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Spanish Pages 106-117 [17] Year 2019
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Tabla de contenido
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Mentes sin cráneo. Aproximación ilosóica a la cognición en invertebrados Juan Gefaell Borrás
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Emoción, sociabilidad y lenguaje. Una relexión teórica acerca de la emoción como 35 capacidad cognoscitiva superior Johnny Cartín Quesada No olemos rosas, sino posibilidades de acción: Hacia una neuroisiología (y una ilosofía) de la percepción olfatoria sin objetos. 58 Diego Alonso Becerra Sistemas cognitivos y representaciones mentales desde la perspectiva evolucionista 70 Antonio Diéguez Lucena La inteligencia de la Inteligencia Artiicial (IA) Enrique Farfán Ugalde
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Bunge y el problema del conocimiento. Alejandro Gracia Di Rienzo
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La antropología como ciencia cognitiva: una breve introducción. Sergio Morales Inga
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Antirrealismo cientíico constructivista, lenguaje y realidad social. Sergio Aramburu
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Mentes como cuerpos en acción. El giro pragmático contemporáneo en las Ciencias 152 Cognitivas. Andrés Zules Triviño Una defensa de las teorías mixtas en ciencias cognitivas Hilda Hernández López
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Teorías contemporáneas del desarrollo de la categorización, manejo de perspectiva y noción de objeto 172 María Clara Garavito y Jaime Yáñez Canal
La Poética Cognitiva como aproximación a la estética literaria desde las Ciencias Cognitivas 202 Josué Bojorges. Breve aproximación teórica y revisión de antecedentes acerca de procesos cognitivos en animales no humanos. 207 Augusto Francisco Scalona El fantasma en el homúnculo. Una fábula ilosóica Caleb Saldaña Medina. Sergio Barrera (Notas al pie)
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Gracias por la lectura
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Scientia in verba Scientia in Verba Mag. 4, 106-117 (2019).
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La antropología como ciencia cognitiva: una breve introducción. Sergio Morales Inga 1 1
Universidad Nacional Mayor de San Marcos. [email protected]
Resumen. Establecida a mediados del siglo XX, pero cuyos orígenes pueden rastrearse desde inales del XIX, la antropología cognitiva es una especialidad de la antropología que tiene por objeto de estudio la relación entre cultura y cognición. Con la inalidad de divulgar los aportes de una de las especialidades de mayor proyección de la teoría antropológica contemporánea, el presente trabajo ofrece una breve introducción a dicha especialidad mediante una exploración de su deinición, origen histórico y tópicos de estudio, así como su aparato metodológico y su discutida relación con la psicología cognitiva. Finalmente, el trabajo culmina discutiendo la pertinencia de la antropología a las ciencias cognitivas. Palabras clave: antropología, cognición, cultura, etnografía, ciencia cognitiva.
¿Qué es, cómo surgió y qué estudia la antropología cognitiva? Según la American Anthropological Association, la antropología es el estudio de lo que nos hace humanos. Como disciplina cientíica, la también denominada ciencia total del hombre se ramiica en diversas especialidades: antropología social, antropología económica, antropología política, antropología evolucionista, entre otras. Una de ellas, ha sido materia de interesante polémica. Nos referimos a la antropología cognitiva
