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AMARO DEL ROSAL
LA VIOLENCIA, ENFERMEDAD DEL ANARQUISMO Antecedentes e historia del movimiento sindical socialista en España Siglo X I X
EDICIONES GRLIALBO, S. A. BARCELONA-BUENOS AIRES-MEXICO, D. F. 1976
© 1976 AMARO DEL ROSAL © 1976 EDICIONES GRIJALBO, S. A. Deu y Mata, 98, Barcelona, 14 (España) Primera edición Reservados todos los derechos IMPRESO EN ESPAÑA PRINTED IN SPAIN ISBN 84-253-0691-4 (tela) ISBN 84-253-0692-2 (rústica) Depósito Legal: B. 29.691-1976 Impreso en Márquez, S. A., Ignacio Iglesias, 26, Badalona
INDICE GENERAL Introducción ¿Existió la Primera Internacional en España? 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25.
Algunos antecedentes y premisas Hacia organizaciones obreras de clase La acción del anarquismo La primera organización de clase Flora Tristán y su Unión Obrera Flora Tristán entrega su vida a la Unión Obrera El Manifiesto comunista en el movimiento obrero La Iglesia entra en acción contra el movimiento obrero de clase. El desarrollo industrial y el movimiento obrero El cerrilismo de nuestras fuerzas reaccionarias Apuntes sobre el movimiento obrero en Cataluña Carlos Marx y el movimiento obrero español en torno 1 8 5 4 1856 El eco de la clase obrera De Cataluña, cuna del movimiento obrero, a las luchas campesinas . . . De la Exposición Universal de Londres ( 1 8 6 2 ) a la Primera Internacional Hacia el Primer Congreso Obrero Español Documento formulado por el Congreso de Barcelona ( 1 8 6 5 ) . Primer Congreso de la Asociación Internacional de los Trabajadores II Congreso de la Internacional (Lausana, 1 8 6 7 ) Primer Congreso de la Liga de la Paz y de la Libertad III Congreso de la Internacional (Bruselas, 1 8 6 8 ) II Congreso de la Liga de la Paz y de la Libertad Creación de la Alianza de la Democracia Socialista y su relación con el movimiento obrero español La Alianza de la Democracia Socialista en España La Revolución de 1868 y sus incidencias en el movimiento obrero
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26. 27. 28.
Constitución del Grupo de Madrid de La Alianza El II Congreso Obrero de Barcelona ( 1 8 6 8 ) Los españoles en el IV Congreso de la Asociación Internacional de los Trabajadores (Basilea, 1 8 6 9 ) 29- El III Congreso Obrero Español: Primero bajo el nombre de la Primera Internacional (Barcelona, 18 de junio de 1 8 7 0 ) . . . 30. Propósito de los bakuninistas de crear una nueva Internacional. 3 1 . El Congreso del Jura 32. En torno a La Comuna y sus repercusiones en España ... 33. La Conferencia Nacional de Valencia ( 1 0 - 1 8 de setiembre de 1 8 7 1 ) 34. La Conferencia de Londres y la participación española ( 1 7 - 2 3 de setiembre de 1 8 7 1 ) ... 3 5 . Después de la Conferencia de Londres 36. El Congreso de Sonvillier: Federación del Jura ( 1 2 de noviembre de 1 8 7 1 ) 37. Algunos antecedentes al Congreso de Zaragoza ( 4 - 1 1 de abril de 1 8 7 2 ) 3 8 . Maniobras en torno al Congreso de La Haya 39. Algunas consideraciones sobre Pablo Lafargüe 4 0 . Hacia el Congreso de Zaragoza 4 1 . Aspectos y pormenores del Congreso 4 2 . Los españoles en el Congreso de La Haya 4 3 . Del Congreso de La Haya al Congreso de la Federación del Jura 4 4 . Congreso de Saint-Imier 4 5 . Después del Congreso de Saint-Imier ... 46. El Congreso belga 47. III Congreso Español de Córdoba ( 2 4 de diciembre de 1 8 7 2 2 de enero de 1 8 7 3 ) 4 8 . Después del Congreso de Córdoba 4 9 . Proclamación de la Primera República ( 1 1 de febrero de 1 8 7 3 ) . 50. El Congreso de Toledo ( 1 5 - 1 8 de mayo de 1 8 7 3 ) 5 1 . Durante la República 5 2 . VI Congreso de la Internacional 5 3 . VI Congreso (bis) de la Internacional, organizado por los bakuninistas (Ginebra, 1 8 7 3 ) 54. IV Congreso Bakuninista clandestino (Madrid, 21-27 de junio de 1 8 7 4 ) 5 5 . Sobre los llamados «órganos de la prensa» de la Internacional de España 5 6 . II Congreso Nacional Escisionista ( V I I Congreso bis) (Bruselas, 7-13 de setiembre de 1 8 7 4 ) 57. El movimiento obrero alemán y su influencia en la Internacional
129 130 136 145 155 157 159 163 169 176 181 183 186 189 194 196 206 212 214 218 219 220 225 227 232 233 240 242 245 247 249 253
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58. 5960. 61. 62. 63. 64. 65. 66. 67. 68. 69. 70.
71. 72. 73. 74. 75. 76. 77. 78.
7980. 81. 82. 83.
SIGLO X I X
Primera Conferencia Comarcal Bakuninista en sustitución de los Congresos (Sants, 10 de junio de 1 8 7 5 ) El proceso de los congresos o reuniones comarcales. El nihilismo en acción ( 1 8 7 5 - 1 8 8 0 ) El VII y último Congreso de la Internacional (Filadelfia, 1 8 7 6 ) . El III Congreso Internacional del grupo escisionista ( V I I I bajo el nombre de la A.I.T.) (Berna, 1 8 7 6 ) Los españoles en el IV Congreso Escisionista ( I X Internacional) (Verviers, Bélgica, 1 8 7 7 ) El Congreso Universal Socialista de Gante, Bélgica, de 1877, y la participación española Convocatoria de un Congreso Obrero Internacional en París ( 1 8 7 8 ) Creación del Partido Socialista Obrero Español. Etapa clandestina ( 1 8 7 9 ) V Congreso del grupo escisionista (X Internacional) (Londres, julio 1 8 8 1 ) En torno a 1 8 8 0 - 1 8 8 1 , después del período de represión . . . Congreso Obrero Regional (Barcelona, setiembre 1 8 8 1 ) . . . El Congreso de Barcelona de 1882, primer congreso con delegaciones de todas las tendencias y minoría anarquista II Congreso de la Federación de Trabajadores de la Región Española (Sevilla, 2 4 - 2 6 de junio de 1 8 8 2 ) . Sus consecuencias. Divergencias en el seno del anarquismo y creación del grupo «Los Desheredados». Aparición de «La Mano Negra» Conferencia obrera de París ( 1 8 8 3 ) La muerte de Carlos Marx ( 1 4 de marzo de 1 8 8 3 ) III Congreso de la Federación de Trabajadores de la Región Española (Valencia, 4-8 de octubre de 1 8 8 3 ) Congreso Extraordinario de la Federación de Trabajadores de la Región Española (Barcelona, 1 8 8 4 ) Otro Congreso de la Federación de Trabajadores de la Región Española (Madrid, mayo de 1 8 8 5 ) Un congreso más en Barcelona ( 1 8 8 5 ) Conferencia Obrera Internacional (París, 1 8 8 6 ) El Congreso de la F.T.R.E. en Madrid ( 1 8 8 7 ) . Incidencias de antes y después del mismo. El Congreso de Valencia ( 1 8 8 8 ) . Pacto de solidaridad Hacia la creación de la Unión General de Trabajadores de España Preparación y celebración del Congreso Nacional Obrero (Mataré, 4 de agosto de 1887-Barcelona, 12-15 de agosto de 1 8 8 8 ) . Los primeros pasos de la U.G.T El Congreso Corporativo Internacional (Londres, 1 8 8 8 ) Hacia la creación de la Segunda Internacional (París, 1 8 8 9 ) .
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84. 85. 86.
87. 88.
8990. 91. 92. 93. 94. 95. 96. 97. 98. 99. 100. 101. 102. 103. 104. 105. 106.
Primer Congreso de la Nueva Internacional Obrera Socialista. El Congreso «Posibilista» —o Contracongreso— (París, 1 8 8 9 ) . Participación de una delegación catalana La primera manifestación del primero de mayo en Barcelona, Madrid y Bilbao ( 1 8 9 0 ) , tres victorias del socialismo en España II Congreso de la Unión General de Trabajadores de España ( V i llanueva y Geltrú, octubre y noviembre de 1 8 9 0 ) La Federación de Resistencia al Capital, de Barcelona y sus contornos (pacto de unión y solidaridad) convoca un amplio congreso (Madrid, 22 a 25 de marzo de 1 8 9 1 ) II Congreso de la Segunda Internacional (Bruselas, 1 8 9 1 ) . Participación de Pablo Iglesias III Congreso de la Unión General de Trabajadores de España (Málaga, (7-11 de setiembre de 1 8 9 2 ) ... El problema de las huelgas III Congreso Obrero de la Internacional Socialista (Zurich, 1893) El movimiento obrero católico ( 1 8 9 3 ) IV Congreso de la Unión General de Trabajadores de España (Madrid, 1 8 9 4 ) Muerte de Federico Engels (Londres, 1 8 9 5 ) V Congreso de la Unión General de Trabajadores de España (Valencia, 1 8 9 6 ) Los anarquistas ante el LV Congreso de la Internacional Socialista (Londres, 1 8 9 6 ) Conferencia Internacional Anarquista (Londres, 1 8 9 6 ) IV Congreso de la Internacional Socialista (Londres, 1 8 9 6 ) . El problema del terrorismo. Sus consecuencias. Posición de la U.G.T ... Proyecto de Ley para la represión del anarquismo VI Congreso de la Unión General de Trabajadores de España (Madrid, 13-15 de setiembre de 1 8 9 9 ) Antecedentes al V Congreso de la Internacional Socialista . . . V Congreso de la Internacional Socialista (París, 1 9 0 0 ) Congreso Anarquista de Madrid ( 1 4 de octubre de 1 9 0 0 ) . . . Congreso Corporativo Sindical Internacional (París, 1 9 0 0 ) ...
Notas finales
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348 349
353 355 357 361 364 366 368 371 374 376 378 380 384 388 393 399 401 403 404 406
APÉNDICES SECCIÓN P R I M E R A :
I.
SOCIEDAD Y P R O P I E D A D
Catecismo del Internacional
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SECCIÓN SEGUNDA:
SIGLO X I X
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DOCUMENTOS RELATIVOS
A LA ESCISIÓN DEL MOVIMIENTO O B R E R O II. III.
IV. V. VI. VII. VIII. IX. X. XI.
Historia de la creación de una nueva Federación Madrileña. El Comité Ejecutivo del Consejo General de la A.I.T. acusa de conspiración y traición a la Alianza de la Democracia Socialista El Consejo General de la A.I.T. reconoce a la nueva Federación Madrileña La nueva Federación Madrileña frente a las maniobras del Consejo Federal A propósito de la delegación española a los Congresos de La Haya y Saint-Imier El Congreso Aliancista Antiinternacional de Córdoba consagra la escisión El Consejo General de la Internacional frente a la escisión. Consecuencias de la escisión La Federación de Valencia contra los aliancistas y con la Internacional La anarquía permanente de los aliancistas SECCIÓN T E R C E R A :
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440 443 445 447 451 454 458 462 465
O T R O S DOCUMENTOS
DE LA INTERNACIONAL X I I . Hacia la creación de las uniones internacionales de oficios. X I I I . Quienes se colocan al margen de la Internacional
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S E C C I Ó N C U A R T A : LA PRIMERA REPÚBLICA
Y EL MOVIMIENTO O B R E R O X I V . Ya tenemos República X V . La Primera Internacional ante la proclamación de la República X V I . El Consejo Ilegal de Akoy y la Primera República X V I I . Apreciaciones del socialismo alemán X V I I I . El Consejo Federal no aliancista y la República X I X . Posición política de la nueva Federación Madrileña en relación con la República X X . Homenaje de La Emancipación a la Comuna de París en los días de la proclamación de la Primera República. SECCIÓN Q U I N T A :
XXI. XXII.
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LOS BAKUNINISTAS EN ACCIÓN
Pablo Lafargue contesta a los bakuninistas Federico Engels: Informe sobre España
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X X I I I . Memoria de la Delegación española sobre los Congresos Internacionales de La Haya y Saint-Imier X X I V . El Consejo General de la Internacional denuncia la conducta de los aliancistas españoles X X V . La Internacional en España ... X X V I . Federico Engels: los bakuninistas en acción
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SECCIÓN S E X T A : LOS SOCIALISTAS SE D E F I E N D E N :
CORRESPONDENCIA XXVII. XXVIII. XXIX. XXX. XXXI. XXXII. XXXIII. XXXIV. XXXV. XXXVI. XXXVII.
Del Consejo de redacción de La Emancipación De Inocente Calleja De Pablo Lafargüe De la nueva Federación Madrileña (A.I.T.) De Pablo Lafargue De Francisco Mora De Hipólito Pauly El caso de Anselmo Lorenzo De Francisco Mora Otra carta de Lafargue De José Mesa
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SECCIÓN S É P T I M A : ALGUNOS DATOS
SOBRE EL MOVIMIENTO OBRERO ESPAÑOL XXXVIII.
Congresos y Conferencias obreras nacionales y comarcales (siglo X i x ) X X X L X . Datos relativos a la U-G.T. de España (siglo X I X )
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Bibliografía
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índice de nombres
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I N T R O D U C C I Ó N
No por sobradamente conocidos deja de ser oportuno e interesante recordarlos. Nos referimos a ciertos pasajes del Manifiesto Comunista, ese enfoque genial que Carlos Marx y Federico Engels hicieron de la sociedad de hace ciento veinticinco años; esa interpretación histórica de un momento dado que, en su proyección, alcanzó a vislumbrar los problemas fundamentales que la sociedad moderna confronta en la actualidad, no obstante que Marx y Engels no llegaran a conocer las fantásticas realizaciones que hoy nos ofrecen tanto la ciencia, como la radiotecnia y la televisión, la aviación, la era atómica, la electrónica y sus prodigiosos avances, el dominio del espacio y la instalación del hombre en la Luna, entre otras. Dado el carácter de nuestro trabajo, así como nuestro propósito, hemos intentado seguir una línea socialista que nos conduzca a unas imágenes distintas de aquellas que nos vienen ofreciendo algunos de los historiadores del movimiento obrero español. El Manifiesto del Partido Comunista —por su filosofía, por la interpretación y caracterización que hizo de la sociedad, por la densidad de su pensamiento en una extraordinaria síntesis histórica avalada por el tiempo y por las realidades a que nos enfrentamos hoy— representa la piedra angular en que pretendemos descanse nuestro modesto intento de establecer unas bases, un guión de antecedentes que puedan contribuir a la «explicación socialista» de ese movimiento, desde ángulos nuevos que esclarezcan interpretaciones unilaterales, sectarias, que han llevado y pueden seguir llevándonos a falsificaciones en cuanto a una verdadera e imparcial presentación de nuestro movimiento obrero que, por su tremenda complejidad, aparece oscurecido, en muchos de sus episodios, por el odio y la pasión. Los grandes maestros del socialismo científico y revolucionario nos han dicho, hace ciento veinticinco años, «que la historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días (la historia escrita) es la historia de las luchas de clases... Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue de las anteriores, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose cada vez más en
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dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases que se enfrentan directamente. La burguesía y el proletariado...,». Es evidente que hoy día existen problemas que escaparon a los planteamientos del Manifiesto Comunista, aunque algunos de ellos se desprenden de sus análisis. Tal es el caso de la etapa imperialista de nuestra época y de la nueva correlación de clases que contempla la sociedad contemporánea en razón a las profundas revoluciones que ofrecen los modernos procedimientos de producción, transporte y distribución masivos que caracterizan a la llamada «sociedad de consumo». Pero del Manifiesto se desprenden esas consecuencias históricas. «El descubrimiento de América y la circunvalación de África —se dice en dicho documento— ofrecieron a la burguesía naciente un nuevo campo de actividad. Los mercados de la India y de China, la colonización de América, el intercambio con las colonias, la multiplicación de los medios de cambio y de mercancías en general imprimieron un impulso hasta entonces desconocido al comercio, a la navegación y a la industria, asegurando, en consecuencia, un desarrollo rápido del elemento revolucionario en la sociedad feudal en descomposición...» « . . . La gran industria ha creado el mercado mundial, preparado por el descubrimiento de América. El mercado mundial aceleró prodigiosamente el desarrollo del comercio, de la navegación y de todos los medios de transporte por tierra. Este desarrollo influyó a su vez en el auge de la industria, y a medida que la industria, el comercio, la navegación y los ferrocarriles se iban extendiendo, la burguesía se desarrollaba, multiplicando sus capitales y relegando a segundo término a las clases legadas por la Edad Media...» Sin duda, en nuestra época nos haría falta un gigante del pensamiento, un cerebro como el de Carlos Marx, complementado con el de Federico Engels, para interpretar históricamente el mundo social, político y económico de hoy; alguien que pudiera ofrecernos el Manifiesto de nuestro tiempo, que analizara las realidades del mundo capitalista actual con su avanzada imperialista y sus profundas contradicciones propias y las que se derivan de la existencia de los regímenes políticos, sociales y económicos que, con los lincamientos generales filosóficos y económicos del marxismo, están construyendo el socialismo en una gran parte de nuestro planeta a partir de la Gran Revolución de Octubre de 1917. Marx y Engels no conocieron el grado alcanzado por las poderosas fuerzas del capital financiero de nuestra época, las gigantescas firmas del imperialismo: Ford, General Motors, I.T.T., los grandes trusts mundiales de nuestro tiempo, ni la capacidad gigantesca del transporte aéreo que cruza los espacios, que en pocas horas atraviesan mares y continentes, pero
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en su formulación « d e la multiplicación de los capitales» estaba la base que determinaría los imperios capitalistas y sus estructuras políticas actuales, con su brutal imagen de desequilibrio y violencia a la que no escapa, directa o indirectamente, ni una parcela de tierra de nuestro planeta. « . . . La burguesía —se señala en el Manifiesto Comunista— no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de trabajo y, por consiguiente, las relaciones de producción, y con ello todas las relaciones sociales. La conservación del antiguo modo de producción era, por el contrario, la primera condición de existencia de todas las clases industriales precedentes. Esta revolución continua que se opera en la producción, esta incesante conmoción de todo el sistema social, este perpetuo movimiento e inseguridad distinguen la época burguesa de todas las anteriores...» «Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía da un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, ha quitado a la industria su carácter nacional. Las antiguas industrias nacionales son destruidas y están destruyéndose continuamente,.. Son suplantadas por nuevas industrias cuya introducción entraña una cuestión vital para todas las naciones civilizadas...» He ahí uno de los problemas fundamentales de nuestro tiempo, previsto por el marxismo hace ciento veinticinco años. Marx sigue estando presente en las batallas del movimiento obrero de hoy, en su lucha de clase histórica por la emancipación de todas las clases laboriosas, en su marcha y evolución revolucionaria hacia el socialismo.
¿ E X I S T I Ó L A P R I M E R A I N T E R N A C I O N A L E N ESPAÑA? Subestimación de nuestro movimiento socialista y glorificación del anarquismo Para llegar a conclusiones sobre la historia de la Unión General de Trabajadores de España, tratemos de penetrar en el laberinto del movimiento obrero español evitando el camino trillado recorrido —con algunas excepciones— por los que se han dedicado a este tema. Es generalmente reconocido que el socialismo utópico entró en España de la mano de individualidades pequeñoburguesas progresistas que, emigradas o en viaje por Europa, se hicieron eco de sus teorías y principios filosóficos, ganando para su causa a reducidos grupos y personalidades de extracción burguesa, liberales, librepensadores, republicanos, todos ellos envueltos en las capas de sus respectivas sectas. La participación obrera en ese proceso fue totalmente secundaria. Lo que nos interesa es abrir brecha, superando ese período que dejó, sin duda, huellas profundas en el acontecer social de nuestro pueblo; es poner el acento, con la fuerza que nos sea posible, en la introducción de Proudhon y su filosofía en España. A partir de ese momento es cuando van opacándose los utopistas, mientras se abre el camino a las tendencias del anarquismo y el filósofo francés ejerce una gran influencia en los medios avanzados de nuestra sociedad. El joven Pi y Margall fue proudhoniano. Utopismo, anarquismo y socialismo es la trilogía en contradicción hasta el punto de bifurcación de las dos ideologías: anarquismo y socialismo, pero no el utópico, sino el científico de Carlos Marx y Federico Engels. Arrancando de ese esquema, en la medida en que podamos, ya que nuestro trabajo se realiza en una situación muy especial por no tener acceso a los centros de documentación nacionales, nos proponemos desarrollar el estudio, no obstante esos serios inconvenientes, con elementos propios de información a partir de 1 8 8 8 , teniendo como base fundamental una parte de los archivos 12
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de la Unión General de Trabajadores de España que, por suerte, están bajo nuestro control y que alcanzarán todo su valor en el segundo volumen, que abarcará los años 1 9 0 1 - 1 9 5 0 , período en el que la U.G.T. desempeñó un papel fundamental en la historia del movimiento obrero español, con una participación activa e importante en el movimiento sindical internacional. Sabemos de antemano que nuestras posiciones encontrarán fuertes discrepancias. Esa es nuestra intención: provocar nuevos enfoques, análisis críticos que se salgan del campo de lo narrativo; abandonar los caminos trillados y apartarnos de la «fecundidad» de la literatura anarquista, para intentar poner de relieve la «pobreza» de la literatura socialista, pero reconociendo que en su «pobreza» llevaba y lleva la victoria; que en su «pobreza» está la verdadera historia del movimiento obrero español en sus tres tiempos: pasado, presente y futuro de nuestra clase obrera. Son necesarios nuevos puntos de vista, presentación de imágenes al margen de una glorificación sistemática y reiterada de hechos y acontecimientos que deben tener una interpretación más rigurosa, más severa. A un siglo de distancia, necesitamos tener en cuenta esas experiencias, esas lecciones de la historia, de resultados negativos, para no volver a cometer los mismos errores. Hay un período en la historia escrita de nuestro movimiento obrero en el que todo gira en torno a la Primera Internacional y al vocablo «internacionalismo». De acuerdo con los hechos, ¿es correcto? En los emblemas de la mayor parte de las organizaciones que se decían miembros de la Internacional aparecían signos masónicos. ¿Tenía algo que ver la Internacional con la masonería?... Sabemos de antemano que muchas de las posiciones que vamos a fijar serán consideradas como osadas y que, para muchos historiadores, constituirán una verdadera audacia. Que nos perdonen nuestro atrevimiento si afirmamos que en España no existió la Primera Internacional como tal y si —insistiendo en semejante toma de posición— añadimos que casi todo cuanto se escribió sobre ese tema no corresponde a la realidad histórica, por más que se haya exaltado y utilizado el nombre de la Internacional y se ligaran a él acontecimientos importantes en el devenir de las luchas sociales de aquella época. En España no fue dada a conocer la Internacional en sus verdaderas y auténticas normas, ni se conocieron sus estatutos y concepciones sociales. Su nombre fue, simplemente, como lo afirmaremos en cada momento preciso, utilizado por el bakuninismo para desfigurar, ocultar y atacar al marxismo y, en el fondo, a la Internacional. Y la Primera Internacional, en sus lincamientos fundamentales, como organismo de unidad de acción emancipadora económica y social, inseparable de la política, era el pri-
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mer instrumento de lucha internacional de la clase obrera que, para mantener y asegurar esa unidad, sentó el principio de respetar todas las creencias políticas, religiosas y filosóficas, siempre y cuando sus adherentes se mantuvieran —dentro de los principios y normas establecidos por sus estatutos y en la declaración de sus fines y objetivos— en el terreno de la lucha de clases. En España, en nombre de la Internacional, se siguió la vía del anarquismo, en pugna violenta con esos principios. Después de la Commtme de París, la reacción española, y con ella una parte del campo titulado «progresista» —de alguna manera tiene que sel calificado—, se incorporó a la ola de represión desatada contra las organizaciones obreras y la Internacional ( « L a Internacional, la filosofía del crimen», dijo Sagasta) y que, iniciada en Francia, recorrió toda Europa. En España, como es sabido» se juzgó, se acusó y se defendió a la Internacional en pleno Parlamento sobre bases totalmente equívocas y falsas, por el simple hecho de que no tenía existencia más que en el confusionismo de su nombre, de buena fe en unos; en otros, de mala fe y con peores intenciones, y no nos referimos a las fuerzas reaccionarias, que estaban en su papel, sino a las intrigas y tendencias que se desarrollaban desde los «núcleos» de secta que se manifestaban en el propio seno del movimiento obrero ejerciendo una hegemonía, siguiendo directrices ajenas a la Internacional. Considerar a la Internacional como la filosofía del crimen, según la definió el personaje «liberal» mencionado, es suficientemente ilustrativo. Lo que existía en España, lo que acontecía en el movimiento obrero, con excepciones, estaba determinado por los procedimientos y la filosofía de la Alianza Internacional de la Democracia Socialista, de Miguel B a kunin, y la escuela que había dejado en nuestro país su representante José Fanelli y sus «núcleos» secretos. Lo que estaba en discusión no era la Internacional, sino el anarquismo amparado con su etiqueta. La Internacional era la negación radical de la Alianza, de su filosofía, de sus métodos de secta y de violencia demencial de sus procedimientos de lucha. Confundir a las dos organizaciones es un gran error histórico. La Internacional era el camino hacia el socialismo, con la perspectiva que alcanza y rebasa nuestra época, y no el del anarquismo. A defender las anteriores formulaciones, esos enfoques, dedicaremos nuestro trabajo, con el mayor respeto para cuantos han contribuido y siguen contribuyendo a esclarecer la historia del movimiento obrero español desde otros ángulos. Lo haremos con toda independencia, guiados simplemente por una interpretación y experiencia personales de más de medio siglo de militancia sindical y de apasionamiento por la historia del movimiento obrero, tanto nacional como internacional. Partimos de bases opues-
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tas, en muchos casos, a ciertas imágenes que vienen presentándose en relación con la historia de nuestro movimiento obrero, y en algunos casos en forma tan discrepante como cuando afirmamos, por ejemplo, que todos los congresos celebrados en esa época bajo el nombre de la Internacional, incluido el primero de 1 8 7 0 , no han sido más que congresos de la Alianza Internacional de la Democracia Socialista, de Miguel Bakunin y sus agentes en el movimiento obrero español. El que en ellos aparezca involucrado el nombre de la Internacional no ha sido más que el resultado de un confusionismo intencionado y equívoco. No es una afirmación gratuita. Todas las decisiones de esos congresos son la negación de las concepciones de la Primera Internacional.
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1 ALGUNOS ANTECEDENTES Y PREMISAS
Nace nuestro siglo X I X impulsado por los acontecimientos de la gran Revolución Francesa, alimentada por las ideas de las grandes figuras de la Enciclopedia, las mismas que inspiran y alientan a los hombres más preclaros del pensamiento liberal español de finales del siglo X V I I I y principios del X I X . Toda nuestra historia es una concatenación de turbulencias, pero el siglo X I X se caracteriza por un proceso acelerado de violencias que, en un hacer y deshacer político, ha mantenido al pueblo español al rojo vivo ante las luchas dinásticas y entre las fuerzas liberales y progresistas y las reacciones y las del absolutismo frente al liberalismo. Las dos corrientes se ven enfrentadas en cada momento histórico con ese singular sectarismo que caracteriza a los movimientos políticos de nuestra patria, pero muy particularmente al de signo reaccionario. 1
La Revolución Francesa lleva sus aires de libertad a las colonias españolas del nuevo continente en las que las minorías intelectuales progresistas, animadas por su nacionalismo, enarbolan la bandera de la independencia «ras la cual movilizan a sus respectivos pueblos en contra de la dominación de la corona española y de las fuerzas reaccionarias nacionales al servicio del régimen colonial. Los movimientos libertadores de América se sincronizan con los que desarrollaban las fuerzas liberales por toda España. La causa emancipadora de las colonias se confunde con el propio movimiento de liberación del pueblo español enfrentado con el absolutismo inquisitorial, con una conjunción de fuerzas reaccionarias integradas en una monarquía absolutista, 1. Gaspar Melchor de Jovellanos ( 1 7 4 4 - 1 8 1 1 ) ; José Moñino, conde de FIoridablanca ( 1 7 2 8 - 1 8 0 8 ) ; Pedro Rodríguez, conde de Campomanes ( 1 7 2 3 - 1 8 0 3 ) ; Agustín Arguelles ( 1 7 7 6 - 1 8 4 4 ) ; Alvaro Flores de Estrada ( 1 7 6 9 - 1 8 5 3 ) .
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Iglesia, aristocracia, señores feudales y una parte mayoritaria de los jefes del ejército que obedecía a intereses de clase y de casta. Todo el siglo X I X es pródigo en choques violentos entre esas dos corrientes de reacción y libertad. 1
En las Cortes de Cádiz estaba presente no sólo el problema de España, sino el de todas sus colonias, el de su frágil imperio. Aplastados en la metrópoli los movimientos y «asonadas» insurreccionales, van triunfando escalonadamente las del nuevo continente, abriéndose ante aquellos pueblos sojuzgados una experiencia de independencia para verse condicionada más tarde por la dominación de un nuevo tipo de colonización e imperialismo económico que no tendría su sede en Madrid, sino en Washington. A los virreyes y capitanes generales españoles les sucederían los embajadores norteamericanos con su secuela de agentes militares y financieros que, bajo nuevas formas de colonialismo, explotarían las riquezas de las nuevas naciones de Hispanoamérica sometidas al imperio del dólar, al que rendirían pleitesía las clases dirigentes indígenas traicionando los intereses nacionales de sus respectivos pueblos. La noble causa de los «libertadores» fue sucesivamente traicionada por la incipiente burguesía mestiza y criolla. Y los indios, esos pueblos, continuaron y continúan luchando por su emancipación. En torno a la Constitución de Cádiz se desarrollan en la Península todas las luchas hasta la mitad del siglo x i x . confundiéndose la filosofía de los hombres de la revolución francesa con las del «liberalismo» inglés y la acción subterránea de las organizaciones secretas que tan decisivo papel han representado. Actúa sobre los dos primeros decenios del siglo la invasión napoleónica, y en respuesta a ella la guerra de independencia, la emancipación de la mayor parte de las colonias y, como consecuencia, una profunda crisis económica; las luchas en torno a la Constitución de Cádiz, con la reinstalación de Fernando V I I ; el fracaso del golpe constitucionalista de La Corana ( 1 8 1 5 ) y el ahorcamiento del general Porlier; el fusilamiento del general Lacy ( 1 8 1 7 ) y, en 1 8 2 0 , el poderoso movimiento liberal del general Rafael del Riego en Cabezas de San Juan (Sevilla) que, triunfante, restablece la Constitución de 1 8 1 2 . 2
La clase obrera así como los campesinos en toda la primera mitad del 1. Del ejército español formaban parte elementos liberales, progresistas, y muchos de ellos ofrendaron su vida a la causa de una España liberal y progresista. La historia de los generales españoles liberales está por escribir. 2. El general Riego había pasado siete años en Francia, como prisionero. A su regreso a España, le dan el mando del regimiento de Asturias radicado en Cabezas de San Juan, que fue la base de su movimiento insurreccional. Rafael dci Riego era asturiano.
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siglo x i x carecen de organizaciones específicas y de un partido propio, realidad que correspondía a una situación histórica dada no sólo en nuestro país, sino en todos los demás. No puede representar un papel en los acóntecimientos. Es utilizada por los prohombres republicanos y «sus» generales liberales, y arrastrada como factor auxiliar. Su colaboración espontánea en muchos casos ha sido decisiva. En lo que no falló nunca, participando o sin participar, fue en ser la víctima propiciatoria en los momentos de represión. Las hermandades, las cofradías, los gremios, las corporaciones heredadas del siglo X V I I I , todo ese confuso conglomerado sin vínculos entre sí, respondiendo cada uno a su propia fisonomía social, influenciados por la Iglesia y por las doctrinas utopistas y las sectas en algunos casos, ofrecieron a las «asonadas» aportaciones individuales, que, por su influencia y prestigio, arrastraron a pequeñas minorías, no representando más que un papel «seguidista» en las acciones militares y movimientos republicanos del período que comentamos. Las Cortes de Cádiz, al decretar la libertad de la industria, asestan un serio golpe a la organización restringida y conservadora de los gremios, rompen viejos moldes y una nueva legislación abre posibilidades para la organización de otros tipos de sociedades y mutualidades en las que pudieron inscribirse programas de socorros y ayuda mutua con un débil contenido de solidaridad de clase. La Ley de Libertad de Industria ha sido un punto de partida al amparo de una relativa libertad que ofrecería, por poco tiempo, una etapa de mayor facilidad organizativa al mundo del trabajo, bien que las élites del movimiento obrero se debatieran en un confusionismo de ideas por una falta de conciencia de clase debido a las influencias de las concepciones pequeñoburguesas entrelazadas con los prejuicios religiosos, de lo que se aprovecharían, unas veces, las fuerzas radicales de la burguesía y sus caudillos, los hombres más representativos del liberalismo de aquella époc a ; otras, por las propias de la reacción en un juego de contradicciones políticas. La ignorancia de las masas, su analfabetismo ha sido un campo propicio para todas las maniobras y fraudes políticos. Fernando VIL reinstalado en el trono gracias a la ayuda de Francia ( 1 8 1 8 ) , vuelve a restablecer los gremios con sus privilegios, quedando neutralizados los avances que se habían logrado. En 1 8 3 5 se ponen de nuevo en vigor las disposiciones de 1 8 1 3 , y en 1 8 3 9 se autoriza la constitución de sociedades de socorros mutuos, lo que significó un paso muy importante en el proceso evolutivo de la organización obrera en relación con las instituciones del pasado. En un avanzar y retroceder, en un hacer y deshacer se van jalonando, a costa de toda clase de vicisitudes, las con-
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diciones que servirían de base a las asociaciones obreras del futuro, recogiendo las experiencias del pasado. Se prodigan en ese período por Cataluña y por toda España, en forma limitada, la creación de sociedades de socorros mutuos, mutualidades, asociaciones obreras, cooperativas, centros, organizaciones que, en su variedad, en su diversidad, serían el antecedente de los sindicatos clasistas.
2 HACIA O R G A N I Z A C I O N E S O B R E R A S D E CLASE
A partir de 1 8 3 9 puede decirse que estamos en presencia de una situación que inicia una nueva etapa. Cataluña cuenta con una gran concentración obrera y una industria textil seriamente desarrollada, en particular Barcelona y su comarca, donde aparece ya un proletariado claramente definido. La Ciudad Condal, a través de sus magníficas luchas, sería el crisol en que se forjarían, en un debatir social pleno de sacrificio, toda clase de organizaciones obreras que determinarían un proceso evolutivo y de contenido revolucionario de la mayor significación histórica para el proletariado español. Ese hecho hace que Cataluña, a justo título, pueda considerarse como la cuna del movimiento obrero de nuestro país. Cataluña mediterránea, vecina de un Sur de Francia rebelde y protestante, progresista, en relaciones estrechas con los puertos del Mediterráneo, es permeable a las nuevas ideas sociales y filosóficas de la Francia de los Derechos del Hombre y a todo ssus movimientos, como fueron, en ese momento, la revolución de París y otras villas en julio de 1 8 3 0 y el movimiento social reivindicativo de los tejedores de Lyon que pasó a la historia obrera mundial como «La Révolte des canuts» (noviembre de 1831). En los períodos de represión en la Península refugiábanse en Francia, en cada una de esas situaciones, significados elementos del liberalismo y, entre ellos, algunos de tendencias obreristas que dedicarían su tiempo a enriquecer sus ideas, a penetrar en las nuevas corrientes sociales de avanzada y a conspirar, contribuyendo activamente a la preparación de movimientos insurreccionales. Otros grupos, sobre todo representantes de la pequeña burguesía, se instalaban en Inglaterra, asimilando ideas librecambistas y otras teorías económicas del pensamiento inglés, así como las doctrinas owenianas y del cartismo. Los grupos del exilio han representado un papel no desdeñable en los acontecimientos de nuestro siglo X I X , tanto 20
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en la dirección progresista como en la reaccionaria, pero tal vez más en esta última. Los primeros balbuceos de nuestro movimiento obrero en Cataluña y, con menos fuerza, en Madrid y otros centros de España, corresponden al período de los apóstoles franceses del socialismo utópico y al movimiento cañista y colectivista de Inglaterra que, a su vez, eran continuidad de las utopías del inglés Tomás Moro ( 1 4 7 8 - 1 5 3 5 ) , autor de «Utopía», y del italiano Tomaso Campanella ( 1 5 6 8 - 1 6 3 9 ) , autor de «La Ciudad del Sol». 1
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El pensamiento de los utopistas cuenta con adeptos en España — M a drid, Valencia, Cádiz—, particularmente en Cataluña donde encontramos representadas con más fuerza las corrientes sansimonianas, furieristas, cabetianas y owenianas. Los furieristas tratan de constituir un falansterio en Tempul (Cádiz). Los cabetianos alientan el viaje a «Icaria» del que formó parte el catalán Juan Rovira, uno de los cabecillas de la rebelión contra el venerable Cabet en el momento del fracaso de la organización práctica de su ciudad icariana en un rincón de Estados Unidos considerado como la tierra de «promisión». Allí terminan las utopías de Cabet y las ilusiones icarianas de Juan Rovira, quien da fin a sus días suicidándose. Es verdad que muchas de las utopías del pasado son realidades hoy. La teoría de Fourier por un trabajo «agradable» y atrayente es uno de los problemas serios de nuestra época, frente al trabajo en cadena y a la monotonía de los dispositivos de producción en la industria moderna. Las corrientes cooperativistas se desarrollaron intensamente en Cataluña. Las ideas de Robert Owen influyeron en el movimiento obrero catalán en su período de formación, así como las experiencias de la primera realización de Rochdale, Inglaterra, en 1 8 4 3 , que sirvió de ejemplo al movimiento cooperativo internacional. Cataluña, en esta actividad, fue sin duda la vanguardia en nuestro país. En esa región prestó una gran colaboración, a principios de siglo, el socialista Antonio Fabra Ribas. La industria textil catalana, por su concentración, por su naturaleza, era el principal núcleo proletario de España. Las fábricas textiles ofrecían el mayor grado de explotación de hombres, mujeres y niños, sujetos a jornadas de hasta dieciocho horas, con salarios de hambre y condiciones de trabajo inhumanas. Esa estampa social de la que se consideraba como 1. Saint-Simon ( 1 7 6 0 - 1 8 2 5 ) . Robert Owen ( 1 7 7 1 - 1 8 5 8 ) . Carlos Fourier ( 1 7 7 2 1837). Esteban Cabet ( 1 7 8 8 - 1 8 5 6 ) . 2. Tomaso Campanella, dominico, organÍ2Ó un complot contra la dominación española en Calabria, para establecer una república. Sufrió por parte de los españoles toda clase de torturas, permaneciendo en la cárcel más de veintisiete años. Fue liberado por las gestiones de Urbano V. Muere en París, en el convento de los jacobinos, el 27 de mayo de 1639-
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la industria más avanzada, no era sólo una imagen de nuestro país; en la «puritana» Inglaterra, en la Francia de los Derechos del Hombre, esa misma industria, con la minera, ofrecía la misma situación de condiciones infrahumanas de trabajo. La defensa de la mujer y de los niños trabajadores, reclutados a partir de los 7 años, aparecía como la reivindicación que se situaba en primer lugar, si bien la suerte de los obreros, en general, no era mejor. En torno a la mujer y al niño trabajador se manifestaba un profundo sentimiento de solidaridad humana no sólo en España, sino en las demás naciones europeas. Este problema lo recogió con toda fuerza el socialismo, las organizaciones obreras de esa tendencia, y a esa acción se deben las conquistas logradas. En una encuesta realizada en Inglaterra, en 1 8 4 2 , sobre el trabajo de la infancia, encontramos el siguiente diálogo con los padres de unos niños trabajadores: Pregunta: ¿A qué hora esas pequeñas muchachas van al trabajo por la mañana, en tiempo de prensa? Respuesta: En tiempo de prensa, es decir, durante unas seis semanas, comienzan a las 3 de la mañana y terminan hacia las 10.3Q de la noche. Pregunta: ¿Qué tiempo les conceden para comer al mediodía, o para descansar, durante esas diecinueve horas de trabajo? Respuesta: A la comida de mediodía, un cuarto de hora; a la cena, media hora, con un cuarto de hora más para tomar un refrigerio. Pregunta: ¿Una parte de ese tiempo se emplea en la limpieza de las máquinas? Respuesta: Las muchachas generalmente deben ocuparse de la limpieza. Eso las ocupa algunas veces todo el tiempo de la comida o de su refrigerio. En ese caso, toman sus comidas cuando encuentran un momento libre. Si no, comen en su casa. Pregunta: ¿ N o tienen ustedes grandes dificultades para despertar a sus hijos después de ese trabajo excesivo? Respuesta: Sí. En la madrugada están completamente dormidos y tenemos que sacudirles para despertarlos y vestirlos antes de enviarlos al trabajo, pero a las horas habituales la cosa marcha mejor. Pregunta: ¿Cuánto tiempo pueden quedarse en la cama en los períodos de trabajo intensivo? Respuesta: No podemos llevarlos a la cama antes de las 11.00, después de darles de comer un poco. Mi mujer tiene la costumbre
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de permanecer despierta toda la noche por temor a no poderlos preparar a tiempo. Pregunta: ¿A qué hora les despiertan por la mañana? Respuesta: En general, mi mujer y yo nos levantamos a eso de las 2 de la mañana para vestirlos....» 1
La jornada, en período normal, era de las 6 de la mañana a las 8.30 de la tarde. Esa estampa de los niños ingleses aparecía en los demás países capitalistas en idéntica visión de crueldad. También en España, aunque bastante más tarde, se constituyeron comisiones de encuesta para el estudio de las condiciones de trabajo de mujeres y niños, como si el poder ignorara esa situación. En abril de 1 8 8 4 quedó establecida una de esas comisiones presidida por Segismundo Moret y, como secretarios generales, Gumersindo de Azcárate y Daniel Balaciart. La información oral se desarrolló en la Facultad de Derecho de la Universidad Central, a partir del 26 de octubre de 1 8 8 4 ; a ella acudieron bastantes obreros y dirigentes socialistas, así como algunas organizaciones de esa tendencia. El primer informante oral fue Antonio García Quejido, tipógrafo, uno de los fundadores de la Unión General de Trabajadores de España y del Partido Socialista Obrero Español ( 1 8 8 8 ) . Denunció las condiciones de explotación a que estaban sometidos los trabajadores, sus bajos salarios, las jornadas agotadoras y las condiciones en que eran explotadas las mujeres y los niños. De esa encuesta se desprendía que los niños trabajaban catorce horas y que ingresaban en las fábricas a partir de los 6 años, realizando horas nocturnas y en lugares totalmente insalubres. Facundo Perezagua, el dirigente socialista de Toledo y años más tarde líder del proletariado de Vizcaya, acudió a la información y, entre otras cosas, denunció que en la fábrica de Toledo trabajaban 3 0 0 mujeres a las que se pagaba un jornal de tres reales por hacer cartuchos; que el día 8 de mayo se había producido una explosión causando la muerte de tres obreras. Participaron en la información otros trabajadores, entre ellos los tipógrafos socialistas Juan Gómez y Matías Gómez de la Torre. Las declaraciones más importantes y completas fueron la oral de Pablo Iglesias y el famoso informe escrito del doctor Jaime Vera, el documento más interesante que en ese orden de problemas produjo el socialismo español. El anarquismo y las organizaciones bajo su influencia estuvieron al margen y en contra de esa acción de protesta y denuncia de las condiciones en que vivía la clase obrera. Su línea de acción «contra todo y contra 1.
Les Syndicats anglas. W. Cítrine, 1945.
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todos», de negación de toda actividad que no fuera la lucha violenta y directa independiente de toda relación con los organismos estatales, les impedía participar en la campaña en favor de una legislación más justa y humana que amparase los derechos de los trabajadores. Para ellos, esa acción, que tiene antecedentes en todos los movimientos obreros, era contrarrevolucionaria. En Cataluña, como en Inglaterra y otros países, también se registró el fenómeno de la lucha violenta contra el maqumismo, como consecuencia de la invención de la máquina de vapor y la introducción de telares mecánicos que, al implantarse en la industria textil, lanzaban a la miseria a millares de trabajadores. De ese fenómeno social surgieron los movimientos de los «destructores de máquinas» porque representando éstas un progreso venían a servir los intereses de los patronos, a darles mayores beneficios, mientras que condenaban al paro y a la miseria a miles de asalariados. El obrero inglés Ned Ludham había iniciado ese procedimiento de lucha contra las máquinas. De ahí que esa acción en lo sucesivo se llamara «ludismo». La primera fábrica mecanizada en Barcelona fue la llamada El Vapor ( 1 8 3 2 ) , de la firma Bonaplata y Compañía, quemada en 1 8 3 5 , originándose por esa causa una fuerte represión que llevó a la horca a cuatro trabajadores. De 1 8 3 6 a 1 8 4 0 se habían importado más de 1.200 máquinas; pero, ante la actitud de los obreros, fueron muchas las industrias que las mantuvieron almacenadas o inactivas por bastante tiempo. Esa lucha desesperada, circunstancial a falta de otras reformas, no pudo, no podía impedir el proceso de modernización de la industria ni su desarrollo. Entre las figuras que propagaron las diferentes corrientes y doctrinas sociales del socialismo utópico en nuestro país, en la primera etapa del movimiento obrero, con sus correspondientes publicaciones, aparecen las de Joaquín Abreu, que emigrado en Francia, conoció a Fourier; Pedro Luis Huarte, Faustino Alonso, Sagrario Veloy, Pedro Bohorques, Ramón de Cala, Fernando Garrido, Abdón Terrades, De Sagra y el cabetiano Narciso Monturiol. Refiriéndonos a los cuatro primeros decenios del siglo X I X ( 1 8 0 1 1840), después de los períodos de creación y mantenimiento más o menos prolongado de organizaciones de tipo gremialista, mutualista de socorros mutuos, unas de inspiración religiosa mientras otras se constituían bajo la influencia de las doctrinas socialista-comunista o colectivistas de los utopistas, iniciase una nueva etapa en la que la ideología anarquista va siendo preponderante, sobre todo en Cataluña, Levante y Andalucía. A partir de ese momento, el anarquismo muestra su dinamismo lanzándose a la
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creación de asociaciones, de centros obreros, combinada con el establecimiento de «núcleos» específicos de tipo secreto, confundiéndose con la labor y acción del republicanismo de tendencia más radical. El nuevo nivel de lucha supera los tipos de acción del pasado en cuanto a contenido reivindicatorío; sus propósitos y consignas son más combativos y concretos, y en ellos aparecen con mayor nitidez los aspeaos de la lucha de clases. En el Congreso de Barcelona de 1 8 7 0 , considerado como el primero de la sección española de la Internacional, se manifiestan, aunque débilmente, corrientes de oposición al anarquismo, como se habían suscitado ya en el 1 8 6 4 , anterior al período del internacionalismo en España. De esto nos ocuparemos más adelante. La realidad es que las minorías dirigentes obreras, los elementos de élite, fueron evolucionando y superando, poco a poco, las doctrinas del socialismo utópico en la medida en que iban cayendo, en su mayoría, bajo la influencia de la literatura anarquista y de la pequeña burguesía radical que también había evolucionado hacia posiciones políticas en apariencia extremistas, de tendencia federalista con ingredientes anarquistas. Sus prohombres expresaban esas actitudes «progresistas» a través de sus agrupaciones políticas y su prensa, sin dejar de arrastrar sus viejas querellas. Cada «caudillo» tenía su «partido» o partida y cada «partido», su «caudillo». Todo eso sin tener en cuenta la acción de las sociedades secretas. «La gran desgracia de España —decía Pablo Lafargue en una carta escrita en San Sebastián el 2 de setiembre de 1 8 7 1 , dirigida a F. Engels a Londres—. son las sociedades secretas.» En efecto, las sociedades secretas, las logias, han embrollado todas las situaciones políticas, contribuyendo en forma decisiva a la derrota, a la frustración de las luchas y empeños del pueblo español por lograr para España un verdadero régimen de libertad y democracia. En esa nueva etapa, ya no era un Jovellanos ni un Campomanes, por no citar otros, los que orientaban una época política siguiendo las ideas de los enciclopedistas y de los tribunos de la Revolución Francesa; a ese equipo le había dado continuidad el de Pi y Margall, Salmerón, Figueras, Castelar y otras figuras representativas de una nueva élite intelectual pequeñoburguesa, liberal, radical con tibieza y progresista con miedo al progreso por el contenido revolucionario que éste lleva en sí. Esa élite del pensamiento de los decenios de antes y después de mediados del siglo X I X , barajaba en su ideario todas las ideas de sus antecesores en la línea del liberalismo, las nuevas del socialismo utópico, las del colectivismo y, con toda clase de equilibrios dialécticos, las del propio Proudhon, además de la variada gama de diferentes tipos de republicanismo y todo ello, por supuesto, sin olvidarse de sus antagonismos de caudillaje y de clase.
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En esa mecánica política contradictoria, puede estar justificada la interpretación de que el nacimiento de la república de 1 8 7 3 se debe a los monárquico-republicanos, y su muerte a los republicano-monárquicos. Paradoja histórica que, con variantes y desde ciertos ángulos, podría aplicarse a la segunda república de 1 9 3 1 a 1 9 3 9 si se analizaran profunda y objetivamente las causas de su instalación, deterioro y derrota, dejando a un lado la sublevación de 1 9 3 6 . Los Alcalá Zamora, Maura, G i l Robles, Melquíades Alvarez, Sánchez Guerra; los generales Sanjurjo, Cabanellas, Mola, Franco; los Lerroux, Azaña, Martínez Barrio, Botella Asensi, Albornoz y otros son la imagen de muchas de las figuras que estuvieron en escena en torno a la primera república de 1 8 7 3 . Si de aquella situación salió una restauración monárquica borbónica con Alfonso X I I como rey, de la segunda ( 1 9 3 6 - 1 9 7 5 ) , a los 36 años de una regencia disimulada, se intenta de nuevo la restauración de la monarquía borbónica llevando al trono a un bisnieto de Alfonso X I I y nieto de Alfonso X I I I . 1
1. «De todos los hombres de los partidos republicanos —escribe J. J. Morato en su obra El Partido Socialista— tres conquistan, sobre todos, la adhesión y el cariño de las masas, y estos hombres son Abdón Terrades, Sixto Cámara y Francisco Pi y Margall. El gran teorizante del anarquismo español en su concepción filosófica honesta, Ricardo Mella, llamaba a Pi y Margall "el más sabio de los federales, casi anarquista, siempre justo entre los justos..."». En 1871 inicióse en Madrid la publicación del semanario socialista-marxista La Emancipación, dirigido por José Mesa. De esa fecha y de ese periódico arranca la línea política socialista y marxista de nuestro movimiento obrero, frente a la del anarquismo prudoniano y bakuninista. Hasta esa fecha se había arrastrado la confusión; a partir de ese momento, las dos líneas quedaron definidas.
3 LA ACCIÓN DEL ANARQUISMO
En esos períodos que comentamos, las corrientes anarquistas también registraban sus contradicciones en la acción, en su ideario y en la táctica. Saturados de proudhonismo, sin eliminar las influencias de los utopistas, mezclaron su «radicalismo» con el de los elementos de la pequeña burguesía, «fortaleciendo» su línea de conducta con los «ritos» de las sectas secretas, de las logias de las que, en su mayoría, formaban parte los más significados representantes del anarquismo. En una «anarquía» de posiciones, aparecen con Pi y Margal!, y contra P i ; con Espartero, y contra Espartero; con la república, y contra la república; con Prim, y contra Prim..., contra toda acción política. Y ello con maniobras políticas deleznables. Esos zigzags del anarquismo son la tónica de todo un período de acción que se manifiesta justamente con más fuerza en cada momento difícil de las luchas de nuestro pueblo. Su conducta en torno a la primera y la segunda república, es bien elocuente. Esa falta de consecuencia, su quebrada línea contribuyó a estorbar magníficas coyunturas revolucionarias. En momentos culminantes de nuestra historia, muchos de sus elementos representativos fueron instrumentos manejados por un sector — e l de turno— de los partidos republicanos; en otros, cubrieron acciones de «provocación» que tuvieron para las masas, para la lucha obrera y campesina, las más trágicas repercusiones, como epílogo a movimientos suscitados por la irresponsabilidad. Negando la acción política, hicieron el juego a los políticos y fueron utilizados por éstos cuando así convenía a sus maniobras y a sus objetivos y ambiciones. Ese doble juego de «apolíticos» para servir a los políticos, trataron siempre de justificarlo con su ideario ácrata al negar todo principio de autoridad, todo Estado, y con su filosofía de la exaltación delirante de la violencia y de la libertad individual. Ese proceder ha tenido conti27
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nuidad hasta nuestros días. Como ejemplo, nos bastaría recordar el nefasto nombre de Alejandro Lerroux, «Emperador del Paralelo» gracias, fundamentalmente, a sus «subditos» anarquistas... El anarquismo ha sido la más grave enfermedad que ha padecido el movimiento obrero español, no comparable en este aspecto con ningún otro movimiento obrero en el campo internacional. Son muchas las circunstancias favorables que concurrieron para que Cataluña ofreciera el panorama social más avanzado del país; un mayor número de organizaciones obreras de diversos tipos y significación, muchas de ellas bajo la influencia del anarquismo. En primer lugar, en Cataluña es donde se ha manifestado con mayor fuerza el desarrollo industrial y comercial que fue creando grandes concentraciones proletarias, como la textil; en segundo lugar, la riqueza de la región y su particular estructura económica y su gran puerto, factores que determinaban un estándar de vida superior al que disfrutaba el resto del país; en tercer lugar, su vecindad con Francia y su proceso social, el conocimiento del idioma francés entre las élites dirigentes y la adhesión al movimiento obrero, desde los primeros momentos, de elementos intelectuales de gran valía. Las comunicaciones con los otros puertos del Mediterráneo representaron un medio muy eficaz de transmisión e intercambio de ideas, de gran valor para el anarquismo, así como el contar con medios económicos extraordinarios que le permitían el desarrollo de toda clase de actividades culturales a través de la constitución de centros obreros, ateneos, orfeones, escuelas y la organización de certámenes literarios. En todas esas instituciones se establecían bibliotecas, haciendo de ellas verdaderas escuelas de educación y propaganda anarquista. :
No se registra en el resto de España, en esa época, una acción social tan intensa y vasta como la que ofrece Barcelona y otras ciudades de Cataluña. A través de esas instituciones y de la proliferación de periódicos, revistas, almanaques, de trabajos en editoriales —el folleto, el libro— es como el anarquismo ha desarrollado su formidable labor de proselitismo entre las masas, tratando de inculcarles su filosofía. En todos esos centros no faltaban las obras, los folletos de los utopistas : de Proudhon, M a x Stirner, F. Nietzsche; más tarde las de Kropotkin, Reclus, Luisa Michel, Bakunin, J. Grave, Sorel, Malatesta, Guillaume y demás ideólogos del anarquismo, sin faltar la literatura en boga del nihilismo. La acción de proselitismo y de educación ácrata sobre las minorías más ansiosas de saber y de cara a las masas, en Cataluña, Andalucía y Levante, ha sido enorme. Ha significado un esfuerzo de una perseverancia extraordinaria. Es lástima que ese trabajo descansara en falsas premisas. Las consecuencias negativas de ese envenenamiento ideológico se registran
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a través de toda la historia de nuestro movimiento obrero. En ningún otro país ofrece el anarquismo una línea de continuidad con la vitalidad e influencia en el seno de una considerable parte del movimiento obrero, como las del anarcosindicalismo español. Ese fenómeno ha sido, es y posiblemente lo sea en el futuro, uno de los más serios obstáculos para la unidad de la clase obrera y, como consecuencia, para el desarrollo de la revolución. Ese hecho, singular en el movimiento obrero internacional, ha perturbado constantemente el proceso de unificación del proletariado español en una gran central sindical en la que se agrupara un poderoso movimiento nacional sólido, consciente y revolucionario, con un sentido de responsabilidad histórica en cuanto al papel que le correspondía y corresponde representar a la clase obrera en la lucha por el establecimiento de un régimen republicano auténticamente democrático, capaz de desarrollar la revolución democrático-burguesa, como condición previa para alcanzar metas políticas superiores en el avanzar de nuestro pueblo hacia el socialismo. En el movimiento anarquista español privó la violencia, el mito de la acción directa, el de la huelga general, con sus elementos auxiliares: la tea, el trabuco, el revólver, la bomba, la pistola y, en los últimos tiempos, la metralleta. Todos esos elementos, en relación con muchos y graves sucesos estuvieron, consciente o inconscientemente, al servicio de maniobras de provocación. A las razones que favorecieron la propagación del ideario ácrata debemos añadir otra no menos importante. Nos referimos a las visitas que constantemente realizaban a Cataluña elementos anarquistas franceses y algunos italianos a quienes su permanencia en aquella región por largos períodos les permitía efectuar viajes de propaganda por otros lugares de España. En Cataluña desarrollaron una intensa labor los agentes internacionales Carlos Alerini, E. Reclus, Costa, Bastelica, Arístides Rey, Pablo Brousse y el famoso José Fanelli, enviado especial de Bakunin. A su vez, fueron muchos los catalanes que reforzaron su ideología anarquista en sus viajes y permanencias en Francia, Bélgica, Alemania y Suiza. Esa política de trasiego de hombres e ideas tuvo particular influencia en toda la península ibérica, pues en cierta medida alcanzó a Portugal. Aprovechando el montaje de industrias se producían desplazamientos de obreros calificados de Cataluña, especializados en esas industrias, que en su mayoría estaban educados en el ideario anarquista, los cuales divulgaban sus ideas en forma secreta en las localidades donde realizaban su trabajo profesional. Desperdigados por la península, los obreros especializados de Cataluña desarrollaron una gran labor de proselitismo en favor del anarquismo.
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No obstante esa política de relaciones tan amplia y tan bien atendida, es curioso observar cómo los diferentes grupos españoles obreros y de la pequeña burguesía radical, de antes del período marxista, no mantuvieron relaciones oficiales con los movimientos progresistas y de clase de tipo internacional. En 1 8 3 4 constituyese en Suiza, bajo la dirección de Mazzini y con el apoyo, entre otros, de Garibaldi, un movimiento internacional llamado La Joven Europa, que preconiza la creación de los Estados Unidos de Europa. En cada país existiría una sección que se llamaría, por ejemplo La Joven Francia, La Joven Alemania. Llegó a tener secciones en casi todos los países de Europa occidental. Los grupos españoles estuvieron ausentes de ese movimiento pequeñoburgués. Tampoco se relacionaron con La Liga de los Justos, fundada en París en 1 8 3 9 y que, trasladada a Londres, se transformaría en La Liga Internacional Comunista de la que sale ( 1 8 4 7 ) el histórico Manifiesto Comunista, de alcance y significación mundiales, con su grito de «¡Proletarios de todos los países, unios!» Los elementos directivos más destacados de las agrupaciones obreras españolas de esa época, sus élites, fueron impermeables a esos movimientos y a la evolución del socialismo que, por unas u otras razones, fueron silenciados. El Manifiesto Comunista fue ampliamente difundido, desde los primeros momentos, en Francia, Estados Unidos, Alemania y otros países, mientras en España se conoció con un cuarto de siglo de retraso al editarlo en folletón el semanario La Emancipación, traducido por su director José Mesa. En 1843 había aparecido el interesante estudio de Engels Las Condiciones de las Clases Laboriosas en Inglaterra, que era la primera denuncia y acusación de tipo internacional que mostraba la inicua explotación a que estaban sometidos los trabajadores ingleses, común a la que soportaban los obreros del resto de Europa y del mundo. 1
Se trataba de un documento de significación internacional de la máxima trascendencia. No fue divulgado en España hasta pasados muchos años. Por el contrario, en 1 8 4 6 , Proudhon publicaba su libro Contradicciones Económicas o Filosofía de la Miseria, que fue ampliamente dado a conocer y que nuestros viejos anarquistas se sabían de memoria. Sin embargo, la réplica de Marx a ese trabajo, publicada un año más tarde bajo el título de Miseria de la Filosofía, fue silenciada, no figuraba en ninguna de las bibliotecas populares tan prodigadas por los anarquistas. 1. Como contraste, en Rusia, el Manifiesto Comunista fue editado por primera vez en 1 8 6 9 , en folleto. Su traducción se debe a M. Bakunin, más tarde el enemigo más encarnizado de Marx y del marxismo.
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Las obras de Proudhon seguían siendo su catecismo, así como para los extremistas y radicales pequeñoburgueses. Todos esos hechos y otras «casualidades» muestran cómo los grupos y organizaciones españolas de ideología anarquista estaban bajo la influencia de las sectas, en particular de la masonería que representaba un papel internacional y que, desde el primer momento, había declarado la guerra a las nuevas concepciones del socialismo científico que se desarrollaban en Francia, Bélgica, Alemania y, en cierta medida, en Estados Unidos bajo la orientación de los más grandes teóricos con que ha contado el proletariado internacional: Carlos Marx y Federico Engels. Nuestros anarquistas seguían aferrados a las doctrinas utopistas de ideología pequeñoburguesa confundiéndolas o fundiéndolas, en lo que les interesaba, con sus propias concepciones, para ofrecer ese mosaico de confusionismo entre socialismo y anarquismo que caracteriza su movimiento y todas sus publicaciones de la época. Más tarde, las corrientes anarquistas van evolucionando y borrando las reminiscencias del socialismo utópico al mismo tiempo que silencian las nuevas teorías del socialismo científico o las desvirtúan para exaltar las ideas renovadas del anarquismo «puro» que, dando continuidad a Proudhon, ofrecen los nuevos ideólogos. Ese hecho histórico logró frenar el auténtico socialismo en nuestro país por varios decenios y a él se deben, en gran parte, los obstáculos con que tropezó el desarrollo de nuestro movimiento obrero. El origen y base del confusionismo los alimentó, llamándose socialista, P. J. Proudhon ( 1 8 0 9 - 1 8 6 5 ) quien, desde el primer momento, se enfrentó con el marxismo. La figura de Proudhon y sus ideas ejercieron gran influencia en una etapa, en un largo período del movimiento obrero anarquista o anarquizante. Es el elemento más leído en esos medios, y su famosa formulación «la propiedad es un robo» está en la mente de todos ellos. Las propias ideas de Proudhon, así como su conducta y su vida, son un cúmulo de contradicciones y de confusiones que evidencian la falta de una teoría revolucionaria y de unos principios basados en una correcta interpretación histórica, con una visión y perspectiva políticas superiores a la huera fraseología. Frente a su concepción de los primeros tiempos de que la propiedad era un robo, terminó defendiendo al Banco de Francia; frente a su «socialismo», acabó haciendo la apología de la guerra, y visitando al príncipe Napoleón, el 12 de enero de 1 8 5 3 , para solicitar su intervención con el fin de obtener la concesión del ferrocarril de B e sanzón a Mulhouse. Después de las jornadas revolucionarias de París de 1 8 4 8 , Proudhon es llamado a comparecer ante el presidente de un tribunal que le pregunta 3
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la razón por la cual se había hecho presente en el movimiento, a lo que le contestó «que había ido a contemplar los horrores sublimes de los cañonazos...» —Pero — l e dice el Presidente—, ¿no es usted socialista? —Ciertamente, señor Presidente. —Entonces —pregunta de nuevo el Presidente—, ¿qué es el socialismo? —Toda aspiración hacia el mejoramiento de la sociedad —responde Proudhon. — E n ese caso —exclama el Presidente—, todos somos socialistas... —Eso es lo que yo pienso —replica Proudhon. He ahí el socialismo de Proudhon: El socialismo «de todos». En ese campo ideológico confuso se debatía la mayor parte de los elementos dirigentes de grupos, asociaciones y centros que bebían en la fuente de todas las filosofías utópicas, pero especialmente en la anarquista, considerándose socialistas como el presidente del Tribunal. Cuando apareció el marxismo, la línea divisoria entre socialismo y anarquismo quedó definida con toda claridad hasta nuestros días. La acción combinada secreta y pública del anarquismo logró impedir por mucho tiempo la penetración en el movimiento obrero de Cataluña de las nuevas corrientes del socialismo moderno, que tenían como fuente el Manifiesto Comunista —divulgado en todos los países a partir de 1 8 4 8 — , así como los demás trabajos de Marx, Engels, Guillermo Liebknecht ( 1 8 2 6 1 9 0 0 ) , el llamado «soldado de la revolución», que tomó una parte activa en la revolución alemana de 1 8 4 8 (como Blanqui en París), declarando ante el tribunal que lo había hecho en su calidad de «proletario». Ese retraso tuvo como consecuencia el retardo de la evolución política de nuestro proletariado, lo que significó un verdadero lastre para la educación de la clase obrera y un serio inconveniente para las luchas liberadoras de nuestro pueblo, por más que una falsa apariencia de hechos y acontecimientos revolucionarios trate de ofrecernos una imagen heroica de ciertos movimientos que, al carecer de una auténtica teoría, no podían tener un contenido ni una proyección revolucionarias conscientes... Obedecían a una educación demagógica, simplista, sin principios, superficial, que había fructificado en el campo de la ignorancia, en el marco de las elucubraciones enfermizas de la fantasía impulsadas por la improvisación y la impaciencia. Todo lo contrario a un sentido revolucionario y consciente. Si las premisas del pensamiento anarquista han sido y son falsas, sus consecuencias, su acción, en un análisis histórico crítico y severo, no
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pueden llevarnos más que a la conclusión de que han sido negativas. Sin que con ello se trate de negar el heroísmo de muchos de sus militantes que han ofrendado su vida al ideal. El anarquismo español es singular en relación con el de otros países, en muchos aspectos. En su fuerza, en su vitalidad a través de los años; en la importancia que alcanzó y la influencia que ejerció en el seno del movimiento obrero; por las luchas que desencadenó, aunque fuesen contraproducentes, como lo fueron, en muchos casos. La gimnasia de la lucha y de la huelga general, en ningún otro país adquirió el volumen que ofrece el caso de España. Carlos Malato, que conocía bien a nuestros anarquistas y que ejercía una fuerte influencia en sus medios, los caracterizaba en los siguientes términos : «Desde hace muchos años yo he sospechado la falta de concepto realista de los anarquistas españoles. Les quería por su entusiasmo, porque sin entusiasmo y convicción razonada no se puede intentar revolución alguna; pero aquel entusiasmo, degenerado en fanatismo ciego, como todos los fanatismos, establecía insensiblemente y con otra etiqueta, una religión dogmática, haciendo perder de vista el presente por los "conceptismos" de los tiempos futuros; es decir, olvidando el mundo terrestre y positivo por el celestial. Se hablaba de libertad, de libre examen, y se practicaba el fanatismo doctrinario. Tolerantes para las excentricidades y tonterías; intolerantes para con los hechos y la realidad de la vida. ¡Eterna reencarnación del viejo espíritu religioso! En España, donde la raza tiene sangre y ardores africanos, hubo siempre fanáticos; los fanáticos musulmanes que han llegado a ser fanáticos cristianos que luego llegaban a ser fanáticos anarquistas. ¡Siempre fanáticos!.....> 1
El marxismo que no es un dogma, niega todo fanatismo; sin embargo, otro ideólogo ácrata, Enrique Malatesta, bien escuchado por nuestros anarquistas, decía «que toda la literatura anarquista española del siglo xix, estaba impregnada de marxismo...» (Dictadura y Revolución, 1 9 2 1 ) . La verdad es todo lo contrario: la literatura socialista de las primeras etapas, de casi todo el siglo xix, está impregnada de anarquismo. La opinión de Malatesta corresponde a los hechos. No se trata de minimizar ni de negar el heroísmo y el sacrificio que 1.
Tomado del Boletín de la U.G.T. de España, pág. 2 7 8 , abril de 1 9 3 2 .
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puedan encerrar las acciones colectivas y personales realizadas en el pasado a través de los acontecimientos que registra la singular historia de los movimientos anarquistas, sino de poner de relieve esas tristes y dolorosas experiencias porque, como señaló Engels refiriéndose a ellas, son un ejemplo «de lo que no se debe hacer...» Y el consejo sigue siendo bueno en 1973.
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L A P R I M E R A O R G A N I Z A C I Ó N D E CLASE
A simples fines de subrayar los aspectos que se relacionan directamente con el movimiento obrero, consignaremos de nuevo el problema de la libertad de industria, restablecida el 6 de diciembre de 1 8 3 6 , que permitió un nuevo avance de las organizaciones obreras para desembocar, el año 4 0 , en la constitución de lo que todos los historiadores vienen considerando como la primera organización de resistencia. No hay publicación de tipo social que no registre ese hecho, al que vamos a referirnos. Es un eslabón esencial en la cadena del devenir histórico de nuestro movimiento obrero. En 1 8 4 0 se abre un breve período, más o menos liberal, al abdicar la reina madre, María Cristina de Borbón, a favor de su hija Isabel I I , pasando a ser Regente el general Espartero ( 1 8 4 0 - 1 8 4 3 ) , principal personaje a partir de ese momento en los diversos episodios que se sucedieron y ensangrentaron a España y en los cuales las clases medias y obreras, especialmente las de Cataluña, participaron con su heroísmo y su sacrificio. Las libertades fueron bien pasajeras. 1
«En los primeros meses de 1 8 4 0 —escribe Manuel Núñez de Arenas, en su estudio El Movimiento Obrero Español— intentóse, durante el movimiento moderado de Pérez Castro, fundar una sociedad de tejedores y se consiguió agrupar a unos 3 0 0 0 , pero el jefe político Gisbert dio el 29 de mayo un bando pretendiendo ahogarla y consiguiendo que desapareciera de la vista del público, hasta que incitada por los elementos avanzados reapareció el 13 de junio acudiendo a recibir a Espartero, con lo que comenzó a adquirir derecho de ciudadanía, organizándose definitivamente el 26 de septiembre de 1840 bajo la presidencia del tejedor Juan Munts.» 1. El 28 de febrero de 1 8 3 9 , el gobierno había dictado una disposición autorizando la constitución de asociaciones mutualistas y cooperativas.
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El nombre de la organización sería Asociación Mutua de los Obreros de la Industria Algodonera. En sus estatutos declaraba no ser política, proponiéndose: «que el obrero pueda ganar con el sudor de su frente los alimentos necesarios para sostener su familia, resultado que no había conseguido hasta este momento a pesar de su honradez y de sus continuos sufrimientos...» En su declaración de principios aparecían conceptos de tipo general, imbuidos de un sentido humanista, inocentes, en apariencia inofensivos, pero que en el fondo revelaban rebeldía y sentido de clase frente a las injusticias a que los patronos tenían sometidos a sus obreros, bajo un régimen de despiadada explotación. He aquí cómo caracterizaban su situación social: «...Habiendo demostrado la experiencia que varios fabricantes tienden a sacrificar el precioso sudor de los trabajadores, rebajando los jornales hasta el deplorable extremo de no poder obtener ya lo indispensable y puramente necesario para la triste subsistencia; que se avienen una gran mayoría de fabricantes a la vez, con el mismo objeto, sin otro motivo visto que sus miras de ambición o el protervo fin de llevar a cabo empresas en todos conceptos repugnantes y odiosas, con detrimento siempre de la sociedad en general, y muy particularmente de la clase proletaria o jornalera; y a fin de poner coto a semejantes desmanes y de que los trabajadores sean mirados por sus amos con el respeto y decoro debido, al paso que éstos miren también a aquéllos del mismo modo con que se deben recíproca felicidad y bienestar, dando trabajo los unos y trabajando los otros; y para que no sean en lo sucesivo tenidos como hasta aquí los trabajadores a manera de esclavos y sí como ciudadanos iguales a ellos, salvo, empero, la obediencia y respeto debidos en sólo los actos del trabajo; ha parecido oportuno a varios tejedores de algodón el establecimiento de una sociedad pública capaz de atajar estos males y cuyo objeto único y exclusivo sea la mutua protección...» Ese largo exordio de justificaciones termina pidiendo, en dos líneas, el establecimiento de una sociedad «pública» de mutua resistencia. En esas bases aparece la protesta, la denuncia de unas condiciones de vida insoportables, de una explotación cruel e inhumana. En esa exposición de motivos se ponen de relieve tres aspectos esenciales: un llamamiento a una
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mejor inteligencia entre obreros y patronos (colaboración de clases); una protesta por las condiciones sociales de existencia; una toma de posición neta contra la política patronal de reducción de salarios y despidos y, como consecuencia, un llamamiento a la lucha, a la asociación para defenderse y desarrollar «la mutua protección» (lucha de clases). En el fondo se trataba del primer intento de creación de una sociedad de resistencia y de lucha que rebasara los objetivos limitados y sin contenido de clase de las anteriores agrupaciones gremiales. En esa declaración se advierte el propósito de unidad, de acción y de lucha de los trabajadores, movidos por un sentimiento de solidaridad, como lo evidencian otros puntos del programa cuando proclaman: «Si los amos de las fábricas pretenden reducir aunque sea un ochavo el jornal de los trabajadores, éstos les conminarán con la huelga...» 1
El capítulo 4." de la introducción a las instrucciones de la Sociedad, al que pertenece la cita anterior, establecía: «...que cuando el amo de cualquier fábrica intente acortar el jornal a los trabajadores, éstos se hallen obligados a hacer presente su resolución de abandonar el taller, si rebajare un solo maravedí...» El artículo 5.° insiste en que los obreros deberán abandonar sus respectivos talleres si el amo insistiera en rebajar los jornales. En los anteriores conceptos está bien definida la acción directa, la utilización de la huelga como arma defensiva frente a la acción de los patronos. En el artículo 1.° de los adicionales, pleno de un contenido de solidaridad de clase, se advierte: 2
«A los comisionados para que el taller desocupado o abandonado por los expresados motivos, no sea ocupado por ningún otro trabajador ( . . . ) . Todo socio, sin distinción de dase, que se conviniere con el amo de dejarse alargar las telas o rebajar el jornal, será considerado como inobediente y pasado a juicio de las dos juntas.» Los patronos reaccionaron violentamente frente a ese despertar de la conciencia de la clase obrera, solicitando de las autoridades la disolución 1. Ramón de la Sagra, en su libro De ¡'industrie cotonniere et des ouvriers en Catalogne. Tomado de M. Núñez de Arenas, obra citada. 2.
Delegados de taller. (N. del A.)
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de la sociedad de tejedores, pero la Diputación y el Ayuntamiento de Barcelona le habían mostrado su simpatía y solidaridad. Enfrentándose con ese intento de los patronos, constituidos ya en Agrupación Patronal, la Sociedad de Protección Mutua de Tejedores de Barcelona, publicaba el siguiente documento: 1
«Algunos días hace que se difunde la voz por esta ciudad que el gobierno ha decretado la disolución de las sociedades de socorros mutuos. Si así fuese, no podemos alcanzar qué motivos puede alegar el gobierno para ello, a no ser porque a su tiempo no le hagamos responsable ante la Nación de la espantosa miseria en que nos tiene sumergidos, o con el fin de poder llevar a cabo con más seguridad el tratado de comercio con Inglaterra, con que tanto tiempo nos amenaza. «Nosotros, como representantes de la Sociedad de Tejedores, recomendamos encarecidamente a los asociados que altamente desprecien voces tan misteriosas y de intenciones muy dañosas. Por otra parte, no contamos que el gobierno haya pensado en eso a la par que sabemos el empeño de nuestros adversarios de disolvernos, que para lograrlo se desprenden hasta del oro que poseen, y aun cuando así fuese que lograsen sus deseos, su triunfo será perjudicial a ellos mismos. Así, pues, tejedores y demás jornaleros asociados, no os dejéis sorprender. Nuestra asociación no necesita la aprobación ni la reprobación de nadie; con los derechos que nos concede la Naturaleza y la Ley, tenemos bastante, y los que digan lo contrario son los perturbadores. De consiguiente nuestra asociación es un lazo voluntario y recíproco que no está sujeto a disolución. Mucha firmeza y mucho silencio es lo que debemos guardar y vengan decretos. Prudencia y confianza con los individuos que habéis puesto al frente. Ellos os marcarán la senda que debéis seguir. No escuchéis más voz que la nuestra. Considerad que hay muchos individuos que están minando nuestro edificio; permaneced tranquilos en vuestros talleres y descansad al celo y vigilancia de vuestros protectores. Barcelona, 20 de diciembre, 1 8 4 1 . Juan Munts, director, José Sugrañes, Pedro Vicheto...» (Diario de Barcelona, 22 de diciembre de 1 8 4 1 . ) » La sociedad de tejedores acudía a tópicos idealistas, románticos. Se amparaban en la Naturaleza y la Ley. La Ley, establecida por tas clases 1. 1 8 3 3 . Comisión de Fabricantes de Hilados y Tejidos y de Estampadores, del Principado de Cataluña. Más tarde, Junta de Fábricas; finalmente, Fomento del Trabajo Nacional.
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dominantes, no estaría de su parte y la Naturaleza sería neutral. El aspecto que debemos subrayar es que no se invoca a Dios ni, de otra parte, aparecen matices de filosofía anarquista. La razón sin la fuerza, la fuerza sin la unidad nunca ofrecieron victorias a los explotados en sus luchas contra sus explotadores. Con grandes dificultades, la sociedad de tejedores fue manteniéndose y luchando por consolidar su legalidad, pero las consecuencias de los acontecimientos revolucionarios de noviembre de 1 8 4 2 contra Espartero hicieron imposible su pervivencia. Barcelona fue bombardeada el 3 de diciembre y aplastado el movimiento insurreccional, desatándose un período brutal de represión, siendo fusilados 18 ciudadanos. T a l importancia le daban a la sociedad, tal miedo le tenían, que el capitán general, Antonio Seoane, le dedicaba un bando en el que, entre otras amenazas, decía: 1
« . . . U n o de los principales obstáculos - s e ñ a l a b a , refiriéndose al orden y a la defensa de la propiedad— que sin duda se opondría a su logro, sería la continuidad de la Sociedad Mutua de Protección de Tejedores de ambos sexos...» Culpaban las fuerzas reaccionarias a la sociedad de tejedores del malestar social, y la consideraban como un serio peligro para «los capitales empleados para el fomento de la industria y para la tranquilidad social...» En el artículo 1.° del bando se establecía: «Desde la publicación de este bando, dejará de existir la "Sociedad de Tejedores de Algodón" bajo cualquier denominación o forma en que se hallase constituida o representada, bien pública o secreta, así como toda otra organización que hubiese de cualquier otro ramo industrial,...» Recurrieron los dirigentes de la sociedad ante el capitán general, haciéndole ver que se consideraban dentro de la legalidad ya que habían cumplido los requisitos establecidos en la disposición del 29 de marzo de 1842, informándole al mismo tiempo del funcionamiento de una fábrica que habían colectivizado, de acuerdo con las corporaciones locales oficiales, así como de las funciones sociales, de asistencia, que desarrollaba la sociedad en favor de sus agremiados, y de que en ese momento atendía a más' de 7 0 0 obreros en paro. Todo fue inútil. El capitán general sólo
1.
iA los catalanes —decía el general— se les gobierna con palos.»
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dio su aprobación a que siguiera funcionando la fábrica colectivizada, pero prohibiendo el funcionamiento de la sociedad de tejedores. La sociedad tuvo una corta y accidentada existencia, pero había logrado calar muy hondo en el corazón de los tejedores, despertando en ellos el sentimiento de solidaridad y su conciencia de clase. Seguirían siendo fieles a sus postulados y a sus objetivos de lucha, de emancipación, de dignidad proletaria, como lo demuestra el siguiente documento publicado por otro capitán general, Francisco Fulgosio, dos años más tarde, el 3 de octubre de 1 8 4 4 : «...Habiendo llegado a mí noticia que en algunas fábricas de esta capital han sido denostados e insultados por sus trabajadores, los operarios que por carecer de jornal fueron destinados a ellas, a título de que éstos no pertenecían a la disuelta sociedad de tejedores y resuelto como estoy a no permitir unos excesos que atacan directamente el libre ejercicio de la industria, vengo en ordenar lo siguiente : »1.° Todo el que directamente o indirectamente insulte a los operarios que sean destinados a las fábricas de esta capital, será castigado con todo el rigor de la Ley, según la gravedad del caso...» (El Imparcial, Barcelona, 4 de octubre de 1 8 4 4 . ) Seguían otros cuatro artículos. El 2.° responsabilizaba a los dueños y «comisionados» del cumplimiento de la disposición; el 3-° prohibía la lectura en las fábricas de periódicos y demás «papeles públicos»; el 4.° establecía que la dirección de la junta de fábricas cuidase de que no ingresara en éstas ningún obrero; sin presentar antes «la papeleta» de salida del propietario a quien dejaba de servir» y el 5.° vedaba que los patronos rebajaran los jornales. Ese documento del capitán general pone de relieve que los dirigentes de la sociedad de tejedores seguían actuando en la clandestinidad y que, con su actitud digna y rebelde de solidaridad de clase, los obreros seguían fieles a las orientaciones de su sociedad y a sus principios. Ni el capitán general Seoane, ni su sucesor habían logrado doblar la voluntad de los tejedores, que no se sometían ni claudicaban ante las arbitrariedades del poder público al servicio de los patronos, ni ante la violencia y la represión. La reacción creía que había liquidado la primera organización de resistencia que registra la historia de nuestro movimiento obrero, pero se equivocaba. La causa de los tejedores de Barcelona, como la de los de 1.
Compañía Fabril de Tejedores de Algodón.
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Lyon, era invencible. Ese germen obrerista de clase nadie podría liquidarlo. Desaparecida «oficialmente» la sociedad de tejedores, su fábrica colectivizada, que representó la primera experiencia de ese tipo, continuó operando. Terminó en fracaso. También habían fracasado las de Robert Owen en Inglaterra y en Estados Unidos. Nuestro movimiento obrero no escapó a ninguna experiencia. La Sociedad Mutua de Tejedores, por su significación, por la labor que realizó en un período de fuertes convulsiones sociales, por ser la primera organización obrera de resistencia, de tipo nuevo, que supo superar los tradicionales moldes de las asociaciones anteriores, es bien acreedora a un estudio propio. En su acción supo conjugar las actividades que interpretaban los intereses concretos de su clase en los distintos frentes; en el de la acción reivindicatoría económica; en el de la solidaridad, y en el político. En su grupo de dirigentes, al frente de ellos Juan Munts, aparecen elementos de tipo nuevo. Sus documentos pueden ser considerados como los primeros de carácter «obrerista», espontáneos, al margen de influencias extrañas a la clase obrera, con un lenguaje propio. El decenio 1 8 4 0 - 1 8 5 0 , con su breve período de relativa libertad ( 1 8 4 0 1 8 4 3 ) que permitió un pequeño auge en el desarrollo de las asociaciones obreras, nos ofrece en el orden internacional una serie de acontecimientos que, por su significación e importancia, habrían de tener una gran repercusión en el campo de las ideas y del movimiento obrero en su vertiente socialista. Las insurrecciones de Francia, Italia, Alemania y Hungría contaron con una participación muy activa de la clase trabajadora, especialmente en Francia. «Esas revoluciones —dice Engels en su prefacio a la edición italiana del Manifiesto Comunista, de 1 8 9 3 — fueron por doquier la obra de la clase obrera, ya que era ella la que construía las barricadas y sacrificaba su vida.» Esa ola de movimientos revolucionarios elevó la moral y el entusiasmo del movimiento obrero internacional y, para contrarrestarlos, la burguesía desencadenó su gran ofensiva de represión que cobra toda su virulencia a partir de 1 8 5 0 . De 1 8 3 8 a 1 8 4 2 alcanza su apogeo el primer movimiento obrero nacional: el de los cartistas ingleses. En el orden nacional, ese decenio registró serios acontecimientos. Los más importantes estuvieron determinados por la abdicación de María Cristina de Borbón a favor de Isabel II y la designación de Espartero como Regente, lo que provocó la segunda guerra carlista. Merecen señalarse los siguientes: sublevación republicano-liberal de Barcelona de diciembre de 1 8 4 2 , a la que la clase obrera prestó su colaboración con el derribo de la Ciudadela al grito de «Comencem!», desencadenándose una brutal represión de la que, como siempre, los trabajadores fueron las principales víc-
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timas; insurrección de tipo progresista contra el general Narváez; reforzamiento del aparato represivo del Estado mediante la creación del cuerpo de la Guardia Civil ( 1 8 4 4 ) ; sublevaciones en Madrid y Barcelona ( 1 8 4 8 ) ; bombardeo de Barcelona en dos ocasiones. A la primera ( 1 8 4 2 ) , E. Cabet, el utopista francés que contaba con un núcleo de discípulos en la Ciudad Condal, dedicó un vibrante manifiesto de denuncia y de protesta contra el bárbaro bombardeo. El decenio 1 8 4 0 - 1 8 5 0 fue agitado en el orden nacional, como lo fue en el internacional. Existe un paralelismo histórico entre muchos de los acontecimientos sucedidos en Francia y los de España: la revolución de 1848, en París, coincide con sublevaciones en España; la Commune, con los acontecimientos que determinaron nuestra primera República. Nuestros movimientos sindical y político de tendencias socialistas guardan un cierto paralelismo con los franceses del siglo x i x y hasta la primera guerra mundial, así como con la Revolución Rusa de 1917-
5 FLORA T R I S T A N Y SU UNION O B R E R A
Anticipación al
«Manifiesto
Comunista-»
y a la Primera Internacional
En el período que comentamos aparece en el movimiento obrero francés la figura de Flora Tristán ( 1 8 0 3 - 1 8 4 4 ) nacida en París de madre francesa e hija de un coronel del ejército español, Mariano Tristán de Moscoso (español-peruano o peruano-español), de origen aragonés. Flora Tristán pasa por el movimiento obrero francés como una estrella fugaz, pero su corta e intensa labor, su acción, dejarían una huella imborrable. Es curioso observar cómo los historiadores obreristas de Francia la citan en todas sus obras, analizan su carácter, su temperamento y cualidades personales inflamados de pasión, y alguno de ellos la considera española — F l o rita, la andaluza— mientras nuestros historiadores la ignoran, no han tenido para ella y su obra el menor recuerdo. En español sólo conocemos una historia novelada sobre su vida —de la que es autor un escritor peruano — , basada en el trabajo (en francés) de Jules L. Puech titulado La Vida y la Obra de Flora Tristán. Tal vez exista alguna otra, pero la verdad es que la figura de Flora Tristán era y es casi desconocida en nuestro país. En Francia se la relaciona con George Sand; en España sólo podríamos relacionarla con Rosario de Acuña, otra gran mujer olvidada que, de igual origen, nos ofrece una vida plena de vicisitudes dedicada, después de sus años mozos, a la causa por una humanidad mejor. Si a Flora Tristán la llamaban «La Paria», «la Madre», a Rosario de Acuña la llamarían «la Virgen del Cervigón». El Cervigón es un paraje, antesala de unos abrupton acantilados del Cantábrico en las afueras de la ciudad asturiana de Gijón, donde se refugió en los últimos años de su existencia, dejando tras 1
1. Una Mujercita contra el Mundo, por Luis Alberto Sánchez (Club del Libro-Amigos del Libro Americano. Talleres Gráficos Maragno y Landa. Argentina, 1942).
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de sí una muy interesante obra escrita, en la prensa obrera de su época. De profundas convicciones librepensadoras, Rosario de Acuña se mantuvo al margen de las formaciones políticas, pero figurando siempre en la vanguardia de la lucha social y en la línea de la unidad de los trabajadores. Cultivó la poesía, el ensayo social y otros géneros literarios, en motivaciones rebeldes y humanas, contra las injusticias de la actual sociedad. La reacción la persiguió despiadadamente; los elementos clericales la combatieron con saña, hasta organizar un atentado a su residencia del Cervigón. La podríamos definir como socialista-humanista. El semanario socialista La Aurora Social, dirigido durante años por Isidoro Acevedo, publicó muchos de sus estudios. En la prensa liberal diaria {El Noroeste, de Gijón, El Mercantil, de Santander) se publicaron numerosos artículos debidos a su pluma. Volviendo a Flora Tristán diremos que, como sucede en toda obra de apostolado, tuvo que soportar infinidad de contratiempos, empezando por las vicisitudes sufridas en el largo viaje que emprendió a Perú, a bordo del «Mexicano», con el fin de visitar a sus familiares. A su regreso publicó su primer libro, Peregrinaciones de una Paria ( 1 8 3 8 ) . Después, tras su cuarto viaje a Inglaterra ( 1 8 3 9 ) , estudia las penosas condiciones en que se encuentra la clase obrera, y fruto de sus agudas observaciones, de su análisis crítico, produce un interesante trabajo, titulado Paseos en Londres, que es una despiadada acusación contra las clases dirigentes y conservadoras de aquel país y una denuncia pública de las espantosas condiciones sociales a que estaban sometidas las masas laboriosas, los hombres, mujeres y niños empleados en la industria. Ese estudio situó a Flora Tristán en el movimiento obrero como la primera mujer que se acercaba tan directa y valientemente al campo obrerista y social. Su trabajo se anticipaba en cuatro años al de Federico Engels, Las Condiciones de Vida de las Clases Laboriosas Inglesas, magistral estudio que, por su riqueza ideológica y contenido económico-filosófico, no puede compararse con el de Flora Tristán que está animado de un fervor apasionado y romántico, pero que no por eso dejó de captar el dramático realismo de las condiciones de vida de los trabajadores ingleses. La vida de Flora Tristán es todo un calvario, en una lucha desesperada por abrirse camino en la vida frente a toda clase de adversidades y a la incomprensión, lo que la lleva a confundirse con las clases desheredadas y a entregarse por entero y de una forma apasionada, en los últimos años de su vida —de su breve vida—, a la causa de la unión y de la emancipación obrera y de la mujer. De una gran inteligencia, de un ca1
1. «El más oprimido de los hombres puede oprimir a otro ser: que es la proletaria del proletario.»
a su mujer,
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rácter enérgico, indomable, visionaria, idealista, comprende pronto cuál es la situación de miseria y de angustia en que viven los obreros franceses. Atraída a su causa, se incorpora más a la lucha por el establecimiento de un orden más justo y más humano. Penetra en las doctrinas de los utopistas. De Fourier, de Cabet, de Robert Owen, a quienes conoce en París; busca la amistad de todos ellos, les ofrece su colaboración, pero no encuentra el apoyo, la acogida ni el entusiasmo que esperaba, lo que le lleva a romper con los utopistas. Busca igualmente la solidaridad, el apoyo de algunos núcleos obreros de París; establece contacto con ellos tratando de transmitirles sus ideas, su idealismo, pero éstos, dentro de su ambiente, tienen ideas propias, no la comprenden, no entienden su lenguaje, muestran disconformidad con algunos de sus propósitos, si bien admiran su ardor, su pasión, su coraje y su rebeldía. « N o estamos de acuerdo con ella —decían—, pero nos electriza.» No obstante, contaba con adhesiones importantes, entre ellas, la de Gosset, «le pére des forgerons». A fin de evitar toda falsa interpretación —.escribe en sus Paseos en Londres— «declaro que no soy ni sansimoniana, ni fourierista ni oweniana». No obstante esa declaración, su pensamiento estaba impregnado de las doctrinas de los utopistas, y en particular de la de Saint-Simon. Flora Tristán no alcanzó el período del marxismo. Flora Tristán no comprende ciertas actitudes de los obreros, de aquellas minorías con las que se relacionaba, imbuidas de las doctrinas de los utopistas y proudhonianas. Consideraba que la idea de unión obrera que ella predicaba era el único camino para su liberación. Resultaba muy difícil para ella penetrar en la mentalidad del mundo obrero, conocer sus problemas profesionales, económicos y los de tipo social en sus aspeaos concretos. No obstante las desilusiones, los inconvenientes, la fuerza negativa de la indiferencia, la apatía y la ignorancia que encontraba en su camino, no desmayaba, no cejaba en su gran empeño de unir a los obreros. Sueña con esa «unión obrera», no sólo para Francia sino a nivel mundial. Casi sola, con el apoyo y el aliento de algunos obreros de París y el de sus corresponsales en diversas ciudades de Francia —Lyon, Marsella, Burdeos, Toulouse y otras—, continúa su apostolado con un tesón y espíritu de sacrificio que alcanza la cumbre de lo heroico. Su camino fue corto, pero dejó una huella imborrable en la senda de la causa emancipadora del proletariado. En 1843 escribe su obra fundamental: Unión Obrera. Tropieza con toda clase de obstáculos para editarla, salva los inconvenientes con su tesón. Y gracias a una suscripción, a la que contribuyen muchas personali-
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dades de la intelectualidad y muchos obreros, fueron editados miles de ejemplares y distribuidos por toda F r a n c i a : 1
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« . . , La Unión o b r e r a —proclama Flora Tristán— procede del nombre de la Unión Universal, no debe hacer ninguna distinción entre los nacionales y los obreros y obreras pertenecientes a no importa qué nación de la tierra. Así, para todo individuo extranjero, los beneficios de la Unión serán absolutamente los mismos que para los de Inglaterra, Italia, Alemania; en una palabra, en todas las capitales de Europa se constituirán Comités de correspondencia^.» Unos años más tarde sería Carlos Marx quien, desde Bruselas, organizara esos Comités de relaciones, de correspondencia, con que soñaba Flora Tristán, pero éstos tendrían un sentido político, una ambición política de clase: el propósito revolucionario de dotar al proletariado de partidos propios, independientes, como arma, como el mejor instrumento de lucha para su liberación. En las formulaciones de Unión Obrera, no obstante su vaguedad, estaba anticipada la idea, el principio del internacionalismo proletario y de la necesidad de la creación de una Internacional en la que se agruparan todos los trabajadores. En forma indirecta, eliminaba toda idea racista, y su alusión a la Unión Universal se anticipaba, igualmente, el grito del Manifiesto Comunista ( 1 8 4 8 ) : «¡Proletarios de todos los países, u n i o s ! » Unión Obrera precisaba cómo deberían organizarse las asociaciones obreras de oficio, locales, sus objetivos, su misión y cómo funcionarían los «Palacios Obreros» previstos en su programa. Más tarde hemos conocido las Casas del Pueblo, en Bélgica, en España, y las Bolsas de Trabajo, en Francia. No fueron o son ciertamente las que concebía Flora Tristán, pero tienen algo de su idea. Flora Tristán consideraba a la clase obrera como la clase mayoritaria y decisiva en la que descansaba la sociedad burguesa y capitalista. «Así como la burguesía había derribado el poder de la aristocracia para imponer el suyo, ahora correspondía a la clase obrera derribar el poder de la 1. En la lista de donantes aparece un español: Martínez tro (Jules L. Puech, op. cit., pág. 4 4 2 ) . Sin duda se trata de de la Rosa, uno de los jefes del Partido Moderado, que fue 1 8 3 4 - 1 8 3 5 y ministro de la Gobernación en el gabinete de 1846.
de Rosa, ex minisFrancisco Martínez Primer ministro en Narváez, en 1 8 4 5 -
2. Unión Obrera se llamó el primer órgano de la Unión General de Trabajadores de España.
L A VIOLENCIA, ENFERMEDAD DEL ANARQUISMO: burguesía para imponer el suyo».
1
SIGLO X I X
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Resumía su obra, en las siguientes con-
clusiones :
1.
Organizar a la clase obrera mediante una unión estrecha, sólida e indisoluble.
2.
Hacer que la clase cbrera esté representada ante la Nación por un defensor elegido por los sindicatos obreros y pagado por ellos, a fin de que quede bien establecido que esta clase tiene su derecho de existencia y que las demás clases acepten este derecho.
3.
Protestar, en nombre de este derecho, contra las usurpaciones y privilegios.
4.
Asegurar el reconocimiento de la legitimidad de la propiedad de los brazos.
5.
2
Asegurar el reconocimiento de que es legítimo el derecho al trabajo para todos, tanto hombres como mujeres.
3
1. Veinte años más tarde ( 1 8 6 2 ) , Fernando Lasalle, en su Programa de los Obreros, hada una formulación muy similar a la de Flora Tristán al señalar que «lo mismo que la burguesía había suplantado a la aristocracia territorial, así el "cuarto estado", la clase obrera, debe lograr, por medio del sufragio universal, ser el poder dominante en la sociedad». 2. Augusto Blanqui («l'Enfermé»), encarcelado y condenado a muerte con motivo de los movimientos revolucionarios de París de 1 8 3 0 y 1 8 4 8 , sostuvo con el presidente del Tribunal el siguiente diálogo: — ¿ C u á l es su profesión? —Proletario —respondió Blanqui. — E s a no es una profesióa —le replica el presidente. — ¡Cómo que no es una profesión! —añade Blanqui—. Es la profesión de treinta millones de franceses que viven de su trabajo y que están privados de sus derechos políticos. —Bien —musita el presidente volviéndose hacia el secretario—. Escriba que el acusado es «proletario». Recogemos esta anécdota para relacionarla con la de Proudhon ante otro Tribunal y con la idea de Flora Tristán de que los trabajadores no tienen más propiedad que la de sus brazos de proletarios. Blanqui pasó la mayor parte de su vida en la cárcel. En 1 8 2 4 , a los 19 años, es uno de los organizadores de la conjuración de los «carbonarios». En 1 8 2 7 , es detenido por primera vez. Toma parte activa en la lucha revolucionaria de 1 8 3 0 . Forma parte del proceso de «los quince», siendo condenado a muerte y conmutada su pena por la de prisión a perpetuidad. Amnistiado, participa en la revolución de 1 8 4 8 . En la represión es condenado de nuevo a diez años. En agosto de 1 8 7 0 organiza un movimiento revolucionario contra Napoleón III. Fue condenado de nuevo a cadena perpetua, por lo que no pudo tomar parte en la Commune. 3. Flora Tristán no había comprendido el carácter del derecho al trabajo, ni su carácter social en la sociedad capitalista y burguesa. Bien que había roto con
48
AMARO D E L ROSAL
6. 7.
Examinar las posibilidades de organización de los trabajadores dentro de la situación social existente. Construir en todos los Departamentos (provincias), Palacios de la Unión de los Trabajadores, en los cuales los hijos de los obreros reciban instrucción, tanto intelectual como técnica, y en los cuales se admita a trabajadores y trabajadoras víctimas de accidentes del trabajo y a los enfermos y ancianos.
8.
Reconocer la necesidad urgente de dar a las mujeres del pueblo una educación moral, intelectual y técnica, a fin de que puedan llegar a ser el influjo que moralice a sus hombres.
9.
Reconocer en principio la igualdad de derechos entre los hombres y las mujeres como único medio de establecer la unidad humana...
los utopistas, esa reivindicación del trabajo, esa exaltación del derecho al trabajo sin condiciones, demostraba que su «ideal», su pensamiento, estaban impregnados de los de los utopistas. Por el contrario, no se había compenetrado con las doctrinas revolucionarias de su época, entre ellas las del blanquismo. De haberse iniciado por ese camino, sus esfuerzos, su aportación al movimiento obrero, habrían tenido una mayor dimensión, una mayor eficacia. Tal vez en ese hecho resida la causa de que su propaganda y sus ideas no encontraran un mayor eco entre los trabajadores parisienses. Cuarenta años más tarde, Paul Lafargue, en su interesante panfleto El Derecho a la Pereza, anatematizará de la forma más descarnada lo que significa el «trabajo» para los trabajadores, en la sociedad capitalista. Flora Tristán estaba muy lejos de comprender la significación del hecho social de los asalariados; sin embargo, sus ideas, analizadas en el contexto de su época, adquieren todo su valor.
6 FLORA TRISTAN ENTREGA SU VIDA A LA UNION O B R E R A Dureza y
crueldad
de
los
tiempos
heroicos
En 1 8 4 4 , Flora Tristán organiza una excursión de propaganda a través de toda Francia. Un poco desilusionada por el ambiente obrero de París, trata de buscar el contacto directo con la provincia. Pone toda su ilusión y esperanza en el trato directo con los trabajadores. Fracasado el proyecto de fundar el semanario La Unión Obrera, considera que sólo le queda la acción oral. «He comprendido —escribe— que tengo otra tarea que cumplir: la de desplazarme personalmente con mi proyecto de Unión en la mano y recorrer toda Francia, de punta a punta, de villa en villa, y hablar a los obreros que no saben leer y a aquellos que no tienen tiempo para leer.» Con ese propósito, el 12 de abril de 1 8 4 4 , abandona París por barco con destino a Auxerre, primera villa de su itinerario, adonde llega a las 5 de la mañana del día 1 3 . Flora Tristán va recorriendo los centros obreros, visita fábricas y talleres, a las personalidades locales, a las autoridades, pronuncia conferencias, organiza reuniones de obreros. Por donde pasa deja constituido un núcleo o un Centro de Unión Obrera y difunde su programa. Por todas partes recibe muestras de simpatía y adhesiones. Es una campaña agotadora, febril, sostenida por su entusiasmo y animada por su idea obsesionante de la Unión Obrera. La tarea que había echado sobre sus hombros era superior a sus fuerzas físicas. Viaja en barco, en diligencia, en los pequeños ferrocarriles locales, a pie. En algunos lugares, la policía dificulta su labor proselitista. En Nimes intenta visitar a Armando Barbes que se encuentra en la cárcel, pero el Director de la prisión le niega el permiso. Barbes envía a «la Paria» una carta de solidaridad y de aliento. «Estoy agotada —dice—, pero me siento dichosa.» Prosigue su campaña. A pesar de sentirse extenuada, le quedan ánimos para continuar su acción de apostolado. 49
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AMARO DEL ROSAL
El 26 de setiembre, después de medio año de campaña, llega a Burdeos y a las pocas horas se le declara una congestión cerebral. De esa caída no se levantará más. Durante su enfermedad recibe los más emocionados testimonios de solidaridad de parte de los trabajadores bordeleses, y en particular del abogado Carlos Lemonnier y de su esposa, un matrimonio sansimoniano en cuyo hogar estaba alojada. El 14 de noviembre, el corazón de la noble, apasionada y romántica Flora Tristán dejaba de latir sin haber podido recoger el fruto de la siembra de su ideal. Al morir tenía 41 años. Reposa en un rincón del cementerio de Burdeos. El domingo 22 de octubre de 1848, después de las sangrientas jornadas de la revolución de junio, 8 0 0 0 obreros de la capital de la Gironda le rendían un emocionado homenaje al inaugurar el modesto mausoleo que, por suscripción entre los círculos de la Unión Obrera, se levanta sobre su tumba. A LA MÉMOIRE DE MADAME FLORA TRISTÁN A U T E U R DE L'UNION OUVRIÈRE LES T R A V A I L L E U R S R E C O N N A I S S A N T S LIBERTÊ-ÉGALITÉ-FRATERNITÉ-SOLIDARITÉ F L O R A T R I S T A N N É E À P A R I S LE 7 A V R I L 1803 M O R T E A B O R D E A U X LE 14 N O V E M B R E 1844 UNITÉ Los cuatro lemas de proyección universal a los que ella había entregado su vida, añadiéndoles uno m á s : Unité. «Para hacer alguna cosa grande —decía Saint-Simon a sus discípulos poco antes de expirar— hace falta ser apasionado.» Flora Tristán fue una pasión en el movimiento obrero.
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EL MANIFIESTO COMUNISTA EN EL M O V I M I E N T O O B R E R O
En 1 8 4 8 irrumpe en el campo del movimiento obrero internacional el Manifiesto Comunista lanzado al proletariado mundial por la Liga Comunista, domiciliada en Londres, como decisión de su primer congreso. Los dos grandes pensadores del socialismo, Carlos Marx y Federico Engels, al elaborar ese trascendental documento daban un gran paso en su ingente tarea de forjar las nuevas teorías filosóficas del materialismo histórico y de la interpretación materialista de la historia. El Manifiesto Comunista dotaba a la clase obrera de un pensamiento socialista nuevo, de un instrumento ideológico coherente que dejaba atrás las doctrinas del socialismo utópico, superándolas. Desde ese momento, ante el movimiento obrero se abre el proceso de un desarrollo político que tendría como principal objetivo y finalidad las de que los trabajadores crearan sus propios partidos políticos de clase, independientes de toda injerencia de las ideologías pequeñoburguesas y de las falsas y demagógicas concepciones del anarquismo proudhoniano. El Manifiesto Comunista ofreció al proletariado una nueva perspectiva. Con su obra, Marx y Engels inician la línea del socialismo científico que no conocerá retrocesos, mientras las demás doctrinas han ido desapareciendo, quedando rezagadas en la medida en que la sociedad avanza hacia metas socialistas. Con la aparición del Manifiesto Comunista coinciden los movimientos revolucionarios de Europa de 1 8 4 8 , en particular el de Francia en el que la clase obrera francesa toma una parte activa, distinguiéndose la de París. Esas batallas se concatenan con las que se producirían en 1871 en torno a la gloriosa Commune. La revolución del 48 sacudió a toda Europa. Las minorías revolucionarias de nuestro país vivieron esos días de inquietud y de 51
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esperanzas. Una de las figuras más representativas de las jornadas parisienses fue la de Augusto Blanqui, el militante revolucionario que pasó la mayor parte de su vida en la cárcel (cuarenta y ocho años), por lo que era llamada «Y Enfermé». El blanquismo puede ser reivindicado como el movimiento más puro y más socialista de la época anterior a Marx. No obstante la trascendencia de la revolución del 48 y del papel representado en ella por el blanquismo, puede decirse que en los medios españoles fue ignorado. A ese hecho no fue ajena la acción del proudhonismo. Se divulgó más la figura del «socialista-reformador» Luis Blanc que la de Augusto Blanqui. En el período de la Liga Internacional Comunista, diríamos en torno a los años 1 8 4 7 - 1 8 6 0 , en España nacieron y desaparecieron numerosos periódicos animados por Pi y Margall, Fernando Garrido, Abdón Terrades, Ramón de la Sagra, Monturiol, P. Abreu, Sixto Cámara, Sagrario de Val, Ordax Avecilla y otros. Son varios los historiadores que atribuyen a cada uno de esos nombres una significación «socialista». A unos tildándolos de cabetianos; a otros, de fourieristas, sansimonianos, owenianos, colectivistas o proudhonianos. Cada periódico se decía portavoz de una de esas doctrinas. Sin embargo, analizando esos periódicos, sus trabajos, no podría llegarse a la conclusión de que eran fieles intérpretes de la doctrina que decían representar. Si tuviéramos que definir a los animadores de esa prensa, lo haríamos considerándoles como librepensadores en general y como sansimoniano, fourierista, cabetiano, colectivista, demócrata y republicano progresista, moderado, federal o, finalmente, proudhoniano a cada uno de ellos. Nada más y nada menos que toda esa mezcla de doctrinas, sin olvidar que, en su mayoría, todas esas figuras formaban parte de alguna sociedad secreta. El anarquismo heredó todo ese confusionismo que, con las ideas de Proudhon, sirvió de base para su acción y de acicate para todos sus movimientos aislados allí donde se daban condiciones propicias para una explosión revolucionaria negativa, determinada por la impaciencia y la irresponsabilidad. No obstante ese conglomerado y mezcla de doctrinas, gracias a ese grupo de hombres fue como penetraron en nuestro país las diferentes corrientes sociales e ideologías, digamos del socialismo, lo que hace que deban ser considerados como precursores. La depuración de las diferentes doctrinas socialistas ha sido un proceso largo y lento que no alcanzó definiciones concretas hasta finales del siglo X I X , con la aparición del Manifiesto Comunista y El Capital —la obra cumbre del socialismo—, así como con los demás trabajos filosóficos de Marx y Engels que sirvieron de base ideológica a los hombres más ilustres del socialismo internacional. La Primera y la Segunda Internacional jalonan ese camino de definí-
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ción del movimiento obrero; fueron las bases teóricas del socialismo científico y revolucionario hasta la primera guerra mundial El obrerismo romántico, soñador, utopista de los primeros decenios del siglo X I X , sus hombres, estuvieron bajo la influencia de las doctrinas pequeñoburguesas de su tiempo y muchos de esos hombres estaban imbuidos de misticismo religioso. De todas formas, representaron un papel progresista, revolucionario, en ei contexto de un período histórico determinado que las generaciones que les sucedieron no olvidaron, pues sin ellos y sus experiencias no se habrían forjado las nuevas ideas, teorías y tácticas de la lucha moderna, de la misma manera que sin Epicuro, sin Hegel, sin el socialismo utópico, Marx y Engels no hubieran construido los principios del materialismo histórico, del socialismo científico. Esa acción del pasada la obra de nuestros precursores, es parte de la argamasa con que se construyó nuestro movimiento obrero contemporáneo. Es un acervo histórico del que no se puede renegar. 1
1. «La concepción materialista de la historia y su aplicación específica a la moderna lucha de clases entre el proletariado y la burguesía, sólo fueron posibles mediante la dialéctica... Los socialistas alemanes estamos orgullosos de descender no sólo de Saint-Simon, de Fourier y de Owen, sino también de Kant, Fichte y Hegel.» (Federico Engels. Prólogo a la primera edición alemana de Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico, 1 8 8 2 . )
8 L A I GL E S I A E N T R A E N A C C I Ó N C O N T R A E L M O V I M I E N T O O B R E R O D E CLASE
La Iglesia Católica no ha sido indiferente al despertar de la clase obrera ni a su proceso de radicalización. Por el contrario, ha sido muy sensible a ese problema representando el papel reaccionario que le correspondía como instrumento al servicio de las clases poderosas y dominantes. En su posición de clase salió al paso del socialismo desde los primeros momentos, pero con más agresividad a partir de la aparición del Manifiesto Comunista y del auge que el socialismo científico alcanzaba en Alemania, Francia, Bélgica, Suiza y otros países de Europa. El socialismo utópico no había preocupado grandemente a la Iglesia; el marxismo, sí. La Universidad Católica de Lovaina dedicó especial atención a este problema, tratando de sentar las bases de un «socialismo» antisocialista, jugando sofísticamente con la palabra y su contenido real. Uno de sus profesores más prestigiosos, J. J. Thonissen, publicó diversos trabajos que aparecieron en la colección de la Encyclopédie Populaire bajo el título general de El Socialismo en el Pasado y El Socialismo y sus Promesas (en francés), para poner de relieve el carácter utópico de las diferentes doctrinas y escuelas socialistas, tratando de demostrar que el iónico socialismo que redimiría a la clase obrera era el «socialismo cristiano» preconizado por la Iglesia Católica. La acción obrerista de la Iglesia procuró poner en evidencia las utopías de Saint-Simon, Fourier, R. Owen, Cabet y demás utopistas para convencer y mostrar a los obreros, explotando su noble sentimiento religioso, que el camino de la justicia social, de la emancipación de los trabajadores, estaba en los principios señalados por la Iglesia y no en el marxismo. Cosa curiosa: la Iglesia no prestó una gran atención a Proudhon ni al anarquismo, bien que éste se haya mostrado rabiosamente 1
1. Encyclopédie Populaire. Société pour l'émancipation intellectuelle. Bruselas, 1849-1850.
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ateo. Por el contrario, utilizó todos los procedimientos morales y materiales para atacar, denigrar, desprestigiar al socialismo científico y revolucionario y a sus hombres más representativos en cada país, viéndose reforzada en su acción sistemática contra el socialismo con la del anarquismo. La acción intelectual de la Universidad de Lovaina —luego surgieron otras universidades, entre ellas, la española de Comillas— ejerció una influencia no desdeñable en los medios católicos de los diferentes países, en los que unas minorías selectas de la Iglesia, secundadas por elementos seglares, iniciaron una acción «obrerista» cuyo principal objetivo era neutralizar el avance del socialismo revolucionario, en particular las concepciones del marxismo. Frente al principio de la lucha de clases, la Iglesia enarboló la bandera de la «colaboración de clases», de la armonía entre el Capital y el Trabajo. La paz y el amor entre los lobos insaciables y los mansos corderos... En Alemania, Bélgica y Francia, así como en algunos otros países, la Iglesia inició una bien orquestada y sistemática labor de proselitismo entre los obreros; su principal centro de operación radicaba en las sacristías parroquiales y su mejor tribuna, en los pulpitos. Al mismo tiempo, prodigaba las publicaciones, folletos, revistas, periódicos de tipo social, y más tarde divulgaba las encíclicas sociales como documentos básicos y programáticos. 1
«El socialismo es una utopía; las miserias sociales son una realidad», dice Emile de Laveleye en su obra El Socialismo Contemporáneo (Alean, París, 1 8 9 6 ) , para justificar a continuación, con formulaciones demagógicas, que sólo la Iglesia podía dar solución a los problemas sociales que confrontaba la clase obrera. La Iglesia, por un lado, reivindicaba la palabra «socialismo» sumándola al Evangelio, mientras» por otro, la vituperaba. «En todo cristiano hay un socialista; en cada socialista, hay un cristiano», afirmó el obispo de Derby en un famoso sermón en 1 8 8 7 , mientras León X I I I , en la primera parte de su famosa Encíclica, establec í a : «Un falso remedio: el socialismo...» Refiriéndonos a nuestro movimiento obrero, no era extraño encontrar a socialistas que, en sus campañas de propaganda, consideraban a Jesús como al primer socialista y exponían ante su auditorio algunas de sus parábolas y citas del Evangelio. Con ese bagaje ideológico, el autor de este trabajo alcanzó a escuchar a oradores del Partido Socialista Obrero Español que basaban su peroración en la figura de Jesús, a la vez que arremetían con la mayor violencia de lenguaje contra el clero. Se trataba de un oportunismo socialista frente a un oportunismo cristiano, barajándose en ambos 1.
Rerum Novarum, León X I I I , 1 8 9 1 . Quadragesiimo Anno, Pío X I , 1 9 3 1 .
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casos la palabra «socialismo». Cuando la Iglesia se vio obligada a abocarse a la acción «obrerista», los campos filosóficos del socialismo estaban bien definidos y su misma ideología se encontraba situada en vanguardia del movimiento obrero en la lucha de las clases explotadas contra sus explotadores. El lema de acabar con la explotación del hombre por el hombre, es del socialismo; el de que la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos, también. La Iglesia se enfrentó con esos apotegmas, proclamando la colaboración de clases. Esa actitud está en el marco histórico del siglo X I X y de la primera mitad del siglo X X ; después de esa fecha, todo ha cambiado. Pero eso será tema de otro capítulo, y de otra historia. En Alemania, Bélgica, Francia y Suiza las agrupaciones obreras católicas alcanzaron una fuerza de alguna consideración, y con menos importancia en los demás países de Europa, entre ellos España. En su acción social obrerista confesional, la Iglesia siguió una línea paralela a la de las organizaciones sindicales de clase. Creó sus sindicatos locales de oficio, sus federaciones locales y, en algunos casos, de tipo nacional, sus centrales nacionales, para desembocar en una Internacional propia, la Confederación Internacional de Sindicatos Cristianos ( C I . S . C . ) en 1922. Ese movimiento representó un obstáculo para el desarrollo del movimiento obrero de clase de signo socialista, al igual que el anarcosindicalismo. Ese y no otro era el objetivo de la Iglesia. Esa labor del «obrerismo» católico tropezó con el proceso histórico del movimiento obrero en su tendencia ascendente y revolucionaria, impulsada por las contradicciones crecientes del régimen capitalista determinantes de la agudización de la lucha de clases. «La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días —dice el Manifiesto Comunista— es la historia de la lucha de clases». Esa marcha histórica, movida por el motor de la lucha de clases, no encontró valladar que detuviera su avance arrollador y el «obrerismo» católico no ha sido impermeable a las nuevas realidades políticas, sociales y económicas del mundo capitalista, viéndose obligado, pata conservar sus masas, a evolucionar hacia el campo de la lucha de clases, borrando su etiqueta de «católico» y eliminando su carácter de confesional. Entre 1 8 5 0 y 1 9 5 0 hay un mundo nuevo.
9 EL DESARROLLO INDUSTRIAL Y EL MOVIMIENTO O B R E R O
Con la mitad del siglo X I X coinciden un impulso industrial y la iniciación de la política ferroviaria del país que, poco a poco, iría cambiando su fisonomía. En octubre de 1 8 4 8 inaugúrase el primer ferrocarril, de Barcelona a Mataró; en 1 8 5 1 , el de Madrid a Aranjuez; en 1 8 5 2 , aparece el decreto sobre la construcción del de Madrid a Irún; en 1 8 5 5 , la Ley general de concesiones ferroviarias, y en 1857 se crea la Compañía de los Ferrocarriles del Norte. A partir de esas fechas van surgiendo concesiones para el establecimiento de otros ramales de vía ancha, complementarios de la red nacional y de ferrocarriles secundarios de vía estrecha. Asturias contó desde los primeros momentos con el Ferrocarril vasco-asturiano (Cantábrico) y el Ferrocarril económico de Langreo, que tanto contribuyeron al desarrollo industrial de aquella región. Las sociedades anónimas se prodigan y en ellas se esconde el capital extranjero que controla las industrias nacientes más importantes: ferrocarriles, minas, fábricas de azúcar a base de remolacha, industrias del vidrio, de productos químicos, etc. Los medios de transporte terrestre son los que más han contribuido a modificar la fisonomía de los pueblos. Empiezan a cruzar España las vías férreas, y las diligencias, las posadas, albergues, hosterías y figones —motivos de tantas historias y temas literarios— pasarán al museo de los recuerdos y más tarde al del olvido. La próspera industria constructora de carruajes para el transporte de tracción animal iniciará su decadencia, así como toda una profesión. Paradojas de la historia, un siglo más tarde el transporte automotriz por carretera hará competencia a los ferrocarriles y será una de las causas transitorias de su decadencia. Decimos transitorias porque los ferrocarriles serán de nuevo el elemento fundamental del transporte. La industria siderometalúrgica así como la minera echan sus cimientos en Vizcaya y Asturias; las industrias de transformación van desarro57
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liándose y adquiriendo importancia en Cataluña, Zaragoza y otras capitales, y la textil adquiere gran importancia, sobre todo en Cataluña. El desarrollo industrial y comercial coincide con la creación de los bancos provinciales que van absorbiendo a las casas de banca de tipo individual, para más tarde muchos de esos bancos convertirse en poderosas entidades de crédito de tipo nacional, relacionadas con las de Londres, París y Bruselas —más tarde, con las americanas— que participaban en el financiamiento de las nuevas industrias, imponiendo su control. La industria de la edificación registra un gran incremento y moviliza enormes contingentes de mano de obra en la construcción de los edificios de fábricas y centros urbanos. El trazado y la instalación de las vías ferroviarias ocupan a miles de trabajadores y técnicos; entre éstos se cuenta gran número de franceses y belgas que ocupan los puestos más importantes. Muchos de los obreros que participaron en los trabajos de construcción quedarán después adscritos al sistema, serán los nuevos ferroviarios, los pioneros del proletariado del carril que tendrán que soportar, durante unos cuantos decenios, la tiranía y el despotismo de las compañías y sus altos jefes en condiciones morales y materiales deprimentes. A medida que las nuevas vías de comunicación y la industrialización se fueron desarrollando, la fisonomía de España fue cambiando; la composición de la clase obrera se modificó también al incrementarse, a un ritmo acelerado, el trasiego de obreros agrícolas al campo de la industria. La emigración de la mano de obra campesina hacia los centros industriales multiplica las masas proletarias, lo que determina una nueva correlación de clases y de fuerzas, y con ello problemas y conflictos sociales de tipo nuevo, recrudeciéndose los aspectos de la lucha de clases. El periódico socialista del país vasco se llamaría La Lucha de Clases; el de Asturias, La Aurora Social. La causa reivindicatoría de los trabajadores se enfrentaba con la oposición sistemática del poder público, de una política de clase apoyada en las fuerzas coercitivas del Estado; en las compañías y sus mandatarios; en los patronos, que contaban con el apoyo descarado del poder; en una palabra, con todas las fuerzas del país llamadas, para mayor sarcasmo, «fuerzas vivas», como si los productores fuesen «las fuerzas muertas»..., Los «amos» negaban a sus obreros el derecho de asociación, saboteando la débil legislación social existente, para tenerlos sometidos únicamente a «deberes»; de ahí el grito de « ¡ N o más deberes sin derechos!» Las empresas y los patronos establecían las fatídicas «listas negras», para condenar al hambre y a la miseria a los trabajadores más conscientes, que luchaban por lograr para sus profesiones mejores condiciones de vida, tanto morales como materiales.
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EL CERRILISMO DE NUESTRAS FUERZAS REACCIONARIAS
Pocos países ofrecen un calendario tan rico en revoluciones frustradas, en conflictos sociales; un estado conflictivo permanente tan profundo en sus causas y tan dramático en sus efectos como España. De eso pueden presumir, a justo título, las clases dirigentes de nuestros días y justificar el estúpido eslogan «España es diferente»'. En efecto, lo es para desgracia del pueblo español. Es una característica propia de las clases dominantes españoles glorificar lo negativo al dar interpretaciones positivas y triunfalistas a las grandes desgracias nacionales y lucir condecoraciones «ganadas» heroicamente en lucha contra su propio pueblo. La falsificación de la historia, escrita por los historiadores del «antipueblo», aparece envuelta en un repelente orgullo, y una vanidad ridicula con los que se trata de justificar las grandes mentiras históricas en contradicción con la dignidad, sencillez y nobleza que caracterizan a nuestro pueblo. De ahí que los Pirineos sigan siendo la línea divisoria que nos separa de la Europa democrática. 1
En los últimos decenios del siglo X I X , los conflictos sociales se producen particularmente en Cataluña, con repercusiones en Andalucía, Castilla y Levante. El movimiento obrero se enfrenta, desde el primer momento, con la intolerancia y soporta con gran coraje las amenazas y represiones, ofreciendo ejemplos de rebeldía que paga con enormes sacrificios. La tenacidad y un contenido de solidaridad de clase muy profundo son los rasgos más característicos de nuestro movimiento obrero. El sentimiento de clase está hondamente arraigado en la clase obrera. Se registran movilizaciones de masas, movimientos huelguísticos formidables motivados por 1. Véanse unos cuantos: «Nos que valemos tanto como vos, os hazemos nuestro Rey y Señor, con tal que nos guardeys nuestros fueros y libertades, y sino, NO» (pág. 1 4 3 ) : Modo de jurar de los aragoneses a su Rey. «Que el poder puede dar posesión pero no derecho...» (pág. 2 0 3 ) . «El uso del poder absoluto es muy peligroso a los Reyes, muy odioso a los vasallos, muy ofensivo a Dios y a la Naturaleza como lo muestran mil ejemplos» (pág. 2 0 7 ) . Las Obras y Relaciones de Antonio Pérez, Secretario de Estado que fue del Rey de España Don Felipe II, deste nombre (Juan Antonio y Samuel de Tornes, M . D C X I V ) . 59
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problemas de solidaridad, con más facilidad que los desarrollados por reivindicaciones económicas. El movimiento obrero español ha sido y es altamente generoso y humano. Muchas gestas sociales han estado determinadas por reacciones de solidaridad, frente a la injusticia o el atropello de un patrono o de sus capataces contra un trabajador. De esos gestos de solidaridad está impregnada toda la historia de nuestro movimiento obrero. La razón y la causa de esa condición generosa y heroica de nuestros trabajadores tiene su contrapartida en el cerrilismo de nuestras clases patronales y de los propietarios de la tierra, imbuidos de una mentalidad feudal, el principio del «ordeno y mando», expresado frecuentemente por la fórmula «aquí no manda nadie más que yo, y el que no esté conforme que se vaya». La humildad, la timidez de muchos de los documentos de la primera época de la acción obrerista reflejan bien el ambiente de terror a que patronos y autoridades tenían sometida a la clase laboriosa, los jornaleros de entonces, obreros de hoy. Las autoridades —con sus principios de defensa del «orden» que garantiza la sagrada propiedad, que impone por la violencia el respeto a las jerarquías sociales establecidas por una sociedad injusta— estaban sistemáticamente al servicio del patrono, del dueño, de los «ejecutivos» de las grandes empresas nacionales o extranjeras, obedeciendo a una política de clase. Toda razón, por justa que fuese, era aplastada en nombre de esos principios, considerando como subversivo todo lo que se opusiera a ellos. Los trabajadores, las gentes humildes, los desheredados no merecían a las clases dirigentes más que el título despreciativo de «canalla envilecida». Ciertas formulaciones y procedimientos del pasado se encubren en los tiempos «modernos» con el cinismo más grosero y mediante una demagogia desvergonzada. Y con los falsos espejismos de la llamada «sociedad de consumo». 1
«Frente al hambre de justicia (y de pan) —dice Ángel Ruiz Ayúcar — las clases dominantes oponían una incomprensión que a los observadores actuales nos asombra...» Lo más asombroso es comprobar que, un siglo más tarde, la mentalidad de esas clases, en un nuevo contexto histórico, no ha evolucionado, es la misma, y que la clase obrera, como hace más de un siglo, choca con los mismos obstáculos, se ve sometida, es cierto, a nuevos procedimientos, pero sigue negándosele el derecho a la libertad de asociación sindical o política, el derecho de reunión, la libertad de prensa, etcétera. 1. de los
Ángel Ruiz Avúcar, en su prólogo al libro de M. García Venero, Historia Movimientos Sindicalistas Españoles, 1840-1933 (Ediciones del Movimien-
to. Madrid, 1961).
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Es asombroso observar —y de esto los historiadores de hoy no dicen nada—, cómo muchas de las aspiraciones por las que propugnaban los trabajadores españoles hace más de un siglo — 1 8 4 0 — , por ejemplo el derecho de «libre asociación» ( « ¡ Asociación o m u e r t e ! » ) o el de reunión tengan todo su valor en la actualidad. Es increíble, aunque no asombre a nuestros historiadores de hoy, pero es una realidad. Si el proletariado español registra en su historia una situación conflictiva casi permanente con las fuerzas patronales, ello no es más que un efecto; las causas determinantes, independientes de un proceso lógico de contradicciones y lucha de clases, son el carácter del Estado, del régimen, y las propias clases dirigentes que pueden vanagloriarse de ser —en el mundo del trabajo internacional en el día de hoy— las que ofrecen un ejemplo singular de una acción en el pasado, en un solo período, es decir, hasta 186*4 un elocuente cuadro: hasta 1 8 5 1 , gobierno, autoridades locales, capitanes generales, sobre todo en Cataluña, habían dictado 12 disposiciones contra las organizaciones obreras de Barcelona; en 1 8 5 3 aparece una ley prohibiéndolas; en 1855 se presenta un proyecto de ley contra las asociaciones; en 1857 se publica un Bando —en Barcelona— contra las organizaciones obreras, y en 1 8 6 4 , disposiciones limitando el derecho de reunión. 1
En 1 8 6 4 , el capitán general de Cataluña, el general Dulce, dicta una disposición autorizando el funcionamiento de las organizaciones obreras en Cataluña, prohibidas desde 1 8 5 7 . . . Siempre los generales en un primer plano. En un examen histórico desde el campo concreto de lo social y utilizando un juego de palabras, podría decirse: «el mal general de España han sido los generales». En Cataluña, así como en algunas otras regiones aunque con menos fuerza, dejan su impronta los capitanes generales; en el gobierno de la nación, también. El hacer y deshacer en torno al derecho de asociación, de las libertades de la organización obrera, requeriría un amplio estudio histórico en el que se pusiera de relieve, por un lado, la lucha heroica de los trabajadores reivindicando ese derecho y, por otro, la acción permanente de las clases dominantes en contra de él. 1. Los patronos, los propietarios, los dueños de los medios de producción, no han tenido inconvenientes para organizarse con el fin de participar más eficazmente en la lucha contra sus obreros. En 1 8 1 3 se constituye en Barcelona la Comisión de Fabricantes de Hilados y Tejidos y Estampados del Principado de Cataluña. Más tarde se convierte en Junta de Trabajo, con la constitución en Barcelona le una Comisión Mixta de Inspección de Fábricas y Control del Trabajo, para finalmente convertirse en el famoso Fomento del Trabajo Nacional, organismo patronal que vivió en continuo desafío contra la clase obrera. Si Cataluña es la cuna del movimiento obrero, también es la del movimientro patronal reaccionario.
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APUNTES SOBRE EL MOVIMIENTO O B R E R O EN CATALUÑA Aspectos
e
incidencias
Cataluña, sobre todo Barcelona y su comarca, ofrece de 1 8 4 0 a 1 8 5 5 , una agitación política casi permanente, participando en todas las intentonas militares, todo ello mezclado con movimientos de tipo social. En algunos de esos momentos, el carlismo representa un papel que provoca el confusionismo en que se ven envueltos los sectores obreros que, al final de cada episodio, son los que sufren las consecuencias de las brutales represiones de patronos y poderes públicos. Como se señala en capítulos anteriores, en 1 8 4 0 se inicia una nueva etapa obrerista con la constitución de la primera organización de resistencia, la Protectora Mutua de Tejedores de Barcelona. Siguiendo su ejemplo, y aprovechando una coyuntura favorable —disposición de 1 8 3 0 sobre asociaciones—, fueron constituyéndose sociedades de otros oficios, en particular las de la industria textil. Allí donde surgía una sociedad obrera, de inmediato se ponían de relieve las injusticias, las pésimas condiciones sociales en que se desenvolvían esas agrupaciones de explotados y, como consecuencia, aparecían los problemas colectivos de tipo reivindicatorio. Frente a ellos, la reacción automática del patrono contra la asociación y, en particular, contra sus elementos animadores. Y el conflicto social quedaba planteado: el patrono despide a los obreros que considera «subversivos» y sus compañeros de trabajo, llevados de un sentimiento de solidaridad para con los represaliados, abandonan el trabajo, prodúcese el paro y ya está en danza el famoso principio de «orden público» y de «subversión» que pone en acción a las «fuerzas vivas» y al capitán general de turno. Estas fuerzas de «orden» coaligadas se fijaban como objetivo la gran tarea de liquidar a las asociaciones que, según ellas, ponían en peligro la «paz social». Como escarmiento, se montaban unos cuantos procesos y se 62
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fusilaba a un grupo de obreros que no reclamaban más que pan y trabajo y la libertad de asociación. Todo ese proceso se llamará, durante años, «el problema social de Cataluña», que no era ni es más que uno de los problemas fundamentales de España. Constituida la Sociedad Protectora, la Patronal emprende la lucha contra ella, lo que determina el conflicto obrero-patronal del mes de octubre de 1 8 4 0 , que tiene su origen en el despido injusto de un obrero. Se aprovecha el movimiento para luchar contra la reducción de los jornales y por menos horas de trabajo. Las nuevas organizaciones pugnaban por la constitución de organismos paritarios, comisiones mixtas en que se discutieran, con toda libertad y personalidad, los conflictos planteados, con el fin de encontrar una justa solución a los mismos. Los patronos mostraron en todo momento su abierta hostilidad a los procedimientos de arbitraje, por considerar que mermaban su libertad de acción y su autoridad. Su hostilidad al diálogo ha sido y es una de las características del viejo patrono, de ahí su terquedad e intransigencia que del «patrono personal» pasa a los «ejecutivos» y a los altos funcionarios empresariales de la época moderna. En agosto de 1 8 4 0 se constituye una asociación de tejedores en Igualada. Al poco tiempo se produce un movimiento de huelga por solidaridad con un trabajador despedido. Sin duda, ese «despedido» era el organizador de la asociación. En enero de 1 8 4 1 va cediendo la agitación, dándose soluciones parciales a los conflictos existentes, por intermedio de una Comisión mixta circunstancial obrero-patronal. Los trabajadores registraban las experiencias de sus luchas en las que aparecían aspectos nuevos, entre ellos, como el más importante, la comprobación del valor decisivo de la unidad de acción, de la solidaridad, así como la eficacia de ciertos métodos basados en la combinación de la actividad obrerista con la situación y la acción políticas. Más tarde se acudiría a la utilización de procedimientos de acción directa, eficaces y positivos, como era la organización de «piquetes» de huelga a las puertas de las fábricas, siguiendo ejemplos del movimiento obrero internacional. Los patronos, por supuesto, así como las autoridades, no echarían en saco roto sus propias experiencias. Los «piquetes» merecieron especial atención de un capitán general. 1
Del 15 al 24 de junio prodúcese una huelga en Sabadell por aumento de salarios, con repercusiones en otros centros. Por esas mismas fechas se
1. En la Comisión figuraban, como representantes obreros, Juan Munts, José Sort, José Lugranes, Vicente Martínez y Pedro Martín.
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dictan medidas represivas y órdenes de disolución contra la Asociación Mutual de Tejedores que, en la clandestinidad, sigue dando fe de su existencia. Cada capitán general y cada gobernador han tenido el «honor» de disolverla y ella el de pervivir. En 1842 sus dirigentes, tratando de mitigar el paro que afectaba al gremio de tejedores, se hacen cargo de una fábrica en crisis y establecen el primer ensayo de colectivización. De este hecho social ya nos hemos ocupado en capítulos anteriores. Lo señalamos de nuevo para evidenciar la vitalidad de la asociación de tejedores y su resistencia a todas las medidas represivas. Este ejemplo muestra su madurez y la capacidad táctica del equipo de dirigentes de la Protectora, bajo el liderazgo del tejedor Juan Munts. 1
A finales de 1842 ( 1 3 de noviembre-3 de diciembre), prodúcese una nueva asonada de tipo republicano, contra Espartero, que arrastra a grupos de masas populares y adquiere aspectos violentos. Barcelona es bombardeada, y el héroe de ese bombardeo, que causó honda impresión en toda Europa, sería el capitán general Van Halen. Se fusiló a un grupo de ciudadanos. Como consecuencia de esos disturbios, la Mutual de Tejedores fue de nuevo disuelta. En junio de 1 8 4 3 se reproduce un movimiento en el que la Junta del Reino de Barcelona representa el papel principal. La Ciudadela, construida por Felipe V, con su silueta amenazante, gozaba del odio general del pueblo barcelonés, el que aprovechando los nuevos motines, en tropel popular, procedió a su destrucción al grito de «Comenc e m ! » Cada ciudadano participante sintió el orgullo y la satisfacción de llevarse a su casa una piedra, como recuerdo de la odiada fortaleza. La alegría sería breve. Barcelona fue de nuevo bombardeada, sufrió otra etapa de represión y la ciudad fue condenada a reconstruir la Ciudadela y al pago de una fuerte indemnización. No hay testimonio de que la Asociación de Tejedores, como tal, tomara parte en el movimiento, pero no por eso escapó a las consecuencias de la represión. Tuvo que seguir su vida social azarosa, resistiendo todas las tormentas, en permanente clandestinidad. Teóricamente disuelta, prácticamente autorizada en su clandestinidad, envuelta en la simpatía y el apoyo de la clase obrera y de las fuerzas progresistas de la pequeña burguesía e incluso de algunos elementos de los organismos oficiales locales. Sin duda, las minorías de la sociedad de tejedores estaban integradas por elementos de gran firmeza y voluntad societaria. Esa vanguardia debía descansar en bases sólidas cuando pudo resistir todos los embates de las 1.
Compañía Fabril de Tejedores de Algodón.
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reiteradas etapas represivas sin perder el hilo de la continuidad en su acción obrerista, al mismo tiempo de ser matriz de otras asociaciones. En el período de las grandes convulsiones revolucionarias de Europa ( 1 8 4 8 ) , particularmente en Francia, España ofrece también una serie de acontecimientos políticos al producirse la insurrección de tipo progresista contra el general Narváez, que coincide con un nuevo alzamiento carlista. El movimiento tuvo repercusiones importantes en Barcelona, Madrid y otras ciudades. Entre otros acontecimientos sociales, en Igualada fue incendiada la fábrica textil V i l a Subirá y Compañía. Sobre la clase obrera se abatió de nuevo una ola de represión. Los pelotones de ejecución funcionaron para restablecer el «orden». Los años 1 8 5 4 - 1 8 5 5 fueron teatro de numerosas asonadas y agitaciones sociales. Las asociaciones obreras, no obstante el juego de las disoluciones y «autorizaciones», se habían desarrollado por todas partes, impregnadas de un contenido de clase más profundo que en el pasado y de normas y procedimientos de organización más depurados que les permitían defenderse de la acción represiva de patronos y autoridades. Que la causa emancipadora de la clase obrera es invencible no es una frase, sino un hecho histórico indiscutible. «Los mártires y héroes de la clase obrera —dijo alguien— no se entierran, se siembran.» Por eso las represiones no logran sus objetivos, todo lo contrario, foguean al proletariado, fortalecen su conciencia de clase y le sitúan en mejores condiciones para afrontar las batallas del futuro que van forjando la victoria. Es una ley ineluctable. Comienza el año 1 8 5 4 en Cataluña con serios conflictos sociales. En marzo tienen lugar varias acciones huelguísticas en Barcelona y su comarca. En el pueblo de Sants, el patrono Juan Güell F e r r e r y la sociedad La España Industrial fueron seriamente afectados al intentar aprovechar su modernización para imponer una reducción de salarios y proceder al despido de una parte de sus obreros, lo que fue motivo para que se declarara una huelga que se extendió a otras fábricas. El capitán general, Ramón de la Rocha, ordenó la detención de la Comisión obrera, lo que acentuó el malestar, provocando manifestaciones de solidaridad y protesta que reclamaban la libertad de los detenidos. Viendo el cariz que tomaban los acontecimientos por su torpeza, el capitán general declara el estado de guerra el 29 de marzo, proclama la ley marcial, prohibe toda clase de 1
1. «El patrono Juan Güell cerró su fábrica de Sants y se trasladó a Nimes, Francia. Tardó varios meses en abrirla. Practicó, pues, individualmente, el lockout...-» (M. García Venero, op. cit., pág. 1 2 2 . )
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reuniones y autoriza a las fuerzas a disparar sin previo aviso. Los individuos acusados de «subversión», serían fusilados en un plazo de 24 horas. El 4 de abril terminaron las huelgas. En el Bando de cese de las «hostilidades» se disponía la creación de una cartilla de identidad de carácter policíaco, siguiendo el precedente de 1 8 4 4 del capitán general Fulgosio. Los trabajadores, por supuesto, rechazaron el uso de esa tarjeta indignante. El 3 de mayo apareció una R. O. por la que se permitía, en forma condicionada, la actividad de las asociaciones. Esa disposición coincidió con nuevas inquietudes y agitaciones sociales. En julio de 1 8 5 4 , el general O'Donnell dirige, con el apoyo de Espartero, un nuevo alzamiento militar que les lleva triunfalmente al poder. En Cataluña, sobre todo en Barcelona y su comarca, el movimiento rebasa las intenciones de los militares y adquiere un carácter social produciéndose huelgas, incendio de dos fábricas en las Ramblas y numerosos incidentes. El capitán general, Ramón de la Rocha, declara el estado de guerra el 17 de julio y en el consabido Bando «ordeno y mando» anuncia que sería pasado por las armas en el término de seis horas, previo juicio sumarísimo, «el que cometa o intente pegar fuego a un establecimiento fabril o casa particular; asimismo todos los que atenten contra la seguridad de las personas. El que robe valor de 20 reales arriba será condenado a la misma pena de muerte con la misma celeridad...» Es una verdadera lástima que en la bibliografía española no figure una antología que recoja la literatura de los Bandos de declaración del estado de guerra y Ley marcial de los capitanes generales de España a través de la Historia. Sería un documento de extraordinario valor histórico. La huelga afectó a más de sesenta fábricas. Los patronos acudieron al lock-out, procedimiento muy acariciado por la burguesía y el capitalismo catalanes siguiendo el ejemplo de sus congéneres ingleses y americanos. El ejército ocupó los pueblos más importantes de la comarca, los tejados y puntos estratégicos de Barcelona. El capitán general se dignó recibir a una comisión obrera integrada por José Barceló — e l elemento más significado de aquella época—, Ramón Maseras, Miguel Guillaume, Antonio Gual y J o s é Nogués. Hacia el 25 de julio va cediendo el movimiento y las intransigencias del capitán general, que se estrellaron contra la voluntad de los trabajadores, quienes dispusieron que no fuesen instaladas las máquinas modernas «selfactinas», que era uno de los puntos conflictivos. Un nuevo capitán general, De la Concha, y un nuevo gobernador civil, Pascual Madoz, 1
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Del inglés, self-acting (automáticas).
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lograron armonizar algunas de las posiciones en litigio. Los trabajadores obtienen un ligero aumento de salario, a cambio de aceptar la instalación del nuevo equipo con una modificación técnica que reduciría la competencia haciendo menos perjudicial su instalación. Los obreros propugnaban de nuevo la creación de un jurado mixto con plena personalidad jurídica. Una comisión de las Cortes manejaba a ese respecto un proyecto de ley que nunca fue discutido ni aprobado. A esa comisión, de la que formaba parte Madoz, elevaron informes las asociaciones obreras, informes que, como en otras ocasiones, fueron a parar a los archivos. Las comisiones obreras de Barcelona y Madrid han sido un punto de esperanza, pero casi siempre sin resultados prácticos. Es curioso observar cómo las asociaciones de Barcelona plantearon, en cada momento conflictivo, la reivindicación de que se constituyeran comisiones mixtas, jurados mixtos, organismos de arbitraje. Esa aspiración de los obreros catalanes coincide con el período en que el movimiento aún no está influenciado por la ideología anarquista, dominado por ella, sino que más bien se deslizaba, débilmente, es verdad, por el camino socialista, por sus tendencias primitivas y utópicas. A medida que las teorías anarquistas fueron penetrando en el seno de la clase obrera, ésta va cambiando su mentalidad y procedimientos de lucha, como podremos ver años más adelante. Así observamos que, siendo en Cataluña donde aparece insistentemente la demanda de organismos paritarios por los que se canalicen los problemas y conflictos sociales coincidiendo con la legislación social de otros países, más tarde será en Cataluña, precisamente, donde se rechace con violencia toda legislación paritaria, no sólo la iniciada por el Instituto de Reformas Sociales en el siglo x i x , con la continuidad establecida por la dictadura del general Primo de Rivera ( 1 9 2 3 - 1 9 3 0 ) de tipo corporativo, sino la legislada por las Cortes de la segunda República ( 1 9 3 1 - 1 9 3 9 ) , debida al ministro del Trabajo, Francisco Largo Caballero, uno de los más preclaros dirigentes sindicales de nuestro país, secretario general de la Unión General de Trabajadores de España, de cuya personalidad nos ocuparemos en posteriores capítulos. Sin duda, las ilusiones de la clase obrera en 1 8 4 0 y años sucesivos, respecto de los organismos paritarios, tenían algo de inocente; sin embargo, era una reivindicación internacional que encajaba en el marco histórico de aquella época, pero la legislación social de la segunda República, por su contenido social y revolucionario, era otra cosa y correspondía a las corrientes sociales avanzadas de aquel momento sin que por sí sola, por supuesto, garantizara plenamente los intereses de los trabajadores. Pero no deja de ser por lo menos motivo de reflexión ese fenó-
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meno de coincidencia entre la burguesía más reaccionaria y el patronato, por una parte, y el anarquismo y sus organizaciones, por otra, combatiendo ferozmente, en una campaña nacional realmente extraordinaria, esa legislación y haciendo blanco de su odio al ministro del Trabajo, el militante fiel y devoto a los intereses de la clase obrera, Francisco Largo Caballero, autor de la misma. Puede afirmarse que ha sido una de las más avanzadas y progresistas que, en su tiempo, de la primera a la segunda guerra mundial, se registró en la Oficina Internacional del Trabajo, organismo al que hoy están incorporados todos los países socialistas. 1
Volviendo a los acontecimientos de 1 8 5 4 , cabe subrayar que, si en Cataluña se caracterizaban por su contenido eminentemente social, no ocurría el mismo fenómeno en otros lugares de España en los que también repercutían esos movimientos siguiendo el carácter de las asonadas, motines o sublevaciones. Así, en Madrid, la insurrección O'Donnell-Espartero llevó a las fuerzas populares al motín, al asalto de la cárcel para liberar a los presos políticos, y a incendiar el palacio de la reina madre, los del marqués de Salamanca, conde de San Luis, duque de Vista Hermosa y otras mansiones de figuras de la nobleza y de la camarilla de la corte. Es bien significativa esa diferencia de acción y de objetivos entre Barcelona y Madrid, entre la España de Castilla y la España de la industria. .. El año 1855 da continuidad, aún con mayor violencia, a la cuestión social en Cataluña; a ella se mezclaba la conspiración carlista. Cataluña cuenta con un nuevo capitán general, Juan Zapatero, y un nuevo gobernador, Cirilo Franquet, Núñez de Arenas nos presenta al primero en los siguientes términos: «El general Zapatero había demostrado en varias ocasiones su enemiga hacia todo lo que significase espíritu de asociación. Temeroso, sin duda, de que las sociedades de trabajadores fuesen focos de motín o de insurrección, testigo del crecimiento que en Barcelona alcanzaban las ideas radicales y poco afecto, por su carácter autoritario, a las doctrinas reformadoras y progresivas, procuraba impedir que los obreros tratasen, por la unión, de obtener ventajas de los fabricantes...» Como se ve, era una figura muy adecuada para dar solución al problema social de Cataluña. 1. En Francia se estableció un tipo de Jurado industrial, en 1 8 0 6 , con participación exclusiva de los patronos. En 1 8 1 0 se transformó en Jurado mixto, los obreros con un voto menos que los patronos. En 1 8 4 8 , fruto de las conquistas de aquel período revolucionario, se establece el principio de paridad de representantes, con una presidencia rotativa. En Inglaterra y Alemania se registra más o menos el mismo proceso. Las organizaciones de Barcelona de mediados del pasado siglo estaban sin duda animadas por estos antecedentes internacionales.
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Gracias a esa nueva forma de organización coordinadora, de amplia base, con proyección y perspectiva superiores a todas las del pasado, es como Con el nuevo capitán general prodújose en Barcelona y otras localidades de Cataluña la que puede ser considerada como la primera huelga general realizada en España. Los movimientos anteriores fueron creando las condiciones objetivas para que pudiera producirse un movimiento de la más amplia unidad, el más compacto y mejor organizado de los desarrollados hasta aquella fecha. A las provocaciones del poder, la clase obrera respondió con un formidable .movimiento general de huelga. La represión no paga, pero de esto no se convencerá nunca la reacción española. En 1 8 5 4 y 1 8 5 5 , después de numerosos períodos de represión, de fusilamientos, de deportaciones a los penales de ultramar, de encarcelamientos y torturas, bajo un nuevo tipo de inquisición, la clase obrera, las fuerzas populares progresistas se mantienen en pie, firmes y desafiantes, frente a la reacción y la tiranía de las clases dominantes. El térro* no ha logrado nunca doblar la voluntad de nuestro pueblo en su heroica y continuada lucha por la libertad y la democracia. La clase obrera ha ido superando todas las etapas represivas, acudiendo a diferentes formas clandestinas de organización y de lucha, al margen de las disposiciones oficiales de «autorizaciones» y «disoluciones», de legislaciones o disposiciones antiobreras, para darse cauces propios por los que discurrieron y discurren sus acciones en favor de sus reivindicaciones, elevando constantemente su conciencia de clase, enriqueciendo sus formas y métodos de acción con las ricas experiencias que recibe en los períodos duros de la clandestinidad. Así, de la Asociación Mutua de 1 8 4 0 , dirigida por el equipo de hombres que capitaneaba el tejedor Juan Muns, el movimiento obrero de Barcelona ( 1 8 5 4 - 1 8 5 5 ) evoluciona hacia una organización de tipo federal, que dirige y orienta a los grupos y asociaciones más importantes y activos de los trabajadores de Cataluña, la Unión de Clases. Este organismo, que aparece en un momento culminante de las luchas obreras, es un hito, un punto de partida en la historia sindical. 1
1. «En 1855 se fundó la Junta Central de Directores Sindicales que, probablemente, tendría como núcleo dirigente a los individuos que habían creado la sociedad de los obreros de la industria textil algodonera...» (Anarquismo y Sindicalismo en España, José Termes, pág. 2 1 ) . Es lógico suponer o pensar que esa Junta es un antecedente o un aspecto integrante de la Unión de Clases, tal vez su elemento u organismo deliberante y ejecutivo. Es una cuestión que valdría la pena ver aclarada. «La Unión de Clases —dice García Venero (op. cit., página 1 3 0 ) — subsistió y sus órdenes eran acatadas por la mayoría de los trabajadores...»
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pueden explicarse los movimientos huelguísticos de 1 8 5 4 y. sobre todo, la huelga general de 1855, así como una primera acción de tipo nacional a la que nos referiremos más adelante. Al equipo de Juan Muns le sucedió otro del que la figura más descollante sería la del presidente de la Sociedad de Hiladores, José Barceló. En torno a la Unión de Clases se agruparon y fueron movilizados los trabajadores de Barcelona y su comarca, lográndose una verdadera acción sindical de masas. «Restablecidas las asociaciones —escribe Núñez de Arenas, obra citada— y fundadas gran cantidad de ellas en toda Cataluña, consiguiendo formar una fuerte federación con el título de Unión de Clases, con alternativas de amenaza de la vida y de tolerancia y tranquilidad, llegaron a 1 8 5 5 , época en la que se declaró la primera huelga general en España, por torpeza del general Zapatero.» La articulación de varias sociedades a través de la Unión de Clases —subraya Tuñón de Lara, en su libro El Movimiento Obrero en la Historia de España, página 1 2 7 — sí que parece ser un hecho nuevo. La Unión de Clases fue la primera federación obrera que no sólo ejerció su influencia en Barcelona y su comarca, sino que al proyectar su acción sobre el gobierno y las Cortes con sus documentos, éstos adquirieron un carácter nacional. Su labor, pues, tuvo repercusiones en otros centros obreros de España que se sintieron animados por el ejemplo de sus hermanos de Cataluña. No se ha profundizado en la importancia política de este organismo del que puede afirmarse que representó un papel de dirección y coordinación en el movimiento obrero en torno a los acontecimientos de 1 8 5 4 y 1 8 5 5 y, fundamentalmente, en la dirección y desarrollo de la primera huelga general producida en España. A finales del mes de abril de 1 8 5 5 , la inquietud obrera en defensa de sus asociaciones, de nuevo amenazadas, y por el logro de mejores salarios, llevó al nuevo gobernador, Cirilo Franquee, compinche del capitán general Zapatero, a dictar unas disposiciones contra los trabajadores en las que se consideraba delito el abandono individual o colectivo del trabajo, lo que implicaría la pérdida de los jornales que ya hubiesen devengado. Prohibía asimismo toda asociación no aprobada por la autoridad y establecía la definición del delito de coacción; imponía a las Juntas de las asociaciones obreras la obligación de rendir cuentas anualmente, considerando como delito de estafa la recaudación de cuotas por entidades no autorizadas. 1
Como consecuencia de esa agitación se cerraron algunas fábricas y el 1.
Tuñón de Lara, La España del siglo XIX, pág. 117.
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problema del paro azotó a los trabajadores. La política de las autoridades no hacía más que echar leña al fuego. En Igualada, la mayoría de los obreros tenían que acudir a las sopas de caridad. 1
El general Orozco, auxiliar principal del capitán general —escribe Tuñón de Lara—, prohibió la sopa, las asociaciones no «autorizadas», las «coacciones» y ordenó la apertura de las fábricas... En el transcurso de 1 8 5 5 , la situación social fue pródiga en conflictos y acontecimientos, dando continuidad a la agitación del año precedente. Desde los primeros meses produjéronse huelgas en varios lugares y los pa^ tronos, repitiendo su táctica, acudieron en algunos casos al lock-out con el fin de aplastar los movimientos reivindicatoríos y someter por el hambre a los trabajadores. La reacción —aprovechándose de un crimen realizado el 29 de marzo en el Mas de Sant Jaume, y cuyos autores fueron detenidos y ejecutados el 23 de abril—- explotó una confesión vengativa de uno de los condenados, llamado Pablo Melis cuando se encontraba en capilla; en ella implicaba a José Barceló, el líder de la sociedad de hiladores, acusándole de haber sido el instigador del crimen. Barceló negó en todo momento esa acusación. No obstante la falta de pruebas, la reacción llevó adelante el montaje de una patraña jurídica, y el líder obrero fue condenado a garrote vil y ejecutado el 6 de junio. Así liquidaron, las autoridades y la reacción patronal, al elemento más valioso y representativo de la clase obrera de Cataluña. La reacción se valió de ese falso montaje de proceso para eliminar al dirigente obrero que más les estorbaba. «Que se trataba de una maquinación política —escribe Tuñón de Lara, en su obra La España del siglo XIX, pág. 1 1 6 — lo confirma la comunicación del general Zapatero al gobierno de Madrid dándole cuenta de la ejecución y poniendo de relieve que Barceló era el jefe de la asociación de esta capital,..-» A confesión de parte..., No sólo era el «jefe» de la asociación de hiladores, sino el animador de la Unión de Clases, primer organismo de unificación y coordinación de la clase obrera, al que se deben los más amplios movimientos reivindicatorios de 1 8 5 4 y 1 8 5 5 . De ahí el odio hacia José Barceló y su criminal asesinato. Su sacrificio no sería estéril. La clase obrera barcelonesa y la de Cataluña lo demostraría ese mismo año en forma elocuente y significativa. El garrote vil aplicado a su líder estremeció a los trabajadores, pero no por eso se debilitó el coraje de éstos, su rebeldía, su capacidad de lucha por la libertad, por el derecho de asociación y sus justas reivin-
1.
