La etica de la produccion del dinero
 9788472098282

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JÖRG GUIDO HÜLSMANN

LA ÉTICA DE LA PRODUCCIÓN DEL DINERO

Unión Editorial 2021 2

Título original: The Ethics of Money Production. Copyright © 2008 by the Ludwig von Mises Institut. Traducción de José Manuel Carballido.

© 2021 Jörg Guido Hülsmann © 2021 UNIÓN EDITORIAL, S.A. c/ Galileo, 52 - 20015 Madrid Tel.: 913 500 228 Correo: [email protected] www.unioneditorial.es

ISBN: 978-84-7209-828-2 Depósito Legal: M. 2.725-2021 Compuesto por PMPL CL Impreso en España por GRUPO MENGER Printed in Spain · Impreso en España

Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por las leyes que establecen penas de prisión y multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y prejuicios, para quienes reprodujeran total o parcialmente el contenido de este libro por cualquier procedimiento elctrónico o mecánico, incluso fotocopia, grabación magnética, óptica o informática, o cualquier sistema de almacenamiento de información o sistema de recuperación, sin permiso escrito de los propietarios del copyright. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

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En memoria de Hans Sennholz

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PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA por Jesús Huerta de Soto

Me produce gran satisfacción la publicación en español, gracias al esfuerzo como traductor de mi discípulo José Manuel Carballido, del libro ya clásico de Jörg Guido Hülsmann sobre La ética de la producción de dinero. Primeramente porque el profesor Hülsmann, catedrático de economía en la Universidad de Angers (Francia), al publicar la primera edición de su libro en 2008 se centró en los aspectos monetarios más institucionales y relacionados con la ética, línea de investigación que yo había iniciado diez años antes cuando escribí mi tratado Dinero, crédito bancario y ciclos económicos, por lo que Hülsmann vino con su obra a completar y reforzar lo que yo ya había querido decir desde un principio sobre este enfoque, y su libro, por tanto, ha de considerarse un complemento a mi tratado, no solo excelente sino incluso imprescindible. En segundo lugar, porque el libro de Hülsmann está lleno de contribuciones originales e intuiciones y desarrollos de gran valor, entre las que quizás destaca su análisis de las aportaciones pioneras de Nicolás Oresme, teólogo y obispo de Lisieux, sobre teoría monetaria, autor al que de forma imperdonable yo ni siquiera cité en mi obra, pues quizás demasiado inclinado a resaltar la originalidad de nuestros escolásticos salmantinos del Siglo de Oro español, pasé indebidamente por alto que estos por fuerza, bien directa o indirectamente, no podían ser sino herederos intelectuales del gran genio francés que, sin duda alguna, fue uno de los pensadores más originales y eruditos del siglo XIV, no solo en el ámbito de la economía, sino también como matemático,físico, astrónomo, filósofo, psicólogo e, incluso, musicólogo. Debemos, por tanto, estar muy 6

agradecidos a Jörg Guido Hülsmann por habernos regalado esta pequeña joya de la ciencia económica que es su Ética de la producción de dinero y a Unión Editorial por haber hecho posible finalmente verla publicada en nuestro país.

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INDICE DE CONTENIDOS

PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA ........................................................... PREFACIO ............................................................................................................ INTRODUCCIÓN ................................................................................................ PRIMERA PARTE: LA PRODUCCIÓN NATURAL DEL DINERO CAPITULO I: EL DINERO................................................................................... CAPITULO II: CERTIFICADOS MONETARIOS ............................................... CAPITULO III: EL DINERO COMO PROCESO DE MERCADO ..................... CAPITULO IV: CONSIDERACIONES UTILITARISTAS SOBRE LA PRODUCCIÓN DEL DINERO ............................................................................ SEGUNDA PARTE: LA INFLACIÓN ................................................................. CAPITULO V: CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LA INFLACIÓN CAPITULO VI: INFLACIÓN PRIVADA; LA FALSIFICACIÓN DE CERTIFICADOS ECONOMICOS ........................................................................ CAPITULO VII: EL ESTADO A LA ESCENA; INFLACIÓN FIDUCIARIA MEDIANTE PRIVILEGIOS LEGALES................................................................ CAPITULO VIII: FALSIFICACIONES LEGALIZADAS .................................... CAPITULO IX: MONOPOLIOS LEGALES ........................................................ CAPITULO X: LAS LEYES SOBRE LA MONEDA DE CURSO LEGAL .......... CAPITULO XII: SUSPENSIÓN DE PAGOS LEGALIZADOS ........................... CAPITULO XIII: PAPEL MONEDA ................................................................... CAPITULO XIV: EL LEGADO CULTURAL Y ESPIRITUAL DE LA INFLACIÓN FIDUCIARIA..................................................................................

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PARTE 3: EL ORDEN MONETARIO Y LOS SISTEMAS MONETARIOS ........ CAPITULO XV: SISTEMAS MONETARIOS FIDUCIARIO EN EL ÁMBITO DEL ESTADO-NACIÓN ..................................................................................... CAPITULO XVI: LOS SISTEMAS DE BANCA INTERNACIONAL (18711971) ...................................................................................................................... CAPITULO XVII: SISTEMA INTERNACIONAL DE PAPEL MONEDA ........ CONCLUSIONES ................................................................................................. REFERENCIAS .....................................................................................................

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PREFACIO El proporcionar una exposición concisa de la teoría monetaria, haciendo especial énfasis en los aspectos éticos e institucionales dela producción del dinero, se convirtió hace tiempo en un proyecto personal. El dinero y la banca han sido los temas más abordados en materia económica. No obstante, mantengo la esperanza de que las siguientes páginas no sean superfluas, ya que combinan tres elementos que previamente no cabían sido incorporados en un trabajo de este tipo. En primer lugar, el presente libro aplica la tradición del realismo filosófico al análisis del dinero y de la banca. El gran pionero de este enfoque fue el matemático, físico, economista y obispo del siglo XIV Nicolás Oresme, autor del primer tratado sobre inflación de la historia y, de hecho, del primer tratado en torno a un problema económico. Oresme se centró exclusivamente en la devaluación de monedas, una forma de inflación que carece de importancia en nuestra época. Pero los principios que sobre su temática trajo a la palestra son aún válidos y, en líneas generales, no can sido superados. En tiempos modernos, la obra de Oresme ha sido reivindicada a través de los escritos de la Escuela austríaca. La teoría austríaca de la banca y del dinero fiduciario representa el segundo elemento de nuestro análisis. La Escuela austríaca es justamente conocida por ser una abanderada de la tradición realista en economía, y también como defensora de las políticas del libre mercado. Siete generaciones de economistas austríacos han explicado por 10

qué los derechos de propiedad privada proporcionan un marco fundamental para la cooperación social en una economía auténticamente cumana. Han insistido en los efectos contraproducentes que tienen lugar cuando individuos y gobiernos violan los derechos de propiedad. Y no han hecho concesiones en el campo del dinero y de la banca, demostrando que sin la iniciativa privada y su correlato —la responsabilidad personal— la producción de dinero se pervierte, convirtiéndose en un instrumento de explotación. Únicamente las iniciativas libres y responsables de los individuos, asociaciones y empresas privadas pueden crear instituciones monetarias que beneficien realmente a la sociedad y a sus miembros. El tercer elemento que caracteriza nuestro enfoque es el análisis de la ética del dinero y de la banca en la línea de la tradición escolástica de Santo Tomás de Aquino y Nicolás Oresme. La escolástica buscó integrarlas ideas aristotélicas en la tradición intelectual del Cristianismo, convencida de que la ciencia y la ética —y los proyectos de la razón y la fe en general— pueden considerarse como ramas diferenciadas de un sistema unificado de conocimiento. Murray Rothbard reconoce al tomismo como un desarrollo crítico en la esfera de la ética, ya que demostró que las leyes de la naturaleza, incluida la naturaleza humana, proporcionaron los medios para que la razón del hombre descubriera una ética racional. Ciertamente Dios creó las leyes naturales del universo, pero la comprensión de estas leyes fue posible sin tener necesariamente que creer en Dios como creador. De este modo, el hombre dispuso de una ética racional mediante una fundamentación auténticamente científica, y no supranatural.

Fue precisamente esta línea escolástica de pensamiento la que dio origen a la economía como ciencia. Como escribió Joseph Schumpeter:

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Fue en el interior de los sistemas [escolásticos] de teología y ley moral que laeconomía adquirió una definitiva y autónoma existencia, y ellos fueron quienes más se aproximaron al título de “fundadores” de la economía científica. De este modo, el enfoque escolástico parece ser también un punto de partida adecuado para un examen de la ética de la producción deldinero, tanto desde el punto de vista de la historia de las ideas como porsu aplicación contemporánea. Los tres elementos mencionados arriba pueden ser considerados a primera vista como extraños compañeros de cama. Sin embargo, espero mostrar que existe una razón por la que estas tres disciplinas de pensamiento se han desarrollado juntas. Veremos que funcionan como aspectos complementarios de una teoría realista del dinero —una ontología del dinero por así decirlo— cuando se aplican a esta área específicamente, y que todos estos aspectos llevan a la conclusión de que un mercado libre de la producción del dinero es éticamente superior cuando se lo compara con su alternativa lógica: la producción de dinero basada en exenciones legales y privilegios. Quiero agradecer especialmente al profesor Jeffrey Herbener y al doctor Emmanuel Polioudakis por sus amplios comentarios de la primera versión del manuscrito, y al Sr. Joseph Potts por su revisióny comentarios de la versión final. También estoy en deuda con losprofesores Larry Sechrest y Roderick Long, los doctores Nikolay Gertchev, Jan Havel, Arnaud-PellissierTanon y Lawrence Vance, y el Sr. Robert Grözinger por sus útiles comentarios, y con los profesores Thomas Woods, Joseph Salerno, William Barnett, Robert Higgs y Christoph Strohm, al igual que con los Sres. Reinhard Stiebler, Brad Barlow y Philipp Bagus por su generosa ayuda sacando a la luz literatura relevante. Hace muchos años mi profesor Hans H. Lechner despertó en mí el interés por el estudio de las políticas monetarias, lo cual reconooco con óratitud. Mientras escribía este libro fui bendecido con el estímulo del Sr. Llewellyn Rockwell y de mis colegas Hans- Hermann Hoppe, Mark Thornton, Jesús Huerta de Soto, Marco Bassani, Pascal Salin, Bertrand Lemennicier y Philippe 12

Nemo. Finalmente, agradecer al Sr. Jeffrey Tucker por su apoyo incansable, al igual que a mi querida esposa Nathalie por el amor y la amistad que me brindó mientras escribía este libro. Jörg Guido Hülsmann Angers, Francia Agosto de 2007

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JÖRG GUIDO HÜLSMANN

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LA ÉTICA DE LA PRODUCCIÓN DEL DINERO

INTRODUCC IÓN 1.

PRODUCCIÓN DEL DINERO Y JUSTICIA

La producción de bienes y servicios no es una cuestión puramente tecnológica. Siempre depende de un marco legal y moral, el cual retroalimenta a su veo. Una firma o una industria pueden llevar a cabo sus actividades de un modo que confirme y nutra los presupuestos legales y morales de la cooperación humana; o bien pueden contradecir y destruir, ya sea de forma intencionada o no, dichos fundamentos. Los problemas éticos de la producción han sido evaluados en un gran número de industrias, desde la agricultura, pasando por la manufacturación textil en países en vías de desarrollo, casta la industria farmacéutica. A fecha de hoy pocas son las industrias importantes que se hayan librado de tal escrutinio. La más importantede éstas es la producción del dinero. El dinero está omnipresente enla vida moderna y, a pesar de ello, pareciera no requerir valoración moral alguna. Es cierto que los representantes de los bancos centrales sermonean al público sobre la importancia de la ética en los negocios; sin embargo, no parece que ellos mismos pongan en práctica tales consejos3. De manera similar, la 15

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asignatura de ética en los negocios se encuentra en una fase de claro auge en los campus universitarios, pero se aplica fundamentalmente a las corporaciones industriales.Y las iglesias y otras instituciones religiosas se pronuncian sobre muccos asuntos políticos, pero apenas se oyen mencionar fenómenos monetarios tales como el papel moneda, los bancos centrales, la dolarización, las autoridades monetarias, etc. Por ejemplo, la enseñanza social católica señala vagamente el hecho de que la actividad económica presuponga una “moneda estable”4 y que la “estabilidad del poder adquisitivo de la moneda [es] una consideración importante en el desarrollo ordenado de todo el sistemaeconómico”5. Existen declaraciones muy detalladas de la doctrina cristiana cuando se trata de la moral de la adquisición y uso del dinero. Por ejemplo, la literatura cristiana sobre la usura y sobre la ética de la búsqueda egoísta de dinero es legendaria. Pero por importantes que estos problemas puedan ser, sólo están conectados remotamente con los aspectos morales y culturales de la producción del dinero y, en especial, con las condiciones modernas bajo las cuales esta producción se da. En este asunto detectamos un vacío considerable. Las cosas no se presentan mucho mejor en el terreno de la disciplina que se supone es la que más se ocupa de la producción del dinero, a saber, la ciencia económica. Existen innumerables escritos económicos sobre el dinero y la banca, pero el número de obras que resultan ser auténticamente útiles para comprender los asuntos morales y espirituales de la producción del dinero es más bien limitado. La literatura más reciente en este campo tiende a ser especialmente miope con respecto a 16

los asuntos que aquí nos ocupan. La economía monetaria aborda las políticas de descuento y mercado abierto, además de los típicos objetivos de los legisladores tales como la estabilidad de precios, el crecimiento económico, el pleno empleo, etc. Pero por lo general no ofrece una perspectiva histórica, teórica e institucional más amplia. Por ejemplo, muy pocos libros de texto se ocupan en realidad del funcionamiento del patrón oro; y, sin embargo, es necesario un conocimiento básico de esta institución para comprender tanto el estado actual de los asuntos monetarios en el mundo occidental como nuestras opciones políticas. Estos mismos libros de texto presentan un concepto excesivamente estrecho del análisis económico, centrándose en las relaciones que se dan entre unos pocos agregados macroeconómicos tales como el dinero en circulación, el nivel de precios y la producción nacional. Dicho enfoque puede tener una cierta justificación pedagógica, pero sin embargo no deja de ser demasiado restrictivo como para hacerle justicia a nuestra asignatura. La producción del dinero tiene un enorme impacto en las relaciones entre personas y grupos humano tales como las familias y las asociaciones privadas. Las reglas de la producción del dinero determinan en gran medida la transformación de los sistemas monetarios a través del tiempo6. Todo esto es importante desde un punto de vista moral y espiritual. Y aún así, simplemente desaparecerá de nuestro radar intelectual si contemplamos el dinero y la banca sólo a través de los lentes macroeconómicos. Finalmente, pocas obras integran realmente categorías 17

económicas y morales. La mayor parte de la literatura, o bien no ofrece valoración moral alguna de las instituciones monetarias, o bien lleva a cabo uncriticismo moral de las instituciones existentes sin una comprensión escrupulosa de la economía. Por desgracia, este último defecto en particular está muy extendido, incluso entre los interesados y bien intencionados teólogos y profesores de ética en los negocios. Permítasenos enfatizar que esta laguna o vacío concierne en especial a los aspectos morales de las instituciones monetarias modernas –enconcreto los bancos, los bancos centrales y el papel moneda. La Biblia nos proporciona una guía bastante detallada sobre la producción de dinero en la antigüedad, en concreto al respecto de la fabricación de monedas de oro y plata7. De forma similar, los escolásticos medievales desarrollaron una doctrina moral bastante comprehensiva en la que se ocupaban de las viejas formas de hacer dinero. El primer tratado científico sobre dinero, el Tratado sobre la alteración del dinero de NicolásOresme, logró importantes avances y está preñado de intuiciones que son relevantes aún en nuestros días8. Con anterioridad a las obras de Oresme, el magisterio de la Iglesia católica cabía tratado estos asuntos, sobre todo en el Quanto (1199) del Papa Inocencio III, donde se denunciaba la devaluación de monedas de metales preciosos. Pero el vacío aparece en el momento que acudimos a las condiciones modernas. Los antiguos preceptos sobre la fabricación de monedas no llegan a cubrir los problemas que afrontamos en la época del papel moneda. Y quizás callemos aquí el principal motivo por el cual los Papas contemporáneos no continuaron la labor de sus 18

predecesores medievales con declaraciones sobre las instituciones monetarias de nuestra época. Pretendemos demostrar en la presente obra las consecuencias devastadoras de este vacío. Nuestra exposición girará en torno a la economía de la producción del dinero 9. Adam Smith y muchos de sus seguidores consideran la economía como una ciencia moral, y con razón. La economía no sólo se ocupa de seres morales —las personas— sino que también trata un gran número de cuestiones que tienen una relevancia moral directa. En el presente caso, éste tiene que ver fundamentalmente con la cuestión de si se puede derivar algún beneficio social de la manipulación política del suministro de dinero, o con la pregunta de cómo la inflación afecta a la disposición moral y espiritual de la población. la economía de la producción del dinero nos conducirá de forma bastante natural a consideraciones de corte jurídico, moral, histórico y político. Nuestro objetivo no es el de ser exhaustivos sino más bien el de presentar un panorama general lo suficientemente detallado. En consecuencia, nos ocuparemos en primer lugar de lo que llamaremos la “producción natural del dinero” (primera parte), y discutiremos los modos en que puede ser mejorada a la luz de con- sideraciones morales. Posteriormente nos fijaremos en la inflación, la perversión de la producción natural del dinero (segunda parte). En concreto, nos centraremos en la diferencia existente entre dos tipos de inflación. Por un lado, está la inflación privada, la cual surge espontáneamente en toda sociedad humana, pero que es combatida mediante el poder del Estado. Por otro lado, está la inflación fiduciaria, la cual según su nombre indica 19

disfruta en realidad de la protección del Estado y, por tanto, es una perversión institucionalizada de la producción del dinero. En la parte final (tercera parte) aplicaremos estas distinciones a un breve análisis de los sistemas monetarios occidentales surgidos a partir del siglo XVII. Defenderemos la producción natural del dinero. Mostraremos que ha funcionado siempre que se ha llevado a la práctica, y que no existen razones técnicas, económicas, legales, morales o espirituales que puedan sostenerse para suprimir su funcionamiento. Por el contrario, existe un gran número de consideraciones que prueban de manera concluyente el carácter perjudicial y nefasto de lainflación. Y en nuestro tiempo la inflación se ca convertido en algo persistente, y que se ha agravado debido a que, de hecho, un conjunto de disposiciones legales protege las instituciones monetarias causantes de dicha inflación. De este modo, la producción de dinero es un problema de justicia en un doble sentido. Por un lado, las instituciones modernas de producción del dinero dependen del ordenamiento jurídico predominante y, por lo tanto, se incluyen en una de las provincias más recónditas de lo que se ha denominado justicia social10. Por otro lado, dicho ordenamiento resultaser el problema mismo que causa la inflación perenne. Monopolios legales, leyes para monedas de curso legal y la legalización de la suspensión de pagos, se han convertido inconscientemente en instrumentos para la injusticia social. Enóendran la inflación, la irresponsabilidad y una distribución ilícita de la renta, por lo general de los pobres a los ricos. Estas instituciones legales no pueden tener justificación, y deberían ser abolidas inmediatamente. 20

Dicha medida implicaría muy probablemente la eliminación de las instituciones monetarias predominantes coy en día: los bancos centrales, el papel moneda y la banca de reserva fraccionaria11. Aún así, lejos de contemplar aquí un simple acto de destrucción, tal evento puede ser recibido enforma de restauración de la cordura en materia monetaria, y como una condición necesaria para una economía más cumana. Es verdad que estas conclusiones resultan ser más bien radicales. Sin embargo, no debemos eludir la toma de posiciones firmes cuando confrontamos un gran mal; y un gran mal es lo que precisamente estamos enfrentando en el presente caso. Nuestro objetivo, no obstante, no es el de impulsar un programa sesgado. Sencillamente, pretendemos que el lector se familiarice con los hechos esenciales necesarios para una evaluación moral de las instituciones monetarias12. 2.

COMENTARIOS A LA LITERATURA RELEVANTE

El argumento a favor de la producción natural del dinero y en contrade la inflación se remonta muccos siólos atrás, en concreto al obispo francés Nicolás eresme en el siólo XIV13. Con anterioridad, Santo Tomás de Aquino y otros cabían considerado varios aspectos del problema en cuestión. Pero ninguno lo abordó desde un punto de vista consistente, ni tampoco presentó sus ideas en forma de tratado. En ellos iba surgiendo una doctrina, pero ésta se encontraba diseminada en los escritos de Sto. Tomás, Buridan y otros14. El gran logro de Oresme fue el de integrar dichas obras con sus propias intuiciones penetrantes en un tratado —el primer tratado jamás escrito sobre dinero. El gran historiador del pensamiento económico medieval, Victor Brants, llegó a señalar el 21

mérito de una obra como la de Oresme. Además, Brants observó con justicia el hecho de que las ideas de nuestro autor no hayan sido superadas durante siglos. Al respecto dijo: “ideas que fueron muy acertadas, mucco más en lo cierto que las de los que vendrían a dominar la escena económica después de él”15. En retrospectiva, ciertamente podemos afirmar que el “Tratado” de eresme ca resistido el paso del tiempo. Sus traducciones al inglés, alemán y francés se encuentran aún a la venta, y economistas monetarios de todo el mundo admiran la obra por su carácter conciso, su claridad y profundidad. Con posterioridad, el tratado fue retomado y refinado en varias direcciones a través de las obras de la rama o “escuela proto-monetaria” perteneciente a la Escuela de Salamanca (Saravia de la Calle, Martín Azpilcueta, Tomás de Mercado) para la defensa de la producción natural del dinero y contra la inflación16. Con todo, ninguno de estos autores parece haber producido un tratado que pudiera compararsea la obra de Oresme. No obstante, transcurridos otros dos siglos, economistas como Richard Cantillon, David Hume, Étienne de Condillac, John Wheatley, David Ricardo y William Gouóe publicarían notables contribucionesa los asuntos de la producción del dinero 17. Todos estos autores lleóarían a abandonar en mayor o menor medida la preocupación escolástica por la dimensión espiritual de nuestra problemática, pero fueron pioneros en el análisis económico realista de la banca de reserva fraccionaria y del papel moneda. Algunas de estas obras están disponibles coy en día y, por tanto, can resistido ióualmente el paso del tiempo. No es nuestra intención menospreciar su mérito y su brillantez cuando mencionamos el hecho de que, en lo concerniente al nuevo campo de la banca y del papel 22

moneda, estos autores tampoco llegan a compararse con los logros del viejo maestro eresme en el campo del dinero entendido como mercancía. En nuestros días, los autores que más can contribuido al análisis de nuestro problema can sido dos judíos aónósticos, rudwió von Mises (1881-1973) y Murray N. Rothbard (1926-1995), seguidores ambos del fundador de la Escuela austríaca de economía, Carl Menger (18401920)18. Mises inteóró la teoría del dinero y de la banca con la teoría óeneral del valor subjetivo, y fue pionero en el análisis macroeconómico dentro de la tradición realista. ra teoría austríaca del dinero y de la banca encuentra su cima actual en la obra de Rotcbard, quien no sólo desarrolló y refinó la doctrina de su maestro Mises, sino que además introdujo nuevamente los problemas morales, enfatioando cateóorías de la ley natural a la cora de criticar la banca de reserva fraccionaria y el papel moneda. Nuestra obra se basa directamente en los trabajos de estos dos autores. Dentro de la cateóoría de autores vivos destacados en esta tradición se encuentran Pascal Salin, George Reisman y Jesús Huerta de Soto19.

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PARTE UNO:

LA PRODUCCIÓN NATURAL DEL DINERO

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1 DINERO

1. LA DIVISIÓN DEL TRABAJO SIN DINERO Para entender el origen y la naturaleza del dinero, primero hay que considerar cómo cooperarían los seres humanos en un mundo sin dinero, en un mundo de trueque. El intercambio de bienes y servicios en un mundo de trueque plantea ciertos problemas a los miembros de la sociedad. Entonces recurren a los intercambios monetarios como medio para aliviar estos problemas. En resumen, el dinero es una solución (parcial) a los problemas del trueque. Pero veamos esto con un poco más de detalle. La ley fundamental de la producción es que la producción conjunta rinde más que la producción aislada. Dos individuos que trabajan aislados producen menos bienes físicos y servicios que si coordinan sus esfuerzos. Éste es probablemente el hecho más trascendental de la vida social. Economistas como David Ricardo y Ludwig von Mises han subrayado sus implicaciones: aunque no haya otras razones 25

para que los seres humanos cooperen, la mayor productividad de los esfuerzos conjuntos tiende a unirlos. La mayor productividad de la división del trabajo, en comparación con la producción aislada, es por tanto la base de una "ley de asociación" general. David Ricardo formuló por primera vez esta ley como ley del coste comparativo en el contexto de la teoría del comercio exterior. Economistas posteriores como Pareto, Edgeworth, Seligman y Mises sostuvieron que se trataba en realidad de una ley general del intercambio. Mises acuñó la expresión "ley de asociación". La ética de la producción de dinero Sin dinero, la gente intercambiaría sus productos en trueque; por ejemplo, Jones cambiaría su manzana por dos huevos de Brown. En un mundo así, el volumen de los intercambios en otras palabras, el alcance de la cooperación social- está limitado por las restricciones tecnológicas y por el problema de la doble coincidencia de deseos. Los intercambios de trueque sólo tienen lugar si cada socio comercial tiene una necesidad personal directa del bien que recibe en el intercambio. Pero incluso en los casos en que se da la doble coincidencia de necesidades, los bienes suelen ser demasiado voluminosos y no pueden subdividirse para acomodarlos a las necesidades. Imaginemos a un carpintero 26

que intenta comprar diez libras de harina con una silla. La silla es mucho más valiosa que la harina, así que ¿cómo se puede organizar un intercambio? Cortar la silla en, digamos, veinte trozos no le proporcionarían objetos que valen sólo una vigésima parte del valor de una silla; más bien, tal "división" de la silla destruiría todo su valor. Por tanto, el intercambio no tendría lugar.

2. EL ORIGEN Y LA NATURALEZA DEL DINERO Estos problemas pueden reducirse mediante lo que se ha llamado "intercambio indirecto". En nuestro ejemplo, el carpintero podría cambiar su silla por 20 onzas de plata, y luego comprar las diez libras de harina a cambio de un cuarto de onza de plata. El resultado es que la necesidad de harina del carpintero, que de otro modo habría quedado insatisfecha, se satisface ahora mediante un intercambio adicional y el uso de un "medio de cambio" (aquí: la plata). De este modo, el intercambio indirecto proporciona a nuestro carpintero oportunidades adicionales de cooperación con otros seres humanos. Amplía la división del trabajo. Y contribuye así al progreso material, intelectual y espiritual de cada persona. A lo largo de la historia de la humanidad, ha habido una gran variedad de mercancías: ganado, conchas, clavos, tabaco, algodón, cobre, plata y oro, etc., se han utilizado como medio de intercambio. En las sociedades más 27

desarrolladas, los metales preciosos han acabado prefiriéndose a todos los demás bienes porque sus características físicas (escasez, durabilidad, divisibilidad, aspecto y sonido distintivos, homogeneidad en el espacio y el tiempo, maleabilidad y belleza) los hacen especialmente adecuados para esta función. Cuando un medio de cambio goza de aceptación general en la sociedad, se denomina "dinero". ¿Cómo se convierte en dinero una mercancía como el oro o la plata? Esto sucede a través de un proceso gradual, en el curso del cual cada vez más participantes en el mercado, cada uno por su cuenta, deciden utilizar oro y plata en lugar de otras mercancías en sus intercambios indirectos. Así pues, la selección histórica del oro, la plata y el cobre no se hizo mediante ningún tipo de contrato o convención social. Más bien, fue el resultado de la convergencia espontánea de muchas elecciones individuales, una convergencia que fue impulsada por las características físicas objetivas de los metales preciosos. Para ser adoptada espontáneamente como medio de cambio, una mercancía debe ser deseada por sus servicios no monetarios (por sí misma) y ser comercializable, es decir, debe poder comprarse y venderse ampliamente. Los precios que se pagan inicialmente por sus servicios no monetarios permiten a los posibles compradores estimar los precios futuros a los que se puede esperar razonablemente revenderla. Los precios pagados por su uso no monetario son, por así decirlo, la base empírica para su uso en el 28

intercambio indirecto. Sería extremadamente arriesgado comprar una mercancía para el intercambio indirecto sin conocer sus precios pasados; en consecuencia, la aparición espontánea de un medio de intercambio es prácticamente imposible cuando se carece de tal conocimiento. En cambio, cuando existe, puede surgir una demanda monetaria de la mercancía en cuestión. La demanda monetaria se añade entonces a la demanda no monetaria original, de modo que el precio de la mercancía-dinero contiene un componente monetario y un componente no monetario. Aunque en una economía desarrollada es probable que el primero tenga bastante más peso que el segundo, es importante tener en cuenta que el uso monetario de una mercancía depende en última instancia de su uso no monetario. Los escolásticos medievales llamaban al dinero res fungibilis et primo usu consumptibilis. Estaba en la naturaleza misma del dinero ser una cosa comerciable que tenía su uso principal en el consumo. 3. EL DINERO NATURAL Podemos denominar "dinero natural" a cualquier tipo de dinero que se utiliza mediante la cooperación voluntaria de personas que actúan.3 Según nuestra definición, cooperar voluntariamente significa prestarse ayuda mutua sin violar la propiedad ajena y disfrutar de la inviolabilidad de la propiedad propia. El papel de la propiedad privada como institución 29

fundamental de la sociedad humana es, por supuesto, un elemento básico de la experiencia histórica y de las ciencias sociales. También lo es del pensamiento social cristiano, enraizado en el Sexto y el Noveno Mandamientos. En el seno de la Iglesia católica, los papas hicieron hincapié en la inviolabilidad de la propiedad privada, no por dogmatismo jurídico a favor de los ricos, sino porque consideraban que esa inviolabilidad era la primera condición para mejorar el nivel de vida de las masas5 . La defendieron incluso en los casos en que los propietarios no utilizan, de hecho, sus medios privados para promover el bien de toda la sociedad. Y la defendieron en aquellos casos en los que los propietarios ni siquiera tenían la más mínima intención de perseguir el bien común. En resumen, los papas defendieron la distinción entre justicia y moral, entre el derecho a poseer bienes y la obligación moral de hacer un buen uso de ellos.6 La violación de la obligación moral no podría justificar la más mínima infracción de los derechos de propiedad. La propiedad privada es sagrada aunque se abuse de ella o no se utilice: La justicia llamada conmutativa ordena el respeto sagrado a la división de las posesiones y prohíbe la invasión de los derechos de los demás mediante la superación de los límites de la propiedad propia; pero el deber de los propietarios de utilizar su propiedad sólo de forma correcta no entra dentro de este tipo de justicia, sino que en virtud de otras virtudes, cuyas obligaciones 'no pueden hacerse valer por vía judicial'. 30

Por lo tanto, están en un error quienes afirman que la propiedad y su uso correcto están limitados por las mismas fronteras; y está mucho más lejos de la verdad sostener que el derecho a la propiedad se destruye o se pierde por el abuso o la falta de uso. En el caso de una sociedad en la que la propiedad privada es invio- lable, podemos hablar de una "sociedad completamente libre" y su aspecto eco- nómico puede llamarse entonces "mercado libre" o "economía libre". El corolario monetario de tal sociedad es, como hemos dicho, el dinero natural -o más bien todos los diferentes dineros naturales que existirían en tal sociedad, ya que hay buenas razones para suponer que una sociedad libre albergaría una variedad de dineros diferentes, que serían todos dineros naturales en nuestro sentido. Obsérvese que el dinero natural es una institución eminentemente social. Lo es no sólo en el sentido de que se utiliza en los intercambios interpersonales (todos los dineros se utilizan así), sino también en el sentido de que deben su existencia exclusivamente al hecho de que satisfacen las necesidades humanas mejor que cualquier otro medio de intercambio. En cuanto esto deje de ser así, los participantes en el mercado optarán por descartarlos y adoptar otros dineros. Esta libertad de elección asegura, por así decirlo, una selección democrática de base de los mejores dineros disponibles: los dineros naturales. Cuando se violan los derechos de propiedad, especialmente 31

cuando se violan de forma sistemática, ya no podemos hablar de una sociedad completamente libre. Es posible que los dineros naturales sigan utilizándose en tales sociedades, es decir, en la medida en que las violaciones de los derechos de propiedad no afecten a la elección del dinero. Pero allí donde la gente no es libre de elegir el mejor dinero disponible, surge un tipo diferente de dinero: el "dinero forzado". Su rasgo característico es que debe su existencia a la violación de los derechos de propiedad. Se utiliza, al menos hasta cierto punto, porque no se pueden utilizar monedas alternativas superiores sin exponer al usuario a la violencia. De ello se deduce que tales monedas están contaminadas desde un punto de vista moral. Pueden seguir siendo beneficiosas y utilizarse en intercambios indirectos, pero en cualquier caso son menos beneficiosas que las monedas naturales, porque deben su existencia a las violaciones de la propiedad privada, más que a su relativa superioridad para satisfacer las necesidades humanas por sí solas. El oro, la plata y el cobre han sido monedas naturales durante varios miles de años en muchas sociedades humanas. La razón es, como hemos dicho, que sus características físicas los hacen más adecuados para servir como dinero que cualquier otra mercancía. Sin embargo, los llamamos dinero natural, no por sus características físicas, sino porque los seres humanos libres los han seleccionado espontáneamente para ese uso. En resumen, no se puede 32

decir a priori cuál es el dinero natural de una sociedad. La única forma de averiguarlo es dejar que la gente se asocie libremente y elija el mejor medio de intercambio entre los alter- nativos disponibles. Si observamos la historia, veremos que, en la mayoría de los tiempos y lugares, la gente ha elegido la plata. El oro y el cobre también se han utilizado como moneda, aunque en menor medida. 4. DINERO CRÉDITO El dinero natural debe poseer dos cualidades. En primer lugar, debe tener un valor previo a su uso monetario y, además, debe ser físicamente apto para ser utilizado como medio de cambio (en cualquier caso, más apto que las alternativas). Las monedas históricas que hemos mencionado hasta ahora derivan su valor previo de su uso en el consumo. Incluso en el caso de los metales preciosos es así. Es cierto que no se destruyen en el consumo, como por ejemplo el tabaco y el algodón, pero sin embargo se consumen como joyas, ornamentos y en diversas aplicaciones industriales. Ahora bien, hay otras monedas que no derivan su valor previo del consumo. Los casos más importantes son el papel moneda y el dinero electrónico, a los que nos referiremos más adelante. Pero también existe el dinero crediticio, objeto de la presente sección. Como su nombre indica, el dinero a crédito surge cuando se utilizan instrumentos financieros en intercambios indirectos. Supongamos que Ben presta 10 33

onzas de plata a Mike durante un año, y que a cambio Mike le da un pagaré (te debo). Supongamos además que este pagaré es un billete de papel con la inscripción "Debo al portador de este billete la suma de 10 oz, pagadera el 1 de enero de 2010 (firma)". Entonces Ben podría intentar utilizar este pagaré como medio de cambio. Esto podría funcionar si los posibles compradores del pagaré también confían en la declaración de Mike de devolver el crédito tal y como prometió. Si la reputación de Mike es buena entre determinadas personas, es probable que éstas acepten su pagaré como pago por sus bienes y servicios. El pagaré de Mike se convierte entonces en dinero a crédito. El dinero a crédito nunca puede tener una circulación igual a la del dinero natural. La razón es que conlleva el riesgo de impago. Los cambios de efectivo proporcionan un control inmediato sobre el dinero físico. Pero el emisor de un pagaré puede quebrar, en cuyo caso el pagaré sería sólo un trozo de papel. No es sorprendente, por tanto, que el dinero a crédito haya alcanzado una mayor circulación sólo cuando el crédito estaba denominado en términos de algún dinero mercancía, cuando la reputación del emisor estaba fuera de toda duda y cuando era la única forma de proporcionar rápidamente al gobierno los fondos necesarios para llevar a cabo una guerra a gran escala. Este fue el caso, por ejemplo, de los Continentales americanos que financiaron la Guerra de Independencia y de los assignats franceses que financiaron 34

las guerras de los revolucionarios franceses contra el resto de Europa. En los primeros tiempos, el dinero a crédito también se emitía en otras formas distintas del papel. En concreto, los pagarés de cuero se utilizaron repetidamente como dinero a partir del siglo IX.9 El dinero a crédito es sólo un tipo de dinero derivado. Recibe su valor de una futura redención esperada en alguna mercancía. En este sentido, difiere radicalmente del papel moneda, que se valora por sí mismo. Y esto nos lleva al siguiente tema. 5. EL PAPEL MONEDA Y EL LIBRE MERCADO Hasta ahora hemos elegido los metales preciosos para ilustrar nuestra discusión porque, históricamente, los metales preciosos han sido el dinero del mercado libre, y también porque en la actualidad ninguna otra mercancía parece ser más adecuada para ser utilizada como medio de cambio. Pero la afirmación de que el oro, la plata y el cobre son las mejores monedas disponibles parece contradecirse por el hecho de que, hoy en día, no hay prácticamente ningún país en el mundo que utilice metales preciosos como moneda. Esta práctica universal parece tener una fácil explicación en la observación de que el papel moneda es incluso más ventajoso que los metales preciosos, al menos por tres razones: (1) sus costes de producción son mucho más bajos; (2) su cantidad puede modificarse fácilmente para adaptarse a las necesidades del comercio; y (3) su cantidad 35

puede modificarse fácilmente para estabilizar el valor de la unidad monetaria. Antes de analizar con más detalle estas supuestas ventajas, tenemos que abordar la cuestión aún más fundamental de si el papel moneda es, en primer lugar, un fenómeno de mercado. ¿Debe su existencia a la libre elección de los usuarios del dinero o a privilegios legales? En el primer caso, el papel moneda no parece tener nada de malo, sino todo lo contrario. Pero si sólo existe debido a la coacción y la coerción, es decir, debido a la violación de los derechos de propiedad, sus supuestas ventajas deben examinarse con mucho cuidado. Ahora bien, si nos fijamos en los datos empíricos, nos enfrentamos al duro hecho de que, en ningún período de la historia de la humanidad, el papel moneda ha surgido espontáneamente en el mercado libre.11 Ningún escritor occidental anterior al siglo XVIII parece haber considerado siquiera posible la existencia del papel moneda. La idea sólo surgió cuando los certificados de papel para oro y plata adquirieron una mayor circulación, especialmente en el contexto de la financiación gubernamental a gran escala.12 En los siglos XVIII, XIX y XX, se han llevado a cabo diversos experimentos con papel moneda en Occidente.13 Los gobiernos han emitido papel moneda junto con la obligación legal de que cada ciudadano lo acepte como moneda de curso legal. Los gobiernos han emitido papel moneda junto con la obligación legal de que cada ciudadano lo acepte 36

como moneda de curso legal. Los gobiernos han anulado las estipulaciones de los contratos privados y han obligado a los acreedores, por ejemplo, a aceptar pagos en "billetes verdes" de papel en lugar de en oro o plata. En la mayoría de los casos, sin embargo, los gobiernos han transformado los certificados de papel preexistentes de oro y plata en papel moneda prohibiendo el uso del oro y la plata, y de todas las demás mercancías y certificados adecuados. La experiencia de otras culturas y épocas cuenta la misma historia. El papel moneda se introdujo en China en el siglo XII, también por obligación y coerción del gobernante.14 En todos los casos históricos conocidos, el papel moneda ha llegado a existir a través de la violación de contratos y otras violaciones de los derechos de propiedad privada patrocinadas por el gobierno. Nunca ha sido una criatura del libre mercado. Por supuesto, la historia no ofrece un veredicto decisivo sobre la cuestión de si el papel moneda puede surgir espontáneamente en un mercado libre. ¿Podemos zanjar la cuestión sobre bases teóricas? Aquí entra en juego la siguiente consideración. Por su propia naturaleza, el papel moneda sólo presta servicios monetarios, mientras que el dinero mercancía presta dos tipos de servicios: monetarios y mercantiles. Por lo tanto, los precios del papel moneda pueden reducirse a cero, mientras que el precio del dinero mercancía siempre será positivo mientras atraiga una demanda no monetaria. Si los precios pagados por un papel moneda caen a cero, este dinero nunca podrá volver a 37

monetizarse, porque sin un sistema de precios ya existente los participantes en el mercado no podrían evaluar la unidad monetaria. Así pues, el uso de papel moneda conlleva el riesgo de una aniquilación total y permanente de su valor. Este riesgo no existe en el caso del dinero mercancía, que siempre conlleva un precio positivo y que, por lo tanto, siempre puede volver a monetizarse. No hace falta mucha fantasía para predecir las implicaciones prácticas de este hecho. En un mercado verdaderamente libre, el papel moneda no podría resistir la competencia del dinero mercancía. Los participantes en el mercado más previsores y prudentes se desharían primero de su papel moneda, y los demás les seguirían a su debido tiempo. Al final de este proceso, que podría resumirse en unos pocos segundos, pero que también podría durar algunos años, el papel moneda quedaría completamente erradicado.15 El análisis anterior lleva a la conclusión de que ninguna moneda puede seguir en circulación sólo porque lo ha estado hasta ahora. La fuente última de su valor -la base de su valor- tiene que ser algo más que el mero hecho de que, hasta ahora, la gente haya estado dispuesta a aceptarlo.16 Todo tipo de motivaciones psicológicas pueden proporcionar esa fuente durante un tiempo, pero todas se derrumbarán bajo la presión de un proceso de sustitución del tipo que hemos descrito anteriormente. ¿Y entonces? ¿Puede el poder armado del gobierno mantener el dinero en circulación? El fíat del gobierno puede, en efecto, conferir 38

valor al papel moneda: el valor de no meterse en problemas con la policía.17 Pero esta observación sólo confirma nuestro punto de vista de que el papel moneda no es un fenómeno de mercado. No puede florecer en el aire fresco de una sociedad libre. Sólo se utiliza cuando el poder de la policía suprime a sus competidores, de modo que los miembros de la sociedad se ven ante la dura disyuntiva de utilizar el papel moneda del gobierno o renunciar por completo a los beneficios de una economía monetaria. 5. DINERO ELECTRÓNICO Las observaciones anteriores pueden aplicarse directamente al caso del dinero electrónico. Es poco probable que un bien económico que se define enteramente en términos de bits y bytes se produzca espontáneamente en un mercado libre, por los mismos motivos que acabamos de exponer en el caso del papel moneda. Y a pesar de los denodados esfuerzos de varias personas y asociaciones, nunca se ha producido este tipo de dinero desde que la creación de Internet hizo posibles los pagos electrónicos. En la actualidad, sólo se ha producido dinero gubernamental en formato electrónico; y como en el caso del papel moneda, los gobiernos sólo han podido hacerlo porque tienen la posibilidad de suprimir la competencia. En el mercado libre, las nuevas tecnologías de la información han sido incapaces de crear dinero nuevo. En cambio, han podido desarrollar varios instrumentos nuevos para acceder 39

al dinero y transferirlo. Estas nuevas técnicas electrónicas de manejo del dinero son muy eficaces y beneficiosas, pero no deben fusionarse con la creación de dinero electrónico.

