Lexicografía de las lenguas románicas: Perspectiva histórica. Volumen I 9783110310313, 9783110310153

This volume provides a detailed overview of the current state of research in diachronic Romance lexicography, a field th

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Table of contents :
Introducción general
Presentación del volumen I
La lexicografía del aragonés: balance sumario y perspectivas de ¿futuro?
Evolución e innovaciones de los diccionarios del español
Lexicografía sarda
Breve historia de la lexicografía rumana
La lexicografía friulana del último siglo y medio. De los diccionarios dialectales a los diccionarios normativos y a las nuevas tecnologías
La lexicografia histórica catalana a partir de fines del siglo xix
El Vocabolario degli Accademici della Crusca y la norma del italiano
Dialectología, léxico y diccionario etimológico
La lexicografía gallega premoderna (1863-1985)
El Vocabolario degli Accademici della Crusca. Las ediciones del siglo xvii (y siguientes)
Panorama de la historia de la lexicografía gallega
Américo Castro y el Diccionario etimológico de Joan Coromines
Panorama de la lexicografía histórica del francés
La transmisión léxica en la lexicografía gallega prenormativa
La lexicografía rumana. Historia y actualidad
La lexicografía histórico-comparativa de los diatopismos del francés
El Corpus Lexicográfico do Português: la memoria de los diccionarios en la historia de la lengua y de la cultura
Notas sobre la historia de la lexicografía del ladino dolomítico
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Lexicografía de las lenguas románicas Perspectiva histórica Volumen I

Lexicografía de las lenguas románicas Perspectiva histórica Volumen I

Editores Félix Córdoba Rodríguez, Ernesto González Seoane, María Dolores Sánchez Palomino Coordinadoras María Dolores Sánchez Palomino, María José Domínguez Vázquez

DE GRUYTER

ISBN 978-3-11-031015-3 e-ISBN 978-3-11-031031-3 Library of Congress Cataloging-in-Publication Data A CIP catalog record for this book has been applied for at the Library of Congress. Bibliographic information published by the Deutsche Nationalbibliothek The Deutsche Nationalbibliothek lists this publication in the Deutsche Nationalbibliografie; detailed bibliographic data are available in the Internet at http://dnb.dnb.de. © 2014 Walter de Gruyter GmbH, Berlin/Boston Druck und Bindung: CPI books GmbH, Leck ♾ Gedruckt auf säurefreiem Papier Printed in Germany www.degruyter.com

Índice Introducción general ......................................................................................................... VII Presentación del volumen I ..............................................................................................XIII La lexicografía del aragonés: balance sumario y perspectivas de ¿futuro? José Luis Aliaga Jiménez............................................................................................. 1 Evolución e innovaciones de los diccionarios del español Manuel Alvar Ezquerra ............................................................................................ 23 Lexicografía sarda Eduardo Blasco Ferrer .............................................................................................. 51 Breve historia de la lexicografía rumana Monica Busuioc ......................................................................................................... 65 La lexicografía friulana del último siglo y medio. De los diccionarios dialectales a los diccionarios normativos y a las nuevas tecnologías Alessandro Carrozzo................................................................................................. 85 La lexicografia histórica catalana a partir de fines del siglo xix Germà Colón............................................................................................................ 115 El Vocabolario degli Accademici della Crusca y la norma del italiano Rosario Coluccia...................................................................................................... 125 Dialectología, léxico y diccionario etimológico Xosé Lluis García Arias........................................................................................... 143 La lexicografía gallega premoderna (1863-1985) Ernesto González Seoane ....................................................................................... 167 El Vocabolario degli Accademici della Crusca. Las ediciones del siglo xvii (y siguientes) Nicoletta Maraschio ................................................................................................ 185 Panorama de la historia de la lexicografía gallega José Luis Pensado ..................................................................................................... 203 Américo Castro y el Diccionario etimológico de Joan Coromines José Ignacio Pérez Pascual ...................................................................................... 217 Panorama de la lexicografía histórica del francés Gilles Roques............................................................................................................. 235 La transmisión léxica en la lexicografía gallega prenormativa María Dolores Sánchez Palomino.......................................................................... 251 La lexicografía rumana. Historia y actualidad Elena Tamba............................................................................................................. 265

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Lexicografía de las lenguas románicas. I. Perspectiva histórica

La lexicografía histórico-comparativa de los diatopismos del francés André Thibault ........................................................................................................ 283 El Corpus Lexicográfico do Português: la memoria de los diccionarios en la historia de la lengua y de la cultura Telmo Verdelho y João Paulo Silvestre................................................................ 297 Notas sobre la historia de la lexicografía del ladino dolomítico Ruth Videsott ........................................................................................................... 313

Introducción general

La publicación de los volúmenes Lexicografía de las lenguas románicas I. Perspectiva histórica y Lexicografía de las lenguas románicas II. Aproximaciones a la lexicografía moderna y contrastiva habría sido inimaginable de no estar avalada por la Red de Lexicografía (RELEX), que surge en el año 2012 en respuesta a una convocatoria de la Consellería de Cultura, Educación e Ordenación Universitaria de la Xunta de Galicia cuyo objeto era fomentar la creación de unidades de investigación de carácter competitivo. La red consiguió el reconocimiento y la financiación del gobierno autonómico (ref. CN2012/290) y ello permitió la puesta en marcha de diferentes iniciativas, a las que nos referiremos después brevemente. RELEX (http://relex.udc.es) nació con un triple objetivo: 1) Fomentar la investigación en todas las vertientes de la lexicografía, no solo entre los grupos componentes de la red, sino de una manera global, creando sinergias a nivel internacional y atendiendo a los avances que puedan producirse, con especial interés por los enfoques interdisciplinares y multilingües. 2) Formar a nuevos investigadores en el ámbito de la lexicografía y en campos afines. 3) Divulgar los estudios y las actividades que se realicen en ese ámbito y transferir a la sociedad sus resultados y los progresos que tengan lugar en materia de lexicografía. En este sentido, es evidente que el diccionario, por mencionar tan solo el producto más visible de la labor lexicográfica, es una obra con una fuerte dimensión social. La composición inicial de la red, coordinada por la Dra. María Dolores Sánchez Palomino, de la Universidade da Coruña, da idea ya de su interés por aunar todas aquellas voces que se hayan pronunciado en el campo de la lexicografía, sea desde la perspectiva que sea (historiográfica, teórica, práctica, histórica, monolingüe, bilingüe...) y en distintas lenguas. También nos pareció necesaria y enriquecedora la incorporación de investigadores más centrados en las aplicaciones tecnológicas en dicho campo. De este modo, firmaron la conformación inicial de la red los siguientes grupos: Grupo de Estudios Románicos y Comparados (ROMANYCOM, Universidade da Coruña), coordinado por María Dolores Sánchez Palomino, su línea de investigación es la lexicografía gallega y románica. Grupo de Lexicografía (GLEX, Universidade da Coruña), que orienta sus estudios a la lexicografía española bajo la coordinación de J. Álvaro Porto Dapena.

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Lexicografía de las lenguas románicas. I. Perspectiva histórica

Grupo Textos y Contextos Alemanes: sincronía y diacronía (HUMBOLDT, Universidade de Santiago de Compostela), coordinado por Víctor Millet (aunque su coordinadora para la red es María José Domínguez Vázquez), se ocupa fundamentalmente de la lexicografía bilingüe bidireccional alemán/español y de la lexicografía multilingüe. Grupo de Filología y Lingüística Gallega (FILGA, Instituto da Lingua Galega, ILG-Universidade de Santiago de Compostela), coordinado en la actualidad por Xulio C. Sousa Fernández, y por Manuel González González en el contexto de RELEX, tiene entre sus múltiples líneas de investigación la lexicografía gallega. Grupo de Filología Italiana (ITALIANÍSTICA, Universidade de Santiago de Compostela), coordinado por Isabel González Fernández (aunque es María Teresa Sanmarco Bande quien ejerce esas funciones para la red), trabaja en lexicografía italiana monolingüe y bilingüe. Grupo de Tecnologías Aplicadas a la Lengua Gallega (TALG, Universidade de Vigo), coordinado por Xosé María Gómez Clemente y Xavier Gómez Guinovart, investiga principalmente en recursos de tecnología lingüística. Grupo de Léxico y Lexicografía Especializada (Universidade de Vigo), coordinado por Terencia Silva, y por Carlos Valcárcel Riveiro a efectos de RELEX, centra sus esfuerzos en el léxico de dominios específicos y en las relaciones entre diccionario y usuario. La iniciativa recibió el apoyo de numerosos grupos, entidades y asociaciones que se mueven también en el área de la lexicografía, por lo que enseguida se planteó la posibilidad de ampliarla a nuevos miembros, tanto de dentro como de fuera de la Comunidad Autónoma de Galicia, que pudiesen aportar otros enfoques o reforzar algunas de las líneas existentes. De este modo, se han adherido recientemente a RELEX los siguientes grupos: Grupo de Investigación en Fraseología y Paremiología (FRASEONET, Universidade de Santiago de Compostela), coordinado por María Isabel González Rey, que se ocupa, como su nombre indica, de la fraseología y la paremiología y de su tratamiento lexicográfico. Grupo de Lexicografía, Lexicología e Historiografía Lingüística (Universidad de La Laguna), del que es coordinadora Dolores Corbella Díaz, con la lexicografía histórico-diferencial entre sus principales líneas de investigación. Grupo de Lingüística Contrastiva Español-Italiano (LICEI, Università di Bologna-Forlì), centrado, entre otras cuestiones, en la lexicografía bilingüe italiano-español, y cuyo coordinador es Félix San Vicente. Grupo de Lexicografia Monolingüe y Bilingüe Italiana (Università degli Studi di Torino), que investiga en lexicografía italiana antigua y moderna, así como en bases de datos léxicas, bajo la coordinación de Carla Marello. Grupo de Investigación en Lexicografia Especializada (GRiLS, Università degli Studi di Milano), coordinado por Maria Vittoria Calvi y dedicado fundamentalmente al estudio del léxico de especialidad, sin desatender la fraseología.

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Grupo de Léxico y Tecnología (IULATERM, Institut Universitari de Lingüística Aplicada, IULA-Universitat Pompeu Fabra), cuyo ámbito de actuación es la lingüística aplicada al léxico (léxico, lexicografía, terminología, neología, discurso especializado y aplicaciones del léxico) y las tecnologías de los recursos lingüísticos; su actual coordinadora, Mercè Lorente Casafont, ha retomado el testigo de la fundadora y coordinadora del grupo hasta 2014, Teresa Cabré Castellví. La red RELEX ha establecido asimismo relaciones con diferentes redes de carácter internacional, tales como la Red Temática Lengua y Ciencia, la Wissenschaftliches Netzwerk Internetlexikografie o la European Network of e-Lexicography (EneL), lo que da muestra una vez más de su buena acogida y de su propio proceso de internacionalización. Desde su constitución, RELEX ha acometido en un breve espacio de tiempo diferentes actividades con el fin de ir cumpliendo los objetivos perseguidos. Podríamos señalar dos ejes centrales de actuación: a) Las actividades intra-Red, que incluyen todas aquellas acciones destinadas a fomentar la cooperación entre los grupos de investigación que la componen. En esta línea se ha incrementado el trabajo interdisciplinar, multilingüe y conjunto y se ha producido un aumento del número de proyectos de investigación y de publicaciones en revistas y volúmenes de prestigio internacional, en especial de aquellas realizadas en coautoría o colaboración entre miembros de diferentes grupos. Asimismo se han llevado a cabo iniciativas conducentes al diseño y a la planificación de futuros proyectos de investigación. b) Las actividades extra-Red. Además de tener la finalidad de fomentar la discusión y el avance científicos, algunas de ellas han servido también para dar a conocer la red en el plano internacional, como ocurre con la organización del I Simposio Internacional RELEX «Lexicografía románica: Estado de la cuestión», celebrado en la Universidade da Coruña entre los días 15 y 17 de octubre de 2013, que contó con la participación de destacados especialistas en cada una de las lenguas románicas. RELEX fue también coorganizadora de las V Jornadas Internacionales Lengua y Ciencia «La lengua de la ciencia y la historiografía», junto a la red temática del mismo nombre, que tuvieron lugar igualmente en la Universidade da Coruña del 29 al 31 de octubre de 2013, así como del ciclo de conferencias Gramática, Léxico y Lexicografía. Aplicaciones didácticas (Universidade de Santiago, febrero-mayo de 2014). Podríamos incluir aquí otras muchas otras actividades realizadas con propósito de divulgación o formación, como seminarios, workshops, etc. Finalmente, en el apartado específico de la formación, hay que destacar la incorporación a la red de nuevos investigadores pre- y posdoctorales, así como el incremento en el número de tesis dirigidas y defendidas, correspondientes a doctorandos de varios países. Sin duda un capítulo destacado de la actividad de RELEX en este corto período de tiempo ha sido el fomento de publicaciones relevantes, entre las cuales cabe situar, como primera iniciativa, la que el lector tiene en estos momentos entre sus manos. Junto a ella, está prevista la aparición inminente de un volumen editado por Iudi-

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Lexicografía de las lenguas románicas. I. Perspectiva histórica

cium sobre la lexicografía románica en el siglo xxi, cuyos responsables son Meike Meliss, María Dolores Sánchez Palomino y María Teresa Sanmarco Bande, volumen que irá seguido de otros dos sobre Lexicografía iberorrománica a cargo de Arco Libros, de los que será editora la profesora Sánchez Palomino, junto a otros miembros de la red. Este plan de publicaciones forma parte del deseo de RELEX de llevar a todos los interesados en la lexicografía los principales avances en la disciplina, muy importantes en las últimas décadas, así como estudios de calidad en distintos ámbitos y vertientes. Los dos volúmenes que ahora presentamos, coordinados por María Dolores Sánchez Palomino y María José Domínguez Vázquez, se centran para ello en las lenguas románicas y en tres perspectivas diferentes (histórica, moderna y contrastiva). En cuanto a su objeto, es evidente que las lenguas románicas constituyen un grupo lingüístico especial (por razones que no es al caso mencionar ahora), cuya estrecha relación permite y aconseja un tratamiento conjunto o paralelo de muchos aspectos y la aplicación de técnicas lexicográficas similares, aun cuando su situación sociolingüística sea desigual; lo que no excluye, naturalmente, la consideración de su diversidad. Prácticamente todas las lenguas románicas son objeto de atención en estos volúmenes (aragonés, asturiano, catalán, español, francés, friulano, gallego, italiano, ladino, occitano, portugués, rumano y sardo); si alguna falta, es porque fue imposible encontrar quien pudiese redactar una colaboración. Naturalmente, no todas están representadas en los dos, por falta de espacio material y porque en el caso de algunas lenguas la tradición lexicográfica no tiene un largo recorrido o el número de personas que se dedican a su estudio es reducido. Se ha procurado un equilibrio entre todas ellas en razón fundamentalmente de la amplitud de esa tradición, aunque el propio origen de la obra no ha podido dejar de manifestarse en una presencia un poco mayor de las lenguas gallega y española, en virtud de la dedicación de una parte importante de los miembros de RELEX. El primer volumen, cuyos editores son Félix Córdoba Rodríguez (Universidade da Coruña), Ernesto González Seoane (Instituto da Lingua Galega-Universidade de Santiago de Compostela) y María Dolores Sánchez Palomino (Universidade da Coruña), incluye todas aquellas aportaciones realizadas, como su título indica, desde una perspectiva histórica, entendida bien en la línea historiográfica, bien en lo relativo a los diccionarios que contemplan el léxico en su devenir diacrónico. El segundo, a cargo de María José Domínguez Vázquez (Universidade de Santiago de Compostela), Xavier Gómez Guinovart (Universidade de Vigo) y Carlos Valcárcel Riveiro (Universidade de Vigo), está dedicado a la lexicografía moderna (sincrónica), esto es, a las contribuciones realizadas desde mediados del siglo pasado, y a la lexicografía contrastiva, y en él no faltan tampoco estudios de carácter teórico o metalexicográfico y análisis de conjunto de las lenguas románicas. Dejaremos para las introducciones a los respectivos volúmenes la descripción del contenido de cada uno de ellos y haremos aquí tan solo una valoración global de lo que, a nuestro entender, supone la obra en su totalidad. En primer lugar, como queda dicho, permite obtener una visión global, pero también diferenciada, de las lenguas románicas en lo que a la lexicografía se refiere, es decir, permite observar tanto sus interconexiones como sus divergencias; abordar una familia tan amplia de lenguas no es, ya de por sí, tarea fácil. En segundo lugar, presenta una diversidad de

Introducción general

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enfoques sobre la lexicografía (historiográfico, diacrónico, sincrónico, monolingüe, bilingüe, teórico...) que en muchas ocasiones constituye una auténtica puesta al día de nuestros conocimientos en la materia. Las visiones globalizadoras que se ofrecen de algunas tradiciones lexicográficas han de servir no solo para su uso en las aulas y despachos universitarios, sino también como una aproximación de conjunto para quienes quieran acercarse por primera vez a esa producción; en cuanto a los estudios sobre aspectos más concretos, sin duda se enfrentan a cuestiones de especial interés, incluso hasta ahora no tratadas, en la lexicografía de diversas lenguas. Podemos encontrar trabajos sobre el tratamiento en los diccionarios de aspectos fonéticos, morfosintácticos, dialectológicos o culturales, por citar solo algunos. Aquí radica, a nuestro modo de ver, el tercer valor destacable de la obra: su eventual aprovechamiento por parte de un público amplio; de especialistas, desde luego, pero también de interesados sin más en la materia. En cuarto lugar, hemos de indicar que algunos de los estudios incluidos abordan líneas de investigación nuevas o recientes dentro de la lexicografía (lexicografía on line, lexicografía y usuario, aplicación de nuevas tecnologías, desarrollo de recursos tecnológicos), de tal manera que la obra se plantea también con perspectivas de futuro. Dejamos para el final el aval de calidad que suponen los firmantes de estos trabajos, reconocidos especialistas que llevan años dedicándose a esta disciplina. No podemos terminar esta introducción sin mostrar nuestra gratitud a todos cuantos han hecho posible que esta obra salga a la luz, desde la Consellería de Cultura, Educación e Ordenación Universitaria de la Xunta de Galicia, que ha financiado a la red, como a la propia editorial De Gruyter y a los miembros de RELEX que han colaborado en ella. Un agradecimiento especial ha de ir también para los editores de ambos tomos, cuya dedicación a esta tarea ha sido grande e intensa, a los evaluadores que desinteresadamente se han prestado a someter los trabajos al procedimiento de peer review, a los traductores y, por supuesto, a los autores, sin los cuales la obra no existiría. Solo queda esperar que cumpla el objetivo para el que ha sido concebida: contribuir a la difusión y al desarrollo de la lexicografía. María José Domínguez Vázquez (Universidade de Santiago de Compostela) María Dolores Sánchez Palomino (Universidade da Coruña) Coordinadoras de los volúmenes

Presentación del volumen I

Bajo el subtítulo Perspectiva histórica, presentamos en este volumen I de la obra Lexicografía de las lenguas románicas dieciocho trabajos en los que se aborda la lexicografía de una lengua románica desde el punto de vista historiográfico y/o se atiende a los repertorios que consideran el léxico en su dimensión diacrónica. Doce son las lenguas románicas objeto de estudio (asturiano, aragonés, catalán, español, francés, friulano, gallego, italiano, ladino, portugués, rumano y sardo), de manera que algunas de ellas han sido tratadas en más de una ocasión. La cifra llega a tres trabajos en el caso del gallego; permítasenos esta licencia especial, teniendo en cuenta que la iniciativa de la obra parte de la Red de Lexicografía RELEX, nacida en Galicia y con una buena parte de sus miembros dedicados a esta lengua; por otra parte, la cifra incluye, como veremos, una contribución singular de carácter póstumo, particularmente interesante. En cuanto al resto, dos trabajos se ocupan del español, del francés, del italiano y del rumano, en razón fundamentalmente de la amplitud de sus tradiciones lexicográficas. Consideramos, pues, que se trata de un reparto bastante equilibrado. Respecto a la orientación temática de los estudios, estos pueden dividirse en dos tipos principales: los que presentan visiones de conjunto de las respectivas tradiciones lexicográficas y los que abordan cuestiones más concretas, de especial trascendencia en las lexicografías respectivas. La mayor parte se encuadran en el primer grupo (es el caso de los trabajos de José Luis Aliaga, Manuel Alvar, Eduardo Blasco, Monica Busuioc, Alessandro Carrozzo, Ernesto González Seoane, José Luis Pensado, Elena Tamba, Telmo Verdelho y João Paulo Silvestre y Ruth Videsott, para el aragonés, el español, el sardo, el rumano, el friulano, el gallego —por dos veces—, el rumano de nuevo, el portugués y el ladino dolomítico, respectivamente). Sus contribuciones panorámicas no se limitan a una descripción de la historia de la lexicografía en cada caso, sino que representan una síntesis crítica de la misma, al tiempo que una actualización de los datos a la luz de los nuevos métodos y de los conocimientos adquiridos. En algún caso, la visión no alcanza todas las etapas de la historia de la lexicografía que se podrían señalar en esa lengua, como ocurre para el portugués y el gallego, pero todas ellas sirven para situar cada historia particular en el ámbito románico, de forma que se puedan ver sus convergencias con el resto de las lenguas y sus características específicas. En este grupo de textos tenemos que hacer una mención especial de la contribución de José Luis Pensado, uno de los más insignes especialistas en lexicografía gallega, cuyo trabajo, destinado al Simposio de Lexicografía Galega que tuvo lugar en la Universidade da Coruña en noviembre de 2000, no pudo llegar a completarse por sobrevenirle la muerte unos días antes de la reunión. Su

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hija, Carmen Pensado, catedrática de Filología Románica de la Universidad de Salamanca, ya jubilada, tuvo la amabilidad de hacer llegar el texto a la organizadora de aquel Simposio, María Dolores Sánchez Palomino, para que lo utilizase en la manera que creyese más conveniente. Nos pareció esta una ocasión inmejorable para dar a conocer este texto, que al interés evidente de su autoría une el de tratarse del último escrito en el que el eminente profesor se encontraba trabajando; sirva, pues, también su publicación de pequeño reconocimiento a su labor. En el mismo grupo podríamos incluir tres trabajos que hacen un recorrido historiográfico por la lexicografía histórica. Los de Germà Colón y Gilles Roques se refieren, respectivamente, a los diccionarios históricos del catalán y del francés. En el análisis de André Thibault, el itinerario crítico se hace en el ámbito de los diccionarios de diatopismos de la lengua francesa que fueron concebidos desde una perspectiva etimológica e histórico-comparativa. En relación con ellos se encuentra la aportación de Xosé Lluis García Arias, que tras hacer una evaluación de las contribuciones a la lexicografía histórica del asturiano, se centra en la elaboración del DELLA (Diccionario Etimológico de la Llingua Asturiana), cuya autoría le corresponde, así como en las dificultades del estudio etimológico del léxico y sus conexiones con la dialectología. Los trabajos historiográficos del segundo tipo abordan, como queda dicho, cuestiones cruciales de la tradición lexicográfica de algunas lenguas, como ocurre con los llevados a cabo por Rosario Coluccia y Nicoletta Maraschio sobre diferentes aspectos del Vocabolario de la Crusca, el de José Ignacio Pérez Pascual sobre la contribución de Américo Castro a un diccionario tan importante en la lexicografía española y románica como es el DCEC de Corominas, y el de María Dolores Sánchez Palomino sobre un aspecto general de enorme relevancia en la tradición lexicográfica gallega, a saber, la transmisión del léxico de unos diccionarios a otros, cuyas características es preciso conocer para entender la moderna lexicografía en esa lengua. En todos ellos se advierte el rigor que siempre acompaña las investigaciones de sus autores y una información bibliográfica actualizada que, sin duda, será de gran provecho para los interesados en cada ámbito particular. Tal y como se indica en la introducción general a la obra, esperamos que este volumen sea de utilidad para un público amplio, tanto de especialistas como de estudiantes universitarios e interesados en este mundo apasionante de las palabras y los diccionarios, y que pueda contribuir al progreso de nuestros conocimientos en materia de lexicografía. Félix Córdoba Rodríguez (Universidade da Coruña) Ernesto González Seoane (Instituto da Lingua Galega-Universidade de Santiago de Compostela) María Dolores Sánchez Palomino (Universidade da Coruña)

La lexicografía del aragonés: balance sumario y perspectivas de ¿futuro? José Luis Aliaga Jiménez Universidad de Zaragoza

Aragonese lexicography: a brief assessment and (?) future prospects Abstract This paper gives a retrospective overview of Aragonese lexicography. Four stages of development may be discerned in Aragonese dictionary production which correlate with its increasing sociolinguistic autonomy. But Aragonese dictionary making (particularly with a didactic focus) faces an uncertain future affected by unclear, contradictory legislation. Keywords Aragonese language; bilingual lexicography; academy dictionaries.

1.

Introducción1

Una mirada a la producción lexicográfica de una lengua puede aportar indicios consistentes para aquilatar, retrospectivamente, el estatuto sociolingüístico del que esta ha gozado y para esbozar algún pronóstico sobre su proyección social en el futuro. En el territorio de la actual Comunidad Autónoma de Aragón coexisten tres lenguas: el catalán, el aragonés y el castellano (regional o dialectal). No es este el lugar para referirse a la evolución sociohistórica de la convivencia entre ellas. Baste recordar que dos de esas lenguas —las que hoy representan, en número de hablantes, un pequeño porcentaje del total en Aragón— se fraguaron en territorio aragonés (el catalán —al mismo tiempo que en otros espacios, al este de Aragón— y el aragonés); y que el castellano fue desalojando al aragonés desde la Baja Edad Media, geográfica y socialmente,2 hasta quedar reducido este último a los valles norteños de Huesca –––––––— 1

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El presente estudio se ha desarrollado en el marco del grupo consolidado de investigación Pragmagrammatica Peripheriae (Universidad de Zaragoza), reconocido y financiado por el Gobierno de Aragón. En el contexto de los estudios lingüísticos sobre Aragón, el proceso de castellanización es un aspecto relativamente bien documentado. No obstante, aduciremos solo una referencia (Frago 1991), por el encaje de su planteamiento en este punto.

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José Luis Aliaga Jiménez

y al espacio comunicativo privado, situación que se prolonga hasta la actualidad, con la lengua ya en situación terminal. De otra parte, no se puede entender la evolución lexicográfica del aragonés sin referirse al momento del «descubrimiento» moderno de la lengua. Según los testimonios disponibles, la castellanización de Aragón eclipsó también la conciencia idiomática medieval que había identificado un romance diferenciado del castellano y del catalán (Aliaga Jiménez 1994). A partir del siglo xvi la creencia lingüística más común identifica el término aragonés con una mera variante del castellano, más o menos digna de equipararse con el dialecto central. Y no es hasta finales del siglo diecinueve cuando algunas voces (Joaquín Costa, Jean Joseph Saroïhandy, Benito Coll y Altabás) empiezan a advertir de que en el Pirineo oscense subsisten unas hablas que, examinadas con criterios filológicos, no pueden asimilarse ni con el castellano ni con el catalán (Aliaga Jiménez 2012). Este resumidísimo panorama explica que, hasta fechas muy recientes, muchos de los repertorios lexicográficos aquí examinados se ubiquen, sin solución de continuidad, entre el ámbito del aragonés y el del castellano regional, cuyo componente distintivo principal reside, precisamente, en haber integrado numerosos rasgos del romance autóctono. Incluso en los autores que más claramente orientan su trabajo hacia la lexicografía española (José Siesso de Bolea, Mariano Peralta, Jerónimo Borao) asoma, aquí y allá, en el contenido o en los preliminares de sus obras, la noción de que en la zona septentrional de Aragón se practica una modalidad lingüística no identificable con el castellano. Tímida conciencia que apenas alcanza para subrayar algunas de sus peculiaridades fónicas o morfosintácticas o, en el peor de los casos, para desdeñarla por su condición rural y por entenderse como un subproducto derivado de la mixtura de otras lenguas (principalmente, francés, catalán o lemosín y castellano antiguo). De todo ello se desprende que la lexicografía aragonesa (y no necesariamente del aragonés tal como la lingüística moderna lo ha deslindado) ha sido históricamente —y, en buena medida, lo sigue siendo— una lexicografía regional o dialectal que, como tal, implica un término de comparación (el castellano en este caso).3 –––––––— 3

En este sentido, toda lexicografía regional suele presentar dos vertientes que conviene distinguir, aunque hayan discurrido imbricadas en muchos momentos. Por un lado, se encuentran los conocidos vocabularios de dialectalismos o regionalismos y, por otro, la presencia de voces regionales en los diccionarios generales de la lengua dominante. En este trabajo solo nos ocuparemos de la primera faceta (de los vocabularios regionales), habida cuenta de que para la segunda existen ya algunas aportaciones más o menos extensas, como la de Aliaga Jiménez (2000). Por otra parte, la multitud de pequeñas aportaciones léxicas existentes de carácter local, muchas de ellas dispersas por revistas de difícil acceso (o en internet), hace casi imposible que, en el espacio de que disponemos, nos ocupemos de todas ellas. Por lo tanto, el núcleo de este trabajo está compuesto por la descripción de los repertorios impresos que presentan la forma de obra autónoma, es decir, de aquellos cuyo objetivo, explícito o no, se asemeja al de un diccionario de uso. En la medida de lo posible reseñaremos o citaremos, en nota a pie de página, los principales vocabularios ocultos (hidden glossaries) que pueden ser considerados materiales lexicográficos en sentido amplio.

La lexicografía del aragonés

2.

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La lexicografía del aragonés y de sus variedades

Así pues, una mirada al pasado de la lexicografía aragonesa no puede omitir el hecho de que conceptual y materialmente, salvo manifestaciones muy recientes, esta ha formado parte de la historia lexicográfica del español y que su piedra de toque fundamental ha sido el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), como lo ha sido para el conjunto de la lexicografía española. No obstante, en la evolución de la lexicografía del aragonés es posible diferenciar, con las lógicas precisiones, cuatro periodos bastante bien definidos: uno inicial, anterior a la fundación de la Real Academia Española en 1713 y, a partir de esta fecha, tres períodos caracterizados por una dependencia decreciente respecto del DRAE en función de factores tales como el progreso en el conocimiento de la realidad lingüística altoaragonesa o la evolución de los planteamientos sociolingüísticos y políticos a propósito de esa realidad.4

2.1. La etapa preacadémica El primer glosario aragonés fue compuesto en 1585 por Jerónimo de Blancas (¿?-1590) como anexo a sus Coronaciones de los Sereníssimos Reyes de Aragón, obra no publicada hasta bien entrado el siglo xvii (1641), en Zaragoza, por Juan Francisco Andrés de Uztárroz. Jerónimo de Blancas compuso una «declaración [...] de algunos vocablos Aragoneses antigos» presentes en una ordinación aragonesa medieval sobre la coronación de los Reyes de Aragón. El editor, Andrés de Uztárroz, renombró el glosario como Índice donde se declaran algvnos vocablos Aragoneses antiguos, que ay en las Coronaciones y, además, introdujo abundantes cambios en su contenido (entre otros, redujo a 209 entradas las 228 del manuscrito escurialense).5 El objetivo del Índice se asemeja al de los glosarios medievales latino-romances: servir como guía para traducir los vocablos que ofrecen la dificultad de pertenecer a una variedad lingüística que había dejado de ser inteligible para el hablante común. En realidad, el glosario de Blancas fue el único publicado sobre el aragonés medieval hasta bien entrado el siglo xix. Los inventarios posteriores han sido confeccio–––––––— 4

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Aunque la exposición sigue un desarrollo cronológico, la afinidad tipológica de algunos repertorios obliga a agrupar algunas producciones lexicográficas alejadas temporalmente entre sí. En las etapas tercera y cuarta se hace necesario también el tratamiento conjunto de algunas obras de acuerdo con criterios geográficos. Por lo demás, algunos vocabularios podrían adscribirse, en principio, tanto al apartado 2.3 como al 2.4. Se ha optado por una u otra posibilidad en función del planteamiento, objetivos y destinatarios de cada obra. Tomo estos datos de los meticulosos estudios que Vicente Lagüéns (2008, 2009 y 2010) ha dedicado a la edición y al estudio lingüístico del glosario de Jerónimo de Blancas y a su comparación con el publicado por Andrés de Uztárroz. Lagüéns pone de relieve, entre otros muchos aspectos, la dificultad metodológica —derivada de la continuidad geolingüística de los romances medievales— para deslindar, en el glosario, los vocablos pertenecientes al aragonés medieval respecto de los castellano-aragoneses y de los propiamente catalanes.

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José Luis Aliaga Jiménez

nados en los siglos xix y xx pero entroncan tipológicamente con el repertorio de Blancas y, lógicamente, se han beneficiado progresivamente de la evolución teóricotécnica de la lexicografía. Muy cercano en su planteamiento se halla el Glosario de las voces provinciales y anticuadas que se encuentran en los Fueros, observancias y actos de corte del Reino de Aragón, agregado a la edición de la obra citada en el propio título, llevada a cabo en 1866 por Pascual Savall y Santiago Penén. El glosario de Savall y Penén es mucho más extenso que el Índice de Blancas (unas 2100 entradas) y, al igual que este último, tiene como objetivo resolver problemas de comprensión de palabras anticuadas y dialectales del texto al que acompaña.6 Ya en el siglo xx, con el aparato científico de la filología y de la crítica textual, se han editado numerosos textos medievales del romance aragonés complementados con glosarios. Estos, por lo general, no se limitan ya a la mera exposición de una equivalencia en castellano y suelen presentar una microestructura enriquecida notablemente con otras informaciones. Es el caso, por ejemplo, de los trabajos sobre distintos fueros aragoneses de Gunnar Tilander (1937 y 1956) y Max Gorosch (1950); del estudio sobre documentos notariales turolenses de Javier Terrado (1991) y del basado en documentos de la cancillería aragonesa de Coloma Lleal (1997). Como obras exentas se nos presentan las compilaciones léxicas que Ángeles Líbano y José Ángel Sesma (1982) y Jean Gilkison (1984) dedican, respectivamente, al vocabulario de los aranceles aduaneros aragoneses del siglo xv y a la obra de Juan Fernández de Heredia.

2.2. La etapa complementaria A esta segunda etapa de la lexicografía de las variedades lingüísticas de Aragón la denominamos complementaria y se desarrolla, temporalmente, desde los comienzos del siglo xviii, con la obra de José Siesso de Bolea, hasta 1938, con la publicación del Nuevo diccionario etimológico aragonés de José Pardo Asso. Este período se caracteriza por la tendencia acumulativa de los diccionarios publicados (Borao subsume en su obra la de Peralta y lo mismo hace Pardo Asso con la de Borao) y por el objetivo expreso de recopilar las peculiaridades léxicas del castellano regional para contribuir al enriquecimiento de la lengua española y, más concretamente, del diccionario académico. Y ello sin que asome la sospecha de que tales particularidades proceden, en buena medida, de la transferencia de una lengua romance distinta del castellano. –––––––— 6

El glosario fue reeditado en el Archivo de Filología Aragonesa (Savall / Penén 1982). A los mismos autores pertenece el Glosario de las voces provinciales y anticuadas de que se hace uso en las Ordinaciones. Se trata de un repertorio de similares características pero más breve, incluido en la edición que llevaron a cabo en 1861 de los Estatutos y Ordinaciones de los Montes y Huertas de la ciudad de Zaragoza. También fue reeditado en el AFA (Savall / Penén 2007-2008).

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En suma, si dejamos de lado el glosario de Blancas, puede afirmarse que la lexicografía aragonesa nace al mismo tiempo que el primer diccionario de la RAE. De los cuatro eruditos que intervinieron en la contribución de voces aragonesas para el Diccionario de autoridades (José Siesso de Bolea, Juan Francisco Escuder, José Torrero y Marzo y Blas Antonio de Nasarre), únicamente Siesso de Bolea dejó una obra lexicográfica manuscrita que ha permitido iluminar la dimensión de la presencia del léxico aragonés en el diccionario académico y en el resto de la lexicografía española. De particular interés aquí resulta el manuscrito 12670 de la Biblioteca Nacional de Madrid. En el estudio que precede a su edición (Siesso de Bolea 2008) hemos defendido que el texto se confeccionó entre 1715 y 1724. Del análisis de sus 8126 artículos (cifra que supera a muchos de los repertorios aragoneses posteriores) se desprenden dos conclusiones fundamentales: a) que Siesso de Bolea se aplicó con más que notable talento a la tarea de documentar la parcela léxica específicamente aragonesa (concebida, como se ha dicho, como coloración regional del castellano); b) que, al registrarla en un cuaderno de notas, confeccionó, quizá sin proponérselo, el primer diccionario dialectal conocido del ámbito hispánico. Chesús Bernal y Francho Nagore dieron a la luz en 1999 la edición facsimilar y el estudio de un manuscrito anónimo encabezado por el título de Diccionario aragonés. Consta de 27 folios en cuarto, las entradas están ordenadas alfabéticamente y su redacción, sin enmiendas ni tachaduras, presenta el aspecto de estar preparada para la imprenta. Su relación con el DRAE es patente, ya que la macroestructura se corresponde en buena medida con el léxico marcado como aragonés en aquel (aunque una parte del texto es original). De ello y de otros indicios (como las grafías empleadas) se desprende que la fecha de su elaboración es posterior a la 4.ª edición del DRAE (1803) y anterior a la 5.ª (1817). Así pues, el primer diccionario de regionalismos aragoneses publicado fue el Ensayo de un diccionario aragonés-castellano de Mariano Peralta (1836).7 Se trata de un texto lexicográfico muy esquemático, casi glosarístico (entrada-categoría gramaticalequivalencia o definición, sin ejemplos, sin apenas entradas polisémicas ni fraseología). Dado que aproximadamente la mitad de sus 887 entradas figuraban o habían figurado ya en el diccionario académico —del que, por lo demás, adopta muchas definiciones— el Ensayo casi puede considerarse antes un extracto del DRAE corregido y ampliado que una obra de nueva factura. Ya en 1859 aparece publicado en Zaragoza el Diccionario de voces aragonesas de Jerónimo Borao, cuya macroestructura también es de procedencia mixta. La información del DRAE y de Mariano Peralta se completa aquí con 1675 nuevas entradas, lo que, en total, suma casi tres mil artículos. Un claro exponente del carácter complementario y subsidiario de esta etapa lexicográfica se plasma en el destinatario para el que Borao concibió su obra, circunstancia de la que da fe el acta de una sesión de la RAE: «Del Diccionario de voces aragonesas que ha compuesto el sr. D. Jerónimo Borao recibió con aprecio la Academia un ejemplar remitido por el autor» (Archivo –––––––— 7

El texto ha conocido cuatro reimpresiones: 1853, 1984, 1986 y otra, por fascículos, en la Revista de Aragón (de mayo a noviembre de 1933).

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de la Real Academia Española, Actas, libro 23, 22-9-1859).8 En el contexto de la época, Jerónimo Borao se revela como un lexicógrafo de más que notables cualidades. En sus materiales se conjugan las fuentes orales y las documentales. Y aunque la ordenación de las informaciones carece de la sistematicidad deseable, los artículos no producen en el lector la impresión de hallarse ante un glosario circunstancial (incluyen con frecuencia un desarrollo polisémico, además de ejemplos, fraseología, comentarios de carácter gramatical y enciclopédico, observaciones sobre el DRAE, etc.).9 Ya a comienzos del siglo xx se publicó una obra que ha pasado casi desapercibida en el ámbito de la filología aragonesa, a pesar de presentar un cierto interés. Nos referimos a un pequeño manual de gramática normativa del español que editó Vicente Foz y Ponz con el título de Prontuario del buen hablista (1903). La segunda parte del texto es en un diccionario que hoy se denominaría de dudas y dificultades y que Foz llamó «Vulgarismos, vicios de dicción, provincialismos, voces familiares y arcaísmos más comunes en Aragón» (1903: 93-195). Se trata de un repertorio de unas 2200 entradas y pertenece a un tipo de obra lexicográfica muy bien representado en español, sobre todo en Hispanoamérica, donde han proliferado los inventarios de errores y vicios del idioma dedicados a censurar las formas propias del español americano, juzgadas desde la norma culta peninsular y entremezcladas con las pertenecientes al registro vulgar de todo el dominio hispánico. Esto es lo que se encuentra también en la obra de Foz, en la que junto a los regionalismos del español de Aragón, tomados en su mayoría del DRAE y de Borao, aparecen voces anticuadas, extranjerismos y vulgarismos compartidos con otras zonas del español. En este sentido, el punto de vista desde el que Foz recopila el léxico regional de Aragón se contrapone al del resto de autores de esta etapa. Mientras que a Peralta, Borao o Pardo Asso les mueve el deseo de integración de lo regional en lo general, a Foz le preocupa, precisamente, la erradicación de lo dialectal del español de Aragón. El último autor de esta primera etapa, José Pardo Asso, puede considerarse un epígono. Su Nuevo diccionario etimológico aragonés (1938; reedición facsimilar en 2002) ha sido generalmente menos valorado que sus predecesores, en especial por aventurarse sin excesiva fortuna en el terreno etimológico, justo cuando la filología aragonesa había dado sus primeros frutos en el terreno científico y en España se encontraba en pleno auge la lingüística histórica. Al margen de ello, la obra de Pardo –––––––— 8

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La indiferencia con la que la RAE recibió el Diccionario de voces aragonesas fue objeto de reproche por parte de Borao en los preliminares de la segunda edición de su obra (1884: 143, nota): «poco ha mejorado ésta [la Academia] esa parte de su obra, en los ciento cincuenta años que ha tenido para estudiarla, y no obstante el auxilio que nosotros le hemos ofrecido con la primera edición de nuestro Diccionario, publicada en 1859, la cual pudo aprovechar para la última del suyo, que es de 1869». El Diccionario se reeditó póstumamente en 1884 con más de mil nuevas entradas que Borao ya había plasmado en un manuscrito conservado en la Diputación Provincial de Zaragoza. La versión de 1908 es una reimpresión de la segunda edición de 1884 (con anexos de autoría varia). En 1986, además, apareció una reimpresión de la primera edición (1859) en una colección de libros del desaparecido periódico zaragozano El Día.

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Asso se inscribe plenamente en la línea abierta por Peralta y seguida por Borao. Si este último hace uso del texto de Peralta en su conjunto, Pardo Asso vierte en el suyo el vocabulario de Borao y adjunta las voces aragonesas del repertorio académico y sus propios materiales hasta completar un total de unas 10 000 entradas. Aun careciendo del encanto de las digresiones de Borao, los artículos de Pardo Asso revelan, en general, un manejo de la redacción lexicográfica más sistemático y, podría decirse, más moderno (incluso más que el que presentan algunos vocabularios aragoneses posteriores). No se puede negar que la lexicografía aragonesa del período considerado en este apartado representa una faceta subordinada de la lexicografía española (y de la académica, en particular).10 Pero la valoración de esta realidad no debe conducir, en nuestra opinión, a enjuiciarla de modo totalmente negativo. Resulta anacrónico, cuando menos, lamentarse de que Siesso de Bolea, Peralta o Borao no alcanzaran a deslindar en su momento una lengua diferenciada —el aragonés— en el continuum iberromance, certeza que se alcanzó, y no sin notables vacilaciones, por una filología moderna que ninguno de los lexicógrafos citados llegó a conocer. Cabe preguntarse, antes bien, si este tipo de lexicografía subsidiaria —cuya razón de ser, en sintonía con otras lexicografías regionales hispánicas, ha consistido en servir de contrapunto a la lexicografía de la RAE— hubiera existido de no haber contado con la motivación que les proporcionaba el diccionario académico. Es decir, si más bien Aragón pudo contar durante doscientos años con la lexicografía regional del español más solvente gracias al DRAE y no a pesar de él. Ello no impide, por supuesto, reconocer que, por ejemplo, un imitador de Borao en el siglo xxi incurriría igualmente en flagrante anacronismo lexicográfico. Y es que los planteamientos y métodos de la lexicografía regional practicada en el mundo hispánico estaban necesitados de una profunda renovación que, afortunadamente, ya se está produciendo en una cierta medida.

2.3. La etapa etnográfico-dialectal Con la publicación del Vocabulario del dialecto que se habla en la Alta Ribagorza (1934) de Vicente Ferraz y Castán se abre la etapa de la lexicografía aragonesa que llamamos etnográfico-dialectal, caracterizada por la aparición de un tipo de dicciona–––––––— 10

El catálogo de obras de este periodo debe completarse con otros tres repertorios. De ellos, el único publicado en el momento de su redacción fue el pequeño vocabulario aragonés (319 entradas) que Francisco Otín y Duaso introdujo en un discurso publicado en 1868. Ha sido objeto de una reedición filológica reciente a la que nos remitimos (Nagore 2011). Los localismos bilbilitanos de Juan Blas y Ubide no conocieron la imprenta hasta 2007: Modismos dialectales de Calatayud recogidos por D. Juan Blas y Ubide (1877), introducción de Óscar Latas. Por último, a tenor de la información disponible hasta la fecha (Enguita 2009), a esta etapa de lexicografía complementaria podría sumarse el todavía inédito Diccionario de la lengua española en su variedad aragonesa, cuyos materiales acopió Gregorio García-Arista en las primeras décadas del siglo xx.

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rio concebido como un instrumento, entre otros, de la descripción antropológica.11 No obstante, el diccionario académico sigue siendo el telón de fondo sobre el que se proyecta buena parte de los repertorios de esta tipología. En lo tocante al Alto Aragón, los vocabularios supralocales de esta época son, por orden cronológico de aparición, la Contribución al vocabulario aragonés moderno, de Antonio Badía Margarit (1948), el Diccionario aragonés. Aragonés-castellano. Castellano-aragonés de Rafael Andolz (1977) y el Diccionario dialectal del Pirineo aragonés de Gerhard Rohlfs (1985).12 La Contribución de Badía, como se desprende ya del propio título, no está planteada como un diccionario o vocabulario al uso. Su nomenclatura, de casi 1200 entradas, recoge los resultados léxicos de una encuesta dialectal llevada a cabo en distintas localidades del Alto Aragón, desde Ansó hasta Benasque. Frente a los otros dos inventarios citados arriba, presenta la ventaja de ser más homogéneo en su factura, ya que no entremezcla los datos recogidos de primera mano con los de otras recopilaciones (salvo como información complementaria en la microestructura, lugar donde no falta la mención del diccionario académico). Debe tenerse en cuenta además que Badía, al igual que Andolz, da cabida a voces de localidades de habla catalana o de transición al catalán (Badía realizó encuestas en Benabarre, Peralta y Azanuy). Por otro lado, el trabajo de Badía resulta también especialmente interesante por incluir sistemáticamente la transcripción fonética, el contexto de uso de las voces —siempre que estas no fueran una respuesta aislada a partir del cuestionario— y la localización geográfica de cada voz o de cada significado cuando una misma forma presenta matices semánticos en distintas poblaciones. Desde el punto de vista cuantitativo, el repertorio de Rohlfs, con unas 8500 entradas, y todavía más el de Andolz, con cerca de 40 000 artículos en la parte aragonés-castellano, se hacen eco de un caudal léxico muy superior al de Badía. De otra parte, los diccionarios de Andolz y Rohlfs presentan bastantes puntos en común: por la tendencia a acumular, junto a la información propia, la procedente de fuentes ajenas; por identificar mediante abreviaturas la procedencia geográfica o, en su caso, bibliográfica de las voces; por la estructura de los artículos, basada en el esquema entrada-categoría gramatical-equivalencia en castellano, y por el carácter esporádico de otras informaciones. Sin embargo, Andolz no renuncia al léxico aragonés del –––––––— 11 12

Se trata, aproximadamente, del tipo de repertorio al que Alain Rey (1987: 252-255) denominó falso bilingüe. Existe un precedente de todos ellos, aunque haya permanecido inédito hasta hace escasas fechas. Se trata del Diccionario dialectal altoaragonés (2005). El manuscrito original, de 1944, consta de unas 600 entradas y está firmado por Hortensia B. Bernad, quien lo presentó a un concurso lexicográfico convocado por la Estación de Estudios Pirenaicos del CSIC. También podría considerarse en este grupo el lejano precedente de Josep M. Casacuberta y Joan Coromines (1936), que fue el resultado de una encuesta efectuada en el Alto Aragón (Ansó, Hecho, Bielsa, Gistaín y Plan), pero también en otras de Zaragoza (Caspe), de Teruel (La Puebla de Híjar) y de Navarra (Liédena). Contiene unas 900 entradas con explicaciones y traducción al catalán.

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diccionario académico, mientras que Rohlfs es el primero de los lexicógrafos que hemos tratado en no considerar el DRAE como fuente de consulta directa. Entre los trabajos de alcance geográfico más limitado se encuentra, en primer lugar, el ya mencionado de Ferraz y Castán, centrado, a pesar del título, en el léxico distintivo de Benasque, en comparación con el castellano y el catalán. En sus 868 entradas, todas ellas de procedencia oral, Ferraz se sirve en numerosas ocasiones de «definiciones y frases idénticas a las que da la Academia en su Diccionario» (1934: 17). Sin duda, el habla del valle de Benasque ha sido una de las mejor representadas por los compiladores del léxico dialectal. Al Vocabulario de Ferraz hay que sumar la serie de inventarios debidos a Ángel Ballarín. Ya a mediados de los años sesenta apareció una versión incompleta (letras A-E), y sin preliminares, del Vocabulario de Benasque (1965-1966). Algún tiempo después se publicó una edición íntegra, con unas 3500 entradas, acompañada de una introducción y de un compendio de gramática benasquesa (1971). Con posterioridad apareció un «Suplemento» al Vocabulario (unas 1100 nuevas voces) como parte de un artículo dedicado al habla local, en la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares (1974). Ya en 1978 aparece el Diccionario del benasqués (1978; alrededor de 7500 entradas) que, en apariencia, se nos muestra como un producto de nueva factura.13 Sin embargo, su macroestructura es, en esencia, el resultado de la suma de las dos precedentes —Vocabulario y «Suplemento»—, con el incremento de un veinticinco por ciento de nuevas entradas. Por su parte, el plan de la microestructura es cualitativamente idéntico y las variaciones en esta se deben a la adición o supresión de algún ejemplo o equivalencia. La microestructura, en líneas generales, se compone de un número estable de datos, que se disponen, a su vez, en un orden fijo: categoría, explicación de la entrada, equivalencias en castellano, en otras hablas aragonesas, en catalán y en francés y, por último, ejemplos en benasqués.14 En lo que se refiere a las hablas bajorribagorzanas, la aportación lexicográfica más relevante la encontramos en el Diccionario del habla de la Baja Ribagorza Occidental, de M.ª Luisa Arnal (2003). Con unas 5000 entradas procedentes de encuestas dialectales llevadas a cabo por la propia autora, esta obra sobresale por dos aspectos en particular. De una parte, porque en su elaboración se han aplicado muchas de las soluciones técnicas de la lexicografía más actual y, por ello, las informaciones se proporcionan sistemáticamente y de acuerdo con una planificación coherente de la obra. De otra, porque tiene vocación de repertorio integral (limitado, eso sí, a los –––––––— 13

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Bien es verdad que el Diccionario de 1978 se presenta, de modo equívoco, como 2.ª edición; que la dedicatoria es la misma que en 1971, y que, a pesar de figurar en la cubierta el mismo autor, Angel Ballarín Cornel, en el interior aparece como responsable Angel Ballarín Ferraz. Dejando aparte otros léxicos menores, cabe mencionar aquí el repertorio del léxico de Benasque presente en el Atlas Lingüístic de Catalunya y recopilado por Alvar (1958-1959). Referido a las hablas de la Alta Ribagorza, pero no limitado al valle de Benasque, encontramos el vocabulario de Haensch, con más de mil voces estructuradas por temas (1961-62; reedición facsimilar en 2003).

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resultados de las encuestas). En él tiene cabida, así pues, no solo la parcela léxica distintiva respecto del castellano sino también la compartida con la lengua oficial.15 El habla del valle de Gistaín (Chistau) se ha beneficiado en los últimos años de aportes lexicográficos muy significativos. El primer exponente se remonta al Diccionario chistavino-castellano de Brian Mott (1984), un inventario relativamente extenso (más de 3000 entradas) que el autor recopiló de primera mano. Sus artículos se sustentan en una estructura de entrada-categoría gramatical-equivalente y, esporádicamente, se proporcionan otras informaciones, como pueden ser la mención de la población del valle en que se registró la voz, las variantes fonéticas o morfológicas, sinónimos, comentarios aclaratorios, etc. El mismo autor dio a la luz posteriormente el Diccionario etimológico chistavino-castellano / castellano-chistavino (2000), que aventaja con creces a su predecesor. En esta versión, basada parcialmente en encuestas posteriores a las que dieron origen a la obra de 1984, se amplían los ejemplos y la información gramatical, se perfeccionan las equivalencias, se proporciona la transcripción fonética de las voces de pronunciación variable y la etimología de todas las entradas. En contraste con el panorama anterior, las variedades de la parte occidental de la provincia de Huesca cuentan con una tradición lexicográfica mucho más reciente y, sin carecer de mérito, de menor entidad cuantitativa y cualitativa. En el caso del cheso (valle de Hecho), la variedad con mayor tradición literaria escrita, junto con el ribagorzano, hubo que esperar hasta 2004 para que viera la luz un diccionario (y gramática) del cheso, en una edición impresa en Barcelona y sufragada por el autor de la obra, José Lera Alsina: Aplego. Dicionario de resistencia y gramatica sobre lo cheso (fabla altoaragonesa). Se trata de un esfuerzo loable por dotar al cheso de un instrumento útil para difundir el habla en medios no especializados y para su empleo en niveles iniciales de su enseñanza (aspectos que explican la condición bilingüe del repertorio, que cuenta también con una versión castellano-cheso). En consonancia con ello, la microestructura de los más de 10 000 artículos de que se compone la parte cheso-castellano se limita, en esencia, a la información sobre la categoría gramatical y el equivalente en castellano. Y para el habla más occidental, el ansotano, se publicó en 2003 una entrañable obra coral firmada por Pilar Mendiara, Alicia Pérez, Josefina Mendiara y Montse Castán. El Diccionario del dialecto ansotano es el producto de la memoria verbal reunida por cuatro de sus últimas hablantes autóctonas (rasgo que lo acerca al Aplego de José Lera). A este repertorio debe sumarse el léxico acopiado por M.ª Pilar –––––––— 15

Anteriormente, en el ámbito de la lexicografía aragonesa, ese mismo propósito se lo habían planteado el Diccionario del benasqués de Ballarín (1978) y el Diccionario chistavinocastellano de Mott (1984). Dedicadas total o parcialmente a las hablas bajorribagorazanas contamos con las compilaciones de Alvar, entresacadas del Atlas Lingüístic de Catalunya, sobre el léxico de Graus, por un lado (1954) y sobre el de Campo, Fonz, Peralta de la Sal y Binéfar, por otro (1956-1957a). No debe olvidarse que las encuestas del ALC se realizaron en el primer cuarto del siglo veinte, época de la que data también el trabajo de Bosch sobre el léxico de Fonz (1929), que contiene 429 voces.

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Benítez para la elaboración de su tesis doctoral, que versó sobre el habla de Ansó (Benítez 2001) y que, siguiendo la estela del trabajo de M.ª Luisa Arnal, acopia el léxico diferencial y el coincidente con el castellano.16 La zona de la provincia de Zaragoza mejor representada lexicográficamente es, sin lugar a dudas, la parte noroccidental, cuyas hablas, además, conservan un número considerable de rasgos asignables tipológicamente al aragonés (Enguita 1991).17 Sobresalen, por ejemplo, los 2500 artículos del Vocabulario general de las Cinco Villas de Aragón (2003). Durante los años anteriores a su publicación, su autor, Octavio Sierra Sangüesa, distribuyó copias mecanografiadas de un primer borrador para recabar contribuciones que mejorasen y completasen el texto. Por su parte, el Vocabulario caspolino de Rafael Barceló Caballud (2011), a pesar de su reciente aparición y de la cuidadosa selección y presentación de los datos, se halla muy cercano, por su dependencia del DRAE, a los vocabularios de la etapa complementaria.18 Por último, para la provincia de Teruel hay que remitirse a la obra de José Altaba Escorihuela (Palabras locales, comarcales y regionales, 1985). Incluye más de 3700 entradas, fundamentalmente del Maestrazgo y del Bajo Aragón, distribuidas en tres partes (voces regionales —unas 2500—, vulgarismos de la zona y voces castellanas consideradas erróneamente regionales). Manuel Mercadal Andrés reúne cerca de 10 000 voces en el Vocabulario de la Sexma de la Honor de Huesa del Común (Teruel) (2004) que, en la línea marcada por Altaba, conforman un conjunto heterogéneo donde se dan cita regionalismos aragoneses, localismos (de las poblaciones de Blesa y Maicas, en particular) y términos del castellano subestándar propio de muchas otras zonas hispanohablantes.19

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Por la fecha de su aparición antes que por su contenido cabe reseñar brevemente el Vocabulario del alto-aragonés (De Alquézar y pueblos próximos) de Pedro Arnal Cavero (1944). Sin preliminares de presentación, se compone únicamente de 530 entradas, seguidas de un equivalente en castellano y, en ciertos casos, de algunos ejemplos, comentarios adicionales o comparaciones con el diccionario de Borao. Fue reeditado, con introducción de Rosa M.ª Castañer, en el Archivo de Filología Aragonesa (2007-2008). Por último, cabe citar el léxico ansotano de Alvar (1978). Algunos repertorios se reseñan en el apartado 2.4. Téngase presente lo señalado en la nota 4 sobre la clasificación de los distintos vocabularios, no siempre fácil, entre la etapa etnográfico-dialectal y la que hemos calificado como autónoma. Algunos estudios dialectales dan cabida a inventarios léxicos de cierta extensión, como el dedicado al valle del Esca y, en concreto, a las localidades de Salvatierra y Sigüés, en la parte más septentrional de la provincia de Zaragoza (Alvar 1956-1957b), el centrado en la comarca de Tarazona (Gargallo 1987) o en las poblaciones de Oseja y Trasobares (Pérez Gil 1995). A este periodo pertenece, asimismo, el léxico de la ciudad de Zaragoza (Gargallo 2000). Un alcance más limitado todavía ofrece el Léxico de Cella (1999).

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2.4. La etapa de la lexicografía autónoma Pueden distinguirse dos épocas en las que la influencia ejercida por la lexicografía española (por la académica, en realidad) se ha atenuado significativamente y en las que la lexicografía aragonesa ha acometido proyectos diccionarísticos con vocación de autocontención, sin el auxilio de un término de comparación fuera de la realidad lingüística específica de la región. Sin duda, el período más claramente delimitado por este cambio de tendencia transcurre, aproximadamente, desde 1975 hasta nuestros días. Pero antes hay que referirse al proyecto lexicográfico que sobre las hablas aragonesas se fraguó en el primer tercio del siglo veinte en torno al Estudio de Filología de Aragón (EFA) y a la figura de su director, Juan Moneva y Puyol. La historia de esta empresa ha recibido una atención creciente en los últimos años, lo que nos ahorra una exposición prolija (véanse, en particular, Aliaga 1998, 1999-2000 y 2012; Aliaga y Arnal 1999 y Aliaga y Benítez 2011). Aunque gestado en torno a 1900, al calor los Juegos Florales zaragozanos, en medio del ambiente regionalista de la época, el EFA no se materializó hasta que la iniciativa personal de Juan Moneva y Puyol, en 1915, recibió el amparo de la Diputación Provincial de Zaragoza, que actuó como patrocinadora hasta el final del EFA, en 1931. Durante el periodo en que el Estudio permaneció activo (fue clausurado entre 1925 y 1930), Moneva no cejó en su empeño de convertirlo en un instituto superior de enseñanza e investigación de Aragón, equiparable a las entidades que, a principios del siglo veinte, germinaron en otras regiones españolas. Y, no por casualidad, en su seno se congregó y se formó un importante grupo dedicado al estudio de la Filología y de la Historia, en el que destacaron sobremanera y de forma respectiva las figuras de María Moliner y de Áurea Javierre Mur. El EFA se marcó como tarea inicial y articuladora de su actividad la confección de un gran Diccionario aragonés (de orientación diferencial, podría añadirse hoy) en el que tuvieran cabida todas las hablas aragonesas, sin entrar a distinguir la filiación o procedencia lingüística de las voces (aragonés, catalán o castellano regional). Moneva no dudó, cuando tuvo que manifestarse sobre ello, en superponer los límites político-administrativos a los lingüísticos para que la realidad de las lenguas de Aragón encajase en el ideario regionalista del que participaba, necesitado de elementos de cohesión sociopolítica que implicaran a todo el territorio. El Diccionario aragonés, que iba a constar de más de 30 000 entradas, no llegó a publicarse por falta de respaldo institucional. Pero podemos conocer, aproximadamente, cómo hubiera sido la obra a través del Vocabulario de Aragón (Moneva y Puyol 2004), una versión abreviada del Diccionario aragonés que, elaborada por el equipo lexicográfico del EFA, Moneva presentó en 1924 a un concurso de vocabularios regionales convocado por la RAE. Al margen del precedente del Estudio de Filología de Aragón es necesario, lógicamente, referirse a la actividad lexicográfia de las últimas cuatro décadas. Aunque la etapa que hemos denominado etnográfico-dialectal se prolongue hasta la actualidad con la publicación de vocabularios localistas, podemos situar su punto culminante en 1985, con la aparición del repertorio de Rohlfs. Sin embargo, es el diccionario de Andolz, publicado originalmente en 1977, el que contiene elementos de transición hacia el periodo de autonomía lexicográfica (por ejemplo, la adopción de las normas

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gráficas acordadas en 1987 durante el I Congreso ta ra Normalizazión de l’Aragonés o su factura abiertamente bilingüe). El núcleo de publicaciones más representativas de este tercer período se caracteriza por la tentativa de alcanzar una lexicografía de lengua autónoma que supere el estatuto dialectal que al aragonés le ha venido atribuyendo buena parte de la lingüística (como mera variante del castellano). Y todo ello en consonancia con la aspiración de promocionar un estándar común para el empleo público y literario del aragonés.20 Entre los diccionarios que han ensayado una aproximación a un aragonés estándar común (todavía en proceso de formación y sin refrendo oficial) se encuentra el Vocabulario básico bilingüe aragonés-castellano y castellano-aragonés de Antonio Martínez Ruiz (1997; 4.ª reedición, por fascículos, en 2013), que contiene unas 10 000 entradas en la parte aragonés-castellano y 7500 en la versión castellanoaragonés. Aparte de un conciso Diccionario de pocha d’a fabla aragonesa (1982), el otro repertorio representativo de esta tendencia es el Dizionario aragonés-castellán castellano-aragonés de Chusé Aragüés (1989), con unas 18 000 entradas en la parte aragonés-castellano. Desde el punto de vista técnico, tanto el inventario de Aragüés como el de Martínez Ruiz presentan una estructura interna básica similar y extremadamente sencilla (entrada, categoría —que Martínez solo proporciona en contados casos— y equivalencia). Otras informaciones, como las que aclaran el carácter anticuado, familiar o coloquial de una voz, aparecen muy esporádicamente, al igual que la fraseología o los ejemplos (algo más frecuentes estos en el Vocabulario de Martínez). No obstante, aun compartiendo el objetivo sociolingüístico de fondo, son sensibles las diferencias entre ambos repertorios. Por ejemplo, Martínez Ruiz no esconde el carácter restrictivo diferencial de su Vocabulario, circunscrito además al léxico común de las hablas altoaragonesas, mientras que Aragüés presenta su diccionario como normativo y franquea el límite del fondo léxico patrimonial específico del aragonés para dar cabida a la parcela del vocabulario que se solapa con el castellano, en términos formales y semánticos. Buena parte de los vocabularios localistas de esta línea de trabajo se debe a la actividad editorial del Consello d’a Fabla Aragonesa, de Gara d’Edizions y de Xordica Editorial (estas dos últimas, en colaboración con la Institución «Fernando el Católico» y con Prensas Universitarias de Zaragoza). Los repertorios publicados por el Consello en la colección «Puens enta ra parola» suelen circunscribirse a un habla local o comarcal y, desde el punto de vista técnico-lexicográfico, salvo excepciones, presentan una estructura muy elemental.21 –––––––— 20

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No obstante, nos referimos aquí a algunos vocabularios que hubieran tenido cabida en el apartado 2.3. De hecho, su contenido no difiere del de los repertorios propiamente dialectales y la mayoría se ocupa del habla de zonas donde solo se registran restos léxicos aragoneses. Así pues, su presencia en este punto se justifica porque sus objetivos, explícita o implícitamente, se insertan en la línea sociolingüística reivindicativa a la que acabamos de referirnos. Sin ánimo de exhaustividad, y por orden cronológico: Bocabulario de l’ansontano (Ana C. Vicén y Santiago Moncayola, 1991), Léxico aragonés de Monflorite (Pedro J. Escudero, 1995), Bocabulario aragonés d’o botero Pedro Lafuente (Francho Rodés, 1996), Bocabulario

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Las variantes del aragonés de la comarca de Sobrarbe —algunas, de vitalidad actual muy reducida— han merecido en los últimos años una atención lexicográfica de la que no habían disfrutado en épocas precedentes. La contribución más destacada es, sin lugar a dudas, Diccionario aragonés. Chistabín-castellano (Bal de Chistau), firmado por Fernando Blas y Fernando Romanos (2008)22, resultado de varios años de concienzuda recopilación léxica para la que se han empleado diversos métodos de encuesta y a la que se han dedicado prolongadas estancias en el valle. De ahí que, tal como indican los propios autores, las 12 300 entradas (de microestructura sistemática y rica en informaciones) no pretenden dar cuenta de la sincronía actual del chistavino, sino que participan, en cierto modo, de los objetivos de la primera dialectología: documentar una variedad lingüística en trance de desaparición (en este caso, además, con una clara voluntad de exhaustividad, en la medida en que esta es realizable en la actividad lexicográfica). Pero las hablas del Sobrarbe habían sido reivindicadas en varias recopilaciones anteriores, como en el Vocabulario de Sobrepuerto (Léxico comentado de una comarca despoblada del Altoaragón) de José M.ª Satué (1991). Como indica el título, el trabajo recoge el léxico de un habla muerta en el sentido lingüístico del término, ya que carece de hablantes nuevos y vivos; por ello, el inventario de Satué, de unas 1500 voces, presenta un notable interés documental. La aportación de Chabier Tomás, El aragonés del Biello Sobrarbe (1999), que incluye un amplio vocabulario de la zona indicada en el título, situada al sur de la comarca, representa un ejemplo preciso de texto que, a partir del estudio de un habla local, reclama la unidad de la lengua, la configuración de una koiné culta como «única posibilidad de supervivencia de nuestra lengua», en palabras del autor. El mismo objetivo inspira a El aragonés de Baixo Peñas. Localidades de Sobrarbe situadas en las faldas de Peña Montañesa de Fernando Blas y Fernando Romanos (2005), que centran aquí su atención en un área situada en el centro del Sobrarbe, escasamente estudiada anteriormente y muy castellanizada. En el mismo ámbito geográfico, aunque ceñido a una sola localidad, ubica su trabajo Mariano Coronas (Vocabulario aragonés de Labuerda-A Buerda, 2007). Y al aragonés más occidental dedica su trabajo Miguel Ánchel Barcos (El aragonés ansotano. Estudio lingüístico de Ansó y Fago, 2007), donde el capítulo dedicado al vocabulario patrimonial alcanza los 7000 registros. –––––––—

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d’o Semontano de Balbastro (de Salas Altas y a redolada) (Paz Ríos, 1997), La Bal de Lierp. Geografía y léxico (José M.ª Ariño, 1999), Bocabulario de Plasenzia (Sotonera) (José I. López Susín y M.ª Dolores Montaner Susín, 2000), Bocabulario de l’aragonés d’Alquezra y lugars d’a redolada (Fabián Castillo, 2001), L’aragonés de A Fueba. Bocabulario y notas gramaticals (Fernando Romanos y Fernando Sánchez, 1999), Replega de bocabulario de Ballobar (Amparo-Ángeles Soler, 2004), Bocabulario monegrino (Francho Rodés, 2005), El aragonés de Embún: vocabulario y notas gramaticales (Antón Eito, 2006) y Bocabulario de Murillo de Galligo (Liena Palacios y Chan Baos, 2010). De los mismos autores es la Fraseología del chistabín. Diccionario de refranes, modismos, locuciones y frases hechas en aragonés del valle de Chistau (2003), volcada luego en el diccionario de 2008.

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Es un rasgo común a todas estas contribuciones focalizar el interés de la recopilación de datos en los informantes «adecuados». En otras palabras, el propósito reivindicativo de la investigación entraña, de manera un tanto paradójica, un cierto regreso a los métodos de la dialectología más clásica, de corte estrictamente diferencial, donde los discursos de los hablantes menos o nada «dialectales» quedan al margen de la descripción, lo que necesariamente conduce a elaborar una representación parcial del sistema lingüístico. De igual modo proceden algunos estudios y vocabularios que se han ocupado de las hablas de Zaragoza y de Teruel. En esta línea se inscriben, por ejemplo, una serie de monografías de ámbito local o comarcal interesadas, en particular, en las comarcas norteñas de la provincia de Zaragoza, donde, como se ha indicado más arriba, subsiste una tenue estela del romance aragonés. En esa zona se centra el interés del Diccionario de palabras, voces y dichos de Uncastillo (Olano 1994), de Luesia. Su lengua aragonesa (Compaired 1996), del Léxico aragonés de Sos del Rey Católico de Antón Chusé Gil (1999) y de Al límite. La pervivencia del aragonés en las comarcas del norte de Zaragoza (Romanos 2003). Contribuir a recuperar y dignificar el aragonés se propone también José Carlos López Dieste con el Vocabulario aragonés de Villanueva de Gállego (2010), localidad situada a escasos kilómetros de Zaragoza. Finalmente, en lo que respecta a la provincia de Teruel cabe citar, por ejemplo, El habla de Sarrión, de Rafael López (1992), que consta de unos 1500 artículos.23 Mención aparte requiere el Dizionario breu de a luenga aragonesa de Santiago Bal Palazios (2002), ya que se trata del primer repertorio monolingüe del aragonés. Su factura formal representa, desde el punto de vista lexicográfico y didáctico, un cambio cualitativo respecto de repertorios como los de Chusé Aragüés y Antonio Martínez. La obra está confeccionada para un tipo de destinatario definido: los escolares de educación primaria y secundaria (contiene unas 4000 entradas, con 7000 acepciones y 8000 ejemplos). La microestructura responde a un programa informativamente sencillo —como reclama, por otro lado, un diccionario escolar— pero respetado sistemáticamente. Este Dizionario nació al calor de los primeros intentos de aprobar en Aragón una normativa que ofreciera cobertura legal al aragonés y al catalán de Aragón. Se esperaba, con ello, la regulación de la impartición y del empleo vehicular de las lenguas minoritarias de Aragón en los centros de enseñanza oficial, situación que no ha tenido lugar en la década transcurrida desde la publicación del inventario de Bal Palazios y que difícilmente va a concurrir en un futuro inmediato, a tenor de la ley aprobada en 2013 por las Cortes de Aragón, a la que nos referimos más abajo.

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También tienen cabida en este apartado los vocabularios especializados tendentes a configurar una terminología específica del aragonés común. En esa línea se inscriben el Dizionario sobre espezies animals y bexetals en o bocabulario altoaragonés (Vidaller 1989), el Bocabulario aragonés d’abes d’Uropa (Arizón et al. 1996) o el Dizionario aragonés de terminos cheograficos (Casaus / Miguel 2008).

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3.

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Balance y perspectivas de ¿futuro?

Al hacer balance de este sucinto panorama de la lexicografía aragonesa es preciso sintetizar los rasgos que la han definido hasta la fecha y, prospectivamente, arriesgar alguna predicción sobre su desarrollo en el futuro inmediato a la vista del callejón sin salida al que se han visto abocadas las lenguas minoritarias de Aragón tras la entrada en vigor, en junio de 2013, de la Ley de uso, protección y promoción de las lenguas y modalidades lingüísticas propias de Aragón, ahora recurrida ante el Tribunal Constitucional. Sin lugar a dudas, el rasgo más significativo de la lexicografía aragonesa reside en su carácter básicamente «bilingüe», con todo lo que ello significa sobre el estatuto sociolingüístico en el que ha estado inmerso el aragonés durante buena parte de su historia. Incluso podría decirse que autores como Peralta, Borao o Pardo Asso entendieron sus diccionarios como repertorios del castellano, dado el objetivo perseguido por ellos. En todo caso, cualquier diccionario de regionalismos se mueve en una zona poco definida entre el monolingüismo y el bilingüismo, o mejor, se inscribe en el terreno del bilingüismo homoglósico. Por otro lado, también cabe matizar en qué sentido son bilingües los repertorios considerados en la etapa que hemos denominado etnográfico-dialectal. Los textos de Badía, Rohlfs o Ballarín, por ejemplo, no están concebidos como instrumentos de carácter didáctico para la enseñanza y el aprendizaje de una lengua, sino como catálogos de peculiaridades etnolingüísticas, como se desprende de su programa informativo, y por ello se ajustan al tipo lexicográfico denominado falso bilingüe (Rey 1987: 252-255). El hecho de que la lengua de descripción sea siempre el español no responde en tales repertorios a un planteamiento sobre el destinatario del diccionario —los hablantes de español en este caso—, ya que podría haber sido cualquier otro el idioma elegido como vehículo para la explicación del léxico. Y la lexicografía de la última etapa tampoco aporta síntomas definitivos de que el precario estatuto social del aragonés tienda no ya a revertirse, sino a mitigarse. Por ejemplo, la única lengua de referencia sigue siendo el castellano, ya que no existen, ni parecen cercanos, los diccionarios de finalidad didáctica entre el aragonés y otra lengua. Uno de los repertorios emblemáticos del último periodo, el Vocabulario de Antonio Martínez, no renuncia al DRAE como fuente lexicográfica. En este contexto, la versión castellano-aragonés de los diccionarios de Andolz, Martínez o de Aragüés desempeña un papel más simbólico que práctico —como reconoce el propio Aragüés—. De otra parte, los diccionarios de lengua —al menos, en el entorno occidental— se suelen singularizar por sustentarse, en esencia, en un corpus diversificado de textos escritos (acompañados, en época reciente, de corpus orales). Sin embargo, otro elemento distintivo de la lexicografía aragonesa es, precisamente, su casi exclusiva base lingüística oral, incluidos los diccionarios de la última etapa, lo que apunta en la misma dirección de subordinación sociocultural de la lengua. Y aunque no resulte tan relevante, la ausencia de un interés comercial de largo alcance, que suele acompañar a la lexicografía didáctica, identifica, asimismo, el espacio social que ocupan los diccionarios del aragonés.

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En suma, si se aplican al caso que nos ocupa los planteamientos de Manfred Görlach (1990) y Franz J. Hausmann (1986) y se admite que la actividad lexicográfica es un indicador válido —aunque no el único, lógicamente— acerca del grado de autonomía lingüístico-cultural de una lengua determinada, se observa que los diccionarios aragoneses han superado la etapa meramente glosarística y la de elaboración de colecciones de -ismos (de aragonesismos, en este caso), pero se encuentra inmersa todavía en una fase diferencial y bilingüe, típica, como se viene apuntando, de lenguas en situación de dependencia sociolingüística respecto de otra u otras. Bien es cierto que se aprecian algunos síntomas de evolución en los productos lexicográficos de los últimos años, aunque todavía sean insuficientes para augurar un cambio sustantivo de la situación que se viene describiendo. Apartándose de los tradicionales repertorios diferenciales, M.ª Luisa Arnal nos ofrece un diccionario integral del aragonés bajorribagorzano (aunque limitado en sus fuentes) y, con una técnica mucho más elemental, José Lera ensaya lo mismo para el cheso. Y, como se ha señalado, Santiago Bal firma el primer diccionario monolingüe del aragonés (y único, desde 2002). En cambio, estos repertorios no comparten entre sí ni planteamientos ni objetivos. Y es que puede afirmarse que en la lexicografía aragonesa conviven actualmente dos tendencias bien definidas. Una de ellas está representada por los repertorios derivados de la investigación académica, cuya principal razón de ser reside en la contribución al conocimiento científico y cuya repercusión social neta es casi siempre indirecta, como la de toda investigación básica de tipo humanístico. La otra línea de trabajos, por lo general gestados fuera del ámbito universitario, está animada por una vocación reivindicativa y por el propósito de utilidad social más o menos inmediata, con las miras puestas en una regulación oficial de la enseñanza de la lengua que termine por avalar a posteriori el objetivo último de los diccionarios y vocabularios así planteados.24 No es difícil concluir que esta segunda vertiente de la lexicografía aragonesa es la que depende más crucialmente de factores tan poco predecibles como la orientación de las políticas públicas de planificación lingüística. En este sentido, las expectativas abiertas en 2009 por la Ley de uso, protección y promoción de las lenguas propias de Aragón —que reconocía el aragonés y el catalán como lenguas propias de Aragón— quedaron pronto frustradas con el cambio de color político en el gobierno autonómico, que suspendió de facto el desarrollo de la norma legal en vigor hasta promulgar en 2013 la Ley de uso, protección y promoción de las lenguas y modalidades lingüísticas propias de Aragón, cuyo articulado, insólitamente, se abstiene de denominar o determinar en términos lingüísticos el objeto que regula. De hecho, la identificación del número indefinido de lenguas y modalidades a las que se refiere el –––––––— 24

Dos exponentes prototípicos de una y otra perspectiva sobre el aragonés y, en general, sobre el espacio lingüístico aragonés se encuentran en los dos proyectos lexicográficos acumulativos acometidos hasta ahora, uno de ellos aún inédito (Arnal 2004), orientado hacia la lexicografía española, y el otro (Nagore 1999), centrado en el Alto Aragón y concebido como soporte sobre el que construir la codificación del aragonés y avanzar en el proceso de su normativización.

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título y el articulado de la ley queda a expensas de un reglamento autonómico por el que cada municipio podrá nombrar e individualizar la lengua hablada en la localidad (disposición adicional primera). De otra parte, el aprendizaje de la lengua (o modalidad) propia solo será voluntario y no se reconoce, en consecuencia, la posibilidad de que la enseñanza de otras materias pueda servirse de aquella (artículo 12). De otro lado, el artículo 13.2 establece que «el Gobierno de Aragón impulsará la edición de materiales didácticos para ser utilizados en las asignaturas de lenguas y modalidades lingüísticas propias en los centros educativos de Aragón». Y, claro está, debe suponerse que tales instrumentos y herramientas didácticas, como podría ser un diccionario en el asunto que nos ocupa, deben identificarse por una denominación (inexistente todavía, en términos oficiales) que se corresponda con la de la lengua (o modalidad) que se pretende enseñar. Se abre, así pues, un nuevo compás de espera —otro más— de duración indefinida que, dada la extrema precariedad demográfica del aragonés, puede acabar definitivamente con la posibilidad de que germine una lexicografía didáctica del aragonés.

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Evolución e innovaciones de los diccionarios del español Manuel Alvar Ezquerra Universidad Complutense de Madrid

Progress and innovation in the development of Spanish dictionaries Abstract This article reviews the history of Spanish dictionary making paying special attention to the original contributions of our lexicographers, ranging from San Isidoro (who did not produce Spanish lexicography) through the Middle Ages down to Nebrija and his planned Thesaurus, the appearance of the first monolingual dictionaries (Covarrubias, the Academy), a wide variety of works in the nineteenth century (where entourage, or contextual information, is first indicated in definitions) and on to the twentieth century. Keywords History of Spanish dictionaries, contributions of Spanish lexicography.

1.

La lexicografía medieval 1

La Alta Edad Media europea se caracteriza por las grandes convulsiones causadas por las invasiones de los bárbaros. En la antigua Hispania se asentaron, entre otros, los visigodos, que dieron un esplendor poco conocido a nuestra cultura. La unidad nacional lograda entonces, y ese esplendor, quedaron muy pronto rotos por la invasión árabe, cortando una rica transmisión cultural que, poco a poco, se pudo ir rehaciendo desde los terrenos que los cristianos reconquistaban. La lengua española es de vinculación latina, y los inicios de su lexicografía enlazan con lo que se hacía en latín en el resto de Europa. En primer lugar, al plantearse la historia de los diccionarios del español, es preciso hablar de la figura más brillante de la Hispania visigótica, y una de las antorchas de la cultura occidental, San Isidoro de Sevilla (560-636), a quien debemos las Etimologías, primer compendio clasificado de nuestros conocimientos (Díaz y Díaz 1982: 17). –––––––— 1

Las páginas que siguen son una actualización de las que se me solicitaron para la Oxford History of Lexicography coordinada por Henry Béjoint, que se quedó en la cuneta tres años más tarde de entregar los materiales. Han sido posibles gracias a una ayuda del MECC a proyectos de investigación (FFI2011-24107).

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La obra debió tener una primera redacción hacia el año 620-621, y otra, en la que intervino San Braulio (ca. 590-651), hacia 632-633 (Martín 2002), quien ordenó los materiales en veinte libros, forma bajo la que la conocemos hoy, y que no es sino manifestación de una forma de concebir el mundo y presentar las informaciones que, con las lógicas variaciones, se mantendrá a lo largo de los siglos en los repertorios temáticos. Desde el punto de vista lingüístico, interesa particularmente el libro X, «Origen de algunos nombres», pues en él San Isidoro trata de las palabras e intenta explicar el origen de muchas de ellas, por orden alfabético (frente al resto de la obra), siendo el primer repertorio conocido en que se sigue este sistema. Las Etimologías no son una obra de creación en sentido estricto, pues lo que hizo el obispo sevillano fue recoger cuanto resultaba accesible de un saber previamente desmenuzado (Gandillac 1966: 494) gracias al esfuerzo enciclopédico precedente, continuando la ambición enciclopédica que se había iniciado en la Antigüedad Clásica. Los glosarios latinos peninsulares conservados son escasos, y aún más los primeros latino-españoles: tres, de finales del s. xiv y comienzos del xv, a los que cabría añadir algunos glosarios con el latín y el árabe, en los que, como en los glosarios latinos, se desliza alguna forma romance, aunque transliterada en el alifato árabe; al menos dos de estos son de carácter técnico, botánico-medicinales, y todos de los siglos xii-xiii. No cabe pensar que esa pobreza se deba a una escasa producción, sino, más bien, al poco cuidado e interés durante siglos debidos a la ignorancia, a las desamortizaciones que se siguieron desde finales del s. xviii y todo el xix, a los incendios, a las guerras, a la invasión napoleónica, y a tantas otras causas. En los inicios de la lexicografía del español hay que mencionar un repertorio que no ha merecido muchas atenciones, el que puso en el cap. v del prólogo de la conocida Biblia de Alba, traducción al castellano del Antiguo Testamento hebreo hecha por Rabí Mosé Arragel de Guadalajara (¿?-¿?), y terminada en 1433. Con esta traducción se buscaba reducir las tensiones entre los judíos y cristianos con un texto válido para todos. El vocabulario está constituido fundamentalmente por voces del latín bíblico, y por algunas hebreas con sus equivalentes o explicaciones en castellano, con algunas de las cuales se pretendía evitar roces y malentendidos (véase Morreale 1961 y Nieto / Alvar Ezquerra 2006). Hoy diríamos que se trata de un vocabulario, como la traducción, políticamente correcto.

2.

El paso de la Edad Media al Renacimiento. Nebrija lo inunda todo

Aunque el primer diccionario impreso en la Península es uno con las entradas en catalán y su traducción, con abundancia de sinónimos en latín, el Liber elegantiarum de J. Esteve (Esteve 1489), destinado a la enseñanza de la lengua clásica (Colón / Soberanas 1985: 44-50), el primer gran diccionario que contiene el español se debe a A. Fernández de Palencia, o A. de Palencia (1423-1492), el Universal vocabulario (Palencia 1490), obra de vejez que responde a la tradición lexicográfica medieval. Con frecuencia se piensa que se trata de una obra bilingüe latín-español, pero no es así, y en ello reside su particularidad, que no me atrevería a llamar originalidad. Es

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un diccionario monolingüe latino (a veces con las entradas en otras lenguas) traducido. Me explico: en la columna izquierda de cada página aparecen los artículos en latín, que son traducidos al español —no siempre de manera literal— en la columna de la derecha, aunque conserva el lema latino. El objetivo no era hacer un diccionario bilingüe, sino elaborar un instrumento en el que el español se emplea de manera subsidiaria para que las gentes poco instruidas pudiesen entender lo que se decía en la columna de la izquierda (Colón 1988: 44). Era, además, grandemente deudor del Elementarium doctrinae rudimentum de Papias (Niederehe 1986). Los equivalentes españoles de las entradas latinas son bastante acertados, aunque con frecuencia no resulta fácil determinar si una palabra es realmente española o si solamente se trata de la españolización de un término latino en el interior de la traducción. Es igualmente reseñable que Palencia incluya en el interior del texto algunas ilustraciones, escasas en el conjunto de la obra, y de tipo esquemático, prueba del carácter didáctico, práctico, que quería lograr, para lo que no duda en aportar, también, numerosas citas de autores clásicos (Cicerón, Ennio, Plauto, Terencio, Tulio, Virgilio, etc.), ausentes del repertorio de Papias, en la intención de divulgar el conocimiento del latín, de desterrar el latín vulgar, como también pretende el genial Nebrija. Es el anuncio de la llegada de las ideas renacentistas a la descripción de la lengua. La transición de la Edad Media al Renacimiento ve aparecer la gigantesca figura del humanista E. A. de Nebrija (1441 o 1444-1522), cuya vida y obra son de sobra conocidas (Fernández-Sevilla 1974, Esparza / Niederehe 1999: 11-41, y Perona 2010), no así su actividad lexicográfica si exceptuamos sus dos diccionarios mayores (Nebrija 1492a y Nebrija 1495?), por los que le viene parte de su fama, frecuentemente considerados como un solo repertorio. Estos se derivan de una gran obra que llevaba a cabo y nunca publicada, el Thesaurus Linguæ Latinæ, de la que los extrae para calmar la impaciencia de su mecenas, don Juan de Zúñiga (1465-1504). Ese ambicioso proyecto nebrisense habría de estar constituido por tres obras, basadas en unos cuatrocientos autores, que no eran sino los dos diccionarios aludidos, más otro gran diccionario latino con los términos de Derecho, Medicina y Teología. El conjunto sería un completísimo diccionario latino y latino español, así como un moderno catálogo de los saberes de la época. Ese amplio proyecto de Nebrija es lo que no se ha sabido ver y valorar de su quehacer. Es más, la producción lexicográfica de Robert Estienne (1503-1559), muy pocos años posterior, no es sino reflejo para el latín y el francés de lo que el sevillano había ideado para el latín y el español (Ahumada 2006). Tanto el Lexicon (Nebrija 1492a) como el Dictionarium (Nebrija 1495?) son unos derivados apresurados de aquel gran diccionario latino. Ello explica, por ejemplo, que casi una cuarta parte de las entradas del Lexicon sean nombres propios o sus derivados (Lépinette 1994: 339), y que la manera de ofrecer los equivalentes no sea homogénea (Lépinette 2001b [1994]: 19-20). En este punto, desearía insistir sobre un aspecto que no puede pasarse por alto: la presencia de equivalentes en aposición a la entrada, sin nexo ninguno, del tipo «muceo, uel mucesco, emmohecerse», o «sirpicula falx, hoze para vimbres», en el Lexicon, y «abejuruco, ave, apiastra, riparia, ae», o «concertarse, conuenio, is, conueni», en el Dictionarium, siendo la fórmula normal en este último. Ello representa el abandono de la estructura medieval del artículo para

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dar paso a una concepción nueva, que saldrá triunfante, y que es la que conocemos en los diccionarios, bilingües y monolingües, en la actualidad: se suprimen los nexos que relacionan la entrada con el equivalente, como todavía se ve en el Lexicon (por ejemplo, «abbas, atis, por abad, nombre de dignidad», o «decido, is, por concertar se los pleitantes»), mientras que no aparecen en el Dictionarium. Las innovaciones de Nebrija en el panorama de la lexicografía occidental no se quedan ahí, pues como complemento del Lexicon (1492) dio a la luz el Dictionarium (1495?), que no es, como se ha afirmado en más de una ocasión, especialmente por parte de sus detractores, la misma obra en la que se cambia la posición de las voces. Se trata de un diccionario, el primero extenso con las entradas en una lengua románica, realizado de modo independiente, ya que en él se encuentran palabras que no están en el otro. Además, en el Dictionarium, Nebrija procura agrupar las acepciones bajo una misma entrada, siempre que no ocupen más de dos líneas, adelantándose a lo que harán más adelante otros repertorios. Igualmente, prescinde de una gran cantidad de adverbios latinos terminados en -ter que había en el Lexicon, rasgo bien innovador si pensamos que todavía en el siglo xx se planteaban los miembros de la Academia la inclusión de los adverbios en -mente, equivalentes de aquellos, en el diccionario de la Institución. Uno de los escollos con los que se encontró Nebrija en el Dictionarium (1495?) fue la dificultad para hallar equivalentes latinos de muchas voces castellanas que designaban conceptos o realidades nuevos. En este sentido siempre se ha señalado la célebre presencia de la palabra canoa, el primer americanismo recogido por los diccionarios, cuando no había pasado mucho tiempo desde que a comienzos de 1493 C. Colón (ca. 1436-1456) regresara de su viaje descubridor (en la edición de 1506 incorporó la voz antillana guanín). Nuestro humanista fue capaz de solventar esos inconvenientes por sus saberes tanto del latín como del español, lengua a la que había procurado dignificar dedicándole una atención y estudio análogos a los que habían recibido las lenguas clásicas. No está de más insistir en el celo de Nebrija para describir la lengua, y la cantidad de neologismos que pueden encontrarse en el Dictionarium, muchos de ellos latinismos no medievales, sino humanistas (Lleal 2009), que aparecen junto a un gran número de cultismos (García-Macho 1998: 148-150). Otra de las características de la obra de Nebrija que merece la pena resaltar, por lo novedoso, es que en las voces españolas combina sus conocimientos de la lengua vulgar con los de la culta, las voces aprendidas en sus primeros años en la Andalucía occidental (Alvar 1994), las de sus estancias en Alcalá y Salamanca, con las de los libros. Es esta una combinación que tardará en reaparecer, aunque ya con una actitud claramente voluntaria, en nuestros diccionarios, siendo necesario esperar hasta que la Real Academia Española componga su primer diccionario en el siglo xviii. La concepción de esos dos grandes repertorios nebrisenses es distinta porque en el Lexicon ordena las palabras latinas alfabéticamente, con escasas transgresiones, producidas por la introducción de voces pertenecientes a una misma familia léxica. Sin embargo, el procedimiento en el Dictionarium es más avanzado, pues son más frecuentes los casos en que se da cuenta de familias léxicas. Ello permitió que los continuadores de Nebrija enriquecieran el Dictionarium aumentando el número de derivados a través de familias (Guerrero 1995: 127-143).

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Estos dos diccionarios resultaron obras nuevas, y distintas de cuanto les había precedido, aunque se pueden hallar en ellas antecedentes medievales. Nebrija es moderno porque prescindió en sus repertorios de adornos inútiles, de las explicaciones de carácter más o menos enciclopédico, extensas, que, por la tradición isidoriana, venían caracterizando a los diccionarios anteriores. A él no le interesaba la cosa nombrada, o lo anecdótico, sino las palabras que sirven para nombrarlas (Alvar Ezquerra 2002b [1998]: 136). Con ello consiguió unos artículos breves y concisos, además de establecer una nueva fórmula para las equivalencias entre las palabras de dos lenguas. Este fue el cambio que se produjo en la lexicografía en el paso de la Edad Media al Renacimiento, y E. A. de Nebrija quien lo llevó a cabo. La labor de Nebrija fue inmensa, y esos dos repertorios no son sino una parte de su actividad lexicográfica, que se dirigió hacia otras parcelas del léxico, técnicas o especializadas, como el glosario bilingüe de su gramática latina publicada por vez primera en 1481 (Alvar Ezquerra 2002c), el breve diccionario latino-español de carácter jurídico (Nebrija 1506), el glosario de la repetitio De mensuris (Nebrija 1510), donde justifica su interés por el orden alfabético, el índice léxico de la Materia medica de Dioscórides (Nebrija 1518), o el capítulo x de su introducción a la cosmografía (Nebrija 1533), por no adentrarnos en otros textos con mayor complicación. En todas esas obras se manifiesta el interés y la preocupación de Nebrija por dotar al español de diccionarios generales y de las más diversas materias, habiendo sido innovador en no pocos aspectos. Es su empeño por dignificar la lengua y equipararla en calidad al latín, con lo que puede ser compañera del imperio que vendrá inmediatamente, y como él mismo dice en el prólogo de la gramática, en unas palabras no siempre bien entendidas. El humanista desarrolló su actividad como profesor en Salamanca y Alcalá, desde donde atacó las falsas ideas medievales y a los gramáticos anteriores, con objeto de difundir el conocimiento del latín y de la cultura tanto en las aulas como entre las clases más elevadas, a las que estaba ligado por estar al servicio de su mecenas (pero también de los Reyes Católicos: fue cronista real al final de su vida). No se olvide, por otra parte, que la reina Isabel (1451-1504) era una persona muy culta y bien conocedora del latín, impulsora de la gramática castellana de Nebrija, la primera de una lengua romance (1492). Si la lexicografía de los siglos venideros pudo desarrollarse tal como la conocemos, fue gracias a Nebrija, cuyas obras se convirtieron en el modelo que siguieron los lexicógrafos posteriores, habiéndose traducido muy pronto al árabe, aunque reducido y con algunas incorporaciones nuevas (Alcalá 1505; véase Alvar Ezquerra 2013 [2008]), al catalán en una versión catalán-latín (Busa 1507; véase Colón / Soberanas 1987), al francés en una versión latín-francés (Vocabularius 1511; véase Lindemann 1985), o al siciliano (Escobar 1520; véase Gallina 1959: 15-24). La redacción de la versión árabe debía de estar finalizada hacia 1501, coincidiendo con el fin de la primera sublevación de los moriscos, a cuya instrucción religiosa se ha considerado iba destinado el Arte para saber ligeramente la lengua arábiga con la que se imprime esta obra (Drost 1989: 58). Los cambios políticos y sociales en la recién reconquistada (1492) Granada hicieron que se retrasara la impresión, y que se modificara la moderada estrategia para la conversión de los musulmanes que se estaba siguiendo. Tiene este repertorio dos particularidades reseñables: por un lado, el árabe está trans-

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literado con caracteres latinos, a los cuales se añaden no pocos diacríticos para dar cuenta de la pronunciación; por otro, en cada letra, las entradas se separan por categorías gramaticales, primero los verbos, tras los que aparecen los sustantivos, y, por último, los adverbios, de acuerdo con la terminología que emplea el autor. Después vendría el repertorio (1593) de D. de Guadix (¿?-¿?), inédito hasta nuestros días, en que se han hecho dos ediciones modernas, aunque su intención fue muy otra, la etimológica. La versión catalana no deja de tener su importancia por la pobreza en que se va a sumir la lexicografía catalana, por la decadencia de la lengua durante tres siglos debida a los cambios sociales y políticos, haciendo que la lengua de la cultura sea el latín o el español y que se abandone el uso literario del catalán, que se queda como lengua popular. Por su parte, la versión al siciliano es el anuncio de la riquísima lexicografía bilingüe hispano-italiana, debida a las intensas relaciones políticas, sociales, culturales, militares, y de cualquier otro tipo que se han mantenido durante siglos, de las cuales esa obra es una muestra más, ya que C. de Escobar (¿?-¿?) fue canónigo de Agrigento y Siracusa, justamente cuando Sicilia y Nápoles estaban unidas al reino de Aragón.

3.

La llegada de los diccionarios monolingües del español de carácter general

La lexicografía monolingüe de las lenguas vulgares tiene lugar más de un siglo después de los primeros diccionarios bilingües con ellas, excepción hecha de manifestaciones menores o de carácter especial. Las primeras obras extensas surgen a principios del siglo xvii, vinculadas al latín por la preocupación etimológica, cerrándose así un amplio periodo iniciado con Nebrija, cuya importancia no solo estriba en haber dado entrada a las lenguas vulgares en la lexicografía moderna, sino también en proporcionar, junto al equivalente en la otra lengua, definiciones de la voz de la entrada, actitud que culminará en el siglo xvii con el nacimiento de los diccionarios monolingües, en los que la definición ocupará la parte más importante, e incluso única, de la microestructura (véase Alvar Ezquerra 2002e). De todos modos, no podemos olvidar que durante el siglo xvi ven la luz los primeros repertorios bilingües del español y el inglés (A very profitable boke y The Boke of Englysshe and Spanisshe), coincidiendo con la fecha de la boda (en 1554) de Felipe II (1527-1598) y María Tudor (1516-1558), pero después de morir la reina vendrían las rencillas, y otro diccionario (Percyvall 1591), monodireccional español-inglés, se redactó con la obligada ayuda de dos prisioneros de la Armada Invencible (véase Alvar Ezquerra 2002d), diccionario que sería ampliado pocos años después, y con la parte inglés-español (Minsheu 1599). El primer repertorio bilingüe, monodireccional, francés-español (Ledel 1565; véase Azorín 2000b [1985]), se publica cuando la histórica rivalidad entre Francia y España se transforma en un periodo de armonía debida al matrimonio de Felipe II con Isabel de Valois (1546-1568) en 1559. A lo largo del siglo xvii, y a causa de las relaciones entre los países, unas veces buenas y otras no, surgen los grandes diccionarios bilingües para el francés (Oudin 1607), para el italiano (Franciosini 1620), y más tarde para el alemán (Mez de Braidenbach 1670), coincidiendo

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con la regencia (1665-1675) de Mariana de Austria (1634-1696), hija del emperador Fernando III de Alemania (1608-1657), tras la muerte en 1665 de Felipe IV (16051665). El emparejamiento del español y el flamenco en los diccionarios no solamente se debe a las intensas relaciones comerciales (especialmente las que tuvieron que ver con la lana), sino también a la presencia española en Flandes: Carlos I de España y V de Alemania (1550-1558) nació en Gante, y heredó los Países Bajos por vía paterna —era hijo de Felipe I, el Hermoso (1478-1506), y nieto de Maximiliano I (14591519), emperador de Austria—, que continuaron bajo dominio español hasta 1714 (Tratado de Utrecht). El español y el flamenco aparecen juntos en una versión cuatrilingüe del Berlaimont (1551), aunque el más famoso de los diccionarios con las dos lenguas es el anónimo trilingüe de Amberes (El Grande Dictionario 1639), con las entradas en español y los equivalentes en las otras lenguas, plagio del repertorio de Oudin; en la segunda edición (también de 1639) se añadió una parte neerlandésespañol, que no es sino copia del de J. F. Rodríguez (¿?-¿?) publicado por el mismo impresor (Rodríguez 1634), el primer repertorio bilingüe de ambas lenguas impreso. Entre los muchos diccionarios especiales que se publican a lo largo del siglo xvi, y a los que no es ajeno el propio Nebrija, autor de uno jurídico (latino), de uno médico, del índice de voces españolas del Dioscórides (véase Alvar Ezquerra / Nieto 2003), etc., quiero llamar la atención sobre dos, uno de términos náuticos, el de D. García de Palacio (¿?-1595), publicado en 1587 en Méjico, del que parten los vocabularios náuticos posteriores, y otro de términos regionales, aragoneses, de J. de Blancas y Tomás (¿?-1590), publicado en 1641, aunque escrito en 1585, el más antiguo de nuestros diccionarios dialectales, pues habrá que esperar más de un siglo a que el panameño M. J. de Ayala (1728-1805) redacte el suyo de voces americanas en la segunda mitad del siglo xviii, inédito hasta hace bien pocos años (1995), o que A. de Alcedo (1735-1812) publique otro también de voces americanas (1789). El primer diccionario monolingüe general del español, como bien es sabido, es el Tesoro de la lengua castellana o española (1611; véase Alvar Ezquerra 2011) de S. de Covarrubias (1539-1613). El Tesoro no posee un antecedente directo claro, aunque puede relacionarse con el Vocabulario nebrisense y con el diccionario de Calepino (1440-1510), si bien es difícil determinar la edición concreta en ambos casos, y en menor medida con otros repertorios latinos como pueden ser el Thesaurus (1563) de C. S. Curione (1503-1569) o el Nomenclator de H. Junius (1511-1576), del que también es imposible determinar qué edición pudo manejar el autor (véase Morreale 1988: 211), además de aquellos que daban cuenta del hebreo y del árabe o de las lenguas modernas; por otro lado, fueron numerosísimas las lecturas de Covarrubias para tomar informaciones, de manera que la relación de las autoridades citadas es extensísima, entre las que cabe citar la literatura popular, a lo que hay que añadir sus propios saberes extralingüísticos (véase Alvar Ezquerra 2011). Se trata de un repertorio no demasiado extenso (unas 11 000 entradas, con unas 14 900 voces diferentes, sin contar los nombres propios) en el que el autor se mueve siguiendo una orientación etimológica, a la que liga copiosas informaciones tanto lingüísticas como enciclopédicas, pues la etimología no es sino la excusa para explicar el nombre de las cosas y hablar de las cosas mismas: instruye sobre la lengua (las lenguas) y la realidad, aunque, en ocasiones, se percata de que un repertorio léxico no es el lugar don-

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de dar cuenta de lo que pertenece al conocimiento de la realidad. En la actualidad es el espacio concedido a las explicaciones etimológicas lo que nos parece menos acertado, por haberse alineado con los que creían en su época que el español procedía del hebreo. Esta cuestión de las etimologías le valió a Covarrubias críticas muy tempranas, como las del gramático francés G. Ménage (1613-1692). Los detractores de Covarrubias se han fijado, precisamente, en las etimologías para atacarlo, ignorando, a veces, que junto a afirmaciones disparatadas hay también hallazgos de mérito. La tarea principal del autor consistió en averiguar el origen de todas las voces y en definirlas, fuesen nombres comunes o nombres propios, origen que está vinculado a lo nombrado por ellas, de ahí la necesidad de las explicaciones enciclopédicas. Covarrubias señala en algunas ocasiones las restricciones de uso de la voz, o los empleos que se apartan de la norma general, de manera que se proporcionan al usuario valiosas informaciones sobre las palabras, bárbaras, poco usadas, aldeanas, rústicas, rufianescas, arcaísmos y neologismos, términos de diversos juegos, o de los médicos, de los labradores, pintores y escultores; o se indican las palabras de uso regional. Todo ello se debe, sin duda, al interés etimologista que preside la obra, pues la preocupación de Covarrubias no era tanto la redacción de un diccionario general, sino igualar el español con el latín y el griego, y demostrar su parecido con el hebreo, la otra lengua de la Biblia, de la cual, en su concepción, se deriva, corrompido, el árabe. Son las explicaciones etimológicas, y la abundancia de informaciones, lo que determina la estructura de la obra, que, en ocasiones, parece desestructurada, pues los artículos se ordenan alfabéticamente, pero, a la vez, aparecen subentradas, que no son sino formas etimológicas emparentadas, palabras derivadas o compuestas, y antónimos o sinónimos de la entrada. Entre las características del Tesoro cabe señalar el profuso empleo de fuentes literarias y lexicográficas, que aparecen citadas a lo largo del repertorio, y no siempre en razón de un criterio de autoridad, pues su autor confiere la misma importancia a la literatura tradicional y popular que a los autores consagrados. Covarrubias escribió el diccionario de manera secuencial, empezando por la A y terminando por la Z, algo nada sorprendente en la lexicografía, como tampoco es extraño que trabajase él solo, con un promedio de seis artículos al día, lo que supone unas doscientas páginas al año (Calvo Pérez 1991a: 130). Sin embargo, como era mayor cuando acometió la redacción de la obra (entre la primavera de 1605 y 1610, aunque con anotaciones anteriores), y temiendo que su vida acabara antes de finalizarla, aceleró el ritmo de trabajo a partir de la letra C, con lo que desde ese momento las explicaciones se hacen más breves, ya que prescinde de lo anecdótico y de lo enciclopédico. Es digno de mención que del Tesoro se imprimieran 1000 ejemplares, tirada elevada para la época, lo cual, por otro lado, permitió su pervivencia durante muchos años, aunque su distribución fue mala, pues dos años después de editarse estaba la mitad de la edición sin vender, y durante años no se pudo dar salida a bastantes ejemplares (véase Infantes 2006). El público de la obra debía de ser muy selecto, y culto, por las referencias a otras lenguas y porque aproximadamente un 2 % de las definiciones están redactadas en latín y en un 33 % de los artículos se emplea el latín

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y el español (Calvo 1991b: 301-302). Finalizada la obra, y todavía con vida, Covarrubias acometió la elaboración de un Suplemento, truncado al llegar a la letra M, que ha permanecido inédito hasta nuestros días (Covarrubias 2001). Por la cantidad de informaciones y de citas que contiene el Tesoro hemos de afirmar que la labor de Covarrubias fue inmensa, proporcionando valiosísimos datos. Su erudición no era tan grande como a primera vista pueda parecer, ni se aproximaba a la humanística de su época, pero supo manejar y sacar un excelente partido de cuantas fuentes utilizó. Entre sus méritos cabe el de haber puesto en manos de los lectores españoles no cultos de la época un gran caudal de informaciones, y de haberlo hecho con una amenidad no demasiado frecuente en los repertorios lexicográficos, pese al uso del latín en los artículos. La justa valoración de la tarea de Sebastián de Covarrubias tardó en producirse pese a que sirvió de fuente para repertorios bilingües y para diccionarios monolingües de otras lenguas, además de haberse realizado varias adaptaciones de él (todas ellas han permanecido inéditas). Sus seguidores, entre otros, fueron C. Oudin (¿?-1625) en su Tesoro de las dos lenguas francesa y española —dándose la circunstancia de que Covarrubias había tomado algunas palabras de la primera edición de este (Oudin 1607)—, F. Sobrino (¿?-1734) en su Diccionario nuevo (1705) —en el que seguía a Oudin—, L. Franciosini (¿1600?-¿1645?) en su Vocabolario (1620), J. Stevens (¿1662?1726) en su diccionario español-inglés (1706), N. Mez de Braidenbach (¿?-¿?) en el suyo español-alemán (1670) o R. Bluteau (1638-1734) en el español-portugués (1721; véase Pizent 2010). Todo ello se ve con nitidez a través de los datos del NTLE (Nieto / Alvar Ezquerra 2007). El reconocimiento definitivo del Tesoro se produjo cuando los primeros académicos lo tuvieron muy presente en la redacción del Diccionario de autoridades, lo que también supuso su oscurecimiento. El Tesoro de Covarrubias es el primer diccionario monolingüe del español de carácter extenso, con el que se comenzó a fijar el español moderno, en un proceso que culminará con la fundación de la Academia y la publicación del Diccionario de autoridades.

