La nueva izquierda Chilena De las Marchas Estudiantiles a la Moneda [1 ed.]
 9789569948299

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Prólogo d e M ich elle B achelet

NOAM TITELMAN

a La Moneda

CHILENA

Noam Titelman Miembro fundador del Frente Amplio y ex-d irig ente estu d ian til. Doctor en Métodos de la Investigación de la London School of Econom ics and Political Science. Sus investigaciones académ icas exploran la relación entre identidad social y política en perspectiva co m p arad a. Se ha d esem p eñad o como analista de la política nacional en diversos medios de comunicación en Chile.

LA NUEVA IZQUIERDA CHILENA

2023, Noam Titelman 2023, Editorial Planeta Chilena S.A. Avda. Andrés Bello 2115, 8.° piso, Providencia, Santiago de Chile

Diseño de portada: Isabel de la Fuente 1 .a edición: mayo de 2023 2.a edición: junio de 2023 Inscripción N°: 2023-A-3254 ISBN : 978-956-9948-29-9 Impreso en: CyC Impresores Ltda.

índice

PRÓLOGO L a n u ev a iz q u ie r d a c h i l e n a : I d e n t id a d , IDEOLOGÍA Y DESESPERANZA. Michelle Bachelet Jeria

M

á s a l l á d e l a p o l ít ic a g e n e r a c io n a l

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De las marchas estudiantiles a L a M oneda........................................ 25

L

a n u ev a iz q u ie r d a c h il e n a

29

La movilización estudiantil de 2011 y la Nueva Mayoría.................30 El nacimiento del Frente Amplio y las elecciones de 2 0 1 7 .............. 34 El primer Frente A m plio....................................................................... 41 El segundo Frente Amplio.....................................................................49 El Frente Amplio llega a L a Moneda: Comienza la era Boric........52

I d e o l o g ía

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Las fronteras de lo creíble: El límite de los sistemas de partidos democráticos.................................................. 60 La ultra: Radicalismo, extremismo y estética revolucionaria.............................................................................62 ¿Existe la ultra de centro?....................................................................... 66 En qué creen las izquierdas....................................................................69 Las izquierdas chilenas hoy....................................................................81 La izquierda chilena se define antineoliberal, pero ¿qué es «neoliberal»?...................................................................... 89 Las ideologías de derecha....................................................................... 91

La lógica de justificación de la jerarquía: El escepticismo conservador y el individualismo liberal................... 94 La utopía neoliberal: Liberalismo de mercado, conservadurismo en todo lo dem ás..................................................... 97 Desafíos ideológicos de la nueva izquierda......................................... 100

I d e n t id a d

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¿Por qué votamos como votamos?.........................................................105 La identidad partidaria como apego afectivo.....................................106 La identidad partidaria como cuestión informativa.......................... 108 La identidad social y su relación con la identidad partidaria...........110 Identidad social, partidaria y voto: Lo que sabemos...........................116 ¿Con qué se identifica la gente que se identifica en C hile?..............119 El fenómeno de los independientes .................................................... 122 Gobernar en tiempos de crisis de identidades colectivas y políticas en Chile.................................................................125

R e p r e s e n t a c ió n

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El problema de la representación en Chile antes del estallido.........135 Características social-económicas de la elite....................................... 139 Otras características de la elite.............................................................. 145 La relación entre representatividad descriptiva, confianza y legitimidad...........................................................................148 Representatividad, confianza y elite: Más allá de las representación descriptiva........................................... 154

L a c u e s t ió n d e lo s jó v e n e s Y U N N U EV O PA C T O S O C IA L

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Los chilenos tenemos en el cóndor y el huemul de nuestro escudo un símbolo expresivo como pocos y que consulta dos aspectos del espíritu: la fu e rz a y la gracia. Por la misma duplicidad, la norma que nace de él es difícil. E quivale a lo que han sido el sol y la luna en algunas teogonias, o la tierra y el mar; a elementos opuestos, ambos dotados de excelencia y queform an una proposición d ifícilp ara el espíritu. G abriela M istral en «M en os cóndor y más huemul» E l M ercurio, 11 de julio de 1926

PRÓLOGO

L a nueva izquierda chilena: Identidad, ideología y desesperanza M ichelle Bachelet Jeria

L a mirada rigurosa sobre los procesos políticos, propios y ajenos, es siempre bienvenida para enriquecer nuestro conocimiento y reducir nuestra tendencia a repetir erro­ res. Agregaría que es bienvenida con redoblada fuerza en tiempos en los que se ha perdido el interés, o incluso la capacidad, de reflexionar seriamente sobre la política. Podría pensarse que este es un indicador de madurez de los sistemas políticos, una demostración de que el campo de acción político llegó a una autonomía que deja en manos de unos pocos expertos la resolución de las necesidades de toda la población. L a política sería un tema de «otros», a quienes es natural criticar desde lejos. Considero que esta concepción puede ser el origen de peligrosos errores. Una política desvinculada de las dudas cotidianas, desco­ nectada de las conversaciones que movilizan a las familias, es una contradicción en sí. M e es muy difícil pensar que pueda existir una tecnocracia que baste para mediar entre anhelos y decisiones políticas, entre sueños y realidad. Del mismo modo, solo cabe desconfiar de las recetas únicas, de los falsos mesías y de la búsqueda de la bala de plata que resuelve por arte de magia problemas complejos.

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La política es, ante todo, una elaboración compartida de preguntas y respuestas, de exploraciones y de aprendizajes colectivos. Es una ruta con tropiezos, logros, frustraciones, en la cual vamos acordando la mejor forma de seguir la marcha. Si no entendemos que es una reinvención perma­ nente, en la que las ciudadanas y los ciudadanos son los protagonistas, dejamos abierta la puerta a los riesgos que hoy acechan la democracia. En consecuencia, lo primero que hay que agradecer con este libro es el deseo por volver a reincorporarnos en la tradición de la reflexión política. Con datos, con contexto histórico, con más apertura al intercambio que con certezas inamovibles. El debate público y la actividad política lo necesitan. Chile lo necesita. L a lucidez y valentía de Noam Titelman han sido salu­ dadas en más de una ocasión. Pero, digámoslo, más veces desde el mundo de los críticos que de los autocríticos. No es una sorpresa, es comprensible que la autocrítica abunde menos que la crítica al adversario, sea cercano o lejano. Y cuando hay autocrítica, esta suele limitarse a aspectos menores o donde las responsabilidades propias no ocupan un espacio relevante. Con este libro no ocurre eso. Hay una invitación a revi­ sar sin atajos la historia del Frente Amplio chileno. Tanto como fuerza política como base social de apoyo. Con sus luces y sus sombras. El autor hace una breve descripción histórica de la irrup­ ción del Frente Amplio y luego toma la decisión de examinar dimensiones que ayudan a entender mejor sus fortalezas y limitaciones: ideología, identidad y representación. L o interesante de esta elección es que permite analizar paralelamente las tensiones que cruzan nuestro sistema político y a los partidos en crecimiento. Permite acompañar 12/

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una historia en movimiento, rescatar tendencias y mostrar contradicciones. En este sentido, es un libro que asume con franqueza su carácter incompleto, del único modo en que lo puede hacer quien camina junto al proceso del que ha sido actor, al son de los éxitos electorales y de los vacíos que paradójicamente estos van abriendo. En base a sus propias columnas y artículos académicos, Titelman ofrece entradas analíticas, honestidad intelec­ tual y acceso privilegiado a pedazos de nuestra historia reciente. Lo hace al servicio de una mejor comprensión de lo que él llama la nueva izquierda y, sobre todo, de la capacidad de esta para representar a quienes habitan el país. E l objetivo no es estético, es profundamente político. E l siguiente párrafo sintetiza muy bien el espíritu que anima al autor a escribir: «E s una generación que sabe muy bien cómo ganar una elección, pero entiende muy poco por qué funciona lo que funciona. E l peligro es que, llegado el momento de ejercer el liderazgo conquistado, se sucumba a la deriva del vacío intelectual subyacente. E s decir, que una sucesión de victorias electorales se traduzca en derrotas culturales y en un retroceso en el campo de disputa hegemónica por ese ethos de cambio y transformación que marca el momento actual». Tal vez, una de las tesis más interesantes del libro sea: ¿esel explosivo éxito electoral el que ha impedido al Frente Amplio completar un proyecto político con claridad en cuanto a su identidad y a su representación social? No es una interrogación abstracta: el estallido social fue una derrota de la representación política. Y de esta derrota no estuvieron exentas las fuerzas políticas nacidas de los movimientos sociales de 2011.

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H ay en este libro un tono de alerta. L a ideología es una manera de situar a un nuevo actor en un sistema po­ lítico; la identidad aparece como una de las posibilidades de diferenciación; pero ¿por qué hablar de desesperanza? Titelman pareciera decirnos que la desesperanza emerge como la amarga conclusión de la incapacidad, compartida, de conexión entre un proyecto político y una ciudadanía esquiva y exigente. Esto nos lleva irremediablemente a la pregunta sobre lo «nuevo». ¿Dónde está la novedad? ¿En la ruptura de qué procesos? ¿En la irrupción de cuáles demandas? El libro propone varios ángulos, pero lo interesante es que evacúa rápidamente la dimensión etaria. Si quiere trascender, la novedad del Frente Amplio no puede ser generacional. Por eso se critica, sin ambigüedades, la arrogancia ge­ neracional y los titubeos en el trabajo intergeneracional. En otras palabras, lo novedoso será o no será la capacidad de articular entre lo nuevo y lo viejo. También se advierte sobre las barreras de las clases sociales y sobre la distancia con la población que habita fuera de ciertos centros urbanos. Sin representación social no podrán implantarse duraderamente las fuerzas políticas que vinieron a cambiar la política. Finalmente, hay un interés particular en el abuso de la retórica y de lo simbólico, muy útiles para ganar elecciones, pero insuficientes para hacer transformaciones sociales. En su llamado a prestar más atención a la gestión política y a la práctica, el autor nos entrega una frase llamativa: «A veces, el acto más revolucionario es que un municipio saque la basura a tiempo y las luminarias funcionen adecuadamente». Entonces, si bien todas las generaciones recurren a la no­ vedad como fuerza motora para distinguirse de lo anterior, de lo que se busca superar, el autor entrega pistas de cuáles 14/

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serán las decisiones verdaderamente relevantes cuando se haya agotado el recurso de la renovación generacional. Considero muy valiosas las nuevas banderas que han llegado a poner al día a la izquierda chilena. El feminismo, la lucha ambiental, la horizontalidad en el ejercicio del poder son, sin duda, contribuciones que la nueva izquierda ha implantado en nuestro vasto proyecto de conquistas sociales. Aplaudo que el autor invite a mirar con detención estos y otros logros, pero que a la vez pida una reflexión más amplia sobre el futuro de chilenos y chilenas. L a pre­ gunta dejó de ser sobre los treinta años transcurridos y es crecientemente sobre los treinta años venideros. Es lo que nos anima a hacer el presente libro. Es cierto que se podrían haber examinado otras dimen­ siones o profundizado en algunas hipótesis. Pero al igual que después de las batallas políticas, en los libros siempre hay posibilidades no exploradas o generales que habrían hecho las cosas de otra manera (el misterio es por qué nunca vemos a esos generales cuando más se les necesita). En su defensa, el autor habla de un «primer bosquejo». Pero es más que eso. Es una interpretación. Nadie puede esperar que exista una sola lectura, una sola verdad sobre procesos en que intervienen hechos, apreciaciones, convic­ ciones. Pero es una interpretación con la seriedad necesaria para aportar a la reflexión sobre lo que falta por hacer para instalar otro modelo de sociedad. Viví la Unidad Popular, la dictadura y el plebiscito, las vacilaciones de la transición y la profundización democrá­ tica. Tenemos muchos motivos de orgullo. Pero hoy más que nunca estoy persuadida de que la lectura y relectura de nuestras historias personales y colectivas son un terreno abierto.

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Pertenezco a una generación que conoció con intensi­ dades equivalentes la cercanía del sueño transformador y la pesadilla de la derrota. M e formé en un entorno de efer­ vescencia, de conversaciones animadas sobre lo que había que hacer, sobre aquello con lo cual teníamos derecho a soñar. Acompañé desde la militancia juvenil la realización de conquistas esperadas por décadas. El 11 de septiembre no solo aplastó nuestras esperanzas, sino que nos golpeó con una brutalidad para la cual nadie está preparado. L a reconstrucción del país fue parte de reconstrucciones fa­ miliares, personales, silenciosas. Fuimos miles y hoy somos algo que supera lo generacio­ nal: somos mujeres y hombres que nos sumamos a la larga y zigzagueante búsqueda de la dignidad sin distinciones, de la libertad sin las cadenas de la desigualdad social. Esa es, tal vez, una de las tareas que emergen al cerrar este libro: es tiempo de crear espacios para el trabajo inter­ generacional. Reforcemos el diálogo entre compatriotas que están más distantes de lo que necesita Chile. Y agregaría: cuidemos juntos la salud de la democracia. No cometamos el error, tan apremiante, de abandonar este espacio a ten­ taciones populistas o autoritarias. En definitiva, aquí hay un detonador para hacer más, que interpela a quienes se identifican con la izquierda, con el progresismo o simplemente con los derechos humanos y las impostergables transformaciones sociales. Ayudemos a seguir poniendo una nueva piedra en la construcción de los sueños comunes. Sigamos manteniendo viva la esperanza de un Chile más justo.