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2 CERTIFICADOS MONETARIOS

1. CERTIFICADOS INTEGRADOS FÍSICAMENTE CON EL DINERO os metales preciosos se habrían convertido en dinero, aunque nunca se hubiera inventado la moneda, porque incluso en forma de lingotes sus ventajas físicas superan a las de todas las alternativas. las de todas las alternativas. Sin embargo, no cabe duda de que la acuñación de moneda aumentó las ventajas derivadas del intercambio indirecto y que, por tanto, contribuyó a la difusión de los intercambios monetarios. La acuñación de moneda permite intercambiar metales preciosos sin tener que realizar el laborioso proceso de pesar el metal y fundirlo. Se puede determinar el peso de un metal simplemente contando las monedas.1 La acuñación de monedas dota a una masa de metal precioso de una impresión que certifica su peso. La impresión típica dice algo así como que la moneda pesa en total tantos gramos u onzas (peso bruto), con tal o cual proporción o 41

contenido absoluto de metal precioso (peso fino). Por eso, los nombres de las monedas solían ser nombres de pesos, por ejemplo, la libra, el marco, el franco o el ecu. Obsérvese que el servicio depende totalmente de la confianza del certificador, es decir, del acuñador. Si los participantes en el mercado no pueden confiar en el certificado, preferirán prescindir de la moneda y pasar por la molestia adicional de pesar el metal y posiblemente fundirlo para determinar su contenido de metal fino. Por ejemplo, una moneda de plata de 1 onza de confianza es más valiosa que 1 onza de lingotes de plata.2 Por lo tanto, la gente paga precios más altos por las monedas que por los lingotes, y el acuñador vive de este margen de precios3. Dado que el valor del certificado depende de la fiabilidad del acuñador, las monedas suelen utilizarse en zonas geográficas limitadas. Sólo las personas que conocen al acuñador aceptan sus monedas. Todos los demás insistirán en que se les pague en lingotes o en monedas de su confianza. Esto no significa que, en la práctica, cada pueblo necesite un juego de monedas diferente. El radio geográfico en el que se utiliza una moneda puede ser muy amplio e incluso abarcar todo el mundo si el acuñador goza de una excelente reputación. Este fue el caso, por ejemplo, de las monedas mexicanas de un dólar que a principios del siglo XIX circulaban libremente en la mayor parte de EE.UU. y que han legado su nombre a la moneda actual de este país. Históricamente, los acuñadores han ofrecido servicios 42

adicionales que complementan la certificación de pesos. Así, uno de los eternos problemas de la acuñación de metales preciosos es que las monedas usadas pueden contener una cantidad menor de metal precioso que las monedas recién acuñadas. Si esto ocurre, la gente tiende a guardarse las monedas buenas y a comerciar sólo con las malas. Para superar este problema, los acuñadores podrían ofrecer sus monedas en combinación con un servicio de seguro: podrían ofrecer cambiar cualquier moneda ligeramente usada por una nueva. Esta política garantizaría la estabilidad y homogeneidad de la acuñación a lo largo del tiempo. De este modo, las monedas aseguradas se negociarían a precios aún más altos, a partir de cuyo diferencial de precios (el premium) se podrían pagar los gastos de sustitución. Un gran número de pensadores monetarios, desde la Edad Media hasta nuestros días, han sostenido que la acuñación de moneda debía confiarse a los príncipes o gobiernos, que, por ser los líderes naturales de la sociedad, eran también las personas en las que naturalmente había que confiar. Los escolásticos medievales sabían muy bien que los príncipes abusaban con frecuencia de esta confianza, imprimiendo, por ejemplo, "una onza" en una moneda que sólo contenía media onza, embolsándose la otra media onza. Por ello, Nicolás Oresme postuló que los príncipes no tenían derecho a alterar las monedas en absoluto, a menos que contaran con el con- tenido de toda la comunidad, es decir, de toda la comunidad de usuarios del dinero. 43

La ciencia económica nos ha permitido comprender que la acuñación competitiva es una forma aún mejor de preservar la fiabilidad de las monedas. No hay ninguna razón económica para no permitir que cada ciudadano privado entre en el negocio de la acuñación y ofrezca sus propias monedas. Es cierto que un acuñador privado también podría abusar de la confianza que sus clientes depositan en él y en sus monedas. Pero el castigo es inmediato: perderá a todos esos clientes. La gente empezará a utilizar otras monedas emitidas por personas en las que tienen motivos para confiar más. En cierto modo, este proceso competitivo también cumple el postulado de Oresme de que toda la comunidad de usuarios de dinero decide sobre la acuñación. Sostenía que "el dinero es propiedad de la comunidad "4. En un mercado libre, los propietarios del dinero pueden hacer valer este derecho de propiedad sin problemas y con rapidez. Toda persona que ya no confíe en el acuñador A simplemente deja de utilizar las monedas de A y empieza a utilizar las monedas del acuñador B. De este modo abandona la comunidad A y se une a la comunidad B. La competencia en la acuñación de moneda no es una panacea. Los abusos son siempre posibles y en muchos casos no pueden repararse fácilmente. La virtud de la competencia es que ofrece la posibilidad de minimizar el alcance de los posibles abusos. Y su gran encanto es que implica a toda la comunidad de usuarios del dinero, no sólo a algunos cargos designados o autodesignados. Aquí en la Tierra, esto parece 44

ser todo lo que podemos esperar. 2.CERTIFICADOS FÍSICAMENTE DESCONECTADOS DEL DINERO Si los certificados pueden añadir valor a los lingotes, los certificados pueden tener valor por sí mismos. Por lo tanto, también pueden negociarse sin estar físicamente integrados con el metal precioso cuya cantidad certifican. Entonces son sustitutos del dinero. La emisión de estos sustitutos del dinero fue la práctica generalmente aceptada en las ciudades de Ámsterdam y Hamburgo durante casi dos siglos. El Banco de Ámsterdam (fundado en 1609) emitía billetes de papel que certificaban que el titular del billete era el propietario legal de tal o cual cantidad de plata fina depositada en las cámaras acorazadas del banco. Estos billetes podían canjearse en cualquier momento en las ventanillas del Banco, a simple demanda del propietario actual.5 En consecuencia, se comerciaba con ellos en lugar de con la propia plata. En lugar de intercambiar plata física, la gente hacía sus compras con los billetes que certificaban la propiedad de una suma de plata depositada en el Banco. Aparte de los billetes de papel, los principales tipos de estos sustitutos son las monedas simbólicas, los certificados de depósito, las cuentas corrientes, las tarjetas de crédito y las cuentas bancarias electrónicas en Internet. A pesar de la 45

variedad física de estos tipos, cada uno de ellos presenta tres características fundamentales: la intermediación, los títulos y la tenencia de "reservas".6 La certificación en el presente caso no es tan integral como en el caso de las impresiones que se acuñan en el propio material monetario, las monedas normales que hemos analizado anteriormente. Más bien, el sustituto del dinero se refiere a una cantidad de dinero que se sustrae a los ojos de los participantes en el intercambio. El dinero en sí se guarda en otro lugar, es decir, en el banco o en el departamento del tesoro o en cualquier otra organización que haya emitido el certificado. Por lo tanto, en este caso no sólo existe intermediación monetaria en el sentido débil de que un tercero certifica las cantidades de dinero intercambiadas por las otras dos partes, sino también en el sentido fuerte de que este tercero controla físicamente el dinero en el momento del intercambio. Además, los sustitutos del dinero no sólo certifican la existencia física de una determinada cantidad de metal precioso, sino que también son un título legal sobre esa cantidad. El propietario legítimo de un billete de una onza de plata, por ejemplo, es el propietario legítimo de una onza de plata depositada en las cámaras acorazadas de la institución que emitió el billete. Por último, las reservas monetarias en poder del emisor de los sustitutos se denominan "reservas". Esta terminología está establecida en la ciencia económica, pero debe utilizarse 46

con cierta cautela. Muchos estudiosos del dinero y la banca creen que los certificados, como las anotaciones en las cuentas bancarias, son el dinero real, porque se utilizan realmente en los intercambios diarios, mientras que el dinero en poder de las instituciones que realizan las anotaciones en cuenta son sólo las reservas. Pero la verdad es bien distinta. En todos estos casos, las llamadas reservas son de hecho el dinero real, mientras que las anotaciones en cuenta son sólo sustitutos del dinero. ¿Cuáles son las ventajas y los inconvenientes de los certificados desconectados del propio dinero? La principal ventaja es que se pueden reducir los costes de almacenamiento, transporte y certificación (acuñación). La principal desventaja es que las posibilidades de abuso son mayores que en el caso de la moneda metálica. Los banqueros fraudulentos pueden malversar los bienes de sus clientes mucho más fácilmente que los acuñadores fraudulentos. Una mirada a la historia de las instituciones revela que esta tentación era prácticamente imposible de resistir, especialmente cuando la certificación no era competitiva. En el caso del Banco de Hamburgo, pasaron casi 150 años antes de que se produjeran abusos (en cualquier caso, antes de que se hicieran manifiestos). Otros banqueros cayeron en desgracia mucho más rápidamente. Por ejemplo, los orfebres que a mediados del siglo XVI se habían hecho con el negocio de la certificación en la ciudad de Londres, después de que el rey inglés hubiera robado el 47

oro depositado en la Torre, muy pronto empezaron a utilizar los depósitos en sus operaciones de préstamo. Así se convirtieron en "banqueros de reservas fraccionarias", lo que significa que sólo una parte (una fracción) de su emisión estaba cubierta por las reservas monetarias subyacentes. En resumen, el abuso potencial de los sustitutos es una desventaja muy considerable. Por lo tanto, cabe dudar con razón de que en un mercado libre hubieran podido conseguir una mayor circulación. Incluso David Ricardo, el gran defensor de la moneda de papel, admitió que era poco probable que tales sustitutos pudieran resistir la competencia de las monedas. La única forma segura de poner en circulación billetes de papel era imponerlos a los ciudadanos: "Si los que usan billetes de una y dos libras, e incluso de cinco, tuvieran la opción de usar guineas, no cabe duda de que preferirían una u otra".8 Pero no se trata de especular sobre la importancia que tendrían los certificados de papel en el mercado libre. Simplemente queremos señalar que los certificados de papel y las monedas simbólicas podrían desempeñar un papel en este caso, y que se han utilizado mucho en el pasado, aunque muy a menudo bajo algún tipo de imposición. En una sociedad libre, los participantes en el mercado sopesarían constantemente las ventajas e inconvenientes de los distintos productos de certificación. Es cierto que no podrían evitar todos los abusos. Pero, de nuevo, la cuestión es que un sistema competitivo minimiza los posibles daños. 48

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3 EL DINERO EN EL PROCESO DE MERCADO

1. PRODUCCIÓN DE DINERO Y PRECIOS l hecho económico básico de la vida humana es la condición universal de escasez. Nuestros medios no bastan para realizar todos nuestros fines. En particular, nuestro tiempo es limitado y, por tanto, tenemos que decidir cómo emplearlo, ya sea en el trabajo remunerado, en actividades familiares o comunitarias, o en el ocio personal. Pero todos los demás medios de que disponemos también son limitados: nuestro dinero en efectivo, nuestros activos financieros, el tamaño y la calidad de nuestros coches y casas, etcétera. Así pues, hagamos lo que hagamos, tenemos que elegir cómo utilizar estos recursos, lo que también significa que decidimos al mismo tiempo cómo no utilizarlos. Ahora bien, el uso de todos los medios de acción está condicionado por la ley del valor marginal decreciente. Según esta ley, la importancia relativa de cualquier unidad de un bien económico para su propietario -o, como dicen los 50

economistas, el valor marginal de cualquier unidaddisminuye a medida que llegamos a controlar un mayor suministro global de este bien, y viceversa. La razón es que cada unidad adicional nos permite perseguir nuevos objetivos que de otro modo no habríamos elegido. Por lo tanto, estos objetivos son necesariamente menos importantes para la persona que actúa que los objetivos que habría perseguido con un suministro menor. De ello se deduce, por ejemplo, que el valor marginal de un bocado adicional de agua es muy diferente para una persona que viaja por un desierto que para la misma persona que nada en un lago. Y el valor marginal de una habitación de 200 pies cuadrados añadida a nuestra casa es muy diferente, dependiendo de si el tamaño pres- puesto de nuestra casa es de 500 o de 5.000 pies cuadrados. Del mismo modo, el valor marginal de un dólar adicional depende de cuántos dólares tenga ya su propietario en su saldo de caja. De ello se deduce que la producción de cualquier unidad adicional de dinero hace que el dinero sea menos valioso para el propietario de esta unidad adicional de lo que habría sido de otro modo. En concreto, se vuelve menos valioso para él en comparación con todos los demás bienes y servicios. En consecuencia, como comprador de bienes y servicios, tenderá a pagar más dinero a cambio de esos otros bienes y servicios; y como vendedor de bienes y servicios, tenderá a pedir un pago en dinero más alto. En resumen, la producción de dinero conlleva una tendencia 51

al aumento de los precios del dinero. Esta tendencia se manifestará al principio en los precios pagados por el propio productor de dinero. Pero luego se extenderá al resto de la economía, porque los individuos que vendieron sus bienes y servicios al productor de dinero ahora también tienen mayores saldos en efectivo de los que habrían tenido en otras circunstancias. Por lo tanto, también para ellos el valor relativo del dinero disminuirá y tenderán a pagar precios más altos por los bienes y servicios que desean. A continuación, otras personas dispondrán de saldos en efectivo más elevados que en otras circunstancias, lo que dará lugar a una nueva ronda de subidas de precios, y así sucesivamente. Este proceso continúa hasta que todos los precios monetarios se han ajustado a la mayor oferta monetaria. Es cierto que, por razones demasiado especiales para justificar nuestra atención en este momento, algunos precios pueden disminuir en este proceso. Pero la tendencia general es que los precios aumenten. Por lo tanto, la tendencia general de la producción de dinero es aumentar los precios por encima del nivel que habrían alcanzado de otro modo. Esto implica, a su vez, que el poder adquisitivo de cualquier unidad de dinero disminuye. Subrayemos de nuevo que el proceso por el que la producción de dinero tiende a aumentar el nivel de precios se extiende en el tiempo. Por lo tanto, afecta a los diferentes precios en diferentes momentos del tiempo: no hay un aumento simultáneo de todos los precios. Además, no hay 52

ninguna razón para que los precios cambien uniformemente o en una proporción fija a la variación de la oferta monetaria. Por lo tanto, la producción de dinero implica una tendencia al alza de los precios, pero este aumento se produce paso a paso en un proceso que se extiende a lo largo del tiempo y afecta a cada precio en distinta medida. 2. ALCANCE Y LÍMITES DE LA PRODUCCIÓN DE DINERO ¿Cuánto dinero se producirá en el mercado? ¿Cuántas monedas? ¿Cuántos certificados en papel? Los límites de la acuñación de moneda y de todos los demás servicios monetarios vienen dados en gran medida por las preferencias de los participantes en el mercado. Como en todas las demás ramas de la industria, los mineros y acuñadores realizarán inversiones adicionales y ampliarán su producción si, y sólo si, creen que no tienen a mano ninguna alternativa mejor. En la práctica, esto suele significar que ampliarán la producción de monedas si la rentabilidad monetaria esperada de las inversiones en minas y fábricas de moneda es al menos tan alta como la rentabilidad monetaria de las fábricas de calzado, panaderías, etcétera. Los rendimientos de las distintas ramas de la industria humana dependen, en última instancia, de cómo los ciudadanos individuales deciden utilizar los escasos recursos que poseen. En su calidad de consumidores, los 53

ciudadanos eligen gastar su dinero en determinados productos en lugar de en otros, determinando así el lado de los ingresos de todas las ramas de la industria. En su calidad de propietarios de recursos productivos (trabajo, capital, tierra), los ciudadanos eligen dedicar estos recursos a determinadas empresas en lugar de a otras, determinando así el lado de los costes de todas las ramas de la industria. En última instancia, por tanto, son los ciudadanos los que, a través de sus elecciones personales, determinan la rentabilidad relativa de todas las empresas productivas. Cada ciudadano coopera con algunos de sus semejantes y, del mismo modo, rechaza la cooperación de otros. Este proceso de selección o proceso de mercado abarca todas las empresas productivas y, por lo tanto, crea una interdependencia mutua entre todas las personas y todas las empresas. En un mercado libre, la producción de dinero está plenamente integrada en esta división general del trabajo. Se producen monedas adicionales siempre que esta producción ofrezca los mejores rendimientos disponibles para los recursos invertidos en ella. Se restringe en la medida en que otras ramas de la industria ofrecen mejores perspectivas. Además, al igual que las elecciones de los ciudadanos determinan el alcance relativo de la producción de dinero, en comparación con otras producciones, también determinan el número de monedas diferentes que se producirán. Antes hemos dicho que el dinero es un medio 54

de intercambio generalmente aceptado. No es sólo concebible que se utilicen paralelamente varias monedas; de hecho, ésta ha sido la práctica universal hasta el siglo XX. En la Edad Media, las monedas de oro, plata y cobre, así como sus aleaciones, circulaban en redes de intercambio superpuestas. En la mayoría de las épocas y lugares de la historia de Europa Occidental, las monedas de plata eran las más extendidas y dominantes en los pagos diarios, mientras que las monedas de oro se utilizaban para pagos mayores y las de cobre en transacciones muy pequeñas. En la antigüedad, esta era también la situación normal. La producción y el uso paralelos de diferentes monedas de metales preciosos es, por tanto, el estado natural de las cosas en una economía libre. Oresme advertía constantemente de la alteración de las monedas, pero subrayaba que la introducción de un nuevo tipo de monedas no constituía tal alteración mientras no fuera acompañada de la ilegalización de la moneda antigua. 3. EFECTOS DE DISTRIBUCIÓN A la hora de describir los efectos distributivos derivados de la producción de dinero, los economistas desde los tiempos de Nicolás Oresme y Juan de Mariana suelen citar sólo uno de ellos. Señalan que el aumento de la oferta de dinero provoca una tendencia al aumento de todos los precios del dinero, es decir, una caída del poder adquisitivo del dinero. Luego argumentan que la reducción del poder adquisitivo 55

beneficia a los deudores, porque la cantidad de deuda que tienen que devolver ahora vale menos que antes, y que por lo tanto este beneficio se produce necesariamente a expensas de los acreedores. Esta forma de presentar las cosas no es del todo correcta. Es cierto que un aumento de la oferta monetaria tiende a provocar un aumento de los precios del dinero y, por lo tanto, disminuye el poder adquisitivo de cada unidad de dinero. Pero no es cierto que este proceso opere necesariamente a favor del deudor y en detrimento del acreedor. Un acreedor puede no verse perjudicado en absoluto por una disminución del 25% del poder adquisitivo del dinero si ha previsto este hecho en el momento en que prestó el dinero. Supongamos que desea obtener un rendimiento del 5% sobre el capital que prestó, y que anticipó la depreciación del 25% del poder adquisitivo; entonces estaría dispuesto a prestar su dinero sólo por el 30%, para compensarle por la pérdida de poder adquisitivo. En economía, esta compensación se denomina "prima de precio", es decir, una prima que se paga además del tipo de interés "puro" por el aumento anticipado de los precios del dinero. Esto es exactamente lo que puede observarse en aquellos momentos y lugares en los que la depreciación del dinero es muy elevada. De hecho, un acreedor podría beneficiarse de prestar dinero aunque el poder adquisitivo disminuya. En nuestro ejemplo anterior, esto ocurriría si la depreciación resultara ser del 56

15%, en lugar del 25% que él esperaba. En este caso, el 30% de interés que le paga su deudor tiene tres componentes: (1) un tipo de interés puro del 5%, (2) una prima de precio del 15% que le compensa por la depreciación y (3) un "beneficio" del 10%. Las mismas observaciones pueden hacerse, mutatis mutandis, para los deudores. No se benefician necesariamente de una depreciación del poder adquisitivo del dinero, e incluso pueden obtener un "beneficio" cuando el poder adquisitivo del dinero aumenta si el aumento resulta ser menor que aquel en el que se basaba el tipo de interés contractual. Todo depende de la exactitud de sus expectativas. Sin embargo, la producción de dinero tiene otro efecto distributivo. Este efecto es mucho más importante que el que acabamos de describir porque no depende de las expectativas de los participantes en el mercado. Es un efecto que los participantes en el mercado no pueden evitar mediante una mayor inteligencia o circunspección. Para entender este efecto de distribución debemos considerar que el intercambio y la distribución no son actividades desconectadas. En el proceso de mercado, no son más que un mismo acontecimiento. Brown vende su manzana por la pera de Green. Tras el intercambio, la distribución de manzanas y peras es diferente de la que habría sido de otro modo. Por lo tanto, todo intercambio implica una modificación de la "distribución" de recursos 57

que se habría producido de otro modo. De ello se deduce que toda producción de bienes y servicios suplementarios repercute necesariamente en la distribución. La nueva oferta de productos reorienta la distribución de la riqueza a favor del productor. Consideremos el caso de la producción de dinero. También en este caso, las cantidades adicionales que salen del proceso de producción, cuando se venden, benefician en primer lugar al primer propietario: el productor. Éste puede comprar más bienes y servicios de los que hubiera podido comprar de otro modo, y su gasto en estas cosas aumenta a su vez los ingresos de sus proveedores por encima del nivel que hubieran alcanzado de otro modo. Pero la producción adicional de dinero reduce el poder adquisitivo del dinero. Por lo tanto, también crea perdedores, es decir, aquellos participantes en el mercado cuyos ingresos monetarios no aumentan al principio, sino que tienen que pagar de inmediato los precios más altos que resultan cuando la nueva oferta monetaria se extiende paso a paso en la economía. Por lo tanto, la producción de dinero redistribuye la renta real de los propietarios posteriores del nuevo dinero a los anteriores. Como hemos señalado, esta redistribución no puede neutralizarse mediante expectativas. Ni siquiera los participantes en el mercado que son conscientes de ella pueden evitar que se produzca. Simplemente pueden intentar mejorar su propia posición relativa en ella, 58

suministrando a los primeros propietarios del nuevo dinero, preferiblemente al propio productor del dinero. Este efecto de distribución es clave para entender las economías monetarias. Es la causa principal de casi todos los conflictos que giran en torno a la producción de dinero. Como veremos con más detalle, también es de vital importancia para la adecuada valoración moral de las instituciones monetarias. Sin embargo, para evitar posibles malentendidos, subrayemos que los efectos distributivos derivados de la producción no son indeseables en sí mismos. Son un elemento esencial del proceso de libre mercado, que prima la producción continua al servicio de los consumidores y no recompensa la inactividad. 4. LA ÉTICA DE LA PRODUCCIÓN DE DINERO Aristóteles subrayó el carácter beneficioso de los intercambios monetarios, que facilitan y amplían la división del trabajo. Se limitó a denunciar la práctica de convertir el dinero en un fetiche y de desearlo por sí mismo. Los escritores escolásticos de la Edad Media adoptaron en general el mismo punto de vista, pero también fueron más allá de Aristóteles, que se centró en la ética del uso del dinero, al discutir la ética de la producción de dinero.5 Los escolásticos no cuestionaron la legitimidad de la producción de dinero per se. Los escolásticos no cuestionaron la legitimidad de la 59

producción de dinero per se. Sin embargo, al igual que en el caso del uso del dinero, afirmaron que la producción de dinero debía respetar ciertas normas éticas. Nicolás Oresme y otros insistieron en que todas las monedas debían distinguirse claramente unas de otras. En particular, no sería lícito que un acuñador produjera monedas que por su nombre, impresión u otras características se parecieran a otras monedas que contuvieran metales más preciosos.6 En otras palabras, los beneficios de la competencia en la acuñación de monedas se derivan de una aplicación estricta del Noveno Mandamiento: "No levantarás falso testimonio contra tu prójimo". Esta es la razón por la que las monedas hasta principios de la Edad Moderna tenían tradicionalmente nombres de peso como marco y franco. La palabra "ecu", por ejemplo, se utilizaba, por un lado, en el mismo sentido en que hoy usamos la palabra "onza": era el nombre de un peso. Pero también era el nombre de una moneda de oro que (originalmente) debía equivaler a una onza de plata. Imagínese lo que significaría si hoy tuviéramos una moneda de plata consistente en monedas de 1 onza de plata a las que llamáramos "onzas". La expresión "onza" sería entonces inadecuada para ser utilizada en el establecimiento de contratos porque es ambigua. Es diferente si hablamos de pesos certificados, como en las monedas, o de pesos no certificados, como en las pepitas de oro. Por lo tanto, habría que especificar en cada contrato si el pago se hace en onzas 60

de peso o en onzas de moneda. Pero entonces la práctica de utilizar nombres de peso para las monedas pierde su sentido. El mero nombre del peso como tal no es suficientemente específico. Esto no significa, por supuesto, que el contenido en peso del metal fino no deba imprimirse en la moneda. Al contrario, esto es exactamente lo que los acuñadores de éxito han hecho en el pasado, lo que hacen ahora y lo que harán en el futuro. La cuestión es que no tiene sentido llamar a una moneda por su contenido de metal fino; un nombre así no reduce las ambigüedades, sino que las aumenta. La acuñación de monedas en un sistema competitivo tendría que basarse en una diferenciación escrupulosa de los productores de monedas. No bastaría con que cada acuñador imprimiera en su moneda algo como "esta moneda contiene cinco gramos de plata fina" porque, como hemos visto, algunos acuñadores ofrecerían servicios adicionales como el cambio de monedas usadas por nuevas. Por lo tanto, sería necesario, como mínimo, el nombre del acuñador y toda la información complementaria necesaria para identificarlo. Las monedas de oro actuales, como las Krugerrand, las Eagles y las Maple Leaf, ya cumplen este requisito: llevan un nombre único e indican el peso de oro fino que contiene la moneda. 5. LA ÉTICA DEL USO DEL DINERO La tradición católica advertía en los términos más estrictos 61

contra los abusos del dinero, pero no negaba que, si se practicaba dentro de los límites morales correctos, el uso del dinero y el pago y cobro de intereses eran elementos naturales de la sociedad humana.8 El propio Jesús, al explicar las recompensas otorgadas a los creyentes en el próximo Reino de los Cielos, utilizó una ilustración relacionada con el uso positivo del dinero y la banca. Afirmó que el Reino de los Cielos sería paralelo a la recompensa otorgada por la buena administración del dinero, y que el infierno esperaría a aquellos que no hicieran ningún uso del dinero. Dos mayordomos que utilizaron el dinero que se les había confiado en el comercio y obtuvieron un beneficio del 100%, encontraron la alabanza del amo y fueron invitados a compartir su alegría. Pero un mayordomo que enterró en la tierra el dinero que se le había dado fue severamente reprendido por "malvado" y "perezoso". El amo le señaló que podría haber convertido el dinero en algún beneficio simplemente depositándolo en un banco: "¿No deberías entonces haber puesto mi dinero en el banco para que yo pudiera recuperarlo con intereses a mi regreso?". Por eso ordenó a sus otros criados que le quitaran el dinero a este criado y lo echaran de casa: "Y echad a este siervo inútil a las tinieblas de fuera, donde habrá llanto y rechinar de dientes" (Mateo 25: 26-30). Así pues, el uso del dinero y de los bancos puede considerarse legítimo desde el punto de vista cristiano. En cualquier caso, en el presente trabajo estamos interesados 62

principalmente en la eco- nómica y la ética de la producción de dinero más que en el uso del dinero en las transacciones crediticias.9 Por lo tanto, podemos evitar discutir uno de los problemas más enojosos de la doctrina social católica, a saber, el problema de la usura. A grandes rasgos, la usura es un interés excesivamente alto por el dinero prestado. Esto plantea, por supuesto, la cuestión de cómo distinguir el interés "excesivo" legítimo del ilegítimo. Los teólogos han agotado prácticamente todas las respuestas posibles. Algunos teólogos medievales llegaron a afirmar que cualquier interés era usura. Otros, como Conrad Summenhardt, sostenían que prácticamente ningún pago de intereses acordado voluntariamente por los participantes en el mercado podía considerarse usura. El magisterio de la Iglesia Católica ha repudiado la primera opinión sin pronunciarse sobre la segunda. Rechaza la "usura" pero permite el pago de "intereses" por varios motivos que son independientes (extrínsecos) del problema de la usura10 . Afirma que cobrar y pagar intereses no es moralmente malo per se, pero al mismo tiempo conserva la autoridad para condenar algunos pagos de intereses como usurarios. Esto afecta especialmente al caso de los créditos al consumo, ya que el pago de intereses podría constituir una violación de la caridad. Del mismo modo, aunque los intereses de los préstamos a empresas son legítimos per se, algunos préstamos a empresas podrían ser ilegítimos debido a circunstancias particulares. A continuación, seguiremos a 63

Bernard Dempsey al argumentar que los pagos de intereses derivados de la banca de reservas fraccionarias equivalen a "usura institucional".

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4 CONSIDERACIONES UTILITARISTAS SOBRE LA PRODUCCIÓN DE DINERO

1. LA SUFICIENCIA DE LA PRODUCCIÓN NATURAL DE DINERO Hasta ahora hemos descrito cómo funcionaría un sistema de dinero mercancía en un mercado libre y cómo se ve este sistema desde un punto de vista ético. También hemos argumentado que nuestras actuales monedas de papel y monedas electrónicas no podrían sobrevivir en un mercado verdaderamente libre frente a la competencia de las monedas mercancía. Se siguen utilizando porque gozan del privilegio de una protección legal especial frente a sus competidores naturales, el oro y la plata. En ningún momento de la historia se ha producido papel moneda en un mercado competitivo. Cuando y dondequiera que surgió, sólo existió porque los tribunales y la policía suprimieron las alternativas naturales. alternativas naturales. En otras palabras, tener papel moneda significa permitir que el gobierno recorte significativamente las libertades 65

personales de sus ciudadanos. Significa recortar la libertad de asociación y la libertad contractual de una forma que afecta a los ciudadanos a diario y a escala masiva. Significa enviar a la policía y utilizar a los tribunales para combatir la cooperación humana con "monedas naturales" como el oro y la plata, monedas en uso desde los tiempos bíblicos. Estas circunstancias pesan mucho en contra del papel moneda. Utilizar las fuerzas armadas del Estado para poner a toda una nación ante la dura disyuntiva de utilizar el dinero del gobierno o renunciar por completo a los beneficios de los intercambios monetarios no es, desde luego, un asunto fácil, sino que requiere una justificación convincente e inatacable. Para defender moralmente el papel moneda o el dinero electrónico, hay que demostrar que aportan ventajas significativas a la comunidad de sus usuarios (la "nación"), ventajas que podrían compensar sus graves deficiencias morales. La cuestión, por tanto, es si existen tales ventajas. ¿Pueden justificarse el papel moneda y el dinero electrónico por motivos utilitarios? A esta pregunta nos referimos ahora. Es un hecho significativo que, antes de que surgiera el papel moneda, ningún filósofo del dinero criticara nunca las mercancías monetarias existentes por motivos utilitaristas. Es cierto que Platón propuso prohibir la propiedad privada de los dineros naturales -oro y plata- por motivos políticos, es decir, para garantizar que cada individuo dependiera económicamente del gobierno.1 Pero ni siquiera Platón 66

afirmó que el oro y la plata fueran inadecuados como dinero, o que los dineros impuestos por el gobierno pudieran prestar mayores servicios monetarios. Y tampoco encontramos tal pensamiento en Aristóteles o en los escritos de los padres de la Iglesia y los escolásticos. Todo lo contrario. El obispo Nicholas Oresme sostenía que la oferta monetaria era irrelevante para los intercambios monetarios per se. Los cambios de la oferta monetaria nominal -la "alteración de los nombres"- no hacían que el dinero fuera más adecuado para ser utilizado en los intercambios indirectos, ni menos; tales cambios simplemente afectaban a las condiciones de los pagos aplazados (contratos de crédito), razón por la que Oresme también se oponía a ellos. Por lo tanto, antes del siglo XVI no había aparentemente ningún problema de atesoramiento, o de precios rígidos, y aparentemente ninguna necesidad de estabilizar el nivel de precios, el poder adquisitivo o la demanda agregada. Pero los defensores del papel moneda están lejos de ver la importancia de este hecho. El oro y la plata, argumentan, eran suficientes para las economías primitivas que prevalecieron hasta la Alta Edad Media. Pero las economías capitalistas que surgieron en el Renacimiento requerían otro tipo de dinero. Y las nuevas teorías que explican esta necesidad surgieron junto con las nuevas monedas de papel. ¿Qué hacer con estas nuevas teorías? Debemos examinarlas una a una, aunque en el presente trabajo sólo podemos abordar las principales, confiando en que el lector se apoye 67

para todo lo demás en otras obras. Pero antes de explicar las falacias que encierran las justificaciones más extendidas del papel moneda, señalemos que los escritos monetarios posteriores a 1500 no sólo inundaron el mundo con tales justificaciones, sino que también proporcionaron las réplicas. Ya hemos mencionado que Oresme sostenía que la oferta monetaria era irrelevante, en el sentido de que los servicios derivados del intercambio monetario no dependían de la cantidad de dinero utilizada. Los intelectuales del Renacimiento y de la época mercantilista nunca pudieron eludir esta idea fundamental. Incluso aquellos que justificaban de otro modo diversos esquemas inflacionistas tuvieron que reconocerlo.3 Después, los economistas clásicos afirmaron muy claramente que, en principio, cualquier cantidad de dinero valdría; aunque matizaron esta propuesta a la luz de diversas doctrinas falsas que habían heredado de sus predecesores mercantilistas.4 El primer economista que tuvo una clara comprensión científica de la cuestión fue John Wheat- ley, el brillante crítico del pensamiento monetario de Hume, Steuart y Smith.5 Pero Wheatley nunca presentó una doctrina sistémica por escrito. En el siglo XX, Ludwig von Mises y Murray Rothbard llenaron este vacío. El resultado práctico de su análisis monetario es que no se pueden derivar beneficios sociales del control gubernamental sobre la oferta monetaria. En palabras de Rothbard: Concluimos, por tanto, que la determinación de la oferta de 68

dinero, como la de todos los demás bienes, es mejor dejarla al libre mercado. Aparte de las ventajas morales y económicas generales de la libertad sobre la coerción, ninguna cantidad dictada de dinero hará mejor el trabajo, y el libre mercado fijará la producción de oro de acuerdo con su capacidad relativa para satisfacer las necesidades de los consumidores, en comparación con todos los demás bienes productivos. De nuevo, como hemos señalado, esto es cualquier cosa menos una novedad en la historia del pensamiento. Oresme vio claramente que el aumento de la masa monetaria nominal enriquecería a los príncipes a expensas de la comunidad. Pero, salvo en situaciones de emergencia muy raras y excepcionales, no era ése el precio que había que pagar por un beneficio que no podía obtenerse de otro modo. Los aumentos nominales de la masa monetaria eran innecesarios desde el punto de vista de toda la riqueza común. La alteración nominal de la moneda, decía Oresme, . . . no evita el escándalo, sino que lo engendra . . . y tiene muchas consecuencias incómodas, algunas de las cuales ya se han mencionado, mientras que otras aparecerán más adelante, ni hay ninguna necesidad o conveniencia en hacerlo, ni puede beneficiar a la mancomunidad. La verdad es a menudo engañosamente simple. Son los errores los que son múltiples y complicados. Así ocurre, en cualquier caso, en el caso del dinero. La verdad simple es que no hay necesidad de intervención política para imponer 69

monedas diferentes de las que los participantes en el mercado habrían elegido de todos modos. Pero se han inventado muchas doctrinas para justificar precisamente esa intervención.8 No es necesario que las refutemos todas en este trabajo. No es necesario refutarlas todas en el presente trabajo. A continuación, nos limitaremos a los siete errores más extendidos. 2 CRECIMIENTO ECONÓMICO Y OFERTA MONETARIA La falacia monetaria más extendida es probablemente la creencia ingenua de que el crecimiento económico sólo es posible en la medida en que vaya acompañado del correspondiente crecimiento de la oferta monetaria.9 Supongamos que la economía crece a un ritmo anual del 5 por ciento. Supongamos que la economía crece a un ritmo anual del 5%. Entonces, según esta falacia, es necesario aumentar la oferta monetaria también en un 5% porque, de lo contrario, los bienes y servicios adicionales no podrían venderse. Los defensores de esta falacia señalan entonces que tales tasas de crecimiento de la masa monetaria son más bien excepcionales para los metales preciosos. El oro y la plata son, por tanto, inadecuados para servir como dinero de una economía moderna dinámica. Es mejor sustituirlos por papel moneda, que puede incrementarse de forma flexible a costes extremadamente bajos para adaptarse a cualquier tasa de crecimiento de la economía. Este argumento es erróneo porque cualquier cantidad de 70

bienes y servicios puede intercambiarse con prácticamente cualquier oferta monetaria. Supongamos que la oferta monetaria de nuestro ejemplo no cambia. Si se ofrece en el mercado un 5% más de bienes y servicios, lo único que ocurrirá es que los precios monetarios de estos bienes y servicios disminuirán. El mismo mecanismo permitiría el crecimiento económico, aunque disminuyera la cantidad de dinero. Por lo tanto, cualquier tasa de crecimiento puede acomodarse a prácticamente cualquier oferta de dinero natural, como el oro y la plata. El calificativo "prácticamente" tiene en cuenta el hecho de que existen ciertas limitaciones tecnológicas en el uso de los metales preciosos. Supongamos que se producen altas tasas de crecimiento durante un largo periodo de tiempo. En este caso, podría ser necesario reducir el tamaño de las monedas hasta tal punto que producirlas y utilizarlas resultara poco práctico. Este problema es muy real en el caso del oro. Nunca ha existido en el caso de la plata, razón por la cual muchos escritores bien informados consideran que la plata es el dinero por excelencia. En cualquier caso, estos problemas tecnológicos no plantean ningún problema. Como explicó el obispo Oresme hace más de 700 años, lo que hay que hacer en estos casos es simplemente abandonar el uso de las monedas poco prácticas, por ejemplo, las de oro, y cambiar a otro metal precioso, por ejemplo la plata. No es necesaria ninguna intervención política para apoyar este proceso. Una variante más sofisticada de la doctrina de que el 71

crecimiento requiere más dinero admite que cualquier cantidad de bienes y servicios podría intercambiarse prácticamente con cualquier oferta monetaria. Pero estos defensores argumentan que, si los empresarios se ven obligados a vender sus productos a precios más bajos, estos precios podrían ser demasiado bajos en comparación con los gastos de coste. Vender las existencias de productos a precios de ganga supone la quiebra de los empresarios. Pero esta variante es igualmente insostenible, porque se basa en una imagen mecanicista del espíritu empresarial. El hecho es que los empresarios pueden anticipar cualquier reducción futura de los precios de venta de sus productos. A la luz de tales anticipaciones, pueden recortar los precios de oferta de sus propios gastos de coste y prosperar así en épocas de precios a la baja. Esto no es una mera posibilidad teórica, sino el estado normal de las cosas en periodos de un nivel de precios estable o a la baja. Por ejemplo, en las tres últimas décadas del siglo XIX, tanto Alemania como EE.UU. experimentaron altas tasas de crecimiento con niveles de precios al consumo estables y a la baja. Lo mismo se observa más recientemente en el mercado de ordenadores y tecnologías de la información, el más vibrante desde los años 80, que ha combinado un rápido crecimiento con una caída constante de los precios de los productos.

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3. ACOSO Las consideraciones anteriores se aplican también al fenómeno del atesoramiento. Es imposible utilizar el dinero sin poseer una cierta cantidad, por lo que todo participante en una economía monetaria atesora dinero. La razón por la que a veces se utiliza el término peyorativo "atesoramiento" en lugar del más neutro "tenencia" es que, en opinión del comentarista, las cantidades de dinero que posee tal o cual persona son excesivas. La pregunta crucial es: ¿con qué criterio? Es posible dar una definición significativa del acaparamiento en términos morales. Algunas personas tienen una propensión neurótica a guardar su riqueza en efectivo. Son avaros que atesoran su dinero incluso cuando gastarlo redundaría en su interés personal. Descuidan la ropa, la vivienda, la educación, la caridad, etc.; y así se privan a sí mismos de su pleno potencial humano y, a su vez, privan a los demás de los beneficios que se derivan de los vínculos sociales con un ser humano desarrollado. Obsérvese que esta definición del acaparamiento como comportamiento patológico no se refiere no se refiere a cantidades absolutas de dinero. Más bien se refiere a las cantidades de dinero que se tienen en relación con otras formas alternativas de invertir la riqueza. De hecho, hay muchas situaciones en las que es aconsejable tanto para una persona individual como para grupos- tener grandes sumas de dinero en efectivo. Durante siglos, la 73

tenencia de grandes cantidades de monedas de oro y plata fue una forma importante de que la gente ahorrara sus propios fondos de pensiones privados, y en muchas épocas y lugares era la única forma de hacer frente a la vejez y a situaciones de emergencia. Del mismo modo, en épocas de auge bursátil e inmobiliario, suele ser prudente mantener una gran parte del patrimonio en efectivo. Es cierto que hay otras situaciones en las que incluso mantener sumas muy pequeñas de dinero puede ser excesivo. La cuestión es si los saldos en efectivo son simplemente "dinero guardado" o si se trata de un "atesoramiento de dinero" patológico. La forma correcta de tratar el acaparamiento excesivo de dinero es hablar con las personas en cuestión y persuadirlas de que cambien su comportamiento. ¿Y si estas personas siguen siendo obstinadas? ¿Es entonces aconsejable aplicar medios políticos como la expropiación o el aumento artificial de la oferta monetaria? La respuesta a estas preguntas es negativa. El acaparamiento per se puede ser patológico, pero no priva a otras personas de lo que les pertenece por derecho. Y, en particular, no impide el funcionamiento eficaz de la economía. Como hemos dicho antes, la oferta monetaria absoluta de una economía es prácticamente irrelevante. La economía puede funcionar, y funcionar bien, con prácticamente cualquier cantidad de dinero. El acaparamiento sólo implica una reducción de los precios del dinero; el acaparamiento a gran escala sólo implica una gran reducción de los precios 74

del dinero. Consideremos el escenario (completamente irreal) de una nación que atesora tanta plata que la plata restante tendría que ser acuñada en cantidades microscópicamente pequeñas para ser utilizada en los intercambios.12 En una sociedad libre, los participantes en el mercado simplemente cambiarían a otras monedas. En lugar de pagar con monedas de plata, empezarían a utilizar monedas de oro y de cobre. Supongamos ahora que, a pesar de las consideraciones anteriores, un gobierno empeñado en luchar contra la acumulación de dinero se propusiera aumentar artificialmente la oferta monetaria. ¿Conseguiría esta política su objetivo? No necesariamente. Existe al menos la misma probabilidad de que esta política fomente el atesoramiento. El aumento de la oferta monetaria elevaría los precios del dinero que se pagan en el mercado por encima del nivel que habrían alcanzado de otro modo. Y esto hace necesario que la gente mantenga mayores saldos de efectivo. Ahora bien, es cierto que el aumento de los saldos en efectivo de los particulares no guarda necesariamente una proporción estricta con el aumento del nivel de precios. Por lo tanto, es posible que la gente, en términos relativos, reduzca su demanda de dinero como consecuencia de esta política. Pero es igualmente probable que la política no tenga tal efecto, o que en realidad produzca el efecto contrario. Así pues, concluimos que el atesoramiento no puede servir de pretexto para la ampliación artificial de la oferta 75

monetaria. En algunos casos extremos podría merecer la atención de líderes espirituales y psicólogos. Pero nunca es un problema monetario. 4. LUCHAR CONTRA LA DEFLACIÓN Otra variante de la misma falacia básica que acabamos de comentar es la supuesta necesidad de luchar contra la deflación. La palabra "deflación" puede definirse de varias maneras. Según la definición más aceptada hoy en día, la deflación es una disminución sostenida del nivel de precios. Los autores más antiguos han utilizado a menudo la expresión "deflación" para denotar una disminución de la oferta monetaria, y algunos autores contemporáneos la utilizan para caracterizar una disminución de la tasa de inflación. Todas estas definiciones son aceptables, dependiendo del propósito del análisis. Sin embargo, ninguna de ellas se presta a justificar un aumento artificial de la oferta monetaria. El carácter nocivo de la deflación es hoy uno de los dogmas sagrados de la política monetaria.13 Los defensores de la lucha contra la deflación suelen presentar seis argumentos para defender su postura.14 En primer lugar, para ellos es una cuestión de experiencia histórica que la deflación tiene repercusiones negativas en la producción agregada y, por tanto, en el nivel de vida. Para explicar esta supuesta experiencia histórica, sostienen, en segundo lugar, que la 76

deflación incita a los participantes en el mercado a posponer las compras porque especulan con precios cada vez más bajos. Además, consideran, tres, que un nivel de precios decreciente hace más difícil el servicio de las deudas contraídas a un nivel de precios más alto en el pasado. Estas dificultades amenazan con provocar, cuatro, una crisis en el sector bancario y, por tanto, una drástica restricción del crédito. Cinco, afirman que la deflación junto con los "precios rígidos" da lugar al desempleo. Y por último, seis, consideran que la deflación podría reducir los tipos de interés nominales hasta tal punto que una política monetaria de "dinero barato", para estimular el empleo y la producción, ya no sería posible, porque el tipo de interés no puede disminuir por debajo de cero. Sin embargo, las pruebas teóricas y empíricas que corroboran estas afirmaciones son escasas o inexistentes15. En primer lugar, históricamente, la deflación no ha tenido un claro impacto negativo en la producción agregada. Los descensos a largo plazo del nivel de precios no se correlacionaron sistemáticamente con tasas de crecimiento inferiores a las que prevalecieron en periodos comparables y/o en países con niveles de precios crecientes. Incluso si nos centramos en las perturbaciones deflacionistas procedentes del sistema financiero, la evidencia empírica no parece justificar la afirmación general de que la deflación perjudica el crecimiento a largo plazo16. En segundo lugar, es cierto que una deflación 77

inesperadamente fuerte puede incitar a la gente a posponer sus decisiones de compra. Sin embargo, esto no frena necesariamente la producción agregada. Obsérvese que, en presencia de tendencias deflacionistas, las decisiones de compra en general, y el consumo en particular, no se detienen. Por un lado, los seres humanos actúan bajo la "restricción del estómago". Incluso los avaros más neuróticos, que valoran el ahorro por encima de todo, deben hacer un mínimo de compras para sobrevivir al día siguiente. Y todos los demás -es decir, la gran mayoría de la población- comprarán en general la misma cantidad de bienes de consumo que habrían comprado en un entorno no deflacionista. Aunque esperan que los precios sigan bajando, comprarán bienes y servicios en algún momento porque prefieren disfrutar de ellos antes que después (los economistas lo llaman "preferencia temporal"). De hecho, el consumo se ralentizará sólo marginalmente en un entorno deflacionista. Y esta reducción marginal del gasto de los consumidores, lejos de perjudicar a la producción agregada, tenderá más bien a aumentarla. El simple hecho es que todos los recursos que no se utilizan para el consumo se ahorran; es decir, están disponibles para la inversión y, por lo tanto, ayudan a ampliar la producción en aquellas áreas que anteriormente no eran lo suficientemente rentables como para justificar la inversión. En tercer lugar, es cierto que la deflación -especialmente la imprevista- dificulta el servicio de las deudas contraídas en 78

el pasado a un nivel de precios más alto. En el caso de un shock de deflación masiva, podría producirse una quiebra generalizada. Tales consecuencias son ciertamente deplorables desde el punto de vista de los empresarios y capitalistas individuales que poseen las empresas, fábricas y otros activos productivos cuando se produce el choque deflacionario. Sin embargo, desde el punto de vista agregado (social), no importa quién controle los recursos existentes. Lo que importa desde este punto de vista global es que los recursos permanezcan intactos y se utilicen. Ahora bien, lo importante es que la deflación no destruye físicamente estos recursos. Simplemente disminuye su valor monetario, razón por la cual sus actuales propietarios quiebran. Así pues, la deflación se reduce en gran medida a una redistribución de los activos productivos de los antiguos propietarios a los nuevos. Es probable que el impacto neto sobre la producción sea nulo. En cuarto lugar, es cierto que la deflación amenaza más o menos directamente al sector bancario, porque la deflación dificulta el reembolso de las deudas de los clientes bancarios y porque la quiebra generalizada de empresas puede tener un impacto negativo directo en la liquidez de los bancos. Sin embargo, por las mismas razones que acabamos de exponer, aunque esto puede ser devastador para algunos bancos, no lo es para la sociedad en su conjunto. El punto crucial es que el crédito bancario no crea recursos, sino que canaliza los 79

recursos existentes hacia empresas distintas de las que los habrían utilizado de no haber existido estos créditos. Por consiguiente, una reducción del crédito bancario no destruye ningún recurso, sino que simplemente implica un empleo diferente de los seres humanos y de la tierra, las fábricas, las calles, etc. disponibles. A la luz de las consideraciones anteriores, parece que los problemas que conlleva la deflación son mucho menos formidables de lo que son en opinión de las actuales autoridades monetarias. No cabe duda de que la deflación tiene un gran potencial perturbador. Sin embargo, como se hará aún más evidente en los capítulos siguientes, amenaza principalmente a las instituciones responsables de los aumentos inflacionistas de la oferta monetaria. Reduce la riqueza de los bancos de reserva fraccionaria y la de sus clientes: gobiernos endeudados, empresarios y consumidores. Pero como hemos argumentado, tal destrucción libera los recursos físicos subyacentes para nuevos empleos. La destrucción que conlleva la deflación es, por tanto, a menudo "destrucción creativa" en el sentido schumpeteriano18. Por último, todavía tenemos que abordar el quinto argumento antes mencionado -la deflación junto con los precios rígidos provoca desempleo- y el sexto argumento -la deflación hace imposible una política de dinero barato-. Dado que estos argumentos son de naturaleza más general, los trataremos por separado en las dos secciones siguientes. 80