Tuñón de Lara, op. cit.
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dicaciones. Todo lo contrario. Barceló fue un ejemplo y una bandera para el proletariado, que siguió y continúa el combate inspirado por la conducta y el recuerdo de sus mártires. Algunos hechos de violencias personales, de atentados, que se registraron en aquella época y otras sucesivas, obedecieron más bien a influencias y métodos de una ideología que trataba de imponerse y conquistar la voluntad de los trabajadores por medio de la violencia, al margen de la vida societaria de sus asociaciones. Los documentos, las estrofas de los poetas obreros, las inocentes consignas de ¡ V i v a Espartero!, ¡Asociación o muerte!, ¡Pan y trabajo! no encajaban en la política ni en la filosofía individualista de alta violencia y de la acción directa que caracterizaba a ciertos elementos de la época; José Barceló representaba el tipo de obrerismo humano, enamorado de los conceptos de ¡justicia!, ¡libertad!, ¡razón!, ¡equidad!, de un contenido socialista primitivo, identificado con los utópicos y con la Unión Obrera de Hora Tristán más que con las ideas de Proudhon. Esa es la imagen del José Barceló al que se le aplicó el garrote vil. Un estado de agitación social llevó al capitán general, Juan Zapatero, a la declaración del estado de guerra el 21 de junio de 1 8 5 5 , con el consabido Bando en que se amenazaba con la pena de muerte a todo aquel que ejerciera coacción en relación con la apertura de las fábricas o la vuelta al trabajo si no se lograban las reclamaciones colectivas. Una vez más fueron disueltas las organizaciones obreras, exceptuando aquellas que tuviesen un carácter filantrópico, de socorros mutuos y sin ninguna relación con el problema de los salarios. «El Bando del capitán general —dice Tufión de Lara, en su obra citada— fue como la mecha aplicada al barril de pólvora.» En efecto, en la mañana del 2 de julio prodújose la formidable explosión: los trabajadores en masa abandonaron las fábricas de Barcelona, Gracia, Badalona, Cornelia, San Andrés, Sants, Vich, Roda y otros centros obreros, manteniéndose en una actitud serena, responsable y correcta ante patronos y autoridades. Acababa de declararse la primera huelga general. Es el primer movimiento de masas que, como se dice anteriormente, se registra en nuestro país. La vida económica y social de Barcelona y su comarca, quedó totalmente paralizada. Las fuerzas carlistas trataron de aprovecharse de las circunstancias. En las manifestaciones de ese movimiento fue donde aparecieron las pancartas de «Pan y trabajo», «Asociación o muerte» y, según un historiador, por primera vez, una bandera roja. Discrepamos de ese «por primera vez», pues las banderas de los trabajadores siempre han estado teñidas de r o j o ; el rojo de su propia sangre. Y esa
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de julio de 1 8 5 5 , con la sangre de José Barceló y otros mártires de su época. Viéronse ensangrentados esos acontecimientos con la muerte violenta del director de la fábrica de Güell Ferrer, José Sol y Padris, presidente del Instituto Industrial y ex diputado a Cortes. Lamentable suceso que la reacción y las autoridades aprovecharon para incrementar y tratar de justificar una brutal represión en todas sus formas: fusilamientos, detenciones por centenares, torturas, deportaciones a Cuba y a los penales de ultramar. El 3 de julio continuaba la huelga y el día 5', la Unión de Clases publicaba el siguiente documento: «A la clase obrera de Cataluña. «Queridos compañeros: »Ha llegado el caso de manifestaros el estado en que se hallan atendidas nuestras justas y razonables pretensiones; se ha nombrado una comisión de entre nosotros que ha salido para Madrid con el fin de hacer comprender al Gobierno, y con él al siempre de nosotros querido Duque de la Victoria, la necesidad de la pronta constitución de un jurado que imparcialmente y compuesto de individuos de conocimientos por parte de los "Operarios y por la de los fabricantes, arreglándose a las instrucciones que ambas clases le suministren, dirima nuestras desavenencias; lleva también el objeto de hacer ver al mismo Gobierno la utilidad y necesidad de fijar el jornal a diez horas de trabajo y por último la comisión persuadirá al Gobierno de la conveniencia de la libre asociación que en todos tiempos reclama el obrero, por ser el único medio que puede conducir a toda la clase a alcanzar una paz octaviana en sus diferencias; ahora, pues, en nombre de la misma y por su bien, os suplicamos con el mayor fervor, con el fin de que nuestras conocidas y justísimas quejas sean conciliadas. por brillar en ellas no otro lema que el de libertad, orden, libre asociación y regularización del trabajo; desterrando, como lo hacemos a fuer de buenos liberales, todo desorden, anarquía, coacción, carnilismo (sic), j, en una palabra, todo acto que se incline a contradecir el Gobierno de Espartero, que juramos defender a todo trance, obligándonos a presentar a la autoridad todo promovedor de desórdenes o propagador de ideas no liberales, pues que éstas y no otras son las que caben en el ánimo de la clase obrera; así como a aquellos que, usurpando el honroso título de obrero, se dedicasen al pillaje. »Por esto, pues, es que los representantes de la clase obrera se os dirijen para que, comprendidas en el sentido verdadero sus quejas, tengáis a bien una vez que nos hemos visto obligados a dejar los
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talleres para el definitivo arreglo de nuestras diferencias, continuemos sin ocuparlos hasta tanto que haya regresado la comisión que se halla en Madrid, y que así se lo tenemos a la misma ofrecido; con lo que contribuiremos al más pronto arreglo de las diferencias de clase de Cataluña. ¡Viva Espartero! ¡Viva la Milicia Nacional! ¡Viva la libertad! ¡Viva la libre asociación, orden, trabajo y pan! «Barcelona, 5 de julio de 1 8 5 5 . La Comisión de la clase obrera de Cataluña. Presidente, Pablo Barba. Vocales: Juan- Company, Ramón Maseras, Bartolomé Arrons, Jerónimo Alsina, Pablo Folch, Manuel Escuder, Pedro Puigventós. Secretarios: Juan Rovira y Juan Bertrán.» El documento de la Unión de Clases con formulaciones y lenguaje que corresponde a la época, no puede ser más correcto e inofensivo. La única posición importante es cuando señala que fueron obligados a abandonar los talleres y que no volverán a sus puestos de trabajo hasta que no regrese la comisión de Madrid. Actitud noble y un poco inocente. Las esperanzas puestas en Espartero y en los resultados de las gestiones de la comisión estaban poco fundadas. En el Madrid centralista, politiquero e intrigante, en sus centros oficiales corrompidos, entretenidos constantemente en los juegos de la ambición y de las maniobras políticas, no se solucionarían los problemas sociales ni se interpretarían los intereses de la clase obrera. La delegación enviada a Madrid, integrada por los obreros Juan Alsina, Pedro Francés, y Joaquín Molar, fue recibida con gran frialdad, mientras en Barcelona la represión se acentuaba. El día 9, el ejército ocupa los lugares estratégicos y los centros industriales. Aparece un nuevo Bando ordenando la vuelta al trabajo, que no dio ningún resultado; los trabajadores continuaron el paro. Las autoridades locales, Ayuntamiento y Diputación, mostraban cierta simpatía por los obreros, frente a la obstinada actitud de las autoridades gubernamentales y los patronos de no querer tratar con los representantes de la Unión de Clases. El Ayuntamiento presentó la dimisión, si bien no le fue aceptada. El mismo día 5 en que salió para la capital de España la comisión obrera, salía otra integrada por el diputado provincial Creus, los obreros Juan Bertrán y Agustí Bonanda, el regidor Pou, el comandante de la milicia Cerda. ¿Qué representación y misión llevaba esta segunda comisión*..? Por los elementos que la integraban, todo hace pensar que tenía carácter político. T a l vez sería interesante adararlo, ¿eran enviados por el Partido Democrático? La delegación obrera tuvo poco éxito en sus gestiones. No pudo entre-
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visearse con los diputados por Barcelona porque éstos, «desde que tuvieron noticias de la huelga, se reunieron para decidir unánimemente que, por encima de todo, había que mantener el imperio de la Ley» (Tuñón de Lara, El Movimiento Obrero en la Historia de España, pág. 120). Sus intentos de reunirse con los hombres del gobierno fracasaron ante la actitud cerrada de que para tratar los problemas planteados era condición previa que los trabajadores reanudaran el trabajo. Tres días más tarde saldría del puerto de Barcelona otra «comisión», en misión forzada, y con una representación bien significativa. En efecto, el día 8 zarpaba rumbo a Cuba la fragata Julia con 70 obreros deportados.^ «los hijos del pueblo, mis predilectos», como demagógicamente se expreba el duque de la Victoria..., Espartero. Espartero envía a Barcelona a su ayudante el coronel Rafael de Saravia, portador de un mensaje personal, paternalista y a la vez amenazante. Decía, entre otras cosas: « ....He sabido con el más profundo sentimiento que algunos obreros, extraviados por los encubiertos enemigos de la libertad y del orden público, invocan mi nombre al propio tiempo que desconocen mi autoridad.» :
En el mensaje, Espartero hacía fe de lealtad monárquica: «El nombre de un soldado —decía—- siempre fiel a sus compromisos y esclavo de sus juramentos, no puede ser bandera de una rebelión contra el trono de Isabel II y su legítimo gobierno...» Una huelga general era, para Espartero, «algunos obreros», a los que en su mensaje les decía: « Y o confío que estos desgraciados, víctimas de una perfidia, escucharán mi voz paternal, la voz de un soldado, hijo del pueblo, que no le ha engañado nunca y que no tiene más ambición que afianzar la libertad y la ventura de España...» El mensaje-promesa y las gestiones del coronel Saravia lograron que el paro cediera. El día 11 se reanudó el trabajo. La comisión obrera regresó a Barcelona el día 19. Los ofrecimientos de Espartero de que el gobierno y las Cortes se ocuparían de sus problemas no fueron cumplidos y un año más tarde, derribado el gobierno «liberal» de O'Donnell —julio 1 8 5 6 — , las asociaciones obreras fueron de nuevo prohibidas. De promesas y de engaños está bien surtida la historia obrera. Nuevo levantamiento en Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza y otras capitales.
12 CARLOS M A R X Y E L M O V I M I E N T O O B R E R O ESPAÑOL EN T O R N O A 1 8 5 4 - 1 8 5 6
Carlos Marx siguió con sumo interés los movimientos de 1 8 5 4 a 1 8 5 6 , analizando sus contradicciones políticas con agudeza. No escaparon a su perspicacia política las divisiones y antagonismos entre los generales, las intrigas en torno a la monarquía y las maniobras contrapuestas de los servicios secretos de Francia, Inglaterra, Rusia y Alemania, en sus pérfidos propósitos de lograr o imponer su predominio sobre España, tratando de condicionar su desarrollo político y económico y su papel en el campo internacional. La imagen de la España de aquella época le era familiar a Marx, quien contaba con una buena información en lo que colaboraba Engels, sobre todo en el aspecto militar; por algo le llamaban algunos de sus amigos «el general». Las figuras militares de Espartero, Narváez, O'Donnell, De la Concha, Dulce y otros generales y capitanes generales («Pachas de sus respectivas provincias», les llamaba Carlos Marx), así como las de los políticos y cortesanos, tanto de los llamados «progresistas» como de los «moderados», no escaparon al análisis y acerba crítica del fundador del socialismo científico. Notamos que Marx no prestó gran atención al papel representado por las asociaciones obreras de aquel período, atención que aparecerá más tarde en él y en Engels, después de la creación de la Primera Internacional, enfrentándose con la acción nefasta del anarquismo. Desde el New York Daily Trihune ( 1 8 5 4 - 1 8 5 6 ) , escribe, de una parte, sobre los personajes de la situación; de otra, en forma abstracta, sobre el «pueblo». No hace referencias concretas en cuanto al papel, a los esfuerzos y sacrificios realizados, por ejemplo, por la clase obrera de Cataluña en sus denodadas luchas por el derecho de asociación, por sus reívindicaciones, luchas que, en algunos momentos, ofrecieron una participación indirecta en los movimientos revolucionarios digna de subrayarse. Es una constatación. Ese rico período de nuestro movimiento obrero se 76
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desarrolló seis años después de haber aparecido el Manifiesto Comunista y diez antes de que se creara la Primera Internacional. «Es cierto —dice Marx en el periódico citado del 8 de agosto, refiriéndose al movimiento de 1 8 5 6 — que los detalles sobre el tiempo, circunstancias y derrumbe de la resistencia al golpe de Estado, son distintos, según sean los escritores; pero todos concuerdan en el punto principal: que Espartero abandonó a las Cortes, las Cortes a los dirigentes, los dirigentes a la clase media y la clase media al pueblo.» En otro artículo — 1 8 del mismo mes—, insistiendo en lo anterior, señala que «merece mencionarse que mientras en Madrid los proletarios fueron traicionados y abandonados por la burguesía, los tejedores de Barcelona declararon desde el primer momento que nada tenían que ver con un movimiento organizado por los esparteristas, e insistieron en proclamar la república». Esas dos posiciones o actitudes revelan un problema al que tendremos ocasión de referirnos en otros capítulos. Independientemente del aspecto político de la cuestión, les sobraba razón a los tejedores para no confiar en Espartero. La reacción internacional y su prensa no fueron, en ningún momento, indiferentes a la lucha por la libertad del pueblo español. «La actitud tomada por la prensa reaccionaria —dice Marx en su artículo del 30 de setiembre de 1 9 5 4 , refiriéndose al movimiento del mismo año—, en general, sobre los asuntos españoles» puede ser juzgada por algunos extractos del Kolnische Zeitung y la Indépendance Belge: «Las clases trabajadoras se hallan en un estado de permanente excitación, estando influenciadas por los agitadores.» (Kolnische Zeittung.) «Las mil ochocientas barricadas de Madrid y las manifestaciones ultracomunistas de Barcelona claman la intervención de las democracias extranjeras en la saturnal española,.,» (Indépendance Belge.) (C. Marx y F. Engels, La Revolución en España. Editorial Páginas. La Habana, 1 9 4 3 . )
13 E L ECO D E L A CLASE O B R E R A
El 5 de agosto de 1855, a los pocos días de terminado el movimiento, apareció en Madrid el primer número del semanario El Eco de la Clase Obrera, del que fue fundador y propietario Ramón Simó Badía, obrero gráfico catalán residente en Madrid. Fue este semanario el que sirvió de elemento de transmisión para divulgar en el resto de España el documento que la clase obrera dirigía al gobierno y a las Cortes, por lo que adquiría carácter nacional. En el mes de setiembre, un número de ese semanario publicaba el documento («Exposición») que sería elevado a las Cortes, suscrito por las organizaciones obreras, recabando la adhesión de los trabajadores de otros centros obreros, por medio de pliegos de firmas colocados en talleres y fábricas, registrándose así, con esa campaña, la primera acción de ámbito nacional. Los promotores de esa labor, que supo aprovechar El Eco de la Clase Obrera, revelaban una capacidad de dirección y de organización, todo un plan que rebasaba el cuadro local de Barcelona y Cataluña. El centro dirigente no podía ser otro, en nuestra opi1
1. El número de El Eco de la Clase Obrera del 14 de octubre de 1855, bajo la firma de un tal P. M., publicaba un artículo que, entre otras cosas, decía: «Figurémonos por un momento que en Madrid, en Barcelona, en Valencia, en Málaga, en Sevilla, en Valladolid, en Tolosa, en todos los centros industriales empiezan a asociarse, por una parte, los tejedores de seda, por otra, los del algodón, por otra, los del lino, por otra, los cajistas, por otra, los carpinteros, por otra, los aibañiles, por otra, los sastres, por otra, en fin, los operarios de todas las artes y oficios. Constituidas ya en cada pueblo todas estas asociaciones, nombran por sufragio universal su junta directiva. Los direccores de estas juntas se asocian entre sí y deliberan sobre las cuestiones e intereses comunes. Este centro de directores se pone en comunicación con los demás centros. Los centros de toda una provincia delegan un individuo de su seno para la formación de un comité provincial que reside en el pueblo más céntrico o más fabril de la comarca. Los comités provinciales delegan otro para la de un comité nacional, destinado a dirigir y a velar por los intereses de la clase obrera. La asociación de las asociaciones, o sea, la asociación organizada en vasta escala...»
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nión, que el equipo de líderes de la Unión de Clases de la Ciudad Condal, esa Junta General de Directores de la Clase Obrera (Unión de Clases) a que hace referencia el profesor José Termes en su interesante libro, 7 que recogemos en páginas anteriores. Esa labor no obedecía a un hecho casual, espontáneo; estaba determinada por un objetivo concreto y preciso y puede considerarse como el primer intento de aunar voluntades, de agrupar a la clase obrera en un movimiento de carácter general, en torno a una consigna central, con objeto de lograr una movilización lo suficientemente representativa para que causara su efecto de presión en el gobierno y las Cortes. En principio, ahí están las ideas de Flora Tristán en 1 8 4 0 y los lincamientos generales de la Internacional en 1 8 6 4 , así como las bases en que descansaría más tarde el movimiento obrero ugetista. En el planteamiento hecho por P. M. en El Eco de la Clase Obrera, está el antecedente de la obra de los hombres de la Unión General de Trabajadores de España, iniciada treinta años más tarde — 1 8 8 8 — , después de recoger todas las experiencias del movimiento obrero en sus etapas anteriores, con sus éxitos y fracasos, con sus vaivenes; pero, sobre todo, teniendo presente la estela de una serie de hechos y de lamentables experiencias registradas como consecuencia de una táctica de sistemática violencia; de una política obrerista de «secta», desarrollada bajo la acción de la inconsciencia y la demagogia del anarquismo, en su constante hacer y deshacer, sin dar base ni consistencia a su obra, haciendo estériles todos los esfuerzos y heroísmos de la clase obrera. Lo esporádico y la improvisación era la irresponsabilidad, estaba determinado por esa enfermedad que aparece en muchos de nuestros momentos históricos decisivos, que se llama «impaciencia», que lleva a la irreflexión, a la violencia y al fracaso. En muchos casos, esos hechos han sido fruto de la provocación. La «impaciencia» en torno a los acontecimientos de la primera y segunda repúblicas, antes y después de su implantación, nos muestra la gravedad de las «impaciencias» sobre esos dos acontecimientos fundamentales de tipo nacional. En orden a otros del movimiento obrero, nos bastará recordar la «impaciencia» que adelantó y provocó anticipadamente la huelga general de 1 9 1 7 ; la preparación del movimiento revolucionario de 1 9 3 0 ; la huelga general de campesinos de 1 9 3 4 . El siniestro ministro de la Gobernación Rafael Salazar Alonso, radical, siguiendo la política de traición a la República de su jefe Lerroux, en una serie de artículos publicados en el diario Informaciones de la época, bien conocidos, nos descubre el fondo de provocación que tenían ciertos movimientos huelguísticos, como los de Artes Gráficas y la Construcción, de Madrid, que su Ministerio man6
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tuvo y alimentó, aprovechándose también de la huelga de campesinos, como medio para debilitar y contribuir al desmantelamiento de la organización del movimiento revolucionario que se estaba desarrollando a través de todo el país y que desembocó, arrastrando esas y otras fallas, en la insurrección de octubre de 1934. Pero de esos episodios nos ocuparemos en el tomo II. Nos concretaremos a decir que la creación de la Unión General de Trabajadores de España, en 1888, abrió el capítulo más serio y solvente de la historia del movimiento obrero español. El documento («Exposición»), dado a conocer por El Eco de la Clase Obrera, estaba concebido en los siguientes términos: «A las Cortes Constituyentes. «Señores Diputados de las Cortes Constituyentes: »Hace años que nuestra clase va caminando hacia su ruina. Los salarios menguan. El precio de los comestibles y de las habitaciones es más alto. Las crisis industriales se suceden. Hemos de reducir de día en día el círculo de nuestras necesidades, mandar al taller a nuestras esposas, con perjuicio de la educación de nuestros hijos, sacrificar a estos mismos hijos a un trabajo prematuro. »Es ya gravísimo el mal, urge el remedio, y lo esperamos de vosotros. No pretendemos que ataquéis la libertad del individuo, porque es sagrada e inviolable; ni que matéis la concurrencia, porque es la vida de las artes; ni que carguéis sobre el Estado la obligación de socorrernos, porque conocemos los apuros del Tesoro. Os pedimos únicamente el libre ejercicio de un derecho: del derecho de asociarnos. Hoy se nos concede sólo para favorecernos en los casos de enfermedad o de la falta de trabajo; concédasenos en adelante, para oponernos a las desmedidas exigencias de los dueños de talleres, establecer, de acuerdo con ellos, tarifas de salarios, procurarnos los artículos de primera necesidad a bajo precio, organizar la enseñanza profesional y fomentar el desarrollo de nuestra inteligencia, atender a nuestros intereses. «Desaparecerá entonces esa ruinosa concurrencia entre nosotros mismos, hija sólo del hambre. El empresario participará de los quebrantos a que nos condenen los sucesos y la fatalidad de las leyes económicas. No se apelará a la baja de salarios, sino después de haber apurado cuantos medios existan para abaratar los productos y vencer en las luchas industriales. Se sostendrá por una parte el precio de la mano de obra y se facilitará por otra en los gastos de subsistencia una considerable economía. La división del trabajo. La solidaridad entre
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los asociados y las asociaciones templará los desastrosos resultados de la crisis. Se evitarán abusos. Cesarán los conflictos. »Se teme que los asociados hemos de promover desórdenes; mas infundadamente. Los artesanos franceses lo estuvieron casi todos durante los últimos años del reinado de Luis Felipe y ni un solo día turbaron la paz del reino. Tampoco los operarios de Cataluña, mientras la autoridad no se mostró hostil a sus numerosas sociedades. Por si llegamos a interrumpirla, ¿no están además los gobiernos? Destinados a hacer respetar los derechos de todos, extiendan enhorabuena sobre nuestras cabezas la hoja de su espada; sus fuerzas serán siempre superiores a las nuestras. Mas, ¿a qué hablar de fuerzas? Ante la potencia de las asociaciones jornaleras, el dueño del taller no tarda en renunciar a exageradas pretensiones. Transige y se realiza la armonía entre el capital y el trabajo. «Clama ahora el capital porque se nos niegue la facultad que pedimos, pero sin justicia. Asociándose es como se ha precipitado la ruina de la pequeña industria y acelerado la nuestra. ¿Es equitativo que él solo disfrute de este beneficio? Ya que a los ojos de la ley debemos estar en lucha, debemos disponer de iguales normas. Nuestra libertad no queda, a buen seguro, violada porque otros la ejerzan; no porque nos asociemos lo ha de quedar la suya. »Ni la suya ni la de nadie. Deseamos la asociación y aspiramos a generalizarla, pero no por la violencia. Libre ha de ser en ella la entrada, libre la salida; obligatorios sus acuerdos sólo para sus individuos; pasiva su resistencia; puramente moral su acción sobre los capitalistas. Que éstos accedan o no a las resoluciones de la asociación, nos creemos siempre en el deber de respetar su derecho. Nos calumnian los que nos acusan de espíritu de opresión y exclusivismo. Ni la consideración de la servidumbre en que vivimos puede excitar en nosotros tan bastardos sentimientos. Nuestros dolores son indudablemente grandes. No sólo no podemos cubrir nuestras primeras atenciones; trabajamos más de lo que nos permiten nuestras fuerzas y nuestra salud se altera; somos objeto de groseros insultos y, a pesar de sentir vivamente lastimado nuestro orgullo, hemos de devorarlos en silencio. Otros, con ser menos penosa su carga y menos útiles, piden protección, condecoraciones, privilegios; nosotros sólo la universalización de un derecho o, por mejor decir, la sanción de una libertad que está en nosotros. Véase hasta dónde llegan nuestras exigencias. ¡Ojalá sean, cuando menos, atendidas! «Vosotros, señores diputados, habéis sido llamados tras una revolución sangrienta a constituir el país sobre nuevas y seguras bases.
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Hasta que todos los intereses hoy en pugna no estén en armonía, no podéis dar vuestra misión por terminada. Los nuestros y los de los dueños de taller, bien lo sabéis, se hallan en constante guerra. ¡ Pacificadlos! Y pues sólo la libertad es vuestro caduceo, proclamadla en todo y para todos. No la temáis, porque en ella está el orden. No la limitéis, porque ella misma se limita. No impidáis su desarrollo bajo ninguna de sus fases, porque es la fusión en una de todas estas formas, como la luz es la fusión en uno de todos los colores. «Hasta ahora no habéis consignado la asociación en nuestro futuro Código. Apresuraos a consignarla. Dadnos siquiera a nosotros, desgraciados parias, privados casi de todos los derechos políticos, esta arma de combate. Os la pedimos en nombre de nuestra dignidad (libertad) ultrajada; de nuestras mujeres, arrebatadas del hogar doméstico por una necesidad impía; de nuestros hijos, que gimen ya como nosotros bajo el peso de la ignorancia, el trabajo y la miseria. Es ésta nuestra última solicitud y nuestra última esperanza. »Madrid, 7 setiembre 1855.»
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La «Exposición» fue presentada a las Cortes el 29 de diciembre de 1 8 5 5 , por una comisión integrada por los trabajadores Alsina y Molar, en nombre de los obreros catalanes; Mesa, por los de Málaga; Sánchez, por los de Madrid, y Simón Badía, como director del semanario El Eco de la Clase Obrera que lo había divulgado por varias provincias. La «Exposición» fue entregada a la comisión parlamentaria que presidía Pascual Madoz, y estaba respaldada por el siguiente número de firmas: Cataluña Sevilla Alcoy Navarra Antequera VaUadolid Málaga Córdoba Madrid
22000 4500 1280 1141 1028 1000 958 650 600
1. Tomado del libro de García Venero Historia de los Movimientos Sindicalistas Españoles, págs. 138 a 141. El documento «Exposición» figura en el archivo del Congreso de los Diputados, legajo 106, número 3. Aparece también en la obra de M. Tuñón de Lara, El Movimiento Obrero en la Historia de España, páginas 133 a 135. Publicado, igualmente, por Antonio Elorza en Revista del Tra-
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Según García Venero —obra citada—, en el documento figuraba la siguiente nota: «El número de firmas de la clase obrera de Cataluña es escaso, atendido el de los operarios que trabajan en talleres y hasta el de los asociados; mas las Cortes Constituyentes deben tener en cuenta la compresión que la autoridad militar ejercía sobre el Principado en la época en que se publicó esta exposición. No se nos permitió, hasta muy tarde, anunciar en los periódicos los puntos donde se recogían las firmas. De otro modo, hubiera sido cuando menos cuádruple el número de firmantes...» El profesor Tuñón de Lara estima que «el documento fue redactado, sin duda, por Pi y Margal!» (op. cit., pág. 1 3 5 ) . No participamos de esa idea. Por las formulaciones del documento, por su lenguaje, por su estilo, es un documento totalmente «obrerista» y no de un intelectual de la talla de Pi. Su contenido, un poco candido e inocente, no parece que pueda atribuirse a Pi y Margal!, con 30 años de edad, en pleno contagio proudhoniano. Las regiones que aparecen suscribiendo el documento son principalmente Cataluña, Andalucía, una parte de Levante y Navarra. Ese llamado de tipo nacional tuvo repercusión en más de trece ciudades y pueblos importantes. Además de los señalados anteriormente, también en lugares como Valencia, Murcia, La Coruña y Santander, aunque en número reducido. El resultado puede ser considerado como un éxito, dadas las realidades y la situación política de aquellos momentos. Esa experiencia representaba una base, un paso muy importante para la creación de una organización o dirección obrera de proyección nacional. Tal parece que ésa era la idea de los organizadores de la «Exposición», por cuanto abrigaban el propósito de hacer culminar el trabajo de recogida de firmas y de su presentación a las Cortes con una reunión nacional que tendría lugar en Madrid y que no se llevó a efecto por no permitirlo las autoridades. En ese intento de reunión se escondía tal vez la iniciativa de la creación de algún órgano de tipo nacional; un comité de relaciones sociales, algo que tendiera a unificar y coordinar, en el orden nacional, la acción de las asociaciones obreras existentes, haciéndose eco de sus problemas, lo que significaría superar la estructura de la Unión de Clases, limitada en su actividad sindical a Barcelona y su comarca con cierta influencia directa en otros centros obreros de Cataluña. Existía el antecedente de otro banquete que un grupo de un centenar de obreros madrileños había ofrecido a una delegación obrera catalana, bajo, número 27-28, Madrid 1969- Señalamos estos datos porque existen algunas diferencias de matiz importantes entre las tres publicaciones, es decir, entre la de García Venero, la de Tuñón de Lara y la de Elorza.
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desplazada a Madrid con la misión de informar y gestionar del gobierno soluciones a los conflictos sociales que confrontaban los trabajadores en aquellos momentos. En ese tipo de banquetes siempre se fraguaba algo interesante. De un banquete internacional salió la idea de la creación de la Primera Internacional, aunque ese propósito animaba a Carlos Marx, desde su estancia en Bruselas, a través de sus comités de relaciones que sin duda perseguían ese objetivo rebasando el cuadro de la Liga Comunista.
15 DE CATALUÑA, CUNA DEL MOVIMIENTO O B R E R O , A L A S LUCHAS C A M P E S I N A S
Si Cataluña puede ser considerada como la cuna del movimiento obrero, Andalucía lo es de las insurrecciones campesinas; Andalucía ardiente, tostada por el sol, hambrienta de justicia, de pan, de escuelas, de trabajo y de tierras. Esa Andalucía de hombres sin tierra y tierra sin hombres, como dijera Costa, ha sido teatro de repetidos motines sociales apagados con las más duras y sangrientas represiones. Tierra de mayorales y capataces, de amos y señores ejerciendo su tiranía sobre sus explotados —personal doméstico, asalariados, jornaleros, yunteros— coaccionados permanentemente por la autoridad y con la amenaza constante de la guardia civil. Esa Andalucía del siglo xix, como Extremadura y Castilla, ofrecía la estampa social más estrujadora de la España rural y agraria. Sobre la más espantosa miseria social, se mantenían y levantaban los blasones de un centenar de «Grandes de España» y de medio millar de «Títulos de Castilla», aupados por la pobreza y el dolor de las gentes, de los pueblos sometidos a su caciquismo y poderío. Las gestas rebeldes de los campesinos en el siglo xix son movimientos de tipo social que, en un marco histórico diferente, dan continuidad a las de los «hermandiños» gallegos, los «comuneros» de Castilla y los «pagesos» catalanes. Los movimientos campesinos de Andalucía fueron alimentados por el anarquismo, que expandía su ideología, mediante el folleto, la prensa y por sus emisarios, desde Cataluña. No es nuestro propósito abordar el problema de las luchas campesinas, sino registrar simplemente y en forma somera algunas de las realizadas en el período 1 8 3 0 - 1 8 6 4 , y que corresponden a la primera parte de nuestro trabajo. No es casual que cerremos en el año 1 8 6 4 toda una etapa del movimiento obrero y campesino. En esa fecha se constituye la Primera Internacional y, a partir de ella, en nuestra opinión, el movimiento obrero entra en un nuevo período en que las acciones campesinas aparecen inspiradas por elementos del radicalismo de la pequeña burguesía, pero sobre 85
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todo por la filosofía del anarquismo, especialmente después de la nefasta visita a España de José Fanelli como delegado y representante de Bakunin, de su Alianza Internacional de la Democracia Socialista, tras la que se ocultaba y confundía la Alianza de los Hermanos Internacionales, la secta y organización secreta, específica, del anarquismo internacional como un nuevo tipo de masonería. Todos los trabajos sobre el movimiento obrero publicados hasta nuestros días se basan en los mismos acontecimientos, dándoles una mayor o menor extensión. En lo que se diferencian, en algunos casos, salvando los de Marx y Engels, es en su caracterización de los hechos: qué fuerzas o tendencias los determinaron y qué objetivos perseguían; qué significación política puede dárseles, de acuerdo con su contenido eminentemente social. Todas las ideas, todos los programas que incluyeran en sus objetivos el reparto de la tierra, tenían tras de sí a los campesinos andaluces. Ese era y es su gran sueño: que la tierra sea de los que la trabajan. Las palabras «república», «democracia», «revolución», para los campesinos, han sido sinónimo de «reparto de tierras». La lucha contra el señor que la poseía, contra el cacique O las autoridades no tenía para ellos otro significado, en su simplismo; era tanto como decir «que los ricos dejaran de ser ricos y los pobres de ser pobres, para ser todos iguales...». Con esa bandera se dejaban arrastrar fácilmente, con toda pasión y entusiasmo, a movimientos y asonadas de toda significación, sufriendo las consecuencias de la demagogia de irresponsables embaucadores, a quienes los campesinos ofrecían, con la mayor generosidad, su heroísmo y toda clase de sacrificios. En 1 8 3 4 , en Algarinejo (Granada), un grupo de sesenta braceros se amotina y exige el reparto de las tierras de una dehesa. Son aplastados sin compasión y sufren las consecuencias de la represión. En 1 8 4 0 , en Casa Bermeja, se produce una revuelta y en varios cortijos se procede al reparto de la tierra entre los campesinos, deslindándose la parte que correspondía a cada uno. El ejemplo cundió en otros pueblos y la situación duró unos dos meses. Las autoridades reprimieron el movimiento, restableciendo la normalidad en las propiedades, seguida de una represión. Los principios de «autoridad», «orden» y «propiedad», quedaron salvados. Los campesinos pagaron con la cárcel su sueño de justicia. En 1855 produjéronse en Zaragoza motines de otro tipo. Un año más tarde, en Castilla la Vieja, Valladolid, Medina de Rioseco, Palencia, Dueñas, B e navente, prodúcense levantamientos contra los impuestos, el precio del pan y su escasez. Marcha sobre Valladolid un contingente de campesinos que apedrean el ayuntamiento. Fueron incendiadas algunas fábricas de harina. La represión cayó sobre los sublevados, siendo fusilados un buen número de ellos y otros condenados a fuertes penas.
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Según Núfiez de Arenas, el movimiento se mezclaba con problemas políticos que se debatían en aquella época entre las facciones en el poder. « E l ministro de la Gobernación —escribe en su trabajo El Movimiento Obrero Español— marchó al lugar de las ocurrencias para informarse y al referir en las Cortes los hechos, dijo que el estado del obrero castellano no podía haberlos motivado, dando a entender que se trataba más bien de manejos de los "moderados", puesto que no sólo no faltaba trabajo sino que faltaban brazos.» «Para el ayuntamiento de Valladolid —añade Núñez de Arenas—. habían influido en los trastornos, a más de mucho presidiario suelto —cosa inverosímil—, obreros venidos de Cataluña...» En Valencia se produjeron, igualmente, acontecimientos de cierta gravedad. Caracterizando estos movimientos, Núñez de Arenas escribe: « N o creo que se pueda decir que en estas sublevaciones influyeran las ideas socialistas; creo sencillamente que significaban el deseo de cambiar de situación y la rebeldía contra los abusos indignos del gobierno....» En efecto, el punto de vista de Núñez de Arenas corresponde al carácter de los acontecimientos de Valencia, Zaragoza, Valladolid y otros puntos de Castilla, pero no a los de Andalucía que obedecían a la lucha contra una espantosa situación de miseria, a la aspiración de lograr el reparto de la tierra —lucha contra la propiedad—. Las quemas de los archivos, de los ayuntamientos, de los registros de la propiedad daban a su acción un carácter revolucionario específico, concreto, sin duda influenciado por las lecturas y la ideología anarquistas. El fiscal que llevó el proceso de los sucesos de Valladolid señala en la pieza de acusación el siguiente cargo: «La escuela socialista está dejando caer hace tiempo en el pueblo ideas que le halagan, por más que sean disolventes de todo principio político y social; ideas de sabroso gusto al paladar de la imaginación, aunque encierren el veneno que introduce en los ánimos la falta de respeto y sumisión a lo que se debe respetar y obedecer; esas ideas que dicen al pobre: tú eres tan hombres, tan ciudadano como el rico, y sin embargo vuestra situación es diferente, tan diferente como el día de la noche...» (tomado de la obra citada de Núñez de Arenas). 1
En 1 8 5 7 , Andalucía ofrece los motines de Arahal y Posadas, y una mar1. En 1855, cierto don José Escudillo, «de mucha celebridad, fue conducido con otros prisioneros desde Arcos de la Frontera o desde Jerez de la Frontera —esto no resulta bien claro— hasta Sevilla, complicado en peligrosas asociaciones secretas, subversivas del orden social constituido...». Más tarde, después de las sublevaciones de Arahal, se descubrió en dicho pueblo una sociedad comunista y dieciséis individuos fueron fusilados (Constancio Bernaldo de Quirós. El Espartaquismo Agrario Andaluz).
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cha sobre Utrera que da lugar a una batalla con las fuerzas del ejército y al fusilamiento de treinta y tres campesinos. En Sevilla y su provincia se producen algunos hechos, y en Málaga, un conato de insurrección inspirado por Sixto Cámara, mientras en Pozal de Gallinas (Valladolid) tienen lugar incautaciones de tierras. En los movimientos de Andalucía aparece siempre, como hemos visto, la quema de archivos y de los registros de la propiedad, sumándose en algunos casos la quema de cosechas. Los años 1 8 5 6 a 1861 son años de motines y de incendios; años también de represiones violentas por parte de los gobiernos. 1
De todos los movimientos campesinos, sin duda el más importante, en el período que venimos analizando, fuera el de Loja (Granada) de 1 8 6 1 , considerado por algunos autores como una sublevación de tipo socialista. Bien que promovido por un motivo circunstancial, la realidad es que un movimiento que adquirió tal volumen e importancia no podía estar justificado más que por razones objetivas muy favorables que ofrecieran un terreno abonado para el desarrollo de una sublevación popular que ganó toda una comarca y a la que respondieron cuarenta y tres pueblos de las provincias de Málaga, Granada, Almería y Jaén. El malestar social que imperaba en toda Andalucía era campo propicio para la rebelión: jornadas de trabajo de sol a sol, salarios bajísimos, despotismo, malos tratos, toda clase de vejaciones, falta de trabajo y ansia de tierra. Las autoridades, como siempre, del lado de los amos, de los terratenientes, de los políticos y caciques, contribuían a mantener ese descontento general, presagio de revueltas y violencias. De otra parte, la suerte de los pequeños propietarios no era mucho mejor que la de los jornaleros ; de ahí que también se sumaran a las revueltas, en busca de una mejor existencia. En esa fecha, las ideas del socialismo utópico y libertarias ya contaban con adeptos por pueblos y tierras de Andalucía, desarrolladas a través de organizaciones públicas, y de las secretas, tan en boga en aquella época. En Cádiz, desde muchos años antes, existían corrientes socialistas y libertarias. Joaquín Abreu —que había tratado a Carlos Fourier en 1 8 3 1 — con Sagrario de Veloy, como es sabido, habían intentado, en 1 8 4 0 , organizar un falansterio en Tempul. «Los elementos avanzados —escribe Núñez de Arenas, obra citada—, en su deseo de defenderse, habían constituido una sociedad que tenía un doble carácter : público humanitario y secreto revolucionario,, con ramificaciones en toda la región andaluza...» 1. En Pozal de Gallinas, de 1 8 6 4 a 1 8 6 7 , funcionó una organización titulada República de los Pobres; según Renée Lambert se trataba de una experiencia falansteriana. Duró tres años ( R . Lambert, Mouvements Ouvrières et Socialistes. Espagne 1750-1936. Ed. Ouvrières. Paris, 1 9 5 3 . )
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Uno de los elementos más representativos de esa región era el veterinario de Loja, Rafael Pérez del Álamo, que pasó a la historia como el dirigente de la insurrección conocida bajo el nombre de ese pueblo de Granada. La insurrección fue provocada y anticipada por el propio gobierno. El 21 de junio prodújose en Mollina una pequeña rebelión campesina. El juez de Antequera dictó auto de procesamiento y prisión contra varios campesinos del pueblo, involucrando en el proceso a Pérez del Álamo quien, desobedeciendo al juez, se lanzó a la revuelva movilizando a los campesinos; éstos, en número de seiscientos, siguiendo a su jefe, entraron en Iznajar el 28 de junio a los gritos de «¡ Viva la república! », «¡ Muera la reina! », «¡ Viva Garibaldi! » y «¡ Abajo el Papa! » Consignas bien significativas y reveladoras del sentido político de Pérez del Álamo. Fueron varios los pueblos que se sumaron a la sublevación: Loja, Alhama, Antequera, Mollina, Iznajar, llegando a controlar, según algunos historiadores, hasta diez mil combatientes. La primera alocución del insurrecto estaba redactada en los siguientes términos: 1
«Ciudadanos: Todo el que sienta el sagrado amor de la libertad de su patria, empuñe un arma y únase a sus compañeros; el que no lo hiciese, será un cobarde o un mal español. Tened presente que nuestra misión es defender los derechos del hombre, tales como los preconiza la prensa democrática, respetando la propiedad, el hogar doméstico y todas las opiniones. En nombre del centro revolucionario, Rafael Pérez del Álamo.» El 29 de junio, Pérez del Álamo con sus huestes hizo su entrada en Loja, creando un órgano de gobierno encargado de mantener el orden, la disciplina y el respeto a la propiedad. El 2 de julio los sublevados tienen los primeros encuentros con las fuerzas del gobierno. Al día siguiente, las fuerzas gubernamentales a las órdenes del general Serrano del Castillo proceden a sitiar a Loja. Pérez del Álamo licencia a sus tropas que, en la madrugada del día 4, procuran abandonar la plaza y regresar a sus pueblos; una parte de ellas se interna en la sierra, huyendo de la represión. La sublevación había terminado. Pérez del Álamo —en rebeldía—, con otros sublevados, fue condenado a muerte. Se produjeron seis fusilamientos y cien condenas a galeras. El octubre de 1862 fueron indultados. 1. Rafael Pérez del Álamo ( 1 8 2 1 - 1 9 1 1 ) . Veterinario. Loja (Granada). Murió en Arcos de la Frontera ejerciendo su profesión.
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Rafael Pérez del Álamo, promotor y dirigente del movimiento, no podría ser considerado como socialista, tampoco como anarquista. Más bien como un republicano demócrata y radical bajo la influencia del socialismo utópico, con inclinaciones hacia la filosofía anarquista. Confusionismo ideológico muy propio de los medios políticos de aquella época, que ya hemos subrayado en otros capítulos. El contenido de su alocución es bien elocuente al respecto. Núñez de Arenas, en su trabajo tantas veces citado, precisa con toda intención que ejercía la corresponsalía del periódico de García Ruiz El Pueblo, de significación republicana, pero antisocialista. El movimiento de Loja pudiera ser considerado como un pequeño ejemplo espartaquista. Espartara fue muy leído en los medios obreros. Bernaldo de Quirós, apunta bien al titular El Espartaquismo Agrario Andaluz, una de sus obras de tipo social.
15 DE LA EXPOSICIÓN UNIVERSAL DE LONDRES A LA P R I M E R A I N T E R N A C I O N A L
(1862)
El año 1 8 6 2 es un hito en la historia del movimiento obrero. En ese año tiene lugar en Londres una Exposición Universal que aprovechan los elementos que figuraban en la vanguardia de las inquietudes socialistas y de la preocupación por la situación de las masas laboriosas; entre ellos se encontraban los autores del Manifiesto Comunista, Carlos Marx y Federico Engels. La Exposición congregó en Londres a un núcleo importante de líderes obreros franceses. El 5 de agosto fue organizada una fiesta de fraternidad internacional en el local de la Free Mason's Tavern, de Londres, a la cual asistieron representantes franceses y de las diferentes nacionalidades que se encontraban refugiados en Inglaterra, en su mayor parte procedentes de la antigua Liga Comunista, así como representantes del movimiento obrero inglés tradeunionista y cartista. La reunión tuvo un gran interés y en ella prosperó la iniciativa de crear «Comités de trabajadores para el intercambio de correspondencia sobre las cuestiones de la industria internacional», idea que. con fines más amplios, venía acariciando Carlos Marx desde su estancia en Bruselas con el propósito, sin duda, de establecer las bases para la celebración de un gran congreso obrero que superara el cuadro de la Liga Comunista ( 1 8 4 6 ) . Marx invitó a Proudhon a que colaborara en ese trabajo, invitación que éste rechazó. (Véase Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XIX, de A. R . D . ) Un año más tarde ( 1 8 6 3 ) tuvo lugar otra reunión en el Saint James Hall, de Londres, para solidarizarse con la insurrección de la sojuzgada Polonia y protestar contra la represión del zarismo. En ese mitin de carácter internacional participaron las mismas fuerzas que habían intervenido en la reunión de 1 8 6 2 , significando un jalón más en el propósito de crear un movimiento obrero internacional, en el que la unidad y la solidaridad de clase ofrecieran todas sus posibilidades, contribuyendo conjuntamente 91
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a crear la mentalidad del principio del «internacionalismo proletario». El 28 de setiembre de 1 8 6 4 , bajo la presidencia del doctor Edward Beesly, celebróse otra importante reunión en el Saint Martin's Hall, de Londres, en la que intervinieron Tolain, por Francia; Wolf, por Italia, y Carlos Marx, el verdadero inspirador de la reunión, por Alemania. En esta reunión fue en la que se dio el paso decisivo al acordar la formación de la Asociación Internacional de los Trabajadores que, a partir de esa fecha, será identificada en el mundo obrero bajo la sigla A.I.T. El domicilio del nuevo organismo quedó establecido en el número 18 de Greek Street, de Londres. La primera sesión del Consejo tuvo lugar el 5 de octubre del mismo año, acordando reunirse todos los martes y designándose el Consejo Central: Odger, presidente; Wheeler, tesorero; Cremer, secretario; P. V. Lebez, por Francia; Marx, por Alemania; W o l f (Italia), que representaba la tendencia pequeñoburguesa y reaccionaria de Mazzini, fue eliminado y sustituido más tarde por G. P. Fontana. El 18 de octubre celebra nueva reunión el Consejo Central y en otra del 1." de noviembre, Marx lee el proyecto de estatutos y el de un llamamiento; ambos documentos fueron aprobados por unanimidad. En el último de ellos quedaba definida la línea política de la Primera Internacional y pasaría a la historia bajo el título de Manifiesto inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores. El Consejo Central quedó formalizado con los siguientes cargos: George Odger, presidente; George Wheeler, tesorero; Carlos Marx, secretario para Alemania; G. P. Fontana, secretario para Italia; J. E. Holtorp, secretario para Polonia; Hermán P. Jung, secretario para Suiza; P. V. Lebez, secretario para Francia; W i Iliam R. Cremer, secretario general. El Consejo General quedaba integrado por veintisiete ingleses, nueve franceses, seis italianos, dos suizos, nueve alemanes y dos polacos. El Estado Mayor del movimiento obrero internacional había quedado establecido. Su tarea, dada la misión histórica que debería cumplir, no sería nada fácil. El embrollo ideológico y sus contradicciones entorpecieron desde el primer momento el normal desarrollo de la Internacional, neutralizando en algunos casos su acción y malogrando sus objetivos en otros. 1
1. Tuñón de Lara, en su libro El Movimiento Obrero en la Historia de España, pág. 196, informa que en una reunión del Consejo Central del 22 de noviembre de 1 8 6 4 , se decide, a proposición de Marx, apoyado por Howell, «que se autorice a Mr. L. Otto para que corresponda, en nombre de la asociación, con ios amigos del progreso en España». El autor de este trabajo no ha encontrado antecedentes de la acción o trabajos de ninguna persona de este nombre, ni aparece entre los delegados al I, II y III Congresos de 1 8 6 6 , 1 8 6 7 y 1 8 6 8 . Su nombre figura,
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El propósito de la Internacional de celebrar su primer congreso en 1 8 6 5 , no pudo realizarse. En su lugar organizó una conferencia que tuvo lugar en Londres, del 25 al 27 de setiembre, en Adelphi Terrace n." 8, bajo la presidencia de Odger, es decir, un año después de haberse constituido. En ella fue aprobado un amplio Plan de Trabajo, dejando establecidas las normas organizativas para su desarrollo, en el que tropezaría con las corrientes demoledoras del anarquismo animadas por la filosofía de Proudhon y Bakunin; con las ideas de Lasarle en Alemania, las de Mazzini en Italia y las actitudes conservadoras que anidaban en el movimiento obrero inglés. En la conferencia, Marx, en nombre del Consejo, propuso que el año siguiente ( 1 8 6 6 ) se celebrara el primer congreso, para el que había elaborado el correspondiente orden del día. En la creación de la Primera Internacional no aparece ninguna participación de las organizaciones españolas. Ya subrayamos, en algún capítulo anterior, la extrañeza por este hecho que revela una falta de relaciones del grupo de Londres con el movimiento obrero español, tan activo y rico en acontecimientos a partir de 1840. Ramón de la Sagra había establecido relaciones personales con F. Engels en noviembre de 1 8 4 7 . en el momento más interesante de la Liga Comunista, cuando se elaboraba el Manifiesto Comunista, pero, influenciado por las ideas de Proudhon, ese contacto no tuvo continuidad ni repercusión. En España empezó a manejarse la idea, la necesidad de organizar un congreso obrero de tipo nacional, después de la constitución de la Internacional. El «proceso» de los congresos obreros se puso en marcha, con toda clase de dificultades, es verdad, sin que pueda decirse que estaba determinado por la creación de la Internacional, ni tampoco lo contrario. Faltos de información concreta al respecto, dada la discreción de los documentos de la época y la necesidad de mantener en secreto las relaciones internacionales, cabe pensar, en efecto, que el primer congreso celebrado en Barcelona ( 1 8 6 5 ) estaba inspirado por el precedente de la constitución de la Internacional y del «problema» cooperativo, en general, por lo que venía sucediendo en el movimiento obrero allende los Pirineos, especialmente en Londres y París, y de lo cual la Internacional no era más que una expresión. (
El Manifiesto inaugural de la A.I.T. era el primer documento del nuevo organismo que tenía el significado de una declaración de principios, no en efecto, en esa propuesta de la reunión del 22 de noviembre de 1 8 6 4 , pero queda perdido (Documents of the First International, págs. 48, 50 y 5 3 ) . Se trataba del periodista alemán Otto Ludwig Breitschwert, ( 1 8 3 6 - 1 8 9 0 ) , que utilizaba el seudónimo de L. Otto. Fue miembro del Consejo General de la Internacional en su primer momento, 1 8 6 4 , pero no dejó constancia de su labor y menos como corresponsal para España.
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obstante que en él se aludía a ciertos problemas concretos de Inglaterra, y se hacía un análisis de los mismos. A todos los efectos, se trataba de una pieza política que debería de servir de orientación a todas las organizaciones afiliadas a la Internacional, junto a los estatutos aprobados en el primer congreso. Ambos documentos entrañaban las bases de una doctrina y las normas que deberían interpretar y aplicar, respetando las asociaciones los principios de la disciplina. Los utopistas, y entre ellos R. Owen, habían exaltado las ideas del cooperativismo a grado tal que parecía que ese enfoque social representaba la panacea que por sí sola redimiría a las clases trabajadoras de su miseria y explotación. Tal era el mito. La Internacional no podía ser impermeable a esa idea tan arraigada en las minorías más selectas del movimiento obrero de aquella época, enfrentándose con ella para descubrir su utopía y falta de realismo. Refiriéndose a ese problema, que tanto apasionaba al «obrerismo» de la época, en el Manifiesto inaugural aparece la siguiente formulación: « . . . E n Inglaterra, Robert Owen hizo la propaganda del sistema cooperativo; los experimentos hechos por los obreros del continente fueron, en efecto, el primer resultado práctico de las teorías que no fueron inventadas, sino proclamadas en 1 8 4 8 . . . Sin embargo, la experiencia del 48 al 64 evidenció el juicio de los jefes más caracterizados de la clase obrera, formulado en los años 51 y 52 respecto al movimiento cooperativo inglés, a saber: El trabajo cooperativo, por más que sea excelente en principio y útil en la práctica, es, no obstante, incapaz de impedir el incremento del monopolio, de emancipar a las clases obreras y hasta de aliviar de una manera susceptible la gravedad de su miseria, cuando este trabajo cooperativo se limita al estrecho círculo de unas tentativas realizadas por corto número de obreros.» «Para emancipar a las clases obreras —se añadía— el sistema cooperativo necesita desarrollarse por medio de la protección del Estado, si bien que todos los propietarios y capitalistas se mostraron siempre contrarios a semejante protección. Conquistar el poder político, el Estado, es lo que deben hacer los obreros, los cuales parecen haber comprendido este deber, pues en Inglaterra, en Francia, en Alemania y en Italia se observa un movimiento que tiende a la organización del partido obrero...» «El trabajo cooperativo, 1
1. Las diferentes traducciones al español ofrecen, con frecuencia, conceptos diferentes debidos a la traducción, en unos casos, y a una intención política, en otros. Al cotejar esos documentos se encuentran omisiones importantes o conceptos
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para salvar a las masas obreras, debe desarrollarse en dimensión nacional y consecuentemente verse sostenido por medios nacionales.^..» 1
En estos trozos del Manifiesto quedaba planteado el problema de la necesidad de la conquista del poder para que los trabajadores, al ser dueños de los medios de producción, distribución y cambio, lograran que la «cooperación» representara su verdadero papel en una economía socialista. Para lograr esa conquista se advertía que era indispensable que la clase trabajadora contara con su propio partido obrero. La acción política y la conquista del poder está en la línea de acción de la Primera Internacional desde los primeros momentos de su existencia. Es muy difícil compaginar esta posición con la adoptada por el anarquismo, atribuyéndose el título de miembros de la Internacional, de «internacionalistas». Pero de este tema tan interesante como complejo nos ocuparemos en capítulos sucesivos. En la conferencia de Londres —setiembre de 1 8 6 5 — a n t e la imposibilidad de reunir el primer congreso, uno de los delegados franceses, bajo influencia proudhoniana, planteó y defendió que en el orden del día del congreso que se celebraría en 1 8 6 6 , figurara el siguiente punto: «Las ideas religiosas y su influencia en el movimiento social, político e intelectual». Marx y otros representantes se opusieron a esa proposición, por estimarla contraproducente; no obstante, fue aprobada por 18 votos contra 1 3 . Sin embargo, esa escabrosa cuestión religiosa, suscitada por los franceses, así como otros puntos del orden del día, no llegaron a discutirse en el congreso. Marx y los demás miembros del Consejo consideraban a ese respecto que las organizaciones de la Internacional no deberían verse implicadas en los problemas religiosos, posición que contribuiría a la atracción de las sociedades obreras y el fortalecimiento de su unidad. El problema de la guerra y de la paz aparece en el Manifiesto inaugural al enfocar la política bélica de los estados capitalistas. «Si la emancipación [de la clase obrera] exige su fraternal unión y colaboración, ¿cómo van a cumplir esta gran misión con una política exterior que persigue designios criminales, que pone en juego prejuicios nacionales y dilapida en guerras de piratería la sangre y las riquezas del pueblo...?» La Internacional inconsecuentes con la formulación, que desvirtúan su sentido. El párrafo transcrito ha sido tomado del libro de Anselmo Lorenzo El Proletariado Militante. Anselmo Lorenzo, como se sabe, es considerado como uno de los primeros internacionalistas españoles. 1. El segundo párrafo es una traducción del francés del volumen 39, pág. 8, del trabajo elaborado por el Instituto Universitario de Altos Estudios Internacionales, de Ginebra, bajo la dirección de Jacques Freymond.
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se definió desde el primer momento contra los ejércitos permanentes y los presupuestos de guerra defendiendo una política de paz. La Internacional nació para servir a la gran tarea de la unidad del proletariado, como cuestión previa y decisiva para su emancipación. Esa misión histórica que se adjudicaba la Primera Internacional en 1 8 6 4 sigue siendo válida en 1973, a una distancia de más de un siglo, para la clase obrera de todos los países capitalistas. «La clase obrera posee —se dice en el Manifiesto— el elemento de triunfo: el número. Pero el número no pesa en la balanza si no está unido por la asociación y guiado por la inteligencia. La experiencia del pasado nos enseña cómo el olvido de los lazos fraternales que deben existir entre los trabajadores de los diferentes países y que deben incitarles a sostenerse con firmeza unos a otros en todas sus luchas por la emancipación, se traducen en derrotas comunes, malogrando sus esfuerzos aislados... Guiados por ese pensamiento, los trabajadores de los diferentes países que se reunieron en un mitin público en el Saint Martin's Hall el 28 de setiembre de 1 8 6 4 , han resuelto fundar la Asociación Internacional.» Como se sabe, el Manifiesto inaugural terminaba con el mismo grito del Manifiesto Comunista de 1 8 4 8 : «¡Proletarios de todos los países, unios...!» Al quedar constituida la Primera Internacional, el proletariado desde ese momento contaba con un instrumento de dirección internacional, con su propio Estado Mayor dirigente establecido en Londres, integrado por los elementos más valiosos del movimiento obrero de aquella época. La existencia de la Internacional incidiría en la vida y en la marcha del movimiento obrero de cada país. 1
A partir de esa fecha ( 1 8 6 4 ) hasta el año 1 8 8 8 en que se constituye en nuestro país la Unión General de Trabajadores de España ( U G T ) procuraremos recoger en capítulos sucesivos, los congresos obreros celebrados en diferentes momentos con la intención de crear un organismo en que se agrupará el mayor número de sociedades obreras a fin de unificar su acción en una entidad de tipo nacional. En ese período celebráronse varios con-
1. «Cuando la clase obrera europea hubo recuperado las fuerzas suficientes para emprender un nuevo ataque contra las clases dominantes, surgió la Asociación Internacional de los Trabajadores. Pero esta asociación, formada con la finalidad concreta de aglutinar en su seno a todo el proletariado militante de Europa y América no pudo proclamar inmediatamente los principios expuestos en el Manifiesto Comunista. El programa de la Internacional debía ser lo bastante amplio para que pudieran aceptarlo las Trade-Unions inglesas, los adeptos de Proudhon en Francia, Bélgica, Italia y España, y los lassalleanos en Alemania...» ( F . Engels. Prefacio a la edición inglesa del Manifiesto Comunista, de 1 8 8 8 ) .
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gresos con ese propósito unificador, pero en ninguno quedó plasmada y concretada la idea de la creación de una central sindical nacional, hasta el congreso de 1 8 8 8 , cuando ya la Internacional había dejado de existir. Hasta el día de hoy, esa unidad no ha sido posible lograrla ni en nuestro país, ni en ningún otro del mundo capitalista. Por tanto, el grito de ¡unidad! sigue teniendo todo su valor y significado histórico; pero el veneno de la discordia de hace más de un siglo, bajo otras formas, sigue frustrando las victorias fundamentales y decisivas de la clase obrera de hoy. Al relatar los congresos celebrados en el período comprendido entre 1 8 6 4 y 1 8 8 8 , lo haremos relacionándolos con la Internacional y sus propios congresos internacionales, para demostrar que el movimiento obrero español nunca estuvo en la línea de la Primera Internacional, dentro de sus normas, de su política y de su disciplina por más que se invocara su nombre y se utilizara su sigla. El movimiento obrero español estuvo al margen de los principios de la Primera Internacional.
16 HACIA E L P R I M E R C O N G R E S O O B R E R O ESPAÑOL
A efectos de simple información, y por su significado, subrayamos algunos hechos y acontecimientos en torno a 1 8 6 4 para que el lector pueda situar históricamente el marco en que tuvo lugar el primer congreso obrero celebrado en Barcelona en 1 8 6 5 . El censo laboral de España en aquella fecha contaba unos 3 0 0 0 0 0 0 de trabajadores, de ellos: 2 4 0 0 0 0 0 obreros agrícolas; 5 0 0 0 0 0 artesanos; unos 1 5 0 . 0 0 0 obreros industriales — l a mayoría en Cataluña—, y unos 26 0 0 0 mineros. En ese año se constituye en Mantesa el primer círculo de obreros católicos, fundado por el P. Vicent, iniciándose la acción sindical obrera católica. El poder prosigue su política reaccionaria y represiva contra las libertades de asociación y reunión y ofrece una Ley más limitando el derecho de reunión. Los panaderos de Barcelona, para burlar la legislación «antiobrera», se agrupan en una sociedad coral....; dos años antes, los trabajadores catalanes, repitiendo ejemplos anteriores, elevaron al gobierno un documento avalado por más de 15 0 0 0 firmas, reclamando la «libertad de asociación para combatir al capital de una manera noble y pacífica...» Como en los casos anteriores, la súplica no tuvo ningún efecto. Las intrigas y maniobras políticas en el seno del Partido Demócrata entre la tendencia de Pi y Margall, calificada de «socialista», y la de Emilio Castelar, «individualista», producen la división. El grupo «socialista» publica el 10 de junio un manifiesto que, entre otros, suscriben Antonio Gusart Vila, director del semanario El Obrero, Ramón Cartañá, P. Alsina, los hermanos Roubaudoneu y José Mesa Leopart que, en opinión del autor, puede ser considerado como el primer socialista español que contribuyó a introducir en nuestro país las ideas de Marx y Engels, y uno de los hombres más valiosos del socialismo español de aquella época. Conoció y trató personalmente a Marx y Engels así como a los líderes del socialismo francés. A él se debe la primera traducción del Manifiesto Comunista, como se señala en capítulos anteriores. 98
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El domingo 4 de setiembre de 1 8 6 4 inició su publicación en Barcelona El Obrero, «periódico semanal de intereses morales y materiales; ciencias, artes y oficios, destinado a defender los intereses de la clase obrera», tal como figura en su encabezamiento. Su aparición representó un importante papel en un momento en que las sociedades obreras tropezaban con serias dificultades en su desenvolvimiento. La línea política del periódico, muy confusa, podría definirse como seguidora de las ideas utopistas y en particular de las del cooperativismo de R. Owen. Antonio Gusart, su director, pertenecía al Partido Demócrata —grupo o tendencia «socialista»—; en lo obrerista era un enamorado del movimiento tradeunionista de Inglaterra y del cooperativista nacido en Rochdale ( 1 8 4 3 ) . Corresponde al grupo editor de El Obrero y a su director el haber tenido la iniciativa de convocar el primer congreso obrero catalán, celebrado en Barcelona los días 2 4 , 25 y 26 de diciembre de 1 8 6 5 , es decir, un año después de creada la Primera Internacional y coincidiendo con su primera conferencia, celebrada ese mismo año en Londres, cuatro meses antes. Examinada la colección de El Obrero, no hemos encontrado la menor referencia a la constitución de la- Internacional ni a su existencia; no obstante, cabe pensar que ese grupo «obrerista» estaba sin duda al corriente de un acontecimiento de tal significación e importancia. La aparición de El Obrero, y por su iniciativa la celebración del primer congreso obrero, tuvo especial importancia, bien que sus resultados, así como sus propósitos, fueran muy limitados. El semanario trató de ampliar su radio de acción empezando por establecer relaciones con el Casino o Ateneo Artístico Matritense, de cuya dirección formaba parte el inquieto Tomás González Morago, quien más tarde sería uno de los elementos más perturbadores del movimiento obrero. Como estaba previsto, el congreso se celebró en los días arriba mencionados. Los delegados fueron citados en el local de la calle Blanquería, numero 8, 3.°, con el fin de efectuar las reuniones preparatorias. Las sesiones tuvieron lugar en el Salón Universal de la calle de Canuda. Asistieron cuarenta corporaciones con unos trescientos delegados. Presidió Antonio Gusart. Obedeciendo a los propósitos de los organizadores, no se habló de política ni del Estado. Se hizo una exaltación idealista del movimiento cooperador que, «iniciado en Inglaterra, se extendió a otras ciudades europeas», por lo cual se propugnó la constitución de cooperativas. El mito de la época. Se aprobaron unas normas de organización a base de sociedades y federaciones, pero sin que las sociedades perdieran su autonomía al federarse. El Obrero sería el órgano oficial de esas organizaciones. Fue un congreso sin mayor trascendencia, y en él se produjeron algunos incidentes, como no podía ser menos, al aparecer las contradicciones que se expre-
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saban en el seno del movimiento obrero, animadas por los que estaban «contra todo y contra todos» y por considerar al congreso como una manifestación de la táctica y procedimientos obreristas «de adormidera». Como resultado de los acuerdos del congreso, fue elaborado un documento para ser enviado al Presidente del gobierno. A través de su texto, se puede tener una idea del nivel y contenido políticos del congreso que acababa de celebrarse, en el que se manejaron, con generalidades, las ideas de asociación, solidaridad, cooperación, federativo sistema de organización, etc. Pi y Margall, Proudhon, Owen, y débilmente Bakunin, estaban presentes;
ausente la Primera Internacional.
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1. En la reunión normal del Consejo Central de la Internacional, celebrada en Londres el 6 de febrero de 1 8 6 6 , un mes después del congreso, el ciudadano Jung dio lectura a la información que publicaba el boletín L'Association dando cuenta de que, en el mes de diciembre pasado, había tenido lugar en Barcelona un congreso obrero con la representación de cuarenta corporaciones, acordando que el periódico El Obrero sería el órgano oficial de esa federación. El Consejo de la Internacional acordaba ponerse en relación con el presidente del congreso, Antonio Gusart (tomado de Documente of the First International. 1 8 6 4 - 1 8 6 6 . Tomo I, página 1 6 4 , L. W. London). Como es sabido, El Obrero fue suspendido en junio de 1 8 6 6 y su director, Gusart, desterrado a Canarias donde permaneció hasta finales de 1 8 6 7 . El secretario corresponsal para España de la Internacional, que era Pablo Lafargue, no aparece por ninguna parte. En el contexto de un trabajo publicado en el número de El Obrero del 18 de marzo, aparece este significativo y discreto párrafo: «De todos los medios propuestos para llegar al mejoramiento de la clase obrera, ninguno es tan fuerte y tan poderoso, ni tan fecundo en resultados positivos, como el pensamiento de una asociación internacional de trabajadores. Su objeto es reunir en un solo grupo a los obreros de todas las profesiones y países y formar con ellos una sola familia, en donde el interés de todos será el interés de cada uno, cesando en consecuencia el antagonismo que ha tenido constantemente a los unos separados de los otros y que ha dado por último resultado la formación de pequeños grupos distintos y aislados, que se hostilizan entre sí y llevan al terreno de la práctica los más pésimos resultados...» El congreso había sido víctima de esas malas «prácticas». De este texto se desprende que, después del congreso de diciembre de 1 8 6 5 , los núcleos obreros que actuaban en torno a El Obrero ya tenían noción de la existencia de la Internacional.
17 DOCUMENTO FORMULADO POR EL CONGRESO DE BARCELONA (1865)
«Excelentísimo señor Presidente del Consejo de Ministros: «Los infrascritos, individuos pertenecientes a la clase obrera de Cataluña, a V.E. respetuosamente acuden. «El principio de asociación es la palanca poderosa que removiendo todos los obstáculos, acrecienta cada día más la riqueza del país; ejemplos prácticos de esta verdad axiomática son esas obras portentosas que lleva a cabo la humanidad, y cuya grandeza y magnitud será la admiración de las edades venideras; sin embargo, una gran parte de la nación, sufre vivamente las terribles consecuencias del aislamiento, porque no puede ejercer ese derecho a causa de las leyes que nos rigen; leyes que tal vez tendrían su razón de ser en los tiempos pasados, pero cuya reforma se hace hoy inevitable. «Si la asociación de capitales ha dado a la clase media la preponderancia de que hoy goza, cuyos efectos se desprenden de la sabia ley del progreso, la clase materialmente productora ha de llegar al puesto que le corresponde como parte integrante de la nación; no puede caber duda alguna que la unión y solidaridad que lleva consigo la asociación es la que ha de conducirla al logro de tan justo derecho. Ahora b i e n : según las leyes vigentes, la propiedad del trabajador no puede disfrutar este derecho, mientras esa propiedad, que consiste en el producto de su trabajo, es tan respetable como legado, y aún podríamos añadir, excelentísimo señor, que si algún privilegio debía existir, lo que no creemos, debiera ser en provecho del más débil, por ser el que siempre se halla expuesto a sucumbir ante las exigencias del poderoso. «Por esta razón elevamos nuestra humilde voz al gobierno supremo de la nación, pidiendo la consagración de un derecho, la libertad de asociación; demanda genuina de la ilustración y cultura de la clase proletaria, y merecida honra de la nación española. 101
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AMARO D E L ROSAL
«Francia, Inglaterra, Bélgica, Alemania y casi todas las naciones europeas, proclaman en sus códigos esa libertad que, mejorando cada día más las condiciones de la vida humana, abre dilatado camino al progreso, y hace más reconocible la saludable reforma que la civilización trae consigo. » ¡ C u á n doloroso fuera, excelentísimo señor, que, en medio de ese torbellino inmenso de reformas sociales porque pasa la humanidad, quedase España enclavada en sus rutinarias costumbres! »Si arrebatados por la adversidad debiéramos continuar bajo la presión de esa atmósfera emponzoñada que marchita en su lozanía nuestra existencia, ¿no se diría que España somete a sus millones de obreros en el profundo letargo de remotos siglos?; y esa verdad amarga sería nuestro continuo sufrir y ruborizaría a los que vivifican con hirviente sudor el fértil suelo de nuestra madre patria. «Movidos por esa necesidad palpitante de asociarnos libremente hemos acudido a V.E. confiando atenderá nuestra demanda, puesto que no puede ocultarse a su mayor ilustración las razones que nos impulsan. «Las condiciones a que actualmente está sujeta nuestra clase son en extremo vejatorias; la escasez de salario, la pesada carga de un trabajo insoportable a nuestra fuerza física, disminuye de una manera considerable la robustez del brazo productor y centenares de nuestros hermanos mueren demacrados por el dolor en la mitad de su existencia. La asociación libremente ejercida remediará eficazmente tamaños males y abrigamos la esperanza de que el gobierno, convencido de las dolencias que nos azotan, hará recta justicia a nuestra petición, por lo que recibirá el profundo reconocimiento de los hijos del trabajo, con el aplauso de las naciones adelantadas. «Barcelona, 26 de diciembre, 1 8 6 5 . Antonio Gusart, Ramón Cartañá, Morera, José Espinal, José Roig
Miguel Martorell, Minguet.»
Matías
Fuster,
José
1
El anterior documento fue el resultado más importante del congreso. Por su lectura se comprende cuáles fueron las ideas que prevalecieron en las reuniones. Claro que no puede olvidarse que en aquellos momentos las asociaciones obreras vivían, como en otras ocasiones, una situación difícil para poder desarrollar sus actividades con libertad.
1.
El Obrero, a." 7 1 , domingo 7 de enero de 1 8 6 6 .
18 PRIMER
CONGRESO D E L A ASOCIACIÓN D E LOS T R A B A J A D O R E S (1866)
INTERNACIONAL
No pretendemos, como ya hemos señalado en capítulos anteriores, recoger en forma exhaustiva todo lo tratado en los diferentes congresos de la A.I.T. hasta su desaparición; para ese conocimiento remitimos al lector a las numerosas obras escritas al respecto. Nuestro propósito es el de dejar constancia, cronológicamente, de su celebración, subrayando aquellos aspectos que tienen interés político para relacionarlos con los congresos celebrados en España, y que guarden en cada momento un relación directa o indirecta con los problemas y conflictos ideológicos que se manifestaron en ellos. Esos matices y hechos serán antecedentes que fundamentarán, más tarde, una posición que tratará de esclarecer el equívoco histórico con respecto a la Internacional de España. 1
El Primer Congreso de la Internacional tuvo lugar en Ginebra, del 3 al 8 de setiembre de 1 8 6 6 , unos meses después del Primer Congreso Obrero celebrado en Barcelona. En el congreso de Ginebra fueron leídos y aprobados los estatutos (elaborados por Marx). A esas reglas y a las orientaciones de carácter general del Manifiesto inaugural deberían ajustar su conducta, siendo leales y disciplinadas, todas las organizaciones adheridas. En los considerandos de los estatutos aparece la declaración «de que la emancipación de los trabajadores deberá ser obra de los trabajadores mismos». En el artículo 7 se pedía que en cada país se creara un órgano nacional. Algunos delegados franceses y suizos de tendencias anarquizantes y 1. Véanse, entre otras, La Première Internationale. Recueil de Documenti. Tomos 1-2 (Publications de l'Institut Universitaire de Hautes Etudes Internationales, n.° 39, Genève). Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XIX. A. R. D. (Editorial Grijalbo. México). 103
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en posiciones extremistas (Tolain) propusieron «que la Internacional no admitiera más que a los obreros manuales y se excluyera a los trabajadores del pensamiento, para impedir que fuese invadida por elementos ambiciosos, por hombres de partido que harían de ella un instrumento al servicio de sus fines particulares..,». En este congreso se planteó por primera vez «que la jornada de trabajo fuese de 8 horas». Es curioso conocer que algunos delegados pusieron reparos a esa reivindicación. Los suizos, por ejemplo, consideraban que podía perjudicar a la industria relojera de su país. Los franceses declaraban que la ley no debería intervenir en esa cuestión, porque las condiciones de producción de cada país eran diferentes. En Estados Unidos estaba bastante generalizada la jornada de 8 horas, por lo que la posición de sus trabajadores era de protesta contra los de los países europeos que soportaban horarios superiores, lo que representaba una competencia de mano de obra que influía en los precios de las mercancías en los mercados. El congreso resolvió que la reducción era el primer paso con vistas a la emancipación obrera y que la jornada de 8 horas diarias debería ser considerada como suficiente. En él quedó establecido el apotegma «ni deberes sin derechos, ni derechos sin deberes». En Estados Unidos existía un movimiento obrero bastante vigoroso, no obstante permaneció al margen del movimiento obrero internacional. No participó en los congresos de la Primera Internacional hasta el V, celebrado en La Haya en 1872, en el que, como delegado de las organizaciones de Nueva York, tomó parte Federico Antonio Sorge. En ese congreso se acuerda que el Consejo Central de la A.I.T. se establezca en Nueva York (véase Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XIX, A.R.D., Ed. Grijalbo), designándose como secretario general del mismo al propio Sorge, un viejo camarada de Marx y Engels. Al VI Congreso de 1 8 7 3 . verificado en Ginebra, no asiste delegación norteamericana, ni siquiera el secretario del Consejo General; el V I I y último de sus congresos tuvo lugar en Filadelfia, y en él se acordó la disolución de la Primera Internacional, asistiendo un solo delegado de Europa. Marx y Engels seguían con atención ese movimiento, como lo demuestra su correspondencia y la colaboración que prestaban a la prensa norteamericana. La Internacional siguió con gran atención la guerra de secesión contra la esclavitud y el papel representado por Abraham Lincoln ( 1 8 0 9 - 1 8 6 5 ) , elegido presidente en 1859- Con motivo de su reelección en 1 8 6 4 , la gran central obrera le había enviado un mensaje, redactado por Marx, en el que se le consideraba como «hijo de la clase trabajadora». Un año más tarde, Lincoln sería asesinado. Las tendencias políticas, sociales y económicas de Estados Unidos, en aquella época, por el contenido democrático y de libertad que expresaban, animaban a las fuer-
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zas progresistas del viejo continente. Ese falso espejismo no tardaría en ser destruido. Un mes antes del congreso de la A.I.T. había tenido lugar en Baltimore, el 20 de agosto 1 8 6 6 , un cornicio de los obreros norteamericanos. Por la falta de tiempo, acordaba enviar un saludo al reunido en Ginebra «rogando a Dios que les ayudara en su gloriosa empresa...», y autorizaba a su Comité ejecutivo para que enviara un delegado al congreso europeo si éste tuviera lugar antes de la reunión de la convención nacional. Rompiendo con los viejos partidos, el cornicio propugnaba la creación de una Liga del Trabajo Nacional que lucharía por la jornada de 8 horas. Si a los congresos europeos les sobraba «contenido», al de los norteamericanos les faltaba. La Biblia y los Evangelios eran sus documentos fundamentales. Este primer congreso fue rico en resoluciones; la mayor parte de ellas correspondían más a ideologías y tendencias utopistas y reformadoras, a las concepciones de Proudhon, que a una idea revolucionaria y de clase. El sentido «mutualista» y las fórmulas proudhonianas prevalecieron a lo largo de todas las discusiones. Los miembros del Consejo General debieron realizar un gran esfuerzo para mantener el equilibrio y que el congreso no fracasara. Marx consideraba que, «a pesar de todo, éste había salido mucho mejor de lo que él esperaba». Como es sabido, ni Marx ni Engels tomaron parte en él. La proposición de algunos delegados franceses hecha en la conferencia de 1 8 6 5 , en el sentido de que se excluyera a todos los trabajadores del «pensamiento», mortificó sin duda seriamente a Marx. Ahora, Tolain volvía a la carga sobre el mismo tema al declarar que «si consideraba indiferente que se admitiera como miembros de la asociación a los ciudadanos de toda clase, trabajadores o no, por el contrario estimaba y sostenía que los delegados sólo deberían ser obreros». Su posición discriminatoria se vio reforzada con la de otro colega francés, Perracho, al afirmar éste «que la Asociación se malograría si se aceptaba como delegados a ciudadanos no obreros». El delegado británico Cremer (carpintero), secretario general del Consejo Central, se enfrentó con la actitud de los «extremistas» extrañándose de ver planteada de nuevo esa cuestión porque —declaró— «entre los miembros del Consejo Central se encuentran muchos ciudadanos que no ejercen oficios manuales y que no han dado ningún motivo de desconfianza; todo lo contrario, es probable que, sin su abnegación, la asociación no habría podido implantarse en Inglaterra de una manera tan positiva. Entre esos miembros, quiero citar a uno solo: al ciudadano Marx que ha consagrado toda su vida al triunfo de la clase obrera» (La Première Internationale. Recueil de Documents. Tomo I, págs. 55-56). Otro delegado, tam-
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bien inglés, Cárter, solidarizándose con Cremer, dijo: «acaban de hablarnos de que el ciudadano Carlos Marx ha comprendido perfectamente la importancia de este primer congreso, donde solamente deben encontrarse delegados obreros, por lo que ha rechazado la delegación que le fue ofrecida en el Consejo Central. Mas no es una razón para impedirle a él o a cualquier otro ciudadano estar entre nosotros; al contrario, los hombres que se dedican enteramente a la causa proletaria son demasiado raros —pocos— como para que los eliminemos de nuestro camino (obra citada, pág. 56).El proudhoniano Tolain insistió en su proposición para ratificarse en ella y declarar que «como obrero agradecía al ciudadano Marx el no haber aceptado la delegación que le fuera ofrecida. Al reaccionar así, el ciudadano Marx ha mostrado que los congresos obreros deben estar integrados solamente por obreros manuales. Si admitimos a los hombres que pertenezcan a otras clases se dirá que el congreso no representa las aspiraciones de las clases obreras, que no está organizado por los trabajadores, y yo creo que es útil mostrar al mundo que estamos lo suficientemente preparados como para poder actuar por nuestra propia cuenta» (obra citada, pág. 56). El proudhoniano Tolain insistió en su proposición para ratificarse olvidar el contexto histórico de aquella época, fueron abordados algunos problemas en este Primer Congreso de la Asociación Internacional de los Trabajadores, por los elementos que no cejarían en su acción demoledora hasta verla destruida. En él, la correlación de fuerzas estaba peligrosamente equilibrada, como lo demuestra el hecho de que la posición de Tolain fuese rechazada solamente por 25 votos en contra y 20 a favor. Esa estrechez de pensamiento, ese espíritu sectario fue aplicado y vivido, en muchos casos, por el movimiento obrero español, con la agravante de que estaba cargado de mayores dosis de ignorancia y extremismo. Entre los secretarios corresponsales designados, por Alemania figuraba Carlos M a r x ; por España, Pablo Lafargue que, como autor Del Derecho a la Pereza, puede decirse que no prestó mucho tiempo a las relaciones y al estudio del movimiento obrero español en su calidad de secretario corresponsal, por estar entregado al de Francia. En ese hecho radica una de las razones por las cuales Bakunin ganó la partida. Pero este problema será abordado más adelante. 1
1. Designado en la sesión del Consejo General del 27 de marzo de 1 8 6 6 , a propuesta del miembro del Consejo, Dupont, apoyado por Jung.
19 II CONGRESO DE LA INTERNACIONAL (Lausana, 1 8 6 7 )
El Segundo Congreso de la A.I.T. tuvo lugar en Lausana, del 2 al 8 de setiembre de 1867. Como en el anterior, ni Marx ni Engels estuvieron presentes. Abrió la sesión Aviolat, de la sección local, solicitando la bendición de la Divina Providencia, lo que provocó vivas protestas. Fue el primer incidente. No asiste delegación española. Toma parte por vez primera James Guillaume, de la sección de Lóele, Suiza, como secretario del congreso, participando con gran actividad. En el congreso anterior había asistido como delegado, pero con una actuación totalmente anodina. Guillaume fue uno de los colaboradores más adictos y activos de Bakunin. El problema más debatido y que definió tendencias fue el suscitado con motivo del Primer Congreso de la Liga de la Paz y de la Libertad, que se celebraría en Ginebra del 9 al 12 de setiembre, es decir, a continuación del de la Internacional. El congreso obrero acordó asistir al de la Paz, al que presentaría sus propias proposiciones en relación con los armamentos, los ejércitos permanentes, la guerra y la paz. El congreso estimó que la Internacional debería tomar parte «en todo cuanto se emprendiera para lograr la abolición de los ejércitos permanentes y el mantenimiento de la paz, con el fin de alcanzar lo más pronto posible la emancipación de la clase obrera y para librarse, al mismo tiempo, del poder y las influeri. cias del capital, así como para lograr la formación de una Confederación de Estados Libres de toda Europa». Un delegado italiano propuso que se enviara una invitación a Garibaldi, que debía llegar en aquellos días a Ginebra con el fin de participar en el Congreso de la Paz, para que asistiera al congreso de la Internacional. No fue aceptada la proposición por considerarse que correspondía a Garibaldi tomar la iniciativa de presentarse en el congreso de los trabajadores. 1
1. Según M. Tuñón de Lara en su obra citada, en el II Congreso Obrero se recibió el 2 de setiembre un mensaje enviado desde Barcelona, por una llamada Liga Social Republicana, inspirado en principios generales de paz y humanidad
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20 PRIMER CONGRESO DE LA LIGA DE LA PAZ Y DE LA L I B E R T A D
El 9 de setiembre de 1867 daba por terminados sus trabajos el II Congreso de la A.I.T. en Lausana, y el mismo día iniciaba los suyos, en Ginebra, el Primer Congreso de La Liga de la Paz y de la Libertad, una organización «pacifista», fundada en París por Emile Acollas, que respondía a corrientes pequeñoburguesas más o menos progresistas que pretendían acabar con las guerras e imponer la paz en el mundo por medio de discursos y apelaciones a los gobiernos y a los poderosos para que renunciaran a la guerra. El congreso obrero de Lausana había aprobado su propia resolución sobre la guerra y la paz. A la delegación designada para la presentación del mensaje se le daba el mandato de defender las posiciones de los congresos obreros «subordinando su adhesión a la aceptación por el Congreso de la Paz de la resolución presentada por la delegación», de acuerdo con una enmienda que había sido propuesta por el delegado francés Tolain. Algunos delegados suizos al segundo congreso obrero estaban interviniendo al mismo tiempo en la organización del congreso de la Paz. Este había sido retardado en ocho días, justamente para facilitar la asistencia al mismo de los «internacionalistas». Miguel Bakunin, que aún no pertenecía a la Internacional, con su grupo de Ginebra tuvo una participación muy activa en el congreso de la Paz, tanto en su preparación como en sus labores, realizando toda clase de maniobras con el fin de imponer sus puntos de vista. Lo que logró en parte. Veía en la Liga un instrumento que podría servirle para el logro de sus objetivos en relación con la Internacional.
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y «pidiendo la expulsión de los titanos». Por el texto y el tipo de organización que lo envió, en nuestra opinión existe un error: el mensaje sin duda correspondía al congreso de la Liga de la Paz y de la Libertad, que iniciaba sus sesiones el día 9 del mismo mes. Pablo Lafargue, secretario corresponsal para España, leyó una carta enviada desde Madrid. Su «corresponsalía», lo repetiremos muchas veces, fue bien pobre, y nula su eficacia. La carta enviada de Madrid pudiera atribuirse a José Mesa. No está comprobado.
21 III C O N G R E S O D E L A I N T E R N A C I O N A L (Bruselas, 1 8 6 8 )
El I I I Congreso de la Internacional tuvo lugar en Bruselas, del 6 al 13 de setiembre de 1 8 6 8 . Inició sus trabajos en la Sala del Cisne y les dio continuidad en el Teatro del Circo. No asiste Marx. Por primera vez está presente una organización española: la Legión Ibérica, representada por Sarro Magallán (Antonio Marsal Anglora). Bakunin había ingresado en la Internacional dos meses antes de la celebración de este congreso. Como en los anteriores, tomó parte en él en forma indirecta» por intermedio de aquellos delegados que respondían a su ideología y a sus propósitos; entre esos delegados estaban, como los más activos, J. Guillaume, Tolain y otros. El delegado español representaba a un grupo secreto que había sido constituido por Fernando Garrido. Marx y el Consejo General, sobre todo Marx, consideraban como negativas para el movimiento obrero todas las sectas y organizaciones secretas. El delegado español jugó un poco al equívoco. Aparece, según la documentación del congreso, como representante de la Legión Ibérica en los primeros momentos; en otros, se habla de la Legión Ibérica del Trabajo; otras veces, de «delegado de las asociaciones obreras de Cataluña». ¿A quién representaba en realidad Sarro Magallán...? En nuestra opinión, al grupo secreto de Legión Ibérica bajo influencias anarcomasónicas sin identificación obrerista. Por las relaciones posteriores de Garrido y Sarro con Bakunin puede colegirse que éste no fuera extraño a la misión de Sarro Magallán en Bruselas y más tarde en Barcelona. Está claro que Sarro Magallán estableció contacto directo con el grupo de Bakunin en el congreso de Bruselas de 1 8 6 8 . Refiriéndose a las sectas, Carlos Marx había expresado en diversas ocasiones, con toda claridad, su pensamiento. «La Internacional —escrib i ó — ha sido fundada para poner, en el lugar de las sectas socialistas, o semisocialistas, a la organización de la clase obrera. Los estatutos primi110
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tivos así como el llamamiento inaugural lo demuestran al primer coup d'oeil. La evolución del sectarismo socialista y la del verdadero movimiento obrero, marchan constantemente en sentido inverso. La historia de las sectas y las tendencias de los iniciadores que intentaron siempre mantenerse contra el verdadero movimiento (real) de la clase obrera en el seno de la propia Internacional. Esa lucha ha sido llevada a los congresos, pero con más fuerza a las negociaciones privadas del Consejo General con cada sección en particular...» (Carta de Marx a F. Bolte, del 23 de noviembre de 1 8 7 1 . Correspondonce Engels-Morx Divers. A. Costes. París, 1 9 5 0 . T o m o I, págs. 56 y siguientes.) El movimiento obrero español no fue impermeable a las injerencias de las sectas, muy especialmente en sus primeras etapas. Si los congresos de la Internacional padecieron sus efectos perturbadores, en los nuestros se dejaron sentir de una forma decisiva. El I I I Congreso, como los anteriores, fue rico en discusiones y aprobaciones, en aras de la unidad, de resoluciones inoperantes, desarrollándose, una vez más, las ideas de Proudhon sobre el crédito, los bancos, la propiedad y el mutualismo. Jung, miembro del Consejo General, en su intervención sobre cada país, refiriéndose a España, informaba: «En cuanto a España, se encuentra actualmente en una situación anormal. Está, por así decir, en permanente estado de sitio. De otra parte, los delegados españoles dirán ellos mismos qué es lo que pasa en su país...» No había «delegados españoles», en plural, sino un representante, como se señala anteriormente, del grupo secreto la Legión Ibérica, quien se limitó a leer un breve mensaje en nombre de la clase obrera española en el que, entre otras cosas, decía: «Los obreros españoles están dispuestos a luchar con sus hermanos contra esa formidable asociación del ejército, del trono y del altar, para establecer, al fin, sobre bases sólidas, la paz, la justicia y el trabajo.» Otra intervención suya fue verdaderamente lamentable. El congreso había tenido dieciséis sesiones. En la décima hubo otra intervención del delegado español, al sentirse éste herido en su amor propio por el discurso de otro delegado. Dauthier, francés, en la discusión sobre la enseñanza había considerado a España en el grupo de las naciones más atrasadas, lo que, según parece, irritó a Sarro Magallán. El representante de la Legión Ibérica, muy caballero, pidió que Dauthier rectificara su opinión sobre el nivel de instrucción en España. «Si en política — d i j o — parece de las más mal portagées (en enseñanza) se encuentran los elementos de estudios más completos de lo que se puede pensar. Existen diferentes asociaciones de enseñanza que practican los deportes físicos en concierto con los del espíritu, lo que yo no he visto ni en Francia ni en Bél8
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gica. El obrero adquiere así el desarrollo intelectual al mismo tiempo que el físico. Es por lo tanto en otros países, en Roma, entre otros, adonde hay que ir a buscar un ejemplo. Lo que lleva al error es que el gobierno (español) cierra la puerta a las relaciones exteriores de tal suerte que el extranjero puede creer que España continúa siendo el país de la Inquisición.» (La Première Internationale. Recueil de Documents. Tomo I, página 3 4 2 ) . Así interpretaba el problema de la educación obrera en España el delegado de la Legión Ibérica al III Congreso de la Internacional. Por las dos intervenciones de Sarro Magallán puede apreciarse que de obrerista no tenía nada. La clase obrera española, sus problemas, sus luchas, no estuvieron representadas en el congreso de Bruselas. La reacción europea en la época del I I I Congreso inició su campaña de represión contra el movimiento «internacionalista». Correspondió a la francesa ser la vanguardia de una campaña contra la clase obrera, sus organizaciones y sus libertades y en incitar a los demás gobiernos a que desarrollaran su propia represión antiintetnacionalista. Como es sabido, los republicanos españoles «moderados» fueron fieles a esa consigna internacional del «miedo» ante los progresos de las organizaciones sindicales que seguían las consignas, las ideas, el pensamiento del socialismo. El problema de la paz y de la guerra fue de nuevo discutido en el III Congreso. Problema tan vital para los intereses de las masas laboriosas y para el futuro de los pueblos no podía ser olvidado por los trabajadores. Fue aprobada una amplia resolución con bastantes concepciones idealistas, llamando a la «suspensión de todo trabajo» en el caso de que estallara la guerra. El mito de la huelga general, inclusive de tipo universal, manejado por los proudhonianos y otros elementos anarquizantes que arrastraban a otros considerados como socialistas, alcanzaba su máxima expresión. Marx calificó de «necedad» el acuerdo de salir al paso de las guerras por medio de paros generales organizando la huelga de los pueblos... Interpretaba el problema con realismo y sabía bien que por su naturaleza no sería evitada la guerra por el lirismo de los países «pacifistas» que ignoraban las causas fundamentales que las determinaban. Una resolución aprobada respecto al II Congreso de La Liga de la Paz y de la Libertad, que tendría lugar en Berna ocho días más tarde del congreso de la Internacional, estaba concebida en los siguientes términos: El Congreso decide: «1.° Que los delegados de la Asociación Internacional que asisten a Berna harán conocer a la asamblea, en nombre de la Internacional, las diferentes resoluciones tomadas en los congresos de Gine-
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bra, Lausana y Bruselas, mas en todas las discusiones, todas las resoluciones que se adopten no comprometerán más que su responsabilidad personal. »2.° Que los delegados de la Internacional creen que la Liga de la Paz no tiene razón de ser, en presencia de la obra de la Internacional, e invitan a esta sociedad a unirse a ella y a sus miembros a que ingresen en una u otra Sección de la Internacional». La anterior resolución contrarió a los dirigentes de la Liga, elementos en su mayoría pequeñoburgueses y radicales. Al margen de la disciplina de la Internacional, Bakunin y su grupo tomaron parte muy activa en el II Congreso de la Liga, con los resultados que veremos más adelante. Bakunin que influía y actuaba en la dirección de la Liga había sido el autor de la invitación hecha a la Internacional para que participara en ese segundo congreso de la Liga.
22 I I C O N G R E S O D E L A LIGA D E L A P A Z Y D E L A L I B E R T A D
Del 21 al 25 de setiembre de 1 8 6 8 tuvo lugar en Berna el II Congreso de La Liga de la Paz. El grupo de Bakunin tomó una parte muy activa en el congreso. Entre sus delegados, además del propio Bakunin, asistían Elíseo Reclus, José Fanelli, James Guillaume y otros. Garibaldi formó parte del congreso. Asistió también al mismo el político español Emilio Castelar, uno de los presidentes de la primera República española. Bakunin, que pertenecía a la dirección de la Liga, pretendía servirse de ésta como instrumento para su acción internacional. Por supuesto la Liga no aceptó la decisión del congreso de la Internacional invitándola a que se disolviera, pero tampoco aceptó una proposición de Bakunin que intentaba encuadrar la Liga en sus posiciones ideológicas. Su grupo defendió apasionadamente la propuesta que decía: «Reconociendo que la cuestión que se nos presenta de una manera más imperiosa es la igualdad económica y social de las clases y de los individuos, el congreso afirma que, fuera de esta igualdad, es decir, fuera de la justicia, la libertad y la paz no son realizables. En consecuencia, el congreso pone en el orden del día el estudio de los medios prácticos de resolver esta cuestión.» La proposición fue motivo de acaldadas discusiones, pero los bakuninistas no lograron su aprobación. En las comisiones habían prevalecido muchas de sus opiniones que no fueron aceptadas por el congreso, lo que llevó a Bakunin y a sus amigos a retirarse del mismo previa la siguiente declaración justificativa: «Considerando que la mayoría de los miembros del congreso de la Liga de la Paz y de la Libertad se han decidido, explícita y apasionadamente, contra la igualdad económica y social de las clases y de 114
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los individuos, y que todo programa y toda acción política que no tenga por objeto la realización de ese principio no pueden ser aceptados por demócratas socialistas, esto es, por los amigos lógicos y convencidos de la paz y la libertad, los abajo firmantes creen de su deber separarse de la Liga. sReclus, Bakunin, Rey, Heller, Fanelli, etc.» Los bakuninistas acababan de dar dos ejemplos de «su democracia socialista» ; el primero, desacatando las decisiones de los congresos de la Internacional; el segundo, produciendo la escisión en el congreso de la Liga cuando éste, por mayoría, rechaza una proposición de Bakunin. A partir de este momento es cuando Ginebra pasa a ser el centro conspirativo, de intriga y de perturbación, en el seno del movimiento obrero, en la lucha contra la Asociación Internacional de los Trabajadores, personalizándola en su fundador: Carlos Marx. D e l Congreso de la Paz, Bakunin pasa a la creación de la Alianza Internacional de la Democracia Socialista, de aparente carácter público, legal, y de otra organización secreta, la secta llamada Fraternidad Internacional.
23 C R E A C I Ó N D E L A A L I A N Z A D E L A D E M O C R A C I A SOCIALISTA Y SU RELACIÓN CON EL MOVIMIENTO O B R E R O ESPAÑOL
Terminado el II Congreso de la Liga de la Paz ( 2 5 de noviembre de 1 8 6 8 ) . retirados del mismo Bakunin, Reclus, Rey, Fanelli, Guillaume y otros —Bakunin era miembro de la dirección—, esa minoría de la escisión, que se titulaba «socialista», inició los trabajos para la inmediata constitución de otro organismo que se llamaría Alianza Internacional de la Democracia Socialista. El bakuninismo, que no había podido apoderarse de la Liga, necesitaba un caballo de Troya para penetrar en la Internacional con ese propósito. Con ese objetivo quedó constituida en Ginebra la nueva organización el 28 de octubre del mismo año, es decir, un mes después del final del congreso de la Internacional y del de la Liga. La Alianza, de acuerdo con los objetivos que perseguía, se desarrollaría en dos direcciones: una pública y otra secreta, independiente de la labor y la acción ultrasecreta de la secta Fraternidad Internacional —o Universal— que, como fracción y a base de grupos específicos, actuaría y controlaría la vida de la Alianza, pública y secreta, y llevaría su ingerencia al seno del movimiento obrero internacionalista. Los fundadores de la Alianza lanzaron un documento, el oficial y público, justificando su separación de la Liga y la constitución de un nuevo organismo. «La minoría socialista de la Liga de la Paz y de la Libertad se ha separado de la Liga después de un voto de la mayoría del congreso de Berna pronunciado formalmente en contra del principio fundamental de todas las asociaciones obreros, el de 'a igualdad económica y social de las clases y de los individuos, proclamado por los congresos de los trabajadores celebrados en Ginebra, Lausana y Bruselas... Diversos miembros de esta minoría pertenecientes a diferentes naciones nos han propuesto organizar una nueva Alianza Internacional de la Democracia Socialista fundida enteramente en la gran Asociación Internacional de los Trabajadores, pero dándose por misión especial estudiar las cuestiones políticas y filoHe?
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sóficas sobre la misma base de ese gran principio de igualdad universal y real de todos los seres humanos sobre la tierra.» Bakunin trataba de justificar su acción apoyándose en la Internacional y sus congresos (véase Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XIX. A. R. D., páginas 1 6 8 y siguientes). La pretendida justificación del grupo de Bakunin era totalmente antagónica con la Internacional. En las primeras reuniones quedó constituido un comité central y en cada país debería organizarse un organismo nacional. La Alianza se desarrollaría paralelamente a la Internacional, así entendían los bakuninistas el «fundirse enteramente en ella». Fue aprobado, igualmente, el programa que empezaba así: «La Alianza se declara atea; quiere la abolición de los cultos, la sustitución de la fe por la ciencia, y de la justicia divina por la justicia humana.» Todo un programa anarquista, negación total de los principios de la Internacional con la que querían «fundirse». Un ejemplo de consecuencia anarquista. Marx calificó en forma despiadada el programa, considerándolo como «una olla podrida de manoseados lugares comunes», «de una charlatanería vacua, rosario de oquedades...» Pero en esa «olla podrida» se cocieron todas las intrigas y maniobras contra la Internacional y sus hombres. El primer artículo del reglamento público de la Alianza, establecía: «1. La Alianza Internacional de la Democracia Socialista, constituyese en una rama de la Asociación Internacional de los Trabajadores; por lo tanto, acepta sus estatutos generales», y en el artículo 7: «La delegación de la "Alianza" al congreso anual de los trabajadores, como filial —rama— de la Asociación Internacional de los Trabajadores, tendrá sus sesiones -públicas en un local separado». Un original procedimiento de interpretar los más elementales principios de organización y disciplina. La Alianza por sí y ante sí acordaba ser una rama de la Internacional y, como tal, con motivo de sus congresos —los de la Internacional—, tener sus sesiones públicas en un local separado. 1
En diciembre de 1 8 6 8 , el comité central de la Alianza solicitó del Consejo General de la Internacional su ingreso en ella. El 22 de dicho 1. El subrayado es nuestro. Lo señalamos por la «originalidad» que representa. Sólo en «cabezas» anarquistas pudo caber tal concepción y una dosis tan grande de infantilismo como para creer que semejante procedimiento podría ser aceptado por la Internacional ni por cualquier asociación basada en los más elementales principios de disciplina y organización.
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mes le fue denegada la admisión, fundándose en que la Alianza perseguía los mismos fines que la Internacional; al mismo tiempo se la invitaba a que se disolviera y a que sus grupos y adherentes ingresaran en las secciones de la A.I.T. En el documento en que se rechazaba su ingreso, se declaraba: « 1 . Todos los artículos del reglamento de la Alianza Internacional de la Democracia Socialista estatuyendo las relaciones con la Asociación Internacional de los Trabajadores son declarados nulos y sin ningún efecto.» En el artículo 2 se añadía: «La Alianza Internacional de la Democracia Socialista no es admitida como filial de la Asociación Internacional de los Trabajadores.» Firmaban el documento V. Schaw, como secretario general, y G. Odger, como presidente (véase Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XIX. A. R. D . ) . La Alianza aceptó los argumentos y la decisión de la Internacional a cambio de que ésta reconociera como secciones suyas a los grupos que había fundado en España, Suiza, Italia y Francia. Esa aceptación fue puramente formal para encubrir la maniobra y los propósitos que perseguían los bakuninistas de apoderarse de la dirección de la Internacional. La fracción «aliancista» internacional no dejó de actuar en ningún momento, como se demostrará más adelante, allí donde había constituido sus organizaciones secretas. «A partir de febrero ( 1 8 6 9 ) —dice James Guillaume en su libro La Internationale— se habían constituido en Lóele, Chaux-de-Fonds, Val de Saint-Imier y Ginebra grupos secretos que reunían a los hombres más seguros...» Igual sucedió en España, con la salvedad de que los bakuninistas españoles fueron más lejos: constituyeron su «propia» alianza con su reglamento y sus estatutos calcados de los de la de Ginebra y fueron apéndices del centro secreto de Suiza. Bakunin prestó gran atención al movimiento obrero español de la época, realizando una intensa labor de proselitismo a través de una asidua correspondencia, el envío de emisarios personales y de toda clase de propaganda desde Ginebra, su centro de operaciones. En el mes de noviembre sale para España José Fanelli, el anarquista italiano, como delegado de la Alianza, aunque también se hizo pasar, sin ningún mandato para ello, como delegado de la Internacional. De ahí arranca el equívoco, intencionado, de hacer creer que la Alianza era una organización filial de la Internacional; que ambas organizaciones eran una misma cosa. Lo que por mucho tiempo y de buena fe creyeron nobles militantes, sobre todo del grupo de Madrid. La visita de Fanelli se había visto reforzada con las realizadas por Elias 1
1. Subrayado nuestro. El Consejo General de la A.I.T. en Londres no le había confiado ninguna misión.
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Reclus (y no Elíseo como, por error, aparece en el volumen Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XIX. A. R. D) y Arístides Rey. Fanelli dejó constituido el grupo de Madrid el 21 de diciembre de 1 8 6 8 y el de Barcelona quedó formalizado el 2 de mayo de 1 8 6 9 , aunque venía actuando desde mucho antes. Parece que Bakunin no estuvo totalmente satisfecho con la propaganda de sus emisarios. La de Fanelli, demasiado confusa y poco discreta, contribuyó a descubrir sus planes secretos en relación con la Internacional; la de Reclus fue demasiado «republicana» y sin contenido «aliancista». En el documento de aparente disolución de la Fraternidad, Bakunin escribía: «...Algunos de los nuestros han ido a España y en lugar de procurar agrupar a los elementos socialistas, que tenemos las pruebas materiales de que ya son bastante numerosos y desarrollados, lo mismo en las capitales que en los pueblos, han hecho mucho radicalismo y socialismo burgués. Estos hermanos, olvidando el propósito que perseguían o que estaban obligados a seguir, han abrazado la causa de ese pobre republicanismo burgués que se agita con impotencia y ruido en España....» El que dio esa tónica de «republicanismo» con una mayor exaltación fue Reclus. En un acto celebrado en Sabadell, a petición de Rubaudonadeu, Reclus hizo una intervención en la que, entre otras cosas, declaró: «Catalanes : no he venido aquí como orador, sino como ciudadano tanto de la República Francesa como de la República Universal. E invocando este título me hallo en una reunión de fraternidad política en la que todos somos habitantes de la inmensa ciudad del Derecho, todos conciudadanos en la justicia, en la libertad y en el progreso.» Más adelante en su perorata, añadió: «Catalanes: nos debemos íntegramente a la libertad y a la justicia. Procurad que la República Federal se establezca en España y habréis contribuido al mismo tiempo a la prosperidad de vuestro país y al progreso del mundo entero. ¡Vivan los republicanos españoles!...» (Elíseo Reclus. Correspondencia 1850-1905. Ediciones Imán, Buenos Aires, pág. 3 2 ) . La asamblea, para remate, pidió al «republicano francés Elias Reclus y al español Fernando Garrido que se abrazaran para así testimoniar la unión sincera, cordial de Francia y España». No es de extrañar que este abrazo no fuese del agrado del violento Bakunin. Elias que no tenía «el diablo dentro», terminó apartándose de los «hermanos» anarquistas, como Fanelli quien, de rabioso combatiente de toda acción política, terminó en el Parlamento italiano. Con motivo de la revolución de setiembre, la «Gloriosa», Bakunin
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también había participado en la elaboración de un mensaje de saludo, pero éste estaba inspirado en tono y lenguaje propios: « . . . Hermanos de España: Venid, ingresad en masa en nuestra organización. No os dejéis engañar por los eternos explotadores de todas las revoluciones, ni por los generales ni por los demócratas burgueses. Recordad, sobre todo, que el pueblo jamás obtiene reformas como no sea que las arranque; que jamás, en ningún país, las clases dominantes han hecho concesiones voluntarias. Obreros: golpead el hierro mientras está caliente y que de vuestra revolución venga la señal del comienzo de la liberación de todos los oprimidos del mundo...» Como hemos visto, después de la escisión de la Liga, España fue visitada por varios emisarios de Bakunin, de los que unos fueron conocidos; otros, no. Por el contrario, en todo ese período, es decir, durante los primeros cuatro años de existencia de la Internacional, no apareció por nuestro país ningún delegado suyo y su propaganda hacia España es casi nula. El anarquismo ha tenido el camino expedito para su labor proselitista y para secundar las maniobras de Bakunin contra la Internacional, bien que las encubriera con una falsa adhesión a la misma. Las secciones de la Alianza, confundidas como si fueran de la Internacional o a la inversa, estaban en relación directa con Ginebra y los grupos específicos de la Fraternidad Internacional —una misma cosa—, pero no con el Consejo General de Londres, único órgano responsable de la Internacional. Usurpando el nombre de la Internacional, la Alianza contaba varios órganos de propaganda de sus ideas y de sus programas: En España, La Federación (Barcelona), en Suiza, Egalité y .Le Progrès, independientemente de algunos otros que desempeñaron un papel menos importante. Estas publicaciones llegaban al núcleo de Barcelona y servían de orientación a los bakuninistas españoles, además de una normal correspondencia con Ginebra a la que se le daba carácter oficial. Para los «internacionalistas» españoles («aliancistas») la Asociación Internacional de los Trabajadores no radicaba en Londres, sino en Ginebra, James Guillaume, principal animador del centro suizo, solía decir «que contaba con los amigos españoles». En efecto, Barcelona fue un sólido baluarte del bakuninismo. Volviendo a Anselmo Lorenzo y a su obra El Proletariado Militante, considerado como el catecismo de los anarquistas españoles en lo que se refiere al movimiento obrero del siglo pasado, la línea del equívoco y el confusionismo aparece constantemente en sus relatos bien que, en su caso personal, tenga que aceptarse la buena fe del autor, él mismo envuelto
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en la confusión ideológica. «Si no hubiesen estado en Barcelona —escribe Lorenzo en su obra, págs. 3 2 - 3 3 — Viñas, Soriano, Meneses y Terán, andaluces y privilegiados; si Rafael Farga no hubiera ido al Congreso de Basilea, donde recibió la sugestión directa de Bakunin, además de inspirarse en la grandeza de las ideas de los fundadores cooperadores de la Internacional; si no hubiera estado presente Gaspar Santiñón, que con sus grandes y enciclopédicos conocimientos y su constancia supliera las deficiencias, reemplazara a los perezosos y por su aspecto venerable fuera como la personificación de la idea; si, en fin, no se hubiesen agrupado los inteligentes, los activos, los buenos de la sección de la «Alianza» de la democracia socialista, y hubiera debido esperarse que las corporaciones obreras por sí mismas, por evolución efectuada por sus propios medios hubieran entrado en la Internacional, los obreros catalanes no hubieran sido jamás internacionales...» (subrayados nuestros). No. Justamente por las razones que expone Lorenzo, a las que puede añadirse las visitas de Fanelli y demás emisarios de Bakunin, los obreros catalanes no fueron nunca internacionalistas. Se utilizó el nombre de la Internacional y en los emblemas de las sociedades aparecía su sigla (A.I.T.) generalmente adornada con un signo masónico, pero eso no era la Internacional, sino la Alianza y la inspiración de su espíritu de secta. Las decisiones de sus congresos, sus estatutos, los enfoques sociales que su prensa y literatura daban a las cuestiones no correspondían al pensamiento, a la doctrina, a los estatutos y la línea de la Internacional; en general, eran conceptos antagónicos, no obstante que en algunos de sus congresos hubiesen prevalecido resoluciones con tendencias proudhonianas, pero en ningún caso una afirmación categórica de fe anarquista, de ateísmo, de negación de la necesidad de una acción política, ni la negación de que la clase obrera debe contar con su propio partido de clase; ni la discriminación de los trabajadores del pensamiento y los manuales... El equívoco y el confundir ideológicamente a la Alianza y la Internacional entrañó una contradicción fundamental en la interpretación de los problemas sociales de la sociedad, de los procedimientos y la táctica diametralmente opuestos para el desarrollo de la lucha emancipadora de la clase obrera y sus objetivos a perseguir en su devenir social hacia la sociedad sin clases, hacia el socialismo. El anarquismo marchó frente a la historia y fue la retranca del movimiento obrero, aun considerando el contexto histórico de la época. Si Lenin consideró en la segunda década del siglo xx el extremismo «como enfermedad infantil del comunismo», el anarquismo en el siglo X I X y parte del XX fue la enfermedad mental que perturbó el movimiento obrero. El anarquismo no ha dado una mente equilibrada, con una visión his-
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tórica y una perspectiva consecuente con el desarrollo materialista de la historia, como las ha dado el socialismo. Entre la Alianza y la Internacional no había nada de común. El haber confundido a las dos organizaciones, en unos casos de buena fe, en otros de mala fe, aparece hoy, a la distancia histórica de un siglo, como un fraude histórico que ha pagado muy caro el movimiento obrero internacional, pero muy especialmente el español. Con el nombre de la Internacional, los bakuninistas ocultaron la realidad de la existencia de la acción de la Alianza y las actividades de sus núcleos secretos. La Internacional, realmente no existió en España más que a partir de la Comuna de París, con la llegada a Madrid de Pablo Lafargue que destruye el equívoco, y es cuando se da por constituida, aunque determinada por otra razón, La Nueva Federación, con un grupo de militantes madrileños separados —que se separaron— del núcleo «aliancista-internacionalista» y algunos elementos aislados de provincias. Fue ese grupo el que mantuvo relación directa con el Consejo de Londres, actuando bajo sus normas y disciplina. Y fue en el Congreso de Zaragoza de 1872 donde se intentó, como en el de 1 8 7 0 , centrar a la organización española en el cuadro de la Primera Internacional sin lograrlo. Pero de esto nos ocuparemos en los capítulos siguientes. Los núcleos «aliancistas» ejercieron la dictadura en todos los congresos y condicionaron su desarrollo a través de la acción y de las maniobras de su organización secreta. El Proletariado Militante de Anselmo Lorenzo es la prueba irrefutable de ese monumento de confusionismo que el anarquismo español sembró en los albores de nuestro movimiento obrero, con ingredientes de pasión, violencia y sectarismo como no se encuentran en ningún otro movimiento obrero. En este capítulo nos hemos limitado a enjuiciar, al hacer el análisis de los años 68 y 6 9 , los hechos sucedidos en torno a la revolución setembrina, partiendo de los tres primeros congresos de la Internacional y de los dos de la Liga de la Paz, cuando se produce la escisión y la creación de la Alianza y sus ramas secretas. A partir de 1 8 7 0 empieza la etapa más activa y virulenta del «aliancismo», eso sí, encubierta con el nombre de la InternacionaL Frente a esta situación debemos decir que la represión de los poderes públicos, ha sido feroz, sanguinaria. Las víctimas del terror de esa dura etapa se cuentan por centenares. Su sacrificio en holocausto a la «Revolución Social», en la que creían apasionadamente, les hace acreedores al título de héroes de la libertad. «La obra desorganizadora de la Alianza —dice Lorenzo— fue mucho más rápida que la organizadora...» Las razones y fundamentos de esa afirmación tan rotunda y categórica del patriarca del anarquismo español irán poniéndose de relieve en los capítulos que siguen.
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La creación de la Alianza, las actividades de Bakunin y de su grupo de Ginebra, en ningún país han tenido tantas consecuencias negativas y sin exagerar podríamos decir que en muchos casos dramáticas, como para el movimiento obrero español. No sólo fue una perturbación constante de los cuatro últimos decenios del siglo x i x , dando continuidad y confundiéndose con las del proudhonismo, sino que sus consecuencias se arrastraron hasta los cuatro primeros decenios del siglo X X , abarcando, como etapa final, nuestra guerra de 1 9 3 6 - 1 9 3 9 con experiencias y ejemplos de aplicaciones «aliancistas» con etiqueta de «comunismo libertario» y la sigla de la A L T . Lo difícil es vaticinar en qué grado se mostrará ese fenómeno histórico el día que España viva una situación de libertad sindical y política en un cuadro de instituciones auténticamente democráticas. Pudiera ocurrir que el tiempo, que lo entierra todo, no enterrara todavía y para siempre las experiencias negativas, de toda naturaleza, que registta nuestro movimiento obrero de clase en el pasado, y entre las cuales la falta de un pensamiento coherente y la falta de unidad han sido y pudieran ser en el futuro las causas determinantes de nuevas derrotas y de que resultaran estériles los más grandes sacrificios del proletariado español y de la democracia progresista de nuestro pueblo. En 1 8 7 3 , un editor de Londres, A. Dardon, dio a conocer los documentos secretos de la Alianza en un folleto titulado: L'Alliance de la Démocratie Socialiste et l'Association Internationale des Travailleurs. En esos documentos quedaron al descubierto los planes de Bakunin y su grupo a partir del III Congreso de la Internacional y del II de la Liga de la Paz. ' 1
1.
Véase Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XIX. A.R.D.
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Los estatutos secretos —normas y procedimientos de un nuevo tipo de masonería— establecían como puntos previos tres categorías: 1) Hermanos internacionales; 2) Hermanos nacionales; 3) Organización secreta y semipública de la Alianza. Después establecía los deberes y obligaciones de cada uno de los miembros afeaos a esas categorías. En el Reglamento de los Hermanos internacionales, en su artículo 1, se establece: «Los Hermanos internacionales no tienen otra patria que la Revolución Universal, ni país extranjero ni otro enemigo que la Reacción», y en el 2 se dice: «Rechazan toda política de transacción y de concesiones y consideran como reaccionario todo movimiento político que no tenga como propósito inmediato y directo el triunfo de sus principios.» Lo más expresivo de esos estatutos y reglamentos secretos está en el apartado 5, dedicado a los «Hermanos internacionales» y en el 18 relativo a los «Hermanos nacionales». Se dice en el primero: « N o podrá ser Hermano internacional aquel que no haya aceptado francamente todo el programa, sus consecuencias teóricas y prácticas y que a la inteligencia, la energía, la honestidad y la discreción no una, además, la PASIÓN R E V O L U C I O N A R I A -no tenga el diablo en el cuerpo — . No imponemos ni deber ni sacrificio, mas el que acepte esta pasión hará muchas cosas sin imaginarse que hace sacrificios.» Los «Hermanos internacionales» deberían, pues, «tener el diablo en el cuerpo». En el segundo caso, para los «Hermanos nacionales», el artículo 18 estatuía: «Las oficinas deberán ser muy activas, recordando que los principios, los programas y los reglamentos no valen gran cosa ni las personas que deben ponerlos en ejecución si no tienen el diablo en el cuerpo.» Nada tiene de extraño que los «aliancistas españoles auténticos» hayan hecho toda clase de diabluras y que, en algunos casos, se hayan visto reforzados con una mentalidad demencia! y delirante. ¿ N o son un ejemplo de esa concepción filosófica los sucesos de Alcoy, entre otros de igual naturaleza?... x
La organización básica que se dio la Alianza era similar a la de la Internacional: Consejo General, Consejo Central, Consejo Nacional. Así puede concretarse que en 1 8 6 8 quedó establecida en Ginebra una organización «pública y secreta» bajo la dirección de Bakunin: que la «pública» no fue admitida en la Internacional, aceptando ser disuelta, cosa que no realizó; que en Ginebra siguió funcionando secretamente tanto la Alianza como sus ramas secretas; que los grupos españoles estaban en relaciones directas con Ginebra y no con el Consejo General de la Internacional, con sede en Londres; que Bakunin envió a varios delegados a España donde quedaron constituidos los grupos públicos y secretos de la Alianza, 1.
Subrayado nuestro.
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así como los ultrasecretos de la hermandad; que los periódicos que seguían la línea de Bakunin alimentaban ideológicamente a los «aliancistas españoles» ; que se mantuvo el equívoco de hacer creer que la Alianza era una filial de la Internacional; que eran una misma cosa; que se cultivó una correspondencia intensa entre Ginebra y los «aliancistas». Por el contrario, la Internacional no registra ninguna gestión, ninguna intervención directa, no envió a ningún delegado, no mantuvo correspondencia con el movimiento obrero español, bien que Pablo Lafargue, que hablaba perfectamente el español por haber nacido y vivido varios años en Santiago de Cuba, fuese el secretario corresponsal para España y que en el I I I Congreso de la Internacional estuviera presente un delegado español, Sarro Magallán en representación de la Legión Ibérica y relacionado con las organizaciones obreras de Barcelona. En la visita a España de José Fanelli, delegado por Bakunin, sus primeras entrevistas fueron con Rafael Farga Pellicer («Juan Justo Pastor de P e l l i c o » ) ; José Luis Pellicer, que le dio hospitalidad; Antonio Marsal («Sarro M a g a l l á n » ) ; Ramón Cartañá, Antonio Gusart, Fernando Garrido y otros. Esos mismos elementos también habían mantenido relaciones con los primeros enviados; Elias Reclus y Arístides Rey. En una carta de Eliseo Reclus a su hermano Elias hace alusión a un tal Beppo, internacionalista italiano que le acompañó por España en su viaje de 1 8 6 8 - 1 8 6 9 - El título de «internacionalista» hay que interpretarlo, en este caso, como sinónimo de «aliancista». Este nombre no aparece en los relatos conocidos, mas el hecho de que acompañara a Reclus le da su importancia. (Véase Eliseo Reclus. Correspondencia. De 1850 a 1905. Ediciones Imán. Buenos Aires.) Fanelli, como es sabido, visitó Barcelona y algunos lugares de Cataluña, así como Madrid; los otros delegados recorrieron Cataluña y realizaron visitas de propaganda por Andalucía y Levante, justamente los lugares en que el terreno estaba más abonado para que prosperara la semilla que iban sembrando, que no era otra que la de la Alianza, con toda su secuela de instrucciones secretas.
25 LA R E V O L U C I Ó N DE 1 8 6 8 Y SUS I N C I D E N C I A S EN EL MOVIMIENTO OBRERO
La revolución del 29 de setiembre de 1 8 6 8 (abdicación de Isabel I I ) , llamada «la Gloriosa», abrió un período de euforia, de ilusiones que invadieron y enfervorizaron a las masas populares. Esos estados de ánimo colectivos, de un entusiasmo desbordante, han sido repetidos en nuestra historia y todos tuvieron tristes desenlaces. Parece como si esas grandes marejadas fuesen un escape, el desahogo de un período de contención social y de privación de libertades, para volver a caer, al bajar la marea, en una nueva etapa de reacción, evidenciándose con ese fenómeno histórico que los equipos políticos que encarnaban la lucha por la libertad y la democracia fueran incapaces de capitalizar, de canalizar las victorias logradas por el puebla las que, como consecuencia de esa incapacidad de dirección política, terminaron transformándose en derrotas. Los bakuninistas también fueron influenciados por esa euforia, por lo que Bakunin se apresuró al envío de emisarios a España. Entró la Alianza en nuestro país de la mano de José Fanelli y demás agentes con sus maletas plenas de propaganda «aliancista» y en el fondo de ellas, para disimulo de su labor de proselitismo anarquista y de confusión, los estatutos de la Internacional. Son los primeros trabajos directos de la Alianza en España, con una representación indirecta de la Internacional, haciendo ver que ambas organizaciones eran una misma cosa. Anselmo Lorenzo, el patriarca del anarquismo español, en su interpretación noble e idealista, candorosa —no «tenía el diablo en el cuerpo»—, con temperamento de apóstol, entre utópico y proudhoniano con mayor cantidad de pacifismo que de violencia revolucionaria —según Morato, si hubiese continuado en Madrid, habría sido socialista—, ha sido uno de los principales aliancistas y uno de los primeros internacionalistas de la primera etapa. Su obra El Proletariado Militante recoge, en forma anecdótica, bajo impresiones personales vividas por él, los acontecimientos 126
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registrados en España en torno a la Alianza y a la Internacional, las incidencias e intrigas de todo ese proceso. Lo hace con la buena fe que caracterizó su existencia. A esa obra nos remitiremos con frecuencia. «Un domingo (diciembre de 1 8 6 8 ) —escribe Anselmo Lorenzo— estaba en el café La Luna con mi amigo Manuel Cano, cuando llega Tomás González Morago —que no sólo tenía un diablo en el cuerpo, sino una docena (nota del autor)— y después del saludo, intriga a los dos amigos con esta declaración: "Deseo haceros partícipes de una gran satisfacción a la vez que cuento con vosotros para llevar a cabo un gran pensamiento. ¿Tenéis noticia de la existencia de la Internacional?", preguntó. Cano dijo que n o ; yo sí había leído algo y tenía vaga noticia de esa asociación...» (Cuatro años después de constituida. — Nota del autor.) «Pues se trata —continuó Morago— de organizar a los trabajadores del mundo civilizado para destruir la explotación capitalista a que se halla sometido el trabajo. Grandes agrupaciones obreras existen ya en Inglaterra, Alemania, Suiza y Bélgica. En Francia es difícil la organización por ahora a causa de la tiranía del imperio, pero España, que goza de la feliz oportunidad de hallarse en el período de una revolución triunfante, está en excelentes condiciones para cooperar a ese gran movimiento...» (Anselmo Lorenzo, op. cit., pág. 18.) Así fue como tuvo confirmación de la existencia de la Internacional, a los cuatro años de su fundación, el más significado internacionalista de España. «Precisamente Cano y yo —dice Lorenzo en su obra— por la lectura de algunas obras de Proudhon, por el extracto de las obras de Fourier y por la campaña socialista de Pi y Margal! en La Discusión, nos hallábamos perfectamente preparados para la gran empresa que se trataba de acometer...» 1
Después de unas cuantas consideraciones de una y otra parte, Morago les concreta que «se trataba de asistir a una reunión en que, en unión de otros amigos, serían presentados a Fanelli, diputado italiano y delegado de la Alianza de la Democracia Socialista, que tiene por misión dejar constituido un núcleo organizador de la sección española de la Asociación Internacional de los Trabajadores» (op. cit., pág. 19)- Y ahí está el punto de partida, de la confusión y del equívoco con que inicia sus trabajos el núcleo de Madrid, lo que no sucedía en Barcelona, donde estaban sobradamente informados y advertidos de la Alianza y sus ramas secretas. Carece de toda lógica, pero no de intención, que Fanelli, delegado de la Alianza, emisario de Bakunin, pudiera crear el núcleo organizador de la sec1. Pi y Margall mantenía unas posiciones llamadas «socialistas»; telar, «individualistas». 9
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ción de la Internacional en Madrid, cuando de hecho estaba constituido en Barcelona. La reunión a que aludía Morago tuvo lugar, en el domicilio de Rubaudonadeu, el 21 de diciembre de 1 8 6 8 . El delegado de la Alianza habló en francés e italiano «que sólo comprendimos un poco por analogía, quien más quien menos, no sólo nos identificábamos con sus pensamientos, sino que merced a su mímica expresiva llegamos todos a sentirnos poseídos del mayor entusiasmo...» Fanelli entregó a los reunidos —según relata A. Lorenzo— los estatutos de la Internacional, programas y estatutos de la Alianza, reglamentos de algunas sociedades obreras suizas y números de Kolokol con artículos y discursos de Bakunin. Se hizo una fotografía de los reunidos que es conocida como el «núcleo fundador» y que aparece en otro lugar de este volumen. 1
El grupo de Madrid, salvo Morago, se caracterizó por ser menos sectario, todo lo contrario del de Barcelona que puede considerarse como la vanguardia, como el núcleo activo y sectario dirigente de la Alianza y manejador del equívoco entre ésta y la Internacional a través de los núcleos secretos. Ese papel corresponde al grupo catalán y a sus elementos delegados en otros lugares de España. El grupo de Barcelona apoyaba su acción en un movimiento obrero organizado en sociedades y centros obreros con historia y tradiciones de lucha. Contaba con medios económicos que le permitían desarrollar sus planes de trabajo. En el núcleo de Madrid no tardó en producirse el primer conflicto en relación con las sectas. Algunos elementos pidieron que los miembros del núcleo ingresaran en una organización carbonaria; cabe suponer que se trataba de la rama secreta de la Alianza, la Fraternidad Internacional. Más tarde, otros intentaron que se ingresara en la masonería. Esto creó las primeras dificultades y algunos miembros se separaron del grupo, entre ellos E. Borrel. Morago entró en conflicto con Lorenzo y Mora. El grupo no estuvo de acuerdo con que en el seno de la Internacional actuara una organización secreta. Lorenzo fue de los que apoyaron esa actitud; pero, según él mismo confiesa, de lo que no fue convencido en Madrid lo fue en Barcelona, ingresando en la masonería donde adquirió altos grados, además de formar parte de la Alianza, estimando «que no había antagonismo entre la masonería y la Internacional». Esa confesión de Lorenzo confirma cuanto se viene afirmando: la Alianza y las sectas han sido los elementos dominantes, y la Internacional, su política, sus normas nunca fueron ni aplicadas ni tenidas en cuenta. Se jugó simplemente con su nombre. 1.
La Campana.
26 CONSTITUCIÓN DEL GRUPO DE M A D R I D DE LA ALIANZA
Constituido, después de la presencia de Fanelli, el núcleo de Madrid, considerado como «internacionalista», pero que en el fondo no era más que un núcleo aliancista. éste se integró en comisiones organizadoras provisionales. Comisión administrativa: Bernardo Pérez, Fabricio Jiménez, Ángel Mora, Francisco Oliva, Eligió Puga, Luis Castillón y Miguel Jiménez. Comisión de correspondencia: Felipe Martín, Enrique Borrel, José María Fernández, Francisco Miñaca, Juan Capena, Claro Díaz y Diego Basavilbaso. Comisión de propaganda: Vicente López, Hipólito Pauly, Máximo Ambau, Juan Alcasar, Anselmo Lorenzo, Francisco Mora y Tomás González Morago. Todo el grupo que se había reunido con Fanelli a excepción de Morago que, habiendo sido el encargado de la convocatoria, a la hora de la reunión se quedó dormido, según nos cuenta Anselmo Lorenzo en El Proletariado Militante. Al año de la constitución del grupo, sus integrantes lanzaron un manifiesto de la sección de Madrid «A los Trabajadores de España», dentro de la más fiel ortodoxia aliancista. Con ese confusionismo iniciaron su labor —de la mejor buena fe muchos de ellos— los «internacionalistas madrileños». En enero de 1 8 7 0 apareció el periódico del grupo, titulado La Solidaridad, «órgano de la sección española de la Asociación Internacional de los Trabajadores». El núcleo de Barcelona se había adelantado al publicar su periódico La Federación (1.° de agosto de 1 8 6 9 ) , que inició su vida como republicano para terminar siendo «aliancista-internacionalista», como señalamos en capítulos anteriores, arrepentido por las «traiciones de los políticos y republicanos,..», considerándose órgano de la Federación de la A.I.T. Ni uno ni otro correspondían a los postulados de la Primera Internacional, sino a los de la Alianza, y la Internacional ya llevaba seis años de existencia. 129
27 EL H CONGRESO O B R E R O DE BARCELONA (1868) El período 1 8 6 8 - 1 8 6 9 fue de una gran intensidad y confusionismo político que no intentaremos analizar. La revolución de setiembre, con el destronamiento de Isabel II y la apertura de un período constituyente, creó un ambiente político raro y contradictorio en el que las sociedades obreras y sus dirigentes se vieron inmersos en un ambiente de euforia, dejándose arrastrar por toda clase de ilusiones y por la demagogia de la pequeña burguesía, de sus líderes con toda dase de etiquetas: republicanos, federales, progresistas, demócratas, constitucionalistas, etc. Los emisarios de Bakunin, con su bagage «anarcoaliancista» y su falsa posición respecto a la Internacional, no contribuyeron ciertamente a esclarecer la situación ni a interpretar los acontecimientos para estimular una línea de conducta coherente que pudiera orientar a la clase obrera. Todo lo contrario, como hemos podido constatar en otros momentos; lo que hicieron fue alimentar las ilusiones y la confusión en un momento político tan interesante como el que vivía España con la caída de Isabel II, suceso internacional de primer orden en aquella fecha. Desde Ginebra, los «aliancistas» veían la situación a través de sus puntos de vista bakuninistas; desde Barcelona, por el contrario, con una óptica política a lo Elias Reclus, la veían a lo republicano envuelto en papel de secta, creyendo interpretar, tal vez, las ideas y las concepciones ácratas, las orientaciones del «caro» hermano Fanelli. Pero no fue así; los que en principio ya eran «aliancistas», actuaron abiertamente en el campo de la política siguiendo a los líderes de los partidos políticos de la burguesía, impregnados de su engañosa verborrea. Más tarde, llevados del desengaño que ellos mismos se habían fabricado, corrigieron su actitud para entrar de lleno en el campo del apoliticismo rabioso, dando satisfacción a su mentor intelectual, Miguel Bakunin. Esa basculación, esas contradicciones e incoherencias revelaban una falta de consistencia política, una debilidad ideológica, que unida en ciertos casos al oportunismo ha sido tra130
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dicional en el anarquismo español en sus actitudes oscilantes
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política y el apoüticismo y que significaron la más valiosa ayuda a las victorias políticas de la reacción, de las que el último ejemplo fueron las elecciones de 19 de noviembre de 1 9 3 3 , antesala de la pérdida de la segunda República. Los más furibundos políticos —del campo obrero— en torno a la «Gloriosa» serían más tarde los más intransigentes y sectarios apolíticos. Esa conducta, ciega y sistemática, fue una consecuencia histórica que no puede olvidarse; ese apoliticismo sin análisis político, ni de circunstancias ni de realidades, fue uno de los elementos más negativos en períodos y coyunturas revolucionarias como las que, entre otras, ofrecieron la primera y la segunda República. Un mes después de la revolución, en octubre de 1 8 6 8 , las sociedades obreras barcelonesas se dan una organización federal llamada Dirección Central de las Sociedades Obreras de Barcelona que el 6 de diciembre del mismo año lanza un llamamiento «A los Obreros de Cataluña» invitándoles a un congreso obrero catalán.
1
«Hermanos —decía el llamamiento—:
en todos los países donde las
1. El congreso, patrocinado por la Dirección Central de Sociedades Obreras de Barcelona, que aparece como una dirección colegiada, de coordinación, del Centro de Sociedades Obreras de Barcelona, tuvo sus sesiones el 12 y 13 de diciembre de 1 8 6 8 en el local del Prado. El profesor José Termes, en su magnífico e interesante trabajo Anarquismo y Sindicalismo en España (1864-1881), nos habla del Centro Federal de Sociedades Obreras de Barcelona * y de la Dirección Central de Sociedades Obreras de Barcelona como iniciadores del congreso, mientras Maximiano García Venero, en su obra Historia de los Movimientos Sindicalistas Españoles (1840-1933), hace la versión de un congreso en igual fecha. «La Federación de Tres Clases de Vapor —dice en su obra citada, pág. 1 6 6 — congregó a todos los obreros que intervenían en la manufactura del algodón. Los 195 sindicatos que reunían a 25 0 0 0 afiliados, se reunieron en el Centro Federal de Sociedades Obreras. El primer congreso obrero lo celebraron esos sindicatos el 13 de diciembre en el Prado de Barcelona y de él salió la designación del tejedor Pablo Alsina, para que fuera candidato con el apoyo de los demócratas y los federales en las elecciones a diputados. Alsina obtuvo el a c t a . . . » ¿Se trata de dos congresos? No. Sin duda se trata del mismo congreso. El profesor Termes utiliza con mucha frecuencia, como fuente de información, el periódico La Alianza de los Pueblos que, a falta de elementos originales, es una base solvente de documentación. Insistimos en creer que se trata de un solo congreso en el que también estaba posiblemente involucrada la organización Tres Clases de Vapor. * En 1 8 6 8 se había dado por constituido el Centro Federal de Sociedades Obreras que estuvo bajo el control de Rafael Farga Pellicer. En ese mismo año, los obreros textiles se agruparon en la organización o Federación de Tres Ciases de Vapor.
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instituciones dan bastante garantía para ello, la clase obrera se reúne, celebra congresos, no sólo locales, sino internacionales..,» Firmaba el documento un numeroso grupo de dirigentes obreros, entre ellos los más significativos como Rafael Farga Pellicer, Juan Nuet, Antonio Marsal (Sarro Magallán), Juan Fargas, Salvador Pagés, todos ellos representantes de organizaciones de Barcelona, Mataró, Sabadejl, Tarragona, Igualada, Manlleu y otras localidades. Como puede apreciarse, este congreso se convocaba al poco tiempo de haberse celebrado las reuniones con los emisarios de La Alianza, es decir, de Bakunin. ¿Podría considerarse como una especulación la afirmación o la idea de que esas reuniones tuvieron una relación con la organización del c o n g r e s o ? ^ . B i e n que el enfoque de los problemas y sus decisiones no hayan estado completamente en la línea de La Alianza, es lógico suponer la existencia de semejante relación. Las reuniones fueron manejadas por «hermanos aliancistas», aunque demostraran no estar suficientemente «iniciados» en su misión. El congreso recibió mensajes del grupo suizo y alemán de puro estilo anarquista, a los que los catalanes contestaron con evasivas y disculpas. Bakunin, por supuesto, reprochó ese trabajo que estaba totalmente fuera de «su línea». 1
Después del congreso de 1 8 6 5 , patrocinado por el semanario El Obrero, no se había intentado otro hasta el que venimos comentando y que tuvo lugar tres meses después del III de la Internacional, celebrado en Bruselas, y del II de la Liga de la Paz, en Berna. En este último fue donde surgió la escisión, al retirarse Bakunin y sus amigos para crear la Alianza Internacional de la Democracia Socialista y sus ramas secretas. Es justamente a partir de esas fechas cuando Bakunin, como se recordará, envía a España a sus emisarios, José Fanelli, Elias Reclus, Arístides R e y y otros. La organización del segundo congreso de Barcelona contaba con todos esos antecedentes y con un clima favorable por el triunfo de la «Gloriosa». Asistieron al congreso unas sesenta sociedades, orientándose fundamentalmente en la defensa de un gobierno republicano democrático y federal. El congreso propugnó el «orden» y se ponía a disposición de la burguesía radical, bien que los principales elementos obreristas en ese momento ya tenían establecidas relaciones con la Alianza y estaban al corriente de sus propósitos y objetivos. Tomaron parte en el congreso elementos tan significativos como Rafael Farga Pellicer, Juan Farga, Antonio Colomer, Antonio Marsal. el delegado de la Legión Ibérica al III Congreso de la Internacional y otros dirigentes de sociedades obreras. Con los más importantes de ellos se habían reunido los delegados de Bakunin antes del congreso. Es obvio que en ese congreso estaba la mano de los bakuninistas, 1.
Véase J. Termes, op. cit., pág. 3 1 .
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aunque sus delegados no interpretaran correctamente el pensamiento de su inspirador ideológico. En el documento dirigido «A los Obreros de Cataluña» se anticipaba la idea de publicar un periódico, lo que tuvo realidad en agosto de 1 8 6 9 al aparecer La Federación que llegó a considerarse órgano de la A.I.T. El Manifiesto se definía por la acción política en forma categórica, siguiendo más bien el pensamiento de Reclus que el de Bakunin. El congreso fue un buen revoltijo de ideas con predominio de las republicanas y federalistas de Pi y Margall, cosa corriente en aquella época. El delegado R o c a Gales declaró que «por la República Federal obtendremos la descentralización, que en vano la esperaremos de los que quieren la república unitaria, que tanto favorece a los cortesanos que viven a costa de las demás provincias». Rafael Farga Pellicer, el elemento más significativo del grupo, explicó «que los tres partidos políticos que existen —absolutista, constitucional y demócrata— representan a las tres clases en que actualmente está dividida la sociedad: la nobleza, la clase media y la clase obrera; ésta, si no quiere suicidarse, debe votar y defender la república. La clase obrera, no obstante ser más ignorante, resolverá el problema de la libertad, igualdad y fraternidad de los pueblos; por otra parte, el sistema societario cooperativo es el único que emancipará al pueblo de la tiranía de los déspotas». 1
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Fue unánime el reconocimiento de que el Partido Demócrata era la representación de la clase obrera que resolvería la trilogía de la libertad, la igualdad y la fraternidad, declarando al mismo tiempo que el sistema cooperador era el único que emanciparía al pueblo, y que la república sería la gran salvación. Toda la confianza estaba puesta en la burguesía. El lema de la Internacional «de que la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos» no se insinúa por ninguna parte. Una organización de Ginebra, en nombre de la A.I.T., envió un documento el 26 de diciembre dirigido «A los Obreros Españoles» que, por sus formulaciones totalmente «aliancistas», por sus concepciones sociales, por su apoliticismo, su posición respecto al Estado y a la herencia era toda una pieza bakuninista que no concordaba con las posiciones adoptadas por el congreso y que en verdad habían rebasado todas las fronteras del más vulgar oportunismo. El grupo alemán hizo otro tanto. En estas pri1. «La Federación declara que la República Democrática Federal es la forma de gobierno que más conviene a los intereses de las clases trabajadoras; forma política necesaria para obtener su emancipación.» Más tarde, La Federación, llamándose de la A.I.T., se transformó en furibundo semanario ácrata apolítico. 2. J. Termes, op. cit., pág. 3 2 , citando como fuente La Alianza de los Pueblos,, del 14 y 15 de diciembre de 1 8 6 8 .
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meras contradicciones se ponía de relieve que los emisarios de Bakunin habían hecho un trabajo precipitado, como precipitada había sido la organización del congreso. Tal parece que las instrucciones no habían sido bien comprendidas, por lo cual no pudieron ser aplicadas de acuerdo con el programa de la Alianza. Lo demuestra el hecho de los reproches de Bakunin y el que los elementos más representativos del congreso de inmediato actuaron en la línea del sectarismo y de la intransigencia del «aliancismo» y de las ramas secretas de los «que llevaban el diablo dentro...» La Dirección Central de las Sociedades Obreras de Barcelona, contestó con fecha 3 de febrero, a los mensajes que había recibido de grupos «aliancistas», pero que utilizaban el nombre de la Internacional, con un documento «A los Obreros de todos los Países», en el que reivindicaba su republicanismo con frases elocuentes — l o que más abundaba—, y afirmaba que España «se levantaba majestuosa y pura con la revolución de setiembre...» Del congreso salió la candidatura de Pablo Alsina, el «primer diputado obrero» del que Anselmo Lorenzo hace un lamentable retrato en su obra El Proletariado Militante. Para congraciarse con el gobierno y las autoridades, el congreso sometió al gobernador, para su conocimiento, sus decisiones políticas de apoyo a una República Democrática Federal. Dos delegados propusieron que Espartero fuera su presidente. El año 1 8 6 8 fue pródigo en acontecimientos nacionales e internacionales, decisivos para la historia del movimiento obrero. Puntos de partida divergentes, algo así como la leyenda del castigo de la Torre de Babel. El congreso se cerró con un acto que no enriquece en nada la antología del movimiento obrero, al someter al gobernador los acuerdos y enviar éste al gobierno el siguiente telegrama: « . . . E l Congreso Obrero, con la representación de setenta y una sociedades obreras de Cataluña, ha declarado, en sesión de este día, que la forma de gobierno más favorable a los intereses de dicha clase es la República Democrática Federal y dos delegados han significado su deseo de que sea Espartero su presidente. Ha determinado, además, rogarme que así lo manifieste, en su nombre, al gobierno provisional, añadiendo que transmita a V.E. la seguridad de que las sociedades obreras catalanas están unánimes en combatir toda reacción, poniéndose de parte del gobierno siempre que éste plantee las libertades proclamadas por la revolución de setiembre^,» {La Alianza de los Pueblos, 14 de diciembre de 1868.) Una participación política, con objetivos, condicionada, basada en compromisos que garantizaran los intereses de la clase obrera, estaba plena-
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mente justificada; lo que no lo estaba era una política de «entrega incondicional», de ilusiones, de mano tendida en espera de lo que la burguesía, administrando por sí sola la «Gloriosa» quisiera conceder a la clase obrera. Por supuesto, no concedió nada. Desde un punto de vista de clase, ese resultado no tenía nada de extraño ni de particular. Lo tuvo la actitud «seguidista» de los elementos «obreristas», que aún no se habían desprendido de las influencias de secta. Más tarde, los que estaban bajo la acción de la Alianza, cayeron en la posición opuesta con el mismo sectarismo y falta de análisis político que en su posición anterior. Así, La Federación del 12 de junio de 1 8 7 0 proclamaba: «Nuestra deserción del campo de la política es, pues, lógica. Estamos fatigados de ir de la república a la monarquía y de la monarquía a la república, inútilmente, sin alivio.-.-.»
28 LOS ESPAÑOLES EN EL IV CONGRESO DE LA ASOCIACIÓN INTERNACIONAL DE LOS TRABAJADORES (Basilea, 1869)
Del II Congreso Obrero Catalán, celebrado en Barcelona en diciembre de 1868, pasamos al IV Congreso de la Internacional que tuvo lugar en Basilea del 6 al 12 de setiembre de 1869. Fue un comicio muy movido y muy interesante por las discusiones entre bakuninistas y antibakuninistas con mezcolanzas proudhonianas. Motivo: el problema de la herencia y el de la propiedad de la tierra: individualismo, colectivismo a ultranza y «liquidación social...» Para el anarquismo, el problema era sencillo: «Revolución social o nada.» Sobre «la liquidación social», sobre esas ruinas, la edificación de su arcadia. ¡Cuántas toneladas de paciencia tuvo que soportar el sentido común frente al vendaval de la demagogia ! Asistieron al congreso ochenta y dos delegados representando a los siguientes países: Inglaterra, Estados Unidos (National Labor Union), Francia, Bélgica, Alemania, Austria, Suiza, Italia, España (organizaciones de Cataluña). El Centro Federal de Sociedades Obreras de Barcelona, representado por Rafael Farga Pellicer, su secretario, y una titulada Sección de la Internacional y de la Alianza Socialista, representada por Gaspar Sentiñón. Dos de los más significados aliancistas. Bakunin tomó parte, igualmente, como delegado obrero de una sección de mecánicos de Ñapóles y de otra organización de Lyon, compartida la segunda delegación con A. Richard, su buen amigo y colaborador de muy triste recuerdo en la historia del movimiento obrero francés. Ciertas actas y mandatos fueron muy discutidos y discutibles, pero el congreso mostró un gran espíritu de transigencia y terminó aceptando irregularidades notorias. Como en los congresos anteriores, no estuvieron presentes Carlos Marx ni Federico Engels. Ambos formaban parte del Consejo General de Londres y tenían perfecto derecho a tomar parte en el congreso. La historia 136
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debe lamentar esas ausencias de los hombres de pensamiento más valioso del socialismo. Su participación en problemas tan interesantes habrían tenido, sin duda, enfoques ideológicos elevados y de un gran contenido económico-social y filosófico muy superior a la verborrea «anarquista». Los bakuninistas contaban con una fuerte y bien organizada representación: el propio Bakunin, J. Guillaume, A. Richard, Schwitzguebel, Caporusso, Farga Pellicer, Gaspar Sentiñón y Fanelli, llegado con algún retraso y que, como se recordará, acababa de pasar una temporada en España. En el grupo francés, así como en el belga, había algunos bakuninistas que se movían entre sus contradicciones proudhonianas, además de los elementos del Consejo General de Londres que defendían la línea trazada por el mismo y a la que aportaba todo su talento Carlos Marx; entre otros delegados de valía, asistían figuras de gran relieve que dejarían una profunda huella en la historia del socialismo: Liebknecht —padre—, alemán; De Paepe, belga; Greulich, suizo, y John Becker, alemán nacionalizado suizo, el gran amigo de Marx, leal figura y uno de los grandes pioneros del socialismo, rebasada la etapa de los utopistas, de los que arrastraba algunas reminiscencias, como De Paepe había padecido la influencia de Proudhon. La figura de Becker entra en el cuadro histórico de las más venerables del socialismo internacional. En el IV Congreso quedaron polarizados los problemas entre la Alianza y la Internacional, entre el Consejo General de ésta, con sede en Londres, y el aparato de subversión y escisionista de Bakunin, montado en Ginebra. En Londres y Ginebra se polarizaban los dos movimientos. La fracción bakuninista actuó orgánicamente y logró imponer en las comisiones sus puntos de vista, derrotando en algunos casos, con sus procedimientos de zapa e intriga, las posiciones del Consejo General. La delegación española estuvo muy activa, formando parte de casi todas las comisiones. Pellicer y Sentiñón integraron el Buró del Congreso, como secretarios de lengua española. Sentiñón figuró en las siguientes comisiones: en la de Recepción de mensajes y documentos, en la Financiera, en la de Crédito mutual y en la de Instrucción integral. Farga Pellicer, en la del Derecho de herencia (con A. Richard. Guillaume y Bakunin) y en la de Acción de las Sociedades de resistencia sobre la emancipación de los trabajadores. En la Comisión de Recepción se recibió un saludo de la Legión Ibérica que, como se recordará, había estado representada (como organización secreta) en el III Congreso por Sarro Magallán. El grupo de Madrid, por falta de recursos o por poca atención del Consejo General, no envió delegación ni delegó en nadie. A Farga Pellicer, su cargo de secretario del Centro Federal de Sociedades Obreras de Barcelona le permitía mantener relaciones con el Centro de Ginebra —no con Londres—;
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así, el 1.° de agosto de 1869, un mes antes del congreso, una vez que se había hecho designar delegado, escribía a Bakunin: «...Aquí el socialismo no está tan desarrollado como fuera de desear; así es que el Centro Federal no ha decidido nada claro y terminantemente... Gracias a los esfuerzos que hacemos algunos amigos..., dentro de las varias profesiones y oficios asociados y dentro del mismo Centro Federal, yo tengo la seguridad de que dentro de poco tiempo formaremos parte los obreros de España de la grande Asociación Internacional de los Trabajadores, porque procuraremos algunos amigos hacer los reglamentos de las clases y del Centro, basados en el espíritu y tendencia de la Asociación Internacional. De manera que, insensible y convencionalmente, se encontrarán dentro de la Internacional. «Contestad, amigo, a vuelta de correo, si nuestro Centro Federal puede tomar parte en el congreso de Basilea, no obstante no declararse ser de la Internacional... Yo soy también secretario de la sección de Barcelona de la ALT. que fundamos alentados y dirigidos por vuestro caro Fanelli. Las continuas ocupaciones políticas que tenemos nos han privado de propagar más la Asociación, pero en lo próximo nos reuniremos los de la Internacional (que hay tres o cuatro que son presidentes de sociedades federales en el Centro Federal) para tratar de vuestra carta; pero yo desconfío que enviemos a nadie a Basilea, porque somos pocos y pobres. En la sesión del próximo domingo comunicaré a mis amigos de la Internacional (sección de Barcelona) vuestra carta y vuestro deseo de que los demócratas socialistas y radicales formen parte de la Alianza. Por lo que a mi toca, acepto "completamente" todo lo consignado en el librito que me ha enviado...} Expresiones a Fanelli. Vuestro amigo y hermano, Rafael Farga Pellicer.» (Tomado del libro Historia de los Movimientos Sindicalistas Españoles 1840-1933, M. García Venero. Fuente: Almanaque de la Revista Blanca y Tierra y Libertad. Madrid, 1904. Texto íntegro en Anarquismo y Sindicalismo en España. La Primera Internacional, 1864-1881, de J. Termes. Tomado de La Internacional en España, págs. 45-47.) En esos párrafos de la carta aparece involucrado el problema de la Alianza y la Internacional, pero sobre todo revela las relaciones de fracción y la táctica de marginar totalmente el Consejo General de la A.I.T. de Londres, único organismo oficial y legal de la Internacional. El primer problema de discordia del congreso fue la incorporación de un nuevo punto del orden del día, en relación con la acción política, el «coco» del anarquismo. Después de muchas escaramuzas fue aceptado. Los problemas esenciales —el caballo de batalla— fueron el de la propiedad de la tierra y el de la herencia. Dos cuestiones sobre las cuales Ba1.
Subrayados nuestros.