4.

El siglo xviii y los nuevos diccionarios del español

Con la llegada a España de la monarquía borbónica (en 1700) se producirá otro avance notable en la lexicografía y en la renovación de nuestros diccionarios. En 1713 se funda la Real Academia Española, a imitación de la Académie Française, e, inmediatamente y sin descanso, aquellos primeros académicos, que nada sabían de hacer diccionarios, pusieron en pie una obra que todavía hoy nos causa admiración, y que con un inusual empeño pudo terminarse en un tiempo ciertamente breve: transcurrieron trece años desde la fundación de la Institución hasta la publicación del primer tomo del Diccionario de autoridades (1726) —nombre con el que se le conoce desde principios del s. xix—, y otros trece más hasta que terminó de imprimirse el sexto y último (1729). Para hacernos una idea de aquella titánica labor, baste con comparar esos lapsos de tiempo con el ritmo actual de salida de las ediciones del diccionario académico (un promedio de diez años o más entre una y otra). Con ese

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diccionario la Academia pretendía que la lengua española dispusiese de un repertorio similar a los que ya existían para el francés y el italiano, mediante el cual se consiguiese elevar el prestigio del idioma, que había decaído con la pérdida de influencias políticas de España. El objetivo no era tanto el purismo, como frecuentemente se piensa, sino salvar el honor nacional y evitar la decadencia de la lengua, tras el portentoso Siglo de Oro. El prestigio del idioma que buscaban aquellos académicos pasaba por documentar las voces que se recogieran en los principales escritores de la lengua, aunque no de modo exclusivo, pues también bastaría con que las palabras fuesen de uso en su región. La cantidad de autoridades aducidas es impresionante, de ahí el nombre con que se conoce, siendo una fuente de información de primera magnitud sobre el léxico áureo español y de épocas anteriores. Cuando se funda la Academia se toma como modelo el de la Académie Française, pero a la hora de redactar el diccionario no se siguen los criterios empleados por esta, sino los de la Accademia della Crusca, mucho más abierta y permisiva. Esa es la razón por la que en nuestro diccionario, desde el primer momento, se dio acogida a multitud de palabras de uso popular, regional o vulgar, por lo que resulta ser menos prescriptivo de lo que habitualmente se piensa. Frente a la normatividad francesa, y a la autoridad de sus miembros, se impuso la descripción italiana y las citas de los autores, con unos principios más abiertos, a la hora de acoger términos, que los de sus predecesoras. La modernidad que se aprecia en el Diccionario de autoridades se debe, entre otras cosas, a que desde el primer momento se dispuso de una guía para la elaboración del diccionario. En su microestructura cabe destacar el empleo de diferentes marcas para señalar la procedencia y uso de las voces, así como la etimología, las equivalencias en latín y, sobre todo, la abundante cantidad de citas literarias con que se autoriza cada uno de los empleos descritos de la palabra, que no solo sirven para fijar el buen uso de la lengua sino que, además, son un testimonio de la documentación lexicográfica, de la objetividad del diccionario. Las definiciones se establecieron con rigor, lo cual no quita que en no pocos casos se trasluzca cierto subjetivismo, pues, pese al enorme esfuerzo realizado y la modernidad de muchas de las determinaciones adoptadas, quedaba todavía mucho camino por andar hasta llegar a la pretendida lexicografía científica y objetiva de nuestros días. Tuvo el Diccionario de autoridades un efecto adicional sobre la lengua, pues al querer aquellos académicos fijar y limpiar el idioma, hubieron de modernizar la ortografía (con los consiguientes problemas en la imprenta), de manera que nuestro sistema gráfico actual es heredero del manejado entonces, con escasísimos cambios, lo cual demuestra lo atinado de las soluciones, y la adopción social de las reformas. Muy pronto, los académicos decidieron hacer una segunda edición de la obra, y se pusieron manos a la tarea, si bien no con la diligencia de sus predecesores. En 1770 apareció el primer tomo de esta segunda edición, y aunque se siguió trabajando en la obra, no se publicó ninguno más. El trabajo resultaba lento y el público no disponía de ejemplares del diccionario, por lo que en 1777 se decidió suprimir las abundantes citas y las etimologías, para que todos los datos apareciesen en un único volumen, de manera que los usuarios dispusieran rápidamente de la obra —que además resultaba más barata, pretensión esta que nunca ha olvidado la Academia—,

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mientras se continuaba con la redacción de la segunda edición. En 1780 aparecía por vez primera bajo ese formato. El éxito fue grande, e inmediatamente tuvo otra edición, y una más antes de que finalizase el siglo xix. Así se ha seguido editando hasta nuestros días, y es el que conocemos como diccionario de la Academia. Lo que empezó siendo una versión abreviada se ha convertido en la obra señera de la Institución, con veintidós ediciones (la última de 2001). El repertorio académico ha ido cambiando a lo largo de más de dos siglos y medio de vida. Ha corregido y modificado su contenido lingüístico, la forma de presentar los materiales, y también ha sabido ir acomodándose a las nuevas realidades. En 1925 (15.ª edición) se le cambió el título de Diccionario de la lengua castellana por el de Diccionario de la lengua española, a lo que contribuyó la mayor atención que se presta desde esa fecha a las múltiples regiones lingüísticas que integran nuestra lengua literaria y culta. El diccionario de la Academia se ha convertido en el modelo lexicográfico que han seguido los diccionaristas posteriores; y todo diccionario nuevo justifica su presencia en comparación con el de la Institución. Su prestigio social ha llegado a ser tal que cuando se habla de diccionario, sin más, es para referirse al académico, por antonomasia. Por otra parte, la Academia deseaba componer un diccionario técnico que contuviese las voces especializadas, tal vez siguiendo otro modelo francés, el diccionario (1694) de T. Corneille (1625-1709). Así deberían quedar reflejados los cambios que se producían en la lengua por las innovaciones que se sucedían en las artes y las ciencias, pero tal obra nunca se realizó. Probablemente en ello influyese la aparición, póstuma, del Diccionario castellano (1786-1793; véase Alvar Ezquerra 2002f) del padre E. de Terreros y Pando (1707-1782), uno de los grandes diccionarios de la lengua. La obra surgió como consecuencia de las dificultades con que se encontró al traducir desde el francés el Espectáculo de la naturaleza (1753-1755) de N.-A. Pluche (1688-1761), obra en la que se hallan numerosos términos científicos y técnicos que se iban acuñando en Francia, pero que todavía no habían aparecido en España. Era una muestra de las miradas que se dirigían hacia el país vecino y la necesidad de difundir los nuevos conocimientos entre nosotros. El resultado fue una sorprendente conjunción de la amplitud de criterios para acoger términos creados fuera de nuestra lengua junto a voces patrimoniales del idioma. Pero el diccionario de Terreros es mucho más que el vocabulario de esa traducción, pues el contenido de sus tres tomos monolingües (y el cuarto de vocabularios bilingües para facilitar la consulta) supera con creces al de la Academia. Utilizó, además, otras fuentes que no señala, supongo que debido a su condición de jesuita, entre ellas la Encyclopédie de Diderot (1713-1784) y d’Alembert (1717-1783), prohibida inquisitorialmente desde 1759. El hecho es sorprendente y nos dice mucho de los conocimientos de Terreros, de su amplitud de miras, y de su objetividad al querer describir la lengua. Supone un gran avance en el censo de voces especializadas, pero no olvidemos que ya habían comenzado a aparecer diccionarios y repertorios de carácter científico y técnico de diversa índole. Para darle mayor utilidad y que se entendiese su contenido sin dificultad, en cada artículo puso los equivalentes en latín, francés e italiano, no siendo raros los de otras lenguas como el vasco, el catalán, el portugués o el árabe, lo que, por otra parte, denota un gran esfuerzo

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en la redacción de la obra, y la consulta, manejo y colación de diccionarios muy diversos, incluso monolingües de otros idiomas. Resulta sorprendente que los tres vocabularios bilingües del último tomo son más abundantes y ricos en equivalentes de lo que podemos encontrar en la parte española (Alvar Ezquerra 2012a). Es en este siglo cuando aparece el primer repertorio bilingüe español-portugués (Bluteau 1721), con un retraso sorprendente con respecto a lo sucedido con otras lenguas de nuestro entorno, pese a la tradición lexicográfica portuguesa (véase Verdelho 1995). Este hecho solo es explicable por la proximidad geográfica y, sobre todo, lingüística de los dos idiomas. No olvidemos que la poesía medieval peninsular se escribía en portugués, incluso por escritores castellanos, como el propio rey Alfonso X (1221-1284), y que durante los siglos siguientes hubo escritores que empleaban indistintamente una lengua o la otra.

5.

El turbulento siglo xix

El siglo xix está marcado en España por los constantes cambios políticos, a los que no son ajenos los lexicógrafos, que se ven comprometidos con la situación, teniendo que emigrar en más de una ocasión. Francia, y en concreto París, se convierte de este modo en el centro de una importante actividad editora de obras españolas (entre ellas diccionarios monolingües y bilingües, no siempre con el francés), además de erigirse en el paradigma que se quiere seguir. Los intelectuales emigrados fueron una importante mano de obra para el desarrollo editorial ante el gran mercado que se abría en América tras la independencia de aquellos países y la ruptura comercial con la metrópoli. Por otro lado, se produce la aparición de un gran número de diccionarios fuera de la actividad académica, a lo que no son ajenas las editoriales francesas, lo que viene a terminar con una situación casi de monopolio ejercida en la lexicografía monolingüe durante los últimos cien años. Se comienzan a editar diccionarios monolingües abreviados, al tiempo que ven la luz los diccionarios enciclopédicos, pues se tiende a hacer repertorios más grandes y con el mayor número posible de datos, en una tendencia opuesta a la de los repertorios manuales de carácter utilitario. Ambas líneas terminarán por converger en los diccionarios enciclopédicos abreviados. Y siempre estará presente la labor de la Academia. Los diccionarios españoles no ocultan su dependencia de Francia (cf. Alvar Ezquerra 2006), y así, por ejemplo, J. Peñalver (¿?-¿?) llama al suyo Panléxico (1842), como Ch. Nodier (1780-1844) había titulado su revisión (Nodier 1823) del Dictionnaire universel de la langue française de P. Boiste (1765-1824), aunque en su contenido parece seguir al diccionario académico. Tal vez el repertorio decimonónico español en el que se vea con mayor nitidez la influencia francesa es el Diccionario nacional o Gran diccionario clásico (1846-1847) de R. J. Domínguez (1811-1848), autor igualmente de un diccionario bilingüe hispanofrancés. El Diccionario nacional es nuestro primer diccionario enciclopédico, reeditado numerosísimas veces. No es casual que su título coincida con el del Dictionnaire

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national (1843) de L.-N. Bescherelle (1802-1883), y que ambos repertorios coincidan en su concepción. Una de las grandes figuras de la lingüística española del siglo xix es V. Salvá (1786-1849), autor, como Domínguez, al cual precedió, de un diccionario bilingüe español-francés y, también, de la revisión y actualización del latino-español de M. de Valbuena (¿?-1821). Se le deben dos diccionarios generales de la lengua, no siempre bien diferenciados por los estudiosos. Uno es el de 1838, que reproduce la edición de 1837 del académico con muy pocas modificaciones (mantiene, incluso, el prólogo de la Academia y la relación de académicos, aunque añade una advertencia propia). El segundo es el Nuevo diccionario de la lengua castellana (1846), que sigue tomando como modelo la obra de la Academia, pero con tal número de modificaciones que podemos considerarlo como una obra original. Reordena las acepciones, introduce marcas, mejora las definiciones, y hace sus propios añadidos, señalando con una cruz las entradas totalmente nuevas, con un asterisco las que modifica, y con un calderón las acepciones en que altera el orden. Incluyó numerosos arcaísmos, no pocos neologismos, y muchos regionalismos, en especial americanismos, siendo el primero de nuestros lexicógrafos que lo hace de una manera consciente e intencionada, pues para allegarlos se tomó la molestia de escribir a varias personas del Nuevo Mundo solicitando colaboración, además de haber manejado los repertorios de voces americanas ya publicados, aunque no los cita. Se propuso mejorar el diccionario de la Academia no como un juego erudito, o para atacarla, sino para proporcionar un diccionario moderno de la lengua. Y lo consiguió a través de un trabajo metódico que esboza en la «Introducción» de la obra. Al año siguiente, Salvá hizo una segunda edición corregida y aumentada, y después de su muerte la obra se imprimió nueve veces más, siendo elogiado el autor por sus contemporáneos debido al número de informaciones y de novedades que hay en el diccionario. Con el Nuevo diccionario de Salvá quedan sentadas las bases de lo que será la lexicografía española del siglo xx: exactitud en el trabajo, extensión de la obra, admisión de voces de otras épocas, de diversos niveles de lengua, de variada procedencia geográfica. Uno de los importantes diccionarios del siglo xix es el que dejó inacabado A. de Castro (1823-1898), publicado por fascículos (Castro 1852), en una práctica comercial que no era desconocida, pues ya la había empleado Domínguez y en Francia sería utilizada por E. Littré (1801-1881). El proyecto resultaba ambicioso, dado que lo que pretendía era la confección de un repertorio similar al que S. Johnson (17091784) había elaborado para el inglés (Johnson 1755), en el que se diera cuenta de todos los niveles de lengua, con las correspondientes autoridades, lo cual, finalmente, resultó no ser cierto (Prieto 2005: 1277). Sin embargo, si se debe considerar esta obra es porque en realidad se trata de un diccionario de diccionarios, un tesoro lexicográfico, en el que se acumulan materiales tomados de repertorios desde el siglo xvi hasta la última edición del diccionario académico, siendo el primero en hacerlo de una manera sistemática y abundante. Por lo demás, su contenido es desordenado. Con R. Campuzano (¿?-¿?) se producen dos hechos particulares dentro de la historia del los diccionarios del español. Uno de ellos es que, siendo autor de dos reper-

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torios, dio a la luz antes uno manual (Campuzano 1850) que otro extenso (Campuzano 1857). Para la redacción de este último, que incluye abundante terminología científica y técnica, así como voces regionales, se sirvió de un conjunto de colaboradores. Se trata del primer diccionario de nuestra lengua con ilustraciones, normalmente dibujos de elementos concretos, más como ornamento que como apoyo para la comprensión de lo definido. Una de las grandes empresas decimonónicas de la lexicografía española es el Diccionario enciclopédico hispanoamericano (1887-1889), en 26 tomos, obra relativamente conocida por encontrarse en multitud de bibliotecas, ya que su tirada debió de ser extensa. Pasados los años, será el eje del más famoso de nuestros diccionarios enciclopédicos, la Enciclopedia universal ilustrada hispano-americana que comenzó a publicar la editorial Espasa a partir de 1908, la gran enciclopedia española conocida habitualmente como la Enciclopedia Espasa, de gran difusión, dado que el gobierno del general M. Primo de Rivera (1870-1930) recomendó su adquisición a los ayuntamientos españoles. Pese a la importancia de la obra, no se ha acometido un riguroso estudio sobre el contenido del Diccionario enciclopédico (salvo Prieto 2008). Sin duda, aquella fue una obra colectiva, con la participación de ilustres personalidades de diversas materias, dirigidas por alguien, desconocido, que coordinó todas las tareas, realizadas con gran rapidez. Para el contenido lingüístico se partió del diccionario académico, al que se añadieron no pocas citas originales, tarea a la que se dedicó A. de Pagés (1843-1902), quien, pasados los años, elaboraría un diccionario con citas (Pagés 1902-[1931]), muchas de ellas procedentes de este Diccionario enciclopédico. La característica fundamental de la obra de Pagés son, precisamente, las citas, con las que retomaba el modelo del Diccionario de autoridades, si bien la mayor parte de ellas son originales, lógicamente las de los dos últimos siglos. Los abundantes tecnicismos y voces no consignadas por la Academia (las marca con asterisco) nos hablan de una riqueza léxica, y de citas, superior a la que se puede encontrar en la primera obra académica y en cualquier otro diccionario anterior. Antes de terminar con los diccionarios del siglo xix no quiero dejar de referirme a una obra poco conocida, y casi intrascendente, redactada por una Sociedad de Literatos (1846; véase Alvar Ezquerra 2012b), cuyo mayor interés estriba en indicar de manera intensa el contorno en las definiciones de los adjetivos (por ejemplo, «Bebedizo, za. adj. (agua) Potable», o «Trigaza. adj. (paja) De trigo»), y no tan sistemáticamente, pero de forma abundante, en las de los verbos (por ejemplo, «Arrejacar. a. (sembrados) Darles una reja» o «Desenviolar. a. Purificar (iglesia)»). Este diccionario sigue al de B. C. H. I. P. S. (1842). Ambos se adelantan, pues, a los diccionarios franceses de finales del siglo xix que se tenían como pioneros en la lexicografía para esta indicación (véase Rey-Debove 1971: 210-211).

6.

El siglo xx

Pese a los avances que experimenta la lexicografía, durante el siglo xx no se producen grandes cambios en la española, y no resulta fácil encontrarse con novedades,

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pese a que son muchos los diccionarios que se publican, aunque también hay algunas obras sobresalientes en la descripción y catalogación del léxico. Durante el periodo aumenta la producción industrial de repertorios, y frecuentemente no se indica el número de edición, o se habla de ediciones cuando no hay modificaciones de una salida a la otra, o falta el año de impresión, etc., de manera que es difícil distinguir lo nuevo de lo repetido. La Academia, durante este periodo, dio a la luz un Diccionario manual e ilustrado de la lengua española (Academia 1927), siguiendo la estela del Pequeño Larousse Ilustrado (Augé 1912). Con su nuevo diccionario, la Institución pretendió llegar al mayor número posible de usuarios, preocupación que siempre ha tenido a lo largo de su historia. Para conseguirlo abrevió el diccionario general, a la vez que registró voces con una mayor amplitud de criterios, prescindiendo de lo que no se usaba (Seco 1993: 158-162), y marcando lo que no figuraba en el diccionario mayor, para dar a entender que la Corporación tenía noticia del uso aunque todavía no lo consideraba consolidado. En 1905 apareció el Diccionario completo de la lengua española de M. RodríguezNavas (1848-1922), amplio proyecto editorial con un extenso número de americanismos y de tecnicismos, una gran cantidad de nombres propios de todo tipo, y profusión de marcas, siendo con creces más extenso que el de la Academia. En 1918 fue ampliado con muchas palabras surgidas entre la primera edición y la guerra de 1914-1918, y pasó a llamarse Diccionario general y técnico hispanoamericano. Uno de los diccionarios señeros del español contemporáneo ha sido el Diccionario general ilustrado de la lengua española (DGILE), con la marca Vox, desde que apareció en 1945. Durante sus cincuenta años de existencia (véase Alvar Ezquerra [1996]), el diccionario ha sufrido algunos cambios o modificaciones en su forma, como el del apéndice de americanismos que había en la primera entrega, y que a partir de la segunda pasó al cuerpo de la obra. Entre las innovaciones lexicográficas, tal vez la más importante sea la del empleo de unos corchetes para indicar el contorno de la definición —como se comenzó a hacer en el diccionario de B. C. H. I. P. S. (1842)—, todo aquello que resulta necesario en el predicado definicional para hacerla comprensible y exacta, pero que no se puede emplear al sustituir el definido por la definición, esto es, lo que no son semas de la voz en cuestión. No es un hallazgo de los diccionarios Vox, aunque sí su extensión y explotación sistemática, especialmente a partir de la edición de 1987. Otra de las características del DGILE ha sido la gran atención prestada a los usos regionales, y muy en especial a los del español americano, de tal modo que es el diccionario general del español que contiene un mayor número de ellos. Fue una novedad la inclusión en la nomenclatura de prefijos, sufijos, y elementos compositivos, como formas combinatorias de muy fecundo papel en la creación de léxico culto, especialmente científico. Por otro lado, incluye sinónimos —y en menor medida antónimos— explicados e informaciones gramaticales de diversa índole en algunos artículos, hecho muy poco frecuente en nuestra lexicografía. Además, se abordan no pocas cuestiones de metalenguaje en los cuadros que hay distribuidos a lo largo de sus páginas. Se caracteriza también esta obra por la presencia de ilustraciones, raras en nuestros diccionarios generales; son de carácter sistemático, y no meramente decorativas. En su última edición (1987), realizada bajo

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mi dirección, fue el primer diccionario elaborado con ordenadores en España; su base de datos lexicográficos dio lugar a nuevas versiones y obras de la editorial, gracias a lo cual fue el primer diccionario en formato de libro electrónico (1992) y uno de los primeros en cd-rom (1995), versión esta más completa que las impresas. A partir de esos datos y de un corpus, la misma editorial publicó en 1995, también bajo mi dirección y la coordinación de Francisco Moreno Fernández, el primer diccionario de español para extranjeros, el Diccionario para la enseñanza de la lengua española, con la mirada puesta en la lexicografía inglesa. Se caracteriza este repertorio por indicar la pronunciación y la división silábica, ordenar las acepciones por su frecuencia de empleo, utilizar un número limitado de definidores (unos 2000, que se enumeran al final de la obra) y ofrecer una profusión de ejemplos, así como abundantes notas y observaciones de carácter normativo, sinónimos, antónimos, voces relacionadas, etc. Para su realización se manejó el corpus que había construido la editorial para sus necesidades, el Corpus Vox-Biblograf, de unos diez millones de palabras, así como los materiales léxicos de carácter sociolingüístico de que disponía la Universidad de Alcalá de Henares, que fueron marcando la pauta del contenido de la obra. Tal vez la obra lexicográfica más novedosa del siglo xx, por su concepción, sea el Diccionario ideológico de la lengua española de J. Casares (1877-1964), publicado por vez primera en 1942. Aunque no es un tipo de diccionario original, ni el primero de su clase en español, sí es el más serio y completo, seguidor del Thesaurus de P. M. Roget (1779-1869; véase Alvar Ezquerra 2002g: 334-337). Consta de tres partes, de las cuales la más amplia, y con mucho, es la alfabética, la última, en la cual sigue al diccionario de la Academia, aunque no lo copia. En la parte sinóptica se presenta el andamiaje utilizado para construir la segunda parte, la analógica. Es esta el verdadero diccionario ideológico, donde, por orden alfabético dentro de las agrupaciones conceptuales, se presentan las palabras relacionadas por afinidades designativas. Se trata, pues, de un gran diccionario de ideas afines. Después de ese, han sido escasos los diccionarios ideológicos del español que se han publicado, entre los que quiero destacar el Diccionario ideológico de la lengua española (1995), realizado bajo mi responsabilidad. Se trata de un diccionario nuevo que añade al de Casares una parte alfabética con todas las voces registradas y la referencia al lugar en que se encuentran, para facilitar su manejo a los lectores. Otro de los grandes diccionarios españoles es el Diccionario de uso del español de M. Moliner (1900-1981), aparecido en 1966-1967. Aunque su autora se confiesa seguidora del diccionario académico, introduce algunos cambios. En las definiciones, prescinde de las que se realizan mediante sinónimos. Pese a la interpretación que pueda darse del título, no es un diccionario de voces usuales del español, sino una obra que presta una gran atención a la sintaxis, a la construcción de las palabras, además de mostrar abundantes informaciones de carácter gramatical. Resulta igualmente llamativo el intento de distribuir el material en agrupaciones lexemáticas, fallido en más de una ocasión, que la autora pretendía remediar para una segunda edición, publicada muchos años después de su desaparición (en 1998), y en la que se volvió al orden alfabético normal. En la nomenclatura de la obra introduce siglas y abreviaturas, así como los nombres científicos de animales y plantas (hecho inusual

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en lexicografía, y que el DGILE de Vox puso al final de las definiciones en la edición de 1987). Desecha bastantes regionalismos y voces anticuadas para dar paso a la terminología científica y técnica. En el interior de los artículos, debe señalarse la presencia de sinónimos, con lo que se agrandan las posibilidades de utilización de la obra. La última gran creación de la lexicografía española ha sido el largamente esperado Diccionario del español actual de M. Seco y colaboradores, aparecido en 1999. Es un diccionario de nueva planta, elaborado a partir de datos directamente comprobados, lo cual condiciona y caracteriza la forma de la obra: no hay ninguna palabra que no esté atestiguada en el periodo cubierto (1955-1993), y no es un diccionario normativo, sino descriptivo a partir de los datos observados. No hay palabra ni acepción acogida en sus páginas que no vaya acompañada de la correspondiente cita, como testimonio de su uso. La documentación es fundamentalmente periodística (un 70 %), aunque en los ejemplos se procura equilibrar la cantidad de textos literarios y no literarios. En el interior de los artículos, el significado de cada voz se distribuye en grupos atendiendo a las distintas categorías gramaticales que pueda tener, a continuación se establecen divisiones con las posibilidades sintácticas que puedan presentar y que determinen cambios de sentido, y después aparecen las acepciones. El resultado es único en la lexicografía del español. Durante los últimos años del siglo xx se ha acometido la realización de tesoros lexicográficos, verdaderas enciclopedias lexicográficas en la concepción de B. Quemada (1968), en los cuales se presenta reunida la documentación que hay en los diccionarios sobre cada una de las palabras. De carácter histórico disponemos de dos, el inconcluso de S. Gili Gaya (1960) y el NTLE (Nieto / Alvar Ezquerra 2007); los demás recogen solo voces regionales, en ocasiones con documentación no lexicográfica. Fue pionero, aunque no llevaba el título de tesoro, el de J. Neira Martínez y M. R. Piñeiro para los bables asturianos (1989); tampoco lleva ese título el de E. Miguélez Rodríguez para las hablas leonesas (1998 [1993]), ni el riquísimo y recientemente finalizado para el leonés actual (Le Men 2002-2012), o el más reciente de todos sobre la Comunidad de Madrid (Alvar Ezquerra 20112). Los demás versan sobre el léxico de las Islas Canarias (Corrales 19962 [1992]), de Andalucía (Alvar Ezquerra 2000) y de La Rioja (Pastor 2004), a los que hay que sumar uno sobre el español de América, en concreto de Puerto Rico (Vaquero y Morales 2005), y otro contrastivo entre el español canario y el de América (Corrales / Corbella 2010).

7.

Coda

Las páginas anteriores no pretenden ser una historia de los diccionarios del español, pues el espacio disponible no permite sino presentar una selección de obras, las más representativas para lo que se pretende aquí. Ha quedado fuera casi toda la lexicografía bilingüe y plurilingüe del español, tanto alfabética como temática, que ya comienza a sernos conocida. Para completar cuanto antecede me remito a libros de conjunto como los de I. Ahumada (2000), D. Azorín (2000a), M. Seco (2003: 185-

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438) y los míos en que recojo trabajos sobre muchas obras (Alvar Ezquerra 1993a y 2002a), así como el dedicado a las nomenclaturas (Alvar Ezquerra 2013), además de las breves notas que pusimos en los preliminares del NTLE (Nieto / Alvar Ezquerra 2007, i: xxxv-lxxviii). Entre los repertorios léxicos siguen sin merecer un estudio profundo los bilingües con lenguas indígenas de América, de Filipinas y de África, especialmente los utilizados para el adoctrinamiento religioso, junto con gramáticas de las más diversas lenguas, en lo que se conoce como lingüística misionera (Suárez Roca 1992). Otra cuestión, que ha aparecido tímidamente en las páginas anteriores, es la de los regionalismos, peninsulares y americanos, tanto en lo que respecta a su presencia en los diccionarios generales de la lengua (Alvar Ezquerra 1993b) como a los repertorios específicamente dedicados a ellos (Alvar Ezquerra 2002h). En los diccionarios de voces americanas, como también en los regionales peninsulares, puede apreciarse la constatación de lo diferente, que en el siglo xix dejará paso a la afirmación de la diferencia con respecto a la metrópoli, y que con las independencias se transformará en afirmación nacionalista. El primer diccionario de regionalismos americanos, el de E. Pichardo (1789-1879) de voces de Cuba (Pichardo 1836, ampliado por Rodríguez Herrera 1953), aparece a la vez que el primero extenso de regionalismos peninsulares, de aragonesismos (Peralta 1836). A partir de aquí, y especialmente en la segunda mitad del siglo xix —algunos coincidiendo con el cuarto centenario del descubrimiento de América—, se sucede un aluvión de obras en los diferentes países (para el español de Filipinas fue pionero el de Retana 1921), por lo general ampliamente ejemplificados: de F. I. Ramos y Duarte (¿?-¿?) de mejicanismos (1895), de A. Malaret (1878-1967) con voces de Puerto Rico (1999 [1917]), de C. Gagini (1865-1925) para Costa Rica (1892), de A. Membreño (1859-1921) para Honduras (1895), de A. Batres (1847-1929) para Guatemala (1892), de T. Garzón (1849-1914) para Argentina (1910) —cuya pretensión era correctiva—, de S. Salazar García (¿?-¿?) para El Salvador (1907), de Z. Rodríguez (1839-1901) para Chile (1875) —de carácter contrastivo con respecto al español peninsular—, y de D. Granada (1847-1929) para el Río de la Plata (1998 [1889]), al que había precedido el de F. J. Muñiz (1795-1871) en 1845 (Vignati 1937), o el de peruanismos de J. de Arona (1839-1895) con explicaciones enciclopédicas (1974 [1883]). Junto a ellos, hay alguno que pretende abarcar la totalidad del dominio (entre otros, señalaré Santamaría 1942, Morínigo 1966, y Neves 1975). No han dejado de publicarse durante todo el siglo xx repertorios con ejemplos o citas, como puedan ser los de F. J. Santamaría (1886-1963) de mejicanismos (1978 [1959]), el de D. Armas (1897-1984) de guatemaltequismos (1991), el de M. Alario Di Filippo (1920-1977) de colombianismos (1983 [1964]), el de E. Rodríguez Demorizi (1908-1986) de voces de la República Dominicana (1983), el de D. Abad de Santillán (1897-1983) de argentinismos (1991 [1976]), el de chilenismos (Morales Pettorino 1984-1987), y parcialmente los de guatemaltequismos de Morales (2004), los de ecuatorianismos (Mateus 1933 y Córdova 1995), de bolivianismos (Fernández Naranjo 1980 [1964]), o el de uso nicaragüense (Academia Nicaragüense de la Lengua 2001), incluso los del español de Nuevo México y del sur de Colorado (Cobos 1982) y de Texas (Cerda 1974 [1953]); no así el de peruanismos (Álvarez Vita 1990) o el de

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costarriqueñismos (Pacheco 1991). Para el español de Venezuela (véase Alvar Ezquerra 1999), en los últimos años han aparecido dos obras dignas de mención, una de carácter general (Núñez / Pérez 1994) y otra de venezolanismos ampliamente ejemplificada (Tejera 1983-1993). Todos estos diccionarios ya no presentan el léxico de cada país como un desvío de la norma peninsular, lo cual sucedía frecuentemente en la centuria anterior, aunque puede entreverse, cada vez menos, una ligera tendencia correctiva. En la segunda mitad del siglo xx, a raíz del Primer Congreso de Academias de la Lengua Española (México, 1951), algunas academias nacionales han acometido la publicación de diccionarios de sus países. Y junto a ello se ha iniciado la redacción de diccionarios concebidos con otros principios, más modernos, como son los dirigidos por L. F. Lara sobre el español de Méjico (en especial Lara 2010), basados en corpus. Enumerar todos los diccionarios que se han confeccionado del español de América resulta una tarea menos que inabarcable por su cantidad y diversidad, pues van desde los generales de todo el dominio a los particulares de un país, o los de una zona de cualquiera de ellos, o una actividad determinada. No puedo terminar estas líneas sin mencionar dos grandes realizaciones. La primera es la última en orden cronológico, el Diccionario de americanismos realizado bajo la dirección de H. López Morales (2010), en el que ha contado con la colaboración de todas las academias americanas para llevarlo a cabo, además de la presencia en el equipo de redacción de Madrid de un nutrido grupo de lexicógrafos de los diversos países que han ido revisando los materiales procedentes de su nación de origen. La otra es el proyecto del Nuevo diccionario de americanismos que se lleva a cabo en la Universidad de Augsburgo (Alemania), bajo la dirección de G. Haensch y R. Werner, que consiste en la elaboración de diccionarios de los países americanos de carácter contrastivo con el español peninsular; han aparecido el de colombianismos (Haensch y Werner 1993a), argentinismos (Haensch / Werner 1993b) y uruguayismos (Kühl 1993). Más tarde la serie se retomó bajo unos criterios más sólidos y aparecieron el de Argentina —nuevamente elaborado— (Haensch / Werner 2000a) y el de Cuba (Haensch / Werner 2000b).

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Lexicografía sarda Eduardo Blasco Ferrer Università di Cagliari

Sardinian lexicography Abstract A critical survey of lexicographic works on Sardinian is provided, paying particular attention to the macro- and microstructure of existing dictionaries, and citing some examples briefly discussed in the article. A deficiency of the present lexicographic state of the art is the lack of rigorous synchronic works meeting all the modern requisites. Keywords Sardinian lexicography, synchronic and diachronic dictionaries, Logudorese and Campidanese.

1.

Organización del trabajo 1

El interés por el léxico sardo tiene sus orígenes en el impulso iluminista del siglo xviii y se asocia a las experiencias de Ludovico Muratori y, sobre todo, de Francesco Cherubini. Si dejamos a un lado la iniciativa pionera —pero aún inédita— de Matteo Madao (1782), quien, con el propósito de ennoblecer al sardo, lleva a cabo una apreciable recogida de léxico, que reconduce a las lenguas clásicas, los trabajos de lexicografía sarda editados que se tendrán en cuenta en la presente contribución pueden articularse en tres grandes secciones, tomando como punto de referencia la obra maestra de Max Leopold Wagner, que sirve de divisoria entre los trabajos precientíficos y los modernos: 1) Fase prewagneriana 2) Wagner 3) Fase poswagneriana La primera fase, entre finales del siglo xix y principios del siglo xx, se caracteriza por diccionarios carentes de método en la recogida y de elaboración del repertorio, y está por completo en manos clericales. En la fase poswagneriana, al menos los vocabularios más ambiciosos por la variedad y densidad del repertorio se basan todos en –––––––— 1

La traducción de este artículo del italiano al español ha sido realizada por María Dolores Sánchez Palomino y Emiliana Tucci, de la Universidade da Coruña.

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Eduardo Blasco Ferrer

Wagner, pues todos lo integran, aunque también heredan los (pocos) defectos que se pueden encontrar en el diccionario etimológico del lingüista bávaro, el maestro de la lingüística sarda.2 Por motivos obvios de espacio y organización, en este repaso crítico se tendrán en cuenta únicamente los trabajos editados, distinguiendo entre los repertorios léxicos de las dos macrovariedades del sardo, el logudorés (L = centroseptentrional) y el campidanés (C = meridional), y las monografías sobre microvariedades concretas; no se considerarán en cambio, por ser tipológicamente ajenas al sardo3, las variedades alóglotas (sassarés, gallurés, catalán alguerés, ligur tabarquino). De cada diccionario daremos una ejemplificación reducida y mínima, a partir de la cual el lector pueda deducir las características principales del método utilizado. En la Bibliografía se incluirán otras monografías, cuyo valor no se ha considerado relevante, sobre el léxico de algunos dialectos.

2.

Fase prewagneriana

2.1. Vincenzo Raimondo Porru El sacerdote V. R. Porru, nacido en Villanovaforru (municipio de interior próximo a la capital) y prefecto del Collegio di Filosofia e Belle Arti de Cagliari, es el primer lexicógrafo que ofrece una panorámica profunda y global del campidanés en su Nou Dizionariu Universali, publicado por entregas en 1832. Previamente había preparado en 1811 una gramática, en la que se puede leer el objetivo didáctico que caracterizará después al diccionario: «agevolare in qualche modo a’ Sardi giovanetti lo studio della toscana favella». Este objetivo unitario de enseñar el italiano a través de las variedades diatópicas no toscanas impregnará todos los diccionarios sardos de la primera fase y se reflejará en la estructura de los repertorios. Porru, como sus sucesores, sigue a menudo el modelo lexicográfico imperante de Francesco Cherubini (1839), que escribió una excelente reseña de su diccionario. El lemario, procedente de la competencia personal del autor, dialectófono en su juventud, tiene el mérito de la fiabilidad de los significados, contiene numerosas locuciones idiomáticas muy valiosas para la recuperación del habla viva contemporánea y se sirve del sardo en la microestructura. Los léxicos sectoriales (plantas, animales, herramientas, profesiones) están bien representados, y no son muchos los neologismos que se admiten (bembesco, apócrifo). Molesta un poco la gran abundancia de sinónimos italianos, a veces simples alomorfos (bellico / ombellico). No rehúye las digresiones etimológicas, aunque las realiza con mucha cautela. Solo dos ejemplos, en los que hemos abreviado los artículos: Abbarrài v. n. e abbarraisì n. p. soprastare, arrestarsi, fermarsi, intertenersi [sic], posarsi. Fai abbarrai v. a. arrestare, fermare, rattenere, trattenere. Andai abbarra abbarra

–––––––— 2 3

Para la figura de Wagner véase Blasco Ferrer 2002: 1-65. Para el sassarés y el gallurés resulta útil el trabajo de Dettori (1988).

Lexicografía sarda

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andar posa posa, fermarsi tratto tratto. Abbarrai po perda de fundamentu, prov. abbarrai po niali, espress. rust. [espressione rustica] rimaner per endice. Amègu (t. b.) verb. defettivu, e in Logudoru amèlo (de a particella e de μέλω, curo, satago, conor). Si usat solamenti su presenti indic. e su pendenti a modu de verbu auxiliariu, in logu di essiri e stai: amegu de scriri, o seu scriendu, sto scrivendo. Amegamus de liggiri, femus o stemus liggendi, eravamo, stavamo leggendo.4

2.2. Giovanni Spano El canónigo de Ploaghe (Logudoro noroccidental) G. Spano (1802-1878) es la figura más destacada de este período. Titular de la cátedra de Sagrada Escritura y Lenguas Orientales, director de la Biblioteca Universitaria di Cagliari, fundador del Museo Archeologico y del Orto Botanico y finalmente Rector de la Universidad de Cagliari desde 1859, Spano mantendrá durante décadas el monopolio de los estudios sobre el sardo, y en lexicografía su Vocabolariu sardu-italianu e italianu-sardu de 1851-1852 eclipsará cualquier otro trabajo. En comparación con el diccionario de Porru, sincrónico del campidanés y basado en su propia competencia de hablante nativo, el vocabulario de Spano tiene aspiraciones pancrónicas y pandialectales, y se basa desgraciadamente no solo en su propia experiencia y en la recogida directa del léxico, sino a menudo en datos indirectos, obtenidos mediante la correspondencia epistolar con otros representantes del clero isleño y sin ningún tipo de verificación, lo que hace que con frecuencia se revelen infundados, contaminados o malentendidos (véanse los casos de *crucúri ‘codorniz’, en realidad circúri; *amalolla en L a mala oza C amarolla ‘de mala gana’, y *castígiri, forma inexistente de castigare, -ai ‘revisar, mirar’). El lemario abarca también la macrovariedad campidanesa, extraída de Porru, pero en la mayoría de los casos Spano evidencia su desconocimiento del fondo meridional sardo (como cuando confunde arrú it. ‘rovo’ [esp. ‘zarza’], con it. ‘rovere’ [esp. ‘roble’]). A diferencia de Porru, utiliza el italiano en el cuerpo del trabajo, no pocas veces con errores ortográficos y gramaticales debidos a la interferencia con el sardo (bestia grassa molto [sic, por molto grassa]). En los artículos se pueden leer de manera concisa las traducciones en las distintas variedades y los significados, pero casi nunca hay espacio para ejemplos o frases hechas, lo que empobrece el diccionario. Siguiendo una convicción personal sobre la clasificación de los dialectos sardos, eleva a la categoría de lema las variantes logudoresas noroccidentales que, por el contrario, presentan no pocos fenómenos fonéticos y de selección léxica derivados de la influencia toscano-ligur (así, encontramos ğae. oyu, oriya por krae, okru, orikra, resultados centrales regulares; ua por ákina ‘uva’). Esta elección personal pesará también sobre las voces registradas por estudiosos extranjeros, Meyer-Lübke y Ascoli entre ellos. Un defecto sustancial del diccionario tiene que ver con sus pretensiones etimológicas, siempre relacionadas con la idea del autor de que la Cerdeña del III milenio a. C. había sido totalmente colonizada por gente procedente de Caldea, que –––––––— 4

Sobre megai véase Blasco Ferrer (1991).

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Eduardo Blasco Ferrer

había emigrado hacia Siria y Palestina y regresado después a Cerdeña, idea desde luego carente de cualquier fundamento, pero que se plasma en todas las etimologías planteadas, incluso para voces de claro origen latino (madau ‘redil’, lat. metātum, del fenicio magdal ‘casa del pastor a modo de torre’; bacca, lat. uaccam, del fen. bàgua, etc.). Hasta al árabe, superestrato inexistente en sardo, Spano le concede un lugar privilegiado (oddeu ‘caserío’, lat. collegium, se hace remontar al ár. oddeu ‘muchedumbre’). De Spano estaba inédito hasta hace poco un Appendice con 5000 lemas, que ahora han sido integrados en la edición de Giulio Paulis, publicada por Ilisso en Nuoro. Veamos algunos ejemplos de artículos: Abbarràre v. a. e n. Log., -ài Mer, -à sett. fermare, arrestarsi, mettere argine. Abbarrare unu caddu rude fermare un cavallo indomito. Abbarrare una tanca assiepare un chiuso. Abbarrare ad intro premer dentro. Amèga, ammega, -gu, Log. avv. ausil. che uniscesi ai verbi per indicare l’atto già terminato [sic]. Ammèga de mandigare, nell’atto che mangiava, immediatamente al pranzo.

2.3. Pietro Casu Otro sacerdote, también nacido en el Logudoro septentrional, P. Casu, se dedicará durante décadas a la compilación de su Vocabolario sardo logudorese, inédito hasta hace poco años5 y basado en la extraordinaria competencia de su autor. Casu, nativo de Berchidda, poeta improvisador muy famoso en toda Cerdeña, así como también novelista y traductor, registra más de 50 000 lemas, citando casi siempre el lugar de procedencia (la recopilación cubre todo el Logudoro hasta la Barbagia); en muchos casos el lema seleccionado es exclusivamente septentrional, desconocido por tanto en las áreas logudoresas centrales (así, áinu por molente ‘burro’, o fídigu por fígadu ‘hígado’). Desgraciadamente, el lemario contiene, como ocurre con sus coetáneos y predecesores, un número muy elevado de derivados (padre ‘fraile’, padrigheddu ‘frailecillo’, padrittu ‘frailecito’, padruzzu ‘frailucho’; pagu ‘poco’, paghigheddu ‘poquito’) y de italianismos, introducidos para ennoblecer la lengua sarda (italianizzare, italianizzados, purismu). En los artículos lexicográficos la ejemplificación es a veces exuberante, y no son pocos los casos de copia y traducción de ejemplos extraídos de otros diccionarios, sobre todo del Rigutini / Fanfani (ejemplos paradigmáticos, comentados por el editor Giulio Paulis, son attu ‘acto’ e biancu ‘blanco’, este último superfluo, dada la existencia de la palabra alvu, de albus, -um, correctamente contemplada). Bastantes son también los lemas heredados, sin ninguna verificación, de Spano que, como hemos dicho, se revela en la mayoría de los casos como una fuente no fiable (véase el ejemplo ya comentado de *castígiri, o el de borçe, forma medieval mal comprendida). En su conjunto, el diccionario de Casu presta un buen servicio a –––––––— 5

Casu (2002), edición coordinada por Giulio Paulis a partir de los manuscritos.

Lexicografía sarda

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quien desea conocer el uso cotidiano del sardo logudorés septentrional en las interacciones sociales y en los trabajos de casa, no tanto para el conocimiento de las costumbres agrícolas o ganaderas. Prolijo en la ejemplificación de las locuciones idiomáticas, no siempre acompaña los ejemplos de la traducción correspondiente. Por lo que se refiere a la grafía, incurre en numerosos errores de transcripción fonética, ofreciendo a veces formas diversas en el lema y en los ejemplos dentro del artículo (Caltellone, pero cartellone en la definición, a causa del desarrollo típico septentrional de [rt] en [lt] o realizaciones fricativas; aparece dulche para l durke). No existe siquiera una correcta distinción entre homónimos y voces polisémicas (dos veces matriculare, verbo y adjetivo, de matricola; en cadhu ['kaɖɖu] ‘caballo’ se incluye la locución pónere sa padedha in cadhu ‘poner la sartén en el fuego’, donde lo que tenemos es un derivado de cal(i)dum). No faltan las entradas dobles, generadas por la mera evolución irregular de una misma base etimológica (dísicu y tísicu). Las etimologías están sacadas libremente de Spano, con añadidos propios sin fundamento (còcca ‘focaccia (variedad de pan)’ < al. kuchen). He aquí algunos ejemplos ilustrativos: àinu s.m. asino, ciuco, buricco. Ainu ‘e mola (molente) asino che si attacca alla macina. Al fig. uomo zotico, ignorante, duro di testa o di cuore. Ainu mannu; millu s’ainu mannu! Tontu che ainu... Conca de ainu testa dura. ùa s.f. uva. Ua bianca, nieddha, ruja uva bianca, nera, rossa; cotta, cudra, agra, dulche matura, acerba, aspra, dolce... Toddher sa ua cogliere l’uva. Cattigare ‘pigiare’.

3.

Max Leopold Wagner

La figura que domina indiscutiblemente la lexicografía sarda durante más de medio siglo es el lingüista bávaro Max Leopold Wagner (1880-1962). Desde su llegada a Cerdeña en los primeros años del siglo xx, exploró para el AIS las variedades lingüísticas a lo largo y ancho de la isla, y produjo una vasta cosecha de trabajos metodológicamente intachables sobre todos los ámbitos sincrónicos y diacrónicos de la lengua sarda.6 Su opus magnum, el Dizionario Etimologico Sardo (DES), publicado entre 1960 y 1964 en tres volúmenes (el último a cargo de su alumno y mecenas Raphael Urciolo, tras el fallecimiento del estudioso alemán), sigue siendo un hito y una referencia obligada para cualquier trabajo posterior sobre el léxico sardo. Por primera vez el material reunido se basa en gran parte en los datos registrados mediante los cuestionarios del AIS y anotaciones personales, y cada entrada viene descrita en detalle desde el punto de vista fonético y en el plano antropológico, cuando tiene que ver con características etnolingüísticas (mediante el sistema de Wörter und Sachen). El comentario etimológico se basa rígidamente en los principios de las Lautgesetze y en la prueba semántico-referencial, ya no en las simples homofonías. Los datos de segunda mano son rigurosamente citados y cuestionados si no coinciden con los ma–––––––— 6

Su obra maestra La lingua sarda es de 1951.

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Eduardo Blasco Ferrer

teriales propios. Después, en el lemario, las variantes de un lema se enumeran siguiendo un esquema preciso basado en el grado de alejamiento del étimo propuesto, dando prioridad a las variedades centrales (bittés-nuorés), las más conservadoras. Reproducimos algún ejemplo ilustrativo: abbarrare, -ai log. e camp.; aƀarrai camp. (AIS 1594); Garzia Mut. Cagl., no. 761 e spesso) ‘fermarsi, rimanere’; mankai nči síanta aƀarraus (Bott., Legg. 96; Terralba); ‘funt aƀarraus’ (ibd. 103: Lotzorai); ‘aƀarra’ (ibd. 122: Gúspini); andai aƀarra aƀarra ‘soffermarsi di tanto in tanto nel camminare’ (Atzeni, AIS l.c.) [...]. Il Guarnerio ha spiegato questo verbo, AGI XIV, 396, = sp. emparar ‘sequestrare’; ma emparar non è un vocabolo che appartiene alla lingua generale [...]. Più vicini ai significati sardi sono il cat. barrar, embarrar ‘tancar amb barra, posar barra, obstruir un pas amb objectes posats a manera de barrera’ (DCVB IV, 714). oríkra, urikra centr. (Orgòsolo: urilˀa); oríǥa. uríǥa; log. uríya log. sett.; oríǥa, uríǥa camp. ‘orecchio’ (Stat. Sass. III, 5 (84r): oclos, nares, oriclas; CdL 22: una origa); AIS 103, = oric(ŭ)la per auric(ŭ)la (REW 793).

Todos los trabajos posteriores al DES se servirán —lo declaren o no— del material allí catalogado, en muchos casos introduciendo en los respectivos repertorios los lemas estudiados por el estudioso alemán junto a las variantes dialectales.

4.

Fase poswagneriana

4.1. Macrovariedades. Los pioneros 4.1.1. Luigi Farina (L) Durante varias décadas el único vocabulario fidedigno de la variedad central nuoresa será el del veterinario Luigi Farina (1973). Excelente conocedor de su propia habla y de las de la región de la Barbagia, Farina ofrece descripciones puntuales del léxico central, con una valiosa y particular atención al ámbito de la ganadería. El lemario se basa en la obra de Wagner, con algún añadido personal. Desgraciadamente, la microestructura está realizada de manera desordenada, a veces sin indicación gramatical y con largas disquisiciones personales del todo irrelevantes. Sin embargo, sigue siendo un instrumento de ayuda relevante. Veamos dos ejemplos: àpara aglio o cipollina selv., non commestibile (è Allium triquetrum L.). Alidredu (c.o. assangioni) è Allium aparine o vineale, commestibile, molto usato in Sardegna per friggere uova, per condire prosciutti e salumi (salsicce) ecc. Gli Orunesi la chiamano azu a tres attas (triquetrum detto; il primo apara). madriche matrice o lievito. Quello della pianificaz., farina d’orzo si chiama ghimisòne (tianese missòne, da lat. mixus, fermento). Questo è a forma di mezza sfera, di 3-5 kg di pasta di farina d’orzo prec. fatto parzialm cuocere perché si formi una crosta protettiva dello spessore di circa 1 dito. Sulla superficie tonda, prima di metterlo al forno, si segna con dito bagnato una croce, di buon auspicio... Si conserva fra due matterassi, isolanti di caldo e freddo, fino all’uso. Si usa la pasta interna, del ghimisòne n. per nuovo lievito. La crosta si consuma tale e quale, come buona leccornìa, o per fare un panefrattau particolare e molto buono. Il lievito per pani-

Lexicografía sarda

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ficazione di farina di grano od altri usi dolciari ecc. è completamente fresco (pasta fresca di prec. panificaz. che inacidisce per nuovo uso). Si conserva in un piatto o piattino ricoperta da una foglia fresca di cavolo od altra (lattuga ecc. Preferire la 1a.) dentro la credenza. Sono pure in uso lieviti del commercio (Bertolini ecc.) v. fundale, feche.

4.1.2. Antoni Lepori (C) Si el repertorio de Farina, en las dos ediciones que conoció, fue útil como obra de consulta para el logudorés, el diccionario de Lepori (1979), igualmente reimpreso con añadidos en dos ediciones, se convirtió durante mucho tiempo en un ágil sustituto de Porru. El lemario se basa sobre todo en su propia competencia lingüística, pero tiene siempre como referencia básica el índice wagneriano. Los artículos son muy limitados, con sencillas indicaciones del significado en italiano y de alguna expresión idiomática, lo que hacía de él un rápido instrumento de consulta. Desgraciadamente, al igual que ocurría con la obra de Farina, carece de metodología, de modo que en el lemario confluyen a menudo simples variantes formales, se introducen los derivados (arroda ‘rueda’, arrodedda), se confunde la homonimia con la polisemia o incluso se deja espacio a las variantes logudoresas sin referencia explícita y, sobre todo, su comprensión se ve gravemente perjudicada por el empleo de un excéntrico sistema gráfico (se usan y para la africada y la fricativa palatal sorda, respectivamente). Un ejemplo de doble entrada con variantes geolingüísticas no declaradas (C la primera, L la segunda, injustificada en un diccionario de campidanés) sería el siguiente: modditzi f. m. lentischio. kessa f. lentischio m.

4.2. Macrovariedades. El punto de inflexión Los cuatro diccionarios que siguen y que tienen que ver con las macrovariedades logudoresa (L) y campidanesa (C), en algún caso también con las variedades alóglotas septentrionales (sassarés y gallurés), nacen tras la entrada en vigor de la Ley Regional núm. 26 de octubre de 1997, que permitió conceder un financiamiento adecuado a trabajos de recogida del léxico sardo, con la finalidad última de tutelar y difundir el uso de la lengua.

4.2.1. Enzo Espa (L) Il Dizionario Sardo Italiano del profesor sassarés —pero de origen nuorés— E. Espa (1999) es el primero de los grandes diccionarios que por tamaño y contenido aspiran a colmar una laguna existente en el mercado sardo. La elección del autor, gran experto en los usos idiomáticos, se centra en su propia habla, sin excluir, no obstante, la

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zona de la Barbagia y el Logudoro al completo, bien conocida por él gracias a los años de enseñanza e investigación (de ahí que las variantes no centrales remitan siempre al lema principal nuorés: ciamare L sept. ‘llamar’ envía a muttire, forma central). Resulta estimable que no copie de forma automática los datos que no conoce (como en el caso de lirtzis, voz con variantes espurias, lamentablemente heredada en todos los diccionarios a partir de Wagner, pero que Espa no adopta por falta de pruebas). Pocos son los italianismos, que sin embargo no faltan, lo que demuestra que el sardo se usa en la vida cotidiana. Baste solo un ejemplo: cartzone – s. m. – calzone, pantalone (→ caltzone, pantalone) – sos cartzones de tela, i calzoni del costume sardo; cartzone curtzu, calzoni corti; cartzones a sa zuava, calzoni alla zuava; si mi ponzo sos cartzones a s’antica! se mi metto i calzoni antichi! (se cambio sistema, con velata minaccia); sos cartzones còmporalos de sa misura tùa, i calzoni comprali dalla tua misura; e fághelu, já est pro cartzones a babbu e fallo, giacché si tratta di fare i calzoni al babbo (fallo, che comunque va sempre bene).

4.2.2. Massimo Pittau En el año 2000 se publican los dos volúmenes del Dizionario della Lingua Sarda de Massimo Pittau, famoso glotólogo de la Universidad de Sassari, que durante más de cincuenta años escribió ensayos sobre la dialectología, la gramática y, sobre todo, sobre el sustrato de la lengua sarda, defendiendo desgraciadamente una idea que jamás fue aceptada por la comunidad científica internacional, según la cual los primeros habitantes de Cerdeña estarían vinculados por su origen y por su lengua al etrusco y a las lenguas del Mediterráneo oriental (lo que él llama la lengua de sustrato sardiana). Esta tesis es vertida constantemente en cada una de sus obras lexicográficas, con lo que resta cualquier fiabilidad a la parte etimológica de los diccionarios. En los dos importantes volúmenes arriba citados, Pittau recoge sistemáticamente, de Wagner y de las anotaciones sacadas de las innumerables tesis de licenciatura que dirigió en su vida académica, todas las variantes registradas de cada lema, aunque añade sin justificación alguna otras unidades léxicas desvinculadas formalmente de ellas, o incluso los topónimos que presentan una mínima homofonía con las voces registradas. De este modo, la microestructura resulta de poco provecho, porque tan solo indica un significado básico, seguido de largas discusiones sobre propuestas etimológicas totalmente inadmisibles. Como en otros diccionarios, Pittau no somete a verificación el material recuperado de vocabularios anteriores, de tal manera que en el lemario confluyen no pocas unidades contaminadas o espurias. Véanse dos ejemplos que muestran claramente las fuertes limitaciones de esta obra (en el primer caso es evidente que se trata de la base latina contestada): orroli, orrori, orròele, orròali, arròali, arròele, arròili, arròi, orròi ‘rovere’, ‘roverella’, ‘quercia spinosa’ (Quercus robur, coccifera L.; Quercus pubescens Willd.) (camp. e barb.); top. su Dorròle (Galtellì); relitto sardiano da confrontare col lat. robur, -oris ‘rovere’ (indoeurop.). Sono troppo grandi le differenze fonetiche tra le forme del fitonimo sardo rispetto a quello latino per poter accettare la tesi di una derivazione di quello da questo. Dal fitonimo lat. è invece regolarm. derivato il sardo róvulu

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‘rovere’. È dunque evidente che il fitonimo esisteva già in Sardegna, nella lingua sardiana, prima che ve lo portassero i Romani [...]. thálau, thaláu, tálau, taláu, teláu ‘crusca’, (Dorgali) anche ‘lentiggini’; taddàghine ‘sporcizia’ (anche della testa costituita dalla forfora, Mamoiada); taddàine ‘fiocchi di neve’ (sing. collett.: Dorgali); tholove ‘leggero strato di neve’ (Orgosolo); tziddana, tzeddana, tzoddana, atzoddana ‘gelata, freddo intenso’ (la connessione semantica tra ‘la crusca’, ‘le lentiggini’, ‘i fiocchi di neve’,‘la forfora’ e ‘la sporcizia’ è abbastanza evidente: l’ital. crusca significa anche ‘lentiggini’; la connessione fra ‘la crusca’ e ‘la forfora’ si riscontra già nel lat. furfur; i fiocchi di neve possono ben richiamare alla mente sia i pezzettini di crusca sia quelli della forfora sia infine le lentiggini; il tardo latino faluppa ha sviluppato i significati di ‘crusca’, ‘sporcizia’ e ‘neve’, REW 3173); toponimi nei quali ci sarà stato un riferimento alla ‘crusca’ come residuo della trebbiatura e quindi come sinonimo di ‘aia’, oppure nelle montagne, come uguale a ‘nevaio, luogo dove la neve resiste di più’: Talavà (2: Pattada, Torpè), Talavài (Orgosolo), Talavè (Triei) [...].

4.2.3. Mario Puddu Si el vocabulario de Pittau carece de los requisitos fundamentales de cualquier obra lexicográfica, el del profesor de enseñanza media de S. Giovanni Suergiu (en el Campidano suroccidental) Mario Puddu, nativo de Illorai, cerca de Nuoro, constituye el ejemplo evidente de una obra corriente, confeccionada sin las mínimas exigencias de la lexicografía moderna. Por desgracia, el Ditzionàriu de sa limba e de sa cultura sarda (Puddu 2000) tuvo el total respaldo de la Región Autónoma de Cerdeña, lo que hizo que circulase profusamente en las escuelas. Sin una justificación plausible, el autor utiliza arbitrariamente en los artículos tanto el logudorés como el campidanés, en ambos casos con soluciones gráfico-morfológicas que a menudo no se corresponden con las hablas modernas. Ya en la contraportada el autor presume de haber catalogado 90 000 lemas, cuando en realidad —como se verá enseguida— son numerosísimas las simples variantes fonéticas y dialectales, que se elevan a la categoría de lemas principales sin justificación alguna, incurriendo a veces en errores de perogrullo (como en el caso de bucòne ‘bocado, mordisco’, al que se añade más adelante en el lemario uncòne, que en realidad representa simplemente la evolución de [b]- > Ø en sandhi tras el artículo y la epéntesis de -[n]-, como en muchos otros casos; además, en los dos artículos respectivos la microestructura no es igual, con ejemplos y definiciones caprichosamente distintos en los detalles; el mismo error tosco se da en la pareja de lemas fundhudu y fungudu, el segundo de los cuales surge por simple sustitución de un fonema). Aún más anómala resulta la inclusión en el lemario de formas verbales conjugadas (véase el caso de aèrepo: boghe de 1 pessone impf. cong. de àere ‘forma conjugada de primera persona del imperfecto de subjuntivo de avere’). El autor extrajo el material enteramente de los vocabularios precedentes y de obras literarias, juntando todas las variantes reconducibles a una forma base, forma que se selecciona sin ningún criterio geolingüístico o reconstructivo (¿por qué dar la categoría de lema principal a fiòre, forma log. sept. de impronta continental, en lugar de a fròre, con clara evolución sarda?), de tal manera que a veces se revela como una variante espuria, inexistente en los dialectos (así, *canàbara, lema princi-

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pal de las variantes cenàbara, cenàbura, cenarba, chenarba, chenàbra, chenàpura, chenaura, de las que no se indica —a diferencia de Wagner— la localización exacta). El lector, común o competente, se encuentra así con enormes problemas para comprender el hipertexto, para consultar las formas y localizar las variantes, e incluso el significado concreto de las estructuras repertoriadas, que a menudo se ilustra de manera artificiosa. Mostramos solo dos ejemplos, el primero con un exceso de variantes lematizadas (ocèras 1, atzales 2, ochiales 3), el segundo de mera copia de datos espurios que arrancan de Wagner: ocèras, nf pl: ogheras, otzeras, uceras – zenia de lentes chi si ponen in ogros pro crescher sa capatzidade de sa vista, o fintzas solu a bardare sa lughe tropu fortede su sole – atzales, ochiales – zughiat sas otzeras nigheddas che a su trumentu: occhiali. lùrtzi, nm.: pìbera de abba, zenia de coloredha chi in istiu faghet abbitu meda a mesu de s’abba pro tènnere ranedhas, pische o àteru a manigare. – lircis, tartza: anar, natrix maura.

4.2.4. Antoninu Rubattu El Dizionario Universale della lingua di Sardegna de Rubattu (2001) es el último de los grandes trabajos lexicográficos publicados después de la Ley Regional 26 de tutela del sardo.7 A diferencia de los anteriores, Rubattu, nativo de Sénnori (cuya habla ha recibido la influencia del sassarés) y magnífico conocedor de la poesía y de la literatura sardas contemporáneas, lematiza también las formas de las variedades alóglotas sassaresa y galluresa (L, C, N = nuorés, S = sassarés, G = gallurés). El lemario ofrece un repertorio ordenado de las variantes formales, seguidas de informaciones útiles sobre el uso, así como de contextos breves pero interesantes, ya que contienen fraseología. Un elemento innovador es también la glosa en español, francés, inglés y alemán. Mucho más cauto que los anteriores, el autor no se aventura con lemas que desconoce y, por lo tanto, se muestra más equilibrado. Valga un solo ejemplo: così avv. [so, ainsi, así, so] goi (come dico io), gai (come dici tu, come dicono gli altri), aggai, gosi, asi, asie, osi, osie, gasi, gosie, gasie (lat. eccu + hac + sic), asinche, gainche (L), goe, gae (N), aici, di aici (cat. així), ainci, gasi, gosi (C), cussì, digussi, cussini (S), cussì, cussini (G) // no est betzu aggai! (L) ‘non è così vecchio!’; forasgai (L) ‘così no’ [...].

4.3. Vocabularios menores El breve repaso crítico que sigue da cuenta de obras de menor importancia, sea por los lemarios incluidos, sea por estar circunscritos a variedades diatópicas concretas, –––––––— 7

Otra ventaja de la obra deriva de la posibilidad de hacer la consulta en la dirección del sardo al italiano o viceversa.

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o también a determinados campos semánticos dentro de una microvariedad específica. La selección aquí presentada tiene en cuenta tan solo las obras que satisfacen mínimamente los requisitos de la lexicografía moderna.

4.3.1. Área logudoresa (L) El diccionario en tres volúmenes de Grazia Mereu y Gonario Francesco Sedda, Ello Tando? (2000), contempla el léxico fundamental y sectorial agroganadero de la Barbagia interior (Gavoi y Barbagia de Ollolai), una de las áreas más interesantes para el estudio del léxico arcaico. Es muy sintético en sus artículos, ordenado y equilibrado, y sobre todo añade numerosos lemas y significados a los ya conocidos (inchessare, de chessa: ‘añadir al fuego leña de lentisco para alimentarlo’). Se sirve de la notación AFI e incluye la fraseología. Quizás sea uno de los mejores. Dedicado a la recogida del léxico del área de la Baronia, también muy valioso por su carácter arcaico, el Vocabolariu baroniesu de Giovanni M. Cabras (2003) tiene como única falta la de integrar en los concisos artículos lexicográficos inútiles discusiones etimológicas totalmente inaceptables (cocoròsta ‘cresta’, del sustrato *kok-kok, cuando en realidad es el esp. cocorota). Por lo demás, registra muchas voces del léxico autóctono, desaparecidas en otros lugares (annúnghere, de adnanctus ‘añadir’; óspile ‘páramo salvaje, terreno inculto’). El Dizionario Etimologico del Barbaricino di Mamoiada de Giovanni Moro (2006) es también un valioso trabajo de ayuda para el conocimiento del léxico más arcaico de la isla (giddighìa ‘escarcha’, ghelèas ‘bromas de mal gusto’, ghiddostre ‘brezo’), no carente de entradas hasta ahora desconocidas que enriquecen nuestros conocimientos sobre el influjo de los superestratos (aurrare ‘robar’ < esp. ahorrar, comète ‘comilón’ < esp. comer). Desgraciadamente, la parte etimológica, innecesaria, está llena de conexiones injustificadas. A una variedad aislada, un enclave logudorés en plena área galluresa, está dedicado el Vocabolariu lurisincu, de Pietro Depperu (2006). En Luras se conservan valiosos arcaísmos logudoreses, que en otros lugares fueron desbancados por el gallurés (minnannu ‘abuelo’, àmbula ‘botella’, de lat. hamulam; beju de lat. veclum ‘planta envejecida’; annattare ‘añadir’). El lemario está inflado con derivados e incluso formas gramaticales. También dedicado a una variedad arcaica del sardo es el Vocabolariu durgalesuitalianu de Gonario Carta Brocca (2010), útil para la recuperación de voces arcaicas, caídas en desuso en los dialectos vecinos (orga ‘grieta de la roca, lugar húmedo, fuente’, voz del sustrato que originó el topónimo Orgósolo). Al léxico de un área lateral, el logudorés noroccidental de Thiesi, está dedicado el diccionario preparado por un comité de estudiosos locales, Paraulas Thiesinas (Comunità Madonna di Seunis 2010), que de forma concisa registra voces desaparecidas en otros lugares (burrare ‘borrar’, de esp. borrar; biju ‘ternero pequeño’, de vitulum), limitándose a dar su significado. La obra resulta de utilidad.

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4.3.2. Área campidanesa (C) Al cagliaritano burgués y tradicional se dirige Lucio Artizzu en el sobrio Dizionario di Cagliari (1996), con buena ejemplificación —no considerada por Wagner— del léxico de los pescadores y de la jerga urbana (canzuru ‘cancro’, brumiggiu ‘cebo artificial’, smincìri jergal, ‘desenmascarar, desmentir’). Algo farragoso en su concepción es el Glossariu sardu-campidanese de Faustino Onnis (2004), un famoso poeta de Selargius que conocía magníficamente la fraseología popular y las jergas (cacagna ‘gallina’, spidiri ‘joder’), y que ha registrado alguna voz valiosa del campidanés (zriva < sĭlvam ‘pantano, bosque’). De todos modos, el lemario es reducido y la microestructura carece de rigor. Un diccionario bastante equilibrado por la clara indicación de los significados y los contextos de uso es el de Giovanni Casciu, Vocabolariu sardu-campidanese (2010). Dañan solamente la abundancia de variantes lematizadas (allamai, con remisión a lamài) y la presencia de numerosos italianismos (efficaci, efficienti, effìmeru). El Fueddariu Sardu Campidanesu Italianu de Giovanni Melis Onnis (2004) está confeccionado como los anteriores, con un lemario inflado por el recurso a las simples variantes o incluso a formas flexionadas y derivadas (Burrica ‘asna, burra’, Burricu ‘asno, burro’, Burricada, Burricheddu). El formato de bolsillo hace bastante útil este modesto diccionario. A un área fronteriza entre el campidanés y el ogliastrino está dedicado el buen diccionario de Paolo Pillinoca, Mancarìas. La parlata di Seui (2006). El autor, un conocido estudioso de las tradiciones de Cerdeña, periodista y escritor, ha sabido preparar un excelente vocabulario de un habla que conserva testimonios arcaicos muy valiosos, situada en un punto de unión entre logudorés y campidanés. Sintético, con buena ejemplificación, constituye un magnífico instrumento de consulta, que añade no pocos elementos novedosos al léxico repertoriado (mancarìas ‘si acaso’).

4.3.3. Monografías sobre campos semánticos concretos Una verdadera novedad, espléndidamente elaborada en el plano metodológico, es la firmada por Giuseppe Pili (2006a, 2006b, 2009), de Capoterra (a pocos kilómetros de Cagliari), con varios trabajos que conciernen únicamente a diversos campos semánticos de su habla natal, aunque con continuas remisiones a variedades campidanesas limítrofes. Hechos con extrema competencia de hablante nativo y siguiendo esquemas de clasificación por áreas semánticas y tipos de formación morfológica (derivados, compuestos), estos trabajos, además de enriquecer inmensamente el patrimonio hasta ahora transmitido casi por inercia desde Wagner a los demás diccionarios, ofrecen los contextos concretos de uso, la difusión y las acepciones verificables de cada palabra. Se trata, pues, de excelentes obras de consulta.

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Desiderata A la lexicografía sarda le faltan aún trabajos modernos de conjunto, centrados en inventariar de manera contrastada el material léxico por macrovariedades, acompañado de las etimologías admitidas internacionalmente. Sería preciso crear un equipo de trabajo consagrado al cotejo de las variantes lematizadas en los diversos diccionarios locales y a la preparación de artículos que contengan únicamente los usos aceptados y realmente documentados. El de Wagner sigue siendo de momento el repertorio diacrónico de referencia, aunque muchas de sus etimologías hayan sido superadas y parte del material allí recogido esté contaminado o sea espurio.

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Breve historia de la lexicografía rumana Monica Busuioc Institutul de Lingvistică «Iorgu Iordan-Al. Rosetti», Academiei Române

A guide to Romanian lexicography Abstract The article takes us on a tour through the history of Romanian lexicography from its beginnings in the second half of the sixteenth century to the present day. The author distinguishes two types of lexicography, academic and non-academic, listing and reviewing their most important exponents. Special attention is paid to the Dicţionarul limbii române, the Romanian Academy’s historic founding project. Four attempts were made to complete this dictionary in the course of over a century, finally culminating in the successful conclusion of the Academy’s 37-volume dictionary, which has been reprinted with assistance from the Romanian National Bank. Keywords Lexicography, multilingual dictionary, monolingual dictionary, dictionary of the Academy.

La lexicografía rumana, con un desarrollo ascendente a lo largo de más de cinco siglos, representa el más antiguo dominio de la historia de la lingüística nacional. La presente contribución trata de examinar y mostrar la relevancia de las obras que han representado los momentos de apogeo de esta disciplina lingüística en Rumania. Desde el punto de vista del prestigio científico se pueden distinguir —aunque no siempre de forma absoluta— dos direcciones y, respectivamente, dos tipos de obras lexicográficas: no académicas y académicas.

1.

Lexicografía no académica

Teniendo en cuenta la lengua de referencia, se pueden distinguir obras bilingües o plurilingües y obras monolingües.

1.1. Lexicografía bilingüe o plurilingüe Relativamente tarde, pero en relación directa con la aparición de la escritura en rumano, al comienzo del siglo xvi, los primeros intentos lexicográficos en forma de

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Monica Bosuioc

glosarios pertenecen aproximadamente al mismo período que los primeros textos escritos conservados hasta hoy. Su aparición se explica como una respuesta a la necesidad práctica de glosarios a la hora de traducir los textos eclesiásticos del eslavo al rumano. Con respecto a la datación de los primeros intentos lexicográficos adoptamos el punto de vista de Mircea Seche en su obra de síntesis dedicada a la historia y situación de la lexicografía rumana: «Dos fragmentos de vocabulario eslavo-rumano del siglo xvi, conservados hasta hoy, prueban que la aparición de la lexicografía bilingüe es casi concomitante con la de los primeros textos eclesiásticos traducidos del eslavo» (Seche 1966, 7). Esta afirmación rectifica la opinión de Iorgu Iordan según la cual «los primeros intentos lexicográficos datan de finales del siglo xvii o comienzos del siglo xviii» (Iordan 1956, 123-124) Los glosarios eslavo-rumanos inauguran la serie de los diccionarios bilingües que continuaría en los siguientes siglos en las tres provincias rumanas, Valaquia, Transilvania y Moldavia, y que constituye no solo la primera sino también la única dirección de la lexicografía rumana hasta el siglo xix. Dentro de esta serie destaca en el siglo xvii el Lexiconul slavo-românesc de Mardarie Cozianul (1900). Paulatinamente en los diccionarios bilingües la lengua eslava se substituye por el latín. Uno de ellos es el Dictionarium valachico-latinum, más conocido como Anonymus Caransebesiensis, de alrededor de 1650, la primera obra lexicográfica bilingüe con el rumano como lengua base (Anonymus Caransebesiensis 2008). También aparecen diccionarios rumanos con lenguas románicas, como el Lexicon italianromân de Constantin Cantacuzino, que contiene un número importante de términos geográficos (Tagliavini 1928). Del mismo período, en torno a 1700, data el primer diccionario trilingüe: Dicţionarul latin-român-maghiar, más conocido como Lexiconul marsilian (1930). Si inicialmente los glosarios eslavo-rumanos constaban de simples listas de palabras o combinaciones de palabras y nombres propios en las cuales al término eslavo le correspondía el rumano sin respetar el orden alfabético, ulteriormente, hasta el siglo xix, los términos son agrupados en primer lugar por materias. Esta modalidad de ordenación correspondía a la concepción de entonces conforme a la cual los diccionarios suplían a los manuales de conversación. Los diccionarios bilingües y plurilingües son meritorios por haber servido para la introducción de nuevos términos sin equivalentes en la lengua rumana, a menudo tomando como solución la incorporación de la palabra extranjera adaptada fonéticamente. Tal es el caso del Dicţionarul latinesc-românesc de Teodor Corbea, también de alrededor de 1700 (Corbea 2001). La lexicografía impresa se inicia con la publicación en el siglo xviii de un glosario de nombres de plantas trilingüe, latín-húngaro-rumano, redactado por Benkö Jozsef y que vio la luz en una revista; su importancia reside en el hecho de que representa la primera lista de nombres rumanos de plantas (Coteanu 1942). A Anton Predetici Nasodi (1793) se le debe el diccionario políglota Dictionarium trium linguarum Germano-latina et Daco-Romana. Las obras bilingües o plurilingües del primer cuarto del siglo xix realizadas sobre todo en Transilvania sufren la influencia de la corriente latinista en su intento de

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demostrar, mediante la selección de palabras, sus formas y las indicaciones etimológicas, la latinidad del léxico rumano, a veces sacrificando la realidad objetiva. De las obras impresas mencionamos el diccionario de Andreas Clemens Kleines walachisch-deutsch und deutsch-walachisches Wörterbuch (Clemens 1823), en el que el material está organizado por primera vez en «nidos» o familias léxicas; el Dicţionariu rumânesc, latinesc şi unguresc de Ioan Bobb, obra en dos tomos impresa con alfabeto latino que inaugura las exageraciones latinistas mediante la forma latinizante y etimologizante de las palabras rumanas (Bobb 1822-1823); y el Lexiconul de la Buda o Lesicon românesc-latinesc-unguresc-nemţesc (Lexiconul de la Buda 1825), considerado como punto de referencia del comienzo de la lexicografía rumana moderna por ser el primer diccionario explicativo y etimológico impreso y dotado de un aparato científico al nivel de las mejores obras extranjeras similares de la época. Hacia mediados del siglo xix se observa la multiplicación y, al mismo tiempo, la especialización, acompañada de un reparto geográfico distinto de la lexicografía bilingüe, en el sentido de que en Transilvania aparecen los diccionarios alemano-rumanos (y rumano-alemanes) mientras que en Valaquia surgen tanto los franco-rumanos (y rumano-franceses) —gracias a la fuerte influencia francesa en esta región— como los latino-rumanos, como consecuencia del influjo de la corriente latinista. De este modo, en Transilvania aparecen el Vocabular românesc-nemţesc de Andrei Iser (1850); el Vocabular româno-german de G. A. Polizu (1857), relevante por establecer la lista de palabras a partir de textos y no de diccionarios anteriores; el Dicţionarul portativ german-român de Theochar Alexi (1908); el Vocabulariu român-nemţesc de Sab. Pop-Barcianu (1900), fiel a los principios latinistas; y en Valaquia el Vocabular purtăreţ rumânesc-franţozesc şi franţozesc-rumânesc de J. A. Valian (1839), que en algunas partes es un verdadero diccionario explicativo rumano; el Vocabular franţezo-românesc de P. Poenaru, F. Aaron y G. Hill (1840-1841) en dos tomos, impresionante por la extensión de la lista de palabras; el Dicţionariu franceso-român de Teodor Codrescu (Codresco 1959); y el Dictiunar româno-frances de Raoul de Pontbriant (1862), obra de grandes proporciones con indicaciones etimológicas de tipo moderno. El Vocabular româno-frances de I. Costinescu (1870), por último, cuenta con una notable parte rumana, que le confiere valor de diccionario monolingüe, ya que incorpora amplias explicaciones en rumano de todas las palabras y unidades fraseológicas; otras características de esta obra son su orientación hacia la definición enciclopédica, el empleo de contextos creados o traducidos y una nomenclatura centrada en voces con circulación real en la lengua y en sintagmas del dominio técnico-científico. Hay que remarcar el hecho de que a falta de diccionarios monolingües, hasta el último cuarto del siglo xix no se había producido en la lexicografía rumana una estricta especialización y delimitación, de modo que los diccionarios bilingües son a la vez etimológicos y explicativos, como es el caso del Vocabularul de Costinescu. 1.2. Lexicografía monolingüe La lexicografía monolingüe es casi inexistente hasta la primera mitad del siglo xix y bastante reducida hasta finales de la misma centuria. La explicación reside en el

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hecho de que la realización de un diccionario de la lengua nacional necesita de condiciones más complejas y más difíciles de reunir que las que hacen falta para la redacción de diccionarios bilingües y plurilingües, favorecidos por la existencia de modelos extranjeros. El primer diccionario explicativo completo de la lengua rumana es el manuscrito titulado Condica limbii rumâneşti de Iordache Golescu (c. 1832), en el cual los términos, agrupados en «nidos» o familias léxicas, están ilustrados con ejemplos creados o con proverbios y se acompañan de indicaciones etimológicas.

1.2.1. Lexicones de neologismos Podrían considerarse como diccionarios monolingües los primeros lexicones de neologismos que contienen definiciones en rumano de todos los términos registrados, ejemplos propios o traducidos y observaciones etimológicas. Un primer intento de redacción de un glosario de neologismos y, a la vez, la primera obra lexicográfica en la que aparecen algunas sumarias definiciones explicativas es Scară a numerelor şi cuvintelor streine tălcuitoare, un anexo a la novela Historia ieroglifică de Dimitrie Cantemir, de 1704. Si tenemos en cuenta el hecho de que casi la mitad del léxico rumano moderno está formada por neologismos que entraron en la lengua a partir de la segunda parte del siglo xix, resulta evidente la utilidad de obras lexicográficas que expliquen los nuevos términos, como por ejemplo el Vocabular roman de I. D. Negulici (1848), el Nou dicţionar portativ de E. Protopopescu y V. Popescu (1862), el Dicţionar rumân de G. M. Antonescu (1862) o el Cel mai nou dicţionar de buzunar de A. Steinberg (1886). La necesidad de realizar estos diccionarios era urgente en una época marcada por profundas transformaciones en la sociedad rumana. El proceso fue acelerado, además, por las numerosísimas traducciones de lenguas modernas, por los estudios en el extranjero de los jóvenes rumanos, la introducción del francés en las escuelas, el contacto con los oficiales y los ejércitos rusos durante las guerras contra los turcos y el período del Reglamento Orgánico, todo lo cual explica el enriquecimiento sin precedente del léxico en la primera mitad del siglo xix. Se produce también un proceso de relatinización en el cual la lengua se purifica con la introducción de términos latinos y románicos que sustituyen a los elementos eslavos y turcos, fenómeno que lleva a veces a la adquisición de términos artificiales que ulteriormente han sido eliminados. Algunas características comunes de los primeros diccionarios de neologismos son la introducción de términos antiguos que necesitaban —en opinión de los autores— de explicaciones, la presencia de indicaciones etimológicas, grafías afectadas por latinización o romanización, adopción de definiciones analíticas y sinonímicas, recurso a notas enciclopédicas, así como una modo de adaptación de los neologismos diferente de un autor a otro que refleja la diversidad formal de las nuevas voces hasta su consagración en la lengua.

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Hacia finales del siglo xix y durante la primera mitad del siglo xx su número se reduce, pero siguen siendo las obras más populares de la categoría de los diccionarios monolingües; no obstante, por su carácter improvisado, la gran mayoría tienen hoy solo valor histórico. Mucho más tarde, en la segunda mitad del siglo xx, aparece el más conocido Dicţionar de neologisme de Fl. Marcu y C. Maneca (1961). De alto valor científico, conforme a las exigencias de la época, este diccionario ha gozado de un auténtico éxito, hasta alcanzar más de diez ediciones, revisadas, completadas y actualizadas primero por los dos autores y después de la desaparición del segundo autor, exclusivamente por Florin Marcu. El mérito del diccionario reside en la interpretación del neologismo en sentido restringido, con referencia solo a los préstamos recientes de la lengua rumana y sus derivados creados en rumano a partir de finales del siglo xviii. Las definiciones son simples, accesibles y principalmente analíticas.

1.2.2. Diccionarios enciclopédicos Los diccionarios enciclopédicos comprenden diccionarios enciclopédicos y enciclopedias propiamente dichas. El primer intento lexicográfico colectivo con carácter enciclopédico es el Leksiconul de conversaţie de A. Gavra, del cual se publicó en Iaşi en 1842 un único fascículo, al que más tarde, en 1847, seguiría el primer tomo, con el título de Lesiconul de conversaţie storicesc-religionariu. El primer diccionario universal de carácter general es la Enciclopedia română en tres volúmenes de C. Diaconovich (1898-1904), que se distingue por la organización alfabética de los nombres propios y comunes pertenecientes a la terminología específica de los principales ámbitos de actividad. Minerva: Enciclopedie română (1930), en un volumen, destinada a un amplio público, es un diccionario enciclopédico notable por la riqueza del material informativo nacional de la respectiva época y por la sección explicativa explícita. En la segunda mitad del siglo xx aparece el Micul dicţionar enciclopedic (1972) en un volumen, que será reeditado en varias ocasiones, una de ellas en siete volúmenes de alto nivel científico, con la información actualizada y con definiciones liberadas de restricciones ideológicas impuestas en la época comunista.

1.2.3. Diccionarios de terminologías especiales Los diccionarios de terminologías especiales, inexistentes en el pasado, representan un tipo de diccionario característico de la lexicografía rumana contemporánea. Muy numerosos y dedicados a diversos dominios de actividad, de gran utilidad para los especialistas, a menudo se sitúan en el límite entre los diccionarios enciclopédicos y los de terminologías especiales. Destaca el Lexiconul tehnic român (1949-1955) en siete volúmenes, y sobre todo la segunda edición en 18 volúmenes. La obra se distingue por el esfuerzo de un impresionante número de autores en elaborar, por iniciati-

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va de la Asociaţia ştiinţifică a tehnicienilor, un diccionario destinado a los especialistas que reúna la terminología de todas las ramas de las ciencias técnicas. Las definiciones son lingüísticas seguidas de indicaciones de naturaleza enciclopédica referentes a estructuras, categorías, usos, etc. y de los sinónimos utilizados por los especialistas. Además, por indicar las correspondencias en cinco lenguas extranjeras (inglés, francés, alemán, ruso y húngaro), el diccionario puede ser incluido en la serie políglota. La nueva versión es superior por la extensión de la lista de términos y sintagmas, la inclusión de numerosas acepciones como artículos únicos, la introducción de indicaciones morfológicas, especialmente el plural de los sustantivos —necesario cuando difiere del de la lengua común—, así como por el aumento de notas enciclopédicas, figuras y diagramas. Muy bien valorado por ser más accesible para los especialistas ha sido el diccionario técnico en un volumen y derivado del gran lexicón, el Dicţionarul politehnic (Karniol / Neumann / Ţiţeica 1957), que consigue organizar con más claridad el material y concentrar las definiciones.

1.2.4. Diccionarios y glosarios regionales El interés por este tipo de diccionarios se explica por la idea de que a la constitución de la lengua rumana literaria moderna tienen que contribuir de modo equilibrado todas las hablas dacorrumanas. Desde su creación, la Academia Română se ha preocupado por la recogida de material léxico a partir de encuestas. Pero tan solo en el cuadro de la elaboración del diccionario académico Sextil Puşcariu ha publicado en las colecciones de la Academia una serie de glosarios regionales, monografías y recopilaciones folclóricas, operación paralela a la recogida de material para el Atlasul lingvistic român. Las iniciativas personales debidas a aficionados o profesionales se han propuesto evidenciar la riqueza léxica de varias localidades y regiones. Destacan, en este ámbito, los dos volúmenes de Lexic regional (1960-1967), en los que los glosarios son acompañados de estudios introductivos.

1.2.5. Diccionarios de sinónimos El primer diccionario de sinónimos pertenece al siglo xix: Vocabular de câteva vorbe sinonime de C. Canella (1867). A principios del siglo xx aparece el primer volumen de la obra Synonimele limbii române de C. I. V. Severin (1923), en el cual la organización del material se realiza por la selección de «cabezas» de series bajo las cuales se concentran series sinonímicas relativamente ricas. Netamente superior y de gran éxito público es el Dicţionarul de sinonime elaborado de Luiza y Mircea Seche (1982), con una segunda edición revisada y aumentada. Los autores han aplicado criterios rigurosos para establecer las condiciones de uso de los sinónimos y la jerarquización de los significados de más de 35 000 térmi-

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nos, determinando las equivalencias sinonímicas por sentidos y por el modo de distribución de los mismos. Para evitar la ambigüedad inherente al significado de algunas palabras, optaron por ilustrarlas mediante breves contextos. La distribución de sinónimos por sentidos y, en el interior de los sentidos, la sinonimia marcada estilísticamente y también en el nivel diacrónico y regional confieren al diccionario una sólida base científica y lo sitúan muy por encima de los escasos intentos anteriores, que constaban de simples glosas.

1.3. Grandes diccionarios monolingües El séptimo decenio del siglo xix marca el inicio de la época de los grandes diccionarios, un importante avance en la historia de la lexicografía rumana que supera por importancia y valor científico a los diccionarios bilingües.

1.3.1. Grandes diccionarios monolingües enciclopédicos El Dicţionarul etimologic daco-român de Alexandru Cihac (1870-1879) representa la primera obra de carácter científico consagrada exclusivamente al dominio de la etimología rumana, de visión moderna y sin la influencia de la corriente latinista. Redactado en francés, el diccionario ha tenido una amplia circulación y reconocimiento internacional. El material se organiza por su origen y la lista de términos se establece sobre la base de numerosos y variados textos escritos, citados como fuentes y para la ilustración de los significados. La obra es desigual desde el punto de vista científico por haber admitido entre los elementos eslavos del rumano un gran número de términos no eslavos y también por haber explicado los préstamos eslavos por todas las lenguas eslavas en las que aparecen formas similares. Casi un siglo después, entre 1958-1966, se publica en La Laguna el Diccionario etimológico rumano de Alexandru Ciorănescu, obra de síntesis de gran valor científico redactada en español y traducida al rumano en 2009. Sin aportar contribuciones personales en el dominio etimológico, el diccionario destaca por la organización por «nidos» o familias léxicas heterogéneas que reúnen tanto derivados propiamente dichos como términos emparentados pero llegados a la lengua de forma independiente; también hay que valorar su riqueza léxica, la información referente a los dialectos rumanos del sur del Danubio (arrumano o macedorrumano, meglenorrumano e istrorrumano), la introducción de los conceptos de «etimología desconocida» y «formación expresiva», así como el recurso a la etimología múltiple y a las leyes fonéticas.

1.3.2. Grandes diccionarios monolingües explicativos A finales del siglo xix y sobre todo en la primera parte del siglo xx aparece una serie de grandes diccionarios explicativos monolingües de tipo general, resultado de ini-

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ciativas personales que intentan suplir la falta de un diccionario académico general y, al mismo tiempo, satisfacer la necesidad de información del gran público. El primero, desde el punto de vista cronológico, de estos diccionarios es el Dicţionarul universal al limbii române de Lazăr Şăineanu (1896), el diccionario más popular de la historia de la lingüística rumana, publicado en nueve ediciones de gran tirada. Se trata de un diccionario de la lengua usual de finalidad didáctica e instrumento de información rápida por la inclusión de los nuevos términos de todos los dominios de la vida social, de las así llamadas «palabras históricas» y de los regionalismos usados por los grandes escritores. Se caracteriza también por la exclusión de los elementos sin existencia real que habían quedado perpetuados por tradición en los diccionarios anteriores. El Dicţionar etimologico-semantic al limbii române de Alexandru Resmeriţă (1924) cuenta con una parte etimológica, tributaria de la concepción latinista y purista, que es inutilizable. No obstante, la parte explicativa de la obra es apreciable. El Dicţionarul enciclopedic ilustrat «Cartea Românească», redactado por I. Aurel Candrea —la parte explicativa— y Gh. Adamescu —la parte enciclopédica de nombres propios— (1926-1931), representa la obra lexicográfica monolingüe más importante de la primera mitad del siglo xx por su amplitud y valor científico. La primera sección se distingue por la extensa lista de vocablos (términos literarios y populares, regionalismos, neologismos corrientes, terminología técnica neológica), la agrupación de las variantes léxicas y fonéticas inmediatamente después del encabezamiento, el uso de símbolos convencionales para indicar tanto los dominios a los que pertenecen las palabras como también los regionalismos, arcaísmos y neologismos, la interpretación semántica de las fuentes, las definiciones acompañadas de ilustraciones, las citas textuales, la introducción de unidades fraseológicas (proverbios, sintagmas, locuciones, expresiones) y la etimología (a veces con reducción de la etimología múltiple a la francesa). El Dicţionaru limbii româneşti de August Scriban (1939) es considerado de valor intermedio entre los diccionarios de L. Şăineanu y Al. Resmeriţă, por un lado, y el diccionario de I. A. Candrea, por otro, tanto desde el punto de vista de la extensión de la lista de palabras, la riqueza de las variantes léxicas, las indicaciones etimológicas, la información sobre la situación espacial y temporal de las palabras y sus variantes y acepciones, como por la calidad de la sección explicativa.

1.3.3. Grandes diccionarios bilingües En el mismo período aparecen dos grandes diccionarios bilingües que, por su estructura preponderantemente explicativa, sobrepasan el perfil propio de este tipo de repertorios con el intento de unir dos obras lexicográficas independientes en una organización única. El primero de ellos, el Nouveau dictionnaire roumain-français, en cuatro volúmenes, redactado por Fr. Damé (1893-1895), es una obra notable por el escrupuloso análisis semántico, la introducción del concepto de acepción subordinada a una acepción principal y la riqueza de las unidades fraseológicas.

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El otro gran repertorio bilingüe es el Dicţionarul român-german (Rumänisch deutsches Wörterbuch), en tres volúmenes, de H. Tiktin (1903-1924), que presta especial atención al aspecto literario de la lengua, lo cual se refleja en la lista de términos (selección de términos atestiguados en textos e introducción de neologismos usuales), en la diversidad de las fuentes y en las remisiones exactas incluso en el caso de las variantes. Otras características serían la presencia de indicaciones sobre el acento y de carácter gramatical, la organización de la filiación semántica conforme al criterio histórico, el uso de amplias perífrasis en lengua extranjera en lugar de un simple equivalente y la mención de la etimología de las palabras rumanas. La lista de los diccionarios bilingües comprende una multitud de obras de varias dimensiones —generales o, a partir del siglo xx, centradas en terminología especializada— redactadas por autores individuales o por colectivos de lexicógrafos especializados en diferentes idiomas. Representan un instrumento apreciado en la traducción debido a las cualidades que han ido adquiriendo a lo largo del tiempo: selección atenta de la lista de palabras, limitación al equivalente extranjero del término, cuidado de la polisemia o enriquecimiento de las unidades fraseológicas.

2.

Lexicografía académica

Se trata de la lexicografía realizada bajo la égida de la Academia Rumana, el más alto foro científico del país, que incluye extensas obras elaboradas principalmente por grandes colectivos de especialistas en un período que se inicia con la fundación de la institución académica en pleno proceso de formación del nuevo estado nacional rumano, nacido en 1859 por la unión de los principados de Valaquia y Moldavia.

2.1. Diccionarios monolingües La falta de un diccionario explicativo general de la lengua rumana empezó a sentirse con más fuerza en la segunda mitad del siglo xix, cuando la rápida transformación del léxico rumano exigía una labor normativa con respecto a las palabras y sus significados. La necesidad de elaborar y publicar un gran diccionario tesoro de la lengua nacional fue una de las tres desideratas (junto a la ortografía y la gramática) fijadas desde su creación por la Sociedad Académica Rumana (1867), transformada ulteriormente en Academia Rumana (1879). La concepción y el modo en que se llevó a la práctica la realización del Dicţionarul academic provocó desde el comienzo vivas disputas, polarizadas en dos direcciones: · la latinista, incluso extremista, que intentaba probar el carácter latino de la lengua rumana mediante la eliminación del diccionario de los términos no latinos (a lo más se aceptaban los términos románicos y griegos), · la lingüística, de nueva orientación, que abogaba por la inclusión de los términos de cualquier origen que estuvieran integrados en el uso normal de la época. La historia de la elaboración del Dicţionarul academic entre 1869 y 2010 comprende cuatro intentos, de los cuales solo el primero y el último han llegado a su

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meta. Sin embargo, a pesar de las vicisitudes de la época del régimen comunista totalitario, todos esos intentos ilustran los grandes esfuerzos desplegados a lo largo de este extenso período para realizar el diccionario de la Academia Rumana. El primer intento es el de A. T. Laurian y I. Massim (1871-1877), miembros de la Sociedad Académica Rumana y representantes de la corriente latinista, quienes consiguen redactar y publicar el Dicţionarul limbii române en tres tomos. El hecho de ampliar la lista con vocablos creados o prestados de otras lenguas pero inexistentes en el léxico rumano (procedimiento encontrado también en diccionarios anteriores), así como la rigurosa y rígida aplicación de los principios de la ortografía etimologizante, disminuyen el mérito de la obra, el de ser el primer Dicţionar académico general, histórico y etimológico redactado íntegramente; a falta de una tradición lexicográfica, representa la cabeza de una serie por el modo de organización de los artículos, las clasificaciones semánticas diacrónicas o las definiciones lingüísticas modernas ilustradas con ejemplos que completan la definición con notas enciclopédicas. En cuanto a la etimología, los autores proponen a menudo soluciones correctas para los préstamos recientes (sobre todo románicos) y adoptan el principio de la etimología múltiple. El segundo intento de elaboración del Diccionario académico pertenece a B. P. Hasdeu, miembro de la Academia Rumana. Su monumental obra lexicográfica, Etymologicum Magnum Romaniae (Petriceicu-Hasdeu 1972-1976; ed. original: 18871893) fue concebida con un proyecto demasiado vasto y no pudo ser finalizada (en su tercer y último volumen llega hasta la entrada bărbat). Aunque gozó de prestigio, por la extensión y abundancia de la información enciclopédica, la obra no satisfacía los requisitos del foro académico. Como reacción antilatinista, Hasdeu no prestó atención, con raras excepciones, a los neologismos, pero registró numerosas palabras del rumano antiguo, del lenguaje popular y regional, recogidas de diversas fuentes, reproducidas con ortografías fonéticas y acompañadas de etimologías viables, en gran parte, hasta hoy. Aunque por un lado las definiciones explicativas son desiguales en su extensión, o en algunos casos inexistentes, y además predominan los datos extralingüísticos, por otro lado las indicaciones respecto a la situación geográfica, estilística, etc. a nivel sincrónico y diacrónico representan una novedad que será adoptada y continuada. El ritmo de elaboración de la obra, demasiado lento, determinó el inicio del tercer intento: en 1897 la redacción del diccionario fue asignada al profesor Al. Philippidi, también miembro de la Academia, que consigue acabar cerca de un cuarto del diccionario, hasta la preposición de. El tipo de diccionario elaborado por Philippidi, con las modificaciones efectuadas ulteriormente, es el que más se acerca a lo que debía ser un diccionario lingüístico (obligatoriedad de la definición de todas las palabras, limitación a los datos estrictamente semánticos y exclusión de los enciclopédicos, inclusión de todas las palabras proporcionadas por el rico material léxico recopilado, adopción de signos convencionales que marquen la situación de las palabras en relación con la lengua literaria de la época, indicaciones fonéticas y morfológicas, concentración de la etimología e ilustración con fuentes en orden cronológico).