5. PRECIOS FIJOS En los últimos ochenta años, el argumento de los precios rígidos ha desempeñado un papel importante en los debates monetarios. Según este argumento, la manipulación de la oferta monetaria podría ser un instrumento adecuado para restablecer el equilibrio perdido en ciertos mercados, especialmente en el mercado laboral. Supongamos que poderosos sindicatos elevan los salarios nominales en todas las industrias hasta tal punto que los empresarios ya no pueden emplear de forma rentable a una gran parte de la mano de obra con esos salarios. El resultado es un desempleo masivo. Pero si fuera posible aumentar sustancialmente la oferta monetaria, entonces los precios de venta de los empresarios podrían aumentar lo suficiente como para permitir la reintegración de los trabajadores desempleados en la división del trabajo. Ahora bien, según el argumento, con un patrón oro o plata, este tipo de política es imposible por razones puramente técnicas, ya que la oferta monetaria es inflexible. Sólo el papel moneda proporciona los medios técnicos para aplicar políticas favorables al empleo. Por lo tanto, tenemos aquí una justificación prima facie para suprimir las monedas naturales y apoyar un patrón papel moneda. Este argumento adquirió importancia durante la década de 81

1920 en Austria, Alemania, el Reino Unido y otros países. Después de la Segunda Guerra Mundial, se convirtió en una especie de dogma de la política económica. Pero esto no altera el hecho de que es pura falacia, y ni siquiera es difícil ver la raíz de la falacia. De hecho, el argumento se basa en la idea de que los responsables de la política monetaria pueden burlar constantemente a los sindicatos. Los gestores de la imprenta pueden sorprender una y otra vez a los líderes sindicales con otra ronda de política monetaria expansionista. Evidentemente, se trata de una suposición absurda y, en retrospectiva, resulta sorprendente que personas responsables pudieran tomársela en serio. Los sindicatos no se dejaron engañar. Enfrentados a la realidad de la política monetaria expansionista, acabaron aumentando sus demandas salariales para compensar la disminución del poder adquisitivo del dinero. El resultado fue la estanflación -alto desempleo más inflación-, un fenómeno que en los últimos treinta años ha asolado a países con sindicatos fuertes, como Francia y Alemania. 6. LA ECONOMÍA DEL DINERO BARATO Otra falacia muy extendida es la idea de que el papel moneda podría ayudar a disminuir el tipo de interés, fomentando así el crecimiento eco- nómico. Si se imprimen nuevos billetes de papel y se ofrecen por primera vez en el mercado crediticio, según este argumento, la oferta de crédito aumenta y, como consecuencia, el precio del crédito 82

-el interés- disminuye. Los empresarios de todo el país disponen ahora de dinero barato. Invertirán más de lo que habrían invertido de otro modo y, por lo tanto, aumentará el crecimiento económico. Baste decir que los capitalistas invierten sus fondos sólo si pueden esperar obtener un rendimiento de la inversión interés- y que no buscan simplemente tasas de rendimiento nominales, sino reales. Si esperan que el "poder adquisitivo" de la unidad monetaria (PMP) disminuya en el futuro, sólo realizarán inversiones a cambio de un tipo de rendimiento nominal más elevado. Por ejemplo, supongamos que la Sra. Myers tiene previsto prestar 100 onzas de plata durante un año a un empresario de su barrio, pero sólo a cambio de un pago futuro de 103 onzas. Supongamos además que espera que la plata pierda un 5% de su poder adquisitivo durante el año siguiente. En ese caso, la Sra. Myers pedirá otras 5 onzas (con lo que el pago futuro total será de 108 onzas), para compensar la pérdida de poder adquisitivo. Ahora la cuestión es si (1) la impresión de nuevos billetes de dinero disminuirá de hecho el tipo de interés real y (2) si, en caso de que disminuya el tipo de interés real, esto supondrá un beneficio económico. Para responder a la primera pregunta, tenemos que volver a considerar las anticipaciones. Si los capitalistas se dan cuenta de que se están imprimiendo nuevos billetes de papel, pueden esperar un descenso del TMP y, por lo tanto, pedirán una prima de precio más alta. Si la prima de precio es una 83

compensación exacta por el descenso del PPM, el interés real no se verá afectado. En este caso, el aumento artificial de la oferta monetaria conllevaría simplemente una distribución diferente del capital entre los empresarios y, por tanto, una gama diferente de bienes de consumo producidos. Algunos empresarios y sus clientes ganarán, mientras que otros empresarios y sus clientes perderán. Pero no habrá una mejora general. Supongamos ahora que los capitalistas sobrestiman la futura caída del PPM. En este caso, el tipo de interés real aumentaría y muchos empresarios se verían privados de créditos que podrían haber obtenido de otro modo. De nuevo, la consecuencia sería una distribución diferente del capital entre los empresarios y, por tanto, una gama diferente de bienes de consumo producidos. Pero no habría una mejora o deterioro general. Sin embargo, también es posible que los capitalistas subestimen el futuro declive de la PPM. Este podría ser el caso, en particular, cuando no son conscientes del hecho de que se imprimen más billetes de papel. Es este escenario el que suelen tener en mente los defensores del dinero barato. Pero la esperanza de que engañar a los capitalistas para que acepten tipos de interés reales más bajos implique un mayor crecimiento económico es totalmente infundada. Es cierto que en el caso que nos ocupa el tipo de interés real disminuiría bajo el impacto del nuevo papel moneda que se ofrece en el mercado crediticio. También es cierto que es 84

probable que este acontecimiento incite a los empresarios a pedir más dinero prestado y a iniciar más proyectos de inversión de los que habrían iniciado en otras circunstancias. Sin embargo, sería un grave error deducir que esto equivale a un mayor crecimiento económico. El caso es exactamente el contrario. En cualquier momento, los factores de producción disponibles limitan el número de proyectos de inversión que pueden llevarse a cabo. Lo que hace la disminución artificial del tipo de interés real es aumentar el número de proyectos que se ponen en marcha. Pero el volumen total de inversiones que pueden llevarse a cabo no ha aumentado, porque este volumen depende exclusivamente de los recursos productivos objetivamente disponibles durante el tiempo necesario para su realización. Por lo tanto, la disminución artificial del tipo de interés atrae a la comunidad empresarial hacia todo tipo de inversiones que no pueden llevarse a cabo. En términos de un ejemplo bíblico, se podría decir que comenzaron a construir todo tipo de torres, sólo para descubrir después de un tiempo que sólo tenían los recursos para construir los cimientos, pero no para terminar las torres mismas (Lucas 14:28-30). El trabajo y el capital invertidos en los cimientos se pierden, no sólo para el inversor, sino para toda la comunidad. Podrían haberse invertido fructíferamente en un número menor de proyectos, pero el descenso artificial del tipo de interés lo impidió. En resumen, el crecimiento económico se reduce 85

por debajo del nivel que podría haber alcanzado. En resumen, no es en absoluto seguro que los aumentos de la oferta monetaria inducidos políticamente lleven a una disminución del tipo de interés por debajo del nivel que habría alcanzado en una economía libre. El éxito de la política de dinero barato es especialmente improbable cuando esta política no se adopta ad hoc, sino que se convierte en un principio rector de la política económica. Pero la objeción fundamental a esta política es que es contraproducente, aunque consiga reducir el tipo de interés. La consecuencia sería más despilfarro y, por tanto, menos crecimiento. 7. ESTABILIDAD MONETARIA La segunda falacia monetaria más extendida se refiere al problema de la estabilidad monetaria. La convicción de que el dinero debe ser un ancla de estabilidad en el mundo económico es muy antigua. Pero para entender este postulado de forma adecuada, es necesario distinguir dos significados muy diferentes de "estabilidad monetaria". El primer significado hace hincapié en la estabilidad de la integridad física del dinero mercancía (en particular, la composición física de las monedas fabricadas con metales preciosos) a lo largo del tiempo. En este sentido, la estabilidad monetaria tiene un significado preciso. Desde un punto de vista puramente formal, puede ser un posible postulado de política monetaria ética. Es un postulado 86

relativo a la producción de dinero. Ningún productor fabricará monedas que lleven la misma impresión pero que contengan diferentes cantidades de metal precioso. La estabilidad monetaria en este sentido no sólo es inobjetable, sino que es realmente un presupuesto del buen funcionamiento de la economía. Y es este sentido de la estabilidad monetaria el que se subrayaba en la Biblia y en los textos autorizados de la Edad Media. Obsérvese que la estabilidad monetaria en el sentido de una integridad física estable del dinero mercancía se traduce en un "poder adquisitivo" relativamente estable de la unidad monetaria (PPM). Cuando la minería es menos rentable que otras ramas de la industria -lo que suele ocurrir cuando el nivel de precios es alto-, entonces se producirá menos dinero y los precios del dinero tenderán a bajar. Y cuando la minería es más rentable -normalmente cuando el nivel de precios es bajo- entonces se producirá más dinero y, por lo tanto, los precios del dinero tenderán a subir. Todo esto no tiene ninguna importancia para los beneficios que pueden derivarse de los intercambios monetarios. Es cierto que es concebible una gran disminución del PMP cuando se descubren nuevas minas extremadamente ricas y rentables. Pero nótese dos cosas. En primer lugar, en una economía libre, los participantes en el mercado pueden protegerse muy fácilmente contra cualquier erradicación no deseada del PMP adoptando simplemente otras monedas. En segundo lugar, de hecho, nunca se han producido 87

depreciaciones tan violentas del PMP en el caso de los metales preciosos. La famosa "infla- ción de oro y plata" de los siglos XVI y XVII incrementó la masa monetaria de Europa, según algunas estimaciones, en no más del 50%21 ; según otras, hasta en un 500%22 . Así pues, la tasa media de crecimiento de la masa monetaria se situó entre el 0,3% y el 3,3% anual. Por el contrario, en nuestros días de papel moneda, incluso los países que disfrutan de una política monetaria "conservadora" experimentan incrementos mucho mayores de la oferta monetaria. Por ejemplo, en los Por ejemplo, en EE.UU. y en la Unión Europea, el stock de "base monetaria" (billetes de papel más cuentas en los bancos centrales) ha aumentado a tasas anuales de entre el 5 y el 10 por ciento durante los últimos cinco años. Pasemos ahora al segundo significado de estabilidad monetaria. Connota la estabilidad del poder adquisitivo de la unidad monetaria (el PPM). El primer pensador que formuló el postulado de un PPA estable fue Santo Tomás de Aquino en el siglo XIII. Argumentó: La virtud particular de la moneda debe ser que cuando un hombre la presenta recibe inmediatamente lo que necesita. Sin embargo, es cierto que la moneda también sufre lo mismo que otras cosas, es decir, que no siempre obtiene para un hombre lo que quiere porque no siempre puede ser igual o del mismo valor. Sin embargo, debe establecerse de tal manera que conserve el mismo valor más permanentemente que otras cosas.23 88

Nótese que Santo Tomás se daba perfecta cuenta de que un PMP estable no era un resultado natural del proceso de mercado. Era, a sus ojos, un postulado ético. Sin embargo, ningún escritor importante antes que él creía que un PMP estable fuera un objetivo político significativo. Aristóteles había observado que los precios de todas las cosas están en un flujo continuo, y que el dinero no era una excepción24 . Incluso después del Aquinate, la mayoría de los escolásticos se alinearon en esta cuestión con el filósofo griego y no con Santo Tomás. En la medida en que escolásticos tardíos como Martín de Azpilcueta, Tomás de Mercado, Pedro de Valencia y otros destacaron un postulado de estabilidad monetaria, se referían a la composición física estable de las monedas.25 Sólo a partir del siglo XVII, los escritores seculares, desde John Locke a David Ricardo e Irving Fisher, llegaron a respaldar el postulado de un PMP estable. Hoy en día, este postulado se encuentra en el centro de la mayoría de los escritos contemporáneos sobre el problema de la estabilidad monetaria. Sin embargo, a pesar de su popularidad, está plagado de ambigüedades y puede llevar a conclusiones políticas erróneas. Es evidente que un PMP estable es "una consideración importante en el desarrollo ordenado de todo el sistema económico "27. La cuestión es simplemente cómo equilibrar esta consideración con otras de naturaleza moral y económica. En el mercado libre, como hemos visto, existe 89

una tendencia a la selección de los mejores dineros, incluso en términos de estabilidad del PMP. Mientras los ciudadanos sean libres de elegir su dinero, pueden evitar exponerse a cualquier fluctuación violenta del PPM simplemente cambiando a otros dineros. La cuestión, entonces, es si la estabilización del poder adquisitivo del dinero es un objetivo tan primordial que justificaría el establecimiento de un control gubernamental sobre la oferta monetaria, con el fin de "afinar" el poder adquisitivo hasta un punto que no resultaría espontáneamente del proceso de mercado. Este ideal inspiró un gran movimiento intelectual a principios del siglo XX. Bajo el liderazgo del economista estadounidense Irving Fisher y otros, este movimiento allanó el camino para el triunfo completo del papel moneda.28 En la práctica, el movimiento de estabilización de Fisher fue un fracaso abyecto. A lo largo de todo el siglo XX, en todos los países, el poder adquisitivo del dinero gestionado por las autoridades públicas disminuyó y osciló como nunca antes en toda la historia de las instituciones monetarias. Sin embargo, a pesar de este historial empírico más bien devastador, se podría sostener que, al menos en teoría, los argumentos a favor de la estabilización monetaria siguen siendo válidos y que simplemente hay que aplicarlos mucho mejor que en el pasado. Para evaluar esta afirmación es necesario examinar si, al menos en principio, se puede afinar el PPM, 90

y si tal ajuste podría estar justificado en primer lugar. A continuación nos ocuparemos de estas cuestiones. En primer lugar, hay que señalar que el concepto de "poder adquisitivo del dinero" (PMP) no puede definirse de forma imparcial. En realidad, el PMP es el conjunto de cosas por las que se puede cambiar una unidad de dinero. Si aumenta el precio de los teléfonos y disminuye el de los coches, es imposible decir con un criterio imparcial si el PMP ha aumentado o disminuido. Por supuesto, se puede inventar algún algoritmo que "pondere" los precios de los coches y los teléfonos, etc., y los reúna bajo una expresión matemática o índice común. Pero tales índices no son una especie de vara de medir constante del valor económico. Por una parte, los componentes del índice de precios necesitan una adaptación incesante (hay que cambiarlos) para tener en cuenta los cambios en la gama de bienes y servicios que se ofrecen en el mercado a cambio de dinero. Además, y lo que es más importante, ningún índice de este tipo proporciona información válida en general. Diferentes personas compran diferentes bienes; por lo tanto, algunas de ellas pueden experimentar una subida de precios (de los precios que tienen que pagar) mientras que otras experimentan una bajada de (sus) precios en el mismo periodo. El enunciado cuantitativo del índice refleja sólo una media de situaciones concretas muy diferentes. Pero son las circunstancias concretas, y no una media, las que cuentan a la hora de tomar decisiones. 91

No podemos hacer aquí más que arañar la superficie de estos problemas técnicos.29 Lo que queremos decir es que, desde un punto de vista puramente formal, la estabilidad monetaria en el sentido de un PMP estable no puede traducirse fácilmente en un postulado político claro. El propio concepto de PMP está plagado de ambigüedades que sólo pueden superarse mediante decisiones más o menos arbitrarias de los encargados de aplicarlo. Las implicaciones políticas son trascendentales. El criterio del PPM otorga grandes y arbitrarios poderes a los encargados de elaborar el algoritmo. Supongamos ahora, en aras de la argumentación, que no existieran estos problemas tan considerables. Supongamos que la estabilidad monetaria en el sentido de un PMP estable pudiera definirse de hecho de forma inequívoca. Entonces la pregunta es: ¿Sería expe- diente postular un PMP estable? Como hemos dicho, un gran número de autores contemporáneos de economía monetaria responden afirmativamente a esta pregunta. El razonamiento básico es que una de las principales funciones del dinero es servir como patrón de valor. Los empresarios y otras personas utilizan los precios del dinero en sus cálculos económicos, y para que estos cálculos sean lo más exactos posible es necesario disponer de un patrón de valor estable. ¿Cuándo es el dinero un patrón de valor estable? Aquí nos encontramos con una cierta variedad de opiniones. Por 92

ejemplo, según Locke y otros, lo era si la masa monetaria nacional no cambiaba. Según David Ricardo y otros, lo era si la unidad monetaria conservaba su poder adquisitivo. Según Hayek y otros, era así si la cantidad total de dinero gastado no cambiaba.30 Pero no importa mucho cuál de las definiciones anteriores adoptemos. La justificación básica de un patrón de valor estable es espuria en todos los casos. La naturaleza del cálculo empresarial no es medir el "valor" absoluto de los activos de una empresa, sino comparar cursos de acción alternativos. Supongamos que Jones dispone de un capital de 1.000 onzas de oro y que puede utilizarlas para montar una fábrica de zapatos o una panadería. Espera que la fábrica de zapatos rinda 1.100 onzas o un 10% de rentabilidad bruta, y que la panadería rinda 1.200 onzas o un 20% de rentabilidad bruta. Esta comparación es la esencia del cálculo empresarial. La estabilidad del PMP no entra en juego en absoluto. Jones puede calcular con igual éxito con un PMP estable, creciente o decreciente.32 Su cálculo puede ser exacto cuando la masa monetaria nacional aumenta, disminuye o permanece congelada. Y puede ser exacto independientemente de si la cantidad total de gasto monetario cambia o permanece igual que antes. A la luz de estas consideraciones, parece que los escritores más antiguos, como Oresme, tenían razón en todo momento al descuidar el criterio del PMP estable y mantener su 93

atención centrada en la estabilidad monetaria en el sentido de la integridad física de la moneda. 8. LOS COSTES DEL DINERO NATURAL Una gran desventaja de las monedas naturales como el oro y la plata parece ser su coste de producción relativamente alto. Según una opinión generalizada que se hizo popular a través de los escritos de los economistas clásicos Adam Smith y David Ricardo, el papel moneda podría hacer el trabajo monetario igual de bien, y con unos costes de producción mucho más bajos. Es cierto que producir una moneda de plata de 1 onza, que podríamos llamar "un dólar", conlleva unos costes mucho más elevados que producir un billete que lleve el mismo nombre. Pero esto no significa necesariamente que sea una desventaja. Los costes naturales que conlleva la producción de oro y plata son, de hecho, una razón suprema por la que estos metales son mejores monedas que el papel. El hecho de que sean costosos significa que no se pueden multiplicar a voluntad; y esto a su vez significa que las monedasmercancía como el oro y la plata presentan un seguro natural incorporado contra una depreciación excesiva del poder adquisitivo del dinero.33 En este aspecto crucial son muy superiores a los billetes de papel moneda, que se pueden multiplicar ad libitum y que, como muestra la experiencia universal, se han multiplicado y se multiplican actualmente en proporciones mucho mayores de lo que jamás lo han 94

hecho el oro y la plata. Por lo tanto, la comparación entre el dinero mercancía y el papel moneda no debe hacerse en términos demasiado estrechos. Los beneficios relevantes no consisten únicamente en algún "servicio de cambio" arbitrariamente limitado, como acabamos de argumentar, sino que incluyen cosas como garantías contra la inflación. Y los costes relevantes no son sólo el coste de fabricar los diferentes objetos monetarios, sino los costes totales que conlleva cada sistema. Incluso los más ardientes defensores del papel moneda han reconocido que nuestro actual régimen monetario no es una ganga. Por ejemplo, considérese que los bancos centrales y otras autoridades monetarias han creado enormes burocracias, y que la industria de observación de la Reserva Federal (personas empleadas para interpretar y pronosticar la política de las autoridades monetarias) es igualmente importante.34 Estos dos elementos por sí solos suman una nómina significativa al lado de la cual los gastos de minería y acuñación parecen mucho menos "costosos" de lo que los ricardianos retratan. Y nótese la ironía de que la minería y la acuñación sigan con nosotros en la era del papel moneda. Por supuesto, no hay nada malo en experimentar con alternativas más baratas a las monedas de oro y plata. Nada impediría tales experimentos en una sociedad libre. Todo lo que podemos decir es que en el pasado todos esos experimentos han fracasado lamentablemente. Y los defensores del papel moneda apenas se han planteado 95

seriamente la posibilidad de establecer su plan favorito sobre una base competitiva. Ricardo y sus seguidores abogan por la sustitución coercitiva de un bien más caro por otro más barato. Evidentemente, en todas las demás esferas de la vida, rechazaríamos cualquier propuesta de este tipo por extravagante e indignante. No obligamos a todos los miembros de la sociedad a conducir sólo los coches más baratos porque satisfacen unas "necesidades de transporte" arbitrariamente concebidas a bajo coste. No imponemos harapos y tugurios a personas que prefieren ropa y casas. Tampoco hay razón para imponer el papel moneda a quienes prefieren el dinero de toda la vida. Así pues, otra justificación estándar del papel moneda no se sostiene. Y la misma demostración puede hacerse para todas las demás teorías económicas que pretenden explicar por qué debería ser beneficioso suprimir los dineros naturales de los productos básicos y sustituirlos por un artificio político como el papel moneda. Podríamos extendernos mucho en estas demostraciones. El objetivo de las páginas precedentes era ejemplificar la tesis general de que no existe ninguna razón utilitaria para la institución del papel moneda, el dinero de nuestro tiempo. Esta tesis servirá de punto de partida para la siguiente discusión de los diversos abusos que se pueden cometer, y que desgraciadamente se han cometido, en el ámbito de la producción de dinero.

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SEGUNDA PARTE

LA INFLACIÓN

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5 CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LA INFLACIÓN 1. ORIGEN Y NATURALEZA DE LA INFLACIÓN asta ahora hemos presentado el funcionamiento de un sistema monetario natural de mercancías que compiten entre sí. También hemos argumentado que no existe ninguna razón utilitaria para intervenir en el proceso de mercado y alterar los suministros monetarios a través de medios políticos. También hemos argumentado que no existe ninguna razón utilitaria para intervenir en el proceso de mercado y alterar los suministros monetarios a través de medios políticos. Ahora debemos ocuparnos del importante fenómeno de la inflación. Podemos definirla como una ampliación de la cantidad nominal de cualquier medio de cambio por encima de la cantidad que se habría producido en el mercado libre. Esta definición corresponde en gran medida a la forma en que se entendía la inflación hasta la Segunda Guerra Mundial.1 Sin embargo, difiere de la forma en que se utiliza la palabra "inflación" en los libros de texto de econó- mica 98

contemporáneos y en la prensa financiera. La mayoría de los autores actuales entienden por inflación un aumento duradero del nivel de precios o, lo que es lo mismo, una reducción duradera del poder adquisitivo del dinero. Nos apresuramos a señalar que, en lo que respecta al mero vocabulario, ambas acepciones de la palabra son perfectamente válidas, siempre que se utilicen de forma coherente. Las definiciones no tienen ningún mérito intrínseco, pero pueden ser más o menos útiles para comprender la realidad. Nuestra definición de inflación destaca el fenómeno de un "aumento de la cantidad nominal de cualquier medio de cambio por encima de la cantidad que se habría producido en el mercado libre" por la sencilla razón de que este fenómeno está relacionado causalmente con un gran número de otros fenómenos que son relevantes desde un punto de vista económico y moral. Como veremos, la inflación en nuestro sentido es la causa de diferencias de renta antinaturales, ciclos económicos, explosión de la deuda, aumentos moderados y exponenciales del nivel de precios y muchos otros fenómenos. Por eso consideramos que nuestra definición es la más útil a efectos del análisis que sigue. El lector podrá comprobar pronto esta afirmación. La inflación es una ampliación de la cantidad nominal de cualquier medio de cambio por encima de la cantidad que se habría producido en el mercado libre. Dado que la expresión "libre mercado" es una abreviatura de la algo prolija "cooperación social condicionada por el respeto de los 99

derechos de propiedad privada", el significado de la inflación es que amplía la oferta monetaria nominal mediante una violación de los derechos de propiedad. En este sentido, la inflación también puede denominarse una forma forzada de aumentar la oferta monetaria, a diferencia de la producción "natural" de dinero mediante la minería y la acuñación. Este era también el significado original de la palabra, que procede del verbo latino inflare (inflar). ¿Por qué se infla la masa monetaria? Como hemos visto, cada nueva unidad monetaria beneficia a los primeros receptores; por ejemplo, bajo un patrón plata, a los mineros y a los acuñadores de plata. Nos encontramos ante un incentivo providencial para la producción natural de dinero. Pero no debemos ignorar que los beneficios que recaen sobre el primer receptor también presentan una tentación constante de aumentar forzosamente la oferta monetaria. La historia de las instituciones monetarias es, en gran medida, la historia de cómo las personas -gobiernos y ciudadanos por igual, pero sobre todo los gobiernos- han cedido a esta tentación. La gente infla la oferta monetaria porque puede beneficiarse de ello. Los economistas suelen ser reacios a abordar las dimensiones morales de los hechos sociales, y con razón, porque las cuestiones morales quedan fuera de su ámbito habitual. Pero no hace falta ser un filósofo moral para saber que ciertos ingresos son ilegítimos, que se derivan de una violación de la regla fun- damental de la sociedad civil: el 100

respeto a la propiedad privada. Y sería irresponsable, incluso para un economista, no señalar que tales ingresos ilegítimos pueden obtenerse, y se han obtenido muy a menudo, mediante una inflación de la oferta monetaria. Es evidente que tales ingresos ofenden cualquier noción de justicia natural y son imposibles de cuadrar con los preceptos del cristianismo. Thomas Woods da en el clavo cuando afirma: "Si existe un principio de la moral católica según el cual sea aceptable una redistribución de la riqueza tan insidiosa, el autor actual lo desconoce". Subrayemos que la inflación no es problemática porque en algún sentido más amplio beneficie a unas personas a costa de otras. Todas las acciones humanas conllevan distribuciones de beneficios. Por ejemplo, si Juan y Pablo cortejan a Ana y ésta decide finalmente casarse con Juan, su decisión se produce "a expensas" de Pablo. Del mismo modo, una empresa minera obtiene beneficios "a expensas" de otras empresas que habrían surgido si el minero no hubiera pagado salarios más altos a los trabajadores, que por tanto han aceptado trabajar para él y no para esas otras empresas. Pero los beneficios que obtienen Juan y el minero en los ejemplos anteriores no se derivan de una invasión de los límites físicos de la propiedad ajena. Ana no era propiedad de Pablo; por tanto, Juan podía casarse justamente con ella. Los trabajadores no eran propiedad de ningún empresario, por lo que nuestro minero podía contratarlos con toda justicia. 101

Las cosas son muy diferentes en el caso de un ladrón que, mediante su acción, obtiene alguna parte de la propiedad de otras personas que éstas no habrían consentido en darle; por tanto, invade su propiedad. Y en el mismo sentido, la falsificación intencionada puede suponer una invasión de la propiedad. Cuando el falsificador consigue vender un certificado falso, también obtiene algún bien o servicio que no habría obtenido sin el fraude. 2. LAS FORMAS DE INFLACIÓN La inflación es uno de los temas sobre los que los economistas han derramado mucha tinta. Pero prácticamente todos estos análisis económicos adolecen de una definición demasiado estrecha y materialista de la inflación. Ni el nivel de precios ni ningún agregado monetario nos dan la clave para entender correctamente la inflación. El enfoque más útil es centrarse en las normas jurídicas de la producción de dinero. ¿Son libres los participantes en el mercado de utilizar y producir dinero como consideren oportuno? ¿O se les impide hacerlo? Éstas son las preguntas pertinentes. Conducen directamente a la definición moral-institucional de inflación que hemos defendido anteriormente. La inflación es la parte de la oferta monetaria que surge debido a la invasión de los derechos de propiedad privada. En la primera parte de nuestro trabajo hemos estudiado la producción y el uso del dinero bajo la hipótesis de que se 102

respetan los derechos de propiedad. Ahora vamos a analizar paso a paso las diversas formas en que los derechos de propiedad pueden ser violados, y han sido violados, con el fin de aumentar artificialmente la oferta monetaria en beneficio de los autores o de sus aliados. Analizaremos primero la inflación en una sociedad libre y después la inflación inducida por el fíat gubernamental. La primera carece de importancia desde un punto de vista cuantitativo, pero debemos tratarla en primer lugar por razones sistemáticas y también porque nos permite hablar del "lado bueno" de la inflación.

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6 INFLACIÓN PRIVADA: FALSIFICACIÓN DE CERTIFICADOS MONETARIOS

1. DEBASACIÓN Antes de la era de la banca, la devaluación era la forma habitual de inflación. La devaluación es una forma especial de alterar las monedas de metal precioso. Depreciar una moneda puede significar una de estas dos cosas: (a) reducir su contenido de metal fino sin cambiar la impresión; y (b) imprimir una cifra nominal más alta en una moneda determinada. La depreciación puede ser intencionada o no. Supongamos que un fabricante de monedas pone erróneamente el cuño "1 onza de oro fino" en una cantidad inferior a una onza. Entonces produce una moneda falsa; el certificado no se corresponde con el contenido. La certificación falsa puede ocurrir aquí y allá, pero en la práctica es extremadamente rara. En casi todos los casos de falsificación, el acuñador actúa con plena conciencia de su acto. Certifica que la moneda contiene una determinada cantidad de metal fino, pero sabe perfectamente que en realidad contiene menos de 104

esa cantidad. Esta falsificación intencionada de certificados se denomina comúnmente falsificación. Hemos subrayado que la gente causa inflación porque les beneficia, aunque sea a costa de sus conciudadanos. Por supuesto, ésta es también la razón por la que la gente se convierte en falsificadores. El falsificador planea vender la moneda devaluada sin informar al comprador de la devaluación, para obtener a cambio la misma cantidad de bienes y servicios que podría comprar con una moneda sana. La intención fraudulenta que subyace en la mayoría de los casos prácticos de falsificación es obvia a juzgar por las técnicas que se suelen aplicar. El defraudador no quita metal de la moneda sana y la convierte en una moneda devaluada más pequeña. Más bien sustituye el metal precioso que ha quitado por una aleación base, para mantener la falsa impresión de que la moneda rebajada es una moneda sana. En el mundo occidental, el envilecimiento fue la forma estándar de inflación hasta el siglo XVII. Fue generalizada y perenne en todas las fases de la historia de la antigua Roma y bajo prácticamente todas las dinastías de la cristiandad medieval. Y la única razón de su ausencia en épocas más recientes es que los falsificadores modernos podían confiar en las técnicas de inflación mucho más eficientes de la banca de reservas fraccionarias y el papel moneda.1 En muchos casos, los falsificadores han sido particulares, delincuentes comunes. Pero en los casos más graves, los falsificadores han sido las mismas personas que debían 105

actuar como guardianes de la solidez de la moneda: el gobierno. Por razones que discutiremos con más detalle cuando hablemos del dinero fiduciario, los gobiernos han desempeñado un papel mucho más importante en la degradación del dinero que los ciudadanos privados. Sin embargo, la inflación en forma de devaluación fue moderada en comparación con la inflación en la era de la banca, y especialmente en comparación con la inflación en nuestra era actual de papel moneda. De 1066 a 1601, la libra de plata inglesa se devaluó en un tercio.2 En otras palabras, en este periodo de más de 500 años, los reyes ingleses inflaron la oferta monetaria en un factor de 0,3. Por el contrario, en el periodo posterior de 200 años, que vio la aparición de la banca moderna, ese factor fue del orden de 16. Y en el periodo de apenas 30 años que va de la Segunda Guerra Mundial a la Segunda Guerra Mundial, ese factor fue del orden de 2,5. Y en sólo 30 años, de enero de 1973 a enero de 2003, el dólar estadounidense (M1) se multiplicó casi por 5,3 veces. 2. CERTIFICADOS DE RESERVA FRACCIONARIA Pasemos ahora al importante caso de la inflación de los certificados que no están físicamente integrados en el metal monetario. Como en el caso de la devaluación, aquí podemos distinguir entre inflación intencionada y no intencionada, subrayando de nuevo que este último caso no tiene gran importancia práctica.4 Prácticamente todos los 106

certificados falsos que se desconectan del dinero certificado son certificados falsos. El emisor de estos certificados sabe que no tiene suficientes reservas de dinero para canjear todos sus certificados a la vez. La cantidad de dinero que tiene a mano para satisfacer cualquier demanda de reembolso representa sólo una fracción de la cantidad que certificó que tenía a mano. Por lo tanto, podemos llamar a sus certificados "certificados de reserva fraccionaria". Aunque las monedas simbólicas de reserva fraccionaria y otras formas físicas han desempeñado un cierto papel en la historia monetaria, no pueden igualar la importancia de los billetes de banco de reserva fraccionaria y de los depósitos a la vista de reserva fraccionaria. Por lo tanto, nos centraremos principalmente en estos últimos5. Desde el punto de vista de un falsificador, la falsificación de certificados monetarios que están conectados físicamente con la cantidad de dinero certificada tiene dos grandes inconvenientes: es relativamente caro y es relativamente fácil que los demás participantes en el mercado descubran el fraude y eviten utilizar las monedas. Estos problemas disminuyen cuando el falsificador se dedica a falsificar certificados que no están físicamente conectados al dinero. La falsificación de billetes, por ejemplo, puede requerir una considerable inversión inicial de tiempo y dinero para crear un prototipo adecuado. Pero una vez que se dispone del prototipo, puede reproducirse en cantidades prácticamente ilimitadas y con grandes beneficios, porque el coste marginal 107

de producir billetes adicionales es cercano a cero. Además, en el caso de los certificados en papel, las ampliaciones de la masa monetaria son más difíciles de percibir que en el caso de los certificados directamente adheridos al metal. Las monedas falsas, incluso cuando la falsificación se hace con gran cuidado, no sólo tienen una impresión ligeramente imperfecta, sino que también difieren de las monedas buenas en cuanto al color y, en el caso de las monedas de oro, en cuanto a su sonido al voltearlas con la uña del pulgar. Y lo que es más importante, los certificados pueden comprobarse fácilmente en cualquier momento cortándolos o perforándolos, o fundiendo la moneda. Así, incluso para los profanos es relativamente fácil distinguir las monedas sanas de las falsas. No ocurre lo mismo con los certificados en papel. 3. TRES ORÍGENES DE LA BANCA DE RESERVAS FRACCIONARIAS Como en el caso de la devastación, los billetes han sido falsificados tanto por delincuentes comunes como por los propios "guardianes". Los billetes empezaron a existir a mayor escala cuando se establecieron almacenes de dinero en Venecia y otras ciudades del norte de Italia a finales del siglo XVI, y después en una serie de ciudades comerciales al norte de los Alpes a principios del siglo XVII, por ejemplo, en Ámsterdam, Middelburg, Nuremberg, Hamburgo, Delft y Rotterdam. En el siglo XVI, el comercio interregional había 108

crecido hasta tal punto que los comerciantes estaban en contacto no sólo durante las grandes ferias, sino durante todo el año. Ahora se hacía necesario saldar cuentas a diario, y la forma más práctica de hacerlo era a través de los depósitos de dinero. Cada comerciante tenía una cuenta, y los pagos de y a otros comerciantes se hacían mediante simples anotaciones en cuenta en el almacén de dinero local6. Estas instituciones se llamaban "bancos", pero en sus comienzos no eran bancos en el sentido moderno, sino almacenes de dinero. Algunas de ellas mantuvieron este carácter durante mucho tiempo. Por ejemplo, el Banco de Amsterdam (fundado en 1609) siguió siendo un almacén hasta 1781, cuando empezó a emitir billetes por encima de sus reservas monetarias, pero sin cambiar el aspecto exterior de los billetes. Así, en 1781, el Banco de Amsterdam empezó a falsificar sus propios billetes. Ya no era un depósito de dinero. Se convirtió en un banco de reserva fraccionaria. Otros bancos no esperaron tanto como el Banco de Amsterdam para entrar en el lucrativo negocio de la falsificación. Los banqueros orfebres londinenses, que se multiplicaron en la década de 1630, no tardaron en dar el paso. También lo hizo el Banco de Estocolmo (fundado en 1656), que pocos años después de su creación consiguió crear una gran circulación para sus billetes. Pero el mismo banco fue también uno de los primeros en experimentar la perenne 109

némesis de la banca de reservas fraccionarias: la corrida bancaria. El problema práctico fundamental de las reservas fraccionarias es que es imposible que el banco emisor satisfaga todas las demandas de reembolso al mismo tiempo (como pueden hacer los bancos depositarios). Si los clientes del banco tienen la más mínima sospecha de que podrían no recuperar su dinero, "corren" al banco para estar entre los pocos afortunados a los que todavía se les concede el canje de sus billetes. Esto le ocurrió al Banco de Estocolmo en 1664. Pero no impidió la proliferación de la banca de reservas fraccionarias en las décadas y siglos posteriores. Así pues, la banca de reservas fraccionarias puede surgir como una perversión del almacenamiento de dinero. Pero también puede originarse como una perversión de la banca de crédito. Ya hemos hablado del dinero a crédito y hemos argumentado que es poco probable que tenga una mayor circulación debido al riesgo de impago y, sobre todo, porque la mayoría de los participantes en el mercado prefieren el efectivo a los instrumentos de crédito en los intercambios al contado. Ahora bien, para compensar esta última deficiencia, el banquero podría ofrecer el reembolso de sus pagarés a la vista, es decir, antes de que lleguen a su vencimiento. Desde el punto de vista del cliente, estos pagarés pueden convertirse en efectivo casi con la misma seguridad que los certificados monetarios. Debemos decir "casi" porque, por supuesto, sería imposible para nuestro banquero cumplir con las solicitudes de reembolso que 110

superen sus tenencias de efectivo, un problema que no puede surgir en el almacenamiento de dinero, donde cada certificado está respaldado por una cantidad correspondiente de dinero en el almacén. Entonces, ¿cómo se ve esta práctica desde un punto de vista jurídico y moral? Depende de si el banquero es sincero sobre la naturaleza de su negocio. Si tiene cuidado de informar a sus clientes de que los pagarés reembolsables no son certificados monetarios y que él -el banquero- sigue siendo el propietario legítimo del dinero durante toda la duración del crédito, entonces la práctica parece inobjetable. Por el contrario, si insinúa que sus pagarés son certificados monetarios, sin duda tendríamos que decir que se trata de un caso de fraude. Históricamente, parece que el disimulo ha sido más importante que la tergiversación. En el billete de papel más antiguo conocido del Banco de Escocia, fechado el 16 de abril de 1776, leemos: "El Gobernador y la Compañía del Banco de Escocia constituido por Ley del Parlamento se obligan por la presente a pagar a [nombre] o al portador doce libras escocesas a la vista". La expresión crucial aquí es "se obligan a pagar"; en billetes posteriores encontramos a menudo la expresión "prometen pagar". Así pues, lo menos que podemos decir es que estos billetes son mudos en cuanto a la naturaleza precisa del producto. La "promesa de pago" no es una característica que distinga a un banco de crédito de un almacén de dinero.7 Para mantener plenamente 111

informados a los participantes en el mercado, sería necesario indicar con la mayor claridad posible si el pago prometido se hará con cargo a un pequeño fondo (de reserva fraccionaria) de efectivo o a un almacén. Del mismo modo, sería necesario indicar quién será considerado propietario del dinero en caso de que el banquero no pueda satisfacer todas las solicitudes de reembolso.8 Si nuestro banquero de crédito disimula deliberada y conscientemente la naturaleza exacta de sus pagarés, abusa de la buena fe de sus socios comerciales y, por lo tanto, infringe sus derechos de propiedad. Se convierte así en un banquero de reservas fraccionarias9. Hasta ahora hemos presentado la banca de reservas fraccionarias como el resultado exclusivo de las decisiones equivocadas de los gestores de almacenes y banqueros de crédito que cayeron presa de la tentación. Pero también es concebible que estas decisiones fueran a su vez causadas por un tercer acontecimiento, en particular, por la amenaza de robo de los almacenes de dinero patrocinado por el gobierno. Como ha argumentado Jesús Huerta de Soto para el caso de los bancos sevillanos del siglo XVI, la crueldad de los banqueros no fue en absoluto la única causa de la introducción del principio de reserva fraccionaria: . . . no es menos cierto que la nefasta política imperial, al transgredir los más elementales principios del derecho de propiedad y confiscar directamente las existencias de dinero 112

guardadas en las cámaras acorazadas, no hizo sino incentivar aún más a los banqueros para que invirtieran en préstamos la mayor parte de los depósitos recibidos, lo que se convirtió en una práctica habitual: Si, a fin de cuentas, no había ninguna garantía de que los poderes públicos respetaran la parte de la reserva de caja que se guardaba en el banco (y la experiencia demostraba que, cuando los tiempos eran difíciles, el Emperador no dudaba en confiscar esta reserva y sustituirla por préstamos obligatorios a la Corona), era preferible dedicar la mayor parte de los depósitos a préstamos a la industria y al comercio privados, evitando así la expropiación y obteniendo una mayor rentabilidad. Así, la introducción de la banca de reservas fraccionarias podría verse como una reacción del libre mercado contra el intervencionismo gubernamental y una atenuación del mismo. Es cierto que, incluso bajo la amenaza de una expropiación inminente, la banca de reservas fraccionarias podría no ser justificable per se; pero al menos la presencia de tal amenaza disminuiría la culpabilidad de los protagonistas, y sin duda explicaría sus acciones en otros términos que el pecado original. Se necesita mucha más investigación histórica para establecer la importancia relativa de las tres posibles causas de la banca de reserva fraccionaria que hemos discutido en las páginas anteriores. Hay buenas razones para creer que la tercera causa -el robo de los almacenes de dinero 113

patrocinado por el gobierno- ha desempeñado un papel bastante dominante. Pero debemos dejar la respuesta a esa pregunta para futuras investigaciones. 4. BENEFICIOS INDIRECTOS DE LA FALSIFICACIÓN EN UNA SOCIEDAD LIBRE La falsificación es, en el verdadero sentido de la palabra, una técnica popular de inflación. Todo tipo de personas que tengan manos diestras o que puedan permitirse contratar a personas con tales manos -banqueros, gobiernos, comerciantes, orfebres, artesanos, etc.- pueden probarla. Y la historia del dinero ilustra que todo tipo de personas lo han intentado, con las consecuencias perjudiciales analizadas anteriormente: distribuciones injustas de la renta y malas asignaciones del capital. Así pues, la falsificación existe en todo tipo de economías, ya sea en el mercado de una sociedad libre o en la economía centralizada de un Estado totalitario. A diferencia del dinero fiduciario, del que hablaremos más adelante, no puede abolirse con medidas políticas. Puede reprimirse con la perspectiva de un castigo severo. Pero no puede eliminarse por completo por esos medios externos, porque surge de la condición humana interna del pecado original. Sin embargo, en una sociedad libre, la falsificación no carece de consecuencias positivas, aunque los propios falsificadores no planeen provocarlas. En particular, el propio peligro de caer presa de un falsificador desempeña la 114

útil función social de hacer que los ciudadanos vigilen su dinero. La función de los falsificadores se asemeja a la de los numerosos virus que subsisten en un cuerpo humano sano. La lucha contra los virus mantiene el cuerpo vivo y fuerte. Del mismo modo, el peligro siempre presente de la falsificación estimula la vigilancia en los asuntos monetarios y ayuda así a preservar el dinero sano. La gente vigila de cerca sus monedas de oro y plata porque sabe que la falsificación les afecta directamente. Se esfuerzan por aprender a distinguir las monedas buenas de las malas, y los billetes buenos de los malos. Aplican esos conocimientos y los enseñan a sus familias y a otras personas. Y una vez que descubren cualquier tipo de fraude, dejan de utilizar las monedas y billetes fraudulentos y cambian a otros certificados. La falsificación suele detectarse muy rápidamente. Cuando la gente es libre de elegir su dinero, éste no puede crear mucho daño. Pero esta importante limitación natural de la inflación sólo existe en las sociedades libres, como veremos con más detalle. 5. LA ÉTICA DE LA FALSIFICACIÓN La falsificación y la banca con reservas fraccionarias son injustificables. Ninguna teoría ética defiende la mentira ni la falsificación. Es cierto que algunos filósofos morales han intentado justificar las mentiras que pretenden evitar un daño mayor. Pero, ¿qué daño podría evitarse mediante la 115

falsificación? ¿O supone la falsificación alguna ventaja especial para la comunidad de usuarios del dinero? Nadie se ha aventurado nunca a responder afirmativamente a estas preguntas, por lo que no es necesario que las tratemos aquí. En cuanto a la falsificación en sí, no cabe la menor duda sobre la postura cristiana. El Octavo Mandamiento nos habla de la falsificación intencionada de certificados: "No levantarás falso testimonio contra tu prójimo". Y muchos otros pasajes del Antiguo Testamento detallan lo que esto significa en el contexto de los certificados que atestiguan cantidades de metales preciosos. Estos principios éticos generales se aplicaron con gran rigor al caso de la moneda en el "Tratado" de Nicolás Oresme. El autor señalaba que falsificar el pie de imprenta de una moneda era un delito penal, e incluso una causa legítima de guerra. Sostenía que un "cambio de nombres" (envilecimiento) era escandaloso y no debía hacerse nunca. Una alteración del peso sin cambiar el nombre era igualmente "una sucia mentira y un engaño fraudulento".12 El obispo Oresme no hizo ninguna excepción en su condena de los certificados monetarios falsos. Ni siquiera el gobierno podía, por ningún motivo, falsificar certificados monetarios e inflar así la masa monetaria. Argumentaba que cualquier alteración del dinero a través del gobierno era injusta en sí misma, y que el gobierno ganaba necesariamente a expensas de la comunidad.13 El gobierno se convierte así en un tirano: . . . desde el momento en que el príncipe usurpa este 116

privilegio esencialmente injusto, es imposible que pueda beneficiarse justamente de él. Además, la cuantía del beneficio del príncipe es necesariamente la de la pérdida de la comunidad. Pero cualquier pérdida que el príncipe inflija a la comunidad es injusticia y el acto de un tirano y no de un rey, como dice Aristóteles. Y si dijera la mentira habitual del tirano, que aplica esa ganancia a la ventaja pública, no debe ser creído, porque bien podría tomar mi abrigo y decir que lo necesitaba para el servicio público. Y San Pablo dice que no debemos hacer el mal para que venga el bien. Por tanto, no se debe extorsionar nada con el pretexto de que después se utilizará para fines buenos.14 Oresme subraya aquí un hecho fundamental. Como hemos señalado anteriormente, el dinero adicional beneficia a los primeros propietarios a expensas de todos los demás propietarios de dinero. Es cierto que esto es así independientemente de si el dinero adicional resulta de la producción natural o de la inflación. Pero la inflación no es sólo una ampliación de la oferta monetaria. El punto crucial es que amplía la oferta monetaria a través de una violación de los derechos de propiedad. La inflación no sólo proporciona ganancias, sino ganancias ilegítimas. Sus supuestos beneficios no son realmente diferentes de los beneficios del robo y el fraude. Oresme también argumentó que la falsificación era una ofensa moral mucho más grave que los pecados que se asocian más frecuentemente con el uso del dinero, a saber, el 117

cambio de moneda y la usura. El cambio de moneda y la usura podían ser tolerables en determinadas circunstancias especiales. Pero la falsificación era intrínsecamente injusta y, por tanto, nunca permisible. De hecho, estimulaba el cambio de moneda y nuevas falsificaciones por parte de personas que aprovechaban la confusión general creada por el falsificador inicial.