(en adelante, AC), también denominada antropología del conocimiento. Establecida a mediados del siglo pasado, la AC constituye una especialidad cientíica cuyo objeto de estudio es la relación entre cultura y cognición. Según D’Andrade (2003), “[e]l antropólogo cognitivo estudia cómo las personas, dentro de grupos sociales, conciben y piensan acerca de los objetos y eventos que componen su mundo –incluyendo objetos físicos, como las plantas silvestres, y eventos abstractos, como la justicia social” (p. 1). Asimismo, para Boster (2005), “[l]os antropólogos cognitivos buscan comprender cómo ocurre la cultura, explorar cómo el entendimiento colectivo del mundo emerge en grupos sociales y descubrir el patrón de similitudes y diferencias transculturales en cultura y cognición” (p. 93). Gracias a la exploración cientíica de diversas sociedades humanas no-occidentales (desde el siglo XVI), se volvió imperativo determinar si la mente humana podía ser realmente comprendida ignorando aquella multiplicidad (Bender y Beller, 2011; Unsworth, 2012). Así, mucho antes de la constitución de las ciencias cognitivas (en adelante, CC), la antropología ya tenía como objeto de interés el pensamiento humano. Sea desde la exploración de las clasiicaciones primitivas por Durkheim y Mauss (1901-1902), desde la investigación sobre la mente primitiva de Lévy-Bruhl (1923) o desde la relación entre cultura y personalidad, por Malinowski (1932), Benedict (1934), Mead (1934), Linton (1945) y Kardiner
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Scientia in verba subpage /revista-scientia-in-verbapdf/ (1949) durante la primera mitad del siglo XX, la antropología tuvo como uno de sus tópicos de estudio la relación entre cultura y pensamiento (Lagunas, 2012). No obstante, las bases de la AC propiamente dicha llegarían todavía en los años 50 del siglo pasado, tras el presunto decaimiento del conductismo de Skinner (1938) y el auge de la llamada revolución cognitiva (Gardner, 1987). Por inluencia del método transcultural de Murdock –cuyas obras Social structure de 1949 (1965) y “World ethnographic sample” (1957) comparaban más de 200 y 500 sociedades respectivamente– y de la gramática generativa transformacional de Chomsky –quien redirigió la teoría lingüística en 1957 tras publicar Syntactic structures (2002)–, los primeros antropólogos cognitivos, como Lounsbury (1966) o Goodenough (1956), investigaron los sistemas terminológicos de parentesco mediante el análisis componencial –un “procedimiento para descubrir las dimensiones del signiicado subyacente a un dominio y mapear los valores en estas dimensiones (o componentes) sobre los términos en un léxico” (Boster, 2005: 96). Posteriormente, se formaron las primeras escuelas de AC en la Universidad de Stanford (liderada por Romney, D’Andrade y Frake) y en la Universidad de California en Berkeley (dirigida por Berlin y Kay), especializadas en el estudio de la organización del conocimiento indígena o etnociencia, un campo vinculado a la percepción, nominalización y clasiicación de entidades, sean plantas (etnobotánica) o animales (etnobiología). Para Sperber y Hirschfeld (1999), “gran parte de la investigación antropológica, aunque deliberadamente a-psicológica, tiene un genuino interés cognitivo porque investiga las estructuras de conocimiento, desde nociones especíicas hasta sistemas ideológicos” (p. cxxvii). Como disciplina cientíica, la AC se halla íntimamente vinculada a otras es-
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pecialidades como la lingüística y la psicología, no obstante, la manera cómo tales conciben la cultura constituye la diferencia más notoria. La importancia que la AC le brinda a la cultura yace en su capacidad de moldear pensamiento y acción. Según D’Andrade (2003), si uno desea explicar fenómenos sociales, “la cultura debe ser investigada porque la forma en que funciona la sociedad se ve profundamente afectada por aquello que se aprende como patrimonio cultural” (p. 251); en pocas palabras: “uno no puede entender a los individuos humanos sin entender su cultura” (Ibíd.). Sin embargo, ¿cómo la AC concibe la cultura? Para Goodenough, uno de los pioneros de la disciplina, es una forma de organización del conocimiento: “La cultura de una sociedad consiste en lo que uno tiene que saber o creer para poder operar de una manera aceptable para sus miembros y para hacerlo en cualquier rol que acepten para cualquiera de ellos. La cultura, siendo lo que las personas tienen que aprender, a diferencia de su patrimonio biológico, debe consistir en el producto inal del aprendizaje: el conocimiento, en