticalización semántica. Esta diferencia semántica es lo que nos permite explicar el distinto funcionamiento morfosintáctico de una y otra construcción, pues, en el segundo ejemplo, a la sombra no es ningún elemento relacional ya que puede aparecer la construcción de forma absoluta, sin necesidad de especificar qué elemento proyecta la sombra. Por otro lado, si se especifica la localización respecto de la sombra de alguna cosa determinada (árbol, casa, etc.), la construcción permite variación en la primera preposición, así como la modificabilidad del núcleo, y la prueba del demostrativo-determinante es concluyente al respecto. En cuanto a los ejemplos metafóricos, ni permiten la sustitución de la primera preposición ni admiten la modificabilidad del núcleo, y las pruebas de la interrogación parcial y del demostrativo-determinante son también totalmente concluyentes al respecto aunque de una forma contraria a las anteriores, y, evidentemente, siempre es necesario un término de la relación para a la sombra: No se puso nadie a la sombra, en la sombra, bajo la sombra / había demasiada gente a la sombra enorme del árbol / había mucha gente a la sombra del árbol, porque a esa sombra llegaba unfresquito maravilloso / *¿a la sombra de qué árbol estaba?, #¿cuál es la sombra a la que estaba?, *¿a qué sombra estaba?*. *Se puso a la sombra (contexto) / *se formó a la sombra enorme de Pedro / había mucha gente a la sombra de Pedro, *a esa sombra, *a tal sombra, *a dicha sombra, #porque a esa sombra todo el mundo quería adherirse / ¿a la sombra de quién estaba?, *¿a qué sombra estaba?, *¿cuál era la sombra a la que estaba?

f) Al amor de Se situó al amor de la lumbre.

Lo interesante de la proyección metafórica de este significado espacial es que amor, a no ser que lo entendamos de una forma metonímica que no accedo a captar del todo, ha concretado su significado, es decir, supone una cierta contradicción a la escala de unidireccionalidad, pues no se trata de un significado que se 8 La prueba de la interrogación parcial funciona de una forma un tanto extraña en esta ocasión porque, si queremos localizar una posición, la base relevante nunca será una sombra determinada, sino el árbol, o cualquier otra cosa, que proyecta la sombra.

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gramaticaliza volviéndose más abstracto, sino que, por lo que parece, se trata de un significado abstracto, amor, que se gramaticaliza volviéndose más concreto y más básico al hacerse espacial, quizás a partir de algunos rasgos como calor-cercanía y contado-cercanía. g) En cuestión de Es un desastre en cuestión de dinero vs. vendrá en cuestión de dos minutos.

Un caso interesante es la posible locución en cuestión de. Si aplicamos las reglas de funcionamiento preposicional, comprobamos claramente que no funciona como tal, pues no sólo permite variabilidad morfosintáctica, sino que las pruebas de la interrogación parcial, uno/otro, contexto prepositivo y demostrativo-determinante resultan contrarias a su prescripción prepositiva. Sin embargo, es muy interesante considerar algunos casos en los que se ha producido un grado mayor de gramaticalización, nos referimos a aquellos ejemplos en los que cuestión deja de aplicarse a contenidos objetuales y se aplica a contenidos temporales. Creemos que, en estos casos, la estructura sigue sin poder ser incorporada al paradigma preposicional, pero la mayor gramaticalización semántica ha tenido consecuencias sintácticas que parecer ir acercando el elemento al paradigma preposicional. En concreto, los aspectos que ahora funcionan de manera distinta son la invariablidad morfemática, la interrogación parcial y el demostrativo-determinante: En cuestiones de máxima tensión se ven las personalidades destacadas vs. *lo podremos hacer en cuestiones de varias horas. ¿En qué cuestión no tiene amigos? vs. *¿En qué cuestión de tiempo lo hará ? *Uno en cuestión del otro. *El asunto en cuestión del cual era temible, *los minutos en cuestión de los cuales lo hará. Lo llevaba mártir en cuestión de dinero/en esa cuestión vs. *podrá salir en cuestión de dos minutos/*en esa cuestión.

3.3.2. LOCUCIONES PREPOSITIVAS, TOPICALIZADORES Y MARCADORES DISCURSIVOS Dentro del inventario de locuciones prepositivas con el que hemos trabajado, hay una serie de elementos que han sido considerados en oca-

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siones marcadores discursivos9, como a propósito de o en cuanto a. La problemática que nos ha suscitado la posibilidad de considerar algunos marcadores discursivos dentro del paradigma prepositivo ha sido muy interesante, pues nos ha obligado a conciliar, o intentarlo, al menos, tres factores: el estatuto categorial de estos elementos, su funcionamiento pragmático como guías discursivos, su funcionamiento informativo como topicalizadores. El primer hecho que nos ha llamado la atención es que el estatuto categorial de los marcadores discursivos no se suele ligar a las preposiciones. Portóles (1998: 50) señala que las categorías gramaticales a las que pertenecen los marcadores son: conjunción, adverbio e interjección, y explícitamente arguye que se trata de todas las categorías invariables a excepción de la preposición, siendo las razones de su exclusión dependientes del tipo de significado de marcadores y preposiciones respectivamente, pues el significado de los marcadores es de procesamiento, no conceptual, y, por tanto, no contribuye a las condiciones de verdad de una proposición, lo cual se supone que no sucede con los usos preposicionales. Portóles (1998: 56-57) llega incluso a plantear la posibilidad de una nueva clase de palabras que pueda acoger a determinados marcadores como sin embargo, por tanto, ahora bien, dado su peculiar funcionamiento, sin embargo no llega a atreverse a ello y expresa sus cautelas. En la clasificación efectuada por Martín Zorraquino & Portóles (1999: 4056) se plantea la dificultad de sistematización de los marcadores, pues no estamos ante una clase uniforme de palabras. No obstante, ellos sistematizan un grupo homogéneo gramaticalmente que se ajusta, en general, a las categorías de adverbio, locuciones adverbiales y ciertas interjecciones. Lo interesante de estas palabras no es ya que "caiga" la categoría conjunción respecto del trabajo anterior de Portóles, sino que deja abierta la posibilidad a incluir más marcadores en la sistematización y, por ello, a que puedan incluirse dentro de nuevas categorías. De hecho, la propia Martín Zorraquino (1998: 52-53), al comentar la heterogeneidad de la categorización de los marcadores discursivos, no sólo incluye nuevamente la conjunción, sino que también admite la posibilidad de preposiciones, llegando a diferenciar un subgrupo de marcadores 9

No voy a entrar ahora en identificar con precisión si los marcadores discursivos son realmente una categoría, en tanto que pueden describirse por una función. Voy a seguir manteniendo el término "marcador discursivo", si bien parece acertada la propuesta de Fuentes Rodríguez (2001), siguiendo a Pons (1998), de entender tal denominación como una propuesta arbitraria, que engloba unidades con diversas funciones, y donde lo único que tienen en común es su especial estatuto o su ámbito extraoracional. Es por ello por lo que plantea la necesidad de diferenciar subtipos, o, mejor, tipos distintos sin necesidad de verse recogidos bajo una categoría común (conectares, operadores, modalizadores...).

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formados por preposiciones, más o menos gramaticalizadas, y ciertos adverbios, ofreciendo una distribución diversa según sean en su origen preposiciones (hasta) o adverbios, pero distinguiéndose por enfocar no sólo a la oración, sino a cada uno de los constituyentes de jerarquía directamente dependiente del núcleo oracional, al establecer una conexión entre entidades vinculadas por la relación predicativa, y si bien no reflejan propiamente comentarios sobre el contenido proposicional, sí introducen una valoración añadida sobre los constituyentes oracionales o la oración completa. La conclusión que, entonces, parece desprenderse es que el tratamiento de los marcadores discursivos en la obra magna de la gramática del español ha sido un tanto modular, al eliminar ciertos elementos que podrían ser clasificados como marcadores discursivos y que podrían tener un estatuto relacional clásico: preposiciones y conjunciones10. En este apartado nos vamos a ocupar de algunos de esos marcadores discursivos desechados, en tanto que, en los inventarios preposicionales al uso, suelen clasificarse como preposiciones o locuciones prepositivas (Náñez, 1992; Ueda, 1990; Koike, 1997; Pavón, 1999), no estando nada claro, en nuestra opinión, su filiación categorial al respecto como preposiciones: a propósito de, en lo que se refiere a, en cuanto a, etc. Santos Río (1993) no habla explícitamente de marcadores discursivos. Sin embargo, sí trata diversos tipos de circunstanciales que tienen por función indicar el punto de vista, o una tematización, es decir, presentar temáticamente el sintagma que alude al referente sobre el que se ejercerá la predicación, y entre las locuciones prepositivas introductoras de las mismas menciona ejemplos como los que vamos a tratar en este punto: en cuanto a, referente a, en relación a, a propósito de, por lo que respecta a, etc. Cassany (1995: 154-155), al hablar de los marcadores textuales, si bien excluye que puedan tomar la forma de preposiciones o de locuciones prepositivas, plantea un tipo de estructuradores textuales que tienen por función iniciar un tema nuevo: con respecto a, en cuanto a, sobre, por lo que se refiere a, etc. Casado Velarde (1998: 64-66) establece una clasificación de marcadores discursivos (donde recoge, con leves modificaciones, la de 1993) en la que distingue también un tipo de marcadores de topicalización o tematización, que englobaría a unidades como en cuanto a, en lo concerniente a, a propósito de, etc. Es de destacar también que recoja algunos posibles usos de preposiciones como marcadores discursivos, y 10

Montolío (2001: 35 y ss.) no comenta la problemática categorial de los marcadores discursivos, pero recoge diversos ejemplos de marcadores que nosotros hemos incluido en nuestro inventario de locuciones prepositivas: pese a, afín de, en caso de, en vista de, a pesar de, etc.

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en ese sentido llega a hablar de un hasta como marcador de culminación, y de un tipo de marcadores denominados de restricción, dentro de los cuales se incluirían algunas de las denominadas "preposiciones imperfectas", como excepto o salvo. Llórente Arcocha (1996: 143-147) recoge una serie de marcadores discursivos que tienen por función presentar el tópico global de la conversación11, y dentro de esos elementos recoge algunos que tienen que ver con las preposiciones, como sobre y referente a. Casalmiglia y Tusón (1999: 247) recogen un tipo de marcadores que introducen operaciones discursivas particulares. Se trataría de elementos que, situados en posición inicial del enunciado o como preámbulo al segundo miembro de la relación, bien indican la posición del enunciador ante su enunciado, bien orientan hacia un tipo concreto de tratamiento de la información. Dentro de este grupo, distinguen un tipo de marcadores de tematización'. respecto a, a propósito de, referente a, etc. Estos elementos de organización textual no sólo funcionarían como elementos de estructuración, sino como pistas para que el receptor interprete adecuadamente el texto así organizado. El trabajo de Perona nos ha resultado especialmente interesante, pues, por un lado, dentro de la filiación categorial que establece de los conectores extraoracionales, o marcadores discursivos, menciona a las locuciones prepositivas (2000: 454): conjunciones coordinantes, subordinantes, locuciones preposicionales, adverbios, locuciones adverbiales, sintagmas adverbiales, sintagmas verbales, interjecciones. Y, además, dentro de la clasificación que efectúa de marcadores discursivos (2000: 450), recoge un tipo denominado marcadores de tematización, que englobaría a elementos como en cuanto a, en lo tocante a, por lo que respecta a, todos ellos recogidos, en diversa medida, dentro de los inventarios de locuciones prepositivas. En el Diccionario de Lingüística Moderna de Alcaraz y Martínez Linares (1997), se recoge una clasificación donde se distinguen los llamados macromarcadores, que orientan al receptor sobre el tópico o tema discursivo que se va a introducir, y se señala explícitamente un subtipo de recuperación (recovery), que sirve para recuperar tópicos marginales o subtópicos citados con anterioridad en el discurso: con relación a, en lo que afecta a, etc. En otras lenguas distintas del español, la idea de habilitar unos elementos como marcadores temáticos ha sido también reconocida. Así, por ejemplo, K. F10ttum (2000) analiza la locución francesa quant a como un 11 No entro ahora en la posibilidad de distinguir tópico oracional, tópico de discurso y tópico de conversación. Estimo que para los objetivos del presente trabajo no es obligatoria su distinción.

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marcador temático, al tiempo que clasifica dicha expresión como "locución prepositiva" (2000: 136), y entiende que los papeles que puede tener dicha locución, tanto en el nivel oracional como en el textual, son los siguientes: a) tematizador oracional, es decir, marcador del tema de la oración; b) focalizador especializado temático: marcador de cambio o contraste temático local y de un paradigma semántico; c) integrador textual: marcador de paradas o de cierre de una serie; d) tematizador textual: marcador por relación o explicitación. Es muy interesante también la relación que establece entre quant a y otros marcadores del mismo tipo como en ce qui concerne. También para el francés ha sido propuesto que la construcción de forma Adv que Proposición, construcción en principio un tanto aberrante, obedece a determinado mecanismo, siendo que no ya una conjunción, sino un marcador de tematización, pudiendo afectar, debido a su función tematizadora, al encadenamiento temático posterior (Furukawa, 2000). En inglés también podemos encontrar casos de las posibilidades señaladas. Así, por ejemplo, Croft (2001: 361) comenta la posibilidad de que regarding pueda gramaticalizarse como una preposición que señale el tópico en un uso como el siguiente: regarding complements, it is also common for manipulatives, modals and phasals to grammaticalize into auxiliar íes... En lenguas más lejanas tipológicamente, como la lengua africana hausa, o la lengua peul, se han identificado una serie de partículas de topicalización, normalmente traducidas por quant a en francés, o as for en inglés, las cuales, aunque con numerosos matices significativos, todas parecen tener por función esencial situar el término que marcan en relación a otra ocurrencia manifiesta o subyacente, indicando hasta qué punto estos términos se distinguen uno de otro (Carón & Mohamadou, 2000). Así pues, quería concluir con dos cosas de momento: A) debemos aceptar la pertinencia de unos marcadores discursivos de topicalización o tematización, utilizados para resolver una de las tareas fundamentales de la organización de la acción discursiva: la presentación de la entidad tópica. Ahora bien, B) el estatuto categorial de estos elementos en concreto (y de todos los marcadores discursivos en general) es muy complicado, pues podemos encontrarnos tres tipos al menos de elementos: 1) Unidades simples que, en otros contextos, se suelen utilizar funcionalmente dentro de la oración como determinada categoría gramatical, siendo una de esas unidades posibles, entre otras, la categoría gramatical preposición: sobre. 2) Unidades fraseológicas de diverso tipo, caracterizadas por la gramaticalización del esquema complejo que representan. Y algunas de esas unidades fraseológicas a veces se han adscrito al para-