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En 1905 la misión de redactar el diccionario fue encomendada a Sextil Puşcariu (1877-1948), entonces miembro correspondiente de la Academia Rumana (y titular desde 1914), insigne personalidad de la cultura y lingüística rumanas de la primera mitad del siglo xx. De los cuatro intentos de elaboración del diccionario académico general, solo el último queda reconocido bajo el nombre de Dicţionarul Academiei (DA) e incluso como Dicţionarul lui Puşcariu, gracias al prestigio conseguido y al hecho de que, desde el punto de vista científico, este diccionario supera los intentos anteriores y representa hasta hoy un modelo lexicográfico que, desgraciadamente, no pudo ser acabado. Los primeros tres intentos han demostrado que la labor lexicográfica corresponde a especialistas y que la elaboración del diccionario académico debe ser una actividad colectiva. Hay que añadir también que los plazos demasiado cortos impuestos en el pasado, que nunca pudieron ser respetados, deben ser reconsiderados. Convencido que una obra lexicográfica no debe ser confundida con el vocabulario de una lengua, Puşcariu evita tanto el carácter exhaustivo, presente en la obra de Philippidi, como la exclusión del aporte neológico del diccionario de Hasdeu. Por ser un diccionario histórico y general, el autor registra con generosidad las palabras antiguas, populares y regionales, incluso las de significado sin precisar, pero inicialmente da pruebas de purismo e impone restricciones respecto a los neologismos, probablemente bajo la influencia de la lexicografía académica francesa y también debido a las indicaciones de la Comisión del diccionario, concepción que se modificaría a medida que los neologismos se integran en el vocabulario rumano. Puşcariu consigue elaborar artículos en los que los elementos componentes constituyen una estructura equilibrada y proporcionada, conservada con pequeñas modificaciones también en la nueva serie del diccionario académico, a saber: entrada, categoría gramatical, dominio al que pertenece, traducción de las acepciones al francés, situación histórica, geográfica y estilística, definición, fuentes, unidades fraseológicas, formas gramaticales, variantes léxicas y etimología. A partir de la segunda parte de la letra B, por motivos tipográficos se adopta el método de los «nidos» o familias léxicas, común en la época y utilizado en el Glosarul del Dicţionarul de Laurian / Massim (1871-1877), que unen al término base sus derivados, lo cual los priva de definición y dificulta la consulta del diccionario. Aunque su deseo era realizar una obra lexicográfica lingüística y no una enciclopédica, Puşcariu no renuncia totalmente a la presentación narrativa del significado de algunas palabras antiguas y populares por la dificultad de separar la lingüística de la historia y la historia de la cultura y del folclore. El Diccionario incluye la traducción al francés de las palabras rumanas, procedimiento utilizado también en diccionarios anteriores y considerado necesario en una época en que la lengua rumana era poco conocida en el mundo científico internacional. Del Dicţionarul academic (Academia Română 1913-1949), redactado bajo la dirección de Puşcariu, han aparecido los siguientes volúmenes: tomo i, parte i, A-B (1913); t. i, parte ii, C (1940); t. i, parte iii, fascículo i, D-De (1949); t. ii, parte i, F-I/Î

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(1934); t. ii, parte ii, fascículo i, J-Lacustru (1937); t. ii, parte ii, fascículo ii, LadăLepăda (1940); t. ii, parte ii, fascículo iii, Lepăda-Lojniţă (1948). La inclusión forzosa de Rumania en el bloque comunista tuvo importantes consecuencias en la actividad científica del país. Después de la reorganización de la Academia según criterios políticos en 1948, la elaboración del diccionario académico general continúa, entre 1949 y 1952, bajo la dirección de Iorgu Iordan, miembro de la Academia, con la obligada revisión ideológica de la parte publicada por Puşcariu y una primera redacción de las partes que quedaron sin elaborar. El trabajo, no obstante, fue interrumpido por decisión de la presidencia de la Academia, al considerar que otros diccionarios eran más urgentes y más útiles para satisfacer las nuevas necesidades de índole político-cultural de la época. En 1959 se vuelve a la realización del diccionario académico pero se decide, por los mismos motivos políticos, abandonar las líneas maestras de la parte ya publicada, conocida y utilizada por romanistas de todo el mundo, y elaborar una nueva versión que debía empezar con la letra M y, una vez acabada, reelaborar sobre las mismas bases toda la parte publicada por Puşcariu. De hecho, al acabar la letra Z se inicia la redacción de las letras D y L, no finalizadas, y la letra E, sin redactar por el antiguo grupo. A la nueva versión del Dicţionarul limbii române, subtitulada Serie nouă (Academia Română 1965-2000 y 2006-2010), se atribuye la sigla DLR. La numeración de los tomos empieza con la letra m, a la que se asigna el número vi a pesar de que la serie antigua tenía solo dos tomos (i y ii, cada uno dividido en partes y fascículos), pero a partir de la letra d de la nueva serie la numeración vuelve a la versión anterior. Los tomos del DLR aparecieron inicialmente bajo la dirección de los tres redactores responsables, los académicos Iorgu Iordan, Alexandru Graur e Ion Coteanu. Después, entre 1992 y 2002, se hizo cargo de la dirección Ion Coteanu y a continuación Marius Sala y Gheorghe Mihăilă. Las distintas partes se han elaborado en los tres institutos de especialidad del país, distribuidos del siguiente modo: – En Bucarest, tomo vi, letra M (publicado inicialmente en 13 fascículos entre 1965 y 1968 y ulteriormente en un volumen en 1968); t. viii, parte 1, letra N (1971); t. viii, letra P (publicada en cinco partes, entre los años 1972-1984); t. x, letra S (publicada en cinco partes, entre los años 1986-1994); tomo xiv, letra Z (2000); t. i, parte 3, D-Deînmulţit (2006); t. i, parte 4, Deja-Deţinere (2006); t. i, parte 5, Deţinut-Discopotiriu (2007) y t. i, parte 6, Discord-Dyke (2009). – En Cluj-Napoca: tomo vii, parte 2, letra O (1969); t. ix, letra R (1975); t. xi, partes 2 y 3, letra T (publicada en dos partes, en los años 1982-1983); t. xii, parte 1, letra Ţ (1994); t. xii, parte 2, letra U (2002); t. v, letra L, Li-Luzulă (2008); t. iii, letras J, K, Q (2010). – En Iaşi: tomo xi, parte 1, letra Ş (1978); t. xiii, letra V (publicada en tres partes, entre los años 1997-2005); t. iv, L-Lherzolită (2008); t. i, parte 7, E-Erzaţ (2009); t. i, parte 8, Es-Ezredeş (2010). El Dicţionarul academic (DLR) representa la continuación en forma nueva del Dicţionarul academic (DA) en el sentido de que la conservación en gran parte de los

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principios del DA asegura la continuidad, mientras que la modificación de algunos principios debida a la modernización de la lexicografía internacional y rumana le confiere el carácter de novedad. Las diferencias no son esenciales y las similitudes resultan de la estructura de conjunto de cualquier diccionario monolingüe de tipo histórico y general (los criterios de constitución de la lista de palabras, la determinación de la forma de la entrada de las mismas, la organización y los principios de redacción de los componentes del artículo de diccionario). Las divergencias se refieren al material léxico (mucho más extenso en DLR), los neologismos (incluidos en el DLR con un criterio científico de selección: su aparición en por lo menos dos estilos diferentes de la lengua), los «nidos» o familias léxicas (eliminadas en el DLR), la definición (que se torna obligatoria para todas las palabras y de la que en el DLR se eliminan las digresiones extralingüísticas), las fuentes (en el DLR se renuncia a la separación en fuentes de definición e ilustrativas), la etimología (concentración máxima en el DLR) y la eliminación de las traducciones al francés de las acepciones de las palabras rumanas. Dado que prevalecen las similitudes, consideramos que la nueva serie no representa un nuevo intento, el quinto, de redacción del diccionario académico, sino una continuación natural del cuarto y último intento. El Dicţionarul limbii române, con las dos series DA, llamado también tezaur por su gran riqueza léxica, representa cronológicamente el segundo Dicţionar academic general realizado íntegramente. El último diccionario, que reúne el DA y el DLR, supera todo lo realizado anteriormente en la lexicografía rumana y constituye la más amplia e insigne obra lexicográfica de la historia de la lingüística rumana, comparable con los diccionarios similares de otras lenguas. En 2010, gracias al apoyo del Banco Nacional de Rumania, las dos series del Dicţionarul limbii române publicadas en 37 volúmenes han sido reimpresas en edición facsímil en 19 tomos y con excelentes condiciones gráficas. El mismo año, al finalizar el diccionario académico, la presidencia de la Academia Rumana (reorganizada según sus principios fundacionales después de la restauración de la democracia en Rumania en 1989) decide refundir la antigua serie del diccionario en una edición actualizada e informatizada. Actualmente se está redactando en formato xml con el conocido programa Oxygen, creado en Rumania y muy apreciado en el extranjero, que ofrecerá la posibilidad de consultar en Internet el diccionario tesoro rumano como parte del circuito mundial de valores. 2.2. Diccionarios académicos de dimensiones reducidas Una interesante iniciativa de elaborar un diccionario que se sitúe, en cuanto al número de palabras y estructura, entre el DEX, el diccionario para el gran público, y DLR, el diccionario tesoro dedicado a especialistas, ha llevado a la confección del Micul dicţionar academic o MDA (Academia Română 2001-2003), publicado en cuatro volúmenes en los que se comprimen los 32 volúmenes del gran diccionario tesoro existentes en aquel momento sin perder ninguna información lingüística importante referente a las palabras (forma de la entrada, categoría gramatical, área de difusión, etimología, variantes, definición de los sentidos, usos estilísticos), a

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excepción de las citas. Al sacrificar un gran número citas y referencias se ha reducido sustancialmente el volumen (se ha conservado solo la fecha del primer testimonio). En el momento de su aparición, con aproximadamente 175 000 palabras y variantes, el MDA era la más extensa obra lexicográfica de la lingüística rumana, aunque fue superada después por el DLR. 2.2.1. Diccionarios académicos explicativos de la lengua literaria La decisión de la presidencia de la Academia en el año 1952 de interrumpir la elaboración del gran diccionario académico fue motivada por el hecho de que este diccionario descuidaba el aspecto estrictamente contemporáneo de la lengua en un período en que se sentía la necesidad de elaborar diccionarios consagrados al vocabulario actual, redactados por grandes colectivos, como el Dicţionarul limbii române literare contemporane y el Dicţionarul limbii române moderne. El Dicţionarul limbii române literare contemporane, DL (Academia Română 1955-1958a), en cuatro volúmenes, está dedicado a la lengua literaria contemporánea y limitado a la lengua escrita de obras literarias, científicas, etc. de los siglos xix y xx. Entre los criterios de redacción se encuentra el uso de definiciones breves y claras sin concesiones enciclopédicas y verificadas por especialistas de los dominios de referencia, además de que el orden de las acepciones (y de las fuentes citadas) no es el diacrónico, sino que se da prioridad a los sentidos actuales más conocidos. En el Dicţionarul limbii române moderne, DM (Academia Română 1955-1958b), concebido como una versión abreviada en un volumen del Dicţionarul limbii române literare contemporane, los autores han aplicado las siguientes medidas para reducir la extensión del mismo: eliminación de las citas (se conservan algunos ejemplos para los instrumentos gramaticales y palabras anticuadas, regionales o figuradas), reducción de la parte explicativa (por concentración de las definiciones, unificación de acepciones afines y eliminación de las menos conocidas), filiación de los sentidos a partir del uso actual y reducción del tamaño del cuerpo de letra. Con ilustraciones e indicaciones etimológicas, con un número de palabras superior al de otros diccionarios en un volumen y con una gran tirada, ha sido durante veinte años la obra lexicográfica más popular. 2.3. Dicţionarul explicativ al limbii române De mayor éxito ha gozado otro diccionario académico monolingüe en un volumen, realizado, igual que el anterior, en el Instituto de Lingüística de Bucarest: el Dicţionarul explicativ al limbii române, DEX (Academia Română 1975). En buena parte representa la continuación de los principios introducidos en la lexicografía rumana por el Instituto académico bucarestino. Concebido como un vasto repertorio del vocabulario rumano, el DEX registra y explica palabras, acepciones y unidades fraseológicas frecuentes en el uso de mediados del siglo xx, términos populares, regionales y arcaicos que aparecen en la literatura clásica, así como locuciones y

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expresiones necesarias en la descripción de las palabras. Sin ser un diccionario etimológico propiamente dicho, conforme a la tradición, el DEX indica el origen de las palabras registradas; renuncia asimismo a las ilustraciones e introduce una serie de láminas de diversos temas y dominios. Convertido en un verdadero best-seller, su reedición era una necesidad del mercado que se satisfizo dos decenios más tarde, cuando aparece la segunda edición revisada y aumentada con la introducción del material del Suplimentul al DEX del año 1988 y de otras fuentes léxicas. La segunda edición tuvo otras dos tiradas. La primera en 2009, que representa la actualización de la edición anterior conforme a las normas ortográficas, ortoépicas y de puntuación de la segunda edición del Dicţionarul ortografic, ortoepic şi morfologic al limbii române (DOOM2). La edición extiende y actualiza la lista de palabras mediante la introducción de los nuevos términos, y también actualiza y moderniza las definiciones de elementos de gran interés público (informática, finanzas, religión, derecho, medicina, etc.), inexistentes o deficientemente tratados en los diccionarios de la época comunista. También es novedosa la notación con el signo gráfico ® de los términos que representan la denominación oficial de marcas comerciales conforme a la legislación internacional en vigor. La nueva tirada de la segunda edición de DEX, que aparece en 2012, modifica las definiciones de términos susceptibles de una interpretación discriminatoria, referentes a minorías étnicas, raciales o sexuales conforme a la legislación internacional en vigor. 2.4. El diccionario etimológico de la lengua rumana Una atención especial merece el proyecto de elaboración, en el Instituto de Lingüística de Bucarest, del Dicţionarul etimologic al limbii române (DELR, Academia Română 2011), con las dos primeras letras ya publicadas. El DELR representa el estado actual de la investigación etimológica de la lingüística sincrónica y diacrónica. Con un inventario que comprende todas las palabras registradas en el DEX y el DLR pertenecientes a todos los estratos de la lengua, desde las más antiguas y dialectales hasta las más recientes y la presentación de las primeras documentaciones (inclusive para los componentes de las familias léxicas), el diccionario evalúa críticamente las etimologías de los diccionarios anteriores, acuerda la prioridad a las soluciones mixtas, acepta el criterio de la etimología múltiple interna e indica, donde es posible, los medios analógicos de creación de nuevas palabras. Del Diccionario de la Academia redactado por Sextil Puşcariu se toman algunos usos: la traducción al francés de las acepciones de las palabras, la mención de las correspondencias heredadas en los dialectos del sur del Danubio y en las demás lenguas románicas y la promoción de la etimología múltiple externa. 2.5. Diccionarios académicos enciclopédicos De los otros tipos de diccionarios realizados bajo los auspicios de la Academia Rumana, lo cual les confiere autoridad y les asegura un alto nivel científico, menciona-

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mos el Dicţionarul enciclopedic român (Academia Română 1962-1966), en cuatro volúmenes, elaborado en la segunda mitad del siglo xx. Se trata de un importante instrumento de información sobre los más variados dominios del conocimiento. Realizado por especialistas, la unidad del diccionario la aseguró un equipo de lexicógrafos, que han decidido la orientación hacia las realidades presentes, la jerarquización en la presentación del material y la combinación de los criterios estrictamente científicos con el criterio de la accesibilidad. Su mérito especial consiste en la contribución para establecer y consagrar una terminología de especialidad mediante un proceso de rumanización de corte moderado.

2.6. Diccionarios académicos bilingües Un lugar aparte ocupan los grandes diccionarios académicos bilingües elaborados en el Instituto de Lingüística de Bucarest por grandes colectivos de autores, esto es, el Dicţionarul german-român (1966) y el Dicţionarul englez-român (1974).

2.7. Diccionarios académicos regionales El Dicţionarul graiurilor dacoromâne sudice (Academia Română 2009-2011), en tres volúmenes, elaborado por un colectivo de investigadores del Instituto de Lingüística de Bucarest, responde a la necesidad de un diccionario dialectal (sentida desde los años cincuenta, cuando se publicó una maqueta de este tipo de obra) y valora el material existente en los archivos del Instituto de Lingüística, que consta de las respuestas al cuestionario del Noul atlas lingvistic român pe regiuni (Oltenia, Muntenia şi Dobrogea) y de los textos dialectales registrados sobre banda magnética (Arhiva fonogramica a limbii romane). El material es actual (recopilado entre 1961-1975) y unitario con respecto a los principios y la metodología, y permite precisar la configuración léxica de las hablas dacorrumanas meridionales mediante la reactualización de términos y acepciones, la delimitación de las áreas de difusión de palabras consideradas específicas, la inclusión de nuevos términos y acepciones, así como la complementación o corrección de soluciones etimológicas propuestas anteriormente.

2.8. Diccionarios inversos De una estructura especial es el Dicţionarul invers (Academia Română 1957), obra de un grupo de lingüistas dirigidos por Al. Graur en el que la disposición de los términos, con indicación de la categoría gramatical y del acento, se realiza en orden alfabético inverso. El modelo ha sido un diccionario similar elaborado para la lengua latina y el material utilizado ha sido suministrado por los grandes diccionarios existentes.

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La lexicografía friulana del último siglo y medio. De los diccionarios dialectales a los diccionarios normativos y a las nuevas tecnologías Alessandro Carrozzo Centri di Linguistiche Aplicade «Agnul Pitane»

Friulian lexicography in the past 150 years. From dialect dictionaries to prescriptive dictionaries and new technologies Abstract Friulian dictionary production has been greatly influenced by the political situation, whether it be Italian nationalist tensions or Friuli's aspiration to self-government. Thus we first find FriulianItalian “dialect dictionaries” and later on encounter works oriented to Friulian language recovery and reversing language shift towards Italian, which of late has even involved use of modern technological resources. But recent political changes have stood in the way of further progress towards real normalization, and this also affects the field of lexicography. Keywords Friulian lexicography, Friulian dialect dictionaries, Friulian prescriptive dictionaries, Friulian bilingual dictionaries.

Este trabajo1 describirá el camino recorrido por la lexicografía friulana a lo largo de los últimos 150 años, coincidiendo con la época en la que el Friul entró a formar parte del estado nacional italiano. Este lapso de tiempo corresponde al recorrido que se inicia con la preparación del primer gran diccionario friulano y llega hasta la actualidad. Como se verá, esta circunstancia política, junto con la situación sociolingüística derivada, es fundamental para entender los procesos que han conducido a la elaboración de determinadas obras lexicográficas, con resultados que pueden parecer extraños o paradójicos respecto a otras lenguas. Por ejemplo, el friulano todavía carece de diccionarios monolingües y hasta no hace mucho tiempo la totalidad de los diccionarios publicados trataba el friulano como lengua objeto; de modo que las presentaciones, las introducciones, las explica–––––––— 1

La traducción de este artículo del italiano al español ha sido realizada por María Teresa Sanmarco Bande, de la Universidade de Santiago de Compostela.

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ciones de los criterios, las definiciones y el resto de las partes del aparato descriptivo estaban redactadas generalmente en italiano.

1.

Marco sociopolítico

A finales del siglo xix el Friul está inmerso en pleno Risorgimento italiano, el proceso de unificación italiana según un modelo de estado nacional, de inspiración ilustrada y romántica, que efectivamente se ajustaba con dificultad a la situación real de la península. Se suele atribuir a Massimo d’Azeglio la famosa frase de «L’Italia è fatta, ora bisogna fare gli italiani»; con ella se indica que la unificación política, bajo la corona de los Saboya, era la premisa y no el resultado de la existencia de la nación italiana, bien identificada incluso lingüísticamente. Italia estaba (y en gran parte aún está) compuesta lingüísticamente por «dialectos» y lenguas minoritarias no inteligibles entre sí, y de hecho hasta el siglo xx la lengua italiana ha sido básicamente una lengua escrita, no utilizada como primera lengua por los hablantes italianos, a no ser que se considere hablantes nativos a los toscanos, que no se comunicaban propiamente en italiano, sino en variedades toscanas muy cercanas al italiano (variedades que la sociolingüística ha catalogado como dialectos). Con todo, el uso del italiano escrito, aunque lejos de la estandarización, ya se había difundido en las regiones que iban a conformar Italia, y también se enseñaba en las escuelas, que todavía acogían a un porcentaje de población muy bajo. En el propio Friul, el italiano escrito se usaba desde hacía siglos, junto al friulano y a otras lenguas, sobre todo desde el siglo xv el italiano, en su variante llamada tosco-véneta, llega a ser predominante en los usos escritos, bien en la parte centrooccidental del Friul, que desde 1420 había perdido la independencia política tras la reconquista de la República de Venecia, bien en la parte sur-oriental, que desde 1500 pasó a ser parte del Imperio de los Habsburgo. En el siglo xix los friulanos, al igual que los habitantes de muchas otras regiones de Italia, habían participado con distancia, o tal vez con frialdad o contrariedad, en el proceso del Risorgimento, a excepción de una pequeña clase de burgueses, que veía en el futuro estado la posible realización de un modelo político más moderno y liberal respecto al sistema de los Habsburgo, conservador y absolutista. Las expectativas liberales, incluso revolucionarias, que en todo caso no fueron la única fuente de inspiración para la unificación italiana, esencialmente quedaron insatisfechas: Italia no nació como república, sino como una serie de anexiones a la monarquía de los Saboya, tan conservadora como la de los Habsburgo. A nivel de política lingüística, además de reforzar la lengua italiana como elemento de comunicación entre ciudadanos del mismo estado, se inició un proceso hasta entonces desconocido: la sustitución lingüística, que se inclinaba hacia la desaparición de todo idioma distinto al italiano, incluso a nivel oral. Si hoy es posible distinguir dos procesos distintos, uno positivo de crecimiento cultural (la difusión de la lengua italiana, es decir, el aprendizaje de un idioma más para la mayor parte de la población) y otro negativo (la destrucción del patrimonio lingüístico de la propia Italia, a excepción de la lengua estándar), debemos destacar

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que históricamente, e incluso hoy en día para quienes son ajenos a la lingüística y hasta para los expertos condicionados ideológicamente por el nacionalismo centralizador, se tiene la percepción de que se trataba de un fenómeno único: la difusión del italiano habría traído modernidad e instrucción, la desaparición de los idiomas diferentes del italiano habría sido un inevitable efecto colateral o un sacrificio necesario (cuando, en realidad, no debería haberlo sido). Por lo demás, aunque los resultados de la política lingüística del estado italiano unitario denuncien que la línea de actuación definitivamente correspondió a la sustitución lingüística, a menudo no se declaró abiertamente y muchos intelectuales y lingüistas, comprometidos con la difusión de la lengua italiana, se encauzaban hacia un modelo diglósico en el cual los dialectos y algunas lenguas minoritarias (por ejemplo el sardo, el ladino, el friulano) no acabasen por desaparecer, sino que se pudiesen conservar y contribuyesen al desarrollo «desde abajo» de la lengua común de los italianos. Desde esta perspectiva se puede enmarcar la mayor parte de la producción de obras lexicográficas clasificadas como «diccionarios dialectales», particularmente difundidas en Italia como consecuencia de una reflexión sobre la cuestión de la lengua italiana (cf. Pirona / Carletti / Corgnali 1935, 19922: xvi-xvii).

2.

El Vocabolario Friulano de Jacopo Pirona: el primer gran diccionario friulano, en el marco del Risorgimento italiano

En 1871 se publicaba póstumamente el Vocabolario Friulano de Jacopo Pirona, sacerdote erudito que dedicó su vida al estudio de los aspectos históricos, culturales y lingüísticos del Friul; el editor de la obra fue su sobrino y colaborador Giulio Andrea Pirona. Entre las finalidades del diccionario, la principal es el acercamiento de los friulanos a la lengua italiana, con una perspectiva que se enmarcaba en una concepción dialectal del friulano, como parte del sistema lingüístico italiano. En el diccionario de Jacopo Pirona el friulano y el italiano no se encuentran en un plano de igualdad, sino en una relación jerárquica en la que el italiano es considerado lengua y el friulano, por lo menos en ciertos aspectos, dialecto, inferior en importancia y posibilidad respecto al italiano. En efecto, la motivación principal que impulsa al autor y al editor es acercar a los friulanos hacia el uso del italiano, que como hemos visto todavía era infrecuente a nivel oral. En este sentido la operación de Jacopo Pirona tiene una consecuencia paradójica: el italiano se hablaba poco, pero las personas que habrían podido utilizar el vocabulario de Pirona ya conocían el italiano a nivel escrito, porque habían sido alfabetizadas. Por el contrario, el friulano era hablado por casi todos los friulanos, pero leído y escrito por pocos, quienes de todos modos dominaban el italiano escrito, puesto que habían aprendido a leer y a escribir en esta lengua. Por ello, con tal objetivo, el Vocabolario Friulano de Jacopo Pirona puede ser considerado un instrumento inútil. Fue en cambio un éxito por otra de las finalidades declaradas del volumen, es decir, el estudio de la lengua friulana: de hecho, durante más de sesenta años, el diccionario de Jacopo Pirona fue una obra de referencia para todos aquellos que querían

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escribir y estudiar la lengua friulana, a pesar de que la mayor parte del diccionario, excluidos naturalmente los lemas de entrada y los ejemplos fraseológicos, estuviesen redactados en italiano. Tal característica, paradójica para un observador externo, tiene su motivación en una concepción particular, que supondrá una fuerte influencia durante décadas para algunos intelectuales friulanos, esto es, la diglosia entre italiano y friulano. Pirona considera el italiano una lengua en plenitud de significado, en una relación jerárquica de superioridad con respecto al friulano. El friulano se encuentra en una posición más confusa: científicamente y sentimentalmente se declara lengua, elemento característico e irrenunciable (por lo menos en teoría) de la identidad friulana; pero políticamente, por la participación en el Risorgimento italiano por parte de la reducida clase burguesa friulana, se considera un dialecto digno de ser conservado, pero a un nivel que no resulte problemático para los intereses nacionales italianos. Coherentemente con tal enfoque diglósico se activa una selección del léxico registrado en el diccionario: no se insertan todas las voces recogidas en el trabajo de investigación léxica, sino solo aquellas suficientemente diferenciadas del italiano. Se expone de hecho en el prólogo: Moltissime tra quelle (voci) che comunemente e frequentemente si odono nelle varie regioni del Friuli non si trovano registrate nel Vocabolario, perché non differiscono dalle prette italiane nè nella radice nè nella forma, e solo si distinguono pel vezzo dato loro dal dialetto e pel troncamento finale. L’inserimento non avrebbe giovato che ad aumentare il volume, senza nulla aggiungere alla utilità dell’opera.

Al margen de este criterio de selección, este diccionario es una obra fundamental, la primera vasta colección del léxico friulano, bien organizado y seleccionado coherentemente, incluso a nivel de lo que hoy definiríamos como variedad estándar. Una característica importante de la obra de Jacopo Pirona es la profunda reflexión sobre la cuestión de la ortografía friulana: empezando por la conciencia de que es imposible que exista un sistema ortográfico perfectamente coherente y, por lo tanto, es necesario conformarse con mediaciones más o menos inadecuadas para representar la lengua con la escritura, Pirona propone su modelo ortográfico (elaborado hacia mediados del siglo xix). Tal propuesta, en efecto, presenta varias incoherencias, pero es extremadamente apreciable en sus fundamentos teóricos. De todos modos, tendrá una difusión limitada en el tiempo y la cuestión sobre la grafía friulana, con una verdadera «guerra» entre diversos sistemas, continuará esencialmente hasta el final del siglo siguiente. Resumiendo y completando las informaciones sobre esta obra, su composición es la siguiente: · prólogo del editor, Giulio Andrea Pirona, en el que se exponen las razones principales que han llevado a la redacción del diccionario; · ejemplificación de diez variedades geográficas friulanas con el texto de la parábola del hijo pródigo; · reflexión sobre la grafía y descripción de las reglas utilizadas; · presentación de los principales fenómenos evolutivos del latín al friulano; · compendio gramatical;

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· presentación de las analogías entre el friulano y otras lenguas, sobre todo neolatinas; · ejemplos de peculiaridades léxicas e italianismos que deben ser evitados; · elementos añadidos al mismo diccionario por Giulio Andrea Pirona; · diccionario friulano-italiano, de casi 12 000 lemas; · sección específica de diccionario botánico (más de 1000 especies); · sección específica de diccionario zoológico (más de 600 especies); · sección específica de toponimia (alrededor de 2500 topónimos); · repertorio de nombres propios de persona (más de 400 nombres); · diccionario italiano-friulano A propósito del pequeño diccionario italiano-friulano, hay que destacar el planteamiento ideológico, que evidencia una visión diglósica extremadamente discriminatoria, como se lee en el breve texto de presentación de la sección: L’Italia è una per natura dalle Alpi all’Egeo, e la sua unità è suggellata dalla lingua, che si chiama, da Dante in poi, la lingua del sì. Come ogni altra grande nazione essa è divisa in grandi regioni volute dalla natura e circoscritte dai dialetti diversi appartenenti tutti alla lingua del sì. Le plebi parlanti la lingua viva nel proprio dialetto hanno interesse di elevarsi coll’apprendimento della lingua nobile fissata dagli eletti scrittori della nazione; ma niuno, che sia colto di lingua, vorrà discendere ad uno studio speciale per parlare l’idioma del volgo. Perciò potrebbe taluno giudicare inutile il Vocabolario italianofriulano che pur noi poniamo a complemento della parte glottica del Vocabolario friulano-italiano. Questa pubblicazione si fa unicamente in servizio dei filologi, i quali, friulani o non friulani che sieno, pongono lo studio comparato dei dialetti a fondamento delle loro ricerche, onde tanto si va giovando a giorni nostri la storia delle lingue e quindi la storia dei popoli.

Tal declaración, que en definitiva devalúa la lengua friulana volviéndola escasamente interesante para quien no sea friulano y relegándola a usos bajos, mientras que los usos cultos están reservados a la lengua italiana, ilustra perfectamente los resultados de la ideología del Risorgimento, que, habiendo echado raíces en la clase dirigente italiana y por lo tanto en la burguesía friulana, tiene consecuencias que aún hoy perduran también a nivel lexicográfico, como se verá en los párrafos siguientes del presente trabajo.

3.

El Piccolo Vocabolario domestico Friulano-Italiano de Giacomo Scala

La redacción del Vocabolario Friulano de Jacopo Pirona requirió décadas de trabajo y, aunque aquí aparezca justamente como la primera obra lexicográfica, su publicación fue precedida cronológicamente por el Piccolo Vocabolario Domestico FriulanoItaliano de Giacomo Scala, impreso en 1879 en Pordenone. En efecto, esta obra se inspiraba claramente en el trabajo llevado a cabo por los Pirona, lo reconocía como modelo también en el prólogo y debe ser ubicada en el mismo sector de diccionarios dialectales. Con respecto al Vocabolario Friulano no existen elementos de originalidad que merezcan una descripción: en general el dic-

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cionario de Scala es más esquemático, mucho menor en número de lemas y carece de secciones introductorias o específicas.

4.

El Vocabolario scolastico Friulano-Italiano de Alfredo Lazzarini

El Vocabolario scolastico Friulano-Italiano de 1930 se presenta también sin grandes elementos novedosos: la obra de Alfredo Lazzarini, importante intelectual friulano, profesionalmente comprometido en la enseñanza y en la dirección didáctica, responde específicamente a las necesidades de extensión de la lengua italiana a partir del friulano, que ya se hallaban en la base de los diccionarios anteriores. Con respecto a la obra de Pirona, el Vocabolario scolastico Friulano-Italiano mantiene sustancialmente las mismas elecciones ortográficas y lingüísticas, efectuando una selección con el fin de poner a disposición de los estudiantes un instrumento más ágil, que consta de casi 10 000 lemas. Para lo que concierne al contexto histórico-político en el que se produjo, marcado por el dominio del fascismo, véase el párrafo dedicado al Nuovo Pirona.

5.

El Nuovo Pirona

En 1935 se publicaba en la imprenta del editor Bosetti y gracias al compromiso de los intelectuales más importantes de la Società Filologica Friulana Il nuovo Pirona: vocabolario friulano. Esta obra tenía sus orígenes en la iniciativa de revisión, integración y desarrollo del Vocabolario Friulano de Jacopo Pirona, emprendida por Giulio Andrea Pirona ya a partir de 1890. Sin embargo el autor murió solo cinco años después, sin haber podido terminar tal empresa. Pasados muchos años, su hijo Venanzio Pirona cedió el material que había quedado inédito y sin terminar a la Società Filologica Friulana y después de años de esfuerzo por parte de Ercole Carletti y Giovanni Battista Corgnali, con el apoyo de una amplia red de informantes y amigos, se publicó por fin en la forma definitiva. Esta obra, ya a partir del título, se proponía ser la continuación del diccionario de Jacopo Pirona y se puede hablar de una empresa extremadamente laboriosa y plenamente lograda. Con respecto al «antiguo» Pirona se omiten partes que ya no eran esenciales (ejemplificación en más variedades friulanas, presentación de los principales fenómenos de evolución del latín al friulano y otras lenguas, sobre todo neolatinas, ejemplos de peculiaridades léxicas friulanas e italianismos que debían ser evitados). El texto de la estructura es semejante y contiene lo siguiente: · prólogo; · reflexión sobre la grafía y descripción de las normas adoptadas; · diccionario friulano-italiano; · sección específica de diccionario botánico; · sección específica de diccionario zoológico;

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· sección específica de toponimia; · repertorio de nombres propios de persona; · diccionario italiano-friulano. Si bien la estructura es semejante, se advierte un gran crecimiento cuantitativo y cualitativo del material recogido y presentado orgánicamente: los lemas son mucho mas numerosos (aproximadamente el doble respecto al diccionario de Jacopo Pirona), definidos con mayor detalle, ejemplificados con fraseología tomada de investigaciones etnográficas, fuentes orales y también de la selección atenta de producción escrita friulana, en este último caso con indicación de las fuentes; tienen una importancia notable los reenvíos a sinónimos, variantes u otros lemas conectados semánticamente. La precisión y calidad de estas características confieren al Nuovo Pirona un lugar de relieve entre todos los diccionarios de tipo dialectal publicados en Italia. E incluso hoy en día, tras casi ocho décadas desde la primera edición, aún sigue siendo un instrumento fundamental para el estudio del friulano. A estas características se añade su gran popularidad y difusión en las bibliotecas, en las escuelas y en las casas friulanas. Sin embargo el Nuovo Pirona muestra la misma ambigüedad de consideración con respecto al friulano como lengua o como dialecto, en algunos aspectos aún más estridentes en comparación con la idea que subyacía como base del diccionario de Jacopo Pirona. Para comprender estas características hay que hacer referencia a la evolución de la política nacionalista italiana que se había producido en el Friul. Si en el siglo xix Italia aún era una realidad incipiente, en 1935 se habían desarrollado dramáticos eventos, como la primera guerra mundial y el ascenso del fascismo italiano. Durante la primera guerra mundial las autoridades civiles y militares habían considerado a la población friulana con desconfianza u hostilidad, interpretando su lejanía también lingüística del italiano como un peligro potencial para la nación: el friulano fue así excluido de todos los usos públicos y prohibido incluso en las funciones religiosas; en los territorios friulanos que eran parte del Imperio Austrohúngaro hasta 1918 se había llevado a cabo una especie de colonización incluso violenta en perjuicio de la población civil de lengua friulana (y aún peor si su lengua era el esloveno o el alemán). Reaccionando a tales dinámicas en los dos años siguientes a la guerra se desarrolló una difusa aspiración a la autodeterminación de la nación friulana, a menudo asociada a movimientos socialistas y comunistas, otras veces a concepciones pacifistas y humanitarias; de todos modos tales aspiraciones fueron cortadas por la instauración en Italia de régimen fascista de Mussolini (cf. Pup 1998). En tal panorama los intelectuales friulanos herederos de un sentimiento de italianidad, los únicos aceptados por el régimen fascista y no obligados al exilio o perseguidos, fueron inducidos a una especie de equilibrismo ideológico: por una parte estaban realmente unidos al Friul y a la propia lengua, por otra parte querían y tenían que mantener una relación de fidelidad con el estado italiano, que pretendía sustancialmente la extinción del friulano y la cancelación de la identidad friulana. El resultado de síntesis entre tales tensiones se obtuvo con la formulación o con el desarrollo de conceptos de compromiso como: · la Pequeña Patria (el Friul) dentro de una Gran Patria (Italia);

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· la conservación del friulano como elemento latino (entonces próximo al italiano) y heredero del glorioso dominio de Roma (querido al nacionalismo y al fascismo italianos); · la utilidad del friulano para la asimilación a la latinidad de elementos más peligrosos y «bárbaros», o sea, la población de lengua eslovena y alemana presente desde hace siglos en el Friul. Para la elaboración, la difusión y la aplicación de estos conceptos, empezando ante todo por la situación lingüística, nació ya en 1919 la Società Filologica Friulana, que depurando o marginando a todos los intelectuales que tenían una visión del Friul y de la lengua friulana más independiente de la realidad nacionalista italiana, no solo no fue obligada al cierre por parte de las autoridades fascistas, sino que además obtuvo reconocimientos y beneficios (véase Nazzi 1997). Tales acontecimientos políticos tuvieron consecuencias importantes en el Nuovo Pirona, que mantiene y en ciertos casos acentúa una concepción diglósica y dialectal del friulano: todas las introducciones y las partes descriptivas están en italiano, se reitera la inutilidad de registrar formas cultas friulanas si son parecidas al italiano (y en realidad a todas las lenguas neolatinas) o modernas, ya que el friulano debe de ser principalmente memoria del pasado (falta entonces, por ejemplo, el lema «biciclete»); sobre todo se adopta un nuevo modelo ortográfico, con la explícita finalidad de acercar en todo lo posible la escritura friulana a la italiana (véase Pellis 1921), con alguna pérdida de funcionalidad incluso con respecto a la grafía del siglo xix de Giulio Andrea Pirona (se elimina la letra ç, y se vuelve a introducir inútilmente la q). La grafía del Nuovo Pirona, en efecto, se considerará después inadecuada y será abandonada por la propia Società Filologica Friulana; el diccionario, no obstante, no conoció nunca una edición con revisión ortográfica, por lo que su gran éxito y profusa difusión contribuyeron a la permanencia de modelos ortográficos distintos y contradictorios, propuestos nada menos que por el mismo editor. Si a nivel de ortografía el Nuovo Pirona contribuyó a alargar una situación de confusión (que en definitiva se resolvió en 1996), por otro lado dio un impulso fundamental para la fijación de la norma lingüística, poniéndose como base ya sólida y sistemática para la que luego sería la elaboración del friulano estándar. Hay que señalar que en 1992 se publicó una nueva edición, fiel reproducción de la primera, con una nueva sección de «Aggiunte e correzioni» de más de trescientas páginas editadas por el profesor Giovanni Frau, que integra el patrimonio léxico recogido, con informaciones inherentes a la semántica, uso gramatical y distintas variantes locales.

6.

El cambio de la situación política y sociolingüística en la posguerra de la Segunda Guerra Mundial

Después de la segunda guerra mundial en Italia se instituye la República, con constitución democrática que enunciaba, entre otros derechos, también los de las minorías lingüísticas. No obstante, se mantuvo un fuerte matiz nacionalista en todos los parti-

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dos políticos italianos, que impidió hasta 1999 que estos derechos se tradujesen en ley. Como reacción a la política nacionalista y centralizadora que se definía en Italia, en el Friul se expresó un fuerte sentimiento autonomista; sin embargo, al contrario de lo que había sucedido durante el primer período de la posguerra, el independentismo friulano quedó marginado o por lo menos fue poco visible, en parte por ser conscientes de que la situación internacional, en la que el Friul era territorio de frontera entre la Europa capitalista y la Europa socialista, no habría permitido ningún cambio de frontera o ningún nacimiento de nuevos estados. Es interesante señalar cómo la lengua friulana, hasta los años setenta, no ha ocupado un papel central en las reivindicaciones de los partidos y movimientos políticos para la autonomía friulana. Por una parte, en los ambientes moderados se acusaba el fenómeno del equilibrismo entre patria pequeña y patria grande y también las ambigüedades entre friulano lengua y friulano dialecto; por otra parte, la presencia social aún fortísima del friulano no dejaba percibir el inminente peligro de sustitución lingüística. De modo que, en general, la reivindicación se limitaba a la enseñanza del friulano en la escuela (petición a la que las instituciones fueron sordas). Con todo, las propias publicaciones de los partidos estaban redactadas sobre todo en italiano (como por ejemplo el periódico Friuli d’Oggi, órgano de información del Moviment Friûl). Sin embargo, al llegar a los años setenta, el peligro de sustitución lingüística se vuelve mucho más evidente y los contactos con los movimientos políticos de otras minorías europeas hacen madurar concepciones más modernas de la lengua friulana, que se convierte e uno de los temas más relevantes del debate político regional. A pesar de la relativa debilidad de los partidos friulanistas, sus ideas democráticas acaban por ser compartidas también por exponentes de otros partidos en un proceso largo y agotador, condicionado por la viscosidad del sistema político y administrativo italiano, de la vinculación de un nacionalismo italiano de frontera mezclado con una fuerte propaganda anticomunista y antieslava. Los principales resultados políticos y legislativos de la larga actividad de reivindicación de los derechos lingüísticos de los friulanos son: 1986: reconocimiento de una grafía oficial única por parte de las provincias de Udine, Gorizia y Pordenone (que asienta una base fundamental, que sin embargo tardará una década en ser vinculante); 1996: aprobación de la Ley Regional del Friul-Venecia Julia sobre la lengua friulana (que, entre otras cosas, establece finalmente la grafía oficial de la lengua friulana y abre una fase de planificación lingüística); 1999: aprobación de la Ley 482 sobre las minorías lingüísticas históricas en Italia; 2007: aprobación de la Ley Regional 29 del Friul-Venecia Julia sobre la lengua friulana. Las referencias a la situación política, e incluso de los partidos, pueden parecer excesivas en un estudio centrado en la producción lexicográfica, pero debemos considerar que en el Friul estos dos ámbitos han estado ligados muy estrechamente: basta señalar que Gianni Nazzi y Adriano Ceschia, promotores y realizadores de

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algunas de las principales obras de las últimas décadas, en los años setenta ocuparon altos cargos del Movimento Friuli, el mayor partido autonomista friulano.

7.

El Vocabolario Friulano de Giorgio Faggin: al servicio de un friulano literario

En 1985, tras diez años de intenso trabajo, se publicaba el Vocabolario della lingua friulana de Giorgio Faggin. El compromiso constante del autor se traducía en una serie de objetivos fundamentales, novedosos con respecto a las obras lexicográficas anteriores: · registrar sistemáticamente las voces del friulano literario de los siglos xix y xx; · conseguir dar al friulano una norma lingüística coherente, sobre todo desde el punto de vista ortográfico; · centrar su finalidad solo en el estudio del friulano y no en la difusión del italiano. Se han perseguido todos estos objetivos con precisión y lucidez, lo cual también es refrendado por las notas introductorias del diccionario, que explican los principios inspiradores de la obra. Para lo que concierne al primer punto, la investigación hecha por Faggin indudablemente da lugar a la mayor selección lexical del friulano literario que se haya realizado. Si además se considera que en los años setenta y ochenta se carecía de herramientas electrónicas capaces de acelerar tal trabajo, la empresa asume un alto valor, digno de la máxima admiración, bien por el esfuerzo requerido, bien por la precisión irrefutable con la que se llevó a cabo. En lo que concierne a la elaboración de un sistema ortográfico, sin duda la propuesta de Faggin es el más riguroso de todos los intentos realizados hasta entonces; no obstante presenta el defecto de utilizar símbolos que entonces eran de difícil reproducción para las tipografías, y que durante muchos años habrían sido ilocalizables incluso en las listas de caracteres a disposición de los sistemas informáticos más difundidos: se trata de š, ğ, č. Por esta razón, aunque sea un trabajo útil de identificación de correspondencias entre fonemas y grafemas, tal sistema no fue luego aceptado por la comisión que en 1987 fijó la grafía oficial de la lengua friulana en nombre de las Provincias de Udine, Gorizia y Pordenone. En cuanto al punto de vista del estándar lingüístico, Faggin lleva a cabo una selección coherente de las alternancias de formas que se encontraban en la escritura y en los diccionarios anteriores, haciendo en general una elección equilibrada de formas, aunque pecando de purismo y francofilia en ciertos casos, sobre todo en lo que atañe a los cultismos. Parece extraño, dada la consideración del friulano como lengua a todos los efectos, que Faggin no haya marcado una diferencia, respecto a los lexicógrafos friulanos que lo precedieron, compilando un diccionario monolingüe. Al contrario, el diccionario de Faggin sigue totalmente la tradición abierta por el antiguo y el nuevo Piro-

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na, en los que el friulano solo es una lengua objeto de estudio, y no una lengua utilizada también en las partes introductorias y en las definiciones. Con respecto a las obras lexicográficas anteriores, el Vocabolario della lingua friulana no divide en secciones específicas topónimos y antropónimos, nomenclaturas botánicas y zoológicas, ni presenta una versión italiano-friulano. Además goza de una maquetación algo más armoniosa, que facilita la agilidad en la consulta, pese a que lleva a que la obra quede dividida en dos volúmenes.

8.

Los diccionarios bilingües del italiano al friulano

Madurando la conciencia social y política del peligro de sustitución lingüística que se cernía sobre el friulano y perseverando en la aspiración a la enseñanza del friulano en la escuela pública (que a pesar de que las leyes lo preveían, todavía es experimental o inexistente), se han redactado los primeros diccionarios italiano-friulano de dimensiones significativas.

8.1. Los diccionarios italiano-friulano de Gianni Nazzi En la producción de diccionarios italiano-friulano, así como en las traducciones de distintas lenguas al friulano, uno de los mayores protagonistas ha sido Gianni Nazzi, seguidor y continuador, también con elementos originales, del modelo lingüístico y ortográfico propuesto por Giorgio Faggin. Tras la publicación de la pequeña obra Dizionario tascabile illustrato italianofriulano, de final de los años setenta, Nazzi publicó en 1993 el Vocabolario italianofriulano y en 2003 el Vocabolario italiano-friulano friulano-italiano. En estos últimos dos casos se trata de trabajos de gran tamaño (superiores a los 20 000 lemas, llegando las últimas ediciones a 30 000) que, sobre todo el primero, contaron con una buena difusión. La primera finalidad de estas obras ha sido proporcionar a los friulanos un instrumento útil para volver a apropiarse de su propia lengua, y de hacerlo siguiendo un modelo de lengua pura. Tal concepción fue conducida en algunos casos hasta el exceso, llegando a ejemplos de hiper-purismo, eliminando en el diccionario formas universalmente utilizadas por los hablantes de friulano, y bien adaptadas fonéticamente, solo porque eran parecidas al italiano y proponiendo en su lugar alternativas que eran resultado de la inventiva de algún escritor, inspirado quizá por necesidades de rima o incluso de efecto cómico. En tal aspecto los diccionarios de Nazzi, a diferencia de otros que veremos enseguida, no rehúyen en absoluto la función normativa, sino que la afrontan con exceso de diferencialismo, que es de hecho una consecuencia del conflicto lingüístico abierto entre italiano y friulano: cuanto más considera el autor que el friulano está amenazado por el italiano, más se diferencia del italiano el modelo de friulano que propone, incluso a costa de diferenciarse del resto de las lenguas neolatinas e incluso de

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formas comúnmente aceptadas por la lengua viva y que no pueden ser consideradas italianismos. El modelo ortográfico de Nazzi es sustancialmente el de Faggin (aunque con un pequeño cambio, ‘s- en lugar de la x- de matiz veneciana para la [z] inicial); más aún, ha mantenido con terquedad tal adhesión, a pesar de que Nazzi había formado parte de la comisión presidida por Xavier Lamuela que había definido en 1987 otro sistema de grafía oficial y a pesar de que en 1996 la confirmación de aquella grafía oficial (con una modificación posterior) volvía completamente marginal el uso de otros sistemas, incluido el de Faggin. De hecho las últimas iniciativas lexicográficas de Nazzi se conciben como impulso para la afirmación (fracasada) de un «anti-estándar», esto es, un estándar lingüístico y ortográfico en polémica con el refrendado oficialmente. Desde el punto de vista estructural los diccionarios de Nazzi muestran un aparato reducido a lo esencial, aunque menos pobre que otros (por ejemplo, las obras de Maria Tore Barbina o de Alessandro Carrozzo), que satisface ampliamente las exigencias del usuario. A pesar de que Nazzi haya sido autor de distintas obras redactadas enteramente en friulano (por ejemplo, una gramática friulana detallada), es raro que sus obras lexicográficas presenten un desequilibrio hacia el italiano, la única lengua utilizada en el título y en las partes introductorias. Otro sacrificio al estatus de la lengua friulana, recompensado con una buena visibilidad editorial, fue aceptado por Nazzi en 1997 con la publicación del Dizionario friulano: italiano-friulano, friulano-italiano de bolsillo, realizada por el editor italiano Vallardi y que formaba parte de una colección de diccionarios «dialectales». Es apreciable el uso de nuevas tecnologías; de hecho, el material de Nazzi es consultable libremente en la página web http://www.friul.net/dizionario_nazzi/nazzi_ita liano_friulano.php

8.2. Los diccionarios italiano-friulano de Maria Tore Barbina En 1980 veía la luz el Dizionario pratico e illustrato Italiano-Friulano, con 7347 lemas, editado por Maria Tore Barbina. Y once años más tarde la misma autora publicaba el Vocabolario della lingua friulana: italiano-friulano, de 21 587 lemas. Ambos diccionarios querían ser instrumentos útiles para la enseñanza del friulano en la escuela y tienen el mérito, junto con las obras de Gianni Nazzi, de haber alterado la perspectiva de los diccionarios unidireccionales que, hasta entonces, solo incluían la combinación friulano-italiano. Con respecto a la obra de Nazzi, el enfoque de Tore Barbina se distingue por un rechazo programático de la ingeniería lingüística y de que la función del lexicógrafo sea proponer terminología producida a través de criterios establecidos y declarados; de hecho en la introducción de 1991 se lee: «Sono stati inseriti molti neologismi, che non sono mai stati inventati “a tavolino”, ma sono stati reperiti attraverso l’ascolto attento dei parlanti friulano e attraverso lo spoglio della stampa anche periodica di questi ultimi anni».

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Tal enfoque coloca al lexicógrafo en la reconfortante posición de ser solo observador y compilador del léxico. Sin embargo, esto es una ingenuidad, porque a lo largo de los años ochenta las publicaciones periódicas y también los programas radiofónicos habían creado muchos neologismos, a menudo con espontaneidad y falta de referencias sólidas. En una situación semejante, la labor de selección del lexicógrafo siguiendo unos criterios bien disciplinados habría sido fundamental y, en efecto, el proyecto «Lenghe 2000: Golaine dai Neologjisims» (del que se hablará enseguida) asumió este reto. En cambio las obras de Maria Tore Barbina se limitan a registrar el uso y no a canalizarlo, de manera que no responden a las necesidades de una parte importante de los posibles usuarios del diccionario, es decir, quienes conociendo el friulano espontáneo, querrían disponer de una obra de consulta precisamente para hallar las formas «correctas» en lugar de tener que utilizar italianismos (a menudo aceptados por la editora) o invenciones extemporáneas de algún escritor, periodista o simple hablante. En lo concerniente a la lengua friulana utilizada, Maria Tore Barbina sigue la tradición del friulano «estándar», aunque se le escapan algunas alternancias (por ejemplo garp / gherp para ‘áspero’) que en un diccionario friulano-italiano pueden solucionarse con un simple reenvío, mientras que en un diccionario italiano-friulano no deberían figurar. La grafía utilizada es la de la Società Filologica Friulana.

9.

De las iniciativas individuales a la planificación lingüística: el Grant Dizionari Bilengâl Talian-Furlan del Centri Friûl Lenghe 2000

Como hemos visto, en 1996 se asiste a un cambio radical en la política lingüística en el Friul: mientras perdura una actitud negativa con respecto a las minorías lingüísticas en Italia, las largas luchas por los derechos lingüísticos en el Friul alcanzan un resultado legislativo importante. Con su Ley 5/1996, la Región Autonómica del Friul-Venecia Julia reconoce la tutela de la lengua friulana entre las razones que fundan su propia autonomía, como responsabilidad democrática hacia la propia comunidad y hacia Europa. Se introduce el concepto de planificación lingüística, instituyendo para su articulación el Osservatori Regjonâl de Lenghe e de Culture Furlanis (OLF), y se fija la grafía oficial, poniendo fin legalmente a más de un siglo de disputas. Entre los primeros objetivos de planificación lingüística priorizados por el OLF se encuentra el que será el mayor proyecto jamás realizado para la lengua friulana con financiación pública: un gran diccionario italiano-friulano, el Grant Dizionari Bilengâl Talian-Furlan (GDBTF). Las características principales del proyecto, cuyo primer promotor será Adriano Ceschia, muestran gran lucidez y amplitud de miras: · Orientación de la obra del italiano al friulano, ya que los friulanos han sido alfabetizados en italiano; a la hora de enriquecer su friulano escrito, por formación, se ven obligados a pasar a través del italiano.

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· Lengua vehicular (introducciones, definiciones, etc.) friulana, empleando así el friulano como instrumento vivo y no como mero objeto observado. · Realización en soporte digital y no en papel, favoreciendo así la posibilidad de correcciones, complementos, volviéndolo aprovechable rápidamente incluso en las versiones temporales y ahorrando enormemente en los gastos de publicación. · Planificación ordenada de la realización a partir de los lemas de mayor frecuencia, disponibles gracias a la publicación, en 1999, del Grande Dizionario Italiano dell’Uso (GDU) de Tullio De Mauro, que será la referencia para la parte italiana del GDBTF. Un trabajo preliminar para esta obra fue la inserción de las palabras contenidas en los dos principales diccionarios friulano-italiano (el Nuovo Pirona y el Vocabolario Friulano de Faggin), volcándolas en una base de datos electrónica: de esta manera, se abre para el friulano la era de la lingüística computacional, con resultados extraordinarios en el panorama de las lenguas minoritarias en Italia. La primera base de datos, realizada a cuenta del OLF por la Cooperativa de Información Friulana, era sencilla pero eficaz: una lista de correspondencias del lema friulano (convertido en grafía oficial) con el lema italiano, que naturalmente se podía invertir en el sentido italiano-friulano. Tal instrumento tendría función de apoyo en la realización del GDBTF y, tras un primer experimento en 1998, fue realizado en 2000. Para la prosecución de los trabajos se fundó un consorcio, el Centri Friûl Lenghe 2000, formado por la Università degli Studi di Udine, el Consorzio Universitario del Friuli, la Cooperativa di Informazione Friulana, la Società Filologica Friulana, la Union Scritôrs Furlans, el Circolo Culturale Menocchio, la Patrie dal Friûl (en 2002 la Patrie dal Friûl se retiró del consorcio y en 2005 se une la cooperativa de servicios lingüísticos Serling). Mediante cursos específicos demandados por el OLF y realizados por la Università degli Studi di Udine se impartía formación lexicográfica, especialmente entre los estudiantes universitarios que luego se habrían de dedicar al proyecto (paralelamente se realizaban también cursos de traducción y cursos de periodismo). Así daba inicio la redacción de las voces del diccionario en fichas digitales de nada menos que 22 ámbitos modulares, incluyendo, para ejemplificar los principales: lema italiano, categoría gramatical, marco de frecuencia y uso, especificación de sector, especificación de registro, definición, lema friulano, fraseología en italiano y en friulano, todo dividido en acepciones y extensiones según el modelo del Grande Dizionario Italiano dell’Uso de Tullio De Mauro. Se añade un ejemplo de lema italiano y una ficha correspondiente del GDBTF: ventata /ven’tata/ (ven-ta-ta) s.f. AD [1879; der. di vento con -ata] 1 colpo di vento: una v. buttò per terra il vaso 2 fig., moto improvviso e intenso: una v. di popolarità, una v. di entusiasmo. sin. raffica 1

Ficha de trabajo del lema:

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La lexicografía friulana del último siglo y medio ventata

[AD]

s.f.

var. di

[AD] 1 s.f. (colp di aiar) aiarade, svintade: una ventata gli portò via il cappello-une svintade i puartà vie il cjapiel VAR. IMPR..IT SIN.IT. SIN.FU. FR.FU.SIN. CON.IT. CON.FU. ALT.FR.

raffica aiarade, svintade, bugade, buf di aiar, stravinte

[AD] 2 s.f. fig. (moviment svelt e imburît) bugade: una ventata di novità-une bugade di novitât VAR. IMPR..IT SIN.IT. SIN.FU. FR.FU.SIN. CON.IT. CON.FU. ALT.FR.

bugade, buf

Visualización para impresión: ventata s.f. 1 s.f. [DA] (colp di aiar) a i a r a d e , s v i n t a d e : una ventata gli portò via il cappello, une svintade i puartà vie il cjapiel 2 s.f. [DA] fig. (moviment svelt e imburît) b u g a d e : una ventata di novità, une bugade di novitât

La compilación de las fichas seguía el orden de frecuencia de los lemas italianos, empezando por los «fundamentales» y siguiendo con aquellos de «alto uso» y «alta disponibilidad», llegando con ello a los primeros 6500 lemas más frecuentes e importantes, que cubren más del 96 % del uso real de la lengua italiana (los campos semánticos cubiertos por tales lemas, entre otras cosas, también corresponden por frecuencia a la mayor parte de las lengua neolatinas, incluido el friulano). Paralelamente al trabajo lingüístico, avanzaba una gran labor de planificación y realización de los programas informáticos para el almacenaje y la gestión de las fichas en una base de datos, para el control automático de su corrección estructural y también ortográfica, bien para lo que concierne a los contenidos en friulano bien para el italiano, o para la generación de la interfaz de búsqueda del diccionario. Esta primera fase, con la publicación de un cd-rom que permitía búsquedas sencillas y complejas y también búsquedas complejas que cruzaban informaciones sobre los 22 campos presentes, se llevó a cabo en 2004. La obra estaba equipada además con un instrumento no previsto inicialmente, esto es, tablas con los cuadros flexionales que se podían visualizar haciendo clic sobre cualquier lema friulano del diccionario. Además de los lemas de mayor frecuencia, la primera edición comprendía también una sección con todos los prefijos y sufijos útiles para formar neologismos y cultismos. Durante su actividad, el Centri Friûl Lenghe 2000 dio empleo (de manera continuada u ocasional) a unos cuarenta colaboradores; sin embargo, puesto que la financiación se concedía anualmente y sin certeza de continuidad, nunca se contrató a

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ningún trabajador estable y, por ello, pagó las consecuencias de perder colaboradores, precisamente por la ausencia de perspectiva contractual. Debemos decir que desde el principio y durante toda su elaboración, este proyecto encontró dificultades y la oposición de algunos, sobre todo en ámbito universitario (a pesar de que la Università degli Studi di Udine era miembro fundador del CFL2000 y había proporcionado la formación del personal que trabajaba en el proyecto). Las críticas fundamentales fueron las siguientes: · una obra de esta importancia debería haberla realizado exclusivamente la Università degli Studi di Udine; · el diccionario no debería haber sido bilingüe en el sentido italiano-friulano, sino continuar la tradición de los diccionarios friulano-italiano; · el gasto total de la obra sería excesivo; · el gasto específico de la elaboración informática sería excesivo; · los criterios de estandarización de la lengua friulana serían en algunos aspectos demasiado puristas y lejanos del friulano popular, en otros aspectos demasiado poco puristas y cercanos al italiano; · el tiempo de realización de la obra sería excesivamente largo. De hecho, la mayor parte de tales críticas insistía principalmente en el aspecto de los intereses corporativos de ciertos entes; no obstante, merece la pena que se incluya, incluso en este trabajo, una comparación técnica, que además permitirá profundizar sobre algunas características del GDBTF: · El prof. Giovanni Frau, vicerrector de la Università degli Studi di Udine y delegado para la lengua friulana desde 2002 hasta 2007, declaró en varias ocasiones, en las mismas asambleas del CFL2000, que la universidad no estaba capacitada para enfrentarse sola a la publicación de una obra como el GDBTF, al igual que el GDU de Tullio De Mauro tampoco había sido publicado por la universidad. De modo que apoyó entonces encarecidamente la constitución del CFL2000. · La conveniencia de la dirección italiano-friulano ya ha sido explicada y resulta además confirmada por el parecer de los usuarios: en 2005 se editaron 5000 cd-rom de la obra, que se agotaron enseguida, se fabricaron y distribuyeron otros 3000 en 2008. Entre 2005 y 2009, 5000 usuarios descargaron el GDBTF de la página web en su ordenador (disponible para PC, Linux y Mac). Y la página (http://www.cfl2000.net) fue consultada más de 200 000 veces. Además, la crítica a la dirección italiano-friulano en el GDBTF no parece consistente, cuando las obras anteriores de Nazzi y de Tore Barbina también la contemplan. · A finales de 2008 el prof. Michele Cortellazzo, a quien se le solicitó un estudio de evaluación del trabajo realizado por parte del ARLEF, declaró que en su opinión el gasto total de la obra era excesivamente bajo. · Los criterios de estandarización de la lengua friulana aplicados en el GDBTF derivan de la reanudación y parcial reelaboración de los rasgos señalados por Xavier Lamuela en el artículo «Su la codificatsion e il completament dal vocabolari furlan» de 1991. Tales criterios fueron acordados con los organismos oficiales encargados de la política lingüística del friulano, el Osservatori Reg-

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jonâl de Culture e de Lenghe Furlanis, luego la Agjenzie Regjonâl pe Lenghe Furlane (ARLEF), y ya en 2002 habían sido publicados por ellos. En lo concerniente al léxico patrimonial, se basan en las formas de la lengua literaria friulana ya identificada por la tradición. Para lo que atañe a los neologismos y cultismos, se basan en la comparación con otras lenguas neolatinas, incluido el italiano, rechazando la comparación exclusiva con el italiano, sea esta comparación imitativa (con demasiados italianismos) o diferencial (hiper-purismos). · En cuanto a lo que concierne a los tiempos de realización, a principios de 2005 se presentaba la primera edición, con los 6500 lemas previstos, los más frecuentes y complejos, que cubren más del 96 % del uso. A finales de 2008, el prof. Michele Cortellazzo juzgaba excesivamente lento el avance de la obra, que a su parecer no se habría podido concluir antes de 2022. En cambio, sin incrementar los gastos ni el esfuerzo productivo, la realización de la obra concluyó en 2010, con casi 62 000 lemas. En 2011 el ARLEF, sobre todo con la finalidad de dar visibilidad material al trabajo digital, realizaba una impresión integral de la obra en formato papel, ante la perplejidad de los coordinadores del proyecto, que habrían considerado más oportuno la inversión de los mismos recursos en la impresión en papel solo de una parte seleccionada del material, para continuar con el mismo proyecto u otros proyectos de lingüística computacional. En definitiva las críticas hacia el GDBTF se revelaron inmotivadas, pero contribuyeron a demorar la financiación del proyecto (concedida anualmente por la región autonómica Friul-Venecia Julia) y, al final, motivaron la disolución del CFL2000, bajo la presión de la Università degli Studi di Udine y la Società Filologica Friulana. Aún así, no consiguieron impedir la realización del proyecto.

10. La iniciativa privada en la línea de la planificación lingüística para el friulano En 1999 la asociación cultural Il Truoi, también con financiación regional, realizaba por iniciativa propia el Dizionario italiano-friulano, friulano-italiano / Ditsionari talian-furlan, furlan-talian. Se trataba de una obra pequeña y extremadamente simplificada: solo 5500 lemas, cada uno con una sola correspondencia (la más inmediata), bidireccional italiano y friulano. La primera edición era, además, bastante apresurada y se detectaron diversos errores, corregidos en la edición de 2002, publicada por el editor Biblioteca dell’Immagine. Resulta curioso que en la extremada simplificación de la obra no encuentren espacio un breve texto introductorio y ni siquiera el nombre del autor. En todo caso, esta iniciativa es testimonio del compromiso del editor, en un momento de transición, en el que era fundamental el espíritu de colaboración entre distintas asociaciones y realidades comprometidas para impulsar el friulano. Como hemos visto, la primera fase de formación de una base de datos a partir de los diccionarios en formato papel Nuovo Pirona y Faggin fue encomendada a la

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Cooperativa di Informazione Friulana, que a finales de los años noventa del siglo pasado fue la entidad que más que cualquier otra conjugaba el uso de la lengua friulana y de las nuevas tecnologías (en particular informática y telecomunicaciones, como dueña de Radio Onde Furlane). Una vez adquirida experiencia con la realización de aquella base de datos, con iniciativa y fondos propios, la Cooperativa di Informazione Friulana realizó en poco tiempo dos instrumentos digitales fundamentales: el Dizionari Ortografic Furlan (el DOF), que en realidad es un diccionario bilingüe italiano-friulano / friulano-italiano, y el Coretôr Ortografic Furlan (COF). El DOF es sustancialmente una evolución del conjunto de fichas de datos de los diccionarios Nuovo Pirona y Faggin, repetido con criterios más eficientes y añadiendo gran cantidad de lemas derivados de la actividad editorial de Radio Onde Furlane. El DOF se configura como un programa de consulta rápida, sin definiciones y en una primera edición digital sin siquiera división entre acepciones o distinción entre homógrafos, con la simple estructura de lema de entrada en la lengua A, categoría gramatical, lema o lista de lemas correspondientes en la lengua B, categoría gramatical de tal/es lema/s. En una segunda edición, siempre digital, se añade la diferenciación entre homógrafos, una distinción en acepciones, una mínima dotación de definiciones y también la transcripción fonética de lemas friulanos en el caso de que su lectura pueda no ser segura por parte del usuario medio friulano. La sencillez, incluso excesiva, de tal instrumento permitió llegar a su publicación rápidamente, ya en 2001, compensando de tal manera los tiempos más largos requeridos por el GDBTF, y proporcionar de inmediato una referencia para la escritura en grafía oficial. Como efecto colateral de la elaboración del DOF, debemos mencionar, aunque en parte se aleja del tema de este trabajo, la edición contemporánea del COF, el corrector ortográfico friulano. Partiendo de la misma base de datos, los dos instrumentos tienen en común el hecho de haberse publicado juntos, bien por la Cooperativa di Informazione Friulana, bien por la Provincia di Udine, que expresamente adquirió un gran número de copias. El DOF y el COF son instrumentos de lingüística computacional que no habrían nacido sin el compromiso con el GDBTF y que determinaron, sin duda, la conclusión definitiva de las duras luchas sobre la grafía, que amenazaban con continuar incluso tras la formalización obtenida con la ley regional 15/96. En 2008 el DOF se publicó también en formato papel, con unos 40 000 lemas y partiendo de la iniciativa privada de Cooperativa di Informazione Friulana y de Serling soc. coop., que más tarde, en 2010, imprimieron también una edición de bolsillo, con unos 12 000 lemas. El sucesivo desarrollo de la trayectoria profesional y tecnológica iniciado con DOF y COF con los años condujo también a la producción del primer traductor automático italiano-friulano, Jude, por parte de la Serling soc. coop. Aunque no es un programa que ataña a la lexicografía, y por lo tanto a este artículo, nos parece oportuno hacer una brevísima referencia a Jude, por las consecuencias indirectas que podrá tener incluso en los futuros diccionarios friulanos. Jude es un programa de traducción automática de transferencia: esto significa que analiza y resuelve la ambigüedad de las palabras de un texto italiano, etiquetándolas de manera que se vinculen al lema del que proceden y marcándolas morfológicamente. Al elaborarlo, y al

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dar aplicaciones al material desarrollado para Jude, la Serling soc. coop. ha realizado un prototipo de etiquetador semi-automático para corpus en friulano, que es la base lingüística computacional para dar un salto cualitativo en la producción de las próximas obras lexicográficas friulanas: un corpus etiquetado, que ahora sería posible producir en poco tiempo, permitiría obtener datos inmediatos y seguros sobre la frecuencia de uso de los lemas, proporcionaría un vastísimo repertorio fraseológico y aceleraría enormemente la búsqueda de información sobre los campos semánticos y sobre las estructuras sintácticas en las que se usa cada lema. Desafortunadamente, la continuación de tal iniciativa comporta gastos excesivos para un ente privado, que luego no hallaría respaldo en el mercado friulano, de modo que necesita obligatoriamente el apoyo de fondos públicos; por razones de tipo político y administrativo la elaboración de este corpus, que ya habría podido iniciarse en 2010, acaba de comenzar —vacilante— en estos últimos meses.

11. Diccionarios bilingües con idiomas distintos del italiano El primer diccionario contrastivo de friulano y otro idioma vio la luz en 1994. Se trata del Mic dicţionar român-friulan / Pizzul vocabolari roman-furlan. Es una obra ágil, de solo 5000 lemas, poco conocida, pero muy interesante, dirigida por una parte hacia los lingüistas rumanos interesados a la lengua friulana, y por otra parte hacia la comunidad de friulanos emigrados a Rumanía entre finales del siglo xix y principios del xx, que siguió conservando su propio idioma. La novedad principal es que, aparte de la presentación, escrita en italiano y en rumano, el preámbulo, las indicaciones ortográficas y los epígrafes de las imágenes están en friulano y en rumano, dando así al friulano un nivel de paridad con la otra lengua. De todos modos es Gianni Nazzi quien, además de haber realizado los diccionarios a los que ya hemos aludido, tiene el mérito de haber vuelto a abrir el camino a diccionarios bilingües entre el friulano y otras lenguas distintas del italiano, creando así herramientas que son habituales para cualquier lengua pero sustancialmente ausentes para el friulano. La producción de Nazzi, cuyo compromiso en la ampliación de la relación del friulano con otras lenguas se aplicó también a numerosas traducciones, incluye diccionarios friulano-español, friulano-francés, friulano-checo y friulano-inglés publicados entre 1995 y 2006. En estos diccionarios, a excepción del checo, las lenguas tomadas en consideración se encuentran entre las más estudiadas a nivel mundial y los países en los que se hablan son, mayoritariamente, el destino del flujo migratorio del Friul, sobre todo entre 1880 y 1970. Tales diccionarios, pues, no solo contemplan una ampliación de las relaciones del friulano con otras lenguas, sino también la recuperación de una relación con los descendientes de emigrantes friulanos, que ya tienen mayor familiaridad con el francés, el español o el inglés que con el idioma de sus padres o abuelos. En lo que concierne a las características técnicas y las elecciones lingüísticas y ortográficas, estos diccionarios se ajustan a lo que se ha descrito en el apartado dedica-

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do a los diccionarios de Gianni Nazzi; la única excepción, con respecto a la presencia del friulano como lengua vehicular en la introducción del diccionario, se produce en el diccionario friulano-checo, el Furlansko-český slovník. Directamente vinculados a la actividad de Nazzi y totalmente coherentes con su elección, también hallamos otros diccionarios análogos, en los que él no figura como autor, aunque se haya utilizado la misma base friulana: se trata del Dicionário friulano-brasileiro, de 2007, de Anete Brondani y Alvino Michelotti, de casi 15 000 lemas, y el Furlansko-slovenski slovar, de 2005, de Marijan Brecelj, de casi 30 000 lemas.

12. Léxicos plurilingües En el Friul, desde hace siglos, conviven con el friulano el esloveno, el alemán y el italiano, y como lengua culta, el latín. Se entiende entonces la fuerte vocación y la sensibilidad con respecto al plurilingüismo, que por otra parte fue una de las características típicas de una de las instituciones políticas que dominaron durante más de cuatro siglos una parte del Friul, es decir, el imperio de los Habsburgo. Precisamente en el contexto del plurilingüismo austrohúngaro se enmarca el diccionario plurilingüe del goriziano Josef Wuk (o Vuk). Se trata del Techinisches Polyglott-onomasticum oder Wörterbuch der Namen der geistlichen, civil und Militärwürden und Chargen, der Professionisten, Künstler und Handwerker, der Grade der bluts und Eheverwandtschaft, nebst andern charakteristischen Benennungen in sieben Sprachen und dem friaulischen Dialekte, publicado en 1864 en Trieste. Se trata de una selección de más de 4000 lemas, con entrada solo en alemán. Es interesante que, en el título, el friulano aún se considera dialecto, cuando unas décadas más tarde los estudiosos de los países de lengua alemana reconocerán el estatus de lengua del friulano, mucho antes que los intelectuales italianos, también por intereses políticos. En este diccionario se advierte que el friulano utilizado, que aparece como tercer idioma después del alemán y el italiano, corresponde a la variante de Gorizia (ciudad del autor) y que la elección de los términos sigue a menudo la comparación con el resto de las lenguas, aunque a menudo se encuentran también calcos del alemán, el francés, etc. En 1995, influido por el ambiente europeísta y de búsqueda de relaciones de amistad con los pueblos cercanos, se publica Lingue d’Europa. Dizionario pratico Italiano - Friulano - Sloveno - Tedesco - Inglese, realizado por Gianni Nazzi junto con Marijan Brecelj. Es una obra de pequeñas dimensiones (solo 3600 lemas), pero extremadamente interesante por el uso paritario del inglés, de las lenguas habladas en el Friul y en las tierras cercanas. Igualmente merece una breve alusión el Vocabolario della pace publicado por el Fogolâr Furlan (la asociación de friulanos fuera del Friul) de Monza, en Lombardía, editado por Luciano Galli, Eddy Bortolussi y Manlio Michelutti, en 1999. Esta obra contiene unos quinientos lemas, muy pocas entradas, por tanto, aunque confronta doce lenguas: italiano, friulano, inglés, francés, alemán, español, portugués, polaco, esloveno, serbocroata, checo, ruso y también ruso en transliteración en alfabeto latino. Como en el caso de Lingue d’Europa, entre los principios inspiradores se

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reconoce el fuerte vínculo entre el amor por la lengua friulana y la aspiración a la unión y a la paz europea e internacional. Debemos citar también la publicación en 2002 del léxico multilingüe (catalán, corso, friulano, gallego, ladino, occitano y sardo) sobre el medio ambiente Lèxic de medi ambient / Lessicu di mezu ambiente / Lèssic dal ambient / Léxico do medio / Lessich dl ambient / Lexic de l’environament / Léssicu de d’ambiente, resultado del proyecto de largo alcance Linmiter, que intentó coordinar las distintas lenguas regionales y minoritarias en Europa, en este caso, a través de un estudio terminológico. Este trabajo sobre léxico específico y multilingüe, que nacía como experimento inaugural de una larga serie de colaboraciones, no llegó a contar con una continuación.

13. Diccionarios sectoriales Además de los diccionarios hasta ahora presentados aquí, la lengua friulana dispone de un cierto número de diccionarios de lenguajes sectoriales.

13.1. Los diccionarios de botánica y zoología de Giulio Andrea Pirona La primera obra que podemos citar en orden cronológico es un folleto publicado en 1854 por Giulio Andrea Pirona, quien, como vimos, se convirtió también en editor del diccionario de su tío, Jacopo Pirona. Este folleto, titulado Voci friulane significanti animali e piante, realiza una selección de los términos zoológicos y botánicos ya recogidos por Jacopo Pirona. Supone, pues, una prueba o anticipo con respecto al Vocabolario, cuyas nomenclaturas de zoología y botánica formarán secciones específicas. En 1862, tras un estudio más profundo y detallado, se llega a la publicación del Vocabolario botanico friulano. La estructura de estas dos obras es análoga a la que ya se describió a propósito de Jacopo Pirona: los lemas de entrada son friulanos, siguen sus equivalentes italianos, con las definiciones, descripciones y comentarios redactados en italiano.

13.2. Los diccionarios del proyecto Lenghe 2000 Entre 1990 y 1992, en una fase de compromiso que habría podido desembocar en resultados importantes para el desarrollo de la lengua, tanto en lo concerniente al reconocimiento legislativo como a la mejora de su estatus y del corpus, se concretaba la iniciativa editorial Lenghe 2000: Golaine di neologjisims. Se publican unos cuadernos sobre neologismos, que siguen los criterios de formación fijados por Xavier Lamuela, presentados como anexos de la revista La Patrie dal Friûl y con el apoyo financiero de la Comisión Europea. Tales cuadernos proponen neologismos o formas estándar friulanos, elegidos con criterios sólidos y bien justificados, en las áreas de matemáticas, química y geografía (internacional).

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Inicialmente el impacto de estos trabajos en el uso cotidiano de la lengua friulana fue, sin duda, limitado, pero su influencia fue muy profunda en los estudiosos de la lingüística friulana, que pudieron hallar un ejemplo moderno y positivo de acercamiento a la lingüística aplicada y en particular a la lexicografía friulana. No es una casualidad que casi diez años después el consorcio comprometido en la realización del GDBTF haya elegido retomar en su denominación el eslogan Lenghe 2000.

13.3. Los diccionarios desarrollados en torno al Istitût Ladin Furlan «Pre Checo Placerean» En 1997 el Istitût Ladin Furlan «Pre Checo Placerean» publicó su primer diccionario de lenguaje sectorial La nomencladure des matematichis, con 900 lemas y correspondencias en italiano, friulano e inglés. Organizada en tres secciones, que presentan sus entradas en las tres lenguas, esta obra se configuraba como continuación y ampliación del folleto del proyecto Lenghe 2000 publicado en 1992. El compromiso del Istitût Ladin Furlan se expresó con otros dos libros, que gozaron de gran éxito: La nomencladure dai animâi, de 1996, y Lis Plantis, cognossilis e doprâlis, de 1998, ambos editados por Lionello Baruzzini y Angelo Pittana. En estas obras, con varias reimpresiones y nuevas ediciones, la lengua vehicular es el friulano, con el texto italiano al lado (aparte del prólogo, los títulos de capítulos y párrafos, que solo figuran en friulano). El diccionario tiene como objetivo una función práctica y puede ser consultado indistintamente empezando por cualquiera de las tres lenguas que pone en contacto (friulano, italiano y latín científico). Además, en La nomencladure dai animâi, se incluyen la subdivisión taxonómica en friulano y la descripción de las diferentes categorías taxonómicas. En Lis Plantis, cognossilis e doprâlis, hallamos también la subdivisión taxonómica, la descripción y la nomenclatura de las partes de las plantas, indicaciones sobre el reconocimiento de plantas de interés culinario y terapéutico y cómo utilizarlas. En pocos años ambas obras han sido ampliadas, ordenadas y dotadas de más imágenes, hasta el punto de ser identificadas con nuevos títulos: respectivamente, Plantis nostranis e forestis, de 2000, y Animâi nostrans e forescj, de 2001. Una obra que goza de una estructura excelente, en la que se nota el modelo de trabajos análogos del Termcat catalán, es el Dizionari dai sports olimpics, editado por Gotart Mitri y publicado en 1999. En este diccionario se supera el enfoque bilingüe, de modo que la lengua dominante es sin duda el friulano, utilizado en todas las partes introductorias y descriptivas. Y, por supuesto, cuenta también con las correspondencias de los 1 300 lemas, descritos en italiano y en inglés. Se podría achacar un leve defecto al Dizionari dai sports olimpics, en la formación de neologismos, cultismos o en la sencilla elección de términos técnicos, por influencias hiper-puristas o forzosamente diferenciales del italiano: por ejemplo medicâl en lugar de medic (‘médico’) en función de adjetivo, o scuf’, propiamente ‘gorro’, en lugar de casc (‘casco’).

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13.4. El Dizionari dai tiermins cinematografics Otro diccionario sectorial es el Dizionari dai tiermins cinematografics, editado por Fabian Ros y publicado en 2000 por el Centri Espressions Cinematografichis. Esta obra parte de un ente que, además de promover la cultura cinematográfica en general, organiza anualmente iniciativas de promoción (exposiciones, concursos) de la producción cinematográfica y audiovisual en lengua friulana. Además de las correspondencias italiano-friulano  / friulano-italiano incluye descripciones de los diversos planos, movimientos de la máquina, técnicas de rodaje... con imágenes ejemplificativas. En esta obra la lengua vehicular es el friulano, mientras que el italiano se utiliza como lengua de entrada para usuarios que buscan el término friulano correcto. En la formación de neologismos el autor, además de la confrontación con el italiano, siempre realiza una comparación con otras lenguas, principalmente el francés y el inglés, que han tenido y todavía tienen un papel fundamental en el desarrollo del lenguaje cinematográfico. Entre todos los diccionarios de ámbito sectorial la obra de Fabian Ros es probablemente la más madura, llegando al más alto nivel de competencia técnica específica y lingüística.

13.5. El léxico administrativo Entre los diccionarios de lenguajes sectoriales debemos señalar el compromiso especial de la Provincia di Udine, que encargó y financió la realización de otras obras de este tipo. La iniciativa de mayor esfuerzo desembocó en la publicación del LEAM, el Lessic Aministratîf, editado por William Cisilino en 2005; dirigido a proporcionar orientación sobre el uso del friulano en la administración pública, su resultado supera el contenido de un simple diccionario de lenguaje sectorial. De hecho, vuelve a proponer las reglas de grafía oficial ya establecidas por la ley regional 15/96; presenta paralelamente, en italiano y en friulano, unos quince modelos de documentos burocráticos, elegidos entre los más recurrentes en los ayuntamientos, más un organigrama; por último, la obra incluye el diccionario italiano-friulano del léxico administrativo, con casi 950 entradas, estructurado de manera muy sencilla, análoga a las características del DOF (lema italiano, categoría gramatical-lema friulano, categoría gramatical), tal vez añadiendo ejemplos fraseológicos. En la misma carátula del LEAM, que se distribuyo por todas las administraciones locales y en muchas otras oficinas de la provincia de Udine, se incluyen los cd-rom del DOF y del COF, comprados por la Provincia di Udine a la Cooperativa di Informazione Friulana. El LEAM se configura como una obra bien estructurada y práctica que tuvo el mérito de difundir instrumentos útiles para el uso de la grafía oficial y de la lengua estándar en las administraciones locales, pero desafortunadamente no contó con el impacto esperado por el editor y por la administración provincial en el impulso del registro burocrático del friulano. De hecho, los impresos redactados en friulano todavía no han sido adoptados por los ayuntamientos y el uso burocrático del friulano es muy limitado.

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13.6. Otras iniciativas financiadas por la Provincia di Udine La Provincia di Udine identifica también otros ámbitos donde parece más necesaria la ampliación o la estandarización del léxico friulano y decide publicar otros diccionarios. Estas obras, publicadas a partir de 2004, son el resultado de un trabajo coherente con el Grant Dizionari Bilengâl Talian-Furlan, siguen las mismas elecciones lingüísticas, empezando por la base italiana del Grande Dizionario Italiano dell’Uso de Tullio De Mauro para la selección de entradas. La ejecución fue encomendada al CIRF, Centri Interdipartimentâl di Ricercje su la Lenghe e la Culture dal Friûl, de la Università degli Studi di Udine, que para el trabajo recurrió también a expertos externos y a docentes universitarios competentes en la materia específica tratada por el diccionario. Los sectores seleccionados fueron: · la construcción (2004) · la industria y el comercio (2004) · la informática y las nuevas tecnologías (2004) · el ámbito de los transportes (2004) · el medio ambiente (2006) · el derecho (2006) A pesar de los buenos propósitos iniciales y de la labor encomiable (tanto por las premisas de las que partía como por la coherencia con el proyecto regional del GDBTF), hay que señalar un defecto que no fue posible corregir a causa de la rigidez administrativa y burocrática de las dependencias provinciales responsables del proyecto: la cantidad de lemas prevista para cada diccionario fue fijada entre 800 y 1000, aunque para algunas disciplinas esta cifra se reveló insuficiente: por ejemplo, en el léxico de la industria y el comercio el GDU etiqueta 1 773 lemas, pero la selección de los 803 lemas presentes en el diccionario friulano no se realizó siguiendo un criterio de frecuencia o importancia, sino en la práctica de manera casual. Estructuralmente estos diccionarios cuentan con una parte principal con el siguiente orden: lema italiano, categoría gramatical, lema friulano equivalente, categoría gramatical del lema friulano y definición. Sigue una parte secundaria friulanoitaliano, con estructura análoga, aunque sin definición. El prólogo y las definiciones están redactados en friulano.

13.7. El Dizionario italiano-friulano di vita contadina Una obra de interesante incoherencia editorial resulta de la iniciativa de la Provincia di Pordenone (Friul occidental), cuya dirección política y administrativa aún mantiene la perspectiva del friulano como dialecto e indisolublemente vinculado al mundo rural. Se trata del Dizionario italiano-friulano di vita contadina, editado en 2005 por Pier Carlo Begotti, Andrea Comina y Piera Rizzolatti. A la declaración programática de que la obra está destinada a la promoción de la lengua friulana (razón por cual fue financiada con fondos públicos), le siguen elecciones contradictorias: el diccionario parte del convencimiento de que la vida cam-

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pesina es el primer ámbito expresivo de la lengua friulana, pero curiosamente la dirección de la obra es únicamente italiano-friulano. Una elección de este tipo podría indicar la finalidad de hacer recuperar el uso de la terminología agrícola friulana a través del italiano, pero tal recuperación sería posible si el diccionario estuviera estructurado, como otros presentados hasta ahora, con el fin de difundir la terminología agrícola moderna (o tanto moderna como tradicional); en cambio solo hallamos la descripción de un mundo rural ya anticuado, que paradójicamente no conoció la sustitución lingüística por parte del italiano. Otras incoherencias son el uso exclusivo del italiano en las partes introductorias y en las definiciones de los lemas, así como el uso bilingüe del italiano y el friulano estándar en los epígrafes de las ilustraciones. Además, con una distribución desordenada, también figuran las equivalencias en variantes locales. En definitiva este pequeño volumen, de poca relevancia y escasa difusión, es un ejemplo de confusión y tensiones sin resolver (al menos por parte de los políticos y de la administración, responsables de la publicación) entre los conceptos de lengua y dialecto, mostrando además el desconocimiento de los elementos fundamentales de la planificación y la promoción lingüísticas. Un caso sorprendente, si se considera la indiscutible competencia de los editores a nivel lingüístico, técnico y, en cierta medida, incluso de compromiso con la política lingüística del friulano.

14. El primer esbozo de diccionario monolingüe friulano En 2010 se publica el Vocabolari Furlan, primer esbozo de diccionario monolingüe friulano, editado por Federico Vicario, con la ayuda de varios colaboradores, en particular Paolo Roseano. La iniciativa editorial parte de la Società Filologica Friulana financiada por la Provincia di Udine. En la introducción se declara que esta obra quiere ser un instrumento al servicio de quien escribe en friulano y se explican los razonables motivos que llevaron a su realización. Se declara también que se trata solo de un primer paso hacia la realización de un diccionario más completo, ya que comprende 7500 lemas, que en opinión del editor corresponderían a los términos de uso más frecuente en lengua friulana. En realidad, la identificación de la frecuencia es imposible si se carece de datos objetivos y estudios específicos. De forma que hallamos claras incoherencias: por ejemplo, están ausentes lemas claramente fundamentales como biciclete, cun (preposición con, que estadísticamente aparece entre los primeros 20 lemas más utilizados), come... En cambio, están presentes lemas de frecuencia más baja, como bimestri (‘bimestre’), caviâr (‘caviar’), semide (término poco utilizado, ‘callejuela, sendero’), el rarísimo zigon (tan raro que hasta los autores se equivocan con el significado, ‘semilla de uva’ según el resto de los diccionarios, ‘grano de uva’ para Vicario y Roseano), el desusado zilar (‘especie de fusil’) y muchos otros. Consecuentemente, es obvio que la selección por frecuencia no se basa en estadísticas, sino en un trabajo hecho sin demasiada atención. Se encuentran también algunos aspectos que denotan falta de coherencia interna o de cuidado en la revisión; por ejemplo, figura el lema sentâ (transitivo, ‘poner

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sentado’, bastante raro), mientras que está ausente el fundamental verbo pronominal sentâsi (‘sentarse’). Además apenas hay reenvíos de una entrada a otra y es muy rara la información sobre sinónimos. El aparato de las definiciones es esquemático, aunque bien articulado y equilibrado, generalmente escrito en un registro neutro, apreciable para una lengua minoritaria en la que mantener el registro correcto comporta ciertas dificultades. Se realiza la división en acepciones, aunque de forma limitada. El punto más débil del Vocabolari Furlan se encuentra en la fraseología, no extraída de fuentes escritas, sino redactada por los propios redactores del diccionario; tal elección es legítima, pero desafortunadamente denota una escasa familiaridad con las costumbres lexicográficas. De hecho, la mayor parte de las frases tiene un bajo valor de ejemplificación y el porcentaje de frases en primera o segunda persona es exageradamente alto. En cuanto al uso de las nuevas tecnologías, el Vocabolari Furlan está atrasado, construido sustancialmente con una concepción propia de cuando el producto lexicográfico solo se publicaba en formato papel: no se ha utilizado una base de datos que luego permita distintas búsquedas, sino simplemente un archivo de texto. De todas formas, su consulta es posible gracias a la publicación de documento en formato pdf. Por los límites y los defectos enumerados, el Vocabolari Furlan se puede considerar un experimento o un intento. Un proyecto serio de diccionario monolingüe friulano tendrá que fundarse en unas bases técnicas y profesionales diferentes, que además ya se poseen gracias a los itinerarios anteriores.

15. Perspectivas El próximo objetivo lexicográfico para el friulano debería ser la redacción de un diccionario monolingüe según criterios modernos: mediante el uso de todos los recursos lingüísticos computacionales (por ejemplo, con el objeto de realizar una selección con base estadística para el léxico, la ejemplificación fraseológica, la identificación de acepciones y usos específicos...), un trabajo con base digital que cuente con funciones complejas, publicación digital y eventual impresión en papel de uno o más volúmenes (versión completa, versión reducida, versión de bolsillo), que tenga coherencia editorial. Las bases técnicas para alcanzar tal objetivo se encuentran en el Friul (aunque no aprovechadas) desde hace algunos años: el corpus etiquetado de la lengua friulana escrita ya podría haber alcanzado dimensiones útiles al principio de los trabajos para el diccionario monolingüe friulano, pero está paralizado a nivel político y burocrático. Todavía faltan las bases económicas sobre las cuales basar un proyecto de este tipo, que podría sostenerse casi exclusivamente con recursos públicos, que a su vez dependen también de decisiones o inercias políticas y administrativas. En tal situación, el riesgo —en buena parte, concreto— es la dispersión y desaparición, tal vez definitiva e irrecuperable, de las capacidades profesionalidades des-

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arrolladas gracias a los grandes proyectos de lexicografía y lingüística computacional de los últimos quince años.

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La lexicografia histórica catalana a partir de fines del siglo xix Germà Colón Universität Basel / Institut d’Estudis Catalans

Catalan historical lexicography since the late nineteenth century Abstract This paper presents a summary of the most significant works on historical lexicography in Catalan that were begun in the nineteenth century, focusing in particular on the work of Marià Aguiló, Antoni Maria Alcover and Francesc de B. Moll, Josep Balari i Jovany, Joan Coromines and Julià-Bernat Alart. Bringing the survey up to the turn of the twenty-first century, two ongoing initiatives are examined: the Glossari de glossaris de “Els Nostres Clàssics” and the Vocabulari del català medieval de Faraudo. Keywords Lexicography, Catalan, historical linguistics, lexicon.

Nos proponemos aquí 1 esbozar un pequeño panorama de la lexicografía histórica catalana, que aparece en la segunda mitad del siglo xix, coincidiendo con el auge de la ciencia positivista en Europa. Los protagonistas son Marià Aguiló, Antoni Maria Alcover y Francesc de B. Moll, Josep Balari i Jovany, Julià-Bernat Alart y Joan Coromines. Además mencionaremos dos empresas actualmente en construcción: el Vocabulari de Faraudo de Saint Germain y el Glossari de glossaris.

1.

El Diccionari Aguiló

El mallorquín Marià Aguiló i Fuster (Palma 1825-Barcelona 1897), que ejerció de bibliotecario tanto en Cataluña como en Valencia, se distinguió como bibliófilo y folclorista y acabó despojando textos antiguos y formando un gran cedulario, que quedó inédito a su muerte (1897). Desde un principio se pensó en darlo a la imprenta, –––––––— 1

Este trabajo está adscrito al proyecto de investigación «Portal de léxicos y gramáticas dialectales del catalán del siglo XIX» (FFI2010-18940, subprograma FILO), financiado por el Ministerio de Economía y Competividad.

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pues tal era el deseo del hijo, Àngel Aguiló (cf. Alcover 1902). Este cedulario fue a parar al Institut d’Estudis Catalans, y a partir de 1918 empezaron a publicarse las fichas del repertorio. Se encargaron de la labor Pompeu Fabra y Manuel de Montoliu, que lo editaron con el título de Diccionari Aguiló y añadieron como subtítulo: Materials lexicogràfics aplegats per Marian Aguiló i Fuster. Revisats i publicats sota la cura de Pompeu Fabra i Manuel de Montoliu. Las comillas del título indican que no se trata de un diccionario en el sentido tradicional, sino solo del repertorio de cédulas tal como lo dejó su autor. Por eso muchas fichas llevan una escueta definición y a menudo únicamente el fragmento del texto antiguo, sin ninguna explicación. Pese a ello, la utilidad de esta obra es grande y ya entre los años 1920 y 1930 fue posible aprovecharla para un mejor conocimiento del léxico catalán. Pompeu Fabra, autor del Diccionari general de la llengua catalana (1932), que ha sido durante muchos años el diccionario normativo, lo tuvo muy presente. He aquí una muestra de estas fichas o cédulas de Aguiló: Con definición: arages arajes (cap a Lleida): maduixes; un dels tributs que els pagesos de remença pagaven als senyors: «pernes de cansalada, arages, moltó...» Const. Cat. 3ª ed., II, 130.

Sin definición: Aquistar: «Tuli ha aquistat en lo jovent tanta virtut quanta solen aquistar los hómens per lonch temps», J. Esteve; «Tu has aquistat mes de virtut...», Id.; «Tu aquistarás tota cosa ab lo estudi, industria...», Id; Curial, 3.

2.

El Diccionari Català-Valencià-Balear

Antoni Maria Alcover (Manacor 1862-Palma 1932), mallorquín como Aguiló, comenzó escribiendo narraciones populares (Contarelles y Rondalles mallorquines) que, aparte de su gran valor literario, han servido para que las gentes de Mallorca leyeran en su propia lengua (téngase en cuenta que en aquella época y durante muchísimo tiempo después la enseñanza se realizaba solo en castellano). Cursó la carrera eclesiástica y llegó a ser canónigo y magistral de la catedral de Mallorca. Desde muy joven Alcover estuvo enamorado de su lengua materna, pero al consultar los diccionarios de la época, tanto mallorquines como valencianos y catalanes, comprobó que estos no contenían muchas voces que eran corrientes en boca del pueblo. Entonces concibió la idea de formar un diccionario total del conjunto de las tierras catalanas; es decir, tanto de la lengua antigua como de la dialectal y la moderna. Para ello el año 1901 escribió la Lletra de convit, una llamada a todas las fuerzas vivas, que redactó con una admirable minuciosidad, invitando a colaborar en la empresa y dando instrucciones para la recogida del vocabulario vivo y para el vaciado de los textos antiguos; tal detallismo llegó incluso a indicar el tamaño que han de tener las fichas (o cédulas, como se decía entonces). Alcover se puso inmediatamente al trabajo y buscó colaboradores bien dispuestos a cumplir el cometido (col·laboradors que tenen poca son, ‘que tienen poco sueño’), hizo excursiones sin descanso por todas las regiones de la lengua y se ganó el aprecio de las gentes, que lo llamaron «Apòstol de la llengua catalana». Fundó además una revista, el Bolletí del Diccionari

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de la Llengua Catalana (1901-1926, en la primera época; luego de 1933 a 1936 se encargó Moll), que constituye la primera revista filológica de España y que era el órgano mediante el cual Alcover difundía los trabajos que se estaban realizando. Cuando el Institut d’Estudis Catalans creó la Sección Filológica, en 1911, fue nombrado presidente. Las encuestas también se realizaban mediante excursiones in situ (llamadas eixides). Consistieron en más de cincuenta viajes en los cuales, mediante encuestas, obtenía información lingüística de los diversos lugares de habla catalana que llegó a visitar, más de mil. Durante una de las salidas a Menorca, en 1918, conoció a un joven entusiasta y buen conocedor de la lengua, Francesc de B. Moll. En 1921, este se trasladó a Mallorca, fue nombrado secretario de la «Obra del Diccionari» y ya estuvo siempre ligado a la tarea lexicográfica, que, como veremos, fue más allá de la muerte de Alcover. Un episodio poco edificante tuvo lugar con el Institut d’Estudis Catalans: Alcover, trabajador incansable y ardoroso, chocó con la resistencia de gentes no tan lanzadas como él y hubo roces con algunas personalidades, lo que motivó que se retirara a Mallorca y dejase de trabajar con las gentes del Institut. Alcover fue perdiendo apoyos en Cataluña y fue entonces, por miedo a dejar de tener subscriptores en el Bolletí y en el futuro diccionario, cuando decidió cambiar el título de Diccionari de la Llengua Catalana por el de Diccionari Català-Valencià-Balear, lo que ha sido motivo de críticas por parte de algunos, pero ganó la aprobación de otros, principalmente en las Baleares y en Valencia. La labor constante de Alcover no decayó nunca y logró compilar unos ficheros muy grandes (la famosa Calaixera). Su objetivo era doble: el diccionario y la gramática de la lengua. El primero lo puso en marcha: en 1926 aparecía el primer fascículo y en 1930 el primer volumen; la gramática, desgraciadamente e inexplicablemente, se ha perdido. Solo ha quedado La flexió verbal en els diccionaris catalans, preparada por Moll, en 1928, y publicada en el Anuari de l’Oficina Romànica de Llengua i Literatura (entre 1929 y 1933), que contiene la conjugación en 149 localidades; más tarde Maria Pilar Perea completó, utilizando las informaciones de los cuadernos de campo, el número de las localidades investigadas, que llega a 170. El primer tomo del Diccionari Català-Valencià-Balear y parte del segundo los fueron redactando Alcover y Moll. Cada artículo iba firmado con las iniciales de los respectivos autores. Al morir Alcover, en enero de 1932, Moll cargó con la responsabilidad de continuar la obra y, venciendo toda clase de obstáculos, logró terminarla en 1962, y aún reeditó, en 1968, los dos primeros volúmenes, que estaban redactados en ortografía no académica. Son diez volúmenes de gran formato de unas mil páginas cada uno. El Diccionari Català-Valencià-Balear (DCVB) lleva como subtítulo Inventari lexicogràfic i etimològic de la llengua catalana en totes les seves formes literàries i dialectals, recollides dels documents i textos antics i moderns, i del parlar vivent al Principat de Catalunya, al Regne de València, a les Illes Balears, al departament francés dels Pirineus Orientals, a les Valls d’Andorra, al marge oriental d’Aragó i a la Ciutat d’Alguer de Sardenya. Este diccionario de Alcover y Moll es, sin duda, la obra más original en su género de todas las aparecidas en la Romania, pues combina admira-

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blemente la documentación antigua y la moderna, dialectal y literaria y la pone al alcance de los especialistas y del simple lector culto. No es que, por ejemplo, no se puedan llegar a reunir en otras lenguas para un determinado vocablo unos datos semejantes a los correspondientes del catalán y hasta quizá superiores, pero en ese caso hay que acudir a muchas y variadas fuentes. En cambio el DCVB orienta inmediatamente. El estudioso sabrá luego qué camino tomar. Hay que insistir en la claridad expositiva del DCVB, con una metalengua hermosa en su sobriedad. Unos cuantos ejemplos antiguos, seleccionados entre los materiales inmensos de la Calaixera, una atención a todas las manifestaciones idiomáticas de las diferentes regiones del idioma, a aspectos etnográfico-folclóricos, unas propuestas etimológicas que no pretenden tener siempre razón, sino que son una guía para el lector, ofrecen un panorama de la historia del léxico catalán. Los artículos de este diccionario, incluso los más extensos y difíciles, atraen por esa sencillez y luminosidad, por la ausencia de terminología abstrusa que llega a todo el mundo, sea lingüista o lector culto. Antoni M. Alcover dio el impulso y Francesc de B. Moll infundió en la obra la estructura ideal. La macroestructura no se limita a los apelativos catalanes (con lemas que a veces incluyen variantes gráficas) sino que asimismo engloba la toponimia y la onomástica. La microestructura comprende, para cada lexema, la definición de los diversos semas según una agrupación lógica. Se procura que las acepciones sean autorizadas con textos, de manera que resulta una historia de la palabra considerada. Mediante abreviaturas se señalan las áreas dialectales (por ejemplo, s. v. crenxa: or., occ., val., mall., men., eiv.). Para las voces más usuales se consigna un aparato de locuciones, el cual tiene a menudo un gran valor etnológico. El aspecto de la cultura popular está representado de modo claro: por un lado, con dibujos e ilustraciones, y, por otro, con la recolección de canciones (con transcripción de melodías), refranes, creencias populares, etc. Sigue la transcripción fonética, que es dada para las diferentes comarcas o incluso a veces para cada localidad, si se trata de términos patrimoniales. Para los cultismos figura solo la pronunciación tipificada de Barcelona, Valencia y Palma de Mallorca (no así la de Perpiñán). En otra sección se anotan los derivados de sustantivos y adjetivos, cuando son importantes, y a veces hay una con los sinónimos. La última parte va destinada a la etimología, en general de manera sucinta. Ya queda dicho que toda este gran acopio de información —lingüística, filológica, etnográfica, etc.— que el DCVB abarca lo convierte en una obra singular. Normalmente cualquier lengua culta ofrece estos materiales distribuidos en publicaciones separadas: diccionario normativo, diccionario de la lengua antigua, de los dialectos, diccionario de flora y fauna, colecta folclórica. El Alcover-Moll, como también es conocido, permite abrazar todos estos aspectos de un simple vistazo. Tenemos que hablar ahora de las limitaciones de la obra. Un cuadro tan basto, un propósito tan ambicioso no puede realizarse sin algunas lagunas y errores. Si no, sería algo prodigioso. Por ejemplo, alguna vez las definiciones no se ajustan al sentido del texto aducido como ilustración. Por ejemplo la palabra trufà, trufana no es ‘falso, de burla’ en todos los ejemplos; y ciertamente lo que los judíos designan como carns trufanes no pertenece a ese artículo, sino que son carnes prohibidas y la etimología es hebrea. En

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un texto medieval se habla de las ventanes del nas y no son ‘ventanas’, sino las fosas nasales. Dejan algo que desear algunas remisiones internas que no abarcan todos los datos del problema. Así, estaló debería haber enviado a estoló, en donde hay unos preciosos textos de los siglos xiii y xiv. Estos y otros defectos se pueden señalar, pero dejémoslo. Hoy el DCVB se ha convertido en el modelo de referencia: los editores de textos señalan la existencia o la ausencia de tal vocablo en el Alcover-Moll. Ello supone una especie de victoria: rindiendo homenaje a la obra magna, se comprueba que la lengua se ha enriquecido con una nueva aportación. El DCVB se terminó en 1962 y ya tiene sus años. Por el momento no hay ningún repertorio que lo supere. Pero no tendríamos que considerarlo una obra cerrada. Convendría redactar suplementos que recogieran las nuevas aportaciones de los filólogos. El propio Francesc de B. Moll lo consideraba necesario. Y puesto que ya es consultable en internet, sería necesaria su informatización absoluta, con la posibilidad de realizar consultas simples y complejas.

3.

El repertorio de Alart

Es una lástima muy grande que el gran repertorio rosellonés siga todavía inédito. Su autor, Julià-Bernat Alart (Vinçà, Conflent, 1824-1880), fue archivero de la prefectura de los Pirineos Orientales y, además de recoger y publicar numerosos documentos, fue preparando un fichero, que consta de 14 volúmenes, y que tituló Essai de dictionnaire historique de la langue catalane. Alart se proponía confeccionar una obra histórico-filológica basada en documentos auténticos y destinada al estudio del catalán desde una perspectiva diacrónica. La mayor parte del caudal es medieval y comprende desde el siglo ix hasta los siglos xvi-xvii, aunque a veces no deja de lado documentación más moderna (por ejemplo, el Cançoner de Milà i Fontanals, de 1853; cf. anet, bonic). También despojó varias obras literarias del medioevo, como la Crònica de Declot y la del rey Jaume I. Sin embargo, conviene andarse con cuidado con el manejo de este Essai, porque también en el corpus incluyó obras que no son catalanas, sino occitanas y franco-vénetas, entre otras, las producciones de Roudil, La vie de sainte Euphrosyne o la Passion du Christ. Joan Corominas tuvo acceso a esta compilación y copió algunos artículos (cf. aladroc ‘boquerón’, alfàbia ‘jarra’ en el DECat), pero le faltó tiempo para copiar muchos otros artículos, como atzagaia, aladern, etc. La utilización de este imponente repertorio, siempre que se lleve a cabo con buen criterio filológico, puede dar resultados espléndidos.

4.

El diccionario de Balari

Josep Balari i Jovany (Barcelona, 1844-1904) fue un erudito con muy diversos intereses. Escribió un tratado de taquigrafía, unas reglas de ortografía catalana y fue

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catedrático de griego de la Universidad de Barcelona. En el aspecto lingüísticofilológico que aquí nos interesa destacan sus Orígenes históricos de Cataluña (primer tomo y único publicado: 1901), en donde se estudia en miles de documentos de la época condal la toponimia y onomástica catalanas. Es una lástima que una parte de la ingente cantidad de fichas, fruto de su actividad archivística, haya quedado inédita. Balari también editó algunos textos antiguos, como las Sentències morals per Jafuda, juheu de Barcelona (segle xiii) o ciertas obras de Francesc Eiximenis del siglo xiv sobre las reglas de buena educación en el comer, beber y servir a la mesa. Otra de las actividades de este incansable intelectual fue la recogida de cédulas con el fin de confeccionar un diccionario catalán. La misma Universidad de Barcelona decidió en 1924 publicar este trabajo y en 1926 aparecía el primer fascículo del que se tituló Diccionario Balari (en castellano) al cuidado de Manuel de Montoliu, también profesor de ese centro. Al estallar la guerra civil de 1936 la publicación había llegado a G- (gutaperxa). Hay que lamentar que la incuria o el interés de algunos haya provocado la pérdida de estos materiales. Josep Balari había vaciado muchos textos, tanto obras literarias, ya editadas, como otras todavía inéditas. Había trabajado con textos del fondo español de la Bibliothèque Nationale francesa. Cuando en esta biblioteca hallaba dos manuscritos de la misma obra comparaba sus variantes. Así lo hizo con la Crònica de Desclot o con la traducción catalana del Breviari d’amor. En este diccionario no solo hay material de la época medieval sino también textos más modernos, de los siglos xvi y xvii, y hasta llega a autores contemporáneos del autor, como Jacinto Verdaguer. Pero, insistimos, la parte antigua es la más conspicua. Un aspecto que cabe destacar es la traducción castellana que acompaña los lemas. Contrariamente a la parquedad de Aguiló, por ejemplo, Balari se entretiene morosamente buscando la voz exacta correspondiente y luego proporcionando muchos sinónimos o un sintagma o un refrán adecuado a la voz estudiada. Es seguro que disfrutaba con los textos de ambas lenguas. He aquí, como muestra, un artículo, corto y con la definición no demasiado larga, en donde vemos un ejemplo antiguo de la Crònica de Ramon Muntaner y otro de un contemporáneo del autor (Narcís Oller): Adreçar: 1. Enderezar, poner derecho, poner en orden: «lo dit señor rey En Pere aná adreçar son regne, e hach gran plaer de ço que’l noble En Corral Llança hach feyt e complit)», Muntaner, 70. 2. Enderezar, encaminar, dirigir, enviar en derechura: «ademés no volent rebre las cartas directament, sempre hi había un altre medi: cercar una amiga a qui podría ell adreçarlas», Oller, La papallona, 103.

Insistimos en la pérdida grande que representa la desaparición de esa parte del Diccionario del gran científico.

5.

El diccionario etimológico de Coromines (DECat)

Como ya indica el título, este diccionario (1980-2001; nueve volúmenes de más de mil páginas cada uno y uno de índices) tiene carácter etimológico, pero la enorme cantidad de datos que proporciona hace que sirva también como repertorio filológico.