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M ás allá de la política generacional

En la novela L a desesperanza., de José Donoso, se desc viaje de retorno de un chileno que hizo su carrera musical en el mundillo de las izquierdas europeas. E l protagonista vuelve a Chile para el funeral de la viuda de Neruda, M a­ tilde Urrutia Cerda, en los últimos años de la dictadura. En este recorrido se encuentra con sus excompañeros de la época idealista de su juventud, enfrentados a un nuevo Chile que se aleja de sus luchas de antaño. En su lugar, se retratan los primeros albores del Chile que vendrá después de la dictadura. En la última escena del libro, con algunos de sus hijos encima de sus hombros, los excompañeros de proyecto de militancia observan un Chile a escala que se presenta en una exhibición, auspiciada y financiada por dineros de la publicidad. Un Chile más limpio, ordenado y afluente, que le pertenece a sus hijos. Los niños, que observan con ellos el Chile en miniatura, son egoístas perfectos que en su soberbia parecen no entender qué le ocurre a sus padres, ni logran empatizar con sus decepciones y esperanzas frus­ tradas. Padres e hijos parecen hablar idiomas diferentes. Este libro que el lector tiene entre sus manos trata, en algún sentido, sobre la historia de lo que ocurrió cuando esos niños crecieron, se rebelaron contra sus padres, se mo­ vilizaron como estudiantes en 2006 y 2011, y empezaron a disputar la política. También habla del momento en que

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estos se encontraron con sus propias limitaciones y apren­ dieron a reconocer los peligros de la soberbia generacional. Quizás nadie quiere que sus hijos le salgan políticos. Alguno podrá sufrir de delirios de grandeza tales que sueña con que su descendencia escale en las jerarquías de poder. Quizás habrá alguno que otro afiebrado que hasta imagine que a su progenie le vendría bien estar en la presidencia. Pero la política se percibe, en general, como algo sucio. Como una reserva de indecencia que administra los asuntos públicos, casi por casualidad, mientras sus protagonistas se golpean en las canillas. En el mejor de los casos sería un mal necesario. Y, sin embargo, algunos hijos e hijas crecen y terminan dedicando buena parte de su vida a ella. ¿Por qué, pese a la mala imagen con la que carga la política, esta produce una atracción casi irresistible para algunos? Por cierto, la pregunta es válida para cualquier profesión u oficio. Las explicaciones de por qué cada uno de noso­ tros termina dedicando su vida a un asunto u otro están plagadas de inercias, casualidades y una que otra decisión. Sin embargo, en el caso de la política, parece que hay algo en ella que explica tanto su atracción como su repulsión. ¿Qué define a un político? Y, tal vez más importante, ¿qué define a un buen político? Claramente son preguntas cuyas respuestas han cambiado con el tiempo. Hace unos cien años, Weber describía una profesión como particular­ mente adecuada para el rol del político: «L a importancia del abogado en política occidental, desde que emergieron los partidos, no es coincidencia... L a labor del abogado lo capacita para argumentar efectivamente por la causa de sus interesados clientes».1Muchas cosas han cambiado en este 1.

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Weber, Maximilian Cari Emil. Politics as a Vocation. Traducido por HH Gerth y C. Wright Mills, Routledge, Taylor and Francis Group. 1965, p. 11.

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siglo, pero un elemento central es que, en la época en la que Weber escribía su ensayo, la forma en que la gente se informaba de la política era distinta a la actual. El principal medio de información eran los diarios impresos y, para los más activos, los mítines políticos. L a llegada masiva de la televisión cambió eso. Esto explica, en parte, que el oficio político y el tipo de habilidades requeridas se hayan transformado tanto. A partir de mediados del siglo X X , los políticos profe­ sionales empezaron a usar un lenguaje cercano al empleado en la farándula. Esta gramática del espectáculo implica lo que Sartori denominó una «cultura de la imagen», marca­ da por la primacía de lo visible y de mensajes que agitan nuestras emociones,2 una cultura en la que la imagen es realidad. Y esta gramática impone su formato: el soundbite o «cuña», que reduce los mensajes a breves intervenciones repetidas por los medios de comunicación. En 1968, las cuñas en la televisión estadounidense duraban un promedio de 42,3 segundos; para 1988, las cuñas habían disminuido a un promedio de 9,8 segundos.3 Además, como explica Bourdieu, la lógica de la mediatización significa creciente­ mente una forma particular de presentar las disputas entre fuerzas políticas: El temor de aburrir les induce [a los medios] a otorgar prioridad al combate sobre el debate, a la polémica sobre la dialéctica, y a recurrir a cualquier medio para privilegiar el enfrentamiento

2.

Sartori, Giovanni. Homo videns: Lasociedad teledirigida. Taurus, 2012 .

3.

Simón, Senator Paul. "From Inside the Beltway: Perspectives on Campaign '96". Harvard International Journal of Politics, vol. 1, no. 1,1996, pp. 133-137.

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entre las personas (los políticos, en particular) en detrimento de la confrontación entre sus argumentos.4 La política, de ser ámbito de la retórica y oratoria, se volvió un oficio en que lo central es la experticia en marketing políti­ co, en las estrategias comunicacionales y en las habilidades de los llamados spin doctors. Quizás por eso ha vuelto la fantasía tecno-utópica de reemplazar a los políticos por la ciencia. Un mundo en el que, gracias a los avances de la tecnología y sus algoritmos, las computadoras, con sus cálculos, podrán leernos mejor que los políticos y resolver las diferencias sin necesidad de estos. Política sin políticos, ¡qué mejor! L o s que sostienen estas ideas creen que estamos vi­ viendo un tiempo excepcionalísimo enfrentados a estas disyuntivas. En realidad, no hay nada más propio del debate político, desde sus orígenes, que estas cuestiones. Esta es, sin duda, la pulsión que hace soñar al mismo Platón con un rey filósofo, alejado de las mezquindades humanas. Sin ir tan lejos, Isaac Asimov soñaba, en 1955, con un futuro en que los avances de la computación y de las ciencias sociales permitieran adivinar cómo votaría la población, haciendo el acto de ir a sufragar innecesario. Bastaba con que una persona, seleccionada por medio de desconocidos algoritmos, respondiera un par de preguntas de opinión y a través de esas respuestas se expresaba la voluntad general. E l título del cuento es, un tanto irónicamente, «Sufragio universal».5 Política sin juegos ni discusiones. Detrás de esta fantasía está la concepción del debate democrático y del rol del político como una negociación colectiva, en la que el mejor representante es el que logra leer adecuadamente las 4. 5.

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Bourdieu, Pierre. Sobre la televisión. Anagrama, 1997 Assimov, Isaac. Sufragio Universal. Con la tierra nos basta. Mar­ tínez Roca, 1991.

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demandas de la sociedad, o de un sector de la sociedad, y acordar con otros los caminos a seguir. Asumir que llegamos al espacio público con nuestras preferencias claramente definidas y que la democracia consiste simplemente en negociar un resultado aceptable para todos reduce toda la política al ámbito transaccional. Sin embargo, hay otra forma de concebir el debate público. El rol deliberativo de la democracia6 es el que ex­ plica por qué los políticos no pueden (al menos por ahora) reemplazarse por algoritmos. L a democracia no es solo negociación colectiva, también es aprendizaje colectivo. Por eso el estudio de la política tiene que ser algo más que el estudio de ella y de sus circunstancias. En la política pasa algo más que preferencias sociales en disputa y políticos oportunistas que encarnan estas luchas en la televisión. L a politización y las trayectorias de vida de quienes dan el paso a hacer de la política su ocupación principal ha sido motivo de estudio de mucha investigación sociológica y psicológica. Com o casi todo en esta vida, las desigual­ dades sociales y económicas se suelen reproducir en este aspecto de nuestra vida en común. También lo hacen, por cierto, las características de nuestro temperamento y de nuestra estructura de personalidad. Pero la obsesión por entender por qué la gente se mete en política suele estar más centrada en esas grandes figuras de la historia que han liderado momentos cruciales de las naciones: ¿Por qué Salvador Allende se volvió el Salvador Allende que todos conocemos? ¿Por qué pasó lo propio con Arturo Alessandri o Sebastián Piñera? ¿Es todo determinación social? ¿Es todo casualidad?

6.

Innerarity, Daniel. Comprender la democracia. Gedisa, 2018.

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Más allá de las características personal' lubii.i cpie considerar algo que, a falta de un mejor nombre, llamaré el «espíritu de época».7 En breve, lo que sostengo en este libro es que, actualmente, la política está marcada por un concep­ to: desconexión. Las luchas sociales están desconectadas, los ciudadanos y sus representantes están desconectados, los proyectos individuales de vida están desconectados, nuestra visión del futuro y del pasado también lo está. En alguna medida, este es el signo de una generación política. El resultado de la desconexión es que las nuevas camadas políticas están dominadas por un hambre de «nosotros», que se expresa de distintas maneras y choca con una sociedad que ya no tiene los relatos de comunidad que le permitían dar sentido a esa identidad común. L a emoción detrás de este signo es una especie de nostalgia inconfesada por una idea de proyecto colectivo que nunca fue tal. E s esa desesperanza que describía Donoso como el sello de los tiempos después del idealismo y que se volvió hambre de sentido, a la vez que de autoafirmación individual. Los hijos de L a desesperanza quieren autonomía individual y comunidad, no optar por una o la otra. M uchos de los que participamos con mayor o menor intensidad en el movimiento social de 2011 seguimos vidas vinculadas con la política. L a politización por vía de la movilización es un fenómeno recurrente en el mundo. Al menos, desde los estudios sobre el movimiento de los derechos civiles de 1950 y 1960 en Estados Unidos se reconoce este vínculo estrecho entre movimientos sociales y nuevas estructuras y culturas políticas. Junto con las

7.

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Morin, Edgar. L'esprit du temps. Editions de l'Aube, 2017.

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estructuras de oportunidad8 se requiere un repertorio9 de acciones que logren modificar las posiciones de poder de un momento dado, y esto significa que los que par­ ticipan en estos movimientos sociales tienen que estar abiertos a aprender y a adaptarse a los contextos y a las reacciones que sus acciones generan. Uno de los efectos más importantes de las movilizaciones sociales es que modifican a las personas que participan en ellas. En un famoso estudio, Doug M cAdam 10 mostró cómo participar en marchas y en otras actividades del movimiento por los de­ rechos civiles repercutió en las trayectorias vitales de quienes lo hicieron. M cAdam argumenta que las movilizaciones sociales generan vínculos. En las conversaciones con los otros par­ ticipantes y con los eventuales oradores de las actividades se generará un mejor entendimiento y una mayor simpatía por la causa del movimiento. Pero esta descripción fría de lo que ocurre en la protesta no alcanza a dar cuenta de la experiencia identitaria como es vivida por sus asistentes. E l efecto que más queda grabado en los participantes es la existencia de un «nosotros», tan compacto como las imágenes aéreas en las que mareas de marchantes aparecen como un líquido viscoso derramándose por la ciudad. L a movilización social es una inyección de sentido de comu­ nidad. Pero los movimientos sociales son, por su esencia, temporales. No se puede vivir en un permanente estado de excepcionalidad. Bien lo sabían los jóvenes universitarios 8. 9.

10.

McAdam, Doug. Política!process and the development of bla insurgency, 1930-1970. Univesity of Chicago Press, 1999. Della Porta, Donatella. "Repertoires of contention". The WileyBlackwell Encyclopedia of Social and Political Movements. John Wiley & Sons, 2013. McAdam, Doug. "The biographical consequences of activism". American Sociological Review, no. 54, pp. 744-760.

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de las protestas de 2011 que ya habían participado en las manifestaciones de estudiantes secundarios de 2006. Pero los que prueban la fuerza de un «nosotros» pueden buscar proyectarlo a la vida cotidiana. Esto es, muchas veces, la fuerza subyacente a las organizaciones políticas que nacen de movilizaciones sociales. Pertenezco a una generación, la de 2011, que ha sido excepcionalmente prodigiosa en fuerzas políticas como esas. L a emergencia de nuevos referentes, movimientos, partidos y Hderazgos con inesperadas victorias electorales ha hecho de esta una generación acostumbrada a ganarle los gallitos a sus contrincantes cuando se trata de montar maquinarias electorales. Sin embargo, el éxito en el campo de disputa política ha venido acompañado de una notoria ausencia de reflexión política. E s una generación que sabe muy bien cómo ganar una elección, pero entiende muy poco por qué funciona lo que funciona. E l peligro es que, llegado el momento de ejercer el liderazgo conquistado, se sucumba a la deriva del vacío intelectual subyacente. E s decir, que una sucesión de victorias electorales se traduzca en derrotas culturales y en un retroceso en el campo de disputa por ese ethos de cambio y transformación. El momento político que vive Chile está marcado por el hambre de nuevas trascendencias, de nuevas conexiones, que tiene expresión generacional, pero no solo esa. Un Chile marcado por una desesperanza que es su esencia y su enemigo jurado. Este libro es un intento de dar voz a esa desconectada, a ratos absurda, pretensión de conexión. O, al menos, de dar forma y estructura a ese vacío. Identidad, representación e ideología son las tres dimensiones con las que he intentado retratar el momento político.

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De las marchas estudiantiles a La Moneda

Este libro busca entregar una panorámica del contexto político-social en el que emerge la nueva izquierda chile­ na. Para esto he recopilado columnas de opinión y textos académicos escritos a lo largo de los últimos cinco años. Esto incluye varios artículos publicados en la revista Nue­ va Sociedad, un artículo publicado en la revista Puntos de Referencia del Centro de Estudios Públicos (C EP ) inves­ tigaciones académicas y columnas publicadas en diversos medios nacionales como Ciper,E l Most Ex-Ante y E l Mercurio. No he querido solo publicar estos escritos en conjunto, sino que he modificado varios de ellos para que el libro tenga un hilo conductor coherente. Además, he incluido material nuevo para hacer más cla­ ras las relaciones entre los distintos textos y profundizar en algunas reflexiones. D e este modo, el libro contiene cuatro capítulos principales: «L a nueva izquierda chile­ na», «Ideología», «Identidad» y «Representación». Cada uno de estos apartados está compuesto por varios textos que han sido modificados para constituir una unidad que elabore una descripción mucho más acabada y precisa del contexto chileno y cómo este generó las condiciones para que la nueva izquierda emergiera desde las movilizaciones estudiantiles de 2011 hasta llegar al gobierno en 2022. Delimitar el ethos de un momento es una tarea titánica e indudablemente mucho más grande de lo que mis ca­ pacidades permiten. No obstante, por muy insuficiente y parcial que sea esta indagación, me daré por satisfecho si, al menos, logra expresar una especie de primer bosquejo. Luego de este capítulo introductorio, en el siguiente se presentará un breve recuento de la trayectoria que siguió la nueva izquierda del Frente Amplio, desde la calle a L a

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Moneda. M ás que centrarse en los detalles anecdóticos, el esfuerzo de esta crónica estará puesto en entender qué fue lo que ofreció este colectivo político que enganchó con una demanda ciudadana que le permitió saltar al centro del po­ der en apenas diez años. En el tercer capítulo se presentará un mapeo de la discusión ideológica de la política chilena actual y el lugar que ocupa en este debate la nueva izquier­ da. Vale decir, la ideología como aquello que los partidos y la ciudadanía organizada es, en lugar de lo que hace. Para esto se revisarán algunas de las principales distinciones entre las izquierdas nuevas y clásicas, con especial énfasis en los debates más recientes sobre neoliberalismo y política antiestablishment. En el capítulo cuatro, profundizaré en el contexto político y social que marca a Chile y que per­ mitió el surgimiento de la nueva izquierda. En particular, anabzaré la forma en la que se conjuga identidad social con identidad de partidos y voto en la literatura poHtológica y la ascendencia que han terminado teniendo en Chile las identidades negativas en contraposición a los partidos y ciertas elites. En el capítulo cinco revisaremos una derivada de esta discusión sobre identidades sociales, el debate sobre una eventual «crisis de la representación». El foco de este apartado estará en el período previo al estallido social de 2019, en un intento por explicar las dificultades de media­ ción política que develó. Se revisarán las discusiones sobre la naturaleza de la representación política, sobre todo los debates en torno a formas de representación de Hanna Pitkin, y la tensión entre la sobrerrepresentación de la elite en los espacios de poder democráticos versus la demanda por contar con representantes que se parezcan a los ciuda­ danos. Además, presentaré evidencia de que una categoría, la de clase, puede ser clave para explicar el déficit de apoyo a la representación democrática en Chile. Finalmente, 26/

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el capítulo seis presentará, a modo de conclusión, cómo interactúan ideología, identidad y representatividad en la política chilena de la última década, marcada por disputas generacionales y los recientes esfuerzos por generar un nuevo pacto social.