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digma prepositivo al ser entendidas como locuciones prepositivas: a propósito de, en cuanto a, referente a, en lo que concierne a, etc. 3) Unidades no convencionales, infrecuentes, no inmediatamente accesibles para cualquier hablante, que requieren un gran esfuerzo de procesamiento, no predecibles y sin ningún tipo de fijación: no sé si verdaderamente está usted entendiendo adecuadamente lo que le estoy diciendo; si me estoy explicando mal, o estoy dando por sentado algo que usted desconozca, hágamelo saber inmediatemente, por favor. Como señala a este respecto Llórente Arcocha (1996: 167), ya que el ejemplo es suyo, el último enunciado podría funcionar como un marcador discursivo, ya que corresponde a un acto ilocutivo que tienen por función controlar el desarrollo de la interacción. No obstante, como señala también Llórente Arcocha, parece claro que los marcadores del tercer tipo deben quedar excluidos de la categorización de los marcadores discursivos. En Gramática Cognitiva que, entendida en un sentido amplio e integrador, es la perspectiva teórica que nos guía (Cifuentes, 1994), la gramática de una lengua se define como un inventario estructurado de unidades lingüísticas convencionales. Sin entrar ahora en la problemática de la definición anterior, sí me interesa señalar el carácter convencional que deben tener las unidades lingüísticas, sean oracionales o textuales, para poder ser categorizadas en un conjunto. Parece lógico, por tanto, suponer que las unidades que no desarrollen un tipo de función lingüística convencional no deban ser inventariadas en ningún tipo de categorización, sin embargo, una categorización de tipo prototípico, aunque no puede predecir ese tipo de unidades al no estar inventariadas, sí puede acogerlas y explicarlas en caso de que surjan en el análisis (Cifuentes, 1994: cap. V). Debemos recordar, siguiendo el parecer de Llórente Arcocha (1996: 299-300), que las categorías gramaticales tradicionales (sustantivo, verbo, preposición, etc.) se definen según su funcionamiento sintáctico y semántico en la oración en la que se inscriben, pero los marcadores discursivos no pueden definirse según los criterios de una gramática oracional sino, evidentemente, textual, pues es desde esa perspectiva pragmático-textual como puede explicarse y determinarse su comportamiento y uso. Martín Zorraquino (1998: 52) nos recuerda algo parecido en ese sentido12, lo que nos permite entonces comprender adecuadamente cómo 12 Al igual que Cuenca (2001), cuando señala que se trata de una clase funcional que se intenta definir como clase categorial, aspecto éste también recordado por Cuartera (2002: 18-19).

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los conceptos de adverbio, preposición, conjunción e interjección resultan claramente insuficientes para dar cuenta de las propiedades de todos los elementos inventariables dentro de los marcadores discursivos, y Fraser señala explícitamente (1999: 943) que los marcadores discursivos no constituyen una categoría sintáctica diferenciada, debiendo ser considerados como una clase pragmática ya que, más que participar del contenido preposicional de la oración en que aparecen, la manera de funcionar que tienen es contribuyendo a la interpretación de la oración en que se encuentran (1999: 946). Los marcadores discursivos, pues, suponen una categorización de unidades desde la perspectiva de una gramática discursiva. Las categorías gramaticales tradicionales suponen una categorización de unidades desde la perspectiva de una gramática oracional. En ese sentido entonces, puede haber elementos que, en ciertos contextos, puedan ser categorizados funcionalmente como nombres, verbos, preposiciones, etc., pero en otros contextos deban ser reanalizados como marcadores discursivos (sobre, oye, mira, etc.), ya que tienen una operativa distinta, no oracional, sino textual. De igual forma, también habrá elementos que sólo desarrollen usos discursivos y sólo funcionen como marcadores discursivos (sin embargo), al igual que hay elementos que sólo desarrollan usos oracionales. No es necesario, por tanto, proponer nuevas categorías gramaticales, ya que los marcadores discursivos no conforman paradigma con las categorías gramaticales clásicas, fundamentalmente oracionales13, sino con las categorías y unidades de una gramática discursiva, complementaria a la integrante de las anteriores unidades, oracionales. Lo interesante de todo este asunto, no tanto intrínsecamente sino para nuestros propósitos y objetivos, es que hay determinadas unidades complejas que tienen un alto grado de gramaticalización, y que pueden ser entendidas como unidades fraseológicas. Estas unidades fraseológicas pueden desarrollar también la función de marcador discursivo de topicalización, y algunas de ellas han sido consideradas como locuciones prepositivas. Todas estas unidades sirven convencionalmente, dentro de las construcciones en que se usan, para avisar al enunciatario de que se está realizando un acto de habla directamente relacionado con la organización y el desarrollo del discurso: la presentación de la entidad tópica sobre la que versa el enunciado posterior. El problema que nosotros pretendemos estudiar es, precisamente, el de muchas unidades que han sido analizadas como locuciones prepositivas, pero se ha hecho siempre (al menos en español) sin considerar su análisis desde una perspectiva textual. El análisis discursivo de determi13

ciones.

Lo cual puede servirnos de ayuda para explicar la problemática de las interjec-

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nados elementos considerados locuciones prepositivas nos va a permitir caracterizarlos como marcadores discursivos, pero de ahí no debe inferirse obligadamente que deban categorizarse como preposiciones, categoría oracional, aunque puedan formar paradigma con algunas preposiciones que desarrollen usos textuales como marcadores discursivos. Es claro que hay unidades fraseológicas que deben ser entendidas como preposiciones, ya que funcionan sintáctica y semánticamente como preposiciones, pero dicha categorización, prototípica, evidentemente, debe seguir ciertos criterios funcionales oracionales. Y al igual que podemos encontrarnos con unidades fraseológicas que desarrollen usos como categorías gramaticales oracionales, también es posible encontrar unidades fraseológicas, de muy diverso tipo, que desarrollen usos como categorías gramaticales discursivas, y este aspecto no ha sido tenido en cuenta en el análisis de las locuciones prepositivas. Debemos precisar que una categorización prototípica permite dar cuenta de la diversidad de elementos dentro de una categoría, sea del tipo que sea, pues por algo es un concepto fundamental en Gramática Cognitiva, pero una categorización prototípica, en el caso de las categorías gramaticales, no supone en modo alguno un mejor ejemplar a partir del cual, y mediante semejanza con el mismo, pueda decidirse la inclusión de otros elementos dentro de la categoría. Los prototipos no definen las categorías, gramaticales, en este caso, simplemente dan cuenta de la diversidad de elementos dentro de la unidad conceptual categorial. Lo que define a una categoría debe ser un concepto funcional, y los elementos que se incluyan dentro de la misma categoría por responder al mismo concepto funcional, no tienen por qué ser iguales, pues puede haber muchos rasgos que los diferencien, y es en ese sentido como podemos entender la categorización prototípica, o como yo al menos siempre la he caracterizado14. 3.3.2.1.

Topicalizadores

Efectivamente, aunque no siempre presentes en las clasificaciones de marcadores discursivos, debemos hacer notar la funcionalidad dentro de los mismos de determinados elementos gramaticalizados que sirven como tematizadores o topicalizadores. Gutiérrez Ordóñez (1997) realiza una excelente presentación de los topicalizadores15 (no de los marcadores discursivos topicalizadores, ya que no los trata, claro), y así nos habla de una. función marco o tópico que 14 Vid. Cifuentes Honrubia (1994: cap. V) para un tratamiento pormenorizado de este asunto. 15 No entro ahora en la posibilidad de distinguir tema de tópico.

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tiene por función señalar el universo de discurso al que deben atenerse las referencias y denotaciones significadas por los interlocutores; se trata, por tanto, de acotar el marco de validez de los contenidos expresados en el enunciado (1997: 40). Desde esta perspectiva semántica (1997: 51), por tanto, el tópico es el marco de referencia, sitúa el ámbito de referencia que constituye el universo de discurso del enunciado: en cuanto a tu padre, ya hablaremos más tarde. En esta función tópico hay que situar también determinados incisos adverbiales, muy próximos a los anteriores, que ejercen mayor insistencia en el punto de vista o marco de perspectiva: a mi modo de ver, a tu juicio, etc. Desde un punto de vista referencial, los tópicos pueden ser correferenciales, o no, con un elemento de la estructura sintagmática del comento (1997: 52): En cuanto a Paco, ha estado callado. En cuanto a Paco, tenemos que olvidarnos de presiones y seguir trabajando.

Los tópicos correferenciales son muy interesantes, y podemos sistematizar dos grandes conjuntos (1997: 52-53): a) tópicos que vienen precedidos de los rasgos específicos de la función que contraen en el comento: De Paco, ¿quién no dice nada?; b) tópicos en los que la expresión referencial aparece libre de los índices propios de la función que desempeña dentro del esquema oracional, permitiéndose en este caso la presencia de marcadores de topicalización: en cuanto a, en lo que se refiere a, referente a: En lo que se refiere a Paco, ¿quién no ha hablado mal de él?

Esta última clasificación nos resultará particularmente interesante, pues hemos distinguido un grupo primero de tópicos que vienen precedidos de la marca de función que desarrollan en el comento, pudiendo ser esa marca de función, evidentemente, una preposición. Y un grupo segundo de tópicos que vienen encabezados por determinados marcadores de topicalización, todos ellos posibles casos de locuciones prepositivas. Los tópicos pueden venir delimitados por una serie de características formales, de entre ellas destacamos las siguientes (Gutiérrez Ordóñez, 1997:48-51): 1) Separabilidad: para Gutiérrez Ordóñez ésta es la característica fundamental definitoria de los tópicos, pues es esta separabilidad la que permite diferenciar al tópico de otras funciones que ese mismo segmento puede contraer con el esquema verbal, y es esa separabilidad la que permite diferenciar igualmente al tópico de

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las funciones informativas de tema-soporte y foco, que jamás vienen separadas por pausas: respecto de este tema, ¿qué me puedes decir de nuevo? 2) Compatibilidad con modalidades: los tópicos están tan separados del resto del enunciado, que son compatibles con cualquier modalidad en el segmento oracional: respecto de este tema, ¿qué me puedes decir de nuevo? 3) Posición: preferentemente ocupan la posición inicial absoluta, ocasionalmente intermedia, y, muy raramente, la final. En posición inicial quedan fuera del alcance de la curva de entonación que engloba interrogaciones y exclamaciones, apareciendo entre pausas en posición interior. 4) No ejercen función oracional. Tampoco pueden ser objeto de interrogaciones parciales ni admiten la posibilidad de convertirse en foco en una estructura ecuacional o ecuandicional. No permiten la negación no A sino B: Respecto a Paco, más vale que lo dejes tranquilo. *¿ Cómo vale más que lo dejes tranquilo ? *Es respecto a Paco como más vale que lo dejes tranquilo. *No respecto a Paco sino respecto a Anabel, más vale que no le hagas caso.

5) Son compatibles con esquemas sintagmáticos no verbales: en cuanto a Paco, ¡mucho cuidado! 6) Admiten adverbios de énfasis presuposicional del tipo incluso, aun, hasta, ni siquiera, sólo, exclusivamente, etc.: sólo en lo que se refiere a Paco, yo podría entenderlo. 7) Los tópicos quedan fuera del ámbito de conmutación efectuado por los sustitutos sí/no: -¿Es Lola una mujer sosegada?/ -En cuanto a Paco, no. 8) No se coordinan con circunstantes, atributos de modalidad ni circunstanciales de verbo enunciativo, por ello los tópicos son compatibles con cada una de esas funciones. Así pues, después de esta somera presentación, quería destacar algunos de los aspectos que hemos señalado a propósito de los tópicos: a) No ejercen función sintáctica dentro del esquema oracional. b) Su función fundamental es la de advertir al interlocutor de que el ámbito de verdad o de referencia del enunciado viene configurado por lo que se dice, es una llamada de atención al oyente para que éste se atenga a un marco concreto de interpretación. Su papel como elemento de cohesión textual, por tanto, es fundamental.

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c) Puede haber tópicos encabezados por preposiciones como índices de la función que contraen en el enunciado. d) Hay tópicos, sin índice funcional alguno, encabezados por marcadores de topicalización. Es importante delimitar el estatuto categorial de estos marcadores de topicalización, pues hay autores que los incluyen dentro de las preposiciones (Náñez, 1995; Ueda, 1990; Koike, 1997; Pavón Lucero, 1999), aunque sin mencionar su funcionamiento discursivo como marcadores, mientras que otros excluyen la posibilidad de encontrar preposiciones funcionando como marcadores discursivos (Portóles, 1998). Desde una perspectiva teórica distinta, y con una terminología también distinta, los dos tipos de tópicos anteriores han sido también caracterizados formalmente de una manera muy similar. Así, Zubizarreta (1999: 4218-4224) distingue dos tipos de construcciones con temas periféricos a la izquierda de la oración: la construcción con tema vinculante y la dislocación a la izquierda. El tema vinculante se distingue de la dislocación a la izquierda en que tiene por función cambiar de tema en un discurso dado, por lo que puede estar precedido de lo que llamamos marcadores de topicalización, como en cuanto a o con respecto a. Otras características funcionales del tema vinculante son: correferencialidad con algún elemento funcional dentro de la oración, posición inicial y ausencia de dependencia gramatical de la estructura oracional. Las características fundamentales de la dislocación a la izquierda son: dependencia gramatical entre el tema y la posición dentro de la oración, posición periférica inicial de la oración principal, o periférica a la izquierda de la oración subordinada, ausencia de correferencialidad del tema con un elemento funcional dentro de una oración de relativo, adverbial o de sujeto. La relación entre la construcción con tema vinculante y el tópico encabezado por marcadores de topicalización, así como entre la dislocación a la izquierda y el tópico con índice funcional, creo que es patente. 3.3.2.2. Marcadores discursivos de topicalización Una vez que hemos caracterizado sintáctica y semánticamente los marcadores de topicalización, el paso siguiente consiste en determinar si estos marcadores de topicalización pueden ser entendidos como un subtipo de marcadores discursivos. Por lo dicho hasta ahora, al igual que por una cuestión meramente intuitiva, parece que sí lo son, pero queremos corroborarlo. La definición que estamos considerando de marcador es la siguiente (Portóles, 1998: 25; Martín Zorraquino & Portóles, 1999: 4057):

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Los 'marcadores del discurso' son unidades lingüísticas invariables, no ejercen una función sintáctica en el marco de la predicación oracional —son, pues, elementos marginales— y poseen un cometido coincidente en el discurso: el de guiar, de acuerdo con sus distintas propiedades morfosintácticas, semánticas y pragmáticas, las inferencias que se realizan en la comunicación.