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kunin había montado toda su estratagema revolucionaria. Para Bakunin y sus seguidores, los problemas de la herencia y de la propiedad, por sí solos, eran la causa determinante de todos los males sociales políticos, económicos y de toda naturaleza de la sociedad; por lo tanto, su desaparición significaría nada menos que una «liquidación total» de las bases de sustentación de la sociedad burguesa, y sobre esas «ruinas» el bakuninismo construiría la sociedad perfecta, negación de toda autoridad, de toda disciplina para que, al amparo de la libertad, reinara la anarquía. «Queremos que cese el imperio del Capital, del Estado y de la Iglesia, para construir sobre sus ruinas la anarquía, la libre federación de libres asociaciones de obreros», afirmaba Rafael Farga en su discurso de apertura del Congreso de Barcelona, de 1870. Para Marx, como es sabido, y para el Consejo General de la Internacional, el problema de la herencia y el de la propiedad, tenían otras interpretaciones más profundas y complejas; eran un efecto más de las bases de sustentación de un régimen económico, de una sociedad, de unas estructuras jurídicas, políticas, sociales y económicas de esa sociedad y de su Estado; lo que había que combatir y destruir eran las causas y no los efectos. A esos objetivos tendía la Asociación Internacional de los Trabajadores en sus tendencias económicas y políticas. En esas dos líneas paralelas, complementarias hasta la convergencia de la conquista del poder por la clase obrera. El eslogan de «la liquidación social» con que amenazaba el anarquismo —los bakuninistas— no era más que una expresión demagógica de su fraseología demencia!. El delegado español Rafael Farga leyó un amplio escrito —como lo hicieron los demás delegados—, informando a su modo sobre la situación de la clase obrera española, inflamado de optimismo y pleno de euforia por la revolución del 68. Hacía una reseña en su escrito del congreso celebrado en Barcelona en diciembre del 68, concretado a un grupo de organizaciones de Cataluña, al mismo tiempo que anticipaba la idea de celebrar otro congreso en el que participarían todas las organizaciones obreras de la Península Ibérica. «Nosotros —decía Farga—• queremos que la península ibérica obrera, toda, sea algún día (¡oh, gran día!) de la Internacional.» Esa idea de «imperialismo ibérico», ha sido muy acariciada por nuestro anarquismo indígena. Anunciaban la aparición del periódico La Federación e invitaban al IV Congreso a que el proyectado por ellos «se celebrara en la capital industrial de la República Federativa Ibérica...» Proponían la desaparición del título de «Presidente» por su significado monárquico. El final del documento era una síntesis de las posiciones aliancistas: abolición del Estado; una federación libre de asociaciones libres de obreros; igualdad económica, abolición del derecho de
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herencia, etc., etc. En el documento se evidenciaba la existencia en España de la organización secreta de Bakunin. «Para llegar a un resultado sólido de organización —se decía— fue constituido en Madrid y Barcelona un pequeño grupo de hombres adictos, cuyos objetivos son los de la Asociación Internacional y, sin tomar abiertamente el título de la Asociación, propugnan los verdaderos principios de la Verdad, de la Justicia y de la Moral, al mismo tiempo que hacen conocer las grandes teorías y las soluciones que son aprobadas por la Asociación». Hay en el IV Congreso de la Internacional una intervención del delegado francés, Murat, quien, al ocuparse de la situación de los obreros de París, aludió al mismo tiempo a una huelga importante de finales de agosto y principios de setiembre desarrollada en Barcelona, movimiento que según el periódico francés Reveil había sido fomentado por la Internacional mientras otros periódicos decían que había sido provocado por los partidarios de Isabel II; sin embargo —subrayaba Murat— considero a los obreros catalanes demasiado republicanos para que esta versión pueda ser cierta. Otras informaciones denunciaban que el conflicto había sido determinado por las maniobras de los representantes de los fabricantes textiles ingleses, lo que Murat tampoco aceptaba por considerar a los obreros españoles demasiado patriotas como para dejarse embaucar en ese juego. Murat atribuía todas esas falsas e interesadas informaciones a inspiraciones de la prensa republicana, con intenciones políticas y provocadoras, pero se extrañaba de que ni los delegados de Ginebra —aliancistas— ni los españoles —Farga Pellicer, delegado de las sociedades obreras de Barcelona— hubiesen hablado en el congreso de un problema de tipo obrero tan importante. El delegado español se vio obligado a dar unas breves explicaciones poco convincentes, señalando a Murat y al congreso, que la huelga de Barcelona a la que se refería, había sido un hecho espontáneo de los obreros de la localidad, sin que obedeciera a ninguna acción o interés extranjero. Tenemos interés en dejar constancia de este hecho no por la importancia que en este caso concreto pudiera tener, sino por su significación y por las implicaciones que este específico problema ha tenido a través de la historia del movimiento obrero catalán en diversos momentos, en una lucha de contradicciones económicas entre la industria textil catalana y la política de «proteccionismo» o de libre cambio en un juego político de aranceles que la burguesía catalana manejaba como bandera y en la que envolvió más de una vez a la clase obrera, que se dejaba arrastrar por los falsos «catalanistas», representantes de la demagogia y agentes provocadores que hacían que abundaran los medios económicos para alimentar esas campañas «patrióticas», «nacionalistas», en defensa de los «obreros»
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y de los patronos, pero que en el fondo no eran más que un juego económico al servicio de los intereses de la burguesía y de los capitalistas. Este aspecto social, en sus contradicciones, es peculiar en el movimiento obrero y político de Cataluña, con una proyección nacional en diferentes momentos de nuestra historia. Desde el campo obrero-patronal, como dato complementario al hecho comentado, debemos recordar que en 1869 quedaba formalizada en Barcelona la nueva institución patronal El Fomento de la Producción Nacional, dando continuidad a organismos anteriores de ese carácter y que, al mismo tiempo, se producía en Barcelona una gran manifestación «proteccionista» con objeto de presionar y que su eco retumbara en Madrid. Y no deja de ser significativo que fuera un delegado francés quien en el IV Congreso de la Internacional suscitara este problema de tanta importancia para la teoría y la táctica de lucha del movimiento obrero español. Bakunin obsequiaba constantemente al Congreso con su grandilocuencia y fraseología lírica y vacua, tan ampulosa como falsa. «La delegación de Ñapóles (él y Caporusso) —terminaba una de sus "elocuentes" intervenciones—, los obreros napolitanos, agrupan todas sus fuerzas sobre el terreno del socialismo revolucionario y han enviado a sus representantes a este Congreso para sellar, con los representantes de todas las otras secciones de Europa, la Alianza Universal que debe proclamar, por la destrucción de todas las iniquidades sociales, la soberanía económica del pueblo...» El «gran jefe» del anarquismo de aquella época servía para todas las salsas. El delegado austríaco Neumayer había planteado que las poblaciones eslavas que formaban parte de Austria estaban preocupadas por las cuestiones de raza y de nacionalidades, e invitaba a Bakunin para que empleara su influencia con el fin de invitar a los obreros eslavos a tomar parte en el movimiento socialista. Bakunin aceptó la invitación respondiendo «que emplearía su modesta influencia para comprometer, no solamente a los checos, sino también a todo el paneslavismo que sufría el yugo del cesar ruso a venir a incorporarse a los principios de la gran federación internacional obrera» (Resúmenes del Congreso), En los problemas de la propiedad y de la herencia es donde se riñeron las grandes batallas. En una de sus intervenciones sobre este tema, Bakunin terminaba pidiendo «la destrucción de todos los Estados nacionales y territoriales y, sobre sus ruinas, la construcción del Estado internacional de millones de trabajadores, Estado que le corresponde construir a la Internacional...» {La Première Internationale. Documents, pág. 67). Por supuesto, las posiciones del agitador ruso fueron seriamente combatidas. Puede decirse que el Congreso, no obstante sus contradicciones, fue rico en conceptos y en ideas, con formulaciones interesantes en torno a tan vitales
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problemas en el cuadro histórico de aquella fecha y que siguen siéndolo en la época moderna. Hubo de todo, argumentos serios y jocosos. El delegado Murat, francés, en una réplica a Bakunin, introdujo este curioso párrafo: «Usted dice que nosotros descendemos de los gorilas; es posible, yo no lo sé; pero dudo que la colectividad haya sido consultada para esa transformación. Es bien evidente y yo creo que todo el mundo está de acuerdo sobre este punto.: que el hombre por la ciencia desenvuelve la sociedad y que la sociedad reacciona sobre el hombre y así sucesivamente» {Resúmenes del Congreso, pág. 68). Eccarius, uno de los miembros más significados en aquel Congreso, como miembro del Consejo General, respondió a los diferentes oradores que intervinieron en los problemas de la propiedad y de la herencia. «Bakunin —dijo—- que expresa un terror a no importa qué Estado, que sus relaciones con los franceses le tienen informado, sin duda, porque tal parece que los trabajadores franceses no pueden jamás pensar en el Estado sin ver aparecer a un Napoleón acompañado de una masa de cañones...» Era una intervención irónica. Bakunin acababa de pedir «un Estado Universal». Para Eccarius, en nombre del Consejo General, el Estado podía ser reformado si era conquistado por la clase obrera. Para Bakunin no había más que una fórmula: «la liquidación total». El «cómo» no era un problema para los bakuninistas. La delegación española votó sistemáticamente con el grupo bakuninista. «1. El Congreso declara que la sociedad tiene el derecho de abolir la propiedad individual de la tierra y que pase a formar parte de la comunidad. 2. Declara, además, que hoy día es necesario hacer que la tierra pase a ser propiedad colectiva.» El problema de la herencia quedó en el cajón de los embrollos. En uno de los informes sobre el particular se hizo alusión a Ramón de la Sagra, nuestro sociólogo proudhoniano, como defensor de la tesis de imponer fuertes impuestos a toda sucesión testamentaria y a la declaración de que el suelo, una vez convertido en propiedad colectiva, debe ser inalienable, ideas defendidas también por De Pottier y Colins después de la revolución de 1848 en Francia. La discusión fue muy apasionada y plena de controversias. «El ciudadano Bakunin —dice Chemale, delegado internacionalista de París— nos decía esta mañana que era siempre una minoría inteligente la que hacía la ley. A eso yo respondo que es precisamente porque son siempre las minorías inteligentes las que hacen la ley por lo que nosotros protestamos aquí y que protestaremos contra vuestras decisiones como vosotros venís de hacerlo contra las de vuestros predecesores..,» De Paepe —belga— concretó: «Como principio permanente y definitivo, la abolición de
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la herencia no es útil; como medio de "liquidación social", no es factible...» «Proclamar la abolición del derecho de herencia como punto de partida de una revolución social —decía en su informe final el Consejo General— no puede hacer más que desviar a los trabajadores del verdadero punto de ataque contra la sociedad presente; eso sería tan absurdo como querer abolir las leyes del contrato entre la oferta y la demanda, continuando las actuales condiciones de intercambio...» Los bakuninistas insistían en su informe de la sección de Ginebra. «Hoy día —decían— nosotros debemos abolir la herencia económica para emancipar al trabajador, al hombre, y para establecer el reino de la justicia sobre las ruinas de todas las iniquidades políticas y teológicas del presente y del pasado.... Debe entenderse entre nosotros, que el primer día de la revolución el derecho de herencia srá simplemente abolido y con él, el Estado y el Derecho Jurídico a fin de que, sobre las ruinas de todas las fronteras políticas y nacionales, el mundo internacional nuevo, el mundo del trabajo, de la ciencia, de la libertad y de la igualdad, organizándose de abajo arriba por la asociación libre de todas las asociaciones de productores...» (La Première Internationale, págs. 101-102). Así se expresaban los bakuninistas en 1869. Terminaba el Congreso de Basilea en setiembre de 1869 y el 20 de junio de 1870 tendría lugar en Barcelona un III Congreso y el primero con el título de la Asociación Internacional de los Trabajadores (A.I.T.) del movimiento obrero español. Se trataba del primer Congreso importante, que iniciaba un período de sucesivos comicios, de nuevo tipo y concepciones, en los que estaría implicada la Alianza de Bakunin y sus ramas secretas y el nombre de la Internacional en el más completo e interesado confusionismo. Ese Congreso es un punto de partida de una etapa de nuestra historia obrera en el siglo X I X y en el período de la Internacional que abarca del III Congreso de Bruselas al V de 1872, de La Haya, en el que se produjo la escisión. La Internacional oficial celebró dos Congresos más, el VI, en Ginebra en 1873, y el VII y último, en Filadelfia en 1876, en el que se acordó su disolución. Pese a ello, y sin ningún derecho ético ni moral, la fracción anarquista ha seguido utilizando su nombre hasta nuestros días. En Basilea se manifestó orgánicamente la fracción bakuninista con su centro de organización en Ginebra, quedando abierta la lucha contra la Internacional desde el campo de la Alianza Internacional de la Democracia Socialista y de sus ramas secretas, que se decía habían sido disueltas, pero que en ningún momento dejaron de actuar. Por supuesto, la delegación española al IV Congreso estaba plenamente 10
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identificada con la política y planes de Bakunin, y Rafael Farga Pellicer con Tomás González Morago fueron, sin duda, dos de los principales elementos de dirección de los bakuninistas españoles. En una carta de Carlos Marx a F. Bolte del 23 de noviembre de 1871, le decía: «A finales de 1868 el ruso Bakunin entró en la Internacional con el propósito de constituir en su seno una segunda Internacional, teniéndole a él por jefe, bajo el nombre de la "Democracia Socialista". Su programa es un "mic-mac" (engaño) superficialmente formado de saqueos a izquierda y derecha: Igualdad de clases ( ! ) ; abolición del derecho de herencia como punto de partida del movimiento social (absurdidad sansimoniana), ateísmo, impuesto como dogma a los asociados, etc., y como dogma principal (proudhoniano) abstención del movimiento político.» {Correspondencia, F. Engels-Marx et Divers, tomo I, pág. 60. Ed. Costes.) El «mic-mac» fue ley en España para nuestros bakuninistas, en relación con los problemas de la Internacional. Del IV Congreso de la Asociación Internacional de Trabajadores pasamos, pues, al Congreso Obrero de 1870, de Barcelona, organizado y dirigido, inspirado, por los hombres de la Alianza, como reconoce el propio Anselmo Lorenzo en su obra El Proletariado Militante. Andrés Bastelica, un buen amigo y agente de Bakunin en Lyon, asistió al Congreso como delegado internacional, y presidió una de sus sesiones.
Del 13 al 18 de setiembre de 1869 celebróse en Lausana el III Congreso Internacional de la Paz y de la Libertad. La Internacional, siguiendo sus acuerdos del Congreso de Bruselas, no asistió, y los anarquistas se habían separado en el II Congreso. Fue un congreso sin trascendencia. Le dio cierto relieve el haber estado presidido por Víctor Hugo. Discursos de paz, mientras se preparaba la guerra franco-prusiana. Para evitar las guerras pedían un tribunal internacional en el que las naciones solventaran sus querellas... Un anticipo del Tribunal de La Haya, de la triste Sociedad de las Naciones y de las más tristes Naciones Unidas... de nuestros días.
29 EL III CONGRESO OBRERO ESPAÑOL: PRIMERO BAJO EL NOMBRE DE LA PRIMERA INTERNACIONAL (Barcelona, 18 de junio de 1870) 1
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En enero de 1870 —medio año más tarde que La Federación de Barcelona y año y medio después que La Emancipación—, apareció La Solidaridad, semanario del «núcleo» de Madrid, con un lenguaje que yo llamaría, además de «obrerista», «madrileñista» —por no caer en la designación de ochocentista— con el subtítulo, desde el primer momento, de «Órgano de la Asociación Internacional de los Trabajadores». El 14 de febrero publicaba un llamamiento dirigido a todas las organizaciones de trabajadores de España convocando a la celebración de un congreso nacional, adelantando la fecha del 1.° de mayo y fijando, como lugar de reunión, Madrid. Conviene subrayar algunos antecedentes en torno a esta iniciativa de la que era autor Francisco Mora, no para relacionarlos con el «núcleo» de Madrid, sino con el de Barcelona, pues de esos antecedentes o premisas se desprende toda esa gama de contradicciones y confusionismos ideológicos de la época, que venimos subrayando con insistencia a través de nuestro trabajo, a saber: influencia de los utopistas y de Proudhon frente a las nuevas tendencias —las más ignoradas— de Marx y Engels; influencia y repercusiones del desarrollo del socialismo en Alemania y Francia; verborrea ampulosa y demagógica de la pequeña burguesía con su federalismo y su radicalismo; labor de zapa de la masonería, y, por último, el 2
1. Para el conocimiento y estudio de este interesante congreso, remitimos al lector al libro de Anselmo Lorenzo, El Proletariado Militante y a la prensa de la época. En general, todo lo que se ha publicado a este respecto acude a esa fuente de información. 2. Aparecían como firmantes del programa de La Solidaridad: Vicente López,. Hipólito Pauly, Máximo Ambau, Juan Alcázar, Anselmo Lorenzo, Francisco Mora, Tomás González Morago. En La Solidaridad escribió su primer artículo Pablo Iglesias, bajo el título de «La Guerra».
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desconcierto introducido por el representante de Bakunin, José Fanelli, con su bagaje aliancista, de nuevas sociedades secretas, todo ello envuelto en la etiqueta de la Asociación Internacional de los Trabajadores del «grupo de Ginebra». El «núcleo» de Madrid ofrecía un conjunto de cierta congruencia en cuanto a su ponderación, ecuanimidad y sentido de responsabilidad, aspectos que se aprecian en sus primeros documentos y en la conducta personal de cada uno de sus miembros. En una palabra, era un equipo serio y solvente. Los hermanos Mora, Anselmo Lorenzo, Borrel, Hipólito Pauly, Felipe Martín y casi todos los demás del «núcleo» se caracterizaron por no «llevar el diablo dentro», como exigía Bakunin. Más tarde reforzaron ese grupo, con otra fisonomía, hombres tan extraordinarios como José Mesa, Pablo Iglesias, Antonio García Quejido, el doctor Jaime Vera, Acevedo, Perezagua, Gómez Morato, Gómez de la Torre y otros más jóvenes que señalaremos en los capítulos que siguen. Estos primeros nombres constituyen las figuras históricas del socialismo español en sus primeros y podríamos decir heroicos tiempos. Del primer «núcleo» de Madrid es obligado marginar a Tomás González Morago quien, como ya hemos dicho en otro lugar,, «no sólo llevaba un diablo en el cuerpo», sino una docena. Sin duda era todo un carácter, un personaje singular, pero totalmente negativo. Los hombres del grupo de Madrid, salvo alguna excepción, fueron consecuentes y firmes en sus convicciones y conducta ideal hasta el último momento de su vida y, entre aquellos que marcharon por la vía del anarquismo, la figura de Anselmo Lorenzo es acreedora al título de venerable, como lo son las de José Mesa, Pablo Iglesias y Francisco Mora. Otros muchos consagraron su vida entera al ideal, pero permítasenos simbolizar en esos cuatro a todos los que son dignos de ese honor en la historia del movimiento obrero de los primeros tiempos. No puede hacerse igual caracterización del «núcleo» de Barcelona que, salvo raras excepciones, no tuvo hombres de esa línea de consecuencia y continuidad. Casi todos se perdieron en el camino. Todo ese grupo de jóvenes intelectuales a los que alude y alaba con tanta pasión Anselmo Lorenzo con motivo del congreso y de otras actividades, considerando que es a ellos a quienes se debe el establecimiento de la Alianza y sus ramas secretas y aun de la Internacional en España, es una imagen en gran parte, pero totalmente negativa. En efecto, a ellos se deben las corrientes de odio y confusionismo, el haber contribuido decisivamente a canalizar el movimiento obrero catalán, andaluz, una parte del de Levante y de algunos otros centros, muy pocos, del resto de España, por el sendero del aliancismo anarquista. Casi todos esos elementos del «radicalismo» de la «li-
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quietación social» fueron abandonando la lucha, la acción, replegándose a sus profesiones liberales o, como fue el caso del «gran» intransigente y rabioso radical Marselau, que terminó poniéndose de nuevo la sotana y reconciliándose con «su Santa Madre la Iglesia», figurando entre las fuerzas del carlismo, después de haber sido uno de los elementos más extremistas y perturbadores, tanto en los congresos de la Internacional como en los nacionales, y como en sus campañas de propaganda, sobre todo en Andalucía. Cómo observará el lector, nos estamos concretando, en general, al congreso y a su período. Es de justicia hacer excepción, aunque no se coincida con su conducta, respecto de Rafael Farga Pellicer y algunas otras figuras que escapan a nuestra memoria y conocimiento. El propio Fernando Garrido rompió el hilo de su trayectoria política algunos años antes de su muerte. Esta modesta crítica que nos permitimos formular nos parece correcta si aceptamos como lógica y respetable toda evolución del pensamiento humano en un sentido progresista, en la línea del desarrollo de la historia, a la par que condenamos toda evolución regresiva, reaccionaria, de los elementos que reniegan de su pasado, de su idealismo revolucionario, conducta que deja sin valor la obra que hayan podido realizar. El hombre adquiere su máxima estatura cuando mantiene hasta su último aliento su fidelidad a la clase obrera y a sus convicciones revolucionarias, en el contexto de la historia del movimiento obrero. El «grupo» de Barcelona fue homogéneo en su carácter sectario, de violencia, de aceptación ciega de la política de Bakunin y sus maniobras, del papel de la Alianza y sus secciones secretas, y fue impermeable a todo diálogo, a todo análisis o interpretación filosófica que no fuese la anarquista, cegados por un tipo de odio a Marx difundido por todas partes adonde llegaba su propaganda oral o escrita. Hasta en las más insignificantes secciones aparecía ese odio montado en la ignorancia. Al hombre más grande que ha dado el socialismo, el movimiento obrero internacional, siguiendo el ejemplo del «núcleo» de Barcelona y de sus escritos, les calificaban de «Karl-lista», de «Gran Sultán de Londres», de «Papa Negro», de «tirano germánico», de «autoritario», de «judío», de «traidor a la anarquía, al colectivismo y al ateísmo»...... En una resolución de la pequeña sección de Chamartín —sin duda moraguista— puede leerse: «Una mayoría amasada a voluntad del Gran Sultán de Londres..,.» Para no caer en parcialidad, diremos que Carlos Marx no era una hermana de la caridad, ni por su carácter ni por sus violentas expresiones o formulaciones, como se revela con frecuencia en su correspondencia y en sus polémicas, pero sus posiciones respondían siempre a una actitud elevada y filosófica, de profundo contenido analítico, de crítica, de ideas constructivas, de in-
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terpretaciones políticas, económicas y sociales enmarcadas en lo histórico; su pensamiento se centraba en la exposición de principios que defendía y explicaba desde un campo ideológico científico, riguroso y revolucionario, enfrentándose con las tendencias de los filósofos reaccionarios. ¿Conocían sus detractores españoles su obra, su pensamiento socialista, los principios fundamentales de sus concepciones?, Evidentemente, no. Era más fácil aceptar y comprender la demagogia de Bakunin. La historia ha mostrado a las generaciones que sucedieron a Marx y Engels, su gran valor; seguirán aprendiendo de ellos las que nos sucederán, confirmando que hasta hoy no hubo pensamiento político socialista de tanta proyección histórica y dimensión social como el suyo; que su aportación a la filosofía sigue actuando hacia el futuro; que su teoría de la interpretación materialista de la historia ha penetrado en los más prestigiosos centros culturales de nuestro tiempo. ¡Qué pequenez, qué mediocridad, qué ignorancia supina encerró toda esa campaña de difamación, de falsas imágenes, de interpretaciones malévolas, de intrigas, desarrollada por los aliancistas anarquistas españoles en el período de su lucha contra la Internacional y ¡en nombre de la Internacional!... En ningún otro país se alimentó una campaña tan desenfrenada como en el nuestro, para desgracia del movimiento obrero español. Después de las anteriores consideraciones, cuyo objeto era ubicar una situación, una realidad, pasemos al llamado I Congreso de la Internacional en España, que tiene lugar a los ocho meses del IV Congreso del de la propia Internacional, celebrado en Basilea en setiembre de 1869 y en el que tomaron parte activa los delegados de Barcelona, Rafael Farga Peílicer y Gaspar Sentiñón, que se agregan a la fracción aliancista, junto a Bakunin, Guillaume, Fanelli y otros. Madrid no envió delegado. Se celebra el congreso español en plena actividad del grupo o centro aliancista de Ginebra que actúa directamente y en forma sistemática sobre los grupos de España, en particular sobre el «núcleo» de Barcelona. El secretario corresponsal para España del Consejo General de Londres no aparece, por el contrario, relacionado con el movimiento obrero español en ningún momento. Bastelica, un notorio bakuninista de Lyon, se encuentra en Barcelona y representa a unos grupos franceses. A través de su órgano La Solidaridad, como se señaló anteriormente, el «núcleo» de Madrid, a propuesta de Francisco Mora, lanzó el 14 de febrero de 1870 la iniciativa de la convocatoria de un congreso obrero nacional. Barcelona discrepó, estimando que debería celebrarse en la Ciudad Condal y no en la capital de España. En Barcelona existía un fuerte movimiento obrero y en Madrid no. Era una razón a medias. Tal vez el congreso hubiese sido más equilibrado, libre y democrático, menos sectario,
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si se hubiese tenido a Madrid como sede, pero Madrid, además de la razón que exponían los catalanes, carecía de recursos. Sus propios delegados pudieron asistir al congreso gracias a que los catalanes les sufragaron los gastos de viaje. Como consecuencia de la posición del grupo de Barcelona, se sometió a referéndum el lugar donde debiera celebrarse el congreso, dando la consulta el siguiente resultados: 1
Barcelona Madrid Zamora Valencia Reus Alcázar de San Juan
91 sociedades 42 » » 9 4 » 2 » 1 4
10 000 afiliados » 3 777 964 » » 448 » 29 8
Llama la atención que en los resultados no figure ninguna organización de Andalucía ni del Norte de España, donde existían algunas asociaciones obreras, muchas de las cuales participaron en el congreso. Cataluña se caracterizaba por una mayor agresividad, determinada por una mayor conciencia de clase. El referéndum fue favorable, por gran mayoría, a Barcelona, y el congreso tuvo sus primeras reuniones en el Ateneo Obrero, el 18 de junio, y continuó sus sesiones en el teatro del Circo, bajo la presidencia de Rafael Farga Pellicer, con una asistencia de noventa delegados, estimándose que estaban representados unos cuarenta mil trabajadores. El «núcleo» o sección de Madrid estuvo representado por Francisco Mora, Enrique Borrel, Anselmo Lorenzo y el fogoso Tomás González Morago. El congreso dio por terminados sus trabajos a las cuatro de la madrugada del sábado 25, y el domingo se organizó un desfile desde el Teatro del Circo hasta el Salón Novedades, donde se celebró un gran mitin de clausura en el que se dio cuenta de las decisiones del congreso, afirmándose una vez más la adhesión a la Asociación Internacional de los Trabajadores, con el envío de un saludo a su Consejo General. En la sesión previa, celebrada en la noche del día 18 en el Ateneo Obrero, del que era secretario general Rafael Farga Pellicer, se habían aprobado las credenciales de los delegados y elaborado el orden del día del congreso, con el siguiente temario: «1.° Dar cuenta del estado de las secciones o sociedades representadas. 1. En el IV Congreso de la Internacional, en Basilea, no estuvo representado el grupo de Madrid por falta de recursos. Los bakuninistas siempre tenían solución para los problemas económicos.
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»2.° »3° »4° »5.° »6.°
Sociedades de resistencia, su federación. La cooperación, su presente y su porvenir. Organización social de los trabajadores. Actitud de la Internacional con relación a la política. Proposiciones generales.»
En la sesión inaugural del domingo día 19, a las 10 de la mañana, en el Teatro del Circo, Rafael Farga Pellicer pronunció el discurso de apertura, bastante extenso, de exaltación internacionalista con ingredientes aliancistas. «Queremos —dijo— que cese el imperio del capital, del Estado y de la Iglesia, para construir sobre sus ruinas la anarquía, la libre federación de libres asociaciones de obreros...» El congreso empezaba siendo no un congreso de la Internacional, sino el primer congreso de la Alianza Internacional de la Democracia Socialista Española. El congreso recibió mensajes de los grupos de Suiza y Bélgica que estaban en la misma línea aliancista. «Es necesario —declaraba el suizo— que en cumplimiento de uno de nuestros deberes superiores, rechacemos absolutamente todo lo que hoy se llama política...» El de Bélgica, tiene la misma orientación. El delegado del grupo francés, Bastelica, insiste en las formulaciones aliancistas y hace un canto a una vida libre y tenaz en el régimen de la anarquía..., Independiente de su contenido y orientación, el congreso realizó un gran trabajo. En una apreciación objetiva del mismo, hay que reconocer que fue un gran congreso, el primero en nuestra historia. Los puntos del orden del día fueron elaborados previamente bajo el control aliancista y después ampliamente discutidos. Aparecen discusiones ricas en su fondo y en su forma. Se puede o no estar de acuerdo con los enfoques de los problemas, situándose en la época, pero lo que resulta innegable es que se trata, en su conjunto, de planteamientos interesantes y que revelan un gran esfuerzo de propósitos. El congreso estableció unas bases de organización, perfectamente instrumentadas, que merecieron el elogio de la Conferencia Internacional de Londres por su valor teórico, pues el llevarlas a la práctica ya fue otra cosa. Sobre el cuarto punto del orden del día, «Organización social de los trabajadores» y su elaboración, Anselmo Lorenzo reconoce en El Proletariado Militante, que los dictámenes fueron preparados previamente por los elementos de la Alianza, haciendo un gran elogio del trabajo realizado por el estudiante Meneses. Los delegados Roca y Gales provocaron un incidente, un choque de conceptos, al establecer un voto particular sobre el problema político, que fue rechazado. La verdad es que en el congreso no existían ideas claras sobre ese problema que no había logrado alcanzar
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una definición de «clase» en un verdadero concepto socialista y revolucionario. Este problema estaba envuelto en un ambiente de confusionismo, conflictivo, de imposible solución en aquellos momentos. Los informes y las intervenciones más importantes se desarrollaron en torno al quinto punto: «Actitud de la Internacional en relación con la política». En ese tema se daría la gran batalla. Casi todas las intervenciones y el informe fueron muy amplios. Se trataba del problema fundamental y que más apasionaba a los elementos aliancistas del congreso, frente a otra corriente de delegados que defendían débilmente un principio de acción política, pero sin contenido de «clase». Si Pi y Margall hubiera asistido al congreso —es un decir—, posiblemente todos los delegados hubiesen sido «pimargallianos». El problema entraba en el plan internacional, en la lucha contra la Asociación Internacional de los Trabajadores que venía desarrollando Bakunin desde Ginebra, preparando sus baterías para el asalto y toma de la Internacional en su próximo congreso, que debía celebrarse en París, en setiembre de 1870. Como consecuencia de la guerra franco-prusiana, no pudo tener lugar hasta 1872, en La Haya, pero mientras fue celebrada la Conferencia Internacional, en Londres, en 1871; de ella nos ocuparemos más adelante. Al final de las conclusiones sobre el punto político, se llegó a la siguiente resolución, de pura factura aliancista: «..,„ El congreso recomienda a todas las secciones de la A.I.T. renuncien a toda acción corporativa que tenga por objeto efectuar la transformación social por medio de las reformas políticas nacionales, y les invita a emplear toda su actividad en la constitución federativa de los cuerpos de oficio, único medio de asegurar el éxito de la revolución social...» El anarquismo español ayudó y cultivó en todo momento relaciones con aquellos grupos de Portugal que estaban imbuidos de la idea de llegar un día a la creación de un movimiento que agrupara a todas las organizaciones de la Península Ibérica. De ahí que, hasta nuestros días, mantengan el título de Federación Anarquista Ibérica (F.A.I.). En cuanto a la Alianza y a la Internacional, perseguirían el mismo propósito más tarde, La idea entonces y aún hoy puede parecer absurda, utópica, pero no deja de tener su alcance histórico, que puede ser una realidad en una futura Península Ibérica socialista. No olvidemos que alguien dijo que las utopías de un momento dado pueden ser realidades de un futuro. El congreso elaboró un amplio llamamiento dirigido a los trabajadores portugueses. La comisión encargada de su redacción estaba integrada por cuatro significados aliancistas: Rafael Farga Pellicer, A. Marsal (Sarro Magallán) Juan Nuet y A. García Meneses. Introducían en el amplio documento un análisis histórico que arrancaba de los hechos del pasado, cuan-
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do Portugal formaba parte de España. « . . . La causa de tan antinatural separación —se decía en él—> no podía fundarse sino en la injusticia; efectivamente, como no ignoráis, el origen fue realmente bastardo, antisocial, propio del nepotismo y rapacidad de poderes bastardos...» El análisis se remontaba al año 1185, y nos preguntamos si los obreros que asistían al congreso no encontrarían extraña esa lección de historia y sus conclusiones y si eso estaría en la línea de la Internacional, cuando ésta venía manifestando su solidaridad con la causa liberadora del pueblo polaco, del de Irlanda y de las colonias españolas así como con la de todos los pueblos dominados por el colonialismo. Un documento que como algunos otros, bien que respondiera a esa época, estaba totalmente descentrado de un congreso obrero que, además, se jactaba de ser el primero de la Internacional en España. «En vano alguno de nuestros reyes —decía en otra parte del manifiesto—, como el previsor Alfonso XI, quiso hacer constar la unidad nacional obligando al rey portugués a rendirle pleitesía y homenaje (sic); siempre influencias extrañas vinieron a contrarrestar las aspiraciones de ambos pueblos. Fue menester la voluntad enérgica y umversalmente respetada de Felide la monarquía visigoda, quedara otra vez reunida la península bajo su pe II para que, ochocientos sesenta y seis años después de la destrucción cetro...», y, por ese estilo, otros párrafos y el conjunto del curioso documento; tan curioso como casi todas sus resoluciones. El manifiesto terminaba invitando a los trabajadores portugueses al próximo congreso que se celebrara. Esa idea de vincular a los proletariados portugués y español, en orden a ciertos principios fundamentales, tiene sus razones. Se dio por terminado el congreso aprobándose que el II (IV) tuviera lugar en Valencia y que el Consejo Federal de la Región Española residiera en Madrid, designándose para formar parte del mismo a Tomás González Morago, Enrique Borrel, Francisco Mora, Anselmo Lorenzo, y Ángel Mora. Y así quedó terminado el primer congreso titulado de la Internacional, y en España designado el primer Consejo Federal, iniciándose una intensa campaña, bien organizada, de divulgación de sus acuerdos por toda Cataluña, Levante y Andalucía, a base de delegados aliancistas. 1
1. Para el conocimiento de los documentos de este congreso y de los que le sucedieron, remitimos al lector, una vez más, a la obra de Anselmo Lorenzo El Proletariado Militante y, como recomendación muy especial, al interesante trabajo de José Termes: Anarquismo y Sindicalismo en España. La Primera Internacional (1864-1881) (Ediciones Ariel. Barcelona). Es, en opinión del autor, el trabajo mejor elaborado y con un rigor y sistemática verdaderamente dignos del mayor elogio. El profesor Termes, de la Universidad de Barcelona, ha realizado un esfuerzo de una gran riqueza documental y sobre elementos de información básicos,
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Sobre las relaciones de la Primera Internacional con el movimiento obrero español y la penetración del anarquismo en España En algunos trabajos históricos publicados sobre el movimiento obrero, no está dilucidado cuándo los elementos fundadores de la Primera Internacional establecieron en realidad contactos o relaciones con el movimiento obrero español. Refiriéndonos solamente hasta el año 1870, el autor subraya que Pablo Lafargue, que era el secretario de relaciones para España, no prestó atención a nuestros problemas, posiblemente por estar muy responsabilizado de los de Francia. Eso contribuyó, en nuestra opininó, al aislamiento de la Internacional y a la penetración del anarquismo, de la Alianza. Cuando Federico Engels es designado secretario para España, las cosas cambian. Pero esto sucede después de 1870, y de ello nos ocuparemos en su lugar y hora. Volviendo al período 1864-1870, a continuación dejamos registradas algunas informaciones que aclaran, en parte, el problema que suscita nuestra posición. En la reunión normal del Consejo Central de la Internacional, celebrada en Londres el 6 de febrero de 1866, el ciudadano Jung dio lectura a la información que publicaba el boletín de París L'Association, dando cuenta de que en el mes de diciembre de 1865 había tenido lugar un congreso obrero en Barcelona con la representación de cuarenta corporaciones, acordando federarse, y que el periódico El Obrero sería el órgano oficial de esta federación. El Consejo de la A.I.T. acordaba ponerse en relación con el presidente del Congreso de Barcelona, Antonio Gusart. (Tomado de Documents oj the First International. 1864-1866. Tomo L L. W. London, pág. 164). Como es sabido El Obrero fue suspendido en junio de 1866 y su director, A. Gusart, desterrado a las Canarias donde permaneció hasta finales de 1867. Un bisnieto de él, don Manuel Alcántara, que reside en México nos informaba un día que, después de su destierro en Canarias, había pasado unos años como gerente o técnico de una empresa textil en Portugal. En el número de El Obrero del 18 de marzo de 1866, un mes después del acuerdo del Consejo General de la Internacional, en el texto de un como son las propias actas de los congresos. Aporta a la historia del movimiento obrero español un valioso elemento de estudio. Lástima que se cierre en 1881. Nos remitimos, igualmente, a las obras del profesor M. Tuñón de Lara El Movimiento Obrero en la Historia de España y ha España del siglo XIX. Tuñón de Lara viene realizando un meritísimo esfuerzo, y sus numerosos trabajos representan una valiosa aportación a la historia del movimiento obrero, tan necesitado de esos estudios de esclarecimiento.
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trabajo aparece este significativo y discreto párrafo: «De todos los medios propuestos para llegar al mejoramiento de la clase obrera, ninguno es tan fuerte y tan poderoso, ni tan fecundo en resultados positivos, como el pensamiento de una asociación internacional de trabajadores. Su objeto es reunir en un solo grupo a los obreros de todas las profesiones y países y formar con ellos una sola familia, en donde el interés de todos será el interés de cada uno, cesando en consecuencia el antagonismo que ha tenido constantemente a los unos separados de los otros y que ha dado por último resultado la formación de pequeños grupos distintos y aislados, que se hostilizan entre sí y llevan al terreno de la práctica los más pésimos resultados...» No cabe la menor duda de que este artículo es de Antonio Gusart. En el congreso de 1865 había tenido problemas con un pequeño grupo ácrata y puede decirse que el congreso fue un esfuerzo frustrado. ¿Se refiere a esos detalles y a una posible relación con la Internacional...,? Difícil saberlo. El autor revisó toda la colección de El Obrero —gracias a la gentileza de Alcántara— y no encontró ninguna referencia concreta a la Internacional. Cabe la posibilidad de no haber caído sobre esa información, dado caso que exista. El 2 de mayo de 1870, el grupo internacionalista de Madrid publicó un manifiesto declarándose contrario a la conmemoración del aniversario de 1808 -—intervención francesa—. Al año siguiente organizaron un banquete de fraternidad en el Café Internacional, de la calle de Alcalá. Congregados los internacionalistas, pronunció un discurso José Mesa, intervino el francés Robert Robert —miembro de la sección de Madrid—, y cuando el fogoso Tomás González Morago iniciaba su discurso, el local se vio invadido por elementos de la famosa «Partida de la Porra» que, al grito de «¡ abajo los afrancesados!», deshizo la reunión a trancazos. De ese hecho sin trascendencia y de otras apreciaciones que tratan de fundarse en principios, arranca la campaña y las denuncias de que los socialistas no tenían patria, que eran unos antipatriotas y antinacionales... Por supuesto, la «Partida de la Porra» gozaba de la protección oficial.
30 PROPOSITO DE LOS BAKUNINISTAS DE CREAR UNA NUEVA INTERNACIONAL Que el principal objetivo del bakuninismo era apoderarse de la dirección de la Internacional, es obvio. El Congreso de Basilea (1869) no les daba plena satisfacción. La fracción no se consideraba muy segura de poder lograr sus planes. El grupo aliancista de Ginebra estudiaba la posibilidad de crear otra Internacional La «disolución» de la Alianza estaba sobradamente demostrado que había sido una maniobra, lo mismo que la acción de los grupos secretos descubiertos en toda su política e intenciones. La Internacional contaba con elementos probatorios suficientemente elocuentes de todas las actividades de la fracción en el seno de sus organizaciones, por parte de los «núcleos» específicos aliancistas. El problema tenía que ser resuelto y liquidado en un próximo congreso internacional. En una de las muchas reuniones —celebrada después del IV Congreso, en Ginebra, en el local del Temple-Unique—, un orador descubrió ese intento de ir a una nueva organización del tipo de la Internacional, independiente del «aparato» de la Alianza. En esa reunión participaron Rafael Farga Pellicer y Gaspar Sentiñón, que siguió viaje a Bélgica y Alemania para regresar a Lyon donde se reunió con Bakunin. ¿Qué misión cumplió Sentiñón? Es lógico pensar que cumplió alguna misión de organización, y se conoce una referencia de que realizó gestiones para la adquisición de armas, pero la verdad es que no se cuenta con elementos para poder aclarar el alcance de ese viaje, independientemente de los aspectos profesionales en su carácter de doctor. Los ataques contra el Consejo General de Londres y contra Carlos Marx llegaron a tal nivel que un connotado aliancista como Carlos Alerini —refugiado francés del grupo de Barcelona—, mostró su disconformidad, aunque por poco tiempo, con el carácter de violencia de la campaña. «Hemos visto con pena —decía en Revolución Social—, los ataques dirigidos contra el Consejo General y Carlos Marx...» Pero pronto desaparecieron esos escrúpulos. «Las vacilaciones de nuestros amigos españoles 155
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no fueron de larga duración —dice Bakunin en sendas cartas a Sentiñón y Farga Pellicer el 18 de diciembre de 1870 que con otra de Jokousky, esclarecieron los espíritus y reafirmaron la voluntad de nuestros amigos^.» (J. Guillaume. L'Internationale. Tomo II, pág. 249.) El grupo o dirección aliancista de Ginebra realizaba una intensa y sistemática labor de información parcial, tendenciosa, difundiéndola a través de los periódicos que estaban bajo su control e influencia ideológica, así como por medio de correspondencia y circulares, sobre todo en España, Suiza, Italia, Bélgica y Francia. Los recursos para asegurar esa labor siempre fueron abundantes. «Somos dichosos —aparece en un número de La Federación de Barcelona— de la visita que acababa de hacernos el delegado de la Sección de Propaganda y de Acción Revolucionaria Socialista de Ginebra. Estamos enteramente satisfechos del radicalismo, así como de la pureza de principios que esa sección profesa. Las secciones de España profesan los mismos principios. Por consecuencia, nosotros aceptamos la federación que la sección nos propone y deseamos ver llegado el momento en que esa federación sea una realidad.» El grupo de Barcelona, pues, estaba de acuerdo con la creación de una nueva federación. ¿Quién era el delegado de Suiza que con esos propósitos visitaba al grupo catalán? El autor no ha encontrado hasta este momento, el nombre de ese agente aliancista. Sin duda el conocimiento de sus gestiones en España sería de un gran valor.
31 EL CONGRESO DEL JURA
Otro dato más, para dejar bien situado al Congreso de Barcelona de 1870 y que contribuye a explicar otros hechos es el Congreso de la Federación Latino Suiza, celebrado el 4 de abril del mismo año con asistencia de delegados belgas y holandeses, es decir, poco antes del de Barcelona. En ese congreso se enfrentaron las dos corrientes: la de la Internacional y la de la Alianza. Los aliancistas, al no poder imponer sus puntos de vista, produjeron la escisión, y la federación quedó dividida en dos. La legal, fiel a la Internacional, continuó su congreso, y los bakuninistas, otro, designando su propio Consejo Federal, con residencia en La Chaux de Fonds, apresurándose a pedir al Consejo General de Londres de la A.I.T. su reconocimiento, que le fue denegado en documento que decía: 1
«El Consejo General, en su reunión del 28 de junio de 1870, unánime, ha resuelto que el Comité Federal de la Suiza francesa, domiciliado en Ginebra, conservase su título y que el Comité Federal establecido en La Chaux de Fonds adoptara aquel título local que estime mejor.» Firmaba H. Jung, como secretario de la Internacional para Suiza. La decisión de la Internacional no fue aceptada, y ésta viose obligada a romper toda clase de relaciones con el Consejo Federal ilegal. Y a partir de ese momento, en La Chaux de Fonds quedó radicada una federación aliancista que, bajo la orientación de J. Guillaume, desempeñó un papel de primer orden en la acción contra la Internacional. Ese consejo ilegal, más el centro director ginebrino, conectados con los núcleos de España, 1. Cnn un órgano periodístico, SolidarUé, fundado en Neuchátel, del que era director J. Guillaume, los bakuninistas provocaban una escisión más.
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Bélgica, Italia y pequeños grupos o agentes de otros países, fueron los principales responsables de la frustración de la Primera Internacional. En la Historia del Pensamiento Socialista, de G. D. H. Cole, tomo II, pág. 158, puede leerse: «En Italia y España, incluso cuando los obreros actuaban expresamente en nombre de la Internacional siempre habían seguido su propio camino, sin prestar atención a los deseos del Consejo General de Londres..-!.» Y en la pág. 237 del mismo volumen, refiriéndose al conflicto provocado por los aliancistas en el Congreso de La Haya, aparece este párrafo. «Después del Congreso de La Haya de 1872, Bakunin se puso a formar una nueva Internacional anarquista secreta; pero dos años más tarde se retiró de la vida política activa, después del fracaso del levantamiento de Bolonia..:.:.» Como se desprende de los anteriores hechos y de su significación, el Congreso de Barcelona, de 1870, tuvo los siguientes antecedentes: las consecuencias de la acción organizada de la fracción bakuninista en el IV Congreso de la Internacional; las maniobras de Ginebra con la escisión del Congreso de la Paz y la creación de la Alianza Internacional de la Democracia Socialista con sus ramificaciones secretas y, finalmente, el precedente de la escisión del Congreso de la Federación de la Suiza francesa. En todos esos acontecimientos participaron elementos del «núcleo» de Barcelona. Estos hechos, entre otros, explican las contradicciones y conflictos que se fueron produciendo en el movimiento obrero español en el período de la Primera Internacional y después de su desaparición. 1
1. Del Congreso de 1870, sólo dos delegados llegaron a formar parte del Partido Socialista, Francisco Mora y José Pamias (J. J. Morato, El Partido Socialista). Marx, en una nota de una carta a F. Sorge —1.° de setiembre de 1 8 7 0 — , le dice: «En España, los obreros hacen serios esfuerzos para organizarse y tomar parte en la política, pero se encuentran fuertes obstáculos en la alianza secreta fundada por Bakunin.»
32 EN TORNO A LA COMUNA Y SUS REPERCUSIONES EN ESPAÑA
El año 1870 fue trascendental en el orden internacional, y coincidió con importantes acontecimientos nacionales, además de los señalados en el capítulo anterior. El 19 de julio dio comienzo la guerra franco-prusiana, la lucha entre Napoleón III y Guillermo I determinada por rivalidades y apetencias dinásticas respecto a España, tras la abdicación de Isabel II a consecuencia de la revolución de setiembre y hechos subsiguientes. La Federación Regional Española envió un mensaje de solidaridad a los trabajadores de ambos pueblos y de protesta por la guerra. De acuerdo con la nueva constitución que se definía como monárquica, el general Prim anda a la búsqueda de un rey para España, y los «republicano-monárquicos» y «monárquico-republicanos»:..., se deciden por el príncipe Amadeo de Saboya, lo que contraría a franceses y alemanes. Amadeo entra en Madrid el 2 de enero de 1871, pero Prim había sido asesinado el 27 de diciembre, lo que desencadena una fuerte represión contra la prensa extremista y los miembros de los grupos políticos más avanzados. Amadeo, recién llegado a España, visita la cámara mortuoria donde yacía quien había sido su principal patrocinador. Se inicia, pues, el año 1871 con la monarquía de Amadeo de Saboya y el final de la guerra franco-prusiana. Las fuerzas francesas de Napoleón III han sido derrotadas en Sedán haciendo prisionero al emperador. Del derrumbe del Imperio nace la III República francesa. Tomado París por los alemanes se repliegan sus fuerzas mientras, apoyadas por ellas, la reacción francesa se concentra en Versalles en torno a Thiers y su gobierno. Abandonado París, el 28 de marzo constituyese la Comuna. Toman el poder las masas populares y revolucionarias con sus líderes a la cabeza y en vanguardia la heroica clase obrera parisiense. En provincias surgen algunos movimientos, pero con menos intensidad y éxito que en París. En mayo, la Comuna es aplastada por las fuerzas de Versalles de la forma 159 íi
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más sangrienta. Thiers ahoga en sangre la gran gesta revolucionaria. El movimiento obrero internacional vibra de emoción; primero, ante la victoria; después, ante la derrota. Los que pueden salvarse refúgianse en Suiza, Inglaterra, Bélgica y tres o cuatro en España. Estos núcleos de emigrados desempeñaron un papel muy importante en el movimiento obrero internacional, sobre todo los refugiados en Suiza. Muchos de ellos contribuyeron a complicar más aún las luchas que se venían desarrollando contra la Internacional. Entre ellos, uno de cierta significación: Benito Malón. El 30 de mayo, el Consejo General de Londres hace un documento de protesta, dirigido al proletariado europeo y americano, llamando a la solidaridad, y publica el famoso folleto La Guerra Civil en Francia que provoca una pequeña crisis en el seno del Consejo de la Internacional por la actitud de dos de sus miembros, Odger y Lacraf, que se separan del Consejo por no estar de acuerdo con la Comuna. La Comuna ha sido el primer ejemplo en la historia «de un poder obrero». El movimiento obrero mundial, a partir de esa fecha, ha tenido en la Comuna de París, en la gesta heroica del proletariado parisiense, un gran estímulo, una bandera de emulación que animará sus luchas revolucionarias hasta la gran Revolución rusa de octubre de 1917. Registró un primer ejemplo del más elevado concepto del internacionalismo proletario, al decretar la ciudadanía y los plenos derechos a los revolucionarios extranjeros que, refugiados en París, tomaron parte activa en la lucha por el establecimiento y defensa del poder obrero y popular encarnado en la Comuna. El movimiento obrero español rindió homenaje sistemáticamente cada año a la Comuna y a sus héroes. Hemos querido subrayar este gran acontecimiento histórico sobre el que el lector cuenta con una rica bibliografía, especialmente el estudio de Marx, ya citado, La Guerra Civil en Francia. Derrotada la Comuna, se abre un período de represión en toda Europa. España no fue una excepción. La reacción quiso aprovechar esa circuns1
1. Parte del grupo de participantes en las luchas de la Comuna de París refugiados en Ginebra, de tendencia aliancista de nueva versión, crearon su grupo, titulado Sección de Propaganda y Acción Socialista, con el propósito de federarse con otros organismos o grupos que tenían los mismos propósitos y dar por constituida una nueva federación. Solicitaron el ingreso en la Internacional — 2 0 de octubre de 1871—, declarando aceptar sus estatutos y los acuerdos de la asociación. Era una forma más de aparecer otro tipo de «alianza». El Consejo General, de acuerdo con la decisión del Congreso de Basilea, trasladó la solicitud al Consejo Federal (oficial) de Ginebra que la rechazó, pues se trataba, según él, de «un nuevo vivero de intrigas y discusiones». El autor de este proyecto era Benito Malón, dirigente ganado para el anarquismo y que pasó a reforzar el movimiento escisionista.
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tancia para lanzarse contra la Internacional, es decir, contra la Alianza disfrazada de Internacional. El 19 de junio de 1871 aparece el semanario La Emancipación (18711873), el primer semanario que llegó a alcanzar el verdadero título de socialista y de órgano fiel a los principios y normas de la Asociación Internacional de los Trabajadores. Fue su principal animador y director José Mesa Leompart. Cuando Pab,lo Lafargüe y su esposa Laura —hija de Carlos Marx— llegan a Madrid, 24 de noviembre de 1871, huyendo de la represión desatada en Francia, establecen de inmediato contacto con los elementos confundidos entre aliancistas e internacionalistas, pero con un fondo de tendencia socialista, de partidarios de la acción política, por lo menos en una gran duda y confusión ideológica en cuanto a ese problema que los anarquistas habían logrado envenenar con su ideología bakuninista. La llegada de Pablo Lafargue a Madrid ha sido el punto de apoyo de la Internacional y el de partida para el desarrollo y creación del socialismo español y de su partido. Ilustró al grupo de Madrid sobre el verdadero carácter de la Internacional, sus principios, sus normas, sus tendencias, su programa político, económico y social, enriquecido con los principios del Manifiesto Comunista que, bien que publicado en 1848, era desconocido en España. Lafargue comenzó a colaborar activamente en La Emancipación, contribuyendo, con José Mesa y Pablo Iglesias, a que el semanario se transformara en un verdadero órgano de la Internacional, divulgador de las concepciones ideológicas del socialismo científico y revolucionario, superando las teorías de los utopistas y del anarquismo. La Emancipación había sucedido a La Solidaridad y es el punto de bifurca1
1. La Emancipación empieza discrepando de La Federación (1869-1873), órgano del Centro de Sociedades Obreras de Barcelona que se titulaba órgano de la A.I.T., siendo en realidad un portavoz de la Alianza. Pero su lucha más dura fue con El Condenado (1872-1873), que dirigía y orientaba el turbulento Tomás González Morago y apareció como órgano oficioso de la A.I.T.; después, como oficial del Consejo Federal. El 4 de abril —n.° 10, 1872— se suspendió su publicación, que fue reanudada el 8 de julio del mismo año. Suspendido el 2 de enero de 1873, apareció de nuevo unas semanas después, dejando de publicarse definitivamente el 22 de marzo del mismo año. «En su primera época —dice Díaz del Moral en su Historia de las Agitaciones Campesinas Andaluzas— se llamaba simplemente periódico socialista; en la segunda, llevaba el epígrafe de "Periódico Colectivista", defensor de la Internacional de los Trabajadores. Su credo era el de la Alianza de la Democracia Socialista. En política, anarquista; en economía, colectivista; en religión, ateo. Su segunda época la consagró casi exclusivamente a combatir a la Nueva Federación Madrileña y a su colega La Emancipación.» (Op. cit., págs. 491-492). Como puede verse, en ningún momento fue internacionalista.
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ción de las dos vertientes del movimiento obrero español: la socialista y la anarquista. En su origen no se trata de un problema cuantitativo, sino cualitativo, de hombres y de masas. En La Emancipación apareció por vez primera, en folletón, traducido por Mesa, El Manifiesto Comunista, así como Miseria de la Filosofía, de Marx, refutación de Filosofía de la Miseria, de Proudhon.
33 LA CONFERENCIA NACIONAL DE VALENCIA (10-18 de setiembre de 1871)
Como recordará el lector, el Congreso de Barcelona de 1870 había acordado que el próximo tuviera lugar en Valencia, en 1871, pero las dificultades surgidas de la represión en Francia y otros países contra los internacionalistas, por su participación en la Comuna, crearon una situación internacional plena de obstáculos. Para salvarlos, el Consejo Federal Español, en su sesión del 3 de junio, acordó dividirse designando a tres de sus miembros para que se trasladaran a Lisboa, siendo éstos Tomás González Morago, Francisco Mora y Anselmo Lorenzo. Desde la capital lusitana atendían problemas en relación con el Consejo español y, al mismo tiempo, realizaron una intensa labor de organización de núcleos portugueses, poniéndose en relación, entre otros, con dos elementos que gozaban de cierta popularidad y prestigio, José Fontana y el vizconde Antero de Quental. Según M. García Venero, al vizconde se le consideraba como «padre de la nueva literatura portuguesa 1848-1881» (Historia de las Internacionales en España, pág. 175). «Como medida de precaución —dice Anselmo Lorenzo— la reunión se celebró en una barca dirigida por uno de los mismos congregados, en medio del Tajo...» En O Socialismo na Europa, Magalháes Lima se refiere a este hecho en los siguientes términos: «Tres emisarios, delegados por las secciones de Madrid» llegaron a Lisboa con el propósito de tantear el terreno y preparar la propaganda. Entablaron relaciones con Fontana y comenzaron las conferencias privadas, que tuvieron lugar en un bote cacilheiro (de los que atraviesan el Tajo desde Lisboa a Cailhas, pueblo situado en la orilla opuesta), bogando en el Tajo, reunidos los tres españoles con Fontana, Antero de Quental y tres jóvenes más cuyo nombre no he podido averiguar. De esas conferencias brotó la idea clara y precisa de 163
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las aspiraciones y de la organización de la clase trabajadora. Los tres emisarios, Mora, Morago y Lorenzo, eran de los más enérgicos e instruidos de las secciones madrileñas. Oradores consumados y polemistas convencidos y ardientes, fácil les fue la tarea de hacerse comprender por espíritus tan elevados como Fontana y Quental. »Un año después, gracias al ardiente empeño de sinceros y honrados trabajadores de diversos oficios, Lisboa contaba 10 000 asociados en las secciones de resistencia y Oporto unos 8 000, y las poblaciones circunvecinas de las dos ciudades, algunos miles más...» (Tomado de A. L., El Proletariado Militante, págs. 146-147). 1
El 6 de agosto el grupo del Consejo Federal Español en Lisboa envió un amplio informe al ministro de la Gobernación, que firmaba Francisco Mora, de denuncia por la represión y de defensa de la Internacional y de sus postulados y que se iniciaba con el siguiente párrafo: «Ciudadano ministro de la Gobernación: Las injustas persecuciones de que la Asociación Internacional de los Trabajadores ha sido objeto, no solamente en las demás regiones de Europa, sino también en la libre España, la nación que se precia de tener la constitución más democrática del mundo, nos obligan a dirigiros nuestra ruda, pero franca voz...» Aprovechando el pequeño respiro del nuevo gobierno Ruiz Zorrilla, regresan a Madrid Francisco Mora y Anselmo Lorenzo, quedándose en Lisboa Tomás González Morago, que había roto las relaciones con Mora y no las mantenía muy cordiales con Lorenzo. Dimitió del Consejo español y prosiguió su obra aliancista con los núcleos portugueses. Incorporados Mora y Lorenzo al Consejo de la Federación Regional
1. El movimiento obrero portugués cuenta en su historia con este interesante antecedente y, como consecuencia de él, con una influencia aliancista anarquista desde el primer momento, tradición a la que, en general, fue consecuente en toda la segunda mitad del siglo XIX y en aquella parte del siglo XX en que disfrutó de libertades, que hasta hace poco no fueron muchas, que digamos. Pero el 25 de abril de 1974, la vieja dictadura se derrumbó, y es de esperar —y nosotros abrigamos esa esperanza— que los trabajadores portugueses, instruidos por las experiencias propias y ajenas, no reincidirán en los errores del pasado. Si necesitan mirarse en un espejo distinto del de su historia reciente, no tienen que ir muy lejos, ni en el espacio, ni en el tiempo: del otro lado de su única frontera terrestre y en un lapso de menos de tres cuartos de siglo, el aliancismo anarquista en España fue —parodiando la conocida expresión de Engels—, el mejor ejemplo de lo que no se puede volver a repetir en la historia de nuestros pueblos. Por fortuna, en Portugal el marxismo ha avanzado y sigue avanzando en nuestros días, a medida que retrocede el anarcosindicalismo y va camino de desaparecer su influencia sobre la clase obrera y los campesinos.
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en Madrid, y ante la imposibilidad de celebrarse el congreso de Valencia acordado en Barcelona, se organizó en su lugar una Conferencia nacional, semiclandestina, que tuvo lugar en la misma capital levantina del 10 al 18 de setiembre de 1871. Coincidía esa conferencia con una intensa campaña que el movimiento aliancista internacional venía desarrollando contra el Consejo General de la A.I.T. por no convocar el V Congreso Internacional que, de acuerdo con la decisión del IV de Ginebra de 1869, debería celebrarse en París en 1870. La guerra franco-prusiana había hecho imposible su organización, pero los bakuninistas no aceptaron esa razón, y la campaña contra el «autoritarismo» del Consejo alcanzó los más elevados tonos. El Estado Mayor de esa lucha, como de todas las otras, estaba en Suiza. La Conferencia de Valencia, bien que reducida, fue de gran importancia y de ella se derivaron acontecimientos y actitudes que tuvieron una gran trascendencia para el desarrollo del movimiento obrero español. El Consejo Federal se presentó a la conferencia dimitido. Algunos historiadores señalan que asistieron una tercera parte de las federaciones locales —que agrupaban a las organizaciones de oficio— cuyo conjunto integraba la Federación Regional Española. Constituían la conferencia unos quince delegados. La conferencia tomó diversas decisiones, entre ellas, la designación de un nuevo Consejo Federal, y que éste continuara residiendo en Madrid hasta la celebración del próximo congreso, el cual debería tener lugar en Zaragoza el primer domingo del mes de abril de 1872. Hay algunos puntos oscuros en los relatos conocidos de esta conferencia: los nombres exactos de los delegados y el hecho de que no aparezcan las figuras más significativas del movimiento catalán. Anselmo Lorenzo, en su obra citada, pág. 155, dice: «Fuimos pues a Valencia, a dar cuenta de nuestro mandato como Consejo Federal, Mora y yo, acompañados de Mesa, delegado por Madrid y allí, a más de algunos compañeros delegados que conocimos en Barcelona, encontramos gente nueva entre los que recuerdo Montoro (P.) de Valencia y Marselau de Sevilla.» ¿No estaba presente todo el Consejo...? Para esta aclaración, así como sobre la ausencia que se observa de elementos de Barcelona, tendría interés lograr una explicación. No aparece ningún elemento del «núcleo» de Barcelona, que estaba implicado 1
1. Tuñón de Lara, en su libro El Movimiento Obrero en la Historia de España, dice que acudieron trece delegados, que estaban representadas doce federaciones locales con cuarenta y cinco secciones de oficio; 3 000 cotizantes y 2 000 miembros pasivos. En las cifras, en general, existen grandes discrepancias entre las diferentes fuentes.
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en la acción del grupo de Ginebra en la enconada lucha contra la Internacional y, en particular, en la campaña de protesta por no haberse celebrado el Congreso Internacional de 1870. No aparece Morago a quien, no obstante estar «dimitido» del Consejo Federal, le sobraban posibilidades para obtener una representación; no aparecen Farga Pellicer ni Sentiñón, principales enlaces de Bakunin. ¿No les interesaba la conferencia y estaban preocupados por los problemas internacionales y por la «preparación y control» del congreso nacional que se celebraría en Zaragoza en 1872? -3 En la conferencia aparece por primera vez José Mesa Leompart, director y orientador del semanario La Emancipación que estaba influenciando a gran parte del núcleo de Madrid, desviando a sus miembros de los principios de la Alianza, del anarquismo, y llevándolos hacia el terreno de la acción política de clase y del socialismo marxista. No podemos olvidar que Mesa ha sido uno de los primeros hombres de nuestro movimiento obrero que trataron a Marx y a Engels y, más tarde, a Guesde. Fue uno de los primeros elementos, y de los más valiosos, del socialismo español. No obstante la incorporación de Mesa a la conferencia, ésta aprobó una confusa declaración que, en el fondo, respondía más a la ideología del aliancismo anarquista, que al socialismo y a los principios de la Internacional, al afirmar: «Que la verdadera república democrática es la propiedad colectiva, la anarquía y la federación económica, o sea la libre federación universal de libres asociaciones obreras agrícolas e industriales, forma que fia Conferencia A.R.D.} acepta en todas sus partes...» Como se ve, no faltó más que el conocido eslogan.: «liquidación social». La conferencia hizo suyas y ratificó las bases de organización aprobadas en el Congreso de Barcelona, ya subrayadas en capítulos anteriores y que teóricamente estaban perfectamente instrumentadas. Anselmo Lorenzo debe presentar en la Conferencia de Londres ese programa de organización y defender las posiciones de la resolución de la Conferencia de Valencia. Una resolución, como hemos dicho, aliancista. (Véase El Proletariado Militante, de A. L., y Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XIX, de A. R. D.) Otro acuerdo importante de la conferencia fue la nueva estructuración leí Consejo Federal de la Región Española, a base de comarcas. El nuevo Consejo Federal quedó establecido en la siguiente forma: K
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1. De este consejo se suponía que sólo dos miembros eran aliancistas auténticos, Lorenzo y Mora. Lo de Mora no se confirma, como lo demuestra el «error» padecido por Bakunin al escribirle una carta el 5 de abril de 1872, considerándole
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Francisco Mora Angel Mora Valentin Saez Inocencio Calle ja José Mesa Anselmo Lorenzo Hipólito Pauly Victor Pagés Paulino Iglesias
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Secretario general. Tesorero. Secretario económico. Secretario comarca Sur. Secretario comarca Este. Secretario comarca Oeste. Secretario comarca Centro. Secretario comarca Norte.
Para el mes de setiembre de ese mismo año 1871 (del 17 al 23), estaba convocada por el Consejo General de la Internacional, una conferencia mundial en Londres, en sustitución del congreso que no había podido celebrarse en París en 1870 por la guerra franco-prusiana, ni en 1871 por los sucesos de la Comuna y sus derivaciones internacionales. Ya hemos dicho que los aliancistas tomaron pie de este problema para desencadenar una fuerte campaña contra el Consejo General. La Conferencia de Valencia, ante esa convocatoria, designa a Anselmo Lorenzo como delegado y éste sale de inmediato para Londres con los mandatos que había recibido. El nuevo Consejo Federal de la Región Española — llamó el cochero y presénteseme un anciano que encuadrado en el marco de la puerta, recibiendo de frente la luz de un reverbero, parecía la figura venerable de un patriarca producida por la inspiración de eminente artista. Acerquéme con timidez y respeto anunciándome como delegado de la Federación Regional Española de la Internacional y aquel hombre me estrechó entre sus brazos, me besó en la frente, me dirigió palabras afectuosas en español y me hizo entrar en su casa. Era Carlos Marx.» La estancia de Lorenzo en el hogar de los Marx es un bello ejemplo de fraternidad y de solidaridad humanas que el propio Lorenzo relata con toda emoción (véase El Proletariado Militante, en el capítulo de la Conferencia de Londres). Marx acompañó al día siguiente a nuestro delegado al local del Consejo General. Allí encontró, conoció y saludó a otros delegados, entre ellos a Bastelica, que había tomado parte en el Congreso de Barcelona de 1870. Marx le presentó a Engels, quien desde aquel momento se encargó de darle hospitalidad durante su estancia en Londres. La conferencia tiene lugar en momentos en que se habían registrado hechos de suma trascendencia: la guerra franco-prusiana; la Comuna; la brutal represión de Thiers; la acción coordinada más violenta del bakuninismo a través de sus grupos y ramas secretas; las convulsiones sociales en Italia y España; la represión desencadenada contra los internacionalistas, a la que daba motivo, en gran parte, el sectarismo, el lenguaje, las amenazas y el radicalismo de los aliancistas anarquistas, cuyo «radicalismo 169
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—dice Marx en Las Pretendidas Escisiones— consiste en grandes frases, sirve de la mejor manera a los fines de la reacción». La primera sesión se abrió a las 6.30 del 17 de setiembre, bajo la presidencia de Jung. España, tal como lo había acordado la Conferencia de Valencia, estaba representada por Anselmo Lorenzo. Se prodigaron las intervenciones sobre pequeños problemas. Desde el primer momento, Marx centró la discusión en los siguientes términos: «El Consejo General ha convocado una conferencia para concertarse con los delegados de los diversos países para adoptar aquellas medidas que corten los peligros que corre la Asociación en muchos países y para proceder a una organización nueva que responda a las necesidades de la actual situación.» En esta parte de su posición señaló que el conflicto de escisión de la Federación Suiza debería ser solucionado definitivamente de acuerdo con la demanda del propio Guillaume. Para dictaminar sobre este problema, el más escabroso junto al político, se designa una comisión integrada por Eccarius, Mac Donell, Vaillant, Carlos Marx y Verrycken. Marx, después de un pequeño incidente, se retirará de la comisión. A este problema de la escisión suiza se unía el fundamental y grave de la Alianza en sus aspectos generales. El problema de Suiza, como otros, no era más que efecto, no causa. Anselmo Lorenzo intervino en el problema del tiempo que deberían utilizar los oradores en sus intervenciones; formó parte de la Comisión de Finanzas y otras de carácter administrativo, así como de la encargada de formular el temario de la propia conferencia. «1.° Informe del Consejo General y nombramiento de una comisión financiera de control para verificar la parte económica del informe. 2° Organización de la Asociación, división en tres puntos: a) Organización general de la Asociación, revisión de los estatutos, si procede. b) Organización regional de la Internacional, allí donde las leyes no se oponen a su libre desarrollo. Formación de un Comité central inglés. c) Organización de la Internacional en los países donde las leyes se oponen a su existencia regular. 3.° Conflicto suizo. 4.° Actitud de la Asociación vis a vis de los gobiernos. Nombramiento por la conferencia de una comisión encargada de elaborar un manifiesto.
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5.°
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El abuso del nombre de la Internacional en un célebre proceso político en Rusia.»
La conferencia ratificó su posición contra las organizaciones secretas. Anselmo Lorenzo demanda si las secciones españolas, así como las del Mediodía de Francia, podían mantener correspondencia con la Federación de la Suiza francesa. La solicitud de Lorenzo era un tanto inocente; las organizaciones de Barcelona venían relacionándose, desde siempre, con Suiza y no con Londres. En otra intervención dio a conocer la estructura de la organización española, aprobada en el Congreso de Barcelona, sus lincamientos esquemáticos, que merecieron la felicitación de la conferencia. Lorenzo había entregado una cotización de 300 francos correspondientes a 3 000 afiliados, según informó Engels como secretario del Consejo General para España. Hasta la quinta sesión —se celebraron diez— puede decirse que la conferencia dedicó su tiempo a problemas de organización y administrativos, con numerosas intervenciones sobre los informes. Las ponencias fueron ampliamente discutidas. Anselmo Lorenzo participó discretamente en todas esas discusiones. Muchos acuerdos fueron adoptados por unanimidad. Lo que niega la sistemática acusación de los aliancistas en cuanto al famoso «autoritarismo» del Consejo General y de Carlos Marx. Algunos destacados aliancistas que podían haber asistido a la conferencia desistieron de ello, tal vez para rehuir las discusiones fundamentales sobre la Alianza, la escisión de Suiza y el problema político. En la cuestión de organización se plantearon dos problemas nuevos de gran significación. En la tercera sesión —19 de setiembre—, Marx hizo la siguiente proposición: «La Conferencia, a propuesta del Consejo General, recomienda la fundación de secciones femeninas entre los obreros. Se entiende que esto no impedirá la formación de secciones mixtas.» Creía necesaria la fundación de secciones puramente femeninas en los países donde la industria empleaba a las mujeres en gran número, pues estarían más satisfechas reuniéndose entre ellas para discutir sus problemas. Las mujeres —dijo en su intervención— representan un gran papel en la vida; trabajan en las fábricas, toman parte en las huelgas y desempeñaron un papel importante en la Comuna. Tienen más ardor que los hombres. 1
1. Marx concedía gran importancia al trabajo de proselitismo, de educación social y política entre las mujeres, sobre todo entre las trabajadoras. Ya en 1868, en una carta dirigida el 12 de octubre al doctor Kulgelmann, le decía: «La Asociación Internacional de Mujeres, madame Goegg ha dirigido una epístola al Congreso de Bruselas solicitando si las mujeres podían adherirse a nuestra asociación.
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Anselmo Lorenzo intervino en este debate haciendo una enmienda en el sentido de que las mujeres formaran parte de las secciones mixtas en el mismo oficio y de secciones independientes cuando se tratare de oficios en los que sólo trabajaran mujeres. El problema de la mujer trabajadora, de su organización, quedó planteado por vez primera en el seno de la Internacional. En la novena sesión se suscitó el problema de la organización de los trabajadores agrícolas, que el delegado Frankel consideraba debería ser ampliada a la propaganda en el ejército, a lo que se opuso Engels por estimar que esa acción pondría en peligro a la Internacional Marx propuso que la conferencia facultara al Consejo General para instruir a los consejos federales, con el fin de que prepararan informes sobre el particular, más la proposición de recomendar una labor de organización entre los trabajadores agrícolas fue aprobada. En la sexta sesión, tarde del día 20, se provocó la discusión política, el problema decisivo. Vaillant, Longuet y C. Martin sometieron a la conferencia la siguiente declaración: «En presencia de una reacción sin freno, momentáneamente victoriosa, que asfixia por la fuerza toda reivindicación de la democracia socialista y pretende mantener por la fuerza la distinción de las clases, la Conferencia recuerda a los miembros de la Asociación que la cuestión política y la cuestión social están indisolublemente unidas, que son más que el doble frente de una sola y misma cuestión que la Internacional se propone resolver con la abolición de las clases. »Los trabajadores deben reconocer tanto la solidaridad económica como la solidaridad política, que les une y coaliga sus fuerzas, no menos en el terreno político que sobre el terreno económico, para el triunfo de su causa.» Vaillant subraya que su proposición no puede dar lugar a una larga discusión, puesto que es la expresión del espíritu de los estatutos. Naturalmente, se le contestó con la mayor cortesía afirmativamente.» Y con cierta ironía, añadía: «Si por lo tanto usted prolonga su silencio, enviaremos a su esposa plenos poderes como corresponsal del Consejo General...» En un P. S. de otra carta, del 5 de diciembre, le preguntaba: «¿ Participa su esposa en la gran campaña de emancipación de las mujeres alemanas? Yo pienso que las mujeres alemanas deberían comenzar por empujar a sus maridos a la acción por su propia emancipación.» Y en otra del 12 del mismo mes, informaba al doctor Kulgelmann de que una mujer, Herriet Law, de Manchester, había sido elegida miembro del Consejo General, cargo que ocupó de 1867 a 1872. El problema planteado por Marx en 1868 tiene actualidad en nuestros días.
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El delegado español (Lorenzo) se opone a la declaración con una argumentación carente de base. Consideraba que la conferencia no estaba facultada para discutir el problema, que debería ser examinado en un congreso, pidiendo que se retirara. Le apoyan Bastelica y otros dos delegados aliancistas. «La mayoría, después de largas discusiones, se manifiesta en favor de la declaración, considerando que no se trata de una proposición, sino simplemente de una ratificación categórica de lo que establecían los estatutos de la Internacional honestamente interpretados y de los propios acuerdos de los congresos.» Marx replica a las intervenciones de Lorenzo y Bastelica demostrando que no están fundadas. Se dedican a este tema tres sesiones. Al fin pasa a votación y es aprobado por diez votos en pro, dos en contra, dos ausentes y cinco abstenciones, las de Lorenzo, Bastelica, Plure, Verrycken y Steens. La conferencia está dominada por el problema de la Alianza y las actividades de Bakunin, todo ello envuelto en el problema de la organización suiza. Vaillant propone que todo lo que se refiere al llamado proceso de Netchaiev sea publicado en los periódicos socialistas. Este problema es uno de los aspectos escabrosos de las cuestiones en litigio en la polémica en torno a Bakunin, su personalidad y su conducta, independiente de la Alianza. Anselmo Lorenzo vota en contra y aclara su posición en los siguientes términos: «Sobre la proposición de Vaillant, yo me abstengo fundado en mi ignorancia absoluta sobre el tema con anticipación a la discusión. Los argumentos facilitados no son suficiente claros para que yo haya podido tener una opinión.» 1
La conferencia finalmente sintetiza sus resoluciones: Composición del Consejo General, denominación de los consejos nacionales o regionales —como debería llamarse sin que se confundieran con el Consejo General—• de acuerdo con las decisiones del Congreso de Basilea; cotizaciones de 10 céntimos por miembro; formación de secciones femeninas; trabajos de estadística general; informes internacionales de las sociedades de resistencia; organización de los trabajadores agrícolas; ratificación de la necesidad de la acción política de la clase obrera: «Vistos los considerandos de los estatutos originales donde se dice: "La emancipación económica de los trabajadores es el gran propósito al cual todo movimiento político debe estar subordinado como medio"; «Visto el Manifiesto inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores (1864) que dice: "Los señores de la tierra y los señores del capital se servirán siempre de sus privilegios políticos 1.
Subrayado por nosotros.
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para defender y perpetuar sus monopolios económicos. Lejos de ayudar a la emancipación del trabajo, continuarán a oponer todos los obstáculos posibles. La conquista del poder político es por lo tanto el primer deber de la clase obrera"; «Vista la declaración del Consejo General sobre el pretendido complot de los internacionales franceses en vísperas del plebiscito (1870) donde se dice: "De acuerdo con nuestros estatutos, ciertamente todas nuestras secciones en Inglaterra, sobre el Continente y en América, tiene la misión especial, no solamente de servir de centros a la organización militante de la clase obrera, sino también de sostener en sus países respectivos todo movimiento político tendente al cumplimiento de nuestro propósito final.: La emancipación económica de la clase obrera"; «Teniendo en cuenta que las traducciones incorrectas —no fieles— de los estatutos originales han dado lugar a interpretaciones falsas que han perturbado el desarrollo y la acción de la Asociación Internacional de los Trabajadores; »En presencia de una reacción sin freno que asfixia violentamente todo esfuerzo de emancipación de parte de los trabajadores y pretende mantener por la fuerza brutal la distinción de las clases y la dominación política de las clases poseedoras; «Considerando de otra parte: »Que contra ese poder colectivo de las clases poseedoras el proletariado no puede reaccionar como clase más que constituyendo su propio partido político distinto, opuesto a todos los viejos partidos formados por las clases poseedoras; »Que esta constitución del proletariado en partido político es indispensable para asegurar el triunfo de la revolución social y de su propósito supremo: la abolición de las clases; »Que la coalición de las fuerzas obreras ya obtenida por las luchas económicas debe servir de palanca en las manos de esta clase en lucha contra el poder político de los explotadores; »La conferencia recuerda a los miembros de la Internacional que en la acción militante de la clase, su movimiento económico y su acción política están indisolublemente unidas.» 1
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Podemos preguntarnos si los intemacionalistas aliancistas españoles estuvieron en algún momento en la línea de la Internacional. Ni en su 1.
Subrayado por nosotros.
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Subrayado por nosotros.
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prensa ni en sus congresos estuvo jamás presente la Internacional, sino la Alianza. Sobre la Alianza, la conferencia confirma sus decisiones anteriores de no aceptar ninguna organización al margen de la Internacional, llámese Alianza o Sección de Propaganda, última maniobra del grupo de Ginebra. La conferencia declaraba liquidado el problema de la Alianza, pero los aliancistas, no, como se verá más adelante. La conferencia confió al Consejo General una edición oficial de los estatutos, de los reglamentos, corrigiendo los errores aparecidos en varias traducciones. A Anselmo Lorenzo le desilusionó la conferencia. No vio en ella más que un problema personal entre Bakunin y Marx. Esta inocente interpretación demuestra que le faltaba el conocimiento del problema fundamental, ignoraba la cuestión esencial, por una falta de perspicacia política de dominio del problema de fondo. No se trataba de un problema personal, ni en singular ni en plural; se trata de uno de los problemas ideológicos de mayor contenido político y más trascendental en aquel momento y en aquel cuadro de la historia del movimiento obrero y del socialismo. Justamente a cien años de distancia de aquel acontecimiento, la historia nos revela dónde estaba y dónde siguen estando la verdad y la razón históricas. En el nuevo Consejo General, Federico Engels continuó como secretario corresponsal para España e Italia. 1
1. Para más amplios detalles sobre esta conferencia, véase Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XIX. A. R. D. Editorial Grijalbo, México, páginas 219 y ss. 12
35 DESPUÉS DE LA CONFERENCIA DE LONDRES
En octubre de 1871 se inicia en las Cortes el debate contra la Internacional. En realidad, en una interpretación rigurosa de la historia, no debería definirse como debate contra la Internacional, sino contra los bakuninistas y su organización legal, la Alianza Internacional de la Democracia Socialista y sus ramas secretas. Los principios, las normas, la política, los objetivos de la Primera Internacional, como se viene subrayando, eran completamente extraños a esa discusión. En España no había habido en realidad Internacional, sino anarquismo, y la Internacional era, por su origen y naturaleza, la negación del anarquismo. Hubo, sí, usurpación de su nombre. Unos intencionadamente; otros con mala fe, para encubrir sus maniobras; otros, por ignorancia y falta de información, llevados de su buena fe y de la bondad de formulaciones ideales y abstractas siguieron esa línea oscura y difusa. Sagasta, el «revolucionario de 1868», cometía la más grande de las injusticias y deformaba de la manera más grosera a la Internacional al definirla como «la utopía filosofal del crimen...» Con ello demostraba su ignorancia en cuanto a lo que era la Internacional, cosa nada extraña pues tampoco lo sabían los que se llamaban internacionalistas y de buena fe la confundían con la Alianza. Confundir a Bakunin con Marx ha sido el gran absurdo. Sagasta, siguiendo una política de clase, se alineaba en la ola de represión que azotaba a Europa, y en especial a Francia, después de la Comuna. El y la burguesía, las clases a las que representaba, estaban bajo la influencia de la demagogia irresponsable, de la fraseología radical, extremista, demencial y de violencia de los aliancistas anarquistas españoles, expresada en todos los términos y ocasiones, lo mismo en su prensa que en sus campañas orales. Esa táctica fue la mejor aliada para que la reacción justificara sus represiones y la que impidió el desarrollo de una conciencia de clase seria y consistente en los medios obreros. «Liquida176
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ción social» y «todo o nada» son consignas que penetran fácilmente en las mentes simples. El Consejo Federal de la Región Española —designado en Valencia— el menos bakuninista y el último con esa característica, elaboró un documento de protesta contra los propósitos de las Cortes de declarar fuera de la ley a la Internacional. Esta tuvo como defensores a los diputados Pi y Margall, Lostau, Garrido, Salmerón, Castelar y otros. Pero ¿era en verdad la Internacional la que estaba en el banquillo de los acusados? En todos los trabajos realizados hasta el día de hoy por todos los historiadores de las diferentes tendencias, pero sobre todo por los de ideología anarquista o simpatizantes de esa corriente, así se afirma, y sobre semejante base están elaborados sus estudios. Resulta, pues, un atrevimiento —y casi diríamos que una herejía— afirmar que no hubo un proceso contra la Internacional, sino que lo que estaba en discusión era la conducta, los procedimientos y las consecuencias de las maniobras de los bakuninistas en España, a través de la Alianza y de sus organizaciones específicas secretas, usurpadoras del nombre de la Internacional, pero totalmente al margen de sus normas y disciplina, de sus principios políticos, sociales y revolucionarios. Pues bien, el autor se permite afirmar que en 1871 en las Cortes no se discutió sobre la Internacional, sino sobre el anarquismo parapetado tras ella para desarrollar la política demencial de Bakunin y sus seguidores. Es una afirmación rotunda que provocará, sin duda, toda clase de interpretaciones y discrepancias. Es necesario empezar a llamar las cosas por su nombre, examinar imágenes que correspondan a los hechos históricos en su verdadero contexto y no seguir manejando interpretaciones y enfoques históricos que no corresponden a las realidades o que, en algunos casos, las falsean de la forma más grosera. El hecho de que el anarquismo, es decir, los aliancistas hayan tenido medios para divulgar y propagar sus versiones, «sus verdades», sus «interpretaciones», mientras las corrientes auténticas de la Internacional han carecido de esas posibilidades, no da derecho a que se acepten los hechos tal y como se han presentado y se están presentando. En noviembre de 1871 se constituye en Madrid la Asociación de Arte de Imprimir; antes existía una sección de tipógrafos. La formación de esta agrupación ha desempeñado un gran papel en la historia del movimiento obrero español, pero en la línea de la responsabilidad y del esfuerzo por dotar a la clase obrera de sociedades serias y solventes y de una profunda educación de clase. La integró un grupo selecto de hombres de gran valía, entre ellos José Mesa, Pablo Iglesias, García Quejido, Gómez de la Torre y otros. Subrayamos este hecho por la repercusión
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que tuvo y porque fue un eslabón importante en la cadena del movimiento obrero de concepción socialista. La Conferencia de Londres puso al rojo vivo a los aliancistas, que inmediatamente se enfrentaron con todos sus acuerdos de la forma más sectaria e intransigente. En efecto estaban en evidente discrepancia con los acuerdos del Congreso de Barcelona (1870) y de la propia Conferencia de Valencia (1871). Su prensa arremetió violentamente contra la conferencia, siguiendo la orientación de los periódicos de otros grupos aliancistas extranjeros, en particular de los suizos y belgas. Sólo La Emancipación, del grupo de Madrid, divulgó los acuerdos de Londres, interpretándolos fielmente y defendiéndolos. Este hecho tendría por sí solo que producir fatalmente el posterior conflicto y las discrepancias que se registraron al romperse la hegemonía que hasta entonces habían venido desarrollando los elementos aliancistas y descubrirse el equívoco que durante años se había venido manteniendo de que Internacional y Alianza eran una sola y misma cosa. El modesto semanario La Emancipación, emancipó al movimiento obrero de ese error y de toda una etapa de confusionismo, abriendo un nuevo camino, iniciando una nueva etapa en el movimiento obrero: la etapa del socialismo consecuente con los principios de la Primera Internacional. La llegada a Madrid, el 24 de diciembre de 1871, de Pablo Lafargue, yerno de Marx y ex secretario para España del Consejo General, representó una gran aportación ideológica para el grupo de Madrid de tendencia socialista y compenetrado con los principios de la Internacional. El autor considera que en la etapa anterior a esa fecha, Lafargue tiene una gran responsabilidad, pues en su calidad de secretario corresponsal para España de la Internacional no aparece como habiendo prestado una gran atención a los problemas del movimiento obrero español de 1864 a 1870, año en que pasa a ocupar ese puesto Federico Engels. «Fue la presencia de este hombre —dice Morato, refiriéndose a Lafargue, en su obra El Partido Socialista— decisiva para el movimiento y la organización; él fue el verdadero creador del Partido Socialista porque de él partió el esfuerzo inicial»; y Anselmo Lorenzo declara que aprendió más a su lado en unas semanas que antes en años. Morago desde El Condenado le atacó desde el primer momento. Siendo yerno de Marx, para él y sus compañeros —los de «el diablo en el cuerpo»—, no podía ser más que un espía del, según ellos, «Sultán de Londres», que vivía en un palacio cuyas habitaciones estaban alfombradas, cuando en realidad fue una de las figuras que han tenido una vida más llena de vicisitudes y miseria hasta el último momento de su existencia. La bajeza de las campañas contra Carlos Marx ha sido de lo más innoble que se conoce.
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Lafargue asiste a una reunión que celebra el grupo de las Escuelas Pías de San Fernando, en la que se tenían que leer dos circulares: una del grupo de la escisión del Congreso de Sonvijlier, Federación del Jura, y otra en la línea de la Internacional. Morago se opuso a que se leyera la de la InternacionaL Primer ejemplo de sectarismo y de parcialidad, de procedimientos aliancistas que vive Lafargue en Madrid. Empezó a colaborar en La Emancipación, una vez establecidos los contactos con los verdaderos internacionalistas, Mesa, Iglesias y otros. Con Pablo Lafargue la Internacional entra en España vía Madrid y está presente en España a partir de ese momento; con Pablo Lafargue entra en España El Manifiesto Comunista y los verdaderos documentos de la Internacional. Con José Fanelli, vía Barcelona, habían entrado en España, tres años antes, la Alianza Internacional de la Democracia Socialista y sus grupos secretos, usurpando el nombre de la Internacional. El autor no desea entrar en todos los incidentes ocurridos en torno al semanario La Emancipación, verdadero órgano internacionalista, y El Condenado y otros semanarios, verdaderos órganos de la Alianza y apologistas del bakuninismo> ni en las maniobras de expulsiones e incidentes ocurridos en el núcleo de Madrid y que llevaron a la constitución de la Nueva Federación Madrileña que, según Morato, contaba con débiles secciones en Alcalá de Henares, Gracia, Toledo, Denia, Valencia, Segovia, Lérida, Zaragoza, Vitoria y Pont de Vilumara y con algunas individualidades en otras localidades. La verdad es que la corriente aliancista dominaba la mayoría de la organización. El Consejo de Londres admitió a esta nueva organización. Estaba en su derecho, de acuerdo con las resoluciones de los congresos. En rigor histórico, era la única organización española que podía ostentar legítimamente el título de miembro de la Internacional. Todos esos problemas estaban determinados en el fondo por una lucha y una concepción ideológicas envenenadas por los personalismos, el sectarismo, y la falta de análisis, por actitudes personales sin ponderación. Siete años de equívoco no podían dar otro fruto. Desde ese momento puede decirse que quedó establecida la bifurcación del movimiento obrero español en sus dos vertientes: la socialista y la anarquista. Con un grado de violencia que afortunadamente no conocieron otros movimientos obreros. ¿Pudo evitarse...? La violencia, el sectarismo, sí; el problema ideológico, no. Max Stirner, Proudhon, Bakunin, Kropotkin y sus seguidores representan una línea negativa en la historia. La superación de las ideas socialistas utopistas hacia el socialismo científico de Marx, Engels, Lenin y sus seguidores, otra, pero positiva. La primera, cruzada y entrecruzada, va quedando destruida en el devenir histórico; la segunda va desarrollándose y consolidándose en el desarrollo de la sociedad. Eso es todo. Una filosofía que muere y otra
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que vive, que registra mutaciones de acuerdo con el desarrollo de la sociedad, que pervive y avanza; que es presente y futuro. «Los filósofos no han hecho sino interpretar el mundo de diferentes maneras, lo que importa es transformarlo» {Carlos Marx). El marxismo es la mayor aportación a la transformación del mundo.
36 EL CONGRESO DE SONVILLIER: FEDERACIÓN DEL JURA (12 de noviembre de 1871)
Los aliancistas no aceptaron las resoluciones de la Conferencia de Londres y, apenas terminados los trabajos de ésta, iniciaron su acción con mayor violencia. Un motivo más en su campaña. Primero, porque no se celebraba el congreso de 1870; después, por los acuerdos de la conferencia. Emprendieron de nuevo una campaña sistemática contra el Consejo General de Londres, propugnando la celebración de un congreso internacional. Anselmo Lorenzo regresó de Londres con mayores confusiones y profundamente desmoralizado. Con objeto de sistematizar la acción, unas secciones del Jura organizaron el Congreso de Sonvillier el 12 de noviembre de 1871, tres meses después de la Conferencia de Londres. A esa reunión fraccional asistieron dieciséis delegados, todos bakuninistas, apoyándose en el llamado Consejo Federal de Neuchátel. James Guillaume, el más significado colaborador de todas las maniobras de Bakunin, fue el mentor de toda esta labor fraccional. El principal acuerdo del «congreso» de «los dieciséis» fue la resolución de enviar a todas las organizaciones de la Internacional una circular que pasó a la historia con el nombre de la «Circular de Sonvillier». «Los delegados que suscriben —manifestaban en ella—, representantes de un grupo de la Federación del Jura, se dirigen por la presente circular a todas las federaciones de la Asociación Internacional de los Trabajadores y les piden que se sumen a ella para provocar la convocatoria en un breve plazo de un congreso.» Se manifiestan contra todo principio de autoridad. «Emancipación de los trabajadores por los trabajadores mismos», se declaraba, añadiendo: «Fuera de toda autoridad directiva, aun cuando ésta fuese elegida y consentida por los trabajadores». Consideraban que el 1
1. El subrayado es nuestro. En esas breves líneas, bien elocuentes, se pone de relieve el carácter del «antiautoritarismo» de los bakuninistas, frente a lo que
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Consejo General de la Internacional debería ser un simple centro de correspondencia y estadística. Idea vieja en los aliancistas. Los días 2 y 25 de diciembre celebran a su vez un congreso local los grupos de Bruselas de tendencia aliancista, sumándose al Congreso de Sonvillier. El Consejo Federal belga permanecía fiel a la Internacional y a su Consejo General. Segundo paso fraccional: en Italia se desarrollan las mismas maniobras que inspira directamente Bakunin. Tercera fase fraccional: En Suiza y España estaban los dos focos fundamentales del programa que llevaba en sí la escisión. De Sonvillier pasamos al II Congreso español de Zaragoza llamado, como el de Barcelona, de la Internacional, pero que no sería más que otro congreso de la Alianza y que tendría lugar en Zaragoza, del 4 al 11 de abril de 1872.
ellos llamaban «autoritarismo» de la Internacional y de Carlos Marx y de la interpretación tan curiosa que daban a la democracia.
37 ALGUNOS ANTECEDENTES AL CONGRESO DE ZARAGOZA (4-11 de abril de 1872)
El Congreso de Zaragoza, considerado como II de la Internacional en España, va precedido de varios acontecimientos que merecen ser recordados, porque anticipan los resultados que podían esperarse del mismo. Esos antecedentes, y otros que permanecieron ocultos, de origen exterior, prevalecieron sobre los problemas nacionales que tantas posibilidades ofrecían en aquellos momentos, tan decisivos para la historia de España. Los aliancistas manipularon el congreso a su antojo, como hicieran en el de Barcelona, imponiendo su sectarismo como dóciles elementos del bakuninismo y de sus maniobras de tipo internacional. Del 10 al 18 de setiembre de 1871 había tenido lugar la Conferencia de Valencia, semiclandestina, por no haber podido celebrar el congreso. Se presentó un Consejo Federal dividido, debilitado. Morago había dimitido y trabajaba por cuenta propia, al servicio de la Alianza, durante un período en Lisboa, al quedarse solo allí tras el regreso a Madrid de Francisco Mora y Anselmo Lorenzo. Realiza la misma misión en Madrid, cuando decide a su vez regresar. Al Consejo Federal se da una nueva estructura y designa a nuevos elementos, con una débil participación aliancista. Parece como si los elementos de la Alianza sabotearan la conferencia, no le prestaran ninguna atención, pues aparecen ausentes de ella los representantes más destacados y extremistas del bakuninismo y, como dato significativo, los más representativos del «núcleo» de Barcelona. 1
Entran en el nuevo Consejo Federal, como se recordará, elementos 1. Los documentos emanados del Consejo Federal designado en Valencia merecen ser estudiados con detenimiento. Sus formulaciones y lenguaje no se identifican con los documentos de los consejos anteriores. Esta evolución quedaría cortada en el Congreso de Zaragoza, en el que los aliancistas toman de nuevo las riendas de la organización. (Véanse los documentos en El Proletariado Militante de A. Lorenzo.)
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nuevos como José Mesa y Pablo Iglesias, no catalogados de bakuninistas y que más tarde serían las figuras más representativas del socialismo español. A los aliancistas puro no les dio satisfacción la conferencia ni sus resultados. Los elementos «nuevos» no durarían mucho en el Consejo Federal. Más tarde tuvo lugar la Conferencia Internacional —en sustitución del congreso—, celebrada en Londres del 17 al 23 de setiembre del mismo año. En ella, y como delegado español, participó Anselmo Lorenzo, designado en la reunión de Valencia. La conferencia fue de un gran contenido y rica en resoluciones. En ella se planteó abiertamente el problema de los trabajos fracciónales que venían realizando los aliancistas siguiendo la política de Bakunin. (Véase Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XIX. A. R. D., Editorial Grijalbo.) En la arena internacional, los aliancistas se enfrentaron a la Conferencia de Londres y a sus decisiones, arreciando en sus campañas contra el Consejo General, orquestando una intensa campaña internacional de gran amplitud. Coincidiendo con esa campaña, en octubre de 1871 se iniciaba en las Cortes españolas el llamado proceso contra la Internacional ( ? ) , siguiendo la política represiva europea provocada por el gobierno francés y su ministro del interior, Favre, con su famosa circular dirigida a todos los gobiernos. Pi y Margall, Garrido, Lostau, Salmerón, Castelar y otros fueron los defensores de la Internacional, pero como se señala anteriormente, lo que estaba en discusión en España no era la Internacional, sino el anarquismo. La negación misma de la Internacional. La Conferencia de Londres, sus enfoques, estaban en discrepancia total con lo que había sido el primer congreso español celebrado bajo la égida —equívoca— de la Internacional, en Barcelona en 1870, el cual había sido, en realidad, el primer congreso español de la Alianza. Otro acontecimiento digno de registrarse es la llegada de Pablo Lafargue —de manera fortuita— a Madrid, el 24 de diciembre de 1871, es decir, cuatro meses antes de que tuviera lugar el Congreso de Zaragoza. Como se sabe, en el Consejo General de Londres Pablo Lafargue había ostentado el cargo de secretario corresponsal para España. Pero de ese cargo no dejó rastro en la historia del movimiento obrero español, como se ha señalado en capítulos anteriores, tal vez por estar totalmente entregado al movimiento obrero francés. Su presencia en Madrid tendrá gran trascendencia, marcará un hito en la historia del movimiento obrero español y del socialismo. Sin entrar en las incidencias del problema, nos interesa dejar constancia de que en esos momentos queda constituida en Madrid la Nueva Federación Madrileña, aceptada por el Consejo General de Londres. Desde ese momento, la Internacional cuenta con una verda-
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dera y leal sección en España, que divulgará sus normas y sus principios. Como consecuencia de la Conferencia de Londres, tomada como pretexto, y en oposición a sus decisiones, los elementos escisionistas suizos habían organizado en Sonvillier «su congreso» de la Federación del Jura, que tuvo lugar el 12 de noviembre de 1871. El llamado congreso de «los dieciséis» se dirigió a las demás secciones pidiéndoles que se sumaran a su posición y solicitaran la inmediata celebración de un congreso internacional. En el mes de octubre, estos mismos elementos, reforzados con la presencia de algunos emigrados huidos de la represión de París, trataron de que el Consejo General admitiera una nueva sección, llamada Sección de Propaganda y Acción Revolucionaria. El Consejo General rechazó la solicitud, de acuerdo con el Consejo Federal Suizo. La fracción bakuninista del grupo local de Bruselas celebra a su vez su congresillo, el 24 y 25 de diciembre de 1871, examinando la circular y decisiones del de Sonvillier y sumándose a las mismas. En el mes de abril de 1872 celébrase en Zaragoza el II Congreso español, que aprueba las decisiones de Sonvillier y las del grupo belga. Ante las maniobras fraccionales del grupo aliancista español, el 24 de julio el Consejo General de la Internacional le envía una carta llamándole la atención por sus actividades antiunitarias. Naturalmente, esas comunicaciones de la Internacional nunca se dieron a conocer. Saliendo al paso de todas las maniobras, el 5 de marzo de 1872 el Consejo General había dado a conocer su famosa «Circular sobre las pretendidas escisiones en el seno de la Internacional», al mismo tiempo que convocaba el V Congreso Internacional para los días 2 a 9 de setiembre de 1872, en la ciudad de La Haya. En torno a ese congreso empezarían a montarse todos los dispositivos aliancistas para reñir la gran batalla contra la Internacional y sus hombres y, en particular, contra Carlos Marx, al que ya consideraban como su enemigo número uno.
38 MANIOBRAS EN TORNO AL CONGRESO DE LA HAYA
A las maquinaciones ya consignadas deberemos añadir algunas otras, desarrolladas en 1872, que daban continuidad a los programas escisionistas orientados hacia el V Congreso, en el que se pensaba dar la batalla definitiva. En este caso, el caballo de Troya resultaría ineficaz. El 5 de abril de 1872, Bakunin comete una gran ligereza al escribir una amplia carta a su «hermano» de Madrid Francisco Mora, considerándolo como uno de sus «aliados». Mora, en el que se había operado una seria evolución política, era en ese momento un verdadero y leal internacionalista. Curado de aliancismo, formaba parte del grupo de La Emancipación que, con José Mesa, Pablo Iglesias y la colaboración de Pablo Lafargue y otros militantes, había descubierto los manejos y maniobras de la Alianza y de los bakuninistas, comprendiendo, al fin, cuál era la verdadera Internacional y el camino del socialismo. Bakunin se equivocó: Madrid no era Barcelona. Madrid no era Tomás González Morago (véase la carta en Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XIX, Editorial Grijalbo, páginas 238 y 239). En esa carta, Miguel Bakunin ponía al descubierto sus maniobras, y fue uno de los documentos probatorios exhibidos en el Congreso de La Haya. Su tono lastimero haciendo gala de sentimientos unitarios, carecía de sinceridad, de todo valor, ante las intenciones que descubría. Palabras de unidad y hechos de fracción, lo que nos permite llegar a la conclusión no sólo por este caso, sino por otros muchos, de que para Bakunin la palabra «sinceridad» carecía de todo valor y no entraba en sus principios. El 5 de agosto de 1872, después de las reuniones fracciónales de Suiza y Bélgica y del Congreso español de Zaragoza, los grupos italianos de la fracción bakuninista organizaron su propia conferencia en Rímini, a la que asistieron veintiuna secciones, de las que sólo una, la de Ñapóles, había pertenecido a la Internacional de la que ya se había separado. Fue representada por Bakunin en el IV Congreso de la Internacional, de 1869, 186
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celebrado en Basilea. La conferencia se desarrolló con la misma orientación que las de Suiza, Bélgica y España, y su principal resolución descubría con toda claridad el alcance de sus propósitos, poco consecuentes con las plañideras frases de Bakunin en su carta a su «hermano» Francisco Mora. La conferencia concretó su extremista posición en los siguientes términos : «Que el espíritu reaccionario del Consejo General ha provocado el resentimiento revolucionario de los belgas, de los suizos, de los franceses, de los españoles, de los eslavos y de los italianos y la proposición de la supresión del Consejo, así como la reforma de los estatutos. »E1 Consejo General, no sin razón, ha convocado al Congreso General en La Haya, lugar el más apartado de estos países revolucionarios ( . . . ) . »La conferencia declara solemnemente ante todos los trabajadores del mundo que, a partir de este momento, la Federación Italiana rompe toda solidaridad con el Consejo General de Londres ( . . . ) . «Propone no enviar delegados al Congreso de La Haya, sino a Neuchátel (Suiza) para abrir el mismo día el Congreso General "Antiautoritario". »Rimini, 6 de agosto de 1972. Por la conferencia, Carlos Cafiero, presidente; Andrea Costa, secretario.» La acción de los italianos, tan drástica y expeditiva, estaba respaldada nada más y nada menos que por José Fanelli, Andrea Costa, Enrique Malatesta, Pezza y Carlos Cafiero. Su propósito, como se desprende de la resolución, era celebrar un congreso en Neuchátel simultáneamente al congreso oficial de la Internacional en La Haya, considerando como legal el primero e ilegal el segundo. Así era de simple y sencillo el problema para los «no autoritarios» de nuestros más connotados anarquistas. La asamblea envió a su jefe Bakunin el siguiente mensaje: «Querido compañero.: »Los representantes de las secciones italianas de la Internacional, reunidos en su primera conferencia en Rímini, nos han encargado de transmitir a usted, infatigable campeón de la revolución social, un afectuoso saludo. Saludo, pues, para usted, hermano, a quien en la Internacional le han causado el más grave daño. Carlos Cafiero, presidente; Andrea Costa, secretario.» (Historia de las Internacionales en España, M. García Venero.)»
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De todas las organizaciones reunidas, salvo la de Ñapóles, como se señaló anteriormente, ninguna pertenecía a la Internacional. Y la de Ñapóles había causado baja. No obstante se habla en nombre de la Internacional. No prosperó el proyecto de los italianos entre los otros grupos de Suiza y Bélgica, pero sólo se trataba de un problema de táctica. Consideraban que era más conveniente asistir al congreso oficial de La Haya, presentar batalla y, si eran derrotados, entonces acudir a la celebración de otro congreso. Y así fue. Todo estaba previsto. Del Congreso de La Haya, los bakuninistas pasaron al Congreso de Saint-Imier, que tendría lugar el 25 de setiembre. Y la escisión quedó consumada. En Estados Unidos también se manifestaban los efectos de la propaganda escisionista del anarquismo, si bien la lejanía hacía que ésta tuviera menos virulencia. De los núcleos de Nueva York, algunos participaron en la lucha contra la Internacional. La distancia empequeñecía los problemas, y el encono y la violencia no eran tan agresivos. Por otra parte, la noble figura de Federico Antonio Sorge, fiel internacionalista, leal colaborador de los hombres de la Internacional, y en particular de Marx y Engels, supo mantener en alto hasta el último momento, con honradez política y limpieza de conducta, los principios de la Internacional. 1
1. Este Federico Antonio Sorge, último secretario del Consejo General de la Primera Internacional, de quien se ha hablado en diversas ocasiones a lo largo de esta obra, fue abuelo de Richard Sorge (Bakú, 1895 - Tokio, 1944), agente secreto soviético que adquiriría fama universal por la destacada labor que, como tal, hubo de realizar durante la segunda guerra mundial. A partir de 1918, participó en los movimientos revolucionarios de Alemania, entrando a formar parte de los servicios secretos de la Unión Soviética en 1929. Acreditado corresponsal de prensa en Tokio en 1933, comunicó importantes noticias a Moscú (1939-1941), particularmente la de que Japón no atacaría a la URSS. Detenido en octubre de 1941 por los servicios secretos japoneses, fue ejecutado en 1944. En su colección «Biografías Gandesa», Ediciones Grijalbo le ha dedicado la titulada El caso de Richard Sorge, el espía del siglo, héroe de la Unión Soviética, de Deakin y Storry.
39 ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE PABLO LAFARGUE Antes de la celebración del Congreso de Zaragoza
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En el trabajo de Núñez de Arenas El Movimiento Obrero Español aparecen unas opiniones acerca de Pablo Lafargue sobre las que consideramos de justicia hacer algunas observaciones. Nos creemos tanto más obligados a ello por cuanto estamos considerando al yerno de Carlos Marx como uno de los elementos decisivos en la creación y desarrollo del socialismo español, no obstante su breve estancia en nuestro país. Las alusiones que Núñez de Arenas hace a Pablo Lafargue, el autor de este trabajo se permite considerarlas faltas de objetividad y no ajustadas a los hechos ni a una justa valorización histórica. Desde el campo socialista y del auténtico internacionalismo, se puede atribuir a Lafargue, en relación con el movimiento obrero español de 1864 a 1870, más de una responsabilidad y cierta negligencia, pues —conociendo el español y dada su calidad de secretario corresponsal para España de la Internacional— no prestó a nuestro movimiento obrero ninguna atención, como venimos subrayando a través de nuestro trabajo. Y en España, en ese período, se estaban produciendo hechos y estaba desarrollándose un movimiento obrero del mayor interés, tanto que no escapó a la perspicacia del propio Marx y de Engels; Lafargue, sin embargo, se mostró indiferente a ese proceso, que no sólo se circunscribía a España sino que en él también podía incluirse a Portugal y, en cierta medida, 1. Vía El Proletariado Militante, Anselmo Lorenzo, refiriéndose al Congreso de Zaragoza y al informe sobre la propiedad al que Pablo Lafargue prestó una valiosa colaboración, dice lo siguiente: «...lo que soy en la actualidad para el ideal y lo que en mí reconocen mis amigos, lo debo en gran parte a lo que en su redacción aprendí con el trato amable y con la ilustración de Pablo Lafargue, que si en otros asuntos mereció censuras por su contacto con la Federación Española, en este concreto fue perfectamente correcto...».
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a algunos de los aspectos sociales que venían produciéndose en países de América Latina. En lo que se refiere a España, esa falla explica, en parte, la acción aliancista con sus éxitos y la pobreza de la propaganda de los verdaderos principios de la Internacional. La Alianza envió diversos emisarios a España; la Internacional, ni uno solo. Con la llegada de Pablo Lafargue, con cerca de siete años de retraso y de una forma fortuita, se consiguió lo que no se había logrado en ese período: que en España se conociera a la Internacional en su verdadera imagen. Lo que no comprendemos es la posición de Núñez de Arenas al analizar la figura de Lafargue en su, por muchos conceptos, interesante trabajo. Las críticas que le hace, la imagen que nos presenta del yerno de Marx, con sus aspectos negativos, la encontramos en la prensa, en los panfletos y en los trabajos de los anarquistas, cargados de virulencia y de odio, cosa que no nos extraña: están dentro de su línea de conducta permanente de denigrar, de desfigurar la historia del movimiento obrero; pero esa actitud nos parece ilógica, poco fundada en un socialista como Núñez de Arenas, y mucho menos que eso se escribiera en 1916. «El año 1871 —escribe Núñez de Arenas— habían entrado en la Federación Madrileña dos hombres que ejercieron una gran influencia en el movimiento obrero español: Pablo Lafargue y José Mesa. Lafargue, el yerno de Carlos Marx, temperamento de periodista, de espíritu poco fino, vanidoso y con alguna cultura general, se vio admirado por el grupo de obreros madrileños, entre los cuales, varios valían mucho más que él... Pero Lafargue tenía en ventaja suya el prestigio de haber viajado, el aplomo, el ser un intelectual y, sobre todo, el ser yerno de Carlos Marx. También maniobró en Madrid, que, ayudado por otro periodista de cuya buena fe y talento se hacen lenguas escritores obreros como Morato y Mora, José Mesa, consiguió que se llegara a la división de las fuerzas proletarias en España.» La acusación es demasiado grave y no corresponde a la verdad histórica. Esas afirmaciones, esa interpretación, falsean los hechos, no corresponden a los antecedentes, al origen ni a las causas que determinaron la división del proletariado. Endosar a Lafargue, al socialismo, la escisión del proletariado español en el siglo xtx, es un endoso totalmente injustificado. Es una versión sin análisis. A uno le produce la misma extrañeza que la que, a este respecto, señala el profesor Tuñón de Lara en una de sus obras. Esa interpretación no corresponde, en opinión del autor, a los antecedentes, al origen ni a la trascendencia que ha tenido el proceso socialista iniciado en Madrid en torno al semanario 1
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Subrayado por nosotros.
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La Emancipación, al que más tarde daría continuidad El Socialista. Hasta la llegada de Lafargue a Madrid, el llamado «internacionalismo», era un término de confusión, en el que estaban metidos todos, aliancistas y no aliancistas. La prueba más elocuente es la resolución fundamental de la propia Conferencia de Valencia, en la que intervinieron José Mesa y Pablo Iglesias y otros elementos no caracterizados como aliancistas, cuyo texto es de afirmación anarquista; está dentro de la línea bakuninista. El internacionalismo no era más que la etiqueta que encubría la acción y las actividades de la Alianza, en una palabra, del anarquismo y sus ramas secretas, siguiendo las directrices de Ginebra. Ahí están para demostrarlo, toda su prensa, todos sus documentos, sus folletos y revistas, su propaganda oral, pero sobre todo, como elementos irrefutables, las resoluciones adoptadas en los congresos celebrados, como pura fórmula, bajo la égida de la Internacional. Hemos señalado en capítulos anteriores —cosa sabida— que con José Fanelli había entrado en España la Alianza; con Pablo Lafargue, tres años más tarde, llegarían la Internacional, el Manifiesto Comunista y las primeras nociones de El Capital. Con todo el respeto que nos mereció siempre nuestro viejo amigo Núñez de Arenas, nos permitimos reafirmar una vez más, refiriéndonos a aquella época, que Lafargue es el punto de partida, de arranque, del socialismo español y que la Nueva Federación Madrileña ha sido la única organización que puede ser calificada como una sección auténtica —independientemente del número de miembros que la integraran— de la Primera Internacional en España. Lo demás fue ficción. Todo lo sucedido en el «núcleo» de Madrid, los incidentes de las expulsiones, los reingresos, las nuevas expulsiones, etc., aparte de algunas cuestiones personales en las que Morago es siempre primer actor, se derivan de una concepción fundamental en cuanto a la interpretación del papel que le corresponde a la clase obrera en su doble acción económica y política, frente a las falsas posiciones ideológicas del anarquismo. La historia se ha encargado de dirimir este problema. Lafargue fue uno de los grandes teóricos del socialismo científico y representó un gran papel en el movimiento obrero francés, después de pasar, es verdad, por una pequeña fiebre proudhoniana. Fue uno de los más fieles y más firmes defensores de las teorías del marxismo y no por ser yerno de Marx, sino por su propia inteligencia, con la colaboración de su esposa, Laura Marx, que también ofrendó al socialismo todo su entusiasmo y su talento. Es de lamentar que no tengamos ninguna referencia de las reuniones de José Mesa con los Marx, tanto en Madrid como más tarde en París. Sin duda serían de un gran valor. Para el movimiento socialista español, Pablo Lafargue y Laura Marx, con Mesa, Iglesias y otros veteranos son las figuras 13-
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pioneras del socialismo, del que nacerá años más tarde, la Unión General de Trabajadores de España, bajo la dirección y orientación de Antonio García Quejido, uno de los militantes más extraordinarios de nuestro movimiento obrero. Es inverosímil pensar, como señala Núñez de Arenas, que «de no haber existido la escisión —la de Madrid—, Iglesias hubiese sido el alma de la Internacional, que en aquellos momentos contaba 104 federaciones locales, 284 secciones de resistencia y 69 de oficios varios que quedaron en manos de los que habrían de llamarse anarquistas...,» (M. N. A, op. cit.). Olvida Núñez de Arenas que esa organización había estado y estaba bajo el control de la Alianza. Ahí están sus congresos nacionales y su participación en los internacionales. 1. «Durante el año que pasa en España, Lafargue se consagra, con Mesa, Mora y Pablo Iglesias, al trabajo de la Internacional, desarrollando una lucha ideológica contra las influencias de Bakunin en el grupo de Madrid. Contribuye en esa acción, bajo el seudónimo de Farga, a que La Emancipación se transforme ea un verdadero órgano de la Internacional. Mantiene correspondencia asidua con Engels, el nuevo secretario de la Internacional para España, que le tiene informado y al corriente de la lucha contra el anarquismo. Hace un viaje a Lisboa, participa en el Congreso de Zaragoza y en el Internacional de La Haya, representando a las organizaciones de Madrid y Lisboa. Después del regreso de La Haya establece su residencia en Londres.» (De la Introducción a Federico Engels, Pablo y Laura Lafargue. Correspondencia, tomo I, Ed. Sociales. París.) «Bien antes de nuestra revolución, en el período que la precede y la prepara, los proletarios conscientes, los socialdemócratas, se habían dado cuenta y consideraban a Lafargue como uno de los más grandes y profundos propagandistas de las ideas marxistas.» (Lenin, Oeuvres, 4 . edición, tomo XVII, pág. 269.) Emile Bottigelli, en la introducción a la obra citada, pág. X X , dice: «Lafargue no ha sido sólo un teórico. Ha tomado una pane activa en la vida del movimiento y ha luchado por la constitución de un partido proletario, independiente de la burguesía, fiel a los principios del marxismo...» Engels escribe una carta a Laura Marx, el II de marzo de 1873, en la que le decía: «Mis felicitaciones por los artículos de Pablo en La Emancipación que nos han complacido mucho a todos y hacen el efecto de un manantial fresco en el desierto de las declamaciones abstractas que reinan entre los españoles. Son los artículos de La Emancipación en los que se ha presentado por primera vez a los españoles la verdadera ciencia; tú tienes tu parte importante y, lo que es más, la parte propiamente dicha científica; por lo tanto, yo estoy obligado a agradecértelo particularmente como secretario para España.» Refiriéndose al confusionismo que reinó en España en relación con la Alianza y la Internacional, Lafargue, en una carta a Engels escrita en San Sebastián el 8 de agosto de 1871, le decía: «He tenido la ocasión de ver a Pi y Margall, un encantador y honesto hombre. Hemos hablado largamente de la Internacional y me dio esa idea de Bakunin (que la Alianza y la Internacional eran una misma cosa), idea que Castelar expresó en pleno Congreso, en su discurso sobre la Internacional.» a
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Pablo Iglesias jamás hubiese podido dar un nuevo cauce a un proceso que se desarrollaba en España desde antes de los primeros momentos de la creación de la Internacional y que contaba con una profunda influencia de Proudhon, para caer más tarde bajo la de Bakunin. La bifurcación de las tendencias marxistas y anarquistas era fatal. Una marchaba en el proceso revolucionario evolutivo de la sociedad: el marxismo; la otra, contra ese proceso. La primera con teoría revolucionaria; la segunda, sin teoría, sin principios, descansando solamente en la irresponsabilidad, en la demagogia y en la violencia como sistema. Esa bifurcación, por otra parte, no ha sido sólo un problema de España, sino que se registró en el conjunto del movimiento obrero internacional. La situación política general de España en aquellos momentos ofrecía grandes posibilidades para una acción política de la clase obrera, aprovechando la coyuntura de la debilidad del régimen, de sus contradicciones y de la ineficacia de sus instituciones, como lo demuestra el hecho de que, el 11 de febrero de 1873, el Congreso y el Senado dieran a conocer la abdicación de Amadeo, proclamándose la primera República, como epílogo del proceso de la revolución del 68, de la «Gloriosa», iniciándose el del nuevo régimen republicano al que el anarquismo no aportó más que sus irresponsabilidades, contribuyendo, muy decisivamente, a la frustración de una coyuntura que permitía empujar el desarrollo de la revolución democrático-burguesa bajo la presión de la clase obrera y sus organizaciones —aunque débiles—, influenciando y arrastrando a una masa considerable de las fuerzas populares y progresistas del país. La indiferencia política del anarquismo hacia la situación de crisis que llevó a la proclamación de rey de España a Amadeo y más tarde al establecimiento de la República ha sido una gran lección que no sólo se olvidó en aquella fecha, sino que también se cometieron los mismos errores en 1931 cuando se proclama la segunda República. Ser consecuentes en lo negativo es una característica anarquista.
40 HACIA EL CONGRESO DE ZARAGOZA
Con los antecedentes que se registran anteriormente y otros que pudieran aducirse, del 4 al 14 de abril de 1872 se celebra el Congreso de Zaragoza, más ocupado, en el fondo, de los problemas de intrigas internacionales que de las cuestiones concretas, candentes, de la vida nacional, que tanto interés ofrecían en aquellos momentos para la clase obrera y para el porvenir de España. La Internacional estaba oficialmente disuelta. El congreso, por prudencia, celebró sus primeras sesiones con carácter privado en la Federación local y trató de celebrar las públicas a partir del día 8 en el Teatro Novedades, adonde había convocado a los trabajadores zaragozanos que acudieron en gran número. A poco de iniciarse, la reunión fue suspendida por orden gubernativa, lo que provocó una gran protesta. El congreso elaboró un manifiesto protestando por la arbitraria actitud del gobernador, pero para el día 8 sus trabajos ya estaban realmente realizados. Como se desprende del orden del día, los temas presentados por el Consejo Federal y las propuestas eran numerosas y de toda índole. El informe sobre la educación integral, era todo un trabajo teórico que sin duda dejaba sin aliento a los cincuenta delegados que asistían al congreso. Para completar el orden del día no faltaba más que el punto del establecimiento de un idioma universal y que éste surgiera del Congreso de Zaragoza., i Lo importante era discutir lo divino y lo humano, pero no los problemas concretos de la clase obrera en aquellos momentos, ni la situación política nacional en relación con los intereses de la clase obrera, ni el problema esencial de su unidad frente a los acontecimientos por los que atravesaba el país y las contradicciones en que se debatía la burguesía. Eso no tenía importancia. Lo importante, lo decisivo era lo que sucedía 1
1. Remitimos al lector al libro, tantas veces citado, de Anselmo Lorenzo, El Proletariado Militante.
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en Ginebra, los congresos escisionistas de Suiza y Bélgica y las actitudes de los grupos internacionales bakuninistas en sus maniobras contra la Internacional y su supuesto «autoritarismo». Para los aliancistas españoles («los puros»), la Internacional era lo que ellos querían que fuese y nada más. De ahí sus resoluciones y su política a espaldas de sus estatutos, Normas y Reglamento, tres principios que el anarquismo no puede aceptar porque se trata de principios de orden, de disciplina, de jerarquía y de autoridad a que deben ajustarse los hombres que ejercen la responsabilidad de la dirección de un organismo internacional o de cualquiera otra naturaleza en el seno del movimiento obrero. Pero esto es incompatible con el anarquismo en una acción que se proyecte sobre ellos; y son procedimientos que admiten con toda rigurosidad y violencia si son ellos los que los aplican desde sus «núcleos» específicos y minoritarios a los demás, esgrimiendo su bandera contra todo «autoritarismo», por un lado, y la de la exaltación de la libertad individual, por otro. Para los anarquistas, la democracia en el movimiento obrero la determina la violencia. Es un singular principio de democracia que, para mayor contraste, se trató de justificar como una lucha contra el «autoritarismo» del Consejo General de la Internacional y, sobre todo, contra el «autoritario» Carlos Marx.
41 ASPECTOS Y PORMENORES DEL CONGRESO
Como era costumbre de los elementos aliancistas, en los congresos que organizaban y que estaban bajo su control se hablaba de lo divino y de lo humano, estaban recargados de literatura y sus resoluciones, excesivamente largas, se perdían en toda clase de divagaciones repitiendo, en muchos casos, los términos comunes de la literatura anarquista, con frases altisonantes, plenas de conceptos expresivos de la violencia en su terminología vacua, herencia proudhoniana y del bakuninismo, para más tarde iniciarse en la de Pedro Kropotkin que en 1870 había visitado Barcelona. El Congreso de Zaragoza no podía escapar a ese pugilato dialéctico y de resoluciones cargadas de literatura, incapaces de lograr una síntesis en torno a cada uno de los problemas examinados, que eran muchos. No entraremos en el examen de los documentos; una vez más remitimos al lector a la obra de Anselmo Lorenzo El Proletariado Militante y a otros trabajos de diversos autores que han tenido como fuente de información ese trabajo. El Congreso de Zaragoza fue muy importante en lo que pudiéramos definir como política, sus fines y objetivos anarquistas y con una relativa preocupación por los problemas orgánicos y administrativos. El orden del día, como reconoce el propio Lorenzo, «era grande y difícil. A su estudio había dedicado mucho tiempo y preferente atención el Consejo Federal, tomándose en esto un trabajo que las pasiones suscitadas por el personalismo inutilizaron después» (Anselmo Lorenzo, op. cit.). El congreso se dividió en clandestino y público. Del 4 al 8 de abril (1870) celebró sus reuniones privadas en la sede de la Federación de Zaragoza y el 8, en el Teatro Novedades, tuvo su primera reunión pública presidida por José Pamies y como secretario Pablo Iglesias y Solanes. Las organizaciones más fuertes eran las catalanas y las de Andalucía y Levante. 1
1. Asistieron cuarenta y cuatro delegados, más los miembros del Consejo Federal. De aquéllos, dieciocho representaban a organizaciones catalanas.
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Entre los delegados menos influenciados por la Alianza estaban presentes José Mesa, Pablo Iglesias, Ángel y Francisco Mora, Inocencio Calleja y, por primera vez, Pablo Lafargüe (Pablo Lafar). El grupo aliancista estaba representado por importantes elementos, entre ellos, Tomás González Morago, Anselmo Lorenzo, Francisco Tomás, Pelegrín Montoro, de Levante, y una numerosa delegación catalana, entre ellos, Juan Seguí, José Prats y Tomás Soriano. Se nombró un consejo provisional integrado por Pelegrín Montoro, Francisco Martínez, Francisco Tomás y Anselmo Lorenzo, todos bajo la influencia de la Alianza. Más tarde quedó designado el Consejo Federal definitivo, incorporándose al mismo otros elementos de Valencia, también aliancistas. A partir de ese momento, el Congreso Federal de la Región Española quedó constituido de la siguiente forma: secretario general, Anselmo Lorenzo; tesorero, Vicente Rosell; contador, Vicente Torres; secretario económico, Vicente Asensi ; secretario corresponsal de la comarca Norte, Pelegrín Montoro; secretario corresponsal de la comarca Sur, Severino Albarracín; secretario corresponsal de la comarca Este, Francisco Tomás; secretario corresponsal de la comarca Oeste, Cayetano Martí; secretario corresponsal de la comarca Centro, Francisco Martínez. 1
El congreso acordó que el consejo residiera en Valencia. La organización se le escapaba a Madrid. El congreso había respetado la estructura aprobada en la Conferencia de Valencia, pero eliminaba en el nuevo Consejo Federal a todos aquellos elementos que no estaban bajo la disciplina de la Alianza o que no ofrecían garantías a la organización secreta derivada de ella. Salvo Anselmo Lorenzo, todos los elementos designados en la Conferencia de Valencia fueron eliminados: Francisco Mora, Ángel Mora, Valentín Sáenz, Inocencio Calleja, Hipólito Pauly, Víctor Pagés, Pablo Iglesias y José Mesa. Con la excepción de Iglesias y José Mesa, los excluidos eran fundadores de la organización. La evolución positiva que se había registrado en la Conferencia de Valencia quedaba cortada en seco en el Congreso de Zaragoza, afirmándose el monopolio del bakuninismo en el movimiento obrero. Francisco Mora había sido designado para el nuevo consejo, pero ante las características de su composición no aceptó el cargo, siendo sustituido por Severino Albarracín, un activo aliancista en relaciones con Ginebra que desempeñó un papel principal en los sucesos de Alcoy, logrando emigrar a Suiza, incorporándose a la labor del grupo escisionista ginebrino. Anselmo Lorenzo dimitió de secretario general el 20 de junio. No 1.
Las autoridades dieron orden de detención contra Morago, José Mesa y Pagés.
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gozaba de la confianza de los aliancistas seguros, y se encontraba en una posición difícil al frente del Consejo Federal, como él mismo escribió. Duró poco más de dos meses en el consejo, siendo sustituido por Ramón Blanco. «Había en el Congreso de Zaragoza —escribe Lorenzo (op. cit.)— un doctor en ciencias, Trinidad Soriano, cuya figura se me representa, después de tantos años, con todo el admirable relieve que le daba su superioridad intelectual; ya cité su nombre en mi primer volumen: formaba parte de la Alianza Socialista de Barcelona, donde con sus compañeros influyó poderosamente en la orientación anarquista que allí tomaron las sociedades obreras internacionales.» Soriano formaba parte del grupo de Farga Pellicer y Sentiñón, elementos principales de la Alianza en Barcelona, en relación directa con los bakuninistas de Ginebra. En El Proletariado Militante, Anselmo Lorenzo se lamenta del sectarismo de sus compañeros. «Si en el seno de la Federación española —escribe— no hubiera habido antagonismos y si mis nuevos compañeros no hubieran sido sectarios o partidarios apasionados de una de las fracciones en lucha, mi estancia en Valencia hubiera sido agradable, y mi trabajo en el consejo, provechoso. Por desgracia mis ilusiones se desvanecieron pronto, al recibir las primeras comunicaciones de Madrid y de Barcelona y al ver la actitud de desconfianza que contra mí se suscitó en el consejo...; De Barcelona nos escribían los influyentes en aquella Federación local, haciéndonos indicaciones que parecían órdenes y que como tales se acataban...,» En esa misma obra, Anselmo Lorenzo reconoce que las resoluciones que se presentaban a los congresos, eran elaboradas, discutidas y aprobadas previamente por los elementos de la Alianza. «Los que siguieron a Bakunin —dice— distaban mucho, por lo general, de elevarse a su concepto de la libertad. Bien pude observarlo en las reuniones de las secciones de la Alianza Socialista en Madrid, Valencia y Barcelona, donde los aliancistas practicaban la propaganda por la imposición hábil, más que por la persuasión y la convicción.» A los dos meses de haber sido designado el nuevo Consejo Federal —aliancista— que había eliminado a hombres tan valiosos como Francisco Mora, José Mesa, Iglesias y otros, Anselmo Lorenzo, secretario general del consejo, el hombre que se caracterizaba por su ecuanimidad, por no ser sectario, por ser permeable al diálogo y por tener una gran preocupación unitaria se vio obligado a dimitir de su cargo. Da una explicación 1
1.
Representó un importante papel en el Congreso de Barcelona de 1870.
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lo suficientemente elocuente como para ciarse cuenta de los motivos que le llevaron a esa resolución: a un militante de sus condiciones le era imposible colaborar con un grupo de los que, en su mayoría, llevaban el «diablo en el cuerpo», como exigía Bakunin. «Durante el corto período de dos meses —escribe (op. cit., pág. 287)— que permanecí en Valencia, como individuo del Consejo Federal, sufrí mucho. Mis compañeros me miraban con desconfianza; mi correspondencia particular con los compañeros de Madrid que conmigo habían formado el Consejo Federal de Madrid les inquietaba y llegaron a abrir alguna carta mía antes de entregármela, pretextando que la habían abierto por equivocación.» «El asunto del Consejo General —continúa diciendo— había llegado a obsesionar a mis compañeros: constantemente se hablaba de ello, y, sospechando que yo era en el consejo una especie de espía al servicio de Lafargue, me proponían problemas y me preparaban el tema de manera que me viera obligado a hacer declaraciones que me comprometieran. Lo notable del caso —afirma— era que, en la guerra emprendida contra el Consejo General, no se seguían las reglas de la más severa lógica; porque si autoritario era aquel consejo, excesivamente reglamentario era el consejo español, lo que venía a ser autoritario de distinta forma...» De las anteriores declaraciones se desprende que Anselmo Lorenzo seguía manteniendo cordiales relaciones con los compañeros del anterior consejo de Madrid y éstos eran, entre otros, Mesa, Iglesias, Pauly, Mora y demás ex miembros del consejo; que el nuevo consejo estaba más preocupado por los problemas derivados de la política de escisión de Ginebra que por los nacionales; que en el consejo no había lugar más que para «aliancistas puros, sectarios»; que un elemento responsable, ponderado, objetivo, no tenía cabida en aquel consejo. Por eso fue eliminado Anselmo Lorenzo. El Congreso de Zaragoza, siguiendo la línea internacional contra el Consejo General, barrió con todo lo que significaba un estorbo a esa política; más por sus maniobras que por sus decisiones organizativas, es el segundo evento importante en la historia de nuestro movimiento obrero, dando continuidad al de Barcelona de 1870. En la primera sesión se aprobó el orden del día: «1.
El Consejo Federal depositará su mandato y dará cuenta al congreso de su gestión. »2. Elección y sitio de residencia de un Consejo Federal interino, en caso que el congreso tuviera que disolverse por fuerza mayor, quedando imposibilitado de elegir el Consejo Federal según marcan los estatutos.
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»3. El Consejo Federal presentará un informe sobre las proposiciones, según lo acordado por el primer Congreso Obrero de la Región Española, en Barcelona. »4. Sobre la proposición de los compañeros Tomás y Cea. ¿Qué se entiende por obrero? »5. Sobre el voto particular de Roca y Gales. »6. Sobre las siguientes proposiciones de Fornells: — Reducción de 9 a 10 horas el máximo de trabajo diario en todas las artes y oficios. — Tratar de la mejor forma posible la emancipación de la mujer en todo trabajo que no sea doméstico. — Buscar el mejor medio posible de establecer la igualdad en los salarios. — Establecer sin pérdida de tiempo cajas de socorros y préstamos sin interés en los puntos donde exista alguna o algunas asociaciones de obreros, a fin de librarse del inmoral, tiránico e injusto interés de los prestamistas, tolerados por el gobierno del Estado. — Redactar un proyecto de organización general de los trabajadores, para que sea presentado al próximo congreso obrero internacional. Organización social de los trabajadores. Revisión de los reglamentos. Organización de los trabajadores agrícolas. — De las huelgas; la importancia y necesidad que hay para su buen éxito; de la propaganda de las uniones y federaciones de oficio y de la marcha de éstas sobre la base de la estadística; circunstancias en las que y por las que deben tener lugar las huelgas. — De la cooperación de consumo. Su importancia como auxiliar de las huelgas y como medio de resarcir a los asociados el pago de sus cuotas. Modo de realizar lo uno y lo otro. Su conveniencia bajo el punto de vista federativo. — De la enseñanza integral. — Si la propiedad tal cual está constituida es injusta, y si es una de las causas que más contribuyen a la explotación del hombre por el hombre. —' Modo o manera de verificar su transformación para conformarla con la justicia y de evitar que la tierra y los instrumentos del trabajo puedan en el porvenir servir de base y medio de explotación, de miseria y de ignorancia.
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— Señalar el sitio donde debe celebrarse el III Congreso Obrero Regional y fijar su orden del día. — Elección definitiva del Consejo Federal y sitio de residencia.» Según algunas reseñas, la Federación Regional Española, en el momento del congreso, contaba 149 federaciones locales, con un total de 361 sindicatos. Las federaciones regionales de oficios eran unas 12, establecidas en 97 poblaciones, y 198 sindicatos. El número de afiliados se estimaba en unos 25 000. En la Memoria presentada por el Consejo Federal se daban las siguientes cifras: 55 federaciones locales constituidas; 94 localidades donde existían núcleos organizados; 19 con adhesiones individuales; 8 uniones de oficio, y una unión manufacturera textil en organización. Las federaciones representadas fueron las siguientes: Barcelona, Sants, Gracia, Tarragona, Zaragoza, Valencia, Palma, Cádiz, Oviedo, Jerez de la Frontera, Constantina, Arahal, Sevilla, Madrid, Carmona, Bilbao, Valladolid, León, Reus, San Sebastián, Lérida, Olot, Aguilar de Campoo, Manresa, Brihuega, Badalona, Mataró, Málaga, Alcalá de Henares En el Congreso de Zaragoza quedó puesta de relieve la nueva tendencia que venía manifestándose con timidez en el seno del movimiento obrero: la del socialismo que empezaba a iniciarse a partir de las incidencias producidas en la Federación de Madrid que llevaron a una definición de posiciones, a la constitución de la Nueva Federación Madrileña, aceptada por el Consejo General de Londres. Al monopolio de la alianza, del bakuninismo —anarquista— le salía al paso la corriente socialista consecuente con la Internacional, rompiendo el equívoco de que Alianza e Internacional eran una misma cosa. Este acontecimiento producido en el grupo de Madrid y que se veía impulsado por un esclarecimiento ideológico a través del semanario La Emancipación, no puede ser considerado como un hecho de «escisión», sino de clarificación ideológica, de fijación de posiciones, de una interpretación correcta de lo que era la Internacional y los fines que perseguía en su misión de organizar a la clase obrera, tanto en el orden económico como en el político, y que desde los primeros momentos estaba en abierta pugna con la conducta de los aliancistas. «En el Congreso de Zaragoza —dice Diego A de Santillán en su obra Contribución a la Historia del Movimiento Obrero Español—, a pesar de la presencia de Lafargue y la ausencia de hombres como Farga Pellicer, García Viñas y Carlos Alerini no pudo imponerse ninguno de los propósitos del Consejo General de Londres ni del sector marxista; y respecto a la expulsión de los miembros de La Emancipación de la Federación Madri-
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leña, se llegó a un restablecimiento de la situación anterior, "un aplazamiento hipócrita", según Lorenzo, de la discusión inevitable.» El Consejo de Londres era el órgano oficial de la Internacional. ¿Qué «internacionalismo» imperó en el Congreso de Zaragoza que se vanagloria de no haberse aceptado ninguna de los propósitos de la Internacional? ¿Cuáles eran los «propósitos» de la Internacional? Esa confesión de Santillán es correcta: tanto en el Congreso de Barcelona, de 1870, como en el de Zaragoza, los propósitos que se imponían eran los de la Alianza. Lo ilógico es que se cubrieran con el nombre de la Internacional. De llamarse congresos aliancistas, todo habría sido correcto y nadie tendría derecho a llamarse a engaño. Después del congreso, el conflicto ideológico —en algunos casos personal— de Madrid no quedó resuelto. No podía resolverse. Se enfrentaban una serie de problemas de doctrina, de táctica, de ideología. Los miembros de la sección de la Alianza de Madrid, que habían formado parte del anterior Consejo de la Federación Española de la Internacional, eliminados del nuevo consejo designado en Zaragoza, lanzaron el 2 de mayo una circular a todas las secciones de la Alianza anunciándoles su disolución, y solicitando de ellas una resolución semejante. Firmaban la circular Pablo Iglesias, Francisco Mora, Ángel Mora, José Mesa, Pagés, Hipólito Pauly, Inocencio Calleja, Sáenz y Luis Castillón. La Federación de Madrid los expulsa por traidores. El propio Bakunin había declarado ante la Internacional que la Alianza Internacional de la Democracia Socialista había sido disuelta, así como todas sus secciones. Ya sabemos que esto representó una burda maniobra, un juego. ¿Qué podía reprocharse a la sección de Madrid por haber tomado la decisión de disolverse eliminando así la causa que determinaba las perturbaciones en el seno del movimiento obrero «intemacionalista»?»^ Su acción era consecuente. Los aliancistas en «acción», sin embargo, arremetieron contra la sección de la Alianza de Madrid por esa circular, y en una reunión de la Federación (internacional) a la que asistieron quince afiliados de un total de ciento treinta, acuerdan la expulsión de los nueve firmantes. Morago, a través de su periódico El Condenado, arrecia en su campaña personal contra lo que políticamente representaban los expulsados; un pensamiento marxista auténticamente intemacionalista. Los expulsados recurren al Consejo Federal —el designado en Zaragoza, radicado en Valencia e integrado por aliancistas, el cual se inhibe, por considerar que el problema competía resolverlo a la Federación local. Una típica salida maniobrera. La decisión del congreso no había sido sincera. Anselmo Lorenzo, el único que en ese Consejo Federal tenía capacidad de diálogo, dimitía unos días más tarde, como se ha señalado anteriormente. Ahí quedó
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bifurcado el camino, y los aliancistas con la vía expedita para seguir adelante con su política y llevar al Congreso de La Haya su aportación, casi decisiva, al grupo escisionista de La Internacional. Allí quedó herida de muerte la Primera Internacional. Si los informes presentados al congreso fueron numerosos y muy amplios, éste aplicó procedimientos expeditivos para eludir sus planteamientos. Casi todos ellos fueron trasladados a un nuevo congreso. El serio estudio sobre la propiedad, elaborado por Anselmo Lorenzo con la colaboración de Pablo Lafargue, así como otros presentados por la delegación de Barcelona, quedaron pendientes para el próximo congreso. En el fondo, el estudio de Lorenzo-Lafargue no podían aceptarlo los aliancistas. Soslayaron todas las proposiciones, dejándolas para otro congreso. Nos limitamos a remitir al lector a algunas de las muchas obras que sobre este tema se están publicando. Para nosotros, dado el carácter y el propósito de nuestro trabajo, lo fundamental del Congreso de Zaragoza no son sus resoluciones; de lo que se trataba era de cubrir un paso más en la acción internacionalmente orquestada contra la Internacional, contra su conferencia de Londres. La reunión de Zaragoza no es más que el acto más importante de esa maniobra, la culminación del trabajo iniciado en el congreso de Sonvillier de las actividades de los grupos italianos y finalmente del grupo belga, todo con vistas al V Congreso de la Internacional, que se celebraría en setiembre de 1872 en La Haya. Lo demás carecía de importancia para los aliancistas. 1
El congreso de Zaragoza se adhiere a las decisiones del congreso escisionista belga, porque los aliancistas españoles son parte de la maniobra de la Federación del Jura y de todo lo que se ha venido fraguando en Ginebra contra la Internacional, bajo la dirección de Bakunin. En Zaragoza se trató de afianzar la Alianza; por eso se designa un nuevo Consejo Federal de «auténticos», y al que no lo es, como Anselmo Lorenzo, se le elimina; se inhiben en el conflicto surgido entre La Emancipación y la Federación local de Madrid y la sección de la Alianza, porque de lo que se trataba era de la lucha contra el Consejo General de Londres y contra el marxismo, bajo la acusación de «autoritarismo». El Congreso de Zaragoza ha sido uno de los principales eslabones de la cadena que fue desarrollándose para el asalto a la Internacional, aprovechando su V Congreso,
1. Para el conocimiento de estos materiales, véase: El Proletariado Militante, de Anselmo Lorenzo; Anarquismo y Sindicalismo, del profesor José Termes; Antecedentes y Desarrollo del Movimiento Obrero Español, de Clara E. Lida; El Movimiento Obrero en la Historia de España, de M. Tuñón de Lara.
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en el que se dirimiría una lucha política definitiva aun a costa de que entrañara su desaparición. El punto dedicado al proyecto de «Organización general de los trabajadores» es lo fundamental del congreso. Todo lo demás careció de importancia para los aliancistas españoles. Al tratar esta cuestión en sus conclusiones, el Congreso de Zaragoza recoge íntegramente la resolución del congreso belga, en franca rebeldía con la Internacional. «El Congreso Obrero de la Región Española —se dice en la resolución del mismo—, reunido en Zaragoza, declara su completa conformidad con las resoluciones que anteceden y acuerda que el delegado o delegados de la Región Española al próximo congreso internacional se ajusten a los términos y espíritu de ellas en las votaciones. El Congreso invita a las Federaciones locales para que, poniéndose de acuerdo, puedan enviar al próximo congreso internacional el mayor número posible de delegados.» Esta resolución supone un mandato contra la Internacional al imponer previamente a los futuros delegados una línea de conducta. Al Congreso de La Haya asistieron como delegados Tomás González Morago, Rafael Farga Pellicer, Nicolás Alonso Marselau y Carlos Alerini. Como puede apreciarse, una verdadera selección de los más significados aliancistas bakuninistas. No deja de tener interés conocer el procedimiento democrático por el cual fueron designados. La nueva Federación de Madrid y el grupo de Lisboa habían designado como delegado a Pablo Lafargue; José Mesa acudió acompañando a Lafargue. Madrid no puede enviar directamente un delegado. Barcelona envía cinco. En torno a este período, las campañas de prensa son de lo más apasionadas y sectarias. Frente al semanario de Madrid La Emancipación, ecuánime y ponderado, que defiende posiciones de principio, de doctrina, se manifiestan con toda violencia las siguientes publicaciones: El Condenado, también de Madrid, de Morago; La Federación, de Barcelona, en manos del «núcleo» puro de aliancistas; La Revolución Social, de Palma; La Internacional, de Cádiz; La Razón, de Sevilla... Se desciende a la calumnia, a los ataques personales. Lafargue es el hijo de un «negrero»; José Mesa cambia billetes de banco extranjeros; Francisco Mora es un vulgar vividor de cuotas. En cuanto a Carlos Marx, vive en su gran palacio de Londres. Después de Zaragoza se amplió el campo de la injusticia y de la mezquindad. 1
En La Liberté de Bruxelles, del 5 de mayo de 1872, Pablo Lafargue publicaba un informe sobre el Congreso de Zaragoza, descubriendo las 1. Antecedentes y Desarrollo del Movimiento Obrero Español, 1835-1888. Clara E. Lida.
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maniobras e intrigas de los aliancistas en España. Los bakuninistas reaccionaron contra Lafargue publicando una réplica en el Bulletin de la Fédération Jurassienne, a la que Lafargue contestó el 1.° de junio en una carta dirigida «A los ciudadanos redactores del Bulletin de la Fédération Jurassienne. Estos testimonios, que ponían en evidencia a nuestros aliancistas, la prensa de éstos los silenciaba sistemáticamente.
42 LOS ESPAÑOLES EN EL CONGRESO DE LA H A Y A
El 16 de julio, el Consejo General de Londres había enviado una amplia comunicación al Consejo Federal español llamándole la atención sobre sus actividades escisionistas, pero todo resultó i n ú t i l ; nuestros aliancistas no se debían al Consejo de Londres, sino al núcleo director de la fracción bakuninista de Suiza. Así, la comunicación fue tergiversada; la interpretación que se le dio sirvió para montar nuevas acusaciones, y fue a parar al cesto de los papeles. El V Congreso de la Internacional, como se ha señalado en capítulos anteriores, fue precedido de una funesta campaña de oposición contra el Consejo General de Londres que se intensifica a partir de la Conferencia de Londres (1871), de la publicación de la circular sobre supuestas escisiones en el seno de la Internacional, por lo que resultaba obvio que el Congreso de La Haya se desarrollaría en un clima apasionado, de violencia, y que, desgraciadamente, nada positivo podía esperarse de él. El proceso de unidad de la clase obrera en el campo internacional recibiría un serio golpe. A todos los hechos había que añadir la pequeña crisis producida en el propio seno del Consejo General, con motivo de la Comuna de París, que determinó la separación de Odger y Lucraf. La carta de Bakunin a Francisco Mora de 5- de abril de 1872, a la que ya nos hemos referido, no dejaba lugar a dudas en cuanto a las relaciones y acción de los aliancistas españoles en el movimiento escisionista en el seno de la Internacional, siguiendo las orientaciones del centro de Ginebra. « L a guerra entre bakuninistas y marxistas —dice Francisco Mora en su Historia del Socialismo— se acentuó de una manera notable al tomar la Conferencia Internacional de Londres su famosa resolución sobre política obrera.» En realidad, en la conferencia no se tomó esa resolución, no se hizo más que actualizarla. Según estaba previsto, el V Congreso tuvo lugar del 8 al 9 de setiem206
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bre, en La Haya. Asistieron sesenta y siete delegados y veintiún miembros del Consejo General. Tomaron parte de él los elementos más significativos del movimiento obrero internacional. Entre ellos, Carlos Marx, Federico Engels, Eccarius, Jung, Longuet, Becker, Lafargue, José Mesa, Sorge y Guillaume, así como Morago,
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Alerini,
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Farga
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y Marselau.
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El con-
greso estaba claramente definido en dos bloques: el anarquista o bakuninista y el auténticamente internacionalista, denominado « m a r x i s t a » . Refiriéndose a la delegación española, Federico Engels, secretario corresponsal para España, en un informe posterior al congreso —31 de octubre de 1872— dice que « p a r a asegurar la elección de hombres de la Alianza como delegados al Congreso de La Haya, el Consejo Federal, por medio de una circular que jamás fue comunicada al Consejo General, recurrió a maniobras que, a no ser por la grao moderación de la mayoría de La Haya, hubieran bastado para invalidar los poderes de los cuatro delegados enviados por la Federación española,..». De otra parte, la organización española no h a b í a efectuado sus cotizaciones a la Internacional, que fueron cubiertas en pleno congreso. El primer problema, pues, en discusión, fue el de las credenciales. La delegación española creó un nuevo problema al plantear una cues1. De Tomás González Morago, dice Juan José Morato (en su obra El Partido Socialista, de Biblioteca Nueva): «Grabador madrileño, y buen grabador, según aprendices suyos. Era un hombre complejo. Ruidoso, versátil, de positiva y brillante cultura, haragán unas veces, vehemente y activo otras, lleno de pasiones, incapaz de olvidar ni perdonar lo que estimara un agravio. En Madrid fue el hombre de confianza de Bakunin con el que mantenía correspondencia.» 2. Anselmo Lorenzo, en El Proletariado Militante, pág. 307, dice de Carlos Alerini : «Entre Alerini y yo, sólo había un punto de contacto y éste era predominante: la buena fe. Simpatizamos pronto y profundamente, pero no pudimos entendernos; no sólo era aquél un apasionado, sino que por añadidura era un impulsivo y un impaciente; daba más importancia a la violencia que a la persuasión, no viendo para el triunfo del ideal más enemigos que los privilegiados y los autoritarios sin contar para nada la inmensa mole de obstáculos que oponen al progreso los mismos desheredados con su ignorancia misoneísta.» 3- A Rafael Farga Pellicer lo define como «hombre de gran cultura, espíritu de artista, óptimo tipógrafo y jefe de una dinastía que ha honrado y honra el arte de Gutemberg. Los que le conocieron se hacen lenguas de su simpatía personal». 4. Anselmo Lorenzo, en El Proletariado Militante, pág. 156, dice, refiriéndose al delegado Nicolás Alonso Marselau, poco después del Congreso de Saint-Imier: «Perdióse Marselau de visca y pocos años después, cuando la guerra carlista ardía en las Vascongadas, Navarra, Cataluña y Valencia, un número de El Cuartel Real, periódico oficial del Pretendiente, publicó la reseña del acto de abjuración de sus errores y reconciliación con la Iglesia de un joven novicio de la Trapa, celebrada en Tolosa, en presencia de don Carlos y toda su Corte. Aquel trapense era Nicolás Alonso Marselau. ¡Quién sabe lo que sería, después, de aquel desperdicio humano!...» 14
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tión de «orden», pidiendo se modificara el procedimiento de votación en el sentido de que, en vez de que fuese por delegados, se efectuara de acuerdo con los afiliados que representara cada delegación. Los belgas y la Federación del Jura, proponía que se votara por federaciones. Al ser rechazadas las dos proposiciones, la delegación española y la del Jura declararon «que no tomarían parte en ninguna votación y que asistirían a todas las sesiones para protestar contra las decisiones de la mayoría». Nuestros aliancistas entraban en acción. El procedimiento del voto por delegados era el que venía aplicándose en todos los congresos. La delegación española crea el primer conflicto en el congreso. No era un hecho casual. Era un propósito bien estudiado y que tendía a neutralizar el papel de la mayoría. La maniobra había sido planeada en España con motivo del Congreso de Zaragoza. La delegación española —salvo el delegado de Madrid, Pablo Lafargue— y la del Jura presentaron una denuncia contra el Consejo General «por violación de los estatutos de la Internacional». Resultaba verdaderamente paradójico que quienes nunca habían tenido en cuenta ni el reglamento, ni los estatutos, ni las normas de la Internacional presentaran ahora un voto de censura contra el Consejo General por violación de los estatutos... Actitud consecuente para nuestros aliancistas, y sobre todo para Morago y Marselau de cuya estampa moral hace un buen retrato Anselmo Lorenzo en su obra El Proletariado Militante. El delegado norteamericano, Sorge, propugnó un reforzamiento de la autoridad del Consejo General. Los bakuninistas, por supuesto, reaccionaron violentamente en contra. Por la delegación española intervino Morago: «Será perder el tiempo acordar poderes al Consejo General, habida cuenta de que no dispone de fuerza suficiente para someter a las secciones a la obediencia. La Internacional es una asociación libre nacida de la organización espontánea del proletariado y formando, por su existencia misma, la m á s categórica protesta contra la autoridad. Sería absurdo esperar que los partidarios de la autonomía de las colectividades obreras abdicaran de sus sentimientos y de sus ideas para aceptar la tiranía del Consejo General. La Federación española está por la libertad y no consentirá jamás ver en el Consejo General otra cosa que un centro de correspondencia y estadística» (Jl'lnternationale, Documents. J. Guillaume. Tomo 2, pág. 338.) El congreso aprobó dar mayores facultades al Consejo General, con la abstención de los delegados aliancistas españoles y los del Jura. Se discutió el problema de la posición política. Para los bakuninistas, este tema era el fundamental y decisivo. En nombre de los aliancistas intervino Guillaume, el lugarteniente de Bakunin. «La mayoría —dijo— quiere el poder político; la minoría quiere la destrucción del poder poli-
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tico.» Así de sencillo y esquemático era el problema para los aliancistas, aunque en la defensa de sus puntos de vista se derrocharan argumentos. Por una gran mayoría fue aprobada la resolución política, que no hacía más que ratificar la de Londres y ser consecuente con los principios de la Internacional, cosa que los bakuninistas nunca han querido aceptar. La resolución decía a s í : « . . . En su lucha contra el poder colectivo de las clases poseedoras, el proletariado no puede obrar como dase si no se constituye en partido político propio, distinto, opuesto a todos los viejos partidos formados por las clases poseedoras. Esta constitución del proletariado en partido político es indispensable para asegurar el triunfo de la revolución social y de su objetivo supremo, la abolición de las clases...» El Congreso de La Haya dejaba definido el papel político de la clase obrera, que conduciría a ésta a los sindicatos de clase y la formación de sus propios partidos políticos, orientando al proletariado hacia el campo del socialismo. La sesión más borrascosa del congreso fue la dedicada a la discusión del problema de la Alianza. El Consejo General poseía documentación y pruebas sobradas para demostrar hasta la saciedad la acción escisionista de Bakunin, a través de la Alianza y de sus organizaciones secretas. La actividad de los aliancistas españoles, de los grupos suizos, belgas e italianos había sido demasiado descarada como para tratar de ocultarla. Ni los mismos aliancistas trataban de encubrirla. La comisión encargada del examen de este problema, contando con suficientes elementos, llamó a declarar a Guillaume y a otros elementos, pero éstos se negaron. La comisión propuso excluir de la Internacional a Miguel Bakunin y a Guillaume y publicar los documentos relativos a la Alianza. En este problema, la delegación española quedó muy mal parada. En efecto, la resolución decía: «En lo que se refiere a los ciudadanos Morago, Farga, Marselau y Alerini, la comisión, de acuerdo con sus declaraciones formales de que no forman parte de la Alianza, pide al congreso que les declare fuera de causa...» Esa actitud de la delegación española no merece el menor comentario; ¿cómo justificarla? Cuatro aliancistas rabiosos negando serlo ante la comisión del congreso... Como consecuencia de la exclusión de Bakunin y Guillaume, la minoría, el grupo aliancista anarquista se retiró del congreso, entre ellos, los cuatro aliancistas españoles que habían negado pertenecer a la Alianza. La minoría, antes de retirarse, hizo la siguiente declaración:
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« . L o s firmantes, miembros de la minoría del Congreso de La Haya, partidarios de la autonomía y de la federación de los grupos de trabajadores, ante el voto y las decisiones que nos parecen dirigidas en contra de los principios admitidos por los países que nosotros representamos, pero deseando evitar toda especie de escisión en el seno de la Asociación Internacional de los Trabajadores, hacemos la siguiente declaración, que sometemos a la aprobación de las secciones que nos tienen delegados: »1.° Continuaremos con el Consejo General nuestras relaciones administrativas concernientes al pago de cotizaciones, la correspondencia y la estadística de trabajo. »2.° Las Federaciones representadas por nosotros establecerán entre ellas y todas las ramas de la Internacional regularmente constituidas, relaciones directas y continuas. »3.° En el caso de que el Consejo General quiera ingerirse en los asuntos internos de una Federación, las Federaciones representadas por los firmantes se comprometen solidariamente a mantener su autonomía en tanto que esta Federación no entre en una v í a directamente contraria a los estatutos generales de la Internacional aprobados en el Congreso de G i nebra. » 4 ° Todas nuestras Federaciones y Secciones se comprometen a preparar de aquí en adelante un próximo Congreso General donde triunfen, en el seno de la Internacional, como base de organización del trabajo, los principios de autonomía federativa. »5.° Repudiamos altamente toda relación con el llamado Consejo Federalista Universal de Londres a toda otra organización parecida, extraña a la Internacional. »Aleritii, Varga, Morago, Marselau (Federación Regional E s p a ñ o l a ) ; Brismee, Coenen, Fluse, Van den Abeebe, Eberhard ( B é l g i c a ) ; Scbwitguebel, Guülaume (Federación del Jura); Dave Gerbard (Holanda); Sama (Estados Unidos).» La lectura de esa declaración, sus contradicciones, son un ejemplo más de las incongruencias del anarquismo, de su falta de sentido y de su irresponsabilidad. Al firmar el anterior documento después de negar su condición de aliancistas, los cuatro delegados españoles han legado a la historia del movimiento obrero un episodio lamentable, revelador de su irresponsabilidad e inconsciencia. Con una conducta semejante aparecerán de nuevo en el Congreso de Saint-Imier, dando continuidad a su papel de aliancistas y de escisionistas.
