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Spanish; Castilian Pages [162] Year 2012
AMBGDS MUNDOS
Las islas del lujo Marcello Carmagnani
Productos exóticos, nuevos consumos y cultura económica europea, 1650-1800
Marcello Carmagnani ha sido profesor de Historia de América Latina en la Universidad de Turín, y en la actualidad es profesor en el Colegio de México. Entre sus principales libros publicados figuran: Storia dell'America latina (1976), La grande illusione delle oligarchie, Stato e società in America Latina (1981) y L'Altro Occidente. L'America Latina dall'invasione europea al nuovo millennio (2003), y ha editado, con Ruggiero Romano y Alicia Hernández Chávez, una historia de América Latina.
Ambos Mundos es una colección de estudios históricos sobre las relaciones entre dos hemisferios geográficos y conceptuales. Más cerca de las nuevas miradas atlánticas o globales que del antiguo americanismo, esta serie quiere recoger también las relaciones entre orden natural y orden social, así como las que se establecen entre las ciencias y las letras, los dos hemisferios del conocimiento humano. Lejos de pretender ocuparlos, Ambos Mundos se contenta con explorar estos espacios fronterizos, tan híbridos y proble máticos como nuestro mundo actual.
Am bos M undos
M ARCIAL PONS HISTORIA CONSEJO EDITORIAL A ntonio M. Bernal P ablo Fernández A lbaladejo Eloy Fernández d e m e n ta Ju an Pablo F usi Jo sé Luis G arcía D elgado Santos Ju liá Ram ón P arada C arlos P ascual del Pino M anuel Pérez Ledesm a Ju an Pim entel Borja de R iquer P edro Ruiz Torres Ramón V illares
L A S ISL A S D EL L U JO Productos, exóticos, nuevos consum os y cultura económ ica europea, 1 6 5 0 -1 8 0 0
MARCELLO CARMAGNANI
LAS ISLAS DEL LUJO Productos exóticos, nuevos consumos y cultura económica europea, 1650-1800 Traducción de V ito Ciao Y E sther L lórente Isidro
El Colegio de M éxico M arcial Pons H istoria
2012
Titulo originai: Le isole del lusso. Prodotti esotici, nuovi consumi e cultura economica europea, 1650-1800, Turin, UTET, 2010.
Para Alicia, que no actúa contra e l tiempo, sino a fa v o r de un tiem po venturo. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del «Copy right», bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento infor mático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.
© Marcello Carmagnani © De la traducción: Vito Ciao y Esther Llórente Isidro D. R. © COLMEX Camino al Ajusco 20, Pedregal de Santa Teresa - 10740 México D. F. www.colmex.mx © Marcial Pons, Ediciones de Historia, S. A. San Sotero, 6 - 28037 Madrid 3 91 304 33 03 [email protected] ISBN: 978-84-92820-69-6 Depósito legal: M. 21.511-2012 Diseño de la cubierta: Manuel Estrada. Diseño Gráfico. Maquetación: Francisco Javier Rodríguez Albite Impresión: Efca, S. A. Madrid, 2012
ÍN D ICE
PágIN TRODUCCIÓN...........................................................................................
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) CAPÍTULO I. ESCENARIO DEL CONSUM O MODERNO: LA CRISIS DEL MERCANTILISMO Y L A REVOLUCIÓN C O M ERCIAL...................................................................................................
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El lujo y la balanza comercial................................................................... La despenalización del lu jo ....................................................................... La revolución comercial............................................................................
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CAPÍTULO II.
DEL LUJO AL CO N SU M O ..........................................
51
El «dulce com ercio».................................................................................. La contribución de la fisiocracia y la economía política sensista........ Hume y E uropa..........................................................................................
52 61 67
CAPÍTULO III. LA TEORÍA DEL CONSUM O DE LA SOCIEDAD CO M E RCIAL............................................................................................
81
Hacia una teoría de la economía p olítica............................................... La naturaleza humana de la actividad económica................................. Los fundamentos del consumo................................................................ Consumo inmediato, consumo duradero y balance entre el producto y del consumo....................................................................................... CAPÍTULO IV.
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«ISLAS DE UN NUEVO L U JO ».................................
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Virtudes médicas y virtudes comerciales................................................ La despenalización del consumo europeo............................................. Adam Smith y los productos extraeuropeos.........................................
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Indice Pág-
CAPÍTULO V. LOS PRODUCTOS DESENCADENANTES: EL A L GOD Ó N INDIANO Y EL TABACO AMERICANO........................
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Los tejid os................................................................................................... El tabaco: entre necesidad y deseo..........................................................
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CAPÍTULO VI.
DE A SIA Y LAS AMÉRICAS: AZÚCAR, TE Y CAFÉ.
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El nuevo edulcorante: el azúcar............................................................... El oro verde: el t é ....................................................................................... El oro negro: el c afé ...................................................................................
152 166 175
CAPÍTULO VIL NIVEL DE V ID A Y CONSUM O DE LOS NUE VO S PR O D U CT O S..................................................................................
199
Etacia una sociedad urbana....................................................................... Renta y consum o........................................................................................ El motor de la difusión de los bienes extraeuropeos: los precios y el consum o................................................................................................
CONCLUSIONES.
IN TR O D U C C IÓ N
202 207 2 20
CONSUM O Y CONSUMIDORES.......................
237
N O TAS................................................................................................................
247
B IB LIO G R A FÍA ..............................................................................................
277
ÍNDICE DE N O M BR ES................................................................................
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Los libros de historia tienen algo en común con las novelas: am bos transforman la historia pasada en historia presente y nacen por una determinada percepción de la realidad, por los hechos que nos impresionan, por los acontecimientos de nuestra vida. El origen de este libro se encuentra en el aroma del café que des prendía el tostadero cerca de casa, en la curiosidad con la que obser vaba a los clientes saborear el café y en el recuerdo de la primera ta cita que tomé a los trece años en esa misma cafetería, que marcó el comienzo de una serie interminable de cafés que luego he degustado en distintos países. Cuando era estudiante universitario y frecuentador asiduo de ca feterías, tuve la curiosidad de estudiar la historia del café y de com prender la importancia y el significado de su difusión en el mundo. Años después, este interés me llevó a proponer, sin éxito, a una co nocidísima marca de café difundida por todo el mundo un libro que relatara la importancia económica, social y cultural de la bebida. A distancia de una decena de años de la propuesta de ese estudio, sin haber menguado mi pasión por el café y habiendo sumado otro de leite, el gusto por el té verde descubierto durante una estancia en China, consideré que estaba preparado para escribir este libro. La decisión de dedicarme al estudio de las dos bebidas la tomé a partir de tres consideraciones. En primer lugar, mi renovado inte rés por la historia mundial me llevó a pensar que el té y el café serían ejemplos significativos de las nuevas relaciones intercontinentales. En segundo lugar, los estudios acerca de la revolución del consumo me parecían incompletos y discrepo con su interpretación. En cambio,
Marcello Carmagnani
Introducción
me sumo a lo propuesto por Joseph Schumpeter en el sentido de que las cosas, los hechos, los significados y su articulación son fundamen tales para la reconstrucción histórica de los fenómenos económicos. Por último, estaba interesado en profundizar el conocimiento rela tivo a la transición de los patrones de consumo de las Cortes y las cla ses aristocráticas a aquellos burgueses y populares. Al principio sólo pensaba abordar las razones que llevaban a que la producción, el comercio y el consumo del café y el té ocuparan un capítulo importante en la historia mundial. Sin embargo, intuí que el consumo de estos productos pudo haber favorecido la reorienta ción en la forma imperante del consumo a finales de la Edad Media. Pronto me di cuenta de que el estudio del nacimiento del consumo moderno me permitía precisar y ampliar mi investigación para com prender la participación del mundo no europeo en la transformación de los patrones de consumo en Europa. Esta problemática parecía más interesante en la medida en que podía contribuir a la crítica de una idea recurrente, constantemente reiterada en los publicistas tercermundistas, según la cual todas la regiones fuera de Europa eran meramente pasivas en la historia mundial, objeto absoluto de explo tación, primero por parte de las potencias coloniales y después por el imperialismo contemporáneo. La transición de la idea inicial a una más ambiciosa no fue tarea sencilla. De hecho, ¿de qué manera era posible relacionar el café y el té, que son bienes materiales, con la difusión de su consumo que re quiere una comprensión del comportamiento colectivo que no puede separarse de las preferencias personales, los gustos, los hábitos y las modas? Los estudios sobre la revolución del consumo en el siglo xviii atribuyen una enorme importancia a los aspectos inmateriales del mismo y esta transformación se interpreta principalmente como un fenómeno cultural. He considerado oportuno, en cambio, otorgar una importancia similar tanto a la dimensión material como a la in material según lo sugerido por los estudios antropológicos, econó micos y sociales sobre el consumo contemporáneo. En resumen, he tomado la decisión de no facilitarme la investigación mediante el ais lamiento de las diferentes dimensiones en juego. El primer paso fue reconstruir las variables que definen la canti dad de bienes que llegan a Europa provenientes de otras regiones a partir de la segunda mitad del siglo xvn cuando los nuevos produc tos no europeos comienzan a llegar a los puertos del Adántico. De ese modo, me di cuenta de que debía abordar también la evolución
de los precios de los productos americanos y asiáticos que llegaban a los principales puertos de Europa y examinar además la evolución de los salarios reales y de la renta familiar para comprender la probabi lidad de que se incorporaran los nuevos bienes en la cesta de la com pra de los hogares, así como la posible sustitución de unos productos por otros en la misma. Según procedía, con cierta fatiga, a la recolección de la informa ción, pensaba acerca de posibles corpus documentales que me permi tieran entrever los motivos subyacentes a las decisiones de las familias o los individuos que llevan a que sus deseos se transformen en nece sidades efectivas. En otras palabras, cómo optan los consumidores por los nuevos consumos y por qué éstos reemplazan a los bienes tra dicionales, pese a las limitaciones debido a los ingresos para sustituir los bienes de subsistencia por tejidos o bebidas nuevos. Por tanto, me preguntaba cuáles eran los factores que podían impulsar el deseo de nuevos bienes y servicios, y cuáles podían frenar tales alternativas no sólo entre las clases populares, sino también entre los agentes econó micos que generan riqueza, prestigio y honor. Para comenzar a comprender las interacciones entre los deseos y las necesidades de los consumidores, tuve que examinar el pro blema del ocaso del contexto mercantilista, es decir, cómo se diluye la subordinación de la economía y los operadores económicos a las políticas de los Estados monárquicos. Además de esa ruptura, de bía explicar cómo se despenalizan los bienes considerados suntua rios, lo cual permitía que las clases no privilegiadas pudieran con sumir dichos productos gracias a la abolición de la norma que los reservaba a los nobles. Los panfletos ingleses sobre los tejidos de algodón de la India fue ron de gran ayuda para determinar una línea analítica que resultó ser muy fructífera. Me refiero a la polémica acerca del lujo sobre la cual existe una amplia bibliografía, polémica que estalló entre quienes con sideraban que el lujo corrompía las virtudes tradicionales y quienes lo alababan como fuente de riqueza para una nación. Este debate me permitió entender que la controversia encerraba temáticas importan tes para el estudio de la economía y las nuevas formas de consumo. Al revisar los escritos en torno a la despenalización del lujo com prendí que, de haber limitado mi investigación al té y el café, no ha bría entendido plenamente la importancia de los nuevos bienes de consumo de origen no europeo en la transformación material, social y cultural del mundo moderno. Pronto entendí que la difusión del al
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Introducción
godón de la India como nuevo consumo tiene lugar contemporánea mente a la difusión del tabaco y el azúcar, lo cual me obligó a hacerme una pregunta más general: ¿la difusión de los nuevos bienes de con sumo seguía un esquema común? Había un elemento que los identi ficaba y era el hecho de que ninguno era un producto básico para la subsistencia y la reproducción humanas; en cambio, todos satisfacían necesidades no económicas. Esta constatación me obligó a revisar el plan de la obra para am pliar la investigación a fin de incluir la familia completa de bienes no europeos. Además, los nuevos interrogantes me llevaron a reflexionar sobre un aspecto poco conocido de la revolución comercial, esto es, el escenario en el cual se insertan los nuevos bienes de consumo. En mi libro titulado El otro O ccidente, A mérica Latina desde la invasión europea hasta la globalización, llegué a la conclusión de que la revo lución comercial no sólo era el fundamento de la libertad comercial, sino también el de la libertad económica y política. Estaba conven cido de que las transformaciones materiales del consumo se presen taban siempre en relación con la libertad económica; además, a partir de estos nuevos interrogantes me pareció probable que la polémica sobre el lujo anticipara la demanda de libertad de consumo, más allá de que la invención de la economía política pudiera representar un elemento significativo para comprender la importancia de la dimen sión inmaterial del consumo. A este punto tuve que individuar cómo se vinculaba la polémica so bre el lujo con el nacimiento de la economía política como expresión de los nuevos deseos y necesidades de los consumidores. Me pareció que las obras de Bernard de Mandeville y Voltaire eran el nexo con los escritos económicos de Jean-Francois Melón y la escuela comercial francesa. A partir de estos autores, de hecho, el consumo deja de ser un argumento moral relacionado con la virtud privada o pública para encarnar, junto con el comercio, la nueva virtud económica. Los escritos económicos, incluidos aquellos previos a las obras de Melón, permiten establecer una relación entre la revolución co mercial y el nacimiento de la economía política, ya que todos los economistas europeos tienen un óptimo conocimiento de las con diciones económicas y de la evolución del comercio y las finanzas, como constatan las numerosas referencias explícitas e implícitas en sus obras a este respecto. Así fue cómo me convencí de la necesidad de recorrer el largo ca mino que, partiendo de Melón, Gournay, Forbonnais, Uztariz, Ge-
novesi, Quesnay, Turgot y Verri, conduce a Adam Smith, al que tam bién se le atribuye la idea de que el objetivo final de la producción es el consumo. En cambio, este recorrido muestra cómo la nueva cien cia económica no habría sido posible sin un desarrollo teórico previo al consumo. Así llegué a pensar que el denominador común de la in vención de la economía política y del consumo moderno debía indi viduarse en la elaboración colectiva europea tomando en considera ción la evolución de la competencia en todas las regiones del mundo en la esfera tanto de la producción como de la distribución. El arduo camino de mis investigaciones y reflexiones tal vez per mita al lector comprender mejor el plan de la obra. El libro se abre con una presentación de los factores que permitieron el nacimiento de la economía política y el consumo moderno, identificados en la etapa inicial de la libertad económica que registra la superación de los va lores tradicionales de la moralidad pública y el desarrollo de la revo lución comercial que reorganiza los flujos mercantiles y concede una creciente importancia económica a los productos extraeuropeos. Fijadas las condiciones iniciales, en el segundo capítulo recons truyo el extraordinario paso que transforma la polémica sobre el lujo en una reflexión a nivel europeo sobre el significado del consumo. En mi análisis presento a los economistas como parte activa de un proceso cultural comprometido con la reflexión sobre la importan cia de las nuevas condiciones materiales para resaltar las repercusio nes que tienen en la mejora de la teoría económica y, más en general, de la nueva cultura económica que tanto influyó en la formación de la opinión pública. A lo largo de este extenuante trabajo intelectual, que duró casi dos generaciones, A. R. J. Turgot, Pietro Verri y Adam Smith elaboraron una primera formulación del consumo como parte integrante de la economía política. En el tercer capítulo, de hecho, muestro cómo es tos economistas coinciden en rechazar el orden providencial para re conocer la labor del hombre como fuente principal en la producción y, por tanto, en la ampliación del consumo, así como en la competen cia entre los distintos ámbitos económicos, indispensable para mejo rar el nivel de vida de la población. Con el fin de explicitar la importancia de los productos no eu ropeos en la percepción del mundo moderno, en el cuarto capítulo expongo su penetración y distribución al despenalizarse su consumo por haber sido considerados bienes de lujo. Las deliberaciones sobre este elemento enriquecieron, sin duda, el debate económico.
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Introducción
En los dos capítulos siguientes reconstruyo las sinergias entre los productos no europeos y sus repercusiones en la esfera económica y el nivel de vida europeo. En el quinto capítulo me ocupo en particular del algodón in diano y el tabaco americano, productos que abren el camino a la re novación de la familia de los bienes procedentes de América y Asia en el consumo europeo. Mi objetivo es mostrar por qué en Europa la aceptación del algodón de la India socavó la antigua manufactura textil y obligó a introducir las innovaciones tecnológicas que condu jeron a la revolución industrial. El tabaco presenta una contribución similar dado que, además de impulsar una transformación en las fi nanzas de los Estados, fomentó la producción europea en competen cia con la americana. A continuación examino, en el capítulo sexto, la segunda ola de entrada de las mercancías americanas y asiáticas, representada por el azúcar, el té y el café que inauguran, junto con el tabaco, una nueva etapa en el consumo europeo: el consumo social. Se trata, de hecho, de un consumo que fortalece la convivialidad familiar y social, lo cual contribuye a la formación del espacio público con un marcado acento urbano. En este capítulo muestro cómo la difusión de estos bienes re sulta de la transferencia de su producción de sus lugares de origen a otras zonas del mundo y cómo estos se afirman sobre todo gracias a su producción en América y Asia. Al llegar al espacio del consumidor europeo, los productos asiáticos y americanos compiten entre sí a fin de reducir sus costos de producción e intermediación; así, una vez que llegan a los puertos europeos tienen importantes efectos induci dos en cuanto a la manufactura y el comercio se refiere. La presentación de los diferentes productos extraeuropeos no es todavía suficiente. He considerado, por consiguiente, necesaria la in vestigación que expongo en el séptimo y último capítulo, para acla rar la función que desempeñan en la transición del consumo del Anti guo Régimen al consumo moderno. Logro este objetivo al reflexionar acerca de cómo los nuevos productos modificaron la interacción en tre la dimensión económica, social, institucional y cultural. Asimismo, trato de comprender cómo se manifestaron las diversas capacidades de los consumidores para adecuar sus ingresos a las nuevas preferen cias de consumo impulsadas por la moda y el estilo de vida urbano. La redacción de este libro ha sido posible gracias al apoyo de la Fundación Luigi Einaudi de Turín, cuya biblioteca alberga las colec ciones de los clásicos de la economía política y la historia mundial.
Quisiera manifestar mi agradecimiento al personal de la biblioteca y, sobre todo, a Amalia de Luigi e Rosaría Raineri. Agradezco también al Centro de Estudios Históricos y a la biblioteca de El Colegio de México su apoyo, y a mis estudiantes de doctorado en historia su in terés en mis seminarios sobre la historia mundial y los problemas his tóricos del consumo. Numerosos son los amigos y colegas que me han proporcionado información y opiniones valiosas sobre los aspectos materiales y cultu rales del consumo. Quisiera dar las gracias a Antonio Annino, Mauro Ambrosoli, Vera Costantini, Alberto Gallo, Frédéric leva, José Her nández Palomo, Herbert S. Klein, Giovanni Levi, Vanessa Maher, Carlos Marichal, Manuel Mino, Zacarías Mountoukias, Eduardo Tortarolo y Guillermo Zermeño. Obviamente ninguno de ellos es res ponsable de mis eventuales desaciertos. Un agradecimiento especial a Giovanni Casetta, que me ayudó a identificar aspectos fundamenta les de la dimensión doctrinal del consumo y a preparar la edición de este libro. Le agradezco mucho a mi esposa Alicia su contribución a la preparación de la edición en castellano. Mis hijas, Paola y Elena me han ayudado en la redacción y en el diseño gráfico, y mis nietos, Sofía Manera, Samuel y Anita Tordjman, me han alegrado la existencia mientras escribía este libro. Por último, me han ofrecido una inestimable contribución Karina Busto en las bibliotecas californianas y Yovana Celaya, Jaime Ramírez y Laura Villanueva en el diseño gráfico.