L a nueva izquierda chilena

En los años noventa y dos mil, Chile fue un ejemplo a se­ guir para el mundo progresista en muchos sentidos. Entre estas dos décadas, el ingreso promedio de los hogares se duplicó. Entre 1990 y 2013, la pobreza se redujo en un 80% gracias a una combinación de crecimiento económico sostenido y políticas redistributivas (especialmente a partir del 2000). Incluso la desigualad de ingreso, si bien seguía siendo la más alta de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (O C D E ), se reducía de ma­ nera lenta, principalmente por el crecimiento económico de los sectores más pobres de la sociedad.11 Todos estos resultados económicos se produjeron bajo los gobiernos de la Concertación. Sin embargo, pese a los logros económicos mencionados, es imposible explicar la emergencia de una nueva izquierda en el plano político chileno sin pensarla en el marco de un largo proceso de desgaste de la histórica coalición de centroizquierda. En parte — aunque difícilmente los integrantes de la Concertación y de la nueva izquierda lo reconoce­ rían— , esta aparición solo se entiende en el contexto de los logros y fracasos tanto económicos como políticos de la coalición que comandó la transición democrática. Como se explicará más adelante, el inaudito crecimiento económico de Chile trajo cambios en la estructura productiva y social 11.

Larrañaga, Osvaldo y María Eugenia Rodríguez. Desigualdad de ingresos y pobreza en Chile 1990. Documento de Trabajo, 2014.

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del país que devinieron en la aparición de nuevos actores sociales y demandas que, en parte, explican a esta nueva izquierda. Por otro lado, el inesperado ascenso de la nueva izquierda y su coalición política implicó la negación de las principales tesis que fueron defendidas por la otrora exitosa apuesta electoral de centroizquierda. L a nueva izquierda chilena es tanto un monumento a los logros como a los fracasos de la Concertación. El Frente Amplio nació de la confluencia de al menos dos corrientes: una parte de los que históricamente intentaron crear una alternativa política situada a la izquierda de la Concertación (Partido Humanista y Ecologista, entre otros) denominada, en ocasiones, «izquierda extraparlamentaria» y, los nuevos movimientos que emergieron de la movilización estudiantil de 2011. Estos últimos terminaron liderando el proceso de consolidación de una nueva coalición que remeció los equilibrios políticos precedentes.

La movilización estudiantil de 2011 y la Nueva Mayoría E l modelo de educación implementado en Chile fue ins­ taurado en dictadura, principalmente en las reformas le­ gales de 1981. Al igual que en el sistema económico en su conjunto, en el subsistema educacional las máximas de competencia y emprendimiento privado se volvieron dogmas. Esta estructura logró aumentar sustancialmente la cobertura en educación superior, que pasó de un 14% a un 46% entre 1990 y 2013.12 Sin embargo, es justamente

12.

30/

Espinoza, Óscar y Luis Eduardo González. "Equidad en el sis­ tema de educación superior de Chile: Acceso, permanencia, desempeño y resultados". Educación superior en Chile: Transfor­ mación, desarrollo y crisis. Ediciones UC, 2015.

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este crecimiento una de las razones que explican las fuertes movilizaciones de 2011. Las contradicciones del sistema de educación superior llegaron a tocar la vida de un número nunca visto de la población chilena. Millones habían depo­ sitado su confianza y sus sueños en las manos del sistema educacional y lo que encontraron distaba de lo esperado. La promesa de menores costos en la educación superior y mayor eficiencia en el gasto se vio lejos de ser cumplida. De hecho, Chile llegó a tener la educación universitaria más cara del mundo — ajustada por el ingreso per cápita— y los aranceles seguían subiendo. Así, por ejemplo, tan solo entre 1997 y 2009 los aranceles tuvieron un crecimiento real cercano a un 60%.13 Sin embargo, en el aspecto en el que se falló más notoriamente en este esquema de mercado fue en el aseguramiento de la calidad. Como explican Rodríguez y Castillo,14esta situación configuró un sistema de educación superior que mantenía una elite,ya no en base al acceso, sino al tipo de institución y programa al que se accede.Tanto es así que, según un estudio del CEP, un 39% de los titulados de la educación superior obtenían retornos negativos una vez incorporados al mundo laboral. Es decir, para dos de cada cinco titulados haber estudiado los hacía más pobres.15 Las contradicciones del sistema educacional chileno cris­ talizaron un malestar generalizado que hasta ese momento parecía un tema tabú en los consensos de la transición. Así, 13. 14.

15.

Meller, Patricio. Universitarios, el problema no es el lucro es el mercado. Uqbar, 2011. Rodríguez Garcés, Carlos y Víctor Castillo Riquelme. "Empleabllldad, ingresos y brechas: Un análisis comparativo de los proce­ sos de inserción laboral en Chile". Orientación y sociedad, no. 14, 2014. Urzúa, Sergio. "La rentabilidad de la educación superior en Chile: Revisión de las bases de 30 años de políticas públicas". Estudios Públicos, no. 125, 2012.

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para el período entre 2009 y 2010, aproximadamente un 19% de las movilizaciones planteaba demandas de transformación política-estructural, mientras que en 2011 y 2012 en apro­ ximadamente un 45% de los casos se proponían demandas de este tipo.16 Este desgaste de los pilares que habían per­ mitido a la Concertación dirigir al país durante los noventa y dos mil se expresan con mayor claridad en una creciente desconfianza hacia la elite. Según el Barómetro de la Polí­ tica, prácticamente todas las elites políticas, económicas y culturales cayeron fuertemente en sus niveles de confianza.17 El terremoto social de 2011 sacudió la política chilena. Por un lado, los principales dirigentes del movimiento — Camila Vallejo, Giorgio Jackson y Gabriel Boric— se volvieron líderes de opinión nacional. Los tres llegaron al Congreso en 2014, consolidando así el arribo de una nueva generación que nunca vivió en carne propia la dictadura. Por otro lado, el impacto de las movilizaciones sociales fue tan relevante que sacudió la composición de la Con­ certación. Con la conciencia de que el momento político había cambiado, los principales liderazgos de la coalición se preparaban para reagruparse en un proyecto que sobre­ pasara lo alcanzado en el primer par de décadas. Así nació la Nueva Mayoría, que se forjó con la incorporación del Partido Comunista — incluida la ex dirigente estudiantil Camila Vallejo— y detrás del apabullante liderazgo de Michelle Bachelet. En 2014, la Nueva Mayoría llegaría al gobierno con un ambicioso programa y con una mayoría parlamentaria nunca vista en ambas cámaras. 16.

17.

Informe Desarrollo Humano en Chile 2015: Los tiempos de la politización. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) Chile. Santiago de Chile. 2015. pp. 268. De Prácticas y Discursos 4.4 (2015): 1-6. CERC-MORI, Barómetro de la Política Marzo, 2015.

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El gobierno de la Nueva Mayoría empujó la barrera de lo que se podía discutir en Chile. Además de importantes reformas al sistema educacional, entre muchas otras en­ miendas icónicas se encuentra haber legalizado el aborto en tres causales, el Acuerdo de Unión Civil, una reforma tributaria que morigeraba los beneficios tributarios de las grandes empresas y el reemplazo del sistema electoral binominal. Sin embargo, desde sus primeros momentos, el gobierno se vio enfrentado a permanentes dificultades de gestión política. En particular, al poco andar la dirigencia de la Democracia Cristiana dejó en claro su oposición a varias de las iniciativas que empujaba el gobierno,18 lo que se cristalizó con mayor claridad durante la discusión de reforma tributaria. Pese a tener la mayoría en ambas cáma­ ras, la Nueva Mayoría terminó negociando con la derecha la aprobación de un proyecto alternativo. Para muchos fue la reedición de la política de los consensos de los noven­ ta, pero esta vez en un contexto político que no permitía Astificar tales renuncias por la amenaza antidemocrática o un resurgimiento de los militares. Esta percepción tomó forma con la expresión adoptada por el senador democratacristiano de larga trayectoria, Andrés Zaldívar, que lideró las negociaciones: «No todo el mundo puede estar en la cocina».19 L a expresión «cocina», como acuerdo de elite que excluye a la ciudadanía, acompañaría a la política chilena por muchos años después de aquel incidente. Pese a todo lo logrado por el gobierno de la Nueva Mayoría, su coalición quedó irremediablemente herida al exponerse las '3. '9.

"Ignacio Walker: El programa no es la Biblia ni una camisa de fuerza". Cooperativa, 20 de abril de 2014. "Andrés Zaldívar rechaza críticas al acuerdo tributarlo: 'No todo el mundo puede estar en la cocina'". The Clinic, 15 de julio de 2014.

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profundas diferencias internas que existían, una vez que se abría el ámbito de discusión más allá de la política de los consensos. Sumado a esto, como ha planteado el politólogo Cristóbal Bellolio,20la incapacidad de abrir en los partidos tradicionales espacios de renovación en los que pudieran tener protago­ nismo las nuevas generaciones se terminó traduciendo en la emergencia de nuevas fuerzas políticas, comandadas por esta nueva camada, que hicieron de la idea del reemplazo uno de sus aspectos identitarios. Al mismo tiempo, en los partidos tradicionales, algunos hicieron de su disputa con estas nuevas generaciones una continuación de las antiguas pugnas dentro de la misma Concertación, entre quienes reivindicaban la vigencia de la apuesta concertacionista de la década del noventa y los que apostaban por conformar un nuevo referente. Esto significó, en alguna medida, un nuevo episodio relacionado con los debates entre los llamados «autocomplacientes» y «autoflagelantes».21 Así, el debate político de la izquierda y centroizquierda se veía intoxicado y sumergido por peleas generacionales que mantuvieron su protagonismo por buena parte de la década siguiente y que subsumieron los intentos de reconfiguración de la centroizquierda a través de la Nueva Mayoría.

El nacimiento del Frente Amplio y las elecciones de 2017 Cuando la Nueva Mayoría asumió en 2014, incluyó en la coalición de gobierno a la que fue, probablemente, la 20. 21.

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Bellolio, Cristóbal. "Juego de generaciones. Apuntes sobre el nuevo paisaje político chileno". Estudios Públicos, no. 154, 2019. Cavallo, Ascanlo y Rocío Montes. La historia oculta de la década socialista. Uqbar, 2022.

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dirigente más conocida de 2011, la militante del Partido Comunista Camila Vallejo. Sin embargo, los otros dos di­ rigentes no se incorporaron. El entonces diputado Giorgio Tackson pertenecía al movimiento Revolución Democrá­ tica, que había optado por una relación intermedia y a ratos ambigua con la Nueva Mayoría. Si bien no habían ingresado a la coalición, acordaron apoyar los proyectos de reforma educacional y algunos aspectos adicionales del programa de gobierno. E s probable que en sectores de la Nueva Mayoría y Revolución Democrática existiera la creencia de que esta «colaboración crítica» pudiera ser un primer paso a una convergencia más sustancial. Esto implicó un enfriamiento de las relaciones entre Revolución Democrática y otros aliados de las movilizaciones de 2011, como el diputado Gabriel Boric, quienes se ubicaron como oposición a la Nueva Mayoría. Sin embargo, las proyecciones de convergencia entre Revolución Democrática y la coalición de gobierno se volvieron crecientemente menos viables. En 2016, un nuevo germen de alianza entre Boric y Jackson se termi­ nó de concretar con la salida de Revolución Democrática del ministerio de Educación. Junto a otros movimientos de origen estudiantil, se creó una primera semilla que adoptaría el nombre de «Frente Amplio», que continuó su consolidación con la unión de este primer comienzo con la izquierda extraparlamentaria y otros movimientos y partidos, sumado al hecho que marcó irremediablemente su carácter: la victoria electoral en la Municipalidad de Valpa­ raíso. Este triunfo se produjo de la mano del miembro del Movimiento Autonomista — el movimiento de Boric— y ex dirigente estudiantil, Jorge Sharp. Valparaíso jugó un rol central porque ayudó a despejar la imagen de una izquierda sin posibilidades electorales con la 35/

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que cargaban las apuestas políticas por fuera de la Concertación y la Nueva Mayoría. Además, la forma en la que la coalición se organizó tras la candidatura de Sharp funcionó como esquema para la contienda nacional del año siguiente. Sharp obtuvo más votación (53,8%) que la Nueva Mayoría (22,4%) y la derecha (22,6%) sumadas. Esto reforzó la noción de que en Chile podría ocurrir un desborde electoral por fuera de los márgenes noventeros. Es más, existía la sospecha de que la apuesta del gobierno de desplazar el discurso hacia el centro (a lo que las autoridades gubernamentales llamaron una estrategia de «realismo sin renuncia»), bajo las presio­ nes democratacristianas, no sintonizaba con los crecientes cambios en la sociedad chilena y sus demandas de reformas sociales y económicas. L a plataforma de Sharp sintonizó con un «ciudadanismo» que permitió que la plataforma fuera mucho más que la suma lineal de las orgánicas que lo integraban. Este ciudadanismo permitió reposicionar la discusión en el eje elite-ciudadanía, además de izquierda/ derecha. Ya no se trataría solo de una pelea intrapolítica entre distintos sectores de la política tradicional — ese lugar que alegóricamente figuraba como una cocina donde no cabían todos— , sino de una apuesta por expandir sus fronteras. La victoria de Valparaíso generó importantes expectativas y una creciente convergencia entre la izquierda extraparla­ mentaria, la nueva izquierda estudiantil y una multiplicidad de orgánicas que se sintieron convocadas. Así, a comienzos de 2017 se lanzó oficialmente el Frente Amplio, compuesto por catorce movimientos y partidos políticos. Pese a que los pronósticos electorales no fueron auspiciosos, la nueva coalición logró consolidarse con un impresionante resul­ tado en las presidenciales (a solo un 2% del candidato de la antigua Nueva Mayoría) y parlamentarias (con veinte