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El Congreso de La Haya discutió dónde debería residir el nuevo Consejo General. Habían tres proposiciones: una, que residiera en Bélgica; otra, en Suiza; una tercera, de Marx, proponiendo que se trasladara a Nueva Y o r k Por treinta votos contra catorce, y doce abstenciones fue aprobada la última de las tres. Esa resolución fue un gran error. Sacar a la Internacional de Europa para llevarla a Estados Unidos era condenarla a la desaparición. ¿ F u e intencionada esa posición? Dada la actitud del anarquismo, ¿resultaba imposible hacer que la Internacional cumpliera su misión en Europa? Sea lo que fuere, lo cierto es que el anarquismo liquidó a la Primera Internacional en el Congreso de la Haya, y que de tan negativa misión el anarquismo español fue uno de los principales colaboradores. En toda su acción no aportó nada positivo a la Primera Internacional. Fue un elemento permanente de discordia y perturbación. Trasplantada la Internacional a Estados Unidos, languideció, perdió la savia del movimiento obrero europeo. Estaba lejos de nuestras revoluciones, de la Comuna, de las luchas heroicas del proletariado europeo, de Carlos Marx y Federico Engels, de Liebnetcht, de Mesa, de Lafargue, del viejo Becker, de los hombres que le habían dado vida interpretando, honesta y revolucionariamente, los intereses de la clase obrera, lanzando el grito de « ¡ P r o l e t a r i o s de todos los países, u n i o s ! » , mientras el anarquismo, con su conducta, tal parecía que gritaban, «Proletarios de todos los países, desunios! ¡ V i v a lá a n a r q u í a ! »
43 DEL CONGRESO DE LA H A Y A AL CONGRESO DE LA FEDERACIÓN DEL JURA
La minoría aliancista se separa del V Congreso y decide celebrar un nuevo congreso internacional, apoyándose en la Federación del Jura. Los balcuninistas toman el tren en La Haya para Suiza. De la conferencia italiana de R í m i n i se desprende que todo estaba previsto y preparado. Los delegados españoles habían declarado « q u e era más necesario que nunca la creación de una nueva organización». La Federación del Jura convoca un congreso nacional extraordinario al que asisten, como delegados fraternales, los que integraron la fracción Aliancista del Congreso de La Haya. El congreso tiene lugar el día J.5, seis después de haber terminado el V de la Internacional. Bakunin, Malatesta, Fanelli y Costa se encontraban en Zurich. Allí habían preparado un proyecto de estatutos para una nueva organización secreta. Este proyecto había sido discutido y aprobado el día 12, tres días después de terminar sus trabajos el Congreso de La Haya, es decir, mientras el V Congreso deliberaba, los bakuninistas preparaban la celebración de otro congreso internacional y la constitución de otra organización. En el congreso del d í a 15 estaban presentes los delegados españoles. Bakunin figura como delegado de la sección de Sonviüier. El congreso Celebra dos sesiones y aprueba por unanimidad, por supuesto, las siguientes resoluciones: «..-.-, E l Congreso de la Federación Jurasiense, celebrado en Saint Imier el 15 de setiembre de 1872, no reconoce las resoluciones adoptadas en el Congreso de La Haya por injustas, inoportunas y fuera de las atribuciones de un Congreso. No reconoce de ninguna manera los poderes autoritarios del Consejo General. »E1 Congreso se dedicará inmediatamente al establecimiento de un 212
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pacto federativo y libre entre todas las federaciones que quieran participar en él. »E1 Congreso afirma el gran principio de la solidaridad entre los trabajadores de todos los países (...). »E1 Congreso del Jura, celebrado en Saint-Imier el 15 de setiembre de 1872, protesta enérgicamente contra la resolución de la mayoría del Congreso de La Haya en lo que concierne a la expulsión de los compañeros Bakunin y Guillaume. »E1 Congreso considera como de su deber afirmar en alta voz que continúa de miembros de la Internacional y de adherentes de la Federación del Jura ( . . . ) . » El congreso designa la delegación al Congreso Internacional que iniciaría sus trabajos dando continuidad, en el mismo lugar, el mismo día 15, al de la Federación del Jura. James Guillaume y Schwitguebel fueron nombrados delegados. Así terminó el primer acto de la comedia para pasar al segundo: al de tipo «internacional». Antes del congreso se había organizado una breve campaña de proselitismo. J. Guillaume, con Cafiero, Alerini y Farga Pellicer hablaron en Amsterdam; los días 9 y 10 estuvieron en Bruselas, para dirigirse a Z u rich donde los españoles y los italianos se encontraron con Bakunin. Allí quedó establecida, en principio, durante los días 11 y 13, una nueva secta: La Alianza de los Socialistas Revolucionarios.
44 CONGRESO DE SAINT-IMIER
Al dar por terminados sus «trabajos» el Congreso de la Federación del Jura, inicia los suyos el Congreso Internacional de Saint-Imier (15-16 de setiembre de 1872). Asisten quince delegados representando a la Federación Española, a la del Jura, así como delegados de Francia, Italia y uno de América. El Estado Mayor del anarquismo está presente: Bakunin, Guillaume, Malatesta, Fanelli, Schwitguebel, Cafiero, Costa, Morago, Farga, Alerini y Marselau. La delegación española aliancista tiene un presidente y un secretario en ese primer congreso universal de los escisionistas, cuyo orden del día fue el siguiente: «1.°
Actitud de las federaciones reunidas en el Congreso de SaintImier ante las resoluciones del Congreso de La Haya, y del Consejo General.
»2.°
Pacto de unidad, de solidaridad y de defensa mutua entre las federaciones libres.
»3.°
Naturaleza de la acción política del proletariado.
»4.° Organización de la resistencia del trabajo. Estadística.» La delegación italiana plantea la ruptura de relaciones con el Consejo General de la Internacional; la del Jura era partidaria de que el congreso se atuviera a una declaración en el sentido de que, personalmente, se era partidario de romper con el Consejo General, pero que no podía votarse una resolución definitiva hasta tanto no fuera adoptada por la propia Federación española. Se acuerda qus las deliberaciones del congreso sean ratificadas ulteriormente por cada Federación. El 16 las diferentes comisiones presentaron sus resoluciones, que fueron aprobadas por unanimidad. La primera trataba de las resoluciones del Congreso de La Haya y, después de diversas consideraciones contra el Consejo General, terminaba con la siguiente conclusión: 214
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«El Congreso de los delegados de la Federación española, italiana, jurasiense, americana y francesa, reunido en Saint-Imier, declara rechazar absolutamente todas las resoluciones del Congreso de La Haya, no reconociendo en ninguna forma los poderes del nuevo Consejo General nombrado por él y, para salvaguardar sus federaciones respectivas contra las pretensiones gubernamentales de ese Consejo General como para salvar y fortalecer aún más la unidad internacional, los delegados han echado las bases de un proyecto de pacto de solidaridad entre esas federaciones.» La segunda resolución trataba del pacto de amistad, de solidaridad y de defensa mutua entre las federaciones libres. Tras aludir a la resolución anterior y después de un extenso preámbulo de ataques a la Internacional y al Consejo General, sintetiza la posición del congreso en los siguientes términos: «1.°
La Federación y secciones españolas, italianas, del Jura, francesas, americanas y todas las que quieran adherirse a ese pacto, tendrán entre ellas comunicaciones y una correspondencia regular y directa, completamente independiente de un control gubernamental cualquiera. »2.° Cuando una de esas federaciones o secciones se vea aracada dentro de su libertad, sea por la mayoría de un congreso general, sea por el gobierno o consejo general creado por esa mayoría, todas las otras federaciones y secciones se proclamarán absolutamente solidarias con ella.»
Los reunidos proclaman en voz alta que la «conclusión de ese pacto tiene como principal objetivo la salvación de esa gran unidad de la Internacional que la ambición del partido autoritario ha puesto en peligro.-..» Curiosa manera de defender la unidad de la Internacional y de fortalecer la del movimiento obrero. Sólo tienen explicación enfoques de esta naturaleza si se tiene en cuenta que están elaborados por un pensamiento y una filosofía anarquistas, bajo la dirección de Bakunin. En la tercera resolución se aborda el problema de la naturaleza de la acción política del proletariado. En su primer considerando se declara « q u e querer imponer al proletariado una línea de conducta o un programa político uniforme, como la v í a única que puede conducirlo a su emancipación social, es una pretensión tan absurda como reaccionaria...» Finaliza la resolución con los tres puntos siguientes: «1.° Que la destrucción de todo poder político es el primer deber del proletariado.
216
AMARO DEL ROSAL »2.° Que toda organización de un poder político pretendido provisional y revolucionario para traer esa destrucción no puede ser más que un engaño y sería tan peligroso para el proletariado como todos los gobiernos que existen hoy. »3.° Que, rechazando todo compromiso para llegar a la realización de la revolución social, los proletarios de todos los países deben establecer, fuera de toda política burguesa, la solidaridad de la acción revolucionaria.»
Una cuarta y última resolución sobre la organización de la resistencia del trabajo, y la estadística del mismo, plena de elucubraciones, finaliza proponiendo que el congreso «nombre una comisión que deberá presentar al próximo, un proyecto de organización universal de la resistencia y cuadros completos de la estadística del trabajo en los cuales esta lucha tomará la luz. Recomienda la organización española como la mejor establecida a esta fecha». He ahí, condensada, toda la l í n e a política de los aliancistas bakuninistas. Sobre esas bases querían montar una nueva Internacional. Hablan en singular de las federaciones de España, Suiza, Italia, América y Francia, utilizando el equívoco. El movimiento obrero de esos países no estaba interpretado en Saint-Imier. Lo estaban los grupos específicos de la Alianza y del anarquismo, usurpando el nombre del proletariado. «Las resoluciones votadas en el Congreso de Saint-Imier —dice Guillaume, su principal organizador, en su libro L'International, tomo III, pág. 10— habían sido naturalmente elaboradas y discutidas por anticipado en Zurich el d í a 13; se observan en su redacción muchas expresiones donde se reconoce la mano de Bakunin.» Instalado el nuevo Consejo General de la Internacional en Nueva York, de acuerdo con la decisión del Congreso de La Haya, en su reunión del 27 de octubre de 1872 acuerda enviar la siguiente comunicación a la Federación del Jura: «1.°
»2.°
Las resoluciones adoptadas por el Congreso extraordinario de la Federación del Jura tenido en Saint-Imier el 15* de setiembre de 1872 son nulas, no tomadas en consideración.
El Consejo o Comité Federal de la Federación del Jura por la presente es invitado, o a convocar inmediatamente un Congreso extraordinario de la Federación, o a organizar un referéndum de todos sus miembros a través de las secciones, para revocación de las citadas resoluciones. » 3 ° El Consejo General reclama una respuesta definitiva en el plazo
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de cuarenta días, a contar de esta fecha 8 de noviembre, acompañada, sea del Acta del Congreso celebrado, sea del informe detallado del voto general tomado conforme a la resolución precedente. »4.° El Consejo General encarga al secretario enviar la presente carta certificada esperando respuesta por el mismo conducto. Salud y fraternidad. «Nueva York, 8 de noviembre de 1872 »Por orden y en nombre del Consejo General » F . R. Sorge, secretario general.» La Federación del Jura se limitó a remitir la carta a las secciones, p i diéndoles su apoyo para ejercer una presión sobre el Consejo General y una vez más violar todo principio de organización y de disciplina, siguiendo la política permanente de desacato a todas las disposiciones del Consejo General y de los congresos de la Internacional. A s í terminó el famoso Congreso Internacional de Saint-Imier que señala un paso adelante más en la división del proletariado.
45 DESPUÉS D E L C O N G R E S O D E SAINT-IMIER
Hacia el Congreso de la Federación Española Como ex secretario corresponsal para España, Federico Engels no dejaba de estar en relación con el Consejo General establecido en Nueva York, informándole sobre los problemas de la Península Ibérica. Así, con fecha 31 de octubre de 1872 enviaba un informe de carácter general que, entre otras cosas, decía: «En España, la Internacional ha sido fundada desde su origen como un puro anexo de la sociedad secreta de Bakunin, la Alianza, a la cual debía servir como una especie de campo de reclutamiento y, al mismo tiempo, de palanca que le permitiría dirigir todo el movimiento proletario. M á s adelante se verá que su Alianza, en la actualidad, tiende abiertamente a reducir la Internacional en España a esa misma actitud de subordinación. Como consecuencia de esa dependencia, las doctrinas especiales de la Alianza (abolición inmediata del Estado, anarquía, antiautoritarismo, abstención de toda acción política, etc.) se difunden en España presentándolas como doctrinas de la Internacional... Después del Congreso de Zaragoza, la ruptura entre los hombres de la Alianza y los que preferían la Internacional se hizo cada vez m á s visible.» Las afirmaciones de Engels no hacen más que aclarar la conducta de los aliancistas españoles y confirmar su labor de zapa y de escisión permanente, como agentes de Bakunin, que en el Congreso de Zaragoza impusieron sectariamente su hegemonía.
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46 EL CONGRESO BELGA
Después del Congreso (faccioso) de Saint-Imier se inició un proceso de ajuste en los movimientos fracciónales nacionales bajo influencia aliancista, con el fin de que aceptaran todas las maniobras elaboradas como consecuencia del Congreso de La Haya. Comenzó el trabajo el grupo de la Federación belga, organizando un congreso para los días 25 y 26 de diciembre de 1872; en él se solidariza con su delegado aliancista y aprueba una resolución idéntica a la de SaintImier, rechaza las resoluciones de La Haya y no reconoce al nuevo Consejo GeneraL La consigna bakuninista está cumplida.
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47 III CONGRESO ESPAÑOL DE CÓRDOBA (24 de diciembre de 1872—2 de enero de 1873)
Sincronizado con el congreso belga se celebra en Córdoba el III Congreso de la Federación Española. Su sesión inaugural, el 25 de diciembre, la preside Morago. Tiene lugar en el Teatro Moratín. Aparecen representadas diez uniones de oficio, 236 federaciones locales, 484 secciones de oficio, estimándose en 25 600 el número de afiliados. Los delegados a los congresos de La Haya y Saint-Imier dieron cuenta de su gestión; antes habían hecho circular un informe que no se ajustaba a la verdad de lo sucedido en La Haya e informando, a su modo, sobre las resoluciones del Congreso de Saint-Imier. Lafargue, que representó a la sección de Madrid en el Congreso de La Haya, no toma parte en este de Córdoba, que puede considerarse como exclusivamente aliancista. La «batalla» de Córdoba fue ganada fácilmente, en nueve días de discusiones entre ellos mismos, al modo de « J u a n Palomo: yo me lo guiso y yo me lo como». E l congreso estaba proyectado para el 16 de setiembre de 1873» pero la Federación barcelonesa —acta del 15 de octubre de 1872— «acuerda que se pida al Consejo Federal la pronta reunión del III Congreso de la Región Española, en vista de los acuerdos de La Haya y de Saint-Imier». En efecto, como se señala anteriormente, fue adelantado, para celebrarse del 24 de diciembre de 1872 al 2 de enero de 1873. A los aliancistas les urgía que la Federación española, al igual que el grupo belga, se solidarizara con los acuerdos de Saint-Imier y rechazara los de La Haya. Formaban parte del programa de Bakunin. En carta de Engels a Sorge, secretario del Consejo General (Nueva York), del 7 de diciembre de 1872, le d e c í a : «El Consejo Federal Español convoca el Congreso de Córdoba para el 15 de setiembre de 1873 con el orden del día de escoger entre las resoluciones de La Haya y las de SaintImier.» Los aliancistas estaban interesados en precipitar las cosas, garantizar
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una mayoría y obtener el éxito de su política en el Congreso de Córdoba. Cosa que no les fue difícil, al informar sobre los congresos de La Haya y Saint-Imier, a su «hechura y semejanza». Asistieron al congreso unos cincuenta delegados, en su mayoría de Andalucía, Cataluña y Levante. Entre los delegados destacaban los dirigentes aliancistas más connotados, entre otros: Tomás González Morago, José García Viñas, Rafael Farga Pellicer, José Prats, Pelegrín Montoro, Francisco Tomás. El Consejo Federal estaba representado por Rosell, Asensi, Martí, Albarracín y Francisco Tomás. Hegemonía total aliancista. Las débiles oposiciones y las nuevas tendencias que se habían manifestado en los congresos de Barcelona y Zaragoza fueron marginadas. Asistió José Pamiás, un aliancista a medias. Más tarde fue socialista y se vería expulsado del Partido por haber rendido pleitesía a la reina madre, con motivo de la visita de ésta a Barcelona para inaugurar la Exposición de 1888. 1
En la sesión pública de la tarde del 25- de diciembre, Tomás González Morago, como presidente, pronunció un discurso exaltando a la Asociación Internacional de los Trabajadores (la Internacional) y la gran misión revolucionaria que tenía que cumplir. Después de lo sucedido en La Haya, en Saint-Imier, en Bruselas y de lo que se perseguía en el propio congreso que se estaba celebrando, resultaba un poco extraña tal exaltación de la Internacional. Pero es que, verdaderamente, quien comprenda la complejidad de una mentalidad anarquista, es acreedor —cuando menos— a figurar entre los candidatos al Premio Nobel. En el Congreso de Zaragoza se había aprobado por anticipado el orden del d í a del de Córdoba, así como la fecha y lugar de su celebración. El orden del día aprobado en Zaragoza fue el siguiente: 2
«ORDEN D E L DÍA »1.°
El Consejo Federal depositará su mandato y dará cuenta del desempeño de su cargo. »2.° Los delegados darán cuenta del estado de las Federaciones locales que representan. »3.° Conclusiones a los dictámenes presentados en el II Congreso 1. Según La Emancipación del 11 de enero de 1874 no estaban presentes las secciones de Gracia, Zaragoza, Alicante, Tarragona, Mataró, Sabadell, Palma, Oviedo, Bilbao, Lérida, Manresa, Badalona, Coruña, Toledo, Vitoria, Cambros, ni algunas de las federaciones de Cádiz y Valencia. 2. «El Congreso acuerda: Que el III Congreso de la Federación Regional Española de la Asociación Internacional de los Trabajadores se celebre en Córdoba el primer domingo de abril de 1873.»
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»4° »5.°
»6.° »7.° »8.° »9.° »10.°
»11.°
sobre los medios de transformar la propiedad para conformarla con la justicia. De la herencia en todas sus relaciones. Revisión de los Reglamentos. Modo de conformar la organización social de la Región Española con la que adopte el congreso internacional. Elección del Consejo Federal y sede de su residencia. Sitio donde debe celebrarse el IV Congreso Obrero Regional Nombramiento de los delegados para el próximo congreso internacional. Bases para la publicación de un periódico diario, órgano oficial de la Federación Regional Española. El Congreso determinará lo que juzgue conveniente, en vista de los datos que le proporcione el Consejo Federal, respecto al movimiento general de las Uniones. Las federaciones locales, los consejos de las Uniones y los de las federaciones de oficio remitirán con dos meses de anticipación al Consejo Federal los temas que deseen incluir en el anterior orden del día, para que pueda someterlos a la discusión de todas las federaciones locales.»
Entre las adhesiones recibidas figuraba una bien grupo belga, firmada por Eugenio Steens, que d e c í a : al Congreso español: ¡ Viva Saint-Imier! ¡ Autonomía Contribución a la Historia del Movimiento Obrero Santillán, pág. 226). Desde Nueva York, el Consejo ludó al congreso.
significativa, la del «El Congreso belga y Federación!» (De Español, D . A . de General también sa-
Por supuesto, el orden del día a que en realidad se atuvo el congreso distó bastante del aprobado en Zaragoza. En Córdoba, los aliancistas querían la imposición, la declaración contra el Congreso de La Haya y la adhesión al de Saint-Imier, es decir, dos acuerdos enderezados contra la InternacionaL Las primeras sesiones se dedicaron a cosas «administrativas», la publicación de un boletín, lectura de adhesiones; una propuesta sobre la publicación de un periódico diario, organización de las comisiones; problemas de estatutos, cotizaciones y atribuciones del Consejo Federal, reduciendo la misión de éste a una actividad de «correspondencia y estadística» —como se intentaba que fuera la del Consejo General de la Internacional—; prácticas de solidaridad obrera, y una resolución que no dejaba de tener cierta originalidad para la « g a l e r í a » , pero que, en realidad, no modificaría nada, ya que todos los organismos de base estaban bajo el
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mismo control que el congreso. Se trataba de que las resoluciones de éste «no serían válidas hasta que en un plazo de cincuenta días fuesen aceptadas por la mayoría de los afiliados...» Con este acuerdo se intentaba demostrar que las posiciones de los aliancistas estaban respaldadas por todos los afiliados. Ahora bien, sobre esa base tan «democrática» como demagógica o de circunstancias, cabe preguntarse: ¿ dónde empezaba y dónde terminaba la autoridad de un congreso....? ¿ Dónde empezaba y dónde terminaba la autoridad de los delegados, que se supone llevan a los congresos el mandato, la confianza de sus representados...? A más de un siglo de distancia, esa originalidad aliancista no ha sido aceptada como norma por ningún movimiento obrero. La originalidad había nacido muerta en el mismo congreso. Dentro de la política de «universalidad», de clásica inquietud del anarquismo, se aprobó un dictamen para el establecimiento de escuelas internacionales. El congreso fue pródigo en aprobación de resoluciones administrativas; y su palabrería, en «considerandos» sin «resultandos». El Congreso de Zaragoza, como se señaló en el capítulo correspondiente, discutió el problema de la «propiedad», tan del gusto del proudhonismo, de Bakunin y sus seguidores. Anselmo Lorenzo, con la colaboración de Pablo Lafargue, había presentado un documentado y serio estudio. No fue aprobado, sino dejado para que se examinara, con otros trabajos, en el congreso siguiente. No agradaba a los aliancistas. Correspondía, pues, al Congreso de Córdoba afrontar ese problema y discutir el trabajo de LorenzoLafargue. En Zaragoza estaban presentes Lafargue, José Mesa, Francisco Mora, Pablo Iglesias y Anselmo Lorenzo; ninguno de ellos — n i siquiera el aliancista Lorenzo— asistieron al Congreso de Córdoba. ¿Quién defendería la ponencia dejada «pendiente» en el de Zaragoza? El problema, naturalmente, fue soslayado de nuevo. El congreso discutió la cuestión que dividía a la Federación madrileña y la nueva Federación, aprobándose una resolución semejante a la del Congreso de Zaragoza, en el sentido de que la solución de ese problema era de la competencia de la organización local. El punto fundamental, como señalamos anteriormente, era el internacional. La comisión designada para examinar la conducta de los delegados al Congreso de La Haya y Saint-Imier presentó un dictamen aprobando su gestión, que el Congreso de Córdoba hizo suya. En el dictamen se declaraba que el Congreso de La Haya era «vicioso en su constitución y en sus procedimientos», considerando, por lo tanto, que los acuerdos de La Haya eran nocivos y contrarios a la marcha que debía seguir el proletariado, proponiendo al congreso que rechazara sus «autoritarios acuerdos». El Congreso de Córdoba aprobó el dictamen, re-
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chazando los acuerdos de La Haya y acordando su adhesión al pacto de Saint-Imier. Se discutió el problema de la Alianza, y la Comisión designada para dictaminar sobre este punto resolvió que no sólo no había ninguna incompatibilidad entre la Alianza y la Internacional, sino que resultaba que había sido la Alianza la que estableció en España la Asociación Internacional de los Trabajadores, desarrollando su organización y sus principios.... En este dictamen ya no hay lugar para el equívoco, pues se afirma que el nacimiento de la Federación Española «fue debido a la actividad e iniciativa que el aliancista J. Fanelli demostró para constituir la Internacional en España». Se aprobó que el IV Congreso tendría lugar en Valladolid y que la residencia de la Comisión Federal —p>ues desaparecía el título de Federación Regional Española— quedaba establecida en Alcoy y que se compondría de nueve miembros, cuatro de ellos elegidos por el Congreso y los cinco restantes uno por cada una de las comarcas. Como miembros de la comisión fueron designados S. Albarracín, M. Pino. Francisco Tomás y V. Fombona, y como secretarios comarcales, F. Desmarco (Sur), J. Seguí (Este), V. Castillo (Norte) y T. V i l l a (Centro). El congreso dio por terminados sus trabajos convocando a una Asamblea pública de controversia a todos los elementos que desearan tomar parte en la discusión y comentarios a las decisiones del congreso. Tuvo lugar la reunión el día 10 de enero en el salón del Café del Recreo, bajo los eslóganes de «Salud, Anarquía y Colectivismo» y « ¡ V i v a la Internacional ! » . . . , ¿ Qué Internacional? Maximiano García Venero, en su obra Historia de los Movimientos Sindicalistas Españoles. 1840-1933, pág. 219, de muchos de cuyos enfoques apasionadamente antisocialistas discrepamos, dice, refiriéndose a este congreso: «El III Congreso Sindical de Córdoba contribuyó a que fuera irremediable la escisión futura de los obreros españoles y convirtió a los sindicatos en instrumentos del anarquismo.» Parecer, en nuestra opinión, correcto hasta 1888. Tenemos en cuenta el antecedente del II Congreso de Zaragoza.
48 DESPUÉS D E L C O N G R E S O DE CÓRDOBA Sus consecuencias El Congreso de Córdoba, por su actitud y decisiones, consagró la división entre la Federación de Madrid y la Nueva Federación Madrileña —reconocida ésta por el Consejo General de Londres y que había estado representada en el Congreso de La Haya por Pablo Laf argüe y José Mesa y ausente del de Saint-Imier. El Congreso ratificó las expulsiones decretadas por la Federación local: a ello equivalía el aprobar una resolución análoga a la adoptada por el Congreso de Zaragoza, considerando que el problema era de la incumbencia de las organizaciones locales y que sólo a ellas les correspondía darle solución. Eso era tanto como no entrar en la cuestión, a sabiendas de que no se solucionaría. Eso y no otra cosa era lo que querían los aliancistas. Les estorbaban los hombres de Madrid, salvo Tomás González Morego, claro está. Al Congreso de Córdoba había llegado una comunicación de la Nueva Federación Madrileña solicitando su reconocimiento, firmada por V. Pagés, petición que fue rechazada e inclusive devueltas las cotizaciones que habían realizado. El grupo, la tendencia socialista del movimiento obrero, marginado del congreso, se vio obligado a salir en defensa de las verdaderas normas y principios de la Internacional. El Congreso había l i quidado la forma tradicional de organización, titulada Consejo Federal de la R e g i ó n Española, para transformarse en una simple Comisión de Correspondencia y Estadística, objetivo que, en el orden internacional, trataba de imponer a la propia Internacional, convirtiéndola en un simple buzón de correos. Frente a esa modificación fundamental impuesta por los aliancistas, y que estaba en contradicción con las normas y estatutos de la Internacional, y frente al carácter y contenido de las resoluciones del Congreso, los elementos representantes de la línea de la Internacional restablecieron en Valencia el Consejo Federal de la Región Española, mientras la Comi-
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sión de Correspondencia y Estadística, aprobada en Córdoba, respondía a los acuerdos escisionistas de Saint-Imier. Este nuevo Consejo Federal dio a conocer públicamente su posición, al incluir en el número de La Emancipación del 8 de febrero de 1873, su primer documento en el que reivindicaba para sí el nombre de Consejo Federal y el de la Internacional, así como sus estatutos. «Nuestra divisa —decía en uno de sus párrafos— es y será: ¡ Salvar la Internacional!» Estaba fechado en Valencia el 2 del mismo mes y aparecían como miembros del Consejo Federal de la R e g i ó n Española: José Arcos, tesorero; Pablo Marqués, contador; Feliciano Salles, secretario económico; Carmelo Farriols, secretario corresponsal por la comarca Norte; José M a r í a López, por la comarca Sur; Antonio Mateu, por la comarca Este; Fermín Roselló, por la comarca Oeste; Francisco Palomar, por la comarca Centro, y Carlos Rosellá, secretario general, cargo que, por ausencia, cubrió provisionalmente Francisco Palomar. 1
La Federación local valenciana publicó otro documento {La Emancipación, 8 de febrero de 1873) firmado por su secretario, Juan Ferrer, en el que se registraba la protesta por el proceder de los aliancistas y contra los acuerdos del Congreso de Córdoba. En el nuevo Consejo Federal, codo puede apreciarse por las firmas que figuran en su primer documento (véase Apéndice N.° VIII), no aparece ninguno de los nombres de los viejos internacionalistas, con veteranía, prestigio y personalidad —no anarquista— que desde los primeros momentos venían representando un importante papel en el seno del movimiento obrero, como eran los hermanos Mora, José Mesa, Pablo Iglesias, Pauly, Calleja, Pagés y tantos otros, lo que quería decir que el sentimiento auténticamente internacionalista existía en la clase obrera; que la posición ideológica de los socialistas de Madrid tenía eco en muchos lugares y centros obreros a través de toda España, si bien su fuerza, su influencia, se veía neutralizada por la acción agresiva y dinámica del anarquismo aliancista. No se trataba, por otra parte, de un problema de cantidad, sino de cualidades políticas y de contenido ideológico. La obra del nuevo Consejo Federal no dejó grandes huellas, ni positivas ni negativas. Por lo contrario, la de la Comisión de Correspondencia y Estadística de Alcoy sí las dejó y profundas, de su anárquica actuación, por lo que difícilmente podrán ser reivindicadas como una gloria para el movimiento obrero.
1. Apéndice n.° VIII.
49 PROCLAMACIÓN DE LA PRIMERA REPÚBLICA (11 de febrero de 1873)
Sin que se hubiese derramado una sola gota de sangre —-así es de generoso el pueblo español—, el 11 de febrero de 1873 cae el rey Amadeo I y se implanta la primera República Española. Igual sucederá el 14 de abril de 1931, cuando al abdicar Alfonso X I I I se instaure la segunda República, sin que se produzca la menor violencia. La primera República duró apenas once meses y tuvo cuatro presidentes: Estanislao Figueras, Francisco Pi y Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar. La segunda viviría cinco años, más tres de guerra —un millón de muertos—, con dos presidentes: Niceto Alcalá Zamora y M a nuel Azaña Diego. Durante la primera República, los anarquistas, coincidiendo con la reacción, ayudaron a que se hundiera; en la segunda hicieron lo mismo. En la primera hubo «jurados mixtos», ley de jornada de trabajo, etc.; en la segunda, también. En 1873, los republicanos querían la república para « e l l o s » ; en 1932, igualmente. «La República para los republicanos...» —decía Martínez Barrios—. « ¡ F u e r a los socialistas del Poder ! . . , » —añadía—. Por la colaboración de los socialistas, para Lerroux y para Martínez Barrios y sus «republicanos», la República se había convertido en «fango, sangre y l á g r i m a s . . . » Palabras del mismo republicano que luego llegaría a ser su último presidente... £
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Con su política de antagonismos y ambiciones, los Alcalá Zamora, los Lerroux y Martínez Barrios y el anarquismo crearon las condiciones que desembocarían en 1936. A los dos meses de la implantación de la primera República, el general Pavía y grupos reaccionarios preparaban un primer golpe de Estado que fracasó; en la segunda, fue Sanjurjo el que lo organizó, poco más de un año después de su proclamación, en agosto de 1932. Lo que no lograra Pavía en 1873 lo alcanzaría en 1874. De nuevo entraban en juego los capitanes generales. El general Pavía, capitán general de Castilla la Nueva,
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al frente de sus fuerzas, ocupaba el Palacio de las Cortes, disolvía éstas, l i cenciando a los diputados y a la República, mientras el ex Segundo Cabo de la Capitanía general de Cataluña, el entonces general Martínez Campos, ocupaba militarmente los centros oficiales de Barcelona. El Palacio de la Soberanía Nacional era ocupado por el ejército que tenía la misión nacional y patriótica de defender esa soberanía. La historia habría de repetirse. Lo que no había logrado Sanjurjo en 1932, lo lograrían sus seguidores, después de tres años de lucha, en 1939. En nuestra historia las analogías son extraordinarias. En la primera República, como en la segunda, el problema de los campesions desempeñaba un papel decisivo, así como la cuestión social, en generaL La primera y la segunda repúblicas rehuyen entrar a fondo en una reforma agraria, problema fundamental; en cambios sociales de las estructuras del Estado y de la economía, y las clases dominantes terminan aplastando a los nuevos regímenes, tanto en 1873 como en 1936-1939- Contando con la colaboración, directa unas veces, indirecta otras, consciente o inconscientemente, de la acción seudorrevolucionaria del anarquismo. En esta crítica no olvidamos las debilidades, las contradicciones y los personalismos que se registraron en el seno del Partido Socialista, antes, durante y después de la República de 1931. El paralelismo de hechos y personajes entre la primera y la segunda Repúblicas es sorprendente. La revolución democrático-burguesa, que se había realizado en otros países, pudo haberse desarrollado en España. E l pueblo ofreció cuanto podía ofrecer a esa causa, faltó capacidad de dirección en sus dirigentes y sobró ambición en los prohombres republicanos. El núcleo socialista de la Internacional —-Mesa, Mora e Iglesias, entre otros— tal vez subestimó la coyuntura de la República; el anarquista no sólo la subestimó, sino que se enfrentó con ella. Su apoliticismo «enragé» fue el mejor aliado del proceso reaccionario. «Hallándome en Burdeos —dice Anselmo Lorenzo en El Proletariado Militante— ocurrió la proclamación de la República en España, y los amigos me felicitaron por el acontecimiento; mas como acepté sus felicitaciones con cierta frialdad que no estaba en concordancia con el entusiasmo que ellos sentían, tuve que explicarles la causa, y al efecto, a propuesta del compañero Vesinaud, de acuerdo con los compañeros Batifoll y Delfaud, se reunió el grupo en casa del compañero Paul, y allí expuse la situación política de España y la actitud de sus diversos partidos, y en confirmación de lo expuesto leí la circular inserta a continuación.» La circular a la que se refería el veterano aliancista, era el documento del 24 de febrero, a los trece días de proclamada la República, lanzado por la Comisión de Propaganda y Estadística designada por el Congreso de
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Córdoba con residencia en Alcoy (véase Apéndice N.° X I ) , que volvía a utilizar el nombre de Comisión Federal de la Federación Regional Española (A.I.T.) y que, con su singular literatura decía, entre otras cosas: « U n cambio inesperado en la política de la clase media ha producido una transformación en el nombre de la organización gubernamental de la presente corrompida sociedad burguesa, a consecuencia del estado ruinoso de la hacienda y de la guerra civil, fomentada por los fanáticos partidarios de la inquisición y del rey absoluto, instituciones criminales y absurdas que no deben ni pueden volver. El resultado de ese cambio en la política burguesa que, si bien afecta mucho en la forma, es de casi ningún resultado en el fondo de la presente organización autoritaria y centralizadora, ha sido la caída de Amadeo y la proclamación de la República por los mismos monárquicos que un día antes ensalzaban las bondades de la monarquía.» El papel « d e dirigentes», los aliancistas, rindiendo culto a la espontaneidad de las masas, lo concebían en ese documento, en los siguientes términos: « N o pretende ni quiere esta Comisión Federal imponer ni sus opiniones, ni trazar la línea de conducta que conviene seguir a los que representan la soberanía de la Federación Regional Española, a los que le han encargado los trabajos de correspondencia y estadística. Nosotros, amantes de la libertad completa del individuo y de la autonomía de las Federaciones y Secciones, ni queremos ser los directores ni los inspiradores de nuestros hermanos los obreros, porque la grande obra de la emancipación del asalariado no puede ser dirigida ni ejecutada por nadie más que por la acción espontánea de los trabajadores mismos, después de conseguida, por medio de la identidad de intereses y aspiración, la unidad de acción necesaria e indispensable para liberarnos de la esclavitud política, religiosa y económica que sobre nosotros p e s a . . . » Los aliancistas sólo « i m p o n í a n » su criterio cuando se trataba de la lucha contra Marx y la Internacional; eran «profundamente» individualistas cuando se trataba de dirigir, de orientar a la clase obrera en uno de los momentos de más trascendencia, como lo era el de la primera República, dejando que aquélla se orientara espontáneamente. Siguiendo con sus truculentas formulaciones, en otro párrafo puede leerse: «Es preciso ir adelante hasta el triunfo de la anarquía y del colectivismo, o sea, la destrucción de todos los poderes autoritarios y de los monopolios de clase, en donde no habrá ni papas, ni reyes, ni burgueses, ni curas, ni militares, ni abogados, ni jueces, ni escribanos, ni políticos; pero sí una libre federación universal de libres asociaciones obreras, agrícolas e industriales.» Terminaba el documento con los consabidos: « ¡ V i v a la liquidación social ! » «¡ Salud, Anarquía y Colectivismo! » y, como remate, el «¡ Viva
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la Asociación Internacional de los Trabajadores!», es decir, la Internacional. Invocando su nombre, firmaban el documento, Fombuena, Miguel Pino, Severino Albarracín y Francisco Tomás, el 24 de febrero, en el domicilio de la calle de Hornos del Vidrio, n.° 6, 3-°, en Alcoy. Con ese mismo estilo revolucionario de la escuela de Bakunin, los aliancistas de otros lugares produjeron documentos análogos sobre todo en Cataluña y Andalucía. La República se enfrentaba, independientemente de los problemas de fondo y de las propias contradicciones de clase en que se debatía, con la «impaciencia», el sectarismo, la incapacidad política y la truculencia demagógica de los elementos aliancistas que influenciaban al movimiento obrero y que éste soportaba. 1
El grupo o el movimiento obrero de tendencia socialista, que seguía los principios de la Internacional, fijó su posición en relación con la República en diversos trabajos aparecidos en La Emancipación debidos, en su mayor parte, a la pluma de José Mesa, y otros formulados por la Nueva Federación Madrileña (véanse Apéndices N . X y XII). o s
Los enfoques entre aliancistas y marxistas en torno a la República eran, por supuesto, diametralmente opuestos. En el número de La Emancipación correspondiente al 15 de febrero de 1873, apareció el primer artículo de fondo titulado « Y a tenemos R e p ú b l i c a » , ponderado y enjuiciando el acontecimiento con toda objetividad. Ni un falso ilusionismo, ni una subestimación irresponsable. La República, sin duda, abría nuevas perspectivas. La clase obrera tenía que saber aprovecharlas. La Comisión Federal de Correspondencia y Estadística, instalada en Alcoy. se dedicaba —invocando a la Asociación Internacional de los Trabajadores— a producir documentos incendiarios, y una prensa eufórica, con lenguaje violento y demagógico, justificaba las posiciones no sólo de la reacción, sino inclusive de la pequeña burguesía y de las corrientes liberales. Como ejemplo, citaremos el periódico Los Descamisados, de Madrid, que en un artículo del 30 de marzo de 1873 ofrecía párrafos como éstos: «La anarquía es nuestra única fórmula. Todos para todos, desde el poder hasta las mujeres. De este bello desorden, o mejor dicho, desorden
1. «Extrañamente —dice M. García Venero en su Historia de los Movimientos Sindicalistas Españoles, pág. 225— el sindicalismo desapareció en la primavera de 1873, cuando parecía que el régimen republicano podía abrirle anchos cauces. Del paroxismo da idea que Miguel Bakunin proyectara venir a España en el verano de 1873, para suscitar un movimiento revolucionario, y no lo hizo porque su amigo el anarquista italiano Carlos Cafiero rehusó enviarle el dinero necesario para el viaje.» Si no vino Bakunin, según M. Nettlau, éste envió al joven ruso Popoff, refugiado en Zurich, desconociéndose la misión que le confiara su jefe.
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ordenado, resultará la verdadera a r m o n í a . . . Siendo de todos la tierra y sus productos, concluirán el robo, la usura y la avaricia; destruida la familia y establecido el amor libre, la prostitución pública y privada concluirán, realizándose el ideal del legislador griego de que los jóvenes amen y respeten a todos los mayores, viendo en cada anciano un padre y una madre o hermana en cada mujer.... Prescindiendo de ese espantajo que llaman Dios..., ¡Temblad, burgueses, vuestra dominación toca a su f i n ! ¡Paso a los descamisados! ¡ L a bandera negra está enarbolada; guerra a la familia ! ¡ Guerra a la propiedad! ¡ Guerra a D i o s ! » Firmaba «La Federación». Con documentos de esa naturaleza, prodigados por todas partes donde los anarquistas ejercían su influencia y disponían de la letra de imprenta, no podía esperarse nada serio y positivo en la interpretación responsable de la situación histórica que creaba el cambio de régimen, de la monarquía a la República. Esa línea de demagogia no podía conducir más que al fracaso y a los acontecimientos dramáticos que se fueron produciendo, en particular en el campo y las ciudades andaluzas, y que cobraron la m á x i m a expresión en torno a los movimientos cantonalistas y de Alcoy. A los cuatro meses de instaurada la República, el 15 de junio, el consejo de Alcoy publicaba un nuevo documento-declaración que finalizaba con las consignas de siempre: « ¡ A b a j o los poderes autoritarios! ¡ V i v a la liquidación social! ¡ Salud, solidaridad, anarquía y colectivismo!» y, como siempre, el engañoso «¡ Viva la Internacional!» Firmaban José Seg u í , Rafael Abad, Severino Albarracín, Francisco Tomás. En los documentos en relación con el movimiento cantonalista de Cádiz aparece, como presidente del Comité de Salud Pública, Fermín Salvoechea. Pero todas esas actitudes, todas esas concepciones, esa línea de conducta ¿ t e n í a n algo que ver con la Internacional? En absoluto. Una vez más, afirmamos que la Internacional no podía verse involucrada en una política, en unas acciones, en un comportamiento que eran la negación de sus concepciones. Siguiendo lo que llamamos la línea socialista de nuestro movimiento obrero, remitimos al lector al conocido trabajo de Federico Engels Los Bakuninistas en Acción, que figura como Apéndice N.° X V . En su trabajo, Engels, que seguía muy de cerca el movimiento aliancista español, hace un serio análisis de los acontecimientos que se produjeron en la primera etapa de la República de 1873 y, en especial, de los movimientos cantonalistas y de Alcoy.
50 EL CONGRESO DE TOLEDO (15-18 de mayo de 1873)
Del 15 al 18 de mayo, a los tres meses de proclamada la República, tuvo lugar el I Congreso de las secciones que permanecieron fieles a la Internacional y que respondían al nuevo Consejo Federal constituido en Valencia. Fue una reunión sin trascendencia momentánea, débil por sus representaciones. Se carece de información concreta en cuanto a sus trabajos y resoluciones. Es evidente que la situación política que ofrecía la proclamación de la primera República —11 de febrero— no era aprovechada. Tres meses antes del Congreso de Toledo se había producido el cambio de r é g i m e n ; sin embargo, en una coyuntura política de esa naturaleza, la reunión no adquirió ninguna resonancia, no obstante que en el grupo existían elementos de tanta valía como José Mesa, Pablo Iglesias, los Mora y otros. ¿Cómo explicar este hecho? Estuvieron representadas cinco de las doce federaciones locales con que contaban los partidarios del Consejo General de la Internacional y que seguían fieles a sus normas y estatutos. Estas eran, entre otras, la Nueva Federación Madrileña y las de Alcalá de Henares, Gracia, Toledo, Denia, Valencia, Segovia, Lérida, Zaragoza, Vitoria y Pont de Vilumara, registrándose algunas adhesiones personales de diversas localidades. El congreso no correspondía a las posibilidades que ofrecía la nueva situación política. El congreso nombró un Consejo Federal, resolviendo que el próximo tuviera lugar en Valencia. El golpe militar del general Pavía y la represión subsiguiente lo impedirían. De todas formas, es obligado reconocer que se carece de elementos de información, que será necesario insistir sobre el tema hasta esclarecer, en forma más exhaustiva, cómo se desarrollaron sus trabajos y cuál fue su contenido.
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51 DURANTE LA REPÚBLICA
Proclamada la República el 11 de febrero de 1873 por los senadores y diputados reunidos conjuntamente, los aliancistas acentuaron sus actividades anarquistas y colectivistas. El documento ya mencionado, del centro de «Relaciones y Estadísticas» de Alcoy (Consejo Federal) de fecha 24 de febrero (que aparece como Apéndice N.° X I ) era todo un programa. A los trece días de proclamada la República, los «internacionalistas» de la Alianza lanzaban una vez más el grito de « ¡ V i v a la liquidación soc i a l ! » , que era tanto como gritar ¡ V i v a la liquidación de la República y muera la R e p ú b l i c a ! No se tomaron la menor molestia en examinar la nueva situación con un mínimo sentido de responsabilidad. Abstención política, eso era todo. 1
El grupo socialista recibía a la República con más ponderación, pero también con toda clase de reservas políticas, cosa que estaba justificada, en parte; lo que no lo estaba era el no analizar el acontecimiento en su verdadero significado político, en su contenido histórico, no obstante las contradicciones en que se debatía, para contribuir a impulsar las tendencias positivas y aprovechar la coyuntura que permitía una agresividad política seria, una dinámica que empujara los acontecimientos y que permitiera aglutinar a las fuerzas obreras más conscientes, permitiéndoles desempeñar el papel que les correspondía en aquellas circunstancias, con su propia personalidad, tanto en las acciones de tipo económico como en las
1. En el mes de mayo celébranse las elecciones y el 10 de junio reúnense las Constituyentes. Los anarquistas aliancistas, y por añadidura llamándose «internacionalistas», habían d favor de quien querían. No teniendo ninguna importancia «la política», ¡qué más daba votar por uno que por otro! Sesenta años más tarde se repetiría la historia —elecciones de 1933—- que por la misma posición de «abstención» contribuyeron a dar la victoria a la reacción.
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políticas, no dejándose arrastrar por la demagogia de la pequeña burguesía radical ni por las actitudes de abstención política y de liquidación social de los anarquistas. ¿Estuvieron a la altura de las circunstancias los hombres de ese grupo, de esa tendencia marxista, José Mesa, Mora, Pauly, Iglesias, el propio Pablo Lafargue que, ausente de España, tanto pudo continuar «orientando», incluso desplazándose de nuevo a España dada su significación e influencia en el movimiento socialista incipiente de nuestro país? ¿Pudo la Internacional representar un papel orientador más decisivo denunciando la falsa posición de los aliancistas anarquistas, al dejar éstos a las masas que actuaran espontáneamente y al mantener las posiciones anarquistas que divulgaban, tratando de justificarlas y fundamentarlas en los propios principios de la Internacional? M á s tarde merecerían la acerba crítica, tanto de Carlos Marx como de Federico Engels en el trabajo un tanto tardío de este último (noviembre de 1873). Cuando se publicó esa crítica, la República tenía nueve meses y ya había registrado las más serias crisis. Los primeros momentos de cada revolución son los decisivos; en las primeras etapas de un hecho revolucionario triunfante es cuando no se puede perder tiempo, cuando la euforia de la victoria tiene que ser aprovechada para avanzar lo más rápidamente posible, valiéndose de la fuerza de inercia que producen esa victoria y el optimismo popular, así como el retroceso y el pánico de las fuerzas vencidas. Todo ello, por supuesto, sin salirse de un realismo revolucionario que, correctamente ponderado e interpretado, permita afirmar los primeros pasos de una coyuntura revolucionaria, que son las decisivas para su consolidación y avance. 1
A los pocos días de la República los «impacientes», los intransigentes, los aliancistas anarquistas, en mezcolanza con todas las fuerzas contradictorias del propio republicanismo, crean las primeras dificultades al régimen naciente, ayudando así a las fuerzas de la reacción que, desde el primer momento, tratan de liquidarlo. El Consejo General de Alcoy deja en libertad a sus organizaciones, después de lanzar como saludo a la República las consignas de «Liquidación Social, Anarquía y Colectivismo». Y un comité de Barcelona clama por la autonomía del municipio y por armar al pueblo trabajador, consigna esta ú l t i m a que, responsablemente interpretada y desarrollada, sería correcta y representa en cada uno de esos momentos de convulsión revolucionaria, la mayor g a r a n t í a para la revolución. Pero que interpretada «anárquicamente», al margen de toda «disciplina y orden revolucionario», lejos de representar una acción positiva se traduce en uno de los hechos de confusión que más pueden ayudar a la reacción en sus planes contrarrevolucionarios, en la medida en que asusta 1 Véase Los Bakuninistas en Acción (Apéndice n.° XV).
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a las clases vacilantes de la pequeña burguesía y a una parte de esa intelectualidad que, habiendo contribuido al advenimiento de un nuevo régimen, ante estos hechos empiezan a inhibirse, lo que es tanto como inclinarse hacia la tendencia de la reacción. El confusionismo desarrollado en Barcelona en torno al problema del ejército tuvo esos efectos. El documento lanzado en la Ciudad Condal, el 21 de febrero, a los diez días del advenimiento de la República, «borrando al ejército» porque ya no había « m á s militares ni paisanos», no presagiaba nada bueno. Los militares habían sido el factor decisivo en la instauración de la República, borrarlos del mapa era algo que estaba en la l í n e a del infantilismo revolucionario de los que aspiraban a la liquidación social siguiendo las posiciones demagógicas del republicanismo radical, que no sabía lo que quería ni a dónde iba. Anselmo Lorenzo, en su obra El Proletariado Militante, nos dice algo bien elocuente al respecto.: «En el consejo local de la Federación de Sociedades Obreras de la Internacional (Barcelona. Nota del autor) se presentaron comisiones de sargentos de la guarnición solicitando entenderse con aquella entidad para promover el licénciamiento de las tropas. Comisiones de trabajadores se presentaron en los cuarteles, invitando a los soldados a licenciarse por sí mismos sin que los jefes osaran oponerse a aquella propaganda desorganizadora. En los cuarteles y en las calles se dieron espectáculos desagradables, desobedeciendo y ridiculizando a los jefes. La Diputación provincial, extralimitándose en sus atribuciones, en un momento de entusiasmo acordó la disolución del ejército y la organización de batallones de voluntarios para combatir a los carlistas, aunque serenada y sometida a influencia poderosa revocó su acuerdo...» He a h í un ejemplo bien elocuente que merece ser analizado no sólo como el suceso histórico que fue, sino como un hecho que —por su carácter y contenido, por las consecuencias que de él se desprenden— debe ser tenido en cuenta en todo momento revolucionario. Tanto el documento aparecido en Barcelona con motivo de la proclamación de la República, dirigido a los obreros, como el dirigido a los soldados —21 de febrero de 1873— estaban firmados por connotados aliancistas. El primero, por Juan Nuet, Jaime Balasch, Ramón Franqueza y más firmas. El segundo, el antimilitarista, por R a m ó n Franqueza, Jaime Balasch, Miguel Mache, Secundino Vidal, Manuel Bachons y otras firmas. Con participación de aliancistas notorios y de republicanos, una comisión llamó al pueblo barcelonés a un gran mitin que tuvo lugar en la Plaza de Cataluña, el jueves 12 de junio de 1873. Como tema fundamental se trató el problema del municipio, propugnando por la República Federal. Se consideró al municipio como el «baluarte» que debe
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poner una valla a las invasiones de otros poderes más o menos centrales...» En el llamamiento se d e c í a : «El municipio siempre, pero muy principalmente en los tiempos de transformación por que atravesamos, ha de ser el que más se afane por poner al pueblo en condiciones de poder contrarrestar toda r e a c c i ó n . . , » (11 de junio de 1873). Firmaban este documento de movilización republicana y obrera aliancistas tan significados como G. Alhajes, J. G. Viñas, J. Pamies, y otros, apareciendo como secretario de la comisión R. Franqueza. Los anarquistas, contra todo poder, contra todo principio de disciplina, de orden, de jerarquía, ponían todas sus esperanzas y descansaban «revolucionariamente» en el municipio... Según Anselmo Lorenzo, en su obra citada, la reunión no dio ningún resultado positivo. De la enorme concurrencia no salían más que gritos, apoderándose de ella la desilusión al oír a los oradores. «En tal situación —dice Lorenzo— un orador puso término a la reunión con una frase catalana ondosa, que muchos interpretaron como un excitante al desorden social: « — C o m p a n y s ! —dijo—. Prou de discursos! Ara que cadascú faci els seus.» En la intención del que las pronunció, es probable que su verdadera significación fuera ésta: — ¡ C o m p a ñ e r o s ! ¡ N o más discursos! Ahora que cada uno se arregle como pueda..-.! El 14 de junio, en Barcelona, se declaraba una huelga general. Y esto ocurría en Barcelona, a los cuatro meses de República. Allí donde la concentración obrera era m á s poderosa, donde el anarquismo ejercía el monopolio, la hegemonía de la dirección de las organizaciones obreras. La R e p ú b l i c a no lograba consolidarse. Los conflictos surgían por todas partes y los republicanos, enzarzados en sus querellas, en sus intrigas y ambiciones, no sabían qué hacer con el nuevo régimen en el que estaban emboscados no pocos de sus enemigos, con falsa etiqueta republicana, mientras los carlistas arreciaban en su ofensiva militar. Estanislao Figueras dimite como primer presidente el 11 de junio, y es designado Pi y Margall, quien, a su vez, renuncia el 14 de julio, sucediéndole Salmerón. Castelar sustituye a Salmerón el 25 de agosto. Salmerón conservador; Castelar enemigo de toda tendencia federalista y partidario de un poder central fuerte que impusiera el principio de autoridad. En siete meses se h a b í a n recorrido varias etapas, todas ellas regresivas, a lo que contribuyó la gimnasia revolucionaria de los aliancistas anarquistas con su conducta demagógica e irresponsable que hacía el juego a los «demagogos» del re-
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publicanismo y a las maniobras de la reacción —y al carlismo—, una sola y misma cosa. Pi y Margal! era un pensamiento más avanzado. Soñaba con una España federal. Pero, como contraste, su breve período fue el más difícil y agitado. El que tropezó con los mayores e insalvables obstáculos. Cuando se rechazó su proyecto de constitución federal, empezaron a quebrarse los cimientos de la legalidad de los organismos locales y a proclamarse cantones independientes en Cartagena, Valencia, Alicante, Sevilla, Cádiz, Granada, Salamanca, Jaén, Castellón, Murcia y otros lugares. Como en 1931, muchos militares auténticamente republicanos y federales se dieron de baja en el ejército y se dejó con mando a los antiguos emboscados. La suerte de la República estaba echada. El 20 de junio —ya eliminado P i — , el significado aliancista García Viñas, con el francés Pablo Brouse y otros elementos, se apoderaron del ayuntamiento de Barcelona que tuvieron en su poder unos días. Hecho curioso: En la Cataluña de predominio anarquista en el movimiento obrero, en la que nació y se desarrolló con más fuerza el «federalismo», no tuvo eco el movimiento cantonalista que se manifestó especialmente con toda violencia en Andalucía y Levante. Se atribuye a los «internacionalistas» una participación activa en las insurrecciones cantonalistas; con ello se perpetúa el equívoco. No fueron los intemacionalistas, sino los aliancistas, los bakuninistas. Sobre este punto, como para lo que se refiere a los sucesos de Alcoy del 7 y 8 de julio, remitimos una vez más al lector al trabajo de Federico Engels Los Bakuninistas en Acción. Del 7 al 8 de julio produjéronse los llamados sucesos de Alcoy, dados a conocer con todo detalle en las diferentes obras sobre el movimiento obrero. Nos interesa destacar que en aquella localidad tenía su residencia el Comité de Relaciones y Estadística de la Región Española, designado en el Congreso de Córdoba, y que como figuras principales del mismo figuraban Severino Albarracín —profesor— y Francisco Tomás. Alcoy era un centro obrero muy importante, bajo control aliancista. En los sucesos resultó muerto el alcalde. La fuerza pública atacó a los obreros y hubo varios muertos y heridos. El conflicto se inició por una petición obrera de aumento de salarios y de reducción de la jornada de trabajo, que desembocó en una huelga general y en los trágicos acontecimientos desarrollados, generalizándose una lucha armada que duró veinte días. Destituido el ayuntamiento, fue constituida una Junta Revolucionaria, al frente de la cual actuó el aliancista Severino Albarracín. El movimiento fue aplastado. El Consejo Federal se vio obligado a huir, instalándose clandestinamente en Madrid, figurando como secretario del mismo Miguel Pino.
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Albarracín, después de una breve detención, logró salir de España huyendo de la persecución y se instaló en Suiza. Antes y después de los sucesos de Alcoy, y como antecedente de los movimientos cantonales, se habían producido actos de represión contra las organizaciones obreras en Sevilla, Carmona, Parador, Sanlúcar, Valencia, Jerez, Palma y otras localidades que vieron sus domicilios asaltados, destruidos sus muebles, robada su documentación, y que sufrieron otros daños vandálicos producidos en pleno período republicano. Este proceso de represión era la réplica a un movimiento generalizado de huelgas y conflictos. La síntesis de este período puede ser la afirmación de que, de julio de 1873 al 3 de enero de 1874, Emilio Castelar le hizo la cama a la reacción desde su gobierno, para que la República muriera en esa fecha a manos de los generales y para que Federico Engels, en su citada obra Los Bakúninistas en Acción, refiriéndose a ese período y a la conducta y la táctica seguida por los aliancistas, pudiera terminar su trabajo diciendo: «En una palabra, los bakuninistas españoles nos han dado un ejemplo insuperable de cómo no debe hacerse una revolución.» Ese mismo ejemplo volverían a darlo en ciertos momentos de los años 1936-1939, pese a la rectificación que les llevó a participar en el gobierno del Frente Popular, pues con participación y todo no dejaron de provocar serios problemas. De la profunda crisis porque atravesaron los aliancistas y el anarquismo, como consecuencia de los acontecimientos de 1873, evolucionaron hacia nuevos procedimientos de lucha, haciéndose eco de la acción directa que llevaba a las represalias, como actos de justicia, contra la traición y la conducta represiva de autoridades y patronos. N i la «liquidación social», ni la Revolución Social propugnadas por el anarquismo eran cosa fácil, ni estaban al alcance de sus posibilidades revolucionarias. Se buscaba otra táctica, otros procedimientos en los que descargar la venganza. La nueva Comisión Federal, establecida en Madrid, en una circular del 10 de noviembre de 1873 apuntaba esa nueva acción y conducta de combatir el terror con el terror. Por supuesto, en n i n g ú n momento la Internacional ni el socialismo propugnaron tal táctica, ni estuvo nunca en sus principios de lucha. No son los actos aislados, individuales, por heroicos que sean, los que redimirán a la clase obrera. Son las acciones de masas las que deciden; es una concepción política y económica de clase la que conduce a la clase obrera hacia su emancipación, dentro de unos principios y de una teoría revolucionaria de la que sólo el socialismo científico es exponente. «Sin teoría revolucionaria —decía Lenin— no hay movimiento revolucionario.» Si los aliancistas anarquistas ofrecían un balance aunque negativo de
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acciones y de actividades, el grupo marxista, auténticamente internacionalista, no dio señales de una actividad política en consonancia con la situación, como hemos subrayado ya anteriormente. Después del Congreso de Toledo se registra una ausencia, algo así como una negligencia política. En los primeros momentos de la República, La Emancipación fija su posición y publica trabajos de orientación, pero parece paradójico que ante una coyuntura política favorable, que brindaba posibilidades de acción, el grupo languidezca y su órgano de prensa desaparezca (12 de abril de 1873), a los dos meses de proclamada la República, dejando el camino libre a las publicaciones anarquistas. En aquellos momentos la Nueva Federación contaba con fuerzas y organizaciones no desdeñables. Para el autor, el papel del grupo marxista en torno a la primera República no ha sido todavía analizado desde un punto de vista histórico y crítico. Cerró ese ciclo el general Pavía con su golpe de Estado, en la madrugada del 3 de enero, que desemboca en el nuevo gobierno del general Serrano el 10 del mismo mes. La República había muerto. El nuevo «dictador» disuelve una Internacional que nunca había existido, pero que le servía de pretexto para iniciar una represión más abierta y brutal contra las organizaciones obreras y las libertades populares. 1
Es conocido que los anarquistas atacaban al grupo marxista tratándolos de «vendidos a la República». La acusación, tal como la hacían los anarquistas y dadas sus «intenciones», no era correcta, pero desde un punto de vista histórico, para el autor no cabe duda de que el núcleo de la nueva Federación Madrileña no estuvo a la altura de las circunstancias. Hecho histórico que guarda relación con lo sucedido con la segunda República, en 1931. Pero éste será tema a tratar en un próximo volumen. Si en general la historia no se repite, en nuestro caso, desgraciadamente para el pueblo español, se ha repetido con harta frecuencia.
1. La Nueva Federación contaba con doce federaciones locales; algunos autores citan trece: Madrid, Cádiz, Zaragoza, Vitoria, Toledo, Granada, Pont de Vilumara, Alcalá de Henares, Lérida, Gracia, Valencia, Játiva y Denia.
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52 VI CONGRESO DE LA INTERNACIONAL
En Ginebra, del 8 al 13 de setiembre de 1873, tuvo lugar el VI (y penúltimo) Congreso de la Internacional, el organismo creado intelectualmente por Marx en 1864 y herido de muerte por la acción funesta del bakuninismo y su famosa alianza. Desde Nueva York, el Consejo General convocaba al congreso, pero carecía de medios económicos. No pudo asistir el propio secretario general, Federico A. Sorge. Se encargó de su organización el viejo internacionalista residente en Ginebra, J. P. H. Becker que falto de medios financieros, tropezó con serias dificultades. No asistieron ni Marx ni Engels. En el congreso tomaron parte unos cuantos delegados representando a las secciones fieles a la Internacional. El congreso reiteró su posición de «que la emancipación de los trabajadores no podría lograrse sin alcanzar el poder p o l í t i c o . . . » . Reiteró que la residencia del Consejo General continuara en Nueva York. La línea política de la Internacional seguía en pie, pero sus días de existencia estaban contados. Bakunin y sus seguidores, en su falsa lucha contra «los autoritarios», habían logrado su objetivo, pero nunca lograrían destruir la gran verdad de la necesidad de la acción política de la clase obrera para lograr su emancipación económica. Si la Internacional se extinguía, su bandera, sus principios se mantendrían a través del tiempo. A este congreso no asiste ninguna delegación española. Estaba plenamente justificada la inasistencia de la fracción aliancista, pero cabe preguntarse las causas por las cuales no estuvo representada la fracción marxista de la Nueva Federación y de La Emancipación, así como el núcleo de organizaciones representadas en el Congreso de Toledo y que contaba con federaciones de cierta importancia. Parece como si la implantación de la República volatilizara por cierto tiempo a los hombres de la Nueva Federación. El VI Congreso oficial se celebraba después de una decisión del Con-
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sejo Federal de Nueva York (30 de mayo de 1873), en la que quedaban emplazadas las organizaciones que habían participado en congresos o reuniones escisionistas, en las que se hubiesen adoptado decisiones de indisciplina y desacato a los estatutos y acuerdos de la Internacional, a acatar sus normas o a quedar excluidos de ella. En esta situación estaban implicados los grupos belgas, y la Federación Española. Con la Internacional o contra la Internacional Por supuesto, una vez más los grupos bakuninistas no tuvieron la menor consideración para el Consejo General, su gran enemigo. La contestación fue la organización de un contracongreso. La decisión del Consejo General estaba formulada en los siguientes términos: «En vista de que el Congreso de la Federación Belga, celebrado el 25 y 26 de diciembre de 1872, en Bruselas, resolvió declarar nulas y no existentes las resoluciones del V Congreso; que el congreso de una parte de la Federación Española, celebrado en Córdoba del 25 de diciembre al 2 de enero de 1873, resolvió no reconocer las resoluciones del V Congreso, y adoptar los acuerdos de una asamblea antiinternacional, que una asamblea, celebrada en Londres el 26 de enero de 1873 ha resuelto desechar los acuerdos del V Congreso General. »E1 consejo general de la Asociación Internacional de los Trabajadores, conforme a los estatutos y reglamentos administrativos, y de acuerdo con sus resoluciones del 26 de febrero de 1873, declara: «Todas las federaciones regionales y locales, secciones y personas que hayan participado en los congresos y asambleas mencionadas más arriba, de Bruselas, Córdoba y Londres, o que reconozcan sus acuerdos, se sitúan ellas mismas fuera de la A.I.T. y dejan de ser sus miembros.» La nueva Federación Madrileña era el único organismo que realmente estaba dentro de la disciplina de la A.I.T., era su única representación en España. De ahí que resalte más su ausencia del VI Congreso.
53 VI CONGRESO (BIS) DE LA INTERNACIONAL, ORGANIZADO POR LOS BAKUNINISTAS (Ginebra, 1873)
Antes del VI Congreso (oficial) de la Internacional, al que nos referimos en el capítulo anterior, tuvo lugar el VI Congreso (bis), convocado por los bakuninistas cuando éstos conocieron la decisión del Consejo General de la Internacional, con sede en Nueva York, de celebrar su VI Congreso en Ginebra del 8 al 13 de setiembre de 1873. Para contrarrestar al congreso oficial, los bakuninistas convocaron con ocho días de anticipación su comicio en el mismo lugar, iniciaron sus trabajos el 1.° de setiembre, utilizando la sigla de la Internacional, A.I.T. Burda maniobra que no hacía más que consagrar todas las que habían venido desarrollando a través de los años. Frente al congreso oficial, los escisionistas mostraban su congreso faccioso, al utilizar indebidamente el nombre de la A I T . , a lo que estaban acostumbrados y constituía para ellos vieja norma. Desde ese momento seguirían utilizando la sigla A.I.T., de la que se apoderaron sin abandonarla hasta nuestros días, bien que « s u Internacional», no tuviera nada de común con la verdadera, fundada en 1864. De la organización del «congreso anticipado» se encargó la sección de Propaganda Socialista y Revolucionaria de Ginebra, a la que hemos aludido en capítulos anteriores, organismo que daba continuidad o complementaba a la Alianza en su política anarquista y de escisión. Como se recordará, la sección de propaganda no había sido aceptada por la Internacional, ni por la Federación Suiza, dándose el caso curioso de que era ese organismo el que organizaba el VI Congreso de la «Internacional A n t i a u t o r i t a r i a » . . . No se puede calificar de paradójica ni de antilógica, por supuesto, ninguna posición ni actitud de los anarquistas, pues si en su filosofía no existiera lo absurdo, dejarían de ser anarquistas. La maniobra del congreso escisionista, inaugurado el 1.° de setiembre,
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ocho días antes del oficial, era un acto más de Bakunin y sus seguidores, en su l í n e a de división del movimiento obrero internacional. No puede negárseles que en esta l í n e a han sido consecuentes. El orden del día abarcaba los siguientes puntos: «1.° Constitución definitiva del Pacto de Solidaridad entre las federaciones libres de la Internacional y revisión de los estatutos generales de la Asociación Internacional de los Trabajadores. »2.° De la huelga general. »3-° Organización universal de la resistencia y cuadros complejos de la estadística del trabajo.» Los temarios de los comicios anarquistas son por sí solos lo suficientemente elocuentes como para dar una idea bastante clara en cuanto a su continente y a su contenido. Nada menos que se prometían la organización universal de la resistencia... Asistieron a la reunión veintiséis delegados representando a los diferentes grupos aliancistas. Por la Federación Española tomaron parte cinco delegados, dos españoles, Rafael Farga Pellicer y José García Viñas, y tres franceses, José Marquet, Pablo Brouse y Carlos Alerini, los tres refugiados en Barcelona. Varios grupos franceses delegaron su representación en los delegados «españoles». En el primer punto de orden del día se trataba simplemente, en su primera parte, de ratificar de nuevo la decisión del Congreso de SaintImier; en la segunda, de revisar y aprobar unos nuevos estatutos de su Internacional, hechos a su medida, y así el VI Congreso escisionista aprobó unos nuevos estatutos, haciendo uso, apropiándose, utilizando el nombre de la organización creada en Londres. Las decisiones, como se comprenderá, fueron adoptadas por unanimidad. La delegación española tuvo un papel importante en todas las discusiones. 1
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El segundo punto del orden del día fue motivo de las más acaloradas discusiones, dentro del contexto aliancista. El problema de la huelga general estaba en su punto álgido de discusión en los medios anarquistas. Sin llegar a una decisión concreta, el congreso aprobó la siguiente resolución : 1. Una vez terminado el congreso, García Viñas, Farga Pellicer y Pablo Brousse se desplazaron a Berna para visitar a Bakunin, inspirador intelectual del congreso. 2. Véase documento en Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XIX, A.R.D.
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AMARO DEL ROSAL «Considerando el Congreso que, en la actual situación de la organización de la Internacional, no puede dar una solución completa a la cuestión de la huelga general, recomienda de una manera apremiante a los trabajadores la organización internacional de sociedades de oficio, así como una activa propaganda socialista.»
El aliancista español Rafael Farga Pellicer plantea el problema del congreso «autoritario» que iniciaría sus trabajos el d í a 8, y sobre esta cuestión se aprobó la siguiente resolución: «El Congreso de la Asociación Internacional de los Trabajadores, reunido en Ginebra el 1.° de setiembre de 1873, cree de su deber declarar que esta Asociación practicará con todos los trabajadores del mundo, cualquiera que sea la organización que se dé, la solidaridad en la lucha contra el capital y para realizar la emancipación del trabajo.» E l congreso, entre sus acuerdos, había adoptado el de la disolución del Consejo General. El Congreso acordaba que el próximo tendría lugar en Bruselas en 1874. La Internacional auténtica celebraría el último de los suyos en Filadelfia, en 1876; los escisionistas, cuatro m á s : 1874, Bruselas; 1876, Berna; 1877, Verviers; 1881, Londres. La bandera de la A.I.T. quedaba en sus manos. A los dos años de su último congreso moría Carlos Marx (1883). Bakunin había muerto en 1876, año en que se habían celebrado el III Congreso escisionista de Berna y el VII y último de la verdadera Internacional, y en que ésta decretaba su defunción... en Filadelfia. Bakunin podría decir, parodiando la obra Juan José, de Dicenta, « L a maté porque era m í a . . . » . Pero no, la Primera Internacional nunca fue el bakuninismo.
54 IV CONGRESO BAKUNINISTA CLANDESTINO (Madrid, 21-27 de junio de 1874)
La represión se desarrollaba a través de todo el país asaltando centros obreros, destruyéndolos, realizándose detenciones por todas partes. Muchos militantes tienen que huir, otros viven en la clandestinidad. En agosto José Mesa se traslada a París. El grupo marxista registraría la ausencia del más valioso de sus elementos. Los aliancistas, siempre más activos y dinámicos, contaban con mayores reservas de cuadros. El Consejo Federal, trasladado de Alcoy y que se desenvuelve en la clandestinidad, regido por nuevos elementos, entre ellos Francisco Tomás y Miguel Pino, organiza un congresillo que tiene lugar del 21 al 27 de junio de 1874. El consejo dice controlar 190 federaciones locales con 349 secciones. Asisten al congreso delegados de 48 federaciones. En la reunión se toman algunos acuerdos administrativos, se modifican los estatutos, para ponerlos de acuerdo con los «nuevos», aprobados en el Congreso de G i nebra, y sobre todo se examina el problema de la represión y el de solidaridad hacia sus víctimas. Siguiendo los acuerdos del VI Congreso (bis) de Ginebra, se examinó el problema de las huelgas, recomendando reducir los movimientos huelguistas parciales, pues —como declaró en una sesión el aliancista italiano Costa— «las huelgas parciales han sido polvo echado a los ojos de los obreros». Viñas, el aliancista catalán, en el mismo congreso había declarado: «Hace falta que los obreros que hacen la huelga sean conscientes de la necesidad de la revolución. Hace falta, entonces, trabajar para hacer comprender a las masas explotadas esta necesidad; entonces, ellas harán la revolución sin tener necesidad del pretexto de la h u e l g a . . . » Alerini, otro delegado español, se manifestó por « l a huelga general como medio revolucionario...». El congreso acuerda dividir la Federación Regional en diez comarcas.
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No es extraño que el Congreso de Madrid acomodara su adhesión a las decisiones del primer Congreso internacional bakuninista, el celebrado en Ginebra, cuya resolución sobre la huelga aparece en el capítulo anterior. En la reunión se aprobó la gestión de los delegados de la Federación Regional Española al congreso, así como todos sus acuerdos, adoptando una posición que, por su significado y alcance, habría de tener serias repercusiones en el futuro del movimiento obrero de influencia anarquista. El congreso reconoció aconto un deber la represalia mientras se trate a los trabajadores como a las fieras y se les nieguen sus derechos». Con este congreso se cierra el ciclo de los congresos de la Federación Regional Española. En lo sucesivo, los aliancistas acudirían al procedimiento de «conferencias», reuniones «comarcales» y, para una actividad puramente administrativa y de relaciones, a la llamada Comisión FederaL organismo un tanto fantasmal, a partir de esa fecha. Con la muerte de la Internacional, la línea aliancista iniciaba su propia decadencia. Al liquidar a la Internacional, se liquidaban ellos mismos.
55 SOBRE LOS LLAMADOS «ÓRGANOS DE PRENSA» DE LA INTERNACIONAL EN ESPAÑA
« L a Internacional tuvo numerosa prensa —dice Tufión de Lara, en su obra El Movimiento Obrero en la Historia de España—, además de los ya citados La Solidaridad, La Federación, La Emancipación, El Condenado, El Obrero, de Palma de Mallorca, la Revista Social, el Boletín de la Federación Regional Española.-» E n nuestra opinión, n i a esas ni a otras publicaciones, que se atribuían ser órganos o portavoces de la Internacional, se les puede reconocer su carácter de «intemacionalistas», salvo a La Emancipación en sus últimos tiempos. Todas las demás, usando el nombre de internacionalistas, fueron órganos de la Alianza de Bakunin, difusores de sus teorías y colaboradores activos de sus propósitos de lucha contra la Internacional y sus principales fundadores, entre ellos, el más significado: Carlos Marx. Este es uno de los aspectos del problema del confusionismo a que nos venimos refiriendo con tanta insistencia. 1
Ese derroche de publicaciones anarquistas ha sido el elemento más eficaz para acrecentar, alimentar y generalizar ese confusionismo, ofreciendo una imagen falsa del movimiento obrero español. Discreparemos de toda formulación en la que —en los trabajos que se realicen en relación con la historia del movimiento obrero español— se coincida con posiciones que reivindiquen el confusionismo que estableció y alimentó el anarquismo español, entre la Internacional y la Alianza Internacional de la Democracia Socialista de Bakunin, y con las que lo sigan manteniendo o se fundamenten en él, por considerar tales posiciones —cuando menos— como un grave error histórico. En la memoria presentada al congreso escisionista de Ginebra de 1873, por la delegación española, se habla de los periódicos Solidaridad Revolu1. Véase Antecedentes y Desarrollo del Movimiento Obrero Español. 18351888. Clara E. Lida, Siglo XXI.
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cionaria, El Orden, de Córdoba, El Obrero, de Granada, La Internacional, de Málaga, La Federación, El Condenado y la Revista Social como de los órganos que difunden los principios federalistas españoles». Esa memoria se presentaba ante un congreso escisionista de la Internacional. En su resumen, después de una amplia información de carácter general, se declaraba : «Los hechos que esta memoria pone de relieve dan una idea de los progresos que realizan las ideas anarquistas y colectivistas entre los obreros españoles...» Terminaba el documento con los consabidos vivas a la Internacional, a la revolución social, a la anarquía y al colectivismo, firmando la Comisión Federal española y facilitando, como dirección, la de Miguel Pino, Caballero de Gracia, 8, bajos, Madrid. Un documento aliancista más con cubierta de la Internacional.
56 II CONGRESO INTERNACIONAL ESCISIONISTA (VII CONGRESO BIS) (Bruselas, 7-13 de setiembre de 1874) La decadencia del bakuninismo y sus grupos se pone de relieve en su II Congreso, considerado por ellos como el VII de la Internacional En su sistemática labor negativa y destructora en cuanto a la unidad de la A.I.T., ellos mismos se iban liquidando. El movimiento obrero, en general, sufría los acosos de la reacción, pero esto no quería decir que no ofreciera una pujanza y no registrara una sensible superación respecto a otras épocas del pasado. Se registraba una crisis de crecimiento y las consecuencias de la evolución del movimiento obrero hacia nuevas y más depuradas formas de organizaciones, fundamentalmente las del desarrollo del pensamiento socialista científico y revolucionario de Marx y Engels que iba ya desembocando en la creación de una «mentalidad» socialista no utópica, frente a la demagógica y las extravagancias del anarquismo. El movimiento obrero se estaba impregnando de las nuevas corrientes que, animadas por sus mejores y más responsables elementos, avanzaban hacia la creación de partidos políticos de clase imbuidos de la necesidad de la acción política, posición clásica de la Primera Internacional y uno de los puntos de ataque del anarquismo. En Alemania, Francia y Bélgica —especialmente en Alemania—, las fuerzas del socialismo se desarrollan a ritmo acelerado. La creación de Partidos socialdemócratas —socialistas— sería el punto de partida de una nueva era del movimiento obrero. Al II Congreso bakuninista asisten dieciséis delegados, nueve de ellos son belgas. Por España toma parte Gómez (Rafael Farga Pellicer). En realidad cuentan con los grupos español, suizo y belga. Los tres grupos más decisivos en el desarrollo de la política escisionista, los animadores y realizadores del Congreso de Saint-Imier, de ese nefasto capítulo del movimiento unitario nacional e internacional del movimiento obrero. La composición de las delegaciones es suficientemente ilustrativa de la escasa importancia y menor resonancia del congreso, lo que no impe-
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dirá que éste, como siempre, se ocupe « d e lo divino y de lo humano», con posiciones y actitudes que trataban de abarcar a todo el universo. He aquí su orden del d í a : «1.°
¿Por quién y cómo serán hechos los servicios públicos en la nueva organización social? »2.° De la acción política de la clase obrera. »3.° ¿Procede que el Congreso Universal dirija un manifiesto a todos los trabajadores y asociaciones obreras para explicarles el carácter de las luchas que han tenido lugar y las bases fundamentales en que reposa la organización de nuestra asociación? »4.° ¿Procede escoger una lengua universal para el intercambio de correspondencia entre federaciones regionales...?» Ante un orden del día tan significativo, en el primer punto aparecen involucrados temas «tan sugestivos para la clase obrera-», en aquellos momentos, como los de «Comuna Universal», «Federación de Comunas», «servicios públicos», o los de «seguridad, higiene, asistencia pública, v i vienda, administración del Bazar Municipal, caminos, telégrafos, bosques, irrigación, ferrocarriles, seguros, transportes fluviales», etc. N i a los nueve delegados belgas, ni al delegado español, ni a sus restantes seis compañeros se les escapó un solo aspecto de la más alta economía para encontrar la solución a todos los problemas que confrontaba la humanidad. A esa confederación universal o comuna le correspondían según el congreso, ciertas actividades de utilidad general como «los grandes viajes científicos, la estadística general del g l o b o . . . » 1
La situación concreta de la clase obrera, sus condiciones de vida y trabajo, sus salarios, sus jornadas, su unidad en relación directa con su causa emancipadora no tenía el menor interés para el grupo de anarquistas reunidos en ese pomposo y falso «congreso» de la A.I.T. Algunos delegados mostraron su disconformidad con tales planes de organización que implicaban principios de autoridad y disciplina, dándoles un carácter de Estado que los principios ácratas no podían admitir. Se puso en claro quiénes eran los «puros» y quiénes desdibujaban la pureza anarquista. El delegado español, Rafael Farga, aparecía entre los «puros», afirmando que «los internacionales españoles, después de mucho tiempo y en general, se han pronunciado por la anarquía, de suerte que serán opuestos a toda reorganización de los servicios públicos que tienda a la reconstitución del Estado.....» ¡ A d i ó s programas y confedera1. Véase Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XIX. A.R.D.
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ción universal! Ni siquiera se salvaría el «Bazar M u n i c i p a l » , esa idea tan peregrina en un anarquista que no admite n i n g ú n principio de organización, pero se le ocurre la creación de semejante organismo municipal. Nada se resolvió respecto al primer punto del orden del día. Como ya era tradicional, quedó pendiente para que lo examinaran las federaciones. El segundo punto, el problema político, era siempre, como es sabido» el punto clave al que se dedicaba una furiosa oposición. Es sobradamente conocida su posición para que volvamos sobre ella, únicamente dejaremos constancia de la actitud del delegado español, quien afirmó: « L a situación ha venido a ser de tal modo revolucionaria en España que la expresión "acción política", ni siquiera es posible...» Sobre ese punto, el «cónclave» se salió por peteneras, aprobando una solución de compromiso que significaba una superación en su conducta: «Sobre la cuestión de saber en qué medida la acción política de la clase obrera puede ser necesaria o útil al advenimiento de la Revolución Social, el Congreso declara que corresponde a cada Federación o partido democrático socialista de cada país determinar la línea de conducta política que ellos piensan seguir,..-» (Subrayado por A.R.D.) El tercer punto se liquidó con la elaboración de un manifiesto en el que el delegado español incluyó un párrafo anticlerical, con el que sin duda no estaría de acuerdo su antiguo compañero Marselau. El cuarto punto se despachó acordando los reunidos «recomendar el estudio de las lenguas vivas». El congreso acordó que el próximo tuviera lugar en Barcelona, en 1875, encargándose a la Federación del Jura la constitución del nuevo Consejo General. El II Congreso evidenciaba que las masas se apartaban del anarquismo, que los partidos políticos de nuevo tipo de la clase obrera determinarían un nuevo movimiento sindical y una nueva etapa en el desarrollo de la historia del movimiento obrero y de sus luchas, en sus dos vertientes: la política y la económica, olvidándose de las fantasías del anarquismo. Como hecho que representaría un papel muy importante en el movimiento obrero en sus nuevas etapas, dejemos constancia de que, a fina1
1. Como se recordará este aliancista, anarquista furibundo, después de participar en congresos internacionales y en las cuestiones sociales más violentas de Andalucía y Cataluña, volvió a revestir la sotana, el roquete y la casulla sacerdotales.
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les de 1871, se había constituido la Asociación del Arte de Imprimir, con un carácter un tanto «gremialista» que no tardó en evolucionar hacia los principios de la lucha de clases y del socialismo. En el 1873 declaró y ganó una huelga, hecho que radicalizó a los trabajadores de las artes gráficas, elevando su conciencia de clase. A partir de esa fecha, la asociación toma otro carácter. En mayo de 1874, Pablo Iglesias pasa a ser su presidente. En la Asociación del Arte de Imprimir se encontraba el núcleo ideológicamente m á s preparado del movimiento obrero madrileño. En esa asociación se formaron y de ella salieron valiosos dirigentes políticos y sindicales como Iglesias, Quejido, Acevedo, Morato, Gómez La Torre y tantos otros de aquella época. M á s tarde, hombres como R a m ó n Lamoneda, Saborit, Núñez Tomás, Rodríguez Vega y otros muchos que contribuyeron a dar continuidad a la Federación Española de Artes Gráficas, modelo de organización y núcleo esencial para la constitución de la U.G.T. de España en 1888. En esta poderosa Federación, el anarquismo no tuvo nunca nada que hacer.
57 EL MOVIMIENTO OBRERO ALEMÁN Y SU INFLUENCIA EN EL INTERNACIONAL (1875) El movimiento sindical alemán, después de su unificación, alcanzó una gran fuerza. Fernando Lassalle había creado en 1863 —antes de la Internacional— la Asociación General de los Obreros Alemanes que, en poco tiempo» cuenta con grandes organizaciones. Lassalle muere el mismo año de la constitución de la Internacional. El movimiento sindical de inspiración lassalliana, no representa ningún papel en la Internacional y termina unificándose con las organizaciones que seguían las corrientes del socialismo y que tenían como principal dirigente al viejo Guillermo Liebknecht, « e l soldado de la revolución». Existiendo ya un poderoso movimiento socialista en 1875' tiene lugar, del 22 al 27 de mayo, el Congreso de Gotha, de verdadera importancia histórica para el movimiento obrero alemán y de profunda influencia en el internacional. El llamado «Programa de Gotha» —criticado por Carlos Marx, por considerarlo oportunista y establecido sobre bases que no correspondían a auténticos principios socialistas— tuvo una gran significación en el seno del movimiento sindical y socialista internacional. Del Congreso de Gotha salió el Partido Socialdemócrata Alemán que, en 1877, obtiene una resonante victoria electoral, al recoger más de medio millón de votos, lo que estimuló a los movimientos obreros socialistas de todos los países. Siguiendo la idea de la unidad internacional del socialismo, la reunión de Gotha aprobó la iniciativa de convocar un congreso socialista, con el propósito de que se reuniera en Ginebra en el mes de setiembre, lo que no pudo ser llevado a la práctica. A partir de esa fecha, el movimiento obrero alemán, ejercía una gran influencia en el resto del movimiento obrero, que está impresionado por el tipo y potencialidad de las organizaciones sindicales y políticas alemanas. Cuenta ese movimiento, en el orden político, elementos tan valiosos como Liebknecht, Augusto Bebel, Berstein, Kugelmann y, más tarde Kaut-
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sky, así como, de forma indirecta, con la orientación y crítica positiva de Federico Engels y Carlos Marx quienes, pese a residir en Londres desde hacía muchos años, no por eso dejaban de considerarse alemanes y de participar y estar atentos a todas las incidencias del movimiento obrero alemán. Los socialistas españoles no fueron ajenos al ambiente de estímulo que producían las victorias políticas y sindicales de los trabajadores alemanes a partir del Congreso de Gotha, al que el grupo escisionista de la Internacional había enviado un mensaje de saludo que fue contestado por Liebknecht. «El Congreso de los socialistas alemanes —les d e c í a — me encarga expresaros su alegría porque el Congreso de la Federación del Jura se haya pronunciado en favor de la unión de los socialistas. Sin duda la discordia en las propias filas del proletariado es el solo enemigo que debemos temer. Todo lo que de nosotros dependa, será hecho para poner fin a las disensiones del pasado...» Los bakuninistas recibían una lección de sentimientos de unidad. Todo sería inútil. Seguirían su camino de intransigencia, de sectarismo, haciendo imposible esa unidad. El Congreso de Gotha, con todas sus debilidades, representó una bella página en la historia del socialismo.
58 PRIMERA CONFERENCIA COMARCAL BAKUNINISTA EN SUSTITUCIÓN DE LOS CONGRESOS (Sants, 10 de junio de 1875)
En enero de 1874, el gobierno español había publicado el Decreto que disolvía todas las organizaciones. En su artículo 1.° establecía: «Quedan disueltas, desde la publicación de este Decreto, todas las reuniones y sociedades políticas en las que, de palabra y obra, se conspire contra la seguridad pública, contra los altos y sagrados intereses de la patria, contra la integridad del territorio español y contra el poder constituido.» Firmaban: Francisco Serrano, como presidente, y Eugenio García Ruiz, como ministro de la Gobernación. En su preámbulo el Decreto amenazaba con: «Perseguir hasta en sus más disimulados y recónditos abrigos a los perturbadores de la tranquilidad pública y a toda sociedad que, como la Internacional, atente contra la propiedad, contra la familia y demás bases sociales...» La Internacional —aliancista— estaba disuelra y obligada a vivir en la clandestinidad. El Consejo Federal de Madrid se traslada a Barcelona y queda integrado por aliancistas tan significativos como Francisco Tomás, Rafael Farga Pellicer, Tomás Soriano, José García Viñas y Vidal. Una dirección anarquista homogénea se establecía en la Ciudad Condal, si bien en todas las épocas el núcleo catalán había ejercido un control absoluto sobre el movimiento aliancista. De acuerdo con la resolución del congreso clandestino de Madrid de no celebrar más congresos, el Consejo Federal organizó la primera conferencia comarcal, con igual carácter, que tuvo lugar en Sants, iniciando
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sus trabajos el 1.° de junio. En esa conferencia se acordó transformar la Federación Regional para adaptarse a las condiciones que imponía la represión gubernamental y a las exigencias de una vida clandestina. En los meses de julio y agosto de 1876, así como en los años 1877 y 1878, tuvieron lugar otras conferencias comarcales en las que se desarrollaron las tendencias de la acción directa, debilitándose las de tipo de organización sindical. En la primera, se acordó la creación de los famosos «grupos de acción», y aquellos afiliados que, por sus condiciones físicas, no pudieran tomar parte en ellos integrarían grupos de vigilancia y propaganda revolucionaria. De nuevo modifican los estatutos; agrupan a las secciones en cinco federaciones comarcales, integradas por las locales, todas coordinadas por la Comisión Federal como centro de correspondencia y estadística para toda España y de relaciones internacionales. Acción revolucionaria práctica y clandestina. En las dos siguientes conferencias acordaron la creación de «comités de guerra» y, en la cuarta, aparece una gran preocupación por la lucha armada, por la adquisición de armas y la preparación insurreccional. Las organizaciones de Andalucía, del más exaltado extremismo, se manifiestan por « l a propaganda, por el hecho y las represalias». En las conferencias, aparece la misma demagogia, el mismo infantilismo que había caracterizado las reuniones y congresos anteriores. La revolución social y la «liquidación social» estaban al alcance de la mano. Y el establecimiento de la anarquía, también. Con sus grupos «secretos» tenían bastante, alejándose del procedimiento de crear y defender las asociaciones o sindicatos de trabajadores. Lanzada la revolución social y triunfante, se registraría la «liquidación social» y a continuación de esos hechos se produciría, como por encanto, el cambio radical de la sociedad y el imperio de la anarquía. Preparándose para tan próximo y tan fácil acontecimiento histórico llamado a cambiar la sociedad, en las conferencias y otras reuniones se tomaban las medidas aconsejables y más prácticas que deberían aplicarse, una vez el régimen burgués fuese destruido. Como una prueba más de ese infantilismo, estaban las decisiones de esas conferencias. He aquí una resolución, tomada de El Proletariado Militante, de Anselmo Lorenzo: «1.° Las localidades en que los internacionales puedan dominar, una vez iniciado un movimiento insurreccional, se declararán libres e independientes y desligadas del lazo nacional. »2.° Inmediatamente declarará cada una de ellas que todo lo que se encierra dentro de sus límites pertenece a la misma, y nada a ning ú n individuo, exceptuando los muebles y ropas de uso particular.
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»3.° También inmediatamente enviarán delegados de todas las Federaciones o localidades a la de más importancia que en cada comarca esté sublevada, para constituir la Federación de urgencia de todas las federaciones y comarcas sublevadas..., »9.° Decretarán inmediatamente la disolución de todos los organismos que constituyen el estado actual; la destrucción o auto de fe de todos los títulos de rentas, de propiedad, de hipotecas, valores financieros, concesiones, etc., la incautación y centralización de todo el metálico, papel moneda, joyas, alhajas y piedras preciosas existentes en cada localidad; la centralización de todos los artículos de consumo, y la parcial, en talleres especiales, de todas las herramientas y máquinas. »10.° Previa la publicación de un bando en que se anuncie la pena de muerte por defraudador de la colectividad a todo el que oculte algún valor o artículo de consumo, cada consejo local decretará visitas domiciliarias, efectuadas por comisiones de su seno y acompañadas por grupos de internacionales armados que ejecutarán sin demora lo prevenido en el bando sobre los defraudadores.» Como puede apreciarse por la anterior resolución, en sus conferencias comarcales los aliancistas no hacían más que seguir las ideas formuladas por Bakunin a través de sus organizaciones secretas, y la Alianza desde los primeros momentos de su lucha contra la Internacional. Seguían empecinados en las mismas concepciones, en la misma táctica, en los mismos procedimientos. Anselmo Lorenzo, que regresó de Francia en marzo de 1874 y se había incorporado de nuevo a la organización, permaneció dentro de ella por poco tiempo. Una vez más fue marginado, concidiendo su eliminación con la decadencia acelerada de la organización. Las conferencias comarcales cumplieron una etapa más en el desarrollo del movimiento obrero, bajo la dirección y el control de los aliancistas. Con su actuación fueron liquidando su propia Federación Regional Española y borrando la verdadera imagen de la Primera Internacional. La moraleja —lamentable y hasta dramática— de las consecuencias de ese sectarismo, de esa revolucionaria ignorancia, fue que sesenta años después de esos acuerdos aprobados en las conferencias comarcales de aquella época, sobre medidas prácticas a adoptar tras la destrucción del Estado, se aplicaron, exactamente las mismas, en nuestra guerra civil de 1936 a 1939, especialmente en las localidades y lugares de Cataluña en que elementos de la C.N.T. y de la F.A.I., los continuadores de la Alianza y del bakuninismo, ejercieron su control.
59 EL PROCESO DE LOS CONGRESOS O REUNIONES COMARCALES. EL NIHILISMO EN ACCIÓN (1875-1880) El Consejo Federal fue muy activo en la celebración de las conferencias comarcales en Cataluña, Andalucía, Castilla la Nueva, Aragón y Levante, a partir de la primera de Sants. en 1875. En años sucesivos, en pleno período de represión, fueron celebrándose sistemáticamente las de cada comarca, pero sin que esta movilidad clandestina pudiera impedir la decadencia progresiva de la organización dominada por los mismos hombres que venían ejerciendo su dictadura ideológica. Cambiaban los consejos federales, pero al frente de ellos siempre aparecían los mismos hombres, con ligeras variantes que en nada modificaban las cosas. Todos eran acérrimos aliancistas de viejo cuño. Los núcleos específicos ^acudiendo siempre a la organización secreta— viéronse influenciados por las corrientes nihilistas que se manifestaban por Europa y por las nuevas tácticas de acción de « l a propaganda por el hecho», es decir, la aplicación de las represalias. Táctica que encaja perfectamente en toda mentalidad demencial. Los fenómenos de contagio o imitación que aparecen en muchos momentos y casos de nuestra historia, también se registran en este aspecto de la lucha que, por muy poco tiempo, ganó a los exaltados elementos ácratas, introduciéndose el nihilismo en sus organizaciones secretas de las que tan amante había sido Bakunin y seguían siéndolo sus seguidores. Pero ni esa filosofía ni esa táctica tuvieron nunca nada que ver con el socialismo científico y revolucionario de Marx y Engels, y mucho menos con la Internacional. 1
1. Un ejemplo de esta táctica lo encontramos, entre otros muchos, cuando se proyecta hacer justicia en la persona del Excelentísimo señor Rafael Rodríguez de Arias y Villavicencio, por sus actos contra el pueblo. «En la actualidad vive esta fiera —dice un comunicado de la Comisión de Propaganda— en la Villa y Corte, en aquel nido de víboras y zánganos, calle Goya número 6, cuarto, segundo, Barrio de Salamanca. Se lo recomendamos muy eficazmente a los trabajadores de Madrid y al núcleo Vengador Ejecutivo.» (Anselmo Lorenzo, op. cit., pág. 379.)
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En 1879, Vera Zasulitch h a b í a atentado contra Trepov, el sanguinario jefe de la policía zarista; el 11 de mayo y el 2 de junio del mismo año, Guillermo I se salva de dos nuevos atentados; en noviembre, Humberto I de Italia es objeto de un atentado. La era del nihilismo, en el seno del movimiento anarquista, se había iniciado. Alfonso X I I es víctima de sendos atentados el 25 de octubre de 1878 y el 30 de diciembre de 1879En Andalucía imperaba la Tea. «La propaganda por el hecho» estaba en plena actividad. Andalucía sería el principal teatro de esa táctica en los movimientos campesinos; Cataluña, en el obrero. En mayo de 1879, la Comisión Federal lanzó una hoja dirigida «A los Trabajadores de los campos de Andalucía» que, entre otras cosas, decía: « T o d o lo que encierran los graneros es nuestro. Es el sudor de nuestra frente y como es nuestro no debéis pedirlo, debéis tomarlo. » ¡ M u e r t e a los holgazanes ! ¡ L a tierra al cultivador! ¡ L a fábrica al obrero! ¡ E l taller al artesano! ¡ Viva la revolución s o c i a l ! » Se exaltaban los actos terroristas, el heroísmo de las gestas nihilistas, las acciones de « l a propaganda por el hecho», de la acción directa y de la represalia. Es altamente ilustrativo y nos debe llevar a una seria reflexión el hecho de que justamente en ese período de heroicidades, que tantas víctimas costó, fue cuando el aliancismo, los anarquistas, registraron el ritmo más acelerado de su decadencia, lo que nos demuestra que ni su procedimiento ni su táctica eran el camino para la emancipación de la clase obrera, para la liberación de los explotados, por grande que fuese el heroísmo que se derrochara. Este fenómeno confirma que son las acciones de masas las que deciden, y no la acción personal, individualista. Las experiencias negativas de « l a propaganda por el hecho» y de las represalias influyó en parte en los aliancistas. Después de casi cinco años de conferencias comarcales, en sus constantes contradicciones, en la de 1880 aparece que, por un lado, se reconoce que «considerando que los actos o protestas individuales son de escasos resultados por irse acostumbrando a ellos la burguesía, estudio y medios para la acción colectiva o g e n e r a l . . . » mientras, por otro, se recomendaba el programa de acción revolucionaria aprobado en la conferencia de 1879En las conferencias comarcales de 1879 volvieron a elegir una nueva Comisión Federal, catalana y aliancista, integrada, enrre otros, por Viñas, Farga Pellicer, dos de sus principales elementos. Toda la etapa de las conferencias comarcales, independientemente de los bonitos esquemas de organización que teóricamente establecían, fue un proceso de decadencia que reflejaba o estaba determinado por la crisis que se produjo en el Congreso
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de Verviers, de 1877, en el que la Internacional anarquista, que quiso suplantar a la Primera Internacional, quedó tan malparada que ése sería su último comicio internacional. Anselmo Lorenzo, en su obra El Proletariado Militante, dirá a este respecto: «La Asociación Internacional de los Trabajadores dejó de existir materialmente en el Congreso de Verviers (1877); tan muerta quedó de hecho, que la Comisión Federal española no pudo cambiar una sola carta con la entidad encargada de la oficina internacional.» La Internacional, la verdadera, no había muerto en Verviers, como dice Lorenzo, sino en Filadelfia un año antes (1876). Lo que moría en esa ciudad de Bélgica era la obra escisionista de la alianza bakuninista, que había venido cubriéndose con la sigla de la Internacional. Verviers fue su punto de partida hacia una nueva etapa en la historia del movimiento obrero. En la nueva situación, el movimiento obrero barcelonés registra serias incidencias, al definirse algunos de los antiguos aliancistas a favor de posiciones más afines con las corrientes que aceptaban o propugnaban la acción política o un tipo de sociedades, de «obrerismo» que no era anarquista ni socialista, sino un término medio, sin definición concreta. A ú n no daban el paso que, lógicamente, tenían que dar después de haber pasado por un aliancismo impregnado de anarquía hasta el tuétano. Tal ocurría con los conflictos que se producían en la reconstitución de los antiguos centros federativos obreros que habían suspendido sus actividades o fueron clausurados en el período de represión. En ese momento, aparecen de nuevo Antonio Gusart, el del Obrero de 1865 y del Primer Congreso, y José Pamies, así como otros elementos a quienes en realidad —por sus concepciones sobre el problema de la acción huelguística y las cooperativas así como por sus enfoques en relación con la lucha y los problemas sociales—, podía considerárseles como los pioneros de cierto tipo de reformismo sindicalista. Antonio Gusart tenía ideas muy singulares: «La cooperación — d e c í a — se funda sobre el ahorro y el trabajo; la huelga, sobre la holganza.» El cooperativismo trataba de sustituir (o creía que podía hacerlo) la necesidad de la acción sindical. El principio de armonía entre el capital y el trabajo, que aparecía en muchos de los documentos de mediados de siglo, fue puesto de nuevo en circulación después del período de represión y de decadencia del anarquismo y de la política de los aliancistas, pero sin entrar en la táctica ni en la terminología del socialismo revolucionario. Este pugnaba por una legislación social; por jurados mixtos; por la
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reducción de la jornada, y mejores salarios y mejores condiciones de Trabajo para la mujer y el niño, problemas que los anarquistas no incluían en sus programas reivindicatoríos, pues sólo admitían el «todo o nada» y la «liquidación social». Las mencionadas reivindicaciones, con otras más amplias, coincidían con las que, más tarde, harían suyas la socialdemocracia socialista y las organizaciones obreras de tipo sindical influenciadas por ella. El 15 de agosto de 1879 se constituyó, en Barcelona, la Sociedad Tipográfica, equivalente de la del Arte de Imprimir, de Madrid. Subrayamos este hecho para dejar consignado que del grupo constituyente formó parte Toribio Reoyo, que sería uno de los primeros militantes y dirigentes de la Unión General de Trabajadores de España. Las organizaciones del arte de imprimir, fundamentalmente la de Madrid, serían la base principal de la nueva central sindical nacional. Del arte de imprimir, salieron los mejores hombres de nuestro movimiento obrero socialista y sindical. Hacia finales de 1880, de un grupo de militantes barceloneses que habían pasado por diferentes ideologías, pero que evolucionaban hacia el campo del obrerismo reformista, tales como José Pamies, Juan Nuet, Ramón Lostau, Antonio Gusart y otros, surgiría el primer Partido Democrático-Socialista Obrero, partido que tuvo una vida efímera. Trataba de enfrentarse con los partidos de la burguesía radical, pero él mismo era una pura contradicción. La existencia del Partido Socialista Obrero Español, constituido el 2 de mayo 1879 en Madrid, superaba los fines y objetivos del Partido Democrático-Socialista Obrero, y muchos de sus miembros, los más politizados, pasaron al nuevo Partido Socialista que tenía un marcado significado de clase y correspondía a las características de los demás partidos socialistas del resto de Europa que seguían las orientaciones de la Primera Internacional y la filosofía del marxismo y de sus principales figuras internacionales, sobre todo las del socialismo francés, entre ellas, la de Pablo Lafargue que, como se señala en capítulos anteriores, tanto contribuyó al desarrollo del socialismo en España, así como la de Guesde. El primer grupo de socialistas españoles se formó siguiendo a Lafargue y a Guesde, al socialismo francés. No es el caso de José Mesa, que recibió directamente la influencia de los propios Marx y Engels fortalecida con la de Lafargue, durante la estancia de éste en España y más tarde en París, cuando se vio obligado a emigrar y Mesa era visita asidua del hogar de Lafargue y Laura Marx. Los hombres del socialismo alemán reforzaban esa corriente no sólo en el movimiento obrero español, sino en el internacional. El período o etapa de las conferencias comarcales podía darse por cerrado en 1881, con motivo de una conferencia celebrada el 7 de febrero
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en la localidad de Gracia, con asistencia de las organizaciones de la comarca y de un solo delegado de provincias, uno de Valladolid, y en la que Anselmo Lorenzo fue, una vez más, expulsado de la Federación Regional, nombrándose una comisión interior. Es curioso registrar cómo Anselmo Lorenzo, « e l Patriarca», que en cada momento difícil era incorporado a la organización, en cada momento propicio a una evolución positiva era sistemáticamente marginado de ella. Su personalidad chocaba con la de los impacientes y sectarios, pues era la negación de todo sectarismo cerril.
60 EL VII Y ULTIMO CONGRESO DE LA INTERNACIONAL (Filadelfia, 1876)
Aprovechando la Exposición Universal de Filadelfia del mes de julio de 1876, el Consejo General de la Internacional, con sede en Nueva York, convoca a lo que podemos considerar como el V I I Congreso de la Asociación Internacional de los Trabajadores. Si la Internacional había nacido al conjuro de una Exposición Internacional que se celebraba en Londres, moriría con ocasión de otra que tenía lugar en el Nuevo Mundo. El traslado del Consejo General a Nueva York, separándose del movimiento obrero europeo, no permitía guardar muchas esperanzas en cuanto a que la Internacional pudiera sobrevivir la crisis en que la había hundido el anarquismo; de haber continuado en Europa, tal vez hubiese podido resistir y superar la permanente ofensiva del bakuninismo al verse reforzada por el desarrollo del socialismo y sus partidos de clase, capaces de neutralizar la nefasta labor de aquél. La dimisión del secretario del Consejo General, F. A. Sorge, el leal amigo de Marx y Engels, el fiel militante internacionalista, significaba un golpe muy duro para la Internacional. «Con tu retirada —le decía Engels— la vieja Internacional ha dejado de existir.» Así fue. Al Congreso de Filadelfia asistieron diez miembros del Consejo General, catorce delegados de la Federación norteamericana y delegados de otras organizaciones. De Europa sólo asistió un delegado a l e m á n ; todas las demás secciones o grupos estuvieron ausentes.: no podían sufragar los gastos de tan costoso desplazamiento. Una de las consecuencias negativas del traslado del Consejo General de Londres a Nueva York. El congreso, por unanimidad, aprobó la resolución de autodisolución que decía: «Dado que la situación política de Europa es provisionalmente un obstáculo para la reconstitución de las relaciones exteriores de la
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AMARO DEL ROSAL Asociación Internacional de los Trabajadores, declaramos que el Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores está disuelto.»
La Primera Internacional había muerto. Al mismo tiempo, los hombres de su último Consejo General y otros militantes más, en su mayoría inmigrantes, creaban el Partido Obrero de Estados Unidos, siguiendo la corriente socialista que estaba desarrollándose en Europa y la vieja consigna de la Internacional al sostener la necesidad de la acción política y de que la clase obrera contara con sus propios partidos de clase. «La Internacional — d e c í a Engels a Sorge—, anticipándose a los acontecimientos, dirigió diez años de historia europea hacia un lado, el lado donde reside el porvenir; puede con orgullo mirar el trabajo realizado,.. Yo creo que la próxima Internacional, cuando los escritos de Marx durante algunos años hayan producido su efecto, será netamente comunista y enarbolará absolutamente nuestros principios.» El congreso, antes de clausurar sus trabajos, lanzó al proletariado mundial un manifiesto cuya parte más esencial d e c í a : « ¡ L a Internacional ha muerto!, va a exclamar de nuevo la burguesía de todos los países, y mostrará con ironía y alegría las sesiones de este Congreso como la prueba material de la derrota del movimiento obrero mundial. ¡ N o nos dejemos influir por los gritos de nuestros enemigos! »Hemos renunciado a la organización de la Internacional por razones que tienen su origen en la situación política presente de Europa, pero en desquite vemos los principios de nuestra organización cada vez más identificados con los trabajadores emancipados de todo el mundo civilizado. »¡ Demos a nuestros camaradas trabajadores de Europa algún tiempo para reforzar sus organizaciones nacionales y pronro serán bastante fuertes como para derribar las barreras que se han levantado entre ellos y los obreros de las otras partes del mundo! « ¡ C a m a r a d a s ! Habéis abrazado los principios de la Internacional con toda el alma y llegaréis a extender el círculo de vuestros adherentes hasta sin nuestra organización. Ganaréis nuevos campeones que lucharán por la realización de nuestros propósitos. Los camaradas de América os prometen guardar con fidelidad y cariño lo que deben a la Internacional hasta que circunstancias más favorables unan de
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nuevo a los obreros de todos los países en una lucha común y que, más fuerte que nunca, resuene nuestro grito de r e u n i ó n : »¡ Proletarios de todos los países, unios! » Cosa curiosa: Miguel Bakunin, el enemigo número uno de la Internacional, moría en Berna el mismo mes de julio de 1876. Tal vez se fue al descanso eterno sin conocer que su acción perturbadora había logrado su objetivo. El Congreso de Filadelfia, en el mismo mes y año, fue el fin orgánico de la Internacional, pero no de sus principios, que siguieron animando al movimiento obrero. Esos principios, esa filosofía, que ha tenido y tiene continuidad, era la de Carlos Marx. Las ideas de Bakunin se han desvanecido a través de la historia; las de Marx perviven y pervivirán. La Internacional no había muerto; Bakunin, sí.
61 EL III CONGRESO INTERNACIONAL DEL GRUPO ESCISIONISTA (VIII BAJO EL NOMBRE DE LA A.I.T.) (Berna, 1876)
El grupo escisionista celebró su III Congreso en Berna, del 26 al 29 de octubre de 1876, es decir, tres meses después del de Filadelfia en el que se había decretado la muerte de la A.I.T. En lo sucesivo, serían los bakuninistas los que usarían las siglas de la vieja Internacional. Su anterior congreso, como se recordará, había acordado que el III tuviera lugar en Barcelona. El proyecto no fue realidad y se celebró en la ciudad suiza, con el orden del d í a siguiente: «1.°
»2.° »3.° »4.° »5.° »6.°
Añadir a los estatutos generales un artículo estableciendo el pago de una cuota federal. (Proposición de la delegación española.) De la solidaridad en la acción revolucionaria. (Proposición de la delegación española.) Pacto de solidaridad entre las diferentes organizaciones. (Federación del Jura.) Convocatoria de un congreso universal socialista. (Proposición belga.) Relaciones a establecer entre los individuos y los grupos en la sociedad reorganizadora (Federación del Jura.) Actitud de la Internacional sobre la guerra de Oriente.»
Asistieron al congreso veintiséis delegados, de ellos, diecisiete de las organizaciones suizas. Estaban representadas España, Italia, Suiza y Bélgica. En la delegación italiana figuraban, entre otros, Malatesta y Cañero. Por España, Sánchez (J. V i ñ a s ) y Francisco Portillo (Tomás Soriano), así como S. Albarracín, que se encontraba refugiado en Suiza después de los sucesos de Alcoy.
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El III Congreso confrontaba una nueva realidad en el movimiento obrero Internacional: la ascensión del socialismo y el retroceso del anarquismo. Aunque parezca paradójico, la Primera Internacional desaparece cuando sus postulados y principios estaban calando muy hondo en el movimiento obrero, y en el momento en que contaba con sus mejores hombres en toda Europa. Proudhon había desaparecido al año de constituida, Bakunin llevaba tres meses de desaparecido cuando se reúne el III Congreso. En un artículo necrológico que le dedicaba el periódico Tagwacht, d e c í a : «Era el tipo más completo de conspirador, pero durante toda su vida nunca supo exactamente lo que quería, cayendo de contradicción en contradicción, y produciendo el m á s horrible atolladero...^ Mientras que en su alianza secreta, por ejemplo, había establecido una verdadera dictadura despótica a la manera zarista, combatía a la Internacional, como autoritaria, una organización que no tenía nada de riguroso...» A los bakuninistas del III Congreso les faltaban los «consejos» y orientaciones del gran maestro. Antiguos aliancistas de buena fe habían evolucionado o evolucionaban hacia el marxismo. Tal era el caso del viejo dirigente belga De Paepe, que desempeñó el principal papel en la reunión representando a las organizaciones belgas, muy influenciadas por la acción política, Pero la rama aliancista estaba muy reforzada con la delegación española, sin duda la m á s importante, con Guillaume, Malatesta, Cafiero y Severino Albarracín que residía en Suiza. En orden a la organización, a problemas y métodos organizativos, la delegación española al III Congreso presentó una interesante Memoria en la que se reflejaba la situación de las asociaciones de la Federación y el nuevo sistema orgánico clandestino establecido para burlar la acción represiva del gobierno. Se informaba igualmente de las conferencias comarcales celebradas, y del alcance que tenía la modificación de los estatutos, tan traídos y llevados en los últimos tiempos. En el informe se daba cuenta de las huelgas desarrolladas y de la represión a que estaba sometida la clase obrera, denunciando los crímenes que se estaban cometiendo en cárceles y presidios, donde se asesinaba impunemente y en masa a grupos de trabajadores. La Memoria pedía solidaridad del congreso y terminaba con el saludo de rigor: « ¡ S a l u d , Anarquía y Colectivismo!» Firmaba el documento, en nombre de la Comisión Federal Española, el secretario corresponsal y llevaba fecha de 15 de octubre de 1876. Anarquismo y colectivismo ya no encajaban en las realidades que confrontaba la clase obrera en 1876 no obstante las decisiones del congreso. El orden del d í a era todo de orientación aliancista, pero el 4.° punto, «Convocatoria de un congreso universal socialista», propuesto por la Fede-
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ración belga, anulaba y empequeñecía todos los restantes que no significaban más que una repetición de los debatidos en congresos escisionistas anteriores y la reiteración de las posiciones de Saint-Imier. En esa línea sistemática de insistir en las viejas posiciones coincidían, como no podía ser menos, los tres delegados españoles, con su intransigencia y su sectarismo. En la Federación belga se manifestaron pequeños grupos de aliancistas que se habían sumado a todas las anteriores maniobras escisionistas, pero con una fuerza minoritaria que se enfrentaba a fuertes corrientes de tendencias socialistas que avanzaban, mientras se operaba un retroceso de las aliancistas. La unidad y éxitos de los socialistas alemanes estaba presente en el congreso, y la Federación belga era sensible a esa influencia. La delegación belga tenía una especial significación para el congreso. Su proposición era la fundamental; las demás carecían de importancia en aquellos momentos. Ya habían sido machaconamente discutidas en los comicios aliancistas. De Paepe, el prestigioso dirigente belga, pasado a la corriente socialista, llevaba el mandato imperativo de proponer y defender la celebración de un congreso universal socialista. De Paepe interpretaba las nuevas corrientes que se manifestaban en el movimiento obrero belga, especialmente en la juventud. En su discurso señalaba que se registraba una nueva situación, como consecuencia de la incorporación de elementos nuevos y de la evolución del pensamiento de las masas que, ganadas para el socialismo, se apartaban del anarquismo. La Federación belga se alejaba del grupo escisionista. Su propuesta centró el III Congreso en el terreno de la discusión política y de la unidad, gracias a la personalidad y autoridad del dirigente belga De Paepe. La proposición de la Federación belga estaba formulada en los siguientes términos: «El Congreso de las Federaciones belgas da mandato al compañero De Paepe, su delegado al Congreso Internacional de 1876 en Berna, de proponer a éste último Congreso la adopción de las siguientes cláusulas: »1.°
El Congreso Internacional de Berna se adhiere a la organización de un congreso universal socialista, que se celebrará en 1877 y al cual se admitirán los delegados de los diversas organizaciones socialistas, sean éstas ramas de la Internacional o existan fuera de esa asociación.
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»2.°
Ese congreso tendría como objeto cimentar lo m á s estrechamente posible una reconciliación entre las diversas organizaciones socialistas y discutir las cuestiones de interés general por la emancipación del proletariado. »3.° Ese congreso se debería convocar no únicamente en nombre de las otras organizaciones socialistas que sé hayan adherido a la idea del congreso. »4.° El congreso socialista de 1877 se celebrará en Bélgica. Si, por cualquier razón, el Congreso de Berna piensa que el antedicho congreso socialista no se puede celebrar en Bélgica, proponemos Suiza.» El documento, que estaba hábilmente elaborado y era muy oportuno, no encontró una oposición abierta, sino indirecta e ilógica. Pablo Brousse, el «posibilista», aliancista que había estado refugiado en Barcelona, impugnó la proposición pues quería saber «Con qué bases de representación sería convocado el congreso y conocer sus objetivos». Los escisionistas estaban acostumbrados a convocar congresos sabiendo, por anticipado, lo que tenían que aprobar de acuerdo con las determinaciones de los «núcleos secretos». Ellos, los « n o autoritarios», imponían lo que tenían que ser los congresos y sus dictámenes. Los delegados oponentes sabían que el congreso que proponía la Federación belga no podría ser manejado a su antojo. Guillaume, el fiel intérprete de Bakunin, se adelantaba a declarar « q u e el congreso propuesto no podía tener el propósito de crear una nueva Internacional porque ésta ya existía» (la de ellos). El grupo escisionista trató de llevar la discusión al terreno de su política y objetivos presentando, frente a la proposición hecha por De Paepe, otra de Guillaume que d e c í a : «El Congreso de Berna propone a las Federaciones regionales que establezcan para el proyecto de congreso universal de los socialistas que se celebraría en 1877, las siguientes bases: »Las diversas Federaciones regionales se harán representar en ese congreso como Federaciones pertenecientes a la Internacional. Ellas pedirán la inscripción en el orden del día de ese congreso de las siguientes cuestiones: »1.° Pacto de solidaridad que concluirá entre las diversas organizaciones obreras socialistas. »2.° De la organización de las ramas de oficio.
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»3.°
De la actitud del proletariado con respecto a los diferentes partidos políticos. »4.° De las tendencias de la producción moderna al punto de vista de la propiedad. »Si se vota sobre cuestiones de principio, ese voto tendrá sólo un carácter de estadística de las opiniones y no será considerado como una opinión oficial del congreso sobre esas cuestiones. En verdad la posición de Guillaume, respaldada por el núcleo escisionista, no hacía más que trasladar el orden del d í a del III Congreso al que se proyectaba, tratando de marginar a las organizaciones que no fuesen de su Internacional. Y condicionar que, de realizarse, el congreso universal socialista fuese un congreso más de las fracciones del bakuninismo, de su Internacional facciosa. El delegado español Portillo (Tomás Soriano) se manifestó contra el proyecto, siguiendo la táctica antiunitaria de los elemenos dirigentes del aliancismo español. «El congreso que se propone —manifestó— no tiene ninguna utilidad para nosotros. El resultado práctico que se puede esperar de ese congreso, propuesto por los belgas, lo hemos obtenido ya aquí. Es un acercamiento amistoso entre organizaciones diferentes. Es inútil convocar un congreso especial para este fin.» Nuestros aliancistas figuraron siempre en la vanguardia escisionista y frente a toda acción de unidad, tanto en el campo nacional como en el internacional. Los escisionistas tenían una posición difícil. De Paepe volvió a intervenir defendiendo la necesidad del congreso universal, idea que reforzaba la surgida en Gotha. « L a Federación belga — s e ñ a l ó — no espera un gran resultado de este primer congreso, pero podrá ser seguido de otros y, más tarde, de estas reuniones puede surgir la reconstitución de una nueva Internacional que agrupe, como lo hacía en 1866, a los socialistas de todos los países.» Frente a la justa y oportuna proposición belga, se contestaba con argucias. Volvió a intervenir el delegado español Portillo (Soriano) con fórmula bien poco hábil, pero sí encuadrada en la l í n e a del cerrilismo y de la falta de responsabilidad y lógica que caracterizaba a nuestros aliancistas. Manifestó « q u e el congreso propuesto le parecía inútil porque si las organizaciones constituidas al margen de la Internacional ( ¿ q u é Internacional?, A . R . D . ) quieren aproximarse a nosotros, tienen un medio bien simple para ello, entrar en la Internacional donde conservarán su entera libertad de acción.» Una manera muy singular de trabajar por la unidad; que todos ingresaran en la Internacional escisionista y todo quedaba arreglado. El grupo
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aliancista impuso sus puntos de vista y para subrayar aún con más fuerza su posición antiunitaria, un delegado español, en este caso Viñas, y otro italiano, pidieron que constara en acta la siguiente declaración: «Para nosotros, la Internacional es la única organización existente que representa verdaderamente el socialismo popular; por consiguiente, creemos que nuestra Asociación debe estar representada en el congreso socialista no para deshacerse en una organización nueva, sino sólo para defender sus principios y sus medios de acción y buscar atraer hacia ella a las organizaciones obreras que todavía no han ingresado en sus filas.» Los aliancistas seguían aferrándose a su «propia» Internacional. Lograron que en Berna no cuajara la idea de unidad del Congreso de Gotha y de la Federación belga, pero el problema quedaba planteado. Eran los prolegómenos de una nueva Internacional. La oposición de los aliancistas, no tardaría en ser barrida. El movimiento obrero necesitaba otra Internacional que la surgida de la escisión del Congreso de La Haya.
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62 LOS ESPAÑOLES EN EL IV C O N G R E S O ESCISIONISTA (IX INTERNACIONAL) (Verviers, Bélgica, 1877)
El grupo escisionista de la Internacional convocó a su IV Congreso Internacional, llamado el IX de la A.I.T., para los días 5-8 de setiembre de 1877, adelantándose al universal socialista que, siguiendo los acuerdos del de Gotha y de la Federación belga, tendría lugar en Gante (Bélgica) del 9 al 15 de setiembre del mismo año. La convocatoria del congreso aliancista fue adelantada unos días, con el fin de que sus delegados pudieran asistir al que a continuación se iniciaría en Gante. La verdad es que, como era su táctica, así tendrían la posibilidad de fijar su posición y tratar de influir y coaccionar las deliberaciones del otro congreso, al que asistirían con sus propias resoluciones y como fracción. Con fecha 6 de julio de 1876, la Oficina Federal de la Internacional, que suplía al antiguo Consejo General, dirigía una circular a todas las federaciones regionales, en la que anunciaba la convocatoria del IV Congreso. En la circular se daba cuenta a las federaciones de las proposiciones que la española pedía se incluyeran en el orden del día y que daban continuidad a la política aliancista de los «núcleos» españoles. Proponían: 1." Medios para realizar lo más pronto posible la acción revolucionaria socialista y estudio de esos medios. (Proposición Comarcal de Castilla.) 2° Una vez triunfante el proletariado de un país, necesidad absoluta de poner en juego todos los recursos y medios de que se disponga para llevar la chispa revolucionaria a los demás países. (Comarcal de Aragón.) 272
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La Comisión Federal española, muy preocupada por los congresos de Verviers y de Gante, dirigió a su vez, una circular privada a todas las comisiones locales informándolas de los órdenes del día y de las proposiciones que, siguiendo los acuerdos de las conferencias comarcales, defenderían sus delegados. La delegación española, coincidiendo con los demás elementos del IV Congreso, quería, y ésa fue su conducta, reafirmar sus posiciones aliancistas; que el congreso las ratificara y, con esas decisiones aprobadas, trasladarse al Congreso Universal Socialista de Gante y luchar por que éste siguiera las orientaciones del grupo de escisión de la Primera Internacional. Tales eran la estrategia y el objetivo. Inició, pues, sus trabajos el IV Congreso el 6 de setiembre. Asistieron unos veinte delegados. Por vez primera toma parte en un congreso K r o potkin, bajo el seudónimo de Levachov. Forman parte de las delegaciones: Guillaume, Brousse, Coste, y por España, Tomás González Morago y T. Soriano, bajo los seudónimos respectivos de Mendoza y Rodríguez. El papel desempeñado por tan caracterizados aliancistas, es fácil de suponer. Serían consecuentes con todas las posiciones del pasado y se mostrarían, una vez más, impermeables a todo diálogo, a cualquier posición que chocara con sus concepciones cerradas y sectarias, apegadas a los principios de la anarquía y el colectivismo, a la liquidación social. La delegación española, además de los puntos que habían incorporado al orden del día, era portadora de un mandato imperativo de su Federación que decía: «La delegación española al IX Congreso (IV) general y al Congreso Universal Socialista, sostendrá los principios sustentados por la Federación Española... Como línea de conducta para llegar a la Revolución social, sostendrá la agitación insurreccionista de hecho y de propaganda y la separación de los partidos burgueses.» Con esta proposición que limitaba toda libertad a la delegación, su conducta, el papel que tenía que representar estaban determinados por anticipado. Los no autoritarios, tenían una forma muy especial de aplicar uno de sus tan cacareados principios de libertad..-.; Discutiendo la posición que debían adoptar los delegados que se trasladarían al Congreso de Gante, el IV Congreso (o IX como los bakuninistas titulaban al de Verviers) examinó apasionadamente el 5.° punto del temario que decía: «Discusión del orden del día del Congreso de Gante.»
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A ese respecto, el congreso aprobó una resolución con unos considerandos encuadrados en la línea aliancista, con la siguiente conclusión: «El Congreso declara que no establece ninguna diferencia entre los diversos partidos políticos, se declaren socialistas o no: todos esos partidos, sin distinción, forman a sus ojos una masa reaccionaria y piensa que su deber es combatirlos a todos. «Espera que los obreros que aún andan en las filas de esos diversos partidos, instruidos por las lecciones de la experiencia y por la propaganda revolucionaria, abrirán los ojos y abandonarán el camino político para adoptar el del socialismo revolucionario...» Claro, el camino del socialismo revolucionario de los aliancistas era el del anarquismo, y daban esa formulación a su resolución en el momento en que, en casi todos los países, se estaban constituyendo o se habían ya constituido partidos socialistas obreros, algunos tan fuertes como el alemán y otros con personalidades tan acusadas como las que obedecía el socialismo francés. Los bakuninistas, seguían aferrados a su clásica posición de negar la necesidad de la acción política de la clase obrera. El IV Congreso daba por terminados sus trabajos, se trasladaba al de Gante y acordaba que el siguiente tendría lugar en Suiza.
63 E L C O N G R E S O U N I V E R S A L SOCIALISTA D E G A N T E , BELGICA, DE 1877, Y LA P A R T I C I P A C I O N ESPAÑOLA
Del Congreso de Verviers, predominantemente aliancista, pasamos al de Gante, heterogéneo, en el que se encuentran por vez primera, después del de La Haya, socialistas y anarquistas, bakuninistas y marxistas, y algunos delegados neutrales. Ni Marx ni Engels acuden al congreso. La organización del evento estuvo a cargo de las organizaciones belgas y de sus secciones de Gante, ya muy influenciadas por las tendencias socialistas. La convocatoria era, por sí sola, un llamamiento a la unidad: «Congreso General y Universal de los Socialistas en 1877. Llamamiento a todas las fracciones del socialismo y a las organizaciones obreras de todas las regiones.» En la convocatoria se expresaba el sentimiento de unidad que se manifestaba entre los dirigentes de la clase obrera, cansada de soportar querellas y de contemplar la celebración de congresos que no aportaban nada positivo, y en los que sólo se debatían intrigas provocadas por el sectarismo y la intransigencia del bakuninismo. El Congreso de Gante representaba una gran esperanza de unidad; se confiaba que en él se iniciaría un diálogo positivo, desprendido de todas las viejas rencillas, que permitiría la apertura de unas nuevas bases de relaciones que condujeran hacia el restablecimiento de un entendimiento en torno a puntos comunes, que pudiera desembocar en una nueva unidad internacional del proletariado. Pero los bakuninistas, en su Congreso de Verviers, ya habían colocado los primeros obstáculos al querer llevar a Gante su política, sus propias conclusiones. Actuaron como una fracción compacta de once delegados. En el manifiesto-convocatoria podía leerse: t
«¡Socialistas de todos los países! »Hoy más que nunca es el momento de que desenvolvamos nuestras ideas y principios, ahora más que nunca es el momento de que 275
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establezcamos la unión entre todos los que quieren la emancipación del proletariado. Si puede diferir nuestra línea de conducta, si nuestros medios pueden ser diversos, ¿no es igual, por ventura, el objeto que todos nos proponemos? ¿No queremos todos, en fin, que los frutos del trabajo pertenezcan a los que producen, y que el bienestar y la justicia reinen en el mundo? Procuremos, pues, acercarnos y entendernos, ya que no sea por el mismo camino (lo cual no es siempre posible), a lo menos para llegar al mismo tiempo, y lo más pronto posible, al resultado que todos perseguimos. »E1 Congreso Universal de 1877 tiene por objeto, precisamente, buscar el medio de establecer esa aproximación y esa inteligencia, que tanto es de desear, por medio de la discusión de algunas cuestiones de las más vitales y urgentes. Tenemos derecho a esperar que todas las organizaciones socialistas y obreras de todos los países, círculos de estudios sociales, de propaganda y de enseñanza mutua, grupos corporativos y grupos socialistas revolucionarios, sindicatos o "TradeUnions", colonias y asociaciones cooperativas que vienen dirigiendo sus esfuerzos al ensayo práctico de algunas de las conclusiones del socialismo, partidos socialistas constituidos para la acción revolucionaria y federaciones constituidas para la lucha económica, para el apoyo mutuo, compenetrándose todas de la gran importancia del Congreso de Gante, consideren como su deber el enviar al mismo sus delegaciones...» Firmaban el documento: E. Van Beveren, por el Partido Socialista belga; L. Bertrand, secretario de la Cámara de Trabajo de Bruselas, por la Unión Obrera belga; P. H. Coenen, por la Federación belga de la Asociación Internacional de los Trabajadores, con domicilio en Amberes. Del documento y de las entidades que lo suscribían se desprende la amplia base de convocatoria y el propósito de unidad que les guiaba, propósitos que expresaban el sentimiento del socialismo alemán reforzado por el belga, y que debilitaba la posición de la sección belga de la A.I.T., que aparecía como firmante y había representado un importante papel en el Congreso de Saint-Imier. Los aliancistas, como se señaló ya anteriormente, forzaban al congreso, al llevar a él los problemas debatidos y en parte aprobados en Verviers: 1.°
Pacto de solidaridad entre las diversas organizaciones obreras y socialistas.
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2° Organización de los cuerpos de oficio. 3. ° Actitud del proletariado, respecto de los diversos partidos políticos. 4. ° Tendencia de la producción moderna bajo el punto de vista de la propiedad. 5. ° Creación de una oficina de correspondencia y estadística obrera que reúna y publique las noticias relativas al precio de la mano de obra, al precio de los artículos de consumo o alimenticios, a las horas de trabajo, a los reglamentos de las fábricas, etcétera. 6. ° Del valor y de la importancia social de las colonias comunistas, de las sociedades cooperativas y otros ensayos socialistas instituidos, y que actualmente funcionan en diversos países. Como aparece con toda claridad, se trata de un orden del día totalmente aliancista, con su famoso «pacto», el problema de los partidos políticos, y su tema de correspondencia y estadística y, un poco escondida, la debatida cuestión de la propiedad, tema obsesionante de Proudhon y Bakunin. La anticipación de esos problemas, reducía, limitaba las probabilidades de éxito en Gante. De otra parte, el condicionar el voto de los delegados, considerando que no constituía una decisión formal, que no tendría carácter «de obligar», hacía inoperante al congreso. Esa idea también era de pura factura aliancista, sobre todo en los casos en que sabían que no iban a predominar. Las proposiciones de la delegación española al Congreso de Verviers serían reproducidas directa o indirectamente en Gante. Nuestros aliancistas eran impermeables a toda evolución y, sistemáticos e inflexibles en sus posiciones, llegaban a ser «más papistas que el papa», llamárase éste Proudhon, Bakunin, Kropotkin o Malatesta. En el congreso aparecían la casi totalidad de los delegados del de Verviers. Por España, Soriano y Morago; por Rusia, Kropotkin; por Alemania, Liebknecht; De Paepe figuraba entre las delegaciones belgas, compuestas de veintisiete miembros; Francia estaba representaba por cuatro delegados; por Suiza asistía —entre otros— el infatigable bakuninista Guillaume; Hales (Inglaterra), Brousse, Costa... En total, unos cincuenta delegados. Los españoles se manifestaron y votaron contra la resolución política y eran portadores de un mandato imperativo, el mismo de Verviers: «Como línea de conducta para llegar a la Revolución social se aplique la agitación insurreccional de hecho y de propaganda y la separación de los partidos burgueses...»
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Una vez más querían dejar constancia de su rabiosa posición antipolítica. Su proposición no fue aprobada ni tomada en cuenta. En los debates se produjo una apasionada discusión entre Liebknecht y Guillaume; era el enfrentamiento entre socialismo y bakuninismo en torno al problema de la acción política. El socialismo marxista triunfó en Gante. Los bakuninistas presentaron al congreso la proposición política que había sido discutida y aprobada en Verviers, recogida en el capítulo anterior y que en Gante fue rechazada por diecinueve votos contra once. La fracción socialista propuso y se aprobó: «Considerando que la emancipación social es inseparable de la emancipación política, el Congreso declara que, el proletariado, organizado como partido distinto, opuesto a todos los otros partidos formados por las clases poseedoras, debe emplear todos los medios políticos tendentes a la emancipación social de sus miembros...» La anterior proposición fue aprobada igualmente por diecinueve votos contra once que, bien disciplinados, constituían el bloque aliancista. En el Congreso de Gante triunfaba la línea socialista-marxista de la Primera Internacional, la filosofía de Marx y Engels, y el bakuninismo cosechaba una derrota decisiva. El aliancismo quedaba derrotado en Gante. El congreso aprobó una decisión que en el futuro habría de tener una gran trascendencia y que se refiere al punto 3.° del orden del día. Es el antecedente a la creación de los secretariados internacionales de industria y de una internacional exclusivamente sindical, como lo fue la Federación Sindical Internacional (F.S.I.), a la que sucedieron en nuestro siglo otras centrales internacionales, problema del que nos ocuparemos en el volumen correspondiente al siglo X X . La resolución decía: «El Congreso expresa el deseo de que las asociaciones se reúnan lo más pronto posible en un congreso internacional e invita a sus miembros que son delegados por grupos de oficio, a ponerse de acuerdo para la convocatoria de este congreso.» Los bakuninistas hicieron lo posible por boicotear y por minimizar los resultados del Congreso de Gante. Procuraron oscurecerlo, no darle importancia. La derrota que habían sufrido en sus fundamentales objetivos, les llevaba a esa actitud. Para ellos, el Congreso Universal no había tenido ninguna importancia. Pero esa parcial interpretación no podía ocultar el fracaso de las maniobras y objetivos que se habían trazado y que, en gran parte, tuvieron fin en Gante.
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En torno al Congreso Universal Socialista, de convocatoria tan amplia, de un profundo sentido unitario, llamando a toda clase de organizaciones, registramos un hecho que se une a lo que venimos considerando como una negligencia, una falta de interés o de empeño, cierta indiferencia o apatía del grupo socialista español. Después del Congreso de Toledo, auspiciado por la Nueva Federación Madrileña y el periódico La Emancipación aprovechando la coyuntura del establecimiento de la primera República, este grupo no dio señales de vida. ¿Qué hacen José Mesa, Pablo Iglesias, los hermanos Mora, Pauly y otros? Sin duda tuvieron conocimiento de la convocatoria del Congreso Universal Socialista. Tenían una relativa actividad, como lo demuestra el hecho de que, dos años más tarde, se daba por constituido el Partido Socialista; pero cuando se reúne el Congreso de Gante ya existía la Asociación del Arte de Imprimir, y la convocatoria invitaba a todo tipo de organizaciones. ¿Por qué el grupo socialista madrileño, con otros elementos de provincias, permaneció al margen de las manifestaciones internacionales del movimiento obrero? Posiblemente se argumentará que carecían de recursos, de medios económicos para el desplazamiento de delegados, pero esa justificación no es aceptable. Ese tipo de problemas siempre encuentra solución en los gestos de solidaridad de la clase obrera, aunque ello represente un sacrificio. Lo que se necesita es movilizarla en ese sentido. Aquí no se trataba de un problema de masas, sino de élites, más bien de individualidades que, sin duda, eran capaces de resolverlo. No puede pensarse que José Mesa, ya residiera en París o en Madrid, no tuviera la posibilidad de hallarle solución. Es curioso constatar cómo el grupo aliancista se las arreglaba para estar en todas partes, lo mismo en los eventos internacionales que en la acción organizativa nacional, mientras el grupo socialista, después de los congresos de Zaragoza y Toledo, no aparece en parte alguna. Si se tiene en cuenta los elogios que Federico Engels había hecho de José Mesa, considerándolo como uno de los hombres más valiosos de la Internacional, resulta históricamente inexplicable esta laguna, este silencio, esta evasión del campo de la acción, esta falta de interés, tal parece, durante algunos años, del grupo o núcleo socialista español. Tenemos que reconocer que los aliancistas no se replegaron durante el período de represión que siguió a la primera República. ¿Es que el grupo socialista adoptó, por estrategia o por táctica, la posición de suspender, momentáneamente, su acción política nacional frente al aliancismo y de desentenderse de la acción internacional? De ser así no hubiese sido correcto y ello explicaría, en gran parte, la labor que realizaban los bakuninistas sin encontrar ningún obstáculo a su sección ideológica. En
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nuestra opinión, no existen suficientes elementos para aclarar esta cuestión. La estimamos importante, y nos limitamos a constatar el hecho que pudiera tener aún más trascendencia al considerar, como parece lógico, que si bien Marx y Engels no estuvieron en Gante todo hace suponer que W. Liebknecht estaba en relación con ellos e interpretaba su pensamiento y orientaciones. No es una especulación y no se trata de un problema balad!. El socialismo español se caracterizó por dejar la vía expedita al anarquismo, al faltarle una dinámica, una agresividad y, sobre todo, por su pobreza ideológica.
64 CONVOCATORIA D E U N CONGRESO OBRERO I N T E R N A C I O N A L E N PARIS (1878)
Con motivo de celebrarse la Exposición Universal de París de 1878, el II Congreso Nacional Obrero francés, llevó la iniciativa de convocar un congreso internacional obrero que, en cierto modo, daba continuidad al de Gante por el contenido político que llevaba en sí. Una vez más se intentaba aprovechar la oportunidad de una Exposición para que, al socaire de ese acontecimiento, se reunieran los trabajadores. Pero esta vez el propósito falló. El gobierno francés, aplicando una ley de excepción de 1872, prohibió el congreso. El Partido Socialista, creado por Guesde y Lafargue y en cuya constitución y programa intervinieron Marx y Engels, se opuso a la decisión del gobierno e hizo suya la iniciativa del congreso, luchando porque se llevara a efecto. El gobierno actuó de inmediato, deteniendo a la comisión organizadora que se había formado. Los detenidos lanzaron desde la cárcel un documento político de denuncia y protesta contra la medida arbitraria del gobierno. Todo fue inútil, las autoridades mantuvieron su decisión, y en torno a la Exposición Universal de París de 1878 no se celebró el Congreso Obrero Internacional. La Federación Regional española, los aliancistas, había acordado asistir a París, designando una delegación integrada por Anselmo Lorenzo, más tres españoles refugiados en la capital de Francia, que conocemos solamente por sus iniciales: P. E., M. A. B., y G. L. Al no celebrarse el congreso, la delegación aliancista española no pudo llevar a él su clásica e inveterada posición: «Defender los principios y la conducta de la Federación Regional española». «La Federación —dice Anselmo Lorenzo, en su obra tantas veces citada—• aceptó la invitación a nombrar representantes al congreso obrero de París de 1878, con el intento de restaurar el centro internacional de relaciones de solidaridad obrera...» Ni el grupo socialista madrileño, ni ninguna otra de las organizaciones 281
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que estaban bajo su influencia, aparecen como aceptantes de la convocatoria, ni se conoce ninguna gestión que evidenciara su propósito de asistir al congreso, no obstante estar patrocinado por el partido de Guesde. Una vez más, registramos esta ausencia de los socialistas madrileños del campo de las inquietudes y de los problemas internacionales del socialismo. Hecho o fenómeno que tendrá que merecer una especial atención de los historiadores que traten de esclarecer y definir, en forma exhaustiva, la línea histórica del socialismo marxista, siguiendo la pista, sobre todo, de José Mesa, figura no suficientemente conocida en la historia del movimiento obrero. De su estancia en París, de sus contactos con Marx y Engels, más tarde con Lafargue, Laura Marx y Guesde se tienen pocas referencias. En la correspondencia entre Engels, Lafargue y Laura aparecen, en alguna que otra carta, referencias a él, pero no revelan cuestiones o problemas importantes. Se sabe que en el período convulsivo y revolucionario que desembocó en la Primera República, Marx y Engels estuvieron en relación personal con Mesa, le dieron a conocer sus puntos de vista respecto a esa situación revolucionaria de España, así como sus orientaciones en cuanto a manifestar que a la clase obrera le correspondía aprovechar esas circunstancias para empujar, para imprimir el mayor contenido político al desarrollo de la revolución democrático-burguesa. Conocemos igualmente que Mesa —cuando se instaló en París, en el período de represión después del golpe de Pavía— mantenía relaciones directas con los hombres del socialismo francés y que también realizó viajes a Londres, entrevistándose con Engels y con Marx. De todas estas andanzas y relaciones no se conoce nada en concreto. Sin duda esas relaciones de José Mesa con los fundadores del socialismo científico y revolucionario encierran un gran interés histórico. Es un terreno inexplorado que corresponderá esclarecer a esas nuevas generaciones que tanto interés y pasión manifiestan por la historia del socialismo y del movimiento obrero español desde ese ángulo.
Precisamente es entonces cuando Pedro Kropotkin visita Barcelona Residió en España el mes de junio y parte del de julio de 1878, como huésped de J. Viñas. En ese mismo año, la política aliancista, el movimiento obrero que estaba bajo su control, se concentra, fortaleciendo sus organizaciones anarquistas; pero entre los núcleos aliancistas de Madrid y de Barcelona se producen discrepancias...,
65 C R E A C I O N D E L P A R T I D O SOCIALISTA O B R E R O ESPAÑOL. E T A P A C L A N D E S T I N A (1879)
La creación del Partido Socialista Obrero Español es un acontecimiento histórico para nuestro movimiento obrero. No es nuestro propósito ahondar en tan importante como decisivo hecho, sino simplemente dejar constancia de que, a partir de su constitución, se iniciaría una corriente política y sindical claramente definida en su carácter socialista. Era un partido más que venía a incorporarse a la nueva correlación de fuerzas que se estaba operando en Europa, con una repercusión directa en todas las organizaciones obreras de la época. El proceso de creación de los partidos socialistas llevaba directamente al nacimiento de una nueva Internacional. Como ocurrió más tarde. El dos de mayo de 1879 se reunían en un banquete de fraternidad, en una modesta fonda de la calle de Tetuán, de Madrid, un grupo de socialistas madrileños —no llegaban a una treintena—, dándose por constituido el Partido Socialista. Se decide que, por el momento y dadas las circunstancias, se considere como organización secreta. Se trasladaron los acuerdos a los correligionarios de provincias y a los grupos de Guadalajara y Barcelona, y se nombró una comisión encargada de redactar el programa y las bases de la organización que, como se señala anteriormente, se mantendría en secreto hasta que cambiaran las circunstancias políticas y pudiera celebrarse públicamente un Congreso Nacional. La comisión estaba integrada por: Pablo Iglesias, Victoriano Calderón, Alejandro Ocina, Gonzalo Z u biaurre y Jaime Vera. Más tarde se celebró una nueva reunión en una taberna de la calle Visitación. Iglesias dio cuenta de los trabajos realizados. Se aprobó el programa, ratificándose el acuerdo de mantener la organización en la clandestinidad. 283
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En esa reunión quedó constituida la Comisión ejecutiva: Pablo Iglesias, Inocencio Callejas, Alejandro Orina, Victoriano Calderón y Gonzalo Zubiaurre,
Secretario Tesorero Contador Vocales
En esta reunión se leyó una carta de Francia — J . J. Morato opina que era de Mesa—, en la que se adjuntaba el proyecto de Programa del Partido Socialista Francés, que quedó constituido formalmente en el Congreso de Marsella, en octubre de 1879Los grupos de Madrid y de Barcelona lanzaron un manifiesto clandestino con el programa del partido y justificando su posición política, de cara a la clase obrera y a la opinión pública en general. En el documento se propugnaba la posesión del poder político por la clase trabajadora; la transformación de la propiedad privada o corporativa de los instrumentos de trabajo en propiedad común de la nación; constituir la sociedad sobre la base de la federación económica; la organización científica del trabajo y de la enseñanza integral para todos los individuos de ambos sexos. Estos documentos fueron difundidos a base de acciones personales hasta que, en febrero de 1881, se declararon legales los partidos políticos. En Guadalajara, se desarrolló la labor de proselitismo por un entusiasta militante, Julián Fernández Alonso; en Barcelona, por José Pamies, antiguo aliancista, José Caparó, Ramón Arrufat y Toribio Reoyo. El grupo de Madrid es, con otros, el que figura en la Comisión ejecutiva. 1
1. El programa del Partido Socialista Obrero francés sirvió de base y orientó al socialismo español. En ese programa se ve la mano de Marx. Es de una gran amplitud y de un contenido político y económico muy superior al de Gotha. Refiriéndose a su preámbulo, Engels había dicho que «era una obra maestra, como /o conozco pocas; es una demostración concluyente que en pocas palabras instruye a las masas y cuya forma concisa me sorprende a mí mismo». (Véase Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XIX. A.R.D.)
66 V C O N G R E S O D E L G R U P O ESCISIONISTA (X I N T E R N A C I O N A L ) (Londres, julio 1881)
La fracción escisionista organizó un simulacro de congreso en Londres, en el mes de julio de 1881. Allí acudieron algunas personalidades del anarquismo. Entre los más significados, Kropotkin, Reclus y Malatesta. El problema que estaba situado en primer plano era el de «la propaganda por el hecho». La revolución, según ellos, estaba próxima. El congreso careció de importancia. Se congregaban los residuos de una marejada de intrigas, de acciones antiunitarias, materiales de maniobras de todas clases, como si toda esa masa de aspectos negativos fuera a desembocar y perderse en el Támesis. En el congreso aún confiaban en vigorizar la Alianza o crear una nueva. Pensaban contar con los núcleos de España, Francia, Italia y Estados Unidos. Resultaba tarde. Esos grupos ya no eran lo que habían sido en el pasado. En 1881 estaban a la defensiva y a la deriva, por eso acudían a procedimientos extremos. Ese congreso —que se definió por la «propaganda por el hecho» y la acción nihilista— no tuvo trascendencia en el movimiento obrero, pero impuso cierto miedo a la burguesía. Del comicio de Londres salieron orientaciones secretas, por lo que la reacción lo calificó de «Internacional Negra de Londres». El Congreso de Londres daba continuidad al proceso de perturbación permanente que se desarrolló en el seno del movimiento obrero y del que sólo es responsable el aliancismo. La Comisión Federal española se limitó a enviar a este congreso una comunicación, informando sobre su situación y dando a conocer la composición de sus fuerzas; de ese estudio se desprendía el predominio de Andalucía sobre Cataluña, en cuanto a número de organizaciones. En la obra de Santillán, Contribución a la Historia del Movimiento Obrero Español, y en la de José Termes, Anarquismo y Sindicalismo en España, se afirma que un tal S. Figueras (que residía en Londres), asistió al congreso 285
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como representante o delegado español. Es la única referencia con que contamos. (Parece ser que asistió y que mantuvo la posición de la Federación Regional española, sosteniendo que la Internacional debería subsistir, de acuerdo con la línea que había venido manteniendo la aliancista.) La inocuidad del congreso —X según sus organizaciones, pero en realidad el V en la línea escisionista— está reflejada en su resolución esencial, que decía: «El Congreso Internacional, reunido en Londres, no reconociéndose otro derecho que de indicar las ideas generales de la que le parece ser la mejor organización socialista revolucionaria, confía en la iniciativa de los grupos y federaciones para el estudio de la misma y otras que les parecieren útiles al triunfo de la revolución social...» (Tomado de Origen del Movimiento Sindicalista, de Palmiro Marbá. Subrayado nuestro.) En otra resolución se aprobaba que «un congreso internacional se reuniría según y cuando acordaran los grupos y federaciones adheridas...» Esos grupos y federaciones no volvieron a convocar otro congreso internacional en lo que restó del siglo X I X . Se limitaron a organizar una conferencia en 1896, como réplica a la decisión del IV Congreso de la Nueva Internacional, celebrado en Londres del 27 de julio al 11 de agosto de ese año. En la conferencia de 1896 tomó parte Luisa Michel, la heroína de las barricadas de la Comuna de París. Del IV Congreso de la Nueva Internacional y de la Conferencia anarquista de 1896 nos ocuparemos en los capítulos siguientes. 1
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1. Del 2 al 7 de setiembre de 1881, en Coira (Suiza) había tenido lugar un congreso socialista al que no se concedió demasiada importancia. Fue una reunión de delegados socialistas alemanes, franceses y suizos, quienes ratificaron el propósito de sus mandantes de organizar al proletariado en partidos políticos para, más adelante, ir a la constitución de una nueva Internacional. A este congreso no asistió ningún delegado anarquista. 2. Véase Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XIX. A . R . D .
67 EN T O R N O A 1880-1881, DESPUES D E L PERIODO D E R E P R E S I O N
Durante el período represivo, los aliancistas españoles realizaron una sistemática labor clandestina. En sustitución de los congresos nacionales —como ya se señaló en otro capítulo—, establecieron el procedimiento de congresos o asambleas comarcales, a través de todas aquellas zonas en que mantenían organizaciones bajo su influencia y control, como Cataluña, Levante, Andalucía y alguna otra región. Lo que iba deteriorando a la organización fue, sin duda, el sectarismo, la machaconería de plantear en todas las reuniones los mismos problemas, las mismas cuestiones que los aliancistas españoles arrastraban siguiendo, con una lealtad digna de mejor causa, las intrigas y querellas provocadas por Bakunin y su grupo de G i nebra contra la Primera Internacional. Parece como si los aliancistas españoles hubieran penetrado en un laberinto ideológico sin salida. Años más tarde, acordaron sustituir el procedimiento de las conferencias comarcales por congresos regionales, después de haber sido rechazada una propuesta de volver a los congresos nacionales. En cada conferencia aparecían las mismas cuestiones, los mismos problemas, los mismos tópicos. No tiene nada de extraño que los obreros más conscientes, que los cuadros dirigentes de las asociaciones se sintieran fatigados, hartos de oír sistemáticamente la misma fraseología, los mismos planteamientos abstractos de «anarquía», «colectivismo», «liquidación social», etc., etc. Los problemas económicos y sociales concretos de la clase obrera no eran analizados ni merecieron la menor atención de los que todo lo solucionaban con la «liquidación social». Los campesinos, los trabajadores necesitaban, de inmediato, mejores condiciones de vida, mayores salarios, menores jornadas de trabajo, en tanto los anarquistas lograran la «liquidación social». Bajo la etapa de la represión, los aliancistas se movieron mucho, trabajaron, las conferencias comarcales fueron numerosas durante casi seis 287
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años, pero ese trabajo no encajaba en las masas, y toda consigna que no prende en las masas es que adolece de algún error o carece de realismo. Con toda esa labor, la organización aliancista se fue deteriorando y, al llegar a 1881, estaba casi liquidada. Sus propias contradicciones contribuyeron a su profunda crisis. Severino Albarracín muere en 1880; Anselmo Lorenzo había sido eliminado de nuevo en febrero de 1881; J. Viñas, uno de los elementos más valiosos, se había separado del movimiento para dedicarse a su profesión de doctor. En calidad de tal atendería a Pablo Iglesias, cuando éste fue detenido y encerrado en la cárcel de Málaga por una temporada. La crisis internacional del bakuninismo; sus fracasos en los últimos congresos internacionales; la desaparición de Bakunin, todos estos hechos se proyectaron sobre el aliancismo español, que quedó un poco a la deriva, aferrándose a «la propaganda por el hecho», a las represalias, a los procedimientos nihilistas que revelan una falta de fe en las masas, que no se cuenta con su apoyo ni con su adhesión, que no se tienen organizaciones conscientemente revolucionarias, compenetradas con el papel que le corresponde jugar a la clase obrera —como clase— en la lucha por su emancipación y por alcanzar la nueva sociedad del socialismo que liquidará la explotación del hombre por el hombre. El anarquismo no educó, alimentó mentalidades demenciales a través de su demagogia y de su engañosa filosofía, que gana y penetra en las mentalidades simples, infantiles, enfermizas. Es cierto que en esa época no se podía hablar de masas, pero sí de minorías importantes y de sus élites. El 8 de febrero de 1881 se abre un nuevo período político en España, al producirse la crisis del ministerio Cánovas y subir al poder Sagasta —liberales— que autorizaba el funcionamiento de los partidos y organizaciones obreras. Esta situación sorprende a los aliancistas en plena descomposición y, precipitadamente, tratan de aprovechar esa coyuntura intentando levantar de nuevo sus organizaciones y su poderío. Del 6 al 9 de febrero se había celebrado una conferencia extraordinaria en Gracia, con varias representaciones comarcales; en ella se destituyó a la Comisión Federal, de la que formaba parte Anselmo Lorenzo, y se nombró una nueva dirección.