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C apítulo I E SCE N ARIO D EL C O N SU M O M O D ERN O : L A CRISIS D EL M E R C AN T ILISM O Y L A R E V O L U C IÓ N C O M E R C IA L
La polémica en torno al consumo de los bienes de lujo y su signifi cado en el comercio exterior es el detonante de la sociedad comercial que, como afirma Adam Smith en La riqueza d e las naciones, se carac teriza por la estrecha relación entre la producción y el consumo. Ello significa que el consumo tanto de bienes considerados preciados o de lujo —como el algodón de la India, el azúcar y el tabaco— como de bienes de primera necesidad tiene un contenido no sólo económico, sino también cultural. La constitución de la sociedad comercial es fruto de la aceleración de las fuerzas económicas y la capacidad de la inteligencia humana de ordenar, describir y organizar las diversas ac ciones humanas relativas a la vida material. Los detonantes de las transformaciones acaecidas en la sociedad europea entre finales del siglo xvn y a lo largo del siglo siguiente pue den individuarse en la relación entre la expansión del comercio, en que los productos no europeos adquieren un mayor peso, y la crisis de la cultura mercantilista que ocurrió en los albores de la Edad Mo derna. Por crisis del mercantilismo me refiero no tanto a la supera ción de las políticas económicas de los Estados, cuanto a la aparición de nuevos valores —compartidos por todos los actores sociales— que identifican la tierra, el comercio y el crédito con los nuevos pila res de la riqueza1. Los nuevos valores liquidan la subordinación de la economía, en general, y del consumo, en particular, a la moral pública y el poder del Estado2. Considero que el segundo fundamento de la nueva economía po lítica es la aparición de la libertad económica entendida como liber tad de comercio y consumo, un tema que abordaré en la segunda
Marcello Carmagnani
Escenario d el consum o m oderno: la crisis d el mercantilismo...
parte de este capítulo al examinar la importancia de Bernard de Mandeville. Por tanto, no es casualidad que para Adam Smith el funda mento de la sociedad comercial se encuentre en la capacidad de cada uno de «perseguir su propio interés a su manera en un plano liberal de equidad, libertad y justicia»3. Sin una reorientación de la acción humana no se puede comprender el nuevo vínculo que se establece desde finales del siglo xvn entre los valores maquiavélicos de la virtud política y aquellos de la nueva virtud económica. La renovación de la cultura política y económica, que destruye los valores «góticos» de la sociedad agrícola, vuelve a poner en cuestión tanto los fundamentos biológicos del consumo y de la autarquía como los sociales que reservan determinados bienes únicamente a las Cor tes reales y principescas. Es en este ambiente en el que la distribución de los bienes asiáticos y americanos, algunos de los cuales se caracte rizan como «nuevas drogas», desempeña una función importante en la libertad comercial y la decisión del consumidor, ya que promueve, a partir del último tercio del siglo xvii, la interacción espontánea en tre las dimensiones económicas de la producción y el consumo.
las costumbres y pueden provocar la decadencia política de los Es tados. Un buen ejemplo a este respecto son los argumentos de W i lliam Petty sobre la necesidad de controlar el consumo de los bienes de lujo, sin aumentar por ello los impuestos con el fin de evitar la di fusión del contrabando6. Algunos publicistas ingleses, que se oponen a las leyes suntuarias dirigidas a frenar las importaciones de bienes de lujo para defender el equilibrio de la balanza comercial, emprenden, a finales del siglo x v ii , una reflexión sobre las importaciones en general, el consumo de los bienes coloniales y las políticas públicas comerciales, contribuyendo de ese modo a socavar los principios del mercantilismo. Charles Davenant, Nicholas Barbón, Josiah Child, Henry Martin y Andrew Flet cher de Saltoun están de acuerdo sobre la existencia de un estrecho vínculo entre la expansión del comercio, que comporta necesaria mente la difusión del lujo y, por consiguiente, de los vicios y la deca dencia probable de la virtud cívica y las instituciones políticas. Charles Davenant llega a argumentar que la divergencia entre la virtud política y la económica puede frenar la creación de la riqueza misma y favorecer la conquista del país por parte de una potencia ex tranjera. En los mismos años, Flechter, si bien insiste en mayor me dida en la relación entre el comercio, que comporta prosperidad para los países, y el interés nacional, que puede impedir el intercambio en tre los países, atribuye al nuevo negocio de artículos de lujo la posibili dad de determinar un cambio en la forma de gobierno y, por tanto, de acabar con la constitución aristocrática de los países europeos7. Flet cher considera que los productos procedentes de Asia y las Américas incrementan los bienes de lujo producidos en Europa, sumiendo al continente en un «abismo de placeres», perceptible en la difusión de la moda, los nuevos artículos del hogar y las carrozas, los cuales alte ran completamente las costumbres con efectos muy negativos para los gobiernos. Ante la imposibilidad de evitar la difusión de los bienes de lujo en un mundo caracterizado por la competencia comercial, se in voca una nueva virtud cívica que pueda evitar la corrupción y garanti zar la cohesión de la comunidad política sin obstaculizar el comercio exterior. En resumen, se requieren nuevas instituciones que puedan disciplinar tanto la política como la economía8. Davenant es el que encuentra una posible salida a la tensión entre la política y el comercio que ocasiona la expansión del consumo de los nuevos y los viejos productos de lujo. Asimismo, respalda la nece sidad de que el gobierno desarrolle una virtud pública fundada en la
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El lujo y la balanza comercial La reconstrucción de la polémica sobre el lujo permite observar la correlación que existe entre los bienes producidos y consumidos. Para lograr este objetivo es preciso tener en cuenta que el concepto de lujo, tal como surge en el transcurso del debate público, es ver daderamente fluido, ya que integra en sí mismo elementos de índole moral, religiosa, económica, social y política. Los argumentos presentes en la controversia sobre la naturaleza del lujo son esencialmente tres: la demanda de productos de lujo se considera un vicio fundamental y genérico que crea otras necesidades de bienes de lujo; mientras que la naturaleza viciosa del lujo se con sidera inmutable, sus formas son prácticamente infinitas; el lujo es si nónimo de corrupción y de decadencia4. En resumen, el concepto de lujo engloba una serie de símbolos, como cualquier otro conjunto de ideas que sustentan un determinado código de conducta social capaz de resistir y de oponerse a otro código social5. La red simbólica subyacente a los diversos bienes de lujo con siste en considerarlos como innecesarios y, por consiguiente, suscep tibles de prohibición o gravámenes porque se estima que corrompen
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Escenario del consumo moderno: la crisis del mercantilismo...
parsimonia con el fin de controlar y ordenar los excesos del lujo pri vado. La importación de los tejidos de la India, por ejemplo, debe controlarse evitando al mismo tiempo las leyes suntuarias, ya que és tas no resuelven la corrupción que se difunde con el lujo de los parti culares9. Davenant no niega que los hombres tengan una inclinación natural por el lujo, y que esta tendencia pueda conducir a la corrup ción de la virtud cívica republicana. Para superar el antagonismo en tre civismo y lujo es pertinente establecer una nueva relación entre las necesidades de los sectores público y privado a fin de permitir el enri quecimiento de la nación y la defensa de la soberanía que son las ba rreras concretas frente a las amenazas externas10. La idea de la renovación de la virtud pública también se encuen tra en el discurso de Barbón que trata de combinar los deseos y las necesidades de los hombres con el valor de los bienes. Barbón ar gumenta que la reconciliación entre las necesidades humanas y los bienes económicos puede realizarse si se reconoce que todos los bienes tienen un valor y no sólo aquellos relativos a la reproduc ción, es decir, los alimentos, el vestuario y la vivienda. Barbón legi tima la idea de que todos los bienes objeto de consumo tienen un valor en cuanto satisfacen las necesidades materiales e inmateriales de los hombres, y gfiade que el comercio permite a todos los bie nes, incluidos los de lujo, circular libremente: en consecuencia, no es conveniente penalizar el consumo de los bienes procedentes del mercado exterior11. Los autores ingleses de finales del siglo xvn empiezan a diferen ciar entre la dimensión moral del lujo, que es siempre condenable, y su dimensión social, que facilita el comercio que genera empleo, in crementa la renta y amplía la capacidad de acción de los gobiernos, beneficiando así a toda la población, que logra satisfacer sus necesi dades básicas, lo cual significa que los súbditos estarán mejor alimen tados, vivirán en casas más adecuadas y vestirán mejor. Todos estos autores coinciden en la necesidad de encomendar a los gobiernos la responsabilidad de adoptar políticas que puedan conciliar el consumo de los bienes de lujo con el comercio, los recur sos financieros necesarios para defenderse contra las amenazas exter nas y las necesidades sociales de la población, brindando a esta última la posibilidad de disfrutar no sólo de los artículos de primera necesi dad, sino también de todos los productos, con el fin de que el país no sufra la amenaza de la corrupción de las costumbres que provoca la decadencia de las naciones.
Henry Martin, al reflexionar sobre las importaciones textiles de la India, argumenta que la exportación de oro para obtener tejidos im plica un intercambio de un valor menor, el oro, por uno muy superior, los productos textiles, dado que, por medio de este negocio, los co merciantes ingleses no sólo obtienen un beneficio para sí mismos, sino l ambién para toda Inglaterra, puesto que el comercio de tejidos de la India estimula la producción de bienes de lujo en este país, una parte de los cuales incrementa el valor de las exportaciones inglesas12. Martin se pregunta cómo la expansión del comercio, fomentada por los bienes de lujo, puede alterar el equilibrio de la balanza co mercial. Tal fenómeno concita gran preocupación a partir de 1663, año en el que se autoriza la exportación monetaria para permitir a la Compañía de las Indias Orientales la importación sin limitaciones de algodón de la India13. La compra de esos tejidos, que tienen un pre cio inferior a los tejidos ingleses similares, genera un ahorro para las clases bajas que les permite destinar una parte de sus ingresos al con sumo de bienes más preciados producidos en Inglaterra14. El resul tado es que la competencia entre la India e Inglaterra acaba favore ciendo a la economía inglesa en su conjunto con arreglo al supuesto de que un país debe ser capaz de producir bienes que en sus merca dos internos sean más baratos con respecto al extranjero. El desequi librio de la balanza comercial no puede, por tanto, corregirse por medio de la prohibición de la exportación de metales preciosos; más bien deben introducirse innovaciones técnicas y organizativas que puedan reducir los costos de producción y aumentar, por tanto, la ca pacidad de Inglaterra para competir en el plano internacional15. Se ha mencionado anteriormente la importancia de la reflexión de Davenant sobre la tensión entre el comercio y la política, tensión que se puede resolver a condición de no subordinar lo primero a lo se gundo. Davenant basa su argumento en la observación de que ningún país puede ser lo suficientemente rico si exporta sus productos natu rales que, en el caso de Inglaterra, son esencialmente tejidos de lana, estaño, plomo, cuero y una pequeña cantidad de trigo. Con la expor tación de estos productos se cubre como máximo una cuarta parte de las importaciones y, por tanto, si en las exportaciones inglesas no se incluyeran los productos de las colonias americanas y aquellos pro cedentes del comercio con la India, no sería posible equilibrar la ba lanza comercial. Dicho de otra manera, el comercio exterior de In glaterra sería muy limitado si no comprendiera el tabaco, el algodón, el enebro, el azúcar y el índigo procedentes de América. Estos bie
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nes no sólo satisfacen el consumo interno, sino que también se reex portan a Francia, Flandes, Hamburgo, Europa oriental y España. Lo mismo vale para los tejidos de algodón, la seda, el salitre, la lana fina y otros productos asiáticos destinados al consumo en Inglaterra y a ser exportados a Francia, Alemania, Holanda, España, Italia y otros paí ses europeos. El resultado es que Inglaterra, «para disfrutar de una buena salud, ser rica, poderosa y floreciente, debe tener un tráfico más amplio de lo que permiten nuestros productos naturales»16. Las observaciones de Davenant le llevan a la conclusión de que Inglate rra es esencialmente una «nación comercial» y, por consiguiente, «la orientación de todas las leyes debería consistir en intentar fomentar el comercio», el cual debería convertirse, a diferencia de lo que sucede en la realidad, en un «asunto de Estado»17. A tenor de estas observaciones sobre el comercio y las políticas públicas, Davenant señala reiteradamente que «todos los intercam bios comerciales tienen una dependencia mutua: uno depende de otro, el primero genera el segundo y la pérdida de uno con frecuencia causa la pérdida del resto»18. En efecto, las mercancías procedentes de la India generan un excedente que beneficia a Inglaterra, tanto en mercancías extranjeras como en metales preciosos, dado que en Ho landa la seda y el algodón se intercambian por especias. Con el algo dón de la India se pueden comprar tejidos de lino en Silesia, Sajonia y Bohemia, obteniendo un beneficio comercial; lo mismo ocurre con los productos asiáticos que se intercambian por bienes de lujo france ses. En consecuencia, puesto que el «comercio es libre, por su propia naturaleza, encuentra sus propios canales»; por tanto, las leyes que obligan a la utilización de algunos bienes y prohíben el consumo de otros son artificiales, superfluas o negativas19. Al oponerse al proyecto de inhibir la importación de los produc tos indianos y persas, Davenant argumenta que la política prohibi cionista crea un comercio artificial, de carácter administrativo, que es perjudicial no sólo para el comercio real, sino también para la pro ducción nacional, especialmente para la de tejidos de lana que se quiere incentivar. «El lujo está tan arraigado en esta nación que si esa prohibición fuera aprobada nos llevaría a comprar productos de lujo en los mercados europeos, por lo que se pagaría un 50 por 100 más y se perdería también el negocio con las Indias Orientales»20. La prohi bición de la importación de bienes de la India, por tanto, debe elimi narse dado que las leyes suntuarias no resuelven la corrupción gene rada por el lujo de los particulares21.
¿Cómo lograr la máxima libertad comercial con el sistema de go bierno? Davenant considera que los gobiernos deben facilitar el co mercio mediante el fomento del consumo de determinados productos v la prohibición de otros. Expone, asimismo, sus ideas argumentando que se debería intercambiar la mayor cantidad posible de productos manufacturados en Inglaterra por tabaco, algodón, jengibre, azúcar e índigo producidos en las Indias Occidentales; estas mercancías sólo se consumirían en parte en Inglaterra, mientras que el resto se reex portaría a fin de generar un superávit que pudiera equilibrar el co mercio procedente de las Indias Orientales y de Asia, en especial el de los productos textiles22. Se puede argüir que Davenant, en última instancia, pone en tela de juicio la idea mercantilista misma de la balanza comercial, ya que insinúa que ésta no es un instrumento adecuado y que el comercio en cambio debe calcularse a partir de los distintos flujos de mercan cías que lo componen. De hecho, si no se toma en consideración la importancia de los flujos de reexportación, el comercio inglés arro jaría un saldo pasivo, sin serlo en realidad. Por tanto, para calcular los beneficios del comercio exterior, sostiene que es necesario tener en cuenta los beneficios procedentes no sólo de la expedición de mercancías a las colonias americanas y del envío de plata a Asia, sino también aquellos obtenidos por la reexportación de bienes de origen americano y asiático a otros países europeos. En función del cálculo de los beneficios mercantiles del comercio exterior, el inglés resulta ser de 2 millones de libras esterlinas, de las cuales 1,5 millones pro ceden del comercio de reexportación y únicamente medio millón del comercio de exportación de productos naturales. En otras pala bras, Davenant señala que la razón fundamental de los beneficios de la comercialización deriva del lujo y que, por tanto, ha de conside rarse socialmente útil puesto que genera riqueza en Inglaterra, una riqueza que no se contempla en el razonamiento mercantilista del equilibrio comercial. La relativización de la idea sobre el lujo permite a los publicis tas ingleses desarticular el principio mercantilista de la balanza co mercial a través de la revalorización de las reexportaciones y el argu mento de que el libre comercio no puede verse afectado por políticas prohibicionistas dirigidas al consumo de bienes. Estos son los fun damentos de la ideología de la modernidad comercial que se cons truye con arreglo a la idea de la importancia de la iniciativa indivi dual que, utilizando los recursos materiales (capital) e inmateriales
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(iniciativa e industria) en su poder, tiene el incentivo para buscar el máximo beneficio. En la sociedad inglesa, como había ocurrido anteriormente en la holandesa, y como sucederá en Francia y en Europa continental a lo largo del siglo xvm, se asiste a la diferenciación entre los intere ses aristocráticos, relacionados con la tierra y la renta, y los intereses económicos, asociados con la monetarización de la economía y el be neficio comercial y financiero23. Pocock nos recuerda que la transi ción de la política clásica a la comercial de la propiedad comporta la redefinición del actor social, que se muestra ahora capaz de adquirir y ser competitivo y que, por tanto, requiere la intervención regula dora por parte de un poder político influyente e independiente que pueda defender los intereses no mercantiles. El mismo autor nos re cuerda, por último, que según Swift y Bolingbroke estaba surgiendo una nueva forma de propiedad desconocida hasta entonces: una so ciedad basada en el comercio, el intercambio de formas de propie dad de bienes muebles y modelos éticos pensados para un mundo de objetos intercambiables24.