Creemos, sin ningún lugar a dudas, que la definición dada encaja perfectamente con los elementos que venimos denominando marcadores de topicalización, pues a) son invariables, b) no ejercen función sintáctica, c) son elementos de cohesión textual. Dentro de la tipología efectuada por los autores arriba mencionados, debemos señalar que los marcadores de topicalización participarían de las características de, al menos, dos grupos de ellos: a) Hay un tipo de instrucciones semánticas de algunos marcadores que tiene que ver con la estructura informativa del discurso, siendo su significado proporcionar principalmente instrucciones referentes a la distribución de comentarios, éstos son los estructuradores de la información (Martín Zorraquino & Portóles, 1999: 4075-4076). b) Por otro lado, las conversaciones se componen de intercambios formados por dos intervenciones realizadas por distintos hablantes, y hay marcadores que presentan un comentario nuevo e informativamente valioso con respecto al discurso que lo precede (1999: 4080). Sea como sea, los autores citados no recogen el tipo de marcadores de topicalización dentro de su sistematización. Montolío (2001) no trata los marcadores discursivos de topicalización, pero en su caracterización general de los conectores deja abierta la posibilidad de considerar a los mismos, pues señala (2001: 31) que el significado de los marcadores consiste en una instrucción al receptor para que procese la información que sigue al conector, manteniendo con la información precedente una determinada relación, y dentro de los múltiples tipos posibles de relaciones enumera "nueva información sobre el mismo tema", con lo que deja abierta la posibilidad a las relaciones de topicalización o tematización. En cuanto a las propiedades gramaticales dadas a propósito de los marcadores discursivos (Martín Zorraquino & Portóles, 1999: 4059-

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4071; Portóles, 1998: 53 y ss.), podemos comprobar que se ajustan muy adecuadamente al tipo de marcadores de topicalización que venimos caracterizando: 1) Gramaticalización de los marcadores: se trata de unidades lingüísticas invariables. Bien es cierto que, dentro del conjunto de elementos que nos proponemos caracterizar como marcadores de topicalización, algunos permiten algún tipo de variación (en lo que se refiere a, en lo que concierne a, etc.), pero estas mismas variaciones también se dan dentro del conjunto de los marcadores admitidos por los autores citados. 2) Posición sintáctica: hemos comprobado que los marcadores de topicalización aparecen en posición inicial (con las restricciones hechas a propósito de la dislocación a la izquierda y las cláusulas subordinadas). El conjunto de los marcadores prefiere también la posición inicial, si bien son más libres a este respecto que los topicalizadores que venimos comentando. 3) Marcas de entonación: los marcadores estudiados por Martín Zorraquino y Portóles se encuentran limitados como incisos por la entonación. Debemos recordar a este respecto el carácter, necesario, de separabilidad otorgado a los marcadores de topicalización. 4) Modificadores y complementos: suele decirse que los marcadores discursivos, en general, carecen de la posibilidad de recibir especificadores y adyacentes complementarios. No obstante, se reconoce que hay muchas excepciones, por lo que el tipo de marcadores de topicalización que venimos identificando, que se combinan con complementos, no tienen por qué desencajar en demasía dentro de la categorización general. 5) Los marcadores discursivos no se coordinan entre sí, aunque algunos se pueden coordinar con sintagmas que se sitúan en inciso. El funcionamiento general de los marcadores de topicalización no es extraño, ni mucho menos, a la característica sintáctica anterior. 6) Negación: los marcadores discursivos no pueden ser negados. Es la misma regla que venía expuesta por Gutiérrez Ordóñez para los topicalizadores. 7) Foco: los marcadores discursivos no dependen sintácticamente del verbo de la oración a la que acompañan, lo cual se aplica perfectamente a los marcadores de topicalización. 8) Perífrasis de relativo: los marcadores no pueden ser destacados por perífrasis de relativo, tratándose del mismo caso comentado por Gutiérrez Ordóñez a propósito de los topicalizadores y la

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posibilidad de aparecer en estructuras ecuacionales o ecuandicionales. 9) Otras dependencias sintácticas: las relaciones de los diversos marcadores discursivos con respecto al miembro del discurso que los sigue no siempre son iguales, con lo que el funcionamiento de los marcadores de topicalización no será ningún contraejemplo a esta regla. 10) Autonomía: no todos los marcadores se comportan del mismo modo en cuanto a la autonomía en un turno de palabra. Los marcadores de topicalización no pueden aparecer autónomos, pero dicho funcionamiento no contradice la regla comentada, pues la mayoría de los marcadores discursivos no pueden ocupar ellos solos un turno de palabra. 11) Los marcadores pueden situarse en miembros del discurso que constituyen categorías léxicas y sintagmáticas muy diversas, luego el funcionamiento de los marcadores de topicalización no altera para nada la norma anterior. La conclusión, por tanto, es clara: los marcadores de topicalización constituyen un subtipo de marcadores discursivos y deben pasar a formar parte de la clasificación de los mismos. 3.3.2.3.

Las preposiciones como marcadores discursivos de topicalización

El segundo aspecto sobre el que queríamos volver, y llegar a una conclusión, es el referido al estatuto categorial de los marcadores de topicalización. Muchos de los marcadores de topicalización que hemos recogido engrasan las listas de locuciones prepositivas, sirva de ejemplo paradigmático el trabajo de Pavón Lucero (1999). Sin embargo, los estudios descriptivos de marcadores discursivos vienen limitados a adverbios, conjunciones e interjecciones (y formas apelativas) y no tratan los marcadores de topicalización, aunque dejan abierta la posibilidad de los mismos. No obstante, en el trabajo de Martín Zorraquino & Portóles (1999: 4091-4092) se analiza un tipo de marcador, estructurador de la información digresor, que es a propósito (de), que aparece en el listado de locuciones prepositivas de Pavón, entre otros, y que para los autores citados debemos entender que funciona como adverbio. El problema entonces de la filiación categorial está servido, y no sólo con respecto a a propósito (de), sino al conjunto de marcadores de topicalización. Martín Zorraquino & Portóles (1999: 4091) señalan que, por lo general, a propósito se utiliza con un complemento con de, pero también puede aparecer sin complemento, sobre todo en el discurso oral:

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A propósito de secretos: ¿era necesario el bunker? A propósito, el negocio de la zapatería va de mal en peor... A propósito, ¿por qué usted ocultó su parecer y no votó?

Todos los ejemplos constituyen un claro ejemplo de lo que hemos denominado marcador de topicalización. Lo primero que debemos comentar es que las estructuras con de y las estructuras sin de son exactamente iguales, salvo lo que este hecho significa. Digo que son exactamente iguales porque en ningún caso se presenta a a propósito como un elemento autosuficiente. Los casos en los que aparece a propósito sin término de la relación explícito son debidos a que éste viene dado contextualmente. Desde nuestra perspectiva, el hecho de que un elemento esté presente funcionalmente de forma explícita o venga dado en el contexto, sólo supone una variación pero poco más. Es decir, lo importante es que el elemento de la relación sea necesario, que venga dado de forma explícita o esté implícito en el contexto lo entendemos como algo secundario para la filiación categorial, aunque asumimos que es un rasgo diferenciador importante pero que, desde una perspectiva de categorización prototípica, podemos considerarlo como un simple hecho de variación dentro de la unidad. Efectivamente, en los ejemplos señalados sin término de la relación, éste viene dado contextualmente, siendo en todos los casos a propósito de algo dicho en secuencias anteriores y que el interlocutor debe ligar con lo que vamos a decir a continuación; es decir, a propósito funciona como un elemento de cohesión textual que explícita la relación semántica subyacente que acontece en toda dinámica interoracional (Ramón Trives, 1982). Así pues, a propósito siempre necesita un término de la relación, lo que ocurre es que a veces el sintagma encabezado por la segunda preposición (de) puede venir dado contextualmente, pero ello no demuestra que funcione como preposición. Lo que sí puede demostrar que funciona como preposición es la aplicación del conjunto de pruebas que hemos utilizado, especialmente la de la interrogación parcial, uno/otro, contexto prepositivo y demostrativo-determinante: ¿A propósito de qué dijo esas palabras? / *¿A qué propósito dijo esas palabras? / *¿ Cuál fue el propósito al que dijo esas palabras? Lo dijo uno a propósito del otro. El tema a propósito del cual surgió el debate. Habló a propósito de su hermano / *a ese propósito / *a tal propósito / *a dicho propósito.

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A propósito (de), por tanto, funciona como una preposición16. Pero podemos ir un punto más allá en nuestro análisis, e intentar ir bosquejando un principio de solución para nuestra problemática categorial en el conjunto de los marcadores de topicalización. Debemos recordar que hemos distinguido dos clases de tópicos: a) tópicos que vienen precedidos de los rasgos específicos de la función que contraen en el comento (o dislocación a la izquierda), b) tópicos en los que la expresión referencial aparece libre de los índices propios de la función que desempeña dentro del esquema oracional (o construcción con tema vinculante), permitiéndose en este caso la presencia de marcadores de topicalización. Los ejemplos que hemos reproducido de a propósito (de) son casos del segundo tipo de tópicos, pero nos gustaría hacer dos comentarios: 1) Puede haber tópicos del tipo b) sin marcadores de topicalización específicos e introducidos por preposiciones simples, con lo que la presencia de marcadores de topicalización categorizados como preposiciones no debe verse como nada exótico, y menos todavía si recordamos que los complementos extraoracionales de punto de vista eran asimilados a esta clase de tópicos: Sobre lo que me dijiste ayer, ¿cuándo viene Ana? Según tu padre, ¿quién es el causante de tanto desastre? Desde el punto de vista del alumno, ¿ cuál es la tarea más urgente a realizar?

Pero no sólo hay tradicionales preposiciones que desarrollan discursivamente funciones de marcadores de topicalización, sino que hay casos de locuciones prepositivas que sólo funcionan como marcadores de topicalización, al encabezar incisos adverbiales que señalan el punto de vista o marco de perspectiva oracional: en opinión de, ajuicio de. 2) Es posible encontrar ejemplos en los que el complemento encabezado por a propósito (de) cumple una función sintáctica dentro del esquema oracional, especialmente con verbos de lengua y entendimiento. Más difícil es encontrar ejemplos con a propósito (de) en los que pueda ser considerado un tópico dislocado, es decir, un índice de la función que se desarrolla en el comento17.

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Lenarduzzi (1996: 14-15) admite también algunos usos de a propósito de como prepositivos. 17 Obviamos de momento la posible controversia de considerar estos casos como índices de la función que se da dentro del esquema oracional, pero no son dependientes del esquema oracional, o considerarlos como funciones dislocadas, pues para el caso que nos ocupa es irrelevante.

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Sin embargo, hay otros casos de marcadores de topicalización que sí permiten esta posiblidad (acerca de}: No comentó nada a propósito de su charla con el Rector. No dijo nada a propósito de la última intervención policial. Habló mucho a propósito de su viaje a París. La conferencia de hoy versa a propósito de los marcadores discursivos. Y acerca de tu padre, ¿qué te dijo? ¿Qué te dijo acerca de su visita a Londres? Y acerca de su entrevista con el Rector, ¿dijo algo nuevo?

Son muy interesantes estas consideraciones por cuanto podemos encontrarnos marcadores de topicalización que parecen ir gramaticalizándose, de tal forma que incluso llegan a poder ser entendidos, en algunos casos, como índices funcionales y, por ello, muy cercanos a la categoría preposicional. Digo, simplemente, cercanos porque no llegan a funcionar exactamente como locuciones prepositivas ante pruebas como la interrogación parcial, contexto prepositivo o demostrativo-determinante, así, por ejemplo, el caso de en lo referente a, frente a ejemplos como en relación a, que sí funcionan como locuciones prepositivas. Las conclusiones que quiero obtener de estos últimos planteamientos son las siguientes: a) Hay que distinguir los marcadores de topicalización de los índices de función, aunque puede haber elementos que desarrollen los dos usos. b) Hay marcadores de topicalización que pueden ser considerados locuciones prepositivas, pero no por funcionar como marcadores son locuciones prepositivas, pues, aun estando gramaticalizados y encabezando un complemento, puede que no se comporten sintácticamente como preposiciones, y puede que, semánticamente, su significado léxico domine sobre el instrumental, así, por ejemplo, en lo que se refiere a. Vamos a justificar las conclusiones anteriores con un conjunto de comportamientos sintácticos agrupados en dos apartados: A) pruebas para señalar que determinados elementos que, en ciertos usos, pueden funcionar como marcadores discursivos, no funcionan como tales en otros usos, sino que son marcas de una determinada función; B) pruebas para señalar que determinados elementos que han sido clasificados como locuciones prepositivas no son tales, ya que no se comportan como preposiciones, aunque sí que funcionan como marcadores de topicalización,

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y pueden entrar, por ello, en relación paradigmática con determinadas preposiciones que encabezan tópicos, o sintagmas de punto de vista: A)

Pruebas de marca de función: 1) Separabilidad y posición inicial: hay marcadores que pueden aparecer en usos en los que ni están separados, ni están en posición inicial: No comentó nada a propósito de su charla con el Rector. No dijo nada a propósito de la última intervención policial. Habló mucho a propósito de su viaje a París. La conferencia de hoy versa a propósito de los marcadores discursivos.

2) Función oracional: puede ser prueba de que hay marcadores que pueden usarse como índices funcionales, el hecho de que permitan interrogaciones parciales y que posibiliten estructuras ecuacionales o ecuandicionales: ¿A propósito de qué ha dado la conferencia hoy? ¿A propósito de qué te ha estado hablando dos horas? Fue a propósito de su viaje a París que estuve charlando con él varias horas. Fue a propósito de los marcadores discursivos que nos dio la conferencia.

3) Negación: La conferencia de hoy no va a versar a propósito de los marcadores discursivos, sino del orden de palabras. No me estuvo hablando a propósito de su viaje a París, sino de sus problemas en el trabajo.

4) Coordinación: No dijo nada a propósito de su viaje a París ni sobre su escapada con Paco. Habló mucho a propósito de su viaje a París y de su escapada con Paco.

La conclusión, por tanto, es clara, a propósito de, en los anteriores ejemplos, funciona como una locución que sirve para introducir una determinada función. B)

Pruebas de funcionamiento preposicional: 1) Interrogación parcial: ? ¿En lo que se refiere a qué es un negado? 2) Uno/otro: *El uno en lo que se refiere al otro.