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diputados y un senador). ¿Cómo explicar este resultado en las elecciones de 2017? Si hubo un hecho notable en estas elecciones es que, por primera vez desde que terminó la dictadura, se quebró el histórico eje socialista/democratacristiano que dio vida a la Concertación. Esta alianza buscó superar lo que algunos consideraron una experiencia fallida en la Unidad Popular de Salvador Allende: el tensionamiento entre la izquierda y el centro. Y a esto se sumó un contexto mundial, las décadas del980 y 1990, donde las izquierdas sentían el fracaso del socialismo real, perdían influencia en las clases trabajadoras y veían emerger los denominados «valores posmateriales» y los desplazamientos ideológicos de la «tercera vía». L a alianza se basaba, también, en una particular lectura de las divisiones ideológicas de la sociedad chilena: la población se distribuiría en forma de campana de Gauss en términos de adhesión en el eje izquierda/derecha. Es decir, la mayoría se concentraba en el centro político y, mientras más lejos de este, menor sería el apoyo en la población. Siguiendo esta lógica, la Democracia Cristiana decidió emprender su «camino propio» y salirse de la Nueva M a­ yoría, a la que consideró demasiado corrida a la izquierda debido a la incorporación del Partido Com unista y al impulso reformista del gobierno de Bachelet. El camino propio — pensaba la dirigencia de la Democracia Cristia­ na— permitiría recuperar su influencia política apelando a un supuesto «votante de centro» que habría quedado «huérfano». Sin embargo, el resultado electoral del partido terminó siendo paupérrimo: se redujo fuertemente su pre­ sencia parlamentaria y la candidatura presidencial obtuvo el quinto lugar en preferencias. Esto parece reflejar que, si bien esta aproximación a la distribución de identificaciones ideológicas podía acercarse a la realidad a comienzos de 37/

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la transición de la década de 1990, este contexto habría cambiado. Así, la tabla 1 presenta el nivel de identificación en el eje izquierda/derecha para 1993 y 2017:*23 T a bla

i

: I d e n t if ic a c ió n

iz q u ie r d a / d e r e c h a 22

Izqu ierda-D erech a

1993

2017

D iferen cia

D erecha

13%

10,3%

-2,7

Centro-derecha

13,1%

6,6%

-6,5

C entro

19,8%

11,3%

-8,5

C entro-izquierda

23,2%

7,1%

-16,1

Izquierda

10,5%

8,3%

-2,2

Independiente

1,9%

3,9%

2

N inguno

11,5%

48,6%

37,1

Fuente: Elaboración propia con datos C EP (1993,2017).23

En la tabla 1 se puede observar una fuerte caída en la identificación con todos los elementos del eje izquierda/ derecha, especialmente en la centroizquierda, centro y centroderecha. Quienes no se identifican con este eje pasan de un 11,5% a un 48,6% en el período descrito. Este hecho permite mirar con otra luz la apuesta de camino propio de la Democracia Cristiana. En definiti­ va, los votantes en el largo ciclo electoral se alejan de los referentes políticos de la década de 1990, pero lo que los 22. 23.

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Los valores suman menos de 100%, ya que se han omitido las opciones "no sabe" y "no contesta". Centro de Estudios Públicos (CEP). "Estudio Nacional de Opinión Pública N.° 51 - Tercera Serie, septiembre-octubre", 2017.

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motiva no parece ser la búsqueda de un «centro» perdido. En este sentido, el ejemplo de las elecciones de alcalde de Valparaíso parece ser icónico en una tendencia que se con­ sagró en las elecciones de 2017: una migración importante hacia una votación distinta de los dos bloques tradicionales, pero que parece difícil de encuadrar en el clásico clivaje del eje izquierda/derecha. ¿Cuál sería este eje nuevo que empuja los cambios políticos en Chile? _ En el mundo, y en Chile, el debate político desde fi­ nales de la década de 1980 se ha definido por la creciente preponderancia de las clases medias en la mayoría de las democracias. Se trata de los hijos de la clase trabajadora que, gracias a nuevos accesos a la formación técnica y pro­ fesional, han logrado superar la barrera de la pobreza. En el caso chileno, el reciente desarrollo capitalista posterior i la dictadura estaría marcado por dos dinámicas que han definido a estas capas medias. Por una parte el acceso al consumo, que ha traído patrones de conducta individua­ lizantes y lejanos de proyectos comunitarios o colectivos. Por otra, y de modo paradojal, una fuerza democratizadora que ha empujado hacia progresivas demandas por dere­ chos civiles y sociales. En Chile, el proceso neoliberal y la democratización se han implementado en conjunto y han penetrado la vivencia cotidiana de importantes segmentos de la población.24Ante este escenario han surgido, cada vez con mayor claridad, dos posiciones contrapuestas que no ce corresponden necesariamente con la traducción política tradicional del eje izquierda/derecha.

2-t.

Para un análisis detallado en este sentido, véase Peña, Carlos. Lo que el dinero sí puede comprar. Taurus, 2017.

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¿Cómo explicar que en una misma elección la sorpresa haya sido el éxito, tanto de la coalición que proponía la profimdización del modelo de desarrollo actual (la dere­ cha) como de la que más fuertemente proponía el cambio de rumbo (el Frente Amplio)? L a respuesta es que lo que lleva a estas nuevas clases sociales a votar por uno u otro no puede reducirse simplemente al eje izquierda/derecha. Este fue, probablemente, parte del error de diagnóstico en la borrachera electoral de la victoria de Sebastián Piñera en 2017, que cegó a la política en la antesala del estallido social de 2019. E l discurso, en 2018, del flamante nuevo ministro del Interior, Andrés Chadwick, en IC A R E , refleja esta con­ cepción de las clases medias que entró en crisis con el estallido social. Con este argumento, el gobierno de Se­ bastián Piñera desechó, entre otras cosas, la propuesta constitucional de Bachelet, aduciendo que la clase media chilena buscaba detener los cambios que había iniciado el gobierno anterior. En esta mirada, la clase media se movería ante todo por el temor a perder lo alcanzado, con una fuerte dosis de escepticismo por las posibilidades de la pobtica de mejorar su calidad de vida. Esta visión, que por cierto refleja algunos elementos de las nuevas subje­ tividades de este sector social, está lejos de explicar por completo a la clase media. Com o explica Barozet, las clases medias chilenas no pueden entenderse solamente mirando sus miedos, como suele pretender un sector de la elite nacional. M ás bien, lo que define las subjetividades de este sector es «la combina­ ción en forma de binomio, y no oposición mutua, de rabia y miedo, por un lado, y la amplia percepción de maltrato,

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:>:>r otro».25 Efectivamente, el miedo los une con los sectores ¿tos, pero la rabia frente al orden establecido los conecta ce n los sectores más desposeídos. Por ejemplo, según Barazet, el costo de la vida genera una rabia de intensidades '.milares en clases medias y bajas. Al mismo tiempo, estas ; lases medias presentan similares niveles de desconfianza a las que presentan las clases altas con respecto a sindicatos partidos políticos.

El primer Frente Amplio . Qué fue este Frente Amplio que emergió en 2017 en ::m o a la candidatura presidencial de Beatriz Sánchez? P ira entender a este partido se ha traído a colación, con frecuencia, el caso del Frente Amplio uruguayo y el Pode~ : i español. El influjo del modelo de Podemos fue, pese a ciertas expectativas, más bien acotado y se podía observar : rincipalmente en las nociones de «cambiar el tablero» desde el e:e izquierda/derecha a abajo/arriba y la pretensión de ser _na agrupación que sobrepasara los techos históricos de la m ie r d a . Por ejemplo, se manifestó en la decisión de no ce clarar a la coalición como únicamente de izquierdas, sino .cierta a distintas ideologías que compartieran un sustrato :: mún. Esto permitió ampliar los márgenes de la coalición i -crupaciones que se definían de centro progresista, como el Partido Liberal. Sin embargo, el discurso frenteamplista : leídamente intentó superarlas aristas más impugnadoras ¿el referente español, y mostrar una vocación de gobierno convocatoria de mayorías, prescindiendo de apelativos .: mo «la casta». 1:

3arozet, Emmanuelle, et al.Clases medias en tiem . ulnerabilidad persistente, desafíos para la cohesión y un nuevo oacto social en Chile. Cepal, 2021, p. 78.

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L a homonimia con el Frente Amplio uruguayo no es coincidencia. Bastante antes de formarse la versión chilena, Revolución Democrática ya planteaba como su desafío de mediano plazo conformar un «Frente Amplio», con el caso uruguayo como ejemplo. Al menos dos aspectos llamaban la atención en este modelo. Primero, la posibilidad de constituir una coalición amplia, más allá de la izquierda tradicional, pero con un programa que, comparado con el modelo económico y social de Chile, tenía un claro sello progresista y con un Estado cuyo rol fuera el de garante de derechos sociales. E l modelo uruguayo contenía una amplitud orgánica similar a la Nueva Mayoría (desde el Partido Comunista hasta la Democracia Cristiana), pero con un rol del Estado mucho más relevante que el chileno. Segundo, quizás lo más fundamental en el modelo del Fren­ te Amplio uruguayo, dada la experiencia con el gobierno de la Nueva Mayoría, fue un modo de funcionamiento de la coalición que garantizara el cumplimiento de los acuerdos programáticos, junto con una participación de la militancia de base, en el marco de una identidad «frenteamplista» que traspasara las identidades partidarias. Esto permitía pensar en una directiva o en un mandato programático que aunara la coalición en su diversidad. M ás allá del temprano éxito electoral, los primeros años de vida del Frente Amplio develaron su principal falencia. Mientras que en la oposición a las fuerzas polí­ ticas tradicionales había cierta confluencia, en el terreno programático había más preguntas que respuestas. Este déficit se exacerbó con las dificultades para coordinar una bancada parlamentaria compuesta por un gran número de colectivos políticos y con varios proyectos individualistas. Luego de la primera etapa de conformación institucional

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-el Frente Amplio, vendría el doloroso y bullado período ce depuración, marcado por quiebres y peleas. E l primer Frente Amplio, cuyos jóvenes liderazgos ha:. an emergido al calor de las movilizaciones estudiantiles 2011, incluía una diversidad de colectivos y partidos de z amplio espectro político e ideológico, desde el autoder. minado «centro reformista» del Partido Liberal hasta ? irtidos de la antigua izquierda extraparlamentaria, como .. Partido Humanista, pasando por una multiplicidad de :: lectivos y movimientos pequeños. Luego de su éxito inicial, abundaron las especulaciones sobre su capacidad 7 seguir creciendo e incluso convertirse en fuerza de 7 : memo. Los primeros dos años del Frente Amplio estuvieron 7arcados por quiebres y pujas internas que fueron erosioa7. do su imagen. En medio de estas trifulcas, hacia finales ir 2019, Chile vivió un estallido social casi sin preceden: i ; . que llevó a millones de personas a la calle e hizo caer .im píam ente la aprobación del gobierno de Sebastián Pinera. Muchos factores explicaban este levantamiento, 7. ro un elemento fundamental, sin duda, era una crítica f in cuartel a todos los partidos del sistema político y una 777. anda de los puntos ciegos de la transición democráti. .. En un comienzo parecía que las críticas a los partidos ■ adicionales podían traducirse en un apoyo a las nuevas rzinizaciones del Frente Amplio, pero no fue así. Quienes h mían sido impugnadores del orden político precedente • r vieron, a su vez, apuntados por la ciudadanía. El golpe más duro a la nueva coalición se dio luego de : _e algunos de sus principales dirigentes pusieran sus firmas 7 ira un acuerdo transversal. En un intento por darle cauce zftitucional a la movilización que se tomó las calles de C iiile, este acuerdo multisectorial de la política propuso un 43/

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proceso constituyente que diera voz a los nuevos actores que salieron a la calle en 2019. Este pacto permitiría un gesto sacrificial de la elite política al entregar la Constitución de 1980, elaborada en dictadura, y aceptar que las nuevas reglas fueran escritas por un órgano distinto del Parlamento. En particular, se acordó que fuera una Convención Constitu­ cional la encargada de la redacción del nuevo texto. Para lograr ese acuerdo se realizaron concesiones, como aceptar que los artículos de la nueva Carta M agna se apro­ baran con dos tercios de la Convención Constitucional, lo que en teoría obligaría a llegar a acuerdo amplios, inclu­ yendo a sectores conservadores. Por otro lado, para que este espacio se consolidara como una instancia distinta de la de las diferentes formas de representación de la política convencional, se acordó que tendría tres características fundamentales. Primero, se garantizaría paridad de género entre los convencionales constituyentes electos. Segundo, se establecerían cupos reservados para los pueblos originarios. Y por último, en sintonía con el fuerte sentido antiparti­ dista de las movilizaciones, se establecería un mecanismo inédito para facilitar las candidaturas independientes a la Convención. Estos aspirantes independientes podrían agru­ parse en listas que les permitieran sumar votos y competir en igualdad de condiciones con los partidos, sin necesidad de conformarse como tales. L a relación de las fuerzas movilizadas con el acuerdo que dio origen al proceso constituyente fue ambivalente. Algunas de ellas y el Partido Comunista lo consideraron una traición, sobre todo por la aceptación de un quorum de dos tercios para aprobar las disposiciones constitucionales. E l principal resquemor era que, si la derecha alcanzaba un tercio de la Convención, podrían tener poder de veto. Sectores del Frente Amplio también lo consideraron una 44/

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deslealtad. Una serie de quiebres redujeron significativa­ mente la presencia parlamentaria de la coalición, con la salida de buena parte de los partidos de la histórica «iz­ quierda extraparlamentaria» y del alcalde Sharp. Finalmente, tanto el Partido Comunista como las fuer­ zas emergentes antipartidistas decidieron participar en el proceso, manteniendo una posición crítica y buscando tensionar su desarrollo desde adentro, sobrepasando lo establecido por el acuerdo original. El apoyo masivo que recibió el proceso constituyente como vía para canalizar el descontento se confirmó en un plebiscito de entrada. En este, los chilenos y las chilenas decidieron comenzar el camino hacia una nueva Constitución, con casi un 80% de los votos a favor. Un segundo golpe al Frente Amplio ocurrió cuando, luego de que se confirmara una nueva alianza con el Partido Comunista, cuatro diputados abandonaron la organización (los del partido de centro-progresista, Partido Liberal, y el ala más moderada de Revolución Democrática). Algunos26 se apresuraron a declarar la inminente muerte del Frente Amplio, asegurando que lo que quedaba de él sería absor­ bido por la identidad comunista. Entre la propia militancia del Frente Amplio empezó a instalarse la pregunta de si su destino sería ser la primera coalición del nuevo orden político que comenzaba a nacer con el estallido social, o la última de un orden en declive. Este fue el telón de fondo de las elecciones del 15 y 16 de mayo de 2021, en las que se eligió a los integrantes de la Convención Constitucional, alcaldes y gobernadores.