1729 con la adición de una segunda parte y de otros seis diálogos, que influirán en todo el debate europeo del siglo xvm25. Habida cuenta de las aportaciones del debate público inglés, Mandeville reelabora las contribuciones holandesas y francesas rela cionadas con el problema del lujo y propone algunas ideas realmente innovadoras sobre el consumo y la propensión a consumir, así como sus implicaciones respecto a la libertad natural de los hombres. Por tanto, se trata de una contribución original que, teniendo en cuenta el pensamiento jansenista y la moral de La Rochefoucauld, La Fontaine y Pierre Bayle, le permite disociar las virtudes cristianas del mundo del poder y la riqueza26. No hay que olvidar que otro referente del pensamiento de Mandeville es la concepción republicana holan desa, la cual atribuye al Estado y a sus gobernantes la capacidad de garantizar a los ciudadanos la protección de sus intereses privados a condición de que no contravengan los intereses de la colectividad27. Mandeville, en oposición al racionalismo cartesiano, acepta y elabora nuevamente las ideas del filósofo libertino Gassendi, argumentando que las pasiones humanas, como las animales, no son necesariamente controlables y, por tanto, deben encontrar una salida que no tenga un efecto negativo para la colectividad28. Mandeville considera que la pasión humana se diferencia del ins tinto animal, movido por el miedo y la ira, porque tiende a regularse sobre la base del amor hacia uno mismo (self-love ), esencialmente egoísta e individualista por naturaleza, y el amor propio {self-liking }, elemento de transición a la sociabilidad. Mientras las pasiones más simples —el hambre, la sed o el sexo— pertenecen al amor hacia uno mismo, aquellas más complejas —el miedo, la ira, la piedad, el orgu llo o la esperanza— son predominantes en el amor proprio29. El amor propio proyecta nuestras convicciones sobre la capacidad que tene mos para relacionarnos con los miembros de la colectividad, en busca de que estos últimos confirmen nuestro ser como consecuencia de la estima que nos muestran los demás. Por consiguiente, el amor propio se encuentra en la base de la necesidad de los individuos de reunirse en grupos sociales y esta proyección social tiene un importante con tenido utilitarista pero también voluntarista. El contenido utilitarista y voluntarista del amor propio nos ayuda a comprender que «la satisfacción que obtenemos de nuestras accio nes guarda relación con la pasión en virtud de la cual nos considera mos superiores y deseamos elevarnos en perjuicio de los demás»30. En efecto, dado que el amor propio es la base de la acción social, su esta
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La despenalización del lujo En el párrafo anterior se ha descrito cómo la ofensiva de los inte reses mercantiles y financieros consiguió quebrar el orden basado en los intereses agrícolas y aristocráticos. Con esta ofensiva se cuestiona ron de nuevo dos puntos firmes del antiguo orden. En primer lugar, que el lujo, aun siendo pecaminoso, tenía, no obstante todo, una fina lidad social, porque el consumo de cualquier bien promueve el em pleo, fomenta el comercio y enriquece no sólo a los sujetos privados, sino también las arcas del Estado. Por otra parte, incluso sin distin guir todavía la esfera pública de la privada, se empieza a otorgar im portancia a la acción individual que favorece la autonomía de los ac tores sociales y los empresarios que hasta ahora dependían en gran medida del poder público y estaban condicionados por la moral im perante. Es en este período, de hecho, cuando los conceptos de vir tud y corrupción empiezan a diferenciarse de las ideas de devoción y pecado propias del cristianismo. Sin tener en cuenta estos detonantes no es posible comprender la discontinuidad que representa la obra de Bernard de Mandeville y en especial ha fábula d e las abejas, publicada en 1714, y reeditada en
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bilidad dependerá de la capacidad de los individuos para competir y confrontarse con los demás. La importancia que Mandeville otorga a las pasiones humanas, es pecialmente a aquellas relacionadas con el amor propio, le lleva a su perar la idea de un pacto social, fruto de la propensión natural a aso ciarse de los hombres, y a considerar, en cambio, que esta propensión deriva de una acción espontánea y racional que convierte a los hom bres en seres sociables por el simple hecho de que compiten los unos con los otros y se confrontan socialmente31. Mandeville considera que la sociabilidad, respaldada por la cultura cívica y el orden constitucio nal, ha permitido a los salvajes evolucionar hacia la civilización, es de cir, hacia la división del trabajo, el intercambio comercial y la difusión del lujo que han potenciado las artes y la ciencia. Por consiguiente, la civilización no es más que una habilidad, un arte desarrollado por las minorías con el fin de disciplinar a toda la colectividad32. Las acciones virtuosas de los legisladores celebradas por los mi tos nacionales se rememoran explícitamente con objeto de proponer de nuevo la idea de que la civilización es fruto de la interacción hu mana, que se manifiesta en la pluralidad de intercambios materiales e inmateriales. Mandeville sostiene firmemente que los intercambios no guardan ninguna relación con las normas morales de la virtud y el vicio, sino que son acciones instrumentales destinadas a satisfacer «el orgullo a través de la afirmación del propio rango»33. El intercam bio es, por tanto, el mecanismo que expresa el amor propio, y ello da lugar al orden social basado en la voluntad de las personas que es tán motivadas tanto por sus fantasías privadas como por los estímu los de enriquecimiento y ascenso social34. Gracias a estos estímulos que comprometen a todos los actores, la sociedad es capaz de acoger «cambios y novedades», y de esa forma puede disolver las jerarquías organizadas a partir de la primacía de la aristocracia35. Si prescindimos del juicio sobre el tono polémico y los constan tes desafíos al moralismo de los biempensantes, los escritos de Man deville, en especial La fábula d e las abejas, nos permiten vislumbrar las nuevas dinámicas sociales que se activan por las decisiones indi viduales, de las que se derivan los intercambios entre los sujetos eco nómicos y la voluntad de ascenso y movilidad de los actores sociales. Las acciones humanas presentan, por tanto, una nueva característica: ninguna acción puede ser considerada secundaria o inferior porque todas son importantes y significativas. La crítica de Mandeville se di rige especialmente contra el orden aristocrático, firme partidario de
la idea de que sólo las acciones relativas a la política y a la religión eran consideradas nobles. Habida cuenta de que todas las acciones humanas son relevantes y no siguen un orden jerárquico, hay que pensar, como señala Man deville, que «el hombre es un conjunto de pasiones diversas, cada una de las cuales, si se estimulan, se convierten en dominantes y le gobiernan de forma alternativa»36. Precisamente porque los hom bres actúan movidos por pasiones, sus decisiones tienen un marcado carácter de tensión dicotòmica, es decir, son impulsadas por el con flicto constante entre la virtud y el vicio, el honor y el deshonor, la avaricia y la prodigalidad, la temperancia y la intemperancia, la pie dad y la malicia. Si se considera una acción económica como «el consumo de las cosas», cabe observar «que los más perezosos e inactivos, los más di solutos y peligrosos, se ven obligados a hacer algo por el bien común I...] el trabajo de millones de personas pronto acabaría si no hubiera otros tantos millones [...] que se dedicaran a consumir sus produc tos»37. Las acciones económicas, como todas las demás acciones hu manas, no se regulan a partir de principios morales, sino de la ten sión entre la templanza y la embriaguez, la sobriedad y la glotonería, la avaricia y la prodigalidad, dando vida a un proceso en el cual «las partes directamente opuestas se ayudan recíprocamente» con el re sultado de que todos están haciendo algo por el bien común38. En la teoría de Mandeville, la sociedad termina por autorregularse en función de la tensión entre pasiones humanas opuestas. Por tanto, aunque el peor elemento de la humanidad haga algo para la comu nidad, los vicios no hacen a la sociedad «culpable o cómplice de los mismos», puesto que el vínculo entre los individuos y la sociedad se establece «a través del comercio» o el intercambio que anula las con notaciones morales de las acciones humanas39. No obstante, la sociedad regulada a partir de las acciones hu manas no es independiente de la política, que sigue teniendo com petencia en una serie de tareas y controles que hacen grandes a las naciones. Además, las relaciones exteriores deben mantenerse con prudencia y los distintos ministros de cada nación han de saber lo que está sucediendo en el extranjero. Mandeville hace hincapié, por con siguiente, en la importancia de la acción del gobierno y el orden ins titucional en el control de las pasiones y los intereses particulares40. Cabe constatar, asimismo, una estrecha relación entre el pensamiento de Mandeville y el w hig de finales del siglo xvn, puesto que ambos
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consideran que la constitución ideal es la mixta, es decir, una forma de poder dividido entre la Corona y el Parlamento41. La interacción entre el beneficio público y los intereses privados hace posible una nueva articulación entre política y economía que en cuentra en el comercio el nexo de unión o, más concretamente, como ha señalado Mandeville, en el vínculo que se establece entre los di ferentes países, dado que «comprar significa intercambiar, y ninguna nación puede adquirir los bienes de las demás si no dispone de otros tantos con los que pagarlos». A diferencia de España y Portugal, que se abastecen de oro y plata de sus colonias, «no podríamos seguir comprando los bienes de otras naciones si éstas no aceptaran como pago nuestros productos elaborados: ¿por qué debemos pensar de otra manera respecto a otras naciones?»42. No se puede comprender la defensa de Mandeville de la recipro cidad en el comercio internacional si no se vincula con su concep ción de las pasiones que fomentan las acciones económicas e impul san también el deseo de los hombres de bienes procedentes de otros países y de otro clima y, por supuesto, de aquellos producidos en sus propios países43. Tengo la impresión de que la importancia atribuida por Mandeville al comercio internacional depende de si se vincula el crecimiento de la producción y el aumento del empleo con su forma original de considerar el consumo. Por tanto, sostiene que, siempre que el Estado disponga de una administración sabia, «un país rico puede vivir con todas las comodidades y abundancia imaginables»44 si no frena la propensión hacia el comercio y el consumo de sus ciu dadanos. No se ha puesto suficientemente de relieve el rechazo de Mandeville a la hora de dar una definición de consumo, aunque describa indirectamente esta categoría a partir del lujo. Este autor aduce que los deseos humanos son infinitos y que los nuevos anhe los, las nuevas necesidades, surgen de forma natural y constante, in dependientemente del hecho de que existan o no normas sociales que regulen la relación entre la renta y el consumo45. Sin embargo, Mandeville introduce un elemento de discontinuidad respecto a las ideas preexistentes sobre el concepto de consumo. La novedad ha de buscarse en la superación de la idea según la cual la frugalidad es una virtud únicamente porque permite limitar el consumo sólo a los bie nes de primera necesidad, excluyendo de este modo otros considera dos innecesarios o de lujo46. Mandeville estima que para poder defi nir el lujo de forma rigurosa no es necesario contemplar cada uno de los artículos de lujo, sino buscar la esencia de esta categoría. En Let-
tcr lo Dton, de 1737, señala que el lujo es todo lo que no es necesa rio para la existencia del hombre como ser vivo pero que contribuye .i que la vida sea más agradable47. La superación del concepto de parsimonia le permite compren der que todos los actores sociales tienen una fuerte propensión a consumir, una pulsión irresistible, porque «si bien las necesidades ortaciones procedentes de Asia y las Américas aumentan un 67 por 100, esto es, una tasa anual de 2,2 por 100, gracias a la cual el con sumo per cápita de los bienes extraeuropeos asciende a 0,57 libras eslerlinas, con un incremento anual del 1,4 por 100. Por último, cabe señalar que en un siglo y medio se producen tam bién algunos cambios significativos entre las zonas no europeas de bido a que, en la competencia entre Asia y las Américas, son estas ultimas las que ofrecen a los consumidores europeos productos a pre cios más competitivos. Entre 1640 y 1750, las mercancías americanas comercializadas se multiplican por 7,3 veces, mientras que las asiáti cas lo hacen únicamente por 3,4. Incluso en la segunda mitad del si glo xviii, mientras que el valor de las mercancías americanas se du plica, las de Asia aumentan sólo 1,2 veces, aproximadamente la mitad de la oferta americana. El análisis del comercio holandés permite observar la función im pulsora de los intercambios comerciales extraeuropeos (tabla 1.3). Lntre 1660 y 1690, la tasa anual de crecimiento del comercio extraeu ropeo, calculada con arreglo a las transacciones de las Compañías ho landesas de las Indias Orientales y Occidentales, es similar al total: 1,2 por 100 para la extraeuropea y 1,4 por 100 para el total. Es du rante el siglo xviii, concretamente entre 1690 y 1753, cuando el co mercio no europeo adquiere importancia con una tasa anual de cre cimiento del 1,3 por 100, mientras que la cuota del comercio total se estanca en el 0,1 por 100 al año. Para Holanda la función del comercio no europeo es esencial, puesto que más de la mitad del tráfico con el extranjero proviene de zonas ubicadas fuera de Europa y la otra mitad está relacionada con la circulación de mercancías, incluidas las extraeuropeas que desde I Iolanda se. dirigen hacia otras zonas europeas89. Además, debe te nerse en cuenta que, entre 1680 y 1779, el comercio extraeuropeo crece de forma regular y constante un 1,5 por 100 al año. Es precisa mente gracias a los bienes coloniales que Holanda puede dirigir su
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T a b l a 1 .4
T a b l a 1.3
Participación d el com ercio holandés extraeuropeo (prom edio anual) Años 1680-1689 1690-1699 1700-1709 1710-1719 1720-1729 1730-1739 1740-1749 1750-1759 1760-1769 1770-1779
Valor (en miles de £est.)
C om ercio extraeur./ com ercio total
3.243 -
4.864 5.675 6.486 5.945 7.027 8.378 10.540 11.459
Al
42,8
C om ercio inglés. Tasa d e crecim ien to y participación d e las zonas no europeas Años
Comercio total
Comercio europeo
C om ercio no europeo
1700-1715 1715-1730 1730-1750 1750-1770 1770-1790
0,2
0,5
23,2
1,9
3,7 1,2
27,7 28,8 37,0
1,3 1,4 1,9
4,1 3,2
43,9
F uente: S perling, «The international payment mechanism», op. tit., y B. R. M itchell, British historical statistics, Cambridge, Cambridge University Press, 1988, pp. 449 y 492-494. T a b l a 1 .5
54,6
Fuente: J. de V ries, «The Dutch Atlantic economies», en P. A. Coclanis (dir.), The A tlantic econ om y during the 17th and 18'h centuries, Co lumbia, South Carolina Press, 2005, pp. 1-29.
comercio a diferentes zonas de Europa mediante la reexportación. Los registros de Sound Toll aportan datos sobre la cantidad de mer cancías que entran y salen del Báltico y muestran que gracias a aque llas no europeas el comercio holandés conserva su preeminencia. De hecho, entre 1650 y 1750 el volumen de bienes extraeuropeos regis trados en Sound Toll pasa de 1,2 a 3,6 millones de toneladas90. Incluso en Inglaterra, la participación de productos extraeu ropeos en su comercio total desempeña una función destacada. En el período de 1698 a 1719, mientras el comercio no europeo aumenta un 1,8 por 100 al año, el comercio total apenas se incrementa un 0,4 por 100 al año. La información más detallada refleja que, mientras el saldo de la balanza comercial respecto a Europa arroja siempre un saldo activo, la balanza comercial respecto a zonas extraeuropeas arroja, en cambio, un saldo pasivo, lo cual obliga al comercio inglés a reexportar cuotas crecientes de importaciones no europeas91. La importancia del comercio no europeo en el incremento de los intercambios comerciales ingleses es totalmente perceptible puesto que este último sostiene el crecimiento del comercio total. Ade más, es preciso tomar en consideración que la función del comercio
Participación d el com ercio no europeo en e l com ercio francés (en porcentaje) 1730
24,4
1740
33,9
1754
34,4
1765
31,2
1776
50,3
F uente: B utel , «France, the Antilles, and Europe», op. cit.
extraeuropeo es determinante, especialmente para el crecimiento del comercio total en la segunda mitad del siglo xvill, cuando la par ticipación de las mercancías no europeas en el comercio en general alcanza el 43,9 por 100. El rápido crecimiento del comercio exterior francés se ve favo recido, como se ha señalado anteriormente, por el aumento de las reexportaciones de productos americanos y asiáticos. El comercio colonial, incluso en este caso, es, por tanto, determinante para la re volución comercial del siglo xvm. El movimiento ascendente del co mercio exterior francés se desarrolla sobre todo a partir de 1730
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gracias a la estabilidad monetaria, a las nuevas políticas a favor del co mercio y a la mayor presencia de comerciantes extranjeros que incen tivan la reexportación de bienes asiáticos y americanos hacia Europa del norte, el Báltico y la cuenca mediterránea92. En la edición de 1714 de La fábula d e las abejas, Mandeville an ticipa muy claramente lo que se ha tratado de demostrar en este ca pítulo: la relación entre el poder de la nación y la prosperidad de la economía basada en de la difusión del lujo. Al igual que otros auto res, Mandeville defiende el nuevo orden económico y político creado por la Revolución Gloriosa: lo considera eficaz al desarrollar la ener gía capaz de romper las normas que impiden a Inglaterra convertirse en un reino feliz y reformado93. La amplia difusión europea de las ideas de Mandeville permite comprender la importancia del cambio que tiene lugar también fuera de Inglaterra en el comercio internacional. Entre finales del si glo xvn y los primeros decenios del siglo siguiente se establece una nueva relación entre la doctrina económica y la prosperidad de la na ción que socava la idea mercantilista del poder del Estado y la aris tocracia terrateniente. Las nuevas fórmulas políticas se basan en un contenido concreto dado por la renovación de la internacionalización de los flujos co merciales, siendo Holanda el primer ejemplo a este respecto en el si glo xvii. La interacción que se ha mencionado entre el crecimiento económico y el poder de la nación presupone que cada esfera sea autónoma, es decir, que exprese realidades diferentes y no depen dientes del poder del Estado, a diferencia de lo que sucedía antes. La autonomía de la política y la economía no se puede concebir an tes de la consolidación de la competencia entre países para obtener el máximo beneficio del comercio a larga distancia y especialmente en las zonas extraeuropeas. Se impone de este modo el principio de la competencia econó mica, esto es, de la forma de mercado que se caracteriza por la pre sencia de numerosos agentes, ninguno de los cuales se encuentra en una posición de ejercer influencia con sus decisiones sobre el movi miento de los contratos comerciales, que se rigen por las leyes; una forma de mercado que para su plena expresión requiere la presencia de un escenario internacional de paz. La competencia se convierte en el pilar económico del orden internacional surgido a raíz de los tratados de paz de Westfalia y que se basa en el principio de evitar la hegemonía de una sola potencia, lo cual se compensa por la alianza
organizada de otras potencias. Gracias a la lucha contra las conduc ías y las normas moralistas y jurídicas que condenan el lujo se inicia la construcción de un nuevo orden nacional e internacional que se para la economía de la política y que determina las posibles interaci iones entre los dos órdenes.
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C apítulo II D EL L U JO A L C O N SU M O
La crisis de la concepción mercantilista y la despenalización del lujo suscitan una amplísima reflexión sobre el comercio, la compelencía y la rivalidad económica entre las naciones. Los efectos del de bate europeo chocarán con todo el sistema de intercambios y harán que irrumpa el consumo de todas las mercancías, incluidas las que están prohibidas moralmente que hacen más agradable la vida coti diana y favorecen las relaciones sociales y culturales de los individuos que pertenecen a la misma clase, pero también entre personas de cla ses diferentes. Se llega así a considerar que el comercio y el consumo ile los bienes de lujo son compatibles con la virtud y no constituyen factores destructivos de los usos y las costumbres1. En 1738, Voltaire escribe que el comercio ha dejado de ser «un arte oculto, una especie de química en manos de tres o cuatro perso nas que se enriquecen y encubren sus secretos»2. En unos decenios, la previsión de Voltaire se convertirá en una realidad: los principios del comercio y del consumo se dan a conocer, están presentes en el de bate público y dan lugar al nacimiento de la economía política. En este capítulo se tratará de mostrar cómo la polémica sobre el lujo se convierte en un debate sobre el consumo de alcance continen tal y de qué forma permite que arraigue la idea de la riqueza de las naciones según la cual los deseos y las necesidades de los consumido res tienen un papel preponderante. La idea de la riqueza de las nacio nes radica en una premisa de Jean François Melon, quien, a partir del concepto de utilidad, llegará a afirmar que el comercio es útil porque excluye la «voluntad de conquista» de la vida de las naciones, al per mitir que «el espíritu de paz ilumine nuestra Europa»3.