un sentido más general, aunque relativo, del término. Según esta deinición, debemos observar que la cultura no es un fenómeno material; no consiste en cosas, personas, comportamiento o emociones. Es más bien la organización de estas cosas. Son las formas de cosas que las personas tienen en mente, sus modelos para percibir, relacionarlas e interpretarlas.” (citado por Boster, 2005: 94-95). De modo semejante, para D’Andrade (1981), no solo los objetos físicos son productos de la cultura; “[l]a institución de una sociedad ilustrada, la organización de sus reuniones, el concepto de «papel», así como las palabras utilizadas en el documento siguen formatos y rutinas culturales bien empleados” (p. 180). Más aún, “[l]os entornos de comportamiento, que consisten en complejos mensajes y
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Nullius in verba Site www.nulliusinverbasite.com señales, derechos y deberes, roles e instituciones, son una realidad culturalmente constituida la cual constituye un producto de nuestro pozo de información socialmente transmitida” (Ibíd.). Un aspecto fundamental de la AC es haber comprobado empíricamente que la cognición guarda un aspecto cultural importante y capaz de inluenciarla. Aquella parte cultural de la cognición se relaciona con la forma “cómo el contenido cultural «interactúa» con los procesos psicológicos” (Ibíd., p. 182). Así, admitiendo que la cognición es inluenciada por la cultura, esta es reconocida como “fuente de la mayoría de las representaciones y procedimientos compartidos con los que creamos nuestro pensamiento” (Ibíd., p. 193); por tanto, debe ser admitida como parte del “material básico” a estudiar por las CC. No suiciente con ello, si existe una parte cultural de la cognición, también existe una parte cognitiva de la cultura, pues “a medida que se conoce más acerca de los procesos cognitivos, se puede entender más acerca de cómo se coniguran las formas culturales” (Ibíd., p. 194). De este modo, la AC también ofrece “explicaciones causales de cómo se produce, transmite y adquiere la cultura” (Rodríguez, 2006: 401). A lo largo de su desarrollo, la AC ha demostrado que los procesos cognitivos son inluenciados por las representaciones culturales y que las representaciones culturales son inluenciadas por los procesos cognitivos; en otras palabras, que “la inluencia entre representaciones culturales y procesos cognitivos es recíproca” (D’Andrade, 2003: 252). Mediante el estudio interactivo entre cultura y cognición, la AC analiza la mente humana en sus distintas expresiones: formas de polisemia, analogía y metáfora, percepción, memoria, emoción, taxonomías, sistemas simbólicos, redes semánticas, sistemas conceptuales, esquemas cognitivos, representaciones colectivas, cosmovisión, modelos culturales, juicios morales, ra-
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zonamientos lógico-matemáticos, cognición especial, aprendizaje, lenguaje, personalidad, conducta, evolución cognitiva, entre otros (Kronenfeld, Bennardo, De Munck y Fischer, 2011). En las CC, sin embargo, la cultura no ha sido acogida con el mismo entusiasmo (Bender y Beller, 2011); para dicho campo de conocimiento, “el valor epistémico de la cultura y el contexto ha sido ampliamente descuidado” (Rothe, 2012: 389). Con el objetivo de generar un entendimiento de la cultura, las CC han preferido coniar en la psicología transcultural, aunque los resultados no hayan sido los mejores. Para Rothe, dicha especialidad comete dos errores: i) no evalúa las culturas en su diversidad pues, al analizar las llamadas dimensiones culturales, produce “simpliicaciones excesivas” (culturas holísticas vs. analíticas o colectivistas vs. individualistas) (Ibíd., p. 390) y ii) considera que sus paradigmas occidentales son “estándares culturalmente no marcados” que revelan anormalidades en otros contextos (Ibíd., p. 391). Para el autor, si las CC siguen recurriendo a la psicología transcultural, “podrían correr el riesgo de no aprehender la diversidad cultural, de perder perspectivas emic y de caer en la trampa de las diferencias culturales en las que apenas hay estadísticas artiiciales” (Ibíd.).