68 CONGRESO OBRERO REGIONAL (Barcelona, setiembre de 1881)
El 20 de marzo de 1881, en el teatro Odeón de Barcelona, como primer paso hacia el congreso, se celebró una asamblea y, el 10 de julio, la Unión de Constructores —edificación— y otras secciones de oficio de Barcelona, así como algunos delegados del resto de España, convocaban un Congreso Obrero Regional para los días 24 y 25 de setiembre, patrocinado por unas cincuenta sociedades. Predominaban Cataluña y Andalucía. El comido tuvo lugar en el teatro del Circo de Barcelona y en su convocatoria —hecha por Pellicer— se decía, entre otras formulaciones: «A todos los que consideréis los derechos individuales imprescriptibles e ilegislables, sois partidarios de la autonomía del individuo, del oficio, del municipio, de la comarca y de la región, consideréis el pacto sinalagmático, conmutativo y bilateral como única fórmula para establecer la gran Federación del Trabajo, os convocamos a un congreso.» Basta leer e interpretar ese párrafo para darse cuenta de que nuestros aliancistas no salían del bakuninismo corregido y aumentado. «Decíamos ayer».. y decíamos ayer. ¿Qué pensarían los trabajadores simples, del taller, del telar, de la edificación, de la madera, los campesinos analfabetos de Andalucía, Extremadura, Castilla o Levante de ese lenguaje tan raro como extraño a sus problemas...? Muerto Bakunin, imperaba Malatesta con su posición de «propaganda por los hechos» y, como figura venerable, Pedro Kropotkin. Su obra La Conquista del Pan pasó a significar algo así como el A B C de las viejas y nuevas generaciones anarquistas. El congreso se desarrolló durante los días 23, 24 y 25 de setiembre, con una sensión preparatoria en Sants, y bajo el predominio total de los 289
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anarquistas. Pablo Iglesias, designado delegado por la agrupación socialista madrileña, se presentó en Sants; pero su credencial fue rechazada por adolecer de defectos. Se negaba la representación al grupo obrero de Madrid. Pablo Iglesias fue incluso expulsado del local. Según Juan José Morato, la no aceptación de su credencial era lógica, «pero no que se tratara al hombre sin consideración, lo que no fue noble». Es discutible la opinión de Morato de considerar lógico el rechazo de la representación del grupo de Madrid. Igualmente fueron expulsados delegados de los grupos de Sabadell y Lérida, por no considerarlos dentro de la línea revolucionaria. La explicación de esa conducta no está en una credencial, sino en el carácter del delegado y en su significación política. Esa era la cuestión y no otra. Leyendo algunas de las resoluciones del congreso, de inconfundible factura anarquista, expresión pura del sectarismo, la intolerancia y la demagogia irresponsable, resulta obvio que nada tenía que hacer en semejante congreso un delegado socialista tan significado como Pablo Iglesias. Con el aliancismo no era posible el diálogo, por más que exaltara el principio de la libertad individual. En el congreso aparecieron discrepancias entre los bakuninistas aliancistas y los anarquistas comunistas, tendencias de Kropotkin y Malatesta, como más tarde aparecerían los-nuevos matices del anarcosindicalismo y del sindicalismo revolucionario soreliano. En el congreso se manifestaron tendencias cooperativistas, socialistas, utópicas, anarquistas y mutualistas; pero la ideología dominante, fue la del anarquismo. He aquí parte de una de sus resoluciones, que por sí sola se explica: «Nuestra organización, puramente económica, es distinta y opuesta a la de todos los partidos burgueses y políticos obreros, puesto que así como ellos se organizan para la conquista del poder político, nosotros nos organizamos para que los estados políticos y jurídicos actualmente existentes queden reducidos a funciones meramente económicas, estableciendo en su lugar una libre Federación de libres asociaciones, de productores libres. Por lo manifestado, se comprende perfectamente que somos adversarios de toda política parlamentaria y decididos campeones de la lucha económica, de la política demoledora de todos los privilegios y de todos los monopolios de esta injusta organización de la sociedad presente.» El congreso, por mayoría, se declaró identificado con la anarquía, «meta ideal del proletariado».
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Asistieron a las reuniones unos ciento cuarenta delegados representando a sindicatos autónomos y al principal núcleo de influencia aliancista. La prestigiosa organización Tres Clases de Vapor se mantuvo al margen del congreso. Había penetrado en ella la inquietud por la acción política de clase, de acuerdo con los verdaderos postulados de la Primera Internacional, y se apartaba de las tendencias aliancistas. Finalmente, el congreso se decidió en pro de que se considerara constituida, con una aparente legalidad, la Federación de Trabajadores de la Región Española. En el período represivo (1874-1881), los anarquistas realizaron una intensa labor de creación de «núcleos» secretos para la acción revolucionaria directa, comités de guerra y comités ejecutivos para la realización de las represalias. Este comido anarquista nacional había tenido como antecedente el congreso que el grupo escisionista había convocado en Londres. Presidido este último por Kropotkin, puede decirse que en él feneció la fracción escisionista de la Primera Internacional. Verviers, Gante, Londres fueron sus últimos estertores, pero en ellos se avivó el «nihilismo», la acción directa, «la propaganda por el hecho». En Londres, no obstante el fracaso o poca importancia del congreso, para la reacción nacía el fantasma de la «Internacional Negra». Un interesante antecedente a 1880 fue la constitución de la Sociedad Tipográfica de Barcelona, similar a la del Arte de Imprimir, de Madrid. Interesante, por estar integrada por elementos de valía, entre otros —como ya se señaló en capítulos anteriores—, Toribio Reoyo, M. Fernández, A n selmo Lorenzo y otros. Fue la matriz de la que salieron diversas organizaciones del arte de imprimir de la región catalana y levantina. Su órgano de expresión fue el Boletín Oficial de la Sociedad Tipográfica de Barcelona. No estaba en la línea anarquista, y esto determinó que los ácratas provocaran una escisión separándose de la Sociedad Tipográfica para fundar La Solidaria. En esa escisión estaban los fieles aliancistas A. Pellicer y Llunas. Refiriéndose a esa nueva escisión, M. Fernández, en un artículo publicado en el Boletín de la Sociedad, entre otras afirmaciones, decía: 1
«Los llamados "apóstoles" de la asociación en la tipografía barcelonesa, o sea, el grupo restante de "La Solidaria" de Barcelona, que no supieron levantarla de su caída en 1873, pero que sí supie1. La organización Tres Clases de Vapor, separada de la Unión Manufacturera, en desacuerdo con la Federación Regional, fundó el periódico El Obrero. Su primer número apareció el 3 de diciembre de 1880, bajo la dirección de José Pamies. Se orientó hacia el socialismo y contra los anarquistas aliancistas.
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ron introducirse uno a uno en nuestra Sociedad Tipográfica cuando se fundó en agosto 15 del 1879 y viendo que no conseguían imponerse, se escinden y crean otra entidad, "La Solidaria",..„ ¡Bravo, "apóstoles" de la autonomía absoluta! ¡Bravo, "apóstoles" del socialismo ilimitado!, se os cayó la careta y aparecisteis al fin como siempre habéis sido, como sois y seréis en todos los tiempos los anarquistas: Intransigentes, perturbadores, déspotas; buenos para perturbarlo y destruirlo todo, pero incapaces de organizar nada provechoso, ni razonable, ni práctico.-..» (Tomado del libro Anarquismo y Sindicalismo en España, José Termes, pág. 264.) He ahí una prueba más que pone al descubierto la conducta y la táctica de los «antiautoritarios» que, con su política, hundieron a la Primera Internacional y fueron en todo momento el obstáculo fundamental para la unidad de la clase obrera.
69 E L C O N G R E S O D E B A R C E L O N A D E 1882, P R I M E R C O N G R E S O C O N DELEGACIONES D E TODAS L A S T E N D E N C I A S Y MINORIA ANARQUISTA
El Centro Federativo de sociedades obreras de Barcelona, donde se agrupaban trabajadores de diferentes tendencias, intentó constituir una central sindical nacional, para la cual fue convocado un congreso en el mes de agosto. El Centro Federativo, escapaba al control de los aliancistas. Las Tres Clases de Vapor agrupaba a sectores ya bastante politizados. Contaban con su propio periódico, El Obrero, que dirigía José Pamies. De tendencia promarxista, se enfrentaba a las corrientes ideológicas anarquistas. Este congreso ha sido el primer intento realizado con objeto de constituir una central nacional que no estuviera bajo el control y el monopolio que los aliancistas habían venido ejerciendo, durante varios lustros, y que en aquellos momentos, bien que seriamente debilitados, seguían imponiendo a través de su Federación de Trabajadores de la Región Española, creada en el Congreso de 1881, del cual —como se señala en el capítulo correspondiente— fueron expulsados varios delegados. En este congreso participaron ochenta y ocho entidades, siendo Tres Clases de Vapor —que no había asistido al Congreso de 1881— la más prestigiosa e importante de todas ellas. Asistieron ciento diecinueve delegados, entre ellos Pablo Iglesias que representaba a las secciones de la Federación Tipográfica de Madrid y Guadalajara. El congreso tuvo lugar y desarrolló sus trabajos en el Circo Ecuestre de la Plaza de Cataluña. Pablo Iglesias, Pamiás, Caparó y otros delegados representaban la tendencia socialista marxista, frente a un grupo anarquista que obstaculizó la marcha de los trabajos con sus consabidas posiciones aliancistas. Se confundían en la reunión delegados que habían contribuido a la formación del Partido Democrático Socialista de Barcelona y los fundadores del Partido Socialista Obrero Español, en Madrid, que aún no tenía carácter oficial de par293
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tido nacional. Pablo Iglesias fue la principal figura representativa del socialismo en el comicio. El congreso adoptó varias resoluciones dentro de las nuevas tendencias que se enfrentaban con el viejo aliancismo. La consigna fundamental del congreso era la de: «Unir las diversas tendencias que existen en el seno de la clase obrera para lograr el bien común.» Se puede decir que el congreso estaba dentro de la línea del celebrado en Gante. Su propósito esencial era el de la unidad, superando la época del aliancismo. En sus sesiones hubo expresiones de unidad, incluso de algunos delegados anarquistas no sectarios. Uno de ellos, después de ser aprobados algunos dictámenes en discrepancia con su propia ideología, «saludó a sus hermanos los vencedores, no obstante separarles cuestiones de principio...». Le contestó, en términos fraternales, Pablo Iglesias. Según Morato, «hubo alteza de miras en las discusiones y serenidad». En este congreso se trataron problemas de carácter general que venían siendo examinados en el movimiento obrero internacional y sistemáticamente marginados por el aliancismo, como los siguientes: lucha por una legislación social en favor de las mujeres y los niños trabajadores; la salud de los trabajadores; inspección de la vivienda, las minas, fábricas y talleres; ayuda a las cajas mutualistas; pensiones a la vejez; reducción de la jornada de. trabajo, y otras reivindicaciones que más tarde veríamos en los programas de las organizaciones sindicales de diversos países. La resolución más importante fue la política, que aparecía en un manifiesto aprobado por 73 votos contra 7, y 9 abstenciones. Entre otras cosas, se declaraba lo siguiente: «La clase trabajadora debe organizarse en partido político distinto e independiente de los demás partidos burgueses, para conquistar el poder de las manos de la burguesía, del cual se ha valido siempre para explotarla y hacer que la redención política económica y social del cuarto Estado, no se espere de sus naturales contrarios, y se atengan al axioma de que "la emancipación de los trabajadores, ha de ser obra de los trabajadores mismos".» El documento recomendaba el ingreso en el Partido Socialista. La anterior formulación estaba dentro de la más pura ortodoxia de lo
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que habla sido, y seguía siendo, posición política de la Primera Internacional y del pensamiento de Marx y Engels. En el congreso, los grupos socialistas y sindicales de Madrid, Barcelona, Guadalajara, Castellón, Málaga, Manresa, Tarragona, Valencia, V i llanueva y Geltrú y Zaragoza se enfrentaron a los elementos anarquistas y republicanos que figuraban como delegados. El congreso decidió dar por constituida la Asociación Nacional de los Trabajadores de España, con la siguiente declaración de principios y objetivos : «El objeto de esta Asociación es reunir a todos los trabajadores de España, sin distinción de sexo, color, creencia ni nacionalidad, a fin de que, aunando sus esfuerzos, puedan mejorar progresivamente sus condiciones sociales y oponerse a la creciente explotación burguesa. »Para conseguir este objeto, la Asociación se organizará del modo siguiente: »En cada localidad, los trabajadores de un mismo oficio que sean asalariados, es decir, que no posean los instrumentos que emplean en su trabajo, no cambien directamente sus productos con el consumidor y no exploten el trabajo de otro, formarán una Sección, cuyo representante será el Comité de la misma. »Las Secciones de una localidad formarán una Federación local, que tendrá por representante un Comité. Las Federaciones locales formarán una Federación nacional, cuyo representante será el Comité central de la Asociación de los Trabajadores de España. »La resistencia al capital se llevará a cabo por medio de las Uniones de oficio. Todas ellas, las Secciones de un mismo oficio de la Asociación, formarán una Unión nacional, cuyo representante será el Comité de la misma.» Francisco Mora, en su obra Historia del Socialismo Obrero Español, refiriéndose a este congreso, escribió: «La ruda oposición hecha a la Asociación Nacional por los elementos anarquistas, muy poderosos en aquella época, las tendencias particularistas de las Sociedades obreras que asistieron al Congreso Nacional de Barcelona y la falta de condiciones, de capacidad y constancia de los encargados de dar vida a la nueva Asociación, hicieron fracasar el laudable propósito de aquel congreso, desorganizándose la Asociación Nacional de los Trabajadores de España, que tantas esperanzas había hecho concebir a los iniciadores de tan grande idea.»
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La Asociación vivió poco más de un año. Hasta 1888. el movimiento obrero español, careció de un organismo nacional que coordinara y unificara sus luchas reivindicatorías en sus vertientes política, social y económica. El Congreso de Barcelona de 1882 y su Asociación Nacional de los Trabajadores de España, fue el antecedente del de 1888, que creó la Unión General de Trabajadores de España. Fue, asimismo, el antecedente del movimiento sindical español de significación o tendencia socialista dentro del contexto de la lucha de clases y de los principios económicos y de lucha del socialismo.
70 II CONGRESO DE LA FEDERACION DE TRABAJADORES DE LA R E G I O N ESPAÑOLA (SEVILLA, 24-26 DE S E T I E M B R E DE 1882). SUS CONSECUENCIAS. D I V E R G E N C I A S E N E L SENO DEL ANARQUISMO Y CREACION DEL GRUPO «LOS DESHEREDADOS». A P A R I C I O N DE «LA M A N O NEGRA»
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Después del Primer Congreso de Barcelona, de julio de 1881, del que salió la nueva Federación de Trabajadores de la Región Española (F.T.R.E.), un segundo congreso tuvo lugar en Sevilla durante los días 24 a 26 de setiembre de 1882. Las reuniones se celebraron en el Teatro Cervantes, con asistencia de doscientos doce delegados. Existen algunas diferencias entre estas cifras y las que citan otros autores. Anselmo Lorenzo habla de doscientos cincuenta y uno; M. García Venero, de doscientos cincuenta y cuatro. Es posible que entre la asistencia a la sesión inaugural y las de trabajo hubiera alguna diferencia. Cuenta la organización unos 60 000 afiliados; 663 secciones y 218 localidades (Tuñón de Lara). Por algunos autores se cifra en m i l quinientos el número de asistentes al acto inaugural. Sin duda, el Congreso de Sevilla revela un gran entusiasmo. La base de la F.T.R.E. estaba en Andalucía, Cataluña y Levante. El comicio de Sevilla tenía lugar un mes después del que, con un amplio carácter unitario y de tendencia socialista, se celebra en Barcelona, el cual se había definido por la acción política, surgiendo de él la Asociación Nacional de Trabajadores de España. En Sevilla aparecen por vez primera, delegaciones femeninas de Reus, 1. Este congreso daba continuidad al último —clandestino— celebrado en Madrid en junio de 1874, en el que se acordó suspender los congresos y celebrar en su lugar conferencias comarcales, que fueron organizadas en diferentes comarcas durante los veranos de 1875 a 1879, y una ampliada y extraordinaria en febrero de 1881, preparatoria del congreso que tuvo lugar en setiembre siguiente en la Ciudad Condal, tras el Internacional, de Londres, de julio del mismo año.
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Vigo y Sevilla. El congreso se declaró anarquista. «Defendamos unidos y con constancia los principios de la anarquía y el colectivismo, que son nuestra guía, y entre el pueblo y este viejo edificio social hagamos que perezcan nuestros explotadores...» Según Tuñón de Lara, en su obra El Movimiento Obrero en la Historia de España, «el Congreso de Sevilla marca ya las diferencias de tendencias; si los andaluces eran mayoritarios en la base, los catalanes lo eran en la dirección y se presentan como más moderados...». «Durante el Congreso de Sevilla —añade— se había ya manifestado el enfrentamiento entre anarquistas colectivistas (orientación de Bakunin) y anarcocomunistas (orientación de Kropotkin). Esa formulación puede ser aceptada en principio. La verdad es que el confusionismo que caracterizó a nuestros anarquistas no hacía más que aumentar cuando surgía un nuevo apóstol. Muerto Bakunin, aparecen Kropotkin y los italianos Malatesta, Costa, Cafiero y otros. La línea confusionista y perturbadora fue permanente. Cosa lógica, pues de no ser así, no serían anarquistas. En este congreso se plantean algunos problemas reivindicatoríos concretos, como la demanda de la jornada de 8 horas, los derechos de la mujer, una posición contra el abuso de la huelga. La necesidad de que se preparara la clase obrera, se complementaba con la preocupación por la organización que debería reemplazar al Estado. Ese Estado que con tanta facilidad destruían con sus documentos y resoluciones demagógicas. Es curioso constatar cómo los delegados catalanes, el grupo dirigente en el pasado, aparece debilitado en su extremismo a medida que se agudiza en el movimiento andaluz. Los delegados catalanes —escribe Tuñón de Lara, obra citada— «no aspiran a su redención empleando medios violentos, sino por la eficacia de la revolución científica, cuya base es la instrucción y la ilustración de la clase proletaria.-.,». Esta posición está en contradicción con el Congreso de Barcelona de 1881 y el Internacional del mismo año en Londres, eminentemente anarquista, que se ratificó en los principios de violencia. Por esa razón las manifestaciones minoritarias de Sevilla estaban dentro de la línea ortodoxa que, con tanta intransigencia como sectarismo, habían venido sosteniendo los «núcleos» específicos que manejaron el Consejo Federal español de la A.I.T., línea confirmada en el Congreso de Barcelona de 1881, del que salió la Federación de Trabajadores de la Región Española que daba continuidad a la primera y vieja política aliancista, con su evolución hacia el nihilismo. Posición confirmada en el congreso anarquista de Londres del mismo año, en el que se acentuaron las orientaciones de violencia. No obstante lo sucedido en Sevilla, el anarquismo catalán seguiría predominando. La reunión de Sevilla, que fue de las más importantes, la que mostró una gran pujanza, en la que
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reinó el entusiasmo y una gran euforia, ofrece la paradoja de ser la que inicia la decadencia de la Federación de Trabajadores de la Región Española. El Congreso de Sevilla, evidenció la potencialidad y el extremismo del movimiento campesino andaluz y una cierta evolución hacia una posición más ponderada y realista del movimiento obrero catalán, es decir, una discrepancia entre una posición más conservadora del movimiento obrero y una mayor radicalización y violencia de las organizaciones y dirigentes campesinos, ambas tendencias bajo el control del anarquismo. El anarquismo catalán había ido demasiado lejos, y en Sevilla recogía el fruto de su demagogia. El Congreso de Sevilla, calificó al organizado en Barcelona el mismo año por las organizaciones independientes, como un comicio de «adormideras», pero recogió de esa reunión la consigna de lucha por la jornada de 8 horas. En Sevilla se ratificó la línea establecida por el Primer Congreso de Barcelona y el de Londres y, al margen de esa orientación, se analizaron por vez primera los problemas y derechos de la mujer trabajadora. Sobre el problema de las huelgas, la mayoría se inclinó por una resolución que, entre otras exposiciones, afirmaba: 1
«Pero si las huelgas no entran en nuestros fines —y tómese nota de tan rotunda afirmación— cuando se sobrepongan a nuestros propósitos, cuando no podamos evitarlas, las haremos reglamentarias y solidarias. «...Cuando tan prudentes seamos, cuando seamos tan reglamentarios, valdremos más y seremos más respetados, puesto que para el futuro, el anuncio de una huelga planteada por nosotros, será el pregón de una derrota para el capital...» La minoría anarquista del Congreso de Sevilla —Andalucía del Sur—, radical y extremista, enfrentada y en oposición con el grupo más conciliador, se desplazó a Jerez y organizó su pequeño congreso en el que examinaron y aprobaron las posiciones que no habían sido aceptadas en la capital. Incluso llegaron a la condenación de la Comisión Federal de la Federación de Trabajadores de la Región Española, por considerar que estaba traicionando a la causa. Para ellos no había más que «la propaganda por el hecho», las represalias, la táctica de violencia que se había 1. tante.
Remitimos al lector a la obra de Anselmo Lorenzo El Proletariado Mili-
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venido preconizando en los últimos tiempos y que fue ratificada en los congresos de Londres y Barcelona. Una de las acusaciones contra el Consejo Federal era precisamente que éste no divulgó los acuerdos del X Congreso de Londres. El extremismo de los reunidos en Jerez estaba dentro de la línea de «la propaganda por el hecho», del nihilismo; de los acuerdos de las conferencias comarcales celebradas y de sus orientaciones en torno a las represalias. Seguían fieles a esa línea, mientras la mayoría, bien que afirmara su fe en la ideología ácrata —como expresaba en el manifiesto aprobado en la última sesión y dirigido «A todos los amantes de la verdad, de la justicia y de la moral», a quienes deseaba «Salud, Anarquía, Federación y Colectivismo...»—, se apartaba de la línea de «la propaganda por el hecho», única táctica que aceptaban los dirigentes anarquistas andaluces. En el documento podían leerse párrafos que resultaban extraños a los seguidores del extremismo y la violencia. «El que roba —se decía en el manifiesto— siempre será un ladrón; el que secuestra, un secuestrador, y el que asesina, un asesino; lo mismo en la sociedad presente que en la del porvenir...!..» E. Reclus, había escrito lo contrario. Esa declaración no tenía nada en común con las que se habían hecho en relación con las «represalias» ; con la constitución de «comités ejecutivos» para llevarlas a la práctica, ni con las teorías y orientaciones dadas en la etapa anterior al Congreso de Sevilla. Esa situación nueva llevó a los extremistas a su congreso de Jerez y a la constitución del grupo o secta de «Los Desheredados». En otro congreso fraccional, celebrado en Sevilla en enero de 1884, actuaron como organización secreta que tenía sus propios estatutos. Ejerció cierta influencia en las zonas rurales del sur de Andalucía. Sus estatutos, sus documentos, son una repetición de las concepciones de la Alianza y de la organización secreta de Bakunin, «La fraternidad internacional», «Hermanos internacionales». Las divergencias provocadas en Sevilla reflejaban las contradicciones que se manifestaban entre el anarquismo y que, si siempre fueron una cosa tradicional, en esos momentos adquirirían el carácter de una profunda crisis ideológica que se proyectaría sobre el futuro y tendría trágicas consecuencias para el movimiento obrero; éste pagaría con muchas vidas la exaltación de los principios de la violencia y la aplicación de «la propaganda por los hechos». La consecuencia fue que se desarrollara una era de brutal represión; que las cárceles se llenaran de campesinos, que decenas de ellos fueran condenados a muerte. De ese clima salió la famosa «Mano Negra». Provocación o no; maniobra de las autoridades o no, el
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hecho real es que esa secta, su táctica, sus principios, estaban basados en la vieja Alianza y en sus organizaciones secretas auxiliares. Ese problema, por sus consecuencias, por los actos de violencia que de él se desprendieron, mantuvo a la opinión pública española dividida y apasionada y tuvo un profundo eco en la Internacional y, sobre todo, en el movimiento obrero de influencia anarquista. La reacción acusaba a la «Internacional Negra» y a sus organizaciones secretas de ser responsables de todos los actos de violencia que se produjeron en Andalucía y que fueron contrarrestados por una acción brutal de represión gubernamental, lo que costó la vida a decenas de trabajadores y torturas y prisión a muchos más. Un sector de los llamados «internacionalistas» se desolidarizó de esa táctica de violencias, pero es difícil desligar esos hechos de los acuerdos de Barcelona y Londres de 1881, de la consigna de «la propaganda por el hecho», de la exaltación de los procedimientos de «represalias» prodigados por el anarquismo. El aliancismo y sus organizaciones secretas, los «núcleos» específicos, «Los Desheredados», «La Mano Negra», los ideólogos del anarquismo, Bakunin, Kropotkin y Malatesta, entre otros, se confunden en torno a este dramático acontecimiento de la historia del movimiento obrero español de influencia anarquista. Lo que se puede afirmar categóricamente es que las concepciones del internacionalismo de la Primera Internacional, las del auténtico socialismo, nada tenían que ver con esa táctica, con la política que ensombreció esa historia. «La Mano Negra» es un episodio más. Sobre ella se ha escrito mucho; no es nuestro propósito ahondar en el tema, sino simplemente registrarlo —ya que se produjo al poco tiempo del Congreso de Sevilla—, y dejar constancia aquí, a pesar de todo, de un sentimiento de solidaridad con las víctimas. Por lo demás, ese ejemplo es justamente un ejemplo de lo negativo, de lo que no debió ser. Afortunadamente, de ello tomaron buena nota, tanto los movimientos obreros nacionales como el internacional, si bien esa enfermedad siguió afectando seriamente a nuestro país, aun en las sucesivas etapas de la decadencia anarquista.
71 C O N F E R E N C I A O B R E R A D E PARIS (1883) En 1883 se efectuó en París una Conferencia obrera a la que, por las delegaciones que participaron en ella, bien puede dársele el carácter de internacional. En efecto, estuvieron presentes delegados de Bélgica, Alemania, Austria, Inglaterra y Francia. La reunión tenía un carácter eminentemente sindical. Las Trade Unions británicas estaban representadas por siete delegados, la delegación más importante después de la francesa que era la que había convocado la conferencia, auspiciada por los sindicatos obreros parisienses. Las reuniones tuvieron lugar en la Bolsa del Trabajo, en la calle Jean Jacques Rousseau, circunstancia que oficializaba este comicio obrero ante el movimiento sindical. No obstante las representaciones asistentes, la conferencia no tuvo ninguna resonancia internacional. En 1889 iba a tener lugar en París una Exposición Universal. Aprovechando esta circunstancia —faltaban seis años— la Conferencia obrera adoptó una resolución en favor de que en 1889 y coincidiendo con la Exposición, se celebrara un gran congreso internacional. La Conferencia de París de 1883 es la primera reunión de carácter gremialista, obrerista-sindical, pero orientado por el socialismo, por un nuevo pensamiento socialista que ya no estaba influenciado por la demagogia y el verbalismo anarquistas de los períodos anteriores. La conferencia contribuyó a iniciar el proceso evolutivo que se operaba en el seno del movimiento obrero, en la lucha ideológica con el anarquismo, y representó un paso más en la marcha hacia una nueva internacional socialista, al tiempo que revelaba la necesidad de que el proletariado contara también con un instrumento internacional que coordinara sus problemas económicos específicos, estudiara las condiciones de vida de las masas y dotara a la clase obrera de programas de reivindicaciones, mientras contribuía a elevar su conciencia de clase y sus sentimientos de solidaridad juntamente con sus concepciones internacionalistas, determinado todo ello por un profundo sentido político de clase. 302
72 L A M U E R T E D E CARLOS M A R X (14 de marzo de 1883)
El 14 de marzo de 1883, Marx, ese portentoso cerebro, dejaba de pensar. Se había quedado dormido en el sillón de sus grandes reflexiones. Dos años antes había perdido a su singular y extraordinaria compañera. Poco después, Marx recibe otro terrible golpe: su hija Jenny también desaparecía para siempre. Cuando murió la esposa de Marx, Engels, su gran amigo, exclamó: «También ha muerto el moro.» Cariñosamente llamaban a Marx el moro, como a Engels le decían «el general». El 14 de marzo fue un día de luto para todos los explotados del mundo, a los que Marx había ofrecido su singular talento y su propia vida. En el discurso pronunciado por Engels, en el momento de su entierro, entre otras frases de exaltación de la gran personalidad de Marx, dijo: «Imposible medir en palabras todo lo que el proletariado militante de Europa y América, todo lo que la ciencia histórica pierde con este hombre. Harto pronto se hará sensible el vacío que abre la muerte de esta imponente figura... »Así como Darwin descubrió la ley de la evolución de la naturaleza orgánica, así Marx descubrió la ley por la que se rige el proceso de la historia humana... »Marx descubre también la ley especial que preside la dinámica del actual régimen capitalista de producción y de la sociedad burguesa engendrada por éL El descubrimiento de la plusvalía puso en claro todo este sistema, por entre el cual se habían extraviado todos los anteriores investigadores, lo mismo los economistas burgueses, que los críticos socialistas... «Para Marx, la ciencia era una fuerza en fusión histórica, una fuerza revolucionaria... »Marx era, ante todo y sobre todo, un revolucionario. La verdadera :
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misión de su vida era cooperar de un modo o de otro al derrocamiento de la sociedad capitalista y de las instituciones del Estado creadas por ella, cooperar a la emancipación del proletariado moderno, a quien él, por vez primera, infundió la conciencia de su propia situación y de sus necesidades, la conciencia de las condiciones que informaban su liberación...: »Su nombre vivirá a lo largo de los siglos, y con su nombre, su obra...» Marx desapareció hace casi un siglo, pero su nombre y su obra están entre nosotros y estarán entre las generaciones futuras, no sólo en los medios de la clase obrera, sino en todos los de la intelectualidad más avanzada y esclarecida.
73 III C O N G R E S O D E L A F E D E R A C I O N D E T R A B A J A D O R E S D E L A R E G I O N ESPAÑOLA (Valencia, 4-8 de octubre de 1883)
Muy quebrantada después del Congreso de Sevilla, la Federación de Trabajadores de la Región Española celebra su III Congreso en Valencia, del 4 al 8 de octubre de 1883. El proceso de «La Mano Negra» y sus consecuencias pesaba, se cernía sobre la atmósfera del Congreso de V a lencia, el cual, refiriéndose a este problema y enfrentándose con sus enemigos, declaraba: 1
« . . . La Federación de Trabajadores no puede ser responsable de los actos cometidos. La Federación es una sociedad honrada y noble teniendo un ideal más o menos utópico, pero siempre digno y elevado...» 1. El 3 de diciembre de 1882, en una venta cercana a Jerez de la Frontera, aparecen asesinados los cortijeros que la poseían. El 26 del mismo mes era asesinado el obrero llamado Fernando Olivera, apodado «Blanco de Benacaz», a quien se consideraba traidor a la causa. La guardia civil acusó de esos asesinatos a elementos de las organizaciones secretas llamadas «La Mano Negra» y el «Tribunal Popular»; ambas sectas o grupos secretos eran una sola y misma cosa. Con estos hechos se inició una represión generalizada contra la llamada «Mano Negra». En pocos días, los detenidos pasaban de trescientos. El Tribunal Supremo —5 de abril de 1883—- impuso ocho penas de muerte y ocho cadenas perpetuas. Las penas de muerte fueron aplicadas e! 14 de junio de 1884, bajo el gobierno de Cánovas del Castillo, quien, a su vez, no tardaría en ser asesinado. El indulto de los condenados a cadena perpetua y otras condenas fue concedido el 4 de marzo de 1903 y lo firmó, como ministro de Justicia, Eduardo Dato, que sería asesinado en 1922. Ante la gravedad de la situación social, Segismundo Moret, ministro de la Gobernación en el gobierno de José Posada Herrera (1883), creó la primera «Comisión» encargada de estudiar las cuestiones sociales, de mejoras y bienestar de las clases obreras, agrícolas e industriales y que tuvieran relación con el capital y el trabajo. Más tarde, Moret fue presidente de esta comisión y Gumersindo Azcárate secretario. En 1903 fundaría el Instituto de Reformas Sociales.
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«La propaganda por el hecho», las amenazas de represalias, el lenguaje de violencia que caracterizaba a los anarquistas y del que hacían gala en su prensa así como en sus documentos, no podía por menos que conducir a situaciones difíciles. El gobierno, tomando como pretexto «La Mano Negra», desató la más violenta represión. El gobernador de Cádiz impuso responsabilidades colectivas, en caso de incendios o de asaltos. Saliendo al paso de todas las acusaciones de la reacción, la Federación había declarado: «En el seno de la Federación no caben ni existen ladrones, secuestradores ni asesinos.» Este lenguaje no lo aceptaban sus propios elementos dirigentes, en particular los de la región andaluza. Es difícil que, después de mantener durante años las extravagancias del aliancismo bakuninista, después de haber inundado de literatura demagógica los medios obreros más atrasados, sobre todo los del campo, pudieran corregirse las consecuencias de ese envenenamiento ideológico, mucho menos mediante un oportunismo circunstancial, como era el caso. Esa política nefasta no retrocedió ante las experiencias vividas, las cuales no fueron más que una cadena de fracasos y sacrificios sin límite, nes de que eran víctimas, extremaban la virulencia del lenguaje, virulencia F.T.R.E. nada tenía que ver con «La Mano Negra», Diego A . de SantiIlán, el teórico anarquista siempre extremista, en su libro Contribución a la Historia del Movimiento Obrero Español, pág. 330, dice: «Refleja esa declaración una posición formalmente objetable, y también una descalificación de ciertas propagandas que, en el estado de irritación a que fueron llevados los andaluces por las persecuciones y atropellos y vejaciones de que eran víctimas, extremaban la virulencia del lenguaje, virulencia que sirvió al enemigo, al gobierno y a las clases patronales, para montar criminales procesos y arrancar declaraciones a los presos por medio de las más terribles torturas.» Esos hechos no advertían que las posiciones demagógicas, los extremos, a veces demenciales. la táctica y conducta al margen de las masas, fraguada en la oscuridad de los núcleos específicos de secta —secretos—, que tanto agradaban a Bakunin, no podían dar más que fracasos, sacrificios sobre sacrificios; que la burguesía «agradecía ese extremismo», esas posiciones cerradas a toda acción política, esa sistemática intransigencia contra todos, por la liquidación social, que era precisamente mantener la posición política que deseaban los enemigos. En esas declaraciones tremebundas, en esas consignas de liquidación social, de represalias, de amenazas tenían los poderes públicos y la burguesía la justificación para el montaje de sus represiones y la eliminación de aquellos elementos que el régimen escogía como víctimas. El III Congreso de Valencia era una reunión a la defensiva, y la de-
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fensiva es sabido que siempre conduce a la derrota. Era tarde para enderezar tantos entuertos, tantos errores; toda una política de imposición cubierta cínicamente con la consigna de lucha contra los «autoritarios», Marx y los marxistas, contra la Primera Internacional, sus normas y principios. En Valencia, la F.T.R.E. se debatía en sus contradicciones. Por su falta de una teoría revolucionaria, no fue capaz de crear algo sólido y responsable. Todos fueron juegos de artificio, fogata. El anarquismo sembró por todas partes confusión y demagogia. No consolidó nada. Ha sido una lástima que tanto esfuerzo, tanto congreso, tantas conferencias comarcales, tantas idas y venidas al extranjero no aportaran nada positivo al movimiento obrero en su dimensión histórica. En el Congreso de Valencia, los hombres que más habían agitado su extremismo, su fanatismo, ya no estaban presentes. Se habían marginado de la lucha los Marselau, Viñas y otros; Albarracín había fallecido. El Congreso tuvo lugar, como se ha dicho, los días 4 a 8 de octubre. Asistieron ciento cincuenta y dos delegados, representando a 222 federaciones locales con 539 secciones. Algunas de las discrepancias confrontadas en el de Sevilla reaparecieron en Valencia: «Los Desheredados», el colectivismo anarquista, los comunistas anarquistas... Inauguró el Congreso José Llunas y se decidió que la Comisión Federal radicara en Valladolid, para alejarla de los núcleos de mayor influencia, como eran los de Cataluña, Andalucía y Levante. Decisión un tanto negativa. Por huir de las zonas más cargadas de anarquismo, se optaba por instalar a la Comisión Federal en una ciudad tan tranquila y conservadora como Valladolid.., La F.T.R.E. de Valladolid no iría a ninguna parte. E l próximo congreso tendría lugar en Madrid, en 1885. El congreso encomendaba a la Comisión Federal de la F.T.R.E. que organizara un congreso anarquista internacional para setiembre de 1884. Tal congreso nunca llegó a celebrarse. 1
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Fue aprobado un manifiesto, que suscribieron los ciento cincuenta y dos delegados, en el que se declaraba que la Federación «rechazaba toda solidaridad con los que se hayan organizado o se organicen para la perpetuación de delitos comunes», declarando que «el criminal jamás podrá tener cabida en sus filas..». 1. La secta «Los Desheredados» continuaría actuando. Del 25 al 28 de diciembre de 1884 celebró su III Congreso, en Cádiz. Entre sus acuerdos, hay uno que dice: «El Congreso declara que la burguesía no está considerada como los demás seres, declarándola fuera del derecho de gentes...» 2. La Comisión Federal se reunió en Valladolid, por vez primera, el 4 de octubre de 1883. Figuraban en ella: Toribio Villa, S. Gómez, S. González, M. Lozano. Todos ellos elementos nuevos.
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Después de Valencia, poco le quedaba que recorrer a la Federación de Trabajadores de la Región Española. Decir: «Nosotros no hemos sido; nosotros somos buenos»... no era una bandera. Pero lo grave es que, frente al Congreso de Valencia, se mantenían firmes los que reivindicaban todo el pasado y «la propaganda por el hecho», acusando de traidores a los dirigentes de la F.T.R.E. y queriendo aplicarles a ellos mismos los procedimientos de venganza por medio de la represalia. Seguían considerando que los congresos del 81, tanto el de Barcelona como el de Londres, eran los que representaban la verdadera línea del anarquismo y los demás, la de la traición. El Congreso de Valencia no aportó nada. Representó un grado más de descenso en el proceso de decadencia, mientras en el movimiento obrero se iban fortaleciendo las nuevas corrientes políticas. Las posiciones adoptadas en Valencia fueron duramente criticadas en la casi totalidad de los medios anarquistas, que no aceptaban el oportunismo del congreso, con dulzonas formulaciones que decían, como se ha visto: «La Federación es una sociedad honrada y noble teniendo un ideal más o menos utópico, pero siempre digno y elevado.:.,» En la Memoria presentada al Congreso se rechazaba la acción terrorista de cualquier naturaleza. Los delegados, en su mayoría, querían actuar dentro de la ley. (¿Dónde quedaban los congresos de 1881, de Barcelona y Londres?) «Pero si esto no es posible —decía el acuerdo—, considerará un deber el disolverse, y que los proletarios se retiren al monte Aventino hasta mejores tiempos, o hasta que esta organización [la capitalista]) corrompida y corruptora, por su carcoma y podredumbre, quede destruida......,» La ola de represión había tenido su efecto.
74 CONGRESO EXTRAORDINARIO DE LA FEDERACION D E T R A B A J A D O R E S D E L A R E G I O N ESPAÑOLA (Barcelona, 1884)
Se celebra en Barcelona un congreso extraordinario convocado por un grupo de sindicatos y varios «núcleos» anarquistas. Por Andalucía, la secta «Los Desheredados» desarrollaba una intensa labor, celebrando reuniones y conferencias comarcales. Todos esos movimientos no eran sino signos de división. La unidad estaba rota, y el confusionismo más acentuado se desarrollaba en los medios anarquistas. La secta invadía otras zonas, además de Andalucía. Dentro del anarquismo, las discrepancias se acentuaban, y en el campo aparecían además las luchas contra los nuevos hombres y grupos socialistas de tendencia marxista. La Federación rompió con el violento González Morago. La labor de la secta «Los Desheredados» contribuyó seriamente al desarrollo de este período conflictivo en el seno de los grupos anarquistas. «Se recibe la impresión —escribe D. Abad de Santillán en Contribución a la Historia del Movimiento Obrero Español— de que, aparte de Serrano Oteiza. Francisco Tomás y algunos pocos más, hubo cierta concesión tácita a las críticas extremistas de «Los Desheredados» y ante los comunistas anarquistas de Sevilla, Granada, etc. ¿Acabaron también por ceder, en parte, o por desinteresarse los hombres de Barcelona, Rafael Farga Pellicer, José Llunas, Pellicer Peraire? En el trabajo firmado el 30 de diciembre de 1883, «Organizaciones y Aspiraciones de la Federación de Trabajadores de la Región Española», presentado al primer certamen socialista de Reus, José Llunas se halla enteramente en la misma posición de Serrano Oteiza. En el Congreso de Valencia, realmente se daba por disuelta la Federación; en el manifiesto de Barcelona, firmado por sesenta y cuatro delegados, se declaraba: 309
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«Hemos resuelto en nuestras deliberaciones y esto, tal vez, haya sido lo más importante de nuestros acuerdos, disolver nuestra Federación de Trabajadores de la Región Española.» Esta autodisolución no era más que formal. No era la primera vez, ni sería la última. En su hacer y deshacer entre lo legal y lo ilegal, resultaba difícil saber o conocer cuál era la situación real de las organizaciones. En muchos casos, por supuesto, se autodisolvían para evadirse de la acción policíaca; en otros, para salvar sus propios problemas interiores. «Al disolverse esta Federación —se afirmaba—, cada sociedad quedará organizada en la forma y manera que estime conveniente, subsistiendo como sociedades aisladas las que hoy son secciones de esta Federación...» De este Congreso a otro Congreso. ¡Qué esfuerzos de organización, cuántas energías, cuánto tiempo perdido en la intriga, en la polémica, en la maniobra, en un constante tejer y destejer!..., Aquí vuelve a encontrarse la célebre afirmación de que, al disolverse pública y solemnemente «se retiraban al monte Aventino, en espera de mejores tiempos». Pero no todos los grupos anarquistas estaban de acuerdo con esa retirada.,. La Revista Social, seguida de muchos militantes y «núcleos», se enfrentó con esa actitud.
75 OTRO CONGRESO
DE LA FEDERACION DE TRABAJADORES D E L A R E G I O N ESPAÑOLA (Madrid, mayo de 1885)
Para el mes de mayo se pretendía celebrar un congreso en Madrid. Los grupos más extremistas protestaron por la suspensión de este congreso» reemplazándolo por una conferencia regional en Barcelona. Pero, frente a esta posición, los grupos que seguían a Serrano y Oteiza reaccionaron y llevaron a la práctica la convocatoria del Congreso de Madrid, que se celebró los días 18 a 21 de mayo. No acudieron los elementos de la oposicióa Entre otras, asistieron delegaciones de Málaga, Sevilla, Reus, Picamoixons, Valls, Las Corts, Sarria, San Gervasio de Cassolas, Gracia, Vigo, Sants, Madrid, Chamartín, Chamberí, Gijón, Lora del Río. Lo que quiere decir que la reunión de Madrid tuvo su importancia. Esas delegaciones son las que firman el manifiesto aprobado, dirigido a todos los trabajadores y redactado en términos de amplia unidad. «Convenio entre todos los trabajadores sin distinción de ¡deas ni creencias religiosas, políticas ni económicas, para luchar y resistir a los abusos del capital...» En el documento se «aconsejaba a todas las secciones, federaciones y comarcas que acudieran al próximo congreso de Barcelona»..., olvidando indicar quién lo convoca y rindiendo culto a la solidaridad obrera». Un congreso más en el juego de los congresos.
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76 U N CONGRESO MAS E N B A R C E L O N A (1885)
Resulta difícil, por no decir que imposible, desentrañar las situaciones conflictivas en que se debatió el anarquismo en los decenios 1870-1890. Congresos, contracongresos, congresos comarcales, conferencias ordinarias y extraordinarias, a lo que hay que añadir las publicaciones más variadas. Poder seguir correctamente ese movimiento, resulta verdaderamente dificultoso. Conseguir puntualizar cronológicamente todos los movimientos, todas las reuniones determinadas por el anarquismo y sus grupos específicos comporta una labor extraordinaria. Es sumamente fácil perderse en ese laberinto, y sólo una acción metódica y sistemática de un equipo que tuviera acceso a las fuentes de información podría alcanzar ese objetivo de esclarecimiento. Hay que aceptar, pues, de antemano, errores, confusiones de fechas y documentos, dado lo complicadísimo que es seguir el hilo de las actividades anarquistas en nuestro país. Decimos esto porque si ese problema ha sido en todo momento difícil, en el proceso de decadencia lo es en grado superlativo. Del Congreso de Madrid, medio frustrado, parece que se pasa a otro regional de Barcelona, que tiene lugar los días 22 y 24 de julio de 1885. ¿Quiénes convocaron este congreso? Todo hace suponer que lo hizo la Comisión Federal de la F.T.R.E., aunque «formalmente» estaba disuelta. En este congreso, la Comisión Federal presenta su Memoria, que es aprobada por trece federaciones. Se trata, pues, de un congreso federal. Asisten trece federaciones. Se abstuvieron seis: Reus, Valls, Alcoy, San Gervasio, San Roque Gastor y Barcelona. ¿Qué quiere decir esa orientación y la ausencia de Barcelona? En el manifiesto aprobado aparecen de nuevos estas ya viejas y, en aquel momento, desconcertantes consignas: 312
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«Las luchas intestinas han terminado en nuestro congreso. De nuevo, pues, hemos enarbolado la bandera de la anarquía, federalismo y colectivismo.r. de nuevo es pública la Federación Regional de los Trabajadores.» (D. A. de Santillán. Obra citada.) 3
Parece que los delegados que habían asistido al Congreso de Madrid y los que estaban en el de Barcelona se dieron un abrazo fraternal. ¿Quedaban eliminadas las querellas? Nada de eso. D. A. de Santillán —en su obra citada— dice que, en este congreso de los días 22 y 24 de julio de 1885, «se dio un mandato imperativo a los delegados al congreso cosmopolita que se celebró en Barcelona los días 27 y 29 de junio de 1885, con poca asistencia internacional...». ¿Qué congreso? Sigue el laberinto. En el congreso de Barcelona de julio no se podía dar mandato para un congreso que se dice tuvo lugar en junio. No hemos encontrado elementos que aclaren esta situación. No tienen importancia ni la omisión de uno, ni la fabricación de otro. Todos están en el mismo contexto en cuanto a su continente, su contenido y su inoperancia.
77 CONFERENCIA OBRERA INTERNACIONAL (París, 1886)
Las cámaras sindicales de Francia organizaron la Segunda Exposición Obrera Internacional, patrocinada por el gobierno. Aprovechando esa circunstancia, fue convocada una Conferencia Obrera Internacional, dando continuidad a la celebrada en 1883. Tuvieron lugar las reuniones del 23 al 29 de agosto en el local de la Bolsa del Trabajo, con delegados de Inglaterra, Alemania, Bélgica, Austria, Suecia, Australia y Francia. Aunque en algunos documentos se alude a una representación española, no aparecen los nombres ni se registra ninguna intervención. Fue una conferencia en la que se examinaron de nuevo los mismos problemas de 1883, con un carácter puramente «obrerista», corporativo —conservador y reformista en el fondo—con tendencia a la creación de un organismo internacional de ese tipo. Ese era el objetivo de las TradeUnions. Su orden del día era el siguiente: «1.° »2.° »3.° »4.° »5.°
Legislación internacional del trabajo, comprendida la reglamentación de las horas del trabajo. Instrucción integral y profesional. Coaliciones obreras, sociedades corporativas nacionales e internacionales, sus modos de organización y sus resultados. Situación política y económica de los trabajadores en los diferentes países. Exposición Obrera Internacional de 1889 y el Congreso Obrero Universal.»
Los debates de la conferencia giraron en torno a problemas administrativos. 314
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La conferencia mostró conformidad con la celebración de un Congreso Universal en 1889, ratificando así el mismo acuerdo de la de 1883. Pero este acuerdo no era más que de pura forma. Los británicos no veían con simpatía el Congreso Universal que se organizaba sobre bases unitarias y con un carácter acentuadamente político y socialista, lo que escaparía a su controL Las Trade-Unions querían que el Congreso se centrara en lo corporativo, en ese campo ellas serían factor casi decisivo. De ahí que, ya en 1886, iniciaran su labor de zapa.
78 E L C O N G R E S O D E L A F.T.R.E. E N M A D R I D (1887). INCIDENCIAS DE A N T E S Y DESPUES D E L MISMO. E L C O N G R E S O D E V A L E N C I A (1888). E L P A C T O D E S O L I D A R I D A D
Del 15 al 17 de mayo tuvo lugar en Madrid, en el Salón Romea, un congreso que en ciertos informes aparece como el IV de la Federación de Trabajadores de la Región Española. Pero, ¿no estaba disuelta? ¿Era, realmente, un congreso de la F.T.R.E.? Del 1883 al 1887 se confronta un período de decadencia en el que, como cosa paradójica, se desarrolla una fiebre de reuniones. Seguir ese hilo de acción, de actividades legales e ilegales resulta —por su complejidad y falta de elementos concretos— casi imposible. Seguramente existen; el autor no ha logrado contar con ellos. Establecer la cronología de esas reuniones, deviene sumamente complicado. Parece que esta reunión o congreso fue más débil en representaciones, y casi inoperante en resultados. Se estima que asistieron dieciséis delegados y que la decisión más importante consistió en considerar conveniente o táctico abandonar la acción de resistencia (aspecto sindical) y recluirse en los tipos de organización anarquista, ratificándose en sus principios. Esta posición no era nueva. El proceso de desarrollo del anarquismo, nos muestra constantemente esa posición flexible, de repliegue de la acción sindical, para concentrarse en su cuadro cerrado anarquista. En otra reunión o congreso —tal vez se haya abusado mucho del nombre de congreso—, celebrada en Valencia al año siguiente, se acuerda, una vez más, la disolución de la F.T.R.E. ante las pugnas irreconciliables de colectivistas y anarcocomunistas. En esa reunión, se afirma el propósito de constituir la sección española de una organización anarquista, específica —Organización Anarquista de la Región Española—, siguiendo acuerdos secretos del Congreso Internacional Anarquista de Londres, de 1881. En la reunión o Congreso de Madrid se aprobó la iniciativa de con316
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vocar un amplio Congreso que debería celebrarse el año siguiente en Barcelona. Volviendo al Congreso —¿reunión?— de Valencia, de fines de setiembre y comienzos de octubre de 1888, siguiendo a Santillán en su obra citada, pág. 378» vemos que.: «Se manifestó en él la crisis entre las necesidades de la acción presente y las aspiraciones para el porvenir, y declararon "inútiles los estatutos y reglamentos que constituyen y son base de la Federación de Trabajadores de la Región Española" (extremo opuesto al que había distinguido a la sección española de la Internacional desde su fundación, es decir, el formalismo estatutario y la preyisión minuciosa del funcionamiento de una sociedad nueva).» Esta afirmación de respeto a los estatutos de la Internacional no es correcta. Los aliancistas españoles nunca respetaron los estatutos de la Internacional. «En lugar de los estatutos y reglamentos típicos aludidos, tan cuidadosamente elaborados, se acordó que debían adoptarse las siguientes Bases para la organización anarquista de la región española.'» (Acuerdo de Valencia.) A continuación aparecen los cinco artículos aprobados en el congreso. El primero definía lo que debería entenderse por Anarquía, la interpretación clásica; el segundo se manifestaba contra el autoritarismo y todo principio de autoridad, de propiedad y contra la explotación del hombre por el hombre. El tercero establecía que, en consecuencia, «forman la organización anarquista revolucionaria todos los individuos, sociedades, grupos, círculos, periódicos, etc., que aceptan la anarquía sin distinción de procedimientos revolucionarios ni de escuelas económicas». El cuarto se limitaba a reproducir decisiones de congresos «confiando a cada individuo, a cada agrupación y a la organización toda el estudio y los medios más a propósito para consagrar el triunfo de la anarquía». El quinto trataba del tan manoseado problema de crear «un centro de relaciones y estadística»..., especie de oficina de la organización, sin más facultades e iniciativas, y que las entidades determinaran el modo y forma de llevarlo a cabo, como qué individuos lo constituirán, localidad, directiva, etc. Caracterizando la reunión de Valencia, D. A. de Santillán, en su citada obra, pág. 380, escribe:
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«Esta conclusión, con el pretexto de no poner ninguna limitación a la libertad y al fuero individual, significó la disolución de la Federación de Trabajadores de la Región Española.» La mayor parte de las secciones se disolvieron, en efecto, y constituyeron grupos, pues eso eran ya en realidad en parte. Pero no hubo unanimidad en el reconocimiento de los acuerdos de Valencia, aunque parece que las comarcales valenciana y catalana los admitieron; Andalucía del oeste y Sevilla hicieron objeciones, y la sección varia de Madrid se pronunció contra todos los acuerdos de Valencia. La Federación Sindical Sevillana, pretendió reorganizar la Federación Regional y ese propósito encontró algún apoyo en Málaga, Madrid y Sants; en Andalucía del oeste, se acordó nombrar una nueva Comisión Federal.» Todo un programa de unidad de los antiautoritarios. He ahí una nueva prueba de la unidad de criterio de nuestros anarquistas. El párrafo anterior de la obra de Santillán, por sí solo se explica y su interpretación no puede llevarnos más que a las conclusiones negativas que se desprenden de todos los comicios anarquistas, en ese que reiteradamente venimos llamando tejer y destejer de sus organizaciones. R i cardo Mella, la figura más serena y representativa en los medios ácratas, atacó duramente las decisiones de Valencia. Por el contrario, Indalecio Cuadrado, que actuó como secretario de la Comisión Federal desde 1883 —su papel en ella es bastante ignorado—, consideraba «que las decisiones de Valencia habían sido el acto más importante y revolucionario que en España hemos dado los anarquistas». Disuelta, una vez más, la Federación, aparece el «Pacto de Solidaridad y Resistencia al Capital». Un nuevo engendro de los anarquistas catalanes... En 1889, otro congreso —uno más—, en el mes de octubre, da por constituido y formalizado el «Pacto de Asistencia y Solidaridad de los Trabajadores de la Región Española». Sigue el laberinto anarquista..., En noviembre de 1887, tuvieron lugar los trágicos sucesos de Chicago, que llevaron a la horca a un grupo de trabajadores anarquistas. Pasaron a la historia como los «Mártires de Chicago». En torno a estos años —1886, 1887, 1889 y 1891— aparece por todas partes el problema del «Pacto de Solidaridad» que trataba de dar continuidad al papel representado por la Federación de la Región Española. Ese nombre de Pacto de Solidaridad surgió en el Congreso de Saint-Imier. Desde esa fecha ha venido siendo manejado constantemente por nuestros anarquistas, en diferentes reuniones o congresos, sin que haya sido posible concretar cuál fuera su misión, su actividad, su trascendencia en el movimiento obrero. Se prodigó tanto ese título que nos abstenemos de penetrar
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en su trayectoria, limitándonos a consignar aquellas referencias con que contamos y que son contradictorias e insuficientes. Es difícil seguir el hilo del famoso principio del «Pacto», ni en general la trayectoria de nuestro anarquismo con sus vaivenes y veleidades y su maremágnum de contradicciones e irresponsabilidades. Una referencia nos dice que, en mayo de 1886, se reúne en Barcelona un Congreso Obrero Anarquista y aprueba «un Pacto de Unión y Solidaridad». Cuando se acuerda la disolución de la F.T.R.E. en el Congreso de Valencia, de 1887, «el anarcosindicalismo —dice García Venero, en su obra Historia de los Movimientos Sindicalistas Españoles (1840-1933), página. 292— adoptó en 1887 un nexo ideado en Barcelona, que se llamó Pacto de Unión y Solidaridad, de filiación específicamente ácrata, y que abandonaba el plan sindicalista adoptado hacía diecisiete años. Los sindicatos tornaban a su aislamiento, al monosindicalismo.» En mayo de 1887, en Valencia, se aprueba el «Pacto de Unión y Solidaridad». En mayo de 1888, se funda en Barcelona la Federación de la Resistencia al Capital... «En octubre de 1889 —escribe Palmiro Marbá, en su trabajo Origen, Desarrollo y Trascendencia del Movimiento Sindicalista Obrero— fundóse en Barcelona el Pacto de Unión y Solidaridad de los Trabajadores de la Región Española, que no era otra cosa que la continuación de las disueltas federaciones obreras. Enviáronse comisiones de propaganda a diversos puntos de España y a los pocos meses alcanzaba ya la misma importancia de las organizaciones desaparecidas». En mayo de 1888, el congreso o asamblea de las sociedades de resistencia de Barcelona, establece el «Pacto de Reunión y Solidaridad». En 1891, del 22 al 25 de marzo, tiene lugar en Madrid un congreso al que asisten unos cien delegados. Se examinan cuestiones administrativas y se discute ampliamente el problema de la jornada de 8 horas, dividiéndose las opiniones entre los que consideraban que debía lucharse por las 8 horas utilizando medios legales, reclamaciones, y los que propugnaban por la acción violenta de la huelga, prosperando esta última posición. Nos hemos limitado a registrar simplemente las anteriores citas incompletas, como final de nuestras observaciones, comentarios y opiniones en relación con el movimiento obrero en el período en que éste se desarrolló bajo la hegemonía y control del anarquismo. Al llegar al año 1888, nuestro trabajo se dedicará a exponer el desarrollo de la acción sindical de influencia socialista, con la creación de la Unión General de Trabajadores de España, acontecimiento que marca un hito en la historia del movimiento obrero español. Una acumulación de esfuerzos y de sacrificios como la que ofrece el 21
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balance del anarquismo español, no se encuentra en ningún movimiento obrero, pero todo fue inútil, estéril, negativo. Siendo falsas todas sus premisas, sus consecuencias no podían ser más que negativas. Anselmo Lorenzo, el patriarca del anarquismo, en sus reflexiones sobre esa época, deja escapar en El Proletariado Militante, no pocas lamentaciones : «¡Cuánto más beneficioso hubiera sido que en vez de arrancar acuerdos y soluciones por sorpresa, se hubiera propuesto la Alianza una obra de educación y de instrucción, encaminada a obtener acuerdos y soluciones como suma de voluntades conscientes!;.-..; »No se hizo así, y de ahí sobrevino un éxito aparente tan grandioso como falso al principio, falsa e impracticable organización después y, por último, una decadencia rápida que llega al lindero del fracaso absoluto...; »..,La obra desorganizadora de la Alianza, fue mucho más rápida que la organizadora...» Todo el período que hemos venido analizando podrá presentar diferentes matices, pero no es más que la obra de la Alianza del bakuninismo, con variados disfraces. En una formulación un poco estrecha, es verdad, pudiera decirse que lo que creaba Cataluña, lo destruía Andalucía; lo que hacía Andalucía, lo destruía Cataluña...; Consecuencia: el anarquismo no creó nada. Nada en él ha tenido continuidad.
79 HACIA LA CREACION DE LA UNION GENERAL D E T R A B A J A D O R E S D E ESPAÑA
Si buscáramos algunos antecedentes para justificar la constitución de la Unión General de Trabajadores de España (U.G.T.), independientes del movimiento obrero anarquista, tal vez sería correcto remontarnos y acudir al Congreso Obrero de Barcelona, de diciembre de 1865, patrocinado por el semanario El Obrero, del que era director Antonio Gusart. En efecto, en ese primer comicio aparece una inquietud «obrerista» nueva, que no es anarquista, pero tampoco se puede decir que estuviera encuadrada dentro de una orientación socialista, ni de acuerdo con los principios de la Primera Internacional que acababa de constituirse. El congreso se debatió en el confusionismo de los utopistas, en las ideas colectivistas, cooperativistas y del mutualismo. Las concepciones anarquistas, prudhonianas, que aparecieron en él no prosperaron; pero —como siempre— malograron los objetivos del congreso. En esa reunión y en los propósitos que la animaban es donde se encuentra, en nuestra opinión, la primera inquietud que puede concatenarse con otras que le sucedieron y que llevarían a la creación de la U.G.T. Más tarde, la bifurcación del movimiento obrero en sus dos vertientes —socialista y anarquista— sería inevitable, dada la filosofía de esta última. La idea de Carlos Marx de que convivieran en la Internacional todos los trabajadores, al margen de sus creencias filosóficas o religiosas, no prosperó. Bakunin y el anarquismo eran la negación de esa tendencia, de ese imperativo de unidad de acción de los trabajadores en una lucha eficaz y responsable por alcanzar su emancipación y por la defensa de sus reivindicaciones de clase. El anarquismo fue inconsecuente con el grito de «¡ Proletarios de todos los países, unios!», y con el apotegma «la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos». Esos llamamientos de unidad y de orientación no eran conceptos abstractos, sino conctetos y de321
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cisivos, pues el primero llevaba en sí la concepción de la necesidad de la unidad, como cuestión previa para articular e instrumentar la acción política y económica a través de un partido político propio de la clase obrera; el segundo advertía a ésta para que, a través de sus sindicatos, desarrollara las acciones económicas que interpretaran las reivindicaciones de tipo económico y social por las que debería luchar el proletariado, enfrentándose a sus explotadores, sin confiar más que en sus propias fuerzas, rompiendo con las falsas ilusiones a que le tenía acostumbrada la pequeña burguesía radical, con las concepciones del anarquismo y las filosofías de los utopistas. La intransigencia del anarquismo, el sectarismo y la parcialidad que caracterizaban todas sus actividades llevaban insensiblemente al desarrollo de las tendencias contrarias. Su acción secreta, con sus maniobras, potenciaba una corriente contraria a sus procedimientos de violencia. La oposición a la táctica y la filosofía ácratas fue expresándose tímidamente en los congresos organizados bajo el control y la hegemonía del aliancismo. como el de Barcelona de 1870 y los que le siguieron en Zaragoza y Córdoba. En el de 1870 apareció una ligera tendencia política que fue aplastada; el de Zaragoza de 1872 contó con la presencia de un núcleo importante y significativo de elementos de tendencias socialistas, muy influidos ya por las teorías marxistas, entre ellos José Mesa, Pablo Iglesias, Francisco y Angel Mora y, como elemento más destacado, Pablo Lafargue, el yerno de Carlos Marx, que había actuado en el Consejo general de la Internacional como secretario corresponsal para España, así como José Pamies, que ejercía una considerable influencia en el movimiento obrero catalán y en una de sus organizaciones más importantes como era la llamada Tres Clases de Vapor. A su personalidad sindical añadiría más tarde la de ser director del periódico El Obrero. Lafargue, como es sabido, participó en la elaboración de un importante informe sobre la propiedad, en cooperación con. Anselmo Lorenzo. Ese informe no se discutió en el Congreso de Zaragoza, quedó pendiente para el de Córdoba, en el que fue a parar al cesto del olvido. La labor de ese grupo marxista en el Congreso de Zaragoza fue totalmente neutralizada por los aliancistas; en el de Córdoba quedó totalmente marginado: los marxistas no asistieron. La segunda manifestación que puede ser considerada como otro de los antecedentes que llevarían a la creación de una central nacional inspirada en las tácticas y principios de la Primera Internacional —de acuerdo con las propias decisiones de ésta de que en cada país debería constituirse un centro nacional— es, a nuestro juicio, el Congreso de Toledo de 1873, organizado por elementos auténticamente internacionalistas de tendencia socialista, que aceptaban y normaban su táctica obrerista en los estatutos
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de la Internacional y que, sobre todo, estaban de acuerdo con su posición fundamental de considerar indispensable la acción política. El congreso fue impuesto o estuvo determinado por la actitud de los aliancistas en los de Zaragoza y Córdoba, en los que cerraron toda posibilidad de diálogo y de convivencia con corrientes que no se definieran categóricamente como anarquistas. El congreso no tuvo una gran resonancia, es cierto, pero fue un paso más hacia la creación de una central nacional de tipo nuevo y en la línea obrerista de tendencia socialista que, en aquellos momentos, exigían los intereses de la clase obrera. En torno al Congreso de Toledo coincidieron los elementos más significados del socialismo, que participaron directa o indirectamente en su preparación y en la definición de sus objetivos políticos. Entre esas figuras puede contarse a Pablo Iglesias, José Mesa, Antonio García Quejido, Facundo Perezagua. Los núcleos de apoyo, aunque débiles, estaban en Madrid, Barcelona y en algunos elementos aislados de provincias. Otro hecho que debemos registrar como antecedente casi decisivo —aunque no lograra alcanzar sus objetivos, pero que dejó sentada una premisa esencial— es, sin duda, el Congreso de Barcelona de 1882 en el que las tendencias anarquistas se vieron por primera vez neutralizadas e imposibilitadas de ejercer su monopolio, lo que no fue óbice para que, con su acción obstruccionista, malograran todo el esfuerzo realizado para crear una central nacional. A este congreso, celebrado en el Circo Ecuestre de la Plaza de Cataluña, asistió, entre otros, Pablo Iglesias quien, por su significación, así como por la de otros delegados, daba una fisonomía especial a la reunión. Del congreso de 1887 salió la constitución de la Asociación Nacional de los Trabajadores de España, organización que tuvo una efímera vida, pero que debe ser considerada como la primera central nacional de tendencia socialista constituida en nuestro país. Sus acuerdos y su declaración de principios fueron una anticipación de lo que serían los de la futura Unión General de Trabajadores de España, que surgió a la vida obrera seis años más tarde, en 1888, justamente un año antes de la creación de la Segunda Internacional (1889). Existen otros dos antecedentes que, por su significación, consideramos obligado destacar. Se trata de la importante organización Tres Clases de Vapor, de Barcelona, después de su separación de la línea anarquista y su evolución hacia el campo del obrerismo que aceptaba la acción política. Uno de los elementos que más contribuyeron a esta evolución, como apuntamos anteriormente, aunque fuera un tanto versátil en sus convicciones y terminara tratando de deshacer su propia obra, fue el militante José Pamiás, no sólo por su influencia directa en la organización, sino funda-
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mentalmente por su trabajo como director de El Obrero, el nuevo semanario, órgano de la sociedad Tres Clases de Vapor. El otro antecedente está en la existencia de la Federación Tipográfica Española, sobre todo en el núcleo de militantes de Madrid. En esta veterana organización y sus secciones es donde se agrupaban los elementos mejor preparados, más capaces y, en su mayoría, en la línea del socialismo; de ella salieron los dirigentes más prestigiosos y preclaros de nuestro movimiento político y sindical de tendencia socialista, los que dieron savia y contenido a la Unión General de Trabajadores de España desde su nacimiento hasta finales del siglo x i x y en los dos primeros decenios del siglo X X . Después de dejar registrados los anteriores antecedentes, entramos en los hechos que nos llevan directamente a la creación de la nueva central nacional. Correspondió al Centro de Clases de Mataró la iniciativa de proponer la convocatoria de un Congreso Nacional Obrero. En ese sentido, el 12 de agosto de 1887 se dirigió al Centro de Clases de Barcelona y éste se hizo cargo de la iniciativa y llevó a la práctica todas las gestiones y trabajos preparatorios para la celebración del congreso que tendría lugar en la Ciudad Condal los días 12, 13 y 14 de agosto de 1888, en la calle Tallers, número 29, domicilio del Círculo Socialista, es decir, un año después de que Mataró hubiera lanzado la iniciativa y seis más tarde del Congreso de 1882 en el que había sido creada la Asociación Nacional de Trabajadores. Como había ocurrido con motivo de la celebración de congresos internacionales, este de Barcelona aprovechó la organización de la Exposición Universal de 1888 para la reunión del comicio obrero. Como ya se ha dicho, de él salió la Unión General de Trabajadores de España. Y desde ese momento apareció en el movimiento obrero un nuevo vocablo: «ugetista», que lentamente fue arraigando en las masas y atrayéndolas hacia un movimiento sindical de tipo nuevo, que coincidía con los procesos que se estaban operando en el testo del movimiento obrero internacional. En 1888 tiene, pues su punto de arranque el proceso sindical español de tendencia socialista que, paso a paso, iría avanzando y consolidándose en una marcha ascendente que no conocería contención ni retroceso hasta que, en 1939, fue liquidada la segunda República y con ella desaparecieron, transitoriamente, las organizaciones obreras de clase y las instituciones democráticas. En el último decenio del siglo X I X se echaron las bases para que más tarde, a través de toda España, se levantaran, gracias al esfuerzo heroico de los trabajadores «ugetistas» las Casas del Pueblo, esos modestos rinco-
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nes de educación sindical, política y cívica que tanto contribuyeron a elevar la conciencia de clase de los trabajadores. Las Casas del Pueblo fueron escuelas de educación social, de preparación de un nuevo tipo de militantes y dirigentes impregnados de un elevado sentido de responsabilidad y honestidad política, los cuales constituyeron un gran ejemplo de ciudadanía.
80 PREPARACION Y CELEBRACION DEL CONGRESO N A C I O N A L OBRERO (Mataró, 4 de agosto de 1887 - Barcelona, 12-15 de agosto de 1888)
Una huelga de artes gráficas en la casa Rivadeneyra se transformó en una batalla político-sindical entre la organización y la patronal. La casa Rivadeneyra estaba considerada como de las más liberales del gremio. En ella encontraban trabajo los hombres sindical y políticamente más caracterizados del oficio, lo que no fue óbice para que se manifestaran intransigencias que llevaron a un sonado movimiento reivindicatorío que alcanzó gran significación. El movimiento, en la industria, había tenido un antecedente en 1882. Como consecuencia del conflicto, y de la actitud de boicot de los patronos contra muchos de los hombres de la Federación Tipográfica, Facundo Perezagua se vio obligado a emigrar a Bilbao; Antonio García Quejido, después de buscar trabajo sin resultado, terminó instalándose en Barcelona. Ya tenemos al toledano Perezagua radicado en Bilbao y a García Quejido en Barcelona: dos figuras significativas del grupo socialista marxista de Madrid, donde seguirían Pablo Iglesias, Matías Gómez de Latorre, Francisco Mora, el doctor Jaime Vera y otros. En el orden sindical y político quedaba establecido el triángulo Madrid-Barcelona-Bilbao, con Iglesias, Quejido y Perezagua. Desde París, José Mesa serviría de enlace entre el socialismo español y el francés —Julio Guesde—, así como con Federico Engels, Pablo Lafargue y Laura Marx, los tres interesados en el movimiento obrero español y conocedores del mismo. Con este grupo de pioneros de la acción sindical y socialista en provincias colaboraban algunos buenos militantes de Alcalá de Henares, Toledo y otros lugares, y especialmente, en Barcelona, Toribio Reoyo, José Comaposada y José Pamies; en Bilbao, Felipe Carretero y Toribio Pascual; en Guadalajara, Fernández Alonso. En Madrid estaba concentrado el grupo más importante. 326
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El 12 de marzo de 1886 inició su publicación en Madrid el semanario El Socialista, órgano del grupo socialista madrileño, con corresponsales en provincias —Comaposada, en Cataluña; Perezagua, en Bilbao; José Mesa en París—, periódico que, después de dar a conocer el programa del Partido —aún no estaba constituido con carácter nacional—, dedicaba sus columnas a la divulgación del socialismo, poniendo el acento en una labor sistemática de educación. El Socialista, dando continuidad a La Emancipación, fue el instrumento de educación más responsable y serio con que contó la clase obrera española a partir de 1886. Es verdad que adolecía de cierta pobreza ideológica; no obstante, desempeñó ese papel de educador, y contribuyó en forma decisiva al fortalecimiento y elevación de la conciencia de clase de los trabajadores, despertando, frente a la tradicional demagogia del anarquismo, un sentido realista y responsable en los hombres de las organizaciones y en las masas, y proporcionándoles una educación internacionalista. El Socialista fue una tribuna del socialismo en la que se defendieron los auténticos intereses de la clase obrera desde ángulos y concepciones serios y responsables. En la etapa que abarcó el siglo X I X , El Socialista siguió los principios de la Primera Internacional y contribuyó, tanto en el campo nacional como en el internacional, a sentar las bases que llevarían a la creación de la nueva Internacional en la que, en sus primeras etapas, se confundieron el movimiento político •—partidos socialistas— y el movimiento sindical —acción económica—, a través de las organizaciones obreras específicas, sindicatos, cooperativas y otros tipos de asociaciones. A partir de este momento nos ocuparemos, fundamentalmente, de los aspectos sindicales, del proceso de desarrollo en el período que abre la etapa de la acción sindical que se desliga del anarquismo y que acepta o hace compatible la lucha sindical con la política. Al reiterar que Cataluña fue la cuna del movimiento obrero anarquista tenemos que añadir que también lo fue del socialista más importante, los hombres más significativos de las nuevas tendencias que alimentarían ideológicamente a la clase obrera con las ideas socialistas. Ya en Barcelona, Antonio García Quejido, formando parte del reducido grupo de socialistas, anima la idea de organizar un congreso obrero. Algunos autores señalan que se puso de acuerdo con Pablo Iglesias. El detalle carece de valor. Antonio García Quejido ha sido el hombre de más capacidad organizativa que ha dado el movimiento obrero. Resultaba obvio que Iglesias, al frente de la Federación Tipográfica Española, que sería base esencial para la constitución de un organismo nacional. La identificación en este propósito entre Quejido e Iglesias y todo el grupo socialista madrileño era una consecuencia lógica. El fracaso del Congreso
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de 1882, con la craeción de la Asociación Nacional de Trabajadores, no podía repetirse. A la constitución de una central sindical seguiría la constitución con carácter nacional, y pública, del Partido Socialista Obrero Español. El paralelismo entre ambas organizaciones se registraría hasta nuestros tiempos, lo que constituyó, sin duda, un error. Al Mataró obrero le correspondió la iniciativa de gestionar la organización de un nuevo congreso. Iniciativa que encontraría la obstrucción de los medios anarquistas que habían monopolizado las organizaciones de Cataluña. Por eso, tanto el nacimiento de la nueva central sindical, como la formalización con carácter nacional del Partido Socialista en Barcelona, el corazón del anarquismo, adquiere todo su valor y relieve históricos. El 12 de agosto de 1887, el Centro de Clases de Mataró enviaba una comunicación al Centro de Clases de Barcelona proponiendo la celebración de un congreso obrero, concebida en los siguientes términos: «Centro de Clases de Mataró «Compañeros del Centro de Clases de Barcelona. Salud. «Compañeros: «Considerando que la crisis actual va revistiendo de día en día un carácter alarmante, tomando proporciones verdaderamente amenazadoras y tendiendo a hacer caer sobre nuestras familias la desolación del hambre más espantosa, sin expectativas de recursos, sin medios propios y adecuados para hacer frente a la situación precaria que va menguando poco a poco nuestro trabajo, ya muy fatigoso e improductivo para nosotros; considerando que está próximo el día que ha de faltarnos un bocado de pan para alimentar a nuestras esposas y a nuestros hijos; considerando que por nuestra parte estamos obligados a prevenir en lo posible los efectos desastrosos de la necesidad, antes que el mal sea incurable y las consecuencias fatales, y considerando que, según nuestra forma de ver, la crisis obrera tiende a aumentar en lugar de disminuir. «Este Centro, en reunión del 4 del actual, acordó por unanimidad haceros presente que urge que las clases obreras tomen una resolución rápida y enérgica, ya que nosotros creemos que con la celebración de un congreso nacional de todas las clases obreras podría encontrarse un medio conducente a remediar nuestro mal. «Este Centro os delega para que, si lo creéis conveniente, toméis la iniciativa para la celebración de dicho congreso. «Esperando vuestra resolución, este Centro os desea salud y revolución social. Mataró, 12 de agosto de 1887. Por este Centro: El secretario, Juan Torrente.
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«Sociedad de Oficiales Albañiles de Mataró y sus contornos. Unión de Preparadores, Hiladores y Tejedores de Mataró. Sociedad de Cerrajeros y Fundidores de Mataró. Sociedad Vidriera de Mataró. Sociedad de Obreros Curtidores. La Fraternal. Sociedad de Vidrieros de Mataró.» Como se desprende de la carta del Centro de Clases de Mataró, su propósito tenía un amplio sentido de unidad al mismo tiempo que demostraba cierta generosidad: cedía la iniciativa al Centro de Clases de Barcelona. El procedimiento, el curso que se daba a las gestiones para la celebración de un congreso, ya revelaba que se rompía con los viejos procedimientos de los anarquistas —de ordeno y mando—, que organizaban congresos —dos y tres en un año— precipitados y empujados por las maniobras e intrigas, unas veces de tipo internacional, otras por razones nacionales impuestas por las querellas o contradicciones entre sus propios grupos «específicos». El Centro de Clases de Barcelona recibe la invitación del de Mataró el 12 de agosto de 1887, y no le da contestación hasta después de junio de 1888. En el transcurso de ese período, el Centro de Barcelona desarrolla una activa labor democrática de análisis y estudio de la propuesta. En la directiva del Centro figura, entre otros, Toribio Reoyo, un fiel y responsable militante formado en la Federación Tipográfica. El Centro organiza una serie de asambleas de las organizaciones que agrupaba y que tienen lugar en las fechas siguientes: 14 de setiembre, 21 de octubre y 3 de diciembre de 1887; 1.° de febrero, 28 de abril, 17, 18 de mayo y 23 de mayo y 28 de junio de 1888. Después de ese análisis, las organizaciones aprueban la iniciativa de Mataró. La primera batalla estaba ganada. El anarquismo iniciaría su ofensiva contra ella, tratando de que no se llevara a efecto. Mataró y Barcelona serían el factor decisivo para poner en marcha la idea de la creación de una Central Sindical Nacional. Ante la iniciativa de Mataró, que hizo suya el Centro de Clases de Barcelona, todo el aparato de maniobra de los anarquistas se movilizó. Un llamado «Congreso amplio» tuvo lugar en Barcelona los días 19 y 21 de mayo de 1888. En el orden del día aparecía el siguiente punto: «¿Es conveniente establecer un Pacto de solidaridad entre las sociedades de resistencia? Si la respuesta es afirmativa, ¿cómo había de realizarse?^..» Antes, la comarcal de Sevilla había tenido su congreso en el que acordó su disconformidad con el «Congreso amplio», además de arremeter con-
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tra el Consejo Federal. De nuevo Andalucía contra Cataluña. En el llamado «Congreso amplío» es donde se acordó la constitución de un nuevo fantasma: La Federación de Resistencia al Capital, y se nombró una comisión que tendría su residencia en Alcoy. Aún existe otro «pacto»: Llevar el proyecto de congreso a la práctica en la Barcelona feudo del aliancismo no dejaba de ser una labor heroica, llena de inconvenientes y obstáculos que sólo podrían ser vencidos con el tesón, la estrategia y las convicciones de un Antonio García Quejido y un Toribio Reoyo, autores intelectuales y forjadores del programa. Madrid aportaría la solidaridad de sus hombres, entre eEos Pablo Iglesias, y con Pablo Iglesias el peso, el prestigio, la autoridad de la Federación Tipográfica Española, «la cuna de un gigante», según Morato. La Federación de Trabajadores de la Región Española —¿disuelta, existente?—, los aliancistas en acción, salió al paso de la iniciativa con una comunicación al Centro de Clases de Barcelona y con la edición de circulares, independientemente de acciones orales que trataban de obstruir la celebración del congreso. El Centro de Clases de Barcelona contestó a la Federación con la siguiente comunicación, que descubre cuáles eran los propósitos de los anarquistas : «A la C F. de la Federación de Trabajadores de la Región Española. Salud. «Recibido vuestro oficio con fecha abril pasado y las circulares que tuvisteis a bien enviarnos, las cuales fueron repartidas de acuerdo con el encargo que hicisteis a este Centro que, reunido el día 30 del mismo mes para deliberar sobre el asunto, acordó contestaros lo que sigue: »Que, por indicación del Centro de Clases de Mataró y de común acuerdo con el mismo, el de Barcelona va haciendo llamamientos continuados a los trabajadores asociados desde el 19 de setiembre de 1887, al objeto de celebrar un congreso nacional obrero para tratar de asuntos económicos y crear una organización sin distinciones, puramente de resistencia, la cual, uniendo en un estrecho lazo las fuerzas proletarias, fuese garantía favorable a sus intereses en la lucha contra el capital, cada vez más difícil y de menor éxito, debido a la disgregación de las fuerzas del trabajo. »Que, a pesar de los llamamientos hechos en los periódicos que se han servido publicarlos, a pesar de las circulares enviadas directamente, tanto a las sociedades adheridas a esta Federación así como a su Centro y C. F., la Comisión Ejecutiva de éste no ha merecido,
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ni siquiera como acto deferente y obligado entre los hijos del trabajo, ninguna contestación a sus invitaciones. »Que, teniendo en cuenta lo expuesto y estudiada vuestra circular convocatoria, en la cual se habla de lo conveniente que es inteligenciar las fuerzas del trabajo, no puede solidarizarse, teniendo en cuenta su disgregación, con los diversos llamamientos que la debilitan en vez de robustecerla. »Y que, siendo —según vuestra circular— igual o muy parecido el fin que unos y otros perseguimos con la celebración de un congreso nacional obrero, no solamente no podemos tomar parte en el que esa C. F. recientemente convoca sino que, al contrario y con la finalidad de que este deseo de inteligenciar las huestes obreras resulte más posible dando fuerza a un acto de tanta trascendencia, hemos de pediros que suspendáis al que para los días 19> 20 y 21 del mes en curso tenéis señalado, acordando, en cambio, adheriros al que por parte del Centro Obrero de Barcelona hay convocado con mucha más antelación al de esa C. F. y el cual se celebrará un mes después de que la Exposición Universal pueda considerarse inaugurada. »Y que, esto expuesto, no puede considerarse por nadie como una pretensión de superioridad, cosa que refutamos, sino como el justo y legítimo deseo de las clases de este Centro a favor de la unión de las fuerzas productoras para la lucha contra el capital, la cual unificación va amenazada con el congreso que por vuestra parte habéis convocado, que puede resultar débil y debilitar al nacional. «Apoyados en estas razones, y dado que persigue la inteligencia obrera por medio de vuestra Asamblea de Trabajo, esperamos que reconoceréis que es lo mismo que pretende este Centro con la suya y que, siendo igual la pretensión y anterior el llamamiento hecho por nuestra parte, a la vuestra corresponde prestarnos el necesario concurso para realizar la obra de todos. Esa, a más de ser altamente justa y razonable, es la mejor forma de facilitar la inteligencia obrera y de poder presentar delante de la burguesía un numeroso ejército proletario, el cual prepárase para luchar hasta destruir los odiosos privilegios, la inmensa tiranía que les hace sufrir. «Cumplimentando el encargo que la Asamblea del Centro nos confió, os deseamos salud y justicia social, la Comisión: «Toribio Reoyo, José Garrigó, José Borrell, Luis Rosal, B. Martín Rodríguez, Salvador Ferrer, Florensa, Juan Boixader. «Barcelona, 3 de mayo de 1888.»
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Los Centros de Clase de Mataró y Barcelona habían lanzado con mucha antelación la idea del congreso; los anarquistas salen al paso más tarde convocando otro y pidiendo que se suspendiera el promovido por los dos Centros. Maniobra burda pero muy propia de los procedimientos anarquistas, quienes no sólo habían silenciado los llamamientos de los que llevaban la iniciativa, sino que trataron por todos los medios de contrarrestarlos para después salir con la convocatoria de un contracongreso. La maniobra no era nueva. Tenía su ejemplo y escuela en la acción internacional de la Alianza contra la Internacional. El Centro de Clases de Barcelona prosiguió su acción preparatoria del congreso, respaldado por un importante número de organizaciones de la capital, de Mataró y de otros lugares, así como por la Federación Tipográfica y sus secciones. El 28 de junio fue lanzada la convocatoria, dirigida a todos los trabajadores. El histórico documento estaba redactado en los siguientes términos : «A los trabajadores: «Compañeros, »Los delegados de las clases obreras de Barcelona y su radio, adheridas al Congreso Nacional han acordado que la fecha del mismo sea los días 12, 13 y 14 de agosto próximo. »En su consecuencia, esta Comisión espera de las Federaciones, Sociedades, Centros y Agrupaciones obreras adheridas, así como de las que gusten tomar parte en el mismo, se sirvan nombrar los delegados que hayan de representarlas, a los que deben proveer de la correspondiente credencial, en la que harán constar el número de asociados que cuenta, expresando separadamente los que trabajan y los que se hallan parados. »Las Federaciones, Centros Obreros, Agrupaciones o localidades que se unan para nombrar delegados, deben hacer constar en la credencial las Sociedades y localidades que representan, con el número de asociados de cada Sección, o el de localidades donde no hubiere más que una de las primeras y dos o más de las últimas. »Los delegados deben estar en Barcelona la noche del día 11 del próximo agosto, presentándose en la calle Tajlers, núm. 29, piso 1.°, 1
1. Las Federaciones nacionales, comarcales o locales, así como las Uniones de oficio, Agrupaciones o Sociedades podrán estar representadas por un delegado por cada cien individuos o fracción de ciento, o bien por dos delegados las que cuenten más de trescientos afiliados.
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a
puerta 1. , en cuyo local constituirán la Comisión revisora de actas de delegados los siete primeros compañeros que entreguen sus nombramientos a esta Comisión y reúnan los requisitos indicados. »He aquí ahora el «ORDEN D E L D I A D E L C O N G R E S O »1.° Lectura del dictamen de la Comisión revisora de actas de los delegados y constitución del Congreso. »2.° ¿Qué alcance debe tener la Federación Nacional Española dentro de la lucha económica? »3.° ¿Debe formarse, esta Federación, de Sociedades aisladas, de Federaciones locales, comarcales, regionales o nacionales? »4.° ¿Se debe considerar constituida la Federación Nacional Española después del Congreso, y pueden adherirse a la misma las Sociedades que lo deseen? »5.° Si queda constituida, dividendo mensual que ha de satisfacer de cada federado y designación de la localidad donde debe nombrarse y residir el Comité Directivo. »6.° Relación que debe establecer la Federación con los trabajadores de todos los países, y »7.° Asuntos y proposiciones generales. «Debemos advertir a todos los compañeros que las votaciones se harán por el número de individuos representados y no por el de delegados y que, por lo tanto, no debe olvidarse hacer constar en las credenciales el número de asociados de cada Sección. «Esperando ver reunida en Barcelona una buena parte de la clase obrera española para formular una constitución del trabajo frente a la constitución de la holganza y constituir un poder productor frente al poder burgué's parasitario, saluda a los hijos del trabajo la Comisión Ejecutiva del Congreso Nacional Obrero: Toribio Reoyo, José Garrigó, José Borrell, Luis Rosal, B. Martín Rodríguez, Salvador Ferrer, Tomás Florensa, Juan Boixadé. «Barcelona, 28 de junio de 1888.» Como puede apreciarse, en ningún documento aparece el nombre de Antonio García Quejido; sin embargo, él era el que inspiraba y dirigía políticamente toda la labor que se desarrollaba en torno al congreso. Su celebración coincidiría con la Exposición Universal, que tendría lugar en Barcelona ese mismo mes de agosto. Esa coincidencia no haría más que
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recoger las experiencias de congresos internacionales que también habían tenido lugar aprovechando la oportunidad de la celebración de exposiciones internacionales. La primera idea de la convocatoria de un congreso, con antecedentes democráticos, serios y solventes estaba lanzada. Los «antiautoritarios» jamás habían acudido a un procedimiento tan amplio como el utilizado por los que los aliancistas acusaban de «autoritarios». El mes de agosto de 1888 es una bella página de la historia del nuevo movimiento obrero. La celebración del Congreso En las fechas acordadas tuvo lugar el congreso en la calle Tallers, 29, de Barcelona. El Socialista del día 17 de agosto publicaba la siguiente reseña : «En los días 12, 13, 14 y 15 del corriente han tenido lugar las sesiones del Congreso Nacional Obrero, habiendo tenido representación en el mismo las Secciones de Vidrieros, vidrio común y medio cristal; Tres Clases de Vapor; Sociedad de Albañiles de Tarragona; Federación Tipográfica, en representación de las Secciones de Madrid, Barcelona, Valencia, Castellón, Tarragona, Zaragoza. Logroño, Burgos, Bilbao, Córdoba, Málaga, Huesca, Guadalajara y Granada; Sociedad de Tejedores de seda de Barcelona y sus contornos; Estucadores de Barcelona; Cilindradores y Aprestadores de Barcelona; Carpinteros de Gracia; Unión de Obreros de la Madera de Madrid; Pulidores Marmolistas y Torneros Marmolistas de Barcelona; Centro local de Vich, compuesto de las Secciones de Curtidores y Alpargateros de aquella localidad; Centro local de Manresa, compuesto de Tres Clases de Vapor, Albañiles, Carpinteros, Curtidores y Cinteros de seda; Pintadores a mano de Barcelona y sus contornos; Estampadores de Barcelona y sus contornos; Herreros mecánicos de Barcelona y sus contornos; Picapedreros de Barcelona; Silleros de enea de Barcelona; Tejedores mecánicos de Caldas de Montbuy, y Panaderos de Castellón. Se han recibido además algunas adhesiones, entre las que recuerdo las de los Ebanistas, Silleros, Tallistas y Torneros de Santander. «Fijándose en las representaciones que a este Congreso han asistido, se ve desde luego que la importancia del mismo ha sido grande. Pero hay más aún: la seriedad que han revestido todas las reuniones, de un lado, y, de otro, la unidad de criterio que se ha podido observar en todas las delegaciones, hacen esperar que la obra comen-
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zada ha de dar grandes resultados antes de poco tiempo. Entre los acuerdos tomados figuran los de que la residencia del Comité Directivo de la Unión sea en Barcelona y que el próximo congreso se celebre en Mataró, así como que las Secciones que han ingresado en la Unión deben satisfacer acto seguido un dividendo extraordinario de 10 céntimos por individuo, con objeto de que el Comité Nacional pueda comenzar sus trabajos, tales como la impresión de los Estatutos y demás. En suma, espero que en breve veremos los buenos efectos que ha de producir entre los obreros españoles la Unión recientemente verificada.» (El Socialista, 17 de agosto de 1888.) El dictamen de la comisión de actas acreditaba las siguientes delegaciones : «El Congreso comenzó a las diez y media de la mañana del día señalado en la convocatoria, y quedó constituido con la representación que a continuación se indica, según el dictamen de la Comisión de actas: »La Unión de Obreros de la Madera, de Madrid, por Juan Serna, 79 individuos. Pulidores Marmolistas, de Barcelona, Basilio Martín Rodríguez, 62. Centro local de V i c h : Curtidores, Cerrajeros, Mecánicos, Tres Clases de Vapor, Carpinteros y Alpargateros, Pablo Roca, 155. Centro local de Manresa: Tres Gases de Vapor, Albañiles, Carpinteros, Curtidores, Cinteros de seda, Pedro Botifoll y Ramón Cuñé, 284. Pintádores a mano, de Barcelona y contornos, Segismundo Vilá, 94. Estampados, de Barcelona y contornos, Constantino Amigó y Antonio Cortés, 800. Herreros Mecánicos, de Barcelona y contornos, Juan Roca, 192. Centro local de Mataró: Cerrajeros, Vidrieros, Vidrio común y medio cristal, Baldomero Carbonell, 101. Tres Clases de Vapor, de Mataró, Rafael Orioles, 600. Albañiles de Tarragona, José Enguera, 70. Federación Tipográfica Española, Pablo Iglesias y Toribio Reoyo, 1 391. Sociedad de Tejedores de seda, de Barcelona y contornos, Salvador Ferrer, 100. Estucadores, de Barcelona, Cristóbal Uño, 100. Cilindradores y Aprestadores, de Barcelona y contornos, Antonio Tarroella y José Sarcos, 300. Carpinteros, de Gracia y contornos, Ramón Parramón, 50. Oficios de Función de Agua y Ramos anexos, Jaime Mora, Juan Mas y J. Castells, 290. 1
1. A todos estos pioneros del movimiento sindical español de tendencia socialista, nos proponemos rendir un modesto homenaje con la publicación de las 22
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»De los datos anteriores aparecen representadas, salvo error, de las Secciones de la Federación Tipográfica 44 Sociedades, perteneciendo 16 a las provincias castellanas y 28 de la región catalana, y éstas con un total de 22 delegados propios y 4 668 individuos. «Barcelona, local del Círculo Socialista, a 11 de agosto de 1888. »La Comisión revisora de actas: Pablo Roca, Ramón Cuñé, B. Martín Rodríguez, Constantino Amigó, Juan Serna, Segismundo Vila, Antonio Cortés.» El nombre de Unión General de Trabajadores de España fue propuesto por Pablo Iglesias, delegado de la Federación Gráfica. Se acordó que el Comité Nacional residiera en Barcelona y que el próximo congreso tuviera lugar en Mataró; se celebró en Villanueva y Geltrú. Se aprobaron las normas de organización, a base de Secciones de Oficio locales y a nivel nacional de Federaciones por grupos de industria. El Congreso —que aprobó varias resoluciones administrativas— encomendaba al Comité Nacional la elaboración de los Estatutos y normas por las que se regiría la Central. Se daba por objetivo: «1.° Reunir en su seno a las Sociedades, Federaciones y Uniones de resistencia. »2.° Crear nuevas Secciones de Oficio y constituirlas en Federaciones Nacionales. »3.° Mejorar las condiciones de trabajo. »4.° Mantener estrechas relaciones con las organizaciones de los demás países que persigan el mismo fin que esta Unión y practicar con ellas el principio de solidaridad. »La Unión General se propone realizar su objetivo apelando a la huelga bien organizada y recabando de los Poderes Públicos cuantas leyes favorezcan los intereses del trabajador, tales como la jornada de 8 horas, fijación de un salario mínimo, ¡igualdad de salarios para los obreros de uno y otro sexo!.,....» El Congreso designó como Presidente a Antonio García Quejido. En esa reunión aparece un nuevo lenguaje, es exponente de nuevos métodos, de nuevas tendencias en las que la ponderación, el sentido de responsabilidad y el realismo presiden las deliberaciones. Está ausente la demaActas de la U.G.T. de España (1888-1938), la gloriosa central Sindical creada por ellos hace ochenta y siete años.
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gogia, la exclamación demencial de «liquidación social», «Todo o nada», «Contra todos... Abajo todo... y arriba nada.,.!,» Realismo y sensatez, frente a irresponsabilidad y demagogia. El Comité, en la miseria y la modestia, falto de toda clase de recursos, empezó a funcionar el 1.° de octubre y quedó integrado con los siguientes militantes: PRESIDENTE VICEPRESIDENTE TESORERO SECRETARIO VICESECRETARIO VOCALES
Antonio García Quejido Salvador Ferré Ramón Colado Ramón Ciuró Juan Graelles José Carnicer y Basilio Martín Rodríguez
En el mes de noviembre aparecía el primer número de La Unión Obrera, órgano de la Unión General de Trabajadores de España..,. Paso a paso, piedra a piedra, fue levantándose el gran edificio de un nuevo y sólido movimiento obrero que desempeñó un papel decisivo en el desarrollo de la democracia española y en la educación cívica de nuestro pueblo a través de nuestras Casas del Pueblo. El 23, 24 y 25 de agosto, a continuación del Congreso constituyente de la U.G.T., da inicio a sus trabajos en Barcelona el Congreso constituyente del Partido Socialista Obrero Español. Anteriormente —véase cap. L X V — dimos cuenta de la creación en Madrid, en 1879, del P.S.O.E. que, debido a las circunstancias entonces imperantes, hubo de crearse y vivir en la clandestinidad por espacio de más de nueve años.
81 LOS PRIMEROS PASOS DE LA U.G.T. Abnegación, espíritu de sacrificio, honestidad La nueva Central Sindical tropezó con toda clase de dificultades materiales para su desarrollo. En el orden económico, vivió en una permanente penuria, todo lo contrario de lo que había sucedido a las organizaciones aliancistas, a los «núcleos» anarquistas, que siempre vivieron en situaciones económicas desahogadas, lo que les permitía viajar por el país y al extranjero, la publicación de revistas y semanarios, de toda clase de documentos y propaganda. La U.G.T. y sus organizaciones nunca conocieron esa situación ni esas posibilidades. No obstante, sí conocieron la injuria, la difamación, que acudiendo a las más bajas acusaciones manejando el tópico de las cuotas. Después del Congreso Constituyente, los pioneros de la U.G.T., iniciaron los trabajos de organización en las condiciones más difíciles. Como ejemplos bien elocuentes, damos a conocer breves extraaos de las primeras actas del Comité Nacional, que ilustran con toda claridad las dificultades vividas y, además, ponen de relieve el espíritu, la moral de que estaban poseídos los hombres de la U.G.T., moral y principios éticos que se mantuvieron en todos los tiempos y que dieron un carácter singular al ugetismo. La primera acta de la U.G.T. es de fecha 29 de octubre de 1888, y en ella se da por constituido el Comité Nacional acordado en el Congreso, acta que aparece entre las ilustraciones de este libro. ACTA del 31 de octubre de 1888. — «Se plantea la incompatibilidad entre el cargo de miembro del Comité Nacional de la U.G.T. y de otro cargo en alguna organización de base, de acuerdo con el artículo 17 de los Estatutos. Se examina el problema de adquirir un local. García Quejido propone que el Comité Nacional se establezca en el local de la Sociedad Tipográfica, sito en la calle San Vicente, n.° 24, piso 1.". 338
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puerta 1. . Se acuerda solicitar dicho local. Se acuerda obtener un sello que autorice las comunicaciones, así como imprimir el papel oficial. El compañero Quejido, da lectura de una comunicación referente al Congreso Internacional Parlamentario que celebran las Trade-Unions de Londres invitando a tomar parte a todas las organizaciones que lo crean conveniente. Después de una ligera discusión, este Comité, por unanimidad, acuerda contestar por escrito su modo de pensar.» ACTA del 3 de noviembre de 1888. — «El compañero presidente [Quejido] recuerda los inconvenientes de que no se puede resolver ningún asunto de interés hasta que no se tenga el local definido, como también los timbres, libros y demás objetos pertenecientes al Comité.,. El compañero B. Martín, recuerda que se tendría que contestar a las TradeUnions de Londres, y como no dispone el Comité de local fijo, queda, por unanimidad, que se les conteste por escrito o bien por un suelto de un periódico.» ACTA del 9 de noviembre de 1888. — «El compañero presidente [Quejido} da cuenta del armario que en sesión a la anterior se le dejó encargado para su construcción y manifiesta los precios que puede costar, y son de nueve duros a nueve y medio. Después de una pequeña discusión por los inconvenientes de si se mandaba construir o bien poderse suplir con alguno usado, quedó, por unanimidad de votos, se mandase construir nuevo. Se dio lectura a un documento de la Sociedad de Tipógrafos en el que se manifiestan los precios del local y son de 15 pesetas al mes, con objetos de escritorio y, después de una l i gera discusión, se aprueba se les conteste verbalmente a fin de procurar si se puede obtener alguna rebaja.» ACTA del 20 de noviembre de 1888. — «La Sociedad de Panaderos de Castellón envía 3 pesetas, cuota extraordinaria, al Congreso Nacional. Carta de la Sociedad de Ebanistas de Santander, adhiriéndose al Comité Nacional. Carta de la Sociedad de Albañiles de Tarragona, enviando cuotas. El compañero presidente da cuenta de haber comunicado a todas las sociedades que el Comité celebrará sus sesiones los martes y jueves, de 8 a 10.30 de la noche.» ACTA del 27 de noviembre de 1888. — «Han satisfecho sus cuotas la Sociedad de Cilindradores y Aprestadores, la Sociedad de Silleros, la Sociedad de Tejedores, la Sociedad de Estucadores, la Sociedad de Tejedores Mecánicos. El Centro Obrero de Vich se adhiere a la Unión. La
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Sociedad de Curtidores de Ripoll está en huelga, pero la U.G.T. no está en condiciones de prestarles solidaridad. No dispone de fondos.» ACTA del 4 de diciembre de 1888. — «Se dio lectura a una carta de la Sociedad de Carpinteros de Manresa, en la que manifiestan que, antes de adherirse a este Comité, desean saber las Sociedades que están adheridas, a fin de si les será conveniente o no. La Sociedad Las Tres Secciones (sic) de Vapor, de Mataró, manifiesta saber el número de socios de que se componen todas la ssociedades adheridas a este Comité y, al mismo tiempo, manifiestan la crisis social que atraviesan. El compañero presidente recuerda que el periódico La Unión Obrera, se publicará en el mes de enero, continuando la publicación trimestral.» ACTA del 11 de diciembre de 1888. — «...., Se dio lectura a una carta de la Sociedad de Vidrieros de Mataró, en la que manifiestan que por ahora no se les cuente como adheridos, pero que más adelante tomarán medidas y deliberarán y, si ven que les es conveniente, no se pondrán en ridiculez...» ACTA del 17 de diciembre de 1888. — «El compañero presidente propone que, en virtud de las cartas recibidas de Mataró, pase una Comisión a Mataró a tener una entrevista con dichas secciones por creerlo conveniente, y así fue aprobado. Se aprobó que la Comisión sea Quejido y Martín Rodríguez. Remitir una comunicación al Centro Obrero de Mataró para que anuncie una reunión para el día 23 del corriente de todas las sociedades que tomaron parte en el Congreso...» En esas breves estampas están los primeros pasos de una de las más antiguas centrales sindicales nacionales, de nuestra U.G.T., que llegaría a contar cerca de dos millones de afiliados.
82 EL CONGRESO CORPORATIVO INTERNACIONAL (Londres, 1888)
El Comité Parlamentario de las Trade-Unions británicas convocó un Congreso Corporativo Internacional para los días 6 a 10 de noviembre de 1888, dos años después del Congreso Obrero de París y cuatro meses después del constituyente de la U.G.T. de España, que recibe la primera invitación internacional para que asista al congreso. Nuestra nueva central sindical, carece de medios económicos, no puede enviar delegados y contestar a las Trade-Unions agradeciendo la invitación. Lo hace en papel simple; aún no tenía papel con el membrete de la organización. Acudieron al Congreso ciento veintitrés delegados. Estaban presentes representaciones de Bélgica, Holanda, Dinamarca, Italia y Francia. Las Trade-Unions marginaron a las organizaciones alemanas, rusas y austríacas, por estimar que ofrecerían una oposición a sus planes «corporativos», posición que mereció duras críticas de algunos delegados. Del Congreso de Londres se iría al de París de 1889, en el que nació la Segunda Internacional y en el que participaron delegaciones españolas. Los jefes de las Trade-Unions maniobraban para que el Congreso U n i versal de París, aceptara la línea corporativa, se enfrentaban con las posiciones positivas de otros congresos, para seguir solamente la línea de los congresos o «conferencias obreristas» (1883-1886). El congreso se declaró favorable a los principios de arbitraje y recomendaba que los delegados que asistieran al Universal mantuvieran las posiciones reformistas que caracterizaban al tradeunionismo, política que han mantenido hasta nuestros días. Para llevar adelante sus manejos las Trade-Unions se apoyaban en los «posibilistas» franceses. Para la organización del Congreso Universal se 1
1. Véase Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XIX, A.R.D., así como Informes oficiales del Congreso, en el Museo Social de París.
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había constituido una comisión, que los ingleses trataban de marginar. Esa comisión tenía un carácter unitario; su objetivo fundamental era la unificación del socialismo revolucionario inspirado en los principios de Marx y Engels. Los líderes británicos de las Trade-Unions aspiraban al control del movimiento obrero sindical. Cosa que lograron, pero lo que no podrían lograr —lo sabían— sería el control político de las organizaciones socialistas. De ahí su Congreso Corporativo y su estrategia divisionista con la organización del contracongreso de París, simultáneo al Universal. Si en muchos casos, sobre todo para España, está justificado el calificativo de la «pérfida Albión», en lo concerniente a los dirigentes reaccionarios de las Trade-Unions también son acreedores a ese calificativo. Realmente, su política en el orden internacional, ha sido pérfida, lo mismo en sus maniobras contra la Primera Internacional, que en su cobarde actitud en relación con la Comuna. De otra parte, su posición es lógica, no respecto a los intereses de la clase obrera internacional, sino para con los del capitalismo británico, a los que siempre han sido fieles.
83 HACIA LA CREACION DE LA SEGUNDA INTERNACIONAL (París, 1889)
1
El Congreso Universal de París crearía la Segunda Internacional, que daba continuidad a la Primera. La sigla de la A.I.T. sería manejada por el anarquismo, pero nunca volvería a ostentar el rango de Internacional. A la nueva Internacional le sale al paso una seria interferencia: la de las Trade-Unions, la de los «posibilistas» franceses que evolucionaron, del radicalismo semianarquista, al corporativismo. Su líder Pablo Brousse, que había radicado en Barcelona —perturbando nuestro movimiento obrero, aliado a nuestros aliancistas, implicado en todas las maniobras contra la Primera Internacional, siguiendo y fortaleciendo los manejos de nuestros aliancistas—, aparece como elemento activo contra los propósitos de crear una nueva Internacional con un contenido de clase y socialista. Se muestra como un agente de la división, al lado de los tradeunionistas conservadores del movimiento obrero británico. Frente al Congreso Universal, que además de sus objetivos políticos conmemoraba la toma de la Bastilla, se organizaría un contracongreso de «posibilistas», tradeunionistas y demás corrientes reaccionarias del movimiento obrero, con sus ingredientes anarquistas. Volvían a repetirse viejas estampas que, en nuevas versiones, llevaban el marbete del viejo bakuninismo. En su informe, la Comisión organizadora del Congreso Universal declaraba : «Los socialistas de Francia de la Revolución burguesa sin volución obrera que, sobre las clamará para todos la igualdad 1.
no podíamos dejar pasar el centenario afirmar la próxima llegada de una reruinas de la sociedad capitalista, proante el trabajo como ante los medios
Véase Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XIX. A.R..D.
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de existencia y de un disfrute ( . . » ) . Es por eso por lo que los sindicatos obreros y las organizaciones socialistas de Francia han decidido, en sus congresos de Burdeos y de Troyes, la celebración de un Congreso Internacional durante la Exposición Universal...» Es obvio que los jefes de las Trade-Unions no estaban de acuerdo con ese lenguaje, como no estuvieron de acuerdo con la Comuna de París. Londres contra París. Las organizaciones patrocinadoras del gran congreso, celebraron una conferencia previa para ultimar las gestiones de su preparación. Los alemanes hicieron lo mismo. La Conferencia general preparatoria tuvo lugar en La Haya. Allí se dieron cita los hombres más preclaros del socialismo; entre ellos, Bebel, Liebknecht, Pablo Lafargue... Los «posibilistas» rechazaron la invitación por oponerse a los acuerdos del Congreso Corporativo de Londres... La Conferencia de La Haya rechazó las posiciones de los «posibilistas» tradeunionistas. «El Congreso de Londres —decía la Comisión organizadora del Congreso Universal— no estaba calificada para tomar resoluciones comprometiendo a los partidos socialistas, no era un congreso socialista, sino simplemente corporativo en las manos de los parlamentarios de las TradeUnions...» Los diputados laboristas trataban más de servir a Su Majestad Británica que a los intereses de la clase obrera internacional y el socialismo. El organizador principal del Congreso Universal fue Pablo Lafargue. Los «posibilistas» y las Trade-Unions cargan con la responsabilidad histórica de la organización del contracongreso.
84 PRIMER CONGRESO DE LA N U E V A I N T E R N A C I O N A L O B R E R A SOCIALISTA
En la fecha prevista, del 14 al 21 de julio de 1889, en la Sala Petrelle, tuvieron lugar las sesiones del Congreso del que nace la Segunda Internacional. En el Congreso estaban concentrados los partidos políticos de la clase obrera, representados por hombres del socialismo tan valiosos como: Bebel, Liebknecht, Clara Zetkin, Bernstein, De Paepe, Volders, Vandervelde, Víctor Adler, José Mesa, Pablo Iglesias, Plejanov, Axarold, W. Morris, Cunningham, Graham, Leonor Marx, J. Burns, Lafargue, Guesde, Deville, Vaillant, Longuet, Malón, Basly, Leo Frank, héroe de la Comuna. Jamás comicio obrero alguno había reunido tal cantidad de personalidades socialistas de la valía de los que tomaron parte en este Congreso Universal Nunca se había congregado —dice Jean Longuet, nieto de Marx, en la Enciclopedia Socialista— «una asamblea tan representativa del proletariado de todos los países...». Ni la labor de división de los «posibilistas», ni las maniobras de las Trade-Unions, ni las ingerencias del anarquismo lograron el fracaso del congreso que daría vida a la Segunda Internacional. En el Congreso de París de 1889 es donde se adopta la resolución de la manifestación internacional del Primero de Mayo, esa bandera que durante tantos años movilizará a las masas trabajadoras del mundo, presididas por sus estandartes de lucha y por sus programas de reivindicación. 1
1.
Véase Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XIX. A . R . D .
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85 EL C O N G R E S O «POSIBILISTA» —O C O N T R A C O N G R E S O — (PARIS, 1889). P A R T I C I P A C I O N D E U N A D E L E G A C I O N CATALANA
«Posibilistas» y tradeunionistas fueron la base fundamental del contracongreso y los que llevaron a la práctica sus trabajos. Celebráronse las asambleas en la Sala Lancry de París, los días 15 a 20 de julio. Empezó un día después del Congreso Universal, y terminó un día antes. Las gestiones que se realizaron para unificar los dos congresos resultaron inútiles. La actitud intransigente de los tradeunionistas y de los «posibilistas» —un movimiento degenerado—, y las posiciones de las Trade-Unions. respondían a concepciones muy serias en su sentido reaccionario, en sus posiciones antirrevolucionarias. No se trataba de una actitud oportunista, era una línea de conducta que respondía a intereses que estaban en pugna con los de la clase obrera. La prueba más elocuente de de esta verdad histórica es que, hasta nuestros días, las Trade-Unions británicas han mantenido su línea de división entre la acción corporativa y la política. Sólo les ha interesado un movimiento obrero sindical unificado, siempre que fuera manejado desde Londres y de acuerdo con los altos intereses del Imperio Británico. Así fue todo el final del siglo XIX y los primeros decenios del XX, hasta después de la segunda guerra mundial. Pero este problema se evidenciará en el próximo volumen, en el que aparecerá la creación de la Primera Internacional Sindical, la Federación Sindical Internacional (F.S.I.), sojuzgada por los Citrini y compañía y al servicio de los intereses del imperialismo inglés, como la Federación Americana del Trabajo no ha sido en toda su historia, sino un instrumento al servicio del norteamericano. El antagonismo entre las dos organizaciones ha estado, y está determinado, 346
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por las contradicciones existentes entre ambos imperialismos. Gompers y Citrini servían a diferentes amos. En el congreso «posibilista» tomó parte una delegación española: A n tonio Fernández Felgueroso, de una sociedad de ingenieros; Eudaldo X u riguera, de Tres Clases de Vapor; José Campos, de la Sociedad de Barberos; Baldomero Oller, de Tintoreros; Miguel Gilbert, de Torneros de madera, y José Pamiés que, de evolución en evolución, cayó en el congreso «posibilista». El informe de la delegación española, fue dado a conocer al congreso por el delegado italiano (anarquista) A. Costa, bien conocido de todos los congresos aliancistas y divisionistas. El congreso «posibilista» careció de resonancia; el Universal confirmó la unidad del socialismo y dotó al proletariado de una nueva Internacional, que fue guía y orientación del mundo obrero socialista hasta la primera guerra mundial, que la hundió en la patriotería, llevando al naufragio el principio del internacionalismo proletario y, con ello, a la más profunda crisis del socialismo. 2
3
1. Samuel Gompers. Fundador en 1881 de la Federación Americana del Trabajo. 2. El viejo militante José Pamiás, ex aliancista, uno de los líderes de Tres Clases de Vapor, director de su revista El Obrero, que había evolucionado al campo socialista ingresando en el Partido, hubo de ser expulsado de éste por haber cumplimentado a la Reina Regente con motivo de su viaje a Barcelona para inaugurar la Exposición Universal. Pamiás se colocó frente al Partido y trató de formar otro, sin éxito. Se hilaba delgado en aquellos tiempos. Un acto de cortesía eliminó a un militante y lo convirtió en enemigo. Hoy habría que expulsar a todos los dirigentes socialistas de todos aquellos partidos que —en sus países respectivos— colaboran en gobiernos de Su Majestad... 3. Véase Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XIX, A . R . D .
86 L A PRIMERA MANIFESTACION DEL PRIMERO D E M A Y O E N B A R C E L O N A , M A D R I D Y B I L B A O (1890), TRES VICTORIAS D E L SOCIALISMO E N ESPAÑA
Como consecuencia del acuerdo del Congreso Universal de París de 1889 (Segunda Internacional), en España se celebraron las primeras manifestaciones del Primero de Mayo, que provocaron una situación conflictiva con los anarquistas, que querían transformar esa jornada en una acción violenta de huelga general. Las organizaciones de la U.G.T. y del Partido Socialista dieron a sus manifestaciones el alcance y significado que había establecido el Congreso de París. Las anarquistas sirvieron de justificación a las autoridades para dictar medidas que limitaban el derecho de manifestación, exigiendo que éstas se hicieran en locales cerrados. Los aliancistas, los de los famosos «Pactos», habían ganado una batalla más, de acuerdo con la reacción... Hubo manifestaciones importantes en Barcelona, presidida por Antonio García Quejido; en Madrid, por Pablo Iglesias, y en Bilbao, por Facundo Perezagua. A partir de esa fecha, la fiesta del Primero de Mayo fue una manifestación del proletariado en la que éste hacía recuento de sus fuerzas y elevaba a los poderes públicos los programas de sus reivindicaciones sociales. Cada movilización del Primero de Mayo fue una batalla moral, ganada por la clase obrera. Las colecciones de sus boletines, de sus periódicos extraordinarios correspondientes al día 1.° de mayo, constituyen una magnífica exposición de sus problemas, un exponente de las concepciones del socialismo, una presentación de sus hombres, de sus. valores. Los anarquistas actuaron al margen de las manifestaciones del Primero de Mayo, por más que recordaran a los Mártires de Chicago que habían ofrendado su vida, como tantos otros, en la lucha en favor de los tres ochos; uno de ellos, la jornada de 8 horas. En el Primero de Mayo nace y se desarrolla el sentimiento del internacionalismo proletario.
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86 LA PRIMERA MANIFESTACION DEL PRIMERO DE M A Y O E N B A R C E L O N A , M A D R I D Y B I L B A O (1890), TRES VICTORIAS D E L SOCIALISMO EN ESPAÑA
Como consecuencia del acuerdo del Congreso Universal de París de 1889 (Segunda Internacional), en España se celebraron las primeras manifestaciones del Primero de Mayo, que provocaron una situación conflictiva con los anarquistas, que querían transformar esa jornada en una acción violenta de huelga general. Las organizaciones de la U.G.T. y del Partido Socialista dieron a sus manifestaciones el alcance y significado que había establecido el Congreso de París. Las anarquistas sirvieron de justificación a las autoridades para dictar medidas que limitaban el derecho de manifestación, exigiendo que éstas se hicieran en locales cerrados. Los aliancistas, los de los famosos «Pactos», habían ganado una batalla más, de acuerdo con la reacción... Hubo manifestaciones importantes en Barcelona, presidida por Antonio García Quejido; en Madrid, por Pablo Iglesias, y en Bilbao, por Facundo Perezagua. A partir de esa fecha, la fiesta del Primero de Mayo fue una manifestación del proletariado en la que éste hacía recuento de sus fuerzas y elevaba a los poderes públicos los programas de sus reivindicaciones sociales. Cada movilización del Primero de Mayo fue una batalla moral, ganada por la clase obrera. Las colecciones de sus boletines, de sus periódicos extraordinarios correspondientes al día 1.° de mayo, constituyen una magnífica exposición de sus problemas, un exponente de las concepciones del socialismo, una presentación de sus hombres, de sus, valores. Los anarquistas actuaron al margen de las manifestaciones del Primero de Mayo, por más que recordaran a los Mártires de Chicago que habían ofrendado su vida, como tantos otros, en la lucha en favor de los tres ochos; uno de ellos, la jornada de 8 horas. En el Primero de Mayo nace y se desarrolla el sentimiento del internacionalismo proletario.
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su reunión. La crisis económica que se confrontaba en aquellos momentos, el paro, la acción de hostilidad de los anarquistas minimizaron su éxito. Era el Primer Congreso de carácter nacional que no se celebraba en una capital. Las dificultades, en parte, se ponen de relieve en el Acta del Comité Nacional, del 28 de octubre, de la que se desprende que: «La Sociedad de Albañiles de Ripoll no puede tomar parte en el Congreso porque ayuda a los huelguistas curtidores de Olot y no tienen fondos; la Sociedad de Albañiles de Mantesa manifiesta que no puede tomar parte en el Congreso por la escasez de trabajo; los Toneleros de Las Corts de Sarria no pueden tomar parte en el Congreso, pero agradecen la invitación; la Sociedad de Picapedreros de Linares no puede enviar delegado; la Sociedad de Arte [Fabril] de Puigreig participa que no puede enviar delegado; la Sociedad de Vidrieros de Barcelona participa que no puede tomar parte en el Congreso...» Recogemos solamente los casos de anuncio de inasistencia que aparecen en el Acta de esa fecha, omitiendo las numerosas organizaciones que comunicaban su asistencia. De esta información se desprenden las dificultades con que tropezaban las organizaciones afiliadas a la Unión General para su desarrollo, y la penuria económica en que vivían. En el momento del Congreso, la Unión cuenta unos 4 000 afiliados y treinta y seis secciones. Las deliberaciones, de un carácter constructivo, reafirman los principios que encarnaba la nueva central que iba abriéndose camino a fuerza de tesón y gracias a la tenacidad y firmeza de convicciones de sus hombres. Antonio García Quejido fue confirmado en su puesto de presidente y se designó secretario a Carlos Duval, complementándose el Comité con Felipe Tatche, Juan Graells y Juan Buxados. El Congreso acordó que el Comité Nacional continuase radicando en Barcelona. Entre el I Congreso, agosto de 1888, y el II, octubre de 1890, se produjeron algunos hechos de unidad que, por su significación y por la proyección que tendrían en el futuro de la Unión General, estimamos deben quedar registrados en nuestro trabajo. En noviembre de 1889 sale el primer número de La Unión Obrera. Fue una publicación irregular, pero en ella, sin duda, deben encontrarse elementos informativos indispensables para la historia. En febrero de 1889 aparece la primera acción unitaria entre el C . N . de la U.G-T. y el círculo socialista de Barcelona, para lograr la unificación de las dos organizaciones de picapedreros. Esa acción con-
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junta logró la unificación, que se debió también a la influencia personal de García Quejido. En junio de 1889, el C . N . examina la convocatoria del Congreso Universal Socialista de París. No pueden enviar delegado, se l i mitan a trasladar una felicitación y lamentar no poder asistir por falta de medios económicos. El segundo antecedente de unidad entre el G N . de la U.G.T. y el P.S.O.E., se produce el 1.° de abril, cuando representantes de ambos organismos examinan los acuerdos del Congreso Internacional de París, en lo que se refiere al Primero de Mayo, «Fiesta del Trabajo». Hubo acuerdo y el C . N . de la U.G.T. se dirige a todas las sociedades dándoles instrucciones «de que se pusieran de acuerdo con los círculos socialistas para establecer, junto con ellos, la conducta y actividades que debe seguir la clase obrera del 1." de mayo». Desde esa fecha el Primero de Mayo se celebró conjuntamente por el P.S.O. y la U.G.T. El 24 de abril de 1890 se declara la huelga de marmolistas de Barcelona, a la que la Unión prestó una gran atención por su importancia. En esos días, la organización de San Feliu, pide instrucciones sobre la manifestación del Primero de Mayo, «porque los ánimos están muy excitados...». El 24 de mayo, el C . N . examina los resultados de la jornada del Primero de Mayo, que se ha celebrado en muchas ciudades fortaleciendo el prestigio y autoridad de la U.G.T. La sección de Port-Bou dice que «después del éxito de la manifestación, los obreros vienen a organizarse y se hace organización...». El 30 de mayo, el C . N . examina la huelga de panaderos de Castellón, «contra la jornada de 18 horas y en defensa de la de 12, y de un aumento de dos reales». La mayor parte ganan ocho. La organización de Castellón dice que «el espíritu de asociación se ha desarrollado mucho en aquella localidad». El 23 de setiembre de 1890, una sociedad protesta por el hecho de que no hubiese asistido a su asamblea un miembro del C . N . ; García Quejido declara que «las asociaciones no son batallones que se reúnen a toque de trompeta». Esta contestación reflejaba el carácter de Quejido. El 12 de mayo de 1891 se examinan los trabajos realizados con ocasión del Primero de Mayo. Se había preparado un mitin, pero no llegó a celebrarse a causa de las provocaciones anarquistas. Quejido se manifestó contra la suspensión que, «más que prudencia, fue cobardía...». Siguiendo la táctica de hostilidad y provocación de los anarquistas, el 18 de noviembre de 1890, su periódico El Productor publica una carta de injurias y calumnias contra los hombres de la U.G.T., acusándoles de vividores de cuotas. El C . N . acuerda enviar una comunicación al director del semanario poniendo a su disposición, y a la de cuantos obreros lo quisieran, las cuentas de la Unión. Atacar a los hombres de la Unión en ese terreno, y precisamente por los anarquistas, era algo extraordinario. 23
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En ese medio, en ese campo de incomprensiones, de dificultades y de la mala fe del sector aliancista, nació y dio sus primeros pasos la Unión General de Trabajadores de España, contando solamente con la solidaridad y el apoyo del Partido Socialista Obrero Español. Los dirigentes de ambos organismos se confundían en el ideal del socialismo y en su realismo.
88 L A F E D E R A C I O N D E RESISTENCIA A L C A P I T A L , D E B A R C E L O N A Y SUS C O N T O R N O S (PACTO DE U N I O N Y S O L I D A R I D A D ) C O N V O C A U N AMPLIO C O N G R E S O (Madrid, 22 a 25 de marzo de 1891)
Siguiendo su línea de confusionismo, los anarquistas, utilizando sus pomposos nombres de Federación de Resistencia al Capital, Pacto de Unión y Solidaridad, convocaron un congreso más, dándole el título de amplio. Para su preparación lanzaron su propaganda y circulares, que dirigieron a todas las organizaciones, entre ellas a las de la U.G.T. Una de estas circulares fue enviada al órgano de la Unión General, La Unión Obrera. La U.G.T. que había recibido consultas a este respecto de sus secciones, contestó considerando que ella venía celebrando sus congresos normalmente —acababa de tener lugar el de Villanueva—, y que se debía a sus principios y normas, de acuerdo con sus propios estatutos. Los elementos de la Federación de la Resistencia al Capital, contestaron al Comité Nacional de la U.G.T. con la siguiente comunicación: «Barcelona, 12 de enero de 1891. »A1 Comité Nacional de la Unión General de Trabajadores de España. »En contestación a la vuestra de fecha 1.° del que cursa, debemos manifestaros que la circular a que os referís, fue dirigida al boletín órgano de la Unión General, que lleva por título La Unión Obrera, y no al Comité de la misma. Os saludamos y os deseamos salud y revolución social. »Por A. de la C. de R. y E. El secretario del interior. »(Hay un sello que dice: "Federación de Resistencia al Capital de Barcelona y sus contornos. Pacto, Unión y Solidaridad.")» Ante esta singular carta, el Comité Nacional de la U.G.T. se consideraba excluido del problema. Lo que los de la Resistencia se proponían 353
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examinar en su congreso amplio, la Unión General lo había resuelto en el suyo de Villanueva y Geltrú. Cuando se reflexiona sobre esa fiebre de congresos, esa inútil competencia de seguir tras los congresos de los demás o anticiparse a ellos, en ambos casos para neutralizarlos y hacerlos inoperantes, no puede menos que pensarse que se trataba de un juego, de una gimnasia de congresos de los anarquistas, que a su irresponsabilidad y demagogia unían una fuerte dosis de infantilismo. Esos factores negativos, entre otros, son los que justifican que pueda considerárseles dentro de una mentalidad demencial. El Congreso tuvo lugar en Madrid los días 22 y 25 de marzo de 1891. Un congreso más. El problema fundamental fue el que se suscitó en torno a la «Fiesta del Trabajo», Primero de Mayo, que los anarquistas querían transformar en una manifestación de huelga general, contra la opinión socialista e incluso de los acuerdos internacionales a los cuales se debían, tanto la U.G.T. como el Partido Socialista. En el fondo, se trataba de una de esas acciones e iniciativas del anarquismo, tan características suyas, y que no han tenido más que resultados perturbadores en el movimiento sindical. Ante su impotencia acudían, una vez más, a ese tipo de actitudes radicales y extremistas, desafiando unas realidades. El caso era estar contra todo y contra todos. Acudieron al Congreso algunos elementos no anarquistas que se opusieron a ese propósito, pero su punto de vista no prosperó. Se acordó la huelga general para celebrar el Primero de Mayo. La U.G.T. se opuso a ese movimiento, que no tuvo eficacia, salvo en Barcelona, donde logró cierto éxito. No volvió a repetirse, y el anarquismo se marginó, sitúan^dose en los años siguientes contra la Fiesta del Primero de Mayo, que siguió siendo una movilización nacional e internacional del socialismo, desde 1889 hasta nuestros días.
89 II C O N G R E S O DE LA S E G U N D A I N T E R N A C I O N A L (Bruselas, 1891). P A R T I C I P A C I O N D E P A B L O IGLESIAS Sé presenta una delegación anarquista catalana El II Congreso de la Segunda Internacional tuvo lugar, en Bruselas, durante los días 16 a 23 de agosto. Celebró sus sesiones en el magnífico edificio de la Casa del Pueblo. Asistieron numerosas delegaciones; entre ellas, algunas de las que habían tomado parte en el Congreso «posibilista» —contracongreso al Universal de París de 1889—, en las que se mezclaban elementos anarquistas. El socialismo se daba cita en Bruselas, y allí se concentraron sus hombres más prestigiosos. En este Congreso aparecen y se destacan Rosa Luxemburgo y Clara Zetkin. Por España, asistía Pablo Iglesias. En el informe publicado por el Secretariado Socialista, se decía: 5
«El Congreso de Bruselas puede ser considerado como el más importante de los congresos socialistas que han tenido lugar después del fin de la Asociación Internacional de los Trabajadores.» 1
Previamente al Congreso había tenido lugar una conferencia preparatoria del mismo, celebrada en Halle, localidad del distrito de Amberes. La Federación Americana del Trabajo había anunciado la participación en el Congreso de su presidente, Gompers —más tarde cancelaría su participación—, así como una visita a Federico Engels. De una forma imprevista, en el Congreso se presentó una delegación anarquista catalana que, sorprendiendo la buena fe del presidente del Con1. Nos permitimos remitir al lector a Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XIX. A . R . D . Por la amplitud de las resoluciones adoptadas (y a las que en dicha obra se les dedica el espacio que merecen —como en el caso de otros congresos internacionales—) omitimos reproducirlas en este trabajo.
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greso, Volders, fue presentada al mismo. La delegación estaba presidida por Fernández Gramos. El grupo reducido de delegados de significación anarquista, como era tradicional en ellos, provocó varios incidentes. El primero fue a cargo de los representantes de unos grupos belgas; el segundo, a cargo de los españoles. El presidente dio la bienvenida a esta delegación informal, y Fernández Gramos hizo una intervención en términos demagógicos y de violencia. Afirmó representar «a cincuenta organizaciones obreras creadas para sostener la lucha del trabajo contra el capital», manifestando que «todos los movimientos y todos los resultados de las luchas revolucionarias en España» eran obra de los anarquistas, atacando duramente el «politicismo» y considerando que «tenían más mérito aquellos que, como los de Chicago, iban a la horca y al martirio que aquellos otros que buscan, por el socialismo, mandatos y puestos en las asambleas políticas...» ¡Conceptos muy propios en un Congreso Socialista! El Congreso protestó por la actitud de la delegación anarquista española, que ni siquiera estaba acreditada ante el mismo y que, aprovechando la buena fe del presidente, provocaba el segundo incidente. La presidencia invitó al delegado oficial español a que interviniera para aclarar la situación. Y Pablo Iglesias, entre otros conceptos, expresó lo siguiente: «...Que los grupos representados por Fernández Gramos combatían encarnizadamente la manifestación del Primero de Mayo, empleando todos los medios, incluso la calumnia. Estos grupos no admiten la legislación del trabajo, cuyo estudio es, precisamente, uno de los objetos de este Congreso. No tienen, pues, razón para hacerse representar aquí...;.,» Por unanimidad el Congreso rechazó a la delegación de Fernández Gramos y a los que le acompañaban, retirándose éstos de la sala ruidosamente y profiriendo toda clase de insultos. Al día siguiente, uno de esos delegados se introdujo en el Congreso y provocó un nuevo escándalo. Los elementos anarquistas organizaron un mitin para protestar contra el Congreso; como elementos activos, en estas maniobras se destacaron los anarquistas españoles. El Congreso de Bruselas, fue una reunión de gran importancia y sus resoluciones, de suma transcendencia. Pablo Iglesias presentó un amplio informe sobre los avances del socialismo en España.
90 III C O N G R E S O D E L A U N I O N G E N E R A L D E T R A B A J A D O R E S D E ESPAÑA (Málaga, 7-11 de setiembre de 1892)
El III Congreso de la U.G.T. tuvo lugar en Málaga, desarrollando sus trabajos del 7 al 11 de setiembre, en el salón de Juntas del Centro Obrero. El salón estaba adornado por diez banderas rojas. Se encargó de su organización la Federación de Sociedades Obreras de Málaga. Actuó de presidente Facundo Perezagua. Estuvieron representadas setenta y una secciones, veintiún delegados, con un total de 7 000 cotizantes. En esa fecha las entidades que constituían la Unión eran noventa y siete. A continuación, damos a conocer la reseña oficial del Congreso: «Desde el 7 al 11 del corriente se ha verificado en Málaga el III Congreso de la Unión General de Trabajadores de España. »Las sesiones, que han sido siete (cinco públicas, una privada y preparatoria la otra), se han celebrado en el salón de Juntas del Centro Obrero, cuya sala ha sido adornada con las diez banderas rojas de otros tantos gremios que tomaron parte en la manifestación del Primero de Mayo de 1890. En el testero, sobre un fondo de tela roja, destácase un rótulo que dice: "Federación de las Sociedades Obreras de Málaga". En la parte superior hállase colocada la alegoría "La Comuna de París", y en la inferior, " E l Triunfo del Trabajo"; a los lados, derecho, los retratos de Marx y más abajo, el de Iglesias; e izquierdo, el de Engels y un cuadro con las fotografías de los individuos que pertenecieron a la Comuna. El conjunto del salón ofrecía un aspecto magnífico. »Se ha acordado que el presidente y el vicepresidente de la Mesa sean los mismos en todas las sesiones, siendo designados para dichos cargos los compañeros Perezagua y Jurado. «También se acordó nombrar cuatro secretarios, estableciendo un 357
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turno de dos para cada sesión, siendo elegidos los compañeros Dasí, Samo, Salinas y Roldes. «Formaron la Comisión de actas los compañeros Perezagua, J. B. Martínez y Jurado, que representaban a Bilbao, Játiva, Valencia, Madrid y Málaga. «Leídos los dictámenes de la Comisión y de la Subcomisión de actas, han sido aprobadas todas las presentadas, resultando estar representadas setenta y una Secciones por veintiún delegados, que dan un total de unos 7 000 federados. »La conducta del Comité Nacional, después de escuchado el dictamen de la Comisión revisora de cuentas, para la cual son designados los compañeros Arnau, Martínez y Tovar, ha sido aprobada por unanimidad. «También ha sido aprobada la proposición del Comité de que se consideren como donativos el préstamo de 300 pesetas hecho a la Sección de Aserradores Mecánicos de Valencia, y el de igual cantidad a la Sección de Cilindradores y Aprestadores de Barcelona. »Las proposiciones de la Sociedad de Obreros en Hierro de Linares, relativas a que todas las Secciones de la Unión usen en los sellos un mismo distintivo o alegoría y a la creación de una imprenta han sido rechazadas. «Respecto a la ratificación de la conducta que han de observar las organizaciones que forman parte de la Unión en el Primero de Mayo, el Congreso decide: »"La Unión General de Trabajadores de España se compromete solemnemente a aceptar las resoluciones que, acerca del Primero de Mayo, adopten los Congresos Universales Obreros legalmente constituidos. »"E1 III Congreso de la expresada Unión aprueba, desde luego, el acuerdo del celebrado en agosto de 1891 en Bruselas, y recomienda a las Secciones su más estricto cumplimiento, mientras otro Congreso Internacional no lo modifique." »A1 tratar el punto de la organización definitiva de la Secretaría del Trabajo de España, que tanto interesa a las colectividades obreras de resistencia, recomendada por el Congreso Universal Obrero de Bruselas, el Congreso acuerda que el Comité Nacional de la Unión constituirá definitivamente la Secretaría Internacional del Trabajo de España. 1
«Sobre la conveniencia de que la Unión tenga representación en 1.
Por la U . G . T . de España había asistido, como delegado, Pablo Iglesias.
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el próximo Congreso Obrero Internacional de Zurich, el Congreso acuerda: »"La Unión General de Trabajadores de España estará representada por un delegado en el Congreso Universal Obrero que se celebrará en Zurich, en 1893. »"Este delegado sólo intervendrá y dará su voto en aquellos puntos que guarden directa relación con las aspiraciones de las colectividades que componen la Unión. »"Las Secciones nombrará el delegado y un suplente, por lo menos con dos meses de anticipación a la fecha del Congreso, enviando inmediatamente el escrutinio en sobre cerrado aparte al Comité Nacional, para que éste haga cómputo general de votos un mes antes del día designado. »"Los gastos del delegado se sufragarán por la caja del Comité N a cional, y en el caso de que éste no dispusiera de fondos para ello, se cubrirán mediante un prorrateo entre todos los federados que trabajen. »"Dicho prorrateo se verificará dos meses antes de la elección de delegado."» Aquí salta a la vista un hecho que necesita ser explicado. Contrasta en efecto la importancia que ya tenía en el dominio social la U.G.T. y la extensión de los movimientos huelguísticos que dirigían sus secciones, con lo débil de sus efectivos. Dos razones hay que nos permitirán comprender el fenómeno. La primera, que las secciones de oficio no recogían más que la minoría más esclarecida de la profesión. La mayoría de los obreros de cada oficio, si bien se comportaban durante los momentos de lucha como buenos compañeros, no tenían la educación necesaria para permanecer, durante años, dentro de las sociedades obreras cotizando y sin que, aparentemente, esta dedicación les sirviera para nada. La otra razón es que, desde su fundación y como norma sustancial, la U.G.T. no ha considerado afiliados más que a los que estaban dentro de las condiciones establecidas, por lo que sección que se retrasaba en el pago de sus cotizaciones quedaba automáticamente excluida. Esta conducta contrastaba sensiblemente con la de otras organizaciones creadas precisamente a base de no cotizar, lo que les permitía hinchar a capricho sus efectivos, ya que no existía ninguna clase de controL Con sus 8 000 cotizantes en toda España, la U.G.T. había logrado, en la época de su III Congreso, una influencia considerable sobre las masas como resultado de su táctica y su seriedad, lo mismo en las cuestiones de tipo orgánico que en la acción proyectada hacia el exterior.
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La conducta o gestión del Comité Nacional, así como las cuentas, fueron aprobadas por unanimidad. Esta gestión se condensa en la práctica de la solidaridad mediante la entrega de donativos en metálico a las secciones que lo habían necesitada por estar implicadas en luchas con los patronos; la realización de una activa propaganda, aunque no toda la necesaria por falta de medios económicos, y el sostenimiento de varias huelgas reglamentarias y otras que, sin tener ese carácter, fueron sostenidas oficialmente por la Unión General. En relación con el Primero de Mayo, ya se ha visto, en las páginas inmediatamente anteriores, cuáles fueron los acuerdos del III Congreso. Se decidió, igualmente, enviar un delegado al Congreso Universal Obrero convocado en Zurich en 1893, y que dicho delegado sólo interviniese y diera su voto en aquellos puntos que guardasen relación directa con las aspiraciones de las colectividades que componen la Unión GeneraL El proyecto de Estatutos presentado por el Comité Nacional fue aceptado, con algunas modificaciones. La característica esencial de dichos Estatutos es que en ellos queda muy reglamentado y restringido el derecho de huelga de las secciones que aspiran al apoyo económico, estatutariamente condicionado, de las demás secciones de la U.G.T. Igualmente, el Congreso autorizó al Comité Nacional a elevar la cuota para gastos de administración y propaganda, cuando lo estimare necesario. Por unanimidad se decidió que el Comité Nacional siguiera residiendo en Barcelona, Después de leídas numerosas adhesiones, quedaron clausuradas las tareas de esta Asamblea, con un fogoso discurso de su presidente, que fue saludado con vivas de los delegados y el público. En el Teatro Turco se celebró un mitin el día 9- Ante numerosa concurrencia, tomaron la palabra Rafael Salinas, Salvador Dasi, Facundo Perezagua, Antonio García Quejido y Pablo Iglesias. Presidió el acto Antonio Valenzuela. José Comaposada fue designado presidente del Comité Nacional, y, por ausencia de Antonio Quejido, se hizo cargo de la secretaría Sebastián Leesuy, litógrafo. 1
1. Fueron delegados: Antonio García Quejido, por la U . G . T . , y Pablo Iglesias, por el Partido Socialista.
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España es, posiblemente, uno de los países que más conflictos huelguísticos registra en las diferentes etapas de su movimiento obrero. A f i nales del siglo X I X se produjeron una serie de huelgas que, por su carácter y significación, tuvieron gran repercusión social. En estas luchas obrero-patronales, la Unión General de Trabajadores desempeñó un papel de primer orden, y en ellas se fue fogueando nuestro proletariado de las concentraciones industriales. El mes de octubre de 1891, un fabricante de tejidos de Manlleu despidió a cinco obreras porque se negaron, en cumplimiento de las bases, a trabajar en las máquinas continuas que debían ser manejadas por hombres. El injusto despido de las cinco compañeras escondía, en el fondo, una maniobra destinada a obtener una rebaja en los magros salarios que se pagaban en la época. Instantáneamente, y de manera espontánea, más de tres m i l obreros de la industria textil de Manlleu abandonaron el trabajo, solidarizándose con las despedidas. La huelga fue, por tanto, general en la industria de la localidad y la lucha fue mantenida con gran tesón. Los huelguistas fueron socorridos y ayudados por los trabajadores de casi toda España y obtuvieron un triunfo completo. La motivación de esta huelga nos fuerza a introducir un comentario. Se trataba inicialmente de una huelga de las llamadas, más tarde, de dignidad. España ha sido el país donde más movimientos huelguísticos de este carácter se han producido. El despido injusto de un obrero ha determinado, en infinidad de ocasiones, el planteamiento de un conflicto huelguístico por su readmisión. Son muchas las huelgas que se han perdido y son también numerosas las que se han ganado. Desde el punto de vista del conocimiento de las masas obreras españolas y de su psicología, la extensión del fenómeno prueba la sensibilidad de los trabajadores españoles y su alto grado de combatividad. Prácticamente, esta tendencia a solidarizarse con el camarada que ha sido objeto de un trato injusto ha dado 361
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lugar a serios tropiezos, pero es indudable que esta propensión a reaccionar contra la injusticia, llegando hasta el sacrificio del jornal y a veces del puesto, constituye un exponente del magnífico temple de la clase obrera española desde los albores de su organización. La huelga de Manlleu tuvo otra significación. Su éxito probó que la práctica de la solidaridad en el plano nacional y de manera orgánica reforzaba extraordinariamente las posibilidades de lucha y aumentaba las probabilidades de victoria. Constituía, por tanto, un sano ejemplo que fue aducido con éxito, en favor de una táctica que era la específica de la U.C5.T. El 22 de enero de 1892, por incumplimiento de las bases de trabajo por parte de los contratistas, se declaró una huelga general de mineros en toda la cuenca de Vizcaya. El conflicto se inició en un solo grupo de explotaciones, pero pronto se generalizó el movimiento por solidaridad con los mineros en lucha. Aunque el paro fue total, la huelga discurría sin incidentes, no obstante la concentración de fuerzas del ejército que se produjo. A los fines de exponer la razón que asistía a los huelguistas, La Lucha de Clases, el glorioso semanario socialista de Bilbao, publicó, el 5 de febrero de 1892, un suplemento destinado a rebatir las mentirosas informaciones de la prensa burguesa. La Federación Minera, por su parte, publicó un manifiesto en el que, entre otras cosas, se decía lo siguiente: «Hubiérase localizado la huelga en las minas que explotan los mencionados contratistas, y tai vez no hubiese sido difícil conjurarlo si la soberbia del capital no hubiera sobresalido por encima de lo que demanda una conciencia que se inspira en nociones de equidad y de justicia; mas ante las amenazas del capital de efectuar el paro de todos los trabajos de la zona, los obreros de la misma, comprendiendo la razón que asiste a sus compañeros de explotación y de miseria, se adelantan para hacer causa común con sus hermanos, prefiriendo todo antes que sucumbir a la desmedida ambición de sus explotadores. «Preciso es, para conocer las desgracias de los trabajadores mineros, vivir entre ellos. No solamente sufren los rigores de un trabajo penoso cual ninguno, sin tener la menor expansión de las que pueden hacer al hombre agradable la vida, sino que además son objeto de peor trato, tanto de palabra como de obra, por parte de los explotadores y sus lacayos. »En la huelga de 1890 se consiguió mejorar algo las condiciones del obrero de las minas, en lo que respecta a las horas de trabajo,
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desaparecieron los cuarteles y tiendas obligatorias; pues bien, de aquellas fechas a esta parte no ha cesado el capital de mermar las concesiones entonces otorgadas. Las tiendas obligatorias y cuarteles han vuelto a funcionar en peores condiciones que antes en Matamoros y en la Reineta; en muchas minas está regulada la jornada de trabajo con arreglo al capricho del explotador; en otras, donde aún no se respeta lo anteriormente pactado, procúrase siempre tocar llamada al trabajo 15 y 20 minutos antes de la hora señalada, pudiendo decirse que son contadas aquellas canteras en que se respeta con entera escrupulosidad el compromiso en aquella fecha contraído. »Y si algo falta para ultimar este triste cuadro, podremos añadir que, en las minas, ni aun la libertad de pensai se consiente a los obreros, pues continuamente hemos tenido que sufrir la persecución injusta decretada por el capital, viendo con todo dolor de nuestro corazón cómo eran lanzados de los trabajos honrados obreros que no habían cometido otro delito que significarse en la defensa del principio de asociación que la ley regula y sanciona para todos los ciudadanos.» Declarado el estado de guerra en Bilbao, las autoridades comenzaron a realizar toda clase de atropellos, a encarcelar huelguistas y a deportar por carretera a cuantos fueron juzgados peligrosos. Entre los que sufrieron prisión figuraba el entonces director de La Lucha de Clases, Valentín Hernández, que fue procesado. Las persecuciones que hubo de sufrir el valiente semanario socialista llegaron a tal punto que el periódico debió suspender su publicación por algún tiempo. También se practicó la solidaridad hacia los mineros en toda España.
92 III CONGRESO O B R E R O D E L A I N T E R N A C I O N A L SOCIALISTA (Zurich, 1893)
Pablo Iglesias y Antonio García Quejido participan por España La Internacional Socialista celebró su III Congreso del 6 al 13 de setiembre de 1893, en Zurich, en la Sala Tonnalle. Fue un Congreso importante, con su doble significación de «obrero» y «socialista», con participaciones sindicales y de partidos socialistas y otras organizaciones que aceptaban la acción política. Como era costumbre, antes del Congreso tuvo lugar en Bruselas una conferencia preparatoria que, entre otras medidas, adoptó un reglamento para la admisión de las delegaciones. La experiencia de Bruselas no volvería a repetirse. «Serán admitidos en el Congreso —dice una parte del reglamento— todos los sindicatos profesionales obreros, así como aquellos partidos y asociaciones socialistas que reconozcan la necesidad de la organización obrera y de la acción política...» En este Congreso se registraron los grandes avances del socialismo en Europa, particularmente en Alemania. En el manifiesto enviado a todas las organizaciones, se decía: « . . . No tenemos que recordaros que la marcha ascendente de las organizaciones obreras y socialistas de todos los países ha sido inmensa en estos últimos años^.»
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«El Congreso Internacional Obrero Socialista de 1893 en Zurich dará, así lo esperamos, una idea impresionante de este avance.™»
«¡Que el Congreso de Zurich pueda ser una estación que nos acerque al objetivo que realizará el gran llamamiento moderno: «¡Proletarios de todos los países, unios!» Las delegaciones fueron muy nutridas. La inglesa estaba integrada por sesenta y cinco delegados; la alemana, por ciento sesenta y cinco. En total, asistieron cerca de medio millar de delegados. Por España tomaba parte Pablo Iglesias, en representación del Partido Socialista, y por vez primera Antonio García Quejido, por la Unión General. El Congreso pudo escuchar, por última vez, la palabra de Federico Engels, que hacía mucho tiempo no asistía a congresos internacionales. Dos años más tarde desaparecería para siempre el leal compañero, el gran colaborador de toda la obra de Carlos Marx. La amistad, la camaradería, mejor diríamos la hermandad entre Engels y Marx es uno de los ejemplos más bellos y profundos que nos ofrecen los dos fundadores del socialismo científico. En el Congreso se produjo de nuevo una controversia con delegaciones «anarquizantes». El Congreso rechazó sus posiciones. Frente a posiciones anarquistas, el Congreso aprobó una definición de Bebel: «Por acción política se entiende que las organizaciones de los trabajadores buscan, en lo posible, emplear o conquistar los derechos políticos y el mecanismo de la legislación para asegurar, así, el triunfo de los intereses del proletariado y la conquista del poder político...» El Congreso fue muy rico en toda clase de resoluciones. (Para mayor información sobre este importante evento, nos permitimos remitir al lector, una vez más, a la obra Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XIX, A.R.D.)
93 EL M O V I M I E N T O O B R E R O CATOLICO (1893)
En mayo de 1891 había aparecido la Encíclica «Rerum Novarum», de León XIII, con la que la Iglesia Católica Apostólica y Romana trataba de salir al paso de los avances del socialismo en el seno de las masas trabajadoras. En mayo de 1893 se celebra en Valencia la primera asamblea de círculos, patronatos y corporaciones obreras católicos. En el mismo mes de 1896 se celebró en Madrid una segunda asamblea; en ella se dio por constituido el Consejo Nacional de Corporaciones Católicas Obreras. Las asociaciones confesionales obreras —sindicatos amarillos— representaron un obstáculo más para el desarrollo de las organizaciones de clase. Ese era el objetivo de sus patrocinadores, apoyándose en la ignorancia y falta de conciencia de clase de aquella parte más inconsciente y atrasada de la masa obrera, sobre todo en el campo. La Iglesia desempeñaba un papel social reaccionario, siguiendo las orientaciones del Vaticano, con él propósito de frenar el despertar de las masas explotadas y de oponerse a la acción sindical, enmarcada en la lucha de clases, con su engañosa teoría de la armonía de clases entre el capital y el trabajo, inspirada en la doctrina social de sus Encíclicas. En el fondo se trataba de una ofensiva contra el socialismo. El mencionado Consejo Nacional, bajo control y dirección de jerarquías eclesiásticas dependientes de la autoridad episcopal, establecía como objetivos: «Tener la suprema inspiración y dirección de la obra en toda la nación. «Conservar la unidad entre los diferentes Consejos diocesanos. «Procurar la creación de éstos, allí donde no existan. «Fomentar la creación de círculos, patronatos y centros análogos católico-obreros. «Secundar las enseñanzas del Romano Pontífice, en lo relativo 366
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a la cuestión social, por cuantos medios puedan favorecer a los obreros y conduzcan a la reunión en caridad y armonía de las distintas clases sociales. «Recabar de los poderes públicos las medidas de protección necesarias para el mejoramiento moral y material de las clases obreras y realizar cuantos trabajos en este orden le sugiera su celo.»
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94 IV CONGRESO DE LA U N I O N G E N E R A L D E T R A B A J A D O R E S D E ESPAÑA (Madrid, 1894)
La Unión General de Trabajadores de España celebra su IV Congreso en Madrid. Es el primero que tiene lugar en la capital de España, donde está concentrado el núcleo socialista y un grupo de sociedades obreras que cuentan cuadros dirigentes muy valiosos, sobre todo los agrupados en torno a las secciones de Artes Gráficas, aparte de ser Madrid la sede de la dirección nacional de su Federación. Después de sus anteriores congresos —dos en Cataluña y uno en Málaga—, la U.G.T. se asomaba a Madrid donde, de acuerdo con una decisión del VI Congreso de 1899, se instalaría definitivamente su Comité Nacional. El Congreso inició sus tareas el 2 de agosto. La U.G.T. cuenta noventa y siete secciones en las que están representados 8 553 cotizantes. La influencia que ejerce en la clase obrera es considerable, y no puede medirse por ese número de cotizantes. Los trabajadores madrileños recibieron con gran afecto a sus camaradas de provincias y se dispusieron a seguir con la mayor atención unas deliberaciones que de manera tan decisiva habrían de influir, años más tarde, en la vida de la clase obrera de la capital de España. El Congreso sigue la misma orientación de los anteriores, ratificando sus posiciones reivindicatorías. La impresión que el desarrollo de las sesiones produce en los afiliados de Madrid es verdaderamente notable. Antonio García Quejido dio cuenta de su participación, como representante de la U.G-T., en el Congreso Internacional de Zurich, de 1893. Fue la primera presencia de nuestra Central Sindical en una reunión Internacional. Entre los acuerdos tomados, figura el de que el Comité Nacional continuará residiendo en Barcelona y. como el compañero García Quejido había vuelto a fijar su resi368
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dencia en aquella ciudad, se le reintegra a su puesto de secretario general, y se designa presidente a Juan Villarrubias. Terminadas las tareas, se celebró un importante acto de propaganda en el que, entre otros, intervinieron Pablo Iglesias y Antonio García Quejido. Después del Congreso —en octubre de 1895—, prodújose en Málaga un serio conflicto; la U.G.T. se vio envuelta en una lucha que adquirió gran alcance político por el carácter de desafío que representaba. El gran «patrono» de Málaga, el marqués de Larios —gran señor feudal—, declaró el «lock-out» en su fábrica, «La Industrial Malagueña», por negarse los trabajadores a disolver la organización con que contaban desde 1890 y que formaba parte de la U.G.T. La empresa había despedido a diecinueve trabajadores y, ante la reacción de solidaridad de sus compañeros para que se anularan los despidos, el patrono cerró la fábrica. Ante esta provocación, el Comité Nacional de la U.G.T. designó a Pablo Iglesias y A n tonio García Quejido para dirigir el movimiento de solidaridad y resistencia. Este duró desde el mes de octubre de 1895 hasta enero de 1896. Con el apoyo de las autoridades, la victoria fue del marqués. Los trabajadores fueron condenados a una mayor miseria. Pablo Iglesias fue procesado por su intervención, y condenado a cuatro meses de prisión. Por cierto que en la cárcel fue atendido por el doctor J. Viñas, antiguo elemento aliancista y uno de los bakuninistas aliancistas que el lector recordará de algunos de los capítulos anteriores. Iglesias cumplió su condena y, puesto en libertad el 6 de febrero de 1896, publicó el siguiente mensaje: «A mis correligionarios y a los individuos de la Unión General de Trabajadores de España: »A1 salir hoy de esta cárcel no puedo menos de expresaros mi más profundo reconocimiento por las pruebas de cariño que me habéis dado y por los sacrificios que os habéis impuesto, practicando ampliamente el principio de solidaridad, para atender a mi sostenimiento. »Me parece excusado deciros que los mismos bríos, si no más, tengo ahora al volver a trabajar a vuestro lado, por el mejoramiento y la emancipación de nuestra clase, que tenía antes de que me encarcelaran. »Cuando hay convicciones, cuando se pelea por una causa tan noble, tan justa y tan grande como la que defiende el proletariado militante, ni la prisión abate, ni la calumnia quita aliento, ni los sacrificios anonadan. »Pese a los Larios, pese a toda la clase capitalista y a sus serviles
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auxiliares, los explotados se unirán, sacando de su unión la fuerza que ha de acabar con el dominio burgués e implantar un régimen social que excluya toda tiranía y toda barbarie. «Vuestro y de la causa del trabajo, «Pablo Iglesias» Antes de que Iglesias regresara a Madrid, se celebró en Málaga un importante mitin en el que, además de los compañeros Salinas y Mairena, usó de la palabra Iglesias quien, ante numerosa y entusiasta multitud, hizo el proceso de la burguesía y afirmó su fe en los destinos del proletariado. El marqués de Larios no había ganado más que una batalla transitoria.
