Las reliquias de Santiago : documentos fundamentales de la reinventio de 1879 [1 ed.] 8400109244, 9788400109240

Los estudios sobre peregrinaciones son un tema de investigación con un recorrido cada vez más brillante. Si nos ceñimos

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Índice
Siglas y abreviaturas
1. Introducción
2. La reinventio de 1879
La edad de oro de la arqueología cristiana
El siglo de las peregrinaciones y de los viajes colectivos
Miguel Payá, nuevo arzobispo de Compostela
Excavaciones nocturnas en la Catedral
Partidarios y detractores
3. El Expediente canónico compostelano de 1883
Los inicios de un largo proceso
El viaje italiano de los canónigos arqueólogos
Descripción material del Expediente canónico
4. La Nova positio romana de 1884
La reinventio, entre Santiago y Roma
El Expediente canónico en la Congregación de Ritos
La decisión de León XIII para ultimar el proceso de la reinventio
El camino a Santiago del promotor de la fe
El texto de la Nova positio
5. Los protagonistas
6. Documento 1 Texto del Expediente canónico de 1883
7. Documento 2 Traducción de la Nova positio 1884
8. Documento 3 Texto original italiano de la Nova positio romana
Fuentes y bibliografía
Índice de personas y lugares1**
Contracubierta
Recommend Papers

Las reliquias de Santiago : documentos fundamentales de la reinventio de 1879 [1 ed.]
 8400109244, 9788400109240

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HENDIDO DE LA SOLAPA 

HENDIDO DE CORTESÍA 



HENDIDOS DEL LOMO 

 HENDIDO DE CORTESÍA

 HENDIDO DE LA SOLAPA

ANEJOS DE CUADERNOS DE ESTUDIOS GALLEGOS

ANEJOS DE CUADERNOS DE ESTUDIOS GALLEGOS XXXII

José Leonardo Lemos Montanet. «Obra viva» de Ángel Amor Ruibal. 2004.

XXXIII

José Antonio Vázquez Vilanova. Clero y sociedad en la Compostela del siglo xix. 2004.

I

CSIC CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS XUNTA DE GALICIA

II

D. Domingo Fontán y su mapa de Galicia. En el primer centenario de su publicación. 1946. Eladio Leirós. El deambulatorio de la Catedral de Orense. 1948.

III

Fr. Mateo del Álamo y Fr. Justo Pérez de Urbel (transcripción). Viaje a Galicia de Fr. Martín Sarmiento (1754-1755). Ms. de la Abadía de Silos. 1950.

IV

D. Pedro González de Ulloa. Descripción de los estados de la Casa de Monterrey en Galicia. 1950.

XXXIV

José Couselo Bouzas. Galicia artística en el siglo xviii y primer tercio del xix. 2004.

XXXV

César Olivera Serrano. Beatriz de Portugal. La pugna dinástica AvísTrastámara. 2005.

XXXVI

Ana María Carballeira Debasa. Galicia y los gallegos en las fuentes ára­ bes medievales. 2007.

V

Jesús Carro García (ed. lit.). Corónica de Santa María de Iria. Códice gallego del siglo xv. 1951.

XXXVII

Carme Hermida Gulías. O Diccionario del dialecto gallego de Luis Agui­ rre del Río. 2007.

VI

María Luisa Caturla. Un pintor gallego en la Corte de Felipe IV: Antonio Puga. Seguido del apéndice «Los libros que poseía el pintor». 1952.

XXXVIII

Carlos García Cortés. María Francisca de Isla y Losada (1734-1808). Una conexión literaria en la Compostela de la Ilustración. 2007.

VII

Ramón Otero Pedrayo. El doctor Varela de Montes. Médico humanista compostelano del siglo xix. 1952.

XXXIX

M. R. Saurín de la Iglesia (edición e introducción). Estudios arqueo­ lógi­cos. Antonio de la Iglesia González. 2008.

VIII

P. Aureliano Pardo Villar, O. P. Los dominicos en Santiago (apuntes históricos). 1953.

XL

José Méndez Pérez, Pablo S. Otero Piñeyro Maseda y Miguel Roma­ní Martínez. El monasterio de San Salvador de Chantada (siglos xi-xvi). Historia y documentos. 2016.

IX

José Manuel Pita Andrade. La construcción de la Catedral de Orense. 1954.

XLI

Baltasar de Zúñiga. Sumario de la descendencia de los Condes de Monte Rey, señores de la Casa de Viezma y Ulloa. 2016.

X

Jesús Carro García. Estudios jacobeos. Arca marmórica, cripta, oratorio o confesión, sepulcro y cuerpo del Apóstol. 1954.

XLII

Isidro García Tato. El Destacamento Penal de las Minas de Wolfram de Valborrás de Casaio (Carballeda de Valdeorras). 2016.

XLIV

Eduardo Pardo de Guevara y Valdés (ed.). Mujeres con poder en la Galicia medieval (siglos xiii-xv). Estudios, biografías y documentos. 2017.

XLV

Leopoldo Fernández Gasalla. Galicia en la Guerra de Sucesión (17001714). (2 vols.). 2018.

XlVI

María Ascensión Enjo Babío. Colección documental del archivo de la Catedral de Ourense (siglo XIV). Estudio y edición. (2 vols.). 2018.

XLVII

Francisco Javier Pérez Rodríguez. Los monasterios del reino de Galicia entre 1075 y 1540: de la reforma gregoriana a la observante. (2 vols.). 2019.

XLVIII

DOCUMENTOS FUNDAMENTALES DE LA REINVENTIO DE 1879

Amparo Rubio Martínez. El reinado de los Reyes Católicos en Galicia: actividad económica y fiscalidad regia. 2016.

LAS RELIQUIAS DE SANTIAGO

XLIII

INSTITUTO DE ESTUDIOS GALLEGOS PADRE SARMIENTO

João Paulo Martins Ferreira. A Nobreza Galego-Portuguesa da Diocese de Tui (915-1381). 2019.

XLIX

Carlos Andrés González Paz. O bispado de Mondoñedo na Idade Media: territorio, comunidade e poder. (2 vols.). 2019.

L

Amalia López Martínez. Minutarios notariales de Estevo Pérez (Ourense, siglo xiv). (2 vols.). 2020.

LI

Antón M. Pazos. Las reliquias de Santiago. Documentos fundamentales de la reinventio de 1879. 2021

LAS RELIQUIAS DE SANTIAGO DOCUMENTOS FUNDAMENTALES DE LA REINVENTIO DE 1879



HENDIDOS DEL LOMO 

José Luis Pensado Tomé. Fragmento de un «Livro de Tristán» galaicoportugués. 1962.

XV

Fermín Bouza-Brey Trillo. El señorío de Villagarcía desde su fundación hasta su marquesado (1461-1655). Edición y estudio. 1965.

XVI

Ramón López Caneda. Prisciliano. Su pensamiento y su problema his­ tórico. 1966.

XVII

SANTIAGO DE COMPOSTELA MMXXI

 HENDIDO DE CORTESÍA

ADVERTENCIA: para la impresión del color rojo se utilizará el PANTONE 187 U.

Carlos Martínez-Barbeito. Impresos gallegos de los siglos xviii. 1970.

xvi, xvii

y

Antonio Meijide Pardo. La invasión inglesa de Galicia en 1719. 1970. Nieves de Hoyos Sancho. El traje regional de Galicia. 1971. Claude Bédat. El escultor Felipe de Castro. 1971.

XXI

José Ramón y Fernández Oxea y Manuel Fabeiro Gómez. Escudos de Noya. 1972.

XXII

Benito Varela Jácome. Estructuras novelísticas de Emilia Pardo Bazán. 1973.

XXIII

Ángel Rodríguez González (ed.). O Tumbo Vermello de Don Lope de Men­­ do­za. 1995.

XXIV

María José Portela Silva y José García Oro. La Iglesia y la ciudad de Lu­go en la Baja Edad Media: los señoríos, las instituciones, los hombres. 1997.

XXV

Concepción Fontenla San Juan. Restauración e Historia del Arte en Ga­ licia. 1997.

XXVI

Baldomero Cores Trasmonte. Os senadores da Universidade de Santiago. 1998.

XXVII

Adolfo de Abel Vilela. A pompa funeral e festiva como exaltación do poder. O cerimonial en Lugo. 1999.

XXVIII

2021

HENDIDO DE CORTESÍA 

Jesús Taboada. Monterrey. 1960.

XX

ANEJOS DE CUADERNOS DE ESTUDIOS GALLEGOS LI

Antonio Fraguas Fraguas. Los colegiales de Fonseca. 1958.

XIV

XIX

Antón M. Pazos

Antonio Fraguas Fraguas. Historia del Colegio de Fonseca. 1956.

XIII

XVIII

VOLUME 1

HENDIDO DE LA SOLAPA 

XI XII

Enrique Cal Pardo. Episcopologio mindoniense. 2003.

XXIX

Mercedes Vázquez Bertomeu. La hacienda arzobispal compostelana. Libros de recaudación (1481-83 y 1486-91). 2002.

XXX

María Rosa Saurín de la Iglesia. Antonio, Francisco y Benigno de la Iglesia. Una biografía intelectual. 2003.

XXXI

Manuel Fernández Rodríguez. Toronium. Aproximación a la historia de una tierra medieval. 2004.

 HENDIDO DE LA SOLAPA

HENDIDO DE LA SOLAPA 

HENDIDO DE CORTESÍA 



HENDIDOS DEL LOMO 

 HENDIDO DE CORTESÍA

 HENDIDO DE LA SOLAPA

ANEJOS DE CUADERNOS DE ESTUDIOS GALLEGOS

ANEJOS DE CUADERNOS DE ESTUDIOS GALLEGOS XXXII

José Leonardo Lemos Montanet. «Obra viva» de Ángel Amor Ruibal. 2004.

XXXIII

José Antonio Vázquez Vilanova. Clero y sociedad en la Compostela del siglo xix. 2004.

I

CSIC CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS XUNTA DE GALICIA

II

D. Domingo Fontán y su mapa de Galicia. En el primer centenario de su publicación. 1946. Eladio Leirós. El deambulatorio de la Catedral de Orense. 1948.

III

Fr. Mateo del Álamo y Fr. Justo Pérez de Urbel (transcripción). Viaje a Galicia de Fr. Martín Sarmiento (1754-1755). Ms. de la Abadía de Silos. 1950.

IV

D. Pedro González de Ulloa. Descripción de los estados de la Casa de Monterrey en Galicia. 1950.

XXXIV

José Couselo Bouzas. Galicia artística en el siglo xviii y primer tercio del xix. 2004.

XXXV

César Olivera Serrano. Beatriz de Portugal. La pugna dinástica AvísTrastámara. 2005.

XXXVI

Ana María Carballeira Debasa. Galicia y los gallegos en las fuentes ára­ bes medievales. 2007.

V

Jesús Carro García (ed. lit.). Corónica de Santa María de Iria. Códice gallego del siglo xv. 1951.

XXXVII

Carme Hermida Gulías. O Diccionario del dialecto gallego de Luis Agui­ rre del Río. 2007.

VI

María Luisa Caturla. Un pintor gallego en la Corte de Felipe IV: Antonio Puga. Seguido del apéndice «Los libros que poseía el pintor». 1952.

XXXVIII

Carlos García Cortés. María Francisca de Isla y Losada (1734-1808). Una conexión literaria en la Compostela de la Ilustración. 2007.

VII

Ramón Otero Pedrayo. El doctor Varela de Montes. Médico humanista compostelano del siglo xix. 1952.

XXXIX

M. R. Saurín de la Iglesia (edición e introducción). Estudios arqueo­ lógi­cos. Antonio de la Iglesia González. 2008.

VIII

P. Aureliano Pardo Villar, O. P. Los dominicos en Santiago (apuntes históricos). 1953.

XL

José Méndez Pérez, Pablo S. Otero Piñeyro Maseda y Miguel Roma­ní Martínez. El monasterio de San Salvador de Chantada (siglos xi-xvi). Historia y documentos. 2016.

IX

José Manuel Pita Andrade. La construcción de la Catedral de Orense. 1954.

XLI

Baltasar de Zúñiga. Sumario de la descendencia de los Condes de Monte Rey, señores de la Casa de Viezma y Ulloa. 2016.

X

Jesús Carro García. Estudios jacobeos. Arca marmórica, cripta, oratorio o confesión, sepulcro y cuerpo del Apóstol. 1954.

XLII

Isidro García Tato. El Destacamento Penal de las Minas de Wolfram de Valborrás de Casaio (Carballeda de Valdeorras). 2016.

XLIV

Eduardo Pardo de Guevara y Valdés (ed.). Mujeres con poder en la Galicia medieval (siglos xiii-xv). Estudios, biografías y documentos. 2017.

XLV

Leopoldo Fernández Gasalla. Galicia en la Guerra de Sucesión (17001714). (2 vols.). 2018.

XlVI

María Ascensión Enjo Babío. Colección documental del archivo de la Catedral de Ourense (siglo XIV). Estudio y edición. (2 vols.). 2018.

XLVII

Francisco Javier Pérez Rodríguez. Los monasterios del reino de Galicia entre 1075 y 1540: de la reforma gregoriana a la observante. (2 vols.). 2019.

XLVIII

DOCUMENTOS FUNDAMENTALES DE LA REINVENTIO DE 1879

Amparo Rubio Martínez. El reinado de los Reyes Católicos en Galicia: actividad económica y fiscalidad regia. 2016.

LAS RELIQUIAS DE SANTIAGO

XLIII

INSTITUTO DE ESTUDIOS GALLEGOS PADRE SARMIENTO

João Paulo Martins Ferreira. A Nobreza Galego-Portuguesa da Diocese de Tui (915-1381). 2019.

XLIX

Carlos Andrés González Paz. O bispado de Mondoñedo na Idade Media: territorio, comunidade e poder. (2 vols.). 2019.

L

Amalia López Martínez. Minutarios notariales de Estevo Pérez (Ourense, siglo xiv). (2 vols.). 2020.

LI

Antón M. Pazos. Las reliquias de Santiago. Documentos fundamentales de la reinventio de 1879. 2021

LAS RELIQUIAS DE SANTIAGO DOCUMENTOS FUNDAMENTALES DE LA REINVENTIO DE 1879



HENDIDOS DEL LOMO 

José Luis Pensado Tomé. Fragmento de un «Livro de Tristán» galaicoportugués. 1962.

XV

Fermín Bouza-Brey Trillo. El señorío de Villagarcía desde su fundación hasta su marquesado (1461-1655). Edición y estudio. 1965.

XVI

Ramón López Caneda. Prisciliano. Su pensamiento y su problema his­ tórico. 1966.

XVII

SANTIAGO DE COMPOSTELA MMXXI

 HENDIDO DE CORTESÍA

ADVERTENCIA: para la impresión del color rojo se utilizará el PANTONE 187 U.

Carlos Martínez-Barbeito. Impresos gallegos de los siglos xviii. 1970.

xvi, xvii

y

Antonio Meijide Pardo. La invasión inglesa de Galicia en 1719. 1970. Nieves de Hoyos Sancho. El traje regional de Galicia. 1971. Claude Bédat. El escultor Felipe de Castro. 1971.

XXI

José Ramón y Fernández Oxea y Manuel Fabeiro Gómez. Escudos de Noya. 1972.

XXII

Benito Varela Jácome. Estructuras novelísticas de Emilia Pardo Bazán. 1973.

XXIII

Ángel Rodríguez González (ed.). O Tumbo Vermello de Don Lope de Men­­ do­za. 1995.

XXIV

María José Portela Silva y José García Oro. La Iglesia y la ciudad de Lu­go en la Baja Edad Media: los señoríos, las instituciones, los hombres. 1997.

XXV

Concepción Fontenla San Juan. Restauración e Historia del Arte en Ga­ licia. 1997.

XXVI

Baldomero Cores Trasmonte. Os senadores da Universidade de Santiago. 1998.

XXVII

Adolfo de Abel Vilela. A pompa funeral e festiva como exaltación do poder. O cerimonial en Lugo. 1999.

XXVIII

2021

HENDIDO DE CORTESÍA 

Jesús Taboada. Monterrey. 1960.

XX

ANEJOS DE CUADERNOS DE ESTUDIOS GALLEGOS LI

Antonio Fraguas Fraguas. Los colegiales de Fonseca. 1958.

XIV

XIX

Antón M. Pazos

Antonio Fraguas Fraguas. Historia del Colegio de Fonseca. 1956.

XIII

XVIII

VOLUME 1

HENDIDO DE LA SOLAPA 

XI XII

Enrique Cal Pardo. Episcopologio mindoniense. 2003.

XXIX

Mercedes Vázquez Bertomeu. La hacienda arzobispal compostelana. Libros de recaudación (1481-83 y 1486-91). 2002.

XXX

María Rosa Saurín de la Iglesia. Antonio, Francisco y Benigno de la Iglesia. Una biografía intelectual. 2003.

XXXI

Manuel Fernández Rodríguez. Toronium. Aproximación a la historia de una tierra medieval. 2004.

 HENDIDO DE LA SOLAPA

LAS RELIQUIAS DE SANTIAGO DOCUMENTOS FUNDAMENTALES DE LA REINVENTIO DE 1879

INSTITUTO DE ESTUDIOS GALLEGOS PADRE SARMIENTO

ANEJOS DE CUADERNOS DE ESTUDIOS GALLEGOS Dirección Eduardo Pardo de Guevara y Valdés, Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento CSIC-Xunta de Galicia

Secretaría Pablo S. Otero Piñeyro Maseda, Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento, CSIC-Xunta de Galicia

Consejo de Redacción Ana María Carballeira Debasa, Escuela de Estudios Árabes, CSIC José María Cardesín Díaz, Universidade da Coruña Marta Cendón Fernández, Universidade de Santiago de Compostela Pablo S. Otero Piñeyro Maseda, Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento, CSIC-Xunta de Galicia Eduardo Pardo de Guevara y Valdés, Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento, CSIC-Xunta de Galicia Antón M. Pazos Rodríguez, Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento, CSIC-Xunta de Galicia Francisco Javier Pérez Rodríguez, Universidade de Vigo Paula Pinto Costa, Universidade do Porto-Centro de Investigação Transdisciplinar “Cultura, Espaço, Memória” Jose Augusto de Sottomayor-Pizarro, Universidade do Porto-Centro de Investigação Transdisciplinar “Cultura, Espaço, Memória” Amparo Rubio Martínez, Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento, CSIC-Xunta de Galicia

Consejo Asesor Alfredo Alvar Ezquerra, Instituto de Historia, CSIC Mário Jorge Barroca, Universidade do Porto-Centro de Investigação Transdisciplinar “Cultura, Espaço, Memória” Enrique Cantera Montenegro, Universidad Nacional de Educación a Distancia David Chao Castro, Universidade de Santiago de Compostela Dolores Fraga Sampedro, Universidade de Santiago de Compostela Maria de Lurdes Rosa, Universidade Nova de Lisboa Isabel Montes Romero-Camacho, Universidad de Sevilla César Olivera Serrano, Instituto de Historia, CSIC Cristina de la Puente González, Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo, CSIC Milagrosa Romero Samper, Universidad CEU San Pablo Adeline Rucquoi, Centre de Recherches Historiques, CNRS-Inst. de Estudios Gallegos Padre Sarmiento, CSIC-Xunta de Galicia María Saavedra Inaraja, Universidad CEU San Pablo Rafaél Sánchez Saus, Universidad de Cádiz María Dolores Teijeira Pablos, Universidad de León José Ramón Urquijo Goitia, Instituto de Historia, CSIC

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS XUNTA DE GALICIA INSTITUTO DE ESTUDIOS GALLEGOS PADRE SARMIENTO

LAS RELIQUIAS DE SANTIAGO DOCUMENTOS FUNDAMENTALES DE LA REINVENTIO DE 1879 Antón M. Pazos

ANEJOS DE CUADERNOS DE ESTUDIOS GALLEGOS LI SANTIAGO DE COMPOSTELA MMXXI

Reservados todos los derechos por la legislación en ma­teria de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni par­­te de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en ma­­nera alguna por medio ya sea electrónico, quími­co, óp­tico, informático, de grabación o de fotocopia, sin per­miso previo por escrito de la editorial. Las noticias, los asertos y las opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del au­tor o autores. La editorial, por su parte, sólo se ha­ce responsable del interés científico de sus publicaciones. La publicación de este libro ha recibido una subvención de la Dirección Xeral de Patrimonio Cultural de la Consellería de Cultura, Educación e Universidade de la Xunta de Galicia.

Catálogo de publicaciones de la Administración General del Estado: http://cpage.mpr.gob.es Editorial CSIC: http://editorial.csic.es (correo: [email protected])

© CSIC © Antón M. Pazos

ISBN: 978-84-00-10924-0 e-ISBN: 978-84-00-10925-7 NIPO: 833-21-210-8X e-NIPO: 833-21-209-5 Depósito Legal: M-33927-2021 Imprime: R.B., S.A. Impreso en España. Printed in Spain En esta edición se ha utilizado papel ecológico so­me­­tido a un proceso de blanqueado ECF, cuya fibra procede de bosques gestionados de forma sostenible.

Al Rvdmo. P. Bernard Ardura O. Praem., presidente del Pontificio Comitato di Scienze Storiche, que ha facilitado la consulta de archivos fundamentales para este libro, en vísperas del 50 aniversario de su ordenación sacerdotal.

Índice

Siglas y abreviaturas . ....................................................................

13

Lista de figuras ...............................................................................

14

1. Introducción . ..............................................................................

15

2. La reinventio de 1879 ..................................................................

25

La edad de oro de la arqueología cristiana .................................. 27 El siglo de las peregrinaciones y de los viajes colectivos ........... 32 Miguel Payá, nuevo arzobispo de Compostela ............................ 35 Excavaciones nocturnas en la Catedral ....................................... 38 Partidarios y detractores .............................................................. 44 3. El Expediente canónico compostelano de 1883 ..........................

49

Los inicios de un largo proceso ................................................... 51 El viaje italiano de los dos canónigos arqueólogos...................... 54 Descripción material del Expediente canónico ........................... 58 4. La Nova positio romana de 1884 .................................................

65

La reinventio, entre Santiago y Roma ......................................... 67 El Expediente canónico en la Congregación de Ritos.................. 68 La decisión de León XIII para ultimar el proceso de la reinventio . 75 El camino a Santiago del promotor de la fe ................................. 75 El texto de la Nova positio ........................................................... 80

12

Índice

5. Los protagonistas . ......................................................................

85

6. Documento 1 . ..............................................................................

99

Texto del Expediente canónico de 1884 ...................................... 101 7. Documento 2 . ..............................................................................

299

Traducción de la Nova positio romana ........................................

301

8. Documento 3 . .............................................................................. Texto italiano de la Nova positio romana ....................................

353

Fuentes y bibliografía . ...................................................................

393

Índice de personas y lugares . .........................................................

405

Lista de figuras Figura 1. Osario hallado en enero de 1879 ...................................... 31 Figura 2. Planta de la cabecera de la Catedral de Santiago .............. 42 Figura 3. Plinto de la urna de las reliquias ....................................... 108 Figura 4. Fotografías de la reliquia de Pistoya ................................ 303 Figura 5. El sepulcro de Santiago ..................................................... 332 Figura 6. Ara primitiva de Santiago ................................................. 335

Siglas y abreviaturas

ACCS = Archivio della Congregazione delle Cause dei Santi AAV = Archivio Apostolico Vaticano Apuntes = Domingo Bartolini, Apuntes biográficos de Santiago Apóstol el Mayor y esposición histórico-crítica y jurídica de su apostolado, traslación del cuerpo del mismo a España y su reciente descubrimiento, por el R.mo y E.mo Sr. –, […]. Traducción libre del italiano por el Doctor Don Silvestre Rongier Fullerad, Roma, Tipografia Vaticana, 1885. BOAS = Boletín Oficial del Arzobispado de Santiago Cenni = Domenico Bartolini, del titolo di S. Marco, Prete Cardinale della S.C.R. Prefetto della S. Congregazione dei Riti, Cenni biografici di S. Giacomo Apostolo il Maggiore ed esposizione storico-critica e giuridica su l’apostolato, sul trasferimento del corpo del medesimo nella Spagna e su l’odierno ritrovamento, Roma, Tipografia Vaticana, 1885. doc., docs. = documento, documentos ed., eds. = editor, -a, / editores, -as et al. = y otros Expediente canónico = Archivio Apostolico Vaticano, Processus 4165. Expediente canónico instruido en averiguación de la autenticidad de las Sagradas Reliquias del Apóstol Santiago el Mayor y de sus discípulos San Atanasio y San Teodoro. fasc., fascs. = fascículo, fascículos

14

Siglas

y abreviaturas

fol., fols. = folio, folios leg. = legajo n. = nota Nova positio = Archivio Congregazione delle Cause dei Santi, R-333, fasc. 6, doc. 3, Nova positio 1884. Compostellana identitatis Reliquiarum S. Apostoli Iacobi Maioris eiusque discipulorum Athanasii ac Theodori. Nuova relazione del Promotore della Fede. pág., págs. = página, páginas r. = recto T., t. = tomo v. = vuelto vol., vols. = volumen, volúmenes

1. Introducción

L

estudios sobre peregrinaciones son un tema de investigación con un recorrido cada vez más brillante. Si nos ceñimos al ámbito de la peregrinación jacobea desde un punto de vista estrictamente histórico, es muy de destacar el salto de calidad que se ha dado en la investigación sobre el período contemporáneo, es decir, sobre la peregrinación en los siglos XIX y XX. Esto no deja de ser reseñable, ya que hasta hace poco la época contemporánea era vista como una gran laguna de la investigación jacobea.1 A tal salto de calidad han contribuido recientemente, si nos centramos en la Compostela religiosa del XIX, dos excelentes monografías que resultan fundamentales, aunque ninguna se limita a la peregrinación en cuanto tal. Se trata de dos exhaustivas biografías de los personajes clave en la revitalización de las peregrinaciones que se inició con las excavaciones realizadas en 1878-1879 en la Catedral de Santiago para redescubrir los restos de Santiago. Calificar estas dos biografías de exhaustivas —en la medida en que un estudio histórico, siempre sujeto a renovación, pueda serlo— no me parece exagerado. Son, en efecto, dos libros ampliamente documentados —y voluminosos—, escritos por Antón Pombo2 y Carlos Santos3 respectivamente, que estudian las dos figuras clave de fines del XIX: el cardenal Miguel Payá y el historiador Antonio López Ferreiro. os

Quizá se podría precisar que esa laguna se formó a fines del XX, ya que, tanto en el XIX —en la época del redescubrimiento o reinventio jacobea— como hasta los años sesenta del siglo pasado hubo publicaciones significativas, lógicamente con las técnicas y los intereses del momento. 2  Antón Pombo Rodríguez, O Cardeal D. Miguel Payá y Rico (1811-1891), Bispo de Cuenca, Arcebispo de Compostela e Primado de España, Santiago de Compostela, Instituto Teolóxico Compostelán – Consorcio de Santiago, 2009. 3  Carlos Santos Fernández, Antonio López Ferreiro [1837-1910]. Canónigo compostelano, historiador y novelista, Santiago de Compostela, Alvarellos – Cabildo de la S.A.M.I. Catedral – Consorcio de Santiago, 2012. Para la reinventio interesa especialmente el capítulo IX, “El hallazgo de las Reliquias del Apóstol Santiago (1879)”, en págs. 180-224. 1 

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Antón M. Pazos

Además, aunque se trate de una fuente que hay que usar con prevención,4 puesto que no ofrece datos directos sobre la peregrinación efectiva, sino sólo pistas,5 se ha trabajado desde hace algún tiempo en el archivo del Hospital Real sobre las entradas de peregrinos,6 algo que había propuesto hace ya más de medio siglo José Guerra Campos,7 figura capital sobre los estudios jacobeos y pionero, también, en los estudios históricos sobre la peregrinación en el XIX. Con estos y otros trabajos recientes8 se va situando la peregrinación jacobea en un ámbito más amplio. Como siempre, hará falta profundizar más Ver el reciente análisis de Enrique Martínez sobre el archivo del Hospital Real en relación con las peregrinaciones: Enrique Martínez Rodríguez, “La documentación del Hospital Real de Santiago de Compostela como fuente para el estudio de la peregrinación jacobea”, en Antón M. Pazos (ed.), La renovación de las peregrinaciones a Santiago de Compostela en el siglo XIX: entre tradición y modernidad, Santiago de Compostela, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2017 (Monografías de Cuadernos de Estudios Gallegos, 16), págs. 27-46. 5  Usando la documentación hospitalaria, […] hay que admitir que nunca llegaremos a conocer el número total de peregrinos que en aquellos siglos rendían viaje en Compostela con fines piadosos aunque probablemente […] las fuentes hospitalarias del siglo XIX […] nos acercarían más que las de la época moderna a las cifras reales de peregrinos […] (Martínez Rodríguez, “La documentación del Hospital Real...”, pág. 41). 6  Una descripción de las investigaciones realizadas en el archivo del Hospital Real en Martínez Rodríguez, “La documentación del Hospital Real...”, págs. 41-42, con los trabajos de Tavoni, Pugliese, Pellistrandi —curiosamente ninguno español—, y del propio Martínez Rodríguez. Como preludio al XIX ver Domingo L. González Lopo, “Los peregrinos en el Hospital Real de Santiago en el siglo XVIII”, Compostela, 57 (2015), págs. 15-19. 7  Si en el Hospital Real se han cumplido las Constituciones, que mandan anotar la entrada de cada peregrino, el que se decida a explorar sus papeles bien puede esperar una cosecha abundantísima (José Guerra Campos, “Relación de peregrinos a quienes se dio la Compostela en los años de 1833 a 1845”, Compostellanum, Sección de Estudios Jacobeos, 9, 2 (1964), pág. 849. Sigo la numeración corrida de la revista, no la paginación de la sección). Fue pionero también con otros trabajos como José Guerra Campos, “Relación de peregrinos que vienen a Santiago y llevan Compostela (años 1830-1896)”, Compostellanum, Sección de Estudios Jacobeos, 1, 4 (1956), págs. 857-865 y 4, 2 (1959), págs. 327-330 o revisando la producción de mediados del XX, como hizo en José Guerra Campos, “Bibliografía (19501969): veinte años de estudios jacobeos”, Compostellanum, XVI, Número extraordinario 1-4 (1971), págs. 575-740. 8  Un ejemplo de revisión global, con buena documentación, es el trabajo de Sasha D. Pack, “Revival of the Pilgrimage to Santiago de Compostela: The Politics of Religious, National, and European Patrimony, 1879-1988”, The Journal of Modern History, 82, 2 (2010), págs. 335-367. Sobre los números de la peregrinación, Enrique Martínez Rodríguez, “La peregrinación jacobea en la primera mitad del siglo XIX: Aspectos cuantitativos”, Compostellanum, 36 (1991), págs. 401-426. 4 

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en sus significados y usos, tanto en el terreno religioso como en el político o geográfico. En lo religioso, poniendo en relación las peregrinaciones con la sensibilidad de la jerarquía ante la religiosidad popular9 y con el gran destrozo que el siglo XIX causó —como en el resto de las instituciones eclesiásticas— en la estructura asistencial establecida a lo largo del Camino, que prácticamente desapareció. También, desde el punto de vista geográfico o político, se está analizando cada vez más la renovación10 de las peregrinaciones como un fenómeno del catolicismo decimonónico. Se ha hecho en España,11 aunque sería útil hacer estudios comparativos con otros países católicos.12 Es necesario ver la peregrinación como un fenómeno europeo,13 extraordinariamente impulsado por los nuevos medios de transporte masivo, como el ferrocarril y el barco de vapor. Sin ellos, las grandes expediciones a Roma, a Palestina o a Lourdes hubieran sido imposibles. Una conexión típica entre jerarquía y pueblo fue la gran oleada de coronaciones de vírgenes que abarcó toda la Europa católica, España incluida lógicamente, y que habría que tratar. Puede servir de referencia Paul d’Hollander y Claude Langlois (eds.), Foules catholiques et régulation romaine: Les couronnements des vierges de pèlerinage à l’époque contemporaine, Limoges, Presses Universitaires de Limoges et du Limousin, 2012. 10  Quizá lo más reciente, aunque centrado en la peregrinación jacobea, sea Antón M. Pazos (ed.), La renovación de las peregrinaciones a Santiago de Compostela en el siglo XIX: entre tradición y modernidad, Santiago de Compostela, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2017 (Monografías de Cuadernos de Estudios Gallegos, 16). 11  Desde los aplecs catalanes a las romerías populares, locales o nacionales, junto con nuevas formas que siguieron modelos europeos pero siempre multitudinarias, moviendo, cientos de miles de participantes en toda España. Compostela, aunque tenía romerías con miles de participantes, estaba un tanto al margen ya que las romerías decimonónicas tuvieron una fuerte carga social y política y se dieron más en las zonas de combate del catolicismo. En Galicia las romerías fueron más tradicionales, ya que era un territorio seguro en el que el combate contra el liberalismo laicista no era una necesidad imperiosa. Ver, para España, José Andrés-Gallego y Antón M. Pazos, La Iglesia en la España Contemporánea, t. 1: 1800-1936, Madrid, Encuentro, 1999, especialmente los capítulos titulados “Los ejércitos” y “Sociología de la movilización”, págs. 204-316. 12  Como hace Francisco Javier Ramón Solans, “A New Lourdes in Spain: The Virgin of El Pilar, Mass Devotion, National Symbolism and Political Mobilization”, en Roberto di Stefano y Francisco Javier Ramón Soláns (eds.), Marian devotions, political mobilization, and nationalism in Europe and America, London, Palgrave, 2016, págs. 139-168. 13  Una visión general de los trabajos más recientes sobre Palestina, Italia, Francia, Alemania, Polonia, Rusia, Gran Bretaña o Santiago en Antón M. Pazos (ed.), Nineteenth-century European Pilgrimages: A New Golden Age, London – New York, Routledge, 2020. 9 

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Precisamente para insertar la investigación jacobea en un entorno geográfico e histórico más amplio me parece que han sido especialmente fructíferos los Coloquios Internacionales Compostela realizados en el Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento desde el año 2008,14 y las publicaciones a que dieron lugar.15 Unos y otras ofrecen un panorama suficientemente amplio, pienso, de las líneas de trabajo en marcha y de las investigaciones actuales, vistas desde un punto de vista internacional y pluridisciplinar.16 Además, la investigación jacobea contemporánea está cada vez más presente con nuevas revistas y colecciones sobre peregrinaciones lanzadas por universidades y grandes editoriales académicas, casi siempre en inglés, desde USA a Gran Bretaña pasando por Estonia o Polonia.17

Tales coloquios, que reunieron en Santiago a lo largo de esos años a investigadores de todo el mundo y tuvieron como puntos de referencia la peregrinación jacobea y el contexto internacional, fueron los siguientes: Pilgrims and Politics (2008), Mujeres y peregrinación en la Galicia Medieval (2009), Pilgrims and Pilgrimages as Peacemakers in Christianity, Judaism and Islam (2009), The reformulation of the Historical Pilgrimages and the New Pilgrimages (2010), James Zebedee, the Translatio and the Jacobean Pilgrimages (2010), The Way of St James as a Model: Transformation, Inspiration and Imitation (2014), Relics, shrines and pilgrimages in the European historical context (2016), Pilgrimages to Marian Shrines: A European historical perspective (2018), Pilgrimage Studies in the 21st. Century (2019) y Medieval women on pilgrimage on Christianity, Judaism and Islam (2021). 15  Antón M. Pazos (ed.), Pilgrims and Politics: Rediscovering the power of the pilgrimage, Farnham, Ashgate, 2012; Antón M. Pazos (ed.), Pilgrims and Pilgrimages as Peacemakers in Christianity, Judaism and Islam, Farnham, Ashgate, 2013; Antón M. Pazos (ed.), Redefining pilgrimage: New Perspectives on Historical and Contemporary Pilgrimages, Farnham, Ashgate, 2014; Carlos Andrés González Paz, Women and Pilgrimage in Medieval Galicia, London – New York, Routledge, 2015; Antón M. Pazos (ed.), Translating the relics of St. James: From Jerusalem to Compostela, London – New York, Routledge, 2017; Antón M. Pazos (ed.), Nineteenth-century European Pilgrimages: A New Golden Age, London – New York, Routledge, 2020; Antón M. Pazos (ed.), Relics, shrines, and pilgrimages: Sanctity in Europe from late antiquity, London – New York, Routledge, 2020. Además, hay ediciones de todos los libros en Routledge tanto en papel como en versión electrónica. 16  Fueron consideraciones que se tuvieron en cuenta para otorgar el premio “Camiño de Santiago” 2015 de la Xunta de Galicia, en su modalidad de investigación, al grupo de investigación que coordino en el Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento. Fue el primero de los premios “Camiño de Santiago”. 17  Hay, no obstante, que tener en cuenta —y quizá lamentar— que, en los nuevos trabajos, sobre todo en publicaciones anglosajonas, la antropología vaya ocupando cada vez un lugar mayor, en detrimento de la historia propiamente dicha, donde es preceptivo el uso de archivos, de documentos y de análisis. 14 

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El acontecimiento clave que está en el origen remoto18 de la revitalización de las peregrinaciones a Santiago fueron las excavaciones iniciadas en 1878 en la catedral compostelana, en línea con lo que se estaba haciendo entonces en Europa, y singularmente en Italia. López Ferreiro publico en 1888 una valoración global de esas exploraciones que él mismo había hecho diez años antes en busca del sepulcro de Santiago.19 Además, la publicación de las Letras Apostólicas Deus Omnipotens de León XIII, aceptando que los restos encontrados correspondían al Apóstol Santiago, fue reforzada con una de las más detalladas aportaciones bibliográficas a este asunto, escrita por el cardenal Bartolini,20 prefecto de la Congregación de Ritos que era el órgano 18  Pack la presenta como el despegue de un desarrollo continuo, algo cierto, aunque, también ciertamente, no tuvo un crecimiento lineal (Pack, “Revival of the Pilgrimage...”). Barral lo indica explícitamente: […] desde ese momento [de la reinventio] la Peregrinación fue in crescendum […] (Alejandro-Benito Barral Iglesias, El sepulcro de Santiago. Documentos. Toponimia. Arqueología, Santiago de Compostela, Cabildo de la S.A.M.I. Catedral de Santiago, 2018, pág. 399). Siendo cierto que desde entonces a hoy las peregrinaciones se revitalizaron, me parece también que hay que destacar que la reinventio fue sólo el origen remoto de la peregrinación contemporánea. Hay que verla como un gran fogonazo inicial, pero que no cumplió las expectativas de Payá ni de la ciudad, que esperaban un relanzamiento de visitantes parecido a lo que se veía en los nuevos centros de peregrinación del XIX, como Lourdes, Paray-le-Monial o Roma. Como ejemplo de lo que digo, décadas después de la reinventio se publicó un folleto sobre la tumba de Santiago, en el que el autor habla, sí, de riadas de peregrinos como algo glorioso para la ciudad, pero que se dieron en un tiempo dejado atrás definitivamente: Manuel Vidal Rodríguez, La tumba del Apóstol Santiago, Santiago de Compostela, Tipografía del Seminario, 1924. La reinventio fue fundamental para la transformación de la Catedral, para las fiestas jacobea —con grandes peregrinaciones locales—, y para la concreción del culto a las reliquias de Santiago, ahora localizadas en la nueva cripta. Pero no lo fue para conseguir atraer masas de peregrinos lejanos. 19  Antonio López Ferreiro, Las tradiciones populares acerca del sepulcro del Apóstol Santiago, Santiago, Imp. de la Gaceta: F. de la Torre y Cia, 1883. 20  Indico los títulos completos en ambos casos ya que son significativos de los objetivos, método y relación tanto del autor como del traductor con la curia romana, con la corte española o con el culto a Santiago. Domenico Bartolini, del titolo di S. Marco, Prete Cardinale della S.C.R. Prefetto della S. Congregazione dei Riti, Cenni biografici di S. Giacomo Apostolo il Maggiore ed esposizione storico-critica e giuridica su l’apostolato, sul trasferimento del corpo del medesimo nella Spagna e su l’odierno ritrovamento, Roma, Tipografia Vaticana, 1885 y traducida casi en paralelo al español: Apuntes biográficos de Santiago Apóstol el Mayor y esposición histórico-crítica y jurídica de su apostolado, traslación del cuerpo del mismo a España y su reciente descubrimiento, por el Rmo. y Emo. Sr. Domingo Bartolini, Card. Presbítero del Título de S. Marcos. Prefecto de la S. Congr. de Ritos. Traducción libre del italiano por el Doctor Don Silvestre Rongier Fullerad, Protonotario Apostólico, Prelado Romano, del Tribunal de la Signatura Papal de Justicia, Canónigo Honorario de la Basílica

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de la curia romana que se encargaba de las normas sobre el culto y, consecuentemente, del estudio de las reliquias. Finalmente, Guerra Campos, con su precisión y sobriedad habituales, en su fundamental libro Exploraciones arqueológicas en torno al sepulcro del Apóstol Santiago ofreció un utilísimo listado de todo lo escrito sobre la reinventio desde el hallazgo de 1879 hasta mediados del XX.21 Con todo, para completar las posibles fuentes, nos faltaban aún publicaciones documentales de los dos grandes bloques de documentación sobre la reinventio: la que se conserva en el Archivo de la Catedral de Santiago y la del Archivo de la Congregación para las Causas de los Santos, heredera parcial de la Congregación de Ritos del siglo XIX. Este último archivo, en el que investigo desde hace años, es fundamental para entender la trayectoria del proceso compostelano, es decir, su camino de Santiago a Roma y vuelta. Lógicamente, dado su interés, en publicaciones recientes se ha insistido en la conveniencia de publicar el Expediente canónico por su alto valor histórico.22 Es lo que hago aquí,23 aunque, en realidad, en este libro doy un paso más, ya que publico también el documento que marca el final de la larga trayectoria que se recorrió desde el hallazgo arqueológico de 1879 hasta que se publicó una resolución positiva por parte de la Congregación de Santa María de Cosmedin, Capellán de Honor y predicador de S. M. Católica, Comend. de las Reales y distinguidas órdenes de Carlos III é Isabel la Católica y de la Pontificia del Santo Sepulcro. Rector del R. Establecimiento de Santiago y Santa María de Montserrat en Roma, etc., Roma, Tipografia Vaticana, 1885. 21  José Guerra Campos, Exploraciones arqueológicas en torno al Sepulcro del Apóstol Santiago, Santiago de Compostela, [Edición del Cabildo de la S.A.M. Iglesia Catedral de Santiago], 1982, págs. 11-23. 22  Barral Iglesias, El sepulcro de Santiago..., pág. 418. Su libro, póstumo y preparado por el Cabildo de la Catedral del que formaba parte el autor, es el más reciente estudio global sobre la tumba jacobea. En el libro se resumen los datos que los documentos, la toponimia y la arqueología ofrecen hoy sobre la tumba apostólica y, lógicamente, se trata también la reinventio del XIX. En las últimas páginas, después de exponer los datos sobre las excavaciones y la renovación de la cripta, hace un sucinto compendio del Proceso y de su Expediente que trajo como resultado la bula pontificia. Y al final del libro vuelve a insistir, como había hecho ya en anteriores artículos, sobre la conveniencia de publicar el Expediente compostelano, por su alto valor histórico y en memoria de los que supieron hacer tan ingente e insigne trabajo (pág. 399). 23  Aquí no uso la copia del expediente que está en el Archivo de la Catedral de Santiago, sino el original, es decir, el enviado a Roma, que se conserva en el Archivo Apostólico Vaticano. Pienso que, con esto, la conveniencia de que ese texto vea la luz queda satisfecha. Más aún, desde un punto de vista histórico, lo que publico es el expediente real, el que llegó a Roma y fue usado para decidir sobre la cuestión compostelana.

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de Ritos el 25 de julio de 1884.24 Las bien conocidas Letras Apostólicas, normalmente citadas como Bula Deus Omnipotens, de noviembre de ese mismo año25, no fueron, según la práctica romana, sino la confirmación de León XIII a la respuesta afirmativa que la Congregación de Ritos dio finalmente a la petición del arzobispo compostelano.26 El primer documento que recojo en este libro, el Expediente canónico,27 fechado en 1883, se abre con la pastoral del cardenal Payá de 6 de febrero 1879 y se cierra con el Decreto, también de Payá, del 12 de marzo de 1883 declarando que vere et realiter los restos hallados en 1879 pertenecían a Santiago y sus dos discípulos. En la notación del Archivo Apostólico Vaticano figura como Processus, pero, ya que toda la documentación desde 1879 a 1884 es realmente un proceso28 canónico de reconocimiento de reliquias, me parece más adecuado —y menos confuso— llamarlo por su encabezamiento, es decir, Expediente canónico. El segundo documento es la Nova positio,29 un documento preparado por el promotor de la fe de la Congregación de Ritos para que los cardenales y asesores que debían decidir sobre la cuestión planteada —si los restos hallados en Compostela en 1879 podían ser los del Apóstol Santiago— tuviesen todos los elementos de juicio necesarios para emitir su voto. Las positiones, que podemos traducir por ponencias, eran, como veremos, el modo de proceder en todas las congregaciones romanas para resolver los asuntos de su competencia. Normalmente recogían toda la documentación disponible para que los cardenales consultados la pudieran manejar fácilmente. La Nova positio tiene, además, la peculiaridad de que es un nuevo proceso canónico para sanar jurídicamente los defectos formales del Expediente canónico compostelano. De algún modo es también un diario de viaje que recoge el Sacra Congregatione de Ritis, “Decretum quo confirmatur sententia Archiepiscopi quoad identitatem corporum s. Iacobi maioris Apostoli et discipulorum eius Atanasii et Theodori”, Acta Sanctae Sedis, 17 (1884), págs. 93-95. 25  La resolución positiva de la Congregación de Ritos y la bula las publiqué, también recientemente, en Pazos (ed.), La renovación de las peregrinaciones..., págs. 207-216. Aunque son fáciles de encontrar en la red, con esos dos textos más los que ahora publico queda bastante cubierta la trayectoria de la reinventio. Al menos la que podríamos considerar como la trayectoria oficial. 26  Una confirmación que, como ya indiqué, fue reforzada inmediatamente con la publicación de Cenni y traducida casi en paralelo —si no fue al revés— como Apuntes. 27  En AAV, Processus 4165. 28  Propiamente se trata de dos procesos conectados: uno diocesano y otro romano. 29  En ACCS, R-333, fasc. 6, doc. 3. 24 

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que hizo Agostino Caprara, promotor de la fe en la Congregación de Ritos, a Santiago de Compostela en 1884 por encargo de León XIII. Su misión fue resolver in situ los problemas planteados por el Expediente canónico e informar de los resultados a la Congregación. Resulta un documento fundamental —aunque no el único importante— para hacernos cargo de las debilidades que la Congregación de Ritos encontró en las pruebas presentadas por el arzobispo compostelano y cómo se solventaron. Finalmente una aclaración sobre el uso de términos. Como acabo de decir, para hablar del Expediente canónico lo llamo normalmente así, aunque puede figurar alguna vez como Processus, si uso la notación archivística del Archivio Apostolico Vaticano. La Nova positio puedo llamarla también Positio o “Positio de 1884”. Más difícil es utilizar un término único para el sepulcro o escondrijo con restos humanos que se descubrió en enero de 1879. Utilizo los nombres que se le dieron en su momento: reconditorio, osario o lóculo. Reconditorio, como lo bautizaron Fita y Fernández-Guerra, aunque no es un término español, tiene la ventaja de ser unívoco, así que lo uso con frecuencia. Los dos documentos que ahora publico cubren, pues, el principio —Expediente canónico— y el final —Nova positio— de la reinventio compostelana, y servirán para dar una idea más clara del iter de la bula Deus Omnipotens. Confío en que dentro de poco pueda ofrecer una visión más amplia de todo el proceso basándome no sólo en estos dos documentos sino en la documentación que he trabajado en los últimos años en el Archivo de la Congregación para las Causas de los Santos y en el Archivo Apostólico Vaticano. Parte de esa documentación, no obstante, la utilizo ya aquí —al menos mencionando su existencia—, cuando me ha parecido necesario para precisar o aclarar puntos de la Nova positio o del Expediente canónico.

2. La reinventio de 1879

La edad de oro de la arqueología cristiana

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eón XIII, en la bula Deus Omnipotens, de 1884, con la que se cerró el período de búsqueda, análisis y prueba sobre los restos hallados en la catedral compostelana en 1879, enumeró algunos descubrimientos de la arqueología religiosa en el XIX:

Así, en el transcurso de este nuestro siglo, [...] se han descubierto felizmente, por permisión divina, los sagrados restos de San Francisco de Asís, de Santa Clara, la Virgen legisladora, de San Ambrosio, Pontífice y Doctor, de los mártires Gervasio y Protasio, y de los Apóstoles Felipe y Santiago.1 Todos los descubrimientos que se indican en la carta papal fueron hallazgos de primer orden, pero además, durante el siglo XIX y sólo en las excavaciones romanas, salieron a la luz papas de los primeros tiempos e incontable número de mártires cuyas reliquias se repartieron por todo el mundo.2 La relación de descubrimientos que cita León XIII deja claro que el XIX fue un siglo de gran interés por la arqueología, muy unida al redescubrimiento romántico de la Edad Media.3 La admiración por el románico y el gótico hizo que numerosas iglesias y catedrales del XIX, anglicanas o católicas, desde santuarios famosos —como León XIII, Letras apostólicas Deus Omnipotens (1884), en Pazos (ed.), La renovación..., pág. 210. 2  Sobre el uso de las reliquias martiriales y el gobierno de las catacumbas romanas ver Massimiliano Ghilardi, “The Roman Catacombs in the nineteenth-century: ‘Cradle and archive of the Catholic Church’ ”, en Pazos (ed.), Nineteenth-century..., págs. 46-61. 3  Sobre el gusto por las ruinas en Inglaterra, que venía ya de fines del XVIII, ver Christopher Gerrard, “The Medieval Revival: Romanticism, archaeology and architecture”, en Pazos (ed.), Nineteenth-century..., págs. 14-45. 1 

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Lourdes— a modestas iglesias parroquiales, se construyeran inspirándose en la tradición y las formas medievales. Baste recordar el impacto que tuvieron en la configuración del paisaje urbano de las ciudades del XIX grandes arquitectos como Pugin,4 Viollet-le-Duc5 o Cattaneo.6 O el peso que tuvo Juan Bautista De Rossi —apoyado por Pío IX— para impulsar la arqueología sacra en la Roma papal,7 sobre todo tras el descubrimiento de las catacumbas. Ese espíritu medievalizante, especialmente en el terreno religioso, saltó de la arqueología y la arquitectura a la literatura o la pintura prácticamente en toda Europa, España incluida.8 Y excavaciones como las de Compostela Para ver la extraordinaria influencia de Pugin probablemente la mejor biografía es la de Rosemary Hill, God’s Architect: Pugin and the Building of Romantic Britain, London, Penguin, 2008. Un excelente documental sobre su influencia en el paisaje inglés es “Pugin God’s Own Architect”, del 2012. 5  Tan reciente en el recuerdo debido al hundimiento del pináculo que había construido en la catedral de Nôtre Dame y las consiguientes discusiones sobre si mantenerlo o no. Pero, desde luego, la visión de la catedral de París estuvo marcada en los dos últimos siglos por las inserciones medievalizantes de Viollet-le-Duc. 6  Diseñó, además de varias iglesias y edificios religiosos, el sepulcro del papa Pío IX, en San Lorenzo extramuros, realizado en estilo medieval y decorado con mosaicos. Su obra clásica, L’architettura in Italia dal secolo VI al mille circa (1888), traducida inmediatamente al francés, y que sigue siendo válida hoy en día, fue utilizada por López Ferreiro en la decoración de la cripta construida en la catedral compostelana para venerar las reliquias recién descubiertas, como se indica en Antonio López Ferreiro, Altar y cripta del Apóstol Santiago. Reseña histórica hasta nuestros días, Santiago de Compostela, Imp. y Enc. del Seminario Conciliar Central, 1891, pág. 28. 7  Pío IX fue el gran sostenedor —y mecenas— de las actividades arqueológicas propuestas por De Rossi. En 1852, aún en la Roma pontificia, creó la Commissione di Archeologia Sacra per custodire i sacri cemeteri antichi, per curarne preventivamente la conservazione, le ulteriori esplorazioni, le investigazioni, lo studio, per tutelare inoltre le più vetuste memorie dei primi secoli cristiani, i monumenti insigni, le Basiliche venerande, in Roma, nel suburbio e suolo romano e anche nelle altre Diocesi d’intesa con i rispettivi Ordinari, como recoge en su página la propia Pontificia Commissione di Archeologia Sacra, Istituita da papa Pio IX [en línea], disponible en [Consulta: 11/09/2020]. 8  Baste como ejemplo el de los pintores españoles pensionados en Roma en esos años. Luis Madrazo pintó en 1852 lo que suele considerarse su obra maestra, “El entierro de Santa Cecilia en las catacumbas de Roma”. Pero no fue un caso aislado. Las obras religiosas de los pintores españoles que pasaron por Roma hacia medidos de siglo fueron objeto de una exposición monográfica de los fondos del Museo del Prado, en 2012, con pinturas como “El entierro de San Lorenzo en las Catacumbas de Roma”, de Alejo Vera, junto con otras de Valdivieso o Rosales, además de Madrazo. Lo mismo podría decirse de otros artistas franceses o italianos que pintaron escenas de las catacumbas romanas, un ambiente que conectaba bien con la sensibilidad romántica pero que, indudablemente, deja muy clara la influencia de la arqueología cristiana y el impacto romántico de los hallazgos. La exposición de El Prado, titulada “Historias Sagradas. Pinturas reli4 

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no fueron excepcionales, ni antes ni después. Un descubrimiento muy parecido al de Santiago, que contó también con debates, publicaciones y estudios anatómicos y químicos, fue el de Tomás Becket en Canterbury en 1888.9 Los niveles de las distintas pruebas que se le hicieron, es decir, los estudios anatómicos, históricos o físico-químicos, fueron muy parecidos a los efectuados en Santiago. Si comparamos lo que podríamos considerar el rigor académico de unos y otros, la ventaja es, sin duda, para los análisis compostelanos, que me parece que son más precisos.10 Y, desde luego, fueron mucho más respetuosos con los restos exhumados,11 entre otras cosas porque los de Santo Tomás Becket aparecieron casualmente12 y el descubrimiento de los compostelanos fue un “hallazgo intencionado”.13 Aunque las excavaciones religiosas produjeron abundante documentación legal, ya que toda nueva reliquia debía ser autenticada conforme a un proceso canónico,14 no había el mismo rigor con respecto al proceso propiamente físico giosas de artistas españoles en Roma (1852-1864)”, puede verse en Museo Nacional del Prado [en línea], disponible en [Consulta: 11/09/2020]. 9  Sobre el caso de los huesos de Tomás Becket, encontrados, como los de Santiago de Compostela, también en un mes de enero, ver el excelente libro, con espléndidas ilustraciones, de John Butler, The Quest for Becket’s Bones: The Mystery of the Relics of St. Thomas Becket of Canterbury, New Haven and London, Yale University Press, 1995. 10  El análisis de los huesos de Becket se hizo, conforme a las modas científicas del momento, usando criterios frenológicos, en los que estaba especializado el autor que los realizó. El estudio se centró en la capacidad craneana, que mostraba la elevada inteligencia o la fuerte voluntad del sujeto a quien pertenecía el cráneo encontrado: William Pugin Thornton, Becket’s Bones, 3ª ed., Canterbury, Cross & Jackman, 1912, págs. 7-8. 11  Los análisis de los huesos de Santiago fueron más afinados, tanto anatómica como químicamente, que los realizados en Canterbury y se conservaron con mayor cuidado. Puede compararse el estudio hecho con el casi contemporáneo de C. F. Routledge, “The bones of Archbishop Becket”, Archaelogia Cantiana, 21 (1895), págs. 73-80. 12  En el caso de Becket there was, according to the Cathedral authorities, no question of hunting around for bones (Butler, The Quest..., pág. 35). 13  Aunque López Ferreiro tuvo que defenderse precisamente de eso, comparando el hallazgo compostelano con el de San Ambrosio: Se dirá tal vez que, que no hay paridad entre el descubrimiento de las reliquias del Sto. Obispo de Milan, y el de las del Apóstol Santiago: el primero fue sin intención y como providencial, el segundo intencionado (López Ferreiro, Las tradiciones populares..., pág. 8). 14  En el caso de San Francisco se llevó a cabo un minucioso “Processo dei cinque vescovi delegati apostolici”, con la finalidad de obtener información técnicamente precisa y jurídicamente fiable tanto de las excavaciones como de las reliquias.

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de excavar. El arqueólogo del siglo XIX, más aficionado que profesional, daba las indicaciones de dónde había que “cavar” a los operarios que le ayudaban. El pico y la pala eran los útiles iniciales de ataque, completados por martillo y cincel para los trabajos de “detalle”. De ahí que, en las excavaciones de la época, la documentación hable con frecuencia de pozos o de hoyos y que normalmente figuren entre los testigos los obreros que, al cavar, tropezaron por primera vez con el hallazgo arqueológico. Así fue también en Santiago. Otra cosa eran los dibujos y levantamientos planimétricos de las excavaciones que podían ser mucho más precisos, pero una vez realizado el descubrimiento. Lógicamente, en el siglo XX el término excavar se separó bastante del de cavar, pero en el XIX eran casi sinónimos.15 Además, la búsqueda de reliquias perdidas solía rodearse de la mayor discreción, cuando no de secreto, tanto para evitar las críticas como la sensación de fracaso si no se encontraba nada. Así se hizo también en Santiago, donde la excusa para cavar fueron las obras de adecentamiento de la catedral. El verdadero objetivo, la búsqueda de la tumba apostólica, se hizo de noche, con peones de total confianza que seguían las indicaciones de los arqueólogos. Todo esto se ve muy claro en la declaración de Juan Nartallo, el cantero que sacó a la luz materialmente el lóculo con los huesos en enero de 1879: Finalmente se me indicó hacer el quinto pozo en medio del ábside, al pie del altar menor allí existente, a cosa de un medio metro del dicho altar. Trabajé en él unas cuatro noches (porque todos estos trabajos se hacían de noche) e hice un hoyo de siete palmos de profundidad, es decir, de unos dos metros por un metro de ancho. Los escombros que encontré estaban compuestos por grandes piezas de De ahí que resulte cierta pero un tanto anacrónica la acusación hecha por Kirschbaum sobre el daño hecho en las excavaciones del XIX. Guerra Campos, aún reconociéndose discípulo de Kirschbaum, no dejó de señalarlo en Compostellanum, 1, 4 (1956), págs. 886-896. (Una reimpresión reciente en el número especial de Compostellana, 22 (2006) publicado para celebrar el 50 aniversario de la revista reeditando los artículos más sinificativos: José Guerra Campos, “La Tumba apostólica de Santiago de Compostela a la luz de las excavaciones recientes: conferencia del P. Kirschbaum S.J. en Roma / crónica por José Guerra Campos”, en Compostellana Sacra I: Estudios xacobeos (1956-1983), 22 (2006), págs. 365-375). En el “Fondo Guerra Campos” del Archivo de la catedral de Santiago se conservan sus notas sobre esta polémica. Años más tarde, en 1963, Kirschbaum visitó Santiago de Compostela y dio una conferencia sobre las excavaciones en la tumba de San Pedro, en Roma, siendo presentado por Guerra Campos (Cfr. Fondo Guerra Campos, C 1 / 2, 3 y 8, en María Elena Novás Pérez, Catálogo da colección Guerra Campos do arquivo-biblioteca da catedral de Santiago de Compostela, Santiago de Compostela, Consello da Cultura Galega, 2008). 15 

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Figura 1. Osario hallado en enero de 1879. Osario, sepulcro o reconditorio donde se encontraron los restos humanos que se analizan en el Expediente canónico. Era de pequeño tamaño y de factura irregular. Fuente: IEGPS. Dibujo de Javier García sobre Fita y Fernández-Guerra, Recuerdos…, pág. 82.

piedra, que pertenecían a antiguas construcciones anteriores a la Capilla. Llegando a la profundidad indicada, justo en la perpendicular, y golpeando con el escoplo hacia la zona del altar, di contra un muro de la misma construcción que los anteriores, que se extendía a lo ancho de la capilla como el otro ya descrito. [...] En ese mismo instante el canónigo Labín quiso bajar al hoyo, y tomando el escoplo, comenzó a mover la tierra, y enseguida me llamó, diciendo que viese lo que eran dos ladrillos que se encontraban cerca del dicho muro, y sujetó la luz para que yo cavara. Quité los dos ladrillos con el escoplo y aparecieron los huesos contenidos dentro de un arca, que desprendían un agradable olor que no sabría precisar.16 16 

Nova positio, págs. 26-27.

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El siglo de las peregrinaciones y de los viajes colectivos

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l siglo XIX fue también “el siglo de las peregrinaciones”.17 Los hallazgos

arqueológicos y el gusto por la Edad Media hay que conectarlos con la aparición de los viajes colectivos, otro fenómeno clave del XIX. El vapor fue el gran protagonista de la segunda mitad del siglo XIX, tanto por la expansión imparable del ferrocarril como por la competición establecida entre barcos y veleros. Trenes y barcos de vapor conectan con la arqueología religiosa porque, en gran medida, muchas de las grandes expediciones colectivas de la época fueron peregrinaciones. Roma se revitalizó enormemente con el ferrocarril y el vapor. La reclusión voluntario del papa desde 1870 —el prisionero del Vaticano, como se le llamaba—, tras la entrada de las tropas de los Saboya en la capital de la nueva Italia, provocó una riada de visitas. Los Años Santos pasaron a un segundo lugar, y las nuevas peregrinaciones fueron menos romanas y más papales. Su finalidad era manifestar el afecto de los católicos al “prisionero del Vaticano” en fechas señaladas. En el caso de España, después de la publicación de la encíclica Rerum novarum (1891), salieron simultáneamente hacia Italia 10.000 peregrinos —muchos de ellos obreros— de golpe, algo inviable logísticamente unas décadas antes.18 En el mismo rango de peregrinaciones tradicionales de largo alcance, habría que poner las expediciones a Tierra Santa, que empezaron a desarrollarse al mismo tiempo que Thomas Cook inventaba los viajes colectivos. Introdujo también todo un conjunto de servicios aún hoy vigentes, desde cupones hoteleros a cheques de viaje. Pero Cook —que también transportó tropas para distintos puntos críticos del imperio británico19— fue un piadoso promotor de peregrinaciones a Tierra Santa. Hacia 1900, ya había llevado a Palestina a Así se lo denomina en un largo artículo del Boletín Oficial Eclesiástico del Arzobispado de Santiago sobre el Año Santo de 1875. Ver Antón Pombo Rodríguez, “O Rexurdir do culto xacobeo e da peregrinación durante o pontificado do Cardeal Miguel Payá y Rico (18751886)”, en Antón Pombo Rodríguez (ed.), Congreso Internacional de Asociaciones Jacobeas (5. 1999. Cee).– V Congreso Internacional de Asociaciones Jacobeas: Cee (Fisterra), 9-12 de outubro de 1999, A Coruña, Deputación Provincial da Coruña, 2001, pág. 161, n. 16. 18  En 1894. Sobre su relación con Santiago ver Antón Pombo Rodríguez, “Las peregrinaciones españolas a Roma a fines del siglo XIX y las peregrinaciones jacobeas”, en Pazos (ed.), La renovación de las peregrinaciones…, págs. 123-154. 19  David Wharton Lloyd, Battlefield Tourism: Pilgrimage and the Commemoration of the Great War in Britain, Australia and Canada, 1919-1939, Oxford – New York Berg, 1998, pág. 17. 17 

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más de 12.000 peregrinos, no sólo anglicanos ingleses, sino también católicos franceses y luteranos alemanes, incluyendo el Kaiser.20 El siglo XIX agregó a las peregrinaciones que contaban ya con siglos de historia21 otras nuevas en muchos lugares de Europa. Algunas fueron una renovación de antiguas devociones que volvieron a practicarse. Ese fue el caso del santuario inglés de Walsingham, que recibió nuevamente peregrinos tras un largo paréntesis iniciado con el cisma de Inglaterra.22 Pero hubo también peregrinaciones sin ningún antecedente histórico, en gran medida relacionadas con nuevas apariciones marianas, que se dieron a centenares. La más famosa de todas, Lourdes, que combinó a la perfección las técnicas modernas y la piedad tradicional.23 Y contó muy pronto con tren, ya en 1866, desviando hasta allí la línea general de ferrocarril precisamente a causa de las apariciones y la consiguiente abundancia de viajeros. Dejó de ser un lugar de paso y se convirtió en un destino.24 Y el tren, símbolo de la modernidad en la segunda Datos sobre los viajes colectivos de Cook a Palestina en Ruth Kark, “Geopietism and Pilgrimage/Tourism to the Holy Land/Palestine (1850-1918) and the Case of Thomas Cook”, en Pazos (ed.), Nineteenth-century..., págs. 65-81. 21  Sobre el cambio de sensibilidad de la prensa británica respecto a las peregrinaciones católicas es fundamental Milagrosa Romero Samper, “The path to pilgrimage: travel and devotion in the British press”, en Pazos (ed.), Nineteenth-century…, págs. 146-165. 22  En 1875 se publicó una segunda edición del libro “Pilgrimages to Saint Mary of Walsingham” de Erasmo. En el prólogo de lo que no era sino un libro académico, se reflejaron, no obstante, los rapidísimos cambios que, en este terreno se habían producido en muy poco tiempo, cosa que alegraba al prologuista que se prometía una pronta reedición: At the time of its first publication Pilgrimage, at least in England, was a thing of the past, and was regarded by the translator as a matter of purely antiquarian interest. We have since witnessed a revival of the practice, and, though the modern pilgrim no longer goes afoot, but travels in special trains with Cook’s tourist tickets, the fact is a somewhat remarkable one, and restores a point and interest to the words of Erasmus, which seemed to have faded from them by the lapse of centuries (R. C. N., “Preface to the Second Edition”, en Pilgrimages to Saint Mary of Walsingham and Saint Thomas of Canterbury..., by Desiderius Erasmus, newly translated with an introduction and illustrative notes, by John Gough Nichols, 2nd edition, London John Murray, 1875, pág. X). 23  Como lo ha estudiado Suzanne Kaufman, Consuming Visions: Mass Culture and the Lourdes Shrine, Ithaca, Cornell University Press, 2013. 24  Hidden in the foothills of the Pyrenees, Lourdes was a crossroads for travellers en route to somewhere else, most often the well-known spa towns of Bagneres-de-Bigorre and Cauterets. Yet fewer than ten years later Lourdes, now a sanctioned site of Catholic pilgrimage, was a destination. [...] By the first decade of the twentieth century, Lourdes had become the best-known and most important site of pilgrimage —apart from Rome and Jerusalem— in the Christian world, welcoming an estimated two hundred thousand visitors annually to a sacred site that had been changed beyond recognition (Kaufman, Consuming visions..., pág. 16). 20 

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mitad del XIX, pasó a formar parte del imaginario religioso de Lourdes: trenes especiales, multitudes en la estación o voluntarios esperando a los enfermos en la estación fueron reproducidas en las postales que formaban parte de la experiencia y —al mismo tiempo— de la promoción del santuario.25 En el cincuenta aniversario de las apariciones, en 1908, se llegó al millón de peregrinos,26 de todas las clases y de diversa capacidad económica, que se reflejaba en las distintas clases de vagones que ocupaban. Pero, en primera clase o en tercera, todos iban en tren. La peregrinación a pie puede decirse que desapareció en el XIX y no se redescubrió hasta el siglo XX. Aunque hay que decir también que no desapareció nunca del todo, ni por parte de los peregrinos —casi vagabundos— que no podían pagarse el tren—, ni por la de quienes la escogían voluntariamente, casi siempre por motivos espirituales.27 Se mantuvo testimonialmente tanto en el Camino de Santiago como en el camino de Roma, por usar el título de la peregrinación a pie que Hilaire Belloc28 realizó, a principios del XX, atravesando Francia e Italia. Pero la lectura de su libro, de una gran fuerza plástica, deja claro tanto el espíritu peregrinante del autor como su extraordinaria capacidad física, especialmente en los pasos montañosos de Francia a Italia a través de los Alpes. En ese sentido, los pocos y testimoniales peregrinos a pie fueron también pioneros —sin saberlo— de la peregrinación como deporte. No buscaban el deporte pero lo cierto era que los escasos peregrinos a pie del XIX y de gran parte del XX, al menos en España, tenían que ser capaces de hacer largas29 y difíciles etapas y, en casos extremos, de dormir al raso. Los ferroviarios no. The train, in particular, was featured as an icon of the religious landscape. Several postcard series provided close-up views of special trains designed to transport sick pilgrims to Lourdes. Showing nuns, priests, and lay volunteers helping the sick disembark from compartments of newly arrived trains, these cards effectively linked the shrine’s ideals of succor and charity to the industrial power of the railway. The electric tramway system and the funicular, designed to transport sick pilgrims from the town to the grotto, also appeared in numerous postcards (Kaufman, Consuming visions..., pág. 37). 26  Cit. Kaufman, Consuming visions..., pág. 26. 27  Un pionero, y no sólo en España, fue Manuel Aparici, que promovió una espiritualidad peregrinante ya antes de la Guerra Civil, en una audiencia con Pío XI. Fue el organizador de la gran peregrinación de jóvenes a Santiago en 1948. Ver Manuel Aparici Navarro, Pbro. Ex Presidente Nacional de la Juventud de Acción Católica Española, Compromiso de peregrino, Murcia, Ediciones del Consejo Diocesano de los Jóvenes de Acción Católica, 1948. 28  Hilaire Belloc, El camino de Roma, Larraya, Gaudete, 2011. 29  A veces de setenta o más kilómetros, por no poder encontrar una posada a menor distancia. Así son algunas de las jornadas, en 1951, del camino de León Degrelle, Mi camino de Santiago, Barcelona, Ojeda, 2003. 25 

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Miguel Payá, nuevo arzobispo de Compostela

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n 1873 falleció en Santiago el cardenal García Cuesta, eminente arzobispo compostelano en la España liberal,30 y uno de los prelados decimonónicos más prolíficos y polémicos desde el punto de vista literario y también el más preparado intelectualmente.31 Lógicamente, tras veinte años de pontificado, muchos eclesiásticos compostelanos —sobre todo los más intelectuales— estaban identificado con la línea poco liberal del arzobispo, y no pocos eran abiertamente carlistas.32 El sucesor de García Cuesta fue Miguel Payá y Rico,33 valenciano, liberal, pragmático y resolutivo. Desde joven desarrolló una actividad que desplegó ampliamente en Compostela: la de arquitecto aficionado, como no dejó de señalar Alfredo Brañas, en la revista “Escenas Contemporáneas”.34

Carlos García Cortés, El Cardenal García Cuesta (1803-1873): un eminente arzobispo compostelano en la España liberal, Santiago de Compostela, Cabildo Catedral de Santiago, 2006. Pombo considera excesivamente laudatoria la visión historiográfica de García Cuesta, la cual pretende cando menos relativizar con su biografía de Payá (Pombo Rodríguez, O Cardeal..., pág. 37, n. 87). De lo que hay poca duda es del aprecio que el clero compostelano tuvo a García Cuesta y de lo mucho que influyó en la diócesis. Su sucesor contaba, pues, con un competidor —invisible— de primer orden. 31  Vicente Cárcel Ortí, “Miguel García Cuesta”, Diccionario Biográfico Español, vol. XXI, [Madrid], Real Academia de la Historia, [2009], págs. 664-665. 32  Lo eran, —y muy activos— algunos de los protagonistas de la reinventio. Sobre el carlismo gallego y el clero carlista ver Xosé Ramón Barreiro Fernández, El carlismo gallego, Santiago de Compostela, Pico Sacro, 1976. Los conflictos entre parte del clero compostelano y el cardenal, enfrentamiento tras enfrentamiento, pronto superaron o plano meramente eclesiástico para adquirir un cariz político (Pombo Rodríguez, O Cardeal..., pág. 1119, n. 24). 33  La biografía más completa de Payá es la de Pombo Rodríguez, O Cardeal..., en la que se usa ampliamente la documentación local y vaticana. Hasta Pombo las referencia obligadas eran Pilar Tormo Martín de Vidales, El Cardenal Payá, apuntes para una biografía, Toledo, Estudio Teológico de San Ildefonso – Diputación Provincial de Toledo, 1992, que es quien escribió la biografía del Diccionario Biográfico Español, o Amador Sempere Galiana, El cardenal Payá y Rico: 1811-1891, Valencia, Facultad de Teología de San Vicente Ferrer, 1993. 34  Alfredo Brañas recordó en 1883 que Payá, en 1841, privado de su cátedra por la junta revolucionaria de Alcira, fue nombrado ecónomo de la iglesia parroquial de Benejama [—su pueblo natal—], cuyo suntuoso templo nuevo, de tres naves, edificó sin ayuda del Gobierno, no obstante haber consumido en ello, con la de sus convecinos, mucho más de dos millones (Alfredo Brañas, “Emmo. y Revmo. Cardenal Payá y Rico, arzobispo de Santiago”, Escenas contemporáneas, 2ª época, III, 25 (1883), pág. 146). Brañas lo tomó de un artículo publicado en “La Revista Compostelana”, de marzo de 1877, con motivo de la creación cardenalicia de Payá. 30 

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En Santiago, esa pasión episcopal por la arquitectura —sin asesoramiento de arquitectos— fue uno de los grandes puntos de fricción con el cabildo que lo acusó de tener la monomanía de la constructibilidad, de que según los Médicos suelen ser presa algunos ancianos.35 Su primer nombramiento episcopal fue para Cuenca, en 1858. Viajó frecuentemente a Roma,36 y asistió al Concilio del Vaticano donde apoyó decididamente el dogma de la infalibilidad pontificia y reforzó su buenas relacionas con la curia romana.37 Para Payá, la promoción a Santiago fue el gran paso en una trayectoria hasta entonces modesta, desde un punto de vista eclesiástico. Llegaba ahora a una diócesis con posibilidades cardenalicias, que se concretaron a los pocos años, en 1877. El cardenalato le permitió participar en el cónclave que eligió a León XIII y entrar en los niveles más altos de influencia eclesiástica. Además, y a pesar de la decadencia de Santiago, Compostela era una diócesis muy extensa, con mil parroquias, y poblaciones en franca expansión, como La Coruña. Pero era también mucho más complicada que la pequeña Cuenca, ciudad de apenas ocho mil habitantes cuando Payá la regía. Desde luego, la complejidad de la diócesis y la psicología del cabildo no parecían las más adecuadas para combinarse con una personalidad tan directa y personalista como la del nuevo arzobispo. Los conflictos aparecieron pronto y se mantuvieron con tenacidad a lo largo de los años, con recursos a Roma contra el arzobispo, siempre perdidos.38 Las causas de desavenencia 35  “Memorial elaborado contra o arcebispo de Santiago desde o sector hostil do Cabildo Metropolitano (1880)”, en Pombo Rodríguez, O Cardeal..., pág. 119. Payá tenía entonces 69 años. Su afición arquitectónica se manifestó en Compostela no sólo por las reformas en la catedral sino por obras monumentales como el gran manicomio de Conxo o la compra del Monasterio de Sobrado de los Monjes, al que, afortunadamente, salvó de la demolición, ya que había sido vendido por el gobierno como cantera. 36  Antes de llegar a Santiago había estado en Roma para la canonización de los mártires del Japón, en 1862, siendo incorporado entonces a la nobleza romana, volvió en 1867 a la festividad del Centenario de San Pedro y, con más tiempo, en 1870 para asistir al Vaticano I (Lo señaló ya en la época Brañas, “Emmo. y Revmo. Cardenal Payá...”, pág. 157). 37  Según la versión de Payá, su promoción a Compostela había sido decisión directa de la curia romana, debido al abandono, en la práctica, del concordato —y del consiguiente derecho de presentación— durante la I República. 38  Ver el memorial de agravios del cabildo compostelano y los escritos que presentó en Roma en 1880 en Pombo Rodríguez, O Cardeal…, págs. 1119-1145. Una copia hecha por López Ferreiro y conservada en el ACS se reproduce en Santos Fernández, Antonio López Ferreiro..., págs. 900-902.

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fueron múltiples, aunque normalmente tuvieron que ver con cambios que Payá forzó en las costumbres o usos —a veces poco adecuados— del clero local o, sobre todo, del cabildo de la catedral. En este caso tuvieron especial importancia las propuestas de cambios materiales, aplicadas desde su llegada para desempolvar y modernizar un templo sin reformas —y probablemente sin mantenimiento— desde hacía décadas.39 Payá vio desde su llegada a Compostela que no bastaba con remozar la catedral o reordenar los usos de algunas capillas para revitalizar una ciudad adormecida pero que contaba con una baza ganadora en “el siglo de las peregrinaciones”: la tumba apostólica venerada desde la Edad Media.40 Desde el primer momento apoyó las peregrinaciones pero probablemente lo que le hizo vislumbrar un brillante futuro para Santiago fue su viaje a Roma en 1877, cuando fue preconizado cardenal. A la ida se detuvo en Lourdes, paradigma, como he dicho ya, de un trepidante fin de siglo de revitalización católica. Se alojó en el palacio que allí tenía el obispo de Tarbes, diócesis a la que pertenece el santuario. En Lourdes, pocos meses antes, se había realizado la coronación canónica de la imagen de la Virgen ante cien mil fieles, cientos de sacerdotes y numerosos obispos. El impacto que le causó Lourdes lo manifestó con entusiasmo en una carta pastoral que escribió a su vuelta de Roma.41 Montado a caballo o en mula, recorrió en menos de dos años la vastísima extensión de su diócesis, compuesta por más de mil parroquias, empresa que ninguno de sus antecesores realizaba desde hacía siglos. Pronto se indispuso con un clero mayoritariamente contrario a sus planteamientos, al que obligó a utilizar el nuevo traje talar, asunto que junto con otras cuestiones provocó que se sublevaran canónigos y carlistas. Prohibió las escuelas protestantes y el entierro de los no católicos en los cementerios, con lo cual se ganó las críticas de la prensa liberal, anarquista y republicana (Pilar Tormo Martín de Vidales, “Miguel Antonio Domingo Payá y Rico”, Diccionario Biográfico Español, vol. XL, [Madrid], Real Academia de la Historia, [2009], pág. 340). 40  No hay que desechar la hipótesis de que Payá se plantease la búsqueda de la tumba apostólica desde su llegada, como plantea Irene Mera Álvarez, “La capilla mayor y la cripta apostólica de Santiago en la Edad Contemporánea”, en Germán Ramallo Asensio (ed.), El comportamiento de las Catedrales Españolas: del Barroco a los Historicismos: actas del Congreso, Murcia, Universidad de Murcia – Consejería de Educación y Cultura – Fundación Cajamurcia, 2003, págs. 149-158, especialmente en n. 7. De todos modos, sin rechazar esta posibilidad, pienso que Lourdes fue el detonante real de las excavaciones. 41  Miguel Payá y Rico, “Carta Pastoral de 22 de agosto de 1877”, Boletín Oficial del Arzobispado de Santiago, XVI (1877), págs. 301-308. No nos es dado resistir a las vivas ansias que tenemos, de manifestaros […] lo que vimos y admiramos en la cueva y santuario de Nuestra Señora de Lourdes, declaraba, con su característica espontaneidad, al empezar la pastoral (pág. 302). 39 

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Ahí estaba el modelo.42 Faltaba sólo encontrar la perdida tumba apostólica y transmitirlo, more romano, urbi —a la ciudad de Compostela, en este caso— et orbi, al mundo, como hizo efectivamente en 1885.43 Y, conforme a su probada querencia por la piedra, y sin mucha reflexión —era hombre de “pensado y hecho”, por usar un dicho de su tierra—,44 empezó a excavar —o, más propiamente, a cavar— para encontrar los huesos del Apóstol.45

Excavaciones nocturnas en la Catedral

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as excavaciones que se llevaron a cabo en la catedral de Santiago entre 1878 y 1879, aunque empezaron de modo un tanto anómalo, con un maestro de obras dirigido a distancia por el cardenal, no fueron algo excepcional para el siglo XIX. Tampoco lo fueron las búsquedas de cuerpos

Era un modelo de peregrinaciones masivas y grandes ceremonias, como las que estaban recuperándose en la Roma de León XIII. Eso le llevó a pensar en liberar la nave central, mediante la supresión del coro lígneo, que la ocupaba, e impedía la vista —y la presencia— a los fieles. No se llevó a cabo hasta casi un siglo después, pero la visión de Payá, en este caso era la acertada. El propio cabildo, abandonando la postura continuista del siglo XIX lo planteó en 1929, aunque tampoco se hizo entonces (ver Belén Castro, “El horizonte de la catedral de Santiago. A hombros de gigantes. Siglos XIX y XX”, en Ramón Yzquierdo Peiró (ed.), La Catedral de los Caminos. Estudios sobre arte e historia, Santiago de Compostela, [Fundación Catedral de Santiago, 2020], págs. 785-854, para una visión de la evolución catedralicia desde la reinventio). Sobre el intento de cambiar el coro en 1929, ver págs. 802-803. 43  En un escrito destinado a promover la participación internacional en la fiesta de Santiago posterior a la bula Deus Omnipotens, dirigido a Todos los fieles católicos esparcidos sobre la haz de la tierra, de la Comisión preparatoria de las fiestas religiosas del Apóstol Santiago [...] Con aprobación y bendición del Eminentísimo Señor Cardenal por Payá y Rico. Es una hoja volante, de cuatro páginas, fechada el 19 de marzo de 1885 con pie de la Imp. del Seminario (ACCS, R-333, fasc. 1, doc. 26). Con texto latino para fuera de España: Omnibus Christi Fidelibus Ubicumque Terrarum Commorantibus (ACCS, R-333, fasc. 1, doc. 26). 44  En la acusación presentada por el Cabildo en Roma se le achaca el prurito de hacerlo todo por si mismo, sin premeditación, ni plan, ni consejo (Cit. en Pombo Rodríguez, O Cardeal…, pág. 1119. Documento completo en “Apéndice XVI”, págs. 1119-1132. Este memorial de agravios arzobispales es casi una breve historia del pontificado de Payá, desde el punto de vista de la oposición capitular). 45  A fe cega na tradición, o enorme beneficio agardado e unha considerable dose de irreflexividade, moveron a Payá para acometer unha das operacións máis aventuradas da súa carreira episcopal (Pombo Rodríguez, O Cardeal…, pág. 817). 42 

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santos que habían sido trasladados de su tumba original y ocultados en otro lugar. De hecho, no pocas excavaciones del XIX buscaron y sacaron a la luz restos que habían sido ocultados deliberadamente, casi siempre para evitar profanaciones o robos, que fueron las dos hipótesis que se utilizaron para explicar la ocultación en el siglo XVI de las reliquias de Santiago. Desde luego, exhumar un cuerpo y ocultarlo en otro lugar, inaccesible o secreto, fue una práctica relativamente frecuente en siglos tormentosos. Y también lo fue el redescubrimiento —más o menos cierto— algunos siglos más tarde. Ya he comentado que en el siglo XIX para dirigir una excavación sólo hacía falta tener afición, dinero para pagar a unos obreros y algún tipo de derecho para hacerlo en el lugar elegido. Nada de eso le faltaba al cardenal Payá cuando se convenció de la necesidad de encontrar los restos de Santiago y revitalizar así la catedral y la ciudad. El único obstáculo vino, lógicamente, de quien podemos considerar el otro copropietario de la catedral: el cabildo. El enfrentamiento entre los canónigos y el arzobispo, conflicto más o menos activo desde la toma de posesión de Payá, se enconó aún más por sus planes para descubrir los restos de Santiago. De todos modos, pronto llegaron a un acuerdo y, si podemos hablar de la importancia arqueológica de los hallazgos, se debió al cuidado de los dos canónigos arqueólogos, que aplicaron técnicas académicas tras las primeras —y primitivas— catas arzobispales. ¿Por qué en una situación de tan claro enfrentamiento se produjo un paréntesis de paz en el que aparentemente cabildo, arzobispo y canónigos arqueólogos iban al unísono? Probablemente para evitar males mayores si no colaboraban, ya que en ese caso Payá dirigiría personalmente las obras, como había hecho ya en trabajos previos.46 Es decir, la alternativa a la colaboración eran unas excavaciones sin control del cabildo ni control técnico, dirigidas a distancia por el arzobispo.47 Pareció más razonable colaborar y así poder vigilar, técnica e institucionalmente, las intervenciones dentro de la catedral. En las obras de mejora de la catedral, el cabildo se quejó a Roma de que las obras se hacían […] bajo su dirección y la del maestro de las de su palacio, que no pasa de ser un carpintero sin título alguno, a pesar de las advertencias y reclamaciones respetuosas de la comisión del cabildo (en Santos Fernández, Antonio López Ferreiro..., pág. 901). 47  En el memorial de agravios que se conserva en el AAV el cabildo se quejaba de que el cardenal, […] creyéndose facultado para todo, empezó en Agosto del 78 a hacer excavaciones subterráneas de noche en la Yglesia para descubrir el Sepulcro del Apóstol sin decir nada al Cabildo […] (Pombo Rodríguez, O Cardeal…, pág. 1124). 46 

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Los “Canónigos Delegados”, como los llama siempre la Nova positio romana, fueron Antonio López Ferreiro y José Labín.48 López Ferreiro fue quien llevó presumiblemente el peso técnico de las excavaciones, dada su buena formación arqueológica49 e histórica. Fue profesor de Arqueología en el seminario conciliar, autor de un libro de texto sobre la materia y creador de un museo arqueológico en la catedral compostelana.50 Estaba perfectamente al tanto de los autores europeos del momento, desde De Rossi a Viollet-le-Duc, pasando por Rohault de Fleury o Cattaneo, en el que se inspiró para diseñar la reforma de la cripta apostólica, una vez acabadas las excavaciones.51 López Ferreiro contaba, por tanto, con el bagaje académico suficiente para plantear correctamente —según la época— una excavación y para interpretar sus resultados.52 A pesar de las capacidades técnicas de los encargados, las exploraciones arqueológicas no fueron nada fáciles.53 Las distintas galerías por las que Ellos se consideraban los dos capitulares a quienes S. Emma. había encomendado privativamente su proyecto acerca de las excavaciones (Santos Fernández, Antonio López Ferreiro..., pág. 90, Apéndice, II, doc. 3), como escribió presumiblemente López Ferreiro en el memorial de agravios de 1880. 49  Para una visión general de López Ferreiro como arqueólogo ver Fernando Acuña Castroviejo, “A Arqueoloxía na obra de López Ferreiro”, Cuadernos de Estudios Gallegos, 32 (1981), págs. 57-80. Sobre la campaña arqueológica de 1878-1879 en la Catedral ver Fernando Acuña Castroviejo, “López Ferreiro, arqueólogo, y las excavaciones en la Catedral de Santiago dentro del contexto europeo de la época. Una visión en el siglo XXI”, en Pazos (ed.), La renovación de las peregrinaciones…, págs. 47-61. 50  Si entre todos [los] museos arqueológicos nacidos al calor de la Iglesia tuviéramos que destacar alguno, lo haríamos con el de la Catedral de Santiago de Compostela [...]. La instalación inicial del Museo había sido obra del Canónigo López Ferreiro [...] (Fernando Fernández Gómez, “Más sobre el clero y la arqueología”, Temas de estética y arte, 30 (2016), también disponible en Real Academia de Bellas Artes de Sevilla [en línea], , pág. 43. 51  Como él mismo indica al describir la nueva cripta del Apóstol que se hizo años después de las excavaciones: La techumbre de los dos compartimientos laterales, está formada, como la del compartimiento central, por una lastra rectangular de mármol blanco de Carrara, que mide 1,20m por 0,90m. Ambas imitan en su labor la especie de artesonado procedente de la antigua cripta de San Marcos de Venecia […], que publicó el malogrado Cattaneo en sus preciosos estudios sobre L’Architettura in Italia (López Ferreiro, Altar y cripta..., pág. 28). 52  El mérito de López Ferreiro es el de intentar confirmar desde le punto de vista de la arqueología lo que se conocía por la tradición. Fue bastante parco en las descripciones, pero para su época demostró un criterio científico que tenemos que valorar como muy positivo (Acuña Castroviejo, “López Ferreiro, arqueólogo...”, pág. 59). 53  Aunque las dificultades que tuvieron las excavaciones quedaron claras ya en en 1879, con la primera pastoral de Payá dando cuenta del hallazgo de los restos jacobeos, puede verse 48 

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penetraron en el subsuelo de la catedral tuvieron que ser abandonadas una tras otra por improductivas. Se excavó primero bajo el altar mayor. Luego en el deambulatorio, donde se pensaba que había una escalera54 que llevaba a la tumba.55 Este intento fue también fallido. Una tercera exploración se hizo por el ábside de la catedral vieja. Fue una nueva frustración que no condujo a nada y que se abandonó enseguida, cegando lo realizado, como se comprobó en las excavaciones hechas en el siglo XX.56 Lo que se buscaba, aunque infructuosamente, era el pasadizo subterráneo que llevaba a la cripta sepulcral. Este pasadizo fue el objetivo inicial de las exploraciones, como explicaron Labín y López Ferreiro el uno de febrero de 1879, pocos días después de descubrirse el osario, a las autoridades civiles de Santiago a las que el arzobispo había invitado a visitar las excavaciones.57 Después del ábside de la catedral vieja se excavó en el crucero y en el presbiterio, donde se hizo un pozo de tres metros que se continuó horizontalmente por una galería de 15 metros.58 En el plano que se publicó en 188259 en Galicia Diplomática60 se aprecia con claridad la excavación de este túnel -G-Gatravesando diagonalmente el presbiterio. Fue probablemente la exploración más incómoda de todas, tanto por la longitud como por la estrechez y fue también, quizá, la más costosa de realizar.

una excelente síntesis de los intentos fallidos y de los logros en Guerra Campos, Exploraciones..., págs. 109-150, que seguimos. 54  Al parecer era conocida como bajada de San Francisco de Asís, tal como la llama B. Barreiro al describir las excavaciones, aunque él la titula Lugar por donde comenzaron las exploraciones (Bernardo Barreiro de v. v., “El sepulcro del Apóstol Santiago”, Galicia Diplomática, I, 3 (1882), pág. 19). 55  López Ferreiro escribió un pequeño libro sobre las varias tradiciones, más o menos fantasiosas, acerca de la tumba apostólica, algunas de las cuales, no obstante, sirvieron de pistas para hacer catas arqueológicas: López Ferreiro, Las tradiciones populares... 56  Guerra Campos, Exploraciones..., págs. 109-110, n. 142. 57  Expediente canónico, págs. 4r-v. 58  ¡Se había pasado por debajo del Sepulcro! (Guerra Campos, Exploraciones..., pág. 110). 59  Es prácticamente igual, aunque un poco más claro, al publicado en abril de 1879 por José Villaamil y Castro, “El sepulcro de Santiago”, La Ilustración gallega y asturiana, I, 10 (1879), pág. 116. Es el tercer artículo de una serie dedicada a los hallazgos arqueológicos apoyándose en averiguaciones propias y en la pastoral en la que el arzobispo dio cuenta del hallazgo: Miguel Payá y Rico, “Carta pastoral de 5 de febrero de 1879”, en Boletín Oficial del Arzobispado de Santiago, XVIII (1879), págs. 49-54. 60  Barreiro de V. V., “El sepulcro del Apóstol...”, pág. 19. Ver Figura 2.

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Figura 2. Planta de la cabecera de la Catedral de Santiago A.– Sepulcro. B.– Altar Mayor. C.– Muros de granito. D.– Espacio cubierto de mosaicos. E-E.– Sepulcros. F-F.– Paredilla divisoria. G-G.– Galería subterránea. H.– Basamento con pinturas. I.– Lugar por donde se comenzaron las exploraciones o bajada de San Francisco de Asís. J.– Puerta del Perdón [Puerta Santa]. L.– Capilla de los Reyes de Francia. M.– Id. de nuestra Señora de la Blanca o de Juan de España. N.– Id. de S. Juan. O.– Id. de San Bartolomé. P.– Id. de la Concepción. Q.– Id. del Pilar de Monroy. R.– Id. de Mondragón o del Marqués de Santa Cruz. S.– Id. de San Pedro o la Azucena Fuente: IEGPS. Dibujo de Javier García sobre Barreiro de V. V., “El sepulcro del Apóstol”..., pág. 19.

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Una quinta exploración se hizo en el presbiterio, encontrándose lo que se consideró la primitiva tumba —vacía— de Santiago y sus dos discípulos.61 Después de tantos fracasos, la exploración empezaba a ser propiamente una excavación arqueológica con buenos resultados. Aquí se produjo, como señala Guerra Campos, un cambio de técnica ya que al fin, se decidió penetrar de arriba abajo. Encontrar el sepulcro vacío llevó, quizá, a aceptar ciertas tradiciones populares y suponer que muy bien podían haberse trasladado los restos por alguna razón de peso a un lugar digno y cercano. Y se inició la sexta y última excavación, también vertical, en la antigua sacristía, ó sea entre el tras-altar y las columnas que cierran el ábside de la Capilla mayor. Allí, y á la profundidad de algo más de un metro, sobre la roca viva, apareció entonces un verdadero sarcófago formado de cuatro losas labradas y escuadradas toscamente, la del costado septentrional de mármol, la meridional y occidental de granito, y de ladrillo la cabecera; siendo de piedra pizarrosa, en bruto, la cubierta, y el fondo formado por la propia roca sobre que está asentado: allí mismo aparecieron las escaleras de la capilla subterránea, y muy próxima, en uno de los pilares del cerramiento absidial, curiosísimo fresco en donde se descubren restos de una batalla.62 Sobre el proceso de las excavaciones tenemos, pues, bastantes informaciones, aunque ciertamente escuetas y esparcidas en distintas publicaciones de la época.63 Algunas podríamos considerarlas oficiales, como son todas las noticias que aparecieron en trabajos de López Ferreiro, desde los mencionados Las tradiciones populares acerca del sepulcro del Apóstol Santiago o Altar y cripta del Apóstol Santiago hasta su monumental Historia de la S. A. M. Iglesia de Santiago. Lo mismo habría que decir de sus declaraciones en el Expediente canónico junto con Labín y en los interrogatorios complementarios para la Nova positio. Otras noticias, aunque no pueden considerarse oficiales, ya que no son de los arqueólogos que trabajaron en la campaña, Barreiro de V. V., “El sepulcro del Apóstol...”, pág. 18. Ver Fig. 5. Guerra Campos, Exploraciones..., pág. 111. 63  Como ya he dicho, la mejor síntesis es la de Guerra Campos, Exploraciones..., págs. 13-17. Una revisión reciente, y no sólo de las excavaciones sino de la última bibliografía académica sobre Santiago, en Francisco Javier Buide del Real, “Un siglo de cuestión jacobea”, Compostellanum, 65, 3-4 (2010), pags. 435-502. Una visión general crítica en Ofelia Rey Castelao, Los mitos del Apóstol Santiago, Santiago de Compostela, Consorcio de Santiago – Gijón, Ediciones Nigratrea, 2006. 61  62 

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proceden de autores coetáneos que vieron lo que acababa de hacerse en la catedral. Ahí estarían desde las descripciones de Fita y Fernández-Guerra en Recuerdos de un viaje a Santiago64 a los artículos de Bernardo Barreiro de V. V. en Galicia Histórica o las descripciones de Fernández Sánchez y Freire Barreiro en su Guía de Santiago.65 En este grupo hay que incluir también lo que publicó el card. Bartolini en Cenni o, incluso, la misma bula Deus Omnipotens. No hay, sin embargo, un relato sistemático de las distintas fases que, como ya hemos visto, fueron una especie de pulso entre Payá, el cabildo y los dos canónigos que dirigieron las excavaciones, verdaderos autores del conjunto pero que no tuvieron el control total de todo lo que se hizo en las distintas etapas de las exploraciones.66

Partidarios y detractores

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ya he dicho, las excavaciones decididas por Payá endurecieron aún más su relación con el cabildo, que calificó su proceder no sólo como arbitrario sino como irresponsable e, incluso, criminal. La denuncia que presentaron en Roma mantenía que las obras realizadas, por el arzobispo, que habían sido llevadas a cabo sin ningún control técnico, podrían llegar a poner en peligro la estabilidad de la catedral. Lo resume con su claridad habitual Guerra Campos, apoyado en las Actas capitulares del archivo catedralicio: omo

Fidel Fita y Aureliano Fernández-Guerra [y Orbe], Recuerdos de un viaje a Santiago de Galicia, Madrid, Imprenta de los Sres. Lazcano y Compª., 1880. 65  José María Fernández Sánchez y Francisco Freire Barreiro, Guía de Santiago y sus alrededores, Santiago de Compostela, Imprenta del Seminario Conciliar, 1885. Es una nueva edición del tomo correspondiente a Santiago de la trilogía publicada diez años antes sobre su peregrinación desde Compostela a Roma y Jerusalén. Hay edición facsimilar: José María Fernández Sánchez y Francisco Freire Barreiro, Santiago, Jerusalén, Roma: diario de una peregrinación a estos y otros santos lugares de España, Francia, Egipto, Palestina, Siria e Italia en el año del jubileo universal de 1875, La Coruña, Órbigo, 2014. 66  Payá, de todos modos, procuró describir el proceso desde el hallazgo inicial a la aprobación romana en tres pastorales que, como indicaba en la tercera, formaban un conjunto sobre las excavaciones realizadas y el proceso jurídico para probar la identidad de los hallazgos: Miguel Payá y Rico, “Carta pastoral de 5 de febrero de 1879”, Boletín Oficial del Arzobispado de Santiago, XVIII, 666 (1879), págs. 49-54; “Carta pastoral de 21 de julio de 1879”, Boletín Oficial del Arzobispado de Santiago, XVIII, 690 (1879), págs. 267-276; “Carta pastoral de agosto de 1884”, Boletín Oficial del Arzobispado de Santiago XXIII, 964 (1884), págs. 293-312. 64 

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Se produjo una situación de tirantez entre el Cabildo y el Prelado por razones de competencia y de criterio arquitectónico. En el legajo núm. 390 del Archivo de la Catedral dos pliegos de papel y una hoja pequeña, manuscritos, contienen noticias sobre las diferencias del Cabildo con el Prelado respecto a las obras promovidas por éste en la Catedral entre 1878 y 1880. Según este relato, el Arzobispo comenzó proponiendo una obra de limpieza y ornato. La Comisión capitular se sintió disgustada porque el Prelado llevaba las obras bajo su dirección, sin intervención de arquitecto; y más cuando “empezó en Agosto (de 1878) a hacer excavaciones durante la noche en la iglesia para descubrir el Sepulcro del Santo Apóstol, sin decir nada al Cabildo ni a la Comisión, aunque posteriormente se supo que había indicado su pensamiento a dos capitulares pero que se hallaban fuera cuando el Maestro del Prelado empezó has excavaciones...” (Luego el Prelado enteró de los trabajos nocturnos a la Comisión y pidió su ayuda). “A esto se negaron... y desde entonces se abstuvieron de intervenir en las obras de limpieza...” Luego los dos Capitulares a quienes Su Eminencia había encomendado privadamente su proyecto siguieron ayudándole en estas. Tras los primeros hallazgos el Cabildo se asustó con los “absurdos proyectos” de dejar al descubierto las excavaciones en la Capilla Mayor, llevar el altar al crucero y retrasar el Coro. “Empezó a mirar con recelo las excavaciones y las obras”. Tras conferenciar, se convino en el modo de proceder en el futuro. Más tarde, ante las iniciativas del Prelado, las diferencias se recrudecieron. El Cabildo apeló al Papa, para impedir la ruina de la Basílica; se quejó de que, sin esperar la decisión del Papa, el Prelado hacía obras peligrosas en la capilla del trasaltar. En 1880 la Congregación del Concilio, a la vista de las muestras de irreverencia e insubordinación de un grupo de Capitulares, los desautorizó67 y les impuso una corrección. En el Proceso canónico sobre la autenticidad del Sepulcro se ve que, no obstante La decisión en Sacra Congregazione Concilii [...] Compostellana suspensionis pro [...] Cardinali Michaele Payá y Rico Archiepiscopo, Preces ex gratia viden. pro Congregatione diei 24 iulii 1880, Roma, 1880, págs. 1-6. El decreto recoge un resumen del conflicto enviado por Payá y confirma las sanciones contra los “rebelles capitulares”. En ese momento estaban en Roma Labín y López Ferreiro, a los que Payá, en un telegrama, que figura asimismo entre los documentos del decreto, califica de fuggitivi ancora contumaci, al tiempo que resaltaba que continuano opere con soddisfazione generale (Compostellana suspensionis..., pág. 5). 67 

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el litigio en torno a los procedimientos, la casi totalidad del Cabildo reconoció la importancia arqueológica de los hallazgos.68 Ciertamente, cuando finalizaron las excavaciones, la casi totalidad del Cabildo reconoció que habían sido de gran importancia. Esa visión positiva tuvo que ver, en parte, por lo que, desde un punto de vista histórico y arqueológico, salió a la luz. Pero influyó también el hecho de que, con el paso del tiempo, se fue imponiendo la visión favorable a la iniciativa episcopal. En la línea favorable a Payá —con todos los matices que se quiera— estuvieron desde el principio la autoridad y la ciencia, tal y como se personificaban en la Compostela de la época, es decir, autoridades civiles y universitarias. También fue secundado por una parte de la prensa, a veces con entusiasmo.69 Fue apoyado, en primer lugar, por las autoridades compostelanas, ya en la visita guiada a las excavaciones que el cardenal les ofreció como primicia. No sólo aceptaron su punto de vista sino que, ante el osario recién descubierto, se postraron70 reverentemente asumiendo que eran los restos del Apóstol. Lo mismo sucedió con los científicos, a los que Payá involucró desde el principio en los análisis de los hallazgos y cuyos estudios fueron muy positivamente valorados, tanto en el Expediente canónico como en la Nova positio. Consiguió, por tanto, el apoyo —ciertamente no incondicional, sino medido— de los mejores expertos locales en anatomía y química, profesores de la Universidad de Santiago. Y, además, contó con el respaldo —también medido, incluso con alguna advertencia— de dos de los mejores expertos españoles en arqueología y epigrafía, Aureliano FernándezGuerra y Fidel Fita. El ambiente favorable en ámbito eclesiástico y entre los fieles hay que suponer que lo consiguió con la Pastoral de 1879, leída en toda la diócesis. La prensa, incluso la poco favorable, tampoco dejó de ver la importancia del hallazgo de los restos apostólicos para conseguir revitalizar las peregrinaciones y atraer visitantes a Santiago. Guerra Campos, Exploraciones..., pág. 12, n. 2. El Correo Gallego (Ferrol), Año II, 157 (6 de febrero de 1879), recoge la noticia del hallazgo del osario como la “Cuestión del día”, elogiando a Payá como infatigable promovedor de cuanto a la grandeza de nuestra Basílica se refiere (pág. 167). El articulista alaba también el trabajo de Labín y López Ferreiro por contribuir a tan brillante éxito. 70  [...] de acuerdo con Su Eminencia Reverendísima en presencia de las autoridades locales, se abrió dicho sepulcro, en que había huesos amontonados de venerable antigüedad; ante los cuales se postraron todos creyéndoles del Apóstol Santiago (Expediente canónico, pág. 153). 68 

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La oposición más decidida, por tanto, fue la del cabildo de la Catedral. La mayoría de los canónigos compostelanos, colectivamente y de modo oficial, se opusieron a los planes episcopales en un escrito que dirigieron el papa en 1880.71 Algunos de los firmantes de ese escrito actuaron también por su cuenta acudiendo al papa o a la Congregación de Ritos a título personal en 1882 y 1883, como fue el caso de Francisco Viqueira y Pablo Cuesta.72 Al margen del cabildo, también lo hizo José Ubera, un ciudadano santiagués que envió al papa una larga carta —en latín— solius conscientia stimulo para evitar los graves daños que se podrían seguir de los planteamientos episcopales. El escrito de Ubera es un resumen de todo lo sucedido en los últimos años —rechazo capitular y datos técnicos del hallazgo incluidos— por lo que, o era persona muy conocedora de los asuntos eclesiásticos, o fue utilizado por algún eclesiástico para mostrar un malestar generalizado, bien distinto del entusiasmo popular que describía siempre el arzobispo en sus escritos. Acusó al cardenal de haber actuado con precipitación —algo evidente73— publicando la pastoral de 1879, cantando un Te Deum y permitiendo el culto público, todo ello sin esperar la conclusión de un proceso que confirmase la veracidad de las reliquias. Concluyó su relato resumiendo que la oposición a la postura episcopal estaba extendida entre personas de recto juicio en ámbitos académicos y sociales.74 Las acusaciones del escrito le parecieron al prefecto de la Congregación de Ritos gravísimas, por lo que ordenó al secretario —el 3 de septiembre de 1882— que el nuncio en España iniciase un proceso en regla y lo enviase a la Congregación para poder decidir.75 71  Compostella, 30 abril 1880: “Recursus quoad inventionem Corpori Sancti Jacobi Apost. et soc. Min.”, ACCS, R-333, fasc. 1, doc. 8, firmada por trece capitulares. 72  Los recursos que enviaron a Roma se encuentran en ACCS, R-333, fasc. 1, docs. 19, 20 y 21. 73  El cabildo envió a Roma la carta pastoral de 1879 junto con sus denuncias al prelado por considerar que en ella se ve claramente entre varias inexactitudes y otras aserciones gratuitas la confusión que había en la mente de su autor (Pombo Rodríguez, O Cardeal..., pág. 1124, Apéndice XVI). 74  Compostella, 20 agosto 1882: “Relazione di Giuseppe Ubéra circa il ritrovamento delle reliquie di san Giacomo Apostolo e discepoli con ‘Ichonographia capella majoris Cathedralis Ecclesia Compostellana’ ”, ACCS, R-333, fasc. 1, doc. 13. 75  “Perugia, 3 settembre 1882: lettera del Prefetto della SCR, il Signor cardinale Domenico Bartolini a mons. Lorenzo Salvati Segretario della SCR, con la quale lo informa circa la questione sollevata dal laico Giuseppe Ubera, relativa al luogo ove era probabilmente custodito il corpo di San Giacomo Maggiore, e con la quale suggerisce il da farsi sulla questione che riguarda l’autenticità delle reliquie di san Giacomo Maggiore”, ACCS, R-333, fasc. 1, doc. 14.

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Ya el 28 de septiembre se presentó al papa una minuta con la posible carta para el arzobispo compostelano, que fue aprobada y enviada inmediatamente.76 Es importante, por tanto, tener presente que las investigaciones —y reticencias— de la Congregación de Ritos empezaron meses antes de que el Expediente canónico llegase a Roma, en 1883 y que los opositores77 que escribieron a Roma, fueron escuchados —sin acusar recibo, como era práctica habitual—, por si había algo cierto en sus afirmaciones. Menos peso frente al arzobispo, aunque quizá lo tuvo entre las personas “de recto juicio” fue la oposición que podríamos llamar académica y periodística. Baste como ejemplo, que une ambas características, la oposición de la revista histórica Galicia Diplomática, que manifestaba conocer las averiguaciones romanas que acabo de indicar. Su pronóstico fue totalmente negativo: al peligroso proceso lanzado por Payá, escribía en 1883, se le iba a dar carpetazo en Roma y el papa, afirmaba con seguridad el redactor, mandará cerrar la cripta... enterrar los huesos, cegar las excavaciones y... que vuelvan las cosas a su antiguo estado!78 No fue así y, como el resto de la oposición, también Galicia Diplomática termino aceptando la importancia de los hallazgos y aplaudiendo la puesta en valor de las excavaciones realizada por López Ferreiro, una vez que Payá abandonó la diócesis compostelana por la de Toledo. Pero los detractores, desde 1878 a 1884 no fueron ni pocos ni callados. El papa aceptó que se le pidiesen aclaraciones sobre lo que estaba pasando en Compostela: Cum de inventione et identitate Corporis Beati Apostoli Iacobi Maioris diversae circumferantur opiniones quae etiam ad Sanctae Sedis notitiam inveniantur; SSmus. Dnus. Noster, attenta singulari negotii gravitate, maxime interesse iudicavit, omnia ac singula quae ad rem pertinent sedulo dignascare ac perpendere. Demandare itaque dignatus est, ut Eminentia tua Rma. quantocius ad hanc Sacram Rituum Congnem. quaecumque de praedicta inventione et identitate acta ac documenta extantes caute et secreto transmittat (28 sett. 1882. “Minuta letta al S. Padre e da Lui approvata per la spedizione della lettera al Emo. Card. Arcivescovo di Compostella”, ACCS, R-333, fasc. 1, doc. 15). El borrador de la carta para enviar a Payá es el documento ACCS, R-333, fasc. 1, doc. 16. 77  Entre los que no faltaron anónimos, como el que se recibió, tan tarde como en junio de 1884, firmado por un catholicus non liberalis sicut Archiepiscopus sed S. Sedi ex toto corde addictíssimus (ACCS, R-333, fasc. 2, doc. 18). Presumiblemente cambiaría de postura pocas semanas después. 78  Bernardo Barreiro de V. V., “Cuestión de las cenizas del Apóstol Santiago”, Galicia Diplomática, II, 10 (1883), pág. 74, aunque rectificado inmediatamente unas afirmaciones que había sido “malamente interpretadas por algún diario no acostumbrado a controversias históricas”, e incluyendo una entrevista de un corresponsal de la revista con el cardenal Payá: “Declaraciones del Eminentísimo. Sr. Cardenal Payá y Rico en el asunto de las Reliquias del Apóstol Santiago”, Galicia Diplomática, II, 14 (1883), págs. 105-107. 76 

3. El Expediente canónico compostelano de 1883

Los inicios de un largo proceso

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as excavaciones, con todo, no fueron —desde el punto de vista de la iglesia compostelana— sino el principio de un proceso destinado a dar a conocer a todo el orbe católico, como entonces se decía, que se habían encontrado los restos de Santiago, ocultados en el siglo XVI por el arzobispo Sanclemente y perdidos desde entonces. Conforme a las normas canónicas se requería un proceso para probar que, efectivamente, entre los huesos encontrados en la catedral estaban los restos de Santiago y de sus discípulos Atanasio y Teodoro. Para probarlo a nivel local bastaba con un proceso diocesano. Para que fuese aceptado más allá de los límites locales hacía falta que Roma se definiese sobre el asunto. Es decir, había que demostrar en Roma que el proceso diocesano se había hecho con el suficiente rigor como para ser aceptado universalmente. Ya el cardenal Payá, en su pastoral de febrero de 1879 para dar cuenta a sus diocesanos del hallazgo recién encontrado, mencionó la necesidad de hacer, al terminar los trabajos arqueológicos, un riguroso examen facultativo y crítico.1 Es decir, un proceso canónico que resultase probatorio. El expediente que se debía incoar en la diócesis era de carácter judicial, con sus escribanos, sus jueces, su abogado defensor y su fiscal, o promotor de la fe, que era el encargado de resaltar los puntos débiles de los testigos, los expertos y de las distintas pruebas que se presentasen. El proceso se articuló, pues, como una instrucción judicial, recogiendo antecedentes históricos y testigos presenciales y proponiendo a distintos especialistas —unos en arqueología, otros en anatomía, otros en química— una

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Payá y Rico, “Carta pastoral de 5 de febrero de 1879”..., pág. 53.

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serie de preguntas sobre la probabilidad de que los restos descubiertos fueran las verdaderas reliquias apostólicas. O, al menos, que no fuese “temerario” plantear esa posibilidad. Se inició el 16 de junio de 1879 y se terminó el 27 de febrero de 1883, aunque tuvo una trayectoria accidentada. El 12 de marzo de 1883 el arzobispo emitió un decreto confirmando que, a tenor de las averiguaciones realizadas, se habían descubierto los restos de Santiago. Casi inmediatamente, el decreto episcopal se envió a Roma junto con el expediente en que se basaba. Se conserva en el Archivo Apostólico Vaticano2, como dije, y es el que hemos manejado para esta edición. No fue un proceso pacífico ni lineal. En realidad, el arzobispo lo había empezado —como de costumbre, por su cuenta— tras el descubrimiento de febrero de 1879, pero sin ninguna formalidad jurídica. Luego, esas actuaciones, anteriores a la constitución formal del proceso, se incorporaron al mismo. Así, un mes después del hallazgo ya se realizaron algunas de las pruebas clave, como la clasificación de los huesos y su estudio anatómico y químico, que se vio siempre como fundamental, pero que, propiamente, estaba fuera del marco jurídico del proceso. El primer juez instructor que nombró Payá fue el deán del cabildo, José María Canosa. Era el hombre adecuado desde el punto de vista técnico ya que tenía suficiente formación jurídica, pue había sido auditor del tribunal de la Rota española. Aceptó el nombramiento el 20 de junio de 1889.3 Ya al mes siguiente tomó declaración a Labín y López Ferreiro sobre el desarrollo de los trabajos que se habían llevado a cabo durante las excavaciones. Payá nombró también como “fiscal de impugnación” —el clásico abogado del diablo— al maestrescuela del cabildo, Miguel Hidalgo, el 18 de julio.4 Apenas dos meses después ambos habían presentado la dimisión, argumentando la renuncia al cargo por motivos familiares,5 pero no dejando de En Processus, 4165. Expediente canónico, pág. 3r. Una biografía de Canosa Insua en Carlos García Cortés, Aportaciones para una historia de la diócesis compostelana. Obispos y Deanes del cabildo catedral de Santiago. Siglos XI-XXI, Santiago de Compostela – Aranjuez, Cabildo de la SAMI Catedral de Santiago – Xerión Comunicación y Publicaciones, 2017, págs. 279-286. 4  Expediente canónico, pág. 36r. 5  Canosa dimitió el 25 de agosto de 1879, tras Hidalgo: Teniendo que ausentarse el que provee a su país natal por asuntos de familia, y habiendo renunciado el Señor Maestrescuela de esta Iglesia al cargo de Fiscal que se le había encomendado se ve en la necesidad de renunciar a su vez el de Juez Instructor (Expediente canónico, pág. 37r). 2  3 

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recordar al arzobispo que no habían recibido las pruebas que se les deberían haber entregado y que se habían realizado antes de su nombramiento.6 El arzobispo tardó más de un año en nombrar a los sustitutos. Fueron Pedro Seijas y Nicolás Iglesias nombrándose también como abogado defensor al párroco Ricardo Rodríguez Ballón.7 El abogado defensor desapareció posteriormente de Santiago,8 por lo que fue sustituido in extremis, para cerrar el expediente, por un fidelísimo de Payá, Manuel Gómez Adanza, asistente suyo en el cónclave de León XIII, vicerrector del seminario y el hombre de Payá en Roma.9 Un problema que se mantuvo a lo largo de todo el proceso fue la necesidad de encontrar pruebas suficientes no sólo para una declaración diocesana sino, sobre todo, para conseguir un refrendo romano. Tanto Fidel Fita y Aureliano Fernández Guerra, en su informe histórico, como los tres obispos sufragáneos de Oviedo,10 Orense11 y Tuy12 a los que Payá pidió por escrito su […] debiendo hacerle presente que no he podido recoger las firmas del acta de reconocimiento que obra a los folios 4 y 5, ni se me ha remitido tampoco la declaración de los médicos que han reconocido los huesos hallados en el sepulcro descubierto, y hoy depositados en una caja de hierro (Expediente canónico, pág. 38). 7  Expediente canónico, pág. 52r-v. 8  Cuando el fiscal presentó el escrito de impugnación al escrito del abogado defensor, lógicamente favorable al reconocimiento de los restos, no fue posible localizarlo para entregárselo y que redactase la réplica final. El notario declaró que —sorprendentemente— no se le encontraba, por lo que era necesario nombrar otro, como hizo inmediatamente el arzobispo: Yo, Notario Mayor lo pongo de que el Señor Licenciado Don Ricardo Rodríguez se halla ausente de esta Ciudad, y de que según me manifestaron sus domésticos no regresará a la misma por algún tiempo (Expediente canónico, pág. 146v). 9  Expediente canónico, págs. 147r-148v. 10  Benito Sanz y Forés, obispo de Oviedo, arzobispo de Valladolid y Sevilla y cardenal. Elaboró posteriormente un informe mucho más extenso y suscribió —ya como arzobispo de Valladolid—, las declaraciones de Fita y Fernández-Guerra ante Caprara a su paso por Madrid. Bien relacionado con Madrid, fue predicador de la Corte desde 1864, encargándose de las honras fúnebres de Alfonso XII en 1885 (Vicente Cárcel Ortí, “Sanz y Forés, Benito”, Diccionario Biográfico Español, vol. XLVI, [Madrid], Real Academia de la Historia, 2013, pág. 192-194). 11  Cesáreo Rodrigo Rodríguez, obispo de Orense de 1875 a 1895. Había coincidido con Payá en el Concilio del Vaticano (Miguel Ángel González García, “Rodrigo Rodríguez, Cesáreo”, Diccionario Biográfico Español, vol. XLIII, [Madrid], Real Academia de la Historia, 2013, pág. 791. 12  Juan María Valero y Nacarino, obispo de Tuy de 1876 a 1882. Sería después obispo de Cuenca, diócesis desde la que Payá fue promovido a Santiago de Compostela. 6 

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opinión,13 dejaron claro que el nivel de exigencia probatoria era diferente ante un tribunal diocesano que ante la Congregación de Ritos.