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3) Contexto prepositivo: *£7 aspecto en lo que se refiere al cual es un negado. 4) Pronominalización: En lo que se refiere a mujeres, es un negado / es un negado en eso. 5) Fijación: En todo aquello que se refiere a /en las cosas que se refieren a / en aspectos que se refieren a mujeres, es un negado. Así pues, elementos como en lo que se refiere a no funcionan como locuciones prepositivas, sino que se trata de unidades fraseológicas, con algún grado de gramaticalización, que funcionan como marcadores discursivos, tratándose, por tanto, de unidades sólo caracterizables en el nivel discursivo, no oracional. Como conclusión, pues, independientemente de los pocos casos que hemos analizado, creemos haber establecido los mecanismos y pautas suficientes para no confundir marcadores discursivos, topicalizadores y locuciones prepositivas, aunque en algún caso puedan coincidir.

3.3.3. SINTAGMAS NOMINALES ENCABEZADOS POR COMO Algunos autores han planteado la posibilidad de considerar determinadas estructuras nominales encabezadas por como ejemplos de locuciones prepositivas. Puede servir de muestra el trabajo de Pavón Lucero (1999: 587), quien recoge los ejemplos como consecuencia de y como resultado de, aunque son algunos más los casos que nosotros hemos inventariado, pero no trata de forma específica (ni ella ni nadie de los que nosotros hemos consultado) el problema mencionado, siendo el problema, evidentemente, si estas construcciones funcionan como preposiciones o no. Lo primero que nos llama la atención de las estructuras consideradas es que, muchas de ellas, tienen variantes consideradas tradicionalmente locuciones prepositivas —y que funcionan como tales—, estando conformadas por el esquema, preposición + sustantivo + preposición: Como Como Como Como Como Como Como

compensación a/en compensación a. consecuencia de / a consecuencia de. prueba de / en prueba de. respuesta a / en respuesta a. expresión de / en expresión de. señal de / en señal de. testimonio de / en testimonio de.

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Son dos las cuestiones fundamentales que nos surgen ante el planteamiento anterior: a) ¿es como una variante preposicional?, b) ¿funcionan los sintagmas introducidos por como como locuciones prepositivas? Si respondo a la primera de las cuestiones señalando que como, en cuanto a su estatuto categorial, es una de las partículas más difíciles de precisar, puede sonar un poco a broma, pero es cierto. Además, su significado puede ser muy variado, pudiendo hacer nuestras las conclusiones de Moreno Ayora (1991: 133-134) al señalar que como, por sí solo, no tiene ningún significado concreto, necesitando relacionarse con otros elementos para, según el contexto y la situación comunicativa, hacer posible la aparición de los diversos significados, y siendo siempre el contexto el que determine qué valor ha adquirido la forma dentro de los límites siempre precisos de una construcción. Este último comentario nos recuerda, y mucho, los aspectos señalados a propósito del significado de las preposiciones. Por otro lado, la posibilidad de entender un tipo de como preposicional cuenta con una cierta tradición lingüística 18 . Así Cano Aguilar, al analizar históricamente la partícula, señala que la entrada del originario quomodo en las correlaciones tuvo como una de sus consecuencias el que este elemento dejara de ser exclusivamente subordinante oracional y pudiera introducir elementos no oracionales, haciéndose entonces "preposicional", aunque no está claro si el como románico introductor de predicativos, que será el considerado "preposicional", debe entenderse como un producto de la extensión de quomodo a segmentos sin verbo, o fue simplemente un sustituto de ut en dicha función (1995: 16)19. Según Cano Aguilar (1995: 54), las construcciones de como sin verbo son habituales desde los orígenes del idioma en casi todos sus empleos y valores, pudiendo incluso plantearse una frecuencia mayor que en los casos oracionales. Y en cuanto a la supuesta elisión del verbo, que sería el origen de dichas estructuras, no puede comprobarse históricamente, como tampoco el que determinados usos del como preposicional (los del predicativo) hayan surgido de otros anteriores y más básicos. Aun así, es cierto que dicha elisión puede plantearse como hipó18

Sirva de ejemplo L. Santos (1993: 67), quien trata muchos usos de como como si fueran preposicionales, y ello lo da por obvio, aunque se trataría de una preposición "imperfecta". 19 Jiménez Julia (2001: 63) entiende que el carácter preposicional del ut latino con predicativo se conserva en el como de estoy como tonto, considerándolo un caso en el que la preposición puede desaparecer por ser más un caracterizador semántico, como lo eran, según Jiménez Julia, todas las preposiciones en etapas anteriores al latín, que un identificador sintagmático, no necesario en el caso de predicativos con verbos copulativos.

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tesis explicativa, y en algunos casos obligada, pero es una hipótesis que no está exenta de problemas. La cuestión que parece ir suscitándose, entonces, es el papel de como con complementos predicativos. Demonte y Masullo (1999: 2516) recogen una idea normalmente aceptada, y es que los sintagmas preposicionales pueden funcionar como complementos predicativos, es decir, en algunos casos el predicativo puede ir precedido de preposición, o a veces de como. De hecho Cano Aguilar (1999: 1842) reconoce que la mayoría de los verbos que se construyen con atributo preposicional admiten que la preposición se sustituya por como, sin diferencias apreciables de sentido en la mayor parte de los casos: Servir de/como esclavo. Dar algo por/como bueno. Tener a alguien por/como amigo.

Gutiérrez Ordóñez (1986: 138) enumera venir, ir, salir, ingresar, subir, bajar y morir entre los verbos intransitivos que admiten "atributos introdudos por la preposición como", y amar, querer, poner, servir entre los transitivos. Porroche (1990: 36) identifica también estructuras predicativas introducidas por como, si bien es necesario hacer una distinción según sea obligatorio u opcional. En ese sentido, Demonte y Masullo realizan diversas clasificaciones verbales atendiendo a que el complemento predicativo que introducen vaya combinado de forma obligatoria con como, así los verbos designativos caracterizadores (1999: 2488): Lo contrataron como profesor.

O la partícula como venga dada de forma opcional, así por ejemplo en los verbos designativos denominativos (1999: 2488), o en los verbos epistémicos (1999: 2503): Lo eligieron (como) juez de primera instancia. Estimamos la situación (como) muy favorable para los inversionistas.

Moreno Ayora también habla del como en las construcciones predicativas, y si bien no comenta su posible valor preposicional, sí señala no ya la alternancia del mismo con las preposiciones de o por, sino con locuciones prepositivas con un claro funcionamiento como tales, así en calidad de o en forma de (1991: 59 y 73), al tiempo que deja claro el valor relacional de como, pues un sustantivo se interpreta o define según el significado de otro, lo que supone la existencia obligatoria de dos sus-

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tantivos en la construcción, además del verbo que da sentido a toda la oración (1991: 74). Cano Aguilar realiza, no de forma explícita, una gradación dentro de los valores de como con estructuras predicativas, según su funcionalidad preposicional. Nos habla en primer lugar de construcciones en las que como desempeña el papel de predicado nominal en una oración con ser o equivalente (1995: 59-64): Es esforzado como un león. Era blanca como la nieve.

Y construcciones en las que modifica al núcleo del predicado nominal (1995: 64-67), sea sustantivo, adjetivo o sintagma preposicional. Estos son los casos que Bello denominó "simple afijo" y "partícula prepositiva", término este último también utilizado por Cuervo, y con el que indica el último paso en la desvalorización del como relativo: Hoy está como algo destemplada. Que el idioma nativo permanezca estéril y como mudo.

Cano Aguilar considera que, en estos casos, hay una mayor gramaticalización que en las construcciones no predicativas, pues no se ve comparación con ningún otro elemento, presente en la frase o en el contexto, y podemos afirmar que como ha perdido su estatuto de relativo. No obstante, considera que no se ha convertido todavía en preposición, pues sigue sin ser índice de la función del sintagma al que introduce, y, por ello, no es necesaria su presencia (otra cosa es que varíe el significado). Propone considerar adverbio al como de estos usos, siendo semejante a los adverbios cuyo ámbito de incidencia lo constituye el sintagma junto al que se construyen, propio de los denominados "sujetos con preposición" (hasta los más precavidos cometen algún error en alguna ocasión), siendo su valor etiquetable de "aproximativo" (1995: 64). Pero Cano Aguilar propone (1995: 67-69) lo que podríamos entender como un paso más en el continuo de gramaticalización, al hablar de casos en los que como adquiere verdaderamente función predicativa, al igual que las preposiciones de o por, en condiciones semejantes a las de ellas: Trabaja de/como médico. Pasa por/como tonto.

Se trataría de entornos o contextos en los que, si no es por la preposición, la estructura no podría funcionar como predicativo, de forma que si se combina con adjetivos es también en condiciones en que el adjetivo

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no podría ser predicativo sino de esa manera, o para darle una significación especial. En estos casos como no conserva nada de su carácter relativo, en tanto que no se ve a qué hace referencia, y no podemos suponer ningún verbo subyacente: si trabaja como médico, no se trata de que alguien trabaje a la manera de los médicos, sino que desempeña su trabajo en calidad de médico. En definitiva, vemos que la función predicativa está muy relacionada con el hecho de no otorgarle referencia independiente, de ahí que lo normal en estos casos sea que, si el elemento que introduce como es un sustantivo, éste carezca de todo actualizados Así pues, si bien históricamente no se puede demostrar la elipsis del verbo en las construcciones de como no oracionales, ésa es la única explicación desde el punto de vista sincrónico y funcional. Es de esa forma como queda explicado que como no rija las formas complementarias de los pronombres personales y que pueda introducir sintagmas de todo tipo (desde sujeto a complementos preposicionales). No obstante, concluye Cano Aguilar (1995: 93), el carácter sintácticamente subordinado de estos segmentos, combinado con la dificultad o imposibilidad de recuperar el verbo elidido en el supuesto origen, puede llegar a asimilar como a la categoría de preposición, y eso es lo que ocurre, afirma Cano Aguilar, en su función de introductor de predicativos. Así pues, y respondiendo a la primera de las preguntas que nos planteábamos al inicio del apartado, como puede ser asimilable a las preposiciones. Una vez aceptado este hecho, la posibilidad de conformar locuciones prepositivas no nos debe resultar nada extraño, confirmado, además, este hecho por poder encontrar muchas variantes de las mismas con preposiciones simples tradicionales. Pero que como + sustantivo + preposición constituya una locución prepositiva no va a depender de que como se pueda reanalizar como preposición en ciertos casos, dependerá de que cumpla las reglas que hemos establecido para determinar la conformidad categorial de las locuciones prepositivas. Y en ese sentido vemos que tal posibilidad se puede cumplir plenamente, pues, entre otras pruebas, a) se encuentra en relación paradigmática con preposiciones simples, b) es una estructura fija, c) cumple la prueba de la interrogación parcial, d) acepta los contextos uno/otro y los de las oraciones de relativo restrictivas, y e) cumple la regla de demostrativo-determinante: a) Hubo acuerdo como consecuencia de la reunión /por la reunión / tras la reunión. b) *Como consecuencia por/en/con, *como consecuencias de. c) ¿Como consecuencia de qué hubo acuerdo?/ *¿Como qué consecuencia hubo acuerdo? / * ¿Cuál fue la consecuencia como la que hubo acuerdo?

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d) Tomó uno como consecuencia del otro. Se separaron como consecuencia de lo que aconteció la noche anterior / el hecho como consecuencia del cual se separaron. e) Se separaron como consecuencia de tanta pelea / Acornó esa consecuencia / *como tal consecuencia / *_y esa consecuencia la estuvo lamentando mucho tiempo. Evidentemente que hayamos aceptado como consecuencia de como locución prepositiva no supone, en modo alguno, que cualquier estructura de como + sustantivo + preposición funcione siempre como tal, pues habrá que ver cada caso. En ese sentido, lo único que hemos pretendido hacer es comentar la posibilidad de que pueda haber locuciones con ese esquema, y ello dentro de la consideración de que como puede ser asimilable, en algunos casos, a las preposiciones. Hemos hablado más arriba de casos en los que como modifica al núcleo del predicado nominal, sea sustantivo, adjetivo o sintagma preposicional. En los casos en los que se trata de un sintagma preposicional (porque se trate de un O.D. preposicional, un O.I., o un sintagma preposicional con cualquier tipo de función), como puede aparecer seguido de diversas preposiciones: como a/de/en/por/para20. Me recibió como a un idiota. Desperté como de un gran sueño. Llévatelo como para la plaza.

En estos casos, y siguiendo el criterio de Cano Aguilar (1995: 64), no se trataría ni de agrupación de preposiciones ni de otro tipo de locución prepositiva, sino de un uso todavía adverbial, aunque gramaticalizado porque se ha perdido el carácter relativo, en el que está presente un valor aproximativo, cuyo ámbito de incidencia lo constituye el sintagma junto al que se construye, y al que, con su presencia, resta precisión y exactitud, indicando una nota semántica aproximada respecto al espacio, tiempo o cualquier otro valor que desarrolle el sintagma (Moreno Ayora, 1991: 113). Salvados los casos de predicativo de O.D. de persona, que estarían cubiertos por lo que dijimos más arriba, nos damos cuenta de que la presencia de como es innecesaria sintácticamente, estando justificada su presencia en aquellas situaciones comunicativas en que se quiera indicar un contenido aproximado referido al significado de la palabra a la que introduce: 20

Es más, como puede introducir también adverbios, o sintagmas, con o sin preposición, que cumplan función circunstancial, e incluso oraciones circunstanciales, especialmente con cuando.

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Desperté de un gran sueño vs. desperté como de un gran sueño. Llévatelo para la plaza vs. llévatelo como para la plaza.

En conclusión, pues, como + preposición no constituye una unidad, y establece unos valores comparativos semejantes a los vistos en otros entornos sintácticos en los que como mantiene su propia referencia, y en los que puede ser considerado, todavía, adverbio. 3.3.4.

ADVERBIOS EN -MENTE

Un aspecto que suele comentarse a propósito de los adverbios en -mente es que pueden heredar, en algunas ocasiones, el complemento prepositivo que rige el adjetivo del que provienen: La visita ha sido simultánea a la de su esposa / la visita ha sido simultáneamente a la de su esposa. Lo ha decidido (deforma) independiente de sus compañeros / lo ha decidido independientemente de sus compañeros.