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El «dulce comercio» El motor de la riqueza de las naciones es, según Melón, el comer cio. Esto es lo que permite «el intercambio de lo superfluo por lo ne cesario», intercambio que satisface en primer lugar las necesidades primarias, y luego las «necesidades secundarias», como el vino y los tejidos, para culminar en la satisfacción de las «necesidades de lujo», como la seda, el azúcar, el café y el tabaco, productos que se conside ran como «nuevas necesidades»4. El incremento de los intercambios hace que el stock monetario disponible no sea suficiente en un mo mento dado y, por tanto, favorece el desarrollo de nuevos instrumen tos monetarios y crediticios que conducen al nacimiento del sistema bancario y a la economía financiera5. En resumen, el comercio es el instrumento principal para satisfa cer las necesidades de la población, un conjunto de necesidades que nunca se agotan y permiten la expansión continua de la producción manufacturera, precisamente porque las necesidades «aumentan constantemente» y «surge siempre la demanda de nuevos productos que fomentan otras industrias»6. Si desaparecen los obstáculos al co mercio «no se requiere más que libertad y seguridad» y «ante la alter nativa entre la libertad y la protección, será menos nocivo prescindir de la protección que de la libertad»; por consiguiente, se desarrollará aún más la circulación de los bienes de lujo porque son «la continua ción necesaria del poder de un Estado»7. La estrecha correlación que se establece entre las necesidades y la producción, en la que el comercio no es más que el intermediario, constituye el verdadero fundamento del poder y la riqueza de un Es tado. De hecho, habida cuenta de que todos los hombres se mueven por pasiones que les llevan a ser valientes si son militares, o a trabajar «por codicia» si son comerciantes, su objetivo final consiste en lograr la mayor satisfacción con el resultado de que «el lujo constituye una nueva razón para trabajar»8. Aunque sin mencionarlos en ningún momento, Melón ha leído los escritos de Montesquieu y Mandeville y meditado sobre ellos9. Por ello, no es de extrañar que, para él, el lujo no sea otra cosa que «una suntuosidad extraordinaria, un nombre vacío, que ha de prohibirse en todas las actividades políticas y comerciales» porque, además de promover la seguridad de los gobiernos, «se desarrolla con gran velo cidad». Lo que era «lujo para nuestros padres, hoy no lo es, y lo que
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lo es para nosotros no lo será para nuestros nietos»10. Según Melón, reviste aún una mayor importancia el hecho de que el lujo cree un círculo virtuoso: el agricultor imita al burgués de su pueblo, el bur gués emula a quien vive en la ciudad vecina, que a su vez se considera inferior a quien vive en la capital, y todavía más inferior de los que Irecuentan la Corte del rey11. Melón alienta a Voltaire, que se mueve en su propio círculo, a escribir el ensayo anteriormente mencionado que se considera «una sabia apología del lujo» en el que se refuerza la idea que Melón retoma de Mandeville según la cual el lujo «es una palabra sin una noción precisa»12. Las ideas de Melón están influenciadas, asimismo, por Pierre Bayle, un partidario de la tesis de que el consumo de bienes de lujo tiene el mismo origen que los demás, es decir, las pasiones humanas. Son las pasiones las que determinan el consumo, haciendo una distinción en tre los bienes «imprescindibles», como el pan; los secundarios, como los tejidos de lana, y finalmente los «de lujo», como el pan blanco y los tejidos finos13. Este orden de consumo es fruto de la evolución econó mica y más concretamente de la división del trabajo, puesto que «los trabajadores no serán empleados en el sector del lujo hasta que haya suficientes bienes secundarios y, del mismo modo, no serán contrata dos en el sector del lujo hasta que no esté satisfecha la demanda de productos básicos, es decir, los de primera necesidad»14. La jerarquía de consumo depende además de la renta porque, aunque haya veinte millones de compradores de pan, son muchos menos los que adquie ren telas de calidad inferior y menos aún los que compran telas precia das. Sin embargo, el consumo de bienes de lujo tiene el mérito de po ner en circulación el dinero «guardado en el baúl», de permitir que el trabajo se reproduzca y de que se convierta «de alguna manera en una fuerza destructora de la holgazanería y la ociosidad»13. La originalidad de Melón consiste en retomar, a nivel económico, las ideas de la filosofía moral de Bayle y Mandeville, y de integrar los artículos de lujo en el consumo general de bienes. De esta forma se supera la oposición preexistente entre la virtud cívica y la virtud eco nómica, y se legitima la complementariedad entre política y econo mía. Es interesante señalar que la novedad del discurso de Melón se observa también en su capacidad de vincular el consumo con el tra bajo humano porque es el primer autor que establece el nexo que media entre renta y consumo, consumo y riqueza, así como entre consumo y poder de una nación. Por último, tampoco hay que olvi dar, como señala Hont, que sus ideas sobre el comercio diseñan una
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nueva política económica: sostiene, en efecto, que los países han de garantizar la autosuficiencia no sólo respecto a las necesidades bási cas, los productos alimenticios, sino también los bienes de lujo, sin impedir por ello la competencia en el plano internacional16. Charles Dutot retoma y reelabora las ideas de Melón; Dudot está muy interesado en la formación de la riqueza general de las nacio nes y en la determinación de los beneficios para el comercio exterior que se derivan de la relación entre la moneda de cuenta y la moneda metálica17. Dutot escribe lo siguiente: «el cultivo de la tierra y la in dustria son, por tanto, la causa y el principio de todas las riquezas de las que gozan los hombres» y, por consiguiente, la agricultura y la industria «son las dos fuentes del comercio». En efecto, «la solidez del comercio consiste en la diversidad de los bienes que produce un país fértil: su progreso respecto a la ampliación de la actividad in dustrial», es decir el trabajo de los hombres18. El comercio permite la circulación de los bienes que se distribuyen de manera desigual en tre los países y «la circulación es por tanto la esencia del comercio, el consumo es su fin». Por consiguiente, la finalidad del comercio con siste en poner al alcance de la población el consumo de alimentos y productos no alimenticios, permitiendo que los «bienes superfluos a los que se tiene acceso» puedan ser intercambiados «por aquellos que se necesitan en el momento»19. Dutot libera el comercio del estricto cumplimiento de la balanza comercial con el argumento de que «el comercio en general, en rela ción con el bienestar del Estado, sólo tiene dos vías: la primera con siste en que el Estado desgrave los bienes superfluos que produce y que los habitantes fabriquen más de lo necesario para su consumo, y en conseguir aquello de lo que no se dispone en el exterior, y que es absolutamente necesario; la segunda consiste en enriquecer al Estado y, al mismo tiempo, al sector privado». Este segundo objetivo se logra cuando el Estado tiene un excedente comercial que podría ser utili zado para «recurrir a la utilización de bienes innecesarios y super fluos, que no sirven más que a la sensualidad y al lujo»20. Tanto para Melón como para Dutot el lujo no es ilimitado, y puede ser contenido, pero no prohibido. El principio general para ambos autores es que todos los bienes que exceden las necesidades de un país deben trasladarse a países en los que éstos escasean, inde pendientemente de si son de primera necesidad o de lujo. Las prohi biciones para estos últimos ya no obedecen a razones morales, sino que son únicamente de orden económico, de políticas económicas.
También para Montesquieu el consumo se relaciona con la liberlad política y económica de los individuos. En la obra De l’esprit des Inis sostiene que los intereses individuales de carácter pasional se convierten en virtuosos gracias a la razón. Ello explica por qué la con vergencia involuntaria de los intereses privados en el interés público da lugar a la sociedad civil que concilia los diversos intereses21. La so ciedad civil, reforzada por la presencia de la libertad, protege las ac ciones y promueve, por tanto, la sociabilidad, que se difunde tanto en la esfera política como en la económica22. La convergencia involuni aria de los intereses se manifiesta en el plano económico en la mulliplicidad de relaciones y vínculos en la dimensión comercial, con el resultado de que los intercambios también modifican las formas y los hábitos y, por tanto, refinan el gusto23. En una sociedad renovada por el espíritu del «dulce comercio» y la «educación de los modales», los hombres son valorados por sus cualidades concretas, la riqueza y el mérito personal, cualidades que se encuentran al origen de «un lujo sólido» basado en «necesidades reales» y no «en el afinamiento de la vanidad»24. Ello ayuda a com prender por qué «las leyes del comercio mejoran las costumbres» en cuanto «refinan y educan los hábitos bárbaros»25. De ello se deduce que el fin último del comercio es la paz, puesto que las naciones se vuelven dependientes entre sí en cuanto a que sus relaciones se fun damentan «en necesidades recíprocas» que favorecen la justicia y eli minan el bandidaje26. El comercio guarda una estrecha relación con la constitución y la organización política del Estado, puesto que los gobiernos despóti cos tienen como objetivo promover el orgullo, los placeres y las fan tasías del déspota, mientras que en los gobiernos monárquicos el co mercio «se basa en la política de ganar poco, e incluso ganar menos que en otras naciones, y encontrar una compensación en ganar conti nuamente»27. Es este último comercio, nacido en el siglo xvm, el que Montesquieu define como «económico» y el que da lugar a una nueva sociedad que se caracteriza por atribuir una mayor importancia a la riqueza en vez de a la virtud, por la presencia de los bancos y por «los nuevos signos de valor», aunque la riqueza suele distribuirse de ma nera desigual, tanto entre los ciudadanos del mismo Estado como en tre los diversos Estados28. Los tres autores, Melón, Dutot y Montesquieu, se muestran de acuerdo sobre la relación que se establece entre el libre comercio y la libertad de consumo. La libertad económica fomenta la interdepen-
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dencia entre los hombres y los Estados porque surge de la necesidad de crear una comunicación permanente entre las naciones en térmi nos económicos y políticos que promueva la paz. El principal exponente del nuevo comercio, Vicent de Gournay, en cuyo círculo participan Véron de Forbonnais y Turgot, aduce que, aunque la agricultura es «la rueda motriz que mueve toda la maquina ria del comercio», la riqueza de las naciones tiene unos «fundamentos eternos» en la agricultura y la pesca, pero también en la industria, que «no es otra cosa que la continuación y la consecuencia proporcional al aumento de las materias primas»29. Gournay explica cómo el orden económico se organiza a partir de los recursos naturales, tanto internos como externos, que se convier ten en cierta medida en el pilar de la actividad industrial. Para que esto ocurra, los gobiernos no deben impedir el libre comercio, sino destinar nuevas tierras al cultivo, reducir los tipos de interés, apoyar y alentar la navegación, además de promover el comercio interior y ex terior de cereales. Por tanto, corresponde a la política intervenir a fin de que aumenten «las fuerzas fecundas de las riquezas y el poder»30. Sin embargo, estas últimas podrán operar de forma plena siempre que los agentes económicos participen libremente en la producción y la circulación de mercancías31. Gracias a la competencia, los precios de los bienes disminuirán y, por tanto, ésta se convertirá en «el arma más poderosa para combatir las acciones de nuestros rivales», con el resultado de que «el consumidor no se resiste a su encanto» ya que «un precio reducido fomenta y determina el consumo»; por ello, «es preciso dejar actuar al consumo»32. El vínculo que Gournay establece entre producción, comercio y consumo explica la medida en que, según este autor, la libertad eco nómica es válida para todas las actividades, incluyendo el sector ma nufacturero. De hecho, la libertad de comercio no afecta a los pro ductos elaborados, como demuestran los tratados entre Holanda y Francia, donde los holandeses se han atenido «al principio funda mental de todo comercio que quiera alcanzar la prosperidad: la liber tad y la protección»33. Con Gournay se puede percibir la transición a una nueva forma de concebir la bailanza comercial, que comienza a caracterizarse como «el fruto de los numerosos ramos mecánicos del comercio», y a no de pender exclusivamente de la acción de los gobiernos, sino más bien del conjunto de fuerzas económicas que incrementan el volumen co mercial y el número de trabajadores34. La nueva idea de la competen-
» , en T r a c y (dir.), The rise o f m erchant empires, op. cit., pp. 102-152, y M. Be na u ka, «The role of Baltic trade in European development from the 16th to the I K'1, ceni m y», jou rn al o f European E conom ic His tory, 1,19 80 , 1, pp. 5-20. 91 Sperling, «The international payment mechanism», op. cit., pp. 446-468. 92 P. B u t e l , «Le négoce internalional en France a u x v i i T siècle», en F . C r o u z e t (dir.), Le n égoce international xnf-xs' uce/e. Fan's, Economica, 1989, pp. 139-152; P. J e a n n i n , M archands d ’Europe. I’raln/ne\ et savoir à l ’époque m oderne, Paris, Édi tions rue d’Ulm, 1992, pp. 109-115 y l . ’ 5 I /H, y P. P o u r c h a s s e , Le com m erce du
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tions Desjonquères, 2006. 70 C. W ilson , Anglo-Dutch com m erce and fin a n ce in the eighteen th century, Cam bridge, Cambridge University Press, 1941, pp. 11-12; J. JoNKERy K. S luyterman, At
h om e on the w orld markets. Dutch international trading companies fro m the 16,b cen tury until the present, La Haya, Sdu Uitgevers, 2000, pp. 83-95. 71 J. M. P rice, Capital and credit in British overseas trade: the view fro m Che sapeake, 1700-1776, Cambridge, Harvard University Press, 1989, cap. IV, e Id., «What did merchants do? Reflections in British overseas trade, 1660-1790», journ al o f E conom ic History, 2, 1989, pp. 267-284. 72 L. N eal , The rise o f financial capitalism. International markets in the age o f reason, Cambridge, Cambridge University Press, 1990, pp. 5-10, y J. de V ries y A. D. V an der W oude, The first m odern econom y. Success, failu re and perseverance o f the Dutch econom y, 1500-1815, Cambridge, Cambridge University Press, 1997, pp. 130-143. 73 I. S choffer y F. S. G aastra , «The import of bullion and coin into Asia by the Dutch East India Company in the seventeenth and eighteenth centuries», en A ymard (dir.), Dutch capitalism and w orld capitalism, op. cit., pp. 215-233, y J. A. V a n H outte, An econ om ic history o f the Low Countries, 800-1800, Londres, Weidenfeld, 1977, pp. 304-305. 74 J. Sperling, «The international payment mechanism in the seventeenth and eighteenth century», E conom ic History Review, 3 ,19 6 2 , pp. 446-468. 75 J acobs, The trade o f Dutch East India Company, op. cit., pp. 6-8.
76 C haudhuri, The trading w orld o f Asia, op. cit., p. 4 4 0 ; Id ., The East India Com pany: trade and dom estic financial statistics, 1755-1838, AHD History SN, UK Data Archive, University of Exeter, Colchester. 77 C. H. H. W ake, «The changing pattern of Europe’s pepper and spice imports, ca. 1400-1700», Journal o f European E conom ic History, 2, 1979, pp. 361-403. 78 D. O rmrod, The rise o f com m ercial empires. England and th e N etherlands in the age o f m ercantilism , 1650-1770, Cambridge, Cambridge University Press, 2003, pp. 43-49. 79 Chaudhuri, The trading w orld o f Asia, op. cit., pp. 12-13, y O rmrod, The rise o f com m ercial empires, op. cit., pp. 182-183. 80 Ibid, pp. 184-185. 81 W ilson, Anglo-Dutch com m erce and finance, op. cit., pp. 3-4; O rmrod, The rise o f com m ercial empires, op. cit., pp. 185-186, y J onker y Sluyterman, At h om e on the w orld markets, op. cit., pp. 93-95. 82 C. C arrière, N égociants m arseillais au x v n f siècle. C ontribution à l ’étude des écon om ies maritimes, Marsella, Institut Historique de Provence, 1979, vol. I, pp. 310-312. 83 O rmrod, The rise o f com m ercial empires, op. cit., pp. 31-36. 84 Ibid., pp. 48-58. 85 Ibid., pp. 149-151 y 189. 86 J. M. Price, «Multilateralism and/or bilateralism: the settlement of British trade balances with the North, c. 1700» y «Multilateralism revisited: a further note on the settlement of British trade balances with the North, ca. 1660-1750», en
nord. Les échanges commerciaux entre la train e et lE urope septentrionale au cle, Rennes, Presses Universitaires de Ken lies, 2006, pp. 27-56.
xvnf
siè
93 I. H ont, «The early enlightenment debate on commerce and luxury», en M. G oldie y R. W olker (dirs.), The 0 1 1. 27 G roenewegkn, Eighteenth t m in ty economics,
28
V e r r i,
Meditazioni, op e t t , pp. 9 10.
29 Ibid., pp. 15-16, 30 Ibid., pp. 16-17. 31 Ibid., pp. 19-21. 32
Ibid.,
p. 29.
op. cit.,
p. 2 7 8 .
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Notas
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33 Ibid., p. 30. 34 Ibid., pp. 34-35. 35 Ibid., pp. 45-46. 36 Ibid., pp. 46-47. 37 Ibid., pp. 142-143. 38 Ibid., pp. 144-145. 39 Ibid. 4(1 A. S mith, L ectures on jurisprudence (1762-1763), Oxford, Clarendon Press, 1978, pp. 331 y 333-334. 41 S mith , La ricchezza d elle nazioni (1776) (en adelante RN), op. cit., libro IV, cap. 8, p. 821. 42 Ibid. 43 A. E. R othschild y A. S en, «Adam Smith’s economics», en K. H aakonssen (dir.), The C ambridge com panion to Adam Smith, Cambridge, Cambridge University Press, 2006, pp. 319-365. 44 RN, libro IV, cap. 9, pp. 851-852. 45 Ibid. 46 A. Z anini, Adam Smith. Economía, morale, diritto, Milán, Bruno Mondadori, 1997, pp. 86-91. 47 J. H. K eppler, L’écon om ie des passions selon Adam Smith, Paris, Editions Kimé, 2008, pp. 29-30. 48 M. B iziou, Adam Smith, Paris, PUF, 2003, pp. 129-131, y C. G erschlager, Adam Smith’s account o f self-deceit and inform al institutions, Documento de trabajo 07-10 RS, Université Libre de Bruxelles, Bruselas, 2006, pp. 11-14. 49 L. M ontes, Adam Smith in context. A critical reassessm ent o f som e central com pon ents o f his thought, Basingstoke, MacMillan, 2004, pp. 75-96. 50 H ope , Virtue by consensus, op. cit., pp. 1 1 2 - 1 1 3 . 51 P. H. V erhane, Adam Smith and his legacy fo r m odern capitalism, Nueva York, Oxford University Press, 1991, pp. 88-89. 52 RN, libro I, cap. 2, pp. 91-92, y cap. 5, p. 111. 33 Biziou, Adam Smith, op. cit., pp. 142-143; S. C remaschi, II sistem a della ric chezza. Economía política e problem a d i m étodo in Adam Smith, Milán, Franco An gelí, 1984, pp. 138-142. 54 K eppler, Id écon om ie des passions, op. cit., pp. 49-56. 55 RN, libro V, cap. 1, parte II, pp. 874-875, y S. F leishacker, On Adam’s Smith Wealth o f Nations. A philosoph ical com panion, Princeton, Princeton University Press, 2004, pp. 242-246. 56 Biziou, Adam Smith, op. cit., pp. 166-169, y P. W erhane, Adam Smith and his legacy fo r m odern capitalism, Nueva York-Oxford, Oxford University Press, 19 9 1, pp. 109-110. 57 RN, libro IV, cap. 9, pp. 825 y 851-852. 58 P. M c N amara , Political econom y and statesmanship. Smith, Hamilton and the foundation o f com m ercial republic, De Kalb, Northern Illinois University Press, 1998* pp. 34-44. 59 RN, libro I, cap. 11, segunda parte, pp. 273 y 349. 60 RN, libro I, cap. 5, p. 111. B rewer, «Luxury and economic growth», op. cit., pp. 94-95, aduce que la idea de Smith del trabajo productivo, el que genera un ex*1 cedente, se basa en Quesnay, si bien Smith amplía obviamente esta categoría a cual* quier forma de trabajo.
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61 C remaschi, IIsistema, op. cit., p. 173. Cremaschi resume las ideas de Smith so bre la naturaleza délas necesidades que se exponen en la RN y en L ecciones sobre ju
risprudencia. 62 RN, libro I, cap. 1, pp. 79-80. 63 RN, libro IV, cap. 1, p. 566. 64 RN, libro II, Introducción, p. 387. 65 Ibid., p. 3 8 8 . 66 RN, libro I, cap. 3, p. 96, y cfr. J. D. S achs , The End o f Poverty. E conom ic Pos sibilities fo r Our Time, Londres, Penguin Books, 2005, pp. 38-39. 67 RN, libro I, cap. 2, p. 92. 68 S. F iori, Ordine, m ano invisibile, mercato. Una rilettura di Adam Smith, Tu rin, UTET, 2001, p. 65.
69 O ttenson, Adam Smith’s market-place o f life, op. cit., pp. 320-324. 70 RN, libro IV, cap. 2, p. 584. 71 A. E. R othschild, Sentim entieconom ici. Adam Smith, Condon e/ c l ’illuminismo, Bolonia, II Mulino, 2003, p. 183. 72 C. L. G riswold jr . , Adam Smith and th e virtues o f enlightenm ent, Cambridge, Cambridge University Press, 1999, p p . 299-301, y O ttenson, Adam Sm ith’s market place, op. cit., p p . 181 y ss. 73 J. M. B uchanan , «Public goods and natural liberty», en T. Wi i .son y A. S. S kin ner (dirs.), The Market and the state. Essays in H onour o f Adam Smith, Oxford, Cla rendon Press, 1975, pp. 272-286; A. S. S kinner, «Adam Smith: ethics and self-love», en P. J ones y A. S. S kinner (dirs.), Adam Smith. R eview ed, Edimburgo, Edin burgh University Press, 1992, pp. 142-167, y H undert, The enlightenm ent, op. cit., pp. 227-228. 74 RN, libro I, cap. 4, p. 102. 75 RN, libro II, cap. 1, p. 396. 76 RN, libro I, cap. 8, p. 160. 77 RN, libro II, Introducción, p. 387. 78 RN, libro V, cap. 1, parte I, p. 858. 79 RN, libro V, cap. 1, parte II, p. 879. 80 RN, libro III, cap. 4, pp. 544-545. Cfr. M. L. P esante, «La teoría stadiale della storia e l’analisi economica di Adam Smith», Annali della Fondazione Luigi Einaudi, 1995, pp. 249-285, y A. B rewer, Adam Sm ith’s stages o f history, Documento de de bate 08/601, Department o f Economics, Universirsity of Bristol, Bristol, 2008. 81 W. J. S tull , «Urban economics of Adam Smith», en J. C. W ood (dir.), Adam Smith. Critical assessments, vol. VI, Londres, Routledge, 1994, pp. 80-99. 82 RN, libro III, cap. 1, p. 504. 83 Ibid., p.503. 84 RN, libro III, cap. 4, p. 537. 85 Ibid. 86 RN, libro III, cap. 4, pp. 537-538. 87 Ibid., pp. 5 3 8 -5 4 1 . 88 RN, libro III, cap. 1, p. 508. 89 D. F orbes, «Sceptical whiggism. Commerce and liberty», en A. S. S kin ner y T. W ilson (dirs.), Essays on Adam Smith, Oxford, Clarendon Press, 1975, pp. 179-201. 90 RN, libro III, cap. 1, p. 508. 91 RN, libro III, cap. 4, p. 541.