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7 ENTRA EL ESTADO A ESCENA: LA INFLACIÓN FIAT MEDIANTE PRIVILEGIOS LEGALES

1. EMPLEADOS TRAICIONEROS s bien sabido que la historia de las instituciones no puede entenderse adecuadamente sin tener en cuenta las limitaciones e incentivos económicos de sus protagonistas. Esto es especialmente cierto en el caso de las instituciones monetarias. La aparición de nuestras instituciones actuales en este campo -bancos centrales, papel moneda, etc.- debe considerarse en el contexto de las finanzas públicas. Los gobiernos de casi todos los tiempos y lugares han sido los principales beneficiarios de la inflación. Por lo tanto, en lugar de proteger a la sociedad de ella, todos ellos han cedido tarde o temprano a la tentación de utilizar la inflación para sus propios fines. Primero dejaron de combatirla. Luego la facilitaron, la fomentaron y, finalmente, la promovieron con todos sus poderes. Han obstruido y suprimido la producción de dinero en el mercado libre, han creado instituciones diseñadas para la inflación perenne y 119

han remodelado constantemente estas instituciones para aumentar su potencial inflacionista.1 En todos estos casos, en los que los gobiernos crean inflación o la aumentan más allá del nivel que habría alcanzado de otro modo, hay inflación fiduciaria. Los gobiernos inflan la oferta monetaria porque obtienen ingresos de la inflación. Como hemos señalado, el dinero adicional beneficia a los primeros propietarios a expensas de todos los demás propietarios de dinero. Por lo tanto, si el gobierno o sus agentes son los que provocan la ampliación de la oferta monetaria, están dispuestos a ganar con ello, y ganan a costa de los demás ciudadanos. En el siglo XIV, Nicolás Oresme sostenía que este hecho estaba en el origen de las frecuentes intervenciones monetarias de los príncipes: Soy de la opinión de que la causa principal y final por la que el príncipe pretende el poder de alterar la moneda es el beneficio o ganancia que puede obtener de ello; de otro modo sería vano hacer tantos y tan grandes cambios. Además, el monto de la ganancia del príncipe es necesariamente el de la pérdida de la comunidad.2 Los tiempos han cambiado y las técnicas de inflación han cambiado con ellos. Pero los gobiernos siguen interviniendo en la producción de dinero y de certificados monetarios para obtener ingresos adicionales. La diferencia entre nuestra época y la de Oresme es que los gobiernos actuales han recibido la absolución de las autoridades científicas de 120

nuestros días. Muchos príncipes se sonrojaban cuando eran sorprendidos degradando la moneda del país. Pero los presidentes, primeros ministros y cancilleres modernos pueden mantener la compostura y justificar la inflación con la supuesta necesidad de estabilizar el nivel de precios y financiar el crecimiento. Todos los expertos reconocidos lo dicen.3 Y traiciona la falta de cortesía señalar que el "reconocimiento" de un experto significa que está en nómina del gobierno. Ciertamente, la inflación también puede existir en una sociedad hipotética en la que el gobierno no intervenga en lo más mínimo en la producción de dinero. El punto crucial es que en tal caso no hay instituciones legitimadas de inflación. Al ser una actividad delictiva, la inflación tiene que huir de la luz del día y persiste sólo en los límites de una sociedad así. Por tanto, mientras los ciudadanos sean libres de producir y utilizar el mejor dinero disponible, prevalece el dinero sano, mientras que el dinero degradado y las reservas fraccionarias tienen una existencia marginal. La inflación puede causar daños ocasionales a los individuos, pero no puede extenderse ni durar mucho. Sólo el gobierno tiene el poder de hacer de la inflación un fenómeno generalizado, a gran escala y permanente, porque sólo el gobierno tiene el poder de impedir sistemáticamente que los ciudadanos adopten espontáneamente las mejores monedas y certificados monetarios posibles. Desgraciadamente, como veremos, esto es exactamente lo que los gobiernos han hecho 121

en el pasado. El daño resultante ha sido inmenso, no sólo en términos de riqueza material, sino también en términos de desarrollo moral y espiritual del mundo occidental. Por lo tanto, analizaremos con cierto detalle la inflación que surge del fíat gubernamental. Obsérvese por el momento que la ganancia que el gobierno y sus aliados obtienen de la inflación fiduciaria puede denominarse más adecuadamente "usura institucional", como ha señalado Dempsey.

2. DINERO FIDUCIARIO Y CERTIFICADOS DE DINERO FIDUCIARIO Según una opinión muy extendida, el gobierno tiene el poder de imponer el dinero a sus ciudadanos. Esta es, por supuesto, la premisa de la llamada teoría estatal del dinero, que hemos criticado anteriormente, y según la cual el dinero es, por su propia naturaleza, dinero fiduciario, una creación del Estado. Como hemos argumentado, la teoría estatal del dinero es insostenible tanto por razones teóricas como por la experiencia histórica. Pero el alcance del dinero fiduciario también se ha explicado en una versión más realista. Estos defensores no afirman que todos los tipos de dinero necesiten el respaldo del Estado. Simplemente sostienen que, en algunos casos, el poder del aparato oficial de coacción y coerción puede establecer dinero. En otras palabras, aquí no se discute el hecho de que 122

la libre empresa pueda producir dinero natural. La cuestión es que los gobiernos también pueden producir dinero, no convirtiéndose en empresarios, sino obligando a los ciudadanos a utilizar algún dinero de la elección del gobierno. Esta versión es correcta, siempre que no se suscriba una noción exagerada de lo que significa "forzar" e "imponer". El gobierno no puede, por ejemplo, hacer que sus ciudadanos abandonen sus monedas tradicionales y las sustituyan en adelante por sillones o por piedras que pesen tres toneladas cada una. Tampoco puede hacer que sus ciudadanos utilicen un papel moneda que pierde el 90% de su valor cada hora. Una política así, aunque se llevara a cabo con la mayor determinación, no establecería un dinero del agrado del gobierno; simplemente destruiría toda la red de intercambios indirectos. En lugar de utilizar el dinero inadecuado, los ciudadanos se negarían a intercambiar. El resultado sería la miseria y la muerte de millones de personas, así como el caos y el derrocamiento del gobierno. Del mismo modo, el gobierno no puede limitarse a imprimir billetes de papel y ordenar a sus ciudadanos que los utilicen. Como hemos visto, un nuevo tipo de dinero sólo puede introducirse en el mercado si tiene algún valor conocido que exista antes de su uso monetario. Por lo tanto, el gobierno tiene que conectar de alguna manera su papel moneda con el sistema de precios existente. Hasta ahora, se han probado dos formas de hacerlo. Una, el gobierno puede emitir billetes 123

de papel que lleven los mismos nombres que las unidades de los dineros ya existentes, y obligar a todos los ciudadanos mediante leyes de curso legal a aceptar el papel como si fuera dinero natural. Así fue como el gobierno de la Unión Americana introdujo los "billetes verdes" en 1862.4 Dos, el gobierno puede conceder privilegios legales a algunas de las monedas o certificados monetarios ya existentes, y convertirlos así en monedas fiduciarias y certificados monetarios fiduciarios. 3. INFLACIÓN Y DEFLACIÓN FIDUCIARIAS Las monedas y certificados privilegiados tienen una circulación más amplia de la que habrían alcanzado en el mercado libre. Por lo tanto, son intrínsecamente inflacionistas. Nótese, sin embargo, que la inflación fiduciaria no es cualquier inflación iniciada por un gobierno. Cuando los gobiernos falsifican en secreto certificados monetarios, como han hecho a menudo en la Edad Media, no crean inflación fiduciaria. Más bien en estos casos son falsificadores "privados" como cualquier otro falsificador fuera del gobierno. El rasgo característico de la inflación fiduciaria es que se hace abierta y legalmente. Sin embargo, como veremos, la aprobación oficial no disminuye los efectos perniciosos de la inflación; y está lejos de eliminar su ofensividad ética. El reverso de la mayor circulación de monedas y billetes privilegiados es una menor circulación de medios de cambio 124

alternativos. El significado mismo del privilegio monetario es que crea una desventaja competitiva para las monedas y certificados monetarios que se habrían utilizado si no se hubiera establecido el privilegio. Así, la inflación fiat de las monedas y billetes privilegiados siempre y en todas partes va de la mano de una deflación fiat de los demás dineros y certificados monetarios. Los privilegios legales que los gobiernos utilizan para crear dinero fiduciario y certificados monetarios fiduciarios se dividen en cuatro grandes grupos: falsificaciones legalizadas, monopolios legales, leyes de curso legal y suspensiones de pagos legalizadas. Normalmente, estos privilegios no se conceden separados unos de otros, sino en alguna combinación; por ejemplo, los billetes de finales del siglo XIX del Banco de Inglaterra eran de curso legal y tenían un monopolio. Aún así, es cierto que teóricamente esos cuatro privilegios podrían concederse independientemente unos de otros. Por tanto, en aras de la claridad analítica, haremos ambas cosas: estudiaremos el impacto independiente de cada uno de ellos y debatiremos cómo se combinan entre sí. Este será nuestro tema en los cuatro capítulos siguientes. Concluiremos nuestro análisis de la inflación con un capítulo sobre el papel moneda, que ha surgido como consecuencia de esos cuatro privilegios, y otro capítulo sobre las consecuencias culturales y espirituales de la inflación fiduciaria.

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8 FALSIFICACIONES LEGALIZADAS 1. LEGALIZAR LA DEVALUACIÓN Y LAS RESERVAS FRACCIONARIAS Anteriormente hemos discutido cómo se puede crear inflación independientemente del gobierno, es decir, a través de la falsificación "privada" de certificados monetarios. Dicha inflación, aunque generalizada, es insignificante desde un punto de vista cuantitativo si se compara con la inflación fiduciaria. La razón, como hemos argumentado anteriormente, es que existen poderosas fuerzas que actúan para contener la falsificación privada dentro de unos límites bastante estrechos. En primer lugar, la falsificación de certificados monetarios es un agravio, y la falsificación intencionada es una actividad criminal castigada por la ley. En segundo lugar, una vez descubierta la falsificación, es probable que los participantes en el mercado abandonen el uso de los certificados falsos y empiecen a utilizar otros. En tercer lugar, en el peor de los casos, los participantes en el mercado pueden exigir pagos en lingotes y verificar por sí mismos el contenido de metal fino. La legalización de certificados falsos elimina la primera de 126

estas tres limitaciones. La "legalización" puede significar que el gobierno declara que una moneda devaluada -o un billete de banco de reserva fraccionaria- es un medio de pago que todo acreedor está legalmente obligado a aceptar a la par; trataremos este caso con cierto detalle. Pero la legalización de los certificados falsos también puede producirse de una forma más elemental, a saber, cuando el gobierno se vuelve agnóstico sobre el idioma del país y, por tanto, se niega a aplicar las leyes. Por ejemplo, podría adoptar el punto de vista de que la expresión "una onza de oro" es en realidad una cadena de letras a la que se le puede dar cualquier significado contractualmente vinculante. De ello se desprende que una fábrica de moneda puede emitir legalmente monedas con la inscripción "una onza de oro", pero que en realidad sólo contienen media onza, o nada de oro. El gobierno también podría adoptar un punto de vista agnóstico con respecto a los billetes; o al menos podría utilizar impresiones ambiguas como la famosa "promesa de pago".1 Todas estas políticas legalizan los certificados monetarios falsos, si no de intención, al menos de hecho. El presente capítulo se ocupa de estos casos. En primer lugar, observemos que el agnosticismo del gobierno en estos asuntos ha sido, en todos los casos conocidos, más bien interesado. La legalización de certificados falsos se produjo normalmente después de que el propio gobierno ya hubiera degradado la moneda o porque planeaba degradarla, o porque pretendía obtener 127

crédito de los bancos de reserva fraccionaria. El resultado es siempre el mismo: en adelante, la falsificación queda impune y, por tanto, los incentivos materiales de la falsificación desarrollan un mayor potencial inflacionista. Sin embargo, como hemos observado anteriormente, en un mercado por lo demás libre, tales políticas conducen muy rápidamente a una especie de corrección a través de la libertad de acción restante. Los ciudadanos, precavidos ante las falsificaciones generalizadas y cansados de la inflación constante bajo sus leyes, empezarían a utilizar certificados monetarios que se producen en el extranjero. En lugar de utilizar, por ejemplo, las "coronas" producidas por su propio príncipe, podrían empezar a utilizar los "ducados" del país vecino, donde la falsificación de certificados sigue siendo un delito legal. En resumen, las leyes que legalizan el dinero falso crean más inflación de la que habría existido de otro modo; pero per se no abren las compuertas. Por muy dañina y moralmente ofensiva que pueda ser una legislación de este tipo, no puede crear una inflación fiduciaria a gran escala. Más bien al contrario, deberíamos esperar que dicha legislación tuviera algún efecto deflacionista. La razón es que la producción de monedas devaluadas, aunque ahora sea legal, lleva tiempo. Es imposible para el gobierno (o para cualquier otra agencia privada) reemplazar todo el stock existente de monedas de un solo golpe. Por lo tanto, la introducción gradual de las nuevas monedas devaluadas hace que la oferta de estas monedas sea heterogénea. Las 128

monedas antiguas circulan al lado de las nuevas monedas devaluadas. Cuando los participantes en el mercado se den cuenta de lo que está ocurriendo, dedicarán mucho más tiempo a distinguir entre las monedas antiguas y las nuevas; o bien podrían acaparar las monedas antiguas, o venderlas en el extranjero, y utilizar únicamente monedas nuevas para los pagos. Pero esto significa una reducción más o menos drástica de la oferta de monedas disponibles para los intercambios: deflación fiduciaria. Una vez más, es probable que este efecto se amortigüe gracias a la libertad de acción restante. Mientras siga siendo posible la producción competitiva de certificados monetarios, la deflación fiduciaria podrá contenerse dentro de unos límites bastante estrechos. Sin embargo, una cosa es segura: La legalización de los certificados falsos aumenta permanentemente el riesgo de ser estafado en los intercambios monetarios. Nicolás Oresme escribió: "Y así no hay certeza en una cosa en la que la certeza es de la mayor importancia, sino más bien confusión incierta y desordenada, para reproche del príncipe".2 Sustituyendo la palabra príncipe por la palabra gobierno, tenemos una descripción exacta del hecho.3 Oresme también observó que la falsificación oficial invitaría a los falsificadores extranjeros a aprovechar la oportunidad presentada por la confusión general sobre la moneda falsificada "y robar así al rey el beneficio que cree estar obteniendo". 129

2. LA ÉTICA DE LA LEGALIZACIÓN DE LAS FALSIFICACIONES Hemos subrayado que la legalización de los títulos monetarios falsos, aunque perjudicial, es prácticamente insignificante desde un punto de vista cuantitativo, al menos en comparación con el impacto inflacionario de los monopolios legales y las leyes de curso legal. Sin embargo, este privilegio es fundamental porque es la base de todos los demás privilegios monetarios. Parecería imposible, por ejemplo, establecer leyes de curso legal a favor de alguna moneda devaluada, o de algún billete de reserva fraccionaria, si estos últimos son per se ilegales. Y así se deduce que el argumento moral a favor de todos los demás privilegios monetarios depende de la moralidad de las falsificaciones legalizadas. Nicholas Oresme describió el carácter moral de esta práctica en términos muy claros. Para él era evidente que las impresiones en una moneda debían ser veraces (según el Noveno Mandamiento). Era imposible justificar la práctica de falsificar los certificados monetarios. El gobierno no podía alegar ninguna excepción. Muy al contrario, Oresme pensaba que la falsificación de certificados monetarios era especialmente ofensiva en este caso. Dijo: . . . es sumamente detestable y vergonzoso en un príncipe cometer fraude, degradar su dinero, llamar oro a lo que no es oro, y libra a lo que no es libra, y así sucesivamente. . . . 130

Además, es su deber condenar a los falsos acuñadores. ¿Cómo puede sonrojarse lo suficiente si se encuentra en él lo que en otro debería castigar con una muerte vergonzosa?5 Como confesor de los poderosos, Oresme conocía demasiado bien la tentación de la inflación. Por ello, no limitó su admonición al caso de la falsificación, sino que condenó cualquier alteración de los dineros existentes. Más precisamente, Oresme acusó al gobierno de no alterar nunca el dinero, porque la legitimidad de la alteración del dinero hacía perfecto a un gobierno tirano. Para ser lícitas, las alteraciones de las monedas necesitaban el consentimiento de toda la comunidad de usuarios del dinero, e incluso en este caso el consentimiento no otorgaría automáticamente legitimidad a la política (por ejemplo, argumentaba que el dinero nunca debería degradarse para fines de ingresos ordinarios). Sólo si la alteración fuera el único medio de hacer frente a una situación de emergencia, como un ataque repentino de un enemigo abrumador, podría ser lícita, siempre que contara con el consentimiento de toda la comunidad. Oresme también observó que el Papa nunca concedería el privilegio de alterar la moneda; y que, aunque se concediera como excepción, siempre podría ser revocado.

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9 MONOPOLIOS LEGALES 1. MONOPOLIOS ECONÓMICOS FRENTE A MONOPOLIOS LEGALES Antes de abordar el impacto de los monopolios en la producción de servicios monetarios, hagamos hincapié en que nuestro argumento se refiere únicamente a los monopolios legales. No se refiere a los monopolios económicos, situaciones de mercado en las que los productos y servicios tienen un único proveedor. Este tipo de monopolios económicos son bastante comunes en el mercado libre y, en sí mismos, son perfectamente inofensivos. Normalmente, el monopolio económico es lo suficientemente grande como para servir a todo el mercado y puede ofrecer mejores condiciones que cualquier competidor. Pero esto no está escrito en piedra. El rasgo característico de los monopolios económicos es que son contestables. Todo el mundo es libre de abastecer el mismo mercado y así "probar" si el monopolio actual es realmente tan bueno que nadie puede resistir su competencia. Por el contrario, los monopolios legales impiden este tipo de pruebas porque las infracciones de la ley se reprimen a 132

través de los tribunales y las fuerzas policiales. En asuntos monetarios, podemos hablar de monopolio legal siempre que sólo se puedan fabricar algunos productos monetarios (posiblemente un solo producto), pero no cualquier otro producto similar. Por ejemplo, el monopolio legal puede establecer que sólo la sil- ver puede utilizarse como dinero, o que sólo el banco X puede ofrecer cuentas corrientes, o que sólo los billetes del banco Y o las monedas de la ceca Z pueden utilizarse en los pagos. Los monopolios legales, que en aras de la brevedad llamaremos "monopolios", conllevan inflación por el mero hecho de que protegen los productos privilegiados de la competencia. El monopolio hace que los productos privilegiados sean relativamente menos costosos de adquirir (en comparación con los productos de la competencia) de lo que habrían sido de otro modo. Por lo tanto, los participantes en el mercado tienden a utilizar más productos de los que habrían utilizado en caso contrario y, en consecuencia, también tienden a producir más productos de los que se habrían producido en caso contrario. Esta inflación beneficia a los productores y primeros receptores de unidades adicionales del producto monopolístico, y perjudica a los productores y usuarios de productos alternativos, que se habrían fabricado y utilizado en ausencia de esos privilegios legales. Así nos encontramos de 133

nuevo con el fenómeno de que la inflación fiduciaria (de los dineros o certificados monetarios privilegiados) va de la mano de la deflación fiduciaria de otros productos monetarios. Los monopolios monetarios son especialmente dañinos cuando se combinan con leyes de curso legal. Pero incluso en ausencia de tales combinaciones, el monopolio tiene ciertos efectos perniciosos que son relevantes para nuestro presente análisis del dinero y la banca desde un punto de vista moral. Tratemos primero del monopolio de los lingotes y luego de los certificados de monopolio. 2. EL MONOPOLIO DE LOS LINGOTES El gobierno puede decretar que sólo un tipo de metal precioso puede utilizarse en los intercambios monetarios y castigar el uso de todos los demás metales. O puede simplemente ser el propietario monopolista de todas las fábricas de moneda, y entonces decidir acuñar monedas sólo en un metal.2 Tales monopolios se crearon, por ejemplo, en Alemania y Francia tras la guerra de 1870-71, cuando ambos países adoptaron el patrón oro e impidieron la acuñación de monedas de plata (salvo como fichas para el oro). Es cierto que en estos casos el monopolio de los lingotes iba de la mano del monopolio de las monedas. Sin embargo, un monopolio puro de lingotes es concebible. Crea una mayor demanda del metal privilegiado y aplasta la demanda de 134

todos los demás metales. Así pues, nos encontramos de nuevo ante el doble fenómeno familiar de la inflación y la deflación fiduciarias. Históricamente, el establecimiento del monopolio de los lingotes ha sido un paso importante en la consolidación y centralización de los sistemas monetarios nacionales bajo control gubernamental. La ilegalización de la plata allanó el camino a una inflación de certificados de reserva fraccionaria respaldados por oro. La razón es doble. Por un lado, los certificados de reserva fraccionaria pueden ser un vehículo para el ajuste a corto plazo de la deflación fiat de la plata. Al desaparecer la plata de la circulación, los participantes en el mercado recurren a las alternativas restantes, como el oro. Dado que la oferta de oro no puede ampliarse fácilmente, el aumento de la demanda conllevaría una caída de los precios del oro o, en otras palabras, un aumento del poder adquisitivo del oro. Pero esto es un problema para aquellos que operan con deudas y que no fueron lo suficientemente astutos como para anticipar la caída de los precios. Por lo tanto, estas personas recurren a sustitutos del oro que pueden multiplicarse fácilmente, como los billetes emitidos por los bancos de reserva fraccionaria. Por otra parte, y aparte de este problema a corto plazo, la plata ya no está disponible como competidora del oro y, por lo tanto, los usuarios del dinero tienen menos posibilidades 135

de protegerse contra la inflación de los sustitutos monetarios respaldados por oro. Además, por razones técnicas, es imposible sustituir las monedas de plata por monedas de oro del mismo poder adquisitivo, ya que, en general, estas últimas tendrían que ser tan pequeñas que resultaría impracticable. Un ejemplo de ello es el cuarto de guinea británico, que se acuñó en 1718 y 1762 y que no fue aceptado por la mayoría para el servicio monetario. En tales circunstancias, la moneda de plata no es sustituida por una moneda de oro, sino por una moneda de sustitutos de oro. En un principio, estos sustitutos podrían estar totalmente respaldados por oro. Sin embargo, como ya hemos argumentado, es mucho más fácil convertir sustitutos monetarios totalmente respaldados en sustitutos de reserva fraccionaria que degradar las monedas. Por lo tanto, las puertas están abiertas de par en par a la inflación. 3. CERTIFICADOS DE MONOPOLIO Prácticamente todas las monedas que han circulado han disfrutado de un monopolio y eran de curso legal. La acuñación privada existió en algunas épocas y lugares, pero incluso entonces la definición del tamaño adecuado de las monedas solía estar en manos del gobierno. Un ejemplo son los primeros Estados Unidos. En este país, la acuñación de moneda era en gran medida privada, pero la Constitución reservaba al Congreso el privilegio de definir los pesos y medidas. Autorizaba al Congreso a enviar a la policía contra 136

cualquiera que produjera o utilizara monedas distintas de las oficiales. Por lo tanto, no había libertad total para producir y utilizar monedas alternativas. Ciertas monedas gozaban de un monopolio legal: el monopolio de las monedas. Obsérvese que el monopolio de la moneda en sí no puede implicar inflación a un nivel cuantitativamente significativo. Esto es ciertamente así en el caso de las monedas sanas. Pero incluso en el caso de monedas degradadas, es probable que la inflación sea muy limitada. La razón es que los privilegios del monopolio "simplemente" prohíben los dineros o certificados monetarios alternativos. Recortan el menú del que pueden elegir los usuarios del dinero, pero no les impiden evaluar el dinero del monopolio como mejor les parezca. En el caso de las monedas degradadas, esto significa que las leyes de monopolio dejan a la gente la libertad de distinguir entre las monedas antiguas (que contienen más metal fino) y las nuevas monedas degradadas. En ese caso, puede haber dos sistemas de precios o, si resulta demasiado engorroso distinguir entre monedas antiguas y nuevas en el comercio diario, los participantes en el mercado pueden decidir fundir las monedas antiguas o venderlas en el extranjero. De ello se deduce que no hay ningún efecto inflacionista (en todo caso, es más probable un ligero efecto deflacionista). Desde el punto de vista del deudor, el gobierno, todo el ejercicio es más o menos inútil. Puede que durante algún 137

tiempo consiga engañar a sus clientes haciéndoles creer que no se está produciendo ninguna devaluación. Pero este engaño no puede durar mucho tiempo. En cuanto los participantes en el mercado se den cuenta de lo que está pasando, comprarán y venderán las nuevas monedas a precios nominales diferentes, de forma que las relaciones de cambio reales (en pesos de metales preciosos) no varíen. De este modo, el deudor no obtiene ingresos adicionales. Esta es, por supuesto, la razón por la que nunca se ha orquestado la desvalorización bajo la mera protección de los privilegios del monopolio. En la práctica, las monedas de curso legal han estado siempre protegidas por el privilegio adicional de las leyes de curso legal. Las cosas son muy similares en el caso de los certificados que no están físicamente conectados al metal monetario (en particular, los billetes de banco y los depósitos a la vista). También pueden producirse en un mercado libre. Y, a diferencia de las monedas, se han producido en condiciones competitivas en muchos momentos y lugares de la historia. En el siglo XIX, la mayoría de los gobiernos occidentales establecieron monopolios de billetes, que se concedían a bancos con vínculos especialmente estrechos con el gobierno. Estos bancos funcionaban con reservas fraccionarias y crearon una cantidad considerable de inflación de billetes. Pero al igual que en el caso de las monedas devaluadas, el monopolio por sí solo no fue el causante de la inflación. La sencilla razón es, una vez más, que el privilegio 138

del monopolio se limita a suprimir los productos en competencia, pero no impide que la gente evalúe los billetes del monopolio como mejor le parezca. Por lo tanto, un monopolio de billetes no impide que los participantes en el mercado rechacen por completo estos billetes y realicen sus operaciones únicamente en monedas (efectivo). Así pues, al igual que en el caso de las monedas, debemos admitir que los privilegios monopolísticos de los billetes son intrínsecamente perjudiciales y socialmente perturbadores, pero que es probable que su impacto cuantitativo sea más bien pequeño.

4 . LA ÉTICA DEL MONOPOLIO MONETARIO El debate anterior no ha arrojado ninguna luz positiva sobre los monopolios monetarios legales. ¿Por qué, entonces, ha estado tan extendido y duradero el monopolio en este campo? Un argumento estándar es que el control de la oferta monetaria es una de las prerrogativas del gobierno secular.3 Pero, por supuesto, éste no es un argumento en absoluto, a menos que equiparemos la omnipotencia del gobierno con el bienestar de la mancomunidad. La cuestión es por qué la certificación de los pesos debe confiarse al gobierno, y sólo al gobierno. Una respuesta plausible a esta pregunta es que es natural confiar en el gobierno. Oresme argumentaba sucintamente que los príncipes eran los líderes naturales de la sociedad. Parecía natural confiar la certificación del peso 139

del oro y la plata a los hombres en los que se confiaba para tomar decisiones de vida o muerte en nombre de todos los miembros de la sociedad. Si no se podía confiar en ellos, ¿en quién más? Incluso si aceptamos esta deducción en aras del argumento, no está nada claro que pueda aplicarse fácilmente a nuestros tiempos. Los príncipes de la Alta Edad Media dirigían personalmente a sus ejércitos en la batalla. Por lo tanto, era mucho mejor confiar en un príncipe, que constantemente comprometía su propia sangre, que confiar en los miembros de los parlamentos modernos, a los que rara vez se les exige que cumplan sus promesas. Pero incluso si concedemos, también en aras del argumento, que la deducción de Oresme puede aplicarse al contexto moderno, la deducción en sí misma no se sostiene. La única conclusión que podría deducirse de la premisa de que los gobiernos son intrínsecamente dignos de confianza es que los gobiernos tenderían a tener éxito en el negocio de la certificación del dinero. Pero no se deduce en absoluto que sólo los gobiernos deban poder entrar en este negocio. No hay ninguna razón por la que otras personas, además de los príncipes, no puedan adquirir una reputación de fiabilidad igual o incluso superior a la suya. Puede ser cierto que en la Europa medieval los príncipes fueran los miembros de la sociedad en los que más se confiaba. Puede que otras personas gozaran de mayor confianza en otras épocas y otros lugares. La cuestión es que no hay razón alguna para 140

conceder a esas personas un monopolio y protegerlas así de la competencia. Pocas cosas son más conocidas en la teoría económica que los efectos nefastos del monopolio. La acuñación de moneda no es una excepción. Mientras un acuñador mantenga su reputación de honrado y digno de confianza, el monopolio carece de sentido, porque la gente utilizará sus monedas de todos modos. Pero en cuanto un acuñador que antes era honesto cae en la tentación y empieza a hacer trampas, su monopolio impide que otras personas se pasen a los mejores servicios de otros acuñadores. Oresme reconoce que este tipo de engaño es muy indigno de la autoridad pública: También es absurdo y repugnante a la dignidad real prohibir la moneda del verdadero y buen dinero del reino, y por motivos de avaricia ordenar, o más bien obligar, a los súbditos a usar menos buen dinero; lo que equivale a decir que el bien es el mal y viceversa, mientras que a tal fue dicho del Señor, por su profeta: Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal. [Isaías 5:20]4 Nótese que esta consideración no sólo se aplica al caso de un acuñador monopolista anteriormente honesto que ha caído en desgracia. Se aplica a la acuñación monopolística en sí misma, porque necesariamente implica "ordenar, o más bien obligar, a los súbditos a usar menos dinero bueno" del que podrían usar si la petición fuera libre. El monopolio impide a las personas utilizar lo que es legítimamente de su propiedad y, por lo tanto, les impide 141

competir con los participantes privilegiados del mercado. Se trata de un robo parcial. Si el gobierno me permite conducir mi coche todos los días de la semana excepto el domingo (por ejemplo, porque el propio gobierno quiere preservar el monopolio de los servicios de transporte para ese día), entonces me priva del uso completo de mi propiedad. Y yo también me veo privado del pleno uso de mi propiedad legítima si no puedo utilizarla para producir dinero. A la luz de estas consideraciones, no debería sorprender que la mala prensa del monopolio no sea una invención de los economistas clásicos y sus seguidores, que hicieron hincapié en diversas consideraciones utilitaristas contra el monopolio.6 Estos autores podrían, de hecho, basarse en el rechazo ético tradicional del monopolio. Desde un punto de vista bíblico, los monopolios legales son condenables porque violan el Octavo Mandamiento ("No robarás"). El argumento ético contra los monopolios legales es simplemente una elaboración de esta idea. Como resumió un historiador del pensamiento la erudición del siglo XX sobre los puntos de vista medievales: . . . los escolásticos no se oponían al libre funcionamiento del mercado. Por el contrario, los escolásticos... relacionaban el precio justo con las condiciones competitivas del mercado, fustigaban los cárteles y las actividades de los gremios para restringir el comercio, y no tenían intención de estigmatizar los beneficios obtenidos legítimamente.7 142

Según un argumento más sutil a favor de la monopolización del dinero por parte del gobierno, éste tiene derecho a hacer con el dinero del país lo que quiera porque en todo momento posee la totalidad de la masa monetaria. Así, el dinero que los ciudadanos guardan en sus carteras y en sus cuentas bancarias no es realmente su dinero. Sólo son administradores del verdadero propietario: el gobierno. La justificación estándar de este argumento es el famoso versículo de Mateo 22:21. En él, los fariseos muestran a Jesús que el dinero es suyo. Aquí los fariseos muestran a Jesús una moneda con la imagen del César y él les recomienda "devolver al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Algunos defensores del monopolio del dinero toman esto en el sentido de que todas las monedas pertenecen al gobierno, en el presente caso al César. Pero esta opinión es insostenible, como muestra claramente el pasaje en el que aparece el versículo8 : ". . . Decidnos, pues, cuál es vuestra opinión: ¿Es lícito pagar el impuesto del censo al César o no?". Conociendo su malicia, Jesús les dijo: "¿Por qué me ponéis a prueba, hipócritas? Mostradme la moneda con que se paga el impuesto del censo". Entonces le entregaron la moneda romana. Él les dijo: "¿De quién es esta imagen y de quién es la inscripción?". Ellos respondieron: "Del César". Entonces les dijo: "Pues devolved al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios." (Mateo 22:17-21) Así pues, no era una moneda cualquiera la que los fariseos 143

presentaron a Jesús, sino una moneda que se utilizaba específicamente para el pago de impuestos al Imperio Romano. Además, Jesús ni siquiera dijo que la moneda en sí pertenecía al gobierno (César), sino sólo que las sumas de dinero que se debían al gobierno (si las había) debían pagarse a éste. Oresme también rechazó explícitamente la opinión de que los gobiernos fueran de algún modo los propietarios inherentes de toda la masa monetaria. Insistió mucho en este punto: Pero si alguien dijera que . . . ciertas mercancías son propiedad privada del príncipe para las que puede fijar sus propios precios, como algunos dicen que ocurre con la sal y a fortiori con el dinero, respondemos que el monopolio o gabela de la sal, o de cualquier otra necesidad, es injusto. Y que los príncipes que han hecho leyes para darse este privilegio son los hombres de quienes dice el Señor, en palabras del profeta Isaías: "Ay de los que dictan decretos injustos, y escriben agravios que han prescrito". [Isaías 10:1] . . . el dinero es propiedad de la mancomunidad.9 ¿Es lícito aplicar este argumento en nuestro contexto moderno? ¿Los gobiernos elegidos democráticamente están realmente en pie de igualdad con los príncipes de la Edad Media? En lo que respecta a la cuestión que nos ocupa, no hay ninguna diferencia esencial y el argumento de Oresme es tan válido hoy como lo era en el siglo XIV. Los gobiernos democráticos no son dueños de sus ciudadanos. Tampoco son dueños del dinero de sus ciudadanos. 144

145

10 LEYES DE LICITACIONES 1. EQUIVALENCIA FIDUCIARIA Y LEY DE GRESHAM La moneda de curso legal es dinero o un certificado monetario que puede utilizarse para realizar pagos contra la voluntad de uno de los socios del intercambio. Así pues, la ley anula el con Así pues, la ley prevalece sobre el contrato privado y establece que se aceptará como pago la moneda de curso legal, en lugar del dinero (o certificado monetario) prometido al vendedor o acreedor. Supongamos, por ejemplo, que Pablo da un crédito de 1.000 onzas de plata a Juan. Acuerdan que al cabo de un año Juan tiene que devolver 1.050 onzas de plata a Pablo. Ahora bien, las leyes sobre moneda de curso legal pueden estipular que todas las deudas de plata se cobren en oro; o que los deudores como Juan puedan cumplir sus obligaciones pagando con billetes de plata del Banco FR; o que todos los pagos se hagan con fichas de cobre emitidas por la ceca pública, en lugar de con el tipo de dinero deseado por el vendedor.1 Como consecuencia, Pablo podría no recibir las 146

1.050 onzas de plata que Juan acordó pagar; y lo que es más importante, no podría hacer cumplir su contrato original con Juan. Las leyes de legalidad serían una mera complicación de los intercambios si no fuera por una estipulación adicional que, en realidad, siempre se combina con ellas. De hecho, las leyes de curso legal suelen establecer una equivalencia legal o "fiat" entre el dinero privilegiado (el certificado monetario privilegiado) y otros dineros y certificados monetarios. El objetivo de este esquema es permitir que los deudores, normalmente el gobierno entre ellos, ganen a expensas de sus acreedores. Veamos cómo funciona. La citada equivalencia fiduciaria funciona como un control de precios que establece un precio legal o fiduciario. Mientras el precio fiduciario coincida con el precio de mercado, todo va bien. Pero en cuanto los dos precios difieren, la gente deja de utilizar el metal que en realidad es más valioso de lo que es según la letra de la ley. Supongamos, por ejemplo, que tanto el oro como la plata son ten- der legal en Prusia, a un tipo de cambio fiat de 1/20. Supongamos además que el tipo de cambio de mercado es de 1/15. Esto significa que las personas que deben 20 onzas de plata pueden cumplir su obligación pagando sólo 1 onza de oro, aunque de este modo paguen un 33% menos de lo que habrían tenido que pagar en el mercado libre. Por lo tanto, los prusianos dejarán de firmar contratos en los que se estipulen pagos en plata para protegerse de la posibilidad de 147

que se les pague en oro, y empezarán a estipular pagos en oro en todos los contratos que firmen. Otro mecanismo tiene el mismo efecto. La gente venderá su plata a los residentes de otros países, por ejemplo Inglaterra, donde no se aplica el tipo de cambio fiduciario prusiano y donde, por lo tanto, pueden obtener más oro por su plata. El resultado final es que la plata desaparece de la circulación en Prusia y sólo el oro se sigue utilizando en los pagos nacionales. El dinero sobrevalorado (en este caso, el oro) expulsa del mercado al dinero infravalorado (en este caso, la plata). Este fenómeno se denomina "Ley de Gresham "2. Así vemos cómo las leyes de curso legal conllevan una inflación del dinero legalmente privilegiado, porque este dinero se produce y se mantiene en mayores cantidades de lo que sería el caso en ausencia del control de precios. Pero las leyes de curso legal también implican una deflación simultánea de los demás dineros y certificados monetarios. En el ejemplo anterior, supusieron una inflación del oro y una deflación de la plata. ¿Cuáles son las implicaciones económicas? En primer lugar, hay que tener en cuenta que el oro tiene un poder adquisitivo por unidad de peso mucho mayor que la plata. Como consecuencia, la nueva moneda no puede utilizarse cómodamente para comprar libros o comestibles; y es totalmente inadecuada para pagar una taza de café o un helado. La solución típica para este tipo de problemas es el uso de sustitutos del dinero. Los participantes en el mercado 148

abandonarán el uso de los metales preciosos y recurrirán a monedas simbólicas o billetes de banco en sus intercambios diarios. Esta tendencia se ve reforzada por el hecho de que el proceso de sustitución monetaria lleva su tiempo. La aprobación de una ley de curso legal tiene repercusiones inmediatas en la forma en que la gente evalúa las monedas en cuestión, mientras que lleva tiempo sustituir una por otra. En nuestro ejemplo, mientras que se tarda en exportar la plata, la gente dejará inmediatamente de utilizarla en los intercambios diarios; en otras palabras, la aprobación de la ley de curso legal aumenta la demanda de plata a la oferta dada. Esto conllevará una caída precipitada de los precios de la plata que se pagan por otros bienes (un tremendo aumento del poder adquisitivo de la plata). Por lo tanto, dichas leyes de curso legal obligan a los participantes en el mercado a ajustarse a un descenso más o menos severo del nivel de precios. Un nivel de precios más bajo no tiene inconvenientes per se. Sin embargo, el proceso que conduce al nivel de precios más bajo conlleva ruina y penurias para los deudores y empresarios que no hayan previsto el acontecimiento. La mayoría de los deudores no podrán pagar la deuda nominal contraída a un nivel de precios más alto con los ingresos que puedan obtenerse al nuevo nivel de precios más bajo. El resultado habitual es la quiebra. Y los empresarios que 149

carecen de previsión se encontrarán en circunstancias muy similares. Han comprado factores de producción al antiguo nivel de precios más alto basándose en el supuesto de que podrían vender a esos precios más altos. Pero la sustitución monetaria les obliga a vender sus productos al nuevo nivel de precios más bajo. El resultado es una reducción de los beneficios, o incluso pérdidas y quiebra. En tales circunstancias, los empresarios estarán más inclinados que nunca a utilizar medios de cambio que puedan sustituir inmediatamente a la plata que ahora se ve repentinamente retenida. Una solución es la importación de oro. Pero cuando se trata de grandes cantidades, estas importaciones requieren un esfuerzo logístico considerable que no puede organizarse a corto plazo. Por lo tanto, la importación de oro sólo podría ser un remedio a corto plazo en circunstancias tan especiales que no sea necesario tratarlas. De hecho, el único dispositivo técnico conocido para la sustitución inmediata de la circulación de plata que desaparece en nuestro ejemplo es el dinero a crédito y la banca de reservas fraccionarias. Los depósitos a la vista y los billetes de banco pueden producirse de la noche a la mañana en cantidades casi ilimitadas, y ello a un coste prácticamente nulo. Esto es precisamente lo que buscan los empresarios en una situación de gran caída del nivel de precios. Por lo tanto, empiezan a utilizar la banca de reservas fraccionarias en mayor medida que antes. Dadas estas terribles consecuencias, surge la pregunta de 150

por qué las leyes de curso legal han sido probadas con tanta frecuencia en la historia de las instituciones monetarias. Hay dos respuestas posibles: la ignorancia de los dirigentes políticos o la iniquidad descarada. Muchos historiadores económicos han optado por la primera alternativa. Han retratado a reyes, príncipes y parlamentos democráticos desde el Renacimiento hasta el siglo XIX como reformadores bienintencionados, pero poco ilustrados sobre asuntos monetarios y, en particular, sobre el funcionamiento de las leyes de préstamo legal. Pero esta respuesta parece poco plausible. Virtuosamente, todos los líderes políticos del mundo occidental contaban con los servicios de asesores bien informados. Desde luego, no hubo una gran falta de ilustración en estos asuntos después del siglo XIV. Por lo tanto, es más probable que los líderes políticos del pasado establecieran intencionadamente leyes de moneda de curso legal para obtener beneficios personales de la exportación de la moneda infravalorada y de la posibilidad de reducir las deudas contraídas en esta moneda. Nicholas Oresme explicó esta posibilidad en su discusión sobre la relación de cambio legal entre el oro y la plata. Sostenía que esta relación debía seguir siempre el precio de mercado. De lo contrario, el gobierno podría explotar la diferencia entre el precio legal y el de mercado en su propio beneficio. Esto sería injusto e incluso tiránico. 2.