Algunos autores han planteado la posibilidad de considerar estos sintagmas adverbiales como locuciones prepositivas, formadas históricamente a partir de adverbios, y encuadrables dentro de un proceso de gramaticalización que, además, serviría de ejemplo del continuo nominal de gramaticalización (Rojas, 1980-81: 910; Gunnarson, 1986; Bosque, 1989: 133-136; García Page, 1991: 203-206; N0jgaard, 1993: 702; Kovacci, 1999: 717-718; Melis, 2001: 16). Pero sólo Bosque ha optado por considerarlos locuciones prepositivas de una forma explícita21, limitándose el resto de autores ha plantear el problema pero sin tomar partido justificadamente por una solución al mismo. 21 El caso de N0jgaard es diferente, pues lo aplica a los adverbios en -mente franceses, que tienen otro funcionamiento; igual ocurre con Melis. Santos Río (2001: 865) no admite genéricamente dicha posibilidad, pero sí cree que hay casos en los que debe hablarse de locución prepositiva, así, por ejemplo relativamente a en dos de sus empleos: a) el respectual neutral simple (estos adverbios expresan una especie de juicio del hablante relativamente a aquello que se indica en la predicación / relativamente a otros lugares que se consideran o dentro de un territorio determinado, los países o el territorio que están más hacia el sitio por donde se pone el sol), y b) el respectual neutral de temática (mi defendido tiene el propósito de no declarar nada relativamente a la segunda de las imputaciones). Dejando aparte el carácter poco usual de los ejemplos propuestos, quizás lo que debiéramos considerar en estos casos es, teniendo en cuenta el indudable valor relacional de la expresión a tratar, si realmente se trata de una locución prepositiva, o de ejemplos de marcadores de tematización que se están gramaticalizando como índices funcionales.

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Antes de pasar a comentar las pruebas y criterios que se han utilizado como mecanismos decisorios de su pertenencia categorial, me gustaría hacer algunas aclaraciones a propósito de determinados casos de adverbio en -mente + sintagma preposicional que he excluido del corpus de ejemplos a tratar. Son muchos los casos en los que, a pesar de que puedan coaparecer sintácticamente seguidos adverbio en -mente + sintagma preposicional, la preposición no viene regida por el adverbio, sino por el verbo: se comportó confiadamente con su hermana. En casos como éste, entiendo que no podemos considerar un todo la estructura confiadamente con, y ello por varias razones: a) Pueden ser más las preposiciones que coaparezcan con confiadamente, según el tipo de complemento que seleccione comportarse: se comportó confiadamente con su hermana / en este asunto / ante el problema/ a la vuelta. b) Prueba de que confiadamente con forma parte de dos constituyentes distintos puede ser el hecho no ya de intercalar elementos entre ellos (aspecto éste que no sería especialmente problemático), sino de que es muy común que aparezcan separados estructuralmente: Con su padre se comportó confiadamente; en este asunto, y con todo lo que nos jugábamos en ello, se ha portado confiadamente. c) La prueba de la interrogación parcial nos da cuenta también de la falta de unidad de la estructura: *¿ Confiadamente con quién se comportó?/¿Con quién se comportó confiadamente? d) Confiadamente puede aparecer sin necesidad de ningún término de la relación, ni tan siquiera dado contextualmente, que, para nosotros, sería funcionalmente igual a que apareciera sintácticamente: se comportó confiadamente. Otra cuestión previa que conviene aclarar, aunque para muchos ha resultado obvia, es la consideración de cuál es el sintagma preposicional en cuestión, ofreciendo García Page (1991: 204) dos posibilidades: [aisladamente SP [de SP [el resto SN]]] vs. [aisladamente de SP [el resto SN]]. Es obvio que es únicamente la segunda posibilidad la que podemos considerar, y el hecho de que pueda admitir segmentaciones como independientemente de su hermano y de su padre, no altera para nada, ni mucho menos, el comportamiento usual de las locuciones prepositivas, como hemos podido comprobar por nuestros análisis. De igual forma, determinadas variaciones sintácticas, como el hecho, señalado por García Page, de que unos adverbios puedan incluir una oración y otros parezcan admitir sólo sintagmas nominales (me compré un vestido independientemente de que te gustara o no, proporcionalmente a su medida), o, y esto sí puede

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ser más relevante para un funcionamiento sintáctico preposicional, que puedan combinarse con infinitivo unos ejemplos y otros no (^-análogamente a cantar, simultáneamente a cantar), no tiene demasiada importancia dentro del funcionamiento general de las locuciones prepositivas en español, donde observamos con total normalidad estas variaciones. El primer argumento que aduce Bosque (1989: 134) a favor de la consideración de los adverbios en -mente + preposición como locuciones prepositivas, es el relativo a la cuantificación de grado: las construcciones consideradas rechazan los adverbios de grado, a pesar de que los adjetivos de que derivan los aceptan, y este funcionamiento supondría su paralelo con las preposiciones simples, frente a la posibilidad de recibir dichos cuantificadores los adverbios tradicionales: *Muy independientemente de ello. *Muy bajo la mesa. Muy arriba.

No obstante, el razonamiento de Bosque presenta problemas añadidos, ya señalados por García Page (1991: 205) y Kovacci (1999: 717), pues hay muchos ejemplos de adverbios en -mente + preposición que admiten los cuantificadores de grado: anteriormente a, apartadamente de, angularmente a, cercanamente a, desagradablemente a, etc.: La delegación enviada parece actuar muy independientemente resto del equipo de Gobierno. Lo colocó más separadamente de la mesa.

del

Bosque señala determinados contextos sintácticos en los que sólo caben preposiciones, y donde los casos de adverbios en -mente + preposición encajan perfectamente, como prueba del funcionamiento preposicional de los mismos (1989: 135). Se trataría de la posición inicial de las oraciones de relativo restrictivas cuando el predicado selecciona un sintagma preposicional, y de la posición correspondiente a X en el sintagma recíproco el uno X el otro: La razón [en/con/de] la cual... La razón [independientemente de] la cual... Juan y María viven el uno [con/sin/para] el otro. Juan y María viven el uno [independientemente de] el otro.

Estas pruebas son muy importantes, pues, en los análisis efectuados por nosotros, no hemos encontrado, genéricamente, ejemplo de locución prepositiva que no responda a las mismas. Es más, teniendo en cuenta que la prueba del demostrativo-determinante no la podemos aplicar a estos casos, concluimos que las dos pruebas anteriores, junto con la de la

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interrogación parcial, serán fundamentales para decidir la inclusión categorial de las construcciones consideradas. Y, efectivamente, la prueba de la interrogación parcial parece corroborar el comportamiento sintáctico prepositivo: ¿Independientemente de quién han actuado?/*¿Qué independientemente han actuado? /#¿De quién han actuado independientemente?

Sin embargo, después de analizar no unos cuantos casos aislados, sino lo que nosotros creemos un corpus lo suficientemente representativo, compuesto por más de 40 casos de adverbios en -mente + preposición, hemos llegado a la conclusión de que estas pruebas no demuestran el funcionamiento prepositivo de las estructuras de adverbio en -mente + preposición, y ello es así porque hay muchos casos de los mismos que no funcionan adecuadamente dentro de los contextos de oraciones de relativo restrictivas ni dentro de los sintagmas el uno X el otro, y ello no de forma paralela: *Las personas apartadamente de las cuales lo hizo. *La manera adecuadamente a la cual se comportó. *La acción simultáneamente a la cual pudo estudiar. *La persona subordinadamente a la cual se comporta. *La persona sumisamente a la cual se mostró. *El uno circularmente al otro. *El uno cuidadosamente del otro. *El uno desagradablemente al otro. *El uno ulteriormente al otro.

Señala Bosque también que los casos de adverbios en -mente considerados designan, casi siempre, relaciones físicas, en sentido primitivo o figurado. Y efectivamente parece que con los ejemplos de relaciones físicas, entendiendo por tal las espaciales, las pruebas consideradas funcionan bastante bien. El problema es que los valores espaciales constituyen entre un 20 y un 25% de los casos analizados, lo cual hace ver las cosas de otra manera, y eso que no hemos dicho nada todavía de la gran cantidad de ejemplos que no hemos desestimado como agramaticales, pero que los hemos considerado, cuando menos, "rarillos". Otra prueba señalada por Bosque a favor del valor prepositivo de los adverbios en -mente, es la consistente en la imposibilidad de aparecer dichos elementos en contextos en que un verbo como portarse o comportarse selecciona un adverbio de manera: Se comportaron extrañamente. Se comportaron paralelamente. *Se comportaron paralelamente a...

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Esta prueba es muy interesante, pero tampoco creo que sea demostración del carácter prepositivo de los elementos considerados, y ello por varias razones: como ya señalara García Page (1991: 205-206), hay casos, bastantes, añadimos nosotros, en los que resultan totalmente válidas las secuencia conformadas con los verbos anteriores: Se Se Se Se Se

comportó análogamente a su padre. comportó adecuadamente a su cargo. comportó favorablemente a ellos. comportó semejantemente a su padre. comportó diferentemente de todos nosotros.

Por otro lado, el ejemplo concreto expuesto por Bosque es particularmente interesante: se comportaron paralelamente (*a...). Hay muchos elementos a los que les hemos aplicado la prueba denominada mutuo, que entiendo es sintomática de determinados comportamientos adjetivales, en tanto que funcionan como si de una estructura recíproca se tratase: tanto paralelo como paralelamente necesitan un complemento que especifique aquello a lo que la figura es paralela, ahora bien, puede ocurrir que ese complemento base venga dado contextualmente, por lo que no aparecerá sintácticamente, o puede ocurrir que, tratándose de un sujeto doble, o múltiple, debamos entender uno como la figura y el otro como la base y viceversa: si decimos Juan y Antonio se comportaron paralelamente, estamos señalando que Juan se comportó deforma paralela a Antonio y que Antonio se comportó de forma paralela a Juan, luego el complemento de paralelamente está presente. Y da la casualidad de que algunos adverbios en -mente seleccionan esta posibilidad, otros no: ellos dos lo hicieron anteriormente /próximamente / angularmente / apartadamente, etc. Son varios los ejemplos en los que, con un sujeto plural, no es necesario un complemento con el adverbio en -mente, ya que es el propio sujeto el que funciona como figura y como base: análogamente, conjuntamente, independientemente, paralelamente, proporcionalmente, contradictoriamente, distintamente, indistintamente, inversamente, semejantemente, simétricamente, simultáneamente, etc. Es más, el propio valor locativo de paralelamente a, y otros casos similares, debe ser cuestionado, pues paralelamente a, aun designando una relación física espacial, no significa dicha relación espacial. En un ejemplo como lo colocó paralelamente a la pared, paralelamente a no significa relación espacial, y ello se comprueba fácilmente, pues de significar tal relación espacial debiera responder a un tipo de pregunta locativa del tipo ¿dónde lo colocó?, y la respuesta paralelamente a la pared nunca lo será de la pregunta anteriormente expuesta, sino que siempre es respuesta informativa a una pregunta del tipo ¿cómo lo colocó? El con-

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traste de valores que puede suscitar un adverbio temporal como anteriormente a puede servirnos de aclaración: ¿ Cuándo lo hizo ? -Lo hizo anteriormente a la venida del Papa. ¿Cómo lo hizo? -*Lo hizo anteriormente a la venida del Papa.

El hecho de que usemos designaciones espaciales para significar valores modales no es nada extraño, evidentemente, pues podemos considerarlo una especie de ostensión diferida, del tipo de la usada en casos como los siguientes: ¿dónde está Juan? -con sus padres, siendo la localización habitual de los padres la que precisa la ubicación de la figura. El caso de paralelamente a no es igual al anterior, pues está restringido siempre a valores modales, con su padres puede servir ocasionalmente de localización, pero también tener otros valores. La conclusión por ello es clara: paralelamente a, perpendicularmente a, angularmente a, diagonalmente a, longitudinalmente a, simétricamente a, etc., no significan valores locativos, sino modales, lo que puede ser prueba adicional del origen adjetival de los mismos, y de los valores significativos heredados. Un último aspecto de los señalados por Bosque que queríamos comentar, es el relativo a los complementos de los adverbios en -mente no seleccionados de forma específica, sino que modificarían a los mismos de forma genérica, al igual que los circunstantes modifican a los verbos (1989: 136): desgraciadamente para nuestros propósitos, desafortunadamente para mí. Estamos de acuerdo con el razonamiento de Bosque relativo a la restricciones aspectuales de la combinatoria, pero queríamos plantear otro hecho vinculado con algunos de los ejemplos que hemos considerado, y es que algunos ejemplos pueden aparecer, de forma totalmente gramatical, tanto con complemento posterior (esté en el contexto o en la sintaxis) como sin nada. Evidentemente si hay casos en los que el elemento puede aparecer solo, sin nada detrás, quiere eso decir que es autosuficiente, luego la hipotética significación relacional está ausente, y serían, por ello, casos descartables: proporcionalmente a, adecuadamente a, conscientemente de, cuidadosamente de, etc. Sólo nos queda por comentar la prueba (que yo mismo he incluido) de la interrogación parcial como elemento determinante de la inclusión categorial de los casos considerados. Esta prueba, para los adverbios en -mente + preposición, no sirve para nada, y ello por varias razones: a) hay tanto casos "rarillos" como aparentemente gramaticales, b) el adjetivo del que proviene el adverbio manifestaría un comportamiento similar, siendo un adjetivo y no una preposición, por lo que si al hacer la interrogación incluimos la preposición no es porque se trate de una gramaticalización preposicional, sino porque es una nueva herencia adjetival:

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¿Análogamente a quién actuó? / *¿qué análogamente actuó? ¿Análogo a qué lo ha hecho? / *¿qué análogo lo ha hecho? ¿Anteriormente a qué has dicho que era rico? / *¿qué anteriormente has dicho que era rico? ¿Anterior a qué era su riqueza? / *¿qué anterior era su riqueza?

La conclusión que podemos obtener de las anteriores palabras es clara: las estructuras de adverbio en -mente + preposición no constituyen un ejemplo de gramaticalización preposicional. No hay ninguna prueba de las aportadas que manifieste un comportamiento sistemático de los casos considerados como locuciones prepositivas. Todas las pruebas manifiestan, "rarillos" aparte, un comportamiento positivo o negativo de las mismas, pero no hay correlación sistemática entre ellas, por lo que las razones para dicho comportamiento habrá que buscarlas en otro lugar, seguramente en el adjetivo del que derivan22. La única razón para poder hablar de locución prepositiva a propósito de estos adverbios sería de índole funcional, es decir, que el adverbio en -mente y la preposición funcionasen conjuntamente como una preposición, pero hemos comprobado que esto resulta inadecuado.

3.3.5. AGRUPACIÓN DE PREPOSICIONES Dentro de la combinatoria preposicional, hay determinados grupos de preposiciones que deben descartarse de ser considerados locuciones prepositivas (Bosque, 1996; Pavón, 1999: 575-579): a) Las interrogativas indirectas preposicionales que son a su vez término de preposición. En estas oraciones, lo que tenemos es una preposición que tiene por complemento una subordinada sustantiva en cuyo especificador aparece un constituyente preposicional: La pregunta de para qué era la carta Depende de sobre qué recaigan los cortes

b) La preposición hasta puede combinarse con frecuencia con sintagmas preposicionales, pero en estos casos se trata de usos adverbiales, no preposicionales: Lo veo hasta en la sopa. Hay que pedir permiso hasta para toser. 22

Esta misma conclusión ha sido señalada, para el francés, por Adler (2001: 169).