El viaje italiano de los canónigos arqueólogos

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os cambios que acabo de señalar no fueron los únicos incidentes a lo largo del proceso judicial. A mitad de expediente, se produjo la etapa álgida del enfrentamiento entre el cabildo compostelano y su arzobispo, que fue el año 1880, es decir, justo después del hallazgo de los restos y de las declaraciones de Payá a favor de su autenticidad y de las consiguientes grandes reformas que se harían en la catedral para venerarlos adecuadamente. Y tras las dimisiones presentadas por el juez y el fiscal del proceso. En 1880, los dos principales “colaboradores” arqueológicos del cardenal fueron a Roma14 llevando el escrito de agravios inferidos por el arzobispo que, como hemos visto, el cabildo dirigió al papa. El viaje romano fue un fracaso, ya que no consiguió su objetivo principal, pero tuvo su parte positiva. Sirvió para que López Ferreiro —poco aficionado a viajar— pudiera conocer de cerca el ambiente artístico y arqueológico romano e italiano, una experiencia muy útil cuando, años más tarde, tuvo que rediseñar la nueva cripta del Apóstol. En ese viaje los dos arqueólogos tuvieron tiempo suficiente para visitar las catacumbas romanas o para estudiar asuntos relacionados con las excavaciones jacobeas en distintos archivos y bibliotecas. Así, tras su viaje romano, pudieron añadir al Processus compostelano nuevos argumentos sobre los restos descubiertos

En el informe de los tres obispos se llegaba a decir, como después se dijo en Roma, aunque no se llevó a la práctica, que habría que comparar los huesos descubiertos con los que se veneran en las catedrales de Toledo y Pistoya, como reliquias de Santiago enviadas a aquellas Iglesias antes de la última ocultación. No siendo fácil esta comparación reuniendo las reliquias, podría pedirse un reconocimiento, descripción y hasta dibujo de las de Toledo y Pistoya, para en su vista certificar de la semejanza de color, manchas y demás caracteres con las descubiertas últimamente (Expediente canónico, pág. 49r). En el primer acuerdo de la Congregación de Ritos, inmediatamente rectificada por lenta y complicada, se planteó que el arzobispo compostelano enviase a Roma las reliquias que se han descubierto para compararlas con las que se conservan en la ciudad de Pistoya (Nova positio, pág. 4). 14  Labín había viajado ya a Roma como representante del arzobispo en la peregrinación de 1876 (Pombo Rodríguez, O Cardeal..., pág. 814). 13 

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en 1879.15 La más importante reliquia atribuida a Santiago que se podía ver en Italia era la que se conservaba en Pistoya, enviada por Gelmírez al obispo Atón. Para Roma, ésa era la piedra de toque para comprobar que lo que acababa de aparecer en el subsuelo de la catedral compostelana tenía algo que ver con los huesos de Santiago. De ahí el interés en la comparación entre la reliquia de Pistoya y las de Santiago. ¿Pudieron ver ambos canónigos en su viaje italiano la reliquia jacobea de Pistoya fuera del relicario y compararla con los restos encontrados en Compostela?16 A tenor de sus declaraciones no habría que descartarlo, aunque en la Nova positio no se afirma taxativamente.17 Desde luego, según el testimonio de Labín y López Ferreiro de mayo de 1881 en el Expediente canónico, no sólo vieron sino Aunque después del luminoso informe de los sabios arqueólogos Señores Fernández Guerra y Padre Fita no se puede ya dudar que pertenecen a la época romana las construcciones y objetos que se encontraron debajo del Altar Mayor de nuestra Basílica, sin embargo, a mayor abundamiento, en confirmación de ello estiman oportuno manifestar que en el viaje que el año próximo pasado hicieron a la Ciudad Eterna tuvieron la satisfacción de ver: a la entrada de las Catacumbas de San Calisto varios sepulcros de ladrillo de la misma forma y de igual orden que los dos hallados aquí; y en la Biblioteca del Vaticano, entre las antigüedades cristianas procedentes de las Catacumbas, algunas cuentas de vidrio de colores y otros objetos y fragmentos de la misma materia en todo semejantes a los objetos y fragmentos que se encontraron al hacer las exploraciones bajo el Altar del Apóstol, llamándoles de un modo especial la atención una campanilla también // —ciento veinte— de vidrio de color y de seis o siete centímetros de altura, a vista de la cual se dieron razón del uso a que estuvo destinado un badajito de la propia sustancia y de unos cinco centímetros de alto, que apareció entre los escombros que se sacaron de debajo de este Altar, y que sin duda perteneció a una campanilla de las mismas proporciones, poco más o menos, que la que queda mencionada y se conserva en la expresada Biblioteca (Declaración de J. Labín y A. López Ferreiro de 22 de mayo de 1881, en Expediente canónico, págs. 119v-120r). Estas aportaciones, consecuencias del viaje de 1880 las menciona también el prefecto de la Congregación de Ritos, Domenico Bartolini, en Apuntes, pág. 126. 16  Según se indica en el Expediente canónico, parece que sí: la Defensa llama la atención del Ilustrísimo Señor Juez sobre el examen comparativo de las reliquias del Apóstol que se veneran principalmente en Pistoya y Toledo. Los Señores Canónigos Labín y Ferreiro vieron estos huesos y los encuentran // con iguales caracteres a los del sepulcro que la medicina considera ser del Apóstol (Expediente canónico, págs. 173r-v). 17  Cuando Caprara viajó a Pistoya, ya no vivía el obispo de los tiempos de la visita de Labín y López Ferreiro. El nuevo obispo, Donato Velluti, había llegado a la diócesis en 1883, después de la muerte del anterior, Niccola Sozzifanti, con quien, presumiblemente, estuvieron los canónigos compostelanos en su viaje a Pistoya. Ni Caprara ni Chiappelli fueron conscientes en su primer encuentro de que el hijo de Chiappelli ya había hecho una peritación de la reliquia para Labín y López Ferreiro. Caprara sólo lo supo en Compostela y lo confrontó de nuevo con Chiappelli padre en el viaje de regreso, en que pasó de nuevo por Pistoya. 15 

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que inspeccionaron la reliquia enviada por Gelmírez: Por lo que hace a las reliquias del Santo Apóstol, que se conservan en Pistoya y en Toledo y que los que dicen han tenido el honor de inspeccionar, se refieren a lo que acerca de ellas han consignado los Señores Fernández Guerra y Padre Fita, añadiendo que el color y demás caracteres físicos de la primera no difieren de los que presentan los huesos del Cráneo clasificado de mediano entre los hallados aquí.18 ¿Llevaron en su viaje alguno de los huesos encontrados en el sepulcro de la capilla mayor compostelana recién descubierto? La seguridad con que hablan del color de los fragmentos de una y otra ciudad lleva a no descartarlo, aunque también es cierto que no deja de llamar la atención que no se mencionase esa comparación cuando Caprara apareció en Santiago de Compostela con las fotografías que había mandado hacer de la apófisis de Pistoya, extraída aposta de su relicario. Fue en Santiago donde Caprara supo que, además de ver la reliquia en su viaje italiano, Labín y López Ferreiro habían pedido un peritaje al doctor Chiappelli, hijo.19 Lo que sí parece claro, por sus declaraciones en el Expediente canónico es que compararon —de alguna manera— los restos de Pistoya con los de Santiago de Compostela: El examen comparativo, que de las reliquias mencionadas han hecho los que tienen el honor de informar, ofrece, a su juicio, una prueba muy atendible en favor de la autenticidad de los huesos, objeto de este expediente.20 A pesar de que el viaje les debió resultar apasionante a ambos, también tuvo su parte negativa, ya que López Ferreiro recibió una dura sanción por parte del arzobispo. Como sabemos, las desavenencias entre el cabildo y Payá arrancaban, aunque no sólo, de la arbitrariedad del arzobispo Declaración de J. Labín y A. López Ferreiro de 22 de mayo de 1881, en Expediente canónico, pág. 123r. 19  Un peritaje más genérico de la reliquia pistoyense la había realizado ya el 9 de enero de 1880 el doctor Alberto Chiappelli, hijo del citado Francesco, algo que entonces ignoraba el Promotor, a quien luego se lo comentaron en Compostela los dos Canónigos delegados (Nova positio, pág. 6). De todos modos, tampoco Caprara llevó —o al menos no se indica— fragmentos de los restos compostelanos para compararlos con la reliquia de Pistoya. Lo pudo haber hecho con algún fragmento tomado en Compostela cuando volvió a estar con Chiapelli en el viaje de vuelta a Roma. Desde luego, hubiera sido una comparación mejor que confrontar los huesos compostelanos con las fotos de la reliquia de Pistoya, aunque estuviesen fuera del relicario. Con todo, no hay que descartarlo ya que, como el mismo Caprara indica en la Nova positio, en Santiago inspeccionó directamente lo hallado en las excavaciones y recogió muestras, al menos arqueológicas. 20  Declaración de J. Labín y A. López Ferreiro de 22 de mayo de 1881, en Expediente canónico, pág. 123v. Queda en el aire lo que significa exactamente examen comparativo. 18 

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a la hora de iniciar las excavaciones a la busca del cuerpo del apóstol. Y la justificación de que fuera precisamente López Ferreiro a Roma podría tener que ver con su capacitación técnica para evidenciar esas arbitrariedades en la congregación vaticana ante la que presentarían su denuncia.21 Como sabemos no sirvió de nada, ya que nadie los recibió. Y al regreso se continuó con el proceso jurídico como si no hubiese pasado nada, si acaso con información nueva y más rigurosa, aprovechando lo que Labín y López Ferreiro habían visto en Italia. Esa información era imprescindible, ya que que la tónica de aquilatar las pruebas fue necesaria desde el momento en que la Congregación de Ritos analizó el proceso. Varias pruebas que se presentaron en el Expediente canónico como irrefutables fueron desechadas. Así sucedió con las pinturas del ábside que parecían colocadas allí para indicar dónde se habían ocultado los huesos y que Fita y Fernández Guerra reconocieron en declaraciones posteriores que ya estaban pintadas antes del ocultamiento.22 Lo mismo sucedió con la posible utilización del aspecto y color de los huesos encontrados para contrastarlos con otras reliquias ciertas, ya que, al haber sido lavados en alcohol para conservarlos, habían perdido sus características iniciales o con los restos de cera y las huellas plasmadas sobre la losa del reconditorio, que inicialmente se habían presentado como prueba de que el traslado se había hecho en secreto y de noche.23 También en sentido contrario hubo cambios. Así, los expertos médicos suavizaron algunas de sus cautelas iniciales, afirmando que los huesos podrían ser de hacía diecinueve siglos, en vez de su afirmación inicial de que podían tener varios siglos.24

Es la explicación más verosímil, siguiendo a Santos Fernández. Nova positio, pág. 33. 23  A favor en Expediente canónico, pág. 23v. En contra en la Nova positio: Igualmente, los dos Canónigos Delegados no creyeron conveniente insistir en la prueba que se deduce de las gotas de cera encontradas en algunos huesos, en el color rojizo de algunos otros y en el fragmento de mármol encontrado entre los mismos y que parecía idéntico al de los sepulcros de la Cripta. Y esto debido a que las gotas de cera ya no se conservaban, los huesos lavados con alcohol habían perdido su color rojizo y el fragmento de mármol se ha perdido (Nova positio, pág. 16). 24  Los tres profesores de anatomía […] indican que esos huesos pudieron pertenecer a personas que vivieron hace diecinueve o veinte siglos, // algo que no parecía muy claro en su primera declaración (Nova Positio, págs. 29-30). 21 

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La lectura del Expediente canónico junto con la de la Nova positio es especialmente significativa, por tanto, para ver cómo se fueron aquilatando unas pruebas y abandonando otras. Dentro de una visión general del proceso no deja de llamar la atención el poco interés prestado por Caprara a las conclusiones de los dos abogados defensores sucesivos. Paso ahora a presentar el aspecto material del Expediente enviado a Roma.

Descripción material del Expediente canónico

S

que resulte fundamental, tampoco sobra describir materialmente el Expediente canónico. En la caja con la signatura Processus 4165 del Archivio Apostolico Vaticano se conserva el original enviado a Roma del Expediente canónico instruido en averiguación de la autenticidad de las Sagradas Reliquias del Apóstol Santiago el Mayor y de sus discípulos San Atanasio y San Teodoro. Lo primero que llama la atención a quien haya trabajado en el archivo vaticano es que sobra espacio: no hay nada más en una caja que podría contener dos o tres expedientes similares. No hay ningún papel conectado con el proceso allí guardado, ni ninguna escrito que lo sitúe en su contexto. Únicamente aparece una carta, de 15 de julio de 1885, olvidada en la última página del expediente, dirigida a Silvestro Rongier,25 traductor del libro sobre el apóstol Santiago que publicó el cardenal Bartolini26 tras la Deus Omnipotens. La carta es de un empleado de la Tipografía Vaticana pidiéndole que devolviese corregidas las pruebas que le adjuntaban.27 Rongier utilizó —y muy bien— el original del Expediente Canónico para su traducción, probablemente sacándolo de la Congregación de Ritos o del Archivo. Quizá eso explique que no haya otros documentos en el legajo. Y quizá también explique su ausencia en el legajo que contiene la documentación de la reinventio en el Archivo de la Congregación para las Causas de los Santos, heredera de la Congregación de Ritos, que es donde debería estar. Dado que ninguno de los miembros de la Congregación de Ritos que debían decidir sobre las reliquias in

Rector de la Iglesia Española de Montserrat y Santiago en Roma. Apuntes. 27  Demostrando que en casa de herrero cuchillo de palo, la carta no tiene membrete impreso de la tipografía vaticana: está escrita a mano por el firmante, Luigi Monati. 25  26 

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compostelanas eran españoles, utilizaron una traducción italiana del Expediente canónico. De ahí que, cuando lo citan, lo hagan con una paginación diferente al original.28 El tomo del Processus 4165 está encuadernado por la Encuadernación e Imprenta diocesana, como figura en la etiqueta de la contraportada. Aunque la encuadernación le da un carácter unitario, en realidad une materiales diversos en distintos formatos y paginaciones. Empieza con un ejemplar del Boletín Oficial del Arzobispado de Santiago que contiene la pastoral de Payá de febrero de 1879, es decir, la primera pastoral sobre la reinventio.29 La pastoral, impresa, lleva su paginación original, que no cuenta para el resto del volumen. A continuación se incluyen los originales manuscritos de los acuerdos, notificaciones, deposiciones y análisis científicos realizados en esos años. Están paginados en letra, no en números, sin tener en cuenta la vuelta. Son 180 páginas, rectas y vueltas. Esta parte, que es la sustancial, finaliza con el escrito con el que se remitió el expediente al arzobispo, firmado por Pedro Seijas, sin paginar, un folio r-v. El conjunto se cierra con el Decretum Archiepiscopale de 12 de marzo 1883 en el que Payá declara que las reliquias encontradas pertenecen real y verdaderamente a los cuerpos de Santiago, Atanasio y Teodoro. El Decretum Archiepiscopale —con el que se da por concluido todo el proceso— son tres folios de cuidada caligrafía, como corresponde a un documento jurídico importante. Todos los textos son originales y van siempre firmados y, cuando procede, sellados. Algunas partes del Expediente canónico fueron usadas en varias publicaciones, ya desde el momento en que se realizaron cada una de las distintas pruebas o interrogatorios que lo constituyen. Más aún, algunos de los testimonios del proceso incluso fueron primero publicados y luego incorporados al expediente, como sucedió con la pastoral de Payá de 5 de febrero de 1879 escrita para dar cuenta de los huesos encontrados. No todo era, por tanto, inédito cuando llegó a Roma, pero sí era original. Así, por ejemplo, las pruebas químicas y anatómicas realizadas a los huesos, fueron publicadas, antes de terminarse el expediente compostelano y con permiso del Cardenal Payá,

Como indico al hablar de la Nova positio, ya García Villada, al explorar el antiguo archivo de la Congregación de Ritos, dio cuenta de haber visto allí el borrador de la traducción en italiano (Zacarías García Villada, Historia Eclesiástica de España, t. I: El cristianismo durante la dominación romana, (1ª Parte), Madrid, Compañía Ibero-Americana de Publicaciones, 1929, pág. 135). 29  Payá y Rico, “Carta pastoral de 5 de febrero de 1879”..., págs. 49-54. 28 

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en la prensa30 y en el libro de Fernández-Guerra y Fita sobre su viaje a Galicia.31 Tanto en un caso como en otro parece claro el interés del arzobispo en difundir unas pruebas que consideraba definitivas, aunque las conclusiones de los tres científicos sólo afirmaban prudentemente que no parece temeraria la creencia de que dichos huesos hayan pertenecido a los cuerpos del Santo Apóstol y sus dos discípulos.32 También se basó en el expediente compostelano el libro del cardenal Bartolini Cenni biografici.33 El libro era hasta ahora la fuente más importante de información sobre el Expediente Canónico ya que Bartolini lo escribió apoyándose en él para —presumiblemente— respaldar con datos la bula Deus Omnipotens. Bartolini, sin embargo, parece que usó una traducción al italiano del Expediente canónico, que cita como Processo Compostell. Sus referencias no coinciden con la paginación del Expediente canónico original, cosa que sí sucede, en cambio, en la traducción española de Cenni, publicada como Apuntes por Rongier Fullerad.34 De hecho, Rongier no traduce las citas de la versión italiana de Bartolini sino que transcribe, con excelente precisión —por ejemplo en las actas capitulares antiguas—, los textos originales del Expediente canónico enviado desde Santiago de Compostela. Como ocurre en algunos libros, en este caso la traducción es preferible al oriAntonio Casares; Francisco Freire y Timoteo Sánchez Freire, “Documento importantísimo”, La Ilustración Católica, Madrid, V, 3 (21 de julio de 1881), págs. 18-19. (Fernando Ponte Hernando e Isabel Rego Lijó, La locura y el bisturí. I Centenario de don Timoteo Sánchez Freire, Santiago de Compostela, Seminario Mayor Compostelano – Universidade de Santiago de Compostela, 2012, pág. 175, n. 330). 31  Fita y Fernández-Guerra, Recuerdos..., págs. 109-111. Lo recoge como apéndice I, que titula “Documento importantísimo. Dictamen de los profesores facultativos sobre las reliquias exhumadas en las excavaciones de la basílica compostelana”. En nota indican que Agradecemos vivamente al ilustre Prelado de Santiago la autorización con que nos honra para publicar este documento, según la copia legalizada que nos remite. 32  Fita y Fernández-Guerra, Recuerdos..., pág. 111, recogiendo la opinión de los catedráticos santiagueses. 33  Cenni. 34  Apuntes. Ya he indicado que García Villada habla de haber visto en el archivo de la Congregación de Ritos una traducción en italiano del Expediente canónico. Probablemente sea la traducción por la que se cita en la Nova positio. En el ACCS, R-333, fuera de fascículo, figura una “Traduzione della Copia Pubblica, relativa al Processo per l’autenticità delle reliquie dell’Apostolo S. Giacomo Maggiore e de Suoi discepoli S. Teodoro e S. Atanasio, Compostella, 1883”. 30 

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ginal.35 Se aparta sin embargo del texto italiano respecto a lo que Bartolini —y la Congregación de Ritos— parecían valorar más. En efecto, Bartolini no recoge las pruebas físico-químicas, sino que se basa en el interrogatorio que hizo el enviado pontificio a los profesores compostelanos, que le explicaron los motivos de su selección de restos y le dejaron claro que en uno de ellos faltaba la apófisis mastoidea derecha, que, como ya sabemos, fue el regalo que en el siglo XII hizo Gelmírez a San Atón y se venera en Pistoya, en un magnífico altar de plata. Esta prueba es la única de tipo “positivo” utilizada por Bartolini, que la incluye en el apéndice. El resto son documentos históricos. Sobre la reliquia de Pistoya, en cambio, se incluye en el texto italiano una carta del catedrático de medicina Francesco Chiappelli al promotor de la fe rectificando su dictamen anterior y ajustándolo a lo que el promotor había comprobado en su visita a Santiago. Chiappelli se había confundido en su análisis y tomado la apófisis derecha por la izquierda.36 Esta carta de rectificación no figura en la edición en castellano, que se limita a recoger un sólo párrafo: debidamente examinada la dicha Reliquia pistoyense, o apófisis mastoidea de Santiago Apóstol, [Chiappelli] declar[ó] en conciencia que era la dere-

En la portada de su texto, Rongier especifica claramente que hizo una traducción libre del italiano. En realidad es mucho más que una traducción, por muy libre que sea. Se trata de un libro mucho más extenso, que tiene 405 páginas frente a las 268 del original italiano, e incluye además apéndices adecuados al lector español, que no aparecen en el texto de Bartolini. 35 

36  Monsignore Illmo. Oggi volge appunto un anno, che V. S. Illma passò una seconda volta da Pistoia, e mi trovò nella inesplicabile fissazione, che la preziosa reliquia di S. Iacopo fosse costituita all’apofisi mastoidea sinistra, mentre è la destra. È un fatto che io non so spiegare a me stesso, ma pure è avvenuto: il Santo me lo perdoni. Pregai Mons. Velluti-Zati Vescovo di Pistoia a voler correggere per lettera questa inesattezza, e mi promise di farlo; ma poi rivedendolo disse non interessava gran fatto. Mi par d’aver un peso sulla coscienza a non schiarire la cosa almeno con lei, avanti che ci approssimiamo di più alla Festa del Grande Apostolo. La prego a volermi scusare, e a non sgradire i rispettosi ossequii che porge a V.S. Illma Mons. Caprara. Pistoia 21 giugno 1885. Il Dmo. servo Francesco Chaippelli (Cenni, pág. 266). Guerra Campos anota también esta aclaración: En Pistoia, sin conocer la pericia de Compostela, se coincidió en que era efectivamente la apófisis mastoidea derecha. El Dr. Chiappelli se apresuró a corregir la inexactitud de una expresión suya, cuando Caprara estuvo por segunda vez en Pistoia y él cayó en la inexplicable fijación de hablar de la “izquierda, mientras es la derecha” Cf. pp. 265-266 de la edición italiana de Bartolini (José Guerra Campos, La bula Deus Omnipotens y la peregrinación jacobea en los siglos XX y XXI, [Santiago de Compostela], Cabildo de la S.A.M.I. Catedral de Santiago, 2013, pág. 157, n. 15).

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cha.37 Me parece que lo que acabo de señalar en este apartado es todo lo que se publicó en el XIX utilizando el Expediente canónico. Pasemos al siglo XX. El primer historiador del siglo pasado que publicó una referencia38 extensa del expediente compostelano fue Zacarías García Villada.39 José Guerra Campos volvió sobre él con motivo del Año Santo de 1954. Publicó entonces un libro40 con la traducción de la bula Deus Omnipotens de 1884 y —para explicarla y desarrollarla— la acompañó de varios apéndices históricos sobre las peregrinaciones jacobeas. En 1985 volvió a editarse.41 Se hizo de nuevo en 2013, en un libro del cabildo de Santiago, con prólogo de Julián Barrio, arzobispo de Santiago de Compostela, y una larga introducción de Segundo Pérez,42 deán entonces de la Catedral, en homenaje al canónigo Jenaro CeCarta del Doctor Chiapelli sobre la Reliquia de Santiago venerada en Pistoya. Según lo referido en la página 163, los peritos físico-anatómicos de Compostela, declararon en el reconocimiento de los huesos del segundo grupo del medio (pertenecientes al Apóstol) que faltaba en ellos la apófisis mastoidea derecha, de donde se deducía que la apófisis venerada en Pistoya no podía ser otra que esta misma derecha. Faltaba, sin embargo, el juicio científico de la segunda, y esto verificó el entendido médico-cirujano de Pistoya D. Francisco Chiapelli, el cual, sin tener noticia del examen hecho en Compostela, siguiéndose en todo las instrucciones reservadas del señor Promotor de la Fé, escribió al mismo en 21 Junio último que “debidamente examinada la dicha Reliquia pistoyense, ó apófisis mastoidea de Santiago Apóstol, declaraba en conciencia que era la derecha”. Con esto, y aunque por via de exclusión ya se sabia que no podía ser otra, nada falta ya de cuanto puede exigir la mas severa crítica para juzgar en definitiva sobre la identidad de las Reliquias descubiertas del Apóstol en Compostela y la que del mismo tantos siglos ha conserva la católica Pistoya (Apuntes, págs. 400-401). 38  Un resumen del expediente del ACS, apoyándose en el libro de Apuntes, en Salustiano Portela Pazos, “Las reliquias del Apóstol Santiago. Desde Don Juan de Sanclemente al Cardenal Payá”, Ultreya, 4 (1919), págs. 55-57. 39  No utilizó el original del AAV sino la copia que se conserva en el ACS, como indico en su momento. El índice de la copia del Expediente canónico que se conserva en el Archivo de la Catedral de Santiago figura en García Villada, Historia Eclesiástica de España…, págs. 374-375, con la numeración de las distintas actuaciones del proceso. Para la época en que se publicó me parece un texto extraordinariamente pionero en los estudios jacobeos sobre el XIX y no deja de sorprender que casi nadie lo menciona. 40  José Guerra Campos, Roma y Santiago: Bula ‘Deus Omnipotens’ de S. S. León XIII sobre el Cuerpo del Apóstol Santiago, Santiago de Compostela, [Junta Organizadora del Año Santo Compostelano 1954], 1953. 41  José Guerra Campos, Roma y el sepulcro de Santiago: La Bula ‘Deus Omnipotens’ (1884), notas históricas por —, Obispo de Cuenca, Santiago de Compostela, Edición del Excmo. Cabildo de la S.A.M.I. Catedral, 1985. 42  Segundo L. Pérez López, “Introducción”, en Guerra Campos, La bula Deus Omnipotens y la peregrinación jacobea…, págs. 15-28. 37 

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brián, recién fallecido, que se había encargado en los años anteriores de los peregrinos que llegaban a Santiago. En ese libro homenaje vuelven a incluirse la traducción de la bula y los apéndices de Guerra Campos de 1954. De esos apéndices, el número XIII está dedicado a la “Exhumación de los restos de Santiago en 1879 y declaración de su Autenticidad”.43 Guerra Campos indica que se basa en el Expediente instruido acerca de la autenticidad de las Sagradas Reliquias de Santiago Apóstol. El original de este Proceso diocesano se conserva en el Archivo Secreto Vaticano […].44 Una copia de más folios se guarda en el Archivo de la Iglesia Catedral de Santiago,45 del que indica las piezas que lo forman, es decir, reproduce el índice de documentos recogidos en el expediente compostelano. Recientemente, el también canónigo compostelano Barral Iglesias publicó un artículo sobre el conjunto del expediente, aunque no sobre el del Archivo Apostólico Vaticano, sino el que se conserva en el Archivo de la Catedral de Santiago.46 Con la edición de la versión original —la enviada a Roma, que es la que transcribo aquí—, tenemos, por fin, el texto íntegro del documento y se cumplen —como dije en la introducción— los deseos que han manifestado los pocos investigadores que lo han manejado sobre la conveniencia de publicarlo.

Guerra Campos, La bula Deus Omnipotens y la peregrinación jacobea..., págs. 151-160. El manuscrito recoge numerados en letra ciento ochenta folios a los que hay que añadir cinco de carta y decreto episcopal declarando las reliquias halladas “vere et realiter pertinere ad corpora Sti. Iacobi Apostoli...” y la carta pastoral dando la noticia que aparece también encuadernada al principio del legajo sin incluirse en la numeración del expediente. 45  Guerra Campos, La bula Deus Omnipotens y la peregrinación jacobea..., pág. 151. 46  Alejandro-Benito Barral Iglesias, “El Expediente del Proceso de reconocimiento de la autenticidad de las Reliquias del Apóstol Santiago el Mayor y sus discípulos Atanasio y Teodoro”, Annuarium Sancti Iacobi, 2 (2013), págs. 397-418. Se recoge sustancialmente en su libro póstumo Barral Iglesias, El sepulcro de Santiago..., págs. 391-399. 43  44 

4. La Nova positio romana de 1884

La reinventio, entre Santiago y Roma

C

Payá publicó el decreto diocesano reconociendo por verdaderas las reliquias, indicó también su intención de validarlo ante el papa León XIII, por medio de la Congregación de Ritos. El cardenal Bartolini, en Cenni recoge con precisión la trayectoria que tal validación siguió desde que se aprobó el decreto diocesano hasta que el papa publicó las letras apostólicas Deus Omnipotens. Hay que tener en cuenta, no obstante, que el interés de la Congregación de Ritos por lo que se estaba sustanciando en Santiago de Compostela no empezó en 1883, con la llegada a Roma del Expediente canónico, sino antes.1 Lo he indicado ya al hablar de los opositores a los planes de Payá que escribieron protestando a Roma. Desde ese momento, en varias ocasiones se pidió a Santiago que acelerarse el proceso. Le fue indicado directamente desde Roma2 o a través del nuncio en España.3 uando

Al menos desde septiembre de 1882. Además de lo ya mencionado habría que señalar, al menos los siguientes documentos que trataron de recabar información de la situación del proceso antes de que se enviara a Roma el Expediente canónico: 2 de octubre de 1882, petición del prefecto de la Congregación de Ritos para que el arzobispo compostelano enviase gli atti e i documenti assunti per la indicata invenzione dei corpi di san Giacomo e discepoli (ACCS, R-333, fasc. 2, doc. 6); 29 de diciembre de 1882, minuta del prefecto de la Congregación de Ritos informando a Payá de la llegada de nuevas quejas super invenzione corporis S. Iacobi (ACCS, R-333, fasc. 2, doc. 7); Lisboa, 22 de marzo de 1883, carta de Gaetano Aloisi Masella, nuncio en Portugal, al prefecto de la Congregación de Ritos informándole del proceso sobre la reliquias de Santiago (ACCS, R-333, fasc. 2, doc. 8). 3  El 29 de marzo de 1883 Mariano Rampolla, escribió al prefecto de la Congregación de Ritos indicando que había recordado al cardenal Payá la necesidad de acelerar la conclusión del proceso sobre las reliquias de Santiago (ACCS, R-333, fasc. 2, doc. 9). Y lo hizo a pesar de que Payá había escrito ya anunciando el envío del Expediente canónico. 1  2 

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Payá firmó el 12 de marzo de 1883 el decreto diocesano dando por finalizado el proceso compostelano, lo envió a Roma4 e inmediatamente salió para Madrid,5 donde presumiblemente movió sus contactos en la corte para favorecer el buen resultado de su petición.6

El Expediente canónico en la Congregación de Ritos

E

l expediente sobre el hallazgo arqueológico de Santiago de Compostela llegó finalmente al organismo de la curia romana competente para resolver sobre culto y reliquias, que entonces era la Congregación de Ritos. A fines del XIX las congregaciones romanas formaban —como ahora— el gobierno central de la Iglesia —que, ciertamente, era mucho más reducido y sencillo que hoy en día— y asistían al papa en los distintos asuntos que llegaban a Roma. Las congregaciones —o ministerios— dedicadas al gobierno temporal —policía, transportes, etc.— de los Estados pontificios habían desaparecido desde la toma de Roma por las tropas de los Saboya en 1870. Quedaban las congregaciones encargadas de asuntos religiosos. La Congregación de Ritos era una de las quince primitivas, creada en la sistematización de la curia7 hecha por Sixto V en 1588, que la llamó Congregación

Escribió el 12 de marzo de 1883 al prefecto de la Congregación de Ritos acompañando el envío del Expediente canónico (ACCS, R-333, fasc. 1, doc. 23). 5  Nuestro Emmo. Prelado ha marchado esta mañana en dirección a la Corte para asuntos que interesan a esta Archidiócesis (BOAS, XII, 890 (1883), pág. 105, del jueves 5 de abril). 6  Lo recordó más adelante el prefecto de la Congregación de Ritos, [...] Su Majestad Católica que hoy reina, el Rey D. Alfonso XII, por medio de su egregio Embajador el marqués de Molins, interpuso cerca del Santo Padre las más ardientes prácticas y recomendaciones e hizo las más vivas instancias para la pronta resolución de tan importante y gravísimo negocio. La Santidad de Nuestro Señor Leon XIII, acogiendo benignamente las súplicas de S. M. el Rey de España y del Eminentísimo Cardenal Arzobispo de Compostela, dispuso sin dilación alguna, que una Congregación particular compuesta de algunos Eminentísimos Cardenales, pertenecientes á la S. Congregación de Ritos, y de los Prelados oficiales de la misma, bajo la reserva del alto secreto pontificio, se dedicase á examinar y pronunciar su juicio sobre lo actuado en el Proceso hecho por el Eminentísimo Cardenal Arzobispo de Compostela y sobre el consiguiente Decreto que dio el mismo (Apuntes, pág. 153). 7  En la constitución Immensa aeterni que, en sólo quince páginas, resolvió la organización de la curia para casi cuatro siglos. 4 

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de Ritos y Ceremonias Sagradas.8 Ocupaba el quinto lugar —la primera era la Santa Inquisición— y se encargaba de asuntos tan fundamentales dentro de la Iglesia como las ceremonias litúrgicas, los libros sagrados o las canonizaciones. Propiamente, el nombre actual de “congregación” es un apócope. Realmente, el nombre de estos órganos de gobierno, desde su creación, fue el de “Congregación de cardenales”, ya que estaban formados por cardenales nombrados por el papa que se congregaban para deliberar o decidir en su ámbito de competencia. Cada Congregación de cardenales estaba asesorada —como ahora— por consultores, es decir, expertos, que presentaban en las reuniones de los cardenales adscritos a cada Congregación sus dictámenes —o votos— sobre los asuntos que figurasen en el orden del día. Normalmente, ya que el procedimiento era similar en todas las congregaciones, actuaban cuando se recibía una consulta o se producía en alguna diócesis un conflicto lo suficientemente significativo como para llegar a Roma. El secretario de la Congregación recibía la información inicial, hacía o reclamaba las averiguaciones pertinentes y la pasaba a los consultores para que redactasen sus dictámenes. Con la documentación recibida, la correspondencia generada en el proceso y los dictámenes de los consultores lo normal era que los funcionarios —los oficiales— de la Congregación redactasen una monografía, en forma de libro, llamado positio. El redactor de la positio utilizaba para su texto toda la documentación de que disponía, extractándola, citándola textualmente o poniéndola como apéndice documental. Cada positio constaba de uno o varios volúmenes que podían llegar a tener, dependiendo del asunto, cientos de páginas. Redactada la positio, la tipografía vaticana imprimía tantos ejemplares como personas debían usarlo, entre cardenales y consultores. Era, por tanto, un avanzado sistema de edición sobre pedido que, además, estaba muy bien impreso, con caracteres tipográficos generosos que permitían una cómoda lectura. La positio, haciendo honor a su nombre, tomaba postura sobre el asunto que se debatía y planteaba las preguntas clave a las que la Congregación debería responder. La discusión de la positio se llevaba a cabo en una reunión específica de los comisionados para el asunto —congregación particular— y el secretario levantaba un acta —un verbale— con las opiniones

A partir de la reforma de Pablo VI en 1969, sus atribuciones se dividieron entre la Congregación para el Culto Divino y la Congregación para las Causas de los Santos. Ver Congregatio de Causis Sanctorum, Miscellanea in occasione del IV centenario della Congregazione per le cause dei santi (1588-1988), Città del Vaticano, 1988, que recoge también trabajos sobre la Congregación de Ritos. 8 

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de todos los que intervenían.9 A fines del XIX tanto cada positio como cada verbale solían redactarse en italiano, aunque podían tener muchas partes en latín, así como documentos en diversos idiomas. La trayectoria de la petición compostelana en Roma se puede seguir, ya desde 1884, en el libro del propio prefecto de la Congregación de Ritos, el cardenal Bartolini.10 El resultado de esta primera reunión o congregación particular —que es un nombre genérico— del 20 de mayo de 1884 fue negativo, decidiéndose un aplazamiento —dilata— y solicitando aclaraciones complementarias al Expediente canónico. La minuta que el promotor de la fe de la Congregación de Ritos presentó al papa el 25 de mayo, sintetizando las conclusiones de esa reunión, es demoledora, dentro de la objetividad con que transmite al papa lo visto por la congregación: Vuestra Santidad, habida cuenta de la gravedad de este asunto impuso el secreto para su estudio y ahora, el Promotor de la Fe, de oficio, presenta a Vuestra Santidad una fiel y sucinta relación de las Actas mencionadas. Expondrá en primer lugar los aspectos extrínsecos. En segundo lugar, la narración de los hechos. En tercer lugar, las pruebas más convincentes a favor de la identidad de las reliquias. Y en cuarto lugar las objeciones que se le pusieron o que se le pueden poner.11 Inmediatamente, deja sentando que el supuesto juicio canónico no es tal ya que no sigue las normas del derecho: Las Actas enviadas se denominan impropiamente Procesos jurídicos y canónicos, cuando en realidad no son más que una colección de escritos y documentos sin ninguna forma o estructura judicial. No se constituyó un tribunal. No hubo examen jurídico ni juramento de los peritos físicos, arqueológicos e históricos [...]. Dos CanóniEn algunos casos, al menos en las que yo he consultado, de la Congregación de Ritos, de la Inquisición o de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios las intervenciones de los cardenales iban desde una larga exposición a un escueto “concuerda” con el ponente, o, incluso, “todos están de acuerdo”. 10  Apuntes, págs. 153-184. 11  “Diligenze, che il Promotore della Fede crederebbe opportune, per togliere di mezzo ogni dubbio sulla identità delle reliquie trovate nel mezzo dell’Abside della Cappella Compostellana”, 25 maggio 1884, ACCS, R-333, fasc. 1, doc. 12. Es un interesante documento, de 38 folios, sin paginar, que recoge las dificultades que se plantea la Congregación de Ritos para validar el decreto del card. Payá en el que confirma el hallazgo de los restos de Santiago. 9 

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gos, delegados para presidir las excavaciones, hacen por escrito un informe que no es ni siquiera jurado. Sobre este informe y los de los peritos indicados los Obispos de Oviedo, Orense y Tuy escribieron un voto favorable, e hizo otro más desarrollado el obispo de Oviedo Mons. Benito Sanz y Forés, actualmente Arzobispo de Valladolid. Los únicos que prestaron juramento fueron los operarios que trabajaron en las excavaciones y algunas personas incultas que testimoniaron para probar la tradición popular, a los que ni siquiera se les hicieron preguntas específicas, sino que, ante el Vicario General y el Abogado defensor se les leyó una parte del informe de los dos Canónigos delegados y ellos confirmaron que era cierto lo que allí se decía. El Expediente continúa con la inserción de algunos documentos, manuscritos o impresos, // no se hace ningún reconocimiento jurídico de los mismos ni se confrontan las Reliquias encontradas con otras auténticas del Santo Apóstol. En lugar de eso, los escritos son examinados por un Abogado, el cual concluye con una defensa acomodaticia. A continuación el Fiscal de la Curia redacta un escrito o requisitoria de oficio contra la autenticidad y la identidad de las reliquias. Otro Abogado responde con un segundo escrito: y, directamente, sin que el Fiscal manifieste que se ha conformado con la répica, sin ninguna forma de Tribunal, el Eminentísimo Arzobispo emana la sentencia en que declara la autenticidad de las Reliquias encontradas con la que se cierra el Expediente. El mismo Abogado defensor confiesa que falta la forma jurídica y lo excusa diciendo simplemente que el proceso se hizo conforme a las normas procesales civiles y no a las canónicas. Pero es evidente que en estos juicios la Santa Sede juzga según sus propios procedimientos y no según los que son propios de los tribunales civiles.12 Due Canonici deputati a presiedere gli scavi, sono quelli che ne fanno in iscritto una relazione neppure giurata: sopra questa relazione e quella dei predetti periti, i Vescovi di Oviedo, Orense e Tuy, scrissero un loro voto favorevole, ed un altro più esteso lo stesso Vescovo di Oviedo Mons. Benedetto Sanz y Forés ora Archivescovo di Valladolid. I soli che giuraronno sono i manuali impiegati agli scavi, ed altre poche persone indotte per provare la tradizione popolare, ai quali però non si fecero peculiari interrogazioni, ma innanzi al Vicario Generale, ed all’Avvocato difensore si lesse una parte della Relazione dei due Canonici delegati, ed essi risposero esser vero, quello che ivi si conteneva. Segue la inserzione di alcuni documenti, scritti o stampati, // non si fa alcun giuridico riconoscimento di esse né confronto delle Reliquie trovate con altre certe del Santo Apostolo. Invece l’incarto viene dato ad esaminare ad un Avvocato, il quale da essi trae una difesa di opportunità. Allora 12 

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Con todo, la parte propiamente jurídica, aunque inválida, podría ser subsanada. Más graves eran las contradicciones en las pruebas que el Expediente canónico ofrecía y que debían ser aclaradas, incluso centrándose sólo en la argumentación del fiscal y en su relación de dudas y preguntas sin contestar por parte de los que afirmaban que había pruebas suficientes para afirmar la identidad de ls reliquias encontradas: El propio Promotor Fiscal planteó no pocas razones para admitir dudas razonables y otras más pueden deducirse de la atenta lectura de los documentos presentados. La primera dificultad que se presenta es saber cuándo los tres cuerpos desaparecieron del sepulcro primitivo. Los dos Canónigos delegados creen que al aproximarse Almanzor a Santiago de Compostela, a finales del siglo décimo, San Pedro de Mezonzo puso en lugar seguro los tres cuerpos mezclando entonces los huesos respectivos. Y después los devolvió a depositar en el sitio en que estaban. En cambio, el Arzobispo e Valladolid cree que no fueron movidos entonces, sino que la mezcla de los restos se produjo en el siglo XVI de mano del Arzobispo San Clemente. Ante esta incertidumbre, ¿cómo se puede establecer con seguridad que el ocultamiento tuvo lugar en 1589 al acercarse el ejército inglés? ¿No podría haber sucedido que Almanzor, como había amenazado, hubiese quemado los huesos del Santo junto con su sepulcro? Máxime teniendo en cuenta que las huellas del incendio en la cripta son manifiestas mientras que difícilmente pueden mantenerse la historias sobre el monje que estaba rezando ante el sepulcro y el rayo que cayó a los pies de Almanzor. En apoyo de esta hipótesis estaría el hecho de que durante varios siglos se veneró la cabeza de Santiago, que en su día se pensó era del Mayor, en un rico relicario de plata. Se dice que provino de León, llevado a Santiago por Gelmírez en el año 1116 y en la Historia Compostelana se atribuye a Santiago Apóstol. Los dos il Fiscale della Curia redigge una scrittura o requisitoria di officio, contro l’autenticità e identità delle Reliquie medesime. Un altro Avvocato risponde con una seconda scrittura: e quindi senza che il Fiscale dichiari di acquietarsi alle dette repliche, senza veruna forma di Tribunale, l’Emo Arcivescovo emana la sentenza constare della identità delle Reliquie trovate, e con questa si pone fine agli Atti. Il medesimo Avvocato difensore confessa che manca nel caso la forma giuridica, e solo scusa il fatto col dire, che il processo fu compilato secondo la procedura civile e non canonica. Ma è manifesto, che in simili giudizi la Santa Sede giudica secondo la propria procedura, e non // secondo quella dei tribunali laici (ACCS, R-333, fasc. 1, doc. 12, sin paginar).

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Canónigos delegados añaden que el hecho de que esa cabeza estuviera quemada, que fuera sacada en las procesiones más solemnes y que tuviera tallados los atributos de Santiago el Mayor en las andas, hizo sospechar a algunos que se trataba de los restos del Santo Apóstol, quemado por Almanzor.13 Los defectos encontrados tanto en el procedimiento como en los contenidos del Expediente canónico14 presentaban, pues, abundantes dudas, cuando no lo anulaban en la forma y en el fondo.15 Lo que prudentemente habían 13  Pur nondimeno il Promotore Fiscale oppose non poche ragioni di dubitare, ed altre ne risultano dall’attenta lettura degli esibiti documenti. E la prima difficoltà si presenta da se stessa nella incertezza del tempo in cui i tre corpi sparirono dai primitivi sepolcri. I due Canonici deputati credono nell’avvicinarsi di Almanzorre sulla fine del secolo decimo, S. Pietro Mosoncio pose in salvo i detti corpi, e ne confuse le ossa; e quindi li rimise ai loro posti. Invece, Mons Arcivescovo di Valladolid crede che non fossero tolti allora, ma che la confusione delle ossa accadesse nel secolo XVI per opera dell’Arcivescovo Sanclemente. In questa incertezza come si può stabilire con sicurezza che la occultazione ebbe luogo nel 1589 all’avvicinarsi dell’esercito inglese? Non potrebbe essere invece che Alman- // zorre come ave minacciato, insieme col sepolcro del Santo, ne bruciasse pure le ossa? Tanto più che le tracce dell’incendio nella cripta sono manifeste, né possono certamente attendersi, como si disse, le dicerie del monaco apparso, e del fulmine caduto ai piedi di Almanzorre. Ed in conferma de tale ipotesi verrebbe il fatto che da parecchi secoli in un ricco reliquiario di argento si venerava il capo di San Giacomo, che un tempo fu creduto del Maggiore. Si dice che la sua provenienza fu da Leon, portatovi da Gelmirez nell’anno 1116 e nella Storia Compostellana viene chiamato assolutamente di S. Giacomo Apostolo. Aggiungono i due delegati che l’essersi trovata bruciata la testa, il portarsi nelle processioni più solenni, e l’avere nella mensola scolpiti gli attributi di S. Giacomo il Maggiore, ha fatto sospettare ad alcuni che questi fossero i resti del S. Apostolo bruciate di Almanzorre (ACCS, R-333, fasc. 1, doc. 12, sin paginar) 14  Es casi lo contrario de lo que afirmaba Payá en el decreto de confirmación de las reliquias, donde señalaba que se habían cumplido todas las normas previstas por el derecho canónico: servata sunt omnia servanda iuxta sacros Ecclesiae Canones [...] con que se cierra el Expediente canónico. 15  Las críticas a que había sido sometido el Expediente canónico, en las que se basaron las conclusión de la Congregación de Ritos no fueron nada complacientes. En el ACCS se conserva una traducción italiana del Expediente canónico con anotaciones marginales que podrían ser, en principio, de algún consultor. Son absolutamente cáusticas. Si el Expediente canónico empieza hablando de la predicación de Santiago en España, el comentario es que esto no tiene nada que ver con lo que se analiza. El asunto es explicar cómo llegó el cuerpo desde Jerusalén a Compostela. Cuando se afirma que Todos los escritores son concordes en afirmar que Almanzor respetó el sepulcro el comentario es que no es cierto que todos estén de acuerdo, ni siquiera en este Expediente. Al decirse de pasada que el arzobispo Sanclemente fue quien ocultó los restos de Santiago, apostilla que eso es una conjetura, no una certeza. Y así sigue comentando los párrafos del Expediente canónico (ACCS, R-333, fasc. 1, doc. 3).

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indicado Fita y Fernández-Guerra en sus informes, es decir, que las pruebas recogidas en el Expediente canónico podían ser suficientes para una aprobación diocesana, pero no para una romana, se cumplió al pie de la letra: el promotor de la fe consideró que los datos aportados podrían ser aceptables para un decreto diocesano de autenticidad de reliquias, pero eran insuficientes para una aprobación pontificia. Y propuso al papa que, si se quería seguir adelante con la solicitud de Payá, era necesario hacer, sin declararlo explícitamente, un nuevo proceso según las normas establecidas por el derecho canónico: De lo dicho hasta ahora parece evidente que en nuestro caso no sólo falta la forma, sino también el fondo exigido por la Santa Sede para proceder con certeza a una sentencia definitiva. No se niega que las pruebas aducidas puedan parecer suficientes para que el Obispo diocesano dicte su sentencia en sentido afirmativo; pero estas pruebas, según la misma confesión de las personas más competentes en la materia, no alcanzan todavía esa evidencia necesaria para un juicio definitivo de la Sede Apostólica. Así lo expresaron los tres obispos mencionados y los académicos de la Real Historia. De ahí que el Promotor de la Fe sería de la opinión, salvo superior criterio, de que, en el caso de que la Santa Sede quiera emprender el examen de este delicadísimo asunto, se celebre primero un proceso regular y secreto, según las normas habituales; en este proceso se deberán recibir las deposiciones juradas de los testigos y peritos, se examinarán los documentos auténticos y se realizarán las diligencias exigidas por los Obispos anteriormente mencionados. El resultado de este proceso deberá ser sometido a la Sagrada Congregación de Ritos para su examen y, posteriormente, al juicio definitivo de la Sede Apostólica.16

Por todo lo dicho il Promotore della Fede sarebbe di subordinato parere che qualora si voglia imprendere dalla Santa Sede l’esame di questo delicatissimo affare, prima venga compilato segretamente un regolare processo, colle norme consuete; in tale processo dovranno riceversi le giuridiche deposizioni dei testimonii e dei periti, la compulsa dei documenti autentici, e adempiere specialmente quel- // le diligenze richieste dai Vescovi, già menzionati. Il risultato di questo processo dovrà poi sottomettersi alla Sacra Congregazione dei Riti per il relativo esame, e definitivo giudizio della Sede Apostolica (ACCS, R-333, fasc. 1, doc. 12, sin paginar). 16 

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La decisión de León XIII para ultimar el proceso de la reinventio

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se ve, cuando la Congregación de Ritos empezó a estudiar el Expediente canónico enviado de Santiago de Compostela llegó a la conclusión de que había que rehacerlo prácticamente desde la raíz. Eso significaba, en primer lugar, como se le propuso a León XIII, compilar un verdadero proceso canónico, con las garantías previstas en el derecho. El promotor de la fe se constituyó como juez instructor de un nuevo proceso que exigiría que todos los testigos, desde Labín y López Ferreiro hasta los peritos anatómicos, pasando por los expertos históricos, como Fita y Fernández-Guerra, volviesen a prestar declaración, esta vez bajo juramento. Lo nuevamente actuado se volvería a presentar al juicio de la Congregación de Ritos que, si lo aceptaba, pudiese ser propuesto al papa para su validación. Pero no fue sólo una cuestión de forma, como acabamos de ver. Se estableció un elenco de cuestiones dudosas, en forma de preguntas, que debían ser aclaradas, profundizadas o precisadas. Lógicamente, vista la tardanza con que Payá había respondido a las reclamaciones romanas anteriores al Decretum archiepiscopale de aprobación, de marzo de 1883, no se podía pensar —como se planteó inicialmente— en enviarle las objeciones para que las aclarase. Era necesario actuar más expeditivamente. Aunque fue León XIII quien tomó las decisiones fundamentales, y quien evitó que el proceso se estancase, en realidad, la minuta que el promotor de la fe presentó al papa resumiendo el punto de vista de la Congregación de Ritos no dejaba demasiadas alternativas. Al plantear la necesidad de sanar desde la raíz todo el proceso, dejó ya plantada la semilla de un posible viaje a Santiago de Compostela con el fin de acelerar los tiempos y resolver un proceso que se alargaba demasiado. omo

El camino a Santiago del promotor de la fe

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decisión de enviar a Santiago de Compostela al promotor de la fe indica, sin duda, el interés de León XIII en resolver el expediente compostelano. Pero también, conforme a una práctica inmemorial de la Santa Sede, la conveniencia de ver en directo, sin intermediarios, una situación que no estaba del todo clara. a

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El libro de Bartolini resume en un párrafo la trayectoria romana del Expediente canónico y en dos líneas el viaje de Caprara: Por último, el Emmo. y Revmo. Arzobispo envió a Roma las actas procesales y su sentencia, para sujetarlas al supremo juicio del Sumo Pontífice, y confirmar su sentencia con la Autoridad Apostólica. Mas Nuestro Santísimo Señor el Papa Leon XIII comisionó para tratar este gravísimo asunto a un Congreso especial de la Congregación de Sagrados Ritos. La cual celebrada en el Palacio del Vaticano en el día 20 de Mayo del corriente año dio esta respuesta: Dilata et ad mentem; y la mente17 fue que convenía dilucidar más claramente algunas dificultades de mayor importancia. Para que esto se hiciera con facilidad, Nuestro Santísimo Señor envió a Compostela al Reverendo Padre Maestro D. Agustín Caprara, Promotor de la Santa Fé, para que inspeccionase, inquiriese y refiriese toda y cada una de las cosas. Vuelto á Roma cumplió egregiamente su deber, dando exactísima relación.18 En estas pocas líneas está condensado un viaje de Roma a Pistoya, Madrid, Sahagún, Santiago de Compostela, Valladolid, Madrid, Pistoya y Roma de nuevo, por indicar sólo los lugares relacionados con la reinventio. En el viaje, el promotor de la fe pudo interrogar, para el nuevo proceso, a médicos, historiadores, arqueólogos, canónigos, y obreros, ver distintas reliquias relacionadas con Santiago, reconocer a fondo las excavaciones realizadas y redactar un largo informe que es el que transcribo como Nova positio. El 25 de mayo de 1884 León XIII despachó sobre el asunto compostelano y decidió efectuar algunas aclaraciones prácticas, todas de tipo científico, para resolver de una vez las dudas sobre la identidad de las Reliquias encontradas.19 Las aclaraciones previstas eran que los peritos de la Universidad “Mente” es un término técnico muy utilizado en la documentación romana para referirse sintéticamente a los motivos que sustentan una decisión. 18  Apuntes, págs. 191-192. La exactísima relación se la fue anticipando a Bartolini enviándole cartas informativas de las distintas etapas del viaje: ACCS, R-333, fasc. 3, docs. 16, 17, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26 y 27. Sobre el viaje, ver también las notas que incluyo en la traducción de la Nova positio. 19  “Diligenze approvate dal S. Padre nella Udienza del 25 Maggio 1884 per tagliare di mezzo ogni dubbio sulla identità delle Reliquie trovate nel mezzo dell’Abside della Cappella Compostellana”, ACCS, R-333, fasc. 3, doc. 12. El 22 de julio de 1884 el cardenal Zigliara, con un tarjetón, ritorna al Ill.mo e Rev.mo Monsig.r Promotore della fede il foglio giustificativo, e ringrazia della gentilezza. Presumiblemente lo habría solicitado a Caprara para ver lo decidido en la audiencia pontificia (ACCS, R-333 fasc. 2 doc. 19). Tommaso Maria Zigliara había sido incorporado por León XIII a los otros miembros de la Congregación de Ritos 17 

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de Santiago aclarasen 1) los distintos grupos de huesos encontrados; 2) el valor de los dos esqueletos encontrados en el ábside que no se habían tenido en cuenta; 3) si era posible saber qué huesos era de Santiago y cuáles de los discípulos; 4) si había en Santiago alguna reliquia cierta del Apóstol para poder compararla con los restos encontrados.20 Además, se pedía a Payá que aclarase por qué había dicho que se habían encontrado huesos en la antigua cripta del Apóstol, cuando los arqueólogos y la tradición dejaron claro que estaba completamente vacía.21 Finalmente, para asegurar la forma del proceso, los testigos deberían repetir o completar bajo juramento sus declaraciones anteriores. Del viaje de Caprara vale la pena destacar su estancia en Pistoya, al día siguiente de salir de Roma porque la reliquia enviada por Gelmírez era considerada fundamental en el razonamiento romano. Como buenos italianos, aunque no todos los que participaron en las deliberaciones de la Congregación de Ritos lo eran,22 daban por cierto que la única reliquia auténtica era la que se conservaba en Pistoya.23 Era la que tenía una tradición constante y estaba bien encargados del asunto compostelano. Era una de los intelectuales romanos más brillantes en el renacimiento del tomismo, editor de las obras completas de Santo Tomas —la llamada edición leonina— y muy conocido internacionalmente por su Summa philosophica. Era hombre de total confianza de León XIII, ya antes de ser papa. 20  1.º Leggere ai Periti di anatomia il giudizio già da loro emesso, previo il giuramento di dire la verità, perché possano confermarlo, e meglio dichiararlo per ciò che riguarda tanto le tre collezioni di ossa già di loro classificate quanto quelle altre ritrovate assieme commiste, delle quale fecero soltanto menzione in una privata Conferenza coll’Emo Arcivescovo, ed i due Canonici Delegati. 2.º Domandare il giudizio dei medesimi circa i tre scheletri, ritrovati ai due lati dell’Altare Maggiore, ma giuridicamente non riconosciuti, né periziati. 3.º Chiedere ai medesimi, se da qualche dato si possa discernere quale delle tre collezioni di ossa appartenga al S. Apostolo e quali ai discepoli. 4.º Si esiste in Compostella qualche reliquia certa del // S. Apostolo, i medesimi periti ne faranno il confronto colle reliquie, per così maggiormente assicurarne la identità […] 21  Como había escrito en la carta pastoral del 5 de febrero de 1879, que además, había enviado a Roma encabezando el Expediente canónico. 22  Sorprendentemente, —o intencionadamente— ninguno era español. 23  Como acabamos de ver en las diligencias aprobadas por el papa el 25 de mayo de 1884, al indicar que se intentasen comparar los huesos encontrados con alguna reliquia de Santiago se manifiesta la desconfianza que se tenía en esa posibilidad ya que se insiste, subrayándolo, en que sea una reliquia cierta. La que inicialmente se tuvo por tal, el diente de Santiago que encajaba perfectamente en una de las mandíbulas encontradas, fue posteriormente descartada. Lo mismo sucedió con otras reliquias presentadas como ciertas en el Expediente canónico.

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documentada.24 Si los huesos que se acababan de encontrar en Compostela eran de Santiago, necesariamente debían coincidir en color y antigüedad con la reliquia pistoyense. López Ferreiro y Labín ya habían pensado lo mismo cuando estuvieron en Italia en 1880 y dejaron constancia de sus averiguaciones en una declaración complementaria en el Expediente canónico. Pero en Roma se le daba tanta importancia a la reliquia de Pistoya que se llegó incluso a plantear la posibilidad de pedir que se enviasen los huesos encontrados para confrontarlos con ella, posibilidad que finalmente se abandonó. Lo que hizo Caprara fue quedar en secreto —como era preceptivo en todo el proceso25— con el obispo de Pistoya, extraer el fragmento de hueso de su relicario, hacer que lo examinara un médico con experiencia26 y obtener fotografías que pudieran ser útiles a los médicos que habían redactado el informe anatómico compostelano.27 Ciertamente no se le ocurrió llevar la reliquia a Santiago para una comprobación directa. Y si se le ocurrió, no lo hizo. Caprara recogió en la Nova positio casi todo lo que fue haciendo durante el viaje, por lo que se puede seguir bastante bien el recorrido que realizó. En general, dejando aparte lo incómodo que era en ese momento llegar a Santiago,28 en pleno finis terrae, el viaje debió resultarle muy agradable, por Para una visión actual de la documentación sobre la reliquia de Pistoya ver Lucia Gai, “Testimonianze jacobee e riferimenti compostellani nella storia di Pistoia dei secoli XIIXIII”, en Lucia Gai (ed.), Atti del Convegno Internazionale di Studi Pistoia e il Camino de Santiago: una dimensione europea nella Toscana medioevale, Nápoles, Edizioni Scientifiche Italiane – Perugia, Università degli Studi di Perugia, [1984], págs. 119-230. Se incluye la transcripción de la supuesta correspondencia entre los obispos Diego Gelmírez y Atón de Pistoya. Agradezco a Carlos Andrés González Paz esta referencia. 25  Sub peculiari secreto pontificio, se indica claramente en la portada de la Nova positio. 26  Chiappelli, a pesar de su experiencia clínica, tuvo que rectificar la primera declaración ya que confundió la apófisis derecha con la izquierda. En su viaje a Santiago Caprara estuvo en dos ocasiones con el doctor Chiappelli, a la ida y a la vuelta, con nuevos datos, como recoge en la Nova positio. 27  Desde allí envió dos cartas al prefecto de la Congregación de Ritos: Caprara a Bartolini, Pistoya 29 de mayo de 1884, ACCS, R-333, fasc. 3, doc. 15 y 16. 28  Para muchos viajeros de la época, llegar a Santiago era una aventura o al menos, tenía etapas incómodas. Así lo recuerdan Fita y Fernández-Guerra, que llegaron por tren desde Madrid vía Portugal y que, al entrar en Galicia volvieron a la fonda y la diligencia: Al cerrar la noche nos apeamos en Redondela, y nos embutimos en la fementida diligencia que tan mal sabe después del tren. [...] y hétenos aquí en la posada de Pontevedra, cuyas seculares camas, cuartos y pasillos, nos recuerdan la España de nuestros abuelos (Fita y FernándezGuerra, Recuerdos..., pág. 19). Más romántica es la visión de Edmond Jaspar, sacerdote francés que peregrinó en 1883 —casi en plenas excavaciones— y, en el folleto que recoge 24 

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la época en que lo hizo y por lo bien que lo recibieron en todas partes. Probablemente llegó a Madrid en tren, donde está ya el 4 de junio. Allí se alojó en la nunciatura, entrevistándose con Fita y Fernández-Guerra.29 Hizo lo mismo con Benito Sanz y Forés, entonces arzobispo de Valladolid con el que pudo discutir las contradicciones que su escrito a favor del hallazgo tenía con otros expertos. Sanz y Forés, cuando era aún obispo de Oviedo,30 había escrito no sólo el breve texto colectivo de los sufragáneos de Compostela a favor de la autenticidad de las reliquias recién descubiertas, sino otro informe más extenso a petición de Payá. Ambos escritos fueron incluidos en el Expediente canónico. Desde Madrid Caprara viajó a Sahagún y de allí a Santiago de Compostela a donde llegó el 8 de junio. Al día siguiente inició los interrogatorios a quienes habían declarado años antes31 en el Expediente canónico, visitó las excavaciones y tomó algunas muestras. Desde Santiago fue a Valladolid, donde se alojó en el palacio episcopal y el 13 de junio viajó a El Escorial,32 llegando a Madrid al día siguiente.33 Días antes, escribió al nuncio para que convocase de nuevo a Fita y Fernández-Guerra en la nunciatura para el asunel sermón que predicó en su parroquia al regresar, presenta su viaje en diligencia durante la noche como una vision fantastique [que] reste ineffaçablement gravée dans la mémoire. Edmond Jaspar, Relation d’un pèlerinage à Saint-Jacques de Compostelle, faite au prône du dimanche 2 septembre 1883, Douai, impr. de L. Dechristé père, 1883. Se reproduce en Adeline Rucquoi, Françoise Michaud-Fréjaville y Philippe Picone (eds.), Le voyage à Compostelle: du Xe au XXe siècle, Paris, Robert Laffont, 2018, pág. 1115. 29  Con esa fecha se conserva la “Respuesta de los señores Académicos R. P. Fidel Fita y d. Aureliano Fernández Guerra a las objeciones que le han sido propuestas” en ACCS, R-333, fasc. 4, doc. 4. El mismo documento, en italiano, en ACCS, R-333, fasc. 4, doc. 3. 30  Entre 1868 y 1881. Había coincidido, por tanto, con Payá en el Concilio del Vaticano, entre otros acontecimientos romanos. Algunos de los testigos populares no pudieron hacerlo, por estar enfermos o por haber fallecido ya. 32  El propio arzobispo de Valladolid le escribió al nuncio el 13 de junio que Caprara iría desde allí a El Escorial, donde dormiría, y llegaría a Madrid al día siguiente, 15 (Carta de Sanz y Forés a Rampolla, 13 de junio de 1884, AAV, Arch. Nunz. Madrid, 530, 33r). Probablemente pudo ver allí la reliquia que se conservaba en el monasterio: Otro hueso grande que se dice del brazo, existe en el suntuoso relicario del Escorial. Pero sobre la procedencia y autenticidad de esta y de alguna más de las reliquias anteriores hay que hacer diligente y profundo estudio crítico, pues alguna de ellas no pudo humanamente pertenecer al Apóstol (Deposición de Fernández Guerra y Fita, 28 de mayo de 1880, Expediente canónico, fol. 108r). 33  Telegrama de Caprara a Rampolla, desde El Escorial. AAV, Arch. Nunz. Madrid, 530, 32r. 31 

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to consabido.34 Volvió a Roma pasando por Pistoya, donde habló de nuevo con el doctor Chiappelli el 21 de junio.35 Ya en Roma, el 29 de junio, Caprara no dejó de agradecer al nuncio en España la ayuda que le había prestado en sus indagaciones, indicándole no sólo que tendría redactada muy pronto la relación de lo hecho, para poder presentarla a la Congregación de Ritos, sino asegurándole además que le enviaría una copia a Madrid.36 La respuesta del nuncio a Caprara —además de darle las gracias por llevar en mano una carta personal de Rampolla para el secretario de Estado—, refuerza la impresión de que el viaje resultó especialmente grato: me alegro de que la última parte de su viaje no haya sido menos agradable que la primera.37

El texto de la Nova positio

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Nova positio es uno de los documentos fundamental en el trayecto que lleva a la Deus Omnipotens. Como ya he indicado, las positiones son un instrumento de trabajo típico de las congregaciones romanas del XIX. La Nova positio no es especialmente voluminosa, ya que, en el fondo, buscaba resolver asuntos muy delimitados. Tampoco hacía falta aportar documentación que ya estaba en el Expediente canónico o ya se había difundido entre los miembros que iban a participar en la nueva sesión decisoria de la Congregación de Ritos.38 Es un volumen tamaño folio, con tipografía especialmente legible, de 67 páginas. La primera página indica, como era habitual, la congregación, el asunto y los destinatarios del documento: a

Carta de Sanz y Forés a Rampolla, 13 de junio de 1884, AAV, Arch. Nunz. Madrid, 530, 33r. 35  Nova positio, pág. 6. 36  AAV, Arch. Nunz. Madrid, 530, 40r. 37  AAV, Arch. Nunz. Madrid, 530, 42r. Sólo lamenta che non abbia potuto trattenersi più a lungo in mia compagnia. 38  He manejado, para otros trabajos —y en otros organismos de la curia romana—, alguna Positio mucho más extensa, como la dedicada a la reunión del Concilio Plenario de América Latina, cosa lógica, teniendo en cuenta que abarcaba todo un continente y numerosas diócesis. Se conserva en Affari Ecclesiastici Straordinari (hoy en en el archivo de la Secretaría de Estado), América, Positio 61. Ver Antón M. Pazos, La Iglesia en la América del IV centenario, Madrid, Editorial MAPFRE, 1992. 34 

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Sacra Rituum Congregatione Particulari. Em.is ac Rm.is DD. Bartolini Praefecto, Monaco Lavalletta, Ledochowski, Serafini, Parocchi, Bianchi, Zigliara NEC NON Illmis ac Rmis DD. Nussi, Salvati, Caprara, Lauri. Compostellana identitatis reliquiarum Apostoli Iacobi Maioris eiusque discipulorum Athanasii ac Theodori. Nova positio (Sub peculiari secreto pontificio). Romae. Typis Vaticanis 1884. // Compostellana identitatis reliquiarum S. Apostoli Iacobi Maioris eiusque discipulorum Athanasii ac Theodori. Nova relazione del Promotore della Fede. Esta Nova positio puede considerarse, como hemos visto, la narración pormenorizada del viaje realizado por Caprara a España y que fue buscado infructuosamente por los pocos que llegaron tras ella hasta el archivo de la Congregación de Ritos, hace ya más de un siglo. El primer historiador que la buscó, verdaderamente pionero, fue Zacarías García Villada. En los apéndices de su Historia Eclesiástica de España, al tratar de la presencia de Santiago en nuestro país, menciona, como ya indiqué, el Expediente canónico del Archivo de la Catedral de Santiago y cita, a continuación, el otro archivo clave para el estudio de la reinventio, el de la Congregación de Ritos: Archivo de la Congregación de Ritos, en Roma. – Existe allí el original de este proceso [el Expediente canónico], y el borrador de la traducción en italiano, pero ni el uno ni el otro añaden nada nuevo al que se conserva en Compostela. La exposición de Mons. Caprara a la S. Congregación de Ritos [la Nova positio] debía de estar en el mismo archivo. Tres días estuvimos buscándola, mas a causa de la desorganización en que estaban los papeles y la falta de buenos índices, nos fue imposible hallarla. Sin embargo, esto no es muy sensible, pue en el fondo está contenida en la Bula “Deus Omnipotens”, de León XIII y en el Libro del Cardenal Bartolini.39 Como no podía ser menos, la Nova positio fue también buscada décadas después por Guerra Campos, también en el archivo de la Congregación de Ritos y también sin éxito. Aunque menciona las circunstancias de la búsqueda García Villada, Historia Eclesiástica de España..., pág. 375. El borrador de la traducción al italiano fue el utilizado por consultores y cardenales para juzgar el Expediente canónico. 39 

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en una modesta —aunque muy extensa— nota a pie de página, pienso que vale la pena dar cuenta pormenorizada del interés que puso en hallar el texto que ahora se reproduce, porque es verdaderamente un ejemplo de constancia en la investigación. Lógicamente, coincide con García Villada al afirmar que en la obra de Bartolini hay abundantes extractos y textos del Proceso y de las averiguaciones de Monseñor Caprara. Pero, dice también, sería interesante ver el texto integro de la Relación de Monseñor Caprara, que debió ser guardada en el Archivo de la Congregación de Ritos. “Tres días estuvimos buscándola —escribe el P. García Villada en su Historia Eclesiástica de España, I,1 (1929) p. 375—, mas a causa de la desorganización en que estaban los papeles y a falta de buenos indices, nos fue imposible hallarla”. Por mi parte, la busqué también en cinco ocasiones, sin fruto. Y aunque es verdad, como advierte Garcia Villada, que lo sustancial de la Relación debe estar incorporado en la exposición del Cardenal Bartolini, [Cenni y Apuntes] la consulta directa del texto de Caprara quizá proporcionara precisiones y datos estimables. Por eso, subsistiendo el interés por leerlo, resumo a continuación mis pesquisas, por si facilitan su labor a alguien que con más fortuna o acierto llegue a localizar los papeles extraviados. El 5 de septiembre de 1959 y nuevamente el 15 y el 16 de noviembre de 1963 investigué en la sede nueva de la Congregación de Ritos. Ni los cartapacios de los años 1883 y 1884 contienen el documento buscado, ni el Regestum Generale lo consigna. Es inevitable la sospecha de que —según aconteció en casos parecidos— el Cardenal Bartolini haya llevado a su casa la documentación para redactar su libro acerca de Santiago y que allí estuviese cuando murió; o bien que la hubiese reclamado la Secretaría de Estado al extender la Bula Pontificia “Deus Omnipotens”. Movido por estas suposiciones, el 16 noviembre 1963 pedí en el Archivo Vaticano que examinaran los Spogli40 del Cardenal Bartolini; me dijeron que sólo contienen unas cartas, y no la Relación. El 21 de noviembre 1963 solicité del Cardenal Secretario de Estado, con recomendación del Cardenal Arzobispo de Santiago, que mandase 40  Los spogli —o expolios— son aquellos documentos en posesión de un cardenal —o de otros miembros de la curia— que, a su muerte, son depositados en los archivos vaticanos.

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averiguar si la Relación o cualquier otro documento relacionado con el Proceso compostelano se hallaban en el Fonda de la Secretaría de Estado, bien entre los papeles de Bartolini, bien entre los antecedentes de las Letras Apostólicas “Deus Omnipotens”; y en caso afirmativo, pedí autorización para consultarlos. Se me respondió el 30 de noviembre que en la sección del Fondo que se guarda en la misma Secretaria de Estado no había nada de lo buscado; pero que se había indicado al Prefecto del Archivo Secreto Vaticano, Monseñor Giusti, que diese facilidades para buscar en la sección de dicho Fondo que se custodia allí como reservada. El Prefecto prometió buscar con interés. El 6 diciembre 1968 hablo de nuevo con Mons. Giusti: promete buscar, no sólo en la sección del Fondo de la Secretaria de Estado, sino también en la sección de Lettere Latine (dado que a veces, para la redacción de estos documentos pontificios, se llevaba la documentación pertinente y quedaba allí. Los días 25 y 26 de octubre de 1971 se me permitió revisar carpetas y volúmenes del Fondo de la Secretaria de Estado en el Archivo Secreto Vaticano.41 Tenían algunos papeles menores relativos a la Causa compostelana; no la Relación de Caprara. Los papeles que se me proporcionaron fueron: un cartapacio de 1884, en cuyo título se señala como “Oggetto” el “Invio di un piego della S. Congregazione dei Riti per l’Arcivescovo di Compostella”; otro de 1884-1885, con la Lettera Apostolica del 1 nov. 1884, cartas y anotaciones varias; el tomo XVII del “Regestum autographum de Curia Leonis pp. XIII” (contiene la minuta de la Bula “Deus Omnipotens” con el “placet” autógrafo del Papa); el volumen IX del “Regestum privatum”, años 1870 a 1889 (minuta, con algunas enmiendas). Por su parte, Monseñor Giusti me comunica que tampoco está la Relación de Caprara en la sección “Litterae Latinae” o “Litterae ad Principes”. Dentro del mismo Archivo Vaticano, además de los ya mencionados “Regestum Autographum” y “Regestum Privatum” del Abbreviator de Curia, se podría buscar en el “Appendix Positionum” (que suele tener materiales de preparación de Bulas para el “Abbreviatore de Curia”), bustas de 1884; 41  Hay documentación, básicamente, de las gestiones realizadas por Rampolla desde la nunciatura de Madrid, como la que he indicado de AAV, Arch. Nunz. Madrid, 530.

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y en “Scrittore Segreto” (cf. índice, 1058). El original del Proceso compostelano se guarda en el Archivo Secreto Vaticano (“Congr. SS. Rituum – Processus – 4165”).42 Hasta aquí la esforzada y meticulosa búsqueda de Guerra Campos. Parece que todo lo relacionado con la reinventio imita las exploraciones arqueológicas que se hicieron en el XIX: hay que cavar varias veces en sitios equivocados o en puntos muertos hasta llegar al objetivo. En mi caso funcionó igual. Hubo diversas aproximaciones —a lo largo de varios años— que fallaron. Una vez porque el archivo estaba en obras, otra porque no estaba disponible la documentación, hasta que finalmente he podido llegar a los documentos que buscaba sobre el reconocimiento de los restos encontrados en Compostela en 1879. Este libro es un primer resultado de esas investigaciones que se completarán con un trabajo global sobre la trayectoria romana de la Compostellana identitatis reliquiarum S. Apostoli Iacobi Maioris eiusque discipulorum Athanasii ac Theodori y sus consecuencias para las peregrinaciones y la basílica compostelana. Pienso recoger ahí toda la documentación de interés que se conserva en el Archivo de la Congregación para las Causas de los Santos y confío en poder publicarlo en breve.

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Guerra Campos, Exploraciones..., págs. 15-16, n. 5.

5. Los protagonistas

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el proceso de la búsqueda, excavación, análisis y declaración final sobre los restos encontrados en la catedral de Santiago en 1879 encontramos cuatro protagonistas fundamentales. Dos en Santiago y dos en Roma. Los de Santiago fueron Miguel Payá, arzobispo, y Antonio López Ferreiro, canónigo, historiador1 y arqueólogo. Los protagonistas romanos fueron el papa León XIII, al que se sometió lo realizado en las excavaciones compostelanas y Domenico Bartolini, cardenal e historiador, prefecto de la Congregación de Ritos, a la que correspondía la responsabilidad del proceso. López Ferreiro y Bartolini, además, describieron su intervención en las fases que protagonizaron. El primero precisando cómo se hicieron las excavaciones y las posteriores reformas en la catedral de Santiago. El segundo, resumiendo —y justificando— la trayectoria del proceso que desembocó en la bula Deus Omnipotens que promulgó León XIII en 1884 y en la que se admitió la autenticidad apostólica de los restos encontrados en Compostela. A estos hay que añadir otros colaboradores, desde el canónigo José Luis Labín, también del cabildo compostelano, que participó en la dirección de las excavaciones, hasta los historiadores que valoraron los hallazgos pasando por los catedráticos que hicieron los análisis anatómicos y químicos de los restos encontrados. Pero no fueron fundamentales, sino, por usar una palabra de la época, ancilares. n

A) Miguel Payá y Rico (1811-1891), arzobispo recién llegado a Santiago de Compostela, fue el actor principal. Sin él, no habría habido excavaciones, ya que nadie se las había planteado, y mucho menos entre los miembros del Sobre este aspecto ver Julián Barrio Barrio, “D. Antonio López Ferreiro (1837-1910) y su modo de hacer historia”, en Xosé Luis Axeitos Agrelo et al., A patria enteira. Homenaxe a Xosé Ramón Barreiro Fernández, Santiago, Consello da Cultura Galega – Universidade de Santiago – Real Academia Galega, 2008, págs. 625-638. 1 

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cabildo. Además, aunque sólo probablemente, porque esto es simple suposición —difícil de probar— en el caso de que se hubiesen hecho las excavaciones y se llegase al mismo resultado, difícilmente hubieran tenido el refrendo de Roma si no las hubiese impulsado el cardenal Payá. Sobre Payá, como ya señalé, disponemos desde hace unos años de una amplia biografía, —que usa numerosos archivos incluido el Archivio Apostólico Vaticano2— y de algunos trabajos específicos sobre su actuación en Santiago, sobre todo de su actividad restauradora o renovadora, tanto de las peregrinaciones3 como de la catedral4. Podemos decir que su trayectoria anterior y su actuación en Santiago están bien estudiadas. Payá llegó a Compostela en 1874, con 62 años. En Santiago fue creado cardenal al poco tiempo, con 65 años, y gobernó la diócesis hasta el 7 de junio de 1886 en que fue nombrado arzobispo de Toledo, donde murió a los 80 años. El arzobispo, según testimonios de la época, valoraba mucho sus relaciones con Roma. Y también con la corte de Madrid. Al revés de lo que le sucedió en Santiago, donde chocó frontalmente con el cabildo, en los dos grandes centros de poder —el religioso en Roma y el civil en Madrid— cultivó estupendamente las relaciones públicas. Se consideraba muy apreciado por Pío IX desde los tiempos del concilio del Vaticano, como se decía entonces. El motivo había sido el impacto de su discurso sobre la infalibilidad pontificia que, según sus panegiristas, había sido un resumen perfecto de lo discutido hasta entonces y el punto final al debate, inclinando los votos a favor de lo que pronto se definió como dogma.5 Payá participó también en el Pombo Rodríguez, O Cardeal... Pombo Rodríguez, “O Rexurdir...”, págs. 157-196. 4  Irene Mera Álvarez, “Restauración artística y revitalización del santuario jacobeo: la promoción del Cardenal Payá y Rico (1875-1886)”, en Congreso José Canalejas e a súa Época. Actas do Congreso en Ferrol, os días 6, 7, 8 e 9 de abril, Santiago de Compostela, Xunta de Galicia, 2005, págs. 411-424. 5  Discurso pronunciado en la octogésima Congregación General del Concilio Ecuménico Vaticano, por Miguel Payá y Rico, Obispo de Cuenca en España, antiguo colegial del insigne De Corpus Christi de Valencia, en pro de la infalibilidad pontificia, el día 1º de julio de 1870, Cuenca de España, Imprenta de Francisca Gómez e Hijo, 1873. Es una edición bilingüe en castellano y latín, idioma oficial durante el Concilio. Termina con una apelación ciertamente pragmática a los opositores al dogma: ¿Por qué no asienten espontáneamente, siendo así que al fin asentirán, como ellos mismos han declarado desde esta tribuna, con gran gloria suya? Cuando dentro de poco se defina esta doctrina, se adherirán y creerán, porque no debe desconfiarse de su fidelidad. Pero, lo que al fin se ha de hacer, ¿por qué no presto? Si después, ¿por qué no ahora? (pág. 90). 2 

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cónclave que eligió a León XIII en 1878, al que asistieron 61 cardenales, un número lo suficientemente reducido como para poder establecer contactos personales con naturalidad. Con León XIII tuvo también buenas relaciones, además de ser casi coetáneos. El recién elegido papa era sólo dos años mayor que Payá, que entonces tenía sesenta y seis. A esa edad Payá estaba en su plenitud vital,6 pensaríamos hoy, aunque para los cánones del XIX era un anciano o, por lo menos, había llegado a una edad que pocos alcanzaban entonces. De hecho, los canónigos de Santiago, en uno de los muchos conflictos que tuvieron con él lo definieron como un anciano atacado por una enfermedad senil, la manía constructivista. Lo de anciano, aunque lo era sin duda para la época, no estaba tan claro. Desde luego era un anciano con mucha vida por delante. Lo de la manía constructivista era bastante más acertado. Payá tenía una marcada tendencia hacia la promoción edilicia en todo tipo de obras —grandes, como el Manicomio de Conjo,7 o pequeñas, como las reformas en la catedral—, que le gustaba dirigir personalmente, sin arquitectos de por medio. Acertaban los canónigos al afirmar su manía constructiva, pero no en que le hubiese venido con la edad.8 El cabildo tuvo que tratar, pues, con un arzobispo personalista —nada raro entonces—, con buena experiencia de gobierno, muy ducho en conflictos, con los que lidió durante su pontificado en Cuenca, y con buenos contactos en la curia romana, contactos de los que se jactaba sin rebozo, o al menos así lo dicen sus coetáneos. Lo cierto es que tanto la bula Deus Omnipotens como su promoción a la sede primada parecen apoyar esas buenas relaciones romanas. Quizá esos buenos contactos tuvieron que ver con su promoción a Santiago desde Cuenca, que fue una iniciativa directamente romana —según la versión de Payá, aunque no según la del Gobierno de Castelar ni la de los canónigos compostelanos— que había aprovechado la suspensión de facto del concordato de 1851. Payá era un prelado que había visitado con frecuencia —para la época— Roma: había estado en la canonización de los mártires del Japón (10 de junio de 1862), siendo incorporado entonces a la nobleza romana, volvió en 1867 a la festividad del Centenario de San Pedro, en 1870 para asistir al Así considera Pombo la época de Payá en Santiago: “Santiago: A fase de plenitude” (en Pombo Rodríguez, O Cardeal..., págs. 309-394). 7  Reconocido en su momento como excepcional. Ver la descripción y elogio del edificio en Francisco Antonio Espino, “Manicomio de Conjo”, Revista de beneficencia, 14 (1887), págs. 4-5. 8  Como ya indiqué, era bien conocida su afición y capacidad constructiva, probada desde su juventud: Brañas, “Emmo. y Revmo. Cardenal Payá …” 6 

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Vaticano I y en 1878 para el cónclave de León XIII, además de las visitas ad limina y otros pleitos y gestiones. Había conocido la vieja Roma papal y la nueva Roma, convertida en capital del reino de Italia. En Compostela, Payá se encontró con que el mayor activo de su diócesis era precisamente la tradición apostólica. Su corolario era, lógicamente, la atracción de peregrinos a la tumba, entonces desconocida, del Zebedeo. Sin el cuerpo del Apóstol y sin grandes y lejanas peregrinaciones, Santiago no pasaba de ser una Cuenca más extensa, más poblada y con más clero que su antigua diócesis. Así lo sintetizaba en 1865 un compendio de geografía escolar: Santiago, 26.938, [Cuenca tenía 7.284] antigua capital de Galicia, es silla arzobispal y tiene universidad con escuela de medicina, hospital, hospicio y fábricas de lienzos: en su catedral se venera el sepulcro del Apóstol Santiago, visitado en otro tiempo por multitud de peregrinos, hasta de fuera de España.9 Con lógica aplastante, si los peregrinos venían en otros tiempos en que era más difícil viajar, pensó que podrían volver a hacerlo en una época en que viajar no sólo era más facil, sino placentero. Y empezó a promover las peregrinaciones. Incluso antes de iniciar las exploraciones para el descubrimiento intencionado, se resaltaba en la prensa que desde su llegada a la sede compostelana se había notado el impulso que procuraba darles. Pero, indudablemente, la clave estaba en seguir la estela de lo que se estaba haciendo en Italia, entonces entregada con entusiasmo a la arqueología cristiana, como hemos visto. Ese ambiente de nuevos hallazgos probablemente lo conoció Payá en sus visitas romanas. Quizá también en sus estancias en la Corte, como predicador real, pudo contemplar el impacto que la fiebre arqueológica paleocristiana tenía en los pintores de moda en Madrid, como Luis Madrazo o Eduardo Rosales. Lógicamente, la promoción de las peregrinaciones —en abstracto— fue bien acogida por todos. No sucedió lo mismo cuando con firme voluntad procuró la recuperación en la basílica de un esplendor perdido.10 Firme voluntad que le llevó a la férrea y personal dirección de las obras realizadas en la catedral.11 El procedimiento fue tan eficaz como arbitrario: le bastó con nom-

Patricio Palacio, Elementos de Geografía, Madrid, Rafael C. Fernández y Comp., 1865, págs. 117-118. 10  Mera Álvarez, “Restauración artística...”, pág. 411. 11  Mera Álvarez, “Restauración artística...”, pág. 413. 9 

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brar fabriqueros —los encargados de la fábrica o edificio12 de la catedral— a hombres de paja13 y financiar las reformas con cargo a fondos propios, no del cabildo. Lo primero que ordenó fue una limpieza general de la piedra de la catedral. Parecía algo razonable, ya que estaba cubierta de encalados y adornos. El problema fue el método utilizado, entregando a los destructores cepillos de alambre, todo género de capiteles, tímpanos, sepulcros, puertas y demás adornos de escultura.14 Además, mejoró las bóvedas, extrajo escombros antiguos, intentó restaurar el cimborrio y renovó el pavimento. Evidentemente, esto no fue sino el comienzo, que culminó con las excavaciones a la búsqueda de la tumba apostólica, realizadas —normalmente de noche— aprovechando las continuas obras que había en todo el templo, como hemos visto al hablar de la reinventio. B) Antonio López Ferreiro, el arqueólogo más notable que tuvo Galicia15 fue, probablemente a su pesar, la otra cara de la moneda en la reinventio de la tumba apostólica. Fue el protagonista técnico, podríamos decir, frente al protagonista político, que fue Payá. Sobre el canónigo archivero de la Catedral contamos con una excelente biografía,16 que, para lo que aquí nos interesa, destaca su carácter académico, reconocido con el nombramiento como correspondiente de la Academia de la Historia, en el mismo año de las excavaciones en la Catedral.17 No necesitaba ese reconocimiento de sus pares, tampoco excesivo, ya que bastaría su Es la cuarta acepción de fábrica en el diccionario de la RAE. Recoge también otras relacionadas: En las iglesias, renta o derecho que se cobraba para repararlas y costear los gastos del culto divino y Fondo que solía haber en las iglesias para repararlas y costear los gastos del culto divino. 13  En julio de 1876 nombra para dicho cargo a su secretario personal, Dionisio López de la Torre, y en 1879, es un pariente suyo, Marcelino Sempere y Esteve el que se hace con el puesto (Mera Álvarez, “Restauración artística...”, pág. 413). 14  Como lamentó Manuel Murguía, conocido historiador de la época, quien propuso además que no se hiciese ningún trabajo de restauración sin la supervisión de López Ferreiro (Cit. Mera Álvarez, “Restauración artística...”, pág. 414). 15  Vicente Cárcel Ortí “Antonio López Ferreiro”, Diccionario Biográfico Español, vol. XXX, [Madrid], Real Academia de la Historia, [2009], pág. 452. 16  Santos Fernández, Antonio López Ferreiro... 17  Tras la visita a Santiago de Compostela de los académicos Fidel Fita y Aureliano Fernández-Guerra, a los que descubrió los tesoros archivísticos de la catedral compostelana, y con los que colaboró en publicaciones académicas posteriores. 12 

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Historia de la Iglesia de Santiago en once tomos para certificarlo. Y, sobre la cuestión que tratamos ahora, también su excelente manual titulado modestamente Lecciones de arqueología sagrada, con precisas ilustraciones. Ambos trabajos son, sin embargo, posteriores al pontificado de Payá, lo que nos permite sospechar que pudo empezar a trabajar con sosiego una vez liberado del dinámico prelado. Porque lo cierto es que, a pesar de las declaraciones oficiales, los enfrentamientos entre el arzobispo y el cabildo de la catedral fueron constantes, y se dieron también, de manera especial en las excavaciones a la busca de los restos del apóstol, aunque con un breve momento de paz tras el hallazgo. Si en la Galicia de fines del XIX el clero mejor formado est[ab]a vinculado al carlismo18 López Ferreiro puede servir como ejemplo incontrovertible. Y si en el cabildo de la catedral se reunía una selección del clero gallego mejor formado, el choque de al menos una parte del cabildo con un nuevo arzobispo marcadamente liberal —en la concepción española de la época— era una profecía de obligado cumplimiento. Dos miembros de ese cabildo, con marcadas tendencias carlistas —políticamente incorrectas durante la Restauración— fueron López Ferreiro19 y José María Labín Cabello20, los dos que intervinieron en las excavaciones promovidas por el cardenal Payá en busca de los restos apostólicos. Pero no eran los únicos antiliberales de un cabildo21 con tradiciones carlistas no sólo arraigadas, sino radicales.22 Tanto las diferencias políticas como el carácter de Payá provocaron primero la desconfianza, luego la resistencia, la protesta razonada después y Barreiro Fernández, El carlismo..., pág. 294. En Santiago la constitución de la Universidad Pontificia permitió a los cardenales Payá y Martín de Herrera eliminar a algunos profesores particularmente destacados o comprometidos con el carlismo. Esto puede explicar que López Ferreiro, aunque fue nombrado profesor de Arqueología, y aunque se usase su libro como texto oficial, no llegara a dar ni una sola clase, porque desde el primer momento le sustituyó su discípulo Oviedo Arce (Barreiro Fernández, El carlismo..., pág. 295). 20  El canónigo Labín Cabello, inclinado al carlismo, permaneció de catedrático en la Universidad Pontificia a pesar de la campaña de descrédito que se lanzó contra él (Barreiro Fernández, El carlismo..., pág. 295). 21  En esta misma línea [de carlismo ultramontano] habría que situar al clérigo López Novoa, canónigo […] (Barreiro Fernández, El carlismo..., pág. 296). 22  Baste como ejemplo indicar que […] el beneficiado de la catedral de Santiago, don Mariano Valladares, merodeaba por las fábricas y talleres de Santiago ofreciendo determinadas cantidades para que se enrolaran en las facciones o en el ejército del Norte (Barreiro Fernández, El carlismo..., pág. 322). 18  19 

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finalmente el enfrentamiento frontal entre cabildo y arzobispo. Los conflictos empezaron con las obras de remodelación de la catedral, que los capitulares vieron como innecesarias o como peligrosas. Y desde luego, como poco respetuosas con tradiciones aceptadas por todos. Como siempre, los problemas empezaron por cuestiones prácticas, como la devolución al culto de una capilla que el cabildo, por comodidad, utilizaba como vestuario.23 Las excavaciones de 1878-79 fueron un pequeño momento de paz, probablemente porque los canónigos vieron que si se inhibían y las dejaba hacer sin ningún control técnico al ya cardenal Payá los resultados podrían ser catastróficos. Se estableció una tregua y López Ferreiro y Labín se hicieron cargo de la supervisión de las excavaciones. Fue una paz corta. Al año siguiente, parte del cabildo, sancionado por Roma a petición del arzobispo, quejoso de su resistencia, redactó un duro “Memorial de quejas” contra el arzobispo que, precisamente los dos canónigos encargados de las excavaciones llevaron a Roma. Allí llegaron, en mayo de 1880, con el fin de pedir justicia a Padre Santo contra los desafueros de este prelado, [y] a pedir reparación de los agravios que nos ha inferido.24 El viaje romano sirvió a López Ferreiro para conocer de cerca el ambiente artístico y arqueológico de la urbe aunque su consecuencia negativa fue recibir la dura sanción de ser suspendido por el arzobispo de todas las licencias de celebrar, confesar y predicar por el tiempo de nuestra voluntad,25 suspensión a divinis que López Ferreiro conservó toda su vida, pegado en un ejemplar de Galicia Histórica.26 Los enfrentamientos entre el cabildo y Payá, iniciados ya en su toma de posesión, se enconaron, como hemos visto, cuando empezó por su cuenta las excavaciones a la busca del cuerpo del Apóstol. Y la justificación de que fuera precisamente López Ferreiro a Roma podría tener que ver con su capacitación técnica para explicar esas arbitrariedades a los correspondientes oficiales de las congregaciones vaticana ante los que ACCS, R-333, fasc. 1, doc. 10 que recoge el texto impreso de la resolución de la Congregación del Concilio condenando al cabildo por uno de los primeros choques con el arzobispo por suprimir la costumbre que tenían de usar como vestuario la capilla que está detrás del altar mayor de la Catedral, precisamente en la zona de las excavaciones, aunque el conflicto es anterior: “Sacra Congregatione Concilii […] Compostellana suspensionis […] 24 iulii 1880”, pág. 6. Ya vimos que, en el mismo texto se recoge el telegrama de Payá a Manuel Gómez calificando a Labín y López Ferreiro de fuggitivi ancora contumaci (pág. 5). 24  Santos Fernández, Antonio López Ferreiro..., pág. 244. 25  Santos Fernández, Antonio López Ferreiro..., pág. 248. 26  Santos Fernández, Antonio López Ferreiro..., pág. 785. 23 

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presentarían su descargo. Tanto el viaje romano como el recurso del capítulo compostelano ante la curia romana fueron inútiles, ya que nadie recibió a los dos contumaces fugitivos.27 En cambio, la estancia en Italia fue muy útil para que López Ferreiro conociese las excavaciones recientes, recogiese la bibliografía más reciente y se inspirase para la futura construcción de la cripta del apóstol, que diseñó —y se construyó— en los años siguientes utilizando elementos arquitectónicos y artísticos compostelanos e italianos.28 C) Domenico Bartolini (1813-1887), cardenal y prefecto de la Sacra Congregazione de Ritis,29 a la que correspondía aprobar definitivamente el expediente enviado desde Santiago de Compostela con la investigación realizada sobre las reliquias presuntamente del Santiago y sus dos discípulos. Era uno de los cardenales con más influencia en el colegio cardenalicio, buen intelectual, aunque práctico y realista, por romano y por orígenes familiares.30 Bartolini no formaría parte de los protagonistas del proceso si no se hubiese implicado de manera llamativa en él, mucho más allá de lo que, por oficio, le correspondía. En teoría no debería sino recibir el expediente compostelano, hacerlo estudiar, presidir la reunión plenaria de la Congregación y elevar las conclusiones al papa. A Bartolini podemos incluirlo dentro de los que participaron del entusiasmo arqueológico de mediados del XIX, aunque no se dedicó a estas actividades de manera exclusiva. Realizó, en efecto, algunas excavaciones, especialmente en la basílica de San Marcos, en Roma, de la que era canónigo y que exploró en 1843. Hizo viajes a Oriente, donde sus expediciones y las curiosidades arqueológicas que reunió le dieron fama, aunque Como acabo de indicar, así los llama Payá en un telegrama a Manuel Gómez Adanza, entonces en Roma, calificando a Labín y López Ferreiro de fuggitivi ancora contumaci (Sacra Congregatione Concilii […] “Compostellana suspensionis […] 24 iulii 1880”, pág. 5, en ACCS, R-333, fasc. 1, doc. 10). 28  Como él mismo dejó escrito, se inspiró especialmente en Cattaneo, L’architettura in Italia... 29  Establecida por Sixto V en 1588 con la Constitución Immensa Aeterni Dei: Congregatio quinta pro sacri ritibus et caeremoniis. En la actualidad sus atribuciones originales están divididas entre la Congregación para las Causas de los Santos y la Congregación para el Culto Divino. 30  “[…] figliuolo di un salumaio […]. Dado que había otros cardenales similares, los nostálgicos de la aristocrática Roma papal no dejaron de criticar que la tendenza prevalente nel Sacro Collegio sia borghesemente oportunista, e inspirata al volgare tornaconto del momento (R[affaele] De Cesare, (Simmaco), Il Conclave di Leone XIII con aggiunte e nuovi documenti e il futuro Conclave, Città di Castelo, S. Lapi, 1888, pág. 494). 27 

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no justificada, de erudito en arqueología sacra.31 Aunque no era en absoluto liberal, presumiblemente formaría parte de las relaciones romanas de Payá, ya que, aunque creado cardenal en 1875, ambos recibieron el capelo el mismo año de 1877 y, como buen romano, era hombre flexible ante las necesidades del momento. Si fue efectivamente el principal promotor de la candidatura de Pecci en el cónclave de 1878, Payá pudo haberle apoyado a sacar adelante al futuro León XIII,32 que Bartolini conocía bien de los meses en que habían vivido ambos en el palacio Falconieri.33 Bartolini, además, reactivó sus gustos históricos y arqueológicos en el caso de las reliquias de Santiago no sólo llevando adelante la parte que, como prefecto de la Congregación de Ritos, le correspondía, sino escribiendo un libro sobre el Apóstol y su tumba: Cenni biografici,34 rápidamente traducido al español,35 cosas ambas nada frecuentes y que manifiestan un apoyo romano a la reinventio más allá de lo obligado. D) León XIII es el último de los que podemos considerar protagonistas directos de la reinventio apostólica. Como muy bien recuerda Bartolini, La Congregación particular, después de haber estudiado cuidadosa y hábilmente todo lo actuado y el tenor del Decreto dado por el Emo Cardenal Arzobispo de Compostela, se reunió el día 29 de mayo del último 1884 en la acostumbrada sala del palacio apostóliDe Cesare, Il Conclave di Leone XIII..., pág. 9. Desde luego De Cesare no era muy partidario de Bartolini. 32  Aunque los cardenales españoles inicialmente apoyaban a Franchi, éste y sus votantes pasaron a Pecci, convencidos por Bartolini: Costui avvicina Franchi e, prospettandogli la nomina a segretario di Stato col nuova papa lo guadagna a la causa di Pecci (Giancarlo Zizola, Il Conclave. Storia e segreti. L’elezione papale da San Pietro a oggi, Roma, Newton Compton, (1993) 2013, ebook. De Cesare le dedica un apartado en su historia del Cónclave que titula “Bartolini, amico e grande elettore di lui” e incluye un retrato del cardenal, al que considera una figura esencial en la elección papal (De Cesare, Il Conclave di Leone XIII..., págs. 9-10, retrato entre págs. 4-5). 33  Si erano conosciuti intimamente da pochi mesi, perchè abitavano nello stesso palazzo Falconieri di via Giulia. Il Pecci vi era andato da poco, quando il Bartolini si ammalò gravemente, e gli fece amorevole assistenza. E molto verosimile che, nelle lunghe ore della convalescenza, i due eminentissimi, non teneri entrambi di Pio IX e dell’Antonelli, si abbandonassero a sfoghi vicendevoli circa il governo del defunto Segretario di Stato, e le condizioni nelle quali Pio IX lasciava la Chiesa, morendo. Discorsi assai verosimili, ripeto, e nei quali i due, in molti punti, dovevano concordare pienamente (De Cesare, Il Conclave di Leone XIII..., pág. 10). 34  Cenni. 35  Apuntes. 31 

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co vaticano, y después de un severo examen, dio este rescripto: [...] Dilata, según la mente, la cual es que se resuelvan con más solícita atención algunas de las dificultades mas graves. Indicáronse estas dificultades a Monseñor Promotor de la S. Fe, para que a su vez las comunicase al Emo. Cardenal Arzobispo de Compostela. Dada cuenta al Santo Padre de este acuerdo de la Congregación particular, Su Santidad, avalorando sabiamente todas las dificultades del asunto, juzgó que las propuestas dificultades podrían resolverse mejor, inspeccionando los sitios y oyendo a las personas que en aquél habían tomado parte; y ordenó que Monseñor Promotor de la Fe, D. Agustin Caprara, se constituyese en Compostela, para que, oídos los pareceres del Eminentísimo Cardenal Arzobispo, de los canónigos diputados para la dirección de las excavaciones; de los peritos físicos e histórico-arqueológicos, como también, viendo cuanto fuese necesario ver y considerar, hiciera luego una completa relación, con cuya base, resueltas las dificultades, pudiera, con la necesaria madurez, pronunciarse la sentencia definitiva.36 Una anécdota que aparece en varios libros sobre el cónclave de 1878 pone en relación al cardenal Pecci con Payá a través de su asistente —conclavista en esta ocasión— Gómez Adanza:37 La noche anterior a su elección, la pasó malísima el Cardenal Pecci, pues además de lo impresionado que debía estar naturalmente por el giro que ésta iba tomando, hallándose sus habitaciones muy próximas a las que habían pertenecido a Pio IX, en las que trabajaban los operarios sin descanso, aún de noche, eran tales los golpes que daban, que a las once el Cardenal se vio precisado a mandar le sacasen a un corredor su cama. Al saberlo el Conclavista38 del Cardenal de Santiago, presbítero D. Manuel [Gómez] Adanza, que también había salido para saber lo que ocurría, le instó á que aceptase la suya, por hallarse algo más alejada de aquel estruendo, lo que consiguió, no sin suplicárselo repetidas veces, durApuntes, pág. 154. El hombre que Payá enviaba a Roma para resolver asuntos delicados, incluida la reinventio. Fue, como veremos, el abogado defensor del Expediente canónico tras el abandono realizado por el que oficialmente debería haber respondido a las impugnaciones del fiscal. 38  Asistente que acompañaba a cada cardenal recluido durante el cónclave. 36 

37 

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miendo él en un sofá cubierto con la capa del que al día siguiente debía ser aclamado Leon XIII.39 Al margen de anécdotas más o menos verosímiles, lo cierto es que sin la decisión papal de acelerar —más bien de cambiar— la propuesta de la Congregación de Ritos la reinventio hubiera quedado en una situación delicada.40 Y lo mismo le hubiera pasado a su promotor. Sólo la agilidad administrativa impulsada por el papa, que solventó en pocas semanas lo que estaba empantanado desde hacía años, salvó la situación. En el caso de que no se hubiese resuelto definitivamente cuando Payá fue nombrado arzobispo de Toledo, en junio de 1886, las dudas sobre la reinventio podrían haberse prolongado indefinidamente. León XIII salvó la situación de la manera más eficaz y sencilla posible, ateniéndose, además, a las normas jurídicas —al menos formalmente— de la Curia romana. Y rompió la resistencia de la Congregación de Ritos a refrendar como auténticos los restos encontrados en 1879. Los cuatro actores que acabo de mencionar fueron, pues, claros protagonistas, cada uno en su papel, de la reinventio apostólica. Y es difícil suprimir a alguno de ellos para que se alcanzase un resultado parecido. El resto de los que intervinieron fueron actores secundarios que podrían haber sido sustituidos lográndose un resultado muy parecido. Payá, López Ferreiro, Bartolini y León XIII no, como puede verse claramente en los documentos que siguen.

Gerardo Mullé de la Cerda, Reseña histórica del último cónclave y biografía de N. S. P. León XIII, Madrid, Imprenta y fundición de M. Tello, 1878, pág. 124, n. 1. De Cesare, Il Conclave di Leone XIII..., pág. 253, con un toque de reminiscencias antiespañolas, muy típicamente italianas, apostilla que la anécdota es parcial, ya que Pecci tuvo que abandonar de nuevo esa celda al cabo de una hora debido a los ruidosos ronquidos del cardenal y de sus acompañantes, en las habitaciones próximas. Cierto o no, deja claro que León XIII conocía tanto a Payá como a Gómez Adanza. No en vano fue siempre el hombre enviado por Payá a Roma como encargado de acelerar sus negocios con la Curia romana, ya se tratase de la reinventio o de sus conflictos con el cabildo. 40  Algo que en Santiago, como ya dije, daban por descontado algunos de los detractores de las excavaciones. 39 

6. Documento 1 Texto del Expediente canónico de 1883*

1

Agradezco a Marta Piñeiro Rodríguez la transcripción inicial del manuscrito y a Soraya Martínez Bautista la revisión bibliográfica, que realizaron durante su estancia de trabajo en el Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento. * 

AAV, Processus 4165 Expediente canónico instruido en averiguación de la autenticidad de las Sagradas Reliquias del Apóstol Santiago el Mayor y de sus discípulos San Atanasio y San Teodoro.1 [Esquina superior izquierda:] Exhibitum die 6 aprilis 1883 [?]. Año de 1883. Expediente canónico instruido en averiguación de la autenticidad de las Sagradas Reliquias del Apóstol Santiago el Mayor y de sus discípulos San Atanasio y San Teodoro.2 [sello:] MICHAEL MIS. DIV. S.R.E. PRESB. CARDIN. PAYA ET RICO ARCHIEP. COMPOSTELLANUS // En la transcripción sigo los usos ortográficos actuales. Las variaciones son mínimas: á por a, Yglesia por Iglesia, espediente por expediente, esploración por exploración, relatibos por relativos, espresados por expresados, explendor por esplendor o similares. Me parece que así resulta más fácil la lectura, suprimiendo los numerosos [sic] que haría falta intercalar y que no aportan nada a un texto contemporáneo. Igualmente, se desarrollan casi siempre las abreviaturas, como V.S. —Vuestra Señoría—, Illmo —Ilustrísimo—, etc. Las notas del texto original (1), (2),… se incluyen al final de cada página, tal como figuran en el documento. Dejo sin cambiar los apellidos —Yglesias, en vez de Iglesias— o algunos topónimos habituales entonces, como Mosoncio por Mezonzo. Lo mismo en todos los términos de documentos medievales o modernos que se transcriben de su original en el Expediente canónico. Los textos latinos los cotejo con los que presumiblemente podrían haberse usado o eran conocidos a fines del XIX. Las traducciones son —si las hay— las de Apuntes. Si no, utilizo otras recientes. Cuando no indico fuente, son propias. 2  El índice del Expediente conservado en Compostela, con distinto título y paginación, en García Villada, Historia Eclesiástica de España..., págs. 374-375. García Villada indica que en la Congregación de Ritos se conservan el original de este proceso y el borrador de la traducción italiana (pág. 375). 1 

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Índice de los antecedentes que forman este expediente 1. Carta Pastoral anunciando el hallazgo de las SS. Reliquias de Santiago. 2. Oficio del Eminentísimo y Reverendísimo Señor Cardenal Arzobispo disponiendo la instrucción de este expediente y condensando en seis cuestiones el importante asunto que constituye su objeto 3. Solemne reconocimiento de la Cripta descubierta en la Capilla Mayor de la Santa Basílica y de la Urna contigua a la misma conteniendo las venerandas Reliquias

Folios

1º y 2º 4º y 5º

4. Declaración e informe de los Señores Capitulares Licenciados Don Antonio López Ferreiro y Don José Labín que dirigieron los trabajos de exploración

8 al 35

5. Informe de los Profesores de Medicina que examinaron los Sagrados Restos

39 al 44

6. Ídem de los Excelentísimos Señores Académicos de la Historia Don Aureliano Fernández Guerra y Reverendo Padre Fidel Fita resolviendo las preguntas del Eminentísimo y Reverendísimo Señor Cardenal Arzobispo sometiendo a la crítica histórica el de los profesores de Medicina 7. Ídem de los Excelentísimos Señores Obispos de Oviedo, Orense y Tuy sobre la autenticidad de las Sagradas Reliquias

45 y 46 47, 48 y 49

8. Escrito del Defensor proponiendo prueba 9. Declaraciones de los operarios que intervinieron en los trabajos de exploración

55 y 56

10. Ídem de varios testigos indicando la tradición favorable a dicha autenticidad

57 al 60

11. Otro escrito del Defensor proponiendo más pruebas 12. Ampliación de lo declarado por los operarios de la exploración comprobando el resultado de esta

53

61 al 64 64 y 65

13. Compulsa de la carta de San León, actas Capitulares y de la de Consagración de la Santa Basílica

66 al 76

14. Ídem de la escritura de concordia entre el Obispo Don Diego Peláez y el Abad de Ante-Altares

77 al 80

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15. Atestado del Tribunal sobre varios particulares relativos al asunto

81

16. Nuevo informe del Excelentísimo Señor Obispo de Oviedo hoy Arzobispo de Valladolid

82 al 102

17. Segundo informe de los sobredichos Señores Académicos

103 al 118

18. Memorial de las Sagradas Reliquias que se veneran en esta Santa Basílica

119

19. Ampliación del informe de los expresados Señores Canónigos Labín y Ferreiro

119 al 124

20. Alegación del Abogado Defensor

126 al 132

21. Impugnación del Señor Fiscal

133 al 146

22. Contestación del Defensor

149 al 178

23. Auto elevando el proceso al Eminentísimo y Reverendísimo Señor Cardenal Arzobispo

179 y 180

24. Oficio misivo del Señor Juez instructor, dirigido al Eminentísimo Prelado

[181]

25. Decreto Arzobispal definitivo, declarando auténticas y verdaderas las Reliquias y Huesos del glorioso Apóstol Santiago el Mayor y de sus dos Discípulos San Atanasio y San Teodoro

[182]

26. Colección de varios números del periódico “La Ilustración Católica”, que se citan en el expediente

//

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[1. Carta Pastoral anunciando el hallazgo de las SS. Reliquias de Santiago]3 Boletín Oficial del Arzobispado de Santiago.4 Año XVIII. Jueves 6 de febrero de 1879. Núm. 666. CARTA PASTORAL. Miguel, por la Misericordia divina, de la Santa Romana Iglesia Presbítero CARDENAL PAYÁ Y RICO, del título de los Mártires San Quirico y Santa Julita, Arzobispo de Compostela, Senador del Reino, Caballero Gran Cruz de las Reales y distinguidas órdenes de Carlos III e Isabel la Católica, etc. etc. etc. Al venerable Deán y Cabildo de esta nuestra Santa Apostólica y Metropolitana Iglesia, al venerable Abad y Cabildo colegial de La Coruña, al Reverendo Clero catedral, colegial y parroquial del arzobispado, a las Religiosas todas y a nuestro muy amado pueblo diocesano, salud y bendición en nuestro Señor Jesucristo. Evangelizo vobis gaudium magnum. Os anuncio un grande gozo. —S. Lucas, Cap. II, v. 10. Amadísimos hermanos e hijos en el Señor. La divina Providencia, que conoce la debilidad y flaqueza de nuestra condición, // –50– para sostenerla y alentarla en el sufrimiento de las adversidades de la vida, suele alternarlas con gozos y consuelos, sin los cuales muy frecuentemente llegaríamos a desfallecer. En los tiempos en que vivimos nos ha tocado sobrellevar una buena dosis de aquellas, y por eso nuestro buen Padre celestial, Pongo entre corchetes el título del documento que sigue, a partir del índice del Expediente canónico. Me parece que de este modo se tiene una idea más clara de los contenidos y resulta más fácil la lectura. No indico, en cambio, los títulos de los documentos legales menores que los acompañan y que se ven claramente en los encabezados. 4  Esta Carta pastoral figura, encuadernando el correspondiente cuadernillo del BOAS, al principio del Expediente canónico y no se tiene en cuenta para la numeración general. La paginación que indico es la que tiene en el Boletín Oficial del Arzobispado de Santiago. 3 

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que tiene siempre fija en nosotros su paternal mirada, cuida de darnos aliento y de suavizar nuestras amarguras proporcionándonos de vez en cuando poderosos motivos de verdadera consolación. Uno de ellos es el acontecimiento, cuya primera parte creemos deber anunciaros sin tardanza, reservando para más adelante haceros conocer el resultado final de las exploraciones que continúan sin interrupción. Aunque es tan conocida la escasez de medios con que cuentan en la actualidad los Prelados y Cabildos, toda vez que los disponibles apenas bastan para cubrir las atenciones ordinarias del personal y material de las Catedrales; sin embargo, de acuerdo con nuestro Excelentísimo Cuerpo Capitular, nos propusimos emprender la costosa obra de limpieza y general decoración de esta nuestra Santa Metropolitana y Apostólica Iglesia, confiando que la mano del Señor y la religiosidad del pueblo vendrían después en nuestra ayuda. Simultáneamente resolvimos hacer un reconocimiento subterráneo en el presbiterio y tras el altar mayor, con el fin de ver si podíamos hallar algún residuo siquiera de los cimientos del primitivo sepulcro en que fue colocado el cuerpo del Santo Apóstol por los varones apostólicos, que lo acompañaron desde Jerusalén; de los que después ocuparon los cuerpos de estos al lado del de su Maestro, y algunas reliquias más del cuerpo de Aquel; amén de los huesos que siempre se han venerado y veneran en el sepulcro, de construcción posterior a aquella época, colocado bajo la mesa del altar mayor: todo con el fin de avivar más y más en los fieles la devoción a su Padre en la fe é invicto defensor en las batallas, y de realzar el esplendor del culto que constantemente se le ha tributado y tributa en este Lugar de su elección y santificación. Por la misericordia de Dios, los trabajos de limpieza y decoración han marchado y siguen prósperamente, causan- // –51– do no poca alegría y edificación en los fieles la reaparición de las bellezas arquitectónicas de este templo monumental. En cuanto a la exploración, fracasaron dos tentativas de apertura de galerías subterráneas por haber tropezado con grandes murallones, que eran sólidas ramificaciones de los indestructibles fundamentos de esta obra colosal, los cuales era indispensable respetar. Tampoco dio resultado la tercera a la profundidad de más de tres metros bajo la superficie del primer plano del presbiterio; porque, continuada la galería hasta cerca del ábside, no se descubrió más que roca no

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muy resistente, sin encontrar ninguna cavidad. Felizmente al abrir un pozo en el centro del plano superior del mismo presbiterio, á metro y medio de profundidad, sin aparecer más que escombros en la excavación, se llegó a la superficie de la indicada roca, y al extraer los escombros que llenaban el espacio comprendido entre ella y el pavimento superior, se encontraron, mezclados con ellos, varios huesecitos, piececitas desprendidas de algún antiguo bordón del Santo Apóstol con muchas piedrecitas cúbicas de mosaico deshecho, fragmentos de mármol blanco y otros de jaspe como de sepulcro destrozado, y en fin, un cuadrilátero rectangular de más de unos tres metros de ancho y cuatro de largo, formado por muros de granito sólidamente levantados y perfectamente conservados, de construcción al parecer romana y de una vara de elevación. La cabeza de este cuadrilátero se halla bajo la mesa del altar mayor, y sobre él el sepulcro a que antes nos referíamos, en el que siempre hemos venerado algunos huesos del Santo Apóstol.5 En la parte opuesta se halla una sección transversal, formada por un muro ligero de piedras, ladrillos de gran tamaño y antiquísima estructura, enlazados con barro de color rojo, y, en su parte superior, ligeramente revocados con cal. El hueco cerrado entre esta pared y los muros de sillería que lo circundan todo, se ha hallado subdividido en tres cavidades por ligeros tabiques de la misma forma. Este descubrimiento Nos impresionó muy vivamente, así como a la respetable Comisión6 del Excelentísimo Cabildo, que nos auxilia en la dirección de los trabajos; porque, comparando lo que veíamos con lo que nos refieren la historia y la tradición acerca del primitivo sepulcro del Santo Apóstol // –52– y los de sus discípulos adyacentes, racionalmente podíamos sospechar que estos muros fueron los cimientos de aquella bóveda y arcos, que cubrían el Para la Congregación de Ritos la primera dificultad, en efecto, surgió de algunas expresiones utilizadas por el Eminentísimo Arzobispo en su Pastoral del 5 de febrero de 1879, con las que anunció al clero y al pueblo la fausta noticia del descubrimiento del cuerpo del Santo Apóstol. En dicha pastoral se aseguraba que una porción de los huesos del Santo se había conservado hasta hoy en el sepulcro bajo el altar, mientras que tanto el Informe de los Delegados como la tradición de más de dos siglos, dejaban claro que esa tumba estaba completamente vacía (Nova positio, pág. 32). 6  Antonio López Ferreiro y José Labín, a los que no menciona por su nombre en ningún momento. 5 

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del glorioso Patrón, que los huecos de la parte inferior habrían contenido los cuerpos de los discípulos y aun el de la piadosa Doña Lupa, y que, en las varias renovaciones que ha sufrido la fábrica de este gran templo, con el fin de despejar el presbiterio, u otros laudables, se habría acordado dejar parte de los huesos del Santo en el sepulcro de infra-altar, y colocar los restantes en el magnífico y muy decorado local que se conserva detrás del mayor. Guiados por estas conjeturas, abrimos otro pozo entre el centro de ese local y el altar de la testera y ¡agradabilísima sorpresa!, al llegar a la superficie de la continuación de la roca ya mentada, a la profundidad de algo más de un metro, enfrente del expresado altar, se descubrió una losa rectangular vertical, que casi llenaba exactamente el hueco que quedaba entre las extremidades de otras cuatro, a saber: una horizontal inferior, dos laterales perpendiculares y otra horizontal superior, que parecían ser las extremidades de las que formaban un sepulcro. Entonces, en medio de la mayor ansiedad, profundo respeto y religiosa veneración de los circunstantes, el operario ejecutor de los trabajos extrajo respetuosamente un fragmento de losa que cerraba el horizontal y estrecho intersticio que dejaban la primera losa perpendicular y la superior horizontal. Al extraerla, comenzó a clamar el operario: ¡no veo! ¡no veo!, de modo que fue menester sacarlo del pozo y darle algunos confortantes para que volviera en sí, lo que se consiguió al cabo de media hora, pero quedando visiblemente postrado de fuerzas. Entonces los señores Canónigos presentes, con gran veneración, acercaron una luz a la abertura, y, al descubrir varios huesos humanos y aun fragmentos de cráneo en el fondo del sepulcro, grandemente consolados presintiendo el hallazgo del tesoro escondido, colocaron de nuevo el fragmento en su lugar, mandaron cubrirlo con cal hidráulica, cerraron el pozo con una gran plancha metálica,7 la sellaron por sus cuatro lados, y Nos dieron parte de todo para acordar lo conveniente.

7  La del sepulcro del arzobispo Juan de Sanclemente, que se fundió posteriormente para el plinto sobre el que se colocó la urna de plata con los restos descubiertos.

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Figura 3. Plinto de la urna de las reliquias en la nueva cripta Plinto sobre el que descansa el arca de plata con los restos encontrados en 1879. Se realizó fundiendo, casi como un refrendo de la teoría oficial del ocultamiento, la lauda metálica de Juan de Sanclemente.8 Diseño de López Ferreiro. Fue usada previamente para cubrir provisionalmente el reconditorio. Fuente: IEGPS. Dibujo de Javier García sobre López Ferreiro, Altar y cripta..., pág. 33.