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Notas
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92 Ibid., p. 543. 95 RN, libro III, cap. 1, p. 504. 94 RN, libro IV, cap. 8, p. 821. 95 Ibid., p. 822. * Ibid., p. 823. 97 RN, libro II, cap. 3, pp. 452-453. 98 Ibid. 99 Ibid., p. 469. 1011 Ibid., pp. 460-461. 101 RN, libro V, cap. 2, parte II, art. IV, p. 1050. 102 RN, libro I, cap. 11, parte II, p. 270. 103 RN, libro V, cap. 2, parte II, art. IV, p. 1050. 104 RN, libro III, cap. 1, p. 504. 105 RN, libro V, cap. 2, parte II, art. IV, pp. 1050 y 1058. 106 RN, libro I, cap. 8, pp. 168-169. 107 RN, libro I, cap. 11, parte II, p. 273. 108 RN, libro II, cap. 3, p. 469. 109 Ibid., pp. 469-470. 110 Ibid., p. 471. 111 Ibid. 112 Ibid., p.472. 113 D. W inch , R iches and poverty. An intellectual history o f political econom y in Britain, Cambridge, Cambridge University Press, 1996, pp. 76-89. 1,4 RN, libro II, cap. 1, p. 390. 115 RN, libro I, cap. 8, p. 172. 116 RN, libro II, cap. 1, p. 396. 117 RN, libro II, cap. 5, p. 490. 118 RN, libro I, cap. 8, p. 177. 119 RN, libro II, cap. 8, pp. 178-179. 1211 RN, libro V, cap. 2, parte II, art. IV, pp. 1049-1050. 121 Ibid., p. 1051. 122 Ibid. 123 Ibid. 124 S. H ollander, «On the role of utility and demand», en S kinner y W ilson (dirs.), Essays on Adam Smith, op. cit., pp. 313-323. 125 RN, libro V, cap. 2, parte I, art. IV, p. 1051. 126 RN, libro V, cap. 2, parte II, art. IV, pp. 1049-1054. 127 H ollander, «On the role of utility and demand», op. cit., p. 319. 128 N. R osenberg , «Adam Smith, consumer tastes, and economic growth»,/oa^ nal o f Political Economy, 3, 1968, pp. 361-374. 129 N. de M archi, «Adam Smith’s accommodation of “altogether endless” de rives», en M. B erg y H. C lifford (dirs.), C onsumers and luxury. C onsum er culturt in Europe 1650-1850, Manchester, Manchester University Press, 1999, pp. Ì8-36, y T. A spromouros, The science o f wealth. Adam Smith and the fram in g o f political eco ■ nomy, Londres, Routledge, 2009, pp. 30-39. 1,0 RN, libro IV, cap. 3, parte II, pp. 622 y 627. 131 Ibid., p. 622. 132 Ibid., pp. 631-632. 133 Ibid.
261
134 RN, libro IV, cap. 9, p. 842. 135 A.W. C oats, «Adam Smith and the mercantile System», en S kinner y W ilson (dirs.), Essays on Adam Smith, op. cit., pp. 218-236. Capítulo IV 1 A. M e n n i n g e r , Genuss im kulturellen wandel. Tabak, kaffee, tee und schokolade in Europe (16.-19. ]ahrhundert), Stuttgart, Franz Steiner Verlag, 2008, pp. 237-275. 2 B. S t e l l a , Il Tabacco. Opera nella quale si tratta dell’origine, historia, coltura, preparazione, qualità, natura, virtu e uso in fum o, in polvere, in foglia, in labitivi e in m edicina della pianta detta vulgarm ente tabacco, Roma, s. e., 1669. 3 W. R u m s e y , Organon Salutis. An instrum ent to cleanse the stom ach: as also divers n ew experim ents o f the virtue o f tobacco and coffee, Londres, R. Hodgkinsonne, 1657. 4 D. U. A n t a k i , The nature o f drink hauhi, or coffee, Oxford, Henry Hall 1,1659. 5 A n ó n i m o , The virtues o f coffee. Set forth in the works o f The Lord Bacon his Na tural History, Mr. Parkinson his Herbal, Sir G eorge Sandys his Travails, James H ow elhis epistles, Londres, W. G., 1663. 6 B. C o w a n , The social life o f coffee: th e em ergence o f the British coffee-house, N ew Haven, Yale University Press, 2 0 0 5 , pp. 27 -28. 7 S. P a u l i , A treatise on tobacco, tea, coffee, and chocolate, Londres, T . Osborne, 17 4 6 ; la primera edición en latín se publicó en Estrasburgo en 16 65. 8 H. C o S M io A n g l o , Magna naturae oeconom ia, Frankfurt, Christiani Hanboldi 1687. 9 A. F. Na i r o n i , Discorso della salutifera bevanda Kahvve, ovvero caffè, Roma, Mi chele Hercoli, 1671. 10 M . T ogni, Raccolta d elle singolari qualità d el caffè, Venecia, Gio. Francesco Valuasenza, 1675. " Ibid., pp. 3 0 -4 8 . 12 J. S p o n , De l’usage du caphé, du th é et du chocolat, Lyon, Jean Girin, 1671, e ÍD., Traité nouveau et curieux du café, du th é et du chocolat, La Haya, Adrian Motjens, 1685. Existe también una edición en latín publicada en Ginebra en 1699. 13 N. d e B l e g n y , Le bon usage du thé, du café, et du chocolat pou r la préservation et pou r la guérison d es maladies, Paris, Étienne Michallet, 1687. En el mismo año se publica otra edición del volumen en Lyon. 14 A. R a m b a l d i , Ambrosia arabica ovvero della salutare bevanda caffè Bolonia s. e., 1 6 9 1 .
15 J.
L
eclan t
,
«Le café et les cafés à Paris (1 6 4 4 -1 6 9 3 )» , Annales ESC, 1, 1 9 5 1
pp. 1-14 .
16 M. A i g n a n , Le prestre m édecin ou discours physique sur l ’établissem ent d e la m édecine, Paris, Laurent d’Houry, 1696, p. 210. 17 S pon , De l’usage, op. cit., pp. 5-6. 18 C owan , The social life, op. cit., pp. 36 -38. 19 S p o n , De l’usage, op. cit., p . 2 . 20 C i t a t o e n C o w a n , The social life, op. cit., p . 5 3 . 21 G. B a r u f a l l i , La Tabaccheide, Ferrara, Bernardino Pomatelli, 1714. A n ó n i m o , Les en tretiens des cafés d e Paris et les différends qui y surviennent, Trévoux, Étienne Ganneau, 1702, y A. G a l l a n d , De l’origine et du progrès du ca fé (1712), Paris, Editions de la Bibliothèque, 1992,
262
Marcello Carmagnani
23 C owan , The social life, op. cit., pp. 92 -99. 24 A nónimo, The virtue o f the co ffee drink (1670), citado en E. M arkman , The C offee- House. A cultural history, Londres, Phénix, 2004, pp. 135-136. 25 A nónimo, « A brief description of the excellent virtues of that sober and wholesome drink, called Coffee» (1674), en M arkman , The Coffee-H ouse, op. cit., p. 139, y parcialmente reproducido en C owan , The social life, op. cit., p. 103, quien, en la página 95, presenta también la publicidad de un café de 1652. 26 G. D. C ivicini, Della storia e natura d el caffé. Discorso accademico, Florencia, Imprenta de Bernardo Paperini, 1731, p. 24. 27 J. H. B urn, A descriptive catalogue o fth e London traders, tavern, and coffee-hou se tokens current in the seven teen th century, Londres, A. Taylor, 1855, pp. LXXXVLXXVII. 28 A nónimo, Discourse o f co ffee (1699), citado en C owan , The social life, op. cit., pp. 28-29. 25 J. L a Roque, Voyage à l ’Arabie heureuse, par l ’Océan oriental dans les années 1708, 1709, 1710, Amsterdam, Sleehouver et Vytwer, 1716. Utilizo la edición italiana publicada en Venecia en 1721. 30 Ibid., pp. 215-289. 31 Ibid., pp. 274-277. 32 J. D ouglas , A description and history o f th e co ffee tree, Londres, Thomas Woodward, 1727. 33 C ivicini, Della storia e natura d el caffé, op. cit., p. 43. 34 Citado en O rmrod, The rise o f com m ercial em pire, op. cit., p. 196. 35 J. E L e F evre, Tractatus d e natura, usu et abusu café, the, cocolatae et tabaci, Be sançon, Charmet, 1732, pp. 9-16. 36 M elon, Essai politique, op. cit., p. 1 1 0 . 37 Ibid., p. 157. 38 L. de P ierrel, Le progrès du com m erce, Paris, Augustin-Martin Lottin, 1760, pp. 222-223. 312 Ibid, p. 253. 40 Ibid., p. 257. 41 Ibid., p. 264. 42 Ibid., p. 261. 43 J. S hovlin , «The cultural politics of luxury in eighteenth century France», F rench H istorical Studies, 4, 2000, pp. 577-606, e ÍD., The political econ om y o f vir tue, op. cit., pp. 6-9. 44 S hovlin , «The cultural politics», op. cit., pp. 588-593. 45 L. L emery, Traité des aliments, vol. I, Paris, Durand, 17 5 5 , pp. VII y VIII. 46 Ibid., vol. I, pp. 41-42, 8 9 ,10 5 -10 6 ,11 6 y 522. 47 P. J. B uc ’hoz, M anuel alim entaire des plantes tant indigènes, qu’exotiques qui p eu ven t servir d e nourriture et d e boisson aux différents peuples d e la terre, Paris, s. e., 1771; îd ., Dissertation sur le café, sa culture, ses différentes préparations et ses proprié" tés tant alim entaires que médicinales, París, M. Buc’hoz, 1785; îd ., D issertation sur II cacao, sur sa culture, et sur les différentes préparations du chocolat, Paris, M. Buc’hoi,, 1787; îd ., D issertation sur le thé, sur sa récolte, et sur les bons et mauvais effets d e sott infusion, París, M. Buc’hoz, 1787; ÍD., D issertation sur l ’utilité, e t les bons e t mauvais effets du tabac, du café, du cacao et du thé, Paris, De Beuve, 1788, y cfr. también A. L l G entil, D issertation sur le ca fé et sur les m oyens propres à p réven ir les effets qui résum ten t d e sa préparation, Paris, s. e., 1787.
Notas
263
48 B u c ’ h o z , D issertation sur l'utilité, op. cit., p . 7 . 49 G. D e l l a B o n a , D ell'uso e dell’abuso d el caffè. Dissertazione storico-fisico-medica, con aggiunte intorno alla cioccolata, Livorno, Paolo Fantechi, 1762. 5,1 B u t i n i , Traité du luxe, op. cil., pp. 33-34 y 36. 51 J. E l l i s , An historical account o f coffee, Londres, Edgard y Charles Dilly, 1774. 52 G. E t t o r e , Notizie ¡storico-fisiche su l caffè, Roma, Salvini, 1791. 53 A . de M o ya , El café, M adrid, Imprenta de G onzález, 1792. 54 A. L a v e d á n , Tratado d e los usos, abusos, propiedades y virtudes d el tabaco, café, t é y chocolate, Madrid, Imprenta Real, 1796, pp. 233-234. Cfr. A. B o n e t C o r r e a , «Les cafés littéraires en Espagne du xviT au xxe siècle», en A. A u r e l l et al. (dir.), C om m ensalité e t convivialité à travers les âges, Rouen, Universidad de Rouen, 1992, pp. 292-300. 55 B. M o s e l e y , A treatise concerning th è properties and effects o f coffee, Londres, J. Sewell, 1790. 56 D. R o c h e , H istoire des choses banales, Paris, Fayard, 1997, pp. 67-94. 57 A. A. C a d e t d e V a u x , D issertation sur le café, son historique, ses propriétés, et
le procédé pou r en obten ir u ne boisson plus agréable, la plus salutaire et la plus écon o mique, Paris, Huzard, 1806, y J. M. A. G u b i a n , Dissertation sur le café, Paris, Impri merie de Didot Jeune, 1814. 58 C a d e t d e V a u x , D issertation sur le café, op. cit., p . 3 . 59 G. M o r a n d o , D el lusso. Dissertazione, Turin, Michel Angelo Morano, 1797, p. 61. 60 V erri, Meditazioni, op. cit., pp. 3-4. 61 RN, libro IV, cap. 7, pp. 701-798. 62 RN, libro IV, cap. 6, p. 687, y cap. 7, parte III, p. 744. 63 RN, libro IV, cap. 7, parte III, p. 760. 64 Ibid., pp. 740-741. 65 Ibid., p. 741. 66 Ibid., pp. 741-742. 67 RN, libro IV, cap. 3, parte II, p. 622. 68 RN, libro IV, cap. 3, parte I, p. 605. 69 RN, libro IV, cap. 1, p. 576. 70 Ibid., p. 577. 71 Ibid., pp. 577-578. 72 RN, libro I, cap. 11, parte II, p. 273. 73 Ibid., p. 270. 74 RN, libro I, cap. 8, p. 172. 75 S. de M e i l h a u , C onsidération sur la richesse et le luxe, Paris, La Veuve Valade, 1789, pp. 2-3 y 45-48. 76 Ibid., p. 411. 77 Ibid., p. 571. 78 Ibid., pp. 572-573. 79 Ibid., p. 127. 80 M. D e v è z e , L’Europe e t le m onde à la fin du xvm siècle, Paris, Albin Michel, 1970, pp. 524-534, y W. R e i n h a r t , G eschichte des europäischen expansion , traducción italiana, Storia dell’espansione europea, Nápoles, Guida, 1987, pp. 299-3 31.
Marcello Carmagnani
264
Capítulo V 1 J . B audrillard , La so ciété
d e consom m ation,
Paris, D enoël, 19 7 0 , pp . 18 -19 .
2 R. D avis, Aleppo and D evonshire square. English traders in the Levant in the
eighteenth century, L ond res, M acM illan, 1 9 6 7 , pp. 2 7 -2 9 , y especialm ente la tabla de las im portaciones de sedas y su destino; A . J. Barendse, The Arabian seas. The Indian Ocean w orld o f seven teen th century, A rm on k , Sharpe, 2 0 0 2 , pp. 2 4 5 -2 4 6 , y D. P anzak, «Internation al and dom estic m aritim e trade in the O ttom an Em pire du ring the 1 8 ,h centu ry», International jou rn al o f M iddle East Studies, 2, 19 9 2 , pp. 18 9 -2 0 2 . 3 R. Romano, O pposte congiunture. La crisi d el seicen to in Europa e in America, Venecia, M arsilio, 1 9 9 1 , pp. 56-6 0 . 4 D. Sella, «L es m ouvem ents longs de l ’ind ustrie lanière à Venise», Annales ESC, 1, 19 5 7 , pp. 2 9 -4 5 , e 1d., C om m ercio e industria a Venezia n el seco lo xvn, Veneeia, Istituto p er la collaborazione culturale, 1 9 6 1 , pp. 2 3 -2 9 y 7 9 -8 6 . 5 E Braudel y E. L abrousse (dirs.), H istoire économ ique et sociale d e la France, vol. II, Paris, PUF, 19 7 0 , pp. 1 6 2 -1 6 4 y 2 2 0 -2 2 3 . 6 C. W ilson, «C lo th production and international com petition in the seven teenth century», E conom ic History Review, 2 ,1 9 6 0 , pp. 2 0 9 -2 2 1 ; V ries y W oude, The first M odern Economy, op. cit., pp. 2 8 3 -2 9 0 , y F. J. Fischer, «L o n d o n ’s exp ort trade in the early seventeenth century», E conom ic History Review, 2, 19 5 0 , pp. 1 5 1 -1 6 1 . 7 Davis, «E nglish foreign trade, 1 6 6 0 -1 7 0 0 » , op. cit., pp. 1 5 0 -16 6 . 8 V ries y W oude, The first M odern Economy, op. cit., p. 286. a Ibid., pp. 3 7 6 -3 8 2 . lü Fischer, « L o n d o n ’s ex p o rt tra d e», op. cit., pp. 7 1 -7 2 , y D avis, «E nglish fo reign trade, 1 6 6 0 -1 7 0 0 » , op. cit., pp. 1 5 0 -16 6 . 11 W. E. Minchinton, «In trod u ctio n », en W. E. M inchinton (dir.), The grow th o f English overseas trade in seven teen th and eighteen th centuries, L ondres, M ethuen, 19 6 9 , pp. 2-3. 12 Fischer, « L o n d o n ’s exp o rt trad e», op. cit., pp . 7 1 -7 3 ; K. Berrill, «Interna tional trade and the rate o f econom ic grow th », E conom ic History Review, 3 , 1960, pp. 3 5 1 -3 5 6 , y R. T. R app , «T h e unm aking o f the M editerranean trad e hegem ony: In ternation al trade rivalry and the com m ercial revolu tion », jou rn a l o f E conom ic His tory, 3 , 1 9 7 5 , pp. 4 9 9 -5 2 5 . 13 D. Rothermund, «T h e changing pattern o f British trade in Indian textiles», en S. Chaudhuri y M. Morineau (dire.), M erchant com panies and trade. Europe and Asia in the early m odern era, C am bridge, C am bridge U niversity Press, 1999, pp. 2 4 3 -2 8 6 . 14 M. Berg, «F rom im itation to invention: C reating com m odities in eighteenthcentury B ritain», E conom ic History R eview, 1 ,2 0 0 2 , pp. 1-30. 15 S. N. Broadberry y B. G upta, Cotton textiles and the great divergen ce: Lanca! shire, India and the shifting com petitive advantage, 1600-1856, D ocum ento de trabaje^ núm . 5 1 8 3 , C en tre fo r E conom ic P olicy R esearch, L ondres 2 0 0 5 , e íd., «L ancashire! India, and shifting com petitive advantage in cotton textiles, 17 0 0 -1 8 5 0 : the neglect ted role o f factor p rices», E conom ic History R eview, 2, 2 0 0 9 , pp. 2 7 9 -3 0 5 . j 16 C haudhuri, The trading world, op. cit., p. 2 3 8 ; M. M orineau, «T h e Indian challenge: Seventeenth to eighteenth centuries», en Chaudhuri y M orineau (dirs.jf M erchant com panies and trade, op. cit., pp. 2 4 3 -2 7 5 , y J acobs, M erchant in Asíf
op. cit., pp. 9 4 -1 0 9 .