26.

"Columna de Paula Escobar: La hegemonía entre el PC y el FA: Las canas verdes del Frente Amplio". Tercera, 15 de mayo de 2021.

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Varios analistas27 pronosticaron (basados en algunas en­ cuestas, elecciones previas y proyecciones) una elección sin sobresaltos, marcada por el voto de los mismos electores de siempre que les habían dado sendas victorias a los dos bloques principales de la política chilena en los últimos treinta años. Contra todo pronóstico, estos comicios ter­ minaron constituyendo un verdadero terremoto para la política nacional. En la Convención Constitucional se vio un colapso de la votación de derecha, articulada en el bloque Chile Vamos con el Partido Republicano, que la llevó a cerca de un 20% de los votos y un desplome en la votación de la lista de centroizquierda tradicional (la Lista del Apruebo). Quizás el ejemplo más notorio de esta crisis fue el de la Democracia Cristiana, que solo logró elegir a un militante de sus filas para la Convención (el presidente del partido). L a principal sorpresa la dieron cientos de candidatos independientes que resultaron elegidos. De los 155 miembros de la Convención, 103 no tenían militancia política. Lo que los análisis previos a las elecciones no lograron anticipar fue la movilización electoral que se generó en oposición a estos dos bloques históricos y que hubo una lista de independientes que logró hacerse del caudal simbólico de la política «independiente» del estallido: la Lista del Pueblo. En ella confluyeron al menos tres elementos que rondaron el estallido social. En primer lugar, un grupo de dirigentes que lograron «hacer carne» el relato del estallido, lo que a veces se llamó «octubrismo». Este grupo, que te­ nía su epicentro en las movilizaciones periódicas de Plaza Italia, rebautizada como Plaza Dignidad, tenía la ventaja 27.

Caro, Isabel. "El costo de la dispersión opositora: Auth proyec­ ta un 43% de la convención constitucional para la derecha". Tercera, 1 de marzo de 2021.

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de que sus principales rostros habían adquirido algún nivel de notoriedad mediática y, a la vez, de legitimidad social por haber puesto el cuerpo en las protestas. Algunas de las figuras más reconocidas de este grupo son dos manifes­ tantes que se hicieron famosos por sus disfraces icónicos: uno de Pikachu (Giovanna Grandón) y otro de dinosaurio (Cristóbal Andrade). En su mayoría, eran personas que no tenían recorrido político y que habían vivido el estallido como un «despertar». Su liderazgo provenía de su capacidad performática. Ellos simbolizaban a las víctimas del abuso y les daban voz con su presencia en las manifestaciones. D e este modo, se volvieron parte de un panteón de hé­ roes de la revuelta social que encarnaban en sí la voz de Plaza Dignidad. Ambos referentes resultaron elegidos y su presencia logró dotar de legitimidad a la Convención, pues materializaba la continuidad entre estallido y proceso constitucional. En este grupo también se ubicaba Rodrigo Rojas Vade («Pelao Vade») y por eso, cuando se descubrió que su supuesta enfermedad de cáncer y la quimioterapia para la cual había recaudado fondos públicamente no ha­ bían ocurrido, se derrumbó completamente su legitimidad de representación. E l segundo grupo de la Lista del Pueblo podría clasifi­ carse como un mundo de izquierdas que vio, en el estallido social, el esperado anticipo del colapso del modelo neolibe­ ral. Eran agrupaciones que habían participado en apuestas electorales previas, sin resultado, y que habían estado en las órbitas del Partido Comunista y otros partidos de izquierda. Poseían la legitimidad de no ser partidos, pese a contar con experiencia en disputas electorales. Un ejemplo fue la participación de una vertiente del movimiento trotskista, que incluso logró elegir una constituyente. Por último, de los 145 candidatos que presentó la Lista del Pueblo, 47/

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68 pertenecían a movimientos sociales,28 en su mayoría provenientes de fuera de Santiago (en la capital tenían preeminencia los dos primeros grupos). Una de las apuestas exitosas de la Lista del Pueblo fue ofrecerse como marca instrumental que, gracias a una exi­ tosa franja televisiva, se asociara al estallido social, y bajo la cual se agruparon varios movimientos y colectivos. Estas incorporaciones incluso se dieron después de la inscripción de las listas, lo que explica que algunas de ellas no llevaran el nombre «Lista del Pueblo». L a Lista del Pueblo logró un ascenso verdaderamente meteórico y terminó por definir el proceso constituyente chileno. E l grupo, nacido bajo el alero del estallido, se volvió icono de la emergencia de un nuevo actor político que rehuía de los partidos y, en su lugar, buscaba una nueva forma de organización política. Una serie de elementos explican sus inesperado éxito electoral, pero pocos negarían que, en el fondo, la agrupación logró hacer carne una idea que rondaba en el debate público hace tiempo: la de que las víctimas de una «coalición del abuso» (empresarios, políticos, economistas, etcétera) podían arrebatarle el poder a una elite indolente. Y no hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo. Por otro lado, hubo una importante sorpresa en las elec­ ciones municipales en las que el Partido Comunista, pero sobre todo el Frente Amplio, lograron arrebatarle populosas e icónicas municipalidades a la derecha. Desde comunas po­ pulares hasta algunas de clase media alta, la propuesta de esta coalición logró concitar un apoyo sorprendente. En comunas que incluían icónicos puestos alcaldicios de la derecha, como 28.

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Vlllanelo Llzana, Felipe. "Las cifras de la irrupción de los mo­ vimientos sociales en la Convención: datos para entender el nuevo ciclo político". Ciper Chile, 6 de julio de 2021.

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el de la comuna de Santiago y Maipú, la segunda comuna con más habitantes de la Región Metropolitana, el triunfo fue innegable. A estos resultados se suman victorias en Viña del Mar, Valdivia y otras localidades. Además, una de las cosas más llamativas de las victorias del pacto de izquierda fue su transversalidad en términos socioeconómicos. D es­ de comunas populares dominadas por clases trabajadoras, como Lo Espejo, hasta de clase media alta, como Ñuñoa, se recorre prácticamente todo el escalafón social de la ciudad capitalina, y ambas habían quedado en manos de alcaldes de la nueva coalición de izquierda. Incluso, en la comuna de Las Condes, icónica residencia de las clases altas del país y reducto de votos de la derecha, una candidata del Frente Amplio, Isidora Alcalde, logró ser electa al Concejo Municipal. Las razones de este arribo a los municipios son diversas. Sin duda, una parte central recae en la crisis po­ lítica desencadenada desde el estallido social de 2019, que se había materializado en una demanda de renovación de la política, junto con una desconfianza profunda frente a la política tradicional. Pero también parece haber algo en la oferta política de la coalición de izquierda que la hizo particularmente atractiva en este escenario.

El segundo Frente Amplio ¿Por qué votaron quienes votaron por la coalición del Frente Amplio y el Partido Comunista en las elecciones munici­ pales de 2021? Específicamente, una de las preguntas que surgió luego del resultado electoral es cuál es esa identidad del nuevo Frente Amplio que, contra los pronósticos, es­ tuvo lejos de ser absorbida en la reciente coalición con el Partido Comunista. Al parecer, los electores sí percibieron

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una identidad particular del Frente Amplio, que, en lugar de diluirse en la personalidad comunista, se vio como complementaria. Es una identidad claramente diferente de la del Frente Amplio de 2017, que era políticamente más difusa y definida en oposición a los bloques tradicionales. En este sentido, el «nuevo» Frente .Amplio tenía menos amplitud política, pero más profundidad social. Además, la firma del acuerdo que dio inicio al proceso constituyente había quedado ineludiblemente asociada a su marca. Lo que algunos veían como un pasivo ha terminado consolidando una imagen de Frente Amplio más maduro. Si el Partido Comunista ha tomado el rol impugnador que antiguamente tenía el Frente Amplio, este ahora se consolidaba en su posición crítica, de renovación desde la sociedad organizada, claramente posicionada en la izquier­ da, pero anclada en un sentido republicano de democracia y diálogo. Tanto así que una de las figuras protagonistas de la firma del acuerdo político que comenzó el proce­ so constitucional, el diputado y ex dirigente estudiantil Gabriel Boric, se alzó como su carta presidencial para las elecciones de 2021. Por otro lado, en la Convención Constitucional empezó a notarse una distancia entre el Partido Comunista (que se acercó a la Lista del Pueblo) y el Frente Amplio (que se acercó al Partido Socialista), en parte explicada por la disputa presidencial que se desató de forma paralela al proceso constituyente. El candidato presidencial del Partido Comunista, el alcalde de Recoleta, Daniel Jadue, competía con el candidato presidencial del Frente Amplio, Gabriel Boric, en unas primarias que definirían al representante de la coalición. Ambos se encontraban en las antípodas del debate sobre el acuerdo que dio origen al proceso constituyente: Boric era visto como uno de los actores fundamentales del 50 /

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acuerdo, lo que implicó que lo suscribiera incluso llevando la contra a su partido, mientras Jadue se mostró muy crítico y acusó reiteradamente que había sido suscrito a espaldas del movimiento social. E l Partido Comunista había apostado a volverse una especie de traducción política del estallido social, a través de la figura de Jadue. Esta tesis se resumía en frecuentes decla­ raciones que manifestaban que Jadue era el único político «que podía caminar por Plaza Dignidad», el epicentro de la movilización de 2019, sin ser increpado. En concordancia con esta tesis, el Partido Comunista había empujado un decidido acercamiento hacia la Lista del Pueblo a través de varios gestos en la Convención. En cambio, el Frente Amplio y Boric apostaban a una base de apoyo más difusa que escapaba de los márgenes de Plaza Dignidad. Tenían la convicción de que se estaba sobreestimando el apoyo que recibieron las protestas, asumiéndolas como señal de radicalización en el eje izquierda/derecha, cuando, en realidad, reflejarían un descontento con la elite política y económica. En definitiva, según la óptica del Frente Amplio, la gente quería cambios profundos al modelo económico y una renovación de las dirigencias políticas, pero también quería un horizonte de tranquilidad. En particular, subsistía el mundo de los votantes socialistas, desilusionados con el rumbo que había tomado la coalición de centroizquierda. Este era el amplio mundo al que Boric aspiraba llegar, en sintonía con su pertenencia ideológica al «tronco histórico» del Partido Socialista, como «socialista libertario» (como se definía a sí mismo).29

29.

Boric Font, Gabriel [@GabrielBoric]. "@kennethbunker socialista libertario". Ti Witter,13 de abril de 2020.

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En las encuestas parecía que la victoria de Jadue era inevitable.30 Sin embargo, el dirigente del Frente Amplio obtuvo una sorpresiva y aplastante victoria con más de un 60% de los votos y una alta participación. Algunos de quienes daban al Frente Amplio por muerto y enterrado le empezaron a asignar un rol crucial como articulador entre «lo nuevo» y «lo viejo» en la política nacional. Por otro lado, si bien este nuevo Frente Amplio se veía más consistente ideológicamente, todavía no había claridades sobre cómo enfrentaría el nuevo ciclo político, ahora que había consolidado su posición. Las tendencias centrífugas y la propensión a los quiebres de las frágiles instituciones partidarias que lo componían seguían allí.

El Frente Amplio llega a La Moneda: Comienza la era Boric En su carta al Consejo General de la Democracia Cristiana, en la que solicita apoyo para la segunda vuelta presidencial, el entonces candidato Gabriel Boric hacía el siguiente culpa: «L a arrogancia generacional es una mala consejera... no hay virtud per se en la juventud y la novedad, sino que un proyecto político debe juzgarse por sus convicciones, principios, y actuar en consecuencia». Para ese entonces, el Frente Amplio se había consolidado como una fuerza política anclada en el movimiento estudiantil, en la clase media emergente y en los votantes que migraban desde las coaliciones tradicionales a otros referentes. Sin embargo, con esa fórmula el techo de la coalición se veía todavía bastante bajo, como lo reflejó el segundo lugar en la pri­ mera vuelta presidencial de 2021, con apenas un 25,8% 30.

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"Primarias: Encuesta 'Data Influye' da ventaja a Jadue y marca empate entre Lavín y Sichel". Cooperativa, 30 de junio de 2021.

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de los votos, y un decepcionante resultado en el Congreso. L a coalición ya había dado algunos pasos en dirección a expandirse, pero estos todavía eran tímidos. «Jóvenes de todas las generaciones» había sido uno de sus lemas de las primarias. Pero ahora se enfrentaban por primera vez al desafío de convertirse en un proyecto de mayoría. Finalmente, Gabriel Boric ganó las elecciones por más de diez puntos, en una segunda vuelta con relativa alta participación y se convirtió en el presidente más joven de su historia, con 36 años apenas cumplidos. E l nuevo gobierno asumía con enormes expectativas puestas en el presidente y en la generación política, sub-40, forjada en las protestas estudiantiles, que llegaba con él. También fuera del país había bastante interés por la nueva administración. Empezaba a tomar fuerza la idea de que América Latina podría estar viviendo una «nueva ola rosada», como la que se experimentó a comienzos del siglo X X I. Esta supuesta ola se vería ratificada por las vic­ torias electorales de Gustavo Petro en Colombia y de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil. Sin embargo, esta nueva ola se percibe como una bastante diferente a la anterior. En esta, marcada por el desastre de Nicaragua y Venezuela, sus referentes han asumido el respeto a la democracia liberal31 y a sus contrapesos institucionales, que permiten evitar las derivas autoritarias de la ola anterior. Por otro lado, esta ola ha tomado más colores. En particular, las banderas verdes del ecologismo y moradas del feminismo tienen un rol protagónico, además de las del arcoíris y de la diversidad sexual. Una de las razones por las que Boric generó tantas expectativas en el progresismo es su posición como símbolo 31.

Quesada, Juan Diego. "Petro: 'Rechazar la democracia liberal lleva a la dictadura, como ha ocurrido en algunos países de América Latina1". El país, 13 de noviembre de 2022.