Indecible fue nuestra alegría al oír lo que oíamos, aunque fundadamente lo esperábamos; pero, deseando no lla- // –53– mar la atención antes de hora, esperamos la más oportuna para bajar al templo y ver con nuestros propios ojos que era exactamente cierto lo que se nos había referido.9 Con este motivo, reunida la Comisión al día siguiente en La repisa broncínea sobre la que reposa la obra fue íntegramente realizada por Ricardo Martínez Costoya en 1891, obra para la cual se fundió la lápida del arzobispo Juan de Sanclemente, aquél que había escondido las reliquias. […] La cara frontal se compone de once arquerías ciegas sostenidas por columnas torsas, con arcos de molduras lisas —excepto uno, decorado con dentículos. En los entrepaños de los arcos se disponen bellísimas hojas de acanto silvestre, y en las enjutas asoman puntas de hojas lanceoladas. Los laterales repiten la decoración, con siete arquerías en cada lado (Ana Pérez Varela, “Una tumba para el Hijo del Trueno: La remodelación decimonónica de la cripta de la catedral de Santiago y la urna argéntea de sus restos”, en Lucia Rosas, Ana Cristina Sousa y Hugo Barreira (eds.), Genius Loci: Lugares e significados – Places and Meanings, Porto, CITCEM, 2017, págs. 325-326). 9  No parece que fuese complicado bajar inmediatamente a ver lo descubierto sin llamar la atención de nadie. El templo estaba cerrado, el hallazgo fue por la noche, y había comunicación directa desde el palacio episcopal a la catedral. Esa comunicación fue la primera obra que hizo nada más tomar posesión de la diócesis, con la correspondiente resistencia por parte del cabildo, como de costumbre. Sobre la nueva puerta ver Santos Fernández, Antonio López Ferreiro..., pág. 227. 8 

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nuestra cámara, creímos oportuno levantar acta muy formal de todo lo hecho y descubierto hasta la fecha, y proseguir después los trabajos de exploración. Consiguientemente fueron invitadas las Autoridades de esta capital, que, con todo el cuerpo Capitular y Beneficiados de la misma Santa Iglesia y un número considerable de caballeros que se agregaron, recorrieron las excavaciones,10 admiraron y veneraron los monumentos y huesos descubiertos, y se retiraron viva y gratamente impresionados por lo que acababan de ver: quedando encargados de levantar el acta los tres notarios al efecto convocados y presentes. Nos faltan palabras con que expresar el general entusiasmo que ha despertado en la ciudad y fuera de ella un acontecimiento, que, como todo lo que atañe al Santo Apóstol, tan vivamente ha herido las fibras más delicadas de los religiosos y piadosos compostelanos. Ellos asedian día y noche a los operarios, de modo que frecuentemente se ven precisados éstos a interrumpir sus trabajos. A pesar de todo, es nuestro ánimo continuarlos hasta ver el fin, para someterlo todo a un riguroso examen facultativo y crítico,11 y si este da un resultado cual esperamos, emprender de seguida otros más costosos de decoración de estos santísimos lugares y objetos, que en su caso indudablemente atraerán las miradas y la veneración de los naturales como de los peregrinos.12 ¡Loado sea Dios! ¡Bendito y ensalzado sea su Santo Apóstol! ¡Reconozcamos y celebremos todos, su próvida bondad y misericordia porque en tiempos tan turbados como los presentes, en los cuales lloramos con amargas lágrimas el general decaimiento del espíritu religioso, nos anima, nos consuela y nos conforta dejándonos ver lo que no vieron nuestros antepasados y venerar y contemplar cara a cara lo que ellos tan solo pudieron venerar y contemplar con los ojos de su constante é imperturbable fe! Guiados por López Ferreiro y Labín. El Expediente canónico. 12  Desde el hallazgo de los restos la imaginación de S. Emma. empezó a espaciarse por el campo de los proyectos [que llevarían a ...] alterar y desfigurar por completo el bellísimo orden arquitectónico de esa Basílica y ocasionar tal vez su derrumbamiento (Cit. en Pombo Rodríguez, O Cardeal..., pág. 1124, Apéndice XVI). La prensa favorable las vio, en cambio, como un brillante futuro: Una vez averiguado todo, se construirá pro suscripción una lujosa capilla en donde se colocarán decorosamente los restos del glorioso Patrón de las Españas, y los fieles tendrán el indecible placer de bajar a aquel lugar tanto tiempo oculto. Nuestra ciudad volverá a nueva vida, pues la fe religiosa animará nuevas falanges de peregrinos […]. Hemos oído a su Emma. manifestar deseos de realizar magníficos proyectos, que sin duda dejarán época en los fastos de nuestra Iglesia (“Cuestión del día”, El Correo Gallego…, pág. 167). 10  11 

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Este es, amadísimos hermanos el grande gozo que queríamos y debíamos anunciaros. Ayudadnos a dar gracias al Señor y al Santo Apóstol por habernos favorecido tan esplén- // –54– didamente; con nuestra conducta hagámonos más y más dignos de nuevas avenidas de sus gracias y misericordias, hasta que obtengamos la postrera y más cumplida con la posesión de la eterna gloria. Como presagio de dicha tan suspirada, os bendecimos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Dada en nuestro Palacio Arzobispal de Santiago a 5 de febrero de 1879. —MIGUEL, Cardenal Payá, Arzobispo de Compostela. —Por mandado de Su Eminencia Reverendísima el Cardenal Arzobispo mi Señor, Licenciado Don Dionisio López, Dignidad de Tesorero, Secretario. Nota. —Esta nuestra Carta pastoral será leída al pueblo por los Señores Curas párrocos y demás encargados de las feligresías, en la forma acostumbrada, el primer día hábil después de su recepción. // –uno– [2. Oficio del Eminentísimo y Reverendísimo Señor Cardenal

Arzobispo disponiendo la instrucción de este expediente y condensando en seis cuestiones el importante asunto que constituye su objeto] [sello:] ARZOBISPADO DE COMPOSTELA + Ilustrísimo Señor. Como Vuestra Señoría no ignora, en medio de los contratiempos que amargan nuestros días en las circunstancias actuales, la divina Providencia se ha dignado proporcionarnos, y a esta nuestra ciudad, al Arzobispado, a Galicia entera, a la España toda y aun a los fieles esparcidos por la redondez de la tierra, un grandísimo e inapreciable consuelo con el reciente hallazgo, en el centro del presbiterio de esta nuestra Santa Iglesia y Basílica Apostólico Metropolitana de Compostela, un recinto murado de cantería de antiquísima construcción, cuyo interior, subdividido por antiguas también endebles y toscas paredes de piedra, ladrillos, barro y cal, representa, al parecer, según lo estima ya la piedad fundada en la historia y tradición, las cavidades que

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contuvieron el sepulcro del gloriosísimo Apóstol Santiago el Mayor, Patrón de esta Santa Iglesia y de España entera, así como también los de sus dos discípulos, San Atanasio y San Teodoro. Asimismo // sabe que, en el centro del tras-sagrario del altar mayor, o sea ábside del templo, hemos tenido igualmente la dicha de hallar, dentro de un sepulcro sin arte formado con algunas losas en su mayor parte sin labrar, una colección abundante de huesos humanos de todas clases, que examinados, clasificados y agrupados por una respetable Comisión de Catedráticos de Medicina y Farmacia de esta célebre Universidad literaria de Santiago, aparecen ser de tres diferentes esqueletos que la piedad, no sin fundamento, supone ser los restos de los cuerpos del glorioso Apóstol y sus dos insinuados discípulos. Igualmente consta a Vuestra Señoría que con incansable insistencia, de común acuerdo, Nos y nuestro Excelentísimo Cabildo Metropolitano hemos persistido en reconocer todo el subpavimento del presbiterio y tras-sagrario hasta llegar a la roca firme, con el propósito de descubrir cuantos objetos pudieran servirnos para identificar los mencionados huesos sagrados y sus sepulcros y de esta manera instruir después un bien trabajado expediente, en el cual por medio de un sostenido, riguroso y prolongado juicio contradictorio, en que nada dejase que desear la más severa crítica, pudiéramos –dos– venir a resolver con las más firmes garantías de acierto las cuestiones siguientes: 1ª. ¿El recinto murado descubierto en el centro del presbiterio de esta Santa Iglesia Apostólica Metropolitana, lo fue de los antiguos sepulcros del glorioso Apóstol Santiago el Mayor y sus dos discípulos San Atanasio y San Teodoro? 2ª. ¿El del Apóstol Santiago, se hallaría en la cavidad más próxima al altar mayor, formada por parte de los dichos muros de cantería y el central de rústica mampostería antes mencionado? 3ª. ¿Habrán sido sepulcros de los dos indicados discípulos las otras dos cavidades que, en forma de tales sepulturas, se han encontrado igualmente junto a la antedicha, formadas por parte de los muros de cantería, el central mencionado y otros aún más endebles que este? 4ª. ¿Los huesos descubiertos en el rústico sepulcro hallado bajo el pavimento del tras-sagrario, en su mismo centro, serán como se presume, los del grande Apóstol Santiago y sus dos repetidos Santos discípulos?

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5ª. ¿En caso afirmativo, cuál de las tres colecciones contendrá los de nuestro ínclito Patrono? 6ª. ¿Cuáles habrán sido las causas y acontecimientos que han motivado las transformaciones de lo antiguo y el estado en que se han hallado tan valiosos y venerables objetos? 7ª y última. ¿Será lícito tributar a los susodichos huesos y santos sepulcros encon- // trados el culto y veneración que les correspondería según las enseñanzas de la Santa Iglesia católica apostólica romana? Reconocemos, Ilustrísimo Señor, que la comisión que le confiamos es grave, ardua y trascendental; pero, por otra parte es también necesaria e indispensable, como a primera vista se descubre. Por ello, confiando en su celo, discreción, pericia y práctica, esperamos que la aceptará y la desempeñará satisfactoriamente, que depuradas las propuestas cuestiones con sus concomitantes, nada tenga que objetar la muy exigente crítica a las últimas conclusiones que en definitiva habremos de establecer. Dios guarde a Vuestra Señoría Ilustrísima muchos años. Santiago 16 de junio de 1879. Cardenal Payá, Arzobispo de Compostela [rubricado] Ilustrísimo Señor Doctor Don José María Canosa, Deán de esta Nuestra Santa Iglesia Basílica Apostólica y Metropolitana de Compostela. // –tres– Aceptación de comisión. Teniendo en consideración que el que suscribe ninguna intervención ha tenido en los hechos a que se refiere la anterior comunicación, por cuánto en la época en que todos ellos tuvieron lugar vivía permanentemente en la Villa y Corte de Madrid como Auditor de número que entonces era del Supremo Tribunal de la Rota, cuyo cargo ha desempeñado hasta el día tres de abril último, en que se posesionó de la prebenda Dignidad de Deán de esta Santa Metropolitana Iglesia, acepta desde luego el honroso cargo de Juez instructor que el Eminentísimo Señor Cardenal Arzobispo de esta Diócesis se ha servido conferirle, y protesta desempeñarlo con el mayor celo y la más estricta imparcialidad. Y a fin de que todas las actuaciones gubernativas revistan la formalidad que su importancia religiosa reclama, nombra secretario especial encargado de autorizarlas a Don Nicolás Yglesias, Notario mayor y de (...) del Tribunal Eclesiástico y Metropolitano de esta Diócesis. Lo mandó el Ilustrísi-

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mo Señor Doctor Don José María Canosa, Deán de la Santa Iglesia Catedral de esta Ciudad y Juez instructor en este asunto. Santiago junio veinte de mil ocho cientos setenta y nueve. [rubricado:] Doctor José Mª Canosa Ante mí [rubricado:] Nicolás Yglesias –cuatro– [3. Solemne reconocimiento de la Cripta descubierta en la Capilla Mayor de la Santa Basílica y de la Urna contigua a la misma conteniendo las venerandas Reliquias] Acta de reconocimiento. En la Ciudad de Santiago de Compostela á primero de febrero de mil ocho cientos setenta y nueve, reunidos en la Sala del Vestuario de esta Santa Apostólica Metropolitana Iglesia con el Eminentísimo y Reverendísimo Cardenal Arzobispo de la Diócesis, Doctor Don Miguel Payá y Rico, y los muy Ilustres Capitulares que suscriben, los Señores Don Francisco Sainz, Alcalde primero del Ayuntamiento, Don Luis Quintas, Comandante militar, Don Camilo Pintos, Juez Municipal, Don Antonio Casares, Rector de la Universidad literaria, Don José López Amarante, Director del Instituto de segunda enseñanza, y Don Salvador Parga, presidente de la Sociedad Económica, les manifestó su Eminencia Reverendísima que les había convocado de acuerdo con el Excelentísimo Cabildo, para que se enteraran por sí mismos, si en ello eran servidos, de las exploraciones practicadas en la Capilla Mayor de la Basílica, y les invitó para que al efecto pasaran en su compañía a dicha Capilla. Trasladáronse a esta, correspondiendo gustosos a la atención que se les dispensaba, y allí constituidos juntamente con otras muchas distinguidas personas que se les agregaron, hízoseles saber por Su Eminencia Reverendísima y por los Señores Capitulares encargados de los trabajos de exploración que las obras que iban a reconocer se habían hecho, la primera para averiguar los fundamentos que tuvieran algunas vagas y particu- // lares relaciones, sobre la existencia de una galería subterránea en comunicación con la cripta del Santo Apóstol Santiago, y las demás para determinar con fijeza y seguridad el sitio, disposición y estado en que se encontraran los restos venerandos de nuestro glorioso Patrono. Así advertidos fueron sucesiva y detenidamente viendo y examinando las obras siguientes.

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Primero. Un pozo abierto al lado del Evangelio y al pie de la escalera que conduce al Altar Mayor, el cual pozo, de unos dos metros y medio de profundidad, comunicaba con un túnel que, labrado de poniente a oriente en la roca y línea media de dicha Capilla, tiene de largo quince metros, de ancho cincuenta centímetros, y un metro y setenta milímetros de profundidad, dista su base del pavimento superior que está sobre las ultimas gradas cuatro metros y cincuenta milímetros, y no ofrece en su estructura otra cosa que los accidentes naturales y propios de una roca esquiva. Segundo. Una abertura practicada al pie de la tarima el Altar mayor, por donde se bajaba y bajaron los Señores mencionados, a una cavidad de cinco metros de largo por tres de ancho, y uno y medio de alto, de forma rectangular, cercada por cuatro muros de sillería que denotaban grande antigüedad, dividida en dos secciones próximamente iguales por otro muro de mampostería, y también de antigua construcción al parecer, conteniendo la sección anterior, en su parte izquierda un tabique casi íntegro de grandes ladrillos colocados sobre tierra primitiva, en la derecha otro tabique derruido de análogos ladrillos y a la misma distancia que el anterior del muro // –cinco– respectivo y en el suelo de la parte media, tendida sobre él, una columna de granito, de setenta centímetros de alto, y veinte de diámetro, y encontrándose en la sección posterior, apuntalada y cubierta por distintas capas, entre las cuales se notaba la dura y rojiza argamasa, que sirvió de asiento a los antiguos mosaicos, algunas piezas de estos y de baldosas de ladrillos y varios pedazos de mármol blanco de diferentes tamaños. Y tercero. Levantada que fue una gran plancha metálica que estaba sellada y hacía de tarima del altar que se halla detrás del mayor, se descubrió un pozo, de un metro y veinticuatro centímetros de profundidad, y de un metro próximamente de ancho, al fin del cual, mirando hacia el oriente, en la cabecera de la Capilla mayor, y exactamente en la línea media de la misma se veía, asentada sobre la roca y circuida por todas partes menos en su frente de apretados escombros, una urna de un metro de largo, y unos treinta centímetros de alto, y otros tantos de ancho, formada en su lado derecho por una pieza de sillería, en el izquierdo por una de mármol blanco, en el posterior por ladrillos, y en el anterior por un sillar y dos ladrillos unidos, que cerraban una abertura como de seis centímetros de ancho, interpuesta a lo largo del frente entre el sillar mencionado y la cubierta de la urna, la cual cubierta era una // losa de unos ocho centímetros de espesor, apareciendo dentro de la urna

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descrita amontonados en el centro varios huesos humanos, de muy venerable aspecto por la antigüedad que revelaban, ante los cuales con profundo respeto y grandísima devoción se fueron uno a uno prosternando los concurrentes, en la creencia, por lo que habían visto y oído, de que eran los Sagrados restos del Apóstol Santo, Patrono de las Españas. Y después de haber practicado los reconocimientos expresados en el orden expuesto, se retiraron todos muy complacidos, dándose por terminado el acto. A todo lo cual nosotros los infrascritos Notarios mayores, requeridos por Su Eminencia Reverendísima, presentes fuimos y damos fe: [rubricado:] Miguel, Cardenal Payá, Arzobispo de Compostela. [rubricado:] Dionisio López. [rubricado:] Don José María Martínez. [rubricado:] Licenciado Manuel Varela [ilegible] [rubricado:] Licenciado Tomás de Acosta. [rubricado:] Nicolás Yglesias. –seis– Providencia. Únase a los antecedentes para los efectos que haya lugar el acta de primero de febrero del corriente año, que se ha servido remitirnos el Eminentísimo Señor Cardenal Arzobispo de esta Diócesis. Lo mandó el Señor Juez instructor en Santiago junio veintiséis de mil ocho cientos setenta y nueve. [rubricado:] Doctor Canosa. [rubricado:] Yglesias. –siete– Providencia. Habiéndosenos asegurado que el Doctor Don José Labín, Canónigo Doctoral de esta Santa Metropolitana Iglesia, y el Licenciado Don Antonio López Ferreiro, también Canónigo de ella, habían dirigido los trabajos de exploración hechos en los subterráneos de esta Santa Iglesia Catedral, con el piadoso deseo de hallar el sepulcro y venerandos restos del Santo Apóstol Santiago el mayor, recíbanse desde luego sus declaraciones, en las que, después de relatar y describir los resultados materiales de sus investigaciones, se servirán exponer las apreciaciones que estos les inspiren, a tenor de lo expuesto por el

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Eminentísimo Señor Cardenal Arzobispo, en las siete cuestiones que propone en el oficio que obra a la cabeza de este expediente. Lo proveyó el Señor Juez instructor en Santiago julio primero de mil ocho cientos setenta y nueve. [rubricado:] Doctor José María Canosa. Ante mí [rubricado:] Nicolás Yglesias Notificación a los Señores Canónigos Don José Labín y Don Antonio López Ferreiro. En Santiago a dos de julio de mil ocho cientos setenta y nueve. Yo Notario mayor teniendo ante mí a los Señores Don José Labín y Don Antonio López Ferreiro, Canónigos de la Santa Iglesia Catedral de esta Ciudad, les notifiqué la providencia anterior previa su lectura: en sus personas quedaron enterados firman y doy fe. [rubricado:] Antonio López Ferreiro. [rubricado:] José María Labín [rubricado:] Yglesias. –ocho– [4. Declaración e informe de los Señores Capitulares Licenciados Don Antonio López Ferreiro y Don José Labín que dirigieron los trabajos de exploración] Los abajo firmantes, para cumplimentar la anterior providencia, en la cual se nos manda declarar e informar sobre los particulares a que se refieren las preguntas del interrogatorio que encabeza este expediente, creemos oportuno hacer una relación exacta de las exploraciones que precedieron y subsiguieron a las mencionadas en el acta adjunta, y que se observó en todas ellas y es digno de notarse. Primeramente, para averiguar si debajo del Altar mayor existía aún el agujero, de que hace mención Ambrosio de Morales en su Viaje Santo,13 leAmbrosio de Morales, Viage de – por orden del Rey D. Phelippe II a los Reynos de León, y Galicia y Principado de Asturias. Para reconocer las Reliquias de los Santos, Sepulcros Reales, y Libros manuscritos de las Cathedrales y Monasterios. Dale a la luz, con notas, con la vida del autor y con su retrato el Rmo. P. Mro. Fr. Henrique Flórez, del orden del Gran Padre San Agustín, Madrid, Antonio Marín, 1765. El conocido texto de Morales, que se re13 

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vantada que fue la cubierta del sarcófago que hay en aquel lugar y sacada la tierra primera que contenía, vimos que no había señal alguna de agujero en el expresado sarcófago, cuyo fondo estaba formado por varias losas de granito. La rareza de esto la hemos comprendido posteriormente cuando se ha puesto en claro que en el siglo 17 se rebajó bastante el pavimento de la Capilla mayor y se modificó, por consiguiente, la base y asiento del altar. Visto el resultado negativo de esta exploración, y con el fin de saber si tenía algún fun- // damento el dicho vulgar de que la losa grande que está en el centro del arco que describe el deambulatorio absidial cubría la entrada de una escalera que conducía al sepulcro del Apóstol, hicimos levantar dicha losa y, extraído el escombro que había debajo hasta la profundidad próximamente de un metro, nos encontramos con una cavidad, labrada en la roca, que no tenía comunicación ninguna y que por su forma y dimensiones parecía sepulcral. Sin embargo, debemos advertir que esta cavidad sólo estaba separada del nicho, en que han aparecido los huesos, objeto de este expediente, por los cimientos del muro del ábside. Continuando los trabajos de investigación, por haber oído muchas veces que de la Capilla de San José, titulada Catedral Vieja, arrancaba una galería subterránea que guiaba hasta un fuerte muro que cerraba la cripta del Santo Apóstol, se exploró todo el frontal de dicha capilla, se vio que el terreno que está detrás de él y debajo de la nave de la Soledad se halla formado por escombros, y sólo, al romper en su lado izquierdo una puerta tapiada, se encontró una escalera embovedada y libre, que llega hasta el 2º confesionario de la Soledad y que se conoce sirvió algún tiempo de comunicación al palacio arzobispal. Lo infructuoso de los trabajos mencionados nos dio a conocer que los que se hicieran en lo sucesivo debían circunscribirse al terreno in- // coge en la página 120 indica: Este Altar es hueco, y en el testero del Evangelio tiene una portecica cerrada, que solo se abre a los Arzobispos quando vienen de nuevo, y a los Reyes, y a mí se me abrió por ir por mandado de V. M. Lo que hay dentro es dos piedras grandes llanas en el suelo, y al cabo dellas un agugero pequeño, por donde no cabrá mas que una Naranja, y está tapado con cal: este pasa á lo hueco que está debajo del Altar y de sus gradas. y aun hasta mas afuera de la Capilla Mayor. En esta concavidad está el Cuerpo del Santo Apóstol en su tumba de mármol en que fue hallado, y es muy celebrada en nuestras Historias, y en los Privilegios de los Reyes muy antiguos: y con estar toda la Iglesia por debajo hueca, quando llega la Cripta á la Capilla Mayor está atajada con un muro grueso, para dejar cerrado del todo el Santo Cuerpo. Una versión bien digitalizada está disponible en [Consulta: 12/09/2020].

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–nueve– mediato al altar del Santo Apóstol. Por eso se emprendieron los detallados en el Acta adjunta y los que después se llevarán a cabo con el fin de averiguar todo lo que hubiera debajo del pavimento de la Capilla Mayor. Unos y otros, además del resultado expuesto en el acta citada, nos convencieron de que no hay la galería y bóveda, cuya existencia venía afirmando el vulgo, toda vez que desde la roca firme hasta la superficie del primer plano de la Capilla mayor sólo hay un espacio como de una vara del alto, que está relleno de escombros, restos de alguna obra destruida, y que contiene hacia el fondo una espesa capa de cenizas, indicio, a no dudarlo, de algún grande antiguo incendio. También observamos que en las dos secciones del recinto de la cripta había, aparte de los ladrillos que constituían los dos sepulcros de San Teodoro y San Atanasio, otros varios, que, por tener forma de cuña, consideramos que eran restos de algún arco o bóveda; notamos que en las capas superiores del sepulcro de la izquierda había algunas monedas del siglo 12, lo cual nos dio a entender que desde aquella época, al menos, no se había tocado en él y que, por tanto, los huesos que algún tiempo contuviera fueron extraídos antes; advertimos que el escombro, que rellenaba el sepulcro de la derecha y el espacio intermedio, era más moderno que el que encontramos en el sepul- // cro ya mencionado de la izquierda y parecía de la misma época que el que se extrajo de detrás del altar mayor; y vimos que en derredor y sobre la urna que contenía los huesos de que se trata había escombros, al parecer de poco más de dos siglos de antigüedad, y con la circunstancia de que el que estaba encima de la urna era mucho más ligero que el restante, formado en gran parte, principalmente el que se halló delante de dicha urna, por gruesas piedras, entre las cuales, había algunos pasos14 bastante gastados de escalera y otras piezas de obras contiguas. Extraído todo este escombro, apareció en aquel espacio, a cosa de un pie sobre la roca, un pavimento de cuarzo y cal y un muro de sillería, que le circundaba, que tiene de alto un metro próximamente y que debió ser rebajado cuando lo fue el pavimento de la Capilla mayor en el siglo 17. Al examinar a derecha e izquierda la parte exterior de la cripta, como a un pie de profundidad, se encontró un pavimento de losas de granito, casi todas quemadas y cubiertas de ceniza, un poco más abajo algunos fragmentos de mármol, y después, entre tierra muy apretada, varios huesos humanos, de 14 

En Apuntes, pág. 137 se transcribe por pisos.

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palmaria antigüedad, y pertenecientes, en nuestro juicio, a tres esqueletos, siendo de advertir que los de dos de estos estaban al lado derecho y los del otro al izquierdo. Sacados dichos huesos y toda la tierra que los envolvía, nos encontramos // –diez– 2ª con dos corredores, de un metro y veinte y tantos centímetros de ancho, formados por los muros de la cripta y otros dos exteriores, de menos espesor, del mismo orden de construcción que los primeros y hechos algún tiempo después que estos, a juzgar por las posaderas o tizones bastante salientes, que en ellos había, y que correspondían a una superficie lisa de los de la cripta, destinados, sin duda, en un principio a quedar descubiertos, como lo estaba el del frente. Por último, para que la historia de tan importantes exploraciones sea completa, estimamos conveniente narrar aquí con toda exactitud algunas circunstancias notables, que en ellas ocurrieron. Primeramente; considerando que, si se levantaba la losa grande situada en el centro del deambulatorio absidial con los fines arriba indicados, se daría a las exploraciones una publicidad entonces inconveniente, propuso uno de los declarantes que se sacara el cajón del testero de la Capilla mayor y se abriera debajo de él un pozo, porque, de haber la escalera subterránea que se decía cubierta por la losa mencionada con tal procedimiento no se podía menos de dar con ella. Pues bien, no obstante que este proyecto era sin duda de éxito seguro, se desistió de él por dificultades, que ciertamente no eran invencibles, y no fue malo que se desistiera, porque, // de llevarlo a cabo, es casi seguro que, al abrir el pozo sobre la urna que contenía los huesos, se hubieran destrozado una y otros sin obtener luz en el objeto que nos proponíamos, aunque así no hubiese sucedido, toda vez que ignorábamos entonces lo que había en el resto de la Capilla mayor. En segundo lugar, cuando se abrió el último pozo en el recinto que está detrás del altar mayor, sin motivo deliberado alguno se practicó la operación de tal modo que la pared posterior de dicho pozo pasó rozando exactamente con la urna, apareciendo sólo a la vista como unos tres decímetros de la superficie del sillar que forma el frente de aquella. Si se hubiera ensanchado el pozo, lo cual pretendieron los operarios para trabajar con mayor holgura y no permitieron los declarantes, se hubieran roto varias piezas del nicho, y, acaso también los huesos en él contenidos. En tercer lugar, el descubrimiento de las reliquias se verificó después de haber explorado los sitios de la Capilla mayor en que por ser los más princi-

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pales se suponía que debían estar, o lo que es lo mismo, se verificó cuando ya los declarantes estaban convenientemente ilustrados para poder comprender la importancia y significancia del hallazgo. Finalmente; en la noche del 28 de enero del año // –once– actual, a cosa de las diez, estando uno de los declarantes escarbando con un cincel la tierra que rodeaba la pieza frontal de la urna, halló sobre esta dos ladrillos unidos que le llamaron la atención por ser parecidos a los que había debajo del altar mayor, mandó al cantero que le acompañaba que los levantara y, ejecutado que esto fue, y vistos los huesos contenidos en el hueco que había detrás de los ladrillos, el cantero aludido, llamado Juan Nartallo, con no poca sorpresa de los declarantes y de los que allí estaban, quedó ciego o casi ciego, por espacio de media hora próximamente, y, estando sin vista dentro del pozo, hubo necesidad de sacarle, porque se le iba inmutando el semblante y poniéndose de aspecto cadavérico. Posteriormente nos dijo el expresado Nartallo que, durante los quince días subsiguientes al suceso, tuvo dolor de cabeza, y, tratando de explicar lo ocurrido, nos manifestó que en aquella misma noche había sentido movimientos de desconfianza y que, en los momentos en que se le llamó para que levantara los ladrillos, invocó interiormente a la Virgen de los Dolores a fin de que apareciera entonces el Cuerpo del Apóstol, que tanto tiempo hacía venía buscando. El cúmulo de circunstancias, que quedan fielmente referidas, hicieron creer a // los declarantes que la Providencia velaba de un modo especial por los huesos, objeto de este expediente = Custodit Dominus omnia ossa eorum, unum ex his non conteretur =, viendo en todo ello un indicio, que no debe despreciarse, y que los que con superior criterio hayan de decidir en este asunto estimarán en lo que valga. Y, esto consignado, pasamos a contestar por su orden a las preguntas del interrogatorio, cabeza del expediente.15 A la 1ª contestamos afirmativamente, y sirven de fundamento a nuestra contestación las razones siguientes: la antigüedad de los muros a que se refiere la pregunta y lo que se desprende de la historia y tradiciones de esta Iglesia. La edad de los muros aludidos puede fijarse atendiendo a su estructura, a los materiales que los forman y a su sistema de construcción. La estructura que 15 

Las que figuran en la pág. 2 del Expediente canónico.

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ofrecen es la que los griegos llamaban emplecton, o entrelazado, la cual constaba de dos paramentos de sillares, no unidos inmediatamente, sino por medio de pasaderas o tizones, conocidos entre los mismos griegos con el nombre de diátonos, llenando los intersticios una argamasa especial, que de tal manera se juntaba a los sillares que venía a formar un todo con ellos. Los materiales de que están formados los muros son sillares de grande aparejo, de granito poco poroso, más // –doce– 3ª compacto que el que se encuentra en estos alrededores y nada a propósito para absorber la humedad, y la argamasa mencionada, compuesta de cal, ladrillo molido y una tierra muy fina, suave y untuosa. En la construcción de los muros se advierte que los sillares están sentados de tal manera que en algunas partes es difícil distinguir las juntas, y este resultado debió obtenerse rozando, según costumbre de los romanos, unos contra otros los sillares antes de fijarlos definitivamente, a fin de que así desaparecieran las asperezas que pudieran impedir el exacto ajuste de los mismos. Pues bien; todos los caracteres, que se han observado en la estructura, materiales y construcción de los muros que nos ocupan, son tan propios, peculiares y exclusivos de la época romana que constituye un hecho que determina claramente el tiempo en que se hizo la obra. Por consiguiente; dichos muros no pueden ser los que se pretende haber hecho Don Diego Gelmírez para aislar el sepulcro del Santo Apóstol. La historia y tradiciones de esta Iglesia nos dicen de consuno que el sepulcro del Apóstol y los de sus discípulos San Atanasio y San Teodoro estuvieron debajo del altar mayor. En demostración de esto basta citar el Acta de Consagración de esta Basílica a fines del siglo 9º, la escritura de Concordia entre el obispo Don Diego Peláez y el monasterio de Antealtares, otorgada en el año 1077, y // la Historia Compostelana.16 Por otro lado, para convencerse de lo mismo, debe tenerse en consideración que siempre, en todas partes, las reliquias o cuerpos de los Santos titulares, estuvieron debajo La Historia compostelana, como es lógico, aparece citada muchas veces. Una versión en español fue publicada en 1950, traducida por Manuel Suárez y anotada e introducida por José Campelo, Historia Compostelana, o sea hechos de D. Diego Gelmírez, Primer Arzobispo de Santiago, Santiago de Compostela, Editorial Porto, 1950. La edición más reciente y ajustada es la de Emma Falque Rey, Historia compostelana, Introducción, traducción, notas e índices de –, Madrid, Akal, 1994 (Clásicos latinos medievales, 3). 16 

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del altar principal. El altar mayor de esta Basílica permaneció siempre en el mismo sitio, y, ni aun cuando en tiempo de Don Alonso 3º se erigió de nueva planta la Iglesia, se tocó al altar, respetándosele del mismo modo cuando Don Diego Peláez emprendió las obras principio de la Basílica actual. Y, si bien es cierto que Don Diego Gelmírez hizo obra en dicho altar, esta se redujo a ensancharlo, sin mudar el sitio. Tenemos, pues, que los cuerpos Santos del Apóstol y de sus discípulos estuvieron desde un principio debajo del altar mayor, y, como este permaneció siempre en el mismo lugar, es claro que el recinto murado, que se encuentra debajo del expresado altar, debió contener y contuvo los restos sagrados de nuestro Patrono y de sus discípulos Atanasio y Teodoro. Según la versión que de la Carta de San León se hace en el Breviario antiguo Compostelano y en el Códice, intitulado de Calixto 2º, los discípulos del Apóstol para depositar el sagrado cuerpo del mismo cavaron profundamente, pusieron un cimiento solidísimo y construyeron un sepulcro de piedra, en el cual colocaron el cuerpo del Santo, edificándose encima una pe- // –trece– queña iglesia; pues bien, los muros que forman el recinto de que se trata están excavados en la roca, se conoce evidentemente que son obra primitiva, hecha en aquel lugar, y se puede asegurar que son el fundamento firmísimo firmissimum fundamentum a que se refieren San León y el Códice citado. Y lo que atestiguan la historia y la tradición lo confirman las monedas que se han encontrado en el recinto que nos ocupa: estas monedas, que corresponden al largo periodo comprendido entre el siglo 9º y el 16, son una prueba muy elocuente de que en aquel lugar estuvieron efectivamente guardados los restos venerados del Santo Apóstol y los de sus discípulos San Atanasio y San Teodoro. A la 2ª pregunta contestamos también afirmativamente por las razones que a continuación se exponen. En primer lugar; la cavidad a que se refiere la pregunta es la que está propiamente debajo del Altar mayor, y, como ya se ha dicho que la historia y tradiciones de esta Iglesia determinaron siempre el sepulcro del Apóstol debajo de mencionado altar, en aquel sitio es donde debemos suponer y creer que estuvo. En segundo lugar; la cavidad de que se trata estaba más adornada que la otra en su parte inferior, puesto que se hallaba cubierta por un pavimento de mosaico, mientras que la contigua lo estaba todo por baldosas de ladrillo. En tercer lugar; tanto // el muro de separación de las dos cavidades, en que está dividido el recinto murado, como los dos sepul-

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cros de la anterior se conocía, por los cortes dados en el terreno y en las capas de escombros, restos de la obra primitiva, que fueron construidos con posterioridad a dicho recinto. Y, como fuera el cuerpo del Apóstol el primero que se depositó en el lugar que nos ocupa, es visto que el expresado cuerpo estuvo colocado en la cavidad que está debajo del altar y que es la más antigua. Por ultimo; la inscripción y la actitud de la efigie del Apóstol que se venera en el Altar mayor señala como sitio del sepulcro de aquel la cavidad expresada y no otra, leyéndose en la inscripción aludida “Hic est Corpus Divi Jacobi Apostoli et Hispaniarum Patroni”, y viéndose el dedo índice de la efigie marcando de un modo inequívoco el lugar donde reposan los restos del Santo. Esto mismo aseguran los memoriales de reliquias de esta Santa Iglesia, que datan por lo menos del siglo 15, y en uno que tenemos a la vista de se dice: “Debajo del altar mayor está el Santo Cuerpo entero de nuestro gran Patrón, Señor Santiago Zebedeo, y los de sus dos discípulos San Atanasio y San Teodoro.” A la 3ª afirmativamente. Los sepulcros de ladrillo, que se han encontrado en la cavidad anterior del recinto murado en que nos ocupamos, atendiendo a los // –catorce– 4ª materiales que los constituyen y a la forma de construcción, pertenecen, en nuestro juicio, a la época romana, y, como es sabido por la Carta de San León y por las demás historias y tradiciones de esta Iglesia que junto al sepulcro del Apóstol a derecha e izquierda están sepultados los cuerpos de sus dos discípulos Atanasio y Teodoro, es clave que los sepulcros de que se trata en la pregunta han de ser los de los expresados discípulos, puesto que en el recinto mencionado no hay ni indicio siquiera de otros. El estar dichos sepulcros colocados no inmediatamente junto al del Apóstol sino un poco separados hacia la parte anterior se explica perfectamente teniendo en cuenta los sentimientos de humildad, consideración y respeto, que inspirarían a los discípulos, al marcar, como marcaron, el sitio de una sepultura, y suponiendo, en consecuencia, como es debido, que no querían se les colocara en la misma cavidad donde se guardaba tan precioso tesoro como era el cuerpo de su Maestro. Por otra parte; según hemos indicado ya, los dos sepulcros de los discípulos y el muro de mampostería que los separa de la cavidad que contuvo el del Apóstol son de tiempo posterior al en que se hizo la obra primitiva, y no podría ser de otra manera, puesto que los discípulos murieron bastantes años después de // haberse depositado en aquel recinto las reliquias de Santiago.

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Las miniaturas, que representan los sepulcros de los dos discípulos inmediatamente unidos al del Apóstol, no pueden ser una objeción seria contra lo que dejamos sentado, considerando que, cuando se hicieron dichas miniaturas, no se conocía la perspectiva y no se pudo, por tanto, colocar en un verdadero cimacio respectivo los objetos que se quiso representar. Por lo demás las tradiciones y memorias de esta Iglesia colocaban, según Castellá, los sepulcros de los discípulos, no en la misma cavidad que contenía el del Apóstol, sino junto a ella. De todo lo cual se infiere que, estando los sepulcros de los discípulos junto al del Apóstol pero no en la misma cavidad, sólo las sepulturas a que se refiere la pregunta, situadas inmediatamente una a la derecha y otra a la izquierda de la tumba del Apóstol, pudieran ser las que contuvieran los cuerpos de San Atanasio y San Teodoro. A la 4ª afirmativamente. Las tradiciones, como es sabido, constituyen en la Iglesia Católica una cadena segurísima, que, uniendo los siglos entre sí, ponen en contacto las generaciones y transmiten de unas a otras verdades de suma importancia para [la] vida cristiana, explicándolas según las circunstancias. Allí donde no hay obstáculos // –quince– para que circulen libremente las noticias sobre que versan, las manifiestan y transmiten con toda claridad, sin ambages, rodeos, ni misterios; pero, cuando una necesidad cualquiera obliga a guardar reserva acerca de los hechos, entonces la tradición, para darlos a conocer, apela a los símbolos, a las alegorías, a toda clase de signos y hasta a los enigmas. Esto sucedió con la famosa disciplina del arcano, y, para no detenernos demasiado en demostrar lo que es de todos conocido, esto sucedió siempre con los objetos de gran estima que convino tener ocultos, y esto sucedió con la urna que contenía los restos de San Ambrosio, San Gervasio y San Protasio y que se ha descubierto hace poco en Milán. De aquella urna decía una Crónica, y era opinión vulgar, que estaba en un profundo pozo, suspendida por cuatro cadenas, cuyos extremos se hallaban sujetos a las cuatro columnas que sostenían el baldaquino; en el Dittamondo di Fazio degli Uberti se refiere que, cuando Angilberto, Arzobispo de Milán, colocó en la misma urna los cuerpos de San Ambrosio, San Gervasio y San Protasio, los de estos dos últimos se retiraron a los lados para dejar el puesto del medio al primero; y, parecidas a estas, se encontraban otras muchas cosas, en cuyo fondo

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habrá verdad, por más que las circunstancias fueran fabulosas.17 En efecto; por las exploraciones, que se hicieron para reconocer el estado de aquellos // Santos cuerpos, se ha averiguado que existía sí la urna, pero que no había pozo, ni cadenas, ni suspensiones, y que el cuerpo de San Ambrosio, lejos de estar en el medio, estaba a un lado. Lo ocurrido en este asunto y en otros muchos semejantes nos indica que, siempre que, tratándose de narraciones análogas, se quiera discernir en ellas lo cierto de los falsos, es preciso inquirir escrupulosamente los hechos que pudieran darles origen y los motivos que influyeron para que con la verdad se mudaran las fábulas; así es como la buena crítica podrá descubrir no pocas veces, a través de historias adulteradas por diferentes causas, los hechos que le importa conocer y depurar. Por eso seguiremos la conducta, que dejamos trazada, al referirnos en el examen de las noticias tradicionales referidas al sepulcro del Apóstol y a su verdadera situación. Aunque oficialmente, por decirlo así, se viniese asegurando que los restos del Apóstol descansaban debajo del Altar mayor, un gran número de indicios, cuya significancia y valor no se habían comprendido bien hasta ahora, señalaban, por el contrario, como el sitio donde aquellos restos se guardaban el en que han aparecido últimamente. A este sitio acudían muchas personas piadosas de la población y, entre ellas, Doña Bernarda Varela Limia, viuda de Fernández, para rezar y encomendarse al Apóstol, y algunas habrían // –diez y seis– 5ª según asegura el Señor Pereiro, Catedrático del Instituto de 2ª Enseñanza, que, después de rezar un credo en la Capilla del Franco y dos delante del Altar mayor, rezaban tres en la parte posterior del mismo, que es donde se han encontrado las sagradas reliquias. Varias personas de esta ciudad, entre las cuales se encuentra Doña Agustina Méndez, recuerdan haber oído que los restos del Apóstol estaban en el sitio donde ahora han aparecido. Don José Losada, platero de la Catedral, afirma que, cuando él era niño, recuerda haber visto en el pavimento que está sobre la urna recientemente encontrada una plancha metálica y encima de ésta velas encendidas. Bonifazio degli Uberti, poeta pisano del siglo XIV. El Dittamondo es un largo poema buscando la Virtud a través del mundo conocido en su época. Una edición del XIX es la de R. Renier (ed.), Liriche edite ed inedite di Fazio Degli Uberti, Firenze, G. C. Sansoni Editore, 1883. Cristiano Lorenzi, “Uberti, Bonifacio”, Dizionario Biografico degli italiani [en línea], disponible en [Consulta: 29/06/2021]. 17 

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Se viene contando de tiempo inmemorial que un Señor Arzobispo, o Cardenal de esta Iglesia, solía bajar a una Capilla subterránea que había detrás del Altar mayor, ordenando, cuando lo verificaba, al paje que llevaba consigo que se quedara a la entrada de la escalera; pero que este paje en una ocasión, movido por la curiosidad, contravino a las órdenes de su Señor, penetró en el interior de la Capilla y se quedó ciego por algún tiempo, dando esto motivo a que desde entonces se cerrara aquel lugar. Así mismo era tradición popular, de la cual // se hacen eco el Señor Zepedano18 y otros autores, que una losa grande, colocada en el centro del deambulatorio del ábside, daba entrada a una escalera que conducía al sepulcro del Apóstol. Y, si bien es cierto que no había ni hay semejante escalera, según dejamos ya referido, es no obstante indudable que la notica confusa que constituye esta tradición popular no pudo esparcirse para otra cosa que para significar la existencia del cuerpo del Apóstol detrás del Altar mayor. Donde ahora se encuentra la losa aludida estuvo hasta el siglo 17 la sepultura del Arzobispo Don Rodrigo de Padrón con su correspondiente epitafio, cuya memoria no es verosímil se borrara en aquel siglo. Pues bien; para confundir, como se confundió, la cavidad sepulcral mencionada con la supuesta misteriosa entrada a la cripta del Apóstol debió haber algún motivo, y el que hubo no debió ser otro que los vagos rumores acerca de la proximidad de las reliquias. Debe llamar la atención que, habiendo varias vidrieras en el ábside, sólo en la que está más próxima al sitio en que han aparecido las reliquias se representasen el arca y la estrella, como se hizo, con los bastidores de la misma vidriera. El gran número de lámparas, colocadas detrás del Altar mayor sobre el sitio en que han aparecido los huesos de que se trata, indica que también aquel lugar merecía gran veneración, puesto que, según la sagrada liturgia, las lám- //

José María Zepedano y Carnero, Historia y descripción arqueológica de la basílica compostelana por el Doctor –, Dignidad de Arcediano de la misma, Lugo, Imprenta de Soto Freire, 1870. El libro es ampliamente utilizado como referencia en el Expediente canónico. Muestra el interés renovado de finales de siglo por la historia y tradiciones compostelanas. Para ver el despegue de este interés sirve muy bien el prólogo del libro pionero sobre la catedral compostelana de José Villaamil y Castro, Descripción histórico-artística-arqueológica de la Catedral de Santiago, Lugo, Imprenta de Soto Freire, editor, 1866. 18 

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–diez y siete– paras no se ponen detrás del Altar mayor, a no ser que haya una razón especial para ello, y la que hubo en el caso que nos ocupa no parecer poder ser otra sino la de estar allí guardadas las santas reliquias. En la bóveda que cubre la Capilla mayor están pintados los atributos del Santo Apóstol, y merece notarse que el arca, que es uno de ellos, no se haya dibujado en la sección que corresponde sobre el Altar mayor y que parecía un lugar propio, sino en la última posterior, que coincide con el sitio donde se han encontrado las sagradas reliquias. Por último; la antífona y la oración, que en las procesiones dominicales del año se entonan según ordena el antiguo ceremonial de esta Iglesia en el sitio del ábside contiguo al en que se han encontrado las reliquias, dan no poca luz en el particular que nos ocupa. Para cantar las demás antífonas y oraciones, que se dicen en las procesiones aludidas, se detienen estas junto a las imágenes de Nuestra Señora de la Concepción y del Redentor, a los cuales se dirigen; luego el detenerse la procesión, como se detiene, en el sitio contiguo al área encontrada para cantar la antífona Corpora Sanctorum etc. y la oración correspondiente significa que junto a aquel sitio están en efecto las reliquias, o cuerpos de varios santos, // a quienes se refieren las piezas indicadas. Los dichos y prácticas, de que se deja hecho mérito, no pudieron menos de tener algún fundamento, y este, como desde luego se comprende, no fue otro sino el estar donde se han encontrado las venerables reliquias del Santo Apóstol y las de sus dos discípulos San Atanasio y San Teodoro. De mayor importancia y significación son, a no dudarlo, los indicios que a continuación se exponen, basados en el sitio y condiciones en que han aparecido los huesos de que se trata. El sitio en que se han encontrado dichos huesos es la cabecera de la Capilla mayor, el lugar más principal de toda la Iglesia; por tanto, es de suponer que el que allí los colocó y guardó buscando con tanto esmero el eje y testero de la Basílica los estimó como las reliquias más importantes y venerables que enriquecían el templo. Y no habiendo habido nunca en éste restos humanos algunos de más estimación que los del Apóstol y sus discípulos, se infiere legítimamente que, en el concepto de que eran de ellos y no de otros, fueron colocados en el lugar donde se hallaban. La urna en que se han encontrado los huesos tenía a lo largo de un frente una abertura, que, aunque estaba cubierta con dos ladrillos unidos, se conoce fue dejada intencionalmente para poder reconocer y sacar las reliquias del fondo de la urna donde estaban colocadas; lo cual au- //

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–diez y ocho– 6ª toriza para sentar, como sentamos, la misma deducción que se ha hecho en el argumento antecedente. Las circunstancias de haber entre los huesos encontrados muchísimos fragmentos, sumamente diminutos, que no pudieron formarse allí, prueba también que los que con tanto cuidado los recogieron y guardaron debían considerarlos como restos muy importantes y venerandos, como los del Apóstol y sus discípulos, según dejamos consignado. Entre los materiales que forma la urna hay varios ladrillos, que, a simple vista, nos han parecido de la misma sustancia, marca y antigüedad que los que constituyen los dos sepulcros de la sección anterior del recinto murado de que se deja hecho mérito: entre los huesos se halló un pedazo pequeño de mármol blanco de la misma clase que el que apreció debajo del Altar mayor en la sección posterior de la cripta: algunos de los huesos encontrados en la urna, sin estar en contacto con los ladrillos, que en ella había, aparecieron impregnados de una sustancia del mismo color rojizo subido que el que tienen aquellos, induciendo esto a creer que en un principio estuvieron depositados en sepulcro de ladrillo. Pues bien; todos estos datos nos demuestran claramente la procedencia de los huesos en cuestión, nos están diciendo que vinieron del recinto // murado romano, donde estuvieron antiguamente los cuerpos del Apóstol y de sus discípulos San Atanasio y San Teodoro. Habiendo colocado una muela del Apóstol, que se guarda en el relicario de la Iglesia y que ofrecía el mismo aspecto que las halladas entre los huesos, en el alveolo correspondiente de un maxilar inferior de los que había en la urna, se vio que se adaptaba bien a él y dijeron los facultativos que podría ser de allí. Según Carta del Maestro Ragnerio a San Atón, publicada en el Acta Sanctorum, tomo 6º del mes de julio, los restos del Apóstol, en el siglo 12, en tiempo de Don Diego Gelmírez, estaban colocados y guardados en un sepulcrito = in lucello in quo sunt; ahora bien; en las exploraciones últimamente practicadas, en toda la Capilla mayor, no se han encontrado más huesos en sepulcrito que los de que se trata; luego estos huesos son del Apóstol, toda vez que desde el siglo 12 hasta la fecha no ha habido, que se sepa, destrucción o sustracción de sepulcros en dicha Capilla, y visto que el que está debajo del Altar mayor ni es sepulcrito, ni obra antigua, sino del siglo 17, a lo sumo. Finalmente; los huesos del Apóstol Santiago y los de sus dos discípulos San Atanasio y San Teodoro están en posesión de la parte principal de la capilla mayor de la Basílica Compostelana desde el principio del cristianismo en Espa- //

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–diez y nueve– ña, fundándose esta afirmación en pruebas tan copiosas, claras y concluyentes que no dejan la menor duda en el ánimo más exigente; es así que en la parte principal de dicha Capilla, después de haberla reconocido escrupulosamente, no se han encontrado otros restos humanos que los de los tres esqueletos hallados en la urna que nos ocupa; luego esos restos son los de Santiago y sus dos discípulos ya nombrados. Y esta conclusión es tanto más decisiva, cuanto que los huesos encontrados, según análisis facultativo muy detenido y concienzudo, son de tres esqueletos, ni más ni menos, y presentan caracteres físicos y químicos, que, no solo acreditan su grandísima antigüedad, sino que la fijan en los orígenes del cristianismo. A la 5ª. No podemos contestar a esta pregunta con pleno convencimiento de causa sin tener a la vista, como término de comparación, el molar del Santo Apóstol, que se guarda en el relicario de esta Iglesia, y las reliquias de cráneo del mismo que existen en la de Pistoya, y sin oír, al propio tiempo, el dictamen de médicos competentes acerca de la edad y demás circunstancias que puedan atribuirse a las personas a quienes correspondan los tres esqueletos de que se trata. Aunque fuera fácil discernir aproximadamente los tres esqueletos y conocer del mismo modo cual es el del Apóstol, creemos que se debe tener presente // lo que para un caso análogo se ordena en la Bula del Inmortal Pío IX referente a las reliquias de San Ambrosio, San Gervasio y San Protasio. Los restos de estos Santos se encontraron confundidos, se hizo por los facultativos el oportuno discernimiento y, sin embargo, el Pontífice mandó que continuaran siempre unidos como se habían hallado. A la 6ª. El oratorio primitivo, que construyeron los discípulos sobre la tumba del Apóstol y del cual nos hablan San León y todos los documentos de la Antigüedad, fue, sin duda alguna, destruido en las primeras persecuciones con que el Imperio Romano se propuso extinguir no solo la religión y las cosas sino hasta el nombre de los cristianos. Y esto se colige, no solo del testimonio expreso de la Compostelana que lo afirma, sino que también del silencio de Idacio, San Isidoro y demás escritores españoles, que florecieron antes de la invasión sarracena y del siglo 9º y que nada dicen de la existencia de este oratorio. Aquí ocurre la observación de que parece extraño, que cuando los perseguidores destruyeron el oratorio mencionado, no destruyeran al mismo tiempo la tumba del Apóstol y las de sus discípulos. Sin embargo; la observación, aunque obvia, no ofrece dificultad, si se considera que en la misma Roma, donde tanto se cebó el //

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–veinte– 7ª furor de la persecución, se conservaron innumerables sepulcros, no obstante la destrucción de los edificios cristianos, y si se tiene en cuenta, además, que los Romanos, aun los de aquella época, profesaban un respeto profundo y supersticioso a los dioses manes y miraban con horror la violación de los sepulcros. Desde la primera destrucción hasta el siglo 9º, la cripta, situada debajo del oratorio, debió quedar cubierta de escombro, como aconteció con la parte baja de los monumentos que fueron arrasados en tiempos calamitosos. En este estado, y llena completamente de maleza y boscaje, la descubrió Teodomiro, y es de suponer que, al tratar de inquirir lo que había en aquel lugar, deshiciera algo de lo que quedaba subsistente de la obra antigua. Es sabido que Don Alfonso el Casto, tan pronto como supo por Teodomiro el feliz hallazgo de las preciosísimas reliquias del apóstol, se presentó, acompañado de su corte, en el sitio donde el Cielo con prodigiosas señales las mostrara, y, después de venerarlas, ordenó se levantara en honor de ellas y sobre el mismo recinto en que se encontraban un templo, que se rodeó de algunas capillas. Pero este templo, pro- // visional, de muy reducidas dimensiones, que probablemente no ocuparía más área que la del recinto primitivo, formado de mampostería y barro como otras edificaciones de la misma época y del mismo monarca, desapareció cuando Don Alfonso 3º reedificó la Iglesia con más riqueza y esplendor. Este último rey se propuso levantar, en cuanto le era posible, un templo digno del Apóstol a quien le consagraba: hizo traer mármoles y otros materiales de la antigua ciudad de Auca19 y de Oporto, con los cuales construyó una iglesia para aquella época suntuosa; mas esta iglesia, en parte de mampostería asentada en cal, de bastante más capacidad que la anterior, pero no muy grande, puesto que la Compostelana la llama Vetustissima Ecclesiola y solo comprendía el espacio que hay entre el Coro y el Altar, fue destruida y arrasada por el célebre Almanzor, quedando huellas muy marcadas del horrible incendio que devoró el templo en el pavimento de los corredores de la cripta La Escritura impresa en Castela fol. 460. refiere muchas individualidades acerca de la fábrica del Templo, contando hasta los sitios de donde se trajeron las piedras por agua, desde la Ciudad de Porto, y otros mármoles que los Reyes antiguos habían conducido por el mar, para fábricas que á la sazón estaban arruinadas por los Moros, y uno de aquellos sitios era la Ciudad de Auca, según pone la traducción del Castellano (Enrique Flórez, España sagrada: theatro geographico-historico de la Iglesia de España, t. XIX: Estado antiguo de la Iglesia Iriense, y Compostelana, hasta su primer arzobispo, Madrid, Antonio Marín, 1765, cap. 6, pág. 94). 19 

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y en los muros de esta, como se puede ver hoy mismo, sin que las huellas aludidas se puedan atribuir a los demás incendios que hubo en la Catedral, porque ninguno de estos tocó a la Capilla mayor. Después de la catástrofe de Almanzor, Don Bermudo 2º y San Pedro Mosoncio20 repararon, en la forma que les fue posible, los estragos causados // –veinte y uno– por la furia musulmana, aunque es de creer que restaurarían la Iglesia bajo la misma planta que tenía, lo cual no era poco en aquellas circunstancias. La Iglesia, así restaurada, desapareció para dar lugar a la obra que, comenzada por Don Diego Peláez y continuada y concluida por Don Diego Gelmírez, forma el cuerpo de la Basílica actual. Y decimos que forma el cuerpo de la Basílica actual porque en el siglo 17 se modificó radicalmente todo el decorado de la Capilla Mayor y se rebajó el pavimento de la misma sobre unos cincuenta centímetros, según se desprende de la altura primitiva de las columnas que la rodean, encerradas dentro del revestimiento churrigueresco, hoy a la vista, y reconocidas detenidamente por los declarantes. En todas las obras que se hicieron en la Basílica hasta el tiempo de Don Diego Gelmírez no se alteró ni el Altar principal, ni el lugar del sepulcro que estaba detrás de él. Según refiere la Compostelana, Don Diego Gelmírez ensanchó considerablemente el Altar primitivo y es probable que, para llevar a efecto esta obra, hiciera alguna modificación en la parte inferior de dicho altar. En el siglo 17 se ensanchó de nuevo el altar, quedando como se ve en el día, se rebajó el pavimento de la Capilla mayor unos cin- // cuenta centímetros y se hizo el sarcófago de mármol, que está debajo del altar y que antes no existía, pues, según Ambrosio de Morales, testigo de vista y cualificado, el lugar que hoy ocupa dicho sarcófago estaba cerrado, hueco, con una ventanilla en el lado del Evangelio y con dos grandes losas en el fondo, al cabo de las cuales había un agujero que daba a una cavidad, cuya altura no determina el expresado señor, ni puede determinarse, aunque se supone fundadamente que no excedería mucho de los cincuenta centímetros que se quitaron a la que tenía el pavimento. El sarcófago de que se deja hecho mérito quedó abierto por todas partes y a disposición del que quisiera examinarlo, no pudiendo creerse, por tanto, que se destinara a guardar reliquias de ninguna clase, y siendo verosímil que solo tuviera por objeto recordar el que allí hubo en otro tiempo. 20 

San Pedro de Mezonzo, obispo de Iria Flavia-Compostela entre 985 y 1003.

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Detrás del altar cuyas vicisitudes y transformaciones dejamos apuntadas hizo Don Diego Gelmírez, a principios de su pontificado, una Capilla subterránea, de la cual, expresando los motivos que hubo para construirla, nos habla la Compostelana, sin que nadie después, que sepamos, vuelva a hacer mención de ella como de lugar accesible. // –veinte y dos– 8ª Los intercolumnios, que rodeaban esta Capilla, estuvieron hasta el siglo 17 cerrados por un muro, en cuya parte céntrica exterior estaba el altar de la Magdalena, donde se decían las misas matinales de los peregrinos, que frecuentaban la Basílica. En las exploraciones últimamente practicadas se han encontrado restos de las escaleras por las cuales se bajaba a dicha capilla; se han encontrado asimismo el pavimento, que era una masa compuesta de cal y fragmentos de cuarzo muy blanco, y estaba a cosa de un metro y catorce centímetros bajo el plano superior; y se ha encontrado por último en el fondo de la Cabecera, más baja que el pavimento aludido, sobre la misma roca, el arca de las Santas reliquias, delante de la cual en toda la extensión de la Capilla habrá un muro de cerca de un metro de espesor. Apareció también en la pared de la Capilla de que se trata, inmediatamente debajo del pavimento moderno, y en el revestimiento de la columna izquierda de las dos céntricas que rodean aquel sitio, una pintura que debió ser de las que antiguamente había detrás del Altar mayor, y representaban pasajes alusivos a los milagros obrados por el Apóstol. // Acerca de las causas que han motivado el estado en que se han encontrado tan venerandos y valiosos objetos, esto es, los huesos en que nos venimos ocupando, expondremos las conjeturas que estimamos más racionales y verosímiles por estar calcadas en hechos indubitables. Antes de la invasión de los Normandos y de la de Almanzor, acaecida en el último tercio del siglo 10, no hubo motivo alguno para sacar las sagradas reliquias del sitio en que estuvieran desde un principio. Pero cuando tuvo lugar la última de dichas invasiones, es indudable que los cristianos al abandonar la ciudad y llevarse consigo los objetos transportables de valor, se llevarían también las sagradas reliquias que eran de un precio inestimable; que siendo costumbre de los fieles en tiempos de peligro trasladar las reliquias de los Santos a lugares seguros no se puede suponer que San Pedro Mosoncio, obispo de esta Iglesia a la sazón, desamparara en aquellas circunstancias los restos venerandos del Apóstol y de sus discípulos. Y uno se puede suponer semejante cosa, porque San Pedro Mosoncio no era un Obispo abandonado

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sino muy celoso y no haría menos por tanto que lo que hicieron los cristianos de León, Zamora, Sahagún y otros pueblos de Castilla los cuales // –veinte y tres– transportaron a sitios lejanos no solo los restos de San Froilán, San Pelayo, San Atilano, Santos Facundo y Primitivo y San Millán, sino que también pusieron a salvo en aquellas apuradas situaciones los de algunos reyes, según refiere el Obispo de Oviedo Don Pelayo. Ni se diga tampoco que San Pedro Mosoncio y los de Compostela pudieron ser sorprendidos, puesto que sabían por los Condes cristianos que venían en compañía de Almanzor los propósitos de este caudillo y no ignoraban lo que había hecho con las reliquias de los pueblos antes invadidos. Lo que sí se puede suponer, como muy verosímil, [es] que ya desde entonces se confundirían las reliquias del Apóstol y las de sus dos discípulos, pues nada tiene de extraño que los que intervinieron en la traslación las mezclaran en medio del apuro y precipitación con que sin duda procederían en tan críticas circunstancias; y tanto menos es de extrañar esto, cuanto que Angilberto, Arzobispo de Milán, juntó en el siglo 9º los restos de San Ambrosio con los de San Gervasio y San Protasio, sin verse en necesidad ni aprieto. Después que cesó aquel gran peligro, y que Don Bermudo 2º y San Pedro Mosoncio restauraran la Iglesia, dicho se está que volvieran a colocar las reliquias en su sitio, aunque tomando las precauciones oportunas, para evitar un riesgo como el que acababan de correr. No es fácil preci- // sar ni determinar las precauciones que entonces se adoptarían, por más que sea obvio el presumir que adoptaron algunas. Mas cualesquiera que estas fueran, es incuestionable, que por mucho tiempo después de aquellos acontecimientos permanecieron debajo del Altar las sagradas reliquias; puesto que en aquel sitio suponen que estaban guardadas tanto los antiguos documentos, Bulas y Privilegios en favor de dicho Altar concedidos, como las monedas que en él se depositaron y se han encontrado ahora. En aquella ocasión, destruida el área primitiva, ya directamente por los moros, ya a virtud del incendio y ruina de la Iglesia, debió hacerse el sepulcrito a que se refiere Ragnerio en su citada Carta a San Atón, y del cual tomó Don Diego Gelmírez las reliquias que remitió a Pistoya. Con respecto a las causas que motivaron la traslación de las reliquias al sitio en que se han encontrado, pongamos que no debieron ser otras sino el propósito de ocultarlas para salvarlas de algún peligro, procurando, como se consiguió, colocarlas con toda seguridad y conservarlas en lugar preferente

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de la Capilla mayor. Así lo indican el muro con que están unidos los materiales de la urna, cuyas puertas están tapiadas con cal dada con los dedos, que quedaron en ella marcados, y las gotas de cera antigua que se halla- // –veinte y cuatro– 9ª ron en algunos huesos y que es indicio de que se hizo con luz artificial la operación. Por lo que toca a la época de la ocultación, solo puede establecerse como indudable que fue posterior a la construcción de la Capilla, titulada Confesión de Don Diego Gelmírez, el cual la edificó poco después del año 1105. Y decimos esto, porque la urna ha aparecido en el fondo de dicha Confesión y en tales condiciones que demuestran fue su colocación en aquel sitio posterior al pavimento, roturado para darle cabida. Tratando ahora de precisar el tiempo en que la ocultación indicada tuvo lugar conviene, a nuestro juicio, discurrir sobre los peligros por que atravesó esta Iglesia después de la época fijada, a fin de establecer, con la posible probabilidad, el que dio ocasión a la ocultación que nos ocupa. Estos peligros, o nacieron de las disensiones intestinas, o de las guerras contra los extranjeros. Los primeros no parece que debía infundir el temor de que los que eran católicos y españoles fueran a profanar o robar las reliquias del Apóstol, atentando así sacrílegamente contra un santo sepulcro, y contra el honor nacional, y por eso creemos que en ellos no estuvo la // causa de la ocultación. Las guerras contra los extranjeros, que en este período pudieron alarmar hasta el punto de considerar necesario evitar un golpe de mano en las sagradas reliquias, fueron principalmente la que hubo contra los Almohades en el siglo 13, la de los Ingleses en el siglo 16 y la de los Franceses a principios del actual. La de los Almorávides, si bien produjo gran alarma en toda España, no fue ocasión de peligro tan inminente en este país que no diera tiempo a salvar con calma las sagradas reliquias. La de los Franceses, aunque es verdad que dio motivo más que suficiente para que se guardaran todos los objetos sagrados, entendemos que no fue la causa de la ocultación de que se trata, porque, si esta se hubiera verificado entonces, debiera haber de ella recuerdos más claros, fijos y distintos que los que existen; y, además, como que el Señor Múzquiz, Arzobispo de esta Iglesia durante dicha guerra, vivió todavía seis o siete años después de la restauración, no es creíble que dejara, terminada la guerra, en aquel sitio y estado las sagradas reliquias, si él hubiera sido el que las ocultara. Por lo tanto; sólo en la guerra que en el siglo 16 //

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–veinte y cinco– nos hicieron los ingleses parece que se encuentra la causa que motivó la ocultación de las sagradas reliquias, y esto, no solo se deduce de la inminencia de aquel peligro, sino que también de otros datos muy importantes. Para comprender lo grave del peligro que entonces se corrió basta considerar los que dice Don Pedro Sanz del Castillo, secretario del Arzobispo Señor San Clemente, en la vida de este, a la página 31, y lo que se consigna en las Actas Capitulares de 9, 10 y 12 de mayo del año 1589. En estos documentos se pinta con varios colores la grandísima fundada alarma del Arzobispo, del Cabildo y del pueblo, temiendo que los ingleses, enemigos furiosos del catolicismo y fanáticos bárbaros, destructores de las imágenes sagradas y de todos los objetos del culto verdadero, vinieran a esta ciudad y profanaran las reliquias y robaran cuanto se les antojara, como ya habían hecho en San Simón, Cambre, Oza y otras iglesias inmediatas a La Coruña. Por eso acordaron Arzobispo y Cabildo trasladar a la Torre de Camba las alhajas y papeles pertenecientes a esta Iglesia y transportar a Orense custodiadas // por dos canónigos y cuatro capellanes las santas reliquias existentes en el relicario. Pues bien; en semejantes circunstancias el Santo y Celosísimo Arzobispo Señor San Clemente no es de presumir que desamparase las reliquias del Apóstol, que constituían el tesoro principal de la Iglesia, ni que dejara de adoptar las precauciones convenientes para salvarlas del gran riesgo que corrían. Las precauciones indicadas en el caso no podrían ser otras que sacar los sagrados restos del sitio en que se sabía que estaban y trasladarlos a otro seguro, aunque no ofreciera todas las condiciones apetecibles de decencia y veneración. Y que el Arzobispo San Clemente debió andar con las reliquias del Apóstol se infiere con bastante claridad, no solo de lo que dice el Padre Bugarín, sino que también del silencio afectado acerca del particular por el Señor Sanz del Castillo. El Padre Bugarín refiere como notorio que, habiendo intentado el Arzobispo sacar del lugar en que estaban las reliquias del Santo Apóstol, fue tal el viento y resplandor que salieron de aquel sitio que el Prelado desistió de su intento diciendo: “Dejemos al Santo Apóstol que él se defenderá y nos defenderá.” // –veinte y seis– 10ª El Señor Castillo, que, al escribir la vida de aquel Prelado, cuenta con gran minuciosidad cosas hasta insignificantes a él referentes, no dice una sola palabra acerca del hecho narrado por el Padre Bugarín. Este se hace eco de un

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suceso, que califica de notorio, y claro es que no lo haría sin algún fundamento, por más que el acontecimiento a que alude no pasase como él supone y se creyó, según dice, en el pueblo; el otro guarda un silencio absoluto sobre el particular y tratándose de un hecho que, lejos de ofender el buen nombre del Prelado, le hacía honor, no se explica que callara, a no ser que razones poderosas le moviesen a ello. En nuestro juicio, el uno habla, porque pasó algo, aunque no lo que él cuenta; y el otro calla, porque lo que pasó no debía contarse. Lo que queda expuesto, la firme inquebrantable resolución manifestada por el Señor San Clemente de defender la Iglesia y la Ciudad a todo trance a costa de cualquier sacrificio, incluso el de la vida y las muchas prudentes y enérgicas medidas que tomó al efecto aquel Prelado de feliz memoria, permiten confirmar con // bastante probabilidad, que él fue quien ocultó en el sitio donde se han encontrado las reliquias del Santo Apóstol, al cual tenía especialísima devoción y se encomendaba en los negocios arduos, pasaba noches enteras en la Capilla Mayor, según refiere su biógrafo. Lo cierto es que desde entonces no se echaron más monedas debajo del Altar mayor ni se precisó el sitio donde estaban los restos del Apóstol, diciendo solo en los documentos oficiales, que se guardaban en la Capilla mayor. De esto tenemos una buena prueba en la Real Cédula, que a petición del Arzobispo y Cabildo se expidió un año después de los sucesos referidos, y en la cual, quizás con intención, se dice: “Teniendo consideración a que en la dicha Capilla está el Cuerpo Glorioso del Apóstol Santiago.” A lo que dejamos sentado podrá objetarse acaso ¿cómo el Señor San Clemente tan devoto del Santo Apóstol no colocó en mejores condiciones, en urna de oro por ejemplo, las reliquias sagradas objeto tan estimable y tan digno de veneración? A lo cual contestamos: lo primero que el sepulcrito, en que han aparecido las reliquias, debía ser el mismo en que se guardaran desde Almanzor y que por tanto aunque no tuviera valor intrínseco le tenía inmenso de estimación, por lo cual // –veinte y siete– obró muy bien el Señor San Clemente prefiriéndole al oro, plata y piedras preciosas, puesto caso que las hubiera tenido a su disposición: y lo segundo, que la necesidad suprema y el extremado apuro no se sujetan a reglas, ni permiten discernir con serenidad, ni hacer todo lo que se quisiera. Cuando corrió por esta Ciudad y llegó a oídos de todos que los Ingleses habían desembarcado en La Coruña, es probable, como acontece en semejantes casos, que en alas del temor se abultaran los hechos y se hicieran circular noticias alarmantes,

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y hasta es posible que alguno viera ya al enemigo entrando en la Ciudad por la puerta de San Roque. Mucho de esto debió ocurrir cuando el Conde de Altamira se presentó en esta Ciudad el día 12 de mayo del citado año de 1589, anunciando que los ingleses se aproximaban a Santiago con el propósito de destruir la Catedral, ofreciendo sus servicios y saliendo, aceptados que fueron, con tal precipitación, que ni siquiera esperó a recibir instrucciones. Solo llevó la orden de replegarse a esta Ciudad, en el caso de que no pudiera cortar el paso a los invasores. Pues bien; en tales y tan críticas // circunstancias el Señor San Clemente no se detendría de seguro ante la dificultad de no poder ocultar decorosamente las sagradas reliquias: solo urgía con apremiante necesidad preservarlas cautelosamente y esto fue lo que hizo, acompañado de muy pocas personas, según se desprende de la simple inspección del nicho en que las colocaron. Pero ya que en aquel apuro, se dirá, no pudo el Señor San Clemente colocar en mejores condiciones los sagrados restos del Apóstol, ¿cómo es que después que cesó el peligro no los sacó de aquel lugar y los puso en las condiciones convenientes? A esta observación respondemos, que el peligro de que se trata, no desapareció por retirarse los ingleses de La Coruña, sino que continuó amenazando durante muchos años. Así lo comprendió el Señor San Clemente, que retirado el enemigo de dicho punto, ordenó el alistamiento de todos los hombres útiles para las armas en los pueblos de su jurisdicción, y mandó reparar las murallas de la Ciudad: así se deduce también de la Carta Contestación del Cabildo a Su Majestad El Rey Don Felipe 2º, significándole los crecidos gastos, que habían tenido y tenían que hacer, para sostener // –veinte y ocho– 11ª la mucha gente de guerra y armada que había en Galicia; así se desprende de la gran alarma que hubo en esta Ciudad en los años de 1596 y 1599, según consta de las Actas Capitulares de dichos años; y así, por último, se colige del hecho incuestionable de andar por aquel tiempo la escuadra inglesa rondando las costas de este país y espiando la ocasión de hacer en él un desembarco. Además; como la ocultación se hizo en debida forma, rellenando y terraplenando la Capilla en cuyo fondo se depositaron las sagradas reliquias, no era cosa fácil, mientras durara el peligro, el sacarlas de allí o andar con ellas, ni exponerse a malograr el fin que se intentó al colocarlas en aquel lugar. Mas, este supuesto, se dirá, por último, ¿cómo posteriormente, cuando ya nada se temía, no se trasladaron las reliquias a su primitivo local? En la ocultación que nos ocupa debieron intervenir muy pocas personas y, faltando

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estas, sin transmitir el secreto por incuria, temor, o imposibilidad, pudo muy bien perderse la // memoria exacta y precisa de los hechos sobre que aquel versaba. Y, para que así sucediera, no dejaron de ser favorables las circunstancias de los tiempos subsiguientes a la época de inminente peligro ya mencionada, puesto que desde entonces España, envuelta en continuas guerras, y complicaciones varias, entró, por desgracia, en el lamentable período de su decadencia. Sin embargo, como ya hemos apuntado arriba al contestar a la pregunta cuarta, la memoria de la ocultación de las sagradas reliquias y del sitio donde estaban no se borró por completo, quedaron de ella algunos tenues y confusos recuerdos que dan luz y la reciben al contacto de otros datos que con ellos se conexionan, luz que se avivó en nuestra mente cuando vimos con sorpresa que la gran plancha metálica, traída al acaso, y con la cual estuvo cubierto por algunos días el pozo que daba entrada al lugar de la urna, era la lápida sepulcral del referido Don Juan de San Clemente. Finalmente, réstanos decir lo que pensamos acerca del paradero del arca primitiva, en la cual estuvieron guardadas las santas reliquias. No se puede determinar si dicha arca era de mármol o de granito, porque, aunque en muchos documentos // –veinte y nueve– antiguos se la llama Arca Marmórea, debe tenerse en cuenta que en la Edad Media se daba no pocas veces el nombre de mármol al granito fino, y, sin ir más lejos, tenemos de ellos un testimonio en la Compostelana, que asegura haber construido Don Diego Gelmírez un altar de mármol, que sólo era de granito; pero suponemos que fuera realmente de mármol blanco, fundado en los muchos y algunos grandes fragmentos de dicho mármol que se encontraron entre los escombros que ocupaban la parte inferior de la cripta y que hemos recogido y guardamos con el esmero que corresponde. La causa, por la cual entendemos que desapareció el arca primitiva, no fue otra sino la furia y fanatismo del terrible Almanzor, que, según manifiesta el Silense, traía el propósito de hacer pedazos el sepulcro del Apóstol “ut frangeret illud”, propósito que debió llevar a cabo, por permisión divina, a juzgar por los vestigios que quedan de su paso por esta Basílica, que arrasó y quemó, alcanzado las llamas del incendio a los mismos cimientos, como se deduce de las señales evidentes, que, aun hoy, se ven en los muros de la Cripta y de la capa espesa de cenizas, que se encuentra sobre el terreno antiguo en toda la extensión de la Capilla Mayor.

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En virtud de los elocuentes datos que se tienen // a la vista, lo que se ha consignado acerca de la conducta de Almanzor debe ser lo cierto, por más que algunos cronistas e historiadores aseguren que, cuando aquel azote del Cielo se vengaba en la destrucción de esta Iglesia, desistió de un propósito impío, al sentir los efectos de un rayo, que cayó a sus pies, y conmovido a la vista de un monje, que estaba sobre la tumba del Apóstol. Lo del rayo, con permiso de la buena fe de los que lo cuentan, no debió afectar gran cosa ni atemorizar mucho al Caudillo musulmán, pues que a pesar de todo, mandó que las puertas de esta Iglesia y sus campanas fueran conducidas a Córdoba en hombros de cristianos, de lo cual tampoco hacen mención nuestros cronistas hasta que el Santo Rey Don Fernando hizo que las mismas campanas, se volvieran a su primitivo lugar conducidas a hombros de mahometanos. Es visto que nuestros cronistas e historiadores, movidos por un sentimiento de patriotismo, trataron de atenuar los estragos causados por Almanzor en el templo del Apóstol; en cambio, un historiador árabe según Dozy,21 Historia de los musulmanes en España,22 tomo 3º p. 294, dice que esta Iglesia fue arrasada hasta el punto de que al día siguiente no se sabía decir dónde había estado. De manera que, infiriendo algo de lo que omitieron nuestros compatriotas y quitando a la hipérbole del árabe // –treinta– 12ª lo que quitársele debe, tendremos lo cierto, que es lo que aparece claro a la luz de las exploraciones practicadas y se deja entrever de la narración del citado Silense, el cual se expresa así: “Ecclesias, monasteria, palatia fregit, atque igne cremavit. Era MXXXV.” Lo que puede considerarse como consecuencia y digno castigo del sacrílego atentado de Almanzor es la epidemia, que, apoderándose inmediatamenReinhart Pieter Anne Dozy (1820-1883), arabista holandés de origen francés hugonote, de gran importancia en el arabismo hispano decimonónico. Un trabajo reciente sobre él, aunque breve, en Ezad Azraai Jamsari et al., “Reinhart Dozy (1820-1883): Al-Andalus Historian from the Netherlands”, Asian Social Science, 10, 6 (2014), págs. 61-70, cuyos autores lo valoran muy positivamente: Dozy’s relentless commitment of the pursuit of facts led him to succeed in producing a magnum opus level of work, titled Histoire des Musulmans d’Espagne, which was admired and recognized by western scholars and Muslim scholars alike. Based on the analysis done in this study, it is a strong recommendation of the authors that a further study on Dozy’s magnum opus work should be done (pág. 68). 22  R. Dozy, Histoire des musulmans d’Espagne jusqu’a la conquête de l’Andalousie par les almoravides (711-1110), t. III, Leyden, E. J. Brill, 1861. Ha sido traducido y reeditado en varias ocasiones desde el XIX al XXI. Una edición reciente en Reinhart P. Dozy, Historia de los musulmanes de España, Madrid, Turner, 2010. 21 

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te de su ejército le diezmó y aniquiló y los horribles dolores que atormentaron a aquel Caudillo en los últimos días de su vida y que le hacían exclamar que entre sus numerosos soldados no había ninguno tan desgraciado y miserable como él. Cuando hablamos de la profanación del Sepulcro del Apóstol por Almanzor nos referimos solo al área y no en manera alguna a las reliquias, las cuales, según ya hemos dicho, San Pedro Mosoncio puso a salvo, restituyéndolas, pasado el peligro, a su antiguo lugar aprovechando probablemente para hacer el sepulcrito donde colocó los restos más a propósito del primitivo. Para concluir debemos consignar que, antes de las exploraciones últimamente practicadas en la Capilla mayor, nadie podía racionalmente dudar de que en dicha Capilla estaban los restos del Apóstol Santiago y de sus discípulos. Pues bien; si no se podía dudar acerca de // este punto con fundamento antes de las exploraciones, con menos razón podía dudarse después de estas, toda vez que su resultado es una confirmación acabada de la tradición y creencias de los siglos que nos han precedido. A la 7ª afirmativamente. Después de haber apoyado con los argumentos que quedan expuestos nuestra convicción firmísima de que los huesos de que se trata pertenecen al Apóstol Santiago y a sus dos discípulos San Atanasio y San Teodoro la contestación que hemos dado a esta pregunta es obvia y se funda en lo siguiente. Para que se pueda dar culto a las reliquias atribuidas a algún Santo Canonizado o reconocido por la Iglesia son necesarias dos condiciones según la sana crítica y la doctrina canónica vigente, establecida en los Concilios Trident., Sesión 25; Turon., Tolos., Mediolan., Bononiens., Pictavien., Carthaginen., African.: 1ª que el Obispo las examine a tenor de las reglas adaptables al caso y las apruebe como pertenecientes al Santo de quien se infiere que son; 2ª que haya probabilidad en favor de la autenticidad de las reliquias en cuestión, porque el exigir certe- // –treinta y uno– za equivaldría a atacar el culto de la mayor parte de las reliquias, debiendo además tenerse presente que la falta de crítica ha sido causa de que hubiera algunas supersticiones en esta materia, como la sobra de crítica ha hecho de privarse a reliquias verdaderas de la veneración y culto que les corresponde, y no olvidando, por último, que, mientras no se destruya con argumentos ciertos, claros y concluyentes la probabilidad resultante a favor de cualesquiera reliquias, no solo es lícito darles culto, sino que debe dárseles para evitar el peligro de profanación.

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Hemos expuesto fielmente los hechos de que hemos sido testigos, hemos consignado con la claridad posible las apreciaciones que nos han sugerido esos hechos, relacionados con otros ya conocidos, y hemos contestado categóricamente según nuestro leal saber y entender, a las preguntas del interrogatorio que encabeza este expediente. Ahora solo nos resta someter, como nos complacemos en hacerlo, nuestros humildes juicios a la autoridad competente. Santiago 22 de julio de 1879. [rubricado:] Antonio López Ferreiro. [rubricado:] José María Labín. –treinta y dos– Como complemento a la declaración informe que acabamos de prestar, y para evitar cavilosidades en el asunto de que se trata, vamos a emitir nuestro humilde juicio acerca de la procedencia de los huesos humanos, que se encontraron en los corredores de la Cripta, y de la Cabeza de Santiago el Menor que se guarda en el relicario de esta Iglesia. Los huesos aludidos eran por lo menos de dos esqueletos, y, a tenor de los caracteres que presentan, creemos que deben atribuirse a la época romana, advirtiendo que según nos han manifestado los médicos que los reconocieron y clasificaron, parte de ellos pertenecen a mujer o a persona adulta de poco desarrollo. Aparecieron, según hemos dicho ya, esparcidos confusamente entre el escombro de los corredores de la Cripta y bajo un pavimento de losa de granito, quemados y cubiertos de cenizas. Esta circunstancia nos indica claramente que cuando pasó Almanzor por aquí, ya estaban en el sitio donde se han encontrado, y por consecuencia, que son anteriores al siglo décimo, y que nada tienen que ver con los del Apóstol y los de sus discípulos, toda vez que los de estos, como sabemos por la historia y la tradición, tanto antes // como después del siglo citado estuvieron dentro del recinto de la Cripta hasta que fueron depositados en el lugar donde últimamente aparecieron. Esto no obstante, los tenemos por huesos muy respetables. No los consideramos de mártires, ya porque no hay indicio alguno de que se les haya tributado culto, y, ya porque aparecieron colocados fuera del ámbito de la primitiva Iglesia circunscrita por los muros de la cripta. Sin embargo, como pertenecientes a tan remota edad, confirma lo que haciéndose eco de antiguas firmísimas tradiciones, dicen San León y la Compostelana, es a saber, que el cristianismo floreció los primeros siglos en aquel lugar donde se depositó el cuerpo del Apóstol y se levantó en honor suyo un pequeño oratorio, y nos

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revelan además que hay que atribuirlos a los primeros cristianos que tan decidido empeño tenían en que se los sepultara junto a los cuerpos de los mártires. En vista de todo no creemos violenta ni mucho menos la presunción, a que nos adherimos, de que los huesos de que se trata sean los de la noble Señora Lupa y los de algunos de sus parientes, toda vez que una tradición que se pierde en la oscuridad de los tiempos presenta a dicha Señora como protectora decidida y generosa de los varones apostólicos, que –treinta y tres– enriquecieron esta afortunada tierra con el inestimable tesoro del Cuerpo del Santiago el Mayor y plantaron en ella el árbol del Evangelio, y nos añade que sus restos y los de algunos de sus allegados yacían en la Basílica Compostelana, que en un principio, como ya hemos dicho, no tenía más área que la de la Cripta formando el atrio los corredores a ella contiguos, según se desprende claramente de los muros, que los cierran y que tienen bastante menos espesor que los interiores. Cabeza de Santiago el Menor. La cabeza de Santiago el Menor que se guarda en el relicario de esta Iglesia vino a ella en el año 1116 traída desde León por Don Diego Gelmírez, a quien se la regaló con otras reliquias la Reina Doña Urraca, según refiere la Compostelana (libro 1º, capítulo 112), contando además que la había depositado en Carrión de los Condes algunos años antes el célebre Don Mauricio Obispo de Coímbra, el cual se la incautó en Jerusalén, como él mismo declaró. En la Compostelana no se dice de ella sino que era la Cabeza de Santiago Apóstol sin precisar de qué Santiago; pero ni la Compostelana ni los de esta Iglesia, que sabían y decían que el Cuerpo de Santiago el Mayor había aparecido // juntamente con su Cabeza bajo el Altar de la Basílica, pudieron nunca formar juicio de que la Cabeza regalada por Doña Urraca fuera la de Santiago Zebedeo. Por eso siempre fue considerada como de Santiago el Menor, siendo de advertir, que no se hizo de ella gran aprecio hasta el siglo 14, según cuenta el biógrafo de Don Berenguer de Londora23 en el siguiente pasaje: “Caput Sancti Berenguer o Berenguel de Landoria o Landora, arzobispo de Santiago de Compostela desde 1318 a 1330. El congreso internacional de estudios jacobeos del 2020, se centró en su figura: “XI Congreso Internacional de Estudios Jacobeos: Berenguel de Landoria”, Santiago de Compostela, 19-22 de febrero del 2020. 23 

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Jacobi Alphei ab antiquis temporibus ad Beatissimi Jacobi Zebedei Basilicam deportatum jacens despecto loculo curavit ad locum majoris reverentiae transferri, fecitque fieri Caput argenteum mirae pulcritudinis et valoris maximi”.24 Desde esta época se empezó a sacarla en las procesiones y porque se llegó a exhibirla demasiado, llevándola a recibir a los Reyes y a otros personajes cuando venían a esta Ciudad, mandó a fines del mismo siglo el Arzobispo Don Juan García Manrique que no se le prodigara tanto con mengua de la veneración, que debía tenérsele. En su consecuencia, desde entonces solo se ha sacado dicha cabeza del relicario para llevarla en las procesiones más solemnes, que se hacen dentro de la Iglesia. El Señor Don Francisco Blanco, para cortar sin duda algunos abusos y sustracciones, impuso pena de excomunión a los que abriesen el relicario en que se guarda dicha Cabeza, y en Acta Capitular –treinta y cuatro– del año 1604, a virtud de haberse quejado el encargado de custodiar las reliquias, de que de orden del Arzobispo se le habían presentado para que les tocara a la Santa Cabeza unos rosarios pertenecientes a la Reina, se acordó que no se abriera el mencionado relicario sino en presencia del Prelado y en caso de urgente necesidad. En 1782 se sacó de la Cabeza que nos ocupa una reliquia para hacer un obsequio a la Reina de Portugal Doña María. Desde entonces no se volvió a abrir el busto hasta el Pontificado del Eminentísimo y Reverendísimo Cardenal Arzobispo Don Miguel Payá y Rico, que ordenó fueran reconocidas las reliquias en aquel guardadas. En este último reconocimiento se ha observado que la Cabeza está quemada y en fragmentos y que dentro del busto que la contiene hay algún otro hueso, cenizas y monedas del siglo 14. El haber visto quemada dicha Cabeza y juntamente con ella carbones y otras reliquias hizo sospechar a algunos, que todo ello serían los restos de Santiago el Mayor, suponiendo que estos hubieran sido quemados por Almanzor, y alegando, para alimentar la sospecha indicada, que la // cabeza en cuestión se saca en todas las procesiones principales y que en las andas en que se conduce están dibujados los atributos de Santiago Zebedeo. Procuró que la cabeza de Alfeo, traído desde tiempos antiguos a la basílica del Santísimo Jacobo Zebedeo, a la sazón conservada en lugar indecoroso, fuese colocada en otro más digno, y mandó hacerle una cabeza de plata de admirable belleza y grandísimo valor. 24 

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En nuestro humilde juicio, la sospecha impuesta no pasa de serlo y carece de todo fundamento atendidas, entre otras, las consideraciones siguientes: 1ª. La procedencia y vicisitudes de las reliquias que nos ocupan son perfectamente conocidas, y no hay razón alguna para confundirlas con las de Santiago el Mayor, que tienen otro origen e historia muy distintas. 2ª. El encontrarse fundamentalmente con la Cabeza en cuestión otros restos es una confirmación completa de lo que dice la Compostelana, a saber, que Doña Urraca regaló en un mismo vaso de plata a Don Diego Gelmírez la Cabeza de Santiago, un hueso de San Esteban y otras reliquias. 3ª. El estar quemados los restos de que se trata no puede servir de pábulo a la indicada sospecha porque para ello era preciso que aquellos restos que vinieron a esta Iglesia en el siglo 12 hubieran estado en ella en el décimo, que fue cuando ocurrió el incendio de Almanzor. 4ª. Para que la cavilación aludida tuviera alguna sombra de verosimilitud sería ne–treinta y cinco– cesario que dentro del busto hubiera tres cabezas, o restos de tres esqueletos, porque de no ser así, no se sabría a dónde habían ido a parar los de los discípulos, que debieron correr las mismas vicisitudes que los de su Maestro. 5ª. El que se saque en las procesiones principales desde el siglo 14 en adelante, según ya hemos manifestado, no significa otra cosa sino que se le tenía y tiene en gran estima; y razón sobrada ha habido y hay para ello considerada la excelencia de los Santos de quienes se cree que son aquellos restos. 6ª. El estar dibujados en las andas los atributos de Santiago el Mayor no indica sino la propiedad que tiene sobre aquellos objetos la Iglesia a él dedicada, así como las armas gentilicias grabadas en otros relicarios, demuestran la pertenencia o procedencia de los mismos. Por lo que toca a la época en que fueron quemadas las reliquias de que se trata no podemos fijarla: pudieron ser quemadas antes de venir a esta Iglesia o después de estar en ella en el incendio acaecido en tiempos de Don Diego Gelmírez.

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Berganza25 es el único autor de nota que dice, que la Cabeza que nos ocupa, es la de Santiago el Mayor, sin alegar en abono de su opinión otro fundamento, que un texto mal entendido de // la Compostelana; pero los demás autores que han tratado de ella la atribuyen a Santiago el Menor, habiendo alguno como el Padre Yáñez, cronista de Su Majestad, que afirma ser este Santiago el llamado el Justo, discípulo del Señor. De todos modos la diferencia de opiniones acerca del Santiago a quien pertenece la Cabeza que nos ocupa, y que siempre anduvo unida con otras reliquias, no puede ser motivo para dudar de la buena fe de los que la expusieron al culto público, ni tampoco para que deje de apreciársela y venerársela como hasta aquí, a tenor de la declaración de la Santa Congregación del Concilio: “Sanctorum reliquia antiqua habenda sunt in illa veneratione qua hactenus fuerunt”26 (Gallemar,27 p. 327) Santiago 7 Julio fecha ut supra [rubricado:] Antonio López Ferreiro. [rubricado:] José María Labín.

Don Mauro Castela, [sic] en la Historia de Santiago, intentó persuadir, que esta santa cabeza era del Apóstol Santiago, llamado el Menor; pero la Historia Compostelana claramente da a entender, que era la Cabeza de nuestro santo Patrón: pues dice que ese fue el motivo de traerla el Arzobispo Don Mauricio desde Jerusalén a España; y para que estuviese la Cabeza, en donde descansaba el cuerpo: Oportet enim: ut ubi est huis Apostoli Corpus, ibi sit, et Caput eius (Francisco de Berganza, Antigüedades de España: Propugnadas en las noticias de sus Reyes, en la Corónica del Real Monasterio de San Pedro de Cardeña, en Historias, Cronicones y otros instrumentos manuscritos que hasta ahora no han visto la luz pública. Parte segunda, compuesta por el R. P. Fr –, Predicador General de la religión de San Benito, Madrid, Francisco del Hierro, 1721, pág. 34). La historia del robo de la reliquia en Jerusalén y su justificación para llevarla a Santiago de Compostela, pues conviene que donde está el cuerpo de este Apóstol, allí esté también la cabeza en Falque, Historia compostelana..., págs. 266-269. Sobre la trayectoria de la reliquia ver Serafín Moralejo, “65. Busto-relicario de Santiago el Menor”, en Rosa Alcoy (ed.), Santiago, Camino de Europa. Culto y cultura en la peregrinación a Compostela, Monasterio de San Martín Pinario, Santiago 1993 [catálogo de la exposición], Santiago de Compostela, Fundación Caja de Madrid, [s. f.], págs. 345-346. 26  Las antiguas reliquias de los santos han de ser conservadas con la misma veneración que hasta ahora han tenido. 27  Iohannis Gallemart, clásico editor del concilio tridentino. 25 

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–treinta y seis– Decreto. La antecedente Declaración e informe consignados y firmados por los Señores Don José Labín y Don Antonio López Ferreiro, Canónigos en esta Santa Iglesia Catedral, en conformidad de los dispuesto en providencia de primero del corriente, únase al expediente de su referencia. Lo proveyó el Señor Juez instructor en Santiago julio veinticuatro de mil ocho cientos setenta y nueve. [rubricado:] Doctor Canosa. [rubricado:] Yglesias. Decreto. De acuerdo con el Eminentísimo Señor Cardenal Arzobispo, se nombra Fiscal de impugnación en este expediente al Doctor Don Miguel Hidalgo, Dignidad de Maestrescuela en esta Metropolitana Iglesia. Lo proveyó el Señor Juez instructor, Santiago veintiocho de julio de mil ocho cientos setenta y nueve. [rubricado:] Doctor Canosa. [rubricado:] Yglesias. Notificación del Señor Doctor Don Miguel Hidalgo. En Santiago julio veintinueve de mil ocho cientos setenta y nueve. Yo Notario mayor previa lectura y entrega de copia notifiqué el auto antecedente al Señor Doctor Don Miguel Hidalgo, Dignidad de Maestrescuela de esta Santa Metropolitana Iglesia: en su persona quedó enterado firma y doy fe: [rubricado:] Miguel Hidalgo. [rubricado:] Yglesias. –treinta y siete– Decreto. Teniendo que ausentarse el que provee a su país natal por asuntos de familia, y habiendo renunciado el Señor Maestrescuela de esta Iglesia el cargo de Fiscal que se le había encomendado, se ve en la necesidad de renunciar a su vez el de Juez instructor que Su Eminencia el Señor Cardenal Arzobispo se había dignado conferirle en su oficio de diez y seis de junio último, el cual se

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le devuelva con atenta comunicación y las diligencias a su tenor practicadas. Lo acordó el Ilustrísimo Doctor Don José María Canosa en Santiago agosto veinticinco de mil ocho cientos setenta y nueve. [rubricado:] Doctor Canosa. Ante mí [rubricado:] Nicolás Yglesias. –treinta y ocho– CABILDO METROPOLITANO DE SANTIAGO28 Excelentísimo Señor: Teniendo que ausentarme a mi país natal por asuntos de familia, y habiendo renunciado el Señor Maestrescuela de esta Santa Iglesia el cargo de Fiscal de impugnación que, de acuerdo con Vuestra Eminencia, se le había encomendado, he acordado renunciar a mi vez el de juez instructor que Vuestra Eminencia se había dignado conferirme en su oficio de 16 de junio último, el cual se celebró con las diligencias a su tenor practicadas; debiendo hacerle presente que no he podido recoger las firmas del acta de reconocimiento que obra a los folios 4 y 5, ni se me ha remitido tampoco la declara- // ción de los médicos que han reconocido los huesos hallados en el sepulcro descubierto, y hoy depositados en una caja de hierro. Dios guarde a Vuestra Eminencia muchos años. Santiago 26 de agosto de 1879. [rubricado:] José M. Canosa. Eminentísimo Señor Cardenal Arzobispo de esta Diócesis de Santiago. –treinta y nueve– [5. Informe de los Profesores de Medicina que examinaron los Sagrados Restos] Los que suscriben, Doctores, Don Antonio Casares Catedrático de la Facultad de Farmacia de esta Universidad, Caballero Gran Cruz de Isabel la Católica, etc.; Don Francisco Freire y Barreiro y Don Timoteo Sánchez Freire, Catedráticos de la Facultad de Medicina de la misma, han recibido del Eminentísimo 28 

Es una carta con membrete del Cabildo.

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Señor Cardenal, Arzobispo de esta Diócesis, una atenta comunicación, que dice lo siguiente: “La exploración que se está practicando en el sub-pavimento del presbiterio y tras-sagrario de esta Santa Iglesia Metropolitana de Compostela, de nuestra orden y de nuestro Excelentísimo Cabildo canonical, con el fin de descubrir el sepulcro y los huesos del gloriosísimo Apóstol Santiago, a quien se consagró esta magnífica Basílica a consecuencia de su primer hallazgo; ha dado entre otros resultados el del descubrimiento de una gran colección de ellos dentro de un sepul- // cro rústico en el mencionado tras-sagrario, que es el ábside de la gran Basílica, sin inscripción alguna que indique ser los del Santo Apóstol, o los de sus dos discípulos San Atanasio y San Teodoro, que la historia y la tradición atestiguan haber sido enterrados junto a las cenizas de su tan amado Maestro. Y, como es altamente importante estudiar su autenticidad con la más exquisita solicitud, hemos creído lógico y prudente rogar a Vuestras Ilustrísimas se sirvan reconocerlos, examinarlos, clasificarlos y coleccionarlos; informándonos luego, según su acreditado saber, veracidad y competencia, acerca de estos tres extremos: 1º, ¿a cuántos esqueletos pertenecen? 2º, ¿cuál es su antigüedad?, 3º, ¿se descubre en ellos alguna señal que haga temeraria o inverosímil la creencia de que son los que se buscan? Esto es, ¿los del Santo Apóstol tan solo, o los de este con los de sus dos indicados discípulos? Bien seguros como estamos de su bon- // –cuarenta– dad y de su acreditada religiosidad, confiamos que no desdeñarán este importantísimo cometido, y que lo desempeñarán tan cumplidamente, que nos proporcionarán un informe luminosísimo que nos ayude a ver claro en un acontecimiento de tan colosal importancia. Dios guarde a Vuestras Ilustrísimas muchos años. Santiago 24 de enero de 1879. Miguel Cardenal Payá, Arzobispo de Compostela. (Sigue la rúbrica.) Excelentísimos y Muy Ilustres Doctor Don Antonio Casares, Rector y Catedrático de Farmacia de esta Universidad literaria, Doctor Don Francisco Freire y Doctor Don Timoteo Sánchez Freire, Catedráticos también de Medicina y Cirugía de la misma. A fin de dar cumplimiento a lo dispuesto en la transcrita comunicación, han concurrido al Palacio arzobispal, donde los aguardaban los tres canónigos Don Jacobo Blanco Barreiro, Don Antonio López Ferreiro y Don José Labín y Cabello, // comisionados por su Eminencia y el Excelentísimo Cabildo para asistir al reconocimiento facultativo, quienes los condujeron al tras-sagrario,

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que está en el ábside de la gran Basílica, cuyo pavimento estaba completa y recientemente levantado. En el centro de sub-pavimento de este recinto se veía una caja, a manera de nicho, formada de toscas paredes, y su cavidad tenía de largo noventa y nueve centímetros, de ancho treinta y tres, y de profundidad treinta. En ella han hallado huesos humanos, colocados sin orden y mezclados con alguna tierra, desprovistos de cartílagos y partes blandas, y tan deteriorados y frágiles que no existía un solo hueso entero ni completo. Los de la parte superior, que no cubría la tierra, estaban en mejor estado de conservación que los restantes, pudiéndose graduar su fraccionamiento y consistencia en relación de su estructura compacta y // –cuarenta y uno– contacto con la tierra; hasta el punto que la capa inferior estaba formada de esta y un número indefinido de partículas óseas. Para estudiarlos con detenimiento y darles condiciones más favorables a su conservación fue preciso recogerlos en bandejas disponiéndolos a la vez en dos grupos, formado el uno por fragmentos pertenecientes o asignables a determinados huesos, y el otro, por fragmentos indeterminables en tal concepto por su pequeñez y pérdida de forma. Observóse pronto que el color, consistencia, peso, conformación, textura, desarrollo, tipificación y número implican la existencia de huesos pertenecientes a varios esqueletos, y hecha la clasificación conforme a estos caracteres han resultado los tres siguientes grupos de fragmentos determinables: Primer grupo, caracterizado por fragmentos de huesos bien desarrollados, color claro de // avellana, bastante pesados y frágiles, y borrada casi completamente la parte interna de las suturas de la bóveda craneana, y en muchos puntos la externa. Segundo grupo, formado de fragmentos correspondientes a huesos de regular desarrollo, color de argamasa con manchas verdosas, muy pesados y menos frágiles que los anteriores, y osificadas las suturas craneales en muchos puntos de la parte interna y en algunas de la externa; y Tercer grupo, constituido por fragmentos de huesos de escaso tamaño, color oscuro de avellana, y ligeros y muy frágiles, y completamente unificadas las suturas de la parte interna del cráneo, y adelgazados los huesos de que este se compone. He aquí los cuadros sinópticos de las piezas que constituyen cada uno de los grupos, en los cuales el signo (?) signi- //

150

Antón M. Pazos

–cuarenta y dos– fica la duda relativa a las que comprende el número que inmediatamente le precede: Primer grupo Huesos

Segundo grupo

Tercer grupo

Lado

Num.

Fragmento

Lado

Num.

Fragmento

Lado

Num.

Fragmento

Frontales



1

11 (4?)









1

15 (4?)

Parietales

Dro.

1

6 (2?)



1

9 (3?)



1

14 (5?)

Id.

Izq.

1

10 (4?)



1

8 (2?)



1

12 (2?)

Occipitales



1

5 (1?)



1

9 (5?)



1

11 (2?)

Esfenoides



1

2



1

5



1

2

Temporales

Dro.

1

1



1

11 (3?)



1

2

Id.

Izq.

1

1



1

9 (2?)



1

1

Maxilares superiores

Dro.

1

1













Id.

Izq.

1

1



1

1



1

1

Molares

Dro.







1

1







Maxilares inferiores



1

2













Vértebras



2

7



(?)

2



1

1

Costillas

(?)

(?)

4













Coxales

Izq.

1

1



1

1







Clavículas

Dro.







1

1







Id.

Izq.

1

2



1

1



1

1

// Primer grupo

Segundo grupo

Tercer grupo

Huesos

Lado

Núm.

Fragmento

Lado

Num.

Fragmento

Lado

Num.

Fragmento

Homoplatos

Dro.

1

1



1

1



1

1

Id.

Izq.

1

1



1

1







Húmeros

Dro.

1

4



1

2



1

5

Id.

Izq.

1

1



1

3



1

5

Las reliquias de Santiago. Documentos fundamentales de la reinventio de 1879 151 Primer grupo

Segundo grupo

Tercer grupo

Huesos

Lado

Núm.

Fragmento

Lado

Num.

Fragmento

Lado

Num.

Fragmento

Cúbitos

Dro.

















Id.

Izq.







1

2







Radios

Dro.

1

2













Id.

Izq.

1

1



1

1



1

3

Metacarpianos

Dro.







1

1



1

1

Id.

Izq.

1

1



1

2



1

2

Fémures

Dro.

1

2



1

3



1

3

Id.

Izq.

1

3



1

1



1

3

Tibias

Dro.

1

3 (1?)



1

2







Id

Izq.







1

4







Peronés

Dro.

1

1









1

2

Id.

Izq.

1

3



1

2



1

2

Astrágalos

Izq.

1

1













Calcáneos

Dro.













1

1

// –cuarenta y tres– Primer grupo

Segundo grupo

Tercer grupo

Huesos

Lado

Num.

Fragmento

Lado

Num.

Fragmento

Lado

Num.

Fragmento

Calcáneos

Izq.

1

1









1

2

Metatarsianos

Dro.

1

1



2

2



1

1

Id.

Izq.













1

1

Total

29

81

25

85

24

90

El análisis químico de un fragmento de la diáfisis de un fémur del segundo grupo ha dado el resultado que en el siguiente cuadro se expresa, donde a la vez

152

Antón M. Pazos

se compara con el obtenido por Berzelius29 en el análisis de los huesos normales, y por Girardin en el de los huesos de un esqueleto céltico. Composición química. Normal

Este caso

Esqueleto céltico

33,30

4,50

3,80

Fosfato de cal y de magnesio

52,20

87,20

83,00

Carbonato de cal

11,30

8,30

13,20

Fluorato de cal

2,00

““

““

Sosa y clorhidrato de sosa

1,20

““

““

100,00

100,00

100,00

Materia orgánica

Materia inorgánica

Total

// Dos cosas conviene notar muy especialmente en la composición de los huesos, objeto de este estudio: es la primera, la gran disminución de la materia orgánica, que parece estar en relación con su antigüedad; y la segunda, el aumento de los fosfatos y reducción del carbonato, lo cual puede producir de la acción de ácidos desarrollados en la fermentación de sustancias orgánicas que hubieses estado mezcladas con los huesos. En atención a lo referido se pueden resolver del siguiente modo las tres cuestiones propuestas por el Eminentísimo Señor Cardenal: Primera. Los huesos reconocidos pertenecen a tres esqueletos incompletos de otros tantos individuos de desarrollo y edad diferentes, de los cuales los de los dos primeros grupos cruzaban el tránsito del segundo al último tercio de la duración media y fisiológica de la vida; mientras que el tercero parece que estaba en este. Segunda. No es posible fijar con exactitud // –cuarenta y cuatro– la antigüedad de los huesos reconocidos; pero teniendo en cuenta su estado de integridad y composición tan parecida a la de los del esqueleto céltico citado, puede asegurarse que cuentan siglos de existencia. El año 1843, en Annales de Chimie et de Physique, Girardin y Preisser publicaron un estudio similar sobre un esqueleto celta, encontrado en Rochemenier, un “arrondissement” de Saumur. Los datos que recoge son muy similares a los de Santiago de Compostela. J. Girardin y F. Preisser, “Mémoire sur les os anciens et fossiles et sur d’autres résidus solides de la putréfaction”, Annales de chimie et de physique, Troisième serie (1843), págs. 371-372 para el estudio del esqueleto celta. 29 

Las reliquias de Santiago. Documentos fundamentales de la reinventio de 1879 153

Tercera. En cuanto a la antigüedad se refiere no parece temeraria la creencia de que dichos huesos hayan pertenecido a los cuerpos del Santo Apóstol y de sus dos discípulos. Terminados estos trabajos, se procedió a la limpieza y lavado de todos los fragmentos en alcohol con el objeto de desalojar su humedad y darles mayor consistencia, dejando depositados los clasificados en una caja de caoba de tres departamentos, y los indeterminados, en número de 365, en otra caja. Hiciéronse todas las operaciones expresadas en el mismo local donde los huesos han aparecido, excepción del análisis químico, y con asistencia de los tres señores que constituyen la in- // dicada comisión desde el día nueve al veintiuno de febrero de ocho a diez y media de la noche. Santiago julio 20 del 1879. [rubricado:] Antonio Casares. [rubricado:] Francisco Freire. [rubricado:] Timoteo Sánchez Freire. // –cuarenta y cinco– [6. Informe de los Excelentísimos Señores Académicos de la Historia Don Aureliano Fernández Guerra y Reverendo Padre Fidel Fita resolviendo las preguntas del Eminentísimo y Reverendísimo Señor Cardenal Arzobispo sometiendo a la crítica histórica el de los profesores de Medicina] Los que suscriben Don Aureliano Fernández Guerra y Orbe Presidente accidental de la Real Academia de la Historia y su Anticuario perpetuo, Caballero Gran Cruz de Isabel la Católica y el Reverendo Padre Fidel Fita de la Compañía de Jesús, individuo de número de la Real Academia de la Historia y antiguo Catedrático de Sagrada Escritura, de Teología dogmática y de Derecho canónico han recibido del Eminentísimo Señor Cardenal Arzobispo de Compostela una muy honrosa comunicación, que dice lo siguiente: “Santiago, 29 de mayo de 1880. Muy Señores míos de singular aprecio y elevadísima consideración: Tengo el honor de acompañar a Vuestras Excelencias el informe facultativo que acaban de emitir los tan respetables y competentes Rector y Catedráticos de esta Universidad literaria acerca de los extremos, que oportunamente les consulté, según aparece a la cabeza de dicho trabajo con relación a los sagrados huesos providencialmente

154

Antón M. Pazos

hallados en el centro de la capilla menor del glorioso Santiago Apóstol, sita a espaldas de la Mayor, llamada también absidial, dentro de un tosco sepulcro colocado a alguna profundidad y bajo de su pavimento. Este luminoso informe ilustra la parte facultativa de la importante cuestión que nos interesa resolver y es la de la autenticidad y procedencia de tan venerandas reliquias. Para conseguir lo mismo en lo tocante a la parte histórica, me tomé la libertad en julio del año pasado 1879, de invitar a Vuestras Excelencias como especialidades decisivamente competentes en este, no menos que en otras ramas, a que tuviesen la bondad de resolverse a hacer un viaje a esta capital de Compostela, reconocer el sitio del hallazgo, nuestras excavaciones subterráneas en el // Presbiterio de esta Santa Iglesia Metropolitana y Apostólica, los monumentos todos de este grandioso e histórico edificio, su copioso Archivo, los demás de la ciudad, los objetos históricos que se conservan en la monumental iglesia del Monasterio de Religiosas de San Payo, antiguamente de Benedictinos de Ante-Altares, y cuanto pudiese conducir a que Vuestras Excelencias en el mes de setiembre siguiente formasen un juicio crítico, severo, imparcial y fundado acerca de la autenticidad y procedencia de estas venerandas Reliquias. Así se dignaron ejecutarlo Vuestras Excelencias en el mes de setiembre siguiente con una asiduidad, diligencia y detenimiento ilustrados, que nos confirmaron en la creencia de que su respetabilísimo fallo había de acabar de suministrarme todos los datos necesarios para extender el ansiado decreto canónico, que autorice el culto religioso de las mismas. Después de todo esto y el tiempo transcurrido hasta el día en el cual han podido Vuestras Excelencias examinar, coordinar y apreciar el inmenso caudal de conocimientos históricos que poseen, completado con los que tan solícitamente han sabido allegar en su tan aprovechado viaje: al aproximarse la gran solemnidad del 25 de julio próximo, dedicada a Nuestro esclarecido Apóstol Santiago, a la cual conviene preceda la expedición del mencionado decreto canónico: ha llegado la hora de que yo nuevamente me dirija a Vuestras Excelencias rogándoles se sirvan formular y mandarme su ilustrada información que deseara se ajustase a las siguientes preguntas: Primera: ¿La crítica histórica tiene algo que reparar sobre el informe facultativo emitido por los Señores Doctores y Catedráticos arriba mencionados, que lo suscriben; sobre los emitidos por los Señores Canónigo Doctoral y Ferreiro que Vuestras Excelencias ya conocen? Segunda: ¿La crítica histórica ofrece datos que arguyan de temeraria la piadosa creencia de que esas tres colecciones de huesos corresponden a los

Las reliquias de Santiago. Documentos fundamentales de la reinventio de 1879 155

restos de los cuerpos del Bienaventurado Santiago y de sus discípulos San Atanasio y San Teodoro? Tercera: En el caso de no ser imprudente ni temeraria la indicada creencia, ¿la crítica histórica nos suministrará datos para discernir entre los tres grupos de huesos el que corresponda al // –cuarenta y seis– Cuerpo de Nuestro ínclito y egregio Patrón Santiago? Cuarta: ¿Son Vuestras Excelencias de parecer que bastan los datos que espero me suministrarán, la información facultativa antes mencionada y las demás que constan en el proceso que Vuestras Excelencias examinaron en su viaje para fundar racional, prudente y canónicamente un decreto en que se declaren auténticos los susodichos venerandos huesos, correspondientes a los cuerpos de nuestro ínclito Patrón y sus dos mencionados discípulos, designando además la colección correspondiente a cada uno de ellos? Estas son las cuestiones concretas que me atrevo a proponer al ilustrado juicio de Vuestras Excelencias, que tanto ha de pesar en ese importantísimo proceso.” Y a fin de dar el cumplimiento debido a esta comunicación, visto el informe facultativo que en ella se expresa; oídas las ulteriores manifestaciones de los mismos Señores Doctores facultativos en la Junta a que nos invitó Su Eminencia, la noche del jueves 25 de setiembre último, reconociendo que el cráneo encerrado en el busto de plata dorada hasta los pechos del tamaño natural, hecho labrar por el Arzobispo Don Berenguer de Londora, cráneo que la Iglesia Compostelana ha venerado siempre desde el siglo XII como de Santiago el Menor, no tiene relación ninguna con los huesos recién descubiertos; vistos los autos del proceso jurídico; y previo muy detenido examen de cuantos documentos y monumentos han podido estudiar los que suscriben y de que dan cuenta en libro aparte con el título Recuerdos de un viaje, se limitan a responder de una manera categórica y por su orden a las cuatros preguntas sobredichas, de este modo: A la 1ª y 2ª: Negativamente. A la 3ª: Afirmativamente. Los datos que suministra la Crítica histórica para discernir entre las reliquias de los tres cuerpos las que pertenecen al Apóstol son la conformidad de las correspondientes al personaje de edad mayor de cuarenta años (cual la hubo de tener Santiago el Mayor al ser degollado el año 42 de nuestra era) con otras sacadas del sepulcro compostelano en remoto siglo sin género de duda. Tales son: el diente // que se venera en el

156

Antón M. Pazos

relicario de la Basílica Compostelana, y los fragmentos de cráneo conservados en las catedrales de Toledo y Pistoya.30 A la 4ª: Afirmativamente; si se toman además en cuenta los datos que producimos, y tratándose de una aprobación del Diocesano, para la cual se exigen menores pruebas31 que para la de la Sagrada Congregación de Ritos, conforme sienta Benedicto XIV en su tratado De Servorum Dei Beatificatione et Beatorum canonizatione32 (l. IV, p. II, cap. 24, numm. 7-9). Separadas ya por los facultativos las reliquias de los tres esqueletos, el de mayor edad debe considerarse el de Santiago el Mayor por las razones ya indicadas; pero no hay términos hábiles de conocer y diferenciar las reliquias del discípulo Teodoro de las de Atanasio, destruido y consumido por la humedad y por el tiempo el documento que se debió colocar en el repositorio para distinguirlas. Madrid, junio 29 de 1880. [rubricado:] Aureliano Fernández Guerra y Orbe. [rubricado:] Fidel Fita S. J. De las tres reliquias “sin género de duda” sólo se salvó, al final, la de Pistoya. La prudencia del informe es premonitoria ya en estas primeras respuestas. Sobre si las pruebas deberían ser mayores o menores hay, no obstante, discusión a lo largo de todo el proceso ya que, en principio, lo que se buscaba era una “certeza moral”, algo batante abierto, tanto ante la congregación romana como ante el ordinario del lugar. 32  Próspero Lambertini (1675-1758) fue, antes de ser papa Benedicto XIV, el promotor de la fe de la Congregación de Ritos, es decir, un antecesor de Agostino Caprara. Su tratado sobre los procesos de beatificación y canonización, publicado en 1734-1738, con 4 volúmenes en cinco tomos, fue, desde entonces, punto de referencia fundamental. El éxito llevó a ampliarlo posteriormente hasta los 15 volúmenes, pero también a traducirlo resumido al francés o a sintetizarlo —relativamente, en cinco volúmenes—, como hizo el jesuita Manuel de Azevedo en 1790-1792. Sigue siendo actual, hasta el punto que la Libreria Editrice Vaticana lo está publicando, tomo a tomo, como colección titulada: “De servorum Dei beatificatione et beatorum canonizatione”, de la que llevan publicados hasta la fecha siete volúmenes: Próspero Lambertini, Benedetto XIV, De servorum Dei beatificatione et beatorum canonizatione. La beatificazione dei servi di Dio e la canonizzazione dei beati, Città del Vaticano, Libreria Editrice Vaticana, 2010-2018. Como papa, celebró el fundamental concordato de 1753 con España, vigente hasta mediados del XIX. Su paralelismo —intelectual, de temperamento y de aislamiento de la curia— con Benedicto XVI es bastante marcado. Una buena síntesis sobre Benedicto XIV, de 1966, en Mario Rosa, “Benedetto XIV, papa”, Dizionario Biografico degli italiani [en línea], disponible en [Consulta: 14/09/2020]. El texto al que hacen referencia está en el apartado 9: “La certeza moral admite graduaciones y, así, es necesario aclarar más las posibles dudas cuando se trata de una prueba ante la Sagrada Congregación de Ritos que cuando se hace ante el ordinario” (Benedicti XIV, De Servorum Dei Beatificatione et Beatorum canonizatione, liber quartus, editio tertia, Roma, Nicolaus et Marcus Palearini, 1749, pág. 801). 30  31 

Las reliquias de Santiago. Documentos fundamentales de la reinventio de 1879 157

–cuarenta y siete– [7. Informe de los Excelentísimos Señores Obispos de Oviedo, Orense y Tuy sobre la autenticidad de las Sagradas Reliquias] Eminentísimo y Reverendísimo Señor: Nos consideramos altamente honrados por Vuestra Eminencia Reverendísima, al encargarnos en su comunicación de 30 del pasado julio, que examinemos el expediente instruido para justificar la autenticidad del Sepulcro y Reliquias del glorioso Apóstol Santiago y de sus dos discípulos San Atanasio y San Teodoro, últimamente descubiertos en la Santa Iglesia Metropolitana consagrada al santo Apóstol. Correspondiendo a la confianza de Vuestra Eminencia Reverendísima, hemos leído con atención las actas que se contienen en el proceso, hemos pesado los argumentos que se aducen en las mismas, y hemos examinando la cripta descubierta y cuanto con ella se relaciona en la Santa Basílica, para fundar nuestro juicio en este gravísimo asunto. Expondremos con sencillez nuestra opinión. De la lectura del razonado y luminoso informe de los Señores canónigos Ferreiro y Labín y de la inspección de la cripta descubierta, y del lugar donde se encontró el sepulcro, nace el convencimiento, de que es realmente el del Santo Apóstol y de sus Discípulos; porque, o ha de decirse que no está en la Santa Basílica el sepulcro del Apóstol Santiago o ha de reconocerse que este sepulcro es el descubierto en la explora- // ción subterránea. Lo primero se opone a todos los datos históricos, documentos pontificios y constante tradición, no solo de Compostela y de toda España, sino de todo el orbe católico, ya que son célebres las peregrinaciones a este lugar santo, venerado por los fieles, como los santos lugares de Jerusalén y los sepulcros de San Pedro y San Pablo en Roma, contándose entre los peregrinos grandes santos que venera la Iglesia católica. Que el sepulcro hallado sea el del glorioso Apóstol y de sus discípulos, lo prueba el lugar donde se encuentra, los materiales que lo forman y todas las tradiciones consignadas en el informe canonical, que convencen suficientemente del sitio que antes ocupaba, de las causas y de la época de su traslación. Opinamos, pues, que hay razón bastante para declarar canónicamente la autenticidad del sepulcro. Añádese como argumento de no pequeña fuerza, el examen de los huesos hallados en el sepulcro por la comisión de médicos, en cuyo informe minucioso se evidencia que pertenecen a tres esqueletos masculinos ni más

158

Antón M. Pazos

ni menos, que son de una antigüedad indisputable y que representan la edad del Santo Apóstol y de sus dos discípulos. Siendo, pues, un hecho demostrado que los tres fueron sepultados en la cripta descubierta debajo del altar mayor de la Basílica, acreditada la necesidad y conveniencia de su ocultación en dos épocas distintas: la primera, en el siglo décimo con motivo de la invasión de Almanzor, que incendió el templo y destruyó los sepulcros, ya vacíos, como se prueba por la inspección de los muros subterráneos, por las ceni-// –cuarenta y ocho– zas que aparecen en el fondo de las otras, y por los restos de mármoles y mosaicos descubiertos en el lugar principal de la cripta, y de ladrillos y demás materiales en el inmediato anterior; y la segunda en el siglo diez y seis, por la irrupción de los ingleses que profanaban los templos y robaban sus tesoros, apareciendo, en fin, claramente que los materiales del sepulcro hallado corresponden en parte a los destruidos, que entre aquellos se encontró algún fragmento de mármol de la misma clase que los que formaron el primitivo sepulcro del Apóstol, y que los huesos en él contenidos tiene en la tierra adherida señales de su contacto con los ladrillos de los antiguos sepulcros, no solo no es temerario decir que los huesos de estos tres esqueletos son los de los Santos de que se trata, sino que autorizan a afirmarlo probabilísimamente y a declararlos auténticos, como lo reconocen los sabios arqueólogos y académicos Don Aureliano Fernández Guerra y Reverendo Padre Fidel Fita de la Compañía de Jesús, en su libro titulado Recuerdos de un viaje, en el informe o contestación a las preguntas que les fueron dirigidas por Vuestra Eminentísima Reverendísima. Aun cuando así sea, y no pueda esperarse que se presenten argumentos fundados contra lo que aparece del proceso, creemos, sin embargo, que conviene ampliarlo, incluyendo en él cuantos datos sean útiles para ilustrar la cuestión, y con más razón debiendo elevarse a la Santa Sede, para que examinado por la Santa Congregación de Ritos, sea confirmado el decreto de Vuestra Eminencia Reverendísima.33 Opinamos, pues, que se una al proceso una copia de la carta del Papa // San León, del acta de consagración de la Iglesia, del convenio del Obispo Don Diego Peláez con el Monasterio de Ante Altares en 1077, y demás documentos que se citan en el informe canonical. 33  Nuevamente los obispos resaltan la mayor necesidad de pruebas ante la Congregación de Ritos, solicitando, por tanto, que se consigan ya en el proceso diocesano.