Notas
265
17 J. E. W illis Jr., «European consumption and Asian production in the seven teenth and eighteenth centuries», en J. BREWERy R. Porter (dirs.), Consumption and the w orld o f goods, Londres, Routledge, 1993, pp. 133-147. 18 A. P. W adsworth y J. L. M ann, The cotton trade and industrial Lancashire, 1600-1800, Mánchester, Manchester University Press, 1965, p. 160. 19 P. J. T homas , «The beginnings of calico-printing in England», English Histo rical R eview, 154, 1924, pp. 206-216; A. W. D ouglas , «Cotton textiles in England. The East India Company’s attempt to exploit development in fashion, 1660-1721», Journal o f British Studies, 2 ,1969, pp. 28-43; R othermund, «The changing patterns», op. cit., pp. 243-286, y C. C ousquet, Nantes, u ne capital française des indiennes au xvne siècle, Nantes, Coiffard, 2002, que describe el incremento de las reexportacio nes del algodón de la India, su participación en el comercio de esclavos y la produc ción de piezas de algodón de imitación, pp. 31-33, 75-90 y 151-154. 20 P. O ’Brian, T. G riffiths y P. Hunt, «Political components of the Industrial Revolution: Parliament and the English cotton textile industry, 1660-1774», Econo m ic History R eview, 3, 1991, pp. 395-423; B. Lemire, Fashion favou rite: The cotton trade and the consum er in Britain, Oxford, Oxford University Press, 1991, pp. 21-48, y Cousquer, Nantes, op. cit., pp. 41-43 y 65-67. 21 W adsworth y Mann, The cotton trade, op. cit., pp. 1 6 1 -1 6 4 . 22 K. N. Chaudhuri, The English East India Company. The study o f an early jo in t stock company, 1600-1640, Londres, Frank Cass, 1965, pp. 243-246. 23 J. R. B ruifn, F. S. G aastra e I. S choffer, Dutch-Asiatic shipping in the seven teenth and eighteen th centuries, vol. I, Amsterdam, Martinus Nijhoff, 1987, p. 192, y J acobs , M erchant in Asia, op. cit., pp. 3 5 4 -3 5 5 . 24 W adsworth y M ann , The cotton trade, G upta, «Lancashire, India», op. cit.
op. cit.,
pp. 1 3 8 -1 4 7 ; B roadberry y
25 W adsworth y Mann, The cotton trade, op. cit., pp. 162 y 170. 26 B ruijn, G aastra y S choffer, Dutch-Asiatic shipping, op. cit., vol. I, p. 192. 27 O. P rakash, European com m ercial enterprise in pre-colonial India, Cambridge, Cambridge University Press, 1988, p. 120, y Jacobs, M erchant in Asia, op. cit., pp. 91-94 y 354-355. 28 O. P rakash , «Restrictive trading regimes: VOC and the Asian spice trade in theseventeenth century», en R. P tak y D. R othermund (dirs.), Emporia, com m odi ties and entrepreneurs in Asian m aritim e trade, c. 1400-1750, Stoccarda, Franz Stei ner Verlag, 1991, pp. 107-126. 29 V ries y W oude , The first industrial nation, op. cit., pp. 2 8 9 -2 9 5 y 4 9 9. 30 Romano, «Documenti e prime considerazioni», op. cit., pp. 1267-1279. 31 F. Crouzet, La gu erre économ ique franco-anglaise au x vn f siècle, Paris, Fa yard, 2008, p. 277. 32 C. Carrière, «L’espace commercial marseillais aux xviP et xvnT siècles», en P. Leon (dir.), Aires et structure du com m erce français, Lyon, CNRS, 1973, pp. 250-275. 33 Cousquet, Nantes, op. cit., p. 176, y W. M. R eddy, The rise o f market culture. The textile trade and French society, 1750-1900, Cambridge, Cambridge University Press, 1984, pp. 22-23. 34 S. Chassagne, Le coton et ses patrons, France 1760-1840, Paris, École des huit tes études en sciences sociales (EHESS), 1991, pp. 70-76, 92 y 121-124. 35 J. K. T homson , «State intervention in Catalan calico-printing industry in eighteenth century», en M. Berg (dir.), Markets and m anufactures in early industrial Europe, Londres, Routledge, 1 9 9 1 , pp. 52-77.
Notas
Marcello Carmagnani
266
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p r o c e s s » , J o u r n a l o f E c o n o m ic H isto ry, 1 , 1 9 7 2 , pp . 2 4 1 - 2 6 1 . 37 R. C . A llen , The British Industrial R evolution m global perspective, C am brid ge, C am bridge U n iversity P ress, 2 0 0 9 , p. 2 1 1 . 38 B roadberry y G upta , «L ancashire, In dia», o p . cit. 39 T. G riffiths, P. H unt y P. O ’B rian , «Scottish, Irish and im perial connection: Parliam ent, the T hree K ingdom , and the m echanization o f cotton spinning in eigh teenth -centu ry B ritain», E c o n o m ic H is to r y R e v ie w , 3 ,2 0 0 8 , pp. 62 5 -6 5 0 . 40 A llen , T h e B ritis h in d u s tr ia l re v o lu t io n , o p . cit., pp . 1 8 2 -18 8 . 41 Ib id ., y W adsworth y M ann , C o tto n tra d e, o p . cit., pp. 4 7 2 -5 0 6 . 42 R. L S ullivan, «E ngland’s age o f invention: The acceleration o f patents and pa tentable invention during the industrial revolution», Explorations in E conom ic History, 4 19 8 9 pp 4 2 4 -4 5 2 , y T. G riffiths, P. H unt y P. O ’B rien, «Inventive activity in the British textile industry, 1 7 0 0 -1 8 0 0 » J o u r n a l o f E co n o m ic H istory, 4 ,1 9 9 2 , pp. 8 8 1-9 0 6 43 J , W aivin ,F r u its o f e m p ir e . E x o tic p r o d u c e a n d B n t is h ta ste, 1600-1807, N ueva Y ork , N ew Y o rk U niversity P ress, 19 9 7 , pp. 7 1 -7 2 44 W . S chivelbusch , S to ria d e i g e n e r i v o lu ttu a ri,, M ilan, B ru no M ondadori, 45 K T K ell «Tobacco in fo lk cures in w estern society», ] o u r n a l o f A m erica n F o lk lo re 3 0 8 19 6 5 , pp. 9 9 -1 1 4 ; O . jANiGERy M . D obkin , «Suggestive hallucinogenic p C S i o L » " I M e d ica i A m b r o s i o ® N e , c d « ,e r . [,1 5 7 3 , pp. 6 - 1 1 ; A . « G » «N icotian dreams: T he p reh istory and early history o f tobacco in eastern N orth A m erica» en I. G oodman (dir.), C o n s u m in g h a b its. D ru gs in h is t o r y a n d a n th r o p o lo g y , Londres, Routledge, 19 9 5 , pp. 6 7 -8 7 , y j . G oodman «Tobacco m history. The culture o f dependence», en G oodman (dir.), C o n s u m in g h a b its, o p . cit., pp. 2 1-3 3 . 46 K ell , «Tobacco in folk cures», o p . cit., e Id ., «F o lk names fo r tob acco», jo u r -
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267
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268
Marcello Carmagnani
3 W. D. P hillips, «Sugar in Iberia», en S. B. S chwartz (dir.), Tropical Babylons. Sugar and the making o f A tlantic World, 1450-1680, Chapel Hill, University of North Carolina Press, 2004, pp. 27-41; A. V iera, «Sugar Islands. The sugar economy o f M a deira and the Canaries, 1450-1680», en S chwartz (dir.), Tropical Babylons, op. cit., pp. 42-84, y A. M orreale, Insula dulcis: l ’industria della canna da zucchero, seco li 15-17, Nâpoles, Edizioni Scientifiche Italiane (ESI), 2006. 4 C. R. P hilip, «Trade in the Iberian empires, 1450-1750», en T racy (dir.), The rise o f m erchant empires, op. cit., pp. 34-101, y H. H obhouse, Seeds o f change. Five plants that transform ed mankind, Nueva York, Harper & Row, 1985, p. 58. s R. L. S tein, The French sugar business in the eighteenth century, Baton Rouge, Louisiana State University Press, 1988, pp. 11-12. 6 Mintz, Storia dello zucchero, op. cit., p. I l l ; S mith , «Complications», op. cit., e Id ., «From coffeehouse to parlour. The consumption of coffee, tea and sugar in north-western Europe in the seventeenth and eighteenth centuries», en G oodman (dir.), C onsuming habits, op. cit., pp. 148-164. 7 J acobs , M erchant in Asia, op. cit., pp. 247-249, y G. B. S ouza , «Ballast goods: Chinese maritime trade in zinc and sugar in the seventeenth and eighteenth cen turies», en P tak y R othermund (dirs.), Emporia, com m odities and entrepreneurs, op. cit., pp. 305-312. 8 R. L. S tein, «The French sugar business in the eighteenth century: a quantita tive study», Business History, 1,1980, pp. 3-17; P. B utel, H istoire des A ntilles françai ses xvif-xxe siècle, Paris, Perrin, 2002, pp. 68-88, y J eulin, Hévolution du port d e Nan tes, op. cit., cuadro 3, p. 238. 9 D. W atts, The West Indies: patterns o f developm ent, culture and en vironm en tal change sin ce 1492, Cambridge, Cambridge University Press, 1987, pp. 176-177. 10 J ohansen, « H o w to pay for Baltic products?», op. cit., pp. 123-141. 11 M ém oire sur le com m erce qui se fa it à Nantes (1714), Archives Municipales de Nantes, HH 228. 12 R ambert, H istoire du com m erce d e Marseille, op. cit., vol. VI, pp. 388-389, y S tein,
T he French sugar business, op. cit.
13 F. C rouzet, La gu erre économ ique franco-anglaise au x vn f siècle, Paris, Fayard, 2008, pp. 121-122. . 14 P. M asson , Port francs d’autrefois et d ’aujourd’hui, Paris, Hachette, 1904, pp. 19-20, y C arrière, N égociants marseillais, op. cit., vol. I, pp. 310-312. 15 H uetz de L emps, G éographie du com m erce de Bordeaux, op. cit., pp. 476-47 7 y 482-483. 16 J eulin, Idévolution du port d e Nantes, op. cit., p. 23 8. 17 Sortie à destination des pays étrangers, 1729, Archive Chambre de Commerce de Marseille, Statistique, Série 1 ,21. 18 P. B utel, Les négociants bordelais. L’Europe et les îles au x vn f siècle, Paris, A u bier, 1974, fig. 4-5. 19 D ardel, Navires e t marchandises, op. cit., p. 566. 20 R ambert, H istoire du com m erce d e Marseille, op. cit., vol. VI, pp. 389-391. 21 S tein, «The French sugar business», op. cit., pp. 3-17. 22 Ibid. 23 T arrade, Le com m erce colonial de la France, op. cit., vol. I, p. 75 4. 24 Ibid., p. 755. 25 Stein, «The French sugar business», op. cit. 26 J eannin, Marchands d ’Europe, op. cit., pp. 105-108 y 135-136.
Notas
269
27 D ardel, Navires et marchandises, op. cit., p. 568, y P. Butel, «Les négociants allemands de Bordeaux dans la deuxième moitié du xvmè siècle», en W irtschafts kräfte und W irtschaftswege: Festschrift fü r H ermann Kellenbenz, vol. II, Nuremberg, Klett-Cotta, 1978, pp. 586-614. 28 M enninger, G enuss im kulturellen wandel, op. cit., pp. 229-230. 29 J acobs, M erchant in Asia, op. cit., pp. 249-252. 30 S. B. S chwartz, Sugar plantation in the form ation o f Brazilian society. Bahia, 1550-1835, Cambridge, Cambridge University Press, 1985, pp. 3-27. 31 Ibid. 32 J. H. G alloway , «Tradition and innovation in the American sugar industry, c. 1500-1800: an explanation», Annals o f the Association o f American Geographers, 3, 1985, pp. 334-351; B. W . H igman , «The sugar revolution», E conom ic History Review, 2,2000, pp. 213 -236; E. Eadie , La route du sucre du v n f au x vn f siècle, Martinica, Ibis Rouge, 2001, pp. 175-185; S. H. H. C arrington, The sugar industry and the abolition o f slave trade, 1775-1810, Gainesville, University of Florida Press, 2002, pp. 256-259 y 286-288, y W atts, The West Indies, op. at., pp. 177-241,272-273 y 443-444. 33 S tein, The French sugar, op. cit., pp. 12 0 -12 7 . 34 R. B. S heridan, Sugar and slavery: an econ om y history o f British West Indies, 1623-1775, Kingston, Caribbean University Press, 1974, pp. 29-30, y T. C. Smouth, «The early Scottish sugar houses, 1660-1720», E conom ic History Review, 2, 1961, pp. 240-253. 35 S tein, The French sugar, op. cit., pp. 1 3 7 -14 4 . 36 H uetz de L emps, G éographie du com m erce d e Bordeaux, op. cit., pp. 478-479, y C arrière, N égociants marseillais, op. cit., vol. I, pp. 646-656. 37 P. M. B ondois, «Les centres sucriers français au xvme siècle», R evue d ’H istoire
E conom ique et Sociale, 1, 1931, pp. 26-76. 38 S tein, The French sugar, op. cit., pp. 138-139,
y
C om m erce d e Nantes, 1710,
Archives Municipales de Nantes HH 227. 39 S tein, The French sugar, op. cit., p. 146, y F. C rouzet, «Économie et société (1715-1789)», en F. G. P ariset (dir.) Bordeaux au x vn f siècle, Burdeos, Fédération Historique du Sud-Ouest, 1968, pp. 277-278. 40 Pour les raffineries du sucre d e Marseille, 1788, y A dresse aux Com ités de Com m erce et d e l ’A griculture, 1791, Archive Chambre de Commerce de Marseille, Sé rie H-Sucres 1729-1789. 41 J. F. T olozan , M ém oire sur le com m erce d e la France e t d e ses colonies, Paris, Imprimerie de Moutrad, 17 8 9 , pp. 4 9 -5 0 , y M. A rnould, De la balance du com m erce et d es relations com m erciales d e la France dans toutes les parties du globe, vol. II, Pa ris, Buisson, 1 7 9 1 , p. 230. 42 Calculs dressés à Nantes au m ois d e septem bre 1731, Archives Municipales de Nantes, HH 240; S tein, The French sugar, op. cit., pp. 128-133, y J. C avignac , ]ean Pellet. C om m erçant d e gross, 1694-1772, París, SEVPEN, 1967, pp. 207-208. 43 B. A. W einberg y B. K. B ealer, Caffeina. Storia, cultura e scienza della sostanza più fam osa d el mondo, Roma, Donzelli, 2002, pp. 51-54, y V. H. M air y E. E. Hoh, The true story o f tea, Londres, Thames & Hudson, 2009, pp. 33-39,45-46,55-56 y 67-69. 44 Ibid., pp. 84-96. 45 W einberg y B ealer, Caffeina..., op. cit., pp. 117-144; M air y H oh , The true story o f tea, op. cit., pp. 165-169, y W. D. S mith, Consumption and the making o f respectability, 1600-1800, Londres, Roudedge, 2002, pp. 125-128.
Notas
Marcello Carmagnani
270
46 M air y Hoh, The true story o f tea, op. cit., pp. 1 7 0 - 1 7 1 , y Smith, Consump
tion, op. cit.
47 L. D ermigny, La Chine et TOccident. Le com m erce a Canton au x vn f siecle, vol. I, Paris, SEVPEN, 1964, pp. 379-381, y A. M cFarlane e I. M cFarlane, Oro verde. La straordinaria storia d el te, Roma-Bari, Laterza, 2004, pp. 73-78. 48 W illis, «European consumption», op. ctt., pp. 141-142, y R. W. Jamieson, «The essence of commodification: caffeine dependencies in the early modern world», Journal o f Social History, 2 ,2 0 0 1, pp. 269-294. 49 J acobs , M erchant in Asia, op. cit., pp. 179-184. 50 Chaudhuri, The trading world, op. cit., pp. 386-388, y Dermigny, La Chine et I’O ccident, op. cit., vol. I, pp. 142-148. 51 W. J. A sworth, Customs and excise. Trade, production and consum ption in En~ gland, 1640-1845, Oxford, Oxford University Press, 2003, pp. 230-231, y Chaud huri, T he trading world, op. cit., p. 538. 52 Dermigny, La Chine et I’O ccident, op. cit., vol. I, pp. 311-354. 53 Chaudhuri, The trading world, op. cit., p. 4 0 5 . 54 H. C. y L. H. M ui, «Smuggling and the British trade before 1784», American H istorical Review, 1,19 68 , pp. 44-73, e Id., «Trends in eighteenth-century smuggling reconsidered», E conom ic History Review, 1,19 7 5 , pp. 28-43. 55 Cole, «Trends in eighteenth-century smuggling», op. cit., pp. 395-416. 56 Ibid., y M ui, The M anagem ent o f m onopoly, op. cit., pp. 2 3 -2 4 y 9 1 -9 4 . 57 D ermigny, La Chine et TOccident, op. cit., vol. I, pp. 768-771 y 787-798. 58 Ibid., vol. I, pp. 833-839. 59 Chaudhury, The trading world, op. cit., p. 512. 60 The East India C ompany, Trade and dom estic financial statistics, op. cit. 61 D ermigny, La Chine et TOccident, op. cit., vol. I, pp. 891-892, y H. Furber, Rival em pires o f trade in Orient, 1600-1800, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1976, pp. 175-176. 62 Mui, «Smuggling and the British tea trade», op. cit. 63 D ermigny, La Chine et TOccident, op. cit., vol. II, pp. 620-621. 64 Ibid., vol. II, p. 639. 63 Mui, «Smuggling and the british tea trade», op. cit. 66 Mui, «Trends in eighteenth-century smuggling», op. cit. 67 Liu, The Dutch East India Company, op. cit., pp. 141-142. 68 Dermigny, La Chine et TOccident, op. cit., vol. II, pp. 566-567. 69 Ibid., vol. II, pp. 593-594. 70 S. Chapman, M erchant enterprise in Britain. From the Industrial R evolution to World War I, Cambridge, Cambridge University Press, 1992, pp. 21-50. 71 D ermigny, La Chine et TOccident, op. at., vol. II, pp. 604-616. 72 J. E. Inikori, «Market structure and the profits of the British-African trade in the late eighteenth century » J o u rn a l o f E conom ic History, 4 ,19 8 1, pp. 745-776. 73 S. D. Smith, «Accounting for taste: British coffee consumption in historic p ersp ectiv e» , Journal o f Interdisciplinary History, 2 ,19 9 6 , pp. 183-214. 74 W einberg y Bealer, Caffeina, op cit., pp. 30-32; R. S. Hattox, C offee and, coffee-houses. The origins o f a social beverage in the m edieval Near East, Seattle, Uni versity of Washington, 1985, pp. 3-28, y J. Schneider, «The effects on European markets of imports of overseas agriculture: the production, trade and consumption of coffee (15th to 18th century)», en J. Casas P ardo (dir.), E conom ic effects o f the Eu ropean expansion, Stuttgard, Franz Steiner Verlag, 1992, pp. 283-306.