95 M U E R T E D E FEDERICO ENGELS (Londres, 1895) Engels y España El 5 de agosto de 1895, el proletariado mundial perdía al continuador infatigable de la obra de Carlos Marx. Engels sobrevivió a Marx doce años. En ese tiempo, con la ayuda de las hijas de Marx, sobre todo de Laura, dio fin a los trabajos que Marx había dejado pendientes y vulgarizó sistemáticamente su obra y sus concepciones. Asistió al Congreso de la Internacional Socialista, celebrado en Zurich en 1893, comicio que no sólo contó con su presencia, sino con sus consejos y activa colaboración. El IV Congreso, que se celebraría en Londres en 1896, registraría pérdida tan irreparable, Marx y Engels, los dos gigantes del pensamiento socialista habían desaparecido, pero sus teorías, sus concepciones estaban profundamente arraigadas en el movimiento obrero. Sus ideas no dejarían de proyectarse, hasta nuestros días, sobre el proletariado internacional. Su grito de «¡Proletarios de todos los países, unios!», figuraría en la bandera de los nuevos Estados socialistas que ellos habían soñado y que se levantarían sobre las bases de sus teorías y concepciones políticas y económicas, surgidos y determinados por la gran Revolución Rusa de 1917. El primero de esos acontecimientos, que cambió el rumbo del mundo, se produjo a los veintidós años de desaparecido el segundo timonel de la nave del socialismo. El marxismo no era una utopía, se había convertido en una realidad práctica, animada por el proceso de desarrollo de una nueva sociedad, socialista, en la sexta parte del mundo. La cadena del mundo capitalista se había roto. De la revolución rusa, gracias a ella, a su contenido y su proyección histórica, saldrían triunfantes otros procesos revolucionarios, y de ellos nuevos Estados socialistas, hasta dejar dividida a la Humanidad en dos mundos: El mundo socialista y el mundo capitalista. El primero, siguiendo su proceso histórico de evolución y ascenso; el segundo, debatiéndose en sus contradicciones y retrocediendo por el 371
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empuje de las fuerzas que históricamente le hundirían. Lenin, que aparece en el movimiento obrero coincidiendo con los últimos años de Engels, le dedicó un bello artículo necrológico, encabezado con estas dos exclamaciones : 1
«¡Qué lumbrera intelectual se ha apagado!» «¡Qué gran corazón ha dejado de latir!» El 5 de agosto de 1895, las rojas banderas del proletariado internacional estaban de luto; todos los corazones proletarios estaban de luto. Es una lástima que Engels dispusiera que, a su muerte, su cuerpo fuera incinerado y sus cenizas arrojadas al Támesis. Deberían reposar, junto a los restos mortales de su gran amigo e inseparable compañero Marx, en el cementerio londinense de Highgate. El nombre de uno y otro, devenidos inseparables, continuaron viviendo, así como sus ideas y sus concepciones, en el corazón del mundo obrero, de las generaciones que les siguieron hasta nuestros días, y seguirán viviendo perennemente en las futuras. Sus figuras permanecerán presentes, por siempre jamás, en el mundo socialista. Por considerarlo de interés reproducimos a continuación el texto de un escrito, especialmente redactado por Engels —dos años antes de su muerte, y con motivo del Primero de Mayo de 1893— para el número extraordinario que El Socialista consagró a la conmemoración de esa fecha. El artículo dice así: «La Revolución del proletariado lo trastorna todo, hasta la cronología. »Los obreros españoles, que en otro tiempo conmemoraban el 2 de mayo, hoy celebran el 1.°. De suerte que el 1.° de mayo, por lo menos en España, viene después, y no antes, que el 2 de mayo, diga lo que quiera el calendario. »Del 2 de mayo al 1.° hemos realizado grandes progresos. En efecto, ¿qué hubo el 2 de mayo de 1808? La invasión extranjera, de una parte; el pueblo de Madrid, de otra. Esto parece muy sencillo, y, sin embargo, la situación era muy complicada. El pueblo españoL para combatir la invasión extranjera y la tiranía de Napoleón, viose obligado a combatir al mismo tiempo a la Revolución francesa para recuperar su independencia; tuvo precisión de restablecer el despo1.
Véase Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XIX. A.R.D.
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tismo del idiota y sanguinario Fernando VII, sostenido por la nobleza y por el clero. »En igual caso se encontraron los otros países. Ni Alemania, ni Italia, ni la misma Francia pudieron sacudir el yugo de Napoleón sin entregarse atados de pies y manos a la monarquía feudal y clerical, a la reacción más desenfrenada. »He ahí cómo las guerras de pueblo a pueblo hacen complejas y confusas las situaciones más claras y sencillas. «Pero, del 2 al 1.° de mayo, el progreso verificado es enorme. El 1." de mayo significa una situación clara, determinada, transparente, dos campos muy distintos, opuesto el uno al otro; de un lado, el proletariado internacional agrupado bajo la bandera roja de la emancipación universal; del otro, las clases poseedoras y reaccionarias de todos los países, estrechamente unidas para la defensa de sus privilegios explotadores. Así no hay confusión ni error posible. La lucha es franca; la bandera roja, ondea; la victoria es segura. «¡Adelante en toda la línea! •¡Federico Engels. «Londres, 13 de abril de 1893.»
96 V CONGRESO DE LA U N I O N G E N E R A L DE TRABAJADORES DE ESPAÑA (Valencia, 1896)
El V Congreso se celebró en Valencia los días 25 y 26 de abril del año 1896. Aprobadas las actas de los veintiséis delegados que asisten, se nombra presidente al compañero Pablo Iglesias. El secretario amplió verbalmente el contenido de la Memoria presentada por el Comité Nacional. Después de la intervención de varios delegados, quedó aprobada por unanimidad la gestión del Comité. Seguidamente se decidió que los fondos existentes en la Caja de huelgas pasasen a la Caja general Después de amplias discusiones, se aprobaron varias modificaciones a los Estatutos. Las cuentas fueron igualmente aprobadas. A continuación se pasó a discutir la proposición de Obreros en Hierro, del Ferrol, por la que se trataba de obligar a las secciones afiliadas a la U.G.T. a que apoyasen incondicionalmente las candidaturas socialistas para los Municipios, las Diputaciones y el Parlamento. Esta proposición fue defendida por Gascó y Cervera, y combatida por Sempere y Martín Rodríguez. López presentó una enmienda destinada a quitar al acuerdo su carácter de obligatoriedad, dejándolo reducido a un consejo. Iglesias combatió la proposición y la enmienda. Su punto de vista era el de que se debía dejar en libertad a las secciones para que apoyaran las candidaturas socialistas, porque nada puede oponerse a ello; pero estimaba que podían producirse serios daños a la U.G.T. si se imponía una actitud semejante a las secciones. Proposición y enmienda quedaron retiradas. Se acordó enviar representación al Congreso Internacional de Londres y, una vez más, que el Comité Nacional siguiera residiendo en Barcelona. Se ratificó en la secretaría general a Antonio García Quejido, no obs374
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tante haber indicado este compañero la necesidad en que se veía de abandonar su residencia en aquella ciudad. Se fijó que la sede del VI Congreso fuera Mataró. Después de varios discursos, y así que fueron leídas las comunicaciones y adhesiones, el presidente, en frases elocuentes, dio por terminada la asamblea. El Centro Obrero de Valencia organizó un obsequio a los delegados, y en el acto reinó la más cordial camaradería. El Comité Nacional quedó constituido como sigue: PRESIDENTE VICEPRESIDENTE TESORERO VICETESORERO SECRETARIO VICESECRETARIO VOCALES D E L E G A D O S
Luis Zurdo Olivares. José Batlleri. Pablo TapioL Juan Fusté. Antonio García Quejido. Antonio Palau. Esteban Velar, de Artes y Oficios, José Taule, de Herradores. Roque Barange, de Cocheros. Juan Prenafeta, de Estucadores. Vicente Soler, de Lampistas. Benito Martín Rodríguez, de Marmolistas. Manuel Piñón, de Impresores de Naipes. Juan Guillén, de Canteros, y Juan Raurich, de Tejedores de seda.
En mayo de 1897, Antonio García Quejido deja la secretaría general, ocupando su puesto Toribio Reoyo.
97 LOS A N A R Q U I S T A S A N T E EL I V C O N G R E S O D E L A I N T E R N A C I O N A L SOCIALISTA (Londres, 1896)
Para los días 27 de julio a 11 de agosto de 1896 estaba convocado el IV Congreso de la Segunda Internacional. El grupo anarquista refugiado en Londres, de acuerdo con sus núcleos internacionales y la organización surgida de su Conferencia internacional de 1881, establecía su estrategia y plan de ataque contra el Congreso Socialista. Como se dice vulgarmente, «volvían a la carga». Ginebra, La Haya, Bruselas... Londres, registran sus hazañas y sus batallas contra el socialismo y la unidad de la clase obrera, a la que decían servir con su demagogia y violencia bajo la «pacífica etiqueta» del «antiautoritarismo». Si en los años anteriores Bakunin había presidido y orientado sus actuaciones, ahora sería su compatriota Kropotkin. Si Bakunin tenía, entre otros, a Guillaume como lugarteniente, Kropotkin tendría a Malatesta. El período 1890-1900 se caracterizó por un recrudecimiento de la violencia, la represalia, «la propaganda por el hecho», con repercusiones en varios países, y muy especialmente en España, donde se prodigaron atentados que desembocaron en un clima de brutal represión que costó la vida a decenas de trabajadores. La política de terrorismo creó situaciones difíciles en el seno de los movimientos obreros nacionales que, en su mayoría, rechazaban esos movimientos, pero que, por otro lado, tampoco podían aceptar la política de represión brutal de los gobiernos, desatada por la burguesía que aprovechaba esos acontecimientos para desencadenar su política de represión contra el movimiento obrero organizado. En un ambiente de hostilidad, el grupo dirigente anarquista desarrollaba su acción contra los acuerdos del III Congreso de la Internacional, celebrado en Zurich en 1893, y montaba sus baterías contra el IV Congreso que iba a celebrarse en Londres. Su acción demoledora no conocía límites. Para desarrollar su plan de ataque, constituyen en Londres un centro 376
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anarquista, el London Anarchist Committee, dedicado principalmente a la lucha contra la Internacional Socialista, como la Alianza Internacional de la Democracia Socialista lo había hecho contra la Primera Internacional. A la vista de la convocatoria del IV Congreso, ese Comité se modifica y amplía su campo de acción, transformándose en el Anarchist Socialist and Antiparlamentary Committee. Con ese título englobaba toda su posición «anti» frente al Congreso Socialista de la Internacional. A tal fin, desarrolla una intensa campaña internacional con la que trata de asegurar delegaciones al IV Congreso que respondieran a sus propósitos y planes, en especial de Estados Unidos, Francia, Italia y España. En España, los núcleos anarquistas habían constituido un Comité con la exclusiva misión de desarrollar una campaña contra los acuerdos de Zurich y la convocatoria del Congreso de Londres por mantener posiciones políticas que excluían las del anarquismo. Fue secretario de ese Comité José Rovira y Llobet. El atentado de la calle de Cambios Nuevos, en Barcelona, determinó una fuerte represión que paralizó los trabajos del Comité, impidiendo que una delegación española se desplazara a Londres. Terminaron «fabricando» una delegación que representó su papel dentro del plan establecido. Las incidencias y conducta de los anarquistas ante el congreso quedarán registradas en el capítulo siguiente.
98 CONFERENCIA INTERNACIONAL ANARQUISTA (Londres, 1896)
Repitiendo sus procedimientos ante otros congresos, el grupo anarquista que había asistido al IV Congreso Internacional Socialista organizó una conferencia (contracongreso) en la que desarrollaron sus posiciones antiparlamentarias —grupo holandés— y de lucha contra la acción política, al mismo tiempo que manifestaban su protesta en discrepancia con el congreso y sus decisiones. La conferencia tuvo lugar después de varias reuniones fracciónales desarrolladas simultáneamente con las sesiones del congreso, así como el mitin que celebraron el día 28, en el Holborn Town Hall, en el que intervinieron Kropotkin, Luisa Michel, Reclus, Malatesta, Allemane, Gori, Pelloutier y Dómela. El Estado Mayor del anarquismo. La conferencia se llevó a cabo, durante el congreso, los días 29 a 31 de julio. Su orden del día era el siguiente: 1. ° 2. ° 3. " 4. ° 5. ° 6. " 7. ° 8. " 9. ° 10.°
El movimiento anarquista y antiparlamentario en los diferentes países. El anarquismo socialista y el socialismo estatal. La acción parlamentaria y su fracaso. La huelga general. La guerra y la huelga militar. El movimiento sindical y la cooperación contra la legislación obrera. Reformas graduales y revolución. La propaganda en el campo. Crímenes y criminales. El anarquismo y la violencia.
La conferencia se disolvió sin agotar el temario. La organización «Alianza Internacional Obrera» (la «Internacional Negra»), creada por Kropot378
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kin, Malatesta, Reclus y otros anarquistas, no pudo sacar adelante la conferencia, después de acordar «un plan práctico de campaña permanente contra el Estado...» y otras resoluciones, como las de «rechazar el pago de impuestos, organizar a todos los combatientes contra el capital por una huelga general política contra el Estado...!.» La conferencia anarquista de Londres puede definirse simplemente con una perogrullada: una conferencia más anarquista que anarquista, en un orden de cosas anarquistas^
99 I V C O N G R E S O D E L A I N T E R N A C I O N A L SOCIALISTA (Londres, 1896)
Como en las reuniones anteriores, una comisión organizadora fue la encargada de llevar a la práctica todos los trabajos previos para la celebración del IV Congreso, el cual contaba con la adhesión de la casi totalidad de las organizaciones y partidos políticos obreros. La comisión organizadora del congreso estableció un sistema de comisiones para la mejor constitución y desarrollo de los trabajos del mismo. Los delegados se agruparían por nacionalidades y, a su vez, nombrarían la dirección de cada delegación. Estas direcciones formarían la oficina del congreso. Cada grupo de nacionalidad examinaría el orden del día y los mandatos de los delegados. De existir discrepancias, éstas serían elevadas a la Oficina del Congreso y, en última instancia, al propio Congreso. Así quedaba establecido un principio de garantía democrática. El Congreso inició sus trabajos el 27 de julio y, por lo numeroso de los delegados —ochocientos—, hubo de celebrarse en la gran Sala de conciertos Queen's Hall, de Langham Place, en vez de en la sala Martin's Town Hall, donde estaba previsto y en la cual, treinta y dos años antes, se había constituido la Primera Internacional. Un día antes del congreso tuvo lugar una gran manifestación —cabalgata —en la que desfilaron doce carrozas ataviadas con diferentes adornos, que fueron ocupadas por las delegaciones de los países presentes en el congreso. En una de ellas aparecía Pablo Iglesias representando a España. Al día siguiente, el IV Congreso de la Internacional Socialista iniciaba sus trabajos, después de rendir un emocionado homenaje a la memoria de Federico Engels. Toman parte en las deliberaciones hombres nuevos, muchos de los cuales serían célebres en el campo del socialismo, como M i l >
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Véase Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XIX. A.R.D.
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lerand y Briand, dos figuras de triste recuerdo. En el movimiento socialista empezaban a registrarse graves desviaciones ideológicas. Por España asistían: Pablo Iglesias, Jaime Vera y Casimiro Muñoz, por el P.S.O., y Antonio García Quejido por la U.G.T. Se presentó una delegación anarquista, integrada por F. Balaguer, de la Asociación de Barberos de Barcelona, un tal L. Humenet (belga), que decía representar a una federación agrícola de Cataluña, y Enrique Malatesta (italiano), que exhibía credenciales de varias organizaciones de Barcelona. Subrayamos que en la delegación española aparecía la ilustre figura del doctor Jaime Vera, uno de los primeros valores intelectuales que se incorporaron al Partido Socialista. El grupo anarquista había logrado introducirse en el congreso con credenciales de muy dudosa autenticidad o expedidas con intenciones poco claras. El propio Malatesta, dirigente del grupo, exhibía credenciales de organizaciones italianas, francesas y españolas... Este problema provocó toda clase de incidentes. En las reuniones por nacionalidades no había sido posible llegar a un acuerdo. Recordando a Engels, podría decirse de nuevo: «Los bakuninistas en acción»... La constitución de una entidad, la fabricación de una credencial —afirmó un delegado— depende solamente de unos francos: el precio de un papel con membrete y un sello... Malatesta y otros delegados de significación anarquista lograron hacer valer su credencial, de acuerdo con algunas de las organizaciones a las que decían representar. El congreso, después de unas discusiones, ratificó los acuerdos del de Zurich. Las organizaciones «específicas», antipolíticas, quedaban excluidas del mismo. Los anarquistas habían celebrado una reunión privada el día 26, acción previa, de acuerdo con sus procedimientos y tácticas, para la organización de un anticongreso. El día 28 celebraron un mitin de exposición de sus posiciones y de protesta contra el congreso. Repetición de historias pasadas. El orden del día del Congreso constaba de ocho interesante puntos; el 3°, sobre la acción política, el 5.°, sobre la guerra y la paz; los demás eran de tipo económico y sobre los problemas agrario, de educación o relativos a aspectos generales de la legislación social. El Congreso adoptó resoluciones de un gran contenido político, económico y social. Fue, sin duda, uno de los grandes comicios de la Internacional. El grupo anarquista, que dirigía el holandés Dómela Nieuwenhuis, terminó retirándose del congreso. Pablo Iglesias mantuvo una violenta discusión con Malatesta. El grupo de diputados provocó una fuerte disputa, y el Congreso sentó el principio de que no era suficiente el título de diputado para tomar parte, como delegado, en un congreso obre-
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ro internacional. Millerand fue muy discutido. Aparecían en el congreso las corrientes desviacionistas, colaboradoras y reformistas que tanto daño habían de producir al socialismo. Jaurès, el tribuno del socialismo francés, el viejo Bebel (alemán), Vandervelde (belga) tomaron parte activa en las deliberaciones. El Congreso dejó definida, una vez más, la cuestión política en una resolución que decía: «1.° El Congreso entiende por acción política la lucha organizada, bajo todas sus formas, por la conquista del poder político, por la dase obrera, para su emancipación. »2.° El Congreso declaró que la conquista del poder político es, para los trabajadores, el medio por excelencia con el cual pueden llegar a su emancipación, a la liberación dd hombre y del dudadano, por el cual pueden establecer la República Socialista Internacional. El Congreso llama a los trabajadores de todos los países y les invita a unirse a un partido distinto de todos los partidos políticos burgueses, y a reivindicar el sufragio universal de todos los adultos; el derecho de voto para cada adulto, el escrutinio, el derecho de iniciativa y el referéndum local y nacional »3.° El Congreso declara también que la emancipación de la mujer es inseparable de la de los trabajadores y llama a las mujeres de todos los países para que se organicen políticamente con los trabajadores.» Terminaba la resolución con dos puntos más, d 4 ° , sobre d problema de la autodeterminación de las nacionalidades, y el 5.°, sobre el problema religioso en relación con la política colonial. En el orden sindical, el Congreso estableció una clara línea política de gran amplitud. «La organización de ios obreros en sindicatos —dice una resolución— es de primera necesidad para la lucha emancipadora dd proletariado.» Reivindicó el principio de «a trabajo igual, salario igual», y d de la sindicación de la mujer trabajadora. El Congreso invitó a la constitución de un comité sindical central en cada país, de ahí las centrales nacionales. Los ddegados de carácter sindical que asistían al congreso —entre ellos Antonio García Quejido—, celebraron reuniones con objeto de avanzar en los trabajos de los secretariados profesionales internacionales, organizaciones previas para ir a la creación de una Internacional sindical España, a través de Antonio García Quejido, participó en los primeros
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trabajos que eliminarían en la organización de un Secretariado sindical Internacional transformado más tarde en una Internacional Sindical, la Federación Sindical Internacional (F.I.S.), o Internacional de Amsterdam. El Congreso de Londres había eliminado las posiciones anarquistas, después de toda clase de discusiones; pero, como señalamos anteriormente, aparecían otros elementos de perturbación que surgían del propio seno del socialismo, como eran las corrientes «colaboracionistas», «revisionistas», de cuyas tendencias eran los mejores exponentes Millerand y Briand. Marx y Engels ya no existían, pero sus nombres serían utilizados por ciertos líderes que, por su conducta, nada tenían ya de común con el verdadero socialismo. En los congresos siguientes, este problema sería la nueva línea de obstrucción ideológica en el seno del socialismo y del movimiento obrero. Al anarquismo, ya marginado, le sucedería el «reformismo», las actitudes «colaboracionistas», el oportunismo en que caerían muchos de los dirigentes del socialismo. España no escapó a este fenómeno que, en general, se agudizaría por la primera guerra mundial y que, en 1917, se vería emplazado ante la Revolución rusa de octubre.
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100 E L P R O B L E M A D E L TERRORISMO. SUS CONSECUENCIAS. POSICION DE LA U.G.T.
Después del Congreso Anarquista de Londres, de 1881, se recrudeció el terrorismo en varios países, especialmenre en Francia y España. La táctica de «la propaganda por el hecho», el principio de acudir a las represalias, produjo una serie de situaciones excepcionales que desembocaron en brutales represiones. En ese ambiente, en muchos casos aparecía la mano y las maquinaciones de agentes del gobierno y provocadores. El socialismo, por principio, ha sido y es enemigo del atentado personal. El 25 de octubre de 1878, Juan Oliva atenta contra el rey Alfonso XII. El 30 de diciembre de 1879, Francisco Otero intenta de nuevo asesinar al monarca. El año 1880 se caracterizó por actos terroristas contra las propiedades, incendios de cosechas y de cortijos. Las cosechas de las propiedades del duque de Alba fueron incendiadas. Explotación, hambre, miseria, la ignorancia y la desesperación eran la causa determinante de esas situaciones. En 1891 explota una bomba en el local del Fomento del Trabajo; en 1892, los campesinos hacen una marcha sobre Jerez; el 24 de setiembre de 1893, Pallás atenta contra el general Martínez Campos, en Barcelona; el 8 de noviembre del mismo año, Santiago Salvador lanza dos bombas en el Teatro Liceo de Barcelona; el 6 de junio de 1896 es lanzada otra bomba, también en Barcelona, al paso de la procesión del Corpus por la calle de Cambios Nuevos; el 9 de agosto es asesinado el presidente del gobierno, Antonio Cánovas del Castillo. Cada uno de estos actos fue causa de dramáticas consecuencias. Juan Oliva, Francisco Otero, Santiago Salvador y otros fueron condenados a muerte. Muchas otras personas, condenadas a cadena perpetua, y los sótanos del Castillo de Montjuich se transformaron en el más terrible lugar de tortura. Cánovas del Castillo estableció leyes de represión. Esa situación coincidió con la sublevación de Filipinas y la condena a muerte del héroe 384
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de la lucha liberadora de su pueblo: Rizal. Una fuerte campaña en su favor se desarrolló por todo el mundo; a ella se unieron las fuerzas democráticas y progresistas de España. Cánovas desoyó los clamores del mundo democrático, y Rizal fue fusilado, mientras las ejecuciones se multiplicaban en Montjuich y Andalucía. La reacción se aprovechaba de la situación, de la desesperación en que por la actitud del patronato, se encontraba una parte de la clase obrera. Aquél cerraba fábricas, despedía, mantenía salarios de hambre, con el fin de desencadenar una política de represión que rebasaba todas las fronteras legales y poder cometer toda clase de arbitrariedades y crímenes. En febrero de 1897 se lanzó una campaña nacional contra la política represiva, iniciativa que contó con un amplio apoyo internacional. Los crímenes de Montjuich habían producido gran emoción en toda Europa, y en sus principales capitales se celebraron manifestaciones de solidaridad. Como respuesta a esa campaña, en mayo del mismo año hubo cinco nuevas ejecuciones. En julio de 1896, la Unión General de Trabajadores había fijado su posición contra la política terrorista, en un documento que decía: «Barcelona ha registrado el día 7 un nuevo atentado parecido al que hace tres años se realizó en el Teatro Liceo. »Ese hecho, que nosotros reprochamos enérgicamente, añadiendo nuestra protesta a la del sentimiento público con justicia indignado, retrasará por mucho tiempo en esta región la propaganda de nuestras aspiraciones, habiendo traído, por consecuencia natural, la inmediata suspensión de las libertades públicas de que gozábamos. «Aunque sabemos que acontecimientos de esa especie viene a pagarlos de rechazo la parte más pacífica y sensata de la clase obrera, por lo menos indirectamente, procuraremos que la Unión no interrumpa su marcha ordenada ni se produzcan en sus filas graves quebrantos. «Tranquila nuestra conciencia; viviendo como vivimos dentro de la legalidad, y condenando como condenamos esos procedimientos que para descrédito de la clase obrera se emplean no sabemos por quién, el Comité continúa firme y tranquilo en su puesto, trabajando por la honrada organización societaria de los trabajadores y procurando que éstos se instruyan y defiendan sus legítimos derechos sin el empleo criminal de bombas de dinamita. «Barcelona, 9 de julio de 1896. «El Comité Nacional.»
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España ha sido un país de anarquismo. Mientras esta tendencia del movimiento obrero iba siendo prácticamente liquidada en los países donde el progreso industrial y la subsecuente formación de un proletariado esclarecido modifica los procedimientos de lucha, haciendo intervenir en ésta a masas extensas de trabajadores y eliminando los actos individuales de protesta o de desesperación, en España aún conservaba una fuerza indudable. «La propaganda por el hecho», contaba con muchos partidarios, y los atentados eran una modalidad de la acción anarquista empleada con frecuencia. Nace de esta situación una de las más terribles dificultades que, para su progreso, haya conocido el socialismo en nuestro país. La desviación anarquista era preciso combatirla como generadora de espejismos catastróficos para la causa obrera. Ella llevaba a la masa a una posición de inhibición, confiada en la acción del grupo o del héroe que se sacrifican por el ideal común. A lo largo de esta relación de hechos, hemos de volver sobre el tema, uno de los más fundamentales que se presentan a nuestro examen. En el nuevo atentado de Barcelona, el de la calle de Cambios Nuevos, se utilizaron bombas de dinamita. El suceso produjo una reacción considerable en la opinión pública, y los propios trabajadores condenaban 1
1. El terrorismo en Francia había conocido su mayor virulencia a finales del siglo XIX. Desgraciadamente, en esta cuestión hay una cierta identificación entre el anarquismo galo y el español. El zapatero Leauthier, el 13 de noviembre de 1893, apuñala a un ministro servio llegado a París. El 9 de diciembre siguiente, Vaillant lanza una bomba en la Cámara de los Diputados. El 12 de febrero de 1894, Emile Henry lanza una bomba en el café Terminus, de Saint-Lazare. Henry había nacido en España; era hijo de un refugiado de la Comuna. El 15 de marzo de 1894, al belga Pawels le explota una bomba en la iglesia de la Madeleine, de París, y Laurent Tailhade coloca otra en el restaurante Foyet. El 24 de junio de ese mismo año, S. Gerónimo apuñala al presidente de la República, Sadi Carnot. La banda Jacob, organizada en 1900, había realizado más de un centenar de apropiaciones. Las acciones de violencia del famoso y casi legendario Ravachol fueron numerosas. Su verdadero nombre era Francois Claudius Koeningstein Ravachol. Tomó el nombre de su madre. Fue ejecutado el 11 de julio de 1892. Se cuenta que, ya en el patíbulo, se dirigió al público que presenciaba la ejecución con las siguientes palabras: «Citoyens, citoyennes: et m . . . pour le bon Dieu, et m . . . pour la France!» Reclus justificó o definió ciertas acciones del anarquismo en estos términos: «En nuestra sociedad actual, el robo y el trabajo no son de un carácter diferente» {La Révolte, 21 de noviembre de 1891). P. Kropotkin había alimentado «la propaganda por el hecho»; participó en las conferencias anarquistas de Londres, que ratificaron y exacerbaron las orientaciones para las acciones de violencia, pero parece que —un tanto impresionado por su propia obra— llegaría a la conclusión de que «un edificio basado en siglos de historia no se destruye con unos kilos de explosivos...» {La Révolte, marzo de 1891).
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sin rebozo esta clase de hechos que, como el atentado del Liceo, no iban dirigidos contra una persona especialmente odiosa. Tendían, sin conseguirlo, a aterrorizar a toda una clase. El atentado produjo, en efecto, numerosas víctimas, y la reacción aprovechó el suceso para desarrollar una represión feroz. La clase obrera de España, y la de Barcelona, más especialmente, sufrió una persecución brutal. Buen número de trabajadores fueron deportados a Río de Oro, en virtud de falsas declaraciones o por considerárseles sospechosos. El tribunal militar que inició el proceso pidió la pena de muerte para veintiocho procesados y cadena perpetua para cincuenta y nueve. A base de someter a los detenidos a los tormentos más abominables, se arrancaron declaraciones, y se cometieron tales irregularidades que, años después, se produjo una vigorosa campaña de revisión, para descubrir los monstruosos crímenes cometidos en varias cárceles y, de modo especial, en los fosos de Montjuich. Desde aquella fecha acompaña a aquel fuerte la denominación de «Castillo Maldito». Dos de los esbirros que se destacaron en la infame tarea de atormentar a los detenidos fueron el capitán Portas y el cabo Botas, ambos pertenecientes al cuerpo de la Guardia Civil. En ellos quedó personificada la odiosidad de los procedimientos empleados por los gobiernos de la Monarquía. 1
1. Un anarquista, R. Sempau, atentaría el 4 de setiembre de 1897 contra Portas, entonces jefe de Policía de Barcelona, a quien se consideraba principal responsable de las torturas que se aplicaron durante esos años en el siniestro castilloprisión.
101 P R O Y E C T O D E L E Y P A R A L A REPRESION D E L A N A R Q U I S M O
Las bombas que hicieron explosión en la calle de Cambios Nuevos, de Barcelona, fueron aprovechadas, como decimos, para una represión a la que se trató de dar carácter permanente. Cánovas del Castillo presentó un proyecto de ley para la sedicente represión del anarquismo, pero que, en el fondo, apuntaba a toda la organización obrera. El texto del proyecto era tan terrible que fue calificado de monstruosidad jurídica y considerado como una ley bárbara. A más de castigarse de manera salvaje a los dinamiteros» se establecían sanciones brutales para quienes tuvieran determinadas ideas y, prácticamente, quedaba mutilada la libertad de imprenta, abolidos los derechos de asociación y reunión. El proyecto, no obstante, fue votado por el Parlamento en pocas horas. El 2 de setiembre del mismo año [1896} ya era ley, y se aplicaba rigurosamente. Las protestas sordas y francas contra engendro semejante fueron constantes y, poco a poco, cayó en desuso, sobre todo cuando se produjo la caída del gobierno Cánovas.
Muerte de Cánovas del Castillo En el mes de agosto de 1897, y cuando el jefe del gobierno español, don Antonio Cánovas del Castillo, se hallaba realizando una cura de aguas en el balneario de Santa Agueda, fue muerto a tiros por el anarquista Angiolillo. Sufría entonces España la tremenda hemorragia que significaron para nuestro país las guerras de Cuba y Filipinas, guerras que eran ya francamente impopulares, y la política reaccionaria y de persecución de la clase trabajadora había llegado a sus límites extremos. 388
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La Unión General de Trabajadores y el Partido Socialista, con motivo de este atentado, reiteraron públicamente su criterio contrario a tales procedimientos y, también como siempre, intensificaron su protesta contra la política liberticida de los gobiernos reaccionarios. Esta posición tendía a capacitar a los trabajadores, haciéndoles comprender que su liberación no podía ser resultado de hechos aislados, sino consecuencia del robustecimiento de sus organizaciones de dase. Revisión del Proceso de Montjuich La protesta popular por los brutales procedimientos seguidos por el gobierno contra los implicados en el proceso por las bombas de la calle de Cambios Nuevos, fue ganando las conciencias y culminó en una campaña revisionista de dicho proceso, a cuyo efecto se celebraron numerosos actos públicos así que fueron restablecidas las garantías constitucionales. Esta campaña fue coronada por dos grandes mítines que se celebraron en Barcelona y Madrid. El primero se verificó el día 24 de junio de 1899, en el Frontón Central, y a él acudieron 10 000 personas. Representaron al Partido Socialista Antonio García Quejido y Pablo Iglesias, y a la Unión General de Trabajadores, Matías Gómez Latorre y Juan José Morato. Presidió el mitin don José Candejas e intervinieron como oradores, ademas dd que lo presidía, Emilio Menéndez Pallares, Pedro Corominas, Bula (representante de la Comisión gestora de Barcelona), Alejandro Lerroux, Melquíades Alvarez, Lletget, Rafael Gasset, Vicente Blasco Ibáñez, el conde Las Almenas, Gumersindo Azcárate, Segismundo Moret, N i colás Salmerón y Pablo Iglesias. He aquí algunos párrafos del discurso pronunciado por Iglesias: «Ciudadanos: No traigo a este acto solemne la representación de mi insignificante personalidad; traigo, en unión de mi amigo Antonio García Quejido, la representación del Partido Socialista, que fue el primero en iniciar las reuniones para pedir la revisión del proceso de Montjuich, y que no será el último en perseverar en esta agitación que tiene por fin conseguir el acto justiciero que aquí se reclama. «Aunque el sentimiento es bueno, el sentimiento no nos puede dar la victoria; las grandes empresas necesitan para ser realizadas conciencia y voluntad en los que las acometan. 1
1. 4 de mayo de 1897. Fusilamiento de los condenados en el proceso de Montjuich.
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«Examinemos, pues, lo que con este acto nos proponemos y veamos lo que nuestras fuerzas son capaces de realizar. «Queremos que salgan de presidio los que son inocentes; que se rehabilite su nombre y el de las familias de los fusilados, y que se castigue a quienes aplicaron los tormentos y a quienes los mandaron aplicar. «Pidamos todo esto; pero no nos forjemos ilusiones. Para conseguir lo primero y lo segundo tenemos hoy fuerza, si nos mostramos perseverantes; para lograr lo último, para que se castigue a todos los culpables, no. En esta sociedad de antagonismos y desigualdades podrán ser castigados un Botas o un Surroca, pero no un gobernador militar o un capitán general. Fijaos bien en lo que pasa a vuestra vista; se fusila al soldado que maltrata a un jefe, no se fusila al general que subleva un ejército, ni se le impone la menor pena al que predica la indisciplina en pleno Parlamento. Esto ocurrirá no ya mientras haya Montjuich, sino en tanto existan reyes de fábricas. «El caso de Montjuich no es un hecho aislado, sino uno de tantos hechos, aunque él sea el más horroroso, del bárbaro sistema que desde hace muchos años existe en nuestro país para arrancar declaraciones o maltratar a los que se cree culpables. Como ha dicho muy bien el señor Canalejas, toda España es Montjuich. No es nuevo esto de los tormentos. Cuando el atentado del Liceo de Barcelona, en tiempo del gobierno liberal, ya se hizo lo mismo. En el Parlamento de entonces el diputado federal señor Lostau denunció tormentos de igual índole que los de ahora, y el señor Aguilera que, si no estoy equivocado, era por aquella época ministro de la Gobernación, negó con gran desparpajo que se hubiesen cometido. Cuando por defender los intereses de mi clase he tenido la honra de sufrir prisión, he oído a no pocos presos, en momentos de sinceridad, referir los tormentos que se les aplicaban; reciente está lo hecho en Barcelona por Botas y Surroca; reciente lo ocurrido en Sevilla; y allá en Vizcaya, cuando los trabajadores de las minas empezaban la obra de su mejoramiento, muchos de ellos eran maltratados en las llamadas perreras, y nadie ignora lo que pasa en las prevenciones y en los sótanos de los gobiernos civiles. Es, pues, contra un sistema que deshonra a nuestro país contra lo que protestamos aquí y contra lo que debemos ir hasta que desaparezca. «Yo creo que todos tomamos parte en este acto con profunda sinceridad y, siendo así, esa sinceridad obliga a los señores Canalejas, Gasset y Moya, propietarios y directores de los tres principales periódicos de España, a hacer desde ellos campaña incesante en pro de
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la justa reparación que aquí pedimos, a convertirlos en formidables arietes que embistan contra la muralla tras la que se resguarda el gobierno al negarse a atender nuestra petición; esa sinceridad obliga a la minoría republicana y a todos los diputados que se asocian a este acto a hacer una briosa campaña en pro de la revisión, llegando, si ésta no se concede, hasta la obstrucción, que todos considerarán buena por emplearse en defensa de la justicia; esa sinceridad obliga a todos los ciudadanos que estamos aquí a responder con interés a llamamientos como el que hoy se ha hecho y a tener voluntad para persistir en esta campaña, que no ha de darse por terminada en cuatro mítines, sino que se debe proseguir hasta alcanzar la victoria. »Lo que hoy habéis hecho acudiendo a este acto y a otras demostraciones que habéis llevado a cabo, revela que se equivocan los que culpan a la masa de los desastres que ha sufrido nuestro país; no es la culpa de ella, sino de los directores; cuando a la masa se la guía y se la enseña bien, la masa responde y presta su poderosa fuerza. «Hagamos que la opinión a favor de de lo que aquí reclamamos sea poderosa, y si a ella se opone el actual gobierno, y con el gobierno alguna otra cosa con él identificada, barrámoslo todo y acabemos con cuanto dificulte el que nuestro país marche por el camino del progreso.» En la semana siguiente se celebró un acto más en Barcelona, al que asistieron más de 6000 almas. Lo presidió Isert Bula, y tomaron parte en él Dionisio Pérez, Alejandro Lerroux y Pablo Iglesias, a más de varios oradores catalanes. Ambos comicios produjeron una enorme impresión en el mundo entero, porque los horrores de que se hizo víctima a los presos obtuvieron, gracias a aquéllos, divulgación universal.
La U.G.T. contra el proyecto de Ley de Huelgas Los directores de la Unión General, como ha podido verse, no desperdiciaban ocasión de intervenir para fijar la posición de la U.G.T. y del Partido Socialista en relación con los problemas que suscitaba la actualidad. Es evidente que esta intervención había de resultar doblemente obligada cuando se trataba de proyectos que —como el llamado de Ley de huelgas— afectaban por modo directo a la clase trabajadora. Los movimientos huelguísticos habían sido ya muy numerosos y fre-
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cuentes en España, no obstante estar penado en el Código toda unión o acuerdo para abandonar el trabajo. Los juristas cayeron en la cuenta de que las prescripciones del Código resultaban letra muerta y que era ya llegada la hora de poner de acuerdo la ley escrita con la realidad. Y si las huelgas eran un fenómeno corriente e inevitable, correspondía reconocer en la ley, como derecho, lo que ya los trabajadores se habían tomado desde hacía años como absolutamente inalienable. Pero a cambio de este reconocimiento escrito de una realidad todopoderosa, el legislador introducía condiciones de aviso previo, etc., que prácticamente condenaban al fracaso todo movimiento huelguístico que se iniciara dentro de lo legalmente constituido. Presentó el proyecto el gobierno y el Parlamento abrió una información pública, a cuyo efecto nombró la oportuna comisión. Ante ella comparecieron los compañeros Matías Gómez Latorre y Pablo Iglesias; mas como estas comparecencias tuvieron lugar ya bien entrado el año 1902, dejamos para el volumen correspondiente al siglo XX la relación de sus intervenciones en defensa del derecho de huelga de los trabajadores y contra el proyecto de Ley de Huelgas del gobierno.
102 VI CONGRESO DE LA U N I O N G E N E R A L DE TRABAJADORES DE ESPAÑA (Madrid, 13-15 de setiembre de 1899)
Abrió las sesiones del VI Congreso Toribio Reoyo, que cede la presidencia a García Quejido. Tuvo lugar en Madrid, durante los días 13, 14 y 15 de setiembre de 1899- El Socialista publicaba el que sería su Orden del día: «Con arreglo a lo dispuesto por los estatutos, y según el acuerdo de la mayoría de secciones y federados, el VI Congreso de la Unión General de Trabajadores se celebrará en Madrid el día 13 y siguientes del mes de setiembre, con sujeción al siguiente
«ORDEN D E L D I A »1.° »2.° »3° »4.° »5.°
Trabajos preparatorios. Constitución del Congreso. Examen de la conducta del Comité Nacional. Asuntos administrativos. Aclaración del artículo 13 de los estatutos por medio de la adición del siguiente párrafo, seguido del segundo: "No se considerarán con probabilidades de éxito, para los efectos del auxilio reglamentario, las huelgas que las secciones entablen sin tener fondos en la Caja social, cuando menos para resistir tres semanas; las que tengan lugar en épocas de crisis de trabajo, por más que en la localidad donde ocurran abunde; las que aun contando con una gran mayoría de individuos asociados éstos no lleven en la Sociedad un año de inscritos, y las que se produzcan en virtud de un movimiento de concentración momentáneo." (Proposición del Comité Nacional.) 393
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»6.° Conveniencia de una reforma al reglamento, favorable a las Sociedades de Agricultores, respecto a la aparcería, para que éstos puedan pertenecer con mayor facilidad a la Unión. (Proposición de la Sociedad de Agricultores de Sitges.) »7.° Conviene sustituir la cuota ordinaria de cuatro céntimos por la de cinco. (Proposición de la Sociedad de Estuquistas de Madrid.) »8.° Que el Comité resida en Madrid, por las razones que en su día expondrá su delegado. (Proposición de la Sociedad de Empedradores de Madrid.) »9.° Estudio detenido para establecer el socorro a los compañeros parados por falta de trabajo que quieran ausentarse de la localidad donde habitualmente residen. (Proposición de la Sociedad de Moldeadores de Vizcaya.) »10.° Que el Comité tenga su residencia en Madrid, como punto más conveniente para dirigir la organización obrera. (Proposición de la Sociedad de Forjadores y Martilladores de Vizcaya.) »11.° Que, a ser posible, reaparezca trimestralmente o semestralmente el órgano La Unión Obrera, donde se inserten artículos de propaganda, cuentas, avisos, etc., etc. (Proposición de la Sociedad de Obreros en Hierro y demás Metales de Madrid.) »12.° Conveniencia de que las sociedades que forman parte de la Unión General de Trabajadores de España apoyen oficialmente a los candidatos del Partido Socialista Obrero en cuantas elecciones se celebren, y sea cualquiera la localidad donde se presenten, por ser el único Partido que lleva en su programa las reformas que el proletariado desea traducir en leyes. (Proposición de Caldereros de Vizcaya.) »13.° ¿Conviene y es posible que reaparezca el órgano de la Unión aumentado de tamaño, donde tengan cabida, además del movimiento obrero, noticias que sean de interés para la clase trabajadora? »14.° Necesidad de que toda Sección que se encuentre con derecho al socorro de huelga tenga siempre hecho, desde el día en que le corresponda, un depósito de diez cuotas por individuo en la Caja del Comité de la Unión, y exclusivamente para estos casos, salvo los que, por circunstancias especiales, no pueda reunir en su Caja el importe de la cantidad que les corresponda, pero obligándose a remitirla en el momento que dispongan de ella.
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»16.°
»17.° »18." »19-° »20.° »21.° »22.°
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Las secciones constituidas por obreros de diferentes ramos, intituladas Sociedades Varias o de Artes y Oficios, no tendrán derecho a formar parte del Comité de la Unión General mientras haya suficientes asociaciones de resistencia que pertenezcan a ésta en la localidad donde resida el Comité Nacional. Examen de los artículos 14 y 15 de los estamos de la Unión General. Conviene puntualizar la interpretación que debe darse a los mismos. Designación de la localidad donde debe nombrarse el Comité Nacional. Nombramiento del secretario. Designación del punto en que deberá celebrarse el inmediato congreso. Reseña por los delegados del estado en que se encuentran las organizaciones representadas, si se cree oportuno. Lectura de telegramas y comunicaciones. Clausura del congreso.»
El día 12 de setiembre dan comienzo en Madrid las tareas del VI Congreso de la Unión General de Trabajadores, en el que aparecen representadas sesenta y cinco secciones con un total de 15 264 cotizantes. Para presidir los trabajos del congreso se nombró presidente a Antonio García Quejido y vicepresidente a Remigio Cabello. Tras breve deliberación fue aprobada la gestión del Comité Nacional. Se discutió una adición al artículo 13 de los estatutos que presentaba el Comité Nacional, adición que fue defendida por Toribio Reoyo y quedó aprobada. En esta adición a los estatutos se trataba de reglamentar las condiciones en que la U.G.T. debía sostener, con el apoyo económico de las demás secciones, a otra que mantuviera una huelga. Fue rechazado el aumento de cuota. Y, tras la introducción de otras modificaciones a los estatutos, se aprobó una propuesta favorable a que reanudara su publicación el órgano de la Unión, si los fondos lo permitían y a condición de que no se viera obligado a suspender nuevamente su aparición. En cuanto al auxilio a prestar a los aparceros, se acordó estudiar a fondo el problema para tratarlo en el congreso próximo, eximiendo mientras tanto a las sociedades de agricultores aparceros del pago de la cuota de huelga. Se ratificó el acuerdo de dejar en libertad a las secciones en cuanto a prestar apoyo oficial a los candidatos del Partido Socialista. Se aprobó la conducta del compañero García Quejido como delegado de la Unión en el Congreso Internacional de Londres, y se resolvió enviar también representante al próximo de París, siendo designados para ello
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Antonio García Quejido y Juan José Morato. En medio de grandes muestras de entusiasmo, y por unanimidad, después de brillantes intervenciones de Pablo Iglesias, fueron adoptadas las siguientes proposiciones: »E1 Congreso de la Unión General de Trabajadores protesta enérgicamente contra la conducta arbitraria y provocativa observada por el gobierno y las autoridades de Vizcaya en la zona fabril de dicha región, con motivo de la huelga de Altos Hornos, y recomienda a los obreros que acudan a la organización para defender los intereses de su clase e impedir los atropellos del poder. »E1 Congreso de la Unión General de Trabajadores reclama de los Poderes Públicos la revisión del proceso de Montjuich y la derogación de la ley de represión del anarquismo, recomendando a la vez a todas las sociedades obreras y a los trabajadores en general que cooperen a la celebración de mítines donde se formulen ambas peticiones; pero que no acudan, para tratar de obtener la mencionada revisión, a la huelga general predicada por ciertos elementos, por ser dicha huelga, en estas circunstancias, contraria a las víctimas del célebre proceso y a los intereses de la clase trabajadora.» Seguidamente, el congreso designó Madrid como punto de residencia del Comité Nacional; al compañero García Quejido, como secretario general, y a Bilbao como lugar de celebración de la próxima Asamblea Nacional. El 15 de setiembre, y en medio de un gran entusiasmo, se dieron por terminadas las tareas del VI Congreso de la U.G.T. El VI Congreso ofrece algunos aspectos que habrían de tener suma importancia para el desarrollo de la Unión General de Trabajadores de España y, consiguientemente, para la clase obrera en general. Uno de ellos es la decisión de que la dirección de la Central abandonara Barcelona y se instalara en Madrid. Esa decisión, ¿fue un error o un acierto...? Para el autor se trata de un problema que merecería un serio examen. El Comité Nacional de la U.G.T. dejaba la Barcelona comercial, industrial y obrera, para ir a instalarse a la capital de España, el Madrid centralista, de funcionarios y de aristocracia y burguesía ociosas. Es verdad que contaba con el más importante núcleo socialista. Pero conociendo como conocemos la expresión de Antonio García Quejido que, refiriéndose al anarquismo y sin duda dolorido por todas las maniobras y hostilidades que tuvo que sufrir durante su estancia en la Ciudad Condal, manifestó que «del Ebro para allá, que se las entiendan ellos» [los anarquistas}, cabe preguntarse
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si la medida no obedeció, en aquel momento, más a razones subjetivas que objetivas. Tanto los elementos de la U.G.T. como los del P.S.O.E. eran dados a desdeñar ideológicamente al anarquismo, dejándole el camino libre. ¿No fue ésta una actitud que facilitó la pervivencia y desarrollo del anarquismo y su consolidación en Cataluña?... ¿No es ésta, en parte, una explicación de que siendo Cataluña la región más industrializada y de mayor concentración proletaria, el socialismo no conquistara a esa clase obrera, que estuviera marginado de la región más proletaria y de tradiciones más revolucionarias de España?... Con esa subestimación se dejó el campo libre a la burguesía y al anarquismo. Lo que, en opinión del autor, fue altamente negativo para el conjunto del proletariado español. Esa frontera del Ebro, a que aludía Quejido, no era correcta. Otro de esos aspeaos es la incorporación de Francisco Largo Caballero, quien llegaría a ser andando el tiempo, uno de los líderes más preclaros del movimiento sindical, y el ministro del Trabajo de la Segunda República. El nuevo Comité Nacional de la U.G.T., surgido del VI Congreso, el último celebrado en el siglo XIX, y ya instalado en Madrid, quedaba constituido por los siguientes hombres: PRESIDENTE VICEPRESIDENTE TESORERO VICETESORERO SECRETARIO VICESECRETARIO VOCALES
Pablo Iglesias Vicente Barrio Matías Gómez La Torre Francisco Largo Caballero Antonio García Quejido Cipriano Rubio Segundo Casado, José García Quinteiros, Clemente Cuadrado, Antonio López, José Maeso, Casimiro Marugón, Celedonio Rodríguez, Antonio García Batllorí, Toribio Rus, Eduardo Jiménez, Antonio García Ordóñez.
El nuevo equipo de dirección de la U.G.T. aparece, desde luego, extraordinariamente reforzado. Este es uno de los aspectos positivos. En Barcelona no sería posible contar con semejante conjunto de militantes, de sus cualidades y valía. A finales de siglo, la U.G.T. presenta una mayor organización, una influencia y un prestigio acrecentados.
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En el nuevo Comité Nacional, que tomaba las riendas de la organización sindical, cabe destacar los nombres de Pablo Iglesias, Antonio García Quejido, Matías Gómez La Torre, Francisco Largo Caballero y Vicente Barrio. Madrid dirigiría la U.G.T.
103 A N T E C E D E N T E S AL V C O N G R E S O D E L A I N T E R N A C I O N A L SOCIALISTA
París cerraba el siglo X I X con una gran Exposición Universal presidida por la famosa Tour Eiffel. Como en ocasiones semejantes, las organizaciones internacionales aprovecharon esa circunstancia para celebrar sus congresos. La Internacional Socialista despediría el siglo X I X con un gran congreso. Los elementos anarquistas también quisieron aprovechar esa circunstancia para organizar sus consabidas maniobras, con el fin de contrarrestar la acción de la Internacional Socialista. Frente al Congreso Socialista, organizan un nuevo congreso que puede tener cualquier definición. Para su organización funcionó una comisión de iniciativa integrada por el holandés Dómela Nienwenhuis y los franceses Fernando Pelloutier y Emilio Pouget. Los resultados prácticos de la comisión fueron poco eficaces. El congreso no tuvo ninguna trascendencia; no registró resultados de ninguna naturaleza. Un autor señala que, por España, asistió Ricardo Mella, quien leyó un amplio trabajo. En su propósito de organizar un verdadero congreso frente al socialista, el anarquismo no puso de relieve más que el proceso de su decadencia, tanto en los movimientos nacionales como en el internacional. El final de siglo le deparaba un fracaso más. Coincidiendo también con la Exposición, con el V Congreso de la Internacional Socialista y con el final del siglo xrx, las organizaciones católicas celebraron en Aix-la-Chapelle (Aquisgrán), en julio de 1900. una Conferencia Internacional en la que estuvieron representados los sindicatos católicos de Alemania, Bélgica y Holanda. Con esta conferencia el movimiento sindical católico inicia sus actividades internacionales, de 1
1.
Véase Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XIX. A.R.D.
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relaciones, que le llevarían a la creación de un Secretariado Internacional en la Conferencia de Zurich de 1908, transformado más tarde en la Confederación Internacional de Sindicatos Cristianos.
104 V C O N G R E S O DE LA I N T E R N A C I O N A L SOCIALISTA (París, 1900)
Con el V Congreso, la Segunda Internacional cierra sus actividades en el siglo X I X . Fue un gran congreso, a los once años de su existencia. Registra una sensible pérdida: la de Guillermo Liebknecht, que había desaparecido el 16 de agosto. Su obra tendría continuidad en su hijo Carlos, un gran militante que ofrecería heroicamente su vida, junto a la de Rosa Luxemburgo, a la Revolución alemana. En 1883 desaparece M a r x ; en 1895, Engels, y en 1900, Liebknecht. Tres grandes bajas para el socialismo. El Congreso rindió un emocionado homenaje al «Soldado de la Revolución» y a Eleonor Marx, también desaparecida, que había actuado en varios congresos internacionales. Los obreros del gas de Londres la llamaban cariñosamente «la Madre». El Congreso tuvo lugar, del 23 al 27 de setiembre, en la Sala Wagram de París. La sesión de apertura fue presidida por Jaurés. Asistían al Congreso los hombres más representativos del socialismo: Lafargue, Guesde, Plejanov, Vandervelde, Kautsky, Rosa Luxemburgo, Gara Zetkin, Mac Donald, Jaurés, Briand, Berstein. Por España asistía una delegación socialista presidida por Pablo Iglesias, y Antonio García Quejido, por la U.G.T. El Congreso examinó un extenso orden del día de once puntos que fueron analizados, en primer lugar, por las comisiones. Se desarrollaron grandes discusiones, en particular en torno al problema de la colaboración en los gobiernos de la burguesía. Millerand había creado un precedente al que se enfrentó la parte más sana y pura del socialismo. Pero ese problema creó una crisis en el seno del socialismo. A este respecto, un dictamen decía en forma categórica y entre otras cosas: 1
1.
Véase Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XIX. A.R.D.
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«El Congreso recuerda que la lucha de clases prohibe toda especie de alianzas con una fracción cualquiera de la clase capitalista...» Esa observación rigurosa, las circunstancias, las realidades políticas de otras situaciones y épocas se encargarían de dejarla inoperante. Pero ése es otro problema. Este asunto provocaría, años más tarde, una profunda crisis en los partidos socialistas. El Congreso ratificó su posición en relación con las movilizaciones del Primero de Mayo, confirmando los acuerdos de Londres en cuanto al problema de la huelga general. Sus resoluciones son de una gran riqueza ideológica. La Internacional decidió establecer su sede en Bruselas. El V Congreso cerraba el siglo X I X , y el siglo XX arropaba a la dirección de la Internacional en la Casa del Pueblo de Bruselas, para no escapar a la influencia de Vandervelde. En el siglo x x , la Internacional sería manejada por hombres nuevos. Algunos seguirían siendo fieles al marxismo; otros, lo traicionarían.
105 CONGRESO ANARQUISTA D E M A D R I D (14 de octubre de 1900) Al finalizar el siglo X I X , los anarquistas hicieron un intento más para agrupar a sus huestes. Ya hemos subrayado en capítulos anteriores lo difícil que es poder seguir el hilo de todas las reuniones de los elementos aliancistas, seguir la cronología de sus múltiples congresos, congresillos y conferencias. En octubre de 1900, después de las reuniones internacionales de París, organizan en Madrid un congreso más, que tuvo lugar el 14 de octubre. Es patrocinado por la Federación de Sociedades Obreras de la Región Española, que aparece resucitada. Están presentes en la reunión delegados de los grupos de Gerona, Barcelona, Madrid, Granada, Valencia, Gijón, Cádiz, Tarragona, Córdoba y Málaga. Predominan las tendencias anarquistas, si bien ya aparecen, aunque débilmente, las nuevas corrientes venidas de Francia, de un tipo de sindicalismo revolucionario de inducción anarquista que empezaba a verse popularizado por las concepciones de Jorge Sorel, con su violencia y el mito de la huelga general. Algunas informaciones señalan que el número de representados era de 50 000, pero ya sabemos cómo se acostumbraba a dar cifras que no correspondían a la realidad. Una vez más, en la reunión se mantuvo la posición del apoliticismo y la de seguir manejando la entelequia o fantasma del «Pacto de Unión y Solidaridad». Y para confirmar el «apoliticismo» y la pureza de su táctica, el manifiesto de clausura del congreso fue leído por un joven extremista y radical que se llamaba Alejandro Lerroux, célebre y despreciable figura de la «política» de la burguesía... y del anarquismo.. La Federación de los Trabajadores de la Región Española resucita en 1900 leyendo Lerroux el manifiesto de su nueva aparición. No podían terminar mejor el siglo X I X los sucesores del aliancismo y de Bakunin. En el Tomo II de esta obra, veremos cuál sería su conducta en el nuevo siglo. 403
106 CONGRESO C O R P O R A T I V O SINDICAL I N T E R N A C I O N A L (París, 1900)
A los tres meses de celebrado el V Congreso de la Internacional Socialista, los elementos «corporativos» —llamemos así a los conservadores de las Trade-Unions de Inglaterra— venían realizando esfuerzos por consolidar un movimiento profesionalista, un tipo del sindicalismo «independiente de los partidos políticos». En el fondo» se trataba y se trata de una posición reaccionaria que tiende a negar (como los anarquistas, aunque desde otros ángulos) a la clase obrera el derecho a desempeñar el papel político que históricamente le corresponde. Estas posiciones «apolíticas» venían a coincidir con ciertas actitudes que, en ese tipo de congresos «corporativos», habían sostenido los antiguos agentes aliancistas. Los congresos de 1883-1886, y el de Londres de 1888, estaban todos en esa línea del sindicalismo profesional, corporativo. Ciertas cámaras sindicales francesas y las Trade-Unions británicas aspiraban a unificar, en torno a un organismo internacional, aquella parte del movimiento sindical no politizado que pudiera ser manejado fácilmente por los dirigentes británicos, garantizando que desde él no se atacaran, por supuesto, los intereses del Imperio de S. M. Británica. La convocatoria de este nuevo congreso de tipo corporativo cayó en el vacío. Tuvo lugar los días 17 y 18 de diciembre, y celebró sus trabajos en la Bolsa del Trabajo de París. Estuvieron representados, con débiles delegaciones, organizaciones de Francia, Italia, Suecia e Inglaterra. Los reunidos, por considerar poco representativas y poco numerosas las delegaciones» acordaron la preparación de un nuevo congreso más representativo. A medida que la Internacional Socialista debilitaba su socialismo, se iba apartando de los principios del marxismo, se acercaba insensiblemente hacia las posiciones de las organizaciones que deseaban desprenderse del contenido político y revolucionario, para inclinarse hacia las 404
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que alimentaban las ideas de un sindicalismo profesional e independiente, coincidiendo con los anarquistas y hasta con las nuevas corrientes del sindicalismo socialcristiano. Se trataba de un frente reaccionario, contrarrevolucionario, que empezaba a renegar de las concepciones de la Primera Internacional, de la ideología del Manifiesto Comunista y de las concepciones de Marx y Engels. En el orden sindical, las Trade-Unions británicas, los poderosos sindicatos alemanes bajo el control del reformista Carlos Legien, los elementos de ciertas cámaras sindicales francesas, los grupos anarquistas y «posibilistas» que evolucionaban hacia el campo del reformismo, representaban la base sobre la cual se levantaría una Internacional Sindical que, al establecerse quedaría monopolizada y bajo el control de los jefes de las TradeUnions. Así sucedió. Se cerró el siglo x i x con esa perspectiva. Pero a los catorce años estallaría la primera guerra mundial que modificaría todos los planes del reformismo.
N O T A S FINALES
Breve semblanza del movimiento obrero internacional y nacional al finalizar el siglo XIX A finales de siglo, el movimiento obrero internacional ofrece un balance esperanzador. Liquidada la época de la Primera Internacional en 1876 —tras doce años de existencia—, entra en acción la Segunda, en 1889, cubriendo el último decenio del siglo con una intensa actividad y proyectando su acción, tanto política como económica, en el movimiento obrero. La Primera Internacional había iniciado el período primario del internacionalismo, en un marco histórico pleno de dificultades; la Segunda le daría continuidad en condiciones mucho más favorables; ofrecería notables diferencias con la Primera en el desarrollo de sus programas y política. En el último decenio del siglo, el anarquismo atravesaba una profunda crisis, mientras el socialismo científico avanzaba en toda la línea. La Segunda Internacional celebró congresos de gran trascendencia por su contenido ideológico y su riqueza programática. La distinción entre acción política y acción sindical —entre lo político y lo económico— se fue imponiendo, lo que llevaría a la creación, en el siglo x x , de una Internacional Sindical que se desarrollaría paralelamente a la Socialista y, en ocasiones, en comunidad de objetivos sobre los problemas fundamentales de la clase obrera. No obstante la decadencia del anarquismo, éste —con su «antipoliticismo»— siguió perturbando las corrientes socialista y de unidad sindical, muy especialmente en España. Las luchas del siglo X I X , sobre todo a partir de 1848, foguearon al proletariado, elevaron su conciencia de clase. Por otra parte, las luchas ideológicas fueron clarificando doctrinas y pensamientos, al tiempo que debilitaban la influencia de los utopistas, que había venido manifestándose en el seno de la clase obrera, así como las ideas pequeñoburguesas y sus influencias negativas, incluidas las del anarquismo, que resultaron ser las más graves y perniciosas. 406
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En la Segunda Internacional, la clase obrera tenía una nueva bandera, la del socialismo, y un conjunto de hombres que, por espacio de varios decenios, dieron continuidad a los pensamientos plasmados en El Manifiesto Comunista, en El Capital y en el caudal ideológico que Carlos Marx y Federico Engels ofrecían al movimiento obrero a través de sus obras. Cada año, a partir de 1889, el Primero de Mayo agitó al proletariado internacional y representó un día de lucha y de superación del movimiento obrero internacional. Las jornadas del Primero de Mayo, eminentemente socialistas, movilizaron y estimularon a las masas. Los extraordinarios de la prensa obrera dedicados a la «Fiesta del Trabajo» fueron banderas que agitaron las reivindicaciones fundamentales de los explotados frente a sus explotadores y a los gobiernos reaccionarios. Las colecciones de esos periódicos extraordinarios del Primero de Mayo constituyen, sin duda, por los trabajos educativos y de divulgación socialista que contienen, una de las mejores antologías del pensamiento obrero. Alemania marcha en vanguardia del desarrollo del movimiento obrero, con antecedentes anteriores a la mitad del siglo X I X . Insurrecciones campesinas, movimientos de los obreros textiles en 1844 (Peterswald) en que se asaltan los centros del trabajo; creación de una Liga de Obreros con su propio periódico Verbrüderung. Se producen huelgas y movimientos a partir de 1865, coincidiendo con la creación de la Asociación de Obreros Alemanes, por Fernando Lassalle, y la existencia de la Unión de Sociedades de Educación Obrera, idea que en más de una ocasión manejó Marx, desde Bruselas, antes de la constitución de la Primera Internacional. El movimiento obrero alemán, dentro de su seriedad, está dividido en tres grupos: organizaciones lassallianas, otras de influencia marxista y sindicatos progresistas liberales. En el Congreso de Gotha, al realizarse la unión entre las tendencias lassallianas y marxistas, queda consolidado un poderoso movimiento obrero. Un gran avance que se traduciría en los éxitos sindicales y políticos que vivió el movimiento obrero alemán y que estimularon extraordinariamente al internacional. Inglaterra, con sus características peculiares, nos ofrece un proceso de más profundidad social, pero de menos contenido político y revolucionario. Esa caracterización se mantendrá a través de todas las etapas del desarrollo de su movimiento obrero, ofreciendo un sindicalismo muy particular. A finales del siglo XVIII se operan en el país serios avances industriales. El poder se ve obligado a enfrentarse con el sentimiento de asociación de los trabajadores, dictando leyes contra el movimiento tradeunionista. Es el mismo fenómeno que se producirá, más tarde, en Francia, 1
1. Fraternización.
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Alemania y España al grito de «¡Asociación o Muerte!». La represión incita a los trabajadores a una mayor lucha y empeño por su derecho de asociación. En 1819, se producen varios conflictos en favor de la libertad de asociación; en 1824, el Parlamento aprueba una legislación retrógrada contra ese derecho y contra el de huelga. No obstante esa legislación reaccionaria, en 1829 se desarrollan las asociaciones de oficio y evolucionan hacia organizaciones de carácter nacional El hecho más importante fue la creación de un organismo llamado Grand National Consolidated Trade-Unions —fundado en 1834 por Robert Owen— que en poco tiempo agrupa a más de 500 000 miembros. En 1840 se conquista el derecho de asociación y, de esa fecha a 1875, se desarrolla una campaña nacional «Por un salario razonable, por una jornada de trabajo razonable». Las asociaciones reivindican la constitución de comités de conciliación y arbitraje. En I860 se establecen consejos de oficio, Trade-Councils. En 1864 tiene lugar un primer congreso en el que están representadas veinte uniones nacionales. Dos años más tarde se celebra otro, en Sheffield, al que asisten ciento treinta y ocho delegados, representando a más de 200 000 miembros. Es, sin duda, el congreso más importante de la época. De congreso a congreso, las organizaciones de las Trade-Unions van adquiriendo gran importancia, y desempeñan un papel primordial en la acción por una legislación obrera, ejerciendo una seria influencia en la vida política de Gran Bretaña y, en forma indirecta, en el movimiento sindical internacional. Las Trade-Unions, en su conjunto, no fueron elemento decisivo en el seno de la Primera Internacional, ni en el de la Segunda. Una parte de sus dirigentes estuvo contra la Comuna de París; su conservadurismo, su reformismo oweniano fueron y son la tónica fundamental del sindicalismo británico, que trató de imponer a la Primera Internacional su carácter sindical, lo que más tarde lograría con la creación de la Federación Internacional. En Estados Unidos, el movimiento obrero ha tenido y tiene otras características. Emigran hacia el joven país en el siglo X I X gentes adictas a toda clase de sectas, que se agrupan en colonias. Los núcleos inmigrantes son un verdadero mosaico de sectas religiosas, de idealistas, de discípulos de los utopistas, de visionarios. Son los animadores de los primeros círculos políticos y sindicales, colonias y hermandades que determinan las primeras manifestaciones obreristas, así como las ideologías anarquistas y socialistas importadas de Europa, las cuales se confunden con diferentes corrientes religiosas: católicos, luteranos, cuáqueros, mormones, judíos, etcétera. Esa confusión ha sido tan fuerte que ha impedido la existencia de un verdadero movimiento sindical de clase y de un partido obrero. En el
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país que era la vanguardia del desarrollo industrial en competencia con Inglaterra, no fue posible que se abrieran paso las tendencias del socialismo científico marxista. América era la tierra de promisión para todos los utopistas. Allí fracasan las teorías de R. Owen y los sueños icarianos de E. Cabet. El primer proceso fue el de constitución de uniones de trabajadores (Trade and Labor) que desembocan en la constitución de la Federation of Trade and Labor Unions, para transformarse en 1886 en la American Federation of Labor que, al finalizar el siglo XIX, ejerce el monopolio sindical, una total hegemonía sobre el movimiento obrero. Su conservadurismo, con otra fisonomía que el europeo, pero reaccionario al fin, sin contenido político, tiene cierta similitud con el tradeunionismo británico. Los dos movimientos han sido un freno, una retranca a la velocidad del movimiento sindical revolucionario. Cada uno de esos movimientos ha estado al servicio de su respectivo imperialismo y vinculado a él. En 1885 aparece una organización titulada Los Caballeros del Trabajo que no hace mella en la A.F.L., la cual mantiene su hegemonía y control sobre el movimiento sindical en el transcurso del siglo x i x . Su figura más relevante, su principal líder, fue el reaccionario Samuel Gompers, negación de toda concepción socialista y revolucionaria. A finales del siglo X I X , Iralia no frece un movimiento obrero definido. Se desarrollan algunas organizaciones que luchan entre las corrientes socialistas y anarquistas, pero con una mayor influencia de estas últimas. Bakunin y algunos de sus discípulos, Malatesta, Cafiero, Costa, Fanelli y otros, perturbaron el desarrollo de un movimiento obrero sindical serio y solvente, como ocurrió en España. Fue a partir del siglo XX cuando comienza un proceso organizativo, más eficaz y realista, que desemboca en la constitución de la Confederazione Genérale del Lavoro, en 1906. El pensamiento socialista más destacado lo representa A. Labriola. Suiza era el país que más libertades democráticas ofrecía en el siglo X I X . Allí se refugiaban los elementos perseguidos por los gobiernos reaccionarios del resto de Europa, permitiéndoles organizarse en grupos afines y divulgar sus teorías; sin embargo, el movimiento sindical no registra actividad, ni existen organizaciones de importancia. Por el contrario, los grupos específicos de sectas, por nacionalidades, tendrían en Suiza su mejor campo de acción para su desarrollo. La Union Suiza de Sindicatos, de acuerdo con el pequeño Partido Socialista y con algunas organizaciones independientes, no fue creada hasta 1905. Gracias a esa libertad, el anarcoaliancismo pudo mantener en Ginebra su Estado Mayor de la escisión contra la Primera Internacional y desarrollar todas sus maniobras de perturbación permanente en el movimiento obrero mundial.
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Bajo el imperio austro-húngaro, según la Enciclopedia Socialista (París, 1913), el movimiento sindical austríaco muestra débiles actividades a través de algunas uniones regionales, locales y pequeñas secciones, a partir de 1892. Cerró el siglo x i x con una organización de unos 125 000 afiliados. En Hungría, los primeros sindicatos fueron creados por militantes socialistas en 1890. Según la citada Enciclopedia, el movimiento obrero empezó a prosperar a partir de su primer congreso, celebrado en 1898 con asistencia de ciento cuatro delegados. En 1904, fue creado un organismo central, el Consejo Nacional Sindical. La represión impidió el disfrute de las más elementales libertades. Representando a Hungría, en el primer Congreso de la II Internacional, participó Leo Frankel, el que había sido ministro del Trabajo de la Comuna de París. Los países escandinavos ofrecen mayor tradición sindical y mayor veteranía que los de Europa central. En Dinamarca, en 1898, existe una organización sindical central (Samwirkende Fagforbund Danmark) que reúne a diversas federaciones y sindicatos locales de tendencias socialistas y «laboristas». El movimiento obrero inglés extendió su influencia a esos países en forma decisiva. El movimiento obrero sueco, más antiguo que el danés, data de 1880. A partir de 1898, la mayor parte de las organizaciones obreras se agrupan en torno a una Confederación Nacional (Lands Organisation in Sverge), de tendencia socialista. En Noruega es donde se encuentra el movimiento más antiguo. La acción obrerista se manifiesta ya con fuerza en 1850, impulsada por la propaganda revolucionaria de Marcus Thrane. La represión destruye los primeros intentos de organización. En 1884 surgen nuevos intentos organizativos profesionales. En 1889, existe ya una Federación Nacional de Sindicatos y en 1899 se constituye la Central Nacional de Sindicatos Noruegos. Bélgica ofrece un movimiento obrero rico en contenido en sus dos vertientes: la política y la sindical, con importantes núcleos de significación anarquista. País que ya contaba con centros industriales de cierto relieve, registra una actividad sindical, cooperativa y mutualista de alguna importancia en los últimas decenios del siglo x i x , así como con un movimiento ascendente de tendencias socialistas que se ve consolidado a f i nales de siglo. El Partido Socialista Obrero Belga presta una atención preferente a la acción sindical y, desde los primeros momentos, mantiene en su aparato de organización y en su dirección una Comisión Sindical que dirige y orienta la acción sindical. A partir del siglo X X , las cosas cambian y partidos y sindicatos quedan definidos y tienen su propia personalidad, sin que el sindicalismo pierda su contenido socialista. El anar-
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quismo fue debilitándose hasta quedar marginado. Tras breves etapas, en el congreso del 28 de abril de 1907 aparece ya organizada la central nacional, la Confederación Sindical Belga, cuyo principal dirigente, Camilo Mertens, desempeñó un papel muy importante en la Internacional sindical, siempre en el campo reformista, en coincidencia con las TradeUnions británicas, así como con las centrales de los países escandinavos. En Finlandia, desde 1880, existen uniones profesionales que se federan a partir de 1900 para crear la Confederación General de los Sindicatos de Finlandia, de tendencia socialista laborista y a los que, como a las otras centrales, podríamos considerar dentro del campo del reformismo. De acuerdo con la ya citada Enciclopedia Socialista —obra realizada por un grupo de socialistas y sindicalistas franceses de gran valía, en el que participaron, entre otros, Longuet, Campere, Morel y Lafargue—, en Rusia, la política de represión y terror del zarismo hizo casi imposible el desarrollo de las organizaciones obreras; éstas tuvieron que vivir en perpetua clandestinidad, a base de reducidos círculos. No obstante produjéronse serios conflictos. La Enciclopedia dedica al movimiento sindical ruso una parte demasiado pobre en contenido y muy lacónica en su explicación histórica. Lo que sucede igualmente cuando se refiere a España. «El Movimiento Sindical en Rusia —dice la mencionada obra— data de los últimos años del siglo X I X , pero fue muy rápido en su desarrollo y se sabe la importancia que, en los acontecimientos revolucionarios de los seis primeros años del siglo XX (Revolución de 1905, A.R.D.), representaron las grandes huelgas y los congresos obreros de Rusia...» Estamos concretándonos, como habrá observado el lector, al siglo X I X , asomándonos, en algunos casos, al X X , pero como simple acotación. El papel de la clase obrera y de los campesinos rusos pasará a un primer plano en el siglo X X , pero esto será motivo de análisis en el tomo II de este libro; en él aparecerá la gran figura de Lenin en toda su dimensión, pues su obra abarca una parte de finales del siglo X I X y, en forma decisiva, el período que culmina en la gran Revolución de 1917. Cuando se crea la II Internacional, Lenin tiene 19 años y Plejanov —que participó en el congreso de 1889, del que surgió la nueva Internacional— tiene 32. El movimiento obrero francés es, sin duda alguna, el más importante y el que presenta diferentes contrastes, con un contenido histórico de grandes dimensiones. La trayectoria del movimiento obrero francés es de una gran riqueza histórica, y para el español significó una permanente aportación de lecciones y experiencias. En la Francia de la Gran Revolución es donde aparecen los más significados utopistas: Saint-Simon, Fourier, Cabet, y es en la Gran Revolución donde se pone de relieve la gran figura de un tipo nuevo de revolucionario, en cierto modo socialista, con
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Saint-Just y Babeuf. Es también, más tarde, donde aparece J. P. Proudhon, el filósofo de un singular tipo de anarquía, que ejerce poderosa influencia en Francia y decisiva en España, y de menor intensidad en algún otro país. Es también en Francia, sobre todo después de la Revolución del 48, donde van penetrando, con más fuerza, las ideas, las concepciones del socialismo científico y revolucionario de Marx y Engels, y donde mayor repercusión alcanza El Manifiesto Comunista, donde el movimiento obrero socialista ofrece un mayor y más valioso equipo de hombres compenetra, dos con el marxismo: Lafargue, Guesde, Longuet, Vaillant, Deville. Las diferentes etapas por que atravesó el movimiento obrero francés —anarquismo, cámaras sindicales, bolsas de trabajo (en sus primeras etapas), sindicatos de clase de contenido marxista, habiendo pasado antes por el período del anarcosindicalismo—, representan todas una riqueza de inestimable contenido social, tanto por su variedad como por su originalidad y contrastes ideológicos. La fuerza de inercia de la Gran Revolución dio impulso, por algunos decenios, a los precursores del movimiento obrero y del socialismo en sus diferentes escuelas, hasta alcanzar una depuración ideológica en las concepciones del materialismo histórico de Marx y Engels. Los movimientos revolucionarios que siguieron a la Gran Revolución —1830 y 1848— y los movimientos sociales que se produjeron en la segunda mitad del siglo X I X , así como la gloriosa Comuna de París de 1871 han representado jalones fundamentales en el devenir histórico no sólo del movimiento obrero francés, sino del internacional. Como hemos subrayado en algún lugar de esta obra, el movimiento obrero español, en ciertos aspectos y en relación con algunos acontecimientos, en lo general y no en lo concreto, guarda un curioso paralelismo con el francés: los movimientos de los Tejedores de Lyon, con los de Cataluña; las condiciones revolucionarias de Francia en el 48, con las sublevaciones de Madrid Barcelona y otras ciudades; la Comuna, con los sucesos de antes, durante y después de la implantación de la Primera República, por ejemplo. La Primera Internacional, dejando a un lado la acción perturbadora del anarquismo —que en ninguna parte ha sido tan violenta y catastrófica como en España—, ha tenido en Francia una genuina representación en un núcleo de hombres y organizaciones serias y responsables. En España, a partir de la nueva Federación de Madrid, lo tuvo en el reducido grupo de Lafargue, Mesa, Mora, Iglesias y demás colaboradores de La Emancipación. No insistimos en estos aspectos que han sido 1
1. Examinada por el autor la colección completa de este semanario que figura en la Biblioteca Nacional de Madrid, con excepción de los números 1, 2 y 91.
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tratados en los precedentes capítulos; en ellos hemos intentado poner de relieve lo que el movimiento obrero español tiene de analogía, en ciertos aspectos, con el proceso de desarrollo del francés y, sobre todo, lo que el socialismo español del siglo xix debe al socialismo galo, a sus hombres de aquella época, como el socialismo en general —el de ayer, el de hoy y el de mañana— debe y deberá siempre a los autores del Manifiesto Comunista, a los creadores de la Primera Internacional, a los forjadores de una nueva filosofía, de una teoría científica en la que se condensa el pensamiento político de Catlos Marx y de Federico Engels. El movimiento obrero español, en su conjunto, ha vivido durante el siglo X I X en una constante inquietud y, acaso como ningún otro, sufrió brutales períodos de represión que llevaron al sacrificio, a la deportación, a las ergástulas a decenas y decenas de trabajadores. Directa o indirectamente se vio envuelto en asonadas y golpes de Estado, en toda clase de acontecimientos políticos, en todos los que, en torno a las luchas dinásticas, organizaban fuerzas ajenas a los intereses de la clase obrera, y de todos los cuales, cuando llegaba la hora de la dura represión, las víctimas, los que subían a la horca o caían ante los pelotones de ejecución eran, en su mayor parte, obreros y campesinos. La historia del proletariado español en el siglo xix y en lo que va del xx, independientemente de las causas determinantes, es una singular cadena de heroísmos y sacrificios que sólo puede explicarse, aparte de por el fenómeno social y económico, por el sectarismo cerril, el oscurantismo, el fanatismo de las clases dirigentes y por el papel desempeñado a partir del tercer decenio del siglo XIX, por las tendencias ácratas, las conductas anarquizantes y, más tarde y concretamente, por el anarquismo aliancista de Bakunin. El anarquismo estuvo involucrado en todos los acontecimientos de signo violento y negativo, así como en las situaciones conflictivas o movimientos de provocación que vivió la Primera República. Esa línea de conducta, esa táctica negativa, sistemáticamente perturbadora, aunque debilitada, pervivía al finalizar ese siglo y tendría continuidad en el siguiente. El I Congreso de la II Internacional (1889) abrió una etapa nueva en la historia del movimiento obrero: la etapa del socialismo impulsado por la teoría y la ideología del marxismo. La primera organización había v i vido once años. Si no tomamos en consideración los congresos de los escisionistas, existe un vacío de trece años hasta la creación de la nueva Internacional. Esta orientó a la clase obrera durante los últimos once años del siglo XIX. En su primer congreso se concentraron los hombres más preclaros del socialismo de aquella época. Carlos Marx había desaparecido seis años antes, en 1883, a los 65 años de edad. Las figuras más prestigiosas del socialismo internacional y de cada país, en aquel período, fueron: Ale-
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mania: Federico Engels, 69 años; Guillermo Liebknecht, 63 ; Augusto Bebel, 49; Eduardo Bernstein, 39; Carlos Kausky, 35; Clara Zetkin, 32. Francia: Carlos Longuet, 56 años; Jenny Marx, esposa de Longuet; Eduardo Vaillant (héroe de la Comuna de París), 49; Pablo Lafargüe, 47; Laura Marx, esposa de Laf argüe; Julio Guesde, 44; Gabriel Deville, 35. España: José Mesa, 49 años; Pablo Iglesias, 39; Jaime Vera, 31; Antonio García Quejido, 33; José Comaposada, 30; Facundo Perezagua, 29; Francisco Mora. Rusia: Jorge Plejariov, 32 años. (En la época de ese primer congreso, Lenin —como Rosa Luxemburgo— tenía solamente 19 años.) Estados Unidos: Antonio Federico Sorge, 61 años; Eugenio V. Debs, 37. Inglaterra: Keir Hardie, 35 años; Eleonor Marx, 34; H. M. Hyndman, 47. Bélgica: Emilio Vandervelde, 23 años; César De Paepe, 48; Juan Volders, 35. Italia: Andrés Costa, 38 años; A. Labriola, 46. Esos hombres, entre otros que sin duda omitimos, bajo la bandera de la II Internacional, guiaron en la línea del marxismo al movimiento obrero mundial por la senda del socialismo durante el último decenio del siglo X I X . Con las grandes figuras de Marx y Engels, símbolos del socialismo, cerramos nuestro trabajo relacionado con el siglo XIX, y con ellos abriremos el tomo II consagrado a la primera mitad del siglo X X , el siglo que conoció convertidas en realidad sus teorías y su sueño de lograr la iniciación de una nueva sociedad caminando hacia el socialismo bajo la dirección de las clases productoras. 1
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A.R.D. Bages, Narbona (Francia) y México. Marzo de 1974.
1. Las hijas de Carlos Marx, Jenny, Laura y Eleanor, desempeñaron un papel muy importante en la historia del movimiento obrero, del socialismo. Las dos primeras como compañeras de Carlos Longuet y de Pablo Lafargue, respectivamente; la tercera, por su labor y acción directa en el movimiento obrero británico. Participaron en algunos congresos y, con Federico Engels, contribuyeron a continuar los trabajos que su padre, al morir, había dejado inconclusos. Laura vivió en Madrid, con su esposo Pablo Lafargue, después del aplastamiento de la Comuna, prestando una valiosa colaboración al socialismo español; su correspondencia con Federico Engels es de gran valor histórico.
APENDICES
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SECCIÓN PRIMERA SOCIEDAD
Y
PROPIEDAD
I CATECISMO DEL I N T E R N A C I O N A L
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Rudimentos de ciencia social Cap. I. — DE LA SOCIEDAD
« P . — ¿ D e cuántas clases se compone nuestra sociedad? »R. — De dos clases principales: la clase obrera y la clase burguesa. Estas dos clases se subdividen a su vez en subclases. »1.° CLASE OBRERA. — Forman parte de la clase obrera todas las personas que, trabajando, crean un producto cambiable; para que un producto sea cambiable debe tener el carácter de utilidad social. El zapatero que, por ejemplo, hiciese zapatos de una vara de largo, aunque trabajase no crearía un producto cambiable, porque semejantes zapatos no tendrían utilidad social. »Los individuos de la clase obrera forman la gran mayoría de la nación y son los sólo verdaderamente útiles al mantenimiento de la sociedad. La clase obrera se divide en dos subclases: a) la subclase artesana y b) la subclase proletaria. »a) Subclase artesana. — El artesano es el obrero libre. Trabaja por su propia cuenta, en su propio taller y con instrumentos que le pertenecen. Su trabajo es individualista. El solo o con la ayuda de algunos aprendices u oficiales, puede crear un producto entero. Este producto le pertenece, puede disponer de él según su voluntad, y lo cede al comprador después de discutir con él sobre el precio. El artesano es un pequeño propietario. Pertenecen a la subclase artesana los pequeños propietarios agrícolas, el artista, el literato, el hombre de ciencia, etc. »b) Subclase proletaria. — El proletario es el obrero asalariado. Trabaja por cuenta ajena en talleres y con instrumentos que no le pertenecen Su trabajo es comunista: a veces centenares de obreros contribuyen a la creación de un producto común; este producto no les pertenece jamás; 1.
La Emancipación, 6, 13 y 20 de julio de 1872.
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el amo es el encargado de venderlo. La gran masa proletaria tiene por única propiedad su fuerza vital, la cual cambia por el salario. El proletario sale desnudo del seno de su madre común, la tierra. En las grandes explotaciones industriales modernas y en los grandes laboratorios de química, física, fisiología, etc., se encuentran también verdaderos proletarios científicos. »La clase artesana es el punto de partida de la clase proletaria. En la Edad Media la clase obrera estaba compuesta solamente de artesanos: entonces dominaba el sistema de la pequeña propiedad y de la industria doméstica e individualista. El descubrimiento de América y la centralización de los capitales en manos de los comerciantes facilitó la creación de grandes talleres, en los cuales poco a poco se introdujo la división del trabajo y donde la fuerza motriz del vapor vino a reemplazar a la del hombre. El proletario es el obrero de los grandes talleres comunistas. En cualquier parte en que la industria moderna ha sido implantada, la clase obrera tiende a componerse únicamente de proletarios. La desaparición de la subclase artesana y su reemplazo por la subclase proletaria es una consecuencia de la transformación económica. »2.° CLASE BURGUESA. — Forman parte de la clase burguesa todos los que, poseyendo instrumentos de trabajo, y se entiende por instrumentos de trabajo la tierra, las fábricas, los buques, el capital moneda, etc., los hacen producir por otros y retiran un beneficio de este trabajo. Forman también parte de esta clase los que trabajan para mantener los privilegios y entretener los vicios de los detentadores de los instrumentos de trabaja »Los miembros de la clase burguesa forman la minoría de la masa de la nación y no desempeñan ningún papel indispensable al mantenimiento de la sociedad. Esta clase se subdivide en tres subclases: a) subclase aristocrática; b) subclase burguesa propiamente dicha o clase media; c) subclase doméstica. »a) Subclase aristocrática. — En la Edad Media, en que la guerra era permanente y en que los trabajadores de los campos eran impotentes para defender sus cosechas y sus ganados contra las bandas de forajidos, y los artesanos y burgueses de las ciudades no estaban al abrigo de los golpes de mano, los nobles eran los protectores y defensores de los que reconocían su soberanía. Mas, a medida que la seguridad se fue estableciendo y que cuerpos especiales encargados de defender la propiedad y la vida de los individuos se organizaban, los nobles fueron perdiendo su utilidad. Por otro lado, como las luchas intestinas de los señores feudales terminaban siempre por la derrota del más débil, que era expropiado de sus bienes y a veces condenado a muerte, el número de los nobles disminuyó poco a poco, convirtiéndose los que quedaban en grandes feudatarios, que
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a su vez fueron desposeídos de su soberanía por el poder reaL del cual fueron humildes cortesanos. »Hubo un momento en que la nobleza, no cumpliendo ninguna misión útil al mantenimiento de la sociedad, y completamente corrompida por la ociosidad, fue desposeída fácilmente del poder político por la burguesía, que abolió todos los privilegios nobiliarios y los reemplazó por privilegios de su clase. Los restos de la aristocracia no se distinguen de los burgueses sino por un culto ridículo a sus viejos y gastados pergaminos, testigos del servilismo y prostitución de sus familias. »Los nobles de nuestros días, aunque manifiestan un profundo desprecio por la burguesía y todo lo que huele a negocio, no se desdeñan, sin embargo, si se les paga, de prestar su nombre histórico al filibusterismo financiero, el cual se sirve de sus nombres como de pabellón para esconder su contrabando y de cebo para pescar el dinero de los tontos. Los antiguos nobles robaban hasta los calzones de los viajeros y comerciantes que pasaban por sus estados; los modernos protegen a los ladrones. Dicen la verdad al asegurar que siguen la tradición. Sin embargo, la generalidad de la aristocracia no considera digno de la atención de un descendiente del Cid Campeador sino el arreglarse los picos de la corbata, cuidar de su perro dogo y escuchar con formalidad las tonterías de las mujeres de mundo. »b)- Subclase burguesa propiamente dicha o clase media. — Esta clase es la verdadera clase reinante en nuestra sociedad. Con la ayuda del pueblo arrebató el poder político de las manos de la dase aristocrática, y en vez de destruirlo le empleó para d aumento y seguridad de sus privilegios. »La burguesía, como la nobleza, ha desempeñado un papel histórico de los más importantes. Las corporaciones de mercaderes de la Edad Media formaron los primeros centros de resistencia contra el poder feudal e iniciaron el movimiento de toda la industria moderna. La creación de las manufacturas, la aplicación de la división del trabajo, el empleo del vapor como fuerza motriz, son debidos a la burguesía. Un Bonaplata que introduce una industria en su país es un hombre esencialmente útil Pero una vez establecida la industria, se crearon en cada taller, de entre los mismos asalariados, administradores y directores. El burgués pudo entonces descansar de estos trabajos y consagrar sus facultades intelectuales a revisar las fondas donde mejor se come, y sus facultades físicas, a la mejor digestión de lo engullido. Si los nobles tienden a convertirse en dijes, los burgueses tienden a convertirse en cerdos. 1
1. Bonaplata, en 1830, causó una revolución en la industria catalana, y, por consiguiente, en toda la industria española, creando talleres con máquinas de hilados y tejidos de estambre y algodón, movidas a vapor.
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»Por exceso de generosidad, la clase obrera podría consentir en cebar a la clase burguesa, cuyos miembros disminuyen continuamente en número ; pero al mismo tiempo que los burgueses se convierten en seres inútiles, degeneran en animales dañinos. La ociosidad es la madre de todos los vicios, dice el proverbio popular. »c) Subclase doméstica. — Si la clase burguesa tiende a disminuir, la subclase doméstica crece, por el contrario, con una celeridad espantosa. Así como hemos visto que la clase proletaria tiende a constituir por sí misma la clase obrera, del mismo modo la clase doméstica tiende a constituir ella sola la clase burguesa. La subclase doméstica puede dividirse en dos categorías distintas: » l . Domésticos pagados para mantener los privilegios de la clase reinante: reyes, hombres de estado, magistrados, militares, clérigos, economistas, publicistas, etc. »2. Domésticos pagados para entretener los vicios de la clase reinante: lacayos, prostitutas de ambos sexos, etc. «Además de los domésticos, hay una gran parte del proletariado ocupada únicamente en trabajar para la satisfacción del lujo frivolo e insultante de la clase poseedora. «Toda la clase burguesa (aristócratas, burgueses y domésticos) vive sobre la producción de la clase obrera, y la parte del proletariado que no trabaja sino para satisfacer el lujo de la clase burguesa se encuentra en el mismo caso. Este aumento incesante de la clase improductiva doméstica da la razón de ser de aquella ley económica: "La miseria de la clase obrera crece en razón directa de la fortuna social".» a
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Cap. I I . ' — D E LA PROPIEDAD
«P. — ¿Qué es lo que constituye la diferencia entre la clase burguesa y la clase obrera? »R. — La propiedad, que siendo creada por la clase obrera es poseída por la clase burguesa. »P.—¿Qué es la propiedad? »R. — Trabajo acumulado. La clase obrera, trabajando continuamente, 1. El aumento de esta última categoría de la clase doméstica ha tomado tal desenvolvimiento que Carlos Marx, en su Capital, hace notar que en Inglaterra, de ocho millones de individuos que ganan su sustento trabajando, se encuentran 1 208 648 consagrados a los servicios domésticos. Este dato oficial es mucho más pavoroso cuando se considera que sólo 1098 261 individuos están consagrados a los trabajos de hilados y tejidos de Inglaterra.
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no posee nunca trabajo acumulado; la clase burguesa, por el contrario, no trabajando nunca o trabajando muy poco posee, sin embargo, la propiedad, o sea, el trabajo acumulado. Aquí hay uno que roba y otro que es robado. »Siendo la propiedad trabajo acumulado, toda cosa que contenga en sí trabajo humano es una propiedad: una invención científica es tan propiedad como un campo preparado para la siembra, una fábrica o una suma de dinero. »Por consecuencia, cuanto más la humanidad progresa, más crece la propiedad. Cada minuto de trabajo social aumenta la suma del trabajo acumulado, o. lo que es lo mismo, de la propiedad. » P . — ¿ D e b e ser la propiedad individual? » R . — E l salvaje que viviendo solitario en una isla sembrase maíz en una tierra que él hubiese labrado con herramientas inventadas y fabricadas por él podría llamarse el único propietario de su cosecha. Aquel que un día le cogiese un grano de maíz, le robaría. No habiendo tenido necesidad de nadie para producir su cosecha, no debe nada a nadie. Este salvaje solitario es el verdadero individualista, autónomo. »E1 hombre que vive en una sociedad civilizada se halla colocado en otras condiciones. El campo en que él siembra su trigo ha sido talado, saneado y labrado por otros; las herramientas de que él se sirve han sido inventadas, perfeccionadas y fabricadas por otros también; en su cosecha se encuentra no solamente su trabajo, sino el trabajo de otros; por consecuencia, no le pertenece todo entero. La sociedad tiene el derecho de percibir una parte, y todas las sociedades han percibido esta parte bajo la forma de impuesto. »Si en una sociedad civilizada el producto del trabajo no puede pertenecer todo entero al productor, con más razón la propiedad o el trabajo acumulado por las generaciones actuales y precedentes no puede tampoco pertenecer todo entero a una sola clase. »Una máquina de las fábricas de Cataluña, por ejemplo, ha sido fabricada en Inglaterra, con hierro de Suecia, transportada por un buque francés; fue inventada por un holandés, perfeccionada por americanos, limpiada en Barcelona y arreglada por obreros catalanes; por consiguiente, esta máquina representa trabajo de millones de obreros de diferentes países. Además, esta máquina es, a su vez, el perfeccionamiento de otras máquinas inventadas y perfeccionadas por millones de individuos de las generaciones precedentes. Siendo esta máquina no solamente el resultado del trabajo de millones de individuos de la generación actual, sino de millones de individuos de las generaciones pasadas, no puede ser poseída ni por un solo individuo ni por un grupo limitado de individuos. Porque
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sucede así en la sociedad presente: millones de individuos se encuentran lastimados en su derecho de propiedad, que es el primero después del derecho a la vida. »Si una sociedad organizada según la justicia y la ciencia debe dejar a cada uno de sus miembros la propiedad individual o «apropiación» del fruto de su trabajo, después de haber sacado bajo la forma de impuesto la cantidad que se juzgue necesaria para los gastos generales de la sociedad, no debe jamás permitir el acaparamiento por un hombre o una colectividad de una propiedad producto del trabajo de las generaciones pasadas y presentes. »P. — ¿Qué se entiende por apropiación? »R. — No siendo cada producto sino la materialización del trabajo humano, es decir, el trabajo que toma una forma tangible; no siendo el trabajo humano sino el resultado de la aplicación de la fuerza productiva del hombre a la transformación de una parte cualquiera de la materia; no siendo la fuerza productiva del hombre sino la transformación por el cuerpo humano de los objetos necesarios a la conservación de su vida, a la reproducción de su especie y al desarrollo de su inteligencia, el valor del producto debe ser la representación tan exacta como sea posible del valor de los objetos necesarios a la vida humana. »E1 salario que da el capitalista viene a representar el valor de los objetos necesarios para que el obrero pueda ir pasando su vida, o como vulgarmente se dice, pueda ir tirando; por esto el salario es más inferior en España que en Inglaterra, donde los víveres están mucho más caros. Pero para el capitalista, las necesidades del obrero deben ser lo más reducidas posible, a fin de que el salario que le dé sea lo más corto posible. En una sociedad organizada según la justicia, las necesidades del productor deben ser, por el contrario, las más variadas y numerosas, y el precio de su trabajo tan elevado como sea posible. »La apropiación es, pues, el consumo individual de todos los objetos de que el productor tiene necesidad. El sombrero que cubre su cabeza, el vaso de aguardiente que reanima sus fuerzas, el libro que le distrae, son cosas apropiadas. Los instrumentos con los cuales trabaja el artesano son, asimismo, cosas apropiadas, tan necesarias para ganar su vida como los anteojos para el corto de vista. «Debiendo servir los productos apropiados solamente para el uso individual de aquel que se los apropia, no pueden ser nunca un medio de explotación. »P. — ¿Qué entendemos por acaparamiento? »R. — Haciendo el capitalista trabajar a los obreros la mayor cantidad de tiempo por el más corto salario posible, llega a no dar al obrero sino
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una parte más o menos mínima del producto que ha creado; el resto se lo guarda, mejor dicho, lo roba. Si para crear un producto el obrero ha gastado cuatro, el capitalista no le da más que dos. Estos robos, que se cometen diariamente, permiten a los capitalistas comprar o «acapararse» nuevos instrumentos de trabajo, cuyo «acaparamiento» es fuente de toda injusticia y de todos los males que sufre nuestra sociedad. »P. — ¿A quién debe, pues, pertenecer la propiedad? »R. — Puesto que la propiedad social (tierras, máquinas, buques, capital-moneda, etc.) es resultado de la producción común, no pueden ni deben pertenecer a un solo individuo ni a una colectividad, sino que debe ser «propiedad común» de la humanidad entera. Sólo así mi derecho de propietario, el vuestro y el de nuestros hijos no será usurpado; sólo así podrá ser destruido el acaparamiento, fuente de todos nuestros males. »P. — ¿Cómo es entonces que una demostración tan sencilla no ha convencido a la clase poseedora? »R. Porque la clase poseedora está embrutecida por el más estrecho y refinado egoísmo, la razón no ilumina su inteligencia, la piedad no conmueve su corazón, la justicia no desciende hasta su conciencia; no obedece sino a la fuerza: por eso la fuerza ha sido hasta hoy el primero de los derechos. La miseria, la razón y la justicia sin la fuerza son hoy palabras vanas. »Si la clase obrera no contase más que con sus sufrimientos y con la razón y la justicia, la espantosa frase de Cristo, «la miseria es eterna» sería una verdad. »P.—¿Podrá la clase obrera conseguir tener la fuerza? »R. — S í ; la clase obrera moderna, el proletariado, poseerá la fuerza. El proletariado está en mayoría, tiene conocimiento de la situación y para tener la fuerza no le falta más que la organización; ésta se la proporciona la Internacional; tiene, además, por ayuda la más grande y persistente de todas las fuerzas brutas: la «fuerza económica». »P. — ¿Qué es la fuerza económica? »R. — Desde el principio de la Edad Media la propiedad sufre una transformación que explica todos los cambios sociales, políticos, religiosos y filosóficos que se han verificado en Europa desde aquella épo-:a. »En la Edad Media, a pesar de ser poseídos inmensos territorios por señores feudales, el sistema de la pequeña propiedad era el que predominaba; es decir, que el suelo era cultivado en pequeñas partes. Cada familia de siervos tenía su casita y su campo, que trabajaba a su modo. Después de haber pagado el tributo al señor feudal, para que le defendiese su tierra, y el diezmo al cura, para que le hiciese ganar el cielo, el siervo era dueño de su cosecha; en una palabra, venía esto a ser el sistema
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de los arrendatarios, con la diferencia de que el propietario moderno no se bate por el arrendatario ni hace otra cosa que maldecirle e insultarle. »No hay palo sin dos puntas, ni pequeña propiedad sin industria pequeña: la una es tan fatal como la otra. En efecto, la gran industria moderna funciona con instrumentos que representan un gran valor: si las máquinas movidas a brazo cuestan centenares de pesetas, las movidas por el vapor cuestan miles de duros. Donde quiera que existe la pequeña propiedad, las vías de comunicación son muy difíciles: los malos caminos vienen a ser los valladares de la pequeña propiedad. Así es que en los países donde las vías de comunicación son malas, la industria del país no puede exportar sus productos, ni la industria extranjera importar los suyos. No teniendo salida la industria del país, no estando obligada a colocarse al nivel de la industria extranjera, permanece estacionaria. En los países cruzados por vías férreas o relacionados entre sí por líneas de buques y carreteras, la industria indígena se ve obligada o a perecer o a transformarse para hacer frente a la competencia extranjera. »Y desde el momento que en un país, bien sea con capitales extranjeros, bien con sus propios capitales, se establece la gran industria, la pequeña propiedad se ve obligada a transformarse. La propiedad y la industria son como los dos platillos de una balanza: el más leve peso puesto en uno de ellos destruye el equilibrio, y para equilibrarlos de nuevo es preciso poner el mismo peso en el otro. Si la pequeña propiedad supone la existencia de la industria pequeña, la gran industria supone la existencia de la gran propiedad. »En Escocia, al principio de este siglo, la tierra era cultivada por pequeñas partes; habiéndose establecido la gran industria en este país, la transformación de la propiedad se produjo inmediatamente. Teniendo los industriales necesidad de lanas para las fábricas de hilados y tejidos, las tierras laborables se transformaron en grandes prados donde, en lugar de cultivar el trigo, hacían pastar los ganados. Los hombres, expulsados por los carneros, debieron ir a las fábricas o emigrar a América, Ahora bien, dondequiera que se establezca una fábrica en la cual se implante una explotación moderna, los trabajadores de los campos abandonarán sus respectivos cultivos e irán a buscar un salario más remunerador y un trabajo menos rudo. »Para que la gran industria se establezca es menester que la propiedad se concentre. Al final de la Edad Media esta concentración se hizo en Europa lentamente, por medio del empobrecimiento de los nobles, cuyos bienes se habían concentrado en manos de los judíos y de los usureros, y con el descubrimiento de América, la introducción en Europa de los metales preciosos, el paso del cabo de Buena Esperanza y el desarrollo
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comercial que fue su resultado. En nuestros días, los capitales extranjeros de los países más adelantados económicamente o los fondos del estado vienen a ayudar a los que establecen la gran industria. Todos los estados han subvencionado la creación de las vías férreas, y España misma se halla cubierta de establecimientos industriales creados con capitales ingleses. »La gran industria influye sobre la propiedad, y la concentración de la propiedad no hace sino acrecentar la fuerza de la industria y, por consecuencia, acelerar la marcha centralizadora de la propiedad en manos cada día menos numerosas. «Concentrándose la propiedad, resulta un número cada día mayor de propietarios expropiados de sus bienes; estos expropiados ingresan en la clase proletaria y, poco a poco, se crean grandes propietarios, del mismo modo que en la antigua sociedad se formaban los grandes feudatarios por la expropiación continua de la gran masa de nobles. En la Edad Media el arma era la espada; hoy, el arma es el capital; antiguamente eran los campos de batalla donde los nobles se destruían; nuestros burgueses se arruinan ahora en los mercados. La sociedad moderna, lo mismo que la sociedad feudal, está basada en la lucha. »Esta fuerza ciega que impulsa a la burguesía a destruirse y a aumentar el número del proletariado es lo que se llama la fuerza económica. »P. — ¿Qué forma tiende a tomar la propiedad bajo el impulso de esta fuerza económica? »R. —' Con el sistema de la pequeña propiedad y la pequeña industria, la propiedad era realmente individual. El propietario en pequeño, que poseía un campo reducido, podía trabajar él solo o con su familia, y podía asegurar que su cosecha era debida a la actividad de él y de los suyos. El tejedor que tenía sólo un telar a mano, tejía una pieza de tela y tenía derecho a considerarla como el producto de su actividad individual. »Con el sistema de la propiedad en grande, el propietario territotial o el fabricante, aun cuando trabajasen, no podrían por sí solos cultivar sus campos o dar movimiento a sus máquinas, y por este hecho se ven obligados a recurrir a otros. La cosecha o la pieza de tela no es ya como antes un producto «individual», sino un producto común de todos los que han trabajado con el propietario, territorial o industrial, y el nuevo propietario reconoce el derecho de los obreros al producto cuando les da un salario que, según él dice, representa la parte que debería corresponderles en la repartición de los productos. Pero el salario no representa más que una parte del producto que de derecho debería tocarle al obrero; la otra parte queda en manos del propietario. Y esta parte retenida, o mejor dicho, robada por el propietario, es lo que le permite aumentar su propiedad.
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Así pues, si bien la propiedad sigue siendo individual, como antes, no es ya un producto individual. »La gran industria reclama imperiosamente para establecerse grandes capitales, y esta necesidad ha creado las sociedades en comandita de emisión, por acciones, etc. No siendo bastante rico un solo capitalista para crear una nueva explotación, se asocia con otros dos, diez, ciento o mil capitalistas, los cuales delegan la gestión de sus capitales o de su industria en un director o en un consejo de administración. Todos los socios poseen «colectivamente» la empresa, pero su posesión es puramente nominal, puesto que no representa ya ningún papel en la producción. ¿Qué función ejerce el accionista de un ferrocarril? Cobrar los dividendos de sus acciones. En esas sociedades, el propietario se ha separado por completo de su propiedad; de este modo, capitalistas ingleses pueden poseer minas en España, donde nunca han puesto los pies. La desaparición de todo lazo entre el propietario y la propiedad permite la supresión del propietario, sin que la propiedad padezca nada por este hecho; poco importa que sea Pedro, Juan o Diego el que posea el ferrocarril del Norte; para que el ferrocarril marche, lo que se necesita no son propietarios, sino obreros que trabajen en él. »La propiedad, en su marcha centralizadora, después de haber pasado por la fase de la «competencia», llega a la del «monopolio». Así es que mientras los transportes se hacían por medio de carros, la competencia era posible; pero ¿qué competencia puede hacerse cuando se establece un ferrocarril? La propiedad, en la fase monopolizadora, llega a ser un peligro social, no tan sólo para las clases productoras, sino hasta para las clases imperantes. Una compañía de ferrocarril podría, si quisiera, arruinar a un país, subiendo las tarifas de sus transportes de mercancías. Este peligro ha sido de tal suerte comprendido, que hasta los estados burgueses tienen establecido un máximo en las tarifas de los ferrocarriles, y cuando llegan períodos revolucionarios, cuando el pueblo ha tenido alguna influencia en el poder, ha obligado a tasar el pan. Los estados burgueses han dado un paso aún más adelante, sustrayendo a la explotación individual toda una parte de la propiedad: así sucede que los correos, la fabricación de armas, la acuñación de la moneda, son administradas y dirigidas por funcionarios públicos. Todos estos servicios, denominados de "utilidad pública", centralizados hoy en las manos "impersonales" del estado, eran antiguamente propiedades individuales: los telégrafos, con gran detrimento de la masa de la nación, son hoy todavía, en los Estados Unidos, propiedad de las colectividades de accionistas, al paso que en Bélgica una parte de los ferrocarriles pertenecen al estado y que en Inglaterra se han hecho estudios para la compra de todas las líneas férreas, a fin de poner un
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término a los robos a que están dando pretexto y servir al público mejor que hoy lo hacen las empresas. Se ve que en nuestra sociedad misma hay tendencia a transformar la propiedad que hoy se llama colectiva en propiedad del estado o propiedad común. »P. — ¿Cuántas formas reviste, pues, la propiedad en la sociedad presente? »R. — Tres principales: primera, la forma individual; segunda, la forma colectiva, y tercera, la forma común. »P. — ¿Podréis describirnos brevemente estas tres formas? »R. — 1. La propiedad de forma individual es la pequeña propiedad del artesano o del labrador pobre. La propiedad pertenece a un individuo que» individualmente o con ayuda de su familia, la explota y se encarga él mismo del cambio o del consumo de los productos. »2. La propiedad de forma colectiva es aquella que pertenece colectivamente a cierto número de propietarios: por ejemplo, los bienes de las comunidades religiosas son propiedades colectivas, porque son poseídos colectivamente por todos los miembros de la comunidad; los ferrocarriles y otras propiedades industriales son propiedades colectivas, porque son poseídas colectivamente por todos los accionistas, que delegan en una administración la gestión de la propiedad colectiva, la cual no es poseída por los propietarios. »3- La propiedad de forma común es toda propiedad que, como los correos, las minas, etc., no son propiedad de un individuo ni de una colectividad de individuos, sino que pertenecen a la nación entera. »Así pues, nada tan falso como decir que la propiedad burguesa es individual: una explotación es la que se hace en beneficio de individualidades o colectividades de individuos y en detrimento de los que la producen y de la sociedad entera.» a
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SECCIÓN SEGUNDA D O C U M E N T O S R E L A T I V O S A LA ESCISION DEL MOVIMIENTO OBRERO
II HISTORIA D E L A C R E A C I O N D E U N A N U E V A F E D E R A C I O N MADRILEÑA ASOCIACION I N T E R N A C I O N A L D E LOS T R A B A J A D O R E S Nueva Federación Madrileña Circular Compañeros de la Federación de Los que suscriben, miembros que han sido de la antigua Federación local de Madrid, se han visto en la triste necesidad de separarse de los que fueron sus hermanos y constituir una nueva Federación madrileña, único medio que les quedaba de practicar en su pureza la organización de la Internacional, falseada y desconocida por la antigua Federación, quien bajo el influjo maléfico de una sociedad secreta denominada la Alianza y obedeciendo ciegamente sus mandatos, se ha mostrado, más que autoritaria, tiránica e inquisitorial, infringiendo los Estatutos, pisoteando los reglamentos, faltando a la Verdad y escarneciendo la Justicia. ¡Y esos mismos hombres, con cinismo sin ejemplo, se atreven aún a llamarnos públicamente traidores e indignos! Vosotros vais a juzgar, compañeros y hermanos, quiénes son los indignos, quiénes los traidores. He aquí los hechos. Ya tendréis noticia por vuestros delegados de lo que ocurrió en el Congreso de Zaragoza entre el representante de la antigua Federación de Madrid y los que pertenecimos al anterior Consejo Federal. Allí pusimos claramente de manifiesto los ataques inmotivados de que habíamos sido víctimas, la manera injusta y arbitraria como se nos había expulsado de la Federación en el momento mismo en que estábamos preparándonos para la gravísima tarea de dar cuenta de nuestra misión al próximo Congreso, y las infracciones reglamentarias y otras cometidas con motivo de nuestra expulsión. Estos cargos no fueron contestados, y en las actas teservadas del Congreso constan. Nosotros habríamos podido pedir la disolución y reorganización de la Federación madrileña; pero en aras de la conciliación 428
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y escuchando los ruegos de muchos de nuestros amigos, preferimos ceder y aceptamos el acuerdo revocando la expulsión, retirando por nuestra parte cuanto pudiéramos haber dicho o escrito de ofensivo contra el Consejo local. Todos creyeron el asunto terminado, y terminado felizmente; pero nosotros sabíamos que el mal había echado profundas raíces, y que la causa era distinta de lo que la mayoría de nuestros compañeros pensaban. Conocíamos la existencia de la Alianza de la Democracia Socialista, sociedad secreta que pugna hace tiempo por dominar ocultamente la Internacional, y a la cual nosotros pertenecíamos; sabíamos también que algunos miembros de esta sociedad, compuesta en su mayoría de burgueses o aspirantes a burgueses, se hallaba en correspondencia misteriosa con ciertos jefes de otras regiones, y nos persuadimos de que mientras tan funesta sociedad existiese en España no habría paz ni unión entre los internacionales, y nuestra gran Asociación estaría en peligro. Guiados por este pensamiento y teniendo en nuestro poder las pruebas de todo lo que afirmamos, escribimos la siguiente circular a todas las secciones de la Alianza existentes en España. «SECCION D E L A A . . . D E M A D R I D «Compañeros de la sección de la A . . . de... »La sección de la A . . , de Madrid ha resuelto disolverse, y al propio tiempo os aconseja hagáis vosotros lo mismo, porque en nuestro concepto, así conviene a la causa del proletariado, que por nuestra parte hemos defendido, defendemos y defenderemos siempre. »Las principales razones que para tomar esta determinación hemos tenido son las siguientes: » 1 * La A . . . se ha desviado del camino en que nosotros habíamos creído verla desde sus primeros pasos en nuestra región; ha falseado el pensamiento que entre nosotros le dio vida, y en vez de ser una parte íntima de nuestra gran Asociación, un elemento activo que impulsase a los diferentes organismos de la Internacional, ayudándoles y favoreciéndolos en su desarrollo, se ha separado en el fondo del resto de la Asociación, ha venido a ser una organización aparte, casi superior y con tendencias dominadoras, introduciendo de este modo la desconfianza, la discordia y la división en nuestro seno. »Sin más que citaros dos hechos os convenceréis de la verdad de lo que afirmamos. El abandono en que se dejó al anterior Consejo regional en las difíciles circunstancias por que atravesó, y la conducta que la A . . .
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ha observado en el Congreso de Zaragoza, no aportando a él ninguna solución, ninguna idea, antes por el contrario, sirviendo de remora y obstáculo a los importantes trabajos encomendados al Congreso. »La A . . . ha cometido también una falta grave no practicando la organización acordada en Valencia, y en la cual iba envuelto su verdadero pensamiento. «2. La segunda razón que tenemos para disolvernos es que la A * i . , en Madrid, ha dejado de ser un secreto, como debéis saberlo por la circular que os dirigimos en el mes de febrero último, y tenemos entendido que en otras localidades ha sucedido lo propio. »Como comprenderéis, esta razón bastaría para justificar nuestra determinación. »A todo esto ha contribuido, no poco, la falta de carácter en muchos individuos que, en lugar de atender al cumplimiento de sus deberes, se han dejado arrastrar por la pasión, por las simpatías o por otro sentimiento personal. «Nosotros creemos que el pensamiento revolucionario que nos llevó a formar parte de la A . . . podremos realizarlo dentro de nuestra gran organización obrera; por lo cual sólo nos resta haceros una petición: que ayudemos al Consejo regional en las críticas circunstancias en que se encuentra y todavía podremos enmendar muchas de las faltas cometidas. a
«Salud y Liquidación Social. «Madrid, 2 de junio de 1872. «Los miembros de la A . . . de Madrid: José Mesa, Víctor Pagés, Francisco Mora, Pablo Iglesias, Inocente Calleja, Valentín Sáenz, Angel Mora, Luis Castillón, Hipólito Pauly. »(Es copia y está conforme con el original.) «El secretario de la A . . . de Madrid. »Víctor Pagés.-» Al día siguiente, 3 de junio, habiendo uno de nuestros compañeros enseñado la circular a un individuo del Consejo local de la Federación madrileña, éramos declarados traidores tres de nosotros, bajo el ridículo pretexto de que, en un artículo que publicamos en La Emancipación pidiendo una información revolucionaria, defendíamos la propiedad individual, ¡nosotros que no hemos cesado un momento de reclamar la propiedad común de todos los instrumentos de trabajo, por lo cual nos acusan de comunistas! Pero el verdadero motivo lo acaba de descubrir La Federación, uno de los órganos más imprudentes de la Alianza, el cual asegura que viendo la Federación madrileña que nos inclinábamos a de-
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fender al Consejo general, decidió expulsarnos. En efecto, por instigación de Tomás González Morago, miembro de la Alianza, se nos expulsó de la sección Varia por el crimen de defender al Consejo general, o mejor dicho, de no atacarle como hacen los agentes de la Alianza, con lo cual infringen el art. 15 del reglamento de aquella sección que dice que todos los miembros se obligan «a desarrollar y sostener, entre los trabajadores de su oficio y en todos los círculos donde ejerzan alguna influencia, las resoluciones de los congresos y el poder del Consejo general, como igualmente del Consejo federal y el Consejo local de Madrid, siempre que dicho poder sea establecido y legitimado por los Estatutos». Sin embargo, el motivo, injusto y todo, era discutible; podía justificarse adulterando los hechos y dejándose llevar de la pasión. Pero lo inaudito, lo que no tiene precedente en la Asociación Internacional de los Trabajadores, ni fuera de ella, como no nos remontemos a los primeros tiempos de la Inquisición, fue el procedimiento que se empleó para expulsarnos. No se nos amonestó o reprendió, como previene el art. 43 del reglamento típico de sección votado en Valencia; no se nombró un jurado, como establece el art. 24 de la misma sección Varia, aceptado y firmado por todos los socios; pero ni tan sólo se nos avisó para que nos defendiésemos; nada, se nos condenó sin oírnos. Decidnos, compañeros, ¿qué diferencias hay entre este sistema y el que empleaba la Santa Inquisición? Ved ahora textualmente los artículos del reglamento de la sección de Oficios varios, que tratan este asunto: «Art. 23. Ningún miembro podrá ser expulsado si no es por cualquiera de estas cuatro causas: 1 * Por un acto indigno y deshonroso cometido dentro o fuera de la Asociación. 2* Por violación flagrante de los Estatutos generales de la Internacional o de los artículos fundamentales del reglamento. 3. Por acusación calumniosa contra la Asociación o la sección, contra los individuos del comité que la representan o contra cualquiera de sus miembros, y sobre todo, 4. Por traición hecha a la solidaridad obrera. »Art. 24. En cualquiera de estos cuatro casos, y a petición del comité, que se presentará como acusador, se nombrará el jurado de honor del modo siguiente: el acusado designará dos jueces, el comité otros dos y tres la asamblea. »Si el acusado o el comité no estuviesen conformes con las resoluciones de este jurado, pasará la cuestión a la asamblea general de la sección, ante la cual formulará su acusación el comité con entera verdad; después el jurado explicará las razones de su resolución, y si la asamblea declara a
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estar conforme con la resolución del jurado, quedará ésta admitida sin apelación; de no estar conforme, la asamblea procederá al nombramiento de otro jurado en la misma forma que para el anterior.» »E1 número de individuos que votaton nuestra expulsión no pasaba de quince, siendo así que la sección se componía de más de ciento treinta miembros. »E1 autor de la proposición declarándonos traidores fue un tal Felipe Martín, político rabioso, tránsfuga de la Internacional, que no ha podido perdonar nunca a La Emancipación el haber aconsejado a los trabajadores que no fueran a las urnas; siendo sostenida por Tomás González Morago, que abandonó cobardemente al Consejo federal hallándose éste refugiado en Lisboa, aconsejando a algunos de sus individuos que tirasen los papeles al mar, y más tarde se salió del Consejo local, de que formaba parte, a poco de dar Sagasta su circular contra nuestra Asociación, temiendo sin duda la persecución que nos amenazaba. El autor de la proposición de expulsión fue Santos Trucharte, secretario del Consejo local, que no hace otra cosa sino imitar la incalificable conducta de los dos anteriores. «Quedábanos un recurso, la asamblea general de la Federación; mas cuál fue nuestra sorpresa al presentarnos en la sesión próxima y oír de boca del mencionado Trucharte que ni el compañero Pagés, ni el compañero Mesa podían tomar parte en las votaciones porque estaban expulsados. Era la primera noticia que teníamos de nuestra expulsión. En vano reclamamos contra tan escandaloso desafuero; en vano hicimos leer el art. 24 de la sección Varia; la asamblea sancionó el acto inquisitorial de los agentes de la Alianza. Y entonces fue cuando varios de nosotros descubrimos en plena asamblea la existencia de esta sociedad de intrigantes, y advertimos el peligro que corría nuestra Asociación si se la dejaba subsistir. Se nos oyó en silencio, y nada más. La sesión duró hasta las cuatro de la mañana. Antes de retirarnos protestamos contra el acuerdo de la mañana. Antes de retirarnos protestamos contra el acuerdo de la sección Varia y anunciamos nuestras dimisiones. «Tales son las razones poderosas que nos han obligado a separarnos de la antigua Federación madrileña y a constituir una nueva Federación local. El Consejo Federal, a quien hemos sometido el caso, explicándole circunstanciadamente todo lo sucedido, se declaró incompetente para dar la razón a una de las dos partes; y ahora que le anunciamos nuestra constitución se niega a admitirnos. En esto último ha usado de las facultades que le conceden los Estatutos; pero en lo primero ha faltado a su deber, Resumiendo, el Consejo local de la antigua Federación madrileña, que
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pues no ha velado por el cumplimiento de los mismos, como dispone el art. 7-° de los Estatutos de la Federación regional española. »No imitaremos la conducta de la Federación del Jura, que tantos partidarios tiene en la Alianza, no atacaremos al Consejo federal porque ha usado de sus facultades; pero como internacionales que somos, en uso de nuestra autonomía, que nadie nos podrá negar, y fundándonos en el art. 3-° de los mencionados Estatutos, seguiremos constituidos hasta la reunión del tercer Congreso regional al cual nos presentaremos a apelar de la decisión del Consejo y a pedir la disolución de la antigua Federación madrileña. «Resumiendo, el Consejo local de la antigua Federación madrileña, que tiene el descaro de llamar a los otros por los nombres que a él sólo le pertenecen, no podrá negarnos, pues consta en acta, a no ser que a lo de impostor añada lo de falsario, no podrá negarnos, decimos, estos cuatro puntos: »1.° Que se nos declaró traidores por quince individuos, todo lo más, de una sección que consta de más de ciento treinta. »2.° Que se nos expulsó por el mismo o menor número, sin darnos aviso, sin llamarnos a defendernos, sin nombrar el jurado que prescribe el art. 24 del reglamento de la sección Varia, arriba citado. »3.° Que la asamblea extraordinaria de la Federación madrileña, celebrada el día 9 de junio próximo pasado, sancionó esta infracción y esta injusticia privando del voto a los compañeros Pagés y Mesa. 1
»4.° y último. Que Felipe Martín, autor de la proposición declarándonos traidores, ha sido traidor a la Internacional, por trabajar en las elecciones, donde le propusieron para concejal; que Morago, que apoyó la proposición referida, ha sido dos veces traidor, por haber abandonado al Consejo federal en un momento de peligro y por haber hecho dimisión de delegado en el Consejo local cuando empezaron las persecuciones, y que Santos Trucharte es por lo menos cómplice e instrumento de traidores, por seguir de una manera ciega e inconsciente la voluntad de los dos primeros. «Cuando el Consejo local de la antigua Federación madrileña haya rebatido con pruebas, no con palabrotas, las cuatro afirmaciones que preceden, entonces tendrá derecho a dirigirse a los obreros honrados. «Mientras tanto, repetiremos sus palabras con una ligera variante: «"Pedimos a todos nuestros compañeros conserven en la memoria los nombres de estos indignos obreros que nos consideramos obligados a publicar, a fin de poner coto a sus perjudiciales intrigas, fraguadas al am-
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Véase infra, al final de esta circular.
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paro" de una Federación dominada e influida por unos cuantos farsantes, inquisidores con caretas de autónomos. »Estos nombres son: Felipe Martín, Tomás González Morago y Santos Trucharte.» Compañeros: Hecha la enojosa relación que precede, necesaria para que conocieseis las poderosísimas razones que nos han llevado a separarnos de la antigua Federación madrileña, réstanos un deber más alto aún que cumplir: el poner en vuestro conocimiento la intriga maquiavélica que se está tramando en el seno de nuestra Federación regional. Ya habréis visto la circular reservada del Consejo federal, fecha 7 del corriente, pidiendo la imposición de una cuota extraordinaria para enviar delegados al próximo congreso internacional. Aparte de que en ningún artículo de nuestros Estatutos puede fundarse la extraña proposición de centralizar las cotizaciones para el objeto indicado, de hacer él mismo el escrutinio general y formar un mandato imperativo colectivo, lo que nos parece de un autoritarismo muy pronunciado, hay en aquel desdichado documento apreciaciones tan graves contra el Consejo general de nuestra Asociación y una apología tan calurosa de las ideas de la Alianza (que no son las de la Internacional), que no dudamos en calificarle de un abuso de facultades cometido por el Consejo federal, y esto sólo explica que haya hecho reservado un acto que no hay ninguna razón para que no fuese público. Se trata, sin duda, de enviar al Congreso internacional delegados de la Alianza con el dinero de las federaciones locales, y nosotros tenemos el imprescindible deber de advertíroslo. Esta suposición es tanto más verosímil cuanto que el Consejo federal, como más abajo veréis, se halla compuesto en su mayoría de miembros de la Alianza. No queremos hacerle la ofensa de que sea capaz de adulterar el escrutinio, pero en su situación no debiera ser el encargado de una misión tan importante. Debéis saber que en el próximo congreso internacional va a decidirse la suerte de esa sociedad secreta y si sus miembros deben pertenecer o no a la Internacional. ¿Quién nos garantiza que el Consejo, parte interesada, no hará pesar su influencia y su autoridad en la balanza de la elección? El acto autoritario y abusivo que acaba de cometer expidiendo una circular reservada en que se trata abiertamente de indinar el ánimo de los internacionales españoles en favor de los proyectos de la Alianza, nos hace temerlo todo. Desde la salida de Lorenzo, que no pudo resistir las intrigas y manejos de los aliados, el Consejo federal se ha entregado por completo a esos hom-
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bres que reciben la consigna del comité establecido en Suiza y le obedecen ciegamente. Nosotros, que hemos sido engañados una vez por los hombres de la Alianza, queremos evitar que vosotros lo seáis. Como todos los poderes misteriosos, la Alianza ejerce más influjo que el que podéis imaginaros en todas las resoluciones de las asambleas generales, de las asambleas de sección, de las de federación y hasta en los consejos, por su manera de obrar cautelosa y activa. Organizada jerárquicamente, como la francmasonería, esta sociedad se compone de varias sociedades que están unas por encima de las otras, dirigiendo las superiores a las inferiores, sin que éstas lo adviertan, como los obreros de la Internacional no echan de ver tampoco que son dirigidos y manejados por los socios de la Alianza. Así es que la mayoría de los aliados de España no saben que ellos mismos están tan sujetos a otros poderes misteriosos, que cuando quieren tomar algún acuerdo contra la consigna que viene de Suiza, cuando quieren ser libres y rebelarse contra la tiranía que les oprime, se ven atacados sin piedad y abandonados de todos sus amigos, como nos ha pasado a nosotros. De todo cuanto afirmamos aquí poseemos pruebas; tenemos noticias de otras dos sociedades existentes en el seno de la misma Alianza, y que se titulan: una, Los Anarquistas, y otra, La Justicia del Pueblo. Organizada de este modo, la Alianza lleva su acción insensiblemente, pero de una manera segura, a todas las agrupaciones de la Internacional, secciones, federaciones y consejos. Su sistema consiste en tener siempre uno o dos individuos en cada Consejo (excepto en el federal, que lo son casi todos), que vigilan los actos del Consejo, se enteran de las comunicaciones y ponen al corriente al comité de la Alianza de todo cuanto ocurre. Si el Consejo local o el comité de sección tratan de tomar algún acuerdo que no convenga a la Alianza, sus individuos, prevenidos de antemano, se reúnen, toman una resolución, y todos ellos deben, no sólo votarla forzosamente, sino buscar un numero de compañeros de la Federación que les apoyen, con lo cual obtienen siempre mayoría. De este modo se han visto y se están viendo en nuestra Asociación las cosas más extrañas y que ninguno de vosotros habrá podido explicarse. Una orden emanada del centro misterioso, que no sabemos por quién está influido (quizá por los gobiernos burgueses), hace cambiar de repente la actitud de un periódico tan importante como La Federación de Barcelona, y su conducta es imitada ciegamente por los órganos de la Alianza y por todas las agrupaciones influidas, hasta el punto de que todos reproducen las mismas ideas, repiten las mismas palabras, y el Consejo federal ha llegado en su imprudencia hasta copiar en su circular privada parte de un artículo del periódico La
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Federación en que se hace la apología de los hombres que dirigen la Alianza y se defienden calurosamente sus planes. Compañeros, es preciso no dejarnos engañar; los trabajadores debemos saber a dónde vamos y conocer a quién nos guía; es preciso que la Alianza sea juzgada y que desaparezca de la Asociación Internacional de los Trabajadores este elemento burgués destinado a matarla. Para ello vamos a someteros una proposición, cuya importancia no podéis desconocer. La Nueva Federación madrileña propone a todas las federaciones locales de la región española: 1. ° Que si no han tomado aún acuerdo sobre la proposición del Consejo federal referente a las elecciones de delegados para el próximo Congreso Internacional, nombren inmediatamente una comisión compuesta de cinco delegados enviados por las cinco comarcas y que se constituyan en Valencia mismo. Esta comisión estará encargada de recoger la cuota extraordinaria para los gastos de la expresada delegación y hacer el escrutinio general de los votos de las federaciones. 2. ° En todo caso, las federaciones deberán tomar inmediatamente un acuerdo declarando que no puedan ser elegidos ninguno de los individuos que pertenecen o hayan pertenecido en España a la Alianza de la Democracia Socialista. Compañeros, éste es el único medio de impedir que en una cuestión de tanta gravedad como la que va a tratarse en el Congreso de la Internacional, los hombres de la Alianza vayan a ser jueces y parte al mismo tiempo, lo que sería el colmo del escándalo y de la injusticia. Nosotros estamos persuadidos de que la Alianza sigue constituida en todas las localidades donde antes existía, excepto en Cádiz. La prueba está en que solamente la sección gaditana ha contestado a nuestra circular, que insertamos más arriba, y se ha disuelto como nosotros. Las demás ni siquiera nos han acusado recibo. En cambio, la más furiosa persecución se ha desencadenado contra nosotros, como habréis podido ver por la relación que precede. Mas por si acaso las secciones constituidas declarasen, en vista de este manifiesto, que se hallaban disueltas, vamos a comunicaros los nombres de los individuos que conocemos han pertenecido a la Alianza en España, incluso los nuestros. Pertenecen o han pertenecido a las secciones de: Madrid: Los firmantes, y además Luis Castillón, Anselmo Lorenzo, Jesús Busquiel, Enrique Simancas, Francisco Oliva y Tomás González Morago. Simancas, Oliva y Morago, se separaron de los demás, pero nos consta que Morago ha continuado en relación con las demás secciones.
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Valencia: De siete individuos, recordamos los nombres de Pelegrín Montoro, Vicente Rosell, Franco Martínez, Miguel Nacher y Severino A l barracín. Barcelona: De trece, recordamos los de José García Viñas, Gaspar Sentiñón, Rafael Farga Pellicer, Alerini, García Meneses, José Pamies, Gabriel Albajés, Francisco Albajés, Balach, Rius y Clemente Bové. Málaga: De diez, recordamos Miguel Pino, Juan Guilino y Federico Deomarco. Sevilla: De nueve, recordamos los de Nicolás A. Marselau, Trinidad Soriano y Enrique Muñoz Vale. Cádiz: No sabemos el número y recordamos a José Casáis. Palma: De once, recordamos el de Francisco Tomás. Córdoba: De cinco, recordamos los de Navarro y Rafael Suárez. Además, pertenecen a la sección de Suiza: Francisco Córdoba y López, redactor de El Combate, José Rubau Donadeu, Gaspar Sentiñón, José G. Viñas, Trinidad Soriano y Tomás G. Morago. Meditadlo bien, compañeros; la suerte de la Internacional de España y quizá de otras regiones está en vuestras manos. Tened presente que la Alianza ha dividido ya a los internacionales de Suiza, y que previendo que sus planes pueden ser desbaratados en el próximo congreso, se dispone a levantar la bandera de la separación general, formando ellos una nueva Internacional a imagen y semejanza de su organización jerárquica, y a la cual piensan arrastrar a la Federación regional española. Uno de sus órganos, La Federación, de Barcelona, lo ha declarado terminantemente. Mostremos a esos ambiciosos e insensatos que los obreros conocen cuáles son sus intereses y que no se dejen engañar, como en otro tiempo, por burgueses disfrazados de revolucionarios. Compañeros, ¡viva la Asociación Internacional de los Trabajadores! Madrid, 22 de julio de 1872. Hipólito Pauly, Víctor Pagés, Angel Mora, José Mesa, Valentín Sáenz, Inocente Calleja, Francisco Mora, Pablo Iglesias.
He aquí la comunicación que la nueva Federación madrileña ha dirigido al Consejo federal, en contestación a otras dos que éste le había remitido, y de las cuales una ha sido publicada con gran pompa por dos periódicos: «Compañeros: »La Nueva Federación madrileña en sesión celebrada el día 21 de julio de 1872 y en vista de vuestras dos comunicaciones últimas, por las
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cuales os negáis a admitirnos a formar parte de la Federación regional española, ha acordado manifestaros lo siguiente: »Que los individuos que forman parte de la Nueva Federación madrileña son internacionales dimisionarios de la antigua Federación madrileña; »Que hicieron dimisión como asociados a ella porque la Federación madrileña no "practicaba la organización social adoptada" en ninguna de sus partes esenciales, y porque creen, como vosotros, "que es un deber de todos los individuos que quieran formar parte de la Federación regional española practicar la organización adoptada por la misma"; »Que el Consejo federal, en cumplimiento precisamente del art. 13 de los Estatutos, debía haber velado por "hacer cumplir las determinaciones de los Congresos", o por lo menos haberse procurado más datos que "haber sido refutados nuestros cargos por el Consejo local de la Federación madrileña", pues debéis saber que una refutación no es atendible si no se justifica debidamente; »Que, sin embargo de todo esto, el Consejo federal se ha declarado incompetente para aplicar a la antigua Federación madrileña el art. 7." de los Estatutos, estando comprendida esta Federación, según probaremos con hechos que conocéis, dentro de dicho artículo; »Que si bien no se cree competente para esto, sí se cree competente para no admitirnos a formar parte de la Federación regional española, citando para esto el acuerdo tomado por el Congreso de Barcelona; »Por todo esto y en atención a que en el reglamento de Federación regional no hay ningún artículo que prevea estos casos, por lo cual el Consejo federal debía haberlo juzgado con más detenimiento; «Considerando que no hay poder alguno que pueda impedir a un grupo de obreros el pertenecer a la Internacional, con tal de que cumplan con sus deberes; «Considerando que los individuos que componen la Nueva Federación madrileña han cumplido con sus deberes (véase el art. 6° de Fedederaciones regionales y nuestra comunicación dirigida a ese Consejo en fecha 8 de julio); «Considerando que nadie puede obligar a un individuo a seguir perteneciendo a una Federación que falta a todos los deberes que impone nuestra organización y que falta además a la justicia; «Considerando, por último, que el Consejo federal nos niega un derecho innegable y desatiende nuestra petición, sin detenerse un momento a averiguar la verdad de los hechos para obrar con entera justicia e imparcialidad :
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»La Nueva Federación madrileña declara que: Sigue y seguirá constituida para propagar y extender cuanto le sea posible la organización social adoptada por los congresos obreros de España, reservándose el derecho de llevar la cuestión al tercer Congreso obrero de la región española (véase el art. 3.° de los Estatutos), ya que el Consejo federal no procura buscar el esclarecimiento de los hechos y no tiene además en cuenta las razones que para separarnos hemos tenido. »Lo que en cumplimiento del acuerdo de la Asamblea os comunico. «Salud y liquidación social. «Por acuerdo y a nombre de la asamblea, el secretario del exterior, V*. Pagés. «Madrid, 21 de julio de 1872. «Compañeros del Consejo federal de la región española.»
III EL COMITE EJECUTIVO D E L CONSEJO G E N E R A L DE LA A.I.T. A C U S A DE C O N S P I R A C I O N Y T R A I C I O N A LA A L I A N Z A D E L A D E M O C R A C I A SOCIALISTA
ASOCIACION I N T E R N A C I O N A L D E LOS T R A B A J A D O R E S Londres, 8 de agosto de 1872. A LAS SECCIONES ESPAÑOLAS DE LA ASOCIACIÓN INTERNACIONAL DE LOS TRABAJADORES
1
En presencia de las intrigas urdidas contra la Asociación Internacional de los Trabajadores por varios individuos de la sociedad secreta la Alianza, el Comité ejecutivo del Consejo general había encargado, en su sesión del 24 de julio de 1872, al ciudadano F. Engels, secretario por España, que dirigiese al Consejo federal español, residente en Valencia, la siguiente carta: «Al Consejo federal español: «Ciudadanos: Tenemos en nuestro poder las pruebas de que existe en el seno de la Internacional, y especialmente en España, una sociedad secreta que se llama la Alianza de la Democracia Socialista. Esta sociedad, cuyo centro está en Suiza, tiene por misión especial el dar la dirección, en el sentido de sus tendencias particulares, a nuestra grande Asociación, y conducirla hacia fines ignorados por la inmensa mayoría de los internacionales. Sabemos, además, por La Razón, de Sevilla, que por lo menos tres miembros de vuestro Consejo pertenecen a la Alianza. «Cuando se formó esta sociedad, en 1868, como sociedad pública, el Consejo general tuvo que negarle la admisión en la Internacional a causa 1.
La Emancipación,
17-VIII-1872.
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de su pretensión de formar un segundo cuerpo internacional funcionando dentro y fuera de la Asociación Internacional de los Trabajadores, hasta tanto que hubiese renunciado a su carácter internacional. Si más tarde pudo entrar en nuestra Asociación fue prometiendo limitarse a ser una simple sección local de Ginebra. (Véase la circular privada del Consejo general sobre las "Supuestas divisiones existentes en el seno de la Internacional", páginas 7 y siguientes.) »Si la organización y el carácter de esta sociedad eran ya contrarios al espíritu y letra de nuestros Estatutos, cuando era todavía pública, su existencia secreta en el seno de la Internacional, a despecho de la palabra empeñada, constituye una verdadera traición a nuestra Asociación. La Internacional no reconoce más que una sola clase de miembros, con derechos y deberes iguales para todos; la Alianza los divide en dos clases: los iniciados y los profanos, los últimos destinados a ser dirigidos por los primeros, mediante una organización de que ignoran hasta la existencia. La Internacional pide a sus adherentes que reconozcan por base de su conducta la Verdad, la Justicia y la Moral; la Alianza impone a sus adeptos que engañen a los internacionales profanos sobre la existencia de la organización secreta, sobre los motivos y sobre el objeto de sus palabras y acciones. El Consejo general ha anunciado ya en su circular privada que reclamaría del próximo congreso una información sobre esa Alianza, verdadera conspiración contra la Internacional. Conoce asimismo las medidas que los hombres de la Alianza han hecho tomar al Consejo federal español en interés de su sociedad, y está resuelto a poner un término a estos manejos ocultos. A cuyo fin, reclama de vosotros, para la memoria que sobre la Alianza tiene que presentar al Congreso de la Haya: »1.° Una lista de todos los miembros de la Alianza en España, con expresión de los cargos que desempeñan en la Internacional. »2.° Una información, de vuestra parte, sobre el carácter y la acción de la Alianza, así como sobre su organización y ramificación fuera de España. »3° Un ejemplar de vuestra circular reservada de 7 de julio. »4.° Una explicación sobre la manera como podéis conciliar vuestros deberes para con la Internacional con la presencia en vuestro Consejo de tres miembros notorios de la Alianza, por lo menos. »De no recibir una contestación categórica y satisfactoria a vuelta de correo, el Consejo general se verá en la necesidad de denunciaros públicamente en España y en el extranjero por haber violado el espíritu y la letra de los Estatutos generales y por haber hecho traición a la Internacional, en interés de una sociedad secreta que le es, no sólo extraña, sino hostil. — Salud y fraternidad. —• En nombre del Consejo general, el secretario
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por España, Federico Engels. — 33, Rathbone Place W. — Londres, 24 de julio de 1872». La contestación del Consejo federal español, fechada en Valencia a 1.° de agosto y recibida en Londres el 5 de agosto, dice en lo referente a las reclamaciones del Consejo general: «Compañeros: Hemos recibido vuestra última, la que estando redactada en francés nos impide enterarnos de su contenido, pues nuestro traductor habitual está fuera de Valencia. Nos hemos dirigido a otro compañero para que la traduzca a la mayor brevedad, a fin de contestaros a la misma». El Comité ejecutivo del Consejo general, en sesión del 8 de agosto de 1872, ha acordado que, sin perjuicio de aguardar del Consejo federal español los informes pedidos, había lugar a la publicación de la carta que precede, con el fin de provocar de parte de todas las federaciones y secciones españolas una información general sobre la existencia, los actos y el objeto de la sociedad secreta denominada la Alianza. El Comité ejecutivo del Consejo general: Leo Frankel, secretario corresponsal por Austria y Hungría. — J. P. McDonnell, por Irlanda. — F. Engels, por España e Italia. — A. Serraillier, por Francia. —• Le Moussu, por América. — Hermann Jung, por Suiza. — Carlos Marx, por Alemania y Rusia. El presidente de la sesión, Walery Wroblewski, secretario por Polonia. — El secretario de la sesión, F. Cournet, secretario por Holanda.
IV E L CONSEJO G E N E R A L D E L A A.I.T. R E C O N O C E A LA N U E V A F E D E R A C I O N MADRILEÑA
ASOCIACION I N T E R N A C I O N A L D E LOS T R A B A J A D O R E S NUEVA
F E D E R A C I O N MADRILEÑA
A LAS FEDERACIONES LOCALES DE LA REGIÓN ESPAÑOLA
1
Forzados por la situación violenta y excepcional en que la saña de nuestros enemigos nos ha colocado, apoyándonos en las disposiciones administrativas 5. y 6. del Congreso de Basilea, y resueltos a seguir abrazados a la bandera gloriosa de la Internacional, a cuyos principios y Estatutos somos y hemos sido fieles, la Nueva Federación madrileña acudió al Consejo general de nuestra Asociación, manifestándole haberse constituido y pidiéndole su reconocimiento. El Consejo general ha contestado como sigue : a
a
«CONSEJO G E N E R A L »A LA N U E V A FEDERACIÓN MADRILEÑA
»E1 Comité ejecutivo encargado por el Consejo general de despachar, temporalmente, todos los asuntos administrativos de la Asociación, »Vista la carta de la Nueva Federación madrileña fecha 5 de agosto pidiendo que el Consejo general la reconozca; »Vista la resolución del Consejo federal regional de España de 16 de julio, negándose a admitir dicha federación; «Considerando, en cuanto a la forma, que sería absurdo tomar en ésta materia parecer previo de un Consejo federal regional, compuesto en su mayoría de miembros de una sociedad secreta hostil a la Internacional, y a quien el Consejo general va a acusar ante el Congreso; «Considerando, en cuanto al fondo, que los fundadores de la Nueva 1.
La Emancipación, 24-VIII-1872.
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Federación madrileña son los mismos hombres, primeros en España, que han tenido el valor de separarse de esa sociedad secreta denominada la Alianza de la Democracia Socialista, y descubrir y desbaratar sus maquinaciones, »Por estos motivos, »E1 Comité ejecutivo, en nombre del Consejo general, ha resuelto reconocer la Nueva Federación madrileña y entrar en comunicación regular y directa con ella. «Londres, 15 de agosto de 1872. «Por el Comité ejecutivo, el secretario por España, Federico Engels.» No pretendemos con esto constituirnos en Federación regional o Federación independiente; seguiremos siendo solidarios de las demás federaciones locales de la región española y correspondiente con todas aquellas que quieran reconocer la justicia que nos asiste. Pero la resolución del Consejo federal que se negó no sólo a admitirnos, sino hasta a examinar nuestras quejas, nos ha puesto en la dura alternativa de renunciar a nuestro derecho o de dar el paso que hemos dado, siquiera sea interinamente y mientras se resuelvan las cuestiones que turban y dividen a nuestra Asociación.
V L A N U E V A F E D E R A C I O N MADRILEÑA F R E N T E A LAS M A N I O B R A S DEL CONSEJO F E D E R A L 1
En una amplia circular explicando las irregularidades que venía cometiendo el Consejo federal de la Región Española, la Nueva Federación Madrileña, reconocida por la Internacional, formulaba la siguiente «PROPOSICION «Considerando que el primer deber del Consejo federal es "cumplir y hacer cumplir las determinaciones de los congresos regionales e internacionales" como prescribe el art. 13 de los Estatutos de la Federación regional española inserto más arriba; «Considerando que el Consejo federal de la región española ha faltado a este deber haciéndose solidario de las resoluciones tomadas en un congreso antiinternacional, resoluciones contrarias a las del Congreso Internacional de La Haya, y proponiendo la reunión de un congreso regional con el objeto de que sancione los hechos consumados en Saint-Imier; «Considerando, por último, que la reunión de un congreso convocado por el Consejo federal en las presentes circunstancias y con un programa semejante, es no sólo opuesto al espíritu y a la letra de nuestros Estatutos, sino atentatorio a la libertad e independencia de las secciones y federaciones, que no tienen tiempo material de formarse un juicio exacto de la situación antes de resolver: »Las federaciones, secciones o individuos que están conformes con la actual organización de la Internacional y no quieren cambiarla, sino por los medios señalados en nuestros Estatutos y reglamentos, protestan contra la proposición de convocar un congreso extraordinario para discutir "los acuerdos tomados en el Congreso de La Haya y de Saint-Imier", y D E C L A R A N que el actual Consejo federal de la región española se ha colocado 1.
La Emancipación, 9-XI-1872.
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fuera de la Internacional con sus actos anteriores y principalmente con su adhesión a las resoluciones del Congreso antiinternacional de Saint-Imier y con la proposición de reunir un congreso regional para someterle estas resoluciones. »Las federaciones, secciones e individuos I N T E R N A C I O N A L E S de la Federación española deberán ponerse de acuerdo sobre el modo de nombrar otro Consejo federal de la región. «Compañeros: Al dar el paso formal que damos hoy cumplimos con nuestro deber, como cumplimos ya el mes de julio último revelándoos la conspiración de la Alianza y los planes de los conspiradores. Sea cual fuere el resultado de nuestra proposición, suceda lo que quiera, ni nos arrepentiremos de lo hecho, ni cederemos una sola línea del terreno en que nos hemos colocado. »Ya lo saben nuestros enemigos: para destruir la Internacional tienen que destruirnos a nosotros antes. «Salud, trabajo y justicia. «A nombre y por acuerdo de la Nueva Federación madrileña, el secretario del exterior, Víctor Pagés. «Madrid, 1.° de noviembre de 1872. «NOTA. — Las federaciones, secciones e individuos que estén conformes con la anterior proposición, se servirán ponerlo en conocimiento de la Nueva Federación madrileña, para que ésta a su vez pueda anunciarlo a todos los internacionales de la región española».
VI A PROPOSITO DE LA D E L E G A C I O N ESPAÑOLA A LOS CONGRESOS D E L A H A Y A Y SAINT-IMIER E L CONSEJO G E N E R A L D E L A A.I.T. A los miembros de la Asociación en España
1
«Compañeros trabajadores: »E1 Consejo general acaba de recibir la circular de vuestro Consejo federal, que contiene la Memoria de los delegados Alerini, Farga Pellicer, Marselau y Morago, sobre el quinto Congreso general de La Haya y sobre la reunión de Saint-Imier. No tenemos ahora tiempo para refutar todo lo que hay de refutable en esta Memoria, pero levantamos nuestra voz contra la tentativa de declarar ilegales las resoluciones del Congreso general ("no lleva el sello de la legalidad debida" —pág. 12 de la Memoria—) porque las actas no fueron leídas. Esos cuatro delegados dicen en su Memoria que ha sido nombrada una comisión para preparar las resoluciones y las actas del Congreso y esta comisión se compone de seis miembros y rio "de Carlos Marx y dos más", como dicen esos cuatro delegados. ¿Es posible qué un Congreso obrero cualquiera obre ni haya obrado jamás de otro modo, cuando no tenía a su disposición un cuerpo de taquígrafos asalariados? ¿Los obreros considerarán un crimen el que su pobreza impidiese al Congreso contratar taquígrafos? ¿Y por qué esos cuatro delegados no os han dicho que fueron elegidos cinco secretarios por el Congreso para las diferentes lenguas? ¿Por qué no os dicen que uno de los suyos, Marselau, fue secretario del Congreso para el idioma español? Nosotros creemos que ese secretario ha cumplido con su deber y que lo cumplirá más aún enviando su acta a la comisión nombrada al efecto, ofreciendo así su testimonio oficial de los trabajos del Congreso. Y por otra parte, esos cuatro delegados ¿no dan ellos mismos en su Memoria 2
1. La Emancipación, 14-XII-1872. 2. Nombrados al Congreso de La Haya, mediante toda clase de maniobras. Los cuatro eran aliancistas. José Mesa y Pablo Lafargue representaron a las organizaciones de Madrid y Lisboa.
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testimonio de los actos del Congreso enumerando y citando textualmente casi todas las resoluciones del mismo? Es muy singular, con todo, que omitan el comunicaros la resolución siguiente, adoptada por unanimidad por el Congreso general de La Haya : »E1 nuevo Consejo general queda encargado de la misión especial de constituir las Uniones internacionales de oficios. «Con este objeto debe redactar, durante el mes siguiente a este Congreso, una circular que hará traducir e imprimir en todas las lenguas, y que enviará a todas las sociedades obreras, afiliadas o no a la Internacional, de quienes tenga las direcciones. «En esta circular invitará a cada sociedad obrera a formar la Unión internacional de su oficio respectivo. «Cada sociedad obrera será invitada a fijar por sí sus condiciones para formar parte de la Unión internacional de su oficio. El Consejo general queda encargado de reunir todas las condiciones fijadas por las sociedades que hayan aceptado la idea de la Unión internacional, y de redactar un proyecto general, que será sometido a la aceptación interina de todas las sociedades que quieran formar parte de las Uniones internacionales de oficio. «El próximo Congreso consagrará el pacto definitivo de las Uniones internacionales. «¿Nú han juzgado conveniente esos cuatro delegados el dar a conocer semejante resolución a los obreros españoles, a fin de que no puedan expresar sus opiniones y adoptar las medidas necesarias para esta importantísima cuestión? «Obreros españoles, no os dejéis extraviar. La realidad de los actos y resoluciones de La Haya no puede ponerse en duda; el hecho de que han tenido lugar recientemente no es ni puede ser negado, y por consecuencia esas resoluciones son válidas y legales, y sólo nos queda a vosotros y a nosotros el ejecutar esas resoluciones tomadas en interés de la clase trabajadora. «Los mismos delegados autores de la Memoria dicen que "la mayoría del Congreso de La Haya estaba formada por delegados de Secciones irregulares". ¿Habrían querido tal vez esos delegados que el Congreso hubiese excluido de su seno a los delegados de Francia, de Austria, de Hungría, de Alemania, de Polonia y de Rusia? ¿Habrían preferido que el Congreso rechazase la representación de la clase obrera de las cuatro quintas partes de toda Europa, porque la Asociación Internacional de los Trabajadores se halla en aquellos países prohibida por la ley y por la fuerza? ¿Creerían asegurar por este medio el carácter de internacionalidad de un Congreso obrero? Seguramente los obreros españoles no sufrirían una proposición
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de tan mezquinas proporciones y cuya realización no produciría otro resultado que desastres y ruina en nuestra Asociación. «Obreros: los cuatro delegados os dicen que debéis obedecernos ("que deben obedecerles"). Eso no es verdad. No tenéis que obedecer a nadie. Todo lo que debéis hacer, como obreros inteligentes, como hombres de buen sentido, es poner en práctica las resoluciones adoptadas con vuestra cooperación y en interés de la clase trabajadora. El Consejo general no tiene que hacer sino ejecutar las resoluciones de los congresos generales, así como vuestro Consejo federal está encargado de ejecutar las resoluciones de los congresos regionales, etc. El Consejo general, compuesto actualmente de obreros asalariados como vosotros, no tiene el menor deseo de dominar, ni mucho menos el poder necesario para dominar; pero se halla determinado a cumplir con su deber, y espera que vosotros hagáis otro tanto. «Obreros españoles: vais a reuniros en Congreso para escoger la ruta que en adelante habréis de seguir. Si consideráis bien la situación política de la sociedad y nuestra posición social en la misma, no podréis decidir sino en el sentido del Congreso de La Haya, que ha determinado y fijado como base de acción la unidad de la propaganda, la centralización del proletario y el cumplimiento riguroso de los deberes por todos. Debéis tener presente que la industria moderna, en los países donde se halla más adelantada, obliga a los obreros a centralizar sus fuerzas enfrente de la centralización cada día mayor de los poderes de las clases dominantes. Es cosa fuera de duda que debemos hacer nuestros cálculos con arreglo a las condiciones reales y que necesitamos obrar de común acuerdo. Los obreros de todos los países tienen el mismo enemigo: el estado de cosas actual. Y la fuerza entera de las clases trabajadoras es necesaria para combatirlo y destruirlo. «No pudiendo el obrero conseguir el mejoramiento de su posición en la lucha con sus patronos, los obreros de los diferentes países no podrán tampoco obtener lo que les pertenece de derecho sin unirse a los obreros de los demás países, para abolir, por medio de la acción combinada, el poder más ignominioso que jamás ha oprimido a la raza humana. «¡Basta ya de experimentos! ¡No más tentativas de proceder agresivamente en países aislados, puesto que de este modo seremos siempre derrotados! ¡No! Tengamos paciencia y aguardemos hasta que hayamos creado un poder fuerte, unido, consciente, libre de toda vanidad y de toda envidia, y dispuesto a dar el golpe de gracia a las clases dominantes. Este poder es la Asociación Internacional de los Trabajadores en su perfeccionamiento. «El Consejo general: F. J. Bertrand, F. Bolte, C. Karl, S. Dereure,
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Fornaccieri, S. Kavanagh, Laurel, Leviele, F. A. Sorge, C. Speyer, E. P. SaintClair. »F. A. Sorge, secretario general. »Nueva York, 20 de noviembre de 1872. »Box 101, Hoboken, num. 9, V i a New-York.»
VII EL CONGRESO ALIANCISTA ANTIINTERNACIONAL DE CORDOBA CONSAGRA LA ESCISION 1
Carecemos de pormenores acerca de lo ocurrido en el congreso que los agentes de la Alianza convocaron con el fin de arrancar a la Asociación Internacional de los Trabajadores una buena parte de los obreros españoles a ella afiliados, y que acaba de tener lugar en Córdoba. Pero a juzgar por lo que nos dicen los periódicos aliancistas, el propósito de los enemigos de la Internacional ha llegado a realizarse. «El Congreso ha aprobado el Pacto de amistad y defensa mutua celebrado en Saint-Imier. ¡Viva Saint-Imier! ¡Viva la anarquía! ¡Pobres marxistas!», exclama otro órgano de la misma comunión. ¡Pobres obreros!, exclamamos nosotros. Víctimas por tantos años de las asechanzas de los partidos burgueses, de sus halagos, de sus engañosos programas, donde las promesas de libertad, autonomía, federación y otras no se escatimaban nunca, habían hallado un puerto de salvación en la Internacional, creada con el exclusivo objeto de emancipar socialmente a los trabajadores y contraria por lo tanto a todo dogmatismo político, filosófico o religioso. Pero la burguesía, envuelta como siempre en el manto espléndido de la libertad, de la autonomía, de la federación, de la anarquía, fórmulas ideales sin el menor sentido práctico, se ha introducido en la Internacional y pugna desesperada por uncir a su triunfante carro las huestes ya organizadas de la clase trabajadora. Vasta es la conspiración, inmenso el interés que en ella tienen las clases dominantes; no es, pues, extraño que se pongan en juego todos los ardides para hacerla triunfar. Teníamos una organización, y se la combate por los mismos que habían ofrecido sostenerla, por los mismos que contribuyeron a crearla. Teníamos una base común, fundamento inquebrantable de aquella organización, base económica, científica, esencialmente práctica, dentro de la cual cabíamos todos los trabajadores, y se aspira a destruirla para poner en 1.