¿Cómo opera la antropología cognitiva? Para la AC, “la cognición posee múltiples dimensiones” (Lagunas, 2012: 219). De forma general, el estudio antropológico de la cognición se caracteriza por su enfoque holístico, naturalista y comprensivo de la cognición en diversas poblaciones humanas. Según algunos, esta perspectiva diiere considerablemente de la psicología cognitiva (en adelante, PC) y las CC. Por un lado, mientras los psicólogos aspiran a la simplicidad en la explicación mediante experimentos controla-
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Scientia in verba subpage /revista-scientia-in-verbapdf/ dos, los antropólogos buscan riqueza en la descripción mediante observaciones de campo (Kitayama, 2012: 425). Por otro lado, aunque AC y CC estudien la mente humana, “tienen perspectivas divergentes, con respecto tanto al enfoque como a los métodos” (Bender y Beller, 2011: 4). Dicho esto, una buena manera de comprender cómo opera la AC es señalando sus 3 características fundamentales que posee y la diferencian de la PC y las CC. i.Diferencia metodológica: el holismo etnográico. Para Boster (2012), la PC es el estudio del proceso de pensamiento en individuos en escenarios experimentales, mientras la AC es el estudio del contenido del pensamiento o conocimiento observado en entornos naturales y distribuido en comunidades de individuos (p. 372). A este respecto, la primera característica de la AC es el uso de la etnografía –una técnica de investigación de la antropología que consiste en la descripción sistemática de las partes de un fenómeno cultural para develar su mecanismo de funcionamiento. Como tal, la etnografía presenta dos rasgos esenciales: es naturalista, pues solo puede ser empleada en los mismos entornos en los que ocurre los fenómenos observados (estudios in situ), y es holística, al ejercer una mirada panorámica que comprende las distintas partes de un fenómeno. Por un lado, dado que los antropólogos cognitivos investigan en entornos naturales, “las propiedades de los objetos de la experiencia han jugado un papel más importante en las explicaciones antropológico cognitivas sobre por qué las personas entienden el mundo de la manera en que lo hacen” (Boster, 2005: 115). Por otro lado, mientras la PC se interesa por el individuo, la AC considera que “los individuos […] pertenecen a las poblaciones” (Sperber y Hirschfeld, 1999: cxi), razón por la cual “está interesada principalmente en el signiicado cultural de una manera más holística, centrán-
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dose en cómo el conocimiento cultural de grupos de personas se organiza, describe, transmite y modiica” (Bender y Beller, 2011: 4). En palabras de Boster (2011), la AC “se enfoca en los bosques, no en los árboles” (p. 131). Para Kitayama (2012), la investigación etnográica es indispensable para el estudio de la cognición, inclusive en diseños experimentales. De ahí que mientras la PC anhela “simplicidad en la explicación” (p. 425), la AC persiga “riqueza en la descripción” (Ibíd.). Según Rothe (2012), ocurre que “los antropólogos cognitivos trabajan por una perspectiva emic, vinculada al contexto, sobre la cognición y el comportamiento humanos para comprender las características compartidas culturalmente de los «nativos» de un grupo cultural” (p. 388). Gracias a la etnografía, la AC posee un método de investigación particular que implica la comprensión de los fenómenos cognitivos (a diferencia de la PC y las CC) que ha posibilitado lo que hoy se denomina etnografía cognitiva (Blount, Jacob, Weeks y Jepson, 2015). ii.Diferencia conceptual: concepción totalista de la cultura. La antropología estudia al ser humano analizando aquello que lo hace quien es: la cultura. Para esta disciplina, la cultura constituye una totalidad de elementos interrelacionados que incluyen estructura social, organización política, modelo económico, cosmovisión, prácticas rituales, normas, roles, costumbres, valores, símbolos, etcétera. Desde inales del siglo XIX a inicios del XX, la cultura de la antropología encarnaba una totalidad de cosas, no obstante, su deinición se diversiicó desde muy temprano. Apenas en los años 50, Kroeber y Kluckhohn (1952) sistematizaron más de 160 deiniciones en 7 grupos: descriptivas, históricas, normativas, psicológicas, estructurales, genéticas e incompletas. Para Sperber y Hirschfeld (1999), la noción de cultura se ha desarrollado de maneras tan radicalmente diferentes que constituye “fuente