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c) También constituyen falsos casos de agrupación de preposiciones aquellos en los que la segunda preposición forma parte de una locución adverbial, y no de un verdadero sintagma preposicional: Guárdalo para por si acaso. Estoy haciendo gestiones desde por la mañana.

d) En otros casos, las dos preposiciones pueden formar parte de una locución adverbial o de un marcador discursivo: de por sí, por contra. e) Por analogía con los llamados adverbios locativos del tipo "delante, encima", etc., algunas preposiciones, al igual que algunos adverbios tradicionales, pueden aparecer seguidos de la preposición de: tras de, bajo de. Ejemplos como arriba de, que también suelen ser considerados vulgares por los diccionarios, son producto de la influencia de los adverbios anteriores, pero pueden tener su propia lógica basada en una mayor gramaticalización del elemento en cuestión. f) Deben también descartarse como locuciones prepositivas los grupos formados por la preposición según, que puede preceder o seguir a otras preposiciones: Según con quién estuviera dispuesto a trabajar. Con según qué personas.

En el primer ejemplo estaríamos en el caso a), es decir, según seleccionaría una interrogativa indirecta preposicional. En el segundo ejemplo, estamos de acuerdo con Bosque al entender que en tales contextos según funciona como un cuasicuantificador, cosa no extraña en español, donde algunos cuantificadores toman ámbito sobre el sintagma preposicional aun estando dentro del sintagma nominal (con sólo una mano}. g) Normalmente, con verbos direccionales, determinadas preposiciones que seleccionan origen, meta o camino, pueden combinarse con un sintagma preposicional situativo encabezado por una preposición local estativa. En estos casos no estaríamos ante locuciones prepositivas, sino que tendrían una funcionalidad diferente, siendo constituyentes distintos, al seleccionar cada preposición esquemas conceptuales diferentes: Llegó arrastrándose hasta bajo la mesa. Lo sacó de entre la basura.

En el primer ejemplo hasta selecciona meta, y bajo la ubicación estativa de la base, aspecto éste necesario por lo habitual. De igual forma, en el segundo ejemplo, de selecciona origen, y entre la ubicación estativa de la base. En todos estos casos se trata de sobrespecificaciones en las

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que la segunda preposición puede desaparecer sin afectar demasiado al significado general de la oración. h) Algo parecido a esto último ocurre con la combinación de las preposiciones para y con, pues en numerosas construcciones se utilizan ambas preposiciones: Afable para con los humildes. Los deberes para con Dios.

Vemos que en estas construcciones hay una cierta sobrespecificación informativa, pudiendo suprimirse cualquiera de las dos preposiciones sin que el significado se altere en demasía. La posible ambigüedad de alguna de estas construcciones, al suprimir alguna de las dos preposiciones, nos explicaría el porqué de la sobrespecificación: Fue una gran deferencia para con los periodistas.

Considérese que la estructura sin con puede aportar un nuevo valor como es el de "en opinión de". Quizás debido a la multiplicidad significativa de las preposiciones, en algunas ocasiones se recurre a este artificio de combinación de preposiciones para sobrespecificar un significado, o para precisarlo con más detenimiento. 3.4. PREPOSICIONES IMPERFECTAS En alguno de los inventarios preposicionales que he manejado23, y utilizado, por ello, como corpus, he encontrado como locuciones prepositivas construcciones como excepto en, salvo en, incluso en, menos en, hasta en, y algunas otras combinaciones con incluso y hasta (incluso con, para, etc.), aunque, incomprensiblemente, no con el resto de posibilidades. Los problemas que se nos plantean ante ello son varios: 1) ¿constituyen los ejemplos citados casos de locuciones prepositivas?, 2) ¿constituyen los ejemplos citados casos de agrupación de preposiciones y, entonces, salvo, excepto, etc. son, porque funcionan como tales, preposiciones? Responder al primer interrogante es muy sencillo: no, no funcionan como locuciones prepositivas. Además, ni tan siquiera son elementos del mismo constituyente funcional. Su desconsideración como locuciones prepositivas es muy fácil, pues, tras nuestro análisis, comprobamos que no cumplen algunas de las reglas básicas de funcionamiento prepositivo: 23

No quiero recordar en cuál de ellos.

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a) fijación, b) interrogación parcial, c) contexto uno/otro, d) contexto prepositivo: a) La falta de fijación de la estructura se comprueba fácilmente, pues puede combinarse con cualquier tipo de preposición: Excepto a, excepto con, excepto de, excepto por, excepto para, etc.

b) La prueba de la interrogación parcial parece contravenir en algo lo señalado, pues, en principio, parece funcionar de forma adecuada: ¿Excepto en qué casa se produce eso? / *¿Qué excepto se produce eso? / *¿En qué casa se produce eso excepto?

No obstante, debemos precisar que la primera de las formas agramaticales nunca podría ser gramatical, ya que tenemos un elemento que no es un sustantivo. Por otro lado, si bien hemos dado como aceptable gramaticalmente la construcción interrogativa con excepto en, es preciso señalar que la manera habitual de preguntar tales contenidos no sería de esa forma, que resulta algo artificial, sino ¿en qué casa no se produce eso? c) La prueba del contexto uno/otro no sólo es agramatical, sino que es imposible semánticamente, pues, como ya comentaremos, excepto supone una cuantificación restrictiva, para ello es necesario que los elementos que conecta posean una distinta cuantificación, caso que no es éste, ya que tanto uno como otro son individualidades o singularidades: *El uno excepto en el otro. d) Se daba en todas las universidades excepto en la que teníamos más cerca / *la universidad excepto en la cual se daba era en la que teníamos más cerca.

Así pues, construcciones del tipo excepto en no conforman ninguna locución prepositiva, y el resto de elementos semejantes tienen el mismo comportamiento y, por ello, la misma conclusión. Además, ya hemos adelantado que ni siquiera forman parte del mismo constituyente funcional. De hecho, hay que distinguir entre excepto y el sintagma que introduce, que puede venir precedido por una preposición, o por nada si es un sintagma nominal. Excepto supone una cuantificación restrictiva, por ello siempre va a unir dos sintagmas sintácticamente iguales. Es decir, dependiendo de cómo sea el sintagma del que excepto señala una cuantificación restrictiva, así será el sintagma que introduzca excepto, por lo que si es un sintagma nominal, excepto no vendrá acompañado de

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ninguna preposición, y si es un sintagma preposicional, excepto repetirá la preposición en el sintagma que introduzca: Han cantado todos, excepto Juan. Ha hablado de todo, excepto de lo que más nos interesaba. Ha cantado en toda Europa, excepto en España. Suele pasear por todos los sitios, excepto por la playa. Excepto para su hermano, ha comprado regalos para todo el mundo.

Como conclusión, por tanto, podemos responder al primero de los interrogantes propuestos afirmando que excepto en, y similares, ni funcionan como locuciones prepositivas ni conforman ningún tipo de unidad o fijación gramatical, ya que se integran en constituyentes independientes. En cuanto a la segunda de las preguntas que nos formulábamos, es decir, la consideración de las agrupaciones del tipo excepto en como una combinación de preposiciones, la respuesta es, también, negativa, pero quedaría por dilucidar cuál es la categoría gramatical de excepto. Más arriba hemos adelantado la consideración de hasta en la combinación con preposiciones (hasta con, en, por) como un uso adverbial, pero debemos plantearnos nuevamente el estatuto categorial del conjunto de elementos simples señalados en su combinatoria con preposiciones (excepto, salvo, menos, hasta, incluso, inclusive). Siguiendo la denominación de "preposiciones imperfectas" acuñada por Bello, Pavón (1999: 587) incluye excepto, salvo, menos e incluso dentro de las mismas, caracterizadas por la sustitución del caso oblicuo ante los pronombres personales por el caso nominativo (excepto yo vs. ^excepto mí). No obstante, debemos recordar que si bien Bello considera a excepto y salvo preposiciones, sin embargo, siguen conservando la propiedad originaria de los participios de los que derivan, al combinarse con pronombres nominativos, por lo que el propio Bello (1988: § 1188) añade que pueden considerarse también conjunciones, ya que ligan elementos análogos, y lo mismo puede aplicarse a menos, cuando es equivalente a los elementos anteriores. Una de las pocas cosas claras que puede haber a propósito de estos elementos, y a pesar de que no funcionan todos exactamente igual, es que no funcionan como preposiciones, y las razones para ello son muchas: a) Algunos de ellos (hasta, incluso) admiten la conmutación por segmentos no preposicionales (también, aun) (Gutiérrez Ordóñez et al. 1997: 100): Se ríe hasta de su jefe / se ríe también de su jefe.

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b) Ya que no sólo pueden preceder a sustantivos, sino también a adjetivos, adverbios y sintagmas preposicionales introducidos por cualquier preposición, pueden coaparecer ante cualquier preposición. Si bien es cierto que la lengua permite, como hemos señalado más arriba, en algunos casos la combinatoria preposicional, debemos señalar que, incluso en esos casos, es posible la introducción de alguno de estos elementos, lo cual supondría la coaparición conjunta de tres preposiciones, por lo que parece aconsejable que pensemos en otro estatuto categorial para estos elementos (Gutiérrez Ordóñez et al., 1997: 100): Hasta de entre los escombros. Salvo de entre los árboles.

c) Pavón (1999: 590-591) señala como una de las particularidades que distingue a estos elementos, que no establecen una relación de subordinación, sino que ligan elementos análogos, lo cual explica la posibilidad de coaparecer estos elementos con preposición, pues vendrá ya dada en el primero de los segmentos. Planteado el asunto de esta forma, caben dos posibilidades: pensar en el estatuto categorial de conjunciones (cosa que desestimamos de momento), o pensar si ese tipo de relación es propia de las preposiciones, y como la idea de relación es muy amplia, en cuanto que puede adoptar valores espaciales, temporales y nocionales, y lo nocional es lo suficientemente vago como para que alguien piense que lo restrictivo (valor propio de los elementos que venimos considerando) puede ser entendido como nocional, podría llegarse a la conclusión de que establecen algún tipo de relación. Sin embargo estos elementos funcionan de forma muy distinta a la relación preposicional: una preposición establece una relación entre una figura y una base, y la preposición siempre encabeza el término base, que, como es el elemento conocido, puede estar implícito24. Frente a ello, estos elementos siempre encabezan una figura, no la base, que forma parte del otro segmento, y ello en cuanto a la relación de restricción, pues evidentemente puede haber en la construcción otras relaciones de figura y base25. Este hecho, entiendo, es 24 En Talmy 1983: 230-231, se recoge una distinción funcional entre los objetos figura y base, si bien lo aplica a relaciones espaciales: figura: tiene una serie de variables espaciales para ser determinadas, es más movible, más pequeño, concebido como geométricamente más simple, más destacable, más reciente en la escena o en el conocimiento; base: actúa como objeto de referencia con características espaciales conocidas, más estable y permanente en su localización, mayor, parece tener una mayor complejidad geométrica, actúa como un fondo cognitivo, anterior en la escena o en la memoria. 25 Según Langacker (1997: 217), en cualquier predicación relación puede observarse una asimetría entre los participantes perfilados, teniendo uno de ellos un estatuto especial al ser caracterizado cognitivamente como la figura dentro de un perfil relaciona!.

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lo suficientemente contrastivo como para poder usarlo como prueba de denegación categorial: Juan vive con sus padres: Juan=figura, sus padres-base. Vinieron todos excepto Juan: todos=base, Juan=figura26. Eso ocurre hasta en las mejores familias: todas las familias (implícito)= base, en las mejores familias- figura.

d) Señala Pavón (1999: 590) que estos elementos, a diferencia de las preposiciones, no pueden formar parte de los denominados contextos prepositivos conformados a partir de oraciones de relativo restrictivas. Y es cierto, pero no es el único comportamiento sintáctico diferente, tampoco conforman paradigma prepositivo con preposiciones, la prueba de la interrogación parcial no se aplica adecuadamente, y el contexto uno/otro no funciona, y ello sin detenernos en el resto de pruebas que hemos aplicado, pues hacerlo nos confirma, más, si cabe, en la idea de que estos elementos no funcionan como preposiciones: Vinieron todos excepto Juan / Avinieron todos sin Juan. *¿Excepto qué persona vinieron todos? *Tomó el uno excepto el otro. *La persona excepto la cual vinieron todos fue Juan.

e) Nunca indican la función de los complementos, que, de ser necesario, debe ser señalada por "verdaderas" preposiciones, e incluso pueden acompañar al sujeto o a otros complementos que excluyen la presencia de preposición (González García, 1997: 356). No son índices funcionales, sino que inciden sobre sintagmas ya caracterizados funcionalmente, sin capacidad para alterar dicha caracterización: Excepto/salvo/menos Juan, todos han ido a la fiesta. Le regaló a su novia todo lo que le había prometido, excepto/ /salvo/menos las flores.

Gutiérrez Ordóñez (1997a: 240) llega a afirmar que, ya que menos es un conector, parece obvio atribuir la misma naturaleza y función a salvo y excepto. En un trabajo conjunto posterior (Gutiérrez Ordóñez et al., 1997), vuelve a tratar estos elementos dentro de un marco más amplio: siguiendo la idea de la RAE de "partículas incluyentes y excluyentes", proponen la siguiente clasificación (1997: 104): Las otras entidades descacables de la predicación relacional son entendidas como bases, y se caracterizan por proveer puntos de referencia para la localización de la figura. 26 A su vez, Juan y todos pueden ser considerados figuras respecto de la localización espacial, pero esa es otro tipo de relación.

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Base definida Base Indefinida

Positiva

Negativa

Aditivo más, y hasta, aun, también, incluso 0 incluyente

Sustractivo menos menos, salvo, excepto

(ni) aun (ni) tan siquiera (ni) tampoco excluyente

Señalan los autores que no parece que haya razones que impidan considerar a los elementos aditivos y sustractivos de base definida, que tienen en común el hecho de sumar o restar de una base de cuantificación definida, como conectores copulativos 27 , pues si uno y uno son dos muestra que _y lo es, también deben serlo, en estos contextos, más, menos, por o entre, produciéndose en cada caso no variaciones categoriales, sino variaciones del contenido de los conectores. En cuanto a los excluyentes de base indefinida positiva, siguen la consideración de Bello de entenderlos como conjunciones, pero no llegan a afirmarlo explícitamente, sin embargo sí dicen que tienen una función coordinadora, pues (1997: 105-106): a) Si el elemento que es objeto de sustracción es sujeto, el elemento que introducen irá en nominativo, como se demuestra en el caso de los pronombres personales, y si desempeña otras funciones, el elemento introducido irá en caso oblicuo: Todos, excepto tú, estaban preparados. Menos a mí, premiaron a todos.

b) Como parece ocurrir en toda coordinación, la conmutación por cero de cualquiera de los segmentos afectados no afecta a la función conjunta: Os veré en cualquier sitio, menos en mi casa. Os veré en cualquier sitio-os veré en mi casa.