BIMETALISMO 151

Cuando las leyes de curso legal establecen relaciones de cambio fiat entre monedas de diferentes metales preciosos, el sistema monetario resultante se denomina bimetalismo.4 Normalmente, el bimetalismo está implícito en la creación de sistemas monetarios que combinan monedas de diferentes metales preciosos. Así ocurrió, por ejemplo, en la antigua Roma desde el siglo II a.C., en el Imperio Bizantino y en Europa Occidental a partir del Renacimiento. El funcionamiento de la Ley de Gresham no solía ser visible en estos sistemas antiguos porque el dinero infravalorado no se utilizaba en primer lugar. Por ejemplo, cuando la antigua Roma introdujo monedas de oro y plata (infravaloradas) en su sistema monetario, ya tenía una moneda de bronce, y las monedas de bronce (sobrevaloradas) siguieron circulando después de la reforma. Esto era, por supuesto, conforme a la Ley de Gresham, pero el funcionamiento de la Ley era invisible porque nada cambiaba. Por el contrario, la historia moderna conoce una serie de manifestaciones espectaculares de la Ley de Gresham. Un caso famoso en el que el bimetalismo ha conllevado una inflación-deflación fiduciaria fue la reforma monetaria británica de 1717, cuando Isaac Newton era Maestro de la Casa de la Moneda. Newton propuso un tipo de cambio fiduciario entre la guinea (moneda de oro) y el chelín (moneda de plata) muy similar al del mercado. Sin embargo, el Parlamento, aparentemente para "redondear" el tipo de 152

cambio del oro, decretó un tipo de cambio fiduciario significativamente superior al del mercado.5 Y entonces algunos hombres bien posicionados ayudaron a los ciudadanos británicos a sustituir su moneda de plata por una de oro. Pero esto no fue todo. La deflación resultante fue un factor importante para estimular el uso de billetes de reserva fraccionaria en el Reino Unido. Obligó a los empresarios a reducir drásticamente sus precios para adaptarse a la menor cantidad de dinero. Muchos de ellos se encontraron al borde de la quiebra y buscaron todo tipo de soluciones. Aceptar billetes era una solución conveniente. Al principio, los hombres de negocios pensaron que se trataba de una solución a corto plazo, para salvar el tiempo hasta que volviera a haber más moneda metálica disponible en el país. Pero el régimen bimetalista se mantuvo, reduciendo la oferta monetaria por debajo del nivel que habría alcanzado de otro modo, y así el uso de billetes se convirtió en una institución cada vez más extendida. En 1792, el Congreso de EE.UU. votó un régimen bimetalista que decretaba que el tipo de cambio entre el oro y la plata fuera de 1 a 15. El tipo de mercado era de 1 a 15. El tipo de cambio del oro y la plata era de 1 a 15. El tipo de cambio del oro y la plata era de 1 a 15. Sin embargo, el tipo de cambio de mercado era de 1 a 15,5 y, al cabo de unos años, el oro, infravalorado artificialmente, prácticamente había desaparecido de la circulación. Al igual que en el Reino 153

Unido, algunas personas obtuvieron grandes beneficios ayudando a los estadounidenses a cambiar oro por plata, y la banca de reserva fraccionaria floreció a partir de la deflación artifi- cial. Esta operación debió ser tan rentable que unas décadas más tarde tuvo que repetirse, sólo que esta vez en la otra dirección. La U.S. Coin Act de 1834 fijó la relación de cambio legal entre el oro y la plata en 1 a 16, y ahora toda la moneda de plata del país fue sustituida por una moneda de oro. Una vez más, hubo ayudantes ansiosos, y la banca de reserva fraccionaria recibió otra inyección en el brazo. En la segunda mitad del siglo XIX, el bimetalismo encontró varios defensores entre hombres bienintencionados que trataban de combatir el gran movimiento monetario de la época, a saber, la tendencia a hacer del oro el dinero monopolista en todos los países. La desmonetización coercitiva de la plata estaba destinada a reducir sustancialmente la oferta monetaria, otro caso de deflación fiduciaria. La oposición a estos planes era, por tanto, bastante razonable y legítima. Pero el remedio adecuado no era establecer un tipo de cambio fiduciario entre el oro y la plata (bimetalismo), sino permitir que tanto el oro como la plata se produjeran y utilizaran a tipos de cambio que fluctuaran libremente (patrones paralelos). 3. PRIVILEGIOS DE CURSO LEGAL PARA LOS CERTIFICADOS MONETARIOS Las leyes de curso legal para los certificados monetarios 154

establecen una equivalencia legal entre los certificados y el dinero subyacente, junto con la obligación de los acreedores de aceptar los certificados hasta su importe nominal total.6 Supongamos que Brown vende su casa por 1.000 onzas de oro a Black. Si los pagarés del Yellow Bank son de curso legal, Black puede cancelar su obligación pagando con certificados monetarios del Yellow Bank la cantidad correspondiente, aunque su contrato con Brown estipule el pago en efectivo. Esto no parece problemático en lo que respecta a los certificados de dinero auténticos. ¿Qué diferencia puede haber entre poseer una onza de lingotes de oro o un certificado auténtico de una onza de oro? Pero sí que hay diferencia. En nuestro ejemplo anterior, la demanda de certificados del Yellow Bank es mayor de lo que habría sido en otras circunstancias. Lo menos que podemos decir, por tanto, es que las leyes de curso legal inflan un tipo de servicio monetario (billetes) a expensas de otros. La demanda de billetes es mayor de lo que habría sido en el mercado libre. La gente suele tener una buena razón cuando utiliza lingotes de oro en lugar de monedas, o monedas en lugar de billetes, o los billetes del Banco A en lugar de los billetes del Banco B. Había una razón por la que Brown estipuló el pago en oro en lugar de en billetes del Banco Amarillo. Había una razón por la que Brown estipuló el pago en oro, en lugar de en billetes del Banco Amarillo. Los certificados son una cuestión de confianza, y la confianza no se puede ordenar. 155

Cuando la confianza falta o es desigual, no hay verdadera igualdad entre los diferentes objetos monetarios. Por consiguiente, privilegiar un certificado mediante leyes de curso legal rompe el equilibrio que se habría establecido en el mercado. Se produce una inflación de los certificados y una deflación de los lingotes. Los certificados gozan de una mayor circulación de la que habrían tenido a la luz intrínseca de la confianza que los participantes en el mercado depositan en ellos. Si la ley obliga a Brown a aceptar billetes que no desea, es posible que en algún momento rechace ciertos intercambios que habría realizado en un mercado libre. Por lo tanto, las leyes de curso legal tienden a reducir la cooperación social y a empobrecer la sociedad. Es cierto que en el caso de los certificados monetarios auténticos, la dimensión cuantitativa de estos efectos es insignificante. Pero existen, y desde un punto de vista moral este caso no es cate- góricamente diferente de otros casos en los que el impacto cuantitativo de las leyes de curso legal es incomparablemente mayor. Los privilegios de prestamista legal tienen un impacto cuantitativo significativo cuando se conceden a certificados falsos. Anteriormente hemos observado que la mera legalización de los certificados monetarios falsos no podría conducir per se a una inflación a gran escala, siempre y cuando los participantes en el mercado fueran libres de abandonar el uso de los certificados falsos y cambiar a otros mejores, o exigir pagos en lingotes. Incluso la introducción 156

de privilegios monopolísticos no abre las compuertas a la inflación, porque el monopolio no merma la capacidad de los participantes en el mercado para evaluarlos como consideren oportuno. Sin embargo, todas estas barreras a la inflación desaparecen cuando los certificados de dinero falso se benefician de las leyes de curso legal. Veamos el siguiente ejemplo. Antes de la institución de las leyes de curso legal, el Banco Rojo había operado con un coeficiente de reservas del 20 por ciento. Ahora el gobierno hace que sus billetes sean de curso legal y así aumenta artificialmente la demanda de billetes del Banco Rojo; en otras palabras, los propietarios de estos billetes los canjean con menos frecuencia. Supongamos que, como consecuencia de la menor demanda de rescate, las reservas de efectivo del Banco Rojo aumentan en 2.000 onzas de oro. Con un coeficiente de reservas del 20%, esto significa que el Banco Rojo puede emitir billetes adicionales por 10.000 onzas de oro. Se pervierte el funcionamiento del proceso de mercado. Mientras que en un mercado libre se tiende a utilizar los mejores productos disponibles, las leyes de curso legal combinadas con certificados falsos incitan a una carrera a la baja. Puesto que todos los certificados monetarios son iguales ante la ley, y puesto que la disposición sobre la oferta legal anula el contrato privado, ningún usuario de dinero tiene interés en pagar el precio más alto por un certificado auténtico. Y, como consecuencia, ningún productor tiene 157

interés en fabricar dichos certificados; cada uno de ellos intenta ahora operar con los costes más bajos posibles. Tarde o temprano todo el mundo paga con monedas devaluadas y billetes de reserva fraccionaria. El lingote desaparece por completo del uso público; se retiene - "atesora"- o se vende en el extranjero. Estos son los efectos generales que se producen cuando se conceden privilegios de curso legal a certificados monetarios falsos. Pero también hay efectos específicos que dependen del tipo de certificado. Las leyes de curso legal tienen consecuencias diferentes cuando se aplican a certificados que están físicamente integrados con el metal monetario (caso típico: monedas devaluadas) que cuando se aplican a los que no lo están (caso típico: billete de banco con reserva fraccionaria). A estos efectos particulares nos referiremos a continuación. El caso de las monedas devaluadas No hay pruebas de que los acuñadores privados hayan sido incapaces de resistir la competencia de los príncipes y otros gobiernos en mercados verdaderamente libres. Pero existe un sólido registro histórico que documenta cómo los gobiernos han abusado de la confianza que los ciudadanos depositaban en ellos. De hecho, apenas hubo una dinastía que no abusara de este modo de su monopolio de la moneda. Antiguos griegos y romanos, príncipes, duques y emperadores medievales, así como parlamentos democráticos han envilecido temerariamente las monedas 158

de su país, sabiendo que la ley imponía a sus súbditos las malas monedas a un valor nominal determinado por el gobierno. Las leyes de curso legal eliminan todos los obstáculos técnicos a una degradación infinita de las monedas. Cualquier moneda, por muy devaluada que esté, debe aceptarse en pago de su importe nominal íntegro. Por lo tanto, es posible degradar las monedas hasta tal punto que ya no contengan ni rastro de metal precioso. Entonces pueden fabricarse con metal barato, lo que permite fabricar grandes cantidades antes de que la producción deje de ser rentable. Consideremos el caso de las monedas mar- avedi españolas. Originalmente, en la Alta Edad Media, eran monedas de plata, pero luego los reyes españoles las degradaron hasta tal punto que a finales del siglo XVI eran monedas de cobre puro sin rastro de plata. El ejemplo muestra que los privilegios de curso legal de las monedas degradadas representan una importante fuente de ingresos para el gobierno. Sin embargo, tienen tres grandes desventajas desde el punto de vista del gobierno. En primer lugar, como hemos señalado anteriormente, la producción de monedas debastadas lleva tiempo. Es imposible que el gobierno sustituya todas las existencias de monedas de una sola vez. Por lo tanto, la introducción gradual de las nuevas monedas devaluadas hace que la oferta monetaria sea heterogénea. Las monedas antiguas circulan junto a las nuevas. Cuando los participantes en el 159

mercado se den cuenta de lo que está ocurriendo, acumularán las monedas antiguas y sólo utilizarán las nuevas para los pagos. Pero esto significa una reducción más o menos drástica de la oferta monetaria disponible para los intercambios, una gran deflación fiat repentina que conlleva al menos problemas temporales, no sólo para las fortunas privadas, sino también para las finanzas públicas. El problema desaparece sólo cuando las monedas están tan degradadas que son totalmente nominales (contenido cero de metal precioso). Esta es una de las razones por las que las fábricas de moneda públicas, incluso cuando sus monedas gozaban de privilegios de curso legal, han sido tradicionalmente tan reservadas en lo que respecta a la debasificación como los falsificadores privados. En segundo lugar, los privilegios de curso legal para las monedas devaluadas pueden beneficiar a los deudores a expensas de los acreedores8 . Les permiten librarse de una parte más o menos grande de sus deudas, defraudando a sus acreedores. El problema es que estos trucos son contraproducentes. En primer lugar, los ingresos fijos del gobierno se pagan también en moneda devaluada. En segundo lugar, cuando el gobierno adquiere la reputación de mal deudor, le resulta muy difícil, si no imposible, obtener nuevos créditos. En tercer lugar, los privilegios de curso legal para las monedas devaluadas perturban los intercambios internacionales y, por tanto, ponen en peligro las inversiones 160

a largo plazo en el país donde se aplican los privilegios. Nicholas Oresme observó que los comerciantes y capitalistas extranjeros evitan un país así, porque "los comerciantes, en igualdad de condiciones, prefieren pasar a aquellos lugares en los que reciben dinero sano y bueno "9. Pero incluso los empresarios locales patriotas no pueden, en tales circunstancias, mantener sus operaciones si tienen que comprar sus suministros en el extranjero. Oresme insistió en este punto: Además, en un reino así, el comercio interior se ve perturbado y obstaculizado de muchas maneras por tales cambios, y mientras duren, las rentas monetarias, las pensiones anuales, las tasas de alquiler, los cánones y similares, no pueden ser bien y justamente gravados o valorados, como es bien sabido. Tampoco se puede prestar dinero o conceder créditos con seguridad. De hecho, muchos se niegan a prestar esa ayuda caritativa a causa de tales alteraciones.10 También hay una cuarta implicación de conceder privilegios de curso legal a las monedas degradadas, si estos privilegios, como hemos supuesto hasta ahora, se conceden indiscriminadamente. Esta implicación es que las monedas ya no pueden producirse sobre una base competitiva sin destruir la moneda. Cuando un productor de monedas puede rebajar su producto indefinidamente y arrojarlo sobre los demás participantes del mercado, la carrera hacia el abismo no tiene otro punto de parada que el rechazo 161

decidido de cualquier otro intercambio indirecto por parte de los ciudadanos, es decir, que la desintegración total del mercado. Esta es, una vez más, la razón por la que los privilegios de la subasta legal rara vez se han concedido en tales condiciones. El caso de los billetes con reserva fraccionaria Ninguna de las desventajas mencionadas existe cuando las leyes de curso legal protegen los certificados de reserva fraccionaria, especialmente los billetes de banco de reserva fraccionaria.12 La razón es que los billetes de banco no están integrados físicamente con el metal monetario. Si las autoridades monetarias de un ducado deciden rebajar la moneda en un tercio, las nuevas monedas contendrán un 33% menos de metal fino que las antiguas. Como hemos señalado, esto hace que la moneda del ducado sea heterogénea y, por lo tanto, conlleva una deflación. Pero si las reservas bancarias de ese ducado se reducen en un tercio, esto afecta a todos los billetes de la misma manera. La moneda no se vuelve heterogénea y, lo que es igualmente importante, el poder de cualquier billete individual para proporcionar a su propietario la cantidad certificada de lingotes no se ve necesariamente perjudicado. De hecho, si los billetes se inflan con suficiente moderación, puede muy bien ser posible canjearlos en cualquier momento por la misma cantidad de lingotes que antes.13 Nada interrumpe el buen funcionamiento del mercado mientras las reservas de los bancos de reserva fraccionaria sean lo suficientemente 162

grandes como para satisfacer cualquier demanda de canje en curso. De ello se deduce que, cuando los privilegios de curso legal se aplican a los billetes (o a cualquier otro certificado monetario que no esté integrado físicamente con el metal monetario), no provocan las tendencias deflacionistas que surgen en el caso de las monedas devaluadas. No disminuyen las otras fuentes de ingresos del gobierno, no ponen en peligro los intercambios internacionales, no perjudican a los acreedores del gobierno y no impiden una producción competitiva de billetes. Es cierto que la banca de reserva fraccionaria protegida por leyes de curso legal es una carrera hacia el fondo. Cada banquero tiene un incentivo para reducir sus reservas, para inflar la cantidad de sus billetes en la medida de lo posible. Pero hay un punto de parada lógico antes de la disolución total de los intercambios monetarios. Cada banquero sólo puede seguir en activo mientras pueda canjear sus billetes. Como sus clientes tienen derecho a exigir el canje de sus billetes por lingotes, y como algunos de ellos ejercen este derecho, debe mantener sus emisiones de billetes dentro de unos límites más o menos prudentes. El sistema monetario en su conjunto es, por tanto, altamente inflacionista, pero la inflación sigue siendo limitada. Estos hechos son cruciales para entender los últimos trescientos años de historia monetaria en Occidente. La razón por la que los gobiernos abandonaron la devaluación 163

y empezaron a cooperar con los bancos de reservas fraccionarias fue la superioridad técnica de este tipo de inflación fiduciaria. Permitía a los gobiernos obtener ingresos adicionales que no podían obtener de sus ciudadanos a través de los impuestos, pero sin disminuir sus otros ingresos, sin perjudicar a sus acreedores, sin interrumpir la inclusión de sus países en la división internacional del trabajo y sin abolir por completo la competencia en la banca. Estas eran grandes ventajas desde el punto de vista del gobierno. Desde el punto de vista de los ciudadanos de a pie, el asunto parecía algo menos glorioso. La inflación de los billetes de banco absorbió tantos recursos del resto de la economía como lo habría hecho la devaluación, si no más. Y estableció una asociación permanente entre gobiernos y bancos. La banca de reserva fraccionaria potencia el impacto inflacionista de las leyes de curso legal de forma sustancial. E inversamente, las leyes de curso legal son una bendición para la banca de reserva fraccionaria. 4. PRIVILEGIOS DE CURSO LEGAL PARA EL DINERO A CRÉDITO Consideraciones muy similares entran en juego cuando se conceden privilegios de curso legal al dinero crediticio. Hemos visto que, en un mercado libre, el dinero crediticio desempeñaría un papel bastante insignificante debido a su riesgo de impago. Pero si los participantes en el mercado tienen que aceptarlo por ley en lugar del dinero natural, 164

puede ganar una amplia circulación, precisamente porque es inferior (pero también menos costoso) a sus competidores naturales. De nuevo se pervierte el funcionamiento del proceso de mercado; se inicia una carrera hacia la botadura, aunque sin los inconvenientes de la depreciación. 5. CICLOS ECONÓMICOS Como ocurre con todas las formas de inflación, la banca de reservas fraccionarias (y el dinero crediticio) respaldada por privilegios de curso legal conlleva una redistribución ilegítima de la renta; y puesto que crea mucha más inflación que cualquier otra configuración institucional, el impacto cuantitativo puede ser muy considerable. La economía de mercado puede entenderse como un gran organismo que satisface las necesidades de los consumidores, expresadas en pagos monetarios. Cuando la economía se inunda de billetes de curso legal de reserva fraccionaria, todo el cuerpo económico de la sociedad empieza a atender excesivamente las necesidades de quienes controlan la industria bancaria. El economista estadounidense Frank Fetter observó en una ocasión que la economía de mercado sin trabas se asemeja a un proceso democrático de base. Un céntimo, un voto de mercado.14 Desde este punto de vista, la imposición de billetes con reservas fraccionarias a través de leyes de curso legal crea votos de mercado de la nada. Los banqueros y sus clientes (normalmente el gobierno en primer lugar) tienen muchos más votos de los que habrían tenido en una sociedad libre. 165

Pero los privilegios legales de la banca de reserva fraccionaria también crean otro efecto muy perjudicial: el ciclo económico. El problema práctico fundamental de la banca con reservas fraccionarias es que el banco sólo puede canjear tantos billetes como dinero tenga en sus bóvedas. Supongamos que el Banco FR ha emitido 1.000 "billetes FR de una onza de plata" prometiendo pagar al portador de cada billete la suma de una onza de plata a la vista. Supongamos además que el Banco sólo dispone de 300 onzas de plata listas para el rescate. En ese caso, es imposible que pueda satisfacer las demandas de reembolso de todos los propietarios de sus billetes. De hecho, no puede satisfacer ninguna demanda de reembolso que exceda la suma de 300 onzas de plata. Por lo tanto, toda la práctica de la banca de reserva fraccionaria se basa en la suposición de que los participantes en el mercado no se apresurarán a canjear los billetes una vez que los reciban en pago, sino que al menos algunas personas los conservarán, al menos durante algún tiempo. Esta suposición se cumple muy a menudo, sobre todo cuando dichos billetes no sólo son legales, sino que además están protegidos por leyes de curso legal. Sin embargo, como los bancos de reserva fraccionaria se benefician de la inflación, tienen un gran incentivo económico para ampliar sus emisiones de billetes, y con cada ampliación aumenta la probabilidad de que no se amorticen. Incluso si un banquero es prudente, la competencia de otros banqueros le empuja a inflar su oferta de billetes para no 166

perder cuota de mercado frente a sus competidores. Y así se llega a la situación en la que las demandas de reembolso de dinero superan el dinero disponible en las bóvedas del banco. El banco es incapaz de satisfacer estas demandas. Quiebra. Debido a las múltiples interconexiones entre los bancos y entre los bancos y otras empresas, es probable que la quiebra de un banco provoque el colapso de todo el sector bancario de reservas fraccionarias. Esto se ha observado muchas veces en la historia de la banca de reservas fraccionarias. La mayoría de las crisis bancarias del siglo XIX fueron de este tipo. Del mismo modo, el sistema bancario internacional que se conoce comúnmente como "el sistema de Bretton Woods" se derrumbó en 1971 cuando la Reserva Federal de EE.UU., que redimió la Reserva Federal de los EE.UU., se vio obligada a abandonar el sistema. La Reserva Federal de EE.UU., que canjeaba en oro los billetes en dólares de otros bancos centrales, se negó a seguir canjeándolos. Ni que decir tiene que una crisis bancaria general conlleva dificultades para todas las personas que han invertido sus ahorros en depósitos bancarios. El colapso de la industria bancaria también va de la mano de una fuerte disminución de la oferta monetaria, porque la gente ahora se niega a usar billetes de banco, incluso los de curso legal, durante cualquier período de tiempo, sino que se apresuran a canjearlos en especies. Como consecuencia, se produce una fuerte presión a la baja sobre los precios monetarios (como 167

los tipos salariales) que obliga a los participantes en el mercado a someterse a un proceso de ajuste más o menos doloroso. Es probable que la producción se interrumpa temporalmente; es probable que la gente se quede temporalmente sin trabajo. El daño puede ser aún mayor si la inflación engaña a los empresarios sobre los recursos globales disponibles para proyectos de inversión. Todo empresario prudente debe asegurarse de que dispondrá de recursos suficientes para llevar a cabo su plan de producción, pues de lo contrario no sólo renunciaría a los ingresos de explotación, sino que perdería toda la inversión inicial. Este hecho fundamental es subrayado por Jesús, citado por San Lucas: ¿Quién de vosotros que quiera construir una torre no se sienta primero y calcula los gastos para ver si hay suficiente para terminarla? De lo contrario, después de poner los cimientos y verse incapaz de terminar la obra, los espectadores se reirían de él y dirían: "Éste empezó a construir, pero no tuvo recursos para terminar"". (Lucas 14: 28-30) La forma de averiguar si los recursos disponibles son suficientes para completar un proyecto (como la construcción de una torre) es el cálculo de costes. Ahora bien, la banca de reserva fraccionaria tiene el poder de falsear los cálculos de costes y, de este modo, inducir a los empresarios a poner cimientos demasiado grandes para ser completados con los recursos disponibles en la sociedad. Si 168

los bancos de reserva fraccionaria ponen sus billetes a disposición a través del mercado de crédito, y si los empresarios que toman créditos no se dan cuenta de que el crédito adicional no proviene de ahorros adicionales, sino de la inflación, entonces es probable que el tipo de interés sea más bajo de lo que sería en el equilibrio del mercado. Y como el tipo de interés es un componente importante a la hora de calcular las perspectivas de los proyectos empresariales, ahora de repente hay muchos más proyectos de inversión que parecen rentables aunque en realidad no sea así. Cuando los empresarios empiezan a invertir en esos proyectos, en masa, la crisis está programada de antemano. Llevar a término todos estos proyectos exigiría unos recursos que sencillamente no existen. Los recursos necesarios sólo existen en la imaginación de los empresarios que han confundido más crédito por más ahorro. Es más, una parte más o menos grande de los recursos que realmente existen se malgasta ahora en proyectos que no pueden llevarse a cabo. Cuando llega la crisis, no sólo se producen interrupciones temporales de la producción. Por el contrario, muchos proyectos deben abandonarse por completo, y los materiales y el tiempo invertidos en ellos pueden perderse para siempre. 6. RIESGO MORAL, CARTELIZACIÓN Y BANCOS CENTRALES Anteriormente hemos afirmado que la quiebra de un banco 169

de reservas fraccionarias puede desencadenar la quiebra de muchos otros bancos de este tipo. La razón es que, en épocas de grave agotamiento de las reservas de efectivo de un banco, éste recurre a otros bancos para obtener créditos a corto plazo. Necesita efectivo para cumplir de reembolso. Si los demás bancos pueden satisfacer su petición, no se produce ninguna crisis sistémica. Pero si los demás bancos necesitan su propio efectivo para satisfacer las demandas diarias de reembolso de sus clientes, no pueden conceder más créditos al otro banco. Entonces, el primer banco quiebra y se produce una reacción en cadena: quiebra de algunos de sus socios, quiebra de algunos de sus socios y, por último, quiebra de otros bancos que han invertido su dinero en estos negocios. De ello se deduce que, en la banca de reservas fraccionarias, los banqueros tienen un incentivo personal especialmente grande para apoyar a sus socios en tiempos de crisis de rescate. Si no pueden extinguir el fuego allí donde aparece primero, corre el riesgo de extenderse a su propio establecimiento. Por lo tanto, es probable que ayuden a sus colegas en dificultades. Y es más probable que estén dispuestos a hacerlo cuanto más operen ellos mismos con reservas de efectivo bajas.17 Sin embargo, este incentivo para la ayuda mutua es mucho menos beneficioso desde una perspectiva social más amplia de lo que cabría imaginar. Los banqueros menos responsables saben que este incentivo existe por parte de sus colegas. Saben que los otros 170

banqueros pagarán parte de la factura si ellos, los imprudentes, toman malas decisiones. Por lo tanto, tienen una tentación especial de inflar sus emisiones de billetes de forma especialmente imprudente. Esto es exactamente lo que ocurrió en muchos periodos de banca de reservas fraccionarias no regulada. Los economistas llaman "riesgo moral" a la tentación de hacer pagar a otros por nuestros propios proyectos18. En este momento no podemos ofrecer una descripción exhaustiva de los problemas de la banca con fracciones de reservas bajo las leyes legales de préstamo. Mencionaremos, por tanto, sólo algunos dispositivos organizativos que, históricamente, han desempeñado un papel importante para hacer frente a los problemas que acabamos de señalar: (1) Los bancos pueden crear cárteles voluntarios que regulen las emisiones de billetes de cada miembro del cártel. Un elemento esencial de dicho cártel sería que sólo los miembros tuvieran acceso al sistema de compensación interbancario.19 (2) La institución de compensación del cártel puede entonces convertirse en una reserva común de efectivo de la que todos los bancos miembros puedan disponer en momentos de dificultades de reembolso. Debería ser obvio que, debido a esta función esencial, los propietarios del fondo común tienen un gran poder de negociación y una gran influencia política sobre los demás bancos. Por lo tanto, existe una tendencia a la creación espontánea de un "banco central" y 171

de un sistema bancario jerárquico.20 (3) Siempre que ha resultado imposible establecer cárteles voluntarios, los gobiernos han cartelizado el sector bancario mediante leyes más o menos estrictas, a menudo a instancias de los bancos más poderosos. Una vez más, no podemos detenernos demasiado en estas cuestiones teóricas e históricas, que han sido analizadas con bastante detenimiento en otras obras. Lo que queremos subrayar es que los rasgos institucionales característicos de los sistemas bancarios actuales -son nacionales, jerárquicos y están regulados por ley- son todo menos accidentales. La cartelización, la centralización y la regulación del sector bancario no son más que técnicas organizativas (aunque mal orientadas) para hacer frente a los problemas de la banca de reservas fraccionarias en el marco de las leyes de oferta legal. 7. MONOPOLIO DE CURSO LEGAL Hasta ahora hemos analizado el impacto económico de las leyes de curso legal partiendo del supuesto de que estas leyes se aplican de forma no discriminatoria a varios certificados monetarios. Pero este supuesto no desempeña prácticamente ningún papel en la práctica.22 Nuestro supuesto simplemente nos ha ayudado a preparar el análisis del caso más relevante, en el que sólo un tipo de certificado monetario es de curso legal. Pasemos ahora a este caso. Supongamos que en el hermoso país de Oz se fabrican tres monedas diferentes: el ducado, el tálero y la guinea. El gobierno hace que sólo el ducado tenga curso legal, pero no 172

prohíbe el uso y la producción de táleros y guineas. Si las tres monedas son auténticos títulos monetarios, el impacto de esta ley es prácticamente nulo. Es cierto que las personas que no confían en los ducados, o que no les gustan por alguna otra razón, ahora pueden ser coaccionadas para que los acepten; y que la amenaza de esta coacción disminuirá en algunos raros casos la disposición de tales personas a participar en la división del trabajo. Pero estos casos son realmente raros. Supongamos ahora que la devaluación es legal en Oz. Si las tres monedas fueran de curso legal, sus productores emprenderían una carrera a la baja, como hemos visto anteriormente. Pero como sólo el ducado es de curso legal, no hay carrera a la baja. Por el contrario, el ducado pasa a desempeñar el papel de patrón de devaluación, es decir, marca un ritmo de devaluación que las otras dos monedas deben seguir servilmente. Supongamos, por ejemplo, que el ducado se devalúa hasta tal punto que sólo contiene el 30% de su contenido nominal de plata fina. Entonces no tiene sentido que los otros productores rebajen los táleros y las guineas aún más, digamos hasta el 20%, porque todo el mundo se negaría a aceptar estas monedas inferiores como pago por su importe nominal completo. Pero tampoco tendría sentido que los táleros y las guineas contuvieran más plata, por ejemplo, el 40% de la cantidad nominal, porque los deudores podrían seguir pagando con ducados. Nadie utilizaría entonces los táleros y las guineas; se atesorarían en 173

cuanto salieran de la ceca, o se exportarían al extranjero. Así vemos cómo el monopolio hace que los privilegios de curso legal sean viables cuando se aplican a las monedas devaluadas. Esta es la razón por la que, históricamente, las leyes de curso legal se aplicaron a las monedas de curso legal por lo general sólo como un monopolio, por supuesto, como un monopolio de la ceca del gobierno. Pero obsérvese que las otras desventajas de los privilegios de curso legal para las monedas devaluadas siguen existiendo: heterogeneidad de la oferta de monedas y deflación fiduciaria, reducción de los ingresos del gobierno, destrucción económica de los acreedores y perturbación de la división internacional del trabajo. Hemos visto que estos problemas no existían cuando las leyes de curso legal beneficiaban a los billetes con reserva fraccionaria (y a otros certificados monetarios degradados que no estaban físicamente integrados con los lingotes). Veamos ahora cómo afecta el monopolio al funcionamiento de un sistema bancario de reservas fraccionarias. Supongamos de nuevo que nos encontramos en el país de Oz. Sólo que esta vez nadie en Oz fabrica monedas, sino que hay tres bancos que emiten billetes que se llaman libra, marco y franco. Ahora el gobierno hace que sólo la libra sea de curso legal, pero no prohíbe el uso y la producción de marcos y francos. Si los tres billetes son auténticos certificados monetarios, el impacto de esta ley es, de nuevo, muy insustancial. Por el contrario, si la práctica de la banca con reservas fraccionarias fuera legal en Oz, un monopolio 174

de curso legal para la libra produciría una inflación de la libra, de forma muy parecida a la inflación de los ducados degradados en el caso anterior. Sin embargo, las similitudes terminan aquí. Mientras que en el ejemplo anterior el ducado desempeñaba el papel de patrón de la inflación, la libra esterlina en nuestro ejemplo actual no desempeña tal papel. Los privilegios de curso legal para los billetes de un banco no impiden una carrera a la baja, en el curso de la cual cada uno de los otros bancos intenta reducir sus reservas en la medida de lo posible. Supongamos, por ejemplo, que el banco de la libra reduce sus reservas al 30% de sus emisiones nominales. Esto no impide en absoluto que el banco del marco y el banco del franco reduzcan aún más sus reservas, por ejemplo, al 20%. Muy al contrario, existen incentivos muy poderosos para que los bancos hagan precisamente eso. Hemos observado además que los sistemas bancarios de reservas fraccionarias trabajan bajo el riesgo moral. Cada banco tiene un incentivo para ser especialmente imprudente en la disminución de sus reservas (emitiendo más billetes sin cobertura), ya que puede confiar en los otros bancos como una especie de red de seguridad. Este incentivo existe igualmente si sólo un banco goza de privilegios de curso legal. Todos los demás bancos tienden entonces a utilizar los billetes de este banco, que todos los participantes en el mercado están obligados a aceptar en lugar de la moneda nacional, para cubrir sus propias emisiones de billetes. Así vemos que, cuando se 175

conceden privilegios de curso legal a un solo banco, la cartelización y centralización de la industria bancaria cristaliza de forma bastante natural en torno al banco privilegiado, convirtiéndolo así en el banco central. Obsérvese que el banco privilegiado se encuentra entonces en la incómoda situación de que, debido a su propio privilegio, tiene que mantener mayores reservas que todos los demás bancos y, por lo tanto, es probable que opere de forma menos rentable, al menos por ese motivo. Esta fue, de hecho, la queja constante del Banco de Inglaterra durante la mayor parte del siglo XIX. Era el único banco que gozaba de privilegios de curso legal para sus billetes; sin embargo, todos los demás bancos dependían de él para obtener efectivo, lo que le obligaba a mantener unas reservas mucho mayores de las que hubiera deseado mantener. Aunque un banco central es en muchos aspectos más poderoso que los demás bancos, su suerte no es independiente de éstos. Sigue existiendo la realidad última del riesgo moral, inherente al principio de reserva fraccionaria. Y es fácil ver que el riesgo moral tiende a hacer estallar todo el sistema bancario. Si los demás bancos son lo suficientemente imprudentes como para reducir sus coeficientes de reservas, el banco central tarde o temprano deberá seguir su ejemplo, no sea que provoque de inmediato una crisis bancaria general. Por otra parte, el banco central no puede seguir reduciendo indefinidamente sus reservas sin poner en peligro tarde o temprano su propia liquidez y, 176

por tanto, la de todo el sistema bancario. Así pues, aunque el banco central siga siendo jurídicamente independiente de los bancos comerciales, en realidad es su sirviente. Aunque no tenga intención de estimular la inflación, debe jugar al gato y al ratón con los bancos comerciales. El principio de reserva fraccionaria pone al sistema bancario en una senda de expansión. Puede que unos gestores inteligentes sean capaces de evitar demasiadas crisis por el camino; pero tales gestores son raros, e incluso ellos no pueden evitar en última instancia que las demandas de reembolso superen finalmente las reservas monetarias disponibles. La historia de los cárteles bancarios nacionales del siglo XIX, así como la historia de los cárteles bancarios internacionales hasta 1971, es en gran medida la historia de gestores inteligentes que inventan instituciones cada vez nuevas para retrasar la quiebra final. En la tercera parte de este trabajo daremos las líneas generales de esta historia. 8. LA ÉTICA DE LA MONEDA DE CURSO LEGAL Los privilegios del dinero de curso legal son aún más difíciles de justificar que los simples privilegios de monopolio que tratamos en el último capítulo. El monopolio legal, tal como lo definimos, disminuye el pleno uso de la propiedad. Priva a los ciudadanos de opciones que de otro modo habrían tenido. Reduce el menú abierto a la elección. Sin embargo, no ataca la elección per se. La persona que actúa sigue siendo libre de elegir entre las alternativas 177

restantes. Por el contrario, los privilegios legales atacan la elección individual en su misma raíz. Anulan cualquier acuerdo contractual que una persona pueda hacer con respecto al dinero. El gobierno impone el uso de un dinero o certificado monetario privilegiado. Coacciona a los ciudadanos para que utilicen estos medios de pago, aunque puedan tener otras obligaciones y derechos contractuales. Por eso Nicolás Oresme decía que las alteraciones del dinero de curso legal (él daba por sentado que el dinero era siempre de curso legal) eran "especialmente contra natura "23. Son mucho peores que la usura, porque la usura, al menos, surge del acuerdo voluntario entre un deudor y un acreedor, mientras que las alteraciones se hacen sin tal acuerdo e implican la interdicción del dinero anterior. Dijo Oresme: El usurero ha prestado su dinero a quien lo toma por su propia voluntad, y puede entonces gozar de su uso y aliviar con él su propia necesidad, y lo que devuelve en exceso del princi- pal se determina por libre contrato entre las partes. Pero un príncipe, mediante el cambio innecesario de la moneda, toma claramente el dinero de sus súbditos en contra de su voluntad, porque obliga a que el dinero más antiguo pase a ser corriente, aunque sea mejor, y cualquiera lo preferiría al malo; y luego, innecesariamente y sin ninguna ventaja posible para sus súbditos, les devolverá dinero peor. más dinero del que da, en contra y más allá del uso natural 178

del dinero, tal ganancia es equivalente a la usura; pero es peor que la usura porque es menos voluntaria y más en contra de la voluntad de sus súbditos, incapaz de beneficiarles y totalmente innecesaria. Y puesto que el interés del usurero no es tan excesivo, ni tan generalmente perjudicial para muchos, como este impuesto, recaudado tiránica y fraudulentamente, contra el interés y contra la voluntad de toda la comunidad, dudo si no debería llamarse más bien robo con violencia o extorsión fraudulenta. Por lo tanto, es imposible justificar las leyes de curso legal, especialmente cuando se aplican para proteger monedas devaluadas y certificados monetarios de reserva fraccionaria. La inflación está aquí en su peor momento. Las compuertas están abiertas y a los ciudadanos se les niega toda protección. Ya no se permite ni la autodefensa. Los amos de la ceca y de la banca tienen vía libre para enriquecerse -y por supuesto el gobierno, que da cobertura legal a todo el esquema- a costa de los ciudadanos. Aquí me viene a la mente este pasaje Tu plata se ha convertido en escoria, tu vino se ha mezclado con agua. Vuestros príncipes son rebeldes y compañeros de ladrones; Cada uno de ellos ama el soborno y busca dádivas. Al huérfano no defienden, y la súplica de la viuda no les llega. Ahora, pues, dice el Señor, el Señor de los ejércitos, el Poderoso de Israel: ¡Ah! ¡Me vengaré de mis enemigos y pagaré con creces a mis enemigos! Volveré mi mano contra ti, y refinaré tu escoria en el horno, quitando toda tu 179

aleación. (Isaías 1:22-25) Mucho antes de la era de la banca, Oresme subrayó el aspecto cuantitativo escan- doso de la inflación protegida por las leyes de ten- der legal: . . . Además, si el príncipe tiene derecho a hacer una simple alteración en la moneda y obtener algún beneficio de ello, también debe tener derecho a hacer una alteración mayor y obtener más beneficios, y a hacer esto más de una vez y obtener aún más beneficios. seguirían haciendo esto, ya fuera por iniciativa propia o por consejo de su consejo, tan pronto como se lo permitieran, porque la naturaleza humana es propensa a amontonar riquezas cuando puede hacerlo con facilidad. Y así, el príncipe sería capaz de atraer hacia sí casi todo el dinero o las riquezas de sus súbditos y reducirlos a la esclavitud. Y esto sería una tiranía, una verdadera y absoluta tiranía, tal como la describen los filósofos y la historia antigua25. Uno se pregunta qué habría dicho esta gran mente sobre las instituciones monetarias de nuestro tiempo. Ya en su época, Oresme afirmaba que la inflación institucionalizada -ya que sólo puede existir bajo la protección del gobierno- convierte a éste en tirano. Y esta tiranía se vuelve perfecta si el gobierno puede consagrar la inflación en la ley.

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11 SUSPENSIONES LEGALIZADAS DE PAGOS . LA FUNCIÓN SOCIAL DE LA QUIEBRA l problema fundamental de las fichas monetarias de reserva fraccionaria es la redención. Si un número suficientemente grande de clientes opta por exigir el reembolso al mismo tiempo, el emisor no puede cumplir la demanda. mismo tiempo, el emisor no puede cumplir. Quiebra. La mayoría de la gente tiende a considerar la quiebra como un acontecimiento negativo que debe evitarse en la medida de lo posible. Esta opinión es comprensible para el empresario en quiebra y sus socios. Pero es erróneo suponer que la quiebra es perjudicial desde un punto de vista social más amplio. La quiebra cumple la función social crucial de prever el capital disponible. Y desempeña esta función en todos los escenarios imaginables: cuando se produce por fraude, cuando se produce por insolvencia y cuando se 181

produce por falta de liquidez. Examinemos brevemente estos tres casos. (1) El rasgo característico de una empresa fraudulenta es que desde el principio su promotor nunca la concibió para generar ingresos a partir de productos reales. Su único propósito era canalizar fondos de inversores engañados hacia los bolsillos del promotor. El daño causado a los inversores es patente. Pero ese fraude es también socialmente destructivo, porque consume capital sin reproducirlo, disminuyendo así los salarios futuros y la productividad de los esfuerzos humanos. La banca fraudulenta de reservas fraccionarias es un ejemplo de ello. La quiebra es su muerte natural, con el seguimiento de la persecución penal del banquero. (2) A diferencia de una empresa fraudulenta, una empresa insolvente consume involuntariamente más recursos de los que produce. También empobrece a la sociedad, aunque a corto plazo beneficie a determinadas partes interesadas de la empresa insolvente, como empleados y proveedores. La única forma de que una empresa insolvente funcione durante algún tiempo es que pueda consumir el capital de otra entidad. Normalmente este alguien es el propietario, pero a veces también los acreedores. En cuanto estas personas se niegan a invertir fondos adicionales en ella, la empresa insolvente se paraliza. Los empleados son despedidos y pasan a trabajar para otras empresas con salarios más bajos; y las máquinas y otros bienes de capital 182

se venden a otras empresas por menos de su valor contable anterior. Esto es la quiebra bancaria. Pone fin a las empresas despilfarradoras y, por tanto, socialmente indeseables, y obliga a sus accionistas (trabajadores, capitalistas) a invertir sus recursos humanos y materiales en otras empresas, donde las recompensas son menores, pero que producen más de lo que consumen. (3) Una empresa sin liquidez difiere de una empresa insolvente en que no sufre un desajuste fundamental entre los ingresos por ventas y los gastos por costes. Existe "sólo" un problema de mala gestión financiera temporal. Un ejemplo es la banca legalizada de reservas fraccionarias. Supongamos que un banquero, digamos Smith, es incapaz de cumplir con las demandas de reembolso a gran escala, por ejemplo, durante una corrida contra su banco. Smith afirma que los datos económicos fundamentales de su empresa son excelentes. Sólo hay un desajuste temporal entre pagos e ingresos. Si sus clientes le dieran sólo cinco horas más (días, semanas, meses), podría vender sus activos a cambio de efectivo y cumplir así con las demandas de rescate. ¿No sería malo que quebrara, sólo porque ahora mismo es temporalmente incapaz de cumplir su promesa? La mayoría de la gente está tentada a estar de acuerdo. Como consecuencia, los legisladores han concedido a menudo el privilegio legal de suspender los pagos a los bancos con reservas fraccionarias. Pero, como ocurre a menudo en política, "suspensión de pagos" es un eufemismo bastante 183

descarado. Suena cordial y generoso, pero la realidad es muy distinta. El gobierno ya no ejecuta los pagos que los bancos privilegiados han prometido hacer a sus acreedores, mientras que sigue ejecutando los pagos que estos bancos reciben de sus deudores. Este es el significado de la suspensión de pagos. Antes de discutir este privilegio con más detalle, obsérvese que sus propias premisas son cuestionables. Por lo general, no es posible que los bancos con reservas fraccionarias vendan sus activos al valor contable en un plazo razonablemente corto, especialmente si la corrida no se limita a su banco, sino que se extiende a otros bancos. En una corrida económica generalizada -históricamente un fenómeno frecuente- los precios monetarios de todos los activos caen más o menos drásticamente por debajo de sus valores contables. Ningún banco puede entonces vender sus activos a su valor contable. Por lo tanto, toda la distinción (artificial) entre insolvencia e iliquidez se evapora.