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Nullius in verba Site www.nulliusinverbasite.com de profundos desacuerdos” (p. cxi). Vinculado a la herencia antropológica clásica, el interés de la AC por la cultura también deiende una concepción totalista mediante la cual la cultura puede ser analizada o sintetizada, pero jamás reducible ni descontable de la ecuación. Para Astuti y Bloch (2012), a diferencia de la psicología que reduce la cultura al oponerla a otros componentes (i.e. características neurológicas, rasgos cognitivos, estrato socioeconómico, nivel educativo o sexo), los antropólogos “estudian la cultura desde el interior, resistiéndose a tratarla como una variable independiente” (p. 458). Este trato particular de la AC ha posibilitado establecer el vínculo que guarda la cultura con la cognición y la evolución, impulsando considerables progresos teóricos (Sperber y Hirschfeld, 1999). Hoy por hoy, continuando la concepción totalista, la AC ha desarrollado un enfoque sistémico ajeno a perspectivas psicologistas que deine la cultura como un sistema de referencia que “proporciona una biblioteca de categorizaciones o acciones alternativas (y estructuras de acción con motivos e implicaciones asociadas), no una parte profundamente internalizada de la psique de alguien” (Kronenfeld, 2017: 2). iii. Diferencia muestral: la población WEIRD. Para Henrich, Heine y Norenzayan (2010), muchas investigaciones psicológicas suponen que los seres humanos comparten los mismos procesos cognitivos y que, por tanto, los resultados de una población concreta son generalizables. Aquella población comúnmente estudiada recibe el nombre de WEIRD (del inglés raro o extraño), un acrónimo cuyas siglas indican sus características: Western (occidental), Educated (profesional), Industrialized (industrializada), Rich (adinerada) y Democratic (democrática). Especialidades como la PC recurren generalmente a un solo tipo muestral (estudiantes universitarios), dejando por fuera
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a las grandes mayorías poblacionales.
Aquí hay un experimento que Ud. puede hacer. Vaya a alguna charla de la Sociedad de Ciencia Cognitiva y escuche la descripción de la muestra del estudio. Las probabilidades son que ocurra una de dos cosas: (a) La muestra del estudio no se mencionará en absoluto, o (b) se brindará una descripción de una palabra «personas», lo cual signiica: «estudiantes de pregrado cursando Introducción a la Psicología en mi universidad» (Beller, Bender y Medin, 2012: 351-352)
En antropología este problema no ocurre, pues esta disciplina encuentra en la diversidad humana su mayor riqueza. Mediante el estudio etnográico de múltiples sociedades del orbe, la AC ha obtenido –y obtiene– fuerte evidencia empírica sobre cómo la cultura inluye en la cognición. Para Bender, Hutchins y Medin (2010), son precisamente las limitaciones muestrales lo que genera que muchos antropólogos se decepcionen de la “devoción” que muestra la PC por el estudio de estudiantes universitarios en entornos de laboratorio “altamente artiiciales” por sobre los contextos del mundo real (p. 377). Según Whitehouse y Cohen (2012) si el problema de la PC/CC fuera meramente de muestreo, podría resolverse mediante una replicación de los experimentos en otras poblaciones; sin embargo, el problema es más profundo: “Las agendas de investigación y los diseños experimentales especíicos a los que dan lugar también están determinados por los supuestos y prioridades históricamente contingentes de las sociedades «WEIRD»” (p. 411). A este respecto, las diferencias metodológicas entre AC y PC/CC son reales, pero no insalvables. Una perspectiva holística, una concepción totalista de la cultura y el estudio de diversas poblaciones humanas constituyen aportes fundamentales, pues para hablar de la cognición humana en general es imperativo tomar precauciones. A in de cuentas, la AC como la PC, “son necesarias para una
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Scientia in verba subpage /revista-scientia-in-verbapdf/ comprensión más completa de todas las formas de interacción cultura–mente” (Kitayama, 2012: 426).