Sin embargo, debemos considerar que, a diferencia de las conjunciones, excepto y salvo pueden introducir una oración encabezada por la conjunción subordinante que, pero Gutiérrez Ordóñez (1997a: 240) con27 Konig (1991: 1) señala la relación común que existe en muchas lenguas entre las partículas focales aditivas, que englobarían a los elementos aditivos de los que venimos hablando, y la coordinación.

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sidera que en estos casos salvo y excepto tienen un valor adverbial, tratándose de construcciones atributivas absolutas donde salvo y excepto ocupan el lugar del atributo. Así pues, en estos casos, salvo y excepto serían adverbios, conmutables en esta ocasión con la expresión adverbial a menos, combinándose con oraciones y no efectuando una restricción a partir de un cuantificador universal: Salvo que digas lo contrario, no iremos a pasear. A menos que digas lo contrario, no iremos a pasear.

De todas formas, resulta algo raro considerar conjunciones a elementos que nunca se combinan con oraciones, pues si se combinan con oraciones debe aparecer que, y entonces se trata de usos adverbiales. En cuanto a los incluyentes positivos de base indefinida (hasta, incluso, aun, también}, la solución que ofrecen Gutiérrez Ordóñez et al. (1997: 111-112), aunque perfectamente planteada, no deja de ser un poco extraña también, pues consideran que poseen propiedades comunes con las preposiciones, con los conectores coordinadores y con los adverbios, pero concluyen que ni son preposiciones, ni conjunciones coordinantes, ni se ajustan al concepto modélico de adverbio, reconociendo, no obstante, que la posición de quienes sostienen que son conectores, así como la de quienes defienden su naturaleza adverbial, se apoya en argumentos sólidos, pero ellos ofrecen una solución "ecléctica": los elementos considerados no son, por sí mismos, coordinadores, pero las estructuras en que aparecen sí son coordinadas, y pertenecen a una clase especial de adverbios, muy especial, porque no son indicadores de ninguna función oracional, nunca se convierten en representantes autónomos de un enunciado completo y nunca admiten focalización en estructuras ecuacionales. A pesar de que, hasta ahora, hemos venido tratando conjuntamente partículas incluyentes y excluyentes, debemos señalar que no funcionan gramaticalmente de forma paralela (González García, 1997: 354-356; Pavón, 1999: 591-593), y, dejando aparte empleos discursivos, la aceptación de las incluyentes como adverbios es general en la bibliografía lingüística.

3.4.1. CONSTRUCCIONES DE EXCLUSIÓN Sancho Cremades (1998) trata a los elementos clasificados por Gutiérrez et al. (1997) como excluyentes de base indefinida, dentro de una clase más amplia constituida por lo que denomina construcciones de exclusión, y que acogería también a elementos como a excepción de, con la excepción de, aparte de, fuera de, exceptuado X, excluido X, excepción

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hecha de X. Semánticamente sigue los planteamientos de Gutiérrez et al., en cuanto que la exclusión implica una restricción, siendo ésta un tipo de contraste basado en el enfrentamiento entre la parte y el todo, por lo que este tipo de construcciones exigen la presencia de un cuantificador universal afirmativo o negativo, aunque a veces puede venir dado implícitamente. En cuanto al estatuto categorial de estos elementos, introduce una novedad, pues los considera desde la perspectiva de la gramaticalización, siendo salvo y excepto los más gramaticalizados, y comportándose, junto con menos, como nexos adversativos (1998: 874), y coincidiendo, por ello, en el análisis con Gutiérrez et al., aunque Sancho Cremades lo que hace es proseguir el planteamiento de Cuenca (1991: 107-108), quien considera que estas construcciones presentan los rasgos definitorios de los nexos adversativos más característicos28, pues conectan dos categorías iguales o afines, la estructura es binaria o asimétrica y los miembros son interdependientes; aun así considera (1998: 876) que su estatuto es confuso, y comparten rasgos con las preposiciones y con las conjuncíones 9Q. Por otro lado, entiende que las locuciones preposicionales del tipo a excepción de, con la excepción de, aparte de, quitado de, fuera de están menos gramaticalizadas, y las cláusulas de gerundio y las construcciones absolutas son expresiones productivas (exceptuando x, excluido x) o poco gramaticalizadas (excepción hecha de). Las cláusulas de gerundio y las construcciones absolutas está claro que quedan fuera de nuestros objetivos, pero se nos introduce ahora una nueva cuestión, como son las posibles locuciones prepositivas mencionadas, algunas de ellas (aparte de y fuera de] reanalizadas como construcciones de exclusión. Y, curiosamente, las de base nominal, siguen unos modelos habituales en la construcción de locuciones prepositivas. Sin embargo comprobamos que con la excepción de, si bien tiene algún tipo de fijación, y por ello de gramaticalización, no funciona como locución prepositiva, como se comprueba fácilmente por la prueba del demostrativo-determinante, debiendo entenderse según el esquema habitual de dos sintagmas preposicionales en relación de determinación: Con la excepción de Pedro, han aprobado todos / han aprobado todos, con esa excepción / con tal excepción / con dicha excepción. 28 Konig (1991: 111) ha comentado igualmente la relación que se da en muchas lenguas entre las partículas restrictivas y las conjunciones adversativas. 2y Algo parecido comentaba Konig (1993: 980) al señalar la relación de estas partículas excluyentes con las conjunciones adversativas, que a menudo pueden llegar a tomar la misma forma.

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Y en cuanto a estructuras fuertemente gramaticalizadas como a excepción de, aparte de y fuera de (estas dos últimas reanalizadas como construcciones de exclusión), no se comportan sintácticamente como locuciones prepositivas, pues: a) el paradigma preposicional resulta raro, b) la interrogación parcial parece extraña también, c) el contexto uno/otro no funciona, y d) el contexto prepositivo de las relativas restrictivas tampoco funciona adecuadamente: a) A excepción de mi padre, saludó a todo el mundo / #con mi padre, saludó a todo el mundo / #sin mi padre, saludó a todo el mundo. b) #¿A excepción de quién suspendió a todo el mundo? c) *£7 uno a excepción del otro. d) *La persona a excepción de la cual saludó a todo el mundo. Brucart (1999a: 2833-2834) sigue un planteamiento similar al de Sancho Cremades, en tanto que trata genéricamente los sintagmas sustractivos, es decir, los formados por salvo, excepto, menos, exceptuado x, excluido x, a excepción de, plantea igualmente (siguiendo a Bello) los orígenes históricos de una construcción absoluta gramaticalizada, pero no se pronuncia sobre su estatuto categorial (menciona la idea de Bello de poder considerarlos preposiciones y conjunciones). Aun así introduce una idea nueva al comentar su análisis como constituyentes adjuntos del sintagma con el que contrastan, y es que estas construcciones pueden aparecer adjuntadas directamente al sintagma que expresa el minuendo o bien desgajadas de él, normalmente al final de la oración, pero pueden ocupar también la primera posición de la oración, siendo probable que esta posibilidad derive de la naturaleza de construcciones absolutas que en su origen tuvieron estos sintagmas y que, en parte, han conservado. La idea de la gramaticalización de la construcción absoluta conviene subrayarla: las construcciones absolutas vienen definidas (Hernanz & Suñer, 1999: 2541) como un binomio predicativo desprovisto de verbo flexionado que se encuentra desligado sintáctica y melódicamente de la oración principal, y que aporta una modificación equiparable a la de una subordinada adverbial: muerto el perro, se acabó la rabia. Las propiedades básicas de las construcciones absolutas se recogen en los siguientes puntos: a) se trata de secuencias no seleccionadas semánticamente, por lo que son independientes de las exigencias arguméntales del predicado principal; b) poseen un sujeto explícito, pospuesto al predicado; c) participa una heterogénea clase de predicados, en la que se incluyen participios, gerundios, adjetivos, adverbios y sintagmas preposicionales; d) poseen valores adverbiales diversos (temporal, causal, condicional, etc.).

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La gramaticalización llevada a cabo por los participios considerados (excepto y salvo] ha consistido en la inmovilización de los mismos en la forma masculina, uso que, según Cuervo (1993) y CorominasPascual (1980), ya se encuentra atestiguado en la Edad Media, conviviendo con las construcciones absolutas durante muchos años, e incluso podemos encontrarnos en el español actual, aunque con un cierto tono arcaizante, usos de excepto y salvo concordando con el sustantivo (Pavón, 1999: 590): Despachado el palacio de todos los que en él eran, excepto los donceles de su cámara del rey (Seg. de Tordes). Non querades comedir / salvo en la manera del trobar e del dezir (J. Ruiz) Hasta la más íntima intimidad de cada individuo, salvas contadas excepciones, quedará perturbada y falsificada (J. Ortega y Gasset).

Así pues, las construcciones con excepto y salvo no son, en la actualidad, construcciones absolutas, pero pervive de la construcción que les dio origen el carácter independiente que mantienen respecto del predicado principal, en el sentido de que no son dependientes del mismo sino que funcionan como adjuntos, según hemos recordado anteriormente con Brucart, pero adjuntos que contrastan con el sintagma al que se refieren de la oración principal, por lo que ese contraste parece, en principio, lo característico de los mismos, frente al valor temporal, causal, condicional, etc., que pueden tener las construcciones absolutas. Es más, considero que es este aspecto contrastivo, junto con la posibilidad de incidencia sobre el foco oracional, lo más destacado del planteamiento de Brucart. 3.4.2.

Foco

En ese sentido, debemos señalar que C. Sánchez (1999b: 2579) considera algunos usos de excepto y salvo como "foco de la negación", entendido como aquel elemento sobre el que recae la exclusión o refutación, de tal manera que puede considerarse responsable de la falsedad o inadecuación de la frase con la realidad. El foco de la negación tiene carácter presuposicional, pues implica la consideración de la oración como refutación parcial de una oración previa, por lo que el foco contiene información dada. Foco de la negación y foco de la oración coincidirán únicamente si el segundo es de naturaleza contrastiva (Sánchez, 1999b: 2577). El foco, o relieve, constituye una llamada de atención al interlocutor con el fin de que advierta la carga semántica de una magnitud (Gutiérrez,

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1997b: 34). El foco es, por tanto, la parte no presupuesta de la oración, siendo la parte presupuesta la información compartida por el hablante y el oyente en el momento en que se emite la oración en un determinado discurso (Zubizarreta, 1999: 4224). Dentro de los tipos de foco establecidos, se ha descrito el denominado foco contrastivo, que viene caracterizado de la siguiente manera (Zubizarreta, 1999: 4228): por un lado niega una parte de la presuposición introducida por el contexto asertivo, más precisamente niega el valor atribuido por la presuposición a una cierta variable, pudiendo estar esta negación implícita o explícita; por otro lado, asigna un valor alternativo a esta variable. Es de destacar igualmente el papel fundamental de la prominencia prosódica en la identificación del foco. Las lenguas cuentan con distintos procedimientos para marcar el foco en general, y el contrastivo en particular. Estos mecanismos son prosódicos, sintácticos y léxicos30. Así pues, parece unánime la aceptación, entre otros, de determinados signos (focalizadores) que tienen por función destacar la relevancia de ciertos elementos de la oración, y que a la vez generan presuposiciones. Gutiérrez Ordóñez (1997b: 39) parece identificarlos con las partículas incluyentes y excluyentes que venimos comentando, y los hace coincidir con los accionadores presuposicionales de Levinson (1989: 170 y ss.). Dik (1989: 278; 1998: 327) llega a hablar de "marcadores especiales de foco", entendiendo por tales ciertas partículas que separan al constituyente en foco del resto de la oración. Martínez Caro (1999: 188-189), en su análisis del foco restrictivo (utilizado cuando el hablante considera que el destinatario posee cierta información que es correcta, pero sólo en parte, por lo que se decide por corregirla), llega a incluir, en inglés, algún ejemplo de partícula sustractiva. El foco de una partícula relaciona el valor de la expresión focalizada con un conjunto de alternativas. En ese sentido, debemos señalar tres aspectos de la interacción de las partículas focales con su foco en una oración (Kónig, 1991: 33): a) las oraciones con partículas focales suponen las correspondientes oraciones sin partículas; b) las partículas focales contribuyen a la fuerza cuantificacional del significado oracional, es decir, cuantifican sobre el conjunto de alternativas puesto enjuego por la focalización misma; c) las partículas focales pueden incluir o excluir estas alternativas como valores posibles para el alcance oracional. Teniendo en cuenta esta tercera propiedad, las partículas focales pueden dividirse en dos grupos: a) las partículas aditivas o inclusivas, que incluyen alguna alternativa como posible valor a la variable de su 30 Fernández Lagunilla & De Miguel (1999: 101) nos recuerdan que los tres procedimientos no tienen por qué darse por separado, sino que, con mucha frecuencia, aparecen combinados en una misma oración.