Por otra parte, incluso si concedemos que los activos del banco podrían venderse en un plazo razonable a un precio igual o superior al valor contable, los argumentos económicos a favor de la aplicación rigurosa de la legislación concursal siguen siendo válidos. Consideremos que Smith, en nuestro ejemplo anterior, no ha cumplido, de hecho, con la obligación contractual de reembolsar sus pagarés a la 184

vista. Por lo tanto, como mínimo, se le debe considerar un mal administrador del dinero de sus clientes, y la función de la quiebra sería expulsarle de una posición de liderazgo para la que obviamente no es apto. Además, consideremos que los competidores podrían haberse anticipado a sus dificultades y haberse preparado para comprar los activos del Smith Bank. ¿Por qué habría que castigar a estas personas por haber actuado con previsión y moderación? Después de todo, han retenido el dinero necesario para comprar la empresa en quiebra, proporcionando así a sus acreedores el efectivo que el actual propietario Smith no podía proporcionar. Si hubieran sabido que la banca de reserva fraccionaria estaba exenta de la ley de quiebras, probablemente también habrían creado un banco de reserva fraccionaria. En lugar de prepararse para reparar el daño causado por Smith, habrían creado más de ese mismo daño, que goza de la sanción de la ley. 2. LA ECONOMÍA DE LAS SUSPENSIONES LEGALIZADAS Mientras la banca de reservas fraccionarias no goce de otro privilegio que el de estar legalmente reconocida, el privilegio adicional de la suspensión de pagos no puede tener repercusiones a gran escala. La razón es, como hemos argumentado anteriormente, que en tales condiciones la banca con reservas fraccionarias no desempeñaría ningún papel importante en primer lugar. 185

Además, en un mercado libre, una bancarrota quebraría muy pronto de todos modos, a pesar del privilegio adicional de la suspensión de pagos. El uso de ese privilegio es un arma de doble filo. Ayuda al banco a salir de una calamidad momentánea, pero también demuestra que el banco no es fiable, lo que no es un buen punto de partida para mantener a los clientes actuales y atraer a otros nuevos. Los bancos sólo han sobrevivido a las suspensiones cuando su cliente principal era el propio gobierno. El Banco de Inglaterra quebró tras dos años de funcionamiento, en 1696, y sólo sobrevivió gracias a la ayuda del gobierno. La Corona inglesa, que había contribuido a su creación, siguió siendo su principal cliente y le concedió privilegios adicionales, como la suspensión de pagos, y protección legal frente a la competencia de otros bancos. Las cosas son completamente diferentes cuando los billetes de reserva fraccionaria son de curso legal. Aquí es suficiente con que nos centremos en el caso más relevante, es decir, en el caso de un banco de reserva fraccionaria que disfruta de un privilegio monopolístico de curso legal. Como hemos señalado antes, tal régimen conlleva la tendencia a hacer de los billetes privilegiados la única moneda del país. Si el banco quiebra en tal situación, y si el gobierno le concede entonces el privilegio adicional de suspensión de pagos, entonces este acto legal transforma los billetes de (falsos) certificados monetarios en papel moneda. Si un banco puede contar con que el gobierno autorice la 186

suspensión de pagos, entra en juego el riesgo moral. El banco tiene menos motivos para ser precavido y mantener unas reservas elevadas. Y los clientes del banco se animarán a endeudarse con un banco que saben que cuenta con la bendición del gobierno. El resultado son quiebras más frecuentes. 3. LA ÉTICA DE LAS SUSPENSIONES LEGALIZADAS Probablemente no sea necesario extenderse mucho sobre la inadmisibilidad ética de las suspensiones de pagos. Ya hemos dicho que el propio término "suspensión de pagos" es un eufemismo poco vergonzoso destinado a encubrir la realidad del incumplimiento de contrato. El banco que suspende pagos adopta la absurda posición de afirmar el principio legal de que los contratos válidos deben ejecutarse, pero sólo cuando insiste en recibir pagos en cumplimiento de sus derechos contractuales; mientras que al mismo tiempo, literalmente en un suspiro, rechaza el mismo principio cuando niega realizar pagos en cumplimiento de sus obligaciones contractuales.1 Mencionamos esto sólo en aras de la exhaustividad de nuestra exposición. Nunca se ha hecho ningún intento serio de justificar los pagos suspendidos, al menos no por motivos de derecho consuetudinario. Y no se puede argumentar a favor de la legalización de las suspensiones por razones de conveniencia pública, como hemos argumentado ampliamente. 187

12 PAPEL MONEDA 1. ORIGEN Y NATURALEZA DEL PAPEL MONEDA a discusión anterior nos ha preparado para tratar el caso más importante de la inflación fiduciaria, a saber, la producción de papel moneda. Ya hemos mencionado que el papel moneda nunca surgió espontáneamente en el mercado libre. Siempre fue un hijo predilecto del gobierno y estuvo protegido por privilegios legales especiales. Además, hemos señalado la secuencia típica de acontecimientos a través de la cual se establece: En un primer paso, el gobierno establece un sistema de monopolio de la especie, ya sea directamente prohibiendo el uso monetario de los demás metales preciosos, o indirectamente mediante la imposición de un sistema bimetalista. A continuación, concede un monopolio de curso legal a los billetes de un banco privilegiado de reserva fraccionaria. Por último, cuando los billetes privilegiados han expulsado del mercado a los demás medios de cambio restantes, el gobierno permite a su banco mascota rechazar el rescate (acordado contractualmente) de estos billetes. Esta suspensión de pagos convierte entonces los antiguos billetes en papel moneda. Este esquema se ajusta a la secuencia de acontecimientos en todos los principales países occidentales. Los billetes de reserva fraccionaria habían surgido en el siglo XVII y 188

experimentaron tasas de crecimiento exponencial durante el siglo XVIII, invariablemente como forma de financiación gubernamental y sostenidos por diversos privilegios. Durante el siglo XIX, las emisiones de varios bancos con privilegios -los posteriores bancos centrales- adquirieron el estatus de moneda de curso legal monopolístico, mientras que el uso monetario de la plata quedó fuera de la ley, ya fuera directamente (Alemania, Francia) o indirectamente a través de sistemas bimetalistas (Inglaterra, EE.UU.). Así pues, para financiar las destrucciones inauditas de la Primera Guerra Mundial, los bancos centrales de Francia, Alemania y Gran Bretaña suspendieron la redención de sus billetes. Huelga decir que esto ocurrió con la aprobación y, de hecho, a instancias de sus gobiernos nacionales. Sólo la Fed no suspendió sus pagos en la Primera Guerra Mundial, y sólo la Fed redimió sus billetes después de la Segunda Guerra Mundial bajo el llamado sistema de Bretton Woods, que duró hasta que se suspendió la redención de billetes en dólares estadounidenses en 1971 (otros bancos centrales reanudaron la redención de sus billetes en oro en 1925-31). Desde 1971, el mundo entero está "fuera del patrón oro": todos los países utilizan papel moneda fiduciario. Ciertamente, es posible imaginar otras formas viables de introducir el papel moneda, pero no nos ocuparemos de ellas aquí. Lo que queremos decir es que, de hecho, el papel moneda se ha introducido en todos los casos a través de diversas violaciones progresivas de la propiedad privada, y 189

a través de incumplimientos masivos de contratos perpetrados por los bancos centrales. Estos hechos son ciertamente relevantes para una evaluación moral del papel moneda. A la luz de ellos, el papel moneda parece estar contaminado por una parte más que justa de pecado original. Pero también hay otra consideración, aún más crucial para una adecuada evaluación económica y moral del papel moneda. El hecho fundamental es que, incluso ahora, cada papel moneda sigue existiendo sólo gracias a un privilegio legal especial, que lo protege de la competencia de otros papeles moneda, así como de las monedas naturales de oro y plata. En concreto, el papel moneda sigue siendo de curso legal y sigue disfrutando del monopolio de los pagos que deben realizarse a los gobiernos.1 Esto nos lleva a la importante conclusión de que el papel moneda es, por su propia naturaleza, una forma de inflación (fiduciaria). Siempre y en todas partes su oferta es mayor de lo que sería en el mercado libre, por la sencilla razón de que en el mercado no podría sostenerse en absoluto. Este es el único sentido en el que puede considerarse que el papel moneda es una forma de inflación. Tenemos que insistir en este punto porque algunos detractores del papel moneda han introducido mucha ambigüedad en el debate, criticándolo con el argumento de que producir papel moneda era una forma de falsificación. Pero no es así. Una autoridad monetaria que produce su propio papel 190

moneda no falsifica. No pretende hacer o representar otra cosa que lo que hace y representa. Se podría argumentar que los billetes actuales del Banco de Inglaterra constituyen un contraejemplo. Estos billetes no sólo muestran un retrato de la Reina Isabel, sino también el texto "Prometo pagar al portador, a petición, la suma de 20 libras esterlinas" (en los billetes de 20 libras esterlinas). ¿No se trata de una promesa fraudulenta? ¿No es un caso de falsificación? No lo es. En realidad, la promesa de pagar 20 libras esterlinas no es más que una reverencia deferente ante la mente británica, que adora la conservación de formas que hace tiempo que dejaron de tener contenido. Hasta 1914, y luego entre 1925 y 1931, el Banco de Inglaterra canjeaba sus billetes de 20 libras por una cantidad de oro que se denominaba "la suma de 20 libras". Hoy canjea estos billetes por otros del mismo tipo. La cuestión es que antiguamente la expresión "la suma de 20 libras esterlinas" tenía un significado jurídico diferente del que tiene hoy. En aquella época designaba unas cinco onzas de oro4 . La suspensión de pagos ha convertido la expresión "la suma de 20 libras" en una tautología autorreferencial: ahora designa billetes de 20 libras. Los billetes que prometen el pago de "la suma de 20 libras" no hacen más que prometer el pago en billetes similares. Por supuesto, esto arroja una luz poco halagüeña sobre la Reina de Inglaterra, que parece hacer promesas vacías. Pero es una rareza, no una mentira.

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2. TRANSUBSTANCIACIÓN INVERSA Tenemos que extender un poco más la consideración anterior. En efecto, un problema característico del papel moneda es que combina formas tradicionales con un contenido radicalmente nuevo. La suspensión de pagos que convierte los billetes en papel moneda conlleva diversas "transubstanciaciones inversas", expresión que utilizamos porque el fenómeno en cuestión guarda cierta semejanza con el acto litúrgico central de la misa católica. Sin embargo, tenemos que hablar de una transubstanciación inversa porque no puede decirse que la transubstanciación que resulta de la mano del hombre en la esfera económica santifique las cosas o las mejore en algún sentido5. Supongamos que existe un banco central que emite billetes de curso legal y que sus billetes tienen una amplia circulación. Un día, el gobierno autoriza al banco a suspender la redención para siempre. Los billetes siguen disfrutando de los privilegios de curso legal y el banco declara que no tiene intención alguna de reanudar el canje en el futuro. Esto transforma los antiguos billetes en papel moneda y el antiguo banco central en productor de papel moneda. Los antiguos billetes y el antiguo banco conservan todas sus características externas -los billetes siguen teniendo el mismo aspecto, olor y tacto que antes, los edificios del antiguo banco siguen mostrando la inscripción "Banco", etc.-, pero su naturaleza ha cambiado. Los billetes 192

ya no son certificados.6 Son simplemente lo que son: papelitos de curso legal. Y el antiguo banco ya no es un banco, aunque siga llamándose "Banco XY" o "Banco de Ruritania". Un banco se ocupa del dinero: ofrece intermediación financiera, salvaguarda los depósitos, emite certificados monetarios, etcétera. Algunos bancos falsifican certificados monetarios, como los bancos de reserva fraccionaria. Pero ningún banco, en el sentido propio de la palabra, gana dinero. En cambio, el productor de billetes de curso legal irredimibles sí gana dinero. No es un banquero, sino un productor de dinero, en el mismo sentido en que los mineros de oro o plata son productores de dinero en el mercado libre. Así vemos en qué sentido se produce la transubstanciación inversa a través de los actos jurídicos que autorizan la suspensión de pagos de los billetes de curso legal. Tales actos dejan intactas todas las apariencias físicas; pero cambian la esencia de los billetes y del emisor de los mismos. Nuestro mundo actual es un mundo de papel moneda. El 15 de agosto de 1971, el banco central del mundo, el Sistema de la Reserva Federal de EE.UU., suspendió la redención de sus billetes; y actualmente no hay ninguna intención de reanudar su redención en especie. El acto legal que autorizó la suspensión en agosto de 1971 transformó el dólar estadounidense en papel moneda, y por la misma razón transformó los billetes emitidos por todos los demás bancos centrales en papel moneda también. Es cierto que seguimos 193

llamando "billetes" a nuestro papel moneda, que llamamos "Banco" a la Reserva Federal, que el Banco de Japón ha conservado su nombre y que se ha creado un nuevo "banco" del mismo tipo, el Banco Central Europeo. Pero, de hecho, nuestros actuales billetes de papel moneda ya no son billetes de banco, y los "bancos" mencionados no son bancos.7 Subrayamos estos hechos con cierto detalle porque todo el asunto plantea grandes dificultades incluso a los observadores experimentados, y es una de las fuentes de confusión más extendidas entre los estudiosos de los asuntos monetarios. Por supuesto, no podemos explorar en este momento las interesantes cuestiones filosóficas relacionadas con el fenómeno de la transubstanciación inversa. Debemos centrarnos en las implicaciones prácticas de la producción de papel moneda. 3. LOS LÍMITES DEL PAPEL MONEDA Un aspecto importante de esta nueva realidad es que instituciones como la Reserva Federal no pueden quebrar. Pueden imprimir cualquier cantidad de dinero que puedan necesitar para sí mismas a un coste prácticamente nulo. Pensemos que sólo se necesita una gota de tinta para añadir uno o dos ceros a un billete de 100 dólares. He aquí la gran diferencia entre la producción de papel moneda y la producción de monedas naturales como el oro y la plata. Los mineros pueden quebrar. No pueden aumentar su producción ad libitum, porque la producción rentable de oro 194

y plata sólo es posible dentro de límites bastante estrechos. Como acabamos de ver, no existen tales límites para la producción de papel moneda8. Lo que impone ciertas limitaciones a los productores de papel moneda no es el peligro de quiebra, sino el peligro de hiperinflación. Si el poder adquisitivo de sus billetes disminuye a un ritmo tan rápido que resulta ruinoso mantenerlos en el monedero durante algún tiempo, en algún momento los ciudadanos preferirán renunciar por completo a los beneficios del intercambio monetario antes que seguir utilizando esos billetes. Ese punto suele alcanzarse cuando los billetes pierden la mayor parte de su poder adquisitivo cada hora, un fenómeno típico en la fase ter- minal de las hiperinflaciones históricas. La gente deja entonces de utilizar la moneda ("huida del dinero") y la economía se desintegra, sobre todo si el gobierno no levanta o adopta alguna otra medida de emergencia, por ejemplo, una reforma monetaria integral. La hiperinflación es una limitación bastante imprecisa. En los últimos treinta años, se han producido cantidades extraordinarias de papel moneda nacional e internacional, superando cualquier experiencia inflacionista del pasado que no produjera un colapso. Pero aunque algunas monedas menores se han hundido en hiperinflaciones, ninguna de las principales monedas (dólar, yen y euro) ha compartido hasta ahora este destino. 4. RIESGO MORAL Y DEUDA PÚBLICA 195

La consecuencia más visible de la inflación mundial del papel moneda de los últimos treinta años es la explosión de la deuda pública. Es cierto que las deudas de los particulares y las organizaciones privadas también han aumentado, y ello también como consecuencia de la inflación. Pero su crecimiento ha sido insignificante comparado con el crecimiento de la deuda pública. Consideremos la situación de un deudor privado. La cantidad de dinero que puede pedir prestada a otras personas está limitada esencialmente por sus activos actuales y por sus ingresos previstos. Sencillamente, no podría devolver ninguna suma que superara este límite. (Desde el punto de vista económico, el dinero "prestado" por encima de este límite no sería un crédito, sino una forma de ayuda). Por lo tanto, las deudas privadas tienden a crecer bajo la inflación en la medida en que los crecientes ingresos monetarios justifican créditos cada vez mayores. Pero por fuerte que sea la inflación, el importe del crédito privado concedido sigue estando limitado por los activos presentes y los ingresos esperados. Contrastemos esta situación con la de un gobierno. La cantidad de dinero que puede pedir prestado también depende de sus recursos actuales y de los ingresos fiscales previstos. Sin embargo, sus recursos monetarios potenciales son ilimitados porque disfruta de crédito ilimitado de su banco central, el productor nacional de papel moneda. Los bancos centrales son instituciones públicas con lealtades y 196

obligaciones especiales hacia sus gobiernos. Como hemos visto, no pueden quebrar, porque pueden crear ex nihilo cualquier cantidad de dinero sin ninguna limitación técnica o económica. De ello se deduce que los gobiernos tampoco pueden quebrar mientras cuenten con la plena lealtad de sus bancos centrales. Además, pueden obtener créditos muy superiores a sus activos corrientes y a los ingresos fiscales previstos. Los inversores saben que el productor de papel moneda respalda a su gobierno. Por lo tanto, saben que el gobierno siempre podrá hacer frente a cualquier obligación financiera que esté denominada en el dinero de su banco central. Como consecuencia, los inversores estarán dispuestos a comprar cada vez más bonos del Estado, incluso si no hay esperanza de que la deuda pública pueda ser reembolsada con los ingresos fiscales. Como tendencia, por lo tanto, la deuda pública bajo un sistema de papel moneda no crece simplemente al mismo ritmo que la oferta monetaria, sino a un ritmo mucho más rápido. Por ejemplo, en el caso de Estados Unidos, desde 1971 la masa monetaria se ha multiplicado por 6, mientras que la deuda federal ha crecido por 20 (véase el cuadro 1). Quienes alberguen dudas sobre la lealtad de los bancos centrales actuales hacia sus gobiernos deberían considerar que

197

Table 1 : Evolution of M1 and Public Debt in the U.S.

1960 1970 1980 1990 2000 2005

M1 billion U.S. dollars on January 1

Federal debt billion U.S. dollars yearly data

140 206 386 795 1,121 1,367

290 389 930 3,233 5,674 7,933

Source: Federal Reserve Bank of Saint Louis; Bureau of the Public Debt

la dirección de estas instituciones está formada en su totalidad por cargos políticos y que su tan cacareada "independencia" puede ser derogada por simples mayorías en el parlamento. Se podría objetar que los bancos centrales no tienen, de hecho, la autorización legal para reponer el erario público con la imprenta. Pero esta objeción es errónea, aunque correcta en un sentido técnico estricto. Ciertamente, los bancos centrales no pueden, en general, comprometerse directamente a refinanciar a sus gobiernos. Sin embargo, no se les puede impedir que lo hagan de una forma más indirecta, con la ayuda de sus socios en el sector bancario y los mercados financieros. De hecho, los bancos centrales aumentan la oferta monetaria principalmente mediante la 198

compra de títulos financieros a corto plazo (lo que se denomina "política de mercado abierto"). Ninguna ley impide -ni podría impedir- que dichas compras estén vinculadas a una obligación explícita o implícita del vendedor de conceder nuevos créditos al gobierno. En la práctica actual ni siquiera es necesario imponer tal obligación. Los bancos y los fondos de inversión son compradores muy ávidos de bonos del Estado. 5. RIESGO MORAL, HIPERINFLACIÓN Y REGULACIÓN Muchos economistas han especulado sobre la viabilidad de los sistemas de papel moneda puro. Algunos sostienen que los productores de papel moneda podrían fabricar dinero de mejor calidad -más poder adquisitivo estable- que los tradicionales, el oro y la plata. Y añaden que esto ocurriría si los productores de papel moneda se vieran obligados a operar en un mercado libre. Todas estas consideraciones son pamplinas intelectuales. La idea de un papel moneda estable es contraria a toda experiencia histórica. Y los argumentos teóricos a favor de esa idea no tienen mejor fundamento. Ya hemos señalado que el ideal de un poder adquisitivo estable es una quimera, y que hay buenas razones para creer que ningún papel moneda podría sostenerse en una competencia verdaderamente libre con el oro y la plata. Hagamos ahora otra consideración. En efecto, es muy dudoso que los 199

productores de papel moneda, aunque quisieran a toda costa estabilizar el poder adquisitivo de su producto, pudieran evitar una crisis económica general. La razón es, una vez más, que la mera posibilidad de inflar la masa monetaria crea un peligro moral. La producción de oro y plata no depende de la buena voluntad de mineros y acuñadores; y los usuarios de monedas de oro y plata, así como los acreedores y deudores, lo saben. Por lo tanto, no especulan con la repentina disponibilidad de suministros adicionales de oro y plata que surgen milagrosamente de las profundidades de las minas. Cometen todo tipo de errores en sus especulaciones, pero no éste. En un patrón papel moneda, por el contrario, la gente especula con la buena voluntad de los productores de papel moneda, y no lo hace en vano. Esta especulación se produce a gran escala, porque la gente sabe que el papel moneda puede producirse prácticamente en cualquier cantidad. En realidad, es sólo una cuestión de buena voluntad por parte de los productores. De ello se deduce que más o menos todos los participantes en el mercado tenderán a ser más imprudentes en sus especulaciones de lo que habrían sido en otras circunstancias, una receta segura para el despilfarro de recursos y posiblemente también para el colapso macroeconómico. Si sólo unas pocas personas especulan con la ayuda del productor de papel moneda, se les puede ayudar con la imprenta a expensas de todos los demás propietarios de 200

dinero. Supongamos que la masa monetaria de una economía es de tres mil millones de táleros. Si un empresario quiebra y sus amigos del banco central le ayudan con tres millones de táleros recién salidos de la imprenta, el impacto en los precios apenas se notará. Pero supongamos que mil empresarios hacen lo mismo. El propietario de la imprenta se enfrenta entonces a una difícil elección. O bien les ayuda a ellos también, pero en este caso tendría que duplicar la masa monetaria, lo que no dejaría de tener repercusiones negativas dramáticas. O bien rechaza las peticiones de ayuda, en cuyo caso se produciría una quiebra bancaria masiva. Por supuesto, la segunda alternativa no es realmente una opción. La presión política sobre el fabricante de papel moneda para que atienda a las peticiones sería tan grande que difícilmente podría resistirse a ella y esperar que las relaciones comerciales con el gobierno y otras partes sigan siendo pacíficas. Es ingenuo creer que podría impresionar a la gente con sus argumentos a favor del dinero estable mientras sus negocios se hunden en masa. Además, la segunda alternativa también conlleva grandes riesgos comerciales para él. La quiebra a gran escala suele ser incompatible con un nivel de precios estable, y es probable que reduzca el tipo de cambio frente a otras monedas. Pero supongamos que el productor del papel moneda anuncia con voz severa y ojos de acero que se mantendrá 201

firme en su determinación de no emitir nunca jamás ("léanme los labios") más billetes de los necesarios para la estabilización del poder adquisitivo. ¿Sería esto tan convincente como las garantías implícitas de un patrón oro o plata? La respuesta es evidente. Por lo tanto, el dilema ineludible de un productor de papel moneda es que su mera presencia crea un riesgo moral para todos los demás participantes del mercado. Esto, a su vez, le hará imposible evitar el aumento de las tasas de inflación a largo plazo, con la perspectiva final de una hiperinflación galopante. Occidente se encuentra todavía al principio de su gran experimento con el papel moneda: treinta años no es mucho tiempo para una institución monetaria. Pero las consideraciones anteriores ya han sido confirmadas por las estadísticas económicas de los últimos treinta años, que han sido testigos de un crecimiento exponencial de la masa monetaria, así como de las deudas privadas y públicas, en todos los principales países occidentales. En los últimos diez años, la manía bursátil, así como el boom inmobiliario en el Reino Unido y Estados Unidos, han demostrado la existencia de un riesgo moral a gran escala. Han evaluado los activos sin tener en cuenta la relación precio-beneficio, especulando totalmente con la posibilidad de encontrar, en algún momento futuro, un comprador que sea aún más optimista que ellos y que, por lo tanto, esté dispuesto a pagar un precio aún más alto. Pensemos en el boom inmobiliario estadounidense actual 202

(2006). Muchos estadounidenses están totalmente convencidos de que el sector inmobiliario estadounidense es la única apuesta segura en la vida económica. Pase lo que pase en la bolsa o en otros estratos de la economía, el sector inmobiliario subirá. Creen haber encontrado una bonanza, y las cifras históricas lo confirman. Por supuesto, esta creencia es una ilusión, pero el rasgo característico de un boom es precisamente que la gente tira por la borda cualquier consideración crítica. No se dan cuenta de que su productor de dinero -la Reserva Federal- posiblemente ya ha entrado en las primeras etapas de la hiperinflación, y que la única razón por la que esto ha sido en gran medida invisible es que la mayor parte del nuevo dinero se ha exportado fuera de los EE.UU.11 . Los precios del dinero han aumentado enormemente por encima del nivel que habrían alcanzado sin la incesante producción de billetes verdes, pero el aumento absoluto del nivel de precios internos (medido por las cifras del IPC) ha sido relativamente moderado hasta ahora. Sin embargo, en cuanto los extranjeros reduzcan sus compras de dólares estadounidenses, los precios internos empezarán a dispararse, y entonces la hiperinflación acechará a la vuelta de la esquina. En el pasado, los gobiernos han intentado contrarrestar esta tendencia mediante normativas. El riesgo moral se hizo visible por primera vez en el sector bancario, y hoy en día este sector está muy regulado12 . Los bancos deben 203

mantener ciertas cantidades mínimas de capital y reservas, deben cumplir un gran número de normas a la hora de conceder créditos, sus ejecutivos deben tener ciertas cualificaciones, etcétera. Sin embargo, estas estipulaciones recortan Sin embargo, estas disposiciones recortan las ramas sin atacar la raíz. Tratan de frenar ciertos excesos conocidos que se derivan del riesgo moral, pero no erradican el riesgo moral en sí mismo. Como hemos visto, el riesgo moral está implícito en la propia existencia del papel moneda. Dado que un productor de papel moneda puede rescatar prácticamente a cualquiera, los ciudadanos se vuelven imprudentes en sus especulaciones; cuentan con él para que les rescate, especialmente cuando muchas otras personas hacen lo mismo. Para luchar eficazmente contra ese comportamiento, hay que abolir el papel moneda. Las regulaciones simplemente conducen el comportamiento imprudente hacia nuevos canales. Se podría abogar por la postura pragmática de combatir el riesgo moral de forma ad hoc allí donde aparezca. Así, se regularía una industria tras otra, hasta que toda la economía quedara atrapada en una red de microrregulaciones. Por supuesto, esto proporcionaría algún tipo de orden, pero sería el orden de un cementerio. Ya nadie podría tomar decisiones de inversión (¡potencialmente imprudentes!). Todo tendría que seguir las normas establecidas por el poder legislativo. En resumen, la única manera de luchar contra el 204

riesgo moral sin destruir su fuente, la inflación fiduciaria, es someter la economía a un plan central al estilo soviético.

Planificación central o hiperinflación (o una mezcla de las dos): esto es lo que le depara el futuro a una economía basada en el papel moneda. La única tercera vía es abolir por completo el papel moneda y volver a un orden monetario sólido. 6. LA ÉTICA DEL PAPEL MONEDA No es necesario detenerse mucho en la ética del papel moneda. A la luz de nuestra discusión anterior, el caso debería estar claro. Obsérvese, en primer lugar, que se puede argumentar moralmente en contra del papel moneda por el mero hecho de su origen ilegítimo. El papel moneda nunca se ha introducido a través de la cooperación voluntaria. En todos los casos conocidos se ha introducido mediante coacción y coerción, a veces con la amenaza de la pena de muerte. Y como hemos visto, hay buenas razones para creer que el papel moneda, por su propia naturaleza, implica la violación de los derechos de propiedad a través del monopolio y los privilegios de curso legal. Pero en cualquier caso es un hecho que, en la actualidad, todos los los dineros de papel del mundo siguen estando protegidos por tales privilegios legales en sus países de origen. Hemos argumentado que 205

estos privilegios no pueden justificarse, ciertamente no en el caso del dinero, porque no hay necesidad de inflación fiduciaria. De ello se deduce que el papel moneda actual, que se nutre de estos privilegios, es moralmente inadmisible. La producción de papel moneda ha planteado obstáculos formidables a un juicio ético apropiado. Los economistas que se oponen al papel moneda suelen afirmar que la producción de papel moneda es inflación, como si la distinción entre la producción de dinero y la inflación pudiera establecerse en términos puramente físicos. Pero este punto de vista es problemático porque está cerca de condenar la producción de dinero per se. El hecho relevante sobre el papel moneda actual no es que sea papel moneda, sino que es papel moneda fiduciario. Su producción continuada podría estar justificada, aunque hayan sido introducidos por medios ilegítimos. Pero su imposición por ley no puede justificarse, como hemos argumentado con cierto detalle.

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13 EL LEGADO CULTURAL Y ESPIRITUAL DE LA INFLACIÓN FIAT

1. HÁBITOS INFLACIONISTAS La noción de que la inflación es perjudicial es un elemento básico de la ciencia económica. Pero la mayoría de los libros de texto subestiman el alcance del daño, porque definen la inflación de forma demasiado estrecha como una disminución duradera del poder adquisitivo del dinero (PMP), y también porque prestan escasa atención a las consecuencias de la inflación. Pero la mayoría de los libros de texto subestiman la magnitud de los daños, porque definen la inflación de forma demasiado estricta como una disminución duradera del poder adquisitivo del dinero (PPA), y también porque prestan escasa atención a las formas concretas de inflación. Para apreciar el carácter perturbador de la inflación en toda su amplitud debemos tener en cuenta que surge de una violación de las reglas fundamentales de la sociedad. La inflación es lo que ocurre cuando la gente aumenta la oferta monetaria mediante el fraude, la imposición y el 207

incumplimiento de contratos. Invariablemente produce tres consecuencias características: (1) beneficia a los perpetradores a expensas de todos los demás usuarios del dinero; (2) permite la acumulación de deuda por encima del nivel que las deudas podrían alcanzar en el mercado libre; y (3) reduce el PMP por debajo del nivel que habría alcanzado en el mercado libre. Aunque estas tres consecuencias ya son malas de por sí, las cosas empeoran mucho más cuando la inflación es fomentada y promovida por el Estado. El fíat del gobierno hace que la inflación sea perenne, y como resultado observamos la formación de instituciones y hábitos específicos de la inflación. Así, la inflación fiduciaria deja una mancha cultural y espiritual característica en la sociedad humana. En el capítulo siguiente examinaremos más de cerca algunos aspectos de este legado.

2. GOBIERNO HIPERCENTRALIZADO La inflación beneficia al gobierno que la controla, no sólo a expensas de la población en general, sino también a expensas de todos los gobiernos secundarios y terciarios. Es un hecho bien conocido que los reyes europeos, durante el auge de sus Estados-nación en los siglos XVII y XVIII, aplastaron los principales vestigios de poder intermedio. Los Estados nacionales democráticos de los siglos XIX y XX completaron la centralización del poder que se había 208

iniciado con los reyes. El motor económico de este proceso fue la inflación, que en ese momento estaba totalmente en manos del aparato central del Estado. Más que ningún otro motivo económico, hizo irresistible el Estado nacional. Y así contribuyó, al menos indirectamente, a la popularidad de las ideologías nacionalistas, que en el siglo XX dieron paso a un culto fanático del Estado-nación. La inflación estimula el crecimiento de los gobiernos centrales. Permite a estos gobiernos crecer más de lo que podrían llegar a ser en una sociedad libre. Y les permite monopolizar las funciones gubernamentales hasta un punto que no se daría en una producción natural de dinero. Esto se produce a expensas de todas las formas de gobierno intermedio y, por supuesto, a expensas de la sociedad civil en general. La centralización del poder patrocinada por la inflación convierte al ciudadano medio cada vez más en un átomo social aislado. Todos sus vínculos sociales están controlados por el Estado central, que también proporciona la mayoría de los servicios que antes prestaban otras entidades sociales como la familia y el gobierno local. Al mismo tiempo, la dirección central del aparato estatal se aleja de la vida cotidiana de sus pupilos. Es difícil conciliar estas tendencias con el objetivo de una sociedad bien ordenada. En el siglo XIX, el sociólogo francés Frédéric LePlay, un astuto y crítico observador de la centralización del poder estatal, estableció el principio moral 209

de subsidiariedad, según el cual cualquier problema debe ser resuelto por la persona u organización -en términos políticos- de menor rango que sea capaz de resolverlo. León XIII canonizó este principio, por así decirlo, en Rerum Novarum (§§13, 35), sin llamarlo por su nombre. Sólo en 1931, el Papa Pío XI adoptó la expresión "subsidiariedad", en su encíclica Quadragesimo Anno. Pero los preceptos morales no detendrán una tendencia que brota de fuentes tan poderosas. Hay que atacar el mal de raíz. 3. INFLACIÓN FIDUCIARIA Y LA GUERRA Una de las consecuencias más terribles del dinero fiduciario, y del papel moneda en particular, es su capacidad para prolongar la duración de las guerras. Las destrucciones de la guerra tienen el saludable efecto de enfriar los frenesíes bélicos iniciales. Cuanto más prolongada y destructiva se vuelve una guerra, menos inclinada está la población a apoyarla financieramente mediante impuestos y la compra de bonos públicos. La inflación fiat permite al gobierno ignorar la resistencia fiscal de sus ciudadanos y mantener el esfuerzo bélico en su nivel actual, o incluso aumentarlo. El gobierno se limita a imprimir los billetes que necesita para comprar cañones y botas. Esto es exactamente lo que ocurrió en las dos guerras mundiales del siglo XX, al menos en el caso de los Estados europeos. Los gobiernos de Francia, Alemania, Italia, Rusia y el Reino Unido cubrieron gran parte de sus gastos 210

mediante la inflación. Por supuesto, es difícil evaluar un impacto cuantitativo preciso, pero no es descabellado suponer que la inflación fiduciaria prolongó ambas guerras muchos meses o incluso uno o dos años. Si tenemos en cuenta que las matanzas alcanzaron su clímax hacia el final de la guerra, debemos suponer que se podrían haber salvado muchos millones de vidas. Mucha gente cree que, en la guerra, todos los medios son justos. A sus ojos, la inflación fiduciaria es legítima como medio para defenderse de amenazas letales para una nación. Pero este argumento es bastante defectuoso. No es cierto que todos los medios sean justos en una guerra. En la teología católica existe una teoría de la guerra justa que subraya exactamente este punto. La inflación fiat sería ciertamente ilegítima si existieran medios menos ofensivos para alcanzar el mismo fin. Y lo cierto es que tales medios existen y siempre han estado a disposición de los gobiernos, por ejemplo, el dinero crediticio y los impuestos adicionales. Otra línea típica de defensa del dinero fiduciario en tiempos de guerra es que el gobierno puede saber mejor que los ciudadanos lo cerca que está la victoria. La población ignorante se cansa de la guerra y tiende a resistirse a los impuestos adicionales. Pero el gobierno conoce perfectamente la situación. Sin dinero fiduciario, tendría las manos atadas, con consecuencias potencialmente desastrosas. La inflación sólo le da el pequeño extra necesario para ganar. 211

Por supuesto, es concebible que el gobierno esté mejor informado que sus ciudadanos. Pero es difícil ver por qué esto debería ser un obstáculo en la financiación de la guerra. La tarea más esencial del liderazgo político es reunir a las masas detrás de su causa. ¿Por qué debería ser imposible para un gobierno difundir su mejor información, convenciendo así a la población de la necesidad de impuestos adicionales? Esto nos lleva a la siguiente consideración. 4. INFLACIÓN Y TIRANÍA La guerra es sólo el caso más extremo en el que la inflación fiduciaria permite a los gobiernos perseguir sus objetivos sin el apoyo genuino de sus ciudadanos. La imprenta permite al gobierno explotar la propiedad de su pueblo sin haber obtenido su consentimiento, y de hecho en contra de sus deseos. ¿Qué clase de gobierno es el que se apropia arbitrariamente de la propiedad de sus ciudadanos? Aristóteles y muchos otros filósofos políticos lo han llamado tiranía. Y los teóricos monetarios, desde Oresme hasta Mises, han señalado que la inflación fiduciaria, considerada como una herramienta de las finanzas gubernamentales, es la técnica financiera característica de la tiranía. 5. CARRERA A LA BAJA EN ORGANIZACIÓN MONETARIA Como hemos visto con cierto detalle, la inflación fiduciaria es una forma inherentemente inestable de producir dinero 212

porque convierte el riesgo moral y la irresponsabilidad en una institución. El resultado son crisis económicas recurrentes. Los esfuerzos realizados en el pasado para reparar estos efectos no deseados, aunque sin cuestionar el principio de la inflación fiduciaria per se, han conllevado una peculiar evolución de las instituciones monetarias, una especie de "carrera hacia el fondo" institucional. Por supuesto, esto no implica un proceso rápido. La involución de las instituciones monetarias lleva siglos en marcha y aún no ha tocado fondo del todo, aunque el proceso se ha acelerado considerablemente en nuestra era del papel moneda. Ya hemos tratado este fenómeno con cierta extensión y lo presentaremos en un contexto histórico más amplio en la tercera parte. 6. LOS NEGOCIOS BAJO LA INFLACIÓN FIDUCIARIA La inflación fiat tiene un profundo impacto en las finanzas de las empresas. Hace que los pasivos (créditos) sean más baratos de lo que serían en un mercado libre. Esto lleva a los empresarios a financiar sus empresas en mayor medida que de otro modo a través del crédito, en lugar de a través del capital propio (el capital aportado a la empresa por sus propietarios). En un sistema natural de producción de dinero, los bancos sólo concederían créditos como intermediarios financieros. Es decir, sólo podrían prestar aquellas sumas de dinero que 213

ellos mismos hubieran ahorrado o que otras personas hubieran ahorrado y luego prestado a los bancos. Por supuesto, los banqueros tendrían libertad para conceder créditos en las condiciones que quisieran (interés, garantías, duración), pero sería suicida que ofrecieran mejores condiciones que las que les hubieran concedido sus propios acreedores. Por ejemplo, si un banco recibe un crédito al 5 por ciento, sería suicida por su parte prestar ese dinero al 4 por ciento. De ello se deduce que, en un mercado libre, la banca rentable está restringida dentro de unos límites bastante estrechos, que a su vez vienen determinados por los ahorradores. No es posible que un banco se mantenga en activo y ofrezca mejores condiciones que los ahorradores que están más dispuestos a desprenderse de su dinero durante algún tiempo. Pero los bancos de reserva fraccionaria pueden hacer precisamente eso. Dado que pueden producir crédito bancario adicional prácticamente a coste cero, pueden conceder créditos a tipos inferiores a los que habrían prevalecido de otro modo. Y, por lo tanto, los beneficiarios financiarán algunas empresas mediante deudas que, de otro modo, habrían financiado con su propio dinero, o que no habrían iniciado en absoluto. El papel moneda tiene un efecto muy parecido, pero de una magnitud mucho mayor. Un productor de papel moneda puede conceder créditos en prácticamente cualquier medida y en prácticamente cualquier condición. En los últimos años, el Banco de Japón 214

ha ofrecido créditos a un interés del cero por ciento y, en algunos casos, ha llegado a pagar a la gente por pedir prestado su crédito. Es obvio que pocas empresas pueden permitirse resistirse a tales ofertas. La competencia es feroz en la mayoría de los sectores, y las empresas deben tratar de utilizar las mejores condiciones disponibles, para no perder esa "ventaja competitiva" que puede ser decisiva para los beneficios y también para la mera supervivencia. De ello se deduce que la inflación fiduciaria hace que las empresas dependan más de los bancos de lo que lo harían en caso contrario. Crea una jerarquía y un poder de decisión centralizados mayores de los que existirían en el mercado libre. El empresario que opera con un 10% de capital propio y un 90% de deuda ya no es realmente un empresario. Sus acreedores (normalmente banqueros) son los Sus acreedores (normalmente banqueros) son los verdaderos empresarios que toman todas las decisiones esenciales. No es más que un ejecutivo más o menos bien pagado, un directivo. Así, la inflación fiduciaria reduce el número de verdaderos empresarios, hombres independientes que operan con su propio dinero. Estos hombres siguen existiendo en un número asombroso, pero sólo pueden sobrevivir porque sus talentos superiores se ajustan a las condiciones financieras inferiores a las que tienen que hacer frente. Deben ser más innovadores y trabajar más que sus competidores. Conocen 215

el precio de la independencia y están dispuestos a pagarlo. Suelen estar más apegados a la empresa familiar y se preocupan más por sus empleados que las marionetas de los banqueros. Dado que el crédito que surge de la inflación fiduciaria proporciona una ventaja financiera fácil, tienen tendencia a fomentar el comportamiento temerario de los directivos.4 Este es especialmente el caso de los directivos de grandes empresas que tienen fácil acceso a los mercados de capitales. Su temeridad se confunde a menudo con la capacidad de innovación. De hecho, el economista Joseph Schumpeter ha caracterizado a los bancos de reserva fraccionaria como una especie de resorte del desarrollo económico5 . Sostuvo que estos bancos pueden utilizar su capacidad para crear crédito de la nada (ex nihilo) para proporcionar financiación a los empresarios innovadores. Es concebible que en algunos casos hayan desempeñado este papel, pero las probabilidades están abrumadoramente del otro lado. Por regla general, todo nuevo producto y toda innovación profunda en la organización de la empresa constituyen una amenaza para los bancos, porque éstos ya han invertido más o menos en empresas establecidas, que fabrican los viejos productos y utilizan las viejas formas de organización. Por lo tanto, tienen todos los incentivos para impedir la innovación negándose a financiarla, o para comunicar las nuevas ideas a sus socios existentes en el mundo 216

empresarial. Así pues, la banca de reservas fraccionarias hace que las empresas sean más conservadoras de lo que serían de otro modo. Beneficia a las empresas establecidas a expensas de los recién llegados innovadores. Es mucho más probable que la innovación provenga de empresarios independientes, especialmente si el impuesto sobre la renta es bajo. 7. EL YUGO DE LA DEUDA Algunas de las consideraciones anteriores también se aplican fuera del mundo empresarial. La inflación fiat proporciona crédito fácil no sólo a gobiernos y empresas, sino también a particulares. El mero hecho de que se ofrezca este tipo de crédito incita a endeudarse a algunas personas que, de otro modo, habrían optado por no hacerlo. Pero el crédito fácil se hace casi irresistible en relación con otra consecuencia típica de la inflación, a saber, el constante aumento del nivel de precios. Mientras que en épocas anteriores el aumento de los precios era apenas perceptible, en nuestros días todos los ciudadanos del mundo occidental perciben el fenómeno. En países como Turquía o Brasil, donde los precios han aumentado hasta hace poco a un ritmo anual del 80% al 100%, incluso los más jóvenes lo han experimentado personalmente. Tales condiciones imponen una fuerte penalización al ahorro en efectivo. Antiguamente, el ahorro consistía en acumular monedas de oro y plata. Es cierto que tales 217

atesoramientos no proporcionaban ningún rendimiento -el metal era "estéril"- y que, por lo tanto, no se prestaban al estilo de vida de los rentientes. Pero en todos los demás aspectos, las reservas de dinero eran una forma fiable y eficaz de ahorro. Su poder adquisitivo no se evaporaba en pocas décadas, y en épocas de crecimiento económico incluso ganaban algo de poder adquisitivo. Y lo que es más importante, resultaban muy adecuados para la gente corriente. Carpinteros, albañiles, sastres y agricultores no suelen ser observadores muy sagaces de los mercados internacionales de capitales. Poner algunas monedas de oro bajo el colchón o en una caja de seguridad les ahorra muchas noches de insomnio y les hace independientes de los intermediarios financieros. Comparemos esta situación de antaño con la actual. El contraste no podría ser más marcado. En nuestros días, sería totalmente inútil acumular billetes de dólar o de euro para prepararse para la jubilación. Un hombre de treinta años que planee jubilarse dentro de treinta años (2008) debe calcular con un factor de depreciación del orden de 3. Es decir, necesita ahorrar tres dólares hoy para tener el poder adquisitivo de uno de esos dólares actuales cuando se jubile. Y el factor de depreciación estimado de 3 es bastante bajo. Por lo tanto, la estrategia de ahorro racional para él es endeudarse para comprar activos cuyo precio aumentará con la inflación. Esto es exactamente lo que ocurre hoy en día en la mayoría de los países occidentales. En cuanto los 218

jóvenes tienen un empleo y, por tanto, una fuente de ingresos medianamente estable, piden una hipoteca para comprar una casa, mientras que su bisabuelo aún podría haber acumulado primero ahorros durante unos treinta años y luego comprar su casa al contado. Las cosas no van mucho mejor para quienes ya han acumulado cierta riqueza. Es cierto que la inflación no les obliga a endeudarse, pero en cualquier caso les priva de la posibilidad de conservar sus ahorros en efectivo. Las personas mayores con un fondo de pensiones, las viudas y los tutores de huérfanos deben invertir su dinero en los mercados financieros, no sea que su poder adquisitivo se evapore delante de sus narices. De este modo, pasan a depender de los intermediarios y de los caprichos de los precios de las acciones y los bonos. Está claro que esta situación es muy beneficiosa para quienes viven de los mercados financieros. Los corredores de bolsa, los agentes de bonos, los bancos, las sociedades hipotecarias y otros "actores" tienen motivos para estar agradecidos por la constante disminución del poder adquisitivo del dinero bajo la inflación fiduciaria. Pero, ¿es esta situación también beneficiosa para el ciudadano medio? En cierto sentido, sus deudas y el aumento de sus inversiones en los mercados financieros son beneficiosos para él, dado nuestro actual régimen inflacionista. Cuando el aumento del nivel de precios es perenne, el endeudamiento personal es para él la mejor estrategia disponible. Pero esto significa, por 219

supuesto, que sin la intervención del gobierno en el sistema monetario otras estrategias serían superiores. La presencia de los bancos centrales y del papel moneda hace que las estrategias financieras basadas en la deuda sean más atractivas que las estrategias basadas en el ahorro previo. En palabras de Dempsey, podríamos decir que "tenemos el efecto de la usura sin la culpa personal" de los agentes financieros. "La usura está institucionalizada, o es sistémica "6. No es exagerado decir que, a través de su política monetaria, los gobiernos occidentales han empujado a sus ciudadanos a un estado de dependencia financiera desconocido para cualquier generación anterior. Ya en 1931, Pío XI afirmaba: . ... es evidente que en nuestro tiempo no sólo se concentra la riqueza, sino que se consolida un inmenso poder y una despótica dicta- toria económica en manos de unos pocos, que a menudo no son propietarios, sino sólo fideicomisarios y administradores de fondos invertidos que administran a su arbitrio y placer. Esta dictadura está siendo ejercida a la fuerza por aquellos que, puesto que poseen el dinero y lo controlan completamente, controlan también el crédito y gobiernan el préstamo de dinero. De este modo, regulan el flujo, por así decirlo, de la sangre vital por la que vive todo el sistema económico, y tienen tan firmemente en sus manos el alma, por así decirlo, de la vida económica, que nadie puede 220

respirar en contra de su voluntad.7 Uno se pregunta qué vocabulario habría utilizado Pío XI para describir nuestra situación actual. La justificación habitual de este estado de cosas es que supuestamente estimula el desarrollo industrial. Las acumulaciones de dinero de otros tiempos no sólo eran estériles, sino perjudiciales desde el punto de vista económico, porque privaban a las empresas de los medios de pago que necesitaban para invertir. El papel de la inflación es proporcionar esos medios. Ya hemos desmontado este mito con cierto detalle. Llegados a este punto, nos limitaremos a subrayar de nuevo que el atesoramiento de dinero no tiene implicaciones macroeconómicas negativas. Por supuesto, no frena las inversiones industriales. El atesoramiento aumenta el poder adquisitivo del dinero y, por tanto, da mayor "peso" a las unidades monetarias que permanecen en circulación. Todos los bienes y servicios pueden comprarse y todas las inversiones viables pueden realizarse con estas unidades restantes. El hecho fundamental es que la inflación no aporta ningún recurso adicional. Simplemente cambia la asignación de los recursos existentes. Ya no van a parar a empresas dirigidas por empresarios que operan con su propio dinero, sino a ejecutivos que dirigen empresas financiadas con créditos. El efecto neto del reciente aumento de la deuda de los 221

hogares es, por tanto, sumir a poblaciones enteras en la dependencia financiera. Las implicaciones morales son claras. Las deudas elevadas son incompatibles con la autosuficiencia financiera y, por tanto, tienden a debilitar la autosuficiencia también en todas las demás esferas. El individuo endeudado acaba adoptando el hábito de pedir ayuda a los demás, en lugar de convertirse en un ancla económica y moral de su familia y de su comunidad en general. Las ilusiones y la sumisión sustituyen a la sobriedad y al juicio independiente. ¿Y qué decir de los muchos casos en que las familias ya no pueden soportar la carga de la deuda? Entonces el resultado es la desesperación o, alternativamente, el desprecio por todas las normas de cordura financiera. 8. ALGUNAS VÍCTIMAS ESPIRITUALES DE LA INFLACIÓN FIDUCIARIA La inflación fiat reduce constantemente el poder adquisitivo del dinero. Hasta cierto punto, es posible que la gente proteja sus ahorros contra esta tendencia, pero esto requiere un profundo conocimiento financiero, tiempo para supervisar constantemente las inversiones y una buena dosis de suerte. Las personas que carecen de uno de estos ingredientes corren el riesgo de perder una parte sustancial de sus activos. Los ahorros de toda una vida suelen esfumarse durante los últimos años de la jubilación. La consecuencia es la desesperación y la erradicación de las normas morales y 222

sociales. Pero sería erróneo deducir que la inflación produce este efecto principalmente entre las personas mayores. Como observó un escritor: Estos efectos son "especialmente fuertes entre los jóvenes. Aprenden a vivir en el presente y desprecian a los que intentan enseñarles la moral y el ahorro 'pasados de moda'" [énfasis añadido]. De este modo, la inflación fomenta una mentalidad de gratificación inmediata que está claramente en desacuerdo con la disciplina y la perspectiva eterna necesarias para ejercer los principios de la mayordomía bíblica, como la inversión a largo plazo en beneficio de las generaciones futuras. Incluso los ciudadanos que han sido bendecidos con el conocimiento, el tiempo y la suerte de proteger la sustancia de sus ahorros no pueden eludir el impacto dañino de la inflación, porque tienen que adoptar hábitos que están reñidos con la salud moral y espiritual. La inflación les obliga a pasar mucho más tiempo pensando en su dinero del que dedicarían en otras circunstancias. Ya hemos visto que la antigua forma de ahorrar de los ciudadanos de a pie era la acumulación de efectivo. Con la inflación fiduciaria, esta estrategia es suicida. Deben invertir en activos cuyo valor aumente durante la inflación; la forma más práctica de hacerlo es comprar acciones y bonos. Pero esto implica dedicar muchas horas a comparar y seleccionar las emisiones adecuadas. Y les obliga a estar siempre vigilantes y preocupados por su dinero durante el resto de sus vidas. 223