¿Debe la antropología formar parte de las ciencias cognitivas? El año 2012, la revista Topics in Cognitive Science organizó el simposio “¿Debe la antropología formar parte de las ciencias cognitivas?”, donde distintos especialistas compartieron sus perspectivas. Las siguientes son solo algunas de ellas. Según Beller et al. (2012), combinar las perspectivas metodológicas de las CC y la AC es como “cuadricular el círculo”. Por un lado, las CC han dejado por fuera tópicos importantes de la cognición humana, como el afecto, el contexto, la cultura, la diversidad cultural y la historia, mientras recurren al estudio de población universitaria. Por otro lado, el problemático status cientíico de la antropología genera reticencias para considerarla una fuente de conocimiento iable. Para los autores, existe un espíritu de discordia acrecentado por el dominio, a veces hostil (p. 345), que las CC ejercen sobre el estudio de la mente, por lo que la cuestión a debatir es cómo enfrentarnos a tal desafío: “¿Cómo debería ser la reconciliación para servir a ambas partes y cómo podría lograrse? ¿Estamos, nosotros mismos, lo suicientemente dispuestos a abordar estos problemas y luchar por la reconciliación?” (Ibíd., p. 351). Para Shweder (2012), el alejamiento entre AC y CC ocurre por el desencanto antropológico hacia la revolución cognitiva y por el fundamentalismo de cierta PC. Por un lado, muchos antropólogos formaron parte de la revolución cognitiva, organizando conferencias interdisciplinarias. Sin embargo, en los años 80, D’Andrade –uno de los líderes de la AC– expresó su disconformidad hacia las CC aduciendo que ciertos cambios estaban quebrando [breaking] las disciplinas que los integraban. Por otro lado, cierto fun-
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damentalismo psicológico impulsó que la AC no fuese considerada parte de las CC por las diferencias metodológicas discutidas en la sección anterior. Para Gatewood (2012), no existe una incompatibilidad real entre la PC y la AC, pues “aunque a los psicólogos les guste generalizar sobre la naturaleza humana y a los antropólogos les guste identiicar diferencias entre grupos culturales, estas inclinaciones disciplinarias no son realmente perspectivas competitivas sino agendas complementarias” (p. 364). Para el autor, ambos campos son necesarios como correctivos: “los antropólogos para detectar las generalizaciones psicológicas y los psicólogos para atrapar las miopías antropológicas” (Ibíd.). De forma semejante, Boster (2012) señala que la CC necesita de la AC, porque esta representa todo aquello que la PC no es (p. 372). Por tanto, aunque haya sido desterrada del resto de la antropología por considerarla “demasiado cuantitativa y cientíica para la prevaleciente estética postmoderna” (Ibíd., p. 374), se trata de una especialidad que “ha hecho una contribución sustancial a la comprensión de la cognición humana” (Ibíd., p. 375). Barrett, Stich y Laurence (2012) sostuvieron que, si el objetivo de las CC es comprender la cognición del homo sapiens de forma integral, no pueden prescindir de la AC, ya que “sin estudiar la amplitud de la naturaleza humana tal como se maniiesta fuera del laboratorio y en todo el mundo, es imposible hacer airmaciones generales sobre nuestra especie” (p. 380). Para los autores, Beller y compañía se equivocan al airmar que no puede haber vínculo entre AC y CC por dos motivos: i) la AC no está “fosilizada” pues especialidades como paleoantropología, arqueología, antropología lingüística o antropología psicológica guardan fuerte interés por el estudio de la cognición, y ii) el estudio de la diferencia cultural-cognitiva no es el único aporte de la AC: exceptuando la cuestión