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La realización es una proeza gigantesca y apenas se concibe que sea obra de un solo hombre. El autor ya indicó que desde su juventud había tenido en mente la realización de esta obra y asimismo el Onomasticon Cataloniae, que, como su nombre indica, recoge ante todo la toponimia catalana. El DECat es el «pendant» del DECH dedicado al castellano, pero lo supera en aspectos de documentación y de conocimientos dialectológicos. Se ha convertido en un trabajo imprescindible, de consulta obligada, no solo para los catalanófilos, sino asimismo para hispanistas, italianistas, occitanistas y para cualquier estudioso de la Romania. El objetivo principal del autor es encontrar la etimología de las palabras. Cuando el vocablo en cuestión tiene un origen indiscutible, lo estudia con menos detenimiento y esmero que cuando se ha de enfrentar a un vocablo de procedencia desconocida o controvertido. Véase, por ejemplo, el diferente tratamiento de la pareja sinónima cornella y cucala ‘ave de la familia del cuervo’: el primero bien conocido (< *cornicula), y el otro no conocido del todo. En estos últimos casos se pone de manifiesto la enorme capacidad de Coromines para relacionar hechos pertenecientes a diferentes sistemas lingüísticos. Citemos, por ejemplo, voces así tratadas, como arna, bassetja, espurna, màscara, tancar. La macroestructura comprende todo cuanto es lengua literaria y coloquial, antigua y moderna y también una gran cantidad de voces dialectales no recogidas hasta ahora, las cuales vienen señaladas mediante una crucecita. En la microestructura, tras el lema, viene la propuesta etimológica, seguida de la fecha de la primera documentación. Luego llega el tratamiento de la etimología, generalmente bien desarrollado: existencia de documentación antigua o moderna, extensión dialectal, coincidencia o discrepancia con otros reflejos de la palabra en las lenguas vecinas, discusión con los colegas, la mayoría de las veces para mostrar sus deficiencias y la bondad de la opinión propia. Este tratamiento a menudo es algo penoso. Siguen los derivados y compuestos. Es esta la parte más floja y descuidada de la obra; hay numerosas listas sin fecha ni estudio de estas formaciones (cf., por ejemplo, sòl, pero entresòl queda como un simple compuesto, sin considerar la gran riqueza histórica de este compuesto y su irradiación por Europa). Una disposición quizá discutible es que al final de cualquier artículo se añade una lista de términos relacionados de alguna manera con la voz-lema. Cf. tras llop ‘lobo’ vienen voces como liceu, licantropía, licopodi, polipodi y tripodi. Esta parte de cultismos no está cuidada en absoluto; cuando alguna vez el autor trata de cualquiera de ellos, la cronología suele ser de lo más arbitrario. Tomemos la voz sevicia, que se fecha en 1864, y resulta que ya aparece a principios del siglo xv, y no es caso único. Hay que notar que el DECat no se rige por una concepción fija, por una estructura clara, según unos esquemas de trabajo previamente establecidos, sino que cada artículo se plantea de manera diversa. Se ha perdido aquí una buena ocasión de separar de manera radical los datos filológicos objetivos de la discusión poco grata, como ya queda dicho, con las opiniones de otros investigadores. Coromines otorga poco valor a los datos sacados de textos y censura a quienes creen en el testimonio de los documentos escritos; él los maneja a su antojo. Véase

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cómo data el Llibre del Consolat de Mar o el Liber elegantiarum o bien cómo inventa de la nada un vocablo bertol cuando el manuscrito dice cimbeyl (s. v. bertrol). Constantemente comete errores de carácter filológico a causa de esta negligencia con los textos: por ejemplo, confunde el valenciano central esmerla ‘mirlo’ con el ave de rapiña esmirle o el término de origen turco murtat, que significa ‘renegado’, y en la Crònica de Muntaner es un ‘mensajero’, pero que Coromines confunde con un pariente del italianismo mortadel·la. Otro aspecto metodológico que cabe subrayar es el abuso que el autor comete de dos conceptos poco definidos: el sorotáptico y el mozárabe. Son una especie de «deus ex machina» que arregla las etimologías controvertidas. Al punto que un término presenta algún escollo, se recurre a estos conceptos, que carecen de cualquier base científica. Nada prueba que en el siglo viii a. C. llegasen desde la Europa central estos sorotaptos, supuestamente vecinos de los balto-eslavos. Ni los arqueólogos ni los historiadores los mencionan (cf. barana, boc, carant, llosa, etc.). Todavía es peor la falacia del mozárabe. Los mozárabes son cristianos hispánicos que vivieron bajo la dominación sarracena; es este un concepto de la historia del arte y de la liturgia, pero se ha aplicado abusivamente a la lengua y se pretende que los mozárabes conservaron no solo la fe y el culto, sino también la lengua románica. Son, pues, una especie de numantinos de la latinidad. Voces como amo, corder, falla, orxata, roder, sapo, tonyina, xanguet, xoriguer, etc., pertenecen a este selecto grupo de mozarabismos, cuando en realidad, por ejemplo, corder es un claro aragonesismo debido al comercio de la carne con Aragón, orxata es la orzata italiana (de la familia de orzo ‘centeno’) o xanguet es un genovesismo blank > ciang (porque estos peces forman como una capa blanca en el mar), etc. Todo eso del mozárabe es un puro invento, más o menos integrista cristiano ante los infieles musulmanes, que parte de Francisco Javier Simonet (1897-1903) para mostrar que también los cristianos sabían combatir a la morisma. El tal mozárabe lo han manipulado grupos integristas valencianos, pero esa no era ciertamente la intención de Coromines. Pese a las críticas que ha habido que formular, el DECat es un instrumento insustituible. Es muy útil tener reunidos para cualquier palabra muchos datos filológicos sacados en su mayoría de obras como el DCVB, el Diccionari Aguiló, el Diccionario Balari o el Inventaire de Alart y varias aportaciones del mismo autor, todo pasado por su severa crítica y su capacidad para relacionar hechos lingüísticos alejados entre sí. Coromines poseía una extraordinaria formación de lingüista y no tanto de filólogo.

6.

El Vocabulari Faraudo

Aunque todavía se encuentra en construcción, conviene mencionar este vocabulario que se está desarrollando en Internet (http://www.iec.cat/faraudo/). Se trata de las fichas que en 16 cedularios Lluís Faraudo de Saint Germain legó al morir al Institut d’Estudis Catalans. Allí hay una gran riqueza léxica porque Faraudo despojó documentos de toda clase: disposiciones sobre venta de pescado en Cuaresma, contratos, disputas territoriales, terminología bélica, construcción de muros, animales domésticos y salvajes, documentos que hacen referencia a tejedores y tintoreros, basuras,

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juegos, la mala vida de tahúres y jugadores, etc. sin olvidar los grandes textos literarios medievales, ni tampoco los viejos tecnicismos. El uso de las tecnologías informáticas permite hacer, en estos materiales, búsquedas simples y complejas, según diversos criterios. Así, la búsqueda de la palabra pern ‘quicio’ no solo ofrece este resultado: PERN s.

Clau gruixut de cap rodó.

“item tenen .iii. sercles de ferra, los dos per les armilles e la un per l espera e un pern qui esta en la roda de l espera...” Rubió i Lluch (editor) Docs. cult. cat. med. ii, cxli “... e cascu de aquests portara una ballesta desencavalcada... que no sta ligada lo braç ab lo albrer ab fil com acostumen les altres de estar, mas ab lo estrep venen tan justes e ab un petit pern s encavalquen molt be.” Martorell, Joanot Tirant lo Blanch Cap. lxxxv “Primerament .j. bacinet ab bavera, fet en tal manera que sobre es clou al costat de la dita bavera ab certs perns...” Inventari d’Alfons el Magnànim 126; any 1417 “Item una senalla de palma en que ha claus... ab alguns perns de ferre.” Inventari de la galera de la Diputació Arxiu Municipal de Barcelona. Any 1460

sino que además la asocia con palabras que tienen el mismo inicio: perna, perna de carnsalada, pernada, pernil, pernoctar, pernoliar. Aplicando otros criterios de búsqueda pueden obtenerse resultados relacionados con la estructura de la palabra, en cuanto al lema o lo incluido en la definición o en los ejemplos.

7.

El Glossari de Glossaris

Esta obra es un repertorio de todos los glosarios de los textos medievales publicados por la colección «Els Nostres Clàssics» (1924-). A cada nueva edición de un texto se añade el glosario correspondiente. Cabe decir que también aquí la cantidad de léxico es extraordinaria, y de esa manera se evita la dispersión de los datos.2 En realidad, se trata de un programa de consultas que descansa en una base de datos. La página web que acoge el Glossari de glossaris es http://www.glossaris.net/search.php, y está en continua actualización, puesto que se va incorporando progresivamente el léxico de las nuevas obras publicadas. Este buscador permite la consulta informatizada, como también la de los términos técnicos o de especialidad, de las voces cultas que a menudo constituyen primeras documentaciones en catalán o de las palabras propias de una región determinada de la lengua, asociando los términos idénticos e indicando la ubicación, además de mostrar las referencias correspondientes a la obra, el tomo y la página.

–––––––— 2

Los números 6 y 7 están dirigidos por Germà Colón Domènech.

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Germà Colón

La búsqueda de la palabra jurcar ‘esforzarse’ da el siguiente resultado, donde se muestra la obra en donde aparece el término y su localización, su significado, así como otras palabras derivadas. jurcar jurcava volum 14.- Ramon Llull, Llibre d'Amic e Amat. Llibre d'Ave Maria, a cura de Marçal Olivar i Salvador Galmés, 159 pg. 1927. Reimpressió, 1980 i 1985. pàgina 50 línia 26

s'exposava, cuitava jurcava volum 74.- Ramon Llull, Libre de Evast e Blanquerna (vol. III), a cura de Salvador Galmés, 187 pg. 1954. Reimpressió, 1981. pàgina 37 línia 27

s'esforçava, procurava

Referencias bibliográficas Alcover, Antoni Maria (1902): «A n’els nostres amichs y colaboradors», BDLlC, octubre, 161-166.

Alcover, Antoni Maria / Moll, Francesc de Borja (1930-1962): Diccionari català-valencià-balear, 10 vols. Editorial Moll: Palma de Mallorca. Balari i Jovany, Josep (1901): Orígenes históricos de Cataluña. Barcelona. Balari y Jovany, José, comp. (1927-1928): Diccionario Balari. Inventario lexicográfico de la lengua catalana. Barcelona: Imp. Elzeviriana y Lib. Camí. BDLlC = Bolletí del Diccionari de la llengua Catalana. Palma. Colón, Germá (2011): «Un nuevo instrumento lexicográfico: los glosarios de “Els Nostres Clàssics”», en Anja Overbeck / Wolfgang Schweickard / Harald Völker, eds.: Lexicon, Varietät, Philologie. Romanistische Studien Günter Holtus zum 65. Geburtstag. Berlin: Walter De Gruyter, 391-398. — (2012): «El Vocabulari de la llengua catalana medieval de L. Faraudo de Saint-Germain», Caplletra, 52, 95-105. DCVB = Alcover / Moll 1930-1962. DECat = Joan Coromines (1980-2001): Diccionari etimològic i complementari de la llengua catalana, 10 vols. Barcelona: Curial. Diccionario Aguiló = Aguiló i Fuster, Marian (1918-1934): Diccionari Aguiló. Materials lexicogràfics aplegats per Marian Aguiló i Fuster revisats i publicats sota la cura de Pompeu Fabra i Manuel de Montoliu, 8 vols. Barcelona: Institut d’Estudis Catalans. «Els Nostres Clàssics». Barcelona: Barcino. Fabra, Pompeu (1932): Diccionari General de la Llengua Catalana. Barcelona: Llibreria Catalònia. Perea, Maria Pilar (2005): Antoni M. Alcover dialectòleg, gramàtic, polemista. Barcelona: Publicacions de l’Abadia de Montserrat. Simonet, Francisco Javier (1897-1903): Historia de los mozárabes de España. Madrid: M. Tello.

El Vocabolario degli Accademici della Crusca y la norma del italiano Rosario Coluccia Accademia della Crusca / Università del Salento

Vocabolario degli Accademici della Crusca and standard Italian Abstract The article examines the theoretical premises and specific spellings chosen for the Vocabolario degli Accademici della Crusca in its first, 1612 edition. Taking fairly different texts as their point of departure, the academicians came up with a coherent writing system which is for all intents and purposes (save for some obvious variations) that in use in present-day Italian. This also confirms the central role of La Crusca in establishing the standard written Italian. Keywords Accademia della Crusca, Dictionary of 1612, writing system, standard Italian language.

1.

Introducción 1

No es excesivo calificar como extraordinariamente importantes el papel y la influencia que la Accademia della Crusca ha ejercido en el ámbito de la lexicografía del italiano: durante siglos ha constituido un punto de referencia general (tanto para los particulares como para entidades diversas) objeto de admiración, aunque no hayan faltado, como es natural, voces disonantes. Fundada en Florencia en 1582 gracias al impulso decisivo de Lionardo Salviati, que entra en la institución en 1583, la Accademia persigue un objetivo de enorme importancia: dotar a la cultura italiana de un instrumento capaz de erigirse en un modelo lingüístico bien definido para el uso escrito. En Italia la actividad lexicográfica no comienza en ese momento: existían varios glosarios manuscritos, en parte todavía inéditos, y numerosas impresiones del siglo xvi, de las que informa el gran trabajo analítico de Tancke (1984), quizá no bien aprovechado por la bibliografía especializada; pero la obra de la Accademia innova radicalmente respecto a las precedentes, tanto en los presupuestos metodológicos como en las decisiones operativas. –––––––— 1

La traducción del italiano al español ha sido realizada por María Dolores Sánchez Palomino y Emiliana Tucci, de la Universidade da Coruña.

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De las actas de las reuniones se extrae que la primera alusión a un proyecto sobre el léxico data de 1591 (Parodi 1974: 34). En poco más de veinte años se publica el vocabulario, es decir, en un plazo de tiempo bastante corto para una obra colectiva realizada por aficionados objetivamente carentes —al principio— de preparación específica, por muy apasionados y diligentes que fuesen. La primera impresión del Vocabolario degli Accademici della Crusca aparece en Venecia en 1612 (Crusca 1612); en el frontispicio figura impreso el tamiz o cedazo, instrumento usado para separar la harina (la parte buena de la lengua) del salvado (las impurezas que hay que rechazar), e impreso en un pergamino se lee el lema «Il più bel fior ne coglie». Símbolo icónico y lema se convierten pronto en una auténtica marca identificativa de la Accademia, que sigue caracterizada de ese modo en nuestros días. La preferencia por un editor veneciano (Giovanni Alberti), premonitora de evidentes problemas prácticos, se explica en primer lugar por problemas económicos (Marazzini 2009: 131-132); sin embargo, la incomodidad logística y operativa no incide negativamente en la realización, en la gran difusión y en la fortuna que pronto adquiere aquella primera edición. El núcleo principal de autoridades está constituido por los grandes escritores del Trecento; a decir verdad, la declaración explícita de los redactores reza así: Nel raccoglier le voci degli scrittori, da alcuni de’ più famosi e ricevuti comunemente da tutti, per esser l’opere loro alle stampe, che si potrebbon dir della prima classe, i quali sono Dante, Boccaccio, Petrarca, Giovan Villani e simili» (Crusca 1612, A’ lettori: [2; sin paginación])2.

Junto a las tres coronas se sitúan (y sus textos se vuelcan también) personajes menos ilustres del mismo período, redactores de escritos prácticos, de tratados técnicos y científicos, de vulgarizaciones, etc., que se incluyen en el canon con independencia de sus cualidades literarias, por méritos lingüísticos poseídos casi «de forma natural» por el hecho de ser autores florentinos del buon secolo. Destinada en origen al público italiano, la obra fue tomada después como modelo por otras instituciones, academias y estudiosos europeos para la redacción de los vocabularios de las respectivas lenguas nacionales, tales como el Dictionnaire de la langue françoise (1694), el Diccionario de la lengua castellana (1726-1739), el Dictionary of the English Language de Samuel Johnson (1755), el Deutsches Wörterbuch de los hermanos Grimm (1854)3. El aniversario del cuarto centenario de la primera –––––––— 2

3

En las citas de la advertencia «A’ lettori» (para la cual cf. § 3) respeto en general la grafía, la puntuación y los rasgos suprasegmentales del original, de modo que solo intervengo en mínimos detalles o sobre erratas evidentes. «In Francia il [...] progetto del Dictionnaire de l’Académie Française [...] si atteneva dichiaratamente ai principi della Crusca nel prescrivere il ricorso alla testimonianza degli autori. [...] Più tardi in Spagna la Real Academia Española, istituita nel 1713, nella compilazione del suo Diccionario de la lengua castellana, fondato sulle Autoridades, espressamente dichiarava d’aver seguito l’esempio del vucabulario de la Crusca de Florencia; così come in Inghilterra, Samuel Johnson, corredando il suo Dictionary of the English Language, pubblicato alla metà del Settecento, con gli esempi dei più autorevoli scrittori, confessava di ispi-

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impresión veneciana fue objeto de celebración en 2012 con una serie de manifestaciones. A finales de ese mismo año, la Accademia y la ASLI (Associazione per la Storia della Lingua Italiana) organizaron un congreso sobre el tema «Il Vocabolario degli Accademici della Crusca (1612) e la storia della lessicografia italiana», que se desarrolló entre Padua (29-30 de noviembre de 2012) y Venecia (1 de diciembre de 2012); la variedad de las contribuciones y de los temas allí tratados puso de manifiesto una vez más la extraordinaria aportación del Vocabolario al léxico y a la lexicografía del italiano.

2.

Dentro del modelo

Pero no se trata solo de léxico: incluso para los otros niveles de la lengua el Vocabulario ha representado con el paso de los siglos un anclaje imprescindible para los escritores y, en general, para los usuarios cultos (o medianamente cultos) del italiano. En el presente trabajo se tratará un aspecto relativamente poco considerado, aunque no faltan, como veremos, estudios específicos sobre el tema; se examinarán los presupuestos teóricos de las opciones gráficas elegidas y, en concreto, la grafía de los lemas y ejemplos recogidos en el Vocabolario de 1612 y la contribución que de ese modo ha hecho la obra a la fijación de la norma del uso escrito. Por una simple cuestión de espacio, nos limitamos a considerar la primera edición, pero la investigación debería extenderse a cada una de las ediciones sucesivas, con el fin de comprobar la evolución en el transcurso del tiempo de las indicaciones sugeridas por la Crusca. El examen minucioso de los diccionarios que más han contribuido a la fijación de la norma (completado prudentemente con otras fuentes escritas, según los objetivos que tenga la investigación) podría ayudar de manera decisiva a reconstruir la historia del sistema gráfico de la lengua italiana, teniendo en cuenta la diversa realización escrita de los lexemas. La forma que presentan las palabras incluidas en los vocabularios, con los fenómenos agrupados según criterios coherentes, podría permitir que se recorriesen las grandes etapas evolutivas de la grafía, evidenciando las líneas de fuerza internas y las contradicciones del modelo. La elección de un tema tan específico no debe sorprender, ni lo arriba explicado debe aparecer como un factor de menor importancia con respecto a otros. Que es posible describir de manera adecuada el sistema gráfico de los textos, esclarecer las relaciones estructurales internas y valorar el uso gráfico con la misma atención que se reserva a los otros niveles de la lengua, reconociéndole autonomía e idéntica dignidad a la grafía, es una opinión ya ampliamente compartida: en el plano teórico, pues, ningún complejo de inferioridad. Sin embargo, en el plano operativo, debe reconocerse que las condiciones son distintas en los diferentes dominios del mundo románico. Baste pensar, con admiración, en la riqueza de estudios sobre la grafía del francés (considerada en su evolución histórica hasta nuestros días), que debemos a –––––––— rarsi, sia pur di fatto con meno rigore esclusivistico e arcaicheggiante, al modello rappresentato dalla Crusca» (Vitale [1959, 1986]: 127-128).

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Catach y a su escuela (Catach 1995; Martinez 2012)4; y, por lo que se refiere a la situación antigua, en los numerosos trabajos sobre la scripta5 de diversas regiones del territorio galorrománico, sean de lengua de oïl o de lengua de oc (citemos solo los nombres de Remacle6, Gossen, Baldinger, Goebl, Dees y Pfister, pero se podrían añadir otros nombres significativos). En cuanto a lo que nos toca más de cerca, la calidad global de los estudios es distinta en Italia, sobre todo por la siguiente razón: todavía no está absolutamente difundida la práctica de publicar los textos antiguos conforme a procedimientos de estricta conservación de las particularidades gráficas del códice, sin sucumbir a modernizaciones o normalizaciones de la grafía, motivadas de manera diversa; en los trabajos concretos se registran digresiones operativas que pueden llegar a ser considerables dependiendo del tipo de texto (literario o documental, autógrafo o copia) y del tipo de público al que va destinada la edición, y también de las opciones teóricas del investigador, como es natural. En consecuencia, al no estar generalizada una práctica editora con plena conciencia ecdótica, estrictamente respetuosa con las particularidades gráficas de los textos, no existen todavía (al menos, no íntegramente) las condiciones de partida necesarias para realizar una historia de las grafías italianas, aunque se pueden mencionar numerosas contribu–––––––— 4

5

6

La primera obra presenta «l’analyse historique et comparée d’environ 18.000 “mots vedettes” (ou entrées) collationnés dans les principaux ouvrages lexicographiques allant du XVIe siècle à nos jours, avec les données essentielles sur leurs origines, leur étymologie, leur sense, mais aussi les citations, les anecdotes, les remarques de prononciation qui les corcernent, etc.» (Catach 1995: vii). Diferente es el segundo trabajo, por el ámbito cronológico considerado (la época contemporánea, reflejada en el Petit Larousse y el Petit Robert), por sus objetivos y por su método: «Nous tenterons de mettre en équilibre l’orthographe et la lexicographie, de façon à ce que chacun des domaines profite de notre connaisance de l’autre; car pour traiter la question de l’orthographe, outre la connaissance des rouages et des enjeux du système graphique, il faut avoir une idée précise de la fabrication des dictionnaires» (Martinez 2012: 17). Refiriéndose especialmente a la Europa románica medieval, se designa con el nombre de scripta el sistema gráfico, diverso de una zona a otra, con el cual se vierten en la escritura los sonidos de la lengua hablada; tales formas de realización gráfica son distintas, ya sea a causa de la heterogeneidad intrínseca de los sistemas lingüísticos que reflejan, ya sea porque en ellas se cruzan corrientes lingüísticas dispares, que producen vacilaciones internas «normales». Más elaborada que la lengua oral, con la que no coincide de manera automática, la scripta ha de examinarse con metodologías apropiadas, que tengan en cuenta el conjunto de condiciones que actúan sobre ella. A menudo relacionada con la koinè, la scripta se diferencia de ella porque el impulso uniformante se ejerce más por vía negativa, esto es, por sustracción de rasgos locales, que de manera positiva, mediante la creación intencionada de un modelo comunicativo (Coluccia 2011; perdón por la autocita). Para explicar el carácter heterogéneo de la scripta (cf. n. 5) son útiles también, y de una forma impecable, las palabras escritas hace ya muchas décadas por el investigador citado, auténtico precursor de esta corriente de estudio: «La scripta médiévale, qu’il s’agisse de la langue des chartes, même des chartes originales, ou qu’il s’agisse de la langue des œuvres littéraires, même autographes, est naturellement composite» (Remacle 1948: 150).

El Vocabolario degli Accademici della Crusca y la norma del italiano

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ciones específicas y algunas iniciativas prometedoras, que indican un actitud cultural más consciente.7

3.

El debate

En la advertencia A’ lettori que Bastiano de’ Rossi, «cognominato l’Inferigno»8, «Segretario e Accademico della Crusca», antepone a la primera edición del Vocabolario9, se describen detalladamente los objetivos y métodos del trabajo, se enuncian –––––––— 7

8

9

Dos son los estudios de conjunto que parecen más significativos, diferentes en su método y centrados respectivamente en la zona septentrional y meridional de Italia. Los métodos de la investigación «escriptológica» puestos en práctica para el galorromance y posteriormente refinados han sido aplicados por primera vez al italorromance por Videsott (2009). Su campo de exploración es el Septentrión (llamado Padania), macroárea no unitaria y con diferencias internas. Se trata de la tentativa más coherente de analizar de forma global la tradición gráfica de un territorio muy extenso, comprobando sus divisiones internas y sus dinámicas lingüísticas sobre la base de las realizaciones concretas del vulgar no literario en la Italia septentrional, desde las más remotas hasta 1525, el año de las Prose de Bembo (límite aceptado por su valor simbólico y por sus implicaciones histórico-lingüísticas). Para la Italia meridional, con una actividad editora menos floreciente, aunque en progreso, resulta muy ilustrativa la transcripción variable de los fonemas románicos innovadores respecto al inventario fonemático de la lengua latina de partida (consonantes palatales, fricativas, africadas, nasales, laterales) y, por lo tanto, carentes de una representación gráfica consolidada en el tiempo y con tendencia a la estabilidad. La confluencia de tradiciones múltiples, de procedencia y distribución variada, en los sistemas gráficos de los textos meridionales antiguos, determina su marcado carácter antieconómico, su polivalencia y ambigüedad estructural; además, da cuenta de las relaciones de debe y haber entre las diversas scriptae locales (Coluccia 2002). La pala del Inferigno, conservada como las demás en la sala de las palas de la Villa Medicea di Castello (en la periferia de Florencia), actual sede de la Accademia, se reproduce en la página inicial del sitio indicado en la nota siguiente. Sobre las palas de los Académicos, cf. el estupendo volumen editado por Ciardi / Tongiorgi Tomasi (1983; para el Inferigno: 188-189). El material de las cinco ediciones del Vocabolario degli Accademici es hoy fácilmente accesible gracias al proyecto Lessicografia della Crusca in Rete (sitio http://www.accademiadella crusca.it). Ya se ha realizado la informatización de las cuatro primeras ediciones (1612, 1623, 1691, 1729-1738), lo que posibilita la indagación sistemática y rápida, con búsquedas avanzadas que permiten seleccionar apartados específicos (definiciones, ejemplos, palabras griegas y latinas, extranjerismos, locuciones, proverbios, palabras en uso, fuentes) de cada edición del Vocabolario, pero también confrontar constantemente las diversas ediciones. El proyecto prevé también un banco de datos para imágenes de las cinco ediciones; así, las cerca de 20 000 páginas en total podrán ser «hojeadas» en la red como auténticos volúmenes virtuales; también será posible acceder a los diversos lemas con un motor de búsqueda adecuado que individualizará automáticamente la página de la palabra buscada, en una edición determinada o en todas, de manera que sea factible de nuevo una comparación que permita captar la evolución de un artículo concreto desde la primera (1612) hasta la última edición (1863-1923). Para las ediciones de 1623 y 1691 existe igualmente una re-

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los principios que regulan la organización del artículo y de la definición, se indican los autores admitidos como ejemplo, se explicita la selección realizada a favor de los escritos del buon secolo y se menciona la opinión «dell’Illustrissimo Cardinal Bembo, de’ Deputati alla correzion del Boccaccio dell’anno 1573 e ultimamente del Cavalier Lionardo Salviati» (Crusca 1612, A’ lettori: [2; sin paginación]). Para la pista que estamos siguiendo, es importante la siguiente afirmación, muy clara: «Nell’ortografia abbiam seguitato quasi del tutto quella del sopraddetto Salviati, parendoci di presente non ci avere, chi n’abbia più fondatamente discorso» (Crusca 1612, A’ lettori: [6, s. p.]). No se trata de una declaración ritual de respeto hacia una personalidad eminente, ya desaparecida; con la edición del Decameron de 1582 y, sobre todo, con sus Avvertimenti, Salviati (1584-1586) «aveva offerto il contributo toscano senza dubbio più rilevante in questa dibattuta materia» (Maraschio 1985: 81), elaborando un intento bien organizado de normalización ortográfica, lo que le valió una posición de preeminencia absoluta en la materia (para el proyecto de una nueva edición de la obra, cf. Gargiulo 2009). Los Académicos demuestran haber comprendido perfectamente la compleja relación, sin correspondencia biunívoca, entre sistema gráfico y sistema fonético de la lengua italiana (Crusca 1612, A’ lettori: [7-8, s. p.]): Delle lettere, o vero elementi di questa lingua, non s’è fatto discorso particolare, se non per quanto si può così rozzamente darne un poco di regola nel pronunziargli all’usanza nostra, stimando noi, che dove eglino sono gli stessi che que’ de’ latini, sarebbe stata cosa superflua. E perchè i suoni della nostra pronunzia sono di maggior numero che i caratteri, pareva che fosse più lungo trattato a ciò necessario, che non comporta l’ordine del nostro libro. Potrà fra tanto ciascuno vederne quello, che di ciò hanno scritto il Cavalier Lionardo Salviati nel 3. libro del primo volume degli Avvertimenti della lingua, e nel proemio avanti al Decameron del Boccaccio. Giorgio Bartoli nel trattato degli elementi toscani, che hanno fatto professione d’esaminar diligentemente questa materia.

Ahí está lúcidamente formulada la fallida correspondencia de uno a uno entre los elementos constitutivos del sistema gráfico y los del sistema fonético. La controversia se inicia al menos a principios del Cinquecento (sobresale entre todos el nombre de Trissino) y continúa con el paso de los siglos, hasta generar todavía en el siglo xx propuestas de reformas ortográficas que van en la dirección de un acercamiento lo más grande posible entre los dos sistemas (el último en hacerlo, Castellani); aunque, dada la ausencia de reacciones incluso en los círculos de los encargados de los trabajos, habrá que admitir que las propuestas contemporáneas responden quizá más a exigencias intelectuales de reglamentación que a necesidades reales, sentidas por los usuarios de la lengua. Volvamos a las relaciones entre la Crusca y Salviati. Una declaración de tenor análogo a las formuladas en la advertencia A’ lettori la anticipan ya los Académicos en 1591, en las minuciosas instrucciones acerca de los procedimientos que los redac–––––––— producción en formato pdf ofrecida por «Gallica», riquísima biblioteca virtual de la Bibliothèque Nationale de París. En cuanto a la primera edición, es ya punto de referencia obligada (y por ello se presenta de forma separada) la valiosa reimpresión facsímil descrita en la nota 12.

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tores deben respetar para realizar de manera correcta la recogida de datos previa al vocabulario: L’ortografia nello scrivere si osservi secondo la regola del Salviati, lasciando l’h in princ(ipi)o delle parole eccetto che in ha per habet, hanno per habent, huomo, hai, habes e ho per habeo, e nel rimanente in luogo veruno dove ella non fa uficio di lettera (Parodi 1974: 298)10.

Y poco después, la regla número 17 ratifica: «Dell’ortografia allo ‘Nfarinato11 [el nombre académico de Salviati] e, in caso di dubbio, a’ deputati» (Parodi 1974: 300) Por los mismos años en que acuerdan los criterios de redacción del Vocabolario y se reparten el trabajo, los Académicos dan vida a otro proyecto relacionado con aquel, la preparación de un texto de la Commedia que sirviese para la recogida de datos, una especie de edición crítica precoz de la obra dantesca: «il primo documento relativo ai lavori del Vocabolario è del marzo 1591, quasi contemporaneo a quello, dell’agosto 1590, che riferisce del progetto di un testo «critico» della Commedia dantesca, benché in realtà sia molto probabile un avvio precedente dell’impresa lessicografica» (Maraschio 2012: v). Punto de partida para el nuevo texto es la edición impresa por Aldo Manuzio en 1502 (al cuidado de Bembo, que reproduce en lo fundamental la copia preparada por Boccaccio como donación a Petrarca), sometida a la revisión colectiva de una treintena de Académicos, que actuaron con la coordinación de un auténtico comité científico, sobre la base de otros cincuenta manuscritos propiedad en su mayor parte de los Académicos o de sus amigos. La edición, que indica las lecciones rechazadas y ofrece las variantes adiáforas, sale de la imprenta en 1595 (y en 2012 vuelve a prepararse en reimpresión facsímil con tres notas introductorias de Maraschio, Sabatini y De Martino). En cuanto a las obras maestras de las otras dos coronas, la disponibilidad de ediciones era buena: Le cose volgari di misser Francesco Petrarca, preparada por Bembo, que había podido consultar el autógrafo, había visto la luz en Venecia en 1501, en la misma imprenta aldina mencionada para Dante; mientras que, cerca de la que se convertiría en taller filológico de la Accademia, se preparaba Il Decameron di messer Giovanni Boccacci... alla sua vera lezione ridotto dal Cavalier Leonardo Salviati (1582). El «arreglo» del texto decameroniano realizado por Salviati parte del trabajo filológico que los encargados de ello (Deputati), capitaneados por Vincenzo Borghini, habían llevado a cabo en 1573 (Annotazioni e discorsi sopra alcuni luoghi del Decameron di messer Giovanni Boccacci), pero introduce algunos retoques arcaizantes. De ahí que se granjee el ataque de un antitradicionalista como Paolo Beni (1612, 1983), que en su Anticrusca, aparecida el –––––––— 10

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Las decisiones operativas fueron puestas por escrito y, para facilitar su aprendizaje, «l’arciconsolo [...] diede fuori una scrittura che s’appiccò alla cattedra, ove appieno si dichiara il modo e l’ordine di fare detto vocabolario». El memorándum, a cargo de Filippo de’ Bardi, apodado el Arido, se conserva en el ms. V del archivo de la Crusca (Parodi 1974: 16 y 296 n. 1; ivi: 70-72 la relación alfabética de los «accademici che si affaticarono intorno al Vocabolario»). Como la del Inferigno (cf. n. 8), también se reproduce la pala del Infarinato en la página inicial del sitio de la Accademia (cf. Ciardi / Tongiorgi Tomasi 1983: 232-233).

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mismo año del Vocabolario, opone las transformaciones del uso al estatismo de la norma y, por consiguiente, considera que Boccaccio puede ser provechosamente reescrito y modernizado; al mismo tiempo, rechaza a Dante y tiene en alta estima a Petrarca (Tesi 2005). Valiéndose de estos excelentes instrumentos filológicos de base, a los que añaden muchos otros textos incluso inéditos, los Académicos preparan la recogida de datos para el Vocabolario. A este respecto, no faltan sorpresas no solo cuantitativas, que demuestran la voluntad concreta de los lexicógrafos de los siglos xvi y xvii de sustraerse, al menos en parte, a una aplicación rígida de las normas bembianas. Contrariamente a lo que podríamos imaginar a priori, el número de ocurrencias de la obra de Dante es netamente superior al de las procedentes de Petrarca y Boccaccio. «Nella prima impressione del 1612 la Commedia è la fonte maggiore, citata in 5726 voci con ben 22357 occorrenze, contro le 3215 voci con 4826 occorrenze di Canzoniere e Trionfi del Petrarca e le 6449 voci con 13024 occorrenze del Decameron» (De Martino 2012: xxi); en este caso, la censura de Bembo no parece tener consecuencias prácticas. En cuanto a lo que nos afecta de manera más específica, la nota dirigida A’ lettori por el mismo «‘Nferigno, Segretario e Accademico della Crusca» (Divina Commedia [1595, 2012]: 6-11) no contiene ninguna alusión directa a las opciones gráficas elegidas por los editores «cruscantes». Más allá de las declaraciones programáticas explicitadas por los Académicos comprometidos en el trabajo del vocabulario, todo el Cinquecento está marcado por las discusiones en torno a la necesidad de una reforma gráfica capaz de controlar la variabilidad de la tradición manuscrita anterior al siglo xvi, con miras a conseguir una situación estable, sin vacilaciones. Dentro de la más general questione della lingua, este período supone una fase decisiva para la constitución del sistema gráfico del italiano moderno, sobre la base de principios teóricos bien definidos y de acontecimientos más generales, de carácter no estrictamente lingüístico. De hecho, la intensificación de las discusiones sobre los problemas ortográficos está relacionada con la creciente difusión de la imprenta y con la necesidad de establecer unas reglas que los prototipógrafos pudiesen aplicar sin demasiadas dudas; desde la importante obra de Trovato (1991), estamos mejor informados sobre el papel jugado por los tipógrafos en el primer siglo de la imprenta, en lo relativo a la estandarización ortográfica y a la fijación de la norma lingüística. No obstante, habrá que recordar por precaución que la sustitución del manuscrito por el libro impreso no se hace en un plazo de tiempo y de un modo instantáneos, y que la costumbre de recopiar a mano los textos continuará siendo un fenómeno bastante común todavía durante muchas décadas después de la invención del nuevo medio para reproducir las obras; pero, por otro lado, es igualmente cierto que el mismo triunfo progresivo de la imprenta (con la reproducción de ejemplares aparentemente uniformes, aunque discordantes en realidad, dada la costumbre de retocar los caracteres tipográficos durante diversas fases del proceso de impresión) y el prestigio creciente que se le va reconociendo al toscano contribuyen eficazmente a la propagación de un prototipo unitario que se difunde en el territorio nacional y aspira a la superación de las tradiciones gráficas regionales.

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4.

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Dentro del Vocabolario

Dirijámonos ahora concretamente al texto de la Crusca de 1612, en búsqueda de los elementos que nos permitan comprobar en la práctica, a través de la apariencia gráfica de los lemas introducidos en el Vocabolario, la aplicación de los principios en los que se inspira la actuación de los Académicos. Podemos distinguir dos series de fenómenos. Por una parte, se encuentran las grafías latinizantes ( inicial o interna, , , , , , etc.), síntoma de una pretensión culta de quien escribe. Por otra, las vacilaciones que se dan particularmente en las grafías que intentan reflejar los fonemas románicos innovadores con respecto al inventario fonemático de la lengua latina (como /ʎ/, /ɲ/, etc.), para los cuales no existía aún, en la época, una tradición gráfica estable y consolidada; en las acuñaciones elaboradas con el fin de representar gráficamente la nueva realidad fonética aparece a menudo una diacrítica junto a otros rasgos. Las dos series mencionadas no agotan el conjunto de los rasgos de escritura que podríamos examinar con el fin de comprobar la variabilidad de las grafías en el tiempo y en el espacio, así como en la diastratía. El catálogo de fenómenos, aunque reducido, resulta, sin embargo, ilustrativo de tendencias generales. La razón de recurrir a los citados es que, como veremos mejor a continuación, es especialmente en esos ámbitos donde los sistemas gráficos de los textos italianos antiguos no son en modo alguno unívocos: las grafías latinizantes coexisten con otras de signo opuesto, en las cuales está ausente o se prefieren signos como , , , ; también presenta vacilaciones marcadas la segunda serie, caracterizada por grafemas «nuevos», destinados a representar fonemas románicos inexistentes en latín. Para una clasificación más cómoda, siguiendo una vieja propuesta de Rosiello (1966), definimos los rasgos del primer tipo como alógrafos (realizaciones gráficas distintas de los mismos fonemas) connotativos, que indican claros valores culturales latinizantes, y los del segundo como alógrafos denotativos, desprovistos de tal componente. Rosiello, lingüista atento que no ejercía de manera preferente como editor de textos, proponía para la edición de los textos antiguos mantener los primeros y uniformar los segundos conforme al modelo gráfico actual; pero incluso estos últimos (como se explica en los estudios señalados en la nota 7) sirven para caracterizar los textos diatópica y culturalmente, y por lo tanto no pueden ser uniformados. Podemos mantener empíricamente la doble etiqueta de alógrafos denotativos y connotativos, con tal de que esto no implique una jerarquía de valores entre las dos definiciones y no repercuta en el comportamiento de los editores de textos. De la acción convergente de los diversos factores se generan textos y documentos (literarios y no literarios) caracterizados por una notable inestabilidad del sistema escrito. El discurso que sigue, hasta el final del párrafo, tiene en cuenta una contribución específicamente dedicada a la grafía de Crusca 1612 (Mura Porcu 1982), a pesar de que parte de este trabajo se aleja de nuestro tema, puesto que en él se tratan también fenómenos que es difícil atribuir propiamente a la grafía (o en los que es difícil determinar una línea de demarcación clara entre grafía y fonética): vacilaciones entre y , entre simples y geminadas, entre sordas y sonoras, conservación o asimilación de in- al inicio de palabra, etc. En las conclusiones, que se pueden compartir,

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el artículo pone en evidencia la autonomía no banal de las opciones escogidas por los Académicos, aun insistiendo, como es justo, en las deudas que contrajeron con las teorías de Salviati (Mura Porcu 1982: 361): Questo sistema [elaborado por Salviati] passerà al Vocabolario della Crusca, in cui, anche se i principi informatori non verranno applicati in maniera rigorosa, sia per il mantenimento di alcune grafie latineggianti, sia per alcune scelte al contrario più chiaramente rispondenti alla pronuncia rispetto a quelle del Salviati, sia infine per alcune soluzioni in ogni caso originali rispetto alle indicazioni del grammatico fiorentino, esso verrà attuato in un quadro organico di forme da assumere come modello.

Partiremos de esta primera recogida de datos, sin citar sistemáticamente la información concreta que se extraiga de ella, seleccionando algunos fenómenos e incorporándolos con el auxilio de las herramientas informáticas hoy en día disponibles, que contribuyen de manera decisiva al perfeccionamiento del proceso de catalogación y permiten obtener valores numéricos precisos12.

4.2. Alógrafos connotativos Uso de . El rasgo aparece en huomo y derivados; los lemas huopo, huosa, huovo, huovolo se registran lacónicamente, con un simple envío a las formas correspondientes sin . En los ejemplos aducidos en el aparato de los artículos, la se adopta sistemáticamente en las tres primeras personas y en la 6.ª del presente de indicativo de avere, así como en haggio, haggia, haggiate; aislado está habitatori s. v. terra (en el lema y en otras 27 ocurrencias, la palabra, en sus variantes abitator, abitatore, abitatori, está sin ). En este caso los Académicos simplifican una especie de «regla gráfica implícita» (esto es, elaborada y aplicada coherentemente, más que prescrita explícitamente), en sí misma más compleja, sugerida por Bembo y detectable mediante el examen a contraluz de los usos gráficos concretos del autógrafo de las Prose (con el aparato de ejemplificación extraído de los Asolani): escribir hora (y compuestos) cuando se trata del adverbio de tiempo o del elemento de construcción correlativa o disyuntiva («hora ... hora») y renunciar a la h-, escribiendo ora (y or) cuando tiene valor de refuerzo, pleonástico o enfático (como en los ejemplos de Decameron III 8 43: «O mangiano i morti?»; de Decameron III 6 42: «Ora le parole furono assai, et il rammarichio della donna grande»; de Decameron III 6 40: «Or non sono io malvagio huomo così bella; come sia la moglie di Ricciardo?»; de RVF 329 3: «O fido –––––––— 12

A los instrumentos citados en la nota 9 hay que añadir la espléndida reimpresión facsímil de Crusca 1612 (Accademia della Crusca 2008), provista de un cd-rom que permite la búsqueda por lemas y por formas en todo el corpus y completada con un volumen que lleva por título Una lingua, una civiltà, il «Vocabolario», con contribuciones de Sabatini, Corritore-De Martino, Maraschio / Poggi Salani, Benucci, Fanfani, Biffi y Iorio Fili. Es revelador que la edición esté dedicada «A Giovanni Nencioni, deciso sostenitore dei valori di civiltà affermati nel mondo dalla lingua italiana».

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sguardo or che volei tu dirme»13; cf. Vela 1996: 274-277; y Vela 2001). Hay también 11 ocurrencias de hà 3.ª persona, transcripción que parece razonable imputar a una simple errata, ya que se produce repetidamente: dos veces en la advertencia A’ lettori y nueve en los artículos abbondante, asino, attempato, bocca, diuretico, lama, negare, orranza, vagliare; pero se trata de una frecuencia muy reducida, si se compara con los 2235 casos de «ha» en total. Faltan casos de , , , , (excepto, usados correctamente, en contextos latinos y a veces griegos). No es latinismo, sino simple persistencia de una costumbre gráfica de los siglos precedentes, destinada a desaparecer con el tiempo, la transcripción en cha (residual no solo desde el punto de vista gráfico, sino también desde el morfológico, como sicilianismo procedente de los Poeti della Scuola), pronombre relativo y conjunción explicativa, que aparece en los artículos misericordioso, rallegranza, riotta, ritto (pronombre relativo) y en dubito, maritale (conjunción explicativa). Tenemos también el sonoro correspondiente: aparece de manera incorrecta en ghangheri s. v. ganghero (acompañado de 4 ocurrencias de ganghero e 15 de gangheri), largha s. v. pesca (66 ocurrencias de larga y 106 de largo), lusingha s. v. costume y serena (19 ocurrencias de lusinga), piegha s. v. aringo (5 ocurrencias de piega). La conservación de interior para representar la africada dental sorda es muy rara, incluso excepcional: a los casos ya reproducidos de diligentia (s. v. diligenza, frente a 29 casos terminados en -enza, uno en la advertencia A’ lettori y 28 en los ejemplos) y de potentiale (s. v., frente a 4 documentaciones de potenziale), se añade una sola ocurrencia de astinentia, s. v. corpicello (frente a 13 formas que finalizan en -enza). Frecuentes, pero con clara preferencia por la primera solución de cada par, son las vacilaciones -enza (237 elementos léxicos [accoglienza, accrescenza, adolescenza, etc.] y 3881 ocurrencias totales) ~ -enzia (38 elementos léxicos [allicenzia, assenzia, astinenzia, etc.] y 423 ocurrencias) y -anza (252 elementos léxicos [abbominanza, abbondanza, accordanza, etc.] y 2381 ocurrencias) ~ -anzia (41 elementos léxicos [aerimanzia/-anzìa, chiromanzia/-anzìa, circunstanzia, etc.] y 189 ocurrencias). Se rechaza explícitamente la transcripción latinizante folio. En la v. foglio se encuentra la declaración «Folio, è error di stampa» y, por consiguiente, en el vocabulario aparece siempre foglio (17 ocurrencias)14; solo hay casos de consiglio (248 ocurrencias), figlio (42 ocurrencias), etc., nunca consilio, filio. Para otras transcripciones de /ʎ/, véase a continuación.

–––––––— 13

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Los textos se reproducen en la lectura de Bembo, no en la de las ediciones críticas modernas (que, en todo caso, difieren en algún rasgo de puntuación y en otros detalles, no en la transcripción, siempre sin h-, de las formas consideradas). No cuenta folio dramme quattro s. v. panaccia: se trata de un cultismo botánico que remite a un «árbol de Siria de cuyas hojas se extrae una “esencia muy perfumada”».

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4.2. Alógrafos denotativos A principios del siglo xvii, el sistema escrito de los Académicos ha alcanzado ya un grado muy notable de coherencia, como demuestra la sabia elección operada a propósito de las realizaciones gráficas de /ɲ/ y de /ʎ/, que anticipan las que se establecerán en el italiano estándar escrito de los siglos siguientes. La forma florentina antigua de la 4.ª persona del presente de indicativo es -amo; a su lado aparece, de manera más bien precoz (Castellani 2000: 433), la analógica -iamo (que es significativamente preferida por Bembo15 y constituye una marca evidente de la florentinidad del italiano). La competencia entre las dos formas puede encontrar un terreno especialmente fértil en los verbos que tienen en la parte final de la raíz /ɲ/ e /ʎ/, dada la coexistencia en los textos antiguos de los grafemas  ~ ,  ~  para representar los dos fonemas. La elección de los Académicos es clara: frente a 17 elementos léxicos y 46 ocurrencias de -gniamo (aggiugniamo, astegniamo, disdegniamo, etc.) registramos un número bastante más reducido de -gnamo (pervegnamo s. v. illuminamento; pognamo s. v. sconvenevolmente; tegnamo s. v. collaretto, perseverantemente y semplicizza; vegnamo s. v. demenza)16; ninguna duda sobre la opción favorable a -gliamo, documentada en 10 elementos para 75 ocurrencias (condogliamo s. v. interiora, disguagliamo s. v. disguagliare, maravigliamo s. v. distenere, etc.) frente a ningún caso de -glamo. Para los usos de y las alternancias  ~ ,  ~ ,  ~  basta la remisión a Mura Porcu (1982: 342-343, 347).

5.

Los antecedentes

Para entender a fondo el alcance de las opciones tomadas por los lexicógrafos de Crusca 1612 y la sistematización gráfica que prepararon, puede ser útil traer a colación la situación caótica que emerge de los textos toscanos antiguos, aunque, obviamente, nadie podría asegurar que justo esos textos hayan sido leídos y vaciados para la redacción del vocabulario. A partir de materiales diferentes (como veremos), se –––––––— 15 16

En las Prose della volgar lingua, libro tercero, cap. xxvii: «non amamo, valemo, leggemo, ma amiamo, valiamo, leggiamo si dee dire» (Dionisotti 1966, 1989: 230). Saliéndome un poco del perímetro de esta contribución, me gustaría señalar que la coexistencia de accompagniamo ~ accompagnamo, guadagniamo ~ guadagnamo, etc. se prolonga hasta nuestros días. Las segundas formas de cada par son consideradas «altrettanto plausibili», en relación a las primeras, en una de las respuestas (La Crusca risponde 1995: 91 [respuesta de N. Maraschio]) del servicio de asesoramiento lingüístico que la Accademia della Crusca ofrece desde hace más de veinte años a estudiantes, profesores, simples usuarios y apasionados de la lengua que se dirigen a la institución por dudas o curiosidades que tienen que ver con el empleo, oral y escrito, del italiano (importantísima en este ámbito es la publicación semestral La Crusca per voi. Foglio dell’Accademia della Crusca dedicato alle scuole e agli amatori della lingua, fundada por Giovanni Nencioni y dirigida en la actualidad por Francesco Sabatini).

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consiguió codificar en sus líneas maestras un sistema gráfico coherente de base fonética, que es fundamentalmente (con algunas modificaciones obvias) el que está todavía en uso en el italiano contemporáneo. En la valoración del proceso y de los resultados, no deberá olvidarse nunca la decisiva ayuda de la elaboración teórica de Salviati. Entre las regiones italianas, la Toscana goza de una primacía indiscutible, la de ser el caso mejor analizado. El estudio de las variedades medievales toscanas se inicia ya a finales del siglo xix, y produce buenas y numerosas ediciones de textos documentales; los estudios del siglo siguiente incluyen contribuciones fundamentales de Schiaffini, Castellani y los alumnos de este último, que permiten un conocimiento muy metódico de toda la región, incluida la periferia. Para la grafía, como para los otros niveles de la lengua, el modelo toscano, poco proclive a someterse a influencias externas provenientes del norte o del sur de Italia, domina en el panorama nacional. En consecuencia, más que identificar en la tradición gráfica local rasgos o huellas que remitan a la presencia de elementos no toscanos, será más rentable buscar algunos fenómenos particulares, documentados más o menos ampliamente en los textos, que se volverán poco a poco desusados e inexorablemente eliminados por la progresiva instauración del sistema unitario. De hecho, no faltan en la Toscana (en áreas o en momentos históricos determinados) intentos no esporádicos, y por lo tanto significativos, de representar gráficamente distinciones ortofónicas que no se transvasarán al sistema italiano, u otros rasgos específicos; tales grafías, en cierto sentido excéntricas, posibilitan la caracterización geolingüística y cultural de los textos, pero se volverán obsoletas con mayor o menor rapidez. Piénsese en la costumbre pisano-lucchese de representar mediante o la fricativa alveolar sonora /z/, frente a la grafía para la sorda, documentada a partir de 1175 en las indicaciones de los paneles de Bonanno, en la puerta de San Ranieri de la catedral de Pisa, y abundamentemente representada en la sección pisana del Canzoniere Laurenziano, el célebre códice «guittoniano» (Frosini 2001: 253-256); o la aparición de para la oclusiva velar sonora /ɡ/ en el primer texto vulgar florentino, los Conti dei banchieri, de 1211: Uki «Ughi», teckiaio «teghiaio» (Biffi / Maraschio 2009: 2817); o, por último, el detalle de la con cedilla () para representar la africada palatoalveolar sorda /ts/, recurrente en los manuscritos entre los siglos xiii y xv (Coluccia 1975: 124), y la adopción de con el mismo valor, frente a para la sonora /dz/, primero en el área occidental y luego también en la zona de Volterra y Prato (Manni 1992). El uso de la grafía para la oclusiva velar sorda, hallado en un texto de la región de Grosseto y Siena de la segunda mitad del siglo xiv y, por lo tanto, susceptible de ser interpretado como testimonio gráfico de la gorgia toscana, en realidad está documentado en manuscritos desde el siglo xiii al xvi (casi siempre oculto en las ediciones porque, sin advertirlo, los editores agregan la supuesta que falta) y además en ejemplos epigráficos vinculados también a contextos socioculturales elevados y a encargos exigentes, a menos que se trate de un rasgo corriente en la scripta de la época, y no de una grafía atribuible a impericia o a error; más que con la gorgia toscana, podría tener relación con ejemplos análogos de otras áreas o, hipótesis quizá más convincente, podría resultar de la hipercorrección de grafías como

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michi por mihi, nichil por nihil, ampliamente difundidas en el latín medieval (Coluccia 2002: 116). Como demuestra el último caso, tratándose de documentación antigua es necesario estar atentos a no atribuir a una grafía un valor fonético que en realidad no posee, lo que puede llevar a extraer conclusiones arriesgadas a partir de un dato interpretado incorrectamente. Por ejemplo, en el nombre Anselmucho, documentado entre 1268 y 1278 en Lucca, el grafema no representa (como ha sido defendido erróneamente) la oclusiva palatal sorda /tʃ/. Si la interpretación fuese exacta, supondría que en un documento autóctono toscano aparece significativamente una transcripción foránea, relativamente frecuente en los antiguos textos italianos septentrionales y aún más común en los meridionales, sicilianos e incluso continentales. Pero la grafía representa en realidad la pronunciación velar (Castellani 2000: 500, n. 55) y es, por lo tanto, absolutamente habitual en la zona. El camino hacia la creación de un sistema coherente no comporta solo el abandono de estos intentos fragmentarios, sino también la reducción radical de posibilidades diversas heredadas de la tradición precedente. Si analizamos la realización escrita de un fonema como /ɲ/, «difícil» por las razones arriba aclaradas, se verá que la scripta toscana del Trecento se caracteriza por una discreta variación: un lema como castagno aparece escrito en los diferentes textos también como castagnio, castangnio, castangno, chastanio (cf. el artículo correspondiente y el banco de datos del TLIO, que incluye textos controlados filológicamente, cuya grafía originaria se ha mantenido).

6.

El presente y el futuro inmediato

En la periodización de la vida de la Accademia della Crusca trazada hace algunos años por Parodi (1983) se segmentan cuatro fases: 1) la fundación (1582-1583), 2) la Accademia antigua (de 1586 a 1779), 3) la Accademia moderna (1812-1922), y 4) la Accademia contemporánea (desde 1923 hasta hoy). El corte en 1923 se explica del siguiente modo: por aquellos años, debido a múltiples contratiempos, la compilación para la quinta impresión del memorable Vocabolario iba bastante lenta. Otras empresas lexicográficas extranjeras (el gran diccionario inglés de Oxford, Oxford English Dictionary; el Thesaurus Linguae Latinae) habían sabido actualizar sus métodos y acelerar el ritmo de su publicación; en Italia, los contrarios a la Accademia discutían, con tintes radicales, la capacidad misma de la institución de realizar un trabajo eficaz de gran alcance y de responder a las necesidades lingüísticas y civiles de la nación. Las causas de la polémica, enérgicamente expuestas por De Lollis en varios artículos aparecidos en la revista La Cultura y más tarde recogidos en un volumen con el significativo título de La Crusca in fermento (Marazzini 2009: 384), tuvieron su eco en la decisión de Croce, entonces ministro de la Pubblica Istruzione, de instituir una comisión, compuesta por personalidades de primera fila, como el apenas recordado De Lollis, Gentile y Rossi, con el fin de evaluar la compleja situación y trazar las líneas de la futura actividad de la Accademia. La comisión concluyó sus trabajos el 28 de junio de 1921; entre miles de

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polémicas, que alcanzaron a periódicos como el Corriere della sera17, Gentile, convertido a su vez en ministro, dispuso el 11 de marzo de 1923 un nuevo reglamento para la Accademia y decretó al mismo tiempo la suspensión de los trabajos del Vocabolario (que de hecho se interrumpe en el vol. xi, en la entrada ozono). El momento de la crisis no representa la muerte de la institución; antes al contrario, coincide con el comienzo de una nueva actividad: È questo il punto di svolta. L’Accademia da questo momento prende altra strada: abbandona l’intento direttamente normativo e si dedica alla pratica delle moderne e più libere scienze filologiche e linguistiche, divenendone il principale presidio in Italia (Sabatini 2012: 5).

Hoy en día, y a decir verdad desde hace décadas, aquella lejana crisis está superada. La Accademia della Crusca figura entre las instituciones científicas nacionales más prestigiosas (comparte la primacía con la Accademia dei Lincei) y es con seguridad el más importante centro de investigación dedicado al estudio y a la promoción de nuestra lengua; tiene como objetivo conocer y dar a conocer nuestra historia lingüística, promover la lengua nacional en Italia y en el exterior, y reflexionar de modo crítico sobre su situación actual en el marco de las relaciones con las otras lenguas del mundo. El sitio http://www.accademiadellacrusca.it informa sobre el notable conjunto de iniciativas de la Accademia, incluida la reciente reanudación de la actividad lexicográfica a tiempo completo: en efecto, se han comenzado los trabajos para un vocabulario histórico del italiano desde la unificación hasta nuestros días, y para un vocabulario dantesco (a partir del léxico de la Divina Commedia), que se propone, entre otras cosas, arrojar luz sobre la presencia de las palabras de Dante en nuestra lengua, desde su primera aparición hasta hoy. De este segundo núcleo de trabajo «dantesco», coordinado por Manni, forman parte Beltrami, Breschi, Coluccia, Frosini, Leonardi, Menichetti, Robustelli, Tanturli y un grupo de estudiosos más jóvenes. El proyecto del vocabulario de la Commedia tropieza con la dificultad objetiva de la riquísima tradición manuscrita de la obra, una de las más abundantes de todo el ámbito románico (más de ochocientos testimonios, de diferentes épocas y ambientes diversos), y, en consecuencia, debe enfrentarse con la falta de un texto único y unánimente aceptado de la Commedia y con las soluciones que las distintas ediciones dan respecto al texto dantesco (al menos las de Petrocchi, Lanza, Sanguineti e Inglese, por citar las recientes que están en circulación). Las distintas opciones editoriales tienen en cuenta las diferencias internas de la tradición manuscrita y dan testimonio, por tanto, de las variaciones con las que el poema dantesco se ha difundido en el espacio, en el tiempo y en ambientes diversos. La preparación de una obra dedicada al léxico de la Commedia podría suponer una –––––––— 17

«Sessantamila lire l’anno per la compilazione e la stampa, e da ultimo ottantamila, con le spese cresciute immensamente. Meno di ciò che costa un’automobile, in un anno, per la vivacità di un sottosegretario», recogía el diario milanés, defendiendo la existencia de una persecución de la actividad lexicográfica de la Accademia (Accademia della Crusca 1991: 30).

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ayuda para verificar cómo, con el paso de los siglos, se ha difundido y estabilizado en el italiano la lengua documentada desde la tradición manuscrita de la obra de Dante; en otras palabras, reconsiderar unitariamente el conjunto del léxico podría ser la base fundamental para reflexionar sobre cómo Dante ha sido leído y asimilado en el transcurso de los siglos por millones de lectores, que gracias a la familiaridad con el texto dantesco se han acercado a la lengua italiana. A través de la amplia difusión de la Commedia y del uso gráfico del texto dantesco (documentado por la tradición manuscrita) se han propagado también en el tiempo rasgos y características del uso escrito real, en unos casos aceptados, en otros depurados o rechazados por los usuarios de la lengua. El proceso de formación de la norma gráfica del italiano presenta muchos aspectos en los que es preciso profundizar todavía.

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Dialectología, léxico y diccionario etimológico Xosé Lluis García Arias Universidá d’Uviéu / Academia de la Llingua Asturiana

Dialectology, lexicon and the etymological dictionary Abstract In this article my purpose is to provide researchers with pertinent information about Asturian lexicography. I begin by looking at a number of projects, and in particular at materials and studies. Then I turn to certain issues regarding the Diccionariu Etimolóxicu de la Llingua Asturiana (DELLA) and its relationship to dialects and historical grammar, before stating some conclusions about Asturian historical lexicography. Keywords Asturian lexicography, Asturian etymological dictionary.

1.

Introducción

En 1992, con motivo del XX Congreso Internacional de Lingüística y Filología Románicas, poníamos en conocimiento de los especialistas un proyecto que habíamos concebido y echado a andar en la década de los ochenta y que tenía como objetivo fundamental la redacción de un diccionario etimológico de la lengua asturiana (en adelante DELLA)1. Nuestra información daba cuenta de los antecedentes históricos de dicho diccionario, que se remontaban ya al siglo xviii. En aquella época el ilustrado asturiano Gaspar Melchor de Jovellanos, junto con el canónigo coetáneo Carlos González de Posada, proponía la creación de la Academia Asturiana de Buenas Letras y, entre sus cometidos, el de de prestar atención fundamental a la lengua del país y a la redacción de un diccionario etimológico de la misma pues, en su opinión, era fuente de gran interés histórico. Se darían entonces los primeros pasos de una obra que, aunque nunca lograría culminarse, habría de ser punto de referencia a lo largo del siglo xix y xx entre quienes aspiraban a situar el asturiano en un lugar digno dentro de los estu–––––––— 1

El detalle del proyecto pudo leerse al año siguiente en las actas del congreso (García Arias 1993) y volvió a publicarse en una recopilación de nuestros trabajos etimológicos (García Arias 2000a).

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dios filológicos. En efecto, de ahí surgiría la preocupación no solo por el cultivo literario del idioma ástur, que entroncaba con las obras poéticas que desde el s. xvii se venían produciendo, sino por la misma lengua escrita que había empezado a manifestarse en textos medievales. Paralelamente se iría recopilando el léxico por dos vías distintas: a) la de los que buscaban el logro de un estándar escrito; b) la de los que profundizaban en la aportación de los datos locales que constituirían una atracción más del gusto de los estudiosos de la dialectología. En nuestra información adjuntábamos una amplia lista de obras recopiladoras de nuestro léxico, trabajo que luego se incrementaría al estudiar la obra de finales del xix de Julio Somoza (1996) y con unas notas publicadas en García Arias (2007a y 2008a) al hacer repaso de los estudios lingüísticos efectuados en el dominio ástur. También informábamos del proyecto de diccionario etimológico en sí mismo fijándonos especialmente: α) En los criterios de selección de voces, donde se detallaba cómo se escogía el lema o entrada (en buena medida de acuerdo con lo que sería el modelo estándar asturiano), dónde se consignaban las variantes de expresión de acuerdo con unas pautas fónicas y fonológicas concretas, y qué criterio se seguía para ofrecer los datos de tipo semántico; en todo caso, se ponía de manifiesto que las fuentes fundamentales y mayoritarias de donde tomábamos nuestros datos eran las monografías dialectales ofrecidas al lector, gracias a un sistema de abreviaturas con la referencia a los lugares donde determinada voz o acepción se constataba. Se mantenían así los datos críticamente tomados y lo que de reelaboración pudiera ser necesario no pretendía sino homogeneizarlos en la medida en que así se facilitaba la lectura de los mismos; se renunciaba en todo caso, explícitamente, a sustituirlos o suplantarlos por otros que obedecieran a criterios técnicamente más aceptables en la moderna definición léxica. Estos datos se complementaban con ejemplos de uso lingüístico consignados en las monografías o en el habla actual y se reforzaban con los ofrecidos por un sinfín de refranes, coplillas, frases hechas, etc. que ilustraban cumplidamente algunos extremos. β) En los criterios de selección de los datos de la documentación medieval (en latín y en romance medieval asturiano-leonés) y en la parte moderna y contemporánea, literaria o no. γ) En el tipo de discusión etimológica que íbamos a efectuar limitándonos fundamentalmente a nuestras nuevas aportaciones, restringiendo al máximo la repetición de datos y razonamientos ya conocidos por la investigación cuando no teníamos nuevas referencias que enriquecieran las aportaciones conocidas de otros autores, especialmente de Corominas-Pascual, aunque sin olvidar nunca que, pese a la aparente coincidencia de dos «palabras» en dos idiomas distintos, al ser signos lingüísticos diferentemente estructurados podrían merecer un comentario que no tenga que ser necesariamente coincidente. δ) En la alusión al espacio que reservábamos a los derivados y palabras compuestas. Concluíamos ofreciendo un ejemplo práctico de un comentario que podría aparecer en el DELLA, en este caso el del ast. canaya.

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2.

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El trabajo efectuado

De todo este proyecto, ¿qué se ha llevado a cabo hasta el presente? Creo que podemos resumir nuestra aportación esquemáticamente así: a) Inventariado del léxico asturiano conocido gracias a la selección bibliográfica efectuada desde las aportaciones del siglo xviii hasta el año 2002, fecha en que lo empezamos a publicar bajo el título de Diccionario General de la Lengua Asturiana (DGLA). Dicho diccionario, fuente de información central para el Diccionario de la Academia de la Llingua Asturiana (DALLA), ofrece los datos según la previsión citada en § I. α. b) Publicación de una serie de trabajos de investigación que venimos efectuando desde hace tiempo y que, de alguna manera, fijan nuestro posicionamiento ante el estudio etimológico del léxico asturiano y adelantan unas cuantas muestras de lo que será la redacción definitiva del DELLA. Estos trabajos han sido publicados con el título de Propuestes Etimolóxiques (García Arias 2003, 2007b, 2008b, 2009 y 2014). A esto ha de añadirse Arabismos nel Dominiu Llingüísticu Ástur (García Arias 2006) y también la segunda parte de nuestra Contribución a la gramática histórica de la lengua asturiana y a la caracterización etimológica de su léxico (García Arias 1988). c) Selección de la documentación escrita (medieval y moderna) del léxico asturiano e incorporación de dicha base de datos al DELLA. d) Redacción del borrador del DELLA que, debidamente corregido, podría salir a la luz en un plazo de tres años, salvo dificultades imprevistas.

3.

Otras aportaciones

Mientras trabajábamos estos años en la elaboración de nuestro DELLA hemos tenido información de nuevas y valiosas aportaciones que contribuyen satisfactoriamente al conocimiento léxico del asturiano estricto, pero también al de otras latitudes del dominio lingüístico ástur que resultan complementarias. Nos referimos, en el caso primero, a los trabajos publicados especialmente por la Academia de la Llingua Asturiana en su colección de vocabularios conocida como «Preseos». También al gran trabajo léxico debido a Emilio Barriuso aparecido con el título de Atlas Léxico Marinero de Asturias (Barriuso 2002). En lo referente a las tierras del sur hablamos especialmente de la obra de Janick Le Men, Léxico del leonés actual (Le Men 20022013), a la que hicimos una corta referencia en García Arias (2008a: 14), en donde señalábamos que, pese a la gran divergencia en la concepción de esta obra y del DELLA, hay profundas coincidencias que van a permitirnos enriquecer mucho nuestros comentarios. Sin embargo, por razones de insuficiencia técnica, no va a ser posible incorporar la mayoría de los datos léxicos publicados desde 2002 a nuestro DELLA, pero consideramos que sí habrán de tenerse en cuenta para hacerlos presentes en trabajos que se redacten en el futuro. Dígase lo mismo de otros materiales dispersos que pudieron aparecer estos años en revistas de tipo etnográfico y que,

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como otros anteriormente publicados con el método de Palabras y cosas, y ya incorporados a nuestras fichas, merecen también integrarse en el acervo léxico ástur2.

4.

Los estudios etimológicos sobre el dominio ástur

El léxico asturiano atrajo la atención etimológica ya en el mismo siglo xviii. La antesala podemos situarla en las referencias frecuentes a términos concretos realizadas por los ya citados Jovellanos3 y González de Posada (1989 [1788])4 que, siguiendo en la línea etimologicista de Sarmiento (Del Río 1943)5, parecían augurar un desarrollo de tales estudios entre nosotros. No fue así, pero según avanzaba la preocupación romanística, nuestro idioma iba a hacer acto de presencia reiteradamente. Un ejemplo puede ofrecérnoslo Hugo Schuhardt cuando en 1898 publicaba en la Zeitschrift für romanische Philologie una nota titulada «¿Ast. cabo?»6. El mismo Meyer-Lübke en su REW fijaba la atención, de vez en cuando, en términos del dominio ástur con una conducta que no sería abandonada nunca por los romanistas más prestigiosos. La filología hispánica también prestó atención al léxico asturiano que iba conociéndose por los trabajos de Laverde Ruiz, Braulio Vigón y el poco afortunado Apolinar Rato. Nuestros dialectólogos, ya desde la aportación de Munthe en 18877, sugerían étimos para justificar nuestras palabras y para averiguar las leyes diacrónicas que habían actuado en su evolución. Esa es la conducta que se sigue tanto al norte como al sur de la cordillera que separa nuestro dominio. Menéndez Pidal es un ejemplo claro (1962, 1920, 1966, 1976, 2003); otro lo es Fritz Krüger, que –––––––— 2

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Nos referimos a trabajos como los aparecidos en algunos números de la publicación académica Cultures. Revista asturiana de cultura. También a otros como Casado Lobato 1991. Además de las referencias al léxico asturiano que pueden espigarse en la correspondencia de estos dos autores, nos hemos preocupado por hacer una aproximación a los comentarios etimológicos de Jovellanos reunidos en sus Obras Completas. IX. Escritos asturianos (Jovellanos 2005: 265-320). El alcance de su hacer etimológico se examinó brevemente en García Arias (1985), después recogido en García Arias (2003: 195-201). González de Posada en alguno de los artículos de su citado diccionario se nos manifiesta, avant la lettre, como un verdadero precursor del método de Palabras y cosas que un siglo más tarde entraría con fuerza en los estudios romanísticos. Junto a él ha de situarse a Jovellanos en alguno de sus trabajos, como el tratado sobre el maíz en Valdesoto (Siero). Fr. Martín de Sarmiento, en sus abundantísimos datos sobre el gallego, puestos de manifiesto por José Luis Pensado, introduce con relativa frecuencia datos sobre el asturiano (que conoce parcialmente por su presencia en Asturias), a los que hemos prestado atención en nuestro DELLA. Pero la atención al dominio ástur entre los filólogos alemanes ya está presente al menos desde que en 1867 Gessner publique su conocido Das Leonesische (cf. García Arias 1987 y Arias Cabal 2009). Anotaciones sobre el habla popular de una zona del occidente de Asturias (Munthe 1987), traducción de su tesis docctoral publicada en Uppsala en 1887.

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estudió términos recogidos en Senabria8 y otros lugares donde efectuó su labor lingüística y etnográfica. Sí hizo aportaciones Fernández Llera en su trabajo de 1929 sobre el léxico de la versión castellana tardía del Fuero Juzgo editado por la Real Academia Española. También Américo Castro en títulos con un interés más general. Lo mismo Rafael Lapesa, que se acercó a nuestro dominio con una atención preferente por los elementos ultrapirenaicos, entre ellos los léxicos, de algunos de nuestros textos medievales. Pero no va a ser esto lo habitual en nuestros dialectólogos, pues estudiosos como Rodríguez-Castellano, Manuel Menéndez o Jesús Neira en el apartado etimológico suelen contentarse con la simple sugerencia9. Dámaso Alonso (1972) presta cuidado más atento a algunos términos asturianos y gallego-asturianos. Lo mismo Joseph M. Piel y Hubschmid, aunque ambos con atención prioritaria al estudio toponímico. Kurt Baldinger (1972) estará atento al tema que nos ocupa en un contexto hispánico. Un autor como Emilio Alarcos se fijó en los elementos del léxico de las ferrerías tomados del vasco10, en las denominaciones del ‘Sorbus aucuparia’ y en dos arabismos medievales; también estudió los verbos enarciar, envenir, escardar, retrigar, y términos como chaira, ero, pazigos, reciella, zabarcera, pelosa o vaca vellada (trabajos reunidos en Alarcos 1980). Josefina Martínez Álvarez atendió a la evolución de algunas palabras sueltas en un breve artículo, «Miscelánea léxica» (1979), y en otro titulado «Cinco notas de léxico asturiano medieval» (1983). Añádanse a esto algunas sugerencias incluidas en unos pocos trabajos diacrónicos que pueden tocar, más o menos tangencialmente, términos asturianos11. Caso notablemente distinto es el de José Luis Pensado, que dedicó unos cuantos artículos no solo a recuperar viejos textos sino al estudio del léxico de la documentación medieval del dominio ástur, aportando una perspectiva románica siempre necesaria12. También el de Yakov Malkiel (1988 y 1989), muy atento a la dialectología asturiana, crítico y reseñador de algunos trabajos13 y al mismo tiempo activo formador de notables hispanistas nor–––––––— 8

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Además de las referencias dadas en las monografías más conocidas de este autor sobre Senabria (sobre lengua y etnografía), es de interés la recopilación de artículos efectuada para la edición moderna del Atlas lingüístico de la Sanabria interior y de la Carbayeda-La Requejada (Krüger y González Ferrero 2011). Los trabajos de algún autor como Aníbal Otero (unos cuantos publicados en Archivum, revista de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad asturiana) merecerían un análisis particular, dada la imprecisión de algunas propuestas, a veces difícilmente deducibles. Interés diferente presenta la atención etimológica prestada a los vasquismos jergales estudiados en algunos trabajos por D’Andrés Díaz, entre ellos los dos últimos, de título «Vocabulario de eusquerismos en las jergas gremiales de Asturias y del noroeste de la Península» (D’Andrés 2009-2010 y 2011-2012). Con anterioridad, el tema ya había despertado la atención de Max Leopold Wagner (1930). En nuestra «Bibliografía» de García Arias (en prensa) se consigna algún ejemplo aislado más y que podría explicar ast. bruscu, lleldar, etc. Estos trabajos están recogidos en su mayoría en Pensado (2000). Así, de El bable de Cabranes (1947), El habla de la Cabrera (1949a, reimpreso en Casado Lobato 2002: cclxxiii-ccxc), La Variedad dialectal del Alto Aller (1954), Asturiano y provenzal en el Fuero de Avilés (1951). También Malkiel (1943 y 1949b).

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teamericanos, procurador de muchas interpretaciones diacrónicas y complejas sugerencias etimológicas que afectan al asturiano directamente o, de modo indirecto, cuando se estudian términos de otros romances próximos. En esa línea siguieron algunos de sus discípulos e hispanistas norteamericanos, que reiteradamente nos ofrecen sugerencias muy estimables. La presencia del asturiano es notable en los trabajos de García de Diego y, concretamente, en el Diccionario Etimológico Español e Hispánico (DEEH)14, aunque estos trabajos se encuentran desprovistos, lógicamente, de la detención en el estudio que, a veces, resultaría deseable. También el Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico (DCECH) de Corominas-Pascual incluye frecuentemente comentarios sobre muchos términos asturianos que, como el título anterior, resultan de consulta obligada para nuestro quehacer. Datos muy reducidos ofreció el Diccionario de arabismos y voces afines en romance de Federico Corriente (1999) en su primera edición, aunque ha ido subsanándose en ediciones ulteriores. Más amplios son, en cambio, en Dolores Oliver (2004) cuando estudia los arabismos en la documentación del Reino de León, de los que hemos hecho una lectura crítica en 2006 (ADLA). Otros muchos datos de interés para el estudio del léxico asturiano pueden espigarse en los numerosos trabajos con que en estos años se ha venido enriqueciendo la filología hispánica. En líneas generales el tipo de actuación con relación al estudio etimológico del asturiano es extensible a las tierras del sur del dominio lingüístico. Hay, con todo, en tiempos modernos, una notable atención al léxico histórico, favorecido por la publicación en su casi totalidad de los fondos leoneses medievales15. Esto permitió la redacción de toda una serie de trabajos que bien muestran su preferencia por el estudio diacrónico, bien por fijarse en la reseña de datos documentales antiguos considerados de más interés16; en esta última línea siguen quienes ya han empezado a despojar el léxico documental de textos mucho más tardíos17. Es precisamente en el entorno del prof. Morala donde se han efectuado algunos trabajos dentro de la temática a la que nos referimos18. Hay, con todo, una tendencia en algunos tratadistas etimológicos (y en algunos lingüistas) a entender «lo leonés» como un apéndice dialectal del castellano o de lo que algunos llaman, sin duda con pequeña precisión, «español antiguo»19. Esto, –––––––— 14 15 16

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García de Diego (1985), con las aportaciones inéditas a cargo de Carmen García de Diego. En este sentido, en atención al léxico latino se publicó un Lexicon Latinitatis Medii Aevi Regni Legionis (s. viii-1230) Imperfectum (Pérez 2010). Son trabajos como los que han aparecido en Orígenes de las lenguas romances en el Reino de León (2004), Díaz y Díaz (2004) y el capítulo «Léxico de la vida cotidiana» de Monarquía y sociedad en el Reino de León (2007: 315-570). Me refiero a los trabajos a que está dando y dará lugar el proyecto «Corpus Léxico en relaciones de bienes de los siglos xvi-xviii» del Ministerio de Ciencia e Innovación; también el proyecto LEO11A0 de la Junta de Castilla y León. De esa manera se han publicado artículos como Egido Fernández (2010) o Morala (2010). Se trata ya de una notable colección de títulos del tipo Morala (1993 y 2004) o Morala / Le Men (1996). Una visión de conjunto puede leerse en Morala (2012). Sobre esta cuestión llamamos la atención hace poco en García Arias 2013b.

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aplicado a la lengua medieval, no parece ni consistente ni aconsejable porque, en aras de un castellanismo asimilista, tiende a eliminar, en parte o en todo, un amplio dominio lingüístico que, metodológicamente, exige un tratamiento claramente diferenciado. Esta conducta, muy viva en algunos sectores que siguen las pautas poco críticas del Diccionario de la Real Academia Española, ofrece, entre otros muchos testimonios, un ejemplo paradigmático reciente en la obra dirigida por César Hernández Alonso (Diccionario del castellano tradicional, 2001), pues en ella se dan cita toda una serie de términos de procedencia dispar (así, muchos recogidos en León) y de los que explícitamente se renuncia a constatar el lugar donde tienen vigencia.

5.

Dialectología y léxico tradicional

5.1. El plano fónico Esta conducta a la que acabamos de referirnos olvida una enseñanza fundamental de la tradición románica que ya en tiempos de Rousselot, en 1887, pondría de relieve que los patois no eran taras del francés sino hermanos de la lengua literaria y, como ella, provenientes del latín y fuente de información de gran valor. En la práctica del fundador de la filología hispánica, Menéndez Pidal, era manifiesto que dentro del continuum lingüístico peninsular (lo que hoy llamaríamos dialectos primarios o constituyentes) había que señalar la existencia de diferentes dominios: gallego (→ portugués), ástur (que él llamaba «leonés»), castellano, aragonés y catalán. Pues bien, consecuente, el trato que dispensa al «asturiano» y «leonés» originariamente es el que corresponde a un grupo lingüístico diferenciado, por lo que este recibe, diacrónicamente hablando, el mismo trato que los demás grupos peninsulares. Es por eso por lo que la particular evolución de nuestro dominio lingüístico merece una atención autónoma que no solo garantice su personalidad sino que coopere activamente en la mejor intelección de los demás dominios con los que guarda parentesco. La conducta de Menéndez Pidal, tanto en sus aspectos positivos como en otros menos laudables, está en la base de un desarrollo notable de la dialectología asturiana que se pudo ir logrando gracias a las enseñanzas universitarias, redacción de tesis doctorales y tesinas de licenciatura, así como a un número estimable de artículos de investigación. Todo ese material, debidamente inventariado, es el apoyo fundamental que permitió la redacción de nuestra obra de conjunto, el ya citado Diccionario General de la Lengua Asturiana (DGLA), que es, a la vez, un verdadero diccionario dialectal asturiano y, al tiempo, el instrumento más amplio del que pudo disponerse en tiempos recientes para la normativización lingüística moderna en su nivel léxico. En efecto, el DGLA ofrece, junto a cada lema o entrada, las variantes fónicas asturianas (también algunas leonesas bien identificadas) transcritas según la normativa académica, desprovistas en buena medida de lo fonológicamente no pertinente. Gracias a esto disponemos de una fuente de información en el plano del significante de incalculable valor para proceder con gran seguridad en el terreno etimológico y comparativo. En el fondo, el citado diccionario, como si el dominio ástur fuera tra-

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sunto de una pequeña Romania, permite disponer de los elementos comparativos entre las variedades diatópicas del asturiano. Ello garantiza una discusión etimológica muy apurada, porque la variedad dialectal sirve de punto de referencia inestimable y de contención de la espontaneidad impresionística que evita posicionamientos intemperantes o meramente intuitivos. En este sentido nuestros materiales pueden servir de a) Aclaración en la discusión románica e hispánica en ejemplos como: ast. garulla ‘conjunto de nueces y avellanas’ no podrá explicarse desde el lat. *carulia como proponen Corominas-Pascual (DCECH s. v. garulla), a no ser que sea un galleguismo, cosa que no sucede por ser garula la voz patrimonial gallega (PE 3: 70). ast. llanxa ‘tipo de piedra’ (PE 3: 87), con su variante lláxina (PE 1: 107), puede explicarse como celtismo documentado tardíamente en latín, lagena o lagine, origen del port. lage, laja (DCECH s. v. laja). Quizá sea un buen argumento para entender en la misma dirección el cast. lancha ‘piedra naturalmente lisa...’, que CorominasPascual quisieran derivar del lat. *plancula (DCECH s. v. lancha 1), aunque no debería olvidarse que en dicho idioma pl- > [ʎ]. ast. llonxa ‘tira de carne’ (PE 3: 106), con su variante l.lonxa, no parece que provenga del lat. *lumbea, como propone Diez y aceptan Gamillsheg y García de Diego (DEEH); tampoco es necesario admitir que se trate de un galicismo longe ‘correa’ (DCECH s. v. lonja), pues sería defendible partir, como también para el cast. lonja, gall. lonxa, del lat. longula, dim. del fem. del adj. longus, a, um. ast. tala ‘palo pequeño para el juego de la toña’ conoce un equivalente castellano de la misma expresión tala. Corominas-Pascual piensan que podría tratarse de un portuguesismo tala (DCECH s. v. tala). Sin embargo, nosotros proponemos tenerlo por deverbal del lat. *tarare ‘golpear’ (REW/1, 111-112), lo que nos lleva a pensar en un resultado patrimonial en los tres citados dominios y quizá en gallego (PE 3: 142). ast. veza ‘planta perjudicial de los sembrados’ (PE 2: s. v. vesa; PE 3: 152) ha de provenir del lat. uicia -ae ‘arveja’, pues ha de estudiarse junto al gall. beza, cast. veza, arag. aveza, cat. vessa (DEEH), con equivalentes románicos (REW). Se pone así de manifiesto lo difícil que resulta mantener la posición de Corominas-Pascual, que consideran cast. veza («palabra meramente regional en castellano») como catalanismo (DCECH s. v. veza).

b) Advertencia de términos no autóctonos que pueden deberse al préstamo o al celo adaptador de algún estudioso o escritor: ast. *abrueyos (PE 3: 13), cast. abrojos, ofrece un resultado perfectamente justificable en Babia, abruechos (zona D); sin embargo, la variante también ofrecida, abroxos, no puede ser autóctona, sino una simple adaptación del castellano. ast. arguchosu (cast. orgulloso) es adjetivo autóctono conservado en la zona B; el resto del asturiano emplea el término orgullosu, que parece un castellanismo que ha desplazado al esperable *arguyosu (PE 3: 23). ast. xanzana (PE 3: 153) continúa popularmente el lat. gentiana -ae, lo mismo que se observa en los términos correspondientes del cat. y el occitano (REW; DCECH s. v. genciana). Sin embargo, en el domino ástur se constatan como equivalentes genciana, janciana, junciana (→ sunciana), etc., que parecen haber llegado por vía semiculta, como también se advierte en el cast. genciana. La complejidad de la situación hizo posibles resultados de compromiso entre lo popular y lo culto en soluciones ofrecidas por el ast. xenciana, xanzaina, etc.

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5.2. El plano del significado En nuestro DGLA, como ocurrirá en su seguidor DELLA, reservamos el tercer nivel de información (después de la entrada y de las variantes fónicas) para dar cuenta de los datos de tipo semántico. Ha habido un intento de acercarse a las «definiciones» que procuraban las monografías, simplificando la redacción y homogeneizando lo más posible lo que tenía procedencia distinta; había en todo ello un afán de traicionar lo menos posible la información primaria de que disponíamos. Conscientemente se huyó de ofrecer definiciones técnicamente «correctas» si no venían avaladas por la fuente originaria. Se comprenderá, entonces, que lo que nosotros ofrecemos en el nivel semántico está lejos del desideratum moderno lexicológico, pero no podíamos ofrecer a los estudiosos los datos que no nos permiten dar nuestras fuentes. Se comprenderá bien lo que decimos si tenemos en cuenta que, amén de unas notables informaciones efectuadas por lingüistas rigurosos (aunque no siempre especialistas en lexicología), en muchas ocasiones nuestros materiales mayoritarios proceden: a) De unos estudiosos e informantes que, con frecuencia, son víctimas de la misma diglosia (asturiano-castellana) que también afecta a los hablantes y que ha impedido separar debidamente, en ocasiones, los elementos de cada idioma. b) De personas animadas de la mejor voluntad que, alejadas del ejercicio académico, pese a todo, ofrecían datos valiosos. De lo que antecede se deducirá fácilmente: α) Que lo que mostramos no es una descripción semántica estructural del léxico asturiano. En el estado actual de nuestros estudios no es posible lograr ese nivel, a no ser en casos muy contados y parciales. Pretender una descripción estructural de la totalidad de nuestro léxico es loable, pero con nuestros materiales es técnicamente imposible y, si se pretendiera, estaría plagada de inexactitudes e inconvenientes. Hacer, por otro lado, un intento de ofrecer una descripción de la estructuración del léxico que se presenta como modelo estándar sin duda sería estimable como ejercicio académico, pero científicamente resultaría difícil admitir su adecuación a la realidad. β) Los datos semánticos que ofrecemos fueron recogidos muchas veces de modo caprichoso y selectivo según el parecer del encuestador; en modo alguno se ofrece un trabajo de recopilación exhaustiva ni manifestación de todos los niveles diastráticos en que el uso pueda constatarse. Tampoco se definen los términos atendiendo a lo que podríamos considerar ‘rasgos pertinentes y opositivos’ de cada uno de los signos. Si, en el mejor de los casos, esto pudiere ocurrir, no dejaría de ser coyuntural y con un alcance que solo afectaría a los hablantes concretos de uno de los sistemas concretos, no a la totalidad de los hablantes de la lengua asturiana y, mucho menos, del dominio lingüístico ástur. γ) Se seguirá de aquí que lo que nosotros ofrecemos como definición en realidad es propiamente una agrupación de descripciones o aproximaciones semánticas que dan cuenta, grosso modo, de los términos que han podido haber evolucionado en direcciones diversas, pero en los que siempre ha de preverse la

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preferencia de unos hablantes que haya favorecido el desarrollo de un sema determinado o de otro, en una conducta siempre legítima y prevista por la estructura lingüística y la realidad humana inmediata. Ténganse, entonces, nuestras «acepciones» como informaciones semánticas donde el conjunto de datos sin duda aclarará la complejidad y al mismo tiempo la posibilidad de subsanar las carencias. Recíbanse nuestras «acepciones» como posibilidades evolutivas de estadios anteriores de la lengua y no se vea como una evolución anárquica, sino como algo totalmente normal en un proceso evolutivo, histórico y actual, según los intereses y motivaciones concretas de los hablantes.

5.3. La complementación documental Partimos de la idea de que en la discusión etimológica, siempre que sea posible, es muy conveniente ofrecer la documentación histórica de que se disponga. Es por eso por lo que la hemos incorporado a nuestro estudio. El dominio lingüístico ástur es, en este sentido, privilegiado, pues cuenta con una larga tradición medieval en documentos populares (testamentos, donaciones, cartas de compraventa, etc.), especialmente desde el siglo ix20. Los más antiguos vienen redactados en latín; desde el s. xi (García Arias 2013b), pero especialmente desde el xiii, tenemos abundantes textos en el romance ástur. La unión de las coronas de León y Castilla en 1230 favorecerá la castellanización lingüística, aunque durante mucho tiempo permanezca en la documentación, incluso cuando ya viene escrita en castellano, la presencia de numerosos términos de tipo ástur. En el caso asturiano todavía se ofrece la particularidad de disponer de una tradición literaria moderna desarrollada desde el s. xvii de modo ininterrumpido hasta la actualidad21. Quiere ello decir que nuestra tradición escrita es muy estimable para testificar el proceso evolutivo de nuestro léxico aunque, hoy por hoy, este no haya sido plenamente inventariado. Con todo, ha de advertirse que no siempre la documentación se ha tenido en cuenta en los trabajos etimológicos, bien por desconocerla, bien por aparecer la del dominio interpretada como manifestación del castellano o «español antiguo». En este sentido, el proceder de Corominas-Pascual es totalmente simplificador por dar como primeras documentaciones castellanas lo que no son sino testimonios leoneses (así, los leídos por Staaff) o asturianos (El Fueru d’Avilés). El recurrir al Fueru d’Avilés como testimonio del castellano antiguo no es una anécdota, sino una conducta errada y recurrente. Bastardas / Buchi / Cano (2013: 26) han criticado este proceder, así como el de autores como Lloyd A. Kasten y Florian J. Cody, entre otros. –––––––— 20

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En este sentido nuestros datos se recogen de la colección de fuentes asturianas y leonesas a las que hacemos referencias continuas en nuestros trabajos publicados en la serie de PE. Para una visión de conjunto: Cano et al. (1996), y Miranda / García Arias (2011). Una visión de la literatura escrita en asturiano puede leerse en Ramos (2002).

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Por otro lado, nosotros reiteradamente utilizamos la documentación latina del dominio ástur como testimonio de los términos estudiados, por estas razones: a) Porque el estudio pormenorizado del léxico empleado en ellos nos hace sospechar que obedece, no a un capricho, sino a una selección efectuada a lo largo del tiempo en que el latín que se escribía respondía a una tradición, según la cual era preferente el uso de aquellos términos con que los hablantes latinorománicos ástures estaban más familiarizados. Este hecho, según vemos hoy, justifica en buena medida su evolución y la pervivencia de determinadas voces actuales. b) Porque esos documentos en sus discrepancias y rupturas con la norma latina nos ofrecen datos intermedios del proceso evolutivo. Por todo ello nosotros incluimos en nuestro estudio evolutivo no solo la documentación de los vocablos actualmente en uso, sino la de aquellos en que se presume su pervivencia medieval romance, aunque esta se presente vestida con los ropajes de la escritura latina22. He aquí, a título de ejemplo, algunas documentaciones tempranas de los textos originales asturianos en los siglos ix-x (cf. Miranda / García Arias 2011), donde aparecen elementos prerromanos, latinos, germánicos, árabes23, que pasan a formar parte del DELLA: «atorra» [(887), arabismo, ‘camisa’], «bustum» [(803) ‘terreno quemado’], «qumudamus» [(982) ast. camudar], «quetto» [(978) ast. cuetu], «iuso» [(971) ast. a. jusu, jus], «faeto» [(978), ast. faéu] «felcarias» [(948), ast. felguera], «harrace» [(980), arabismo] «osa» [(887) germanismo, ast. a. huesa], «laurale» [(978), ast. lloral], «nissales» [(950) ast. nisal], «noceto» [(946) ast. nocéu], «panizo» [(994) ast. panizu], «paragiao» [(953) ast. paraxu], «perares» [(946) ast. perales], «prunales» [(950) ast. prunales], «roza» [(917) ast. roza], «scalas» [(951) ast. escalina], «senera» [(978) ast. senra], «succum» [(978) ast. sucu], «tropano» [(978) ast. truébanu], «uayga» [(931) ast. vega], «uallinum» [(971) ast. vallín], «uesca» [(978) ast. viesca], «uitulata» [(978) ast. vellada], «gade» [(991) germanismo, ‘prenda, garantía’], «zurahamen» [(887), arabismo].

Es obvio que alguno de los ejemplos citados ofrece la primera documentación románica y de ahí su valor testimonial. En otros casos la primera documentación es más tardía o, incluso, puede ocurrir que una determinada palabra no se haya documentado hasta fecha cercana en el ast. moderno o contemporáneo. En todo caso, sí es importante que se señale la referencia cronológica documental porque, a través de ese dato, podemos inferir muchas veces su carácter de término patrimonial o de préstamo antiguo o reciente. El valor documental del asturiano a lo largo de sus textos medievales es notable y, en algunos casos, supone una prioridad temporal con relación a las documentaciones de otros dominios vecinos. En este sentido, baste se–––––––— 22

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Renunciamos, de todas formas, a todo aquello que pueda llevar a identificar nuestro trabajo con lo que ha de ser un estudio del latín del dominio ástur y que, de alguna manera, ha empezado a efectuarse por medio de algunas iniciativas como las que aparecen en torno al proyecto LELMAL. Esta obra, pese a sus comprensibles carencias, se presenta como un archivo de datos útil para los estudios diacrónicos. Para los ejemplos árabes cf. García Arias (2006).

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ñalar que, en los setenta artículos hasta ahora redactados para el DÉRom, cinco de las primeras dataciones que ofrece el DELLA son anteriores a las de los otros romances hispánicos, las correspondientes a agostu, diez, diente, febreru, parte (Bastardas / Buchi / Cano 2013: 23). Por otro lado no cabe duda de que la documentación en sí misma es testimonio fundamental de que un determinado paso evolutivo se manifiesta en una fecha y no en otra; así por ejemplo, ciñéndonos solamente a algunos de los ejemplos que acabamos de citar, quetto informa de la diptongación de la ŏ tónica en una época muy temprana; faeto de la pérdida de la -g- ante vocal palatal; panizo, roza, paragiao de la palatalización de la consonante seguida de yod; succum del posible cierre vocálico de la tónica por influjo de la [l] velarizada; uallinum de la creación de un término inexistente en latín, lo mismo que se advierte en uitulata, etc. etc.

6.

La gramática histórica

Para poder actuar con un mínimo de coherencia y satisfactoriamente en el estudio diacrónico del léxico es evidente que han de manejarse con la mayor precisión las enseñanzas que procuran las gramáticas históricas. Siempre se ha echado en falta que Corominas no haya escrito un tratado de este tipo para el castellano, habida cuenta de su dedicación plenamente satisfactoria al estudio etimológico de esa lengua. Pero es obvio, como también se sabe, que este autor no precisó haber redactado un volumen con ese título para saber las reglas de evolución de tal idioma, puesto que las tenía provechosamente interiorizadas hasta el punto de poder patentizarlas siempre que en sus estudios resultaba conveniente. En nuestro caso, la atención prestada al estudio del idioma asturiano nos llevó a la redacción de un manual que vio la luz en 1988, en cuyo título ya manifestaba el interés por unir gramática histórica y estudio etimológico: Contribución a la gramática histórica de la Lengua Asturiana y a la caracterización etimológica de su léxico (García Arias 1988). La segunda edición de esta obra, de 2003, apareció simplemente como Gramática histórica de la lengua asturiana porque el desarrollo de los acontecimientos exigía ya plantear más monográficamente alguno de los temas enfocados en la redacción primera. La información diacrónica se enriqueció así notablemente, y hoy podemos decir que el dominio lingüístico ástur dispone, en esta dirección, de una herramienta de trabajo valiosa que permite enfrentarse seriamente con todo el complejo problema evolutivo. En este sentido podríamos manifestar nuestra satisfacción por haber puesto de manifiesto y, en parte, haber solucionado algunas cuestiones que afectan al estudio histórico del idioma ástur. Dos ejemplos ilustran nuestras palabras y nos liberan de la búsqueda de más logros. Nos referimos a haber reflexionado no solo sobre la existencia de la metafonía asturiana sino de haber aportado sugerencias sobre su origen latino, sobre su documentación, al menos ya en el siglo x, y sobre su doble manifestación (1.ª metafonía / 2.ª metafonía), motivada no solo por -u sino por -i. Lo mismo ha de decirse sobre los porqués de la presencia de [o] o bien [u] en posición final de palabra en los nombres masculinos del asturiano nuclear, que relacionamos,

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en lo que hoy parece claro al menos en parte, con el intento de propagación al nombre de la oposición no-contable / contable que está asentada en el adjetivo y en los referentes pronominales de 3.ª persona, etc. Con todo, queremos resaltar algunos aspectos que pueden ser de particular interés por no prestárseles habitualmente la deseada atención: a) Es evidente que desde el punto de vista de la evolución, especialmente fónica pero no exclusivamente fónica, nos hemos visto obligados a aludir reiteradamente a otros hechos evolutivos, como los que nos patentiza la necesidad de advertir que en la base de nuestro romance hay un latín hablado no plenamente unitario sino con variantes dialectales de origen diatópico y, a veces, posiblemente diastráticas o cronológicamente diferenciadas, y con las que es aconsejable contar en el estudio evolutivo. Se trataría de ejemplos en la línea de los ofrecidos en los mismos diccionarios etimológicos; un simple vistazo románico a los datos procurados por Meyer-Lübke en su REW nos ilustra del mismo fenómeno en el mundo románico cuando el autor da una doble entrada a términos como: acer/acre, acer/acrus, aciārium/*aciāle, adamas -ante/ diamas, adeps -ĭpe/ aleps -ĭpe, *advēlāre/*arvēlāre, aeramen/*aramen, aĕrūgo -ĭne/*aerīgo, altāre/altārium, anas -ătis/*anĭtra, anguīlla/anguīla, *anhēlitāre/ *alēnĭtāre, arbŭtus/arbĭtus, arĭsta/*arĕsta, gravis/*grĕvis, etc. b) Esa alternancia puede verse entre nosotros, pues al sur de nuestro dominio se conoce el término bacillu ‘sarmiento’, que exige partir del lat. bacillum ‘palito’ (EM, OLD) con una ī tónica y -c-; pero a su lado se recoge también la variante barcillo, que tiene su génesis en el término más tardío también documentado baccillum (EM), que suponemos con ī tónica pero con -cc- para mejor entender el resultado [rk] como posible (GHLA § 4.1.1.1). Puede proseguirse más allá en la comparación si nos acercamos al inmediato dominio gallego, donde encontramos un tratamiento similar en el consonantismo (bacelo y barcelo), pero que nos obliga a admitir una ĭ tónica breve (PE 3: 27). Veamos otro ejemplo más en el mismo sentido: en lat. se constatan las variantes genĭsta/genĕsta; pues bien, ambas tienen continuadores en el mismo dominio ástur xinesta y xiniesta (DGLA), etc. c) Inseguridad en la acentuación de algunas voces (así lo harían ver ast. táladru y taladru; tábanu y tabán), así como en el vocalismo átono, que conduce a tener que admitir períodos de vacilación entre la pérdida de pretónicas o postónicas, de donde se sigue un tratamiento dispar para el consonantismo y una frecuencia relativa de dobletes (cf. § vii-1). En el mismo sentido han de entenderse los fenómenos contrarios que justifican las prótesis, epéntesis y paragoges que, con frecuencia, advertimos en nuestros términos. d) Inseguridad en la adaptación de los resultados de algunos grupos palatalizados que descubren tendencias encontradas en el proceso evolutivo y conductas dispares en el silabeo, lo que pudo conducir, a veces, a reorganizar el cambio semántico primitivo lexicalizando algunas variantes originarias. Los procesos evolutivos de -dj-, -gj-, -j-, -ge-, -gi- son suficientemente ilustrativos, pues en la actualidad hay testimonios de resultados en [ʃ]; [y] > [ø]; [ɲ]; [θ]; [i] (GHLA § 4.4.4.3].

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e) Influjo notable de la fuerza de la analogía que, interrelacionado con lo anteriormente dicho, favoreció, ente otras cosas: -Formación de femeninos desde el primitivo masculino y viceversa, de masculinos desde el femenino. -Generalización de diptongos cuando debería esperarse no diptongación (y lo contrario), especialmente en el paradigma verbal y tanto en el vocalismo tónico como átono. -Expansión notable de verbos en -idiare > -iar, que acaban muchas veces en alternancia (o con presencia exclusiva) con los etimológicos en -ar (GHLA § 3.2.8), lo que repercute en la expresión de otras categorías gramaticales. -Influjo analógico en la generalización del infinitivo, dada la influencia ejercida por otras formas verbales como el presente de indicativo (cf. viii, s. v. tanguir). -Propagación del modelo de participios débiles / participios fuertes, aunque se hayan generalizado más los primeros (García Arias 2010). -Nominalización de numerosos deverbales, no solo logrados desde el infinitivo (frecuentemente en -e) sino de los participios (fuertes o débiles). Pero no se trata solo de la gramática histórica del modelo estándar de lo que estamos hablando, pues, teniendo en cuenta que nuestro DELLA se basa en un diccionario dialectal (§ v), lo que realmente estamos proponiendo como ideal es el estudio y análisis de la totalidad de los datos lingüísticos del dominio.

7.

Algunos resultados de la investigación del DELLA

Gracias al trabajo continuado que ha venido haciéndose para la confección del DELLA, se han podido ofrecer algunos resultados de interés románico. Los comentarios del prof. Max Pfister (2009: 7-14; 1991; 2010) en su atención al léxico asturiano pueden ser una muestra fehaciente. También Blasco Ferrer (2003-2004) destacó alguna de las aportaciones. Lo mismo ha de decirse de la valoración altamente positiva de quien comenta los datos ofrecidos por el DELLA para la redacción del DÉRom (Bastardas / Buchi / Cano 2013). Siendo un poco más precisos, no hace mucho tiempo que ofrecimos, en forma casi esquemática, una muestra de las aportaciones que pueden ir esperándose del DELLA desde algunas perspectivas comparativas (García Arias 2012: 215-230): (1) Léxico asturiano y léxico de origen latino. Se ponía de manifiesto la conveniencia de admitir diferentes realidades fónicas en el latín de los latino-parlantes del territorio ástur, como harían ver ejemplos como nĭti(d)um > ast. nidiu frente a nĭt(i)dum > ast. netu24; trĭpedes > ast. trébedes frente a trip(e)des > ast. «treldas»; pĕ(d)icam > ast. peica frente a pĕd(i)cam > ast. pielga; stīuam > ast. atiba frente a –––––––— 24

También nietu.

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*stēuam > ast. esteva, etc. También se hablaba de cómo al lado de resultados patrimoniales podían aparecer otros más o menos cultos que daban cuenta de un proceso ininterrumpido de influjos realimentadores del idioma; así, de rectōrem > rechor (1272) / rebtor (1259) / rreytor (1277) / retores (1316); de uirginem > verna / virxen, etc. (2) Asturiano y lenguas románicas. Después de criticar las comparaciones lingüísticas efectuadas sobre meras listas de palabras, olvidando la organización estructural del léxico, intentábamos ofrecer un conjunto de términos en que el ast. conserva un resultado muy poco presente en el mundo románico: abén ‘remiendo del odre’, ¿acuéi? ‘¿no es eso?, güeldu ‘cebo de pesca’, oliar ‘mirar’, telga ‘(vaca) que no da leche’. (3) Arcaísmo léxico asturiano. Pretendíamos fijarnos en él constatando la ausencia de paralelos románicos (no consignados en REW) e hispánicos (no citados por DEEH ni por DCECH), lo que afectaba a palabras como bicesa ‘pequeña ventana’, bierba ‘oveja’, ‘vaca’, olecer ‘crecer’, terézanu ‘cuco’, vixota ‘sexo de la mujer’, xilir ‘mugir suavemente’. A continuación enumerábamos ejemplos de la conservación de compuestos cuyo primer elemento mostraba ser un continuador de genitivo, entre otros badagüeyu ‘presagio’, recatón ‘refuerzo de hierro donde apoya la cachava’, renacuayu ‘renacuajo’. (4) Asturiano y dominios hispánicos. Poníamos de relieve algunas coincidencias no tenidas en cuenta habitualmente en la comparación de nuestros dominios. a) Asturiano y catalán: secundum > ast. (pan de) segondo / cat. segó; ueratrum > ast. beledru / cat. baladre; uectim > ast. bichi / cat. vit, etc. b) Asturiano y gallego y portugués: lat. ad(i)tum > ast. aldu / a(d)itum > gall., port. eido; abrotonum > ast. biruéganu / gall. morodo, abrodo; ciconiam → *ciconiculam → *cicorīculam > ast. cigoreya / gall. segorella, port. cegorelha; ceuam + -attam > ast. xata / gall. xata; sĕllam > ast. siella / gall. sella, port. selha; sedīlia > ast. siya / gall. silla, port. silha, etc. c) Asturiano y castellano: ast. xerga ‘lengua especial’ y serga ‘tipo de tejido’ / cast. jerga; ast. sobeyu / cast. sobejo, etc. También se dedican espacios a discutir la etimología del ast. *verlla → verllatu en relación con el ast. birllar / cast. birlar; ast. melandru / cast. malandrín.

8.