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alcance, y b) las partículas restrictivas o exclusivas, que implican que ninguna de las alternativas bajo consideración satisface la oración relevante abierta. Además de esta última diferencia, debemos señalar que las aditivas no condicionan las condiciones de verdad, mientras que las restrictivas parecen contribuir a las condiciones de verdad de la oración (Kónig, 1991: 34). La idea de adverbios focalizadores ha sido habitual en la bibliografía lingüística31. Así, Kovacci (1999: 772 y ss.) los caracteriza por tener en su ámbito sintagmas de diversos tipos y extensión, así como sustantivos, adjetivos, adverbios y verbos. Este tipo de adverbios no son el foco en la paráfrasis "ser + relativo", sino que acompañan al constituyente que sí lo es32. Es más, Kovacci diferencia tres tipos de focalizadores: identificativos (exactamente, justamente, justo, precisamente), parücularizadores (particularmente, especialmente, específicamente, principalmente, mayormente, máxime, en particular, sobre todo), y exclusivos (solamente, únicamente, exclusivamente, puramente, meramente, simplemente, sencillamente). Estos últimos, por su carácter de cuantificadores exclusivos, contribuirían al carácter de "listado exhaustivo" 31 La consideración de incluso (y las partículas incluyentes de base indefinida positiva en general) como adverbio de foco ha sido muy común: Contreras, 1978: 85; Cano, 1982: 234; Fuentes, 1987; Herrero, 1987; Pavón, 1999: 591; Cuartero, 2002: 300 y ss., etc. 32 Cuartero (2002: 301) señala la heterogeneidad gramatical de las características definidoras de los adverbios focalizadores (o enfocantes, en su terminología), y distingue las siguientes propiedades: a) Cuando varía la posición que ocupan en el seno de la oración, cambia también su incidencia, y, por ello, el significado de la oración en su conjunto (Konig, 1993: 978). Quizás podríamos reinterpretar esta característica considerando la posibilidad de las partículas excluyentes de adjuntarse a cualquier función sintáctica:

Ha venido todo el mundo, excepto Juan. Le regaló a su novia todo lo que le había pedido, salvo las flores. Les dio un caramelo a los niños, excepto a Javier. En verano hace de todo, menos ver la televisión.

b) Poseen la capacidad de remitir a uno o más enunciados que o bien les preceden en el discurso, o bien hay que darlos por supuestos, es decir, funcionan como conectores (Konig, 1993: 979) (sobre este aspecto volveremos más tarde, a propósito de los cuantifícadores focales o presuposicionales). c) Pueden afectar a verbos, adjetivos, adverbios y sustantivos (aspecto éste también señalado por Kovacci, 1999). d) No pueden constituir el foco en una oración negativa ni en una oración interrogativa (Cuartero, 2002: 302-303). Evidentemente no pueden focalizarse ni por estos procedimientos ni por ningún otro (Gutiérrez Ordóñez, 1997: 34-39), pues ellos son los que señalan el foco: *¿ Qué excepto/salvo/menos... *No salvo/menos/excepto... *Sino menos/excepto/salvo...

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propio de la focalización, pues excluyen a los demás miembros del paradigma semántico al que pertenece el miembro afectado. Si nos olvidamos de la categorización adverbial, creo que la caracterización dada de los focalizadores exclusivos encaja perfectamente con el funcionamiento de las partículas sustractivas que venimos comentando, aun sin pertenecer a la categoría adverbial. De igual forma, en la caracterización de Kónig (1993: 979) de las partículas focales, entendidas como operadores intercategoriales (es decir, no exclusivamente como adverbios), se produce una identificación de las mismas con las partículas excluyentes: el foco de una partícula se define como el conjunto de expresiones que es resaltado del resto de la oración mediante prominencia prosódica, y que se ve afectado semánticamente de forma específica por la partícula. Como resultado de la focalización y de la interacción con la partícula, la denotación de la expresión relevante se relaciona con una clase de denotaciones del mismo tipo, las alternativas al valor focal (lo que normalmente concierne más a la pragmática que a la semántica). Sin embargo, el foco no sólo depende de la contribución hecha por una partícula al significado de una oración. La contribución de las partículas focales al significado oracional también depende del alcance que tomen dentro de la oración, al igual que los cuantificadores, como más tarde demostraremos. La idea de adverbio focalizador creo que se difundió principalmente a partir de la obra de Quirk, Greenbaum & Leech (1974: 431), donde vienen definidos como aquellos elementos que indican que lo que se comunica viene restringido a una parte que está siendo focalizada (son los llamados adjuntos restrictivos), o que una parte focalizada viene añadida (son los llamados adjuntos aditivos). A su vez, los adjuntos restrictivos se subdividen en excluyentes y particularizadores. Pero si tenemos en cuenta las palabras de los autores (mostfocusing adjuncts are adverbs, 1974: 211), podemos interpretar que esa función la pueden realizar también otros elementos33, y aquí es donde incluiríamos nosotros a las partículas excluyentes. Por otra parte, debemos recordar con Konig (1991: 15) que las clases de partículas focales no son en modo alguno homogéneas. Así pues, tanto las partículas incluyentes como las excluyentes pueden ser entendidas como procedimientos para marcar el foco de la oración34. La funcionalidad de las partículas aditivas en ese sentido 33 Como precisan también Fernández Lagunilla & De Miguel (1999: 102). Algunos autores atribuyen la propiedad de afectar al foco de la oración no sólo a los adverbios focalizadores, sino a todos los adverbios oracionales en su conjunto (vid. Koktová, 1986, quien engloba a todas esas unidades bajo el rótulo de "expresiones de complementación de actitud"). 34 Konig (1993: 980) ha señalado una interesante asimetría entre las mismas (teniendo en cuenta que ella se refiere a partículas focales): mientras las aditivas no parecen contribuir a las condiciones de verdad de la oración, las restrictivas claramente

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parece evidente, pero también debiéramos incluir aquí las partículas sustractivas, y ello no sólo dentro del ámbito de la negación. La conclusión que tras las últimas palabras podemos efectuar es que excepto y salvo son partículas que tienen por función señalar el foco oracional, tratándose, concretamente, de un foco contrastivo. Pero creo que esta explicación, aun entendiéndola como válida, resulta pobre en la captación de las relaciones entre la oración principal y el sintagma adjunto con excepto o salvo. La relación semántica que mantiene el sintagma adjunto, con las expresiones consideradas, y la oración principal, entiendo que es de cuantificación, y la propia idea de sintagma sustractivo parece expresarnos ese valor, y más si consideramos su valor opositivo con los sintagmas aditivos^. 3.4.3.

CUANTIFICACIÓN

Cuantificar es, evidentemente, expresar una cantidad. Los cuantificadores se definen (Sánchez, 1999a: 1027) como elementos que precisan la cantidad de individuos u objetos de un dominio dado que tienen una determinada propiedad, o la medida en que una propiedad es poseída por un individuo u objeto. Se trata, por tanto, de una interpretación cuantitativa de los elementos que son modificados. Los cuantificadores pueden dividirse en propios (uno, todo, ninguno, mucho, etc.) y focales o presuposicionales, según denoten cantidad de forma explícita o implícita. Los cuantificadores focales no denotan cantidad exactamente, sino que implican la lectura cuantificada de los elementos incluidos en su ámbito (Sánchez, 1999: 1029), pudiendo tratarse de cualquier categoría, incluida la oracional: sólo Juan aprobó la oposición. Los cuantificadores focales suelen definirse como adverbios que conllevan la interpretación cuantitativa del elemento al que modifican por implicación de existencia, o inexistencia, de otros elementos. Se supone que, en su interpretación lógica, interviene el cuantificador existencial, lo que los relaciona con los indefinidos no universales, diferenciándose respecto a aquellos en que la implicación de existencia o inexistencia no se deduce de la propia oración en que aparece el cuantificador, sino de la presuposición que implica (Sánchez, 1999: 1105). No obstante, comprobaremos que, en el caso de las partículas excepto y salvo, lo que suponen es un indefinido en general, que puede estar explícito o implícito: lo hacen, y la problemática de la cuantificación que comentaremos más tarde así lo demostrará. 35 Fernández Lagunilla & De Miguel (1999: 104) expresan la idea de entender el foco como un elemento cuantificacional.

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Sólo Juan aprobó la oposición. "Juan aprobó la oposición - y 3x(x j¿Juan), tal que x aprobó la oposición ". "Sólo " niega la presuposición de existencia de otras personas que aprobasen la oposición.

Así pues, las construcciones que contienen cuantificadores presuposicionales incluyen o implican las correspondientes oraciones sin ellos, a las que añaden un valor de cuantificación sobre las posibles alternativas respecto a la cardinalidad del valor de la expresión cuantificada (Sánchez, 1999a: 1106). Por otro lado, dentro de los cuantificadores focales, se distinguen dos paradigmas bien diferenciados (Sánchez, 1999a: 1106): los cuantificadores focales excluyentes, que niegan la presuposición, y en cuya intepretación interviene el operador de existencia más una negación, lo que les hace poseer propiedades negativas en parte similares a las de los cuantificadores negativos (nada, nadie, ninguno): sólo, apenas, al menos; y los cuantificadores incluyentes, que afirman la presuposición, y en su interpretación participa el operador de existencia (o el universal en ciertos casos): también, tampoco, incluso, hasta, ni siquiera. Dicho lo anterior, vamos a intentar demostrar que las construcciones con salvo y excepto funcionan como cuantificadores36. De hecho, las definiciones anteriores encajan con la caracterización efectuada por Cano Aguilar (1982: 254) a propósito de sobre, salvo y menos, al señalar que estos elementos exigen un sintagma que indique el conjunto global o la totalidad al cual relacionan el elemento excluido que ellos introducen, pudiendo estar ese elemento implícito. Por otro lado, ya Kónig (1991: 3) planteó que las partículas focales se comportan como cuantificadores generalizados, y el análisis de su significado afecta a su alcance, por lo que una descripción adecuada del significado de las partículas focales tiene que incorporar una consideración explícita de la restricción en un dominio de cuantificación como resultado de la interacción entre una partícula y su foco. Kónig, en su análisis de las partículas focales (1991: 99), entiende que los cuantificadores negativos inespecíficos (nobody, nothing, etc.) y lo que denomina "marcadores de excepción", siguiendo una terminología un tanto lógica, y coincidentes con las partículas sustractivos de las que venimos hablando en este trabajo (except, save, other than, etc.), comparten con las partículas focales restrictivas el carácter esencialmente negativo de las condiciones de verdad, por lo que no es sorprendente que funcionen como partículas exclusivas en gran cantidad 36

Desde un punto de vista lógico (Lappin, 1996), todos los miembros de la subcategoría de los denominados sintagmas nominales de excepción muestran propiedades sintácticas y semánticas típicas de otros sintagmas nominales cuantificados.

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de lenguas y que, muy comúnmente, las partículas exclusivas a menudo deriven de tales construcciones. De esta forma tenemos atestiguadas dos consideraciones: la relación de las partículas focales con la cuantificación, y la propuesta de considerar a los marcadores de excepción como partículas focales. También Kónig comenta el valor presuposicional de las partículas focales, pues entiende que ciertos aspectos del significado de las partículas focales puede ser analizado como resultado de la convencionalización de implicaturas originalmente convencionales (1991: 172 y 188), por lo que se postula que las partículas focales interactúan con las máximas griceanas de la conversación, y que muchos de sus aspectos históricos, así como de su contribución al significado de una expresión, se explican mejor siendo debidas a principios pragmáticos generales, más que a convenciones específicas de la lengua. Dicho eso, consideremos los ejemplos siguientes37: Vinieron todos excepto Juan. Vino mucha gente, excepto los peperos de turno. No dieron muchos regalos, excepto a los niños. El Congreso se celebró sin contratiempos, excepto el primer día. Juan pide siempre muchas cosas, excepto a los Reyes Magos. Le gustaba mucho pasear por el jardín, excepto cuando hacía frío. El Congreso se celebró sin contratiempos, excepto que el primer día la reunión empezó con dos horas de retraso. Pepa iría a ese viaje salvo si fuera su ex-marido. Iremos al cine con vosotros, salvo que vengan mis padres.

En todas las oraciones consideradas se produce un proceso de cuantificación, aunque de distinta forma: en vinieron todos excepto Juan, comprobamos cómo el sujeto de la acción de venir se encuentra determinado cuantitativamente mediante un cuantificador universal, todos. Mediante excepto, adjunto al sintagma nominal sujeto en este caso, realizamos una restricción cuantitativa al conjunto de elementos denotados como sujeto, en tanto que se excluye a Juan. Es obvio que si no se focaliza contrastivamente sobre Juan, el interlocutor habría incluido a Juan dentro del conjunto todos, o, al menos, eso cree el hablante, por lo que se ve obligado a corregir dentro del conjunto posible de personas que piensa que el interlocutor cree que estaban en condiciones de venir, a Juan. 37

Lo ejemplificaremos fundamentalmente con excepto, pero la explicación es la misma para el conjunto de las construcciones de exclusión. En muchos de los ejemplos propuestos no puede conmutarse excepto por todas las construcciones sustractivas, debido a las peculiaridades sintáctico-semánticas de cada una de ellas, pero la conmutación en los ejemplos posibles nos demuestra que la explicación es la misma.

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El segundo ejemplo, vino mucha gente, excepto los peperos de turno, es igual al anterior: el sintagma encabezado por excepto funciona adjunto al sujeto de la oración. El sujeto viene cuantificado mediante un cuantificador propio indefinido afirmativo, mucha. El hablante cree que, con la información dada (vino mucha gente), el interlocutor puede entender algo que quiere corregir, y es que, dentro del conjunto de la mucha gente que vino, habría que excluir a los identificados por los peperos de turno, por lo tanto se ve obligado a restringir la cantidad de individuos de un domino dado, en este caso la gente que vino. El tercer ejemplo es más interesante: no dieron muchos regalos, excepto a los niños. El primer aspecto que nos llama la atención es ¿a qué elemento está adjunto excepto a los niños! No queda más remedio que suponer un complemento indirecto, destinatario, que no está explícito. Efectivamente, el dominio cognitivo de lo que pudiera ser la acción de dar regalos exige un destinatario de los mismos, presente también de forma obligatoria en el esquema argumental del verbo. Pero no está explícito. Si no está explícito y es necesario no queda más remedio, evidentemente, que suponer que es conocido por el interlocutor, debiendo ser inferido un destinatario semejante a *a todos los presentes. En cualquier caso a un conjunto diverso de personas que el interlocutor puede presuponer, pero de las cuales es preciso sustraer a los niños, con lo que el conjunto de personas que se vieron señaladas por la "poca generosidad" en la cantidad de regalos, debe ser precisada de forma que excluya a los niños. Un ejemplo muy similar al anterior es el expresado por Juan pide siempre muchas cosas, excepto a los Reyes Magos. Entiendo que excepto a los Reyes Magos se encuentra adjunto al complemento indirecto de la oración principal, complemento que no está presente, pero cuya funcionalidad se ve obligatoriamente considerada: el dominio cognitivo de lo que pudiera ser *pedir cosas exige, al igual que el esquema argumental del predicado, la presencia de un destinatario. Los posibles destinatarios de las peticiones de Juan son conocidos por el interlocutor, al igual que conoce a Juan, por lo que el hablante se ve forzado a expresar contrastivamente una restricción en el conjunto indefinido de esos posibles destinatarios de las peticiones de Juan, esa restricción del conjunto (*# todas las personas) afecta a los Reyes Magos. La oración el Congreso se celebró sin contratiempos, excepto el primer día, exige también una doble suposición. Excepto el primer día supone una complementación temporal, y en la oración base no hay ningún complemento temporal que pudiera servir de fondo para la restricción contrastiva efectuada por excepto el primer día. El sintagma al que se encuentra adjunto, por tanto, debe también suponerse contextualmente. El dominio cognitivo de lo que pudiera ser */