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Nullius in verba Site www.nulliusinverbasite.com anatómica, “[p]rácticamente no hay preguntas en la antropología que no tengan que ver […] con preguntas sobre la cognición humana” (Ibíd., p. 385). Para los autores, “[d]urante la mayor parte de la evolución humana, la cognición era «cognición en la naturaleza», y solo estudiándola de esa manera podremos tener una visión completa de lo que es la cognición humana” (Ibíd., p. 386). Para Rothe (2012), el aparato metodológico de la AC, basado en una combinación de técnicas cualitativas y cuantitativas, resulta de gran utilidad para las CC. Según el autor, “los antropólogos cognitivos poseen la fuerza de la construcción de teorías, lo cual conduce a nuevas hipótesis y preguntas de investigación innovadoras” (p. 389). Por lo tanto, desconocer la AC privaría a las CC de “una valiosa perspectiva holística sobre la cognición, un profundo conocimiento etnográico y métodos únicos que son sensibles a la variación cultural y a la información del contexto” (Ibíd., p. 390). Considerando que la cultura será cada vez más importante para el estudio cientíico de la mente, la AC constituirá “la elección perfecta para integrar cultura y cognición” (Ibíd., p. 394). Según Levinson (2012), las CC se han basado en el “mito ideológico de la mente humana” cuyo “pecado original” es la negación de la variabilidad y la diversidad de la cognición humana. Considerando que “[e]l renacimiento del interés por la variación y diversidad humana es ahora inevitable” (p. 399), para el autor las CC deben recurrir a la AC para subsanar sus propios vacíos disciplinares. Una vez superado el problema, asegura Levinson, se puede esperar un interés renovado en la variación cultural, ya que “las culturas ofrecen miles de laboratorios naturales para el estudio del desempeño humano en condiciones especíicas” (p. 399). Ante la pregunta de qué hacer si un psicólogo cognitivo anda en búsqueda de colaboradores para estudiar aquella diversidad
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cognitiva “encerrada” en las diversas culturas del mundo, Levinson recomienda: “Busque un antropólogo cultural que haya escapado de la posmodernidad” (p. 401). Para Whitehouse y Cohen (2012), la antropología debería ser para las CC “lo que el trabajo de campo es para la primatología experimental” (p. 405). Centrándose en el estudio de la cooperación desde una perspectiva evolucionista, los autores señalan que la etnografía tiene un “papel vital” que desempeñar en la formulación de preguntas de investigación y agendas en las CC (Ibíd., p. 411). De este modo, mientras la etnografía sea la principal técnica de investigación de la antropología, excluirla del estudio cientíico de nuestra especie sería “un grave error” (Ibíd.). Según Le Guen (2012), existe una complementariedad metodológica entre AC y CC, a pesar que estas últimas han “ignorado” las contribuciones de la primera (p. 446). Incluso si asumimos que todos los seres humanos comparten una arquitectura cognitiva básica y que diferentes individuos pueden resolver tareas similares bajo condiciones semejantes, “esto no predice cómo las personas utilizarán estas capacidades en la vida real con condiciones especíicas locales” (Ibíd.), por lo que es necesario un enfoque antropológico. Para el autor, “el estudio de la cognición humana debe tener en cuenta todos los parámetros que deinen la cognición, incluido su contexto y entorno cultural” (Ibíd., p. 451). De forma semejante, para Astuti y Bloch (2012) no hay duda de que la AC sea parte de las CC, “ya que comparte con ellas el mismo objetivo teórico: comprender y explicar el comportamiento de los miembros de la especie animal Homo sapiens” (p. 454). Por lo tanto, si aceptamos que la cultura es crucial para las CC, “entonces tenemos que aceptar que solo tomando en serio la cultura podemos progresar” (Ibíd., p. 458).