Las reliquias de Santiago. Documentos fundamentales de la reinventio de 1879 159

Parece también necesario que declaren las personas que intervinieron en las obras, como el arquitecto o maestro que las dirigiera, los operarios presentes al hallazgo del sepulcro, y especialmente Juan Nartallo. De la misma manera y para fundar en lo posible lo que se dice de haberse conservado siempre una idea confusa de la existencia de las reliquias en el fondo del ábside donde se encontraron, es procedente que se tome declaración a las personas que se nombran en el informe de los Señores Canónigos. No menos conveniente al fin propuesto juzgamos, que se una al proceso la parte del libro de los Señores Fernández Guerra y Fita, en que se habla de la cripta, sus dimensiones, materiales y demás circunstancias, comparándolas con datos históricos y arqueológicos, y agregar los dibujos y fotografías del local y de los objetos encontrados. De mucha importancia sería hacer contar por acta facultativa lo que se dice en el informe canonical de haberse puesto el diente del Santo Apóstol, que se venera en relicario aparte, en el alveolo correspondiente de una de las mandíbulas encontradas y de haberse hallado que se ajusta a ella. También lo sería la comparación de los huesos descubiertos con los que se veneran en las cate-// –cuarenta y nueve– drales de Toledo y Pistoya, como reliquias de Santiago enviadas a aquellas Iglesias antes de la última ocultación. No siendo fácil esta comparación reuniendo las reliquias, podría pedirse un reconocimiento, descripción y hasta dibujo de las de Toledo y Pistoya, para en su vista certificar de la semejanza de color, manchas y demás caracteres con las descubiertas últimamente. Finalmente, creemos que debería certificarse la data de las monedas más antiguas y más modernas encontradas entre los escombros de la cripta, como argumentos del tiempo en que aquella estuvo accesible, ya por entrada franca, ya por el agujero de que habla Ambrosio de Morales, y por consiguiente, de la época de la última ocultación, para la que se rellenaron de escombros los espacios de la cripta y sus accesorios, cesando por lo tanto, la introducción de monedas por los peregrinos en el sitio donde antes se encerraban las sagradas reliquias. Esta es, Señor Eminentísimo, nuestra humilde opinión, que sometemos a la superior y más ilustrada de Vuestra Eminencia Reverendísima, que con tanto celo promueve el culto del Santo Apóstol, y que sin duda llevará a término el proceso canónico con todos los requisitos y pruebas que exige el decreto para un juicio contradictorio. Lo sometemos sobre todo a la decisión defini-

160

Antón M. Pazos

tiva de la Santa Sede, cuyos decretos obedeceremos sincera y humildemente, rogando entre tanto a Dios, Padre de las luces, las derrame abundantes sobre // Vuestra Eminencia Reverendísima por intercesión del Santo Apóstol, para resolver acertadamente este importantísimo asunto. Santiago a 1º de agosto de 1880. [rubricado:] Benito, Obispo de Oviedo.34 [rubricado:] Cesáreo, Obispo de Orense.35 [rubricado:] Juan María, Obispo de Tuy.36 Eminentísimo y Reverendísimo Señor Cardenal Arzobispo de Santiago de Compostela. // –cincuenta– [sello:] ARZOBISPADO DE COMPOSTELA Muy Ilustre Señor: Aceptada por Nos la renuncia hecha por los Ilustres Señores Deán y Maestrescuela de los cargos que les habíamos encomendado de Juez instructor y Fiscal de impugnación del expediente formado de orden nuestras para la declaración canonical de autenticidad de los venerandos restos del gloriosísimo Santiago el Mayor, Patrón de esta nuestra Santa Iglesia y Basílica Apostólica Metropolitana de Compostela, y de sus dos discípulos los santos Atanasio y Teodoro, venimos en nombrar a Vuestra Señoría [Pedro Seijas] y a nuestro Fiscal [Manuel Mariño] para el de- // sempeño de aquellos cargos, y les facultamos para la práctica de cuanto corresponda al fin para que dicho expediente se instruye. Nombramos también a Don Ricardo Rodríguez Ballón, Licenciado en Jurisprudencia y Cura párroco de San Andrés Apóstol de esta ciudad, Abogado defensor, y le encargamos procure se practique todo lo que conduzca al esclarecimiento de la verdad y no se omita diligencia alguna que convenga para dictar con el acierto debido la resolución que proceda. En su consecuencia, remitimos a Vuestra Señoría el expresa- // Benito Sanz y Forés, valenciano, como Payá. Obispo de Oviedo (1868), arzobispo de Valladolid (1881-1889) y Sevilla (1889-1895). Creado cardenal en 1893. 35  Cesáreo Rodrigo Rodríguez, obispo de Orense de 1875 a 1895. 36  Juan María Valero Nacarino, obispo de Tuy de 1876 a 1881 y de Cuenca de 1881 a 1890. 34 

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–cincuenta y uno– do expediente con el oficio de renuncia de los Ilustres Señores Deán y Maestrescuela, los informes de los Facultativos y Excelentísimos Señores Académicos Don Aureliano Fernández Guerra y Reverendo Padre Fidel Fita de la Compañía de Jesús, así como el emitido por los Excelentísimos e Ilustrísimos Señores Obispos de Oviedo, Orense y Tuy con ocasión de su venida a esta ciudad en los solemnes días de la gran festividad de nuestro Santo Apóstol, documentos de singular importancia que convenía tener a la vista antes de la tramitación de dicho expediente. Dios // guarde a Vuestra Señoría Ilustrísima muchos años. Santiago 3 de agosto de 1880. [rubricado:] El Cardenal Arzobispo. Muy Ilustre Señor Provisor y Vicario General de este nuestro Arzobispado. // –cincuenta y dos– Providencia. Se acepta por el que provee la comisión con que se dignado honrarle el Eminentísimo Señor Cardenal Arzobispo, la cual promete desempeñar fielmente, y según corresponde. Únanse al expediente los documentos que refiere la antecedente comisión de Su Eminencia Reverendísima: recójanse las firmas de los Señores Capitulares que asistieron al acto del reconocimiento verificado el día primero de febrero de mil ocho cientos setenta y nueve, y de hecho pase al Abogado Defensor. Lo proveyó y firma el Ilustrísimo Señor Don Pedro Seijas, Provisor y Vicario general en Santiago a diez de agosto de mil ocho cientos ochenta. [rubricado:] Licenciado Pedro Seijas. [rubricado:] Nicolás Yglesias. Notificación al Doctor Fiscal. En domingo a trece de agosto de mil ocho cientos ochenta el Notario mayor teniendo ante mí al Doctor Fiscal Eclesiástico del Arzobispado, le leí íntegramente, notifiqué y di copia literal del auto antecedente: en su persona firma y doy fe. [rubricado:] Doctor Mariño. [rubricado:] Yglesias.

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Otra al Doctor Abogado Defensor. En Santiago agosto veinte de mil ocho cientos ochenta. Yo Notario mayor teniendo ante mí al Doctor Licenciado Don Ricardo Rodríguez Ballón, Abogado Defensor nombrado en este expediente, le leí íntegramente y notifiqué el auto antecedente, del que le di copia literal: en su persona firma y doy fe. [rubricado:] Licenciado Ricardo Rodríguez. [rubricado:] Yglesias. // –cincuenta y tres– [8. Escrito del Defensor proponiendo prueba] Ilustrísimo Señor Provisor. En virtud del honroso encargo con que Su Eminencia Reverendísima, nuestro respetabilísimo Prelado, se dignó distinguirme al conferirme la defensa de este tan importante asunto, cúmpleme por ahora, y sin perjuicio, interesar lo siguiente: 1º. Que Juan Nartallo y los demás operarios que bajo la dirección de los Señores Capitulares Don José María Labín y Don Antonio López Ferreiro se emplearon en los trabajos de exploración, declaren en la forma legal acerca de los hechos que estos Señores refieren en los dos primeros pliegos de su informe. 2º. Que de igual modo declaren Doña Bernarda Varela Limia viuda de Fernández, el señor Pereiro catedrático del Instituto de esta ciudad, Doña Agustina Méndez y el platero Don José Losada acerca de lo que con referencia a cada uno de ellos mencionaron también dichos Señores Canónigos al final del cuarto pliego y comienzo del quinto del sobredicho informe. 3º. Que se evalúen las citas que estos testigos hagan sobre lo mismo y más tradiciones alusivas al asunto. // Estas diligencias, si bien no son necesarias, convienen no obstante, para que la suma de datos allegados sea tal, que desvanezca todo pretexto de impugnación de la autenticidad de las venerandas Reliquias. Por lo tanto, y reservándome pedir todo lo que además conduzca a la buena defensa que me está confiada, a Vuestra Señoría Ilustrísima. Suplico, se digne estudiar las expresadas diligencias y disponer tengan lugar con citación. Santiago de Compostela setiembre diez y ocho de mil ochocientos ochenta. [rubricado:] Licenciado Ricardo Rodríguez.

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Como lo solicita el Abogado Defensor. Lo proveyó el Señor Provisor y Vicario general en Santiago a veinte de setiembre de mil ocho cientos ochenta. [rubricado:] Seijas. [rubricado:] Yglesias. Citación al Doctor Abogado Defensor. En Santiago a veinte y tres de setiembre de mil ocho cientos ochenta. Yo Notario mayor teniendo ante mí al Doctor Don Ricardo Rodríguez, Abogado Defensor en este expediente, le leí íntegramente, notifiqué y di copia literal del auto // –cincuenta y cuatro– antecedente, citándole para el recibo de las declaraciones por él solicitadas, por si quiere asistir a ellas: en su persona firma y doy fe. [rubricado:] Licenciado Ricardo Rodríguez. [rubricado:] Yglesias. Otra al Señor Fiscal Eclesiástico. En Santiago octubre veinte y cinco de mil ocho cientos ochenta. Yo Notario mayor leí íntegramente, notifiqué y di copia literal del auto de la vuelta al Doctor Fiscal Eclesiástico de este Arzobispado, y le practiqué igual citación que la anterior: en su persona firma y doy fe. [rubricado:] Doctor Mariño. [rubricado:] Yglesias. –cincuenta y cinco– [9. Declaraciones de los operarios que intervinieron en los trabajos de exploración] Declaración de Juan Nartallo. En la Ciudad de Santiago a veinte y seis de octubre de mil ocho cientos ochenta. Ante el Ilustrísimo Señor Provisor Vicario general del Arzobispado concurrieron los Señores Doctor Don Manuel Mariño, Fiscal Eclesiástico del Arzobispado, y el Licenciado Don Ricardo Rodríguez Ballón, Abogado Defensor y teniendo a su presencia a Juan Nartallo y Barros, de estado casado, de

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oficio cantero, de edad de cuarenta años, vecino de Santa María de Cuntis, en este Arzobispado, y actualmente residente en esta Ciudad, le recibió Su Señoría juramento que hizo en legal forma, y examinando a tenor de lo que expresan los Señores Capitulares Don José Lavín, y Don Antonio López Ferreiro, en los dos primeros pliegos de su informe, obrante en este expediente declara. Que es exacto en todas sus partes cuanto dichos Señores Canónigos mencionan en su citado informe y pliegos indicados del mismo, no solo referente a todos los trabajos de exploración de las Santas Reliquias, sino que también lo relativo a lo que al declarante sucedió en el momento de ser halladas, por haber presenciado todos los detalles y pormenores que el informe contiene como operario ocupado en los expresados trabajos en compañía de los maestros carpinteros Don Tomás Cardalda y Don Manuel // Larramendi y bajo la dirección de aquellos Señores. Así lo declaró bajo el juramento prestado37 y en lo dicho se ratificó previa su lectura: firma después de los mencionados Señores, y de todo ello yo Notario mayor doy fe. [rubricado:] Licenciado Pedro Seijas. [rubricado:] Doctor Manuel Mariño. [rubricado:] Licenciado Ricardo Rodríguez. [rubricado:] Juan Nartallo. [rubricado:] Nicolás Yglesias. Otra de Don Manuel Larramendi. Seguidamente y en la misma forma compareció Don Manuel Larramendi, Maestro Carpintero, de estado casado, de veintisiete años de edad, vecino de esta Ciudad y parroquia de Santa María de la Corticela; el cual juramentado con arreglo a derecho y enterado que fue detenidamente de lo relacionado por los Señores Capitulares de esta Santa Iglesia Catedral Don José Lavín y Don Antonio López Ferreiro en los dos primeros pliegos de su informe obrante en este expediente relativo a los trabajos de exploración de los Sagrados Restos del Santo Apóstol, declara. Que en efecto acompañó al cantero Juan Nartallo y al maestro carpintero Don Tomás Cardalda en aquellos trabajos bajo la dirección de dichos Señores Canónigos, y que presenció cuan- // Como indicará la Congregación de Ritos, los testigos menores son los únicos a los que se les pidió juramento. A los historiadores, los médicos o los canónigos no se les exigió al hacer sus primeras declaraciones. Sí lo hicieron, en algunos casos con aclaraciones, en los interrogatorios posteriores realizados por Caprara en su viaje a España. 37 

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–cincuenta y seis– to estos detallan y mencionan, siendo por lo mismo verdad en todas sus partes sin que tenga que añadir ni quitar cosa alguna. En lo declarado se ratificó previa su lectura: firma con los mencionados Señores, y de todo ello yo Notario mayor doy fe. [rubricado:] Seijas. [rubricado:] Doctor Manuel Mariño. [rubricado:] Licenciado Ricardo Rodríguez. [rubricado:] Manuel Larramendi. [rubricado:] Nicolás Yglesias. Otra de Don Tomás Cardalda. Incontinente compareció del mismo modo Don Tomás Cardalda y Corral, maestro de obras, vecino de esta Ciudad y parroquia de Santa Susana, de estado casado, de cincuenta y nueve años de edad, quien juramentado en debida forma y examinado a tenor de lo contenido en los dos primeros pliegos del informe emitido por los Señores Capitulares de esta Santa Iglesia Catedral Don José Lavín y Don Antonio López Ferreiro, declara. Que por haber sido uno de los operarios // que se emplearon bajo la dirección de aquellos Señores y en compañía de los mismos y de Juan Nartallo y Don Manuel Larramendi en los trabajos de exploración de las Sagradas Reliquias del Santo Apóstol, presenció todos y cada uno de los particulares que dicho informe comprende, siendo este exacto y verdadero en todos sus pormenores por haber tenido lugar los hechos como se relatan y haber sido el declarante quien precisamente auxilió al Juan Nartallo en la impresión que experimentó en el momento de ser hallados los Sagrados Restos de que se hace relación. Así lo declaró bajo el juramento prestado, ratificándose en lo dicho previa su lectura; firma después de los aludidos Señores, y de todo ello yo Notario mayor doy fe. [rubricado:] Seijas. [rubricado:] Doctor Manuel Mariño. [rubricado:] Licenciado Ricardo Rodríguez. [rubricado:] Tomás Cardalda. [rubricado:] Nicolás Yglesias. //

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–cincuenta y siete– [10. Declaración de varios testigos indicando la tradición favorable a dicha autenticidad] Otra de Don José Losada. En Santiago a treinta de octubre de mil ocho cientos ochenta. Ante el Ilustrísimo Señor Provisor de este Arzobispado y los Señores Fiscal Eclesiástico y Abogado Defensor, concurrió Don José Losada de Dios, de estado casado, de sesenta y tres años de edad, vecino de la parroquia de San Miguel dos Agros de esta Ciudad; el que juramentado en legal forma y examinado a tenor de la cita que del mismo hacen los Señores Capitulares Don José Lavín y Don Antonio López Ferreiro en su informe unido a este expediente declara. Que en efecto cuando era niño ha visto detrás del altar mayor y debajo del mismo en el pavimento de la Capilla en que estaba la urna recientemente hallada una plancha metálica y encima de ella cuatro velas encendidas; lo cual observó con ocasión de visitar con frecuencia aquel sitio solo y a veces en compañía de su difunta madre, sin que le conste ninguna otra cosa ni más tenga que manifestar. Así lo declaró bajo el juramento prestado, y en ello se ratificó precedida su lectura: firma con dichos Señores de que yo Notario doy fe. [rubricado:] Seijas. [rubricado:] José Losada. [rubricado:] Doctor Manuel Mariño. [rubricado:] Licenciado Ricardo Rodríguez. [rubricado:] Nicolás Yglesias. Otra de Doña Bernarda Varela. En la Ciudad de Santiago a diez y siete de noviembre de mil ocho cientos ochenta, el Ilustrísimo Señor Provisor de este Arzobispado en unión de los Señores Fiscal Eclesiástico y Abogado defensor con el infrascripto Notario mayor, se constituyó en la casa en que habita la Señora Doña Bernarda Varela de Limia, de estado viuda, mayor de sesenta y ocho años de edad, y vecina de esta Ciudad, y teniéndola a su presencia recibió juramento que hizo en legal forma, prometiendo decir verdad: y examinada a tenor de la cita que de ella se hace en el informe emitido por los Señores Capitulares en este expediente, declara: Que cuando era joven recuerda haber oído a su Señora tía Doña María Vallejo, difunta, hace ya muchos años, y a otras personas que ahora no tiene

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presente, que los huesos humanos de nuestro Patrón y Apóstol Santiago y de sus dos discípulos San Anastasio y San Teodoro existían en la Capilla que está detrás del altar mayor de la Santa Iglesia Catedral de esta Ciudad, o sea en el sitio donde últimamente se hallaron los que se refieren por los Señores Capitulares en su informe, y a cuya Capilla siempre se dirigía la declarante a rezar y encomendarse al Santo Apóstol en la firme creencia que tenía de allí estaban los venerandos restos del mismo. // –cincuenta y ocho– Que es cuanto con verdad puede declarar bajo el juramento prestado, y en ello se ratificó precedida su lectura: firma con dichos Señores, y de todo yo Notario mayor doy fe. [rubricado:] Seijas. [rubricado:] Bernarda Varela y Bermúdez [rubricado:] Doctor Manuel Mariño. [rubricado:] Licenciado Ricardo Rodríguez. [rubricado:] Nicolás Yglesias. // –cincuenta y nueve– Declaración del Doctor Don Ramón Pereiro. En la Ciudad de Santiago a siete de enero de mil ocho cientos ochenta y uno. A presencia del Ilustrísimo Señor Provisor de esta Diócesis concurrió el Señor Doctor Don Ramón Pereiro y Rey, Catedrático del Instituto de segunda enseñanza de esta Ciudad, de estado casado, de sesenta y seis años de edad, hacendado, natural y vecino de esta población, de quien Su Señoría recibió juramento que hizo en forma legal prometiendo decir verdad; y examinado a tenor de la cita que de él hacen los Señores Canónigos Don José Lavín y Don Antonio López Ferreiro en su informe unido a este expediente declara: Que siendo muy niño, a su parecer de cuatro o cinco años, iba todos los domingos, y no recuerda si los demás días de fiesta, a casa de su abuela la Señora Doña Vicenta Pérez, madre del Decano y Catedrático de Derecho en esta Universidad Don Ramón Rey y Pérez, que vivía en la casa Rúa del Villar número setenta y seis, y a la tardecita regresaba a la suya en el Oscuriño de la plaza de San Benito, acompañado de una criada muy anciana de dicha su abuela, y le llevaba aquella a la Capilla del Santo Apóstol del Franco en donde rezaban; en seguida a la Catedral, rezando también ante la Capilla mayor; y luego iban a la parte que dice detrás del Altar mayor y allí // igualmente

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rezaban; y conserva la idea, aunque no las palabras, de que aquella anciana mujer daba grande importancia a dicho sitio, o sea Capilla del Tras-Sagrario del Altar mayor. Que es cuanto puede declarar en obsequio a la verdad y en lo dicho se ratificó previa lectura: firma con Su Señoría de que yo Notario mayor doy fe. [rubricado:] Seijas. [rubricado:] Ramón Pereiro y Rey. [rubricado:] Nicolás Yglesias. Otra de Doña Agustina Méndez. En Santiago a trece de enero de mil ocho cientos ochenta y uno. Ante el Ilustrísimo Señor Provisor Vicario general del Arzobispado, concurrió Doña Agustina Méndez, de estado viuda, de edad mayor de sesenta años, y vecina de esta Ciudad, de la cual recibió juramento que hizo en forma legal ofreciendo decir verdad, y examinada a tenor de la cita que de ella se hace en el informe de los Señores Capitulares declara. Ser cierto haber oído hace muchos años a diversas personas, que hoy no puede señalar por no recordarlas, que los huesos sagrados de nuestro Patrón y Apóstol Santiago el mayor que estuvieran debajo del altar mayor // –sesenta– de esta Santa Iglesia Catedral fueran trasladados para detrás del mismo altar, a fin de ocultarlos de una invasión enemiga. Que es cuanto con verdad puede declarar bajo el juramento prestado, y en lo dicho se ratificó previa lectura: firmando a su ruego y por imposibilidad su hija Doña Elisa González Méndez, y de todo ello yo Notario doy fe. [rubricado:] Seijas. [rubricado:] María Elisa González. [rubricado:] Nicolás Yglesias. Providencia. Hallándose evacuadas las declaraciones solicitadas por el Abogado Defensor, pase el expediente al mismo. Lo proveyó el Ilustrísimo Señor Provisor en Santiago enero catorce de mil ocho cientos ochenta y uno. [rubricado:] Seijas. [rubricado:] Yglesias.

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Notificación al Señor Abogado Defensor. En Santiago enero quince de mil ocho cientos ochenta y uno. Yo Notario mayor previa lectura íntegra y entrega de copia literal notifiqué el auto antecedente al Señor Licenciado Don Ricardo Rodríguez, Abogado Defensor nombrado en este expediente: en su persona, firma y doy fe. [rubricado:] Licenciado Ricardo Rodríguez. [rubricado:] Yglesias. Otra al Señor Fiscal. Seguidamente previa lectura íntegra y entrega de copia literal notifiqué el auto antecedente al Señor Fiscal Eclesiástico del Arzobispado: en su persona, firma y doy fe. [rubricado:] Doctor Mariño. [rubricado:] Yglesias. // –sesenta y uno– [11. Otro escrito del Defensor proponiendo más pruebas] Muy Ilustre Señor Provisor El Defensor, que por ahora se concreta a reunir en este expediente cuanto contribuya a elevarle a la altura del importante fin para que se instruye, valiosos documentos ofrece y nuevas diligencias considera conveniente interesar. Su Eminencia Reverendísima, nuestro buen Prelado, ha recibido con gratitud de otro muy distinguido de esta provincia eclesiástica, el sabio y virtuoso Ilustrísimo Señor Obispo de Oviedo, un luminoso escrito ampliando con profundo razonamiento y rica copia de datos el informe emitido por éste y otros Señores Obispos sobre la autenticidad de las sagradas reliquias. Este bien pensado escrito debe unirse a los autos con singular estimación, y al efecto lo produzco de orden de Su Eminencia Reverendísima. De gran valía y de reconocido mérito es también el trabajo científico sobre el mismo asunto publicado por los famosos Arqueólogos y Académicos de la Historia, Excelentísimos Señores Don Aureliano Fernández Guerra y Reverendo Padre Fidel Fita de la Compañía de Jesús, en el periódico “La Ilustración Ca- // tólica”, con el título de “Recuerdos de un viaje” y condensado en el manuscrito que dedican a este expediente. Este preciosísimo producto de lo que ellos por sí vieron en los días que han estado en esta Ciudad del

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Apóstol, y de todos los monumentos y documentos que han podido examinar con la hermosa luz de la ciencia que tanto les distingue, debe igualmente enriquecer el proceso uniendo al mismo dicho manuscrito y los números correspondientes de aquella publicación, que a la indicada importancia reúnen la de contener muy buenos grabados que representan cuanto pusieron de manifiesto las últimas excavaciones y lo que ofrecen notables miniaturas existentes en este archivo y en la Biblioteca Real de Madrid. Presento así bien un ejemplo del memorial de las sagradas reliquias que se veneran en esta Santa Iglesia Catedral, para que en los autos conste lo que refiere de nuestro glorioso Santo Apóstol. Si de suma importancia son estos documentos, otros hay de utilidad también muy señalada que solo trasuntados pueden venir al expediente; y como quiera que el Defensor se inspira en el buen deseo de que nada se eche de menos que por algún concepto fuere de provecho, interesa que se compulsen, en la parte que en el acto se designará, los documentos siguientes. 1º. La carta de San León cuya versión se hace en el Breviario antiguo Compostelano y en el Có- // –sesenta y dos– dice de Calisto II, existentes en el archivo de esta Santa Iglesia Catedral. 2º. El acta de la consagración de esta Santa Basílica a fines del siglo IX, que debe obrar en dicho archivo y traen también Castellá Ferrer en su historia de Santiago Zebedeo38 y la España Sagrada39 del Reverendo Padre Flórez en el tomo diez y nueve. 3º. La escritura de concordia entre el Obispo Don Diego Peláez y el Monasterio de Ante-altares en el año mil setenta y siete, existente en el archivo del Convento de San Pelayo de esta Ciudad. Mauro Castellá Ferrer, Historia del Apóstol de Iesus Christo Sanctiago Zebedeo, Patrón y Capitán General de las Españas, publicada en 1610 en Madrid, Alonso Martín de Balboa, “Toda a costa del autor” y magníficamente ilustrado. El Acta de consagración, en latín y en castellano —según la entiendo, dice modestamente—, en págs. 460-463. Se reimprimió en Santiago de Compostela, Xunta de Galicia: Xerencia de Promoción do Camiño de Santiago, 2000, con prólogo de José María Díaz Fernández. Un estudio reciente, demasiado breve, en Lidwine Linares, “Leyenda y figura de Santiago en dos hagiografías de principios del siglo XVII. Mauro Castellá Ferrer y Hernando Ojea Gallego y sus Historias del Apóstol Santiago”, en Amaia Arizaleta, Pratiques hagiographiques dans l’Espagne du Moyen Âge et du Siècle d’Or – Prácticas hagiográficas en la España medieval y del Siglo de Oro, vol. II, Toulouse, CNRS – Université de Toulouse-Le Mirail, 2007, págs. 521-542. 39  Flórez, España sagrada..., XIX, págs. 344-346. 38 

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4º. Las actas capitulares, de nueve, diez y doce de mayo de mil quinientos ochenta y nueve; algunas de los años de mil quinientos noventa y seis y mil quinientos noventa y nueve, que oportunamente se determinarán, y la de veinte y tres de abril de mil seiscientos veinte y siete. Además de esto, y para que el proceso se revista de un carácter tal de legalidad que no pueda ser bajo ningún punto de vista combatido, sería bien que los testigos Don Tomás Cardalda, Don Manuel Larramendi y Juan Nartallo, ampliando sus declaraciones ya prestadas, digan si las operaciones de exploración [en] las cuales intervinieron han dado el resultado de // que informa el acta de reconocimiento del folio 4º, y si presenciaron todos los detalles de observación de que se hacen cargo los Muy Ilustres Señores Capitulares Don Antonio López Ferreiro y Don José María Lavín en su declaración e informe del folio 8º y siguientes, determinando aquellos con los cuales no estuvieren conformes, a cuyo efecto se les enterará detenidamente. Igual consideración recomienda un atestado judicial acreditando los particulares que paso a enumerar, una vez que son notorios y conocen bien cuantos visitan esta Santa Basílica. 1º. Que de las varias vidrieras que hay en el ábside del templo, solamente en la que está más próxima al sitio en que aparecieron las sagradas reliquias se representan la estrella y el arca del Santo Apóstol. 2º. Que estando pintados en la bóveda que cubre la Capilla mayor los atributos del Apóstol, se nota que el arca, que es uno de ellos, no se halla dibujada en la sección que corresponde sobre el altar mayor, y que parece ser su lugar propio, sino en la última posterior que precisamente coincide con el sitio donde se han encontrado los venerandos restos. 3º. Que el lugar o sitio expresado en que estos fueron hallados es la cabecera de la Capilla mayor y punto más principal de toda la Basílica. 4º. Que en las procesiones dominicales del año se entona la antífona Corpora sanctorum y oración correspondiente, según el antiguo ceremonial, en el sitio del ábside contiguo al en que se encontraron // –sesenta y tres– las reliquias deteniéndose allí la procesión; mientras que las dirigidas a la Purísima Concepción y Divino Redentor se cantan deteniéndose junto a las imágenes respectivas.

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5º. Que detrás del altar mayor, sobre el referido sitio en que se encontró la urna con los restos de que se trata, están de antiguo colocadas gran número de lámparas. Interesa por último la Defensa que, practicado cuanto se relaciona, se ofrezcan los autos a los expresados Señores Capitulares, por si en algo creen deber modificar su muy importante informe con vista del estado que aquellos mantenga, o por si algún nuevo dato les aconseja suministrar su reconocido celo y distinguido saber. Las diligencias que indicadas quedan deben tener lugar con citación del Muy Ilustre Señor Fiscal de impugnación; y, sin perjuicio de toda otra que durante el curso del asunto pueda hacerse conveniente, a Vuestra Señoría Ilustrísima. Suplica se digne estimar la unión de documentos, las compulsas, ampliación de las declaraciones testificales, el atestado judicial y ofre- // cimiento de los autos a los Muy Ilustres Señores Capitulares, todo según y en la forma que queda consignado, con citación Fiscal y reserva ordinaria. Santiago diez de marzo de mil ochocientos ochenta y uno. [rubricado:] Licenciado Ricardo Rodríguez. Auto. Únanse al expediente los documentos que se producen por el Señor Abogado Defensor, y practíquense las diligencias que solicita con citación del Ministerio Fiscal. Lo acordó el Ilustrísimo Señor Provisor en Santiago marzo doce de mil ocho cientos ochenta y uno. [rubricado:] Seijas. [rubricado:] Yglesias. Notificación al Señor Abogado defensor. En Santiago marzo doce de mil ocho cientos ochenta y uno. Yo Notario mayor previa lectura íntegra y entrega de copia literal notifiqué el auto antecedente al Señor Abogado defensor de este expediente: en su persona firma y doy fe. [rubricado:] Licenciado Ricardo Rodríguez. [rubricado:] Yglesias. Otra y citación al Señor Fiscal. Seguidamente yo Notario mayor teniendo ante mí al Señor Fiscal Eclesiástico de este Arzobispado, le leí íntegramente, notifiqué y di copia literal del auto antecedente, //

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–sesenta y cuatro– y le cité para la práctica de las diligencias solicitadas por el Señor Abogado defensor: en su persona, quedó enterado, diose por citado, firma y doy fe. [rubricado:] Doctor Mariño. [rubricado:] Yglesias. Nota. En la misma fecha se expidió orden para la concurrencia de los testigos. [12. Ampliación de lo declarado por los operarios de la exploración comprobando el resultado de ésta] Ampliación de las declaraciones de Don Tomás Cardalda, Don Manuel Larramendi y Juan Nartallo. En la Ciudad de Santiago a diez y siete de marzo de mil ocho cientos ochenta y uno. Ante el Ilustrísimo Señor Provisor y Vicario general de este Arzobispado y el infrascripto Notario mayor, con asistencia de los Señores Fiscal y Abogado defensor, comparecen Don Tomás Cardalda, Don Manuel Larramendi y Juan Nartallo, Maestros de obras y vecinos los dos primeros de esta Ciudad, y el tercero de Santa María de Cuntis, mayores de edad, // con el fin de ampliar sus declaraciones a tenor de lo interesado por dicho Señor Defensor en el escrito anterior. Fueron juramentados en forma, y después de informados por sí detenidamente de lo declarado por los mismos en este expediente y del contenido del acta de reconocimiento del folio cuatro, y de cuanto manifestaron los muy ilustres Señores Canónigos Don José María Labín y Don Antonio López Ferreiro en su declaración e informe de los folios ocho y siguientes, declaran de común acuerdo y bajo un solo contesto: que se afirman y ratifican en sus respectivas declaraciones sin que tengan que variar nada de lo en ellas manifestado. Que, según han declarado ya, acompañaron a los expresados Señores Canónigos en todos los trabajos de exploración, sin que se haya descubierto ni notado por virtud de ellos cosa alguna que los declarantes no hubiesen visto ni examinado según iba teniendo lugar. Vieron por consiguiente la figura, posición y dimensiones de las distintas cavidades de la Cripta; los mosaicos que adornaban la más próxima al altar mayor; la roca firme en que descansa dicha Cripta; las paredes de esta, su forma, materiales, figura de los mismos, y sistema de construcción; reconocieron los escombros que rellenaban las secciones

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de la Cripta, capas de ceniza, pavimento de losas de granito, los corredores de derecha a izquierda, los fragmentos de mármol y monedas; vieron también los escombros, pasos de escalera y gruesas piedras que había encima y delante de la urna descubierta detrás del altar mayor conteniendo los Sagrados Restos; compararon los materiales de dicha urna con los de la Cripta; examinaron // –sesenta y cinco– con respeto y veneración el estado y circunstancias de los venerandos Restos que la urna contiene; el pequeño mármol blanco hallado entre los mismos, y en una palabra y para no ser más prolijos, observaron todo lo que dichos Señores Canónigos expresan; y por ello concluyen afirmando sin vacilación ni duda que, no solo el resultado de las excavaciones fue el mismo que observaron Su Eminencia Reverendísima y más distinguidos Señores cuando practicaron el acta de reconocimiento del folio cuatro que tienen a la vista, sino que también son exactos y muy verdaderos todos y cada uno de los detalles de observación que consignan aquellos Señores Canónigos en su declaración e informe mencionados, que igualmente tienen a la vista; no pudiendo en honor de la verdad dejar de estar conformes con ninguno de ellos, y una vez que consta a los declarantes todo circunstanciadamente por haberse practicado y examinado con presencia e intervención de los mismos. En lo dicho se ratificaron previa lectura, y firman todos de que yo Notario mayor doy fe. [rubricado:] Manuel Larramendi. [rubricado:] Seijas. [rubricado:] Tomás Cardalda. [rubricado:] Juan Nartallo. [rubricado:] Doctor Mariño. [rubricado:] Licenciado Ricardo Rodríguez. [rubricado:] Nicolás Yglesias. // –sesenta y seis– [13. Compulsa de la carta de San León, actas Capitulares y de la de Consagración de la Santa Basílica] Compulsas. En la Ciudad de Santiago de Compostela a cinco de abril de mil ocho cientos ochenta y uno. Constituido el Muy Ilustre Señor Provisor Juez instructor de este expediente, acompañado de los Señores Fiscal de impugna-

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ción, Abogado Defensor y del infrascripto Notario mayor en la Secretaría del Excelentísimo Cabildo de esta Santa Iglesia Catedral con el fin de practicar las compulsas que por dicho Señor Defensor se solicitan, tuvieron lugar estas en la forma que a continuación se expresan. Carta de San León. Por el Secretario de dicho Excelentísimo Cabildo se exhibió el Breviario antiguo Compostelano, impreso en la Ciudad de Salamanca el año mil quinientos sesenta y nueve con aprobación del Excelentísimo Señor Don Gaspar Astunica y Avellaneda,40 Arzobispo de esta Archidiócesis de Santiago, y sellado con el que usa este Excelentísimo Cabildo; cuyo Breviario a los folios tres cientos catorce vuelto, tres cientos quince y vuelto, en el oficio de la traslación del Cuerpo de nuestro glorioso Apóstol Santiago Zebedeo contiene las seis lecciones cuyo tenor literal es el siguiente.41 Gaspar de Zúñiga y Avellaneda, arzobispo de Santiago de 1558 a 1569. [Lectio I.] Sepa vuestra fraternidad, dilectísimos rectores de toda la cristiandad, cómo fue trasladado a España, a las tierras de Galicia, el cuerpo entero del muy bienaventurado apóstol Santiago. Después de la Ascensión a los cielos de nuestro Salvador, y de la venida del Espíritu Santo sobre los discípulos, en el curso del undécimo año desde la misma Pasión de Cristo, en el tiempo de los ázimos, el bienaventurado apóstol Santiago, tras visitar las sinagogas de los judíos, fue preso en Jerusalén por el pontífice Abiatar, y condenado a muerte, junto con su discípulo Josías, por orden de Herodes. [Lectio II]. Por temor a los judíos fue recogido durante la noche el cuerpo del bienaventurado apóstol Santiago por sus discípulos, que, guiados por un ángel del Señor, llegaron a Jafa, junto a la orilla del mar. Y como allí dudasen a su vez acerca de lo que debían hacer, de pronto apareció, por designo de Dios, una nave preparada. [Lectio III]. Y con gran alegría suben a ella llevando al discípulo de nuestro Redentor, e hinchadas las velas por vientos favorables, navegando con gran tranquilidad sobre las olas del mar, llegaron al puerto de Iria, alabando la clemencia de nuestro Salvador. En su alegría, entonaron allí este verso de David (Sal. 76, 20): «Fue el mar tu camino y tu senda la inmensidad de las aguas». [Lectio IIII.] Una vez desembarcados, dejaron el muy bienaventurado cuerpo que transportaban en un pequeño predio llamado Libredón, distante ocho millas de la citada ciudad, y en donde ahora se venera. Y en este lugar encontraron un grandísimo ídolo construido por los paganos. Rebuscando por allí encontraron una cripta, en la que había herramientas con las que los canteros suelen construir las casas. Así, pues, los mismos discípulos, con gran alegría, derruyeron el citado ídolo y lo redujeron a menudo polvo. Después, cavando profundamente, colocaron unos cimientos firmísimos y levantaron sobre ellos una pequeña construcción abovedada, en donde construyeron un sepulcro de cantería, en el que, con artificioso ingenio, se guarda el cuerpo del Apóstol. Se 40  41 

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Epistola beati Leonis Papae de translatione beati Jacobi. Lectio I. Noscat fraternitas vestra dilectissimi totius, christianitatis qualiter in Hispaniam integrum // corpus beati Jacobi Apostoli translatum est. Post Ascensionem nostri redemptoris ad coelos adventumque sancti spiritus super discipulos ab ipsa passione Christi in revolutione duodecimi anni tempore azymorum beatissimus apostolus Jacobus perlustratis Judaeorum synagogis Hierosolymis captus ab Abiathar pontifice, simul cum Josia suo discipulo jussu Herodis capite plexus est. Lectio II. Sublatum est autem corpus illius sanctissimi Jacobi apostoli a discipulis suis nocte prae timore judaeorum: qui angelo domini comitante pervenerunt in Jopem, ad littus maris. Ibi vero haesitantes ad invicem quid agerent deberent, ecce nutu Dei affuit eis parata navis. Lectio III. Qui gaudentes intrantes in eam, portantes alumnum Christi nostri salvatoris: erectisque velis: simul cum prosperis ventis, cum magna tranquillitate navigantes, super undas maris, collaudantes, clementiam nostri salvatoris Iriae pervenerunt ad portum. Ibi prae gaudio cecinerunt hunc Davidicum versum: “In mari viae tuae, et semitae tuae in aquis multis.” edificó encima una iglesia de reducidas dimensiones, que adornada con un altar abre al devoto pueblo una venturosa entrada a su sagrado altar. [Lectio V.] Tras la inhumación del santísimo cuerpo, entonaron alabanzas al Rey de los cielos, cantando estos versos de David (Sal. 63, 11): “Se alegrará el justo en el Señor y confiará en Él, y se gloriarán todos los rectos de corazón”. Y luego (Sal. 111, 6-7): «El justo estará en eterna memoria y no temerá la mala nueva». Después de algún tiempo, instruidos los pueblos en el conocimiento de la fe por los discípulos del mismo Apóstol, en breve creció la fecunda mies multiplicada por Dios. [Lectio VI.] Tomada, pues, una prudente resolución, dos discípulos, uno de los cuales se llamaba Teodoro y el otro Atanasio quedaron allí para custodiar aquel preciosísimo tesoro, es decir, el venerable cuerpo de Santiago. Los otros discípulos, en cambio, guiados por Dios, se esparcieron por las Españas para predicar. Como dijimos, inseparables por reverencia hacia su maestro, mientras con todo cariño vigilaban sin interrupción el citado sepulcro, mandaron que, después de su muerte, fuesen enterrados por los cristianos junto a su maestro, uno a su derecha y otro a su izquierda (Liber Sancti Jacobi: Codex Calixtinus, Traducción de Casimiro Torres y Julio Feo,dirigida, prologada y anotada por Abelardo Moralejo (1951), con notas aumentadas por Juan José Moralejo y María José Garcia Blanco (2004), nueva edición actualizada por María José García Blanco, [Santiago de Compostela], [Xunta de Galicia], 2014, págs. 395-397). Lo traduce, aunque no completo, Rongier en Apuntes. El texto latino, que se incluye como nota, es una variante de la que recoge el Expediente canónico. También varía la paginación citada. En Apuntes se cita el fol. 97. En el Expediente canónico empieza en el 66 (Ver Apuntes, pág. 58, notas 1 y 2).

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Lectio IIII. Egressi discipuli sanctissimi Jacobi de navi, deducentes deposuerunt beatissimum Corpus ejus in quoddam praediolum, nomine liberum donum, distans a praefata urbe fere octo millibus, ubi nunc veneratur. // –sesenta y siete– In loco autem illo invenerunt vastissimum idolum a paganis constructum, ibique circunspicientes invenerunt cryptam, in qua erant ferrea instrumenta. Gaudentes igitur clientuli ipsi praefatum idolum diruerunt. Deinde cavantes in altum, posuerunt firmissimum fundamentum: et ibi desuper fecerunt arcuatam domum, ubi construxerunt lapideo opere sepulchrum, et in eo conditur corpus apostolicum. Lectio V. Post humationem sanctissimi corporis, laudes celebrarunt superno regi, psallentes hos Davidicos versus. “Letabitur justus in domino, et sperabit in eo, et laudabuntur omnes recti corde.” Et iterum, “in memoria aeterna erit justus, et ab auditu malo non timebit.” Post aliquantum vero temporis, ab ejusdem apostoli alumnis in fidei agnitione plebibus edoctis, squallentibus, prius campis brevi adolevit faecunda a Deo multiplicata messis. Lectio VI. Trito autem salubri consilio, duo clientuli remanserunt ibi ad custodiendum pretiosissimum talentum beati Jacobi corpus venerandum: quorum unus dictus est Theodorus, alter vero Athanasius. Alii vero discipuli domino comitante ad praedicandum in Hispania ingressi sunt, ut praemissimus. Illi duo discipuli pe- // dissequi, pro reverentia illius magistri, dum summo cum affectu ad praefatum sepulchrum pervigilis indesinenter pervigilarent, jusserunt se post obitum suum unum ad desteram illius, et alium ad sinistram sepeliri. Actas Capitulares. Así mismo fue exhibido el libro de actas Capitulares número diez y nueve, a cuyos folios cuatro cientos treinta y cinco, cuatro cientos treinta y seis, cuatro cientos treinta y siete y vuelto, se registran las tres que a la letra dicen. Cabildo de 9 de mayo de 1589 años. En la Capilla de los reis, lugar Capitular de esta Santa Iglesia a nueve días del mes de mayo, de 1589 años, estando juntos en su Cabildo Don Juan de San Clemente Arzobispo de Santiago, y Don Francisco Manuel Deán, el Cardenal Represa, Varela, Barros, Don García, Juez de Luou, Eliseo Xuárez, Valdés, Represa, Don Palacios, Pedro García Osorio, Evia, Alemparte, Vega, Lerma, Cisneros, Castrillo, Borja, prevendados de esta Santa Iglesia

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de Santiago, ordenaron y mandaron que atento el peligro que se teme con la venida del enemigo de nuestra Santa Religión Draque inglés que está sobre la Ciudad de la Coruña con una armada muy gruesa; y de lo que Dios no quiera ni permita sucediese a venir a esta Ciudad, corrían gran riesgo las escrituras del patrimonio de este glorioso Apóstol, ornamentos y cosas preciosas que esta Santa Iglesia tiene para su santo servicio; los dichos Señores de- // –sesenta y ocho– seando prevenir este caso que Dios no quiera, mandaron a los Señores Diego Xuárez Tangil y D. Alemparte archivistas sacasen todas las escrituras, tumbos, privilegios, testamentos y libros en que consiste la hacienda de esta Santa Iglesia, y otras cualesquier escrituras y papeles tocantes a ella, y luego por la mejor orden y diligencia que ser pudiese se saquen y envíen a buen recado con un prevendado de la Santa Iglesia que las lleve a la torre de Camba y Rodeiro, o a la nuestra tenencia de Codeseda, y allí las deje a buen recado, trayendo la llave o llaves donde quedaren guardados, y las entregue a los dichos Diego Xuárez Tangil y D. Alemparte archivistas, y ansimismo mandaron a García Álvarez Sacristán del Tesoro o a la persona a cuyo cargo está la guardia y custodia de los ornamentos de esta Santa Iglesia saquen por recuento los más y mejores ornamentos que la dicha Iglesia tiene y se lleven con la misma guardia y custodia a una de las dichas dos partes arriba notadas y ansí mismo mandaron a Antonio García y a los más Sacristanes del Coro y Sacristía del altar mayor acudiesen con los libros y cosas de más momento para que todo junto se guarde y ponga en cobro hasta que Dios sea servido librarnos deste trabajo y persecución presente. Lo cual todo arriba dicho los dichos Señores mandaron se pusiese por este acto estando presenciales el Canónigo Castillo y Licenciado Cisneros, Procuradores de la mesa Capitular, y mandaron a mí el Canónigo Francisco // de Vega, Notario apostólico diese fe de lo arriba dicho de lo cual yo el dicho Canónigo doy fe que así lo mandaron y fui presente en todo lo arriba dicho en fe de lo cual lo firmé de mi nombre fecha ut supra. Vale entre renglones do dice mandaron a Antonio García. Cabildo de 10 de mayo de 1589. En la capilla de los reis [sic] lugar Capitular estando juntos en su Cabildo el Arzobispo Don Juan de San Clemente y Don Francisco Manuel Deán y el Cardenal Represa, Juan de Barros, Don García Maestrescuela, Don Francisco

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de Avellaneda, Licenciado Landeras, Diego Xuárez Sangil,42 Valdés, Pedro García Osorio, Palacios, Rodrigo de Evia, Alemparte, Vega, Castrillo, D. Lerma, Cisneros, Pedro Perianes, Dignidades y Canónigos de esta Santa Iglesia a diez días de mayo de 1589. Eneste Cabildo atento la necesidad que escriben los Condes de Andrade y Altamira y otros caballeros que están en nuestra armada contra la inglesa para proveer la gente de lo necesario y municiones que se le enviasen dos mil ducados para rebatir la potencia del enemigo que no salga del puerto de la [sic] Coruña a destruir esta Santa Iglesia, Ciudad y reino de Galicia, como se teme trae voluntad, acordaron por no tener dinero de sus mesas Arzobispal y Capitular se tomasen prestados los dichos dos mil ducados de los dineros que al presente están cobrados del subsidio y escusado de este Arzobispado de Santiago en poder de Cristóbal de Soto su colector y del Canónigo Antonio de Borja su sobrino y sustituto por su ausencia del dicho Canónigo Soto, al cual mandaron los preste para este efecto, y los entregue a los Canónigos // –sesenta y nueve– Don Palacios y Don Pedro Perianes a los cuales nombraron para que los lleven al campo donde están los dichos Condes y más gente de armas y hagan de los dichos dineros lo que se les ordena en instrucciones particulares, y dieron poder cumplido según yo Notario lo ordenase a los dichos Deán Don Francisco Manuel y Canónigo Diego Xuárez Sangil presentes para que otorguen en su nombre y de sus mesas Arzobispal y Capitular escritura de indemnidad en favor de los dichos Canónigos Cristóbal de Soto y Antonio de Borja que los dichos dos mil ducados les serán hecho buenos a todo tiempo con obligación de personas y bienes de las dichas mesas, al tenor de otra escritura que de obligación otorgaron el año pasado de ochenta y ocho en favor del Canónigo Diego de Castro Otáñez por otros dineros que prestó del mismo subsidio: que como los dichos sus procuradores la otorgasen, la dieron por otorgada con los vínculos y firmezas necesarias, y ansi lo ordenaron y mandaron y lo firmaron Su Señoría por sí y el Deán por sí y su Cabildo a lo cual se hallaron presentes Gabriel Gómez pincerna, Bachiller Gómez de Baldiviezo, Juan de Rivera, y Antonio Martínez, criados de Su Señoría. Y quisieron y declararon que los dichos dos mil ducados se gasten siendo necesario en socorro y defensa de esta Santa Iglesia, Ciudad y Arzobispado de Santiago y Reino de 42 

“Sangil” en esta y las siguientes menciones. En las primeras más bien se lee “Tangil”.

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Galicia a costa de ambas mesas Arzobispal y Capitular por mitad: no los mandando tomar en cuenta el Rey nuestro Señor, o no los pagando las personas par- // ticulares que los recibieren prestados, lo que se ha de procurar en todas maneras, y no se gastando ni siendo necesarios para el dicho efecto los vuelva al dicho Colector, y que las costas o lo que se pagase sea a costa de las dichas dos mesas por mitad y ansi lo mandaron y firmaron. Joãnes Compostellãns. Cabildo de 12 de mayo de 1589 años. En la Capilla de los Reis, lugar Capitular de la Santa Iglesia de Santiago a doce días del mes de mayo de mil y quinientos y ochenta y nueve años, estando juntos en su Cabildo llamados por campana tañida, el Arzobispo Don Juan de San Clemente, Canónigo Rodrigo de Evia Vicario del Deán, Cardenal mayor, Cardenal Barros, Licenciado Matienza maestrescuela, Licenciado Landeras Canónigo y Juez de Luou, Eliseo de las Alas, Doctor Represa, Doctor Alemparte, Francisco de Vega, Francisco de Castrillo, Antonio Patiño, Doctor Lerma, Licenciado Alº. de Cisneros, Antonio de Borja, Canónigos y Beneficiados en la dicha Santa Iglesia. En este Cabildo entró el Conde Don Lope de Moscoso, Conde de Altamira, y dijo que por razón de un feudo que tiene de esta Santa Iglesia y mesa Arzobispal está obligado él y sus descendientes a la defensa guarda y amparo de esta Santa Iglesia y Arzobispos de ella, atento lo cual, y que agora está en la Coruña una gruesa armada de herejes ingleses, que la tienen sitiada por mar y tierra, y mucha gente de los enemigos se viene acercando y ganando tierra hacia esta Ciudad de que podía (lo que el Señor no permita) suceder ganarla, no teniendo la guarnición y // –setenta– guarda bastante. Por ende que Su Señoría del Señor Arzobispo le ordenase lo que cerca de ello le parecía que convenía hacerse, que se estaba pronto de cumplir con su obligación, y visto y platicado; fueron de parecer Su Señoría el Arzobispo y su Cabildo, que el Conde se partiese luego a la guarda y defensa de la Coruña, e hiciese rostro al enemigo, ocupándole los pasos por donde pueda venir y acercarse a esta Ciudad, teniendo particular cuidado de dar siempre aviso de lo que suceda y si (lo que Dios no quiera) la Coruña fuese tomada avise con toda diligencia, y con la misma se venga meterse en esta Ciudad, y en ella hacer lo que conviniere a su defensa, por cuanto les pareció que con esto acudía a la mayor necesidad y servía a nuestro Señor

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y a esta Santa Iglesia y cumplía con lo que debe al servicio del Rey nuestro Señor y a lo que de su persona y valor se espera: y ansi lo acordaron y mandaron que los Canónigos Eliseo de las Alas y Rodrigo de Evia, sus hermanos, se lo dijesen de parte de Su Señoría y Cabildo, por cuanto el dicho Conde se había salido antes que de esto se tratase y resolviese, y ansi lo proveyeron y lo firmó el dicho Señor Arzobispo. Joãnes Compostellãns. Rodrigo de Evia. Vicarius. Antemí Francisco de Vega. Notario apostólico. Exhibió igualmente el Señor Secretario del Excelentísimo Cabildo el libro de actas capitulares número veinte y cinco, en el cual a los folios tres // cientos ochenta y nueve vuelto, tres cientos noventa y vuelto, se registra la que entre otros particulares tiene lo siguiente: Cabildo de 23 de abril de 1627. Eneste Cabildo los Señores Licenciado Don Francisco de la Calle, Cardenal y Fabriquero de esta Santa Iglesia y Licenciado Don Francisco Suárez de Figueroa, Canónigo y Maestrescuela y Doctor Don Francisco de Villafane Canónigo Magistral hicieron relación de lo que habían hecho en razón de la comisión que se les había dado en el Cabildo de diez y siete de este presente mes y año cerca del nicho que se pretendía hacer para los huesos del Señor Arzobispo Don Juan Beltrán de Guevara de buena memoria y dijeron habían visto el sitio de que en dicho auto capitular va fecho mención y visto la traza y parecer de los maestros de obras en la arte Peritos como fueron Lechuga maestro por cuya cuenta está la obra de San Martín y Francisco González de Araujo maestro de obras de esta Santa Iglesia los pareceres de los cuales dichos con juramento se leyeron en el dicho Cabildo, y habiendo los Señores del entendido la sustancia dellos y viendo que sin embargo de concordar en la moderación y decencia del dicho nicho y discrepaban y eran diferentes en razón de si podían caber dos nichos con toda decencia o no en dicho sitio. Los dichos Señores ordenaron y mandaron se // –setenta y uno– votase por abas blancas y negras en este artículo, y punto sobre si había de haber dos nichos o uno y que se haga nueva planta, y estando en este estado el dicho Señor Cardenal Don Francisco de la Calle presentó una petición del tenor siguiente: El Licenciado Francisco de la Calle Cardenal en esta Santa Iglesia y su fabriquero por lo que me toca y en nombre de la Fábrica de dicha Santa Yglesia digo Vuestra Señoría hizo gracia de dar puerto y lugar un

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nicho para entierro del Señor Don Juan Beltrán de Guevara, Arzobispo que fue de esta Santa Iglesia en el lienzo de parede dentre las dos Capillas de San Andrés y San Fructuoso frontero del Sepulcro del glorioso Apóstol, cosa que xamás se ha hecho en esta Santa Iglesia ni con las personas Reales ni otros perlados y Vuestra Señoria como buen administrador de los bienes de esta Santa Iglesia debe de mirar por su actoridad y hacienda. Y caso que Vuestra Señoría aga gracia del dicho nicho en dicho puesto debe mirar y reparar se haga de manera, que no se ocupe toda la dicha pared, en que caben bastantemente dos nichos muy decentes ni prive Vuestra Señoria a la Iglesia de que pueda hacer otro nicho a su igual en el dicho lienzo de parede, el cual por ser puesto que apenas se puede pagar con interés, podrá la Yglesia haciendo dos nichos cumplir con la gracia que Vuestra Señoria quier hacer y quedarle otro ni- // cho de que sacar grande interés y tener con qué reconocer a sus vienechores y ansi mismo en caso que Vuestra Señoría haya de hacer dichos nichos debe reparar y mirar mucho el modo y circunstancias de su obra y fábrica y que no escedan a la veneración y respeto que se debe a la presencia del Sepulcro del glorioso Apóstol, que tanto han guardado y respetado todas las personas Reales que se han enterrado enesta Santa Iglesia ni que parezca que son de patrón ni persona que tiene propiedad ni fundación en la dicha Santa Iglesia pues Vuestra Señoría se lo da por su gracia ni escedan a la pompa ni adorno con que ahora guarnece a Vuestra Señoría las caxas y lechos en que están las personas reales que esta Santa Iglesia en su Capilla de los Reyes principalmente habiendo tanta diferencia en los puestos y demás respetos y habiéndolos mirado y guardado tanto todos los Prelados que se han enterrado enesta Santa Iglesia, todo lo cual debe Vuestra Señoría mirar y reparar e yo como fabriquero de esta Santa Iglesia representarlo a Vuestra Señoría y pido y suplico a Vuestra Señoría en nombre de la dicha Santa Iglesia y su fábrica todos los daños y perjuicios de dichas fábricas y obras y las que en contrario desto se hicieren y siendo necesario apelación hablando con el debido respeto de Vuestra Señoría le interpongo en nombre de la dicha Santa Iglesia y su fábrica y para donde con derecho puedo y debo y protesto el real ausilio de la fuerza, y lo pido por testimonio al presente // –setenta y dos– escribano y a los presentes me sean dello testigos. El Licenciado Francisco de la Calle. Después de lo cual informó Su Señoría al Señor Obispo de Buxía de cómo no convenía hacerse más que un nicho por ciertas razones que dixo

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y para última resolución sobre si había de haber dos nichos o uno, votaron también por avas, y por mayor parte salió de que en el dicho sitio y parte de que se trata se hiciese un nicho solo con toda la decencia y moderación debida al sepulcro del glorioso Apóstol Señor Santiago patrón de España y también con la honra y decencia debida a los huesos de Su Señoría Ilustrísima el dicho Señor Arzobispo. Y para que esto tenga efecto los dichos Señores ordenaron y mandaron se hagan nuevas plantas para el nicho por los dichos dos maestros, y que todas se traigan al Cabildo para que escoja dellas la que más apropósito fuere, y para ello dieron comisión a los dichos Señores Don Francisco de la Calle, Don Francisco Suárez de Figueroa y Doctor Villafane y ansi lo ordenaron y mandaron y lo firmó el Señor Vicario. El Licenciado Don Juan Bautista de Torrera Vicario. Antemí Pedro Diego de Valdivieso. Así mismo se ha exhibido otro libro de actas Capitulares número veinte, y a los folios quinientos nueve, quinientos veinte vuelto y sete cientos ochenta y uno también vuelto, se hallan las siguientes. Cabildo de 15 de julio de 1596. En la Capilla de los Reis lugar Capitular de la // Santa Iglesia del Señor Santiago a quince días del mes de julio de mil e quinientos e noventa e seis años. Estando juntos en su Cabildo Capitularmente el Deán y Cabildo de la dicha Santa Iglesia es a saber Antonio Rodríguez Presidente de dicho Cabildo, en lugar de Antonio de Borja Vicario, Cardenal Acuña, el Cardenal Barros, el Cardenal Salazar, el Cardenal Domingo Ruiz, el Arcediano de Reyna, Prior Vidal, Diego Suárez43 de Tangil, Doctor Gómez, Doctor Alemparte, Doctor Patiño, Pedro Perianes, Doctor Ponte, Licenciado Eliseo de las Alas, Canónigos e Beneficiados de la dicha Santa Iglesia, por sí y en nombre de los ausentes. Eneste Cabildo los dichos Señores habiendo entrado el Señor Licenciado Rioja, oidor de este Reyno y Visitador en este Arzobispado de Santiago el dicho Cabildo hoy dicho día y habiendo propuesto en el dicho Cabildo la nueva que se tenía de la venida del enemigo de Ynglaterra sobre este Reyno, y atento la grande necesidad que había de socorrer a la Coruña con bastimientos por haberse tomado la Ciudad de Calix en doce oras por falta de los dichos bastimentos, porque lo mesmo no sucediere en dicha Ciudad de la Coruña que nesta por los claros indicios que hay que el enemigo biene muy poderoso trataron los dichos Señores del socorro necesario para la dicha ocasión y ne43 

Se mezclan “Xuárez” y “Suárez”, al igual que “Tangil” y “Sangil”.

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cesidad y acordaron y fue parecer de la mayor parte de los dichos Señores de prestar para esta necesidad al Señor Licenciado Rioja oidor visitador de dicho Reyno en nombre de los más Señores del Acuerdo de la dicha real Audiencia mil ducados los cuales se depositen en poder del Señor Canónigo // –setenta y tres– Suárez o del Señor Canónigo Navarrete para que dellos se baya comprando lo que fuere necesario y se pidan y cobren de Francisco de Quiroga, Tesorero, de las alcabalas deste Reyno a cuenta de la primera paga de fin de mayo pasado deste año que a de pagar al Cabildo de la cobranza de los millones para acabar de pagar el empréstito que el Cabildo hizo a Su Magestad los cuales cobre el Canónigo Nabarrete por virtud del poder y lo hable y trate con dicho Quiroga de los cuales dichos millones el Señor oidor ha de dar carta de recibo y seguridad de cómo se le prestan por sí y por el acuerdo de la Audiencia y ansi lo proveyeron y el Señor Cardenal mayor Presidente lo firmó. Don Antonio Rodríguez Cardenal mayor presidente. Pasó antemí Juan de Negreiros Escribano. Cabildo de 12 de agosto. [15]96. En la Capilla de los Reyes Lugar capitular de esta Santa Iglesia de Santiago estando juntos y congregados en forma de Cabildo los Señores Don Francisco Manuel, Deán de la Santa Iglesia. El Doctor Antonio Rodríguez Cardenal mayor. El Cardenal Acuña Licenciado Salazar y Domingos Ruiz de Durana Cardenales. Arcediano de Reyna. Arcediano de Santiago, Prior Vidal. Diego Suárez de Tangil, Doctor Juan Yáñez, Doctor Brabo, Pedro García Doctor Gómez. Rodrigo Debia, Doctor Lerma, Pedro Perianes, Antonio de Borja. Alonso Veles44, Doctor Alemparte. Licenciado Vivero, Licenciado Eliseo de las Alas y Antonio de Cisneros, Canónigos y Prevenda- // dos de la dicha Santa Iglesia de Santiago. Eneste Cabildo habiendo entrado Su Señoría en él y significado como el enemigo inglés se hallaba tan a vista de la Coruña y con tanto poder que era necesario, que con mucho cuidado procurasen todos prevenir el remedio de este peligro proveyéndose todos de bastimentos, y armas, y que ansi mesmo los ducientos ducados que se le habían ofrecido a Su Señoría prestados para 44 

Más adelante como “Cardenal Alonso Vélez de Guevara”.

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el reparo de la muralla de esta Ciudad, se los diese, y habiendo votado y discurrido sobre todo lo suso dicho, se resolvió por la mayor parte que a su Señoría se respondiese que cuanto a la provisión de bastimentos y armas que los particulares del Cabildo y cada uno de dichos Señores se prevendría en la forma que mejor pudiese y cuanto a los ducientos ducados dijeron que confirmaban el auto sobre esto a veinticuatro de julio y declararon y ordenaron que se prestasen los dichos ducientos ducados a Su Señoría para las necesidades que tubiese o para lo que fuese servido, y nombraron a los Señores Doctor Gómez y Canónigo Rodrigo de Evia para que diesen a Su Señoría cuenta y respuesta dello. Don Francisco Manuel Deán de Santiago. Pasó antemí Antonio de Cisneros Procurador. Cabildo de 22 de febrero de 1599. En la Capilla de los Reyes. Lugar Capitular de la Santa Iglesia de Santiago a veinte y dos días del mes de febrero de mil y quinientos y noventa y nueve años. Estando juntos y congregados en forma de Cabildo para ello llamados por cédula particular y campana tañida como lo tienen de uso y // –setenta y cuatro– costumbre es a saber el Señor Cardenal Alonso Vélez de Guevara, Vicario del Deán en los actos Capitulares, Doctor Antonio Rodríguez, Cardenal Mayor, Pedro Osorio de Acuña, y Juan de Barros Cardenales, Doctor Aldana Maestrescuela, Doctor Carrión, Arcediano de Reina, Doctor Juan Yáñez, Doctor Brabo, Doctor Patiño, Licenciado Navarrete, Francisco de Vivero, Licenciado Salinas, Licenciado Eliseo de las Alas, Antonio de Cisneros, Doctor Villafane, Doctor Sancho de San Cebrián, Doctor Sandobal, Doctor Francisco Díaz, Gonzalo Barba de Figueroa, Licenciado Juan de Villasar, y antes el Señor Canónigo Rodrigo de Hevia45. Eneste Cabildo habiéndose leído en él una carta del real acuerdo de la Coruña en que pedía al Cabildo de esta Santa Iglesia dineros prestados para proveer aquella Ciudad enesta ocasión que se tiene aviso de que la Reyna de Ynglaterra, armaba y tenía aprestada una gruesa armada contra aquella fuerza de la Coruña, los dichos Señores ordenaron y mandaron prestar al dicho real acuerdo mil y cuatro cientos ducados, y que Gabriel de Soto, mayordomo 45 

Rodrigo de Hevia, canónigo: “de Evia”, “de Ebia”, “Debia”.

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que fue de su mesa Capitular de los años noventa y cuatro, noventa y cinco y noventa y seis, y en cuyo poder están los mil y cuatro cientos del censo que redimió Don Felipe de Montenegro, los de para esta ocasión al Señor Canónigo Alonso Vélez de Guevara Vicario para que haga este dicho empréstito, y tome seguridad // del acuerdo por ellos lo mejor que pudiere tomar conforme la carta del dicho acuerdo, que conste auto y su carta de pago del dicho Canónigo Vélez Vicario serán biendados y pagados y conste auto sobre dicho y carta de pago le dan por libre al dicho Gabriel de Soto de los dichos mil y cuatro cientos ducados y ansi lo ordenaron y mandaron. Y luego el dicho Canónigo Alonso Vélez Vicario y Canónigo Rodrigo de Hevia y Canónigo Eliseo de las Alas se obligaron que los dichos mil y cuatro cientos ducados serán ciertos y seguros y los pagará el acuerdo en todo el mes de agosto, y en defecto dello los pagarán de sus bienes y cerca dello... prometieron de hacer más bastante obligación, y lo firmaron de sus nombres al fin deste Cabildo. Y lo firmó el Señor Canónigo Vélez Vicario. El Canónigo Alonso Vélez Vicario. Antemí el Canónigo Antonio de Cisneros. Copia del acta de consagración de la Basílica Compostelana. Se hace también constar que en el tomo diez y nueve de la España Sagrada del Reverendísimo Padre Maestro Fray Enrique Flórez, de la orden de San Agustín, a sus páginas tres cientos cuarenta y siguientes, se contiene la copia del acta de consagración de esta Santa Basílica de Santiago de Compostela, la cual, entre otros particulares, dice lo siguiente:46 En el nombre de Nuestro Señor Jesucristo fue edificado el Templo del Santo Salvador y del Santo Santiago Apóstol en el lugar Arcas marmóreas territorio de Galicia, por obra del gloriosísimo Principe Adefonso III con su esposa Escemena, en tiempo de Sisenando obispo del mismo lugar. Yo, Adefonso Príncipe, hijo suplicante del eximio Príncipe Ordoño, con el predicho obispo, hemos establecido edificar la casa del Señor y restaurar el Templo á la parte del túmulo del sepulcro del Apóstol que antiguamente había construido con pequeña obra de piedra y cal el Señor Adefonso el Magno, de santa memoria. Nos movidos ciertamente por inspiración divina y con los súbditos y nuestra familia, transportamos, por entre las filas de los moros en España, al santo lugar que elegimos y desde la ciudad de Tabeca, piedras marmóreas que nuestros antepasados habian conducido en naves por el mar y con las que edificaron hermosas casas que permanecían destruidas por nuestros enemigos. Con lo que hasta la puerta principal occidental fue construida con los mismos mármoles; dejando los ornatos de la sede y las esculturas, como los habíamos encontrado esculpidos con admirable perfección á modo de antigua sede. Y la puerta de la izquierda, junto al Oratorio del Bautista y del mártir Juan que de igual modo hemos fundado, construimos con piedras de 46 

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Reliquiae in Altaribus Templi consecrati positae recensentur47. In nomine Domini nostri Jesu Christi, edifica- // mármol puro; pusimos igualmente seis columnas con otras tantas bases allí donde está edificada la tribuna superior; y lo mismo las otras columnas esculpidas, cuadradas (pilastras) sobre las que se levanta el pórtico las hemos hecho transportar por medio de barcas desde la ciudad Portugalense, con la cal que ha servido para colocar las diez y VIII columnas con otras columnitas de mármol asimismo traídas con naves. Por tanto, en el año segundo, mes décimo, después que con el favor de Dios y el mérito del Apóstol fue levantado y construido el templo, nos hemos constituido en el santo lugar con nuestra familia y los obispos de cada sede; todos los magnates de nuestro Reino con el pueblo católico, reuniéndose allí no escasa muchedumbre. En consecuencia, el día 6 de Mayo, año de la Encarnación del Señor DCCCLXXXXIX, feria segunda (lunes) cuando la luna hacía el III curso del año, fue consagrado este Templo por XVII Pontífices, á saber: Juan Occense (obispo de Medinaceli?) Vicente Legionense (León) Gomelo Astoricense (Astorga) Hermenegildo Ovetense (Oviedo) Dulcidio Salmaticense (Salamanca) Nausto Coimbriense (Coimbra) Argimiro Lameense (Lamego) Teodomiro Vecense (Viseo) Guma edo Portucalense (Portugal) [Oporto] Santiago Cauriense (Coria) Argimiro Bracarense (Braga) Diego Tudense (Tuy) Egila Auriense (Orense) Sisenando Iriense (el Padrón) Recaredo Lucense (Lugo) Teodosindo Britoniense (Bretaña) Elecas Caesaraugustanus (Zaragoza); en cuyo Templo fueron depositadas por los Pontífices las santas reliquias en los santos altares, cerrándolas con cal y yeso en urnas doradas, cuyos sepulcros esparcen olor de bálsamo e incienso. En el altar del santo Salvador hai diez y siete Reliquias, descontada una del Sepulcro del Señor, de las vestiduras del Señor cuando fue crucificado. Item de la túnica del Salvador, de tierra que pisó el Señor, del Leño de la S. Cruz, de pan del Señor, de leche de Santa María; de Santiago Apóstol, Santo Tomás Apóstol, S. Martín Obispo, S. Vicente Levita, S. Cristóbal, S. Baudulio, los Santos Julian y Basilisa; Santa Leocadia, de las cenizas y sangre de Santa Eulalia Emeritense y Santa Martina. Asimismo, en el altar de la derecha, llamado de S. Pedro, hay también Reliquias, a saber: de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, del sepulcro del Señor, de S. Andrés Apóstol, S. Fructuoso obispo y de las Santas Lucia y Rufina y Lucrecia mártires. En el II altar de S. Juan Apóstol y Evangelista que está á la izquierda del mismo S. Juan hay las del sepulcro del Señor, S. Bartolomé Apóstol, S. Lorenzo Archidiácono, S. Baudulio y S.a Leocadia. En el sepulcro del altar de S. Juan que está debajo del techo y construi.... en el lado izquierdo hacia el Aquilón, han sido colocadas siete dignas reliquias: de S. Juan Bautista, sepulcro del Señor de ... del Señor, Santa Maria Virgen madre del Señor, los Santos Julian y Basilisa, S. Lucrecia mártir, y Santa Eulalia Emeritense. Todas estas reliquias están dignísimamente puestas en cajas de madera incorruptible, cuadradas, y cubiertos los pequeños intersticios de las piedras con cera mezclada con polvo de mármol y selladas con sellos divididos, de suma duración (Apuntes, págs. 386-392). 47  El texto en Flórez, España Sagrada..., XIX, págs. 344-346. Para una revisión de las opiniones sobre la autenticidad del Acta ver J[osé]. M[anuel]. Díaz de Bustamante y J[osé]. E[ugenio]. López Pereira, “El Acta instaurationis ecclesie beati iacobi: texto y pretexto”, en Vicente Beltrán (ed.), Actas del I Congreso de la Asociación Hispánica de Literatura medieval, Santiago de Compostela, 2 al 6 de diciembre de 1985, Barcelona, PPU, 1988, págs. 247-262).

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–setenta y cinco– tum est Templum Sancti Salvatoris, et Sancti Jacobi Apostoli in locum Arcis marmoricis territorio Galleciae per institutionem glorisissimi Principis Adefonsi III cum conjuge Scemena sub Pontifice loci ejusdem Sisnando Episcopo. Supplex egregii eximii Principis Ordonii proles ego Adefonsus Princeps cum praedicto antistite statuimus aedificare domum Domini, et restaurare Templum ad tumulum sepulchri Apostoli, quod antiquitus construxerat divae memoriae Dominus Adefonsus Magnus ex petra et luto opere parvo. Nos quidem inspiratione divina adlati cum subditis ac familia nostra adduximus in sanctum locum ex Hispania inter agmina Mautorum48, quae elegimus de Civitate Eabecae petras marmoreas quas avi nostri ratibus per Pontum transvexerunt, et ex eis pulchras domos aedificaverunt, quae ab inimicis destructae manebant. Unde quoque ostium principale Occidentalis partis ex ipsis marmoribus est appossitum: supercilia vero liminaris Sedis invenimus sicut antiqua sessio fuerat miro opere sculpta. Ostium de sinistro juxta Oraculum Baptistae, et Martyris Joannis quem simili modo fundavimus, et de puris lapidibus construximus columnas sex cum basibus totidem posuimus, ubi abbobuta tribunalis est constructa, vel alias columnas sculptas, supra quas porticus imminet, de oppido Portucalense ratibus deportatas adduximus quadras, et calcem unde sunt aedificatae // columnae decem et VIII. cum aliis columnelis marmoreis simili modo navigio. Igitur anno secundo, mense decimo, postquam Deo auxiliante, et merito Apostoli aedificatum est et completum, venimus in sanctum locum cum prole nostra, et de Sede unaquaque Episcopi, et de Regno nostro omnes magnates cum plebe catholica, ubi facta est turba non modica. Ideoque secundo Nonas Maii, anno Incarnationis Domini D.C.C.C.L.X.V.IIII. Secunda feria deducebat annum ad Lunae cursum III. Luna XI. consecratum est Templum hoc a Pontificibus XVII. id est, Joannis49 Occensis, Vincentius Legionensis, Gomelus Astoricensis, Hermegildus Ovetensis, Dulcidius Salmanticensis, Naustus Conimbriensis, Argimirus Lamecensis, Theodomirus Vesensis, Gumaedus Portucalensis, Jacobus Cauriensis, Argimirus Bracharensis, Didacus Tudensis, Egila Auriensis, Sisnandus Iriensis, Recaredus Lucensis, Theodesindus Britoniensis, Eleca Caesaraugustanensis, in quo reliquiae sanctae reconditae fuerunt a Pontificibus in altaria sancta ninquide, et calce concepta, quae urneas aureas habent, sepulchra balsamum et incesum redolent fragantia. In altare Sancti Salvatoris sunt ter 48  49 

“Maurorum” en Flórez, España Sagrada..., XIX, págs. 344-346. “Joannes” en Flórez, España Sagrada..., XIX, págs. 344-346.

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senae reliquiae subtracta una. De sepulchro Domini, de vestimento Domini, quando crucifixus est. Item de tunica Salvatoris, de terra ubi Dominus stetit, de ligno Sanctae Crucis, de pane Domini, de lacte Sanctae Mariae, S. Jacobi Apostoli, S. Thomae Apostoli, S. Martini Episcopi, S. Vincentii Levitae, S. Christophori, et Sancti Bauduli, Sa[n]ctorum Juliani, et Basilisae, et S. Leocadiae cnf.50 de cinere et sanguine S. Eulaliae51 Emeritensis, et S. Marinae. In altare quoque dextro, in quo est // –setenta y seis– vocabulum S. Petri, sunt Reliquiae, id est, Sanctorum Petri, et Pauli Apostolorum, de Sepulchro Domini, S. Andreae Apostoli, S. Fructuosi Episcopi, Sanctarum Luciae, et Rufinae, et S. Lucriciae martyris. In Altare II. S. Joannis Apostoli et Evangelistae, quod est ad levam ejusdem S. Joannis, de Sepulcro Domini, S. Bartholomaei Apostoli, S. Laurentii Archidiaconi, S. Baudili, et S. Leocadiae confessoris. In tumulo Altaris S. Joannis quod est sub tectu, et constructu... latere sinistro ad Aquilonem repositae sunt septenae dignae reliquiae, Joannis Baptistae, de sepulchro Domini, de cruore Domini. S. Mariae Virginis matris Domini Santorum Juliani, et Basilisae, S. Lucriciae martyris, et S. Eulaliae52 Emeritensis. Haec omnia quoque dignisime53 manent tumulata in ligneis tabulis imputribilibus, quadris, cera marmore mixta saxea implet foramina parva duredine coacta signant sigilla divisa. Desuper54 quoque Confesora, que había sufrido por la fe pero sin morir, como era el caso de los mártires, que necesariamente perecieron en el tormento. 51  “Eulalliae” en Flórez, España Sagrada..., XIX, págs. 344-346. 52  “Eulalliae” en Flórez, España Sagrada..., XIX, págs. 344-346. 53  “Dignissime” en Flórez, España Sagrada..., XIX, págs. 344-346. 54  En la parte superior aun se ven las enyesaduras de mármol hechas á escuadra. También sobre el cuerpo del benévolo Apóstol (Santiago) aparece el sagrado altar en el que está la antigua... (roto el original) teca de los mártires que sabemos fue colocada por los Santos Padres, y por lo que ninguno de nosotros se atrevió á remover las piedras. Después del Señor, ruego a ti, oh! Patrón, con mi mujer é hijos que te dignes tenerme por siervo y que pueda vestir el hábito de corderillo y que no.... (otra rotura. El sentido del roto parece ser: “y que nos sea privado de la comunión...”) de los Santos ni me halle culpable con los réprobos. Tú también, Sisenando mio, Pontífice de la Sede Apostólica (de Santiago) manda que se hagan oraciones á Cristo para que, después de la sepultura de mi cuerpo, me con ceda el perdón y la vida eterna. Amen. Se verificó todo en la era nueve veces ciento, seis veces seis, añadido un tiempo (937). Elevado al trono en el año DCCCCIIII, por mucho tiempo omitimos fabricar el templo y ahora le creemos ya terminado corriendo el año trigésimo tercio (Apuntes, pág. 392). 50 

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restant marmorea gipsa cum regula quadra. Super corpore quoque Benivoli Apostoli patet altarium sacrum, in quo patet antiqua est... martyrum theca, quam a Sanctis Patribus scimus conditam esse, unde nemo ex nobis ausus fuit tollere saxa. Post Dominum te Patrone oro cum conyuge55 vel prole, ut digneris me habere famulum, et cum agnis velere induar, nec...e...sancte subtractus cum edis nocens inveniar. Tu quoque meus Sisnande Sedis Apostolicae Pontifex preces jubeas fundere Christo, ut post corpus depositum // concedat mihi veniam, et requiem aeternam, Amén. Completum hoc est, Era congruit esse novies centena, sexies sena, addito tempore uno. Erectum in Regno anno D.C.C.C.C.IIII tempore multo omissimus fabricare templum, nunc ordinem credimus impletum volvens tricesimum tertium. Está conforme todo lo que queda inserto con los libros de su referencia, y de que se deja hecho mérito, los cuales volvió a recoger el Ilustre Señor Canónigo Secretario exhibiente; firmando en fe de todo ello con los demás Señores precitados después de Su Señoría Ilustrísima; y de todo lo cual yo Notario mayor doy fe. [rubricado:] Licenciado Pedro Seijas. [rubricado:] Doctor Manuel Mariño. [rubricado:] Licenciado Ricardo Rodríguez. [rubricado:] Doctor José María Portal (?), Canónigo Lectoral Prior. [rubricado:] Nicolás Yglesias. // –setenta y siete– [14. Compulsa de la escritura de concordia entre el Obispo Don Diego Peláez y el Abad de Ante-Altares] En la Ciudad de Santiago a veinte y tres de abril de mil ocho cientos ochenta y uno. Constituidos el Ilustrísimo Señor Provisor, Juez instructor de este expediente, el Señor Fiscal de impugnación, Abogado defensor y el infrascripto Notario mayor, en el Monasterio de San Pelayo de Ante-Altares de esta Ciudad, les ha sido exhibida por el Muy Ilustre Señor Don José Núñez Santana, Canónigo de la Santa Metropolitana Iglesia Catedral de esta Ciudad y Vicario del mismo Monasterio, una copia de la escritura de Concordia celebrada entre el Obispo Don Diego Peláez y el Abad de Ante-Altares, cuyo tenor literal es el siguiente: 55 

“Conjuge” en Flórez, España Sagrada..., XIX, págs. 344-346.

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Escritura de concordia celebrada entre el Obispo Don Diego Peláez y el Abad de Ante-Altares.56 Era57 M.C.X.V. et quotum X.V.I. kalendas septembris. Dubium quiden non est, sed multis manet notum, sicut testimonio beati Leonis didicimus Papae, quod Beatissimus apostolus Jacobus Hierosolimis decollatus, a discipulis Joppem asportatus, ibi non parvo tempore a Domino custodire, ad ultimum Hispaniam navigio, manu Domini gubernante, sit translatum, et in finibus Galleciae sepultum per longa tempora mansit occultum. Sed quia lux in tenebris, vel lucerna sub modio diu latere non potuit, divina providente clementia temporibus Serenissimi Regis // Domini Adefonsi, qui vocatur Castus, cuidam anacoritae nomine Pelagius, qui non longe a loco, in quo apostolicum corpus tumulatum jacebat, dejere consueverat, primitus revelatum esse angelicis oraculis dignoscitur: deinde sacris luminaribus quampluribus fidelibus in ecclesia sancti Felicis de Lovio commorantius ostenditur, qui inito consilio Iriensem episcopum dominum Theodomirum arcesiverunt, sanctam

La transcripción de algunas palabras difiere de otras ya publicadas entonces, como la de Flórez, España Sagrada… o Zepedano y Carnero, Historia y descripción..., que la incluye como apéndice, con traducción, en págs. 313-325. Se incluye también en los apéndices, con su traducción española, en Apuntes, págs. 376-386. Jesús Carro García, “La escritura de concordia entre don Diego Peláez, obispo de Santiago y San Fagildo, abad del monasterio de Antealtares”, Cuadernos de Estudios Gallegos, 4 (1949), págs. 111-122 hizo una historia de sus ediciones, una de ellas —posterior al Expediente canónico— del propio López Ferreiro. Un estudio reciente sobre el documento en José Miguel Andrade Cernadas, “La Concordia de Antealtares en su contexto histórico”, en Francisco Javier Fernández Conde y Raquel Alonso Álvarez (eds.), Los reyes de Asturias y los orígenes del culto a la tumba del apóstol Santiago, Somonte-Cenero, Trea – Ayuntamiento de Oviedo, 2017, págs. 109-126. 57  Sigo la traducción de Apuntes, págs. 376-386: En la Era MCXV y (cuántos?) a los 16 de Agosto. No hai por cierto duda alguna, sino que es sabido de muchos, según aprendimos por el testimonio del B. Leon Papa (III) que el Beatísimo Apóstol Santiago, degollado en Jerusalem fue por los discípulos transportado a Joppe, (Jafa) y desde allí, no poco tiempo guardado por el Señor, fue conducido en una nave á España gobernándolo la mano del Señor, y sepultado en los confines de la Galicia, donde por largo tiempo permaneció oculto. Mas como no puede permanecer mucho tiempo escondida la luz en las tinieblas o debajo del celemín, la Divina Clemencia, por medio de oráculos angélicos, se sabe que primeramente lo reveló en los tiempos del serenísimo Rei Señor Adefonso, que se llama el Casto, a cierto anacoreta, por nombre Pelagio, que tenia costumbre de habitar no lejos del punto en que estaba enterrado el apostólico cuerpo; luego fue así probado por sacras luces que se mostraban á los fieles habitantes de S. Félix de Lovio, los cuales, tenido consejo, se presentaron al obispo de Iria Señor Teodomiro, descubriéndole la sagrada visión. 56 

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visionem illi detegentes. Qui58 inito triduano jejunio fidelium caetibus agregatis, beati Jacobi sepulchrum marmoreis lapidibus contectum invenit: qui maximo gavisus gaudio religiosissimum Regen praefatum vocare non distulit. Qui pio ut erat affectu gastimoniae diligens sactitatem, statim in honore ejusdem Apostoli fabricata Ecclesia, et circa eamdem alteram in honore beati Baptistae Joannis, ante ipsa sancta altaria tertiam non modicam tria continentem altaria, primum in honore Sancti Salvatoris, secundum in honore Sancti Petri Apostolorum Principis, tertium in honore beati Joannis Apostoli construere festinavit. In qua Abbatem dominum Ildefredum magnae sanctitatis virum cum Monachis custodiae Apostoli deputatis, divino officio mancipatis, non minus quam duodecim constituit, qui supra corpus Apostoli divina officia cantassent, et Missas assidue celebrasent; dividensque eis ad orientalem partem locum ante ipsa altaria per chartulam dotis, ubi claustrum et officinas secundum tenorem Beati Benedicti construerent. Et quia ante Sancta altaria constructus est locus iste, Antealtaris est vocatus, et usque ad tempus Episcopi domini. Didaci Pelagi et Abbatis domini Fagildi in eodem // –setenta y ocho– mansit vigore. Qui59 volens Ecclesiam beati Jacobi opus muro lapideo tabulaEl cual, ordenado un ayuno de tres días y reunidas las multitudes de fieles, halló el sepulcro del B. Santiago, cubierto de piedras marmóreas, y lleno de gran gozo se apresuró a participarlo a dicho Rey. El cual, de piadoso afecto como era y amante de la castidad, hizo en el acto construir una iglesia en honor del mismo Apóstol y junto a la misma, otra en honor del B. Juan Bautista y delante de los altares alzó otra no pequeña que contenía tres altares: uno en honor del Salvador; otro en honor de San Pedro y príncipe de los Apóstoles, el tercero en honor del B. Juan Apóstol. En cuya Iglesia diputó al Señor Abad, varón de gran santidad, para la custodia del Apóstol, con no menos de doce monjes, dedicados al oficio divino, los cuales debían cantar los oficios divinos y celebrar asiduamente Misas, dividiendo entre ellos, por carta de donación, el lugar que mira a la parte oriental delante de los mismos altares, donde pudieran construir el claustro y las oficinas, según las reglas de S. Benito. Y porque delante de estos santos altares se construyó el edificio, fue llamado aquel lugar Ante-altares, y así continuó llamándose hasta el tiempo del Obispo Señor Diego Peláez y del Abad Señor Fagildo. 59  El cual queriendo construir al B. Santiago una Iglesia de obra de muro de piedras cuadradas, la diseñó con tal amplitud, que pudieran caber en ella la iglesia con los altares y parte del claustro de los Monjes. Y viendo el santísimo Abad que, mientras se hacia la obra, no podía observarse allí bien la regla monástica, pensándolo bien, construyó una pequeña iglesia para el servicio de los Monjes, que contenía tres altares, á saber, de Pedro Apóstol, del B. Tomás y del B. Nicolás, y donde el predicho Pelagio tenía la celda. Hecho esto, se presentó con el mismo Obispo ante el Señor Rei Adefonso, y principió a sostener su causa para obtener 58 

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tu construere, tantae magnitudinis eam futuram designavit, ut omnia praefata altaria cum Ecclesiis, et partem claustri Monachorum caperet. Videns vero santissimus Abbas ordinem Monasticum, dum opus Ecclesiae construeretur, ibi non perfecte observari posse, secum cogitans Ecclesiam parvulam ad opus Monachorium tria continentem altaria Beati, scilicet, Petri Apostoli, et beati Tomae, et Beati Nicolai construxit, ubi antiquitus praefatus Pelagius cellam habuit, et altare Beati Pelagii Martyris construxit. Quo peracto cum eodem Episcopo ante faciem domini Regis Adefonsi se praesentavit, et de Apostoli jure, quod hactenus tenuerat, et de altaribus Sancti Salvatoris, et S. Petri et S. Joannis qualiter eos in futurum peracto opere Ecclesiae obtinere possent, causare coepit. Et tunc mandavit Rex quod Abbas et Monasterium cunctis diebus obtineret altare beati Petri jure haereditario, quod in eadem Ecclesia beati Jacobi, non in eodem loco ubi prius steterat, sed in alio construebatur. Ejus dum operaretur in ipsis altaribus obtineret Episcopus duo alia altaria cum portione Monachorum offerendae altaris beati Jacobi partis altaribus; quod altare Sancti Salvatoris, et sancti Joannis Apostoli et Evangelistae restituerentur Abbati et Monachis in perpetuum habituris. Demum Episcopus, dum fabricaretur Ecclesia, Episcopus haberet Beati Jacobi altaris pecuniam, unde prius // Monachi dimidium possidebant. Et peracta Ecclesia Abbas et Monachi haberent partem tertiam, et Episcopus duas partes in perpetuum. Quocirca60 ego Didacus divique, según el derecho del Apóstol, hasta entonces retenido, fueran en adelante propiedad suya los altares del Salvador, de S. Pedro y S. Juan, así que fuera terminada la obra de la Iglesia. El Rei mandó entonces que el Abad y el Monasterio tuvieran todos los días, por derecho hereditario, el altar del B. Pedro, que se hallase en la misma iglesia de Santiago, no en el mismo lugar donde antes había estado, sino en el que se estaba construyendo; y que mientras la obra del Abad se proseguía en los altares, obtuviera el Obispo dos altares con la porción de la ofrenda de los Monges al altar del B. Santiago, de que debía ofrecerse parte a los otros altares; que al Abad y los Monges se les restituyeran dichos dos altares del Santo Salvador y S. Juan Evangelista y fueran suyos en perpetuo; y finalmente que el Obispo, mientras se fabricaba la Iglesia, gozara del dinero del altar del B. Santiago; y terminada la fábrica, los Monjes tuvieran una tercera parte y dos partes el Obispo, en perpetuo. 60  Por cuyo motivo, yo Diego Obispo de la Sede de Iria, poseedor de la Cátedra de la misma Iglesia del B. Santiago, con la comisión y voz de todos los presentes y futuros, por mandato del Rey Nuestro Señor Adefonso y del hijo Fernando, a Vos, Abad Señor Fagildo y a la comisión de vuestro Monasterio de los Altares, presentes y futuros sea conocido, que he dispuesto firmísimamente convalidar el acto y la voluntad, por diez libras de oro convalidado, y el cual no infrinjan, ni yo, ni los que tienen mi voz, y el cual pacto también vosotros desde el día de hoy observaréis por siempre, y poseeréis con derecho hereditario íntegramente con todos los eclesiásticos y laicos directamente a Vos sujetos, el altar del B. Pedro, Príncipe de los Apóstoles que ha poco se construía en la Iglesia del B. Santiago a la parte izquierda a la salida de vuestra puerta de vuestro Cabildo, que antes se hallaba situado a la parte derecha,

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na gratia Iriensis Sedis Episcopus continens ejudem Ecclesiae Beati Jacobi Cathedram, cum conventu et voce ejusdem Ecclesiae praesentium et futurorum jussione Domini nostri Regis Domini Adefonsi prolis Fernandi vobis Abbati domino Fagildo, et conventui Monasterii altarium praesenti et futurorum firmissime disposui roborare pactum et placitum in decem libras auri roboratum, quod amplius non reinfringant nec ego, nec qui eamdem vocem tenuerit; tali videlicet teneatis, et de jure haereditario integraliter possideatis cum omnibus directuris ad se pertinentibus ecclesiasticis vel saecularibus altare Beati Petri Apostolorum Principis, quod modo construebatur infra Ecclesiam beati Jacobi in sinistra parte ad exitum vestrae portae vestri Capituli, quod prius fuerat in dextera parte locatum, simul et ipsam portam ad agresum tam ipsius altaris, quam Ecclesiam, quam in vestro pretio in pariete ejusdem Ecclesiae sicut olim manserat aedificaturus estis: ut super libere eam possideatis, et ex parte vestra claudatis et operiatis. Et61 aedificatis S. Salvatoris et S. Joannis altaribus nostro opere, restituantur vobis et Monasterio vestro perpetim habituros; et pro operis aedificio teneamus vestram tertiam oferendae altaris Beati Jacobi, unde prius ad hoc tempus medietatem possedistis. Et modo per convenientiam Comitum et bonorum hominum, et re- // –setenta y nueve– giam auctoritatem nobis in adjutorio vestram partem datis, quod tam pro nobis, quam pro vobis operemur. Et finito opere Ecclesiae, tertiam partem reditus ipsius Beati Jacobi altaris vobis restituamus. Servato semper vestro jure haereditatis per locum ubi convenientiam caractericum scripturi et posituri sumus y también la misma puerta de salida, tanto del mismo Altar que de la Iglesia, puerta que a vuestras expensas estáis por edificar en la pared de la misma Iglesia en la forma que antes tenia; para que sobre ella tengan libre posesión y seáis dueños de abrirla y cerrarla. 61  Y construidos que sean, por obra nuestra, los altares de S. Salvador y de S. Juan, os sean por siempre restituidos á Vos y al Monasterio. Y por la obra de la construcción sea nuestra la tercera parte vuestra de las ofrendas al altar del B. Santiago, de la cual hasta hoy poseíais la mitad. Y ahora según la conformidad de los magnates y de los hombres buenos y de la cual autoridad, nos daréis, como en auxilio, vuestra parte, con la que tanto por vosotros, como por nosotros trabajemos. Y terminada la obra de la Iglesia, os restituiremos la tercera parte de los ingresos del altar del B. Santiago. Conservado siempre vuestro derecho de herencia, escribiremos y pondremos en el lugar la conveniente señal característica entre el altar del B. Santiago y los otros tres altares, conteniendo este signo, AD esto es, A) y D) puesta la linea desde el mismo signo hasta el ángulo inferior de vuestra torre que existe en el muro, y desde el otro signo hasta el ángulo inferior de vuestra casa que está cerca de la cámara del palacio.

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inter altare Beati Jacobi, et illa tria altaria, continens ejusmodi signum AD id est A et D posita linea ab eodem signo, usuque ad inferiorem angulum vestrae turris quae in muro continetur, et ab altero signo usque ad inferiorem angulum vestrae domus, quae est circa cameram palatii. Et62 deinceps per gyrum, sicut in vestra dote Regum Casti et Renamiri continetur. Qui sic compleverit sit benedictus; et qui aliter egerit sit maledictus et excomunicatus, et cum Iuda proditore particeps fiat in aeterna damnatione, et insuper regiae parti poenam placiti eogatur exolvere, et praefato Monasterio quantum in contempsae miserit, duplicemus. Et hoc scriptum cunctis diebus maneat firmum. Ego Didacus divina gratia Episcopus hoc scriptum, quod fieri jussi, manu propria confirmo, et cunctis diebus firmissimum esse decerno. Didacus. Adefonsus Rex grato animo hoc scriptum roborem ejus confirmo. Urraca Soror Regis confirmo. Geloria Soror Regis confirmo. García Comes confirmo. García Alvarix confirmo. Ordonius Alvariz confirmo. Petrus Ansuriz confirmo. Gomez Gundisalvus confirmo. Martinus Flamiz Comes confirmo. Froila Didat Comes confirmo. Sanctius Comes confirmo. Froila Reymundit Judex confirmo. Sarracinus Gundisalvus Judez confimo. // Gundisalvus Episcopus Mindoniensis Sedis confirmo. Ludovicus Tudensis Sedis Episcopus confirmo. Segeredus Presbiter confirmo. Qui praesens fuerunt: Petrus testis. Artrarius testis. Aloytus ts. Martinus ts. Renamirus ts. Ego Alfonsus Petri translatavi. Suarius Fagilat conf. Este hé ó traslado da sobre dita escritura suso incorporada, á cual era trasladada é registrada en ó libro chamado tumbo do dito Moesteiro, é firmada dos nomes sobre ditos segun-do que por ela parescía: á cual escritura en Fernan Eans Escribano do noso Señor el Rey é seu Notario público en á sua Y después por el circuito, según se contiene en vuestra donación de los Reyes Casto y Renamiro. Quien así lo cumpliere, sea bendito, y el que otro hiciere, sea maldito y excomunicado, y con Judas el traidor tome parte en la condenación eterna, y además quede obligado a pagar la pena conveniente á la parte real y por duplicado a dicho Monasterio cuanto por desprecio hiciere. Y este escrito permanezca por siempre firme. Yo, Diego Obispo por la gracia de Dios, este escrito que mandé hacer, confirmo con mi propia mano y decreto que por siempre sea firmísisimo. – Diego – Adefonso con grato ánimo confirmo la fuerza de este escrito. – Urraca, hermana del Rei, confirmo. – Geloria, hermana del Rei, confirmo. – Garcia, Conde, confirmo. – Garcia Alvarez confirmo. – Ordóñez Alvarez confirmo. – Pedro Ansériz confirmo. – Gómez Gundisalvo confirmo. – Martin Flamíz, Conde, confirmo. – Froila Didat, Conde, confirmo. – Sancho, Conde, confirmo. – Froita Reymundit Juez confirmo. – Sarracino Gundisalvo, Juez, confirmo. – Gundisalvo Obispo de la Sede Mindonense, confirmo. – Luis Obispo de la Sede Tudense confirmo. – Segeredo Presbitero confirmo. – Halláronse presentes: Pedro testigo. – Artrario testigo. – Luis testigo. – Martin testigo. – Renamiro testigo. – Yo Alfonso de Pedro lo escribí. – Suarez Fagilat lo comprobé – 62 

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corte, é en todos los seus Reynos, é Escusador por Ruy Martinez Escribano de Cámara do dito Señor Rey, Regidor é Notario da Ciudade de Santiago vi, é li, é aqui ben é fielmente á fiz trasladar de verbo á verbo; á ó quál traslado ou traslados que eu sacase ou fecése sacár, é signase de meu signo Estebo Rodriguez Licenciado en Decretos, é Alcalde en á dita Cidade, veendo que á dita escritura non era rasa, nen cancelada, nen en alguna parte sospeita diso que daba é deu actoridade, é interpoyña, é interposo decreto para que valvesen, et fecesen fé en juizo é fora de el, asi como ó verdadeiro original, á pedimento de Don Frey Martino Afonso Abade do dito Moasteiro; á cual actoridade foi dada por lo dito Alcalde á quince dias do mes de abril ano do nascemento de nosso Señor Jesucristo de mil é cuatro centros é treinta é cinco anos; estando presentes por testigos a á dita Autoridade Johan Gonzalez da Cana Ciudadao de Santiago, é Gomez Fernandez das Camoeiras Escribano del Rey, é Johan Mendez Escudeiro do Señor // –ochenta– Arcebispo de Santiago, é Lopo Rodriguez de Vilaverde, et Fernan Perez moradores en á dita Cidade; é en este traslado meu nome é signál pono, que tal hé. Eans Notario escusadór. Así resulta del expresado documento, que volvió a recoger dicho Señor Vicario, que firma esta compulsa con los demás Señores después del Ilustrísimo Señor Provisor, y de todo ello yo Notario mayor doy fe. [rubricado:] Licenciado Pedro Seijas. [rubricado:] Doctor Manuel Mariño. [rubricado:] Licenciado Ricardo Rodríguez. [rubricado:] Licenciado José Núñez Santana. [rubricado:] Nicolás Yglesias. Notario mayor. –ochenta y uno– [15. Atestado del Tribunal sobre varios particulares relativos al asunto] Atestado. El Ilustrísimo Señor Provisor y Vicario general del Arzobispado, Juez instructor de este expediente, y el infrascrito Notario mayor de Poyo, atestamos y hacemos constar lo siguiente:

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Que entre las varias vidrieras que existen en el ábside de esta Basílica solo en la más próxima al punto en que se encontraron las Sagradas Reliquias aparecen dibujadas la estrella y el arca del Santo Apóstol. Que en la bóveda de la Capilla mayor se hallan pintados los atributos del Apóstol, observándose que el arca, que es uno de ellos, no está representada en la sección que corresponde sobre el altar mayor, sino en la que coincide con el sitio en que aparecieron los venerandos restos. Que el lugar en que estos fueron hallados es la cabecera de la Capilla mayor y punto más principal de toda la Basílica, en el cual vienen estando colocadas de antiguo muchas lámparas. Que en las procesiones dominicales del año, que tienen lugar de conformidad con el antiguo ceremonial de esta Iglesia, se detiene la procesión en el punto del ábside contiguo al en que la urna con los restos se encontró y se canta allí la antífona Corpora Sanctorum y su oración; y que del mismo modo se detiene después delante de las imágenes del Divino Redentor y Purísima Concepción para cantar las que les corresponden. Todo lo cual consignamos a instancia de la Defen- // sa por ser constante y notorio, firmando en fe de ello esta diligencia en Santiago a catorce de mayo de mil ochocientos ochenta y uno. [rubricado:] Licenciado Pedro Seijas. [rubricado:] Nicolás Yglesias. –ochenta y dos– 16. Nuevo informe del Excelentísimo Señor Obispo de Oviedo hoy Arzobispo de Valladolid Eminentísimo y Reverendísimo Señor. Tuvo Vuestra Eminencia la dignación de encargarme que en unión con los Señores Obispos de Orense y de Tuy, que conmigo se hallaban en Santiago en los días de la festividad del Santo Apóstol, examinase el proceso incoado acerca de la autenticidad de las reliquias felizmente halladas en la Santa y Apostólica Iglesia Metropolitana, y emitiese dictamen sobre él. Hícelo brevemente, porque apremiaba la necesidad de regresar a nuestras Diócesis, y suscribimos los tres Sufragáneos el escrito, que Vuestra Eminencia mandó unir al proceso; pero condoliéndome de no haber podido darle más extensión, manifestó Vuestra Eminencia que vería con gusto me ocupase en ello con mayor detenimiento. Tanto por esto, como por la devoción que profeso a nuestro

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glorioso Patrono el Apóstol Santiago, y por la íntima convicción que tengo de ser sus sagradas reliquias, y las de sus dos discípulos San Atanasio y San Teodoro, las que se han descubierto, acepté el honroso encargo, para cuyo desempeño he leído con reflexión el proceso, he inspeccionado cuidadosamente la Capilla mayor, la llamada antes de la Confesión y la cripta, he consultado otros documentos, y cada vez se ha hecho más profunda mi convicción que consigno en este dictamen, y que someto humildemente al superior juicio de Vuestra Eminencia. Al hacerlo le felicito con todo mi corazón porque Dios ha querido premiar el celo de Vuestra Eminencia, y enaltecer su pontificado con el feliz hallazgo de las Santas Reliquias. // Cinco puntos conviene examinar para resolver con acierto la cuestión que se dilucida. 1º. Es indudable que el cuerpo del Apóstol Santiago fue sepultado en Compostela, y junto a él sus discípulos, San Atanasio y San Teodoro. 2º. Lugar de los sepulcros, y sus vicisitudes en los pasados siglos. 3º. Por qué no se hallan las reliquias en el sitio de los primitivos sepulcros, sino en el que han sido descubiertas. 4º. Razones que prueban la autenticidad de las reliquias encontradas. 5º. Suficiencia de estas razones para declarar canónicamente la identidad de las reliquias. 1º. Pudiera suprimirse este artículo por innecesario y aun superfluo porque nadie puede negar seriamente el hecho a que se refiere. Es sin embargo conveniente sentar como premisa de toda evidencia, que la Iglesia de Compostela está en posesión de los sepulcros del glorioso Apóstol y de sus dos discípulos. Dídimo de Alejandría (1), y San Jerónimo (2) dicen que para cumplimiento de la orden dada por Nuestro Señor Jesucristo a los Apóstoles de ir a predicar el Evangelio por todo el mundo, “los congregó el Espíritu Santo, y por suerte dividió y distribuyó entre ellos las provincias de modo que uno fuese a los Indios, otro a las Españas, otro al Ilírico, otro a Grecia, y cada cual supiese que había (1) De Trinitate Lib. 2, cap. 3. (2) Spiritus illius congregavit eos, de devitque eis sortes, atque diviserit, ut alius ad Indos, alius ad Hispanias, alius ad Illyricum, alius ad Graeciam pergevet; et unusquisque in Evangelii sui, atque doctrina Provincia requiesceret.63 (Hieron. in Isai. Cap 34). // Y el Espíritu, señalándoles su misión y dividiéndolos, para que cada uno se dirigiese. uno a la India; otro a España; un tercero a Iliria, un cuarto a la Grecia; y disponiendo que cada uno de ellos reposase en la provincia donde había predicado el Evangelio y enseñado sus preceptos (Apuntes, pág. 11). 63 

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–ochenta y tres– de tener sepultura en la provincia de su evangelio y doctrina.” Que a Santiago cupo en suerte la España como teatro de su predicación lo atestiguan repetidos documentos de la historia y la tradición. Ningún otro pueblo se gloria de tenerle por su Apóstol y Padre en la fe. Protomártir de los Apóstoles, y el primero en beber el cáliz que bebió su divino Maestro, a quien con tanto ardor y generosidad respondió hallarse dispuesto a beberlo, quiso que sus discípulos trasladasen su cuerpo a la tierra que había regado con sus sudores, y a ella fue trasladado. Lo dice expresamente el Papa León III (1), lo repite el códice de Calixto II (2), y la autoridad de la Santa Iglesia aprobando y extendiendo a toda España el oficio de esta traslación usado de antiguo en la Iglesia Compostelana, y cuyas lecciones consignan el hecho, sanciona lo que la tradición constante ha perpetuado en la memoria de los pueblos, especialmente en Galicia. De cuánto peso sea este documento lo dice Benedicto XIV en su obra de Servorum Dei Beatificatione, et Beatorum canonizatione, citando a nuestros historiadores Mariana y Ambrosio Morales (3). Algunos años después fallecieron los dos discípulos del Apóstol San Atanasio y San Teodoro, custodios constantes que habían sido de su sepulcro, y fueron enterrados junto a la tumba de su maestro (4). Las persecuciones a que se vio sometido el cristianismo en los primeros siglos, y las perturbaciones ocurridas en España por la irrupción de los pueblos del norte, fueron motivo bastante para que se perdiese la memoria del sitio donde se hallaba el sepulcro de Santiago y los de sus discípulos, hasta que fueron descubiertos (1) Epist. León III ad totius christianitatis rectores.64 (2) Cod. Calixt. II. Lib. III. (3) Lib. 4. Part. 2. Cap. 25. (4) Epist. León III. //

maravillosamente en tiempo del Obispo de Iria Teodomiro, y del Rey Don Alfonso el Casto, quien levantó en honor suyo una Iglesia, a la que fue trasLa Epístola llamada del papa León, de León obispo o de León III, posterior a la inventio de la tumba apostólica, buscó cubrir el punto más débil de la presencia de Santiago en Compostela, que era su traslado tras sufrir martirio en Jerusalén. Como ya he dicho, éste seguía siendo el ataque más directo a la posible identificación de la reinventio según alguno de los asesores de la Congregación de Ritos que plantearon que lo importante era aclarar la translatio, imprescindible base de la inventio y, lógicamente, de la reinventio: la questione vera è se, e quando, il suo corpo fu recato in Spagna (ACCS, R-333, fasc. 1, doc. 3). 64 

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ladada la silla episcopal de Iria Flavia (1). Otras iglesias y monasterios se edificaron a sus lados, agrupándose en torno ciudad populosa, cuyo origen, cuya historia, y cuyo mismo nombre de Santiago de Compostela, son la prueba más convincente de la existencia en ella del Sepulcro del Apóstol, a quien lo debe todo. Documentos irrecusables son además la citada carta del Papa León III, y el Códice de Calixto II; las gracias apostólicas concedidas por diferentes Pontífices a la Iglesia y sepulcro de Santiago; las donaciones y privilegios de todos los Reyes desde Alfonso el Casto que expresamente afirman hallarse en Compostela el Santo cuerpo por cuya reverencia y amor los otorgan; los monumentos de la Iglesia Compostelana; la creencia de toda la Iglesia (2), y la constante afluencia de peregrinos de todas las naciones que acudían a venerar aquel sepulcro con el mismo fervor religioso que los llevaba a Jerusalén y a Roma para dar testimonio de su fe, y elevar al cielo sus plegarias junto a los Sepulcros de Nuestro Señor Jesucristo, y de los Apóstoles San Pedro y San Pablo (3). Grandes Santos que venera la Iglesia Católica, Monarcas y Príncipes de glorioso renombre, Prelados ilustres, personajes célebres, y multitud innumerable de romeros de todos los pueblos y de todos los siglos, postrándose humildes ante el sepulcro del glorioso patrón de España para venerar sus reliquias, confirman lo que se lee (1) Histor. Compostelana Lib. 1. Cap. 2. (2) Jacobi Apostoli corpus in parte Hispaniarum allatum occidentalis credit et veneratur Ecclesia (Paschal II in Epist. ad Episc. Compost. de concess. Palii. Hist. Compost. Lib. 1. cap. 17). (3) Breviar. Rom. in off. S. Jacob. //

–ochenta y cuatro– en el oficio de su traslación aprobado por la Santa Sede: cujus corpus in Gallaeciam delatum, per totum orbem gloria illustratur. Allí fue colocado por los discípulos, allí se mantuvo oculto; allí fue revelado por el cielo; allí levantó el Rey Casto la primera Iglesia; allí pasó la Sede; allí se fue haciendo la Ciudad; y allí es donde le venera todo el mundo (Flórez, España Sagrada, t. 19, pª. 42). 2º No corresponde al objeto de este escrito que hagamos una historia del Sepulcro de Santiago y de sus discípulos. Esta historia, y la descripción del monumento han sido trazadas por el ilustrado canónigo Don Antonio López Ferreiro (1), y por los sabios Arqueólogos Don Aureliano Fernández Guerra,

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y Padre Fidel Fita de la Compañía de Jesús (2). Lo que conduce al fin propuesto es dejar probado que el sepulcro ha ocupado siempre el lugar preferente en la Basílica compostelana. La tradición asegura que sobre la cripta o monumento subterráneo, en que fueron sepultados Santiago y sus discípulos, se levantó pequeño oratorio, que naturalmente quedó destruido en las épocas de persecuciones y de invasión de los bárbaros en los primeros siglos (3). Descubierto providencialmente el Sepulcro en tiempo del Obispo Teodomiro, Don Alfonso el Casto edificó sobre la cripta un templo dedicado al Apóstol (4), que no pudo ser de grandes dimensiones ni de rica arquitectura ya que Don Alfonso 3º lo derribó levantando otro mayor y de más riqueza, dejando debajo del ábside la bóveda de los sepulcros, y conservando el mismo altar principal construido sobre ella por Teodomiro (5). (1) El Altar de Santiago, por Don Antonio López Ferreiro. (2) Recuerdos de un viaje, Cap. 13. (3) Histor. Compost. Lib. 1º cap. 1º. (4) Id. Id. Cap. 2º: Testament. Adephonsi Regis Casti. Flórez, España Sagr. Tom. 19 in Append. (5) Histor. Compost. Lib. 1º cap. 2º; Flórez, Tom. 19. Apend. //

Este templo fue incendiado y destruido por el ejército mahometano de Almanzor a fines del siglo X, y el incendio alcanzó a sus cimientos como lo evidencia la inspección de los muros del ándito de la cripta, y la gruesa capa de cenizas descubiertas bajo los escombros que forman el subsuelo de la Capilla mayor, y bajo el pavimento de aquel mismo ándito (1). ¿Fue profanado entonces el sepulcro del Apóstol? Este era el objetivo de Almanzor según el Silense: ut ejus sepulchrum frangeret (2). Un historiador árabe citado [por] Dozy (3), afirma que “Almanzor redujo a tal ruina el templo del Apóstol que al día siguiente no sabría decirse dónde estuvo”.65 ExageTraduce de la versión francesa, aunque es la página 234, no la 334 (Dozy, Histoire des musulmans...). La traducción de Federico de Castro, publicada en 1877, págs. 287-288 es: fue arrasada de modo que nadie hubiera sospechado que existía la víspera. El texto es continuación de la conocida narración del monje rezando ante la tumba, lo que movió a Almanzor a respetarla: Tan solo un anciano monje había quedado al lado del sepulcro del Apóstol. “¿Qué haces ahí?” le preguntó Almanzor. “Rezo a Santiago”, le contestó el viejo. “Reza todo lo que quieras”, le dijo entonces el ministro, y prohibió que le hicieran daño. Almanzor puso una guardia á la tumba de modo que quedó al abrigo del furor de los soldados, pero toda la ciudad fue destruida, lo mismo las murallas y las casas que la iglesia, […], pág. 287 (R. Dozy, Historia de los musulmanes españoles hasta la conquista de Andalucía por los almorávides (711-1110), traducida y anotada por F. de Castro, t. III, Madrid, Carlos Bailly-Baillière, 1877). 65 

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ración podrá haber, y hay sin duda, en esta frase, pero apoya la afirmación del Silense: Ecclesias... fregit et igne cremavit (4). Las cenizas que aparecen en el subsuelo de la Capilla mayor y los indicios del incendio en las piedras de los muros de la cripta lo confirman, como también el hecho de haber trasladado a la mezquita de Córdoba en hombros de cristianos las puertas y las campanas de la Iglesia Apostólica, que fueron devueltas a esta por San Fernando haciéndolas conducir en hombros de cautivos mahometanos (5). Del incendio y destrucción de la Iglesia no puede dudarse, constando que fue restaurada por Don Bermudo 2º y consagrada por el Obispo San Pedro Mosoncio66 (6). De la profanación y rompimiento de los sepulcros nada se dice en las crónicas. Parece que a ser cierto no hubieran callado este hecho ni el Silense (1) Informe de los canónigos Labín y López Ferreiro en el expediente canónico. (2) Crónica Silensis nº [en blanco].67 (3) Historia de los musulmanes en España, Tom. 3º, pª. 334. (4) Cronica Silensis nº [en blanco].68 (5) Mariana: Historia General de España. Lib. 8. Cap. 9; Lib. 12. Cap. 18. //

–ochenta y cinco– ni la Historia Compostelana, la cual expresamente afirma lo contrario, puesto que después de decir que Compostellam venientes majorem partem parietum B. Jacobi Ecclesiae praeter ejus Smum. altare penitus destruxerunt,69 refiere San Pedro de Mezonzo. Mas al sepulcro del Apóstol, intentando acercarse para romperlo, se volvió aterrado (Crónica Silense, n. 58, Ed. de Manuel Gómez Moreno, Introducción a la Historia Silense, con versión castellana de la misma y de la Crónica de Sampiro, Madrid, Junta para la Ampliación de Estudios – Centro de Estudios Históricos, 1921 (Ensayos de vulgarización histórica, I), pág. CIX). El libro está disponible en red, junto con otros sobre asuntos jacobeos o historia medieval española, gracias a la donación de la biblioteca de Walter Muir Whitehill —el primer transcriptor del Codex— a The Institute of Mediaeval Studies de Toronto, que permitió la digitalización de sus fondos. 68  Arruinó iglesias, monasterios, palacios y los quemó con fuego, Gómez Moreno, Introducción a la Historia Silense…, n. 58, pág. CIX. 69  Entrados en Compostela, destruyeron enteramente la mayor parte de los muros de la iglesia del beato Santiago, excepcion hecha de su sacratísimo altar (Apuntes, pág. 90). Bartolini corrige algo el texto sustituyendo partem por partis. Se aparta, aunque mínimamente, de la transcripción —que presumiblemente manejaría— de Enrique Flórez, España sagrada: theatro geographico-historico de la iglesia de España, t. XX: Historia Compostellana sive de rebus gestis D. Didaci Gelmirez, primi compostellani Archiepiscopi, Madrid, imprenta de la viuda de Eliseo, 1765, pág. 14. 66 

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los castigos con que el Apóstol afligió al ejército de Almanzor, y que éste, averiguando que allí estaba sepultado Santiago, Jacobum ibidem certissime tumulari comperiens, se retiró precipitadamente (1). Esto mismo dice el libro de Bayan Almogrib70: “el caudillo tuvo sumo cuidado y esmero en que persona de autoridad y esfuerzo custodiara el sepulcro de Jacobo, y de él apartase cualquier daño.” (2) Añádese a esto que en la donación del Rey Veremundo 3º71 a la Iglesia de Santiago en el año 1032, esto es, cuarenta y cuatro años después de la invasión de Almanzor, se lee: cujus corpus tumulatum est sub arcis marmoreis (3), que es la misma frase que se encuentra en los documentos de los siglos anteriores para designar el sepulcro del Apóstol, llamado siempre arca marmórea. (4) Inferimos pues de todos estos datos que no fue directamente profanado el sepulcro Apostólico. No nos atrevemos sin embargo a rechazar como absolutamente improbable lo que en su luminoso escrito sobre el hallazgo de las reliquias, que forma parte del expediente canónico, dicen los ilustrados canónigos Señores Labín y López Ferreiro, esto es, que el Obispo San Pedro Mosoncio, al saber que se acercaba el ejército invasor puso a salvo el tesoro de las Santas Reliquias, como hicieron los cristianos de León, Zamora, y otras ciudades, que no solo trasladaron a Asturias y a lugares segu(1) Hist. Compost. Lib. 1. Cap. 2. (2) Bayan Almogrib. II. 316-319. (3) Flórez: España Sagrada, T. 19. Apéndice.72 (4) Flórez, T. 3. Cap. 3; T. 19. Apéndice.73 //

ros los cuerpos de los Santos, sino también los de los Reyes para preservarlos de la bárbara profanación de los musulmanes. De estas traslaciones se habla en los monumentos de las Iglesias, y en las historias de aquellos siglos (1): de la de Santiago nada se dice. No pasa pues de una hipótesis o creencia piadosa El texto, una historia del Magreb y de España escrita en el el siglo XIII, fue publicado por primera vez por R. P. A. Dozy, Histoire de l’Afrique et de l’Espagne, intitulée “AlBayano ‘l-Mogrib” par Ibn-Adhári (de Maroc) et Fragments de la Chronique d’Arib (de Cordoue). Le tout publié pour la première fois, précédé d’une introduction et accompagné de notes et d’un glossaire, par –, Leyden, E. J. Brill, 1848-1851. 71  Bermudo III. 72  En pág. 395. 73  Recoge el término en varios documentos del apéndice del tomo XIX, en págs. 344, 349, 352, 359, 366. 70 

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fundada en las virtudes y celo de aquel Prelado, que no sería menos cuidadoso del preciado tesoro de su Iglesia que los Obispos y fieles de otras partes. Si así fue, bien pronto volvieron los sagrados restos a su primitivo sepulcro, ya que evidentemente se hallaban en su arca marmórea como lo prueba, además de los documentos citados antes, la donación de Veremundo 2º hecha al Santo Apóstol y al Obispo Pedro Mosoncio en 991, dos o tres años después de la invasión de Almanzor: ideo offero, concedo Domino meo et Redemptori Jesu Christo, et tumbae jam dicti Dei Apostoli, ubi beatissimum ejus74 corpus manet tumulatum, et Petro Episcopo, etc. (2).75 Los Señores Labín y López Ferreiro, opinando que el arca sepulcral de Santiago fue destruida bien directamente por las huestes de Almanzor, bien por la fuerza del incendio del templo, juzgan verosímil que San Pedro Mosoncio al volver a colocar en la cripta las reliquias del Apóstol y de sus discípulos, las puso reunidas en un pequeño sepulcro formado en parte de los restos del primitivo. Contradicen esta opinión los documentos antes citados que suponen existente en el siglo XI el arca de mármol, y en el XII el (1) Ambrosio Morales: Crónica General de España, Lib. 17, cap. 19. (2) Véase Flórez: España Sagr. T. 19. Apéndice.76 //

–ochenta y seis– Códice de Calixto, cuya traducción gallega dice: “En esta Yglesia mesme yaz soterrado só ó mayor altar ó corpo do moyto onrrado benaventurado Apostolo Sanctiago, é segund que dicen, yaz metudo en hua arqua de marmore en moy bóo sepulcro” (177). No es tampoco presumible que el Santo Obispo y el Rey Veremundo al restaurar el templo hubieran dejado de labrar precioso sepulcro en sustitución al primero destruido, ni que hubiese tenido la misma omisión el generoso Don Diego Gelmírez que con tanta magnificencia llevó a término la edificación de la Basílica actual, y enriqueció el altar del Apóstol, construyendo además en la parte posterior de él, y a modo de Capilla subterránea la que tomó el nombre de Confesión (2). Todavía en el siglo XVI “Illius” en Flórez, España Sagrada..., XIX, pág. 380. Dono y concedo á la tumba del ya dicho Apóstol de Dios (Santiago) donde yace sepultado su beatísimo cuerpo, en Apuntes, pág. 92. 76  Flórez, España Sagrada..., pág. 380. 77  En esta yglesia meesme yaz soterrado so o mayor altar o corpo do moyto onrrado ben aventurado apostólo Sanctiago; et segund que dizen, yaz metudo en hua arqua de marmore en moy boo sepulcro, en Fita y Fernández-Guerra, Recuerdos..., pág. 74. 74  75 

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se tenía por cierto que el cuerpo del Apóstol estaba en el arca primitiva, por lo cual no dudó Ambrosio Morales afirmar que “está el cuerpo del Santo Apóstol en su tumba de mármol en que fue hallada”. (3) En el informe de los expresados canónigos se cita en apoyo de su opinión la carta del M. Raynerio a San Atton, Obispo de Pistoya, en la cual se dice que estaban las reliquias en un sepulcrito: in locello in quo sunt. (4) Es cierto que la palabra locellus se ha usado en los siglos medios en el sentido de feretrum in quo cadaver mortui deponitur, tomándola como sinónima y diminutiva de loculus; pero su significación más propia y más usada en aquellos siglos es la de Aedicula Deo Sacra (5), y por lo tanto en la carta citada lo mismo puede (1) Cod. Calixt.; Recuerdos de un viaje XIII. (2) Hist. Compost. Lib. 1º. C. 18. (3) Ambr. Morales: Viage santo. Tit. 45. N. 1. (4) Act. Sanctor. T. 1. Mensis Julii. (5) Dufresne: Glossarium ad Scriptor. med. et infim. latinat. Verbo: locellus...78 //

entender por el arca funeraria, o sepulcro, que por la cripta en que estaban depositadas las santas reliquias. Tampoco puede admitirse fácilmente la hipótesis de la confusión de las reliquias del Santo Apóstol y de sus dos discípulos en la época de San Pedro Mosoncio. Ni una frase hay en los documentos de la Iglesia, ni en la tradición que venga en su apoyo, mientras que la contradicen las miniaturas de los siglos XII y XIII que se conservan en el Tumbo A. de la Basílica y en la Historia Compostelana (1) que representan la cripta con tres sepulcros, y el hecho de haber el Arzobispo Don Diego Gelmírez enviado reliquia de Santiago a la Iglesia de Pistoya autenticándola en debida forma (2), y de haberse dado otra a la de Toledo, lo cual no podía hacerse con seguridad, si hubiesen estado confundidos en un solo sepulcro los restos de los tres Santos, como han sido encontrados últimamente, a no decirse que aun dentro de un mismo sepulcro estaban suficientemente separados. 3º Es innegable, porque lo han demostrado las exploraciones hechas últimamente, que no se hallan en la cripta o primitiva cámara sepulcral las reliquias del Apóstol y de sus dos discípulos. Vacíos han aparecido los de estos. Fragmentos de mármol recuerdan el arca que contuvo los huesos del Hijo Charles Dufresne Sieur du Cange, Glossarium mediae et infimae latinitatis conditum a –, auctum a monachis ordinis S. Benedicti cum supplementis integris D.P. Carpenterii et additamentis Adelungii et aliorum digessit G.A.L. Henschel, vol. 4, Paris, Didot Frères, 1845, pág. 140. 78 

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del Zebedeo. La creencia de que no estaban allí y el piadoso deseo de descubrirlas dio lugar a que de común acuerdo del Prelado y Cabildo se hiciesen excavaciones en distintos puntos de la Iglesia, y especialmente en la Capilla mayor para (1) Recuerdos de un viaje XIII. (2) Act. Sanctor. Mense Jul.79 //

–ochenta y siete– encontrarlas. Ya en la segunda mitad del siglo XVII y alguna otra vez se hicieran diligencias para ello, aunque sin éxito (1), sin duda porque Dios quiso reservar a nuestros días de angustia y de tribulación el consuelo de hallar el preciado tesoro. ¿Cuándo y por qué fue sacado del lugar en que estuvo desde el principio? Es una desgracia que hasta ahora no se ha encontrado ningún documento que directamente ponga en claro este punto. Hay sin embargo algunos datos que derraman suficiente luz para que pueda afirmarse que la ocultación tuvo lugar a fines del siglo XVI con el objeto de preservar a las Santas reliquias de una inminente profanación. Desde luego es evidente que no fue anterior a esta fecha. El Arzobispo Gelmírez mandó convertir en Capilla de Confesión, a que se descendía por escaleras de mármol, la parte posterior del ábside o Capilla mayor (2). El pavimento de esta Confesión formado de cal y pequeños fragmentos de cuarzo muy blanco, y que posteriormente sobreponiendo escombros y tierra fue levantado y cubierto de nuevo pavimento al nivel de la Capilla mayor, hubo de romperse y realmente se rompió para abrir el espacio necesario a la colocación de las piedras que forman el sepulcro últimamente descubierto y apoyado en la roca del fondo (3). Prueba es esta bien clara de que no se hizo la ocultación en tiempo de Gelmírez, porque se hubiera formado el nuevo sepulcro al hacerse la Confesión sin necesidad de romper el pavimento, o reponiéndolo de nuevo al igual del resto (1) Recuerdos de un viaje XIV. (2) Hist. Compost. Lib. 1. C. 18. (3) Informe de los Señores Labín y López Ferreiro. //

Acta Sanctorum, Julii, VI, Antuerpiae, Jacobum du Moulin, 1729. En el largo capítulo sobre las reliquias de Santiago, falsas y verdaderas, el apartado VIII se dedica a la reliquia de Pistoya: “Pars sacri capitis, quam Pistorienses in Italia possident”, págs. 25-28, § 83-97. 79 

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de aquella. Desde la época del Señor Gelmírez hasta los últimos años del siglo XVI ningún acontecimiento grave registra la historia de Galicia que pudiera aconsejar la ocultación, y Ambrosio Morales testifica en 1572 que la tumba de Santiago estaba como en los siglos anteriores en una cavidad bajo del altar mayor, con la circunstancia de un agujero debajo del dicho altar que era hueco, por el cual sin duda podría verse el sepulcro (aunque él no lo vio), ya que desde el tiempo del Señor Gelmírez se había obstruido el acceso a la cripta (1). En la segunda mitad del siglo XVII, ya por la noticia tradicional de haber sido ocultadas las reliquias, ya con el pretexto de que a Santiago debía labrarse magnífico panteón a la vez que se trataba de ornamentar, según el gusto de la época, la Capilla mayor, se hicieron exploraciones bajo la dirección del Canónigo Arquitecto Vega Verdugo. Desenvuelto hasta sus cimientos el edificio romano de la cripta, no pareció el tesoro de las reliquias. Y como de ello no exista documento ninguno en el archivo ni en las actas, es de presumir que la discreción echó mano del más profundo silencio para obviar mayores inconvenientes (2). Estas reflexiones llevan naturalmente a suponer que en los últimos años del siglo XVI se ocultaron las reliquias, y efectivamente la historia de aquellos años recuerda hechos que la hicieron sino necesaria en absoluto, conveniente a lo menos en alto grado. (1) Ambros. Morales. Viage Santo. Tit. 45. Fr. Hernando de Oxea: Historia del glorioso Ap. Santiago. (2) Recuerdos de un viaje XIV. //

–ochenta y ocho– En guerra con España los ingleses hicieron desembarcos en las costas de Galicia, y llevados de su fanático odio al catolicismo, a las sagradas reliquias, y a las imágenes de los Santos, profanaron y robaron las Iglesias de Cambre, Oza y otros pueblos inmediatos a la Coruña. El Venerable Arzobispo Don Juan de San Clemente y el Cabildo temieron muy fundadamente que se aproximasen los enemigos a Santiago, y cometiesen los mismos y aún mayores excesos. En las actas Capitulares de 9, 10 y 12 de mayo de 1589 se describe con vivos colores esta alarma, aumentada al llegar el Conde de Altamira con la noticia de que los ingleses se dirigían rápidamente a Santiago resueltos a incendiar la Catedral y destruir el sepulcro del Santo Apóstol (1). En consecuencia de ello resolvieron el Prelado y el Cabildo trasladar los documentos

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interesantes de la Iglesia a la torre de Camba, y las reliquias que se conservan en la Capilla de los Reyes a la Ciudad de Orense custodiadas por dos Canónigos y cuatro Capellanes (2). ¿Es nada extraño80 que el Prelado cuyas virtudes constan en la historia de su vida, y cuya devoción al Santo Apóstol le hacía pasar noches enteras orando junto a su sepulcro, tratase de ocultar y salvar a toda costa el precioso tesoro de sus reliquias y de las de sus discípulos? ¿No se temía con razón que en el caso desgraciado de una invasión, aquellos fanáticos herejes dirigiesen su furor principalmente contra los sagrados restos del glorioso Patrón de España, cuando ellos mismos no se recataban de decirlo? (3)81 (1) Actas Capitulares de Santiago. Recuerdos de un viaje XIV. (2) Actas Capitulares. Informe de los Señores Labín y Ferreiro. //

Había pues razón bastante para que el celoso Prelado resolviese preservar a toda costa aquellas santas reliquias del peligro que amenazaba. Su traslación a otra ciudad era difícil y expuesta a que los fieles se alarmasen con la novedad del hecho. Era prudente pues ocultarlas sigilosamente, y al mismo tiempo mantener en el común del pueblo la creencia de que continuaban en su primitivo sepulcro para no herir la susceptibilidad de la devoción y confianza en el santo Patrono, y para desorientar a los enemigos en el triste evento de una invasión de la ciudad y del templo. La ocultación debía hacerse por lo tanto en la misma Iglesia, en horas excusadas, por pocas personas de entera confianza, y prontamente porque así lo exigía el temor de la inminente llegada de los enemigos. Las exploraciones hechas, y las condiciones del sepulcro descubierto son una prueba de ello. Ocupa el fondo del ábside detrás de los muros subterráneos de la cripta: está formado en parte con materiales tomados de esta y de los sepulcros primitivos: la cal o argamasa que unía las piezas que lo constituyen acredita no haber sido por operarios o albañiles, sino precipitada y toscamente quedando impresos los dedos de quien hizo la obra, e indicando una mano carnosa y no grande; y las gotas de cera que se han visto en algunos de los huesos indican claramente haberse hecho la traslación de noche y alumbrándose con velas (1). Respecto a que se procuró desorientar a los curiosos o malévolos haciendo creer que no se habían (1) Informe de los Señores Labín y López Ferreiro. // 80  81 

Tachado “decir”. No hay nota al pie de esta referencia.