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de esta nueva izquierda. Y junto con esas esperanzas ha crecido el valor que se le ha asignado al éxito o al fracaso de su gobierno. ¿Quién es el presidente Boric y qué define a su «nueva izquierda»? Minutos después de que Gabriel Boric pronunciara su discurso desde el balcón de La Moneda el día de su asunción al cargo, el caricaturista conocido como «M ala Imagen» bromeaba con una de las frases más repetidas por el nuevo presidente de Chile: «Los invito a que nos escuchemos de buena fe, sin caricaturas. De todos los bandos. Nos lo digo a nosotros también», había dicho el flamante nuevo mandatario. E l llamado a dejar las caricaturas ha sido una expresión recurrente de Boric desde sus tiempos de dirigente estu­ diantil y a lo largo de toda su trayectoria política. Por cierto, razones para repetir este emplazamiento no han faltado. Por ejemplo, un día antes de las elecciones de segunda vuelta, el presidente de la corporación empresarial chilena que congrega a los principales sectores productivos del país, Juan Sutil, decía que una victoria de Boric abriría las puertas a una «dictadura del proletariado».32 Si bien a estas alturas es probable que hasta el propio Sutil reconocería lo exagerado e injustificado de sus expresiones, la pregunta por el «verdadero» Boric ciertamente sigue presente en conver­ saciones nacionales. Luego de que nombrara a su ministro de Hacienda, Mario Marcel, un reconocido economista que presidió el Banco Central y que fue impulsor de la política de equilibrio fiscal chilena, se han despejado varios de los resquemores más agudos. L a interpretación dada ha sido atribuir estas decisiones a un cambio en el mismo Boric, quien habría moderado sus posiciones entre la primera y 32.

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Rivas Molina, Federico. "Juan Sutil: 'Un empresario no puede tener mucha simpatía con las ideas de Boric'". El País, 18 de diciembre de 2021.

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segunda vuelta presidencial y, al parecer, se habría quedado con sus posiciones de segunda vuelta. En esta explicación, Boric se habría transformado de un furibundo izquierdista revolucionario en un socialdemócrata reformista. Esta explicación ignora por completo que, solo meses antes de la primera vuelta, Boric ya había dado señales de apertura hacia la centroizquierda durante las primarias de su coalición.33 También ignora el rol central que jugó en 2019 el entonces diputado para alcanzar un acuerdo trans­ versal de la política chilena con el objetivo de empezar el proceso constitucional y canalizar institucionalmente un estallido social que amenazaba con desbordarse. L a otra alternativa, distinta a creer que Boric ha cambiado en el breve plazo entre la primera y segunda vuelta presidencial, es que nunca fue esa caricatura que algunos quisieron hacer de él; es aceptar que Boric no es un tradicional izquierdista de puño en alto y manifiesto en el bolsillo, ni tampoco ha devenido en solo recambio generacional de la centroiz­ quierda chilena. Parte de lo que explica que el éxito del Frente Amplio se haya percibido como «sorpresa», se debe a la profunda convicción de varios dirigentes políticos, hasta el día de hoy, de que existe una masa de la población que se identifica sustantivamente con el «centro». Sin mucha evidencia, se insiste en que estos votantes apoyarán a quien sea que uti­ lice este rótulo. Evidentemente, la mayoría de las personas rechazan los proyectos irresponsables y prefieren el diálogo al conflicto. También es cierto que la mayoría de los ciuda­ danos quieren un horizonte de tranquilidad y orden. Pero la idea de que quien lleve la etiqueta «centro» encarna esos 33.

Jara, Alejandra. "Boric-candidato: 'Tenemos que estar disponi­ bles, en función de contenidos, a hablar con todos los que sean necesarios"1. La Tercera, 18 de marzo de 2021.

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bienes en ojos de la ciudadanía es, al menos, discutible. Es más, según, por ejemplo, datos de la encuesta Plaza Pública Cadem del 15 abril de 2019, el Frente Amplio, pese a su ambicioso, radical y transformador programa, era percibido por la población como más cercano al centro que el Par­ tido Socialista y a un nivel similar al del Partido Radical. M ás que preguntarse por cuántos chilenos se identifican con el centro, quizás la pregunta más interesante es qué entienden los chilenos por este y cómo se diferencia de lo que las dirigencias políticas entienden. Es imposible comprender a Boric y a la nueva izquierda chilena sin pensarla en el marco de la generación que lideró las movilizaciones estudiantiles. Abundan exdirigentes de la época a la cabeza de los ministerios y en diversos niveles del nuevo gobierno. Y esto es parte esencial de su ethos. M ás que un programa de izquierda tradicional, como pretenden las caricaturas, lo que Boric y la nueva izquierda que lo acompaña han empujado es un camino de profundización democrática, imbuido en las nuevas demandas de movimien­ tos sociales feministas, ecologistas y progresistas del siglo XXI. En definitiva, «democratizar la democracia», reuniendo las preocupaciones por el «fin del mundo» (ecologismo) con el «fin de mes» (derechos sociales). E l atractivo de su candidatura provino de la promesa de alcanzar cambios profundos al modelo económico y una renovación de las dirigencias políticas, pero también de que el camino a ese cambio se base en un diálogo institucional y republicano y tenga un horizonte de tranquilidad. Quién era y de dónde venía hacía creíble esa promesa. Los chilenos apostaron a que alguien que conoce los movimientos sociales y que los respeta podría sanar las heridas sociales que todavía divi­ den a Chile, sobre todo luego de haberlo visto firmando el acuerdo transversal de noviembre de 2019. 56 /

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L a convicción de que los movimientos sociales debiesen jugar un rol protagónico en democracia ha llevado a esta nueva izquierda a criticar tanto a una elite política que go­ bierne tecnocráticamente, sin empaparse de la ciudadanía, como a un importante escepticismo frente a los vanguardis­ mos de izquierda. En línea con estas convicciones, Boric ha sido una de las voces más firmes en la izquierda en su crítica al autoritarismo y a la violación de derechos humanos en Venezuela y Nicaragua. No por nada, a su asunción invitó a reconocidos opositores del régimen de Ortega. Esta nueva izquierda ha vivido cambios. Ciertamente, durante el curso electoral que los tiene hoy en L a M oneda hubo un significativo proceso de maduración, pero los que nunca entendieron lo que era Boric y esta nueva izquierda, y se quedaron en caricaturas, menos podrían comprender su autocrítica y evolución. Un gobierno no puede ser un proyecto generacional, tiene que ser de todos los chilenos y de todas las chilenas. Y para que sea así, a veces hay que saber hacer sacrificios dolorosos. En definitiva, hay que saber amar a ese pueblo, incluso más de lo que se ama la historia y la ideología propia. Este es quizás el mayor desafío del primer gobierno de esta generación política. Los vertiginosos hechos políticos descritos aquí han significado que esta generación haya llegado al poder antes de decantar algunas discusiones centrales para gobernar. Sobre todo, lo que más ha faltado es un diagnóstico que explique, de manera clara, el momento político que vive Chile, más allá de las cuestiones etáreas. En muchos sen­ tidos, el ímpetu generacional que fue la fuerza motriz de los primeros avances de esta fuerza política es hoy uno de los principales obstáculos a superar para tener esta evalua­ ción. En esta línea, son tres las cosas que este libro busca apuntar como elementos de un diagnóstico al momento 57/

político que vivimos y que marcarán el desempeño de la nueva izquierda en los próximos años: ideología, identi­ dad y representación. Cada uno de estos pilares sostiene, de diversas maneras, las posibilidades de transformación empujadas por el Frente Amplio y la nueva izquierda.

Ideología

En 1969, O lo f Palme, el icónico primer ministro socialdemócrata sueco, concluía el Congreso de su partido con estas palabras: Muchas veces he dicho que la igualdad no es una condición, sino una dirección de la política. Pero esta dirección es im­ portante y debemos serle fiel [...] Compañeros, el rostro del partido socialdemócrata sueco se orienta hacia un futuro marcado por la igualdad y la libre comunión entre la gente.34 Una de las explicaciones de la crisis de los partidos en Chile, que incluye a la izquierda, ha sido el notorio abandono del debate doctrinario. Una ideología, más que cualquier cosa, es esa dirección a la que hacía referencia Palme. Es imposible responder la pregunta de la identidad si no se desarrolla una visión sobre la orientación de las ideas. En este capítulo revisaré aspectos ideológicos que marcan la política nacional, desde la perspectiva de las iz­ quierdas. Estos aspectos se discutirán tanto para las nuevas organizaciones políticas, que han emergido en torno a las movilizaciones sociales recientes, como para algunas de las agrupaciones tradicionales de la izquierda.

34.

Palem, Olof. Policy of the 70s. Arbetarrórelsens arkiv och bibliotek, 4 de noviembre de 1969.

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Según Berman, resulta innegable que las ideologías exis­ ten y tienen un profundo impacto sobre la política.35 Sin embargo, ideología no es un concepto fácil de especificar. Analizar ideologías y generar clasificaciones de ellas, incluso con una definición escueta, es trabajar en un campo minado de largas y amargas discusiones. Por lo mismo, para que su estudio sea viable, en este caso he preferido privilegiar la claridad por sobre la exhaustividad; la capacidad operacional por sobre la precisión. Así, en este análisis llamaremos ideo­ logía al sistema de creencias esenciales a la identidad de los partidos o, como lo explican M air y M udde,36 aquello que un partido es, en lugar de lo que hace. E l desarrollo de un ideario como este, por cierto, no recae solo en los partidos. Hay un rol fundamental de la sociedad civil organizada, de los centros de pensamiento y ciudadanos en reflexionar y debatir sobre la dirección que se desea para la sociedad. ¿Cuánta falta ha hecho tener estas nociones para el debate constitucional? Si no para ponernos de acuerdo, al menos para saber en qué exactamente estamos en desacuerdo.

Las fronteras de lo creíble: El límite de los sistemas de partidos democráticos En todos los sistemas políticos existen ideologías que se clasifican como ajenas al debate establecido. En algunas ocasiones estas incluso se consideran peligrosas, por ejem­ plo, si promueven una acción violenta contra alguien, y se invoca el imperio de la ley para contenerlas. En otras cir­ cunstancias, estos discursos se comprenden como un «mal 35.

36.

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Berman, Sheri. The primacy of Social democracy and the makingof Europe's twentieth century. Cambridge Universit Press, 2006. Mair Peter y Cas Mudde. "The party family and its study." Annual review of política! Science, vol. 1, no. 1,1998, pp. 211-229.

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necesario» y se entienden como parte del juego político que los partidos y las organizaciones del poder compitan con estas argumentaciones para evitar que accedan a las herramientas del Estado. Cualquiera que haya tenido algún contacto, por muy tan­ gencial que sea, con la política, se habrá encontrado con los epítetos de «radical», «extremista» o «ultra». Muchas veces son lanzados como insultos, sin mucha preocupación por su contenido. En algunos casos, sobre todo el término «radical», pueden emplearse con sentido positivo, pero con igual am­ bigüedad. La falta de argumento detrás de estas palabras se ha hecho más patente a medida que el debate público en el mundo se ha llenado de advertencias sobre la amenaza a la democracia por parte de grupos políticos populistas y extre­ mistas, sobre todo en la derecha nacionalista. La vaguedad de los conceptos, además, le ha permitido a una diversidad de grupos presentarse como remedio. Pero la discusión sobre la tensión que generan en las democracias los extremos del espectro político no es nueva. Si bien, como en todo con­ cepto relevante hay disputas significativas, existen algunos lincamientos generales que pueden servir para discutir a este respecto. Aquí esbozo una muy breve esquematización de estos sectores para poder sopesar su reto para la democracia y en qué medida estos develan un difícil, pero necesario debate sobre los límites de nuestra discusión pública. L a ultra genera presión sobre los engranajes de la demo­ cracia liberal porque la confronta con sus propios demonios. ¿Cuándo una ideología puede considerarse repugnante, pero tolerable, y cuándo llega al nivel de ser inaceptable? ¿Cómo conviven el principio de gobierno de la mayoría y soberanía popular con el resguardo de las minorías y las limitaciones del Estado de derecho? Distintas sociedades han abordado estas cuestiones de maneras diferentes. En algunos casos, los 61/

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sistemas de partidos han generado muros de contención (o cordones sanitarios) frente a la ultra; en otros han encontrado formas de integrar algunos elementos del radicalismo dentro de la política establecida. En cualquiera de ellos, es necesario tomar conciencia de la ultra. Entender las ideologías que disputan el poder dentro del marco de la democracia liberal requiere, primero, analizar cómo se estableció la frontera entre partidos dentro del sistema y los antisistémicos.

La ultra: Radicalismo, extremismo y estética revolucionaria Probablemente, la definición más recurrente de ultra es la que apela (a sabiendas o no) al texto de Lenin sobre «La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo». Entre otras cosas, en este escrito Lenin critica a los partidos de izquierda en Inglaterra por negarse a establecer acuerdos y llegar a compromisos con el Partido Laborista. Dos aspectos son centrales a esta definición y llegan a permear los poste­ riores debates sobre las ultras en democracia. El primero es que la ultraizquierda no es simplemente «lo que está más a la izquierda». L a ultraizquierda consistiría en una actuación particular frente al contexto político en el que se ubica. El segundo punto es que esta táctica se caracterizaría por una forma patológica de enfrentar la política, moralizante y sin sentido racional. Es lo que Max Weber,37 desde otra tradición intelectual, llamó la «política del fin último», en la que ceder o transar cualquier aspecto se percibe como un acto deleznable. L a visión patológica de la ultra ha permeado tan fuerte­ mente en el debate que con frecuencia se habla de formar 37.

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Gerth, H. H., y C. Wright Mills. Politics as a Vocation. En: Max Weber: Essays in Soclology 2009[1946]: 77-128. Routledge, Taylor and Francls Group.