Tienen que seguir las noticias financieras y controlar las cotizaciones de los mercados financieros. Del mismo modo, las personas tenderán a prolongar la fase de su vida en la que se esfuerzan por ganar dinero. Y darán más importancia al rendimiento monetario que a cualquier otro criterio a la hora de elegir su profesión. Por ejemplo, algunos de los que preferirían inclinarse por la jardinería buscarán sin embargo un empleo industrial si éste ofrece mayores rendimientos monetarios a largo plazo. Y más gente aceptará un empleo lejos de casa, si le permite ganar un poco más de dinero, que en un sistema monetario natural. La dimensión espiritual de estos hábitos inducidos por la inflación parece obvia. El dinero y las cuestiones financieras llegan a desempeñar un papel exagerado en la vida del hombre. La inflación convierte a la sociedad en materialista. Cada vez más personas se esfuerzan por conseguir ingresos monetarios a expensas de otras cosas importantes para la felicidad personal. La movilidad geográfica inducida por la inflación debilita artificialmente los lazos familiares y la lealtad patriótica. Muchos de los que tienden a ser codiciosos, envidiosos y avaros caen presa del pecado. Incluso aquellos que no están tan inclinados por su naturaleza se verán expuestos a tentaciones que de otro modo no habrían sentido. Y como los caprichos de los mercados financieros también proporcionan una excusa fácil para un uso excesivamente parsimonioso del dinero, las donaciones a instituciones caritativas disminuyen. 224

Además, la inflación perenne tiende a deteriorar la calidad de los productos. Todo vendedor sabe que es difícil vender el mismo producto físico a precios más altos que en años anteriores. Pero el aumento del precio del dinero es inevitable cuando la oferta monetaria está sujeta a un crecimiento incesante. Entonces, ¿qué hacen los vendedores? En muchos casos, el rescate llega a través de la innovación tecnológica, que permite una producción más barata del producto, neutralizando así o incluso compensando en exceso la influencia compensatoria de la inflación. Este es el caso, por ejemplo, de los ordenadores personales y otros productos fabricados con grandes insumos de tecnología de la información. Pero en otras industrias, el progreso tecnológico desempeña un papel mucho menor. Aquí los vendedores se enfrentan al problema antes mencionado. Entonces fabrican un producto inferior y lo venden con el mismo nombre, junto con los eufemismos que se han hecho habituales en el marketing comercial. Por ejemplo, pueden ofrecer a sus clientes café "light" y verduras "no picantes", lo que se traduce en café poco espeso y verduras que han perdido todo rastro de sabor. En el sector de la construcción se observa un deterioro similar de los productos. Los países azotados por inflación parecen tener una mayor proporción de casas y calles en constante necesidad de reparación que otros países. En un entorno así, la gente desarrolla una actitud más que descuidada hacia su lengua. Si todo se llama como se llama, 225

es difícil explicar la diferencia entre la verdad y la mentira. La inflación tienta a la gente a mentir sobre sus productos, y la inflación perenne fomenta el hábito de la mentira rutinaria. Ya hemos señalado que la mentira rutinaria desempeña un gran papel en la banca de reservas fraccionarias, la institución básica del sistema de dinero fiduciario. La inflación fiat parece extender este hábito como un cáncer sobre el resto de la economía. 9. SOFOCAR LA LLAMA En la mayoría de los países, el crecimiento del Estado del bienestar se ha financiado mediante la acumulación de deuda pública a una escala que habría sido impensable sin la inflación fiduciaria. Un simple vistazo a la historia muestra que el crecimiento exponencial del Estado del bienestar, que en Europa comenzó a principios de los años 70, fue de la mano de la explosión de la deuda pública. Es bien sabido que esta evolución ha sido uno de los principales factores del declive de la familia. Pero se suele pasar por alto que la causa última de este declive es la inflación fiduciaria. La inflación perenne destruye lenta pero seguramente a la familia, sofocando así la llama terrenal de la moral. De hecho, la familia es el "productor" más importante de cierto tipo de moral. La vida familiar sólo es posible si todos sus miembros aprueban normas como la legitimidad de la autoridad y la prohibición del incesto. Y las familias cristianas se basan en preceptos adicionales como la unión 226

heterosexual entre hombre y mujer, el amor de los cónyuges entre sí y por su prole, el respeto de los hijos por sus padres, así como la creencia en la realidad del Dios Trino y de la verdad de la fe cristiana, etc. Los padres repiten, enfatizan y viven constantemente estas normas y preceptos. Así, todos los miembros de la familia llegan a aceptarlos como el estado normal de las cosas. En la esfera social más amplia, estas personas actúan como defensores de las mismas normas en asociaciones empresariales, clubes y en la política. Amigos y enemigos de la familia tradicional coinciden en estos hechos. Entre otras cosas, porque reconocen la eficacia de la familia para establecer normas sociales, los cristianos tratan de protegerla. Y es precisamente por la misma razón que los defensores de la licencia moral tratan de socavarla. El Estado del bienestar ha sido su herramienta preferida en los últimos treinta años. Hoy en día, el Estado del bienestar proporciona un gran número de servicios que en otros tiempos han sido proporcionados por las familias (y que, podemos suponer, seguirían siendo proporcionados en gran medida por las familias si el Estado del bienestar dejara de existir). La educación de los jóvenes, el cuidado de los ancianos y los enfermos, la asistencia en situaciones de emergencia... todos estos servicios están hoy efectivamente "externalizados" al Estado. Las familias se han degradado a pequeñas unidades de producción que comparten facturas de servicios públicos, coches, frigoríficos y, por supuesto, la factura de impuestos. El Estado del bienestar, financiado con 227

impuestos, les proporciona educación y cuidados10. Desde un punto de vista económico, este arreglo es un puro despilfarro de dinero. Desde el punto de vista económico, este sistema es un puro despilfarro de dinero. El hecho es que el Estado del bienestar es ineficiente; proporciona servicios comparativamente malos a costes comparativamente altos. No es necesario insistir en la incapacidad de los organismos gubernamentales de asistencia social para proporcionar la ayuda emocional y espiritual que sólo surge de la caridad. La compasión no se compra. Pero el Estado del bienestar también es ineficaz en términos puramente económicos. Funciona a través de grandes agencias y, por lo tanto, puede carecer de incentivos y criterios económicos que eviten el despilfarro de dinero. En palabras del Papa Juan Pablo II Al intervenir directamente y privar a la sociedad de su responsabilidad, el Estado de Asistencia Social conduce a una pérdida de energías humanas y a un aumento desmesurado de los organismos públicos, dominados más por el pensamiento burocrático que por la preocupación de servir a sus clientes, y acompañados de un enorme aumento del gasto. De hecho, parece que las necesidades son mejor comprendidas y satisfechas por las personas más cercanas y que actúan como vecinos de los necesitados. Hay que añadir que ciertos tipos de demandas exigen a menudo una respuesta que no sea simplemente material, sino que sea capaz de percibir la necesidad humana más profunda. 228

Todo el mundo lo sabe por experiencia propia, y numerosos estudios científicos lo confirman. Precisamente porque el Estado del bienestar es un sistema ecológicamente ineficaz, tiene que depender de los impuestos. Si tuviera que competir con las familias en igualdad de condiciones, no podría mantener su actividad durante mucho tiempo. Ha expulsado a la familia y a las organizaciones benéficas privadas del "mercado del bienestar" porque la gente se ve obligada a pagarlo de todos modos. Se ven obligados a pagar impuestos y no pueden evitar que el gobierno conceda nuevos préstamos, que absorben el capital que de otro modo se utilizaría para la producción de bienes y servicios diferentes. El excesivo Estado del bienestar de nuestros días es un ataque directo a los productores de moral. Pero también debilita esta moral de forma indirecta, sobre todo subvencionando los malos ejemplos morales. El hecho es que los "estilos de vida" libertinos conllevan grandes riesgos ecológicos. El Estado del bienestar socializa los costes del comportamiento moralmente imprudente y, por lo tanto, le da mucha más importancia de la que tendría en una sociedad libre. En lugar de acarrear una penalización económica, el libertinaje podría ir de la mano de ventajas económicas, porque libera a los pro- tagonistas de los costes de la vida familiar (por ejemplo, los costes asociados a la crianza de los hijos). Con el apoyo del Estado del bienestar, estos protagonistas pueden burlarse de la moral 229

conservadora como una especie de superstición que no tiene ningún impacto en la vida real. El Estado del bienestar expone sistemáticamente a la gente a la tentación de creer que no existen preceptos morales probados por el tiempo. Permítannos subrayar que el objetivo de las observaciones precedentes no era atacar los servicios de bienestar, que de hecho son un componente esencial de la sociedad. Tampoco es nuestra intención atacar la noción de que los servicios de bienestar deben ser proporcionados por el gobierno. La cuestión es, más bien, que la inflación fiduciaria destruye el control democrático sobre la prestación de estos servicios; que esto conduce invariablemente a un crecimiento excesivo del sistema de bienestar agregado y a formas excesivas de bienestar; y que esto, a su vez, no deja de tener consecuencias para el carácter moral y espiritual de la población. Las consideraciones presentadas en este capítulo no son en absoluto una exposición exhaustiva del legado cultural y espiritual de la inflación fiduciaria. Pero deberían bastar para corroborar el punto principal: que la inflación fiduciaria es un monstruo de destrucción social, económica, cultural y espiritual. Pasemos ahora a complementar nuestro análisis con una mirada a la evolución histórica de los sistemas monetarios.

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TERCERA PARTE

ORDEN MONETARIO Y SISTEMAS MONETARIOS

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14 ORDEN MONETARIO

1. EL ORDEN NATURAL DE PRODUCCIÓN DEL DINERO Las dos primeras partes de este libro se dedicaron a analizar los dos modos básicos de producción de dinero: la producción natural de dinero en el mercado libre y la inflación. Estudiamos sus características generales, pero también entramos en un estudio más detallado de las subcategorías que entran en juego. El dinero y los certificados monetarios, el dinero a crédito, el papel moneda, la falsificación, la moneda de curso legal, el monopolio y la sus- pensión de pagos son estas subcategorías de la producción de dinero. Nuestro análisis teórico tuvo que diseccionarlas en aislamiento unas de otras; e incluso cuando analizamos sus interrelaciones tuvimos que abstraerlo de cualquier contexto histórico concreto. Es cierto que a menudo nos referíamos a acontecimientos históricos, pero estas referencias sólo servían para ilustrar ideas que, de hecho, se obtenían a través de la teoría. Este es el procedimiento científico estándar. Nos proporcionó todo lo que podemos esperar obtener de la teoría: información sobre causas y efectos, e información sobre aspectos morales 232

relevantes de la producción de dinero. Por lo tanto, nuestra misión básica. En esta tercera parte, aplicaremos nuestros resultados al análisis de las órdenes monetarias. Podemos definir un orden monetario como la red total de personas, empresas y otras organizaciones implicadas en la producción de dinero. Pocos lectores se sorprenderán al saber que ningún orden monetario histórico ha sido "puro" en el sentido de un orden puro de libre mercado o un orden puro de dinero fiduciario. Se podría argumentar que los órdenes monetarios de papel contemporáneos son más puros que cualquier orden monetario anterior, lo que demuestra que dicha pureza no es una virtud per se. Los órdenes monetarios de la vida real combinan las categorías que hemos analizado anteriormente en una gran variedad de entornos más o menos conformes. Pero no por ello es inútil tratar con órdenes puras. Ya hemos demostrado la utilidad de tratar el orden puro -o más bien los órdenes puros- del mercado libre. -del mercado libre. El objetivo del análisis de la primera parte no era describir con precisión un orden histórico concreto del pasado, sino familiarizarnos con el funcionamiento de un orden monetario definido por el respeto universal de la propiedad privada. Probablemente, tal orden nunca ha existido en estado puro. Pero esto es irrelevante a efectos teóricos y prácticos. La cuestión es que podría haber existido y podría introducirse incluso hoy, técnicamente, en un momento. La importancia de este orden puramente hipotético es que nos presenta un punto de referencia teórico. Es un orden monetario ideal, y por ello lo llamaremos con el elevado nombre de Orden monetario. Hemos visto en la Segunda Parte cómo este Orden proporcionaba un patrón de comparación significativo para el análisis de los 233

efectos que las violaciones de los derechos de propiedad tienen sobre la producción de dinero. Además, nos proporcionó una base significativa para la crítica racional de los órdenes monetarios que se basan en la violación de los derechos de propiedad privada. (De hecho, no tiene sentido criticar los sistemas existentes por ser diferentes de algún esquema idealizado. Pero sí tiene sentido criticarlos por ser inferiores a las alternativas conocidas. Tiene sentido rechazar la inflación porque existe una alternativa bien conocida y preparada a la inflación, a saber, la producción de dinero en el mercado libre, que es superior a la inflación tanto desde un punto de vista económico como moral. La producción natural de dinero en el mercado libre puede ser poco realista, en el sentido de que el abandono de los sistemas monetarios existentes no cuenta actualmente con el apoyo político necesario. Pero sólo es irrealista en ese sentido. No es imposible de establecer desde ningún punto de vista técnico, no es irrazonable y no es moralmente ofensivo, sino todo lo contrario. En la actualidad se enfrenta a un problema de voluntad. Pero la voluntad humana puede cambiar, y cambiará bajo la guía de la verdad y el valor. La importancia de la producción natural de dinero es que nos proporciona un objetivo significativo por el que luchar. Obsérvese que el mercado libre es, por su propia naturaleza, un orden global de relaciones económicas. La cooperación humana en la producción y el comercio es beneficiosa para todas las partes, no sólo para las que se encuentran dentro de las fronteras del Estado-nación. Y también lo son el oro y la plata -y cualquier otra cosa que los hombres libres puedan descubrir y desarrollar para el servicio monetario-, monedas útiles no sólo para los residentes de Europa o Norteamérica. Existe una tendencia natural en el 234

mercado a extender el uso de las monedas más útiles por todo el mundo, estableciendo así una gran red de cooperación humana basada en el intercambio indirecto. En la Alta Edad Media, cuando el comercio a gran escala y la división interregional del trabajo empezaron a florecer, los grandes mercaderes del norte de Italia se encontraron con que ningún gobierno producía dinero adecuado a sus nuevas necesidades. El sistema monetario tradicional sólo contenía monedas de plata, prácticamente todas ellas irremediablemente devaluadas y, lo que es más, devaluadas en diferentes grados. Los mercaderes se lanzaron entonces a producir su propio dinero, nuevas y sanas monedas de oro, que al principio utilizaron sólo dentro de sus propios círculos. Y como los demás gobiernos toleraron esta práctica -porque por una vez no se interpusieron en el camino-, en el siglo XIII el fiorino d'oro de Florencia se convirtió en un medio de cambio generalmente aceptado en Europa central y oriental. Un poco de libertad de este tipo podría hacer maravillas en nuestra época, que desde el punto de vista tecnológico está mucho mejor dotada que los mercaderes medievales. 2. CARTELES DE PRODUCTORES DE DINERO A CRÉDITO Ya hemos señalado que la producción de dinero a crédito es congruente con los principios del libre mercado. La producción individual de dinero a crédito y la cooperación entre productores de dinero a crédito son, por tanto, partes legítimas de un orden monetario natural en el sentido en que hemos definido el término anteriormente. En particular, debemos destacar la posibilidad de cárteles de libre mercado de productores de dinero a crédito. 235

¿Qué importancia tendrían estos sistemas en una sociedad libre? Esta pregunta sólo puede responderse a posteriori. Hay que establecer un mercado libre de dinero y ver qué tal le va al dinero a crédito. Es cierto que no es muy probable que tenga un gran éxito porque la gente -y el famoso "hombre de la calle" en particular- prefiere la seguridad tangible del metal precioso, como bien sabía David Ricardo. Pero, de nuevo, se trata de una cuestión muy especulativa y, desde un punto de vista moral, no parece muy importante. La cuestión crucial es si la ley reconoce la plena libertad de la persona humana dentro de los límites de sus propios derechos de propiedad y de los derechos de propiedad similares de otras personas. Esas personas responsables siguen siendo libres de establecer sistemas monetarios estúpidos, pero desde luego no intrínsecamente malos; y cabe esperar que aprendan rápidamente de sus errores.

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15 SISTEMAS MONETARIOS FIAT EN EL ÁMBITO DEL ESTADO-NACIÓN 1. HACIA LOS PRODUCTORES NACIONALES DE PAPEL MONEDA: EXPERIENCIAS EUROPEAS os sistemas de papel moneda que actualmente dominan la escena en todos los países del mundo se han desarrollado a partir de la banca europea de reservas fraccionarias que comenzó en el siglo XVII. siglo XVII. La fuerza motriz de este desarrollo fueron las finanzas públicas, que encontraron en las nuevas instituciones una fuente de préstamos cada vez mayor. El banco central -o mejor dicho, el productor de papel monedamás venerable de nuestro tiempo, el Banco de Inglaterra, fue fundado en 1694 por William Patterson, un promotor escocés, con el propósito expreso de proporcionar lo que en aquel momento era el inmenso préstamo de 1.200.000 libras esterlinas a la corona inglesa.2 Su carta constitutiva autorizaba al banco a emitir billetes dentro de ciertas limitaciones estatutarias, que posteriormente se ampliaron para permitir préstamos adicionales al gobierno. También se concedieron al banco varios privilegios legales, entre los que destacaban el privilegio de responsabilidad limitada y el de suspender unilateralmente los pagos a sus acreedores, que el Banco tuvo que utilizar tras sólo dos años de operaciones. Aparte de este incidente inicial, sin embargo, el banco demostró ser fiable y funcionó sin suspender sus pagos en tiempos de paz. En los 237

doscientos años siguientes, prosperó bajo el creciente patrocinio del gobierno, proporcionando un flujo constante de nuevos préstamos sin interrumpir la convertibilidad de sus billetes. A principios del siglo XIX, los billetes del Banco de Inglaterra pasaron a ser de curso legal, con las consecuencias que describimos en nuestro análisis teórico: cartelización del sistema bancario y auges y caídas que se repetían con frecuencia. En 1844, obtuvo el monopolio de la emisión de billetes.3 Y en 1914, a instancias del rey, el banco volvió a suspender sus pagos, para ayudar a financiar la Primera Guerra Mundial con la imprenta. En otros países, como Francia y Alemania, el desarrollo del sistema monetario nacional tomó rumbos algo diferentes, pero los principales elementos del caso británico pueden identificarse fácilmente: monopolio de un metal precioso (el oro); bancos privilegiados de reserva fraccionaria al servicio de las finanzas públicas; curso legal de los billetes de estos bancos; la consiguiente cartelización de todo el sector bancario nacional; y la eventual autorización para suspender indefinidamente la amortización de los billetes del banco privilegiado, convirtiendo así a este último en productor nacional de papel moneda. En el caso del Banco de Inglaterra, la conjunción de estos elementos se produjo mediante un proceso bastante lento. Por el contrario, los bancos privilegiados establecidos en otros países fueron a menudo bastante imprudentes e inflaron sus monedas a un ritmo mucho mayor que el Banco de Inglaterra, para calmar el apetito financiero de sus gobiernos.

238

Table 2: Milestones in the Development of the Bank of England Year

Legal action in favor of the Bank

Financial quid pro quo

1694

• First charter

Loan to the government

1696

• Suspension of payments

Maintenance of government credit

1697

• Renewal of charter • Limited liability • Extension of note issue • Monopoly cashier of payments

Loan to the government

to the government 1709

• Renewal of charter • Monopoly on joint stock

Loan to the government

banking with more than six partners 1713

• Renewal of charter

Loan to the government

1742

• Renewal of charter

Loan to the government (without interest)

1751

• Monopoly administrator

of the public debt 1764

• Renewal of charter

Fee paid to the government

1781

• Renewal of charter

Loan to the government

1793

• Legalization of short-term

Loan to the government

1795

• Authorization of £5 notes

1797

• Authorization of £1 and

1800

• Renewal of charter

Loan to the government

1812–19

• BoE notes are legal tender

Loans to government

loans to government beyond statutory limitations

£2 notes • Suspension of payments

239

Loan to the government

the

1833

• BoE notes become legal

1844

• Monopoly of note issue in Great Britain

Loan to the government

1914–25

• BoE notes are legal tender • Suspension of payments

Loans to the government

tenderfor sums above £5

No es de extrañar que tuvieran que recurrir con mucha más frecuencia a la suspensión de pagos y que a menudo experimentaran con papel moneda de curso legal. A finales del siglo XVIII, por lo tanto, la banca de reservas fraccionarias y el papel moneda habían hecho grandes incursiones en muchos países. John Wheatley, un observador contemporáneo, resumió los acontecimientos del siglo anterior: Durante los primeros cincuenta años del siglo XVIII se establecieron bancos, o ya se habían fundado en la mayoría de las principales ciudades de Europa, y la circulación de papel fue más o menos fomentada por todos. Pero la circulación del papel durante este intervalo fue intermitente e irregular; aunque llevada al extremo en Inglaterra y Escocia durante el reinado de Guillermo y parte del reinado de Ana, y en Francia durante la regencia del duque de Orleans, sin embargo, su exceso no fue en ninguno de los dos casos de larga duración. Pero de 1750 a 1800, el sistema de papel moneda, por poco piadoso que fuera en sus comienzos, maduró y se perfeccionó en todo el mundo civilizado. En Inglaterra, Escocia e Irlanda, en Francia, España, Portugal, Italia, Austria, Prusia, Dinamarca, Suecia y Rusia, en América, e incluso en nuestras provincias indias, el nuevo medio se ha establecido con éxito, y ha sometido el comercio del mundo, en todas sus relaciones tanto inferiores como superiores, a ser llevado a cabo en un grado 240

mucho mayor por la intervención del papel que por la intervención de la especie. Unas páginas más adelante, Wheatley caracterizaba las cuotas de mercado relativas de los billetes de banco y la moneda metálica en los principales países europeos en el momento de escribir este artículo: En Inglaterra, Escocia e Irlanda, en Dinamarca y en Austria, apenas se ve otra cosa que papel. En España, Portugal, Prusia, Suecia y la Rusia europea, el papel tiene una superioridad decisiva. Y sólo en Francia, Italia y Turquía, la prevalencia de la especie es evidente.5 Esta era la situación en 1807. En las décadas siguientes, la tendencia continuó. Por ejemplo, Austria, Rusia e Italia tuvieron papel moneda de curso legal durante muchas décadas en el siglo XIX. Estas emisiones de billetes eran limitadas en cantidad y no tenían un estatus de monopolio total; circulaban paralelamente a las monedas y billetes. Finalmente, la mayoría de los países europeos suspendieron los pagos al inicio de la Primera Guerra Mundial. De 1914 a 1925, por primera vez en la historia, todas las naciones importantes, excepto EE.UU., utilizaron papel moneda. 2. HACIA LOS PRODUCTORES NACIONALES DE PAPEL MONEDA: EXPERIENCIAS AMERICANAS En la historia de las colonias norteamericanas del Imperio Británico se pueden encontrar también los rasgos esenciales de la experiencia monetaria europea. Pero hay dos particularidades: los defensores norteamericanos del papel moneda tuvieron un acercamiento más directo que sus primos europeos; y los opositores norteamericanos al papel moneda triunfaron, al menos durante un tiempo, más ampliamente de lo que jamás lo harían 241

sus amigos europeos. En los siglos XVII y XVIII, los gobiernos de las colonias británicas a menudo impulsaron la emisión de billetes de curso legal en lugar de optar por la vía indirecta de promover bancos de reserva fraccional privilegiados. Ya en 1690, la colonia de Massachusetts emitió billetes del Tesoro de curso legal. Esta práctica se repitió en otras cinco colonias antes de 1711, y con el tiempo se extendió a todas las colonias británicas. Entre sus víctimas se encontraban los acreedores del comercio y la industria estadounidenses, normalmente comerciantes de la Gran Bretaña metropolitana, que se vieron obligados a aceptar los billetes, a menudo depreciados rápidamente. Llevaron su caso ante el Parlamento, que reaccionó enérgicamente a partir de la década de 1720. Primero ordenó a todas las colonias de Nueva Inglaterra que pidieran autorización a Gran Bretaña antes de emitir más billetes de curso legal. En 1751, prohibió la emisión de tales billetes en Nueva Inglaterra, y en 1764 prohibió la emisión de cualquier papel de curso legal en todas las colonias. Esto debió de ser un duro golpe para la clase política de las colonias británicas de Norteamérica. No es descabellado ver aquí una de las raíces de la Revolución Americana. Sin embargo, la Revolución no supuso la confirmación legal de los experimentos monetarios del periodo colonial. Muy al contrario, la Constitución estadounidense es, en la historia moderna de Occidente, la ruptura legal más radical con el pasado inflacionista de un país. Los padres de la nueva república hicieron todo lo que estuvo en su mano para evitar que las emisiones de papel de curso legal de las colonias (ahora los estados) volvieran a repetirse. Además, se esforzaron por crear un orden monetario basado en los metales preciosos. Estos objetivos se consideraron tan importantes que se abordaron directamente en el primer artículo 242

de la Constitución. La Sección 8 del Artículo I otorgaba al gobierno federal, y no a los estados, la autoridad para "acuñar moneda, regular su valor y el de las monedas extranjeras, y fijar el patrón de pesos y medidas". Y la Sección 10 del Artículo I prohibía específicamente que los estados "emitan Letras de Crédito; conviertan en Moneda de Pago de Deudas cualquier Cosa que no sea Moneda de Oro y Plata". La Constitución demostró ser un serio obstáculo para el partido de la inflación, pero finalmente fue quebrantada. Durante los sesenta años siguientes, la batalla entre las fuerzas a favor y en contra de la inflación fue de ida y vuelta. Los defensores de la inflación impulsaron la creación de dos "Bancos de los Estados Unidos" (1792-1812, 1816-1836) y sus oponentes se aseguraron de que no se prorrogaran. En la guerra de 1812-14, el gobierno federal emitió billetes del Tesoro de curso legal, necesarios, a ojos del gobierno, para la supervivencia de la nueva república (y, por supuesto, para su propia supervivencia). En la década de 1830, los defensores de la moneda sana obtuvieron su último gran triunfo cuando el presidente Jackson se negó a prorrogar la carta constitutiva del Segundo Banco de los Estados Unidos, retiró todos los fondos públicos de los bancos privados o estatales (de reserva fraccionaria) y redujo la deuda pública de unos 60 millones de dólares al comienzo de su gobierno a sólo 33.733,05 dólares el 1 de enero de 1835. Sus sucesores consiguieron neutralizar en cierta medida estas reformas, especialmente al volver a situar la deuda pública en más de 60 millones de dólares en los quince años siguientes al final del segundo gobierno de Jackson. Pero el gran avance del partido inflacionista no llegó hasta Abraham Lincoln y la Guerra entre los Estados. A partir de 1862, 243

el gobierno federal volvió a emitir papel moneda de curso legal, los llamados billetes verdes, para financiar su guerra contra los estados secesionistas del Sur. Este experimento terminó en 1875, cuando el gobierno convirtió los billetes verdes en dinero de crédito, anunciando que a partir de 1879 se canjearían en oro.7 Mientras tanto, en 1863-65, la administración Lincoln había creado un nuevo sistema de "bancos nacionales" privilegiados que estaban autorizados a emitir billetes respaldados por deuda del gobierno federal, mientras que los billetes de todos los demás bancos estaban penalizados con un impuesto federal del 10 por ciento. Como consecuencia, la banca estadounidense se centralizó en torno al bancos nacionales privilegiados, sobre todo, los bancos de reserva de la ciudad de Nueva York. En 1913, el sistema bancario estadounidense contó por fin con un banco central según el modelo europeo. Estados Unidos fue la última gran nación en introducir la banca central. La interpretación original de la Constitución había impedido un procedimiento más rápido durante más de un siglo, pero la palabra escrita fue incapaz de frenar la marea de los intereses financieros concentrados y sus campañas de relaciones públicas a favor de la inflación. El objetivo de las observaciones precedentes sobre la historia monetaria moderna de Occidente es poner de relieve la larga tradición de nuestro actual régimen inflacionista. No es cierto que los asuntos monetarios fueran de color de rosa hasta 1914, cuando se produjo la gran inflación del siglo XX. Es cierto que en nuestra época la inflación es incomparablemente mayor que en cualquier periodo anterior, sobre todo debido al actual monopolio del papel moneda. Pero las raíces de nuestras calamidades actuales son mucho más antiguas. No se trata sólo de los fundamentos 244

institucionales, que se remontan al siglo XVII. También se refiere a las formas concretas de la inflación. Ni el papel moneda ni las otras grandes prácticas inflacionistas actuales son inventos del siglo XX. E incluso el tan cacareado patrón oro, que reinó durante unas décadas antes de la Primera Guerra Mundial, no fue tan dorado como aparece en muchos relatos. 3. EL PROBLEMA DE LAS BOLSAS EXTRANJERAS Mientras que la legislación nacional impulsó la cartelización de la industria bancaria de reserva fraccionaria dentro de los límites de la nación, durante mucho tiempo no existió un mecanismo semejante en las relaciones económicas internacionales. Así, hasta después de la Primera Guerra Mundial, el grueso de los pagos internacionales se efectuaba en especie. Pero en las cuatro o cinco décadas anteriores al estallido de esa guerra, se sentaron las bases para el posterior establecimiento de sistemas monetarios internacionales. Todos estos sistemas hasta la actualidad han sido esencialmente cárteles entre gobiernos nacionales, respectivamente entre autoridades monetarias nacionales (normalmente los bancos centrales). Se pueden distinguir dos fases: (1) una fase de cárteles bancarios, que duró el siglo comprendido entre el final de la guerra franco-alemana de 1871 y la disolución del sistema de Bretton Woods en 1971; y (2) una fase de cárteles entre los productores nacionales de papel moneda, que comenzó en 1971 y aún perdura. En los dos capítulos siguientes se abordarán sucesivamente. En este punto, observemos simplemente que ninguno de estos cárteles ha sido obligatorio hasta ahora. Queda por ver si el futuro desarrollo de las relaciones políticas internacionales traerá algún cambio. 245

16 SISTEMAS BANCARIOS INTERNACIONALES, 1871-1971

1. EL PATRÓN ORO CLÁSICO finales de la década de 1860, sólo Estados Unidos y algunas partes importantes del Imperio Británico habían seguido el patrón oro. En el Reino Unido, el oro había sido monopolio En el Reino Unido, el oro era moneda de curso legal desde 1821, Estados Unidos tenía un patrón oro de facto tras la Ley de la Moneda de 1834, y Australia y Canadá siguieron su ejemplo a principios de la década de 1850. Todos los demás estados tenían un patrón plata, patrones bimetálicos o papel moneda de curso legal. La victoria alemana sobre Francia en la guerra de 1870-71 dio paso a la era conocida como el patrón oro clásico. El nuevo gobierno central alemán de Bismarck obtuvo una indemnización de guerra de 5.000 millones de francos en oro. Utilizó el dinero para establecer un patrón oro fiduciario, desmonetizando las monedas de plata que hasta entonces habían predominado en tierras alemanas. Cuatro años más tarde, el lacayo financiero del gobierno prusiano de Bismarck -el Banco Prusiano- se convirtió en un banco central nacional (su nuevo nombre, Reichsbank, fue un golpe de marketing). De este modo, los alemanes habían copiado el modelo británico, combinando oro fiduciario con banca de reservas fraccionarias y un banco central cuyos billetes tenían curso legal. central, cuyos billetes obtuvieron curso legal en 19091. ¿Por qué oro? ¿Por qué los alemanes no establecieron un patrón de plata o se unieron a un sistema bimetalista como la Unión Monetaria Latina?2 Aquí entran en juego varios factores. Se 246

podría mencionar en particular la influencia de las "externalidades de red" que pesaban a favor del oro. Por un lado, el oro era la moneda de Gran Bretaña, el país con el mercado de capitales más grande y sofisticado del mundo. Por otro lado, varios de los principales países productores de plata, entre ellos Rusia y Austria, habían suspendido pagos en el momento de la victoria alemana. Por lo tanto, la plata no ofrecía ninguna ventaja para la división internacional del trabajo, mientras que el oro sí.3 Además, no hay que olvidar que la plata, el único competidor serio del oro entre las monedas básicas, tiene una grave desventaja desde el punto de vista de un gobierno empeñado en una financiación inflacionista. Debido a su voluminosidad, el uso de la plata conlleva unos costes de transporte más elevados, lo que la hace menos adecuada que el oro para los bancos de reservas fraccionarias que intentan sofocar las corridas bancarias sistemáticas mediante la cooperación. Prácticamente todos los demás países occidentales siguieron su ejemplo. El establecimiento de la "unidad" internacional en asuntos monetarios no requería una justificación elaborada. Era perfectamente congenial con el espíritu cosmopolita de la época, alimentado por varias décadas de libre comercio y florecientes alianzas y amistades internacionales. Así pues, sirvió de justificación perfecta para una nueva intervención masiva de los gobiernos nacionales en los sistemas monetarios de sus países. Se derogaron los privilegios legales en todas las demás ramas de la industria. El monopolio era más que nunca una palabra maldita. Pero parecía tolerable como medio para alcanzar el noble fin cosmopolita de la unión monetaria internacional. A principios de la década de 1880, los países occidentales y sus colonias de todo el mundo habían adoptado el modelo británico.4 Esto creó la gran 247

ilusión de una unidad económica del mundo occidental, aunque en realidad el movimiento se limitó a homogeneizar los sistemas monetarios nacionales. La homogeneidad duró hasta 1914, cuando los bancos centrales suspendieron sus pagos y se prepararon para financiar la Primera Guerra Mundial mediante la imprenta. En el lado positivo, se podría afirmar que el patrón oro clásico eliminó las fluctuaciones de los tipos de cambio entre el oro y la plata, impulsando así la división internacional del trabajo. Resulta algo difícil evaluar el impacto cuantitativo de esta ventaja. Por lo tanto, nos limitaremos a observar que las fluctuaciones de los tipos de cambio entre el oro y la plata son insignificantes en comparación con las fluctuaciones entre nuestros actuales billetes. En el lado negativo, el patrón oro clásico creó una deflación fiduciaria considerable debido a la desmonetización de la plata. De 1873 a 1896, los precios cayeron más o menos bruscamente en los países que habían adoptado primero el patrón oro (Reino Unido, Estados Unidos, Alemania) debido a las exportaciones de oro que se produjeron cuando otros países siguieron su ejemplo y establecieron también una moneda basada en el oro. Más arriba hemos analizado la fragilidad inherente a los sistemas de reservas fraccionarias y hemos visto que este hecho, por ser conocido por los banqueros, les incita a aplazar la crisis mediante la cooperación.

248

Table 3: Evolution of the Money Supply in the German Reich (in Mill. Mark)

End of Year

Money Stock (Precious Metal)

1875 1880 1885 1890 1895 1900 1905 1910 1913

2.634 2.400 2.299 2.476 2.870 3.244 4.100 4.734 5.200

Cash Bank Reserves (incl. note issuing banks)

Bank Deposits of Non-Banks (Current Accounts, Time and Savings Deposits)

721 738 883 1.094 1.224 1.195 1.356 1.616 2.170

3.975 4.757 6.443 8.809 11.678 16.126 23.759 33.825 38.420

Source: Bernd Sprenger, Das Geld der Deutschen, table 28, p. 201.

Bajo el patrón oro clásico, también era así. Sin embargo, por las razones que hemos expuesto con cierto detalle, la cooperación no puede detener la dinámica inflacionista inherente al propio sistema. Tarde o temprano, este proceso encuentra sus límites y el sistema bancario de reservas fraccionarias se derrumba o se transforma en otra cosa. El patrón oro clásico no fue una excepción. Se salvó del colapso o de la transformación en un patrón oro-cambio sólo porque otro accidente letal (la Primera Guerra Mundial) lo mató antes de que pudiera morir de su propio cáncer. La Primera Guerra Mundial proporcionó el pretexto para la suspensión de pagos. Pero tarde o temprano la suspensión habría sido inevitable de todos modos. El sistema no limitaba la inflación. Todos sus principales protagonistas -los bancos 249

centrales nacionales- eran bancos de reserva fraccionaria, y bajo sus auspicios y protección los bancos comerciales trotaban alegremente por una senda de expansión inflacionista. La gloria del patrón oro clásico fue que demostró, por última vez hasta la fecha, cómo podía surgir un sistema monetario mundial sin intrigas políticas ni trámites burocráticos entre los gobiernos nacionales. Lo adoptaron independientemente unos de otros. No hubo tratado, ni conferencia, ni negociación que lo hicieran posible. Sin embargo, como hemos visto, incluso en este aspecto el patrón oro clásico era bastante imperfecto. Después de todo, no era el resultado de la libre elección de ciudadanos libres, sino de la discreción de los gobiernos nacionales. Proporcionó al mundo un patrón monetario común -el oro-, pero este patrón surgió de la eliminación coercitiva de todas las monedas alter- nativas. Su efecto final no fue proporcionar a los ciudadanos del mundo un sistema monetario eficiente, sino ofrecer un pretexto a los gobiernos nacionales para someter finalmente a su control los sistemas monetarios de sus países. El patrón oro clásico no fue, por tanto, un baluarte de la libertad. Fue un avance crucial para la lacra social de nuestra época: la omnipotencia gubernamental. Tenemos que subrayar estos hechos porque muchos defensores del libre mercado creen que el patrón oro clásico era algo así como el paraíso de los sistemas monetarios. Esta reputación es inmerecida. El patrón oro clásico sólo difería en grado, no en esencia, de sus sucesores, todos los cuales han sido amplia y merecidamente criticados en la literatura sobre nuestro tema.