Nuevas propuestas etimológicas

En lo que antecede, a veces nada nuevo se añade a lo sabido desde una perspectiva etimológica, aunque la discusión pueda ensanchar el campo de visión o enriquecerse con algún dato nuevo; en este sentido el asturiano es una lengua románica más y participa ampliamente de los procesos históricos conocidos. De todos modos, en ocasiones, se critican o puntualizan algunas de las tesis tradicionales al ser posible una reflexión diferente. Finalmente, otras veces, con todas las prudencias que exige la historia de nuestra disciplina, nos atrevemos a indagar nuevas posibilidades interpretativas que iremos dando a conocer a los interesados. Por el momento nos contentamos con mostrarles la explicación sucinta de unos pocos términos que ofrecemos a su consideración y que, al mismo tiempo, pueden ejemplificar algunas de las aseveraciones hechas a lo largo del presente trabajo:

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El ast. rabistra tiene usos adjetivos y es sinónimo de rabisquera, que se aplica a la niña que tiene mucha desenvoltura, despejo, viveza. En nuestra opinión, proviene del neutro plural lat. de rapistrum -i ‘rabanillo’ (EM) que acaba identificado con los nombres femeninos de la 1.ª declinación en -a. La idea de ‘(persona) desenvuelta’ que encontramos en nuestra definición encaja muy bien con la aplicación que se efectúa a la persona rabanera, relacionable con rábanu y, al mismo tiempo, con ‘(persona) desenfadada’. La simple equivalencia con el ast. rabisquera nos previene también para advertir un posible influjo de la familia del ast. rabu (→ rabisca), que conecta con la idea de movimiento continuado, etc. En todo caso, ni García de Diego ni Corominas-Pascual consignan continuadores hispánicos de rapistrum; sí Meyer-Lübke (REW s. v. rapĭstrum), que ofrece posibles continuadores en Italia, en Portugal (labresto, rabiso) y en Salamanca (labestro). Sin embargo, ha de advertirse que el port. labresto, salm. labestro deben entenderse desde la variante lapistrus que ofrecen algunos autores como Isidoro de Sevilla (EM s. v. rāpum). Con todo, el resultado asturiano hace postular un étimo con ī frente a los ejemplos de otras latitudes. El ast. a. sacernar solo nos es conocido gracias a que aparece documentado en nuestra Edad Media en el siguiente contexto: quin faz morabedis falsos o los trae o los sarcerna s. xiii (or.) [FX/258]. A nuestro entender, se tratará de un continuador del lat. secernere ‘dejar de lado’, ‘poner aparte’, ‘separar’ (EM s. v. cerno; ABF), quizá desde una variante *secernāre, verbos de los que, por otro lado, no dan continuadores ni REW, ni DEEH ni DCECH. En relación etimológica sí encontramos una formación en -ūra también documentada, sacernadura ‘distinción’: las muleres que lexan los pannos –sacernadura de la orden s. xiii (or.) [FX/131]. El ast. seta ‘panal de miel’ es voz bastante bien representada desde el oriente de Asturias hasta zonas lingüísticamente occidentales donde, parcialmente, puede admitir la variante seita; también se consigna muy cortamente sete. Quizá la acepción de ‘panal’ esté motivada porque, para poder apoderarse del mismo en la colmena, es preciso cortarlo. Estaríamos, posiblemente, ante una nominalización del femenino de sectus, a, um ‘cortado’. Pero, de aceptar esta propuesta, ha de advertise que se trataría de una evolución nada esperable en toda la gran franja centro-oriental asturiana, donde el grupo -ct- > [tʃ] (GHLA § 4.4.9a). Este dato es ilustrativo porque podría hacernos pensar que se trata de un occidentalismo en el centro-oriente asturiano, cosa no fácilmente admisible. Será más bien, creemos, un arcaísmo, pues en el mismo oriente de Asturias encontramos que el citado grupo puede ofrecer alguna pervivencia como [t], tal y como advertimos en el continuador del lat. nŏctuam > *ñuétua → ñuética ‘lechuza’ (PE 4 s. v. niétoba). Frente a lo que parece un arcaísmo sectam > seita > seta ‘panal’, el asturiano ofrece el resultado «regular» sectam > seita → seitsa (oc. B-D) → seicha (oc.) → secha ‘surco’ (porque el surco se forma al cortar la tierra la cuchilla del arado) en todo el ast. centro-oriental. ¿A qué puede deberse ese

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comportamiento dispar? Probablemente a un intento de evitar la polisemia enojosa en un momento en que todavía en la lengua convivían tendencias fónicas, sin que hubiera triunfado plenamente una de las posibilidades en liza. El ast. suriellu, con variantes occidentales suriel.lu y surriel.lu, es el nombre que reciben varias especies marinas, entre ellas la ‘Argentina sphyraena’ o pez plata (DELLA, ms). En algunos otros lugares de Asturias también se conoce como xurel, sinónimo de chicharru (DELLA, ms). El ast. suriellu ha de entenderse desde un diminutivo del lat. saurus -i ‘pez de mar’ (EM), ‘tipo de pez rápido’ (DLFAC), esto es, desde *saurĕllus (DEEH). El ast. suriellu se contrapone así fónicamente a su casi-sinónimo xurel, iluminando una situación en que el resultado autóctono y común a otras zonas románicas convive con un préstamo del mismo origen, xurel, que al no ofrecer diptongada la ĕ tónica latina (PE 2: 375) nos conduce a admitir la opinión de CorominasPascual, para los cuales su equivalente cast. jurel ha de tenerse por préstamo mozárabe o catalán (DCECH s. v. jurel). El ast. tafu ‘hedor’, ‘olor fuerte’ es voz que se mantiene en el centro-occidente asturiano, así como al sur del dominio. En algunos puntos alterna con su equivalente tufu, aunque tufu es voz exclusiva y no generalizada en algunas partes. Aunque es verdad que Corominas-Pascual entienden tafo, que encuentran en Álava, la Rioja, Zamora y León, desde (ol)fato con metátesis e influjo de cast. tufo (DCECH s. v. oler), lo cierto es que nosotros preferimos considerar ast. tafu como continuador del germanismo thampf ‘vapor’, que se tiene por responsable del it. tànfo ‘hedor’ (REW; Battisti-Allessio s. v. tanfo; Cortelazzo-Zolli s. v. tànfo). El asturiano parece ofrecer un tratamiento adecuado para /f/ en posición fuerte (GHLA § 4.3.1.6) -nf- > -ff- > -f-, paralelo a lo que se advierte en los topónimos del tipo confīnium > Cofiñu (Asturies) y Cofiñal (León) (TA 697) y en el derivado cast. de infantes. Desde ast. tafu pudo haberse formado el aumentativo tafón → tafonazu (cf.) así como un verbo *tafar → *tafarar - *tafarir ‘heder’, de donde habría de partirse para justificar los deverbales tafarada (cf.), tafareda (cf.), tafarida (cf.), tafaríu (cf.); también fue posible desde tafu formar un verbo tafear (cf.) que se opone a fatear, fruto aferético del cast. (ol)fatear (cf. fatear). Es posible que desde *tafar se haya logrado una variante con disimilación vocálica tufar → atufar (cf.) y entufar (cf.), responsables del deverbal tufu (cf.), interpretado como variante de tafu. Desde tufu fue posible una formación despectiva *tufaina (como de tontu → tontaina), origen de la formación verbal entufainar (cf.). En todo caso, nuestra propuesta para tufu choca de frente con la más tradicional que parte del grecismo en lat. typhus ‘humor’, ‘vapor’, ‘soberbia’, adaptado como tūfus y origen de cast. tufu, cat. tuf, leonés tafu, etc. (DEEH s. v. typhos; DCECH s. v. tufo), pues no sería posible tenerla por voz popular por el tratamiento de la -f-. El verbo ast. tanguir ‘colgar’, ‘pender’ se nos conserva en Pola Vieya, en la zona occidental de lengua asturiana; también en zona eonaviega, donde se define como ‘tocar las campanas’ (DELLA, ms).

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Se trata de un continuador del lat. tangere ‘tocar’ (EM), ‘mojar’, ‘lavar’ (ABF). El ast. ofrece una muestra clara de un silabeo diferenciado del que nos hacen ver los derivados más frecuentes del verbo latino, que en otras partes del dominio ástur se continúa en resultados con palatal del tipo tañer, tanxer. En nuestra opinión, la posibilidad de que permanezca una realización [taΝgír] podría deberse al influjo de los modelos del presente de indicativo del tipo tango [táΝgo], que favorecen también generalizaciones de tĕneo → tiengo o tengo, frente a lo que cabría esperar y muy poco representado en ast. teño o *tieño. Una complementación a tanguir puede ofrecérnosla el ast. estrincar ‘ordeñar la última leche que queda en la ubre de la hembra’. Quizás se trate de una formación lograda desde el lat. stringo, a partir del cual se formaría un verbo *stringare [o *stringicare o *strĭgĭcāre (REW)] gracias al influjo del presente de indicativo de stringere ‘apretar, oprimir’, ‘estrechar con fuerza’, ‘coger’ (EM, ABF). Esto supone: a) una realización fónica en [Νg] → [Νk] resultado de la inseguridad en las velares precedidas por nasal, como en sentido contrario se advierte en algunas palabras asturianas (GHLA § 4.5.4.2); b) una propagación del influjo del presente de indicativo en la conformación del modelo verbal, algo no frecuente pero sí posible, como se ve en la generalización del ast. sureño-occidental gruñir, gañir, iñir con una [ɲ] solo justificable en esa zona por la yod de la primera persona del presente de indicativo (GHLA 241); c) compatibilidad del nuevo verbo *stringare → estrincar al lado del etimológico stringere > estreñir (cf.), junto a *estrenxir (GHLA § 4.5.9.1), conocido por el participio estrenxíu (cf.). Un deverbal del participio fuerte de estrincar es el ast. estrincu (cf.), con un aumentativo estrincón (cf.), nuevamente incrementado con otro sufijo aumentativo estrinconazu (cf.). Del mismo origen que el ast. estrincar es el compuesto sustrincar (cf.), aunque ahora con un primer elemento debido al lat. sub o a su continuador so-.

9.

Otros aspectos de atención inmediata en el estudio etimológico del léxico asturiano

De cara a una mejor intelección y competencia en los estudios etimológicos del léxico asturiano, debería tenderse a profundizar en algunos apartados particulares no desconocidos, evidentemente, pero quizá no del todo aprovechados en el estudio. Nos referimos a aspectos como: a) Profundización en el estudio de los cultismos de la lengua asturiana Es obvio que la mayoría de nuestros diccionarios etimológicos muestran una atención prioritaria al estudio del léxico patrimonial o directamente heredado del latín fundacional en los territorios de la Romania Uetula. Con todo, también es cierto que la gran mayoría de estos diccionarios prestan algún grado de atención al léxico introducido en períodos históricos posteriores en que ya no eran operativas algunas de las leyes de evolución del primer momento. Eso, que nos permite diferenciar léxico popular / léxico culto (o semiculto), era de pura necesidad desde el mo-

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mento en que la gran mayoría de los diccionarios etimológicos se fijaban en las grandes lenguas de cultura, las que cuentan con una larga tradición escrita. Pero en nuestra opinión, merecería la pena prestar atención a dominios lingüísticos como el que ahora examinamos, el ástur, donde pese a no haberse desarrollado una extraordinaria literatura sí se cuenta, como decíamos más arriba, con una larga tradición escrita desde la Edad Media, proseguida después desde el siglo xvii. En nuestras Propuestes Etimolóxiques frecuentemente hemos incluido comentarios sobre este léxico, en el cual, a veces, podía advertirse el reiterado intento de aclimatarse un término concreto. En este sentido la alternancia del continuador popular del lat. perfectum > perfechu, junto a los semicultos perfeutu / perfetu / perfeztu, puede ser ilustrativa; digamos lo mismo de los ya citados continuadores de rectōrem > rechor (1272) / rebtor (1259) / rreytor (1277) / retores (1316), etc. Pero estos hechos no deben hacernos olvidar: α) Que también el dominio ástur en este punto tiene su propia dinámica y pautas de adaptación del préstamo, como manifiesta la ya vieja tradición de incluir en su léxico términos foráneos. En este sentido, y solo es un ejemplo, carece de fundamento tener por castellanismo un término como siloxismu, pues ya en nuestra Edad Media funciona normalmente en contextos ofrecidos por nuestra documentación: que non sea fecha por sotileza de silogismos nen por disputacion s. xiii (or.) [ FX/34]. Vale lo mismo para colexu ‘colegio’, que también se constata como «colleio» y «coleio» (PE  2: 154). β) Que muchas veces las soluciones adoptadas por el dominio ástur coinciden con las del castellano, y la documentación medieval así lo manifiesta, por lo que no es legítimo seguir una conducta que considere todos los préstamos asturianos importados del castellano. De ese modo pluma, dalmática, por ejemplo, serán cultismos comunes a ambos dominios. γ) Que, efectivamente, hay toda una serie de términos, cultos o semicultos de todo tipo, que han podido llegar al asturiano por vía castellana. De no tratarse de términos modernos, fácilmente identificables, habrá de recurrirse necesariamente a la documentación como criterio más fiable. Cuestión relacionada será establecer qué tipo de léxico con génesis en otras lenguas (préstamos) pervive en nuestra documentación y en el vocabulario de nuestros días y por qué vías se asturianizó. Aunque de ese tema ya venimos tratando desde 1988 (CGHLA) y posteriormente (ADLA; PE  1: 171), uniéndonos a trabajos anteriores de algunos estudiosos como Lapesa (1948 y 1967), Pensado (2000) y Pfister (1991, 2009, 2010), pensamos que bien merece un tratamiento diferenciado. b) Atención continuada a la interacción de los estudios etimológicos del léxico y de la toponimia Partiendo de la idea de que buena parte de la toponimia de los países románicos se ha formado desde apelativos (cosa que todavía se puede comprobar fácilmente al cotejar los nombres de lugar con palabras usuales), en el caso asturiano podemos echar mano de abundantes materiales toponímicos que han tenido vigencia apelativa, hoy conocida solo gracias a la toponimia, como nos manifiestan ejemplos de este tipo:

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altum > -otu (TA 38), dorsualem > El Dosal (TA 229), fluuium > Lloviu (TA 229), lapidatam > Llaviada (TA 104), maluam + -ētum > Malveo (TA 360), marginem > Bárzana (TA 164), saxialem > Xinxal (TA 97), scrobem → Grueba (TA 148), sparsam > Espasa (TA 156), ultimam > Penaurme (TA 76), etc.

Se sigue de lo que antecede que es perfectamente legítimo y muchas veces deseable: α) Saber que el corpus léxico podría, con una perspectiva histórica, acrecentarse extraordinariamente incorporando los elementos que solo conocemos por la toponimia, siempre y cuando estén bien identificados y sean aislables y no confundidos con antropónimos. Evidentemente, no debe esto conducir a la confusión de los trabajos toponímicos con los que afectan primordialmente al léxico. β) Emplear sistemáticamente tales estudios como apoyo probativo en la discusión etimológica del léxico. c) Profundizar en nuevas estrategias de estudio que, como la traducción intralingüística, pueden proporcionar nuevos datos para la investigación etimológica.

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La lexicografía gallega premoderna (1863-1985) Ernesto González Seoane RELEX / Instituto da Lingua Galega (Universidade de Santiago de Compostela)

Pre-modern Galician lexicography (1863-1985) Abstract This paper provides a critical review of Galician lexicography from its beginnings early in the Rexurdimento with the first printed Galician-Spanish dictionary until the appearance of monolingual lexicography in the midst of the officialization and institutionalization process of Galician which took off in the 1980s. Special attention is paid to features characterising this period’s lexicographic production as a whole and the background context of key works. Keywords Lexicography, Galician language, linguistic historiography, dictionaries.

1.

El desarrollo histórico de la lexicografía gallega

1.1. El surgimiento de la lexicografía gallega: los diccionarios del siglo xix La lexicografía del gallego no aparece en letra impresa hasta mediados del siglo xix1. Es bien cierto que ya con anterioridad, incluso desde tan temprano como el primer tercio del siglo xvi2, se registran algunas tentativas de compilación de materiales –––––––— 1

2

Para una visión panorámica de la historia de la lexicografía gallega, véase Santamarina (2000b) y González Seoane (2003). Además, Santamarina (2000a, 2003) es un multidiccionario electrónico que reúne todos los diccionarios gallegos del período premoderno y ofrece numerosas modalidades de consulta, tanto en el interior de cada una de las obras como en todas ellas en conjunto. La obra fundacional de la historia de la lexicografía gallega es una modesta relación de 156 voces gallegas con su equivalente o definición en castellano, escritas hacia 1536 en el verso del mapa 38 y en el recto del 39 del volumen Claudii Ptolemaei Alexandrini Geographicae Enarrationes Libri Octo, por el bachiller Olea, personaje de origen zamorano al servicio primero de la casa de Altamira y luego de la de Lemos. Sobre esta colección de Vocablos gallegos escuros, cf. Filgueira (1947) y Pensado (2003). A pesar de su condición de texto manuscrito, de su carácter elemental y de su más que posible destino para uso estrictamente

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léxicos en gallego, que se disponen siguiendo una ordenación alfabética más o menos perfecta. De cualquier modo, se trata siempre de obras que permanecieron manuscritas hasta época reciente, cuya difusión en su tiempo tuvo que ser forzosamente muy reducida o incluso nula y que, consecuentemente, apenas ejercieron influencia inmediata sobre los lexicógrafos posteriores3. De esta forma, la obra que inaugura la tradición lexicográfica impresa del gallego es el Diccionario gallego-castellano, del clérigo compostelano Francisco Javier Rodríguez, que ve la luz en 1863 (Rodríguez 1863; cf. Sánchez Palomino 2001). Se trata de una obra póstuma, de modestas pretensiones, que su autor había dejado manuscrita e inconclusa, y que se publica por iniciativa de Antonio de la Iglesia, editor, escritor, y uno de los más activos promotores del Rexurdimento gallego. No es casual que la publicación del diccionario se produzca precisamente el mismo año de la aparición de los Cantares gallegos de Rosalía de Castro, la obra que la historiografía lingüística y literaria gallega viene considerando como el punto de arranque del Rexurdimento, y muy poco antes de la publicación de las primeras gramáticas de la lengua gallega4. En realidad, el surgimiento en las décadas centrales del siglo de proyectos lexicográficos o gramaticales como los mencionados está íntimamente vinculado con el renacimiento del cultivo literario del gallego y con el movimiento de afirmación, defensa y reivindicación de su dignidad. Así, las consideraciones acerca de la necesidad de que el gallego disponga cuanto antes de una gramática y un diccionario van a convertirse pronto en un motivo recurrente en los escritos de los promotores del Rexurdimento (cf. González Millán 2003). Las razones invocadas son, por una parte, de carácter utilitario, en la medida en que se percibe como tarea urgente forjar un modelo de lengua unificado que, sobre todo en el plano ortográfico, contrarreste una cierta sensación de anarquía que, por otra parte, es explotada por los adversarios del movimiento con el fin de desacreditarlo y menoscabar su seriedad (cf. González Seoane 1991; Hermida 1992: 206-216), pero también de tipo simbólico, porque los partidarios de la recuperación del gallego no ignoran la relevancia que gramáticas y diccionarios asumen en los procesos de emergencia de las variedades estándar (cf. Zgusta 1989). No es extraño, tampoco, que las consideraciones acerca de la importancia de que el gallego se –––––––—

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personal, la disposición alfabética aproximada revela, como indica Pensado (2003: 60), que existe «una ordenación previa, no un acarreo ocasional». Tal es el caso de los trabajos de recogida de léxico desarrollados a lo largo de la segunda mitad del siglo xviii por el padre Sarmiento, que, sin embargo, nunca dio a sus obras manuscritas forma de diccionario, o por el padre Sobreira, que no llegó a completar su proyectado Glossario general de la lengua gallega. Sobre las obras de los dos padres benedictinos, véanse los trabajos de Pensado (1970, 1973, 1979, 1986). A lo largo de la primera mitad del siglo xix, y especialmente hacia los años centrales del siglo, se registran también diversas tentativas de elaboración de diccionarios (cf. Pensado 1958, 1995; Leite de Vasconcelos 1902; Ferreiro 1994; Neira / Riveiro 1990), que en algún caso, como en el de Luis Aguirre del Río, estuvieron a punto de ver la luz en letra impresa (cf. Hermida 2007). Sobre este período resulta imprescindible la consulta de Suárez Vázquez (2007, 2012). A lo largo de la década de 1860 aparecen hasta tres textos gramaticales, dos de ellos muy elementales (Mirás 1864 y Cuveiro 1868) y otro de mucha más entidad (Saco 1868).

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dote cuanto antes de estos textos lingüísticos de referencia acaben desembocando en propuestas más o menos articuladas y consistentes de creación de una Academia gallega (cf. Alonso Montero 1988). Por otra parte, como veremos más adelante, cuando algunos años después se funde finalmente la Real Academia Galega, esta asumirá como objetivos estratégicos prioritarios la redacción de una gramática y un diccionario, que son, por otra parte, la aspiración de toda academia. En cualquier caso, la obra fundacional de la tradición es, según queda dicho, un trabajo de proporciones y de pretensiones más bien modestas publicado póstumamente. Un cotejo entre la versión manuscrita e impresa permite comprobar las notables diferencias que separan la obra original del texto publicado y pone de manifiesto la magnitud de la intervención del editor (cf. Pensado 1976: esp. 8-30; Santamarina 2003: 28-29). De acuerdo con los cómputos de Santamarina, el texto que Rodríguez dejó manuscrito a su muerte en 1554 contaba con 3440 voces, de las cuales algo más de un tercio, concretamente 1256, carecían de definición o equivalencia. Antonio de la Iglesia, su editor, no se limitó, pues, a poner el texto en letra impresa, sino que completó las definiciones o equivalencias que faltaban, añadió alrededor de 450 entradas nuevas y, además, adaptó la ortografía original del texto de acuerdo con sus preferencias por la grafía etimológica (cf. Hermida 1987). De esta manera, conforme indica Santamarina, teniendo en cuenta que «case a metade do texto impreso é de de la Iglesia», este bien «merecería compartir responsabilidade de autoría con Rodríguez» (Santamarina 2003: 29). Sea como fuere, tras la aparición del diccionario de Rodríguez van viendo la luz, aunque con una cadencia bastante irregular, diccionarios y vocabularios que, además de ampliar el número de voces recogidas, introducen mejoras técnicas y metodológicas significativas. A lo largo de la segunda mitad del siglo xix se publican otros dos textos lexicográficos, el Diccionario gallego de Juan Cuveiro (1876) (cf. Sánchez Palomino 1999a) y el Diccionario gallego-castellano de Marcial Valladares (1884). El primero de ellos aporta un incremento muy significativo del volumen de léxico compilado, que casi triplica el número de entradas contenidas en Rodríguez (1863). En todo caso hay que tener en cuenta que una cuarta parte de las voces registradas por Cuveiro aparecen marcadas como arcaísmos, aun cuando, en realidad, una buena parte de ellos no podrían considerarse de ningún modo como tales, pues se trata de formas vivas o bien, en no pocos casos, de voces extraídas de textos antiguos castellanos, y no gallegos (cf. Santamarina 2000b: 38; Muriano 2010). Con todo, la obra cumbre de la lexicografía gallega del siglo xix es el Diccionario gallego-castellano de Marcial Valladares (1884) (cf. Sánchez Palomino 1999b). La obra conoció dos impresiones, ambas en el mismo año, que presentan algunas diferencias menores (Santamarina 2003: 30). Además, por lo que sabemos, el autor continuó compilando materiales hasta redactar seis suplementos que no llegaron a ver la luz en letra impresa hasta su edición reciente por García Ares (2000). El diccionario reúne alrededor de 16 000 voces, a las que habría que añadir las más de 2000 palabras o acepciones nuevas recogidas en los apéndices. En cualquier caso, por encima de los aspectos puramente cuantitativos, el diccionario de Valladares destaca sobre los demás textos del Rexurdimento por su acierto en la selección de los lemas y

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por la mayor perfección técnica, tanto en lo que se refiere a la definición como a la organización del artículo lexicográfico.

1.2. La lexicografía gallega en el primer tercio del siglo xx5 El desarrollo de la lexicografía gallega recibe un nuevo impulso con la creación, en 1905, de la Real Academia Galega. De acuerdo con lo establecido en el artículo 2.1 del «Reglamento de la Asociación Iniciadora y Protectora de la Academia Gallega», la nueva institución se marca como objetivo prioritario el de «dar unidad al idioma gallego por medio de la publicación de una Gramática y un Diccionario» (ápud Seoane 1999: 67). En efecto, inmediatamente después de constituida, la Academia pone en marcha un ambicioso proyecto de redacción de un diccionario. A partir de las actas de la institución y de las informaciones contenidas en el Boletín de la Real Academia Galega es posible reconstruir el azaroso proceso de elaboración y discusión de los criterios y de la planta del diccionario, de la recogida y ordenación de las papeletas, de las dificultades para conseguir financiación para el proyecto, de las disensiones internas que fueron surgiendo, etc. (para todo ello véase el documentado trabajo de Isabel Seoane 1999). Finalmente, la obra, de gran formato y presentación esmerada, comienza a publicarse por entregas bajo el título de Diccionario gallego-castellano (DRAG) en 1913, hasta que en 1928 queda interrumpida en el cuaderno 27. Precisamente en ese año el redactor principal de la obra, César Vaamonde Lores, había solicitado a la Academia que su nombre figurase en calidad de autor en la portada de los cuadernos. La petición generó una fuerte controversia en la institución, que se resolvió finalmente con la paralización del proyecto (cf. Seoane 1999: 79-81). Los fascículos publicados cubren el fragmento a-cativo e incluyen alrededor de 12 500 entradas, muchas de ellas ilustradas con ejemplos extraídos de textos antiguos y modernos. Entre ellas ocupan un lugar significativo, como luego veremos, los cultismos y arcaísmos (cf. Santamarina 2000b: 41). Paralelamente al proceso de elaboración y publicación del DRAG, en la década de 1920 se estaban desarrollando en Galicia otros dos proyectos lexicográficos de amplio alcance, además de alguno que otro de pretensiones más modestas. En cuanto a los primeros, se trata del Diccionario galego-castelán de Leandro Carré Alvarellos (1928-1931) y del Diccionario enciclopédico gallego-castellano de Eladio Rodríguez (1958-1961). La obra de Carré alcanzó una cierta popularidad, lo que le permitió conocer hasta cuatro ediciones más, aparecidas en 1933, 1951, 1972 y 1979. Contenía originalmente alrededor de 15 000 voces, aunque esta cifra iría incrementándose hasta alcanzar las poco más de 27 000 de la última edición (cf. Santamarina 2003: 32). El diccionario de Eladio Rodríguez (1958-1961), por su parte, representa sin duda la obra cumbre de la lexicografía gallega premoderna. Del mismo modo que la –––––––— 5

Para este período, cf. Fernández Salgado (2001).

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iniciadora de la tradición, la obra de don Eladio fue publicada póstumamente. Por lo que sabemos, su proceso de elaboración fue largo y complejo, desde que a finales de la década de 1910 el autor comienza a preparar el guión del diccionario hasta que nueve años después de su muerte, que tuvo lugar en 1949, la editorial Galaxia publica el primero de sus tres volúmenes. Sabemos también que la obra conoció varias tentativas previas de publicación, una de ellas en 1928, el mismo año de la paralización del proyecto académico (cf. Seoane 2001), y que hacia 1933 estaba ya redactada, aunque en una versión diferente de la que hoy conocemos. A lo largo del proceso de elaboración, el texto fue reescrito una y otra vez hasta componer, a la muerte del autor, un manuscrito formado por la suma de dos mitades correspondientes a dos versiones de características diferentes (sobre este asunto y, en general, sobre el proceso de elaboración del diccionario de Eladio Rodríguez, véase Álvarez de la Granja / González Seoane 2001: esp. 49-63, y González Seoane 2008). La versión póstuma publicada por Galaxia entre 1958 y 1961 incluye más de 52 000 entradas, si bien la obra original era considerablemente más amplia (Álvarez de la Granja / González Seoane 2001: 63-73). Por lo que se refiere a las obras menores de este período, también en la década de 1920 sale a la luz el Vocabulario popular galego-castelán (VPGC), que se publica por entregas a lo largo de 1926 como una especie de folletón del periódico El Pueblo Gallego. Se trata de una obra de urgencia, elaborada por un grupo de cuatro jóvenes vinculados al Seminario de Estudos Galegos (Filgueira Valverde, Magariños, Tobío y Cordal), que quedó inconclusa en la voz treva (la obra completa, con el fragmento trevo-zuzar, puede consultarse, no obstante, en Santamarina 2003). Se trata claramente de una obra menor, de concepción muy elemental, de extensión mucho más reducida que las anteriores (alrededor de 16 000 entradas) y de intención fundamentalmente divulgativa. A esta misma categoría de obras menores corresponde el Vocabulario castellanogallego de las Irmandades da Fala (1933), que inaugura en Galicia la lexicografía bilingüe castellano-gallego6, al menos la publicada como volumen independiente. Se trata de una obra breve (alrededor de 10 000 voces) y, como la anterior, de estructura muy elemental.

1.3. La lexicografía gallega desde la posguerra a la década de 1980 La dura represión desatada en los años inmediatamente posteriores a la Guerra Civil española de 1936-1939 impidió, como es fácil imaginar, la puesta en marcha de nuevos proyectos lexicográficos. De todos modos, cuando las condiciones lo permi–––––––— 6

En realidad, el mérito le corresponde al Vocabulario castellano-gallego de Jacinto del Prado, publicado en Lalín en 1907, que apenas tuvo difusión. Además, se registra también algún que otro intento frustrado, como el Vocabulario castelán-galego que Leandro Carré comenzó a publicar en A Nosa Terra a partir de 1922 y del que ni siquiera se llegó a completar la letra A.

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ten se reinicia la publicación de textos en gallego, y entre ellos también de diccionarios. Así, en 1951 aparece la 3.ª edición del de Carré y hacia finales de esta misma década, según decíamos un poco más arriba, la editorial Galaxia inicia la publicación del diccionario que Eladio Rodríguez no había podido publicar en vida y que, pese a las dificultades, había seguido reelaborando incluso después de la guerra. La edición póstuma va acompañada además de un apéndice con más de 4000 voces recogidas por varios de los colaboradores de la editorial. En cualquier caso, lo cierto es que a lo largo de la posguerra no surgen proyectos lexicográficos nuevos hasta que llega a las librerías por primera vez el Diccionario galego-castelán de Xosé Luís Franco Grande (1968). Esta obra es en realidad un producto de encargo encomendado por la editorial Galaxia a uno de sus colaboradores para atender las demandas de un número creciente de lectores que en aquel momento carecía de un diccionario manual que pudiese satisfacer sus necesidades. El mercado editorial ofrecía entonces únicamente el diccionario de Eladio Rodríguez, una obra cara y poco manejable, y el diccionario de Carré, que no se reeditaba desde 1951. Por lo demás, otras obras como el diccionario de Valladares se habían convertido ya en objeto de bibliófilo. Por consiguiente, el diccionario de Franco Grande estaba llamado a convertirse en una alternativa al diccionario de Eladio Rodríguez destinada a un consumo masivo. Esto es lo que explica algunas singularidades de su composición. Así, en una buena medida, el diccionario de Franco Grande es una especie de versión abreviada del diccionario de Eladio, del que se eliminan los lemas y acepciones coincidentes con el español, así como la información enciclopédica y paremiológica, al tiempo que se simplifican y reducen las definiciones. Pero por otra parte, el autor complementa los registros del diccionario de Eladio con materiales de cosecha propia, de modo que el resultado final es, en cuanto al número de entradas, bastante parejo. El resultado es una obra con notables carencias y desequilibrios, que afectan tanto a la selección de los lemas como a la composición de las entradas, realizada según una concepción que parecía haber quedado superada tras la aparición del DRAG y del diccionario de Eladio Rodríguez. En cualquier caso, el diccionario de Franco Grande se convirtió en un éxito de ventas sin precedentes en la historia del libro gallego. Así, entre 1968, año de su primera edición, y 1983, que es cuando se publica la última, la obra conoció ocho ediciones (en realidad, a partir de la tercera se trata de simples reimpresiones) y vendió cerca de 100 000 ejemplares. A ellos habría que añadir además las ventas correspondientes a varias ediciones abreviadas. Las cifras indicadas constituyen un claro indicador de que inmediatamente después de su publicación la obra se convirtió en un texto de referencia y de posesión obligada para los lectores gallegos. Por otra parte, hacia el final del período estudiado aparecen dos diccionarios castellano-gallego, el Vocabulario castellano-gallego de Francisco Fernández del Riego (1979) y el Diccionario castelán-galego de Fermín Fernández Armesto (1981)7. En –––––––— 7

Años antes, en 1963, la revista Estudios, una publicación de los Padres de la Orden de la Merced, había dedicado un número monográfico a una primera versión de la «Contribución a un vocabulario castellano-gallego (con indicación de fuentes)» de José Santiago Crespo Pozo, pero se trataba de una obra concebida no tanto para un usuario común como

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ambos casos se trata de obras técnicamente muy limitadas, que se limitan a ofrecer una lista de los posibles equivalentes gallegos de los lemas en español, sin ningún otro tipo de indicación, y que solo de vez en cuando incorporan alguna locución. La obra de Del Riego es bastante más breve que la de Fernández Armesto (13 000 voces de la primera frente a 30 000 de la segunda). Por lo demás, ambas conocieron una cierta fortuna editorial, con cinco y dos ediciones, respectivamente. La línea de continuidad que la lexicografía gallega había mantenido desde sus mismos orígenes se quiebra hacia mediados de la década de 1980 con la aparición de obras que, por contraposición a las producidas anteriormente y por la profunda renovación técnica y metodológica que entrañan, pueden denominarse «modernas». Los acontecimientos que desencadenan esta profunda transformación, que afecta no solo a la lexicografía, sino en general a toda la lingüística gallega, son bien conocidos y están relacionados con la modificación del edificio político e institucional español y, de modo particular, con el reconocimiento oficial de las lenguas catalana, gallega y vasca. Este reconocimiento dio paso a un proceso de institucionalización, regulado en el caso del gallego por la Lei de Normalización Lingüística de 1983, que supuso su incorporación al sistema educativo, a los medios de comunicación de titularidad pública, a la administración autonómica, etc. Esta modificación del estatus del gallego suscitó la necesidad de acelerar el proceso de codificación y estandarización, que ya había dado algunos pasos significativos a lo largo de la década de 1970 (cf. Alonso Pintos 2006). De este modo, en los primeros años de la década se acomete la elaboración de las Normas ortográficas e morfolóxicas do idioma galego, del Instituto da Lingua Galega y la Real Academia Galega (NOMIG 1982). Por más que estas contemplan con relativo detalle aspectos relacionados directamente con la estandarización del léxico (tratamiento de cultismos, morfología derivativa...), emerge como tarea prioritaria la elaboración de un diccionario de corte prescriptivo. Este es el contexto en el que se emprende la elaboración del Vocabulario Ortográfico da Lingua Galega (VOLG), cuyos trabajos se inician en 1984 y que tiene por objeto establecer un lemario de referencia para la variedad estándar del gallego. La obra quedó concluida alrededor de 1988 y circuló en una versión provisional fotocopiada hasta que, finalmente, apareció publicada en 2004. En cualquier caso, hay que señalar que el VOLG, incluso antes de estar concluido, fue la base de que partieron la inmensa mayoría de las obras lexicográficas aparecidas en Galicia a partir de mediados de los años ochenta. De este modo, a mediados de los ochenta la lexicografía gallega toma un nuevo rumbo, que la aleja de la tradición premoderna, definido por la adopción de una orientación marcadamente prescriptiva (el diccionario se convierte así en un instrumento al servicio de la conformación y difusión de la variedad estándar), por la atención prestada a la modernización del léxico (incorporación de léxico neológico y terminológico), por una concepción del diccionario como texto autosuficiente (no dependiente, por tanto, del diccionario español), por una diversificación genérica y –––––––— para un público erudito. Entre 1972 y 1985 Crespo publicaría una segunda edición en cuatro volúmenes muy aumentada.

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tipológica, aunque con atención preferente al diccionario general monolingüe, y por una profunda actualización técnica y metodológica (cf. González Seoane 2003: 174-179).

2.

La lexicografía premoderna: caracterización

Con independencia del número de voces compiladas, de la calidad intrínseca de las obras o de los rasgos que singularizan cada una de ellas, lo cierto es que los textos producidos y publicados a lo largo de los más de cien años que abarca este período que llamamos «premoderno» comparten en mayor o en menor medida toda una serie de elementos que permiten caracterizar esta producción por contraste con la lexicografía que nace en Galicia al calor del proceso de oficialización e institucionalización que tiene lugar a partir de la década de 1980. Así, la modalidad de diccionario más representada a lo largo de este período es el diccionario bilingüe monodireccional gallego-castellano, que en algunos casos se complementa con un vocabulario castellano-gallego, por lo general más breve y esquemático, añadido a modo de apéndice. Por el contrario, los diccionarios que primaria o exclusivamente atienden la orientación castellano-gallego aparecen muy tardíamente y están escasamente representados dentro de este período. De hecho, según veíamos más arriba, la primera obra de estas características publicada como texto independiente no aparece hasta el año 1933, es decir, setenta años después de la publicación del diccionario de Rodríguez. Habrá que esperar aún más para la aparición de la lexicografía monolingüe en gallego, que no se inaugura hasta la publicación en 1980 del Diccionario básico da lingua galega, un pequeño vocabulario ilustrado dirigido al público escolar (Instituto da Lingua Galega 1980). Este predominio abrumador del diccionario gallego-castellano está estrechamente relacionado con la función que el texto lexicográfico aspira a desempeñar, y que se explica a la luz del complejo contexto sociolingüístico en que se insertan su elaboración y su uso. Así, de manera general puede decirse que el diccionario se concibe fundamentalmente como un instrumento auxiliar para la descodificación de textos escritos en gallego, y no tanto para la codificación de textos en español por parte de hablantes de gallego, que, al menos en teoría, sería la otra función que podría desempeñar un diccionario gallego-castellano. Es significativo, en este sentido, el desinterés que en muchas ocasiones se aprecia a la hora de ofrecer la equivalencia léxica precisa en castellano de las voces gallegas glosadas. De hecho, estas equivalencias son omitidas en muchas ocasiones (por ejemplo, de manera bastante habitual cuando existe coincidencia formal entre ambas lenguas) y en su lugar se ofrece una paráfrasis definitoria en castellano. De este modo, el diccionario presenta la estructura habitual en una obra monolingüe (con un lema seguido de la correspondiente definición), con la única salvedad de que la lengua usada en la definición es el castellano y no el gallego. La finalidad de las obras repercute de manera directa tanto en el plano macroestructural como en el microestructural. Así, en consonancia con la concepción del diccionario como instrumento al servicio de la descodificación de textos en gallego y

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con su orientación a un lector adulto culto y, en todo caso, con un conocimiento avanzado de la lengua española, las obras centran su atención en el léxico diferencial, tanto desde un punto de vista formal como semántico, con respecto al castellano. Así, las palabras o acepciones coincidentes son frecuentemente despachadas de modo sumario, cuando no ignoradas absolutamente. De este modo los diccionarios publicados a lo largo del siglo xix no registran voces muy comunes, como boca, brazo, cabeza, casa o mesa, por tratarse de soluciones coincidentes con el castellano, o, en todo caso, recogen únicamente algunas de sus acepciones diferenciales. Esta autolimitación se formula ya de manera expresa en el prólogo del diccionario de Rodríguez (1863: x), donde el autor advierte que no va a incluir en su diccionario «las voces comunes a gallegos y castellanos, sino las puramente gallegas». Como señala Pensado (1976: 8), Este principio determinador de la galaicidad de una palabra en función del castellano ha contribuido enormemente a olvidar muchos términos comunes e idénticos en ambas lenguas, y a iniciar una definición negativa del léxico gallego: el que no es igual al castellano.

Incluso en época relativamente reciente, algunos diccionarios muy populares, como el de Franco Grande (1968), seguían manteniendo esta práctica y omitiendo muchas de estas entradas, y definiendo solo las acepciones diferenciales de otras. Es, por citar solo algún ejemplo, el caso de boca, que se registra únicamente como ‘tenaza de un crustáceo’, o el de mesa, para la que se dan tres acepciones: ‘pieza del escano’, ‘maderas transversales que limitan el estrado del carro’ y ‘madero largo, horizontal, que forma parte del parral’. Estas prácticas son causa directa de que las obras lexicográficas gallegas de este período presenten notorias irregularidades e importantes desequilibrios estructurales. En última instancia, no son sino una manifestación visible de la renuncia de estos autores a la coherencia interna y a la autosuficiencia de sus obras, que, de este modo, se colocan en una posición de subsidiariedad y dependencia con respecto del diccionario español. Así, estos diccionarios no aspiran a reunir un corpus más o menos amplio, pero coherente, de voces gallegas, coincidentes o no con el castellano, sino simplemente un corpus diferencial construido por contraste con el castellano. Algo no muy diferente es lo que acontece con las descripciones gramaticales contemporáneas, en que se presta atención preferente también a los aspectos diferenciales. En cualquier caso, para ser justos, hemos de advertir que no todas las obras aparecidas a lo largo de este período participan en igual medida de esta característica. Por el contrario, existen al menos dos honrosas excepciones que deben ser destacadas. Se trata del DRAG y del diccionario de Eladio Rodríguez (1958-1961). Ambas obras obedecen a una concepción bien diferente y se fijan como objetivo recoger, con la máxima amplitud posible, todo el léxico del gallego. Con todo, en el caso de la segunda de estas obras, esta pretensión de su autor quedó un tanto oscurecida por la intervención de los editores, tal y como se puede apreciar si se coteja el texto impreso con la versión manuscrita (cf. Álvarez de la Granja / González Seoane 2001: 63-73). En otro orden de cosas, la lexicografía gallega premoderna presenta una orientación más descriptiva que prescriptiva. De este modo, puede decirse que los autores actúan, por lo general, guiados por un criterio acumulativo y con la finalidad de

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registrar y preservar el patrimonio léxico del gallego y de aclarar su significado. No es extraño, pues, que los distintos diccionarios que van viendo la luz a lo largo de este período tomen como punto de partida el publicado inmediatamente antes y traten de enriquecerlo mediante adiciones, correcciones y ampliaciones. Las fuentes empleadas en este proceso son variadas, y van desde el propio conocimiento del lexicógrafo como hablante nativo al volcado de fuentes orales y escritas. En cualquier caso, la incorporación muchas veces acrítica del caudal léxico contenido en los textos anteriores favorece la perpetuación de errores y de voces o acepciones fantasma. Por otra parte, el interés por la dimensión descriptiva y acumulativa de las obras hace que en ellas proliferen las variantes de carácter gráfico, fónico o morfológico. De este modo, a medida que se incrementa la producción lexicográfica y se va conformando una tradición propia, los diccionarios anteriores se convierten en punto de partida y fuente principal para la elaboración de las nuevas obras (cf. González Seoane 2002). Además del recurso a las fuentes lexicográficas, algunos de nuestros lexicógrafos, los más competentes, acuden al vaciado, casi siempre con carácter no sistemático, de textos literarios escritos u orales. Esta práctica se desarrolla con particular intensidad en los diccionarios de Valladares (1884), DRAG (19131928) y Eladio Rodríguez (1958-1961), sin duda las tres obras más relevantes del período que nos ocupa. La constitución de un corpus de textos para la extracción de voces o acepciones desempeña una doble función. Por una parte, permite enriquecer el patrimonio léxico acumulado a lo largo del tiempo con palabras o acepciones nuevas, no registradas anteriormente. Por otra, «a utilización de fragmentos extraídos de textos literarios para referendar e lexitimar determinados lemas ou unha particular acepción» (González Millán 2001a: 63), al tiempo que refuerza la autoridad del texto lexicográfico, representa una contribución a la constitución de un canon de la literatura gallega (sobre este asunto véase también González Millán 2001b). Obviamente, los recursos de que disponen unos y otros autores varían de forma ostensible a causa del irregular proceso de desarrollo y expansión funcional del gallego a partir del siglo xix. Por esta razón, Valladares dispondría forzosamente de un corpus de extracción mucho menor que el que pudieron utilizar César Vaamonde, autor principal del DRAG, o Eladio Rodríguez, que llegó a completar una primera versión de su diccionario en los años anteriores a la guerra civil (Álvarez de la Granja / González Seoane 2001: 63). Aún así, como señala González Millán (2001b: 158), la nómina de autores citados por Valladares tanto en su diccionario (Valladares 1884) como en el suplemento (García Ares 2000) es ciertamente amplia, sobre todo teniendo en cuenta el desarrollo todavía modesto que en aquel momento había alcanzado la producción escrita en gallego. El elenco de autores abarca, además de la literatura de transmisión oral, los autores que el canon literario gallego consagraría como figuras mayores del Rexurdimento (que en general son los que más citas reciben) y toda una larga serie de autores menores, algunos de los cuales son hoy casi desconocidos. La aparición del DRAG contribuye sin duda a consolidar el modelo que había inaugurado Valladares e introduce algunas novedades dignas de mención. Así, por una parte, el recurso a las citas textuales para ilustrar las distintas acepciones de las

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voces compiladas se hace más frecuente. Por otra parte, en la selección de autores y obras citadas se aprecia una coincidencia fundamental con antologías literarias ya publicadas, lo que González Millán (2001b: 161-162) interpreta como manifestación de una voluntad canonizadora, algo, por otra parte, perfectamente esperable en un diccionario de filiación académica. Con todo, una de las novedades más destacables que introduce el DRAG es la adopción de una perspectiva pancrónica, que permite que léxico extraído de textos medievales ocupe un lugar al lado del procedente de obras contemporáneas8. Dos son los textos medievales empleados como fuentes para la extracción de léxico y para la autorización de voces y acepciones, la Crónica Troiana (a partir de la edición que Martínez Salazar había publicado, acompañada de un glosario de Manuel R. Rodríguez, solo unos años antes, en 1900) y el Cancioneiro da Vaticana (probablemente a partir de la edición de Teófilo Braga publicada en 1878). Del aprovechamiento obtenido de estas fuentes puede dar idea el volumen de citas extraídas (sobre todo teniendo en cuenta que el diccionario cubre solo el fragmento a-cativo): 160 en el caso de la Crónica y 150 en el del Cancioneiro (González Millán 2001b: 160-161). El diccionario de Eladio Rodríguez (1958-1961) amplía de modo considerable la relación de autores y obras citadas. Un análisis exhaustivo de este recurso a las fuentes literarias puede verse en González Millán (2001b: 75-103), que para realizar su estudio tomó como punto de partida la versión impresa de la obra. Sin embargo, el análisis del texto manuscrito y, sobre todo, de los materiales complementarios que Eladio Rodríguez había ido reuniendo para enriquecerlo muestra cómo, incluso después de haber concluido la redacción de una primera versión del diccionario, el autor siguió compilando, mientras la salud se lo permitió, elementos léxicos extraídos de todo tipo de textos. Estos datos permiten formarnos una idea real tanto de la metodología de trabajo del autor como del volumen y variedad de las fuentes vaciadas (cf. Álvarez de la Granja / González Seoane 2001). Desafortunadamente, don Eladio no pudo concluir su proyecto y la publicación póstuma de la obra no incluyó esos materiales complementarios en la edición impresa. Otro rasgo característico de la lexicografía gallega premoderna es la atención preferente concedida al léxico que podríamos denominar «etnográfico», es decir, vinculado a los ámbitos de actividad relacionados más directamente con el mundo tradicional gallego (léxico agrícola y ganadero y relativo a los oficios tradicionales, a la vida cotidiana en el mundo rural, a los elementos de la naturaleza, a la cultura popular, etc.). En contraposición, y aunque con excepciones, el léxico culto y, más aún, el neológico ocupa una posición poco relevante, cuando no claramente marginal. Debe tenerse en cuenta, a este respecto, que las voces cultas y los neologismos presentan un elevado grado de coincidencia con las formas correspondientes del castellano (fuera de diferencias gráfico-fonéticas perfectamente regulares), una circunstancia –––––––— 8

Algunos diccionarios, como el DRAG (1913-1928) o Carré (1928-1931), señalan mediante algún procedimiento convencional la condición de arcaísmo de algunas de estas voces. Sin embargo, no hacen lo mismo otros autores que utilizan estas obras como fuentes primarias para la elaboración de sus diccionarios.

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que hace que este tipo de léxico no encuentre fácil encaje en la orientación diferencialista o contrastiva de buena parte de estas obras. De este modo, gran parte de los textos publicados se ajustan bastante bien a uno de los perfiles que Zgusta (1989: 71) establece para lo que denomina «StandardCreating Dictionaries»: a bilingual dictionary in which an ‘exotic’ language is the source and the ‘cultural language’ is the target language can be compiled either for the purpose of linguistic description of the source language (perhaps with some ethnographic or similar information added), or for the purpose of fostering the ‘exotic’ language as a new written standard language.

Una variante de esta categoría «comprises dictionaries instrumental in the revival of a language, i. e. in its reintroduction as a written standard language. There were several cases of such a revival of a language nearly dead (or at least not used in any cultural register) in the 19th century» (Zgusta 1989: 71). Ciertamente, en la Galicia de la segunda mitad del siglo xix el gallego no podía considerarse tanto una lengua exotic como una lengua nearly dead, en el sentido de «not used in any cultural register». Aun así, es forzoso reconocer que, sobre todo en los primeros textos del período, las aproximaciones al léxico del gallego están marcadas por el tipismo o el exotismo, teñido a menudo de interés etnográfico o antropológico. Esta visión, en general más perceptible en las obras más antiguas, está no obstante presente, en mayor o en menor medida, en todos los textos publicados a lo largo de este período. En cualquier caso, hay que reconocer que algunas de estas obras participan también de rasgos que Zgusta (1989: 72-73) atribuye a otro de los tipos básicos de diccionarios que distingue, los que denomina «Modernizing Dictionaries». Estas obras, además de aspirar a registrar el patrimonio léxico existente, tratan de complementarlo con recursos léxicos imprescindibles para el desempeño adecuado de las nuevas funciones a las que se pretende que la lengua en proceso de estandarización, en este caso el gallego, atienda. However, the notion of ‘modernization’ usually is reserved for languages that already have a written standard, but for some reason several of its registers are not developed [...]. The vocabulary necessary for these registers is frequently introduced through lexicographic activity (72).

Esta orientación constituye un rasgo distintivo de la lexicografía gallega actual, pero está muy claramente presente ya en el DRAG (1913-1928) y, además, en los diccionarios de Eladio Rodríguez (1958-1961) y Carré (1928-1931), que incorporan a sus lemarios un volumen muy considerable de léxico culto. En el caso de Eladio Rodríguez, la intervención de los editores rebajó considerablemente las pretensiones modernizadoras del autor, al eliminar un número muy elevado de voces cultas con el ánimo de aligerar el volumen del diccionario. Una estimación del léxico suprimido puede verse en Álvarez de la Granja / González Seoane (2001: 70). Por lo demás, en cuanto a las fuentes empleadas para la incorporación de estas voces, se aprecia en general una acusada dependencia de la lexicografía española (para el diccionario de Valladares, cf. González Orejón 2000), excepto tal vez en el caso de Carré, que mani-

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fiesta una mayor apertura con respecto al portugués. En cualquier caso, las voces introducidas en todas estas obras son adaptadas al gallego normalmente siguiendo la moda hiperenxebrista propia del gallego escrito en el período de entreguerras9. Por lo que se refiere a los aspectos microestructurales, los diccionarios gallegos del período premoderno se caracterizan por una atención preferente, casi exclusiva, a los aspectos más propiamente semánticos, y en particular a la definición de las distintas acepciones de los lemas a través de paráfrasis o equivalentes de traducción en castellano. Algunos diccionarios, de modo muy destacado el de Eladio Rodríguez (1958-1961), ofrecen también sinónimos y palabras afines o bien incluyen en la misma definición remisiones a otras palabras formal o semánticamente relacionadas. Además, tanto este diccionario como el DRAG (1913-1928) incluyen información sobre locuciones, colocaciones y, especialmente el primero, también refranes y frases proverbiales. El diccionario de Eladio Rodríguez proporciona además información de carácter enciclopédico acerca de ciertos lemas que el autor entiende que pueden revestir más interés desde un punto de vista etnográfico, antropológico, histórico o cultural. Conviene tener en cuenta, no obstante, que también en esta ocasión la intervención de los editores redujo de modo considerable el volumen de información enciclopédica presente en el texto original (cf. Álvarez de la Granja / González Seoane 2001: 66-67). Por lo demás, en todas las obras del período la información gramatical ofrecida tiene un carácter bastante elemental y se limita casi siempre a la indicación de la categoría. Finalmente, en cuanto a las características que definen no tanto las obras como los autores, cabe señalar que los textos lexicográficos del período premoderno son creaciones individuales debidas a lexicógrafos aficionados y autodidactas. Existe alguna obra de autoría colectiva, como el VPGC, pero lo cierto es que incluso las obras firmadas por instituciones sin mención expresa de sus autores materiales, como el DRAG (1913-1928) o el Vocabulario de las Irmandades da Fala (1933), son en realidad (al menos su redacción) el resultado del trabajo en solitario de autores individuales (en los casos citados, César Vaamonde Lores y Salvador Mosteiro Pena, respectivamente; cf. Santamarina 2001: 11-13). En cuanto al amateurismo y autodidactismo de los autores, cabe decir que esta circunstancia no constituye, ciertamente, un rasgo singular o exclusivo de la lexicografía gallega, sino que, por el contrario, se repite en diversas tradiciones lexicográficas bastante más asentadas (cf. Santamarina 2001); además, este rasgo no implica en sí mismo un demérito, aunque sí supone un elemento distintivo de la producción premoderna frente a la que se desarrolla con posterioridad, que es obra de lexicógrafos con preparación formal en el ámbito de la lingüística o la filología. –––––––— 9

En la historiografía lingüística gallega se emplea la etiqueta enxebrismo para designar las actitudes puristas orientadas a eliminar de la variedad estándar del gallego las influencias léxicas o de otro tipo procedentes del castellano. Algunas manifestaciones extremadas de esta tendencia se conocen como hiperenxebrismo, y consisten en la deformación artificiosa, en ningún caso fundamentada por el uso, de voces cultas o, en general, coincidentes con el castellano.

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3.

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Conclusión

En el siglo y medio transcurrido desde la aparición impresa del primer diccionario, la lexicografía gallega ha alcanzado un desarrollo notable. Las transformaciones políticas y sociales producidas en el país a partir de los años finales de la década de 1970 y, sobre todo, de los primeros años ochenta, y de modo particular el proceso de oficialización e institucionalización del gallego, han posibilitado que en las tres últimas décadas los textos lingüísticos, y entre ellos muy destacadamente los lexicográficos, hayan experimentado un crecimiento exponencial, tanto en número como en calidad. En todo caso, el diccionario histórico que, en condiciones de gran precariedad de medios técnicos, humanos y económicos, imaginaron Valladares, los fundadores de la Academia o Eladio Rodríguez, es todavía hoy una tarea pendiente (Santamarina 2008).

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El Vocabolario degli Accademici della Crusca. Las ediciones del siglo xvii (y siguientes) Nicoletta Maraschio Presidenta de la Accademia della Crusca

The Vocabolario degli Accademici della Crusca. The editions of the seventeenth century (and afterwards) Abstract As is shown in this paper, in Italy, in close connection with a historical framework typified by multilingualism and political fragmentation, there is a long tradition of reflection on language that has led to a wealth of treatises, grammars and vocabularies. The Vocabolario degli accademici della Crusca (1612-1923) played a key role from a linguistic and a cultural perspective, by giving material consistency to a unifying model, linking the language of the Tuscan Trecento to that of the following centuries and the language use of the classic authors to that of the people. The digitalization of its five editions (on-line at www.accademiadellacrusca.it) now makes it possible to scrutinize the Vocabolario and discover the treasure trove of lexical material “hidden away” in its entries. Keywords History of lexicography, Italian language, Vocabolario della Crusca, dictionaries.

1.

Importancia de la reflexión lingüística en Italia: las gramáticas y los diccionarios, la centralidad del Vocabolario degli Accademici della Crusca1

En Italia, en estrecha relación con un marco histórico típicamente multilingüe y caracterizado por una persistente fragmentación política, social y cultural, la reflexión lingüística y el debate en torno a los posibles modelos unificadores constituyen una tradición animada y rica de muchas voces distintas, que se extiende desde la Edad Media hasta hoy. El De vulgari eloquentia de Dante Alighieri en el siglo xiv, la Grammatichetta vaticana de Leon Battista Alberti en el xv y las Prose della volgar lingua de Pietro Bembo en el xvi representan las primeras etapas de importancia –––––––— 1

La traducción de este artículo del italiano al español ha sido realizada por Ernesto González Seoane, de la Universidade de Santiago de Compostela.

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capital en esta tradición. Se trata de obras vanguardistas que abren nuevos caminos, destinados a ser recorridos por muchos lingüistas y estudiosos no solo en Italia, sino en toda Europa. Al lado de estas obras maestras, en el transcurso de los siglos, se produce y publica una cantidad verdaderamente significativa de estudios lingüísticos y de instrumentos gramaticales y lexicográficos, a menudo provistos de una marcada impronta innovadora. Luego, en el siglo xix, el siglo de la unificación política, la producción lexicográfica experimenta una notable diversificación interna (diccionarios metódicos, sincrónicos, de uso, especializados, dialectales...) al tiempo que una evidente aceleración. El ensayo de Manzoni titulado Dell’unità della lingua e dei mezzi per diffonderla (1868) y el proemio de Ascoli al Archivio glottologico italiano (1873) confirman y acreditan, dentro de la diversidad de las ideas que defienden, la vitalidad de una questione della lingua capaz de renovarse y de asumir, a partir de ese momento, una clara relevancia social, vinculada a la búsqueda de una lengua común, escrita y hablada por todos los italianos. La idea de Manzoni de que un Vocabolario puede ser el instrumento privilegiado de la unificación lingüística nacional confirma la estrechísima relación existente entre los debates teóricos y la elaboración de instrumentos normativos concretos (sobre la relación entre questione della lingua y lexicografía, véanse, entre otros, Poggi Salani 1986, Della Valle 1993 y por último Marazzini 2009). En este marco, ocupa un lugar de absoluta centralidad el Vocabolario degli Accademici della Crusca, publicado por primera vez en 1612 y gradualmente enriquecido en sus cuatro ediciones siguientes (1623, 1691, 1729-1738 y 1863-1923, esta última interrumpida en la letra O, en la voz ozono). El Vocabolario representa durante siglos un punto de referencia fundamental para toda la producción lexicográfica italiana y un modelo reconocido para la producción lexicográfica europea más destacada, como lo demuestran los prólogos de los grandes diccionarios nacionales: el Dictionnaire de l’Académie Française (1694), el Vocabulario Portuguez e Latino de Raphael Bluteau (1712-1721), el Diccionario de la lengua castellana de la Real Academia Española (1726-1739), el Dictionary of the English Language de Samuel Johnson (1786) y el Deutsches Wörterbuch de los hermanos Grimm (1854, volumen I). En 1612, después de aproximadamente un siglo de acusados contrastes en torno a un modelo lingüístico unificado, el Vocabolario dota al italiano de consistencia material como «lengua techo», como instrumento de identidad y como medio de comunicación unitario de todo el país (Sabatini 2006, y Maraschio / Poggi Salani 2008). A este respecto resultan muy elocuentes las palabras de Giovanni Nencioni (1989: 360): Il Vocabolario, sopra il fondamento di una omogeneità idiomatica ormai sufficientemente acquisita, fornì uno scelto repertorio lessicale e fraseologico di elementi autorevolmente definiti e contestualizzati, cioè inseriti nelle loro reti associative più proprie. Era un notevole passo avanti verso il requisito primario di una lingua comune: la certezza dell’uso, al cui conseguimento, trattandosi di lingua scritta e mancando il vivo confronto della conversazione, erano indispensabili strumenti dotti e riflessi quali grammatiche e vocabolari.

El Vocabolario degli Accademici della Crusca

2.

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Venecia y Florencia, capitales lingüísticas en el siglo xvi

Las primeras gramáticas y diccionarios se publican en Venecia en las primeras décadas del siglo xvi y responden a la sentida y extendida demanda de una lengua más regular y homogénea con respecto a la representada por las distintas koiné cuatrocentistas, que se habían impuesto a través de las cortes y sus cancillerías y que mantenían algunos rasgos regionales perfectamente identificables. La búsqueda de una lengua más estable y común resulta conveniente, entre otras cosas, para los intereses de la industria editorial, que se desarrolla en Venecia de manera notablemente superior respecto de cualquier otro lugar de Italia. En esta ciudad se publican las Prose de Bembo (1525), las Tre Fontane de Liburnio (1526) y la Fabrica del mondo de Alunno (1548). El modelo lingüístico está representado por la gran literatura florentina del siglo xiv, por las obras maestras unánimemente apreciadas e imitadas de las Tres Coronas (Dante, Petrarca y Boccaccio), a partir de las cuales se extraen las reglas gramaticales y el léxico. La sólida propuesta arcaizante y retórica de Bembo, basada en el principio de imitación y orientada a fundar una nueva literatura en vulgar, prestigiosa y por consiguiente capaz de confrontarse con la latina, crea escuela y encuentra seguidores por todas partes entre gramáticos, lexicógrafos, tipógrafos y sus correctores. En las primeras décadas del siglo Venecia disfruta, por tanto, de un indiscutible liderazgo en el campo lingüístico italiano; sin embargo, el panorama cambia alrededor de los años cincuenta, gracias a la iniciativa de Cosimo de’ Medici (en el poder a partir de 1537 y Gran Duque de Toscana desde 1569) y de la Accademia Fiorentina por él fundada (en 1541 sobre la base de la Accademia degli Umidi). La política cultural medicea tiene su centro en la Accademia y se basa en la valorización de la lengua de Florencia, apreciada por su pasado pero también por su presente y considerada como una lengua viva que ha de perfeccionarse y enriquecerse, sobre todo desde el punto de vista del léxico, a través de un intenso programa de traducción de clásicos latinos y griegos y de textos filosóficos, técnicos y científicos de diversas épocas (desde la obra completa de Aristóteles al Boecio de De musica, o al Alberti de De Pictura y de De re aedificatoria). Cosimo, siguiendo las enseñanzas de Lorenzo el Magnifico, liga el prestigio del Estado al prestigio de su lengua. De este modo se desarrolla en Florencia una importante escuela filológica alrededor de la edición de textos y de la reflexión lingüística, singularmente profunda y articulada, que no descuida ni las variedades técnicas y científicas ni las habladas. Resulta significativo que la primera gramática florentina, obra de Giambullari, se titule precisamente Della lingua che si parla e si scrive a Firenze (1552) y que la atención prestada a la relación entre grafía y pronunciación sea en Florencia, por lo general, muy intensa (para la gramática de Giambullari, véase Bonomi 1986). Una muestra bien elocuente de este interés puede ser el tratado de Giorgio Bartoli titulado Elementi del parlar toscano (1584), una meticulosa descripción de los distintos sonidos de esta lengua, acompañada por la propuesta de un alfabeto fonético capaz de representarlos (Maraschio 1992: 265-409). Piero Vettori, Vincenzio Borghini, Benedetto Varchi o Lionardo Salviati son algunos de los principales protagonistas de este período. Concretamente, Benedetto

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Varchi, discípulo de Bembo durante su exilio en Padua, al regreso a su patria publica en 1549 las Prose della volgar lingua y desempeña una tarea esencial de mediación entre la visión retórica y arcaizante de su maestro y la de los florentinistas, más atentos a la «naturalidad» y a la contemporaneidad de su lengua. Su discípulo Lionardo Salviati leerá en 1564 en la Accademia Fiorentina una Orazione in lode della fiorentina favella, verdadero programa de emancipación lingüística de su ciudad (Maraschio 2000). Entre 1582 y 1583, por sugerencia de Salviati, un grupo de eruditos y filólogos (que formaban parte de la Accademia Fiorentina) fundan una nueva academia de naturaleza privada, la Accademia della Crusca. Esta recogerá muchas ideas y programas de la Accademia Fiorentina, pero muy pronto se caracterizará por un proyecto totalmente nuevo: la compilación de un gran diccionario histórico. Lionardo Salviati ya había trabajado personalmente en un diccionario. Lo menciona en varias ocasiones en los Avvertimenti della lingua sopra’l Decamerone (1584-1586), pero se le ha perdido el rastro. En cualquier caso, por más que con seguridad fue Salviati quien orientó a los cruscanti acerca del modelo lingüístico sobre el que construir su obra y quien señaló con precisión los textos de referencia, a menudo manuscritos, de los que extraer palabras y ejemplos (Stanchina 2009), la empresa de un gran diccionario de más de 25 000 voces se debe a un trabajo colectivo sostenido a lo largo de casi 20 años en el seno de la Accademia della Crusca. Los académicos, que constituían un grupo muy heterogéneo tanto por formación como por intereses, realizaron el Vocabolario dotándose de unas reglas compartidas y de una rígida disciplina organizativa, ensayando la construcción de los lemas mediante pruebas reiteradas y extensamente debatidas, e inventando así una nueva técnica lexicográfica, mucho más refinada que las empleadas anteriormente.

3.

Las ediciones del Vocabolario degli Accademici della Crusca en el siglo xvii (1612, 1623, 1691): caracteres generales

El Vocabolario se publicará en Venecia en 1612, y a lo largo del siglo xvii conocerá otras dos ediciones, en 1623 y en 1691. Particularmente esta última, en dos volúmenes, se verá enriquecida con muchas voces, algunas de ellas de carácter técnico y científico, resultantes bien del volcado de las obras de Galileo Galilei y de su escuela, bien de encuestas de campo dispuestas por el cardenal Leopoldo de’ Medici, académico y protector de la Accademia. El Vocabolario tendrá un éxito inmediato, pero inmediatamente después de la publicación de la primera edición comenzarán las polémicas acerca de los criterios adoptados y contra su excesivo arcaísmo. También la adopción de una grafía de tipo fonético provocará muchas críticas (vizio, y no vitio; ora, y no hora; abborrire —pero también aborrire—, y no abhorrire). Además, los opositores, en particular Tassoni y Beni, acusarán a la Crusca de tener un horizonte demasiado limitado, desde el punto de vista geográfico, a Florencia y a la Toscana, y de ser excesivamente complacientes a la hora de registrar popularismos típicos de esta área específica: desde a bastalena ‘pro viribis’ (presente desde la I hasta la IV Crusca) o abituro «abitazione», ‘vivienda’ (con este significado general

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presente desde la I hasta la IV Crusca), hasta abburattare «cernere la farina dalla crusca», ‘cerner la harina para separarla del salvado’, definido por Tassoni como «affettato e dismesso fiorentinismo» y presente desde la I hasta la V Crusca (Manni 1985, Benucci / Setti 2008, Setti 2010; otros florentinismos en Marazzini 2009: 134135, y sobre todo en Vitale 1986: 135). El Vocabolario de 1612 responde a un proyecto muy ambicioso, puntualmente descrito en el prefacio A ‘Lettori, pero aún más identificable a través de un análisis completo de sus voces, que ahora se ve facilitado por la digitalización en formato texto de toda la obra (http://www.accademiadellacrusca.it, Biffi 2008, Fanfani 2008). La idea básica es que la lengua florentina, unánimemente apreciada en Italia y en el extranjero y fundamento del modelo de italiano común que se había impuesto ampliamente por toda Italia en el siglo xvi, gracias también a la imprenta, debía ser fijada y compilada en aquel preciso momento histórico para evitar su eventual decadencia. A tal decadencia hubiera podido contribuir de forma significativa la pérdida de muchos manuscritos antiguos, pertenecientes por otra parte a los propios académicos, y que eran considerados como los testimonios más fieles y por consiguiente más fiables del florentino del siglo xiv en sus diversas realizaciones: desde los textos de los grandes autores a los libros de cuentas, desde las traducciones a los textos religiosos. El Vocabolario debería haberse basado, de forma determinante, en el vaciado de estos manuscritos antiguos (puntualmente descritos en una buena parte por Salviati en los Avvertimenti) para así representar de manera filológicamente adecuada el florentino del siglo xiv, el buon secolo, es decir, la edad de oro de esta lengua. Pero los cruscanti, partiendo de las enseñanzas de Varchi y de Salviati, no podían desatender el florentino del siglo xvi, que de hecho introducen frecuentemente en el Vocabolario, sobre todo en las definiciones, en los comentarios a las distintas voces (insertados basándose en su propia competencia materna) y en los muchísimos proverbios y modismos de uso corriente. De este modo, el Vocabolario desempeña una función lingüística y culturalmente esencial en Italia, la de unir el pasado y el presente, el uso de los grandes autores y el del pueblo, este último particularmente apreciado por su «naturalidad». Se trata, pues, de una síntesis audaz, y más aún si se tiene en cuenta que la obra es ante todo una rica compilación léxica, pero al mismo tiempo un instrumento normativo particularmente potente desde el punto de vista ortográfico y gramatical. Para esta parte los académicos se remiten sobre todo a las categorías y a las reglas fijadas por Salviati en los Avvertimenti, pero citan explícitamente también a Giorgio Bartoli y sus Elementi del parlar toscano. Si en el italiano moderno se acabó imponiendo una grafía de tipo fonético, ello ha sido debido sobre todo, tras la orientación en este sentido de las ediciones aldinas de Bembo (Petrarca, Canzoniere 1501 y Dante, Commedia 1502), a las decisiones de los cruscanti. Además, por lo que se refiere al plano morfosintáctico, como observa Sabatini (2006: 35), en las atestaciones de las palabras, estas se proporcionan en sus contextos y de este modo son «osservabili così anche nelle connessioni sintattiche, [inoltre] tutto il materiale lessicale viene organizzato in un’ampia rete attraverso rinvii. Già i primi ideatori dell’opera “avevano chiara l’idea del sistema globalmente inteso, strutturale, funzionale...”».

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Así pues, el Vocabolario, construido sobre la base de criterios filológicos y metodológicos precisos, es una obra profundamente inmersa en la historia de una lengua, el florentino, que los académicos desean representar en su integridad, incluyendo registros altos y bajos, sin excluir ningún tipo de vulgarismo (en el prefacio citan accoccare y putta). Es precisamente esta vinculación a la realidad de la lengua viva de toda una comunidad (una lengua en continua evolución, en la que los lexicógrafos percibían y proclamaban una sustancial continuidad temporal desde el siglo xiv hasta el siglo xvi; véase también Sessa 2000, 583-587) lo que propicia que el Vocabolario se exponga a críticas mucho más encendidas que las dirigidas a Bembo, el cual, como es sabido, proponía con sus Prose un modelo lingüístico «abstracto», retóricamente selectivo y metahistórico en su arcaísmo, basado en reconocidas obras maestras literarias y, por consiguiente, mucho más simple y fácil de reproducir. En cualquier caso, si bien es sin duda cierto que en el Vocabolario están presentes muchos florentinismos arcaicos y populares que en un gran número no llegaron al italiano común de hoy (desde exclamaciones como gnaffè ‘a fe mía’ a diversas palabras para designar al ‘tonto’ y la ‘estupidez’, como baccellone, mellone, mellanaggine, pinchellone, o a formas aferéticas como resìa ‘eresia’ (cast. ‘herejía’), definida por Tassoni como «idiotismo», o spedale < hospitalis, con derivados como spedaletto, spedalingo; para otros ejemplos, cf., además de Vitale 1986 y Marazzini 2009, Coletti 2012), conviene destacar que más del 60 % del léxico lematizado coincide con el del italiano contemporáneo registrado por un diccionario de uso como el Sabatini / Coletti (véanse estimaciones análogas en Sabatini 2006: 32).

3.1. El inicio de los trabajos, la ideología, la estructura, el léxico «escondido» Se conservan en el Archivo Histórico de la Accademia algunos valiosos documentos que testimonian el principio de los trabajos lexicográficos y las tareas que los académicos se impusieron durante los veinte años de trabajo en el Vocabolario. Los primeros testimonios son de 1590-1591; en el Diario de Bastiano de’ Rossi, llamado el Inferigno, se lee que «si discorse del modo del fare il vocabolario e si scompartirono le parti da leggere agli accademici» (Diario, c. 120; Parodi 1974/1993: 34). A continuación, Filippo de’ Bardi redacta unas precisas Norme di spoglio sobre una pieza de papel de gran formato que —según observa Severina Parodi— «reca visibili i segni dell’affissione». Tales normas, debidamente motivadas («le ragioni perché questa fatica si faccia fare in questo modo»), preveían entre otras cosas: 1) la copia de una hoja del Decameron de Boccaccio, de otra de Dante y de otra de Petrarca por semana; 2) el subrayado («farli un frego sotto») de las palabras por orden alfabético; 3) la entrega de las copias en las reuniones («tornate») para permitir al secretario comentar rápidamente las voces con los ejemplos. Especial importancia revisten las sucesivas series de normas que los diccionaristas se dieron. Las de 1597 plantean por primera vez cuestiones particularmente difíciles, como el recurso al latín y al griego, la definición, el orden de los ejemplos y su extensión, el estilo expositivo («stile mediocre, con brevità e chiarezza»), la presencia en el Vocabolario de voces de las artes («i termini dell’arti si dichiarino tanto quanto comporta il vocabolo»), la canti-

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dad de proverbios («il mettere i proverbi si rimette al giudicio de’ deputati, purché s’usino parcamente»), el tipo de ortografía preferible («quella dell’Infarinato», es decir, de Salviati), el recurso al uso (dejado a la «discrezion di chi scrive») (Parodi 1974/1993, Maraschio / Poggi Salani 2008). La Accademia encomienda la redacción del texto introductorio a los académicos Filippo Pandolfini y Giuliano Giraldi, los cuales, tras afirmar que el Vocabolario pretende ir en «beneficio della “nostra lingua”» en la medida en que favorece su difusión y conocimiento («Parve questa la più alta, e vera maniera, fra tutte l’altre, di benificare questo idioma; mentrechè non pure, mercè delle voci, che per entro ci si raccolgono, ma delle dichiarazioni, che l’accompagnano, e del novero, e gentilezza degli esempli, de’ più stimati scrittori, con agevolezza e diletto viene ad acquistarsene perfetta la cognizione», Prefazione, Crusca I), subrayan la importancia de su función como thesaurus, es decir, como salvaguardia y «conservación»: per questa guisa, oltre a ciò, viene ella assicurata, quanto è possibile, da quei pregiudici, e da que’ pericoli, a’ quali i molti accidenti, portati necessariamente dal tempo, fanno suggetti tutti i linguaggi: avendo mostrato la sperienza, che eglino, o in tutto od in parte, si perdono, o s’infettano, e si corrompono. De’ quali pregiudici già cominciava la nostra lingua a sentirne parte, ed era in procinto di maggiormente sentirgli, essendo venuti, e venendo tuttavia meno libri manuscritti di buoni autori, ne’ quali una grande, e forse la miglior parte di voci, e di locuzioni, si conservava (Prefazione, Crusca I).

El criterio de la florentinidad se reafirma en otros aspectos y llega a ser fuertemente discriminatorio en el tratamiento de los escritores «forasteros»; están incluidos Ariosto y Bembo, pero se excluye a Tasso, el más famoso autor contemporáneo: da alcuni altri scrittori, che forestieri più tosto ci sembrano, che nostrali, abbiamo cavate sol quelle voci, giudicate da noi belle, significanti, e dell’uso nostro, non curando dell’altre, le quali, anzi straniere, che Fiorentine, potrebbon dar più confusion, che bellezza a questa favella (Prefazione, Crusca I).

La aspiración es representar la lengua en su totalidad, es decir «universalmente», pero se decide excluir aquellos tecnicismos que no son considerados de uso común: «perché i termini, e strumenti delle professioni e dell’arti, non sono del comune uso, e solamente noti a’ lor professori, non ci siamo obbligati a cavargli tutti» (Prefazione, Crusca I). Por lo que se refiere a la estructura, se sigue el orden alfabético, con remisiones muy frecuentes de una voz a otra, debidas bien a formas vacilantes de un mismo lema, bien a decisiones de carácter general que implican una cierta redundancia, puntualmente criticada por los opositores. Por ejemplo, como se evidencia en la Prefazione, alcune voci, che in significato son le medesime, ma solamente diversificate per sincopa, o per semplice scambiamento d’una lettera sola: come opera, opra, e ovra: sopra, e sovra: desiderio, e disiderio: coltura, e cultura: si troverranno dichiarate alla più comune: come a opera, sopra, disiderio, ec. benchè, per lo più, sieno cavate fuori, secondo l’ordine dell’Abbiccì (Prefazione, Crusca I).

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gli avverbi composti di più parole son dichiarati, il più delle volte, nel discorso della parola più principale, come A modo sotto la voce modo: A martello sotto la voce martello: e all’ordine dell’Abbiccì sarà tratto fuori A modo, vedi modo, A martello, vedi martello, ec. Ne saranno ancora dichiarati alcuni da per loro, come A distesa A storia. Alcuni altri si ritroverranno in tutti e due i luoghi (Prefazione, Crusca I).

Otras remisiones significativas son las de tipo semántico como «aborrire vedi abbominare»; «A, Bi, Ci vedi alfabeto» o las relativas a los derivados del tipo «dissodare vedi sodare», «dirizzatoio, dirizzatura vedi dirizzare». Más significativo es el caso de los nombres de los «oficios femeninos». Es bien cierto que se señala que «Il masculino, e femminino differente solo nella desinenza dell’A, o dell’O, si è collocato, per lo più, sotto la medesima voce, tratto fuori il masculino: come Discepolo, discepola, ec.» (Prefazione, Crusca I), pero de hecho hay un claro oscurecimiento de la presencia femenina, sobre todo en el mundo del trabajo, que destaca de manera especial cuando para profesiones típicamente desarrolladas por mujeres como levatrice se reenvía al masculino levatore, que tiene un significado completamente distinto (Maraschio 2010). Los académicos se preocupan mucho de la definición de las voces, en ocasiones recurriendo, en el caso de las técnicas, a especialistas en la materia, como ocurre con mare («considera la definizione e tutto, e domandane il d. Galilei»; Parodi 1974 / 1993: 56). No obstante, no todas las palabras están definidas, pues, como advierte el prefacio, las definiciones possono anche mancare, implícitamente sostituite da citazioni che presentino contesti di tipo definitorio-descrittivo e che di proposito si tende a mettere in prima sede; possono mancare anche quando le corrispondenze latine e greche hanno valore definitorio (la funzione di queste corrispondenze è comunque normalmente di chiarimento semantico, non di rimando etimologico (Maraschio / Poggi Salani 2008: 49).

Las voces más complejas están articuladas en párrafos, o sublemas, en que se documentan sus diversos significados y usos, con el habitual aparato de ejemplos. Se indican los usos metafóricos y al final de la entrada, muy a menudo, se consignan uno o más proverbios. Los verbos están encabezados por un lema en infinitivo y los superlativos son «dejados fuera», del mismo modo que la mayoría de los participios. El Vocabolario presenta pocas marcas de uso. Los académicos señalan las voces antiguas (dibottamento lat. agitatio, commotio V. A., bombanza. voz en desuso ‘gran alegría’) y las voces latinas (clamore; classe, «armata, carovana di navili», ‘armada, conjunto de navíos’; cloaca, «fogna», ‘alcantarilla’), pero con mucha contención. Puede resultar útil ver el ejemplo de una voz común como acqua: Acqua un de’ quattro elementi. Lat. aqua. GR. ὕδωρ. [sigue un ejemplo de la traducción de Dell’agricoltura de Pier Crescenzio, Cr.1.4.1] § E generalmente per ogni sorta d’acqua naturale [siguen muchos ejemplos, entre ellos algunos de Boccaccio, Dante y Petrarca: «Chiare fresche, e dolci acque...»] § In vece di piova, o pioggia. Lat. imber. Gr. ὄμβρος [siguen ejemplos de Boccaccio y Villani] § Per liquore acqueo, che si cava da erbe, fiori, e simili, per via di distillazione, e altre acque artificiate [siguen dos ejemplos] § E da acqua naturale, acquitrino, che è il genere, che fa la terra, per lo ritenimento dell’acque piovane, che anche gli diremmo per altro nome, gemitìo. Diciamo proverbialmente, venir l’acqua alla bocca, quando

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s’appetisce grandemente che che si sia, onde soprabbonda scialiva in bocca. Lat. salivam moveri § E fare acqua da occhi, che è non conchiudere, e non dare in nulla. Lat. nihil agere § E acqua e non tempesta, che è biasimar l’eccesso. Lat. Modus omnium optimum § E più grosso, che l’acqua de’ maccheroni, d’huomo scimunito. § E vivere, e far roba in su l’acqua. d’huomo industrioso Salv[iati] Spi[na] viverebbe in su l’acqua.

En este caso falta la indicación gramatical (sust.), que la mayoría de las veces está presente. Nótese la mención de un derivado acquitrino / gemitìo y de una palabra técnica como distillazione, por otra parte usada por Dante. La comparación entre las fichas preparatorias compiladas por algunos académicos y la versión impresa definitiva muestra la progresión en la elaboración de las entradas. Veamos un ejemplo. La voz datore es compilada por Alessandro Giraldi, el «Riposto», en 1603. A pesar de presentar ya una estructura próxima a la definitiva, contiene no obstante (y se trata de una tendencia general) una parte considerable dedicada al uso vivo y popular florentino (Parodi 1974/1993: 284 y Maraschio / Poggi Salani 2008: 40-41): DATORE. Sust.; lat.: largitor, dator.

Viene dal verbo Dare, e significa quasi lo stesso che donatore. Filoc. «lietissimo di tanta grazia quanta il datore di tutti i beni aveva nelle sue parole messa», lib. 7 n° 312; Amm. Ant. P. N.: «L’allegro datore ama Iddio» c. 95. Chiamiamo ancora Datori quelli sgherri e tagliacantoni che danno delle crocchie spesso a qualcuno. Datori si chiamano in Firenze anco quelli de’ quali è proprio ufficio il dare al pallone nel giuoco del calcio (Giraldi 1603).

La misma voz aparece de forma mucho más sintética en el Vocabolario de 1612: DATORE. che dà. Lat. dator, largitor. Filoc. lib. 7. 423. Lietissimo di tanta grazia, quanta

il datore di tutti i beni aveva nelle sue parole messa. Amm. ant. L’allegro datore ama Iddio. Vit. S. Pad. Senza fine inenarrabile, dator di lume, redentor degli huomini (Crusca I 1612).

En resumen, si con la ayuda de la versión informatizada del Vocabolario realizamos un cómputo de las páginas, lemas, citas y autores, este es el cuadro de conjunto (Sabatini 2006: 36): Nella sua prima edizione (1612) il Vocabolario constava di 1.092 pagine in folio, presentava 25.056 lemmi di entrata, articolati in varie accezioni, e raccoglieva 52.862 citazioni (1.152.999 occorrenze) ricavate da 208 autori per un totale di 309 opere (27 sono gli autori «moderni», con 52 opere).

Sin embargo, es preciso añadir inmediatamente que la digitalización en formato texto, y por consiguiente la posibilidad de analizar el Vocabolario en todas sus partes, enriquece notablemente esta visión y confirma un aspecto ya destacado en el pasado por los opositores a la Crusca y por algunos estudiosos: la no circularidad del léxico recogido y la presencia de muchísimas voces «escondidas» o «sumergidas» en los recovecos de las entradas (Sessa 2001, Biffi 2008, Fanfani 2008). Si bien, en efecto, las formas colocadas como lemas corresponden por lo general a palabras que cuentan con atestaciones en el siglo xiv, en el interior de la entrada es la lengua viva contemporánea la que ocupa más espacio: se trata de neologismos, regionalismos o tecni-

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cismos vinculados a ámbitos en gran expansión, de la medicina a la arquitectura, de la agricultura a la botánica (bigatto «baco da seta», ‘gusano de seda’, voz lombarda). Particularmente significativa resulta la terminología de las armas de fuego, empezando por artiglieria (s. v. bombarda y sagro). El Vocabolario registra también préstamos o calcos de otras lenguas, en particular del español (affronto ‘injuria’, s. v. affrontata; maniglia ‘brazalete’; bravo sust., s. v. armigero; cerimoniale y cerimoniere, s. v. cerimonia). Todo esto desmiente evidentemente el carácter «purista» atribuido con demasiada frecuencia al Vocabolario (Fanfani 2008: 69).

3.2. Las otras ediciones del siglo xvii En 1623, también en Venecia, se publica la segunda edición, como la primera in folio y en un solo volumen, pero aumentada (27 626 voces frente a las 25 056 de la 1.ª edición) y con algunas novedades, consistentes sobre todo en correcciones de errores y erratas y en algunas modificaciones, a menudo sugeridas por las críticas recibidas, en particular por las de Tassoni (Masini 1987; Cortelazzo 2012). A lo largo del siglo xvii la Accademia della Crusca fue una auténtica fuente de nuevas ideas, tanto acerca del Vocabolario como sobre la gramática. Uno de los protagonistas de la reanudación de los trabajos lexicográficos fue Benedetto Buonmattei, secretario académico desde 1640 y autor de una gramática Della lingua toscana (Firenze: Pignone, 1643, 2.ª edición revisada personalmente por el autor; cf. Colombo 2007) que se considera una anticipación en muchos aspectos de la gramática especulativa de Port Royal. Por otra parte, ya en 1606 Filippo Pandolfini, luego redactor del prólogo A’ Lettori del primer Vocabolario, había propuesto una ampliación considerable del canon y la inserción entre los «citados» de importantes escritores no florentinos como Tolomei (Siena), Sannazzaro (Nápoles), Guarino (Ferrara), Chiabrera (Savona), e incluso el tan atacado Tasso (Ferrara) (Parodi 1974/1993: 328-335). En efecto, todos ellos entrarán puntualmente en la tercera edición del Vocabolario, muy renovada, aumentada (38 005 voces), impresa en tres volúmenes en Florencia y dedicada a Cosimo III, Gran Duque de Toscana. Pero la novedad sin duda más notable de esta edición está representada por la incorporación de muchas nuevas voces técnicas y científicas, vinculadas no solo a la entrada en el grupo de los «citados» de Galileo (académico desde 1605) y sus discípulos (Viviani, Redi, Guiducci, Magalotti), sino más en general a un interés por la terminología de las artes y oficios, vivísimo en el príncipe y cardenal Leopoldo de’ Medici, académico desde 1641, protector de la Accademia y fundador de la Accademia del Cimento de inspiración galileana (1657). Las obras de Galileo son vaciadas por su discípulo Mario Guiducci, matemático y autor de un Discorso sulle Comete escrito en estrecha colaboración con Galileo. Pero muchas voces «galileanas» (asse, meccanico, momento, occhiale, parallelo) aparecen ya en la segunda edición del Vocabolario. Se trata de la incorporación de nuevos significados, como en el caso, por ejemplo, de asse y parallelo, definidos en la I Crusca como ‘términos astrológicos’ y en la II, respectivamente, como ‘término matemático’ y como ‘término geométrico’, probablemente por indicación del mismo Galileo,

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que había estado implicado en los trabajos del Vocabolario (Manni 1985; Benucci / Setti 2008). Particular interés revisten las diferencias entre la voz momento en la I y II Crusca (Manni 1985: 129): Momento. Brevissimo spazio di tempo [...]: L’usiamo anche per importanza. Cosa di momento (Crusca I 1612). Momento. Brevissimo spazio di tempo [...] § Per quella forza, peso, o violenza, che acquistano i corpi gravi nel muoversi naturalmente verso il lor centro, termine di meccanica. Onde per metaf. Cosa di momento, cosa di importanza (Crusca II 1623).

Pero es en la III Crusca (1691) donde la terminología galileana se convierte en un importante factor de innovación, tanto por la introducción de nuevas entradas, como por la de acepciones específicas y ejemplos de voces ya presentes en las ediciones anteriores. Este asunto ha sido esclarecido recientemente por Benucci / Setti (2010), de donde tomo los ejemplos. Así, si rifrazione es una novedad, en otros casos como lucidità, reflessione, reflesso, rifrangere, rifratto se añaden ejemplos galileanos muy significativos (Benucci / Setti 2010: 55-61). En particular la voz rifrangere se rehace completamente de la primera a la tercera edición: Rifrangere Ripercuotere, riflettere. [siguen dos ejemplos de Dante] (Crusca I 1612) Rifrangere Il deviar, che fa ‘l raggio dal suo diritto cammino, per incontro di diverso mezzo: E si usa anche nel sentimento neutro passivo. Lat. refrangi [siguen ejemplos de Dante], poi Disc.com. M.G. [Mario Guiducci, Discorso delle comete, en colaboración con Galileo] Dove rifrangendosi il nostro vedere al sole, ci facesse apparir quella chioma. Gal. Sagg. [Galilei Saggiatore] Secondo, che più, e più declinano verso l’orizonte, ed in conseguenza più, e più obliquamente segano co’ raggj loro la detta superficie, più, e più gli rifrangono, e con fallacia maggiore ci mostrano il sito loro [sigue otro ejemplo de Pallavicini] (Crusca III 1691).

Entre otras voces, se añadirán lemma, librato, linearmente, lucidare, macchietta, medio, meteorologico, minutezza, lunare (Gal. «finendo un’intera conversione in un mese lunare»), convertire, lato, lucido, motrice, mutabilità... No obstante, el caso más significativo es sin duda cannocchiale, que entra en la III Crusca como sinónimo de telescopio, y que será mucho mejor definida y enriquecida en la IV y sobre todo en la V Crusca: Cannocchiale. i moderni l’han detto in Latin. telescopium, greco τηλεσκοπεῖον (Crusca III 1691). Cannocchiale e canocchiale. Strumento matematico per contemplar le stelle; occhiale. Lat. telescopium. Greco τηλεσκοπεῖον. (Crusca IV 1729-1738). Cannocchiale e canocchiale. Sost. Masc. Strumento composto d’un tubo di ottone, di legno o di cartone, e di varie lenti di cristallo collocate nelle estremità ed anche per entro, in guisa che servano a ingrandire gli oggetti lontani. Composto di canna e occhiale, quasi Canna da occhio- Galil. Op. astronom. I, 60: Ond’io argomento ch’e’l’abbia per una favola, o per illusioni del cannocchiale. E Comm. ep. 316:

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l’effetto suo è comune a tutte le lenti sferiche convesse, che si adoprano per i cannocchiali [siguen ejemplos de Segneri y otros] Magal[otti]. Operett.var. 84: Il padre gli donò un piccolo cannocchiale, col quale avendo scoperto un luogo... fece guardare il principe in quella parte. Fag[ioli]. Rim. 4, 224: E fu allora che col cannocchiale Vide in lui quelle macchie il Galileo [sigue otro ejemplo de Parini] (Crusca V 1863-1923).

Por lo demás, ya en la III Crusca s. v. occhiale los académicos añaden un segundo significado refiriéndose explícitamente a Galileo: Occhiale: Strumento di cristallo, o di vetro, che si tiene davanti agli occhi, per aiutar la vista. Lat- conspicillum [siguen ejemplos de Fra Giordano, de Morgante del Pulci y otros] § Occhiale: strumento detto volgarmente occhiale di Galileo. Lat. telescopium grec. τηλεσκοπεῖον Red[i]. Lett. Occh. Galileo Galilei, il quale avendo udito per fama, che da un tal fiammingo fosse stato inventato quell’occhiale lungo, che con greco vocabolo chiamasi telescopio, ne lavorò uno simile, con la sola dottrina delle refrazioni (Crusca III 1691).

Al lado de la terminología de raíz galileana, debe considerarse cuando menos la médica, añadida a la III Crusca por indicación de Francesco Redi, «primer médico» de Ferdinando II y Cosimo III, Grandes Duques de Toscana, académico del Cimento y della Crusca (1655), donde ocupó durante largo tiempo el cargo de archicónsul (1668-1690). Redi nos dejó una cantidad realmente notable de apostillas manuscritas al Vocabolario en sus distintas ediciones, incluida la tercera, proporcionando de este modo un copioso volumen de incorporaciones (voces y ejemplos), sobre los cuales los académicos llevarán luego a cabo los trabajos para la siguiente edición ‘aumentada’ de 1729/1738 (Ceccherini 2010). Probablemente el empeño en enriquecer con palabras y ejemplos el Vocabolario le indujo a falsificar voces y textos (Volpi 1917). Los intereses de Redi no se limitan a la terminología de la medicina, sino también a la militar (alabardiere) y náutica (ammainare, ancoraggio); por lo demás, sugiere nombres de animales (alligosta ‘langosta’, aquila ‘especie de pez marino’) y de plantas (anacardo), que no siempre serán aceptados. Algunas de las propuestas de Redi entrarán solo en la V Crusca. Por lo que se refiere a la terminología médica, he aquí unos pocos ejemplos de inspiración rediana correspondientes a la III y IV Crusca: ammaccatura (Crusca III, lat contusio: Redi esp nat 16: «mostrava l’alabardiere la destra sua coscia segnata di cinque livide ammaccature ec impresse da cinque colpi di pistola»); applicamento («applicazione. Lo applicare Lat. appositio Libr. Cura mal. Per lo applicamento dell’impiastro mitiga la malattia») e applicare (que aparece con este significado solo en la IV Crusca: «faremo un impiastro da applicare sopra le mammelle», mientras que en la V Crusca figura una remisión expresa a Redi: «vi ha per guarire applicato sopra [el tumor] molti cerotti, impiastri, unguenti»). Por lo que se refiere a la aportación del cardenal Leopoldo de’ Medici, protector de la Academia, hoy sabemos, gracias a los estudios de Raffaella Setti (en particular Setti 2010), cuán relevante ha sido. Leopoldo consiguió transferir al ámbito de la investigación terminológica el método extremadamente innovador y moderno que había adoptado en su actividad como coleccionista de arte, y que preveía la recogida de testimonios directos a través de encuestas dirigidas a artesanos, la selección de términos que designaban instrumentos y procesos artesanales, y una ordenación de

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las voces no solo alfabética, sino también por disciplinas y sectores productivos. Véase la parte relativa al fabricante de máscaras: È necessario al Mascheraio per il suo mestiere tenere continuamente la sua bottega ripiena e addobbata di più e varie sorte materie per lavorar: maschere, barbe, zazzere, e abiti d’ogni sorte e altri arnesi; prima bisogna gli stia provvisto di forme da formare, di crini, di trincetti, di pennelli, di colori, scodelle, macinelli [...] e poi ci vole ciemboli, cassettacce, pentolacce per sonare, e poi fa di bisogno tamburini, trombe, garzoni e fattori per lavorare che sieno ben pratichi, e lesti nelle furie di feste, giostre, commedie, mascherate et altri bisogni che potessero venire alla giornata (Setti 2010: 172).

La terminología náutica es sin duda la más representada e investigada en los documentos leopoldianos, aunque también es probable que fuese el mismo Leopoldo quien entregó los materiales relativos a la terminología arquitectónica a Filippo Baldinucci, quien los habría utilizado para la compilación de su Vocabolario toscano dell’arte del disegno (cf. http://www.accademiadellacrusca.it, Scaffali digitali, la «Fabbrica dell’italiano», también en dvd; Parodi 1979, Parodi 1981, Setti 2010). El glosario, construido sobre textos leopoldianos, consta de 2.695 voces «di queste poco più del 71 % (1937) sono registrate nella terza Crusca e 226 voci entrano per la prima volta senza esempio» (Setti 2013, de donde tomo los ejemplos). Existen nuevas entradas bajo los lemas animetta (‘armatura di dosso fatta di ferro, a botta di spada, e talvolta di pistola, che cuopre ’l petto, e le reni, o tutta d’una piastra, o a scaglie, perché non impedisca il moto della persona’), guantaio, inamidare, inchiodare, nasello (‘ferro fitto nel saliscendo, che riceve la stanghetta della serratura’), rastrelliera (‘strumento di legno fatto a guisa di scala a piuoli, che si conficca al muro per traverso, sopra la mangiatoia, per gettarvi sopra lo strame che si dà alle bestie’). Tenemos también palabras que se incluyeron en la tercera edición del Vocabolario de la Crusca como nuevas acepciones de voces ya existentes (mottetto) o bien como léxico «escondido». Tal es el caso de carta pesta, que nel testo del Mascheraio è solo citata tra i materiali usati per fabbricare le maschere, ma non se ne dà alcuna descrizione: “Le maschere alla modanese con il lustro si formano di carta pesta, e panno lino e pasta di fuscello”. La locuzione è attestata fin dal xiv sec., nel Vocabolario della Crusca (dalla prima alla terza edizione), s. v. maschera (‘faccia, o testa, finta di carta pesta, o di cosa simile’); solo dalla quarta tuttavia emerge come voce autonoma cartapesta (con es. dalla Fiera del Buonarroti de 1618), con una definizione abbastanza descrittiva: carta macerata con acqua, e ridotta liquida, poi gettata nelle forme e rassodata (Setti 2013).

4.

Del siglo xviii al xx

No es posible volver a repasar, ni siquiera a grandes rasgos, la historia de las ediciones dieciochescas y de los siglos xix y xx del Vocabolario degli Accademici della Crusca. Me limitaré, pues, a hacer unas pocas observaciones. Se habla comúnmente de «crisis» a propósito de la Crusca del siglo xviii y también la quinta edición del Vocabolario, que comienza a publicarse en 1863, está considerada como menos importante que otras obras lexicográficas contemporáneas, empezando por el Dizio-

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nario della lingua italiana de Niccolò Tommaseo (1861-1879). Creo que ambas observaciones necesitan de nuevos y más profundos estudios: la Accademia della Crusca, a pesar de los largos períodos de inactividad, de su anexión a la Accademia Fiorentina (promovida por el Gran Duque Pietro Leopoldo en 1783) y del difícil reinicio después de la refundación napoleónica (1808-1811), y a pesar de las muchas polémicas que la rodearon durante más de dos siglos (recordemos al menos a Girolamo Gigli, Pietro Verri, Vincenzo Monti hasta Cesare De Lollis; para el Vocabolario cateriniano de Gigli, cf. Mattarucco 2008), continúa actualizando su secular empresa lexicográfica y mantiene una indiscutible centralidad en el panorama lingüístico italiano, gracias a la contribución de académicos ilustres. Entre ellos baste mencionar para el siglo xviii los nombres de Anton Maria Salvini y Giovanni Gaetano Bottari, y para los siglos xix-xx los de Giovan Battista Niccolini, Gino Capponi, Raffaello Lambruschini, Marco Tabarrini, hasta el último archicónsul, Isidoro Del Lungo. Desde este punto de vista resulta muy significativo que durante el siglo xviii se multipliquen las «otras cruscas», es decir, reimpresiones, compendios, suplementos y reelaboraciones particulares del Vocabolario original (Sessa 1991; Marazzini 2009: 228-232) y que tal actividad editorial, a la cual hay que añadir las importantes apostillas de Monti y de Manzoni, continúe en el siglo siguiente con la llamada Crusca veronese de Cesari (Parodi 1983, Lombardi 2005, Isella 2005, Benucci / Dardi / Fanfani 2003, Fanfani 2012, Benucci / Ragionieri 2013). Todavía algún dato más: la IV Crusca (1729-1738), dedicada al Gran Duque Gian Gastone de’ Medici e impresa por Domenico Maria Manni en 6 volúmenes, recoge 51 482 lemas, cita a 383 autores (la I Crusca a 208, la II a 246 y la III a 342) y recoge de los textos citados 155 249 ejemplos (la I Crusca 62 870, la II 70 047, la III 112 549). La V Crusca, interrumpida en 1923 en la letra O (en la voz ozono) por un decreto del ministro fascista Gentile, consta de 11 volúmenes. Pero evidentemente no se trata solo de un enriquecimiento cuantitativo. Ya en 1697, solo cinco años después de la tercera edición, los académicos habían empezado a planear una nueva, renovada filológicamente sobre la base de una más rigurosa revisión de los viejos vaciados de obras y de la adición de otros nuevos: Il lavoro continuo potrebbe essere la nuova edizione del Vocabolario, aggiungendovi molte voci e maniere o dell’uso o degli autori, e manoscritti non per ancora spogliati, nel che non poco conferirebbe l’indefesso studio dell’Innominato Francesco Redi, il quale ha arricchito in gran copia l’ultima edizione del Vocabolario con giudiciose e belle giunte (Anton Maria Salvini, ápud Parodi 1983: 86-87).

La actividad lexicográfica se reinicia de hecho con carácter sistemático en 1713, en tanto que la impresión comienza en diciembre de 1726. Bottari escribe un hermoso prefacio, del cual me gustaría citar un fragmento que ilustra a la perfección su aguda sensibilidad lingüística, la conciencia de la diferencia sustancial existente entre lenguas muertas («già spente») y lenguas vivas («Che da un’intera nazione si parlano») y la reafirmación de la continuidad necesaria con respecto a las «reglas» de los predecesores: Chiunque vorrà considerare l’umile cominciamento che hanno avuto, e come poi col tratto del tempo si sono andati accrescendo i Vocabolarj delle lingue già spente, vedrà

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che e’ si possono a buona equità a i grandi fiumi appropiare, i quali comeché sieno a principio assai piccoli e scarsi, sempre dipoi vanno nel corso loro, per accrescimento di nuove acque, ingrossando; ma come di questi si giugne pur una volta a vedere la fine, cosi addiviene di quelli, che a tal perfezione si possono finalmente condurre che niente in essi rimanga più oltre da desiderare. Ma non così va la bisogna nel fatto de’ Vocabolarj di quelle lingue, che tuttavia sono vive, e che da una intera nazione si parlano, imperciocché questi si possono vie meglio assomigliare all’Oceano, di cui si vanno tuttora da’ sagaci nocchieri colle loro navigazioni nuovi, e fino a’ loro giorni sconosciuti termini discoprendo. Laonde vedendosi ora ristampato questo nostro, con molte ammende dell’antecedente, e con grande e notabile accrescimento, non dee ciò arrecar maraviglia, ma è da considerare nell’opere grandi, per detto d’un solenne maestro, esser permesso, o almeno scusabile, il chiuder talora gli occhi; e tale essere la natura di quelle favelle che sono ancora in uso, di poter loro sempre arrogere [accrescersi di] nuove voci e nuovi significati. Nella vastità adunque di questo mare ci saremmo senza fallo smarriti, se ci fossimo in esso, senza la guida d’una regolatissima disposizione e d’un ordine stabile e costante, incamminati. Per la qual cosa abbiamo di continuo avuto l’occhio a quelle regole che ci mostrarono i nostri maggiori nella compilazione de’ primi Vocabolarj, e a quelle altresì che da noi stessi ci siamo prefissi, per non andare traviati sì nel correggere e sì nell’ampliare una mole così vasta che tutta l’universal moltitudine dell’opere della natura, tutte le manifatture dell’arti, tutti i pensieri dell’uomo e di tutti e tre le azioni e di queste i modi e le circostanze in sé comprende e racchiude (Prefazione, Crusca IV).

Sin embargo, es en la quinta edición cuando se registran los cambios verdaderamente sustanciales, empezando por la nueva ideología que inspira a los cruscanti, que definen su Vocabolario como «il gran libro della nazione» y pretenden reflejar «nella maggior pienezza possibile quell’idioma che uno di spirito e d’aspetto e al modo medesimo inteso dovunque è da tutti riconosciuto ed accolto come espressione propria o veste convenevole del pensiero italiano». La dedicatoria, obra de Gino Capponi, se dirige significativamente al rey de Italia, Vittorio Emanuele II, mientras que el prólogo se debe a Brunone Bianchi, aunque probablemente está escrito en estrecha colaboración con el mismo Capponi. El horizonte de la V Crusca se ha ampliado enormemente y su objetivo se dirige a distinguir entre palabras muertas y palabras vivas a través de un Glossario, por más que algunos de los principios inspiradores del Vocabolario desde la primera edición (1612) permanecen inmutables; entre ellos, la aspiración a la universalidad de la lengua (que acabamos de ver fuertemente reafirmada en el prólogo a la IV Crusca) y la alta consideración de la lengua popular, que desde siempre tiene un papel determinante al lado de la de los autores. A propósito de la terminología científica se lee: Così, per recare un esempio che vaglia per ogni altro, alla voce ape ci siam contentati di dire «insetto alato, che produce il miele e la cera»: avremmo creduto peccare d’inettitudine, riportando di questo piccolo animale tutte le particolarità distintive che ne rilevano i naturalisti. Avvertiremo pure in questo proposito, che l’Accademia ha per regola di non adoprare nelle definizioni di vocaboli di scienze naturali, o metafisiche, certe parole che gli autori di sistemi hanno quasi per convenzione introdotte, facendone il linguaggio particolare; ma ferma sempre di voler servire all’uso comune, dacché il suo Vocabolario dev’essere la rappresentazione della lingua del popolo, ogni volta che debba definire voci di tal maniera, lo fa nei termini più usitati e più semplici (Prefazione, Crusca V).

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Por otra parte, también las palabras extranjeras se admiten sobre la base de su popularidad, además de por necesidad: Leggi supreme in tutte le lingue. Sennonchè non fa popolarità per noi il mal vezzo di certa qualità di persone che sembrano avere a schifo il proprio paese in tutto quel che viene da esso e imitatori vanissimi dei forestieri da loro prendono ambiziosamente i modi del vivere da loro i nomi dei cibi dei divertimenti di ogni cosa... ma il popolo non rinnega sì facilmente le tradizioni degli avi e il genio proprio e nella lingua comune non si ammette necessità se non la faccia il popolo (Prefazione, Crusca V).

Como señalaba antes, tras una polémica muy áspera contra la Crusca y su lentitud, en 1923 el ministro Gentile decidió interrumpir los trabajos del Vocabolario, dirigiendo la Academia exclusivamente hacia la actividad filológica y la edición de textos. Pero los cruscanti no interrumpieron su trabajo: en el Archivo académico se conserva de hecho el material preparatorio para los siguientes volúmenes, cerca de 340 000 fichas en papel (ordenadas alfabéticamente) que recogen las palabras sobre las cuales se estaba realizando el volcado, a las que hay que añadir las casi 30 000 fichas para un Glossario de carácter predominantemente científico-técnico. Y cuando la Accademia d’Italia, con el fin de acelerar los trabajos de su Vocabolario della lingua italiana (1935-1941), pidió a la Crusca este material, recibió una negativa tajante (Raffaelli 2005). Entre los proyectos que la Accademia está realizando en la actualidad, reviste particular importancia la digitalización en formato texto también de la quinta edición del Vocabolario y su culminación virtual a través de la publicación informática de las fichas preparatorias.

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Panorama de la historia de la lexicografía gallega  José Luis Pensado Universidad de Salamanca

Overview of the history of Galician lexicography Abstract This article, left unfinished by the author upon his passing, provides a critical overview of the history of Galician lexicography from the beginning, marked by the Bachiller Olea’s vocabulary, until Cuveiro’s dictionary of 1876. In addition to describing the general characteristics of the works covered and inquiring into some of their sources, he analyses the possible origin of some of the words they contain that are of particular interest on account of their uniqueness and how they have fared in subsequent Galician lexicography. Keywords Galician lexicography, historiography, dictionaries.