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«cordones sanitarios» para aislar a estas agrupaciones. Quizás el ejemplo más claro de esta aproximación es el cordon sanitaire en Flanders, en el que todos los partidos de la zona acordaron excluir de cualquier nivel guberna­ mental al Vlaams Blok, de ultraderecha. Esta definición tiene el problema de que no permite explicar el fenómeno de la ultra más allá de las disputas estratégicas por la ofus­ cación entre medios y fines o estética y razón. Situando la discusión en la génesis de las democracias occidentales, la definición de ultra ha sido desarrollada mucho más ca­ balmente. Uno de los intelectuales que más ha aportado en esta discusión desde el análisis de la ultraderecha es Cas M udde,38 quien la define, en oposición a las derechas establecidas, (conservadoras y liberal/libertarias) como antisistema, hostil a la democracia liberal. Esta oposición al sistema de democracia liberal sería el elemento definitorio de la ultraderecha. Además, esta puede dividirse en derecha extrema y derecha radical. Ambas son hostiles a la democracia liberal, pero por motivos diferentes. La derecha extrema se opondría a la esencia de la democracia, es decir, a la soberanía popular y a la decisión por voto mayoritario. En cambio, la derecha radical acepta la esencia democrática, pero se opone a aspectos fundamentales de la democracia liberal, esto es, derechos de minoría, el Estado de derecho y la separación de poderes. Los ejemplos más conocidos de la primera son el fascismo y el nazismo, de la segunda, los movimientos populistas39 de derecha. No es difícil extender 38. 39.

Mudde, Cas. Thefar ríght today. John Wiley & Sons, 2019. Populista no hace referencia aquí a demagogo, como se utiliza en ocasiones en el debate público, sino a una "ideología delgada" en la que la sociedad está dividida entre un pueblo y una elite homogénea y antagónica. En esta ideología, la política debiese ser expresión de una voluntad general y única de este pueblo.

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esta definición hacia el polo de la izquierda y, de hecho, la misma distinción de una izquierda extrema antidemocrática y una izquierda radical antiliberal es implementada con frecuencia para describir a los grupos de izquierda. L a tensión de izquierdas y derechas con la democracia liberal permite situar históricamente el desarrollo de la ultra en el momento en que ambos sectores se vieron enfrentados a tomar el camino electoral. Como explican Przeworski40y Esping-Andersen,41 a lo largo del siglo X X los partidos de la izquierda se vieron enfrentados al «dilema electoral del socialismo». Estos partidos tuvieron que optar entre dos caminos. El primero consistía en permanecer como puros en su esencia de clase. Pero, dado que en ninguna sociedad de occidente el proletariado superaba un 50%, quedarían condenados a nunca rebasar el umbral de la mayoría elec­ toral. El segundo era diluir sus identidades y convertirse en partidos de «los pobres, los asalariados, las mayorías o, simplemente, ciudadanos». Además, esto implicaba aceptar las reglas del Estado de derecho y la gradualidad de cual­ quier cambio progresista. En donde la izquierda no tomó ese segundo camino, adoptó una actitud hostil hacia la democracia liberal, ya sea en su versión extremista o radical. Desde la derecha, un fenómeno similar se dio con lo que Ziblatt ha denominado el «dilema conservador del antiguo régimen».42 A medida que las elites del antiguo régimen empezaron a ver su poder e influencia amenazados por las reformas económicas y democráticas de finales del siglo 40. 41. 42.

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Przeworski, Adam. Capitalism and social democracy. Cambridge University Press, 1986. Esping-Andersen, Gesta. "Politics against markets." Politics against Markets. Princeton University Press, 2017. Ziblatt, Daniel. Conservative political parties and the birth of modern democracy in Europe. Cambridge University Press, 2017.

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X IX , los partidos conservadores, que hasta ese momento funcionaban como partidos de cuadros de elite, se vieron enfrentados a un dilema similar a los socialistas. Ante la presión electoral del sufragio universal masculino, estos tuvieron que diluir su visión jerárquica del mundo, atra­ yendo apoyo popular para preservar algunos aspectos de su ideario tradicional. Este viraje implicó modificaciones identitarias e ideológicas de los partidos conservadores, que se convirtieron en partidos del sistema democrático-liberal. Los grupos conservadores que no hicieron este cambio terminaron por adoptar lo que Richard Hofstadter llamó «el estilo paranoico»43 de política, en el que el paso del tiempo y los cambios sociales se verían con terror amena­ zante. En la cronología de Ziblatt, este sería el germen de los partidos fascistas. Tanto la disyuntiva electoral del socialismo como la del conservadurismo explican la frontera que marcaría el desarrollo posterior de los sistemas de partidos en las de­ mocracias occidentales. Los que aceptaron las reglas de la democracia liberal, y en el proceso sufrieron modificaciones ideológicas e identitarias, se convertirían en los partidos establecidos, y quienes quedaron afuera se levantarían como radicales o extremistas. Sin embargo, esta frontera entre partidos establecidos y ultra es, en realidad, bastante más porosa y compleja de lo que este breve recuento podría hacer parecer. M udde explica que la ultra es una parte del funcionamiento normal de las democracias liberales. En particular, mientras que la versión extremista de la ultra se ha mantenido, en general, como una patología normal de la democracia, la versión radical siempre ha tenido un 43.

Hofstadter, Richard. The paranoid style in American politics. Vintage, 2012.

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rol importante en el funcionamiento de las democracias occidentales. Las ideas radicales permean y son permeadas por la política tradicional, pues en gran medida comparten valoraciones similares, solo que la versión radical las concibe en una interpretación iliberal.

¿Existe la ultra de centro? Para hablar de ultra de centro, habría que comenzar por definir «el centro», una tarea que excede por mucho el objetivo de este apartado. Bastará, al menos, reconocer dos visiones en pugna sobre este espacio político. Básicamente, la pregunta es si el centro es simplemente una dimensión que está «entremedio» de la izquierda y la derecha, y que quienes adhieran a él no tienen un contenido ideológico propio, más allá de fomentar los entendimientos entre los polos políticos, o si hay un ideario de centro. Este debate, en su versión nacional más conocida, es el que ha presentado Arturo Valenzuela44 sobre la diferencia entre el «centro pragmático», encarnado por el Partido Radical, y el centro ideológico, configurado en la Democracia Cristiana. Valdría hacer notar que una «estrategia pragmática» no es patrimo­ nio exclusivo del centro. En los sistemas multipartidistas, la existencia de «partidos bisagras» que, dependiendo de los resultados electorales, acuerdan con una u otra agrupación política, son extremadamente comunes. Esto es aún más evidente en los sistemas parlamentaristas. Por ejemplo, los «partidos temáticos», como los regionalistas, tienden a esta estrategia. Además, valdría reconocer que la voluntad de diálogo, sin más explicaciones, no es patrimonio de un sector político. Por otro lado, la noción de una ideología 44.

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Valenzuela, Arturo. El quiebre de la democracia en Chile. Flacso, 1989.

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de centro propia, de un «camino propio» del centro, tiene largo raigambre en la política nacional. L a articulación histórica más elaborada ha sido la de las planificaciones globales de Mario Góngora.45 En esta, cada uno de los tres tercios de la política chilena del siglo X X generó una visión de mundo, un programa y un sustrato ideológico, que en su estado puro es irreconciliable con los otros. En cualquier caso, sería bastante difícil de argumen­ tar que los votantes y activistas de los partidos de centro, independiente de las estrategias de alianzas que adopten sus representantes, apoyen a su sector político solo por una voluntad de que la política llegue a acuerdos, sin ninguna posición política, ideológica o programática previa. L a discusión sobre la ultra de centro es más reciente y surge en respuesta a la tendencia centrípeta después de la caída del muro de Berlín y, principalmente, de los cambios ideológicos que sufrieron los otrora partidos socialdemócratas durante los noventa. En particular, desde distintos sectores de la izquierda se empezó a desarrollar una crítica a lo que se percibía como una pulsión antidemocrática detrás de la ideología de un consenso de «tercera vía».46 En esta visión, la democracia liberal necesita, junto con los consensos básicos que le permiten funcionar, posiciones contrapuestas que se encuentren en disputa. L a tercera vía, en su pretensión de superar a la derecha y a la izquierda, privaría a los ciudadanos de la posibilidad del ejercicio democrático. Borrar las distinciones entre izquierda y 45. 46.

Góngora, Mario. Ensayo histórico sobre la noción de esta. Edito­ rial Universitaria, 2006. Por ejemplo, véase Ali, Tariq. The extreme centre: A second warning. Verso Books, 2018; y Mouffe, Chantal. "The radical centre: A politics without adversary". Soundings-London-Lawrence and Wishart, 1998, pp. 11-23.

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derecha vuelve a la discusión política un asunto de gestión o administración y trae un creciente déficit democrático, sustituido por la «técnica de gobernar». M ás recientemente, Mounk47 describe la crisis que están viviendo las democracias liberales en el mundo asediadas por un iliberal populismo y un antidemocrático extremis­ mo de centro. E s decir, si el radicafismo se define por su rechazo a los elementos liberales de la democracia liberal, este extremismo de centro se caracterizaría por su desprecio a los aspectos democráticos de la democracia liberal. No es difícil percibir en esta ultra de centro la misma tendencia moralizante y cerrada a las concesiones, en este caso de­ mocráticas. Una ultra que niega la misma existencia de un adversario, reduciendo las disputas políticas a berrinches del pasado, difícilmente podrá dialogar y negociar con otros actores políticos. En definitiva, es el reemplazo del diálogo por la estética de la moderación lo que define a esta ultra. Una manera de reconocer sus discursos en todo el espec­ tro político, incluidos los que se esconden tras apelaciones vacías al diálogo o a la moderación, es la ausencia de la duda. El discurso de las ultras siempre encontrará una explicación para desdeñar al adversario, reducirlo a un enemigo a quien destruir, ya sea atribuyéndole maldad, bestialidad o simple­ mente estupidez. Vale la pena remarcar que esta tentación incluye al centro político. Este, al menos hasta ahora, no se ha visto confrontado con un dilema electoral similar al de izquierdas o derechas que lo haya llevado a demarcar una frontera con su ultra. A veces, los discursos antipopulistas se parecen sorprendentemente mucho a los popufistas en su visión maniquea y moralizante de la política. 47.

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Mounk, Yascha. "The people vs. democracy.” The Democracy. Harvard University Press, 2018.

vs.

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derecha vuelve a la discusión política un asunto de gestión o administración y trae un creciente déficit democrático, sustituido por la «técnica de gobernar». M ás recientemente, Mounk47 describe la crisis que están viviendo las democracias liberales en el mundo asediadas por un iliberal populismo y un antidemocrático extremis­ mo de centro. Es decir, si el radicalismo se define por su rechazo a los elementos liberales de la democracia liberal, este extremismo de centro se caracterizaría por su desprecio a los aspectos democráticos de la democracia liberal. No es difícil percibir en esta ultra de centro la misma tendencia moralizante y cerrada a las concesiones, en este caso de­ mocráticas. Una ultra que niega la misma existencia de un adversario, reduciendo las disputas políticas a berrinches del pasado, difícilmente podrá dialogar y negociar con otros actores políticos. En definitiva, es el reemplazo del diálogo por la estética de la moderación lo que define a esta ultra. Una manera de reconocer sus discursos en todo el espec­ tro político, incluidos los que se esconden tras apelaciones vacías al diálogo o a la moderación, es la ausencia de la duda. El discurso de las ultras siempre encontrará una explicación para desdeñar al adversario, reducirlo a un enemigo a quien destruir, ya sea atribuyéndole maldad, bestialidad o simple­ mente estupidez. Vale la pena remarcar que esta tentación incluye al centro político. Este, al menos hasta ahora, no se ha visto confrontado con un dilema electoral similar al de izquierdas o derechas que lo haya llevado a demarcar una frontera con su ultra. A veces, los discursos antipopulistas se parecen sorprendentemente mucho a los populistas en su visión maniquea y moralizante de la política. 47.

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Mounk, Yascha. "The people vs. democracy." The People vs. Democracy. Harvard University Press, 2018.

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Allí donde un proyecto político es capaz de conjugar una visión y un ideal intransable, más allá del cinismo adminis­ trativo, junto con reconocer su limitación y la posibilidad de construir con el que defiende un proyecto distinto, reside lo mejor del espíritu de la democracia liberal. Allí donde no se perciba atisbo de duda, por muy disfrazado de con­ senso o diálogo que se presente, está la anulación del otro y, por consecuencia, del marco democrático liberal. Como decía Camus,48 todo realismo necesita una dosis de moral para no volverse cinismo, pero una moral sin realismo es inhumana. Resguardar lo mejor de la democracia liberal es, en definitiva, defender esa virtud impura de lo humano.

En qué creen las izquierdas E l 4 de diciembre de 1956, Salvador Allende leía, ante sus colegas en el Senado, un discurso titulado «L a unidad de la izquierda». Aunque pueda sonar contradictorio con el título, buena parte de la intervención dejaba en claro sus diferencias con sus socios del Frente de Acción Popular (FRAP), en particular con el Partido Comunista, con res­ pecto a la relación con la Unión Soviética: Estamos en el FRAP porque ni los socialistas populares, ni los democráticos, ni el Partido del Trabajo, ni los comunis­ tas, ni nosotros hemos hipotecado nuestra independencia, ni hemos claudicado de nuestros principios, ni hemos hechos tabla rasa de nuestras convicciones.49*

48. 49.

Camus, Albert. Elhombre rebelde. Debolsillo, 2021. Allende, Salvador. "La unidad de la Izquierda". En Centro de Es­ tudios Miguel Enríquez (CEME) y Archivo Chile: Historia Político Social Movimiento Popular. Archivado en 2004,1956.

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con un tejido social potente. En particular, el mundo del trabajo y el carácter de la clase trabajadora han cambiado drásticamente desde aquella época. También ha cambiado la relación de la población con la política, lo que se refleja, por ejemplo, en que la mayoría del país, según los sondeos de opinión, parece haber abandonado por completo el eje izquierda/derecha.51 ¿Cómo han enfrentado ideológica­ mente este nuevo escenario las izquierdas chilenas? ¿Qué elementos de continuidad y disrupción se observan en su ideario para articular la esfera pública en el siglo X X I, desde su identidad? Para ensayar una respuesta a estas interrogantes, abor­ daré las que considero tres dimensiones definitorias de las diferencias de la izquierda a lo largo del siglo XX . Estas son el fin último, el ordenamiento político y el sujeto, junto con su lógica de conflicto. L o haré a partir de materiales ideológicos que han elaborado los partidos Comunista, Socialista y Revolución Democrática, para así presentar un nuevo mapeo ideológico que permita establecer los clivajes y puntos de encuentro en las diferentes configuraciones partidarias de la izquierda chilena del siglo X X I. L o que quiero plantear es que, mientras que en algunos elementos ideológicos el contexto del siglo X X I ha llevado a la con­ fluencia de las fuerzas de izquierda, en su configuración de sujeto político hay un clivaje de difícil resolución, que parte aguas entre las izquierdas. Entre los proyectos partidarios que analizaré, distingo entre aquellos que buscan como fin último la superación del capitalismo y los que buscan sobreponerse a una versión del capitalismo. Obviamente, esta no es una definición 51.