2. La

EL PATRÓN ORO-CAMBIO expresión "patrón oro-cambio" 250

suele

aplicarse

a

la

organización del sistema monetario internacional que existió entre 1925 y 1931. Pero esta organización no tenía nada de original. De hecho, formaba parte del patrón oro clásico. Más bien, el nuevo sistema que se creó en la segunda mitad de la década de 1920 se caracterizó por el objetivo más o menos explícito de la mayoría de sus participantes de luchar por la expansión monetaria (inflación) a través de la cooperación internacional. Con el patrón oro clásico, cada banco central era responsable de que sus billetes pudieran canjearse por oro. Los bancos centrales de Gran Bretaña, Francia, Alemania, Suiza y Bélgica (y más tarde de Estados Unidos) mantenían la totalidad de sus reservas en oro. Se suponía que estas reservas eran lo suficientemente grandes como para que pudieran sobrevivir en situaciones de emergencia. Las cosas eran diferentes en el ámbito de los bancos comerciales de reservas fraccionales que operaban dentro de las economías nacionales de estos países. Por lo general, los bancos comerciales mantenían la mayor parte de sus reservas en forma de billetes centrales y sólo poseían reservas de oro muy reducidas. Estas últimas sólo se necesitaban en situaciones de emergencia, y en tales casos los bancos comerciales también habían aprendido a confiar en las reservas de su banco central. En algunos países, esta práctica precedió al patrón oro clásico en bastantes décadas. Por ejemplo, ya era la práctica de los bancos de los países ingleses en la primera mitad del siglo XIX. Mantenían billetes del Banco de Inglaterra como parte de sus reservas y, en épocas de gran presión sobre sus reservas de oro, a menudo canjeaban sus propios billetes, no en oro, sino en billetes del Banco. Bajo el patrón oro clásico, la mayoría de los bancos centrales adoptaron exactamente el mismo esquema. Los bancos centrales de Rusia, Austria-Hungría, Japón, los Países Bajos y los países 251

escandinavos, así como los bancos centrales de los dominios británicos, como Sudáfrica y Australia, canjeaban sus propios billetes no sólo en oro, sino también en billetes de los bancos centrales extranjeros más importantes. Otros países, como la India, Filipinas y varios países latinoamericanos, mantenían sus reservas exclusivamente en forma de billetes extranjeros denominados en oro10. La agrupación de las reservas de oro en unos pocos bancos centrales fiables permite una mayor inflación de la oferta mundial de billetes de lo que habría sido posible de otro modo. El escollo es que coloca toda la responsabilidad de mantener reservas suficientemente grandes en un pequeño número de bancos "virtuosos" de reserva fraccionaria. Sin embargo, estos últimos tienen una razón para aceptar esta carga, porque su virtud les da poder político sobre los otros bancos, especialmente en tiempos de crisis. La importancia del patrón oro-cambio de 1925-31 fue que elevó esta práctica de inflación coordinada a un principio de las relaciones monetarias internacionales.11 Sólo dos bancos -la Reserva Federal estadounidense y el Banco de Inglaterra- iban a seguir siendo verdaderos bancos centrales, pero esta vez serían los bancos centrales de todo el mundo. Todos los demás bancos centrales nacionales deberían mantener una parte más o menos grande de sus reservas en forma de billetes de dólares estadounidenses y de libras esterlinas. Esto aseguraría la posibilidad de expansión inflacionaria para todos los bancos. La tasa de expansión sería comparativamente baja en el caso de los bancos centrales de Estados Unidos y el Reino Unido; pero estos últimos se verían recompensados en términos de poder político. Así pues, desde el principio, el patrón oro-cambio estaba destinado a fomentar un comportamiento irresponsable. 252

Diseñado para facilitar la inflación, no fue sorprendente que sólo durara seis años. Se vino abajo cuando, a raíz de la crisis financiera de 1929 en Wall Street, varios gobiernos adoptaron políticas proteccionistas (sobre todo en Estados Unidos) o impusieron controles de divisas (como en Alemania, Austria y varios países latinoamericanos), ahogando así los pagos internacionales e imposibilitando que el Banco de Inglaterra repusiera sus reservas. Como consecuencia, el Banco suspendió los pagos en septiembre de 1931. Los demás bancos centrales siguieron su ejemplo, sumiendo al mundo en un régimen de tipos de cambio fluctuantes que duró hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. 3. EL SISTEMA DE BRETTON WOODS En julio de 1944, en una conferencia celebrada en Bretton Woods (Nuevo Hamp- shire), los aliados occidentales acordaron un sistema monetario internacional que debería instaurarse tras su victoria en la Segunda Guerra Mundial. MUNDIAL. Como era de esperar, el objetivo del nuevo esquema era hacer la producción de billetes más "flexible" (es decir, expansiva) que nunca. ¿Cómo? El truco consistía en reunir las reservas de oro de todo el mundo en una sola gran reserva. Sólo quedaría un banco que seguiría canjeando sus billetes por oro -la Reserva Federal de Estados Unidos-, mientras que todos los demás bancos centrales mantendrían la mayor parte de sus reservas en dólares estadounidenses y, en consecuencia, canjearían sus propios billetes sólo por dólares. De este modo, el sistema de Bretton Woods era un patrón orocambio a gran escala. Era mucho más expansivo que sus predecesores porque aplicaba la técnica del pooling en mucha mayor medida. Bajo el patrón oro clásico, existían muchas 253

reservas de oro en la economía mundial, porque las diferentes naciones mantenían sus reservas de oro separadas unas de otras (en los bancos centrales nacionales). Bajo el patrón oro-cambio, el número de reservas de oro había disminuido muy sustancialmente, y el objetivo del sistema de Bretton Woods era seguir el camino de las reservas casi hasta el final. Es cierto que el sistema no agotó todo su potencial inflacionista. Cuando se derrumbó en 1971, todavía había importantes reservas de oro en bancos centrales distintos de la Reserva Federal, por lo que una mayor centralización de estos recursos podría haber mantenido el sistema en funcionamiento durante un tiempo. En cualquier caso, el sistema de Bretton Woods fue hasta ahora el intento más ambicioso de crear un sistema monetario internacional a través de un cártel de bancos con reservas fraccionarias. Hemos subrayado repetidamente el hecho de que la puesta en común crea dependencia política. En el caso que nos ocupa, los demás bancos centrales y sus gobiernos pasaron a depender de la buena voluntad de la Reserva Federal, que administraba el fondo mundial de oro y que, por lo tanto, tenía el poder de asignar los billetes de banco del mundo -los dólares estadounidenses- a su propia discreción. Así pues, la pregunta crucial es: ¿por qué los demás bancos centrales nacionales consintieron la centralización del fondo de oro y, por tanto, la centralización del poder? Parte de la respuesta es que puede ser útil disponer de un sistema monetario internacional (tipos de cambio estables entre las monedas nacionales) aunque ello implique cierta medida de dependencia. Pero también hay otros aspectos que entran en juego en este caso. El accidente histórico fue que, durante la Primera Guerra Mundial 254

y sus largas secuelas, Estados Unidos se convirtió en un refugio seguro para el oro europeo. Esto predestinó a la Reserva Federal a ser una de las dos grandes reservas de oro del patrón oro-cambio entre 1925 y 1931. Al final de la Segunda Guerra Mundial, la Reserva Federal controlaba la mayor reserva de oro del mundo. Fort Knox era la reserva mundial de oro incluso antes de que el sistema de posguerra viera la luz. La conferencia de Bretton Woods se limitó a reconocer esta realidad. La gran mayoría de sus delegados pretendían crear un orden monetario de posguerra según las líneas tradicionales, en el que los bancos centrales con reservas fraccionarias inflaran sus monedas en billetes, respaldadas por reservas de oro. Este orden era imposible sin tener a la Reserva Federal como eje. Pero esto significaba que, en adelante, los sistemas monetarios de Francia y Gran Bretaña, y de todos los demás países miembros, dependerían de la Fed. Para paliar esta dependencia, la conferencia de Bretton Woods creó dos burocracias internacionales que han sobrevivido hasta nuestros días: el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial. La función de estas instituciones era dar a los otros grandes gobiernos algún impacto en la asignación global de la inflación. Sin ellas, sólo la Reserva Federal habría elegido a los primeros destinatarios de los nuevos billetes; sólo ella habría concedido o denegado créditos en épocas de corrida contra el banco central nacional. A través del FMI y el Banco Mundial, se introdujo un principio algo más colegiado en la dirección del orden monetario de posguerra. Los consejos de administración de ambas burocracias incluían a representantes de los principales aliados occidentales y concedían préstamos a corto plazo (FMI) y a largo plazo (Banco Mundial) a los "Estados miembros en dificultades", es decir, principalmente a los propios miembros del 255

consejo en caso de emergencias autoinfligidas. Estas instituciones hicieron que el sistema de Bretton Woods fuera políticamente aceptable para los socios menores del gobierno de Estados Unidos en la posguerra. Pero, por supuesto, no pudieron convertir el propio sistema en una operación viable. Al igual que sus predecesores, estaba diseñado para aumentar el potencial inflacionista de todos los miembros del cártel. La moderación no formaba parte de su misión, y el propio ancla del sistema -la Reserva Federal- era particularmente implacable en su inflación de la oferta de dólares. Por lo tanto, era sólo cuestión de tiempo que se agotaran las reservas de oro de la Reserva Federal, obligándola a suspender los pagos. Este punto se alcanzó el 15 de agosto de 1971, cuando el presidente estadounidense Nixon "cerró la ventana del oro". Este acontecimiento puso fin a un periodo de cien años en el que tres grandes cárteles de bancos centrales habían inundado el mundo occidental con sus billetes sin abandonar nominalmente el patrón oro. Cada nuevo cártel se creaba de forma que permitiera más inflación que su predecesor, y el cártel de Bretton Woods acabó derrumbándose porque tampoco creó suficiente inflación para satisfacer los apetitos de sus miembros. Desde entonces no ha habido ningún otro sistema monetario que abarcara a todo el mundo.

256

4. APÉNDICE: EL FMI Y EL BANCO MUNDIAL DESPUÉS DE BRETTON WOODS Con la desaparición del sistema de Bretton Woods, lo natural hubiera sido abolir sus instituciones: el FMI y el Banco Mundial. Pero las grandes burocracias no mueren de muerte rápida, sobre todo si consiguen adoptar una nueva misión. A finales de los años 70, la nueva misión de esas dos burocracias resultó ser el apoyo a los países del Tercer Mundo mediante préstamos a corto y largo plazo. Así pues, el FMI y el Banco Mundial ya no tienen nada que ver con la organización monetaria mundial. Y, estrictamente hablando, tampoco tienen nada que ver con la banca, al menos si entendemos la banca en el sentido comercial estricto de la palabra. Ambas instituciones son hoy, de hecho, grandes máquinas para la mera redistribución de la renta de los ciudadanos contribuyentes de los países desarrollados a los gobiernos irresponsables de los países subdesarrollados.15 Muchas personas se dejan engañar sobre el FMI y el Banco Mundial porque tienden a evaluar las instituciones financieras a la luz de sus intenciones (declaradas) y no a la luz de su verdadera naturaleza. Asimilan al FMI a una especie de caridad colectiva y le reprochan no ser lo suficientemente generoso cada vez que la dirección insiste en conceder créditos adicionales sólo bajo ciertas condiciones (normalmente un cambio de política económica en el país receptor). Pero lo cierto es que ambas burocracias no obtienen sus fondos del mercado libre, sino de los presupuestos gubernamentales. Gastan dinero de los contribuyentes, no dinero que nadie les haya confiado. Por tanto, no son "bancos", desde luego no en el sentido comercial de la palabra. Y no son 257

organizaciones benéficas en el sentido en que lo son las organizaciones privadas. Los gobiernos responsables pueden obtener préstamos en el mercado libre y, de hecho, los obtienen continuamente. La pobreza de la nación no es un obstáculo, como demuestran muchos ejemplos, sobre todo del sudeste asiático. Es cierto que algunos gobiernos son incapaces de encontrar acreedores, en particular aquellos que no devuelven los préstamos, o que nacionalizan las inversiones extranjeras, o que regulan o gravan a los inversores hasta el punto de hacer imposible una producción rentable. Estos gobiernos sólo pueden obtener "crédito político" a través de organizaciones intergubernamentales como el FMI y el Banco Mundial. Los gobiernos irresponsables hacen que la vida en sus países sea miserable. Mientras cuenten con el respaldo de los ciudadanos, pueden mantenerse en el poder. Pero, en la mayoría de los casos, sólo lo tienen mientras puedan repartir beneficios materiales, que ellos mismos obtienen mediante impuestos y expropiaciones. En cuanto ya no tienen nada más que saquear, la población se vuelve contra ellos. Aquí es donde entran en juego las facilidades de crédito político del FMI y el Banco Mundial. Su efecto es mantener a los gobiernos corruptos e irresponsables más tiempo del que les correspondería. Bokassa, Mobutu, Nkruma, Somoza y otros dictadores no habrían permanecido en el poder tanto tiempo como lo hicieron sin el apoyo financiero de esas instituciones.16 El precio político que hay que pagar por esos préstamos políticos suele consistir en un comportamiento cooperativo en otros campos, por ejemplo, cuando se trata del establecimiento de bases militares occidentales en esos países, o de acuerdos comerciales internacionales, o de 258

privilegios especiales para unas pocas grandes corporaciones "multinacionales". La Iglesia católica ha apoyado ávidamente la integración de todos los países en la división internacional del trabajo, como condición para el desarrollo económico y social.17 Sin embargo, los líderes del Tercer Mundo han empezado muy recientemente a exigir la abolición del proteccionismo tan omnipresente en los países desarrollados. ¿Podría ser que el efecto del crédito político fuera silenciar durante mucho tiempo cualquier oposición al proteccionismo del Norte en el Sur subdesarrollado? El libre comercio y la propiedad privada no son una especie de privilegio legal en beneficio exclusivo de un pequeño número de "ricos" y con exclusión de la gran mayoría de "pobres". El caso es exactamente el contrario, como han demostrado muchos economistas: los que no tienen son los que más se benefician de un orden social basado en el respeto sin diluir de los derechos de propiedad. Los gobiernos que expropian sistemáticamente a los inversores y se oponen al libre comercio -ya sea por ignorancia o por malicia- arruinan a sus ciudadanos, y especialmente a los pobres. Las organizaciones que apoyan a esos gobiernos crean miseria y muerte. De ello se deduce que las organizaciones de crédito político como el Banco Mundial y el FMI son, en el mejor de los casos, innecesarias -porque un gobierno responsable obtendría créditos de todos modos- y, en realidad, perjudiciales en su funcionamiento real. Su apoyo es difícilmente compatible con la preocupación por el bienestar de los pobres.

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17 EL SISTEMA INTERNACIONAL DE PAPEL MONEDA, 1971- ¿?

1. LA APARICIÓN DE LAS NORMAS DEL PAPEL MONEDA a suspensión de pagos de la Reserva Federal en agosto de 1971 creó de un plumazo un gran número de monedas de papel. Antes de esa fecha, todas las monedas nacionales eran básicamente certificados de reserva fraccionaria de oro (a través del dólar estadounidense). La suspensión "transustanció" estos certificados en papel moneda, con todos los efectos concomitantes que hemos discutido anteriormente. anteriormente. Muchos observadores creían que el mundo seguiría así de fragmentado. Los defensores del papel moneda pensaban que esto estaba muy bien, porque cada gobierno era por fin autónomo en su política monetaria. Otros veían con horror la realidad de los tipos de cambio fluctuantes, que socavaban la división internacional del trabajo y creaban así miseria y muerte para muchos millones de personas. Pero el mundo no permaneció mucho tiempo en la fragmentación monetaria. Los acontecimientos de los últimos treinta y cinco años ilustran que existe una tendencia a la aparición espontánea de estándares internacionales de papel moneda. Hoy no es difícil discernir las razones de esta evolución1. Una de las fuerzas motrices de este proceso ha sido, por supuesto, 260

la presencia de particulares y empresas que operan en muchos países. Estas personas y organizaciones buscan constantemente formas de ahorrar dinero, por ejemplo, minimizando los costes de custodia del dinero. Una forma de hacerlo es efectuar la mayor parte de los pagos en un solo tipo de moneda. Pero esta fuerza motriz, por formidable que pueda parecer en nuestra época de corporaciones multinacionales, no explica en gran medida la aparición de un patrón internacional de papel moneda. La razón es que las empresas multinacionales no desempeñan un gran papel en un mundo en el que los tipos de cambio fluctúan salvajemente. Sólo operan de forma rentable y alcanzan un tamaño significativo cuando el marco político ya ha estabilizado las divisas. Es decir, en general sólo entran en juego cuando ya existe un patrón monetario. Esto nos lleva a la principal fuerza impulsora de la aparición de patrones monetarios internacionales de papel moneda, a saber, el constante apetito de los gobiernos por obtener ingresos adicionales. La mayoría de los gobiernos que obtienen ingresos principalmente de sus propios ciudadanos -ya sea en forma de impuestos o en forma de deuda- tienen una base de ingresos bastante pequeña. Para aumentar sus ingresos, en general sólo disponen de dos estrategias: (1) inducir a los ciudadanos extranjeros a comprar sus bonos; (2) adoptar políticas que hagan más ricos a sus propios ciudadanos, para que puedan pagar más impuestos y comprar más bonos del Estado. Ningún inversor malgasta su dinero intencionadamente. Cuando compra los bonos de un gobierno extranjero, busca ganar intereses. Se abstendría por completo de la operación si tuviera buenas razones para creer que el dinero se malgastaría. Si teme, por ejemplo, que el gobierno deudor simplemente imprima el 261

dinero necesario para devolver el crédito, provocando así una caída del tipo de cambio, no comprará sus bonos2 . La respuesta es que debe establecer salvaguardias institucionales contra una caída del tipo de cambio de su moneda en términos de la moneda utilizada por sus acreedores. Las mismas consideraciones entran en juego si pasamos a la segunda estrategia fundamental para aumentar los ingresos públicos. La idea es muy sencilla: adoptar políticas que permitan a los ciudadanos enriquecerse para poder pagar más impuestos y comprar más bonos del Estado. Pero el punto crucial es que la capacidad productiva de una nación depende enteramente del stock de capi- tal que pueda utilizar. Este stock de capital podría incrementarse mediante el ahorro de los ingresos corrientes. Pero la acumulación de capital mediante el ahorro puede llevar muchos años y décadas hasta que alcance una proporción significativa. Y durante este tiempo el gobierno debe mantener la carga impositiva tan pequeña como sea posible. Desgraciadamente, tal restricción requiere más virtud de la que tienen la mayoría de los gobiernos. La única salida que queda es, una vez más, animar a los extranjeros a que aporten el capital que han acumulado en sus países de origen, es decir, que realicen "inversiones extranjeras directas" en ese país. Pero esto nos remite a nuestra consideración anterior. En un mundo de papel moneda, el capital extranjero sólo puede atraerse con suficientes salvaguardias institucionales. Cuatro de estas instituciones han desempeñado un papel importante en los últimos treinta años. Estas instituciones explican en gran medida la aparición de las normas internacionales del papel moneda.

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En primer lugar, los gobiernos deudores han emitido bonos denominados en un papel moneda extranjero, cuya producción no pueden controlar directamente; preferiblemente, se trataría del papel moneda utilizado en el país de sus acreedores. En los últimos veinte años, esta práctica se ha generalizado. Hoy en día, muchos gobiernos emiten bonos denominados en dólares estadounidenses o en euros. En segundo lugar, el gobierno y/o la autoridad monetaria del país en el que residen los acreedores podrían dar garantías explícitas o implícitas para mantener el tipo de cambio de mercado. Se supone, por ejemplo, que la Reserva Federal de EE.UU. dio este tipo de garantías en la década de 1990 a los gobiernos de México, Singapur, Malasia, Tailandia y otros países de Extremo Oriente. El gran inconveniente de esta práctica es que entraña un riesgo moral para los beneficiarios. Los gobiernos receptores pueden inflar sus monedas sin temer repercusiones negativas en el tipo de cambio. Y así pueden expropiar no sólo a su propia población, sino también a la población del país en el que residen sus acreedores. En los casos mencionados, las políticas cambiarias de la Fed tuvieron el efecto de hacer pagar a los ciudadanos estadounidenses los abusos monetarios de los gobiernos de México y otros países. (Pagan entregando constantemente a México bienes y servicios de los que podrían haber disfrutado ellos mismos y en pago de los cuales no se envían a EE.UU. más que papeletas denominadas en pesos). Como no se pudo encontrar una solución diplomática a este problema, la Fed acabó por abolir su política y provocó así crisis financieras en México (1994) y en varios otros países, especialmente en Asia (1997). Desde entonces, no ha habido nuevos experimentos importantes 263

con la estabilización de los tipos de cambio. En tercer lugar, los gobiernos deudores han creado juntas monetarias, transformando así su moneda en un sustituto de un papel moneda extranjero. Esta técnica también se utiliza mucho hoy en día, por ejemplo, en Hong Kong, Bulgaria, Estonia, Lituania, Bosnia y Brunei. En cuarto lugar, los gobiernos deudores han abandonado por completo el uso de la moneda nacional y han adoptado el uso del papel moneda utilizado por los acreedores. Los economistas llaman a esta política "dolarización", incluso cuando el gobierno no adopta el dólar estadounidense, sino otro papel moneda extranjero. Entre los países recientemente dolarizados se encuentran Ecuador, El Salvador, Kosovo y Montenegro3. Concluimos que la fuerza motriz de la aparición de un patrón internacional de papel moneda es la búsqueda de fondos adicionales por parte de los gobiernos, que en su mayoría sólo pueden obtener en el extranjero. Y nuestro análisis también explica qué papel moneda tenderá a ser elegido como patrón internacional: el papel moneda de curso legal en los territorios con los mayores mercados de capitales. En el periodo analizado, estos territorios fueron Estados Unidos, Japón y Europa. Por lo tanto, no es sorprendente que el dólar estadounidense y el yen hayan surgido como estándares monetarios regionales de la economía mundial. El funcionamiento del mismo mecanismo pudo observarse en el caso del marco alemán, que durante la década de 1990 se utilizó como moneda paralela (no oficial) en muchos países del antiguo bloque del Este. Y actualmente provoca una circulación geográfica más amplia del euro, que no se creó hasta principios de 1999, y que no existía en forma de billetes antes del año 2002. La creación 264

del euro tiene cierto interés porque en este caso no surgió una norma internacional mediante la adopción unilateral del papel moneda utilizado en los mercados de capitales extranjeros, sino a través de la fusión. Esta forma de integración monetaria podría desempeñar un papel en el futuro desarrollo del orden monetario internacional. Por ello, vamos a analizarla brevemente.4 2. FUSIÓN PAPEL MONEDA: EL CASO DEL EURO Tras la desaparición del sistema de Bretton Woods en 1971, los países de Europa Occidental cayeron durante unos años en el desorden monetario y la anarquía fiscal que suele acompañarlo. Cada gobierno nacional emitió su propio papel moneda y empezó a acumular deudas públicas hasta límites insospechados. Los nuevos fondos disponibles se utilizaron para ampliar los servicios sociales del gobierno. Durante un tiempo, las cosas fueron de color de rosa y sólo unos pocos conservadores fiscales se quejaron de la nueva laxitud. Pero pronto incluso los defensores de la nueva política empezaron a comprender que el nuevo orden monetario afectaba a sus intereses de forma negativa y muy tangible. Los tipos de cambio fluctuaban mucho e impedían el desarrollo del comercio internacional. La división del trabajo en Europa, una de las regiones más densamente pobladas del mundo, iba a la zaga de la economía estadounidense e incluso, o eso parecía en aquellos días, de la economía soviética. Por lo tanto, era sólo cuestión de tiempo que los ingresos fiscales quedaran muy por detrás de los ingresos de los grandes competidores de los gobiernos europeos: los gobiernos de Estados Unidos y de la Unión Soviética. Había que hacer algo. Los primeros intentos de estabilizar los tipos de cambio entre los 265

papel moneda europeos habían fracasado estrepitosamente. Entonces, en una conferencia celebrada en diciembre de 1978 en la ciudad alemana de Bremen, los principales gobiernos de la Comunidad Económica Europea, como se llamaba entonces, lanzaron un nuevo intento de integración: el Sistema Monetario Europeo (SME). El SME era un cártel de los productores nacionales de papel moneda, que acordaron coordinar sus políticas para estabilizar los tipos de cambio entre sus monedas en determinados niveles o "paridades". Como en el caso de los anteriores cárteles bancarios internacionales, el SME dependía esencialmente de la autocontención de sus miembros. "Coordinación" significaba en la práctica que el productor de dinero menos inflacionista marcaba el ritmo de inflación para todos los demás. Si, por ejemplo, la oferta de liras italianas aumentaba un 30%, mientras que la de francos franceses sólo lo hacía un 15%, era muy probable que la lira cayera en los mercados de divisas frente al franco. Para mantener la paridad lira-franco, era necesario o bien que el Banco de Francia aumentara la producción de francos, o bien que el Banco de Italia redujera su producción de liras. Como hemos dicho, el SME se basaba esencialmente en la autocontención, por lo que en nuestro ejemplo se esperaba que la Banca d'Italia redujera su producción de liras. Si por razones políticas no estuviera dispuesta a hacerlo, se produciría un "realineamiento" de la paridad, y la estabilización trataría de preservar la nueva paridad. Ahora bien, el productor de dinero menos inflacionista resultó ser, con mucho, el Bundesbank alemán. En consecuencia, durante los doce años siguientes, el principal problema de la política monetaria europea fue que el Bundesbank no inflaba la oferta del marco alemán lo suficiente para satisfacer las necesidades de los 266

gobiernos extranjeros. Por ello, éstos se vieron obligados a reducir su producción monetaria. También se produjeron frecuentes cambios o reajustes de las paridades. El problema no se resolvió hasta principios de la década de 1990, cuando el gobierno alemán quiso hacerse con el control de la antigua Alemania Oriental comunista y necesitó el consentimiento de sus principales socios occidentales. En pocos años se sentaron las bases políticas y jurídicas para la fusión de los distintos productores nacionales de papel moneda en una sola organización: el Sistema Europeo de Bancos Centrales (SEBC), cuya coordinación recayó en el Banco Central Europeo (BCE). El SEBC inició sus operaciones en enero de 1999 y tres años más tarde emitió sus billetes y monedas en euros. Desde un punto de vista económico y ético, el euro no aporta ningún aspecto nuevo. No es más que otro papel moneda. En el debate público, la introducción del euro se ha justificado a menudo por los beneficios que se derivan de la integración monetaria. Es cierto que tales beneficios existen. Pero, como hemos subrayado repetidamente en nuestro estudio, estos beneficios pueden obtenerse de forma mucho más cómoda y segura permitiendo a los ciudadanos elegir el mejor dinero que puedan conseguir. Si ésta hubiera sido la política de los gobiernos europeos, no habría impedido la unificación monetaria europea. Pero habría sido una unificación espontánea. Las monedas de oro y plata habrían sido las precursoras de la integración monetaria bajo los auspicios de la libertad y la responsabilidad. Pero los gobiernos europeos nunca tuvieron la intención de conceder a sus ciudadanos la soberanía que tienen según la letra de las constituciones escritas. Los gobiernos deseaban ante todo mantener el control de los asuntos monetarios. No se trataba de 267

abolir los privilegios del papel moneda. La integración monetaria europea tuvo que construirse sobre el papel moneda, por la única razón de que el papel moneda es la fuente de ingresos gubernamentales prácticamente ilimitados, a expensas de la población. Nunca se insistirá lo suficiente en este punto. El euro no se introdujo por ninguna necesidad económica. Todos los verdaderos beneficios que transmite podrían haberse transmitido mucho mejor a través de monedas mercancía como el oro y la plata. La historia del euro no es una historia de éxito, a menos que la norma del éxito sea la expansión del poder gubernamental. Sin embargo, la historia del euro podría considerarse un modelo para una mayor integración monetaria a escala mundial. 3. LA DINÁMICA DE LOS MÚLTIPLES ESTÁNDARES DEL PAPEL MONEDA El orden monetario internacional de principios del siglo XXI se caracteriza por la presencia de varios sistemas de papel moneda que compiten entre sí. Cada uno de estos sistemas está jerarquizado, con papel moneda estándar por un lado y una plétora de monedas secundarias y terciarias por otro. Los tres estándares más importantes son el yen, el dólar y el euro. Sólo estas monedas estándar son verdaderas monedas: de papel o electrónicas. Las monedas secundarias de cada uno de los tres sistemas no son dinero en absoluto, sino certificados nacionales para el dinero estándar, emitidos sobre una base de reservas fraccionarias por una autoridad nacional (normalmente denominada "banco central" o "caja de conversión"). Y luego hay monedas terciarias que también son certificados de reservas fraccionarias, en 268

particular, los depósitos a la vista de los bancos comerciales. Ya hemos discutido la relación dialéctica de poder entre los bancos centrales nacionales y los bancos comerciales bajo el patrón oro. Consideraciones similares se aplican en el presente caso. La diferencia estriba, por supuesto, en que ya no existe ningún patrón monetario de materias primas que pueda actuar como freno natural al impulso inflacionista. Más aún, en la actualidad es igualmente imposible frenar este impulso por medios legales, ya que el principio de soberanía nacional sigue vigente.6 Como consecuencia, los agentes secundarios y terciarios tienen, en el orden actual de las cosas, mucho más poder para inflar de lo que nunca antes habían tenido. Expliquemos esto con más detalle. Los productores del papel moneda internacional tienen el privilegio de elegir primero a los que reciben los billetes recién impresos, y tienen influencia política sobre los productores de las monedas secundarias en tiempos de crisis. Pero esta dependencia es mutua. Consideremos que, dentro de cada nación, los bancos comerciales pueden explotar el riesgo moral del banco central. Pueden impulsar la inflación con la esperanza de que el banco central les saque de apuros en caso de crisis de liquidez. En un sistema internacional de papel moneda, el mismo mecanismo afecta a la relación entre el productor del dinero estándar y los productores de las monedas secundarias y terciarias. Los últimos tienen un incentivo para impulsar la inflación y especular con rescates. Si el productor de la moneda estándar cede a estas demandas, el tipo de cambio de su moneda caerá y el nivel de precios aumentará. Ambos acontecimientos tenderán a hacer que su dinero sea menos atractivo como activo financiero. Además, 269

ambos acontecimientos tenderán a hacer que las economías en las que se utiliza su dinero sean lugares menos atractivos para invertir. Si emprende un rescate importante, se arriesga incluso a una hiperinflación y a la consiguiente destrucción de su producto. Pero nuestro productor de dinero estándar también se enfrenta a dificultades si no cede a ninguna petición de rescate. Consideremos el siguiente escenario. El hipotético país Ruritania tiene una caja de conversión que emite Rurs respaldados por dólares. El tipo de cambio del Rur en dólares se ha fijado en un nivel muy bajo para fomentar las exportaciones a EE.UU. Los dólares que entran en Ruritania como pago por estas exportaciones no se gastan en productos estadounidenses, sino que se acumulan como reservas en las cámaras acorazadas del banco central local. Supongamos además que los bancos comerciales de ese país han creado una enorme cantidad de crédito de la nada (inflación) y ahora se encuentran en una crisis de liquidez. La junta monetaria de Ruritania pide ayuda a la Reserva Federal de EE.UU., pero ésta se niega a rescatar a los bancos de Ruritania. En ese momento, la junta monetaria podría amenazar con vender todos sus dólares a cambio de euros, con lo que el país entraría en el patrón euro. Dependiendo del tamaño de Ruritania, esta acción tendría un impacto más o menos notable en el tipo de cambio dólar-euro. Perjudicaría a los mercados de capitales estadounidenses y, por lo tanto, supondría un incentivo para que los inversores abandonaran Manhattan y Chicago y se dirigieran a Francfort y París. Además, si partimos de la base de que Ruritania es un país muy grande con importantes reservas de dólares, incluso para los estándares mundiales, el mero anuncio de que el gobierno de Ruritania se pasará al euro podría incitar a otros países miembros del patrón dólar a hacer lo mismo. Esto 270

podría precipitar al dólar en una espiral de hiperinflación. Los dólares acabarían tarde o temprano en Estados Unidos, el único país donde la gente se ve obligada a aceptarlos por su condición de moneda de curso legal. Aquí todos los precios se dispararían, lo que posiblemente conllevaría una hiperinflación y el colapso de todo el sistema monetario. Las mismas consideraciones se aplican, mutatis mutandis, a todos los demás patrones internacionales de papel moneda. La cuestión es que, en el actual régimen de flujos internacionales de capital prácticamente sin trabas, es imposible impedir la salida de dinero estándar hacia el extranjero. Y cuanto más dinero se acumule en el extranjero, más se arriesga su productor a ser objeto del tipo de chantaje que ya hemos discutido.7 Nótese la ironía de que el potencial para tal chantaje es mayor precisamente cuando las salvaguardias institucionales contra los tipos de cambio fluctuantes son más fuertes, en el caso de las cajas de conversión y la dolarización. Los dirigentes de la Reserva Federal de Estados Unidos son conscientes de esta situación. Para protegerse del peligro del cambio, ha desarrollado un programa de señoreaje compartido. Es decir, las autoridades estadounidenses pagan a los gobiernos extranjeros por dolarizar sus economías y, sobre todo, por mantener la dolarización. Sin embargo, tales esquemas para la integración de monedas estándar y monedas secundarias se han aplicado, hasta ahora, sólo en casos relativamente poco importantes. El único escenario realista que podría frenar la deriva expansiva del chantaje monetario analizado anteriormente es la cooperación entre los productores de papel moneda estándar. Por ejemplo, si en una crisis del dólar los productores de euros se comprometieran a 271

estabilizar el tipo de cambio dólar-euro a la baja, desaparecerían en gran medida los incentivos financieros para salir de activos denominados en dólares y entrar en activos denominados en euros. Pero, ¿por qué los productores de dinero estándar como el euro estarían dispuestos a ayudar a un competidor en apuros? Hay al menos dos buenas razones para esta cooperación. En primer lugar, podrían querer desalentar el chantaje monetario por parte de los productores de monedas secundarias, porque en la siguiente ronda ellos mismos podrían ser víctimas de tales intentos. En segundo lugar, ellos mismos se verían afectados negativamente en caso de que una crisis monetaria afectara a su competidor. Es cierto que a corto plazo se beneficiarían de los inversores que se precipitaran hacia activos denominados en euros. Sin embargo, no podrían evitar que los mismos inversores volvieran a salir corriendo una vez que la crisis del dólar se hubiera resuelto, por ejemplo, mediante alguna reforma monetaria. Por lo tanto, los productores de papel moneda no harían bien en jugar al gato y al ratón con los inversores internacionales, con la esperanza de beneficiarse de una crisis monetaria que afecte a uno de sus competidores. Ahora bien, el punto crucial es que todas las partes implicadas saben todo esto y que, por lo tanto, el riesgo moral vuelve a entrar en juego. Los productores de papel moneda tienen un fuerte incentivo para ampliar su producción porque saben que sus competidores, actuando en su propio interés, probablemente les ayudarán cuando se vean amenazados por una crisis monetaria. Así, encontramos el mismo fuerte incentivo para la colusión expansiva entre los productores de papel moneda que ya hemos descrito en secciones anteriores para el caso de los bancos nacionales de reservas fraccionarias. Esta senda de expansión 272

monetaria resulta de la propia naturaleza de la competencia en el papel moneda, al igual que la expansión de los certificados de reservas fraccionarias resulta de la propia naturaleza de la banca competitiva de reservas fraccionarias. ¿Hay alguna forma de salir de este atolladero monetario? Una solución sería la vuelta a la autarquía, cortando todos los lazos con los mercados monetarios y financieros internacionales; pero esto conllevaría miseria y hambruna, y por lo tanto no es realmente una opción. Otra solución sería fusionar a los productores de papel moneda estándar, posiblemente siguiendo las líneas del Sistema Europeo de Bancos Centrales y posiblemente junto con una regulación internacional de los mercados de capitales y de la industria bancaria.8 Pero, ¿es la unión mundial del papel moneda una solución viable? 4. EL CALLEJÓN SIN SALIDA DE LA UNIÓN MONETARIA MUNDIAL Como hemos visto, existe una fuerte tendencia a la formación de bloques monetarios en torno al papel moneda utilizado en los países con los mayores mercados de capitales. La fuerza motriz de este proceso es la búsqueda de ingresos adicionales por parte de los gobiernos extranjeros. Los gobiernos que controlan los grandes mercados de capitales tienen pocos incentivos para adoptar las monedas controladas por otros gobiernos. Pero los gobiernos que sólo controlan una pequeña base impositiva y no pueden dominar su apetito por más dinero deben en algún momento recurrir a los mercados internacionales de capitales; y esto tarde o temprano les obliga a adoptar un papel moneda extranjero, o a fusionar su papel moneda con el papel moneda controlado por otros gobiernos. 273

También hemos visto que la conectividad entre los mercados internacionales de capitales crea un incentivo para que los fabricantes de papel moneda cooperen y, finalmente, se fusionen. En la actualidad, este proceso de consolidación y centralización dista mucho de haberse completado. El orden monetario internacional actual es un orden en transición. En la sección anterior hemos analizado algunos de los problemas que podrían manifestarse en los próximos años si los líderes políticos no toman las medidas adecuadas. Hemos señalado que una forma de evitar un mundo de hiperinflaciones en espiral y guerras de divisas es la integración monetaria mundial sobre un patrón papel. Entonces sólo habría un papel moneda para todo el mundo, posiblemente con unas pocas monedas nacionales de papel que servirían como certificados monetarios para el dinero global. El gran proyecto que Lord Keynes promovió sin éxito en la conferencia de Bretton Woods de 1944 se habría hecho finalmente realidad. Ya hemos señalado todas las implicaciones esenciales de tal acontecimiento. Incluso un papel moneda nacional es un poderoso motor de degradación económica, cultural y espiritual. ¿Cuánto más lo sería un papel moneda mundial? Tal régimen monetario proporcionaría la base económica de una pesadilla totalitaria. Es cierto que aún estamos lejos de este escenario. Grandes obstáculos se interponen en su camino, porque requeriría nada menos que una unificación política de la humanidad. Pero supongamos por el momento que estos problemas podrían superarse en un futuro próximo. Y supongamos también que los temores al totalitarismo podrían disiparse mediante una educación moral adecuada de los líderes políticos, que entonces destacarían en el arte de la autocontención. ¿Resolvería esto el 274

problema de la constitución monetaria? ¿Daría al mundo un verdadero orden monetario que no llevara en su seno una tendencia a la autodestrucción, tendencia inherente a todos los sistemas monetarios fiduciarios? A la luz de nuestro debate general sobre el papel moneda, la respuesta es evidente. Todos los sistemas de papel moneda, ya sean nacionales o internacionales, trabajan bajo la presencia del riesgo moral. A largo plazo, por lo tanto, un papel moneda mundial no puede eludir el destino del papel moneda nacional. Tendrá que colapsar en hiperinflación o forzar al gobierno a adoptar una política de control creciente, y finalmente total, sobre todos los recursos eco nómicos. Ambos escenarios implican trastornos económicos a una escala que hoy apenas podemos imaginar. El resultado inevitable sería la muerte para muchos cientos de millones de seres humanos. Sin embargo, hay esperanza. La humanidad es libre de volver en cualquier momento a la producción natural de dinero, que es de hecho el único orden monetario éticamente justificable y económicamente viable.

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CONCLUSIÓN

1. DOS CONCEPTOS DE CAPITALISMO Los filósofos de la Antigüedad tenían en general una actitud negativa hacia el trabajo, el comercio y el dinero. La visión de los escolásticos cristianos medievales era decididamente diferente. Su perspectiva más favorable sobre el comercio, el espíritu empresarial y las fuerzas del mercado constituyó un terreno intelectual fértil para el crecimiento de la ciencia económica y la aplicación de la ética a la economía. Fue la tradición escolástica la primera en ver los graves problemas asociados a la monopolización legal de la producción de dinero. Durante el siglo XX, la Iglesia Católica expresó una actitud mixta hacia el capitalismo. Pío XI distinguió entre un "sistema económico" capitalista que "no era condenable en sí mismo" y un "régimen económico 'capitalista'" que consideraba inaceptable en muchos aspectos. El Papa Juan Pablo II hizo hincapié en este punto cuando debatió la cuestión de si el capitalismo era el modelo económico que debía recomendarse al Tercer Mundo. La respuesta depende de lo que entendamos por la palabra "capitalismo": Si por "capitalismo" se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, el mercado, la propiedad privada y la consiguiente responsabilidad sobre los medios de producción, así como la libre creatividad humana en el sector económico, entonces la respuesta es 276

ciertamente afirmativa. afirmativa, aunque quizá sería más apropiado hablar de "economía de empresa", "economía de mercado" o simplemente "economía libre". Pero si por "capitalismo" se entiende un sistema en el que la libertad en el sector económico no se circunscribe dentro de un marco jurídico fuerte que la ponga al servicio de la libertad humana en su totalidad, y que la considere como un aspecto particular de esa libertad, cuyo núcleo es ético y religioso, entonces la respuesta es ciertamente negativa.2 De forma muy similar, muchos economistas -y muy especialmente los economistas de la Escuela Austriaca- han presentado el capitalismo como el sistema más adecuado para proporcionar los fundamentos económicos para el pleno desarrollo del hombre y de la sociedad. Sin embargo, por capitalismo entendían un sistema social de división del trabajo basado en el respeto pleno y universal de las instituciones económicas fundamentales de la sociedad: la propiedad privada y la libertad de asociación. En este sentido, como hemos demostrado, no existe ningún desacuerdo fundamental entre los puntos de vista de los austriacos y las preocupaciones morales católicas. Los austriacos no pretenden justificar los actuales sistemas económicos que prevalecieron en el llamado Occidente "capitalista" del siglo XX. Muy al contrario, siempre han subrayado que estos sistemas se desviaban del ideal capitalista de múltiples maneras, y han demostrado que estas desviaciones eran perjudiciales para la sociedad y sus miembros. Así pues, la economía austriaca y la doctrina católica coinciden en que muchos aspectos de nuestros sistemas económicos occidentales deben ser criticados. También deberían estar de acuerdo en que el sistema monetario imperante es un caso 277

importante. No hay ninguna razón económica, legal, moral o espiritual que pueda aducirse para justificar el papel moneda y la banca con reservas fraccionarias. Las formas predominantes de producción de dinero, basadas en una panoplia de privilegios legales, son elementos extraños en la economía capitalista. Proporcionan ingresos ilícitos, fomentan la irresponsabilidad y la dependencia, estimulan la centralización artificial de la toma de decisiones políticas y económicas, y crean constantemente desequilibrios económicos fundamentales que amenazan la vida y el bienestar de millones de personas. En resumen, el papel moneda y la banca de reservas fraccionarias explican en gran medida los excesos que se reprochan a la economía capitalista. Hemos argumentado que estas instituciones monetarias no han surgido de ninguna necesidad económica. Se han creado porque permiten a una alianza de políticos y banqueros enriquecerse a costa de todos los demás estratos de la sociedad. Esta alianza surgió de forma bastante espontánea en el siglo XVII; se desarrolló de múltiples formas hasta nuestros días, y en el curso de su desarrollo creó las instituciones monetarias actuales. ha producido por su propia naturaleza, y que sólo deja sobrevivir a los más fuertes; y esto es a menudo lo mismo que decir, los que luchan más violentamente, los que hacen menos caso de su conciencia. Obsérvese una vez más que nuestro presente estudio no pretende ofrecer un análisis completo de todas las consideraciones que se han planteado sobre el tema. Hemos presentado un panorama general y tratado los detalles sólo cuando ha sido oportuno. Se trata de demostrar que las pruebas de nuestro caso son lo suficientemente claras e importantes como para justificar un 278

examen más detenido. No obstante, el estudiante serio debe familiarizarse con las discusiones que pueden encontrarse en otras obras sobre nuestro tema. 2. REFORMA MONETARIA Las instituciones monetarias de nuestro tiempo necesitan urgentemente una reforma por muchas razones. Sin embargo, el debate actual sobre la reforma monetaria, en la medida en que tiene lugar, adolece de una estrechez intelectual asombrosa. Por supuesto, es imposible proporcionar el antídoto en un breve estudio, pero nuestra exposición podría, no obstante, ser útil para señalar las direcciones en las que podrían encontrarse alternativas. Una de estas alternativas es la producción natural de dinero, aunque actualmente no desempeñe ningún papel práctico5 . Es un hecho significativo que no se pueda eludir el orden natural ni siquiera en teoría, ya que por sí solo proporciona un sólido punto de partida para cualquier análisis serio de las instituciones monetarias. Y también en política monetaria, como hemos argumentado, es algo así como el optimorum óptimo. Nótese que no recomendamos simplemente volver atrás en el tiempo. Un orden monetario natural en nuestros días no es, desde luego, idéntico a lo que habría sido un orden monetario natural en el siglo XVI. No abogamos por abolir las tarjetas de crédito, los depósitos en cuenta corriente y cualesquiera otras instituciones financieras viables que puedan originarse en el mercado. Se trata de volver al respeto universal de los derechos de propiedad. No necesitamos cambiar instrumentos como los billetes, el papel moneda y la organización de los bancos centrales, sino las normas legales bajo las que operan los bancos centrales y bajo las que se produce el papel moneda. Tenemos que abolir los privilegios 279

legales de los bancos centrales y las autoridades monetarias. No hay ninguna razón defendible para impedir que los ciudadanos utilicen el mejor dinero y los sustitutos del dinero. Al contrario, una reforma en este sentido es necesaria por muchas razones. Es necesaria una acción inmediata y enérgica. Muchos objetarán que es imposible llevar a cabo tal retorno, ahora que hemos avanzado tanto en el camino hacia un papel moneda global. Este es un punto de vista totalmente derrotista porque da por sentado el desastre que se avecina (hiperinflación o tiranía global). Pero lo más importante es que es moralmente erróneo. Como hemos argumentado, nos enfrentamos a un problema de la voluntad humana; pero, al fin y al cabo, se trata sólo de un problema de la voluntad. En 1258, el rey Luis IX de Francia inició una reforma monetaria que acabaría por restablecer la moneda de su reino sobre bases metálicas naturales. Parece que fue el último gobernante de su país que cumplió la promesa de Dios: En lugar de bronce traeré oro, en lugar de hierro, plata; en lugar de madera, bronce, en lugar de piedras, hierro; pondré paz a tu gobernador, y justicia a tu gobernante. (Isaías 60:17) Podría decirse que San Luis tenía un trabajo relativamente fácil. Al fin y al cabo, sólo tenía que arreglar el desaguisado de lo que seguía siendo básicamente un sistema monetario metálico. En cambio, la banca de reservas fraccionarias y el papel moneda han estado con y han cambiado nuestros hábitos e incluso nuestra mentalidad. Sin embargo, consideremos que China realizó varios experimentos con la banca de reservas fraccionarias y el papel moneda durante quinientos años (desde aproximadamente 960 hasta aproximadamente 1455 de nuestra era) y en esta época sufrió repetidamente hiperinflaciones y otros problemas que 280

hemos analizado en este volumen. Luego el país volvió a la cordura monetaria cuando los dirigentes políticos dejaron de reprimir la circulación de monedas de plata y cobre. Y considérese que los artífices de la Revolución Americana, los Padres Fundadores de la Constitución de EE.UU., gloriosamente cortaron el suelo legal bajo la tradición de papel moneda colonial, que había durado siglos. Consideremos que el presidente Andrew Jackson, contra la frenética resistencia de los intereses creados en los círculos bancarios y financieros, retiró los privilegios legales a todos los bancos de reserva fraccionaria y redujo la deuda pública a una cantidad que podría haber sido pagada por cualquier ciudadano rico. No hay ninguna razón para que hoy seamos incapaces de lograr cosas semejantes, o incluso algo mejor.

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