La historia de nuestra lexicografía1 se inicia con la obra del Bachiller Olea publicada por nuestro buen amigo José Filgueira Valverde en su trabajo «El primer Vocabulario Gallego y su colector, el Bachiller Olea» (Filgueira 1947). Llevan el título de Bocablos Gallegos Escuros, lo que quieren dezir y son 156 palabras. De ellas algunas siguen siendo escuras por ambas partes. Por ejemplo, ¿qué serán estos «Estirimbotes. Escritos»? ¿Serán garabatos, o escritos maléficos? ¿Aluden a letras mal hechas o a escritos satíricos como estos estraboz: «vers en firent e estraboz / u out assez de vilains motz» (Novati 1910: 424)? Etimológicamente parece una forma con anaptisis de estrimbote (cf. DCELC, s. v. estrambote, y REW, 8281 strabus, 2 strambus). ¿Y qué decir de esta dulce «Miel. Yolel», donde es tan escura la glosa como su explicación, a no ser que lo que parece una l lo convirtamos en un simple trazo incli–––––––— 1

Este texto se encuentra inconcluso debido al fallecimiento del autor durante su preparación. No obstante, siendo el profesor Pensado una figura insigne de la lexicografía gallega, y aun de la filología en general, nos pareció interesante su publicación por la calidad del texto y por ser el último en el que trabajó. Agradecemos a su hija, Carmen Pensado, que se lo hiciera llegar a María Dolores Sánchez Palomino para que dispusiera de él en la manera que considerase oportuna.

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nado y se quede en un mi por min ‘yo’ y el, como acreditan estos ejemplos: «que min e meu marido» (1265, Melón) (cf. Ferro Couselo 1967: I, 24) o «presente mim dicto tabaliom» (1394); «presente mim Pedro Afonso» (1419) (cf. J. Marques 1982: 95, 101), o esta copla de Sarmiento: «A vez que non viña / con min derradeiro / na capa emburullado / ajustando o prezo» (Pensado 1970: 93)? Curioso es el caso de «Martabela. Verdeziles», que ya define Cuveiro (1876) como el «pestillo que encaja en la cerradura de la arca o baul» y que C. García (1985 s. v.) recoge aún viva con las acepciones de ‘carraca para espantar los pájaros’, ‘picaporte de madera’ y ‘pieza de metal del arado’. Su glosa verdeziles, o mejor verdezil, no se registra en los diccionarios catalanes o leoneses. Lo más parecido es el cast. «Verdecillo. Páxaro pequeño de color verde. Lo mismo que Chamariz» (Aut.) o «Verdecín. Hierbas comestibles» (Miguélez 1993 s. v.), pero ninguno de los significados se ajusta a lo glosado. Si martabela es hermana del «it. martavillo, martavello, maltarello, kors. vertabella, arag. banduvella, frz. verbeux, freib. berfú, id. venez. bertoela, triest., comel. bartuela, friaul. bertuele, brituele ‘Türband, Fensterband’» (REW 9251 *vertibellum), los verdeziles se dejan explicar también a partir de la misma base, el lat. verto ‘girar, volver’, pero con otro sufijo: *verticella > *vertecilla > verdecilla. Si la palabra ha dejado de usarse, era difícil explicarla; así ocurría con esta «Creja. La mitad de medio açunbre», nombre de medida que no dejó rastro en gallego. Se trata de un germanismo de origen franco que no llegó a sobrevivir en la lengua que lo engendró, y que es un «vas vero quod creche nuncupatur 7 pollices continet». Ni Meyer-Lübke (REW 4784 kruka germ., ‘Krug’, 2. Kruka ahd.) ni Wartburg (FEW xvi, s. v. krug) ofrecen resultados con una -e- como la de creches y creja. Lo más parecido es este «Pays. krek» que cita el FEW. Sorprenden glosas como «Carriço. Ruyseñor», que en lo más que se parecen será en el tamaño. Y el diptongo. -ie- de «Mieses. Panes». Pero los Bocablos Gallegos Escuros de Olea son muy valiosos, como se verá en un libro que consagramos a su estudio, no solo para el gallego sino también para conocer la dimensión de la oscuridad léxica de un licenciado o bachiller, oscuridad que nos descubre la pobreza de su vocabulario, que alcanza a voces que son castellanas y leonesas, pero que pertenecen al mundo rústico que un buen licenciado debe ignorar. A poco más de un siglo de los Bocablos Gallegos Escuros iluminados por el leonés Olea, Fr. Martín Sarmiento se dedica a recoger la lengua viva en su Catálogo de voces y frases de la lengua gallega (Pensado 1973) y en el Catálogo de voces vulgares y en especial de voces gallegas de diferentes vegetables (Pensado 1986). Las escribe en forma de Coplas y las comenta en su Colección de voces y frases gallegas (Pensado 1970). Escribe un Onomástico etimológico de la lengua gallega (Pensado 1998-1999) basado en las voces de la Historia Natural y unos Elementos etimológicos según el método de Euclides (Pensado 1998) para descubrir las reglas que explican cómo se pasa del latín al gallego y al castellano. A imitación de Sarmiento, su hermano de orden, Fr. Juan Sobreira Salgado, se ocupa del gallego bajo dos perspectivas: una puramente léxica, que se expone en su Idea de un diccionario de la lengua gallega (Pensado 1974a) y que se realizaría me-

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diante sus Papeletas de un diccionario gallego (Pensado 1979); otra botánico-léxica, que cuaja en Ensayo para la historia general botánica de Galicia (Pensado 1974b). De sus Papeletas no se conservan más que las letras A y B; las restantes, desdichadamente, han desaparecido. Cornide, igual que sus dos predecesores, escribió un breve Catálogo de palabras gallegas (Martínez Barbeito 1956) en donde se interesa principalmente por los nombres de plantas y topónimos. En su Ensayo de una historia de los peces y otras producciones marinas de la costa de Galicia (Cornide 1788) anota cuidadosamente sus nombres vulgares y científicos. Y con el siglo se acaba el estudio histórico-filológico de los gallegos sobre su lengua. El Catón Compostelano ofrece en 1800 este curioso juicio de la lingüística del siglo precedente: Todo el mundo está persuadido, que las lenguas Españolas y Europeas empezaron á formarse en el siglo 12 y 13 de la corrupción de la Latina, lengua vulgar que introduxeron los Romanos en España, y que hizo desaparecer nuestro idioma nativo, que era el Vascuence, según Masdeu, ú otro que se ignora y oculta entre los caracteres desconocidos. Italianos, Franceses, Ingleses y Españoles asi lo sienten, asi lo juzgan con referencia á sus lenguas; pero yo me moriré persuadido de que todos se engañan, y engañaron desde un Petavio hasta nuestro Sarmiento. Nuestros Literatos, nuestros Académicos, V. mismo y todos sus Compañeros, todos descansan en esta falsa credulidad (18-19). Aldrete, Sarmiento y Masdeu estudian en demostrarnos la ethimologia y transito de improbo, que al paso que demuestra su ignorancia en las Lenguas Orientales, vá muy distante de probarnos la identidad del artificio gramatical de las dos Lenguas, que era lo que debian hacer. Paranomasia de voces y palabras la hay en todas las Lenguas vivas y muertas; pero sola la igualdad ó disimilitud de su artificio podrá probar la dependencia entre unas y otras (21). Ahora bien: Siendo tan diferentes entre sí el genio y artificio de la Latina, y las Españolas en articulos, en declinaciones, en generos, en frases, y hasta en las modulaciones dentales, nasales, guturales, y labiales, de que carece el Latín ¿que Hombre, que Angel ó que Demonio, que Monarca, Conquistador, ó Academia fué capaz de inventar estos nuevos lenguages, ni menos de poder introducirlos en todos los Pueblos, hogares, y familias de esta Monarquía? (22-23).

En resumen, el gallego es una lengua que, como el vascuence, ya existía antes de la venida de los romanos a España. A comienzos del siglo xix el estudio del gallego parece que es obra de nuestros visitantes. Son los ajenos a Galicia los que se ocupan de explicarlo e interpretarlo para servicio propio. Hacia 1833 un autor anónimo extraño a Galicia escribe un pequeño trabajo intitulado Dialecto de Galicia, seguido de un breve vocabulario, que hemos publicado hace años en el Homaxe a Otero Pedrayo (Pensado 1958). En él se recogen galleguismos castellanizados como alzadero ‘vasar’, buelta ‘desmayo’, dadora ‘la cosaria o demandadera’, fema ‘hembra’, fiesta ‘ahugero u ojo de la ahuja de coser’, fijado, a ‘ahijado, ahijada’, fritir ‘freir’, herro ‘hierro’, horro ‘forro’, posar ‘tocar, llamar’, posar la puerta ‘llamar a la puerta’, saluco ‘hipo’, rajo ‘lomo’, rajo del cerdo ‘lomo del cochino’.

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También se observan evidentes errores de audición, pues la dadora está por andadora, la fema por femia, la fiesta por fiestra, la fijada reproduce afillada tomando la a- por artículo (a fillada) y luego el masculino fijado. No faltan formas raras o perdidas como este «Anserar. Arder: “una vela anserada, encendida”», que parece remontar a un lat. incinerare > *encêerar > *encerar > *enserar > anserar; o «Canfurna. Pozo, algibe, cisterna». De no mucho después es la Traducción de algunas voces, frases y locuciones gallegas especialmente de agricultura al castellano (1840-1855), que hemos publicado en los Cadernos de Lingua (Pensado 1995). Su autor, según el prof. D. Ramón Villares, parece ser Eugenio Reguera y Pardiñas, Gobernador Civil de Lugo, y así lo sugiere la frase que cierra la voz sobreira, y que dice: «Observación mia. E. R.». Con frecuencia localiza el uso de las palabras, contrasta sus diferentes significados y los autoriza con refranes y coplas populares. Al final de la obra hace un apartado de «Fichas en Castellano», que son castellanismos usados en Galicia, y otro de «Refranes y Apotegmas Gallegos». Casi de la misma época son las Vozes gallegas, manuscrito de la Biblioteca Nacional de Madrid, publicado por J. Leite de Vasconcellos en la Revista Lusitana (Vasconcellos 1902). Es de autor anónimo, quizás un señorito burgués, ajeno a Galicia y sin el menor afecto hacia ella, y que no pierde ocasión para zaherirla. Por ejemplo, s. v.: «Burato. sm. Agujero. Dice un cantar: “Mariana de Santa Ana / ten un burato no cú / que lle fixeron os ratos / coidando que era pan crú”. Abundan casi tanto los ratones, en las cochinas casas gallegas, como los piojos, las pulgas y otros insectos». Con ocasión de «Trollo. sm. Barrizal, barrancal, pantanal o especie de gran bache lleno de lodo. Hay muchos delante de las casas de los puercos labradores gallegos». Cada palabra va en una hoja. Incluye topónimos y sobre todo hidrónimos. Distingue «Voz gallega» (usada en toda Galicia) de «Voz prov. gallega» (solo de alguna provincia) y «Acurr.» o «del lenguaje acurrado» (cruce de acurado ‘esmerado’ y curro ‘chulo, majo’?), el de los gallegos que intentan hablar castellano sin saberlo. Sus fuentes de información a veces son manuscritas (caso del Diario del Sitio de la Coruña en 1589, por Varela), literarias (M. Pardo de Andrade, M. Freire Castrillón, B. Fandiño) y a veces orales, suministradas por personajes de su tiempo (Fontán el Diputado, Sánchez Balsa, etc.). Hay algunas voces raras o acepciones que no han pasado a los diccionarios gallegos, por ejemplo: Berrear. v. Acusar. En esta acepción usan este verbo los muchachos, en las escuelas en Galicia, para decir que un condiscípulo les acusó al maestro. Cendrada. sf.- plur. cendradas. Así llaman a unos vichos, o gusanillos, que se crían entre las piedras, tierra y arena, y entre los peñascos, a orillas del mar —y que sirven y se buscan para poner de cebo en los anzuelos—. Es voz prov. de Galicia.

La acepción no llegó a pasar a los diccionarios gallegos. Carré, en la 2.ª edición (Carré 1933), lo recoge como arcaico y en la 3.ª (Carré 1951) deja de serlo («Cendrado. Ceniciento. Véase Cincento»), y continúa en los diccionarios posteriores. Su nombre quizá se deba al color ceniciento de los tales bichos, pues parece remontar al lat. cinerata.

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Coje. sm. Una especie de cuartago o caballo pequeño, ej. = «había jente de a caballo que ya llegara el sarjento Novoa con cantidad de labradores caballeros en cuartagos que llaman cojes con su pendón», etc. Véase Diar. del Sitio de la Coruña en 1589, por Varela2. MS.

Contexto que parece corresponder a esta «gente de caballo que eran labradores montados en jacas con su pendón» (Vicetto 1865-1873: VI, 385). Es posible que sea mala lectura por cosés ‘corceles’ (cf. «Cossel. Rroçin de freno» del Bachiller Olea). Currubedo. s. Quiebra de un comerciante en la frase: «Dar en Currubedo» = Quebrar, Hacer bancarrota. Currubedo se llama un bajo muy peligroso que hay en la costa de Galicia, hacia el cabo de Finisterre. Frouma. f. Mierda. «Algunas Giuntas san de volver frouma».

La acepción, deducida de ese contexto, es fruto de su imaginación, ya que frouma es la ‘hoja de pino seca’, ‘cisco’ y, en el pasaje, ‘nada’ o cosa sin valor’. A modo de ejemplos de voces del lenguaje acurrado cita: Frangulla. sf. Pizca. Acurr. Faruel. s. Farol. Acurr. [s. v. morea «esta morea de calderija (por calderilla ‘monedas de 5 o 10 céntimos’) y ducados»]. Portijo. sm. Lo mismo que cancella. Quejo. s. Barbilla. Parte de la cara [gall. queixo].

Los tres diccionarios citados permanecieron inéditos y lo mismo sucedió con el Breve Diccionario Gallego de J. M. Pintos, que, aunque conciso en sus definiciones, era excelente. Al fin se publica el Diccionario Gallego-Castellano del presbítero D. Francisco Javier Rodríguez, bibliotecario de la Universidad de Santiago: «Dalo á luz La Galicia, Revista Universal de este Reino, bajo la direccion de D. Antonio de La Iglesia y Gonzalez. Coruña [...] 1863». A él consagramos nuestro primer tomo de la Contribución a la crítica de la lexicografía gallega (Pensado 1976). Aquí aprovecho la ocasión para justificar por qué imaginamos que el Seguino que cita a veces F. J. Rodríguez no podía ser el fingido Seguino de los Falsos Cronicones, pues no podíamos suponer que Rodríguez, bibliotecario de la Universidad de Santiago, teniendo en la biblioteca que dirigía la edición de G. Mayans (Valencia, 1742) de la Censura de Historias Fabulosas, obra posthuma de Don Nicholas Antonio (cf. Bustamante 1944-1967: IV, 392; n.º 3214), no se hubiese enterado de que era una burda falsificación. También contribuyó a rechazar ese supuesto el hecho de que en Cuveiro (1876) apareciese citado como «Seguino, Documentos Antiguos» y no Chronicon de Don Servando. Al año siguiente se publica el Compendio de Gramática Gallega-Castellana con un Vocabulario de Nombres y Verbos Gallegos y su correspondencia castellana, prece–––––––— 2

Este Varela «escribió la parte descriptiva de nuestro país que aparece extractada en la Historia de Galicia de Padín» (Couceiro Freijomil 1951-1953: III, 162-163).

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dido3 de unos Diálogos sobre diferentes materias. Un grandioso poema de 100 octavas4 titulado La Creación y Redención. Un extracto de fábulas de los mejores fabulistas así como algunas del autor por Francisco Mirás (Mirás 1864). Es sorprendente que M. Soto Freire no incluya su Gramática entre las obras publicadas por «Manuel Mirás: Cajista: natural de Santiago, en donde se dedicó al arte en casa de Núñez Espinosa y Rey Romero. Compró su imprenta en 1857 y publicó en 1863: la Opinión Pública (Vid.). En 1868 El Iris (Vid.). Hojas Políticas de Compostela (Vid.). Imprimió: [...]». Y sigue la lista de las obras publicadas en su imprenta, pero falta precisamente el Compendio de Gramática Gallega-Castellana (Soto Freire 1982: 221-227). Couceiro Freijomil no dice nada de su vida; se limita a citar sus obras. Se ignora dónde y cuándo nace, lo mismo que el año de su muerte. Es curioso que si es natural de Santiago, como su impresor, recoja un vocabulario «compuesto de cuatrocientos nombres y verbos» tan disparatado que parece increíble lo pueda escribir un gallego medianamente letrado, pues ignora y confunde por igual el gallego con el castellano. Basten para probarlo los siguientes ejemplos: «Achejár-se. Hacerse atrás», lo contrario de lo que suele significar, que es ‘acercarse’. Quizás lo oyó usar en una situación en que para hacerlo se echaban hacia atrás y creyó que ese era su significado. «Adrejo. Atrio». Por su sufijo -ejo parece un despectivo de adro ‘atrio’ y poco después introduce un “Atro. Atrio” que es un híbrido fruto del cruce del cast. atrio con el gall. adro. «Ajinaldo. Regalillo». Parece que ignora el cast. ‘aguinaldo’, que también tiene en cast. esa acepción. Cfr. «Jarrido. Regalillo». «Amorosiño. Disminutivo [sic] de amor». Su disminutivo revela un diminuto conocimiento no solo del léxico gramatical latino sino también del castellano; se titula actor (no autor) del poema A Creasion e a Redension (Mirás 1864: 63). «Andrómena. Cosa sorprendente». Ignora que es el cast. «Andrómina. s.f. bax. Embuste, enredo con que se pretende alucinar. Usase más comúnmente en plural, y así se dice: con brabas andróminas vien vm. Fraus, fallacia» (DRAE 1803). Cosa que sabía Sobreira: «Andrómena. S.m [sic] V. Andrómina castellano, que es lo mismo» (Pensado 1979: 199). Y Saco y Arce (1868: 200) glosa lo mismo la variante: «Endrómena, trampa, enredo». «Arinol. Bacinilla». Su a- parece errata, o error de audición, por un orinol u ourinol. «Bela. Oreja». La menciona en este contexto hablando de una mula: «pois mire, besta de mellor bela e que mais trouse no na apaña» (p. 59). No se recoge en Cuveiro pero sí en Valladares (1884): «Bèla. Oreja». No se incluye en el DRAG, que suele ser fiel a Valladares; solo ofrece esta acepción: «Bela. Bella. La mujer hermosa y enamorada». Pasa al VPGC: «Bela. adx. f. Bella. Oreja». Lo rechaza Carré (1928-1931) y el DEGC. Parece voz jergal, quizás relaciona–––––––— 3 4

En realidad, seguido, no precedido. Solo contiene 97.

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da con el vasc. belarri ‘oreja’ y emparentada con estas «Velardas. Orejas» (cfr. Llano 1921: 8); pero falta en todos los diccionarios jergales españoles y portugueses. «Bode. Obeso». La glosa revela que ignora su verdadero significado. Sarmiento recoge: «Bode. Hacia el Seixo es el castrón, y se dice: está cheo como un bode» (Pensado 1973: 410); y Sobreira el diminutivo «Bodèlo. S.m. Coruña. Hombre pequeño, rollizo, gordo» y «Bodèlo. S.m. Santiago. Una mujer dijo así: Os milicianos sons uns cochinos y os de tropa son uns bodèlos = Es masculino sin feminino, y significa el hombre de poca advertencia, poca habilidad y mala disposición para hacer o ejecutar alguna cosa. = Castellano un bodoque» (Pensado 1979: 408-409). También lo anota Cornide: «Bode. El macho cabrío. También se suele llamar bode al pellejo del macho hecho odres, y así para ponderar a uno que esta muy harto dicen ‘está cheo com’un bode’» (Martínez Barbeito 1956 s. v.). Los tres parecen creerlo voz exclusiva del gallego. Entonces aún no figuraba en el DRAE, pero ya se recoge en su 3.ª ed. (DRAE 1791): «Bode. s.m. p. us. El macho de cabrío. Hircus». Se introduce en Cuveiro (1876) con estas acepciones: «Bode. Macho de cabrío. – Pellejo hinchado. – Por irrisión el corpulento y gordinflón» y además añade este raro «Bode seixo. Cabra» de componentes difíciles de concertar, pues ninguna de las acepciones de seixo ‘guijarro’ se puede aplicar a la cabra. Sin embargo, se repite en todos los diccionarios posteriores, quizás por la vía repetitiva. No nos atrevemos a imaginar que Seixo sea el topónimo localizado del bode explicado por Sarmiento. «Bordesca. Bara» es error de audición o de pronunciación por verdasca, que ya recoge el diccionario de F. J. Rodríguez (1863): «Verdasca. Vardasca. Vara delgada, flexible. En Aragón id., en it. verga. En asturiano verdascu», con su variante «Vardasquiña. Lo mismo que verdasca (V.). Sarm.», aunque lo que Sarmiento escribe es verdasquiña: «Hum ha verdasquiña / viorto ou vencello / lebaban nas mans / como os arrocheiros» (Pensado 1970: 116). Y anota también las variantes: «Verga, vergastra y fustriga. Vara para castigar» (Pensado 1973: 446). Formas todas que remontan al lat. virga ‘verga’, cruzada con verde (verdasca) o con vara (vardasca). Se rechaza en todos los diccionarios posteriores. «Calaña. Miserable». Es acepción imaginada a partir del sintagma castellano «es de buena o mala calaña, es de la misma calaña» (DRAE 1803), aplicado a una persona miserable, y, en consecuencia, atribuye a la calaña la calidad que califica. «Caletre. Juicio». Es evidente que ignoraba la existencia de la misma palabra en castellano y, en consecuencia, la estimaba gallega. «Catá. Ojalá». Antes en los Adverbios le da otro sentido: «Catá. Ya es otra cosa» (Mirás 1864: 38). En ambos casos con acento en la -á, cosa que contrasta con el «¡Cata!! (V. ¡Canté!!)» introducido en el diccionario de Rodríguez (1863) por A. de la Iglesia, pues su manuscrito solo recoge canté. Es forma reducida del imperativo de catar ‘mirar’: catade > catai / catá. Sarmiento recoge estas acepciones: «Ollai vos. Especie de adverbio al modo de ña nai, y se aplica de

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varios modos como mirad vosotros. Item catai vos» (Pensado 1973: 269) y «Catar. Significa mirar con reflexión, v. g.: cata aquí, cata alí», «Catar. Significa también buscar, y es muy común ir a buscar alguna cosa, v. g.: vay a catar pan a praza. Esto viene mejor de capto, as, captare, catare. Catar, por mirar, viene del latino catus» (Pensado 1973: 269). En Pintos ya aparece con esta acepción: «Catá.- Ojalá!, mira que gracia!» (Breve Dicc. Gall., s. v.). Cuveiro (1876) contrasta: «Cata. Mira, del verbo mirar – ¡ten cuidado!» con «Catá. ¡Ojalá! ¡quien lo viera! etc.». «Cotarro. Desavenencia» es acepción imaginada por Mirás y deducida del sintagma castellano alborotarse el cotarro, que R. J. Domínguez (1851) glosa así: «Suscitarse un alboroto, una disputa». Por eso Valladares (1884) considera «Cotarro. Com. Albergue de pobres. Alborota-l-o cotarro. Alborotar la casa, incomodar á sus moradores. Descompoñe-l-o cotarro. Trastornar un proyecto concebido, ó una resolución acordada». «Croa. Desaliñada, corona». La acepción primera es muy rara y no se recoge en ningún diccionario gallego ni portugués. Es posible que sea un error de Mirás; parece indicarlo el hecho de que Valladares (1884), que le repite en muchos casos, en este no le siga. Acaso él o su informador confundieron croa ‘corona’ con croia ‘dura, mala, fea, descuidada’, voz que el DCECH s. v. ‘croyo’ considera «un hápax o cuasi hápax» solo documentado en el Libro de Buen Amor (1ª doc. 1330-1343 en J. Ruiz): «viejas croyas» o la «chata croya» (cfr. Juan Ruiz 1967: 699c y 972b). Casi un siglo antes, un «Pasqual Croyo» confirma un doc. Salmantino de 1253 (cfr. Martín et al. 1977: 333). Sarmiento recoge «Coyo. Un seixo. Creo que en gallego se usa cóyo [sic]» quizás errata por croyo (Pensado 1973: 463), que es la única forma que recoge Pintos: «Croyo. Canto, piedra» y «Dar croyo.- Dar carpetazo» (Breve Dicc. Gall., s. v.). «Croucha. Bruja, pelona». Es acepción metafórica del adjetivo croucha que, bajo forma masculina, recoge el manuscrito de Rodríguez (1863): «Croucho. Redondo, feo y asqueroso», reducido a «Croucho. Redondo, feo» en el impreso y copiado en Cuveiro (1876). Valladares (1884) incorpora la acepción de Mirás «Croucha. Bruja = Pelona», seguido de «Crouchiño. Diminut. de Croucho», «Croucho. Rechoncho, feo», «Crouchos. V. escrouchas. Rebuldar n’os crouchos. Retozar, brincar en las deshojas de maíz» y «Crouquelo. Voz que se aplica al que está pelon, rapado, ó trasquilado á cercén». Estamos ante un derivado del lat. crustulum ‘cortecita’ > gall. *crocho > croucho (no se recoge en REW, s. v. crustulum). «De cote. Siempre». Se incluye precedido de «Carta feira, Miércoles. Quinta feira, Juéves» entre los Adverbios de tiempo (Mirás 1864: 37), cosa esta última que nos revela la profunda ignorancia gramatical del autor. Valladares en sus Elementos de Gramática Gallega le asigna este significado: «Decote = después» (Valladares 1892: 108), cosa que no hace en su diccionario, porque copia a Rodríguez (1863), donde lo introduce A. de la Iglesia bajo la entrada: «Cote. 1º. Pedacito de terreno arrimado a otro mayor que también llaman enxido (V.). 2º. Decote. Siempre, continuamente». Contra lo que suele, Rodríguez no lo autoriza con Sarmiento, que lo usa en dos ocasiones: «de cote orneaban» y

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«contache de cote» (Pensado 1970: 105, 131) y lo glosa así: «De còte. De continuo, con frecuencia, v. g.: está comiendo de cote. Acaso de la voa quotidie o de continuo» (Pensado 1973: 263). En portugués Santa Rosa de Viterbo lo explica aún con más precisión: «Cote (de). Quotidianamente, ordinàriamente, cada dia... Com muita frequência, contìnuadamente e sem interrupção» (Viterbo 1799 s. v.). «Manjo. Puño». Confunde manjo y puño, cosa que no suele ocurrir en gallego ni en castellano. «Entremés. Juguete». Parece ignorar la voz castellana y no precisa si la acepción de juguete es de tipo literario o infantil. «Joupas. Garras». La usa en este pasaje de la fábula «Un lobo e un año»: «no, doxe non escapas, / e ceibandolle as joupas / o probe año apaña» (Mirás 1864: 94). Para ceibandolle cfr. «Ceibar. Soltar. Hechar [sic]», buen exponente de su ortografía. Es voz rara. No la mencionan los lexicólogos del s. xviii. Valladares (1884) corrige su ‘geada’ y la convierte en «Goupas. V. Gadoupas», donde se explica: «Gadoupas. Garras, uñas, las manos fuertes, etc.». Dado el prestigio de Valladares, se repite en los diccionarios posteriores. «Jarrido. Regalillo». Es acepción disparatada que queda patente en este pasaje en que la usa: «e pra esto prometelles / un jarrido regalo» (p. 96). «Jumitivo. Votivo». Parece errata por vomitivo. «Incordio. Fastidioso». La acepción ya la recoge F. J. Domínguez (1851 s. v.): «Fig. Cócora, cargante, fastidioso». «Lapa. Llama». Valladares (1884), que suele seguir bastante a Mirás, rechaza dicha acepción s. v. ‘lapa’. Pero ofrece una «Laparada. Llamarada, fuego, ó llama grande = Golpe de llama», de la que esa lapa ‘llama’ sería forma regresiva. A. de la Iglesia introduce en Rodríguez (1863): «Labarada. Llamarada, fuego ó llama grande. Sarm. id., port. labareda» (Sarmiento. copla 1150: «entre as labaredas / dum forno ou ynferno»; Pensado 1970: 155). «Lostrojo. Relámpago». Parece errata por Lóstrejo, como sugieren el «Lostrejar. Relamapaguear, dar latigazos ó con una vara» y el «Lostrejaso. Latigazo», acepciones las dos últimas metafóricas. «Sapo. Cativo». Su significado es incierto, pues ninguna de las acepciones conocidas de cativo, casa bien con las del sapo que explican. «Sima. Principio». Responde a la pregunta del «Confesor.- “Cuánto tiempo hace que se confesó V.?” Gallego.- “Xa fon [sic, por foy] aló na sima do nadal”» (Mirás 1864: 57). Y es evidente que quiere decir en la cima, cumbre o finales de la Navidad, no al principio. «Trebo. Tierno». La glosa es disparatada. Trebo en gallego solo significa ‘trébol’. Acaso sea errata o error de audición por tenrro. «Tastarrudo. Terco». La -a- de la sílaba inicial indica que no es voz tradicional, sino deformación vulgar del cast. testaduro, pues a ningún gallego que conozca la palabra testa se le ocurriría convertirla en tasta. Su segundo componente, -duro, se cambia en -rrudo para teñirlo de rustiquez. Y a partir de él se crea «Tastarrudear. Terquear». Falta en portugués, en los lexicólogos del s. xviii, en Pintos, Rodríguez y Cuveiro. Valladares (1884), según suele, recoge el bar-

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barismo con leve retoque: «Tastarudo. Testarudo, testarrón, terco, temoso, etc.», «Tastarudear. Testarudear, terquear» y añade una «Tastarudés. V. Testadurez», modelada sobre el cast. El VPGC copia solo el verbo «Tastarudar. Testarudear, terquear» de Valladares. Carré (1928-1931) rechaza todas sus formas. El DEGC introduce: «Tastarudar. Terquear sgún un Vocabulario Popular Gallego» y además: «Testarroneiría. Testarronería según un Vocabulario Popular», «Testarrudeza. Testarudez, calidad de testarudo» y «Testarrudo, da. Testarudo, obstinado en salir siempre con la suya». En la colección de verbos ocurren los mismos errores: «Adentar. Disputar riñendo». Su definición omite el elemento básico del verbo y lo que quiere significar es ‘enseñar los dientes disputando’. No se recoge en Cuveiro (1876) y lo rechaza Valladares (1884). Sobreira recoge «Adentar. V. a. Ribadavia. Poner los dientes, morder alguna cosa» (Pensado 1979 s. v.; cfr. Aut.: «Dentar. Poner dientes á alguna cosa, como a la hoz para segar»). «Afocar. Ahuecar». Parece galleguización del cast. ahuecar, creada a partir del gall. foco (cfr. «Foca. Cosa hueca en Pontevedra»; Pensado 1973: 410). Lo apoya el hecho de que no lo recojan los lexicólogos del s. xviii, Pintos, Rodríguez (1863) ni Cuveiro (1876). Valladares (1884) lo acepta: «Afocar. Ahuecar; poner hueco», pero lo rechaza el DRAG. «Barruntar. Opinar». Es voz castellana, pero glosada equivocadamente, pues significa ‘presentir, prever, conjeturar’, no ‘opinar’. El contexto en que lo usa es el diálogo entre un gallego y un médico madrileño: «Gallego.- ¿E lojo qué barrunta?, pois ten os beizos ben largos. // Médico.- Barrunto que sino marcha cuanto antes, le sacudo...» (Mirás 1864: 61). «Bourar, Majar. Dar golpes con algún instrumento». Majar, probablemente, es castellano y glosa de bourar. Le sigue el Diccionario Gallego, el más completo en términos y acepciones de todo lo publicado hasta el día con las Voces Antiguas que figuran en códices, escrituras y documentos antiguos, términos familiares y vulgares y su pronunciacion. Para la Escuela de Diplomática, anticuarios, jueces, abogados, escribanos, párrocos y otras personas á quienes es indispensable su frecuente uso. Por D. Juan Cuveiro Piñol, Sócio Corresponsal de la Academia de Bellas Artes, condecorado con la Cruz de Valor y Constancia, Jefe de Negociado de Hacienda, individuo de varias Sociedades, Juntas y Comisiones científicas y literarias, etc., etc. (Cuveiro 1876). Basta leer la lista de Autores y Obras que ha consultado para sorprender: un «Masdeu. Historia de España», un «Seguino. Documentos Antiguos», el «Fuero Juzgo», etc. Suponemos que no sería tan iletrado que ignorase el libro de J. Godoy y Alcántara, Historia Crítica de los Falsos Cronicones (Godoy 1868), publicado ocho años antes de su diccionario. Aunque en su portada proclama haber recogido las «voces antiguas, que figuran en códices, escrituras y documentos antiguos», la verdad es que casi todas ellas proceden del DRAE, donde figuran como anticuadas, o de los glosarios que acompañan la edición de los poetas antiguos españoles de Tomás Antonio Sánchez (1864).

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El diccionario recoge «hasta los términos más vulgares y locuciones familiares y triviales, de que fuimos haciendo acopio en el período de doce años en cada una de las cuatro provincias de Galicia, donde hemos residido» (Cuveiro 1876: 3).

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Américo Castro y el Diccionario etimológico de Joan Coromines José Ignacio Pérez Pascual Universidade da Coruña

Américo Castro and Coromines’ Diccionario etimológico Abstract Américo Castro showed great interest in etymological studies before the Spanish Civil War, but little is known about his generous collaboration with Joan Coromines when editing the Diccionario crítico etimológico castellano (DCEC). In this paper I attempt to assess Castro’s contributions, taking into consideration not only the references in DCEC itself but the two philologists’ correspondence during half a century, which provides valuable information. Keywords Joan Coromines, Américo Castro, lexicography, etymology, etymological dictionary.

No será una novedad1 para los estudiosos de la lengua española afirmar que Américo Castro había dedicado con anterioridad a la Guerra Civil una notable atención hacia los estudios de etimología, entonces en plena efervescencia: los intereses científicos del momento son las cuestiones etimológicas. Estamos en la década de la publicación de los grandes diccionarios etimológicos románicos, cuando la investigación etimológica gozaba de gran atractivo y consideración en la vida científica e intelectual de la filología europea en general y del CEH2 en particular (Hernández 2012: 91)3.

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Este artículo se ha beneficiado de los materiales epistolares allegados dentro de los proyectos «Diccionario del español de la Edad de Plata (continuación)» del MINECO (referencia FFI2011-23085) y «Léxico de la vida cotidiana (1868-1936)» de la Xunta de Galicia (referencia 10 PXIB 104 235 PR). Dentro del organigrama de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (en adelante JAE), el Centro de Estudios Históricos (en adelante CEH) se consagró a la investigación en el campo de las humanidades. Para conocer mejor este organismo —y su hegemónica sección de Filología— véase Abad Nebot (2007), Lapesa (1979), López Sánchez (2006), Navarro Tomás (1968-1969) y Pérez Pascual (1998: esp. 121-137 y 176-182), donde puede obtenerse otra bibliografía. Acerca del papel de la JAE en el desarrollo de la ciencia en España, véase Laporta / Ruiz Miguel / Zapatero / Solana (1987), y los trabajos recogidos en Sánchez Ron (1988), Sánchez Ron et al. (2007) y Puig-Samper Mulero (2007).

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Ello condujo a don Américo a la publicación de algunas aportaciones de suficiente envergadura como para que su producción posterior no nos permita olvidarlas4, así como a la dirección de un importante proyecto en el campo de la lexicografía medieval5. En cambio, no es un hecho tan conocido su desinteresada colaboración con Coromines durante el proceso de redacción por el catalán del Diccionario crítico etimológico castellano (en adelante DCEC)6. Resulta relativamente fácil rastrear esa colaboración gracias a las menciones a las aportaciones de Castro que incluye ese fundamental diccionario, mas resulta también muy provechosa a este fin la lectura de la correspondencia que estos filólogos cruzaron a lo largo de medio siglo7, pues su examen nos proporciona valiosa información no solo sobre la trayectoria vital de cada uno de ellos, sino, muy especialmente, acerca del alcance de su labor científica. Esa correspondencia —además de otros aspectos importantes para entender el rumbo seguido por la obra de ambos investigadores— nos permite seguir la discusión científica sobre ciertas etimologías, conocer la postura adoptada en cada caso por estos filólogos y las razones aducidas por cada uno de ellos8. La relación entre Castro y Coromines hunde sus raíces a finales de los años veinte, cuando el joven filólogo catalán acude al CEH para realizar su doctorado, y se prolonga al menos hasta mediados de los sesenta, a juzgar por las cartas conservadas. Gracias al análisis de esta correspondencia conocemos incluso la tensa situación que se produjo una vez publicado el DCEC, pues don Américo se sintió —no sin cierta razón— engañado por Coromines, pues consideró que había utilizado y sometido a severa crítica, como si se tratase de trabajos publicados, sugerencias etimológicas que –––––––—

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Entre los discípulos y colaboradores que rodeaban a Menéndez Pidal en el CEH, había otro que también frecuentaba los estudios etimológicos: Vicente García de Diego prosiguió el camino emprendido en sus trabajos de preguerra (1923) con la publicación de un Diccionario (1956), que ya se anunciaba en 1925 como un proyecto vinculado al CEH, con el título de Diccionario hispánico etimológico (Junta 1925: 159). Así, las aportaciones que incluye en Castro (1918-1919); téngase en cuenta que don Américo se responsabilizó de las dos cuidadas ediciones castellanas de unas obras de MeyerLübke (1914 y 1926). Acerca de los proyectos lexicográficos de Castro antes de la Guerra, véase el reciente trabajo de Esther Hernández (2012). No es preciso insistir ahora en lo relevante de la tarea científica de Coromines (véase al respecto Pascual 2006, Pascual / Pérez Pascual 2003 y Pérez Pascual 2007 y 2009, con amplia bibliografía); para una mejor comprensión del arduo proceso de redacción del DCEC, resulta muy valioso el amplio epistolario con Menéndez Pidal (véase Pascual / Pérez Pascual 2006). Para la correspondencia inédita entre Coromines y Castro, me sirvo de mi edición en preparación, indicando la fecha de cada carta y los apellidos de su emisor y receptor; por lo que respecta a epistolarios ya publicados, incluyo esos mismos datos y cito la publicación por el nombre de sus editores. He tratado esta cuestión con detalle en Pérez Pascual (2012).

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le había transmitido privadamente y, por otra parte, le ofendió un comentario del catalán sobre su papel en la edición de los Glosarios (Castro 1936). En primer lugar, Castro —quien parece no tener acceso al DCEC hasta medio año después de su publicación9— tiene noticia por terceras personas de la alusión de Coromines10 y se dirige a él irritado: Me dicen que en su Diccionario se queja usted de que en un libro mío de hace 20 años no agradecí bastante la amable ayuda prestada por usted. Parece que lo hace usted en forma algo ruda (carta de Castro a Coromines, 28/3/1955).

¿Qué había sucedido durante aquella inicial colaboración entre Coromines y Castro? Lo cierto es que nuestra información sobre el período en que el catalán residió en Madrid, para realizar los cursos de doctorado y realizar su tesis, proviene fundamentalmente de las minuciosas cartas que el joven dirige a sus padres, llenas de valiosas informaciones científicas y personales, aunque contamos con algunas referencias menos significativas procedentes de otros epistolarios. En muchas de esas cartas alude Coromines al trabajo que desarrolla junto a don Américo11 y su lectura nos permite apreciar su esfuerzo en la preparación de los Glosarios: «la major part de la tarda la passo en el Centro de Estudios Históricos a les clases d’En Castro i d’En Menéndez Pidal i treballant en el Glossari d’aquell», y aún precisa que este último trabajo le ocupa «cada tarda [...] un parell d’hores» (carta de Coromines a sus padres, Pere Coromines y Celestina Vigneaux, 11/1/1928, Ferrer / Pujadas 2006: 291 y 293). Del elevado grado de responsabilidad que Coromines tuvo en la delicada tarea filológica es prueba que logre incluso descifrar fragmentos de los manuscritos que Castro daba por ilegibles. Especialmente significativa es una de las cartas: Ahir vaig mostrar els glossaris a En Castro. Va quedar meravellat del treball que hi he fet i, en veure-ho tot tan ben ordenat i classificat, ja ho volia donar a la imprenta. Després vaig voler que repasséssim plegats la revisió que he fet del text i, tornades a veure les fotocòpies i consultats els diccionaris, em va dar la raó en totes les correccions. Vam pasar-hi dues hores i mitja sense aconseguir veure més que el glossari petit, el «de Palacio», ja veuen si n’hi havia esmerçada jo de feina. Vaig donar-li el gust de posar en tinta i de la seva mà les meves correccions i a l’últim ja n’estava tan orgullós com si les hagués trobades ell. Avui n’ha parlat davant meu a En Menéndez Pidal fent grans elogis de la meva tasca i han decidit de fer-ne un tom a part dels annexos a la Revista de Filologia Espanyola (carta de Coromines a sus padres, 21/3/1928, ápud Ferrer / Pujadas 2006: 353-354).

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El primer volumen del DCEC había aparecido en octubre de 1954, pero seis meses después Castro no ha podido consultarlo: «Ni tengo aquí los Glosarios (que no he vuelto a leer desde que salí de España) ni su Diccionario» (carta de Castro a Coromines, 2/4/1955), aunque lo verá un mes después: «Por fin he tenido ocasión de dar un vistazo a su magnífico Diccionario en casa de un amigo» (carta de Castro a Coromines, 11/5/1955). Señala, tras la referencia bibliográfica a Castro (1936), que «mi ayuda en la interpretación de estas fuentes fue más considerable que el “intento de ordenación” de que habla el autor en la p. XX» (DCEC: XXXVII). Concretamente, las de 11 y 18 de enero, 1, 7, 14 y 22 de febrero, 1, 14, 21 de marzo, 3 y 6 de junio de 1928 (Ferrer / Pujadas 2006: esp. 310-311, 320, 323, 330, 340, 344, 353-354 y 402).

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Estaba convencido de que su participación iba a ser reconocida públicamente y de que la edición de los Glosarios figuraría a nombre de ambos investigadores; a esa seguridad contribuye incluso algún documento posterior cuya existencia le comunica su padre: He vist el programa de treballs del Centre d’Estudis Històrics i en ell hi ha un tema que diu, si fa no fa, perquè no el tinc davant: Publicació d’un glosari llatí castellà – Américo Castro i Joan Coromines. / Això es publica amb la data d’octubre de 1930, de manera que, si fou més tard quan l’Américo Castro et va dir que ho publicaría amb la seva sola firma, ja tens una rectificació ben agradable (carta de Pere Coromines, 9/3/1931, ápud Ferrer / Pujadas 2006: 702).

No obstante, a pesar de que Pere Coromines parece haber visto un documento que incluía el nombre de su hijo, lo cierto es que la Memoria de la JAE correspondiente a los cursos 1928-29 y 1929-30 hace constar que está «casi terminada la impresión de un Glosario latino-español del siglo xiv, por don Américo Castro» (Junta 1930: 164), información que ratificará el informe correspondiente a 1933 y 1934: «Los Glosarios latino-españoles, que viene preparando el señor Castro, saldrán también dentro de un breve tiempo» (Junta 1935: 230). Y, en efecto, el volumen aparecerá finalmente con indicación de la autoría única de Américo Castro y apenas una minúscula mención a la colaboración prestada por Coromines en un «intento de ordenación del material» (Castro 1936: xx, n. 1). No puede sorprendernos, pues, a la vista de lo que ha ido comunicando a su familia, que el filólogo catalán se sintiese profundamente decepcionado y decidiese alejarse del círculo madrileño12. Sin embargo, finalmente hacen mella en él las advertencias de su padre, quien sensatamente le recomendaba mantener sus buenas relaciones con Menéndez Pidal, especialmente en un momento en que no gozaba de una posición estable en la Universidad de Barcelona e incluso encontraba algunas reticencias por parte de los cenáculos catalanistas: Tot ve d’haver-te deixat perdre la posición que t’havies guanyat en el cercle de Menéndez Pidal. Comprenc que t’hagi molestat la conducta de l’Americo Castro, aquesta «hermosura» d’home. Però calia treballar la relació de Menéndez Pidal i per ell ferte donar una cátedra, amb oposición, o amb consens, fos com fos [...] Ams qualsevulga excusa con-

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En su correspondencia alude varias veces a que el trato recibido por parte de Castro ha eliminado sus escrúpulos a la hora de optar a una beca de la JAE. Coromines obtuvo finalmente el 14 de junio de 1928 una beca («pensión», en la terminología de la época), con una dotación de 425 pesetas mensuales, para realizar «estudios sobre lingüística románica y de los antiguos dialectos germánicos» en Suiza y Alemania; finalmente podrá aplicar esta ayuda para una larga estancia en Zurich (del 14 de noviembre de 1928 al 22 de julio de 1929) que completará con otra en París (del 16 de noviembre de 1929 a mediados de abril de 1930); cf. al respecto Pascual / Pérez Pascual (2006: 71-79) y la amplia correspondencia que mantiene con sus padres durante esos meses (Ferrer / Pujadas 2006: 419-674). Coromines indicará repetidamente en su correspondencia con diversos interlocutores que «La pensió per estudiar a Suïssa i a París, també me la va dar la Junta [...] amb recomanació d’ell [Pidal] i d’Américo Castro» (carta de Coromines a Pla, 12/6/1961, ápud Ferrer / Pujadas 2001: 40-41).

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vindria, doncs, anar a Madrid i estar-se i un mes o el temps necessari par a restablir el contacte (carta de Pere Coromines, 2/9/1935, ápud Ferrer / Pujadas 2006: 788 y 790).

Así pues, a pesar de que Coromines se siente profundamente herido, la fractura total no se produce. De hecho, tras varios años de silencio, Coromines escribe a Menéndez Pidal en la primavera de 1936, poniéndole al día acerca de sus trabajos científicos (especialmente el Onomasticon Cataloniae, proyecto al que dedicará toda su vida) y de su labor docente en la Universidad de Barcelona, para después exponerle que La experiencia adquirida [...] me ha alentado a firmar las oposiciones que se anuncian a la cátedra de usted, aunque no pueda atreverme a mirar su grande obra más que con extremada humildad. Desearía que usted me aconsejase sobre lo que debo hacer a este respecto, pero desde luego yo no podía dejar de firmar estas oposiciones tratándose de la única cátedra que existe en España de la especialidad a que me he dedicado exclusivamente desde hace trece años (carta de Coromines a Menéndez Pidal, 21/4/1936, ápud Pascual / Pérez Pascual 2006: 86).

Don Ramón le contesta al poco y, tras extenderse acerca de otros puntos mencionados por Coromines, pasa a referirse a la intención del catalán de opositar («El final de su carta de usted me interesa también mucho, esto es, su deseo de venir a esta Universidad, firmando las oposiciones a mi cátedra») y le contesta con extremada prudencia: Creo que ha hecho usted bien. Su padre de usted me ha hablado también y espero volver a tratar con él este punto dentro de unos días, ya que me pide usted consejo sobre ello13 (carta de Menéndez Pidal a Coromines, 13/5/1936, ápud Pascual / Pérez Pascual 2006: 89).

Y es que no era Coromines el candidato «de la casa» y así, en el borrador de la necrológica que le dedicó a Jud, figuraba una alusión que, finalmente, no incluirá: Quan em disposava a fer oposicions a la càtedra de Madrid l’any 1936, li explicava [a Jud] que era només per assegurar-me un lloc a l’escalafó i el replicava: «excellente idée que de ne pas désister du concours, quoique vos chances —par nécessité— soient moins grandes que celles de l’autre, proposé par Menéndez Pidal» (Ferrer / Pujadas 2002: 98 n.).

De este modo, cuando Coromines se desplaza a Madrid poco después, en el trágico mes de julio de 1936, intenta asegurar su posición y busca el apoyo, entre otros, de Castro y Menéndez Pidal: La calor, que ja és aclaparadora, priva de passejar-se i treu les ganes d’anar a visitar gent. Així i tot, he visitat tots els que coneixia per ací. El Pare ja devia dir-li el resultat de les meves entrevistes amb En Menéndez Pidal i amb En Castro. Avui he de tornar a

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En la carta de Coromines a Menéndez Pidal de 21/4/1936, conservada en la Fundación Menéndez Pidal, hay un apunte manuscrito de don Ramón: «Celebro su deseo de venir a esta Universidad. Su padre me habló. Volveré a tratar con él, pues me pide consejo».

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veure el Sr. Pidal i miraré si puc fer-li concretar alguna cosa (carta de Coromines a Celestina Vigneaux, 17/7/1936, ápud Ferrer / Pujadas 2006: 798)14.

A la vista de la veintena de años transcurridos desde la publicación de los Glosarios y el silencio de Coromines durante ese largo período resulta comprensible que Castro se sorprendiese ante la citada alusión en el DCEC (que mantendrá, no lo pasemos por alto, en el DCECH): Es extraño que eso acontezca en una obra cuya composición he seguido (según bien sabe) con interés muy afectuoso para usted y su espléndido esfuerzo. Creía haber mencionado su nombre en aquellos Glosarios, preparados en momentos de enorme agitación para mí, y sin sentir por aquel trabajo más que un interés muy secundario. Prueba de ello es que no volví a ocuparme del asunto, ni para responder a algunos infortunados reproches de Spitzer. En mi larga vida he ayudado más que he sido ayudado en materia de «scholarship». Me han cogido muchas ideas y he trabajado bastante para estudiantes y colegas sin percibir «credit» por ello [...]. Lamento de veras no haber sido con usted lo bastante agradecido, siendo así que acostumbro a serlo, a veces, incluso demasiado. Fue, sin duda, una inadvertencia [...]. Era costumbre del Centro ayudarnos unos a otros, sin más. Di las ideas para la Introducción de la General Estoria, y el editor no dijo nada; pero no debía haberme dejado llevar de aquella costumbre en el caso de usted, si hubiese sospechado que iba a guardar su enojo durante 20 años (carta de Castro a Coromines, 28/3/1955).

Coromines se apresura a contestarle a vuelta de correo y a ofrecerle todo tipo de explicaciones ante lo que califica como producto de una maledicencia intencionada por parte de terceras personas: Siento de veras que le hayan ido a usted con la noticia de que me habla y en ese tono evidentemente malintencionado; desde luego inexacto: ni hay «queja» alguna, ni menos «en forma algo ruda». Léalo usted mismo (se refiere evidentemente a la p. xxvii). Como usted dice bien «era costumbre del Centro ayudarnos unos a otros». Sin más: el hecho era, pues, normal, y sólo un «mesturero» puede ver reproche o queja en mí al registrar el hecho de que mi colaboración «fue más considerable que un intento de ordenación»: salta a la vista que mi deseo ha sido envanecerme un poco de haber contribuido algo a una obra excelente y de primer orden cuya utilidad básica para la filología castellana resalta ahora más que nunca, al ver cuán numerosos son los artículos de mi libro para los que los Glosarios aportan, sea el primer dato histórico, sea datos o juicios de valor todavía más considerable. Soy ante todo un especialista del catalán; del castellano no lo soy mucho más que del occitano: nada de extraño tiene que haya aprovechado la ocasión de agregar a mi biblioteca castellana, no muy nutrida, una colaboración que me honra por la calidad del libro y todavía más por el maestro con quien trabajé. ¡Cómo puede usted hablar de «enojo guardado durante 20 años»! Por lo demás el lugar, en medio de una bibliografía, revela ya esta intención meramente bibliográfica, y la falta de todo deseo de llamar la atención.

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Con respecto a esos proyectos de alcanzar la cátedra, véase Pascual / Pérez Pascual (2006: 83-89).

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Así en la p. xxxviii como en un lugar tan conspicuo como el fin del prólogo (p. xxviii) menciono y agradezco su ayuda, y en los términos más efusivos; sólo con mis dos maestros principales, don Ramón y Jud, me explayo más largamente. En el texto de mi libro no descuido ocasión para poner de relieve sus ideas y de agradecer sus datos y sugestiones, aun en los casos en que usted me instaba a dejarlo en silencio: [...] estoy seguro de que apreciará usted sin vacilación el tono de respeto y veneración en que me refiero constantemente a su obra y a su nombre (carta de Coromines a Castro, 30/3/1955).

Castro acepta las explicaciones de Coromines e incluso admite que «Sí, puede ser que haya habido algo de “mesturería”»; en su memoria «el material de los Glosarios era algo caótico» y Para mí la palabra «ordenación» no quiso decir «alfabetización» sino mucho más; debí añadir desde luego «y aclaración del material». Como le dije en mi anterior yo no estaba sereno en 1935 [...] ni en 1934 ni en esos años anteriores a la destrucción de nuestra obra, que sentía venirse abajo. Eran tiempos para mí de vértigo en todos los sentidos [...]. Todo el libro refleja apresuramiento y desorden. Y la idea que nos hacíamos de que las mutuas ayudas casi ni debía hablarse de ellas. Lo que yo trabajé en los Documentos Lingüísticos no está reflejado en la sucinta mención de mi nombre en el prólogo. Lo curioso es que me decían que yo regalaba demasiadas cosas a los estudiantes y colaboradores (carta de Castro a Coromines, 2/4/1955).

Y concluye generosamente: «Olvidemos el incidente. Quien me ha hablado dos veces del asunto tenía por lo visto ganas de chismorrear» (carta de Castro a Coromines, 2/4/1955). Sin embargo, poco más de un mes después, don Américo le escribe nuevamente, pues ha comprobado que el DCEC incluye algunas de sus propuestas etimológicas inéditas, que él ha comunicado generosamente a Coromines y que este ha sometido al mismo tipo de crítica que sufrían las publicaciones en forma de artículos; y ello a pesar de sus repetidas peticiones de que se sirviese solo de aquellas hipótesis que le parecieran correctas y dejase de lado las restantes. Por fin he tenido ocasión de dar un vistazo a su magnífico Diccionario en casa de un amigo. Le agradezco mucho las menciones que hace de mi nombre (en casos, por ejemplo, como la etimología de barato), pero como ya le dije en anteriores ocasiones le comuniqué a usted esos materiales para que los aprovechara si contenían etimologías acertadas, y no como tanteos y borrones de carácter íntimo solamente (carta de Castro a Coromines a Castro, 11/5/1955).

Por ello le pide que «en los sucesivos tomos no dé como intentos de etimologías míos, lo que en realidad no lo es», pues «le remití aquellas notas más bien por los vocablos que había en ellos, que por su significación etimológica, —fuera del caso de piropo, víveres, etc., en que la etimología es evidente» (carta de Castro a Coromines, 11/5/1955)15. –––––––— 15

Lo cierto es que al ocuparse de la voz víveres (DCEC: s. v. vivo), Coromines no menciona a don Américo, aunque sí lo hace extensamente al tratar la palabra piropo (DCEC: s. v. piro-: «Piropo ‘cierta piedra preciosa o metal brillante’ [APal.], ‘requiebro, flores, palabra lisonjera

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¿Qué ha sucedido en este caso? Volvamos nuevamente la vista atrás, en esta ocasión al momento en que, forzado a abandonar España al terminar la Guerra Civil, Coromines había obtenido un puesto en la joven universidad argentina de Mendoza, gracias al decidido apoyo de Amado Alonso y Ramón Menéndez Pidal (quien no dudó en soslayar algunas facetas de la actividad política de su discípulo que no desconocía)16. Aparentemente se resigna entonces Coromines a dejar a un lado la filología catalana para centrarse en la castellana17, mas opta por trabajar en el terreno de la etimología, por lo que esto significaba, en el fondo, de continuar estudiando de modo encubierto el catalán18. –––––––— que se dice a una mujer bonita’ [¿Quevedo?; Acad. 1843, no 1817], del lat. pyrōpus ‘aleación de cobre y oro, de color rojo brillante’ [...]»), pues detalla que La ac. moderna ‘requiebro’ parte del empleo del vocablo en el sentido de ‘piedra preciosa’, dirigido como lisonja a una mujer [...]. En todo caso, con esto no está todo dicho, pues costaría comprender esta expansión callejera de una voz tan erudita en su sentido propio. Pero los humanistas españoles emplearon el vocablo en sus versos latinos, y en particular se lee al principio de la Retórica de Arias Montano (1569) «Pinge me egregiam vultu formaque puellam, / cuique gena roseo surgant de lacte colore / lumina, stellanti denigrent luce pyropum» (ed. Valencia, 1775, p. 5). Como certeramente me escribe D. Américo Castro: “estos versos se grabarían en la memoria del joven estudiante que aprendía la Retórica como libro de texto; pyropus aparecía en un contexto, para él, de incitante sensualidad; porque los versos que siguen son ‘Assistant labiis Veneres; sit nasus Amoris / quam solet hamatis pharetram complere sagittis’. Los muchachos comenzarían llamando a sus novias piropos, a echar piropos, etc.; del lenguaje de la escuela se pasaría al de la calle, con la misma pedantería juvenil que llevaba a enseñarle a la novia alfabetos raros (griego, árabe o sánscrito) para escribirle sin que se enterara la familia”. Y, en efecto, es probable que Arias Montano sea el punto de partida inicial. 16

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Menéndez Pidal había recomendado a Ricardo Levene y a Ricardo Rojas la contratación de Coromines, y tan eficaz resultó su mediación que, según contó Amado Alonso a Coromines, aunque «habían desistido de traerle a usted pues el Gobierno no quiere extranjeros, especialmente ni judíos ni españoles», sin embargo «la carta de Don Ramón ha cambiado las cosas» (carta de Alonso a Coromines, 14/7/1939, Pascual / Pérez Pascual 2006: 99, n. 3). Para facilitar el viaje de su discípulo, todavía habrá de escribir don Ramón al diplomático español Cristóbal del Castillo que «D. Juan Corominas, a quien conozco desde estudiante, jamás ha tenido actividad política. Su consagración al trabajo científico es total» (carta de Menéndez Pidal a Castillo, 13/7/1939, ápud Pascual / Pérez Pascual 2006: 101, n. 1). Como puede leerse en otro lugar, si «el diccionario etimológico del castellano fue al principio un hijo buscado, pero no deseado, Coromines terminó encariñándose con este producto de la mente, más que del corazón, al que se dedicó con todas sus fuerzas» (Pascual / Pérez Pascual 2006: 19). Expone a Menéndez Pidal la idea del DCEC y la justifica porque se sentía con fuerza «acaso ¿quién sabe? hasta para hacer este diccionario etimológico castellano, que tanta falta está haciendo» (carta de Coromines a Menéndez Pidal, 23/5/1940, ápud Pascual / Pérez Pascual 2006: 112). Ya había expuesto este plan a Francesc de B. Moll casi un año antes, presentándolo como una suerte de entretenimiento a la espera de un tiempo mejor en que poder dedicarse al diccionario catalán («Il y a longtemps que je réunis des matériaux pour faire un Dictionnaire étymologique de ma langue maternelle. J’en ai énormément. En même temps, j’ai pris des notes assez abondantes qui pourraient servir de base a un Dictionnaire étymologique espagnol. Il y a là une des lacunes les plus remarquables de la bibliographie romanistique et de la bibliographie espagnole. Si vraiment je passe quelque temps en Argentine je

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En cuanto a Américo Castro, compañero en el obligado exilio, Coromines le escribe en un tono extremadamente cordial el 10 de enero de 1940, al poco de su llegada a Argentina, poniéndole al tanto de su situación; y lo hace incluso antes de escribir al propio Menéndez Pidal, que le había ayudado de modo tan decisivo y a quien no se dirige, sin embargo, hasta el 23 de mayo de ese mismo año. Una vez obtenida la bendición de Menéndez Pidal para afrontar el proyectado DCEC, se anima a comunicar sus planes a Castro, aunque no de forma tan demorada como lo había hecho a don Ramón en diciembre de 194319, poniéndole al tanto de los progresos realizados en esos primeros años de acopios bibliográficos: me privo del descanso necesario dedicando la mayor parte de este tiempo a recoger materiales de mi diccionario etimológico del castellano [...]. Tengo ya extractadas las colecciones de varias revistas [...] y muchos diccionarios y otros libros [...]. Anoto, de todas esas fuentes, muchísimos datos y opiniones, pero todo esto lo someteré en la obra a una crítica o eliminación implacables (carta de Coromines a Castro, 12/5/1943). le he hablado ya del Diccionario Etimológico Español que tengo en preparación y al que vengo dedicándome intensamente desde hace más de 5 años (carta de Coromines a Castro, 2/9/1944).

Y es que, para llevar adelante el ambicioso proyecto del DCEC con sus solas fuerzas, Coromines tuvo que fijar desde el principio unos férreos límites al estudio y un riguroso plan de trabajo que cumplió a rajatabla, aun a costa de un gran sacrificio personal: «Empecé el diccionario joven y lo he acabado envejecido prematuramente por un esfuerzo que no sin razón califica Jud de inhumano. Once, doce y a veces quince horas de trabajo fueron mi pan cotidiano durante los últimos años» (carta de Coromines a Menéndez Pidal, 13/5/1952, ápud Pascual / Pérez Pascual 2006: 268). Y mientras García de Diego prosigue con sus labores en España y Coromines inicia las suyas, aparentemente don Américo no siente ya interés por sus antiguos trabajos lexicográficos y etimológicos20, aunque sus palabras evidencian un poso de amargura por no haber podido acometer él mismo esa tarea: –––––––—

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ferais peut-être ce Dictionnaire étymologique espagnol. Ce ne serait pas un ouvrage aussi complet ni aussi ambitieux que l’autre, ce serait quelque chose de pratique et plutôt brief [...]» (carta de Coromines a Moll, 7/7/1939, ápud Ferrer / Pujadas 2000: 98). Esa carta de Coromines a Menéndez Pidal resulta extraordinariamente importante para conocer cómo se iniciaron las labores del DCEC (puede leerse en Pascual / Pérez Pascual 2006: 124-134). Esther Hernández observa con sagacidad que ya antes del estallido de la Guerra y su posterior exilio se aprecia una «renovación de los intereses lingüísticos» de don Américo, así como «su renuncia a la metodología positivista» (2012: 96). Buena prueba de ello son sus palabras en una de las cartas que dirige a Coromines en 1942: «hoy pienso haber perdido muchos años en trabajos sabios. Me interesa más lo que piensan y sienten los que hablan, que describir la forma en que hablan; [...] la forma del lenguaje no me interesa sino como expresión de la humanidad del que habla o escribe» (carta de Castro a Coromines, 17/4/1942).

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Ojalá pueda trabajar en ese diccionario etimológico. Yo tenía millares de papeletas casi listas, y allí se quedaron. Un diccionario, sin la sequedad de los existentes, con inclusión de problemas vivos, prestaría servicios inmensos, y marcaría el camino a nuevos procedimientos lexicográficos (carta de Castro a Coromines, 23/9/1944).

Y ante las continuas quejas de Coromines acerca de sus dificultades para acceder a parte de la bibliografía que precisa, será Américo Castro quien le aconseje solicitar una beca Guggenheim para poder trasladarse a Estados Unidos y completar allí los trabajos preparatorios del DCEC: Dé usted mi nombre como referencia, y otros varios. Si con esa modesta remuneración puede vivir aquí uno o dos años, tal vez más tarde halle usted mismo hueco. Entretanto puede ser que se arreglen las cosas en España, si usted pertenece al grupo de los que piensan volver (carta de Castro a Coromines, 23/9/1944).

Pero la intervención del granadino fue mucho más allá de sugerir a Coromines presentarse a esa beca, pues don Américo era por esas fechas uno de los más destacados asesores de la Fundación en el campo de las Humanidades21. Además de esa intervención puntual, mas decisiva para el feliz discurrir del trabajo lexicográfico de Coromines, también podemos conocer, gracias a la correspondencia cruzada, otras facetas de la desinteresada colaboración de Castro, si se examinan algunas secciones del DCEC y, muy especialmente, remitiéndole diversos materiales. La lectura demorada de unas cuantas páginas del diccionario basta para que nos encontremos una y otra vez con el nombre de don Américo; naturalmente, buena parte de esas menciones remiten a materiales publicados por el granadino22, pero también a algunos inéditos que le hace llegar, pues le ofrece generosamente «algunos materiales lingüísticos que ya no podré utilizar»: Prefiero ocuparme de tal asunto ahora, para que no tengan esa preocupación quienes en un día hayan de disponer mis papeles. Aún más importante es que tales materiales, si de algo sirven, vayan a quienes mejor sepan utilizarlos (carta de Castro a Coromines, 22/2/1953).

En la carta detalla en qué consisten esos materiales, de no escaso valor; entre ellos figuran tres o cuatro mil papeletas del lenguaje de Buenos Aires, materiales recogidos por él del judeo-español marroquí, y, probablemente lo más interesante, unas copias que había realizado de unos inventarios de la catedral de Toledo («El texto ha sido papeleteado en su casi totalidad») acerca de los cuales incluye Coromines una –––––––— 21

Años más tarde, respondiendo a una petición de apoyo de Coromines para su hermano Ernest, Castro le confesará que había estado «siete años en la Guggenheim», y que había renunciado: Me daba trabajo, y sobre todo me llegó a resultar inaguantable que gentes, que nada me importaban, me frieran a recomendaciones, a reserva de no acordarse de uno una vez recibida la merced [...]. Créame que siento mucho no hacer ahora lo que hice con gran interés en el caso de usted. Pero son cosas distintas (carta de Castro a Coromines, 27/5/1947).

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Así Castro / Onís (1916) o Castro (1936); véanse, por ejemplo, las entradas alinde, aljaba, almodrote o barragán del DCEC.

Américo Castro y el Diccionario etimológico de Joan Coromines

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nota entre las indicaciones bibliográficas: «debo además a este maestro mío la utilización del léxico de docs. toledanos inéditos del s. xv, que cito en cada caso detalladamente» (DCEC: XXXVIII). Puede comprobarse la escrupulosidad del filólogo catalán mediante la lectura de la entrada abalorio, donde documenta «trenas de haualloro» en esos inventarios, con la acotación «comunicación de A. Castro». Le confiesa don Américo que Como soy, después de todo, un lexicógrafo fallido [...] este material me pone los dientes largos. [...] ¿quiere que le regale esto?, ¿publicaría usted algún día estos textos, con un vocabulario? ¿No enriquecerían estas, creo que desconocidas palabras, su Diccionario etimológico? [...] Lástima que no estemos más cerca, para que usted inspeccione estas cosas. Es usted la única persona con saber y capacidad efectivos en este campo, a nadie mejor podría confiarle mis materiales en bruto. Podría meter todo en una maleta (o lo que le interese), y mandárselo bien asegurado. Si no lo quiere, sugiérame a alguien si lo conoce (carta de Castro a Coromines, 22/2/1953).

Muchas de las ocasiones en que se cita a don Américo en el DCEC tienen que ver, claro está, con el establecimiento de primeras documentaciones, pero también presta atención el catalán a algunas propuestas etimológicas que le había hecho llegar («Como yo no soy etimólogo, le daré a usted las cosillas menudas que me salgan al paso», escribe Castro a Coromines, 14/3/1947), y que somete a un riguroso escrutinio, como las de tantos otros especialistas. De hecho, acepta algunas de sus propuestas: Don Américo Castro, en una importante nota [...], que según ocurre demasiadas veces con los trabajos de filólogos hispánicos, quedó inadvertida de los romanistas extranjeros (M-L, Wartburg, Gamillscheg, Bloch), llamó la atención acerca del valor que para la intrincada etimología de este vocablo internacional puede tener el cast. ant. correo ‘bolsa para dinero’; suponía el Sr. Castro que de ahí se pudo pasar a ‘bolsa para llevar cartas’, de donde vendría a designar la persona que la llevaba23,

mientras que descarta otras con un tono no más agresivo que el que tiñe sus críticas a otros lingüísticas y filólogos (me atrevería a decir que notablemente más contenido): El Sr. Américo Castro me sugiere que el sentido castellano podría también derivar del conservado en francés antiguo. Las bellaquerías serían ‘errores de juventud’, ‘mocedades (en el significado caballeresco del término)’. Es perfectamente posible la idea del respetado maestro, pero creo más sencillo atenerme, como acepción inicial, a la única atestiguada en España, de ‘campesino, villano’24.

Sin embargo, lo cierto es que, como se quejaba Castro, entre las propuestas etimológicas examinadas figuran bastantes que nunca habían sido publicadas y que don Américo le había hecho llegar. Veamos algún ejemplo en el que podemos re–––––––— 23

DCEC s. v. correo; pueden verse también, a modo de ejemplo, las voces aire, ajomate, alto,

24

DCEC s. v. bellaco; véanse también, por ejemplo, las voces azul o cocer.

angarillas, carro, cierne, colcha, cuchara o chabola.

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José Ignacio Pérez Pascual

construir el proceso: a raíz de un comentario de Castro un año antes25, Coromines le envía el texto que acaba de preparar para el artículo casta Creo que castus queda descartado definitivamente, y que el germánico aparece muy probable aunque hipotético. El ár. saîh, aunque significa ‘puro’ y ‘casto’, dudo que pueda conducirnos a parte alguna, pues no se ha sustantivado que yo sepa en el sentido de ‘raza’ o ‘casta’ (que se haya aplicado a la pureza de un linaje no tiene nada de particular pues así ocurre con sus iguales de todos los idiomas). ¿Le parece a usted que lo diga en una nota, o cree preferible que lo deje sin mencionar? (carta de Coromines a Castro, 13/6/1948).

Don Américo le contesta, aprovechando la ocasión para criticar con sorna el modo de trabajo de investigadores como Wartburg o Malkiel: Su artículo casta es estupendo. Me gusta la naturalidad antipedantesca con que trata las etimologías, sin erizamiento de notas: como una grata conversación, algo humano. Estoy hasta los pelos de erudiciones y estiramientos. Su diccionario va a ser el mejor de los existentes, sin sequedad como el REW o el FEW, o esas cosas del amigo Malkiel con 300 notas per «fer bonic» [...]. Confirmaría su razonable etimología echadura ‘nidada de pollos’. En la Vega de Granada, cuando en casa salía un melón bueno, se guardaban las semillas «para casta». La cosa debió comenzar con plantas y animales, y de ahí se pasaría a «gente de buena casta». (Lo del árabe no sirve, claro; a menos de buscar, o encontrar, datos de que carecemos, y yo no tengo tiempo para trabajar en ello). Lo de cast es bueno, y muy defendible. Cast sería, pues, un nombre desde el comienzo, «echadura, echada»; para la -a habría que pensar en cosas como bast – basta; o en un verbal de un encastar «para encasta, para casta». Usted verá, que sabe más de todo ello (carta de Castro a Coromines, 19/6/1948).

Coromines, con extremada puntillosidad, dará finalmente cuenta de este diálogo científico: D. Américo Castro sugería la posibilidad de que hubiese en casta un calco del ár. sarîh, ‘puro, sin mezcla’, que se aplica a animales y personas de raza pura (Lane, s. v.). Pero como sarîh no significa ‘casto’, sino únicamente ‘sin mezcla’, no veo paridad real con el románico casta. Leída mi etimología me escribe el mismo maestro que le parece probable, y compara oportunamente la relación entre *kasts y kasta ‘lanzar’ con la existente entre el castellano echadura ‘nidada de pollos’ y el verbo echar (DCEC, s. v. casta, n. 7).

Pero no siempre es Castro el que da el primer paso en el intercambio de información, pues en ocasiones ha sido Coromines quien ha realizado una consulta concreta a su antiguo profesor:

–––––––— 25

«Lo de casta es un lío, y renuncio a ello, en uno u otro modo, de limpieza moral, artística: a culpa de castas ‘de limpia conducta’, etc. El que casta sea sólo esp. y port. apunta al árabe; pero me faltan las razones que poseo para hidalgo y los demás ejemplos. Si averiguara algo, que lo dudo, se lo diría. Ya dejé esas búsquedas, que sólo me interesaban para fijar la atmósfera histórica de la “Spanische Lebensform”» (carta de Castro a Coromines, 27/5/1947).

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¿Podría usted informarme del sentido verdadero de la palabra cauchil en Granada? Autoridades define «hoyo tapado por una losa, en el cual se juntan varios caños de agua, y desde el cual toman los vecinos la que necesita, abriendo el caño correspondiente», y uno de los autores que cita confirma esta definición; el otro es ambiguo. Pero según Alcalá Venceslada es ‘alcantarilla’, y quizá sea éste el significado originario, pues en Méjico alcantarilla ha tomado el sign. ‘arca de agua’. Es importante aclarar la duda, porque si tiene razón Venceslada será forma mozárabe de cauce + -ellus, y si la tiene Aut. deberá pensarse más bien en un congénere del fr. ant. choisel ‘depósito de agua junto a una rueda hidráulica’ caucellus, de caucus ‘copa’. Aunque este artículo quedó redactado ya hace 5 meses, podría aún rectificar el resultado si puede asegurarse la significación (carta de Coromines a Castro, 13/6/1948).

Castro responde al punto, aclarando el significado solicitado y aportando también sus juicios sobre las propuestas etimológicas en liza: Mi idea de cauchil es «registro, abertura, por donde el cañero (‘el que cuida las cañerías’) metía el brazo y arreglaba la cañería». Me parece, aunque no me acuerdo bien después de casi medio siglo, que a las bocas en donde enchufaban las mangas de riego les llamaban también cauchiles. La etimología cauce es buena, parece. Aunque me inclinaría más a relacionar cauchil con capitellu, como variante de cauchil (que es alcachofa, otra cosa). ¿El cauchil sería la cabeza del caño de agua? Cf. «la cabeza del río» Alex. 1749, que sería el ár. ras al-ain ‘source, spring’. El diccionario de la Acad. da la ac. manantial para cabeza, pero no recuerdo autoridades en el Dic. Histórico fuera de eso del Alex. Creo esto más verosímil, que cauce, pues no es él lo que interesa, sino el punto desde donde se llega a él: tête de ligne: Si hay cabezo, pudo haber *cabecillo (carta de Castro a Coromines, 19/6/1948).

Un caso muy especial que supone probablemente el ejemplo de más estrecha colaboración de Castro con Coromines es el del artículo baratar, pues el lexicógrafo catalán se sirve ampliamente de los materiales redactados por el granadino, quien le confiesa haber detenido su trabajo «por no saber cómo coordinar lo español y lo románico. [...] Lo probable es que nada tengan que ver las formas de barato ‘cheap’ y las demás palabras o acepciones. No sé». Castro le envía sus notas en la confianza de que «Si usted, con su enorme pericia, puede sacar algo de todo eso, hágalo. Si no olvídelo. A mí me parece que mi hipótesis no es mala» y precisa que habría que «cotejar las citas, y, desde luego, redactar decentemente estas notas de cositas. Mas lo primero, es probar que no es un error»; llega incluso a proponerle que «Si usted tiene tiempo y avíos para ello, lo podemos publicar entre los dos» (carta de Castro a Coromines, 23/1/1947)26. Naturalmente, junto a las numerosas ocasiones en que se hace eco en el DCEC de las propuestas epistolares de Castro, en otras ocasiones, posiblemente por no encontrar razonable la etimología propuesta, atiende a sus indicaciones y no menciona esas hipótesis que el maestro juzga ocurrencias escasamente meditadas a las que no puede dedicar su tiempo, simples divertimentos en los que se solaza: –––––––— 26

Me he demorado examinando el aprovechamiento por parte de Coromines de las sugerencias de Castro respecto a esta voz en Pérez Pascual (2012).

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Qué lástima que esté tan lejos. Me divertiría mucho curiosearle las etimologías, y darle bastantes cosillas que usted aceptaría o rechazaría luego (carta de Castro a Coromines, 23/1/1947). Le mando a usted ahora algunas, tal vez, tontunas. Como en otros casos, se lo mando para que lo apruebe o tire al cesto. [...] No tengo bibliografía, ni me ocupo de lexicografía; pero inconscientemente, salen palabras en textos que leo para fines literarios, y me acuerdo de que antaño me divirtieron mucho esas cosas (carta de Castro a Coromines, 16/11/1951).

Y es que, en palabras de don Américo, Ya no sirvo para etimologías. Nunca fui muy bueno en ellas, por falta de memoria, y poder asociativo de los detalles. Ahora sin papeletas, ignorando lo que se ha publicado, y olvidando pronto lo que leo ocasionalmente, soy un inútil consejero. Me limito a decirle lo que buenamente viene a la máquina, y usted que está en plena erudición etimológica verá lo que hace con mis datos —échelos al cesto (carta de Castro a Coromines, 19/6/1948).

En la correspondencia conservada manifiesta una y otra vez Castro su satisfacción por el trabajo que está llevando a cabo el filólogo catalán («Usted es el único para cribar y decidir etimologías, sin manías ni prejuicios, ni aturdimientos», carta de Castro a Coromines, 25/6/1950), que valora muy especialmente en lo que se aleja del modelo de Wartburg: «Su etimología de hazaña me parece excelente. Qué descanso leer exposiciones humanas, serenas, —no ríspidas e hirsutas— de la historia de las palabras. Los etimólogos a la germana son sencillamente unos bárbaros. ¿De qué les sirve tratar durante años con la Romania grácil?» (carta de Castro a Coromines, 16/11/1951). Pero también le indica repetidamente que esas hipótesis que le suele remitir son simples sugerencias que no desea ver impresas: «Supongo que, a la postre, no habrá citado las sugestiones que a veces le mandé por si en ellas había algo aprovechable», a pesar de que el propio don Américo considera algunas seguras (piropo o víveres), mientras que otras «eran meros atisbos, de los muchos que quedan en las papeletas de uno y nunca salen a la calle (lo de barato, por ejemplo)» (carta de Castro a Coromines, 27/2/1953)27. En otra carta manifiesta su reticencia a que aluda en el DCEC a ciertas hipótesis concretas, como la que propone para igüedo, pues «en la intimidad hacemos todos conjeturas que luego, en muchos casos al menos, son bobadas. A veces una de esas bobadas resulta ser la solución. Le mandé a usted aquellas papeletas más por los datos que por las etimologías» (carta de Castro a Coromines, 16/11/1951). También en esta ocasión toma cumplida nota Coromines de la información proporcionada («Completo estos datos con algunos que me señala don Américo Castro. En Alcañices (Zamora) güedro es ‘cabrito’, y en otro pueblo vecino la misma forma vale –––––––— 27

Aunque, paradójicamente, más tarde agradecerá precisamente «las menciones que hace de mi nombre (en casos, por ejemplo, como la etimología de barato)» (carta de Castro a Coromines, 11/5/1955).

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‘cabrón capado’ y güedra ‘chiva de dos años [...]»), para ofrecer a continuación noticia de la propuesta etimológica: El Sr. Castro había pensado en considerar igüedo variante del antiguo eguado (aequatus) que parece significar ‘mozo’ en Berceo (Signos, 24), Calila (p. 482), Cortes de 1252 (Anales de la Junta de A. de E. III, 134), Juan Manuel (Caza, p. 49), J. Ruiz (480), con variante iguado en López de Ayala (Caza, p. 139): el cambio de iguado en igüedo se debería al influjo de las formas dialectales güe ‘buey’ y güeya ‘oveja’, en las combinaciones güe iguado, güeya iguada,

e informar acerca de las objeciones que el propio don Américo había alegado, que transcribe con un tono extremadamente respetuoso: Pero mi sabio maestro se apresura a añadir certeramente «el obstáculo del cambio de a en e es tal que me hace dudar de lo justo de mi hipótesis, siendo así que cada vez me siento más enemigo de la fantástica arbitrariedad que inunda el campo de las investigaciones etimológicas.

Añade a esas objeciones sus propias observaciones críticas en efecto, aun contra la ingeniosa pero sutil explicación que sugiere para el cambio de gua en güe, hay dos serios obstáculos: las formas güe y güeya son sólo leonesas, más precisamente asturianas, y de fecha muy moderna, mientras que la forma igüedo se extiende desde Albacete a Zamora y ya aparece en el S. XV. Por otra parte hay godayo, alho, y otras formas que creo emparentadas, que orientan nuestra indagación en otro sentido,

para exponer finalmente su propia propuesta: Es muy probable que igüedo sea la forma castellana correspondiente al port. bode ‘macho cabrío’, gall. bòde íd. y ‘pellejo inflado’, ‘obeso’; la diptongación de o en ue está en regla, puesto que bode tiene o abierta, por lo menos en Galicia, y la vacilación de las formas españolas entre e-, es-, en- o cero, correspondería bien a una base ebŏtu o egŏtu [...].

Mas, a pesar del tono mesurado de que hace gala Coromines, don Américo insistirá en que le había pedido que no mencionara «conjeturas erróneas, que estaban en mis notas sin miras a la publicidad, como simples intentos» (carta de Castro a Coromines a Castro, 2/4/1955) y volverá sobre ello a lo largo de los años, siempre en un tono mesurado y dejando abierta a Coromines una vía de escape para que se pueda justificar: Me dicen que se agotó el primer volumen de su Diccionario, como es natural acontezca dado el gran mérito de su obra. Voy, con todo, a aprovechar esta información que casualmente he oído para rogarle que en una nueva edición no discuta y objete a cosas que yo le di, a notas íntimas, que yo no había publicado justamente por parecerme simples ocurrencias sin seguro fundamento. Le entregué a usted eso, como otras cosas, por si los datos le servían de algo. Luego he visto que usted trata esas notas privadas, algo así como cartas a usted, como si fueran artículos de revista. Me ha sorprendido mucho, y también se han extrañado de ello las personas que conocen ese hecho. Comprendo que en el manejo de tan abundantes materiales se produzcan confusiones como ésta.

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Usted, que no ha tenido inconveniente en decirme cosas desagradables en su diccionario (por el que tanto me interesé), no se sorprenderá de que yo le pida esa rectificación privadamente (carta de Castro a Coromines, 30/10/1959). A mí no me molesta la crítica correcta. Todas las etimologías [...] se prestan a ser discurridas, y todos nos equivocamos. Lo único que no está bien, y usted deberá rectificar, es objetar en público a lo dicho en privado, o más bien, a lo no dicho. Cuando no se publica una etimología es porque la explicación de la palabra en cuestión ha dejado de existir para uno. Lo único que puede valer es el material en bruto usado por mí (vocablos, textos). Yo le dije a usted que hiciera lo que quisiera, claro; pero si le regalo un bastón, para usarlo a su antojo, no espero que me dé con él en la cabeza (carta de Castro a Coromines, 1/12/1959).

Don Américo acabará pasando por alto el comportamiento de Coromines y le disculpará, escribiéndole que no merece la pena entrar en discusión sobre «mis ensayos etimológicos íntimos y fallidos, y por lo mismo inexistentes. Usted es una buena persona y, para mí, admirable lexicógrafo» y si «usted no va a hacer otra edición de su Diccionario, no vale la pena hablar más de ello» (carta de Castro a Coromines, 25/2/1960). Así pues, aunque el desencuentro entre los dos investigadores había sido muy serio en el momento de la publicación del DCEC, su amistad resistió la prueba y la correspondencia entre ambos prosiguió, llegando incluso a un apasionante intercambio epistolar en torno a las voces español y catalán, cuya ausencia en el diccionario Castro no comprendía.

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Américo Castro y el Diccionario etimológico de Joan Coromines

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Panorama de la lexicografía histórica del francés Gilles Roques CNRS-ATILF (Nancy)

Overview of the historical lexicography of French Abstract The historical linguistics of French was reflected initially in dictionaries. The first elements can be found in dictionaries dating from the sixteenth century, particularly in Nicot. Its real birth, however, took place in the mid-seventeenth century, with the appearance of the two poles between which it has constantly leant: the etymological aspect which incorporates Ménage (1650) and the philological or textual aspect as shown by Borel (1655). After a long period of stagnation, the historical study of language was revitalized, in its textual side, at the end of the eighteenth century (La Curne de Sainte Palaye), and to his work was added the etymological study carried out by the disciples of Diez. Littré, prolonged by the Dictionnaire Général, which was a moment of synthesis between the two streams. Then prevailed the historical aspect with Godefroy, in dictionary form, and then with Brunot in college format. The opposition, which proved to be overwhelming, came from studies of dialectology (Gilliéron) in the first quarter of the twentieth century. It would, however, be precisely a number of dialectologists — Gilliéron’s disciples, namely Bloch and then Wartburg, who reintroduced the subject in the form of etymological dictionaries. It may be considered that there is currently a new phase of the discipline in an ongoing stage, a phase which, marked by modern techniques means, which allows us to fully reconsider the knowledge acquired to date. Keywords French language, historical lexicography, linguistic historiography

1.

Los orígenes 1

Las palabras tienen una historia y el francés una larga tradición en materia de lexicografía histórica. Como era de esperar, esta tradición se ha plasmado de entrada en los diccionarios. En el origen de los diccionarios están las glosas que acompañan a los textos como ayuda a la lectura; la reunión de estas glosas está en la base de los prime–––––––— 1

La traducción de este texto del francés al español ha sido realizada por María Dolores Sánchez Palomino, de la Universidade da Coruña.

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Gilles Roques

ros diccionarios latinos y de los glosarios bilingües latín-francés (Lindemann 1994: 124-129). Estos últimos años se han publicado importantes glosarios de los siglos xiv y xv, latín-francés (Merrilees / Edwards 1994, Grondeux 1998, Merrilees / Edwards 2002) y francés-latín (Merrilees / Monfrin 1998), que permiten analizar bien su contenido. Una novedad importante tuvo lugar en el siglo xvi con la cita de autores franceses en los diccionarios francés-latín; esta novedad venía marcada en los genes mismos de esos diccionarios, el primero de los cuales, el Dictionaire francoislatin de Estienne (1539), no es, en origen y en lo esencial, sino la inversión en modo francés-latín del Dictionarium latinogallicum de Estienne (1538) (Wooldridge 1997: 244). Ahora bien, este último diccionario había heredado del Dictionarium de Calepinus (1502) el principio de introducir referencias para sus fuentes textuales latinas. Si estas últimas desaparecen casi por completo de los diccionarios francés-latín, a partir del Dictionaire francoislatin de Thierry (1564) empiezan a aparecer, en cambio, referencias de fuentes francesas, que aumentarán en lo sucesivo (Wooldridge 1989: 78-99). Sin embargo, las citas de algunos pasajes de Artus de Bretagne, Berinus, Guy de Waruich o Huon de Bordeaux no deben llevarnos a engaño; en realidad, están sacadas de impresiones del siglo xvi, que tenían un gran éxito en la época. Estas citas proporcionaron entradas como accube ‘tienda de campaña’ (de ahí «accube (Th 1564 - Oud 1660)» en el FEW 19, 96b), s’alouser ‘jactarse’ (lo que explica «mfr. s’alouser [‘jactarse’]» (1530-Huls 1614)» en el FEW 5, 210a, teniendo en cuenta que la fecha de 1530 es espuria), creancer ‘prometer solemnemente’ (en este caso el FEW 2, 1303b hace gala de una cierta prudencia al añadir a la indicación de «mfr. creancer (1488-1530, Gdf; Chastell)» una nota 23, en la que precisa que las documentaciones de «Th 1564 - Cotgr 1611» son solo ecos de la «Prosa-Artus-Romane»). Nicot (1606) incrementa este fenómeno. Por ejemplo, uno de los textos que cita más a menudo, concretamente en ciento veinte pasajes, Les Annales et Chroniques de France, de Gilles Nicole, es citado según una impresión contemporánea, ya que esta obra, compuesta a finales del siglo xv, fue reeditada constantemente hasta 1617. Así pues, no existe aquí una verdadera historia del vocabulario; como mucho, una espesura histórica que nos muestra usos variados en el tiempo, incluyendo arcaísmos. Menos de medio siglo después de la publicación póstuma del Trésor de Jean Nicot (muerto en 1604), aparecen dos obras de estilo bien diferente: en primer lugar, en 1650, Les origines de la langue française de Gilles Ménage; luego, en 1655, el Trésor de recherches et antiquitéz gauloises et françoises de Pierre Borel. La primera es una obra etimológica, que anticipa los grandes trabajos de Diez, en el siglo xix, y Wartburg, en el xx. Su autor aspira a encontrar el origen de las palabras pero, al hacerlo, se apoya cuando puede en textos de francés antiguo, como por ejemplo para explicar las palabras galand, galanterie, donde hace intervenir «l’ancien mot François gale qui signifie réjouissance et bonne chère», documentada en Alain Chartier y Froissart, de los que cita pasajes, para seguir después con la búsqueda de la prehistoria de la palabra. El autor de la segunda es menos ambicioso; no se priva de dar el origen supuesto de una palabra, pero cuando lo hace, es de forma lapidaria. Su ambición es otra: parte del examen atento y de una interpretación a menudo exacta de las palabras en su contexto. Ha leído manuscritos antiguos. Así, conoce ya a Chrestien o Christian de Troye, citado (en «la Bibliothèque ou Catalogue des anciens Poëtes François [...]

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dont je me suis servy en cet Ouvrage») como el autor del «Chevalier au lion» y del «R. de la Charrette» (en ello es tributario de Claude Fauchet; de un ms. de Fauchet, ahora Biblioteca Vaticana, Regina 1725, toma su cita del «Chevalier au lion» en el artículo maloz), y ha leído incluso el Perceval, al que da el título de Gauvain. La lexicografía posterior ha sacado provecho de su diccionario. Un texto al que Borel recurre ampliamente es el Ovide Moralisé de principios del siglo xiv, que cita (por ejemplo, en las palabras frapon ‘golpe’ 208 (cf. Gdf 4, 129c); galonner ‘rizar’ 215 (cf. Gdf 4, 213c); jagliau 'flor del gladiolo' 270), como sacado d’«un fort grand Ovide manuscrit en velin commenté & enrichy de miniatures appartenant a M. Conrart, Conseiller & Secrétaire du Roy». Desde este punto de vista, Borel se muestra ya como un digno precursor de los eruditos del siglo xviii y principios del xix, mejor conocidos. Puede decirse que ha producido el primer diccionario histórico de la lengua francesa.

2.

La época clásica (siglos xvii y xviii)

El camino abierto por Borel solo fue seguido después por eruditos. Los grandes diccionarios de finales del xvii más bien perfeccionaron la vía coronada por Nicot. En particular, Richelet (1680) marca una etapa importante (Bray 1986) al redactar un diccionario ilustrado sistemáticamente con citas y valorar de modo especial la noción de «bon usage»; ambas opciones favorecen el habla parisina del círculo de amigos de Richelet. Se elimina, pues, cualquier indicación diatópica, que tan bien se había visto representada en la serie de los Estienne-Nicot (Roques 1989). Este punto de vista puramente sincrónico predominó en los diccionarios posteriores, tanto en Furetière (1690) como en la serie de diccionarios de la Académie Française (desde 1694) y en Féraud (1787). No obstante, se observa que este último autor, provenzal, fue sensible a la historia y a la geografía de las palabras en mayor medida que sus predecesores, a menudo con la mediación de Ménage: PIMPRENELLE, ou PIMPINELLE, s. f. [...] Nicot a dit pempernelle: on dit en Anjou pimpenelle, et à Paris pimprenelle: c’est donc comme il faut parler. MÉN. - M. Desgrouais

traite pimpinelle de gasconisme.

COCAGNE, s. f. [...] C’est cocagne de faire cela, pour dire, cela est agréable, est un pro-

vençalisme, un gasconisme [...]. Cette façon de parler (pays de cocagne) n’est pas anciène dans la Langue: on ne la trouve ni dans Rabelais, ni dans Marot, ni dans Regnier. Ménage n’en a rien dit dans ses Etymologies. Voy. les Rem. sur la VIe Sat. de Boileau, vers 119. Paris est pour un riche un pays de cocagne, Sans sortir de la ville, il trouve la campagne.

Así, llegado el caso, Féraud puede citar versos o palabras de Marot o de Ronsard (unas quince citas cada uno), pero lo hace más a título de curiosidad, o incluso para distinguirse: COURS, s. m. [...] Rem. S’il faut en croire Ménage, on dit indiféremment le cours, ou la

course d’une rivière. Il cite pour exemple ces vers de Ronsard; «Bien que la course de

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Sarte, Qui ton Maine fait valoir, En serpentant ne s’écarte Du cours de mon petit Loir». Ronsard n’est pas aujourd’hui une autorité à citer,

o para distinguir a los autores que cita: ENFIELLÉ, ÉE, adj. [...] Son coeur enfiellé n’a pu se contenir. Linguet. Ce mot paraît

forgé d’après emmiellé. Ronsard s’en était servi: mais très-probablement ce n’est pas à lui que le célèbre Auteur des Annales l’a emprunté: il y a plus d’aparence qu’il l’a créé de nouveau.

Una sola obra se aparta de este consenso, Le Roux (1718), que no pretende describir un estado de lengua, sino que recoge expresiones metafóricas y las ilustra mediante referencias literarias en las que aparecen autores del siglo xvi como Cholières, Marot o Rabelais, tendencia que se verá acentuada en la edición de 1786 (Barsi 2003: liii-cli).

3.

La lexicografía moderna

El diccionario de Littré (1863-1877) se sitúa en la corriente decididamente sincrónica. Su autor había optado por un diccionario del francés que leía y escribía, esto es, el francés de principios del siglo xix, apoyado en la base de los siglos xvii y xviii, pero anterior a la Revolución romántica. Así pues, ofrece una descripción de un estado de lengua bastante coherente, coherencia acentuada por el hecho de que utilizaba a los grandes autores en ediciones que les proporcionaban un atuendo gráfico académico, aunque esos autores no lo hubiesen usado en sus obras. La variación lingüística se rechazaba en una revisión histórica bastante bien documentada para la época, pero estrictamente limitada a una presentación cronológica de las documentaciones, sin preocupación por los significados. A la inversa, la etimología regresaba con fuerza, apoyada por completo por los trabajos de Diez (Roques 1982); así, aun compartiendo problemáticas que habían sido las de Ménage, se une a la absolutamente joven escuela de romanistas franceses, inaugurada por G. Paris y P. Meyer. Queda por examinar en qué sentido exactamente se hace el cambio. De este modo, el Littré es un diccionario hábil que realiza una síntesis de trabajos al estilo de su época. La escuela romántica había supuesto una vuelta a la Edad Media y el diccionario tiene en cuenta ese fenómeno. La vuelta a la Edad Media francesa no había comenzado en la literatura contemporánea, sino mediante el estudio de la literatura medieval. Se publican entonces ediciones del Roman de la Rose (Lenglet du Fresnoy 1735), luego fragmentos escogidos (Barbazan 1756); los trabajos de La Curne de Sainte Palaye, tanto históricos como filológicos o lexicográficos, tienen una acogida favorable. Littré rinde homenaje a este último en el prefacio de su diccionario: Lacurne de Sainte-Palaye, qui est du siècle dernier, avait préparé un dictionnaire du vieux français dont il n’a été publié qu’un premier tome; les matériaux qu’il avait recueillis remplissent beaucoup d’in-folio qui sont déposés à la Bibliothèque impériale; ces matériaux consistent en exemples pris dans les anciens auteurs; je les ai eus cons-

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tamment sous les yeux, et j’y ai trouvé de nombreux et utiles suppléments à mes propres recherches.

El final del siglo xviii ve aparecer diccionarios consagrados a la lengua antigua: en primer lugar, el glosario francés que Dom Carpentier (1766) añadió al diccionario de Du Cange, pero también las obras más extravagantes de Lacombe (1767 y 1768), que consisten sobre todo en listas de palabras bastante heterogéneas, y ya a principios del siglo xix las obras de Roquefort (1808 y 1820). Hay que citar también una obra inconclusa, olvidada a pesar de su notable riqueza: los cuatro volúmenes que cubren la letra A de un diccionario histórico de la Académie Française (1865-1894). Esta es la estela que sigue el diccionario de Godefroy (1880-1902), no menos innovador en su categoría de lo que fue Littré. Sus contemporáneos, y no los menos competentes (Darmesteter 1881, Tobler 1881, Gilliéron 1888), no supieron apreciarlo en su justa medida; pero más de un siglo después de su publicación sigue siendo indispensable por la abundancia y precisión de sus materiales (Roques 2003). Con el Littré y el Godefroy se constituyó a finales del siglo xix un corpus de diccionarios (a los que podría sumarse el Larousse 1866-1890), que sigue siendo todavía hoy la base de nuestra documentación histórica; una síntesis pedagógica, cómoda y muy eficaz de estos trabajos nos la proporcionó el Dictionnaire général (DG 1890-1900), precedida por un tratado sobre la formación de la lengua francesa, de 300 páginas de extensión, que condensa todo el pensamiento de la obra fundamental de Darmesteter (18741, 18942).

4.

Ferdinand Brunot

Así, a partir de 1900, los lexicólogos disponían de instrumentos fiables para estudiar la historia del francés. Es precisamente en esa fecha cuando Brunot empezaba a redactar su monumental Histoire de la langue française des origines à 1900 (Chevalier 1994). El propio título hacía de 1900 un año clave. El autor partía de una constatación clara: Il n’en est pas moins vrai que l’histoire immatérielle de notre langage est en retard sur l’histoire matérielle. Malgré la publication de recueils tels que les Dictionnaires de Godefroy et de Littré, nous n’avons pas, tant s’en faut, le lexique de toutes les époques, nous n’avons pas même celui de la nôtre. Et il y a loin de là à savoir ce qu’il faudrait savoir de chaque mot, d’où il vient, quand il est venu, comment on s’en est servi, c’est-àdire quels sens, ou simples ou figurés, on y a attachés, combien de temps il les a gardés, quels mots on lui a substitués dans certaines acceptions, dans quelles expressions on l’a fait entrer, quels rejetons il a produits, si les rapports qui l’unissaient à d’autres ont varié, quand, comment, je ne dis même pas pourquoi (Brunot 1905: I, VII). Or, c’est seulement quand un travail semblable à celui dont je viens de faire l’esquisse à propos du mot manger aura été fait sur chaque mot qui a appartenu à une époque quelconque à la langue, quand on aura répondu à toutes les questions que son histoire pose, de sa naissance à sa mort, qu’on aura établi et vérifié toutes les lois phonétiques, morphologiques, sémantiques, syntaxiques que le rapprochement de cette histoire avec l’histoire d’autres mots autorise à poser, qu’on en aura tiré toutes les conclusions qu’elle

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comporte relativement à l’évolution physiologique et psychologique soit des individus, soit du peuple, auteur de chaque variation de forme ou de sens, c’est alors, dis-je, que l’histoire interne de notre langue sera faite, et c’est pourquoi vous sentez qu’elle ne le sera jamais (Brunot 1905: I, X).

La última frase deja ver ya que su gigantesca obra solo ha podido responder parcialmente a esas preguntas, que son determinantes y que habían nacido de las incertidumbres puestas de manifiesto por Darmesteter —cuyos cursos en la École des Hautes Études había seguido Brunot entre 1879 y 1882— en sus trabajos (Darmesteter 1877, 1886).

5.

La revolución dialectológica

Ese horizonte era todavía más inalcanzable teniendo en cuenta que, mientras tanto, el panorama de la lingüística románica se había ampliado. Los primeros trabajos de Gilliéron y, en particular, la publicación de la Revue des patois gallo-romans (18871892) y la empresa del Atlas linguistique de la France (ALF 1902-1910), al capturar la esencia de las hablas vivas, mostraban la importancia, olvidada, de las variedades locales. De este modo, los atlas modificaban profundamente no solo la base de la documentación que había que analizar, sino también el punto de vista etimológico, que era la garantía científica de los trabajos y su motor (Lauwers 2002). Los trabajos de Brunot se encontraron así al margen de las preocupaciones que animaban el primer cuarto del siglo xx y se materializaron en los estudios etimológicos de MeyerLübke (REW 1911-1914); y no deja de ser sintomático que este consagrase un volumen (Meyer-Lübke 1921) a retomar la problemática de Darmesteter. Por la misma época, Wartburg emprende su FEW —cuyo primer fascículo se publica en 1922—, que pretende realizar una síntesis entre las encuestas de Gilliéron y los resultados de Meyer-Lübke. Esta evolución tenía una doble consecuencia: por una parte, minaba la base de las certezas que los neogramáticos habían forjado, puesto que Gilliéron (1919) podía hablar de la «la faillite de l’étymologie phonétique»; por otra, dejaba de lado todo el aspecto cultural y literario en la historia de la lengua. Y para ilustrar mejor el cambio de perspectiva, la Suiza francófona, patria de Gilliéron, se lanzaba a la publicación de un gigantesco diccionario científico de sus variedades habladas (GPSR), organizado por el orden alfabético de las palabras en patois, y no por el de los étimos. Le correspondió a Oscar Bloch, sin embargo discípulo y sucesor de Gilliéron, la responsabilidad de hacer honor a la lengua literaria, tal y como lo ha descrito muy bien Gougenheim (1937: 479-480), que se adherirá también a la misma corriente: Plus que les reconstitutions de types du latin vulgaire et que les constructions logiques, c’était l’histoire des mots qui l’intéressait, en ce qu’elle a de particulier et d’unique, et qu’il s’efforçait de retracer. Se rendant compte que l’étymologie et l’histoire lexicale ne pourraient progresser que si le vocabulaire français était mieux connu, il devançait les projets de l’Inventaire général de la langue française. En même temps qu’il publiait des étymologies nouvelles, il donnait au FM des notes lexicologiques d’un très grand intérêt.

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De hecho, el Dictionnaire étymologique de la langue française (Bloch 1932), es obra suya; Bloch lo redactó y Wartburg no hizo más que revisarlo. Y en su prefacio, el autor toma posición inmediatamente: C’est une des heureuses innovations du Dictionnaire général de la langue française, de Darmesteter-Hatzfeld-Thomas, que d’avoir donné des dates précises.

6.

La importancia de la datación de palabras

Bloch prosiguió e incluso amplió ese proyecto. Las fechas de la primera documentación son poco frecuentes en los fascículos del FEW anteriores a 1932 (A-B y D-E), que, respecto a la cronología, se contentan en un primer momento con las dos indicaciones del REW, a saber, afr. (= ancien français, lengua anterior al siglo xvii) y fr. (= français, en general), indicaciones a las que él añadirá bastante pronto nfr. (= français moderne, lengua posterior al siglo xvii) y un poco más tarde —después del artículo aqua— mfr. (= moyen français, lengua del siglo xvi). Podría afirmarse que fue la opción elegida por Bloch de datar de manera precisa todas las palabras lo que condujo a Wartburg a hacer lo mismo. Pero, ¿cómo se introdujo este recurso a las dataciones precisas? La fuente lejana es la revisión histórica de Littré, que clasifica sus ejemplos siglo por siglo desde el ix al xvi sin preocuparse de los significados, y se expresa así: Fixer l’âge des mots a été un de mes soins dans mon dictionnaire; mais, tout le monde le comprend, je ne me flattai pas d’avoir été complet («Préface» a Littré 1886: III).

En cuanto a Godefroy, organizaba su artículo en subdivisiones semánticas, dentro de las cuales clasificaba los ejemplos por orden cronológico. Al realizar la síntesis de los dos diccionarios, el Dictionnaire général pretendía «déterminer autant que possible l’époque de l’apparition du mot dans la langue [...] en indiquant [...] l’exemple le plus ancien» (DG I, xiii). En esta tarea, los autores del Dictionnaire général habían sido precedidos por Delboulle —un colaborador de Godefroy, enemistado después con él—, que había examinado, con la idea de completar la revisión histórica de Littré, un gran número de textos de la Edad Media y sobre todo del siglo xvi, a partir de ediciones conservadas en la Bibliothèque Municipale de Rouen. Una primera y muy pequeña parte de estos materiales había sido parcialmente publicada (Delboulle 1880); se trataba de materiales de gran valor, pero muy heteróclitos y necesitados de una revisión cuidadosa antes de su utilización. El resto, editado en publicaciones diversas o incluso en forma de manuscritos, fue utilizado masivamente (y sin verificación) por la mayoría de los diccionarios, tanto el Dictionnaire général como el Bloch-Wartburg o los DatLex, e incluso en los primeros tomos del TLF. Ciertamente, no todas las dataciones presentan el mismo interés, pero, ante una palabra, un significado, un sintagma, es indispensable un modo de poder datar su primera aparición en la lengua e incluso mejor, de poder datar su utilización constante y repetida. Además de los grandes diccionarios, también han aportado mucho

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Gilles Roques

en este ámbito algunos investigadores individuales (R. Arveiller, P. Enckell), cuya importancia no debe ser minimizada.

7.