Por ejemplo, Centro de Estudios Públicos (CEP). "Estudio Nacio­ nal de Opinión Pública N.° 54 - Tercera Serie, diciembre", 2019.

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programática y un proyecto de superación del capitalismo puede perfectamente implicar desarrollar al máximo el potencial de este en el camino a su superación. Por «superar el capitalismo» entiendo el objetivo de modificar las rela­ ciones de producción, en particular en el trabajo, y terminar con la diferencia entre los trabajadores y los dueños de los medios de producción, los dueños del capital. Es impor­ tante aclarar, por lo tanto, que superar el capitalismo no significaría terminar con la propiedad privada, el comercio o con los mercados de bienes de consumo, los cuales, por cierto, preceden al capitalismo. Este elemento probablemente sea el más controversia! en los estudios de las ideologías de izquierda. Para los efectos de este análisis, considero particularmente relevante distinguir su dimensión programática de la ideológica. Existe una establecida narrativa que describe la progre­ sión de los partidos de izquierda socialdemócrata desde un objetivo de superación del capitalismo hacia uno de domesticación del mismo. Una domesticación que tendría la forma de keynesianismo macroeconómico y la defensa de una ciudadanía social52 en reemplazo del ideal socia­ lista tradicional.53 Desde una perspectiva ideológica, esta narrativa es al menos incompleta. Si bien los programas de los partidos socialdemócratas en gobierno sufrieron un proceso de moderación a lo largo del siglo XX, es necesario distinguir esta moderación programática de las definiciones ideológicas. Considérese, por ejemplo, la variedad de pro­ gramas que presentó el Partido Laborista británico, entre 52. 53.

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Marshall, Thomas Humphrey y Thomas Burton Bottomore. zenshipand social class. Vol. 2. Pluto Press, 1992. Véase, por ejemplo, Berman, op. cit.; y Sunkara, Bhaskar. The Socialist Manifestó: The Case for Radical Politics in an Era of Extreme inequality. Hachette UK, 2019.

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1918 y 1995, reconocido por su moderación y reformismo mientras mantenía como uno de sus pilares ideológicos la cláusula IV de su Constitución, que declaraba como uno de sus objetivos últimos la socialización de los medios de producción. Incluso la formulación del Programa de Godesberg, en 1959, por parte del Partido Socialdemócrata alemán, considerado por muchos el abandono definitivo del ideal socialista tradicional,54 tuvo una significación ideológica que fue mucho más matizada y ambivalente.55 Tanto así que, durante las siguientes décadas, el mismo sustrato ideológico era interpretado programáticamente por las facciones del partido de forma opuesta, como una defensa del proyecto original y su claudicación. La democracia liberal ha impreso huellas sobre las ideo­ logías de la izquierda. Basándome en las clasificaciones que elabora M udde56 para la derecha, distingo entre una izquierda que adoptó la democracia liberal como parte de su ideario, una izquierda que, dentro de la configuración de la democracia liberal, se situó del lado de los elemen­ tos democráticos, pero en contraposición a los elementos liberales, buscando una radicalización democrática, y, final­ mente, una izquierda que adoptó una posición antagónica

54.

Véase, por ejemplo, Foucault, Mlchel. La Naissance de la biopolitique. Cours au Collége de France (1978-1979). Hautes Etudes, 2004. 55. Más aún, la prensa de la época no veía el supuesto abando­ no de los ideales socialistas tradicionales (Véase Fertikh, K. The Godesberg Programme and ¡ts Aftermath. Ósterreichische Zeitschrift für Geschichtswlssenschaften,29(1). 2018. Pp La prensa socialdemócrata recalcaba su sentido de continui­ dad con los objetivos tradicionales socialistas y del movimiento obrero (the Plamburger Abendblatt), mientras que la prensa demócrata cristiana lo tachaba de abiertamente marxista tradicionalista (Union in Deutschland). 56. Mudde, op. cit.

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con la democracia liberal en su conjunto.57 En este sentido, la pregunta por la relación con la democracia liberal rele­ vante para este análisis no es por la disposición táctica o estratégica de usar la vía electoral, sino por la definición ideológica de que la democracia liberal, tanto en sus ele­ mentos democráticos (gobierno de mayoría) como liberales (respeto a minorías y Estado de derecho), constituyen parte del sistema de valores de los proyectos partidarios. Com o expliqué en cuanto al surgimiento de la ultra, la huella de la democracia liberal sobre las definiciones ideológicas partidarias se puede situar históricamente en el momento en que las izquierdas se vieron enfrentadas a tomar el camino electoral. Como explican Przeworski58 y Esping-Andersen,59 la socialdemocracia se definiría por su aceptación de subsumir la política de clase a la de las mayo­ rías. El clásico ejemplo de esta transformación es el cambio del partido socialdemócrata alemán desde partido de clase (Klassenparteí) a un partido del pueblo ( Volksparteí). Además, esto implicó aceptar las reglas de los estados nacionales y los procedimientos de la democracia liberal. En aquellos lugares donde la izquierda no tomó este camino, adoptó una actitud hostil hacia la democracia liberal, ya sea en su versión de democracia radical o de posiciones antagónicas a la democracia liberal. Ejemplos del primero son los popu­ lismos de izquierda y del segundo el marxismo-leninismo.60 57.

58. 59. 60.

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La misma distinción de una izquierda extrema antidemocrática y una izquierda radical antiliberal es implementada, por ejem­ plo, por March. Véase March, L. Contemporary Far Left Parties in Europe: From Marxism to the Mainstream?. Friederich Ebert Stiftung. 2008 Przeworski, op. cit. Esping-Andersen, op. cit. Por ejemplo, en Estado y revolución, Lenin establece claramente lo que considera los límites insuperables de la democracia liberal.

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E l último criterio en la clasificación ideológica es el sujeto y su lógica del conflicto. En particular, distingo entre un sujeto cuya identidad se constituye por una lógica de conflicto antagónica y otro que construye en lógica pro­ gresista. L a diferencia entre ambas es la existencia o no de un conflicto «de última instancia» entre los actores sociales, es decir, la creencia en un conflicto que es imposible de resolver sin que uno gane y el otro pierda.61 Para explicar este «conflicto de última instancia» puede resultar útil la famosa fábula política popularizada por el canadiense Tommy Douglas, «Mouseland».62 Si en la so­ ciedad conviven gatos y ratones, podrá haber gatos más o menos cercanos a los intereses de los ratones (gatos blancos y negros), pero, en última instancia, los gatos son gatos y los ratones son ratones y sus intereses están en conflicto. L a lógica antagónica no implica renunciar a alianzas tácticas o estratégicas; conlleva que, en algún momento, el sujeto político tendrá que sobreponerse a sus adversarios en la sociedad. En cambio, una perspectiva progresista supone que el sujeto político podrá avanzar hacia el fin último, sin nunca tener que sobreponerse, progresando «amablemen­ te» hasta el horizonte sin un momento cataclísmico de por medio. Un ejemplo de esta visión es la que postulara uno de los padres de la socialdemocracia clásica, Eduard

61.

62.

La caracterización del conflicto "agonístico" sobrepasa el ámbito de este estudio. Bastará acotar que esta obedece más bien a la posibilidad de "confrontarse diferentes proyectos políticos hegemónicos" en democracia. Es decir, refiere a la posibilidad de que proyectos de sociedad pueden, y debiesen, coexisitir en democracia, pero no a la naturaleza del "conflicto de última instancia". Douglas, Tommy. "Mouseland". European Business , vol. 99, no. 2,1999.

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E l último criterio en la clasificación ideológica es el sujeto y su lógica del conflicto. En particular, distingo entre un sujeto cuya identidad se constituye por una lógica de conflicto antagónica y otro que construye en lógica pro­ gresista. L a diferencia entre ambas es la existencia o no de un conflicto «de última instancia» entre los actores sociales, es decir, la creencia en un conflicto que es imposible de resolver sin que uno gane y el otro pierda.61 Para explicar este «conflicto de última instancia» puede resultar útil la famosa fábula política popularizada por el canadiense Tommy Douglas, «Mouseland».62 Si en la so­ ciedad conviven gatos y ratones, podrá haber gatos más o menos cercanos a los intereses de los ratones (gatos blancos y negros), pero, en última instancia, los gatos son gatos y los ratones son ratones y sus intereses están en conflicto. L a lógica antagónica no implica renunciar a alianzas tácticas o estratégicas; conlleva que, en algún momento, el sujeto político tendrá que sobreponerse a sus adversarios en la sociedad. En cambio, una perspectiva progresista supone que el sujeto político podrá avanzar hacia el fin último, sin nunca tener que sobreponerse, progresando «amablemen­ te» hasta el horizonte sin un momento cataclísmico de por medio. Un ejemplo de esta visión es la que postulara uno de los padres de la socialdemocracia clásica, Eduard

61.

62.

La caracterización del conflicto "agonístico" sobrepasa el ámbito de este estudio. Bastará acotar que esta obedece más bien a la posibilidad de "confrontarse diferentes proyectos políticos hegemónicos" en democracia. Es decir, refiere a la posibilidad de que proyectos de sociedad pueden, y debiesen, coexisitir en democracia, pero no a la naturaleza del "conflicto de última instancia”. Douglas, Tommy. "Mouseland". European Business Review, vol. 99, no. 2,1999.

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Bernstein,63 según la cual el capitalismo podrá evolucionar hasta superar sus contradicciones y superarse a sí mismo. Como lo explicara Jean Jaures: Tampoco creo que haya necesariamente un salto brusco, el cruce del abismo; tal vez seremos conscientes de haber en­ trado en la zona del Estado socialista como los navegantes son conscientes de haber cruzado la línea de un hemisferio, no es que hayan podido ver mientras cruzaban una cuerda tendida sobre el océano advirtiéndoles de su travesía, pero que poco a poco han sido conducidos a un nuevo hemisferio por el avance de su nave.64 Esta distinción en la lógica del conflicto y el sujeto tiene particular relevancia para la distinción de las izquierdas en América Latina. Así, Panizza65 reelabora una categorización de las «dos izquierdas latinoamericanas» basada en la lógica del conflicto de Laclau,66 en la cual afirma que el populismo y el discurso popular nacional se sostienen en la reivindicación de la plebe como detentores de la soberanía en un sentido de ruptura y una lógica antagónica con las elites. En cambio, la socialdemocracia estaría basada en el gradualismo y en una lógica de la diferencia, coherente con la aceptación de la democracia liberal.

63. 64. 65.

66.

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Bernstein, Eduard. Bernstein: The preconditions of socialism. Cambridge University Press, 1993. La traducción desde el inglés es mía. Para más información, véa­ se Przeworski, op. cit. Panizza, Francisco. "Populism, social democracy and the tale of the 'two lefts' in Latin America." Conceptualising comparative politics. Routledge, 2015, pp. 208-230. Laclau, Ernesto. "Populismo: ¿Qué hay en el nombre?". Pensar este tiempo: Espacios, afectos, pertenencias. Paidós, 2005.

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A partir de los criterios del fin último, el ordenamien­ to político y el sujeto, podemos establecer un mapa de posiciones ideológicas donde ubicar a los proyectos par­ tidarios. En la tabla 2 se presentan las doce potenciales cuadrículas generadas por el cruce de estos tres criterios y se han apuntado algunos ejemplos de intersecciones ideológicas. Com o ya he comentado, el ejercicio de cla­ sificar las ideologías es una simplificación que privilegia la operacionalización por sobre la exhaustividad. Por lo mismo, es obviamente posible imaginar más criterios y subcategorías. En primer lugar, este mapeo permite iluminar, desde otra perspectiva, la histórica diferenciación entre comu­ nistas y socialistas o socialdemócratas. Mientras que los socialdemócratas, a lo largo del siglo X X y a lo ancho del mundo, han tenido posiciones ideológicas divergentes y a ratos ambiguas sobre el fin último de su proyecto (superar el capitalismo o ensayar una variedad del capitalismo), en lo que han terminado de confluir es en una incorporación de la democracia liberal a su ideario y, consecuentemente, en una lógica progresista de identidad de su sujeto político. En definitiva, para usar la máxima de Esping-Andersen,67 «para los partidos comunistas el programa dicta la presencia parlamentaria; para los partidos socialdemócratas, el par­ lamento dicta el programa». En segundo lugar, este mapa permite posicionar, en el mismo marco conceptual, las fuer­ zas tradicionalmente asociadas a la izquierda (comunistas o socialdemócratas) con formaciones que pueden llegar a escapar del espacio de la izquierda: formaciones populistas o popular nacionales. Su sello ideológico definitorio sería

67.

Esping-Andersen, op. cit., p. 8.

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T a b l a 2: M

a pa id e o l ó g ic o pa ra iz q u ie r d a d e l sig l o X X

Lógica del conflicto (el sujeto)

Superar el capitalismo

Relación con la democracia liberal (los medios)

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«En b a s e a sus p ro p ia s c o lu m n a s y a rtíc u lo s a c a d é m ic o s , T ite lm a n o fre c e e n tra d a s a n a lític a s , h o n e s tid a d in te le c tu a l y a c c e s o p riv ile g ia d o a p ed azo s de n u e s tra h is to ria r e c ie n te . Lo h a c e a l s e rv ic io d e una m e jo r c o m p re n s ió n de lo qu e é l lla m a la nu eva iz q u ie rd a y, s o b re to d o , de la c a p a c id a d d e e s ta p a ra re p re s e n ta r a q u ie n e s h a b ita n el p a ís . El o b je tiv o no es e s té tic o , es p ro fu n d a m e n te p o lític o » . M ic h e lle B a c h e le t

La política en Chile está hoy marcada por la desconexión: en los movimientos sociales, en sus representantes, en la ciudadanía, en nuestra visión sobre el pasado y el futuro. Esta desconexión es el sino de una generación política que hoy se ve dom inada por un hambre de «nosotros», que tiene diversas expresiones, pero que choca contra una sociedad que ya no cuenta con aquellos relatos de comunidad que le permitirían sostener una Identidad común. Economista, parte de la generación del 2011 que irrum pió en las calles con una m ovilización que buscó la desm ercantilización de la educación en Chile, y miembro fundador del Frente Amplio, Noam Titelman es uno de los intelectuales más destacados de la camada de políticos que hoy gobiernan el país. En este ensayo, Titelman despliega una mirada lúcida y cargada de autocrítica, para recorrer los vertiginosos hechos que llevaron a una generación al poder antes de alcanzar a decantar discusiones políticas esenciales sobre identidad, ideología y representación.