271
75 H attox , C offee and coffee-houses, op. cit., pp. 29 -45. 76 Cfr. apartado primero del capitulo 4; M enninger, G enuss im kulturellen wandel, op. cit., pp. 273 y ss.; W einberg y B ealer, Caffeina, op. cit., pp. 117-124, y S chivelbush , Storia d ei gen eri voluttuari, op. cit., pp. 39-53. 77 M arkman , The Coffee-H ouse, op. cit., pp. 131-142, y J acobs, M erchant in Asia, op. cit., pp. 260-261. 78 T. B rennan, Public ranking and popular culture in eighteenth-centu ry Paris, Princeton, Princeton University Press, 1988, pp. 132-137. 79 M. T uchsheker, «Commerce et production du café en Mer Rouge au xvT siè cle», en M. T uchsherer (dir.), Le com m erce du ca fé avant Tère des plantations colonia les: espaces, réseaux, sociétés (xY-XIXe siècle), El Cairo, Institut Français d’Archéologie Orientale, 2001, pp. 69-90; J. B ertahud, «L’origine et la distribution des caféières dans le monde», en T uchsherer (dir.), Le com m erce du café, op. cit., pp. 361-370; W. G. C larence-S mith, «The spread of coffee cultivation in Asia», en T uchsherer (dir.), Le com m erce du café, op. cit., pp. 371-384; F. L. W ellman , Coffee. Botany, cul tivation, and utilization, Londres, 1961, fig. 2; F. M auro , H istoire du café, Éditions Desjonquères, Paris, 1991, pp. 19-46; W atts, The West Indies, op. cit., pp. 503-504, y C arrington, The sugar industry, op. cit., pp. 13-15. 80 P anzac , «International and domestic maritime trade», op. cit., pp. 18 9 -2 0 2 , y A. R aymond , Artisans et com m erçants au Caire au x vu f siècle, vol. I, Damasco, Insti tut Français, 19 7 3 , pp. 1 1 7 - 1 1 9 . 81 R aymond , Artisans et com m erçants, op. cit., vol. I, pp. 131-133; S. F aroqhi, «Crisis and change, 1590-1699», en H. I nalcil (dir.), An econ om ic and social history o f the Ottoman Empire, 1300-1914, Cambridge, Cambridge University Press, 1994, pp. 507-516. 82 F aroqhi, «Crisis and change», op. cit., pp. 5 2 1 -5 2 3 , y D avis, Aleppo and De vonshire Square, op. cit., pp. 38 -4 3 . 83 A. R aymond , «Les problèmes du café en Egypte au xvuT siècle», en AAVV, Le ca fé en M éditerranée, xvnf-XXe siècle, Aix en Provence, Institut de Recherches Méditerranéennes, 1980, pp. 31-72; E. C arreira, «Les Français et le commerce du café dans l’Océan Indien au xviiT siècle», en T uchsherer (dir.), Le com m erce du ca fé avant Tère des plantations coloniales: espaces, réseaux, sociétés (xY-xIXe siècle), El Cairo, Institut Français d’Archéologie Orientale, 2001, pp. 334-357; Bun, «Marsei lle entre Moka et café des îles», en T uchsherer (dir.), Le com m erce du café, op. cit., pp. 213-245; M ém oire sur l ’extraction du ca fé des ports d’Égypte, 15 de noviembre de 1724, Archive Chambre de Commerce de Marseille, Série H 113; K. G lamann , Dutch-Asiatic trade, 1620-1740, La Haya, Nijhoff, 1958, pp. 183-184 y 188-193; C owan , The social life o f coffee, op. cit., pp. 56-66, y C haudhuri, The Trading World, op. cit., pp. 366-369 y 374-377. 84 G lamann , Dutch-Asiatic trade, op. cit., p. 206. 83 R aymond , Artisans et com m erçants, op. cit., y Bun, «Marseille entre Moka et café des îles», op. cit. 86 G lamann , Dutch-Asiatic trade, op. cit., p. 206. 87 G. J. K napp, «Coffee for cash. Tbe Dutch East India Company and the expan sion of coffee cultivation in Java, Ambon and Ceylon, 17 0 0 -1 7 3 0 » , en J. van G oor (dir.), Trading com panies in Asia, 1600-1830, Utrech, Hes Uitgerers, 19 8 6 , pp. 33 -49. 88 G lamann , Dutch-Asia trade, op. cit., pp. 206-207. 89 C owan , The social life o f coffee, op. cit., p. 7 3 , y S mith , «Accounting for taste»,
op. cit.
Notas
Marcello Carmagnani
272
90 C arrington, The sugar industry, op. cit., p. 15. 91 B uti, «Marseille entre Moka et café des îles», op. cit.; L. M eignen, «Esquisse sur le commerce français du café dans le Levant au x v n f siècle», en J. P. F ilippini et al. (dir.), Dossiers sur le com m erce français en M éditerranée orientale au x vu f siècle, Paris, PUF, 1976, pp. 103-150. 92 M eignen, «Esquisse sur le commerce français», op. cit. 93 R. W. F ogel y S. L. E ngerman, Time on the cross. The econ om ics o f American negro slavery, vol. I, Boston, Little Brown, 1974, pp. 59-106. 94 C arrière, N égociants marseillais, op. cit., vol. I, p. 362; M ém oire sur l’entrepôt
1703, M ém oire sur le com m erce du ca fé 1726, y Réflexions sur le b én éfice perm ettant l ’en trée du ca fé 1736, Archive Chambre de Commerce de Marseille, Série H 112. 95 L ettre d e Mgr. Orry, C ontrôleur gén éra l des finances, 20 ju ille t 1732 y Déclara tion du R oy, 22 septem bre 1732, Archive Chambre de Commerce de Marseille, Sé rie H114. % Arrêt du C on seild’État du Roy, 29 m ai 1736, Archive Départemental Loire At lantique, C 728. 97 B utel, Les négociants bordelais, op. cit., p. 64. 98 S. D. S mith , «The early diffusion of coffee drinking», en T uchsherer (dir.), Le com m erce du café, op. cit., pp. 245-270, y S chumpeter, English overseas trade, op. cit., pp. 6 0 -6 1. 99 T olozan , M ém oire sur le com m erce, op. cit., pp. 629-630 y 646-656, y Ca rrière, N égociants Marseillais, op. cit., pp. 372-373.
io° M oreau
de
J onnes, Le co m m erce au dix -neuvièm e siècle, op. cit.,
pp. 2 6 0 -2 6 1.
un g UTI>«Marseille entre Moka et café des îles», op. cit. 102 Ibid.;MKurELiN,HistoireducommercedeBordeaux, op. cit., vol. II,pp.302-305; J eulin, D évolution du port d e Nantes, op. cit., pp. 238-239, y D ardel, Commerce, in dustrie et navigation, op. cit., pp. 566 y 568. 105 M . M orineau, «La balance du commerce franco-néerlandais et le resserre ment économique des Province-Unies au xvnT siècle», Economisch-H istorisch Jabrbuch, XXX, 1963-1964, pp. 170-233. 104 J ohansen, « H o w to pay for Baltic products?», op. cit. ios b UTEL; Les négociants bordelais, op. cit. 106 B uti, «Marseille entre Moka et café des îles», op. cit., y Sorties à destination
des pays étrangers, op. cit. 107 M eignen, «Esquisse sur le commerce», op. cit. 108 D. Margaraiz, Foires et m archés dans la France préindustrielle, Paris, Edi tions de l’École des Hautes Études en Sciences Sociales, 1988, pp. 101-103. 109 P. L eon , «Vie et mort d’un grand marché international. La foire de Beaucaire, xvm e-xix' siècle», Géocarrefour, 4, 1953, pp. 309-324, y R ambert, H istoire du com m erce d e Marseille, op. cit., vol. VII, pp. 124-125. 110 D ermigny, La Chine et l’O ccident, op. cit., vol. II, pp. 564-571. 111 B utel, «Les négociants allemands de Bordeaux», op. cit., vol. II, pp. 589-614; S chneider, «The effects on european markets», op. cit.; Archive Chambre de Com merce de Marseille, Fonds Roux Frères 1735-xixc siècle, L 09/1017, 1175 y 1177, y Archive Départemental Loire Atlantique, C 728. 112 P. G ardey , N égociants et marchands de Bordeaux. De la gu erre d ’Amériqut à la restauration (1780-1830), Paris, Presses de l ’Université Paris-Sorbonne, 2009, pp. 33-41 y 258-261.
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Marcello Carmagnani
Notas
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ÍN D ICE D E N OM BRES
A b e l, W ilh e lm , 2 7 4 A c e m o g lu , D a ro n , 2 7 3 A ig n a n , F ran co is N icolas, 1 0 7 -1 0 8 , 261 A le n c a stro , L u iz F elip e de, 2 6 7 A lle n , R o b e rt C , 2 6 6 ,2 7 3 - 2 7 4 A lo n s o Á lv a re z , L uis, 2 6 6 A m b ro so li, M a u ro , 17 A n n in o , A n to n io , 17 A n ta k i, D a w u d ib n U m ar, 2 6 1 A p p le b y , J o y c e A ., 2 4 7 A rn o u ld , A m b ro is e M arie, 2 6 9 A sp ro m o u ro s , Tony, 2 6 0 A sw o rth , W illia m J ., 2 7 0 A u re li, M artin , 2 6 3 A ym ard, M au rice, 2 4 9 - 2 5 0 B airoch , P au l, 2 7 3 - 2 7 4 B arb er, W illia m J ., 2 4 8 B a rb o n , N ich olas, 2 1 - 2 2 B aren dse, R ene J ., 2 6 4 B arry, Jo n a th a n , 2 8 1 B a ru falli, G iro la m o , 2 6 1 B audeau, N icolas, 6 6 , 2 5 4 B a u d rilla rd , J e a n , 1 2 1 , 2 0 1 , 2 4 1 , 2 6 4 ,2 7 3 B ayle, P ie rre , 2 7 , 5 3 , 2 5 2 B ealer, B o n nie K ., 2 6 9 - 2 7 1 , 3 0 0 B ecker, G a r y S., 2 7 4
B erg, M a x in e , 2 4 8 - 2 4 9 , 2 6 0 , 2 6 4 2 6 5 ,2 7 5 B e rrill, K e n n eth , 2 6 4 B erry, C h risto p h e r J ., 2 4 7 , 2 4 9 , 2 5 5 B erta h u d , Ju lien , 2 7 1 Best, Jo e l, 2 6 6 B iagiotti, A n n a , 2 4 7 B iagiotti, T ullio, 2 4 7 B iziou, M ich ael, 2 5 8 Blegny, N icholas de, 1 0 6 - 1 0 7 , 2 6 1 B ogucka, M aria, 2 5 1 B o n do is, P a u l-M a rtin , 2 6 9 B o n et C o rre a , A n to n io , 2 6 3 B o w en , H uw , 1 2 7 , 1 6 8 B o yd , R ich ard , 2 5 5 B ra u d e l, F e rn a n d , 1 3 5 , 2 6 4 , 2 7 3 , 275 B ren n an , T hom as, 2 7 1 B rew er, A n th o n y, 2 5 5 ,2 5 8 - 2 5 9 B rew er, Jo h n , 2 4 8 , 2 6 5 ,2 7 3 B ro a d b erry, S tep h en N ., 1 3 6 , 2 6 4 266 B ruijn, Ja a p R., 2 6 5 B u c ’ho z, P ie rre J ., 1 1 3 , 2 6 2 - 2 6 3 B uch an an , Jam es M ., 2 5 9 B u lb eck, D avid , 1 5 3 , 1 8 1 B u rn , Ja c o b H ., 2 6 2 B usto, K a rin a, 17 B u tel, P au l, 2 5 1 , 2 6 8 - 2 6 9 , 2 7 2
ín dice d e nom bres
índice de nombres
302
B u tel-D u m o n t, G e o rg e s-M a rie , 7 8 , 2 56 -25 7 Buri, G ilb e rt, 1 8 1 , 2 7 1 - 2 7 2 B u tin i, Jea n -F ra n c o is, 6 7 , 1 1 3 , 2 5 4 , 263 C a d et d e V au x , A n to in e -A le x is, 2 6 3 C a m p b ell, B ru ce M . S., 2 7 4 C a m p b ell, Tom D ., 2 5 5 C a n tillo n , R ich ard , 6 0 - 6 1 , 8 1 , 2 5 3 C a p u zzo, P a o lo , 2 6 6 C a rre ira , E rnestina, 2 7 C a rrie re , C h a rle s , 1 9 1 , 2 4 9 - 2 5 0 , 2 6 5 ,2 6 8 - 2 6 9 ,2 7 2 C a rrin g to n , S e lw y n H . H ., 2 6 9 , 2 7 1-2 7 2 C a rriv e , P au le tte , 2 4 8 - 2 4 9 ,2 5 1 - 2 5 2 C ary, H e n ry C h arle s, 7 4 C asas P a rd o , Jo sé , 2 7 0 C asetta, G io v a n n i, 17 C astiglion e, D a rio , 2 4 9 C a stillo , A n d ré s V illegas, 2 5 2 C avacio cch i, S im o n e tta , 2 6 6 C avignac, Jea n , 2 6 9 C elaya, Y ovan a, 17 C erm an , M ark u s, 2 7 4 C h ap m an , Stanley, 2 7 0 C h arles, L o ie, 2 5 6 C hassagne, S erg e, 2 6 5 C h a u d h u ri, K irti N „ 1 2 7 , 1 6 8 , 1 8 1 , 2 2 1 , 2 4 9 - 2 5 0 , 2 6 4 - 2 6 5 ,2 7 0 - 2 7 1 , 291 C h ild , Jo sia h , 2 1 , 2 5 2 C ivicin i, G io v a n n i D o m e n ic o , 1 1 0 , 262 C la ren ce-S m ith , W illia m G ., 2 7 1 C la rk , G reg o ry , 2 2 3 , 2 7 3 , 2 7 5 C la rk , H e n ry C ., 2 4 8 C lem en s, P a u l G . E., 2 6 7 C lém en t, A la in , 2 4 7 C lic q u o t de B lesvach e, S., 2 5 2 C lieu , G a b rie l M ath ie u de, 17 7 C liffo rd , H elen , 2 6 0 C o ats, A lfre d W , 2 6 1
C o clan is, P e te r A ., 4 6 C o lb e rt, Jea n -B ap tiste, 4 1 , 1 6 0 , 1 7 9 C o le , W . A ., 2 6 7 , 2 7 0 C o n d illa c , É tie n n e B o n n o t d e, 6 2 - 6 4 ,6 6 ,2 5 4 C o n d o rc e t, M arie -Jea n -A n to in e -N i colas C a rita t de, 6 3 , 7 7 , 2 5 9 C o sm io A n g lo , H ., 1 0 6 , 2 6 1 C o stan tin i, V era, 17 C o tta, S erg io, 2 6 9 C o u sq u e t, C élin e, 2 6 5 C o w a n , B rian, 1 8 8 , 2 6 1 - 2 6 2 , 2 7 1 C rem asch i, Serg io, 2 5 8 - 2 5 9 C ro u z e t, F ra n c o is, 2 5 1 , 2 6 5 , 2 6 8 269 C u e n ca E steban, Ja vie r, 1 3 1 D a rd e l, P ie rre , 1 5 3 , 1 8 1 , 2 6 8 - 2 6 9 , 272 D au d in , G u illa u m e , 4 3 D ave n an t, C h arles, 2 1 - 2 5 ,2 4 7 - 2 4 8 D avis, J o h n A ., 2 7 4 D avis, R alp h , 3 4 , 4 3 , 1 3 0 , 1 8 9 , 2 4 9 , 2 6 4 ,2 6 7 ,2 7 1 D e Blegny, N icholas, 1 0 6 - 1 0 7 D e Luigi, A m alia, 17 D e M arch i, N eil, 2 6 0 D e M o y a, A le ja n d ro , 1 1 4 , 2 6 3 D e P ie rre l, L aco m b e, 1 1 1 - 1 1 2 , 2 6 2 D e S co b i, A n to n io , 1 0 6 D eck er, P a u l T., 7 4 D e leu le, D id ier, 2 5 5 - 2 5 6 D e lla B ona, G io v a n n i, 1 1 3 , 2 6 3 D erm igny, L o uis, 1 6 8 , 2 7 0 , 2 7 2 D eveze, M ich el, 2 6 3 D e vin e , Tom M ., 2 4 9 D i B attista, F ran cesco , 2 5 6 D id e ro t, D enis, 6 2 , 2 5 4 D o b k in , M arle n e , 2 6 6 D ou g las, A u d re y W , 2 6 5 D ouglas, Jam es, 1 0 9 - 1 1 0 , 2 6 2 D ow , A le x a n d e r, 2 5 5 D ow , Sh eila, 2 5 5 D rib e , M artin , 2 7 3 - 2 7 4
D u to t, C h arles, 5 4 - 5 5 , 7 3 , 2 5 1 - 2 5 2 E adie, E m ile, 2 6 9 Eger, E lizab eth , 2 4 9 , 2 7 5 E llis, J o h n , 2 6 3 E m m er, P ieter, 2 4 9 E ngerm an, S ta n le y L ., 2 7 2 E n th o ven , V ictor, 1 5 3 , 1 8 1 E tto re, G iu lia n o , 1 1 4 F acca rello , G ilb e rt, 2 5 2 , 2 5 4 , 2 5 7 F airch ild s, C issie, 2 7 5 F aro q h i, S u raiya, 2 7 1 F ate N o rto n , D a vid , 2 5 5 F eistein, C h arle s H ., 2 7 4 F ern án d ez D u rá n , R eyes, 2 8 5 F ilip p in i, Je a n -P ie rre , 2 7 2 F io ri, S tefan o , 2 5 9 Fischer, W o lfra m , 3 7 , 1 5 2 Fisher, F re d e ric k J ., 14 3 F leishacker, S am uel, 2 5 8 F letch er, A n d r e w S a lto u n de, 2 1 F lo u d , R od eriek , 2 7 5 F lyn n , D en n is O ., 2 4 9 F ogel, R o b e rt W , 2 7 2 F o rb e s, D u n ea n , 2 5 9 F o rb o n n ais, F ran co is V é ro n de, 14 5 6 -5 9 7 4 7 8 2 53 F o rre ster, M au rice, 2 7 5 F u rb er, H o ld en , 2 7 0 G a a stra , F em m e S., 2 4 9 - 2 5 0 2 6 5 G a lia n i, F e rd in a n d o , 5 9 , 6 2 , 7 6 , 2 5 3 ,2 5 7 G a lla n d , A n to in e , 2 6 1 G a llia n i, R en ato, 2 4 9 G a llo , A lb e rto , 17 G allow ay, J o e l H ., 2 6 9 G a rc ía B a q u ero , A n to n io , 1 4 2 , 1 5 2 G a rc ía F uen tes, L u tg a rd o , 14 3 G ard ey , P h ilip p e , 2 7 2 G assen d i, P ie rre , 2 7 G e n o v e si, A n to n io , 7 4 - 7 7 , 2 5 3 , 2 5 6 G e rn e t, A le x a n d e r vo n , 2 6 6
303