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su lugar una base metafísica, religiosa, ideal, destinada fatalmente a dividir las opiniones. Los que fundaron la Internacional en 1864, acusados hoy tan injusta como intencionadamente de querer imponer sus opiniones particulares a la Asociación, pudieron intentarlo entonces y no obstante hicieron todo lo contrario. Los que redactaron nuestros Estatutos generales podrían tener sus ideas propias en política, en filosofía, en organización social; no diremos que no; pero ninguna de esas ideas quedó sentada como precepto en la gran constitución de la Internacional de los Trabajadores. Y si no, dígasenos: ¿los Estatutos de la Internacional son comunistas, autoritarios o materialistas? Los Estatutos de la Internacional son el grito consciente de la miseria de nuestra clase, el lazo de unión de todos los trabajadores del mundo: ni más ni menos. Y sin embargo, a los que los redactaron les llamáis ahora autoritarios, comunistas, y suponéis sin pruebas que quieren gobernar en la Asociación. A la sombra de esos admirables Estatutos, que hasta los que conspiran para derribarlos aparentan todavía respetar, la Internacional se había desarrollado, había crecido, vivía la vida de la acción y del progreso. Nadie se había atrevido a quebrantarlos, ni Consejos, ni Comités, ni Federaciones, ni Secciones. Las cuestiones de doctrina habían servido de aguijón a los entendimientos, no de elemento de discordia para dividir las fuerzas. Pero vienen unos hombres que se apellidan revolucionarios, y nos dicen: ¿No sabéis? Esa Internacional que creíais tan unida, tan compacta, tan unánime, no lo está ni puede estarlo. Hay dos escuelas, una autoritaria y otra autónoma; una partidaria de la anarquía y otra de la organización; y esto es fatal, inevitable; debe haber una derecha y una izquierda, y vosotros, obreros, que os morís de hambre a los brillantes resplandores del sol de la libertad, y a quienes todos los derechos y toda la autonomía no prestarán un átomo de fuerza para vencer a vuestros explotadores, tenéis que declararos por una u otra escuela, dividiros en dos campos, haceros autoritarios o autónomos. ¡Burgueses doctrinarios! ¿Qué tiene que ver la Internacional con vuestra libertad, con vuestra anarquía, con vuestro ateísmo? La Inrernacional no es una secta, ni una escuela, ni siquiera un partido burgués. Es una organización de clase que tiene un fin concreto, un objeto determinado. No ha venido a formular varias teorías, ha venido a cambiar las relaciones económicas, a transformar la propiedad; y para conseguirlo, a agrupar las fuerzas del proletariado, únicas interesadas en ello. Conformes en este supremo fin, ninguna otra cuestión puede ni debe desunirnos. Todo el que sostenga lo contrario es enemigo más o menos encubierto de la clase obrera, y por consecuencia y con arreglo a nuestros Estatutos, está de hecho fuera de la Internacional.
LA VIOLENCIA, ENFERMEDAD DEL ANARQUISMO."
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Ahora bien: ¿quién ha proclamado aquí el dualismo de doctrinas y tendencias? La Federación del Jura en su circular de 12 de noviembre de 1871. ¿Quién llevó premeditadamente este elemento de discordia al Congreso de La Haya? La minoría protestante, después de haber reconocido la legitimidad del Congreso. ¿Quién rompió violentamente el pacto internacional, formando otro sin hallarse autorizado para hacerlo? El titulado Congreso de Saint-Imier. ¿Quién ha sido el primero que ha dado su aprobación a esta conducta antiinternacional? El Congreso de Córdoba. Los que acepten, pues, los acuerdos de este Congreso podrán ser muy autónomos, muy anarquistas, muy revolucionarios. Pero no son internacionales. Ya lo hemos dicho. El Congreso de Córdoba es nulo por vicio de constitución, porque se reunía para tratar de lo que no tenía derecho. Ahora añadiremos: La resolución del Congreso de Córdoba aprobando el pacto de Saint-Imier demuestra cuáles eran sus propósitos, cuál su fin y cuál será su resultado: retirar de la Internacional una parte de los trabajadores españoles que se hallaban afiliados a ella. El Congreso de Córdoba ha estado muy lejos de representar la mayoría de las Federaciones locales de esta región. Según la Memoria leída al Congreso por el Consejo federal, la Federación española consta hoy de 101 Federaciones locales constituidas. Pues bien, según los periódicos que podríamos llamar ministeriales del Consejo, los delegados que asistieron al Congreso de Córdoba han sido cuarenta y siete, representando treinta y seis Federaciones; es decir, ocho más que las que estuvieron representadas en el Congreso de Zaragoza; debiendo advertir que en aquella época no había más que 50 Federaciones constituidas, y que la Internacional estaba declarada fuera de la ley. No han estado representados en Córdoba Federaciones tan importantes como Gracia, Zaragoza, Alicante, Tarragona, Mataré, Sabadell, Palma, Oviedo, Bilbao, Lérida, Manresa, Badalona, Coruña, Toledo, Vitoria, Cámbeos, gran parte de la Federación valenciana, una parte de la Federación de Cádiz y otras muchas que en este momento no recordamos. ¿Qué valor pueden tener las resoluciones de un Congreso que apenas representa la tercera parte de las Federaciones de la región española, y de éstas las más insignificantes por su número e importancia?
VIII E L CONSEJO G E N E R A L D E L A I N T E R N A C I O N A L F R E N T E A LA E S C I S I O N 1
El Consejo de la Internacional suspende en sus derechos a la Federación escisionista del Jura hasta el próximo congreso MEDIDA DE SALVACION El Consejo general de la Asociación Internacional de los Trabajadores, residente en Nueva York, se ha visto obligado a suspender a la Federación jurasiense hasta el próximo Congreso general, que ha de resolver en definitiva sobre tan grave asunto. Véase a seguida la comunicación en que dicho Consejo participa a la Nueva Federación madrileña el acuerdo tomado y sus fundamentos y antecedentes:
A S O C I A C I O N I N T E R N A C I O N A L D E LOS T R A B A J A D O R E S CONSEJO GENERAL
Con fecha 8 de noviembre de 1872 enviamos la siguiente carta a la Federación jurasiense: «El Consejo general, en sesión del 27 de octubre ha leído la reseña de vuestro Congreso extraordinario celebrado el 15 de setiembre en SainrImier, así como las resoluciones tomadas en este Congreso extraordinario, repudiando enteramente los actos y resoluciones del último Congreso general de la Asociación Internacional de los Trabajadores (véanse los números 17 y 18 del Boletín de la Federación jurasiense). La primera resolución del susodicho Congreso extraordinario jurasiense declara: »"E1 Congreso de la Federación jurasiense, celebrado en Saint-Imier el 15 de setiembre de 1872, no reconoce las resoluciones adoptadas en el 1.
La Emancipación, 8-II-1873.
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Congreso de La Haya por injustas, inoportunas y fuera de las atribuciones de un Congreso." »La segunda resolución del mismo Congreso concluye así: »"E1 Congreso (jurasiense) considera de su deber el afirmar altamente que sigue reconociendo a los compañeros Bakunin y Guillaume su cualidad de individuos de la Internacional y de adheridos a la Federación jurasiense." «Presentando estas resoluciones del Congreso jurasiense una infracción flagrante de los Estatutos y reglamentos administrativos de la Asociación Internacional de los Trabajadores, nombróse una comisión para que sometiese varias proposiciones relativas a este caso en la próxima sesión del Consejo general. »E1 Consejo general conoce perfectamente su deber, pero tiene una extremada repugnancia para el empleo precipitado de medidas disciplinarias; siente en extremo la ligereza con la cual el precitado Congreso extraordinario jurasiense ha tratado de romper los lazos íntimos que unen a los trabajadores de todos los países; hace notar la contradicción manifiesta de las resoluciones arriba mencionadas con otra resolución de ese mismo Congreso extraordinario, la cual afirma el gran principio de solidaridad entre todos los trabajadores de todos los países; espera que los buenos obreros, individuos de las secciones de la Federación jurasiense no han tenido la menor participación en ese grave ataque a la Asociación Internacional de los Trabajadores y, por todas estas razones, el Consejo general les hace un llamamiento directo, esperando que el verdadero espíritu de solidaridad obrera les conducirá a desaprobar el proceder del Congreso extraordinario jurasiense de Saint-Imier arriba citado. «Después de haber oído el parecer de la Comisión el Consejo general adoptó las siguientes resoluciones en la sesión del 3 de noviembre: «Considerando que el art. 3.° de los Estatutos generales dice: "que el Congreso obrero general tomará la iniciativa de las medidas necesarias para el triunfo de la obra de la Asociación Internacional". «Considerando que el párrafo 2.° del artículo de los reglamentos administrativos, dice: »"E1 Consejo general debe ejecutar las resoluciones de los Congresos". «Por estas razones, el Consejo general declara: »1.° Las precitadas resoluciones tomadas por el Congreso extraordinario de la Federación jurasiense, celebrado en Saint-Imier el 15 de diciembre de 1872, son nulas y de ningún valor. »2.° El Consejo o Comité federal de la Federación jurasiense es invitado por la presente o a reunirse inmediatamente en un Congreso extraordinario de la Federación jurasiense, o a hacer una votación general de
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todos los miembros, en sus respectivas secciones, para revocar dichas resoluciones. »3.° El Consejo general pide una respuesta definitiva dentro del espacio de cuarenta días, después de publicado este acuerdo (que es el día 8 de noviembre), acompañada o de los acuerdos del Congreso extraordinario celebrado, o de los resultados detallados de la votación general, efectuada conforme indica la resolución segunda. »E1 Consejo general encargará a su secretario que os envíe la presente carta certificada, esperando vuestra respuesta, certificada también. «Salud fraternal. »Por orden y a nombre del Consejo general, A. Sorge, secretario general. «Nueva York, 8 de noviembre de 1872. «Box 101, Hoboken, núm. 9, Vía Nueva York.» No habiendo recibido el Consejo general ninguna contestación hasta el día de hoy (5 de enero de 1873), o sea, sesenta días después, el Consejo general, obedeciendo los artículos 2." y 6.°, cap. II, de los reglamentos administrativos que tratan del «Consejo general», se ve obligado a suspender y por la presente suspende a la Federación jurasiense hasta el próximo Congreso general. Todas las secciones e individuos de la Federación jurasiense que no hayan reconocido ni confirmado las resoluciones de su Congreso extraordinario de 15 de setiembre de 1872, en Saint-Imier, quedan invitados a unirse con la Federación Romanda, en tanto se establece la Federación regional suiza. El Consejo general: F. P. Bertrand, F. Bolte, C. Cari, S. Dereure, Fornaccieri, S. Kavanagh, C. F. Laurel, E. Leviele, F. A. Sorge, C. Sheyer, E. P. Saint-Clair. Nueva York, 5 de enero de 1873. El secretario general, A. Sorge. Nosotros comprendemos la extremada repugnancia manifestada por el Consejo antes de emplear esta medida disciplinaria; pero hay que reconocer que en las circunstancias actuales es una medida de salvación para la Internacional, y en tal concepto el Consejo general ha cumplido con su deber y merece el aplauso de todos los buenos internacionales. Nuestros ocultos enemigos no dejarán de repetir sus declamaciones de siempre: «¡autoritarismo!, ¡centralización!, etc.» Pero a estas palabras huecas y de efecto, responderemos constantemente: «Si no queréis reconocer las bases de nuestra Asociación, salios de ella en buena hora, mas dejad a la In-
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ternacional con su organización, con sus Estatutos, con todo lo que constituye su razón de ser, o de lo contrario no os consideraremos como adversarios locales, sino como espías desorganizadores que venís a desempeñar entre nosotros una misión vergonzosa.»
IX CONSECUENCIAS D E L A ESCISION El Consejo federal de la Región española es colocado fuera de la Internacional en el Congreso irregular de Córdoba. En Valencia se constituye un nuevo Consejo fiel a las normas y disciplina de la Internacional. Internacionalistas y anarcoaliancistas frente a frente. 1
Consejo Federal de la Región Española
Compañeros: El anterior Consejo federal, nombrado por el Congreso de Zaragoza, para cumplir y hacer cumplir «las determinaciones de los Congresos regionales e internacionales» (art. 13 de los Estatutos de la Federación española) ha faltado a su mandato y ha hecho traición a la Internacional, echándose en brazos de la Alianza, la mortal enemiga de nuestra Asociación. Para cohonestar proceder tan culpable, convocó el tercer Congreso regional antes de la época señalada en el de Zaragoza y con un fin diametralmente opuesto a lo que previenen nuestros Estatutos, como era el aprobar las resoluciones de un Congreso antiinternacional y el cambiar las bases principales de la organización general, contra todo lo acordado en cinco congresos universales. El Congreso antiinternacional de Córdoba, donde no han estado representadas más que 36 Federaciones locales (poco más de la tercera parte de las que forman la Federación regional), ha sancionado ciegamente cuanto a los aliancistas, sus convocadores, les ha convenido proponer: ha rechazado los acuerdos del Congreso internacional de La Haya y ha aprobado los del Congreso aliancista de Saint-Imier; ha quitado al Consejo federal todas las facultades que constituían la salvaguardia contra las injerencias de la burguesía en nuestra Asociación, dejando la Internacional a merced del primer político burgués o del primer polizonte que quiera constituir secciones de esas que llaman «revolucionarias»; ha mudado hasta el nombre del Consejo, para que no quede ni recuerdo siquiera de nuestra antigua organización (ahora se llama Comi1.
La Emancipación, 8-II-1873.
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sión federal); ha dejado en libertad completa a las Federaciones locales para que satisfagan o no las cuotas al Consejo general, hollando de este modo la justicia y rompiendo la unidad que aparentan hipócritamente sostener; ha proclamado, por última la anarquía dentro de la Internacional. ¡La anarquía antes de la revolución, el desarme antes del triunfo! ¡Qué gloria para la burguesía! Comprendiendo el gravísimo peligro que la Internacional estaba corriendo en España, y viendo la necesidad de salvar a todo trance nuestra magnífica organización, a costa de tantos esfuerzos obtenida y hoy amenazada de destrucción completa por una turba de sectarios intrigantes, que pretenden arrastrar en pos de sí a los trabajadores deslumhrados, varias Federaciones locales acordaron que se nombrase un Consejo federal de la región española, fiel guardador de los Estatutos de la Internacional, tales como han sido elaborados y sancionados en los Congresos internacionales de Ginebra, Lausana, Bruselas, Basilea y La Haya, y en los regionales de Barcelona y Zaragoza. Las mismas Federaciones locales decidieron que el Consejo federal residiese en Valencia, hasta la reunión del tercer Congreso regional, que ha de celebrarse el mes de abril próximo, conforme a lo acordado en el Congreso de Zaragoza, y últimamente el voto de las Secciones que forman la Federación local valenciana nos ha designado para componer el Consejo federal de la región española. Venimos en su consecuencia a manifestaros que aceptamos a ruegos de esta Federación local tan delicados puestos y que nos proponemos desempeñar esta misión como cumple a verdaderos internacionales: sin arrogancia y sin debilidad, sin pasión y sin miedo; sin miedo ni a la burguesía que descaradamente nos combate, ni menos a los agentes enmascarados que se han introducido en nuestra Asociación para desorganizarla y perderla. Compañeros: Una sola es la aspiración, uno el interés de toda la dase trabajadora: derribar del poder a sus explotadores coaligados y transformar luego la propiedad, a fin de que no sea posible en lo sucesivo la explotación del hombre por el hombre. Bajo esta anchísima bandera, en esta aspiración común, los trabajadores del mundo entero se asocian y estrechan cada día más sus filas. ¿De dónde vienen, pues, nuestras divisiones? Los que os dicen que nos separan cuestiones de principios, mienten; pues ellos mismos proclaman que dentro de la Internacional caben todos los principios y teorías político-filosófico-sociales. Mienten también los que os hablan de autoritarismo: ocho años lleva de existencia la Asociación Internaciond de los Trabajadores; pedimos a los hombres serios e imparciales que nos citen un solo acto de autoridad llevado a cabo en el seno de nuestra Asociación, a no ser los de esa sociedad funesta que se titula la Alianza. Jamás ha existido una organización más libre que la de la
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Internacional: la autoridad es imposible entre nosotros, y sólo los burgueses y los aliancistas declaman contra ese autoritarismo ilusorio. Nuestra organización, repetimos, no consiente ningún poder autoritario: los Consejos son meros ejecutores de las resoluciones de los congresos, tanto generales como regionales; su única fuerza dimana de la confianza que les otorgan los federados; no tienen a su disposición ni fuerza armada, ni capitales, ni ninguno de los elementos que hacen posibles los poderes autoritarios. ¿No es verdaderamente ridículo hablar de autoridad tratándose de estos Consejos? Otro es el objeto que tienen los Consejos en la actual organización de la Internacional: los Consejos son el «lazo continuo» entre todas las Federaciones, así regionales como locales; son la representación viviente de la unidad; son los centinelas que impiden la entrada en la Internacional a los agentes de la burguesía. ¿Comprendéis ahora, compañeros, por qué se ataca nuestra admirable organización, por qué se la quiere cambiar totalmente? ¿Adivináis cuál es el plan maquiavélico de la Alianza? ¿Veis claro en las aspiraciones de esta sociedad tenebrosa, en mal hora confundida con la Internacional? Nuestra organización, con ser eminentemente democrática, es la más poderosa que ha unido hasta el día las fuerzas antes diseminadas de la dase obrera: he aquí por qué la burguesía aterrorizada pugna por destruirla. No hay, pues, duda ni vacilación posibles. Nuestro deber, el deber de todos, es defender enérgicamente esta organización. Cumplamos con tan sagrado deber, que en ello va la suerte, el porvenir de la gran causa del proletariado. Sólo nos resta decir que, a pesar de todas las intrigas e indignos manejos y a pesar de todos los pactos y de todas las alianzas, el Consejo federal continuará, más aún, continuará siendo lo que debe ser, cumpliendo lo que debe cumplir, sus Estatutos internacionales, sin salirse ni un ápice del deber que tiene marcado en ellos, y erguida la frente a ello nos proponemos. Nuestra divisa es y será: ¡Salvar la Internacional! Compañeros: ¡Viva la Asociación Internacional de los Trabajadores! ¡Guerra a todos los burgueses, a todos los mixtificadores, sea cualquiera el lugar donde se encuentren y la careta con que se cubran! Valencia, 2 de febrero de 1873. — El Consejo federal de la región española: El tesorero, José Arcos (armero). El contador, Pedro Marqués (cerrajero mecánico). El secretario económico, Feliciano Selles (tipógrafo). El secretario corresponsal de la comarca del Norte, Carmelo Ferriols (maquinista). El secretario corresponsal de la comarca del Sur, José María
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López (maquinista). El secretario corresponsal de la comarca del Este, Antonio Mateu (abaniquero). El secretario corresponsal de la comarca del Oeste, Fermín Roselló (panadero). El secretario corresponsal de la comarca del Centro, Francisco Palomar (calderero mecánico). El secretario general, Carlos Roselló (zapatero). 1
1. En ausencia de este compañero, se ha encargado interinamente de dicha comarca Francisco Palomar.
X L A F E D E R A C I O N D E V A L E N C I A C O N T R A LOS ALIANCISTAS Y C O N LA INTERNACIONAL 1
Manifiesto-protesta
Sonó la hora, llegó el día en que los hombres que de todas veras practican la verdad, la justicia y la moral, alcen su voz en defensa de su doctrina ultrajada por un grupo de perturbadores, de fariseos, de jesuítas, de monopolizadores y de burgueses; es decir, de aliancistas, pues todos esos epítetos y muchos más podemos aplicar a los propagadores de la Alianza de la Democracia Socialista farsante. Hacía mucho tiempo, desde antes de la clausura de nuestro centro local, que se dejaba sentir una presión extraña en esta Federación, y el tiempo, que todo lo aclara, y las circunstancias, que todo lo explican, han venido a demostrarnos la verdad desnuda, y la incógnita, que no podíamos descifrar. Observábamos que determinados hombres del citado grupo figuraban en todas las comisiones, iban a las Conferencias, a los Congresos, defendían determinadas doctrinas y habían llegado a absorber todos los cargos, de los cuales hacían unos poderes para la Federación; o por lo menos, influían para que sus paniaguados los ocuparan. He aquí por qué descubierta ya la tan funesta sociedad, la conceptuamos autora de todas nuestras divisiones intestinas, y cual caja de Pandora, la causa de nuestros males. Pues bien; confiábamos que con las decisiones del Congreso de La Haya quedarían zanjadas todas las cuestiones que tanta remora habían causado a nuestros intereses sociales, y no esperábamos en vano: allí se condenó por gran mayoría de votos semejante institución; mas los aliancistas, que estaban en gran minoría y que no se avenían muy bien con esa resolución, se retiraron del mismo, y usurpando atribuciones que no les dieron al nombrarles, y si las llevaban fueron arrancadas por medios rastreros e indignos, bien sabidos de todos, tuvieron la osadía de verificar un Congreso faccioso en Saint-Imier, tomando acuerdos antiinternacio1.
La Emancipación,
8-II-1873.
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nales y defraudando intereses que no eran suyos, sino de la colectividad, habiendo tenido la avilantez al dar cuenta de su delegación, de decir que en el Congreso de La Haya no habían hecho actas y no podían por consiguiente leerlas. ¿Hase visto atrevimiento semejante? Sin duda querían hacernos comulgar con ruedas de molino, cosa algo difícil en nuestros tiempos. Viene el Congreso de Córdoba y se repite el espectáculo de ocupar la delegación dos seides del aliancismo, y quién sabe lo que podríamos ver con el tiempo si permaneciésemos siendo dóciles instrumentos de tales hombres. ¿Qué prueba más concluyente queremos para demostrar la razón que nos asiste al separarnos de semejante cisma que el resultado del Congreso citado? Allí ha estado la Alianza en su apogeo. Allí han deliberado a su placer sus representantes, saliéndose completamente de los Estatutos internacionales, porque no les tenía cuenta seguir rigiéndose por ellos. Allí, pues, se ha nombrado una Comisión federal, en reemplazo del Consejo federal, que residirá en Alcoy, y la componen sólo aliancistas. Allí, en fin, se reunieron delegados por insignificante número de votos, como ha sucedido con los de esta Federación. He aquí cómo han adquirido esa mayoría y he aquí también cómo tiene muy merecido el título de aliancista el citado Congreso. En la votación para el de La Haya se retrajeron igualmente un sinnúmero de individuos, pues de más de 600 que éramos sólo votaron unos 90 o 100. Pero a pesar de ello y de todos los pesares, el Consejo federal continuará como antes; mal decimos, practicará en toda su pureza las doctrinas socialistas internacionales, mejor, mucho mejor que el anterior, que faltó descaradamente a su deber. En vista, pues, de todo esto, de los perjuicios que nos han acarreado, valiéndose de nuestras cotizaciones para sus aviesos fines; porque, vergüenza causa el decirlo, casi todos los individuos del Consejo federal pertenecían a la Alianza, mejor dicho, todos, pues si alguno de ellos no lo era se conformaba con sus doctrinas. Considerando que por ese camino sólo conseguiríamos dar el triunfo a la burguesía y nos apartaríamos de nuestra emancipación social, quedando bajo el dominio de la Alianza. Considerando la maléfica influencia que tienen, por haber explotado nuestra organización, hasta absorber al Consejo federal o regional, desde el que nos han hecho experimentar perjuicios inmensos con sus tramas y decisiones. Considerando, por fin, que no queremos salimos del reglamento típico aprobado por nosotros y nuestros Congresos, desde el de Barcelona, 30
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y reformado en la Conferencia regional de Valencia, y en una palabra, porque somos y seremos buenos y verdaderos internacionales, Protestamos contra dicho Congreso y su errónea conducta, habiéndonos separado de los aliancistas y sus satélites para seguir con la verdadera Internacional de los Trabajadores. ¡Basta de farsantes! ¡Abajo los explotadores, mixtificadores y jesuitas! ¡Viva la emancipación social! Por acuerdo y a nombre de la Federación valenciana, el secretario del Interior, Juan Ferrer. Valencia, 3 de febrero de 1873.
XI
LA A N A R Q U I A P E R M A N E N T E DE LOS ALIANCISTAS
1
Posición de los socialistas frente a una formulación de los bakuninistas
Rogamos a los aliancistas que se hagan cargo de las siguientes proposiciones : El órgano oficial de la Alianza. (La Federación, de Barcelona), decía en su número 152, que era preciso «la anarquía antes de la revolución, en la revolución y después de la revolución».
1. Anarquía antes de la revolución. ¿No hay bastante anarquía dentro de la clase obrera? ¿Si la huelga de los maquinistas no ha tenido aún éxito, no es porque la anarquía más completa reina entre los obreros españoles y franceses? En efecto, mientras los maquinistas españoles estaban en huelga, los maquinistas franceses vinieron a reemplazarlos. ¿Por qué triunfó la gran huelga de nueve horas en Inglaterra? Porque había allí un Comité que centralizaba en sus manos todo el dinero disponible, y cuyas órdenes eran inmediatamente obedecidas. ¿Por qué Sagasta puso a la Internacional fuera de la ley, como acaba de hacerlo Thiers? Para que los obreros no pudieran organizarse, para que la anarquía reine siempre entre nosotros. Si en toda huelga la clase obrera anárquica está segura de ser derrotada, ¿le será más fácil alcanzar una victoria contra todos los grupos organizados, tales como el ejército? ¿Podrán vencer 20 000 hombres indisciplinados a 10 000 bien dirigidos?
1. La Emancipación, 18-111-1873. 465
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2. La anarquía durante la revolución. ¿Por qué al día siguiente de una revolución los elementos revolucionarios consiguen arrancar algunas concesiones a la clase reinante? Porque todos los cuerpos organizados de esta clase, sacudidos por la revolución, se hallan en un estado semianárquico. Si la clase obrera estuviese sólidamente organizada, podría, aprovechándose del momento, introducir la anarquía en el seno de la clase burguesa y después acabar fácilmente con sus privilegios. ¿Creen los aliancistas que el poder de la clase burguesa se derretirá al calor de sus frases, como la nieve a los rayos del sol? Como el Estado burgués no se disolverá por sí propio, es preciso, pues, que la clase obrera se apodere de él y le destruya. Para apoderarse de él es necesario prepararse, y por consecuencia, es menester que empiece a desaparecer la anarquía que reina en el seno de nuestra clase y que ésta se organice. ¿Cuál es el medio que emplea la burguesía para conservar su dominio de clase? La anarquía en la clase obrera, al paso que ella centraliza todas sus fuerzas; lo que hace que la clase más numerosa, la más inteligente, la más valerosa, viva en la miseria y suministre ella misma a la burguesía los soldados para mantenerla en su miserable estado.
3. La anarquía después de la revolución. Como estamos seguros de que con la anarquía la clase obrera no logrará nunca vencer a la clase burguesa, y por lo tanto, desposeerla, podríamos dispensarnos de contestar a esta proposición. Sin embargo, haremos sobre ella una observación tan sólo. Los charlatanes de la Alianza suponen que no hay que confiar ningún poder a manos de hombres, porque éstos, a causa de su natural perverso, abusan siempre del mando. La revolución no curará en un día de este natural perverso; por consecuencia, al día siguiente de la revolución, los hombres, por la gracia de su fuerza muscular, tendrán un privilegio sobre las mujeres y los niños, y en nombre de la autonomía y de la libertad les obligarán a trabajar en la fábrica y ellos se irán a divertir a los cafés, como hoy sucede con cierto jefe de la Alianza de Madrid, que vive en el café Imperial en tanto que su mujer y sus aprendices trabajan para él. La Iglesia católica nos dice que María, la Madre de Dios, fue virgen antes, durante y después del parto. La iglesia aliancista erige en dogma
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que la revolución deba ser anárquica antes, durante y después del parto de la liquidación social. ¡Y luego dirán los aliancistas que no hay misterios entre ellos!
SECCIÓN TERCERA
OTROS DOCUMENTOS DE LA INTERNACIONAL
XII
H A C I A L A C R E A C I O N D E LAS UNIONES I N T E R N A C I O N A L E S DE OFICIOS 1
Consejo general de la Asociación Internacional de los Trabajadores A todas las sociedades de resistencia (Trade-Unions) y a todas las sociedades obreras. El quinto Congreso general de la Asociación Internacional de los Trabajadores, celebrado en La Haya del 2 al 7 de setiembre de 1872, tomó por unanimidad la resolución siguiente: «El nuevo Consejo general queda encargado de la misión especial de constituir las Uniones internacionales de oficios. «Con este objeto debe redactar, durante el mes siguiente a este Congreso, una circular que hará traducir e imprimir en todas las lenguas, y que enviará a todas las sociedades obreras, afiliadas o no a la Internacional, de quienes tenga las direcciones. En esta circular invitará a cada sociedad obrera a formar la Unión Internacional de su oficio respectivo. »Cada sociedad obrera será invitada a fijar por sí sus condiciones para formar parte de la Unión internacional de su oficio. »E1 Consejo general queda encargado de reunir las condiciones fijadas por las sociedades que hayan aceptado la idea de la Unión internacional, y de redactar un proyecto general que será sometido a la aceptación interina de todas las sociedades que quieran formar parte de las Uniones internacionales de oficio. »E1 próximo Congreso consagrará el pacto definitivo de las Uniones internacionales. «Conforme a esta resolución, el Consejo general os transmite adjunto 1. La Emancipación, 1-II-1873. 468
1A VIOLENCIA, ENFERMEDAD DEL ANARQUISMO:
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el plan de la Unión internacional de oficios, pidiéndoos le hagáis conocer en seguida vuestra opinión sobre él. Excusado es decir que este plan no debe servir sino de punto de partida, que no tiene ninguna fuerza obligatoria y que las sociedades obreras fijarán por sí las condiciones para establecer las Uniones internacionales. «Servios enviar vuestra respuesta directamente, a G G., Box 404, Hoboken, N. J., vía Nueva York. Si las pedís, los afiliados a nuestra Asociación en vuestro país os darán otras direcciones. «Salud y fraternidad. «El Consejo general: F. C. Bertrand, F. Bolte, C. Cari, S Dereure, Fornaccieri, S. Kavanagh, Laurel, Leviele, F. A. Sorge, C. Speyer, E. P. Saint-Clair. «Nueva York, 26 de enero de 1873-»
NORMAS DE ORGANIZACIÓN
Considerando: 1. Que la lucha del trabajo contra el capital no es ni local ni nacional, sino un problema social que abraza a todos los países en los cuales existe la sociedad moderna; 2. Que existe una inteligencia internacional entre los capitalistas para la explotación y la opresión del pueblo obrero, y que por esta razón los esfuerzos de resistencia de la clase obrera han fracasado por falta de solidaridad entre los trabajadores de las diferentes profesiones en cada país, y de unión fraternal entre las clases obreras de las diversas regiones; 3. Que el principio de solidaridad ordena a los obreros que se ayuden en todas partes; 4. Que la emigración o la exportación de las fuerzas obreras de un país a otro aumenta necesariamente la concurrencia entre los trabajadores del último país; Por estas razones, el Consejo general de la Asociación Internacional de los Trabajadores somete a las diferentes sociedades de resistencia (TradeUnions) de todos los países el plan siguiente de una organización que extienda la actividad y la prosperidad de dichas sociedades de resistencia a todos los países: 1. Todas las sociedades de resistencia de un oficio particular de un país dado se reunirán para elegir un Consejo ejecutivo central de su país; 2. Todos estos Consejos ejecutivos mantendrán comunicaciones mutuas permanentes por mediación de un Consejo ejecutivo general, para
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estar siempre al corriente del estado exacto del oficio y del trabajo en todos los países; 3. Se arbitrarán fondos, que serán intervenidos por los Consejos ejecutivos de los diferentes países, para ayudar a los miembros de la Unión en caso de necesidad, dondequiera que se encuentren, y para cubrir los gastos del Consejo ejecutivo general; 4. Todos los Consejos, ejecutivos centrales de los diferentes oficios de cada país se reunirán para asistirse mutuamente en el caso de que un oficio particular no pueda continuar la lucha contra sus explotadores por falta de medios; 5. En caso de mudanza o emigración, cada individuo de una Unión internacional gozará en el nuevo país de iguales derechos que los antiguos individuos del mismo país; 6. El individuo de una Unión internacional cualquiera que se vea obligado a abandonar su país por cuestiones políticas recibirá el mismo auxilio en el nuevo país que le correspondía en el país de donde proceda; 7. Estas Uniones internacionales deberán impedir, tanto como les sea posible por medio de sus Consejos ejecutivos centrales, la exportación e importación de las fuerzas obreras contratadas en cualquiera forma que fuere.
XIII QUIENES
SE COLOCAN AL M A R G E N DE LA INTERNACIONAL
1
A tod'>s los miembros de la Asociación Internacional de los Trabajadores
RESOLUCIÓN DEL CONSEJO GENERAL TOMADA EL 26 DE ENERO DE 1873
Considerando: Que en virtud del art. 3-° de los Estatutos «el Congreso general proclama las aspiraciones comunes de la clase obrera, toma la iniciativa de las medidas necesarias para el triunfo de la obra de la Asociación Internacional y nombra el Consejo general»; Que en virtud del párrafo 2°, ap. II, de los reglamentos administrativos «el Consejo general está obligado a ejecutar las resoluciones de los Congresos»; Que según el párrafo 1.°, cap. V, de los reglamentos administrativos «los Estatutos y reglamentos particulares de las sociedades pertenecientes a la Asociación Internacional de los Trabajadores no deben ser contrarios en nada a los Estatutos y reglamentos generales»; Considerando: Que ninguna sociedad o individuo puede estar al mismo tiempo dentro y fuera de una organización con cuyas leyes no esté conforme; Que para los casos de quejas o faltas, supuestas o reales, cada sociedad o individuo perteneciente a la Asociación Internacional de los Trabajadores tiene el derecho de apelar al próximo Congreso general; Considerando además: Que, según la declaración fundamental de la Asociación Internacional de los Trabajadores, «no más deberes sin derechos, no más derechos sin deberes», cada sociedad o individuo, ejerciendo el derecho de deliberar y determinar resoluciones tiene en su consecuencia el deber de ejecutar las resoluciones tomadas; Por estas razones, el Consejo general declara: 1. La Emancipación, 22-111-1873. 471
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«Las sociedades e individuos que se nieguen a reconocer las resoluciones de los Congresos —y que intencionadamente descuiden el cumplir los deberes impuestos por los Estatutos y reglamentos administrativos— se colocan fuera de la Asociación Internacional de los Trabajadores y dejan de formar parte de ella.» El Consejo general: F. J. Bertrand, F. Bolte, C. Cari, S. Dereure, S. Kavanagh, Laurel, Leviele, F. A. Sorge, C. Speyer. F. A. Sorge, Secretario general. Nueva York, 26 de enero de 1873.
SECCIÓN CUARTA LA PRIMERA REPUBLICA Y EL MOVIMIENTO OBRERO
XIV
Y A TENEMOS R E P U B L I C A 1
Posición de La Emancipación
La república conservadora ha sucedido en España a la monarquía democrática. El paso es muy natural y lógico, y a nosotros no nos ha sorprendido, pues la aguardábamos hace ya tiempo; por supuesto, tratándose de la república conservadora del orden social, o lo que es lo mismo, conservadora de todas las injusticias que constituyen la sociedad presente, como lo ha declarado en las Cortes con la mayor solemnidad uno de los individuos que forman parte del gobierno republicano, para calmar las naturales inquietudes de los diputados conservadores. Estos, en cambio, han ofrecido prestar su apoyo a la naciente república. Se comprende: la república es la última tabla de salvación de la asendereada burguesía. Conocidas son nuestras opiniones acerca del programa, constitución y tendencias del partido republicano; presentes deben estar a la memoria de todos los fundados ataques que le hemos dirigido por sus doctrinas conservadoras, por su impotencia para satisfacer las justas aspiraciones del proletariado moderno, único modo de resolver el problema social. No hemos, pues, de repetirlos en este momento, entre otras razones, porque no nos parece justo anticipar un juicio y un anatema sobre los actos de un partido que acaba de entrar en acción, y que en breve, muy en breve, nos proporcionará abundante materia para demostrarle de un modo concluyeme que no trae más misión sino alternar con los demás partidos en el mando, a fin de lograr que el poder público gire siempre en la esfera de las instituciones sociales y políticas que forman la base del orden burgués. Expongamos mientras tanto algunas consideraciones generales que nos servirán como precedente en nuestras sucesivas investigaciones. Admitimos, sin esfuerzo, que la república viene a afianzar en España la libertad; que los derechos individuales, amenazados constantemente por la monarquía democrática, poder al cabo permanente y hasta cierto 1. La Emancipación, 15-11-1873473
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punto personal, tendrán ahora por garantía segura la soberanía de la nación representada en las Cortes; y que hasta el sufragio universal será respetado y libérrimamente ejercido. Es cuanto podemos conceder a la república, mejor dicho, es todo lo más que la república promete. Ahora bien; falta examinar si dadas las condiciones sociales en que vivimos, dado el antagonismo de clases, esa libertad, garantizada y todo, respetada cuanto puedan respetarla los hombres honrados que hoy ejercen el poder, es una verdad o un mito, si aprovecha a todas las clases o tan sólo a la clase gobernante. Ante todo, debemos decir que, para nosotros, la libertad no es un medio ni un f i n ; es un resultado; es el resultado de una transformación completa de las relaciones económicas para arreglarlas a la justicia; es el resultado de la abolición de las clases. Mientras haya clases, es decir, mientras existan en la sociedad agrupaciones de hombres con medios e intereses distintos y aun antagónicos, no puede haber verdadera igualdad, y no habiendo igualdad, la libertad es una mixtificación, es una palabra que carece de sentido para la clase socialmente perjudicada. Hablar, por ejemplo, de sufragio universal, dentro de un sistema en que los intereses de la minoría son siempre los representados en los Parlamentos; hablar de libertad de escribir al que apenas tiene tiempo ni instrucción para leer; de libertad de asociarse o reunirse al que se halla sujeto a la disciplina del taller, y tiene por socio y compañero inseparable a la miseria, es lo mismo que abrir la jaula a un pájaro después de haberle cortado las alas, o declarar expedito y libre un camino sin haberse cuidado antes de desarmar a los bandoleros que lo ocupan. Desarme primero la república a las clases poseedoras de todos sus privilegios económicos, prívelas del monopolio de los instrumentos de trabajo, monopolio que les permite explotar «legalmente» a la clase proletaria, y entonces podrá decir a ésta: «eres libre». Antes no. Gran sorpresa ha causado a la mayoría de los hombres políticos de este país el ver la mansedumbre, la docilidad mostrada por el pueblo durante el cambio que acaba de verificarse, y no cesan de tributar alabanzas a ese pueblo juicioso, honrado, prudente, etcétera. Semejante sorpresa prueba notable desconocimiento de la situación. No se paran a examinar que el pueblo trabajador, en su proverbial candidez, funda todavía esperanzas en la república para el mejoramiento de su situación material, y que por otra parte, no habiéndole costado esfuerzo alguno, no habiendo derramado ni una gota de sangre para establecer la nueva forma de gobierno, no se cree con derecho a ser impaciente y aguarda resignado el cumplimiento de promesas más o menos vagas. El día que llegue a convencerse de que esas promesas no han de cumplirse jamás, ¡ay de la república!
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Por lo que hace a nosotros, no seremos de los que aconsejen a los trabajadores que pidan reformas sociales al gobierno republicano; sería pedirle más de lo que él puede dar. Nacida de las veleidades de un partido liberal de la burguesía, la república española viene únicamente a establecer la libertad y asegurar el orden; aquí se detiene su misión. Esto no obstante, y por desgracia tal vez, llegará el día del desengaño y de las reivindicaciones tumultuosas; llegará el día en que el pueblo reclame de los que gobiernan en su nombre, lo que le corresponde de derecho; llegará el día en que los males insufribles del infeliz proletario eleven su voz en demanda de alivio. ¿Qué hará ese día el gobierno de la república española? Nosotros ya lo sabemos. Contestará a los importunos demandantes: Ya tenéis la república. ¿Qué más queréis?
XV LA PRIMERA INTERNACIONAL ANTE LA PROCLAMACION DE LA REPUBLICA 1
ASOCIACIÓN INTERNACIONAL DE LOS TRABAJADORES Consejo General
Obreros españoles: La república ha hecho su entrada en España, y vuestro deber consiste en trabajar para que el cambio de la forma de gobierno traiga consigo el cambio de sistema. Ciertos hombres que se titulan vuestros amigos os dirán que el siglo de oro ha llegado. A esos hombres mostradles la república en Francia, y preguntadles lo que esa república ha hecho de bueno en pro de los trabajadores. ¿Hay por el contrario un gobierno en el mundo que supere a esa república en las restricciones de los derechos del trabajo, de los derechos de reunirse, asociarse y expresar libremente la opinión? Decid a esos señores que los obreros franceses no son responsables de esa república, y que vosotros no tenéis ganas de contribuir a la creación de una imagen de la república francesa aquende los Pirineos, que vosotros aspiráis a crear algo superior a una segunda República Thiers. El retoño de la casa de Saboya, el hijo del traficante de Niza, del «héroe» de Astromonte, ha evacuado el trono, y vosotros, obreros españoles, debéis poner gran cuidado, a fin de que ese trono no sea ocupado por los héroes de la comedia parlamentaria. Observad bien a esos oradores, a esos zurcidores de frases, en Berlín o en París, en Washington o en Madrid: siempre y en todas partes son los mismos. Sus bellas frases no han quitado ningún peso de vuestros hombros, sus brillantes oraciones no han añadido ni una migaja de pan a la mesa de los obreros; sus discursos, henchidos de entusiasmo, no han aliviado en nada nuestro trabajo insoportable. Obreros españoles, vuestra dicha y vuestra salvación no pueden venir 1. La Emancipación, 18-111-1873. 476
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jamás de esos que esconden sus pensamientos detrás de sus palabras. Debéis salvaros vosotros. Nuestro grito será el mismo siempre: ¡Vivid alerta! ¡Unios! ¡Organizaos para el planteamiento de la república social, y si no podéis obtenerle, protestad contra la república burguesa! Realizada la organización de los trabajadores del mundo entero, nosotros fundaremos la verdadera república, la república del trabajo, nosotros estableceremos la verdadera democracia, la democracia social. Hermanos de España: «la emancipación de la clase obrera debe ser obra de los trabajadores mismos». Salud y fraternidad. El Consejo general: F. J. Bertrand, F. Bolte, C. Cari, S. Dezeure, S. Kavanagb, Laurel, Leviele, F. A. Sorge, C. Speyer.—F. A. Sorge, secretario general. Nueva York, 23 de febrero de 1873. 1
1.
La Emancipación, M a d r i d , núm. 89, 18-111-1873, pág. 1.
XVI .
EL CONSEJO ILEGAL DE A L C O Y Y LA P R I M E R A REPUBLICA Circular núm. 8.
La Comisión federal de la Federación regional española a todos los internacionales 1
«Compañeros: Un cambio inesperado en la política de la clase media ha producido una transformación en el nombre de la organización gubernamental de la presente corrompida sociedad burguesa, a consecuencia del estado ruinoso de la hacienda y de la guerra civil, fomentada por los fanáticos partidarios de la Inquisición y del rey absoluto» instituciones criminales y absurdas que no deben ni pueden volver. »E1 resultado de ese cambio en la política burguesa, que si bien afecta mucho en la forma, es de casi ningún resultado en el fondo de la presente organización autoritaria y centralizadora, ha sido la caída de Amadeo y la proclamación de la República por los mismos monárquicos que un día antes ensalzaban las bondades de la monarquía. «Nosotros hemos visto con satisfacción el cambio mencionado, no por las garantías que pueda dar a la clase obrera, siempre esquilmada y escarnecida en todas las organizaciones burguesas, pero sí porque la República es el último baluarte de la burguesía, la última trinchera de los explotadores del fruto de nuestro trabajo, y un desengaño completo para todos aquellos hermanos nuestros que todo lo han esperado y lo esperan de los gobiernos, no comprendiendo que su emancipación política, religiosa y económica debe ser obra de los trabajadores mismos. »Nadie más que nosotros los trabajadores, los eternos soldados del progreso, los que en todos los tiempos han derramado su sangre para la conquista de los derechos políticos, somos ios decididos defensores de la libertad, del progreso y de la regeneración de todos los esclavos, porque necesitamos ser libres y regenerarnos. »Por eso creemos que el deber de cada uno y de todos los trabajadores consiste en marchar siempre adelante, sin detenernos en el camino de la 1. D e l l i b r o de Anselmo Lorenzo, El Proletariado militante. 478
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Revolución y pasando por encima de todos los obstáculos que nos pongan los individuos que en los más supremos instantes de la vida de los pueblos, en las grandes crisis de la organización social presente, sólo pronuncian la palabra "orden", que en su boca no significa otra cosa que la continuación del agiotaje inmoral, causa de la esclavitud, de la miseria y de la ignorancia que pesa sobre la clase obrera. «Prevenidos debemos estar contra todos aquellos, llámense republicanos o socialistas, que no deseando la transformación completa y radical de la sociedad presente, procuran retardar el advenimiento de la Justicia, adormeciendo con paliativos a la clase trabajadora para que no continúe con vigor y energía en su marcha revolucionaria. »No pretende ni quiere esta Comisión federal imponer ni sus opiniones ni trazar la línea de conducta que conviene seguir a los que representan la soberanía de la Federación regional española, a los que le han encargado los trabajos de correspondencia y estadística. «Nosotros, amantes de la libertad completa del individuo y de la autonomía de todas las Federaciones y Secciones, ni queremos ser los directores ni los inspiradores de nuestros hermanos los obreros, porque la gran obra de la emancipación del asalariado no puede ser dirigida ni ejecutada por nadie más que por la acción espontánea de los trabajadores mismos, después de conseguida por medio de la identidad de intereses y aspiraciones, la unidad de acción necesaria es indispensable para librarnos de la esclavitud política, religiosa y económica que sobre nosotros pesa «Considerando, pues, que la emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos, durante este período de la libertad relativa para ejercer los derechos naturales de asociación y reunión, creemos que son de suma importancia las continuas asambleas de trabajadores de todos los oficios para discutir sobre la línea de conducta que conviene observar en las presentes circunstancias y durante las inevitables crisis políticas y sociales que se presenten. «Hoy, más que nunca, es, a nuestro juicio, necesaria la propaganda y la organización revolucionaria proclamada por la Asociación Internacional de los Trabajadores y una continua correspondencia para el cambio mutuo de opiniones entre las federaciones locales si queremos cooperar eficazmente al triunfo de la gran Revolución Social, que, levantando el trabajo a la altura que se merece, termine para siempre la infame explotación del hombre por el hombre y pueda recibir cada uno el producto íntegro de su trabajo. «Creemos que es de gran necesidad la práctica de toda su pureza de la organización libre y eminentemente federativa, adoptada por el Congreso de Córdoba, para ponernos en condiciones de obtener, por lo pronto, una 31
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rebaja en las horas de trabajo y después reivindicar la autonomía de los grupos naturales, de los Municipios, de las Comunas libres, para hacer la Revolución Social independiente de todo poder autoritario y contra todos los poderes autoritarios, haciendo, como consecuencia lógica, la liquidación social y completa de las instituciones de la presente Sociedad y continuando después de ella la agitación revolucionaria para alcanzar el ilimitado objeto del bienestar y felicidad de todos los humanos. »La base principal de la Revolución que anhelamos creemos consiste en la completa descentralización, o mejor dicho, en la destrucción total de los poderes autoritarios, eternos enemigos del progreso, de la libertad y de la Justicia. »Creemos que ha sonado la hora para todos los internacionales de hacer un supremo esfuerzo, siendo incansables y activos en la propaganda para lograr que todos los obreros, hasta hoy indiferentes, vengan a constituir nuevas Secciones y aumentar las constituidas, porque de este modo cada día seremos más numerosos y más potentes, como también invencibles. »Si queremos la transformación de la propiedad individual de la tierra y de los grandes instrumentos de trabajo en propiedad colectiva, la enseñanza integral y la destrucción de todos los privilegios y monopolios, es preciso estar convencidos que todo lo merecemos, que todo nos lo hemos de conquistar, porque todo es nuestro y que nada se nos dará si no lo arrancamos de los que injustamente lo poseen. »Es preciso ir adelante hasta el triunfo de la Anarquía y del Colectivismo, o sea la destrucción de todos los poderes autoritarios y de los monopolios de clase, en donde no habrá ni papas, ni reyes, ni burgueses, ni curas, ni militares, ni abogados, ni jueces, ni escribanos, ni políticos; pero sí una libre federación universal de libres asociaciones obreras, agrícolas e industriales. «Esto sólo lo conseguiremos por medio de la solidaridad en la acción revolucionaria de todos los trabajadores del mundo, y ella será un hecho si somos incansables en la propaganda de las ideas radicales y revolucionarias y en la organización de las poderosas fuerzas de los hijos del trabajo. «Compañeros: «Actividad en la Propaganda y Organización sinceramente revolucionaria, sin mixtificaciones de ningún género, y el triunfo será nuestro. »¡Viva la Asociación Internacional de los Trabajadores! «¡Viva la Liquidación Social! «Salud, Anarquía y Colectivismo. «Alcoy, 24 de febrero de 1873. »La Comisión Federal:
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»E1 Tesorero, Vicente Fombuena, fundidor. »E1 Contador, Miguel Pino, ajustador mecánico. »E1 Secretario del interior, Severino Albarracín, profesor de 1* enseñanza. »E1 Secretario del exterior, Francisco Tomás, albañil. «Hornos del Vidrio, 6, 3.°. - Alcoy.»
XVII APRECIACIONES D E L SOCIALISMO A L E M A N
LA REPÚBLICA EN ESPAÑA
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Bajo este título publica nuestro colega Der Volksstaat, de Leipzig, un importante artículo, con cuyas apreciaciones estamos enteramente de acuerdo. He aquí el artículo: Difícil sería determinar cuál ha declinado más, de tres años a esta parte, si la monarquía o la república La monarquía, por lo menos en el continente europeo, marcha cada día más rápidamente hacia el cesarismo, que es su ultima forma: Un simulacro de constitucionalismo, que explota el sufragio universal; bayonetas que pululan como base real del poder; la corrupción como gran medio de gobierno, y el enriquecimiento por medio del agiotaje y de la estafa como fin exclusivo del poder: tal es lo que por doquier reemplaza despiadadamente a todas aquellas garantías constitucionales, a todo aquel equilibrio oficial de los poderes con que soñaban nuestros burgueses en los tiempos idílicos del buen Luis Felipe, en que los más corrompidos eran todavía inocentes querubines comparados con nuestros «grandes hombres» actuales. Así como la burguesía pierde más y más su carácter de clase temporalmente indispensable en el organismo social, despójase de sus funciones sociales específicas y se transforma en una partida de ladrones, del mismo modo el Estado burgués, de protector que era de la producción, conviértese en sostenedor del robo descarado de los productos. Semejante Estado no sólo lleva en su seno su propia condenación, sino que ha recibido ya la sentencia de la historia en la persona de Luis Napoleón Bonaparte. Y, sin embargo, es la última forma posible de la monarquía Todas las demás formas del gobierno monárquico están gastados y envejecidas; después del cesarismo no hay más forma de Estado posible que la república. 1. La Emancipación, 7-III-1873. 482
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Pero la república se halla en una situación no menos precaria. Desde 1789 hasta 1869 era el ideal de entusiastas campeones de la libertad. Siempre, deseada, apenas poseída, después de luchas sangrientas desvanecíase siempre. Desde que un rey prusiano ha conseguido fundar una república francesa, todo esto ha cambiado. Desde 1870, y en esto consiste el progreso, las repúblicas no se fundan ya por los republicanos (porque no hay ya republicanos puros), sino por los realistas que desesperan de la monarquía. La burguesía monárquica afirma la república en Francia y la proclama en España para librarse de la guerra civil; allí, porque hay demasiados pretendientes; aquí, porque el último rey posible se ha declarado en huelga. En esto hay un doble progreso. En primer lugar, la aureola que rodeaba el nombre de la república ha desaparecido. Después de lo que sucedió en Francia y lo que ha sucedido en España, sólo un Castelar, encaramado en el poder, es capaz de conservar su fe en los efectos maravillosos de la república La república muestra, por fin, en Europa también lo que es esencialmente y lo que ha realizado ya en América: la forma más perfecta de la dominación de la burguesía. Decimos en Europa también porque no puede tratarse aquí de repúblicas como las de Suiza, Hamburgo, Bremen, etc., y la ex ciudad libre de Francfort, que en paz descanse. La república moderna, la única de que aquí hablamos, es la organización política de una gran nación, y no la de mezquinas banderías de una ciudad pequeña, de un pequeño cantón o de un grupo de pequeños cantones que, conservados tradicionalmente desde la Edad Media, han adoptado formas más o menos democráticas y han reemplazado, cuando más, el poder de los patricios por el de los pequeños propietarios. La Suiza existe, en parte por la misericordia y en parte por los celos de sus poderosos vecinos. Desde el punto en que éstos se ponen de acuerdo, se ve siempre obligada a envainar sus grandes frases republicanas y a prestarles ayuda. Semejantes países sólo existen mientras se abstienen de tomar parte activa en la marcha de la historia; por eso se les prohibe neutralizándolos. Lá era de las repúblicas reales europeas datará siempre del 4 de septiembre, o más bien, de la jornada de Sedán, aun cuando hubiese, por acaso, un retroceso momentáneo al cesarismo bajo cualquier pretendiente. En este sentido, puede decirse que la república de Thiers es la realización de la república de 1792; la república jacobina sin las ilusiones jacobinas. En adelante, la clase obrera no puede engañarse ya sobre el carácter de lá república moderna, que es la forma política en la cual la dominación de lá burguesía llega a su última y más exacta expresión. Sólo en las repúblicas modernas la igualdad política, siempre sujeta a restricciones en la monarquía, se pone plenamente en práctica. ¿Y qué otra cosa es ésa igualdad política sino la afirmación de que los an:
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tagonismos de clase no conciernen al Estado y que los burgueses tendrán tanto derecho a ser burgueses como los obreros a ser proletarios? Mas a los burgueses mismos les repugna el establecimiento de la república, y ésta tiene que establecerse por fuerza mayor. ¿De dónde procede esta singular contradicción? De que la república significa la ruptura con toda la antigua tradición política, y de que bajo la república toda institución política se ve forzada a justificar su existencia, y por consecuencia desaparecen todas las influencias tradicionales que, con la monarquía, habían servido de apoyo al poder establecido. En otros términos, si la república moderna es la forma más perfecta de la dominación burguesa, es al mismo tiempo la forma política que rompe las últimas cadenas que impedían la lucha de las clases y les prepara la arena. En efecto, la república moderna no es otra cosa que esta arena misma, y aquí reside el segundo progreso. Por otra parte, la burguesía comprende que se acerca su fin desde el punto en que el suelo de la monarquía se hunde bajo sus plantas, y con este suelo toda la potencia conservadora contenida en la fe de las masas ignorantes, sobre todo de los campos, en el poder monárquico tradicional. Al mismo tiempo, el proletariado ve que los cánticos fúnebres de la monarquía son el grito de reunión para la batalla decisiva contra la burquesía La significación suprema de la república moderna consiste, pues, en ser la arena preparada de la última lucha de las clases en la historia. Para que esta lucha de clases entre la burguesía y el proletariado pueda llegar a su fin es preciso que estén suficientemente desarrolladas en sus países respectivos, o cuando menos en las [...} cede en España más que en algunas partes del país. En Cataluña, la gran industria está muy desarrollada En Andalucía y en varias otras provincias, el gran cultivo y la gran propiedad predominan. No hay en ellas más que propietarios y labradores asalariados. En las montañas, los agricultores propietarios predominan; y en casi todas las ciudades, la pequeña industria Las condiciones de una revolución proletaria están, pues, aquí relativamente poco desenvueltas, y por eso en España habrá tarea para una república burguesa, siendo su misión la de barrer la arena para la próxima lucha de clases. La primera tarea de la república española debe ser la supresión del ejército y la organización de la milicia nacional La situación geográfica de España es tan feliz que sólo puede ser atacada formalmente por uno de sus vecinos, y esto sobre el frente limitado de los Pirineos, frente que no constituye ni siquiera la octava parte de la circunferencia total del país. Además, la disposición del terreno es de tal naturaleza que dificulta la guerra de los grandes ejércitos, en igual grado que facilita la lucha de guerrillas. Lo vimos en tiempo de Napoleón, cuyo ejército, que se com-
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ponía de 300 000 hombres, se estrellaba constantemente contra la tenacidad de la resistencia popular; lo hemos visto después una infinidad de veces, y lo vemos hoy todavía en la impotencia del ejército español para acabar con las partidas insignificantes del carlismo. Semejante país no tiene pretexto para conservar un ejército. Por otra parte, el ejército en España no ha sido sino un instrumento de todas esas conspiraciones de generales que cada dos o tres años derribaban el gobierno, por medio de un pronunciamiento militar, para reemplazar a los ladrones de bolsillos repletos con ladrones sin un cuarto. Disolver el ejército español quiere decir libertar a España de la guerra civil. He ahí, pues, lo primero que deben exigir los trabajadores, y es lo que han comprendido los obreros catalanes. D i suelto el ejército, la razón principal porque algunas provincias, y sobre todo las catalanas, piden una organización federativa del Estado, habría desaparecido. Cataluña revolucionaria ha sido siempre comprimida por una fuerte concentración de tropas, como París y Lyon por Bonaparte y Thiers. Esto explica por qué los catalanes pedían la división de España en Estados federativos con gobiernos autónomos. Haced que desaparezca el ejército y habréis hecho desaparecer la razón principal de este deseo: se llegará igualmente a la autonomía municipal y provincial, sin un desmembramiento reaccionario de la unidad nacional y sin la reproducción de una Suiza amplificada.... Algún tiempo de república burguesa prepararía el terreno para una revolución proletaria en un grado que sorprendería hasta a los obreros españoles más avanzados.
XVIII EL CONSEJO FEDERAL NO ALIANCISTA Y LA R E P U B L I C A
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MANIFIESTO
El Consejo federal de la Región española a los federados y a todos los trabajadores de España Compañeros: Teniendo en cuenta el último cambio político que se ha verificado en esta región, creemos oportuno manifestar nuestra opinión sobre la conducta que debe seguir la clase obrera, vistos los nuevos sucesos que acaban de transcurrir. El advenimiento de la república en España, si bien es un paso hacia el progreso, no creáis trabajadores que en ella debemos fundar todas nuestras esperanzas de poder lograr la radical emancipación que tanto anhelamos, pues ésta, como comprenderéis, debe ser obra de los trabajadores mismos y, por lo tanto, no debemos adormecernos ni depositar nuestra confianza en manos de un gobierno, bien sea republicano, bien sea monárquico, pues de los muchos partidos burgueses que han conquistado el poder, de ninguno ha conseguido el obrero mejorar la situación crítica en que yace, ni dejar de ser criminalmente explotado; así pues, vistos los desengaños que hemos sufrido de parte de los gobiernos, bueno es que nos fijemos en la constituida república española, pues nos viene a preparar el terreno a la acción política de la clase obrera, que así fue acordada como de suma necesidad para el proletariado en el Congreso internacional de La Haya, y nosotros estamos persuadidos que si todos sabemos aprovechar el átomo de libertad que nos garantiza la presente república, muy en breve podremos llegar a nuestra completa emancipación y a la transformación de la actual sociedad, corrompida por burgueses y farsantes. 1.
La Emancipación, 22-111-1873.
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Nuestro deber, siendo la acción de la Internacional puramente revolucionaria y política, de la clase obrera, en momentos tan supremos como los presentes, en nuestro sentir deberá ser que si llegase la revolución armada y en ella tomamos parte, despleguemos todas nuestras fuerzas hasta conseguir, sin soltar las armas de las manos, ver triunfantes nuestras grandes aspiraciones, como son: El triunfo de la causa del trabajo sobre el capital explotador. La transformación de la propiedad actual en propiedad común, a fin de que no exista en lo sucesivo la explotación del hombre por el hombre. Que se realice la justicia en todas las relaciones humanas, y así el que no trabaje no comerá. La abolición de las clases y la formación de libres colectividades obreras e industriales. Compañeros, éstas deben ser nuestras aspiraciones, porque en ellas está la felicidad de todo ser humano y ellas encierran la Igualdad, Libertad y Fraternidad; así, pues, para lograrlas es menester que nos unamos y organicemos, y arrojar de nuestro lado la mala semilla que entre nosotros haya sembrado la burguesía y, unidos y compactos todos, nos miremos como hermanos, y cada uno de por sí respete las ideas de sus compañeros, pues en nuestra Asociación caben todos los trabajadores sin distinción de creencia ni nacionalidad, y por lo tanto, si llega el día de la lucha, estando fuertemente organizados podremos hacer frente a nuestros enemigos, por fuertes que sean, y muy fácilmente ver coronados nuestros esfuerzos, alcanzando el triunfo de la tan deseada emancipación social de los trabajadores por los trabajadores mismos. Compañeros, al mismo tiempo os recordamos que el día 18 de este mes es el aniversario de los heroicos fundadores de la Comuna de París, por cuyo motivo todos los obreros debemos consagrar en tan memorable fecha, desde el fondo de nuestro corazón, un grato recuerdo a la memoria de los mártires que supieron derramar su sangre preciosa en pro de la causa del proletariado y en contra de la estúpida burguesía. En tanto, esperamos tranquilos el día de la lucha y esforcémonos en realizar la justicia, pudiendo así vengar todos los crímenes cometidos contra nuestros hermanos de la inmortal Comuna parisiense. Compañeros, imitemos a nuestros hermanos sacrificados en la gloriosa batalla del proletariado y en alta voz exclamemos: ¡Viva la Comuna! ¡Viva la redención social! ¡Viva la Asociación Internacional de los Trabajadores! Valencia, 13 de marzo de 1873. El Consejo federal: el tesorero, José Arcos, armero; el contador, Pe-
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dro Marqués, cerrajero mecánico; el secretario económico, Feliciano Selles, tipógrafo; el secretario corresponsal de la comarca del Norte, Carmelo Ferriols, maquinista; el secretario corresponsal de la comarca del Sur, José María López, maquinista; el secretario corresponsal de la comarca del Este, Antonio Mateu, abaniquero; el secretario corresponsal de la comarca del Oeste, Fermín Roselló, panadero; el secretario corresponsal de la comarca del Centro, Francisco Palomar, calderero mecánico; el secretario general, Carlos Rosella; compañeros redactores del periódico La Emancipación.
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P O S I C I O N P O L I T I C A D E L A N U E V A F E D E R A C I O N MADRILEÑA EN RELACION C O N LA REPUBLICA MANIFIESTO
La Nueva Federación Madrileña a los federados y a todos los trabajadores de España 1
Compañeros: Los acontecimientos políticos de que acaba de ser teatro nuestra región, nos imponen el deber de manifestaros lo que opinamos sobre ellos y cuál es la actitud que en nuestro sentir debe adoptar la clase obrera ante el nuevo orden de cosas. No porque la república, obra de los monárquicos de ayer y refugio de la burguesía agonizante, puedan influir de un modo directo e inmediato en nuestra situación económica, sino porque viene a preparar el terreno a la acción política del proletariado que ha sido acordada como una necesidad por el Congreso general de La Haya y que ha de conducirnos en no lejano término a nuestra completa emancipación. Cumple asimismo a nuestro carácter de internacionales protestar, si bien de paso, contra uno de los primeros actos del gobierno de la República, contra el Memorándum del señor ministro de Estado a los representantes de España en el extranjero. En este documento, poco veraz, preténdese demostrar al mundo que la democracia española «no ha tenido nunca ni tiene hoy ese vago cosmopolitismo que pudiera aterrar en el exterior, ni esos utópicos ensueños que pudieran en el interior crearnos dificultades sin cuento»; lo que equivale a decir que el proletariado español vive aislado, que ningún lazo de solidaridad le une con el proletariado de los demás países, y que no siente siquiera la necesidad de una transformación en las instituciones económico-sociales; afirmación ridiculamente absurda, que se halla desmentida por la existencia misma de la Internacional en España y por un reciente célebre debate de las Cortes españolas. No se habría atrevido el gobierno republicano a lanzar al mundo se1.
La Emancipación, 18-111-1873.
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mejante aseveración, si la acción de la Internacional se hubiese manifestado como debiera en los últimos acontecimientos, si los Consejos locales hubiesen obrado en conformidad con las medidas revolucionarias propuestas por el segundo Consejo federal en su Manifiesto del 31 de enero de 1872, medidas que fueron aprobadas y bien recibidas por todas las Federaciones de esta región. Pero desde entonces, ese funestísimo elemento que todos conocéis, la Alianza burguesa, introduciéndose jesuíticamente en nuestras filas, ha realizado en parte su obra, ha engendrado la confusión y la duda en los ánimos más varoniles, ha paralizado toda acción revolucionaria de las fuerzas internacionales, ha hecho de nuestra Asociación una masa inerte, pasiva, y ha logrado que muchos de nuestros compañeros, que tienen horror natural a la inacción, a la muerte política, se echen en brazos del partido republicano burgués, figurando en sus clubs, formando en sus batallones y malgastando así unas fuerzas que debieran servir para la gran obra de la emancipación del proletariado. Debemos llamar muy particularmente la atención de nuestros compañeros todos acerca de tan grave asunto, debemos hacerles notar lo qué era la Internacional en España un año ha, su influencia en la opinión del país, las simpatías que inspiraba a la clase obrera, el terror que infundía en los burgueses, y lo que es hoy, olvidada casi y abandonada por muchos de sus adeptos, merced a los criminales manejos de unos cuantos intrigantes; para que se vea bien que esos hombres son los enemigos más crueles de la Internacional, y que urge poner pronto remedio al mal presente. Pocos meses antes de celebrarse el Congreso de Zaragoza, anunciábanse en España sucesos parecidos a los que ahora han tenido lugar; el partido republicano se preparaba a la lucha, y solicitaba, como siempre, el esfuerzo de los trabajadores; la Internacional estaba fuera de la ley y perseguida Esto no obstante, el Consejo federal, colocándose a la altura de la situación y menospreciando los peligros, lanzó su Manifiesto ya citado, en el que por primera vez en España, afirmaba claramente la necesidad de transformar la propiedad de la tierra y demás instrumentos de trabajo. Hizo más todavía, inició la idea de que los Consejos locales se convirtiesen al otro día de una revolución en poderes revolucionarios y adoptasen medidas revolucionarias también. Citemos textualmente esta par^ ee del Manifiesto: «Trabajadores, es menester que esa libertad que todos proclaman, que todos dicen amar, tenga una "garantía", la única que puede hacerla imperecedera, la transformación de las condiciones sociales. »Es menester que si la revolución llegase, si en ella tuviésemos alguna participación, no abandonemos el campo de la lucha, no soltemos las armas, sin haber visto realizada nuestra gran aspiración, la E M A N C I -
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P A C I O N SOCIAL D E LOS T R A B A J A D O R E S POR LOS T R A B A J A DORES MISMOS. »Es menester que los trabajadores, una vez triunfantes, en el perfecto uso de su derecho, se constituyan en cada localidad en asamblea general de federados y acuerden solemnemente la transformación de la propiedad individual en propiedad colectiva, entrando inmediatamente a "usar" de todos los instrumentos de trabajo, como tierras, minas, ferrocarriles, buques, máquinas, etc., haciéndolos administrar por medio de los Consejos locales de sus Federaciones respectivas.» Estas ideas, aceptadas unánimemente como ya hemos dicho por la Federación española, fueron ampliadas y desenvueltas en la Memoria sobre la Propiedad presentada por el mismo Consejo al Congreso de Zaragoza, donde recibieron la sanción también unánime de los delegados de la clase obrera Constituyen, pues, con los acuerdos del Congreso de La Haya, la legislación de la Internacional en materia política. Nosotros no haremos sino adaptar esta legislación a las circunstancias actuales y a las condiciones del país en que vivimos. Es llegada la hora, compañeros, de que fijemos claramente la actitud de la Internacional enfrente de los partidos políticos y de los gobiernos de la burguesía, de que determinemos bien, no ya lo que pedimos, que esto lo hemos repetido hasta la saciedad, sino del modo que pensamos obtenerl o ; si no queremos que la clase trabajadora siga siendo, como hasta aquí, instrumento dócil de la clase gobernante, y que nuestra gran Asociación se convierta en un juego pueril o en una mixtificación burguesa La situación política actual, creada por una coalición de la burguesía, sin lucha, sin revolución en el verdadero sentido de la palabra, ha podido hasta ahora evitar el combate y poner un dique al torrente popular, pero semejante estado de cosas es insostenible; los partidos burgueses se hallan harto divididos, sus hombres son demasiado ambiciosos y sus instituciones están demasiado desacreditadas y carcomidas para que la paz pueda ser duradera. Pronto, muy pronto tal vez se nos ha de presentar ocasión favorable para ejercer nuestra acción política y para reanudar la tradición gloriosa de los antiguos Consejos federales, en mal hora interrumpidos. Dicho se está que esta acción, la acción política del proletariado, ha de ser puramente de clase y esencialmente revolucionaria, con separación completa de todos los partidos en que la burguesía se divide, y que dentro de la organización de la Internacional se encuentran los elementos necesarios para ejercerla La Internacional no ha sido fundada solamente para la lucha económica, sino para la lucha política; no es sólo una sociedad de resistencia, sino el gran partido cosmopolita obrero. Su constitución la hace apta para ambas acciones; sus Consejos federales y sus Comités de Sección, que
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deben convertirse un día en poderes revolucionarios, pueden servir mientras tanto de lazos de unión de las huestes proletarias, de caudillos que las conduzcan al combate. No somos, no podemos ser indiferentes en política, puesto que la política constituye una de las esferas de acción de la Internacional, pero tenemos una política propia, una política obrera Queremos la república, pero no la república burguesa, no la república del capital, sino la república del Trabajo. Debemos, pues, combatir enérgicamente esa república llamada conservadora, que so pretexto de garantizar la igualdad política de las clases, no hace sino dejar en pie todas las injusticias sociales, sin dar la menor garantía al débil contra el fuerte, al explotado contra el explotador; debemos combatir a esa república, para preparar el advenimiento de la verdadera república, de la república de los más, que ha de destruir el monopolio económico de los menos y conducirnos a la abolición de las clases, fin supremo del movimiento proletario de nuestros días. No tenemos tiempo que perder, compañeros; dejemos a un lado las divisiones funestas, las cuestiones de palabras, de teorías metafísicas, y organicémonos, organicémonos fuertemente sobre la magnífica base de la Internacional, donde caben todos los proletarios. Hagamos de suerte que el día de la pelea tengamos la gran ventaja de la organización, ya que poseemos la inmensa ventaja del número, y que el día de la victoria salga de nuestras filas la nueva sociedad armada convenientemente para realizar la transformación a que aspiramos. Que la Internacional venga a ser el partido socialista revolucionario, ya que el partido republicano se ha vuelto partido de orden; que los Consejos locales se conviertan, llegado el caso, en juntas revolucionarias, que no se disolverán a la primera indicación del gobierno, como ha sucedido ya dos veces con las juntas del federalismo burgués, antes servirán de sólida garantía, de firme apoyo al triunfo del pueblo trabajador. Compañeros, consagremos, para terminar, un recuerdo de admiración, solidaridad y cariño a los heroicos fundadores de la Comuna de París, a los que hace hoy dos años —18 de marzo de 1871— ganaron la primera batalla del Proletariado contra la Burguesía, a los que constituyeron el primer poder político obrero que registra la historia Honor a la memoria de sus soldados; venganza para sus mártires, socorro y protección para sus huérfanos y viudas, y para sus fugitivos. No olvidemos jamás ejemplos tan gloriosos: y procuremos imitarlos. Compañeros: ¡Viva la Comuna! ¡Viva la Revolución proletaria! ¡Viva la Asociación Internacional de los Trabajadores!
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A nombre y por acuerdo de la Asamblea, el secretario de la sesión, Alejandro Ocina. Madrid, 18, de marzo de 1873.
XX H O M E N A J E D E L A EMANCIPACION A L A C O M U N A D E P A R I S E N LOS DIAS D E L A P R O C L A M A C I O N D E L A P R I M E R A R E P U B L I C A 1
E N LOS DIAS D E L A P R O C L A M A C I O N DE LA PRIMERA REPUBLICA 1
Coincidiendo con la posición del grupo reaccionario de las Trade-Unions británicas, la Alianza y el anarquismo silenciaban —cuando no la repudiaban— la gloriosa gesta de la Comuna de París. Bakunin, con otros aliancistas, había desempeñado en Lyon un papel negativo. Lució aquel gran día que la historia no olvidará jamás, y que los proletarios del mundo entero han grabado ya en sus corazones cual gloriosa efemérides del primer triunfo de nuestra clase. Aquel día, trescientos mil trabajadores, comprendiendo por una larga y dolorosa experiencia que. en nuestra época, todo pueblo desarmado es esclavo, resolvieron conservar las armas que con tanto heroísmo habían manejado durante cinco meses de un sitio memorable. Para arrebatárselas, los cobardes que entregaban París y Francia al déspota prusiano no titubearon en lanzar sobre el pueblo parisiense las tropas mercenarias que Bismark les había dejado al efecto. Mas por fortuna, aquellos trescientos mil trabajadores estaban bien organizados y prevenidos, y al primer choque dieron en tierra con el viejo Estado burgués y pusieron en vergonzosa fuga a sus agentes asalariados, que no tuvieron ni aun tiempo de llevarse consigo las pruebas de sus crímenes y traiciones. El pueblo armado de París, que formaba una vasta federación de doscientos batallones, había nombrado un Comité central, compuesto de delegados de los mismos y muy semejante en su organización a los Consejos locales de la Internacional, como que muchos de sus individuos pertenecían a nuestra Asociación. Este Comité central del pueblo armado, o si se quiere Consejo federal de los trabajadores de París organizados por batallones, asumió en sí todos los poderes públicos, en nombre de sus comitentes, y proclamó la Comuna, grito que sonó en los oídos de la espantada burguesía como una sentencia de muerte: no por la idea de la autonomía municipal y de la federación de los municipios que en sí entrañaba, sino 1. La Emancipación, 18-111-1873. 494
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por su inmensa significación social, porque era el advenimiento al poder de la clase trabajadora. En efecto, según el Comité central, en su manifiesto del 18 de marzo, la Comuna significaba que «los proletarios de París, cansados de los engaños y traiciones de que la clase media les había hecho víctimas, habían creído llegada la hora de salvar la situación tomando en sus manos la dirección de los negocios públicos... Que los trabajadores habían comprendido que su deber imperioso y su derecho absoluto era hacerse dueños de su propio destino, tomando las riendas del gobierno». Sin el engaño y la traición, sin la presencia del ejército prusiano en las puertas de la gran ciudad, lo que retrajo al Comité central de caer inmediatamente sobre Versarles, la noble aspiración de nuestros hermanos de París se habría realizado, y a estas horas los trabajadores, no ya de Francia, sino del mundo entero, habrían visto brillar la aurora de su redención; pues como dijo Beslay, decano de la Comuna, en su discurso inaugural «la Comuna haría de Francia el sostén de los débiles, la protectora de los trabajadores en el mundo, y el fundamento de la República universal». No echen en olvido los obreros españoles tan altísimos ejemplos, puesto que ocasión quizá próxima pueda presentárseles donde reivindicar el derecho de hacerse «dueños de sus propios destinos, tomando las riendas del gobierno». No olviden tampoco que nosotros hemos sido igualmente víctimas de los engaños y traiciones de la clase media y que no faltan en España los Favre y Trochu, los Julio Simón y Gambetea. Pueblo español: los hombres que hoy te gobiernan no tienen mejores antecedentes políticos que los que entonces gobernaban en Versarles, poseen los mismos vicios, las mismas preocupaciones, y han contraído iguales compromisos con las clases poseedoras: sus primeras declaraciones han sido en favor de esas clases. ¿Por qué, si llegasen circunstancias parecidas, habrían de obrar de distinto modo que sus colegas franceses? ¿Quién nos responde de que el día que la clase desposeída reclame una parte siquiera de la que le roban sus explotadores no le contesten a cañonazos? Las mismas causas producen siempre los mismos efectos. ¡Alerta, pues, trabajadores españoles! ¡Recuerdo imperecedero a los heroicos fundadores de la Comuna a los modestos obreros que asumieron en sus manos la inmensa responsabilidad del poder, para conseguir la emancipación de nuestra clase! ¡Odio eterno a sus verdugos, a los cómplices de sus verdugos y a los que en los demás países intenten imitarlos!
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SECCIÓN QUINTA LOS BAKUNINISTAS E N A C C I O N
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P A B L O L A F A R G U E C O N T E S T A A LOS B A K U N I N I S T A S
A los internacionales de la región española Compañeros : Habiendo publicado La Razón, en sus números 62 y 64, «con el mayor gusto», varias cartas donde a propósito de una correspondencia enviada por mí a La Liberté, de Bruselas, se me trata de «embustero, de calumniador y de traidor», y habiéndose negado a publicar una mía, so pretexto de que sus términos eran demasiado «incisivos y duros», me veo obligado a acudir a este medio de publicación para defenderme, y lo que es mucho más importante, para defender los intereses de nuestra gran Asociación.
I Dos semanas después de mi llegada a Madrid, esto es, el 7 de enero, asistí por primera vez en España a una reunión general de la Internacional donde debía «tratarse de la cuestión promovida por la Federación del Jura». Después de haber dado lectura a la circular del Jura, se puso sobre la mesa la circular de la Federación Romanda; pero varios individuos de la asamblea se opusieron enérgicamente a la lectura de este último documento, tan importante para esclarecer la cuestión, y al cual no ha contestado todavía la Federación del Jura. Esta conducta me pareció muy singular, y desde aquel punto empecé a abrigar sospechas de que en el seno de la Internacional española existía un complot contra su representación central, y me afirmé en esta idea cuando vi que todos los periódicos internacionales de la región reprodujeron la circular del Jura, 496
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y La Emancipación sola publicó también la refutación de la Federación Romanda Me pareció ver en todo esto un propósito de impedir que la verdad se manifestara. Para desbaratar estos manejos, parecióme que bastaría dar a conocer a todos los federados españoles los actos del Consejo general; y a instancias mías, el comité de la Sección Varia tomó un acuerdo que decía poco más o menos como sigue: «Rogamos al Consejo federal que examine todos los documentos que obren en su poder procedentes del Consejo general, y que haga de ellos un extracto, que enviará a la Federación madrileña, a fin de que ésta pueda juzgar si alguna vez el Consejo general ha ejercido la menor presión sobre la Federación española.» Y o , que durante cerca de dos años había pertenecido al Consejo general y que conocía todos sus actos, sabía perfectamente que el Consejo general no había faltado a los reglamentos. Yo estaba cierto de que haciendo una información imparcial sobre los actos del Consejo general, la Federación española se vería obligada a reconocer, como lo había reconocido el último Congreso belga, «la lealtad del Consejo general en respetar los acuerdos de los Congresos y atenerse a ellos en todos sus puntos». Pocos días después recibí de Burdeos una carta del secretario de la Federación local, fechada del 8 de enero, en cuya carta se leía la frase siguiente: «Hablemos, le ruego, de Londres, de la Federación del Jura y de la Romanda. Aquí hay ebullición. Marchand y Malón tienen aquí muchos amigos. ¿Cuál es vuestro parecer? Le pido una contestación pronta». Para calmar la ebullición producida por Malón y Marchand, ambos pertenecientes a la Federación del Jura, contesté poco más o menos lo siguiente: «La cuestión es grave; debéis obrar como hombres imparciales y justos, y no dejaros arrastrar por amistades personales; no debéis consultar ni a Malón ni a mí, sino a los documentos que tenéis en vuestro poder, y si son insuficientes para que forméis vuestro juicio, aguardad. Por lo que a mí hace, no os manifestaré mi opinión». En vista de la carta del secretario del Consejo local de Burdeos, comprendí que se fraguaban intrigas ocultas en la InternacionaL A la semana siguiente de haber tenido lugar la reunión de la Federación madrileña, adonde asistí, como ya he dicho, pero sin abrir ni siquiera la boca, fui llamado por el gobernador de Madrid, que me dijo: «Como asiste usted a reuniones públicas, y se ocupa de la Internacional, me veo precisado a anunciarle que tiene que salir de España, a no ser que prefiera ir internado a Soria». Entonces figuré un viaje, mudé de nombre y domicilio, y me abstuve de presentarme en los sitios públicos; pero fui al taller de Morago, donde sólo encontré a su asociado, para advertirle lo que me había sucedido. El 22 de febrero, El Condenado, perió-
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dico que redactaban, entre otras personas, Morago y Estévanez, a la sazón redactor de El Combate y hoy miembro del Directorio republicano, contenía el suelto siguiente: «El sábado conferenciaron varios miembros del actual Consejo con algunos de los descamisados más avanzados e influyentes. Sabemos que fue admitido a la conferencia el representante del Consejo del gran turco, lo que nos hace esperar que no transcurrirá el mes de febrero sin que nos veamos abocados al de marzo. Razones de alta prudencia nos impiden dar más pormenores.» Las alusiones eran tan transparentes, que yo me decidí a escribir a la redacción de aquel periódico lo que sigue: «Compañeros: En el último número de El Condenado he leído un suelto en que se trata de poner en ridículo al Consejo general de nuestra Asociación, llamándole Consejo del gran turco y en cuyo suelto se me denuncia a la policía como "representante" del mismo Consejo. Yo creo, estoy casi seguro de ello, que ese suelto es obra de alguna persona extraña a esa redacción y enemiga de nuestra Asociación, que ha sorprendido vuestra buena fe.» El Congreso de redacción contestóme que todos sus individuos pertenecían a la Internacional y que había hecho mal en dar tanta importancia a un «suelto semitontoy>. No sé con qué objeto la palabra sonitonto estaba subrayada en la carta. Publiqué por aquel tiempo, en La Emancipación, una serie de artículos sobre la Organización del trabajo, cuyos artículos fueron leídos y discutidos por toda la redacción antes de enviarlos a la imprenta. A propósito de estos artículos, El Condenado lanzó el suelto siguiente: «Merced, sin duda, a ciertas y muy hábiles influencias se va acentuando cada vez más la tendencia comunista de un periódico que se publica en esta capital. «Nosotros, que somos tan partidarios del colectivismo como enemigos del comunismo, seguimos atentamente al periódico en cuestión, resueltos a entablar polémica con él, si adquirimos la certeza de que su redacción no ha sido —como lo suponemos— sorprendida con recientes y muy repetidos trabajos que han visto la luz en sus columnas. »¡Mucho ojo con los absolutistas socialistas!» Yo repliqué de este modo en el número 38 de La Emancipación: «Para juzgar los hechos, así económicos como físicos o fisiológicos, hay dos métodos distintos: el método materialista y el método espiritualista. «El método espiritualista o absolutista establece desde luego un principio absoluto: Dios, para los metafisicos religiosos; entidades mora-
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les (virtud, justicia, libertad, bondad), para los metafísicos puros, y teorías abstractas y vagas (comunismo, colectivismo, individualismo, furierismo, etcétera), para los metafísicos sociales. Estos principios absolutos sirven de criterio para juzgar los hechos. El método espiritualista parte del hombre y va a las cosas; es decir, de arriba a abajo. »E1 método materialista o relativo rechaza todos los principios absolutos; se contenta con analizar pacientemente los hechos, coordinarlos y sacar de ellos conclusiones generales que se llaman leyes, cuya verdad puede probarse en todo tiempo. El método materialista parte de las cosas y llega al h o m b r e ; es decir, de abajo a arriba. Es el verdadero método natural, pues la naturaleza no es otra cosa que una marcha ascendente. La celda da p r i n c i p i o a la serie animal que termina en el hombre. »E1 método espiritualista conduce a la Inquisición; el método materialista, a la revolución.» En el mismo número contesté a las observaciones que me había hecho un compañero, encabezando mi contestación con estas palabras: «Aceptamos con gusto estas observaciones y vamos a contestarlas, pues una idea no es en realidad inatacable hasta que ha pasado por el tamiz de la discusión.» Mi absolutismo me llevaba a pedir la discusión, y la autonomía o el individualismo de los hombres de El Condenado les impedía aceptar el debate. Es cierto que sobre la cuestión social, M o r a g o y sus amigos, en vez de ideas y teorías, no tienen más que palabras retumbantes, como autonomía, anarquía, autoritarismo, colectivismo, ateísmo y otras, cuyo sentido ni siquiera comprenden. Esto, no obstante, continuaron y continúan hoy haciendo correr la v o z no sólo en M a d r i d , sino en provincias, que La Emancipación representa el «comunismo autoritario», lo que no impidió a estos partidarios de la autonomía el declarar traidores y expulsar de la Sección V a r i a , un mes ha, a los redactores de La Emancipación, como defensores de la «propiedad individual». Yo sé perfectamente que en todos estos ataques había «celos de empresa», y que se quería matar La Emancipación para reemplazarla con El Condenado, que en su primera campaña no ha logrado asegurarse una 1
1. He aquí los principales artículos que he publicado en La Emancipación, todos conformes con el parecer del Consejo de redacción: «Apólogo de San Simón», «La huelga de los ricos», «El reinado de la burguesía», «Las panaceas de la burguesía», «La organización del trabajo», «Artículos de primera necesidad», «El programa del Partido Republicano y el programa de la Internacional», «El colectivismo español», «La cuestión social en Valencia», «El catecismo de la Internacional»... Examinen mis artículos los doctores de la A l i a n z a y enséñenme lo que ellos llaman el comunismo autoritario, porque tengo curiosidad de conocer al monstruo.
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vida propia; y sé también que estos «celos» tomaban un carácter mucho más apasionado de resultas de las aspiraciones que, según se dice, abrigan algunos de los fundadores de aquel periódico de crearse una posición honrosa con su pluma. Pero había más aún, había mi persona, y detrás de mi persona el Consejo general: quien, acusado de autoritarismo por la circular del Jura, hacía sospechosos a todos los que no hacían causa común con sus detractores. Algún tiempo antes de esto se habían esparcido hábilmente en Londres rumores calumniosos sobre mi persona; pero una carta del Consejo local de Burdeos puso inmediatamente término a aquella intriga. Desde los primeros momentos, mi presencia en Madrid había sido señalada a la Federación del Jura, como lo confiesa su Boletín en su número 6; y probablemente estos ataques contra mi persona, tanto en Madrid como en Londres, entraban en la táctica de los que calumniaban públicamente al Consejo general en La Revolución Social de Ginebra. Efectivamente, había en toda la Internacional una trama urdida contra el Consejo general. En esta liga entraban burgueses y agentes de policía, como lo prueba la «Declaración del Consejo general contra el Consejo federalista», publicada por todos los periódicos internacionales, y su «circular privada» sobre las «supuestas» divisiones de la Internacional. En el Congreso de Zaragoza, estos ataques contra mi persona tomaron un carácter más agresivo. Delegado por la Federación de Alcalá de Henares, yo me presenté a la comisión de actas con mi verdadero nombre, suplicándola que transformase Paul Lafargue en Pablo Farga, por no exponerme a caer en las garras de la policía. Morago se opuso y tomó esto por pretexto para denunciarme a todos mis compañeros, acusándome de que había traído a España una misión especial. Esta discusión era para mí tan penosa, que sólo al día siguiente contesté a la insinuación de Morago. Referí a la Asamblea, que después de la caída de la Comuna, perseguido en Francia por haber reorganizado la Internacional en Burdeos, por haber intentado restablecer, con ayuda del Consejo general, las comunicaciones entre los diferentes grupos de provincias, comunicaciones interrumpidas durante el sitio de París, y por haber estado en París en la época de la Comuna, tuve que refugiarme en España, atravesando a pie los P i rineos acosado por la gendarmería francesa y luego por la Guardia C i v i l ; que fui preso en Graus, conducido a Huesca entre dos guardias civiles, y que allí, no obstante la vigilancia del jefe de orden público, pude ponerme en comunicación con los elementos obreros de aquella ciudad, quienes, gracias a mí, se han salido del partido republicano federal y fundado la primera sección Internacional de Huesca. Puesto en libertad, me trasladé a San Sebastián a causa de mi hijo, que estaba gravemente enfermo,
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y tan luego como me fue posible, me puse en relaciones con los internacionales de aquel punto. Antes de mi llegada a San Sebastián, la Internacional lo era allí u nsolo individuo, que convocaba, escribía, hablaba y obraba en nombre de la Internacional. Puesto yo de acuerdo con los hombres más activos, fundamos una verdadera sección con arreglo a los estatutos de Valencia. Tan luego como supo el gobernador mis trabajos, me mandó a decir que debía salir de la provincia en el término de seis horas y trasladarme a Madrid bajo la vigilancia de la policía, debiendo indicárseme en este último punto el lugar de mi residencia Así pues, la policía francesa, puesta de acuerdo con la española, eran las que me facilitaban los medios de cumplir mi misión especial, obligándome a refugiarme en España y a usar un nombre supuesto en Madrid. Los delegados en el Congreso, después de haber oído estas explicaciones, lejos de mirarme con desconfianza, me dieron muestras de la mayor cordialidad. En el Congreso de Zaragoza fue donde me convencí de que una sociedad secreta, llamada la «Alianza de la Democracia Socialista», se hallaba organizada en España, y que de ella partían todos estos ataques. Un delegado catalán, aludiendo a los disturbios que estaban ocurriendo en la Federación de Barcelona, y que impedían la instalación del Consejo federal en aquel punto, dejó escapar esta frase: «La causa de todo lo que pasa es la A». Yo sabía que los iniciados designaban la Alianza con la letra A. Diferentes observaciones que hice durante el Congreso me pusieron al corriente de todo. Yo me creí en el deber de denunciar la existencia de esta sociedad secreta en el seno de la Internacional, y escribí con este objeto la correspondencia siguiente, causa de toda la furia de mis difamadores: «La circular del Jura que amenazaba a la Internacional con una división y con la creación de dos centros, no ha tenido importancia más que en Italia, donde el movimiento proletario es muy reciente y está en manos de doctrinarios idealistas. Sin embargo, en España, aquella circular ha proporcionado a ciertos miembros de la Alianza un pretexto para agitar y turbar la Internacional. La Alianza se había constituido aquí en sociedad secreta, reclutando sus adeptos entre los individuos más enérgicos y superiores de nuestra Asociación, y proponiéndose conducir la Internacional y velar por la pureza de sus principios; en una palabra, la Alianza era una aristocracia dentro de la Internacional. »Los hombres de la Alianza de Madrid llegaron hasta hacer expulsar de la Asociación, por medio de la Federación de Madrid, a seis individuos del Consejo Federal de la Región Española. Pero el Consejo federal anuló este acuerdo y su conducta fue aprobada por el Congreso, que volvió a
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nombrar a dos de los expulsados para formar parte del nuevo Consejo federal. Esos mismos hombres de la Alianza son los que, obedeciendo a las teorías contenidas en la circular del Jura, vinieron a Zaragoza con el objeto de transformar la organización de la Internacional. »Esos mismos hombres, cuando en 1870 redactaron los Estatutos de la sección de Oficios Varios de Madrid, pusieron después de los Estatutos generales de la Internacional todo el programa de la Alianza, y formularon el artículo 15: "Todos los miembros de esta sección se obligan a contribuir con todas sus fuerzas al acrecentamiento del poder y a la solidez de esta organización, por lo cual adquieren el deber de desarrollar y sostener. .. las resoluciones de los congresos y el poder del Consejo general, como igualmente el del Consejo federal, y el del Consejo local de Madrid"...» Pero la circular del Jura les ha trastornado el seso. Según dicen ahora, la Internacional no debe ser la organización «poderosa» y «sólida» del proletariado en lucha contra la burguesía, sino una «inmensa protesta contra la autoridad». Los Consejos centrales de la Asociación no deben ser sino «simples centros u oficinas de correspondencia y estadística» y «la autonomía de las secciones» debe ser absoluta. (Véase la circular del Jura.) En una palabra, su pensamiento es hacer de la Internacional un cuerpo sin cohesión, sin fuerza, una asociación puramente platónica, ocupada en la elaboración de las ideas y de las teorías cuya realización debía ser confiada a los partidos políticos; pero el Congreso pensó de diferente modo. Desde la primera sesión de la comisión encargada de dar dictamen sobre la organización, se dio principio a la lucha. Morago, uno de los hombres «más influyentes» de la Alianza de Madrid, quería que todo el trabajo de organización del Consejo quedase limitado a examinar uno a uno todos los artículos de los Estatutos y a suprimir todo lo que tuvieran de autoritario. Para hacer este trabajo, no era preciso tener la menor idea de la organización, al contrario, esto hubiera sido molesto; y Morago y sus amigos se hallaban en las condiciones requeridas. Pablo Lafargue presentó un plan que no era sino el desarrollo de la organización elaborada en la Conferencia de Valencia, que ha dado ya en España tan brillante resultado. Queriendo que la organización para ser sólida partiese de «abajo a arriba», pedía que cada Comité de sección fuese responsable de los actos de los individuos de su sección; cada Consejo local, de las secciones de su localidad; cada Consejo federal, de los Consejos locales de su región; y el Consejo general, de los Consejos regionales y secciones particulares de los países donde las circunstancias políticas
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impiden la formación de Consejos federales, limitando y determinando la responsabilidad de los Consejos centrales, es como se puede llegar a establecer un pacto formal entre las secciones y federaciones regionales de la Internacional. , Cuando llegó la discusión general sobre la organización, no había dispuesto más que el trabajo de Morago y Castro, que era simplemente la refundición de todos los artículos de los Estatutos de la Federación Española, no dejando a los Consejos centrales otras atribuciones que las de correspondencia y estadística. Antes de comenzar la discusión, Francisco Tomás, en nombre del mandato que había recibido de la Federación de Palma, pidió que el Congreso aprobase los Estatutos hechos por la Conferencia de Valencia, los cuales, después de seis meses no más que estaban en vigor, habían aumentado el número de Federaciones de 11 que eran antes a 62 que hoy existen. EÜ< La Conferencia de Valencia, para establecer una unidad real en la Internacional, había redactado reglamentos típicos de federaciones y secciones. El artículo 2.° de los Estatutos de la región decía: «Art. 2. Las federaciones locales se regirán generalmente por el reglamento típico que adoptare el Congreso, debiendo someterse a la sanción del Consejo federal las modificaciones o artículos adicionales que cada federación hubiera introducido con respecto a las circunstancias particulares de su localidad». Este fue el primer artículo modificado por Morago, quien pedía que no hubiese reglamentos típicos, y que para no coartar la autonomía de las secciones, cada sección hiciese sus reglamentos a su gusto, no teniendo más obligación que enviarlos al Consejo federal, el cual no tenía el derecho de aprobarlos o desaprobarlos, sino de ponerlos en conocimiento de las secciones, publicándolos en su Boletín; el Congreso anual sería el único con derecho a rechazarlos. Francisco Mora y Víctor Pagés combatieron enérgicamente estas reformas que eran inesperadas, pues ninguna federación se había quq'ado jamás contra aquel artículo, e hicieron ver luego la desorganización que resultaría de la reforma y el peligro que podría correr la Asociación con permitir a las secciones que pudieran formarse el llevar durante un año el nombre de la Internacional con estatutos de su cosecha: la policía y los burgueses no tendrían ya inconvenientes en formar parte de la Asociación durante un año, si se les dejaba completamente libres de redactar sus estatutcK...; Viendo estos ataques, Morago presentó una proposición que decía E í
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1. Véase en La Emancipación, núm. 47, el artículo que trata del Congreso de Zaragoza, donde se refiere la misma discusión.
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poco más o menos: «¿Quiere el Congreso modificar los Estatutos quitando a los Consejos centrales todo poder, para dejar las secciones completamente autónomas, o por el contrario, quiere aumentar el poder de los consejos centrales?» Según él, si se resolvía esta cuestión, el Congreso tendría un criterio para la refundición de los Estatutos. Quería, en una palabra, resolver la cuestión antes de que fuese discutida en sus detalles. Esta es la manera de proceder de los teólogos y espiritualistas, quienes establecen primero un sistema, un principio, por ejemplo, Dios, o el liberalismo, y luego fuerzan los hechos para adaptarlos al principio y al sistema adoptado a priori. Albagés, delegado de la Federación barcelonesa, se opuso a esta proposición, diciendo que era imposible decidir esta cuestión de antemano, pues la práctica nos pondría muchas veces en contradicción con el principio que se votase. En efecto, hay circunstancias en que es preciso armar a los Consejos centrales con poderes, mientras que en otras circunstancias hay que quitárselos. Si el Congreso de Zaragoza no ha dado frutos positivos respecto de la organización, ha producido un resultado» que bien que negativo tiene una importancia capital, y es que ha reducido a la nada todas las pretensiones de esos doctrinarios que quieren hacer de nuestra Asociación, no un cuerpo militante sólidamente organizado para la lucha, sino una sociedad platónica, un ideal de la sociedad futura, y que quieren que nuestra Asociación no sea ya el producto espontáneo de las condiciones económicas modernas y del movimiento proletario, sino la realización del ideal más o menos verdadero que ellos tienen de la sociedad futura La gran fuerza y originalidad del movimiento iniciado por la Internacional consiste en haberse colocado fuera de toda teoría y de toda metafísica y haberse propuesto ser una sociedad militante constituida para llegar al fin práctico de la «emancipación de los trabajadores por los trabajadores mismos». El Congreso de Zaragoza, al rechazar todos los planes de los doctrinarios, ha afirmado de nuevo este gran principio. En las actas del Congreso de Zaragoza, publicadas por el Consejo federal, se lee, páginas 109 y 110: «La Comisión de organización no había terminado aún sus trabajos, por lo que se presentó y tomó en consideración un proyecto de Federación regional, presentado por el compañero Morago. «Entrando en su discusión, fue aprobado el artículo 1.°. 1
1. Aquí se da cuenta de los discursos de Bragulat y Brugueras, que son lo opuesto del plan de la A l i a n z a .
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»E1 artículo 2.°, que modificaba las atribuciones del Consejo federal respecto a las modificaciones que las Federaciones locales hicieran en sus reglamentos, diferiendo su aprobación o desaprobación a los Congresos regionales, produjo una discusión en que tomaron parte los compañeros Castro, Pino, Soriano y Morago, en pro; y Mora, Pagés, Lafargüe y Albagas, en contra.» En la sesión siguiente, presentóse una proposición encaminada a rechazar este proyecto de reorganización, y pidiendo al Congreso que adoptase la organización votada por la Conferencia de Valencia. Esta propoción, redactada por Francisco Tomás, de Palma, iba además firmada por Montoro, Anselmo Lorenzo, F. Martínez, F. Tomás, Claudio Solanes, P. Lafargue, José Prats, José Bragulat, B. Espigulé, José Soler Claveguera, Juan Seguí, Dionisio García, Antonio Fort. (Página 111 de las actas del Congreso de Zaragoza.) Según las mismas actas, es incontestable que Morago, Soriano y Pino (miembros de la Alianza), querían transformar la organización de V a lencia, defendida por Mora, Pagés, Lafargue y Albagés. Los hombres de la Alianza no pudieron nunca perdonarme el haber ayudado a desbaratar el plan de desorganización presentado por algunos de ellos, como lo prueba la frase siguiente de La Razón (número 66): «En Zaragoza, la influencia autoritaria del actual Coasejo general se dejó sentir de una manera bastante lamentable para el progreso de la Asociación». La Razón no teme insultar a toda la representación obrera, queriendo hacer creer que un solo extranjero pudo arrastrar a la inmensa mayoría de los delegados en un camino funesto «para el progreso de la Asociación». Mi delito no consistía precisamente en lo que yo había dicho sobre el Congreso, puesto que el hecho era público, sino en las revelaciones que en aquel documento hacía sobre la misteriosa Alianza Era preciso castigarme de una manera ejemplar, a fin de inspirar saludable terror en d alma de los mortales que tuvieran bastante atrevimiento para poner una mano profana sobre esta arca santa.
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La Alianza de la Democracia Socialista es una sociedad fundada por Miguel Bakunin, ex miembro del Comité director de la Liga de la Paz y de la Libertad, liga creada por los radicales burgueses para influir en la Internacional y mistificarla. A esta liga pertenecen los Castelar. los Orenses, los Luis Blanc, los Quinet (diputados de Versalles), y tutti quanti. E n el último Congreso de la Liga, Marchand y André Leo, redactores de La Revolución Social, órgano de la Federación del Jura, y varios otros miembros de esta misma Federación asistieron al Congreso como delegados. La Alianza quiso al principio implantarse como cuerpo organizado en el seno de la Internacional. Comprendiendo que no sería autorizada por el Consejo general, quiso hacerse reconocer por los Consejos federales belga y parisiense, de los cuales recibió una negativa. El primer acto de la Alianza era, pues, una protesta, no contra la autoridad en sí, sino contra la autoridad del Consejo general, puesto que quería apoyarse en la autoridad de los Consejos federales de París y de Bélgica, para imponerse al Consejo general. Después de estas tentativas infructuosas, dirigióse la Alianza al Consejo general, el cual, en diciembre de 1868, le negó esta autorización. En marzo de 1869, la Alianza anuncia al Consejo general la disolución de sus secciones y la entrada de sus miembros en la Internacional; mas a pesar de su formal declaración, la Alianza persistía como cuerpo constituido, pero con el carácter de sociedad secreta. Desde este punto empezaron los ataques, no sólo contra el Consejo general, sino contra el Consejo federal Romando. Estos ataques adquirieron cada vez más violencia, a medida que la Alianza veía todo el elemento obrero de Suiza separarse de ella. Después de haberse celebrado la Conferencia de Londres, la Alianza se disfrazó con el nombre de Federación del Jura, cuya influencia es nula en Suiza, mientras que el Consejo federal Romando ha llevado a cabo en su último Congreso de Vevey la federación de las secciones internacionales de las tres lenguas que se hablan en Suiza 1
Cuando la Alianza era pública, no profesaba principios tan antiautoritarios como los que aparenta profesar hoy. Tenía un Comité central iniciador, y sus adeptos, cuando redactaban estatutos o reglamentos de las secciones, hablaban siempre del poder de los Comités centrales. Véase a 1. En el Congreso de Sonvilliers, donde fue elaborada la circular del Jura, estaban representadas solamente nueve secciones, que se denominaban como sigue: Dos círculos de estudios sociales, dos secciones de propaganda y de acción revolucionaria, cuatro secciones centrales y una sola sección de obreros, la de grabadores. (Véase l a circular del Jura e n La Emancipación, número 28.)
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continuación un pasaje de la circular del Consejo general, donde se halla analizada toda la organización de la Alianza: «Junto al Consejo general de la Internacional, elegido por los Congresos sucesivos de Ginebra, Lausana y Bruselas, habrá, según el reglamento iniciador de la Alianza, otro Consejo general en Ginebra, el cual se elige a sí mismo. Al lado de los grupos locales de la Internacional, existirán los grupos locales de la Alianza; quienes, por mediación de sus centros nacionales, que funcionan aparte de los centros nacionales de la Internacional, "pedirán a la oficina central de la Alianza su admisión en la Internacional". De este modo el Comité central de la Alianza se arroga el derecho de admisión en la Internacional. Por último, el Congreso general de la Asociación Internacional de los Trabajadores tendrá también su duplicado en el Congreso general de la Alianza: pues (dice el reglamento iniciador) en el congreso anual de los trabajadores, la delegación de la Alianza Internacional de la Democracia Socialista, como rama de la Asociación Internacional de los Trabajadores, "celebrará sus sesiones públicas en un local separado".» En el último Congreso de Zaragoza los miembros de la Alianza celebraban secretamente sus reuniones. Yo dormía en el mismo cuarto con un aliado, que se levantaba a las seis de la mañana para trasladarse a aquellos conciliábulos. La Alianza se atribuye la «misión especial de estudiar las "cuestiones políticas" y filosóficas sobre la base misma de ese gran principio de igualdad». De esta suerte, los aliados evitan a la clase obrera el trabajo de ocuparse de las cuestiones políticas, puesto que ellos se encargan de su estudio y aun de su aplicación en los casos especiales en que lo juzgan conveniente. Tenemos de éstos muchas pruebas que nos reservamos. Si bien secreta, la Alianza no había perdido su carácter pedagógico. En la Memoria del Comité Federal del Jura, presentada al Congreso de Sonvilliers, se lee: «Para hacer de la clase obrera la verdadera representante de los nuevos intereses de la Humanidad, es necesario que su organización esté guiada por la idea que debe obtener el triunfo. "Desprender" esta idea de las necesidades de nuestra época, de las tendencias íntimas de la humanidad por medio de un estudio continuado de los fenómenos de la vida social, hacer "penetrar luego esta idea en el seno de nuestras organizaciones obreras" tal debe ser el objeto..., e t c . » . Finalmente, «es preciso formar en el seno de nuestras poblaciones obreras una verdadera escuela socialista revolucionaria». Así, pues, las secciones autónomas de obreros se convierten de repente en escuelas, donde los científicos de la Alianza serán los maestros. Para
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estos sabios la clase obrera es una materia bruta, un caos que, para adquirir forma, necesita el soplo del Espíritu Santo. En la circular privada del Consejo general leemos también: «En oposición a las organizaciones caprichosas y antagónicas de las sectas, la Internacional es la organización real y militante de la clase proletaria en todos los países, ligados unos con otros en su lucha común contra los capitalistas, los propietarios territoriales y su poder de clase organizado en el Estado. Así es que los Estatutos de la Internacional no conocen sino "simples sociedades obreras", que persiguen todas el mismo objeto y aceptan todas el mismo programa, el cual se limita a trazar los grandes rasgos del movimiento proletario, dejando su elaboración teórica al impulso dado por las necesidades de la lucha práctica y al cambio de las ideas que se verifican en las secciones, admitiendo indistintamente todas las convicciones socialistas en sus órganos y en sus congresos.» El Consejo general, el «autoritario», pretende que la clase trabajadora elabore por sí misma sus ideas económicas, y la Alianza, la «autónoma», quiere, por el contrario, elaborarlas ella y hacerlas «penetrar luego en el seno de nuestras organizaciones obreras». No hay nada tan autoritario como los pedagogos de la autonomía Analicemos ahora, siquiera sea brevemente, las ideas maravillosas que estos profundos pedagogos querían imponer «a nuestras organizaciones obreras». En el programa primitivo de la Alianza se hacía constar que esta Asociación se proponía obtener la «igualdad política, económica y social de las clases»; o lo que es lo mismo, se proponía eternizar la existencia de las clases explotada y explotadora por medio de la armonía del capital y el trabajo. Los filántropos y los economistas burgueses se han propuesto la solución del mismo problema desde que el antagonismo de las clases ha tomado un carácter amenazador para el orden burgués. A consecuencia de una observación caritativa del Consejo general, que les advirtió que la clase obrera no quería la «igualdad de clases», sino la «abolición de todas las clases, los doctos de la Alianza borraron de su programa esta confesión. Mas ya que estamos en España, ocupémonos de los aliados de este país. En las actas del Congreso de Zaragoza hay un dictamen sobre la propiedad, enviado por la Federación de Madrid, donde imperan, como he dicho, los hombres de la Alianza. Léase este documento, que se halla íntegro en las actas, y dígase si ha habido alguna vez una colectividad que haya osado enviar a un congreso un documento más pueril y vacío sobre una cuestión tan importante. Se dice vulgarmente que para muestra basta un botón; pero si esta muestra no bastase, tenemos el número 8 de El Condenado. Un pedagogo de la Alianza ilustra a uno de sus compañeros:
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«Si se reducen por medio de una ley las horas de trabajo, el "resultado práctico será que hoy ganas 12 reales trabajando doce horas, y mañana, cuando los federales por un federal decreto las rebajen a ocho, el burgués te dará 8 reales; éste es el primer mal que encontrarás como productor, que después como consumidor serás víctima de un segundo mal, y es que el industrial, aunque no sea verdad, hará ver que con la rebaja de horas los productos cuestan más caros, y por consiguiente, si bien ganarás menos... te costará la vida más cara.» Según esta singular teoría, los economistas burgueses tienen mucha razón censurando a los obreros de los países más industriales de Europa y América, porque luchan obstinadamente por obtener una disminución de horas de trabajo. Se conoce que los redactores de El Condenado no tienen necesidad de pedir la rebaja de horas. La reducción de las horas de trabajo es sin disputa la primera cuestión del problema social. El obrero que trabaja doce horas no tiene tiempo de pensar ni de ocuparse de las cuestiones que conducen a su emancipación. El primer Congreso internacional tomó un acuerdo en que se dice que la clase obrera tiene el deber de emplear todos sus esfuerzos para la reducción de las horas de trabajo, considerando «desde ahora bastante el trabajo de ocho horas diarias para la producción de los servicios necesarios a la vida». En este momento asistimos en Alemania al movimiento de diez horas, en Inglaterra al de nueve y en los Estados Unidos al de ocho. La táctica de los industriales ha sido siempre, por el contrario, prolongar la jornada de trabajo para acrecentar lo que Carlos Marx llama el «ejército de reserva del trabajo». Durante la huelga de nueve horas de Newcastle, muchos capitalistas ofrecían aumentar el salario más bien que disminuir las horas. Mientras más horas trabajaba una parte de la clase obrera, más numerosa es la parte condenada al paro forzoso, y por consiguiente, más abundante viene a ser la «oferta de brazos» en el mercado del trabajo y más exigente la «demanda», resultando de esta competencia que los capitalistas pueden pagar más barata la mano de obra, aunque crea lo contrario El Condenado, periódico socialista. Cada vez que la clase obrera habla de reducir las horas de trabajo, los economistas burgueses gritan como cuervos diciendo que si se disminuye la explotación se aumenta el precio de los productos, lo que redundará en detrimento del trabajador. Estos señores burgueses no quieren confesar que a los vinicultores de Jerez, por ejemplo, les importa muy poco que el precio del vino de Jerez sufra un aumento, a ellos que no beben más que agua, como no importa tampoco a los tejedores de Valencia que suba el precio de los brocados, a ellos que sólo gastan telas de algodón y paño burdo. El Condenado, periódico socialista, debería demostrar tam-
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bien que en Inglaterra, que es el país donde la mano de obra cuesta más cara, es asimismo el país donde los precios de los productos industriales son más elevados, y si lograba convencer de esto a los proteccionistas de Cataluña, alcanzaría el favor de los librecambistas del resto de España, y con esto una buena fortuna, que le permitiría volver a salir a luz y «hacer penetrar en el seno de nuestras organizaciones obreras» las sanas doctrinas de la economía política burguesa.
III En una reunión general celebrada el 9 de junio en el local de la Federación madrileña, varios individuos del antiguo Consejo federal denunciaron la existencia de la Alianza en España, descubrieron su organización y la acusaron de ser la causa de todas las disensiones que habían surgido entre el Consejo local de Madrid y el Consejo federal de la región. Según ellos, la Alianza, que predica la anarquía, tenía la pretensión de gobernar secretamente todos los Consejos de la Internacional, sin que los demás individuos de estos Consejos lo notasen siquiera; pues solamente uno o dos de ellos debían estar iniciados en el misterio. Cuando había que tomar alguna medida de importancia, los miembros de la Alianza la discutían con antelación, y la resolución adoptada por la Alianza debía ser impuesta al resto de los federados: y precisamente por no haber querido prestarse a tan despótica exigencia, el antiguo Consejo federal fue objeto de los más vivos ataques y de calumnias de todo género. En esta sesión se dio lectura a la circular siguiente: A lo último de esta sesión, yo presenté una proposición pidiendo que se nombrase una comisión encargada en informar: «Sobre la existencia de una sociedad secreta llamada la Alianza de la Democracia Socialista, y que tiene su centro en Suiza, de donde salen los títulos de filiación, las consignas y las instrucciones secretas. Esta sociedad, parte de cuyos miembros pertenecen a la Internacional y los otros a la burguesía y a los partidos políticos, tiene la pretensión de suministrar sus ideas a la Internacional, de marcarle su aspiración y dirigir la clase obrera de una manera tenebrosa y hacia un fin desconocido.» 1
1. Véase el texto completo de esta circular de la «Sección de la A . . . de M a drid» a los «Compañeros de la Sección de la A . . . d e . . . » , en nuestro Apéndice, H i s t o r i a de la creación de una N u e v a Federación Madrileña.
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Yo pedía también que «la comisión hiciese un resumen de las declaraciones que hubiese oído y que lo mandara publicar en todos los periodos internacionales de la región, enviándolo al mismo tiempo a todas las Federaciones locales y a las demás Federaciones regionales, invitándolas a practicar una información de igual género, a fin de acabar con todos esos manejos ocultos que turban y dividen la Internacional y tienden a hacer de nuestra Asociación un cuerpo sin cohesión y sin unidad para poder dirigirla y explotarla con arreglo a sus miras e intereses». En esta famosa sesión se dijo también que se habían remitido desde Ginebra cartillas con título de socios a Morago, a Córdoba y López, hoy redactor de El Combate, y a Rubau Donadeu, uno de los fundadores del «nuevo partido socialista» de Barcelona; que Jalvo, presidente por aquel entonces de la sección Internacional de Madrid, presentó su dimisión de presidente y se salió de la Internacional porque no quería formar parte, según dijo, de una sociedad dentro de la cual existía otra sociedad secreta cuyo objeto le era desconocido; que cuando Viñas, el delegado de la Alianza de Barcelona, vino para fundar la sección de Madrid, de acuerdo con Morago, que pertenecía ya a la Alianza, los individuos que componían el antiguo Consejo y varios otros que fueron convocados al efecto, se opusieron a su constitución, considerándola un peligro si era secreta, y una organización inútil si era pública; que el delegado de Barcelona se volvió sin haber conseguido establecer la sección de Madrid, y que desde este momento se empezó a notar una frialdad marcada entre los miembros del Consejo federal de aquella época; es decir, entre Morago y los otros, hasta el punto de que Borrell, que pertenecía al Consejo, al salir de aquella reunión pronunció estas palabras proféticas: «Desde hoy toda confianza ha muerto entre nosotros»; pero que Morago y sus amigos de dentro y fuera de España no desistían de fundar la Alianza en Madrid, para lo cual se aprovecharon de la situación excepcional en que empezó a encontrarse la Asociación después de la caída de la Comuna, y lograron introducir en el ánimo de los hombres más adictos a la Internacional la ¡dea de que sólo la Alianza podía salvar la organización en aquellos momentos de peligro; que en efecto se fundó la sección de la Alianza en Madrid, hallándose parte del Consejo federal en Lisboa, y entrando a componerla, no sólo aquellos individuos que estaban emigrados, de quienes partió la iniciativa, sino también varios de los que antes se habían negado a entrar en ella, y más tarde otros individuos que vinieron a componer el nuevo Consejo federal nombrado en Valencia; que Morago, no obstante haber sido el inspirador del pensamiento y el único que se hallaba en relaciones con los aliados de provincias y del extranjero, se mantuvo hasta cierto punto a la expectativa, no teniendo gran confianza en los nuevos elementos 33
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que venían a la Alianza guiados por una idea que no era la suya, y que por último, cuando se convenció de que no podía dominar aquellos elementos y conducirlos por los caminos tortuosos de la Alianza, se separó de ellos para formar otro grupo que hasta hoy ha permanecido en el más riguroso secreto, pero que se ha manifestado claramente por los ataques calculados y llevados a cabo [...ilegible] unidad contra el antiguo Consejo federal de la Región; ataques que tuvieron por resultado final la expulsión escandalosa e injusta de los individuos de aquel Consejo, cuyo único crimen era el de haber sido mejores internacionales que aliados. Todas estas importantes revelaciones fueron hechas por varios miembros del antiguo Consejo federal, y deben constar en el acta de la sesión. Las consecuencias lamentables que la Alianza ha producido en Suiza, en el Mediodía de Francia, en Madrid, Barcelona, Lisboa, etc., no se han reproducido en muchos otros puntos, porque allí la Alianza estaba compuesta de hombres que, como los del antiguo Consejo federal, anteponían a todos los intereses de la Internacional y no veían en la Alianza otra cosa que un medio de agrupar y organizar los elementos más enérgicos de la clase trabajadora, a fin de que, si sonaba la hora de las persecuciones, hubiese formados grupos de hombres decididos a resistirla, a mantener el fuego sagrado y a reconstruir la Internacional tan luego como las circunstancias lo permitiesen. El pensamiento de la Alianza no era, sin embargo, el de estos hombres; era el de dominar la Internacional transformando la clase obrera en instrumento pasivo. Bakunin, Sckwitzguebel, Robert, Guillaume y otros individuos de la Alianza, cuando han visto que sus esfuerzos eran inútiles para conseguir que el Consejo general autorizase la existencia de una sociedad como la Alianza, que era contraria a los Estatutos, esos hombres que habían votado en el Congreso de Basilea sin objeción alguna todos los artículos que conceden al Consejo general el derecho de suspender una sección, son los que hoy combaten precisamente esos artículos, que se oponen a la marcha de la Alianza a través de la Internacional, habiendo perdido hasta la esperanza de hacer transportar a Suiza el Consejo general, a quien esperaban dominar ni más ni menos que sus colegas de Madrid habían pretendido dominar al Consejo federal de la Región. Desde este momento, los ataques contra el Consejo general empezaron a manifestarse, organizándose contra él todo un plan de calumnias secretamente propaladas. Así fue que en la Conferencia de Valencia el delegado elegido para ir a la Conferencia de Londres recibió el encargo de «vigilar las tendencias reaccionarias del Consejo general». Mas no habiendo dado estas intrigas todo el resultado que sus autores aguardaban, se determinó dar el gran golpe, y la circular del Jura fue entregada a la
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más amplia publicidad. Pero las esperanzas de los aliados fueron una vez más defraudadas. Pocos días después de la aparición de la circular, el Congreso belga tomaba las resoluciones siguientes : «Vistas las calumnias absurdas esparcidas todos los días por la prensa reaccionaria, que quiere hacer de la Internacional una sociedad despótica sometida a una disciplina y a una consigna que parte de arriba y llega a todos los miembros por un vía jerárquica. »E1 congreso declara una vez por todas que la Internacional es y ha sido siempre un grupo de Federaciones completamente autónomas.» Esta era la contestación más terminante que podía darse a las calumnias de los hombres de la Alianza El 20 de enero, la Federación de Zurich tomó los acuerdos siguientes : «1.° La Federación de Zurich rechaza las quejas de la Federación del Jura, como infundadas. 2." Las teorías contenidas en la circular del Jura son verdaderas en ciertos puntos, y están proclamadas hace ya mucho tiempo por la Internacional; pero los asertos sobre el autoritarismo del Consejo general, sobre su dictadura y sobre sus consecuencias, están fundados en miserables alteraciones de la verdad.» En este tiempo, el Consejo general recibía de Suiza, Holanda, Dinamarca, Alemania, Austria, Hungría, Rusia, Inglaterra, Irlanda, secciones francesas constituidas y Estados Unidos, testimonios de la más completa confianza. Una sola Federación, compuesta casi únicamente de burgueses sectarios y políticos, se quejaba del Consejo general, quien en el espacio de seis años no había recibido ni un solo reproche de ninguna Federación, y a quien cuatro congresos consecutivos reeligieron como su representación central. Los hombres de la Alianza creyeron poder disimular esta general censura de su conducta adoptando después de dos meses y medio de reflexión las resoluciones del Congreso belga, en las cuales eran tratados de calumniadores y reaccionarios. Pero la Alianza, colocada en una pendiente resbaladiza, no se contentaba ya con la transformación del Consejo general en una simple oficina de noticias, etc., aspiraba a suprimir de un golpe el Consejo general y a reemplazarse con su «Comité director» nombrado por él mismo. Entonces nació el famoso proyecto belga, que no fue siquiera aceptado por su 1. El número 3 del Boletín del Jura reproduce un artículo que llama «notable» de la République française, órgano del señor Gambetta, amigo de Thiers y traidor de la Comuna, donde se dice que la Conferencia de Londres había traspasado los límites de sus facultades, tomando medidas contrarias al espíritu de los estatutos y que tienden a hacer de la Internacional una organización jerárquica, autoritaria, sometida enteramente al poder del Consejo general. He aquí, pues, a los hombres del Jura perfectamente de acuerdo con los republicanos burgueses.
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país natal, pero que obtuvo la aprobación de los aliados más puros de España La Razón lo aplaudía en su número 64 y Miguel Bakunin formuló en estos términos la sentencia de muerte del Consejo general: «Se diría que en este momento en que se pone en cuestión la existencia ulterior del Consejo general, los miembros que lo componen hoy se han mostrado celosos de probar, más que su inutilidad, su perniciosa influencia». Mientras que se trataba por todos los medios de desacreditar y destruir el Consejo general, se fundaba otro Consejo general en las sombras 1
1º
Lettre
a
la
jédération
du
Jura.
(Véase
El
Trabajo,
núm.
4.)
Dejando
a
un
lado los insultos que encierra esta carta y a que tan acostumbrados nos tienen los hombres de la A l i a n z a , notamos en ella dos puntos importantes: 1º B a k u n i n , que acusa al Consejo General de que tiene «miras ambiciosas de razas», cree probarlo acusándole de ser una sinagoga en la cual los «judíos alemanes y rusos» mueven a los «judíos de El Recueil de París, de L'Egalité de G i nebra y de El Volkstaat de Leipzig». L'Egalité es e l órgano oficial de la Federación Romanda y El Volkstaat acaba de ser reconocido, con sus judíos, como órgano oficial en el último congreso obrero celebrado en Erfurt. No es extraño que B a k u n i n , que por espacio de tanto tiempo ha predicado el paneslavismo y la guerra de razas en El Kolokol, no sea capaz de comprender el gran p r i n c i p i o de la Internacional, que declara que no conoce diferencia de creencias ni de nacionalidad; pero lo extraño es que la Federación, órgano oficial de la Internacional, haya publicado esa carta, cuando debería saber que en Europa, y sobre todo en España, los curas y los reyes han alimentado el odio del pueblo contra la raza judía para mantener su despotismo religioso y político. Y por si esto no bastase, la Federación publica en su número siguiente un artículo más extraño aún y cuyo lenguaje nos autoriza a creer que procede de la m i s m a fuente que la carta anterior; en este artículo se habla del cpangermanismo» y de los «anglo-alemanes», refiriéndose al Consejo General. ¿Cree la Federación hacer propaganda internacional sobreexcitando los odios de raza y de religión? En el solemne auto de fe, que tuvo lugar en M a d r i d a p r i n c i p i o d e l reinado de Carlos II, el fraile encargado de predicar el sermón de reglamento decía que « D i o s aborrecía a tres pueblos: judíos, mahometanos y herejes». ¿Por ventura la A l i a n z a , a semejanza del D i o s de los inquisidores, aborrece también a tres pueblos: a los judíos, a los alemanes y a los ingleses? 2. " B a k u n i n promete someter la cuestión al próximo congreso «por poco que este jurado le ofrezca todas las garantías de un juicio imparcial y serio». Me parece que en el próximo congreso va a suceder lo que en la pasada Conferencia: en que R o b i n , uno de los miembros más influyentes de la A l i a n z a , admitido en el seno del Consejo General p o r el Consejo mismo, no obstante las calumnias que no habían parado de lanzarle durante su estancia en Suiza, fue nombrado para formar parte del Jurado que tenía la misión de resolver la cuestión de la A l i a n z a , y después de haber asistido a varias sesiones, se retiró enviando una carta en que daba p o r pretexto que el «Jurado no le ofrecía todas las garantías de un juicio imparcial y serio». Es probable que imitó B a k u n i n la conducta de su amigo R o b i n [... ilegible] asista o no, el congreso tomará un acuerdo sobre si deben expulsarse de la Internacional a los miembros de la A l i a n z a , como lo piden las secciones obreras de la Suiza Romanda.
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del misterio. El 17 de marzo de 1872, el Congreso del Fascio operaio tomaba el acuerdo siguiente: «En interés general, y para asegurar la completa autonomía del Fascio operaio, ¿debe éste "reconocer y sujetarse a la dirección del Comité general de Londres o a la del Jura" o debe permanecer independiente manteniendo al mismo tiempo relaciones con aquellos comités? »E1 congreso no reconoce en el Comité general de Londres y en el del Jura otra cosa que simples oficinas de correspondencia y de estadísticas, y encarga al consulado de la región de Bolonia que se ponga en relaciones con ellos y dé cuenta a las secciones.» Pero el Fascio operaio había obrado con demasiada imprudencia descubriendo demasiado pronto aquel centro secreto. Así fue que la Federación del Jura se vio obligada a desmentir públicamente su existencia. Esto no obstante, en su memoria presentada en el último Congreso de Lóele, el Comité federal del Jura confiesa atolondradamente haber recibido la adhesión de «numerosos grupos de Francia». Por otra parte, mientras que el Comité del Jura se halla constitutido en SonviUiers recibía la adhesión de una sección varia constituida en Ginebra, donde tiene su asiento el Comité Romando, que es como si la Federación de Valencia enviase su adhesión al Consejo federal de Portugal, o si la sección de Oficios Varios de Sevilla enviase la suya al Consejo local de Constantina. Mas no se aspira tan sólo a destruir el Consejo general, se pretende también anular los Consejos regionales, como lo prueba la tentativa hecha en Zaragoza para quitar al Consejo regional sus principales facultades; esto, por otra parte, es lógico, como lo sería el pedir la supresión de todos los Consejos locales y Comités de secciones, «so pretexto de autonomía». Existe indudablemente un plan completo de desorganización de la Internacional. Así el Boletín del Jura, en su número 4, confesaba candidamente que las «organizaciones son cosas secundarias», que la Internacional no es más que «ese sentimiento de solidaridad entre los explotados que domina el mundo moderno». Como se ve, esta gente quisiera transformar la Internacional en un sentimiento platónico como la filantropía burguesa Compañeros, al denunciar a los intrigantes que con la máscara de teorías se agitan y turban la Internacional, he creído cumplir con mi deber: a vosotros toca ahora cumplir con el vuestro. Que los buenos elementos obreros que quedan en la Alianza se retiren de ella y cumplan la palabra que dieron al aceptar los reglamentos de sección de oficio que dicen que todo federado «se compromete a no tener otra organización,
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Congresos ni Estatutos que los de la Asociación Internacional de los Trabajadores». (Véase el reglamento típico de sección aprobado en el Congreso de Barcelona y ratificado por la Conferencia de Valencia) Salud y Emancipación Social. Pablo Lafargue Madrid, 27 de junio de 1872.
XXII FEDERICO ENGELS:
I N F O R M E S O B R E ESPAÑA
1
Por el valor que tiene para la historia del movimiento obrero español, a continuación damos a conocer un informe de Engels sobre España, que corresponde a finales de 1872, en el que se recogen los hechos más importantes de la primera etapa del movimiento internacionalista en España Incluimos igualmente la parte que coresponde a España de otros informes suyos de carácter general. Engels, aunque había dejado de ser el secretario corresponsal para la Península Ibérica, enviaba con frecuencia al Consejo General de la Internacional, establecido en Nueva York, amplias informaciones sobre los problemas más importantes. En España, la Internacional ha sido fundada desde su origen como un puro anexo de la sociedad secreta de Bakunin, la Alianza, a la cual debía servir como una especie de campo de reclutamiento y al mismo tiempo de palanca que le permitiría dirigir todo el movimiento proletario. Más adelante se verá que su Alianza, en la actualidad, tiende abiertamente a reducir la Internacional en España a esa misma actitud de subordinación. Como consecuencia de esa dependencia, las doctrinas especiales de la Alianza (abolición inmediata del Estado, anarquía, antiautoritarismo, abstención de toda acción política, etc.) se difundían en España presentándolas como doctrinas de la Internacional. Al mismo tiempo, todo miembro importante de la Internacional era inmediatamente admitido en la organización secreta y se le hacía creer que este sistema de dirigir la asociación pública por medio de la sociedad secreta existía en todas partes sin oposición. La cosa remonta a 1869, y el primer personaje que introdujo la Internacional en España al mismo tiempo que la Alianza fue el italiano Fanelli, que es actualmente miembro del Parlamento italiano, a pesar de sus convicciones abstencionistas. En junio de 1870 ha tenido lugar el 1.
«Correspondencia Engels Marx», tomo I, A l f r e d Costes, editor, París.
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primer Congreso de la Internacional española en Barcelona En este congreso fue adoptado el plan de organización desarrollado posteriormente por la Conferencia de Valencia (setiembre 1871) y que está actualmente en vigor, dando los más excelentes resultados. Como en todos otros lugares, la participación real tomada por nuestra Asociación (y la que se le atribuye) en la revolución de la Comuna de París ha situado a la Internacional en España en un lugar eminente. Este lugar que ocupa nuestra organización y las primeras persecuciones intentadas por el Gobierno aumentaron mucho nuestras filas en España. No obstante, en la época de la Conferencia de Valencia no existían en ese país más que trece federaciones locales, aparte de algunas secciones aisladas. Según el acuerdo del Congreso de Barcelona, la Conferencia de Valencia confirmó dejar al Consejo Federal en Madrid y su composición era, más o menos, la de antes; sin embargo, una individualidad importante, Tomás González Morago (delegado al Congreso de La Haya), no había sido reelegida. Cuando durante las primeras persecuciones en junio de 1871 el Consejo Federal tuvo que buscar por algún tiempo un refugio en Lisboa, Morago abandonó su puesto en el momento del peligro, y esto fue la causa de su exclusión en el nuevo Consejo Federal. Desde este momento empieza la guerra secreta, que terminará en ruptura abierta. Inmediatamente después de la Conferencia de Valencia tuvo lugar la Conferencia de Londres (setiembre 1871). Los españoles enviaron como delegado a Anselmo Lorenzo, que por vez primera informó en España que la Alianza secreta no era una cosa admitida por todas partes en nuestra Asociación y que, al contrario, el Consejo General y la mayoría de las Federaciones eran directamente opuestos a la Alianza allí donde su existencia era conocida Poco después, Sagasta comenzó las persecuciones contra la Internacional, a la cual declaró fuera de la ley. Morago, que entonces era miembro del Consejo local de Madrid, deserta de nuevo de su puesto y presenta su dimisión. Pero las amenazas del Gobierno no fueron seguidas de ninguna acción seria: el derecho de reunión pública, ciertamente, era rechazado a la Internacional; pero las secciones y consejos continuaron teniendo sus reuniones sin ser molestados. El único efecto de esta intervención gubernamental fue un enorme crecimiento del número de adherentes a la Internacional. En el Congreso de Zaragoza (abril de 1872), la Asociación contaba con 70 federaciones locales regularmente constituidas, mientras que en otras cien localidades el trabajo de organización y de propaganda se proseguía activamente. Había, además, ocho corporaciones organizadas en uniones en todo el país, bajo el control de la Internacional, y la gran
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Unión de los trabajadores de España, mecánicos, hiladores y tejedores, estaba a punto de ser constituida En ese intervalo, la guerra secreta con la Internacional había sido proseguida en España y comenzaba desde ese momento a tomar otro aspecto más importante. El rencor personal de Morago (que ejercía una gran influencia en Madrid, no obstante sus deserciones repetidas) contra los miembros del nuevo Consejo Federal designado en Valencia, no fue la sola fuerza motriz de esa guerra Las resoluciones de la Conferencia de Londres sobre la parte pública de la Alianza y sobre la acción política de la clase obrera, habían excitado la cólera de los jefes de la Alianza secreta, y particularmente de los hombres de los grados superiores de iniciación secreta que recibían sus instrucciones directamente de Bakunin, y de los cuales uno de ellos era Morago. Esta cólera se expresaba en la circular de la Federación Jurasiense de Sonvillier que pedía la convocatoria inmediata de un Congreso extraordinario. Sobre esta cuestión el Consejo Federal de España, de acuerdo con muchas secciones, vacilaba en enfrentarse con el Consejo General y la Conferencia de Londres y eso constituía un nuevo crimen. Además, en enero de 1872, Pablo Lafargue llegaba a Madrid y, estableciendo relaciones amistosas con los miembros del Consejo Federal, les convenció pronto, con numerosos ejemplos, que todo el asunto del Jura era una intriga basada en la calumnia, para desorganizar a la Internacional. Desde ese momento su destino estaba señalado. El Consejo local provocó una querella contra los editores de La Emancipación, que eran los miembros del Consejo Federal, y les expulsó de la Federación Local de Madrid. Esa expulsión fue anulada por el Congreso de Zaragoza, pero el objetivo inmediato había sido alcanzado: imposibilitar, por querellas entre personas, el mantenimiento del Consejo Federal en Madrid En efecto, el Consejo Federal fue trasladado a Valencia y su composición cambiada por completo. De los miembros del Consejo anterior que fueron reelegidos, Mora se negó en seguida y muy pronto Lorenzo presentó su dimisión por las divisiones que surgieron. Los miembros que quedaron eran, muchos de ellos, miembros de la Alianza secreta. Después del Congreso de Zaragoza, la ruptura entre los hombres de la Alianza y los que preferían la Internacional se hizo cada vez más v i sible. Finalmente, el 2 de junio de 1872, los miembros del antiguo Consejo Federal (Mesa, Mora, Pauly, Pagés y otros) que formaban al mismo tiempo la mayoría de la Sección madrileña de la Alianza, publicaron una circular dirigida a todas las secciones de esa misma sociedad secreta, anunciando su disolución como Sección de la Alianza e invitándolas a seguir su ejemplo. El día siguiente se vieron, bajo un falso pretexto y en violación abierta de los reglamentos, excluidos de la Federación madrileña de la
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Internacional. De 130 miembros, sólo 15 estaban presentes para ese voto. Catorce formaron entonces una nueva Federación, pero el Consejo Federal se negó a reconocerlos; el Consejo General, por apelación, los reconoció sin consultar el Consejo Federal español y esta decisión fue sancionada por el Congreso de La Haya El motivo que el antiguo Consejo Federal tenía para no consultar el Consejo español sobre este asunto era el siguiente: el C. G., teniendo por fin pruebas suficientes de la existencia y de la acción de la Alianza en España y del hecho de que la mayoría, si no la totalidad, de los miembros del Comité español eran miembros de ella, había escrito a ese Consejo pidiendo explicaciones e informaciones sobre la sociedad secreta En su contestación, con fecha del 3 de agosto de 1872, el Consejo español se declaraba abiertamente por la Alianza, asegurando además que la Alianza era disuelta. Dirigirse a un Consejo que, en un conflicto entre la Internacional y una sociedad secreta formada en sus filas, se había declarado ya por la Asociación secreta, hubiese sido evidentemente más que superfluo, y el Congreso de La Haya sancionó plenamente la acción del Consejo General. Para asegurar la elección de hombres de la Alianza como delegados a La Haya, el Consejo Federal, en una circular privada que no comunicó nunca al Consejo General, recurrió a maniobras que hubiesen bastado para anular los poderes de los cuatro delegados enviados por la Federación española. El estado de cosas en España, pues, es actualmente el siguiente: No existen en España más que dos federaciones locales que reconocen abierta y plenamente las resoluciones del Congreso de La Haya y el nuevo Consejo General: la nueva Federación madrileña y la Federación de A l calá de Henares. A menos que éstas no acierten en atraer hacia ellas la mayor parte de la Internacional española, formarán el núcleo de una nueva Federación en España La gran mayoría de la Internacional española está siempre bajo la dirección de la Alianza, que domina en el Consejo Federal y también en los consejos locales más importantes. Pero hay muchos síntomas de que las resoluciones del Congreso no han dejado de producir un gran efecto sobre las masas en España El nombre de la Internacional tiene allí un gran peso y su expresión oficial, el Congreso, una gran importancia moral. Así los hombres de la Alianza tienen mucho que hacer para convencer a las masas de que están dentro de su derecho. La oposición empieza a ser seria. Los obreros de las fábricas de Cataluña, con un sindicato de 40 000 miembros, están tomando la dirección y piden la convocatoria de un congreso extraordinario de España para oír los informes de algunos delegados a La
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Haya y examinar la conducta del Consejo Federal. El órgano de la nueva Federación madrileña, La Emancipación —quizás el mejor periódico que tiene ahora la Internacional dondequiera que sea—, descubre cada semana la Alianza y, según los ejemplares que mandé al ciudadano Sorge, el Consejo General puede convencerse de la inteligencia teórica de los principios de nuestra Asociación con los cuales ese periódico sigue la lucha El director actual, José Mesa, es sin duda el hombre más superior que tenemos en España, tanto por el carácter como por el talento, y verdaderamente uno de los mejores hombres que tengamos dondequiera que sea. He tomado la responsabilidad de avisar a nuestros amigos españoles de no precipitarse en obligar a que se celebre el Congreso extraordinario, pero, en lo posible, de preparar los espíritus a ello. Mientras tanto, comuniqué a La Emancipación los informes del Congreso y otros artículos y sigo haciéndolo porque Mesa no puede hacerlo todo, a pesar de su energía admirable. Si nuestros amigos de España están bien secundados por la acción del Consejo General, no dudo que superaremos todos los obstáculos y sacaremos de la influencia de los bluffs de la Alianza una de las mejores organizaciones que existen en el seno de la Internacional. F. ENGELS, ex secretario por España. Londres, 31 de octubre de 1872.
XXIII M E M O R I A D E L A D E L E G A C I O N ESPAÑOLA S O B R E LOS C O N G R E S O S I N T E R N A C I O N A L E S
DE LA H A Y A
Y SAINT-IMIER
Asociación Internacional de Trabajadores. Federación Regional Española. Consejo Federal CIRCULAR A TODAS LAS FEDERACIONES LOCALES
Compañeros: En sesión extraordinaria celebrada el 16 del que cursa, la delegación española dio cuenta del resultado de los Congresos de La Haya y SaintImier, leyendo la siguiente 1
MEMORIA A TODOS LOS INTERNACIONALES ESPAÑOLES
Compañeros: Honrados por vuestra voluntad, manifestada por medio del libre sufragio, con el difícil cuanto delicado encargo de representar a la región española en el Congreso que el Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores había convocado en La Haya, venimos a daros cuenta de todo lo ocurrido en aquel desgraciado Congreso, así como de lo hecho y acordado en el que, por iniciativa y por convocatoria de nuestros hermanos de infortunio de la región italiana, debía tener lugar en Neuchátel (Suiza) y que por los motivos que explicaremos se celebró en Saint-Imier. Este Congreso, al cual nos habíais ordenado asistir también, a fin de que pudiéramos traeros una relación completa de todos sus trabajos, se constituyó con el nombre de congreso antiautoritario de la Internacional. Permitidnos que antes de entrar en la narración de los hechos hagaI.
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mos algunas ligeras consideraciones, que deben ayudarnos para facilitar la claridad y laconismo que son indispensables en este género de trabajos. Conocidos son de todos vosotros los antecedentes que han caracterizado al quinto Congreso celebrado en La Haya. El ex Consejo general que residía en Londres había dejado de convocar los dos congresos correspondientes a los años 1870 y 1871. Durante los tres años que han mediado desde la celebración del último Congreso universal, el Consejo general había seguido una marcha que merecía ser explicada, y aún había cometido actos que ni aun siendo explicados hubieran podido ser defendidos ni disculpados. La correspondencia con el Consejo federal español no había sido en un principio muy regular, habiéndola consagrado últimamente a dirigirle cargos y órdenes que ni eran fundados los primeros, ni pueden consentirse las segundas. Buena prueba de ello es la carta que fechada en Londres el 24 de j u l i o del presente año dirigió a nuestro Consejo federal. Mas sus pretensiones de dominación no se revelaron sólo por las torpezas cometidas por medio de una imprudente redacción en sus comunicaciones. Pisoteando un acuerdo tomado en el Congreso de Basilea, y contra el espíritu de los Estatutos, el Consejo general de Londres reconoció el carácter de nueva Federación a un grupo compuesto de «nueve» individuos y residentes en Madrid, cuyos fundadores habían sido expulsados como traidores por la Federación madrileña Al obrar así el Consejo general lo hizo sin consultar en nada, como tenía el deber de hacerlo, al Consejo federal español. La precipitación con que el Consejo general acudió a sostener con su resolución antirreglamentaria este pequeño aunque perjudicial germen de división, bastaría para hacer sospechar de los móviles que a tal violación de los Reglamentos le impulsaran. Además, por las noticias que cada día recibíamos de otras regiones, crecía la alarma entre los que, como buenos internacionales, no podían permanecer indiferentes ante el peligro cada vez más inminente de la formación de un poder dictatorial en el seno de la Asociación; pues su conducta nos daba más de un motivo para dudar de la aptitud y verdadera tendencia revolucionaria de los individuos que componen el Consejo general de Londres. Con estos precedentes y con el mandato imperativo que la Federación regional española nos dictara, fuimos a La Haya y presentamos nuestras actas de delegación. Contra toda práctica anterior y hasta contra lo que se suele hacer aun 1
1. Véase La Federación, núm. 157, y El Condenado, núm. 17, segunda plana, artículo titulado «La soberbia de los dioses».
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en los Parlamentos burgueses, desatendiendo todo sentimiento de justicia y rechazando la proposición de que se formara, como antes, de delegados de diferentes lenguas y regiones, se constituyó una comisión revisora de las actas de los delegados, compuesta exclusivamente de individuos afines al Consejo general y de otros pertenecientes al mismo Consejo. Además, y como si esto no fuese suficiente, se pidió, y la mayoría acordó, que aquella comisión tuviera un voto de confianza del Congreso por el cual quedaba autorizada a no dar cuenta ni referir nada de lo que creía debía callar con relación a algunas Federaciones que en el Congreso estuvieran representadas, dándose como razón para esto que en algunos países hay una tan cruda persecución contra la Internacional, que convenía ocultar no sólo el verdadero nombre de los delegados que las representaban sino también el sitio, nombre y número de las Secciones o Federaciones aludidas. Rara coincidencia el que la mayoría del Congreso se formase por la agregación de los tales delegados de las tales Secciones. El no haber querido dar a la minoría participación alguna en la importante comisión de actas cuando las había tan irregulares, se presta naturalmente a consideraciones las más desfavorables. Por eso hacemos constar que la mayoría del Congreso de La Haya estaba formada por delegados de Secciones irregulares y por los miembros del Consejo general, que habiéndose procurado por semejantes medios representación de diferentes puntos y de diversas Secciones, se aseguraron la posibilidad de ser a la vez juez y parte en el Congreso en el cual su conducta debía ser examinada y juzgada. La tercera parte del total de delegados se componía de miembros del Consejo general: así se ha formado el Congreso de la lejana capital de la Holanda. Llegó el momento de que apareciera la comisión (que se había encerrado largo rato para dictaminar sobre las actas), la cual y por lo que a nosotros se refiere nos declaró en suspenso por no haber pagado las cotizaciones al Consejo general. A excitación de uno de los delegados españoles declaró que todas las Secciones cuyos delegados fueron por ella admitidos estaban corrientes de pago; creemos conveniente consignarlo y consignado queda. Algunas actas fueron igualmente reprochadas y en cuya discusión se consumieron dos días. Cuando llegó su turno a las nuestras, la delegación española anunció que tenía en su poder las cotizaciones para el Consejo general y que si no las había entregado todavía era, en primer lugar, por la necesidad de 1
1. Estas Secciones se hallan comprendidas en la cuestión del voto en la disposición V I I I del Congreso de Basilea.
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cambiar moneda, y en segundo, por considerarse obligada a entregar dichas cotizaciones al Consejo, y no a ningún individuo en particular, cosa que no había podido verificar hasta entonces, por no serle posible encontrar al Consejo oficialmente constituido, sino en el local del Congreso. En vista de que se había destruido este inconveniente, un individuo del Consejo general se apresuró a presentar como una nueva dificultad para nuestra admisión, la candida acusación de que habíamos pertenecido a la sociedad llamada Alianza de la Democracia Socialista. Entonces nos fue necesaria toda nuestra energía para confundir la voz de nuestros adversarios y protestar solemnemente de tanta injusticia. Declaramos estar orgullosos con haber pertenecido a la Alianza, la que cumpliendo el objeto para que fue creada, había conseguido echar la base y apresurar la potente organización de la Internacional en España: era falso lo que ciertos individuos habían asegurado que existiera todavía después de acordada su disolución por los individuos que, pertenecientes a la misma, asistieron al Congreso de Zaragoza, y finalmente, que no era la comisión ni el Congreso quienes podían invocar ese pretexto para anular nuestra representación, pues que vosotros, por una intencionada delación, lo sabíais cuando nos elegisteis, y al conferirnos esa honra nos habéis revestido de un carácter que anulaba el individual de cada uno, por lo que no podía el Congreso ver en nosotros otras razones que las de carencia de regularidad de constitución de Secciones o Federaciones a que pretendan representar, o del acto del nombramiento que presenten; que los acusados de aliancistas habían sido precisamente los más infatigables propagadores, fundadores y organizadores de la Internacional en España, y que por lo tanto, habían hecho en esta región más que el Consejo general y todos los que nos acusaban; que lo que teníamos que agradecer al Consejo general era la funesta misión que se había dado de sembrar la cizaña en la región española, como medio de conseguir sus fines particulares; que dijeran francamente, y de una vez para siempre, si querían echar del Consejo a la representación de la Federación regional española, en cuyo caso nos hallábamos prontos y conformes en abandonar el local. En vista de nuestras palabras y de la actitud de la minoría y de una parte de la mayoría, que reconoció nuestras razones, la comisión se vio obligada a aprobar nuestras actas, y la delegación española fue reconocida y aceptada sin otra oposición, y en medio de aplausos y otras muestras de simpatía. Cuando se discutió la delegación de Pablo Lafargue que representaba al grupo que con el nombre de Nueva Federación Madrileña se había constituido en Madrid, frente y en oposición a la Federación local madrileña, nos tocó nuestro turno de atacar y lo hicimos diciendo que el grupo
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que aquel individuo representaba había sido organizado por individuos expulsados de la Federación madrileña, y que si el Consejo general le había admitido como Nueva Federación de Madrid, lo había hecho arbitrariamente, contraviniendo el espíritu de los Estatutos y faltando a lo que previene un acuerdo del Congreso de Basilea; que nosotros, partidarios de la autonomía, encontrábamos conforme con nuestras ideas la libertad que todos deben tener para constituirse como mejor les parezca, siempre que estén dentro de la aspiración revolucionaria y de los Estatutos generales, pero que no podíamos, como delegados de la Federación regional española, reconocer la legalidad de la dicha Sección, ya que por la voluntad de los que combaten nuestra opinión, los Reglamentos y un acuerdo del Congreso de Basilea, niegan categóricamente ese derecho, y que por esa razón, y en tanto no se hubiese acordado otra cosa más conforme con el principio de Anarquía, la ley social por la que nos regimos en la actualidad, nos obliga a oponernos terminantemente a su admisión; y que por las mismas razones, acusábamos al Consejo general de haber faltado, no sólo a la lógica de sus ideas, sino también, y lo que es más delicado y grave, a los Reglamentos y acuerdos de nuestros Congresos. El ciudadano Engels contestó que si el Consejo general había violado los Estatutos, había sido para salvar a la Internacional. Todo comentario es inútil para tan autoritaria declaración. Lafargue fue admitido y confirmado el reconocimiento de la Nueva Federación Madrileña Otra injusticia manifiesta cometió la mayoría con el delegado ginebrino Joukowski, cuyo nombre no aparece en la lista de los representantes, el cual, acusado de haber formado parte de la Alianza, y habiéndosele condenado a no ser reconocido como delegado hasta que se hubiera resuelto acerca de esa Sociedad, no se le validó su mandato, no se reconoció la representación de su Sección, a pesar de estar colocada en condiciones reglamentarias, hasta los últimos instantes de la última sesión del 1
1. El compañero J o h n Hales, secretario general que ha sido del Consejo general de Londres, nos participó que había sido separado de su cargo p o r haberse manifestado en contra de ciertos actos autoritarios del Consejo general, como las correspondencias dictatoriales que dirigía al Consejo Federal de la Región Española, y por la inconveniente y arbitraria circular privada que con el título de las «Pretendidas escisiones de la Internacional», había aquél publicado y en cuyo documento, según nos dijo, se había incluido su firma sin su consentimiento. D i j o que venía decidido a hacer públicos esos y otros actos del Consejo general, pero no pudo efectuarlo, porque debiendo volver forzosamente a Londres, adonde le llamaban sus ocupaciones, y habiéndose consumido la mitad de la semana en la simple revisión y aprobación de las actas, no pudo permanecer por más tiempo en el Congreso.
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Congreso, cuando por el dictamen de la Comisión informadora sobre la Alianza, fue, como nosotros, absuelto y declarado fuera de causa. El Congreso de La Haya desconoció los derechos de la Sección de propaganda y acción revolucionaria de Ginebra, manteniendo a su delegado durante todas las sesiones en una situación tan injusta como ridicula. West, delegado de la Sección 12 de América, fue rechazado por la mayoría del Congreso, dándose como razón para ello que dicha Sección estaba compuesta de «espiritista y partidarios del amor libre». El acta de representación de la Sección americana número 2 fue igualmente anulada, y su representante Sauva no fue admitido sino como delegado de las Secciones 29 y 42. Debemos hacer notar que estas Secciones, cuya delegación fue rechazada, habían confiado a sus delegados el encargo de pedir al Consejo general cuenta estrecha de muchos de sus actos. La de Ginebra le había dado un mandato imperativo, por el que se manifestaba en completo desacuerdo con la conducta autoritaria del Consejo general y partidario de la libertad y completa autonomía de las colectividades obreras dentro de la Asociación Internacional de los Trabajadores. Por lo que se refiere a la Sección 12 de América, haremos notar que no se puso en duda ni la regularidad de su constitución ni lo del acta de su representante, por lo que si bien la mayoría invocó como razón para rechazarla que estaba compuesta de espiritistas y de partidarios del amor libre, el verdadero motivo, y que no hubo valor para decirlo, es que dicha Sección había sido suspendida por el Consejo general, y que éste se propuso, como lo consiguió, que fuese ratificada por el Congreso su autoritaria determinación. En este caso no fue al delegado a quien se negó el derecho de formar parte del Congreso; fue la expulsión de la Sección del seno de la Internacional. Habiéndose aceptado por aquella dócil mayoría como razón suficiente para tan grave resolución el que los miembros que componían aquella Sección eran espiritistas y partidarios del amor libre, queda sentado un precedente, que unido a las omnímodas facultades de que el Congreso de La Haya ha revestido al nuevo Consejo, nos hace temer que no está lejano el día en que sean declarados fuera de la Internacional todos los individuos o Secciones cuyas ideas no estén conformes con las que dominan en el Consejo general. En ese día, que tardará más o menos, pero que llegará, si no ponemos pronto remedio, perderán el derecho de pertenecer a la Internacional todos los que tengan el atrevimiento de no pensar como piensa el Consejo general Desde 1
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Véase el dictamen de la Comisión
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ese día tememos que será considerado como un grave delito por el gobierno de la Internacional, el ser antiautoritario, colectivista y ateo. Ese será un gran día para los enemigos de la revolución radical y para los que sienten ver a los trabajadores romper con las autoridades, con las llamadas divinas y humanas, y con todas las preocupaciones. Ese será, en fin, un día de triunfo para las instituciones presentes, y de nuevos obstáculos para el progreso.