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–ochenta y nueve– sacado de su sitio las santas reliquias por más que se había pensado en ello, como en la traslación de los documentos y demás cosas preciosas de la Basílica, tenemos un dato elocuentísimo. El Señor Zepedano en su Historia de la Basílica Compostelana (1), copia lo que refiere el Padre Bugarín (2), como un hecho notorio, esto es, como dicho ya vulgar en sus días, o poco después de la ocultación, puesto que escribió a principios del siglo XVII, y era Religioso del Convento de Santo Domingo de Santiago (3). Dice pues, que trató el Arzobispo Don Juan de San Clemente de sacar el cuerpo del Santo Apóstol; pero al comenzar los trabajos de romper el muro que desde los tiempos de Gelmírez cerraba la cripta fue tal el viento y el resplandor que salía de aquel lugar, que el Prelado desistió de su intento, diciendo: “dejemos al Santo Apóstol que él se defenderá y nos defenderá.” Dejemos a un lado y sin juzgar lo que se dice del viento y resplandor. Pero un autor coetáneo habla de un hecho notorio, de una cosa divulgada en la misma ciudad en que ocurrió, y en que él escribe. Atestigua pues un hecho público, y no lo haría si realmente no lo fuese, exponiéndose a ser desmentido. Infiere de aquí en primer lugar que se consideró necesario tomar precauciones para evitar la profanación del sepulcro. En segundo lugar que debiendo romperse el muro de la cripta, por más que el Prelado procurase el secreto en las operaciones, algo debió traslucirse de ellas, y que a fin de impedir que haciéndose del dominio público se malograse la obra, y quedasen las santas reliquias tan expuestas como antes se dejó correr entre el vulgo, naturalmente (1) Historia de la Basílica Compostelana, pág. 19 y 20. (2) Historia manuscrita del Apóstol Santiago, tomo 3º, pág. 709. (3) Zepedano loc cit.: Recuerdos de un viaje XIV. Notas. //

crédulo la especie del viento y resplandor tanto para hacer creer que no se había tocado a las reliquias, como para aumentar su respeto y su confianza en la protección del Apóstol. Los eminentes arqueólogos Padre Fidel Fita y Don Aureliano Fernández Guerra explican también el hecho en este sentido. “Abierta la escalerilla que bajaba al primer recinto de la cripta, roto el muro o franqueado el paso hasta los sarcófagos de los discípulos Teodoro y Atanasio, y aplazada la ocultación para el día siguiente, acompañado con pocos, muy activos y discretos familiares, es de suponer que viniese recatadamente a la iglesia por la comunicación interior de su palacio, y recogiese cuantas reliquias vio en el Sepulcro o arca trísoma que las guardaba. Se abrió luego un pozo en sitio fácil de dar con él

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cuando fuera necesario, y oculto allí el sagrado tesoro, pronto vino a tomar vuelo entre el público la especie de no haber habido manera de penetrar en el recinto apostólico, y haber sido forzoso abandonar el intento, y ponerse en manos de la Providencia.” (1)82 Tengo pues por cosa moralmente cierta que en este tiempo se hizo la ocultación de las reliquias, y por muy probable que entonces se confundiesen las del Apóstol con las de los dos discípulos por las circunstancias mismas que debieron acompañar a la traslación, y que antes hemos indicado. Creemos también que entonces se obstruyó más y más el acceso a la cripta, y el interior de // –noventa– ella, y que desapareció la cavidad de que habla Ambrosio Morales a la que correspondía el agujero que vio debajo del altar mayor. Fúndase esta opinión en el hecho de que en las exploraciones últimamente verificadas, al sacar los escombros de la cripta se encontraron algunas monedas, cuya data es de los siglos IX al XVI, y no del tiempo posterior; esto es, de los siglos que mediaron entre el hallazgo de las reliquias en tiempo del Obispo Teodomiro y la época de la ocultación de ellas por el Arzobispo Don Juan de San Clemente. Obstruida la entrada de la cripta con fuerte muro por el Señor Gelmírez (1), estas monedas no podían hallarse en ella sino por haber caído por el agujero, cuando los fieles las arrojasen debajo del altar mayor como lugar más próximo al Santo Apóstol, como todavía tienen la devoción de hacerlo en estas tierras, no dando por satisfechos si no las echan en el punto más cercano de la imagen u objeto piadoso a que las destinan. Esto explica también por qué en 1665 el arquitecto Canónigo Vega y Verdugo se empeñaba en averiguar la razón “por qué nos dejaron tapiadas las escalerillas que bajaban a la cripta del Santo Apóstol”. (2) Dos puntos parece natural examinar tratándose de esta ocultación, uno de los cuales sin embargo poco o nada interesa para la resolución de la cuestión presente. Es esta la del paradero de la antigua arca marmórea, o sepulcro apostólico. Los de sus discípulos existen en la cripta, siquiera (1) Fr. Hernando de Oxea: Historia del Glorioso Ap. Santiago. Cap. 18. n. 3º = Ambr. Morales: Viaje Santo n. 45. (2) Recuerdos de un viaje XIV. // 82  No hay nota al pie de esta referencia. Ver Fita y Fernández-Guerra, Recuerdos..., pág. 81.

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abiertos y vacíos. El del Apóstol no está en ella. ¿Formaron parte del arca sepulcral los varios trozos de mármol de diferentes dimensiones que se encontraron en aquella, y el que forma uno de los lados del sepulcro descubierto en el ábside, como aparece del acta de rescisión en el expediente canónico? No me atrevo a sostenerlo, aunque no lo considero improbable. ¿Cuándo y por qué debió romperse? Nada se sabe. Tampoco es improbable la indicación de los arqueólogos, de que acaso se aprovechó para hacer con ella el cenotafio que en el siglo XVII se puso debajo del altar mayor para representar el sepulcro ya que entonces se vio que no estaban las reliquias en la cripta; y parece apoyarlo el color del mármol del cenotafio, ya que la miniatura del siglo XII en el Tumbo A de la Iglesia la representa de color melado. Los mismos arqueólogos sin embargo se inclinan más a la idea de que fue colocada en sitio de que se ha perdido la memoria (1). Sea de ello lo que fuere, esta averiguación no influye en la cuestión que se examina principalmente. El otro punto es más interesante, y de él se ocupan en su informe los Señores Labín y López Ferreiro. ¿Por qué pasado el peligro de la invasión inglesa no fueron colocadas de nuevo las reliquias en el lugar primitivo, siendo así que no correspondía a su importancia y dignidad el sitio y la forma de la ocultación? Creo que no es cosa difícil contestar a esta pregunta. Aunque (1) Recuerdos de un viaje XIV. //

–noventa y uno– es cierto que la alarma, de que se hace mérito en las actas capitulares de 1589, cesó pronto por la retirada de los enemigos, también lo es que no terminó la guerra, y por lo mismo no desapareció el temor de que volvieran los ingleses. En 1596 escalaron los muros de Cádiz, incendiaron las Iglesias, y se llevaron inmenso botín e innumerables cautivos, continuando por varios años las correrías y desafueros. Resultado de esto fue que no se lograse en Compostela la deseada quietud y seguridad como acreditan las actas capitulares de aquellos años, hasta que la muerte de Isabel de Inglaterra y las treguas con Holanda en 1609 permitieron respirar a las costas de España (1). Antes de esto en abril de 1602 falleció el Arzobispo Don Juan de San Clemente, y es bien claro que no pudo volver las reliquias a su antiguo recinto. Fácilmente se comprende también que las pocas personas que le acompañaron al ocultarlas, aun cuando le sobreviviesen, no podían ya por sí restituirlas a su cripta, ni creerían conveniente divulgar el hecho de la ocultación que no había revelado su Prelado.

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4º. Llegamos al punto más interesante del estudio que me he propuesto. Hay razones bastantes para probar la autenticidad de las reliquias encontradas, esto es, para afirmar que son las del Apóstol Santiago, y las de sus dos discípulos San Atanasio y San Teodoro. Me declaro resueltamente por la afirmativa. Son tantas (1) Recuerdos de un viaje XIV. //

y de tal peso estas razones que aparecen del expediente canónico, que no dejan lugar a argumento alguno racional en contra de esta aserción. Examinémoslas separadamente. Es la primera el sitio donde se ha descubierto el sepulcro. Este es el fondo del ábside considerado siempre como la parte más noble de los templos, y la Capilla llamada antiguamente Confesión, el eje de la Basílica en línea recta del punto del sepulcro primitivo. Estaba antes dentro de la cripta, y se ha hallado detrás de ella el pavimento de la Confesión. Debiendo ocultarse las sagradas reliquias, ¿había otro sitio más digno de ellas, más en relación con el sepulcro primitivo? Es cosa demostrada con documentos irrecusables del Archivo de la Basílica que jamás se concedió a nadie ser enterrado en la Capilla mayor de ella. Los Reyes y los Prelados podían ser los únicos que aspirasen a este honor. De los primeros consta en las historias donde fueron sepultados. De los que lo fueron en la Basílica Compostelana, y cuyos nombres cita Ambrosio Morales en su Viaje Santo (1), dice el mismo que estaban enterrados en una Capilla del crucero al lado del Evangelio, y fueron trasladados con licencia del Emperador Carlos V a la Capilla del Cabildo, que llamaron de los Reyes. Los Prelados tenían su panteón junto al claustro en el punto que se llamaba el Tesoro nuevo, y hoy es la Capilla de los Reyes, o de las Reliquias. Si alguno de ellos con razón pudiera haber sido (1) Tít. 45. //

–noventa y dos– honrado con sepultura especial fue sin duda Don Diego Gelmírez, que tanto engrandeció a su Iglesia. Aunque no consta directamente que fuese enterrado en dicho panteón, se infiere claramente, 1º del hecho de cantarse tres oficios anuales, o aniversarios por su alma en distintos días, concluidos los cuales

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siempre ha ido el Cabildo procesionalmente a cantar el responsorio final en el claustro junto al antiguo panteón; y 2º del testamento de otro Prelado del siglo XIII que dispuso fuese sepultado su cuerpo junto al de sus hermanos los Arzobispos y coepíscopos en el tesoro nuevo, o sea en el panteón. Este Prelado fue Don Juan Arias que falleció en 1266, y en su testamento otorgado en 20 de abril dijo: Primo mandamus corpus nostrum sepelii in thesauro novo juxta fratres Archiepiscopos et coepiscopos (1). De los que fueron enterrados en otra parte consta expresamente el sitio de su sepultura. Así consta que Don Pedro Muñiz lo fue junto al pórtico llamado de la Gloria o sea la puerta principal del templo en 1224, y Don Bernardo de Cordeiro en 1240 en el Monasterio de Sar fuera de la ciudad, donde también parece lo fue en 1206 el Arzobispo Don Pedro Suárez de Deza. A principios del siglo XIV el Arzobispo Don Rodrigo del Padrón designó para su sepultura la nave posterior al ábside, o sea el deambulatorio. En las excavaciones hechas últimamente, y por la razón que se dirá más adelante, se levantó la lápida del deambulatorio que parece designar esta sepultura, y se encontró una cavidad vacía abierta en la roca; pero nada que indicase haber sido puesto allí su cadáver. Este Prelado murió en Salamanca en 1316, (1) Tumbo C del archivo, folio 4. //

y aunque en la relación de la visita hecha en la Basílica por el Cardenal Hoyo a principios del siglo XVII se dice que Don Rodrigo “fallesció en Salamanca VIII die mensis Novembris: sepultus est die San Nicolai, era de MCCCLIV, como parece por la letra de su sepultura, que está en esta iglesia de Santiago tras la Capilla mayor, ante la puerta del Salvador” (1), es probable que no fuese depositado allí su cuerpo, que no aparece en ella, ni consta que fuese trasladado a otro sitio. También en Oviedo se ve el sepulcro que preparó para sí Don Juan Arias del Villar con su estatua, y sin embargo fue enterrado en Segovia, y nada significa la inscripción laudatoria del Prelado que se puso después en el sepulcro de Oviedo. Sea de ello lo que fuere nada arguye contra lo que trata de probarse, esto es, que nadie fue enterrado en la Capilla mayor, ya que esta sepultura está fuera de ella en la nave posterior o deambulatorio, y las palabras con que el Cabildo concedió esta elección de sepultura a Don Rodrigo, correspondiendo a sus beneficios, lo confirman más y más. “Concedimus eidem Domino Archiepiscopo plenam et liberam facultatem, quod in eadem ecclesia compostelana, tam in cappellis, quam in claustro, quam alias ubicumque excepto altari majori Beati Jacobi prout in clavem clauditus et custoditur, ubi voluerit, sibi

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valeat sepulturam eligere juxta votum,83 etc.” (2) Se ve pues claramente la exclusión de la Capilla mayor que es el espacio del altar del Apóstol cerrado y guardado con llave. Otro argumento concluyente suministra una (1) [en blanco] (2) Tumbo C. Folio 274. //

–noventa y tres– Acta capitular de 23 de abril de 1627. Tratábase de conceder sepultura al Arzobispo Don Juan Beltrán de Guevara y el Canónigo Cardenal Don Francisco de la Calle, que era Fabriquero presentó una protesta en la que entre otras cosas se leía: “digo que Vuestra Señoría hizo gracia de dar puesto y lugar un nicho para entierro del Señor Don Juan Beltrán de Guevara, Arzobispo que fue de esta Santa Iglesia, en el lienzo de parede dentre las dos capillas de San Andrés y San Fructuoso frontero del Sepulcro del glorioso Apóstol, cosa que xamás se a hecho en esta Santa Iglesia ni con las personas Reales, ni otros Perlados.” (1) Queda pues demostrado que jamás se concedió sepultura a persona alguna en la Capilla mayor, y que por lo tanto el sepulcro encontrado en el lugar principal de ella no puede ser sino el que contiene las sagradas reliquias de Santiago y de sus dos discípulos, únicos que estuvieron sepultados en ella. El único argumento que pudiera hacerse es el de que en los ánditos que rodean la cripta se encontraron algunos restos humanos al hacerse las excavaciones; pero pierde toda su fuerza con solo leer el escrito de los Señores Labín y López Ferreiro, que presidieron la ejecución de las obras. Desde luego estos huesos no fueron encontrados en el interior de la cripta, sino fuera de ella en los ánditos o corredores: estaban envueltos en tierra muy apretada, y esparcidos entre escombros bajo de un pavimento de losas de granito con señales de haber estado sometidas a la acción del fuego, y cubiertas de una espesa capa de cenizas. Examinados, se vio que (1) Actas Capitulares de Santiago //.

parte de ellos pertenecieron a mujer, o persona adulta de poco desarrollo. Concedemos a dicho señor Arzobispo plena y libre facultad para elegir su sepultura donde desee en esta iglesia compostelana, tanto si es en cualquiera de las capillas como en el claustro, excepto en el altar mayor del beato Apóstol Santiago, cerrado y custodiado con llave. 83 

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Es cosa clara pues que ninguna relación tienen estos huesos con las reliquias de que se trata. Estaban ya allí cuando ocurrió el incendio y destrucción de la Iglesia en el siglo X, y esto basta para que no deba hacerse mérito de ellos, aun prescindiendo de las demás circunstancias que los acompañan, puesto que es indudable que después de aquel siglo se conservaron en el sepulcro de la cripta las reliquias del Apóstol y de sus discípulos. Creo con los citados Señores que deben atribuirse a la noble Señora Lupa, y a alguno de sus parientes, protectores según antiquísima tradición de los discípulos que aportaron a Galicia el cuerpo del Santo Apóstol. 2ª razón. El sepulcro mismo descubierto. En primer lugar consta en el expediente que está formado en parte de materiales tomados de la cripta. Una de las piedras que lo constituyen es de mármol semejante o igual a los trozos que se encontraron en la cripta, y uno y otros recuerdan la célebre arca marmórea que contenía los restos del Apóstol. La parte superior es una piedra más larga que la misma cavidad, y que sin embargo no se colocó de manera que la cubriera totalmente, sino más retirada hacia la parte posterior dejando un espacio abierto en la del frente que se cubrió con dos ladrillos iguales a los que formaron los sepulcros de los dos discípulos y se encuentran en la cripta, y que en sus dimensiones, en su forma y en todos sus ca- // –noventa y cuatro– racteres acreditan ser de la época romana (1). Nótase además una cruz latina toscamente abierta sobre la losa superior. (2) Todo esto indica del modo más claro que los materiales de este sepulcro fueron tomados de la antigua cámara sepulcral, y por consiguiente para depositar en él las sagradas reliquias en ella conservadas. No debe olvidarse que para hacer este sepulcro se rompió el pavimento de la Confesión de Don Diego Gelmírez, sobre el cual se encontraron tierra, escombros y piedras de las escaleras por las que se bajaba a ella, y formaban la base del pavimento más reciente a nivel de la capilla mayor. Otra circunstancia atendible es que el sepulcro no llega a un metro en su longitud, y mide tan solo treinta centímetros de alto y ancho (3). Esto es una prueba evidente de que no se hizo para enterramiento, ya que solo hubiera podido contener el cadáver de un niño, sino a manera de urna cineraria para depósito de huesos trasladados de otro o de otros sepulcros. Esto se comprueba más considerando que los huesos allí contenidos no estaban esparcidos en todo el fondo a lo largo del sepulcro, sino reunidos en la parte anterior de él

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y no más allá de la mitad de su espacio interior. Esta circunstancia explica el por qué la piedra o losa superior, con ser más larga, no cubría enteramente el sepulcro, sino que dejaba una abertura que fue cerrada con dos ladrillos y con argamasa o yeso. Se comprende que preparado el nuevo sepulcro, y dejada aquella estrecha abertura, por ella (1) Informe de los Señores Labín y López Ferreiro. (2) Recuerdos de un viaje. XIV. (3) Informe de los Doctores médicos. Véase también el acta de inspección ocular.//

se introdujeron las reliquias que quedaron en la sección inmediata, y que verificada esta operación se completó el cierre con los ladrillos, y el material aplicado por el mismo que hizo la ocultación que dejó estampadas sus manos delicadas y gruesas. Esto explica también por qué la cruz latina no está en el centro de la piedra, sino hacia los pies, esto es, hacia el costado oriental, cerrado con ladrillos (1). ¿Cómo pues en lugar preeminente de la Iglesia en el que nunca se permitió enterrar a nadie, un depósito de este género, y marcado con una cruz, si no se tratase de restos de gran veneración? 3ª razón. Argumento poderosísimo a favor de la autenticidad de las reliquias son los mismos restos contenidos en el Sepulcro. Llama la atención desde luego que gran parte de ellos son fragmentos tan pequeños que los Doctores en medicina que los examinaron no pudieron discernir los miembros o partes del cuerpo a que pertenecieron. Estos fragmentos estaban mezclados con tierra, ocupaban el fondo del sepulcro y sobre ellos estaban colocados los fragmentos mayores que clasificaron después los Doctores, formando el cuadro sinóptico de los miembros que representan (2). Ahora bien: esta exquisita diligencia en conservar hasta los más insignificantes fragmentos y en recoger la misma tierra para que ninguno se pierda, demuestra claramente que no se trataba de huesos comunes, sino de reliquias venerandas. (1) Recuerdos de un viaje XIV. (2) Informe de los Doctores médicos. //

–noventa y cinco– Otra circunstancia digna de ser notada es que entre la tierra y pequeños fragmentos se encontró un pedacito de mármol del mismo color que los encontrados en el lugar de la cripta donde estuvo el primitivo sepulcro de Santiago. No menos lo es, que algunos de los huesos mayores, a pesar de que en el sepulcro descubierto no se hallaban en contacto con los ladrillos romanos

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que cerraban la abertura dejada entre las piedras a la parte superior del frente, ofrecían a la vista un color de tierra rojiza como la de los materiales de los sepulcros de San Atanasio y San Teodoro (1). ¿Qué prueba esto sino que estuvieron en contacto con aquellos materiales, y la humedad de los cuerpos en su descomposición los hizo cubrirse de la capa rojiza formada por la tierra de los ladrillos sepulcrales? Resumiendo estas observaciones, ocurren naturalmente estos argumentos. Es indudable que los cuerpos del Apóstol Santiago y de sus discípulos San Atanasio y San Teodoro estuvieron largos siglos en la cripta que está debajo del altar mayor de la Basílica. Es indudable que hoy no se encuentran en sus sepulcros primitivos. Luego es evidente que fueron trasladados a otra parte. En la misma Capilla mayor, en la que nunca fue sepultada persona alguna, y detrás de los muros de la cripta a la misma profundidad que esta, se encuentra un sepulcro cuyos materiales aparecen tomados de aquella, y cuyas dimensiones demuestran no ser otra cosa que un depósito de restos humanos o urna cineraria, (1) Informe de los Señores Labín y López Ferreiro. //

formada y cerrada precipitadamente y marcada con una cruz. En ella se hallan huesos y fragmentos diminutos recogidos con sumo cuidado, con estos un pedacito de mármol como el del sepulcro del Apóstol, y varios de aquellos tomados del color de la tierra rojiza de los sepulcros de sus discípulos. Luego estos huesos fueron trasladados de aquellos sepulcros, y son por lo tanto las reliquias de Santiago, de San Atanasio y de San Teodoro. 4ª razón. Examinados científicamente los restos hallados en el sepulcro, como aparece del informe de los Doctores, resulta demostrado que pertenecen a tres individuos ni más ni menos; que la edad que representan estos huesos es la de personas que llegaron al tercer tercio de la vida en su duración ordinaria, y que sometidos algunos fragmentos a un análisis químico, y comparado el resultado con el que graves autores hicieron de huesos normales, o de tiempos modernos, y de otros célticos, se ve claramente que se alejan de aquellos y se acercan a estos, demostrándose con ello que cuentan ya muchos siglos de existencia, y nada arguye en contra de la creencia de que se remontan a los primeros tiempos del cristianismo (1). Ahora bien: siendo tres los que se buscan, de edad madura y del primer siglo de la Iglesia, y apareciendo, con todas las circunstancias antes dichas de lugar y modo, reliquias de tres hombres de edad provecta, y de antigüedad (1) Informe de los Doctores. //

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–noventa y seis– indisputable, no es posible dudar que realmente son estas las reliquias del Apóstol y de sus discípulos. 5ª razón. Consérvase en la Basílica una estatua del Apóstol Santiago de unos treinta centímetros de altura, y en su mano derecha en gracioso relicario o teca a manera de torrecilla un diente del mismo, como expresa la inscripción que tiene en la izquierda. Fue donada por Godofredo Coqueresse ciudadano francés a principios del siglo XV.84 La comisión capitular con los Doctores aplicaron este diente a un alveolo de una de las mandíbulas encontradas en el sepulcro, y se halló perfecta colocación (1). La Iglesia de Toledo conserva una reliquia del mismo Santiago, que es un fragmento de su cráneo, y también la de Pistoya. Uno de los canónigos comisionados para las exploraciones ha tenido ocasión de examinarlas, y atestigua que tienen el mismo color, y presentan las mismas manchas que otros fragmentos craneales que se hallaron en el sepulcro. Razones ambas que arguyen de una manera que no admite dudas en favor de la autenticidad de los restos descubiertos en la Basílica. A todas estas que pueden llamarse pruebas directas, se añaden otras indirectas que las corroboran en gran manera, y de que también debo ocuparme. Es incuestionable que desde hace mucho tiempo se tenía idea de haber sido ocultadas las reliquias. Ya hemos dicho antes que en los años 1666 al 69 se hizo una exploración de la cripta al tiempo de las obras de decoración de la Capilla mayor. En este mismo siglo ha habido algún conato (1) Informe de los Señores Labín y Ferreiro. Recuerdos de un viaje XIV. //

de exploración, y vive todavía alguna persona que intervino. La persuasión misma fundada cuando menos en el hecho de no haberse encontrado en la cripta cuando fue registrada en 1666, es la que ha dado lugar a las obras hechas últimamente, y que Dios ha querido tuviesen un resultado feliz con circunstancias que pueden llamarse providenciales, y de que se hace mérito en el informe canonical. La estatua está fechada actualmente hacia 1321 y es conocida como Santiago Coquatrix, donado por Geoffroy Coquatrix, cortesano francés e impulsor de la cofradía de Santiago en París. Ver Museo Catedral de Santiago, Santiago Peregrino de Geoffroy Coquatrix [en línea], disponible en [Consulta: 12/12/2019]. Sigue usándose procesionalmente a pesar de la sustitución del diente, que se perdió en el incendio de la capilla de reliquias en 1921: Elisardo Temperán, “Misa estacional de la solemnidad del Apóstol Santiago, domingo 21 de julio de 2021” [en línea], disponible en [Consulta: 26/07/2021]. 84 

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Respecto del sitio en que se hallaban las reliquias puede decirse que tampoco faltaban totalmente indicios. Cítanse en dicho documento varios hechos que lo apoyan, y si bien algunos de ellos resultan falsos o revestidos de circunstancias poco verosímiles, acreditan sin embargo que alguna cosa dio origen a lo que se decía, como se vio antes respecto a lo que refiere el Padre Bugarín como un hecho notorio ocurrido en tiempo del Señor Arzobispo San Clemente. Desde inmemorial se refiere en Compostela que un Arzobispo solía bajar de noche a la Capilla o Confesión que había detrás del altar mayor acompañado de un joven paje a quien mandaba detenerse a la puerta que daba entrada a la escalera, y que habiendo este penetrado una vez por curiosidad, quedó ciego por algún tiempo, dando esto motivo a que se cerrase aquel lugar. (1) Dejando a un lado lo del castigo de la curiosidad del paje, y discurriendo acerca de las personas, del lugar, y de los hechos, creo que puede darse una explicación que ilustra la materia. (1) Informe de los Señores Labín y López Ferreiro. //

–noventa y siete– Sabemos por la historia de la vida del venerable Prelado Don Juan de San Clemente escrita por su Secretario Don Pedro Sanz del Castillo que tenía tal devoción al Santo Apóstol que pasaba muchas noches orando en la Capilla mayor (1). Las reflexiones antes hechas, y lo que cita el Padre Bugarín convencen de que en sus días y por él acompañado de algunos familiares se ocultaron las reliquias. Para ello fue preciso romper el pavimento de la Confesión, y esto reclamaba para conservar el secreto que se cubriese y levantase todo aquel lugar con nuevo pavimento a la altura de la Capilla mayor. Esta obra debía fundarse en alguna cosa que la justificase para el público, y de aquí que al verificarla se permitiese creer que había ocurrido algún suceso extraordinario, que comentado por el vulgo, dio lugar al dicho del castigo sobrevenido al joven sirviente por su curiosidad importuna. Tiene un fundamento racional lo que se cuenta como tradición de largo tiempo, y esta explicación nada improbable confirma la creencia de ser aquel el sitio donde se ocultaron las reliquias. Otra tradición popular que con otros autores refiere el Señor Zepedano (2), es la de que debajo de la losa grande que hay en el deambulatorio del ábside fuera de la Capilla mayor, y en línea recta del sitio donde se han descubierto las reliquias, había una escalera que conducía al sepulcro del Após-

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tol. Levantada la losa, no apareció más que la cavidad abierta en la roca para sepultura de Don Rodrigo del Padrón, como antes se dijo, (1) Informe de los Señores Labín y López Ferreiro. (2) Historia de la Basílica Compostelana. //

y cuyo epitafio se conservaba en el siglo XVII. (1) Fácilmente se comprende pues que si había alguna razón para que se confundiese la lápida con la misteriosa entrada al sepulcro del Apóstol, era la del vago rumor de la proximidad de las reliquias del Patrono. Nótese que desde este sitio al muro posterior de la cripta hay un espacio de quince metros y no era posible racionalmente suponer una escalera que descendiendo llegase a la cripta, cuyo pavimento está poco más de un metro más bajo que la losa, y por consiguiente no permite escalera ni galería que a ella conduzca. Encuentro muy acertadas las reflexiones que al hablar de estos dichos vulgares hacen los Señores Labín y Ferreiro recordando las tradiciones populares relativas al sitio y modo de conservarse las reliquias de San Ambrosio y de los Santos Mártires Gervasio y Protasio, en cuyo fondo había verdad, pero no en las fabulosas circunstancias que se le añadían, como se vio al hacerse el descubrimiento reciente de ellas en Milán. Lo mismo debe tenerse presente en las que se refieren a Santiago y a sus discípulos, siendo condición del vulgo exagerar las cosas y revestirlas de condiciones misteriosas. En el escrito de dichos Señores se citan otros datos que confío quedarán plenamente justificados en el expediente canónico, como el del Platero de la Catedral Don José Losada que recuerda haber visto en sus primeros años una plancha (1) Informe de los Señores Labín y López Ferreiro. //

–noventa y ocho– metálica puesta sobre el sitio del sepulcro descubierto y que servía para que los devotos encendiesen velas en honor al Santo Apóstol, poniéndolas sobre la plancha para evitar sin duda el peligro de incendio y de suciedad con la cera desprendida. Igualmente el de personas que viven y refieren de sí mismas y de otras que tenían la costumbre de rezar junto a la reja o ventana del deambulatorio que mira al sitio de las reliquias para implorar el auxilio del Patrono. Estas prácticas piadosas habrán aprendido sin duda de sus padres, y no se les encuentra fundamento sino en la suposición o creencia de que rezando allí estaban más inmediatas a las sagradas reliquias. Indicios son también, a no dudarlo, lo que se observa en la pintura de la bóveda de la Capilla mayor, y en las vidrieras de los arcos o ventanas que hay

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alrededor del ábside. Pertenecen a la decoración verificada en la segunda mitad del siglo XVII, cuando ya se había explorado la cripta, y se sabía que no estaban en ella las reliquias (1). Relativamente a la pintura llama la atención que habiéndose pintado en los varios compartimentos de la bóveda diferentes alegorías del Apóstol, la principal de ellas en esta Iglesia, que es el arca sepulcral y la estrella que la descubrió a principios del siglo IX, no se puso en el centro y perpendicular al altar mayor y al sepulcro de la cripta, sino en la parte posterior y precisamente sobre el punto donde se han encontrado las reliquias. Acerca de las vidrieras obsérvase que (1) Recuerdos de un viaje XIV. //

sus marcos o bastidores son sencillos, y si algún dibujo forman, nada alegórico representan, a excepción de la que está directamente sobre el sepulcro descubierto, y cuyos bastidores y divisiones de cristales están artificiosamente dispuestos de modo que se dibuja el arca y la estrella. Cuando en la época antes dicha se varió la decoración de la Capilla mayor, y se colocaron lámparas alrededor de ella, se pusieron y las ha habido siempre en mayor número en el fondo del ábside sobre el sitio que ocupa el sepulcro. ¿A qué obedece esta colocación de lámparas detrás del altar mayor, y en punto que no se ve desde el cuerpo de la Iglesia, porque lo impide el altar mismo? Según el antiguo ceremonial de la Basílica en las procesiones Dominicales se hace estación en el deambulatorio o nave detrás del ábside, junto al sitio donde se ha descubierto el sepulcro, y se canta allí la antífona: Corpora Sanctorum, etc., y la oración correspondiente. Parecía más propio cantarla en la nave central y delante de la Capilla mayor y del altar del Apóstol colocado sobre la cripta. Algún motivo ha habido para disponerlo del modo como se hace, y ha lugar a decir que es porque se creyó que las reliquias estaban en lugar más próximo, ya que se sabía no estar en el primitivo sepulcro, por las exploraciones hechas hace más de dos siglos. Añado para concluir esta demostración que en el plano de la Basílica trazado en 1793 por el arquitecto de la misma Ferro Caaveiro que // –noventa y nueve– trabajó en ella durante muchos años se dibuja un cuadrado que comprende la parte posterior al altar mayor hasta los muros del ábside, diciendo ser este el espacio dentro del cual se creía estar ocultas las Santas reliquias. Las exploraciones verificadas han dado por resultado el hallazgo del sepulcro dentro del cuadro señalado. La indicación del arquitecto acredita la tradición o creencia

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de su tiempo, y viene por lo mismo a confirmar la autenticidad de las reliquias. De todos estos datos resulta más o menos directamente probado que desde el siglo XVII se creyó siempre en la ocultación de las reliquias, y que se hallaban dentro de la Capilla mayor donde se han encontrado. Con ello se confirma más y más la argumentación fundada en el examen del sepulcro, y de las reliquias en él contenidas. No es posible pues dejar de reconocer la autenticidad de las mismas, y creo poder decir que, o no están en la Basílica los cuerpos del Santo Apóstol y de sus discípulos, o que son sus reliquias las halladas providencialmente en el sepulcro descubierto. Lo primero es un absurdo desmentido por la historia y documentos de todos los siglos y por la creencia universal, luego lo segundo es la verdad, contra la cual no parece pueda aducirse argumento alguno racional y sólido. 5º. Siendo esto así, fácilmente se contesta a la última cuestión que me propuse examinar. Las razones que prueban la autenticidad o identidad // de las reliquias de Santiago y de sus discípulos bastan para fundar en ellas un decreto canónico que las declare tales y permita se les dé culto público. En su célebre obra de Servorum Dei Beatificatione et Beatorum canonizatione enseña el sabio Pontífice Benedicto XIV que tanto para la aprobación de reliquias por los Prelados Ordinarios, como por la Sagrada Congregación de Ritos, no se necesita la evidencia física o metafísica, sino que basta la certeza moral. Non evidentiam metaphisicam aut phisicam, sed moralem sufficere, sive quaestio sit coram Ordinario, sive coram Sacra Congregatione (1). Si así no fuere, continúa diciendo, sería necesario que dos testigos mayores de toda excepción declarasen haber visto por sus propios ojos que tal hueso, por ejemplo, fue tomado del cuerpo de tal Beato o Santo de ellos bien conocido, y que fue depositado en tal lugar, del que saben que jamás fue extraído, ni pudo serlo por un solo momento. Esta prueba es ciertamente imposible, de modo que si se exigiese como necesaria, destruiría por completo la identidad de las sagradas reliquias: quae probatio utique est impossibilis, atque ideo quatenus tamquam necessaria admitteretur, sacrarum Reliquiarum identitatem destrueret (2). Cita en confirmación de esta doctrina a Suárez (3), a Ambrosio Morales (4), a Sánchez (5), y a otros (6), copiando por fin a Papebrochio que dice: In hac materia (1) Lib. IV. P. 2. C. 2h. (2) id. Id. (3) Suárez in 3. P. D. Thom. Disput. 99. Sect. 2. Sed quaret aliquis. (4) In 3. P. Histor. Gen. Hisp. Lib. 17. C. 9 in fin. (5) Lib. 2. Summ. C. 43. M 15. (6) Mat[t]a de Canoniz. Sanctor. P. 4. C. 29. N. 15. etc. etc. //

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–cien– reliquiarum, potius quam alibi, procedendum magis ex piae credulitatis affectu, quam ex notitia certa eorum, per quorum manus transierunt illae... Aequum enim est, ut ibi subsistat humanae inquisitionis diligentia, ubi ulterior labor esset frustraneus.85 (1) Cuanto con estos autores dice el sabio Pontífice es el comentario y explicación de lo que dispone el Santo Concilio de Trento en esta materia. Statuit S. Synodus... nec novas reliquias accipiendas, nisi eodem recognoscente et approbante Episcopo, qui simul atque de iis aliquid compertum habuerit, adhibitis in consilium theologis et aliis piis viris, ea faciat, quae veritati ac pietati consentanea judicaverit.86 (2). Ahora bien: instruido el expediente canónico sobre la identidad de las reliquias, recibido el testimonio de los Canónigos que presidieron la exploración, y de otras personas que intervinieron en ella; hecha la inspección y análisis por los Doctores en medicina a presencia de la comisión nombrada por el Eminentísimo Prelado y el Cabildo Metropolitano, y consignado su informe científico en el expediente: oído el parecer de dos sabios arqueólogos, uno de ellos sacerdotes de la Compañía de Jesús, y ambos Académicos de la Historia; tomada declaración a varias personas que pueden testificar acerca de algunos hechos conexos; y examinados por fin los documentos del Archivo Catedral, que más o menos directa(1) Papebroch, Respons. ad exhibit. error. Ad art. 19. n. 12. (2) Sess. 25. C. 2. De invocatione, venerat. et. Reliquiis Sanctorum. //

mente se relacionan con los sepulcros del Apóstol y de sus discípulos, se ha cumplido ya lo que previene el Santo Concilio, se ha llegado al término del que, dice Papebrochio, que no debe pasarse, y se ha logrado la certeza moral necesaria y suficiente, según Benedicto XIV. Tanto más es así, cuanto que él mismo enseña que para la declaración de autenticidad por el Ordinario, que es la de que ahora se trata, se necesitan menos pruebas que las exigidas para que el juicio sea dado En este asunto de las reliquias, más que en otros, se debe partir más bien de las piadosas creencias que de las noticias seguras, o de seguir con precisión su trayectoria... De otro modo, aunque se investigase con suma diligencia, toda seguridad sería imposible. 86  Tampoco se han de admitir nuevos milagros, ni adoptar nuevas reliquias, a no reconocerlas y aprobarlas el mismo Obispo. Y éste, luego que se certifique en algún punto perteneciente a ellas, consulte algunos teólogos y otras personas piadosas, y haga lo que juzgare convenir a la verdad y piedad. 85 

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o confirmado por la Sagrada Congregación: majores procul dubio probationes sunt necessariae, quando agitur de probanda identitate Sanctorum corporum, seu Reliquiarum in sacrorum rituum Congregatione, quam cum agitur de eadem probanda coram Ordinario (1). Esta es la razón por la que en algunos casos la Sagrada Congregación se abstiene de dar su decreto, sin que por ello invalide el del Ordinario, a quien compete este juicio según el Concilio de Trento. (2) En el dictamen o voto que, siendo Promotor de la fe, emitió el mismo Pontífice acerca de la identidad del cuerpo de San Juan de Mata, y que a la letra se inserta en su citada obra, dice que dos puntos deben ser examinados principalmente para que resulte certeza moral acerca de ellos: 1º el relativo a la sepultura de San Juan en la Iglesia de Santo Tomás de Formis, y su permanencia en ella hasta el año 1655; y 2º el de que el cuerpo que en ella estuvo es el que se conserva (1) De Serv. Dei Beatif. etc. Lib. IV. P. 2. cap. 24. n. 9. (2) id. id. //

–ciento uno– en el convento de Madrid. Salta a la vista que en nuestro caso ha de buscarse la certidumbre moral respecto de los mismos puntos, y lo que se ha dicho en los párrafos anteriores, examinando el expediente canónico, demuestra claramente que se ha llegado a ella de tal manera que no se concibe argumento sólido en contrario. Podrá acaso decirse que falta algún milagro o hecho extraordinario para probar la identidad de las Reliquias del Apóstol y de sus discípulos. Dejando a un lado lo que en el escrito de los Señores Labín y López Ferreiro se dice acerca de algunas circunstancias que llaman providenciales, y lo que sucedió al cantero Juan Nartallo al descubrir los huesos en el sepulcro, contesto con las palabras del mismo Benedicto XIV: Si pro regula statueretur necessaria esse miracula in judicio identitatis sacrarum Reliquiarum, actum esset de cultu sacrarum Reliquiarum, quae a Coemeteriis Urbis extrahuntur, et publicae venerationi exponuntur in ecclesiis, praecedentibus tantummodo signis, aut vasi sanguini tinctis. Qua in re utique maximum contineretur inconveniens, ad quod avertendum concludere opus est, quod miracula in hoc judicio prossunt, sed quod non sunt necessaria, quodque sola necessitas reducitur ad signa probabilia, et ad identitatis probationes ex quibus certitudo moralis dessumatur.87 (1) 87  Si se hubiese decidido que para juzgar la identidad de reliquias sagradas fuese necesario atestiguar como norma ciertos milagros y que las reliquias sagradas fuesen trasladadas

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Concluyo con otra observación que se lee a continuación en el mismo informe sobre San Juan de Mata, y que es aplicable también al caso presente. (1) Oper. citato. Lib. IV. P. 2. cap. 25. n. 51. //

Et multo magis, dice, cum hic non sit quaestio88, an in hoc vel potius in alio loco corpus S. Joannis conservetur, uti accidit in corpore S. Benedicti, in corpore S. Scholasticae, in corpore S. Monicae, in corpore S. Bartholomaei Apostoli: in hac quippe facti specie oportet ut contendentes existentiam corporis in suo loco nedum probabiles afferant rationes, sed eas afferant talis generis ac naturae ut superent rationes illorum, qui corporis existentiam astruunt in loco diverso. In nostra facti specie nemo est qui dicat, corpus penes se esse, et non in Conventu Matritensi: conveniunt omnes, vel corpus esse illud quod conservatur in Conventu Matritensi, vel in rerum natura non existere corpus S. Joannis de Mata: idque facit, ut eo libentius pronuntiandum sit pro identitate.89 (1) Esto es exactamente lo que sucede en la cuestión presente, y no habiendo quien sostenga que el cuerpo del Apóstol está en otra parte, ni presentándose razones que destruyan la fuerza de las aducidas en el expediente canónico y reunidas en este escrito, que hacen moralmente cierta la identidad de las Reliquias de Santiago, de San Atanasio, y de San Teodoro, es lógico y justo que se declare solemnemente esta identidad para gloria de Dios y honor de sus Santos, y para piadosa satisfacción y consuelo del pueblo fiel, que acude con fervor y confianza a implorar su poderoso auxilio. a las iglesias desde los cementerios de la Urbe y expuestas a la veneración pública solo en virtud de signos previos o por la presencia de vasos teñidos de sangre, en el caso de que este impedimento se hubiera producido, es necesario concluir señalando que los milagros pueden ciertamente ser tomados en consideración en el juicio, pero que no son necesarios, y que la única exigencia requerida debe reducirse a las presuntas señales y a las pruebas de identificación de las que se deriva la certeza moral de su veracidad. 88  cum hic et nunc non sit quaestio en Benedicto XIV, De servorum Dei beatificatione…, Lib. IV, pars. II, cap. XXV, n. 51. 89  Y además, [dice] como no hay duda de si el cuerpo de San Juan se conservó en este o en otro lugar, como ocurre con el cuerpo de San Benito, el cuerpo de Santa Escolástica, el cuerpo de Santa Mónica o el cuerpo de San Bartolomé Apóstol; en el caso de una tal eventualidad, sería oportuno que los que sostienen que conservan ellos el cuerpo del santo no presenten razones presuntas, sino que presenten razones de tal tipo y naturaleza que prevalezcan sobre las razones de los que sostienen que el cuerpo del santo se conserva en un lugar diferente. En nuestro caso, no hay nadie que sostenga que el cuerpo se conserva en otro lugar que no sea el convento de Madrid: todos están de acuerdo en que, o bien el cuerpo de San Juan de Mata es el que se conserva en el convento de Madrid o que tal cuerpo no existe en absoluto: esto lleva lógicamente a pronunciarse a favor de su veracidad.

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Someto humildemente estas reflexiones al superior juicio de Vuestra Eminencia Reverendísima, a quien de derecho corresponde pronunciar la deseada sen(1) Oper. et. loc. cit. n. 52. //

–ciento dos– tencia, y a quien concederá Dios sin duda las luces y auxilios necesarios al efecto. Oviedo 31 de agosto de 1880. [rubricado:] Benito, Obispo de Oviedo. –ciento tres– [17. Segundo informe de los sobredichos Señores Académicos Fidel Fita y Aureliano Fernández-Guerrra] Eminentísimo Señor, Excelentísimos Señores: Honrados los que suscriben por Vuestra Eminencia y Vuestras Excelencias con el encargo de informar sobre los últimos descubrimientos hechos y reliquias halladas en esa Compostelana Basílica, pasamos a llenar nuestro cometido, reduciendo a breves líneas un largo trabajo histórico y crítico en que nos ha empeñado la materia y que muy pronto acabará de ver la pública luz. Las conclusiones de nuestro // estudio son las siguientes. El Apóstol Santiago hijo del Zebedeo, vino a España, predicó, obró patentes milagros e hizo discípulos en ella. Esta verdad, que tiene su base en el último versículo del Evangelio de San Marcos, se evidencia con testimonios clarísimos, conservados afortunadamente desde el siglo IV al VIII en las obras de Dídimo Alejandrino, San Jerónimo, Apringio, San Isidoro, San Beato de Liébana y otros escritores de cuenta, aunque no de la importancia de estos. El himno visigótico de las Vísperas de Santiago lo comprueba. Los evangelios y demás libros del Nuevo // –ciento cuatro– Testamento contienen alusiones que seguramente coadyuvan a robustecer esta verdad. En fin un escritor árabe del siglo X afirma que Santiago desem-

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barcó en pueblo de las orillas del Guadalquivir, a dos leguas de la Capital de Andalucía; noticia que recibió sin duda de algún escritor mozárabe. Las primitivas tradiciones de las Iglesias de Itálica, Braga y Zaragoza concuerdan a maravilla con las memorias de la Iglesia Iriense, conservadas en documentos valiosos e indubitables desde el año de 813. Santiago fue sepultado en la provincia de su predicación y doctrina. Esto lo asegura resueltamente San Jerónimo; el cual hacia los años de 415, bien // pudo oír del gallego Paulo Orosio cómo se veneraba el Sagrado Cuerpo del Apóstol de Compostela. San Isidoro dos siglos después, dice terminantemente que Jacobo predicó el Evangelio en España; y de ella, en los pueblos más Occidentales, y que fue sepultado en Arcos marmóricos, donde con efecto, al comenzar el siglo IX halló las santas reliquias el Obispo de Iria Teodomiro. Opinamos que hasta ahora no hay razón ninguna en contrario para dejar de creer que el Cuerpo y el sepulcro del Apóstol perseveraron siendo objeto de veneración en Compostela hasta la desastrosa revolución del año 711. Almakkari, escritor árabe, que // –ciento cinco– extractó las crónicas musulmanas de mayor antigüedad y crédito afirma en la pág. 174 del tomo I haber llegado las huestes de Muza hasta la peña de Pelayo, es decir hasta las mares de los Cántabros y Gallegos, sin dejar Iglesia que no fuese quemada ni campana que no fuese rota. Este bárbaro espíritu de devastación e incendio, no halló un momento de tregua en los dos primeros tercios de aquel siglo. A fines de él, San Beato de Liébana, que recuerda la predicación de Santiago en España, nada habla de su templo y sepulcro, porque en sesenta años después de la destrucción se encontraba ya perdida su memoria. Veinte años bastaron para que se // perdiese la del lugar dichoso que guardaba las reliquias de los niños Justo y Pastor en Alcalá de Henares. Junto a ellos enterró allí San Paulino de Nola al amado hijo que tuvo en su mujer Teresa; y devastado el sepulcro en la asoladora invasión de los Alanos, Vándalos y Suevos en 409 (si por alguna otra causa no lo había sido ya después del año 394), necesitó hacia el de 412 de una revelación del Cielo el Obispo Asturio para encontrar las reliquias. Sirva de apoyo este dato para explicar de una manera natural y racional el olvido del sepulcro de Santiago y de qué suerte lo descubrió el Obispo Iriense Teodomiro. El cual, en los días que //

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–ciento seis– terminaba el siglo VIII o empezaba el siguiente, recogiendo las tradiciones conservadas allí durante cien años, examinando las ruinas, cubiertas de maleza en aquellas soledades, y consultando memorias y documentos, eficacísimos sin duda, que hoy ya no poseemos y que entonces conducían con toda luz al discernimiento de la verdad, encontró el bendito cuerpo del Apóstol. La prueba pareció concluyente al rey Don Alfonso el Casto y a la Santidad de León III, que murió en 816; el cual escribió a toda la Cristiandad para que se gozase con tan felicísimo hallazgo. La epístola es genuina; pero no ha llegado íntegra a nosotros y se halla más o menos extrac- // tada en varios y muy antiguos códices. Uno de ellos es el iij, L, 9, del Escorial, escrito a principios del siglo XII. Pero, antes se encuentra mencionada en la Concordia entre el Obispo Don Diego Peláez y el Abad Fagildo, año de 1077, precioso instrumento conocido de todos. Son posteriores las copias que hemos visto en la Iglesia Compostelana y en el libro del Papa Calixto II. Los romanos pontífices han confirmado la certidumbre de estas reliquias de Santiago y otorgado grandes privilegios a la Sede Compostelana por la razón potísima de custodiar tan sagrados despojos. Bástanos citar los nombres de Urbano II, Pascual II, y Calixto II. En fin la Iglesia // –ciento siete– Romana se goza en que España cante en las solemnes vísperas del 30 de diciembre: Grates refert Hispania etc. Un catálogo impreso a fines del siglo XV que se conserva en el archivo de Simancas y da razón de todas las preciosas reliquias existentes en la Catedral de Compostela, comienza afirmando guardarse allí el Cuerpo de Santiago todo íntegro. Lo cual no se opone a que se hubieran sacado en siglos anteriores algunas pequeñas reliquias para Pistoya, Sahagún y alguna otra iglesia, como la de Tolosa en Francia. Un diente del Apóstol que sustrajo quizá algún indiscreto peregrino, fue devuelto espléndidamente por el parisiense Godofredo Coqueresse, en el siglo XV, dentro de preciosa // estatua, donde compiten la riqueza y arte; y la inscripción conmemorativa de aquella restitución sagrada vale por una auténtica.90 A fines El diente de la, efectivamente, espléndida estatuilla sería desechado posteriormente sin contemplaciones. El rechazo viene a corrobora la característica abundancia de falsas reliquias tan típica de Francia, incluidas varias de Santiago. Ver. p. ej, Adeline Rucquoi, “Relics and pilgrimages of St James in France”, en Pazos (ed.), Relics, shrines and pilgrimages..., págs. 41-62. Igualmente fue desechada la reliquia toledana. 90 

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del siglo XVI el Archiduque Alberto, gobernador de los estados de Flandes, envió de allí a la Metropolitana de Toledo un fragmento del cráneo; y el rey Don Felipe II legó nada menos que un brazo de Santiago el Mayor a la casa prioral de Santiago de Uclés; previniendo a los Caballeros de la Orden que no habían de celebrar Capítulo general de la Provincia de Castilla en parte alguna sin que en él estuviera de manifiesto aquella insigne reliquia: pereció en el saqueo y profanación execrable hechos por el ejército francés // –ciento ocho– durante la guerra de nuestra independencia. Ancianos que entonces fueron testigos presenciales nos han dado tristes pormenores del suceso. Otro hueso grande que se dice del brazo, existe en el suntuoso relicario del Escorial. Pero sobre la procedencia y autenticidad de esta y de alguna más de las reliquias anteriores hay que hacer diligente y profundo estudio crítico, pues alguna de ellas no pudo humanamente pertenecer al Apóstol. En los primeros días de mayo de 1589 sobrecogió a la Ciudad de Santiago la noticia de haber desembarcado en la Coruña el Drake, fiero corsario de la reina Isabel de Inglaterra, cuyas nefandas acciones y sacrilegios abominables, odio a las reliquias // santas y bárbaros incendios y saqueos tenían consternados a los españoles. El Cabildo de Compostela y el arzobispo Don Juan de San Clemente mandaron a lugares fuertes del interior la mayor riqueza del archivo y de los vasos y ornamentos sagrados; y a Orense las muchas y preciosas reliquias. Se hizo entonces correr la voz de que al tratar de romper el muro para sacar las del Apóstol, fue tal el viento y resplandor que salió del lugar, que se abandonó la empresa, diciendo el Arzobispo: “Dejemos al Santo, que él se defenderá y nos defenderá a todos.” Esto induce a creer que ciertamente se ocultaron las del Apóstol y con ellas las de sus dos discípulos Atanasio y Teodoro, sepultados junto // –ciento nueve– a su maestro; y que para mayor seguridad de la ocultación se dijo aquello. Parece verosímil que en los primeros años del siglo XII el Obispo Don Diego Gelmírez depositó unas y otras reliquias en rica urna trísoma de plata para que, desbaratado el interior del monumento, perseverase el consorcio que habían tenido los tres Cuerpos Santos por tan dilatada sucesión de centurias. Nada tampoco habría tenido de extraño que en la misma urna pusiese

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Gelmírez las pocas reliquias de otros Santos, dejados fuera de su sitio cuando se llevó a San Payo la columna y ara que hasta 1077 sirvieron de altar delante del sepulcro del Apóstol. Alfonso III, en el año 899, afirma que las había seguramente en el lóculo del ara. Estas, // con efecto y por lo común, eran pocas, ocupaban un lugar reducido, y aun cuando fuesen llevadas a la urna apostólica y colocadas junto a los Cuerpos venerandos, podían con facilidad distinguirse. Parécenos indudable que, al llevar a cabo, desde 1666 a 1669, las obras del costosísimo altar mayor de la Basílica y deshacer la cripta labrada en el primer tercio del siglo XII por Gelmírez, el arca santa de plata apareció vacía; que buscando el escondido tesoro de las reliquias se desenvolvieron hasta en los cimientos las ocultas ruinas del monumento sepulcral romano donde el año 42 de nuestra era fue colocado el Santo Cuerpo; y que toda diligencia fue inútil. // –ciento diez– La felicísima inspiración de Vuestra Eminencia y la cooperación de Vuestras Señorías Excelentísimas, promovieron a principios del año último nuevas exploraciones en busca del lugar que encerraba las reliquias del gran Patrón de las Españas. Comenzó por los mismos sitios que la de 1666 a 1669, como era natural, esta investigación, y obtuvo el mismo estéril resultado; porque entonces no se cayó en la cuenta de que habiendo estado el sarcófago y la urna de plata bajo el altar mayor, pudieran haberse ocultado las reliquias a la espalda, aunque dentro del mismo ábside. Aquí, y precisamente en el sitio donde se cruzan la línea del eje del templo y una vertical tirada desde el punto de la bóveda donde el pincel figuró el arca santa sos- // tenida por ángeles, y a poco más de un metro del pavimento actual, ha aparecido una losa rectangular que cubría cierta manera de sepulcro, formadas tres de sus paredes por antiguos y labrados fragmentos de granito, y de ladrillo la cuarta; y el hueco lleno de reliquias. Sobre la cubierta se había hecho una cruz latina tosca y precipitadamente; y las junturas de las piedras veíanse tomadas con yeso, en que quedaron estampadas las manos de persona delicada y gruesa. Nada tiene de lo artístico y premeditado la obra, sino de lo casual y repentino; señales ningunas de artífices de profesión, pero sí de personas que discurren bien, y hacen con oportunidad en apurado lance, lo que jamás fue de su oficio. El reconocimiento facul- //

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–ciento once– tativo de profesores ilustres y muy doctos en ciencias naturales, haciendo valer pruebas científicas bien fundadas, nos dice que los huesos recién hallados pueden tener una antigüedad de diez y nueve siglos; que entre estos despojos humanos se encuentran a toda luz restos de tres personajes distintos, uno de ellos mayor de cuarenta años y los otros dos menores de esta edad; y que los fragmentos del cráneo de la mayor muestran ciertas manchas verdosas, o por filtraciones del terreno, o por las sustancias con que se pudo embalsamar la cabeza o por otras causas desconocidas. En la conferencia a que tuvimos la satisfacción y honor de ser invitados, indicaron verbalmente los profesores haber // entre las reliquias halladas, algunos pequeños fragmentos de otros esqueletos fuera de los tres expresados. Esto se explica satisfactoriamente así por el referido testimonio del Rey Don Alfonso III, que dice haber habido en el ara un huequecito con reliquias de mártires, como por la precipitación con que se recogió en algún lienzo el sagrado depósito y cuanto de huesos pudieron hallar dentro de la cripta los ocultadores piadosos. Que los fragmentos de cráneo con manchas verdosas, perteneciente a persona mayor de cuarenta años, son los del Apóstol se puede comprobar a nuestro entender, por ajustarse perfectamente a la mandíbula el diente de que ya queda hecho // –ciento doce– mérito; por tener parecidas manchas el pedazo de cráneo existente desde 1603 en el relicario de la Santa iglesia Catedral de Toledo; y por la edad del Apóstol al tiempo de su glorioso martirio. Es opinión muy verosímil que en el año 27 de nuestra era en que Jacobo, hijo de Zebedeo, fue llamado al Apostolado, contaba por lo menos la misma edad del Redentor; y por lo tanto, cuando en el año de 42 fue muerto por Herodes, había de pasar de los cuarenta y cinco. La inspección facultativa pues, sin tener prevenido el juicio y limitándose únicamente a fijar los hechos que la ciencia ponía fuera de duda, concuerda a maravilla con la verdad histórica, tal como aparece de la // narración de San Lucas. Los Doctores médicos y naturalistas en la conferencia a que nos referimos, declararon también que el cráneo que posee la Iglesia Compostelana, engarzado riquísimamente en un hermoso busto de plata esmaltada, y con piedras preciosas y camafeos de gran valía, no tiene relación ninguna con las reliquias últimamente descubiertas. Y no podía tenerla con efecto; pues le trajo de Jerusalén a principios del siglo XII el Obispo de Coímbra Don Mauricio

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Burdín y la Iglesia Compostelana le ha dedicado fiesta y venerado constantemente como el cráneo de Santiago el Menor, hijo de Alfeo. Por último, los restos // –ciento trece– arqueológicos, puestos ahora de manifiesto con motivo de la exploración y excavaciones hechas en busca de las sagradas reliquias, pertenecen a un indubitable monumento, construido en los primeros años de la era cristiana. Era un edificio, cuya planta perfectamente cuadrada mide ocho metros por cada frente. Hácese dentro como un paralelogramo de seis metros de largo y cinco de ancho, que arranca desde el testero principal; corre por sus tres lados exteriores un pasillo o galería; y lo interior se divide en dos compartimentos. El de la entrada, o siquier iglesita subterránea, mira hacia el Oriente; y su pavimento, de mosaico muy lindo, tenía tres y medio metros de ancho, y dos y medio de largo. // Debió de ser deshecho en 1666 a 1669, cuando se buscaban las reliquias, y solo quedaron y se han descubierto ahora grandes trozos de cenefa. La cual viene a ser una ancha franja negra sobre fondo blanco, ribeteada en lo interior de los bordes por sendas líneas blancas almenadas, sobre fondo negro; y se engalana con flores de colocasia, rojas hacia el tallo y blancas después, alternando con hojas sueltas, blancas y lanceoladas. El segundo recinto, o compartimento, asido al testero principal inmediatamente, fue la cámara sepulcral, de igual anchura que la iglesita anterior, pero de solo dos metros de longitud; y un mosaico debió también cubrir su suelo. Aquí, al igual del piso, cavadas en tierra y junto a los muros laterales, hubo sendas se- // –ciento catorce– pulturas (a que interiormente sirvieron de paredes los tres muros de piedra y otro de ladrillos romanos tendidos), las cuales han llegado a nosotros, y se ven hoy día para contribuir de manera más decisiva a formar juicio cabal del primitivo sepulcro y de la disposición que el Santo Pontífice León III le atribuye. Colocados humildemente en la tierra los discípulos Teodoro y Atanasio en aquellas sepulturas, estaban así a la derecha e izquierda del sarcófago apostólico, que se adelantaba desde el testero principal hasta muy cerca del arco de entrada a este recinto. El sarcófago o arca marmórea donde los piadosos discípulos de Santiago depositaron su cuerpo, no parece hoy desgraciadamente. Melado era el color del // mármol, según la miniatura del año 1129 en el tumbo A de la

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Iglesia Compostelana; y carecía de los relieves y esculturas que enriquecieron después tales urnas desde el siglo III. El códice de Calisto II afirma que en 1139 existía la tumba de mármol donde fue hallado el cuerpo del Apóstol; no parecerá infundado creer que hallándola vacía, cuando se desenvolvieron los cimientos entre los años de 1666 a 1669, y no cayendo en lo que era, o estimándola harto humilde y vulgar, tal vez se despedazó para aprovechar su materia en el moderno cenotafio, hoy cubierto por la mesa de altar, o se colocó en sitio del que se ha perdido la memoria. La planta del monumento en que en el año 42 se colocó el // –ciento quince– bendito cadáver de Santiago, es muy parecida a la del sepulcro cercano a Roma en la vía Asinaria, donde se halló el renombrado vaso Barberino, o de Portland, que hoy enriquece el Museo Británico; y la forma del edificio pudiera adivinarse, recordando tanto los de esta clase y tiempo en Palestina, como el que dedicó el Senado y Pueblo Romano a Cayo Poplicio Bíbulo, por bajo del alcázar capitolino, en el barrio que se dice hoy Macel de’ Corvi; y teniendo presente asimismo el lusitano templo, erigido en el año 106 de nuestra era por el insigne artífice español Cayo Julio Lácer, sobre la roca del Tajo, a la cabeza del famoso puente de Alcántara. Hallamos, pues, que // el monumento Compostelano era de cuatro lados iguales; y conjeturamos que de dos cuerpos, a saber: la cripta, o cámara sepulcral subterránea, y la cámara superior, tres o cuatro escalones levantada sobre el terreno del monte, y engalanadas sus paredes con ricas pinturas y estucos. Esta servía, en los túmulos paganos, para que se reuniese aquí anualmente la familia del difunto y asistiese a ciertas ceremonias fúnebres; pero en el monumento de Santiago debió considerarse habitáculo y oratorio superior. A los lados del presbiterio aparecían sendas puertas: la de bajada a la cripta, y la de la otra escalera por donde se subía; escaleras y pasillos de un metro de ancho. Si recordamos las pinturas // –ciento diez y seis– de la cripta de Santa Cecilia en Roma; las de la basílica subterránea de San Clemente; e infinitas de las Catacumbas en la Ciudad eterna; y si atendemos a la tradición conservada en libros muy recomendables, y a toda luz segura, de haber hallado el Obispo de Iria Teodomiro en la cripta sepulcral antiquísimas

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inscripciones, podremos suponer que en el testero o frente principal se debió pintar, en el primer siglo tal vez, la imagen del Apóstol, con nimbo en la cabeza, levantados los brazos al Cielo en actitud de orar, colocado en medio de discípulos, o entre ramos de oliva y palma, o entre enrojecidas flores. Al pie y a los lados no faltarían letreros y memorias como en los romanos ejemplares a que // hemos aludido; y esta debió ser la prueba indubitable y decisiva para el Papa San León III, y para hacerle escribir lleno de gozo a todas las iglesias del orbe tan feliz acontecimiento. En virtud de nuestra inspección ocular sentamos las conclusiones siguientes: 1ª) El sepulcro de Santiago se labró en el siglo augusteo, y debió constar de dos cuerpos. 2ª) Incendiado a principios del siglo VIII, se salvó la cripta, cuya entrada pudo hallarse tapiada de antiguo, como era uso frecuente. 3ª) De la cripta, así conservada y descubierto por el Obispo Iriense Teodomiro, tenemos precioso dibujo en una miniatura de las del Tumbo A del archivo Compostelano, hecha en el año 1129. // –ciento diez y siete– 4ª) El Obispo Gelmírez, al erigir suntuoso templo, desbarató la cripta romana y dio nueva forma al sepulcro apostólico. 5ª) La cripta fue totalmente destruida y desenvuelta, aun en sus cimientos, entre los años 1666 y 1669 en que se rebajó el piso de la capilla mayor, se revistió toda ella con exquisitos mármoles, y se labró el grande y suntuoso altar que hoy vemos. 6ª) Desbaratado el mosaico, salvo en los extremos, para ver si debajo aparecía el santo y anhelado tesoro, se obstruyó lo más de aquel compartimento con el cimiento robustísimo para sostener la vasta mole que se levantaba encima. 7ª) No existe hoy pues de la obra romana, sino los muros // fundamentales, de un metro y setenta y cinco centímetros de altura en lo más hondo, y de ochenta centímetros en lo menos profundo, según la inclinación de la roca sobre que descansan; es decir, que conocemos del edificio romano lo que había desde el pavimento de la cripta subterránea hasta la firmísima roca; y nada de lo que se levantó más arriba del pavimento. La arqueología, por lo tanto, armoniza con todos los datos históricos, tradicionales y científicos; y demuestra que allí desde el año 42 de nuestra era estuvo el cuerpo y el sepulcro del Santo Apóstol.

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Un fuste y una basa de columna romana, varios objetos de vidrio, grandes y preciosos fragmentos del mosaico, varias monedas // –ciento diez y ocho– árabes de los califas de Córdoba, muchas cristianas de los Alfonsos y las ciudades francesas de Limoges, Tolosa, Lyon y Angers han aparecido entre los escombros; y han de tenerse por jalones inestimables de la piedad y de las peregrinaciones que durante largos siglos despertó el Sepulcro de Santiago el Mayor en Europa, África y Asia, y de que dan testimonio los mismos autores árabes, nuestros naturales e irreconciliables enemigos. Tales son en compendio, Eminentísimo Señor, Excelentísimos Señores, nuestras opiniones y nuestro dictamen en el particular, que desarrollamos con mayor amplitud y minuciosa justificación en el libro ya indicado. Quiera Dios Nuestro Señor, por intercesión del glorioso Patrón de las // Españas, que hayamos acertado a ver claro en materia tan difícil y delicada, y a servir a esa perínclita Iglesia Compostelana, cual ha sido nuestro vehementísimo deseo y desinteresada voluntad. Madrid 28 de mayo 1880. [rubricado:] Fidel Fita S.J. [rubricado:] Aureliano Fernández-Guerra y Orbe // –ciento diez y nueve– [18. Memorial de las Sagradas Reliquias que se veneran en esta Santa Basílica] Memorial de las sagradas reliquias que se veneran en la Santa Apostólica, Metropolitana Iglesia de Santiago Zebedeo, el Mayor, universal patrón de España, y primer fundador de la cristiandad en ella.91 Primeramente: Debajo del Altar mayor está el Santo Cuerpo entero de nuestro maestro Gran Patrón Señor Santiago Zebedeo, y el de sus dos discípulos San Atanasio, y San Teodoro. El Expediente canónico encuaderna aquí la hoja impresa para uso de los fieles y peregrinos en la que figuraba la relación completa de las reliquias conservadas en la Catedral de Santiago. La encabeza un grabado de la estatua pétrea de Santiago en el altar mayor. A pie de hoja se indica: El ilustrísimo Señor Arzobispo de Santiago concedió 80 días de Indulgencia a quien rezare un Padrenuestro y Ave María delante de esta Imagen. 91 

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En el relicario, o Capilla de las Reliquias de la misma Santa Iglesia se veneran las siguientes: En una Cruz de oro está gran parte de la verdadera Cruz de Nuestro señor Jesucristo. Ítem, una Espina de la Corona del Señor. Ítem, de la Túnica, y Sepulcro del Señor. Ítem, de las Vestiduras de la misma Señora. Reliquia de San Juan Bautista. Reliquias de San Pedro, San Pablo, y San Andrés apóstoles. La Cabeza del Apóstol Santiago Alfeo el menor, con otras muchas Reliquias del mismo Santo, y en especial un Diente, que fue hurtado, y se halló después por disposición Divina en la misma Capilla junto a su misma Cabeza. Reliquia de San Bartolomé, y San Matías, Apóstoles. En un libro que tiene en la mano una Imagen pequeña de nuestro Patrón Santiago está parte de sus vestiduras. De la Vestidura de San Juan Bautista. Reliquia de San Lucas Evangelista. Reliquia de San Clemente Papa y Mártir. Un grande Hueso de San Torcuato Mártir, Discípulo de nuestro Patrón Santiago, y Obispo de Guadix. Reliquias de San Cecilio (Discípulo del mismo Santo Apóstol) y de sus compañeros Mártires Españoles, quemados vivos en Granada por la Fe de Jesucristo. Un grande Hueso de San Rosendo, Prelado, que fue de esta Santa Iglesia. El Cuerpo de Santa Susana Virgen y Mártir, Patrona de esta Ciudad, y San Victorio Mártir. El de San Fructuoso Arzobispo de Braga en Portugal. El de San Silvestre y San Cucufato Mártires. El de San Quirino, y San Crescencio Mártires. El de San Antonio Mártir. El de San Cándido, y San Vicente Mártires. Reliquia de San Lorenzo en un Viril, con otras de muchos Santos y Santas Mártires. Muchos Huesos de San Januario, y sus Compañeros Mártires. Reliquia de San Máximo Obispo y Mártir. La Cabeza de uno de los doscientos Mártires de Cardeña en España. La mitad de un Brazo de San Cristóbal Mártir. Melchor de Prado f[ecit].

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El Ilustrísimo Señor Arzobispo de Santiago concedió 80 días de Indulgencia a quien rezare un Padre nuestro y Ave María delante de esta Imagen. // La Cabeza de San Victorio Mártir. Muchos Huesos de San Julián Mártir Esposo de Santa Basilisa, y una Muela de Santa Teresa de Jesús. Reliquia de San Félix Mártir. Un Hueso de San Campio Mártir. Reliquia de San Felicísimo Mártir. Una Reliquia de San Bricio, Arzobispo de Turón en Francia. Reliquia de San Martín Obispo. De San Fructuoso Obispo. Reliquia de San Antonio de Padua Confesor. De San Vicente Ferrer Confesor. De San Felipe Neri Confesor. Reliquia de San Cristóbal y San Julián. Reliquia de San Fructuoso y San Teodoro. De San Liberato y de San Laureato. Reliquia de Santa Inés Virgen y Mártir. Ocho cabezas de las once mil Vírgenes y Mártires. La Cabeza de Santa Paulina Virgen y Mártir. Dos gargantas, una de Santa Novela, y otra de Santa Gaudencia Mártires. Una Reliquia de Santa Bárbara Virgen y Mártir. La mitad de un brazo de Santa Margarita Virgen y Mártir. Un grande Hueso de Santa Severina Virgen y Mártir. Reliquia de San Julián Mártir. De Santa Leocadia Virgen y Mártir, y de Santa Martina. De Santa Lucrecia y de Santa Lucía. De Santa Rufina y de Santa Justina. De Santa Vincencia. De las Cenizas, y Sangre de Santa Olalla de Mérida. Finalmente muchas Reliquias de Santos y Santas cuyos nombres se ignoran. Memoria de las Santas Reliquias que trajo el Rey Don Alfonso III, llamado el magno, cuando vino a la Consagración de la Santa Iglesia Catedral, acompañado de muchos Arzobispos, Obispos, y Príncipes de su Reyno, y las mandó colocar en los Altares siguientes, por los años de Cristo 876. En el Altar del Salvador, que es la Capilla del Rey de Francia. De la Santa Cruz de Nuestro Señor Jesucristo.

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De su Santo Sepulcro. De su Santa Túnica. De las Cenizas y Sangre de Santa Olalla de Mérida. De San Martín Obispo. De San Cristóbal. De Santa Leocadia. De Santa Martina. De Santa Lucrecia. Dentro del Altar de San Pedro, que está en una Capilla a mano derecha de la del Rey de Francia. Del Santo Sepulcro de Nuestro Señor Jesucristo. De San Pedro y San Pablo Apóstoles. De San Fructuoso Obispo. De Santa Lucía. De Santa Rufina. Dentro del Altar de San Juan Evangelista, que está a mano izquierda de dicha Capilla. De la Vestidura de María Santísima. De la Vestidura de San Juan Apóstol, y Evangelista. De San Juan Bautista. De San Bartolomé Apóstol. De San Lorenzo Supremo Diácono. De Santa Leocadia. De Santa Juliana. De Santa Lucrecia Mártir. Dentro de la Capilla de Nuestra Señora de la Concepción. De San Alvano. De San Fortunato. De San Venerato. De San Felicísimo. De San Vincenti. De San Teodoro. De San Urbano. De San Dilecto. De San Deodato. De San Prudencio. Dentro de la Capilla del Excelentísimo Señor Don Pedro Carrillo, Arzobispo que fue de esta Santa Iglesia, están los Cuerpos de los Santos Mártires. De San Demetrio, y San Bonifacio. En la Capilla de Nuestra Señora del Pilar están las Reliquias de los Santos Mártires. San Fructuoso. San Teodoro. Santa Justina. Santa Vincencia. Santa Victoria. San Liberato. Y San Laureato. Todas estas Santas Reliquias, que veneraron por muchos siglos en los sobredichos Altares, están en el día en el Relicario de la Santa Iglesia para su

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mayor custodia y decencia, a excepción de las que se conservan en las Capillas de Nuestra Señora de la Concepción, y del Excelentísimo Señor Carrillo; sin embargo se ha puesto aquí la noticia separada, como está en los impresos anteriores, para que no perezca la memoria del Bienhechor, y de la plausible circunstancia en que hizo la donación. Imprenta de la V. de Compañel e Hijos 1847. // –ciento diez y nueve duplicado– [19. Ampliación del informe de los expresados Señores Canónigos Labín y Ferreiro] Los abajo firmados, aceptando el ofrecimiento que del expediente se les ha hecho por providencia de 12 de marzo del año actual, dicen: Que, ratificándose, como se ratifican, en su declaración acerca de los hechos en que se funda el informe que emitieron al prestarla, y no teniendo empeño, por considerarlo inútil para el caso, en sostener sus conjeturas sobre puntos accidentales, en que caben, sin perjuicio de lo principal, opiniones diversas y aun contrarias, antes bien admitiendo con gusto en todas sus apreciaciones cualquier modificación basada en mayor copia de datos o en criterio más perspicaz, pasan a exponer algunas noticias, que han adquirido posteriormente, y que en su humilde juicio, ilustran la cuestión que se ventila y robustecen bastante las pruebas que se han aducido hasta ahora en favor de la autenticidad de las reliquias de Santiago y de sus dos dis- // cípulos San Atanasio y San Teodoro. Aunque después del luminoso informe de los sabios arqueólogos Señores Fernández Guerra y Padre Fita no se puede ya dudar que pertenecen a la época romana las construcciones y objetos que se encontraron debajo del Altar Mayor de nuestra Basílica, sin embargo, a mayor abundamiento, en confirmación de ello estiman oportuno manifestar que en el viaje que el año próximo pasado hicieron a la Ciudad Eterna tuvieron la satisfacción de ver: a la entrada de las Catacumbas de San Calisto varios sepulcros de ladrillo de la misma forma y de igual orden que los dos hallados aquí; y en la Biblioteca del Vaticano, entre las antigüedades cristianas procedentes de las Catacumbas, algunas cuentas de vidrio de colores y otros objetos y fragmentos de la misma materia en todo semejantes a los objetos y fragmentos que se encontraron al hacer las exploraciones bajo el Altar del Apóstol, llamándoles de un modo especial la atención una campanilla también //

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–ciento veinte– de vidrio de color y de seis o siete centímetros de altura, a vista de la cual se dieron razón del uso a que estuvo destinado un badajito de la propia sustancia y de unos cinco centímetros de alto, que apareció entre los escombros que se sacaron de debajo de este Altar, y que sin duda perteneció a una campanilla de las mismas proporciones, poco más o menos, que la que queda mencionada y se conserva en la expresada Biblioteca. Creen digno de tenerse en cuenta que el antiquísimo oratorio, construido en Zaragoza por el Apóstol Santiago en honor de la Santísima Virgen, fuera, según los autores que de aquel nos han dejado noticias, de las mismas dimensiones próximamente que el levantado sobre el sepulcro de nuestro Apóstol, a saber, de unos diez y seis pies de largo y ocho de ancho; lo cual se explica bien considerando que probablemente los mismos discípulos que acompañaron a Santiago en Zaragoza serían los que lue- // go edificaron en Compostela sobre su sepulcro glorioso el pequeño templo, cuyos restos por la Misericordia divina se han descubierto ahora. A contar por lo menos desde el siglo trece se entendió por Altar de Santiago todo el espacio del templo comprendido entre las rejas que cerraban y cierran la Capilla Mayor. Así lo demuestran cumplidamente las constituciones antiguas de esta Iglesia, la Concesión de enterramiento hecha al Arzobispo Don Rodrigo del Padrón y las Actas del sínodo diocesano celebrado en el año 1401. La Constitución que se hizo en tiempo del Arzobispo Don Juan Arias, en la primera mitad del siglo trece, acerca de la recaudación y distribución de las limosnas que se echaban en la Caja colocada para recibirlas en la Capilla Mayor se lee lo siguiente: “Ytem, quod nullas serviens alicujas thesaurarii stet ultra cancellos ferreos altaris, exceptis portariis qui ultra grada non ascendant.92 En otra Constitu- // –ciento veinte y uno– ción que se hizo durante el mismo pontificado se dice: “Quando vero porta altaris clausa fuerit”.93 La concesión hecha en 1316 a Don Rodrigo del Padrón está concebida en los siguientes términos: “Concedimus eidem D. Archiepiscopo plenam et libeY que ningún criado del tesorero se sitúe más allá de las verjas de hierro del altar, a excepción de los porteros, los cuales, sin embargo, no podrán subir más allá de los escalones. 93  Cuando la puerta del altar deba estar cerrada. 92 

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ram facultatem quod in eadem Ecclesia Compostellana, tam in Capella, quam in Claustro, quam alia ubicumque, ubi voluerit sibi valeat sepultruam eligere, excepto altari majori B. Jacobi prout in Clavem clauditur et custoditur”.94 En las actas del mismo sínodo diocesano mencionado se lee: “Reverendissimo in Christo Patre ac D. D. Lupo miseratione divina Archiepiscopo Compostellano in sua Ecclesia Compostellana, videlicet infra Cancellor, intus in altari dictae Ecclesiae, praesidente ibidem cum eodem D. Gundisalvo” et constituerunt ...95 // En vista de esto nadie puede extrañar ya que los que hicieron la traslación de las reliquias al sitio en que han aparecido se creyeran dispensados de acompañarlas de pergamino o documento que indicara su procedencia, puesto que, al ponerlas donde las pusieron, no las sacaron en realidad de debajo del Altar Mayor, según la significación que a este se daba, ni se alteraban sustancialmente las señales que siempre marcó la tradición sobre el lugar que ocupaban los sagrados restos del Apóstol y sus dos discípulos. En Confirmación de lo que ya consignaron en su informe sobre que se conservaban algunas noticias más o menos claras acerca del sitio que en estos últimos siglos han ocupado las reliquias deben añadir ahora: que el pintar el arca en la bóveda de la Capilla Mayor perpendicularmente no al Altar principal sino al sitio donde se ha encontrado la urna con los sagrados restos no fue un hecho casual ni caprichoso del pintor, sino cosa estudiada y acordada // –ciento veinte y dos– por el Prelado y el Cabildo, del cual era miembro un sobrino del secretario y biógrafo del Arzobispo Don Juan de San Clemente, que se supone con gran fundamento autor de la traslación. Consta esto del acta Capitular de 13 de septiembre de 1674 que dice así: “El Señor Fabriquero propuso que trataba de adornar la bóveda y techumbre de la Capilla Mayor y para discurrir en ello y conferirlo con el Señor Arzobispo se necesitaba de formar diputación, y los dichos señores nombraron para ello a los tres Arcedianos de Luou y Prior, que con el Señor Vicario y Fabriquero confieran la materia y comunicada con el Concedemos al mismo Señor Arzobispo la plena y libre facultad de ser enterrado donde quiera dentro de la propia iglesia compostelana, ya sea en una capilla o en el claustro o en cualquier otro lugar, a excepción del altar mayor del Beato Santiago, cerrado con llave y protegido. 95  El reverendísimo en Cristo Padre y Señor D. Lopo, por la gracia divina arzobispo de Compostela, a saber, entre las puertas del altar de la iglesia compostelana, junto con el propio don Gundisalvo, establecieron […]. 94 

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Señor Arzobispo lo que resultase lo consulten al Cabildo para resolver lo que convenga.” Llama tanto más la atención lo acordado en el acta precedente cuanto que a la sazón había en la Iglesia un pintor, en cuya pericia y buen gusto tenía el Cabildo plena confianza, y a quien, para otras obras que ejecutó en la Basílica, no impuso plan sin corta- // pisa alguna. Descúbrese en todo ello el propósito deliberado de dejar estampada una indicación bastante clara, dadas aquellas circunstancias, del lugar que ocupaban las reliquias bajo el pavimento de la Capilla Mayor. Además; en uno de los planos que el Arquitecto de la Iglesia Ferro Caaveiro presentó a fines del siglo último para ensanchar el ábside de aquella y que se han encontrado en el archivo de la misma, se ve marcado con líneas rojas el espacio de la Capilla Mayor dentro del cual, según nota que pone al margen, debían estar los restos del Apóstol y de sus dos discípulos. El espacio que se marca en dicho plano, como lugar donde se guardaban las sagradas reliquias, y que comprende, además del Altar Mayor, el sitio en que aquellas se han encontrado, demuestra claramente que en la época mencionada no se creía como lugar preciso del sagrado depósito el que está debajo del Altar principal, sino que también se juzgaba que podría serlo el en que apareció la urna que le contenía. En otro plano, que presentó el mismo Arquitecto, y // –ciento veinte y tres– en el cual traza el estado en que había de quedar la Iglesia después de la ejecución de las obras proyectadas, se coloca el altar de la Capilla Mayor, que debía quedar frente al Coro, precisamente sobre el sitio donde se ha encontrado la urna de las reliquias. Ambos planos, pues, arrojan preciosa luz en el asunto de que se trata y deben tenerse muy presentes las circunstancias de uno y otro que quedan anotadas. Por lo que hace a las reliquias del Santo Apóstol, que se conservan en Pistoya y en Toledo y que los que dicen han tenido el honor de inspeccionar, se refieren a lo que acerca de ellas han consignado los Señores Fernández Guerra y Padre Fita, añadiendo que el color y demás caracteres físicos de la primera no difieren de los que presentan los huesos del Cráneo clasificado de mediano entre los hallados aquí, y que la segunda, que también es un fragmento de hueso craneal, está salpicada de las mismas manchas que los que hay en esta Iglesia del citado cráneo mediano. // El examen comparativo, que de las reliquias mencionadas han hecho los que tienen el honor de informar, ofrece, a su juicio, una prueba muy atendible en favor de la autenticidad de los huesos, objeto de este expediente.

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Habían sentado en su informe (folio 19) que, según análisis facultativo, los huesos encontrados en el testero de la Capilla Mayor eran de tres esqueletos, ni más ni menos. Al estampar esta afirmación, no hicieron otra cosa que reproducir fielmente lo que habían oído a los médicos comisionados e informantes cuando asistieron con ellos al análisis minucioso que de las reliquias se practicó durante el espacio de diez o más días. Posteriormente los médicos aludidos, en una Conferencia que celebraron con el Eminentísimo y Reverendísimo Señor Cardenal, los arqueólogos Señores Fernández Guerra y Padre Fita y uno de los que suscriben, tuvieron por conveniente manifestar que entre los huesos analizados había algunos pequeños fragmentos de algún otro esqueleto fuera de los tres expresados. Esta manifestación, que los facultativos hicieron en la ocasión mencionada, no desvirtúa en lo más mínimo la fuerza del argumento expuesto en el lugar citado, antes sirve para explicar el paradero que tuvieron las reliquias de mártires que desde tiem- // –ciento veinte y cuatro– pos antiquísimos estaban en el Altar de Santiago. Si nada tiene de extraño que con el transcurso del tiempo los huesos de los dos discípulos se mezclaran por cualquier causa con los del Apóstol, tampoco lo tiene el que otros, que estaban en el mismo lugar y en las mismas circunstancias, se confundieran también con los de los tres. Los fragmentos que haya demás de los tres esqueletos fácilmente se comprende la procedencia que tiene consultando las memorias más fidedignas y seguras de esta Iglesia. El Padre Flórez (España Sag. Tomo 19, pág. 346) copia del Acta de Consagración de la Basílica en el año 899 lo siguiente: “Super corpore quoque Benevoli Apostoli patet altarium sacrum, in quo patet antiqua es... martyrum theca, quam a Sanctis Patribus scimus conditam esse”...96 En el folleto “Altar de Santiago”, publicado el año 1877, pág. 17, se dice: “Descubrió además Teodomiro en la cripta una urna o caja de piedra con reliquias de Santos Mártires.” Como advierten muy oportunamente los Señores académicos Fernández Guerra y Padre Fita, estas reliquias, estando como estaban en tiempo de Don Alonso 3º y después en el lóculo del ara, no podrían ser muchas. Pero, fueran las que fueran, lo verosímil y más Sobre el cuerpo del Benévolo Apóstol está el sagrado altar, dentro del cual se encuentra la teca de los mártires, que se sabe ha sido construida por los Santos Padres. Super corpore quoque Benevoli Apostoli patet altarium sacrum, in quo patet antiqua esse martyrum theca, quam a Sanctis Patribus scimus conditam esse: unde nemo ex nobis ausus fuit tollere saxa (Flórez, España sagrada..., XIX, pág. 101). 96 

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que probable es que se reunieran con las del Apóstol y las // de los discípulos cuando estas se juntaron en un solo depósito. En resumen; atendidas todas las resultancias del expediente, la cuestión que en él se ventila puede plantearse en los siguientes sencillos términos: o las reliquias halladas son del Apóstol Santiago y de sus dos discípulos San Atanasio y San Teodoro, o no lo son: lo primero tiene en su apoyo la historia y las tradiciones de esta Iglesia y del orbe cristiano, con las cuales está plenamente conforme, y las poderosas razones en que se fundaron los autorizadísimos dictámenes de los Venerables Obispos de Oviedo, Orense y Tuy y de los renombrados académicos Fernández Guerra y Padre Fita; lo segundo nos envolvería en hipótesis imposibles de probar y que con igual razón podrían hacerse de todas las reliquias que se veneran en la Iglesia Católica y nos llevaría de cavilosidad en cavilosidad y de absurdo en absurdo a tener que sentar el de que en la Basílica Compostelana nunca existieron los sagrados restos de los Santos expresados. Así lo entienden los que suscriben sometiendo en todo su humilde parecer al juicio de la Santa Iglesia. Santiago 22 de mayo de 1881. [rubricado:] Antonio López Ferreiro [rubricado:] José María Labín // –ciento veinte y cinco– Auto. Hallándose evacuadas todas las diligencias pedidas por el Abogado Defensor, vuelva este expediente a dicho Señor, para que proponga lo que crea conveniente. Lo mandó el Ilustrísimo Señor Provisor. Santiago mayor veinticuatro de mil ocho cientos ochenta y uno. [rubricado:] Licenciado Seijas. [rubricado:] Yglesias. Notificación al Señor Abogado Defensor. En Santiago mayo veinticuatro de mil ocho cientos ochenta y uno. Yo Notario mayor, teniendo ante mí al Señor Abogado defensor de este expediente, le leí íntegramente, notifiqué, y di copia del auto antecedente: en su persona firma y doy fe. [rubricado:] Licenciado Ricardo Rodríguez [rubricado:] Yglesias //

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–ciento veinte y seis– [20. Alegación del Abogado Defensor] Ilustrísimo Señor. El Abogado defensor, practicadas como han sido las diligencias que creyó conveniente interesar, y producidos los documentos de que oportunamente ha hecho mérito, considera reunidos en el expediente los datos cumplidamente bastantes para la declaración canónica a que se encamina. Probado está concluyentemente cuanto se intentó demostrar, y solo resta sellar solemnemente la verdad esclarecida. A este felicísimo resultado se llegó, Ilustrísimo Señor, en virtud de un laborioso procedimiento en el cual inteligencias distinguidas secundaron el levantado pensamiento de nuestro insigne Prelado con un celo digno del mayor encomio. Si con notable precisión y gran acierto formuló Su Eminencia Reverendísima las cuestiones sobre las cuales debía guiar el proceso y sirvieran de base a aquella superior decisión, con singular maestría y gran copia de medios fueron también tratadas y resueltas. Una ligera ojeada que se tienda al expediente deja conocer con claridad la exactitud de esta aserción. Para no ser difusos, dejaremos de hacer la historia de las excavaciones y partiremos de la existencia de los objetos descubiertos con la firmeza que // producen los hechos sujetos a la inspección ocular. Por tanto, habrá de concretarse la Defensa en esta sencilla alegación a recoger brevemente lo más culminante que el expediente ofrece en pro de cada una de las cuestiones que con mucha oportunidad figuran por cabeza del mismo. Quien atentamente se informe de las resultancias del proceso no puede menos de reconocer con plena convicción, que el recinto murado descubierto en el centro del Presbiterio de esta Metropolitana Basílica lo fue de los antiguos sepulcros del Glorioso Apóstol Santiago el mayor y sus dos discípulos San Teodoro y San Atanasio. Y con efecto: si este monumento es de época Romana, según por su estructura, materiales, sistema de construcción y otros detalles lo reconocieron los muy Ilustres Canónigos Señores Lavín y López Ferreiro —folio 10 vuelto, 11, 119 y 120—; si sus muros están encajados en la roca como igualmente aquellos Señores lo observaron y lo atestiguan los inteligentes operarios que los acompañaron en los trabajos de exploración —folio 13—, y consiguientemente coincide esta circunstancia con la del fundamento solidísimo —firmisimum fundamentum— sobre el cual refiere la

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carta de San León III construyeron el sepulcro del Apóstol sus discípulos —folio 67—; si el altar mayor de esta Basílica permaneció siempre en el sitio en que hoy se halla y debajo de él estuvieron dichos sepulcros, según lo acreditan el acta de consagración del templo —folio 76—, la escritura de concordia entre el Obispo Don Diego Peláez y el Monasterio de Ante-altares —folio 77— el memorial de reliquias —folio 119—, la Histo // –ciento veinte y siete– ria Compostelana y las constantes tradiciones de esta Iglesia; y si, en fin, en el expresado recinto se han encontrado monedas de los siglos noveno al diez y seis —folio 13—, señal inequívoca de que allí estuvieron por aquellos tiempos cuerpos venerandos; resulta claro de este conjunto de circunstancias que el expresado recinto lo fue de los antiguos sepulcros de nuestro Santo Apóstol y sus discípulos, San Teodoro y San Atanasio. Esta verdad que los susodichos Señores Canónigos demuestran concluyentemente en erudito informe, descansa también en la muy autorizada opinión de los Excelentísimos e Ilustrísimos Señores Obispos de Oviedo, Orense y Tuy, quienes, consultando la historia y en virtud de otros muy respetables antecedentes, lo confirman con sólido razonamiento —folios 47, 84, y 89—; y tiene además a su favor el ilustrado voto de los Excelentísimos Señores Reverendo Padre Fidel Fita y Don Aureliano Fernández Guerra, los cuales comprobaron por sí mismos sobre el terreno de las excavaciones la exacta descripción del monumento Apostólico que hace San León en su citada carta, y comparando el resultado de aquellas con notables planos y miniaturas de los siglos doce y trece, corroboraron la verdad propuesta con los poderosos recursos de la Arqueología y la Historia en que tanto sobresalen —folios 117 y vuelto— Ilustración Católica págs. 374 y 375.97 De solo lo expuesto, es ya muy racio- // nal deducir que la cavidad de dicho recinto más próxima al altar es la que contuvo el sepulcro del Apóstol y que lo de sus discípulos estuvieron en las otras dos que a manera de sepulturas se hallan a derecha e izquierda de la antedicha, porque, contando que en aquel lugar fueron depositados los Sagrados cuerpos de los tres Santos, es visto que aquella es la preferente y corresponde al sarcófago o arca del Apóstol y que estas pertenecen a los sepulcros de sus discípulos. Damián Isern, “El Sepulcro de Santiago”, La Ilustración Católica, III, 47 (21 de junio de 1880), págs. 374-377. El grabado, en página 377. Es el mismo de Fita y FernándezGuerra, Recuerdos..., pág. 70. 97 

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Pero otros datos tenemos que presentan esto de un modo incontrovertible. Merced a las excavaciones pudo observarse que la cavidad más próxima al altar se halla mejor adornada que las otras dos, pues mientras aquella estaba cubierta por un pavimento de mosaicos, estas lo estaban solo por ladrillos: pudo también reconocerse por la capa de escombros, restos de la obra primitiva, y por los materiales y forma de construcción, que las paredes de las últimas fueron construidas con posterioridad a aquella otra —folios 9, 13 y 14—; y como quiera que, según informan los Señores Capitulares Ferreiro y Lavín —folio 14—, no hay allí indicio alguno de más sepulcros que los indicados, y la carta de San León —folio 67—, memorial de reliquias —folio 19— y demás historias y tradiciones determinan de consuno debajo del altar mayor de la Basílica el del Apóstol y a derecha e izquierda del mismo los de San Teodoro y San Atanasio, resulta patente lo que queda consignado, y no puede ser por tanto dudosa la contestación afirmativa a las preguntas que comprenden las cuestiones primera y segunda. Con estos y otros fundamentos formaron igual convicción dichos // –ciento veinte y ocho– Señores Canónigos, y lo consideran indubitable los expresados Arqueólogos —folios 113 y 114 – Ilustración Católica – páginas 375 y 377. Si, como acabamos de indicar, está bien probado que en el centro de la Capilla mayor de esta Santa Iglesia Catedral existen los fundamentos de la primitiva cripta que fue depositaria de los Sepulcros de Santiago y sus dos discípulos San Teodoro y San Atanasio, y son conocidos cada uno de los departamentos de la misma en que respectivamente estuvieron, demostrado resulta también que los huesos contenidos en la Urna felizmente hallada debajo del pavimento del Tras-Sagrario son de aquel grande Apóstol y de sus repetidos discípulos. La muy señalada importancia de este punto reclamaba una diligentísima investigación, y esta, sabiamente inspirada por nuestro Eminentísimo y muy amado Prelado, puso fuera de duda la autenticidad de dichos Venerandos restos. Dado el hecho universal y unánimemente admitido, sin cosa en contrario, de que esta Iglesia se halla en posesión de los Santos Cuerpos del Apóstol Santiago el mayor y sus dos discípulos San Teodoro y San Atanasio, los cuales fueron depositados y estuvieron durante una larga serie de siglos en la Cripta que se reconoce en el centro del Presbiterio de la Capilla mayor de dicha Iglesia; dado que después de una in- // teligente y detenida exploración de

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toda esta Capilla solo se descubrió debajo del pavimento del Tras-Sagrario de la misma una pequeña Urna con restos humanos —folios 9, 10 y 18 vuelto—; y resultando como resulta probado que jamás en tal Capilla se dio sepultura a Rey, Prelado, ni a nadie —folios 71, 72 y 73 – Ilustración Católica pág. 6ª—; ya a primera vista aparece indicado que estos restos son los que estuvieron en aquella Cripta y ahora no se encontraron en ella. Si además fijamos la atención en el hecho igualmente acreditado —folios 18 y 93 vuelto—, que la citada Urna contenía un pequeño pedazo de Mármol de clase igual a otro encontrado en la Cripta, y que se halla formada de una losa también de Mármol y de ladrillos tomados de esta, es preciso hacerse uno violencia para no querer persuadirse que dichos restos fueron trasladados de la una a la otra. Unamos a esto que según el dictamen de distinguidos Facultativos los huesos encontrados en la Urna corresponden a tres individuos de edad provecta y pueden adjudicarse en antigüedad al primer siglo de la Era Cristiana —folio 43 vuelto—: tengamos en cuenta que la muela auténtica de nuestro Glorioso Apóstol que se venera en el Relicario de esta Basílica encaja y ajusta exactamente en el alvéolo del resto de una mandíbula hallada en la referida Urna, según fue reconocido por una respetable Comisión —folio 18 vuelto – Ilustración Católica pág. 6ª—: hagámonos también de cargo que los fragmentos de cráneo a que pertenece este hueso maxilar presenta iguales caracteres que otra reliquia del cráneo de nuestro Glorioso Apóstol existente en el Relicario de la // –ciento veinte y nueve– Catedral de Toledo, según lo aseguran dichos Señores Capitulares y renombrados Académicos —folios 96 y 123 – Ilustración Católica pág. 6ª—; y con tales precedentes no podemos dejar de tener como del Apóstol y de sus dos discípulos los sagrados restos contenidos en la Urna providencialmente hallada. Aparte de lo manifestado, otros datos ofrece el expediente que corroboran más y más la identificación demostrada. El sitio en que la Urna apareció, que es la cabecera de la Capilla mayor, punto el más principal del Templo, en el cual se cruzan el eje de este y una vertical tirada desde el Arca Santa dibujada en la bóveda —folios 17 vuelto, 81, 91 y 116—, y la disposición en que las reliquias estaban, pues se hallaron reunidas las mayores y puestos sobre un gran número de fragmentos pequeños mezclados con tierra —folios 17 vuelto, 18, 42 y 94 vuelto— dejan comprender que eran de gran estimación y respeto, y confirman, por tanto, la identidad expresada. En verdad que esto, relacionado con la rústica construcción de la Urna, justifica bien que la traslación de los Venerandos objetos que contiene tuvo lugar en días aciagos

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para la Iglesia de Santiago, de otro modo no se explicaría la existencia de un Sepulcro hecho solo para contener cenizas con una losa de mármol, otras de piedra común y con ladrillos en lugar tan distinguido y preferente. Con razón dicen los Señores Arqueó- // logos antes mencionados que ha sido obra casual y de apuro hecha por quienes no sabían el arte pero discurrían bien —folios 5, 22, 25, 68, 70, 108, vuelto y 110—. No es tampoco una novedad completa el precioso hallazgo: ya venía muy indicado este estimable tesoro por las muchas personas que de antiguo oran en el punto en que fue encontrado, y algunas viven entre nosotros que oyeron a sus mayores que allí estaba —folios 16, 57 y 59—. Lo indicaban también expresivas señales, que, si pasaron desapercibidas por muchos años, hoy se ve su razón de ser. Ahora se comprende el porqué, habiendo varias vidrieras en el ábside del Templo, solamente en la que está más próxima al sitio en que aparecieron las sagradas reliquias se representan la estrella y el arca del Santo Apóstol —folios 16 vuelto y 81—: ahora se conoce el por qué, pintados en la bóveda que cubre la Capilla mayor los atributos del Apóstol, no se halla el arca, que es uno de ellos, dibujada en la sección que corresponde sobre el altar, y que parecía ser un lugar debido, sino en la última posterior perpendicularmente al sitio donde se han encontrado los Venerandos objetos: ahora se explica el por qué en las procesiones dominicales del año se canta la antífona “Corpora Sanctorum” y oración correspondiente, no delante del Altar mayor como parece sería más propio, sino detrás del mismo y en el punto del ábside contiguo al sitio en que la Urna apareció: ahora se comprende también la razón de ser de las muchas lámparas que de antiguo están colocadas sobre el mencionado lugar de la Urna —folios 16, 17 y 81—, // –ciento treinta– y la causa de las exploraciones hechas por los años de mil seiscientos sesenta y seis a mil seiscientos sesenta y nueve en busca de las Sagradas reliquias —folio 96—, y, en fin, la idea que presidió en los planos que en el siglo último se formaron para ensanchar el ábside de la Catedral, en uno de los cuales, al marcar el Arquitecto el espacio de la Capilla mayor dentro del que debían estar los restos del Apóstol y discípulos, comprendió el sitio en que estos se hallaron, y en otro colocó el altar sobre el mismo punto —folios 122 vuelto – y 123—. Es visto, pues, que entonces se tenía noticia de la traslación de la reliquias al lugar en que fueron encontradas y que llegó hasta nuestros días la memoria de lo mismo, principalmente no siendo el decorado y pintura de que se hace mérito casual y capricho del Pintor, sino dispuesto por el Prelado

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y Cabildo, según consta en el acta capitular de 13 de setiembre de 1674 que oportunamente citan y trasuntan en parte los Ilustres Canónigos Señores Lavín y López Ferreiro —folio 121 vuelto – y 122—. Estos hechos acabados de indicar constituyen una respetable tradición que, apreciada en conjunto con los antes relacionados, dan tal grado de firmeza a la autenticidad demostrada, que no es posible argumentación sólida en contrario. Con razón dicen aquellos Señores Capitulares, que de no admitir como del Apóstol y discípulos las reliquias halladas, sería // envolverse en hipótesis imposibles de probar, podríase con igual razón dejar de admitir todas las que se veneran en la Iglesia Católica y se llegaría de cavilosidad en cavilosidad y de absurdo en absurdo a tener que sentar que en la Basílica Compostelana nunca existieron los Sagrados restos de los Santos expresados —folios 124 vuelto—. Con igual convicción se producen los Excelentísimos Señores Académicos precitados, quienes con la meditación y prudencia que el asunto requiere defienden también sin limitación dicha autenticidad. Y por último cerramos esta parte de nuestro escrito con idéntico parecer del Ilustrísimo Señor Obispo de Oviedo, el cual se expresa en estos términos: “Hay razones bastantes para probar la autenticidad de las reliquias encontradas, esto es, para afirmar que son las del Apóstol Santiago y las de sus discípulos San Atanasio y San Teodoro. Me declaro resueltamente por la afirmativa. Son tantas y de tal peso estas razones que aparecen del expediente canónico que no dejan lugar a argumento alguno racional en contra de esta aserción —folio 91—. La quinta cuestión aparece también resuelta en el expediente. El dictamen de los Doctores en Medicina —folio 43 vuelto— adjudica los huesos del tercer grupo al individuo de mayor edad; y como quiera que según la Crítica histórica debía tenerla el Apóstol, suyos son por consiguiente los de este grupo o colección, mayormente perteneciendo a él los que fueron identificados con las reliquias auténticas del mismo Apóstol que se veneran en esta Catedral y en la de Toledo. No es preciso detenerse más sobre este particular. Demostrados están del mismo modo en // –ciento treinta y uno– el proceso los acontecimientos que transformaron lo antiguo y las causas que produjeron el estado en que las Santas reliquias fueron halladas. Los sobredichos Señores Obispo de Oviedo, Académicos y Capitulares los determinan

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con sabia precisión y acierto en virtud de los conocimientos históricos que les distinguen, y con vista de los antecedentes del archivo de esta Iglesia y más datos adquiridos en la inspección ocular de los monumentos que las excavaciones pusieron de manifiesto —folios 19 vuelto, 88, 89, 90, 108 y 117 – Ilustración Católica págs. 5 y 6—. Y por no repetir lo que estos Señores dicen muy bien, y porque además son conocidas las vicisitudes por las cuales pasó el Templo, nos reduciremos a consignar en brevísimo resumen que la Cripta y Sepulcro, salvados de las persecuciones Romanas y de la destrucción de Almanzor, llegaron en su primitivo estado hasta los días de Don Diego Gelmírez, en cuyo pontificado, con motivo de la edificación de la Basílica fue desbaratada aquella y recibió nueva forma este. Continuaron de esta manera hasta los tiempos del Arzobispo Don Juan de San Clemente, el cual en el año de 1589 trasladó los restos de los tres Santos a la Urna en que se hallaron con el laudable fin de salvarlos del peligro que amenazaba una invasión Inglesa, como lo comprueban las actas Capitulares de 9, 10 y 12 de // Mayo de dicho año en autos compulsadas —folios 68 al 74—; se deduce de las medidas y precauciones entonces tomadas con objetos de menor estimación, lo indican las condiciones en que la Urna fue encontrada, y lo permiten entender muchas otras circunstancias que los referidos Señores aprecian de conformidad. Y consignando de paso que nuevas obras y las excavaciones practicadas posteriormente redujeron las cosas al estado de actualidad, daremos fin a lo que concierne a la sexta cuestión por considerarla suficientemente evacuada en el expediente. La séptima es corolario de la cuarta: probado que las reliquias son del Apóstol y sus Santos discípulos, es visto que debemos tributarle el culto y veneración que les corresponden según la doctrina de Nuestra Santa Madre Iglesia, aprobadas que sean. No hemos de reproducir aquí los fundamentos de aquella prueba, ni sea sola la Defensa quien la aprecie como suficiente. Bastantes consideran los Excelentísimos Señores Académicos mencionados los datos del expediente para la aprobación canónica —folio 46 vuelto—; Bastantes también los juzgan los Señores Canónigos expresados —folios 30 vuelto y 31—; y el Ilustrísimo Señor Obispo de Oviedo, haciendo aplicación de la Doctrina de Benedicto XIV sobre este particular; concluye su ilustrado informe diciendo: Y no habiendo quien sostenga que el cuerpo del Apóstol está en otra parte, ni presentándose razones que destruyan la fuerza de las aducidas en el expediente canónico y reunidas en este escrito, que hacen moralmente cierta la identidad de las reliquias de Santiago de San Atanasio y de San Teodoro, es lógi- //

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–ciento treinta y dos– co y justo que se declare solemnemente esta identidad para gloria de Dios y honor de sus Santos, y para piadosa satisfacción y consuelo del pueblo fiel que acude con fervor y confianza a implorar su poderoso auxilio —folio 101 vuelto—. Con esto damos también por concluso nuestro escrito y por hecha la somera recopilación del proceso que nos hemos propuesto al ingreso del mismo. Hubimos de examinar el grado de probanza de cada una de las siete cuestiones que con singular y elevado ingenio planteó nuestro Eminentísimo y Reverendísimo Prelado con el plausible fin de que este asunto fuera llevado con el acierto que reclama, y es indecible la satisfacción que nos cabe al ver cuán cumplidamente se esclareció la verdad y el felicísimo éxito que se obtuvo por medio de este proceso en buenhora comenzado. Pudieron, Ilustrísimo Señor, elevarse desde luego los autos a Su Eminencia Reverendísima para que se dignara coronarlos con su superior decreto de aprobación de las Santas reliquias sobre las cuales versaron, porque carece de objeto discutir la verdad una vez averiguada; pero, aunque simplemente sea para cubrir una conveniencia de formas, no está por demás que se oiga al Ilustre Señor Fiscal de impugnación por si algo cree oportuno interesar al efecto a Vuestra Señoría Ilustrísima. Suplico se digne así estimarlo y dar- // me consiguientemente traslado de lo que dicho Señor exponga. Santiago nueve de junio de mil ochocientos ochenta y uno. [rubricado:] Licenciado Ricardo Rodríguez. Providencia. Pasen estos autos al Señor Fiscal. Lo acordó el Señor Provisor Santiago junio trece de mil ocho cientos ochenta y uno. [rubricado:] Seijas. [rubricado:] Yglesias. Notificación al Señor Fiscal. En Santiago junio trece de mil ocho cientos ochenta y uno. Yo Notario mayor previa lectura íntegra y entrega de copia literal notifiqué el auto antecedente al Señor Fiscal Eclesiástico del Arzobispado: en su persona firma y doy fe. [rubricado:] Doctor Mariño. [rubricado:] Yglesias. //

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–ciento treinta y tres– [21. Impugnación del Señor Fiscal] El Fiscal eclesiástico del Arzobispado, habiendo sido honrado por Su Eminencia Reverendísima el Señor Cardenal Arzobispo de esta Metrópoli con el nombramiento de Fiscal especial de impugnación de las reliquias, que se dicen, del Apóstol Santiago y de sus dos Discípulos San Atanasio y San Teodoro, no puede menos de aceptar tal distinción, por más que la empresa sea grave y de trascendencia suma, pero que al fin hay que desempeñarla. Se trata de la gloria y honra de Dios. Se trata del culto a los Santos en la veneración de sus reliquias. Se trata de un acto vital que interesa a la Nación española, a todo el orbe Católico, de una manera singular a toda Galicia, y más especialmente a la Ciudad de Santiago. El Fiscal de impugnación ha examinado detenidamente este expediente formado a consecuencia del hallazgo de las reliquias que se consideran del Apóstol Santiago y de sus dos Discípulos, San Atanasio y San Teodoro en el ábside // o tras-sagrario del Altar mayor de esta Santa Iglesia Catedral. Los escritos producidos en el proceso por los ilustrados Canónigos de la misma Iglesia, Licenciados Don José María Labín y Don Antonio López Ferreiro, acerca de la construcción, colocación, disposición, estructura, vicisitudes y demás circunstancias que han reconocido en los primitivos Sepulcros del Glorioso Apóstol Santiago y de sus dos discípulos San Atanasio y San Teodoro, son curiosísimos, y de grande erudición. El dictamen emitido por los Doctores Don Antonio Casares, Don Francisco Freire Barreiro, y Don Timoteo Sánchez Freire, Catedráticos de Farmacia y de Medicina de la Universidad literaria de esta Ciudad, en virtud del hallazgo de una gran colección de huesos que tuvo lugar en el sub-pavimento del presbiterio, y tras-Sagrario de esta Santa Metropolitana Iglesia, es eminentemente científico. Las respuestas dadas por los sabios Arqueólogos Don Aureliano Fernández Guerra, y el Reverendo Padre Fidel Fita sobre el mismo asunto, nada dejan que desear. Y, finalmente el luminoso, y bien ordenado escrito del Ilustrísimo Señor Obispo de Oviedo, acerca del mismo asunto, bien se puede llamar acabado. Estos escritos, repito, abaten por tanto el ánimo del Fiscal de impugnación hasta un extremo tal, que a no ser porque al Eminentísimo y Reverendísimo Señor //

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–ciento treinta y cuatro– Cardenal Arzobispo, a quien place todo lo grande, así lo quiere, y previa la correspondiente venia de tantos y tan distinguidos personajes, a quienes de un modo u otro habrá de refutar, se abstendría ciertamente de tamaña empresa. La situación pues del Fiscal eclesiástico es dificilísima. No obstante, se hace preciso vencerla, abordándolo todo. Las dificultades que principalmente se oponen acerca de este interesantísimo hallazgo pueden reducirse a las siguientes. 1ª. ¿El Cuerpo del Apóstol Santiago y el de sus dos Discípulos San Atanasio y San Teodoro han sido sepultados en Compostela? 2ª. ¿Se conservan dichos cuerpos y el sepulcro en que fueron enterrados? 3ª. ¿Los restos humanos hallados en el tras-sagrario del Altar mayor de la Santa Metropolitana Iglesia son los mismos del Apóstol, y los de sus dos Discípulos San Atanasio y San Teodoro? 4ª. ¿Los argumentos aducidos en favor de estas aserciones prueban el objeto? Examinemos cada uno de estos puntos con la debida separación, porque así resultará más // claridad teniendo a la vista lo propuesto por el Ilustrísimo Señor Obispo de Oviedo. ¿De dónde consta que el Cuerpo del Apóstol Santiago ha sido sepultado en Compostela? La primera cuestión es facilísima de resolver. La historia, la tradición universal y constante de diez siglos, los milagros obrados por el Santo Apóstol en este lugar de su sepulcro, los privilegios pontificios y reales concedidos a la basílica compostelana, son pruebas convincentes, que demuestran haber sido sepultado en el lugar que aquella hoy ocupa los sagrados restos del Santo Patrón de España. Pasemos a la segunda dificultad. ¿Se conserva dicho cuerpo, así como también el de los Discípulos y los sepulcros en que fueron enterrados? En realidad debemos prescindir de la historia y descripción del Sepulcro de Santiago y de sus dos discípulos porque no conduce al fin que se propone el Fiscal. Conviene sí transcribir literalmente lo que se lee al folio 84: “Lo que conduce al fin propuesto es dejar probado que el sepulcro ha ocupado siempre el lugar preferente en la Basílica Compostelana. La tradición asegura que sobre la cripta o monumento subterráneo en que fueron //

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–ciento treinta y cinco– sepultados Santiago y sus Discípulos se levantó pequeño oratorio que naturalmente quedó destruido en las épocas de persecuciones y de invasión de los Bárbaros en los primeros siglos.” El Fiscal no comprende a qué se refiere el adverbio naturalmente que emplea el Ilustrísimo Señor Obispo de Oviedo, a no ser quiera suponerse que los Bárbaros lo destruían todo sin dejar subsistente cosa alguna. Descubierto providencialmente el sepulcro en tiempo del Obispo Teodomiro; Don Alfonso el Casto edificó sobre la cripta un templo dedicado al Apóstol que no pudo ser de grandes dimensiones ni de rica arquitectura, supuesto que Don Alfonso Tercero lo derribó levantando otro mayor y de más riqueza, dejando debajo del ábside la bóveda de los sepulcros, y conservando el mismo altar principal construido sobre ella por Teodomiro. Este templo se dice por los Señores Labín y Ferreiro que fue incendiado y destruido por el ejército mahometano de Almanzor a fines del siglo X, y el incendio alcanzó a sus cimientos, evidenciándose esto por // la inspección de los muros del ándito de la cripta, y la gruesa capa de cenizas descubiertas bajo los escombros que forman el subsuelo de la Capilla mayor y bajo el pavimento de aquel mismo ándito. Ahora bien. ¿Qué testimonios se han suministrado para probar semejante aserto? ¿Un hecho de tanta trascendencia y gravedad no debía estar consignado en los documentos de la Iglesia de Santiago? ¿Debiera este suceso pasar tan desapercibido que no quedase acerca de ello alguna memoria? ¿Todos los historiadores de España de aquella época no debieran de referir semejante profanación? ¿Cómo no lo hacen así? Si ese hecho fuese cierto sin temor de errar podrá afirmarse, que desde entonces desapareció para siempre el sepulcro llamado del Apóstol habiendo sido totalmente destruido e incendiado. Un historiador árabe Dozy citado por el Ilustrísimo Señor Obispo de Oviedo, afirma el Señor Obispo, que Almanzor redujo a tal ruina el templo del Apóstol que al día siguiente no sabría decirse dónde estuvo. En confirmación de esto mismo también se aduce, que las puertas y campanas de la Santa Iglesia fueron trasladadas en hombros de los Cristianos a la mezquita de Córdoba. Pero ¿quién no advierte la contradicción manifiesta que ocurre entre lo que asevera el Señor Obispo de Oviedo y lo que asegu- // –ciento treinta y seis– ran los Señores Canónigos Labín y Ferreiro, que se hallaron presentes a todas las excavaciones que últimamente se practicaron en la Santa Metropolitana

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Iglesia? Del incendio y destrucción de la Iglesia no puede dudarse, afirma el primero, porque consta que fue restaurada por Bermudo 2º y consagrada por el Obispo San Pedro Mosoncio. De la profanación y rompimiento de los sepulcros, nada se dice en las crónicas, asevera en su luminoso escrito el Señor Obispo de Oviedo. Pero lo que más llama la atención es que el mismo Almanzor según el libro de Bayan Almogrib citado por el mismo Señor Obispo tuviese sumo cuidado y esmero en que persona de autoridad y esfuerzo custodiara el sepulcro de Jacobo, y de él apartase cualquier daño, cuando por otra parte afirma que nada dicen las crónicas. Además según Flórez el sepulcro del Apóstol fue llamado siempre arca marmórea. Ahora bien, en virtud de la donación que el Rey Veremundo 3º hizo a la Iglesia de Santiago en 1032, cuarenta y cuatro años después de la invasión de Almanzor se lee acerca del cuerpo del Apóstol: “Cujus corpus tumulatum est sub arcis marmoreis”. // De todo esto se deduce, que según el Ilustrísimo Señor Obispo de Oviedo no fue profanado el sepulcro del Apóstol, y según los ilustrados Canónigos Labín y Ferreiro el Obispo San Pedro Mosoncio al saber que se acercaba el ejército invasor puso a salvo el tesoro de las Santas Reliquias, como lo hicieron los cristianos de León, Zamora y otras Ciudades, que no solo trasladaron a Asturias y a otros lugares seguros los cuerpos de los Santos, sino también hasta los restos humanos de los mismos Reyes para preservarlos de la bárbara profanación de los musulmanes. La opinión pues de estos Señores es, según la expresión por cierto muy gráfica del Señor Obispo de Oviedo, una hipótesis, o a lo más una creencia piadosa, fundada en las virtudes y celo de tan Ilustre Prelado. Los Señores Labín y López Ferreiro son de opinión que el arca sepulcral de Santiago fue destruida, de cualquier modo que esta destrucción se hubiese verificado. Para probar de alguna manera su aserción acerca del hallazgo de las reliquias, que dicen del Apóstol, últimamente descubiertas, creen, más bien dicho, sospechan como verosímil, según acertadamente nota el mis- // –ciento treinta y siete– mo Señor Obispo de Oviedo, que San Pedro Mosoncio al volver a colocar en la Cripta las reliquias del Apóstol y de sus dos discípulos, las puso reunidas en un pequeño sepulcro formado en parte de los restos del primitivo. La refutación de esta opinión la deja el Fiscal de impugnación al Ilustrísimo Señor Obispo de Oviedo, el que se opone de una manera clara y terminante y con razonados argumentos, como se puede ver al folio 86 vuelto, a la opinión de los Señores Ferreiro y Labín, en cuanto a la confusión en un solo sepulcro de los restos del Apóstol, y de sus dos discípulos desde el siglo X.