Evolución de la lexicografía

Los grandes diccionarios no han sido reemplazados, sino completados. El Godefroy ha visto aparecer a su lado el Tobler / Lommatzsch (1922-2002), que lo completa con una documentación más homogénea, más segura, a menudo mejor clasificada, pero también más restringida, solo para la lengua de los siglos xii y xiii. De la misma manera, el Littré ha sido completado para la lengua del siglo xx por el Robert (19511964). El espacio entre estos dos grupos de obras ha sido parcialmente cubierto por el Huguet (1925-1967), que se centra en la lengua literaria del siglo xvi. Luego, una nueva generación ha ido confeccionando diferentes recursos, ahora consultables en Internet: el TLF (1971-1994), que moderniza y enriquece, desde una visión más científica, la pareja Littré-Robert; el ANDi, que da acceso a la muy rica variedad del francés de Inglaterra; el DMF, que aspira a ser el equivalente del TLF para los siglos xiv y xv, al tiempo que sirve de vínculo entre sus principales precursores, a cuyas versiones en Internet (Gdf, TLF, FEW) remite mediante enlaces muy cómodos. De este modo, la tradición de los grandes diccionarios de la lengua francesa se ha mantenido y enriquecido en este comienzo del siglo xxi. Ante la inmensidad de la tarea por cumplir, los estudios de lexicografía histórica se han distribuido en ejes de investigación, prolongando a menudo trabajos antiguos. En primer lugar, las modalidades lingüísticas de clases sociales concretas, como la lengua de los mendigos, que luego dio lugar al nacimiento de los llamados argots, cuyo culmen es el diccionario de Esnault (1965), que hace la síntesis crítica de materiales antiguos. El habla de las provincias, empezando por la de la Provenza (Achard 1785) y luego en el siglo xix las de toda Francia, ha generado la elaboración de diccionarios por parte de amateurs apasionados (Wartburg 2010: 1-137). Pero hubo que esperar al final del siglo xx para que se estableciese una distinción neta entre esas hablas locales o patois y las variedades francesas regionales. Este aspecto ha sido el fundamento del excelente diccionario de Rézeau (2001), que se presenta como una síntesis científica de todo lo que se ha escrito sobre el tema. Las lenguas de los oficios han sido también objeto de atención de los diccionarios, especialmente desde los volúmenes de la Encyclopédie (1751-1780). Se han explorado asimismo los dominios técnicos. El repertorio más conocido en este ámbito es el de la marina, en el que Fennis (1995) ha renovado el gran diccionario de Jal (1848). También hay que reservar un lugar muy particular al vocabulario de la caza, en razón de su importante papel en la sociedad del Antiguo Régimen. Tilander (1953, 1957, 1958) ha sido el responsable de su estudio, con el que ha despertado la vocación en numerosos investigadores. Otra sección posible es la de los préstamos, préstamos que se renuevan y han sido foco de atención de los investigadores desde hace mucho tiempo, en especial desde las famosas listas de préstamos a las diferentes lenguas que contenía el tratado sobre

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la formación de la lengua del DG. Estas listas, completadas por los antiguos trabajos de Behrens sobre el alemán (1923), y luego sobre el inglés (1927) —campo en el que hay que mencionar el buen trabajo de Bonnaffé (1920)—, se han visto enriquecidas para el inglés por Rey-Debove / Gagnon (1980) y Höfler (1982), este último particularmente interesante por su metodología precisa, y por Fischer (1991) y Sarcher (2001) para el alemán. Los préstamos del italiano, que habían sido estudiados ya por Wind (1928), han sido examinados a fondo por Hope (1971). El español ha sido menos estudiado (Ruppert 1915 y Reinhart 1963). Las palabras de origen oriental han sido magistralmente tratadas por Arveiller (1999). Una reciente incorporación a este tipo de análisis ha sido la del ruso (Buchi 2010). Sin embargo, los préstamos, aun siendo la parte más claramente analizable del léxico, puesto que se conoce su fuente y se pueden encontrar algunas etapas de su evolución, no son más que una parte reducida del vocabulario, tanto en cifras absolutas como en frecuencia. La importancia del vocabulario afectivo es de naturaleza totalmente diferente: su estudio es muy complejo porque debe situarse también en el plano de los sintagmas y de los matices semánticos. Ha sido el estudio de los patois el que ha hecho tomar conciencia plena del fenómeno. En particular, la redacción del FEW condujo a Wartburg a imaginar estudios en los dos planos. Así, en un primer momento, ha llevado a estudios léxicos consistentes en inventarios generales del léxico de un autor o de un conjunto de documentos, asociados a una distribución por campos semánticos: Heilemann (1937), Poppe (1936), Bartzsch (1937), Keller (1953). Pero quien dio más lustre a la escuela de Wartburg fue Kurt Baldinger, lexicógrafo (DAO y DAG) y lexicólogo (Baldinger 1990a), a la vez romanista y lingüista, pero también filólogo e iniciador del DEAF, que renovó profundamente el estudio del vocabulario del francés antiguo y de la lexicografía histórica. Esta nueva orientación marcaba un regreso a los textos. Lo paradójico es que este regreso a los textos tenía lugar en un momento en que la filología de edición de textos medievales sufría un claro ralentizamiento (Roques 1995, 2000), en Alemania incluso un eclipse total (Roques 2014). Pero el DEAF, bajo la dirección de F. Möhren, y luego de Th. Städtler, llevó muy alto la antorcha de la lexicografía del francés, prolongando el camino iniciado por ese monumento indispensable que es el FEW —con sus complementos (FEWIndex y FEWBeiheft)—, que constituye el medio más rápido de informarse sobre un aspecto cualquiera de la historia del francés, al proporcionar una primera síntesis de un siglo y medio de trabajos muy diversos.

8.

El futuro de la lexicografía histórica del francés

Cualquier síntesis no es sino un punto de equilibrio frágil que aspira a ser sobrepasado, y es el caso de todos los trabajos que hemos venido examinando. Las monografías lexicográficas se han multiplicado. En medio de una vasta producción, señalaremos algunas obras destacadas. Los estudios consagrados a un autor o a una obra han dado siempre buenos resultados. Reflejan metodologías muy diversas: encontramos trabajos clásicos, de inspiración filológica, que renuevan en profundidad el origen de una palabra cultu-

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ral, por ejemplo la palabra talent (Mombello 1976), o el estudio de un autor, como Rabelais (Baldinger 2001), o que dejan sitio a preocupaciones lingüísticas contemporáneas en el campo de la semántica (Lavis 1972, Kleiber 1978) o del francés hablado (Ernst 1985). También contamos con la exploración de vocabularios técnicos, desde una orientación ya filológica, como en el caso de la agricultura (Möhren 1996), ya histórica, como a propósito del molino (Coutant 1994), ya combinando armoniosamente los dos puntos de vista, como ocurre con el lenguaje enológico (Henry 1996). De manera especial, el francés hablado ha dado lugar a excelentes estudios, bajo la forma de repertorios, como los diccionarios de onomatopeyas (Enckell / Rézeau 2003) o de expresiones malsonantes (Enckell 2004). En la frontera del francés hablado, los regionalismos del francés moderno —ciertamente mucho menos rico en este aspecto que la lengua antigua— han inspirado el notable diccionario de Rézeau (2001). Podemos citar a Renson (1962) como un estudio modelo, que combina los análisis onomasiológico y semasiológico para examinar las denominaciones del rostro. La formación de palabras, en particular los sufijos, siempre ha sido objeto de atención, tanto en el plano semántico (Baldinger 1950) como desde una perspectiva románica (Hasselrot 1957) o desde el prisma de la vitalidad (Hasselrot 1972), incluso de los dos juntos (Björkman 1984).

9.

Desiderata

Queda todavía mucho por hacer. En la actualidad, la mayor parte de los textos, como estudios y diccionarios, pueden consultarse o descargarse en Internet. Tanto para los textos como para los diccionarios, falta por ver cuáles serán las consecuencias de esta situación. De entrada, sus versiones pueden actualizarse constantemente, lo que nos obliga a abandonar la mentalidad que ha presidido durante siglos las ediciones en papel. Será preciso que las obras de referencia puedan ponerse al día permanentemente, al tiempo que conservan la huella de las versiones anteriores. Esto se produce ya, en mayor o menor medida, con las herramientas más modernas (ANDi, DEAFBibli, DMF), incluso con el Gdf (Base des mots fantômes integrada en dicfro; Bibliographie Godefroy), pero deberá hacerse también con los proyectos de más envergadura, como el FEW, el TLF o el DEAF, si quieren seguir sirviendo de referencia. Los medios técnicos modernos permiten una explotación mucho más profunda de los textos y enriquecen prodigiosamente la documentación disponible. Puede decirse que una buena parte de las dataciones transmitidas por los diccionarios está ya caducada, bien porque sea posible encontrar fechas anteriores, bien porque, al contrario, haya que suprimirlas al poder verificar más de cerca los textos que las contenían. Sobre todo, ya no tenemos penuria de documentaciones; antes bien, podemos saber si la primera documentación de una palabra, de un significado, de un sintagma estudiado es aislada o si se acompaña de documentaciones contemporáneas. De esta manera se comprende que la palabra aislada interesará cada vez menos a la investigación, mientras que su empleo, su construcción, su valor semántico, su coloración estilística o regional se volverán determinantes en el marco de un estudio

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histórico del vocabulario. De igual modo, en el estudio de las formas y de las grafías, la multiplicación de la documentación obligará a revisar los cuadros fonéticos que han presidido su clasificación y explicación. El vocabulario francés ha sido muy estudiado por centenares de investigadores talentosos que han aportado elementos siempre válidos y estimulantes. Se han producido síntesis admirables, especialmente en un marco etimológico, riguroso y científico, que ha demostrado durante más de un siglo su valor heurístico. Habrá que preguntarse si este marco sigue siendo adecuado para el estudio léxico o si debe ser modificado y en qué forma. Es el desafío que el siglo xxi plantea a la lexicología y a la lexicografía del francés.

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La transmisión léxica en la lexicografía gallega prenormativa María Dolores Sánchez Palomino Grupo de Estudios Románicos y Comparados (romanycom) / RELEX / Universidade da Coruña

Lexical transmission in pre-standardized Galician lexicography Abstract A particularly interesting aspect of Galician lexicography that has been overlooked somewhat to date is the way in which words and senses have or have not been transmitted from one dictionary to the next, and the causes of their transmission or loss. This is pertinent not only to the history of Galician lexicography but also to present-day lexicography given the need to submit to a critical analysis part of the lexicon that comes to us from traditional lexicography, especially that from prior to the standardization of 1982. This article studies the broad lines of such transmission, which has a strong bearing on the Galician sociolinguistic situation and the way in which the Galician lexicographic traditional developed. Keywords History of lexicography, Galician language, lexical transmission, modern lexicography, dictionaries.

1.

Delimitación del trabajo1

Entre las tareas que quedan por hacer en el campo de la lexicografía gallega, se encuentra un estudio pormenorizado del léxico que se ha ido transmitiendo de unos diccionarios a otros desde el comienzo de la tradición, estudio que en su día comenzó a hacer magistralmente José Luis Pensado2. Se trata de un trabajo que plantea no pocos problemas, no solo por sus dimensiones, sino también por los distintos aspectos a los que conviene atender (fuentes escritas, fuentes de procedencia oral, análisis de manuscritos...). El interés concreto de este tipo de estudio para la lexicografía gallega va más allá de la contribución que pueda suponer al conocimiento de la historia de esta actividad lingüística y, por lo tanto, de la historia de la lengua gallega, –––––––— 1

2

Este trabajo se enmarca en el proyecto Portlex, «Portal lexicográfico: Diccionario online modular multilingüe y corpus informatizado anotado de la frase nominal», financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad (FFI 2012-32456), del que es investigadora principal María José Domínguez Vázquez (Universidade de Santiago de Compostela). Tenemos una muestra de la investigación del profesor Pensado en este mismo volumen.

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lo cual en sí ya no sería poco; tiene, además, un interés añadido en cuanto afecta a la lexicografía moderna. Tanto para la fijación de la norma léxico-semántica como para un uso, al menos consciente, de las palabras y sus significados, se hace preciso en muchas ocasiones deslindar aquellas voces y acepciones que se han transmitido con fidelidad a sus fuentes y a la propia lengua, de las que han sufrido algún tipo de manipulación, consciente o inconsciente, o simplemente han sido mal comprendidas. Por otro lado, hemos decidido acotar el período en el que centraremos nuestra atención a la lexicografía previa a la entrada en vigor de la norma lingüística de 1982, sucesivamente modificada hasta llegar a la actual (NOMIG 2003, reed. 2012). En este sentido, y aunque la lexicografía gallega arranque del siglo xvi (colección del bachiller Olea), con los frutos bien conocidos de Sarmiento, Sobreira y Cornide en el xviii, en lo que aquí concierne nos referiremos fundamentalmente a la transmisión del léxico a partir de los primeros diccionarios del siglo xix, que incorporan algunas de esas fuentes (claramente no la de Olea, que fue dada a conocer por Filgueira Valverde en 1947). Esta lexicografía gallega del siglo xix y gran parte del xx presenta unos rasgos comunes (a los relativos al léxico nos referiremos someramente a continuación) que hacen de ella, por así decirlo, una «lexicografía tradicional», carente en general de los principios metodológicos que caracterizan a la lexicografía moderna. El reconocimiento del carácter oficial de la lengua gallega, propiciado por el cambio en la situación política española a finales de los setenta y principios de los ochenta, llevó consigo la demanda de material que permitiese el empleo de la lengua en diferentes ámbitos, como el de la enseñanza, la administración o los medios de comunicación, y sobre el que se pudiese construir el edificio de la estandarización. A partir de ese momento, el gallego comenzó a ser objeto de estudios de capital importancia (dialectológicos, literarios, gramaticales, léxicos...), algunos iniciados ya antes, que acabarán por darle una visibilidad extraordinaria y por situarla a un nivel de paridad con otras lenguas románicas, paridad que hasta entonces se le venía discutiendo, empezando por su propia consideración como lengua. La lingüística y la filología gallegas de la época incorporan los métodos de trabajo que se estaban utilizando para otras lenguas; de este modo, también en el dominio lexicográfico, los diccionarios que comienzan a elaborarse en este período presentan características diferenciales que permiten hablar ya de una lexicografía moderna, cada vez más exigente en sus planteamientos y, por ello mismo, con mejores resultados, equiparables a los de otras lenguas más estudiadas de nuestro entorno.

2.

El léxico en los repertorios gallegos prenormativos

En general, los diccionarios del período estudiado presentan una serie de rasgos comunes que pasamos a comentar y que nos ayudarán a entender mejor el contexto en el que se enmarca la transmisión de información entre los distintos repertorios. Nos limitaremos a explicar aquellas características que afectan de manera más directa al léxico.

La transmisión léxica en la lexicografía gallega prenormativa

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Los diccionarios de gallego durante este período son de carácter bilingüe, principalmente unidireccionales gallego-castellano, en el sentido de que no solo se ofrece la voz castellana equivalente al lema, sino también en bastantes ocasiones la definición o explicación de este (incluso cuando existe una palabra castellana equivalente, acompañándola o sustituyéndola)3. No se trata de una característica (la persectiva bilingüe en general) que apareciese en los primeros diccionarios y se fuese modificando a continuación, sino de un rasgo que continuará hasta los años ochenta del siglo xx, en que surge la lexicografía monolingüe. Así ocurre incluso en el primer diccionario que emprende la Real Academia Galega y que publica (sin terminar) bajo el título Diccionario gallego-castellano entre 1913 y 1928. Como se ha dicho, la mayor parte de la producción lexicográfica gallega de esta etapa es bilingüe en la dirección gallego-castellano; habrá que esperar hasta 1933 para ver publicado un volumen en la línea castellano-gallego (el de las Irmandades da Fala, aunque hubo algún repertorio previo), con pocos continuadores durante todo el período abordado (Crespo Pozo 1963 y 1972-1985, Fernández del Riego 1979 y Fernández Armesto 1981). Esta constante ha de ponerse en relación con la secular dependencia del gallego respecto del castellano, esto es, ha de verse como un rasgo de subordinación de una lengua respecto a la otra. La finalidad de estas obras no era la de producir textos en castellano por parte de gallegohablantes, sino más bien la inversa, interpretar textos en gallego por parte de hispanohablantes (véase González Seoane 2014). En la misma línea de dependencia pueden entenderse los inicios lexicográficos de otras tradiciones peninsulares, como la asturiana o la aragonesa (cf., por ejemplo, Aliaga Jiménez 2014). De igual manera, la tradición lexicográfica española, como la de otras lenguas románicas, se inició en la línea bilingüe, poniendo en relación el castellano y el latín. En clave de dependencia se ha venido interpretando también otro criterio que se sigue en los inicios de la tradición diccionarística gallega y que proseguirá durante –––––––— 3

Para evitar una relación muy prolija, tanto aquí como en la bibliografía, de las obras que de una forma u otra tendremos en cuenta, remitimos al DdD, en el que se encuentran recogidas, y del que extraemos generalmente los datos a través de la versión de RILG. Sucintamente nombradas, con sus fechas y las abreviaturas que se utilizarán en los ejemplos (tomadas también del DdD en su mayoría), son las siguientes: epistolario y trabajos de Sarmiento (Sr), redactados entre 1732 y 1770 aproximadamente; obras de Sobreira (Sb), el grueso de las cuales fue escrito en la década de los noventa del siglo xviii; Payzal (ca. 1800); Dialecto (ca. 1833, anónimo); Vozes gallegas (posterior a 1843, anónimo); Reguera (Re) (1840-1858); Rodríguez (Ro) (ca. 1854 para el ms., 1863 para el texto impreso y modificado por De la Iglesia); Pintos (Pi) (ca. 1865, pero posiblemente empezado en los años cincuenta); Aguirre (Ag) (ca. 1858); Cuveiro (Cu) (1876); Valladares (Va) (1884); Valladares Suplemento (Va Supl) (1896-1902); Porto (Po) (ca. 1900, incompleto); Leiras (Le) (ca. 1906); RAG (DRAG1913-1928) (1913-1928); Filgueira et al. (Fi) (1926); Carré (Ca) (1928-1931); Acevedo / Fernández (1932); Carré (Ca) (1933); Aníbal Otero (AO) (1949-1976); Ibáñez (Ib) (1950); Carré (Ca) (1951); Pereda (Pe) (1953); Eladio (El) (1958-1961); Apéndice del Eladio (El Ap) (1961); Carré (Ca) (1979, ed. igual a la de 1972); Franco Grande (Fg) (1972); Aníbal Otero (AO) (1977), y Eligio Rivas (Er) (1978, 1988, 2001). Algunas de estas obras son pequeños vocabularios de carácter parcial; aquí se prestará atención preferente a los diccionarios concebidos como tales.

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algún tiempo, si bien este de manera menos prolongada y regular: nos referimos al hecho de ignorar o prestar escasa atención a las voces y acepciones compartidas con el castellano. La intención de no incluir lo común a ambas lenguas aparece ya en el primer diccionario gallego impreso (Rodríguez 1863: x) y, como puede comprenderse, comporta muchas consecuencias en el resultado final de las obras. Por un lado, es evidente que el hecho de no dar cabida a muchas de esas voces y acepciones supone una merma en el número de entradas y, por lo tanto, en el volumen global de los repertorios, pero por otro, desde la perspectiva de los autores, haría ver aquello que realmente es diferencial y en cierto modo enriquecedor de la lengua gallega; además, la abundante presencia de castellanismos en el gallego podría hacer difícil la distinción de lo que realmente correspondía a cada lengua a estos lexicógrafos de vocación, que no de formación (véase Sánchez Palomino 1999a: 939 y 1999b: 18). Cuveiro (1876: «Al lector», s. p.) introduce determinados «términos castellanos», que muchas veces no son tales, sino voces comunes a gallego y castellano, y lo hace porque designan entidades características de la naturaleza gallega (ya que se trata sobre todo de nombres de plantas y flores). También Valladares (1884: xi) recoge ciertas palabras comunes, aunque rechaza la inclusión de castellanismos: las marca con la abreviatura «com. Voz común, que lo mismo significa, lo mismo se escribe y pronuncia en gallego que en castellano», en campos semánticos concretos; incorpora asimismo voces compartidas con el castellano antiguo, que señala con la abreviatura «ant.». El criterio diferencialista se prolongaría, como queda dicho, durante muchas décadas, y es claramente perceptible, por ejemplo, en el diccionario de Franco Grande (1968). Con todo, en este proceso, algunas obras se distanciaron de él en una medida importante. Es el caso del temprano repertorio de Pintos, que incluye palabras como casa, cabeza, boca, naríz; del DRAG1913-1928, en su intención de incluir el mayor caudal léxico posible, y del diccionario de Eladio Rodríguez. Otra cosa es que algunas voces comunes se vistan de rasgos hiperenxebristas para distinguirlas precisamente de las correspondientes castellanas. En el fondo, al menos en algunos casos, se trata de hacer ver que la lengua gallega tiene un gran fondo léxico «propio», esto es, diferente del castellano, lo que puede estar sujeto a una doble lectura: reivindicativa, por un lado, pero de subordinación por otro. Estamos ante una característica que se presenta igualmente en otras tradiciones románicas en las que han convivido dos lenguas en situación desigual (y no solo iberorrománicas; cf., en este mismo volumen, el artículo de Videsott a propósito del ladino). En relación con estas mismas ideas, se encuentra uno de los rasgos más definitorios de la tradición lexicográfica gallega, como es su carácter acumulativo o sumativo. En efecto, una de las principales fijaciones de nuestros lexicógrafos ha sido la de incluir en sus repertorios el mayor número de voces posible. Ello comportaba que, en muchos casos, cada nuevo repertorio integrase el léxico (o buena parte de él) de los anteriores. Para verificar este aspecto tenemos que remitirnos, claro está, a aquellas obras que sabemos fehacientemente que fueron aprovechadas por los lexicógrafos posteriores, aunque no hubieran sido publicadas. Así, el manuscrito del diccionario de F. J. Rodríguez (que prácticamente era solo un esbozo a la muerte de su autor) contaba con 2184 voces definidas, a las que se

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podrían añadir 1256 sin definición y 65 que figuran entre las definidas y en la lista de voces sin definir, lo que daría un total de 3440 voces, en diferentes estadios de elaboración, según el recuento de Santamarina (2000/2003a: 15-16), a quien seguimos en estas cifras. El diccionario que bajo el nombre de Rodríguez publica en 1863 A. de la Iglesia es ya un repertorio muy distinto, y en lo que aquí nos concierne, muy incrementado respecto al manuscrito de partida. Además de definir las 1256 voces sin desarrollar en Rodríguez, añade por propia iniciativa 444, lo que arroja una cifra de 3834 voces, más 135 lemas secundarios. El de Cuveiro, publicado en 1876, incluye ya 10 912 entradas y 884 lemas secundarios, lo que supone un aumento espectacular de voces. En el siguiente diccionario publicado, el de Marcial Valladares (1884), vuelve a incrementarse notoriamente el volumen de entradas, que pasa a ser de 15 900 (incluidas las del apéndice, 1322 lemas secundarios, pero no las del apéndice de términos botánicos). La labor de Valladares continuaría mediante la recopilación de diversos suplementos entre 1896 y 1902, que suponen 2276 voces nuevas o voces con acepciones nuevas, así como 112 lemas secundarios. El diccionario de Porto Rey, publicado entre 1900 y 1908, aporta 11 873 voces (y 136 lemas secundarios), en los que se aprecia una deuda importante con Valladares, pero hay que tener en cuenta que este repertorio se encuentra incompleto (a partir de la letra F no es más que un esbozo). El DRAG1913-1928, también inacabado en la palabra cativo, que aspiraba a convertirse en el gran diccionario de la lengua gallega, para lo cual se basó en todo tipo de fuentes, contribuye al incremento de este volumen léxico con 11 635 voces, solamente, insistimos, hasta el principio de la letra C. Este diccionario incorporó no solo todos los repertorios publicados con anterioridad, sino también otros que habían sido aportados a la institución con el fin de colaborar en la confección de la obra. El vocabulario de Filgueira Valverde et al., publicado en 1926, presenta en su versión completa (en DdD, ápud Santamarina 2000/2003a) 16 703 entradas (y 903 lemas secundarios). Parecido es el volumen de la primera edición del diccionario de Carré Alvarellos (1928-1931), si tenemos en cuenta solo la parte publicada del repertorio de Filgueira et al. (hasta la voz trevo), pues cuenta con 15 404, mientras que en la segunda (1933) ya se incrementa hasta las 16 199, y hasta 21 703 en la tercera (1951). De Carré fundamentalmente procede el peculiar diccionario de Ibáñez, con 16 797 lemas en total (más 1139 de las listas iniciales). Así llegamos al que fue considerado diccionario de referencia del gallego hasta la publicación de las obras modernas, el de Eladio Rodríguez, que, aunque publicado entre 1958 y 1961, fue comenzado mucho antes (la recopilación de materiales se llevó a cabo a principios de siglo y probablemente tuviese ya una redacción en los años treinta). Cuenta el repertorio de Eladio, que integró toda la tradición lexicográfica anterior de la que pudo disponer, con la nada despreciable cifra de 52 031 entradas (y 72 lemas secundarios). Esta obra ya no fue superada: la quinta edición del diccionario de Carré Alvarellos (1979), no supera las 27 650 entradas, y la segunda edición del de Franco Grande (1972) alcanza las 41 832 (más 272 lemas secundarios), si bien hay que decir (v. supra) que este último no incluye voces con forma y significado idénticos a las castellanas. En palabras de Santamarina (2000/2003a: 3-4):

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Entre F. J. Rodríguez (3.834 entradas) e D. Eladio (52.031 sen o apéndice) cada lexicógrafo foi facendo achegas propias; pero ademais do material propio cada dicionarista papeletizou os anteriores (é un “plaxio” que a maioría deles confesa honradamente); destas papeletizacións de fontes alleas non se libra nin sequera o primeiro, Rodríguez, que usa as fontes manuscritas de Sarmiento, que agora incluímos.

Además de recogerse unos a otros, logicamente dejando por el camino algunas voces, los lexicógrafos recurrían a procedimientos y fuentes diversos para conseguir ese aumento en el volumen de entradas y acepciones. En algunos casos, se recogieron arcaísmos (Cuveiro); en otros, llegó a ser considerable el número de topónimos e incluso nombres propios de persona, especialmente hipocorísticos propios de la lengua gallega (Porto Rey). Otras vías para lograr el incremento, además de la utilización de más fuentes orales y escritas, fue la inclusión de léxico de carácter antropológico y de unidades fraseológicas (Eladio Rodríguez) o la recopilación de variantes populares y dialectales (cinco formas recoge un vocabulario mediano como es el de Leiras Pulpeiro para ‘llares’: camalleira, cramalleira, garmalleira, gramalleira, garamalleira). Lo mismo podría decirse de las variantes gráficas: las vacilaciones son frecuentes en los repertorios de este período (así, encontramos en Pintos albariza/alvariza, bacuriño/vacuriño, badante/vadante, etc., v. Neira / Riveiro 2000: 19). La lexicografía moderna tuvo que hacer una auténtica labor de criba en este maremágnum léxico.

3.

Características de la transmisión léxica

No es nuestra intención (ni sería factible) realizar aquí un análisis exhaustivo de los distintos modos en que ha podido realizarse la transmisión del léxico de unos repertorios a otros, en primer lugar, por la cantidad de obras que habría que vaciar, y en segundo, por las formas tan diversas en que dicha transmisión se ha producido4. Quede esa tarea para algún futuro (o futuros) trabajos. Tan solo pretendemos, pues, dar idea de algunas de esas formas. Ni que decir tiene que un volumen importante del léxico se ha transmitido correctamente de unos vocabularios a otros. Por otro lado, una parte de las voces ha pasado de manera ininterrumpida, o casi, desde el principio de la tradición lexicográfica hasta las obras actuales, con las mismas acepciones (v. s. v. cadoiro). Pero, por lo que se refiere a las acepciones, lo más frecuente es que, como es natural, las voces hayan ido sufriendo modificaciones en su tratamiento lexicográfico desde los sencillos repertorios iniciales, de modo que se les hayan ido añadiendo significados, o simplemente se hayan agregado ciertos semas e informaciones a los significados ya consignados, con mayor o menor acierto. –––––––— 4

Véase un ejemplo de un estudio de este tipo en Sánchez Palomino (2011), donde se analiza la transmisión del vocabulario de Leiras Pulpeiro al DRAG1913-1928 y a la lexicografía posterior.

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La transmisión de una voz con sus significados puede llevar consigo un incremento de información notable en algunos diccionarios. Ocurre sobre todo en aquellos que tienen una carga cultural y etnológica importante, como el DRAG1913-1928 y el Eladio. Lo observamos en la palabra adival/adibal, que es objeto de una explicación detallada y similar en ambos, frente a las sucintas definiciones anteriores (v. infra, más adelante): DRAG1913-1928: ADIBAL. s.m. Cuerda larga y gruesa con que se ata y sujeta la carga

del carro, al mismo carro. Sirve asimismo para sujetar la carga de las béstias, y otros usos. Hácense de cerda y de cáñamo, aunque también los hay de esparto. En Boiro, el Cebrero y otras localidades, recibe el nombre de cabestro. Los adibales son más o menos largos según el uso a que se les destina, pero un adibal completo o de ley, tiene una longitud determinada que varía según las diferentes comarcas. En algunas de la provincia de Lugo, llega a 25 brazas, que es la mayor medida que conocemos. En el resto de Galicia, aún siendo de ley, son de menor longitud. En otros tiempos, se usaba el adibal para medir las tierras cuando eran muy extensas, y hacía el mismo oficio que en la actualidad la cinta de agrimensor. Eladio: ADIBAL. s.m. Soga, cuerda larga de cáñamo o de esparto, que se usa para atar y sujetar la carga del carro del país. En algunas comarcas se llama también cabestro. [...] El adibal es más o menos largo según el uso a que se destina. Sin embargo, la longitud determinada de los que se consideran de ley, llega en algunas comarcas de la provincia de Lugo a 25 brazas. En el resto de Galicia tienen menor longitud en general. En otros tiempos, se usaba el adibal para medir las tierras, cuando éstas eran muy extensas, y prestaba el mismo servicio que hoy realízase con la cinta de agrimensor.

También es cierto que, otras veces, esos semas o acepciones se han suprimido. En unos y otros casos (incremento o reducción), y en general en la transmisión de las acepciones, es posible detectar errores que no siempre se han ido corrigiendo. Veamos algunos ejemplos. La poca pericia de un lexicógrafo5 explica que, en un momento dado de la tradición, e incluso en palabras con significados claros, una acepción se modificase de manera errónea. Así, cabuxo es recogida ya por Sarmiento con los significados ‘enojo, rabia’ y ‘chivo’ o ‘cabrito que pace’, que Aguirre y Pintos señalan de modo similar, aunque el primero añada al ‘enfado’ la nota de que es propio de un chiquillo (‘incomodo de un chiquillo’). Sin embargo, ya al inicio de la tradición, De la Iglesia, en su versión del diccionario de Rodríguez (este había dejado la palabra sin definir), malinterpreta posiblemente lo dicho por Sarmiento (‘tener o coger cabuxo’, ‘tomó cabuxo’, ‘está encabuxado’) y confunde el enfado con el que se enfada, definiendo así la segunda acepción: «Perrengue6, el que se enfada fácilmente, y mientras no le pasa –––––––— 5

6

Recordemos que estos lexicógrafos pioneros eran vocacionales y carecían de la formación necesaria para llevar a cabo la tarea lexicográfica con ciertas garantías (v. Santamarina 2000/2003b). En el DRAE Usual (1852, ápud NTLLE) se define perrengue como «el que con facilidad y vehemencia se enoja, encoleriza ó emperra».

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se dice que está de cabuxo», con lo que de paso muestra una incongruencia evidente entre la definición y el ejemplo. La influencia de este diccionario sobre la lexicografía posterior hizo que esta acepción prolongase su vida en Cuveiro, Valladares (quien añade la nota de ‘hasta por cosas pequeñas ó insignificantes’) y Porto (que reformula la definición de Valladares, dándole más protagonismo a ese sema), de forma que habrá que llegar al DRAG1913-19287 para ver deshecho el entuerto. La preeminencia del DRAG1913-1928 hará que en lo sucesivo se vuelva al significado correcto. Ahora bien, en este proceso, Eladio vuelve a cometer un error, en su afán de recoger todo lo anterior: utiliza de nuevo la palabra castellana perrengue, que debe de tomar por sinónima de la gallega perrencha, y con ello, probablemente de forma inconsciente, regresa al error inicial. Lo mismo hace Franco Grande, pero afortunadamente este paso atrás no fue tenido en cuenta posteriormente. Véase a continuación la secuencia hasta el DRAG2012, en el que se reflejan adecuadamente los dos significados: Sr (CVF): cabuxo. Enojo, rabia. Tener o coger cabuxo. cabuxo. Gallego, lo mismo que chivo: tomó cabuxo, y está encabuxado, está enojado, amohinado. cabuxo. Cabrito que pace. [...] R1: cabuxo. [Da lista de voces sen definir] Ag: cabuxo. ne. Cabrito. -------- ---. Incomodo de un chiquillo. R2: Cabuxo. 1. Cabrito. 2. Perrengue, el que se enfada fácimente, y mientras no le pasa se dice que está de ‘cabuxo'. Pi: -------- Cabrito. cabuxo. Enojo, enfado. Cu: CABUXO. Cabrito que pace. ------------ Perrengue, el que se enfada fácilmente, y mientras no le pasa se dice que está de cabuxo. Va: CABUJO. Cabrito. --------- Perrengue, el que facilmente se enfada y encapricha hasta por cosas pequeñas ó insignificantes. Asi es que, mientras no le pasa, se dice que está de cabujo, ó tiene cabujo. Po: cabuxo. m. Cabrito. ------------ Dícese del que por lo más insignificante se incomoda. Rabecha. Así es que, mientras está incomodado, se dice que está de cabuxo o que tiene cabuxo. Le: cabuxo. berrinche. CABUXO. s.m. Cabrito. DRAG1913-1928: ----------- ---- fig. Enfado, incomodidad, capricho, enojo, rencor, berrinche. [...] CABUXO. sm. Cabrito. Enfado, incomodo, enojo, rencor. Fi: Ca (1928-31): cabuxo. s.m. Cabrito. El hijo de la cabra. --------- --- Enfado, incomodo.

–––––––— 7

El DRAG1913-1928 retoma también un vocabulario dialectal anterior, el de Leiras Pulpeiro (Le).

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cabuxo. Enfado, incomodo. --------. s.m. Cabrito. El hijo de la cabra. Ib: cabuxo. s.m. Cabrito. Enfado, incomodo. Ca (1951): cabuxo. s.m. Cabrito. El hijo de la cabra. --------- ---- Enfado, incomodo, enojo. El: CABUXO. s.m. Cabrito, cabucho. ----------- ---- Perrengue, capricho, berrinche, enfado ligero; perrencha. Fg: cabuxo. s.m. Cabrito, cabucho. --------- ---- Perrengue, capricho, berrinche, enfado ligero; perrencha. Ca (1979): Cabuxo. s.m. Cabrito. El hijo de la cabra. --------- ---- Enfado, incomodo, enojo. Cg: cabuxo. m. 1. [...] cabrito; 2. [...] cabucho [...], encabuxo [...] enfado pequeño. Er: cabuxo. s.m. Capricho, enfado (cf. cabreo) en Gorgullos. Cf. cabuxa “cabra pequeña”, muy general en Pontevedra. [...] DRAG2102: cabuxo (feminino: cabuxa) substantivo 1 Cría da cabra cando xa deixou de mamar [...] substantivo masculino 2 Enfado que dura pouco tempo [...] Ca (1933):

En otras ocasiones, se llega a una diversificación de acepciones un tanto artificial (aunque siempre sea posible un uso trasladado). Adival aparece desde Sarmiento como «soga grande de cáñamo o de cerdas, en especial para atar el carro, paja, costales, etc.», que es básicamente la que recoge el DRAG2012 («corda longa e grosa que se usa para suxeitar a carga do carro ou dun remolque»), pero, a partir de alguna mención genérica del tipo ‘cuerda gruesa que no llega a ser maroma’ (Sobreira), sin indicación de usos concretos, se instauró en parte de la lexicografía gallega ese uso como sinónimo del castellano soga, ‘cuerda gruesa’ (Pintos): de ese modo aparece en el DRAG1913-1928, Filgueira et al., Carré, Ibáñez, Eladio y Franco Grande. Un ejemplo en el que se añade sin fundamento una nueva glosa a la definición lo tenemos en afeixe (Pensado 1976: 59-60), y se produce en el paso del diccionario de Rodríguez a la versión que de él hace De la Iglesia. En una de esas tantas modificaciones que el editor realiza de manera desafortunada, cambia el enunciado de Rodríguez ‘sin reparar, á granel, sin dejar nada’ por ‘de raiz, á monton, todo junto sin reparar, como cuando capan los gatos, quitándoles testículos y bolsa lo más raído que se puede’, es decir, traslada a la definición lo que él interpreta en su propio ejemplo, con ese ‘de raiz’ que en realidad supone una acepción distinta, inexistente en la lengua. Por suerte, esta glosa no se retomó en lo sucesivo. Las acepciones también pueden resultar de interpretaciones erróneas de las fuentes utilizadas. Sucede con frecuencia en las voces que el diccionario de Rodríguez toma de Sarmiento, si bien el responsable de esas torpes deducciones suele ser De la Iglesia. Así, define la palabra atricar como «incomodar, insultar, tentar, provocar, etc. Sarm.», cuando en realidad el sentido que le da el monje benedictino en su ejemplo es el de ‘aturdir, estorbar’ («Volvamos ao conto / que faltará tempo, / e ti non m’atriques, / Maruxa do demo», copla 229, cf. Pensado 1976: 86-87), según se puede comprobar en otros escritos del autor. La «innovación» será seguida por todos los diccionarios, con excepción de los de Pintos y Eladio. Del mismo modo, a partir de una mala interpretación de un texto de Sarmiento, algueiros pasa con el significado de ‘rodeos’ ‘escusas’ o ‘embustes’ de uno a otro diccionario desde Rodríguez, y

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llega hasta Carré en su edición de 1979, cuando en realidad Sarmiento la empleó con el significado de ‘festuca’, ‘átomo’, ‘arestica’ (Colección de voces y frases gallegas, cf. Pensado 1976: 63-65). No faltan las puras y simples invenciones, como en la entrada panterlo del mismo repertorio de Rodríguez (Pensado 1976: 295-297), al que De la Iglesia, mediante el método de la etimología popular (pan-terlo, próximo a terno/tenro, 'tierno'), atribuye el significado ‘pan tierno ó más bien fresco’, tomado presuntamente de Sarmiento. Nada más lejos del real ‘enredo para cazar pájaros sin liga’ (Sarmiento, Onomástico 205, ápud DdD) o, si se quiere, «trampa feita de vimbo ou de canas en forma de pirámide, para cazar vivos os paxaros» (DRAG2012), cuya denominación aún está viva en el habla. Este significado será registrado por Aguirre, Cuveiro, Valladares, Filgueira et al. y Franco Grande. Las invenciones rozan la barbaridad, como en juvia ‘lluvia’, del mismo De la Iglesia (Pensado 1976: 238), que solo Valladares admite en lo sucesivo. Una reducción errónea del significado de una voz lo tenemos en arrecender, lema que introduce De la Iglesia en el diccionario de Rodríguez con la definición ‘oler, ó haber olor’, frente al recender que ya figuraba como ‘oler bien una cosa’. Es una definición que corrige enseguida Cuveiro y que solo retomará en lo sucesivo Valladares (ni siquiera Porto sigue a Valladares en este punto). Otro ejemplo de pérdida de significados tuvo lugar en apedrazar (Sánchez Palomino 2011: 159), que Leiras Pulpeiro introdujo por primera vez en la lexicografía gallega con la glosa ‘echar a perder, acantalear’ y fue retomada por el DRAG1913-1928, y tras él por Eladio y Franco Grande, como ‘echar a perder, estropear’, eliminándose así la idea de ‘granizar’ presente en apedrazar y ‘acantalear’. En Sánchez Palomino (2011: 163-165) mostramos también cómo se habían producido algunos errores en la transmisión del significado de ciertas voces, a partir del vocabulario de Leiras. Abordelar, que el escritor mindoniense define con claridad como ‘encuartar, ayudar, reforzar en pasos difíciles la yunta o tronco de un carruaje’, se ve reproducido en el DRAG1913-1928 como ‘encuartar; ayudar; reforzar en casos difíciles, la yunta ó tronco de un carruaje’, secuencia que será retomada por Eladio, Franco Grande e incluso Constantino García (1985). Si en este ejemplo la modificación, quizá debida a un descuido, no genera una gran distancia entre una definición y otra, o entra la definición y la realidad, en otras entradas el perjuicio causado es mayor. Así, el mismo Leiras recoge abicadar con el equivalente castellano ‘engargantar’ como único enunciado definitorio. Sin embargo, el DRAG1913-1928 decide desarrollar ese equivalente en tres acepciones, ya sea por desconocimiento, ya por atribuir al gallego una gran riqueza léxica, no inferior a la del castellano; de este modo, consigna: «Engargantar, meter el pié en el estribo hasta el talón. 2. Dar la papilla á los niños de pecho. Dar de comer á las criaturas que no pueden hacerlo por su mano. Var. embicar. 3. Alimentar los pájaros á sus crías. Darles la bicada». Con ello el lexicógrafo académico calca las acepciones de la palabra castellana engargantar, cuando en gallego la primera no tiene sentido, pues en él ni bico ni bicada tienen el significado del castellano garganta ‘parte superior del pie, por donde está unido

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con la pierna’ (DRAE 1884/1899, ápud NTLLE)8. De nuevo este castellanismo semántico se transmitirá a Eladio y Franco Grande, pero la acepción se descartó definitivamente en la lexicografía moderna, como ya habían hecho antes con buen criterio algunos lexicógrafos. Respecto a la forma misma de las palabras transmitidas, también podemos señalar diferentes tipos de errores. Las malas lecturas están detrás de algunos de ellos, como el que llevó a Franco Grande a incluír la expresión musgar as avellas, a partir de la de Leiras musgal-as orellas ‘amusgar’, paralela a musgar os ollos, puesto que se trata de ‘poñer algúns animais [as orellas] cara a atrás cando quere atacar ou trabar’ (DRAG2012), como corresponde asimismo al equivalente castellano ‘amusgar’ (Sánchez Palomino 2011: 165). Lo cierto es que estas malas lecturas están presentes desde el inicio mismo de la tradición. De la Iglesia cambió la grafía abayxado del manuscrito de Rodríguez, que este había tomado probablemente del glosario del Fuero Juzgo, por abaixado, de donde un error de impresión (o tal vez el propio De la Iglesia) lo pasó a abaifado (Pensado 1976: 53), forma que a través de Cuveiro, Valladares (avaifado)9 y Porto Rey (abaifado / avaifado) llegó hasta el DRAG1913-1928. Este no se detuvo ahí, sino que inventó un necesario abaifar, propiciado además por la similitud con abafar, que pasará a Filgueira et al., Eladio y Franco Grande. El mismo De la Iglesia modificó el sono de Rodríguez en soño, atribuyendo a este erróneamente el significado de «gana de dormir» (cf. Pensado 1976: 333-334). Del mismo modo, la voz airoa ‘anguía pequena’ de Sarmiento fue mal leída por Rodríguez, que la trasladó como aixoa, y con esta forma reaparece en Aguirre, Cuveiro y Porto (Pensado 1976: 62). Algunas de estas voces espurias, como queda dicho, podrían deberse también a errores de imprenta (cabouco por caborco?, cf. Pensado 1976: 123-124). Neira / Riveiro (2000: 22) llamaron la atención igualmente sobre algunos errores de esta especie en la lectura del manuscrito de Pintos por parte del DRAG1913-1928, tales como «allonda. Pastel amasijo», que corresponde al alloada de Pintos y que pasará de la misma manera a Filgueira et al. y a Eladio; o la expresión «len, ó. Al descubierto, al desnudo» de Carré (1951 y 1979), que no es sino la entrada «leu, ó», y que pasaría también a Franco Grande. Algunos lemas erróneos se explican como voces tomadas de otras lenguas, a veces de manera sorprendente, quizá por descuido, quizá por desconocimiento o en ocasiones incluso por un deseo diferencialista; normalmente aparecen en textos usados como fuentes y pueden ser objeto de alguna adaptación para dotarlas de un aire más «gallego». En este grupo podemos incluír latinismos como admorsar (to–––––––— 8

9

Citamos la definición que figura en las ediciones del DRAE próximas a la fecha de publicación del DRAG1913-1928, pero en esta palabra casi no ha habido variación de unas ediciones a otras. Pensado (1976: 62) señala que Valladares no lo consigna, probablemente porque «lo encontró sospechoso», pero se encuentra bajo la grafía que indicamos, de modo que la trayectoria de esta voz es todavía mayor que la indicada por el estudioso salmantino.

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mada de Sarmiento), que pasó de Rodríguez a Cuveiro, Valladares y Porto Rey; asturianismos como lleocantaro (también en Rodríguez), leocantaro (De la Iglesia); leonesismos como suo (De la Iglesia); palabras procedentes del etrusco como lucumones (De la Iglesia); lusismos como congosa (De la Iglesia), o galicismos como carcan (De la Iglesia) (cf. Pensado 1976: 251, 334-335, 260, 154-155, 135), todos ellos con mayor o menor fortuna. A pesar del criterio habitual de no incorporar voces compartidas con el castellano, no faltan tampoco los castellanismos, más o menos disfrazados: en el diccionario de Rodríguez encontramos, entre otros, alcagüete, bencexo, berduguillo (adaptado por Cuveiro como verduguiño), caballero, cirigüela, cositas, órfano, etc., unas veces debidos al propio Rodríguez y otras a De la Iglesia (cf. Pensado 1976: s. v.). Generalmente son palabras con poco recorrido. En ocasiones, los errores provienen de una grafía equivocada: así, cuando se escriben todo junto expresiones del tipo afeixe (en Rodríguez, corregido en lo sucesivo). O pueden consistir en consignar nombres comunes ficticios, fruto de la falsa reconversión de topónimos, como ocurre con ameixenda, que pasa de Rodríguez a Cuveiro, Valladares, DRAG1913-1928 (el cual añade aún ameixide y ameixal), Eladio y Franco Grande (cf. Pensado 1976: 59-60, 59-70). Una cierta voluntad diferencialista o simplemente de incrementar el léxico incluido en los repertorios explicaría la aparición de «nuevas» palabras (cf. Santamarina 2008: 369), de manera que, a partir de un gallego face ‘cara’, surge en Cuveiro desfazado, inexistente en la lengua, que tendrá continuación en Porto, Filgueira, Carré (de forma persistente en todas sus ediciones hasta 1979), Ibáñez y Franco Grande. En la misma línea podría interpretarse la lectura del griego ergaleion, que se galleguizó como ergaleiron en Rodríguez e incluso se dotó de significado a partir de una desviación de lo que decía Sarmiento (Pensado 1976: 184); afortunadamente, esta voz solo tuvo continuación en Cuveiro y Valladares. Otros inventos que parten del repertorio de Rodríguez son el infinitivo ouzar, con una larga trayectoria en la lexicografía gallega (todavía aparece en Constantino García 1985), rehecho analógicamente a partir de las formas verbales ouzo, ouza, de ouvir (Pensado 1976: 293-294), o la forma briquiño, con menor recorrido, pero de la que Cuveiro se atreve a decir incluso que es un diminutivo de brico, cuando debe de tratarse de un error por brinquiño (a partir de forma portuguesa utilizada por Sarmiento, cf. Pensado 1976: 115). La presencia de estas palabras equivocadas, o, como dice Santamarina (2008: 369), de estos «fantasmas léxicos» (denominación que también utilizó Pensado 1976: 55), puede ir más allá incluso de su aparición en los repertorios lexicográficos; es posible que algún escritor las dote de carta de naturaleza y pase a utilizarlas en su obra con un afán diferenciador: Ás veces algunhas destas palabras poden remanecer en escritos dalgún autor que acode ós dicionarios para enxebrizar o seu galego, de maneira que as fantasmas léxicas dos dicionarios poden retroalimentar a lingua literaria e lexitimar estas voces.

La transmisión léxica en la lexicografía gallega prenormativa

4.

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Conclusión

Una revisión crítica a fondo del material léxico repertoriado en los diccionarios gallegos nos permitirá conocer en profundidad cómo han actuado los grandes vectores de la transmisión léxica. Algunos los conocemos ya bastante bien: sabemos que los tres primeros diccionarios publicados (Rodríguez, Cuveiro, Valladares) se retomaron sucesivamente con un alto grado de fidelidad y que fueron también muy utilizados posteriormente; o que el repertorio de Porto Rey es en buena medida deudor del de Valladares; o que el DRAG1913-1928 bebió en todas estas fuentes, y de él bebieron igualmente Carré y Eladio, este último muy usado por Franco Grande, de la misma forma que Ibáñez utilizó profusamente a Carré. Queda, no obstante, todavía, mucho por aclarar en este sentido: la posición de algunos diccionarios, como el de Pintos o el de Aguirre, o la utilización de vocabularios menos extensos, algunos todavía inéditos, por mencionar solo algunas cuestiones. El léxico gallego ha sido objeto de un tratamiento lexicográfico diverso en su transmisión de unos diccionarios a otros y, en ocasiones, esa transmisión ha sido errada o no conforme a la realidad de la lengua. Los diccionarios pioneros deben ser objeto de una prevención especial, como cabe esperar por otro lado de los comienzos de una actividad como la lexicográfica, máxime si se produce en la situación en la que se encontraba la lengua gallega en ese momento. Interpretaciones deficientes, malas lecturas, calcos semánticos, un deseo de incrementar el volumen de voces o acepciones, el afán diferencialista y hasta las erratas de imprenta son otras tantas causas que pueden explicar algunos de esos errores, de trayectoria más o menos exitosa, a los que sin duda habrá que dedicar más atención en un futuro si queremos tener un mejor conocimiento de la tradición lexicográfica gallega y discernir aquello que realmente le corresponde a la lengua gallega de lo que no.

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María Dolores Sánchez Palomino

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La lexicografía rumana. Historia y actualidad Elena Tamba Institutul de Filologie Română «A. Philippide» / Academiei Române (Iaşi)

Romanian lexicography, past and present Abstract This article presents the history of Romanian lexicography together with the changes occurring in present-day lexicography. There have also been initiatives in Romania to create electronic tools and resources seen as necessary to provide support for the Romanian language and culture in a cross-border domain, in the general context of computerization of basic academic research. The development of new Romanian lexicography based on web resources has changed the approach to dictionaries and dictionary making. Keywords Romanian lexicography, computerized lexicography, dictionary, linguistic resources.

1.

Historia de la lexicografía rumana1

La lexicografía en rumano tiene una historia que abarca más de cinco siglos, desde su surgimiento en el siglo xvi2. Dado que los documentos de las cancillerías de los príncipes estaban escritos en eslavo en aquella época, la redacción de lexicones o de glosarios para facilitar la comprensión del idioma llegó a ser una necesidad, por lo que, casi al mismo tiempo que se realizaron las primeras traducciones de los textos eclesiásticos desde el eslavo, aparecieron, en manuscrito, los vocabularios bilingües eslavo-rumanos3 (de los cuales, a veces, se conservan solo fragmentos; cf. Gheţie –––––––— 1

2

3

Quisiera agradecer a la dra. Cristina Florescu, del Instituto de Filología Rumana A. Philippide de Iaşi, la cuidadosa lectura de este texto y las sugerencias ofrecidas. Para tener otra perspectiva histórica de la lexicografía rumana, véase el artículo de Monica Busuioc en este mismo volumen. Una descripción detallada de la historia de la lexicografía rumana puede verse en Seche 1966, 1969. Algunas consideraciones sobre la evolución de la lexicografía rumana fueron sistematizadas y presentadas en el volumen Haja / Dănilă / Forăscu / Aldea 2005. Por ejemplo, Lexiconul slavo-românesc al lui Mardarie Cozianul, de 1649, la primera obra lexicográfica conservada íntegra hasta hoy (Seche 1966: 7).

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1982: 365-464; Bogdan 1946). Estos lexicones fueron utilizados como herramientas por los traductores de los textos sagrados, y conservan su valor documental para el lexicógrafo contemporáneo como fuentes de los primeros testimonios escritos de palabras rumanas. Poco a poco, los diccionarios bilingües eslavo-rumanos fueron sustituidos por diccionarios bilingües o multilingües, en los cuales el elemento latino y romano tiene un papel preponderante. El número de obras de este tipo aumenta significativamente bajo la influencia de la filosofía de la Ilustración, que domina la cultura rumana a finales del siglo xvii y en el xviii. Mientras tanto, el «centro de gravedad de la lexicografía rumana comenzó a trasladarse a Transilvania», que producirá contribuciones significativas en este campo durante dos siglos (Seche 1966: 8), pues en el siglo xvii estas se habían desarrollado exclusivamente en Valaquia. El primer diccionario con el rumano como lengua de partida aparece en el siglo xviii (Anon. Car.) y representa un importante punto de referencia en la historia de la lexicografía de Rumanía. En la evolución de esta, un momento clave es la aparición, durante las dos últimas décadas del siglo xviii, de los primeros diccionarios impresos en rumano4, con lo que las obras lexicográficas adquieren un mayor dinamismo, como herramientas habituales de traducción y, al tiempo, como recursos para la edición de otros diccionarios. Los comienzos de la lexicografía rumana están marcados por la aparición del Lexicón de Buda (LB), que es el primer diccionario a gran escala, tanto explicativo como etimológico, de la lengua rumana, y que está impreso íntegramente con alfabeto latino. La lexicografía rumana se va diversificando y especializando a lo largo del siglo xix, cuando se publican muchos diccionarios bilingües (diccionario alemán-rumano y rumano-alemán, francés-rumano y rumano-francés, latín-rumano y rumano-latín, etc.), diccionarios multilingües, etc.5 El primer diccionario explicativo completo de la lengua rumana es el del gobernador Iordache Golescu (Golescu 1832; cf. Seche 1966: 69), que adoptó por primera vez un sistema de ordenación de las entradas agrupándolas por grupos léxicos. Aunque no sistemáticamente, en ellas aparecen además algunas informaciones de carácter enciclopédico. A menudo, las palabras van ilustradas por contextos-tipo creados por el autor. Iordache Golescu indica en su obra distintas hipótesis etimológicas y ofrece, por primera vez en la historia de la lexicografía rumana, una lista de homónimos. La lexicografía enciclopédica conoce un desarrollo notable. Así, en 1830 se funda en Iaşi una sociedad literaria que pretende realizar, a través de un equipo coordinado por Gh. Asachi, una enciclopedia, una primera obra lexicográfica en rumano (Asachi 1842). También se registran otros intentos de realizar diccionarios enciclopédicos: Ion Heliade-Rădulescu promueve el proyecto del Dicţionar de cunoştinţe universale; –––––––— 4 5

La primera obra lexicográfica impresa es un glosario latino-húngaro-rumano de nombres de plantas, preparado por Bonkö Józef en 1783 (Seche 1966: 16). Para más información al respecto, véase Seche 1966: 18 ss.

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Alexandru Gavra, el Lesicon de conversaţie storicesc religionariu (cf. Seche 1966: 7880). Posteriormente la lexicografía enciclopédica alcanza un importante grado de desarrollo tras la aparición de obras como CADE, DER, D. ENC., DEI, etc. La lexicografía sinonímica da sus primeros pasos en rumano en 1867, cuando se publica en Bucarest el primer diccionario de sinónimos de la lexicografía rumana (Canella 1867). Las obras DSR y DGS revisten particular importancia para esta orientación. En el marco de la historia de la lexicografía rumana, la atención a los neologismos ha sido objeto de preocupación constante hasta nuestros días. La primera tentativa de elaborar un glosario de neologismos corresponde a Cantemir en 1704 (cf. Seche 1966: 12), pero es entre los años 1826 y 1870 cuando se produce un desarrollo excepcional desde un punto de vista cuantitativo de esta variedad. Esto pone de manifiesto, entre otras cosas, algunas de las características que singularizan la lengua literaria rumana, concretamente la apertura a los préstamos como medio de enriquecimiento léxico y la capacidad de adaptación de los neologismos. El rumano, del mismo modo que cualquier idioma abierto a las terminologías especializadas, designa las novedades técnicas, financieras, sociales, científicas, culturales, etc. En 1847 Ion Rădulescu Heliade publica en Bucarest Vocabularul de vorbe streine în limba romana, en el cual el autor propone sustituir las palabras extranjeras por voces en rumano o, cuando no se encuentra una palabra equivalente, por palabras tomadas del latín. Se produce también una apertura hacia los neologismos en obras como Negulici (1848) o Stamati (1851), entre otras. Durante este período aparece el primer diccionario especializado de neologismos, el Vocabulariu de jurisprudenţă, de Iancu M. Codrescu, publicado en Iaşi en 1865 (Seche 1966: 97). Es necesario hacer hincapié en el papel que ejercieron los diccionarios a la hora de difundir, popularizar e imponer los neologismos, en el marco del proceso de modernización de la lengua literaria rumana durante este período. En este proceso se adoptó una orientación latino-románica, tanto en lo relativo al enriquecimiento del léxico, como a la modificación de la ortografía (incluida la transición al alfabeto latino), a la adaptación fonética y morfológica, y a la simplificación y armonización de las estructuras sintácticas (Haja / Dănilă / Forăscu / Aldea 2005: 11). El fenómeno, conocido como rerromanización (Puşcariu 1931: 345-359), latinización o romanización (Ivănescu 2000: 672-685), relatinización (Hristea 1984: 134-147), occidentalización románica (Niculescu 1980: 249-253), etc., se manifiesta en todos los niveles del idioma. Durante el período contemporáneo, el Dicţionarul de neologisme (DN, que apareció posteriormente en cuatro ediciones sucesivas, DN2, DN3, MDN, NDN), realizado por Fl. Marcu y Constant Maneca es, en esta categoría, la obra lexicográfica de mayor circulación y que cuenta con más autoridad. En los últimos treinta años se han publicado además otras tres obras de este género, el DCR, el DEN y DCSR6. La séptima década del siglo xix marca la época de los grandes diccionarios en la historia de la lingüística rumana (Seche 1966: 102). Durante este período desarrolla –––––––— 6

Para un análisis detallado del tratamiento de los neologismos en la lexicografía rumana, cf. Clim (2012).

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su actividad Alexandru Cihac, que publica Dicţionarul etimologic dacoromân, el primer trabajo científicamente riguroso dentro de la etimología rumana. La obra de Cihac adopta una orientación moderna, tratando de hacer, por primera vez en la lexicografía rumana, un inventario objetivo de los orígenes del léxico rumano. La nómina de diccionarios etimológicos del rumano se complementa con otras obras, como el HEM, el CDDE, Ciorănescu (2002), etc. Una de las obras lexicográficas más populares es Dicţionarul universal al limbei române, de Lazar Şăineanu, cuya primera edición apareció en 1896 en Craiova. Se trata de un diccionario explicativo general, el primero de este tipo en la lexicografía rumana. En el transcurso de cuatro décadas ha conocido nueve ediciones. Dentro de la serie de los grandes diccionarios publicados en el siglo xx, cabe mencionar también el de Resmeriţă (1924), que se centra principalmente en la parte explicativa y no tanto en la etimología. Otra importante obra de este período es la de Scriban (1939), que acoge en su obra léxico de muy diverso tipo (alrededor de 38 000 voces) procedentes de los materiales estudiados (vocabulario popular, regional, de argot e incluso arcaico). El único diccionario histórico de la lengua rumana es el redactado en alemán a principios del siglo xx por Hariton Tiktin (1903-1925). Esta obra cuenta con dos ediciones sucesivas y constituye sin duda una excelente herramienta para los interesados en el estudio de la lengua rumana. La nómina de grandes diccionarios se completa con los textos lexicográficos elaborados bajo los auspicios de la Academia Rumana. Además del gran diccionario de la Academia (del cual hablaremos en detalle más adelante), en las últimas décadas los lexicógrafos que desarrollan su actividad en institutos especializados de la Academia Rumana produjeron una serie de importantes obras que son ya accesibles al público. Así, en un corto espacio de tiempo se acometió la redacción del Dicţionarului limbii române literare contemporane (DL), una obra en cuatro volúmenes, publicada entre 1955 y 1957 y desarrollada por un equipo de 85 lexicógrafos de Bucarest y Cluj que incluye más de 48 000 entradas. Los criterios lexicográficos adoptados a la hora de elaborar el lemario supusieron la exclusión de las palabras, acepciones y unidades fraseológicas arcaicas, para de este modo respetar la orientación contemporánea de la obra, así como la de palabras, acepciones y unidades fraseológicas regionales o jergales, para restringir así el lemario al léxico literario. Las definiciones son precisas, breves y claras, sin adiciones de índole enciclopédica. En el DL se utiliza un gran número de citas extraídas de textos literarios, tanto cultos como populares, de trabajos científicos y de publicaciones periódicas, pero se renuncia a la sección etimológica. A través de la selección de palabras y acepciones, de la elección de los lemas y de la inclusión de indicaciones gramaticales, ortográficas y ortoépicas, el diccionario pretende ser una obra lexicográfica de orientación normativa. Además, los lexicógrafos sintieron la necesidad de realizar otro diccionario, reducido a un único volumen, simplificado y accesible, Dicţionarul limbii române moderne (DM), que ha sido concebido inicialmente como una versión abreviada del DL, en la que se renuncia a las citas y se reduce la parte explicativa (concentrando las definiciones mediante la fusión de acepciones relacionadas y la eliminación de algunas menos conocidas). El DM, que apareció en 1958, se convirtió en la obra lexi-

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cográfica más popular de esta época, con una tirada de unos 150 000 ejemplares. Las 49 649 palabras que incluye forman un lemario muy considerable para un diccionario explicativo en un solo tomo. Todas estas características, unidas a las dos innovaciones que introduce (la inclusión de unas 3000 ilustraciones y de información etimológica), convierten el DM en una obra independiente, diferente desde muchos puntos de vista del DL (cf. Seche 1969: 145). La más popular obra lexicográfica académica de Rumanía es el Dicţionarul explicativ al limbii române (DEX), que en las dos décadas transcurridas desde su aparición ha conocido numerosas reimpresiones, con varias revisiones y enmiendas, y una tirada total de unos 600 000 ejemplares (MDA 2001: viii). El DEX incluye palabras populares, regionales, arcaísmos y neologismos que, además de la definición y la explicación, van ilustradas por sus correspondientes etimologías. La Academia Rumana se crea en 1866 (Pascu 1991: 54-55; Haja / Dănilă / Forăscu / Aldea 2005: 16) con el objetivo, desde un principio, de estudiar la ortografía, el diccionario y la gramática del rumano. Por consiguiente, uno de sus proyectos más importantes ha sido y sigue siendo la elaboración de un diccionario-tesoro. El primer proyecto de diccionario académico fue el Dicţionarul limbii române, un diccionario general, histórico y etimológico realizado por A. T. Laurian y I. C. Massim. Esta obra sigue la línea latinista tradicional y adopta, con algunos excesos, una posición purista. No es extraño, por tanto, que una de las críticas más habituales de este diccionario sea que el lemario de la obra se encuentra sobrecargado de voces tomadas directamente de los diccionarios latinos. Los dos tomos incluyen unos 43 000 lemas, a los cuales hay que añadir unas 5000 palabras que los autores han integrado en las secciones de los artículos dedicados a los elementos de composición y derivación (sufijos y prefijos). Si tenemos en cuenta la lista del Glosario, el número de lemas de los tres tomos asciende a unos 70 000. De todos modos, si descontamos el número de términos introducidos de manera forzada en el vocabulario rumano como consecuencia de la orientación latinista adoptada, el número de palabras reales asciende a un total de 50 000. Por otra parte, la pretensión de los autores de enriquecer el vocabulario del rumano produjo como efecto la imposición de un gran número de neologismos (Haja / Dănilă / Forăscu / Aldea 2005: 16). Una segunda tentativa de elaboración de un diccionario académico, el Etymologicum Magnum Romaniae (1887-1893), de Bogdan Petriceicu Hasdeu, es otro punto de referencia para la lexicografía rumana. Los tres volúmenes de la obra (que quedó interrumpida en la palabra bărbat) se distinguen por su rica lista de voces. Hasdeu ignoró el masivo aporte neológico del siglo xix para centrarse en la lengua antigua, en la variedad popular y en los dialectos regionales del territorio dacorrumano, configurando un lemario formado íntegramente por palabras reales, extraídas de textos. La sección etimológica del diccionario alcanza un considerable volumen, que no ha sido superado hasta hoy por ninguna otra obra lexicográfica en rumano. Esta circunstancia convierte el Etymologicum Magnum Romaniae en un punto de referencia de la lingüística rumana. Otro intento de realizar un diccionario-tesoro fue el protagonizado por Alexandru Philippide, notable lingüista rumano, que, junto con un pequeño equipo de colaboradores en la fase de redacción de fichas, y luego individualmente, llegó a

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redactar en el término de seis años casi una cuarta parte de la obra, desde la letra A hasta la preposición de. Sin embargo, debido a algunos malentendidos con el Comité Académico, renunció al proyecto, que fue confiado a Sextil Puşcariu, otro gran lingüista rumano. El cuarto intento de realizar el Dicţionarului limbii române se plasmó en la obra conocida como Dicţionarul Academiei (DA). Por primera vez en la historia del diccionario académico, se decide que la elaboración de la obra sea llevada a cabo por un equipo más grande, para de este modo aumentar el ritmo y la capacidad de trabajo. Utilizando el archivo de A. Philippide y decenas de miles de fichas elaboradas por Puşcariu, se pasó a la redacción propiamente dicha, con el objetivo de ir enriqueciendo sobre la marcha los materiales léxicos, al tiempo que se abordaba el trabajo de edición. Bajo la dirección de Sextil Puşcariu, a lo largo de 38 años, desde 1906 hasta 1944, se realizó casi la mitad del trabajo (un total de 2956 páginas impresas, correspondientes a las letras A-C, F-K y gran parte de la letra L, concretamente el fragmento l-lojniţă). En la introducción al primer volumen, firmada por Sextil Puşcariu, se presentan los principios que rigieron la selección de las voces compiladas y se indica que la principal fuente empleada para ello fueron los diccionarios anteriores, junto con los vaciados de una selección de textos literarios de diferentes épocas. En cuanto al criterio de introducción de las palabras en la lista del diccionario, el DA, como diccionario histórico y general, incluye tanto palabras antiguas, populares y regionales, como préstamos recientes que «expresan una idea o el matiz de una idea para la cual nuestro idioma no tiene un término inequívoco» (DA 1913: xv). El número de entradas es enorme. Una estimación realizada por Puşcariu indica que los fascículos que contienen cuatro letras de tamaño medio (A, B, F y G) suman unas 15 444 entradas. Por primera vez en la historia de la lexicografía rumana, la organización semántica del material se realiza de manera sistemática, en dos líneas principales: mediante coordinación y subordinación. La organización de cada artículo del diccionario es muy precisa: después del lema y de la indicación de su categoría morfológica, sigue la mención del ámbito al que pertenece la palabra en cuestión, la traducción al francés de las acepciones del término rumano, diversas informaciones relativas a su situación histórica o su difusión espacial, indicaciones estilísticas, definición, fuentes, unidades fraseológicas, formas gramaticales, variantes léxicas y etimología. A partir de la letra B, se pasa a una organización del material lexicográfico por grupos léxicos. La relación de referencias bibliográficas del diccionario se ha ido enriqueciendo en gran medida, desde las 199 fuentes usadas por A. Philippide hasta aproximadamente 553 títulos en 1926. Los trabajos del DA se interrumpieron durante las guerras mundiales. Su elaboración se reinicia a partir de 1959 y continúa en el presente en el seno de los departamentos de lexicografía y lexicología de los institutos especializados de la Academia Rumana de Bucarest, Cluj-Napoca y Iaşi. La reanudación de los trabajos del diccionario se abordó partiendo de criterios lexicográficos revisados y matizados, lo que condujo a la consideración de los nuevos tomos como parte de una nueva serie, conocida bajo el nombre DLR, que abarca desde la letra M hasta el final. Desarrollado bajo la dirección de Iorgu Iordan, Alexandru Graur y Ion Coteanu, y, desde el año 2000, bajo el liderazgo de Marius Sala y de Gheorghe Mihăilă, esta serie incluye

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los tomos que contienen las letras D, E, L y M-Z. Sumando los datos de las dos series, DA y DLR, el Dicţionarul Tezaur al limbii române incluye en sus 14 tomos con 37 volúmenes un total de 20 000 páginas y más de 175 000 entradas, incluidas las variantes. El DLR es un diccionario histórico, descriptivo y normativo, cuyas reglas de redacción se inspiran en la tradición lexicográfica francesa, en cuanto al tipo de diccionario, a la estructura, a la tipología de las definiciones y de la ordenación de las acepciones, la etimología de las palabras, etc. (Busuioc 2008). Como diccionario general, el DLR incluye y define palabras documentadas en la lengua literaria, en el habla popular y en el lenguaje de la literatura artística, e ilustra todos los significados y las acepciones secundarias con citas extraídas de textos de todas las épocas, desde los más antiguos hasta la actualidad. Los términos especializados se incluyen en el DLR solo en la medida en que hayan entrado o reflejen una tendencia evidente de penetración en la lengua literaria general, en el lenguaje artístico o en el habla popular; en otras palabras, se incluyen si están registrados en al menos dos estilos diferentes del idioma. Al tratarse de un diccionario tipo tesoro léxico, que también tiene carácter histórico, además de los términos populares están presentes también los regionalismos y los arcaísmos. Las palabras de argot se introducen en el diccionario solo cuando hayan penetrado en el lenguaje familiar o en el de las artes. El diccionario también incluye las creaciones léxicas de algunos lexicógrafos o escritores, pero solo en la medida en que estén en uso y sean adoptadas por otros autores o se encuentren en la lengua literaria general. El DLR recoge también como entradas palabras que se registran solo en frases, así como otras que aparecen únicamente en algunos géneros especiales, como la poesía popular, las canciones, las adivinanzas, etc. El tratamiento lexicográfico de las palabras compuestas es particular, ya que estas se incluyen en artículos independientes si están perfectamente soldadas o si al menos uno de los elementos no existe de manera independiente en el idioma, o si se ha introducido como préstamo. En las demás situaciones son tratadas, por lo general, desde el punto de vista de su primer constituyente. En cambio, todos los derivados se introducen en el diccionario como entradas independientes. La naturaleza explicativa del diccionario se refleja en el hecho de que los lexemas están definidos y explicados en todas sus acepciones, independientemente de su frecuencia o distribución geográfica (a excepción de un número reducido de regionalismos y arcaísmos raros, sin anotaciones en algunas fuentes). Con el fin de encontrar soluciones adecuadas a la gran variedad de hechos del idioma, se utilizaron diversos procedimientos para la definición: la definición por género próximo y diferencia específica, la separación de los valores semánticos utilizando sinónimos, la comparación del término explicado con los términos más próximos o más alejados desde el punto de vista del significado y la indicación de las funciones sintácticas (para las palabras gramaticales) (DLR 1965: xi)7. La estructura de las dos series del Dicţionarul limbii române (DA y DLR) (criterios para la selección de los lemas, organización de los artículos lexicográficos, prin–––––––— 7

Para una descripción detallada de la nueva serie del DLR, véase la Introducción al Dicţionarul limbii române (DLR), Nueva serie (1965, t. VI, letra M: i-xv).

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cipios de redacción, etc.) es en principio similar, lo que confiere unidad a toda la obra. Las diferencias entre DA y DLR radican en la renuncia, en la nueva serie, a la redacción por grupos léxicos y en la eliminación de la traducción al francés de los significados primarios. La primera edición del Dicţionarul tezaur al limbii române (DA y DLR) fue redactada a lo largo de 105 años (su último volumen fue publicado en 2010). Inmediatamente después de su finalización se ha pasado a la redacción de la segunda edición, mediante la actualización de la antigua serie del DA, que había aparecido antes de 1949. En este momento, se está trabajando en la elaboración de la documentación y en su redacción inicial, con herramientas y técnicas de trabajo modernas, a las que me referiré con más detalle más adelante. Otro proyecto importante realizado bajo los auspicios de la Academia Rumana en el Instituto de Lingüística Iorgu Iordan-Al. Rosetti, es el Micul dicţionar academic (MDA), mediante el cual se ha intentado poner a disposición del público una versión abreviada del diccionario tesoro. Esta obra incluye, en forma resumida, todas las palabras y variantes del Dicţionarul tezaur al limbii române (DA y DLR). La serie de diccionarios académicos se completa con la principal obra lexicográfica normativa de la lengua rumana: el Dicţionarul ortografic, ortoepic şi morfologic al limbii române (DOOM) que cuenta con dos ediciones, de 1982 y 2005. Además de los grandes proyectos lexicográficos de la Academia Rumana, hay otros dos diccionarios generales, de gran tamaño, debidos a la iniciativa particular de dos grupos de lexicógrafos (formados, además, en la escuela del DLR). Consideramos aquí diccionarios como el DEI, el NDU, el DEXI, etc. Cabe mencionar también que en las últimas décadas la lexicografía rumana se ha visto enriquecida por numerosos diccionarios de neologismos, arcaísmos, regionalismos, etc., así como por diccionarios especializados. La lexicografía específica de ciertas terminologías está muy bien representada en rumano (LTR, LTR2, DŞL, etc.). En este sentido, dentro de la lingüística rumana existen escuelas terminológicas en Iaşi y Bucarest, donde se elaboran las bases para el estudio de los significados especializados tanto de la terminología científica como de la popular8. El material lexicográfico del DLR fue el punto de partida para otros diccionarios realizados en el marco de proyectos de investigación9, lo que demuestra la importancia de este recurso lingüístico y lexicográfico de la lengua rumana.

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Para más consideraciones relacionadas con la distinción entre la terminología científica y la popular en rumano, cf. Florescu (2011). El proyecto Terminología meteorológica, científica y popular, de fenómenos atmosféricos en rumano. Estudio lingüístico, con financiación nacional, desarrollado entre 2011 y 2014 en el Instituto de Filología Rumana A. Philippide (Iaşi), bajo la dirección de Cristina Florescu, representa una etapa innovadora en el panorama de la lingüística rumana, en la que se estudia y se prepara un diccionario terminológico que tiene en cuenta ambas perspectivas, la científica y la popular. Tomamos en cuenta aquí los trabajos lexicográficos DTLRd y DFA.

La lexicografía rumana. Historia y actualidad

2.

273

Actualidad. Informatización de la lexicografía rumana

La lexicografía actual se encuentra inmersa en un profundo proceso de transformación y modernización de la metodología de elaboración y consulta de los diccionarios, como consecuencia de la introducción de enfoques interdisciplinares. La lexicografía rumana tampoco es ajena a este cambio, al cual no cabe oponerse, sino más bien encontrar la forma de gestionarlo (Tamba / Clim / Catană-Spenchiu / Patraşcu 2012: 259). En este sentido, en los últimos años podemos hablar de una estrategia general de informatización de la investigación lingüística, que se manifiesta en la colaboración entre los institutos de filología (Instituto de Lingüística Iorgu Iordan-Al. Rosetti, de Bucarest; Instituto de Filología Rumana A. Philippide, de Iaşi, e Instituto de Lingüística S. Puscariu de Cluj-Napoca) y de informática (Instituto de Ciencias Teóricas de la Computación), pertenecientes todos ellos a la Academia Rumana, y la Facultad de Informática de la Universidad Alexandru Ioan Cuza. Dentro de la historia de la lexicografía rumana, esta etapa se centra especialmente en la informatización del trabajo lexicográfico, lo que supone, por una parte, la digitalización de los recursos existentes y, por la otra, la creación de diccionarios directamente en formato electrónico. En paralelo, se continúa con la creación de recursos lexicográficos en formato clásico. De este modo, por lo que se refiere a la digitalización de los recursos lexicográficos existentes, en los últimos años se ha trabajado en la informatización del Dicţionarul tezaur al limbii române, que se ha abordado a través del complejo proyecto eDTLR. Dicţionarul tezaur al limbii române în format electronic, para cuya elaboración se reunió a un consorcio de informáticos, expertos en lingüística computacional y procesamiento del lenguaje natural, y lexicógrafos del entorno académico y universitario de Bucarest, Iaşi y Cluj-Napoca. El proyecto fue dirigido por el profesor Dan Cristea, de la Facultad de Informática de la Universidad Alexandru Ioan Cuza, y en su equipo de investigación tomaron parte especialistas en lexicografía del Instituto de Lingüística Iorgu Iordan-Alexandru Rosetti (Bucarest), del Instituto de Filología Rumana A. Philippide (Iaşi) y del Instituto de Lingüística e Historia Literaria Sextil Puscariu (Cluj-Napoca); lingüistas de la Universidad Alexandru Ioan Cuza de Iaşi, e informáticos de las Facultades de Letras y de Ciencias de la Computación de esta misma universidad, así como del Instituto de Ciencias Teóricas de la Computación de Iaşi y del Instituto de Investigación en el campo de la Inteligencia Artificial de Bucarest. El proyecto tuvo como objetivo principal la transposición a formato electrónico de unas 20 000 páginas del diccionario (solo para los últimos volúmenes impresos había una versión informatizada), lo que permitiría realizar consultas complejas, así como proceder a una nueva edición y actualización. Debe tenerse en cuenta, además, el hecho de que los volúmenes de la serie antigua (DA), impresos antes de la guerra, también debían ser sometidos a revisión con el fin de actualizar el vocabulario y las definiciones. Por lo demás, el diccionario debería permitir su actualización permanente, en sincronía con la evolución del idioma. La informatización de esta importante obra obedece a muchas razones, entre ellas la necesidad de darla a conocer al público (debido a su gran tamaño, solo se

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encuentra en forma completa en los institutos de lingüística de la Academia y en algunas bibliotecas), la necesidad de actualizarla (pues, debido al largo proceso de redacción, existen discrepancias entre las letras trabajadas en la primera serie y los últimos volúmenes) y de emplearla en el procesamiento del lenguaje (por ejemplo, el número importante de citas que acompaña a cada una de las acepciones representa un valioso corpus con anotación semántica que puede ser utilizado para programas de desambiguación). El proyecto eDTLR ha recibido financiación nacional entre los años 2007 y 2010. Posteriormente, para acabar la versión electrónica del diccionario, se ha seguido trabajando de manera voluntaria y, en principio, en breve plazo se podrá utilizar este importante recurso lexicográfico para el idioma rumano. En el desarrollo del proyecto eDTLR han colaborado también otras fuentes de financiación, que han permitido dar viabilidad a la inicitativa y crear una serie de herramientas necesarias para su elaboración: a) Diccionario de la lengua rumana (DLR) en formato electrónico. Estudios sobre la adquisición, un proyecto con financiación nacional, llevado a cabo entre 2003 y 2005 en el Instituto de Filología Rumana A. Philippide de Iaşi bajo la dirección de Cristina Florescu. Mediante este proyecto se ha verificado y demostrado la posibilidad de transformar la versión impresa del Diccionario de la lengua rumana en un texto electrónico anotado, procesado con un programa específico, DLRex, una herramienta de adquisición, tratamiento y consulta del DLR que se basa en una heurística que reconoce los varios campos formales del texto formal de un artículo, y que permite identificar automáticamente el texto de las definiciones, de las citas o de los logotipos. Sobre este proyecto, véase también Haja / Dănilă / Forăscu / Aldea (2005). b) Recursos lingüísticos en formato electrónico. Monumenta Linguae Dacoromanorum. Biblia 1688. Regum I, Regum I. Ediţie critică şi corpus adnotat, un proyecto con financiación nacional, llevado a cabo entre 2006 y 2007 en el Instituto de Filología Rumana A. Philippide de Iaşi bajo la dirección de Gabriela Haja. Este proyecto desarrolló un posible método para la incorporación en formato electrónico de libros antiguos de la bibliografía del DLR, a partir de su aplicación a dos libros de la Biblia impresa en Bucarest en 1688, A împărăţiilor cea dentâiu y A împărăţiilor a doua, y de la creación de herramientas para la indexación y anotación automáticas al nivel de la palabra de textos en rumano antiguo. c) DLRI. Base léxica informatizada. Derivados, un proyecto con financiación nacional, llevado a cabo entre 2007 y 2008 en el Instituto de Filología Rumana A. Philippide de Iaşi bajo la dirección de Cristina Florescu. Mediante este proyecto se ha elaborado una muestra lexicográfica formada por derivados en rumano con el sufijo -ime, de origen latino, e -işte, de origen eslavo antiguo, extraídos de las series antigua y nueva del diccionario (DA y DLR, respectivamente) y se ha abordado la unificación técnica y lexicográfica de los artículos de las dos series mediante procedimientos informáticos. d) CNR. Corpus de referencia de la lengua rumana para la creación de diccionarios académicos, un proyecto financiado por CNCSIS y realizado entre 2007 y

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2008 en el Instituto de Lingüística Iorgu Iordan-Al. Rosetti, de la Academia Rumana (Bucarest), bajo la dirección de Monica Busuioc. Este proyecto se ha materializado en un corpus de textos del rumano antiguo, en formato electrónico, disponible por el momento solo para los científicos del Instituto. El proyecto eDLTR ha llevado a la idea de la necesidad de realizar un corpus lexicográfico rumano, el CLRE: Corpus lexicografic românesc esenţial, formado por cien diccionarios de la bibliografía del DLR alineados a nivel de entrada y, parcialmente, a nivel del significado.10 Cuenta con financiación provista por el CNCS-UEFISCDI para el período 2010-2013 y se desarrolla en el Instituto de Filología Rumana A. Philippide de Iaşi, bajo la dirección de Elena Tamba. Este proyecto intenta crear otra herramienta muy necesaria para los lexicógrafos en particular, así como, en general, para cualquier persona interesada en el estudio de la lengua rumana. El proyecto se propone realizar una base de datos que incluya los diccionarios esenciales presentes en la bibliografía del DLR, alineados a nivel de entrada y, parcialmente, a nivel del significado, y construir una serie de aplicaciones que permita la consulta interactiva de este corpus y que proporcione un entorno de trabajo y de investigación moderno, adaptable a una diversidad de objetivos, al tiempo que facilita una lista de palabras casi exhaustiva a partir del corpus alineado11. Otro proyecto consiste en digitalizar un recurso lexicográfico muy valioso, y un elemento de referencia para la lexicografía rumana moderna, el Lexicón de Buda (1825). Edición corregida y procesada electrónicamente para su consulta en línea (http://lexicon.dyndns.info/), desarrollado en la Universidad Babeş-Bolyai, de ClujNapoca, entre los años 2011 y 2013, bajo la dirección de Maria Aldea. En resumen, en el proceso de digitalización de los recursos lexicográficos existentes y de construcción de corpus generales y lexicográficos para la lengua rumana han confluido en los últimos años: 1) Iniciativas institucionales, con acceso restringido o limitado a los resultados obtenidos, solo con fines de investigación (en función de la legislación relativa a los derechos de autor), lo que demuestra la necesidad de unas políticas lingüísticas coherentes para la regulación de esta situación. Las iniciativas institucionales se han materializado en (a) subvenciones o proyectos con financiación procedente de diversas fuentes (por ejemplo, después de la concesión de cuatro subvenciones, se ha iniciado y finalizado el complejo proyecto eDTLR, punto de partida del CLRE y de otros posibles proyectos), y (b) iniciativas locales de ciertas instituciones, como institutos, centros de investigación y universidades, desarrolladas en el marco de su plan de trabajo, y que se transformaron posteriormente en programas con financiación nacional (por ejemplo, el proyecto CNR-Bucarest). 2) Iniciativas privadas, cuyos resultados son ofrecidos, generalmente, en régimen de libre acceso a la información. Entre los más importantes corpus lexi–––––––— 10 11

Para una descripción detallada de estas cuestiones, cf. Dănilă (2010). Para más detalles sobre el proyecto CLRE (http://www.clre.philippide.ro), véase también Dănilă (2013) y Tamba / Clim / Catană-Spenchiu / Patraşcu (2012).

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cográficos cabe mencionar Dex Online (http://dexonline.ro/), un corpus de 38 diccionarios alineados a nivel de entrada; Vocabular (http://vocabular.ro), un corpus de 15 diccionarios alineados a nivel de entrada; y dexX (http://dexx.ro/), un corpus formado por 12 diccionarios. Uno de los más grandes corpus de lengua rumana, que incluye varios diccionarios y ofrece acceso público gratuito, se llama Dacoromanica12. El acceso a los recursos generados en el marco de proyectos institucionales está generalmente restringido o limitado a la investigación. En este sentido, resulta necesario impulsar políticas lingüísticas coherentes que permitan al público realizar consultas en los diccionarios existentes en formato electrónico (Tamba / Clim / Catană-Spenchiu / Patraşcu 2012: 259). Este problema fue planteado en la intervención de Jean Marie Pierrel en la mesa redonda «Quels corpus et quels outils d’exploitation de corpus pour les études de linguistique et philologie romanes: l’unité de la romanistique», celebrada el 15 de julio de 2013 en el XXVII Congreso Internacional de Lingüística y Filología Románicas de Nancy (15-20 de julio de 2013) (http://www. atilf.fr/cilpr2013/). Para valorar cuál es la posición de la lexicografía rumana en el contexto europeo, hay que tener en cuenta que las grandes obras lexicográficas se llevan a cabo, en ciertos países, bajo los auspicios de una institución académica, como el DWB (Deutsches Wörterbuch «der Grimm»), que se publica bajo el patrocinio de la Academia Alemana, o el DLR (Dicţionarul limbii române), realizado en el marco de institutos pertenecientes a la Academia rumana; o bien en instituciones creadas al efecto, como, en el caso del francés, la Unité Mixte de Recherche ATILF (Analyse et Traitement Informatique de la Langue Française) (http://www.atilf.fr), creada en 2001, o, en el del esloveno, Trojina, Institute for Applied Slovene Studies (http://www. trojina.si), creado en 2004. Las tendencias europeas actuales en materia de lexicografía se pueden agrupar de la siguiente manera: a) Continuación de la edición (con fecha límite de entre 10 y 15 años) de obras clásicas, como el DWB (Deutsches Wörterbuch von Jacob Grimm und Wilhelm Grimm). b) Realización (en paralelo) de diccionarios en línea a partir de corpus textuales cada vez más amplios y provistos de diversas herramientas (especialmente programas de ayuda para la extracción de ejemplos13). c) Realización de corpus lexicográficos (véanse más arriba los corpus de diccionarios presentados). –––––––— 12

13

Dacoromanica (http://www.dacoromanica.ro), la más importante biblioteca digital de Rumania, es un proyecto de la Biblioteca Metropolitana de Bucarest y de la Biblioteca de la Academia Rumana Dacorrománica. Es el socio oficial de las más importantes bibliotecas digitales de Europa integradas en la Biblioteca Virtual Europea Europeana (http://www. europeana.eu/portal/). Para una visión de algunos aspectos relacionados con el Sketch Engine, un sistema de búsqueda en corpus utilizable como herramienta de trabajo para lexicógrafos, cf. Dănilă / Clim / Catană-Spenchiu (2011: 194-195).

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277

d) Utilización de programas de redacción de diccionarios (DWS)14, lo que permite facilitar la alineación posterior de varias obras lexicográficas. En este último caso también es necesario impulsar un programa de cooperación entre las diversas instituciones lexicográficas implicadas, los editores, etc. Por lo que se refiere a la plasmación en la lexicografía rumana de las mencionadas tendencias de la lexicografía europea, cabe destacar los siguientes datos: a) Continuación de la edición (sin un plazo definido) de algunas obras clásicas, como el DLR, la reedición del DEX, etc. b) Compilación de corpus textuales (se trata de un proceso en curso, desarrollado, por el momento, con carácter no sistemático). c) Elaboración de corpus lexicográficos (en preparación). d) Utilización de programas de redacción de diccionarios (en preparación) (cf. Tamba / Clim / Catană-Spenchiu / Patraşcu 2012: 266).

3.

Conclusiones

La evolución de la lexicografía rumana puede dividirse en varias fases, desde los primeros glosarios y lexicones en rumano aparecidos a partir del siglo xvi, hasta la actualidad, en que podemos hablar de diccionarios informáticos (mediante la digitalización de los recursos lexicográficos existentes y la creación de diccionarios electrónicos, aunque sin dejar por ello de producir diccionarios en formato clásico). En general, los diccionarios actuales se realizan a través de proyectos institucionales, de la Academia Rumana o impulsados por editoriales, o a través de iniciativas individuales. La proyección internacional de la lexicografía rumana se logra, por una parte, a través de la integración de lexicógrafos rumanos en proyectos lexicográficos de carácter internacional15, y, por otra, mediante la inclusión de proyectos de lexicografía para el rumano en redes lexicográficas internacionales de importancia16. –––––––— 14 15

16

Para un análisis de los programas de redacción de diccionarios, cf. Dănilă / Clim / CatanăSpenchiu (2011: 195-196). Véase, por ejemplo, la participación de lexicógrafos rumanos en la realización de Rumänisch-Deutsches Wörterbuch de Heimann Tiktin, un proyecto internacional interuniversitario (Freiburg-Iaşi), desarrollado entre 1979 y 1987 bajo la coordinación de Paul Miron y V. Arvinte; o del Dictionnaire Étymologique Roman (DÉRom). Première fase: le Noyau Panroman (2008-2014), un proyecto franco-alemán financiaciado por la Agence Nationale de la Recherche y el Deutsche Forschungsgemeinschaft, y dirigido por Eva Buchi y Wolfgang Schweickard, http://www.atilf.fr/DERom, etc. Cabe mencionar aquí la inclusión del corpus lexicográfico CLRE en un proyecto internacional (ENeL: European Network of e-Lexicography), que es una acción en el marco de la línea de financiación COST, que tiene como objetivo crear una red paneuropea de recursos lexicográficos tanto para uso académico como público. El proyecto se desarrolla a lo largo de un período de cuatro años (2013-2017) y, hasta la fecha, participan en él 16 países europeos.

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Se puede observar que la lexicografía rumana atraviesa un proceso de adaptación a los cambios que lleva consigo la modernización de las herramientas de trabajo en la lexicografía europea y mundial. Por lo tanto, se aprecia todavía una tendencia a continuar editando los textos lexicográficos en formato clásico, es decir, en papel, aunque también la voluntad de compilar corpus lexicográficos o de adoptar programas de redacción de diccionarios que permitan agilizar el trabajo de los lexicógrafos. Todo ello proporcionará a los especialistas rumanos y extranjeros unas herramientas indispensables y de gran utilidad para la promoción y estudio de la lengua rumana y, al tiempo, permitirá alinear la investigación desarrollada en Rumanía con los estándares internacionales en la materia.

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La lexicografía histórico-comparativa de los diatopismos del francés André Thibault Université de Paris Sorbonne - Paris IV

The historico-comparative lexicography of French diatopismes Abstract This paper presents an overview of lexicographic works concerning the description and analysis of French diatopismes (known as ‘regionalisms’ in other languages) from an etymological, historical and comparative viewpoint (which is usually called Francophone historical-comparative differential or contrastive lexicography). Keywords French lexicography, regionalisms, world varieties of French, French dialectology, regional lexicography.

1.

Introducción

El objetivo de esta contribución consiste en presentar un panorama de las obras lexicográficas que se han ocupado de la descripción y del análisis de los diatopismos (antiguamente o más comúnmente llamados ‘regionalismos’) del francés desde un punto de vista etimológico, histórico y comparativo. Se suele hablar en este caso de ‘lexicografía diferencial (o contrastiva) histórico-comparativa’, para diferenciarla de la lexicografía diferencial que se conforma con un estudio sincrónico del léxico. El adjetivo comparativo se refiere al hecho de que un estudio diacrónico del léxico diferencial no sería completo si no se tomara en cuenta también la variación de la lengua en el espacio: de hecho, el método comparatista permite reconstruir muchos aspectos de la historia del francés hablado gracias al testimonio de las modalidades modernas del francés de toda la francofonía (europeas y ultramarinas), así como de las lenguas criollas francesas (o sea, aquellas cuyo vocabulario es mayoritariamente de origen francés). Por supuesto, el enfoque comparatista ha de combinarse con la documentación filológica para lograr el máximo grado de fiabilidad en la reconstrucción del pasado1. –––––––— 1

Sobre este punto, hay que señalar aquí la excelente contribución de Chauveau (2013), que

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Hay que precisar que el objeto aquí tratado es el francés en su variación diatópica, o sea los dialectos secundarios (llamados en francés régiolectes, para distinguirlos de los dialectos primarios, llamados dialectes o patois), nacidos de la difusión y diferenciación del francés2 en lo que se llama hoy en día l’espace francophone (el espacio francófono). No nos ocuparemos aquí de la lexicografía histórica de los dialectos primarios, nacidos de la diferenciación del latín vulgar galorrománico, sobre los cuales existe ya una extensa bibliografía (véase entre otros Wartburg / Keller / Geuljans 1969). Esta advertencia es importante por la gran confusión que existe en cuanto a la diferencia entre français régional y patois. Los patois nacieron de la diferenciación del latín vulgar de la Galia, y no son variedades de la lengua francesa, sino más bien modalidades hermanas; en cuanto al francés regional, no es más que el mismo francés, tal como se practica en el discurso cotidiano de millones de francófonos, pero con algunas características diatópicas (la estandarización supuso en una primera etapa el abandono de los rasgos más excéntricos del conglomerado dialectal oílico medieval, pero la difusión de la lengua recién estandarizada en el espacio —y a través de las capas sociales— desembocó forzosamente en la aparición de nuevos rasgos diatópicamente marcados; sobre esta cuestión, véase Chambon / Greub 2009). Otro asunto merece aquí una aclaración. Existió una fuerte tendencia, sobre todo entre los dialectólogos del galorromance, a explicar la gran mayoría de los diatopismos del francés como consecuencias residuales de su contacto con los antiguos patois (concepción que cristalizó en la fórmula según la cual el francés regional sería lo que queda del patois cuando este ha desaparecido). Dicha visión ha sido rechazada (o por lo menos fuertemente criticada) en los dos últimos decenios y sustituída por una concepción más dinámica de la historia de la difusión del francés, que tiene en cuenta el papel de los focos de difusión de la lengua nacional (los centros urbanos de provincia) en su ‘regionalización’, y la influencia aplastante del francés en la evolución de los patois, por lo que estos muy a menudo conservan formas francesas regionales del pasado (la visión tradicional interpretaba dichos casos como, al contrario, patoisismes del francés, mientras se trata más bien de francismes del patois; de ahí lo que Chambon llama illusion d’optique). Sobre este tema, véase Bloch (1921), Brun (1923), Chambon (1997) y Chambon / Chauveau (2004).

2.

Lexicografía diferencial histórico-comparativa del francés según las zonas

Vamos a centrarnos aquí en algunas obras lexicográficas histórico-comparativas particularmente representativas, pero existen, por supuesto, muchos repertorios diferenciales que no son necesariamente histórico-comparativos (de hecho, es el caso de la gran mayoría de ellos); sobre el tema del tratamiento lexicográfico de los regio–––––––—

2

utiliza los términos de étymologie-histoire y de étymologie-reconstruction para referirse respectivamente al método filológico y a su contrapartida, el comparatismo. Sobre la diferenciación regional de una lengua ya estandarizada en la Romania y especialmente la del francés, véase Gleßgen / Thibault (2005).

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nalismos del francés en general, véase Thibault (2009a) y sobre los aspectos fonéticos del tratamiento de los regionalismos en la lexicografía francófona, véase Thibault (2013). Las obras que tratan de las modalidades de francés del Magreb y del África subsahariana no se tendrán en consideración aquí, no porque consideremos que su nivel científico no lo merecería, sino porque la poca antigüedad de la implantación del francés en dichos territorios no permite el tipo de investigación histórica que encontramos en obras dedicadas a zonas de más antigua difusión.

2.1. Suiza Después de una larga tradición de obras normativas (usualmente llamadas cacologies en la Suiza romanda), un género particularmente bien representado en el siglo xix, el francés de Suiza fue el primero en ser considerado como un objeto de estudio científico a principios del siglo xx, primero en la tesis doctoral de Gustav Wissler (1909), dedicada a lo que el autor llamaba ‘el francés popular de Suiza’, y después en forma claramente lexicográfica en el admirable diccionario de William Pierrehumbert (1926). Ayudado por los redactores del GPSR, del que hablaremos a continuación, W. Pierrehumbert redactó un diccionario histórico y filológico centrado en los particularismos léxicos del francés del cantón de Neuchâtel, extendiendo sus investigaciones al resto de la Suiza francófona, al francés de los departamentos franceses limítrofes así como al francés medieval, con el objetivo de colocar los helvetismos en un contexto explicativo más amplio; por primera vez, después de tantos decenios de obras normativas y prescriptivas, aparecía un diccionario cuya ambición era la de explicar y comprender, en lugar de censurar y prohibir. La microestructura del Pierrehumbert es muy completa: el lema viene acompañado por su categoría gramatical, una transcripción fonética, acepciones numeradas, colocaciones y fraseología, citas perfectamente referenciadas (sacadas de textos archivísticos, de ediciones de textos medievales, de la prensa —contemporánea o anterior—, de la literatura y de diversos textos documentales), marcas de uso, comentarios histórico-comparativos y una bibliografía final. Hasta cierto punto, se puede decir que esta obra representa la fecha de nacimiento de una lexicografía diferencial histórico-comparativa francófona con ambiciones filológicas. La comunidad científica de fuera de Suiza tardó mucho tiempo en darse cuenta de la excelencia (o incluso de la existencia) de esta obra, y habrá que esperar hasta los años ochenta para asistir a la publicación de diccionarios francófonos de calidad comparable. Tal hazaña no surgió por casualidad, fuera de un contexto. W. Pierrehumbert pudo beneficiarse de la ayuda y de los consejos de los redactores del Glossaire des Patois de la Suisse romande, uno de los glosarios dialectales más amplios y ambiciosos de toda la Romania. Nacido en una época en que los lingüistas solo se interesaban por los dialectos o por el francés literario, el GPSR (que empezó a publicarse en 1924) incluye sin embargo en su nomenclatura palabras del francés de Suiza, de manera secundaria pero dedicándoles un tratamiento científico ejemplar. Hoy en día el GPSR solo ha llegado a la letra G, pero cuenta ya con ocho volúmenes. Los artículos que dedica al francés regional son un modelo de tratamiento lexicográfico.

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En los años setenta del siglo pasado, los redactores del Trésor de la langue française, que estaba en vías de elaboración, decidieron incluir en su nomenclatura palabras regionales. Se pidió ayuda a algunos equipos nacionales para que mandaran materiales lexicográficos sobre regionalismos del francés al equipo editorial del TLF. Poco después, diccionarios comerciales como el Petit Larousse y el Petit Robert empezaron a hacer lo mismo (sobre la contribución helvética al Petit Larousse, véase Schüle 1981). La institución encargada de proporcionar unos ‘dossiers de mots’ al equipo editorial del TLF era el Centre de Dialectologie et d’Étude du Français Régional de la Universidad de Neuchâtel. Para ser capaces de elaborar propuestas de artículos lexicográficos de un buen nivel documental y analítico, los colaboradores del Centre crearon un fichero de datos léxicos de primera y segunda mano (o sea, directamente sacados de fuentes documentales, o encontrados en glosarios y fuentes científicas), cuya amplitud pronto sobrepasó las cien mil fichas. Los ‘dossiers de mots’ elaborados por el equipo de Neuchâtel fueron reproducidos de manera muy fiel en las páginas del TLF. Por consiguiente, buena parte de los helvetismos que aparecen en este diccionario —el más amplio repertorio léxico sobre el francés contemporáneo— recibieron un tratamiento muy correcto. Sin embargo, el número relativamente bajo de palabras suizas integradas en el TLF, así como la envergadura demasiado reducida de su tratamiento lexicográfico, les resultó frustrante a los colaboradores del Centre de Neuchâtel, que habían reunido en su fichero una cantidad impresionante de datos léxicos inéditos. En los años noventa del siglo pasado, se decidió la elaboración de un nuevo diccionario de helvetismos con la intención de ofrecer al gran público una obra mucho más detallada y amplia sobre las particularidades léxicas del francés de Suiza de lo que se podía encontrar en el TLF, el Grand Robert, el Petit Robert o el Petit Larousse. El resultado de esta iniciativa se llama Dictionnaire suisse romand (DSR) (para una presentación comparativa, véase Thibault 2000). La primera edición se publicó en 1997, y conoció una recepción inesperada (véase Thibault 2008a) entre el público romand; fue seguida por una segunda edición en 2004. Para añadir algo a lo que el diccionario de Pierrehumbert ya ofrecía (además de la puesta al día en cuanto a los neologismos formales y semánticos), se realizó un esfuerzo de perspectivización del material léxico romand, colocado en un contexto panfrancófono, para evidenciar las relaciones genéticas que unen el francés de la Suiza francófona a las otras variedades de francés (empezando con la France voisine y siguiendo con otras zonas ‘periféricas’ como Bélgica o Canadá, que comparten muchos arcaísmos con Suiza). Se hizo hincapié también en el contraste entre los helvetismos y el francés central (equivalentes, geosinónimos, etc.). Las correspondencias léxicas con las otras zonas lingüísticas de Suiza fueron tomadas en cuenta, especialmente cuando se trata del vocabulario institucional panhelvético. Y, por fin, cada acepción se ejemplificó con un gran número de citas (literarias, periodísticas, etc.), un comentario histórico-comparativo final, así como una bibliografía. Hay que señalar que el creador y redactor principal de la obra había sido influenciado por su formación en la Universidad Laval (Quebec), donde se estaba elaborando por aquel entonces el Dictionnaire historique du français québécois, dentro del Trésor de la langue française au Québec (véase aquí, poco más abajo, en 2.2).

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2.2. América del Norte El francés canadiense conoció también una larga serie de trabajos precientíficos (el ILQ reúne una inmensa cantidad de fuentes lexicográficas sobre el francés norteamericano), pero el primer trabajo de calidad francamente superior fue escrito por una dialectóloga francesa, Geneviève Massignon: se trata de su obra maestra Les parlers français d’Acadie (1962). La autora realizó encuestas dialectales en muchas localidades del dominio lingüístico acadiense, siguiendo la metodología de los dialectólogos franceses, pero en lugar de presentar sus resultados bajo forma de mapas lingüísticos los reunió por campos léxicos y, sobre todo, les dedicó unos comentarios filológicos en profundidad, etimologizando los materiales léxicos del francés acadiense y estableciendo relaciones con datos dialectales del oeste francés y palabras del francés antiguo, renacentista o de la época colonial. Era la primera vez que una variedad de francés norteamericano recibía un tratamiento tan científico desde el punto de vista histórico-comparativo. El trabajo de Geneviève Massignon sigue siendo hoy en día una obra de consulta obligatoria para cualquier estudio diacrónico sobre el francés norteamericano. El TLF no solo incluye helvetismos sino también palabras de otras zonas francófonas, como por ejemplo canadianismos. Su tratamiento, sin embargo, es un poco menos fiable: contrariamente a lo que ocurrió con Suiza, no se solicitó que un instituto de investigación quebequés ayudara con artículos ya redactados, sino que se trabajó un poco a ciegas, tratando a medida que iban apareciendo en el orden alfabético los quebequismos que estaban en Frantext, la base de datos textuales a partir de la cual se estableció la nomenclatura del TLF (el equivalente al CORDE). Esta base incluye las novelas de dos escritoras canadienses, Gabrielle Roy y Germaine Guèvremont; de ahí la presencia de cierto número de canadianismos en el TLF, cuyo tratamiento lexicográfico es correcto, a pesar de algunos errores (véase Thibault 2005 y 2009b). La institucionalización del tratamiento científico del léxico del francés norteamericano nació en los años setenta del siglo pasado con la fundación del Trésor de la langue française au Québec (http://www.tlfq.ulaval.ca) en la Universidad Laval (Quebec). Se trata de uno de los más importantes centros de investigación sobre la historia léxica de la lengua francesa en el mundo. El TLFQ publicó en 1985 un volumen de presentación (DFQPrés 1985), que reúne algunas docenas de artículos programáticos cuya microestructura es la más elaborada y ambiciosa que se haya visto en el mundo de la lexicografía de los diatopismos del francés (y, de hecho, de los de cualquier otra lengua estandarizada). Se nota en la metodología del TLFQ la influencia del Französisches etymologisches Wörterbuch de Walther von Wartburg, así como la del Dictionnaire étymologique de l’ancien français de Kurt Baldinger y Frankwalt Möhren, iniciado también en la Universidad Laval, antes de ser desplazado a Heidelberg. Hay que recordar que Georges Straka y Kurt Baldinger trabajaron durante algunos años en Quebec y formaron a muchos lingüistas quebequeses, trasplantando allí lo mejor de la filología europea de aquella época. El mismo TLFQ publicaría en 1998 su obra maestra, el Dictionnaire historique du français québécois (DHFQ 1998), bajo la dirección de Claude Poirier, con una microestructura un poco más sencilla y

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comentarios histórico-comparativos y enciclopédicos de muy alto nivel científico (sobre este diccionario, véase Thibault 1999, 2000 y 2004b). El subtítulo del DHFQ describe muy bien su contenido: se trata de Monographies lexicographiques de québécismes. La palabra québécisme no implica una limitación al estado de Quebec: el área de difusión de un quebequismo en todas las otras variedades de francés norteamericano viene presentada de manera pormenorizada en cada artículo, como también su historia (formal y semántica) a través del tiempo. Geneviève Massignon no es la única dialectóloga francesa que se interesó por el francés norteamericano: Patrice Brasseur y Jean-Paul Chauveau, respectivamente especialistas de los dialectos de Normandie y del oeste del dominio de oïl, realizaron encuestas dialectológicas en el pequeño archipiélago francés de Saint-Pierre et Miquelon, al sur de Terranova, cuyos hablantes practican una modalidad de francés regional única en el mundo, que combina una fonética del oeste francés con un caudal léxico diferencial de origen acadiense. El resultado de sus encuestas se presenta bajo la forma de un diccionario (véase Brasseur / Chauveau 1990) en el cual el material léxico viene etimologizado de manera muy fiable (hay que recordar que Jean-Paul Chauveau fue director del Französisches etymologisches Wörterbuch durante muchos años, y es uno de los mejores etimólogos del francés y del galorromance; sobre esta obra, véase Thibault 1990/1991). Patrice Brasseur hizo otras encuestas algunos años más tarde, en una pequeña comunidad acadiense de Terranova (en la península de Port-au-Port), a partir de las cuales publicó otro diccionario (véase Brasseur 2001) de estructura semejante, con comentarios histórico-comparativos de muy buen nivel (véase Thibault 2004a). Existe otra fuente reciente, pero más general, sobre el francés acadiense llamada Dictionnaire du français acadien (Cormier 1999). Su autor, Yves Cormier, se formó en el Trésor de la langue française du Québec con Claude Poirier, pero también en el Institut National de la Langue Française en Nancy (INaLF, ahora ATILF) con JeanPaul Chauveau, lo que le permitió alcanzar un excelente nivel lexicográfico. En comparación con Massignon (1962), el DFA de Cormier ofrece además documentación filológica sacada de muchas obras documentales y literarias que ilustran el francés acadiense, así como referencias bibliográficas más recientes sobre cada palabra tratada.