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Scientia in verba subpage /revista-scientia-in-verbapdf/ Finalmente, en lo que constituye una respuesta de los iniciadores del debate, Bender, Beller y Medin, (2012) admitieron, tras revisar las críticas, que un trabajo colaborativo e integrador entre la AC y la PC/CC era posible y además imperativo (p. 464). A sabiendas que “el papel de la cultura y la diversidad cultural se reconoce cada vez más en la ciencia cognitiva como de primera importancia para nuestra comprensión de la cognición humana” (Ibíd., p. 465), la presencia activa de la AC en las CC es fundamental. Proyectos como el International Cognition and Culture Institute del Departamento de Antropología de la London School of Economics, el Max Planck Institute for Psycholinguistics, MINDLab o el Center for Interdisciplinary Research (ZiF) en Bielefeld University son algunas muestras de una colaboración cientíica que merece más desarrollo. Entre otras posiciones sobre el debate se hallan las de: Bennardo (2014), para quien las CC necesitan de la AC porque esta diciplina torna a la mente humana al vincularla a la cultura, propone una trayectoria multimetodológica no realizada en otros campos de investigación y le otorga a la etnografía un papel destacado, es decir, porque “trata la mente humana como un fenómeno cultural” (p. 139); Kiper (1024), para quien la inluencia de la AC en las CC (especíicamente en campos como ciencia cognitiva de la religión y cognición social) es notoria, por lo que “[e]l primer paso es reconocer que la antropología ha sido –y sigue siendo– un activo para la ciencia cognitiva” (p. 152); Qirko (2014), para quien las culturas humanas exponen una combinación de similitudes y diferencias impulsadas cognitivamente que la AC ha explorado mediante teorías y métodos relevantes para las CC (p. 156); o Biró (2014), para quien las CC necesitan de la AC, pues “solo juntas pueden descifrar el cerebro cultural” (p. 141). A in de cuentas, la PC también ha sabido apuntar a los aspectos más
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críticos de la AC: Mientras los antropólogos acusan a los psicólogos de sobre-simpliicación, sobre-generalización e interpretación supericial, los psicólogos sostienen que las etnografías no son más que historias tan poco convincentes que no pueden ser probadas o […] que son simplemente un conjunto de airmaciones idiosincrásicas y autocomplacientes de una ideología política precocida: Después de todo, solo porque una descripción es rica o densa no garantiza que sea precisa o cierta. (Kitayama, 2012: 425)
Conclusiones. Mediante una discusión de su deinición, origen, objetos de estudio, aparato metodológico (discrepante con la PC y las CC) y pertinencia a las CC, el presente artículo brindó una breve introducción a la AC, una especialidad de la antropología cuyo objeto de estudio es la relación entre cultura y cognición. Alguna vez fundacional para las CC y hoy considerada la “disciplina perdida” de dicho campo de conocimiento (Bender y Beller, 2011: 3), la antropología constituye un “socio inalienable” en el esfuerzo común del estudio de la mente, por lo tanto, si las CC persiguen un “entendimiento comprensivo” de la cognición humana, “necesita considerar e integrar la perspectiva que ofrece la antropología sobre la constitución cultural de la cognición” (Ibíd., p. 4). Sintetizando amplia evidencia sobre cómo la cultura inluye sobre la cognición humana, Wang (2016) sostuvo que todos los psicólogos deberían ser psicólogos culturales, ya que para consolidar una “verdadera ciencia psicológica” es necesario “auto-relexionar, reducir y eliminar los prejuicios y prenociones vinculados a la cultura” (p. 592). En una reciente publicación, Colagè y d’Errico (2018) señalaron que la cultura inluye directamente sobre las capacidades cognitivas de los individuos (exaptación cultural) y sobre sus sustratos neuronales (reuti-
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lización neuronal cultural), estableciendo “un nuevo mecanismo para la evolución cognitiva en el que la cultura es la fuerza motriz” (p. 2). Tanto el volumen 7 (número 4) de la Topics in Cognitive Science, titulado “Explorando la diversidad cognitiva: Perspectivas antropológicas sobre la cognición” (Beller y Bender, 2015), como el que habrá de publicarse próximamente, titulado “La evolución cultural de la cognición”, exploran importantes tópicos de la AC. Libros como Cultural models in language and thought (Holland y Quinn, 1987), The development of cognitive anthropology (D’Andrare, 1995), Culture in mind (Shore, 1996), A cognitive theory of cultural meaning (Strauss y Quinn, 1997), A companion to cognitive anthropology (Kronenfeld et al., 2011), Hablar y pensar, tareas culturales: Temas en antropología lingüística y antropología cognitiva (Velasco, 2013), Cultural models (Bennardo y De Munck, 2014) o Culture as a system (Kronenfeld, 2017), brindan un sólido panorama del campo que todo especialista debería considerar. Para Bender et al. (2010) la pregunta más importante ha quedado así establecida: “[s]i el cerebro es organizado por la experiencia y la experiencia es organizada por la cultura, ¿no deberíamos, entonces, esperar que la cultura sea una fuerza formativa de los procesos cognitivos?” (p. 380). El debate, por lo pronto, permanece abierto.
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