G ersch lag er, C a ro lin e, 2 5 8 G io litti, A n to n io , 2 5 3 G la m a n n , K risto f, 1 8 1 , 2 7 1 G o ld ie , M ark , 2 5 1 , 2 5 4 G o ld sm ith , M a u rice M ., 2 4 8 - 2 4 9 G o n z á lez E nciso, A g u stín , 2 6 6 G o o d m a n , Jo rd a n , 2 6 6 - 2 6 8 G o o r, Ju rrie n van , 2 7 1 G o u rn ay, V in c en t de, 14 , 5 6 - 5 7 , 7 4 , 8 5 ,2 5 2 - 2 5 3 G o y, Jo se p h , 2 7 4 G ra n th a m , G e o rg e , 2 7 4 G ra s lin , J e a n -J o s e p h L o u is , 6 3 , 6 5 -6 6 ,2 5 4 G riffith s , T revor, 2 6 5 - 2 6 6 G ris w o ld Jr., C h arles L ., 2 5 9 G ro e n ew eg e n , P eter, 2 5 7 G ru ñ e -Y an o ff, Till, 2 5 5 G u b ia n , J. M . A ., 2 6 3 G u p ta , B ish n up riya, 1 3 6 ,2 6 4 - 2 6 6 H aakonssen, K n u d , 2 5 5 , 2 5 8 H arsin , P au l, 2 5 2 H a tto x , R a lp h s ., 2 7 0 - 2 7 1 H a u d rere, P h ilip p e , 2 4 9 - 2 5 0 H auser, H en ri, 2 2 3 , 2 3 5 , 2 7 5 H eeres, W . G ., 2 5 1 H ersh , Jo n a th a n , 2 2 7 H igm an, B a rry W , 2 6 9 H o b h o u se, H enry, 2 6 8 H ochstrasser, T im o th y J ., 2 5 4 H o ffm an , P h ilip T , 2 7 4 H o h , E rlin g E ., 2 6 9 - 2 7 0 H o llan d er, Sam uel, 1 0 2 , 2 6 0 H o n t, Istvan, 5 3 , 2 4 7 - 2 4 8 , 2 5 1 - 2 5 2 , 256 H o p e, V in cen t M ., 2 5 5 - 2 5 8 H o rn e, T h om as A ., 2 4 8 - 2 4 9 H o u g h ton , T hom as, 1 1 0 H o u tte, Ja n A . van , 2 5 0 H u b erm a n , M ich ael, 2 7 3 H u etz D e L em p s, C h ristia n , 1 5 3 , 2 6 8 -2 6 9
304
índice de nombres
H u m e, D avid , 6 7 -7 0 , 7 2 -7 4 , 7 7 , 8 1 , 2 4 1 ,2 5 3 ,2 5 5 - 2 5 6 H u m p h ries, Ja n e , 2 7 5 H u n d ert, E d w a rd J ., 2 4 8 - 2 4 9 ,2 5 9 H u n t, P h ilip , 2 6 5 - 2 6 6 H u tch eso n , F ran cis, 6 8 , 2 5 5 H u tch in so n , T erence, 2 4 7 ,2 5 3 le v a , F re d erie , 17 Im h o ff, E vert van , 2 7 5 Inalcil, H alil, 2 7 1 In ik o ri, Jo s e p h E., 2 7 0 Israel, Jo n a th a n L ., 2 6 7 Jack s, D a v id S., 2 7 4 Ja c o b s , Els M ., 2 4 9 - 2 5 0 , 2 6 4 - 2 6 5 , 2 6 8 -2 7 1 Jam ieso n , R oss W ., 2 7 0 Jan iger, O scar, 2 6 6 Jea n n in , P ie rre , 2 5 1 , 2 6 8 Je u lin , P au l, 1 5 3 , 1 8 1 , 2 6 8 , 2 7 2 J o h a n s e n , H a n s C h ris tia n , 3 7 , 2 6 8 - 2 6 8 ,2 7 2 Jo h n so n , P au l, 2 7 5 Jo h n s o n , Sim o n , 2 7 3 Jo n e s, P eter, 2 5 9 Jo n k er, Jo o s t, 2 5 0 - 2 5 1 Jo ssa, B ru n o , 2 5 3 , 2 5 6 K a ye, F re d e ric k B enjam in, 2 4 8 K e il, K a th a rin e T., 2 6 6 K ep p ler, Ja n H ., 2 5 8 K iern an , V ic to r G ., 2 6 6 -2 6 7 K lein , H e rb e rt S., 2 4 8 K lein , L a w re n c e, 2 4 8 K n a p p , G e r r it J ., 2 7 1 K n ig h t, Isabel E , 2 5 4 K rie d te , P eter, 2 7 4 K w ass, M ich ael, 2 5 3 - 2 5 4 L a F o n ta in e , J e a n de, 2 7 L a R oq u e, Je a n , 1 0 9 - 1 1 0 , 2 6 2 L ab ro u sse, E rn est, 1 3 5 , 2 6 4 L a rre re , C a th erin e , 6 1 ,2 5 2 - 2 5 3
L ave d án , A n to n io , 1 1 4 , 2 6 3 L e F evre, Ja c o b u s E , 1 1 0 , 2 6 2 L e G e n til, A n d r é -A n to in e -P ie r re , 262 L e P in c h ó n , P h ilip p e , 2 5 4 L e R o c h efo u c au ld , F ran co is de, 2 7 L e R oy L a d u rie , E m m anuel, 2 7 4 L eclan t, Je a n , 2 6 1 L em ery, L ouis, 1 1 2 - 1 1 3 , 2 6 2 L em ire, B everly, 2 6 5 , 2 7 5 L eon , P ie rre , 1 3 5 , 2 6 5 , 2 7 2 L evi, G io v a n n i, 17 L e vin , P atric ia A ., 2 7 4 L in d e rt, P e te r H ., 2 7 3 - 2 7 4 L iu , Y ong, 1 6 8 , 2 7 0 L o ck e, J o h n , 6 2 , 8 1 M ah er, V anessa, 17 M air, V ic to r H ., 2 6 9 - 2 7 0 M alan im a, P ao lo , 2 7 4 M alvezin , T h éo p h ile , 1 5 3 , 2 7 2 M a n d e v ille , B e rn a rd d e, 1 4 , 2 0 , 2 6 - 3 1 ,3 3 ,4 8 ,5 2 - 5 3 ,5 8 ,7 9 ,1 1 0 , 2 4 0 , 2 4 8 - 2 4 9 ,2 5 1 - 2 5 2 M an e ra , Sofia, 17 M an n , J u lia L ., 2 6 5 - 2 6 6 M argairaz, D o m in iq u e, 2 7 2 M aric h al, C a rlo s, 17 M ark m a n , E llis, 2 6 2 , 2 7 1 M a rtin , H enry, 2 1 , 2 3 M artin ie re , G u y, 2 6 7 M asson, P au l, 2 6 8 M athias, P eter, 2 6 6 , 2 7 4 M a u ro , F ré d érie , 1 7 , 2 7 1 M ay, L o u is-P h ilip p e, 2 5 4 M cC an ts, A n n e E. E., 2 7 5 M cC le n n e n , E d w a rd F., 2 5 5 M cF arla n e, A la n , 2 7 0 M cF arla n e, Iris, 2 7 0 M c K e n d ric k , N eil, 2 7 3 , 2 7 5 M cN am ara, P eter, 2 5 8 M ed ick , H ans, 2 7 4 M eig n en , L ouis, 2 7 2 M eilhau , Sen ac de, 1 1 8 , 2 6 3
índice de nombres M elon , Jea n -F ra n ço is, 1 4 , 5 1 - 5 5 , 5 9 , 7 3 -7 5 ,7 7 ,8 1 ,1 1 1 ,1 1 3 ,2 3 7 ,2 4 1 , 2 5 1 -2 5 2 ,2 6 2 M en d els, F ra n k lin E , 2 6 6 M e n n in g e r, A n n e ro s e , 2 6 1 , 2 6 9 , 271 M e rc ie r de la R iviere, P ierre-P a u l, 6 4 -6 5 ,2 5 4 M eiling, Jo s e p h , 2 4 9 M in ch in to n , W a lte r E., 2 6 4 M iñ o , M an u el, 17 M in tz, S id n e y W , 2 6 7 - 2 6 8 M irab eau , V ic to r R iqueti, m arqués de, 6 1 - 6 2 , 6 5 , 2 5 3 M itch e ll, B rian R., 4 7 , 1 5 8 , 1 8 9 M ok yr, J o e l, 2 7 5 M o n a rd e s, N icolás de, 1 3 9 M o n te s, L eon id as, 2 5 8 M o n te sq u ie u , C h a rle s de, 5 2 , 5 5 , 7 3 -7 5 ,2 5 2 M o ra n d o , G a sp a re , 2 6 3 M o re a u d e Tonnes, A le x a n d re , 15 3 , 1 8 2 ,2 7 2 M o rilh a t, C la u d e, 2 5 7 M o rin e a u , M ic h e l, 1 2 7 , 2 6 4 , 2 7 2 , 274 M o rre a le , A n to n io , 2 6 8 M oseley, B enjam in, 1 1 4 , 2 6 3 M o u n to u k ias, Z acarías, 17 M u i, H o h C h eu ng , 1 6 8 , 2 7 0 M u i, L o m a H ., 1 6 8 , 2 7 0 M u rp h y, A n to in E ., 2 5 2 N airo n i, A n to n io F austo, 2 6 1 N ard i, Je a n -B ap tiste, 1 4 3 , 1 4 7 , 2 6 7 N ash, R o b e rt E., 2 6 7 N eal, L arry, 2 5 0 N e w to n , Isaac, 6 8 N ic o t.Je a n , 1 3 9 N o rth , R oger, 1 0 8 O ’B rian, P a tric k , 2 6 5 - 2 6 6 O g ilvie, Sh eilag h C ., 2 7 4 O rm ro d , D avid , 4 3 , 2 5 0 - 2 5 1 , 2 6 2
tut
O ra in , A rn a u d , 2 5 4 O tteso n , Jam es IL, 2 5 5 O v e rto n , M ark, 2 7 4 P alo m o , Jo s é H ernández, 1/ P an zac, D aniel, 2 7 1 P aracelso (Philippus Bomlm sliis vun H ohenheim ), 107 P ariset, F ran co is-G eo rg e, 2 6 0 P atalan o , R osario, 2 5 3 P au li, Sim on, 1 0 6 ,2 6 1 P esan te, M aria L uisa, 2 5 9 Petty, W illia m , 2 1 P h illip s, W illia m D ., 2 6 8 P ii, E luggero, 2 5 6 P in o l, Jea n -L u c , 2 7 3 P in to , Isaac de, 6 7 , 2 5 4 P lu ch , N o él-A n to in e, 7 4 P lu m b , Jo h n H ., 2 7 3 P o c o c k , Jo h n G re v ille A ., 2 6 , 2 47 248 P o la n yi, K a d , 2 4 0 P o lh eta, F ran cisco M alo, 1 7 8 P o rter, Roy, 2 6 5 P oth u m u s, N icolaas W ilhelm us, 2 2 3 P o stleth w a yt, M alachy, 2 5 2 P ostm a, Joh a n n es, 1 5 3 , 1 8 1 , 2 6 7 P ou rch asse, P ie rrick , 2 5 1 P ra d o s d e la E scosura, L e an d ro , 43 P rak ash , O m , 2 6 5 P rice, Ja c o b M ., 1 4 3 , 1 4 5 , 2 2 3 , 2 5 0 2 5 1 ,2 6 6 - 2 6 7 P tak , R od erick, 2 6 5 , 2 6 8 Q uesnay, F ran cois, 1 5 , 6 4 - 6 5 , 8 0 - 8 1, 258 R aineri, R osaría, 17 R am baldi, A n g elo , 2 6 1 R am b ert, G asto n , 1 5 3 ,2 6 8 R am írez, Jaim e, 17 R am usio, Giam bnlliNla, 166 R app, R ichard T , 2 6 4 R aym ond, A n d ré, 2 7 1
306
índice de nombres
R eddy, W illia m M ., 2 6 5 R ein h art, W o lfg an g , 2 6 3 Reis, Ja im e , 2 7 4 R ica rd o, D avid , 2 4 5 - 2 4 6 R ico Jim én ez , Ju a n , 2 5 6 R o b ertso n , Jo h n , 2 4 8 , 2 5 1 - 2 5 3 , 2 5 6 R ob in son , Jam es, 2 7 3 R oche, D an iel, 2 6 3 R om ano, R uggiero, 4 3 , 2 6 4 - 2 6 5 R osen berg , N ath an , 2 6 0 R o th e rm u n d , D ie tm a r, 2 6 4 - 2 6 5 , 268 R oth sch ild , A . E m m a, 2 5 8 - 2 5 9 R ou rk e, K e v in H ., 4 3 Rum sey, W a lte r, 1 0 6 , 2 6 1 Sachs, Je ffre y D ., 2 5 9 S a in t- L a m b e r t, J e a n F ra n c o is , 7 7 -7 8 ,2 5 6 Schabas, M arg aret, 2 5 5 - 2 5 6 Scham a, Sim on, 2 6 6 S ch elle, G u sta v e , 2 5 2 S ch iv e lb u sch , W o lfg a n g , 2 6 6 - 2 6 7 , 271 Sch m id t, Peer, 2 6 6 S ch n eid er, Ju rg e n , 2 7 0 , 2 7 2 Sch o ffer, Ivo , 2 5 0 ,2 6 5 S ch u m b oh m , Ju rg e n , 2 7 4 S c h u m p e te r, E liz a b e th B ., 1 5 3 , 1 5 7 -1 5 8 ,1 8 1 ,2 7 2 Sch u m p eter, J o s e p h A ., 12 S ch u rm a n , A ., 2 7 5 S ch w artz, S tu a rt B ., 2 6 7 - 2 6 9 S crib an o , M a ria E m anuela, 2 4 8 S ek o ra , Jo h n , 2 4 7 , 2 4 9 Sella, D om en ico, 2 6 4 S em p ere y G u a rin o s, Ju a n , 7 7 , 2 5 6 Sen, A m a rty a , 2 5 8 Sham m as, C a ro le , 2 2 1 - 2 2 2 , 2 7 5 S h erid a n , R ich ard B., 2 6 9 S h o vlin , Jo h n , 2 5 1 -2 5 6 Sim onsen , R o b e rto C ., 1 5 2 S im p son R oss, Ian, 2 5 6 Skin n er, A n d r e w S te w a rt, 2 5 5 , 2 5 9 261
S lu y term a n , K e e tie , 2 5 0 - 2 5 1 Sm ith, A d a m , 15 , 1 9 -2 0 , 3 3 , 6 8 , 7 1 , 8 1 ,8 4 - 8 6 ,8 8 - 9 1 ,9 4 - 1 0 4 ,1 1 5 - 1 1 9 , 1 7 1 ,1 8 1 ,1 8 8 ,2 0 0 ,2 0 6 -2 0 7 ,2 3 7 , 2 4 1 , 2 4 3 , 2 4 6 -2 4 7 , 2 5 3 , 255, 2 5 8 -2 6 1 Sm ith , Sim o n D ., 2 7 0 , 2 7 2 Sm ith , W o o d r u ff D ., 2 4 9 , 2 6 7 - 2 7 1 S m o u th , R. C ., 2 6 9 Souza, G e o rg e B., 2 6 8 S p ecto r, C élin e, 2 5 2 Spengler, Jo s e p h J ., 2 5 3 S p erlin g , J „ 4 7 , 2 5 0 - 2 5 1 S p o n , Ja c o b , 1 0 6 - 1 0 8 , 2 6 1 S ta p e lb ro e k , K o e n , 2 5 3 S taves, Susan, 2 4 8 Steen sg aard , N iels, 2 5 1 Stein , R o b e rt L ., 1 5 9 ,2 6 8 - 2 6 9 S tella, B en ed etto , 2 0 1 S tru g n e ll, A n th o n y, 2 5 4 S tu ll, W illia m J ., 2 5 9 Styles, Jo h n , 2 7 5 S u llivan , R ich ard J ., 2 6 6 T arrade, Je a n , 4 3 , 1 5 3 , 1 8 2 , 2 6 8 T aylor, Jam es, 1 3 7 , 2 6 2 T exeira, P e d ro , 1 6 6 T h irsk , J o a n , 2 7 5 T h om as, P a ra k u n n e l J ., 2 6 5 T h om son , Jam es K ., 2 6 5 Togni, M a tte o , 2 6 1 T olozan, Je a n -F ra n co is, 2 6 9 , 2 7 2 T ordjm an, A n ita , 17 T ordjm an, Sam uel, 17 T o rtaro lo , E d o ard o , 17 T outain, Je a n -C la u d e , 2 7 4 Tracy, Jam es, 2 5 1 , 2 6 8 T uchsherer, M ich el, 2 7 2 - 2 7 2 T u rg ot, A n n e -R o b e rt-Ja c q u e s, 15 , 5 6 ,6 3 - 6 4 ,7 2 ,8 1 - 8 7 ,9 4 ,2 5 6 - 2 5 7 T urp, N ik olas, 16 7 U ztâriz, Je ro n im o d e, 14 V e n tu ri, F ran c o , 7 4 , 8 3 ,2 5 6 - 2 5 7
índice de nombres V erh a n e, P a tric ia H ., 2 5 8 V e rri, P ie tro , 1 5 , 8 1 - 8 3 , 8 5 -8 8 , 1 1 4 , 1 1 8 ,2 5 7 ,2 6 3 V iera , A lb e rto , 2 6 8 V illan u eva , L au ra, 17 V o lta ire (F ra n c o is-M a rie A ro u e t), 1 4 ,5 1 ,5 3 ,2 4 9 ,2 5 1 - 2 5 2 ,2 5 4 V o th , H an s-Joach im , 2 2 7 V ries, Jan de, 4 4 , 4 6 , 2 0 6 , 2 4 8 - 2 5 1 , 2 6 4 - 2 6 7 ,2 7 3 - 2 7 5 W a d sw o rth , A lfr e d R , 2 6 5 - 2 6 6 W a h n b a e ck , T ill, 2 5 2 , 2 5 4 , 2 5 6 W a k e , C . H . H .,2 5 0 W a ll, R ich ard , 2 7 5 W a lsh , L. S „ 2 7 5 W a lv in , Jam es, 2 6 6 - 2 6 7 W a n d e n b ro k e , C h ristiaan , 2 7 4 W a tts, D avid , 2 6 8 - 2 6 9 ,2 7 1 W e a th e rh ill, L om a, 2 7 5
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W eb er, H enry, 1 2 9 W e in b erg , B en n et A ., 2 6 9 - 2 7 1 W ellm an , F re d eric k L., 2 7 1 W e n n e rlin d , C a rl, 2 5 3 ,2 5 5 - 2 5 6 W e u lersse, G e o rg es, 2 5 4 W ijse n b ee k -O lth u is, T , 2 7 5 W illis Jr., Jo h n E., 2 6 5 - 2 7 0 W ils o n , C h arles, 2 5 0 , 2 6 4 W ilso n , T hom as, 2 5 9 - 2 6 1 W in c h , D o n a ld , 2 6 0 W o lk e r, R o b ert, 2 5 1 , 2 5 4 W o o d , J o h n C ., 2 5 9 W o u d e, A d van D er, 2 5 0 - 2 5 1 , 2 6 4 2 6 7 ,2 7 4 W rig ley, E d w ard A n th o n y, 2 7 3 Z agari, E ugenio, 2 5 3 , 2 5 6 Z an d en , Ja n L. van , 2 7 3 - 2 7 4 Z anini, A d e lin o , 2 5 8 Z erm eñ o , G u ille rm o , 17
E ste lib ro d e M a rce llo C arm ag n an i, Las islas d el lujo, se im p rim ió en M a d rid en el v e ra n o d e m m x ii
« M e gusta ta n to el té qu e p o d ría esc rib ir to d a una tesis s o b re sus virtu d es. C o n su e la y anim a, sin los riesgos asociados a los licores esp irituosos. ¡S u a v e h ie rb a ! D eja q u e el ren d im ien to de la uva flo rid a te ceda el paso. Tu d u lce in flu en cia es el in sp ira d o r más seg uro de la felicid ad social» (Jam es B osw ell, 17 6 3 )
Otros títulos de la colección Ambos Mundos Católicos y puritanos en la colonización de América Jorge Cañizares Esguerra Leyenda negra y leyendas doradas en la conquista de América. Pedradas y Balboa Bethany Aram América Hispánica (1492-1898) Guillermo Céspedes del Castillo Auge ycaida del Imperio español William S. Maltby Un mundo en equilibrio. Jorge Juan (1713-1773) Massimo Livi Baeci El Dorado en el Pantano. Oro, esclavos y almas en tre los Andes y la Amazonia Nuria VaIverde
Próximos títulos La aurora de la libertad. Los primeros liberalismos en el mundo iberoamericano Javier Fernández Sebastián El imperio de las circunstancias. Las independencias hispanoamericanas y la revolución liberal española Roberto Breña Simón Bolívar, ayer y hoy Antonio SáezAranee
Las islas de lujo narra cómo la notable expansión del consu mo de mercancías extraeuropeas -algodón, tabaco, azúcar, café y té- dio lugar a una revolución comercial y a una transformación cultural que influyeron en la sociedad europea del siglo XVIII. La rapidez con la que la sociedad europea aceptó el nuevo consumo ha sido hasta ahora poco estudiada. La unión entre la libertad individual y la libertad política permitió la superación de criterios morales que regulaban anteriormente la vida económica y la sociedad jerarquizada, permitiendo el surgimiento de la economía política y el fin de la subordinación de los productores y comerciantes al poder del Estado. El principal mérito del libro es demostrar, por primera vez, el fuerte vínculo que nació en la época de la Ilustración entre la esfera del comer cio y el consumo y la esfera inmaterial de la cultura y la sociedad. El libro está dividido en siete capítulos que trazan el escenario de la transformación material e inmaterial, el camino del pensamiento económico para legitimar la libertad comercial y de consumo, y las transformaciones que el consumo de los principales productos no europeos provo có en la vida económica y social de la Europa del siglo XVIII.
# # # Marcial Pons
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M DE MÉXICO