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Realmente para el Fiscal, y para toda persona sensata, es totalmente increíble que en ningún tiempo se haya nadie atrevido a ejecutar la tal confusión de reliquias. Sea de esto lo que se quiera, lo cierto es, que según las exploraciones últimamente verificadas en la Santa Iglesia, las reliquias del Apóstol y de sus dos discípulos no han sido halladas en la cripta, así como tampoco lo fueron en la segunda mitad del siglo 17, a // pesar de haberse intentado. Es una desgracia dice justamente conmovido el Señor Obispo de Oviedo que hasta ahora, y el Fiscal de impugnación, añade en absoluto, que jamás, se haya encontrado ningún documento fehaciente, ninguna medalla, inscripción, ni vestigio, o algún otro indicio por insignificante que fuera, que ponga en claro tan grande descubrimiento. Todo se reduce a conjeturas, opiniones, discurriendo cada uno a su modo según su propia índole, tendencia, o carácter especial. Si el sepulcro del Apóstol estuvo desde el principio en la cripta, ¿a dónde ha sido trasladado? ¿Por quién lo fue? ¿En qué, y por qué circunstancias? Una prenda de tanta valía, ¿en qué lugar y con qué decencia no debiera de estar colocada? Siendo con el tiempo tan notable y distinguida la Basílica de Santiago, tanta su riqueza e importancia, además del arca marmórea, como hablan todos los documentos de la misma Iglesia de Santiago, ¿no debiera de haber una caja, por pequeña que fuera, de oro, o plata, para que contuviese tan gran tesoro? Invéntese cuanto se quiera, discúrrase como se quiera, ¿no es cierto ciertísimo que debiera haber alguna memoria, alguna // –ciento treinta y ocho– medalla, inscripción, signo, en una palabra, cualquier medio de que se valieron, valen y valdrán siempre los hombres y la humanidad entera para trasmitir a la posteridad con toda claridad y certeza cuanto concierne a la Religión, como lo testifica la historia y tradición de todos los pueblos antiguos y modernos, así como también todo lo que interesa a su vida social y política? ¿Con cuanta más fuerza de razón debió verificarse esto mismo tratándose de las reliquias del Apóstol Santiago, del hijo del Zebedeo, habida consideración a tantos y tantos Prelados distinguidos por su ciencia y virtud? Que de tantos y tantos Capitulares que en todas las épocas desde su fundación se distinguieron por su prudencia y discreción en la marcha de todos los negocios que interesaron y aun en la actualidad interesan a la Santa Iglesia Metropolitana. ¿No tenemos mil y mil medios de ocultar con toda decencia y en lugar segurísimo cualquiera alhaja, cualquiera reliquia, o cualquiera otro objeto de valor en toda perturbación social o revolución, por inminente que // se la quiera supo-

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ner? ¿No debía haber algún indicio cierto del tesoro y los despojos de nuestro padre en la fe, del protector de España, del discípulo amado de Jesucristo; no debió haber algún indicio acerca de ellos? Desgraciadamente no. Esto es inconcebible. El Fiscal de impugnación confiesa ingenuamente que no halla medio alguno de cohonestar tal modo de obrar con relación al sepulcro del Apóstol y de sus dos discípulos. Ambrosio Morales testifica que la tumba de Santiago en 1572 estaba como en los siglos anteriores en una cavidad bajo del altar mayor, con la circunstancia de tener un agujero debajo del mismo altar por el cual sin duda podría verse el sepulcro, porque sabido es que desde el tiempo del Señor Gelmírez se había obstruido el acceso a la cripta. Acertadísimo está el Señor Obispo de Oviedo al afirmar al folio 87 vuelto que para obviar mayores inconvenientes, se guardó un silencio profundo acerca de esto. Lo cierto es que aunque en la segunda mitad del siglo 17 se hubiese explorado toda la Capilla mayor con el fin de construir un magnífico Panteón para el Santo Apóstol al gusto de la época, no se ha hallado reliquia alguna del mismo, ni de sus discípulos. Esto, según // –ciento treinta y nueve– opinan, aunque sin pruebas, el Señor Obispo y los Señores Canónigos, provino de que en los últimos años del siglo 16, fueron ocultadas las reliquias del Apóstol por efecto de los desembarcos frecuentes que los Ingleses hacían por las costas de Galicia sobre todo en la Coruña, siendo su objeto robar por doquiera, profanar Iglesias, y destruir las imágenes que encontraban a su paso, por el odio encarnizado que tenían a los Cristianos; en estas circunstancias se concibe muy bien (añaden) que el Arzobispo Don Juan de Sanclemente en unión con su Cabildo tratase de ocultar los documentos más interesantes de la Santa Iglesia, y las reliquias que se conservaban en la Capilla de los Reyes, remitiéndolas a Orense custodiadas convenientemente. Y todo esto, se dice tuvo lugar [como] efecto de la noticia dada por el Conde de Altamira al Señor Arzobispo y a su Cabildo, de que los Ingleses se dirigían rápidamente a Santiago. De buen grado podría concederse todo este relato, así como también las virtudes y celo de dicho Señor Arzobispo // por la gloria y honra del Santo Apóstol del que era tan devoto. Pero he aquí a juicio del Fiscal una dificultad, y ciertamente grave. ¿Qué se ha hecho de las reliquias del Apóstol y de sus dos discípulos? Se contestará. Se han ocultado para evitar cualquier evento. Bien está. Pero ¿quién las ocultó y en qué lugar estuvieron ocultas? ¿Por cuánto tiempo? Y por último, ¿de qué modo fueron ocultadas? En las

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exploraciones llevadas a cabo por los Muy Ilustres Señores Labín y Ferreiro en la Santa Iglesia hallaron según sus declaraciones, y las de los testigos que deponen en los autos, un sepulcro pequeño en el ábside o tras-sagrario del altar mayor, en el cual notaron hallarse impresos los dedos de aquel que hizo la obra indicando que tenía su autor una mano carnosa y no grande, y también algunas gotas de cera que se han visto en algunos de los huesos según creen aquellos Señores, todo lo que da claramente a entender, que la traslación de dichos huesos se ha hecho de noche, y que se sirvieron de velas de cera para alumbrarse. Por consiguiente el Señor Sanclemente solo, o a lo menos con unos pocos familiares de toda su confianza, hizo de noche dicha // –ciento cuarenta– traslación. Y si esto fuese así, no se puede preguntar con razón ¿Cómo una persona de tanta prudencia y virtud como el Señor Sanclemente había de depositar unas tan venerandas reliquias en cualquier lugar sin dejar a su lado algún signo por insignificante que fuese a fin de probar que aquellas y no otras eran las reliquias del Santo Apóstol? ¿No tendría quizá a su disposición una urna cineraria aunque fuese de plomo, por no decir de oro, o de plata, con alguna inscripción, medalla o pergamino para que un tesoro tan sagrado no fuese desconocido a las generaciones venideras? ¿No era natural que dicho Señor Arzobispo dejase consignado algo, aunque fuese poco, acerca de lo mismo? Concedamos que no podía ser mientras instaba el peligro. Pero ¿no pudieron ser trasladadas dichas reliquias pasado aquel? ¿No debieron después de pasado el peligro ser trasladadas a su sepulcro, o a su arca marmórica, como dicen las crónicas, y esta traslación verificarse con toda solemnidad y aparato? Pero también se contesta que para desorientar a los curiosos y malévolos a fin de hacerles creer que las reli- // quias del gran Apóstol no habían sido separadas de su lugar, a pesar de haberlo sido, y para hacerlo entender por el vulgo, se afirma que Don Juan de Sanclemente sintió un gran viento y que un gran resplandor salió de aquel lugar, y que por esto mismo dijera dicho Señor Arzobispo “dejemos al Santo Apóstol que él se defenderá y nos defenderá.” Esta es una magnífica evasiva tratándose de cosa de tanta entidad. Pero acerca de esto mismo léase la suposición hecha por los eminentes arqueólogos Padre Fidel Fita y Don Aureliano Fernández Guerra, quienes examinaron detenidamente el lugar. Podemos pues deducir de todo lo expuesto que no se sabe por quién se hizo la ocultación, si es que la hubo, ni menos en qué lugar, hasta qué tiempo, ni tampoco el modo, por la contradicción manifiesta que se nota entre los que sostienen la obstrucción de la entrada de la cripta por el

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Señor Gelmírez, y los que la sostienen de otro modo. Además ¿Qué se hizo del sepulcro del Apóstol? ¿Fue destruido, robado o cuál fue su paradero? ¿Es por ventura esto una cosa indiferente? De ningún modo. En cuanto a esto vale mucho la ocurrencia de los notabilísimos arqueólogos Padre Fita y Don Aureliano Fernández cuando afirman que el cenotafio que está debajo // –ciento cuarenta y uno– del altar mayor fue formado con parte de él, y la identidad que se nota por el color melado, representando esto mismo la miniatura del siglo 12, cual la contiene el Tumbo A de la Santa Iglesia, y el mismo cenotafio que en el siglo 12 se puso debajo del altar. ¿Y si no fuese así? Contestan, que se ha perdido la memoria del sitio. Esto verdaderamente es una conclusión terminante. Hemos llegado por fin a la tercera dificultad, al complejo, digámoslo así, de todas las demás, a saber: ¿Los huesos humanos que se hallaron en el ábside subterráneo de la Santa Iglesia en virtud de las exploraciones verificadas últimamente en la misma, son los del Apóstol Santiago y de sus discípulos? Los Señores Ferreiro y Labín así lo suponen. Los distinguidos Profesores en Medicina y Cirugía ya citados afirman que se hallaron muchos más que los pertenecientes a los tres. El dictamen emitido por los arqueólogos Padre Fidel Fita lo afirman como una cosa probable. Por último el distinguidísimo Obispo de Oviedo en su bien escrito y largo discurso considera la cosa como // cierta; en el informe que pocos meses antes había suscrito con los Señores Obispos de Orense y Tuy solo la creyó muy probable; pero cuán lejos dista de la verdad. Los argumentos en que se apoya el Fiscal para sostener todo lo contrario son los siguientes: 1º. Es evidente según la afirmación de los Señores Labín y Ferreiro, que en el pequeño y bastante rústico sepulcro o arca cineraria del ábside de la misma Iglesia se contenían más huesos que los de tres esqueletos. De lo cual se infiere que aquella urna no contiene huesos de ningún Santo, sino tal vez de la reina Lupa, o de algunos Obispos de Iria y Compostela, hacinados allí por guardar algún respeto a los restos de las personas que fueron enterradas cerca del sepulcro del Apóstol, los cuales quizá se encontraron dispersos cuando se hizo la obra moderna de la Capilla mayor. Porque no cabe duda de que esta fue lugar de enterramiento de algunas personas de dignidad, cuya devoción prefería este lugar a otro cualquiera. El acta Capitular de 23 de abril de 1627 que se cita con ocasión del lugar de la sepultura del Arzobispo Don Juan Beltrán de Guevara, prueba la costumbre existente en dicha Iglesia de que los Arzobispos y personas Reales pudiesen elegir allí el lugar de su //

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–ciento cuarenta y dos– sepultura: De consiguiente probado como lo está que en la Capilla mayor se dio sepultura a algunas personas se deduce lógicamente que los restos hallados, así podrán ser del Apóstol como de otro personaje, y por consiguiente destruido este argumento principal por su base, también a tierra se vienen los demás. Forzoso es confesar que todo inclina a creer que después de tantos siglos se fueron reduciendo a polvo las reliquias del Santo Apóstol si alguna vez existieron allí, y que quizá se hayan desvanecido completamente. Una de las piedras que constituyen o de que estaba formado el sepulcro últimamente descubierto es de mármol, semejante en un todo a los que se encontraron en la cripta, y que son de época Romana, luego, dicen, allí se formó el sepulcro con la célebre arca marmórea de la primitiva cripta. ¿Pero no pudo venir la piedra de otra parte? ¿Es acaso ni aun verosímil que del sepulcro primitivo y cualquier parte no ya no se hubiese conservado con gran respeto como reliquia insigne y se haya destinado a la fábrica de una urna tosca e indigna de contener los huesos de Santiago? La // cruz latina que se halló encima nada tampoco prueba, porque en todas las sepulturas del Claustro, lugar de enterramiento de los Canónigos en la misma Santa Iglesia Catedral, siempre, y aun hasta el año 1878 se puso una cruz latina, de consiguiente porque sobre el sepulcro últimamente descubierto se haya visto una cruz latina no por eso prueba la identidad de las reliquias. Los distinguidos Profesores en Medicina y Cirugía apenas pudieron distinguir los huesos porque estaban mezclados con tierra, eran muy diminutos, etc., etc. Se encontró con ellos un pedacito de mármol semejante al de la cripta. Ahora bien, ¿prueba todo esto algo acerca de la identidad de las reliquias? A juicio del Fiscal nada absolutamente. Vuélvase a explorar nuevamente la cripta y demás lugares subterráneos, y tal vez se hallarán nuevos mármoles, nuevos huesos, nuevas medallas, etc. Veamos ahora el último argumento que se presenta por los que sostienen la identidad de dichas reliquias. Los cuerpos del Apóstol Santiago y de sus dos discípulos San Atanasio y San Teodoro estuvieron largos siglos en la cripta que está debajo del altar mayor de la Basílica: es indudable que hoy no se encuentran // –ciento cuarenta y tres– en sus sepulcros primitivos: luego es evidente que fueron trasladados a otra parte. Este modo de discurrir no es lógico, porque pudo muy bien suceder que fuesen reducidos a polvo sin poder ser trasladados a otra parte, o suceder

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también con ellos cualquier otro accidente. Que los huesos hallados en el sepulcro pertenecen a tres individuos es grave afirmación, pero al Fiscal de impugnación todo le es permitido a fin de averiguar la verdad. ¿En el sepulcro recientemente descubierto no se encontraron más huesos que los pertenecientes a tres individuos? Pero, ¿a dónde voy? El Fragmento del cráneo de Santiago que se conserva en la Iglesia de Toledo dice tanto en favor de la identidad de las Reliquias, como la que se conserva en la de Pistoya. La autoridad de los Señores Canónigos acerca de este asunto por respetable que sea, nada tampoco prueba. Lo que deponen los varios testigos aducidos en el proceso acerca de las creencias piadosas, rumores esparcidos entre el vulgo, y lo de la plancha metálica que estaba en el tras-Sagrario del altar // mayor sobre el sepulcro descubierto, y otros pormenores, nada ciertamente dicen, porque todos sabemos que atendida la construcción de la Basílica Compostelana de cualquiera parte, y en cualquiera de ellas se puede orar. Lo que se dice acerca de la pintura que destaca en la techumbre sobre el sepulcro descubierto, podemos decir lo mismo, porque todos sabemos que la pintura a la par que es de buen aspecto para sus admiradores, también es un detalle muy arbitrario. Que en el ábside de la Santa Basílica se pusieron muchas más lámparas que en otra parte de la misma, esto solo prueba que la simetría así lo exigía, y sobre todo la casi contigüidad de las columnas que por aquella parte cierran el ábside. Para concluir procederemos en razón inversa de lo que sostienen los Señores Labín y Ferreiro en su dilema “o las reliquias halladas son del Apóstol Santiago y de sus discípulos, o no lo son. Lo primero dicen los Señores Labín y Ferreiro que tienen en su apoyo la historia y las tradiciones de esta Iglesia y del orbe cristiano. Lo segundo nos envolvería en hipótesis imposible de probar, concluyendo en este caso que en la Basílica Compostelana // –ciento cuarenta y cuatro– nunca existieron los sagrados restos expresados”. Pero a esto se contesta que de la historia nada consta de una manera clara y positiva. Esto es evidente. Los documentos de la antigüedad hablan en general, y nada en particular, como puede leerse al folio 119 en el memorial de las sagradas reliquias, que dice así: “Primeramente. Debajo del altar mayor está el Santo cuerpo entero de nuestro Gran Patrón Señor Santiago Zebedeo, y el de sus dos discípulos San Atanasio y San Teodoro”. Juzguen ahora los Señores Labín y Ferreiro por este documento de todos los demás. La creencia Universal, debe ser fundada, es decir que reúna las condiciones que prescribe Vicente de Lerins al hablar de la tradición. Por

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último concluye el Señor Obispo de Oviedo pidiendo que sea emitido un decreto canónico que declare que las reliquias halladas en el tras-sagrario del altar mayor, son propiamente tales, es decir las del Santo Apóstol, y las de sus dos discípulos. Esto debiera tener lugar si hubiera // certeza moral acerca de lo mismo. Pero lejos se está de ello, según Benedicto 14 en su célebre obra “De servorum Dei Beatificatione et Beatorum canonizatione in lib. 4º p. 2ª cap. 24. Aun antes de este sabio Pontífice el Concilio de Trento refiriéndose al mismo asunto dice también lo contrario en la Sess. 25 cap. 2º de invoc. venerat. et reliquiis Sanctorum: Statuit... nec novas reliquias accipiendas nisi eodem recognoscente et approbante Episcopo qui simul atque de iis aliquid compertum habuerit adhibitis in Consilium theologis et aliis piis viris ea faciet quae veritati ac pietati consentanea judicaverit. Ahora bien. ¿Qué se tiene averiguado acerca de estas semejantes reliquias? ¿Qué Teólogos fueron llamados a consejo? A la verdad las aseveraciones de los Canónigos Señores Labín y Ferreiro que asistieron a las exploraciones, son muy especiales. Que el picapedrero Nartallo al descubrir los dos ladrillos que cerraban la entrada del sepulcro descubierto, quedase por un poco de tiempo como ciego, y con un deliquio... Me abstengo de decir nada acerca de esto porque semejante aseveración se explica por sí misma. Esto nada tiene de particular por haber sucedido a alta hora de la noche, al encontrarse con aquellos restos humanos. Acerca de esto mismo llámense a // –ciento cuarenta y cinco– consejo a todos los Señores Capitulares de la Santa Iglesia, que hablen con franqueza y lealtad, y entonces se verá lo que afirman, pues casi todos han visto aquellos huesos. El Fiscal de impugnación también llama la atención del Señor Juez instructor acerca de la enmienda verificada en el informe dado por los Señores Profesores de Medicina y Cirugía respectivamente acerca de la palabra “tan parecida y existencia”, que no han sido salvadas; además también debe advertirse que dichos Señores en el reconocimiento de los huesos hallados en el sepulcro del tras-sagrario manifiestan “que no parece temeraria la creencia de que dichos huesos hayan pertenecido a los cuerpos del Santo Apóstol y de los dos discípulos”. Lo que ciertamente es decir muy poco con relación al asunto. En cuanto al parecer de los sabios arqueólogos Padre Fidel Fita y Don Aureliano Fernández, como dice con razón el Señor Obispo de Oviedo, llama también mucho la atención, que al evacuar dichos Señores la pregunta 4º propuesta Su Eminencia // el Señor Cardenal, según se lee al

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folio 46, se conteste por los mismos, que tratándose de la aprobación de las reliquias hecha por un Diocesano se exigen menores pruebas que para la de la Sagrada Congregación de Ritos. Esto también, sea dicho con el debido respeto, es decir muy poco, o más bien es dar por fallada la causa contra la autenticidad de las reliquias. Al parecer del Fiscal, tanto en el Tribunal ordinario como en la Sagrada Congregación, para declarar estos asuntos se exigen iguales pruebas, porque no puede hacerse ninguna declaración de este género sin que haya certeza moral. Las declaraciones dadas por Juan Nartallo, Don Manuel Larramendi, Don Tomás Cardalda y Don José Losada, parecen algún tanto parciales porque sabido es que son dependientes de la Santa Iglesia Catedral. La testigo Doña Bernarda Varela habla por referencia del asunto y eso cuando era joven, según se lee al folio 56 vuelto y por lo tanto su testimonio es singular; así como también lo es el del Doctor Don Ramón Pereiro y Rey siendo niño de cuatro o cinco años, y lo mismo el de Doña Agustina Méndez. // –ciento cuarenta y seis– En vista pues de lo expuesto y de todos los demás antecedentes que obran en el proceso, concluye el Fiscal de impugnación pidiendo al Señor Juez instructor que no llegue a pronunciarse un fallo solemne acerca de la identidad de dichas reliquias por oponerse al derecho y a las reglas de una sana crítica. Todo ello procede en justicia. Santiago veintidós de julio de mil ochocientos ochenta y uno. [rubricado:] Doctor Manuel Mariño Auto. Dese conocimiento del antecedente dictamen al Abogado Defensor para que en su vista manifieste lo que crea conveniente. Lo acordó el Ilustrísimo Señor Provisor Santiago marzo veinte de mil ocho cientos ochenta y dos. [rubricado:] Seijas. [rubricado:] Yglesias. Diligencia en busca del Señor Abogado Defensor. Yo Notario mayor lo pongo de que el Señor Licenciado Don Ricardo Rodríguez se halla ausente de esta Ciudad, y de que según me manifestaron

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sus domésticos no regresará a la misma por algún tiempo. Y para que conste lo firmo. Santiago veinte y uno de mil ocho cientos ochenta y dos98. [rubricado:] Yglesias. Auto. Atendida la ausencia del Señor Abogado Defensor pásese atenta comunicación al Eminentísimo Señor Cardenal Arzobispo de esta Diócesis para que se sirva nombrar otro que le sustituya. Provisorato de Santiago marzo veinte y tres de mil ocho cientos ochenta y dos. [rubricado:] Seijas. [rubricado:] Nicolás Yglesias. // –ciento cuarenta y siete– [sello:] Arzobispado de Compostela. + Muy Ilustre Señor. Mediante se halla ausente el Licenciado Don Ricardo Rodríguez Ballón, Abogado defensor en el expediente canónico que se instruye en averiguación de la autenticidad de las Reliquias del Santo Apóstol Santiago, nombramos en su lugar al Doctor Don Manuel Gómez Adanza,99 Vice-Rector del Seminario Conciliar de esta Ciudad. Dios guarde a Vuestra Señoría muchos años. Santiago 3 de abril de 1882. [rubricado:] Miguel Cardenal Arzobispo. Muy Ilustre Señor Provisor y Vicario General de este Arzobispado de Compostela. Auto. Únase al expediente de su referencia la antecedente comunicación del nombramiento de Abogado Defensor en el Doctor Don Manuel Gómez Adanza al que se le entreguen los autos para exponer lo que considere oportuno. Provisorato de Santiago diez de abril de mil ocho cientos ochenta y dos. [rubricado:] Seijas. [rubricado:] Yglesias. Falta el mes en la fecha. Fue uno de los dos asistentes de Payá en el cónclave que eligió a León XIII. De Cesare, Il Conclave di Leone XIII..., pág. 396. 98 

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Notificación al Señor Fiscal. En Santiago a once de abril de mil ocho cientos ochenta y dos. Yo Notario mayor teniendo ante mí al Señor Doctor Don Manuel Mariño Fiscal Eclesiástico de este Arzobispado, le leí íntegramente, notifiqué y di copia literal del auto antecedente: en su persona firma y doy fe. [rubricado:] Doctor Manuel Mariño. [rubricado:] Yglesias. Otra y enteramiento al Doctor Don Manuel Gómez. Seguidamente con lectura íntegra y entrega de copia literal notifiqué el auto antecedente al Señor Doctor Don // Manuel Gómez Adanza, y le enteré del nombramiento de Abogado Defensor en él hecho: en su persona que enterado dijo: acepta el cargo que se le confía y ofrece desempeño fielmente: firma y doy fe. [rubricado:] Doctor Manuel Gómez Adanza. [rubricado:] Yglesias. // –ciento cuarenta y nueve– [22. Contestación del Defensor] Ilustrísimo Señor. Está agotado todo cuanto exigen los Sagrados Cánones y principalmente el Concilio de Trento en la Sesión vigésima quinta —De invocatione, veneratione et reliquiis Sanctorum. Contestes dicen los Canonistas que el Ordinario debe emplear todas las diligencias necesarias antes de fallar sobre la identidad de reliquias de un Santo ya canonizado. Benedicto XIV y con él todos los comentaristas del cap. 2º “De veneratione reliquiarum” principalmente Fagnano, González y Reiffestuel, Barbosa y de Luca en el citado capítulo tridentino con Ferraris en su Biblioteca Canónica en la palabra “Cultus Sanctorum” establecen que las reliquias nuevamente halladas no pueden exponerse al culto público si primero no están reconocidas por el Papa o por el Obispo “nec novas reliquias recipientas nisi eodem recognoscente et aprobante Episcopo (Trid. Ses. 25 etc) ubi reliquiae tam Beatorum quam Sanctorum de novo in- // ventae non solum a Papa sed etiam ab Episcopo recognosci et approbari possunt. Ferraris – Bib-

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liot. Can. V. Cultus S.S. nº 53 = Reiffenstuel: com. in lib. III Sit 45 Fagnano in com. cap. cum ex eo 2º de Reliquiis et veneratione Sanctorum – Barbosa in Collectanea. Trid. Cap. De Ynvocat. Veneratione et Reliq. = números 9, 10 y 11 en que prueba compete esta facultad al Obispo “etiam in Ecclesiis Regularium”. Mas para que el Obispo pueda desempeñar rectamente este cargo de tanta monta, es necesario que —adhibitis in consilium Theologis et aliis piis viris ea faciat quae veritati et pietati consentanea judicaverit, como en el citado capítulo manda el tridentino y reconocen todos los expositores de la legislación Eclesiástica. Con lo cual queda derogada la antigua legislación que establecía el experimento del fuego, como se lee en el concilio 2º de Zaragoza, celebrado en el año 592. Hoy por lo tanto ha cesado este orden de prueba, y de él hay que abstenerse[,] ya la causa de identidad de reliqui- // –ciento cincuenta– as se trate en la Sagrada Congregación de Ritos o ante el Ordinario, como dice Ferrando in desquisitione reliquiarum citado por Benedicto XIV en el tratado De Servorum Dei Beatificatione et Beatorum canonizatione, lib. IV parte II cap. 24 nº 7 y siguientes. Por el contrario deben emplearse pruebas firmes que a lo menos den por resultado certeza moral de que las Reliquias son de tal Santo y no de otros[,] puesto que esta certeza basta según el citado Benedicto XIV y la práctica general de la Iglesia y aun de las mismas congregaciones romanas.100 Para ello suele instruirse un proceso en el [que] se adoptan todo género de pruebas, desde la declaración de piadosos varones de todo lo que saben y han recibido de sus mayores, hasta la consulta de hombres ilustrados en las Ciencias Canónicas y Médica, Teológica y Arqueológica, estableciendo por último un juicio contradictorio entre las pruebas de este género y las objeciones del Fiscal impugnador, que en nombre del Derecho note todos los vacíos, o reclame la amplia- // ción de las pruebas, o defina, que no consta la identidad de las Reliquias. Ahora bien, Ilustrísimo Señor, en el delicado asunto de este proceso Canónico, que hace tres años viene trabajándose sin dilación alguna101 se ha Confirma que lo que se hizo en el proceso fue lo que estaba previsto, sin fallo alguno, conforme a la tradición y al derecho. Caprara dirá justo lo contrario. 101  Aunque las dilaciones que se pueden apreciar en el proceso eran evidentes y, a estas alturas, habían sido ya resaltadas desde Roma. 100 

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hecho todo esto conforme a derecho, y en el largo expediente formado hay pruebas suficientes para que el Abogado defensor pida a Vuestra Señoría su pronto fallo en favor de las identidades de las Reliquias del Apóstol Santiago y de sus dos discípulos San Atanasio y San Teodoro, y para que Vuestra Señoría mismo invoque el decreto de nuestro Eminentísimo y Reverendísimo Prelado declarando constar la identidad de las reliquias y por lo tanto dignas del culto correspondiente. Es más, la defensa encuentra tantas y tales pruebas, que no solo demuestran hasta la evidencia que las Reliquias encontradas en el Tras Sagrario del Altar mayor de nuestra Iglesia Catedral son las del Apóstol Santiago y de sus dos discípulos San Atanasio // –ciento cincuenta y uno– y San Teodoro, sino que también le obligan a pedir encarecidamente que, fallado este proceso favorablemente y confirmado con el decreto de nuestro Eminentísimo y Reverendísimo Prelado, sin dilación de ningún género se envíe a Roma y se invoque la confirmación de la Sede Apostólica para que conste perpetuamente que Compostela no estuvo privada jamás de tan preciosos Dones; y para que hoy las venere; no señalando el lugar en donde tan preciosos despojos se hallaban depositados, sino mirando de hito en hito llena de respeto y devoción al Arca Santa, base de la grandeza y de la bravura española, y sólido fundamento de las virtudes que ennoblecen el corazón del íbero. Ha muchos siglos que millares de peregrinos, entre ellos muchos Santos y Reyes, vinieron de todas las partes del mundo para venerar al Apóstol de las Españas, postrándose sumisos ante su altar y su sepulcro. En los últimos siglos venían con igual fe y devoción y vienen aun en el día de hoy a postrarse // ante el Apóstol amado, pero al buscar la dichosa Arca que contenía su cuerpo recibían del que les acompañaba una respuesta que corre de siglo en siglo sin variación ni ambigüedad —aquí está sepultado en todo este recinto Santo. ¿Era conveniente descubrir tanto tesoro para que así el devoto peregrino como el español y el católico pudiese abrazar la sagrada tumba del Maestro, del Padre y del Patrono? Indudablemente era conveniente, y era necesario, dada la certeza que todos temían de que allí y no en otra parte debía hallarse escondido el cuerpo del gran Santiago. Lo reclamaba la piedad de los fieles, era una necesidad de los tiempos que corren, y sobre todo lo exigía el honor de tan precioso Venero, puesto que a la dignidad del Apóstol

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convenía el que se buscase y se expusiese con sus dos amados discípulos al público honor del pueblo cristiano para que la sociedad mirándole como el pueblo hebreo a la // –ciento cincuenta y dos– serpiente de Moisés se curase de los males que le devoran y corrompen. Era conveniente buscarle y se buscó. Por eso nuestro amadísimo Prelado, celosísimo por la gloria de Dios y de sus Santos no podía descansar, y convencido de esta necesidad seguro de un resultado feliz estudió el proyecto, que solo Dios y su Apóstol podían inspirarle, poniéndole en práctica sin perdonar medio alguno para lograr sus deseos. Lo pensó, lo consultó; vio la conveniencia social y así como Pío IX, de feliz memoria no perdonó medio para descubrir los Sagrados Cuerpos de San Felipe y Santiago, y de los hermanos Macabeos, así Su Eminencia Reverendísima se consagró por completo a este difícil proyecto para descubrir los cuerpos Santísimos del Apóstol y de sus dos discípulos, que según la tradición y los documentos de la historia debían hallarse escondidos detrás del Altar Mayor de la Basílica. A este propósito de acuerdo con su celoso Cabildo nombró una comisión capitular que // presidiera las exploraciones. Estas han dado por resultado el hallazgo de un rústico y pequeño sepulcro en cuya cubierta se ve una cruz latina grabada por inexperta y presurosa mano, tomadas de argamasa las aberturas en que por estar impresos los dedos en ella, se comprende perfectamente que el sepulcro en cuestión es obra de un momento crítico y azaroso, hecho por personas, que a no haber usado de instrumentos propios para grabar en su punto céntrico una cruz y aplicar la argamasa a las aberturas, es prueba evidente de haber obedecido todo ello no al simple encierro de los restos de algún privado, sino más bien a ocultar de prisa y en secreto un gran tesoro que no ha de perderse en el olvido de los tiempos. El tosco sepulcro, hallado detrás del Altar Mayor de la Basílica, en la línea media de la Capilla y a un metro y medio de profundidad, rodeado de escombros apretados, estaba asentado sobre la roca en que des- // –ciento cincuenta y tres– cansan las paredes de la Capilla misma. Otra circunstancia presentaba el sepulcro y conviene notarla. Estaba formado por un lado de una pieza de sillería y por el otro de una de mármol blanco; y por un extremo lo cerraba un sillar y dos ladrillos juntos, y por

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el otro solamente ladrillos. La cubierta era una losa de unos ocho centímetros de espesor y no ajustaba perfectamente a uno de los lados estrechos del rectángulo, sino que retirada atrás, dejaba una pequeña abertura que cubrían perfectamente unos ladrillos. Era natural abrir este sepulcro. Misteriosa por su rústica forma, por el modo de su hechura y por el sitio de su colocación sobre la peña, bajo el antiguo suelo de la cripta primitiva debía llamar la atención de todos. Por esto de acuerdo con Su Eminencia Reverendísima y en presencia de las autoridades locales, se abrió dicho sepulcro, en que había huesos amontonados de venerable antigüedad; ante los cuales se postraron todos creyéndoles del Apóstol Santiago. // Su Eminencia Reverendísima mandó continuar las excavaciones dejando sellado el sepulcro después de un Acta de reconocimiento, y estas nuevas exploraciones dieron por resultado la aparición de unas galerías subterráneas hechas de tosca piedra, ladrillos y argamasa, cuya inspección arqueológica revela una construcción antiquísima a manera de las romanas, y la historia refiere ser la primitiva tumba del Apóstol y de sus dos discípulos, cuyas galerías tapiadas en su entrada y llenas de escombros mezcladas piezas de mármol, mosaicos y monedas de varios siglos, daban entrada a un pavimento antiquísimo, cuya cavidad estaba rellenada de escombros de época posterior a los escombros de las cavidades. Se buscó, pues, y el Cuerpo del Apóstol Santiago con los de sus dos discípulos apareció, como el Defensor va a demostrar a grandes rasgos tocando los argumentos que ofrece el proceso canónico instruido con este objeto y resolviendo las dudas que el Promotor Fiscal presenta en su escrito. A este propósito me permito hacer las // –ciento cincuenta y cuatro– preguntas. 1ª. ¿Hay razones para creer con certeza moral que los huesos del rústico Sepulcro encontrado en el tras-sagrario de la Capilla mayor de la Basílica son del Apóstol Santiago y de sus dos discípulos? Y 2ª, ¿debe darse un decreto sobre la identidad de los expresados cuerpos y exponerse al Culto público invocando la Confirmación de la Sede Apostólica? A no dudarlo, Ilustrísimo Señor, hay pruebas suficientes para decretar la identidad de los cuerpos hallados y por lo tanto convencerse de que estos son los del Apóstol Santiago y de sus dos discípulos San Atanasio y San Teodoro. Estas pruebas las suministra la historia, la arqueología, la medicina y las piadosas personas que unas declaran en el proceso y otras emiten como Teólogos y Canonistas su voto digno de todo respeto.

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Veámoslo. En primer lugar la historia nos refiere que el Apóstol vino a España a predicar el Evangelio según por suerte le había tocado. Aparece esto del último versículo // del Evangelio de San Marcos, y se evidencia con los testimonios de Dídimo Alejandrino, San Gerónimo, Apringio, San Isidoro hispalense y San Beato de Liébana, con la tradición universal de todos los pueblos y el himno visigótico, todo lo cual confirma un escritor árabe del siglo X, que asegura haber desembarcado el Apóstol en un pueblo de las orillas del Guadalquivir a dos leguas de la Capital de Andalucía. Las primitivas tradiciones de las Iglesias de Itálica Braga y Zaragoza concuerdan con las conversiones en la Iriense desde el año 819. ¿Quién es capaz de negar la venida del Apóstol a España ante la clara luz de la historia confirmada por los monumentos y las tradiciones de la Iglesia? No hay por qué detenerse en este punto ya admitido por todos. Es más necesario el siguiente. (Folio 105) Según San Jerónimo los Apóstoles fueron sepultados en el lugar principal de su predicación “Et unusquisque in Evangelii sui atque doctrina provincia requiescere”102 —Com. al cap. XXXIV de Isaías, cuyas palabras bien pudieron ser confirmadas por su amado Orosio, virtuosísimo // –ciento cincuenta y cinco– gallego, sabedor y testigo de que el cuerpo de Santiago descansaba en Compostela. Esto que en 415 afirmaba San Gerónimo fue confirmado dos siglos después por San Isidoro en estas palabras “Jacobus Hispaniae et occidentalium locorum populis Evangelium predicavit et in occasum mundi (cerca de Finisterre) lucem praedicationis infudit103 (De vita et morte Sanctorum 72) añadiendo que fue sepultado en arcos marmóricos. Y la historia Compostelana, escrita por tres Canónigos de la Basílica, y por mandato de Don Diego Y cada uno descansa en el territorio donde difundieron el Evangelio. El texto de San Isidoro —y su traducción— es: Jacobus, filius Zebedaei, frater Ioannis, quartus in ordine, duodecim tribus quae sunt in dispersione gentium scripsit, atque Spaniae, et occidentalium locorum Evangelium praedicavit, et in occasum mundi lucem praedicationis infundit. Jacobo, hijo de Zebedeo, hermano de Juan, cuarto en el orden, escribió a las doce tribus que están en la dispersión entre los gentiles; y predicó el evangelio a las gentes en España y en sus lugares occidentales, difundiendo la luz de su predicación en el ocaso del mundo (Barral Iglesias, El sepulcro de Santiago..., pág. 37). La obra de San Isidoro, con texto latino, y traducción, en César Chaparro Gómez, Isidorus Hispalensis. De ortu et Obitu Patrum, Paris, Les Belles Lettres 1985. Una revisión en Buide del Real, “Un siglo…”, especialmente en pags. 33-35. 102  103 

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Gelmírez en 1100 dice “deinde venerabile corpus ad locum qui tunc liberum donum vocabatur, nunc autem Compostela dicitur, deferentes, ipsum corpus sub marmoreis arcubus ecclesiastico more, ibidem sepelierunt”.104 Oigamos a San León III en su epístola a los obispos de la Iglesia Católica anunciándoles el feliz descubrimiento del cuerpo de Santiago: “Super aedificatur eclesia quantitate minima quo altaris ornata divo felicem devoto pandit aditum populo”.105 O fijemos la consideración en las palabras del Breviario de // Évora: Facta super domuncula cum altari. Esta casita según San León III citado, según el libro Cartulario de Santiago Tumbo A en que hay una miniatura, y según el libro de la Cofradía de Cambeadores, aparece que era una cavidad sostenida por dos arcos: “Chegaron onde estaba a Santa Coba e entrou dentro e viron que estaba labrada e con dous arcos” (Huerta “Anales de Galicia”106 citado por el Señor Zepedano en su preciosa historia de la Basílica Compostelana). En las citadas miniaturas sobre el pavimento de la cripta y en su centro aparece Sarcófago —lo cual está conforme con lo que dice el Papa San León y lo copia la España Sagrada de Flórez “Fecerunt parvam arcuatam domum ubi construxere lapideo opere sepulcrum ubi artificiali ingenio conditur corpus apostolicum”.107 La escritura de transacción entre el Obispo Peláez y el Abad de Ante Altares en el año 1115 confirma esta misma verdad y añade: “B. Jacobi sepulcrum marmoreis lapidibus contectum invenit” = (Teodomiro) Por otra parte tanto San León III en su Epístola como la Compostelana y cuantos //

[…] y luego llevaron el venerable cuerpo al lugar que entonces se llamaba Liberum donum y que ahora se llama Compostela, donde lo sepultaron siguiendo el rito eclesiástico bajo unos arcos de mármol (Falque, Historia Compostelana..., pág. 68). 105  Se edificó encima una iglesia de reducidas dimensiones, que adornada con un altar, abre al devoto pueblo una venturosa entrada a su sagrado altar (Liber Sancti Jacobi…, pág. 396). Superaedificatur Ecclesia quantitate nimia, quae altari ornata Divino felicem devoto pandit aditum populo (Flórez, España sagrada..., III, Apend. IX, pág. 48). 106  De título muy jacobeo: Francisco Javier de la Huerta y Vega, Anales de el Reyno de Galicia, Tomo Primero: Conságrale a el Hijo del Trueno único, y singular Patrón de las Españas, su Auctor, el Dr. –, Santiago, Imprenta de D. Andrés Frayz, Impressor de la Santa Inquisición, 1773. Citado en Zepedano y Carnero, Historia y descripción..., pág. 10, n. 1. 107  […] levantaron […] una pequeña construcción abovedada, en donde construyeron un sepulcro de canteríaen el que, con artificioso ingenio, se guarda el cuerpo del Apóstol (Liber Sancti Jacobi..., pág. 396). 104 

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–ciento cincuenta y seis– monumentos existen comprueban que en derredor del Cuerpo del Apóstol creció en breve tiempo una abundante y fecunda mies. Y esto mismo prueba la consagración de tantos Obispos hecha por el Apóstol. Si a esto se añade que hoy todavía enseña la tradición los lugares mismos de la predicación del Apóstol, y la existencia de ciudades y villas como Compostela, Padrón, Iria, que deben su existencia o su importancia a la personal predicación de Santiago o a la milagrosa aparición del cuerpo del Apóstol, es evidente que el Apóstol Santiago fue sepultado en Galicia y en el lugar que antes se llamaba Libredon y hoy se llama Compostela. Mas en Galicia debió sentirse en toda su crueldad el rigor de la persecución. Y como que Iria era una ciudad romana cuyo puerto estaba consagrado a Neptuno, como se ve aún hoy en la inscripción del pedestal, que más tarde sirvió para el Apóstol dando nombre a la villa de Patronus (Padrón), era // natural que la persecución arreciase en todos los alrededores, y por tanto naturalísimo que el sepulcro de Santiago quedase oculto a la sombra de malezas en un pueblecillo, o mejor en las afueras de una aldea de muy pocos habitantes, habiendo muerto ya los antiguos creyentes, custodios del sepulcro, y entibiando la fe de los pocos que vivían en el pequeño lugar de San Fiz: “Sed tempore pesecutionis ingruenta et superbia paganorum tyranide Christianae religionis cultus longo, jam tempore inde evanuerat. Toto igitur tempore Sarracenorum et longo etiam tempore post restitutionem fidelium veneranda Apostoli tumba nullius christiani accesu frequentata frutiam silvarim que episitudine mansit diutissime cooperta”.108 Debe suponerse que el Sepulcro o mejor la pequeña Iglesia estuvo en pie por lo menos hasta la persecución de Nerón: Que las primeras víctimas fueron los dos amados discípulos, quienes fueron enterrados al lado de su maestro. Pero al llegar el tiempo de la persecución y pisotear la soberbia tiranía de los pagnaos la dignidad del nombre cristiano, casi todo el culto de la religión cristiana se había perdido hacía ya mucho tiempo. Así pues, en época de los sarracenos y largo tiempo después de la restauración, la venerable tumba del santo apóstol, que no era visitada por ningún cristiano, permaneció cubierta durante muchísimo tiempo por la espesura de los arbustos y del bosque (Falque, Historia compostelana..., pág. 68). Sed tempore pesecutionis ingruente et superba paganorum tyrannide Christiani nominis dignitatem concultante, totus fere Christianae religionis cultus longo jam tempore inde evanuerat. In totu igitur tempore Saracenorum, et longo etiam tempore post restitutionem fidelium, veneranda Apostoli tumba nullius Christicolae/Christiani accessu frequentata, frutiam, silavarumque spissitudine mansit diutissime cooperta, (Flórez, España sagrada..., III, Apend. X, pág. LVII). 108 

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Todos los documentos históricos que comprueban la existencia del cuerpo de Santiago en Compostela, demuestran también la existencia // –ciento cincuenta y siete– de los cuerpos de ambos discípulos en esta misma ciudad. Arreciada la tempestad quedó abandonado aquel lugar sagrado, que antes resonaba con cánticos e himnos del más puro fervor, hasta borrarse en la memoria de los hombres —no se violenta con esto la historia, pues sabemos bien que los Legados de la España tarraconense lisonjearon a Nerón atribuyéndole la destrucción del cristianismo en la provincia; cuyo hecho grabaron en una inscripción hallada a orillas del Pisuerga publicada por el sabio Señor López Ferreiro en su obrita “El Altar de Santiago”:109 Neroni Claudio Caesar Augusto Pontifici maximo ob provinciam latronibus et his qui novam generi humano superstitionem inculcabant purgatam.110 De todo lo cual resulta claro que el Apóstol fue sepultado con sus dos discípulos en Libredon, y efecto de la persecución, los sepulcros quedaron olvidados no sabiéndose mas que el Apóstol estaba entre nosotros en arcas marmoricas, pero sin señalar el sitio, y que a su // lado se hallaban sepultados sus dos discípulos, custodios de su cuerpo. Nuestra España sufrió mucho aún después de las persecuciones romanas. Los bárbaros del norte primero, más tarde los Sarracenos sembraron la desolación y la ruina en toda la península. Esto debía contribuir a que el sepulcro apostólico permaneciese oculto aun después de la paz de la Iglesia ni convenía buscar el tesoro escondido ni quizá había quien lo hiciera. La divina providencia fue la que se encargó de descubrir milagrosamente el Cuerpo del Apóstol y de sus dos discípulos para consuelo de España, ya que de otro modo era imposible a causa de las capas de tierra formadas sobre el templo derruido. Iria distaba tres leguas: los habitantes más cercanos eran los de San Félix de Solovio (antiquísima capilla sueva o de época anterior). Los árboles y las malezas habían crecido abundantes en el lugar sagrado, y no pensaba nadie en que los cuerpos del Apóstol Santiago y de sus // Antonio López Ferreiro, El altar de Santiago: sus vicisitudes y transformaciones desde los tiempos primitivos hasta nuestros días, Imp. del Boletín Eclesiástico, Santiago de Compostela, 1877. 110  A Nerón Claudio César Augusto, Pontífice Máximo, que limpió la provincia de ladrones y de quienes inculcaban en la humanidad una nueva superstición. 109 

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–ciento cincuenta y ocho– dos discípulos existían en nuestro suelo, Dios solo se acordaba de ellos cuando por los años 814, reinando en Asturias y Galicia el virtuoso Alfonso el Casto y ocupada la Sede Apostólica de Iria por el Santo Obispo Teodomiro, plugo a su bondad dejar sentir en el bosque próximo a San Félix cánticos celestiales y verse luces maravillosas. Avisado el Obispo vino al sitio misterioso y preparado con ayunos y oraciones, hizo excavaciones, y penetró en un subterráneo abovedado en que aparecieron tres sepulcros, de los cuales uno era mayor y [se] hallaba en medio de los otros dos. Dejemos la descripción a los Autores de la historia Iriense, y del libro de los cambeadores: El 1º dice “é desmontando achou una casinha pequena de arcos de mármores, é dentro tres moimentos: é así achada dou muitas gracias a Dios, é tomandose en oración enxonxouse, elle foy revelado que no moimento môr era alí sepultado ó corpo do Apostolo. E o acharon enteiro coa cabeza segun fora degolado en Jerusalem, é alí arrimado á él ó seu bordon de Romeiro”. El 2º dice // “é viron ó moimento debaixo dun altar pequeno é encima unha pedra é á os lados outros dous moimentos que non eran de tanto altor, é puxeronse en orazion é jujuaron todo o povo, é abriron ó do meo por inspirazon de Deus, e viron ser ó Santo Corpo do Aposto é que tiña a cabeza curtada, é o bordon111... Esto dicen los dos autores”. Los cita y confirma Huerta, y la Historia Compostelana está conforme con lo esencial, aunque no cuenta tantos detalles. Los dos autores citados añaden que dentro del Sepulcro había una inscripción greco romana en que se afirmaba ser aquel el Cuerpo del Apóstol degollado en Jerusalén, traído de allí en un carro de Lupa que de allí no quisieron pasar los bueyes y Cecilio su discípulo hizo la inscripción a vista de los demás discípulos (Huerta). Es de suponer que también abrió Teodomiro los otros dos sepulcros, y aun es probable hallase otra urna que [é viron, que estaba labrada, é con dous Arcos, é ò Moymento debaijo dun Altar pequeno, è incima unha Pedra] è a os lados outros dous Moymentos que non eran de tanto altor, è puseromse en orazon, è jajuaron todo ò pobo, e abrion o do meo por inspirazon de Deus, e viron ser ò Santo Corpo do Apostolo, è que tiña à Cabeza courtada, è ò Bordon dentro nun letreyro que dicia: Aqui jaz JACOBO Filho do Zebedeo è de Salomè, Hirmao de San Juan, que matou Herodes en Jerusalèm, è veo por Mar co os seus Discipulos fasta Iria Flavia de Galicia, è veo nun Carro de Bois de Lupa, Señora deste Campo; è daqui non quijeron passar mais adiante; [è San Cicilio Discipulo dó Apostolo le fez, estando juntos os mais Discipulos] (Henrique Monteagudo, “Noticia dun texto prosístico en galego do século XVII”, en Ramón Lorenzo Vázquez et al., Homenaxe a profesora Pilar Vázquez Cuesta, Santiago de Compostela, Universidade de Santiago de Compostela, 1996, págs. 351-375. Las partes entre corchetes es la versión del texto de Riobó, el resto es de Huerta. 111 

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contenía los huesos de algunos mártires. Esto tiene su explicación: pues en primer lugar era natural que los primeros cristianos pusiesen // –ciento cincuenta y nueve– allí a sus compañeros, como los romanos en las catacumbas. Y en segundo lugar parece referirse a esta urna la teca que hallaron sobre el altar del Apóstol los 16 Obispos que consagraron la Basílica. Puede confirmarse esto con la antigua inscripción del Ara que se conserva en San Payo con una caja de piedra puesta debajo de la columna de la misma, y que esta puede ser quizá el arca o urna a que se alude. Decía así la inscripción según Huerta: “Jacob. consac. discip. suis in honorem Sātor, mart. q. passi sunt in Burgo Gallaicorum Támarica V ann. pred. conversionis XXXVIII per totam Galleci Hispan. Cecilius d. S. Jacob. nro orbi relinquit, S. Patron ita instit112”. Como quiera que esto sea, lo cierto es que desde entonces se fundó un templo no muy suntuoso, que sobre el urna del Apóstol hizo Teodomiro un Altar, y que el mismo Teodomiro se quedó allí, dejándonos escrita una relación de este precioso hallazgo, que se conservaba en el siglo XII, puesto que fue copiada por Aymerico. No es del caso citar aquí todos los testimonios que confirman // el hecho de la invención del Cuerpo del Apóstol. Hablan los monumentos, habla la tradición y los milagros, que en Compostela hacía el Señor por medio de Su Apóstol. Hablan millones de peregrinos, que le veneraron y por último lo confirma la misma existencia de esta Ciudad afortunada. Lo que sí importa a la Defensa es hacer notar las circunstancias de la antigua Cripta del Apóstol, para compararlas con las de las cavidades descubiertas ahora. Y en efecto ¿quién duda que de la simple inspección del proceso y del local aparece ser idéntica, si bien mudado su aspecto, la cripta de hoy con la descubierta en el siglo IX? Oigamos a San León III en su Epístola a los fieles de todo el Orbe: “Llegaron los discípulos a la posesioncita de Libredon, (y esto confirma la opinión de los que sostienen que esta posesión era de algún discípulo) encontraron allí un ídolo colosal y cerca de él, en una cripta (cueva) de picapedreros, encontraron picos y martillos (lo afirma la circunstancia de ser montaña abundosa en piedra esta Ciudad y la urna en cuestión // Cuya interpretación es ésta: Consagrado a Santiago y a sus Discípulos, en honor de los Santos Mártyres, que perecieron en el lugar de el Burgo, sito en la provincia Tamarica de Galicia, el quinto año de su predicación, al treinta y ocho de su conversión (Huerta y Vega, Anales del Reyno de Galicia..., Lib. II, cap. XIII, pág. 132). La transcripción del Expediente canónico se aparta algo de la Huerta. 112 

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–ciento sesenta– estaba sobre peña). Echaron mano de los necesarios, y con las palas y azadones abrieron zanjas y construyeron monumentos firmísimos desde la dura roca. Desde parte de ellos se alzó una reducida cámara arqueada y subterránea donde tuvo digno sepulcro el cuerpo del Apóstol. Sobre otra parte de este cimiento labraron una Iglesia de cortas dimensiones. Puesto el Santísimo Cuerpo en el Sarcófago los discípulos consagraron el ara (que existe en el templo de San Payo). Con maduro acuerdo los discípulos Teodoro y Atanasio moraron todos los días de su vida en aquella casa divina custodios del Sagrado depósito; y a su muerte dispusieron, y se les cumplió así por los cristianos, descansar en tan santa morada, sepultados uno a la derecha y el otro a la izquierda de su maestro”. Hasta aquí San León III. Ahora dejemos recoger todas las circunstancias de las cavidades actuales a los célebres arqueólogos que figuran dignamente en este proceso. En su precioso libro “Re- // cuerdos de un viaje” el Padre Fidel Fita y Don Aureliano Fernández Guerra, a vista de las fotografías y planos levantados en el sitio de las excavaciones, que ellos mismos inspeccionaron dan las circunstancias de las descubiertas cavidades, sepulcros antiguos, sillares, pedazos de mármol y ladrillos, cuyas circunstancias están en completa y absoluta conformidad con la relación de León III tomada sin duda alguna de la de Teodomiro, que como queda dicho se conservaba en el siglo XII cuando Aymerico la copió. Véase la pág. 377 de la Ilustración Católica, en que figuran un plano y dos grabados de las cavidades subterráneas.113 Ahora bien, si la historia comprobada por los monumentos, que aun existen, está en conformidad con la inspección arqueológica, y ambas aparecen en los trabajos de este proceso conformes con las declaraciones de la Comisión Capitular (folios diez y siguientes), así como con el voto de los tres Señores Obispos que reconocieron las cavidades juntamente con las autoridades locales, claro es que el subterráneo // –ciento sesenta y uno– encontrado es el mismo que construyeron los discípulos del Apóstol; si bien modificado en la parte superior por las obras del Altar mayor a que aquellas sirven de cimiento. 113  El la misma publicada en Fita y Fernández-Guerra, Recuerdos..., pág. 70. La reproduzco, actualizada, como Fig. 3.

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Y no se diga que no es posible la afirmación precedente atendidas las transformaciones que el Templo compostelano tuvo que sufrir. Porque es cosa cierta que desde Alfonso III a fines del siglo VIII hasta Don Diego Gelmírez el primitivo altar del Apóstol no sufrió más transformación que la exterior. En el Altar de Santiago nadie se atrevió a tocar dice Alfonso III: y en el siglo X Almanzor no respetó el templo pues el incendio llegó a los mismos cimientos, o a las mismas cavidades subterráneas, como hoy mismo pudo verse; pero su historiador Bayan Almogrib testifica que el Altar del Apóstol quedó en pie =(véanse los folios doce, trece y ochenta y cuatro, Historia Compostelana L. I cap. 2 = En el año 999 Bermudo II y el Obispo San Pedro Mosoncio reedificaron la Iglesia, y Don Diego Peláez dio principio a la Basílica actual, pero ambos respetaron el ara de Santiago como se comprueba // por las protestas de los Capitulares cuando Gelmírez emprendió la suntuosa fábrica actual, que era obra =tantorum virorum= y cuando quiso renovar por completo la forma de la cripta. Sin embargo es preciso confesar que Gelmírez alargó el Altar de Santiago y es de suponer, como hoy aparece, que apoyó la nueva fábrica en los antiguos muros, por lo cual debió reforzar las paredes de la antigua cripta hasta llegar al suelo (Recuerdos de un viaje, pág. 383 de la Ilustración [Católica]). Nos consta que Gelmírez en 1112 levantó de nuevo el Altar, construido por los discípulos del Apóstol, a la manera de mausoleo que estaba debajo, y dentro del que como es sabido, están guardadas las reliquias del Santo apóstol. Son palabras de la Historia Compostelana en el cap. 18 del Lib. I. De las cuales me atrevo a deducir que Gelmírez no debió hacer transformación esencial en la Cripta primitiva porque aparece claro en esta verídica historia que levantó el Altar a manera del inferior mausoleo. Luego a este o no le tocó o le tocó ligeramente. Y si más abajo añade esta historia que llegó hasta cerca del // –ciento sesenta y dos– suelo (infradictum habitaculum solo tenus detruxit), se entiende hasta el suelo o pie del primitivo altar. Como quiera que sea, la inspección actual demuestra que hay todavía restos bien marcados de la primitiva cripta. Añade también la Historia Compostelana en el citado Cap. que Gelmírez reedificó y adornó el suelo [de la] confesión y las escaleras por las que se subía al Altar desde aquella. Y por último que hizo una Confesión para que los fieles orasen más recogidos, una confesión bajo las dos columnas que sustentaban el cimborrio por la parte de atrás aparece de la misma Historia Com-

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postelana ser cosa equivalente al circuito majestuoso que ideado por Vega Verdugo vemos hoy aumentado cerrando toda la Capilla Santa. Ni en esta nueva restauración en 1698 o 1699 ni en tiempos posteriores sufrió la cámara sepulcral ni el Altar otras modificaciones más que las de pura restauración o decoración. Véase la descripción de Vega Verdugo, López Ferreiro en su opúsculo El Altar de Santiago pág. 35 y siguientes. // Aparece claramente pues de todo lo dicho que la historia y la arqueología así como los monumentos hoy descubiertos en la Iglesia compostelana confirman unánimemente. 1º. Que el Apóstol predicó especialmente en esta región Galaica. 2º. Que su cuerpo fue sepultado en las inmediaciones del pequeño lugar de San Félix de Solovio y probablemente en un fundo de uno de los dos discípulos San Atanasio y San Teodoro conforme a la costumbre de aquella época. 3º. Que los cuerpos de estos dos discípulos fueron sepultados al lado del sepulcro de su maestro y probablemente después de haber sellado quizá con su sangre la fe que de él habían recibido. 4º. Que el sepulcro del Apóstol debió estar labrado en la misma peña sobre que la cripta se halla construida debiendo ser de mármol únicamente la cubierta, como parece indicarse en la Escritura de transacción entre el Obispo Peláez y el Abad Fagildo; pues dice terminantemente que el sepulcro del // –ciento sesenta y tres– Apóstol fue hallado cubierto de piezas marmóreas; y los célebres arqueólogos Padre Fidel Fita y Don Aureliano Fernández Guerra, al interpretar Liberodunum [sic] dicen que significa la Torre del Camino, y el fundo iriense se denominaba Los Hitos de mármol (Arcos marmóreos). Recogiendo pues estas pequeñas indicaciones aparece claro que el sepulcro del Apóstol debía estar labrado en peña marmórica y cubierto por una pieza también marmórica. Lo cual es preciso tener presente para poder conjeturar que el primitivo sepulcro del Apóstol no ha desaparecido, si bien haya desaparecido la cubierta marmórea del mismo. Ésta probablemente pudo ser la que hoy existe de color melado bajo el Altar mayor, como parece comprobarlo una miniatura del mismo color que existe en el Tumbo A de la Basílica, del año 1129 o pudo ser de diferentes piezas, y una de ellas la que cubría el rústico sepulcro objeto de este proceso. 5º. Que la relación de Teodomiro sobre la invención del cuerpo del Apóstol debió ser conocida por San León III y por lo tanto // las circunstancias que este Pontífice y Aymerico describe en la copia de aquella relación hecha en el

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siglo XII nos demuestran que la cripta descubierta en nuestros días es la misma que construyeron los discípulos del Apóstol, si bien perdida la memoria en San Félix de Solovio, pudo la pequeña Iglesia ser destruida en los siglos de las crueles persecuciones del Cristianismo o en la invasión de los Normandos y pudieron desaparecer entonces las principales mármoles que adornaban la antigua cripta. 6º. Que el incendio del siglo X y la destrucción del templo llevados a cabo por Almanzor no han tocado al cuerpo del Santo Apóstol, como lo afirman rotundamente el árabe historiador Almogrib —y se comprueba además por todos los historiadores principales como la Compostelana, Morales, Huerta, Ferrer y otros quienes testifican existía en la Cripta el cuerpo del Apóstol por lo menos hasta Gelmírez. Las reliquias que este celoso prelado mandó a Pistoya y a Toledo114 confirman de un modo clarísimo, que en su tiempo estaba aún el Apóstol en // –ciento sesenta y cuatro– su sepulcro, separado de sus discípulos, y por lo tanto que los historiadores contemporáneos y anteriores decían verdad. 7º. Que en la cripta no hubo transformaciones esenciales; y que las hubo solamente en el Altar —que desde los tiempos de Teodomiro estuvo siempre sobre la Cámara sepulcral. De todo lo dicho por último aparece demostrado que a las cuatro primeras preguntas con que se encabeza este proceso se debe responder afirmativamente. Y que no puede responderse además de otro modo sin faltar a la verdad de la historia y fingiendo lo que repugna a los hechos y a los monumentos. Véanse en el proceso las respuestas de los Señores Labín y López Ferreiro, respuestas altamente corroboradoras por la escrupulosa crítica de todo género de prueba y observaciones. Bastarían todas estas pruebas que sin duda alguna llegan a producir la evidencia si se considera además que tienen en su favor el voto afirmativo de los // ya citados arqueólogos, célebres en toda España y en el extranjero por sus vastísimos conocimientos históricos y el de los no menos célebres Hasta el final del Expediente canónico se insiste en la reliquia toledana, poniéndola al mismo nivel que la de Pistoya, algo que terminará rechazándose. De todos modos, hay que tener en cuenta que estamos ante una defensa final un tanto precipitada, hecha para rematar el expediente, de manos de uno de los más fieles servidores del cardenal Payá. 114 

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Señores Obispos de Oviedo, Orense y Tuy, cuyo voto debe considerarse Superior a todo cuanto exigen los Sagrados Cánones sobre la averiguación de la identidad de reliquias puesto que y conviene notarlo en testimonio emitido bajo la inspección ocular de los monumentos de la Basílica Compostelana y unidos a su dignísimo Jefe de la provincia eclesiástica bien puede considerarse como un voto altamente cualificado semejante al de los Prelados reunidos en Concilio provincial. Las objeciones sin embargo que contra estas cuatro preguntas formula el Fiscal impugnador en las dos primeras de su escrito obligan a la Defensa a insistir brevemente sobre lo mismo para refutarlas. Pregunta el Fiscal por dónde consta que el Cuerpo del Apóstol haya sido sepultado en Compostela? Y a la pregunta responden que “la historia, la tradición universal y constante de diez si- // –ciento sesenta y cinco– glos, los milagros obrados en este lugar de su sepulcro, los privilegios Pontificios y las Concesiones reales son pruebas convincentes de que Compostela poseyó el cuerpo del Apóstol Santiago”. Luego Compostela por lo menos hasta Gelmírez poseyó aquel precioso venero por confesión del mismo Fiscal impugnador puesto que todas las pruebas aducidas para demostrar que la cripta del Apóstol hasta nuestros días no sufrió transformación esencial están en perfecta armonía con las admitidas por el Fiscal para demostrar que Santiago fue sepultado en Galicia. De aquí es que a la segunda pregunta del mismo Fiscal se ha de responder que se conservan los sepulcros en que fueron depositados el Apóstol y sus dos discípulos puesto que en primer lugar por lo que toca a los sepulcros queda demostrado haber sido un hecho la destrucción del primitivo oratorio Apostólico en // las épocas de las persecuciones e invasiones de los Normandos como lo demuestran las mismas razones alegadas por el Fiscal respondiendo a la primera. ¿Cómo admite que Compostela poseyó el Cuerpo del Apóstol sin admitir el hecho de la invención de este mismo cuerpo y por lo tanto la milagrosa aparición de luces celestiales sobre un montón de ruinas causa y origen de la Afortunada Compostela? Esto echa por tierra la aseveración del Fiscal cuando dice no entiende a qué se refiere el adverbio naturalmente empleado por el Señor Obispo de Oviedo en el folio 84 de este Proceso y arguye contradicción en el escrito fiscal que a continuación admite

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todos estos hechos y existencia del mismo templo Compostelano reedificado en distintas épocas. Tampoco encuentra el Fiscal fuerza en los testimonios aducidos para comprobar el incendio y destrucción del templo compostelano y al mismo tiempo la conservación de los sepulcros del Apóstol y sus dos discípulos. Pero el Fiscal // –ciento sesenta y seis– pretende echar por tierra los monumentos de la mayor importancia porque desconoce la autoridad de los historiadores árabes cuyo testimonio es irrecusable por testificar lo que a ellos mismos o a su caudillo Almanzor podía perjudicar. Lo natural era que defendiesen al Sarraceno atribuyéndole la proeza de haber destruido un sepulcro de tanta veneración y sin embargo confiesan la destrucción del templo y declaran haber quedado intacto el Apostólico sepulcro, por que el Apóstol hizo sentir a Almanzor los efectos de su bárbara impiedad. Por otra parte es un hecho inconcuso la reedificación del templo por San Pedro Mosoncio y Don Bermudo II. Estas dos pruebas demuestran la existencia del hecho y deshacen la contradicción que el Fiscal supone entre las afirmaciones de los Señores Labín y Ferreiro y el Ilustrísimo Señor Obispo de Oviedo. Y en efecto si bien es verdad que aquellos conjeturan que San Pedro Mosoncio ha // ya ocultado los cuerpos dichos, esto no excede los límites de una simple conjetura mientras que las pruebas contrarias que presenta el Señor Obispo de Oviedo combaten la conjetura y con razón supone que la ocultación de los tres santos cuerpos es posterior a Gelmírez como a su tiempo lo demostrará la Defensa contentándose por ahora con afirmar que no es probable ni quizá cierto que San Pedro Mosoncio haya ocultado aquellos, de lo contrario los historiadores contemporáneos de Almanzor lo hubieran sabido y consignado en sus historias así como también lo habría contado la Historia Compostelana si alguna tradición se conservase en el siglo XIII. Dicho esto y resueltas las primeras dificultades del Fiscal impugnador la Defensa se ve en la necesidad de examinar las pruebas que la historia y la arqueología, la inspección médica y las piadosas personas declarantes ofrecen, para demostrar que los huesos humanos hallados en el rústico sepulcro objeto de esta discusión son ciertamente los del //

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–ciento sesenta y siete– Apóstol Santiago y de sus dos discípulos San Atanasio y San Teodoro. Se ha visto que la cripta santa se ha conservado hasta nuestros días si bien con ligeras modificaciones. Las excavaciones han dado por resultado el hallazgo de cenicientos escombros que cerraban completamente las subterráneas cavidades y el hallazgo de un sepulcro más bajo que el suelo de estas mismas cavidades. Ahora bien, ¿cuándo se rellenaron de escombro estas cavidades? Si fue en tiempo de Almanzor a consecuencia del incendio y la destrucción del templo entonces hay que suponer que en tiempo de Gelmírez la cripta no estaba franca ni expedita. Es más, Aymerico no hubiera podido penetrar en la cripta ni mucho menos hubiera existido la confesión de Gelmírez. Los historiadores contemporáneos hablan de que la cripta estaba expedita y que se veneraba en ella el santo depósito. Para explicar este hecho es preciso tomar la historia desde Gelmírez. Sabemos que este adornó la cripta y además dio reliquias a Pistoya autentificadas en forma, las que // obraron muchos milagros en Toscana como afirma Ugheli115 en el tercer tomo de su “Ytalia sacra” —y los Padres Antuerpienses en el tomo 8º mes de julio de su “Acta Sanctorum”. En 1145, pues, aún estaba abierta la cripta y los Santos Cuerpos en sus sepulcros. Como de todas partes pedían a Gelmírez reliquias de Santiago, este se vio en la necesidad de tapiar perfectamente la cripta y de ello nos habla Ambrosio Morales en su Viage Santo —en 1572—. Refiere ser hueco el Altar mayor y que en el testero del Evangelio hay una puertecita que solo se abría a los Reyes y a los Arzobispos cuando toman posesión, y que a él se le abrió por ir de orden de Su Majestad, pero no vio sino unas piedras grandes con un agujero para el respiro de la cripta. Adoró el Santo Depósito y cerró la narración diciendo “que el Apóstol estaba en su tumba de mármol”. Por consiguiente es claro que en el resto del siglo XII, en el XIII y en el XIV la cripta estaba tapiada y el acce- // –ciento sesenta y ocho– so no era fácil pues Gelmírez hizo un fuerte murallón que defendiese la entrada a la cripta. Lo que es tan cierto que en las excavaciones se encontró esta. Sin embargo, Gelmírez en el testero izquierdo del coro depositó el bordón que hoy se venera. 115 

Ferdinando Ughelli (1595-1670), historiador y cisterciense italiano.

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Llegados a este punto ya debemos averiguar la época en que faltó el Depósito Santo. Puesto que en 1572 Ambrosio Morales y la creencia universal afirman la existencia del cuerpo del Apóstol y sus dos discípulos en sus sepulcros no hay razón para creer que fuese anterior la ocultación y el relleno de escombros. ¿Cuándo aparece la tradición de la ocultación de los cuerpos? Solo en 1589 en tiempo de Don Juan de San Clemente principia esta tradición. Luego solo entonces debió ocultarse. La verdad de este hecho lo evidencia el conflicto en que se vio Galicia cuando el Gobierno inglés por el [lectura confusa] Drake quiso invadir e invadió nuestras costas, principalmente la Coruña. Las actas capitulares de aquella época que por fortuna conservamos prueban la alarma espantosa. La prueba también el Bió- // grafo de San Clemente y al referir las palabras de su Señor: “Dejemos a Santiago que se salve y nos salve”, observa un silencio afectadísimo. Esta misma alarma prueba el Dominico Compostelano que escribió en la misma época y refiere las antedichas palabras considerando el hecho como notorio. Ahora bien. ¿Qué pruebas tenemos para aseverar que San Clemente ocultó los Santos Depósitos? La Defensa no necesita referir una por una todas las pruebas que con severa crítica aduce la Comisión Capitular en su luminoso escrito, ni las aducidas por los Señores Obispos de Orense, Tuy y Oviedo ni mucho menos se atreve a tocar en las presentadas por los célebres arqueólogos consultados por nuestro Excelentísimo Prelado. Baste pedir al Ilustrísimo Señor Juez instructor que reconozca la evidencia del hecho de la ocultación llevada a cabo por San Clemente toda vez que se halla confirmado por tan valiosas pruebas. Con ellas cae por tierra la duda del Fiscal impugnador sobre este hecho admitido por todos, puesto que existen pruebas eviden- // –ciento sesenta y nueve– tes del hecho en general, si bien los historiadores ocultan la circunstancia de la ocultación porque no conviniendo en manera alguna San Clemente no quiso revelar tanto secreto. Y que no convenía lo prueba evidentemente el estado de esta región Galaica en los tiempos mismos de San Clemente encontrándose en pugna con Portugal y reinando como es consiguiente la misma causa, el efecto debía perseverar en el mismo estado. Luego no hay dificultad en admitir el hecho

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evidente y las circunstancias que de él se desprenden relativas a la ocultación de los cuerpos de Santiago y sus dos discípulos. ¿Es posible que se hayan engañado todos los historiadores posteriores a San Clemente al reconocer como verdadera la tradición formada en el tiempo de San Clemente? Indudablemente si nosotros que tanto distamos de aquella época creemos en el hecho de la ocultación; que de otra manera no puede explicarse la desaparición de los expresados cuerpos, con mucha mayor razón debieron creerlo todos los his- // toriadores que desde Zepedano hasta Fray José Bugarín fueron recogiendo esta misma tradición en sus célebres escritos. Otro argumento suministran las correrías de los Ingleses sobre esta región galaica en 1719 [sic] hasta cuya época nuestra región galaica no gozó de paz. Fijemos ahora en las circunstancias que revela la invención del Santo Depósito en nuestros días. Vemos por ellas que las cavidades estaban rellenadas de escombros y que el antiguo pavimento ha sido destruido para abrir un pozo y colocar en él sobre la roca firme el rústico sepulcro hallado; y que los huecos en él contenidos pertenecen según la sabia inspección médica a tres distintos esqueletos de muy venerable antigüedad, sobre los cuales se encontraron gotas de cera: y el sepulcro formado de la manera que se ha visto al principio de este escrito cuyos ladrillos son de la misma época que los hallados en la cripta. Todo lo cual bien meditado y considerado no solo no ofrece duda sino que confirma las tradiciones que solo desde San Clemente existen en Compostela sobre la ocultación de los tres santos cuerpos // –ciento setenta– así como todas estas circunstancias, que combinadas con las de la época de la ocultación nos demuestran haber sido un hecho la aglomeración de los tres cuerpos por exigirlo así las críticas dificultades de la época. Esto mismo nos explica una dificultad que no se le ocurrió al Fiscal impugnador, esto es la existencia de los escombros en la cripta que hasta Ambrosio Morales estaba hueca. Pero esta dificultad se resuelve fácilmente si se considera que naturalmente hicieron diligencias para encontrar los tres cuerpos a últimos del siglo XVI y en todo el XVII principalmente en la época de Verdugo cuando el Prelado y el Cabildo construyeron el suntuoso altar que hoy vemos y lo revistieron de preciosos mármoles. ¿Qué dificultad hay en afirmar como cierto que en estas épocas fue cuando se rellenó la cripta perdidas las esperanzas de la invención o hallazgo del Santo Depósito y necesitando por otra parte sólido fundamento que sustentare la mole del Altar? ¿Qué

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inconveniente hay en afirmar que los mármoles // encontrados, las monedas y los ladrillos mezclados con los escombros son primeramente efectos de haber removido el local de la cripta y en 2º lugar los restos de las antiguas escaleras construidas por Gelmírez? Claro está que esto revela quizá poco esmero en conservar el lugar sagrado y recoger los preciosos objetos que en su día han servido para sepulcro del Apóstol, pero de ninguna manera arguye contradicción ni dificultad para explicar la ocultación del Santo Depósito y combatir la demostración de la identidad de estos tres Santos Cuerpos, puesto que las circunstancias combinan perfectamente con las tradiciones y monumentos referidos. Si las legítimas hubiesen sido trasladadas a alguna otra ciudad claro está que el hecho se vería registrado en las tradiciones y en los monumentos históricos. Por lo cual no existiendo rastro alguno ni memoria de ello no se violenta la crítica con asegurar que el Santo Depósito fue escondido en la misma cámara sepulcral. Si a todo lo dicho añadimos la declaración de las personas piadosas que aseguran haber recibido de sus mayores la –ciento setenta y uno– tradición sobre la existencia del cuerpo del Apóstol y sus discípulos en el tras Sagrario del Altar mayor de la Basílica y en el mismo lugar en que se encontraron, aparece claro que por lo menos las dos generaciones anteriores a nosotros han conservado las tradiciones de dos siglos enteros y por lo tanto es un argumento importantísimo y concluyente sobre la identidad de los tres expresados cuerpos. Esta se halla en perfecta armonía con [texto tachado ilegible] la conmemoración que del Santo Apóstol y sus dos discípulos de hace en todas las procesiones de la Basílica deteniéndose estas en el mismo punto en que las personas declarantes han visto por lo menos a principios de este siglo velas encendidas sobre el punto del hallazgo. ¿Qué significan los planos en que el Arquitecto fija el punto en que debían encontrarse los sagrados cuerpos? ¿Qué significa la diferencia de ornamentación en la ventana que corresponde al punto del hallazgo y la existencia del arca de Santiago coronada por una estrella en la bóveda de la Capilla mayor y perpendicular al punto de la invención? ¿Cómo se explica la existen- // cia de las lámparas en el tras Sagrario y a principios de este mismo siglo? O el Fiscal impugnador se empeña en no reconocer la luz que brilla clara al través de tantos monumentos o de lo contrario hemos de concluir que la pintura de la urna no sobre el altar mayor sino sobre el punto en que se en-

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contró el rústico sepulcro y las lámparas puestas al derredor de este mismo punto en mayor cantidad que las del frontal del Altar y que las velas puestas en este mismo lugar así como la detención de las procesiones capitulares en él, son incontrastable argumento que nos demuestra la identidad de las Santas Reliquias y confirma al mismo tiempo: 1º. El hecho de la ocultación. 2º. Las circunstancias de la misma cual se refieren en este proceso tomadas de la historia y, 3º. Que caen por tierra las dudas del Fiscal impugnador sobre este punto, toda vez que los hechos están en armonía con la historia, con la arqueología, con las declaraciones de las personas piadosas citadas y con los votos o dictámenes de los Señores Labín y Ferreiro y los tres Señores Obispos. // –ciento setenta y dos– Tampoco los expresados huesos pueden atribuirse a otras personas privadas. Esta duda del Fiscal cae por tierra ante la certeza de que en todo el recinto del Altar mayor jamás fue sepultada persona alguna. No lo fueron los Reyes ni tampoco los Obispos y por consiguiente con menos razón las personas privadas. Tan celosos fueron los Prelados y el Capitular en conservar intacto este Santo recinto que en las mismas Actas capitulares se registran las protestas con que los Canónigos se opusieron al entierro de algunos Obispos Compostelanos en las Capillas inmediatas a este recinto, si bien fuera del mismo, lo cual solo podía obedecer al respeto debido al Apóstol creyendo existía ocultado su Santo Cuerpo con los de sus dos discípulos dentro del mismo recinto y en el tras-Sagrario del Altar mayor, frente al cual se encuentran sepultados algunos Obispos. Esto obliga a la Defensa a explicar la existencia de algunos huesos humanos dentro de este mismo recinto en las capas superiores de los escombros y a los lados del Altar mayor así // como le obliga a resolver las dudas que funda el Fiscal en la existencia de algunos huesecitos encontrados en el rústico sepulcro y que afirma no pertenecer a los cuerpos de Santiago y sus discípulos. La primera se resuelve fácilmente considerando que en la cripta debieron existir antiguos sepulcros de mártires labrados en la misma tierra los cuales encontrados en las investigaciones del tiempo de Verdugo y otros de que se ha hablado debieron ser dejados en el sacro recinto suponiéndoles de venerables siervos de Dios. O también pueden ser los huesos que a juicio de los diez y seis Obispos que consagraron la Basílica encontraron en una teca o arca sepulcral en el Ara del Altar de Santiago.

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También Gelmírez pudo haber encontrado estos huesos y suponiéndolos venerables debió dejarlos en el Santo Recinto. Como quiera que sea, esto mismo confirma que en el recinto de la Capilla mayor jamás fue enterrada persona alguna puesto que la existencia de los expresados huesos sin inscripción ni dato que confirme haber sido depositados allí no tiene otra explicación más que el descubrimiento de huesos humanos vene- // –ciento setenta y tres– rables por su notable antigüedad y por hallarse en lugar tan Santo. La otra dificultad queda resuelta con la lectura de la declaración médica, única autoridad que en la materia es concluyente. Sabemos que los médicos (y nos consta por su escrito) han formado dos grupos: uno de huesos calificables por el estado de su conservación y otro de huesos incalificables por el mal estado en que se encontraban. Del primer grupo han formado tres esqueletos distintos fijando la edad de cada uno de ellos y conjeturando la antigüedad de los mismos. Y ya que de esto se trata y dejado sentado que el grupo de huesos incalificables son los pequeños fragmentos que el tiempo y la humedad redujo a estado desconocido sin que dejen de pertenecer a los tres esqueletos o que faltan los huesos del grupo incalificable, la Defensa llama la atención del Ilustrísimo Señor Juez sobre el examen comparativo116 de las reliquias del Apóstol que se veneran principalmente en Pistoya y Toledo. Los Señores Canónigos Labín y Ferreiro vieron estos huesos y los encuentran // con iguales caracteres a los del sepulcro que la medicina considera ser del Apóstol. ¿Y para qué más pruebas si la muela que se venera en esta Basílica Compostelana encaja perfectamente en el maxilar del Apóstol?117 La Defensa ha traído de Roma un fragmento de poco más que un centímetro de largo legítimamente autenticado sobre la pertenencia a las reliquias del gran Santiago.118 Los Señores López Ferreiro y Doctor Francisco Freire, el primero perito arqueólogo y el segundo 116  Si se toma al pie de la letra esta declaración del defensor habría que concluir que Labín y López Ferreiro sí llevaron en su viaje italiano de 1880 algún fragmento de lo encontrado en Compostela. 117  El diente donado por Gaufridus Coquatrix, también eliminado de la relación de reliquias fiables, sigue presentándose como fundamental. 118  No deja de ser sorprendente esta prueba, que realmente apenas se vuelve a mencionar. En realidad parece contradecir la conservación íntegra de los restos apostólicos en la tumba compostelana, con alguna notabilísima excepción, de muy larga tradición y culto, como la de Pistoya.

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célebre médico de esta Ciudad, al ver simplemente la reliquia que la Defensa posee no dudaron en asegurar contestes que se conformaba perfectamente con los caracteres del esqueleto que ellos atribuyen al Apóstol Santiago. Todo lo cual es un nuevo argumento poderosísimo para concluir sobre la identidad de las reliquias y destruye las dudas del Fiscal impugnador así como avalora la respetable declaración de los Señores Labín y Ferreiro sobre la identidad de las reliquias de Pistoya y Toledo con las de Compostela. Formula el Fiscal otra duda sobre // –ciento setenta y cuatro– la desaparición del marmóreo sepulcro del Apóstol cuya duda ha resuelto la Defensa al hablar de la forma y materia conjetural del primitivo sepulcro del Apóstol. Por lo demás aunque el sepulcro haya desaparecido y su memoria se haya perdido no puede concluirse nada en contra de la identidad de las reliquias halladas, puesto que pudo haber desaparecido la cubierta en cualquiera de las transformaciones si no es la que se encuentra bajo el Altar mayor del Apóstol, en el supuesto de que el primitivo sepulcro haya sido labrado en la peña como tantos otros sepulcros de mártires en las diversas regiones del mundo. Niega el Fiscal la fuerza del argumento tomado de la declaración de las personas piadosas, de la existencia de la urna sepulcral en las pinturas de la bóveda y de la existencia de las lámparas en el tras-Sagrario. Mas esta negativa carece de todo fundamento puesto que no hay razón para negar la veracidad de las personas declarantes dignas de toda fe porque son de reconocida autoridad, ni podían tener // interés en afirmar lo contrario de lo que habían visto. Testifican sobre hechos que tienen en su apoyo los argumentos ya aducidos y además no puede tener otra explicación el continuo y perpetuo orar de los fieles más bien en el tras-Sagrario que ante el altar del Apóstol. ¿Por qué alrededor de este Santo recinto como alrededor de la santa casa de Loreto anda de rodillas el fiel creyente? Las lámparas y las pinturas suponen un plan combinado y si bien la simetría exigía para más y otras otra colocación distinta vemos sin embargo que se encuentran unas y se encontraban otras sobre y alrededor del punto en que se encontró el rústico sepulcro. ¿Puede el Derecho llamar casualidades a esto? Por último el Fiscal duda del valor del hecho misterioso que tuvo lugar cuando el maestro cantero descubrió el rústico sepulcro. La Defensa no considera necesario demostrar la existencia de este hecho misterioso: bástale afirmar que nada tiene de particular que se atribuya a efecto sobre natural puesto que pudo muy bien, y en //

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–ciento setenta y cinco– ello no hay contradicción, valerse el Señor de un devoto para manifestar la aparición del verdadero cuerpo de su Apóstol. Reúnase todo lo expuesto por tan célebres y sabios escritores en el proceso canónico, consúltense los argumentos históricos en favor de la existencia del cuerpo del Apóstol y de sus dos discípulos en Compostela y lo demás argumentos que apoyan y confirman la tradición de que el cuerpo del Apóstol y de sus dos discípulos deben encontrarse en el tras-Sagrario y dentro del recinto que circunda el Altar mayor y una de dos o hemos de rechazar toda prueba histórica por estar sujeta a conjeturas contrarias o de lo contrario hemos de admitir que la tradición corroborada con tantos monumentos reúne las condiciones que Vicente de Lerins exige para admitir la tradición como argumento concluyente. Y por consiguiente aparece en toda evidencia la verdad del dilema propuesto por los Señores Labín y Ferreiro, esto es, o las reliquias encontradas en el rústico sepulcro son las del Apóstol Santiago y sus dos discípulos o no lo son. [L]o 1º tiene en su apo- // yo la historia, la arqueología, la inspección médica, el voto consultivo de los Señores Ilustrísimos Prelados, las declaraciones de una respetable comisión Capitular digna de toda consideración por ser uno de sus miembros Doctoral de la Santa Madre Iglesia y por lo tanto acreditado canonista y el otro bien célebre escritor histórico citado en sus investigaciones galaicas por escritores nacionales y extranjeros, las tradiciones del país, la existencia de lámparas en todo el circuito y de candelas encendidas sobre el punto mismo del hallazgo, las pinturas y decoraciones alusivas perpendiculares a aquel, los planos de famosos arquitectos, la adoración tanto de los capitulares como de los fieles dirigida al Santo Apóstol en este mismo punto y el hecho de no haberse permitido jamás sepultura a persona alguna dentro de este Santo Recinto. Lo 2º echaría por tierra todos estos argumentos y pruebas concluyentes violando la historia y desconociendo la luz cuando brilla clara como el sol en la mitad de su carrera. Concluye, pues, la Defensa que hay // –ciento setenta y seis– razones suficientes para creer no solo con certeza moral si no con evidencia que los huesos del rústico sepulcro hallados en el tras-Sagrario de la capilla mayor de la Basílica Compostelana son los del Apóstol Santiago y de sus dos discípulos San Atanasio y San Teodoro.

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Y por lo tanto que debe fallarse sobre la identidad de las mismas reliquias toda vez que a las tres preguntas restantes se responde fundadamente de una manera positiva y resultando de ello saberse por la inspección médica cuál de los tres esqueletos pertenece al Apóstol Santiago aunque no puedan determinarse inmediatamente los de sus dos discípulos y conociéndose el motivo y las causas delas transformaciones de la antigua cripta y del sepulcro en armonía con el estado en que actualmente se encuentra. A la 7ª pregunta ha de responderse de la misma manera afirmativa o lo que es lo mismo debe darse un decreto sobre la identidad de las expresadas reliquias dignas del culto y veneración propia de un Apóstol y de dos Mártires. Y en efecto Ilustrísimo Señor he empezado este es- // crito aseverando que estaban satisfechas las exigencias de los Cánones y principalmente del Concilio Tridentino toda vez que a los ojos de Vuestra Señoría se presenta un proceso canónicamente instruido y en el cual desde el principio hasta el fin se encuentra fundadamente probado el objeto del mismo. Recuérdese las palabras de Benedicto XIV y del Tridentino Concilio, según el cual debe el Obispo instruirse con el consejo de piadosos varones y hacer todo aquello que conduzca a la investigación de la verdad antes de emanar un decreto sobre la identidad de las reliquias nuevamente halladas. Ahora bien. ¿No es inútil preguntar si se ha cumplido todo esto una vez que en nuestro proceso hay además de las pruebas históricas y arqueológicas en virtud de las cuales la Defensa ha concluido lógicamente que existen valiosas pruebas sobre la identidad de las reliquias, el consejo del Canonista y del Teólogo emitido por cuatro personas diversas: el del historiador y arqueólogo emitido por otras tres personas diferentes; la inspección médica y quirúrgica llevada a cabo por tres no- // –ciento setenta y siete– tabilidades de las ciencias médica y química en nuestro país, las declaraciones de personas de toda probidad contestes en transmitir las tradiciones de la venerable antigüedad y por último la misma inspección ocular de todos y cada uno de los monumentos sabiamente examinados por la más escrupulosa crítica? Los Sagrados Cánones y los comentaristas del Libro II de las Decretales no menos que la misma legislación civil y sus expositores declaran contestes que debe emitirse la sentencia según lo alegado y probado y que esta debe ser conforme a lo que resulte de las pruebas sobre todo si son plenas. De lo expuesto hasta aquí aparece que estas reúnen este precioso carácter de pro-

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bar plenamente el objeto propuesto y sin duda alguna así lo ha reconocido el ilustrado abogado Don Ricardo Rodríguez que en la Defensa de este proceso, o mejor dicho en su voto consultivo, concluye conforme a los que le han precedido en el examen de las pruebas en favor de la identidad de las expresadas reliquias y al efecto analiza en su bien razonado es- // crito los monumentos y las razones que militan y figuran en el expediente canónico, concluyendo por afirmar lógicamente que consta la identidad de las reliquias si bien pide que el proceso pase al Fiscal para cubrir como él mismo afirma todas las formalidades que la vigente legislación eclesiástica exige. Y para que no se diga que la Defensa no ha respondido a todas y cada una de las dudas Fiscales, debe aquella advertir 1º que fueron consultados por lo menos ocho personajes ilustres por su saber y por su piedad así como piadosísimas personas de reconocida devoción a quienes debe añadirse el Abogado defensor Don Ricardo Rodríguez y el mismo Fiscal impugnador el que más bien que impugnador debe llamarse valeroso defensor de la identidad de las reliquias del Apóstol; puesto que si bien es verdad apunta someras dudas que a él le ocurren empieza su escrito confesándose abatido de ánimo al tener que apuntar alguna cosa para cumplir su ministerio, en un asunto de que parece hallarse convencido. En vista, pues, de lo expuesto y de // –ciento setenta y ocho– todo lo que resulta y se aduce en el proceso el Defensor concluye que debe emitirse un fallo decisivo sobre la identidad de las reliquias del Apóstol Santiago y sus dos discípulos exponiéndolas por consiguiente al culto público de que son merecedoras, y puesto que la crítica más severa no puede destruir tan poderosos argumentos, ni la historia ni la ciencia pueden presentar más razones que tampoco exigen los Cánones debe invocarse finalmente la confirmación de la Santa Sede Apostólica para que la afortunada Compostela, nuestra amadísima España y el mundo entero reconozcan una vez más que con razón los Romanos Pontífices y los Reyes han colmado de privilegios a la Basílica Compostelana, se aumenten las peregrinaciones a este lugar Santo y crezca con todo ello la devoción del pueblo cristiano. He concluido Ilustrísimo Señor la tarea que me he propuesto, difícil por todo extremo; a Vuestra Señoría toca juzgar si he cumplido el objeto cometido; que por mi parte no resta otra cosa sino instar más y más para que sin dilación ab- // solutamente alguna se falle afirmativamente a la primera pre-

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gunta de este escrito y a la segunda con la respuesta a la primera. Y por otra parte manifestar a Su Eminencia Reverendísima la profunda gratitud a la par que un nuevo testimonio del filial amor, respeto y adhesión que le profesa el más humilde de sus súbditos. A este propósito la Defensa ruega encarecidamente a Vuestra Señoría se haga intérprete de estos sentimientos ante nuestro celosísimo Prelado manifestándole las pobres ideas que solo el amor al Apóstol y a Galicia ha podido inspirarle. Santiago diciembre 3 de 1882. [rubricado:] Doctor Manuel Gómez Adanza. // –ciento setenta y nueve– [23. Auto elevando el proceso al Eminentísimo y Reverendísimo Señor Cardenal Arzobispo] [sello:] Provisorato del Arzobispado de Santiago Auto. Resultando que el Eminentísimo Señor Cardenal dispuso la instrucción de este expediente canónico en averiguación de la autenticidad de las Reliquias del Apóstol Santiago el Mayor y de sus discípulos San Atanasio y San Teodoro. Resultando que se verificó el reconocimiento de la Cripta descubierta en la Capilla Mayor de la Santa Basílica, y de la Urna y Reliquias contenidas en la misma, habiendo prestado su declaración y luminoso informe los Señores Licenciados Don José Lavín, Doctoral, y Don Antonio López Ferreiro, Capitulares de esta Santa Metropolitana Iglesia. Resultando que el Excelentísimo Señor Don Antonio Casares, Catedrático de la facultad de Farmacia y Rector de esta Universidad Literaria, y los ilustres Doctores Catedráticos de Medicina de la misma Don Francisco Freire y Don Timoteo Sánchez, después de un minucioso examen de las Reliquias halladas en la Cripta, emitieron el correspondiente informe. Resultando que también lo emitieron los Excelentísimos Señores Académicos de la Historia Don Aureliano Fernández Guerra y Reverendo Padre Fidel Fita, resolviendo las preguntas del Eminentísimo y Reverendísimo Señor Cardenal Arzobispo sometiendo a la crítica histórica el de los profesores de Medicina.

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Resultando evacuaron también el informe relativo a la autenticidad de las Santas Reliquias los Excelentísimos Señores Obispos de Oviedo, Orense y Tuy. // Resultando que en virtud del escrito del Defensor proponiendo prueba, se recibieron varias declaraciones de los operarios que intervinieron en los trabajos de exploración, y de otros testigos afirmando la tradición favorable a dicha autenticidad. Resultando se ha compulsado la carta de San León, actas Capitulares, y la de consagración de la Santa Basílica, y lo mismo la escritura de concordia entre el Obispo Don Diego Peláez y el Abad de Ante-Altares, lo propio haberse consignado atestado del Tribunal sobre varios particulares atinentes a este asunto. Resultando que el Excelentísimo Señor Obispo de Oviedo, hoy Arzobispo de Valladolid, emitió segundo informe, lo mismo que los sobre dichos Señores Académicos de la Historia, ampliando también el suyo los muy ilustres Señores Capitulares Labín y Ferreiro. Resultando que el Abogado Defensor completó sus inteligentes trabajos con muy oportuna y bien fundada alegación, y que impugnado el asunto por el Fiscal, se hizo cargo la Defensa de desvanecer las objeciones propuestas. Y considerando en consecuencia que se han practicado todas las diligencias que exigen los Sagrados Cánones especialmente el Santo Concilio de Trento y la Santidad de Benedicto catorce; elévese este expediente al Eminentísimo y Reverendísimo Señor Cardenal Arzobispo para que en su superior ilustración se digne disponer lo que proceda. Así lo acuerda y firma el Ilustrísimo Licenciado Don Pedro Seijas, Prelado doméstico de Su Santidad, Capellán honorario de Su Majestad, Canónigo de la Santa Metropolitana Iglesia Catedral de // –ciento ochenta– esta Ciudad, Provisor y Vicario general en Santiago a veintisiete de febrero de mil ocho cientos ochenta y tres. [rubricado:] Licenciado Pedro Seijas. Ante mí. [rubricado:] Nicolás Yglesias. Notario maior. [sello:] TRIBUNAL METROPOLITANO DE SANTIAGO. [sello:] PROVISORATO DEL ARZOBISPADO DE SANTIAGO.

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[181]119 [24. Oficio misivo del Señor Juez instructor, dirigido al Eminentísimo Prelado] Eminentísimo y Reverendísimo Señor. Tengo el honor de elevar a Vuestra Eminencia Reverendísima el adjunto expediente canónico instruido en averiguación de la autenticidad de las Reliquias de nuestro Glorioso Patrono el Apóstol Santiago, y sus dos discípulos San Atanasio y San Teodoro. No satisfecho Vuestra Eminencia Reverendísima con haber promovido el considerable aumento del Culto que se tributa al ínclito Patrono en esta augusta Basílica, acometió además la ardua empresa sin arredrarle ni obstáculos, ni gastos, ni fatigas, de mandar practicar y aun verificarlo varias veces personalmente las más activas diligencias para conseguir hallar las Sagradas Reliquias del Santo Maestro, y de los amados discípulos, y los piadosos esfuerzos para al fin conseguirlo, prueban el ardiente amor que Vuestra Eminencia Reverendísima profesa a Nuestro querido Apóstol. El venerable clero, y el pueblo fiel, es- // peran de que de esos esfuerzos y trabajos procederá un feliz resultado, y que numerosos peregrinos postrados ante el sepulcro y las Sagradas Reliquias del querido Patrono entonarán en esta magnífica Basílica cánticos de alabanzas y fervorosas plegarias. Dios guarde a Vuestra Eminencia Reverendísima muchos años. Santiago 28 de febrero de 1883. Eminentísimo y Reverendísimo Señor. [rubricado:] Pedro Seijas. Eminentísimo y Reverendísimo Señor Cardenal Payá Arzobispo de Compostela.

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A partir de aquí no está paginado.

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[182] [25. Decreto Arzobispal definitivo, declarando auténticas y verdaderas las Reliquias y Huesos del glorioso Apóstol Santiago el Mayor y de sus dos Discípulos San Atanasio y San Teodoro] Decretum Archiepiscopale.120 Lectis et inspectis, grave ac maturo examine perpensis ómnibus et síngulis documentis in hoc processu contentis, de quorum authenticitate et 120  Leídos y estudiados, con grave y maduro examen, todos y cada uno de los documentos contenidos en este Proceso, de cuya autenticidad y verdad estoy plenísimamente cierto: Después que por mi mismo promoví e hice continuar sin descanso todas las obras terminadas en el gran presbiterio de esta Santa Metropolitana y Apostólica Iglesia Compostelana, para el descubrimiento de los cuerpos del santo y Beatísimo Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo, y de sus discípulos los santos Atanasio y Teodoro, delante del altar mayor, debajo del mismo altar, y detrás del mismo, donde hay colocado otro altar menor, también dedicado al Beato Santiago: Después que personal y constantemente asistí á la ejecución de estas obras, de modo que soy testigo presencial de las mismas: Después que con vigilante cuidado he procurado traer para la formación de esta causa todos aquellos gravísimos testimonios que en la misma se contienen: Formada, y solidísimamente robustecida mi conciencia: En satisfacción de la misma y según la misma, y conforme a mi oficio, obrando fielmente; no puedo menos que declarar de oficio la autenticidad y verdad de los Huesos y las Reliquias del santo Santiago Apóstol del Zebedeo y de sus discípulos S. Atanasio y S. Teodoro, de los cuales minuciosamente se trata en este plenísimo y solidísimo proceso; si bien no me atreva a discernir y declarar por ahora, cual de las tres colecciones de Huesos de que se trata, pertenezca al cuerpo de Santiago y cual á cada uno de sus discípulos. Por tanto, y pues que en esta instrucción se han observado fiel y exactamente todas las cosas que se debían observar, según los Sagrados Cánones de la Iglesia en causas semejantes, y que todo conspira felizmente en pro de la autenticidad de las arriba dichas reliquias: Canónicamente declaro que las mismas verdadera y realmente pertenecen á los Cuerpos del santo Santiago Apóstol Zebedeo, hermano de S. Juan Evangelista, y de sus discípulos los santos Atanasio y Teodoro, y que por tanto son dignas de culto religioso, según lo prescrito por la Iglesia, y del honor de los altares. Sin embargo, para mayor seguridad; para gloria mucho mas eminente de los nobilísimos Santos; para gozo y consuelo del todo el pueblo católico español; para edificación de toda la familia cristiana, difundida por todo el orbe; y finalmente para mayor gloria y alabanza de Dios, elévense estas actas á las Santísimas Manos de nuestro Beatísimo Padre el Papa Leon XIII, interviniendo la Sagrada Congregación de Ritos, para que, guiando la luz divina, decrete con su cierto e infalible juicio lo que definitivamente se haya de tener. Y para que conste todo en la debida forma, lo firmo y rubrico con mi mano, y lo autorizo con el sello de mi dignidad, suscribiéndolo también el Juez Instructor, mi Secretario Diocesano y el Notario Mayor de esta Curia Archiepiscopal y Metropolitana. Compostela, en la fiesta de S. Gregorio Magno Papa y Doctor de la Iglesia, en el día 12 de marzo del año 1883 (Traducción de Rongier Fullerad en Apuntes, págs. 149-152).

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veritate plenissime sum certus: Postquam per memetipsum promovi et indesinenter continuare feci opera omnia consummata in magno presbyterio hujus Sanctae Metropolitanae et Apostólicae Ecclesiae Compostellanae, pro inventione Córporum Sancti et Beatissimi Jacobi Majoris filii Zebedaei, ejusque discipulorum SSrum Athanasii et Theodori ante altare majus, sub ipsomet altari, et a tergo ejusdem, ubi collocatum est aliud altare minor etiam Bto. Jacobo dicatum: Postquam personaliter et constanter ástiti exsecutioni istorum óperum, ita ut eorumdem testis praesentialis sim: Postquam vigilanti cura adducere procuravi ad hanc Causam eformandam quaecumque gravissima testimonia et judicia in ipsa contenta sunt: Eformata jam et solidissime roborata mea conscientia: ipsi satisfaciendo et juxta ipsam, ut múneris mei est, fidéliter agendo; non possum non ex officio declarare authenticitatem et veritatem Ossorum et Reliquiarum gloriosissimi Sancti Jacobi Apóstoli Zebedaei, ejusque discipulorum Sancti Athanasii ac Sancti Theodori, de quibus fussé sermo fit in hoc plenissimo ac solidissimo processu, quamvis // non audeam discérnere ac declarare pro nunc, quaenam ex tribus collectiónibus Ossorum, de quibus agitur, pertineat ad Corpus Sancti Jacobi, et quaenam ad unumquemque ex suis discípulis. Ygitur, quoniam in hac instructione fidéliter et adamussim servata sunt ómnia servanda juxta sacros Ecclesiae Cánones in causis similibus, ac feliciter ómnia conspirant pro authenticitate et veritate supradictarum Reliquiarum: Canónice declaro ipsas vere et realiter pertinere ad córpora Sancti Jacobi Apóstoli Zebedaei fratris Sancti Joannis Evangelistae, ejusque discipulorum Sanctorum Athanasii et Theodori; ac proinde dignas fore cultu religioso juxta Ecclesiae praescripta, et altarium honore. Tamen, ad majorem securitatem, ad eminentiorem gloriam ádeo praecellentium Sanctorum, ad gaúdium et consolationem totíus pópuli hispani cathólici, ad aedificationem totíus familiae christianae per totum orbem diffusae, ac demum ad majorem Dei gloriam et laudem, eleventur haec acta ad Sanctissimas Manus Beatissimi Patris Nostri Leonis Papae XIII, interveniente Sacrorum Rituum Congregatione, ut divino ductante lúmine, quidquid definitive tenendum sit, certum atque infallibile ipsius judicium decernat. Quod, ut débita forma constet, mea manu susbcribo et signo, ac sigíllo meae dignitatis múnio, subscribéntibus etiam Júdice instructore, meo Secretario diocesano ac Majori //

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[183] Notario hujus Cúriae Archiepiscopalis ac Metropolitanae. Compostellae, in festo Sancti Gregorii Magni Papae et Ecclesiae Doctoris, die doudecima Martii, anni 1883. [rubricado:] Michael, Card. Payá Archiepiscopo Compostellanus. [rubricado:] Licentiatus Petrus Seijas. [rubricado:] Licentiatus Dionysius Lopez Secretarius. [rubricado:] Nicolaus Iglesias Notarius maior. [sello:] MICHAEL MIS. DIV. S.R.E. PRESB. CARDIN. PAYA ET RICO ARCHIEP. COMPOSTELLANUS

7. Documento 2 Traducción de la Nova positio 1884*

1

Los textos latinos, muy frecuentes y extensos en la Nova positio los pongo en español, dejándolos en latín en la versión original. Se evitan así duplicaciones y, me parece, se facilita la lectura del texto. * 

SACRA RITUUM CONGREGATIONE PARTICULARI1 — Em.is ac Rm.is DD. Bartolini Praefecto, Monaco Lavalletta, Ledochowski, Serafini, Parocchi, Bianchi, Zigliara NEC NON Illmis ac Rmis DD. Nussi, Salvati, Caprara, Lauri — COMPOSTELLANA IDENTITATIS RELIQUIARUM S. APOSTOLI IACOBI MAIORIS EIUSQUE DISCIPULORUM ATHANASII ac THEODORI — NOVA POSITIO (Sub peculiari secreto pontificio) ROMAE TYPIS VATICANIS 1884.// COMPOSTELLANA IDENTITATIS RELIQUIARUM S. APOSTOLI IACOBI MAIORIS EIUSQUE DISCIPULORUM ATHANASII ac THEODORI — NUOVA RELAZIONE DEL PROMOTORE DELLA FEDE2 — // En la parte superior de la portada figura, escrito a mano, el número “3”, que no corresponde a la numeración de páginas. Probablemente servía para identificar el ejemplar, ya que, como era habitual, se imprimían sólo los necesarios para los que participaban en la sesión que analizaba el asunto. 2  Agostino Caprara. 1 

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Eminentísimos y Reverendísimos Príncipes, El pasado 20 de mayo se reunió la Congregación Particular designada por la Santidad de N.S. el Papa León XIII para analizar la autenticidad de las reliquias descubiertas el año 1879 en medio del ábside de la Capilla Mayor Compostelana, atribuidas a Santiago el Mayor y a sus discípulos Atanasio y Teodoro. Se resolvió por unanimidad Aplácese la resolución y escríbase al Eminentísimo Arzobispo compostelano una carta urgente, según el acuerdo3 adoptado. El acuerdo es que responda al menos a las más graves preguntas que le plantee el Promotor de la Fe4 y que envíe a Roma las reliquias que se han descubierto para compararlas con las que se conservan en la ciudad de Pistoya. Esta resolución fue aprobada por el Santo Padre en la audiencia de ese mismo día; pero luego, reflexionando sobre la dificultad de obtener las aclaraciones pertinentes con la debida rapidez y exactitud, en su suprema sabiduría y prudencia, estimó mucho más oportuno enviar al propio Promotor de la Fe a Compostela, para que, sobre el propio terreno, oídas las opiniones del arzobispo, de los canónigos encargados de la dirección de las excavaciones, y de los peritos médicos y arqueólogos, además de ver y considerar lo que fuese necesario ver y considerar, elaborase un informe veraz, a partir del cual se pudiese pronunciar la sentencia final con la requerida ponderación. Obedeció inmediatamente el Promotor de la Fe y salió de Roma el 28 de mayo pasado. Al día siguiente llegó a Pistoya, donde el Sr. Obispo ya había apartado en secreto del tesoro de las reliquias la de Santiago (enviada por Gelmírez a S. Atón en el siglo XII), como le había solicitado el eminentísimo Traduzco “mens”, término muy común y preciso de la curia, por acuerdo. También podría traducirse por “mente” o dejar “mens”, como se hace muchas veces. En cualqueir caso, es el término técnico para indicar una resolución y su justificación. 4  Las indicaciones a que se refiere podrían ser las de un borrador en latín firmado por el promotor de la fe de la Congregación de Ritos para enviar a Compostela. En dicho borrador se especifican varios asuntos que necesitaban posteriores aclaraciones: Instructio pro Emo et Rmo D. Archiepiscopo Compostellano sacello repertarum et identitate reliquiarum anno 1879 in Composetallano sacello repertum, quaeque S. Iacobo Apostoli maiori, eiusque sociis Athanasio et Theordoro tribuuntur (ACCS, R-333, fasc. 1, doc. 4). 3 

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Figura 4. Dibujo de las fotografía de la reliquia de Pistoya. La reliquia cuyas fotografías Caprara llevó a Santiago. Fue fotografiada fuera del relicario. Se tomaron los dos lados. Fuente: IEGPS. Dibujo de Javier García sobre fotos en ACCS, R-333, fasc. 1, doc. 24.

prefecto [de la Congregación de Ritos], con el fin de tomar unas fotografías.5 Para que las pruebas practicadas fuesen realizadas con todo rigor formal, el Promotor se hizo acompañar siempre por uno de sus dos minutantes bajo secreto pontificio, para que en las investigaciones realizadas supliese la función propia del Canciller. Asimismo, fue convocado ante el Sr. Obispo y el Promotor de la fe el eximio doctor Francesco Chiappelli, “distinguido médico y ferviente católico” (como // El 24 de mayo el obispo de Pistoya informó al prefecto de la Congregación de Ritos de que había ya desmontado y fotografiado la reliquia: Velluti a Bartolini, 24 de mayo de 1884, ACCS, R-333, fasc. 7, doc. 10. 5 

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–5– en su informe lo calificó el Sr. Obispo),6 quien, después de prestar el juramento debido, declaró que habiendo visto tantas veces la reliquia mencionada desde lejos, y dentro de un grueso recipiente de vidrio, siempre había pensado que era la punta de un dedo, con su correspondiente uña. Pero insistiéndole el Promotor para que ahora la observase con más detenimiento y puesta al descubierto, reconoció que la tal reliquia “es un trocito de hueso del cráneo, y precisamente de la punta de la apófisis mastoidea, a la que está adherida una pequeña parte de la pared craneal del hueso temporal”. El hueso se conserva en su color, es decir marfil amarillento, y sólo la punta mastoidea tiene un color oscuro debido a la presencia de cuerpos extraños adheridos al propio hueso, y que se puede ver claramente que están formados por sangre. Ante tal hecho, el buen médico estaba un tanto embarazado para poder explicar la presencia de sangre coagulada en esa partícula del cráneo, así como la posibilidad de que se hubiese desprendido una parte tan pequeña sin mediar ningún instrumento. Fue entonces cuando el Promotor le recordó oportunamente el tipo de muerte que sufrió el Santo, es decir, la decapitación: y entonces el perito encontró todo perfectamente explicado y añadió en su informe jurado: “Sabiendo que el Santo sufrió el martirio de la decapitación, se entiende cómo la punta de este hueso ha quedado empapada de sangre. Antes de saber que el Mártir había sufrido la decapitación, resultaba difícil entender cómo se podría haber desprendido esta pequeña parte del cráneo, sin el instrumental apropiado; pero, una vez cortada la cabeza, se entiende que con la simple tracción accionada por la mano, // –6– fuese posible desprender tan pequeña parte del cráneo”.7 Así figura en la apostilla del obispo Donato Velluti Zati di San Clemente a la declaración firmada de Chiappelli en presencia de Caprara: Attesto come il Professore Francesco Chiappelli distinto medico e fervente cattolico in questa città di Pistoia abbia in mia presenza visitata la reliquia insigne di S. Jacopo Ap. M. ed abbia pure in mia presenza distesa la relazione di tale visita confermandola ancora con la santità del giuramento. Pistoia dal Vescovado Li 29 Maggio 1884. + Donato Vesc. di Pistoia e Prato (ACCS, R-333, fasc. 7, doc. 11). 7  La declaración de Chiappelli en ACCS, R-333, fasc. 7, doc. 11: Pistoia 29 Maggio 1884. Alla presenza di Monsignor donato dei Duchi di S. Clemente, e del Sigr Dn Agostino Caprara Monsignor promotore della Fede, e del Sigr Cav Emilio Rossignani, mi è stata messa sott’occhi la famosa reliquia di S. Jacopo conservata nella nostra Cattedrale, che io aveva soltanto veduta a distanza chiusa n’un grosso vaso di cristallo, ed ho constatato quan6 

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Así, la reliquia de Pistoya recobra toda su importancia, y resulta doblemente preciosa. Por un lado porque forma parte de la Cabeza del Santo Apóstol (como afirman las cartas de Gelmírez), y por otro porque forma parte del martirio in qua passus est Martyr. De tal modo que se ve así confirmada por este dato la máxima de los prudentes: la tradición constante suple la falta de documentos escritos y, por tanto, ha de tenerse en gran estima. Se refuerza así aún más lo que escribió Gelmírez, es decir, que no había encontrado mayor tesoro que éste para enviar a su amado Atón. Un peritaje más genérico de la reliquia pistoyense la había realizado ya el 9 de enero de 1880 el doctor Alberto Chiappelli, hijo del citado Francesco, algo que entonces ignoraba el Promotor, a quien luego se lo comentaron en Compostela los dos Canónigos delegados8 [para las excavaciones]. El peritaje [de Chiappelli hijo] dice que la reliquia es “un fragmento de hueso perteneciente a uno de los huesos de la caja craneal, y que probablemente forma parte del hueso temporal”. El Promotor de la Fe presentó este peritaje a su regreso de Compostela a Pistoya, es decir, el 21 de junio, al doctor Francesco (estando ausente su hijo), y éste lo declaró coherente con el suyo, aunque más genérico. El 4 de junio, ante el Nuncio Apostólico de Madrid,9 a quien se comunicó a tal efecto el secreto pontificio, se presentaron los dos profesores de la Real to appresso. Detta reliquia consta d’un pezzetto d’osso del craneo e precisamente della punta dell’apofisi mastoidea [tachado, corrección confusa y firma de Chiappelli confirmando la corrección] con annessa una piccola parte della parete craniense dell’osso temporale. L’osso è del colore che deve avere, vale a dire dell’avorio ingiallito, e soltanto la punta mastoidea ha un colore scuro per materia estranea addossata all’osso medesimo, e che si scorge bene essere sangue aggrumato. Sapendo che il santo subì il // il [sic] martirio della decapitazione, si intende como la punta di quest’osso debba essere rimasta intrisa di sangue. Avanti di sapere che il Martire aveva subito la decapitazione rimaneva difficile l’intendere come avessero potuto distaccare questa piccola parte di cranio senza qualche istrumento; ma dopo il taglio della testa s’intende che con la semplice trazione opera della mano si sia potuta distaccare così piccola parte di cranio. In fede del vero, e con la santità del giuramento attesto quanto sopra ho esposto. Francesco Chiappelli Medico. 8  Caprara suele llamar así a José Labín y Antonio López Ferreiro. 9  Mariano Rampolla del Tindaro, arzobispo titular de Eraclea, nuncio en España entre 1882 y 1887, cuando fue creado cardenal y nombrado secretario de Estado hasta 1903, año de la muerte de León XIII (Giuseppe De Marchi, Le nunziature apostoliche dal 1800 al 1956, Roma, Edizioni di Storia e Letteratura, 1957, págs. 13, 237). Como parte del proceso se levantó la preceptiva acta de la reunión: Madrid. Palazzo della Nunziatura Apostólica, 4 giugno 1884: “Tralcio di Brutta del verbale della sessione del 4 giugno 1884 del processo sull’autenticità delle Reliquie di San Giacomo Maggiore e i suoi discepoli”, ACCS, R-333, fasc. 4, doc. 1.