2.3. Francia A pesar de algunos trabajos precursores, como Bloch (1921), Brun (1923) y Brun (1931), la emergencia de una lexicografía científica de los diatopismos del francés de Francia tardó en manifestarse. Hay que empezar mencionando otra vez el TLF, que incluye un buen número de regionalismos de las provincias de Francia, aunque con una terminología y una conceptualización un tanto incoherentes y que evolucionó a medida que iba avanzando la redacción de esta obra magna en 16 volúmenes (por ejemplo, en un principio se hablaba de palabras dialectales, en casos en que hoy en día se utilizaría más bien el término regionales; el indicador dial. aparece 34 veces en este diccionario, pero casi exclusivamente en palabras que empiezan con A, B o C; al

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contrario, el indicator région. aparece 2176 veces, a través de toda la serie alfabética). El TLF se benefició de la gran pericia de Pierre Rézeau, jefe de la revisión de la parte sincrónica de los artículos y gran especialista en la lexicología histórica y diatópica del francés. Cualquier estudio diatópico sobre el léxico de la lengua francesa debería empezar con la consulta del TLF, aunque sea simplemente para descartar palabras erróneamente interpretadas como regionales (sobre algunos fallos en el tratamiento de palabras francesas de origen francoprovenzal en el TLF, véase Gouvert 2007). Algunos trabajos de lexicología diferencial francófona dedicados a los diatopismos de Francia empezaron a publicarse alrededor de Pierre Rézeau (autor de un diccionario del francés del oeste; cf. Rézeau 1984) en los años 80 del siglo pasado, dentro del marco institucional del INaLF-CNRS (cf. especialmente la serie llamada Matériaux pour l’étude des régionalismes du français, publicada por Klincksieck). Paralelamente, se elaboró una base de citas literarias que ilustran el uso de un gran número de regionalismos (la base Regio). Poco a poco, bajo la dirección dinámica de P. Rézeau, se fue formando un equipo que reunía lingüistas especialistas de todas las provincias de Francia: se trataba de realizar encuestas de vitalidad a partir de una nomenclatura preestablecida de algunos centenares de regionalismos, y de empezar a redactar artículos lexicográficos, abiertamente inspirados por los trabajos del TLFQ (cf. DFQPrés 1985), aunque siguiendo (con adaptaciones) las pautas redaccionales del TLF. El primer resultado de este trabajo de colaboración entre diversos especialistas se concretó en forma de una propuesta de artículos lexicográficos contrastivo-diferenciales e histórico-comparativos (siguiendo el mismo proceso que el TLFQ con su DFQPrés 1985), publicada con el nombre de Variétés géographiques du français de France (véase Rézeau 1999). Su objetivo era presentar a la comunidad científica una selección de artículos para dar a conocer los trabajos del equipo y suscitar críticas y sugerencias. Un par de años después, siguiendo la publicación del DSR 1997 y del DHFQ 1998, el sucesor de Variétés vio la luz bajo el nombre de Dictionnaire des régionalismes de France (véase Rézeau 2001). Se trata de una obra cualitativa y cuantitativamente excepcional sobre los diatopismos contemporáneos del francés de Francia3. La publicación del DRF (2001) volvió a despertar el interés por los estudios histórico-diatópicos en el mundo francófono. En Rézeau (2007b), el gran maestro de Nancy reunió una docena de contribuciones de muy alto nivel sobre la variación geográfica del francés de Francia. La obra incluye análisis de textos decimonónicos, muchos de los cuales son inéditos, sobre el francés de Savoya (P. Enckell), de Alsacia y del Languedoc (P. Rézeau), así como de Auvernia (J.-P. Chambon). En cuanto al siglo xx, se analizan varios aspectos del francés oral y escrito de varias zonas de Francia: Lorraine y la región de Lille (P. Rézeau), Isère (J.-P. Chauveau) y HauteSaône (J.-P. Chambon). Otros artículos renuevan profundamente el tratamiento etimológico e histórico de la lexicografía general en cuanto a los occitanismos del francés (J.-P. Chambon, H. Carles y Emmanuel Grélois) y a sus francoprovenzalis–––––––— 3

Sobre esta obra se celebraron unas jornadas de estudio (véase Gleßgen / Thibault 2005b). Sobre la viabilidad de una obra paralela al DRF (2001), pero dedicada a los regionalismos del español peninsular, véase Thibault (2007a).

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mos (cf. el ya citado artículo de Gouvert 2007). Además, esta obra colectiva incluye también unos complementos al DRF (2001). Pierre Rézeau, consciente de que el DRF (2001) no podía dedicar a cada región de Francia el tratamiento profundo que habría merecido, publicó en 2007 un amplio Dictionnaire des régionalismes du français en Alsace, en el cual tuvo la posibilidad de desarrollar su análisis de manera mucho más elaborada. Se puede decir que Alsacia dispone con esta esmerada obra del mejor diccionario de diatopismos de todo el país. La documentación reunida es impresionante; los comentarios históricos y enciclopédicos completan el tratamiento sincrónico y nos ofrecen un retrato pormenorizado de los alsacianismos. Este trabajo, fruto de la madurez científica de su autor, es un modelo digno de imitación y hay que esperar que generará émulos en las otras provincias de Francia (sobre este diccionario, véase Thibault 2008b). La metodología diferencial evolucionó mucho en los últimos decenios del siglo xx, pero todavía hay lugar para innovaciones y mejoras. Inka Wissner, en una tesis recién publicada sobre el vocabulario regional de un autor de la Vendée (Wissner 2013), se centra en las unidades léxicas que fueron puestas de relieve desde la perspectiva metalingüística, y las estudia con las herramientas heurísticas del análisis del discurso (D. Maingueneau, J.-M. Adam, etc.). Se trata de entender la función y el valor semiótico de los regionalismos dentro del proyecto estético-literario del escritor, con una metodología que jamás había sido aplicada de manera tan elaborada, a pesar de algunos textos precursores. Esta innovación viene a añadirse al edificio teórico y metodológico de la tradición ya instaurada por los equipos del DSR, del DHFQ y del DRF: la microestructura de los artículos de I. Wissner incluye todo lo que se suele encontrar en las obras citadas, además de un análisis discursivo y semiótico de los diatopismos en obras literarias ‘regionalistas’.

2.4. Antillas Las peculiaridades léxicas de las lenguas europeas que se exportaron al Nuevo Mundo, nacidas de la experiencia colonial y del contacto con lenguas exóticas, fueron estudiadas de manera ejemplar por Friederici (1947). Esta obra es una referencia obligatoria para cualquier estudio histórico de los indigenismos del francés de ultramar, especialmente del de las Antillas pero también del del Océano Índico, ya que muchas palabras «des Isles» (como se denominan en Chaudenson 1973, un excelente estudio histórico dedicado al criollo de La Reunión) se exportaron allí. La obra de Friederici no pertenece exactamente al género contrastivo diferencial; sin embargo, es un trabajo claramente filológico (por la gran cantidad de citas de primera documentación) e histórico (por los comentarios sobre el origen y las evoluciones formales y semánticas de las palabras indígenas en varias lenguas europeas involucradas en la experiencia colonial). Arveiller (1963) tampoco pertenece, estrictamente hablando, al género contrastivo diferencial; sin embargo, esta obra incluye documentación filológica fundamental, así como análisis profundizados sobre la historia de palabras consideradas por el autor como ‘términos de viaje en francés’. Muchas de esas palabras son, de hecho,

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regionalismos de frecuencia de las variedades ultramarinas de francés; de ahí la gran importancia de esta obra de referencia para cualquier estudio histórico-comparativo sobre los diatopismos del francés de ultramar. La metodología ilustrada en el DSR, el DHFQ y el DRF se intentó aplicar, aunque de manera todavía parcial, en Thibault (2008). Se trata de una contribución sobre los diatopismos del francés literario de las Antillas, a partir del vocabulario diferencial de una novela antillana, Rue Cases-Nègres, obra maestra del escritor martiniqués Joseph Zobel. Todavía carecemos de una visión de conjunto de los usos diatópicamente marcados en la literatura antillana, pero esta contribución representa una primera aproximación al tema. Rézeau (2008) trata de algunos aspectos del francés (y del criollo) de las Antillas (especialmente de Haití) al final del siglo xviii, a partir del testimonio escrito de un lexicógrafo anterior (y anónimo). El enfoque es claramente diferencial, filológico e histórico. La fuente editada por Rézeau tiene mucho valor en cuanto a la historia de la lengua francesa en la región. Wissner (2012) aplicó a una novela cuya acción tiene lugar en la isla antillana de Dominica la metodología que elaboró en su tesis (cf. Wissner 2013). El conjunto de antillanismos encontrados en la novela recibió el mismo tratamiento en profundidad que el realizado por la autora en su tesis doctoral sobre el francés de la Vendée; cada artículo proporciona un análisis exhaustivo de los lexemas, que incluye tanto las informaciones tradicionales de la lexicografía diferencial francófona, como una reflexión de naturaleza semiótica y discursiva sobre el fenómeno del diatopismo en la literatura. Zanoaga (2012) es una tesis doctoral sobre los antillanismos encontrados en dos novelas del autor guadalupeño Ernest Pépin. Ofrece al lector un gran número de artículos lexicográficos diferenciales, que comportan comentarios históricocomparativos redactados dentro de la tradición del DSR, del DHFQ y del DRF. Constituye una contribución valiosa al estudio de los antillanismos del francés en una perspectiva histórica.

3.

Conclusión y desiderata

En líneas generales, la descripción lexicográfica de los diatopismos del francés desde un punto de vista histórico-comparativo y filológico es mucho más satisfactoria hoy en día, si se compara con la del siglo pasado. Igualmente, una comparación con lenguas vecinas (el inglés, el italiano, el alemán, el español) muestra que el nivel de elaboración logrado por los estudios francófonos no siempre encuentra equivalentes en otros países4 (cabe mencionar aquí, sin embargo, la situación excepcional del –––––––— 4

Por ejemplo, los artículos del Dictionary of Canadianisms on Historical Principles (Avis: 1967) comportan una microestructura bastante floja, y no ofrecen muchas informaciones históricas, etimológicas o filológicas.

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español canario5, mejor descrito que cualquier otra variedad regional del mundo hispano). Ahora bien, queda sin embargo todavía mucho trabajo por hacer. El lector atento habrá notado la ausencia del francés de Bélgica en este breve panorama. Existen ya varios diccionarios dedicados al estudio de los belgicismos, de los cuales el más reciente ha sido publicado por un equipo reunido alrededor de Michel Francard (Francard et al. 2010). Se trata de un trabajo muy bien hecho desde el punto de vista de la descripción sincrónica, especialmente en cuanto a la valoración sociolingüística de los lexemas; sin embargo, todavía no existe ninguna obra sobre el francés de Bélgica que se pueda equiparar con el Pierrehumbert, el DSR, el DHFQ o el DRF en cuanto a la perspectiva al mismo tiempo histórica y filológica. Está prevista la elaboración, por parte del equipo de Francard, de un diccionario histórico de belgicismos que la comunidad científica espera intensamente. En cuanto a Francia, lo que todavía falta son diccionarios históricos especialmente dedicados a cada región del país; hasta ahora, solo el francés de Alsacia (con Rézeau 2007a) ha recibido la debida atención. Ciertas zonas del país, como Córcega, ni siquiera estaban incluidas en el DRF (2001). En Suiza, la nomenclatura del DSR, aunque aumentada en la segunda edición (2004), siguió enriqueciéndose a través de la versión informática del DSR, la BDLPSuisse. Es de esperar que el Centre de Dialectologie et d’Étude du Français Régional de la Universidad de Neuchâtel siga añadiendo nuevos artículos a esta base, de consulta libre y gratuita en internet. En cuanto al francés ultramarino, el DHFQ también existe en soporte informático (BDLP-Québec). Esta base de datos lexicográficos en línea ofrece más entradas que el diccionario en forma impresa, y es de esperar que siga creciendo en el futuro, ya que todavía faltan millares de artículos para dar una representación satisfactoria de la riqueza del francés norteamericano. La BDLP-Antilles también ofrece un buen caudal de artículos histórico-comparativos sobre los antillanismos; es otra fuente que será aumentada con el tiempo. El francés del Océano Índico merecería también un diccionario histórico, pero, dado que comparte muchos tipos léxicos con el criollo, obras como Chaudenson (1973) ya proporcionan una primera aproximación al estudio etimológico, histórico y filológico de esta variedad colonial. La principal carencia es un diccionario histórico y filológico de las particularidades léxicas del francés de Luisiana. Existen buenas descripciones sincrónicas, pero el aspecto diacrónico todavía no ha sido tratado: está todo por hacer.

Referencias bibliográficas Arveiller, Raymond (1963): Contribution à l’étude des termes de voyage en français (1505-1722). Paris: Editions d’Artrey. Avis, Walter S., ed. (1967): A Dictionary of Canadianisms on Historical Principles. Toronto: Gage Educational Publishing.

–––––––— 5

Véase Corrales / Corbella (2001); sobre esta obra, cf. Thibault (2007b).

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BDLP = Banque de données lexicographiques panfrancophones . BDLP-Antilles = Banque de données lexicographiques panfrancophones, volet Antilles .

BDLP-Suisse = Banque de données lexicales panfrancophones, volet Suisse romande .

BDLP-Québec = Banque de données lexicales panfrancophones, volet Québec . Bloch, Oscar (1921): La pénétration du français dans les parlers des Vosges méridionales. Paris: Champion. Brasseur, Patrice (2001): Dictionnaire des régionalismes du français de Terre-Neuve. Tübingen: Niemeyer (Canadiana Romanica 15). Brasseur, Patrice / Chauveau, Jean-Paul (1990): Dictionnaire des régionalismes de Saint-Pierre et Miquelon. Tübingen: Niemeyer (Canadiana Romanica 5). Brun, Auguste (1923): Recherches historiques sur la pénétration du français dans les provinces du Midi. Paris. — (1931): Le français de Marseille. Étude de parler régional. Marseille: Institut Historique de Provence. Chambon, Jean-Pierre (1997): «Les emprunts du français moderne aux dialectes ou patois: une illusion d’optique en lexicologie française historique?», Lalies, 17, 33-52. Chambon, Jean-Pierre / Chauveau, Jean-Paul (2004): «Un cas de dialectologite, ou le français invisible: à propos des vues de Pierre Gardette sur le francoprovençal polailli et moyen français régional poulaille ‘poule’», Bulletin de la Société de Linguistique de Paris, 99, 155180. Chambon, Jean-Pierre / Greub, Yan (2009): «Histoire des variétés régionales dans la Romania: français», en Gerhard Ernst / Martin-Dietrich Gleßgen / Christian Schmitt / Wolfgang Schweickard, eds.: Romanische Sprachgeschichte: ein internationales Handbuch zur Geschichte der romanischen Sprachen = Histoire linguistique de la Romania. Berlin / New York: De Gruyter (Handbücher zur Sprach- und Kommunikationswissenschaft, t. 23, 2), 2552-2565. Chaudenson, Robert (1973): Le lexique du parler créole de la Réunion. 2 vols. Paris: Champion. Chauveau, Jean-Paul (2013): «Fr. ébarouir: étymologie-histoire et étymologie-reconstruction», Revue de Linguistique Romane, 77, 167-182. Corrales Zumbado, Cristóbal / Corbella Díaz, Dolores (2001): Diccionario Histórico del Español de Canarias (DHECan). La Laguna: Instituto de Estudios Canarios (serie Documentos para la historia lingüística de Canarias, vol. II). Cormier, Yves (1999): Dictionnaire du français acadien. Montréal: Fides. DFA = Cormier 1999. DFQPrés (1985) = Trésor de la langue française au Québec (TLFQ) (1985): Dictionnaire du français québécois. Description et histoire des régionalismes en usage au Québec depuis l’époque de la Nouvelle-France jusqu’à nos jours incluant un aperçu de leur extension dans les provinces canadiennes limitrophes, Volume de présentation sous la direction de Claude Poirier. Sainte-Foy (Québec): Les Presses de l’Université Laval. DHFQ (1998) = Trésor de la langue française au Québec (TLFQ) (1998): Dictionnaire historique du français québécois. Monographies lexicographiques de québécismes, bajo la dirección de Claude Poirier. Sainte-Foy (Québec): Les Presses de l’Université Laval. DSR = Thibault, André (19971, 20042): Dictionnaire suisse romand: Particularités lexicales du français contemporain. Genève: Zoé. Francard, Michel / Geron, Geneviève / Wilmet, Régine / Wirth, Aude (2010): Dictionnaire des belgicismes. Bruxelles: De Boeck / Duculot. Friederici, Georg (1947): Amerikanistisches Wörterbuch. Hamburg: Gram, de Gruyter & Co.

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André Thibault

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La lexicografía histórico-comparativa de los diatopismos del francés

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El Corpus Lexicográfico do Português: la memoria de los diccionarios en la historia de la lengua y de la cultura Telmo Verdelho y João Paulo Silvestre Universidade de Aveiro / Centro de Linguística da Universidade de Lisboa

The Corpus Lexicográfico do Português: memory of dictionaries in the history of the language and culture Abstract The Corpus Lexicográfico do Português is an online database that brings together a selection of Portuguese dictionaries from the 16th-18th centuries. We discuss the historical and linguistic relevance of lexical data compiled by Jerónimo Cardoso, Bento Pereira and Rafael Bluteau, considering these lexicographers as key documentary sources in Portuguese diachronic lexicography. Keywords Historical lexicography, Portuguese, diachronic corpus, authority.

1.

La memoria de los diccionarios 1

El fondo lexicográfico del portugués nunca ha sido suficientemente aprovechado por los lexicógrafos, ni por los filólogos y estudiosos que desde hace poco más de un siglo se han ocupado de la historia de la lengua portuguesa. No obstante, la última década ha devuelto los diccionarios antiguos a las mesas de trabajo de lingüistas y lexicógrafos, con mejores condiciones de acceso y un mayor conocimiento acerca de las características del testimonio documental que en ellos se encuentra2. El uso de esta inmensa memoria ha sido muy desigual, sobre todo como documentos para el estudio de la lingüística histórica. Sigue faltando una verdadera interacción entre esta memoria latente del léxico y la descripción del portugués clásico y contemporáneo, con evidentes repercusiones en la calidad de la lexicografía histórica y patrimonial del portugués. –––––––— 1 2

La traducción de este texto del portugués al español ha sido realizada por Valeria Ribeiro Soares. Para una bibliografía de los diccionarios portugueses, cf. Verdelho / Silvestre (2007, 2011).

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Telmo Verdelho y João Paulo Silvestre

Los diccionarios de lengua contemporáneos son consultados bien como prontuarios ortográficos para validar la escritura, o bien como descodificadores de la inmensa variedad de términos técnicos que se insinúan en usos no especializados. Las expectativas de los usuarios se reorientan hacia el deseo de encontrar información sucinta sobre todas las palabras y consideran la aparición en el diccionario como motivo suficiente para legitimar su uso. Los diccionarios generales, a pesar de la profusión de títulos editados y de recursos electrónicos, se resienten ante la falta de instrumentos para señalar unidades léxicas y acepciones que están en desuso en el portugués contemporáneo. Sin el contraste que solo puede proporcionar el uso de un corpus patrimonial, los diccionarios contemporáneos tienden a ser acumulativos y a construir una descripción desproporcionada del léxico, que sobredimensiona el peso de la memoria sucesivamente recuperada por los diccionarios anteriores y que los torna incomunicantes en lo referente a la comparación bilingüe. La lengua portuguesa no dispone todavía de un diccionario rigurosamente autorizado con testimonios documentales datados, que describa el léxico y el cambio léxico desde una perspectiva diacrónica. El Trésor de la langue française informatisé, el Diccionario histórico del español o el Tesoro della lingua italiana delle origini constituyen en este ámbito los modelos de trabajo. Se trata de obras de ejecución demorada, que movilizan equipos interdisciplinares y cuentan con la colaboración de instituciones públicas dedicadas al estudio de la lengua, centros de investigación y laboratorios universitarios. Estos diccionarios existen bajo la forma de bases de datos, que generan los corpus utilizados por los lexicógrafos y almacenan el conjunto de informaciones recogidas sobre los lexemas: distinción de acepciones, definiciones, testimonios textuales datados e información etimológica. El procesamiento computacional del corpus permite además evaluar la frecuencia de las unidades y la ocurrencia en fuentes de naturaleza diversa. Sin el auxilio de «tesoros» léxicos para el período «clásico» o para el portugués «medieval», las dataciones de los diccionarios etimológicos portugueses han sido sucesivamente corregidas con antedataciones de varios siglos, pero permanece la incertidumbre sobre la frecuencia relativa de las ocurrencias y sobre los procesos formativos derivacionales producidos en los largos hiatos que los corpus no documentan. En el caso del análisis diacrónico de la formación de palabras se añade el inconveniente de que muchos corpus se basan en ediciones no diplomáticas, lo que dificulta el establecimiento de un nexo temporal. Y si extendemos el problema a la clarificación semántica de las ocurrencias, la homogeneidad tipológica de los textos seleccionados para la comparación diacrónica es otra exigencia que no siempre se puede cumplir en los corpus electrónicos. La abundancia de recursos informáticos disponibles para el francés, castellano e italiano suscita frecuentes dificultades en la comparación con el portugués, pues los datos léxicos no pueden ser contrastados en corpus coherentes, relativos a períodos históricos o tipologías textuales bien delimitadas. A título de ejemplo, esta desigualdad de acceso a los datos ha sugerido una antedatación en castellano de palabras que solo algunos años más tarde encontramos documentadas en portugués (cf. Venâncio 2012). Serían, en esa perspectiva, préstamos que constituirían indicios de una caste-

El Corpus Lexicográfico do Português

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llanización del portugués. Confróntese la primera diccionarización en portugués y la antedatación en castellano indicada en Venâncio (2012): Cardoso (1562) arrimo engaste suborno porte

Antedatación en castellano arrimo (1435) engaste (1490) soborno (1516) porte (1545)

Cardoso (1570) desconsolo tropeço

Antedatación en castellano desconsuelo (1439) tropiezo (1531)

Teniendo en cuenta que se trata de formas de baja frecuencia y uso especializado, es preferible considerar que el castellano inauguró y ejemplificó el uso de estas palabras en textos escritos, pero que su formación también sería posible en portugués. Si la cantidad desproporcionada de datos informatizados disponibles en castellano desequilibra la comparación, también es verdad que los diccionarios no pueden ser el testimonio preferente para la datación de las palabras. Los diccionarios son el testimonio de un conocimiento autorizado, normalizado y normalizador, sobre las palabras que pueden ser usadas por una comunidad lingüística. Informan, además, sobre sus respectivos campos semánticos. El hecho de que se conviertan en documentos prescriptivos no debe ocultar que representan una perspectiva subjetiva de la lengua y del léxico, que no son el repositorio de todas las palabras en uso en un determinado período histórico y que ignoran innumerables variedades dialectales, diafásicas y tecnolectales. Aun así, recogen un espectro de palabras derivadas que no se encuentran fácilmente en otros documentos, bien porque son formas con bajo índice de aparición en la lengua, o bien porque los autores de las fuentes textuales prefieren unas en relación a otras, sobre todo en casos de aparente sinonimia.

2.

Los diccionarios fundamentales del Corpus lexicográfico do português3

El acervo lexicográfico portugués es modesto, pero lo suficientemente completo como para ofrecer un testimonio amplio de la historia de las palabras y para servir de fuente insustituible para la lexicografía diacrónica. Nació de la convivencia bilingüe latín-vernáculo, promovida y cultivada por los humanistas pedagogos y filólogos estudiosos de las «artes sermocinales». Fue un poco tardío en comparación con otras lenguas europeas, y no recogió las reminiscencias de la glosarística prerrenacentista, de la que solo se conserva el ejemplo singular de un diccionario medieval alcobacense de verbos (Verdelho 1995: 195). –––––––— 3

Corpus Lexicográfico do Português. Universidade de Aveiro / Centro de Linguística da Universidade de Lisboa, http://clp.dlc.ua.pt.

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Telmo Verdelho y João Paulo Silvestre

La valorización de este patrimonio fue un movimiento natural en países que estiman y promueven el estudio de la lengua. Para el francés, el inglés y el italiano (y también para el castellano, con el Tesoro lexicográfico de la lengua española, más recientemente) se han construido corpus diacrónicos informatizados, que son la prolongación natural de un conjunto de inventarios léxicos bastante elaborados, compilados manualmente a lo largo de los siglos xix y xx. El proyecto de constitución del Corpus Lexicográfico do Português procuró crear el mismo espacio para la lengua portuguesa. Comenzó en la Universidad de Aveiro, dando continuidad a una investigación iniciada hace más de treinta años en la Sorbona (Universidad de París IV) sobre el patrimonio lexicográfico y sobre la historia de las primeras organizaciones alfabéticas del vocabulario de la lengua portuguesa (cf. Teyssier 1980). Ha ido ampliándose continuamente en textos y recursos y hoy se mantiene en colaboración con el Centro de Lingüística de la Universidad de Lisboa. Constituye una base de datos en la que se ofrece la lectura crítica y una transcripción íntegra de los diccionarios portugueses más antiguos, publicados desde la segunda mitad del siglo xvi hasta finales del siglo xviii. El objetivo inmediato es el acceso a la memoria del vocabulario portugués, acumulado de modo más o menos elaborado y sistemático, en el acervo diccionarístico. La diccionarización de la lengua portuguesa comenzó en 1562 y en su recorrido histórico destacan las obras de tres autores: Jerónimo Cardoso, Bento Pereira y Rafael Bluteau, que marcan con su publicación en 1562-1570, 1632/1647 y 1712-1728 el recorrido y la génesis de la elaboración lexicográfica portuguesa. Casi toda la restante producción diccionarística, hasta el siglo xix, se basa, de modo más o menos parasitario, en la expansión de estos núcleos de referencia que a continuación presentamos.

2.1. El siglo xvi: Jerónimo Cardoso El bibliónimo dictionarium surge en la tipografía portuguesa en 1551 para dar título a un pequeño vocabulario escolar latino-portugués (Cardoso 1551), pero la primera alfabetización publicada del vocabulario de la lengua portuguesa está datada en 1562. Su autor, Jerónimo Cardoso (Lamego ca. 1510-Lisboa 1569?), fue un laborioso profesor de latín que pasó por Salamanca y después, en Lisboa, abrió escuela de latín antes de 1536. Cardoso elaboró, entre otros manuales escolares, una serie de textos lexicográficos para la enseñanza del vocabulario latino y el ejercicio de la traducción y de la escritura. Fueron publicados entre 1551 y 1570, y algunos títulos reeditados regularmente hasta finales del siglo xvii: 1551.- Hieronymi Cardosi Dictionarium Iuventuti studiosae admodum frugiferum. Coimbra: João de Barreira, e João Álvares; 2.ª ed. en 1562, 3.ª ed. en 1587. Contiene 3350 entradas. 1561.- Hieronymi Cardosi Lusitani de Monetis tã Graecis quã Latinis. Item de Ponderibus & Mësuris ad praesentem vsum redactis, Anacaephaleosis. Conimbricae: Apud Ioannem Aluarum Typographü Regium. 32 pág. Con dedicatoria y poemas, el texto lexicográfico ocupa las páginas 6-16. Este diccionario

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fue integrado a partir de 1569 en todas las ediciones del Dictionarium Latinolusitanicum (1569). Contiene 188 entradas. 1562.- Hieronymi Cardosi Lamacensis Dictionarium ex lusitanico in latinum sermonem. Lisboa: João Álvares, 1562/1563. Primera alfabetización de la lengua portuguesa, con 12 064 entradas. La reedición de 1569 recibió 728 más, para completar 12 792 entradas. 1569.- Dictionarium latinolusitanicum & vice versa lusitanicolatinum cum adagiorum fere omnium iuxta seriem alphabeticam perutili expositione: Ecclesiasticarum etiam vocabulorum interpretatione. Item de monetis, ponderibus, & mensuris, ad praesentem vsum accommodatis. Noue omnia per Hieronymum Cardosum Lusitanum congesta. Recognita vero omnia per Sebastianum Stockhamerum Germanum. Qui libellum etiam de proprijs nominibus regionum, populorum illustrium virorum, fluuiorum, montium, ac aliorum complurium nominum & rerum scitu dignarum, historijs & fabulis poeticis refertum, in vsum & gratiam Lusitanicae pubis concinnauit & ex integrò adiecit. Coimbra: João de Barreira, 1569/1570. Reeds.: Coimbra, 1588; Lisboa, 1592, 1601, 1613, 1619, 1630, 1643, 1677, 1694; Coimbra 1695. Contiene 26 350 entradas. 1569.- Breve Dictionarium Vocum Ecclesiasticarum. In Dictionarium latinolusitanicum. Coimbra: João de Barreira, 1569/1570. Reeds.: Coimbra, 1588; Lisboa, 1592, 1601, 1613, 1619, 1630, 1643, 1677, 1694; Coimbra 1695. Contiene 638 entradas. El Dictionarium Iuventuti studiosae, pequeño vocabulario escolar que inaugura la bibliografía diccionarística impresa, fue organizado por dominios de referencia semántica, sin ningún tipo de ordenación alfabética. Surgió, para uso de los alumnos, en el aula de un maestro particular, fuera del ámbito de las escuelas conventuales y de los colegios humanistas. Valorizaba el uso profano de la lengua latina, con especial atención a la terminología médica, que, bajo el epígrafe «De corpore», ocupa casi la mitad del pequeño volumen, con un desproporcionado predominio en el conjunto de la nomenclatura seleccionada. De manera muy significativa, la terminología del «cuerpo» aparece antes y en mayor número que el vocabulario del «alma». En su interior se integran dieciocho subtítulos con las series de los nombres de las enfermedades: Vitia corporis, Vitia membrorum & neruorum, Vitia capitis, Vitia cerebri, Vitia memoriae, Vitia ingenij, Vitia aurium, Vitia faciei, Vitia oculorum, Vitia narium, Vitia oris, Vitia linguae, Vitia Gutturis, Vitia manuum, Vitia cordis, Vitia ventris, Vitia membri, Vitia pedum.

Cardoso no ofrece una adaptación al portugués de la terminología médica grecolatina, de la tradición hipocrática o galénica. Intenta encontrar en el vernáculo un término equivalente o simplemente alusivo, o bien recurre a una perífrasis con explicación aproximada del término original. Sirva como ejemplo del esfuerzo de verbalización en vernáculo la serie presentada desde la cuarta hasta la sexta página, bajo el título de Generalia corporis:

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Telmo Verdelho y João Paulo Silvestre Generalia corporis Cutis(is). siue cuticula(ae) Curare cuticulam Intercutaneus(a.um). siue intercus(tis) Pilus(i). siue villus(i) Pilosus(a.um). siue villosus(a.um) Hispides(a.um). siue hirsutus(a.um) Hirtus(a.um) Excorio(as). siue deglubo(is) Ruga(ae) Rugosus(a.um) Rugo(as) Scabies(ei) Scabiosus(a.um) Scabo(is). siue scalpo(is) Lepra(ae). siue elephantiasis(is) Leprosus(a.um) Pustula(ae) Furunculus(i) Carbunculus(i) Phima(atis) Exlanio(as) Tuber(eris). siue tuberculum(i) Tumor(oris) Pus(uris) Purulentus(a.um) Vomica(ae) Vlcus(eris). siue plaga(ae) Vlcerosus(a.um).siue plagosus(a.ü) Vlcero(as) Cicatrix(cis) Obducere cicatricem Cicatricosus(a.um) Fistula(ae) Fistulosus(a.um) Herpeta(ae) Gangrena(ae) Ignis sacer Vibex(cis) Papula(ae) Vellico(as) Vellicatus Titillo(as) Titillatus(us)

A pelle Dar bõ traijo ao corpo Cousa de dentro da pelle O pelo Cousa cabelluda do corpo Cousa aspera do corpo O mesmo Tirar a pelle. ou esfollar A ruga Cousa rugada Arrugar A sarna Cousa sarnosa Coçar A lepra ou gafem Cousa leprosa. ou gafa A bustela O leicenço O cabrunculo. specia de leicëço O furuncho Desfurunchar O inchaço O mesmo A materia Cousa chea de materia A chaga que sempre deita A chaga Cousa chagada Chagar O sinal da chaga Encoirar a chaga Cousa chea de sinays A fistula da ferida Cousa que tem fistola Os herpes da ferida O pasmo da ferida O fogo de sam Marçal O vergam A empolla Beliscar O belisco Fazer cocegas A cocega

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Se trata de un corpus ejemplar también por la intención didáctica y por la valorización de un universo de referencia fundamentado en los saberes seculares, un tanto alejados de los dominios más estimados en la educación humanista y eclesiástica de aquel tiempo. Casi toda la terminología del ámbito de la medicina que se encuentra en este y en otros diccionarios de Jerónimo Cardoso fue transfiriéndose para el vernáculo mediante una fácil adaptación morfológica y fonográfica al portugués. Los diccionarios fueron acogiendo la incorporación de formas griegas y latinas en un proceso de aprovisionamiento léxico creciente, incentivado por las necesidades del texto escrito. En los diccionarios de Cardoso se observa un registro muy moderado de neologismos. La adaptación al portugués de las nomenclaturas greco-latinas se verificó más tarde, ya a comienzos del siglo xviii, en el Vocabulario de Bluteau, que dispensó una generosa acogida a la cultura enciclopédica de tradición antigua y de los albores de la ciencia europea. Volviendo sobre la breve serie terminológica latina transcrita más arriba, recibieron equivalencia adaptada al portugués y primer registro diccionarístico en Bluteau las formas siguientes: cicatriz / cicatrizar, cutis, excoriaçam, furunculo, gangrena / gangrenar / gangrenoso, intercutaneo, purulento, pustula, tuberculo, ulcera / ulcerar / exulcerar / exulceração.

La adaptación vernácula de las terminologías técnicas y científicas y, de manera general, el proceso de relatinización de la lengua se intensificaron y ampliaron a partir de finales del siglo xvii, en una secuencia temporal correspondiente a un cierto distanciamiento en la convivencia con la lengua castellana (Verdelho 1987, 1998b). Eran, hasta ese momento, abundantes en Portugal los libros impresos en esa lengua, incluidos algunos manuales escolares utilizados para la enseñanza del latín. La relatinización del vocabulario portugués parece haber seguido, desde ese instante, un recorrido levemente diferenciado de la tradición española, con una preferencia por las soluciones propias u optando por el modelo francés. El Dictionarium ex lusitanico in latinum sermonem inaugura la alfabetización del vocabulario de la lengua portuguesa y surge con cierta originalidad en la historia de la lexicografía europea, porque anticipa la relación vernáculo-latín a la publicación del primer diccionario latino-portugués. La diccionarística de otras lenguas europeas comenzó justamente por la publicación de diccionarios de latín-vernáculo, como fue el caso del Lexicon (Diccionario Latino-Español, Salamanca, 1492) de Elio Antonio de Nebrija, retomado enseguida, en un proceso de reversión, para elaborar el Vocabulario español-latino, publicado algunos años después (1495?). El autor reescribió el corpus lexicográfico anteriormente compilado, aprovechando y ordenando alfabéticamente el vernáculo ya exigido por las entradas latinas. Jerónimo Cardoso debió de haber seguido el mismo método, elaborando simultáneamente el Dictionarium latinolusitanicum, pero optó, en cambio, por publicar primero el diccionario portugués-latín, que sería más necesario para los estudiantes portugueses. El acceso al significado del vocabulario latino se podía conseguir fácilmente mediante el recurso a los diccionarios latinos de Ambrosio Calepino, de Robert Estienne y de Nebrija, porque el público portugués tenía suficiente conocimiento pasivo del italiano, del francés y del español, pero no tenía suficiente conocimiento activo de esas lenguas para acceder, a través de ellas, a las equivalencias

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Telmo Verdelho y João Paulo Silvestre

latinas del portugués (cf. Verdelho 1999-2000). Fueron sobre todo los diccionarios españoles, ampliamente divulgados en Portugal durante la primera mitad del siglo xvi, los que ocuparon el espacio escolar y la escritura y lectura neolatina de los humanistas. Sirvieron además de referencia y de principal modelo para la elaboración del primer conjunto lexicográfico de la lengua portuguesa. Jerónimo Cardoso fue estudiante en Salamanca alrededor de 1530, habló y escribió en latín y, probablemente, en castellano. En el aprendizaje del latín utilizó seguramente los diccionarios y la gramática de Nebrija y retomó esas fuentes de información para la elaboración de sus gramáticas y diccionarios. En todo caso, los diccionarios de Jerónimo Cardoso, en su conjunto, Ex lusitanico in latinum sermonem y latinolusitanicum, ofrecían un itinerario bien organizado de todo el vocabulario disponible para abarcar el universo de lo decible en lengua portuguesa a mediados del siglo xvi. Marcan, de modo satisfactorio, el inicio de la referencia diacrónica del vocabulario portugués registrado en la base de datos del Corpus Lexicográfico do Português. Tienen, además, un valor documental, corroborado por su coincidencia próxima con la publicación de Os Lusíadas (Lisboa, 1572), que señalan el momento crucial en la historia de la afirmación literaria de la lengua portuguesa.

2.2. El siglo xvii: Bento Pereira La obra de Bento Pereira fue creada para servir como manual escolar en los colegios jesuitas, pero ocupó, casi sin competencia, durante largos años todo el espacio escolar y cultural portugués. Editado década tras década, a lo largo de más de un siglo, fue fundamental en la formación lingüística de los alumnos, facultando el acceso a la interpretación del vocabulario latino, sugiriendo equivalencias portuguesas y configurando e instruyendo la competencia léxica de los estudiantes. El título metonímico, motivado por la información prosódica relativa a las entradas latinas, se convirtió en un bibliónimo común, tomado como sinónimo de «vocabulario» o «diccionario». Tuvo una serie editorial de doce reimpresiones de la Prosodia y once del Tesouro (simultáneas y en volumen conjunto a partir de 1661), hasta la última edición en 1750, que fue censorialmente suprimida por el Marqués de Pombal en 1759 (cf. Cameron 2012). En ese recorrido destaca, con fecha de 1697, la «septima editio auctior et locupletior», más cuidada en la presentación, con una nomenclatura latina añadida, que abarca muchas formas del latín medieval y humanista y también del latín eclesiástico, y sobre todo con una apreciable ampliación de las glosas con las equivalencias en portugués. La integración de muchos barbarismos latinos (generalmente señalados con un asterisco) fue objeto de comentarios críticos en la segunda mitad del siglo xviii, pero favoreció la diccionarización del vocabulario portugués al suscitar el establecimiento de correspondencias vernáculas para las entradas latinas. Hasta la sexta edición (Lisboa, 1683), el diccionario latín-vernáculo, en muchos artículos, añade a la glosa portuguesa algunas equivalencias en español, y justifica en el título la calificación de «trilingüe»: Prosodia in vocabularium trilingue, latinum, lusitanicum et hispanicum. A partir de la segunda edición, probablemente por efecto

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de la Restauración, que separó el reino de Portugal de la monarquía española, el adjetivo hispanicum fue sustituido por castellanicum: Prosodia in vocabularium trilingue, latinum, lusitanicum et castellanicum digesta (Lisboa: Paulo Craesbeeck, 1653). El componente léxico español era fragmentario, de escaso provecho y ciertamente poco buscado por los usuarios portugueses. Fue suprimido a partir de la edición de 1697, publicada con el título actualizado —Prosodia in Vocabularium bilingue, Latinum et Lusitanicum digesta—, que se mantuvo en las cinco ediciones siguientes, reimpresas sin alteraciones. El estudio del conjunto diccionarístico se ha visto facilitado por su integración y tratamiento computacional en el Corpus Lexicográfico do Português. Entre otros aspectos de gran utilidad, cabe destacar el registro exhaustivo de todas las unidades léxicas y el reconocimiento de todas las formas portuguesas diseminadas en el interior de las glosas del diccionario latino-portugués (Prosodia). Se trata de un vocabulario (que estaba en gran parte latente) de considerables dimensiones, extenso y completo, porque corresponde a todo el universo referencial ya diccionarizado en latín. Además, tiene la ventaja de presentar una cierta transparencia de significado gracias a la reciprocidad semántica con las entradas latinas. El conjunto lexicográfico de Bento Pereira reúne el registro más abundante del vocabulario portugués hasta el siglo xviii. Contiene cerca de 1 150 000 ocurrencias de palabras latinas y portuguesas, correspondientes a cerca de 140 000 formas diferentes, de las cuales cerca de 50 000 pertenecen a la lengua portuguesa. Es una fuente inagotable para el estudio de la historia de la lengua y de la cultura portuguesas. La obra de Bento Pereira, además de la motivación lexicográfica y didáctica, pretende corresponder a un cierto patriotismo lingüístico, retomando la militancia humanista de alabanza, defensa e ilustración de la lengua vulgar. En la portada de la edición princeps, el autor presume de defender el portugués contra injustas evaluaciones de escasa abundancia de léxico, proclamando, por su parte, el incremento cuantitativo de la nomenclatura del Thesouro con respecto a los vocabularios anteriormente publicados: pera que se veja a falta de vocabulario em que estavamos, com descredito de nossa lingoa, sendo injustamente de algũs julgada por menos copiosa...

En efecto, el vocabulario portugués anteriormente alfabetizado en los diccionarios de Jerónimo Cardoso (1762) y de Agostinho Barbosa (1611) tenía proporciones modestas; rondaba las 12 000 voces, que no incluían todavía las muchas y nuevas palabras que se encontraban en la producción textual de los grandes clásicos portugueses, poetas y prosistas, incluyendo a Camões, Heitor Pinto, Frei Luís de Sousa y muchos otros que cultivaron, renovaron e imprimieron un impulso dinámico a la base léxica del portugués. Los diccionarios de Bento Pereira dan testimonio de este flujo innovador, registrando muchos neologismos formados por la adaptación al portugués de formas latinas; por la adopción e integración de numerosos grecismos (más de 4000 entradas) y sobre todo por la creciente explotación de los mecanismos derivacionales, en particular los sufijos verbales -ar / -isar / -izar y -ecer; el sufijo adverbial -mente; los sufijos nominales -eiro / -ario (con una práctica exclusión del sufijo arcaico -airo), el

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diminutivo -inho, el superlativo -íssimo, y además -ia / -ancia / -encia, -ista, -oso, -dade / -idade, etc. El ideal de lengua copiosa que creó el lexicógrafo fue naturalmente corroborado por la creciente acumulación de la producción literaria, valorizada y divulgada por el arte tipográfico. El autor reconoce la importancia de ese patrimonio bibliográfico como fuente de referencia para la apropiación del mayor número de palabras de la lengua portuguesa. Por eso, en las páginas introductorias de la primera edición del Thesouro da Lingoa Portuguesa añade un elenco de «Authores Portugueses, os quaes todos se leram pera se fazer este Vocabulario». No fue reproducido en las once ediciones siguientes, pero es un destacado paratexto lexicográfico, interesante aunque modesto. Indica las compilaciones léxicas anteriores, con reiterada referencia a las obras de Jerónimo Cardoso y de Agostinho Barbosa, y cita también el Vocabulário Japónico Lusitano, «feyto pelos Padres do Japão» (es decir, el Vocabulario da Lingoa de Iapam com a declaração em Portugues, feito por alguns Padres e Irmãos da Companhia de Iesu, em Nangasaqui, no Collegio de Iapam da Companhia de Iesus, 1603) y «As grandes diligencias de mão, que nesta materia fez o Padre Manoel Barreto de nossa Companhia» (manuscrito de un gran diccionario portugués-latín que se conserva inédito en la biblioteca de la Academia das Ciências de Lisboa; cf. Verdelho 1998a). Además de las fuentes lexicográficas, nombra también a los escritores de mayor prestigio, inaugurando en cierto modo el canon de autoridades en la lexicografía portuguesa, en el que constan los primeros grandes clásicos de la literatura lusíada, entre otros, João de Barros, Frei Heitor Pinto, João de Lucena, Luís de Camões y Diogo Bernardes. Los neologismos compilados y fijados en el Tesouro y en la Prosodia repercutieron, por su parte, sobre la escritura literaria portuguesa posterior, en la poesía cultista y conceptista y sobre todo en la buena oratoria, como la del P. António Vieira, cofrade y contemporáneo de Bento Pereira. Por su interacción pedagógica y más allá de la escuela, indujeron a una fuerte actualización de la memoria léxica y crearon las condiciones para el gran proyecto diccionarístico de Rafael Bluteau.

2.3. El siglo xviii: Rafael Bluteau El Vocabulário Portuguez e Latino (1712-1728) es un extraordinario monumento de la lexicografía portuguesa. Fue durante largo tiempo compendiado por Rafael Bluteau (1638-1734) y publicado en ocho volúmenes, más dos de suplemento, con una realización tipográfica de gran obra del arte barroco, bajo los auspicios del rey magnánimo D. João V. El autor había nacido en Londres, en el seno de una familia aristocrática francesa exiliada. Aprendió en la infancia francés e inglés. Estudió posteriormente en Francia; fue alumno de los jesuitas y de ellos recibió una formación erudita, con una sólida fundamentación en los estudios clásicos y especialmente en el conocimiento de las lenguas griega y latina. Ingresó con 21 años en la orden de los Clérigos Regulares de la Divina Providencia (generalmente designados como teatinos, y en Portugal como caetanos), y prosiguió en Italia su formación eclesiástica, aunque nunca dejó de

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admirar y alabar a sus primeros maestros jesuitas que, por su parte, más tarde, habrían de apoyar decididamente la publicación de su Vocabulário. La relación de Bluteau con la lengua portuguesa tuvo lugar por primera vez en 1668. Con 29 años llegó a Lisboa, se integró en la comunidad de los caetanos y, a partir de esa fecha, con el fin de aprender la lengua, habría comenzado a compilar los primeros apuntes lexicográficos. La experiencia políglota de la adolescencia debió favorecer la disponibilidad para un rápido aprendizaje del portugués. Efectivamente, Bluteau demostró en poco tiempo una gran facilidad para el acceso a elevados niveles de competencia lingüística y se granjeó el estatuto de predicador elocuente, con púlpito privilegiado en la capilla real. En 1671 era invitado a pronunciar el solemne sermón de las exequias del rey Don Manuel. En el convento de los teatinos educa a un grupo de jóvenes estudiosos de lenguas modernas, entre los que destacará Caetano de Lima, autor de gramáticas del francés y del italiano (cf. Verdelho / Silvestre 2013: 45-53). El trabajo lexicográfico refleja esta trayectoria, y acompañará la biografía del autor hasta la provecta edad de noventa años. El Vocabulário Portuguez e Latino fue un fantástico regalo para la lengua portuguesa que, a principios de siglo xviii, se encontraba particularmente desprovista de instrumentos de apoyo metalingüísticos y sobre todo de amparos lexicográficos. Bluteau referenció, cribó, describió y fijó una amplísima base léxica; promovió y enriqueció la memoria literaria y la memoria activa de la lengua; inició la lexicografía del portugués moderno y añadió una contribución inestimable para su afirmación como lengua de expansión fuera del espacio europeo. El Vocabulário compila cerca de 38 000 entradas; más precisamente, cerca de 32 000 en los 8 volúmenes de base y alrededor de 6000 en el Suplemento. Se trata de una nomenclatura muy abundante, teniendo en cuenta la estadística lingüística de principios del siglo xviii, y sobre todo la modesta cantidad de voces que contenían las anteriores compilaciones alfabéticas del portugués. En todo caso, más importante que el aspecto cuantitativo de la nomenclatura es la selección de las entradas, su amplitud semántica, la ilustración textual de los artículos y la diligente fundamentación autorial de las formas y de los significados (cf. Silvestre 2008). El lexicógrafo integró y realzó el valor de una notable dimensión enciclopédica en la composición del Vocabulário. Acogió una amplia noticia de las terminologías de la ciencia y de la técnica, como se puede verificar en el amplísimo elenco que se encuentra en la portada, con una serie de 57 epítetos que indican los dominios de especialidad4. Bluteau intensificó la funcionalización de la lengua para designar –––––––— 4

La lista de epítetos ejemplifica el deseo de enriquecimiento terminológico del portugués: Vocabulario Portuguez, e Latino, Aulico, Anatomico, Architectonico, Bellico, Botanico, Brasilico, Comico, Critico, Chimico, Dogmatico, Dialectico, Dendrologico, Ecclesiastico, Etymologico, Economico, Florifero, Forense, Fructifero, Geographico, Geometrico, Gnomonico, Hydrographico, Homonymico, Hierologico, Ichtuologico, Indico, Ifagogico, Laconico, Liturgico, Lithologico, Medico, Musico, Meteorologico, Nautico, Numerico, Neoterico, Ortographico, Optico, Ornithologico, Poetico, Philologico, Pharmaceutico, Quidditativo, Qualitativo, Quantitativo, Rethorico, Rustico, Romano; Symbolico, Synonimico, Syllabico, Theologico, Terapeutico, Technologico, Uranologico, Xenophonico, Zoologico.

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nuevos saberes y nuevas realidades de un mundo en reconocimiento y en reintegración geográfica; y también como instrumento para indexar los progresos de la técnica y para acumular la información proveniente de la gran expansión de la ciencia que entonces comenzaba a movilizar Europa. Inició la inclusión en los diccionarios de los «termos do Brasil», con más de quinientas entradas, y registró además un gran número de exotismos de América, África y Asia. Por lo que respecta a los términos científicos y técnicos, el dominio de la medicina es probablemente el más completo, con varios centenares de entradas, identificadas como «termo médico». Además de la información de especialidad, el autor abrió espacio en las definiciones (sin perjuicio de la notación lexicográfica y de la información semántica) para la información complementaria, translingüística, a veces ensayística y prudencial. Buscaba ciertamente corresponder a las expectativas de los lectores de aquel tiempo, pero esa característica vuelve su lectura, aún hoy, fluida y gratificante. Bluteau recupera el patrimonio escrito y fundamenta la descripción léxica en la memoria literaria. A principios del siglo xviii la lengua portuguesa acumulaba ya un acervo autorial considerable de buenos poetas y eximios prosistas. La consciencia de esta herencia había comenzado a afirmarse a través de diversas tentativas de elaboración bibliográfica a lo largo del siglo xvii. Don Francisco Manuel, en una de sus Cartas familiares (1650, n.º 414), refiere explícitamente ese propósito: procurei por mim mesmo, e depois persuadi a algumas pessoas doutas, publicássemos uma Biblioteca Lusitana dos Autores Modernos, novamente estimulado da falta que padecemos nesta parte (Melo 1650: 412-413).

Pocos años después, en 1655, João Soares de Brito tenía preparado para su publicación un Theatrum Lusitaniae Litterarium sive Bibliotheca Scriptorum omnium Lusitanorum. Y João Franco Barreto, ortografista y eximio traductor de Virgilio, concluía su Biblioteca Lusitana en seis volúmenes (1662-1665), que se conservan manuscritos en la biblioteca de la casa Cadaval y que serían en gran parte retomados, en el título y en el tenor informativo, por Diogo Barbosa Machado (1741-1759). El Vocabulário recuperó en sus artículos y retextualizó, con una laboriosa dedicación, lo mejor del discurso literario hasta entonces acumulado en la Biblioteca Lusitana. De este modo ofreció un primer y oportuno diccionario de autoridades a la lengua portuguesa. Por otro lado, en el contexto de la ideología lingüística de la época, le añadió un importante indicador de prestigio y un instrumento de «acreditación» entre las grandes «lenguas imperiales» que entonces «campaban» por Europa.

3.

Un canon lexicográfico

Actualmente el Corpus Lexicográfico do Português está constituido por 25 textos de carácter lexicográfico o paralexicográfico, en edición semidiplomática y con distinción de las formas portuguesas, latinas y de las principales lenguas modernas en ellos representadas. El conjunto, si bien no reúne toda la lexicografía del portugués de los siglos xvi-xviii, por lo menos recoge seguramente los textos que mejor representan

.

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El Corpus Lexicográfico do Português

la estructuración de un vocabulario normalizado y que tuvieron mayor uso en el contexto escolar, contribuyendo a expandir el léxico del portugués con el pretexto de apoyar el estudio del latín: António Velez, Index totius artis (ca. 1599) Agostinho Barbosa, Dictionarium Lusitanico Latinum (1611) Amaro Roboredo, Porta de linguas (1623) António Delicado, Adagios Portugueses (1651) Pedro de Poiares, Diccionario Lusitanico-Latino de Nomes Proprios (1667) António Franco (F. Pomey), Indiculo Universal (1716) Rafael Bluteau, Diccionario Castellano y Portuguez (1721), Tabla de Palabras Portuguezas, remotas de la Lengua Castellana (1721), Vocabulario de synonimos, e phrases portuguezas (1728) João de Morais Madureira Feijó, Orthographia (1734) Carlos Folqman, Diccionario Portuguez, e Latino (1755) Francisco Rolland, Adagios, proverbios, rifãos e anexins (1780) Pedro José da Fonseca, Parvum Lexicon (1798)

Puede ser entendido como un canon de la lexicografía antigua, que abarca simultáneamente a los lexicógrafos que reunieron información renovada y actualizada —y que por eso se instituyeron como tradición— y a los compiladores de síntesis originales, de más fácil manejo, concebidos para responder a diferentes necesidades de uso de la lengua y de la escritura. Los trabajos de tipo lexicográfico de Amaro Roboredo, Madureira Feijó o Carlos Folqman cubren los hiatos entre los diccionarios de Cardoso, Pereira, Bluteau y Morais, permitiéndonos observar el paso del tiempo en la descripción léxica, percibir las tendencias innovadoras e incluso, por diferenciación, las marcas de conservadurismo. El corpus tiene en total cerca de 7,5 millones de registros, en los que el latín es la lengua más representada. Esta desproporción es comprensible si consideramos que el primer diccionario verdaderamente monolingüe es el de Morais Silva (1789) y que el portugués sirvió siempre de acceso o de descodificación del latín. En el conjunto de los textos, el Vocabulário de Bluteau es casi excepcional por la cantidad de texto en lengua vernácula. Aún así, un análisis cronológico del número de formas diferentes en portugués es indicativo tanto de la importancia del testimonio de los primeros diccionarios, como de la progresión de la disponibilidad léxica hasta el siglo xviii: Diccionario

Fecha

Formas diferentes Formas diferentes (todas las lenguas) (portugués)

Cardoso, Dictionarium 1569 Velez, Index totius artis 1599 Total de formas diferentes en los textos del s. xvi

68 709 19 072 79 149

28 627 6 252 31 813

1623 Roboredo, Centúrias 1651 Delicado, Adagios Portuguezes 1667 Poiares, Dic. Lusitanico-Latino 1697 Pereira, Prosodia 1697 Pereira, Thesouro 1697 Pereira, Frases Portuguesas 1697 Pereira, Principaes adagios Total de formas diferentes en los textos del s. xvii

17 901 5 734 24 027 134 780 47 820 16 200 3 382 200 087

6 025 5 734 12 104 45 738 24 272 5 209 3 382 77 024

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Telmo Verdelho y João Paulo Silvestre Formas diferentes Formas diferentes (todas las lenguas) (portugués) 1712 328 377 170 628 Bluteau, Vocabulario 1716 26 412 10 598 Franco, Indiculo 1734 36 409 34 391 Feijó, Orthographia 1780 8 432 8 432 Rolland, Adagios 1798 64 344 26 220 Fonseca, Parvum Lexicon 369 309 192 303 Total de formas diferentes en los textos del s. xviii Diccionario

Fecha

Según decíamos al comienzo, el fondo lexicográfico del portugués no ha sido nunca suficientemente aprovechado ni por los lexicógrafos ni, en general, por los filólogos y estudiosos. Los textos literarios, los tratados técnicos y los relatos históricos aseguran un menor hiato temporal entre el momento de la redacción y el de la divulgación del texto impreso, además de una mayor diversidad de registros de lengua escrita. La mayor disponibilidad de corpus textuales diacrónicos ha restado valor al uso de los diccionarios como testimonios para el análisis semántico del léxico. Aún así, la lengua portuguesa tiene en este patrimonio lexicográfico un amplio y socorrido testimonio de su etapa clásica, ofrecido de modo accesible por estar ordenado alfabéticamente, y con una inesperada transparencia semántica facilitada por las equivalencias latinas o por el contraste con otras lenguas modernas. En los diccionarios se encuentra la historia de la lengua y, en la memoria de las palabras, las referencias de la cultura y de la civilización, en coyunturas como la expansión de la lengua portuguesa para nuevos espacios que han redefinido la geografía lingüística del planeta, o la expansión del léxico para asegurar la intercomunicación con las lenguas modernas europeas.

Referencias bibliográficas Cameron, Helena (2012): A Prosodia de Bento Pereira: Contributos para o estudo lexicográfico e filológico. Tese de doutoramento. Aveiro: Universidade de Aveiro. Corpus Lexicográfico do Português. Universidade de Aveiro / Centro de Linguística da Universidade de Lisboa, . Melo, Francisco Manuel de (1650): Cartas familiares. Pref. e notas de Maria da Conceição Morais Sarmento. Lisboa: IN-CM, 1981, 412-413. Silvestre, João Paulo (2008): Bluteau e as origens da lexicografia moderna. Lisboa: Imprensa Nacional-Casa da Moeda. Teyssier, Paul (1980): «Jerónimo Cardoso et les origines de la lexicographie portugaise», Bulletin des Études Portugaises et Brésiliennes, 41, 7-32. Venâncio, Fernando (2012): «O espanhol proveitoso. Sobre deverbais regressivos em português», Santa Barbara Portuguese Studies, XI, 6-41. Verdelho, Telmo (1987): «Latinização na história da língua portuguesa: o testemunho dos dicionários», Arquivos do Centro Cultural Português, 23, 157-187. — (1991): «Os dicionários bilingues até ao fim do séc. xviii, fonte privilegiada da lexicografia portuguesa», en Colóquio de lexicologia e lexicografia (26 a 27 de Junho de 1990). Actas. Lisboa: INIC / Universidade Nova de Lisboa, 248-256.

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311

— (1993): «Aspectos da obra lexicográfica de Bento Pereira», en Gerold Hilty, ed.: Actes du XXe Congrès international de linguistique et philologie romanes. Université de Zurich (6-11 avril 1992). Tome IV. Tübingen / Basel: A. Francke Verlag, 777-785. — (1995): As origens da gramaticografia e da lexicografia Latino-Portuguesas. Aveiro: INIC. — (1998a): «O Vocabulario da lingoa de Iapam (1603), uma fonte inexplorada da lexicografia portuguesa», en Giovani Ruffino, ed.: Atti del XXI Congresso Internazionale di Linguistica e Filologia Romanza. Università di Palermo 18-24 setiembre 1995. Vol. III. Tübingen: Max Niemeyer. — (1998b): «Terminologias na língua portuguesa. Perspectiva diacrónica», en Jenny Brumme, ed.: La història dels llenguatges iberoromànics d’especialitat (segles xvii-xix): solucions per al present. Barcelona: Institut Universitari de Lingüística Aplicada, Universitat Pompeu Fabra, 98-131. — (1999-2000): «O Calepino em Portugal e a obra lexicográfica de Amaro Reboredo», Revista Portuguesa de Filologia, XXIII, 125-149. Verdelho, Telmo / Silvestre, João Paulo (2007): Dicionarística Portuguesa. Inventariação e estudo do património lexicográfico. Aveiro: Universidade de Aveiro. — (2011): Lexicografia bilingue. A tradição dicionarística português-línguas modernas. Lisboa: Centro de Linguística da Universidade de Lisboa / Aveiro: Universidade de Aveiro. — (2012): 300 anos do vocabulário de Bluteau: o estudo e a ilustração da língua. Lisboa: Biblioteca Nacional de Portugal.

Notas sobre la historia de la lexicografía del ladino dolomítico Ruth Videsott Freie Universität Bozen / Libera Università di Bolzano / Università Liedia de Bulsan

Notes on the history of Dolomitic Ladin lexicography Abstract This contribution is a detailed overview of the history of «traditional» lexicography in Dolomitic Ladin. It deals especially with the first important dictionaries in the 19th century and with those published in the 20th century. The term «traditional» does not refer primarily to the chronologically oldest dictionaries, but to all those which deal with the traditional lexicon of different Ladin varieties and have Ladin as their source language, as opposed to «modern» dictionaries which start out from Italian or German. Keywords Dolomitic Ladin, traditional lexicography, history of lexicography.

1.

Introducción

De los tres grupos de lenguas retorromances presentes en Italia (friulano, ladino dolomítico) y en Suiza (romance grisón), el ladino dolomítico ofrece con toda seguridad la lexicografía menos elaborada. De hecho, el romance grisón dispone de una obra monumental como el Dicziunari Rumantsch Grischun (Coira, 1939-), uno de los cuatro diccionarios nacionales de Suiza, cuya riquísima documentación contribuyó a incrementar la calidad de los diccionarios idiomáticos publicados en el último siglo1. La contraparte «moderna» es el Pledari Grond, que en su versión electrónica cuenta actualmente con 220 000 entradas en alemán con la correspondiente traducción en la lengua estándar romanche, el Rumantsch Grischun2. Por su parte, para el friulano, ya en 1870 se publicó una obra fundamental como el Pirona, varias veces ampliado y actualizado3. Entre las obras más recientes para el friulano, cabe –––––––— 1 2 3

Sobre el Dicziunari Rumantsch Grischun y su relación con los diccionarios idiomáticos grisones, cf. Decurtins (1982) y Holtus (1986). Sobre el Pledari Grond (http://www.pledarigrond.ch), cf. Lia Rumantscha (1993). Sobre la importancia del Pirona para la lexicografía friulana, cf. Zolli (1987: 205-207) y Zolli (1989).

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Ruth Videsott

destacar el Vocabolario della lingua friulana de Giorgio Faggin (Udine, 1985)4 y el Grant Dizionari Bilengâl Talian-Furlan en seis volúmenes (Udine, 2011)5. Para el ladino dolomítico, en cambio, no se prevén por el momento obras «monumentales» como las que acabamos de mencionar. Y, por otra parte, los diccionarios disponibles están todavía lejos de alcanzar el nivel de elaboración de sus correspondientes grisones y friulanos6. A pesar de esto, incluso la variedad más pequeña del grupo ladino dispone de un volumen notable de diccionarios y glosarios, el más antiguo de los cuales se remonta al siglo xviii, que cubren y documentan todas las principales variedades dialectales. Esta contribución es un intento de presentar por orden cronológico la lexicografía «tradicional» del ladino dolomítico7. Entendemos por «tradicionales», cum grano salis, los diccionarios que presentan las siguientes características: – Contenido: léxico patrimonial y préstamos más antiguos (aproximadamente, entre 5000 y 8000 entradas). – Lengua de partida: ladino; lengua meta: alemán y / o italiano. – Función principal: documentación lingüística. Queda excluida, por tanto, la lexicografía «moderna», a la que está dedicado un artículo específico (cf. Dell’Aquila / Iannàccaro en el segundo volumen), y que se caracteriza por: a) Contenido: léxico patrimonial, préstamos y neologismos (alrededor de 30 000 entradas). b) Lengua de partida: alemán y / o italiano; lengua meta: ladino. c) Función principal: normalización lingüística. Además de su función meramente lingüística, los diccionarios de una lengua minoritaria ejercen a menudo una función «identificadora» para las respectivas comunidades lingüísticas, actuando como contenedor y espejo de las peculiaridades lingüísticas y culturales a través de las cuales la minoría lingüística se identifica y se delimita frente a las comunidades colindantes. Así, los diccionarios de una lengua minoritaria, sobre todo los más antiguos, asumen con frecuencia incluso un valor simbólico. La lexicografía del ladino dolomítico no está diversificada como la de otras lenguas romances, que disponen de distintos tipos de obras lexicográficas, como diccionarios técnicos, diccionarios especializados, diccionarios dialectales, diccionarios de –––––––— 4 5 6

7

Sobre el impacto del diccionario de Faggin, cf. Craffonara (1986: 213-215), Frau (1986: 331), Belardi (1988/1989: 96-102), Holtus (1990: 523-525) y Zanello (2011). Sobre el Grant Dizionari Bilengâl Talian-Furlan, cf. Begotti (2005: 74-75), Nazzi (2011: 64-68) y Cescje / Carrozzo (2011: 69-72). Baste con decir que el diccionario más copioso de que disponemos para una de las variedades del ladino dolomítico, el Mischì (2000) para el ladino de Val Badia, recoge «solo» 36 000 entradas en alemán con las correspondientes equivalencias en el ladino escrito de Val Badia. Sobre este tema, véanse también las contribuciones de Kramer (1973), Kramer (1989), Plangg (1999), Chiocchetti (2009). Para una relación completa de la producción lexicográfica en ladino dolomítico, cf. Videsott (2011: 182-188).

Notas sobre la historia de la lexicografía del ladino dolomítico

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neologismos y barbarismos o diccionarios de sinónimos y antónimos (cf., por ejemplo, Winkelmann 1989 para el rumano, Zolli 1988 para el italiano, Quemada 1989 para el francés). Los vocabularios ladinos de tipo tradicional son bilingües o en ocasiones plurilingües y se presentan deliberadamente en forma de tesoros, obras que aspiran a recoger y documentar todo el patrimonio léxico de la variedad de que se trate (cf. Dazzi / Gross 1989: 897). Con frecuencia, este tipo de diccionarios responden en primera instancia a necesidades de documentación de la lengua y solo en un segundo momento a finalidades lingüísticas normativas (cf. Kramer 1989: 759). Normalmente se presentan como diccionarios de tipo activo y pasivo al mismo tiempo (véase Kromann / Riiber / Rosbach 1991)8. Los primeros ensayos lexicográficos que se registran consisten en simples listas de palabras cuya única función es identificar la correspondencia en italiano o en alemán, sin ninguna información fraseológica (cf., por ejemplo, Bacher 1833, Vian 1864 y también Pizzinini 1977). Los ejemplos citados corresponden a diccionarios metódicos o de nomenclatura, que agrupan los lemas por categorías y no por orden alfabético (Zolli 1988: 789-790). En otros casos, en cambio, la voz contiene, además de las informaciones gramaticales, también una ejemplificación a través de fraseologismos (véanse Rossi 1914, LardschneiderCiampac 1933, Pizzinini / Plangg 1966, Mazzel 1976).

2.

La lexicografía hasta el siglo xix

La primera descripción lexicográfica del ladino hasta ahora conocida se remonta a 1763. Se trata del Catalogus Multorum Verborum quinque Dialectuum quibus Montani Perginenses, Roncegnenses, Lavaronenses, Septem Pagenses, et Abbatienses utuntur, del abogado de Pergine Simone Pietro Bartolomei (1709-1763). Se trata de una lista de casi 1800 palabras latinas dispuestas siguiendo un orden alfabético aproximado, para las que se ofrece la traducción en cuatro variedades germánicas habladas en aquella época en otras tantas islas lingüísticas alemanas del Trentino (Pergine, Roncegno, Lavarone y Sette Comuni) y en la variedad ladina del alto Val Badia (badiotto). La génesis exacta del Catalogus todavía no ha sido aclarada, como tampoco las razones que llevaron al autor a añadir precisamente el ladino del alto Val Badia a las cuatro variedades alemanas (cf. Kramer 1976a: 147). Uno de los principales problemas que tuvo que afrontar el autor fue transcribir adecuadamente unas lenguas que en aquella época apenas contaban con una exigua tradición escrita9: –––––––— 8

9

En un diccionario de tipo activo la lengua de partida se corresponde con la lengua materna de los usuarios y su función es, por consiguiente, el paso de L₁ a L₂; un diccionario de tipo pasivo está orientado al paso de L₂ a L₁, donde la lengua de partida no es la lengua materna del usuario. Ejemplo tomado de Bernardi / Videsott (2013: 69). Sobre el sistema ortográfico de Bartolomei, cf. Kattenbusch (1994a) y Kramer (1976a).

316

Ruth Videsott

A

Montani Perginenses

Roncegnenses Lavaronenses

Septem Pagi

Abbatienses

Altus Ardeo Audio Absorbeo, Deglutio Brachium Cervical Circulus

Hoä, hoüa Prinnen Lischnen

Haä Prunnen Lischnen

Haäch Prinnen Liusen

Hoägch Broeoannen Luschen

alt verde scoltè, aldì

Schlincken

Schlincken

nider Schlincken

Schlinten nider glotì

än ärm Polster une Kraäs

än ärm Polster Kroäs

än ärm Polster ----

än ärm Poolster Pomelos

Brac c. R. Plomatsch Tschertl

El Catalogus permaneció manuscrito y se conserva en una copia transcrita en 1763 por el hijo del autor, Francesco Stefano Bartolomei, en la Biblioteca del Museo Ferdinandeum de Innsbruck (Dipauliana Nr. 958). La parte badiotto-latina fue editada por Kramer (1976) en una versión ortográfica actualizada. En su historia del condado del Tirol, Josef von Hormayr (1806: 139) publica una lista de palabras gardenesi, pero que en realidad proceden en buena parte de Val Badia y además están escritas con una ortografía completamente inadecuada. Esta relación fue luego corregida y ampliada por Steiner (1807: 40-45, 49-52). La primera descripción léxica de una lengua ladina, todavía muy elemental, proporcionada por un hablante nativo, data de 1828-1829. En el segundo volumen de su disertación Notizie Storiche Topografiche e Religiose di Livinallongo e del suo Castello d’Andraz e dei luoghi confinanti a questa Giurisdizione (dos volúmenes manuscritos conservados en el Ferdinandeum de Innsbruck, FB 864-865, y publicados por entregas en la revista El Feral entre 1967 y 1972), Piere Favai (1789-1855) insertó entre las páginas 230 y 250 un pequeño vocabulario livinallese-italiano: S. 230: n’Azuol un Capretto; n’ Almierch un Armadio; S. 231: la Botgia la bocca; l’ Boss una gibba (dal francese le bosse); S. 233: n Chefer un Scarabaro; Catigole Soleticare; S. 239: na Morona una cadena; S. 243: l’ Sautel il frignoscalo di una portina; S. 248: Vindebot molto10.

La primera gramática ladina escrita con intenciones estandarizadoras panladinas (Versuch einer deütsch-ladinischen Sprachlehre de Micurà de Rü o Nikolaus Bacher [1789-1847]11, de 1833, que permaneció manuscrita hasta su reciente publicación en 1995; cf. Bacher 1995), y la primera gramática impresa de una lengua ladina (Gröden, der Grödner und seine Sprache, de Ujep Antone Vian [1804-1880], de 1864) contienen ambas un apartado léxico («Wortsammlung») con algunos centenares de voces ordenadas por campos semánticos y traducidas al alemán (cf. Bacher 1995: 187-229, Vian 1864: 104-190). En una segunda parte del capítulo lexicográfico, Vian señala diversos modismos y fraseologismos partiendo de las unidades verbales y propone una nueva relación de palabras no mencionadas en las dos partes anteriores. Por más –––––––— 10 11

Ejemplos tomados de Bernardi / Videsott (2013: 422, n. 332). Para la biografía de los autores de los diccionarios aquí mencionados, véanse Nosta Jent (Union Generela di Ladins dles Dolomites 2005) y Bernardi / Videsott (2013).

Notas sobre la historia de la lexicografía del ladino dolomítico

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que estos glosarios carezcan de información gramatical, constituyen útiles herramientas de consulta. El de Vian es también el primer inventario léxico que incluye informaciones toponomásticas y antroponomásticas (cf. Vian 1864: 134-135)12. En todo caso, habrá que esperar hasta finales del siglo xix para ver obras que superen en amplitud al Catalogus. Christian Schneller (1831-1908) publica en 1870, dentro de su obra Die romanischen Volksmundarten in Südtirol, un repertorio de palabras ladinas y trentinas, no siempre escritas de manera correcta (cf. Kramer 1973: 162), pero atendiendo siempre a las diferencias existentes entre las distintas variedades. Esta obra viene considerándose el primer vocabulario que contiene todas las variedades ladinas. La obra cumbre de este tipo de diccionarios, en que el ladino dolomítico ocupa siempre una posición minoritaria, llega en 1879 con Die ladinischen Idiome in Ladinien, Fassa, Gröden, Buchenstein Ampezzo, de Giovanni Alton (1845-1900). Alton utiliza como lema principal la forma de su pueblo nativo, Colfosco, en Val Badia, y añade los cognados de las otras variedades. Además de documentar todas estas variedades, se trata del primer diccionario etimológico del ladino dolomítico. Alton, romanista formado en Innsbruck y en Viena, realizará también un Vocabolario ladin-talian como complemento a sus Stóries e chánties ladines (1895). En este vocabulario, menos extenso que el de 1879 ya que se refiere solo a las palabras contenidas en los textos editados en la primera parte del libro, Alton insertará también informaciones morfológicas acerca de las formas verbales (ofrece, por ejemplo, la conjugación de los verbos en todas las personas del presente de indicativo) y algunos fraseologismos, innovando así con respecto a las obras anteriores, que a menudo se limitaban a proporcionar el lema desprovisto de cualquier descripción gramatical suplementaria. Contemporáneas a los trabajos de Alton son las obras de Theodor Gartner (18431923). Su monografía sobre el ladino de Val Gardena, la Gredner Mundart de 1879, incluye, además de una gramática histórica del gardenese, un glosario gardenesealemán que contiene informaciones tanto gramaticales como etimológicas acerca de cada uno de los lemas. El trabajo es apreciable también desde el punto de vista de la estructuración de los artículos. Con posterioridad Gartner ampliará notablemente tal capítulo hasta publicarlo como obra autónoma en 1923: Ladinische Wörter aus den Dolomitentälern. Sin embargo, la principal novedad de esta obra consiste en su segunda parte, elaborada esencialmente por un discípulo de Gartner, Hermes Fezzi (1884-1914), que contiene un índice alemán-gardenese con los cognados de las otras variedades ladinas indicados en nota. Tal índice será durante decenios la única obra lexicográfica que tenga el ladino como lengua meta y no como lengua de partida. Una característica común a todas las obras decimonónicas es que no fueron concebidas como verdaderos diccionarios autónomos, sino como secciones o suplementos de obras con finalidades diversas, especialmente gramáticas históricas. –––––––— 12

Véanse los capítulos 19 y 20 de su obra («19. Die üblichen Taufnamen. Battista: Johann B., f. Cicele; Bèrbla: Barbara; Bötta: Elisabeth; Bòlzer: Balthaßar [...]. 20. Namen einiger umliegenden Ortschaften. Gudon, Gufidaun; Lajon: Laien; [...] Persenon: Brixen; Bulźàn: Bozen»).

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3.

Ruth Videsott

La lexicografía desde el siglo xx hasta hoy

El primer vocabulario ladino compilado con finalidades expresamente lexicográficas es el Ladinisches Wörterbuch. Idiom von Unterfassa genannt «Brak», del fassano Hugo de Rossi (1875-1940). Hugo de Rossi era uno de los miembros más visibles y activos de la Union di Ladins, fundada a principio de siglo en Innsbruck, entonces capital del condado del Tirol. Durante toda su vida se consagró a la recogida y documentación de tradiciones, leyendas y sagas ladinas, y en este contexto elaboró también su vocabulario. En 1914 estaba más o menos terminado, pero el inicio de la guerra impidió su publicación. De Rossi, gravemente herido en la contienda, realizó todavía algunos cambios y correcciones hasta 1922; sin embargo, habría que esperar hasta 1999 para que la obra, depositada en la biblioteca del Tiroler Landesmuseum Ferdinandeum, fuera efectivamente publicada (De Rossi 1999). El diccionario es admirable por su exhaustividad y precisión. L’intenzione principale di Hugo de Rossi infatti era non tanto la compilazione di un ‘vocabolario’ inteso come strumento di passaggio da una lingua ad una seconda, quanto la creazione di un «thesaurus», la catalogazione dell’esistente patrimonio lessicale della lingua ladina per gettare le basi ad un suo futuro riconoscimento come «lingua» a tutti gli effetti (Kindl 1999: 133).

El vocabulario era originariamente ladino-alemán (en la variante del valle de Fassa central, el denominado «brach»). En la edición de 1999 se añadieron también las correspondencias en italiano13. Al haber sido accesible durante décadas solo como manuscrito, el vocabulario pudo ser consultado solamente por unos pocos estudiosos (Gartner, Elwert), que reconocerían su excepcional calidad. De este modo, su publicación en 1999 era casi un deber moral; sin embargo, la decisión de conservar la ortografía original de De Rossi para los lemas en ladino constituyó un serio impedimento para una difusión más amplia entre la población, toda vez que la grafía escolástica había cambiado radicalmente, en especial en lo relativo a la representación de las palatales. Un destino bastante semejante al del Ladinisches Wörterbuch fue el del vocabulario gardenese Wörterbuch der Grödner Mundart, de Archangelus LardschneiderCiampac (1886-1950)14. El autor, otro miembro destacado de la Union di Ladins del Innsbruck de preguerra, realizó su compilación más o menos contemporáneamente a De Rossi y la siguió ampliando pero, a diferencia de este, Lardschneider —con un considerable esfuerzo— consiguió finalmente publicarla en 1933. Con sus 6454 entradas, se convierte en el vocabulario ladino impreso más relevante de la época (cf. Kramer 1973: 165). Se trata, por otra parte, de una obra presentada como «thesaurus», como documentación exhaustiva de una lengua. Además, contiene dos apéndices. El primero recoge palabras extraídas de la literatura que, a pesar de ser comprensibles para los hablantes, no forman parte del uso cotidiano. En el segundo se –––––––— 13 14

Sobre de Rossi (1999), cf. Pallabazzer (1999-2000: 463-465), Dell’Antonio (1999: 212-213), Gsell (2000: 307-308) y Kramer (2001: 250-251). Sobre Lardschneider-Ciampac (1933), cf. Jud (1937: 323).

Notas sobre la historia de la lexicografía del ladino dolomítico

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incluyen voces también literarias, pero que, en cambio, los hablantes no entienden o no reconocen como gardenesi (véase Lardschneider-Ciampac 1933: viii). La estructura del artículo lexicográfico resulta muy exhaustiva, sobre todo en lo que concierne a la fraseología. El vocabulario, que incluía también una sección etimológica, fue ampliamente utilizado por los estudiosos de la época, pero no alcanzó la difusión esperada entre la población: por un lado, por su publicación en pleno período fascista, durante el cual las actividades culturales ladinas generalmente quedaron reducidas al mínimo; por otro, porque más de la mitad de la pequeña edición resultó destruida durante los bombardeos de la segunda guerra mundial, y finalmente porque su grafía, de tipo alemán (como la mayor parte de las grafías utilizadas para el ladino en los últimos decenios de su pertenencia al imperio astro-húngaro) quedó superada por la introducción, en 1948, de una grafía escolástica que seguía los principios de las grafías romances. A la vista de su indiscutible calidad (el diccionario tuvo una reimpresión facsímil en 1971 en Niederwallauf bei Wiesbaden), el Instituto Ladino Micurà de Rü decidió publicar una versión actualizada en 1992 (LardschneiderCiampac 1992)15. Las notas etimológicas del original, que necesitarían una revisión a la luz de las investigaciones más recientes, fueron completamente eliminadas, los dos apéndices fueron integrados en el corpus principal (pero sin añadir otras palabras o neologismos, cf. Lardschneider-Ciampac 1992: 5-6) y, sobre todo, la ortografía fue actualizada. La comparación directa entre una entrada en sus dos versiones permite evaluar directamente las diferencias que las separan: Lardschneider 1933 ie, betontes pron. pers. 1. sg. Nom., ich. Etym. S. 1873.

Lardschneider 1992 ie (betontes pron pers. 1. sg Nom.) ich; *ie vede, ma ël resta tlo ich gehe, aber er bleibt hier; *sons’a stat ie? bin ich es gewesen?

Tampoco la nueva edición del diccionario tuvo el éxito esperado: el mundo científico seguía citando el texto original a causa de las etimologías allí propuestas, y para la población general se quedó obsoleto ya en 2001 como consecuencia de una nueva reforma ortográfica del gardenese y de la publicación en 2002 de un diccionario moderno (Forni 2002) que además recogía neologismos absolutamente indispensables para el uso del gardenese como lengua de la administración a partir de 1989. El tercer vocabulario redactado con vocación de «thesaurus» correspondiente a la variedad de un valle, conforme al modelo de De Rossi y de Lardschneider, es el Vokabulare badiot-tudësk de Antone Pizzinini (1868-1944) para el Val Badia. El autor terminó su manuscrito en 1943 (Kattenbusch 1994: 99), pero de nuevo no se publicó inmediatamente. El objetivo era documentar el patrimonio léxico de todo el Val Badia, desde Colfosco hasta San Vigilio, pero a causa de la variación dialectal interna está sustancialmente basado en la variedad badiotta del alto valle. El manuscrito fue retomado, revisado y reelaborado para la imprenta por Guntram Plangg en 1966 (véase Pizzinini / Plangg 1966). También este diccionario conserva la ortografía –––––––— 15

Sobre esta reelaboración cf. Tekavčić (1994) y Kattenbusch (1994b, 1997).

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original, sustancialmente semejante a la de Lardschneider, que de este modo contrasta desde el mismo momento de su publicación con la grafía escolástica vigente. A pesar de todo, su acogida en el mundo científico fue muy favorable16. La falta de diccionarios que utilizasen la grafía escolástica, el hecho de que el vocabulario de Pizzinini / Plangg no estuviese todavía, en cuanto manuscrito, a disposición del público y, finalmente, la ausencia de diccionarios de las dos variedades septentrionales del ladino (gardenese y badiotto) que tuviesen como lengua meta el italiano, indujeron en los años cincuenta a Giuseppe Sergio Martini, de la Universidad de Florencia, a adaptar las dos obras de Lardschneider y de Pizzinini a estas necesidades. En 1950 se publica el Vocabolarietto badiotto-italiano (Martini 1950) y en 1953 el Vocabolarietto gardenese-italiano (Martini 1953)17. En los respectivos prólogos, Martini trata de precisar la doble función de sus vocabularios. En primer lugar, quieren ser una herramienta de consulta para los ladinófonos y para los italianófonos interesados en estas dos variedades ladinas. Además, el diccionario aspira a proporcionar observaciones e informaciones «paraescolares» (Martini 1950: 5) para ayudar a los ladinófonos en el estudio del italiano: se reconoce, pues, la finalidad «de la pequeña a la gran patria» que había caracterizado la publicación de numerosos diccionarios dialectales después de la unificación política del estado italiano. El volumen dedicado al Val Badia da cuenta de las diferencias entre badiotto, ladino en el sentido estricto (parte central del Val Badia) y marebbano. Por más que en la elaboración hubiesen colaborado también profesores locales, el volumen presenta algunos errores y lagunas, que fueron posteriormente corregidos por Walter Belardi (Belardi 1965). Incluso la decisión de emplear como lemas formas muy próximas a la lengua hablada (por ejemplo prznté en lugar de prejenté ‘presentar’), con un vocalismo átono muy reducido, resultó poco afortunada. Por esta razón la importancia de los dos pequeños vocabularios de Martini fue relativa, por más que Martini (1950) haya sido, precisamente, el primer diccionario impreso relativo al Val Badia. El único vocabulario de una variante ladina meridional (fassano, livinallese, ampezzano) publicado antes de la segunda guerra mundial no tuvo, a diferencia de sus homólogos septentrionales, la finalidad de «thesaurus». Cortina d’Ampezzo nella sua parlata. Vocabolario ampezzano, con una raccolta di proverbi e detti dialettali usati nella valle, de Angelo Majoni (1870-1932), no menciona sino «le voci dialettali che egli stesso giudicava “differenti” dalla lingua italiana [...]» (E. Majoni 2008: 26). Más que una descripción exhaustiva del léxico usado en Ampezzo, se trataba de un repertorio con finalidades «paradidácticas», que pretendía ayudar a encontrar la correspondencia en italiano estándar de expresiones cuya equivalencia no fuese evidente. La ortografía utilizada y la escasez de indicaciones gramaticales relativas a los lemas ladinos se explican en parte por esta finalidad. La introducción al vocabulario redactada por el conocido lingüista Carlo Battisti se centra sobre todo en la clasificación del ampezzano, que se inclina por clasificar como ladino cadorino y no tanto como –––––––— 16 17

Cf. Kühebacher (1967: 592-594), Wunderli (1967: 138-144), Kröll (1968: 551-552) y Pfister (1971: 143-150). Sobre Martini (1953), cf. Elcock (1954: 394).

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ladino dolomítico (Majoni 1929: 3-32). En aquel momento, esta cuestión estaba inscrita en un debate con evidentes connotaciones políticas. El acervo léxico patrimonial del valle de Livinallongo fue documentado de manera bastante exhaustiva por Carlo Tagliavini en su trabajo, publicado en 1934, Il dialetto di Livinallongo. Saggio Lessicale (Tagliavini 1934)18. Se trata de una obra planteada como diccionario etimológico, y esto explica el hecho de que falten los italianismos y una buena parte de las palabras derivadas transparentes desde un punto de vista etimológico; por lo demás, las indicaciones gramaticales son bastante escasas. Sin embargo, la información etimológica proporcionada es por lo general muy fiable (cf. Kramer 1973: 165). Así pues, hacia mediados del siglo xx el panorama lexicográfico en la Ladinia dolomítica se presentaba de la siguiente forma: a) De las diez macro-variedades existentes en el territorio con una tradición escrita más consistente (ampezzano, badiotto, brach, cazet, collese, gardenese, ladino en sentido estricto, livinallese, marebbano, moenat) todas excepto el cazet, el moenat, el ladino en sentido estricto y el marebbano estaban documentadas por al menos un vocabulario; sin embargo, el marebbano, el ladino en sentido estricto y el cazet estaban incluidos, aunque fuese parcialmente, en vocabularios de ámbito más amplio (el cazet en Alton 1879, el marebbano y el ladino en sentido estricto en Martini 1950 y en el manuscrito de Pizzinini 1940-1943). b) De los diccionarios redactados durante la primera mitad del siglo xx, quedaron manuscritos De Rossi (1914) y Pizzinini (1940-1943), mientras que los demás fueron publicados. c) La planta de las obras oscila entre el diccionario etimológico y el tesoro y entre la recogida de palabras típicas y el instrumento auxiliar paradidáctico, sin que ninguna de las variedades esté representada por estas cuatro modalidades de repertorio. En la segunda mitad del siglo xx las lagunas lexicográficas existentes tanto desde el punto de vista de las variedades representadas como de los tipos de vocabulario se verán en gran medida cubiertas, aunque no como resultado de un trabajo sistemático y ordenado en el seno de la comunidad lingüística ladina, sino más bien como fruto de iniciativas individuales que permanecerán en gran parte aisladas en el interior del valle correspondiente. Entre 1953 y 1971 Gottfried Moroder Doss (1887-1972) redacta un diccionario alemán-gardenese, el Wörterbuch Deutsch-Grödnerisch. Vol. 1: Aal-hinken (1951); vol. 2: Hinblick-Zypressen (1955-71). La obra, sin embargo, quedó manuscrita, porque evidentemente necesitaba una revisión definitiva. Dado su valor documental, el manuscrito fue difundido por el Istitut Cultural Ladin Micurà de Rü en forma de reproducción facsímil19. –––––––— 18 19

Sobre Tagliavini (1934), cf. Battisti (1934: 609-611) y Wolff (1934: 484-487). Sobre Moroder-Doss (1951/1955-1971), cf. Plangg (2003: 313-314) y Bauer (2003: 314).

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Después de la publicación de Pizzinini / Plangg en 1966, el Val di Fassa era el único valle ladino que no disponía de un diccionario específico impreso. Para llenar este vacío, entre 1968 y 1969, Massimiliano Mazzel (1900-1977), Leo Soraruf (19342012) y Giuseppe Dell’Antonio (1899-1984) empezaron a distribuir, por fascículos, la edición provisional del Liber de paròles ladin fašan-talian (cazet-brach-moenat) / Dizionario ladino fassano-italiano con le varianti in brach-cazet-moenese ad uso degli insegnanti ed alunni delle scuole medie ed elementari della Valle di Fassa e Moena, que contenía formas procedentes de todas y cada una de las tres principales subvariedades del fassano (cazet, brach y moenat)20. Sin embargo, no se llegó a realizar una edición definitiva. Con el material recogido y muchas aportaciones posteriores, Giuseppe Dell’Antonio, el autor responsable del moenat, realizó un vocabulario independiente, el Vocabolario ladino moenese-italiano (Dell’Antonio 1973). Massimiliano Mazzel, por su parte, decidió limitarse únicamente a la variedad del alto valle de Fassa, conocida como cazet, y publicó en 1976 su Dizionario ladino-fassano (cazét)-italiano (formalmente aparecía definido como 3.ª edición del diccionario fassano, y considerado como la continuación directa de los anteriores trabajos provisionales). Este diccionario obtuvo un discreto éxito, hasta el punto de que hasta hoy en día se trata de uno de los dos únicos vocabularios ladinos tradicionales que tuvo con posterioridad ediciones ampliadas, revisadas y corregidas (el segundo es el diccionario fodom de Adalberto Pellegrini, cf. infra); en 1995 alcanzó su 5.ª edición21. Ya en su edición de 1976 incluía un índice italiano-cazet, que fue ampliándose gradualmente hasta 1995. Este vocabulario fue acomodándose a la evolución de la ortografía y de la variedad estándar vigente en el Val di Fassa a partir de 197622, cosa que no sucedió en el caso de las variedades propias de los otros valles, que durante mucho tiempo se han encontrado desprovistas de un diccionario que reflejase fielmente, y sobre todo desde el punto de vista ortográfico, las normas vigentes en cada momento. Por el contrario, la situación se presentaba justo de manera inversa para el livinallese, que hasta 1973 disponía solamente del diccionario etimológico de Tagliavini de 1934, con los lemas escritos en ortografía fonética. En 1973 se publica el Vocabolario fodom-taliân-todâšc Wörterbuch, de Adalberto Pellegrini (1912-1979), editado por la Union Ladins da Fodom23. En este caso fue el diccionario el que creó la norma ortográfica para este valle. La ortografía utilizada era menos fonética que la empleada originariamente en Val di Fassa, pero, como ella, usaba el hatschek y otros diacríticos que la alejaban del italiano y de la ortografía escolástica vigente en los dos valles –––––––— 20

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Sobre Mazzel / Soraruf / Dell’Antonio (1968-1969), cf. Quaresima (1969: 96-107). Esta edición de prueba se basaba a su vez en anteriores fascículos de prueba, limitados al cazet y al brach, que se habían distribuido a partir de 1965 (véase Bernardi / Videsott 2013: 1050). Sobre esta edición, cf. Istitut Cultural Ladin Majon di Fascegn (1996: 248). La ortografia usada en principio en el diccionario era básicamente fonética y, por esta razón, empleaba numerosos signos especiales con diacríticos. Con la reforma ortográfica de 1985-1988, el fassano asumió fundamentalmente la ortografía vigente en los valles de Badia y Gardena, inspirada más en principios fonológicos y de aplicabilidad. Sobre Pellegrini (1973), cf. Kramer (1974: 223-224; 1976: 261-263) y Pallabazzer (1975: 500-503; 1979: 13-14).

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ladinos septentrionales. Este vocabulario ofrece además la particularidad de presentar como lenguas de llegada tanto el italiano como el alemán. La primera edición se mostraba todavía relativamente purista frente a los muchos venetismos e italianismos presentes en esta variedad; estos, por contra, fueron ampliamente acogidos en la reelaboración preparada en 1985 por Sergio Masarei (1943-2006). En consonancia con el modelo trilingüe del diccionario, las indicaciones gramaticales y los fraseologismos están menos elaborados que en las otras obras contemporáneas. La variedad ladina que a lo largo de los últimos decenios ha visto publicado un mayor número de diccionarios es el ampezzano. Ya en 1959 Vincenzo Menegus Tamburin lo tenía en cuenta en su Il dialetto dei paesi cadorini d’Oltrechiusa. En 1973, de mano del mismo autor, aparece la obra autónoma Dizionario del dialetto di Cortina d’Ampezzo, de la cual Carlo Battisti, en su introducción, elogia en primer lugar la «chiarezza e la ricchezza del lessico dialettale» (Menegus Tamburin 1973: 8). En cualquier caso, se trata básicamente de una ampliación del trabajo de Majoni (1929) —que sigue siendo el fundador de la lexicografía ampezzana (cf. Kramer 1978: 12)—, con numerosos italianismos y cadorinismos, que este había excluido24. Entre 1982 y 1985 se publica por fascículos, y sobre la base del Vocabolario ampezzano: anpezàn-taliàn / italiano-ampezzano, de Bruna Monica Quartu (19751978), el Vocabolario anpezan / Vocabolario ampezzano / Ampezzanisches Wörterbuch de Bruna Monica Quartu, Johannes Kramer y Annerose Finke. Se trata en primer término de un vocabulario etimológico del ampezzano, pero que no descuida el tratamiento de la fraseología y que, por otra parte, se caracteriza por ofrecer las equivalencias tanto en italiano como en alemán. Además, aparecen corregidos los numerosos errores que se registran en Menegus Tamburin (1973)25. En 1986 se publica un vocabulario de ampezzano de estilo tesoro a cargo del Comité del Vocabulario coordinado por Enzo Croatto. Se trata del Vocabolario ampezzano, que registra un elevado número de lemas y presenta una fraseología muy elaborada, al tiempo que dedica una especial atención (incluso con la ayuda de un apéndice de ilustraciones) a la terminología especializada. La ortografía empleada sigue siendo de base fonética, e incluye hatschek y acentos para señalar el grado de abertura de las vocales medias26. Incluso con posterioridad, la ortografía del ampezzano se sigue caracterizando por algunos grafemas que las demás variedades ladinas han abandonado o unificado, como por ejemplo la oposición entre /s/ y /z/, que en todas partes se representa a través de vs. , excepto en ampezzano, que sigue usando vs. . Hacia finales del siglo xx quedan documentados desde un punto de vista lexicográfico las últimas variedades mayores que carecían todavía de un diccionario: el collese se integra en la impresionante obra de Vito Pallabazzer Lingua e cultura ladi–––––––— 24

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Esta decisión se debe también al hecho de que Menegus Tamburin, como Carlo Battisti, subrayaba la matriz cadorina del ampezzano, en contraste con el sentimiento de pertenencia al ladino sellano que manifestaba la propia población. Sobre Quartu / Kramer / Finke (1982-1988), cf. Pallabazzer (1982: 305-308). Sobre Croatto (1986), cf. Pallabazzer (1987: 453-456) y Zolli (1988: 79-80).

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na. Lessico e onomastica di Laste, Rocca Pietore, Colle S. Lucia, Selva di Cadore, Alleghe, publicada en 1989 con adiciones en 1989 y en 199627, y al marebbano se dedica el Ennebergisches Wörterbuch / Vocabolar Mareo. Ennebergisch-Deutsch mit einem rückläufigen Wörterbuch und einem deutsch-ennebergischen Index, publicado por Paul Videsott y Guntram Plangg en 1998. La singularidad de esta última obra radica, por un lado, en la adopción de una ortografía «mixta», basada en la escolástica, pero con signos diacríticos suplementarios que indican la realización exacta de las vocales (el marebbano distingue dieciocho fonemas vocálicos), y, por otra, en el índice inverso, el único existente hasta ahora para una variedad ladina28. Parores ladines vedles y püch adorades, que había aparecido ya en 1967 editado por Franz Pizzinini (1896-1982), es en cambio una antología de arcaísmos del badiotto (cf. F. Pizzinini 1967: 3), en la que cabe destacar una primera parte monolingüe con la explicación o definición en ladino de los lemas presentados. La segunda parte está constituida por una relación de palabras ladinas correspondientes a nombres de animales con su equivalencia en italiano y alemán. A continuación, encontramos un apartado sobre los instrumentos de trabajo en ladino y finalmente una lista de denominaciones de hierbas y plantas con la equivalencia en latín, italiano y alemán29. El mismo Pizzinini publica en 1977 un Sföi de parores ladines como complemento didáctico de la gramática L ladin dla Val Badia de Giovanni Alton, en la edición actualizada editada por Franz Vittur, Guntram Plangg y Alexius Baldissera. La obra lexicográfica de mayor alcance basada en los diccionarios tradicionales del siglo xx es el Etymologisches Wörterbuch des Dolomitenladinischen (EWD) de Johannes Kramer, publicado en 8 volúmenes en el decenio 1988-1998. Entre 1970 y 1975 este mismo autor había editado por fascículos el Etymologisches Wörterbuch des Gadertalischen (EWGt). El lemario del EWD está constituido por las entradas de Pizzinini / Plangg, que se ven apoyadas por los cognados presentes en las restantes variedades ladinas, y también en las variedades colindantes periladinas, en friulano y en romance grisón. Contrariamente a lo previsto, el volumen que debía ocuparse de la etimología de las palabras ladinas no presentes en el Val Badia nunca llegó a realizarse30. Los méritos del EWD han sido ampliamente reconocidos31, aunque no por ello han faltado algunas indicaciones de lagunas y errores, sobre todo por parte de Otto Gsell32. –––––––— 27

28 29 30

31 32

Sobre Pallabazzer (1989), cf. Blasco Ferrer (1989: 197-199), Homge (1990: 361-363), Fink (1990: 116-117), Dardi (1990: 93-94), Zamboni (1991: 241-243), Sacco (1991: 45-46), Frau (1992: 139) y Kramer (1993-92: 99-102). Para un resumen de los debates sobre Videsott / Plangg (1998), cf. Videsott (2011: 186). La fitonimia y zoonimia ladinas fueron incluidas en las obras de Demetz / Wanker (1997), Mischì (2000) y Forni (2002). Una tentativa explícita de cubrir esta laguna fue la de Joachim Grzega, Materialien zu einem etymologischen Wörterbuch des Dolomitenladinischen (MEWD), que quedó manuscrita (http://www1.ku-eichstaett.de/SLF/EngluVglSW/MEWD.pdf ). Cf. Videsott (2011: 184-185) para una relación completa de las reseñas del EWD. Cf. Gsell (1989, 1990, 1991, 1992, 1993).

325

Notas sobre la historia de la lexicografía del ladino dolomítico

4.

Observaciones finales

Una visión de conjunto de la lexicografía ladina muestra que a partir de la segunda mitad del siglo xix los intentos de realizar glosarios y vocabularios han sido numerosos. Una razón para el número relativamente alto de obras con tentativas lexicográficas radica en la notoria individualidad de cada una de las variedades ladinas que se pretendía documentar. En cualquier caso, la atención privilegiada que se ha prestado a los vocabularios dialectales frente a los supralocales parece haber retrasado la evolución de la lexicografía ladina en general. Así, por ejemplo, el ladino dolomítico carece todavía hoy de un diccionario monolingüe, e incluso la documentación completa del léxico ladino está lejos de alcanzar la precisión y la amplitud del friulano y del romance grisón.

5.

Tabla de síntesis

Título

Public. Lengua de partida

Lengua meta

Ortografía del lema

Tipo

ortografía mixta (influencias italianas, alemanas y francesas) elaboración autónoma de base etimológica base italiana con elementos diacríticos semi-científica semi-científica

lista de palabras

Bartolomei 1763

1976 latín

4 variedades alemanas del Trentino, badiotto

Bacher 1833

1995 ladino estándar33

alemán

Vian 1864

1864 gardenese

alemán

Schneller 1870 Alton 1879

1870 ladino 1879 badiotto, gardenese, fassano, anpezzano, livinalles 1879 gardenese 1895 badiotto 1999 brach

alemán alemán

Gartner 1879 Alton 1895 De Rossi 1914 Gartner 1923 Majoni 1929 LardschneiderCiampac 1933

1923 gardenese 1929 ampezzano 1933 gardenese

Tagliavini 1934 Martini 1950 Martini 1953 Pizzinini/Plangg 1966

1934 1950 1953 1966

livinallese badiotto gardenese badiotto

alemán italiano alemán (1999: alemán, italiano) alemán italiano alemán italiano italiano italiano alemán

científica semicientífica base italiana con elementos diacríticos científica base italiana base alemana con elementos diacríticos científica escolástica escolástica base alemana con elementos diacríticos

Disposición Gram. Fras. Etim. macroestructural no no no orden alfabético aproximado

lista de palabras

metódico

no

no

no

lista de palabras

metódico

no

no

no

diccionario alfabético diccionario: alfabético tesoro

no no

no no

sí sí

diccionario alfabético diccionario alfabético diccionario: alfabético tesoro

sí sí sí

sí sí no

sí no no

diccionario alfabético diccionario alfabético diccionario: alfabético tesoro

sí sí sí

sí sí sí

no no sí

diccionario diccionario diccionario diccionario: tesoro

sí sí sí sí

sí no no sí

sí no no no

alfabético alfabético alfabético alfabético

–––––––— 33

La lengua propuesta por Bacher (1833) está elaborada con una perspectiva supralocal.

326 Título Pizzinini 1967

Ruth Videsott Lengua meta

Ortografía del lema

Tipo

escolástica

fassano

italiano, alemán, latín italiano

lista de palabras diccionario

alemán

gardenese

ampezzano

italiano

base italiana

moenese

italiano

base italiana con elementos diacríticos base italiana con elementos diacríticos escolástica

Public. Lengua de partida Lengua de partida 1967 badiotto

Mazzel/Soraruf/ 196869 Dell’Antonio 1968-69 Moroder Doss 1951 1953-1971 (vol. I); 1971 (vol. II) Menegus Tam1973 burin 1973 Dell’Antonio 1973 1973 Pellegrini 1973

1973 livinallese

italiano, alemán

Kramer 19701975 Mazzel 1976

1970- badiotto 1975 1976 cazet

alemán

Pizzinini 1977

1977 badiotto

Quartu/Kramer/ Finke 1982-1985 Croatto (ed.) 1986

1985 ampezzano

Pallabazzer 1989

1989 rocchesano, collese

italiano

LardschneiderCiampac 1992 Kramer 19881998

1992 gardenese

alemán

1988- badiotto 1998

alemán, italiano, gardenese, fassano, livinallese. alemán

Videsott/Plangg 1998

1986 ampezzano

1998 marebbano

italiano italiano, alemán italiano, alemán italiano

base italiana con elementos diacríticos base alemana con diccionario elementos diacríticos

Disposición Gram. Fras. Etim. macroestructural alfabético y no no no metódico alfabético sí sí no alfabético





no

diccionario

alfabético





no

diccionario

alfabético





no

diccionario

alfabético



no

no

diccionario

alfabético

no

no

si

diccionario

alfabético





no

lista de alfabético palabras diccionario: alfabético tesoro diccionario: alfabético tesoro



no

no













diccionario

alfabético





no

diccionario

alfabético





no

escolástica

diccionario

alfabético



no

v

escolástica con elementos científicos

diccionario

alfabético





no

base italiana con elementos diacríticos escolástica escolástica base italiana con elementos diacríticos base italiana con elementos diacríticos escolástica

Notas sobre la historia de la lexicografía del ladino dolomítico

327

Carta geográfica de las lenguas del ladino dolomítico (adaptada de Kattenbusch 1989: 705)

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328

Ruth Videsott

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Ruth Videsott

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Ruth Videsott

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