XXIV EL CONSEJO G E N E R A L DE LA I N T E R N A C I O N A L D E N U N C I A L A C O N D U C T A D E L O S A L I A N C I S T A S ESPAÑOLES
En su documento cubierto los manejos de los aliancistas en He aquí la parte
sobre la Alianza, el Consejo General ponía al desy maniobras de los principales elementos dirigentes España. que, dentro del informe, se refiere a ellos: L A A L I A N Z A E N ESPAÑA
Después del Congreso de la Liga de la Paz celebrado en Berna en setiembre de 1869, Fanelli, uno de los fundadores de la Alianza y miembro del Parlamento italiano, va a Madrid, provisto de recomendaciones de Bakunin para el diputado a Cortes Garrido, que le pone en relación con los elementos republicanos tanto burgueses como obreros. Poco tiempo después, en noviembre del mismo año, desde Ginebra envían a Morago, Córdoba y López —republicano aspirante a diputado, redactor de Combate, periódico burgués—y a Rubaudonadeu —candidato sin suerte de Barcelona, fundador dé un partido seudosocialista— una carta de afiliación a la Alianza El conocimiento del envío de estos títulos provoca el desorden en la joven sección internacional de Madrid; el presidente, Jalvo, se retira, no quiere pertenecer más a una asociación que tolera en su seno una sociedad secreta compuesta de burgueses, dejándose conducir por ella. Ya en el Congreso de Basilea, la sección española estaba representada por dos aliancistas, Farga Pellicer y Sentiñón; este último figuraba en la lista oficial «como delegado de la Alianza». Después del Congreso de la Sección española en Barcelona (julio de 1870), la Alianza se constituye en Palma, Valencia, Málaga y Cádiz. En 1871, fundáronse secciones en Sevilla y Córdoba. A principios de 1871, Morago y Viñas, delegados de la Alianza de Barcelona, propusieron a los miembros del Consejo Federal, Francisco Mora, Angel Mora, Anselmo Lorenzo, Borrell, etc., fundar una sección de la Alianza en Madrid, pero éstos se opusieron diciendo que la Alianza era una sociedad peligrosa si act
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tuaba en secreto; inútil, si era pública. Por segunda vez, la sola mención de este nombre basta para sembrar el germen de la desunión en el seno del Consejo Federal, a tal punto que Borrell pronuncia estas palabras: «Desde hoy, toda confianza ha muerto entre nosotros». Pero la persecución gubernamental obliga a los miembros del Consejo Federal a emigrar a Portugal, y entonces Morago logra convencerles de la utilidad de esta asociación secreta y, por su iniciativa, se funda la sección aliancista en Madrid. En Lisboa, algunos portugueses miembros de la Internacional fueron afiliados a la Alianza por Morago. No obstante, encontrando que los nuevos interesados no le ofrecen suficientes garantías, funda a continuación otro grupo aliancista compuesto de malos elementos burgueses y obreros tomados en las filas de los masones. Este nuevo grupo, del que formaba parte un cura excomulgado, Bonanza, intenta organizar la Internacional por secciones de diez miembros que debían, bajo su dirección, servir los proyectos del conde de Peniche, que con esta intriga política logra arrastrar a una barrabasada cuyo único propósito era el de alcanzar el poder. En presencia de las intrigas aliancistas en Portugal y España, los internacionalistas portugueses retiráronse de esta sociedad secreta y, en el Congreso de La Haya, como una medida de salud pública, han reclamado su expulsión de la Internacional. En la Conferencia de Valencia (setiembre 1871) los delegados aliancistas, como siempre, delegados de la Internacional, dieron a su sociedad secreta una organización completa para la Península Ibérica. La mayoría de entre ellos creía que el programa de la Alianza era idéntico al de la Internacional, que esta organización secreta existía en todas partes y que era casi un deber entrar en ella; que la Alianza tendía a desenvolver y no a dominar a la Internacional y decide que todos los miembros del Consejo Federal deberían ser iniciados. Tan pronto como Morago, que no había osado hasta entonces entrar en España, tuvo conocimiento de este hecho, viene rápidamente a Madrid y acusa a Mora «de querer subordinar la la Alianza a la Internacional», lo que era contrario a los objetivos de la Alianza. Y para dar toda autoridad a su opinión hace leer a Mesa, en el mes de enero siguiente, una carta de Bakunin en la cual éste desarrollaba un plan maquiavélico de dominación sobre la clase obrera Ese plan era el siguiente: «La Alianza debe existir en apariencia en la Internacional, mas, realmente, a una cierta distancia de ella para observarla mejor y dirigirla Por esta razón, los miembros que pertenezcan a los consejos y comités de secciones internacionales "deben ser siempre minoría en las secciones de
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la Alianza".» (Declaración de José Mesa, de fecha 1.° de setiembre de 1872, dirigida al Congreso de La Haya) En una reunión de la Alianza, Morago acusa a Mora de haber traicionado la sociedad de Bakunin por la «iniciación» de todos los miembros del Consejo Federal, por lo que les da la mayoría en la sección de la Alianza y establece de hecho la dominación de la Internacional sobre la Alianza Para impedir esta dominación, las instrucciones secretas indicaban que solamente uno o dos aliancistas debían deslizarse en los consejos o comités de la Internacional para conducirlos bajo la dirección y con el apoyo de la Alianza, donde se tomarían por anticipado todas las resoluciones que debería adoptar la Internacional. Desde este momento. Morago declara la guerra al Consejo Federal y, como en Portugal, funda una nueva sección aliancista que es desconocida de los sospechosos. Los «iniciados» de los diferentes puntos de España le secundaron y empezaron a acusar al Consejo Federal de descuidar sus deberes aliancistas, como lo prueba una circular de la sección valenciana de la Alianza (30 de enero de 1872) firmada por Damon, seudónimo del aliancista Montoro. Cuando la circular de Sonvillier llega, la Alianza española se guarda bien de tomar posición por la Federación del Jura. Inclusive la sección de Barcelona, en una carta oficial del 14 de noviembre de 1871, trata muy ásperamente y de una manera completamente herética al «Papa Miguel», que ella sospecha en rivalidad personal contra Carlos Marx. El Consejo Federal, unido a esta carta, muestra la poca influencia que entonces tenía sobre España el centro de Suiza. Pero bien pronto se pudo apreciar que la gracia tocaba a los corazones recalcitrantes. En una reunión de la Federación internacional de Madrid (7 de enero de 1872) en la que se discutía la circular de Sonvillier, el nuevo grupo dirigido por Morago impide la lectura de la contracircular de la Federación Romanda y ahoga la discusión. El 24 de febrero, Rafar (seudónimo del aliancista Rafael Farga) escribe a la sección aliancista de Madrid: «Hace falta matar las influencias reaccionarias y las tendencias autoritarias del Consejo General». A pesar de todo, solamente en Palma de Mallorca la Alianza puede arrancar a los internacionales una adhesión pública a la circular del Jura. Se ve que la disciplina eclesiástica comenzaba a romper las últimas resistencias a la infalibilidad del Papa. En presencia de todo este trabajo subterráneo, el Consejo Federal español comprende que es una necesidad urgente desligarse de la Alianza. Las persecuciones del Gobierno le facilitan el pretexto. Para prever el caso de que disolvieran la Internacional, propone formar grupos secretos «Defensores de la Internacional» en los cuales deberían fundirse insensiblemente las secciones de la Alianza. La introducción de numerosos miem-
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bros debía fatalmente modificar su carácter, y las diferencias desaparecerían definitivamente con estos grupos el día en que cesase la persecución. Pero la Alianza adivina el propósito que esconde este plan y lo hace fracasar, no obstante que esta organización es necesaria> pues la existencia de la Internacional en España habría estado comprometida si el Gobierno hubiese cumplido sus amenazas. La Alianza, por el contrario, propone que «si nos ponen fuera de la ley será útil dar a la Internacional una forma exterior que pueda ser admitida por el Gobierno y que los consejos locales fuesen como los núcleos secretos que, influidos por la Alianza, imprimirían a las secciones una marcha completamente revolucionaria». (Circular de la Sección de la Alianza de Sevilla, 25 de octubre de 1871.) Cobarde en la acción, audaz en la frase, he ahí toda la Alianza en España como por todas partes. La resolución de la Conferencia de Londres sobre la política de la clase obrera obliga a la Alianza a ponerse en hostilidad abierta con la Internacional y da al Consejo Federal la ocasión de comprobar su perfecta armonía con la gran mayoría de los internacionales; le sugiere, además, la idea de constituir en España un gran partido obrero. Para llegar a este fin hace falta, primero, aislar completamente a la clase obrera de todos los partidos burgueses, sobre todo del partido republicano, que reclutaba entre los obreros la masa de sus votantes y de sus combatientes. El Consejo Federal aconseja la abstención en todas lai elecciones de diputados, lo mismo monárquicos como republicanos. Para quitar al pueblo toda ilusión sobre la fraseología seudosocialista de los republicanos, los redactores de La Emancipación, que eran al mismo tiempo los miembros del Consejo Federal, dirigieron a los representantes del partido republicano federal reunidos en Congreso en Madrid una carta en la cual les pedían medidas prácticas y les emplazaban a declararse sobre el programa de la Internacional. Esto fue infligir un golpe terrible al partido republicano; la Alianza se encargaba de atenuarlo porque ella, al contrario, estaba ligada con los republicanos. En Madrid funda un periódico, El Condenado, que, por programa, tomaba las tres virtudes cardinales de la Alianza: ateísmo, anarquismo, colectivismo, a la vez que rogaba a los obreros no pedir una disminución de las horas de trabajo. Al lado del «hermano» Morago escribía Estébanez, uno de los tres miembros del Comité director del partido republicano, últimamente gobernador de Madrid y ministro de la Guerra En Málaga, Pino, miembro de la Comisión federal de la seudointernacional; en Madrid, Felipe Martín, actualmente agente viajante de la Alianza, servían al partido republicano como agentes electorales. Y, para tener también su Fanelli
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en las Cortes españolas, la Alianza propone presentar la candidatura de Morago. La Alianza tenía ya dos agravios imperdonables contra el Consejo Federal: 1.° Haberse abstenido en la cuestión del Jura. 2° Haber atentado a su integridad; después estaba también la actitud del Consejo acerca del partido republicano, la cual descubría todos sus planes. La carta del Consejo republicano fue recibida como una declaración de guerra. La Igualdad, el órgano más influyente del partido republicano, ataca violentamente a los redactores de La Emancipación y les acusa de estar vendidos a Sagasta El Condenado alimenta esta infamia con su silencio obstinado. La Alianza hace más aún por el partido republicano. A causa de esa carta, hace expulsar de la Federación Internacional de Madrid que ella domina a los redactores de La Emancipación. A pesar de las persecuciones gubernamentales, el Consejo Federal, durante una gestión de seis meses, después de la Conferencia de Valencia, había aumentado el número de federaciones locales de 13 a 70; en 100 localidades había preparado federaciones locales, organizado ocho sociedades de oficio en sociedades de resistencia nacionales; bajo sus auspicios se había formado la gran asociación de los obreros manufactureros de Cataluña Estos servicios rendidos habían dado a los miembros del Consejo una tal influencia moral que Bakunin sentía la necesidad de remitir a Mora, el secretario general del Consejo, con fecha 4 de febrero de 1872, por vía de saludo, una larga admonición fraternal. El Congreso de Zaragoza (4-11 de abril de 1872), a pesar de los esfuerzos de la Alianza representada por lo menos por doce delegados, anula la expulsión y nombra a dos de los expulsados para el nuevo Consejo Federal, no obstante su negativa reiterada a aceptar ninguna candidatura. En el Congreso de Zaragoza, como siempre, se desarrollaron al mismo tiempo los conciliábulos secretos de la Alianza. Los miembros del Consejo Federal propusieron disolverla. La proposición, para no ser rechazada, fue esquivada Dos meses después, el 2 de junio, esos mismos ciudadanos, en calidad de directores de la Alianza española y en nombre de la Alianza de Madrid, enviaban a otras secciones una circular donde renovaban su proposición en la que daban la razón siguiente: «La Alianza ha desviado su camino, que, según nuestros puntos de vista, debió seguir en nuestra región; ha falseado el pensamiento que le había dado nacimiento, y en lugar de ser una parte integrante de nuestra asociación, un elemento activo que dé impulso a las diferentes organizaciones de la Internacional, ayudándoles y favoreciéndoles en su desenvolvimiento, se ha separado completamente del conjunto de la Asociación, llegando a ser un organismo aparte, por así decir, superior y con tendencias domi-
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nadoras, introduciendo por la desconfianza la discordia y la división en nuestro seno. »En Zaragoza, en lugar de aportar soluciones e ideas, al contrario, aportó inconvenientes y obstáculos a los importantes trabajos del Congreso.» De todas las secciones de la Alianza española, sólo la de Cádiz respondió anunciando su disolución. Al día siguiente mismo la Alianza expulsa de nuevo a la Federación Internacional de Madrid, los firmantes de la circular del 2 de junio. Toma por pretexto un artículo de La Emancipación del 1.° de junio donde se pedía una información «sobre el origen de las fortunas de los ministros, generales, magistrados, funcionarios públicos, alcaldes, etc., y de todos los hombres políticos que, no habiendo ejercido funciones públicas, han vivido a la sombra de los gobiernos, prestándoles su apoyo en las Cortes y cubriendo sus iniquidades bajo la máscara de una falsa oposición y por lo cual sus bienes deben ser confiscados como primera medida el día siguiente de una revolución». La Alianza, que veía un ataque directo contra sus amigos del partido republicano, acusa a los redactores de La Emancipación de haber traicionado la causa del proletariado bajo el pretexto de que, pidiendo la confiscación de los bienes de los ladrones del Estado, reconocen implícitamente la propiedad individual. Nada muestra mejor el espíritu reaccionario que esconde bajo su charlatanismo revolucionario la Alianza y que quiere inyectar en el seno de la clase obrera. Y nada prueba mejor la mala fe de los aliancistas que la expulsión, como defensores de la propiedad individual, de los mismos hombres que ellos anatematizan a causa de sus ideas comunistas. Esta nueva expulsión se produjo violando los reglamentos vigentes que prescriben la formación de un jurado de honor en el cual el acusado nombra dos jurados entre siete y de cuyo fallo puede aún apelar a la Asamblea general de la Sección. En lugar de todo eso, la Alianza, para no ser molestada en su autonomía, hace decretar la expulsión en la misma sesión donde plantea la acusación. De los 130 miembros que componían la Sección, no había reunidos más que quince compañeros. Los expulsados apelaron al Comité Federal. Este Consejo, gracias a las maniobras de la Alianza, había sido transferido a Valencia. De los miembros del anterior Consejo Federal de Zaragoza, Mora no había aceptado y, poco después, Lorenzo dimitía Desde ese momento, el Consejo Federal estaba entregado, en cuerpo y alma, a la Alianza. Así responde a la apelación de los expulsados por una declaración de incompetencia, no obstante que el estatuto y los reglamentos de la Federación española le imponían el deber de suspender, salvo apelación al próximo Congreso, toda federación local que violara los estatutos. Los expulsados se constituyeron entonces en Nueva
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Federación y pidieron ser reconocidos por el Consejo, que, en virtud de la autonomía de las secciones, la rechaza formalmente. La Nueva Federación de Madrid se dirige entonces al Consejo GeneraL que la admite conforme a los artículos 11, 7 y 4, del reglamento generaL El Congreso General de La Haya aprueba este acto y, por unanimidad, admite al delegado de la nueva Federación de Madrid. La Alianza había comprendido toda la importancia de este primer movimiento de rebelión: había comprendido que si no era ahogado en su germen, la Internacional española, hasta entonces dócil, escaparía de sus manos: pondría en movimiento todos sus medios honestos y deshonestos. La Alianza empieza por la calumnia. Proclama en los periódicos, y los fija en las salas de las secciones, los nombres de los expulsados: Angel y Francisco Mora, José Mesa, Víctor Pagés, Iglesias, Sáenz, Calleja, Pauly y Lafargue, plenos de epítetos de traidores. Mora, que por cumplir su misión de secretario general había dejado su trabajo y durante varios meses fue sostenido por su hermano cuando no había fondos para pagarle, fue acusado de haber vivido a costa de la Internacional. Mesa, que para ganar su vida redacta un periódico de modas y acababa de traducir un artículo para un periódico ilustrado, fue tratado de vendido a la burguesía. Lafargue fue acusado del pecado mortal de haber sometido a las tentaciones de San Antonio, por una comida gargantuesca, la débil carne de Martínez y de Montoro, dos miembros del nuevo Consejo federal aliancista, como si ellos llevaran la conciencia en su panza. No hablemos aquí de las calumnias públicas e impresas. No habiendo dado el fruto deseado esas medidas, pasaron a la intimidación. En Valencia, Mora fue atraído a una asechanza tendida por los miembros del Consejo Federal, que lo esperaban con bastones en la mano. Fue sacado de allí por los miembros de la Federación local, que conocían los procederes de esos señores, y afirman que fue ante argumentos tan convincentes como Lorenzo presentó su dimisión. En Madrid organizan una tentativa tan parecida poco después sobre Iglesias. La congregación aliancista del INDICE señala La Emancipación a la reprobación de los fieles; en Cádiz, para meter un temor saludable en el alma de los pecadores, fue declarando que todo vendedor de La Emancipación sería expulsado de la Internacional como traidor. La anarquía aliancista se realiza dentro de una práctica inquisitorial. La Alianza, según sus costumbres, se pone a la obra para que, en el Congreso de La Haya, toda la representación de la Internacional española fuera compuesta de sus miembros. Con ese propósito, el Consejo Federal pasa a las secciones una circular privada en la cual escondía cuidadosamente la existencia de la Nueva Federación de Madrid. Proponía enviar
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al Congreso una representación colectiva elegida por los sufragios de todos los internacionales y el establecimiento de una cotización general de 25 céntimos por cabeza para sufragar los gastos. Faltando tiempo para que las federaciones locales llegaran a un acuerdo sobre las candidaturas, estaba claro, como lo prueban los hechos, que los candidatos oficiales de la Alianza serían los elegidos y delegados al Congreso con cargo a la Internacional. Esta circular llegó, no obstante, a la Nueva Federación de Madrid y fue enviada al Consejo General, que conociendo la subordinación del Consejo Federal a la Alianza, considera llegado el momento de reaccionar y dirigirse al Consejo Federal Español una carta en la que dice: «Ciudadanos: «Tenemos en la mano la prueba de que existe en el seno de la Internacional y, concretamente, en España, una sociedad secreta que se llama Alianza de la Democracia Socialista Esta sociedad, cuyo centro está en Suiza, tiene por misión especial dirigir, en el sentido de sus tendencias particulares, nuestra gran asociación y de conducirla hacia propósitos ignorados por la inmensa mayoría de los internacionalistas. Sabemos además por La Razón, de Sevilla, que al menos tres miembros de vuestro Consejo pertenecen a la Alianza. »Si el carácter y la organización de esa sociedad no fueran ya contrarios al espíritu y a la letra de nuestros estatutos, cuando ella declaraba aún ser pública, su existencia secreta en el seno de la Internacional con desprecio a la palabra dada constituye una verdadera traición hacia nuestra asociación. La Internacional no reconoce más que una sola clase de miembros, con derechos y deberes iguales para todos: la Alianza los divide en dos clases, los iniciados y los profanos, aquéllos destinados a ser llevados a una organización de la cual ignoran incluso su existencia La Internacional pide a sus adherentes reconocer como base de su conducta a la verdad, la moral y la justicia, y la Alianza impone a sus adeptos como primer deber engañar a los internacionalistas profanos sobre la existencia de la organización secreta, sobre los motivos y el propósito mismo de sus palabras y de sus actos...» El Consejo General les pedía, de otra parte, ciertos materiales para la información abierta sobre la Alianza que iba a proponer al Congreso de La Haya y una explicación sobre la manera en que ellos conciliarían sus deberes hacia la Internacional con la presencia en el Consejo Federal al menos de tres miembros notorios de la Alianza. El Consejo Federal contestó con una carta evasiva en la cual, sin embargo, reconocía la existencia de la Alianza. No pareciendo suficientes las maniobras, de las cuales hemos hablado» para asegurar el éxito de la elección, la Alianza en sus órganos llegó has-
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ta presentar las candidaturas oficiales de Farga, Alerini, Soriano, Marselau, Méndez, Morago. El resultado de los votos fue el siguiente: Marselau, 3 568; Morago, 3 442; Méndez, 2 850; Soriano, 2 751. Entre los otros candidatos, Lostau obtuvo 2 430 votos en cuatro ciudades catalanas que, evidentemente, no estaban aún bien disciplinadas; Fuste, 1 053, en Sants, Cataluña. Ninguno de los demás candidatos tuvo más de 250 votos. Para asegurar la elección de Farga y de Alerini, el Consejo Federal dio a la ciudad de Barcelona, donde la Alianza dominaba, el privilegio de nombrar ella misma sus delegados, que fueron, naturalmente, Alerini y Farga La misma circular oficial comprueba que las cuatro ciudades catalanas que habían nombrado a Lostau y Fuste, rechazando así los candidatos oficiales de la Alianza, pagaron 2 654 reales para los gastos de delegación, mientras las otras ciudades de España, donde, gracias a la falta de costumbre de los obreros para conducir sus propios asuntos, la Alianza había podido hacer pasar sus candidatos, sólo pagaron, en totalidad, 2 779 reales. Razón tenía la Nueva Federación de Madrid en decir que el dinero de los internacionales serviría para mandar a La Haya a los delegados de la Alianza. Además, el Consejo Federal aliancista no pagó íntegramente las cotizaciones debidas al Consejo General. Todo eso aún no daba satisfacción a la Alianza Ella quería para sus delegados un mandato imperativo aliancista; he aquí cómo lo arrancó. En su circular del 7 de julio, el Consejo Federal pidió y obtuvo la autorización de resumir en un mandato colectivo los mandatos imperativos dados por las federaciones locales. Esta maniobra, peor que un plebiscito bonapartista, permitió a la Alianza que redactara el mandato de su delegación, mandato que ella tenía la pretensión de imponer al Congreso al prohibir a sus delegados participaran en las votaciones, si no se cambiaba inmediatamente el modo de votación encomendado a la Internacional por sus reglamentos generales. Para demostrar que no era más que una burla, en el Congreso de Saint-Imier los delegados españoles, a pesar de su mandato, participaron en la votación que se hacía por federación, modo de votación tan alabado por Castelar y practicado por la Liga de la Paz.
XXV L A I N T E R N A C I O N A L E N ESPAÑA Revista del año 1872
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Vamos en breves líneas —ya que el espacio de que podemos disponer no nos permite otra cosa—• a hacer la reseña de las glorias que ha alcanzado nuestra Asociación en España en el año que acaba de transcurrir y de los graves conflictos porque ha atravesado, producidos unos por la dura persecución de que fue objeto por parte de sus declarados y conocidos enemigos, ocasionados otros por el inquietismo infundado, la animosidad injustificada o tal vez —y esto parece ser lo más seguro— la aversión, el odio que algunos hombres que parecían estar con nosotros sienten hacia la potente organización de la Asociación Internacional de los Trabajadores. Triste es en verdad que esto suceda; pero es más sensible aún que no pongamos todos —que estamos interesados en ello y es uno de nuestros más grandes deberes— un correctivo a estas, al parecer débiles, maquinaciones, pero en realidad graves atentados que amenguan, ya que no anulan, la acción poderosa del proletariado en su lucha con las clases dominantes. I Es una verdad irrefutable, comprobada por la historia y sancionada por la razón, que las ideas perseguidas son las más rápidamente propagadas. Y si la idea que se trata de extirpar responde a un hecho económico, a una necesidad social; si es el resultado fattJ del desenvolvimiento de una clase, como lo es la idea madre de la Asociación Internacional de los Trabajadores, entonces la persecución servirá precisamente para extender su esfera de acción, para acrecentar su desarrollo, para darle nuevos elementos de vida y resistencia Así ha sucedido en España con el sistema de repre1. La Emancipación, 4-1-1873. 538
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sión ensayado contra la Internacional por un gobierno torpemente reaccionario. Empezaban ya a olvidarse los anatemas lanzados contra nuestra Asociación en las Cortes por los representantes genuinos de la burguesía, anatemas que después de todo no tenían «fuerza legal», cuando el señor Sagasta, creyendo halagar así a los elementos clérico-conservadores, lanzó su famosa circular a los gobernadores de provincias (18 de enero) declarando la Internacional fuera de la ley y ordenando perseguir y entregar a los tribunales de justicia a sus individuos. Este guante arrojado al rostro de los trabajadores no quedó sin recoger: las principales Federaciones de España se reunieron en asambleas a pesar de las autoridades y protestaron enérgicamente contra las demasías y violencias del poder, distinguiéndose por su resuelta actitud las Federaciones de Zaragoza, Huesca, Alcalá de Henares, Sevilla, Palma de Mallorca y otras que no recordamos. La Federación madrileña no osó reunirse, a pesar de haber fijado una pública convocatoria, pero demandó ante los tribunales al gobernador de la provincia El elemento «prudente» empezaba a dominar en la Antigua Federación de Madrid. La de Barcelona no se reunió ni hizo manifestación alguna. E l Consejo regional, cumpliendo con su deber, había tomado la iniciativa en este gran movimiento de resistencia, indicando a las Federaciones locales la actitud que en su juicio debieran adoptar, y que fue la adoptada. Pocos días después, el 31 de enero, el mismo Consejo publicó su manifiesto-protesta, que fue bien acogido por «todas» las Federaciones de España Hacíanse en este documento dos afirmaciones importantes, conformes con las doctrinas de la Internacional: una económica y otra política. La económica era ésta: ' «...propiedad "común" de los instrumentos del trabajo, utilización de los mismos por las colectividades obreras que los hagan directamente producir, y "propiedad individual" del fruto íntegro del trabajo de cada uno». La política era esta otra: «Es menester que si la revolución llegase, si en ella tuviésemos alguna participación, no abandonemos el campo de la lucha, "no soltemos las armas", sin haber visto realizada nuestra gran aspiración, LA E M A N C I P A C I O N SOCIAL DE LOS T R A B A J A D O R E S POR LOS T R A B A J A D O R E S MISMOS.» La Emancipación, por su parte, había hecho ya (27 de enero) una «declaración» en igual sentido, retando a nuestros perseguidores en los siguientes términos: «Prepárese el gobierno de Amadeo de Saboya a arrancarnos violentamente la pluma de las manos, como nos ha privado violentamente del de-
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recho de asociación, pues ofrecemos no dejarle un momento de reposo ni cejar un punto en la lucha desigual a que el poder nos provoca.» Ante la fiera actitud de los internacionales españoles, el gobierno no se atrevió a poner por obra sus amenazas.
II Acercábase en esto la época señalada por la Conferencia de Valencia para la celebración del segundo congreso obrero de la Federación Española. El Consejo federal, resuelto a cumplir con su mandato hasta lo último, manifestó a las Federaciones su parecer de que se celebrase el Congreso en la época y lugar señalados en Valencia, arrostrando, si fuese preciso, todas las iras gubernamentales; la mayoría de las Federaciones fueron del mismo parecer; y el 4 de abril reuniéronse en Zaragoza los delegados por las Federaciones locales para constituir el segundo congreso obrero de la región. El Consejo federal se presentó ante el Congreso a dar cuenta de sus actos, que fueron aprobados por «unanimidad». D i o asimismo cuenta de los progresos y estado de la Asociación en España, y presentes deben estar en la memoria de todos las revelaciones tan sorprendentes como halagüeñas que contenían los datos expuestos por el Consejo federal. Baste recordar que en el breve espacio de siete meses la Federación regional española había crecido desde 13 Federaciones que la componían al celebrarse la Conferencia de Valencia, hasta 50 Federaciones constituidas y 52 en constitución, formando un total de 102 Federaciones locales. Tan magníficos resultados se debían principalmente al desarrollo de la idea, sembrada en España dos años antes y que había tenido que producir sus naturales frutos; a la conmoción producida en las masas proletarias por la gran revolución de París de 1871, y a la propaganda de nuestras doctrinas hecha sin querer por los políticos burgueses. En este mismo Congreso de Zaragoza se vieron las primeras señales de la vasta conspiración que algunos insensatos, entregados ciegamente a los burgueses del Jura, estaban tramando en el seno de la Internacional española. Los agentes secretos de la Alianza llevaron al Congreso una acusación contra los hombres que componían el anterior Consejo federal, acusación capciosa y cobarde, puesto que la llevaban impresa en una hoja, no atreviéndose a sostenerla ante el Congreso, y que tenía por objeto evidente el impedir la reelección de uno o más individuos del Consejo federal. Sin embargo, el buen sentido y la lealtad del congreso desbarataron esta cabala indigna, y dos individuos del Consejo saliente fueron reelegidos, no aceptando uno de ellos por motivos puramente personales.
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III
Ya dijimos que la conspiración se había tramado en el Jura, asiento de la Alianza secreta y corte de su fundador y jefe Miguel Bakunin. El primer acto público de los conjurados fue la circular dirigida por el Comité del Jura a todas las Federaciones regionales a fines del año 1871, encaminada a preparar el terreno para el próximo Congreso general, a cuyo fin se trataba de establecer en la Internacional una división ideal y arbitraria; de cuya circular se enviaron a España gran número de ejemplares. El Consejo federal transmitió la circular a las Federaciones como era su deber, encargándoles que estudiasen con calma la cuestión, transmitiéndoles asimismo la que pasó poco después el Comité federal romando, en contestación a la primera. La Emancipación fue el único periódico que publicó ambas circulares sin comentario alguno. Entretanto, los agentes del Jura trabajaban en diferentes Federaciones locales de la región a fin de atraerse partidarios que secundasen sus planes. En la Federación madrileña se dio el caso de celebrarse asamblea general para tratar de la cuestión promovida por los del Jura, y no permitirse que se leyera la circular de la Federación Romanda. Los jefes de la conspiración no podían ver, pues, con buenos ojos la conducta imparcial del Consejo en esta cuestión. De aquí la guerra sorda que se le hizo desde el mes de enero, guerra que vino a estallar pocos días antes de la celebración del Congreso de Zaragoza. Los directores de la Alianza necesitaban hombres enteramente adictos en el nuevo Consejo. Y lo consiguieron en parte. Los hombres que entraron a componer el nuevo Consejo federal, más bien que internacionales, eran instrumentos dóciles al ambicioso Bakunin. El único que no se hallaba dispuesto a plegarse ante los mandatos del director de la Alianza era Lorenzo, y esto explica su salida misteriosa del Consejo federal. Desde la separación de Lorenzo, sus colegas dieron al viento la bandera de la Alianza, y olvidándose de la delicada misión que desempeñaban en la Internacional, olvidándose de sus deberes, olvidándose de todo, pusieron influencia, recursos, conocimientos al servicio de la causa aliancista. En la circular tristemente célebre de 7 julio, el Consejo federal atacaba de una manera furiosa al general de nuestra Asociación, y se colocaba resueltamente al lado de los burgueses del Jura. La Nueva Federación Madrileña, atenta sólo a los intereses de la Internacional y cumpliendo con un doloroso deber, descubrió todo lo que estaba pasando, en su circular fecha 21 de julio. La voz de la verdad se oía quizá algo tarde; porque el Consejo federal, abusando de su posición,
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había viciado la opinión de los trabajadores, preparando así las elecciones de delegados al Congreso de La Haya. Pensaban los aliancistas reunir mayoría en el congreso internacional; para lo cual contaban con los delegados franceses, italianos, belgas, españoles, parte de los suizos y otros; pero sus cálculos salieron fallidos, por suerte para nuestra Asociación. Era la segunda vez que a Bakunin y sus secuaces se les escapaba de las manos el Consejo general, blanco de sus intrigas ya en Basilea Juzgúese cuál sería su despecho: despecho que los ha conducido a proclamar la división en las filas del proletariado, formando un grupo que anula y deshace la magnífica organización de la Internacional. El Consejo federal de la Región española, obediente a la consigna del Jura, convocó un congreso para aprobar o rechazar resoluciones del Congreso internacional de La Haya, lo que es contrario a los Estatutos. Ignoramos cuál ha sido el resultado de este congreso que acaba de celebrarse en Córdoba; mas sea cual fuere, no tiene, no puede tener la menor validez para los verdaderos internacionales. Así lo han comprendido las Federaciones de Toledo, Lérida, Pont de Vilumara, Vitoria, Zaragoza, Alcalá de Henares, un número considerable de secciones de Valencia y las Nuevas Federaciones de Cádiz y Madrid, protestando contra la celebración del Congreso de Córdoba, y dando por nulos sus acuerdos. Estas Federaciones componen hoy la Internacional en España.
IV
La burguesía de todos los países contempla satisfecha su obra. Un periódico órgano autorizado del gobierno español decía últimamente a otro periódico burgués que no tuviese miedo de los internacionales, que estábamos divididos. No canten tan pronto victoria los burgueses. La Internacional ha atravesado el año de 1872, preñado de todo género de peligros para su existencia. Y sin embargo, la Internacional existe, mal que le pese a la burguesía Calcúlese cuan grande y potente debe ser su vitalidad.
XXVI
FEDERICO E N G E L S : LOS B A K U N I N I S T A S E N A C C I O N
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Bajo el título Los bakuninistas en acción, F. Engels publica en el periódico Der Volksstaat en octubre y noviembre de 1873 una amplia reseña de los acontecimientos producidos en España con motivo del levantamiento desarrollado durante el verano del mismo año, muy especialmente sobre los hechos producidos en Alcoy, sede del Consejo Federal «aliancista». Por la importancia histórica del documento, lo insertamos a continuación.
LOS B A K U N I N I S T A S E N A C C I O N Memorias sobre el levantamiento en España, en el verano de 1873 A D V E R T E N C I A P R E L I M I N A R (1894)
Para facilitar la comprensión de la siguiente memoria, consignaremos aquí unos cuantos datos cronológicos. El 9 de febrero de 1873, el rey Amadeo, harto ya de la corona de España, abdicó. Fue el primer rey huelguista. El 12 fue proclamada la República. Inmediatamente, estalló en las provincias vascongadas un nuevo levantamiento carlista. El 10 de abril fue elegida una Asamblea Constituyente que se reunió a comienzos de junio, y el 8 de este mes fue proclamada la República federal. El 11 se constituyó un nuevo ministerio bajó la presidencia de Pi y Margall. Al mismo tiempo, se eligió una comisión encargada de redactar el proyecto de la nueva Constitución, pero fueron excluidos de ella los republicanos extremistas, los llamados intransigentes. Cuando, el 3 de julio, se proclamó la nueva Constitución, ésta no iba tan lejos como los intransigentes pretendían en cuanto a la desmembración de España en 1. Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú. 543 35
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«cantones independientes». Así, pues, los intransigentes organizaron al punto alzamientos en provincias. Del 5 al 11 de julio, los intransigentes triunfaron en Sevilla, Córdoba, Granada, Málaga, Cádiz, Alcoy, Murcia, Cartagena, Valencia, etc., e instauraron en cada una de esas ciudades un gobierno cantonal independiente. El 18 de julio dimitió Pi y Margall y fue sustituido por Salmerón, quien inmediatamente lanzó las tropas contra los insurrectos. Estos fueron vencidos a los pocos días, tras ligera resistencia; ya el 26 de julio, con la caída de Cádiz, quedó restaurado el poder del gobierno en toda Andalucía y, casi al mismo tiempo, fueron sometidas Murcia y Valencia; únicamente Valencia luchó con alguna energía. Y sólo Cartagena resistió. Este puerto militar, el mayor de España, que había caído en poder de los insurrectos junto con la marina de guerra, estaba defendido por tierra, además de por la muralla, por trece fortines destacados y no era, por tanto, fácil de tomar. Y, como el gobierno se guardaba mucho de destruir su propia base naval, el «Cantón soberano de Cartagena» vivió hasta el 11 de enero de 1874, día en que por fin capituló, porque, en realidad, no tenía en el mundo nada mejor que hacer. De esta ignominiosa insurrección, lo único que nos interesa son las hazañas todavía más ignominiosas de los anarquistas bakuninianos; únicas que relatamos aquí con cierto detalle, para prevenir con este ejemplo al mundo contemporáneo. I El informe que acaba de publicar la Comisión de La Haya sobre la Alianza secreta de Miguel Bakunin ha puesto de manifiesto ante el mundo obrero los manejos ocultos, las granujadas y la huera fraseología con que se pretendía poner el movimiento proletario al servicio de la presuntuosa ambición y los designios egoístas de unos cuantos genios incomprendidos. Entretanto, estos megalómanos nos han dado ocasión en España de conocer también su actuación revolucionaria práctica. Veamos cómo llevan a los hechos sus frases ultrarrevolucionarias sobre la anarquía y la autonomía, sobre la abolición de toda autoridad, especialmente la del Estado, sobre los acontecimientos de España, tenemos a la vista el informe enviado mos hacerlo ya, pues ahora, además de la información de los periódicos sobre los acontecimientos de España, tenemos a la vista el informe enviado al Congreso de Ginebra por la Nueva Federación Madrileña de la Internacional. 1
1. L'Alliance de la Démocratie Socialiste, Londres, 1873. El título de la edición en a l e m á n es: Ein Komplott gegen die Internationale (Buchhandlung des Vorwärts). (N. de Engels.)
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Es sabido que, en España, al producirse la escisión de la Internacional, sacaron ventaja los miembros de la Alianza secreta; la gran mayoría de los obreros españoles se adhirió a ellos. Al ser proclamada la República, en febrero de 1873, los aliancistas españoles se vieron en un trance muy difícil. España es un país muy atrasado industrialmente y, por lo tanto, no puede hablarse aún de una emancipación «inmediata» y completa de la clase obrera. Antes de esto, España tiene que pasar por varias etapas previas de desarrollo y quitar de en medio toda una serie de obstáculos. La República brindaba la ocasión para acortar en lo posible estas etapas y para barrer rápidamente estos obstáculos. Pero esta ocasión sólo podía aprovecharse mediante la intervención «política» activa de la clase obrera española. La masa obrera lo sentía así; en todas partes presionaba para que se interviniese en los acontecimientos, para que se aprovechase la ocasión de actuar, en vez de dejar a las clases poseedoras el campo libre para la acción y para las intrigas, como se había hecho hasta entonces. El gobierno convocó elecciones a las Cortes Constituyentes. ¿Qué posición debía adoptar la Internacional? Los jefes bakuninistas estaban sumidos en la mayor perplejidad. La prolongación de la inactividad política hacíase cada día más ridicula y más insostenible; los obreros querían «hechos». Y, por otra parte, los aliancistas llevaban años predicando que no se debía intervenir en ninguna revolución que no fuese encaminada a la emancipación inmediata y completa de la clase obrera; que el emprender cualquier acción política implicaba el reconocimiento del Estado, el gran principio del mal; y que, por lo tanto, y muy especialmente, la participación en cualquier clase de elecciones era un crimen que merecía la muerte. El citado informe de Madrid nos dice cómo salieron del aprieto: «Los mismos que desconociendo los acuerdos tomados en el Congreso general de La Haya, sobre la acción política de la clase trabajadora, y rasgando los Estatutos de la Internacional, introdujeron la división, la lucha y el desorden en el seno de la Federación española; los mismos que no vacilaron en presentarnos a los ojos de los trabajadores como unos políticos ambiciosos que, con el pretexto de colocar en el poder a la clase obrera, pugnaban por adueñarse del poder en beneficio propio; esos mismos hombres que se dan el título de revolucionarios, autónomos, anárquicos, etc., se han lanzado en esta ocasión a hacer política; pero la peor de las políticas, la política burguesa; no han trabajado para dar el poder político a la clase proletaria, idea que ellos miran con horror, sino para ayudar a que conquistase el gobierno una fracción de la burguesía, fracción compuesta de aventureros, postulantes y ambiciosos, que se denominan republicanos intransigentes.
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»Ya en vísperas de las elecciones generales para las Constituyentes, los obreros de Barcelona, Alcoy y otros puntos quisieron saber qué política debían seguir los internacionales, tanto en las luchas parlamentarias como en las otras. Celebráronse con este objeto dos grandes asambleas, una en Barcelona y otra en Alcoy, y los separatistas se opusieron con todas sus fuerzas a que se determinara cuál había de ser la actitud política de la Internacional ( ¡ d e la suya, nótese bien!), resolviéndose que la Internacional, como Asociación, nn debe ejercer acción política alguna; pero que los internacionales, como individuos, podían obrar en el sentido que quisieran y afiliarse en el partido que mejor les pareciese, siempre en uso de la famosa autonomía. Y ¿qué resultó de la aplicación de una teoría tan bizarra? Que la mayoría de los internacionales, incluso los anárquicos, tomaron parte en las elecciones, sin programa, sin bandera, sin candidatos, contribuyendo a que viniese a las Constituyentes una casi totalidad de republicanos burgueses, con excepción de dos o tres obreros, que nada representan, que no han levantado ni una sola vez su voz en defensa de los intereses de nuestra clase y que votan tranquilamente cuantos proyectos les presentan los reaccionarios de la mayoría.» 1
A esto conduce el «abstencionismo político» bakuninista. En tiempos pacíficos, en que el proletariado sabe de antemano que a lo sumo conseguirá llevar al Parlamento unos cuantos diputados y que la obtención de una mayoría parlamentaria le está por completo vedada, se conseguirá acaso convencer a los obreros en algún sitio que otro de que es toda una actuación revolucionaria quedarse en casa cuando haya elecciones y, en vez de atacar al Estado concreto en el que vivimos y que nos oprime, atacar al Estado en abstracto, que no existe en ninguna parte y, por lo tanto, no puede defenderse. Es éste un procedimiento magnífico de hacerse el revolucionario, característico de gentes a quienes se les cae fácilmente el alma a los pies; y hasta qué punto los jefes de los aliancistas españoles se cuentan entre esta casta de gentes lo demuestra con todo detalle el escrito sobre la Alianza que citábamos al principio. Pero, tan pronto como los mismos acontecimientos empujan al proletariado y lo colocan en primer plano, el abstencionismo se convierte en una majadería palpable y la intervención activa de la clase obrera en una necesidad inexcusable. Y éste fue el caso en España. La abdicación de Amadeo había desplazado del Poder y de la posibilidad inmediata de recobrarlo a los monárquicos radicales; los alfonsinos estaban, por el momento, más imposibilitados aún; los carlistas preferían, como casi siempre, la 1.
Los aliancistas. (Sota del editor del folleto.)
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guerra civil a la lucha electoral. Todos estos partidos se abstuvieron a la manera española; en las elecciones sólo tomaron parte los republicanos federales, divididos en dos bandos, y la masa obrera. Dada la enorme fascinación que el nombre de la Internacional ejercía aún por aquel entonces sobre los obreros de España y dada la excelente organización que, al menos para los fines prácticos, conservaba aún su Sección española, era seguro que en los distritos fabriles de Cataluña, en Valencia, en las ciudades de Andalucía, etc., habrían triunfado brillantemente todos los candidatos presentados y mantenidos por la Internacional, llevando a las Cortes una minoría lo bastante fuerte para decidir en las votaciones entre los dos bandos republicanos. Los obreros sentían esto; sentían que había llegado la hora de poner en juego su potente organización, pues por aquel entonces todavía lo era. Pero los señores jefes de la escuela bakuninista habían predicado, durante tanto tiempo, el evangelio del abstencionismo incondicional, que no podían dar marcha atrás repentinamente; y así, inventaron aquella lamentable salida, consistente en hacer que la Internacional se abstuviese como colectividad, pero dejando a sus miembros en libertad para votar individualmente como se les antojase. La consecuencia de esta declaración en quiebra política, fue que los obreros, como ocurre siempre en tales casos, votaron a la gente que se las daba de más radical, a los intransigentes, y que sintiéndose con esto más o menos responsables de los pasos dados posteriormente por sus elegidos, acabaran por verse envueltos en su actuación. II Los aliancistas no podían persistir en la ridicula situación en que se habían colocado con su astuta política electoral, a menos de querer dar al traste con su jefatura sobre la Internacional en España. Tenían que aparentar, por lo menos, que hacían algo. Y su tabla de salvación fue la huelga general. En el programa bakuninista, la huelga general es la palanca de que hay que valerse para desencadenar la revolución social. Una buena mañana, los obreros de todos los gremios de un país y hasta del mundo entero dejan el trabajo y, en cuatro semanas a lo sumo, obligan a las clases poseedoras a darse por vencidas o a lanzarse contra los obreros, con lo cual dan a éstos el derecho a defenderse y a derribar, aprovechando la ocasión, toda la vieja organización social. La idea dista mucho de ser nueva; primero los socialistas franceses y luego los belgas se han hartado, desde 1848, de montar este palafrén, que es, sin embargo, por su origen, un caballo de raza inglesa. Durante el rápido e intenso auge del cartismo en-
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tre los obreros británicos, que siguió a la crisis de 1837, se predicó, ya en 1839, el «mes santo», el paro en escala nacional (v. Engels, La situación de la clase obrera en Inglaterra, segunda edición, pág. 234); y la idea tuvo tanta resonancia, que los obreros fabriles del Norte de Inglaterra intentaron ponerla en práctica en julio de 1842. También en el Congreso de los aliancistas celebrado en Ginebra el 1 de septiembre de 1873 desempeñó gran papel la huelga general, si bien se reconoció por todo el mundo que para esto hacía falta una organización perfecta de la clase obrera y una caja bien repleta. Y aquí precisamente la dificultad del asunto. De una parte, los gobiernos, sobre todo si se les deja envalentonarse con el abstencionismo político, jamás permitirán que la organización ni las cajas de los obreros lleguen tan lejos; y, por otra parte, los acontecimientos políticos y los abusos de las clases gobernantes facilitarán la emancipación de los obreros mucho antes de que el proletariado llegue a reunir esa organización ideal y ese gigantesco fondo de reserva. Pero, si dispusiese de ambas cosas, no necesitaría dar el rodeo de la huelga general para llegar a la meta. Para nadie que conozca un poco el engranaje oculto de la Alianza puede ser dudoso que la propuesta de aplicar este bien experimentado procedimiento partió del centro suizo. El caso es que los dirigentes españoles encontraron de este modo una salida para hacer algo sin volverse de una vez «políticos»; y se lanzaron encantados a ella. Por todas partes se predicaron los efectos milagrosos de la huelga general y en seguida se preparó todo para comenzarla en Barcelona y Alcoy. Entretanto, la situación política iba acercándose cada vez más a una crisis. Los viejos tragahombres del republicanismo federal, Castelar y comparsa, se echaron a temblar ante el movimiento, que les rebasaba; no tuvieron más remedio que ceder el Poder a Pi y Margall, que intentaba una transacción con los intransigentes. Pi era, de todos los republicanos oficiales, el único socialista, el único que comprendía la necesidad de que la República se apoyase en los obreros. Así presentó en seguida un programa de medidas sociales de inmediata ejecución, que no sólo eran directamente ventajosas para los obreros, sino que, además, por sus efectos, tenían necesariamente que empujar a mayores avances y, de este modo, por lo menos poner en marcha la revolución social. Pero los internacionales bakuninistas, que tienen la obligación de rechazar hasta las medidas más revolucionarias cuando éstas arrancan del «Estado», preferían apoyar a los intransigentes más extravagantes antes que a un ministro. Las negociaciones de Pi con los intransigentes se dilataban; los intransigentes empezaron a perder la paciencia; los más fogosos de ellos comenzaron en Andalucía el levantamiento cantonal. Había llegado la
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hora de que los jefes de la Alianza actuasen también, si no querían seguir marchando a remolque de los intransigentes burgueses. En vista de esto, ordenaron la huelga general. En Barcelona se pegó, entre otros, este cartel: «¡Obreros! Declaramos la huelga general para demostrar la profunda repugnancia que nos causa ver cómo el gobierno echa a la calle el ejército para luchar contra nuestros hermanos trabajadores, mientras apenas se preocupa de la guerra contra los carlistas», etc. Es decir, que se invitaba a los obreros de Barcelona —el centro fabril más importante de España, que tiene en su haber histórico más combates de barricadas que ninguna otra ciudad del mundo— a enfrentarse con el poder público armado, pero no con las armas que ellos tenían también en sus manos, sino con un paro general, con una medida que sólo afecta directamente a los burgueses individuales, pero que no va contra su representación colectiva, contra el poder del Estado. Los obreros barceloneses habían podido, en la inactividad de los tiempos de paz, prestar oído a las frases violentas de hombres tan mansos como Alerini, Farga Pellicer y Viñas; pero cuando llegó la hora de actuar, cuando Alerini, Farga Pellicer y Viñas lanzaron primero su famoso programa electoral, luego se dedicaron constantemente a calmar los ánimos, y por fin, en vez de llamar a las armas, declararon la huelga general, acabaron por provocar el desprecio de los obreros. El más débil de los intransigentes revelaba, con todo, más energía que el más enérgico de los aliancistas. La Alianza y la Internacional mangoneada por ella perdieron toda su influencia y, cuando estos caballeros proclamaron la huelga general, bajo el pretexto de paralizar con ello la acción del gobierno, los obreros se echaron sencillamente a reír. Pero la actividad de la falsa Internacional había conseguido, por lo menos, que Barcelona se mantuviese al margen del alzamiento cantonal. Dentro de él, la representación de la clase obrera era, en todas partes, un elemento muy fuerte; y Barcelona era la única ciudad cuya incorporación podía respaldar de un modo firme a este elemento obrero y darle la perspectiva de hacerse dueño, en fin de cuentas, de todo el movimiento. Además, la incorporación de Barcelona puede decirse que habría decidido el triunfo. Pero Barcelona no movió un dedo; los obreros barceloneses, que sabían a qué atenerse respecto a los intransigentes y habían sido engañados por los aliancistas, se cruzaron de brazos y dieron con ello el triunfo final al gobierno de Madrid. Todo lo cual no impidió a los aliancistas Alerini y Brousse (acerca de cuyas
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personas da más detalles el informe sobre la Alianza) declarar en su periódico Solidante Révolutionnáre: «El movimiento revolucionario se extiende como un reguero de pólvora por toda la península... En Barcelona todavía no ha pasado nada, ¡pero en la plaza pública la revolución es permanente!» Pero era la revolución de los aliancistas, que consiste en mantener torneos oratorios y, precisamente por esto, es «permanente», sin moverse del sitio. La huelga general se había puesto a la orden del día al mismo tiempo en Alcoy. Alcoy es un centro fabril de reciente creación, que cuenta actualmente unos 30 000 habitantes y en el que la Internacional, en forma bakuniniana, sólo logró penetrar hace un año, desarrollándose luego con gran rapidez. El socialismo, bajo cualquier forma, era bien recibido por estos obrreos, que hasta entonces habían permanecido completamente al margen del movimiento, como ocurre con algunos lugares rezagados de Alemania, donde repentinamente la Asociación General de Obreros Alemanes adquiere de momento gran número de adeptos. Alcoy fue elegido, por tanto, para sede de la Comisión federal bakuninista española, y esta Comisión federal es, precisamente, la que vamos a ver aquí actuar. El 7 de julio, una asamblea obrera toma el acuerdo de huelga general; y al día siguiente envía una comisión a entrevistarse con el alcalde, requiriéndole para que reúna en el término de veinticuatro horas a los patronos y Ies presente las reivindicaciones de los obreros. El alcalde, Albors, un republicano burgués, entretiene a los obreros, pide tropas a Alicante y aconseja a los patronos que no cedan, sino que se parapeten en sus casas. En cuanto a él, estará en su puesto. Después de celebrar una entrevista con los patronos —estamos siguiendo el informe oficial de la Comisión federal aliancista, que lleva la fecha de 14 de julio de 1873—, el alcalde, que en un principio había prometido a los obreros mantenerse neutral, lanza una proclama en la que «injuria y calumnia a los obreros y toma partido por los patronos, anulando así el derecho y la libertad de los huelguistas y retándolos a luchar». Cómo los piadosos deseos de un alcalde podían anular el derecho y la libertad de los huelguistas, es cosa que no se aclara en el informe. El caso es que los obreros, dirigidos por la Alianza, hicieron saber al concejo, por medio de una comisión, que, si no estaba dispuesto a mantener en la huelga la neutralidad prometida, lo mejor que podía hacer era dimitir para evitar un conflicto. La comisión no fue recibida y, cuando salía del Ayuntamiento, la fuerza pública disparó contra el pueblo, congregado en la plaza en actitud pacífica y sin armas. Así comenzó
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la lucha, según el informe aliancista. El pueblo se armó, y comenzó la batalla, que había de durar «veinte horas». De una parte, los obreros, que Solidante Revolutionnaire cifra en 5 000; de otra parte, 32 guardias civiles concentrados en el ayuntamiento y algunas gentes armadas parapetadas en cuatro o cinco casas junto al mercado, casas a las que el pueblo pegó fuego a la buena manera prusiana. Por fin, a los guardias se les agotaron las municiones y tuvieron que capitular. «No habría habido que lamentar tantas desgracias —dice el informe de la Comisión aliancista— si el alcalde Albors no hubiera engañado al pueblo simulando rendirse y haciendo luego asesinar alevosamente a los que entraron en el Ayuntamiento fiándose de su palabra; y el mismo alcalde no habría perecido, como pereció a manos de la población legítimamente indignada, si no hubiese disparado su revólver a quemarropa contra los que iban a detenerle.» ¿Cuántas bajas causó esta batalla? «Si bien no es posible calcular con exactitud el número de muertos y heridos (de parte del pueblo), sí podemos decir que no habrán bajado seguramente de diez. De parte de los provocadores, no bajan de quince los muertos y los heridos.» Esta fue la primera batalla callejera de la Alianza. Al frente de 5 000 hombres, se batió durante veinte horas contra 32 guardias y algunos burgueses armados; los venció, después que ellos hubieron agotado las municiones y perdió, en total, diez hombres. Se conoce que la Alianza inculca a sus iniciados aquella sabia sentencia de Falstaff de que «el mayor mérito de la valentía es la prudencia». Huelga decir que todas las noticias terroríficas de los periódicos burgueses, que hablan de fábricas incendiadas sin objeto alguno, de guardias fusilados en masa, de personas rociadas con petróleo y luego quemadas, son puras invenciones. Los obreros vencedores, aunque estén dirigidos por aliancistas, cuyo lema es: «No hay que reparar en nada», son siempre demasiado generosos con el enemigo vencido para obrar así, y éste les imputa todas las atrocidades que él no deja de cometer nunca cuando vence. Eran, pues, vencedores. «En Alcoy —dice, llena de júbilo, Solidarité Revolutionnaire—> nuestros amigos, en número de 5 000, son dueños de la situación.»
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Veamos qué hicieron de su «situación» los tales «dueños». Al llegar aquí, el informe de la Alianza y el periódico aliancista nos dejan en la estacada: tenemos que contentarnos con la información general de la prensa. Por ésta, nos enteramos de que en Alcoy se constituyó inmediatamente un «Comité de Salud Pública», es decir, un gobierno revolucionario. Es cierto que en el congreso celebrado por ellos en SaintImier (Suiza) el 15 de septiembre de 1872, los aliancistas habían acordado que «toda organización de un Poder político, del Poder llamado provisional o revolucionario no puede ser más que un nuevo engaño y resultaría tan peligrosa para el proletariado como todos los gobiernos que existen actualmente». Además, los miembros de la Comisión federal de España, residente en Alcoy, habían hecho lo indecible para conseguir que el Congreso de la Sección española de la Internacional hiciese suyo este acuerdo. Pero, a pesar de todo esto, nos encontramos que Severino Albarracín, miembro de aquella Comisión, y según ciertos informes, también Francisco Tomás, su secretario, forman parte de ese gobierno provisional y revolucionario que era el Comité de Salud Pública de Alcoy. ¿Y qué hizo este Comité de Salud Pública? ¿Cuáles fueron sus medidas para lograr la «emancipación inmediata y completa de los obreros»? Prohibir que ningún hombre saliese de la villa, autorizando en cambio para hacerlo a las mujeres, siempre y cuando que... ¡tuviesen pase! ¡Los enemigos de la autoridad restableciendo el régimen de pases! Por lo demás, la más completa confusión, la más completa inactividad, la más completa ineptitud. Entretanto, el general Velarde avanzaba con sus tropas desde Alicante. El gobierno tenía sus razones para ir apaciguando silenciosamente las insurrecciones locales de las provincias. Y los «dueños de la situación» de Alcoy tenían también las suyas para zafarse de un estado de cosas con el que no sabían qué hacer. Por eso, el diputado Cervera, que actuaba de mediador, encontró el camino llano. El Comité de Salud Pública resignó sus poderes, las tropas entraron en la villa el 12 de julio sin encontrar la menor resistencia y la única promesa que se hizo a cambio al Comité de Salud Pública fue... dar una amnistía general. Los aliancistas «dueños de la situación» habían salido realmente del aprieto una vez más. Y con esto terminó la aventura de Alcoy. En Sanlúcar de Barrameda, junto a Cádiz, «el alcalde —relata el informe aliancista— clausura el local de la Internacional y, con sus amenazas y sus incesantes atentados contra los derechos personales de los ciudadanos, provoca la cólera de los obreros. Una comisión reclama del ministro el respeto del derecho y la reapertura del local, arbitrariamente clausurado. El señor Pi accede a ello en principio..., pero denegándolo en la prác-
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tica; los obreros ven que el gobierno trata de colocar a su Asociación sistemáticamente fuera de la ley; destituyen a las autoridades locales y ponen en su lugar a otras, que ordenan la reapertura del local de la Asociación». «¡En Sanlúcar... el pueblo es dueño de la situación!», exclama triunfalmente Solidante Révolutionnake. Los aliancistas, que también aquí, en contra de sus principios anarquistas, instituyeron un gobierno revolucionario, no supieron por dónde empezar a servirse del Poder. Perdieron el tiempo en debates vacuos y acuerdos sobre el papel, y el 5 de agosto, después de ocupar las ciudades de Sevilla y Cádiz, el general Pavía destacó á unas cuantas compañías de la brigada de Soria para tomar Sanlúcar y... no encontró la menor resistencia. Esas son las hazañas heroicas llevadas a cabo por la Alianza donde nadie le hacía la competencia. III Inmediatamente después de la batalla librada en ks calles de Alcoy, se levantaron los intransigentes en Andalucía. Pi y Margall estaba aún en el Poder y en continuas negociaciones con los jefes de este grupo político para formar con ellos un nuevo ministerio. ¿Por qué, pues, echarse a la calle, sin esperar a que fracasaran las negociaciones? La razón de estas prisas no ha llegado a ponerse totalmente en claro. Lo único que puede asegurarse es que los señores intransigentes trataban ante todo de que se llevase a la práctica cuanto antes la República federal para, de este modo, poder escalar el Poder y los muchos cargos nuevos que habrían que crearse en los distintos cantones. En Madrid, las Cortes tardaban mucho en descuartizar a España, había que tomar cartas en el asunto y proclamar en todas partes cantones soberanos. La actitud que habían venido manteniendo hasta entonces las internacionales (los bakuninistas), envueltos de lleno desde las elecciones, en los manejos de los intransigentes, permitía contar con su colaboración; además, precisamente se habían apoderado de Alcoy por la violencia y estaban, por lo tanto, en lucha abierta con el gobierno. A esto se añadía el que los bakuninistas habían venido predicando durante muchos años que toda acción revolucionaria de arriba abajo era perniciosa y que todo debía organizarse y llevarse a cabo de abajo arriba. Y he aquí que ahora se les deparaba la ocasión de implantar de abajo arriba, al menos en unas cuantas ciudades, el famoso principio de la autonomía. Ni que decir tiene que los obreros bakuninistas se tragaron el anzuelo y sacaron las castañas del fuego a los intransigentes, para luego verse recompensados, por sus aliados, como siempre, con puntapiés y balas de fusil.
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Veamos cuál fue la posición de los internacionales bakuninistas en todo este movimiento. Ayudaron a imprimirle el sello de la atomización federalista y realizaron su ideal de la anarquía en la medida de lo posible. Los mismos bakuninistas que, pocos meses antes, en Córdoba, habían anatematizado como una traición y una añagaza contra los obreros la instauración de gobiernos revolucionarios, formaban ahora parte de todos los gobiernos municipales revolucionarios de Andalucía, pero siempre en minoría, de modo que los intransigentes podían hacer cuanto les viniera en gana. Mientras éstos monopolizaban la dirección política y militar del movimiento, a los obreros se les despachaba con unos cuantos tópicos brillantes o con unos acuerdos sobre supuestas reformas sociales del carácter más tosco y absurdo y que, además, sólo existían sobre el papel. En cuanto los líderes bakuninistas pedían alguna concesión real y positiva, se les rechazaba desdeñosamente. Lo más importante que tenían siempre que declarar los intransigentes directores del movimiento a los corresponsales de los periódicos ingleses, era que ellos no tenían nada que ver con estos llamados internacionales y que declinaban toda responsabilidad por sus actos, aclarando bien que tenían estrictamente vigilados por la policía a sus jefes y a todos los emigrados de la Comuna de París. Finalmente, en Sevilla, como veremos, los intransigentes, durante el combate contra las tropas del gobierno, dispararon también contra sus aliados bakuninistas. Así sucedió que, en el transcurso de pocos días, toda Andalucía estuvo en manos de los intransigentes armados. Sevilla, Málaga, Granada, Cádiz, etcétera, cayeron en su poder casi sin resistencia. Cada ciudad se declaró cantón independiente y nombró una Junta revolucionaria de gobierno. Lo mismo hicieron después Murcia, Cartagena y Valencia. En Salamanca se hizo también un ensayo por el estilo, pero de carácter más pacífico. Así estuvieron la mayoría de las grandes ciudades de España en poder de los insurrectos, con excepción de la capital, Madrid —simple ciudad de lujo, que casi nunca interviene decisivamente—, y de Barcelona. Si Barcelona se hubiese lanzado, el triunfo final habría sido casi seguro y, además, se habría asegurado un refuerzo firme al elemento obrero que tomaba parte en el movimienro Pero ya hemos visto que en Barcelona los intransigentes no tenían apenas fuerza y que los internacionales bakuninistas, que por aquel entonces eran aún muy fuertes allí, tomaron la huelga general como pretexto para escurrir el bulto. Así, pues, esta vez, Barcelona no estuvo en su puesto. No obstante, esta insurrección, aunque iniciada de un modo descabellado, tenía aún grandes perspectivas de éxito si se la hubiera dirigido con un poco de inteligencia, siquiera hubiese sido al modo de los pronuncia-
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mientos militares españoles, en que la guarnición de una plaza se subleva, va sobre la plaza más cercana, arrastra consigo a su guarnición, preparada de antemano, y, creciendo como un alud» avanza sobre la capital, hasta que una batalla afortunada o el paso a su campo de las tropas enviadas contra ella decide el triunfo. Tal método era especialmente adecuado en esta ocasión. Los insurrectos se hallaban organizados en todas partes desde hacía mucho tiempo en batallones de voluntarios, cuya disciplina era, a decir verdad, pésima, pero no peor, seguramente, que la de los restos del antiguo ejército español, descompuesto en su mayor parte. La única fuerza de confianza de que disponía el gobierno era la Guardia Civil, y ésta se hallaba desperdigada por todo el país. Ante todo había que impedir la concentración de los guardias civiles, y, para ello, no existía más recurso que tomar la ofensiva y aventurarse a campo abierto; la cosa no era muy arriesgada, pues el gobierno sólo podía oponer a los voluntarios tropas tan indisciplinadas como ellos mismos. Y, si se quería vencer, no había otro camino. Pero, no. El federalismo de los intransigentes y de su apéndice bakuninista consistía, precisamente, en dejar que cada ciudad actuase por su cuenta y declaraba esencial, no su cooperación con las otras ciudades, sino su separación de ellas, con lo cual cerraba el paso a toda posibilidad de una ofensiva general. Lo que en la guerra de los campesinos alemanes y en las insurrecciones alemanas de mayo de 1849 había sido un mal inevitable —la atomización y el aislamiento de las fuerzas revolucionarias, que permitió a unas y las mismas tropas del gobierno ir aplastando un alzamiento tras otro— se proclamaba aquí como el principio de la suprema sabiduría revolucionaria. Bakunin pudo disfrutar de este desagravio. Ya en septiembre de 1870 (en sus Lettres à un François) había declarado que el único medio para expulsar de Francia a los prusianos con una lucha revolucionaria consistía en abolir toda dirección centralizada y dejar que cada ciudad, cada aldea, cada municipio, dirigiese la guerra por su cuenta. Si al ejército prusiano, con su dirección única, se oponía el desencadenamiento de las pasiones revolucionarias, el triunfo era seguro. Frente a la inteligencia colectiva del pueblo francés, abandonado por fin de nuevo a sus propios destinos, la inteligencia individual de Moltke se esfumaría. Entonces, los franceses no quisieron entenderlo así; pero en España se obsequió a Bakunin, como hemos visto y aún hemos de ver, con un triunfo resonante. Entretanto, la puñalada trapera de este levantamiento, organizado sin pretexto alguno, imposibilitó a Pi y Margall para seguir negociando con los intransigentes. Tuvo que dimitir ; le sustituyeron en el Poder los republicanos puros del tipo de Castelar; burgueses sin disfraz, cuyo primer designio era dar al traste con el movimiento obrero, del que antes se había
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servido, pero que ahora les estorbaba. A las órdenes del general Pavía, se formó una división para mandarla contra Aandalucía, y otra a las órdenes de Martínez Campos para enviarla contra Valencia y Cartagena. La flor de estas divisiones eran los guardias civiles traídos de todas partes de España, todos ellos antiguos soldados cuya disciplina se mantenía aún inconmovible. Como había ocurrido con los gendarmes en la marcha del ejército versallés sobre París, la misión de estos guardias civiles era reforzar las tropas de línea desmoralizadas e ir siempre a la cabeza dt las columnas de ataque, cometido que, en ambos aspectos, cumplieron en la medida de sus fuerzas. Además de ellos, contenían las divisiones algunos regimientos de línea refundidos, de modo que cada una de ellas estaba compuesta por unos 3 000 hombres. Era todo lo que el gobierno podía movilizar contra los insurrectos. El general Pavía se puso en marcha hacia el 20 de julio. El 24 fue ocupada Córdoba por una columna de guardias civiles y tropas de línea al mando de Ripoll. El 29, Pavía atacó las barricadas de Sevilla, la cual cayó en sus manos el 30 o el 31 (los telegramas no permiten fijar con seguridad las fechas). Dejó una columna móvil para someter los alrededores y avanzó sobre Cádiz, cuyos defensores no se batieron más que en el acceso a la ciudad, y aun aquí con pocos bríos; luego, el 4 de agosto, se dejaron desarmar sin resistencia. En los días siguientes desarmó, también sin resistencia, a Sanlúcar de Barrameda, San Roque, Tarifa, Algeciras y otra multitud de pequeñas ciudades, cada una de las cuales se había erigido en cantón independiente. Al mismo tiempo, envió columnas contra Málaga y Granada, que capitularon sin resistencia el 3 y el 8 de agosto, respectivamente; y así, el 10 de agosto, en menos de quince días y casi sin lucha, había quedado sometida toda Andalucía. El 26 de julio inició Martínez Campos el ataque contra Valencia. Aquí, la insurrección había partido de los obreros. Al escindirse en España la Internacional, en Valencia obtuvieron la mayoría los internacionales auténticos y el nuevo Consejo Federal español fue trasladado a esta ciudad. A poco de proclamarse la República, cuando ya se vislumbraba la inminencia de combates revolucionarios, los obreros bakuninistas de Valencia, desconfiando de los líderes barceloneses, que disfrazaban su táctica de apaciguamiento con frases ultrarrevolucionarias, prometieron a los auténticos internacionales que harían causa común con ellos en todos los movimientos locales. Al estallar el movimiento cantonal, inmediatamente ambas fracciones se lanzaron a la calle, utilizando a los intransigentes, y desalojaron a las tropas. No se ha sabido cuál era la composición de la Junta de Valencia; sin embargo, de los informes de los corresponsales de la prensa inglesa se desprende que en ella, al igual que entre los vo-
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luntarios valencianos, tenían los obreros preponderancia decisiva. Estos mismos corresponsales hablaban de los insurrectos de Valencia con un respeto que distaba mucho de dispensar a los otros rebeldes, en su mayoría intransigentes; ensalzaban su disciplina y el orden reinante en la ciudad y pronosticaban una larga resistencia y una lucha enconada. No se equivocaron. Valencia, ciudad abierta, se sostuvo contra los ataques de la división de Martínez Campos desde el 26 de julio hasta el 8 de agosto, es decir, más tiempo que toda Andalucía junta. En la provincia de Murcia, las tropas ocuparon sin resistencia la capital, del mismo nombre. Después de tomar Valencia, Martínez Campos marchó sobre Cartagena, una de las fortalezas mejor defendidas de España, protegida por tierra por una muralla y una serie de fortines destacados en las alturas dominantes. Los 3 000 soldados del gobierno, privados de artillería de sitio, eran, naturalmente, impotentes, con sus cañones l i geros, contra la artillería pesada de los fuertes y tuvieron que limitarse a poner cerco a la ciudad por el lado de tierra; pero esto no significaba gran cosa, mientras los cartageneros dominasen el mar con los barcos de guerra apresados por ellos en el puerto. Los sublevados, que, mientras se luchaba en Valencia y Andalucía, sólo se habían ocupado de ellos mismos, empezaron a pensar en el mundo exterior después de estar reprimidas las demás sublevaciones, cuando empezaron a escasearles a ellos el dinero y los víveres. Entonces hicieron primero una tentativa de marcha sobre Madrid, ¡que distaba de Cartagena, por lo menos, 60 millas alemanas, más del doble que, por ejemplo, Valencia o Granada! La expedición tuvo un fin lamentable no lejos de Cartagena; y el cerco cortó el paso a todo otro intento de salida por tierra. Se lanzaron, pues, a hacer salidas con la flota. ¡ Y qué salidas! No podía ni hablarse de volver a sublevar, con los barcos de guerra cartageneros, los puertos de mar que acababan de ser sometidos. Por tanto, la marina de guerra del cantón soberano de Cartagena se limitó a amenazar con que bombardearía a las demás ciudades del litoral marítimo desde Valencia hasta Málaga —también soberanas, según la teoría cartagenera—y en caso necesario, a bombardearlas real y efectivamente, si no traían a bordo de sus buques los víveres exigidos y una contribución de guerra en moneda contante y sonante. Mientras estas ciudades habían estado levantadas en armas contra el gobierno como cantones soberanos, en Cartagena regía el principio de ¡cada cual para sí! Ahora que estaban derrotados, tenía que regir el principio de ¡todo para Cartagena! Así entendían los intransigentes de Cartagena y sus secuaces bakuninistas el federalismo de los cantones soberanos. Para reforzar las filas de los combatientes de la libertad, el gobierno de Cartagena dio suelta a los 1 800 reclusos del penal de aquella ciudad,
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los peores ladrones y asesinos de toda España. Que esta medida revolucionaria le fue sugerida por los bakuninistas, es cosa que no admite duda después de las revelaciones del informe sobre la Alianza. En él se demuestra cómo Bakunin se entusiasmaba ante el «descubrimiento de todas las malas pasiones» y cómo proclamaba al bandolero ruso modelo de verdaderos revolucionarios. Lo que vale para los rusos, debe valer también para los españoles. Por tanto, el gobierno cartagenero se ajustaba por completo al espíritu de Bakunin cuando desencadenó las «malas pasiones» de los 1 800 matones embotellados, llevando con ello hasta el extremo la desmoralización entre sus tropas. Y cuando el gobierno español, en vez de deshacer a cañonazos sus propias fortificaciones, esperaba la sumisión de Cartagena de la descomposición interior de sus defensores, seguía una política totalmente acertada.
IV Escuchemos ahora el informe de la Nueva Federación Madrileña acerca de todo este movimiento: «Al Congreso que debía celebrarse en Valencia el segundo domingo de agosto estaba encomendada, como se ve, la importante misión de determinar la actitud de la Federación española ante los graves acontecimientos políticos que se vienen desenvolviendo en España desde el 11 de febrero último, día de la proclamación de la República; pero la descabellada sublevación cantonal, abortada miserablemente y en la cual tomaron una parte activa los internacionales de casi todas las provincias sublevadas, ha venido, no sólo a paralizar la acción del Consejo Federal, diseminando la mayor parte de sus miembros, sino que ha desorganizado casi por completo las federaciones locales, echando sobre sus individuos —que es lo más triste— todo el peso de la odiosidad, todas las persecuciones que trae siempre consigo una insurrección fracasada y torpemente urdida. »A1 estallar el movimiento cantonal, al constituirse las juntas, o sea gobiernos de los cantones, aquellos mismos (los bakuninistas) que tanto vociferaban contra el poder político, que tan violentamente nos acusaban de autoritarios, se apresuraron a ingresar en aquellos gobiernos; y en ciudades tan importantes como Sevilla, Cádiz, Sanlúcar de Barrameda, Granada y Valencia muchos internacionales de los que se titulan antiautoritarios formaban parte de las juntas cantonales, sin otra bandera que la de la autonomía de la provincia o cantón. Así consta oficialmente de las
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proclamas y demás documentos publicados por las referidas juntas donde internacionales muy conocidos estamparon sus nombres. «Tanta contradicción entre la teoría y la práctica, entre la propaganda y el hecho, significaría muy poco si de semejante conducta resultara o hubiera podido resultar alguna ventaja para nuestra Asociación, algún progreso en el camino de la organización de nuestras fuerzas, algún paso dado hacia el cumplimiento de nuestra aspiración fundamental, la emancipación de la clase trabajadora. Pero ha sucedido todo lo contrario, como no podía menos de suceder, faltando la acción colectiva del proletariado español, tan fácil si se hubiera obrado en nombre de la Internacional, faltando el acuerdo de las federaciones locales y quedando por consecuencia abandonado el movimiento a la iniciativa individual o de localidad aislada,-sin más dirección que la que pudiera imprimirle la misteriosa Alianza, que por desgracia impera todavía en nuestra región? y sin otro programa que el de nuestros naturales enemigos los republicanos burgueses, el alzamiento cantonal sucumbió de una manera vergonzosa, casi sin resistencia, arrastrando en su caída el prestigio y la organización de la Internacional en España. No hay exceso, crimen ni violencia que los republicanos de hoy no atribuyan a la Internacional, habiéndose dado el caso, según se nos asegura, de que en Sevilla, durante el combate, los mismos intransigentes hacían fuego a sus aliados los internacionales (bakuninistas). La reacción, aprovechándose hábilmente de nuestras torpezas, incita a los republicanos a que nos persigan, sublevando al mismo tiempo a los indiferentes contra nosotros, y lo que no pudieron lograr en tiempos de Sagasta lo consiguen ahora: hoy día en España el nombre de la Internacional es un nombre aborrecido hasta para la generalidad de los obreros. »En Barcelona muchas secciones obreras se han separado de la Internacional, protestando contra los hombres del periódico La Federación (órgano principal de los bakuninistas) y contra su inexplicable conducta; en Jerez, Puerto de Santa María y otros puntos las federaciones se han declarado disueltas; en Loja (provincia de Granada) han sido expulsados los pocos internacionales que allí había; en Madrid, donde se disfruta de la mayor libertad, la Antigua federación (bakuninista) no da la más leve señal de vida, y la nuestra se ve forzada a permanecer inactiva y silenciosa por no cargar con culpas ajenas; en las localidades del Norte, la guerra cada vez más encarnizada de los carlistas impide toda clase de trabajos; y por último, en Valencia, donde después de 15 días de sitio quedó vencedor el gobierno, los internacionales que no han huido tienen
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Es decir, en la Sección española de la Internacional. (N. del T.)
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que permanecer ocultos, y el Consejo Federal se halla hoy enteramente disuelto.» Hasta aquí, el informe de Madrid. Como vemos, coincide en un todo con el relato histórico hecho en las páginas anteriores. Examinemos, pues, el resultado de toda nuestra investigación. 1. En cuanto se enfrentaron con una situación revolucionaria seria, los bakuninistas se vieron obligados a echar por la borda todo el programa que hasta entonces habían mantenido. En primer lugar, sacrificaron su dogma del abstencionismo político y, sobre todo, el abstencionismo electoral. Luego, le llegó el turno a la anarquía, a la abolición del Estado; en vez de abolir el Estado, lo que hicieron fue intentar erigir una serie de pequeños Estados nuevos. A continuación, abandonaron su principio de que los obreros no debían participar en ninguna revolución que no persiguiese la inmediata y completa emancipación del proletariado, y participaron en un movimiento cuyo carácter puramente burgués era evidente. Finalmente, pisotearon el principio que acababan de proclamar ellos mismos, principio según el cual la instauración de un gobierno revolucionario no es más que un nuevo engaño y una nueva traición a la clase obrera, instalándose cómodamente en las juntas gubernamentales de las distintas ciudades, y además casi siempre como una minoría impotente, neutralizada y políticamente explotada por los burgueses. 2. Al renegar de los principios que habían venido predicando siempre, lo hicieron de la manera más cobarde y más embustera y bajo la presión de una conciencia culpable, sin que los propios bakuninistas ni las masas acaudilladas por ellos se lanzasen al movimiento con ningún programa ni supiesen remotamente lo que querían. ¿Cuál fue la consecuencia natural de esto? Que los bakuninistas entorpecieran todo movimiento, como en Barcelona, o se viesen arrastrados a levantamientos aislados, irreflexivos y estúpidos, como en Alcoy y Sanlúcar de Barrameda, o bien que la dirección de la insurrección cayera en manos de los burgueses intransigentes, como ocurrió en la mayoría de los casos. Así, pues, al pasar a los hechos, los gritos ultrarrevolucionarios de los bakuninistas se tradujeron en medidas para calmar los ánimos, en levantamientos condenados de antemano al fracaso o en la adhesión a un partido burgués, que, además de explotar ignominiosamente a los obreros para sus fines políticos, los trataba a patadas. 3. Lo único que ha quedado en pie de los llamados principios de la anarquía, de la federación libre de grupos independientes, etc., ha sido la dispersión sin tasa y sin sentido de los medios revolucionarios de lucha,
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que permitió al gobierno dominar una ciudad tras otra con un puñado de tropas sin encontrar apenas resistencia. 4. Fin de fiesta: No sólo la Sección española de la Internacional •—lo mismo la falsa que la auténtica— se ha visto envuelta en el derrumbamiento de los intransigentes, y hoy esta Sección —en tiempos numerosa y bien organizada— está de hecho disuelta, sino que, además, se le atribuye todo el cúmulo de excesos imaginarios sin el cual los filisteos de todos los países no pueden concebir un levantamiento obrero; con lo que se ha hecho imposible, acaso por muchos años, la reorganización internacional del proletariado español. 5. En una palabra, los bakuninistas españoles nos han dado un ejemplo insuperable de cómo no debe hacerse una revolución.
SECCIÓN SEXTA
LOS SOCIALISTAS SE DEFIENDEN
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C O R R E S P O N D E N C I A D E L CONSEJO D E R E D A C C I O N DE LA EMANCIPACION 1
REPARACIÓN
A los periódicos internacionales «La Federación» y «£/ Condenado» En la triste situación a que hemos llegado, con motivo de hechos recientes y que no quisiéramos recordar, y en vista de la conducta que con nosotros observan nuestros colegas internacionales de la región española, necesitamos hacer una declaración solemne y, más que esto, llevar a cabo un aero que o puede redundar en beneficio de la causa a cuya defensa nos hemos consagrado, o venir a sumirnos en esa lucha de cieno y miseria, triste patrimonio de la prensa burguesa, de cuya lucha hasta ahora hemos huido y a la que sin cesar se nos provoca. Pero antes de dar un paso semejante, cuya gravedad no se nos oculta, y que jamás quisiéramos llevar a cabo, pedimos o exigimos, según quieran, a los colegas citados una completa satisfacción, que entre compañeros no debe nunca negarse, sobre todo cuando no hay razón ni justicia que autorice a nadie para dudar de nuestras intenciones ni de nuestros actos. Pedimos, pues, al periódico El Condenado que o retire lo que a nosotros se refiere, publicado en su número 11, que según confiesa es tomado de una circular remitida por su redacción a las comisiones de propaganda de las federaciones locales y cuyo contenido no queremos calificar, o pruebe lo que en esos párrafos dice. Pedimos especialmente a La Federación, de Barcelona, que explique con claridad el párrafo cuarto del suelto que nos dedica en su número 151, que creemos envuelve alusiones a nosotros, y que tampoco queremos calificar. Pedimos que nuestros compañeros los trabajadores de la región espa1.
La
Emancipación,
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ñola suspendan su juicio sobre esta grave cuestión hasta que esté debidamente aclarada. Por último, pedimos a todos nuestros colegas, los periódicos internacionales de España, que publiquen los nombres de los individuos que forman parte de sus Consejos de redacción respectivos. Creemos que El Condenado y La Federación no se negarán a darnos esta reparación que reclaman a un tiempo la razón y la justicia, y así evitaremos, si es posible, crear una situación en que no ganaríamos más que mancharnos con los vicios que adornan a la prensa que defiende las injusticias sociales. El Consejo de redacción de La Emancipación: Hipólito Pauly (tipógrafo), José Mesa y Leompart (tipógrafo), Víctor Pagés (zapatero), Francisco Mora (zapatero), Pablo Iglesias (tipógrafo).
XXVIII
DE INOCENTE CALLEJA
C O N T R A U N INFUNDIO D E « E L C O N D E N A D O »
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Nuestro compañero y amigo Inocente Calleja nos ha dirigido las siguientes líneas: «Compañeros del Consejo de La Emancipación. «Queridos compañeros: El periódico El Condenado se obstina en incluirme en la lista de redactores de La Emancipación, ofreciendo por toda prueba una circular en que aparece mi nombre como del Consejo de redacción de este periódico. Si los redactores del órgano de la Alianza conservaran un átomo de buena fe y de sinceridad habrían añadido que la circular a que se refieren era un proyecto de periódico diario, una transformación del periódico actual, y que sólo en el caso de haberse realizado debíamos entrar en el nuevo Consejo de redacción el compañero Pablo Lafargue y yo. No he sido, pues, ni soy redactor de La Emancipación; pero declaro estar conforme con dicho periódico desde su primer número hasta el día. »Salud y liquidación social. «Vuestro compañero, Inocente Calleja». Si los compañeros Calleja y Lafargue hubieran sido del Consejo de redacción, ¿por qué habíamos de negarlo? ¿No son, por ventura, internacionales tan honrados y dignos como el que más? En cambio, El Condenado se envanece de haber tenido por colaborador a un individuo que no es internacional ni lo ha sido nunca.
1. La Emancipación, 3-VIII-1872. 564
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DE PABLO L A F A R G Ü E
F A L T O S DE ARGUMENTOS, LOS A L I A N C I S T A S RECURREN A LAS INJURIAS
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Insertamos a continuación la carta que nos ha remitido nuestro compañero y colaborador Pablo Lafargue, despidiéndose de nosotros y contestando de paso a los insultos y calumnias de que ha sido objeto. He aquí la carta: «Queridos compañeros: Han transcurrido más de tres semanas desde que publiqué mi carta "A los internacionales españoles", y ni una tentativa se ha hecho para destruir las graves acusaciones que en ella dirigía yo a la Alianza. Sin embargo, no son los deseos los que han faltado, como lo prueba la espantosa descarga de injurias que contra mí han lanzado los tres órganos de la Alianza. Los internacionales que han leído mi folleto habrán visto que yo no he ensuciado mi pluma con ningún insulto. Los que recurren a los insultos son los que carecen de razones. «Queda, pues, sentado que todo lo que afirmé en mi correspondencia a La Liberté es cierto: que la existencia de la sociedad secreta denominada la Alianza, existencia negada cínicamente por el Bulletin del Jura, está demostrada; que sus principales miembros (Sentiñón, Morago, Viñas y Soriano) han hecho traición a la Internacional, unos por cobardía, otros por diferentes motivos personales; que la Alianza, que se proclama anarquista, ha querido dominar a la Internacional en España, y que la Alianza, que se llama colectivista, ha predicado en sus periódicos, como El Condenado, los errores de la economía política burguesa; que los miembros de la Alianza, que tienen la pretensión de ser internacionales, han tratado de excitar en el seno de nuestra Asociación los odios religiosos y de raza (La Razón, en su número 71, me acusa, como de un crimen, de ser extranjero) ; que la Alianza, que quiere impedir que la clase obrera se ocupe
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de política, ha trabajado para colocar a sus jefes en altas posiciones políticas y, finalmente, que la Alianza es la causa de todas las turbulencias que han agitado y agitan a la Internacional, y que la Alianza, prescindiendo de toda justicia y saltando por encima de todos los reglamentos, nos declaró traidores y nos expulsó de la Internacional por una docena de compadres. «Compañeros, os ruego me otorguéis la hospitalidad de vuestras columnas para esta carta. Antes de salir de España necesito demostrar a los internacionales de esta región que los que me han insultado son unos calumniadores. «Me despido de vosotros, queridos compañeros, diciéndoos hasta la vista. Todos los individuos de nuestra gran Asociación saben que cualquiera que sea la distancia que los separe, se hallan unidos por el mismo pensamiento y combaten por la misma causa, por la emancipación de la clase obrera, y que las fatalidades de esta terrible lucha pueden a cada instante echarlos a unos en brazos de los otros. «Salud y emancipación social. «Vuestro compañero de lucha. — Pablo Lafargue».
XXX D E L A N U E V A F E D E R A C I O N M A D R I L E Ñ A (A.I.T.)
CONTRA LA MALA FE, EL INSULTO Y LA C A L U M N I A
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Compañeros de la Federación de. Si los hechos que revelamos en nuestro manifiesto fecha 22 de julio no fueran innegables, si las razones que expusimos fuesen rebatibles, la deplorable circular del Consejo federal de esta región, en que pretende contestarnos, habría venido a afirmar aquellos hechos y a reforzar, si es posible, estas razones. La tal circular no responde a nada, no refuta nada, no prueba nada, o mejor dicho, sí, prueba una cosa muy triste, y es que los hombres que representan hoy en España a la Asociación Internacional de los Trabajadores no se hallan, ni con mucho, a la altura de su misión, y que, al verse censurados, por uno de sus actos, han perdido completamente la cabeza, y en vez de confesar el error o la ligereza cometida la agravan más aún con el insulto, la calumnia y la falsedad. 3
La mayor parte del desdichado documento la ocupa la narración de una memorable cena, en que, según dicen, sólo se trató de seducir a dos miembros del Consejo federal, proponiéndoles que el nuevo Consejo se llevara La Emancipación a Valencia. No creemos digno de este lugar deshacer los errores groseros y las deducciones absurdas que se sacan de una proposición tan leal como francamente presentada. Por lo demás, todo trabajador que conserve su conciencia libre de la horrible presión que ejercen sobre algunos pocos las sugestiones de una sociedad jesuítica, calificará con la dureza que se debe el comportamiento de esos individuos que, después de haber aceptado el convite fraternal de un compañero, después de haberse sentado a su mesa, le insultan y denigran, sin más razón que suposiciones vagas y pueriles. Los que a tal punto se rebajan muy escasos deben andar de razones. En efecto, ya recordaréis, compañeros, que en la carta-circular que os
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dirigimos últimamente y que tan furioso ha puesto al Consejo federal de la región, no hacíamos otra cosa que referir sucintamente los hechos que han motivado nuestra separación de la antigua Federación madrileña y las injurias y faltas reglamentarias por la misma cometidas. Afirmábamos que el Consejo federal ha faltado a su deber no velando por el cumplimiento de los reglamentos, como dispone el art. 7.° de los Estatutos de la Federación regional española, y añadíamos: «no atacamos al Consejo federal porque ha usado de sus facultades». El Consejo no niega que la antigua Federación madrileña haya infringido los reglamentos, con lo cual quedan en pie todas las razones que nos han llevado a constituirnos en Nueva Federación. Pero dice que le hemos amenazado e injuriado, y en esto dice una falsedad, pues le hemos tratado con más respeto que el que por su conducta se merece. Por otra parte, está en un profundo error el Consejo federal diciendo que no somos internacionales porque hemos sido expulsados de una sección; si conociera bien nuestros Estatutos y los acuerdos de nuestros congresos, vería que una de las disposiciones administrativas del Congreso de Basilea dice así: «6. El Consejo general tiene también el derecho de suspender una sección de la Internacional hasta el próximo Congreso. Los grupos regionales pueden excluir sociedades de sus federaciones sin poder quitarles el carácter de sección de la Internacional, proponiendo su exclusión al Consejo general.» Resulta, pues, que aun cuando hubiésemos sido expulsados reglamentariamente y conforme a justicia, aun cuando el Consejo federal tuviera razón para negarse a admitirnos en la Federación regional, seríamos tan internacionales como los individuos del Consejo federal, por lo menos. Pero nuestra carta tenía dos partes, y en la segunda dábamos la voz de alarma a los internacionales acerca de la circular reservada del Consejo federal, fecha 7 de julio, en que éste pide la imposición de una cuota extraordinaria para enviar delegados al próximo congreso internacional. «Aparte —decíamos— de que en ningún artículo de nuestros Estatutos puede fundarse la extraña proposición de centralizar las cotizaciones para el objeto indicado, de hacer él mismo el escrutinio general y formar un mandato imperativo colectivo, lo que nos parece de un autoritarismo muy pronunciado, hay en aquel desdichado documento apreciaciones tan graves contra el Consejo general de nuestra Asociación y una apología tan calurosa de las ideas de la Alianza (que no son las de la Internacional), que no dudamos en calificarle de un abuso de facultades cometido por el Consejo federal, y esto solo explica que haya hecho reservado un acto que no hay ninguna razón para que no fuese público.» a
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A esto no contesta ni una palabra la nueva circular del Consejo. Tampoco niega que la mayoría de sus miembros hayan pertenecido a la Alianza y, si lo negase, tenemos en nuestro poder documentos para probarle lo contrario. Asegura tan sólo que no pertenecen «a ninguna otra organización que a la adoptada por la Federación española». ¿Debe darse crédito a la palabra de esos hombres, cuando consta que hoy mismo algunos de ellos, como Rosell y Albarracín, defienden calurosamente a la Alianza en la Federación de Valencia? Si la creen buena, cometen una bajeza renegándola; si la creen mala, debieran haber pedido su disolución, como hicimos nosotros en un documento que es público, y en donde consta por qué lo hicimos después de haber pertenecido a ella. Quedan, por lo tanto, en pie todas las razones que nos aconsejaron someter a nuestros compañeros y hermanos las dos proposiciones, que a continuación reproducimos: « 1 . Que si no han tomado aún acuerdo sobre la proposición del Consejo federal referente a las elecciones de delegados para el próximo congreso internacional, nombren inmediatamente una comisión compuesta de cinco delegados enviados por las cinco comarcas y que se constituya en Valencia mismo. »Esta comisión estará encargada de recoger la cuota extraordinaria para los gastos de la expresada delegación y hacer el escrutinio general de los votos de las federaciones. »2. En todo caso, las federaciones deberán tomar inmediatamente un acuerdo declarando que no puedan ser elegidos ninguno de los individuos que pertenecen o hayan pertenecido en España a la Alianza de la Democracia Socialista. «Vamos a terminar desvaneciendo de una vez para siempre ese ridículo fantasma con que los intrigantes aliancistas tratan de extraviar la opinión de la clase obrera, y que ellos llaman comunismo autoritario oponiéndolo al colectivismo anárquico, con cuyo pomposo nombre se engalanan. V a mos a ver; hasta ahora ha habido dos maneras muy diferentes de interpretar el colectivismo: una que quiere que la tierra y los instrumentos del trabajo sean propiedad de las colectividades obreras, como pedía La Federación en uno de sus últimos números, lo cual es contrario a las resoluciones tomadas por los congresos internacionales; y otra que quiere que la tierra y los instrumentos del trabajo sean propiedad de la sociedad entera, o propiedad común, con cuya interpretación estamos y hemos estado siempre conformes. ¿Qué clase de colectivismo es el que profesa el Consejo federal? Hable claro, y acabe de una vez ese indigno juego de palabras con que se pretende dividirnos. El Consejo federal nos acusa como de un crimen de haber publicado a
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en La Emancipación unos artículos titulados «Organización del trabajo». Pues bien; para haceros ver que los hombres del Consejo no han leído ni siquiera esos artículos y que obran con insigne mala fe o con una ligereza criminal que compromete los intereses de nuestra Asociación, baste deciros que en el dictamen sobre la propiedad, presentado por el anterior Consejo federal al Congreso de Zaragoza, se hallan contenidas las principales ideas de los artículos sobre la «Organización del trabajo», y aún párrafos textuales tomados de aquellos artículos. Citaremos uno que expresa la idea fundamental que en los citados artículos se sostiene: «En una sociedad en que todos los instrumentos de trabajo, como tierras, máquinas y capital, sean P R O P I E D A D C O M U N , todo el que quiera trabajar podrá vivir holgadamente; la explotación habrá desaparecido, y quien quiera comer trabajará.» El Consejo federal publicó el dictamen sobre la propiedad juntamente con las actas del Congreso de Zaragoza, y no dijo ni una palabra de protesta ni hizo la más leve objeción a las ideas contenidas en el mencionado dictamen. ¿Es digno de hombres serios y honrados este modo de embrollar las cuestiones? Compañeros, basta de palabrería; harto nos han engañado los burgueses con su charlatanismo. Cuando queramos conocer a un hombre pidámosle hechos, hechos y siempre hechos. Compañeros: ¡Viva la Asociación Internacional de los Trabajadores, sin Alianza! Por A. y a N. de la Nueva Federación madrileña, el secretario del exterior, Víctor Pagés.
XXXI D E PABLO L A F A R G U E
UN RETO A ALBAJES Y A LA A L I A N Z A
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Publicamos con gusto la siguiente comunicación que nos dirige nuestro campanero y amigo Pablo Lafargue, contestando a la carta de A l hajes, de que ya dijimos algo en nuestro número anterior. «Queridos compañeros: «Permitidme que conteste a una carta publicada por La Federación, y firmada por G. Albajés. «Albajés me acusa en primer lugar de impostor porque he afirmado que el Consejo general "ha procurado poner en relaciones a los obreros manufactureros catalanes con los obreros ingleses, para crear la Unión internacional de los obreros manufactureros". Las causas de mi error helas aquí: Después del Congreso de Zaragoza, donde había hablado largamente sobre este punto con Bragulat y Lorenzo, escribí a Londres, y a los pocos días recibí una carta de Engels, secretario por España del Consejo general, carta fechada el 2 de mayo, y por consecuencia dos meses antes de mi folleto, y que contenía una noticia del estado de los obreros manufactureros de Lancashire. En dicha carta, Engels aceptaba con entusiasmo la idea de trabajar por la Unión internacional de las Tres Clases de Vapor no sólo con los obreros ingleses, sino con los suizos, alemanes, franceses, belgas y holandeses. Yo envió inmediatamente una copia de esta carta al Consejo federal, encargándole que se ocup^e activamente de una cuestión de tanta importancia. Según se desprende de la carta de Albajés, el Consejo federal español ha descuidado los asuntos de la Internacional para consagrarse a los de la Alianza. «Albajés acusa al Consejo general de que desprecia a las federaciones locales o ha querido ahogar la verdad no enviándoles su "circular privada". El Consejo general ha remitido "cien" ejemplares de su circular privada al 1.
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Consejo federal, para que éste las distribuyese a los consejos locales. Sin duda, con el fin de que las federaciones locales ignorasen los misterios de la Alianza, el Consejo federal ha confiscado todos los ejemplares. «Albajés me acusa de haber adulado "a los delegados catalanes" del Congreso de Zaragoza. Yo dirigí, en efecto, muchas preguntas a los catalanes para tener noticias exactas del movimiento obrero de Cataluña, que es el más considerable de España. ¿Es, por ventura, una falta el querer instruirse? En el debate sobre la transformación de la organización española, y con el fin de desbaratar los planes desorganizadores de la Alianza, apelé al sentido práctico de los catalanes, diciendo que ellos eran los más capaces de resolver la cuestión de organización, puesto que practicaban la asociación desde hace tanto tiempo. ¿No es ésta la verdad? Yo pedí que la residencia del Consejo fuese Manresa, y estoy convencido de que si el congreso hubiese sido de mi parecer, el nuevo Consejo federal habría seguido una conducta más internacional que el de Valencia, compuesto exclusivamente de aliancistas. «Albajés, para su comodidad personal, condena a bulto mi correspondencia publicada en La Liberté. El único hecho, falso según él, que se digna rebatir es la afirmación de que seis individuos del antiguo Consejo federal fueron expulsados por los miembros de la Alianza. Puesto que lo ignora, yo le haré saber que Morago, Oliva, Simancas y Busquiel pertenecen a la Alianza, y que fueron ellos los que hicieron tomar aquella resolución a la Federación madrileña. »La carta de Albajés respira en todas sus páginas una cólera mal reprimida; La Federación y La Razón salpican sus columnas con insultos; los hombres del Consejo federal, olvidando el carácter de que se hallan revestidos, escriben circulares consagradas enteramente a injuriarnos. ¿Cuál es, pues, nuestro crimen? Puesto que la Alianza, según sus adeptos, es lo mejor que hay en el mundo, ¿por qué no nos dan las gracias por haberles obligado a declarar que pertenecían a una Asociación tan útil a la Internacional? ¿Por qué haber querido hacer un monopolio de esa Asociación, si tan conveniente era para todos los trabajadores? En interés propio, los hombres de la Alianza debían ocultar su cólera; o de lo contrario, los profanos se negarían a creer que fue debido a la intervención de la Virgen del Pilar el que en todas las federaciones donde existía la Alianza (Madrid, Sevilla, Valencia, Málaga, Palma, Barcelona) haya dado la casualidad de que se enviasen al congreso delegados de la Alianza, y que el nuevo Consejo federal se componga exclusivamente de individuos de la misma Un hombre imparcial podría ver en esto todo un plan de intrigas hábilmente dirigido. »Albajés, obedeciendo la "consigna", me llama "comunista autoritario".
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En los Estatutos de la Alianza, publicados por La Federación, se lee lo siguiente : » 9 ° La mayoría de los socios podrán separar de la Alianza, sin expresión de causa, a cualquiera de sus miembros. »De suerte que en la Alianza es uno juzgado, condenado y expulsado sin que se permita al acusado defenderse, sin que se le dé a conocer siquiera la causa de su expulsión. ¿Se ha visto nunca nada más autoritario ni inquisitorial? «Compañero Albajés, los internacionales no tienen por costumbre recibir consignas. Lo que dicen están dispuestos a probarlo, pues son ellos solos los llamados a formar sus opiniones. Me habéis acusado de que predico el "comunismo autoritario": yo os reto a que me lo probéis. Os reto a vos y a vuestros hermanos de la Alianza a que citéis un solo acto autoritario del Consejo general, bien demostrado, con pruebas, y no basado en las afirmaciones de vuestros superiores de la Alianza. «Nosotros, los internacionales, no repetimos como los radicales burgueses, las palabras autonomía y anarquía, pero profesamos un respeto mucho mayor que vosotros, miembros de la Alianza, a la libertad individual y a la independencia de los grupos. No tenemos sociedades secretas para expulsar a los individuos que nos estorban, ni para dirigir a los cuerpos de nuestra Asociacióa «Termino advirtiendo a los aliancistas que no tomen mi marcha por excusa: estoy dispuesto a contestar a todas las refutaciones, basadas en hechos y no en insultos, que intenten hacer de cuanto he escrito en España. »Un abrazo fraternal y ¡viva la Internacional sin la alianza de la aristocracia socialista! Pablo Laj'argüe.»
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FRANCISCO
MORA
D O N D E S E DESENMASCARA A L «HONRADO» M O R A G O
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Teniendo que ausentarse de Madrid y por consiguiente separarse de nosotros, nuestro compañero Francisco Mora nos ha dirigido la siguiente carta en la cual, a más de despedirse, contesta a otra que el «honrado» ciudadano Morago publicó hace algunos días en La Federación: «Compañeros del consejo de La Emancipación: «Debiendo salir a trabajar fuera de Madrid dentro de breves días, me veo en la necesidad de separarme de vosotros, pero podéis estar seguros, queridos compañeros, que sigo siendo de los vuestros como lo he sido hasta aquí. »Es posible que al separarme del foco de la lucha, al dejar de sentir los golpes de los aliancistas tan directamente como los siento ahora, crea en ciertos casos que no seguís la mejor línea de conducta; pero esto no será nunca bastante motivo para que entre nosotros haya diferencias esenciales. Mientras defendáis las ideas de la Internacional como hasta aquí y cualquiera que sea el porvenir que os esté reservado en la lucha que sostenemos con los conspiradores de la Alianza, tened la seguridad que mi corazón y mi inteligencia estarán a vuestro lado para seguir combatiendo a los enemigos de la Internacional «Hemos sido tratados de una manera infame por nuestros antiguos amigos. No espero que Dios los castigue, haciendo resaltar nuestra inocencia, porque no creo en él; pero en cambio espero que las torpezas de los aliancistas, y ya lo han hecho en parte, descubrirán por completo el móvil de su conducta y los buenos internacionales sabrán a qué atenerse, dando a cada cual su merecido. «Expuesta la razón que la motiva, aquí debería terminar esta carta; pero ya que tengo la pluma en la mano, y aunque no abrigaba el pensa1.
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miento de hacerlo, no puedo por menos de dedicar algunas líneas a otra carta que del ciudadano Morago he leído en La Federación, puesto que en ella se dirige a mí principalmente. «Empieza ese hombre "honrado" por decir "que las calumniosas acusaciones lanzadas por nosotros contra él le obligan a lanzar aquel quejido que ya no puede ahogar". ¡Cuánta hipocresía, cuánta mala fe encierran esas al parecer espontáneas palabras en boca de un hombre semejante! »¡Ah, Morago, Morago! ¿Por qué eres tan hipócrita? ¿Por qué haces uso del lenguaje que está reservado a los que sienten realmente el dolor de la honra herida? ¿No sabes que hace tiempo que no tienes tú derecho a hablar así? ¿No te acuerdas ya de que has sido perjuro y desleal con tus amigos? ¿No te acuerdas ya que desde hace un año estás empleando la rastrera calumnia, como sistema, para deshonrarme ¡a mí!, al amigo que te ha querido como ni quiso ni querrá a nadie jamás? ¿No te acuerdas ya que cuando Lorenzo, mi hermano, Mesa y todos los individuos del antiguo Consejo federal no dieron crédito a las calumnias que contra mí lanzabas, las hiciste extensivas a ellos, poniendo de este modo toda clase de obstáculos a la marcha del Consejo federal, y por consiguiente a la Asociación en España? »En nada has reparado para conseguir tu objeto, hasta llevar a cabo, en unión de tus satélites de la antigua Federación madrileña, el hecho más escandaloso e inquisitorial que pueden cometer hombres: nuestra expulsión de la Sección Varia, que será la prueba palpable de tu eterna vergüenza. »Vu vanidad y tu envidia han causado más daño a la Asociación que todas las persecuciones de los gobiernos y burgueses juntos, pues ellas son la causa primera de la división que existe en la región española. »No tienes, pues, el derecho de usar el lenguaje de los hombres dignos; créeme, tú eres orador, es decir, hablador y, por consiguiente, chismoso, porque todos los charlatanes degeneran siempre en chismosos. Continúa, pues, en unión de tus quince satélites, con los cuales tomas todos los acuerdos de la antigua Federación madrileña, difamando a los que hayan pretendido o pretendan estorbar tus planes; chilla cuanto quieras en las mesas del café Imperial, mientras no haya peligro; habla de lo tuyo y de lo ajeno y, sobre todo, obedece las órdenes de tus superiores de la Alianza y de sus diversas ramificaciones (los anarquistas, la Justicia del Pueblo, etc.); pero líbrate de hablar de honor, de rectitud, de lealtad y de otras prendas que hace tiempo perdiste para no recobrarlas jamás. »No tengo necesidad de rechazar el paralelo que estableces entre la Unión liberal y nosotros, paralelo inexacto, porque nuestra conducta en el Consejo federal, cuyos actos nadie se ha atrevido ni siquiera a censurar, 37
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y la que hoy seguimos, debida exclusivamente a la deslealtad y a las intrigas rastreras de los hombres como tú, desmienten semejante acusación, digna tan sólo de un hombre que tiene la cabeza tan poco firme como la rectitud de su conciencia. «Nosotros, por nuestros hechos, estaremos siempre justificados ante los hombres que los examinen con la razón fría y libre de toda pasión; pero tú, tus satélites y tus superiores no podréis probar jamás ninguna de las acusaciones que nos habéis dirigido; por consiguiente quedaréis ante los hombres que, sin llamárselo, son honrados, como unos viles calumniadores. «Aparte de esto, tu carta se reduce a rechazar las afirmaciones hechas por nosotros con respecto a los propósitos de la Alianza, a repetir los insultos de siempre, y esta vez contra mí principalmente, a hablar de los nueve, y en f i n . . , lo de ordenanza. «No es el programa de la Alianza lo que nosotros hemos combatido, ni su conducta posterior, su organización jerárquica, de la cual nos hemos podido persuadir por ciertos datos llegados a nuestro conocimiento; son los actos de esa Alianza en Suiza, Italia e Inglaterra y otros países; todo lo cual demuestra claramente que la Alianza pretende, con la soberbia de todas las sectas, que la Internacional se le entregue o bien dividir y matar a la Internacional. «Los hechos demostrarán, tarde o temprano, la verdad de lo que hemos dicho sobre la Alianza; por de pronto ahí está la división de Suiza, de Italia y la naciente de España, que viene en apoyo de lo que nosotros hemos afirmado. ¿A qué viene, pues, decir que la Alianza y los aliados han sido muy buenos? El que lo hayan sido, ¿demuestra que lo sean aún y menos que lo sean todos? «Puesto que una casualidad ha hecho que te conteste, diré que mientes como acostumbras al decir que nosotros tenemos tiempo y recursos para defendernos de vuestros ataques: sabes demasiado que somos más explotados que tú y que una información hecha de las costumbres de unos y otros no te dejaría muy bien parado, a ti, que eres burgués por tu temperamento, por tus costumbres y por tu posición. «En cuanto a lo de que si no me inquieta el que digas los motivos, poco honrosos para mí, que tuviste para abandonar tan cobardemente al Consejo federal, durante nuestra estancia en Lisboa, yo te reto a que digas cuáles fueron esos motivos: estoy seguro de que jamás te podrás justificar de aquel acto indigno, para el cual no tuviste ni una palabra de defensa en la sesión del Consejo en que le llevaste a cabo. «Por lo demás, demuestra muy poco amor a la Internacional quien
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abandonó su puesto de honor en los momentos más críticos para la Asociación. »Para terminar, queridos compañeros, diré que a esos que nos tratan de ambiciosos y desorganizadores de la Internacional les podremos repetir las palabras de Pedro de Rusia, y refiriéndonos a la Federación española, decir: la encontramos miserable arroyo, la dejamos caudaloso río; por mi parte, no espero que ellos la conviertan en el inmenso océano adonde vayan a parar las falanges obreras, cuando suene la hora ansiada de la liquidación. «Salud y emancipación social os desea vuestro compañero. ^Francisco Mora. «Madrid, 17 de agosto de 1872.»
XXXIII DE
HIPOLITO
PAULY
A UN SEÑOR ALIANCISTA TRAIDOR, COBARDE, CALUMNIADOR, EMBUSTERO Y HOLGAZAN
INMORAL,
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Nuestro compañero de redacción Hipólito Pauly nos ha dirigido la siguiente comunicación: «Compañeros redactores de La Emancipación: «Queridos amigos: «Dispensadme que os remita en esta forma el original, рею atendien do al carácter de escrito que es, y a más no queriendo de ningún modo que cargue nadie con la responsabilidad de mis asertos, es el motivo de hacerlo así. •^Contestación a un señor diancista «Cuando un hombre está sufriendo cerca de un año toda clase de insultos y calumnias, cuando este hombre, por miramientos a nuestra querida Asociación se calla y sufre toda clase de improperios, a pesar de no tener absolutamente culpa de nada, y sin embargo se continúa haciéndolo un día y otro, y un mes y un año, y para salir triunfante con su empeño se apela hasta a la mentira, no hay remedio, o este hombre ha perdido su honra o en su defecto es un culpable. «Como yo no lo soy, y se me ha concluido la paciencia para sufrir tanta injusticia, cojo la pluma para contestar al autor del artículo titulado "A los individuos que componen el Consejo de redacción de La Federación", y que apareció en el número 156 de dicho periódico. «En uno de sus párrafos se lee: "Pocos en número, pero todos soberbios, cínicos y ambiciosos; tienen además en su ayuda los medios que como 1.
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tiempo, habilidad y recursos, pueden asegurar el triunfo de una mala causa". »Como se ve, pocas son las líneas, pero no se puede decir más ni más malo, y recomiendo dicho escrito a todos los hombres de buena fe, para que ellos mismos puedan darle el calificativo que se merece. »No quiero permitirme yo hacerlo, porque sólo al pensarlo no puedo sufrir el dolor que siento en mi pecho, al ver hasta dónde llega la mala fe de algunos hombres que no teniendo el suficiente valor de decírmelo en mi cara, se valen de la prensa. «Pues bien, a este hombre que insulta de esa manera y que no repara en calumniarme, estoy dispuesto a probarle ante un Congreso, bien sea extraordinario, porque lo piden tres federaciones, según reglamento, o bien en el que se ha de celebrar en el próximo mes de abril, cómo ha sido y es un v i l T R A I D O R a la Asociación Internacional de los Trabajadores, un C O B A R D E , un C A L U M N I A D O R , un hombre que a más de ser I N M O R A L engaña a sus compañeros, un EMBUSTERO, un H O L G A Z A N , etcétera, que no quiero decirle ahora, pero que se lo diría delante de todos los internacionales del mundo, si poder fuera, pues tengo las pruebas de cuantos calificativos dejo señalados, y ante las pruebas no hay más remedio que ceder. «Ahora bien; ¿puede ese señor burgués probarme lo más mínimo de cuanto dice en su artículo? N o , y m i l veces no, porque es todo una calumnia, y desde luego le desafío a que venga a decírmelo, pues sabe perfectamente, por más que dice que me sobra el tiempo, que puede hallarme en el taller donde trabajo desde las siete de la mañana hasta las ocho o más de la noche. «Me tiene odio porque he sido el primero que ha tenido el suficiente valor para denunciar la existencia de esa sociedad tenebrosa e inquisitorial llamada la Alianza de la Democracia Socialista, compuesta en su mayoría de burgueses, cobardes y polizontes (me refiero a los verdaderos aliados, pues los hay de tres o cuatro clases). Puede estar seguro que no lo hice antes porque, a pesar de haber pertenecido a ella, desconocía sus intenciones y su objeto. «Pueden todavía estar orgullosos los que han pertenecido, mejor dicho, los que pertenecen a ejla; vuelvan la cabeza atrás y vean que mientras nuestra Asociación se reúne en La Haya para tratar de cuantos asuntos convengan a los obreros, los aliancistas, en vez de asistir allí, huyen cobardemente de toda discusión, y se van con la música a otra parte; hacen bien, pues pueden estar seguros que serían derrotados por los valientes obreros internacionales que asistirán a dicho congreso, los cuales están ya cansados de oír teorías irrealizables y tanto cúmulo de palabras rebuscadas en los diccionarios para hacer efecto, destacando a primera vista entre ellas
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la de "libertad, anarquía, ateísmo, colectivismo, comunismo", autoritario y sin autorizar y, por apéndice a esto, el "pan de Germania" (cosa que yo no entiendo). Según la Alianza, en cuanto comprendamos todo esto, que vale mucho, podemos esperar en la bondad de estas palabras y estar descansados, pues entonces vendrán los pavos dentro de las cacerolas diciéndonos comedme. »Por lo demás, respecto a la acusación que también se me ha hecho de que he sido un traidor, me atrevo a decir muy alto y con la frente levantada a todo aquel que lo diga, que es un L A D R O N de mi honra y que estoy dispuesto a cuanto quieto quiera (sic) y como le dé la gana antes que consentir pasar por traidor. «¡Llamarme traidor a mí de la única cosa que quiero en el mundo, que es la completa y radical emancipación del ser humano! ¡Traidor a mí, que desde el momento que he conocido la Asociación Internacional de los Trabajadores no he dejado de trabajar ni un minuto por su triunfo! ¡Traidor a mí, que cuando sé me entregó la Asociación tenía once federaciones desorganizadas, y en seis meses, con ayuda de mis compañeros, presentamos cincuenta y tantas federaciones organizadas y cerca de doscientos núcleos organizadores, como consta en la Memoria presentada al Congreso de Zaragoza! ¡Traidor a mí, cuando he tenido todos los documentos de la antigua Federación madrileña guardados en mi casa durante el mando de Sagasta, y cuando era raro que apareciese un autónomo por el local de la Asociación! Mi única traición consiste en no haber querido ser instrumento ciego de la Alianza, a la cual he declarado guerra a muerte. »Ya lo sabe dicho señor, por la Internacional soy capaz de dar mi sangre. Si quiere defender su Alianza de otro modo diferente como lo ha hecho hasta aquí, y quiere habérselas conmigo, que soy enemigo de dicha sociedad, no tengo ningún inconveniente, y esto mismo digo a los ALTOS aliancistas. »He terminado mi contestación. «Recibid un abrazo de vuestro compañero, que lo será hasta la muerte, lo mismo que de todos los internacionales de todo el mundo. ^Hipólito Pauly. «Madrid, 18 de agosto de 1872». 1
1. Se refiere a T o m á s G o n z á l e z Morago, editor de El Condenado, y uno de los hombres m á s nefastos del movimiento obrero de la época.
XXXIV E L CASO D E A N S E L M O L O R E N Z O
ARDID DE ÚLTIMA H O R A
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El Consejo federal, para probarnos que Anselmo Lorenzo no está conforme con nuestra conducta, publica dos cartas suyas, fechadas en Valencia el 21 de junio. No calificamos estos documentos, por ahora, porque, no obstante el extraño comportamiento de aquel ciudadano en esta ocasión, dudamos de su autenticidad. Las razones helas aquí.: 1. " Que habiendo estado Lorenzo en continua correspondencia con nosotros, y teniendo su última carta la fecha de 7 de junio, no nos dijo jamás que no estaba conforme con nuestra conducta. 2. Que una de las cartas, que parece dirigida a nosotros, no la hemos recibido, y esto es tanto más extraño cuanto que todas las que nos dirigió las recibimos. 3. Que de ser auténticas dichas cartas las hubieran publicado antes, atendiendo principalmente al carácter de ellas, como publicaron en La Razón las de Montoro y Tomás. Tenemos, pues, derecho a dudar en vista de la infame conducta que se sigue con nosotros, y persistiremos en nuestra duda hasta tanto que el interesado nos escriba directamente, negando o afirmando que sean suyas las cartas en cuestión. 2
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Con motivo del suelto que publicamos en nuestro pasado número dudando de la autenticidad de dos cartas que, firmadas por Anselmo Lorenzo, publicaron los periódicos La Federación, La Razón y El Condenado, aquel compañero nos ha remitido la siguiente: 3
1. La Emancipación, 17-VIII-1872. 2. Por debilidad, Anselmo Lorenzo no siguió a la Nueva Federación madrileña. (N. del A.) 3. La Emancipación, 24-VIII-1872. 581
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AMARO DEL ROSAL
«Compañeros redactores de La Emancipación: »He leído en el último número de vuestro periódico un suelto titulado "Ardid de última hora", en el que, refiriéndoos a dos cartas firmadas por mí, dudáis de su autenticidad y calificáis de extraño mi comportamiento en esta ocasión. »En vista de esto, es deber mío declarar que las cartas son auténticas y que, aunque con mucha repugnancia, puse en ellas mi firma por poderosísimas razones que he de reservarme. »Mi comportamiento sólo os parecerá extraño porque desconocéis la línea de conducta que he adoptado, en conformidad con las circunstancias y con el modo que, a mi entender, puede ser más útil a la gran causa que defendemos. «Declaro, además, que es perfectamente exacto lo que decís respecto de nuestra correspondencia y que nadie tiene derecho para suponer que vosotros seáis la causa de mi salida del Consejo federal. »Ya que los artículos sobre la "Organización del trabajo" han vuelto a ser objeto de nuevas censuras y pretexto de calificaciones infundadas, reitero la afirmación contenida en la carta que os dirigí cuando me separé de esa redacción, hasta tanto que una discusión razonada y libre de toda pasión me demuestre los errores que contienen. «Salud y emancipación social. •»Anselmo Lorenzo. »19 de agosto de 1872».
XXXV DE
FRANCISCO
MORA
LOS ALIANCISTAS TRATAN DE SOBORNAR A MORA Y DE GANARLO PARA SU CAUSA
Compañeros del Consejo de Redacción de La Emancipación: Os pido por favor que publiquéis la siguiente carta, copia de otra que con la misma fecha dirijo al ciudadano director de La Federación, y que dice así: «Ciudadano director del periódico La Federación: »A1 final de la primera plana del número 170 del periódico que dirigís, he leído un suelto en el cual, con motivo de ocuparse del periódico La Emancipación, se relatan hechos ocurridos entre un redactor de La Federación y el que suscribe, y como en la forma y en el fondo esa relación dista mucho de la verdad, me veo en la precisión de desmentirla, esperando, como cumple a los defensores de la Verdad, entre cuyo número decís os halláis, que insertaréis esta rectificación ya que habéis publicado el suelto que la motiva. »He aquí los hechos: «Hace como quince días se presentó en el taller en que yo trabajaba un "señorito" llamado José García Viñas, a preguntarme si hacía mío un suelto publicado por La Emancipación (del cual no tenía yo conocimiento). La forma en que hizo su petición dicho "señorito" y la circunstancia de encontrarme ocupado en mi trabajo, me obligó a mandarle a paseo, pero le di una cita para aquella misma noche, y continué en mi trabajo, con el cual gano el pan de cada día. »Por causas independientes de nuestra voluntad no pudimos vernos a la hora convenida, pero a la mañana siguiente fui a buscarle a su casa y nos fuimos a un sitio donde tratamos la cuestión con entera libertad. 1.
La Emancipación,
30-XI-1872. 583
1
584
AMARO DEL ROSAL
»AIIÍ supe con extrañeza que el "señorito" García Viñas se convertía en Quijote de los miembros del Consejo regional, pidiéndome, no "exigiéndome", ciudadano director, que desmintiese lo dicho por La Emancipación respecto a mi entrevista con los individuos de dicho Consejo. «Ante tan ridicula petición no pude por menos que echarme a reír, contestándole que todos los hechos referidos por La Emancipación eran ciertos, como podrían atestiguarlo muchos internacionales de Valencia, excepto lo de que la reunión tuvo lugar en una casa, y que a ella acudiese todo el Consejo regional, puesto que ésta se verificó fuera de Valencia, a la izquierda del camino del Grao, y a ella asistieron seis o siete de los ocho individuos de que se componía el consejo, aunque mi entrevista debía ser con uno solo, como así se verificó retirándose a un lado los restantes. Le dije al "señorito" que si los individuos aludidos querían rectificar me creería en el deber de hacer la declaración que procede, ni más ni menos. Ante esta determinación, el "señorito" hizo mutis, y pasamos a la segunda parte. «Tenía ésta por objeto saber si yo había tenido participación en la confección de un suelto publicado en el número 72 del periódico La Emancipación, a lo cual le contesté que no. Me preguntó si yo hacía mío dicho suelto, y le contesté lo que cualquier hombre que tenga un poco de sentido común le hubiera dicho, esto es, que no siendo redactor de La Emancipación y además no teniendo las pruebas de algunas de las imputaciones que en el suelto se hacían, no debía hacerlo mío, porque yo no era editor responsable de nadie, ni acostumbraba a serlo sino de mis propias obras; pero yo no dije, y eso es una mentira del "señorito", "que yo no estaba conforme con otras muchas cosas de tal periódico"; no concedo a nadie el derecho de saber si estoy o no conforme con la marcha de La Emancipación desde que yo dejé de pertenecer a su redacción. Yo comprendo perfectamente el objeto que tienen esas palabras; el mismo García Viñas me lo dijo en esta entrevista: "Sepárate de la Nueva Federación madrileña, y todas las disensiones habrán terminado entre nosotros"; pero como yo rechaché semejante proposición, que se me ha hecho ya bajo veinte formas distintas, he aquí que La Federación me da ya por separado, diciendo que yo no estoy conforme con muchas cosas de La Emancipación. Mientras la Nueva Federación madrileña defienda las ideas y los Estatutos de la Internacional me tendrá a su lado, hasta que se haga justicia de la infamia cometida con sus individuos, aunque traten de separarme de ella por esa serie de medios harto indignos, que empiezan con la hipócrita proposición de cierto ser conejil para hacerme ir de delegado al Congreso de La Haya y terminar con el escándalo dado por algunos aliancistas en el último Congreso de la Unión manufacturera y en el que tan malparados quedaron.
LA VIOLENCIA, ENFERMEDAD DEL ANARQUISMO:
SIGLO X I X
585
»En cuanto a lo de que nosotros "metemos mucho ruido cuando hay tierra de por medio" con que termina el suelto que motiva esta carta, supongo que lo habrá escrito el "señorito" y como el "señorito" es de Málaga..., vamos es... andaluz. «Esperando la publicación de estas líneas, os desea «Salud y emancipación social. ^Francisco Mora. «Gracia, 19 de noviembre de 1872».
XXXVI OTRA CARTA DE LAFARGUE
L A H U E R A P A L A B R E R Í A D E L O S ANARCOALIANCISTAS SUS
VERDADEROS
PRINCIPIOS
BURGUESES
ENCUBRE 1
«Mis queridos amigos: Acabo de leer la "Cuestión de la Alianza". ¡Qué magnífica colección de necedades, calumnias, mentiras e inmundicias! Sólo la gente de sotana es capaz de decir tanto en tan poco espacio. Permitidme que conteste empezando por la cuestión personal. »Mi padre, muerto años ha, no tuvo nunca ingenios; ganó su caudal en el comercio de maderas. Ahora que he manifestado el origen de lo que poseo, ¿podrán decirnos los aliancistas de dónde sacan los medios de existencia algunos de sus jefes? ¿De qué dinero viven Alerini, amigo de Landeck, que fue expulsado de la sociedad de emigrados por polizonte; Morago, que pasa los días y las noches en el café y en las casas de juego, adonde suele ir a jugar el dinero que le confían; Viñas, el estudiante que no estudia, y Soriano, el profesor de ciencias que ignora? Si yo no temiese los rayos del Vaticano aliancista, preguntaría de dónde sale el dinero con que Bakunin engorda y bebe tantas botellas de coñac. La policía compra a tantos hombres que es importantísimo siempre el conocer los recursos pecuniarios de todo hombre político que vive sin trabajar. »Ya sabéis que cuando yo estuve en Madrid, Morago se ofendió en extremo por la poca importancia que di a su persona. Suponiéndome rico, creyó probablemente que yo debía comprarle; mas, por desgracia para él, yo no doy valor alguno a los hombres que se venden. De otro modo, con algunas docenas de duros habría hecho de él mi más adicto servidor. Vosotros, amigos míos, que fuistes acusados de estar vendidos, perdonad a un hombre a quien no han creído digno de ser comprado; aconsejadle que no se desespere, que ya llegará el día en que la burguesía lo comprará como en Francia compró a Richard y Blane, los favoritos de Bakunin y jefes de la Alianza. Los internacionales no quieren hombres vendidos. »En la pastoral aliancista se asegura que yo dije en La Haya que mi correspondencia a La Liberté y mi "Carta a los internacionales españoles" 1.
La Emancipación, 11-1-1873586
LA VIOLENCIA, ENFERMEDAD DEL ANARQUISMO:
SIGLO XIX
587
no eran más que un arma. Reto a los autores anónimos del documento en cuestión a que citen un testigo que oyera semejantes palabras. En cambio yo afirmo que delante de Wilmot, delegado de Burdeos, Alerini declaró que el artículo de La Emancipación por el cual se nos había expulsado, no era más que un pretexto. Esta afirmación es tan cierta, que Morago se opuso a la lectura de dicho artículo en pleno Congreso, porque estaba convencido de que los individuos de la Comuna allí presentes aprobarían el artículo, en que como primera medida revolucionaria se pide que el pueblo haga restituir a los jefes de la burguesía lo que le han robado. »Por lo demás, ¿qué es lo que yo decía en la correspondencia & La Liberté y en la "Carta a los internacionales españoles"? Que en el seno de la Internacional existía una sociedad secreta llamada la Alianza, y que esta sociedad pretendía crear una aristocracia dentro de la Internacional y apoderarse de su dirección para evitar convertirla a los fines de la burguesía. »Pues bien, en los documentos que publicará la Comisión nombrada en el Congreso de La Haya para informar sobre la Alianza, se encuentran los Estatutos originales de esta sociedad, escritos de puño y letra del mismo papa Bakunin, y que son enteramente, distintos de los que la pastoral da al público para mixtificar a los tontos. Según esos Estatutos, existen tres categorías de socios, dirigidos unos por otros: los inferiores no deben siquiera sospechar de los superiores. No podrán negar que esto es una aristocracia. »En el Congreso de Basilea, el papa Kakunin y sus cardenales Guillaume, Richard, Robín, etc., trataron, por sorpresa, de transportar el Consejo general a Ginebra. Burlados en su esperanza, quisieron, por lo menos, apoderarse del Consejo federal romando, y no habiendo podido conseguirlo tampoco, crearon entonces otro Consejo federal, cuyo primer acto fue apoderarse del nombre de Consejo federal romando. No habiendo sido reconocido este nuevo consejo por el Consejo general, se comenzó a atacarle. Se le trató de reaccionario, se calumnió a los hombres que formaban parte de él, se les acusó de querer abrogarse la dirección de la Internacional. En el Congreso de La Haya, esos mismos individuos a quienes se trataba de ambiciosos, propusieron que se transportase a Nueva York el Consejo general, dando así una prueba manifiesta del deseo que tenían de conservar el poder. Los aliancistas debieran haberse dado por satisfechos, si no llevasen otra mira que el bien de la clase obrera. Pero helos ahí que se reúnen en Saint-Imier, crean una nueva Internacional (Pacto de amistad), decretan en nombre de la autonomía la destitución del Consejo general secreto, ordena congresos nacionales, envía circulares privadas, y percibe cuotas. ¿Quiénes son, pues, los ambiciosos, quiénes los que intentan apoderarse de la dirección de la Internacional y engendran de este modo la división?
588
AMARO DEL ROSAL
«La Alianza quiere la igualación de las clases, lo que para ella es lo mismo que la destrucción de las clases. Los redactores anónimos de la pastoral son muy sandios, y creen muy sandios a los internacionales españoles, para contarles semejantes cuentos. ¿Con que destruir es lo mismo que igualar? Igualar dos piedras es lo mismo que destruirlas; destruir los ejércitos permanentes es lo mismo que igualarlos. Si se igualan las clases, la burguesía, que goza de todas las riquezas, y el proletariado, que goza de todas las miserias, vivirán una al lado del otro; pero el proletariado y la burguesía serán puestos sobre el pie de igualdad, la una para vender su oro y el otro para vender su trabajo. Cuando los revolucionarios de 1789 proclamaron la igualdad de los hombres no querían destruir las clases, sino simplemente poner a los burgueses y a los obreros sobre el mismo pie de igualdad. »Todos los verdaderos internacionales han reconocido que la cuestión revolucionaria es una cuestión de fuerza, y que para tener la fuerza era preciso organizar sólidamente el ejército obrero. Así es que, cuando los revolucionarios de París tuvieron las armas en la mano, organizaron un gobierno popular, que debía seguir en el poder hasta que la burguesía estuviese destruida por completo. La Alianza que quiere, por el contrario, la conservación de la burguesía igualada, no quiere que la clase obrera se organice fuertemente, ni que tenga un poder en sus manos. ¡Y he ahí lo que ellos llaman radicalismo! En efecto, es el radicalismo a la usanza de Zorrilla, Gambetta y otros del mismo jaez, y no el revolucionarismo a la manera de los parisienses que organizaron el Estado popular, y de los obreros alemanes que lo organizarán pese a Bismarck y a sus tropas. »Para sofocar ese espíritu revolucionario, que está llamado a destruir a la burguesía y no a igualarla, la Alianza ha fabricado una religión. »La base de la religión aliancista es el ateísmo. Los cristianos dicen: "Fuera de la Iglesia no hay salvación". "Fuera del ateísmo no hay salvación", dicen los aliancistas. Es mucho más satisfactorio para la burguesía el ver al pueblo ocupado en discusiones metafísicas sobre la existencia o la no existencia de Dios, que el ver que se ocupa en cuestiones económicas. La secta burguesa de los positivistas niega a Dios, pero adora al capital. »Las virtudes teologales de la Alianza son principios burgueses. «Para explotar mejor al obrero, es preciso que éste no pertenezca a ninguna asociación que le prescriba sus derechos y sus deberes; es preciso que sea libre, que sea anárquico. «Como es muy difícil impedir a los obreros el asociarse en una misma localidad, no es preciso que los diferentes grupos se entiendan entre sí para organizar una dirección común; es menester que cada grupo sea autónomo; es menester que los obreros de Gracia, por ejemplo, sigan traba-
LA VIOLENCIA, ENFERMEDAD DEL ANARQUISMO:
SIGLO X I X
589
jando, mientras los de Manresa o los de Olot están en huelga. Dividir para reinar era el principio de los Borgia. Autonomizar las secciones internacionales para vencerlas es el principio de la Alianza. »Como no es costumbre hacer una religión para salvar a todo el mundo, la Alianza declara condenados a los judíos y a los comunistas de todas las razas. El comunismo es la destrucción de todas las clases, de todos los Estados autoritarios, de todas las religiones, aliancista lo mismo que cristiana; es la abolición de la familia, la emancipación de la mujer, del niño y del hombre, es la propiedad común a todos: el comunismo es, pues, la abominación de las abominaciones. El colectivismo es la propiedad colectiva, o sea la propiedad que pertenece colectivamente a muchos asociados, como lo son los ferrocarriles; el colectivismo es la perpetuación de la burguesía, con sus soldados, sus curas, sus farsantes políticos y sus aliancistas. «¿Quién sirve aquí los intereses de la burguesía, quién mixtifica a la clase obrera con una metafísica teologal e idiota? »Toda religién necesita un diablo, el diablo de la Alianza es Carlos Marx, él es el que quiere que todos los obreros estén organizados en un poderoso ejército, donde cada uno sepa cuál es su puesto para el día del combate; él es el que no quiere la repetición de lúgubres escenas como la del degüello de los comunistas parisienses, mientras que los proletarios de las demás naciones permanecen impasibles. «Afortunadamente, los tiempos de religiones han pasado. En tanto que el Pacto de Saint-Imier era reconocido solamente por el Congreso belga y el de Córdoba, donde la clase obrera ha sido groseramente mixtificada, las resoluciones de La Haya y el Consejo general elegido en aquel congreso recibían la sanción de todas las secciones obreras de Suiza, Francia, Alemania, Dinamarca, Holanda, Hungría, Austria, Rusia, Polonia, Inglaterra, Estados Unidos, América del Sur y Australia. «El Congreso de La Haya ha matado la Alianza y dado nueva fuerza a la Internacional desembarazándola de todos los charlatanes burgueses. «Merced a vosotros, queridos compañeros, la lucha contra la Alianza se ha mantenido y se mantiene en España; tarde o temprano, los elementos revolucionarios que los aliancistas han conseguido arrastrar volverán a vosotros, y entonces os darán las gracias por haber sostenido con mano firme la bandera de la Internacional, donde todos son iguales, donde no hay misterios, ni jefes secretos, ni hombres vendidos, ni charlatanes. »¡ Viva la Internacional y abajo la Alianza con el Pacto de Saint-Imier! «Londres. »P. Lafargue.»
XXXVII
D E JOSE M E S A
LOS ALIANCISTAS, DIFAMADORES Y ESPÍAS
1
«Compañeros de redacción: «Permitidme, queridos compañeros, que deshaga, en pocas líneas, las falsedades relativas a mi persona que contiene un pliego anónimo titulado La Cuestión de la AUanza, que por una casualidad ha llegado a mis manos; pues entre otras mañas de nuestros rastreros enemigos hay que contar la de que no envían nunca al ofendido el escrito o documento en que le atacan y ofenden. »Por lo que se ve, yo soy ahora el blanco predilecto de los tiros de la Alianza. Semejante predilección me honra, pues viene a probarme que de algo sirvo a la Internacional. »No me ocuperé de las injurias que en algunas partes del mencionado escrito se me dirigen, porque no hallándose autorizadas por ninguna firma, he de hacer de ellas el conocido uso que se hace de todo anónimo. Pero me conviene y debo restablecer la verdad de ciertos hechos intencionadamente falseados por el anónimo en cuestión. «Muestran sus autores especial empeño en hacerme aparecer como periodista, y no como tipógrafo, que es mi oficio, con el cual me he ganado la vida desde la edad de 18 años, habiendo gastado en las imprentas de periódicos de noche tanta vida y tanta salud como gastan mis detractores en cafés y casas de juego. «Dicen que lo mismo escribo "una aristocrática revista" para el semanario La Moda Elegante, que artículos para La Ilustración Española y para La Discusión, con tal que me retribuyan, como diatribas soeces en La Emancipación. Todo esto es falso. En primer lugar, yo no he sido nunca redactor de La Discusión. Al volver a España, después de la revolución de setiembre, entré en la redacción de aquel periódico como colaborador, 1.
La Emancipación,
18-1-1873. 590
LA VIOLENCIA, ENFERMEDAD DEL ANARQUISMO:
SIGLO X I X
591
para sostener las ideas socialistas y ateas que he profesado toda mi vida, y permanecí en él sólo dos meses. Tampoco escribo para La Ilustración Española y Americana: la biografía de Marx no es mía, sino de La llustration française; yo no hice más que traducirla, y lo único que añadí de mi cosecha fue algunas consideraciones sobre la organización de la Internacional, para demostrar que Carlos Marx no era ni podía ser su jefe, sino simplemente uno de tantos individuos que componían el Consejo general de la Asociación. Si al propietario del periódico le pareció bien poner al pie del retrato "jefe de la Internacional", mía no es la culpa; yo cumplí con advertírselo, haciéndole notar la contradicción que había entre el epígrafe del retrato y el texto de la biografía y con poner un suelto aclaratorio en La Emancipación, Y en cuanto a que yo sea redactor de La Moda es igualmente falso: mi ocupación en este periódico es puramente material y tipográfica; se reduce a ajustar los grabados y patrones, traducir el texto alemán y francés y corregir las pruebas. Dicen que gano por este trabajo 50 duros mensuales ; no son 50 sino 60, o sean 40 reales diarios de jornal. ¿Amarga esto a los hombres de la Alianza? Lo siento mucho; pero ¿qué le hemos de hacer? «Respecto a que me "retribuyen" lo que escribo en La Emancipación, todo el mundo sabe que es una solemne mentira, y uno de los agentes, instrumento o no sé qué de la Alianza, que más adelante nombraré, y que se atrevió en una asamblea a indicar esa especie calumniosa, tuvo que desdecirse inmediatamente: no pueden decir otro tanto el puritano señor Farga Pellicer, el intrépido Alerini y otros que escriben o han escrito a sueldo para La Federación, de Barcelona. »Es periodista asalariado el que pone sus ideas u opiniones políticas o literarias al servicio de una empresa o de un particular. ¿Qué ideas, qué opiniones, qué trabajo intelectual pongo yo al servicio del propietario de La Moda Elegante! Ejerzo mi oficio de tipógrafo. En concepto de tipógrafo entré en la Internacional; y tanto es así, que Pauly, Castro, Barreiro y otros me reconvinieron por no haber entrado en la Sección de tipógrafos. 51 ingresé en la Varia fue porque siendo ésta una sección casi exclusivamente de propaganda, se me hizo observar que en ella podría prestar algunos servicios. «Por lo que hace al artículo "La Expulsión", remitido a los autores anónimos del precitado papel por Felipe Martín, es un tejido de mentiras de la primera línea hasta la última. El tal Felipe Martín, esa especie de pólipo que le ha salido a la antigua Federación madrileña, hombre cuyo proceder es siempre tan tortuoso como su cara, encarnación de la envidia y de la maledicencia, no merece otra contestación, algo que le recuerde el día que en una asamblea general de la Federación de Madrid le obligué a re38
592
AMARO DEL ROSAL
tractarse ignominiosamente de sus faltas o infames suposiciones. Ahora como entonces miente al decir que he publicado un folleto "encareciendo el individualismo dentro de la república... y la protección del clero por el Estado". El folleto a que se refiere, titulado "El Sufragio universal", publicado hace dos años, cuando yo no había abrazado aún la causa de la Internacional, contiene una serie de soluciones, las más radicales que pueden caber dentro del programa republicano. Por lo demás, la mayoría de los antiguos republicanos de España me conocen por mis ideas socialistas, así como a Felipe Martín deben conocerle algunos por haberle ayudado a conseguir el empleo que disfruta hoy en el Contraste, debido probablemente a antiguos servicios electorales. »Me haré cargo, para terminar, de la siguiente aseveración: "debería también contar con los billetes del Banco de Francia que desde que se fue dicho señor (se refiere a Lafargue) suele ir a cambiar a la calle de Carretas el señor Mesa". Ya presumíamos que la Alianza tenía organizado un sistema de espionaje; pero no hubiéramos creído nunca que sus agentes fuesen tan poco diestros. Con algo más de diligencia habrían podido averiguar que no es sólo a la calle de Carretas, sino a la calle del Carmen y Carrera de San Jerónimo donde acudo con regularidad tres o cuatro veces al mes; pero no a cambiar billetes por dinero, sino "dinero por billetes". Esto pueden averiguarlo muy fácilmente los autores del papel a que contesto. No tienen más que aguardarme a la puerta de cualquiera de esas casas de cambio los días que ellos deben saber, y allí se enterarán del objeto a que destino los billetes franceses que voy a comprar, no a cambiar. Si entre ellos hay quien conserve un resto de decencia y de probidad, espero que lo harán así. En caso contrario, tendré que declarar que son unos miserables espías, que ni siquiera saben su oficio. «Disimulad, compañeros, que me haya detenido tanto en una cuestión puramente personal, y por consecuencia enojosa. «Os desea salud y paciencia para aguantar a los aliancistas, vuestro compañero. »J Mesa.»
SECCIÓN SÉPTIMA
ALGUNOS DATOS SOBRE EL MOVIMIENTO OBRERO ESPAÑOL
XXXVIII CONGRESOS Y CONFERENCIAS OBRERAS NACIONALES Y C O M A R C A L E S (SIGLO X I X )
1
I.
Congreso Obrero. Barcelona
II.
Congreso Obrero. Barcelona . . .
... ...
2
1865
...
III.
Congreso Obrero. Barcelona
IV.
Conferencia Nacional. Valencia ..... . . .
V.
Congreso de C ó r d o b a
VIL
Congreso de T o l e d o
IX. X. XI. XII.
, ... ...
Congreso de Zaragoza . . .
VI. VIII.
...
...
1870 1871
, ...
1872 1873
3
.
Congreso de Madrid . . .
;
...
...
1873
....
1881
. . . ...... , . , . . .
Congreso de Barcelona .... . . . Congreso Obrero. Barcelona Congreso Obrero. Sevilla Congreso Obrero. Valencia
...
1874 1882
c
. . . .....
...
Congreso Obrero. Barcelona . . .
XIV.
Congreso Obrero. Madrid . . . . . . Congreso Obrero. Barcelona
...
4
XIII. XV.
1868
1882 . . . ....
...
1883
...
1884
... ...
1885
, . . . . . , ....
1885
.... . . .
CONFERENCIAS COMARCALES :
1875 1876 1877 1878 1879 1880 1881
1, 3 y 4. Congresos en los que, por su amplia composición, no tuvieron predominio las tendencias anarquistas. 2. Fue el Primer Congreso celebrado bajo el signo de la Internacional. Se considera como II al de Zaragoza y III al de Córdoba. Esa clasificación es convencional, pues todos los otros, salvo los tres señalados con llamadas, se celebraron bajo el control y la total hegemonía de los grupos aliancistas y la orientación del bakuninismo y con sus concepciones anarquistas. 593
XXXIV D A T O S R E L A T I V O S A L A U.G.T. D E E S P A Ñ A (SIGLO X I X )
Sus Congresos I. II.
Barcelona
III.
Málaga
IV.
Madrid
V. VI.
,
«
•••
Villanueva y G e l t r ú
1888 1890
...
1892 ••• •••
Valencia . . .
.,
1894 1896
Madrid . . . . . . , .
..
...
1899
-
1888 1890
Sus presidentes Antonio G a r c í a Quejido Antonio G a r c í a Quejido J o s é Comaposada . . . . . . . . . Juan Villarrubias . . . „ ... Luis Zurdo Olivares . . .
1892 1894
...
1896
Pablo Iglesias Posse
, ••-
1899
•••
1888
Sus secretarios Francisco Parera
...
R a m ó n C i u r ó ... Carlos Duval . . . . . . , ... Sebastián Llesuy Antonio G a r c í a Quejido . . . Antonio G a r c í a Quejido . . .
...
Antonio G a r c í a Quejido
. . . ....
...
Antonio G a r c í a Quejido . . . m
...
...
1888
••• ...
1890 1892 1892
....
1894
....
1896 1899
LA VIOLENCIA, ENFERMEDAD DEL ANARQUISMO:
Congresos
Internacionales
Congreso Corporativo d e Londres
en
los
que
SIGLO X I X
participó
... ... .., ... ... ... ...
I Congreso de la Nueva Internacional Socialista. París . . . , II Congreso de la Internacional Socialista. Bruselas ...... . . . III Congreso Obrero Internacional Socialista. Zurich IV Congreso de la Internacional Socialista. Londres . . . . . . . V Congreso de la Internacional Socialista. París . . .
1.
595
..., ...
1888
1
1889
2
1893 * 1896
La U . G . T . fue invitada. Por falta de medios no pudo enviar delegado.
3. Asistió Pablo Iglesias que, indirectamente, representaba a la U.G.T. 4. Asiste, por primera vez, Antonio G a r c í a Quejido por la U.G.T., y Pablo Iglesias por el P.S.O. Asiste, por la U.G.T., Antonio García Quejido. Asiste Antonio García Quejido.
5
6
1900
2. Asistieron Pablo Iglesias y Francisco Diego como delegados del P.S.O., pero indirectamente representaban a la U . G . T .
5. 6.
3
1891
1
BIBLIOGRAFIA
Aparte de las fuentes que se citan a continuación, tenemos interés en precisar que lo han sido igualmente —y de información b á s i c a — las publicaciones y materiales siguientes, muchos de ellos de valor documentarlo inapreciable : colección del semanario La Emancipación; colección completa de El Socialista; Actas de la Unión General de Trabajadores de España, desde su fundación; Boletines de la U.G.T. de España, así como los archivos de esta misma central nacional y los de carácter personal del autor. A B A D DE S A N T I L L A N , Diego. — Contribución a la Historia del movimiento obrero e s p a ñ o l . — P u e b l a ( M é x i c o ) . Ed. Cajica. A.I.T. — Manifiesto inaugural. — Bruselas. Alliance Typographique, 1886. Alliance de la Démocratie Socialiste Internationale. — Documentos. Museo Social, París (N. E. 3202). Alliance
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INDICE DE NOMBRES
А Abad, Rafael:
231
Abad de Santillán, Diego: 306, 313, 317, 318 Abreu, J o a q u í n : 24, 88 Abreu, Р . : 52 Acevedo, Isidoro: Acevedo:
Acollas,
201, 222,
44
146, 252
Emile:
Alianza Internacional Obrera: 285, 291, 301, 378
109
A c u ñ a , Rosario de: Adler, Victor: 345 Aguilera: 390
437, 440, 441, 444, 446, 451, 458460, 462, 463, 465, 466, 490, 499 n., 501, 502, 504-513, 514 n., 515, 517521, 525-527, 529-537, 540, 541, 544-546,' 548-553, 558, 559, 564566, 568-576, 579, 580, 586-592.
43, 44
Alba, duque de: 384 Albagés: 504, 505 A l b a j é s , Francisco: 436 Albajés, Gabriel: 236, 436, 571-573 Albarracín, Severino: 197, 221, 224, 230, 231, 237, 238, 266, 267, 288, 307, 436, 481, 552, 569 Albors: 550, 551 A l c a l á Zamora, Niceto: 26, 227 Alcántara, Manuel: 153, 154 Alcázar, Juan: 129, 145 n. Alerini, Carlos: 29, 155, 201, 204, 207, 209, 210, 213, 214, 243, 245, 436, 447, 537, 549, 586, 587, 591 Alfonso X I : 152 Alfonso X I I : 26, 259, 384 Alfonso XIII: 26, 227 Alianza de los Socialistas Revolucionarios: 213 Alianza Internacional de la Democracia Socialista: 14, 15, 86, 115-118, 120129, 132, 134, 135, 137, 138, 143, 144, 146, 147, 150, 151, 153, 155, 157, 158, 161, 166, 168, 170, 171, 173, 175-179 182-184, 186, 190192, 197, 198, 201-203, 207, 209, 216, 218, 224, 233, 242, 247, 257, 285, 300, 301, 320, 332, 377, 428-
Almenas, conde de las: Alonso, Faustino:
24
Alsina, J e r ó n i m o :
74
Alsina, Juan:
389
74, 82
Alsina, Pablo, 98, 131 n., 134 Alvarez, M e l q u í a d e s : Allemane, Jean:
Amadeo I de Saboya: 478, 543, 546 Ambau, M á x i m o :
26, 389
378 193, 227, 229,
129, 145 n.
American Federation of Labor: Amigó,
Constantino:
335,
409
336
Angiolillo: 388 Antero de Quental, vizconde: 163, 164 Arcos, J o s é : 226, 460, 487 Arguelles, A g u s t í n : 16 n. Arnau: 358 Arrons, B a r t o l o m é : 74 Arrufar, R a m ó n : 284 Asensi, Vicente: 197, 221 Asociación de Tejedores: 64 Asociación del Arte de Imprimir: 177, 252, 261, 279, 291 Asociación General de los Obreros Alemanes: 253, 407, 550 Asociación Internacional de los Trabajadores (A. I. T . ) : 92, 93, 96 n., 103-107, 109, 112, 115-118, 120, 121, 123, 127, 129, 133, 138-140, 143-145, 149, 151, 153, 157, 161, 164, 165, 170, 172-174, 181, 210.
602 221, 250, 298, 441, 459, 476, 522, 553, 580,
AMARO D E L R O S A L 224, 260, 355, 443, 460, 479, 527, 559, 591
229, 230, 241-244, 263, 264, 266, 272, 428, 431, 435, 437, 447-449, 451, 454, 464, 468, 469, 471, 480, 487, 493, 507, 533, 538, 539, 541, 565-567, 570, 575,
249, 276, 440, 455, 472, 516, 542, 577-
Asociación Mutua de los Obretos de la
Industria Algodonera: 36 Asociación Mutual de Tejedores: 64, 69 Asociación Nacional de-"ios Trabajadores de E s p a ñ a : '295, 296, 297, 323, 324, 328.--" Aviolat: 107 Axelrod, Pavel: 345 Azaña, Manuel: 26, 227 Azcárate, Gumersindo: 23, 305 n., 389
B Babeuf, François N. : 412 Bâchons, Manuel : 235 B a d í a , Simón : 82 Bakunin, Miguel: 14, 15, 28, 29, 30 n., 86, 93, 100, 106, 107, 109, 110, 113121, 123-128, 130, 132-134, 136144, 146-148, 151, 155, 156, 158, 166, 173, 175-177, 179, 181, 182, 184, 186, 187, 192 n., 193, 198, 199, 202, 203, 206, 207 n., 208, 209, 212-216, 218, 220, 223, 230, 240, 243, 244, 247, 257, 258, 265, 267, 269, 277, 287-289, 298, 300, 301, 306, 321, 376, 403, 409, 413, 455, 506, 512, 514, 517, 519, 529531, 533, 541, 542, 544, 555, 558, 586, 587 Balaciart, Daniel : 23 Balaguer, F . :
381
Balasch, Jaime: 235, 436 Barange, Roque: 375 Barba, Pablo: 74 B a r b é s , Armando : 49 Barceló, J o s é : 66, 70-73 Barreiro : 591 Barrio, Vicente: 397, 398 Basavilbaso, Diego : 129 Basly: 345 Bastelica, A n d r é s : 29, 144, 148, 150, 169, 173 Batifoll: 228 Batlleri, J o s é : 375 Bebel, Augusto: 253, 344, 345, 365, 382, 414
Becker, John: 137, 207, 211, 240 Beesly, Edward: 92 Beppo: 125 Bernaldo de Quirós, Constancio: 87 n., 90 Bernstein, Eduardo: 253, 345, 401, 414 Bertrán, Juan: 74 Bertrand, F. J . : 449, 456, 469, 472, 477 Bertrand, L . : 276 Beslay: 495 Beveren, E. V a n : 276 Bismarck,
O.-L.:
Blanc, Luis:
494,
588
52, 506
«Blanco de B e n a c a z » : Fernando Blanco, R a m ó n : 198 Blane: 586
Ver
Olivera,
Blanqui, Augusto: 32, 47 n., 52 Blasco Ibáñez, Vicente: 389 Bohorques, Pedro: Boixader. Juan:
24
331, 333
Bolte, F . : 111, 144, 449, 456, 469, 472, 477 Bonanda, A g u s t í n : 74 Bonanca, cura: 530 Bonaplata, J o s é : 419 Borbón, M a r í a Cristina de: 35, 41 Borrell, Enrique: 128, 129, 146, 149, 152, 167, 511, 529, 530 Borrell, J o s é : 331, 333 Botas, cabo: 387, 390 Botella Asensi: 26
LA V I O L E N C I A , ENFERMEDAD DEL ANARQUISMO : Botifoll, Pedro: 335 Bottigelli, Emile: 192 n. Bové, Clemente: 436 Bragulat, J o s é : 504, 505, 571 Breitschwert, Otto Ludwig: 92 n., 93 n. Briand, Aristide: 381, 383, 401 Brismee: 210
SIGLO X I X
603
Brousse, Pablo: 29, 237, 243, 269, 273, 277, 343, 549 Brugueras: 504 Bula, Isert: 389, 391 Burns, J . : 345 Busquiel, J e s ú s : 436, 572 Buxados, Juan: 350
c Castillo, V . :
Cabanellas, general Virgilio: 26 Caballeros del Trabajo, Los: 409 Cabello, Remigio: 395 Caber, Esteban: 21, 42, 45, 54, 409, 411
Central Nacional de Sindicatos Noruegos: 410 Central Sindical Nacional: 329 Centro de Clases de Barcelona: 324, 328, 329, 330, 332 Centro de Clases de M a t a r ó : 324, 328, 329, 330, 332 Centro Federal de Sociedades Obreras de Barcelona: 131 n., 136, 137, 138, 161 n. Centro Federativo, E l : 293 Centro Obrero de Barcelona: 331 Cerda, comandante milicia: 74 Cervera: 374 Cervera, diputado: 552 Citrina, W . : 23 n., 346, 347 Ciuró, R a m ó n : 337, 594 Coenen, P. H . : 210 276 Colado, R a m ó n : 337 Colé, G. D. H . : 158 Colins: 142 Colomer, Antonio: 132 Comaposada, J o s é : 326, 327, 360, 414, 594
Capena, Juan: 129 Cafiero, Carlos: 187, 213, 214, 230 n., 266, 267, 298, 409 Cala, R a m ó n de: 24 Calderón, Victoriano: 283, 284 Calleja, Inocencio: 167, 197, 202, 226, 284, 430, 437, 535, 564 C á m a r a , Sixto: 26 n., 52, 88 Campanella, Tomaso: 21 C a m p é re: 411 Campomanes, Pedro R o d r í g u e z , conde de: 16 n „ 25 Campos, J o s é : 347 Canalejas, J o s é : 389, 390 Cano, Manuel: 127 C á n o v a s del Castillo, Antonio: 288, 305 n., 384, 385, 388 Caparó, J o s é : 284, 293 Caporusso: 137, 141 Carbonell, Baldomero: 335 Cari, C . : 449, 456, 469, 472, 477 Carnicer, J o s é : 337 Carnot, Sadi: 386 n. Cartañá, R a m ó n : 98, 102, 125 C á r t e r : 106 Carretero, Felipe: 326 Casado, Segundo: 397 Casáis, J o s é : 437 Castelar, Emilio: 25, 98, 114, 127 n., 177, 184, 192 n., 227, 236, 238, 483, 506, 537, 548, 555 Castells, J . : 335
224
Castillón, Luis: 129, 202, 430, 436 Castro: 503, 505, 591 Cea: 200
Company, Juan: 74 C o m p a ñ í a Fabril de Tejedores de Algodón : 39 n., 64 n. Concha, Manuel de la, capitán general: 67, 76 •Confederación de Estados Libres de toda Europa: 107