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Academia de la Historia, el P. Fidel Fita de la Compañía de Jesús, y el Sr. Aureliano Fernández Guerra, ahora delegado general de estudios10 del Ministerio de Educación Pública, // –7– así como monseñor Benito Sanz y Forés11 arzobispo de Valladolid presente en Madrid por una feliz coincidencia. A todos, tras el juramento de veritate dicenda, et de secreto servando, se les propusieron diversas cuestiones encaminadas a confirmar y aclarar aún más12 todo lo que habían escrito en sus informes extrajudiciales13. En esta reunión, sin embargo, no pudieron completar su tarea, por lo que el Promotor (también para que el resultado fuese más ponderado), habiendo recibido esta primera declaración, se reservó el derecho a pedirles declaración nuevamente, cuando regresase de Compostela; dejándoles formuladas las preguntas específicas a las que deberían responder. Y de hecho (para no tener que volver a este asunto más adelante) el 15 de junio en el Palacio de la Nunciatura Apostólica, en presencia del mismo Sr. Nuncio, los dos mencionados profesores presentaron una Memoria en la que con mucha erudición y exactitud respondieron a todas las objeciones propuestas, tal y como se verá en el momento Había sido nombrado recientemente director general de Instrucción Pública. Arzobispo de Valladolid desde 1882 a 1889 en que fue nombrado para la sede sevillana. Se involucró intensamente en el proceso de identificación de las reliquias jacobeas. Suscribió el escrito conjunto de algunos sufragáneos compostelanos (“Informe de los Excelentísimos Señores Obispos de Oviedo, Orense y Tuy sobre la autenticidad de las Sagradas Reliquias”, Expediente canónico, fols. 47r-49v) y redactó, a petición de Payá, otro más extenso en nombre propio (“Nuevo informe del Excelentísimo Señor Obispo de Oviedo hoy Arzobispo de Valladolid”, Expediente canónico, fols. 82r-102r). 12  Caprara probablemente se enteró aquí de que en el reconditorio se habían encontrado, además de los restos de tres esqueletos, otros muchos huesos no identificados, como indicó en carta al prefecto: Caprara a Bartolini, 5 de junio de 1884, con la quale lo informa circa gli studi dello storico [Fernández-]Guerra sulle reliquie di San Giacomo e discepoli e del rimprovero fatto a mons. Miguel Payá y Rico, per aver dissimulato la presenza di altre ossa nel sepolcro (ACCS, R-333, fasc. 3, doc. 22). 13  Como ya indiqué, fueron consideradas extrajudiciales en el sentido de que la mayor objeción formal al Expediente canónico del cardenal Payá fue precisamente que no había sido un proceso judicial propiamente dicho, ya que faltaba incluso el tribunal. En este nuevo proceso, Caprara cuidó escrupulosamente las normas del derecho canónico, juramentando a todos los testigos o peritos. 10  11 

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oportuno.14 El arzobispo de Valladolid, después de haberlo considerado cuidadosamente, también la confirmó, la hizo suya y la firmó. Es oportuno indicar aquí la atestación que al final de dicha deposición agregó de su mano el citado Nuncio Apostólico, quien apoyó al Promotor en todo lo que pudiera favorecer un feliz desenlace en tan delicado asunto “Doy fe de que las persona citadas, el reverendo padre Fidel Fita y don Aureliano Fernández Guerra, miembros de la Real Academia [de la Historia] de Madrid, habiendo surgido algunas dificultades en cuanto a la identificación de las reliquias que se encontraron // –8– en la iglesia catedral de Compostela, pertenecientes a Santiago el Mayor y sus discípulos, ya que la religión y la importancia del caso lo requerían, habiendo recogido diligente e inteligentemente los estudios sobre ellas, y tras haber examinado cuidadosamente el asunto el Reverendo Arzobispo Vallisoletano, emitieron su respuesta en documentos autógrafos firmados personalmente. Atestiguo que las personas indicadas gozan de gran fama y autoridad entre sus conciudadanos tanto por su corrección de vida y por ser eminentes amantes de la historia y de las antigüedades del país como por su sincero amor a la verdad. De lo que doy fe escribiéndolo de propia mano y refrendándolo con mi sello. En Madrid, a 15 de junio de 1884. † Marianus Archiepiscopus Heraccleensis Nuntius Apostolicus”. Desde Madrid el Promotor se dirigió a Sahagún, lugar célebre antaño y patria de San Juan [y] de San Facundo, para ver y, en caso de que fuese necesario, llevarse la reliquia de Santiago de la que había hablado en su estudio el P. Fita. Pero la encontró desprovista de cualquier carácter de autenticidad y conservada con tan poco cuidado y decencia que resulta difícil imaginar algo peor; prosiguió, por tanto, su viaje, no sin antes advertir al ecónomo de esa //

“Respuesta de los señores Académicos R. P. Fidel F[i]ta y D. Aureliano Fernandez Guerra á las objeciones que les han sido propuestas”, 15 de junio de 1884, ACCS, R-333, fasc. 4, doc. 4 y traducción al italiano, ACCS, R-333, fasc. 4, doc. 5. 14 

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–9– parroquia de Santiago y al Sr. Vicario Capitular de León,15 la conveniencia de conservar las Santas Reliquias con mayor veneración.16 Llegó a Compostela el 8 de junio y, presentada la carta del Eminentísimo Cardenal Prefecto al Eminentísimo y Reverendísimo Cardenal Miguel Payá y Rico, en la que se presentaba al Promotor, indicando el motivo de su viaje, fue grande el transporto de dicha del citado Eminentísimo Arzobispo, que se sintió muy conmovido, manifestando su enorme gratitud al Santo Padre por la deferencia tenida, como expresó más tarde en la carta que deseó fuera presentada a Su Santidad por el propio Promotor de la Fe, así como en la otra dirigida al Eminentísimo Prefecto (Sumario N. I, II).17 Al día siguiente se inició el interrogatorio jurídico de los dos canónigos encargados [de las excavaciones], a quienes el Eminentísimo Arzobispo había comunicado hacía tiempo la Instrucción enviada desde Roma el pasado mes de enero. Estos dos canónigos, respetables en ciencia y virtud, gozan de excelente reputación, especialmente entre sus colegas, como declaró en su examen el Deán del Cabildo, D. José Maria Canosa. Se pasó a continuación al interrogatorio de los obreros Juan Nartallo, autor principal del descubrimiento de la tumba, y Manuel Larramendi, que le acompañaba la noche del hallazgo. Fue convocado asimismo José Losada, testigo de la tradición y de las muestras de veneración que había antes de 1823 por el lugar donde se descubrió la urna de mármol. El Deán del Cabildo, Sr. Canosa, inicialmente uno de los opositores18 del Eminentísimo Arzobispo, hizo ahora una hermosa declaración, como se verá más adelante, en la // En León, etapa en su viaje a Compostela, fue acogido por el obispo local, como escribió a Bartolini, nada mas llegar a Compostela: Caprara a Bartolini, Santiago, 8 de junio de 1884, ACCS, R-333, fasc. 3, doc. 24. 16  Desde allí escribió también a Roma: Caprara a Bartolini, Sahagún, 7 de junio de 1884, ACCS, R-333, fasc. 3, doc. 23. 17  Los que llama sumarios son los tres documentos que se incluyen como apéndices al final de la Nova positio. 18  Fue quien, como deán, firmó en primer lugar la protesta del cabildo contra Payá, dirigida al papa y fechada el 30 de abril de 1879, que figura en el archivo de la Congregación de Ritos. ACCS, R-333, fasc. 1, doc. 8. Junto al sello oficial del cabildo —que era entonces un Santiago matamoros— figura la firma de trece canónigos: Canosa, Fidalgo, Iglesias, Labarta, Álvarez, Quiroga, Viqueira, Blanco, Amores, López Ferreiro, Roig, Labín y Villoria. Nombrado por Payá como juez instructor, dimitió a los dos meses. 15 

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–10– que no sólo se mostró favorable sino que añadió que también lo eran todos los canónigos del Cabildo, con una única excepción.19 Quería, además, reunir inmediatamente el Cabildo para redactar una petición colectiva al Santo Padre rogándole que se dignase confirmar definitivamente el Decreto Episcopal. Pero el Promotor le suplicó que lo aplazase hasta su partida, por un lado para que no se difundiese su presencia en Compostela, y por otro para evitar que los malintencionados sugiriesen que había ejercitado algún tipo de presión. De este modo, la solicitud firmada por 15 canónigos (por estar algunos ausentes y dos canonjías vacantes) fue enviada posteriormente a Roma por correo postal (Sumario nº III). A la importantísima deposición del Deán del Cabildo, solicitada por esta Congregación, hay que oponer curiosamente la de un laico, un tal Manuel Ulla y Barzabal, a quien el mismo Cardenal Arzobispo señaló como un acérrimo oponente de la identidad de las Reliquias descubiertas. Éste, sin embargo, además de no querer firmar su declaración, y de demostrar un supino desconocimiento de lo que se había hecho en las excavaciones de la Capilla Mayor, al final protestó que estaba dispuesto a someter su juicio a la decisión que tomase la Santa Sede en este sentido. En la noche del 9 de junio, después del cierre de la basílica compostelana, el Eminentísimo Arzobispo, con el Promotor y algunas personas seleccionadas al efecto, realizaron una inspección de la Capilla, del sepulcro encontrado // –11– y de la Cripta romana subyacente, actualmente restaurada a costa del Eminentísimo Arzobispo. El plano exacto de esta Cripta también es muy interesante para resolver algunas objeciones, y se reproduce al final de este informe. La tumba hallada está precisamente en el lugar medio, y central en ambas líneas del Ábside de la Capilla, como observó atentamente el Promotor; y en la perpendicular se ve pintada el arca santa y la estrella, principales símbolos del Santo Apóstol. Sobre este sepulcro hay ahora una tapa de hierro pintada a imitación de mármol, colocada a guisa de pequeño túmulo. RetiraPodría referirse a alguno de los dos firmantes de la carta a la Congregación de Ritos, Viqueira y Cuesta, fechada el 7 de mayo de 1883. ACCS, R-333, fasc. 1, doc. 20, de los que se habla más adelante. 19 

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da con dificultad por los obreros, apareció debajo una caja de caoba cerrada con llave, y dentro, unos vasos de loza con tapa movible, en cuyo interior el Eminentísimo Arzobispo declaró que se conservan las reliquias encontradas, aquí depositadas después de que los peritos (cuyo informe se incluye en el Proceso Diocesano) las había clasificado y lavado con alcohol para hacerlas consistentes e impermeables a la humedad, decisión con la que, (como dejó claro) no estaba plenamente de acuerdo. El sepulcro es en todos los aspectos conforme a la descripción hecha por los canónigos delegados [para las excavaciones]; sólo que se apreciaba que en la cavidad se había acumulado mucha tierra, sacada para librar los lados de la falsa construcción sepulcral. La hora tardía y la gran humedad del lugar no permitieron que se realizara una nueva inspección de los huesos; fue necesario, por tanto, llevar la caja indicada y los vasos al palacio episcopal y colocarlos provisionalmente en la pequeña capilla del Eminentísimo Arzobispo, asumiendo él mismo la custodia de las reliquias. Pero antes de salir de ese lugar observó el Pro- // –12– motor una pintura situada en una de las paredes del ábside del lado izquierdo, que estaba cubierta por escombros y fue descubierta en las últimas excavaciones. También mandó extraer un fragmento de la tapa de la urna sepulcral y dos trozos de ladrillo; uno de ellos de los sepulcros de los discípulos que estaban en el interior de la cripta, el otro de uno de los dos que cubrían el mismo sepulcro, por parecerle manifiesta su época y trabazón. Los tres expertos en anatomía D. Antonio Casares y Rodríguez, Rector de la Universidad de Compostela y Catedrático de Química, D. Francesco Freire Barreiro, y D. Timoteo Sánchez Freire, profesores de Medicina, en esa misma Universidad, todos ellos personas de probada ciencia y religión, aunque ocupadísimos en aquellos días, sin embargo tres veces se prestaron a las declaraciones requeridas, tanto para el reconocimiento de los huesos, que ya en otras ocasiones habían peritado y clasificado como para comparar algunos dientes hallados en el sepulcro con el que se conserva en el tesoro de las reliquias, y que se cree que es de Santiago el Mayor y, finalmente, para resolver algunas objeciones que parecían deducirse de sus declaraciones anteriores. Los huesos, tras estas comprobaciones, fueron encerrados en la misma caja tripartita de caoba en la que ya se encontraban, cuya llave siempre guardó el Arzobispo, quien también se hizo cargo de la custodia de la Capilla en la que estaba colocada junto con los demás vasos de loza

Las reliquias de Santiago. Documentos fundamentales de la reinventio de 1879 311

en los que había muchos fragmentos de huesos y tierra sacada del dicho sepulcro. Tras este esbozo de las investigaciones realizadas por el Promotor en el poquísimo tiempo de que dispuso,20 procede ahora exponer sus conclusiones respecto // –13– a lo siguiente: 1º, a la confirmación de las pruebas ya existentes; 2º, a la solución de las dificultades discutidas en la Congregación Particular antes mencionada. En primer lugar hay que señalar que con esta nueva Investigación se ha sanado completamente el aspecto jurídico del proceso, ya que todos los testigos han prestado juramento y luego han confirmado sus declaraciones anteriores o han introducido cambios, declaraciones o nuevas pruebas. Sin repetir las demostraciones ya aducidas en el Informe anterior (p. 19 a 24), parece oportuno mencionar los nuevos argumentos que aportaron los dos canónigos Labín y [López] Ferreiro en confirmación de la tradición constante y unánime de la presencia del Cuerpo del Santo Apóstol en Compostela, de las diversas modificaciones de su tumba, así como de la autenticidad y autoridad de los documentos ya presentados. Aquí están sus palabras. Según se confirma en numerosos textos de la Iglesia Universal, y en particular en el Martirologio Romano, en la fecha del 25 de julio, a propósito de los ritos de la celebración del Beato Santiago, encontramos en la lectura de sexta esta secuencia: “Su cuerpo fue entonces trasladado a Compostela, donde es venerado con gran concurrencia”. En el citado Martirologio encontramos también: “Santiago Apóstol, hermano de San Juan Evangelista, que fue decapitado por Herodes Agripa durante las fiestas de Pascua. Sus restos fueron trasladados de Jerusalén a España y depositados en Galicia, en sus extremos lindes, venerados por aquellas gentes y con la concurrencia de un gran número de cristianos que acudieron allí a pie para expresar sus votos”. “La traslatio, según se desprende de la tradición, //

20  El 12 de junio escribió ya a Roma informando de lo hecho: Caprara a Bartolini, Santiago, 12 de junio de 1884, ACCS, R-333, fasc. 3 doc. 25.

312

Antón M. Pazos

–14– tuvo lugar tras la decapitación del apóstol en el año 42 de la era cristiana”. En documentos muy antiguos, como el texto de San Isidoro, se lee que “el cuerpo de Santiago fue enterrado en un arca de mármol”, es decir, según el término habitual en nuestra región, un monumento sepulcral. Asimismo, en algunos diplomas concedidos a la Iglesia de Compostela, se lee: “El cuerpo del Santo Apóstol descansa bajo arcos de mármol”. En los primeros siglos, desde el descubrimiento de Teodomiro hasta la invasión de Almanzor, toda la tumba del Apóstol consistía en esta arca, cuya forma y tipo no podemos determinar, y en una pequeña celda dentro de la cual estaba encerrada. Los discípulos del Santo Apóstol construyeron un pequeño altar sobre su cuerpo, cuya ubicación conocemos, y una columna de mármol que ahora se conserva en la iglesia de San Pelayo. En los siglos siguientes, Gelmírez construyó en 1105 un nuevo altar sobre el arca de mármol, que permaneció en el mismo lugar, y es el que vio Ambrosio de Morales en 1572, y Gelmírez renovó el suelo del templo y colocó una placa de mármol a los pies del altar con un orificio ovalado, por el que se podían depositar monedas y otros dones, según la antigua costumbre cristiana. Sin embargo, ya Ambrosio de Morales vio ese agujero obstruido, y a partir de este detalle es posible reconstruir el tiempo que transcurrió antes de que se realizara una nueva restauración. Pero la tradición de la Iglesia compostelana siempre fue la misma, a saber, que el cuerpo // –15– del Apóstol siempre permaneció en el mismo lugar. En 1666, el suelo de la capilla fue rebajado por el canónigo José [Vega y] Verdugo, y el propio altar fue ampliado, desapareciendo aquella piedra con el agujero. A principios del siglo XVIII, el obispo Monroy colocó el cenotafio bajo el altar vacío, que, como dijimos, no guardaba los huesos del Santo Apóstol. Este altar, llegado a nuestros días, fue retirado, y se puso uno provisional de madera “en su lugar”. Por último, los documentos que se incorporaron a este proceso están recogidos en el cartulario de la Iglesia de Compostela, de cuya autenticidad nadie duda, o en la Historia Compostellana, que fue realizada por tres canónigos en la época de Gelmírez. En particular, la carta de San León III se conserva en los breviarios más antiguos de la Iglesia de Compostela”. También el profesor D. Aureliano [Fernández] Guerra, tras confirmar lo que había escrito en los informes anteriores, declaró que no creía que existieran datos precisos para determinar cuál de los tres conjuntos de huesos clasi-

Las reliquias de Santiago. Documentos fundamentales de la reinventio de 1879 313

ficados por los expertos compostelanos pertenece al Santo Apóstol, conforme a la edad atribuida a los mismos huesos; también indicó que no vale la pena insistir en el argumento basado en la comparación del diente conservado en el Relicario Compostelano con una de las tres mandíbulas. Y esta observación de persona práctica se confirmó en la comparación que unos días después los peritos establecieron entre este diente y los once aparecidos en el sepulcro // –16– de donde se dedujo no solo que no había congruencia entre uno y otros, sino también que el diente conservado en el relicario pertenece a un individuo de poca edad. De resultas, se investigó su procedencia y se supo que ese diente había sido traído de Francia; se tuvo así una nueva confirmación de lo que ya se sabía, la existencia en Francia de un gran número de reliquias que no son auténticas, más aún, son completamente falsas. El propio D. Aureliano [Fernández] Guerra observó que, a su juicio, la pintura del arca santa y de la estrella colocada sobre el sepulcro recién encontrado es anterior al mismo, por lo que no fue colocada allí como señal del sepulcro, sino que se construyó allí el sepulcro, con el fin de tener como señal de reconocimiento el símbolo principal del Santo Apóstol. Y con esta oportuna observación, quedaron perfectamente aclaradas las objeciones realizadas por el Promotor en su primer Informe pág. 33, 34. El P. Fita también confirmó el Informe anteriormente presentado, pero consideró conveniente insistir en la prueba deducida de la comparación de la Reliquia de Sahagún con la de Compostela, prueba que el Promotor no consideró prudente por las razones ya expuestas. Y resultó oportuno, porque entonces los dos Canónigos Delegados [para las excavaciones] declararon que ya se había hecho la comparación de esta reliquia con las compostelanas por parte de los expertos en anatomía, “los cuales indicaron ser completamente diferente”. Igualmente, los dos Canónigos Delegados no creyeron conveniente insistir en la prueba que se deduce de las gotas de cera encontradas en algunos huesos, en el color rojizo de algunos otros y en el fragmento de mármol encontrado entre los // –17– mismos y que parecía idéntico al de los sepulcros de la Cripta. Y esto debido a que las gotas de cera ya no se conservaban, los huesos lavados con alcohol habían perdido su color rojizo y el fragmento de mármol se ha perdido. Con-

314

Antón M. Pazos

fesaron asimismo “que tiene escaso interés la disputa de si las reliquias del Santo Apóstol fueron trasladadas en aquella coyuntura por San Pedro de Mezonzo, o si Almanzor rompió el sepulcro ya vacío del Apóstol, o si en cambio el emir, por gracia divina, abandonó aquellos lugares sagrados, atemorizado por la idea de destruir aquellas reliquias”. Los peritos en anatomía confirmaron la exactitud de los cuadros sinóp21 ticos que recogen los huesos encontrados de los tres esqueletos, según la clasificación que hicieron en 1879. No por eso dejaron, sin embargo, de aclararlos o explicarlos mejor, como se verá más apropiadamente en su lugar. Mientras tanto, es bueno tener a la vista los cuadros sinópticos mencionados, a los que dichos Profesores hicieron las siguientes observaciones:22 Primer grupo, caracterizado por fragmentos de huesos bien desarrollados, color claro de avellana, bastante pesados y frágiles, y borrada casi completamente la parte interna de las suturas de la bóveda craneana, y en muchos puntos la externa. Segundo grupo, formado de fragmentos correspondientes a huesos de regular desarrollo, color de argamasa con manchas verdosas, muy pesados y menos frágiles que los anteriores, y osificadas las suturas craneales en muchos puntos de la parte interna y en algunas de la externa, y // –18– Tercer grupo, constituido por fragmentos de huesos de escaso tamaño, color oscuro de avellana, y ligeros y muy frágiles, y completamente unificadas las suturas de la parte interna del cráneo, y adelgazados los huesos de que este se compone. He aquí los cuadros sinópticos de las piezas que constituyen cada uno de los grupos, en los cuales el signo (?) significa la duda relativa a las que comprende el número que inmediatamente le precede. //

Se refiere a la clasificación de huesos realizada en el momento del descubrimiento. El informe pericial, está fechado el 20 de julio de 1879 y firmado por Antonio Casares, Francisco Freire y Timoteo Sánchez Freire. Con el título de “Documento importantísimo” lo publicaron como primer documento de su apéndice documental Fita y Fernández-Guerra, en Recuerdos..., págs. 109-111. 22  Las observaciones sobre los huesos las toma literalmente del Expediente canónico compostelano, que recoge la declaración de Antonio Casares, Francisco Freire y Timoteo Sánchez Freire de 20 de julio de 1879, Expediente canónico, págs. 41-43. 21 

Las reliquias de Santiago. Documentos fundamentales de la reinventio de 1879 315

–19– Primer grupo

HUESOS

Segundo grupo

Tercer grupo

Lado

Num.

Fragmento

Lado

Num.

Fragmento

Lado

Num.

Fragmento

Frontales



1

11 (4?)









1

15 (4?)

Parietales

Dro.

1

6 (2?)



1

9 (3?)



1

14 (5?)

Yd.

Izq.

1

10 (4?)



1

8 (2?)



1

12 (2?)

Occipitales



1

5 (1?)



1

9 (5?)



1

11 (2?)

Esfenoides



1

2



1

5



1

2

Temporales

Dro.

1

1



1

11 (3?)



1

2

Yd.

Izq.

1

1



1

9 (2?)



1

1

Maxilares superiores

Dro.

1

1













Yd.

Izq.

1

1



1

1



1

1

Molares

Dro.







1

1







Maxilares inferiores



1

2













Vértebras



2

7



(?)

2



1

1

Costillas

(?)

(?)

4













Coxales

Izq.

1

1



1

1







Clavículas

Dro.







1

1







Yd.

Izq.

1

2



1

1



1

1

// –20– Primer grupo

HUESOS

Segundo grupo

Tercer grupo

Lado

Num.

Fragmento

Lado

Num.

Fragmento

Lado

Num.

Fragmento

Omoplatos

Dro.

1

1



1

1



1

1

Id.

Izq.

1

1



1

1







Húmeros

Dro.

1

4



1

2



1

5

Id.

Izq.

1

1



1

3



1

5

Cúbitos

Dro.

















Id.

Izq.







1

2







316

Antón M. Pazos

Primer grupo

HUESOS

Segundo grupo

Tercer grupo

Lado

Num.

Fragmento

Lado

Num.

Fragmento

Lado

Num.

Fragmento

Radios

Dro.

1

2













Id.

Izq.

1

1



1

1



1

3

Metacarpianos

Dro.







1

1



1

1

Id.

Izq.

1

1



1

2



1

2

Fémures

Dro.

1

2



1

3



1

3

Id.

Izq.

1

3



1

1



1

3

Tibias

Dro.

1

3 (1?)



1

2







Id.

Izq.







1

4







Peronés

Dro.

1

1









1

2

Id.

Izq.

1

3



1

2



1

2

Astrágalos

Izq.

1

1













Calcáneos

Dro.













1

2

// –21– Primer grupo

HUESOS

Segundo grupo

Tercer grupo

Lado

Num.

Fragmento

Lado

Num.

Fragmento

Lado

Num.

Fragmento

Calcáneos

Izq.

1

1









1

2

Metatarsianos

Dro.

1

1



2

2



1

1

Id.

Izq.













1

1

Total

29

81

25

85

24

90

// –22– Composición química El análisis químico de un fragmento de la diáfisis de un fémur del segundo grupo ha dado el resultado que en el siguiente cuadro se expresa, donde a la vez se compara con el obtenido por Berzelius en el análisis de los huesos normales, y por Girardin en el de los huesos de un esqueleto céltico.

Las reliquias de Santiago. Documentos fundamentales de la reinventio de 1879 317

Composición química. Normal

Este caso

Esqueleto céltico

33,30

4,50

3,80

Fosfato de cal y de magnesio

52,20

87,20

83,00

Carbonato de cal

11,30

8,30

13,20

Fluorato de cal

2,00

““

““

Sosa y clorhidrato de sosa

1,20

““

““

100,00

100,00

100,00

Materia orgánica

Materia inorgánica

Total

// –23– Dos cosas conviene notar muy especialmente en la composición de los huesos, objeto de este artículo: es la primera, la gran disminución de la materia orgánica, que parece estar en relación con su antigüedad; y la segunda, el aumento de los fosfatos y reducción del carbonato, lo cual puede producir de la acción de ácidos desarrollados en la fermentación de sustancias orgánicas que hubieses estado mezcladas con los huesos. En atención a lo referido se pueden resolver del siguiente modo las tres cuestiones propuestas por el Eminentísimo Señor Cardenal: Primera. Los huesos reconocidos pertenecen a tres esqueletos incompletos de otros tantos individuos de desarrollo y edad diferentes, de los cuales los de los dos primeros grupos cruzaban el tránsito del segundo al último tercio de la duración media y fisiológica de la vida; mientras que el tercero parece que estaba en este. Segunda. No es posible fijar con exactitud la antigüedad de los huesos reconocidos; pero teniendo en cuenta su estado de integridad y composición tan parecido a la de los del esqueleto céltico citado, puede asegurarse que cuentan siglos de existencia. Tercera. En cuanto a la antigüedad se refiere no parece temeraria la creencia de que dichos huesos hayan pertenecido a los cuerpos del Santo Apóstol y de sus dos discípulos. Terminados estos trabajos, se procedió a la limpieza y lavado de todos los fragmentos en alcohol con el objeto de desalojar su humedad y darles mayor consistencia, dejando depositados los huesos //

318

Antón M. Pazos

–24– clasificados en una caja de caoba de tres departamentos, y los indeterminados, en número de 365, en otra caja (actualmente en una vasija de cerámica). Hiciéronse todas las operaciones expresadas en el mismo local donde los huesos han aparecido, a excepción del análisis médico23, y con asistencia de los tres señores que constituyen la in[dicada] comisión desde el día nueve al veintiuno de febrero, de ocho a diez y media de la noche. Tras esta cuidadosa descripción de las Reliquias encontradas, conviene ahora indicar la opinión de los testimonios más autorizados, de cara a la definitiva sentencia que debe emanar la S. Sede sobre la identidad de las Reliquias redescubiertas. El P. Fidel Fita y D. Aureliano Fernández Guerra dijeron: “Debemos añadir, después de haberlo ponderado cuidadosamente, que el juicio episcopal debe ser tomado en consideración por la Sede Apostólica ya que lo argumentado por el Reverendísimo Arzobispo Vallisoletano, antes obispo de Oviedo, no sólo busca la certeza moral sino que no deja nada importante por considerar”. A esta declaración añadió la suya el Revmo. Arzobispo de Valladolid en los siguientes términos: “Confirmo plenamente todos los informes que han sido redactados por mí, a excepción de la conclusión contenida en el segundo informe, la cual, por convicción íntima, decido ampliar de esta manera: ‘Los argumentos presentados, a mi juicio, no sólo son suficientes para el decreto episcopal ya emitido, sino también para la confirmación que de dicho decreto deberá hacer la Santa Sede’”. // –25– Es suficientemente conocido el juicio emitido por los dos Canónigos Delegados sobre este asunto, por lo que será mejor centrarse en la importantísima declaración del Sr. Canosa, Deán del Cabildo, y ex Juez suplente de este Proceso [diocesano].24 Éstas son su palabras: “Si tuviera, solo por mi ciencia, que emitir un juicio sobre la autenticidad de las reliquias halladas, vacilaría por cierto, pues la materia de que se trata confieso que no entra dentro de mis competencias. Sé, sin embargo, que relativamente a tal identidad, han El término que usa Caprara es médico, mientras que el Expediente canónico dice químico, que parece lo correcto. 24  Inicialmente juez instructor. Renunció a su cargo el 26 de agosto de 1879. Ver escrito de renuncia en Expediente canónico, pág. 38. 23 

Las reliquias de Santiago. Documentos fundamentales de la reinventio de 1879 319

escrito y disputado mucho mis colegas canónigos Labín y Ferreiro, personas competentísimas en asuntos tales. Por lo cual, siguiendo las trazas de estos señores, no dudo en modo alguno poder asegurar que los huesos hallados en el sepulcro del ábside de la Capilla Compostelana, deben verdaderamente atribuirse a Santiago y sus dos discípulos. Y añado además que la misma persuasión es común à todo el cabildo Metropolitano, hecha quizás una excepción; y que por tanto piensa el Cabildo que será para él un gran honor si Nuestro Santísimo Señor León XIII confirma con Apostólica Autoridad el Decreto Episcopal. Ni debe darse tanto peso a las dificultades, especialmente nacidas de haberse encontrado algunos esqueletos humanos a los lados del Altar Mayor, (pero distantes del mismo y entre la tierra) pues que es uno sólo el que ha promovido esta dificultad, sin fundamento alguno racional, tanto que dando de mano á otros argumentos que podrían alegarse para disipar tales dificultades, baste presentar uno, a saber: que siempre se ha tenido el ábside por la parte más privilegiada y más santa de la iglesia, tanto que jamás se ha permitido enterrar en el centro del ábside de la Capilla Compostelana no solo cuerpos de Obispos y Reyes, sino ni siquiera de los santos // –26– Fructuoso, Silvestre y Cucufate; y en consecuencia que los huesos hallados en dicho centro no pueden pertenecer mas que al Apóstol Santiago y sus discípulos”. Los únicos testigos bajo juramento del Proceso Diocesano fueron los obreros Juan Nartallo, Manuel Larramendi y Tomás Cardalda, así como José Losada, Bernarda Varela, Ramón Pereiro y Agustina Méndez, que dieron testimonio de la tradición popular y constante de la existencia del sepulcro apostólico en el lugar donde fue encontrado. De estos se hizo comparecer a los más importantes. De los demás, algunos habían muerto ya o estaban enfermos. En su nueva deposición no solo confirmaron lo ya dicho, sino que agregaron circunstancias muy relevantes. Así Nartallo, a quien se debe el descubrimiento material del sepulcro, hizo la siguiente descripción de ese feliz momento: “Finalmente se me indicó hacer el quinto pozo en medio del ábside, al pie del altar menor allí existente, a cosa de un medio metro del dicho altar. Trabajé en él unas cuatro noches (porque todos estos trabajos se hacían de noche) e hice un hoyo de siete palmos de profundidad, es decir, de unos dos metros por un metro de ancho. Los escombros que encontré estaban compuestos por grandes piezas de piedra, que pertenecían a antiguas construcciones anteriores a la Capilla. Llegando a la profundidad indicada, justo en la perpendicular, y gol-

320

Antón M. Pazos

peando con el escoplo hacia la zona del altar, di contra un muro de la misma construcción que los anteriores, que se extendía a lo ancho de la capilla como el otro ya descrito. Entonces empecé a pensar // –27– que nunca encontraríamos el sepulcro y me encomendé a la Santísima Virgen de los Dolores25 para que apareciese el cuerpo del Apóstol. En ese mismo instante el canónigo Labin quiso bajar al hoyo, y tomando el escoplo, comenzó a mover la tierra, y enseguida me llamó, diciendo que viese lo que eran dos ladrillos que se encontraban cerca del dicho muro, y sujetó la luz para que yo cavara. Quité los dos ladrillos con el escoplo y aparecieron los huesos contenidos dentro de un arca, que desprendían un agradable olor que no sabría precisar. En ese momento perdí la vista, quedando casi ciego durante una media hora y a punto de perder el sentido, aunque gracias la ayuda de mis compañeros fui sacado del tajo. Soy bien consciente de la santidad del juramento prestado y reafirmo lo dicho sobre la emoción que sentí y el olor tan agradable que noté. También sé que el Canónigo Labin, que sufría de una migraña severa, se liberó de ella desde ese momento. Yo, en cambio, debido a la conmoción estuve mal ocho o diez días” (Proceso. Fol. 10 et terg.). Esta circunstancia de haber sido el canónigo Labin liberado en ese momento de la migraña, lo confirmó él mismo bajo juramento. No dijo nada sobre el olor, que sí confirmó en cambio el otro operario, Manuel Larramendi, cuyo testimonio también es digno de mencionarse aquí. “Hace unos cinco años que el actual Eminentísimo Arzobispo emprendió excavaciones para encontrar, si era posible, el cuerpo del Santo Apóstol, // –28– que estaba enterrado en la Capilla Mayor, pero no se sabía el lugar exacto. Había, con todo, una tradición constante y universal entre la gente afirmando que de un lugar cercano, precisamente donde se ha encontrado el sepulcro, justo en el exterior del ábside, partía una escalera que conducía a la propia Cuya imagen se veneraba entonces en la parte posterior del coro de la Catedral. Era lo primero que se veía al entrar por la fachada principal, la del Obradoiro, ya que el coro estaba en el centro de la nave, bloqueando la vista al presbiterio. Es decir, podía considerarse que era la Virgen de la Catedral. 25 

Las reliquias de Santiago. Documentos fundamentales de la reinventio de 1879 321

tumba. Así que cuando el cantero Nartallo, en medio del fondo del ábside, descubrió una urna de mármol que contenía huesos, me asombró esta coincidencia y no dudé, como ahora no dudo, de que esos eran los huesos del Apóstol. Yo estaba en esa misma noche del hallazgo con Nartallo, y justo cuando él levantó el ladrillo, yo bajé al hoyo, y noté un olor muy agradable, que no sé con qué comparar, pero que ciertamente no era de humedad, ni del moho que exhalan los pozos mortuorios. Mientras tanto, Nartallo se había quedado como un cadáver, por lo que lo cogí en brazos, lo saqué del hoyo y lo senté en una silla. Y me alegré mucho por el descubrimiento, según creí entonces, del cuerpo del Santo” (fol. 11 terg. et 14). Finalmente, José Losada declaró lo que sigue sobre la tradición existente acerca de aquel lugar: “Ya en otra ocasión me ha preguntado el Vicario del Eminentísimo Arzobispo sobre la tradición que existía en Compostela, a saber, que el cuerpo del Santo Apóstol no estaba debajo del altar mayor sino en la parte trasera del ábside, donde realmente fue descubierto. Recuerdo que tenía seis años y mi madre me llevaba a rezar detrás del ábside y vi que muchas // –29– personas rezaban en ese mismo sitio. Como yo era un niño pequeño entraba por una pequeña puerta donde ahora está construido el altar trasero (alrededor del año 1823), y veía una plancha de bronce colocada en el mismo lugar, y encima de ella cuatro velas encendidas. Mi madre me decía que allí estaba el cuerpo del Santo Apóstol, y así lo oí decir siempre y por todos en esta ciudad. En tiempos de la Revolución,26 no sé por qué, se dejaron de encender esas velas; sin embargo la concurrencia de fieles se mantuvo, así como la constante tradición de que allí estaba el cuerpo del Apóstol. Sobre todo lo demás, me remito a lo ya declarado en mi anterior deposición” (fol. 14 vuelto). Por lo dicho hasta ahora, parece que la nueva inquisición ha aclarado mucho los argumentos ya expuestos a favor de la identidad afirmada, y ha añadido nuevas pruebas, especialmente la relativa a las señales celestiales, que acompañaron el descubrimiento de las reliquias. Si la comparación de las reliquias compostelanas con la de Pistoya fuese coherente, habríamos llegado al colmo de la demostración. Pero en este punto era necesario proceder con la máxima cautela. Se abrió la caja de caoba y se vio que estaba dividida en tres compartimentos. Los tres profesores de anatomía declararon que, efecti26 

De 1868.

322

Antón M. Pazos

vamente, habían clasificado los huesos en tres grupos, pero que sólo habían hecho esta clasificación basándose en criterios generales, deducidos de su semejanza externa, puesto que la gran humedad del lugar había alterado mucho sus cualidades y desorganizado los tejidos. Eso no obstante, indican que esos huesos pudieron pertenecer a personas que vivieron hace diecinueve o veinte siglos, // –30– algo que no parecía muy claro en su primera declaración. Al ser preguntados “acerca de las peculiares condiciones en las que se encontraron estos huesos, y a los cambios y descomposición que sufrieron, y sobre la dificultad o incluso la imposibilidad de hacer una comparación entre éstos y otros del Santo Apóstol que se hayan conservado en otras condiciones, respondemos: ‘Si los huesos del mismo cuerpo se encuentran en diferentes condiciones o si se han conservado de manera diferente unos de otros, sería ineficaz hacer cualquier comparación, excepto con respecto a la forma’ ”. De estas palabras aún brillaba la esperanza de una comparación entre la Reliquia de Pistoia y las presentes, es decir, quoad conformationem. Por lo tanto, el Promotor mostró a los expertos las fotografías de la Reliquia de Pistoia, y ellos, aunque reconociendo la dificultad de definir un hueso a partir de su fotografía, sobre todo si no estaba hecha con la máxima precisión, se inclinaron a creer que representaba la punta de la apófisis mastoidea derecha, es decir, la punta que falta en la colección Compostelana. Dijeron que “la carencia de tal porción no se observa en ninguno de los huesos temporales del lado izquierdo hallados en el subpavimento del transagrario de la S. I. Metropolitana; mas en los del lado derecho faltan partes mastoideas tan voluminosas como la expresada reliquia”.27 La traducción latina es de Caprara. El informe manuscrito, que atribuyo en principio de los expertos compostelanos, fue el siguiente: La imagen fotográfica de la Reliquia del Apóstol Santiago existente en Pistoya presenta la forma de una apófisis mastoides, pero la falta de los caracteres determinantes, que la fotografía no puede reproducir, no permite asegurar s pertenece al lado derecho o al izquierdo del esqueleto. Solamente teniendo a la vista la pieza natural, o bien su copia en yeso o en cartón piedra, se podría resolver este sencillo problema. La carencia de tal porción no se // observa en ninguno de los huesos temporales del lado izquierdo hallados en el subpavimento del transagrario de la S. I. Metropolitana; mas en los del lado derecho faltan partes mastoideas tan voluminosas como la expresada reliquia. Son dos páginas manuscritas r-v en español, sin numerar ni firmar, pero con la caligrafía de otras que firmaron Francisco Freire y Timoteo Sánchez Freire (ACCS, R-333, fasc. 7, doc. 3). 27 

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Así sucede en la segunda colección, que es la del medio. Pero al Promotor le importaba mucho no comprometer el resultado, ahora seguro, de sus investigaciones; por tanto, quiso considerar el caso de que la reliquia de Pistoia no fuese del mastoideo derecho, sino del izquierdo, // –31– como había pensado originalmente el Dr. Chiappelli. Por tanto, hizo preguntar a los expertos antes mencionados: si esa parte, en lugar de ser del lado derecho, fuese del lado izquierdo, cuál sería su opinión sobre la identidad de los huesos del Santo Apóstol en esas tres colecciones separadas. A esta pregunta respondieron que en tal caso no se seguiría “que la Reliquia [de Pistoya] no pueda pertenecer a alguno de los esqueletos hallados, y, por tanto que no exista entre estos el de Santiago, [por cuanto] dejamos consignados en nuestro informe que las colecciones de los huesos de que se hace mención pertenecen, cuando menos a tres esqueletos. Las dificultades que resultan del estado de estos huesos para clasificarlos por individuos hacen probable // la opinión de que correspondan a más de tres una vez que existen cuatro temporales del lado izquierdo” (Processic. fol. 18).28 Así se constató que la comparación de la reliquia de Pistoya con las de Compostela, si ajustaba perfectamente, no haría sino confirmar el juicio de identidad y, en caso contrario, no sería una prueba en contra. Por lo tanto, parecía prudente no forzar más la investigación y remitirse a las pruebas ya reunidas, ahora confirmadas y ampliadas. Máxime si se tiene en cuenta que el objetivo fundamental de la nueva inquisición, es decir, la eliminación de algunas de las principales dificultades planteadas en las reuniones tenidas [en la Congregación de Ritis] sobre el proceso, parecía totalmente logrado. // La traducción al latín es de Caprara. El borrador, de Freire y Sánchez Freire, indica: Sin embargo de lo dicho, no se deduce que la Reliquia no pueda pertenecer a alguno de los esqueletos hallados, y, por tanto que no exista entre estos el de Santiago, [por cuanto] dejamos consignados en nuestro informe que las colecciones de los huesos de que se hace mención pertenecen, cuando menos a tres esqueletos. Las dificultades que resultan del estado de estos huesos para clasificarlos por individuos hacen probable // la opinión de que correspondan a más de tres una vez que existen cuatro temporales del lado izquierdo [tachado derecho]. Es un borrador con numerosas correcciones, pero con una caligrafía similar a otros escritos firmados por Freire y Sánchez Freire (ACCS, R-333, fasc. 7, doc. 4). 28 

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–32– La primera dificultad, en efecto, surgió de algunas expresiones utilizadas por el Eminentísimo Arzobispo en su Pastoral del 5 de febrero de 1879, con las que anunció al clero y al pueblo la fausta noticia del descubrimiento del cuerpo del Santo Apóstol. En dicha pastoral se aseguraba que una porción de los huesos del Santo se había conservado hasta hoy en el sepulcro bajo el altar, mientras que tanto el Informe de los Delegados como la tradición de más de dos siglos, dejaban claro que esa tumba estaba completamente vacía. Pero ésta, aparentemente, gravísima dificultad fue apartada de un plumazo por los dos Canónigos Delegados con las siguientes palabras: “En nuestro informe ya afirmamos que no se encontró ninguna parte de los huesos del Santo Apóstol en la misma urna que estaba bajo el altar, y donde había sido colocada a principios del siglo XVIII por el obispo Monroy, y no durante las obras realizadas en la capilla mayor. Dado que en la carta pastoral del Reverendísimo Arzobispo se afirmó que se habían encontrado algunos huesos del Santo Apóstol tanto en la urna bajo el altar como entre los escombros, hay que hacer constar que en aquella ocasión no se hizo ninguna peritación, y que lo que se había encontrado era huesos de bueyes, aves y otros animales tanto fuera como dentro de la urna. Y que sobre ellos no se ha hecho ningún juicio por parte de expertos” (Processio, fol. 7 et terg.). En segundo lugar, parecía muy incierta la hipótesis del ocultamiento de las Santas Reliquias realizada en 1589 por el Arzobispo Sanclemente, y sobre esta improbabilidad el Promotor hizo muchas observaciones a los dos profesores P. Fita y [Fernández] Guerra, // –33– los cuales dieron a ellas completa y erudita solución que merece ser recogida aquí en su totalidad. Primera objeción.– “No se compadece bien con la prudencia del arzobispo San Clemente el haber elegido para esconder las reliquias el lugar que parece el más adecuado para que los profanadores las encontrasen. El derribo o perforación en el muro de Gelmírez, la rotura del antiguo mosaico y la apertura del escondite en un punto tan señalado por diversas circunstancias bien aparentes, parecerían indicios suficientes para que la sagacidad de los invasores descubriese el escondite”. Respuesta. “La suprema prudencia del arzobispo S. Clemente se destaca por el hecho mismo de elegir un lugar que los ocultadores pudieran recordar

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fácilmente. Era además un lugar que por encontrarse tan cerca o, por así decirlo, al alcance de la mano, desorientaría a los invasores, quienes razonablemente debían suponerlo más escondido.29 Finalmente, así no se alejaron las reliquias del Apóstol del lugar donde, por disposición divina, habían permanecido durante más de quince siglos. Tres razones de suma prudencia. El Arzobispo abrió un pozo, de poco más de un metro, en el eje mayor del templo, y perpendicularmente bajo el lugar de la cúpula del Ábside donde, entre otras pinturas históricas, había una que representaba la Santa Arca de las Reliquias. En nuestra opinión, tales pinturas nos parecieron, por su estilo, algo anteriores al momento de la ocultación. En cualquier caso, dicha pintura no parece haber sido puesta para indicar el lugar preciso bajo el cual descansaba el cuerpo del Santo Apóstol. De eso se encargó // –34– (desde tiempos de San Fernando) la colosal estatua de Santiago (véanse nuestras Memorias de un viaje a Santiago, página 78) que existe hoy sobre el altar, y a vista de todos, representada ya en un códice miniado del siglo XV (Fita, Monumentos Antiguos de la Iglesia Compostelana30 pág. 93, Madrid 1883), cuya mano derecha indica el lugar exacto: Hic est corpus divi lacobi Apostoli Hispaniarum Patroni. El pozo se abrió a espaldas y a buena distancia de la imagen mencionada, detrás de los antiguos cimientos romanos y fuera de la zona con mosaico y del muro de Gelmírez (Recuerdos p. 70). Todo esto echa abajo la objeción planteada. Los profanadores, que no debía ni podían conocer el lugar exacto de la ocultación, realizada con gran secreto y con la máxima discreción e inteligencia, tendrían que haber iniciado la búsqueda de las reliquias según lo indicado en la inscripción de la imagen y justo en la zona del recinto o edículo de Gelmírez. Sanclemente, al abrir el pozo, casi en línea con el ábside y la Argumento que recuerda el famoso cuento de Poe, “La carta robada”, que nadie encontraba porque estaba a la vista. 30  Antonio López Ferreiro y Fidel Fita, Monumentos Antiguos de la Iglesia Compostelana, Madrid, Imprenta de F. Maroto e hijos, 1882. Una reseña muy elogiosa puede verse en el informe que hizo Menéndez Pelayo para que la Real Academia de la Historia recomendara al Estado la compra de algunos ejemplares para bibliotecas públicas, que era entonces el modo de subvencionar publicaciones de interés (Marcelino Menéndez y Pelayo, “V. Monumentos Antiguos de la Iglesia Compostelana”, Boletín de la Real Academia de la Historia, 3 (1883), págs. 293-299). 29 

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entrada por uno de sus arcos, no pudo menos que tomar sus precauciones para no dejar ningún rastro visible: así hacen todos los que esconden un tesoro. Además, si los invasores supiesen por las actas capitulares, o por la opinión pública, que todas las reliquias veneradas en la Catedral de Santiago, habían sido transportadas a Orense, razonablemente supondrían que entre ellas se encontrarían también las del Apóstol, y si por algunos espías llegasen a saber que se habían quedado // –35– en Compostela, tendrían que pensar que habían sido colocadas en un sitio mucho más alejado que la Catedral, o el cercano palacio episcopal, o cualquier otro edificio más o menos cercano. Y ante un campo de exploración tan vasto y oscuro, ¿qué dirección, excluyendo una casualidad fortuita, podría tomar cualquier conjetura? Sirva como comprobación un ejemplo reciente. Las joyas visigodas de la Catedral de Toledo llevadas en el año 711 a una determinada iglesia, en la campiña de Guarraza[r] en Guadamur, a pocas leguas de la ciudad, y colocadas allí en un sepulcro en un rincón del pavimento, permanecieron allí hasta el año 1880 en el que una fuerte tromba de agua removió todo el terreno poniéndolas al descubierto.31 Adquiridas por el gobierno francés, el mundo entero pudo admirarlas primero en el Museo de St. Cloud y luego en la Exposición Universal del año 1867. ¿Se habrían escondido tesoros, si quienes los escondieron no hubieran tenido la esperanza de poder recuperarlos cuando quisieran?” Segunda objeción: “No está claro por qué se mezclaron los huesos del Santo Apóstol con los de sus dos discípulos, ya que se dispuso de tiempo suficiente para construir el reconditorio. Tampoco se entiende por qué, una vez que se metieron todos mezclados, y no separados, no se dejó ningún escrito que narrara, para futura memoria, lo que allí se había hecho”. Respuesta. “No hubo tiempo para arreglar el reconditorio cómodamente. La inquietud y el pánico que se apoderó del Arzobispo y del Cabildo cuando se enteró de la entrada de //

Una desenfadada versión de este hallazgo en Vicente G. Olaya, La costurera que se encontró un tesoro cuando fue a hacer pis, y otras historias de la arqueología en España, Madrid, Espasa, 2021, págs. 182-193. 31 

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–36– Drake en Coruña, de las profanaciones de reliquias y de la amenaza de hacer lo mismo con las de Santiago, quedan bien patentes en las Actas Capitulares y en todo lo que hemos escrito en nuestro Recuerdos de un viaje. Es una tontería pensar que tuvieron tiempo suficiente para poder construir tres tumbas con sus inscripciones, y con toda la información de que la insaciable curiosidad de los eruditos desea disponer para tener certeza de los acontecimientos. Sólo hubo tiempo para que el propio Prelado, en la oscuridad y el silencio de la noche, tras escoger a tres o cuatro de sus colaboradores más seguros, obligarlos con juramento, y armarlos de picos y palancas, bajase por la escalera interior de su palacio al templo, indicase el lugar que le pareció más fácil de recordar y más adecuado para engañar a los malvados, y comenzase la obra apresuradamente. Sin ninguna duda el arzobispo no contaba con que la ocultación fuera duradera, sino transitoria, de modo que las cosas volverían pronto a su estado original. Tampoco hay duda de que llevase escritas tres cartelas que identificasen los tres santos cuerpos, y que las colocaría con las reliquias dentro de los velos en los que indudablemente las envolvieron. La gran humedad del lugar y el paso de tres siglos son causa más que suficiente para pudrir las cartelas y las telas. La prudencia del Sr. Sanclemente tuvo que dejar escrito el recuerdo de lo hecho donde convenía que permaneciera, es decir, junto a las reliquias”. Tercera objeción. “¿Cómo explicar el silencio de las Actas Capitulares en torno a un hecho de tanta importancia // –37– como fue la ocultación del cuerpo del Apóstol?”. Respuesta. “El Cabildo no fue consultado y precisamente el silencio de las Actas Capitulares es argumento y demostración de la voluntad del Arzobispo de actuar en relación con el sagrado Cuerpo de Santiago con cautela y secreto excepcionales, secreto y cautela que no se tuvo con las demás Reliquias. Poner lo hecho en las Actas hubiera sido lo mismo que revelar el secreto”. Objeción 4. “¿Por qué se perdió el recuerdo de la ocultación y, en general, se creyó que el Santo Cuerpo seguía, sin haber sido movido, en el lugar que había ocupado antes de que el miedo a los piratas ingleses propiciara el traslado hecho por el Prelado?”.

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Respuesta. “El recuerdo de la ocultación no desapareció totalmente. Quizás no faltó entre los Canónigos quien lo sospechase o incluso lo supiese, pero ignorando el lugar elegido por el Arzobispo, que se había hecho cargo de la responsabilidad y el conocimiento del secreto y del hecho. En los trece años que el Arzobispo sobrevivió al hecho, deseando que las reliquias no careciesen del culto que les era debido, pero actuando con cautela, tal vez estableció la costumbre de rezar, junto a los Canónigos que conocían el hecho y a otros que lo ignoraban, sobre el lugar del reconditorio, cantando allí la antífona: Corpora Sanctorum. Y, como levantaban la mirada al cielo y a la pintura del Arca Santa, que se puede ver en la bóveda del Ábside, los fieles podían suponer que allí se dirigían las // –38– oraciones, mientras que los que estaban en el secreto dirigían sus oraciones al lugar en el que se encontraban las Reliquias. Y que algo de esto último, aunque de manera vaga, quedó en la memoria del Cabildo, se puede deducir claramente del plan de Ferro Caaveiro realizado en el año 1793, del que ya hemos hablado en Recuerdos.32 Drake y el ejército inglés no dejaron de hostigar las plazas fuertes españolas hasta 1602, cuando el arzobispo Sanclemente murió en la paz del Señor. Incluso después de la muerte de Isabel de Inglaterra en 1603 no hubo tranquilidad en las costas españolas, a pesar de la tregua con Holanda. Y, dado que un armisticio no era una paz firme, la preocupación se mantuvo viva, y, por tanto, se dejó para tiempos mejores la reposición de las reliquias al lugar que les correspondía. La paz no fue duradera, ni firme, e Inglaterra no cejó nunca en sus hostilidades, hasta el punto de que en 1640 perdimos Portugal e incluso, en 1702, se apoderó de Gibraltar, lo que hacemos constar a mayor abundamiento. Además, para satisfacer la objeción propuesta, hay que tener en cuenta una observación muy sencilla. Los veinte años que pasaron desde el Alguna secreta noticia de la ocultación en 1589 debió, tradicionalmente, conservarse entre los capitulares, cuando cerca del año 1793, y tratándose de trasladar el coro detrás del altar mayor, el arquitecto Ferro Caaveiro señaló en el plano, como sitio donde debían aparecer sepultados Santiago y sus dos discípulos Teodoro y Atanasio, cualquiera de los puntos de la capilla mayor, ya delante, ya detrás del altar de Santiago, comprendidos entre dos líneas; conviene á saber, la del extremo occidental de los cimientos romanos, y la que baja del sitio de la bóveda en que está pintado el sepulcro (Fita y Fernández-Guerra, Recuerdos..., pág. 81). 32 

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ocultamiento de 1589 hasta la tregua holandesa fueron tiempo suficiente para que el recuerdo de ese secreto se borrara con la muerte de los más ancianos que habían intervenido en el asunto. En 1808 el Cabildo de Santiago, para librar la reja de plata que cierra el altar del Apóstol de la rapacidad francesa, no tuvo // –39– tiempo para hacer otra cosa sino mandar que la pintaran de negro al óleo, para que pensaran que era de hierro. La guerra de independencia duró cinco años. En el año 1813 las fuerzas francesas abandonaron España, liberándonos del temor a nuevos robos: el recuerdo del ingenioso procedimiento de convertir la plata en hierro se perdió de inmediato. El azar hizo que, al decidir la reina Doña Isabel visitar el sepulcro del Apóstol, medio siglo después, como el Cabildo desease adecentar por completo la capilla mayor, se descubriese la verdad cuando el herrero quiso limpiar la reja que todos creían que era de hierro y ninguno se imaginaba fuese de plata. No menos significativo es el caso del reciente descubrimiento de la magnífica copia del sepulcro que uno de nosotros ha reportado en la obra titulada – Monumentos Antiguos de la Iglesia Compostelana – pag. 58”.33 5ª objeción. “¿Cómo se explican el silencio del biógrafo [de Sanclemente] Sanz del Castillo en torno a la ocultación y la opinión popular del viento y la luz sobrenatural que, según el P. Bugarín, hizo desistir al Arzobispo de su intención de tocar las reliquias del Santo Apóstol?” Respuesta. “De una forma muy natural, muy sencilla y muy concluyente. El biógrafo escribió su historia mediante documentos públicos y Actas Capitulares, y no mediante los secretos íntimos del Prelado, que se los reservó para sí y para sus colaboradores comprometidos en conciencia bajo juramento. El P. Bugarín recogió la opinión que, a propósito, se hizo correr entre el vulgo, cuando se corrió el rumor de que las Reliquias de Santiago iban a ser transportadas a Orense // –40– y que el Arzobispo se había propuesto extraerlas de la antigua Cripta. Si alguien, durante la noche en que se hizo el ocultamiento, hubiera escuchado 33 

Tumbo A, en López Ferreiro y Fita, Monumentos Antiguos..., págs. 54-58.

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desde la calle los golpes que resonaban en la Catedral y lo comentase por la mañana en las plazas, y si, como es de suponer, los canónigos al día siguiente notaron unos ladrillos con yeso reciente, no cabe duda de que era necesario revelar la intención de abrir el muro que cerraba el sepulcro para extraer las reliquias, y que se vieron obligados a desistir del compromiso debido el maravilloso suceso que narra Bugarín. Y, dado que el libro de Bugarín, el único que mencionó esa tradición, no se publicó, bien podía Sanz del Castillo pasar por encima y omitirla. Para él y para otros autores contemporáneos, como fray Hernando de Oxea y el erudito Castellá Ferrer, que hemos citado en nuestro Recuerdos (p. 80)34, se mantuvo constante la convicción de que el Cuerpo del Santo Apóstol no había sido sacado de la Capilla o Cripta que D. Diego Gelmirez había cerrado a cal y canto en la primera mitad del siglo XII”. 6ª objeción. “Las monedas y restos de escombros hallados sobre el reconditorio no han mostrado, según se dice, una antigüedad mayor de dos siglos. Y como el reconditorio está construido sobre la roca viva, se puede suponer que es mucho más antiguo”. Respuesta. “La estructura del reconditorio es de reciente construcción, pero aprovechando el material antiguo que se tenía a mano. Se abrió, como ya se ha mencionado, // –41– en el eje y en el extremo oriental del Ábside (muy alejado de los cimientos romanos y de la cripta construida por Gelmírez) hacia la parte más alta del talud que forma la roca de base, por lo que las personas que improvisaron el pozo se tropezaron inmediatamente con ella. [El nicho], formado por materiales en bruto o en desuso, presentaba una vista externa que lo hacía similar a un saliente de la misma roca de apoyo del templo, cuando se derruyó el suelo de la capilla mayor en el año 1666, buscando con empeño las Reliquias del Apóstol. (Ver pág. 71 de nuestro Recuerdos de un viaje).35 Las calas más proAsí lo hallamos escrito, aquel año de 1615, por el P. Fr. Hernando de Oxea, en su Historia del glorioso Apóstol Santiago, con estas palabras: “D. Diego Gelmírez hizo cerrar con fuerte muro de cal y canto las puertas de la capilla á donde el sagrado cuerpo está; de manera que no solo el cuerpo, pero ni aun el sepulcro ni la capilla en que está, se pudiese ver de allí en adelante” (Fita y Fernández-Guerra, Recuerdos..., pág. 80). 35  En Fita y Fernández-Guerra, Recuerdos… únicamente se hace mención de los trabajos de 1666. 34 

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fundas se hicieron entonces, quitando los huecos que dejaban, de un muro a otro, los cimientos romanos, pero sin llegar, o llegando muy superficialmente, al extremo oriental del ábside, donde precisamente estaba el escondrijo. Los restos y las monedas que, según se objeta, no tienen más de dos siglos prueban evidentemente que la exploración superficial que se hizo en ese lugar es posterior al año 1665”. 7ª objeción. “¿No podrían los huesos hallados en el reconditorio ser los de los Santos Mártires que Alfonso III dijo fueron colocados allí por los antiguos y Santos Padres?”. Respuesta. “Estas reliquias estaban dentro de una teca, y en un altar consagrado sobre el cuerpo de nuestro glorioso Apóstol (Recuerdos p. 64);36 y si el relicario estaba sobre la tumba del Apóstol, está claro que originalmente debió estar dentro del panteón romano en la misma cámara // –42– donde estaban el Sarcófago Apostólico y las tumbas de los discípulos Teodoro y Atanasio, es decir, en el recinto marcado con las letras b, c, d, de nuestra Iconografía (pág. 70 de Recuerdos).37 Este recinto y todo lo que limita la muralla exterior del edificio romano, estaba en el interior del edículo construido por Alfonso II y III y de la Cripta de Gelmírez, por lo que el reconditorio de ninguna manera podría considerarse una teca. En España hay magníficos ejemplares de tecas para guardar reliquias sagradas. Baste recordar la de la antigua catedral de Accis (Guadix) y la de una basílica del siglo V descubierta en Loja. Ambas están relacionadas con pedestales de estatuas romanas. El monumento de Guadix, que estaba dedicado a la emperatriz Magnia Urbica, esposa de Carino, recoge en sus tres lados Alfonso III, en 899, confirma la existencia del precioso altar encima del sepulcro del Apóstol; y advierte que tenia su repositorio ó arqueta para encerrar otras reliquias de mártires, y que aquel altar había sido erigido por santos Padres, es decir, por los cristianos primitivos. Con el cual, ni el rey ni los prelados que le acompañaban se atrevieron á tocar ni variar aquel antiquísimo y venerando monumento: “Super corpore quoque benivoli Apostoli patet altarium sacrum in quo patet antiqua est Martyrum theca, quam a sanctis Patribus scimus conditam esse; unde nemo ex nobis ausus fuit tollere saxa” (Fita y Fernández-Guerra, Recuerdos..., pág. 64, citando a Flórez, España sagrada..., XIX, pág. 346). 37  Donde recoge la planta, la lección longitudinal y la sección latitudinal de la tumba primitiva. Las letras delimitan estrictamente lo que sería el espacio de las tres tumbas (Fita y Fernández-Guerra, “El sepulcro de Santiago”, en Recuerdos..., pág. 70). Ver Figura 5. 36 

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Figura 5. El sepulcro de Santiago

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EL SEPULCRO DE SANTIAGO. — Planta a.– Ándito, o galería subterránea. b.– Sepulturas de los discípulos Teodoro y Atanasio, abiertas en el suelo. c.– Lugar sobre que descansaba el sarcófago del Apóstol. d.– Sitio de donde arrancaba el arco de entrada a la cámara sepulcral. e.– Antecámara o iglesia subterránea. f.– Sitio de donde arrancaba el arco de entrada a esta iglesita por el ándito o galería exterior. g.– Lugar correspondiente al del piso principal, en que aparecía la puerta de entrada al edificio, la cual miraba hacia el Oriente. h.– Lóculo o repositorio donde se han hallado las reliquias, hacia el extremo oriental del ábside. La línea de puntos, que se acerca a las letras e, a, h, corresponde a la planta del altar mayor, labrado entre los años 1666 y 1669. SECCIÓN LONGITUDINAL, por las línea A B. 1.– Pavimento antiguo de losas de barro, por bajo de otro posterior y general de mármol. 2.– Pavimento romano de mosaico, por bajo del marmóreo. 3.– Pared de ladrillo romano en el sepulcro de Atanasio, compuesta de nueve hiladas con diez ladrillos cada una. 4.– Capa de cascajo de granito y mármol. 5.– Capa de polvo fino y ligero, como de una mina. 6.– Escombros con que se rellenó esta parte en el siglo XVII. SECCIÓN LONGITUDINAL, por la línea C D. 1, 4, 5.– Véanse en la sección longitudinal. 6.– Tierra, escombros y huesos humanos diseminados, arrojados aquí en el siglo XVII. 7.– Rollo de antigua columna echada aquí entre los escombros. 8.– Pared de ladrillo de los sepulcros de Teodoro y Atanasio. 10.– Tierra con que muy de antiguo se rellenó la sepultura de Atanasio. Fuente: IEGPS. Dibujo de Javier García sobre Fita y Fernández-Guerra, Recuerdos..., pág. 70).

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anepigráficos la memoria de haber sido erigida la Iglesia de la Santísima Cruz por los reyes Chindasvinto y Recesvinto.38 En la parte superior estaba el relicario con reliquias destacadas De cruore Domini, de pane, de Cruce, de sepulchro, de Veste Domini y muchos santos. Nuestra Real Academia de la Historia publicó este monumento en 1832 (Memorias tomo VII pág. 24). El pedestal de Loja fue publicado por uno de nosotros en 1878 (Fernández Guerra – Inscripción y Basílica del siglo V recién descubiertas en el término de Loja) y mereció el honor de que el Sr. Comendador Giovanni Battista De Rossi elogiara y resumiera este trabajo en el Bulletino di Archeologia cristiana, número I, II año 1878. De Rossi demuestra que el agujero abierto en la parte superior de la columna podría haber sido el locellus // –43– que contenía la theca reliquiarum. Mons. Rohault de Fleury en su obra Autels – Extrait des études sur les monumentos de la Messe, París Morel et C. planche n. 39, – publicó este dibujo. La famosa columna de Santiago publicada en la pág. 63 de Recuerdos debió contener primitivamente una teca similar, y ésta debió ser la theca sanctorum Martyrum que Alfonso III se negó a abrir”.

Se recoge en Recuerdos al hablar de la primitiva ara de Santiago: Los cristianos, desde el principio de la Iglesia hasta después del siglo VII, no escrupulizaron aprovechar para sus propias tumbas los mármoles paganos con inscripciones sepulcrales, o dedicatorias; y aún al objeto de que sirvieran de altar y ara en la Casa de Dios; y solamente picaron la inscripción cuando estaba en ara de algún ídolo, y no podía entenderse de otra manera. En la piedra dedicada a Magnia Úrbica, mujer del emperador Carino, se abrió un lóculo para guardar reliquias de la Eucaristía, de la Veracruz, del sepulcro, del vestido y de la sábana de la Pasión del Señor, y juntamente reliquias de muchísimos santos. La dedicatoria pagana quedó; y en los otros lados se pusieron letreros conmemorativos de haberse erigido en Acci (Guadix) la iglesia de la Santísima Cruz en el año XIV de los gloriosísimos reyes Chindasvinto y Recesvinto, XV del episcopado de Justo. Sobre esta ara, pues, se consagraba el Cuerpo de Cristo, sin tener en cuenta para nada el primitivo objeto de la piedra. Fuera de que DMS [Deo Maximo Sacrum] en el comienzo de una lápida sepulcral, no ha de considerarse fórmula que rechazasen los cristianos. El hecho es cierto, y lo atestiguan ejemplos innumerables. En la explicación varían los arqueólogos, pareciéndonos la más acertada aquella que entiende ir dirigidos el sacrificio y la oración, hechos en memoria de los finados, á honor y culto del único Dios verdadero, por excelencia máximo (Fita y Fernández-Guerra, Recuerdos..., pág. 62). 38 

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Figura 6. Ara primitiva de Santiago Cum sancto Iacobo fuit hec adlata columna araque scripta simul que super est posita cuius discipuli sacrarunt, credimus, ambas ac ex his aram constituere suam. Con el cuerpo de Santiago vino esta columna, juntamente con el ara escrita que está encima; y creemos que los discípulos consagraron ambas y las constituyeron en altar. Fuente: IEGPS. Dibujo de Javier García sobre Fita y Fernández-Guerra, Recuerdos..., pág. 63).

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8ª objeción. “Hace poco se encontraron tres esqueletos, con marcas de fuego, a ambos lados frente al Altar Mayor: ¿no serían estos los que se buscan?”. Respuesta. “Por supuesto que no, ya que aparecieron bastante lejos del sepulcro romano. Almanzor respetó la cripta donde se encontraba el Cuerpo del Apóstol, y aunque prendió fuego y destruyó la iglesia, prohibió tocar la tumba. Eso es lo que afirman los historiadores árabes”. Objeción 9. “En el reconditorio se encontraron huesos de más de tres cuerpos: ¿cómo explicar semejante hecho?” Respuesta. “Gelmírez colocó, sin duda, en el arca de plata los huesos de Santiago, y los de sus dos discípulos, y también los del relicario, cuya columna había sido dividida y sacada por los monjes de Antealtares en el siglo XI. Cuando el arzobispo Sanclemente recogió apresuradamente las reliquias, no desdeñó las de la teca, sino que las envolvió en un lienzo aparte, y las puso junto con las de Santiago y las de Teodoro y Atanasio”. // –44– 10ª objeción. “La cabeza de Santiago el Menor que existe en el relicario39 de la Catedral probablemente es la de Santiago el Mayor, ya que en la Historia Compostelana no se precisa, o no se dice de qué Santiago es, y se sabe que el Menor fue llevado a Ancona, donde recibe culto”. Respuesta. “Esta dificultad está resuelta en la p. 87 de Recuerdos,40 y en Este relicario se sigue utilizando en las solemnidades del Apóstol. Fita y FernándezGuerra recogen un dibujo en Recuerdos..., pág. 88. 40  Por último, reparamos grandemente en el magnífico busto de plata que guarda la cabeza de Santiago el Menor, traída de Jerusalén, á principios del siglo XII, por el obispo de Coimbra D. Mauricio Burdín, después arzobispo de Braga y antipapa; depositada [h]a poco en S. Zoylo de Carrión; hecha trasladar luego al regio templo leonés de S. Isidoro, en virtud de orden de la reina D[oñ]a Urraca; y esta Señora la donó, en fin, al prelado compostelano D. Diego Gelmírez, año de 1116, en prenda de paz y de concordia ([nota:] (1) Historia Compostelana, lib. I, cap. 112; lib. II, 57). Hacia los de 1321 depositó el arzobispo Don Berenger de Londora la reliquia en tan hermoso busto argénteo, cuyo esmaltado rostro asemeja el color y animada viveza de mancebo robusto, dorados el cabello y barba, con radiado nimbo la cabeza, cubierto el cuerpo de ricas piedras, y puesta al cuello sobre grueso cristal de roca la venera santiaguista, que pudiera desorientar á quien no recuerde esta segura y fidelísima historia. El texto de la Compostelana no distingue de qué Jacobo Apóstol era la cabeza que trajo á España, siendo Obispo de Coimbra (1098-1109) Mauricio. Pone en boca del santón, que guardaba la iglesita del valle de Josafat, en que está el sepulcro de Santiago, primer Obispo de Jerusalen, palabras que solo muestran la ignorancia de quien las profería: Opor39 

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las páginas 28-30 de los Monumentos antiguos de la Iglesia Compostelana. Madrid 12 de junio de 1884 – Fidel Fita S. I. – Aureliano Fz. Guerra”.41 “Habiendo estudiado con toda ponderación estas respuestas a las dificultades propuestas, me adhiero plenamente a ellas, y las hago mías en todas sus partes: Benito, arzobispo de Valladolid”. No se ha considerado oportuno interrumpir tan egregio análisis para insertar observaciones similares tomadas de las declaraciones de los dos Canónigos Delegados, los expertos en anatomía y los declarantes en el nuevo juicio, que añadimos ahora. Son las siguientes: Sobre la época de la ocultación de las Santas Reliquias, el canónigo [López] Ferreiro añadió una prueba digna de mucha consideración. Presentó un facsímil de la pintura que aún existe en la pared izquierda del ábside, cerca de la tumba recién encontrada, y que estaba cubierta por los escombros que rellenaban el lugar intermedio entre el pavimento más reciente y el de mosaico, que se rompió para poder hacer el sepulcro. Esta pintura, dice [López] Ferreiro, es del siglo XVI. Por consiguiente, en esa época no había escombros que la tapasen, por lo que //

tet ut ubi est hujus Apostoli corpus, ibi sit et caput ejus. La epístola de San Leon y la cita que hace de ella el primer capítulo de la Compostelana, demuestra con toda evidencia que la cabeza de Santiago el Mayor vino con su cuerpo, y que perseveraba al comenzar el siglo XII en la cripta descubierta por Teodomiro. Un fragmento de esta cabeza pasó en tiempo de Carlos el Calvo al monasterio de San Yedasto; y la reciente declaración de la Sagrada Congregación de Ritos sobre la cabeza de Santiago el Menor, existente en Ancona desde el año 1384, en nada implica que se haya de negar la autenticidad de la Compostelana, si se admite el sistema que tratando esta misma cuestión han propuesto los Bolandos (Acta Sanctorum, ad I Maji.) (Fita y Fernández-Guerra, Recuerdos..., pág. 87). La nota hace referencia a las Acta Sanctorum del 1 de mayo, fiesta de Santiago el Menor. Los bolandistas analizaron en esa fiesta las distintas reliquias —y varias cabezas— del apóstol —incluida la de Ancona— de las que tenían noticia y dedicaron un apartado a la “Caput Compostella in Gallecia”, partiendo precisamente de la Historia Compostelana, y rechazando que fuese de Santiago el Mayor (Agodefrido Henschenio y Daniele Papebrochio, Acta Sanctorum. Maii, I, Antuerpiae, Apud Michaelem Cnobarum, 1689, págs. 27-28). 41  Se incluye en el primer artículo del libro, fechado el 31 de julio de 1882, sobre “Restauración de la canónica de Iria por el arzobispo D. Diego Gelmírez”. La argumentación sobre la cabeza de Santiago el Menor va de las páginas 28 a 31 y el artículo no es de Fita y Fernández-Guerra, sino de Fita y López Ferreiro, cuya impronta aparece claramente en las primeras líneas al lamentar las pérdidas enormes e irreparables causadas en el archivo compostelano por la tea de los incendios llevados a cabo en el ‘siglo de las luces’ (López Ferreiro y Fita, Monumentos antiguos..., págs. 28-31).

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–45– la tumba, encontrada en medio de los escombros, tiene que ser posterior. Lo mismo se deduce de un Crucifijo de nácar, encontrado en medio de dichos escombros, que es también del siglo XVI. Sobre el silencio de las Actas Capitulares dicen los dos Delegados: “Para empezar, señalamos que no se puede atribuir demasiada fuerza al argumento negativo del silencio sobre un asunto en el que tantos argumentos positivos afirman lo contrario. Por otra parte, el traslado de las reliquias está anotado en las actas capitulares, pero no su ocultación y las actas de la iglesia de Orense establecen las reliquias que fueron sacadas de su lugar, que no fueron todas” (Proceso. Fol. 6 terg.). Sobre la disposición de los tres esqueletos que estaban a ambos lados del altar mayor dicen: “Nosotros, que estuvimos presentes durante la excavación, afirmamos en verdad que se encontraron dos esqueletos, de un lado y otro, en los deambulatorios exteriores del antiguo templo, es decir, fuera de los muros que rodeaban el recinto sepulcral, y al menos un palmo por debajo de aquella parte central donde se habían colocado los cuerpos del Santo Apóstol y sus discípulos. Allí están los cuerpos de aquellos fieles que, como hemos sabido por la Historia Ecclesiastica, quisieron ser enterrados junto a los cuerpos de los santos pero fuera del recinto sepulcral. Reiteramos para mayor claridad que el recinto dentro del cual fueron depositados los cuerpos del Santo Apóstol y de los discípulos estaba encerrada por aquellos muros de la época romana sobre los que hoy descansa el altar mayor. Los deambulatorios, en cambio, están encerrados por otros dos muros que están // –46– fuera del altar, de modo que, aunque se hubieran construido al mismo tiempo que el muro romano, el altar habría quedado encerrado sólo dentro de los dos primeros” (Processic. fol. 6 terg. 7). Indicamos ahora las observaciones hechas por los peritos anatómicos sobre estos huesos: tos.

1.ª No existe un solo hueso entero, ni completo; solamente hay fragmen-

2.ª Los fragmentos corresponden en su inmensa mayoría a la parte compacta de los huesos. 3.ª Hay fragmentos del mayor número de huesos. 4.ª Corresponden estos huesos a dos esqueletos, cuando menos.

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5.ª En estos dos esqueletos está cerrada la osificación del desarrollo. 6.ª Uno de los esqueletos corresponde a varón de escaso desarrollo, o a hembra, que se hallase en el tercio medio de la vida; aunque para distinción de los sexos, fuera precisa la existencia de formas y huesos característicos. 7.ª Este último esqueleto no parece tener la antigüedad de su compañeo, proque los fragmentos que le pertenecen son mayores, no obstante el menor desarrollo y resistencia de sus huesos, y su materia y color están menos alterados. Para mejor resolver estos problemas es necesario el análisis químico comparativo.42 No se consideró necesario hacer estos estudios comparativos, porque ya estaba claro que estos huesos no podían pertenecer al Santo Apóstol. En efecto, al hablar de su hallazgo, Nartallo indicó: “A distancia // –47– de la urna, y fuera ya de ese plano, o sea, en los pasillos externos, mientras se encontraban excavando fueron apareciendo huesos humanos de un lado y de otro, sin ningún tipo de urna y mezclados con el tierra. Sobre ellos, a una distancia de unos tres palmos, se habían encontrado unas losas de granito cubiertas de ceniza” (loc. cit. fol. 11). De igual modo fue la deposición de Manuel Larramendi: “Añado también que excavando después en los dos deambulatorios fuera de la Cripta, a la profundidad de dos palmos del lado de la Epístola del Altar Mayor, se encontraron huesos de dos cadáveres, pero mezclados con la tierra y en el lado del Evangelio un esqueleto destrozado entre dos pedazos de piedra, que no formaban un nicho porque no tenían tapa, estaba abierto por los lados y la parte inferior era tierra que luego fue excavada. Estos huesos están ahora fuera del presbiterio y se conservan en una estancia de la Iglesia Metropolitana” (loc. cit. fol. 14). A pesar de estos testimonios, tales huesos fueron también inspeccionados por el Promotor, así como el lugar en que fueron hallados, y reconoció la verdad de lo que los Delegados, los peritos y los obreros antes mencionados habían dicho sobre ellos. Y el hecho de que fueron encontrados en un lugar completamente profano y ajeno al primitivo santuario, se ve con un simple Para este informe no traduzco de la Nova positio sino que utilizo el original conservado en el ACCS, que es el que usa Caprara. Son dos cuartillas, fechadas en Santiago el 23 de julio de 1879 y firmadas por Timoteo Sánchez Freire y Francisco Freire. Sorprende que esté en Roma, dada la fecha. Pudieron habérselo entregado a Caprara en su viaje, junto con otros documentos, como él mismo indica en su relación (ACCS, R-333, fasc. 7, doc. 8). 42 

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vistazo a la nueva planta del santuario reproducida en los apéndices II y III. Quedaron, por tanto, en la caja en que estaban y en la estancia de la fábrica catedralicia. Sin embargo, la principal dificultad estribó en la presencia de otros huesos mezclados con los pertenecientes a la triple colección, sin saber de dónde venían, lo que llevó a dudar de que realmente la urna encontrada // –48– contuviese los huesos de Santos Mártires hallados por Teodomiro, y de lo que no se hace mención alguna. A esta dificultad ya hemos visto la respuesta que han dado los dos profesores de Historia. Además, los expertos en anatomía creyeron que era su deber eliminar el malentendido al que podrían conducir sus palabras, y declararon: “Respecto a la primera pregunta que nos hicieron, es decir, a cuántos esqueletos pertenecen estos huesos, respondemos: ‘Hemos clasificado los huesos encontrados en tres tipos y, en consecuencia, los huesos que se pueden distinguir conforme a las reglas anatómicas pertenecen a tres cuerpos. En realidad, hay muchos huesos pequeños que hemos clasificado en un cuarto grupo, y que sin duda pueden pertenecer también a los tres primeros esqueletos, pero que, dada su descomposición y las deformaciones producidas por el tiempo, no podemos confirmar ni negar’ ” (loc. cit. fol. 16 terg.). Por tanto, a la cuarta pregunta sobre si “puede haber en esta colección algún otro hueso que no pertenezca a los tres esqueletos”, respondieron: “Hay un hueso, a saber, el temporal, que aparece duplicado en estas colecciones, por lo que hay que señalar que pertenece a otro esqueleto” (loc. cit. fol. 17). Sobre estos huesos ajenos a la triple colección de esqueletos, los dos Delegados dieron la siguiente explicación: “En la urna de mármol se encontraron muchos huesos que fueron clasificados por los peritos como pertenecientes a tres esqueletos. En una conversación privada (en presencia de Antonio López Ferreiro, el padre Fita y Fernández Guerra) con el Eminentísimo Señor Arzobispo, uno // –49– de los peritos, Timoteo Sánchez Freire, planteó la hipótesis de que algunos fragmentos óseos podrían pertenecer a otros tres cuerpos. Se han encontrado muy pocos, y se encuentran recogidos en una caja de madera; en otra caja están los huesos que se encontraron en los ambulacros exteriores y que perte-

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necen a tres esqueletos. La primera caja de madera se colocó en el centro del ábside sobre el arca de mármol, la otra en lugar distinto, fuera de la iglesia” (loc, cit. fol. 7). Los mismos Delegados explicaron después su procedencia con estas palabras: “En el diploma auténtico del rey Alfonso III, del año 899, que se refiere a la consagración de la basílica compostelana, se leen estas palabras: “Sobre el cuerpo del benévolo Apóstol está el sagrado altar, dentro del cual está la antigua teca de los mártires que sabemos fue hecho por los Santos Padres, que ninguno se atrevió a abrir”. De estas palabras se deriva que este relicario de las reliquias de los santos mártires debió existir ya antes de Teodomiro, que murió en el año 830, y fue dejado por él en el mismo altar donde lo encontró; y Alfonso III no se atrevió a abrir el relicario, como consta en el diploma citado. Ese altar no superaba los ochenta y cinco centímetros de tamaño, según lo que hemos medido, pues se encuentra en la iglesia de San Pelayo, que está junto a la catedral compostelana. Y dado que lo que se ha encontrado es un sepulcro de un metro y medio, es imposible que la urna de Teodomiro // –50– se confunda con este” (loc. cit. fol. 5). Esta pequeña ara fue también revisada por el Promotor en la mencionada iglesia, donde había sido colocada por el arzobispo Sanclemente, como así consta en una inscripción allí colocada, que además indica que parte de aquella columna había estado en el primitivo lóculo del Santo Apóstol. Finalmente, los dos Delegados rebatieron la peculiar opinión de Berganza, autor benedictino del siglo pasado, de que la cabeza, o más bien los huesos quemados, encerrada en un Relicario de plata que se conserva en la Capilla de las Reliquias de Compostela, es la de Santiago el Mayor. “Sólo hay un autor (Berganza) que, siguiendo las palabras de la Historia Compostelana, escrita por Mauricio (que luego se convirtió en antipapa), afirma que una persona, quizás de Jerusalén, depositó la cabeza decapitada en el monasterio carrionés [de San Zenón], en la diócesis de Palencia. Estas son las palabras: “es conveniente que donde se encuentra el cuerpo de este apóstol se guarde su cabeza”. Esta cabeza fue entonces entregada a Gelmírez en Compostela, quien no pudo considerarla como perteneciente al cuerpo del santo apóstol, porque estos huesos estaban medio quemados, y en cambio, como hemos visto, el cuerpo del santo apóstol no fue quemado por Almanzor. Además, el propio Gelmírez escribió a San Atón [de Pistoya]: “Saqué la re-

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liquia con mucho esfuerzo del lugar donde se encontraba”. El busto relicario de plata en cuyo interior se conservan estos huesos semi calcinados data del siglo XIV, y no es posible que la extracción de las reliquias de ese lugar tuviera lugar después de que Gelmírez cerrara la cripta del santo apóstol” (loc. cit. fol. 5 terg. et 6). // –51– Tras la muy precisa exposición de los académicos de la Real de la Historia, del reverendo arzobispo de Valladolid, y de los Canónigos Delegados, asistidos por las observaciones anatómicas de los peritos médicos, las dificultades que impedían a la Congregación Particular reunida el 20 de mayo pronunciarse a favor de la identidad, parecen haber desaparecido por completo. Hoy, de hecho, parece comprobado apodícticamente que la ocultación de los huesos sagrados se hizo en el siglo XVI, después de la visita de Morales en 1572, y antes de las restauraciones de Verdugo hacia 1666. Por lo tanto, sólo pudo haberlo hecho Sanclemente en 1589, quien, además, llevó a la vecina iglesia de S. Pelayo la teca o recipiente antiguo de las reliquias, disponiéndolo como ara del altar mayor. No obstante todo lo expuesto, el abajo firmante cree su deber exponer aquí, finalmente, los motivos de las dudas que ha suscitado Ulla, tanto en nombre propio como en el de los demás contradictores. Puestas aquí se verá mejor su futilidad, sin necesidad de más comentarios. En su momento planteó: “En cuanto a la identidad de los huesos encontrados, no creo que haya fundamento sólido que permita certeza moral o, al menos, probabilidad. En efecto: 1) Estos huesos no se encontraron bajo el altar. 2) Los huesos descubiertos corresponden a múltiples esqueletos, contenidos en una pequeña arca y no en un verdadero sepulcro; pues el arca constaba de cinco lápidas, cuatro laterales y una superior, y debajo había una tan grande que no podía referirse a un sepulcro sino a un osario. // –52– 3) Bajo el altar mayor estaba el sepulcro de Santiago, en el que, según la tradición, sólo se colocaron sus huesos, y no los de sus discípulos. 4) Los esqueletos [que, sin embargo, no vio] fueron descubiertos en los altares izquierdo y derecho, pero se enteró de que habían sido colocados allí por los obreros y que, en realidad, habían sido descubiertos detrás del altar.

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5) Los huesos habían sido colocados, mezclados con tierra, en una tosca sepultura, mientras que la tradición y la Historia enseñan cómo el cuerpo de Santiago fue siempre conservado dentro de un arca de mármol. 6) No hay ninguna prueba o inscripción que señale la identidad de los cuerpos, 7) Según la tradición, los huesos de Santiago estaban bajo el altar, y esta tradición seguía viva cuando se descubrió la tumba. 8) Hubo muchos en Compostela, y todavía los hay, que pensaban que estos no son los huesos de Santiago y, por el contrario, no parece que los que apoyan la identidad apostólica de los huesos sean capaces de presentar ninguna prueba acerca de su creencia que disipe las dudas” (loc. cit. fol. 19, 20). Ésta es la síntesis de las objeciones ya puestas por los dos Canónigos43 contradictores en sus escritos a la S. Congregación, a las cuales además añadieron falsísimas insinuaciones refutadas por los hechos, como que 1º “el prelado ordenó que se le entregaran los testimonios de los obreros cuando estuvieran ausentes, para que no figurase ningún hueso salvo los que se descubrieron en el presbiterio: 2° Los dos canónigos que estuvieron presentes durante la operación de hallazgo de las reliquias no fueron llamados a declarar ... los cuales, de todos los que participaron en el hallazgo de las reliquias, // –53– son los testigos más adecuados” (bonita confesión la de estos contradictores); 3º, y finalmente, que el Cabildo Metropolitanos y el pueblo estaban también en contra. Sólo hay una insinuación de las recogidas en estas patrañas que merezca alguna respuesta y es la afirmación gratuita de que el Clero y el Pueblo son completamente opuestos a lo expresado en la sentencia del Eminentísimo Arzobispo. Parece por tanto, oportuno mencionar aquí el escrito que el Cabildo de la Metropolitana de Compostela en su gran mayoría, acaba de dirigir al Santo Padre, en la que se afirma abiertamente el acuerdo unánime del Clero y Santiago Francisco Viqueira y Pablo Cuesta, que escribieron a la Congregación de Ritis con fecha 7 de enero de 1882. En el documento figura a mano la fecha de recepción, algo tardía: Ricevuto ai 19 Aprile 1883. En el escrito, efectivamente, ambos canónigos indican que si los operarios, que trabajaban desde tiempo atrás al servicio del arzobispo, no testificaran como él esperaba los hubiera despedido: fore statim ab illius servitio dimittendos. En cambio se sugiere que no fueron llamados a testimoniar López Ferreiro y Labín porque al no depender del arzobispo nihil a Praelato timendum est (ACCS, R-333, fasc. 1, doc. 19). 43 

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el Pueblo, y el ardiente deseo que a todos consume para que la sentencia del Ordinario se confirma cuanto antes con la sanción apostólica (Sumario N. III). Como escribe Benedicto XIV “En cuanto a la identidad de los cuerpos y las reliquias, deben presentarse pruebas al Ordinario o a la Congregación de las Sagradas Reliquias que, si no son metafísicas o físicas, al menos deben ser tenidas con certeza como pruebas morales”44 (Lib. IV. p. 2. C. XXIV. n.7). Si con la nueva investigación se ha llegado o no a tal certeza moral queda a juicio de los Eminentísimos y Reverendísimos Padres. Debe hacerse notar, sin embargo, que la evidencia moral de la que aquí se habla, admite sus más y sus menos, tanto que Papebrochio pudo escribir: “Al contrario que en otros asuntos, en este de las Reliquias es más importante tener en cuenta las piadosas creencias que las noticias ciertas acerca de las manos por las que pasaron”. Y añadió que los obispos al pronunciar sentencia sobre la identidad de las reliquias “Deben comprobar por medio de escritos y testimonio cierto // –54– que una reliquia haya sido aceptada de buena fe en el lugar en que se la honraba, o que fue descubierta con probables indicios de una antigua veneración, bien hacia la tal reliquia o al tal santo, aunque se permita que alguna prueba pueda ser errónea, como a menudo lo es”. Y aporta está razón justísima: “Es justo que en este caso se insista en la búsqueda cuidadosa, al menos hasta que un esfuerzo mayor pueda resultar excesivo; y que la devoción de las reliquias esté al abrigo de los peligros de la superstición, y que su objeto primordial sea el honor de los santos, independientemente de que las las reliquias que allí hay se tengan por verdaderas” (loc. cit. n. 9).45 Pues bien, los argumentos recogidos en esta última averiguación provenientes de la tradición, de la historia, de las inspecciones locales, de la pericia anatómica, de la autoridad misma, parecen haber llegado a esa evidencia moral, más allá de la cual las averiguaciones humanas no deben ir, porque “ulterior labor esset frustraneus”. Tanto más cuanto que, según Benedicto XIV, “Miracula quoque in hoc identitatis indicio maximopere prosunt” (ibi n. 10). Y en el caso que nos ocupa, aunque no ha habido milagros, no dejan de ser señales celestiaEl concepto de certeza moral es clave en la argumentación de Caprara. La cita, tomada del libro de Benedicto XIV, es una referencia habitual. Se utiliza, por ejemplo, en el primer hallazgo importante de reliquias en el XIX, las de San Francisco: De invento corpore Divi Francisci ordinis Minorum parentis, Roma, Prelis. Rev. Cam. Apost., 1819, que se inicia, como era preceptivo, con una prueba judicial. La cita de Daniel Paperbroch en pág. 65. 44 

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les, como el grato olor que notaron los dos sencillos operarios al descubrir los huesos sagrados y el cese instantáneo de la migraña que durante mucho tiempo había mortificado al canónigo Labín, uno de los dos Canónigos Diputados. Además (puede decirse con Benedicto XIV), si se presentan pruebas consistentes en la tradición y la fama constante a favor de la identificación, puede también hacerse un examen de milagros: se dará así la posibilidad a la piedad y a la verdad de apoyar y juzgar si el cuerpo o las reliquias pertenecen a un beato o a un santo, // –55– sobre todo si pertenecen a ese beato o a ese santo del que se presentan las pruebas, y por cuya invocación Dios se ha dignado hacer milagros. En este punto, sin embargo, aún queda una dificultad, también reconocida por el Eminentísimo Arzobispo, y es determinar con precisión cuál de las tres colecciones de restos, o qué parte de ellas, es la del Santo Apóstol. En el descubrimiento de los cuerpos de S. Ambrosio, Gervasio y Protasio46 los indicios eran tan claros que se distinguían unos de otros a simple vista; no es así en nuestro caso. Por tanto, el Promotor de la Fe sostiene que, al menos hasta que se haga una investigación más a fondo (que quizá no sea oportuna), esos huesos sagrados se mantengan siempre unidos y clasificados como están ahora. E incluso si van a ser trasladados a otra arqueta, esta debe ser también tripartita, y los huesos deben mantener el lugar que tienen ahora. Por lo demás, el presente caso guarda mucha analogía con el descubrimiento del Cuerpo de San Agustín47, también en lo que respecta a las dificultades y oposiciones que se produjeron en esta circunstancia, lo que llevó a BeEs otro de los grandes hallazgos arqueológicos religiosos del siglo XIX, redescubiertos quince años antes de las excavaciones compostelanas, en enero de 1864. Hace unos años se analizaron científicamente los restos que, al contrario que los de Santiago, estaban en muy buen estado, confirmándose por el equipo de la médico legal Cristina Cattaneo, lo que la tradición había transmitido: fisonomía atípica —rostro irregular— y clavícula rota de San Ambrosio y martirio de Gervasio y Protasio, hermanos probablemente gemelos. Ambos son citados en la bula Deus Omnipotens. La presentación de las conclusiones en “Ambrogio, Gervaso e Protaso, ricostruite le loro fisionomie e le loro storie”, Chiesa di Milano [en línea], (2 de octubre de 2018), disponible en [Consulta: 20/04/2021]. 47  Ese mismo año 1884 los restos de San Agustín fueron estudiados científicamente, clasificándose en 225 fragmentos, entre ellos 21 fragmentos del cráneo (L’urna di Sant’Agostino [en línea], disponible en [Consulta: 30/04/2021]). 46 

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nedicto XIII a ordenar al obispo de Pavía Mons. Pertusati que concluyese el proceso y dictase sentencia, según las instrucciones enviadas desde Roma, en el plazo de dos meses (Breve de 23 de enero de 1728). Habiéndose cumplido la indicación papal, el propio Benedicto XIII con Bula de fecha 10 de octubre de 1728 confirmó la sentencia del Obispo “satis constare corpus inventum ... esse corpus S. Augustini Ep. et Ecclesiae Doctoris”. He aquí el fragmento de la bula Ad Summi Dei gloriam con la que fue confirmada la indicada Sentencia:48 “Tampoco debe ser omitida por nuestra parte ninguna iniciativa por falta de acción pastoral en favor de la conservación de las santas reliquias de Agustín; // –56– cualquier duda, controversia, pleito y disputa que haya surgido o se haya suscitado sobre el cuerpo de San Agustín, los derechos, los escritos y todo título públicamente expresado sobre él, debe ser remitido a Nos, y los extinguimos, los abolimos y les imponemos silencio perpetuo. Y que nunca haya dudas en el futuro sobre dicho juicio episcopal, [...] referido a la traslación del cuerpo de la beata Mónica por parte de nuestro predecesor el Papa Martín V, [...] o que él aprobó con la carta apostólica “Pia Charitas”. Nosotros, después de haber reflexionado bien, aprobamos y confirmamos con nuestra autoridad apostólica el juicio del obispo de Pavía sobre la identidad cierta del cuerpo del Santo Doctor, para que llegue más pública y manifiestamente a los fieles de Cristo y se aumente la devoción a Agustín, y establecemos que esto es válido a perpetuidad, cualesquiera sean las objeciones que puedan surgir”. Dependerá de la eximia sabiduría del Santo Padre el elegir esta fórmula u otra más adecuada. Hasta entonces, y para concluir, el Promotor propone el siguiente Dubbio: Si la Sentencia dada por el Emmo. y Revmo. Arzobispo de Compostela sobre la identidad de las Reliquias que se descubrieron en el centro del Ábside de la Capilla mayor de su Iglesia Metropolitana y que se atribuyen al Santo Apóstol Santiago el Mayor y a sus discípulos Atanasio y Teodoro // La bula recoge la larga trayectoria del proceso, iniciado con el descubrimiento del cuerpo hallado el día 1 de octubre de 1695. Como era habitual, hubo también reconocimiento del cuerpo, especificación de huesos hallados, deposiciones, etc. Es un antecedente adecuado por el cierto paralelismo con el hallazgo de Santiago. (“Ad summi Dei gloriam”, § 5, en Bullarum diplomatum et privilegiorum sanctorum romanorum pontificum taurinensi editio […], t. XXII, Benedictus XIII (ab an mdccxxix ad an. mdccxxx), Augustae Taurinorum, Seb. Franco et Henrico Dalmazzo editoribus, 1871, págs 710-713). 48 

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–57– debe ser confirmada a los efectos de que aquí se trata. A tal pregunta, salva mejor decisión de la suma prudencia de los Eminentísimos y Reverendísimos Padres, el que suscribe piensa que se puede responder: Afirmativo, es decir, se confirma la Sentencia. Agostino Caprara Promotor dela Fe // –59– APÉNDICES Número I Beatísimo Padre,49 Desde el profundo de mi corazón, doy a Vuestra Celsitud las mas rendidas gracias, porque en medio de los innumerables cuidados que de día y de noche gravan Vuestra solicitud, no os habéis olvidado de los santos huesos del preclarísimo Santiago Apóstol, hijo de Zebedeo, y providencialmente habéis enviado a esta región occidental de la España y de la Europa, tan lejana de la Ciudad Eterna, un especial Nuncio que con cuidado y estudio singulares, terminase brevemente la grande causa de la declaración de la identidad de los Huesos del preclarísimo Apóstol, no ha mucho hallados felizmente en esta Apostólica y Metropolitana Iglesia. Gracias, pues, Beatísimo Padre, gracias repetidas por este elocuentísimo testimonio de Vuestra solicitud hacia nuestra tierra, hacia toda la España y hacia nuestro Patrono. // –60– El Excelentísimo y Reverendísimo señor Agustín Caprara, enviado por Vuestra Beatitud, diligentísima y exactamente ha cumplido su encargo. Todo lo ha investigado, todo lo ha examinado y atentamente reconocido: una y otra vez ha interrogado a los peritos y testigos ligados por el juramento; cuanto halló en el Proceso no en algún modo perfectamente cumplido, completó y validó, de modo que, según mi juicio, cuando hoy vuelve a Roma, lleva consigo todo lo necesario y útil para que Vuestra Santidad, con aquella justicia y sabiduría de que está adornada, pueda prudentísimamente y sin vacilación alguna pronunciar la tan ansiada declaración. Venga, pues, Beatísimo Padre, venga el 49 

Apuntes, págs. 171-175.

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tan esperado Oráculo para nuestro solaz, para conformación de la fe, de la devoción y piedad de esta religiosísima ciudad, del país, España, de todo el universo orbe que en todos los siglos cristianos y sin interrupción, ha manifestado su especialísima devoción hacia nuestro santo Santiago. Conmigo y por tal fin suspira el Cabildo; por esta causa el Clero Metropolitano, Seminario Conciliar, todo el Clero diocesano, las Religiosas, están elevando incesantemente a Dios súplicas y oraciones. Venga, sí, Beatísimo Padre, venga sin retardo el deseado Oráculo, que de Vuestra Beatitud instantemente, muy instantemente, en sumo grado instantemente, todos imploramos. Y mientras lo esperamos, // –61– dígnese Vuestra Beatitud recibir benévolamente la nueva demostración de obediencia, de amor, de adhesión, de gratitud hacia la amadísima y queridísima Dignidad y Persona Vuestra. En Compostela, a 12 de junio de 1884 Santísimo Padre, Humildemente postrado a los pies de Vuestra Santidad Michael Card. Payá Archiepiscopus Compostellanus // –62– Número II Eminentísimo y Reverendísimo Señor,50 Con gran gozo de mi corazón y profunda gratitud recibí el 8 del corriente su carta, tan llena de amor, por mano del Excelentísimo y Reverendísimo señor Agustín Caprara, dignísimo Promotor de la Fe, llegado el mismo día a esta ciudad. Háceme en ella Vuestra Eminencia muy cierto de la vivísima solicitud de Nuestro Señor el Santísimo Padre Papa Leon XIII por el feliz y próximo término de la causa para declarar la identidad de los Huesos y las Reliquias de nuestro glorioso Santo Santiago Zebedeo y de sus dos discípulos, poco ha hallados en esta Santa Apostolica Metropolitana, guiando la Providencia; y por lo que muy sabiamente dispuso Vuestra Eminencia que el citado Excelentísimo Señor Agustín Caprara viniera á Nos con plenísimas facultades para dar la última mano en la cuidadosa y perfecta terminación de dicha celebérrima causa. // 50 

Apuntes, págs. 175-178.

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–63– Fáltanme palabras para expresar la vivísima alegría de mi corazón y de los canónigos de esta Apostólica Metropolitana y de todo el Clero y pueblo diocesano, nacida de esta gratísima y muy honorífica decisión de la Sede Apostólica, pues firmísimamente esperamos que por este camino tengan pronto feliz éxito nuestros vivísimos deseos. ¡Viva, pues, por muchos años Nuestro Santísimo Padre! ¡Viva también la dignísima persona de la Eminencia Vuestra! ¡Y vivan todos los cooperadores de tan gran obra ¡Como era propio de mi oficio, honré hospedando en mi casa, con sumo gozo de mi corazón y sentimiento de gratitud al indicado señor Caprara, tan digno y lleno de méritos, recibiéndole como un familiar y amado huésped y no omitiendo nada para que cuanto antes y lo mas perfectamente posible, llevase a término su obra. Bien hubiera querido tenerle por muchos días conmigo, pero, pues que sin cesar me insta por su vuelta, aunque con pena, le dejaré ir mañana y quedo rogando fervientemente a la providencia del Señor y a su gloriosísimo Apóstol que vuelva a Vos con felicidad y alegría. Cuando llegue la ocasión, ruego con afán á Vuestra Eminencia que ofrezca á Nuestro Santísimo Padre los sentimientos de amor, gratitud y obediencia que humilde y muy amantemente le presento. Y por lo que toca á Vuestra Eminencia, me alegro // –64– en extremo de su recobrada salud e igualmente beso sus manos con reverencia y sumo afecto. Compostela, día 1 de Junio, año 1884. De Vuestra Eminencia Reverendísima muy humilde, afeccionadisimo verdadero servidor. Michael Card. Payà Archiepiscopus Compostellanus // –65– Número III. Beatísimo Padre, Desde que en el año precedente 1883 fueron sometidos al supremo e infalible juicio de Vuestra Santidad las Actas con la sentencia del Emo y Rmo Arzobispo de Compostela sobre la identidad de las Reliquias del Beato Santiago Apóstol y sus discípulos Teodoro y Atanasio, creció en el clero y pueblo de las Españas, en cuanto tuvieron de ello noticia, el deseo, hoy ya vehementísimo, de obtener cuanto antes de Vuestra Santidad la plenísima confir-

350

Antón M. Pazos

mación del decreto Archiepiscopal, que afirma la identidad de las reliquias. Todos están persuadido de que como consecuencia de esta Pontificia decisión se promoverá en primer lugar la gloria de Dios Optimo Máximo a través del culto y veneración de los santos a los que pertenecen los restos a los que ahora nos referimos; se aportará además gran honor e incremento espiritual además de otros bienes de inestimable valor a la iglesia de Compostela, junto con las demás de España y a la misma Iglesia universal. y se llenarán de inefable gozo todos los fieles cristianos. Por todo esto los peticionarios ruegan con grandísimo ardor a Vuestra Santidad la definitiva sentencia, tan deseada y beneficiosa para el catolicismo; los citados peticionarios, componentes del Capítulo de la dicha iglesia compostelana, besan humildemente los pies de Vuestra Santidad y no cesarán nunca de elevar sus oraciones, como hacen ahora, ante la tumba del santo Apóstol Santiago, con el fin de que Dios omnipotente se digne conservar por largos años en la tierra y después en la eternidad, sana y salva la preciosísima vida de Vuestra Santidad. En Compostela, a 13 de junio del año de 1884. Beatísimo Padre, postrados humildemente a los pies de Vuestra Santidad. [Siguen las firmas:] Iosephus Maria Canosa Decanus. Michaël Hidalgo Scholae Praefectus. Dionysius López, Thesaurarius. Antonio López Ferreiro, Canonicus. Iosephus Maria Labín, Canonicus Doctoralis. Avelinus Rodríguez et Varela Canonicus. Enricus A. de Zurna Canonicus. Petrus Sei[j]as Canonicus et Vicarius Generalis. Iosephus Núñez Canonicus Iosephus Ferdinando Quiroga Canonicus Iosephus M. Portat Son Canonicus Theologus. Ricardus Rodericus a Blanco Canonicus. Angelo Chamorra Canonicus. Iosephus Maria Martínez Canonicus. Anselmus Villoria Alarcón Canonicus Secretarius Capitularis. [Anotación manuscrita al final de la Nova positio: Listado de los presentes en la reunión y borrador de carta en latín para comunicar el acuerdo al arzobispo compostelano. Incompleta].

8. Documento 3 Texto original italiano de la Nova positio romana ACCS, Nova positio 1884, R-333, fasc. 6, doc. 3, positio 1884

SACRA RITUUM CONGREGATIONE PARTICULARI — E mis ˜ ac R mis ˜ DD. Bartolini Praefecto, Monaco Lavalletta, Ledochowski, Serafini, Parocchi, Bianchi, Zigliara NEC NON Ill mis ˜ ac R mis ˜ DD. Nussi, Salvati, Caprara, Lauri — COMPOSTELLANA IDENTITATIS RELIQUIARUM S. APOSTOLI IACOBI MAIORIS EIUSQUE DISCIPULORUM ATHANASII ac THEODORI — NOVA POSITIO (Sub peculiari secreto pontificio) ROMAE TYPIS VATICANIS 1884. // COMPOSTELLANA IDENTITATIS RELIQUIARUM S. APOSTOLI IACOBI MAIORIS EIUSQUE DISCIPULORUM ATHANASII ac THEODORI — NUOVA RELAZIONE DEL PROMOTORE DELLA FEDE —

354

Antón M. Pazos

E.mi e R.mi Principi Il giorno 20 Maggio testè decorso si adunò la Congregazione Particolare deputata dalla Santità di N. S. Papa Leone XIII per discutere sulla identità delle Reliquie trovate l’anno 1879 nel mezzo dell’Abside della principale Cappella Compostellana, ed attribuite a S. Giacomo il Maggiore, e ai suoi discepoli Atanasio e Teodoro. Fu risoluto all’unanimità “Dilata et scribantur Eminentissimo Ar- // –4– chiepiscopo Compostellano urgentiores Litterae, iuxta mentem. Mens est, ut satisfaciat saltem potioribus quaestionibus a Fidei Promotore1 per suas instructiones ei propositis, et mittat Romam Reliquias S. Apostoli, cum illis conferendas quae in Civitate Pistoriensi asservantur”. Questa risoluzione fu approvata dal Santo Padre nella udienza del giorno stesso; ma poi riflettendo alla difficoltà di ottenere colla debita sollecitudine ed accuratezza gli schiarimenti richiesti, nella sua somma sapienza e prudenza, stimò miglior provvedimento di spedire a Compostella lo stesso Promotore della Fede, affinchè sul luogo stesso, intesi i pareri dell’E.mo Arcivescovo, dei Canonici deputati alla direzione degli scavi, e dei periti fisici ed archeologi, non che veduto e considerato quanto fosse uopo vedere e considerare, facesse poi una Relazione accurata, sulla cui base potesse pronunziarsi colla richiesta maturità la finale sentenza. Ubbidì prontamente il Promotore della Fede, e partito da Roma il 28 Maggio p. p., nel giorno seguente giunse in Pistoia, dove Mons. Vescovo dal tesoro delle Reliquie avea già secretamente estratta quella di S. Giacomo (mandata da Gelmirez a S. Attone nel secolo duodecimo), a ciò pregato dall’E.mo Prefetto, onde ritrarne le fotografie. Perchè gli Atti da compiersi avessero una maggiore regolarità, il Promotore ebbe sempre seco uno dei due suoi minutanti con segreto pontificio, che nella presente indagine supplisse le parti del Cancelliere. Pertanto innanzi a Mons. Vescovo, e al Promotore della Fede, fu chiamato l’esimio dottore Francesco Chiappelli, distinto medico e fervente cattolico (siccome //

1 

Agostino Caprara.

Las reliquias de Santiago. Documentos fundamentales de la reinventio de 1879 355

–5– nel suo attestato lo ha qualificato Mons. Vescovo), il quale dopo prestato il giuramento di prassi, dichiarò che avendo veduto tante volte da lontano la predetta Reliquia, e a traverso un grosso vaso di cristallo, sempre l’avea ritenuta per la punta di un dito, con sua unghia. Ma insistendo il Promotore, che ora la osservasse più attentamente e senza involucri, riconobbe che quella Reliquia “consta d’un pezzetto di osso del cranio, e precisamente della punta dell’ apofisi mastoidea, con annessa una piccola parte della parete craniense dell’ osso temporale. L’osso è del colore che deve avere, vale a dire dell’avorio ingiallito, e soltanto la punta mastoidea ha un colore scuro per materia estranea addossata all’ osso medesimo, e che si scorge bene essere sangue aggrumato”. Il buon medico alla presenza di un tal fatto, rimaneva imbarazzato nello spiegare l’aggrumato sangue in quella particella di cranio, come pure la facilità colla quale si fosse potuta distaccare una parte sì piccola, senza qualche istrumento. Fu allora che il Promotore gli ricordò opportunamente il genere di morte subita dal Santo, cioè la decollazione: ed il perito allora trovò tutto ben spiegato, ed aggiunse nel suo giuridico attestato: “Sapendo che il Santo subì il martirio della decapitazione, s’intende come la punta di quest’ osso debba essere rimasta intrisa di sangue. Avanti di sapere che il Martire aveva subito la decapitazione, rimaneva difficile l’intendere come avessero potuto distaccare questa piccola parte di cranio, senza qualche istrumento; ma, dopo il taglio della testa, s’intende che con la semplice trazione operata dalla mano, si sia // –6– potuta distaccare così piccola parte di cranio”. Così la Reliquia di Pistoia riacquista tutta la sua importanza, ed apparisce doppiamente preziosa, cioè perchè parte del Capo del S. Apostolo, (siccome asserivano le lettere di Gelmirez), e perchè parte, in qua passus est Martyr. Per tal guisa pure venne dal fatto confermata quella massima dei prudenti: la costante tradizione supplire alla mancanza dei documenti scritti, e perciò doversi avere in gran pregio. Apparve anche meglio la verità di ciò che il Gelmirez scriveva, cioè che maggior tesoro di quello non avea trovato per mandarlo al suo diletto Attone. Una più generica perizia della Reliquia Pistoiese era stata già fatta il 9 Gennaio 1880 dal Dottore Alberto Chiappelli, figlio del predetto Francesco, ma ignota allora al Promotore, a cui fu poi esibita in Compostella dai due Canonici Delegati. Questa perizia dice, essere quello “un frammento d’osso

356

Antón M. Pazos

appartenente ad uno delle ossa della cassa craniense, e che probabilmente è una parte dell’osso temporale”. Quale perizia il Promotore della Fede nel suo ritorno da Compostella, cioè il giorno 21 Giugno, ebbe premura di presentare in Pistoia al Dottore Francesco (essendo assente il figlio), ed egli la dichiarò coerente alla sua, sebbene più generica. II giorno 4 di Giugno, presso il Nunzio Apostolico in Madrid, a cui all’uopo fu communicato il segreto Pontificio, si adunarono i due Professori di Regia Istoria il Padre Fedele Fita della C. di G., ed il Sig. Aureliano Fernandez Guerra, ora Delegato Generale degli studi pel Ministero di pubblica // –7– Istruzione, non che Mons. Benedetto Sanz y Fores Arcivescovo di Valladolid presente in Madrid per una felice congiuntura. A costoro, previo il giuramento de veritate dicenda, et de secreto servando, furono proposte varie interrogazioni tendenti a confermare, e dichiarare anche meglio tutto ciò che nelle loro Relazioni estragiudiziali aveano scritto. In questa adunanza però non poterono esaurire il loro compito, e perciò il Promotore (anche perchè la cosa riuscisse più ponderata), ricevuta questa prima deposizione, si riservò di udirli di nuovo, dopo il suo ritorno da Compostella; lasciando intanto ai medesimi i quesiti precisi, ai quali dovessero rispondere. Ed in fatti (per non tornare poi su questo punto) il giorno 15 Giugno nel Palazzo della Nunziatura Apostolica, presente Io stesso Mons. Nunzio, i due soprannominati Professori presentarono una loro Memoria, nella quale con molta erudizione ed esattezza rispondevano a tutte le proposte obiezioni, e verrà riferita a suo luogo. Mons. Arcivescovo di Valladolid, dopo averla attentamente ponderata, la confermò egli pure, facendola propria, e la sottoscrisse. É bene qui riportare l’attestato che in fine di detta deposizione aggiunse di sua mano il predetto Mons. Nunzio Apostolico, il quale secondò il Promotore in tutto quello, che potesse conferire al felice esito di affare cotanto delicato Testor praedictos viros R. P. Fidelem Fita S. I., et D. Aurelianum Fernandez Guerra socios Regiae Academiae historiae in civitate matritense, propositis coram me difficultatibus nonnullis super identitate reliquiarum S. Iacobi Maioris et Discipulorum cius, quae nuper re- // –8– pertae feruntur in Cathedrali Ecclesia Compostellana, postquam eas, prout rei gravitas et religio exposcebant, diligenter matureque, collatis in id studiis,

Las reliquias de Santiago. Documentos fundamentales de la reinventio de 1879 357

ad trutinam revocaverint seduloque perpenderint, huiusmodi responsiones reddidisse, quae in hisce autographis foliis ab iisdem subscriptis, adiectoque Rev.mi Archiepiscopi Vallisoletani suffragio, continentur, quaeque prudenti eorumdem iudicio satis esse sunt visae ad vim omnem propositarum obiectionum enervandam: testor insuper praefatos viros historiae et antiquitatum patriarum eximios cultores scientia, eruditione non minus quam sincero veritatis amore vitaeque integritate magnam sibi apud concives suos nominis famam et auctoritatem comparasse. In quorum fidem praesens trado testimonium mea manu subscriptum sigilloque meo obsignatum. Matriti die 15 Iunii an. 1884. † Marianus Archiepiscopus Heracleensis Nuntius Apostolicus. Da Madrid il Promotore si recò in Sahagun, luogo già celebre, e patria di S. Giovanni [e] di S. Facondo, per vedere, e qualora fosse del caso, prender seco la Reliquia di S. Giacomo, di cui avea tenuto parola nel suo esame il P. Fita. Ma la trovò priva di ogni carattere di autenticità, e tenuta con si poca custodia e decenza, da non poterne tener conto; quindi continuò senz’altro il suo viaggio, non senza aver prima ammonito l’economo di quella // –9– parrocchia di S. Giacomo, e Mons. Vicario Capitolare di Leon, di conservare con maggior venerazione le S. Reliquie. In Compostella giunse il di 8 Giugno, ed esibita all’Eminentissimo e R.mo Sig. Cardinale Michele Paya y Rico la lettera dell’E.mo Card. Prefetto, nella quale veniva presentata la persona, e indicato lo scopo della sua venuta, fu grande il trasporto di gioia del predetto E.mo Arcivescovo, e la riconoscenza dimostrata verso il Santo Padre per tale sua degnazione, come poi espresse nella lettera, che volle fosse a Sua Santità presentata dallo stesso Promotore della Fede, e nell’altra all’E.mo Prefetto (Sommario N. I, II). Il giorno appresso s’incominciò l’esame giuridico dei due Canonici Delegati, ai quali l’E.mo Arcivescovo avea da molto tempo communicata l’Istruzione mandata da Roma nello scorso Gennaio. Questi due Canonici, rispettabili per scienza e per virtù, godono ottima riputazione presso tutti, e specialmente presso i loro collegi, siccome ha dichiarato nel suo esame il Decano del Capitolo Mons. Giuseppe Maria Canosa. Si venne quindi all’esame dei manuali Giovani Nartallo, autore principale della scoperta del sepolcro, e di Emmanuele Larramendi che fu suo compagno nella notte dello scoprimento. Fu pure chiamato Giuseppe Losadas

358

Antón M. Pazos

[sic], come testimonio della tradizione, non che di veduta della venerazione che comunemente si avea prima del 1823 pel luogo dove si è scoperta l’urna marmorea. II Decano del Capitolo M. Canosa, già uno dei contradittori dell’ E.mo Arcivescovo, fece ora una bellissima deposizione, come poi si vedrà, nella // –10– quale non solo si mostrò egli stesso favorevole, ma aggiunse che favorevoli pure erano tutti i Canonici suoi Colleghi, forse esclusone un solo. Voleva perciò adunare subitamente il Capitolo per provocare una istanza collettiva al S. Padre, perchè si degnasse venire quanto prima alla definitiva conferma del Decreto Episcopale. Ma il Promotore lo pregò ad aspettare la sua partenza, acciocché non si propalasse la sua presenza in Compostella, e fosse tolto pure il pretesto ai malevoli di blaterare avere egli, per tale effetto, esercitato una qualunque pressione. Così avvenne che la istanza sottoscritta da 15 Canonici (altri essendo assenti, e due Canonicati vacanti) fu più tardi mandata a Roma per mezzo dell’officio postale (Sommario N. III). Alla gravissima deposizione del Decano del Capitolo, richiesta da cotesta Congregazione, fece curioso contrasto quella di un tale secolare Emmanuele Ulla y Barzabal, che dallo stesso E.mo Card. Arcivescovo venne indicato come un acerrimo oppositore della identità delle scoperte Reliquie. Però costui, oltre al non aver voluto sottoscrivere il suo esame, e all’aver dimostrato una ignoranza supina di ciò che erasi pratticato negli scavi della Cappella Maggiore, in fine si protestò di esser pronto a sottomettere il suo giudizio alla decisione che avrebbe preso su tal proposito la Santa Sede. Nella sera del giorno 9 giugno, previa chiusura della Basilica Compostelana, l’E.mo Arcivescovo col Promotore, ed alcuni prescelti all’uopo, si recò alla ispezione locale della Cappella, del sepolcro trova- // –11– to, e della sottostante Cripta romana, restaurata ora a cura e spese del predetto E.mo Arcivescovo. La pianta esatta di questa Cripta è interessantissima anche per sciogliere alcune obiezioni, e si dà in fine di questa Relazione. Il sepolcro ritrovato è precisamente nel luogo di mezzo, e centrale in ambedue i versi dell’Abside della Cappella, come il Promotore accuratamente osservò; e a perpendicolo si vede dipinta l’arca santa e la stella, simbolo principale del Santo Apostolo. Su questo sepolcro é ora posto un coperchio di ferro dipin-

Las reliquias de Santiago. Documentos fundamentales de la reinventio de 1879 359

to a finto marmo, e a guisa di piccolo tumulo. Quale rimosso con stento dai manuali, apparve una cassetta di mogano chiusa con chiave, ed alcuni vasi di terraglia con coperchi mobili, dentro cui dichiarò l’E.mo Arcivescovo conservarsi le ritrovate Reliquie, ed essere state quivi riposte, dopoché i periti (dei quali esiste la relazione nel Processo Diocesano) le aveano classificate, e lavate con alcool per renderle consistenti e impermeabili alla umidità; cosa però, (come aggiunse) che egli non avea pienamente approvata. Il sepolcro apparve nella sua struttura in tutto a seconda della descrizione già fattane dai Canonici Delegati; solo si vide che nel cavo erasi adunata molta terra proveniente dallo slabramento dei fianchi della posticcia costruzione sepolcrale. La tarda ora, e la grande umidità del luogo, non permetteva di far quivi la nuova ispezione delle ossa; fu quindi necessità che la detta cassa, e i vasi fossero recati nel palazzo Arcivescovile, e riposti provisoriamente nella piccola Cappella dell’Emo Arcivescovo, di cui egli stesso assunse la custodia. Prima però di partire da quel luogo osservò il Pro- // –12– motore una pittura apposta ad una delle pareti dell’Abside a parte sinistra, la quale era prima coperta dalle macerie, e scoperta negli ultimi scavi. Fece pure staccare un pezzetto del coperchio dell’urna sepolcrale, e due di mattone; uno cioè dai sepolcri dei discepoli esistenti dentro la Cripta, l’altro da uno dei due che coprivano lo stesso sepolcro, sembrandogli assai manifesta la loro identità di epoca, e d’impasto. I tre periti di anatomia D. Antonio Casares y Rodriguez Rettore della Università di Compostella, e Professore di Chimica, D. Francesco Freire Barreiros, e D. Timoteo Sanchez Freire professori di medicina, in quella stessa Università, tutte persone di soda scienza e religione, sebbene occupatissimi in quei giorni, pure ben tre volte si prestarono al richiesto esame, sia per riconoscere le ossa da loro altre volte periziate, e classificate; sia per comparare alcuni denti trovati nel sepolcro, con quello del Reliquiario esistente nel tesoro delle Reliquie, e creduto di S. Giacomo il Maggiore; sia in fine per sciogliere alcune obiezioni che dalle loro antecedenti deposizioni sembravano insorgere. Le ossa, dopo le dette verifiche, furono rinchiuse nella stessa cassetta tripartita di mogano in cui già erano, la cui chiave ritenne sempre presso di se l’Emo Arcivescovo, il quale pure assunse la custodia della Cappella dentro cui fu essa riposta cogli altri vasi di terra nei quali trovansi molti frammenti di ossa, e terra levata dal sepolcro medesimo. Dato questo cenno delle indagini compiute dal promotore nel brevissimo tempo a lui concesso, è ora necessario lo esporre il loro risultato, per ciò //

360

Antón M. Pazos

–13– che si attiene 1º alla conferma delle prove già esistenti, 2° alla soluzione delle difficoltà discusse nella Congregazione Particolare di sopra menzionata. E primieramente è da osservare, che colla nuova Inquisizione la forma degli Atti è stata pienamente posta in regola, avendo tutti i testimonii prestato il giuramento, e poi confermato le antecedenti loro Relazioni, inducendovi alcune modificazioni, dichiarazioni e nuovi argomenti. Senza ripetere le prove già addotte nell’antecedente Relazione (p. 19 ad 24), si crede opportuno riferire i nuovi argomenti che i due Canonici Labin e Ferreiro addussero in conferma della costante ed unanime tradizione della presenza del Corpo del S. Apostolo in Compostella, delle varie modificazioni del suo sepolcro, non che dell’autenticità ed autorità dei documenti già addotti. Eccone le parole. “Constare (la detta presenza) ex testimonio Ecclesiae Universalis, monumentis plurimis contento, praesertim in Martyrologio Romano ad diem 25 lulii, et in Officio Breviarii Romani Beati Jacobi. In lectione sexta huius Officii sequentia inveniuntur corpus Eius postea Compostellam translatum est ubi summa celebritate colitur. In Martyrologio citato super eadem re hoc legitur Sancti Jacobi Apostoli fratris S. Ioannis Evangelistae, qui prope festum Paschae ab Herode Agrippa decollatus est; cuius sacra ossa ab Hyerosolimis ad Hispanias hoc die translata, et in ultimis earum finibus apud Galetiam recondita, celeberrima illarum gentium veneratione, et frequenti Christianorum concursu Religionis et voti causa illuc adeuntium pie coluntur. Translatio, uti constat ex eadem traditione // –14– locum habuit postquam Apostolus decollatus fuit anno quadragesimo secundo aerae Christianae”. (Processic. fol. 4 terg.). E poi “In antiquissimis documentis ut ex. gr. in textu S. Isidori legitur corpus S. Iacobi sepultum esse in arca marmorica, quae vox topica est pro nostra regione, et significat Monumentum sepulchrale; et pariter in aliquibus diplomatibus huic Ecclesiae Compostellanae concessis legitur: Corpus Sancti Apostoli, requiescit in loco, sub arcis marmoricis. Primis quidem saeculis ab inventione Theodomiri usque ad invasionem Almanzor, totum conditorium Apostoli consistebat in ista arca, cuius formam ac substantiam determinare non possumus, et parvam cellam qua arca includebatur. Discipuli S. Apostoli parvum altare super eius corpus construxerunt, de quo locuti sumus, et marmoream columnam quoque asportarunt, quae modo est in Ecclesia S. Pelagii. Saeculis posterioribus super arca

Las reliquias de Santiago. Documentos fundamentales de la reinventio de 1879 361

marmorea, quae mansit in eodem loco, aedificatum fuit a Gelmirez novum altare anno millesimo centesimo quinto. Altare erat vacuum, quemadmodum illud vidit Ambrosius de Morales anno 1572, et fortasse ipse Gelmirez, qui pavimentum Sacelli renovavit, marmoreum lapidem in pede altaris posuit, cum ovali foramine per quod monetae et etiam brandea, iuxta vetus Christianorum morem, immittebantur. Attamen Ambrosius Morales forum illud obstructum vidit; ex quo datur colligere tempore intermedio inter Gelmirez et Morales innovationem aliam fuisse inductam. Sed traditio Ecclesiae Compostellanae eadem constans fuit, nempe corpus // –15– Apostoli in sepulchro mansisse. Anno 1666, et deinceps a Canonico Iosepho Verdugo notabiliter depressum fuit pavimentum Cappellae, et Altare ipsum amplificatum fuit, lapis vero ille cum foramine penitus disparuit. Denique Episcopus Monroy, saeculo decimo octavo ineunte, cenotaphium sub hoc vacuo Altari reposuit, quod nos vacuum ossibus S. Apostoli esse diximus. Hoc Altare in postremis effossionibus nostro tempore peractis, remotum fuit, et deinde pro tempore ligneum eidem suffectum” (Processic. fol. 8, 9). Finalmente (fol. 6) “Documenta quae allata fuerunt in Processu iam confecto, vel asservantur in Cartulario Ecclesiae Compostellanae, de cuius authenticitate nemo unquam dubitavit, vel in Historia Compostellana, quae superauthenticis documentis tempore Gelmirez a tribus Canonicis confecta fuerat. Insuper Epistola S. Leonis III in omnibus antiquissimis Breviariis Ecclesiae Compostellanae, et aliarum Ecclesiarum continetur”. Anche il Professore D. Aureliano [Fernández] Guerra, dopo aver confermato quanto avea scritto nelle antecedenti relazioni, dichiarò che non credeva esservi dati precisi per determinare quale delle tre collezioni di ossa classificate dai periti di Compostella appartenga al S. Apostolo, a seconda della età attribuita alle stesse ossa; così pure non doversi molto insistere sull’argomento desunto dalla comparazione del dente conservato nel Reliquiario Compostellano, con una delle tre mandibole. E questa osservazione dell’uomo prattico trovò una conferma nella comparazione che pochi dì appresso i periti istituirono tra questo dente, gli undici rinvenuti nel // –16– sepolcro: dalla quale non solo risultò che tra questo e quelli non vi era congruenza, ma inoltre che il dente conservato nel Reliquiario appartenne ad un

362

Antón M. Pazos

individuo di poca età. Allora, riandando alla sua provenienza, si conobbe essere stato quel dente portato dalla Francia; e cosi ebbesi una nuova conferma di ciò che già sapevasi, esservi nella Francia un gran numero di Reliquie non autentiche, anzi false del tutto. Lo stesso D. Aureliano [Fernández] Guerra osservò che, secondo il suo avviso, la pittura dell’arca santa e della stella posta a perpendicolo sul sepolcro ritrovalo, è ad esso antecedente di tempo, e perciò non essa fu quivi apposta come segno del sepolcro, ma invece il sepolcro fu quivi costrutto, onde avesse a segnale di riconoscimento il principale simbolo del Santo Apostolo. E con questa opportuna osservazione vennero tolte di mezzo le obiezioni fatte dal Promotore nella sua prima Relazione pag. 33, 34. Il P. Fita pure confermò la Relazione già fatta, ma credette dover insistere sulla prova dedotta dalla identità della Reliquia di Sahagun con quella di Compostella: esperimento che per le addotte ragioni il Promotore non stimò prudente il compiere. E fu bene: perchè poi dichiararono i due Canonici Delegati, che la comparazione di questa Reliquia con quelle Compostellane dai periti anatomici era già stata fatta: a quibus tamen differre omnino repertum est. Così pure i due Canonici Delegati non credettero d’insistere sulla prova dedotta dalle goccie di cera trovate sopra alcune ossa, sul colore rossiccio di alcune altre, e sul pezzetto di marmo rinvenuto tra le // –17– medesime, e che sembrava eguale a quelli dei sepolcri della Cripta: perchè le goccie di cera non erano più al loro luogo, le ossa lavate coll’alcool aveano perduto quel colore rossiccio, e il pezzetto di marmo non si trovò più. E confessarono pure “parum interesse disputare utrum Reliquiae S. Apostoli in ea trepidatione, a S. Petro Mosoncio subtractae fuerint, ita ut Almanzor sepulcrum Apostoli vacuum fregerit; seu potius manentibus eo in loco sacris Reliquiis, num Emirus ille, divina vi, a Reliquiaram destructione deterritus, praecipitanter recesserit”. I periti di anatomia confermarono la esattezza dei quadri sinottici già da loro esibiti circa le ossa componenti i tre scheletri, secondo la classificazione da loro fattane nel 1879. Non lasciarono nondimeno di modificare, o spiegare meglio il loro concetto, come si vedrà più opportunamente a suo luogo. È bene intanto avere sotto gli occhi i predetti specchi sinottici, ai quali i detti Professori premisero le seguenti osservazioni: Gruppo primo “caratterizzato per frammenti di ossa bene sviluppate color chiaro di nocchia, abbastanza pesanti e fragili, e cancellata quasi comple-

Las reliquias de Santiago. Documentos fundamentales de la reinventio de 1879 363

tamente la parte interna delle suture della volta del cranio, ed in molti punti anche l’esterna”. Gruppo secondo “formato da frammenti corrispondenti ad ossa di regolare sviluppo, colore di argilla, con macchie verdognole, molto pesanti, e meno fragili delle anteriori, ed ossificate le suture del cranio in molti punti della parte interna ed in alcuni della esterna”. // –18– Gruppo terzo “costituito da frammenti di ossa di piccolo volume, colore oscuro di nocchia leggieri e molto fragili, e completamente ossificate le suture della parte interna del cranio, ed assottigliate le ossa, delle quali questo si compone. Ecco i quadri sinottici dei pezzi che costituiscono ognuno dei gruppi, nei quali il segno (?) significa il dubbio relativo a quei pezzi che comprende il numero che immediatamente precede il detto segno. // –19– Primo gruppo

OSSA

Secondo gruppo

Terzo gruppo

Lato

Numero

Frammenti

Lato

Numero

Frammenti

Lato

Numero

Frammenti

Frontali



1

11 (4?)









1

15 (4?)

Parientali

destro

1

6 (2?)



1

9 (3?)



1

14 (5?)

id.

sinistro

1

10 (4?)



1

8 (2?)



1

12 (2?)

Occipitali



1

5 (1?)



1

9 (5?)



1

11 (2?)

Sfenoidali



1

2



1

5



1

2

Temporali

destro

1

1



1

11 (3?)



1

2

id.

sinistro

1

1



1

9 (2?)



1

1

Mascellari superiori

destro

1

1













id.

sinistro

1

1



1

1



1

1

Molari o zingoni

destro







1

1







Mascellari inferiori



1

2













Vertebre



2

7



(?)

2



1

1

//

364

Antón M. Pazos

–20– OSSA

Primo gruppo

Secondo gruppo

Terzo gruppo

Lato

Numero

Frammenti

Lato

Numero

Frammenti

Lato

Numero

Frammenti

Coste vere

(?)

(?)

4













Coste false

sinistro

1

1



1

1







Clavicole

destro







1

1







id.

sinistro

1

2



1

1



1

1

Scapole

destro

1

1



1

1



1

1

id.

sinistro

1

1



1

1







Omeri

destro

1

4



1

2



1

5

id.

sinistro

1

1



1

3



1

5

Cubiti

destro

















id.

sinistro







1

2







Raggi

destro

1

2













id.

sinistro

1

1



1

1



1

3

// –21– OSSA

Primo gruppo Lato

Numero

Secondo gruppo

Frammenti

Lato

Numero

Terzo gruppo

Frammenti

Lato

Numero

Frammenti

Metacarpi

destro







1

1



1

1

id.

sinistro

1

1



1

2



1

2

Femori

destro

1

2



1

3



1

3

id.

sinistro

1

5



1

1



1

3

Tibie

destro

1

5(1-?)



1

2







id.

sinistro

1





1

4







Peroni o Fibule

destro

1

1









1

2

id.

sinistro

1

3



1

2



1

2

Astragali

sinistro

1

1













Calcagni

destro













1

2

id.

sinistro

1

1









1

2

Metatarsi

destro

1

1



2

2



1

1

id.

sinistro













1

1

Totale

29

81



25

85



24

90

//

Las reliquias de Santiago. Documentos fundamentales de la reinventio de 1879 365

–22– Composizione chimica. L’analisi chimica di un frammento della diafisi di un femore del secondo grupo ha dato il risultato che si esprime nel seguente quadro, dove nello stesso tempo si paragona col risultato ottenuto da Berzelius nell’analisi delle ossa normali e da Girardin in quello delle ossa di un scheletro celtico Normale

In questo caso

Scheletro céltico

33,30

4,50

3,80

Fosfato di calce e magnesia

52,20

87,20

83,00

Carbonato di calce

11,30

8,30

13,20

Fluato di calce

2,00

““

““

Soda e cloroidrato di soda

1,20

““

““

100,00

100,00

100,00

Materia organica

Materia organica

Totale

// –23– Due cose conviene notare specialmente nella composizione delle ossa, oggetto di questo studio; la prima è la gran diminuzione della materia organica che sembra stare in relazione con la sua antichità, e la seconda è l’aumento dei fosfati, e riduzione del carbonato, ciò che può provenire dall’azione degli acidi sviluppati nella fermentazione di sostanze organiche che fossero state mischiate con le ossa. In seguito a ciò che è stato detto, possono risolversi nella seguente maniera le tre domande fatteci dall’E.mo Sig. Cardinale. Prima. Le ossa riconosciute appartengono a tre scheletri incompleti di altrettanti individui di sviluppo ed età differenti, dei quali quelli dei due primi gruppi percorrevano il transito dal secondo all’ultimo terzo della durazione media e fisiologica della vita, mentre il terzo sembra trovarsi in quest’ultimo. Seconda. Non è possibile fissare esattamente l’antichità delle ossa riconosciute; ma avendo a calcolo il loro stato d’integrità e composizione, tanto somiglianti a quella delle ossa dello scheletro celtico citato, può assicurarsi che contano secoli di esistenza.

366

Antón M. Pazos

Terza. Riguardo all’antichità non sembra temeraria la credenza di che le dette ossa abbiano appartenuto ai corpi del Santo Apostolo e dei suoi Discepoli. Terminati questi lavori si procedè alla pulitezza e lavanda di lutti i frammenti in alcool, allo scopo di levar loro l’umidità e dare ad essi maggior consistenza lasciando depositate le ossa // –24– classificate in una cassa di mogano divisa in tre parti, e le ossa indeterminate in numero di 365 parimenti in altra cassa (Ora in vaso di terra). Tutte le operazioni suddette si fecero nello stesso luogo dove comparvero le ossa, eccetto l’analisi chirurgica;2 e con assistenza dei tre che costituiscono la suddetta Commissione dal giorno nove al ventuno di Febbraio, e dalle ore otto alle dieci e mezzo della sera”. Dopo questa accurata descrizione delle trovate Reliquie, merita di essere riferito il giudizio emanato dai più autorevoli testimonii in ciò che spetta alla definitiva sentenza da emanarsi dalla S. Sede sulla identità delle ritrovate Reliquie. Dissero adunque il P. Fita e D. Aureliano Fernandez Guerra: “Addendum credimus, re accuratius perpensa, iudicium Episcopale ratum haberi posse a Sede Apostolica, etiam ob argumenta adeo luculenter, solide, atque ad amussim a R.mo Archiepiscopo Vallisoletano, iam Ovetensi, exposita, ita ut moralem certitudinem cum portendant, videantur etiam nihil amplius desiderandum relinquere”. Alla quale dichiarazione lo stesso Rev.mo Arcivescovo di Valladolid aggiunse la sua, in questi termini. “Plenissime in omnibus et per omnia relationes olim a me scriptas confirmo: solummodo conclusionem in secunda relatione contentam, (cioè che gli argomenti da sè recati erano sufficienti per un Decreto Episcopale) ex intima persuasione, ita declarare, et ampliare censeo: argumenta allata, meo iudicio, sufficientia esse non solum pro Decreto Episcopali iam edito, sed etiam pro confirmatione eiusdem Decreti a S. Sede facienda”. // –25– É ben noto il giudizio sul medesimo oggetto espresso dai due Canonici Delegati, perciò basterà riferire quello gravissimo di Monsignor Canosa, De2 

En el Expediente canónico compostelano dice «químico», que parece lo correcto.

Las reliquias de Santiago. Documentos fundamentales de la reinventio de 1879 367

cano del Capitolo, e già deputato Giudice per questa Inquisizione. Eccone le parole “Si ex mea scientia tantum de authenticitate repertarum Reliquiarum iudicium ferre deberem, haesitarem utique, cum de materia sermo sit, quam profiteor meae provinciae non esse. Attamen novi pro hac identitate plura scripsisse ac disseruisse collegas meos Canonicos Labin et [López] Ferreiro, quae quidem personae in hac re maxime sunt competentes. Idcirco horum virorum auctoritatem sequutus, nil omnino dubito asserere reperta ossa in sepulchro Absidis Cappellae Compostellanae esse revera Sancto Jacobo eiusque discipulis tribuenda. Hanc vero persuasionem meam profiteor communem esse universo Capitulo Metropolitano, et una forte exceptione facta, quod immo Capitulum maximo sibi honori ducet, si SS.mus D. N. Leo XIII Decretum Episcopale Apostolica auctoritate confirmet. Nec tanti faciendae sunt difficultates ex eo praesertim ductae quod aliqua sceleta humana ad latera maioris arae (distantia tamen et inter humum) fuerint reperta. Nam nonnisi unus est qui hanc difficultatem promovet, sine aliquo rationabili fundamento; et, coeteris omissis quae ad diluendam difficultatem afferre possent, hoc tantum sufficiat: pro potiore ac sanctione Ecclesiae parte semper Absidam fuisse habitam. Cum itaque in centro Absidis Cappella Compostellanae (in qua non solum Episcoporum ac Regium, sed neque Sanctorum // –26– Fructuosi, Silvestri et Cucuphati corpora condi permissum unquam fuit), ossa in eius centro reperta nonnisi ad Apostolum Jacobum eiusque discipulos pertinere possunt”. Gli unici testimonii giurati del Processo Diocesano erano Giovanni Nartallo, Emmanuele Larramendi, Tommaso Cardalda manuali; non che Giuseppe Losadas [sic], Bernarda Varel[a], Raimondo Pereiro, ed Agostina Méndez, testimonii della tradizione popolare e costante della esistenza del sepolcro Apostolico nel luogo del suo ritrovamento. Di questi nondimeno i principali furono richiamati; degli altri qualcuno era morto, qualcuno infermo. Nella loro nuova deposizione non solo confermarono il già deposto, ma aggiunsero circostanze rilevantissime. Così il Nartallo, a cui principalmente devesi la fatta scoperta, in tal guisa ingenuamente descrisse quel felice momento “Finalmente il quinto cavo mi fu ingiunto di farlo nel mezzo dell’Abside, e al piede dell’altare minore quivi esistente a circa mezzo metro dall’altare stesso. Vi lavorai circa quattro notti (perchè tutti questi lavori si facevano di notte) e feci un cavo di sette palmi di profondità cioè circa due metri, ed un metro di

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larghezza. Le macerie da me trovate erano composte di grossi pezzi di pietra, i quali appartenevano ad antiche costruzioni anteriori della stessa Cappella. Giunto alla profondità che ho detto, proprio a perpendicolo, e spingendo lo scalpello verso l’altare stesso, incontra un muro della stessa costruzione degli antecedenti, che si stendeva per la larghezza della Cappella come l’altro già descritto. Allora cominciai a dubitare dentro // –27– di me, che non si sarebbe trovato affatto il sepolcro del Santo, e mi raccomandai alla Vergine Addolorata perchè apparisse il corpo dell’ Apostolo. In quel medesimo momento, essendo presente il Canonico Labín, volle scendere nel cavo, e preso lo scalpello incominciò a muovere la terra, e quindi mi chiamò, dicendo che vedessi che cosa erano due mattoni che si vedeano in vicinanza di questo muro, e prese il lume perchè io scavassi. Infatti collo scalpello levai i due mattoni, ed apparvero le ossa contenute dentro una cassa, le quali esalavano un grato odore, che non saprei precisare. Allora perdei la vista, e rimasi quasi cieco per lo spazio di circa mezza ora, ed ero prossimo a cadere in deliquio, e coll’aiuto dei compagni fui portato via dal lavoro. Ricordo bene la santità del giuramento prestato, e nondimeno dichiaro di confermare quanto ho ora detto della commozione provata, e dell’odore gratissimo che intesi. So pure che il Canonico Labin che soffriva di una forte emicrania, da quel momento ne fu libero. Io invece per la commozione ne soffrii per otto o dieci giorni” (Process. fol. 10 et terg.). Questa circostanza dell’essere stato il Canonico Labin liberato in quel momento dalla emicrania, lo confermò egli stesso con giuramento. Dell’odore nulla disse, ma questo di fatto proprio fu confermato dall’altro artista Emmanuele Larramendi, la cui deposizione è degna pure di essere qui riferita. “Circa cinque anni fa s’impresero degli scavi per cura dell’E.mo attuale Arcivescovo per rinvenire, se fosse possibile, il corpo del Santo Apo- // –28– stolo, il quale bene si sapeva che stava nella Cappella Maggiore, ma se ne ignorava il luogo preciso. Però una tradizione costante ed universale nel popolo portava che nel luogo vicino, dove si è trovato il sepolcro, e precisamente nel nuovo esteriore dell’Abside, partiva una scala che conduceva al sepolcro stesso. Per cui quando il fabbro muratore Nartallo nel mezzo della parte pos-

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teriore dell’Abside scopri un’urna di marmo contenente delle ossa, io rimasi maravigliato di questa coincidenza, e non dubitai, come ora non dubito, che quelle fossero le ossa dell’Apostolo. Io mi trovava in quella notte stessa della invenzione col Nartallo, e nel momento che costui alzò il mattone, io pure scesi nel cavo fatto, ed intesi un gratissimo odore, che non saprei a che assomigliare, ma che non era certo nè di umidità, nè di quello che suol dirsi mucido, ch’esalano le fosse mortuarie. Il Nartallo intanto era divenuto come un cadavere, ed io lo presi sotto le braccia, lo estrassi dal cavo e lo posi a sedere sopra una sedia. Io poi fui compreso da molta allegrezza per il ritrovamento, come credeva, del corpo del Santo” (fol. 11 terg. et 14). Finalmente Giuseppe Losadas, [sic] attestò della tradizione quanto segue: “Già un altra volta sono stato interrogato dal Vicario dell’E.mo Arcivescovo sopra la tradizione che vi era in Compostella, cioè che il corpo del S. Apostolo non fosse sotto l’altar Maggiore, ma nella parte posteriore dell’Abside, dove è stato realmente trovato. Ricordo che io avea sei anni, e mia madre mi portava a pregare dietro l’Abside, e vedevo che molte // –29– persone pregavano in quel medesimo sito. Siccome io era piccolino, m’introducevo per una piccola porta dove adesso è costruito l’altare posteriore (circa l’anno 1823), e vedevo una piastra di bronzo stesa sul luogo medesimo, e sopra di essa quattro candele accese. La mia madre mi diceva che quivi era il corpo del Santo Apostolo, e così pure ho inteso dire sempre, e comunemente in questa città. Al tempo della Rivoluzione, non so come, si lasciò di accendere quelle candele; però il concorso rimase, e la tradizione costante che quivi era il corpo dell’Apostolo. Del resto mi riporto a quanto ho dichiarato nell’altra mia deposizione” (fol. 14 terg.). Dal detto fin qui ben apparisce che la nuova inquisizione ha recato molta luce agli argomenti già esposti in favore della asserta identità, ed aggiunto nuove prove, massimamente quella riguardante i segni celesti, che hanno accompagnato lo scoprimento delle Reliquie. Avrebbe posto il colmo a questa dimostrazione la coerenza che fosse risultata dal confronto delle Reliquie Compostellane con quella di Pistoia. Però in questo punto era necessario procedere colla massima cautela. Aperta la cassa di mogano, apparve essa tripartita; e i tre professori di anatomia dichiararono di avere bensì classificato le ossa in tre gruppi, ma solo essere stati condotti a questa classificazione da criterii generali, desunti dalla somiglianza esterna di esse; mentre la grande

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umidità del luogo ne avea in sommo grado alterato le qualità, e disorganizzato i tessuti. Essere certo però che quelle ossa possono appartenere a individui vissuti diciannove o venti secoli fa; // –30– cosa che non appariva chiarissima dalla loro primitiva deposizione. Poi interrogati: “an ex peculiaribus conditionibus, in quibus ossa haec reperta fuerunt eiusmodi immutationes ac decompositiones fuerint passa, ut satis difficilis, vel etiam impossibilis evaserit ossium eorumdem comparatio cum aliis S. Apostoli, quae in aliis conditionibus fuerint”. Risposero “Ossa, licet eiusdem corporis, si diversis in conditionibus sint, adeo ut alia diversimode ab aliis conserventur, eiusmodi quoad texturam, compositionem, volumen et colorem diversitatem maximam induere possunt, ut inefficax esset comparatio, nisi quoad conformationem”. Da queste parole traluceva ancora una speranza di confronto tra la Reliquia di Pistoia e le presenti, cioè quoad conformationem. Perciò il Promotore mostrò ai periti le fotografie della Reliquia di Pistoia, ed essi pure riconoscendo la difficoltà di qualificare un osso dalla sua fotografia, massime poi se non espressa con precisione, inclinavano a credere che rappresentasse la punta dell’apofisi mastoidea destra, cioè quella punta la quale manca nella collezione Compostellana. “Porro, (dicevano), in nullo ex ossibus temporalibus sinistri lateris inventis in sepulchro Compostellano portio haec sinistri lateris deficit; sed in latere dextero deficiunt partes mastoideae, cius voluminis, quod praedicta Reliquia exhibet”. Cioè nella seconda collezione, che è quella di mezzo. Ma al Promotore importava di non compromettere l’esito ormai sicuro delle sue investigazioni; perciò volle prevedere il caso, che la Reliquia di Pistoia fosse ritenuta non del lato mastoideo destro, ma del sinistro, // –31– come primieramente aveva opinato il Dott. Chiappelli. Quindi si fece a domandare ai periti suddetti: se quella parte invece di esser del lato destro, fosse del sinistro, quale sarebbe la loro opinione circa la presenza delle ossa del S. Apostolo in quelle tre collezioni da essi separate. Alla quale interrogazione risposero: che posto pur ciò, non seguirebbe “Reliquiam Pistoriensem pertinere non posse ad aliquod ex sceletis nuper repertis, et idcirco inter haec non inveniri sacras exuvias S. Iacobi. Quandoquidem in nostra praecedenti infor-

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matione scripserimus, quod collectiones ossium, de quibus agitur, pertineant, non minus, quam ad tria sceleta. Difficultates quae exurgunt ex horum ossium statu, ut in classes individuas dispesci possint, probabilem opinionem faciunt, ea ad plusquam tria pertinere. Cuius nostrae sententiae ea probatio est, quod, ut in praecedenti responsione diximus, in istis collectionibus quatuor ossa temporalia inveniantur sinistri lateris” (Processic. fol. 18). Così venne a costatarsi che la comparazione della Reliquia di Pistoia con quelle di Compostella, se riescisse a perfezione, non farebbe che confermare il giudizio sulla identità; in caso contrario in niun modo ad esso si opporrebbe. Sembrò dunque cosa prudente il non spingere più oltre le indagini, e riferirsi alle prove già raccolte, ed ora confermate, ed ampliate. Molto più che lo scopo, a cui raggiungere era precipuamente diretta la nuova inquisizione, cioè il rimuovere alcune difficoltà principali sollevate nella discussione già tenuta, sembrava pienamente raggiunto. // –32– La prima difficoltà in fatti, nasceva da alcune espressioni usate dall’Emo Arcivescovo nella sua Pastorale del 5 Febbraio 1879, colla quale annunziava al Clero e popolo la fausta notizia del ritrovamento del Corpo del S. Apostolo. In essa egli asseriva che porzione delle ossa del Santo si conservava fino ad oggi nel sepolcro sotto l’altare; mentre dalla Relazione dei Delegali, e dalla tradizione di oltre a due secoli sarebbe provato, che quel sepolcro era del tutto vuoto. Ma questa difficoltà gravissima in apparenza fu tolta di mezzo dai due Canonici Delegati colle seguenti parole “In nostra relatione asseruimus nullam partem ossium S. Apostoli repertam fuisse in ipsa urna quae sub Altari erat, ibique reposita fuerat saeculo decimo octavo ineunte ab Episcopo Monroy, neque pariter in ipsis effossionibus intra Cappellam maiorem peractis. Idcirco cum in Epistola Pastorali E.mi ac R.mi Archiepiscopi assertum fuerit, aliqua ossa S. Apostoli, vel in urna sub altari, vel inter macerias fuisse inventa, id eo tempore assertum est, quo repertarum exuviarum nulla peritia facta fuerat, et ossicula quaedam bovum, avium aliorumque animalium tam extra, quam intra urnam reperta fuerant. At nonnisi post peritorum iudicium ita a esse apparuit” (Processic, fol. 7 et terg.) Sembrava in secondo luogo una ipotesi non plausibile quella della occultazione delle S. Reliquie fatta nel 1589 dall’Arcivescovo Sanclemente, e su questa improbabilità furono fatte molte osservazioni dal Promotore ai due Professori P. Fita e [Fernández] Guerra, //

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–33– i quali scrissero una piena ed erudita risposta che è pregio dell’opera riferire qui per intero. Obbiezione 1. “Non si concilia bene colla prudenza dell’ Arcivescovo S. Clemente l’avere scelto per nascondere le Reliquie un luogo, che pare il più adattato per fare che i profanatori le trovassero. La demolizione, o foro del muro di Gelmirez, la rottura dell’ antico mosaico e l’avere aperto il reconditorio in un punto segnalato da varie circostanze visibili, erano segni sufficienti per fare che la sagacità degl’invasori scoprissero il nascondiglio”. Risposta. “La somma prudenza dell’Arcivescovo S. Clemente risalta dal fatto stesso di scegliere un luogo che gli occultatori potessero facilmente ricordare; un luogo che per trovarsi al passo, e per così dire alla mano, disorientasse gl’invasori, i quali doveano supporlo ragionevolmente più recondito; un luogo finalmente, che non allontanasse le Reliquie dell’Apostolo dal luogo in cui per divina disposizione erano rimaste per ben più di quindici secoli. Tre ragioni di somma prudenza. L’Arcivescovo aprì un pozzo, di poco più d’un metro, nell’asse maggiore del tempio, e perpendicolarmente sotto il luogo della cupola dell’Abside, dove tra altre pitture istoriche, ce n’era una che rappresentava l’Arca santa delle Reliquie. Ai nostri occhi quelle pitture ci parvero pel loro stile un poco più anteriori all’ epoca dell’occultazione. Checché si sia, la pittura di quel soffitto non pare messa in opera allo scopo d’indicare il sito preciso sotto il quale riposava il corpo del Santo Apostolo. Di questo s’incaricò, // –34– (dall’epoca di S. Ferdinando) la statua colossale di S. Giacomo (si vedano i nostri Ricordi d’un viaggio pag. 78) che esiste oggi sopra l’altare, ed alla vista di tutti, rappresentata in un codice colorito del secolo XV (Fita, Monumenti antichi della Chiesa Compostellana pag. 93. Madrid 1883), la di cui mano dritta indica il sito esatto: Hic est corpus divi Iacobi Apostoli Hispaniarum Patroni. Il pozzo fu aperto alle spalle, ed a buona distanza della statua, dietro le fondamenta dell’antico puntone romano, all’ infuori del recinto del mosaico e del muro di Gelmircz (Ricordi pag. 70). Tutto ciò butta giù l’obbiezione proposta. I profanatori che non dovevano, nè potevano sapere il sito preciso dell’occultazione, fatta con molto segreto e con la massima discrezione ed intelligenza, si doveano vedere nella necessità d’incominciare la ricerca delle

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reliquie dal sito che supponeva l’iscrizione della statua e proprio nella cavea o edicola di Gelmirez. San Clemente, all’aprire il pozzo, quasi alla fine dell’Abside e nell’ ingresso per uno dei suoi archi, non potè far di meno di prendere le sue precauzioni a ciò che non apparisse qualunque traccia al di fuori: così fanno tutti quelli che nascondono un tesoro. Di più, se gl’invasori conoscevano o per gli atti capitolari, o per la pubblica voce e fama che tutte le Reliquie venerate nella Cattedrale di S. Giacomo, erano state trasportate in Orense, si trovavano nel caso di supporre ragionevolmente che tra queste vi erano pure quelle dell’Apostolo, e se le spie riuscivano a sapere ch’erano // –35– rimaste in Compostella, doveano dedurre almeno ch’erano state collocate in sito molto più recondito della Chiesa, o del vicino palazzo, o d’altro edifizio più o meno vicino. E sopra campo sì vasto ed oscuro di esplorazione quale indirizzo all’infuori d’una fortuita combinazione potea prendere qualunque congettura? Ci serva di comprova un esempio recente. I gioielli visigotici della Cattedrale di Toledo portati nell’anno 711 in certa Chiesa, nella campagna di Guarraza[r] in Guadamur, distante poche leghe della città, e messe in una tomba verso l’angolo del pavimento, rimasero là fino all’ anno 1880, in cui un tempestoso turbine d’acqua gl’invase con tutto il resto del terreno. Comprati dal governo francese, tutto il mondo ha potuto ammirarli prima nel Museo di St. Cloud e poi nella esposizione universale dell’anno 1867. Si sarebbero nascosti tesori, se gli occultatori non avessero la speranza di poterli sottrarre, quando a loro piacesse?”. Obbiezione 2. “Non si capisce per quale ragione furono confuse le ossa del Santo Apostolo con quelle dei suoi due discepoli, poiché non mancò tempo per disporre il reconditorio. Neppure si vede per quale motivo, tuttavolta che si misero là insieme, e non furono separate, non gli si mise accanto qualche scritto che narrasse per futura memoria ciò che n’era accaduto”. Risposta. “Mancò tempo per disporre con tutta comodità il reconditorio. L’inquietudine e lo spavento che s’impadronirono dell’Arcivescovo e del Capitolo quando si seppe l’ingresso del // –36– Draca nella Corugna, la profanazione delle sante Reliquie, e la minaccia di far lo stesso con quelle di S. Giacomo, appariscono bene dagli Atti Capitolari,

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e da tutto ciò che abbiamo detto ne’nostri Ricordi d’un viaggio. Sarebbe una sciocchezza supporre tempo abbastanza per poter fabbricare tre tombe con le loro iscrizioni, e con tutto ciò che l’insaziabile curiosità degli eruditi desidera per far evidenti le cose. Non c’era tempo per altro che il Prelato in persona durante le tenebre ed il silenzio della notte, scegliendo tre o quattro dei suoi più provati famigliari, obbligandoli con giuramento, ed armandoli di picche e piccole leve, scendesse per la scala interna del suo palazzo nel tempio, ed assegnato il posto che l’Arcivescovo credette facile di ritenere in memoria, e proprio ad indurre in sbaglio gli empii, incominciasse in modo precipitoso l’opera. L’Arcivescovo non dovea credere durevole quella occultazione, ma transitoria in modo che presto ritornassero le cose al loro pristino stato. Non è a dubitare che portasse scritte in carta tre cedole indicative de’ tre corpi santi, e le mettesse con le Reliquie dentro dei veli, in cui senza dubbio furono involti. La grande umidità del luogo ed il decorso di tre secoli sono più che sufficiente causa per imputridire cedule e veli. La prudenza del Sig. San Clemente dovea lasciar scritta la memoria dove conveniva che rimanesse, cioè accanto alle Reliquie”. Obbiezione 3. “Come spiegare il silenzio degli Atti Capitolari intorno ad un fatto di tanta im- // –37– portanza, come era l’occultazione del corpo dell’Apostolo?”. Risposta. “Il Capitolo non fu consultato e precisamente il silenzio degli atti è argomento e dimostrazione della volontà dell’Arcivescovo di agire relativamente al sacro Corpo di S. Giacomo con cautela e segreto, di massima eccezione, segreto e cautela che non si ebbero intorno alle altre Reliquie. Mettere il fatto negli Atti sarebbe stato lo stesso che rivelare il segreto”. Obbiezione 4. “Come fu che perì la memoria dell’occultazione, e si seguitò a credere generalmente, che il Corpo santo rimaneva senza essere stato mosso dal luogo che avea occupato prima che il timore dei pirati inglesi fosse causa della traslazionc fatta dal Prelato?”. Risposta. “La memoria della occultazione non perì completamente. Forse non mancava chi la sospettasse, o sapesse con riserva tra i Capitolari, ma, ignorando il luogo scelto dall’Arcivescovo, che avea preso sopra di sè la responsabilità e la coscienza del segreto e del fatto. Nei tredici anni che l’Arcivescovo sopravvisse al fatto, desideroso di non defraudare le reliquie del culto che loro apparteneva, ma operando con circonspezione, forse stabilì l’abitudine di pregare, insieme ai Capitolari che conoscevano il fatto, e con

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gli altri che lo ignoravano, sopra lo stesso sito del reconditorio, ed intonare l’antifona: Corpora Sanctorum. E siccome innalzavano gli occhi al cielo ed alla pittura dell’Arca santa, che si vede nella volta dell’Abside, il volgo potea supporre che là s’indirizzavano le // –38– preghiere, mentre quelli che erano a parte del segreto, indirizzavano la preghiera al vero sito delle Reliquie. E che qualche cosa di questo ultimo, sebbene d’una maniera vaga, restasse nella persuasione del Capitolo, si lascia ben capire dal piano di Ferro Caaveiro fatto nell’anno 1793, di cui abbiamo parlato ne’nostri Ricordi. Il Drake e l’esercito inglese non lasciarono le piazze forti di Spagna fino all’anno 1602 in cui l’Arcivescovo S. Clemente spirò nel bacio del Signore. Anche dopo la morte di Elisabetta d’Inghilterra nel 1603 non si ebbe tranquillità per le marine spagnuole, malgrado la tregua di Olanda. E siccome un armistizio non era una pace fermissima, rimase viva l’inquietudine, e pertanto il differire a miglior tempo la collocazione delle Reliquie in luogo più adattato. La pace non arrivò a farsi durevole, nè ferma, e l’Inghilterra non indietreggiò, fino al punto che nel 1640 perdessimo il Portogallo, e fino ad impadronirsi di Gibilterra nel 1702. E questo lo facciamo noto per maggior abbondanza di prove; e per soddisfare alla obbiezione che ci si propone, prendiamo in conto un’osservazione molto semplice. I soli venti anni trascorsi dopo il nascondimento del 1589 fino alla tregua di Olanda, furono sufficiente spazio di tempo perchè si cancellasse la memoria di quel segreto con la morte di quanti anziani intervennero nell’affare. Nel 1808 il Capitolo di S. Giacomo per liberare dalla rapacità francese il cancello di argento che chiude l’altare dell’Apostolo, non ebbe // –39– tempo per altro che per farlo dipingere di nero ad olio, per supporlo di ferro. Cinque anni durò la guerra dell’indipendenza. Nell’anno 1813 uscirono dalla Spagna le forze francesi, liberandoci dal timore di nuove rapine: la memoria dell’ingegnoso pensiero di cambiare l’argento in ferro si perdette subito, e la casualità fece che nell’andare a visitare la regina Donna Isabella il sepolcro dell’Apostolo, mezzo secolo dopo, e desiderando il Capitolo adobbare completamente la Cappella maggiore, comparve la verità, quando il fabbro volle pulire il cancello che tutti credevano di ferro e nessuno d’ argento.

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Non di minor significazione è il caso della recente scoperta della magnifica copia del sepolcro a di cui uno di noi ha fatta menzione nell’Opera intitolata – Monumenti antichi della Chiesa compostellana – pag. 58”. Obbiezione 5. “Come si spiega il silenzio del biografo Sanz del Castillo intorno alla occultazione, e la voce popolare del vento e della luce soprannaturale che secondo il P. Bugarin, fece desistere l’Arcivescovo dal suo proposito di toccare le Reliquie del Santo Apostolo?” Risposta. “Di una maniera molto naturale, molto semplice e molto concludente. Il biografo facea l’istoria per mezzo dei documenti pubblici ed Atti capitolari, e non per mezzo dei segreti intimi del Prelato, che questi per coscienza riservò per se e per i suoi famigliari giurati. Il P. Bugarin fu eco dell’opinione che ad arte si fece correre tra il volgo, quando fu pubblicata la voce che si trasportavano in Orense // –40– le Reliquie di San Giacomo, e che l’Arcivescovo aveasi proposto di estrarre dalla antica Cripta. Se qualcuno durante la notte in cui si fece il nascondiglio, intese dalla strada i colpi che rimbombavano nella Chiesa e di loro si parlò nella mattina per le piazze, e se, come è da supporre, i Canonici al giorno seguente notarono accomodati alcuni mattoni con gesso recente, non c’è dubbio che si ebbe bisogno di palesare l’intento di aprire il muro che chiudeva il sepolcro per estrarre le Reliquie, e che si videro obbligati a desistere dall’impegno pel successo maraviglioso che narra Bugarin. E siccome non fu stampato il libro di Bugarin, unico che conservò la tradizione del momento, benissimo poteva ignorarla e tralasciarla Sanz del Castillo. Per lui e per altri autori contemporanei, come Fra Hernando di Oxea ed il dotto Castellà Ferrer, che abbiamo citato nei nostri Ricordi (pag. 80), si mantenne costante la persuasione che il Corpo del Santo Apostolo non era stato rimosso della Cappella o Cripta che D. Diego Gelmirez fece chiudere con forte muro di calce e sassi nella prima metà del secolo XII”. Obbiezione 6. “Le monete e rimasugli di fabbrica trovati sopra il reconditorio non hanno mostrata, secondo si dice, maggior antichità che quella di due secoli in giù. E siccome il reconditorio è fabbricato sopra la rocca viva, esso può supporsi antichissimo”. Risposta. “La struttura del reconditorio è di fabbrica recente, ma profittando del materiale antico che si ebbe alla mano. Si aprì, come si è //

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–41– detto, nell’asse ed alla estremità orientale dell’Abside (molto lontano delle fondamenta romane e dalla Cripta fabbricata da Gelmirez) verso la parte più elevata del declivio che forma la rocca, per cui facilmente s’imbatterono in essa le persone che improvvisarono quel pozzo. Composto di materiali non lavorati o fuor di uso, la sua vista esterna la fece apparire così come una sporgenza dalla stessa rocca fondamentale del tempio, quando si sconvolse il pavimento della Cappella maggiore nell’anno 1666, nel ricercare con tutto l’impegno le Reliquie dell’Apostolo. (Vedi la pag. 71 dei nostri Ricordi d’un viaggio). Le escavazioni più profonde si fecero allora, rimovendo i fori che lasciavano, da un muro all’altro, le fondamenta romane, senz’arrivare, o arrivando molto superficialmente alla estremità orientale dell’Abside, là dove precisamente si trovava il nascondiglio. I rimasugli e le monete, che secondo la obbiezione non sono più antichi di due secoli a questa parte, provano evidentemente che il superficiale sconvolgimento di quel luogo è posteriore all’anno 1665”. Obbiezione 7. “Le ossa trovate nel reconditorio non potevano bene essere quelli dei Santi Martiri che Alfonso III disse ch’erano là collocate dagli antichi e Santi Padri?”. Risposta. “Queste Reliquie stavano dentro d’una theca, ed in un altare consagrato sopra il Corpo del nostro glorioso Apostolo (Ricordi pag. 64); e se la teca si trovava sopra il sepolcro dell’Apostolo, e chiaro che primitivamente dovea trovarsi dentro del panteon romano nella stessa camera // –42– dove si vedevano il Sarcofago Apostolico e le sepolture dei discepoli Teodoro ed Atanasio, cioè, nel recinto segnato per le lettere b, c, d, della nostra Iconografia (pag. 70 dei Ricordi). Questo recinto e tutto ciò che si trova limitato dal muro esteriore dell’edificio romano, appariva dentro dell’edicola costrutta da Alfonso II e III e della Cripta di Gelmirez, per cui quel reconditorio mai si potrà chiamare theca. Di teche conservatrici di sante reliquie ne possiede la Spagna nobilissimi saggi. Basti ricordare quella dell’antica cattedrale di Accis (Iuadix) [sic] e quella della basilica del secolo V scoperta nel paese di Loja. Ambedue hanno relazione con i piedistalli delle statue romane. Il monumento di Iuadix dedicato alla imperatrice Magnia Urbica, moglie di Carino, contiene per i suoi tre lati anepigrafici una memoria di essere stata conservata la Chiesa della Santissima Croce dai Re Chindopinto e Recevinto [sic].

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Sopra il piano superiore della base stava la teca con insigni reliquie De cruore Domini, de pane, de Cruce, de sepulchro, de Veste Domini, e di moltissimi Santi. Pubblicò questo monumento la nostra Regia Accademia della Storia nel 1832 (Memorie tomo VII pag. 24). Il piedistallo di Loja fù pubblicato da uno di noi nel 1878 (Fernandez Guerra —Iscrizione e Basilica del secolo V poco fà scoperta in Loja— e meritò l’onore, che il signor Commendatore Giovanni Battista de Rossi lodasse e compendiasse questo lavoro nel Bullettino di Archeologìa cristiana, fascicolo I, II anno 1878. De Rossi dimostra che il foro aperto nel piano superiore della base potea essere il locel- // –43– lus in cui si trova chiusa la theca reliquiarum. Mons. Rouhauls [sic] de Fleury nella sua opera Autels – Extrait des études sur les monuments della Messe, Paris Morel et C. planche n. 39,– ha pubblicato questo disegno. La famosa colonna di San Giacomo pubblicata nella pag. 63 dei Ricordi dovea contenere primitivamente una theca simigliante, ed essere questa la theca sanctorum Martyrum che ricusò aprire Alfonso III”. Obbiezione 8. “Si sono trovati poco fa, all’uno ed all’altro lato davanti l’Altare maggiore tre scheletri con segni di fuoco: non sarebbero questi quelli che si cercano?”. Risposta. “No, certamente; poiché sono comparsi abbastanza lontani dal sepolcro romano. Almanzor rispettò la Cripta dove si trovava il Corpo dell’ Apostolo, ed ancorché mise fuoco e distrusse la chiesa, proibì che si toccasse il sepolcro. Così lo assicurano gli storici arabi”. Obbiezione 9. “Nel reconditorio si trovarono delle ossa di più di tre corpi: come spiegare il fatto?” Risposta. “Gelmirez collocò senza dubbio nell’arca d’argento le ossa di San Giacomo, e quelle dei suoi due discepoli, e quelle pure della teca, la di cui colonna era stata divisa e tratta fuori dai monaci di Antealtares nel secolo XI. Quando l’Arcivescovo San Clemente raccolse con precipitazione le Reliquie, non dovette disprezzare quelle della theca, ma metterle in un panno separato, con quelle che aveano le Reliquie di San Giacomo, e quelle di Teodoro ed Atanasio”. // –44– Obbiezione 10. “Il Capo di S. Giacomo il Minore che esiste nel reliquiario della Cattedrale, pare sia quello di San Giacomo il Maggiore, perchè nella

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Storia Compostellana non si fissa, o non si dice di quale Giacomo sia, e si trova dichiarato che quello del Minore fu portato in Ancona, dove riceve culto”. Risposta. “Resta soddisfatta questa difficoltà nella pag. 87 dei Ricordi, e nelle 28-30 dei Monumenti antichi della Chiesa Compostellana. Madrid 12 Giugno 1884 – Fedele Fita S. I. – Aureliano Fz. Guerra. “Avendo maturamente studiato queste risposte alle difficoltà proposte, aderisco pienamente alle stesse, e le faccio mie in tutte le loro parti – Benito, Arcivescovo di Valladolid”. Non si è creduto opportuno l’interrompere questo egregio lavoro, per inserirvi delle analoghe osservazioni, le quali risultano dalle dichiarazioni dei due Canonici Delegati, e dei periti anatomici, e dalle testimonianze del nuovo processo. E sono le seguenti: Per quello che riguarda il tempo della occultazione delle S. Reliquie, il Canonico [López] Ferreiro aggiunse questa prova degna di molta considerazione; vale a dire presentò un fac simile della pittura esistente tutt’ora nella parete sinistra dell’Abside, vicino al sepolcro testé trovato la quale era coperta delle macerie che ocupavano il posto intermedio tra il recente pavimento e quello di musaico, che si dovette rompere per formare il sepolcro. Questa pittura, dice il Ferreiro, è del secolo XVI: dunque a quell’epoca non vi erano ancora le macerie, che la coprissero; dun- // –45– que il sepolcro, trovato in mezzo alle macerie, dovette formarsi più tardi. Lo stesso disse rilevarsi da un Crocifisso di madreperla rinvenuto pure in mezzo alle dette macerie, appartenendo anche esso al secolo XVI. Il silenzio degli Atti Capitolari cosi viene spiegato dai due Delegati. “In primis animadvertimus argumentis negativis e silentio deductis non tantam vim tribui posse in re in qua argumenta plurima positiva contrarium suadent. Deinde in actis capitularibus notatur quidem asportatio Reliquiarum, sed non occultatio et acta Ecclesiae Auriensis clare edicunt Reliquias fuisse eo loci asportatas, sed non omnes. Inbiaba la maior parte de las Reliquias” (Processic. fol. 6 terg.). La collocazione dei tre scheletri che erano di qua e di là dell’altare maggiore, così viene da essi descritta. “Nos qui interfuimus excavationi asserimus pro veritate, sceleta duo ex una parte et unum ex alia fuisse reperta in ambulacris exterioribus antiqui sacelli, nimirum extra muros qui cellam sepulchralem constituunt, et quidem in loco ultra palmum depressiore illo medio

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in quo corpora S. Apostoli et Discipulorum condita fuerant. Idcirco ea sunt Fidelium corpora, qui, ut novimus ex Historia Ecclesiastica, desiderabant se apponi ad insigniorum Sanctorum corpora, attamen extra cellam. Ad maiorem rei claritatem advertimus cellam in qua condita erant corpora S. Apostoli et Discipulorum comprehendi muris aevo Romanorum confectis super quibus insistit altare maius, quod modo extat. Ambulacra vero constitui duabus aliis parietibus quae // –46– extra altare omnino sunt, adeo ut si etiam modo ex. gr. muri romani iterum construerentur, duobus illis prioribus altare maius comprehenderetur” (Processic. fol. 6 terg. 7). Diamo qui la descrizione fatta dai periti anatomici di queste ossa. 1ª Non esiste neppur un’osso, nè intiero, ne completo; solamente esistono frammenti. 2ª I frammenti corrispondono nella loro immensa maggioranza alla parte compatta delle ossa. 3ª Vi sono frammenti del maggior numero delle ossa. 4ª Corrispondono queste ossa, a due scheletri, quando meno. 5ª In questi scheletri si trova chiusa l’ossificazione delle suture. 6ª Uno dei scheletri corrisponde a maschio di poco sviluppo, o a femmina, che si trovasse nel terzo mezzo della vita; ma per distinguere i sessi, vi bisognerebbe ch’esistessero forme e ossa caratteristiche. 7ª Quest’ultimo scheletro non pare che abbia l’antichità del suo compagno, poichè i frammenti che gli appartengono sono più grandi, malgrado lo sviluppo minore e la resistenza de’suoi ossi, e di più la sua sostanza ed il colore si trovano meno alterati. Per risolvere meglio questo problema è necessaria l’analisi chimico comparativa. Non si credette necessario fare questi studii comparativi, perchè era già manifesto che queste ossa non potevano appartenere al S. Apostolo. In fatti sulla loro invenzione il Nartallo depose “In lon- // –47– tananza poi dall’urna, e fuori di quel pavimento, ossia nei corridoi esteriori, scavando furono trovate di qua e di là ossa umane, senza peraltro nessuna urna e commiste alla terra. Sopra di esse, alla distanza di circa tre palmi, erano state trovate alcune lastre di granito coperte da cenere” (loc. cit. fol. 11). Così

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pure depose Emmanuele Larramendi “Aggiungo solo che scavando posteriormente nei due ambulacri esterni alla Cripta, alla profondità di due palmi alla parte dell’Epistola dell’Altare Maggiore s’incontrarono le ossa di due cadaveri, ma mischiate con la terra, dalla parte dell’Evangelio uno scheletro in frantumi tra due pezzi di pietra, i quali non rappresentavano una cassa perchè senza coperchio, aperti ai lati, e la parte inferiore era terra che poi fu scavata. Queste ossa sono state poste fuori del sacrario, e si conservano in una camera della fabbrica della Chiesa Metropolitana” (loc. cit. fol. 14). Nondimeno queste ossa pure furono osservate dal Promotore, non che il luogo della loro invenzione, e riconobbe la verità di quanto su di esse aveano deposto i Delegati, i periti, e i manuali suddetti. E che fossero trovate in luogo affatto profano, ed estraneo al primitivo sacello, apparisce a colpo di occhio dalla nuova pianta del sacello stesso ai N. II e III. Furono perciò lasciate dentro la cassa in cui erano, e nella camera della Fabriceria. Ma la precipua difficoltà era desunta dall’essersi trovate altre ossa mischiate con quelle appartenenti alla triplice collezione, senza conoscerne la provenienza, e quindi dubitandosi che l’urna trovata fosse // –48– appunto quella contenente ossa di Santi Martiri rinvenute da Teodomiro, e della quale non si fa in appresso alcuna menzione. A questa difficoltà già si è veduta la risposta che hanno data i due Professori d’Istoria. Inoltre i periti anatomici credettero loro officio il togliere l’equivoco nel quale le loro parole potevano indurre, e dichiararono: “Ad quaestionem primam nobis propositam nimirum quot sceletis ossa ista pertineant, respondemus: «Nos quidem ossium repertorum collectionem ad triplicem classem reduxisse, nimirum ossa, quae ad anathomes regulas adhuc distingui possunt, tribus corporibus pertinere. Adsunt vero alia plura ossicula quae ad quartam classem reduximus, sunt autem illa quae possunt quidem ad eadem tria sceleta pertinere, attamen ob destructionem et deformationem tempore inductam, neque asserere neque negare idipsum possumus” (loc. cit. fol. 16 terg.). Quindi alla questione 4. “utrum in ista collectione sit aliquid os quod certo ad tria sccleta non pertineat”, risposero: “Unum os, nempe temporale, in una ex istis collectionibus duplicatum apparet, quod idcirco ad aliud omnino sceletum pertinere dicendum est” (loc. cit. fol. 17). E di queste ossa estranee alle triplice collezione viene così data spiegazione dai due Delegati “In ipsa urna marmorea reperta fuerunt plura ossa quae

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in classes distributa a peritis tribus sceletis pertinere indicata sunt. In privata deinde conversatione (praesentibus altero ex nobis nempe Antonio Lopez Ferreiro, Patre Fita et Fernandez Guerra) coram E.mo Archiepiscopo unus // –49– ex peritis, nempe Timotheus Sanchez Freire, asseruit in ea collectione aliqua esse fragmenta ossium quae ad alia praeter illa tria corpora pertinent. Paucissima tamen sunt, et in capsula lignea ubi alia quoque collecta fuerunt, reperiuntur; in alia vero capsula, ossa illa trium seceletorum, quae in esterioribus ambulacris reperta fuerunt. Prima capsula lignea in medio Absidis reposita est super arcam marmoream, altera vero in alio loco, extra Ecclesiam” (loc, cit. fol. 7). Vengono poi gli stessi Delegati a indicarne la provenienza con queste parole “In instrumento authentico Alphonsi III anni octingentesimi nonagesimi noni, ubi refertur consecratio Basilicae Compostellanae leguntur haec verba «super corpore quoque benivoli Apostoli patet Altarium sacrum, in quo patet antiqua es ... Martyrum theca, quam a Sanctis Patribus scimus conditam esse, unde nemo ex nobis ausus fuit tollere saxa». Quibus ex verbis colligimus thecam hanc Reliquiarum Sanctorum Martyrum debuisse extare ante Theodomirum, qui mortuus est anno christiano 830, et ab ipso in eodem altari relinqui, ubi eam repererat; quemadmodum ipse Alphonsus III ausus non fuit saxa tollere, ut in citato instrumento asserit. Porro altare illud mensuram non excedit centimetrorum octoginta quinque prout nos illud mensi sumus; adhuc enim extat in Ecclesia S. Pelagii, quae est attigua Templo Compostellano. Cum itaque repertum modo sepulchrum sit mensurae fere metri unius, cum dimidio, impossibile est urnam Theodomiri cum // –50– hac altera confundere” (loc. cit. fol. 5). E questa piccola ara fu pure visitala dal Promotore nella predetta Chiesa, dove era stata collocata dall’Arcivescovo Sanclemente, siccome apparisce dall’appostavi iscrizione, non che parte di quella colonna che era nel primitivo loculo del Santo Apostolo. Finalmente i due Delegati si fecero a ribattere la opinione singolare del Berganza, autore Benedettino del secolo scorso, che cioè la testa, o meglio le ossa bruciate, esistenti in una Protome di argento, che si conserva nella Custodia della Reliquie compostellane, sia di S. Giacomo il Maggiore. “Uni-

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cus est auctor (cioè il Berganza), et innititur verbis historiae Compostellanae, quae sunt Mauricii (postea Antipapae), qui ex Hyerosolimis quoddam, nescio, caput asportans, in Monasterio Carionensi Dioeceseos Palentinae reposuit. Verba haec sunt. «Oportet ut ubi est huius Apostoli corpus, ibi sit et caput Eius». Caput hoc a Gelmirez Compostellam delatum est, sed ab Eo nequaquam haberi potuit pro capite S. Jacobi Maioris 1.° quia ossa haec erant semiusta, et, ut vidimus, ab Almanzorio corpus Sancti Apostoli ustum non fuit; 2.° quia Gelmirez ipse scripsit S. Attoni: se Reliquiam assumpsisse cum magno labore ex locello in quo sunt. Porro argentea prothomes in qua semiusta haec ossa asservatur est opus saeculi decimi quarti, et quidem tunc efficta, cum ob Cryptae S. Apostoli omnimodam occlusionem a Gelmirez factam nulla iam ex eo locello extractio Reliquiarum fieri poterat” (loc. cit. fol. 5 terg. et 6). // –51– Colla disquisizione accuratissima dei periti della Regia Istoria, del R.mo Arcivescovo di Valladolid, e dei Canonici Delegati, coadiuvata dalle osservazioni anatomiche dei periti medici, sembrano rimosse del tutto le difficoltà, le quali impedirono alla Congregazione Particolare adunata il dì 20 Maggio di pronunciarsi in favore della identità. Oggi in fatti sembra provato apoditticamente, che la occultazione delle sacre ossa fu fatta nel secolo XVI, dopo la visita del Morales nel 1572, e prima dei restauri del Verdugo circa il 1666. Dunque non potè esser fatta che dal Sanclemente nel 1589, il quale trasportò nella chiesa attigua di S. Pelayo la teca o reclusorio antico delle Reliquie, constituendone l’ara maggiore. Pur nondimeno il sottoscritto crede suo dovere il riferire qui in fine le ragioni di dubitare arrecate dall’Ulla, tanto in suo nome, quanto degli altri contradittori. Poste in questo luogo, se ne potrà meglio comprendere la futilità, senza bisogno di ulteriori commenti. Disse adunque così: “Se non putare haberi ullum solidum fundamentum quod certitudinem «moralem pariat, imo neque probabilitatem, quo ad identitatem repertorum ossium. Nam: 1.º Haec ossa inventa non fuerunt sub altari. 2.º Ossium collectio quae apparuit erat plurium sceletorum, ad minus trium, contenta in arca parva non in vero sepulchro, arca enim formata erat quinque lapidibus, quatuor lateralibus et uno superiore, subtus erat unus tantum, ergo non erat verum sepulchrum, quia sepulchrum debet habere extensionem corporis. Ergo erat ossarium. //

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–52– 3.° Sub maiori altari erat sepulchrum S. Jacobi in quo ferebat traditio fuisse Reliquias S. Jacobi positas, non cum illis discipulorum sed solas. 4.° Inventa fuerunt sceleta a dextris et a sinistris altaris (quae tamen ipse non vidit) sed audivit ob operariis eodem modo composita ac illa retro altare inventa. 5.° Ossa inventa erant collocata in rudi sepulchro terrae commixta, cum traditio et historia doceat corpus S. Jacobi semper in sepulchro marmorico fuisse conditum. 6.° Nulla se facta scire, quae probent identitatem corporum, nempe nullam neque credentialem, neque inscriptionem quae idipsum doceat. 7.° Traditio erat quod ossa S. Apostoli essent sub altari, et haec traditio viva erat, tempore inventionis sepulchri memorati. 8.° Denique Compostellae erant plurimi, et sunt adhuc, qui negant ista esse ossa S. Apostoli, e contra illi qui favent opinioni identitatis, non videntur afferre ullam demonstrationem suae assertionis, quae saltem probabilitatem pariat” (loc. cit. fol. 19, 20). È questa la sintesi delle obiezioni già fatte dai due Canonici contradittori nei loro fogli alla S. Congregazione: alle quali aggiunsero falsissime insinuazioni confutate dai fatti, cioè, 1º “quod Praelatus operariorum testimonia iusserit consignari aientium se dum operibus ... vacarunt, nulla ossa invenisse praeter illa, quae primo in sacrario reperta sunt; 2° non esse vocatos ad ferendum super ea re testimonium duos canonicos ... qui cum toti operi inquirendi Reliquias praefuerint, // –53– maxime sunt ad testandum idonei”; —preziosa confessione sulla penna di simili contradittori—; 3° in fine, il Capitolo Metropolitano ed il popolo essere della medesima loro opinione contraria. Una sola insinuazione contenuta in questa diceria merita una qualche risposta, cioè l’asserzione gratuita che Clero e Popolo sia affatto di contraria opinione a quella manifestata nella sentenza dell’E.mo Arcivescovo. Si crede perciò opportuno riferirsi su questo punto, alla istanza che il Capitolo della Metropolitana di Compostella nella sua gran maggioranza, umiliava testé al S. Padre, in cui viene apertamente asserita l’unanime concordia del Clero e del Popolo, e l’ardente desiderio che tutti nutrono di veder quan-

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to prima confermata coll’Apostolica sanzione la sentenza dell’Ordinario (Somm. N. III). Scrive Benedetto XIV “sive agatur de identitate corporum et Reliquiarum coram Ordinario, sive coram S. R. Congregatione, constare debet de corporum et Reliquiarum identitate per probationes firmas, et, si non metaphysica vel physica, saltem morali evidentia certas” (Lib. IV. p. 2. C. XXIV. n.7). Se colla nuova inquisizione siasi raggiunta una tale evidenza morale, sarà della prudenza degli E.mi e R.mi Padri il giudicarne. Giovi però osservare, che la evidenza morale, di cui qui è parola, recipit plus et minus, tanto che il Papebrochio potè scrivere “In hac materia Reliquiarum potius quam alibi procedendum magis ex piae credulitatis affectu, quam ex notitia certa eorum, per quorum manus transierunt illae”. Ed aggiunge, che i Vescovi nel pronunciare sentenza sulla identità delle Reliquie acquiescere debent cum scripto vel oculata fide eis // –54– probatur Reliquiam aliquam bona fide acceptam a loco ubi fuerat in honore, VEL CUM VEROSIMILIBUS ANTIQUI CULTUS INDICIIS REPERTAM ALICUBI, veluti talis vel talis Sancti, licet eiusmodi probatio et fallere possit et fallat saepe». E ne dà questa giustissima ragione “Aequum enim est ut ibi subsistat humanae inquisitionis diligentia, ubi ulterior labor esset frustraneus; et a superstitionis periculo tuta sit Reliquias venerantium religio, quatenus ea tendit in primarium suum obiectum, idest Sanctorum honorem, etsi fortassis eorum ipsae non essent, quae ut tales proponuntur” (loc. cit. n. 9). Ora nella ultima Inquisizione gli argomenti dedotti dalla tradizione, dalla storia, dalle ispezioni locali, dalle perizie anatomiche, dall’autorità stessa, sembrano avere raggiunto quella morale evidenza, oltre la quale non debba spingersi la umana investigazione, perche “ulterior labor esset frustraneus”. Tanto più, che secondo Benedetto XIV “Miracula quoque in hoc identitatis iudicio maximopere prosunt” (ibi n. 10). E nel presente caso, se non miracoli, segni celesti sembrano doversi riputare quel grato odore sperimentato dai due ingenui manuali allo scoprimento delle sacre ossa, e la cessazione istantanea della emicrania, che molestava da molto tempo il Canonico Labin, uno dei due deputati. Quocirca (può dirsi con Benedetto XIV) si probabiles urgeant pro identitate rationes ex traditione famaque antiqua et constanti, ex. gr. desumptae, miraculorum autem fiat accessio; pietati et veritati consentaneum erit asserere et iudicare, corpus aut Reliquias alicuius esse Beati vel Sancti, //

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–55– immo vero illius esse Beati vel Sancti, pro quo urgent rationes, et cuius invocatione Deus dignatus est miracula operari. Su questo punto però ancora rimane una difficoltà, riconosciuta pure dall’E.mo Arcivescovo, ed è quella di determinare con precisione quale delle tre collezioni, o parte di esse appartenga al Santo Apostolo. Nel ritrovamento dei corpi di S. Ambrogio, Gervasio e Protasio i segni erano cosi caratteristici da farli distinguere a colpo di occhio; non così nel nostro caso. Pertanto il Promotore della Fede crederebbe che almeno fino a più accurata indagine (forse non opportuna), si ritenessero quelle sacre ossa sempre unite assieme, e classificate come ora sono. E se pure si debbano trasportare in altra cassa, questa sia tripartita, e le ossa vi occupino il luogo che ora hanno. Del resto il caso presente ha molta analogia col ritrovamento del Corpo di S. Agostino, anche per ciò che riguarda le difficoltà ed opposizioni che ebbero luogo in tale circostanza, le quali costrinsero la sa. me. di Benedetto XIII ad ingiungere al Vescovo di Pavia Monsig. Pertusati di conchiudere il processo ed emanare la sentenza secondo le istruzioni mandate da Roma, dentro lo spazio di un bimestre (Breve 23 Gennaro 1728). Eseguite queste ingiunzioni pontificie, lo stesso Benedetto XIII con Bolla data X cal. Octobris 1728 confermò la Sentenza del Vescovo “satis constare corpus inventum ... esse corpus S. Augustini Ep. et Ecclesiae Doctoris”. Ecco il tratto della Bolla Ad Summi Dei gloriam etc. col quale fu confermata la predetta Sentenza “Ne vero ex pastoralis officii debito erga sanctarum Augu- // –56– stini Reliquiarum conservationem et venerationem a Nobis quidquam praetermittatur: quascumque dubitationes, controversias, causas et lites de corpore S. Augustini quomodolibet exortas sive introductas, illarumque iura, scripturas et titulos omnes, praesentibus pro plene expressis habentes, et quatenus opus sit ad nos avocantes, prorsus extinguimus, et abolemus, et perpetuum silentium super illis imponimus. Et ne unquam futuris temporibus de praedicto episcopali iudicio ad sanctiores Ecclesiae regulas absoluto possit quomodolibet haesitari ... piae recordationis Antecessoris Nostri Martini Papae V vestigiis inhaerentes, qui traslationem corporis Beatae Monicae ... suis Apostolicis literis, incipientibus «pia charitas» approbavit: Nos quoque iudicium Episcopi Ticinensis de veritate Corporis Sancti Doctoris, ut apud Christi fideles notius et manifestius evadat, ac devotio erga Augustinum magis

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inflammetur, tenore praesentium ratum et gratum habentes, ex certa scientia, atque etiam motu proprio, Apostolica Auctoritate undequaque adprobamus et confirmamus, et perpetuis futuris temporibus firmum semper et validum esse, et fore decernimus. Non obstantibus quibuscumque”. Sarà della esimia sapienza del S. Padre il prescegliere questa, o altra più acconcia formula: intanto, per concludere, il Promotore proporrebbe il seguente Dubbio: An Sententiam lata ab E.mo ac R.mo D. Archiepiscopo Compostellano super identitate Reliquiarum, quae in centro Absidis Sacelli maioris Metropolitanae eiusdem Ecclesiae repertae sunt, et S. Apostolo Jacobo Maiori, eiusque sociis Athanasio ac Theodo- // –57– ro tribuuntur, sit confirmanda in casu et ad effectum de quo agitur? Al quale dubbio, subordinatamente alla somma prudenza degli E.mi e R.mi Padri, il sottoscritto crede potersi rispondere. Affirmative, seu sententia esse confirmandam. Agostino Caprara Promotore della Fede. // –593– SOMMARIO Num. I Beatissime Pater Gratias ago celsitudini Vestrae ex intimo cordis mei quia, inter innumerabiles curas quae sollicitudinem Vestram die noctuque premunt, non est oblita Sanctorum Ossium praeclarissimi Sancti lacobi Apostoli Zebedaei, et providentissime misit ad hanc regionem occidentalem Hispaniae et Europae, adeo a Civitate aeterna separatam, specialem Nuntium, qui singulari cura et studio breviter finiret magnam Causam declarationis identitatis Ossium ipsius praeclarissimi Apostoli, nuper in hac Apostolica et Metropolitana Ecclesia feliciter inventorum. Gratias igitur, Beatissime Pater, gratias iterum refero propter hoc eloquentissimum testimonium sollicitudinis Vestrae erga nostram terram, universam Hispaniam et Patronum nostrum // 3 

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–60– Excellentissimus et Reverendissimus Dominus Augustinus Caprara a Beatitudine Vestra missus, diligentissime et exactissime munus suum explevit. Omnia perlustravit: omnia examinavit, attente recognovit: semel atque iterum peritos ac testes iuramento ligatos interrogavit: quidquid in Processu quocumque modo non omnino perfectum reperit, complevit et firmavit, ita ut, secundum meum iudicium, quando hodie Romam revertendo petit, omnia secum portat necessaria et utilia ut Sanctitas Vestra, ea qua pollet iustificatione et sapientia, expectatissimam declarationem prudentissime et absque haesitatione proferre possit. Veniat igitur, Beatissime Pater, veniat desideratissimum oraculum ad solatium nostrum, ad confirmationem fidei, devotionis et pietatis huius religiosissimae civitatis, regionis, Hispaniae, universique orbis, qui omnibus Christianis saeculis specialissimam devotionem erga Sanctum Iacobum nostrum indesinenter manifestavit. Pro hoc mecum suspirant Capitulum hoc et Clerus Metropolitanus, Seminarium Conciliare, universus Clerus dioecesanus et Sanctimoniales, pro hac Causa ad Deum incessanter preces et orationes elevantes. Veniat igitur, Beatissime Pater, veniat sine mora desideratum oraculum quod a Beatitudine Vestra instanter, instantius, instantissime expostulamus. Et, dum ipsum speramus, dignetur Beatitudo // –61– Vestra benevole accipere novam demonstrationem obedientiae, amoris, adhaesionis et gratitudinis erga amatissimam et dilectissimam dignitatem et Personam Vestram. Compostellae, die 12 Iunii, ann. 1884. Beatissime Pater Ad Sanctitatis Vestrae PP. H. P. Michael, Card Payá, Archiep. Compostellanus. // –62– Num. II E.me ac R.me Domine, Octavo die currentis mensis accepi magna cum cordis mei laetitia et profunda gratitudine litteram tuam amoris plenam per manus Excellentissimi ac R.mi Domini Augustini Caprara, dignissimi Fidei Promotoris, qui eodem die

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ad istam civitatem pervenit. In illa me certiorem facit Eminentia Vestra vivissimae sollicitudinis Sanctissimi Domini Nostri Patris Leonis XIII pro felici et proxima terminatione Causae ad declarationem identitatis Ossium et Reliquiarum gloriosi Nostri Sancti lacobi Zebedaei et duorum discipulorum suorum nuper in hac Sancta Apostolica Metropolitana, Providentia duce, inventorum; propter quod sapientissime decrevit supradictum Excellentissimum Dominum Augustinum Caprara ad nos venire plenissimis cum facultatibus ad ultimam adhibendam manum pro accurata et perfecta conclusione iam dictae celeberrimae Causae. // –63– Desunt mihi verba ad promendam vivissimam laetitiam mei cordis necnon Canonicorum huius Apostolicae Metropolitanae, totiusque Cleri et populi dioecesanorum ab hac gratissima et honorificentissima Apostolicae Sedis decisione profluentem; ista enim via, firmissime speramus in proximo esse felicem finem vividorum nostrorum desideriorum. Vivat igitur ad multos annos Sanctissimus Pater Noster! Vivat etiam dignissima Persona Eminentiae Vestrae!, et vivant omnes cooperatores tanti operis! Ut mei muneris erat, domum meam honoravi maximo cum cordis mei gaudio et gratitudinis sensu, dignissimum et meritissimum Dominum supradictum Caprara, in ea tanquam familiarem et valde dilectum hospitem recipiendo, et constanter adlaborando ut ipsi nihil omnino deesset ad suum opus quantocius et perfectissime perficiendum. Ipsum vellem per plures dies apud me retinere; ast, quoniam indesinenter instat pro suo regressu, quamvis aegre, eum dimittam crastina die, providentem Dominum ciusque gloriosissimum Apostolum ferventer deprecando, ut ad Vos feliciter et gaudenter perveniat. Occasione data Eminentiam Vestram enixe rogo ut dignetur Sanctissimo Patri Nostro amoris, gratitudinis, adhaesionis et obedientiae sensus humiliter et peramanter offerre. Et quod ad Eminentiam Vestram attinet, gaudeo // –64– quamplurimum pro salute recuperata, simulque manus vestras reverenter ac peramanter deosculor. Compostellae, die 11 Iunii ann. 1884. Eminentiae Vestrae Rmae Humillimus et dev.mus servus verus Michael Card. Payà Archiepiscopus Compostellanus //

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–65– Num. III. Beatissime Pater Ex quo anno antecedente millesimo octingentesimo octogesimo tertio, Acta una cum sententia Eminentissimi ac Reverendissimi Archiepiscopi Compostellani super identitate Reliquiarum Beati Iacobi Apostoli, suorumque discipulorum Theodori et Athanasii supremo et infallibili Sanctitatis Vestrae iudicio submissa fuere, in Hispaniarum clero et populo, ad quos rerum notitia pervenit, maximopere crevit in dies desiderium hodie vehementissimum, quantocius obtinendi a Sanctitate Vestra decreti Archicpiscopalis, praedictarum Reliquiarum identitatem asserentis, plenissimam confirmationem. Omnibus enim persuasum est huiusmodi Pontificiam decisionem Dei Optimi Maximi gloriam in cultu et veneratione Sanctorum de quorum exuviis agitur, imprimis promoturam, Ecclesiae Compostellanae caeterisque Hispaniae, ac ipsimet universali, ma- // –66– gnum honorem, spiritualem proventum, aliaque pretii inaestimabilis bona allaturam, cunctosque Christi fideles inenarrabili gaudio repleturam fore. Tam, idcirco, optatam, tamque rei catholicae proficuam definitivam sententiam enixe a Sanctitate Vestra exposcunt oratores, qui, Capitulum praenominatae Ecclesiae Compostellanae efformantes, pedes Sanctitatis Vestrae humiliter deosculantur, quique ad Limina Beati lacobi Apostoli, sicut in praesentiarum, nunquam rogare cessabunt, ut Omnipotens Deus per plurimos annos et in aeternum postea sartam tectamque Sanctitatis Vestrae pretiosissimam vitam servare dignetur. Compostellae, die 13 Iunii, ann. 1884. Beatisime Pater.– Ad PP. Sanctitatis Vestrae Hum.ter Provoluti Iosephus María Canosa, Decanus.– Michaël Hidalgo Scholae Praefectus.– Dionysius López, Thesaurarius.– Antonius Lopez Ferreiro, Canonicus.– Iosephus María Labín, Canonicus Doctoralis.– Avelinus Rodríguez et Varela, Canonicus.– Enricus A. de Zurna, Canonicus.– Petrus Sei[jas], Canonicus et Vicarius Generalis.– Iosephus Ferdinandos Quiroga, Canonicus.– Iosephus M. Portat Son, Canonicus Theologus.– Ricardus Rodericus a Blanco, Canonicus.– Angelus Chamorra, Canonicus.– Iosephus María Martínez, Canonicus.– Anselmus Villoria Alarcón, Secretarius Capitularis.

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Índice de personas y lugares** 1

*  Se excluyen las referencias bibliográficas, los nombres de Santiago, Atanasio y Teodoro, España, Santiago de Compostela o Compostela, así como los incluidos en las actas capitulares del XVI y XVII (págs. 177-186), en el Acta de Consagración de la basílica compostelana (págs. 186-190), en la Concordia de Antealtares (págs. 191-196), y en la relación de reliquias de la catedral compostelana (págs. 235-239). Tampoco se recogen los del original italiano de la Nova Positio, ya indicados en la traducción. 1

Abiatar: 175 (n), 176 Acosta, Tomás de: 115 África: 235 Agustín, san: 345, 345 (n), 346 Al-Makkari: 227 Alberto de Austria, archiduque: 229 Alcalá de Henares: 227 Alcántara: 233 Alfonso II el Casto: 130, 199, 200, 201, 228, 255, 275, 331 Alfonso III: 130, 201, 230, 231, 255, 278, 331, 331 (n), 334, 341 Almanzor: 72, 73, 73 (n), 130, 131, 132, 133, 136, 138, 139, 140, 141, 143, 144, 158, 201, 201 (n), 203, 204, 251, 255, 256, 278, 280, 282, 283, 312, 314, 336, 341 Almogrib, Bayan: 203, 256, 278, 280 Alpes: 34 Ambrosio, san: 27, 29 (n), 124, 125, 129, 133, 220, 345, 345 (n) Ancona: 336, 337 (n) Andrés, san: 160 Angers: 235 Angilberto, arzobispo: 124, 133 Apringio, san: 226, 271 Arias (arzobispo), Juan: 213, 240 Asia: 235 Asturias: 203, 256, 275 Atilano, san: 133

Atón, san: 55, 61, 78 (n), 128, 133, 205, 302, 305, 341 Auca: 130, 130 (n) Azevedo, Manuel de: 156 (n) Barral Iglesias, Alejandro: 21 (n), 63 Barrio, Julián: 62 Bartolini, Domenico: 21, 44, 47 (n), 55 (n), 58, 60, 60 (n), 61, 61 (n), 67, 70, 76, 76 (n), 78 (n), 81, 82, 83, 87, 94, 95, 95 (n), 97, 202 (n), 301, 303 (n), 306 (n), 308 (n), 311 (n) Beato de Liébana, san: 226, 227, 271 Becket, Tomás: 29, 29 (n) Belloc, Hilaire: 34 Beltran de Guevara (arzobispo), Juan: 181, 182, 214, 260 Benedicto XIII: 346 Benedicto XIV: 156, 156 (n), 199, 222, 223, 224, 251, 252, 263, 266, 267, 291, 294, 344, 344 (n), 345 Benedicto XVI: 156 (n) Benito, san: 225, 225 (n) Berganza, Francisco de: 145, 341 Bermudo II: 131, 133, 202, 256, 278, 282 Bermudo III: 203 (n) Berzelius, Jöns Jacob: 152, 316 Bianchi, Angelo: 81, 301 Blanco Barreiro, Jacobo: 148

408

Índice de personas

Blanco, Francisco: 143 Blanco, Ricardo: 350 Braga: 227, 271 Brañas, Alfredo: 35, 35 (n), 36 (n) Bugarín, José: 135, 209, 219, 285, 329, 330 Burdín, Mauricio: 142, 145 (n), 231, 232, 336 (n), 341 Cádiz: 183, 211 Calixto II: 122, 170, 199, 200, 204, 228, 233 Camba, Torre de: 135, 178, 208 Cambre: 135, 207 Canosa, José María: 52, 52 (n), 112, 113, 115, 116, 146, 147, 308, 308 (n), 318, 350 Canterbury: 29, 29 (n) Caprara, Agostino: 24, 53 (n), 55 (n), 56, 56 (n), 58, 61 (n), 76, 76 (n), 77, 78, 78 (n), 79, 79 (n), 80, 81, 82, 83, 96, 156 (n), 164 (n), 267 (n), 301, 301 (n), 303, 304 (n), 305 (n), 306 (n), 308 (n), 311 (n), 318 (n), 322 (n), 323 (n), 339 (n), 347, 348, 349 Cardalda, Tomás: 164, 165, 171, 173, 174, 264, 319 Carlos el Calvo: 337 (n) Carlos V: 212 Carrión de los Condes: 142, 341 Casares, Antonio: 113, 147, 148, 153, 253, 293, 310, 314 (n) Castelar, Emilio: 89 Castellá Ferrer, Mauro: 124, 145 (n), 170, 330 Castilla: 130 (n), 133, 229 Castro, Federico de: 201 (n) Cattaneo, Cristina: 345 (n) Cattaneo, Raffaele: 28, 40, 40 (n) Cayo Julio Lacer: 233 Cayo Poblicio Bíbulo: 233

y lugares

Cebrián, Jenaro: 62 Chiappelli, Alberto: 55 (n), 56, 56 (n), 305 Chiappelli, Francesco: 55 (n), 56 (n), 61, 61 (n), 62 (n), 78 (n), 80, 303, 304 (n), 305 (n), 323 Chindasvinto: 334, 334 (n) Clara, santa: 27 Conxo: 35 (n), 89 Cook, Thomas: 32, 33 (n) Coquatrix, Geoffroy: 218, 218 (n), 228, 288 (n) Córdoba: 139, 202, 235, 255 Coruña: 36, 104, 135, 136, 137, 178, 179, 180, 183, 184, 185, 207, 229, 258, 284, 327 Cucufate, san: 319 Cuenca: 36, 89, 90 Cuesta, Pablo: 47, 309 (n), 343 (n) Cuntis: 164, 173 De Rossi, Giovanni Battista: 28, 28 (n), 40, 334 Dídimo Alejandrino: 198, 226, 271 Dozy, Reinhart: 139, 139 (n), 201, 203 (n), 255 Drake, Francis: 178, 229, 284, 327, 328 Escolástica, santa: 225 (n) Esteban, san: 144 Estonia: 20 Europa: 19 (n), 21, 28, 33, 235, 347 Facundo, san: 133, 307 Fagildo, abad: 228, 279 Fagnani, Próspero: 266, 267 Felipe II: 137, 229 Felipe, apóstol: 27, 269 Fernández Sánchez, José María: 44, Fernández-Guerra y Orbe, Aureliano: 24, 44, 46, 53, 53 (n), 55 (n), 56, 57,

Índice de personas

60, 74, 75, 78 (n), 79, 91 (n), 102, 153, 156, 158, 159, 161, 169, 200, 209, 226, 235, 239, 242, 243, 244, 246, 253, 259, 260, 263, 277, 279, 293, 306, 306 (n), 307, 307 (n), 312, 313, 314 (n), 318, 324, 334, 337, 337 (n), 340 Fernando III: 139, 193 (n), 202, 325 Fita, Fidel: 24, 44, 46, 53, 53 (n), 55 (n), 56, 57, 60, 74, 75, 78 (n), 79, 79 (n), 91 (n), 102, 153, 156, 158, 159, 161, 169, 201, 209, 226, 235, 239, 242, 243, 244, 246, 253, 259, 260, 263, 277, 279, 293, 306, 307, 313, 318, 324, 337, 337 (n), 340 Flórez, Enrique: 170, 200, 201, 202 (n), 203, 204, 243, 256, 272 Fonseca y Acevedo (arzobispo), Alonso de: 122, 243 Francia: 19 (n), 34, 228, 228 (n), 313 Francisco de Asís, san: 27, 29 (n), 41 (n), 344 (n) Francisco Manuel: 177 Freire Barreiro, Francisco: 44, 147, 148, 153, 253, 288, 293, 310, 314 (n), 322 (n), 323 (n), 339 (n) Froilán, san: 133 Fructuoso, san: 319 Galicia: 19 (n), 20 (n), 60, 78 (n), 90, 91, 92, 110, 137, 175 (n), 179, 180, 199, 207, 215, 253, 258, 273, 275, 275 (n), 276 (n), 281, 284, 293, 311 Gallemart, Iohannis: 145, 145 (n) García Cuesta, Miguel: 35, 35 (n) García Manrique, Juan: 143 García Villada, Zacarías: 59 (n), 60 (n), 62, 81, 82, 101 (n) Gelmírez, Diego: 55, 56, 61, 72, 73 (n), 77, 78 (n), 121, 122, 128, 131, 132, 133, 134, 138, 142, 144, 204, 205,

y lugares

409

206, 207, 209, 210, 212, 215, 229, 230, 234, 251, 258, 260, 271, 272, 278, 280, 281, 282, 283, 286, 288, 302, 305, 312, 324, 325, 330, 330 (n), 331, 336, 336 (n), 341, 342 Gervasio, san: 27, 124, 129, 133, 220, 345, 345 (n) Gibraltar: 328 Girardin, J: 152, 152 (n), 316 Giusti, Martino: 83 Gómez Adanza, Manuel: 53, 93 (n), 94 (n), 96, 97 (n), 265, 266, 293 González Méndez, Elisa: 168 Gran Bretaña: 19 (n), 20 Grecia: 198, 198 (n) Guadamur: 326 Guadix: 331, 334 (n) Guarrazar: 326 Guerra Campos, José: 18, 22, 30 (n), 43, 44, 61 (n), 62, 63, 81, 84 Guillermo II de Alemania: 33 Herodes: 175 (n), 176, 231, 275 (n), 311 Hidalgo, Miguel: 52, 52 (n), 146, 350 Huerta y Vega, Francisco Javier de la: 272, 275, 275 (n), 276, 276 (n), 280 Idacio: 129 Iglesias, Nicolás: 53, 101 (n), 112, 113, 115, 116, 146, 147, 161, 162, 163, 164, 165, 166, 167, 168, 169, 172, 173, 174, 197, 244, 252, 264, 265, 266, 294, 298 Indias: 198 (n) Inglaterra: 27 (n), 33, 183 Iria Flavia: 175 (n), 176, 200, 273, 274, 275, 275 (n) Isabel I de Inglaterra: 211, 229, 328 Isabel II: 329 Isaías: 271

410

Índice de personas

Isidoro, san: 129, 226, 227, 271, 271 (n), 312, 336, 336 (n) Italia: 19 (n), 21, 32, 34, 55, 57, 78, 90, 94 Itálica: 225, 271 Japón: 36 (n), 89 Jerónimo, san: 198, 226, 227, 271 Jerusalén: 33 (n), 44 (n), 73 (n), 105, 142, 145 (n), 157, 175 (n), 199 (n), 200, 231, 275, 275 (n), 311, 336 (n), 341 Josafat, valle de: 336 (n) Josías: 175 (n) Juan de Mata, san: 224, 225, 225 (n) Julita, santa: 104 Labín Cabello, José: 31, 40, 41, 43, 45 (n), 46 (n), 52, 54 (n), 55, 55 (n), 56, 56 (n), 57, 75, 78, 87, 92, 92 (n), 93, 93 (n), 94 (n), 102, 103, 106 (n), 109 (n), 115, 116, 141, 145, 146, 148, 157, 162, 164, 165, 166, 167, 171, 173, 202, 203, 204, 206, 208, 211, 214, 216, 217, 218, 219, 220, 224, 239, 244, 245, 247, 250, 253, 255, 256, 259, 260, 262, 263, 280, 282, 287, 288, 288 (n), 289, 290, 293, 294, 305 (n), 308 (n), 311, 319, 320, 343 (n), 345, 350 Lambertini, Próspero: Ver Benedicto XIV Landoria, Berenguer de: 142, 142 (n), 155, 336 (n) Larramendi, Manuel: 164, 165, 171, 173, 174, 264, 308, 319, 320, 339 Lauri, Luigi: 81, 301 Lavín, José: Ver Labín Cabello, José Ledochowski, Mieczyslaw Halka: 81, 301 León III, papa: 102, 122, 123, 129, 141, 158, 170, 174, 175, 176, 199, 199 (n), 200, 228, 232, 234, 246, 247, 272, 276, 277, 279, 294, 312, 337 (n)

y lugares

León XIII, papa: 21, 23, 24, 27, 36, 38 (n), 53, 67, 68 (n), 75, 76, 76 (n), 77 (n), 81, 87, 89, 90, 95, 95 (n), 96, 97, 97 (n), 176, 265 (n), 296 (n), 297, 302, 305 (n), 319, 348 León: 72, 73 (n), 133, 142, 203, 256, 308, 308 (n) Libredón: 175 (n), 273, 274, 276, 279 López Amarante, José: 113 López Ferreiro, Antonio: 17, 21, 28 (n), 29 (n), 36 (n), 40, 40 (n), 41, 41 (n), 43, 45 (n), 46 (n), 48, 52, 54, 55, 55 (n), 56, 56 (n), 57, 75, 78, 87, 91, 91 (n), 92, 92 (n), 93, 93 (n), 94, 94 (n), 97, 102, 103, 106 (n), 108, 109 (n), 115, 116, 141, 145, 146, 148, 154, 157, 162, 164, 165, 166, 167, 171, 173, 191 (n), 200, 201, 202, 203, 204, 206, 208, 211, 214, 216, 217, 218, 219, 220, 224, 239, 244, 245, 247, 250, 253, 255, 256, 259, 260, 262, 263, 274, 279, 280, 282, 287, 288, 288 (n), 289, 290, 293, 294, 305 (n), 308 (n), 311, 319, 337, 337 (n), 340, 343 (n), 350 López, Dionisio: 91 (n), 110, 115, 298, 350 Losada, José: 125, 162, 166, 220, 264, 308, 319, 321 Lourdes: 19, 21 (n), 27-28, 33, 33 (n), 34, 34 (n), 37, 37 (n). Lucas, san: 104, 231 Lupa, doña: 107, 142, 215, 260, 275, 275 (n) Lyon: 235 Madrazo, Luis: 28 (n), 90 Madrid: 53 (n), 68, 76, 78 (n), 79, 79 (n), 80, 83 (n), 88, 90, 112, 156, 170 (n), 224, 225 (n), 235, 305, 305 (n), 306, 307, 337

Índice de personas

Marcos, san: 21 (n), 40 (n), 226, 271 María de Portugal: 143 Mariana, Juan de: 199 Mariño, Manuel: 160, 161, 163, 164, 165, 166, 167, 169, 173, 174, 252, 264, 266 Martín V, papa: 346 Martínez, Antonio: 179 Martínez, José María: 115, 350 Méndez, Agustina: 125, 162, 168, 264, 319 Milán: 124, 220 Millán, san: 133 Moisés: 269 Monaco La Valletta, Raffaele: 81, 301 Mónica, santa: 225, 225 (n), 346 Monroy, Antonio de: 312, 324 Morales, Ambrosio de: 116, 116 (n), 131, 159, 199, 204, 205, 207, 210, 212, 222, 258, 280, 283, 284, 285, 312, 342 Moscoso, Lope de, conde de Altamira: 180 Múzquiz y Aldunate, Rafael de: 134 Nartallo, Juan: 30, 120, 159, 162, 163, 164, 165, 171, 173, 174, 224, 263, 264, 308, 319, 321, 339 Nussi, Vicenzo: 81, 301 Oporto: 130 (n), 130 Orense: 135, 208, 229, 258, 326, 329, 338 Oviedo: 213, 226 Oxea, Hernando de: 170 (n), 207, 210, 330, 330 (n) Oza: 135, 207 Pablo, san: 157, 200 Padrón, Rodrigo de: 126, 213, 220, 240 Padrón: 273

y lugares

411

Palencia: 341 Palestina: 19, 19 (n), 32, 33 (n), 233 Paperbroch, Daniel: 222, 223, 344, 344 (n) Parga, Salvador: 113 Parocchi, Lucido Maria: 81, 301 Pastor, san: 227 Paulino de Nola, san: 227 Paulo Orosio: 227, 271 Pavía: 346 Payá y Rico, Miguel: 17, 21 (n), 23, 32 (n), 35, 35 (n), 36, 36 (n), 37, 37 (n), 38 (n), 39, 40 (n), 44, 44 (n), 45, 45 (n), 46, 46 (n), 48, 48 (n), 51, 52, 53, 53 (n), 54, 56, 59, 67, 67 (n), 68, 70 (n), 73 (n), 74, 75, 77, 79, 79 (n), 87, 88, 88 (n), 89, 89 (n), 90, 91, 92, 92 (n), 93, 93 (n), 94 (n), 95, 96, 96 (n), 97, 97 (n), 101, 104, 110, 112, 113, 115, 143, 148, 160 (n), 265 (n), 280 (n), 295, 298, 306 (n), 308, 308 (n), 348, 349 Pecci, Vincenzo Gioacchino: Ver León XIII Pedro de Mezonzo, san: 66 (n), 72, 73 (n), 101 (n), 131, 131 (n), 132, 133, 140, 202, 202 (n), 203, 204, 205, 256, 278, 282, 314 Pedro, san: 30, 36, 89, 157, 200 Peláez, Diego: 102, 121, 122, 131, 158, 170, 228, 246, 272, 278, 279, 294 Pelayo, don: 133 Pelayo, san: 133 Pereiro, Ramón: 125, 162, 167, 168, 264, 319 Pérez, Fernán: 196 Pérez, Segundo: 62 Pérez, Vicenta: 167 Pertusati, Francesco: 346 Picaud, Aymeric: 276, 277, 279, 283 Pintos, Camilo: 113 Pío IX, papa: 28, 28 (n), 88, 95 (n), 96, 129, 269

412

Índice de personas

Pistoya: 54 (n), 55, 55 (n), 56, 56 (n), 61, 62 (n), 76, 77, 78, 78 (n), 80, 129, 133, 156 (n), 159, 205, 206 (n), 218, 228, 242, 262, 280, 280 (n), 283, 288, 288 (n), 289, 302, 302 (n), 303 (n), 305, 321, 322 (n), 323, 341 Pisuerga: 274 Poe, Edgar Allan: 325 (n) Polonia: 19 (n), 20 Pombo, Antón: 17, 35 (n), 89 (n) Portugal: 67 (n), 78 (n), 284, 328 Preisser, F: 152 (n) Primitivo, san. 133 Protasio, san: 27, 124, 129, 133, 220, 345, 345 (n) Pugin, Augustus: 28, 28 (n) Quintas, Luis: 113 Quirico, san: 104 Quiroga, José Fernando: 350 Rainiero de Pistoya: 128, 133, 205 Rampolla, Mariano: 67 (n), 79 (n), 80, 80 (n), 83 (n), 305 (n), 307 Recesvinto: 334, 334 (n) Reinffestuel, Anacletus: 266, 267 Rochemenier: 152 (n) Rodríguez Ballón, Ricardo: 53, 53 (n), 160, 162, 163, 164, 165, 166, 167, 169, 172, 174, 244, 252, 264, 265, 292 Rodríguez Rodríguez, Cesáreo: 53 (n), 160, 160 (n) Rohault de Fleury, Charles: 40, 334 Roma: 19, 21 (n), 22, 22 (n), 28, 28 (n), 30 (n), 32, 33 (n), 34, 36, 36 (n), 37, 38 (n), 39 (n), 44, 44 (n), 45 (n), 47 (n), 48, 51, 52, 53, 54, 54 (n), 55, 56 (n), 57, 58, 58 (n), 59, 63, 67, 67 (n), 68, 69, 70, 76, 77, 77 (n), 78, 80, 81, 87, 88, 89, 90, 93, 94, 94 (n),

y lugares

96 (n), 97 (n), 129, 157, 200, 233, 267 (n), 268, 288, 302, 308, 308 (n), 309, 311 (n), 339 (n), 346, 347 Rongier Fullerad, Silvestre: 21 (n), 58, 60, 61 (n), 176 (n), 296 (n) Rosales, Eduardo: 28 (n), 90 Sahagún: 76, 79, 133, 228, 307, 308 (n), 313 Sainz, Francisco: 113 Salamanca: 175, 213 Salvati, Lorenzo: 47 (n), 81, 301 Sánchez Freire, Timoteo: 147, 148, 153, 253, 293, 310, 314 (n), 322 (n), 323 (n), 339 (n), 340 Sanclemente y Torquemada, Juan de: 51, 72, 107 (n), 108, 108 (n), 135, 136, 137, 138, 177, 178, 180, 207, 209, 210, 211, 219, 229, 241, 251, 258, 259, 284, 285, 324, 325, 327, 328, 329, 336, 341, 342 Santiago Alfeo: 143 (n), 232 Santiago el Justo: 145 Santiago el Menor, apóstol: 141, 142, 145, 145 (n), 155, 232, 269, 336, 336 (n), 337 (n) Santos, Carlos: 17 Sanz del Castillo, Pedro: 135, 178, 219, 329, 330 Sanz y Forés, Benito: 53 (n), 71, 71 (n), 79, 79 (n), 80 (n), 160, 160 (n), 226, 306, 337 Saumur: 152 Seijas, Pedro: 53, 59, 160, 161, 163, 164, 165, 166, 167, 168, 172, 174, 197, 244, 252, 264, 265, 294, 295, 298, 350 Serafini, Luigi: 81, 301 Silvestre, san: 319 Simancas, archivo de: 228 Sixto V: 68, 94 (n)

Índice de personas

Solovio: 191 (n), 274, 275, 279, 280 Suárez de Deza, Pedro: 213 Teodomiro: 130, 199, 201, 210, 227, 233, 234, 243, 255, 272, 275, 276, 277, 279, 280, 312, 340, 341 Tierra Santa: 32 Toledo: 48, 54 (n), 55 (n), 56, 156, 159, 205, 218, 229, 231, 242, 248, 250, 262, 280, 288, 289, 326 Toulouse: 228, 235

y lugares

413

Vega y Verdugo, José de: 207, 210, 279, 285, 287, 312, 342 Velluti Zati di San Clemente, Donato: 55 (n), 61 (n), 302 (n), 303 (n), 304 (n) Venecia: 40 (n) Veremundo II: 204 Veremundo III. 203, 256 Vicente de Lerins, san: 262, 290 Viollet-le-Duc, Eugène: 28, 28 (n), 40 Viqueira, Santiago Francisco: 47, 308 (n), 309 (n), 343 (n)

Ubera, José: 47, 47 (n) Uclés: 229 Ughelli, Ferdinando: 283, 283 (n) Ulla y Barzabal, Manuel: 309, 342 Urraca, reina: 142, 144, 336 (n) USA: 20

Walsingham: 33 Whitehill, Walter Muir: 202 (n)

Valero Nacarino, Juan María: 53 (n), 160, 160 (n) Valladolid: 76, 79 Vallejo, María: 166 Varela, Bernarda: 125, 162, 166, 167, 264, 319 Varela, Manuel: 115

Zamora: 133, 203, 256 Zaragoza: 227, 240, 267, 271 Zepedano y Carnero, José María: 126, 209, 219, 272, 285 Zigliara, Tommaso Maria: 76 (n), 81, 301 Zúñiga y Avellaneda, Gaspar de: 175, 175 (n)

Yáñez, Juan: 145, 184, 185 Yedasto, san: 337 (n) Yglesias, Nicolás: Ver Iglesias, Nicolás

Las reliquias de Santiago. Documentos fundamentales de la reinventio de 1879, se terminó de imprimir en R.B. Fotocomposición, S.A. el 30 de diciembre de 2021, festividad de la Traslación del Apóstol Santiago y Año Santo en Compostela.

✠ Laus Deo O. M.

HENDIDO DE LA SOLAPA 

HENDIDO DE CORTESÍA 



HENDIDOS DEL LOMO 

 HENDIDO DE CORTESÍA

 HENDIDO DE LA SOLAPA

ANEJOS DE CUADERNOS DE ESTUDIOS GALLEGOS

ANEJOS DE CUADERNOS DE ESTUDIOS GALLEGOS XXXII

José Leonardo Lemos Montanet. «Obra viva» de Ángel Amor Ruibal. 2004.

XXXIII

José Antonio Vázquez Vilanova. Clero y sociedad en la Compostela del siglo xix. 2004.

I

CSIC CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS XUNTA DE GALICIA

II

D. Domingo Fontán y su mapa de Galicia. En el primer centenario de su publicación. 1946. Eladio Leirós. El deambulatorio de la Catedral de Orense. 1948.

III

Fr. Mateo del Álamo y Fr. Justo Pérez de Urbel (transcripción). Viaje a Galicia de Fr. Martín Sarmiento (1754-1755). Ms. de la Abadía de Silos. 1950.

IV

D. Pedro González de Ulloa. Descripción de los estados de la Casa de Monterrey en Galicia. 1950.

XXXIV

José Couselo Bouzas. Galicia artística en el siglo xviii y primer tercio del xix. 2004.

XXXV

César Olivera Serrano. Beatriz de Portugal. La pugna dinástica AvísTrastámara. 2005.

XXXVI

Ana María Carballeira Debasa. Galicia y los gallegos en las fuentes ára­ bes medievales. 2007.

V

Jesús Carro García (ed. lit.). Corónica de Santa María de Iria. Códice gallego del siglo xv. 1951.

XXXVII

Carme Hermida Gulías. O Diccionario del dialecto gallego de Luis Agui­ rre del Río. 2007.

VI

María Luisa Caturla. Un pintor gallego en la Corte de Felipe IV: Antonio Puga. Seguido del apéndice «Los libros que poseía el pintor». 1952.

XXXVIII

Carlos García Cortés. María Francisca de Isla y Losada (1734-1808). Una conexión literaria en la Compostela de la Ilustración. 2007.

VII

Ramón Otero Pedrayo. El doctor Varela de Montes. Médico humanista compostelano del siglo xix. 1952.

XXXIX

M. R. Saurín de la Iglesia (edición e introducción). Estudios arqueo­ lógi­cos. Antonio de la Iglesia González. 2008.

VIII

P. Aureliano Pardo Villar, O. P. Los dominicos en Santiago (apuntes históricos). 1953.

XL

José Méndez Pérez, Pablo S. Otero Piñeyro Maseda y Miguel Roma­ní Martínez. El monasterio de San Salvador de Chantada (siglos xi-xvi). Historia y documentos. 2016.

IX

José Manuel Pita Andrade. La construcción de la Catedral de Orense. 1954.

XLI

Baltasar de Zúñiga. Sumario de la descendencia de los Condes de Monte Rey, señores de la Casa de Viezma y Ulloa. 2016.

X

Jesús Carro García. Estudios jacobeos. Arca marmórica, cripta, oratorio o confesión, sepulcro y cuerpo del Apóstol. 1954.

XLII

Isidro García Tato. El Destacamento Penal de las Minas de Wolfram de Valborrás de Casaio (Carballeda de Valdeorras). 2016.

XLIV

Eduardo Pardo de Guevara y Valdés (ed.). Mujeres con poder en la Galicia medieval (siglos xiii-xv). Estudios, biografías y documentos. 2017.

XLV

Leopoldo Fernández Gasalla. Galicia en la Guerra de Sucesión (17001714). (2 vols.). 2018.

XlVI

María Ascensión Enjo Babío. Colección documental del archivo de la Catedral de Ourense (siglo XIV). Estudio y edición. (2 vols.). 2018.

XLVII

Francisco Javier Pérez Rodríguez. Los monasterios del reino de Galicia entre 1075 y 1540: de la reforma gregoriana a la observante. (2 vols.). 2019.

XLVIII

DOCUMENTOS FUNDAMENTALES DE LA REINVENTIO DE 1879

Amparo Rubio Martínez. El reinado de los Reyes Católicos en Galicia: actividad económica y fiscalidad regia. 2016.

LAS RELIQUIAS DE SANTIAGO

XLIII

INSTITUTO DE ESTUDIOS GALLEGOS PADRE SARMIENTO

João Paulo Martins Ferreira. A Nobreza Galego-Portuguesa da Diocese de Tui (915-1381). 2019.

XLIX

Carlos Andrés González Paz. O bispado de Mondoñedo na Idade Media: territorio, comunidade e poder. (2 vols.). 2019.

L

Amalia López Martínez. Minutarios notariales de Estevo Pérez (Ourense, siglo xiv). (2 vols.). 2020.

LI

Antón M. Pazos. Las reliquias de Santiago. Documentos fundamentales de la reinventio de 1879. 2021

LAS RELIQUIAS DE SANTIAGO DOCUMENTOS FUNDAMENTALES DE LA REINVENTIO DE 1879



HENDIDOS DEL LOMO 

José Luis Pensado Tomé. Fragmento de un «Livro de Tristán» galaicoportugués. 1962.

XV

Fermín Bouza-Brey Trillo. El señorío de Villagarcía desde su fundación hasta su marquesado (1461-1655). Edición y estudio. 1965.

XVI

Ramón López Caneda. Prisciliano. Su pensamiento y su problema his­ tórico. 1966.

XVII

SANTIAGO DE COMPOSTELA MMXXI

 HENDIDO DE CORTESÍA

ADVERTENCIA: para la impresión del color rojo se utilizará el PANTONE 187 U.

Carlos Martínez-Barbeito. Impresos gallegos de los siglos xviii. 1970.

xvi, xvii

y

Antonio Meijide Pardo. La invasión inglesa de Galicia en 1719. 1970. Nieves de Hoyos Sancho. El traje regional de Galicia. 1971. Claude Bédat. El escultor Felipe de Castro. 1971.

XXI

José Ramón y Fernández Oxea y Manuel Fabeiro Gómez. Escudos de Noya. 1972.

XXII

Benito Varela Jácome. Estructuras novelísticas de Emilia Pardo Bazán. 1973.

XXIII

Ángel Rodríguez González (ed.). O Tumbo Vermello de Don Lope de Men­­ do­za. 1995.

XXIV

María José Portela Silva y José García Oro. La Iglesia y la ciudad de Lu­go en la Baja Edad Media: los señoríos, las instituciones, los hombres. 1997.

XXV

Concepción Fontenla San Juan. Restauración e Historia del Arte en Ga­ licia. 1997.

XXVI

Baldomero Cores Trasmonte. Os senadores da Universidade de Santiago. 1998.

XXVII

Adolfo de Abel Vilela. A pompa funeral e festiva como exaltación do poder. O cerimonial en Lugo. 1999.

XXVIII

2021

HENDIDO DE CORTESÍA 

Jesús Taboada. Monterrey. 1960.

XX

ANEJOS DE CUADERNOS DE ESTUDIOS GALLEGOS LI

Antonio Fraguas Fraguas. Los colegiales de Fonseca. 1958.

XIV

XIX

Antón M. Pazos

Antonio Fraguas Fraguas. Historia del Colegio de Fonseca. 1956.

XIII

XVIII

VOLUME 1

HENDIDO DE LA SOLAPA 

XI XII

Enrique Cal Pardo. Episcopologio mindoniense. 2003.

XXIX

Mercedes Vázquez Bertomeu. La hacienda arzobispal compostelana. Libros de recaudación (1481-83 y 1486-91). 2002.

XXX

María Rosa Saurín de la Iglesia. Antonio, Francisco y Benigno de la Iglesia. Una biografía intelectual. 2003.

XXXI

Manuel Fernández Rodríguez. Toronium. Aproximación a la historia de una tierra medieval. 2004.

 HENDIDO DE LA SOLAPA

HENDIDO DE LA SOLAPA 

HENDIDO DE CORTESÍA 



HENDIDOS DEL LOMO 

 HENDIDO DE CORTESÍA

 HENDIDO DE LA SOLAPA

ANEJOS DE CUADERNOS DE ESTUDIOS GALLEGOS

ANEJOS DE CUADERNOS DE ESTUDIOS GALLEGOS XXXII

José Leonardo Lemos Montanet. «Obra viva» de Ángel Amor Ruibal. 2004.

XXXIII

José Antonio Vázquez Vilanova. Clero y sociedad en la Compostela del siglo xix. 2004.

I

CSIC CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS XUNTA DE GALICIA

II

D. Domingo Fontán y su mapa de Galicia. En el primer centenario de su publicación. 1946. Eladio Leirós. El deambulatorio de la Catedral de Orense. 1948.

III

Fr. Mateo del Álamo y Fr. Justo Pérez de Urbel (transcripción). Viaje a Galicia de Fr. Martín Sarmiento (1754-1755). Ms. de la Abadía de Silos. 1950.

IV

D. Pedro González de Ulloa. Descripción de los estados de la Casa de Monterrey en Galicia. 1950.

XXXIV

José Couselo Bouzas. Galicia artística en el siglo xviii y primer tercio del xix. 2004.

XXXV

César Olivera Serrano. Beatriz de Portugal. La pugna dinástica AvísTrastámara. 2005.

XXXVI

Ana María Carballeira Debasa. Galicia y los gallegos en las fuentes ára­ bes medievales. 2007.

V

Jesús Carro García (ed. lit.). Corónica de Santa María de Iria. Códice gallego del siglo xv. 1951.

XXXVII

Carme Hermida Gulías. O Diccionario del dialecto gallego de Luis Agui­ rre del Río. 2007.

VI

María Luisa Caturla. Un pintor gallego en la Corte de Felipe IV: Antonio Puga. Seguido del apéndice «Los libros que poseía el pintor». 1952.

XXXVIII

Carlos García Cortés. María Francisca de Isla y Losada (1734-1808). Una conexión literaria en la Compostela de la Ilustración. 2007.

VII

Ramón Otero Pedrayo. El doctor Varela de Montes. Médico humanista compostelano del siglo xix. 1952.

XXXIX

M. R. Saurín de la Iglesia (edición e introducción). Estudios arqueo­ lógi­cos. Antonio de la Iglesia González. 2008.

VIII

P. Aureliano Pardo Villar, O. P. Los dominicos en Santiago (apuntes históricos). 1953.

XL

José Méndez Pérez, Pablo S. Otero Piñeyro Maseda y Miguel Roma­ní Martínez. El monasterio de San Salvador de Chantada (siglos xi-xvi). Historia y documentos. 2016.

IX

José Manuel Pita Andrade. La construcción de la Catedral de Orense. 1954.

XLI

Baltasar de Zúñiga. Sumario de la descendencia de los Condes de Monte Rey, señores de la Casa de Viezma y Ulloa. 2016.

X

Jesús Carro García. Estudios jacobeos. Arca marmórica, cripta, oratorio o confesión, sepulcro y cuerpo del Apóstol. 1954.

XLII

Isidro García Tato. El Destacamento Penal de las Minas de Wolfram de Valborrás de Casaio (Carballeda de Valdeorras). 2016.

XLIV

Eduardo Pardo de Guevara y Valdés (ed.). Mujeres con poder en la Galicia medieval (siglos xiii-xv). Estudios, biografías y documentos. 2017.

XLV

Leopoldo Fernández Gasalla. Galicia en la Guerra de Sucesión (17001714). (2 vols.). 2018.

XlVI

María Ascensión Enjo Babío. Colección documental del archivo de la Catedral de Ourense (siglo XIV). Estudio y edición. (2 vols.). 2018.

XLVII

Francisco Javier Pérez Rodríguez. Los monasterios del reino de Galicia entre 1075 y 1540: de la reforma gregoriana a la observante. (2 vols.). 2019.

XLVIII

DOCUMENTOS FUNDAMENTALES DE LA REINVENTIO DE 1879

Amparo Rubio Martínez. El reinado de los Reyes Católicos en Galicia: actividad económica y fiscalidad regia. 2016.

LAS RELIQUIAS DE SANTIAGO

XLIII

INSTITUTO DE ESTUDIOS GALLEGOS PADRE SARMIENTO

João Paulo Martins Ferreira. A Nobreza Galego-Portuguesa da Diocese de Tui (915-1381). 2019.

XLIX

Carlos Andrés González Paz. O bispado de Mondoñedo na Idade Media: territorio, comunidade e poder. (2 vols.). 2019.

L

Amalia López Martínez. Minutarios notariales de Estevo Pérez (Ourense, siglo xiv). (2 vols.). 2020.

LI

Antón M. Pazos. Las reliquias de Santiago. Documentos fundamentales de la reinventio de 1879. 2021

LAS RELIQUIAS DE SANTIAGO DOCUMENTOS FUNDAMENTALES DE LA REINVENTIO DE 1879



HENDIDOS DEL LOMO 

José Luis Pensado Tomé. Fragmento de un «Livro de Tristán» galaicoportugués. 1962.

XV

Fermín Bouza-Brey Trillo. El señorío de Villagarcía desde su fundación hasta su marquesado (1461-1655). Edición y estudio. 1965.

XVI

Ramón López Caneda. Prisciliano. Su pensamiento y su problema his­ tórico. 1966.

XVII

SANTIAGO DE COMPOSTELA MMXXI

 HENDIDO DE CORTESÍA

ADVERTENCIA: para la impresión del color rojo se utilizará el PANTONE 187 U.

Carlos Martínez-Barbeito. Impresos gallegos de los siglos xviii. 1970.

xvi, xvii

y

Antonio Meijide Pardo. La invasión inglesa de Galicia en 1719. 1970. Nieves de Hoyos Sancho. El traje regional de Galicia. 1971. Claude Bédat. El escultor Felipe de Castro. 1971.

XXI

José Ramón y Fernández Oxea y Manuel Fabeiro Gómez. Escudos de Noya. 1972.

XXII

Benito Varela Jácome. Estructuras novelísticas de Emilia Pardo Bazán. 1973.

XXIII

Ángel Rodríguez González (ed.). O Tumbo Vermello de Don Lope de Men­­ do­za. 1995.

XXIV

María José Portela Silva y José García Oro. La Iglesia y la ciudad de Lu­go en la Baja Edad Media: los señoríos, las instituciones, los hombres. 1997.

XXV

Concepción Fontenla San Juan. Restauración e Historia del Arte en Ga­ licia. 1997.

XXVI

Baldomero Cores Trasmonte. Os senadores da Universidade de Santiago. 1998.

XXVII

Adolfo de Abel Vilela. A pompa funeral e festiva como exaltación do poder. O cerimonial en Lugo. 1999.

XXVIII

2021

HENDIDO DE CORTESÍA 

Jesús Taboada. Monterrey. 1960.

XX

ANEJOS DE CUADERNOS DE ESTUDIOS GALLEGOS LI

Antonio Fraguas Fraguas. Los colegiales de Fonseca. 1958.

XIV

XIX

Antón M. Pazos

Antonio Fraguas Fraguas. Historia del Colegio de Fonseca. 1956.

XIII

XVIII

VOLUME 1

HENDIDO DE LA SOLAPA 

XI XII

Enrique Cal Pardo. Episcopologio mindoniense. 2003.

XXIX

Mercedes Vázquez Bertomeu. La hacienda arzobispal compostelana. Libros de recaudación (1481-83 y 1486-91). 2002.

XXX

María Rosa Saurín de la Iglesia. Antonio, Francisco y Benigno de la Iglesia. Una biografía intelectual. 2003.

XXXI

Manuel Fernández Rodríguez. Toronium. Aproximación a la historia de una tierra medieval. 2004.

 HENDIDO DE LA SOLAPA